La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
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La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
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"Es mejor quedarse en casa, ni siquiera te asomes a la ventana." - Saber común entre los campesinos de Verisar.
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La Procesión de los Skógargandr
"Es mejor quedarse en casa, ni siquiera te asomes a la ventana." - Saber común entre los campesinos de Verisar.
En las noches más oscuras del año, cuando el frío empieza a asolar la tierra y los vientos traen consigo las voces de los muertos, los habitantes de las tierras de Verisar temen más que cualquier monstruo o criatura: la Procesión de los Skógargandr.
Los Skógargandr, conocidos también como "los Lobos del Bosque Sombrío", son los espíritus de aquellos que murieron sin honor o sin ser guiados a Valhalla o Helheim. Condenados a vagar por la tierra, lideran una macabra procesión de almas que recorre los pueblos y los bosques, buscando llevarse con ellos a aquellos que hayan cometido actos impuros o que, de alguna manera, se atrevan a interponerse en su camino.
La leyenda cuenta que, en la noche de Samhain, cuando el velo entre el mundo de los vivos y los muertos es más delgado, la procesión de los Skógargandr emerge de los bosques en una larga fila espectral. Quienes ven esta procesión, o peor aún, aquellos con quienes los Skógargandr se encuentran, están condenados a morir o a ser absorbidos por la misma, uniéndose a la procesión para siempre.
Es imposible escapar del Skógargandr si te atrapan, pero existe una única manera de evitar el infortunio: portar una runa protectora inscrita con la sangre de un familiar fallecido, o entregar a un ser querido a los espíritus para salvar tu propia alma. Además, se dice que el líder de la procesión es un espíritu poderoso que puede ser derrotado en combate… aunque solo por un guerrero que posea el valor y la protección de los dioses.
Saludos, habitantes de Aerandir. Celebramos nuestro anual Samhain con un nuevo evento. Esta vez, será un poco diferente, nos alejamos del apartado más "social" para enfocarnos en un apartado que me gusta llamar "operativo". Aquí, los participantes deben de, a través de sus acciones, prepararse para la llegada de los Skógargandr.
Porque sí, van a venir (o no, uno nunca sabe.).
Antes de que nadie se tome a la ligera esta leyenda o quiera hacerse el héroe de una forma desmedida, me gustaría avisar que, si los Skógargandr te atrapan, las consecuencias podrían ser terriblemente serias. Si aun así quieres bailar la danza de la lluvia delante de ellos, adelante. Eres libre de hacerlo.
Pueden participar todos los usuarios que tengan su lista de tareas al día, ficha de habilidades aprobada y al menos 10 posts onrol.
A continuación, os daré una lista de objetivos a lo Fehu para que podáis ir haciendo los preparativos para la llegada de la procesión fantasmal.
-Combatir los malos presagios: A lo largo del evento, podrán encontrarse en los diferentes puntos de los anchos y extensos bosques de Verisar, junto a sus poblaciones, diferentes ritos y materiales rituales de magia negra que favorecen la llegada de los Skógargandr. Destruidlos para evitar que vengan los malos espíritus.
-Atraer la magia negra: Hay gente que ve como una buena oportunidad que los malos espíritus invadan Aerandir, pues pueden obtener beneficios propios a costa del bienestar de las demás almas. Estos individuos deberán de defender los rituales u objetos rituales que se encuentre, o en su defecto, crear uno y defenderlo.
-Sacrificio animal y/o vegetal: Dicen que si se ofrecen sacrificios animales o vegetales a los dioses de los ganados o cosechas que se han tenido durante el año, puede que estos intervengan para tener buenos presagios, incluso protección frente a la maldad que puedan influir los malos presagios.
-Sacrificio de personas: Una rama radical religiosa dice que los mejores sacrificios son los de vidas mortales, da igual la raza, podréis probar esta práctica si se os presenta la ocasión.
-Tallar runas protectoras: Las runas protectoras son uno de los pocos recursos y escudos que la gente tiene contra la procesión fantasmal. Quien tenga una runa protectora, será inmune a la maldición que los espíritus malignos lancen. Al menos eso cuenta la leyenda. Para obtener una runa protectora deberéis de ayudar a alguien que tenga la profesión arcano en la tarea que os proponga. Un arcanista solo podría fabricar una sola runa, y si el/la arcanista entrega la runa, él se quedará sin la posibilidad de obtener una (a no ser que ayude a otro arcanista y este le dé la runa).
-Pintar runas dañinas en las puertas de las casas: Una forma de libraros de ser perseguidos por la procesión fantasmal es, sin lugar a dudas, poner de cebo a la población en la que os encontréis. Para ello debéis de pintar runas en las casas de los campesinos sin que nadie os vea. Si alguien os ve, tendréis que afrontar un enfrentamiento.
Si os fijáis bien, en realidad he dado tres opciones para hacer con dos variables cada una. Las primeras son para evitar los malos presagios y alejar todo lo posible a los espíritus. Las segundas son para atraer dichos malos espíritus y esperar obtener alguna recompensa de ellos por ayudarles a venir a la tierra de los vivos. En vuestra moral reside la decisión de hacer una cosa u otra. Si se os ocurre alguna otra idea, tanto para atraer los malos espíritus como para alejarlos, podréis desarrollarla sin problemas siempre que me especifiquéis al final de cada post qué acción en concreto habéis hecho y qué resultado busca esa acción. Esto también deberán hacerlo los que elijan una de las opciones que yo he propuesto.
Con todas estas acciones, se pondrá en marcha un contador en el que según qué hagan los usuarios pasarán diferentes cosas. Es decir, por ejemplo, si espantar a los malos presagios gana, pero atraerlos también cuenta con una notable cantidad de apoyo, el resultado del evento y los caminos que escojamos para el desarrollo de este serán diferentes si, por ejemplo, la opción de espantar los malos presagios gana por goleada a atraerlos.
Se puede rolear con todos los personajes que tengáis disponibles, usar los NPCs que gustéis y, como en todo evento, no es necesario respetar los turnos de posteo siempre y cuando se siga una lógica.
Las recompensas las repartiré y las diré al final del evento.
A mí me gusta participar activamente en los eventos, por lo que, en principio, tenéis hasta el día 2 de noviembre para que acabe el primer turno.
Este evento ocurre por toda la península de Verisar, por lo que en principio, vuestros personajes no tienen por qué estar todos en un mismo sitio. Ancha es Verisar, así que tenéis multitud de lugares y entornos para desarrollar vuestros roles.
Nuestra amada Fehu ha iniciado un megaevento canónico, por lo que este evento cronológicamente irá antes de esos acontecimientos.
Los Skógargandr, conocidos también como "los Lobos del Bosque Sombrío", son los espíritus de aquellos que murieron sin honor o sin ser guiados a Valhalla o Helheim. Condenados a vagar por la tierra, lideran una macabra procesión de almas que recorre los pueblos y los bosques, buscando llevarse con ellos a aquellos que hayan cometido actos impuros o que, de alguna manera, se atrevan a interponerse en su camino.
La leyenda cuenta que, en la noche de Samhain, cuando el velo entre el mundo de los vivos y los muertos es más delgado, la procesión de los Skógargandr emerge de los bosques en una larga fila espectral. Quienes ven esta procesión, o peor aún, aquellos con quienes los Skógargandr se encuentran, están condenados a morir o a ser absorbidos por la misma, uniéndose a la procesión para siempre.
Es imposible escapar del Skógargandr si te atrapan, pero existe una única manera de evitar el infortunio: portar una runa protectora inscrita con la sangre de un familiar fallecido, o entregar a un ser querido a los espíritus para salvar tu propia alma. Además, se dice que el líder de la procesión es un espíritu poderoso que puede ser derrotado en combate… aunque solo por un guerrero que posea el valor y la protección de los dioses.
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Saludos, habitantes de Aerandir. Celebramos nuestro anual Samhain con un nuevo evento. Esta vez, será un poco diferente, nos alejamos del apartado más "social" para enfocarnos en un apartado que me gusta llamar "operativo". Aquí, los participantes deben de, a través de sus acciones, prepararse para la llegada de los Skógargandr.
Porque sí, van a venir (o no, uno nunca sabe.).
Antes de que nadie se tome a la ligera esta leyenda o quiera hacerse el héroe de una forma desmedida, me gustaría avisar que, si los Skógargandr te atrapan, las consecuencias podrían ser terriblemente serias. Si aun así quieres bailar la danza de la lluvia delante de ellos, adelante. Eres libre de hacerlo.
Pueden participar todos los usuarios que tengan su lista de tareas al día, ficha de habilidades aprobada y al menos 10 posts onrol.
A continuación, os daré una lista de objetivos a lo Fehu para que podáis ir haciendo los preparativos para la llegada de la procesión fantasmal.
-Combatir los malos presagios: A lo largo del evento, podrán encontrarse en los diferentes puntos de los anchos y extensos bosques de Verisar, junto a sus poblaciones, diferentes ritos y materiales rituales de magia negra que favorecen la llegada de los Skógargandr. Destruidlos para evitar que vengan los malos espíritus.
-Atraer la magia negra: Hay gente que ve como una buena oportunidad que los malos espíritus invadan Aerandir, pues pueden obtener beneficios propios a costa del bienestar de las demás almas. Estos individuos deberán de defender los rituales u objetos rituales que se encuentre, o en su defecto, crear uno y defenderlo.
-Sacrificio animal y/o vegetal: Dicen que si se ofrecen sacrificios animales o vegetales a los dioses de los ganados o cosechas que se han tenido durante el año, puede que estos intervengan para tener buenos presagios, incluso protección frente a la maldad que puedan influir los malos presagios.
-Sacrificio de personas: Una rama radical religiosa dice que los mejores sacrificios son los de vidas mortales, da igual la raza, podréis probar esta práctica si se os presenta la ocasión.
-Tallar runas protectoras: Las runas protectoras son uno de los pocos recursos y escudos que la gente tiene contra la procesión fantasmal. Quien tenga una runa protectora, será inmune a la maldición que los espíritus malignos lancen. Al menos eso cuenta la leyenda. Para obtener una runa protectora deberéis de ayudar a alguien que tenga la profesión arcano en la tarea que os proponga. Un arcanista solo podría fabricar una sola runa, y si el/la arcanista entrega la runa, él se quedará sin la posibilidad de obtener una (a no ser que ayude a otro arcanista y este le dé la runa).
-Pintar runas dañinas en las puertas de las casas: Una forma de libraros de ser perseguidos por la procesión fantasmal es, sin lugar a dudas, poner de cebo a la población en la que os encontréis. Para ello debéis de pintar runas en las casas de los campesinos sin que nadie os vea. Si alguien os ve, tendréis que afrontar un enfrentamiento.
Si os fijáis bien, en realidad he dado tres opciones para hacer con dos variables cada una. Las primeras son para evitar los malos presagios y alejar todo lo posible a los espíritus. Las segundas son para atraer dichos malos espíritus y esperar obtener alguna recompensa de ellos por ayudarles a venir a la tierra de los vivos. En vuestra moral reside la decisión de hacer una cosa u otra. Si se os ocurre alguna otra idea, tanto para atraer los malos espíritus como para alejarlos, podréis desarrollarla sin problemas siempre que me especifiquéis al final de cada post qué acción en concreto habéis hecho y qué resultado busca esa acción. Esto también deberán hacerlo los que elijan una de las opciones que yo he propuesto.
Con todas estas acciones, se pondrá en marcha un contador en el que según qué hagan los usuarios pasarán diferentes cosas. Es decir, por ejemplo, si espantar a los malos presagios gana, pero atraerlos también cuenta con una notable cantidad de apoyo, el resultado del evento y los caminos que escojamos para el desarrollo de este serán diferentes si, por ejemplo, la opción de espantar los malos presagios gana por goleada a atraerlos.
Se puede rolear con todos los personajes que tengáis disponibles, usar los NPCs que gustéis y, como en todo evento, no es necesario respetar los turnos de posteo siempre y cuando se siga una lógica.
Las recompensas las repartiré y las diré al final del evento.
A mí me gusta participar activamente en los eventos, por lo que, en principio, tenéis hasta el día 2 de noviembre para que acabe el primer turno.
Este evento ocurre por toda la península de Verisar, por lo que en principio, vuestros personajes no tienen por qué estar todos en un mismo sitio. Ancha es Verisar, así que tenéis multitud de lugares y entornos para desarrollar vuestros roles.
Nuestra amada Fehu ha iniciado un megaevento canónico, por lo que este evento cronológicamente irá antes de esos acontecimientos.
Thorn
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Torre del Silencio
Zelas había llegado hace unos pocos segundos desde el taller de Rauko para obtener unos artículos del cofre del clan, debía prepararse para ponerle fin a unos asuntos que llevaban pasándole factura por mas tiempo del que había imaginado, al llegar a la puerta de su habitación dudo por unos momentos, ¿Valía la pena entrar a una habitación cuya cama seguía destruida?, la respuesta era obvia, sin embargo, entro de todas formas porque así era la vida, grata fue su sorpresa al encontrar una habitación en condiciones, con una cama nueva y ropas que no estaban destruidas, o quemadas, o ensangrentadas.
Dejo las cosas en la mesita que fungía de escritorio y noto sobre este un pergamino con un sello que no supo distinguir, lo abrió curioso y vio otro pergamino en su interior, entonces leyó lo siguiente:
Para: mi dicipulo
Pupilo, te escribe tu maestra Yuki Beifong, ha llegado a mis oídos el rumor de que has sido asesinado, envié mensajeros a la torre del silencio, pero las vacas maids ni siquiera saben quien eres, eso no evito que me solicitaran donaciones si quería saber mas al respecto, incluso me cobraron por hacerte llegar estos pergaminos, en fin, te cobrare caro por eso, sin embargo, puedes comenzar a pagarme llegando al lugar que te señalare en el otro pergamino, tu maestra necesita tu asistencia, de paso aprendes una que otra cosa.
Eso en el caso que estés vivo, si llegas a estar muerto, enseñarte fue una perdida de tiempo y eres una escoria indigna de cualquier atención que haya tenido para ti.
Atte.
La mejor arcanista.
-Con que así se siente lidiar con alguien como yo- se diría el rubio a si mismo mientras se recostaba en su nueva cama, dejaría que la decisión de ir al lugar indicado o no la tomara la almohada, debía descansar un poco antes de cualquier cosa.
_____________________________________________________________________
Al día siguiente en algún lugar de Verisar
-¿Sera que habrá muerto de verdad?- Preguntaría Yuki a uno de sus sirvientes.
-No lo se Dama Yuki, no sabemos mucho de su nuevo aprendiz mas allá de lo que vimos en el mercado aquel día- respondería uno de ellos.
-Debe ser que murió, no tiene motivos para no venir si yo le convoco- diría caminando algo impaciente, se encontraba en ese lugar con una misión en especifico y no podía esperar mas por el rubio.
Los sirvientes se miraron entre ellos, conocían a su dama demasiado bien y ella tenia la mala costumbre de pensar que todos trabajaban para ella, no era de extrañar que las personas que recién le conocían, no quisieran tener nada que ver con ella e hicieran lo imposible para no topársela.
Entonces lo extraño ocurrió, el ambiente se cargo de una estática rara, poniendo en alerta a los 3 hombres que estaban al servicio de Yuki Beifong, la bruja por su parte observo el suceso con fascinación, parte de la hoja de una espada apareció de la nada y corto la realidad frente a ellos, creando un agujero en el espacio-tiempo del cual emergió el individuo que habían visto en el mercado.(1)
-AJA! les dije que no ha muerto, por algo lo he tomado bajo mi tutela, jamás dude de ti aprendiz.- diría la mujer con el pecho inflado y un evidente semblante de alegría.
-Oh no, eso si paso, ya es la quinta vez que pasa de hecho- comentaría Zelas al momento que atrapaba la pequeña llave mágica que salía despedida de su espada, el rubio entonces procedió a colgar la espada en su arnés y a guardar la llave en uno de sus bolsillos.
Tanto los sirvientes como Yuki se encogieron de hombros ante aquella explicación, el rubio por su parte saludo a los sirvientes y se planto frente a su maestra. -Muy bien, llamaste y he venido, ¿Cuál es el trabajo?- preguntaría al momento de ver como los hombres levantaban el campamento rápidamente, Yuki por su parte se pondría al lado de Zelas y le sujetaría los brazos para girarle hacia la dirección correcta(?)
-Tenemos que encargarnos de algo que esta en esa dirección, lo reconocerás en cuanto lo veas, así que mientras llegamos porque no me explicas como es eso de que has muerto 5 veces, eres mi discípulo sabes, aunque no sepa tu nombre, no puedes ir manchando mi reputación así como así- señalaría Yuki mientras comenzaban a caminar.
Al cabo de un rato Zelas había puesto al tanto a su maestra del tipo de pupilo que tenia, Yuki por su parte, comprendía un poco mejor el misterio detrás de la extraña naturaleza del éter del no-elfo, ante lo cual aprovecharía la oportunidad para estudiar ese fenómeno mas a fondo.
-¿Qué sabes sobre los Skógargandr?- le preguntaría Yuki a su pupilo.
-¿Los qué?- preguntaría de vuelta el rubio a su maestra.
Yuki haría rodar sus ojos cuando finalmente tuvieron parte de su objetivo a la vista. -Eso de allá es el motivo por el que te llame-
A la distancia y en medio de un pequeño claro en el bosque, un tronco sin ramas y deforme desentonaba con el panorama en general.
- Mal presagio:
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OFF: Habilidades y cosas
Objetivo: Combatir los malos presagios
1_ Llave Tetradimensional: [Limitado, 1 uso] La llave tetradimensional se puede fusionar con una espada, concediendo al arma una nueva habilidad y separándose después de usar. Con un tajo crea un portal hacia un sitio que conozca. Si no tiene ese sitio a la vista, necesitará concentrarse por varios minutos sin distracciones ni peligros para lograr la incisión mágica. El portal dura unos pocos instantes y se cierra después de que alguna persona lo atraviese.
Espada que esta en el arnés actualmente: Dragon Claw: Se liga al eter, encantada con Purgar
- Yuki Beifong:
Tengo que hacerle ficha todavía pero no es como si hubiera aparecido de la nada para este tema.
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Datos relevantes:
-Es bruja
-Arcanista
-Siempre hay sirvientes 3 o mas sirvientes dispuestos a hacer lo que ella diga(en este caso son 3)
-Esta buenota(?)
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Última edición por Zelas Hazelmere el Dom Oct 27 2024, 16:23, editado 1 vez (Razón : olvide el objetivo xD)
Zelas Hazelmere
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
La cima de la colina era espeluznante. De nombre, Hielahuesos; no necesitaba apellido.
Con el viento frío cortante dando en las mejillas y la oscuridad interrumpida solo por los rayos de la tormenta, uno podía imaginar e incluso sentir lo que sentía aquel sacerdote. Supuestamente, en el conjuradero que señoreaba la cima, realizaba rituales para espantar a las tormentas. Iluso. Ni siquiera la mayoría de los brujos más poderosos sobre los que había leído Eberus podían variar el curso de una tormenta.
Pero ese sacerdote conoció la muerte. Ya ninguno más se atrevía a subir al conjuradero de esa colina desde hacía al menos medio siglo. Según les contó la campesina que les había hablado sobre todo esto, el viejo sacerdote había muerto cuando, bajo una horrorosa tormenta, un rayo embistió al conjuradero bajo el que se resguardaba mientras hacía los rezos. Pero no fue el rayo lo que lo mató, sino los Lobos del Bosque Sombrío. Los campesinos de la aldea labriega situada a la base de la Hielahuesos creían que estos habían conjurado el rayo para sacarlo de ahí y llevarlo a sus fauces.
Aquello fue lo que bautizó a la colina. Era el lugar perfecto para ganarse el favor de los Lobos del Bosque Sombrío con un ritual. En aquella aldea les habían contado sus sospechas sobre la equivocación del antiguo sacerdote. Supuestamente, había llevado al conjuradero ciertas cosas que no debió haber llevado, y con ellas comenzó los rezos para espantar a la tormenta. Un gran error sobre el que algunos se atrevieron a advertirle incluso sin tener sus conocimientos religiosos.
Una túnica negra. Un colgante con una cruz de madera podrida. Una mascota muerta, y un dedo de un ahorcado.
Eso es lo que subían a la cima de la Hielahuesos, a escondidas de los aldeanos, mientras la inclemente lluvia les calaba la túnica, pudría más la cruz y hacía que la paloma muerta y el dedo despidieran un hedor, si cabía, más asqueroso. Esperaban que los encantamientos de sus atuendos les ocultaran por completo de los ojos de los aldeanos de abajo. Por suerte, no les remordía la conciencia efectuar el ritual gracias a que varios palurdos les habían tratado con desprecio en su visita. Un desprecio cruel que pagarían como más temían.
- Estos putos sacerdotes... - gruñía el brujo con desdén. - La religión les acaba pudriendo el cerebro. Es lo que siempre digo.
- Estaba loco, claro. Una cosa es echar de menos a tu mascota y a tu madre. Pero, ¿llevarlos así contigo? Estaba loco - razonaba Selena convencida.
Al fin pudieron resguardarse de la lluvia bajo el pequeño techo del conjuradero. No tanto del viento. Sacaron la nota que había escrito Eberus con el supuesto rezo exacto que acostumbraba a proclamar el sacerdote para espantar a las tormentas y colocaron la paloma y el dedo junto a la cruz de metal que se levantaba en el centro.
- Pero quién está más loco, camarada. ¿Él, o nosotros dos? - dijo apuntando con las palmas extendidas hacia lo que habían depositado allí, antes de soltar una carcajada sibilante con notas de incredulidad.
Con algo de escepticismo pero también megalómana esperanza comenzaron a recitar las palabras. Ojalá las leyendas fueran ciertas: contar con el favor de los Skógargandr sería cercano a tener a la parca misma de tu lado.
__________
OFF: Eberus lleva una capa de la noche y, Selena, un encantamiento de Runa de Sombras en la armadura.
No concreto la localización por si alguien quiere pasarse por esa diminuta aldea random de Verisar para unirse a mi historia jejeje...
Objetivo: Atraer la magia negra. Thorn, igual que el brujo y la elfa, yo te rezo para que actúes a mi favor. Por los dioses, dejo la vida de mis niños en tus manos, ¡¡¡ten piedad!!!
Con el viento frío cortante dando en las mejillas y la oscuridad interrumpida solo por los rayos de la tormenta, uno podía imaginar e incluso sentir lo que sentía aquel sacerdote. Supuestamente, en el conjuradero que señoreaba la cima, realizaba rituales para espantar a las tormentas. Iluso. Ni siquiera la mayoría de los brujos más poderosos sobre los que había leído Eberus podían variar el curso de una tormenta.
- Cima de la Hielahuesos:
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Pero ese sacerdote conoció la muerte. Ya ninguno más se atrevía a subir al conjuradero de esa colina desde hacía al menos medio siglo. Según les contó la campesina que les había hablado sobre todo esto, el viejo sacerdote había muerto cuando, bajo una horrorosa tormenta, un rayo embistió al conjuradero bajo el que se resguardaba mientras hacía los rezos. Pero no fue el rayo lo que lo mató, sino los Lobos del Bosque Sombrío. Los campesinos de la aldea labriega situada a la base de la Hielahuesos creían que estos habían conjurado el rayo para sacarlo de ahí y llevarlo a sus fauces.
Aquello fue lo que bautizó a la colina. Era el lugar perfecto para ganarse el favor de los Lobos del Bosque Sombrío con un ritual. En aquella aldea les habían contado sus sospechas sobre la equivocación del antiguo sacerdote. Supuestamente, había llevado al conjuradero ciertas cosas que no debió haber llevado, y con ellas comenzó los rezos para espantar a la tormenta. Un gran error sobre el que algunos se atrevieron a advertirle incluso sin tener sus conocimientos religiosos.
Una túnica negra. Un colgante con una cruz de madera podrida. Una mascota muerta, y un dedo de un ahorcado.
Eso es lo que subían a la cima de la Hielahuesos, a escondidas de los aldeanos, mientras la inclemente lluvia les calaba la túnica, pudría más la cruz y hacía que la paloma muerta y el dedo despidieran un hedor, si cabía, más asqueroso. Esperaban que los encantamientos de sus atuendos les ocultaran por completo de los ojos de los aldeanos de abajo. Por suerte, no les remordía la conciencia efectuar el ritual gracias a que varios palurdos les habían tratado con desprecio en su visita. Un desprecio cruel que pagarían como más temían.
- Estos putos sacerdotes... - gruñía el brujo con desdén. - La religión les acaba pudriendo el cerebro. Es lo que siempre digo.
- Estaba loco, claro. Una cosa es echar de menos a tu mascota y a tu madre. Pero, ¿llevarlos así contigo? Estaba loco - razonaba Selena convencida.
Al fin pudieron resguardarse de la lluvia bajo el pequeño techo del conjuradero. No tanto del viento. Sacaron la nota que había escrito Eberus con el supuesto rezo exacto que acostumbraba a proclamar el sacerdote para espantar a las tormentas y colocaron la paloma y el dedo junto a la cruz de metal que se levantaba en el centro.
- Pero quién está más loco, camarada. ¿Él, o nosotros dos? - dijo apuntando con las palmas extendidas hacia lo que habían depositado allí, antes de soltar una carcajada sibilante con notas de incredulidad.
Con algo de escepticismo pero también megalómana esperanza comenzaron a recitar las palabras. Ojalá las leyendas fueran ciertas: contar con el favor de los Skógargandr sería cercano a tener a la parca misma de tu lado.
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OFF: Eberus lleva una capa de la noche y, Selena, un encantamiento de Runa de Sombras en la armadura.
No concreto la localización por si alguien quiere pasarse por esa diminuta aldea random de Verisar para unirse a mi historia jejeje...
Objetivo: Atraer la magia negra. Thorn, igual que el brujo y la elfa, yo te rezo para que actúes a mi favor. Por los dioses, dejo la vida de mis niños en tus manos, ¡¡¡ten piedad!!!
Última edición por Eberus el Dom Oct 27 2024, 08:37, editado 2 veces (Razón : Para añadir el objetivo en el offrol)
Eberus
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
- Meditación de Helena:
Dentro de la caverna, la penumbra era dominante, rota únicamente por una serie de velas dispersas que emitían un resplandor tembloroso y la luz del día que penetraba desde la entrada a duras penas. Las pequeñas llamas de las velas eran frágiles, apenas capaces de iluminar más allá de unos pocos metros, pero suficientes para proyectar sombras danzantes sobre las paredes húmedas y rocosas. Los reflejos del agua subterránea, que corría lentamente a través de la cueva en un afluente serpenteante, se deslizaban por el suelo de piedra, como si estuvieran vivos, moviéndose al compás de una presencia invisible.
Helena estaba en el centro de todo, sentada con las piernas cruzadas sobre un círculo de símbolos arcanos grabados con tiza en la roca por su propia mano. Los símbolos, emanaban un leve resplandor azulado que contrastaba con las sombras. Helena había hecho que la tiza absorbiera el éter que ella misma había atraído, el ritual había comenzado. Había líneas que convergían en espirales, figuras geométricas complejas y runas antiguas que parecían cobrar vida propia en la penumbra. El aire estaba denso con el olor del incienso que ella misma había encendido.
Con los ojos cerrados, Helena estaba en trance. Su pecho se alzaba y descendía de forma rítmica, sus respiraciones cada vez más profundas, como si con cada inhalación absorbiera el éter mismo que llenaba el ambiente. Sus dedos temblaban ligeramente, suspendidos sobre su regazo, mientras canalizaba la energía de la caverna y de los oscuros lugares de los que había oído hablar en sus estudios arcanos. Sentía el peso del éter a su alrededor, como si presencias invisibles que se moviesen en los límites de su percepción, rozándola como una brisa helada, susurrando en lenguas olvidadas y retorcidas.
La bruja, aparte de sus ropajes habituales, llevaba puesta una capa con capucha algo deshilachadas, pues, no sabía explicar cómo, pero así se sentía más protegida frente a aquello que quizás pudiese enfrentar, fuese lo que fuese.
Helena estaba en el centro de todo, sentada con las piernas cruzadas sobre un círculo de símbolos arcanos grabados con tiza en la roca por su propia mano. Los símbolos, emanaban un leve resplandor azulado que contrastaba con las sombras. Helena había hecho que la tiza absorbiera el éter que ella misma había atraído, el ritual había comenzado. Había líneas que convergían en espirales, figuras geométricas complejas y runas antiguas que parecían cobrar vida propia en la penumbra. El aire estaba denso con el olor del incienso que ella misma había encendido.
Con los ojos cerrados, Helena estaba en trance. Su pecho se alzaba y descendía de forma rítmica, sus respiraciones cada vez más profundas, como si con cada inhalación absorbiera el éter mismo que llenaba el ambiente. Sus dedos temblaban ligeramente, suspendidos sobre su regazo, mientras canalizaba la energía de la caverna y de los oscuros lugares de los que había oído hablar en sus estudios arcanos. Sentía el peso del éter a su alrededor, como si presencias invisibles que se moviesen en los límites de su percepción, rozándola como una brisa helada, susurrando en lenguas olvidadas y retorcidas.
La bruja, aparte de sus ropajes habituales, llevaba puesta una capa con capucha algo deshilachadas, pues, no sabía explicar cómo, pero así se sentía más protegida frente a aquello que quizás pudiese enfrentar, fuese lo que fuese.
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-Venid...-susurró Helena, sus palabras apenas un eco en el vasto silencio de la caverna. Su voz era un llamado suave, seductor.-Venid a mí… cruzad el velo y responded a mi llamado. Os ofrezco un conducto, un vínculo entre el mundo de los vivos y el vuestro. Venid, y juntos elevaremos nuestra fuerza.
La energía que canalizaba era intensa, como un torrente que amenazaba con arrastrarla, pero Helena estaba preparada. Su entrenamiento, su fuerza de voluntad, su saber del éter la mantenían anclada y segura. Sentía el peso de aquella energía, escuchaba susurros, promesas de conocimiento prohibido, de poder ancestral... ¿Estaba alucinando? ¿Se lo estaba imaginando? Todo aquello sonaba como un eco muy lejano, pero a la vez muy cercano. Todo aquello era un riesgo, una danza sobre el filo de un cuchillo, pero uno que Helena aceptaba con fervor.
La temperatura en la caverna bajó aún más, hasta el punto en que su aliento se convirtió en vapor, formando nubes blanquecinas que ascendían y desaparecían en la oscuridad. Las llamas de las velas titilaban furiosamente, al borde de extinguirse, y Helena sintió un estremecimiento de pura fuerza etérea correr a través de sus venas. Su piel estaba helada, pero se sentía bien, a diferencia de cuando caía presa de su maldición.
Con una última exhalación profunda, abrió los ojos, dejando atrás el trance. Las velas parpadearon y finalmente se extinguieron, los dibujos en tiza dejaron de emitir el brillo azulado, dejándola en la oscuridad. Pero no había miedo en sus ojos; solo satisfacción, solo el hambre insaciable de quien ha probado el poder y quiere más.
Helena había invocado a los espíritus… y ellos habían respondido. ¿No?
___________________________________________________
OFF;
Por el momento, no interactúo con nadie y tan solo hago mi post de introducción al evento. Si alguien quiere interactuar conmigo o quiere juntar tramas, podemos hablarlo.
Helena quiere Atraer la magia negra. Hace un ritual para atraer a los espíritus (malos o buenos, me da igual) a este plano y que le ayuden a tener más poder y poder manejar el éter con más soltura. Todo conocimiento, habilidad, aptitud o poder que se tenga es poco, da igual de donde venga (mientras no venga de un pomposo estudioso del Hekshold o alguien que se crea mejor que Helena).
Por el momento, no interactúo con nadie y tan solo hago mi post de introducción al evento. Si alguien quiere interactuar conmigo o quiere juntar tramas, podemos hablarlo.
Helena quiere Atraer la magia negra. Hace un ritual para atraer a los espíritus (malos o buenos, me da igual) a este plano y que le ayuden a tener más poder y poder manejar el éter con más soltura. Todo conocimiento, habilidad, aptitud o poder que se tenga es poco, da igual de donde venga (mientras no venga de un pomposo estudioso del Hekshold o alguien que se crea mejor que Helena).
Helena Rhodes
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
El viaje había sido intenso, con un ritmo de marcha frenético y sin apenas descanso. Sus botas estaban destrozadas, sus pies magullados por el esfuerzo y su cuerpo terriblemente resentido después de frías noches al raso y sin despegarse de la armadura. Corrían tiempos extraños, oscuros en muchos sentidos y el lento pero incansable caminar hacia el invierno no hacía más que multiplicar la sensación de abatimiento. Sin embargo, mientras hubiera fuerza y voluntad, se podría prender un fuego que alumbrara en las noches y calentara el cuerpo y el espíritu.
En eso pensaba Sango mientras observaba el techo de su casa. De la casa de sus padres, en Cedralada. Había llegado allí hacía dos días y había pasado uno de ellos durmiendo sin siquiera moverse para beber, comer o evacuar. Por la tímida luz que entraba en la estancia y el ruido de actividad del exterior determinó que sería mediodía, algo más temprano quizá. El no saberlo aumentó la sensación de sentirse completamente inútil allí tirado mientras sus padres estaban por ahí fuera, en los campos y en los bosques.
Retiró las mantas que lo cubrían y suspiró. Sus músculos se tensaron y el dolor apareció en zonas que no sabía que existían. Resopló y dejó que el frío de las gastadas tablas de madera del suelo le reconfortaran de alguna manera. Sus piernas comenzaron a hormiguear y se puso en pie para volver a caer sobre la cama. La única cama que había en casa de sus padres y que le habían cedido sin que él pudiera decir o hacer nada al respecto. La alegría de estar en casa chocó con el malestar de haberles hecho dormir en los bancos junto al hogar, sobre pieles y mantas en lugar del colchón de lana sobre el que su cuerpo había permanecido un día sin moverse.
Volvió a levantarse y se alejó con pasos cortos. Bostezó y acto seguido se estiró, haciendo que su cuerpo crujiera, y luego se quitó el camisón con el que dormía y se vistió con unos pantalones y una camisa perfectamente lavados. Negó con la cabeza pero no pudo evitar sonreír.
- ¡Bera! ¡Bera!- un grito le sobresaltó.
- Ay, baja el tono, mujer, que tengo al niño durmiendo- en el tono de voz de su madre había reproche.
Sango resopló reprimiendo una risa y se sentó al borde de la cama para ceñirse unas botas que su padre le había dejado allí mientras reparaban las suyas o conseguían otras o lo que fuera más rápido y cómodo para todos. Ya sabían que no tardaría mucho en marchar a Lunargenta a pesar de la fuerte discusión que tuvo cuando llegó a casa. Se lo merecía, sin duda. Sobre todo porque seguía sin saber nada de ella y el único lugar en el que se le ocurría preguntar estaba en Lunargenta.
Ben salió de la pequeña habitación y un vigorosos fuego, recién avivado, le recibió con alegría. Sango caminó hacia él y saludó con una mano a su madre y a Frida, la madre de Anders. Otra persona de la que apenas sabía nada pues había desaparecido junto al destacamento de Asland y el capitán Karst. Sin embargo, le habían asegurado que su hijo aún mandaba mensajeros para decirles que se encontraba bien. Quizá fuera cosa de él.
- ¡Ben! ¡Por los Dioses, que alegría verte! A ver si le dices a mi chiquillo que se pase por aquí alguna vez- hizo un gesto con el brazo para que se acercara alguien. En su rostro había cierta urgencia.
Su madre, Bera, le miró con cara de circunstancia y Ben ladeó la cabeza a modo de respuesta. Ella alzó las cejas y negó suavemente y él relajó el rostro y se echó hacia atrás antes de asentir. Le sonrió y se acercó a la puerta. Conocía demasiado bien esos gestos de su madre y sabía que estaba ganando tiempo para algo que Frida quería.
- Anders andará defendiendo a la buena gente de estas tierras, podéis estar orgullosos de él- dijo a modo de saludo tanto a Frida que sonreía con orgullo como a las otra pareja que acababa de llegar y que Sango no conocía-. Pero parecéis preocupados por algo, ¿qué pasa?
- Hay un hechicero por aquí cerca- dijo la mujer en voz baja-. En la campera de Rolf para allá de la colina del corte donde tu padre cortó el bosque el año pasado, ¿te das cuenta? Hay cosas que meten miedo- la mujer seguía hablando en voz baja.
- ¡Figuras y formas que solo trae mala fortuna a estas tierras!- dijo un hombre joven que se había acercado a ellos. Sango no lo conocía pero por la familiaridad del gesto y saludo que tuvo con Frida supuso que eran familia o nuevos vecinos que se habían instalado en el pueblo-. He oído- continuó en voz baja-, que es obra de oscura hechicería provocada por una bruja Seidr.
- ¿Cómo?- preguntó su madre rompiendo el silencio con voz ronca.
Ben miró a su madre y la vio pálida como la nieve. Su mirada se clavaba como puñales en el hombre que se echó hacia atrás sorprendido por la intensidad de la mirada de la mujer. Ben le puso la mano en la espalda y se sorprendió con la tensión que contraía sus músculos.
- ¿Quién dice esas cosas?- preguntó-. Aquí no hay brujas. No puede haberlas.
Frida y la pareja se miraron con sorpresa mientras que Ben clavaba los ojos en su madre que alzó la mirada para encontrarse frente a frente con él. Se miraron largo rato en silencio. Podía leer en sus ojos que algo no iba bien. Podía sentirlo en cómo respiraba y en como era incapaz de relajar los músculos.
- ¿Por qué no puede haberlas?- preguntó la mujer que Ben no conocía.
- Porque lo prometió- dijo sin apartar la mirada de Sango.
- ¿Cómo?- preguntó Sango.
Su madre parpadeó y su cuerpo se destensó. Sacudió la cabeza y dio un pequeño paso hacia atrás. Esbozó una sonrisa y trató de hablar varias veces pero no parecían salirle palabras de dentro. Sango apretó el hombro de su madre y cuando iba a preguntarle ella le interrumpió.
- Tu tío Soren- dijo-, es una cosa que me contó de pequeña- dijo sonriendo a los presentes-. No hay brujas seidr ni nada por el estilo. Son cosa del pasado, hacedme caso. Chiquilladas- rio para descargar la tensión que se había generado.
- De todas formas- giró la cabeza para mirar a Frida-, iré a echar un vistazo. Seguro que es algún chaval con ganas de gastar una broma- añadió al final mirando a su madre antes de que pudiera responder.
Se despidieron y Sango quedó a solas en la casa con su madre que se empeñó en prepararle el desayuno mientras le quitaba la idea de ir a ningún sitio por cuentos de niños. Sango se dejó llevar por lo que ella decía pero por dentro sabía que algo más profundo le pasaba a su madre. Puede que Soren, al que no conoció, tuviera algo que ver; o puede que un mal sueño o una broma demasiado pesada y que le pudiera haber afectado siendo pequeña.
Bera, sin embargo, que sabía leer el rostro de su hijo a la perfección supo que no le haría caso y que saldría sin que ella pudiera impedírselo y que, además, estaría dándole vueltas a lo extraño de su comportamiento. Debía, por tanto, hacer que dejara de preocuparse por ella y por cosas de su juventud.
- ¿Cuándo me la vas a presentar?- preguntó mientras terminaba de remendar un pantalón que se le había enganchado a algún matorral.
Ben tuvo cierta dificultad a la hora de tragar el último bocado. No esperaba, para nada, esa pregunta. No tenía respuesta para ella y era algo que empezaba a preocuparle. No por no saber cuándo se la iba a presentar a sus padres sino porque él empezaba a creerse que verdaderamente se había tomado en serio desaparecer de la vista de todo el mundo.
Era algo a lo que le llevaba dando vueltas a la cabeza durante un tiempo y no se sentía tranquilo al respecto. Menos ahora cuando todo parecía indicar a un inminente enfrentamiento en Lunargenta y en toda la costa sur de la Península. Era un tema al que no le gustaba dar demasiadas vueltas y rezaba a los Dioses porque ella estuviera bien y poco más.
El pelirrojo se removió en el banco y se puso en pie. Se sacudió las manos y luego la ropa. Sonrió a su madre y se agachó para coger el cinto con las armas que se amarró a la cintura.
- Pronto, ma, espero que pronto.
Salió de casa ajustándose la capa y dirigiendo sus pasos a los campos del sur. Era una zona en la que se daba muy bien la legumbre porque recibía muchas horas de sol y además estaba regado por el arroyo que nutría los ríos grandes de la comarca de los Llanos de Heimdal.
El trayecto fue agradable y cómodo, el barro de los caminos terminaba por crear una masa tan grande que era necesario pisar alguna zona verde para sacudirlo de encima o arrastrar los pies contra alguna de las muchas piedras que había por el camino.
No tardó demasiado en pasar un bosque talado. A sus ojos no le pareció un bosque como tal sino más bien una exageración de Frida. Realmente era un trozo de bosque en el que se podía ver el corte de no más de una veintena de árboles y si eran como los que se veían a continuación, su padre habría tenido trabajo para un par de meses, quizá tres.
Al llegar a la campera de Rolf, pudo ver claramente a lo que se refería Frida. Alguien había dispuesto ramas en forma de círculo y en el interior había dibujada una runa, también con pequeñas ramas, que apuntaba en dirección a la aldea de Cedralada. Pudo distinguir restos de una tela quemada y alguna cosa más que no supo ubicar con exactitud pero que interpretó como elementos de algún oscuro ritual. Pero sus ojos no se apartaban de la imagen de la runa dibujada en el suelo.
Thurisaz.
La runa asociada al caos. Poderes malignos y oscuros se escondían tras esta runa. Apretó los dientes y se acercó más aún. Las ramas apenas llegaba a la altura de la rodilla y estaban dispuestas en forma de empalizada en torno a la runa y al material del interior.
Negó con la cabeza. ¿Cómo era posible que alguien decidiera hacer esa clase de ritos que tan solo traían desgracia y miseria? ¿Acaso no tenían suficiente caos y destrucción como para querer atraer más? Expulsó aire y extrajo las ramas del suelo con sus manos hasta que no quedó ninguna en pie. Luego pateó con violencia la runa y la deshizo de un puntapié. Pisoteó la zona y pateó todos los restos hasta que no quedó nada reconocible en la zona. Se detuvo un instante y decidió recoger todas las ramas que habían sido usadas en el ritual para prenderles fuego.
- Que los Dioses sean testigos de este desafío que lanzo a todos aquellos que tengan la osadía de abrir las puertas de fríos y oscuros reinos que ningún asunto tienen en esta tierra- echó mano a un bote de metal y arrancó el tapón para verter el contenido sobre las ramas que se incendiaron al instante (1).
Al ver las ramas arder, su corazón se sintió mucho más alegre y más vivo. Como si algo que estuviera fuera de lugar se hubiera ido para siempre. Cuando algo bien hecho triunfaba sobre el mal.
El fuego del frasco consumió con ansia, como si los mismos Dioses comandaran esas llamas que rápidamente se extinguieron al no tener más materia oscura que consumir. Asintió satisfecho cuando no hubo más que cenizas y se alegró de haber podido limpiar aquella zona. Pateó las cenizas y se aseguró de que no hubiera nada más en aquella zona.
Una vez en el camino, sus pasos fueron hacia Cedralada. Sin embargo, sus ojos no pudieron evitar mirar atrás. Si bien su corazón le decía que no se preocupara, la imagen de la runa dibujada en el suelo aun pesaba en él.
Esa noche vigilaría.
(1) Uso de objeto: Fuego embotellado.
En eso pensaba Sango mientras observaba el techo de su casa. De la casa de sus padres, en Cedralada. Había llegado allí hacía dos días y había pasado uno de ellos durmiendo sin siquiera moverse para beber, comer o evacuar. Por la tímida luz que entraba en la estancia y el ruido de actividad del exterior determinó que sería mediodía, algo más temprano quizá. El no saberlo aumentó la sensación de sentirse completamente inútil allí tirado mientras sus padres estaban por ahí fuera, en los campos y en los bosques.
Retiró las mantas que lo cubrían y suspiró. Sus músculos se tensaron y el dolor apareció en zonas que no sabía que existían. Resopló y dejó que el frío de las gastadas tablas de madera del suelo le reconfortaran de alguna manera. Sus piernas comenzaron a hormiguear y se puso en pie para volver a caer sobre la cama. La única cama que había en casa de sus padres y que le habían cedido sin que él pudiera decir o hacer nada al respecto. La alegría de estar en casa chocó con el malestar de haberles hecho dormir en los bancos junto al hogar, sobre pieles y mantas en lugar del colchón de lana sobre el que su cuerpo había permanecido un día sin moverse.
Volvió a levantarse y se alejó con pasos cortos. Bostezó y acto seguido se estiró, haciendo que su cuerpo crujiera, y luego se quitó el camisón con el que dormía y se vistió con unos pantalones y una camisa perfectamente lavados. Negó con la cabeza pero no pudo evitar sonreír.
- ¡Bera! ¡Bera!- un grito le sobresaltó.
- Ay, baja el tono, mujer, que tengo al niño durmiendo- en el tono de voz de su madre había reproche.
Sango resopló reprimiendo una risa y se sentó al borde de la cama para ceñirse unas botas que su padre le había dejado allí mientras reparaban las suyas o conseguían otras o lo que fuera más rápido y cómodo para todos. Ya sabían que no tardaría mucho en marchar a Lunargenta a pesar de la fuerte discusión que tuvo cuando llegó a casa. Se lo merecía, sin duda. Sobre todo porque seguía sin saber nada de ella y el único lugar en el que se le ocurría preguntar estaba en Lunargenta.
Ben salió de la pequeña habitación y un vigorosos fuego, recién avivado, le recibió con alegría. Sango caminó hacia él y saludó con una mano a su madre y a Frida, la madre de Anders. Otra persona de la que apenas sabía nada pues había desaparecido junto al destacamento de Asland y el capitán Karst. Sin embargo, le habían asegurado que su hijo aún mandaba mensajeros para decirles que se encontraba bien. Quizá fuera cosa de él.
- ¡Ben! ¡Por los Dioses, que alegría verte! A ver si le dices a mi chiquillo que se pase por aquí alguna vez- hizo un gesto con el brazo para que se acercara alguien. En su rostro había cierta urgencia.
Su madre, Bera, le miró con cara de circunstancia y Ben ladeó la cabeza a modo de respuesta. Ella alzó las cejas y negó suavemente y él relajó el rostro y se echó hacia atrás antes de asentir. Le sonrió y se acercó a la puerta. Conocía demasiado bien esos gestos de su madre y sabía que estaba ganando tiempo para algo que Frida quería.
- Anders andará defendiendo a la buena gente de estas tierras, podéis estar orgullosos de él- dijo a modo de saludo tanto a Frida que sonreía con orgullo como a las otra pareja que acababa de llegar y que Sango no conocía-. Pero parecéis preocupados por algo, ¿qué pasa?
- Hay un hechicero por aquí cerca- dijo la mujer en voz baja-. En la campera de Rolf para allá de la colina del corte donde tu padre cortó el bosque el año pasado, ¿te das cuenta? Hay cosas que meten miedo- la mujer seguía hablando en voz baja.
- ¡Figuras y formas que solo trae mala fortuna a estas tierras!- dijo un hombre joven que se había acercado a ellos. Sango no lo conocía pero por la familiaridad del gesto y saludo que tuvo con Frida supuso que eran familia o nuevos vecinos que se habían instalado en el pueblo-. He oído- continuó en voz baja-, que es obra de oscura hechicería provocada por una bruja Seidr.
- ¿Cómo?- preguntó su madre rompiendo el silencio con voz ronca.
Ben miró a su madre y la vio pálida como la nieve. Su mirada se clavaba como puñales en el hombre que se echó hacia atrás sorprendido por la intensidad de la mirada de la mujer. Ben le puso la mano en la espalda y se sorprendió con la tensión que contraía sus músculos.
- ¿Quién dice esas cosas?- preguntó-. Aquí no hay brujas. No puede haberlas.
Frida y la pareja se miraron con sorpresa mientras que Ben clavaba los ojos en su madre que alzó la mirada para encontrarse frente a frente con él. Se miraron largo rato en silencio. Podía leer en sus ojos que algo no iba bien. Podía sentirlo en cómo respiraba y en como era incapaz de relajar los músculos.
- ¿Por qué no puede haberlas?- preguntó la mujer que Ben no conocía.
- Porque lo prometió- dijo sin apartar la mirada de Sango.
- ¿Cómo?- preguntó Sango.
Su madre parpadeó y su cuerpo se destensó. Sacudió la cabeza y dio un pequeño paso hacia atrás. Esbozó una sonrisa y trató de hablar varias veces pero no parecían salirle palabras de dentro. Sango apretó el hombro de su madre y cuando iba a preguntarle ella le interrumpió.
- Tu tío Soren- dijo-, es una cosa que me contó de pequeña- dijo sonriendo a los presentes-. No hay brujas seidr ni nada por el estilo. Son cosa del pasado, hacedme caso. Chiquilladas- rio para descargar la tensión que se había generado.
- De todas formas- giró la cabeza para mirar a Frida-, iré a echar un vistazo. Seguro que es algún chaval con ganas de gastar una broma- añadió al final mirando a su madre antes de que pudiera responder.
Se despidieron y Sango quedó a solas en la casa con su madre que se empeñó en prepararle el desayuno mientras le quitaba la idea de ir a ningún sitio por cuentos de niños. Sango se dejó llevar por lo que ella decía pero por dentro sabía que algo más profundo le pasaba a su madre. Puede que Soren, al que no conoció, tuviera algo que ver; o puede que un mal sueño o una broma demasiado pesada y que le pudiera haber afectado siendo pequeña.
Bera, sin embargo, que sabía leer el rostro de su hijo a la perfección supo que no le haría caso y que saldría sin que ella pudiera impedírselo y que, además, estaría dándole vueltas a lo extraño de su comportamiento. Debía, por tanto, hacer que dejara de preocuparse por ella y por cosas de su juventud.
- ¿Cuándo me la vas a presentar?- preguntó mientras terminaba de remendar un pantalón que se le había enganchado a algún matorral.
Ben tuvo cierta dificultad a la hora de tragar el último bocado. No esperaba, para nada, esa pregunta. No tenía respuesta para ella y era algo que empezaba a preocuparle. No por no saber cuándo se la iba a presentar a sus padres sino porque él empezaba a creerse que verdaderamente se había tomado en serio desaparecer de la vista de todo el mundo.
Era algo a lo que le llevaba dando vueltas a la cabeza durante un tiempo y no se sentía tranquilo al respecto. Menos ahora cuando todo parecía indicar a un inminente enfrentamiento en Lunargenta y en toda la costa sur de la Península. Era un tema al que no le gustaba dar demasiadas vueltas y rezaba a los Dioses porque ella estuviera bien y poco más.
El pelirrojo se removió en el banco y se puso en pie. Se sacudió las manos y luego la ropa. Sonrió a su madre y se agachó para coger el cinto con las armas que se amarró a la cintura.
- Pronto, ma, espero que pronto.
Salió de casa ajustándose la capa y dirigiendo sus pasos a los campos del sur. Era una zona en la que se daba muy bien la legumbre porque recibía muchas horas de sol y además estaba regado por el arroyo que nutría los ríos grandes de la comarca de los Llanos de Heimdal.
El trayecto fue agradable y cómodo, el barro de los caminos terminaba por crear una masa tan grande que era necesario pisar alguna zona verde para sacudirlo de encima o arrastrar los pies contra alguna de las muchas piedras que había por el camino.
No tardó demasiado en pasar un bosque talado. A sus ojos no le pareció un bosque como tal sino más bien una exageración de Frida. Realmente era un trozo de bosque en el que se podía ver el corte de no más de una veintena de árboles y si eran como los que se veían a continuación, su padre habría tenido trabajo para un par de meses, quizá tres.
Al llegar a la campera de Rolf, pudo ver claramente a lo que se refería Frida. Alguien había dispuesto ramas en forma de círculo y en el interior había dibujada una runa, también con pequeñas ramas, que apuntaba en dirección a la aldea de Cedralada. Pudo distinguir restos de una tela quemada y alguna cosa más que no supo ubicar con exactitud pero que interpretó como elementos de algún oscuro ritual. Pero sus ojos no se apartaban de la imagen de la runa dibujada en el suelo.
Thurisaz.
La runa asociada al caos. Poderes malignos y oscuros se escondían tras esta runa. Apretó los dientes y se acercó más aún. Las ramas apenas llegaba a la altura de la rodilla y estaban dispuestas en forma de empalizada en torno a la runa y al material del interior.
Negó con la cabeza. ¿Cómo era posible que alguien decidiera hacer esa clase de ritos que tan solo traían desgracia y miseria? ¿Acaso no tenían suficiente caos y destrucción como para querer atraer más? Expulsó aire y extrajo las ramas del suelo con sus manos hasta que no quedó ninguna en pie. Luego pateó con violencia la runa y la deshizo de un puntapié. Pisoteó la zona y pateó todos los restos hasta que no quedó nada reconocible en la zona. Se detuvo un instante y decidió recoger todas las ramas que habían sido usadas en el ritual para prenderles fuego.
- Que los Dioses sean testigos de este desafío que lanzo a todos aquellos que tengan la osadía de abrir las puertas de fríos y oscuros reinos que ningún asunto tienen en esta tierra- echó mano a un bote de metal y arrancó el tapón para verter el contenido sobre las ramas que se incendiaron al instante (1).
Al ver las ramas arder, su corazón se sintió mucho más alegre y más vivo. Como si algo que estuviera fuera de lugar se hubiera ido para siempre. Cuando algo bien hecho triunfaba sobre el mal.
El fuego del frasco consumió con ansia, como si los mismos Dioses comandaran esas llamas que rápidamente se extinguieron al no tener más materia oscura que consumir. Asintió satisfecho cuando no hubo más que cenizas y se alegró de haber podido limpiar aquella zona. Pateó las cenizas y se aseguró de que no hubiera nada más en aquella zona.
Una vez en el camino, sus pasos fueron hacia Cedralada. Sin embargo, sus ojos no pudieron evitar mirar atrás. Si bien su corazón le decía que no se preocupara, la imagen de la runa dibujada en el suelo aun pesaba en él.
Esa noche vigilaría.
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(0) Objetivo elegido: Combatir los malos presagios. Sango está en su aldea natal y se entera de que hay un lugar en el que se hizo un ritual de oscura hechicería. Al llegar allí ve, efectivamente, restos de un ritual y procede a destruirlo y quemar cualquier resto relacionado con el mismo.(1) Uso de objeto: Fuego embotellado.
Sango
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
La pequeña aldea no tenía posada, pero si Valeria continuaba la marcha, le caería la noche antes de salir del bosque.
—Y no quieres que te de la noche en el camino, niña. No hoy.
—¿Hoy? —preguntó Valeria—. ¿Es que ha ocurrido algo?
—No, nada de eso. ¿Pero en qué mundo vives, muchacha? ¡Es la noche de Samhain!
Por supuesto. Valeria llevaba tantas semanas moviéndose por Verisar, entre el trabajo de pesca con Zelas y el asunto Maldevinio, que había perdido la cuenta de los días. Sobre todo, porque llegar de Lunargenta a Baslodia tendría que haber llevado mucho más tiempo (Zelas y sus objetos imposibles).
—¿Hay algún lugar donde pueda pasar la noche? Pagaré bien.
El anciano echó un rápido vistazo a su caballo, parte del cobro por su último encargo, y las alforjas que cargaba, mientras toqueteaba distraídamente una desgastada runa que llevaba colgada del cuello. Si intentaba echar mano de aquel bulto, iba a llevarse una sorpresa desagradable.
—Los Windulf tienen una habitación que alquilan a veces a los viajeros, pero me temo que ya se te han adelantado.
—¿Otro viajero? ¿Un elfo de ojos grises, por casualidad?
Sería mala suerte que ambos hubieran tomado la misma dirección, pero sabiendo que estaba allí, a Valeria no le importaría alargar un poco la jornada de viaje, aunque llegase al siguiente pueblo entrada la noche.
—No, no. Es solo Fain, el buhonero —dijo el viejo, al tiempo que señalaba un carromato alto que descansaba un poco más adelante en el camino—. Y no tengo la más remota idea de qué color tiene los ojos. —Después de reír su gracia hasta que le saltaron las lágrimas, añadió—: Prueba con la viuda Candela. Vive al otro lado del pueblo, una casa un poco apartada, en la misma orilla del bosque. Es un poco suya, la Candela, pero siempre tiene un fuego encendido y un puchero hirviendo encima. Te tratará bien.
Valeria agradeció la información y se despidió del anciano. Llevando al caballo por las riendas, emprendió la marcha a pie. Si al final tenía que retomar la marcha a través del bosque, le vendría bien estirar las piernas un rato.
Mientras atravesaba el pueblo, le llamó la atención la ausencia de ramilletes en las ventanas, cuencos de leche junto a las puertas y otros gestos propios de aquellas fechas. La mayoría de las personas con que se cruzaba, sin embargo, portaban un colgante similar al del anciano y tendían a llevar la mano allí de tanto en tanto, como si solo tocarlo calmase la tensión.
Resultó que la viuda Candela tenía, en efecto, un fuego encendido y un puchero borboteante encima y, como había pronosticado el anciano, acogió a Valeria con gran amabilidad desde el primer momento. La comodidad, sin embargo, iba a ser otro asunto, ya que la totalidad de la vivienda consistía en una única habitación, con un par de estrechos camastros apoyados contra la pared en el rincón más oscuro y un borrico acostado sobre un montón de hierba seca junto a la puerta.
—El caballo puede quedarse en el patio, con mi Livia. —Livia resultó ser una vieja cabra—. Los Skógargandr no le harán nada.
—¿Los Skok…?
—¿Cómo, no has oído hablar de los Lobos del Bosque Sombrío? Los espíritus de aquellos muertos en deshonor —continuó la mujer ante la negativa de Valeria— caminan entre nosotros durante la noche de Samhain buscando otras almas que llevarse consigo para acrecentar su procesión. Solo hay una forma de escapar si te atrapan. —Candela alzó un poco el desgastado amuleto que llevaba al cuello, similar al del anciano, para que Valeria pudiera verlo más de cerca—: Portar una runa protectora inscrita con la sangre de un familiar fallecido.
—Parece un amuleto muy antiguo —comentó Valeria, pensando que cualquier rastro de sangre que alguna vez hubiera podido tener se habría perdido con los años.
—Lo es —dijo la mujer guardándolo celosamente por dentro de la ropa—. Cuando yo era niña, había una anciana en el pueblo que inscribía las runas ella misma. Pero desde que murió, cada familia guarda muy bien las que tiene para pasarlas a sus hijos. Esta es una de las últimas que creó. Lleva la sangre de mi querida abuelita.
La conversación murió pronto, pues Candela quería ordeñar a la cabra antes de que el sol terminara de ponerse, así que Valeria se encontró sacando su estuche arcano para pasar el rato. La runa que había visto en los colgantes de Candela y el anciano no pertenecía al alfabeto dracónico, pero le resultaba lo bastante familiar para intentar reproducirla. Después de todo, inscribir una runa protectora no era una tarea tan difícil.
En cuanto a la “sangre de un familiar fallecido”... Valeria sonrió para sí. Del mismo modo que a los alquimistas les gustaba dar nombres misteriosos a muchos de sus ingredientes más mundanos, como lengua de salamandra y ojos de tritón, también a los arcanistas les gustaba rodear su trabajo de cierta aureola enigmática.
Cuando estuvo satisfecha con el grabado, Valeria tomó una aguja de su bolsa y se pinchó en un dedo, desde el que derramó tres gotas de sangre sobre el pequeño amuleto. Después de todo, la sangre de su difunta madre corría por sus venas.
----------
OFF: Veo que por el momento hay empate y soy alérgica al compromiso, así que elijo Tallar runas protectoras. Para ello, hago uso de mi profesión Arcanos (nivel Experto).
—Y no quieres que te de la noche en el camino, niña. No hoy.
—¿Hoy? —preguntó Valeria—. ¿Es que ha ocurrido algo?
—No, nada de eso. ¿Pero en qué mundo vives, muchacha? ¡Es la noche de Samhain!
Por supuesto. Valeria llevaba tantas semanas moviéndose por Verisar, entre el trabajo de pesca con Zelas y el asunto Maldevinio, que había perdido la cuenta de los días. Sobre todo, porque llegar de Lunargenta a Baslodia tendría que haber llevado mucho más tiempo (Zelas y sus objetos imposibles).
—¿Hay algún lugar donde pueda pasar la noche? Pagaré bien.
El anciano echó un rápido vistazo a su caballo, parte del cobro por su último encargo, y las alforjas que cargaba, mientras toqueteaba distraídamente una desgastada runa que llevaba colgada del cuello. Si intentaba echar mano de aquel bulto, iba a llevarse una sorpresa desagradable.
—Los Windulf tienen una habitación que alquilan a veces a los viajeros, pero me temo que ya se te han adelantado.
—¿Otro viajero? ¿Un elfo de ojos grises, por casualidad?
Sería mala suerte que ambos hubieran tomado la misma dirección, pero sabiendo que estaba allí, a Valeria no le importaría alargar un poco la jornada de viaje, aunque llegase al siguiente pueblo entrada la noche.
—No, no. Es solo Fain, el buhonero —dijo el viejo, al tiempo que señalaba un carromato alto que descansaba un poco más adelante en el camino—. Y no tengo la más remota idea de qué color tiene los ojos. —Después de reír su gracia hasta que le saltaron las lágrimas, añadió—: Prueba con la viuda Candela. Vive al otro lado del pueblo, una casa un poco apartada, en la misma orilla del bosque. Es un poco suya, la Candela, pero siempre tiene un fuego encendido y un puchero hirviendo encima. Te tratará bien.
Valeria agradeció la información y se despidió del anciano. Llevando al caballo por las riendas, emprendió la marcha a pie. Si al final tenía que retomar la marcha a través del bosque, le vendría bien estirar las piernas un rato.
Mientras atravesaba el pueblo, le llamó la atención la ausencia de ramilletes en las ventanas, cuencos de leche junto a las puertas y otros gestos propios de aquellas fechas. La mayoría de las personas con que se cruzaba, sin embargo, portaban un colgante similar al del anciano y tendían a llevar la mano allí de tanto en tanto, como si solo tocarlo calmase la tensión.
Resultó que la viuda Candela tenía, en efecto, un fuego encendido y un puchero borboteante encima y, como había pronosticado el anciano, acogió a Valeria con gran amabilidad desde el primer momento. La comodidad, sin embargo, iba a ser otro asunto, ya que la totalidad de la vivienda consistía en una única habitación, con un par de estrechos camastros apoyados contra la pared en el rincón más oscuro y un borrico acostado sobre un montón de hierba seca junto a la puerta.
—El caballo puede quedarse en el patio, con mi Livia. —Livia resultó ser una vieja cabra—. Los Skógargandr no le harán nada.
—¿Los Skok…?
—¿Cómo, no has oído hablar de los Lobos del Bosque Sombrío? Los espíritus de aquellos muertos en deshonor —continuó la mujer ante la negativa de Valeria— caminan entre nosotros durante la noche de Samhain buscando otras almas que llevarse consigo para acrecentar su procesión. Solo hay una forma de escapar si te atrapan. —Candela alzó un poco el desgastado amuleto que llevaba al cuello, similar al del anciano, para que Valeria pudiera verlo más de cerca—: Portar una runa protectora inscrita con la sangre de un familiar fallecido.
—Parece un amuleto muy antiguo —comentó Valeria, pensando que cualquier rastro de sangre que alguna vez hubiera podido tener se habría perdido con los años.
—Lo es —dijo la mujer guardándolo celosamente por dentro de la ropa—. Cuando yo era niña, había una anciana en el pueblo que inscribía las runas ella misma. Pero desde que murió, cada familia guarda muy bien las que tiene para pasarlas a sus hijos. Esta es una de las últimas que creó. Lleva la sangre de mi querida abuelita.
La conversación murió pronto, pues Candela quería ordeñar a la cabra antes de que el sol terminara de ponerse, así que Valeria se encontró sacando su estuche arcano para pasar el rato. La runa que había visto en los colgantes de Candela y el anciano no pertenecía al alfabeto dracónico, pero le resultaba lo bastante familiar para intentar reproducirla. Después de todo, inscribir una runa protectora no era una tarea tan difícil.
En cuanto a la “sangre de un familiar fallecido”... Valeria sonrió para sí. Del mismo modo que a los alquimistas les gustaba dar nombres misteriosos a muchos de sus ingredientes más mundanos, como lengua de salamandra y ojos de tritón, también a los arcanistas les gustaba rodear su trabajo de cierta aureola enigmática.
Cuando estuvo satisfecha con el grabado, Valeria tomó una aguja de su bolsa y se pinchó en un dedo, desde el que derramó tres gotas de sangre sobre el pequeño amuleto. Después de todo, la sangre de su difunta madre corría por sus venas.
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OFF: Veo que por el momento hay empate y soy alérgica al compromiso, así que elijo Tallar runas protectoras. Para ello, hago uso de mi profesión Arcanos (nivel Experto).
- limitados que llevo encima:
- Kit de Arcanos Superior, Kit de Alquimia Superior, Runa de Teleportación, Poción de Salud Concentrada, Inyección, Elixir de Frigg y Glifo de Fisura
El resto del inventario no sobrepasa los límites, así que [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Reike
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Tom trataba de mantener la calma mientras observaba las luces que salían del viejo y abandonado templo a las afueras de la aldea, más allá de los campos de cultivo y del puente que cruzaba el rio que marcaba los límites de Villa Darrow, el lugar donde había crecido. Le era muy difícil, pues todo su ser parecía instarle a alejarse corriendo, pero una poderosa razón le mantenía allí, agazapado entre los árboles, tratando de distinguir desde su posición qué era lo que estaba ocurriendo dentro de un lugar al que se suponía que nadie iba y que todos evitaban.
Aquel era un lugar antiguo, "mucho más que el pueblo", le había dicho su abuela una de las muchas veces que le había pedido que no se acercara, y que no se juntara con aquel grupo de niños tontos que consideraba divertido comprobar quién de ellos era tan valiente como para llegar a tocar la pulida piedra de la estructura. "Era un lugar sagrado para los elfos, levantado en honor a uno de sus muchos dioses, a uno que incluso ellos han olvidado." Siempre continuaba, logrando que un escalofrío recorriera su espalda. El mismo que sintió al recordar aquellas palabras y le hizo tragar saliva.
-Si regreso ahora...Lidia pensará que soy un cobarde.- Musitó para sí mismo el chico, casi maldiciendo. Lidia era la chica mas bonita del pueblo, al menos a ojos de Tom, y siempre habían sido muy cercanos. Incluso se habían besado unas semanas antes en el granero de sus padres...Pero eso había sido antes de que Argyle, el hijo del carpintero, hubiese regresado al pueblo con una de las piedras decoradas del templo como prueba de que, no solo se había atrevido a llegar hasta el prohibido lugar, hazaña solo lograda por muy pocos, sino que había permanecido allí el tiempo suficiente como para tomar semejante trofeo de su interior.
Aquello le había convertido en el héroe entre los jóvenes y niños del pueblo, y también para Lidia, que había empezado a pasar más tiempo con él, escuchando admirada su historia sobre como había logrado sortear una trampa de los elfos para obtener su premio. Una que, según el propio Argyle, habría hecho que los espíritus de los elfos enterrados en el templo se alzaran. Algo que había logrado que nadie más se atreviera ni a acercarse de nuevo al lugar, por lo que que Aegyle era a ojos de casi todos el chico más valiente de Villa Darrow...para siempre.
Tom notó el escalofrío de su espalda aumentar cuando le pareció escuchar una voz desde el interior de la estructura. Era apenas audible desde donde estaba, por lo que se armó de valor y, aún pegado a un árbol, trató de agudizar su oído, pero no tuvo apenas éxito. Aún escuchaba más fuertes los latidos de su corazón desbocado que lo que fuese que la voz desde el interior estaba diciendo.
-Llévanos...Noche...Oscuridad.- Pudo distinguir, antes de trazar con la mirada una ruta que creyó segura para acercarse aún más, hasta un arbusto bajo uno de los elegantes arcos del templo. Desde allí podría escuchar mejor, pero su corazón parecía a punto de salírsele del pecho solo ante la idea de acercarse tanto. -Si consigo saber...Lidia volverá...soy mucho más valiente que ese estúpido...-Trató de autoconvencerse, logrando que sus pies le obedecieran y logrando llegar hasta el arbusto. Suspiró y volvió a agudizar el oído.
-¿Qué es la vida si no una farsa? Una macabra broma de los creadores hacia su creación...- Pudo escuchar ahora más claramente. Y su cuerpo tembló. -La muerte no es un castigo, no es el final, es el comienzo y es la verdad. Solo los dotados de verdadera visión pueden comprenderlo.- Continuó la voz. Era una voz de mujer, pero tenía un tono gutural que resultaba horripilante. Cada vez que terminaba una frase un coro de voces de ultratumba respondía con un "La muerte es la verdad". Tom permaneció inmóvil, escuchando. Aquellas palabras parecían perforar sus oídos y colarse hasta su pecho...Sintió frío a pesar de su ropa de lana de buena calidad.
Entonces se escuchó un fuerte golpe. El joven dio un salto y ahogó un grito con las manos justo a tiempo. La voz se detuvo y comenzaron a escucharse ruidos de pelea desde el interior. Estaba asustado y no se atrevió ni a moverse ni mucho menos a asomarse al arco para ver qué estaba ocurriendo. Se limitó a alzar la vista y vio un destello de luz imponerse incluso a la luz de antorchas que había visto al llegar hasta el templo. Los golpes siguieron y pronto llegaron junto a gemidos de dolor. Más destellos, ahora rojos, y algo golpeó cerca de dónde él estaba con fuerza, al otro al otro lado de la piedra. Ahora sí profirió un grito y salió corriendo de su arbusto, de vuelta a los árboles y no se detuvo, siguió corriendo presa del pánico, pero no llegó muy lejos. Tan rápido quiso correr y tan asustado estaba que no vio una raíz que sobresalía del suelo, tropezó y cayó duramente contra el suelo, sintiendo que se golpeaba contra algo duro.
Gimió quejumbroso y al comprobar su cabeza notó que estaba sangrando, le dolía aunque no le importó. Trató de levantarse y seguir corriendo, pero el golpe había sido tan fuerte que no logró incorporarse y quedó de rodillas. Echó una mirada atrás, y vio como dos figuras brillantes salían del templo, y vio que se movían en su dirección. Las veía borrosas pero el joven no tuvo dudas..-Espíritus...- dijo tratando de volver a ponerse en pie sin lograrlo, arrastrándose de rodillas por el manto de hojas que cubrían aquel bosquecillo que rodeaba el templo.
Apenas había gateado unos metros cuando notó que se le estaban acercando, escuchaba sus pasos tras él. Se giró nuevamente y vio que las figuras estaban rodeadas de luz. Gritó pidiendo ayuda pero era un grito desesperado. nadie se acercaría hasta allí, y menos aquella noche. Argyle había dicho la verdad...y él no debería haberse hecho el valiente. Cayó de espaldas y la más alta de las figuras se le acercó alargando su mano luminosa hacia él, hacia su cara. Tom ya no podía gritar, vio los rasgos élficos del espíritu, sus orejas alargadas y sus rasgos sobrenaturalmente finos y hermosos, sus ojos almendrados...Y entonces aquella mano le tocó.
Cerró los ojos y sintió un calor agradable en su cabeza que se extendía por todo su cuerpo. Sintió que el dolor desaparecía y una sensación reconfortante. Abrió los ojos y vio a una elfa acuclillada sobre él. Emitía luz sí, pero ahora podía ver que no era un espíritu. Era una elfa de carne y hueso que le sonrió de manera afectuosa. De pie a su lado había una figura algo más baja que ella, enfundada en una armadura negra completa, su rostro estaba oculto por un yelmo cerrado coronado por unas largas orejas felinas. También parecía rodeada por luz.
-Deberías mirar por donde corres chaval.- Dijo la figura felina. Su tono denotaba que encontraba la situación del chico graciosa.
-No te preocupes. No vamos a hacerte ningún daño. Estoy curando la herida de tu cabeza.- Dijo la elfa. Su voz resultaba melodiosa y tranquilizadora. -Soy elfa, y esto es magia de luz.- Explicó.
-No...sois espíritus...Pensé qué...Escuché mucho ruido, sonidos...y la luz...- Dijo atropelladamente el muchacho. Se había quedado mirando fijamente a Níniel. Parecía tener claro que no estaba en presencia de espíritus, aunque aún estaba alterado.
-No. Lamento haberte asustado. Te seguimos porque pensábamos que podías ser uno de ellos...Uno de los tipos del templo.- Explicó la peliblanca .-Parece que ambos nos equivocamos.- Aumentó su sonrisa y el humano también sonrió de manera algo bobalicona. -¿Qué hacías en este lugar? Puede ser peligroso salir de noche al bosque, y más esta noche.- Inquirió la joven. El humano balbuceó una respuesta pero parecía que la vergüenza y el nerviosismo impidieron que esta fuera muy coherente.
-¿Una prueba de valor por una chica? Pero que adorable y tontito.- Catherine se rio. -Chico sale de noche para impresionar a chica y se topa con cultistas peligrosos. Tienes suerte de que apareciéramos. Si esos tipos te hubiesen encontrado seguro que te hubiesen utilizado de sacrificio en vez de a ese par de pollos.- Comentó la felina.
-¿Cultistas? ¿Eran...?- Tom volvió a asustarse.
-Nos hemos ocupado de ellos e interrumpido su ritual. No te preocupes.- Tranquilizó la peliblanca sin querer entrar en detalles. No quería causarle al chico más pesadillas de las que ya tendría. -¿Vives en el pueblo al otro lado del rio? Si nos das un poco de tiempo podemos llevarte hasta allí. Pero antes debemos ocuparnos de asegurar a los cultistas prisioneros.- Sugirió. Aunque aquello no era exactamente una sugerencia. No pensaba dejar que aquel chico hiciera el camino de regreso solo. No aquella noche.
Aquel era un lugar antiguo, "mucho más que el pueblo", le había dicho su abuela una de las muchas veces que le había pedido que no se acercara, y que no se juntara con aquel grupo de niños tontos que consideraba divertido comprobar quién de ellos era tan valiente como para llegar a tocar la pulida piedra de la estructura. "Era un lugar sagrado para los elfos, levantado en honor a uno de sus muchos dioses, a uno que incluso ellos han olvidado." Siempre continuaba, logrando que un escalofrío recorriera su espalda. El mismo que sintió al recordar aquellas palabras y le hizo tragar saliva.
-Si regreso ahora...Lidia pensará que soy un cobarde.- Musitó para sí mismo el chico, casi maldiciendo. Lidia era la chica mas bonita del pueblo, al menos a ojos de Tom, y siempre habían sido muy cercanos. Incluso se habían besado unas semanas antes en el granero de sus padres...Pero eso había sido antes de que Argyle, el hijo del carpintero, hubiese regresado al pueblo con una de las piedras decoradas del templo como prueba de que, no solo se había atrevido a llegar hasta el prohibido lugar, hazaña solo lograda por muy pocos, sino que había permanecido allí el tiempo suficiente como para tomar semejante trofeo de su interior.
Aquello le había convertido en el héroe entre los jóvenes y niños del pueblo, y también para Lidia, que había empezado a pasar más tiempo con él, escuchando admirada su historia sobre como había logrado sortear una trampa de los elfos para obtener su premio. Una que, según el propio Argyle, habría hecho que los espíritus de los elfos enterrados en el templo se alzaran. Algo que había logrado que nadie más se atreviera ni a acercarse de nuevo al lugar, por lo que que Aegyle era a ojos de casi todos el chico más valiente de Villa Darrow...para siempre.
Tom notó el escalofrío de su espalda aumentar cuando le pareció escuchar una voz desde el interior de la estructura. Era apenas audible desde donde estaba, por lo que se armó de valor y, aún pegado a un árbol, trató de agudizar su oído, pero no tuvo apenas éxito. Aún escuchaba más fuertes los latidos de su corazón desbocado que lo que fuese que la voz desde el interior estaba diciendo.
-Llévanos...Noche...Oscuridad.- Pudo distinguir, antes de trazar con la mirada una ruta que creyó segura para acercarse aún más, hasta un arbusto bajo uno de los elegantes arcos del templo. Desde allí podría escuchar mejor, pero su corazón parecía a punto de salírsele del pecho solo ante la idea de acercarse tanto. -Si consigo saber...Lidia volverá...soy mucho más valiente que ese estúpido...-Trató de autoconvencerse, logrando que sus pies le obedecieran y logrando llegar hasta el arbusto. Suspiró y volvió a agudizar el oído.
-¿Qué es la vida si no una farsa? Una macabra broma de los creadores hacia su creación...- Pudo escuchar ahora más claramente. Y su cuerpo tembló. -La muerte no es un castigo, no es el final, es el comienzo y es la verdad. Solo los dotados de verdadera visión pueden comprenderlo.- Continuó la voz. Era una voz de mujer, pero tenía un tono gutural que resultaba horripilante. Cada vez que terminaba una frase un coro de voces de ultratumba respondía con un "La muerte es la verdad". Tom permaneció inmóvil, escuchando. Aquellas palabras parecían perforar sus oídos y colarse hasta su pecho...Sintió frío a pesar de su ropa de lana de buena calidad.
Entonces se escuchó un fuerte golpe. El joven dio un salto y ahogó un grito con las manos justo a tiempo. La voz se detuvo y comenzaron a escucharse ruidos de pelea desde el interior. Estaba asustado y no se atrevió ni a moverse ni mucho menos a asomarse al arco para ver qué estaba ocurriendo. Se limitó a alzar la vista y vio un destello de luz imponerse incluso a la luz de antorchas que había visto al llegar hasta el templo. Los golpes siguieron y pronto llegaron junto a gemidos de dolor. Más destellos, ahora rojos, y algo golpeó cerca de dónde él estaba con fuerza, al otro al otro lado de la piedra. Ahora sí profirió un grito y salió corriendo de su arbusto, de vuelta a los árboles y no se detuvo, siguió corriendo presa del pánico, pero no llegó muy lejos. Tan rápido quiso correr y tan asustado estaba que no vio una raíz que sobresalía del suelo, tropezó y cayó duramente contra el suelo, sintiendo que se golpeaba contra algo duro.
Gimió quejumbroso y al comprobar su cabeza notó que estaba sangrando, le dolía aunque no le importó. Trató de levantarse y seguir corriendo, pero el golpe había sido tan fuerte que no logró incorporarse y quedó de rodillas. Echó una mirada atrás, y vio como dos figuras brillantes salían del templo, y vio que se movían en su dirección. Las veía borrosas pero el joven no tuvo dudas..-Espíritus...- dijo tratando de volver a ponerse en pie sin lograrlo, arrastrándose de rodillas por el manto de hojas que cubrían aquel bosquecillo que rodeaba el templo.
Apenas había gateado unos metros cuando notó que se le estaban acercando, escuchaba sus pasos tras él. Se giró nuevamente y vio que las figuras estaban rodeadas de luz. Gritó pidiendo ayuda pero era un grito desesperado. nadie se acercaría hasta allí, y menos aquella noche. Argyle había dicho la verdad...y él no debería haberse hecho el valiente. Cayó de espaldas y la más alta de las figuras se le acercó alargando su mano luminosa hacia él, hacia su cara. Tom ya no podía gritar, vio los rasgos élficos del espíritu, sus orejas alargadas y sus rasgos sobrenaturalmente finos y hermosos, sus ojos almendrados...Y entonces aquella mano le tocó.
Cerró los ojos y sintió un calor agradable en su cabeza que se extendía por todo su cuerpo. Sintió que el dolor desaparecía y una sensación reconfortante. Abrió los ojos y vio a una elfa acuclillada sobre él. Emitía luz sí, pero ahora podía ver que no era un espíritu. Era una elfa de carne y hueso que le sonrió de manera afectuosa. De pie a su lado había una figura algo más baja que ella, enfundada en una armadura negra completa, su rostro estaba oculto por un yelmo cerrado coronado por unas largas orejas felinas. También parecía rodeada por luz.
-Deberías mirar por donde corres chaval.- Dijo la figura felina. Su tono denotaba que encontraba la situación del chico graciosa.
-No te preocupes. No vamos a hacerte ningún daño. Estoy curando la herida de tu cabeza.- Dijo la elfa. Su voz resultaba melodiosa y tranquilizadora. -Soy elfa, y esto es magia de luz.- Explicó.
-No...sois espíritus...Pensé qué...Escuché mucho ruido, sonidos...y la luz...- Dijo atropelladamente el muchacho. Se había quedado mirando fijamente a Níniel. Parecía tener claro que no estaba en presencia de espíritus, aunque aún estaba alterado.
-No. Lamento haberte asustado. Te seguimos porque pensábamos que podías ser uno de ellos...Uno de los tipos del templo.- Explicó la peliblanca .-Parece que ambos nos equivocamos.- Aumentó su sonrisa y el humano también sonrió de manera algo bobalicona. -¿Qué hacías en este lugar? Puede ser peligroso salir de noche al bosque, y más esta noche.- Inquirió la joven. El humano balbuceó una respuesta pero parecía que la vergüenza y el nerviosismo impidieron que esta fuera muy coherente.
-¿Una prueba de valor por una chica? Pero que adorable y tontito.- Catherine se rio. -Chico sale de noche para impresionar a chica y se topa con cultistas peligrosos. Tienes suerte de que apareciéramos. Si esos tipos te hubiesen encontrado seguro que te hubiesen utilizado de sacrificio en vez de a ese par de pollos.- Comentó la felina.
-¿Cultistas? ¿Eran...?- Tom volvió a asustarse.
-Nos hemos ocupado de ellos e interrumpido su ritual. No te preocupes.- Tranquilizó la peliblanca sin querer entrar en detalles. No quería causarle al chico más pesadillas de las que ya tendría. -¿Vives en el pueblo al otro lado del rio? Si nos das un poco de tiempo podemos llevarte hasta allí. Pero antes debemos ocuparnos de asegurar a los cultistas prisioneros.- Sugirió. Aunque aquello no era exactamente una sugerencia. No pensaba dejar que aquel chico hiciera el camino de regreso solo. No aquella noche.
OFF: Objetivo: Combatir malos presagios. Nín y Cath han detenido un pequeño aquelarre de cultistas adoradores de la muerte y evitado que un joven humano presa de las hormonas hiciera una estupidez.
Níniel Thenidiel
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Un frío húmedo envolvía el lugar, solo el ulular del viento podía escucharse en aquella aldea tranquila. El otoño estaba en su plenitud. Alward y Katrina se detuvieron en el límite del pueblo, observando la quietud de tan pequeño asentamiento. Habían salido del bosque y, por suerte para Katrina, el sol estaba oculto tras gruesas nubes. La vampiresa esperaba que esa sombra durase lo suficiente hasta que encontraran refugio. De todas formas, siempre que caminaba de día por los bosques iba con manos tapadas por guantes, la capucha bajada y un pañuelo que le cubría la boca. Solo sus ojos estaban al descubierto.
-No parece que aquí haya una posada.-murmuró Alward, examinando las sombras alargadas de las casas que bordeaban el camino.-Podríamos hacer noche en el bosque, aunque… parece que esta noche arreciará el frío.
-¿Quedarse en el bosque? ¡Ni pensarlo, jóvenes!-La voz de una anciana interrumpió sus pensamientos y sobresaltó a ambos. Alward se volvió para ver a una mujer encorvada, envuelta en sencillos ropajes con ojos vivos y brillantes, que les miraba con una mezcla de lástima y advertencia.
-¿Y eso por qué?-preguntó Alward, arqueando una ceja tras su máscara con curiosidad.
La mujer chasqueó la lengua, visiblemente sorprendida, como quien tiene que repetir algo que dijo con anterioridad.
-¿Es que no saben en qué noche estamos? Esta es la noche de Samhain, cuando la Procesión de los Skógargandr atraviesa el bosque.
-¿Skógargandr?-Alward ladeó la cabeza, sin rastro de reconocimiento. Supuso que era alguna leyenda pueblerina de esa zona.
Katrina, a su lado, entrecerró los ojos un instante, como si esa palabra le hubiera ayudado a recordar algo.
-Se les llama también Lobos del Bosque Sombrío. Espíritus errantes que no alcanzaron el descanso eterno, condenados a vagar eternamente y a llevarse a los que se cruzan en su camino.-Dijo la anciana, a lo que Katrina asintió.
-Conozco la historia.-Dijo proyectando su voz mágica únicamente a Alward.
-Si los encuentran en su procesión, no habrá escapatoria. Necesitan algo para protegerse… un amuleto o una runa protectora.
-No tenemos nada de eso.-replicó Alward, con una sombra de preocupación.
La anciana suspiró profundamente, mirando al par como si les viera ya destinados a un trágico final.
-Entonces, deben encontrar un lugar donde pasar la noche. La única que sé que seguro puede acoger a viajeros en su casa es la viuda Candela, una buena mujer que siempre ofrece un puchero caliente a quien lo necesite, aunque ya ha llegado otra antes que ustedes. Pero, si no pueden quedarse allí, haré correr la voz en la aldea. Quizás alguien esté dispuesto a ayudarles.
-Gracias, señora.-dijo Alward con una leve inclinación de cabeza.-Nos dirigiremos a la casa de Candela.
La mujer, sonriente, asintió con la cabeza en respuesta. Sin más, ambos emprendieron la marcha hacia la susodicha casa.
En mitad del camino, Katrina se detuvo y miró hacia el bosque en penumbra. Había algo en sus ojos, una idea germinando en su mente.
-Tal vez haya una forma de protegernos sin depender de amuletos-mencionó.
-¿A qué te refieres?-preguntó Alward intrigado.
Katrina volvió a mirarle, su rostro un sonrojado por la vergüenza.
-Podría cantar para ahuyentar a los espíritus. Mi voz… tiene poder. Si dejo que se propague, quizá aleje a los Skógargandr de esta aldea.
Alward la observó en silencio, su expresión a medio camino entre la incredulidad y la fe.
-¿Crees que eso funcionaría?
-No lo sé.-admitió ella, negando con la cabeza.-Pero cuando estaba con las Sierpes, oí a Astrid mencionar que ciertos rituales de magia de la voz podían comunicarse con los espíritus. No sé si esto servirá, pero… no veo otra opción. Además, ella sabía cosas del mundo esotérico.
-Prueba a ver.-respondió Alward encogiéndose de hombros.
Sin decir nada más, Katrina se desvió hacia un rincón discreto de la aldea, un espacio semioculto por árboles y matorrales. Allí, se arrodilló en el suelo, cerrando los ojos mientras apoyaba las manos sobre su regazo. Alward, algo más alejado, se recostó contra un árbol, cruzando los brazos y observándola con curiosidad.
Katrina respiró hondo, tratando de concentrarse, dejando que el aire helado le llenara los pulmones. Alward ya le había escuchado cantar en varias ocasiones, y tenía una bonita voz, entrenada para usar como arma de seducción cuando quería.
Y comenzó a cantar.
La melodía que escapó de sus labios era suave, una armonía que evocaba esperanza y protección, cargada de una belleza melancólica y etérea. Su voz fluía como un río tranquilo, expandiéndose en el aire de la noche y entrelazándose con el viento. Era un relato de antiguos héroes, valientes y justos, que habían protegido sus tierras de las fuerzas de la Oscuridad. En cada nota se sentía una promesa de resguardo, de seguridad para quienes permanecían en el lado de los vivos.
Alward sintió cómo los pelos de la nuca se le erizaban. Últimamente, no era un hombre fácil de conmover, pero había algo en aquel canto que removía lo más profundo de su ser. Por un momento, dejó que las emociones le embargaran, sintiendo en su pecho una calidez que desafiaba al frío de la noche. En los rincones oscuros de su mente, incluso él se sintió como uno de esos héroes de los que Katrina cantaba, luchando contra las sombras para proteger a los inocentes.
Cuando el último verso se desvaneció en la noche, Katrina abrió los ojos, un poco sorprendida de lo profundo que había llegado su propia voz. El silencio volvió a apoderarse del lugar. Algo en el aire había cambiado, como si el canto hubiese dejado una huella invisible, una barrera sutil entre ellos y las fuerzas oscuras que vagaban por el bosque. O quizás era solo su imaginación.
-¿Y bien?-preguntó Alward en voz baja, sus ojos aún fijos en ella.
-No sé si tendrá algún efecto, pero he hecho lo que he podido. Y... me siento bien.-respondió ella con una sonrisa bajo su pañuelo.
-Eso es suficiente para mí.-dijo él, esbozando una leve sonrisa.
La casa de la viuda Candela estaba situada en el borde del pueblo, una construcción sencilla de madera y piedra con un tejado cubierto de musgo. La cerca que rodeaba la pequeña humilde casa tenía postes torcidos y una puerta de madera vieja que chirriaba al ser movida por el viento. Junto a la entrada, Candela estaba arrodillada, ordeñando a una cabra de pelaje blanco y manchado.
Alward y Katrina se acercaron en silencio, el primero con pasos firmes y la segunda envuelta en una calma etérea, todavía con el eco de su canto mágico vibrando en el ambiente. Alward echó un vistazo a Katrina, quien caminaba con la mirada fija en la mujer, antes de tomar la iniciativa y llamar la atención de la anciana.
-¿Disculpe?-Alward habló con un tono respetuoso, aunque sin perder su habitual firmeza.-¿Sería posible que pasáramos la noche en su casa? Nos han dicho que no hay posada en este lugar, y los vecinos nos hablaron de su amabilidad.
-No parece que aquí haya una posada.-murmuró Alward, examinando las sombras alargadas de las casas que bordeaban el camino.-Podríamos hacer noche en el bosque, aunque… parece que esta noche arreciará el frío.
-¿Quedarse en el bosque? ¡Ni pensarlo, jóvenes!-La voz de una anciana interrumpió sus pensamientos y sobresaltó a ambos. Alward se volvió para ver a una mujer encorvada, envuelta en sencillos ropajes con ojos vivos y brillantes, que les miraba con una mezcla de lástima y advertencia.
-¿Y eso por qué?-preguntó Alward, arqueando una ceja tras su máscara con curiosidad.
La mujer chasqueó la lengua, visiblemente sorprendida, como quien tiene que repetir algo que dijo con anterioridad.
-¿Es que no saben en qué noche estamos? Esta es la noche de Samhain, cuando la Procesión de los Skógargandr atraviesa el bosque.
-¿Skógargandr?-Alward ladeó la cabeza, sin rastro de reconocimiento. Supuso que era alguna leyenda pueblerina de esa zona.
Katrina, a su lado, entrecerró los ojos un instante, como si esa palabra le hubiera ayudado a recordar algo.
-Se les llama también Lobos del Bosque Sombrío. Espíritus errantes que no alcanzaron el descanso eterno, condenados a vagar eternamente y a llevarse a los que se cruzan en su camino.-Dijo la anciana, a lo que Katrina asintió.
-Conozco la historia.-Dijo proyectando su voz mágica únicamente a Alward.
-Si los encuentran en su procesión, no habrá escapatoria. Necesitan algo para protegerse… un amuleto o una runa protectora.
-No tenemos nada de eso.-replicó Alward, con una sombra de preocupación.
La anciana suspiró profundamente, mirando al par como si les viera ya destinados a un trágico final.
-Entonces, deben encontrar un lugar donde pasar la noche. La única que sé que seguro puede acoger a viajeros en su casa es la viuda Candela, una buena mujer que siempre ofrece un puchero caliente a quien lo necesite, aunque ya ha llegado otra antes que ustedes. Pero, si no pueden quedarse allí, haré correr la voz en la aldea. Quizás alguien esté dispuesto a ayudarles.
-Gracias, señora.-dijo Alward con una leve inclinación de cabeza.-Nos dirigiremos a la casa de Candela.
La mujer, sonriente, asintió con la cabeza en respuesta. Sin más, ambos emprendieron la marcha hacia la susodicha casa.
En mitad del camino, Katrina se detuvo y miró hacia el bosque en penumbra. Había algo en sus ojos, una idea germinando en su mente.
-Tal vez haya una forma de protegernos sin depender de amuletos-mencionó.
-¿A qué te refieres?-preguntó Alward intrigado.
Katrina volvió a mirarle, su rostro un sonrojado por la vergüenza.
-Podría cantar para ahuyentar a los espíritus. Mi voz… tiene poder. Si dejo que se propague, quizá aleje a los Skógargandr de esta aldea.
Alward la observó en silencio, su expresión a medio camino entre la incredulidad y la fe.
-¿Crees que eso funcionaría?
-No lo sé.-admitió ella, negando con la cabeza.-Pero cuando estaba con las Sierpes, oí a Astrid mencionar que ciertos rituales de magia de la voz podían comunicarse con los espíritus. No sé si esto servirá, pero… no veo otra opción. Además, ella sabía cosas del mundo esotérico.
-Prueba a ver.-respondió Alward encogiéndose de hombros.
Sin decir nada más, Katrina se desvió hacia un rincón discreto de la aldea, un espacio semioculto por árboles y matorrales. Allí, se arrodilló en el suelo, cerrando los ojos mientras apoyaba las manos sobre su regazo. Alward, algo más alejado, se recostó contra un árbol, cruzando los brazos y observándola con curiosidad.
Katrina respiró hondo, tratando de concentrarse, dejando que el aire helado le llenara los pulmones. Alward ya le había escuchado cantar en varias ocasiones, y tenía una bonita voz, entrenada para usar como arma de seducción cuando quería.
Y comenzó a cantar.
La melodía que escapó de sus labios era suave, una armonía que evocaba esperanza y protección, cargada de una belleza melancólica y etérea. Su voz fluía como un río tranquilo, expandiéndose en el aire de la noche y entrelazándose con el viento. Era un relato de antiguos héroes, valientes y justos, que habían protegido sus tierras de las fuerzas de la Oscuridad. En cada nota se sentía una promesa de resguardo, de seguridad para quienes permanecían en el lado de los vivos.
- Canción popular de los Stellazios:
Me animé a crear esta canción con IA, no es un resultado muy pulido ni exactamente lo que quería, pero puede dar el pego para imaginar lo que Katrina quiere transmitir.
Cuando las sombras caen y la guerra ruge,
Los elegidos de Baldr surgen.
Siete estrellas que descendieron,
Para luchar contra la oscuridad que crecía sin freno.
Aymeric, vampiro de noche y sin miedo,
La luz en la sombra, su espada es el credo.
Alice, la bruja con magia sin fin,
Susurrando conjuros que hielan el confín.
Stag, el misterioso, de rostro impreciso,
En sombras se mueve, guiando al peregrino.
Kaida, la dragona, fuego en el viento,
Arrasa con sombras, en su vuelo violento.
Si las estrellas caen del cielo,
Vendrán a iluminarnos con su anhelo,
Atravesando la noche, brillarán sin desvelo,
Guiando nuestro camino, en el mundo más bello.
Arwen, la elfa, en el bosque su canto,
La naturaleza escucha su encanto.
Tyelpe, el sabio, el arco en su mano,
Flechas precisas, certero y arcano.
Zydan, humano, líder en pie,
Guiado por Baldr, su fe no se ve.
Unidos marchan, sin dudar ni flaquear,
Contra el ejército oscuro, listos para ganar.
Son los nacidos de las estrellas, un pacto eterno,
Forjados en luz, en el fragor del invierno.
Si el cielo los llama, ellos responderán,
Con fuerza y honor, su legado alzarán.
Si las estrellas caen del cielo,
Vendrán a iluminarnos con su anhelo,
Atravesando la noche, brillarán sin desvelo,
Guiando nuestro camino, en el mundo más bello.
Hodr convocó bestias de pesadilla,
Contra Aerandir, su oscuro estandarte en batalla.
Pero los Stellazios, fuertes y altivos,
Lucharon con valor, siempre decididos.
Días de sangre, acero y quebranto,
El mundo temblaba bajo su canto.
Hasta que Odín detuvo la guerra,
Sellando la paz entre todas las tierras.
Si las estrellas caen del cielo,
Vendrán a iluminarnos con su anhelo,
Atravesando la noche, brillarán sin desvelo,
Guiando nuestro camino, en el mundo más bello.
Son los nacidos de las estrellas, los héroes de antaño,
Ecos de gloria, bajo el cielo extraño.
Sus nombres quedarán en cada rincón,
La historia de luz y redención.
Los elegidos de Baldr surgen.
Siete estrellas que descendieron,
Para luchar contra la oscuridad que crecía sin freno.
Aymeric, vampiro de noche y sin miedo,
La luz en la sombra, su espada es el credo.
Alice, la bruja con magia sin fin,
Susurrando conjuros que hielan el confín.
Stag, el misterioso, de rostro impreciso,
En sombras se mueve, guiando al peregrino.
Kaida, la dragona, fuego en el viento,
Arrasa con sombras, en su vuelo violento.
Si las estrellas caen del cielo,
Vendrán a iluminarnos con su anhelo,
Atravesando la noche, brillarán sin desvelo,
Guiando nuestro camino, en el mundo más bello.
Arwen, la elfa, en el bosque su canto,
La naturaleza escucha su encanto.
Tyelpe, el sabio, el arco en su mano,
Flechas precisas, certero y arcano.
Zydan, humano, líder en pie,
Guiado por Baldr, su fe no se ve.
Unidos marchan, sin dudar ni flaquear,
Contra el ejército oscuro, listos para ganar.
Son los nacidos de las estrellas, un pacto eterno,
Forjados en luz, en el fragor del invierno.
Si el cielo los llama, ellos responderán,
Con fuerza y honor, su legado alzarán.
Si las estrellas caen del cielo,
Vendrán a iluminarnos con su anhelo,
Atravesando la noche, brillarán sin desvelo,
Guiando nuestro camino, en el mundo más bello.
Hodr convocó bestias de pesadilla,
Contra Aerandir, su oscuro estandarte en batalla.
Pero los Stellazios, fuertes y altivos,
Lucharon con valor, siempre decididos.
Días de sangre, acero y quebranto,
El mundo temblaba bajo su canto.
Hasta que Odín detuvo la guerra,
Sellando la paz entre todas las tierras.
Si las estrellas caen del cielo,
Vendrán a iluminarnos con su anhelo,
Atravesando la noche, brillarán sin desvelo,
Guiando nuestro camino, en el mundo más bello.
Son los nacidos de las estrellas, los héroes de antaño,
Ecos de gloria, bajo el cielo extraño.
Sus nombres quedarán en cada rincón,
La historia de luz y redención.
Alward sintió cómo los pelos de la nuca se le erizaban. Últimamente, no era un hombre fácil de conmover, pero había algo en aquel canto que removía lo más profundo de su ser. Por un momento, dejó que las emociones le embargaran, sintiendo en su pecho una calidez que desafiaba al frío de la noche. En los rincones oscuros de su mente, incluso él se sintió como uno de esos héroes de los que Katrina cantaba, luchando contra las sombras para proteger a los inocentes.
Cuando el último verso se desvaneció en la noche, Katrina abrió los ojos, un poco sorprendida de lo profundo que había llegado su propia voz. El silencio volvió a apoderarse del lugar. Algo en el aire había cambiado, como si el canto hubiese dejado una huella invisible, una barrera sutil entre ellos y las fuerzas oscuras que vagaban por el bosque. O quizás era solo su imaginación.
-¿Y bien?-preguntó Alward en voz baja, sus ojos aún fijos en ella.
-No sé si tendrá algún efecto, pero he hecho lo que he podido. Y... me siento bien.-respondió ella con una sonrisa bajo su pañuelo.
-Eso es suficiente para mí.-dijo él, esbozando una leve sonrisa.
La casa de la viuda Candela estaba situada en el borde del pueblo, una construcción sencilla de madera y piedra con un tejado cubierto de musgo. La cerca que rodeaba la pequeña humilde casa tenía postes torcidos y una puerta de madera vieja que chirriaba al ser movida por el viento. Junto a la entrada, Candela estaba arrodillada, ordeñando a una cabra de pelaje blanco y manchado.
Alward y Katrina se acercaron en silencio, el primero con pasos firmes y la segunda envuelta en una calma etérea, todavía con el eco de su canto mágico vibrando en el ambiente. Alward echó un vistazo a Katrina, quien caminaba con la mirada fija en la mujer, antes de tomar la iniciativa y llamar la atención de la anciana.
-¿Disculpe?-Alward habló con un tono respetuoso, aunque sin perder su habitual firmeza.-¿Sería posible que pasáramos la noche en su casa? Nos han dicho que no hay posada en este lugar, y los vecinos nos hablaron de su amabilidad.
_______________________________________
OFF;
Llego a la misma aldea en la que está Reike.
Katrina, por medio de su magia de la voz, canta para proteger la aldea de los malos espíritus. No tiene conocimientos sobre estas artes esotéricas, pero intención no le falta. Quizás sus vibras hagan que los espíritus rechacen visitar la aldea.
Mi objetivo es combatir los malos presagios.
Alward Sevna
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Aquella época del año le ponía los pelos de punta, podía sentir un escalofrío recorriéndole la espalda, una sensación de malestar que se extendía hasta la punta de sus dedos.
La aldea en la que estaba no parecía ser gran cosa, por no tener no tenía ni posada. Un punto más, una mota de polvo en un mapa que acostumbraba a no nombrar siquiera las poblaciones con menos de cien habitantes.
Como cada otoño desde lo acontecido en el Oblivion, el humano había preferido por optar un perfil bajo, distante. Era curioso, era como si lo que tenía dentro se removiese, se regocijase en momentos como aquel.
Tenía un mal presentimiento.
Pero fue diferente aquella noche.
Para empezar, había alguien cantando, una hermosa voz se levantó por encima del suave murmullo de la noche, de los susurros de los aldeanos inquietos. Si bien Eltrant, desde dónde estaba, no podía ver a la dueña de la voz; desde su taller improvisado tras una de las casas de mayor envergadura escuchó completamente la canción hasta que esta, finalmente, se detuvo.
La voz de la mujer era un bálsamo, poseía un efecto similar al de un paño húmedo sobre una quemadura. Muchos de los clientes de última hora de su taller respiraban aliviados, alguno que otro decidió tras escucharla que, evidentemente, hacerse con una espada a altas horas de la mañana en Samhain no era tan buena idea como podía parecer.
Sonrió al ver a la última persona marcharse, pasándose la mano por la frente, y apagó la fragua, que chisporroteó con fuerza dejando escapar una espesa nube de vapor. Había perdido clientes, pero no estaba mal del todo. No le apetecía trabajar más aquel día.
Seguía con aquella extraña sensación en su pecho. Un malestar primordial, uno que iba más allá de los nervios, la falta de aire o el hecho de que cada dos noches una de ellas tuviese una pesadilla.
Odiaba Samhain.
- ¿Dónde estaba…? - Rebuscó entre uno de los baúles que había sacado de su carromato. - Aquí. - Dijo cuando encontró algo parecido a un libro, pero sin encuadernar, un puñado de hojas atadas con un cordel.
Lo ojeó por encima y procedió a imitar con carbón, en sus brazos, unas antiguas runas que le había recomendado… bueno, no se las había recomendado nadie particularmente, era una idea de Lyn entremezclado con runas y arcanismo de otro buen amigo.
Se miró los brazos, respirando aliviado, notando como la maldición dejaba de “moverse” en su interior. Era… difícil de describir, porque para empezar no había ningún movimiento, tampoco dolía ni era realmente evidente.
- Mucho mejor. – que las runas tuviesen o no efecto placebo no podía saberlo, el tatuaje mágico que se había hecho tiempo atrás brillaba tenuemente en su antebrazo derecho e iluminaba el trazado que acababa de hacer, le tranquilizaba.
Y eso, por el momento, le bastaba.
Bajó las mangas de su camisa, ocultando los dibujos y alzó la mirada, hasta aquel extraño firmamento sin luna. Era apropiado para aquella noche en particular, supuso.
Escuchó en las calles vecinas a unos viajeros preguntar por alojamiento. Había muchos extranjeros en la zona, no debería de aplacar mucho las dudas y los miedos de los lugareños. Se terminó de limpiar las manos con una toalla y se dispuso a acercarse.
Antes, no obstante, encontró un pequeño tótem a un lado de la calle, en una esquina parcialmente escondido tras un arbusto. Era… singular, poseía una forma y unos grabados que hicieron que se le erizase el vello de la nuca.
Le ponía nervioso. Miró a los lados, anticipando que alguien estuviese observándole y, al asegurarse de que estaba solo lo pisó; Un sonoro crujido y la figura quedó reducida a astillas. Volvió a tranquilizarse, casi como si se hubiese liberado de una carga bastante pesada.
- Vaya. – dijo casualmente reemprendiendo la marcha.
¿Magia? ¿Paranoia?
Últimamente empezaba a creer que ambos conceptos se solapaban más de lo que creía.
Cuando distinguió a las figuras pobremente iluminadas por las pocas antorchas del lugar levantó la mano derecha como saludo, tratando de hacerse notar.
- Si no hay dónde quedarse… - señaló tras él con el pulgar. – Dónde tengo mi carromato hay algunas chozas vacías. – informó a los presentes, a los que no pudo distinguir dada la oscuridad. Dos mujeres y hombre, todos jóvenes por el tono de sus voces. Creía distinguir al menos dos de ellos. ¿Más imaginaciones suyas? – No es gran cosa, pero está seco y he tenido mi forja alrededor así que esta caliente. – se atusó la barba. – me sobran un par de camas que tengo en el carromato, si las necesitáis… - sacudió la cabeza. – Estoy desvariando, no me quiero meter en nada solo… por si acaso. – dijo, encogiéndose de hombros y dando la espalda a los, como él, extraños en el lugar.
Hacia tiempo que no entablaba una conversación así con desconocidos. Su rutina era, básicamente, montar su herrería, trabajar, y marcharse al día siguiente. Algo le inquietaba aquella noche, eso sí; Mejor que nadie tuviese que dormir a la intemperie.
- Te pillé. – murmuró, pisando otro de aquellos tétricos tótems, uno oculto en una zanja. - ¿A quien se le ocurre poner estas cosas precisamente hoy? -
Off:
Eltrant está en la misma Aldea en la que están Alward y Reike.
Interactúo con Alward, Reike y Katrina.
Encuentro varios tótems rarunos y los rompo. El objetivo de Eltrant es combatir los malos presagios.
La aldea en la que estaba no parecía ser gran cosa, por no tener no tenía ni posada. Un punto más, una mota de polvo en un mapa que acostumbraba a no nombrar siquiera las poblaciones con menos de cien habitantes.
Como cada otoño desde lo acontecido en el Oblivion, el humano había preferido por optar un perfil bajo, distante. Era curioso, era como si lo que tenía dentro se removiese, se regocijase en momentos como aquel.
Tenía un mal presentimiento.
Pero fue diferente aquella noche.
Para empezar, había alguien cantando, una hermosa voz se levantó por encima del suave murmullo de la noche, de los susurros de los aldeanos inquietos. Si bien Eltrant, desde dónde estaba, no podía ver a la dueña de la voz; desde su taller improvisado tras una de las casas de mayor envergadura escuchó completamente la canción hasta que esta, finalmente, se detuvo.
La voz de la mujer era un bálsamo, poseía un efecto similar al de un paño húmedo sobre una quemadura. Muchos de los clientes de última hora de su taller respiraban aliviados, alguno que otro decidió tras escucharla que, evidentemente, hacerse con una espada a altas horas de la mañana en Samhain no era tan buena idea como podía parecer.
Sonrió al ver a la última persona marcharse, pasándose la mano por la frente, y apagó la fragua, que chisporroteó con fuerza dejando escapar una espesa nube de vapor. Había perdido clientes, pero no estaba mal del todo. No le apetecía trabajar más aquel día.
Seguía con aquella extraña sensación en su pecho. Un malestar primordial, uno que iba más allá de los nervios, la falta de aire o el hecho de que cada dos noches una de ellas tuviese una pesadilla.
Odiaba Samhain.
- ¿Dónde estaba…? - Rebuscó entre uno de los baúles que había sacado de su carromato. - Aquí. - Dijo cuando encontró algo parecido a un libro, pero sin encuadernar, un puñado de hojas atadas con un cordel.
Lo ojeó por encima y procedió a imitar con carbón, en sus brazos, unas antiguas runas que le había recomendado… bueno, no se las había recomendado nadie particularmente, era una idea de Lyn entremezclado con runas y arcanismo de otro buen amigo.
Se miró los brazos, respirando aliviado, notando como la maldición dejaba de “moverse” en su interior. Era… difícil de describir, porque para empezar no había ningún movimiento, tampoco dolía ni era realmente evidente.
- Mucho mejor. – que las runas tuviesen o no efecto placebo no podía saberlo, el tatuaje mágico que se había hecho tiempo atrás brillaba tenuemente en su antebrazo derecho e iluminaba el trazado que acababa de hacer, le tranquilizaba.
Y eso, por el momento, le bastaba.
Bajó las mangas de su camisa, ocultando los dibujos y alzó la mirada, hasta aquel extraño firmamento sin luna. Era apropiado para aquella noche en particular, supuso.
Escuchó en las calles vecinas a unos viajeros preguntar por alojamiento. Había muchos extranjeros en la zona, no debería de aplacar mucho las dudas y los miedos de los lugareños. Se terminó de limpiar las manos con una toalla y se dispuso a acercarse.
Antes, no obstante, encontró un pequeño tótem a un lado de la calle, en una esquina parcialmente escondido tras un arbusto. Era… singular, poseía una forma y unos grabados que hicieron que se le erizase el vello de la nuca.
Le ponía nervioso. Miró a los lados, anticipando que alguien estuviese observándole y, al asegurarse de que estaba solo lo pisó; Un sonoro crujido y la figura quedó reducida a astillas. Volvió a tranquilizarse, casi como si se hubiese liberado de una carga bastante pesada.
- Vaya. – dijo casualmente reemprendiendo la marcha.
¿Magia? ¿Paranoia?
Últimamente empezaba a creer que ambos conceptos se solapaban más de lo que creía.
Cuando distinguió a las figuras pobremente iluminadas por las pocas antorchas del lugar levantó la mano derecha como saludo, tratando de hacerse notar.
- Si no hay dónde quedarse… - señaló tras él con el pulgar. – Dónde tengo mi carromato hay algunas chozas vacías. – informó a los presentes, a los que no pudo distinguir dada la oscuridad. Dos mujeres y hombre, todos jóvenes por el tono de sus voces. Creía distinguir al menos dos de ellos. ¿Más imaginaciones suyas? – No es gran cosa, pero está seco y he tenido mi forja alrededor así que esta caliente. – se atusó la barba. – me sobran un par de camas que tengo en el carromato, si las necesitáis… - sacudió la cabeza. – Estoy desvariando, no me quiero meter en nada solo… por si acaso. – dijo, encogiéndose de hombros y dando la espalda a los, como él, extraños en el lugar.
Hacia tiempo que no entablaba una conversación así con desconocidos. Su rutina era, básicamente, montar su herrería, trabajar, y marcharse al día siguiente. Algo le inquietaba aquella noche, eso sí; Mejor que nadie tuviese que dormir a la intemperie.
- Te pillé. – murmuró, pisando otro de aquellos tétricos tótems, uno oculto en una zanja. - ¿A quien se le ocurre poner estas cosas precisamente hoy? -
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Off:
Eltrant está en la misma Aldea en la que están Alward y Reike.
Interactúo con Alward, Reike y Katrina.
Encuentro varios tótems rarunos y los rompo. El objetivo de Eltrant es combatir los malos presagios.
Eltrant Tale
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
En las aldeas más apartadas de Verisar, la creencia indicaba que el año se dividía en dos mitades, ignorando las tradicionales cuatro estaciones.
La mitad clara y la mitad sombría. Esta última, la época de inicio del frío y la oscuridad comenzaba con la celebración del Samaín. Un momento en el que según creían muchas personas, la barrera que dividía el mundo de los vivos y los espíritus se volvía tan fina que era posible pasar de una a otra.
Debido a esto, en la aldea de Eiroás en la que se había criado Iori, esa noche en particular se celebraban festejos, se encendían fuegos para guiar a los buenos espíritus y alejar a los malos, y la gente se levantaba de las mesas tras la cena dejando la comida y la bebida. Creyendo unos, deseando otros, que los espíritus de aquellos familiares fallecidos encontraran la oportunidad de sentarse a la mesa y disfrutar como lo habían hecho en vida.
Iori nunca había tenido nadie a quien dejar comida como ofrenda. Sin una familia de sangre conocida, la única persona a la que podía considerar pariente era el viejo Zakath, ex soldado de la Guardia, famoso por sus habilidades marciales y su vida desenfrenada en la cama.
Pero no solo los espíritus de los allegados se acercaban en aquella fecha del año. Entidades más funestas aprovechaban ese momento para aproximarse al mundo que les quedaba alejado en el resto de los meses.
La gente hablaba de procesiones. De seres que venían a atormentar y traer desgracias. Desastres naturales y ruinas en las cosechas. En la oscuridad de la noche podrías escuchar los pasos de la compañía avanzando, o quizá notarías su presencia por un sutil olor a vela... Incluso el viejo Zakath en aquellas noches cerraba bien las contras de las ventanas y las puertas, aludiendo a que era mucho lo que los humanos desconocían del planeta, y no por ello se convertía en una invención.
Aquel Samaín sería distinto.
Los ojos azules de Iori observaban desvaídos la entrada del pueblo al que la había conducido aquel elfo.
Solo lo conocía de verlo de manera repetida en los momentos en los que ella dormía. Mediante los sueños había sido testigo de lo que hacía, como si fuese una espectadora de una representación teatral. Una figura que no le despertaba curiosidad más allá de distraer su mente de su verdadero objetivo mientras dormía.
La única persona que anhelaba. Ben.
Sin embargo quien la había encontrado se llamaba Tarek.
Cuando el fulgor de la esperanza apenas comenzaba a perfilarse en sus ojos, durante aquella cena en Sacrestic creyendo identificar al Héroe entre los presentes, aquel elfo había aparecido en medio del gentío. Había tratado de moverse, sacárselo de encima para avanzar como fuera hacia aquella cabellera roja que se perdía en la lejanía. Intentar haber movido una montaña desde su base hubiera sido una tarea similar para la morena.
Con el cuerpo debilitado por semanas en las que apenas comía y escasamente bebía, la pérdida de peso y fuerza la hizo oponer la misma resistencia que un junco seco lejos de la orilla del río.
El peliblanco la había arrastrado sin dificultad, mientras la agonía atenazaba la garganta de Iori impidiéndole gritar. Juraría haberlo llamado por su nombre, pero ni ella misma fue capaz de escuchar aquella sílaba que la obsesionaba salir de sus labios.
Ben.
El sopor y al agotamiento, frutos de la alerta mental en la que se había sumido cuando creyó verlo la hicieron dormir mientras el elfo salía con ella de la ciudad de los vampiros.
Los momentos en los que estuvo despierta no consiguió tener la suficiente lucidad en su mente como para permitirle una conversación con él. Sin más vida que la que nacía de su recuerdo por Ben, ambos se detuvieron delante de la entrada de aquel pueblo cuando el sol se perdía por el horizonte de la cordillera lejana. Desde ese momento la luz bajaba rápidamente en aquella época del año, por lo que urgía que buscasen un lugar en el que guarecerse para pasar la noche.
Y evitar así encontrarse involuntariamente con aquellos que avanzaban en la oscuridad de la noche portando velas.
Off: Iori avanza en compañía de Tarek. Los dos se encuentran en la aldea en la que está Eberus con Selena. Continúa con su maldición sin alma. No es capaz de tomar ninguna de las decisiones que se pueden escoger en este rol. Sus pasos continuarán de manera estrecha lo que haga Tarek.
Maldición Sin Alma. La Antigua Agonía [Desafío] Al destruir sus recuerdos y su propia alma, Iori es una errante que vaga por el mundo sin emociones, sentimientos o propósito. Tan solo una cosa es la que la mantiene con vida; "Ben". Es lo único que no ha olvidado. Al ser lo único que tiene en su mente, se vuelve una obsesión que la consume por dentro. Casi no come y no bebe, y como siga así no tardará en enfermar, y muy probablemente causarle la muerte. Mientras esta maldición esté activa, Iori no podrá luchar ni hacer ningún tipo de esfuerzo físico. Para romper la maldición deberá de encontrarse con Ben y acudir juntos a buscar una cura.
La mitad clara y la mitad sombría. Esta última, la época de inicio del frío y la oscuridad comenzaba con la celebración del Samaín. Un momento en el que según creían muchas personas, la barrera que dividía el mundo de los vivos y los espíritus se volvía tan fina que era posible pasar de una a otra.
Debido a esto, en la aldea de Eiroás en la que se había criado Iori, esa noche en particular se celebraban festejos, se encendían fuegos para guiar a los buenos espíritus y alejar a los malos, y la gente se levantaba de las mesas tras la cena dejando la comida y la bebida. Creyendo unos, deseando otros, que los espíritus de aquellos familiares fallecidos encontraran la oportunidad de sentarse a la mesa y disfrutar como lo habían hecho en vida.
Iori nunca había tenido nadie a quien dejar comida como ofrenda. Sin una familia de sangre conocida, la única persona a la que podía considerar pariente era el viejo Zakath, ex soldado de la Guardia, famoso por sus habilidades marciales y su vida desenfrenada en la cama.
Pero no solo los espíritus de los allegados se acercaban en aquella fecha del año. Entidades más funestas aprovechaban ese momento para aproximarse al mundo que les quedaba alejado en el resto de los meses.
La gente hablaba de procesiones. De seres que venían a atormentar y traer desgracias. Desastres naturales y ruinas en las cosechas. En la oscuridad de la noche podrías escuchar los pasos de la compañía avanzando, o quizá notarías su presencia por un sutil olor a vela... Incluso el viejo Zakath en aquellas noches cerraba bien las contras de las ventanas y las puertas, aludiendo a que era mucho lo que los humanos desconocían del planeta, y no por ello se convertía en una invención.
Aquel Samaín sería distinto.
Los ojos azules de Iori observaban desvaídos la entrada del pueblo al que la había conducido aquel elfo.
Solo lo conocía de verlo de manera repetida en los momentos en los que ella dormía. Mediante los sueños había sido testigo de lo que hacía, como si fuese una espectadora de una representación teatral. Una figura que no le despertaba curiosidad más allá de distraer su mente de su verdadero objetivo mientras dormía.
La única persona que anhelaba. Ben.
Sin embargo quien la había encontrado se llamaba Tarek.
Cuando el fulgor de la esperanza apenas comenzaba a perfilarse en sus ojos, durante aquella cena en Sacrestic creyendo identificar al Héroe entre los presentes, aquel elfo había aparecido en medio del gentío. Había tratado de moverse, sacárselo de encima para avanzar como fuera hacia aquella cabellera roja que se perdía en la lejanía. Intentar haber movido una montaña desde su base hubiera sido una tarea similar para la morena.
Con el cuerpo debilitado por semanas en las que apenas comía y escasamente bebía, la pérdida de peso y fuerza la hizo oponer la misma resistencia que un junco seco lejos de la orilla del río.
El peliblanco la había arrastrado sin dificultad, mientras la agonía atenazaba la garganta de Iori impidiéndole gritar. Juraría haberlo llamado por su nombre, pero ni ella misma fue capaz de escuchar aquella sílaba que la obsesionaba salir de sus labios.
Ben.
El sopor y al agotamiento, frutos de la alerta mental en la que se había sumido cuando creyó verlo la hicieron dormir mientras el elfo salía con ella de la ciudad de los vampiros.
Los momentos en los que estuvo despierta no consiguió tener la suficiente lucidad en su mente como para permitirle una conversación con él. Sin más vida que la que nacía de su recuerdo por Ben, ambos se detuvieron delante de la entrada de aquel pueblo cuando el sol se perdía por el horizonte de la cordillera lejana. Desde ese momento la luz bajaba rápidamente en aquella época del año, por lo que urgía que buscasen un lugar en el que guarecerse para pasar la noche.
Y evitar así encontrarse involuntariamente con aquellos que avanzaban en la oscuridad de la noche portando velas.
Off: Iori avanza en compañía de Tarek. Los dos se encuentran en la aldea en la que está Eberus con Selena. Continúa con su maldición sin alma. No es capaz de tomar ninguna de las decisiones que se pueden escoger en este rol. Sus pasos continuarán de manera estrecha lo que haga Tarek.
Maldición Sin Alma. La Antigua Agonía [Desafío] Al destruir sus recuerdos y su propia alma, Iori es una errante que vaga por el mundo sin emociones, sentimientos o propósito. Tan solo una cosa es la que la mantiene con vida; "Ben". Es lo único que no ha olvidado. Al ser lo único que tiene en su mente, se vuelve una obsesión que la consume por dentro. Casi no come y no bebe, y como siga así no tardará en enfermar, y muy probablemente causarle la muerte. Mientras esta maldición esté activa, Iori no podrá luchar ni hacer ningún tipo de esfuerzo físico. Para romper la maldición deberá de encontrarse con Ben y acudir juntos a buscar una cura.
Iori Li
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Para un tipo como él estaba siendo un viaje como otro cualquiera. Al fin y al cabo, para un mercenario los motivos para estar en los caminos eran diversos como razones hubiera para comprar un hombre de armas.
Si a esos motivos añadimos que también era un brujo capaz de usar la magia y dominar el arte arcana, los motivos aumentaban.
Aquella vez no era diferente.
Había llegado una carta a la casa de nuestro querido brujo, o no tan querido para algunos. Más en concreto la habían dejado en el negocio y Sandal se la había entregado al llegar a la ciudad.
Por desgracia, el enano gruñón no recordaba el aspecto de la persona que lo había dejado. Es más, haciendo que su cabeza sirviera para algo más que embotarse con alcohol, consiguió recordar que la había encontrado sobre el suelo al abrir el local.
- Sin aspecto, ni referencias-, masculló, mientras llevaba su mano hacia uno de los bolsillos de la correa que cruzaba su pecho.
Allí se alojaba la carta, bien doblada. Sin embargo, el brujo no sacó el papel del bolsillo, simplemente lo acarició, como para recordarse que no era una ilusión.
No se conocía el aspecto del mensajero. Tampoco nombre, pues la carta no decía quien la enviaba. Sólo se sabía dónde se requería su ayuda y cuál era la mentada ayuda requerida. O parte, para ser exactos, porque dudaba que solamente fuera aquello.
Por supuesto, no era lo único que pensaba al respecto. En realidad, esa era la posibilidad más baja de las que barajaba.
Vincent miró hacia el cielo, cada vez más gris, cada vez más oscuro. La noche se acercaba, y con ella la lluvia nocturna. Típico de la época del año en la que estaban.
Más la diferencia entre un primerizo en sus viajes y un ya veterano aventurero era el conocimiento de los lugares por los que transitaba. Aquellos lares, cercanos además a dónde residía, los tenía más que memorizados.
Sabía dónde quedaba el lugar al que iba, y también que había una cueva cerca que le prestaría cobijo para la lluvia. Porque, del mismo modo que sabía dónde se emplazaba aquel sitio dónde le requerían, también que no llegaría al sitio antes de la noche y su ligero aguacero
Un rato más de caminata, la noche ya alargaba sus garras sobre la tierra y ensombrecía cada uno de sus rincones un poquito más. La luna iba a ser inexistente.
El isleño se internó en la cueva, con una bola de fuego mágico siguiendo su figura como fiel compañera. Después se acercó a una zona que le permitía ver bien la entrada de la cueva y el descenso a sus profundidades, pues, como es lógico, no necesitaba internarse en ella para resguardarse de la posible llovizna.
Se quitó el morral, lo dejó a un lado, y de él sacó una fina manta de tela que colocó en el suelo. Tras ello se quitó la espada del cinto y la depositó sobre la manta, en uno de sus extremos. Hizo lo propio con la que llevaba a su espalda, pero esta, antes de dejarla sobre la tela, en lado contrario que la primera, la desenvainó. Todo ello para finalmente sacar un caja del interior de su equipaje y sentarse sobre la tela, en el espacio entre sus espadas.
Sí, sospechoso. Probablemente hasta alguien poco ducho en la vida lo notaría. Normalmente habría pasado de largo ante un asunto así. ¿Una tarea tan simple, para ese día, o mejor dicho, aquella noche, pero todo rodeado de misterio?
Algo no olía bien. Si lo necesitaban para ese día le podrían haber esperado en la ciudad, aunque cabía la posibilidad que hubieran buscado otro arcanista. Pero, no sé, por qué no decir quién eras. Como mucho serías un nombre desconocido sobre un papel.
Por esa razón, Vincent, mientras abría el cerrojo de la caja, para descubrir un contenido y forma que bien podría hacer parecer las de un pintor, salvo por las resinas, los cinceles y pequeños martillos, no podía dejar de preguntarse si el tipo que le quería matar no quería problemas con la guardia o necesitaba un lugar bien defendido para ello.
Podría haberle atacado al llegar a casa, pues sabía dónde vivía. También ahora, mientras viajaba. Podría haber vigilado sus movimientos. Si no quería atacar en la ciudad, hacerlo en el bosque habría sido una buena opción.
Pese a ello, el rubio mercenario no había notado que lo siguieran. O era muy bueno, o de verdad le esperaba en ese lugar.
- O quizás sí que quiere una runa, después de todo-, comentó, agarrando una piedra, previamente preparada, del interior del estuche de madera, y poniéndose manos a la obra.
El lugar no estaba muy lejos de Lunargenta. Eso le había animado a interesarse por el asunto. No era la primera trampa a la que iba de buena voluntad, y era mejor quitarse ese problema de encima si esa era la razón de su llamada.
- Y si sólo quiere una runa, pues eso-, mentó en un susurro, para sí mismo.
Al fin y al cabo, había gente de todo tipo por el mundo. Se podría decir muchas cosas de este, pero diverso era. A saber que se le pasaba por la cabeza a más de uno.
Me decido por Tallar runas protectoras. Para ello, hago uso de mi profesión Arcanos a nivel Maestro.
Creo que no se necesitaba nada en particular en el tema para hacer una runa, salvo el oficio y la consideración del límite de una runa por arcanista. Si me vine arriba, que me avise el master y edito el post... PARA YA VENIR CON ELLA DESDE EL TALLER DE CASA. Yeah, mentalidad de tiburón gato.
El tema es bastante abierto a cuánto a la localización de este bello personaje, por lo que si alguien me quiere en su grupo que me mande un mensaje. Si nadie me ama, ya me haré alguna historia en solitario, con una elección que no sirve de nada por si sola, creo (?)
Exacto, mi propio parque de atracciones. Con casinos y algo que no puedo decir sin ser baneado. Es más, paso del parque.
Si a esos motivos añadimos que también era un brujo capaz de usar la magia y dominar el arte arcana, los motivos aumentaban.
Aquella vez no era diferente.
Había llegado una carta a la casa de nuestro querido brujo, o no tan querido para algunos. Más en concreto la habían dejado en el negocio y Sandal se la había entregado al llegar a la ciudad.
Por desgracia, el enano gruñón no recordaba el aspecto de la persona que lo había dejado. Es más, haciendo que su cabeza sirviera para algo más que embotarse con alcohol, consiguió recordar que la había encontrado sobre el suelo al abrir el local.
- Sin aspecto, ni referencias-, masculló, mientras llevaba su mano hacia uno de los bolsillos de la correa que cruzaba su pecho.
Allí se alojaba la carta, bien doblada. Sin embargo, el brujo no sacó el papel del bolsillo, simplemente lo acarició, como para recordarse que no era una ilusión.
No se conocía el aspecto del mensajero. Tampoco nombre, pues la carta no decía quien la enviaba. Sólo se sabía dónde se requería su ayuda y cuál era la mentada ayuda requerida. O parte, para ser exactos, porque dudaba que solamente fuera aquello.
Por supuesto, no era lo único que pensaba al respecto. En realidad, esa era la posibilidad más baja de las que barajaba.
Vincent miró hacia el cielo, cada vez más gris, cada vez más oscuro. La noche se acercaba, y con ella la lluvia nocturna. Típico de la época del año en la que estaban.
Más la diferencia entre un primerizo en sus viajes y un ya veterano aventurero era el conocimiento de los lugares por los que transitaba. Aquellos lares, cercanos además a dónde residía, los tenía más que memorizados.
Sabía dónde quedaba el lugar al que iba, y también que había una cueva cerca que le prestaría cobijo para la lluvia. Porque, del mismo modo que sabía dónde se emplazaba aquel sitio dónde le requerían, también que no llegaría al sitio antes de la noche y su ligero aguacero
Un rato más de caminata, la noche ya alargaba sus garras sobre la tierra y ensombrecía cada uno de sus rincones un poquito más. La luna iba a ser inexistente.
El isleño se internó en la cueva, con una bola de fuego mágico siguiendo su figura como fiel compañera. Después se acercó a una zona que le permitía ver bien la entrada de la cueva y el descenso a sus profundidades, pues, como es lógico, no necesitaba internarse en ella para resguardarse de la posible llovizna.
Se quitó el morral, lo dejó a un lado, y de él sacó una fina manta de tela que colocó en el suelo. Tras ello se quitó la espada del cinto y la depositó sobre la manta, en uno de sus extremos. Hizo lo propio con la que llevaba a su espalda, pero esta, antes de dejarla sobre la tela, en lado contrario que la primera, la desenvainó. Todo ello para finalmente sacar un caja del interior de su equipaje y sentarse sobre la tela, en el espacio entre sus espadas.
Sí, sospechoso. Probablemente hasta alguien poco ducho en la vida lo notaría. Normalmente habría pasado de largo ante un asunto así. ¿Una tarea tan simple, para ese día, o mejor dicho, aquella noche, pero todo rodeado de misterio?
Algo no olía bien. Si lo necesitaban para ese día le podrían haber esperado en la ciudad, aunque cabía la posibilidad que hubieran buscado otro arcanista. Pero, no sé, por qué no decir quién eras. Como mucho serías un nombre desconocido sobre un papel.
Por esa razón, Vincent, mientras abría el cerrojo de la caja, para descubrir un contenido y forma que bien podría hacer parecer las de un pintor, salvo por las resinas, los cinceles y pequeños martillos, no podía dejar de preguntarse si el tipo que le quería matar no quería problemas con la guardia o necesitaba un lugar bien defendido para ello.
Podría haberle atacado al llegar a casa, pues sabía dónde vivía. También ahora, mientras viajaba. Podría haber vigilado sus movimientos. Si no quería atacar en la ciudad, hacerlo en el bosque habría sido una buena opción.
Pese a ello, el rubio mercenario no había notado que lo siguieran. O era muy bueno, o de verdad le esperaba en ese lugar.
- O quizás sí que quiere una runa, después de todo-, comentó, agarrando una piedra, previamente preparada, del interior del estuche de madera, y poniéndose manos a la obra.
El lugar no estaba muy lejos de Lunargenta. Eso le había animado a interesarse por el asunto. No era la primera trampa a la que iba de buena voluntad, y era mejor quitarse ese problema de encima si esa era la razón de su llamada.
- Y si sólo quiere una runa, pues eso-, mentó en un susurro, para sí mismo.
Al fin y al cabo, había gente de todo tipo por el mundo. Se podría decir muchas cosas de este, pero diverso era. A saber que se le pasaba por la cabeza a más de uno.
Offrol
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Me decido por Tallar runas protectoras. Para ello, hago uso de mi profesión Arcanos a nivel Maestro.
Creo que no se necesitaba nada en particular en el tema para hacer una runa, salvo el oficio y la consideración del límite de una runa por arcanista. Si me vine arriba, que me avise el master y edito el post... PARA YA VENIR CON ELLA DESDE EL TALLER DE CASA. Yeah, mentalidad de tiburón gato.
El tema es bastante abierto a cuánto a la localización de este bello personaje, por lo que si alguien me quiere en su grupo que me mande un mensaje. Si nadie me ama, ya me haré alguna historia en solitario, con una elección que no sirve de nada por si sola, creo (?)
Exacto, mi propio parque de atracciones. Con casinos y algo que no puedo decir sin ser baneado. Es más, paso del parque.
Vincent Calhoun
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Los rumores pululaban en la aldea. Rumores que ostentaban el brumoso vestido del misterio. El mismo vestido, además, pues, aunque las historias que en ellas había hallaban algunas pintorescas diferencias, el protagonista, un hombre cuya identidad era un enigma, siempre era el mismo.
En realidad, nada aseguraba que siempre fuese el mismo personaje, pero los pueblerinos descartaban la posibilidad de que hubiera más de un loco, un loco específicamente como él, en un mismo lugar.
Aquel lunático desquiciado, enfermo, degenerado, trastornado y enamorado, asaltaba las casas durante las noches, deslizándose y danzando entre las sombras, mientras susurraba secretos ancestrales entrelazados… Pero no robaba ningún objeto ni asesinaba, tampoco dejaba algún mal como prueba de su presencia, ni buscaba sembrar terror.
—¿Y cuál es el problema con él? —le pregunté a un personaje cualquiera que, quizás, tendría una vida muy interesante, pero nunca lo volveré a mencionar en mi vida después de esta escena.
—¡Se roba nuestros animales! —replicó el personaje sin nombre—. Y es tan inepto que se le escapa el animal y los demás debemos buscarlo por los alrededores.
—¿Y no tienen ni la menor idea de quién es?
—Ah, sí, todos sabemos quién es, por supuesto. Se llama ¡Tu Madre! Por los dioses, chaval, espabila, que la vida te va a comer. Pues claro que no sabemos quién es. Si fuera del pueblo, ya nos habríamos encargado. Y los que lo han visto, dicen que siempre está vestido de negro, con capucha y usa una máscara de calavera. Ah, y que siempre lo ven escapar al bosque.
—Hmm… Interesante, sí, interesante —asentí—. Bueno, ya debo irme. Debo volver a casa.
—¿Y piensas que te conté todo esto porque sí, y que te permití hospedarte en esta lujosa habitación de gratis porque me caíste simpático? Quiero que te encargues de ese loco.
—Ah… Bueno, no es mi intención ofender, pero ¿cuál habitación lujosa? Este cuartucho blanco es tan insulso que ni vale la pena describirlo. Además, ¿dónde escondiste mi gomejo?
—¿Gomejo? ¿Te piensas que tengo cara de cuidador de animales?
En realidad, su cara era tan simplona que tampoco valía la pena describirla.
—¡Eh, eh, ahí, afuera! —empezó a gritar dando saltitos y señalando la ventana.
—¿Eh? ¿Qué pasa? —solté sobresaltado por su repentino cambio de actitud.
—¡Espabila, chaval, que la vida te va a comer! —Me dio un zape y me hizo mirar a donde señalaba—. El loco, ahí está.
Y se llevaba mi gomejo.
El éter estalló dentro de mí y me lancé al exterior, atravesando la ventana y aterrizando con la gracia de un felino ebrio. Rodeé en el suelo, me levanté, tropecé y emprendí una carrera al estilo Rauko.
Y me perdí cuando entré al bosque.
Luego de un rato caminando en círculos cuadrados, mis pasos recorrieron el camino correcto, siguiendo el frío susurro del viento, observado por los búhos y otras criaturas de la noche, sintiendo las caricias del éter que me advertía sin palabras sobre destinos fatales.
Entonces llegué a un claro, pero estaba oscuro. Aun así, mis ojos se adaptaron y pude distinguir a aquel ser sombrío, el blanco de su máscara de calavera y del gomejo en su mano contrastando con la negrura de su lóbrego atuendo, de pie sobre un ominoso círculo arcano trazado en el suelo, rodeado por columnas de piedra agrietadas y en cuyas puntas estaban erigidas esculturas demoníacas.
Al percatarse de mí, su mirada, un par de cuencas vacías que mostraban abismos sin fondo, se clavó en mí.
—Tú… —siseó con una voz nasal para nada fantasmal.
—Yo… —respondí con cautela, mis ojos entornados y mi éter preparado para la acción.
—¡Eres el elfo de la ciudad de los bestiales! —exclamó de pronto, casi como si lo celebrara.
—¿Eh?
Se quitó la máscara, revelándose el rostro de aquel individuo que me pidió ayuda para ir al mundo de las hadas para, aunque yo aún no lo sabía, tener sexo de otro mundo.
Per Vertman.
—Sí, tú… —dije, por decir algo y no perpetuar el silencio incómodo—. ¿Qué haces?
—Ah, claro, sí, esto debe parecer muy raro —dijo echando un vistazo a su capa, como si lo más raro fuese eso—. Verás, lo que he buscado, lo que ha sido mi anhelo por tanto tiempo… aún no lo he conseguido. ¡Y eso es una desgracia! Pero, no te preocupes, lo conseguiré ahora.
Lo que él quería solo podía ser dado, o eso creía él, por criaturas de otros mundos, tales como bio-cibernéticas, oriundas de la Tierra de los terrestres, o las hadas, provenientes de otra dimensión. Por lo tanto, cualquiera podría deducir fácilmente cuál era su objetivo esta vez. Cualquiera menos yo, por supuesto, pues aún no sabía lo que había querido antes.
—¡Necesito atraer chicas fantasmas! —declaró desde lo profundo de su pecho. Pues, bueno, ellas también eran de otro mundo, ¿no? Entonces, si tenía sexo con ellas…
—¿Qué? —solté enarcando una ceja.
—Así es —dijo con gravedad, el semblante de su rostro convirtiéndose en un solemne retrato de la determinación, con su mirada reflejando una larga vida cargando con el inconmensurable peso de un sueño, un sueño que era imposible pero tan hermoso como para que renunciar a él sea el peor de los pecados—. Es algo que necesito hacer. Algo por lo que estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio, incluso acabar con la vida de un animal tan lindo. —Alzó al gomejo, que emitió su característico chillido cuando fue sacudido—. ¡Incluso si debo mancharme las manos con sangre, lo haré por mi deseo!
Entonces intentó aplastar la cabeza del gomejo con sus manos. De ser cualquier animal, eso lo habría destrozado y convertido en una mezcla sanguinolenta. Pero era un gomejo, así que solo emitió su chillido y exhibió su elasticidad que le confería su invulnerabilidad.
Per Vertman no se rindió y empezó a golpear al gomejo, a retorcerlo, morderlo, estirarlo del cuello y demás, hasta que finalmente optó por lanzarlo con todas sus fuerzas contra el suelo.
El gomejo rebotó emitiendo otro chillido, se estampó en la cara de Per Vertman y rebotó de nuevo hacia otro lugar. Per Vertman cayó sentado, confundido y, de haber tenido algo de dignidad aún, se habría sentido indignado.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí, no fue nada —balbuceó Per Vertman.
Aunque la verdad yo le hablaba a mi gomejo, pero preferí no mencionarlo. Ya bastante tenía aquel sujeto con tener que lidiar con el hecho de que él era, pues, él.
Entonces, mientras recogía y acariciaba mi gomejo, me detuve, mis pensamientos se congelaron y mi consciencia se diluyó por un instante.
Pronto volví en mí, aunque necesité de unos segundos para recordar dónde estaba y qué hacía.
«Ah, claro… Hace mucho que no me alimento de un muerto», recordé, volviéndome consciente del incipiente vacío dentro de mi ser. «Debería matar algo para chuparle su energía», decidí, «no quiero andar sufriendo lapsus a cada momento».
Entonces recordé el detalle de que era temporada de fantasmitas o algo así.
Fantasmas… ¿Qué eran exactamente? ¿Eran criaturas hechas de éter? ¿Y era solo éter lo que yo podía devorar de los muertos o, quizás, el alma del difunto? Si, de alguna manera, podía devorar un fantasma… ¿podría finalmente llenarme y deshacerme de mi maldición?
Tuve una idea terrible.
—¿Qué tal si te ayudo con tu ritual? —me ofrecí, volviéndome hacia Per Vertman, la malicia brillando en mis ojos y mis pupilas contrayéndose horizontalmente hasta parecer de felinos, de depredador.
Había visto varios rituales nigromantes en el pasado. Uno, fue hecho por Xana, en el día que la conocí, y ella logró con aquel acabar con la vida de decenas de conejos en el Bosque del Este para revertir una poderosa maldición; otro, fue en las Catacumbas de Lunargenta, realizado por nigromantes para revivir a la mismísima Amaterasu, la más poderosa entre los suyos.
Sería fácil replicarlos, si tan solo hubiera prestado suficiente atención.
Sin embargo, cuando me coloqué sobre el círculo arcano tras apartar a Per Vertman, analicé las runas del sitio y pude reconocer algunas.
—Oye —dijo a media voz Per Vertman, con cierto recelo—, si solo viene una fantasma, deja que sea yo el que hable con ella. Yo estaba aquí desde antes que tú.
Saqué una de mis dagas y dibujé un amplio corte en mi brazo izquierdo, arrancándome un gruñido en el acto. Extendí el brazo y dejé que el círculo arcano recibiera mi ofrenda, la sangre de un elfo poderoso, cada gota impregnada de luz.
«Vengan a mí, espectros», dije en mi interior, «vengan y sean mi alimento».
Dejé de escuchar a los árboles meciendo sus hojas. Dejé de percibir las caricias y los murmullos del viento. El calor abandonó la punta de los dedos de mis manos y de mis pies. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Y mis instintos de supervivencia protestaron contra mi insensatez.
En realidad, nada aseguraba que siempre fuese el mismo personaje, pero los pueblerinos descartaban la posibilidad de que hubiera más de un loco, un loco específicamente como él, en un mismo lugar.
Aquel lunático desquiciado, enfermo, degenerado, trastornado y enamorado, asaltaba las casas durante las noches, deslizándose y danzando entre las sombras, mientras susurraba secretos ancestrales entrelazados… Pero no robaba ningún objeto ni asesinaba, tampoco dejaba algún mal como prueba de su presencia, ni buscaba sembrar terror.
—¿Y cuál es el problema con él? —le pregunté a un personaje cualquiera que, quizás, tendría una vida muy interesante, pero nunca lo volveré a mencionar en mi vida después de esta escena.
—¡Se roba nuestros animales! —replicó el personaje sin nombre—. Y es tan inepto que se le escapa el animal y los demás debemos buscarlo por los alrededores.
—¿Y no tienen ni la menor idea de quién es?
—Ah, sí, todos sabemos quién es, por supuesto. Se llama ¡Tu Madre! Por los dioses, chaval, espabila, que la vida te va a comer. Pues claro que no sabemos quién es. Si fuera del pueblo, ya nos habríamos encargado. Y los que lo han visto, dicen que siempre está vestido de negro, con capucha y usa una máscara de calavera. Ah, y que siempre lo ven escapar al bosque.
—Hmm… Interesante, sí, interesante —asentí—. Bueno, ya debo irme. Debo volver a casa.
—¿Y piensas que te conté todo esto porque sí, y que te permití hospedarte en esta lujosa habitación de gratis porque me caíste simpático? Quiero que te encargues de ese loco.
—Ah… Bueno, no es mi intención ofender, pero ¿cuál habitación lujosa? Este cuartucho blanco es tan insulso que ni vale la pena describirlo. Además, ¿dónde escondiste mi gomejo?
—¿Gomejo? ¿Te piensas que tengo cara de cuidador de animales?
En realidad, su cara era tan simplona que tampoco valía la pena describirla.
—¡Eh, eh, ahí, afuera! —empezó a gritar dando saltitos y señalando la ventana.
—¿Eh? ¿Qué pasa? —solté sobresaltado por su repentino cambio de actitud.
—¡Espabila, chaval, que la vida te va a comer! —Me dio un zape y me hizo mirar a donde señalaba—. El loco, ahí está.
Y se llevaba mi gomejo.
El éter estalló dentro de mí y me lancé al exterior, atravesando la ventana y aterrizando con la gracia de un felino ebrio. Rodeé en el suelo, me levanté, tropecé y emprendí una carrera al estilo Rauko.
Y me perdí cuando entré al bosque.
Luego de un rato caminando en círculos cuadrados, mis pasos recorrieron el camino correcto, siguiendo el frío susurro del viento, observado por los búhos y otras criaturas de la noche, sintiendo las caricias del éter que me advertía sin palabras sobre destinos fatales.
Entonces llegué a un claro, pero estaba oscuro. Aun así, mis ojos se adaptaron y pude distinguir a aquel ser sombrío, el blanco de su máscara de calavera y del gomejo en su mano contrastando con la negrura de su lóbrego atuendo, de pie sobre un ominoso círculo arcano trazado en el suelo, rodeado por columnas de piedra agrietadas y en cuyas puntas estaban erigidas esculturas demoníacas.
Al percatarse de mí, su mirada, un par de cuencas vacías que mostraban abismos sin fondo, se clavó en mí.
—Tú… —siseó con una voz nasal para nada fantasmal.
—Yo… —respondí con cautela, mis ojos entornados y mi éter preparado para la acción.
—¡Eres el elfo de la ciudad de los bestiales! —exclamó de pronto, casi como si lo celebrara.
—¿Eh?
Se quitó la máscara, revelándose el rostro de aquel individuo que me pidió ayuda para ir al mundo de las hadas para, aunque yo aún no lo sabía, tener sexo de otro mundo.
Per Vertman.
—Sí, tú… —dije, por decir algo y no perpetuar el silencio incómodo—. ¿Qué haces?
—Ah, claro, sí, esto debe parecer muy raro —dijo echando un vistazo a su capa, como si lo más raro fuese eso—. Verás, lo que he buscado, lo que ha sido mi anhelo por tanto tiempo… aún no lo he conseguido. ¡Y eso es una desgracia! Pero, no te preocupes, lo conseguiré ahora.
Lo que él quería solo podía ser dado, o eso creía él, por criaturas de otros mundos, tales como bio-cibernéticas, oriundas de la Tierra de los terrestres, o las hadas, provenientes de otra dimensión. Por lo tanto, cualquiera podría deducir fácilmente cuál era su objetivo esta vez. Cualquiera menos yo, por supuesto, pues aún no sabía lo que había querido antes.
—¡Necesito atraer chicas fantasmas! —declaró desde lo profundo de su pecho. Pues, bueno, ellas también eran de otro mundo, ¿no? Entonces, si tenía sexo con ellas…
—¿Qué? —solté enarcando una ceja.
—Así es —dijo con gravedad, el semblante de su rostro convirtiéndose en un solemne retrato de la determinación, con su mirada reflejando una larga vida cargando con el inconmensurable peso de un sueño, un sueño que era imposible pero tan hermoso como para que renunciar a él sea el peor de los pecados—. Es algo que necesito hacer. Algo por lo que estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio, incluso acabar con la vida de un animal tan lindo. —Alzó al gomejo, que emitió su característico chillido cuando fue sacudido—. ¡Incluso si debo mancharme las manos con sangre, lo haré por mi deseo!
Entonces intentó aplastar la cabeza del gomejo con sus manos. De ser cualquier animal, eso lo habría destrozado y convertido en una mezcla sanguinolenta. Pero era un gomejo, así que solo emitió su chillido y exhibió su elasticidad que le confería su invulnerabilidad.
Per Vertman no se rindió y empezó a golpear al gomejo, a retorcerlo, morderlo, estirarlo del cuello y demás, hasta que finalmente optó por lanzarlo con todas sus fuerzas contra el suelo.
El gomejo rebotó emitiendo otro chillido, se estampó en la cara de Per Vertman y rebotó de nuevo hacia otro lugar. Per Vertman cayó sentado, confundido y, de haber tenido algo de dignidad aún, se habría sentido indignado.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí, no fue nada —balbuceó Per Vertman.
Aunque la verdad yo le hablaba a mi gomejo, pero preferí no mencionarlo. Ya bastante tenía aquel sujeto con tener que lidiar con el hecho de que él era, pues, él.
Entonces, mientras recogía y acariciaba mi gomejo, me detuve, mis pensamientos se congelaron y mi consciencia se diluyó por un instante.
Pronto volví en mí, aunque necesité de unos segundos para recordar dónde estaba y qué hacía.
«Ah, claro… Hace mucho que no me alimento de un muerto», recordé, volviéndome consciente del incipiente vacío dentro de mi ser. «Debería matar algo para chuparle su energía», decidí, «no quiero andar sufriendo lapsus a cada momento».
Entonces recordé el detalle de que era temporada de fantasmitas o algo así.
Fantasmas… ¿Qué eran exactamente? ¿Eran criaturas hechas de éter? ¿Y era solo éter lo que yo podía devorar de los muertos o, quizás, el alma del difunto? Si, de alguna manera, podía devorar un fantasma… ¿podría finalmente llenarme y deshacerme de mi maldición?
Tuve una idea terrible.
—¿Qué tal si te ayudo con tu ritual? —me ofrecí, volviéndome hacia Per Vertman, la malicia brillando en mis ojos y mis pupilas contrayéndose horizontalmente hasta parecer de felinos, de depredador.
Había visto varios rituales nigromantes en el pasado. Uno, fue hecho por Xana, en el día que la conocí, y ella logró con aquel acabar con la vida de decenas de conejos en el Bosque del Este para revertir una poderosa maldición; otro, fue en las Catacumbas de Lunargenta, realizado por nigromantes para revivir a la mismísima Amaterasu, la más poderosa entre los suyos.
Sería fácil replicarlos, si tan solo hubiera prestado suficiente atención.
Sin embargo, cuando me coloqué sobre el círculo arcano tras apartar a Per Vertman, analicé las runas del sitio y pude reconocer algunas.
—Oye —dijo a media voz Per Vertman, con cierto recelo—, si solo viene una fantasma, deja que sea yo el que hable con ella. Yo estaba aquí desde antes que tú.
Saqué una de mis dagas y dibujé un amplio corte en mi brazo izquierdo, arrancándome un gruñido en el acto. Extendí el brazo y dejé que el círculo arcano recibiera mi ofrenda, la sangre de un elfo poderoso, cada gota impregnada de luz.
«Vengan a mí, espectros», dije en mi interior, «vengan y sean mi alimento».
Dejé de escuchar a los árboles meciendo sus hojas. Dejé de percibir las caricias y los murmullos del viento. El calor abandonó la punta de los dedos de mis manos y de mis pies. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Y mis instintos de supervivencia protestaron contra mi insensatez.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Por los lols, mi objetivo es uno que quizás no se habría esperado de mí (?). Con ayuda del gran Per Vertman, que ha regresado para otra loca aventura y en este momento no sé si está más loco él o mi elfo, se busca atraer a los espíritus chocarreros y, quizás, comerme alguno (?)
- Maldición:
- Segador de almas
Cuando Nixil fue arrancado de ti, se llevó parte de tu ser y ahora estás incompleto. Ese vacío se irá expandiendo hasta borrar tu mente, pero puedes llenarlo temporalmente devorando el éter residual que brota de los recién fallecidos. Por esta necesidad, tus ojos se adaptaron para percibirlo, aunque los lamentos de los caídos podrían convertirse en tu tormento.
Rauko
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Campos y Bosques de Verisar.
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Habíamos fallado. Lo sabía por el silencio que pesaba entre nosotros, pesado como la noche sin luna y lluviosa en la que nos encontrábamos.
Meleis, tan serio como siempre, apenas me dirigía una mirada, era claro que estaba tan frustrado como yo, su plan, a pesar de haber sido minuciosamente elaborado, había fallado. Sentía cómo cada uno de nuestros pasos resonaba en los oscuros caminos del bosque, el eco parecía burlarse de nosotros, recordándome, que era inferior al concepto que tenía de mí.
No debería importarme. Después de todo, nuestra labor rara vez era apreciada; o tal vez era solo mi impotencia hablando.
Esa noche, buscamos refugio en un pequeño hostal al borde del bosque. La taberna estaba casi vacía, salvo por un par de aldeanos cansados y un hombre encapuchado, cuya figura se ocultaba en las sombras junto al fuego. Sentí su mirada en nosotros, fija y expectante, como si ya supiera que llegaríamos, también lo curioso de nuestras vestimentas tenía que ver, un traje ajustado con pelo blanco no pasa desapercibido.
Nos sentamos en una de las mesas, dejando escapar el suspiro tras la jornada. Una bebida caliente nos sentaría bien.
- Ni siquiera en la isla nos fue tan mal con ese maldito mago de fuego... - apreté los dientes y di un golpe a la mesa.
- Nos superaban en número, lo mejor será olvidarse por ahora. Sé que lo que digo no tiene que coherencia con cómo me siento pero una derrota no debería arropar los demás logros. ¿Qué hay de los campamentos? ¿O en la isla? Dundarak fue un reto pero a pesar de las consecuencias lo salvamos de la muerte ¿no?
Las palabras motivadoras de Meleis no pasaron desapercibidas a los oídos ajenos de aquel encapuchado.
- ¿Ustedes son los que enfrentan la oscuridad? - Interrumpió preguntando con una voz áspera y cargada de urgencia. Meleis y yo nos miramos un poco extrañados; habíamos escuchado aquella frase antes, siempre dicha en susurros o en rezos desque que habíamos cruzado hacia Verisar.
El hombre se acercó, dejando que la capucha cayera levemente para mostrarnos un rostro marcado por cicatrices y la fatiga de muchas noches sin dormir.
- Nuestra aldea necesita su ayuda - continuó. - El Skógargandr se acerca -
- ¿Y por qué deberían ayudarlos dos fracasados como nosotros? - respondí, con la amargura aún aferrada a mi voz, no estaba en mi mejor momento, aunque él no pareció impresionarse. Su mano temblorosa se posó en mi brazo con fuerza sorprendente, y en sus ojos vi algo que reconocí demasiado bien: desesperación.
- Porque ustedes también podrían unirse a ellos si se niegan. Si no vienen, todos estamos condenados.
Meleis soltó un suspiro, un sonido que denotaba que ya había decidido el rumbo. Y yo, aunque dudaba, sabía que no podía mirar a otro lado.
Condenados, aquella palabra definía mi pesar. ¿Qué más condenado se podía estar que ahora?
Tenía que admitir que el miedo de aquel hombre me preocupaba, pero parecía haber convencido a Meleis.
- No será gratis, solo para aclarar no somos alguna especie de héroe que hace esto por honor. Mis servicios cuestan... en especial si me veo obligada a usar artes arcanas o alguna otra habilidad.
- Podemos pagarlo... Necesitamos personas dispuestas a combatir, y ustedes lucen como uno, sin embargo ha dicho usted que maneja las artes arcanas, tal vez no necesite luchar.
- ¿Ah no? ¿Y por qué? - arqueé mi ceja denotando curiosidad.
- Las runas protectoras, señorita. Dicen los cuentos de antaño que pueden combatir el mal.
Bufé y me reí a carcajadas. - Si debo hacer alguna runa será para cuidar a este ... - señalé a mi hermano - , como sea este es mi precio. - de mi bolsa saqué un pedazo de papel, algo de tinta y demás, colocando el trozo de papel en sus manos.
Lo miró, asintió... el negocio estaba cerrado.
Salimos poco antes del amanecer rumbo a la aldea mencionada. Meleis, le había hecho arias preguntas, quería saber un poco más.
Por mi parte no había mentido cuando dije que si tallaría alguna runa, se la daría a él, ya me sentía bastante mal como para que tras aceptar este trabajo, tuviera que cargar con la culpa si le pasaba algo o no.
Había muchos castañadores * en la zona, había que esquivar de vez en cuando alguna de esas molestas nueces que parecían tener vida propia solo para caer en nuestras cabeza. Tomé algunas, eso podría servir a falta de alguna idea más creativa que mi tensa cabeza no podía ejecutar.
- Uno, dos, ya vienen por ti... tres, cuatro, cierra la puerta, cinco, seis, no duermas aún... siete, ocho, toma la runa... - cantaba en susurros una vez que comencé a tallar algo para cuidar a mi hermano.
La aldea ya podía verse en el horizonte... el reto comenzaba.
Meleis, tan serio como siempre, apenas me dirigía una mirada, era claro que estaba tan frustrado como yo, su plan, a pesar de haber sido minuciosamente elaborado, había fallado. Sentía cómo cada uno de nuestros pasos resonaba en los oscuros caminos del bosque, el eco parecía burlarse de nosotros, recordándome, que era inferior al concepto que tenía de mí.
No debería importarme. Después de todo, nuestra labor rara vez era apreciada; o tal vez era solo mi impotencia hablando.
Esa noche, buscamos refugio en un pequeño hostal al borde del bosque. La taberna estaba casi vacía, salvo por un par de aldeanos cansados y un hombre encapuchado, cuya figura se ocultaba en las sombras junto al fuego. Sentí su mirada en nosotros, fija y expectante, como si ya supiera que llegaríamos, también lo curioso de nuestras vestimentas tenía que ver, un traje ajustado con pelo blanco no pasa desapercibido.
Nos sentamos en una de las mesas, dejando escapar el suspiro tras la jornada. Una bebida caliente nos sentaría bien.
- Ni siquiera en la isla nos fue tan mal con ese maldito mago de fuego... - apreté los dientes y di un golpe a la mesa.
- Nos superaban en número, lo mejor será olvidarse por ahora. Sé que lo que digo no tiene que coherencia con cómo me siento pero una derrota no debería arropar los demás logros. ¿Qué hay de los campamentos? ¿O en la isla? Dundarak fue un reto pero a pesar de las consecuencias lo salvamos de la muerte ¿no?
Las palabras motivadoras de Meleis no pasaron desapercibidas a los oídos ajenos de aquel encapuchado.
- ¿Ustedes son los que enfrentan la oscuridad? - Interrumpió preguntando con una voz áspera y cargada de urgencia. Meleis y yo nos miramos un poco extrañados; habíamos escuchado aquella frase antes, siempre dicha en susurros o en rezos desque que habíamos cruzado hacia Verisar.
El hombre se acercó, dejando que la capucha cayera levemente para mostrarnos un rostro marcado por cicatrices y la fatiga de muchas noches sin dormir.
- Nuestra aldea necesita su ayuda - continuó. - El Skógargandr se acerca -
- ¿Y por qué deberían ayudarlos dos fracasados como nosotros? - respondí, con la amargura aún aferrada a mi voz, no estaba en mi mejor momento, aunque él no pareció impresionarse. Su mano temblorosa se posó en mi brazo con fuerza sorprendente, y en sus ojos vi algo que reconocí demasiado bien: desesperación.
- Porque ustedes también podrían unirse a ellos si se niegan. Si no vienen, todos estamos condenados.
Meleis soltó un suspiro, un sonido que denotaba que ya había decidido el rumbo. Y yo, aunque dudaba, sabía que no podía mirar a otro lado.
Condenados, aquella palabra definía mi pesar. ¿Qué más condenado se podía estar que ahora?
Tenía que admitir que el miedo de aquel hombre me preocupaba, pero parecía haber convencido a Meleis.
- No será gratis, solo para aclarar no somos alguna especie de héroe que hace esto por honor. Mis servicios cuestan... en especial si me veo obligada a usar artes arcanas o alguna otra habilidad.
- Podemos pagarlo... Necesitamos personas dispuestas a combatir, y ustedes lucen como uno, sin embargo ha dicho usted que maneja las artes arcanas, tal vez no necesite luchar.
- ¿Ah no? ¿Y por qué? - arqueé mi ceja denotando curiosidad.
- Las runas protectoras, señorita. Dicen los cuentos de antaño que pueden combatir el mal.
Bufé y me reí a carcajadas. - Si debo hacer alguna runa será para cuidar a este ... - señalé a mi hermano - , como sea este es mi precio. - de mi bolsa saqué un pedazo de papel, algo de tinta y demás, colocando el trozo de papel en sus manos.
Lo miró, asintió... el negocio estaba cerrado.
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Salimos poco antes del amanecer rumbo a la aldea mencionada. Meleis, le había hecho arias preguntas, quería saber un poco más.
Por mi parte no había mentido cuando dije que si tallaría alguna runa, se la daría a él, ya me sentía bastante mal como para que tras aceptar este trabajo, tuviera que cargar con la culpa si le pasaba algo o no.
Había muchos castañadores * en la zona, había que esquivar de vez en cuando alguna de esas molestas nueces que parecían tener vida propia solo para caer en nuestras cabeza. Tomé algunas, eso podría servir a falta de alguna idea más creativa que mi tensa cabeza no podía ejecutar.
- Uno, dos, ya vienen por ti... tres, cuatro, cierra la puerta, cinco, seis, no duermas aún... siete, ocho, toma la runa... - cantaba en susurros una vez que comencé a tallar algo para cuidar a mi hermano.
La aldea ya podía verse en el horizonte... el reto comenzaba.
- Off:
- Objetivo:Tallar runas protectoras: Las runas protectoras son uno de los pocos recursos y escudos que la gente tiene contra la procesión fantasmal. Quien tenga una runa protectora, será inmune a la maldición que los espíritus malignos lancen. Al menos eso cuenta la leyenda. Para obtener una runa protectora deberéis de ayudar a alguien que tenga la profesión arcano en la tarea que os proponga. Un arcanista solo podría fabricar una sola runa, y si el/la arcanista entrega la runa, él se quedará sin la posibilidad de obtener una (a no ser que ayude a otro arcanista y este le dé la runa).
- Nivel de Arcanos: Experto
- * [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Me uno a Vincent si gusta y a los que se animen.Mapita de La Aldea que podría funcionar[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Maldición Activa:Una idea te consume la mente y el espíritu; no haber sido capaz de obtener la caja misteriosa. Ello siembra en ti una intensa y peligrosa desesperación. Tras su fracaso, tu corazón es atrapado por una ansiedad voraz que la atormenta sin tregua. Esta maldición te obliga a experimentar, una vez por tema, una parálisis emocional y física. Durante estos momentos, el mundo a su alrededor se vuelve inmenso, abrumador, y tú te sientes insignificante, pequeña y débil, incapaz de controlar tu destino.Outfit Meraxes[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Outfit Meleis[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Inventario:
- Collar de Zafiro [Encantamiento Pudor] - Cuello
- Medalla del exterminador [1 CARGA] - Pecho lado derecho.
- Pieza Metalica - Pecho lado izquierdo.
- Armadura Ligera Normal [Encantamiento Armadura Engañosa]
- Bolso de Viajero:Contiene un saco de dormir, 4 metros de cuerda, provisiones, pedernal con yesca, cantimplora y 2 antorchas.
- Kit de Arcanos Regular. - Dentro de Bolso de Viajero. [L1]
- Látigo [Arma Flexible Superior - Encantamiento Castigo de Piedra] - Cuelga del lado izquierdo de mi cintura.
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] [Armas Flexible Superior. Metal. Unidades: 2]
- Tónico del Jerbo - Bolso
- Llave Onírica - Bolso
- Ocarina - Bolso
- Kit de Curtiduría Inferior - Bolso [L2]
- Bomull (Cría de Gomejo)
- Caramelo de Jade. [Dentro de bolsa de viajero]
- Hongos de Lithe. [Cant. 1]] [Dentro de bolsa de viajero]
- Collar de Moneda Maliciosa de Elian [Cuello- Encantamiento Fuente de Luz]
-Trampa de Red [Dentro de bolsa de viajero] [L3]
- Peluche de bégimo. [Sin cargas]
- Brocheta de yak
-Huevo sorpresa. [Unidades: 1]
- Néctar Kimil.
- Bolita de pétalos biusificados. [1 carga]
- Bomba Luminosa. [L4]
- Bolitas Resbaladizas. [Dentro del Bolso] [L5]
- Voluntad de Terric.
- Poción de Recuperación (2)
- Trineo.
- Disfraz de Gomejo [Guardado]
- Garras Superiores.
- Ropas Comunes Superiores [Equipada]
- Escama de dragón marino [Unidades: 2]
-Gorrito de Calabaza.
- Lentes de Visión Nocturna.
- Cecina de crasgwar.
- Bolitas de amor de Karre’xha
- Ramillete de mil lágrimas.
- Fertilizante especial chez Cohen.Outfit
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo][Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Separador:[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Inventario Meleis:
- Garras Superiores
- Bolso del Explorador.
- Armadura de Fieras Normal. [A. Ligera / Encantamiento Pudor]
- Poción de Salud Concentrada. [Dentro del Bolso] [L6]
- Disfraz de Gomejo [Guardado]
- Cría de Palomejo.
- Inyección [L]
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Encontrarla había sido fácil, en comparación con lo que había supuesto hacerla avanzar . Tarek observó de reojo a la chica, mientras se acercaban a la pequeña aldea a los pies de la colina de Hielahuesos. Jamás, en todos sus viajes, había discurrido por aquel lugar, pero entre las dos vías que le había sugerido el anciano al que habían consultado, aquella era la más segura para dirigirse a aquella maldita aldea que la morena no dejaba de repetir, tanto despierta como en sueños: Cedralada. Cualquier otro camino habría implicado dirigirse al sur, acercarse a las fronteras de Sandorai. La culpabilidad que sentía el peliblanco por el estado de la morena no alcanzaba para justificar que pusiese en riesgo su propia vida. La llevaría a aquel maldito lugar, pero lo haría por el camino largo, si eso suponía evitar a su antiguo clan. Por desgracia, aquello había supuesto mucho más que andar un par de cientos de quilómetros más.
- Vamos –le dijo a la chica, aun sabiendo que no le haría caso. Con cierta delicadeza, apoyó su mano en su espalda baja y empujó para ponerla en movimiento. Había descubierto que aquella era la única manera en la que reaccionaba.
- Cedralada… -el nombre volvió a dejar sus labios, mientras observaba con mirada ausente la pequeña población ante ellos.
- Todavía no –suspiró el elfo- Pero ya queda poco.
Se dirigieron con paso tranquilo al interior de la aldea, más por acompasarse al lento y lastimero caminar de la chica, que por el placer de caminar. Apenas unos metros más adelante, la vía principal se bifurcó, dando paso a una amplia pero recogida plaza, rodeada en todos sus extremos por casas. Cuatro vías, incluyendo la que ellos habían tomado, daban acceso al lugar, coronado por una fuente, que ocupaba el centro de la desnivelada plazoleta.
El sol comenzaba a caer por el horizonte, trayendo consigo el frío nocturno, pero aquello no parecía disuadir en absoluto a las dos docenas de personas que ocupaban el lugar. Inicialmente, el elfo achacó aquello a algún tipo de festividad, pues las puertas de varias casas se encontraban adornadas con ramas, hojas y diferentes tipos de flores y frutos. Sin embargo, el ánimo en la plaza parecía más tenso que festivo. Murmullos se elevaban entre los presentes, que observaban de reojo el camino opuesto por el que el elfo y la humana acababan de llegar.
Tarek detuvo sus pasos, agarrando a Iori de un brazo para frenar su avance, pues la chica parecía ajena a todo lo que sucedía ante ella. Nadie les prestó atención, demasiado concentrados en algo o alguien que debía llegar a la aldea por aquel lugar. Varios de los presentes lanzaron miradas nerviosas al horizonte, como contando las horas que quedaban hasta el anochecer. Con paso pesado, un hombre tomó la curva en el camino que daba acceso al pueblo. Su ancha y oscura figura destacaba bajo la mortecina luz del atardecer. Cojeaba, apoyándose en una pesada pala de metal y madera.
Un hombre y una mujer, de entre la multitud, avanzaron para salirle al paso.
- ¿Y bien? –preguntó el hombre con tono ansioso.
La oscura figura asintió. Gritos ahogados abandonaron la boca de varios de los presentes, mientras otros ejecutaban signos y señales propios de su religión para, según le pareció a Tarek, pedir la protección de sus dioses.
- ¡Habéis sido vosotros! –la voz del hombre se alzó de nuevo entre los murmullos, señalando con gesto acusatorio a la mujer que lo había acompañado.
- ¿Disculpa? –respondió la mujer ofendida.
- ¡Alguien ha mutilado ese cadáver para invocar a los espectros! Os disteis mucha prisa este año para colocar las protecciones en vuestras casas, ¿verdad, Amina?
- ¿Nos acusas de algo? –le increpó la mujer, alzando el tono.
- Sabes perfectamente de qué te acuso.
Las voces se alzaron entonces en la plaza y los habitantes de la aldea comenzaron a recriminarse unos a otros su mala suerte. La situación se tornó cada vez más tensa y el pueblo pareció dividirse limpiamente en dos facciones.
- Basta –aunque no había alzado la voz, el mandato de la oscura figura pareció hacer mella en todos ellos.
- Todos sabíamos que el viejo Chuck se había suicidado colgándose en su cobertizo, pero solo nosotros sabíamos dónde estaba enterrado. Prometimos no tocar el cadáver. Juramos que no volvería a pasar lo mismo que hace veinte años. Y ahora resulta que falta un trozo. ¿Cómo explicas eso, Amina?
- ¿Cómo lo explicas tú, Russell? Tu lo sabías, al igual que yo. Qué crees que ganaríamos haciendo la invocación.
- Salvaros. Como habéis hecho los últimos años. ¿Cuánto hace que no se lleva a uno de los tuyos?
- ¡Ja! Así que es eso, ¿no? Encontraste la forma de voltear las tornas y tienes la poca vergüenza de culparme a mí de tus actos. ¿Cuál de tus hijos ha sido, eh?
- Mis hijos… ¿Cuál de tus sobrinos? ¿Cuál de ellos va a traer la desgracia sobre mi gente?
La plaza se llenó de nuevo de discusiones y gritos, mientras las dos facciones se increpaban sobre algún tipo de suceso que el elfo no conseguía comprender. Divididos como estaban en dos mitades de la plaza, el peliblanco se percató que vestían colores diferentes, como si formarse parte de clanes o familias distintas. Humanos… pensó para si. No recordaba ni una sola aldea humana a la que hubiese llegado y en la que no hubiese encontrado gente discutiendo. Parecía tender a gastar sus pocos años de vida en trifulcas y riñas. Negando con la cabeza, observó a la ausente mestiza, que permanecía de pie a su lado.
- Un mal día para hacer turismo en Vilar de Hielahuesos –los saludó la profunda voz de la oscura figura.
- ¿Acaso no es una representación teatral? –preguntó con ironí el elfo. Rebajando el tono, se encaró al hombre- ¿Es así habitualmente o hemos llegado en un día especial?
- ¿No es esta noche especial para todos? –preguntó el hombre, encogiéndose de hombros- Soy el Enterrador de Vilar. Como decía, no es un buen día para visitar la aldea.
- Quizás, pero es la única población en varios quilómetros a la redonda y la noche amerita descansar bajo techo.
- Sin duda –contestó el hombre- Quizás pueda encontrar un lugar para ti y tu esposa –el último comentario provocó que Tarek se atragantase con su propia saliva. Tardó varios segundos en recomponerse para contestar.
- No es mi esposa –se apresuró a corregirlo, solo para darse cuenta de lo extraño que resultaría que estuviese arrastrando a una muchacha joven, incapaz de valerse por si misma, por un camino semi-desolado. Observando a la chica con pesar, añadió- Es mi… hermana. Ha pasado por una mala experiencia y nos dirigimos a Cedralada para que puedan tratarla –parte de la historia era real, por lo que esperaba que su mentira quedaría camuflada.
- Comprendo. No es la ruta más conveniente para llegar a esa parte del continente –comentó el hombre observándolos con ojo evaluador.
- Pero si la que nos aleja más del problema que la ha dejado así –respondió el elfo con soltura.
- Ya veo –comentó el hombre asintiendo para si- Hay una casa al final del pueblo. Tomad el camino de la izquierda. Es la última casa. La puerta está pintada de rojo. Podréis resguardaros allí en esta fatídica noche. Dentro encontrarás algo de comida y enseres personales. Siempre la tenemos preparada, por si llegan forasteros perdidos a estos lejanos páramos.
El elfo asintió y, dándole las gracias, tiró ligeramente de la inerte Iori para dirigirla al lugar que le habían indicado. A su espalda el conflicto había escalado todavía más y el Enterrador observaba la escena con atención. Cuando giraban la última curva del camino, el elfo lo vio dirigirse hacia los que parecían los cabecillas de la aldea, que en ese momento se gritaban a viva voz, mientras sus allegados intentaban separarlos.
La casa se encontraba literalmente al final del poblado, apartada ligeramente del resto de las edificaciones. Tarek se detuvo ante ella un instante, antes de tomar el pomo de la puerta y abrirla. Una oscura sala les dio la bienvenida. Tenía una única estancia, en la que un apagado hogar ocupaba el centro. Un par de jergones se localizaban a su derecha y varios enseres de cocina y baño en el lado opuesto de la sala.
- Vamos –dijo a la chica, empujándola con cuidado al interior.
La habitación se tornó más acogedora cuando un voluminoso fuego se prendió en el hogar. Colocó algunos alimentos en la cazuela prendida sobre el mismo, para preparar una ligera sopa con la que alimentar a la mestiza. Un par de días antes se había percatado de que la chica no comía ni bebía por voluntad propia y había terminado por alimentarla él mismo. Al menos aquello le aseguraba que llegaría viva a su destino.
Con cuidado tomó un paño y un poco de agua, para limpiar el polvo de las manos y el rostro de la muchacha. Si alguien le hubiese dicho apenas un año antes que acabaría haciendo aquello, lo habría decapitado al momento. Pero nada en su vida lo había preparado para lo que había sucedido en el templo y menos aún para lo que había pasado en su vida tras aquel fatídico día. Con un suspiro, dejó de nuevo a la chica para deshacerse del agua. Apenas había alcanzado la puerta cuando algo en la misma le llamó la atención.
Alzando una mano, tocó la madera. Sus dedos serpentearon sobre una marca apenas visible. No. La marca no era visible en absoluto, excepto cuando la titilante luz de la hoguera se movía de una forma muy específica. Algo ocultaba aquella runa. Dejando la palangana en el suelo, se dirigió a su bolsa de viaje, de la que extrajo lo necesario para dibujar runas. Con premura, volvió a la puerta de la estancia donde delineó, con un simple trazo, uno de los primeros símbolos que les enseñaban: la runa de la visión.
En cuestión de segundos la casa se llenó de signos, runas, diferentes a las que él trazaba, pero perfectamente reconocibles para cualquiera. Aquello no era un buen presagio.
- Debemos irnos de aquí –le dijo a la ausente chica, mientras cogía sus pertenencias. Tomándola de la mano, la obligó a alzarse y con premura ambos dejaron aquella estancia maldita.
___
Tarek viaja con Iori a la aldea cercana al lugar donde se encuentra Eberus. La casa en la que les han dejado alojarse (y de la que acaban de huir) está llena de runas para atraer a la procesión de muertos.
Por ello Iori (con su permiso) y Tarek forman parte de "Pintar runas dañinas en las puertas de las casas" y "Sacrificio de personas". Pero no porque lo vayan a hacer ellos, si no porque se lo quieren hacer a ellos.
- Vamos –le dijo a la chica, aun sabiendo que no le haría caso. Con cierta delicadeza, apoyó su mano en su espalda baja y empujó para ponerla en movimiento. Había descubierto que aquella era la única manera en la que reaccionaba.
- Cedralada… -el nombre volvió a dejar sus labios, mientras observaba con mirada ausente la pequeña población ante ellos.
- Todavía no –suspiró el elfo- Pero ya queda poco.
Se dirigieron con paso tranquilo al interior de la aldea, más por acompasarse al lento y lastimero caminar de la chica, que por el placer de caminar. Apenas unos metros más adelante, la vía principal se bifurcó, dando paso a una amplia pero recogida plaza, rodeada en todos sus extremos por casas. Cuatro vías, incluyendo la que ellos habían tomado, daban acceso al lugar, coronado por una fuente, que ocupaba el centro de la desnivelada plazoleta.
El sol comenzaba a caer por el horizonte, trayendo consigo el frío nocturno, pero aquello no parecía disuadir en absoluto a las dos docenas de personas que ocupaban el lugar. Inicialmente, el elfo achacó aquello a algún tipo de festividad, pues las puertas de varias casas se encontraban adornadas con ramas, hojas y diferentes tipos de flores y frutos. Sin embargo, el ánimo en la plaza parecía más tenso que festivo. Murmullos se elevaban entre los presentes, que observaban de reojo el camino opuesto por el que el elfo y la humana acababan de llegar.
Tarek detuvo sus pasos, agarrando a Iori de un brazo para frenar su avance, pues la chica parecía ajena a todo lo que sucedía ante ella. Nadie les prestó atención, demasiado concentrados en algo o alguien que debía llegar a la aldea por aquel lugar. Varios de los presentes lanzaron miradas nerviosas al horizonte, como contando las horas que quedaban hasta el anochecer. Con paso pesado, un hombre tomó la curva en el camino que daba acceso al pueblo. Su ancha y oscura figura destacaba bajo la mortecina luz del atardecer. Cojeaba, apoyándose en una pesada pala de metal y madera.
Un hombre y una mujer, de entre la multitud, avanzaron para salirle al paso.
- ¿Y bien? –preguntó el hombre con tono ansioso.
La oscura figura asintió. Gritos ahogados abandonaron la boca de varios de los presentes, mientras otros ejecutaban signos y señales propios de su religión para, según le pareció a Tarek, pedir la protección de sus dioses.
- ¡Habéis sido vosotros! –la voz del hombre se alzó de nuevo entre los murmullos, señalando con gesto acusatorio a la mujer que lo había acompañado.
- ¿Disculpa? –respondió la mujer ofendida.
- ¡Alguien ha mutilado ese cadáver para invocar a los espectros! Os disteis mucha prisa este año para colocar las protecciones en vuestras casas, ¿verdad, Amina?
- ¿Nos acusas de algo? –le increpó la mujer, alzando el tono.
- Sabes perfectamente de qué te acuso.
Las voces se alzaron entonces en la plaza y los habitantes de la aldea comenzaron a recriminarse unos a otros su mala suerte. La situación se tornó cada vez más tensa y el pueblo pareció dividirse limpiamente en dos facciones.
- Basta –aunque no había alzado la voz, el mandato de la oscura figura pareció hacer mella en todos ellos.
- Todos sabíamos que el viejo Chuck se había suicidado colgándose en su cobertizo, pero solo nosotros sabíamos dónde estaba enterrado. Prometimos no tocar el cadáver. Juramos que no volvería a pasar lo mismo que hace veinte años. Y ahora resulta que falta un trozo. ¿Cómo explicas eso, Amina?
- ¿Cómo lo explicas tú, Russell? Tu lo sabías, al igual que yo. Qué crees que ganaríamos haciendo la invocación.
- Salvaros. Como habéis hecho los últimos años. ¿Cuánto hace que no se lleva a uno de los tuyos?
- ¡Ja! Así que es eso, ¿no? Encontraste la forma de voltear las tornas y tienes la poca vergüenza de culparme a mí de tus actos. ¿Cuál de tus hijos ha sido, eh?
- Mis hijos… ¿Cuál de tus sobrinos? ¿Cuál de ellos va a traer la desgracia sobre mi gente?
La plaza se llenó de nuevo de discusiones y gritos, mientras las dos facciones se increpaban sobre algún tipo de suceso que el elfo no conseguía comprender. Divididos como estaban en dos mitades de la plaza, el peliblanco se percató que vestían colores diferentes, como si formarse parte de clanes o familias distintas. Humanos… pensó para si. No recordaba ni una sola aldea humana a la que hubiese llegado y en la que no hubiese encontrado gente discutiendo. Parecía tender a gastar sus pocos años de vida en trifulcas y riñas. Negando con la cabeza, observó a la ausente mestiza, que permanecía de pie a su lado.
- Un mal día para hacer turismo en Vilar de Hielahuesos –los saludó la profunda voz de la oscura figura.
- ¿Acaso no es una representación teatral? –preguntó con ironí el elfo. Rebajando el tono, se encaró al hombre- ¿Es así habitualmente o hemos llegado en un día especial?
- ¿No es esta noche especial para todos? –preguntó el hombre, encogiéndose de hombros- Soy el Enterrador de Vilar. Como decía, no es un buen día para visitar la aldea.
- Quizás, pero es la única población en varios quilómetros a la redonda y la noche amerita descansar bajo techo.
- Sin duda –contestó el hombre- Quizás pueda encontrar un lugar para ti y tu esposa –el último comentario provocó que Tarek se atragantase con su propia saliva. Tardó varios segundos en recomponerse para contestar.
- No es mi esposa –se apresuró a corregirlo, solo para darse cuenta de lo extraño que resultaría que estuviese arrastrando a una muchacha joven, incapaz de valerse por si misma, por un camino semi-desolado. Observando a la chica con pesar, añadió- Es mi… hermana. Ha pasado por una mala experiencia y nos dirigimos a Cedralada para que puedan tratarla –parte de la historia era real, por lo que esperaba que su mentira quedaría camuflada.
- Comprendo. No es la ruta más conveniente para llegar a esa parte del continente –comentó el hombre observándolos con ojo evaluador.
- Pero si la que nos aleja más del problema que la ha dejado así –respondió el elfo con soltura.
- Ya veo –comentó el hombre asintiendo para si- Hay una casa al final del pueblo. Tomad el camino de la izquierda. Es la última casa. La puerta está pintada de rojo. Podréis resguardaros allí en esta fatídica noche. Dentro encontrarás algo de comida y enseres personales. Siempre la tenemos preparada, por si llegan forasteros perdidos a estos lejanos páramos.
El elfo asintió y, dándole las gracias, tiró ligeramente de la inerte Iori para dirigirla al lugar que le habían indicado. A su espalda el conflicto había escalado todavía más y el Enterrador observaba la escena con atención. Cuando giraban la última curva del camino, el elfo lo vio dirigirse hacia los que parecían los cabecillas de la aldea, que en ese momento se gritaban a viva voz, mientras sus allegados intentaban separarlos.
La casa se encontraba literalmente al final del poblado, apartada ligeramente del resto de las edificaciones. Tarek se detuvo ante ella un instante, antes de tomar el pomo de la puerta y abrirla. Una oscura sala les dio la bienvenida. Tenía una única estancia, en la que un apagado hogar ocupaba el centro. Un par de jergones se localizaban a su derecha y varios enseres de cocina y baño en el lado opuesto de la sala.
- Vamos –dijo a la chica, empujándola con cuidado al interior.
La habitación se tornó más acogedora cuando un voluminoso fuego se prendió en el hogar. Colocó algunos alimentos en la cazuela prendida sobre el mismo, para preparar una ligera sopa con la que alimentar a la mestiza. Un par de días antes se había percatado de que la chica no comía ni bebía por voluntad propia y había terminado por alimentarla él mismo. Al menos aquello le aseguraba que llegaría viva a su destino.
Con cuidado tomó un paño y un poco de agua, para limpiar el polvo de las manos y el rostro de la muchacha. Si alguien le hubiese dicho apenas un año antes que acabaría haciendo aquello, lo habría decapitado al momento. Pero nada en su vida lo había preparado para lo que había sucedido en el templo y menos aún para lo que había pasado en su vida tras aquel fatídico día. Con un suspiro, dejó de nuevo a la chica para deshacerse del agua. Apenas había alcanzado la puerta cuando algo en la misma le llamó la atención.
Alzando una mano, tocó la madera. Sus dedos serpentearon sobre una marca apenas visible. No. La marca no era visible en absoluto, excepto cuando la titilante luz de la hoguera se movía de una forma muy específica. Algo ocultaba aquella runa. Dejando la palangana en el suelo, se dirigió a su bolsa de viaje, de la que extrajo lo necesario para dibujar runas. Con premura, volvió a la puerta de la estancia donde delineó, con un simple trazo, uno de los primeros símbolos que les enseñaban: la runa de la visión.
En cuestión de segundos la casa se llenó de signos, runas, diferentes a las que él trazaba, pero perfectamente reconocibles para cualquiera. Aquello no era un buen presagio.
- Debemos irnos de aquí –le dijo a la ausente chica, mientras cogía sus pertenencias. Tomándola de la mano, la obligó a alzarse y con premura ambos dejaron aquella estancia maldita.
___
Tarek viaja con Iori a la aldea cercana al lugar donde se encuentra Eberus. La casa en la que les han dejado alojarse (y de la que acaban de huir) está llena de runas para atraer a la procesión de muertos.
Por ello Iori (con su permiso) y Tarek forman parte de "Pintar runas dañinas en las puertas de las casas" y "Sacrificio de personas". Pero no porque lo vayan a hacer ellos, si no porque se lo quieren hacer a ellos.
Tarek Inglorien
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Oh, Padre Celestial, en este mundo lleno de peligros y misterios, me encomiendo a tu protección. Concédeme la fuerza para superar los obstáculos que se presenten en mi camino y la sabiduría para tomar las decisiones correctas. Ilumina mi mente y purifica mi alma, para que pueda servirte con lealtad y devoción. Aunque mi camino esté lleno de espinas, sé que tu mano guía mis pasos. Que mi corazón sea siempre agradecido y mi espíritu siempre fiel a tus designios.
Oh, Altísimo, cuya luz se oculta tras la neblina de este mundo, te invoco en esta noche oscura. En medio de las sombras y los susurros de la maldad, mi alma anhela tu bendición. Guíame por senderos desconocidos, fortaléceme contra las tentaciones que acechan y concédeme la sabiduría para discernir el bien del mal.
El hombre arrodillado frente a un altar con una figura benevolente rezaba en soledad. Sus manos, juntas en un gesto de súplica, descansaban sobre un pequeño muro de piedra. Sus ojos, cerrados con devoción, parecían mirar hacia un plano más allá de lo material. La única interrupción al silencio era el suave crepitar de las velas que iluminaban el altar, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de piedra.
Dante se encontraba en un templo humilde a su dios cristiano. Una de las pocas cosas que lo hacían conectar con la esperanza, olvidando todo pecado y trauma vivido. Sus memorias centradas en su fe recordaban el convento donde había crecido por muchos años y había forjado su brújula moral.
Amén. - sentenció abriendo los ojos y poniéndose de pie. Acomodando su capa negra y la capucha que cubría su cabeza. El humano se reprochaba su misantropía consecuencia de su historia de vida, así como todos los retos que había enfrentado con su “compañero” vampiro, retos que lo hacían cuestionar el bien y el mal, así como su actuar.
Zagreus se había desprendido de todo, dando la impresión de haber desertado de Gnosis. El humano no era capaz de entender los motivos o el porqué, pero en varias ocasiones intentó confrontarlo, pero el vampiro ni siquiera era capaz de reaccionar a su presencia. Era como si lo hubiera olvidado todo, y eso le generaba un mal presentimiento a Dante.
Por ello, Kvasir había emprendido la misión de espiar los pasos del sangromante. Una encomienda peligrosa contemplando el carácter del vampiro, pero que podría aclarar muchas interrogantes que Dante se hacía y Corvo y el resto preferían evitar.
El humano extrañaba a su cuervo, prácticamente no tenía más nadie con quien hablar. Ahora Dante deambulaba por los pueblos de la península buscando expiar sus pecados con acciones tan banales como ayudar a los conventos que asistían a los desplazados y víctimas de los recientes saqueos en la costa cercana a la capital. El humano mantenía un mal presentimiento del vampiro que seguía en su camino al oeste.
K, espero que no te metas en problemas… - susurró Dante mientras salía del templo y se topaba con unos infantes angustiados conversando. No era una hora adecuada para que los críos estuvieran afuera, pero era difícil convencer a un huérfano de hacer caso a las hermanas… Dante lo sabía por experiencia propia y eso lo hacía sonreír.
Se-señor… estamos en problemas, pero por favor no le diga nada a Sor Elenda. - Los infantes nerviosos se atropellaban al hablar para pedir ayuda.
¿Qué ocurre mocoso?
Eh, es que Tom el bombo, el herrador del pueblo, mientras alistaba una yegua, nos contó una historia sobre que pronto vendrían… - los niños temblorosos se miraban espantados. - los Lobos del Bosque Sombrío - terminó tragando grueso.
Obviamente, no le creíamos y por eso decidimos que queríamos verlos. - la culpa carcomía a los tres niños. - Y Muelas dijo que deberíamos - Hey no fui yo, fue Pandereta - los niños empezaron a discutir de quién había sido la idea. En realidad no importaba si fue Muela, Pandereta o el que más hablaba, Obi.
Tras calmarse ante mi reclamo, Obi retomó la historia. - Es que… pintamos unos símbolos que se suponen, ayudan a que vengan los Skógargandr, solo queremos verlos por la ventana y bueno, fuimos por el pueblo pintando marcas con la sangre que tomamos del cubo del carnicero. Nadie nos vio, pero ahora tenemos miedo.
Es que son idiotas… Con esas cosas no se juega, ¿están locos? - dijo Dante frustrado, pero intentando consolar de algún modo a los jóvenes, decidió remediar su error. O al menos intentarlo.
No sé que tanto saben ustedes de runas y si lo que pintaron en verdad atraerá a la muerte, pero iremos a ver si podemos arreglar este desastre. Solo espero que no hayan borrado ninguna marca, para quitar una runa así, si es real, no puede ser a la ligera.
Los niños se miraron a los ojos con absoluto terror.
Maldita sea… Rápido, díganme donde pintaron las marcas. - Los cuatro fueron corriendo guiados por Obi. Procurando no avisar a ningún vecino de la travesura de los niños. Dante armado solo de su fe, empezó a orar a su dios mientras trazaba cruces sobre las manchas de sangre sobre las puertas.
El cuervo miraba con atención mientras volaba sobre aquel carromato. El vampiro se dirigía a Sacrestic con prisa, como si algo o alguien lo hubiese convocado. Le quedaban varias noches para llegar a la capital, pero el cuervo no dejaría que se apartara de él.
_______________________
Off
Roleo (con el permiso de Thorn) como Dante, mi compañero. Zagreus continúa con sus viajes vampíricos que conectan con el evento actual en Lunargenta. Por ello, aprovechando qué después de mi trato con Hodr, Zagreus olvidó incluso a su acompañante, ambos están separados y Dante está por la península solo, ayudando a la gente victima de los saqueos piratas de los pueblos cercanos. Kvasir, su cuervo, está siguiendo como espía al vampiro (elemento que he dejado ver en los post del evento de Fehu).
Mi objetivo fue - Combatir los malos presagios, intentando romper los rituales (runas dañinas en las puertas de las casas) que pintaron los niños. No sé si esas runas en realidad sirven (no es que sean arcanistas expertos), o si los intentos de Dante de rezar son capaces de eliminar el mal presagio.
Oh, Altísimo, cuya luz se oculta tras la neblina de este mundo, te invoco en esta noche oscura. En medio de las sombras y los susurros de la maldad, mi alma anhela tu bendición. Guíame por senderos desconocidos, fortaléceme contra las tentaciones que acechan y concédeme la sabiduría para discernir el bien del mal.
El hombre arrodillado frente a un altar con una figura benevolente rezaba en soledad. Sus manos, juntas en un gesto de súplica, descansaban sobre un pequeño muro de piedra. Sus ojos, cerrados con devoción, parecían mirar hacia un plano más allá de lo material. La única interrupción al silencio era el suave crepitar de las velas que iluminaban el altar, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de piedra.
Dante se encontraba en un templo humilde a su dios cristiano. Una de las pocas cosas que lo hacían conectar con la esperanza, olvidando todo pecado y trauma vivido. Sus memorias centradas en su fe recordaban el convento donde había crecido por muchos años y había forjado su brújula moral.
Amén. - sentenció abriendo los ojos y poniéndose de pie. Acomodando su capa negra y la capucha que cubría su cabeza. El humano se reprochaba su misantropía consecuencia de su historia de vida, así como todos los retos que había enfrentado con su “compañero” vampiro, retos que lo hacían cuestionar el bien y el mal, así como su actuar.
Zagreus se había desprendido de todo, dando la impresión de haber desertado de Gnosis. El humano no era capaz de entender los motivos o el porqué, pero en varias ocasiones intentó confrontarlo, pero el vampiro ni siquiera era capaz de reaccionar a su presencia. Era como si lo hubiera olvidado todo, y eso le generaba un mal presentimiento a Dante.
Por ello, Kvasir había emprendido la misión de espiar los pasos del sangromante. Una encomienda peligrosa contemplando el carácter del vampiro, pero que podría aclarar muchas interrogantes que Dante se hacía y Corvo y el resto preferían evitar.
El humano extrañaba a su cuervo, prácticamente no tenía más nadie con quien hablar. Ahora Dante deambulaba por los pueblos de la península buscando expiar sus pecados con acciones tan banales como ayudar a los conventos que asistían a los desplazados y víctimas de los recientes saqueos en la costa cercana a la capital. El humano mantenía un mal presentimiento del vampiro que seguía en su camino al oeste.
K, espero que no te metas en problemas… - susurró Dante mientras salía del templo y se topaba con unos infantes angustiados conversando. No era una hora adecuada para que los críos estuvieran afuera, pero era difícil convencer a un huérfano de hacer caso a las hermanas… Dante lo sabía por experiencia propia y eso lo hacía sonreír.
Se-señor… estamos en problemas, pero por favor no le diga nada a Sor Elenda. - Los infantes nerviosos se atropellaban al hablar para pedir ayuda.
¿Qué ocurre mocoso?
Eh, es que Tom el bombo, el herrador del pueblo, mientras alistaba una yegua, nos contó una historia sobre que pronto vendrían… - los niños temblorosos se miraban espantados. - los Lobos del Bosque Sombrío - terminó tragando grueso.
Obviamente, no le creíamos y por eso decidimos que queríamos verlos. - la culpa carcomía a los tres niños. - Y Muelas dijo que deberíamos - Hey no fui yo, fue Pandereta - los niños empezaron a discutir de quién había sido la idea. En realidad no importaba si fue Muela, Pandereta o el que más hablaba, Obi.
Tras calmarse ante mi reclamo, Obi retomó la historia. - Es que… pintamos unos símbolos que se suponen, ayudan a que vengan los Skógargandr, solo queremos verlos por la ventana y bueno, fuimos por el pueblo pintando marcas con la sangre que tomamos del cubo del carnicero. Nadie nos vio, pero ahora tenemos miedo.
Es que son idiotas… Con esas cosas no se juega, ¿están locos? - dijo Dante frustrado, pero intentando consolar de algún modo a los jóvenes, decidió remediar su error. O al menos intentarlo.
No sé que tanto saben ustedes de runas y si lo que pintaron en verdad atraerá a la muerte, pero iremos a ver si podemos arreglar este desastre. Solo espero que no hayan borrado ninguna marca, para quitar una runa así, si es real, no puede ser a la ligera.
Los niños se miraron a los ojos con absoluto terror.
Maldita sea… Rápido, díganme donde pintaron las marcas. - Los cuatro fueron corriendo guiados por Obi. Procurando no avisar a ningún vecino de la travesura de los niños. Dante armado solo de su fe, empezó a orar a su dios mientras trazaba cruces sobre las manchas de sangre sobre las puertas.
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Camino de los Baldíos en dirección a Sacrestic Ville
El cuervo miraba con atención mientras volaba sobre aquel carromato. El vampiro se dirigía a Sacrestic con prisa, como si algo o alguien lo hubiese convocado. Le quedaban varias noches para llegar a la capital, pero el cuervo no dejaría que se apartara de él.
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Off
Roleo (con el permiso de Thorn) como Dante, mi compañero. Zagreus continúa con sus viajes vampíricos que conectan con el evento actual en Lunargenta. Por ello, aprovechando qué después de mi trato con Hodr, Zagreus olvidó incluso a su acompañante, ambos están separados y Dante está por la península solo, ayudando a la gente victima de los saqueos piratas de los pueblos cercanos. Kvasir, su cuervo, está siguiendo como espía al vampiro (elemento que he dejado ver en los post del evento de Fehu).
Mi objetivo fue - Combatir los malos presagios, intentando romper los rituales (runas dañinas en las puertas de las casas) que pintaron los niños. No sé si esas runas en realidad sirven (no es que sean arcanistas expertos), o si los intentos de Dante de rezar son capaces de eliminar el mal presagio.
Zagreus
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
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La Procesión de los Skógargandr
La península de Verisar, siempre impredecible, empieza a respirar los efectos de las decisiones de sus habitantes. Con la caída de la tarde, cuando el sol se va ocultando y el cielo se tiñe de tonos anaranjados, las primeras sombras del crepúsculo se extienden sobre las tierras y los bosques. La atmósfera se carga de una calma inusual, como si la propia naturaleza contuviera el aliento en anticipación a lo que está por venir.
En las zonas donde los habitantes han combatido los malos presagios, se percibe una paz casi tangible. Los árboles se mecen suavemente al ritmo de la brisa otoñal, y en los pueblos, una sensación de alivio recorre a quienes han decidido desafiar la leyenda de los Skógargandr. Las runas protectoras, grabadas con esfuerzo y dedicación en puertas y muros, resplandecen tenuemente al ser tocadas por los débiles rayos de sol. Es como si una barrera invisible mantuviera a raya las sombras, y las gentes, aún temerosas, sienten que el sacrificio y el esfuerzo pueden bastar para proteger sus hogares. Aquellos que han dedicado ofrendas, ya sea con sacrificios animales o tallando runas con sangre, notan un ambiente menos opresivo, un murmullo de tranquilidad que, aunque frágil, se asienta como un manto protector sobre sus tierras.
Pero en otros rincones de Verisar, donde los ritos oscuros han sido preservados o donde la ambición de algunos ha atraído la magia negra, el ambiente se transforma en algo más inquietante. Los bosques y campos en estas áreas parecen envueltos en un velo de sombras más densas, como si la luz misma dudara en tocar esos lugares. Los árboles parecen torcerse de forma antinatural, sus ramas susurrando advertencias en lenguas olvidadas, y un leve hedor a tierra podrida flota en el aire. Los susurros del más allá, débiles todavía pero claramente perceptibles, se cuelan entre las hojas, erizando la piel de aquellos que osan acercarse. En los senderos y claros cercanos a los rituales oscuros, el aire se vuelve denso y pesado, y la sensación de ser observado acecha a los que pasan. Incluso los animales, conscientes de la amenaza, han abandonado esos territorios, dejando el silencio como único acompañante.
A medida que el sol se hunde en el horizonte, las sombras comienzan a alargarse y los contornos entre el mundo de los vivos y el de los muertos se difuminan lentamente. La magia de Samhain pulsa en el aire, un latido rítmico y ancestral que se entrelaza con el crepúsculo. Quienes han trabajado para proteger sus tierras sienten una ligera esperanza, aunque precaria; los que han buscado atraer el mal, por otro lado, perciben con una mezcla de orgullo y temor que sus acciones han hecho eco en las sombras, y que algo responde desde la negrura del bosque.
La noche de Samhain todavía no ha llegado, y la línea entre ambos mundos aún no se ha desvanecido por completo. Sin embargo, los presagios ya comienzan a perfilarse, como si los espíritus estuvieran observando desde lejos, midiendo la resistencia de aquellos que buscan rechazarlos y la determinación de quienes desean su llegada. El crepúsculo trae consigo una calma inquietante, y cada paso hacia la oscuridad de la noche será un recordatorio de las decisiones tomadas. En Verisar, la tranquilidad es frágil y el peligro acecha, paciente, esperando su momento.
Damos comienzo a la segunda ronda.
Vuestras acciones se tendrán en cuenta, pero no está todo hecho. Ahora, con respecto a lo que habéis escrito, tenéis que desarrollar una complicación en esta ronda que os impida cumplir del todo vuestro objetivo. O al menos, que os moleste de algún modo (sí, exactamente igual que en las complicaciones de los trabajos (mencionadme la complicación, que si no me lío)).
Estamos en el crepúsculo. No es de noche, pero tampoco es de día. Aún la línea entre el mundo terrenal y el más allá no se ha desdibujado, por lo que podéis estar tranquilos en ese aspecto. Pero, como siempre, depende de cómo os desarrolléis en esta ronda, lo siguiente que venga podrá depararos uno u otro destino.
A aquellos que no hayan participado en la primera ronda introductoria, no os preocupéis, podéis hacerlo en esta segunda. Pero tendréis una salvedad; no podéis introducir una historia ni objetivos propios. Es decir, debéis de entrar en una de las historias ya introducidas en la primera ronda y desarrollaros a partir de ahí.
Los de la primera ronda que decidan que no quieren seguir participando, estáis en vuestro derecho de no continuar. Tendréis vuestras respectivas recompensas (o maldiciones) cuando acabe el evento.
Tenéis hasta el 11 de noviembre para participar en esta ronda.
En las zonas donde los habitantes han combatido los malos presagios, se percibe una paz casi tangible. Los árboles se mecen suavemente al ritmo de la brisa otoñal, y en los pueblos, una sensación de alivio recorre a quienes han decidido desafiar la leyenda de los Skógargandr. Las runas protectoras, grabadas con esfuerzo y dedicación en puertas y muros, resplandecen tenuemente al ser tocadas por los débiles rayos de sol. Es como si una barrera invisible mantuviera a raya las sombras, y las gentes, aún temerosas, sienten que el sacrificio y el esfuerzo pueden bastar para proteger sus hogares. Aquellos que han dedicado ofrendas, ya sea con sacrificios animales o tallando runas con sangre, notan un ambiente menos opresivo, un murmullo de tranquilidad que, aunque frágil, se asienta como un manto protector sobre sus tierras.
Pero en otros rincones de Verisar, donde los ritos oscuros han sido preservados o donde la ambición de algunos ha atraído la magia negra, el ambiente se transforma en algo más inquietante. Los bosques y campos en estas áreas parecen envueltos en un velo de sombras más densas, como si la luz misma dudara en tocar esos lugares. Los árboles parecen torcerse de forma antinatural, sus ramas susurrando advertencias en lenguas olvidadas, y un leve hedor a tierra podrida flota en el aire. Los susurros del más allá, débiles todavía pero claramente perceptibles, se cuelan entre las hojas, erizando la piel de aquellos que osan acercarse. En los senderos y claros cercanos a los rituales oscuros, el aire se vuelve denso y pesado, y la sensación de ser observado acecha a los que pasan. Incluso los animales, conscientes de la amenaza, han abandonado esos territorios, dejando el silencio como único acompañante.
A medida que el sol se hunde en el horizonte, las sombras comienzan a alargarse y los contornos entre el mundo de los vivos y el de los muertos se difuminan lentamente. La magia de Samhain pulsa en el aire, un latido rítmico y ancestral que se entrelaza con el crepúsculo. Quienes han trabajado para proteger sus tierras sienten una ligera esperanza, aunque precaria; los que han buscado atraer el mal, por otro lado, perciben con una mezcla de orgullo y temor que sus acciones han hecho eco en las sombras, y que algo responde desde la negrura del bosque.
La noche de Samhain todavía no ha llegado, y la línea entre ambos mundos aún no se ha desvanecido por completo. Sin embargo, los presagios ya comienzan a perfilarse, como si los espíritus estuvieran observando desde lejos, midiendo la resistencia de aquellos que buscan rechazarlos y la determinación de quienes desean su llegada. El crepúsculo trae consigo una calma inquietante, y cada paso hacia la oscuridad de la noche será un recordatorio de las decisiones tomadas. En Verisar, la tranquilidad es frágil y el peligro acecha, paciente, esperando su momento.
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Damos comienzo a la segunda ronda.
Vuestras acciones se tendrán en cuenta, pero no está todo hecho. Ahora, con respecto a lo que habéis escrito, tenéis que desarrollar una complicación en esta ronda que os impida cumplir del todo vuestro objetivo. O al menos, que os moleste de algún modo (sí, exactamente igual que en las complicaciones de los trabajos (mencionadme la complicación, que si no me lío)).
Estamos en el crepúsculo. No es de noche, pero tampoco es de día. Aún la línea entre el mundo terrenal y el más allá no se ha desdibujado, por lo que podéis estar tranquilos en ese aspecto. Pero, como siempre, depende de cómo os desarrolléis en esta ronda, lo siguiente que venga podrá depararos uno u otro destino.
A aquellos que no hayan participado en la primera ronda introductoria, no os preocupéis, podéis hacerlo en esta segunda. Pero tendréis una salvedad; no podéis introducir una historia ni objetivos propios. Es decir, debéis de entrar en una de las historias ya introducidas en la primera ronda y desarrollaros a partir de ahí.
Los de la primera ronda que decidan que no quieren seguir participando, estáis en vuestro derecho de no continuar. Tendréis vuestras respectivas recompensas (o maldiciones) cuando acabe el evento.
Tenéis hasta el 11 de noviembre para participar en esta ronda.
Thorn
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
-Entonces dime, ¿Qué ves?- preguntaría Yuki tratando de ver que tanto podía deducir su pupilo, al fin y al cabo, sabia que no era una persona cualquiera.
-Un árbol feo- señalo el rubio, viendo como su maestra hacia un gesto con su mano para que siguiera elaborando, -Desprende éter de forma violenta- indicaría terminando su observación(1) y recibiendo un aplauso de parte de su maestra.
-Muy bien pupilo, un poco genérico pero aceptable, ahora veamos como lidiarías con ello- le diría Yuki al momento que apuntaba al árbol feo con su dedo índice y con la otra mano hacia el gesto universal para decir "acabalo", cruzando su pulgar alrededor del cuello.
Zelas alzo una ceja y estiro el brazo hacia uno de los sirvientes -Si fueras tan amable de facilitarme un hacha o una espada- diría el no-elfo.
El sirviente se extraño un poco -¿Qué tiene de malo la tuya?- preguntaría confundido.
-Esta espada no es para cortar arboles feos- respondería el rubio, provocando que Yuki riera al escuchar eso -Denle a ese hombre una espada o un hacha, jajaja esto será divertido de ver- indicaría la mujer a quien todos obedecían y el sirviente entonces le entregaría su espada, no muy a gusto con la idea.
El rubio, que llevaba tiempo sin empuñar una espada de tamaño normal jugo unos momentos con la espada mientras se acostumbraba al peso de esta, camino en dirección al árbol apretando y soltando el agarre para asegurarse que distribuía bien el peso, para asegurar un corte limpio Zelas imbuyo con su propio éter la hoja de la espada y cuando estuvo cerca del árbol, sujeto y golpeo con fuerza, aquello iba a ser el trabajo mas sencillo del mundo, todo se decidiría con un corte limpio y preciso.
Sin embargo, la hoja de la espada se quebró de forma abrupta, la resistencia que sintió de parte del árbol feo le asombro, no le había hecho siquiera una hendidura, su golpe no le había quitado siguiera una astilla.
-JAJAJAJAJA, lo siento Migurd, te comprare una espada nueva cuando volvamos- Yuki seguiría riéndose del rubio de forma burlesca por unos segundos -Muy bien, esto es lo que haremos, mi pupilo y yo veremos la forma de acabar con ese árbol, Migurd, Aslan y Daigo armen el campamento antes que anochezca y estén alertas, si no logramos acabar con esto a tiempo, puede que tengamos compañía- indicaría Yuki mientras se acercaba a Zelas por detrás.
-Si hubiera sido tan sencillo, ellos ya lo habrían hecho, incluso yo trate de quemarlo con mi control elemental y fue inútil, este árbol estaba sellando algo pero como ves se ha corrompido y aquello que fungía de sello ahora protege al árbol de tal forma que no hay arma que pueda tocarle, necesitamos romper el sello, cortar y quemar el árbol hasta sus raíces y finalmente matar a lo que sea que pueda llegar a salir- explicaría Yuki con una sonrisa en su rostro.
-Vaya que eres optimista- respondería Zelas quien no lograba hacerse una idea de como hacer todo eso.
-Claro que si pupilo, somos arcanistas, si un desafío se presenta lo afrontamos con orgullo y confianza, al fin y al cabo solo estamos unos peldaños por debajo de los dioses... Suponiendo que creas en ellos.- indicaría dándole una palmada en la espalda, en la parte donde colgaba su espada, provocando que una onda de éter recorriera el cuerpo de Yuki.
Tanto ella como Zelas observaron asombrados como cual fuera el o los encantamientos que ella traía encima, se iban desactivando consecutivamente(2). -¿Cómo rayos has hecho eso?- preguntaría asombrada y antes que el rubio pudiera decir cualquier cosa, su maestra revisaría su espada, sacándola con brusquedad del arnés del no-elfo. Aquello sorprendió a Zelas por dos cosas, en primer lugar, nunca nadie había tenido el atrevimiento de querer quitarle su espada, y en segundo lugar, no esperaba que su maestra pudiera lidiar tan bien con el peso de la misma.
Yuki observo la espada con detenimiento, el rubio noto el momento exacto en el que su maestra encontró lo que estaba buscando, sus ojos se iluminaron y una sonrisa picara se formo en su boca -y pensar que traías algo como esto contigo, me has dejado completamente expuesta, pero al menos has logrado resarcirte, ASLAN! TRAE MI KIT ARCANISTA RAPIDO!!!- gritaría pidiéndole sus herramientas a uno de sus sirvientes.
-No te preocupes, no dejaría que le pase algo a mi maestra... Entonces ¿puedo tener mi espada de vuelta?- preguntaría el rubio, Yuki rio y le lanzo su espada de vuelta, -sujétala de esa misma forma, quiero tener una vista clara de la runa inscrita.- le diría al momento que llegaba Aslan con un elegante cofre el cual abriría con sumo cuidado y se lo acercaría a Yuki.
-Mi señora, solo quedan unos pocos minutos de luz, ¿Quiere que Migurd se plante en este lugar con una antorcha? - preguntaría el sirviente quien poseía un rostro muy estoico.
-No es necesario Aslan, estamos por tener una gran fogata, sin embargo, los necesito mas alerta que nunca, gracias a mi pupilo todas las contramedidas defensivas que tenia se han desactivado.- le avisaría Yuki, mientras sacaba un pergamino apoyado en una tablilla, una pluma, y unos cuantos recipientes con tinta mágica.
-Como usted mande mi señora, deje el asunto de su seguridad en nuestras manos, ni siquiera los mosquitos serán capaces de acercársele- como era de esperarse, ni siquiera una mueca de asombro o preocupación se reflejo en el rostro de Aslan. El hombre, quien solo miraría en dirección a los otros sirvientes y estos comprenderían la situación sin mediar palabra alguna.
Yuki dibujaría dos círculos con muy poco espacio entre ellos, en el espacio vacío de los 2 dibujaría una serie de runas y en el centro del primer circulo, dibujaría una runa muy similar a la que el rubio tenia en su espada, cuando hubo terminado imbuyo su éter en las runas y con ayuda de su telequinesis removió el pergamino y guardo sus cosas en el cofre, haciéndole una seña a Aslan para que volviera a guardar sus cosas.
-De acuerdo, hora de actuar pupilo, en el momento que el pergamino interactúe con el éter que expele el árbol, este será neutralizado, córtalo lo mas cercano a la base que puedas y busca una manera de prenderle fuego- indicaría la maestra Yuki.
Zelas observo como la mujer teniendo ambos brazos detrás de su espalda, caminaba hacia el árbol, haciendo flotar el pergamino frente a ella y lo colocaba en el árbol feo, cuyo despliegue violento cesaba inmediatamente al momento que las runas del pergamino se activaban. El rubio, ni tonto ni perezoso empuño su espada y realizo un corte con fuerza, en esta ocasión la hoja de su arma atravesó el objetivo sin problemas, ahora para prenderle fuego, quizás motivado por ver aquella demostración arcanista superior, se colgó la espada de nuevo al arnés y tomo las 2 partes de la espada rota de Migurd, enterrando una en cada parte del árbol feo, luego saco el pincel y la tinta que le había robado a Hyro(3), dibujo la misma runa en ambos trozos de metal y entonces pronuncio la palabra mágica -Ifrit!- exclamo haciendo que ambos trozos de metal comenzaran a calentarse(4), al poco tiempo los trozos del árbol feo comenzarían a humear y posteriormente las llamas comenzarían a engullirlos.
-Veo que alguien ha estado haciendo sus deberes, buen trabajo pupilo, si esto sale bien, puede que te pregunte tu nombre para empezar a presumir de que tengo a mi tutela a alguien medianamente competente- diría la mujer sonriendo orgullosa.
-Tengo una buena maestra, pero no te conviene saber mi nombre, las noticias de mi muerte suelen aparecer cada cierto tiempo, la gente se burlaría de ti, que clase de pupilo hace que se rían de su maestra- señalaría preocupado genuinamente, ya que era la primera vez que veía de tan cerca a alguien trabajando con esa dedicación a las artes arcanas.
OFF: habilidades y cosas usadas.
PD: Para este evento ocupo el inventario del equipamiento regular que se puede encontrar en mi firma, pero por si los Nousis, lo dejare acá en un spoiler.
PD2: Solo por los lols, usare runas para determinar si el mal presagio desaparece o en su defecto, ayude a liberar un mal que atraiga los malos espíritus.
-Un árbol feo- señalo el rubio, viendo como su maestra hacia un gesto con su mano para que siguiera elaborando, -Desprende éter de forma violenta- indicaría terminando su observación(1) y recibiendo un aplauso de parte de su maestra.
-Muy bien pupilo, un poco genérico pero aceptable, ahora veamos como lidiarías con ello- le diría Yuki al momento que apuntaba al árbol feo con su dedo índice y con la otra mano hacia el gesto universal para decir "acabalo", cruzando su pulgar alrededor del cuello.
Zelas alzo una ceja y estiro el brazo hacia uno de los sirvientes -Si fueras tan amable de facilitarme un hacha o una espada- diría el no-elfo.
El sirviente se extraño un poco -¿Qué tiene de malo la tuya?- preguntaría confundido.
-Esta espada no es para cortar arboles feos- respondería el rubio, provocando que Yuki riera al escuchar eso -Denle a ese hombre una espada o un hacha, jajaja esto será divertido de ver- indicaría la mujer a quien todos obedecían y el sirviente entonces le entregaría su espada, no muy a gusto con la idea.
El rubio, que llevaba tiempo sin empuñar una espada de tamaño normal jugo unos momentos con la espada mientras se acostumbraba al peso de esta, camino en dirección al árbol apretando y soltando el agarre para asegurarse que distribuía bien el peso, para asegurar un corte limpio Zelas imbuyo con su propio éter la hoja de la espada y cuando estuvo cerca del árbol, sujeto y golpeo con fuerza, aquello iba a ser el trabajo mas sencillo del mundo, todo se decidiría con un corte limpio y preciso.
Sin embargo, la hoja de la espada se quebró de forma abrupta, la resistencia que sintió de parte del árbol feo le asombro, no le había hecho siquiera una hendidura, su golpe no le había quitado siguiera una astilla.
-JAJAJAJAJA, lo siento Migurd, te comprare una espada nueva cuando volvamos- Yuki seguiría riéndose del rubio de forma burlesca por unos segundos -Muy bien, esto es lo que haremos, mi pupilo y yo veremos la forma de acabar con ese árbol, Migurd, Aslan y Daigo armen el campamento antes que anochezca y estén alertas, si no logramos acabar con esto a tiempo, puede que tengamos compañía- indicaría Yuki mientras se acercaba a Zelas por detrás.
-Si hubiera sido tan sencillo, ellos ya lo habrían hecho, incluso yo trate de quemarlo con mi control elemental y fue inútil, este árbol estaba sellando algo pero como ves se ha corrompido y aquello que fungía de sello ahora protege al árbol de tal forma que no hay arma que pueda tocarle, necesitamos romper el sello, cortar y quemar el árbol hasta sus raíces y finalmente matar a lo que sea que pueda llegar a salir- explicaría Yuki con una sonrisa en su rostro.
-Vaya que eres optimista- respondería Zelas quien no lograba hacerse una idea de como hacer todo eso.
-Claro que si pupilo, somos arcanistas, si un desafío se presenta lo afrontamos con orgullo y confianza, al fin y al cabo solo estamos unos peldaños por debajo de los dioses... Suponiendo que creas en ellos.- indicaría dándole una palmada en la espalda, en la parte donde colgaba su espada, provocando que una onda de éter recorriera el cuerpo de Yuki.
Tanto ella como Zelas observaron asombrados como cual fuera el o los encantamientos que ella traía encima, se iban desactivando consecutivamente(2). -¿Cómo rayos has hecho eso?- preguntaría asombrada y antes que el rubio pudiera decir cualquier cosa, su maestra revisaría su espada, sacándola con brusquedad del arnés del no-elfo. Aquello sorprendió a Zelas por dos cosas, en primer lugar, nunca nadie había tenido el atrevimiento de querer quitarle su espada, y en segundo lugar, no esperaba que su maestra pudiera lidiar tan bien con el peso de la misma.
Yuki observo la espada con detenimiento, el rubio noto el momento exacto en el que su maestra encontró lo que estaba buscando, sus ojos se iluminaron y una sonrisa picara se formo en su boca -y pensar que traías algo como esto contigo, me has dejado completamente expuesta, pero al menos has logrado resarcirte, ASLAN! TRAE MI KIT ARCANISTA RAPIDO!!!- gritaría pidiéndole sus herramientas a uno de sus sirvientes.
-No te preocupes, no dejaría que le pase algo a mi maestra... Entonces ¿puedo tener mi espada de vuelta?- preguntaría el rubio, Yuki rio y le lanzo su espada de vuelta, -sujétala de esa misma forma, quiero tener una vista clara de la runa inscrita.- le diría al momento que llegaba Aslan con un elegante cofre el cual abriría con sumo cuidado y se lo acercaría a Yuki.
-Mi señora, solo quedan unos pocos minutos de luz, ¿Quiere que Migurd se plante en este lugar con una antorcha? - preguntaría el sirviente quien poseía un rostro muy estoico.
-No es necesario Aslan, estamos por tener una gran fogata, sin embargo, los necesito mas alerta que nunca, gracias a mi pupilo todas las contramedidas defensivas que tenia se han desactivado.- le avisaría Yuki, mientras sacaba un pergamino apoyado en una tablilla, una pluma, y unos cuantos recipientes con tinta mágica.
-Como usted mande mi señora, deje el asunto de su seguridad en nuestras manos, ni siquiera los mosquitos serán capaces de acercársele- como era de esperarse, ni siquiera una mueca de asombro o preocupación se reflejo en el rostro de Aslan. El hombre, quien solo miraría en dirección a los otros sirvientes y estos comprenderían la situación sin mediar palabra alguna.
Yuki dibujaría dos círculos con muy poco espacio entre ellos, en el espacio vacío de los 2 dibujaría una serie de runas y en el centro del primer circulo, dibujaría una runa muy similar a la que el rubio tenia en su espada, cuando hubo terminado imbuyo su éter en las runas y con ayuda de su telequinesis removió el pergamino y guardo sus cosas en el cofre, haciéndole una seña a Aslan para que volviera a guardar sus cosas.
-De acuerdo, hora de actuar pupilo, en el momento que el pergamino interactúe con el éter que expele el árbol, este será neutralizado, córtalo lo mas cercano a la base que puedas y busca una manera de prenderle fuego- indicaría la maestra Yuki.
Zelas observo como la mujer teniendo ambos brazos detrás de su espalda, caminaba hacia el árbol, haciendo flotar el pergamino frente a ella y lo colocaba en el árbol feo, cuyo despliegue violento cesaba inmediatamente al momento que las runas del pergamino se activaban. El rubio, ni tonto ni perezoso empuño su espada y realizo un corte con fuerza, en esta ocasión la hoja de su arma atravesó el objetivo sin problemas, ahora para prenderle fuego, quizás motivado por ver aquella demostración arcanista superior, se colgó la espada de nuevo al arnés y tomo las 2 partes de la espada rota de Migurd, enterrando una en cada parte del árbol feo, luego saco el pincel y la tinta que le había robado a Hyro(3), dibujo la misma runa en ambos trozos de metal y entonces pronuncio la palabra mágica -Ifrit!- exclamo haciendo que ambos trozos de metal comenzaran a calentarse(4), al poco tiempo los trozos del árbol feo comenzarían a humear y posteriormente las llamas comenzarían a engullirlos.
-Veo que alguien ha estado haciendo sus deberes, buen trabajo pupilo, si esto sale bien, puede que te pregunte tu nombre para empezar a presumir de que tengo a mi tutela a alguien medianamente competente- diría la mujer sonriendo orgullosa.
-Tengo una buena maestra, pero no te conviene saber mi nombre, las noticias de mi muerte suelen aparecer cada cierto tiempo, la gente se burlaría de ti, que clase de pupilo hace que se rían de su maestra- señalaría preocupado genuinamente, ya que era la primera vez que veía de tan cerca a alguien trabajando con esa dedicación a las artes arcanas.
OFF: habilidades y cosas usadas.
- resumen:
- Objetivo: Combatir los malos presagios
Complicación: Por motivos desconocidos el éter que expele el árbol lo protege contra golpes y magia elemental.
Solución: Dejar que la arcanista superior rompa el sello, asistida e inspirada por una runa no convencional que llevo en la espada.
- Habilidades y cosas:
- 1_Don Mágico: Puedo sentir el flujo del Éter, detectando a usuarios de la magia u objetos mágicos que pueda ver (sin distinguir detalles).
2_Se activa el encantamiento de arma Purgar: Cuando esta arma choca con otra o golpea una armadura, inutiliza los encantamientos que éstos posean por 2 rondas. Este efecto sólo puede ocurrir una vez cada dos turnos.
3_Kit de Arcanos Inferior: [Limitado, 2 Usos] Mediante este kit, compuesto por pinceles y tintas mágicas, puedes usar el efecto de cualquier Técnica de Arcanos de nivel Principiante que conozcas en un rol. Para crear el efecto debes disponer de al menos un minuto sin que nadie te interrumpa.
4_Tecnica arcana: Trasto Encantado: Al aplicarse a un objeto metálico, éste adquirirá la capacidad de generar calor por sí mismo (alrededor de 300º C) durante 7 días. El efecto puede activarse o desactivarse con una palabra que elijas el encantarlo y tarda 1 minuto en alcanzar el calor máximo.
PD: Para este evento ocupo el inventario del equipamiento regular que se puede encontrar en mi firma, pero por si los Nousis, lo dejare acá en un spoiler.
- Inventario:
- 00Equipamiento regular[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Limitados:7
Encantamientos:6
Ligados al eter:2[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Armas y accesorios:
-Zumbanana alfa: Espada a dos manos de calidad superior, encantada con Infusión etérea, no la lleva encima esta adentro de la Vaina infinita:- Zumbanana Alfa:
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-Zumbanana Final: Hojas unidas superiores x6, encantada con Infusión etérea, no la lleva encima esta adentro de la Vaina infinita:- Zumbanana Final:
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-Banana Breaker: Se liga al éter, encantada con Arma de Fuego, no la lleva encima esta adentro de la Vaina infinita:- Banana Breaker:
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-Unga Bungas : Hojas Unidas Superiores, encantadas con Arma Cambiante, las lleva encima, colgadas en el arnés en forma de manopla.- Unga Bungas:
Forma normal:
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Forma manopla:
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-Dragon Claw: Se liga al eter, encantada con Purgar, no la lleva encima esta adentro de la Vaina infinita:- Dragon Claw:
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-Botas de Njord [Botas] hechas de cueros de criaturas mágicas, permiten al portador correr y saltar ligeramente (aproximadamente un 10%) más rápido y fuerte de lo normal.
-Guantes de Ladrón [Guantes] Elaborados en cuero, poseen pequeñas herramientas ocultas para forzar cerraduras y un dedo de borde afilado, especial para cortar pequeñas correas.
-Vaina infinita:[Limitado] Vaina mágica en la que emergerá un arma de tu inventario cuando acerques tu mano. Para convocar otra debes envainar la anterior, que desaparecerá dentro. El arma estará desencantada si ya has usado 6 encantamientos en el tema.- Vaina Infinita:
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-Tragaéter [Accesorio, Consumible] Al sostenerlo, es capaz de absorber el daño de un ataque mágico, rompiéndose en el proceso.
Objetos:
-Broche Metálico con Conexión [Encantamiento, 1 uso] Cuando dos o más de estas cuatro piezas se encuentran en un área de 200 metros de diámetro, una ligera vibración indicará que puede ser activado su efecto. Al activarse, los personajes dentro del radio de acción podrán comunicarse telepáticamente durante un máximo de dos turnos.
-Llave Tetradimensional: [Limitado, 1 uso] La llave tetradimensional se puede fusionar con una espada, concediendo al arma una nueva habilidad y separándose después de usar. Con un tajo crea un portal hacia un sitio que conozca. Si no tiene ese sitio a la vista, necesitará concentrarse por varios minutos sin distracciones ni peligros para lograr la incisión mágica. El portal dura unos pocos instantes y se cierra después de que alguna persona lo atraviese.- Llave Tetradimensional:
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-Runa de Teleportación [Limitado, 1 uso]: Después de activada y en un periodo no mayor de 2 turnos, el personaje puede desvanecerse y aparecer en el mismo lugar donde se encuentre la piedra, incluso si (onrol) no sabe en qué lugar se encuentra la misma.
-Runa Levitasis: [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Al aplastarla sobre la mano, dicha persona se vuelve considerablemente más ligera: da saltos más altos y de mayor longitud y no sufrirá daño de caída. El efecto dura 2 turnos.
-Bolita de pétalos biusificados [2 cargas]: Deberás comerla y tendrá el sabor que desees. En la siguiente vez que seas dañado por un enemigo, creará una copia de ti capaz de unirse a la lucha. La copia podrá usar tus habilidades, pero consumiendo los usos de las tuyas. También compartirán el daño y, en vez de dolor, sentirán placer que nuble el juicio. Dura un turno.
-Poción de Salud [Elixir, Limitado, 1 Uso] Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos
-Espejo multicolor [2 cargas] Al presionarlo contra tu pecho, el espejo replicará el efecto del último consumible u objeto con cargas que hayas usado en el rol en curso. Puedes usar únicamente un Espejo multicolor por tema.
-Cristal de sueños [Consumible]: Un árbol florecerá al instante en el lugar en que se rompa el cristal, liberando al aire alegres y optimistas sueños. Sirve como obstáculo o distracción, pero también puede infundir esperanza en las personas que contemplen el acontecimiento.
-Kit de Ingeniería Inferior: [Limitado, 2 Usos] Mediante este kit, compuesto por engranajes y otros materiales mecánicos, puedes usar el efecto de cualquier Técnica de Ingeniería a nivel Aprendiz que conozcas en un rol.
-Kit de Arcanos Inferior: [Limitado, 2 Usos] Mediante este kit, compuesto por pinceles y tintas mágicas, puedes usar el efecto de cualquier Técnica de Arcanos de nivel Principiante que conozcas en un rol. Para crear el efecto debes disponer de al menos un minuto sin que nadie te interrumpa.
PD2: Solo por los lols, usare runas para determinar si el mal presagio desaparece o en su defecto, ayude a liberar un mal que atraiga los malos espíritus.
Zelas Hazelmere
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
El miembro 'Zelas Hazelmere' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Tom aceptó encantado el ofrecimiento de las jóvenes. Aún sentía el cuerpo afectado por el miedo, y hubiese preferido volver de inmediato a la aldea, pero, si aquellas personas habían sido capaces de ocuparse de un grupo de sectarios fácilmente ellas solas, estaba más seguro con ellas que regresando solo al pueblo. Había sido una estupidez ir hasta el templo solo, de noche y en esa fecha. Aquella chica con orejas de gato hacía bien en reírse de él, por mucho que le molestara que alguien que por su voz y altura debía de rondar su edad no parara de emitir sonidos jocosos cada vez que le miraba.
-Ya vale ¿no? Sí sé que suena estúpido ¿pero cómo iba a saber yo que iba a haber un grupo de criminales aquí esta noche?. Como mucho pensé que...-
Cath le miró, y aunque esta vez no se estaba riendo parecía dispuesta a no apartar la mirada hasta que el chico terminara su frase. -Como mucho qué?- Inquirió expectante.
-Sabía que había fantasmas de los antiguos elfos y...puede que haya oído algo de unas trampas...- No quiso ni pudo acabar la frase antes de que la pelirroja estallara en carcajadas.
-No esperabas un ritual chungo, solo peligrosos fantasmas y trampas mortales...Me encantas, tontín.- Tom se puso rojo de la vergüenza. Y no solo por eso. ¿Esa chica le había dicho que le encantaba?. No pudo evitar mirar la figura de la felina. Y si bajo ella había una chica la mitad de hermosa que la elfa...Claro que el pobre no conocía a Catherine, y lo que podía implicar que alguien le...encantara.
-Deberías ser más prudente en el futuro. Muchas de estas historias son cuentos para asustar a los niños, pero aventurarse solo a según que lugares y además de noche es un riesgo real. En cuanto al templo... No es sensato subestimar la antigua magia con la que fue creado, ni el castigo de los dioses para quiénes profanen sus lugares sagrados.- Explicó Níniel.-
-Je, que se lo digan a esos locos. Seguro que no se esperaban que una elfa llegase y les sacudiese. Bueno quien les sacudió fui yo, tu más bien...hiciste tus cosas de lucecitas y tal.- convino la pelirroja mientras llegan de nuevo a la altura de las antiguas ruinas.
Tom parecía reacio a entrar, aunque la curiosidad por ver la pinta de los sectario terminó por poder más. Lo hizo con mucho respeto eso sí, caminando casi de puntillas y con mucho cuidado de no tocar nada que esos "dioses de los elfos" pudiesen considerar una ofensa. Nunca se había atrevido a llegar tan lejos, y hasta donde sabía, de los chicos del pueblo solo Argyle se había atrevido a tanto. Ese tonto presumido.
-Nín tenemos un problema...aquí solo hay cuatro sacos inconscientes...falta uno.- Advirtió Cath tras haber amarrado a uno de ellos y no salirle las cuentas.
-No está la mujer de la máscara de calavera...-
-Esa maldita aprovechó que fuimos tras el chico para escapar. Debo reconocer que tiene mas aguante que sus amigos. No puede estar muy lejos, iré a por ella.-
-¿Escapar yo? No será necesario que busquéis. ¿Pensabais que podías vencer a la Muerte con vuestro patético ataque?.- Interrumpió la voz de la líder cultista, sorprendiendo a todos. Las jóvenes giraron sus cabezas para verla, parecía haberse ocultado en uno de los semiderruidos laterales del templo, y si Cath no la había oído, es que llevaba tiempo sin moverse. La mujer estaba sangrando, lo que no era muy propio de la muerte, y además denotaba que el ataque no había sido tan patético como quería hacer ver. -Vuestro intento por detenerme acaba aquí. Despierta mi guardián, castiga a los que osan profanar el templo de los muertos.- Espetó entonces, justo antes de que el lugar temblara levemente y con gran estrépito parte de los escombros del lugar comenzaran a moverse. Tom se cayó de culo.
-No eran todo escombros...- musitó Níniel viendo como una figura humanoide, construida del mismo material pétreo que las paredes del templo, se alzaba. Medía casi cuatro metros, su factura era claramente élfica, así como las runas dibujadas por su superficie y los cristales que mantenían sus partes conectadas y le insuflaban éter. Níniel lo reconoció como uno de los Vigilantes de su pueblo. Entes animados que defendían sus territorios y que combatían junto a los elfos si era necesario. Constructos poderosos, mucho más habituales cuando los elfos gobernaban todas aquellas tierras.
La líder sectaria se reía a carcajadas mientras continuaba animando al golem a matar al grupo, el coloso fue hacia ellos rápidamente y Níniel se aprestó para crear una barrera que les protegiera, pero para sorpresa de todos, en el último momento, este ignoró completamente las órdenes y salió del templo como si no les hubiera ni visto. Se fue andando rápidamente a grandes zancadas, perdiéndose de vista entre los árboles que rodeaban el templo y dejando a los allí presentes en un silencio total, y especialmente incómodo para la mujer de máscara de calavera.
-Guardian hazme caso no...no me dejes aquí...No...- Tragó saliva al ver que Cath se acerca a ella chocando sus guanteletes entre sí. Aquella vez se iba a asegurar de que no se despertara.
Segundos después elfa, felina y humano salían corriendo del templo tras el golem.
-Tenemos qué pararlo. Es un constructo muy peligroso.- Dijo la peliblanca a la carrera.
-Va hacia el pueblo...va directamente hacia el pueblo.- Dijo con voz entrecortada el humano, siguiendo el paso a duras penas.
-¿Por qué va hacia el pueblo? Esa cosa debe de llevar ahí echándose la siesta desde antes de que el pueblo siquiera existiese...- Quiso saber Cath.
-No lo sé. Cada Vigilante tienen unas funciones concretas inscritas...Tal vez las de este sean...Un momento. Tom, ¿no dijiste que ese amigo tuyo se llevó algo del templo?.-
-Uff, Ufff...Sí, una talla...y no es mi amigo...- respondió el humano comenzando a quedarse atrás.
OFF: Complicación: La líder sectaria activa un golem guardián élfico del templo para que ataque al grupo. No obstante parece que una vez despierto, el golem tiene otra misión, y esa misión le lleva directamente al pueblo.
-Ya vale ¿no? Sí sé que suena estúpido ¿pero cómo iba a saber yo que iba a haber un grupo de criminales aquí esta noche?. Como mucho pensé que...-
Cath le miró, y aunque esta vez no se estaba riendo parecía dispuesta a no apartar la mirada hasta que el chico terminara su frase. -Como mucho qué?- Inquirió expectante.
-Sabía que había fantasmas de los antiguos elfos y...puede que haya oído algo de unas trampas...- No quiso ni pudo acabar la frase antes de que la pelirroja estallara en carcajadas.
-No esperabas un ritual chungo, solo peligrosos fantasmas y trampas mortales...Me encantas, tontín.- Tom se puso rojo de la vergüenza. Y no solo por eso. ¿Esa chica le había dicho que le encantaba?. No pudo evitar mirar la figura de la felina. Y si bajo ella había una chica la mitad de hermosa que la elfa...Claro que el pobre no conocía a Catherine, y lo que podía implicar que alguien le...encantara.
-Deberías ser más prudente en el futuro. Muchas de estas historias son cuentos para asustar a los niños, pero aventurarse solo a según que lugares y además de noche es un riesgo real. En cuanto al templo... No es sensato subestimar la antigua magia con la que fue creado, ni el castigo de los dioses para quiénes profanen sus lugares sagrados.- Explicó Níniel.-
-Je, que se lo digan a esos locos. Seguro que no se esperaban que una elfa llegase y les sacudiese. Bueno quien les sacudió fui yo, tu más bien...hiciste tus cosas de lucecitas y tal.- convino la pelirroja mientras llegan de nuevo a la altura de las antiguas ruinas.
Tom parecía reacio a entrar, aunque la curiosidad por ver la pinta de los sectario terminó por poder más. Lo hizo con mucho respeto eso sí, caminando casi de puntillas y con mucho cuidado de no tocar nada que esos "dioses de los elfos" pudiesen considerar una ofensa. Nunca se había atrevido a llegar tan lejos, y hasta donde sabía, de los chicos del pueblo solo Argyle se había atrevido a tanto. Ese tonto presumido.
-Nín tenemos un problema...aquí solo hay cuatro sacos inconscientes...falta uno.- Advirtió Cath tras haber amarrado a uno de ellos y no salirle las cuentas.
-No está la mujer de la máscara de calavera...-
-Esa maldita aprovechó que fuimos tras el chico para escapar. Debo reconocer que tiene mas aguante que sus amigos. No puede estar muy lejos, iré a por ella.-
-¿Escapar yo? No será necesario que busquéis. ¿Pensabais que podías vencer a la Muerte con vuestro patético ataque?.- Interrumpió la voz de la líder cultista, sorprendiendo a todos. Las jóvenes giraron sus cabezas para verla, parecía haberse ocultado en uno de los semiderruidos laterales del templo, y si Cath no la había oído, es que llevaba tiempo sin moverse. La mujer estaba sangrando, lo que no era muy propio de la muerte, y además denotaba que el ataque no había sido tan patético como quería hacer ver. -Vuestro intento por detenerme acaba aquí. Despierta mi guardián, castiga a los que osan profanar el templo de los muertos.- Espetó entonces, justo antes de que el lugar temblara levemente y con gran estrépito parte de los escombros del lugar comenzaran a moverse. Tom se cayó de culo.
-No eran todo escombros...- musitó Níniel viendo como una figura humanoide, construida del mismo material pétreo que las paredes del templo, se alzaba. Medía casi cuatro metros, su factura era claramente élfica, así como las runas dibujadas por su superficie y los cristales que mantenían sus partes conectadas y le insuflaban éter. Níniel lo reconoció como uno de los Vigilantes de su pueblo. Entes animados que defendían sus territorios y que combatían junto a los elfos si era necesario. Constructos poderosos, mucho más habituales cuando los elfos gobernaban todas aquellas tierras.
La líder sectaria se reía a carcajadas mientras continuaba animando al golem a matar al grupo, el coloso fue hacia ellos rápidamente y Níniel se aprestó para crear una barrera que les protegiera, pero para sorpresa de todos, en el último momento, este ignoró completamente las órdenes y salió del templo como si no les hubiera ni visto. Se fue andando rápidamente a grandes zancadas, perdiéndose de vista entre los árboles que rodeaban el templo y dejando a los allí presentes en un silencio total, y especialmente incómodo para la mujer de máscara de calavera.
-Guardian hazme caso no...no me dejes aquí...No...- Tragó saliva al ver que Cath se acerca a ella chocando sus guanteletes entre sí. Aquella vez se iba a asegurar de que no se despertara.
Segundos después elfa, felina y humano salían corriendo del templo tras el golem.
-Tenemos qué pararlo. Es un constructo muy peligroso.- Dijo la peliblanca a la carrera.
-Va hacia el pueblo...va directamente hacia el pueblo.- Dijo con voz entrecortada el humano, siguiendo el paso a duras penas.
-¿Por qué va hacia el pueblo? Esa cosa debe de llevar ahí echándose la siesta desde antes de que el pueblo siquiera existiese...- Quiso saber Cath.
-No lo sé. Cada Vigilante tienen unas funciones concretas inscritas...Tal vez las de este sean...Un momento. Tom, ¿no dijiste que ese amigo tuyo se llevó algo del templo?.-
-Uff, Ufff...Sí, una talla...y no es mi amigo...- respondió el humano comenzando a quedarse atrás.
- Vigilante:
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OFF: Complicación: La líder sectaria activa un golem guardián élfico del templo para que ataque al grupo. No obstante parece que una vez despierto, el golem tiene otra misión, y esa misión le lleva directamente al pueblo.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Dante se dispuso a colaborar con los tres niños para limpiar la metedura de pata de los chicos. La inocencia infantil era osada, fuente de sabiduría y experiencia. No obstante, convocar un ejército de muertos capaz de acabar con toda la humilde aldea no era una jugarreta que fuese “cosa de críos”. No habría escarmiento, castigo o chancletazo lo suficientemente efectivo para enmendar una broma como esa.
Rápidamente, fueron puerta por puerta, rezando en cada una y arrojando agua haciendo formas de cruz esperando que de alguna manera, la fe fuera más potente que la habilidad arcana improvisada de niños ignorantes, persuadidos por cuentos y las ansias de vivir una aventura. Al final de cuentas, en aquella aldea apartada, ese tipo de historias eran las que hacían famoso a alguien. Nadie quería ser un simple pueblerino promedio.
No había certeza de si los intentos del humano cristiano fueran suficiente para combatir los malos presagios, pero algo dentro de ellos los hacía sentir seguros. Confiados contra la maldad y oscuridad de aquella noche que timorata se acercaba poco a poco sobre el horizonte.
Bueno, chicos, falta solo una, ¿no? - señaló Dante colocando su mano sobre el hombro de Pandereta, un niño un tanto relleno con mofletes rosados y pecas.
Los niños se sentían protegidos con el humano, que si bien en el fondo no era cercano con las personas, aquella noche parecía un héroe para los críos. Sin embargo, los tres rufianes se miraron respondiendo al unísono con un “sí”, al recordar un pequeño gran detalle en su misión.
Eh, eh, Se-señor Dante - dijo tartamudeando nervioso Muelas, un niño de pelo crespo y que mostraba orgulloso una sonrisa ansiosa con varios dientes de leche faltantes. - Es que la última marca está… en la entrada del orfanato. - el miedo se sintió más fuerte que cuando hablaban de los Skógargandr, sin duda Sor Elenda era más temible que incluso la muerte.
Con un silencio sepulcral en completa tensión se acercaron a las puertas del orfanato. Quedaba junto al templo donde Dante había rezado minutos antes y se había topado con los críos impertinentes. Prácticamente, habían vuelto al origen del todo y debían enfrentar a la última runa en la puerta de su propia casa.
Agachados detrás de un muro de piedras los niños observaban con cautela la puerta con la marca de sangre. El humano los miraba con cierta crítica, obvio si la hermana se enteraba de su travesura sería fuertemente sancionada y Dante entendía lo severa que pueden ser las mujeres de fe en un orfanato. Sin embargo, Dante con un valor casi que fingido (argumentando que ya era un adulto hecho y derecho), daría la cara de ser necesario.
El humano lideró la marcha en silencio con su cubeta de agua sostenida por su brazo mecánico. Estaban a un par de pasos y el triunfo estaba asegurado. Ninguna maldición caería sobre los niños ni el melancólico de Dante. Sin embargo, justo antes de poder verter el agua sobre la puerta, la misma se abrió lentamente dando paso a una figura bien conocida por los niños.
Hola buen hombre, que desea de esta humilde casa del desamparado. - Dijo con voz ronca. - Oh, veo que lo acompañan… ah, pero si son mis queridos Oberon, Percy y el pequeño Theodoro. - comentó dejando atrás todo rastro de amabilidad para dar paso a la irritación y molestia. Los niños temblorosos tragaban grueso.
Camino de los Baldíos en dirección a Sacrestic Ville
El cuervo se posó sobre las ramas de la copa de un árbol, a la distancia viendo como el carromato que llevaba al vampiro de cabellera plateada se detenía al frente de otro carruaje que parecía estar siendo asaltado. Sin duda un encuentro inoportuno, el ave observaba con malicia apostando a por la victoria de los bandidos.
Rápidamente, fueron puerta por puerta, rezando en cada una y arrojando agua haciendo formas de cruz esperando que de alguna manera, la fe fuera más potente que la habilidad arcana improvisada de niños ignorantes, persuadidos por cuentos y las ansias de vivir una aventura. Al final de cuentas, en aquella aldea apartada, ese tipo de historias eran las que hacían famoso a alguien. Nadie quería ser un simple pueblerino promedio.
No había certeza de si los intentos del humano cristiano fueran suficiente para combatir los malos presagios, pero algo dentro de ellos los hacía sentir seguros. Confiados contra la maldad y oscuridad de aquella noche que timorata se acercaba poco a poco sobre el horizonte.
Bueno, chicos, falta solo una, ¿no? - señaló Dante colocando su mano sobre el hombro de Pandereta, un niño un tanto relleno con mofletes rosados y pecas.
Los niños se sentían protegidos con el humano, que si bien en el fondo no era cercano con las personas, aquella noche parecía un héroe para los críos. Sin embargo, los tres rufianes se miraron respondiendo al unísono con un “sí”, al recordar un pequeño gran detalle en su misión.
Eh, eh, Se-señor Dante - dijo tartamudeando nervioso Muelas, un niño de pelo crespo y que mostraba orgulloso una sonrisa ansiosa con varios dientes de leche faltantes. - Es que la última marca está… en la entrada del orfanato. - el miedo se sintió más fuerte que cuando hablaban de los Skógargandr, sin duda Sor Elenda era más temible que incluso la muerte.
Con un silencio sepulcral en completa tensión se acercaron a las puertas del orfanato. Quedaba junto al templo donde Dante había rezado minutos antes y se había topado con los críos impertinentes. Prácticamente, habían vuelto al origen del todo y debían enfrentar a la última runa en la puerta de su propia casa.
Agachados detrás de un muro de piedras los niños observaban con cautela la puerta con la marca de sangre. El humano los miraba con cierta crítica, obvio si la hermana se enteraba de su travesura sería fuertemente sancionada y Dante entendía lo severa que pueden ser las mujeres de fe en un orfanato. Sin embargo, Dante con un valor casi que fingido (argumentando que ya era un adulto hecho y derecho), daría la cara de ser necesario.
El humano lideró la marcha en silencio con su cubeta de agua sostenida por su brazo mecánico. Estaban a un par de pasos y el triunfo estaba asegurado. Ninguna maldición caería sobre los niños ni el melancólico de Dante. Sin embargo, justo antes de poder verter el agua sobre la puerta, la misma se abrió lentamente dando paso a una figura bien conocida por los niños.
Hola buen hombre, que desea de esta humilde casa del desamparado. - Dijo con voz ronca. - Oh, veo que lo acompañan… ah, pero si son mis queridos Oberon, Percy y el pequeño Theodoro. - comentó dejando atrás todo rastro de amabilidad para dar paso a la irritación y molestia. Los niños temblorosos tragaban grueso.
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Camino de los Baldíos en dirección a Sacrestic Ville
El cuervo se posó sobre las ramas de la copa de un árbol, a la distancia viendo como el carromato que llevaba al vampiro de cabellera plateada se detenía al frente de otro carruaje que parecía estar siendo asaltado. Sin duda un encuentro inoportuno, el ave observaba con malicia apostando a por la victoria de los bandidos.
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Off
Continuo roleando como Dante y hago mención del trayecto que en teoría cursa Zagreus para el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
La complicación resulta ser que la última runa pintada por los niños está en la puerta del orfanato y Sor Elenda se interpone entre la marca de sangre y Dante con el grupo de huérfanos. La mujer está notablemente molesta por darse cuenta de que el trío está tramando cosas fuera del orfanato al anochecer. Intentar borrar la runa está difícil además de que seguro las consecuencias serán catastróficas si la monja se da cuenta de la "broma".
Zagreus
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Cuando Valeria fue a guardar la aguja de nuevo, su bolsa se movió. No es que le salieran patas y se pusiera a corretear por la pesada mesa de la viuda Candela, más bien, algo dentro de la bolsa se movió y, no contento con el infarto que estuvo a punto de provocarle a Valeria con el movimiento repentino, también soltó una risita.
Suponiendo que la mencionada risita dejaba fuera la posibilidad de que se tratara de alguna alimaña venenosa esperando una mano descuidada para atacar, Valeria separó un poco la solapa de la bolsa para hacer más visible la apertura. El movimiento dejó al descubierto un cuerpecito menudo y pálido, apenas cubierto por un par de flores y lo que parecía una cadena de oro estratégicamente enrollada. La anjana estaba enredando entre sus frascos de ingredientes.
—Eh, deja eso, es venenoso —advirtió Valeria.
La criatura dio un brinco y extendió las alas, con el frasco aún en las manos. Una vez en el aire, giró sobre sí misma, sin dejar de agitar las alas, y observó a Valeria durante un momento. Con un brazo, sujetaba a duras penas el frasco, la mano del otro arañaba el tapón, como si estuviera intentando abrirlo.
—Sé que tiene un color muy llamativo —continuó hablando Valeria, con la vista pendiente de ese tapón—, pero no quieres echarte eso encima, créeme.
El rostro de la anciana se iluminó con algo parecido a una sonrisa cuando alguna otra cosa llamó su atención. Soltó el frasco y se lanzó en dirección a lo que fuera. Valeria, alargó la mano rápidamente para rescatar el condenado frasco y volvió a meterlo en la bolsa. Solo entonces se dio cuenta de que lo que había llamado la atención de la anjana era la runa protectora que acababa de crear.
—¿A dónde vas con eso? —increpó, alarmada, al verla volar hacia la puerta de la casucha—. ¡Ni siquiera brilla!
Mientras tanto, en el exterior, la viuda Candela levantó la vista del cubo que había estado llenando con la leche de su Livia para recibir a dos nuevos visitantes.
—Vaya, sí que están ocupados hoy los caminos —comentó con una sonrisa amable en los labios—. Pero habéis hecho bien en deteneros antes de que cayera la noche. No es un buen día para que se le ponga a uno el sol en los caminos, no. Y no seré yo quien le niegue a un viajero cansado un techo para pasar la noche y un caldo caliente. Ando escasa de camas, eso sí…
Valeria salió en aquel momento de la cabaña, interrumpiendo las explicaciones de la Candela. La anjana, apenas visible a la luz del crepúsculo, se había colado por una grieta, con la runa protectora firmemente agarrada en sus rateras manos, y alzaba ahora el vuelo rodeando a los dos visitantes en su huida.
Al pasar junto al enmascarado, dio un brinco en el aire soltó un sonido similar al bufido de un gato, aunque solo Valeria, atenta a los movimientos del hada, parecía haberse percatado, pues otro hombre estaba haciendo se había acercado y hacía ahora su ofrecimiento desde el camino.
—No hay nada de qué preocuparse, muchacha —dijo Candela, malinterpretando el gesto de alarma de Valeria—. Solo un par de viajeros más en los caminos y un amable artesano ofreciendo asilo en una noche funesta.
Valeria estuvo a punto de decirle que no se trataba de eso, pero no quería reconocer que había estado tallando una runa protectora. En su lugar, avanzó poco a poco por el patio de la casa procurando no perder de vista el borrón que flotaba entre los reunidos.
—Solo me sorprendió ver a tanta gente reunida de repente, eso es todo —mintió—. Había pensado estirar un poco las piernas antes de que terminara de caer la noche.
Mientras hablaba, se había ido acercando al artesano que había ofrecido las camas adicionales. Al igual que la anjana, que dio otro brinco en el aire y le bufó con más saña que al enmascarado. El hombre, por su parte, dio un fuerte pisotón en el suelo, haciendo que tanto Valeria como la anjana dieran otro pequeño brinco por la impresión.
—¿Qué… qué era eso? —preguntó Valeria con curiosidad.
—¡Pero qué cree que está haciendo! —dijo al mismo tiempo Candela con un tono notablemente menos amable del utilizado hasta ahora.
Mientras candela se acercaba, visiblemente enfadada, Valeria se había agachado a examinar los restos de lo que fuera que acababa de destrozar el mencionado artesano. El objeto parecía haber picado la curiosidad de la anjana, que descendió ligeramente, aunque tomando buen cuidado de mantenerse alejada del alcance de Valeria.
—Pero qué… —murmuró Valeria que, con una mano extendida hacia los restos, había percibido cómo una cierta aura maligna se desvanecía poco a poco(1)—. ¿Tiene algún enemigo en la aldea, doña Candela?
—Enem… ¿Por qué dices eso, niña? ¡En este pueblo somos gente de bien! —respondió la Candela, aunque su tono no sonaba muy convencido, a pesar del toque de indignación.
—Pues ese objeto no lo ha puesto ahí una persona de bien, se lo aseguro. ¿Y dice usted que ha visto más como este? —añadió dirigiéndose al artesano.
----------
OFF: Complicación: Una caprichosa [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ha decidido incorporar la runa que acaba de crear Reike a su nuevo vestido. Dejo también un posible hilo abierto con la Candela, en caso de que Alward o Eltrant quieran aprovecharlo para sus respectivas complicaciones y tejemos una megacomplicación entre los tres (y quien quiera sumarse, si está cerca).
Debido a la maldición de Eltrant, asumo que o bien Reike no lo reconoce o directamente no se acuerda de él (lo dejo ambiguo hasta que él me diga).
La Candela: MediumSeaGreen (así sin más, ni # ni ná)
(1) Don Mágico: Puedo sentir el flujo del Éter, detectando a usuarios de la magia u objetos mágicos que pueda ver (sin distinguir detalles).
Suponiendo que la mencionada risita dejaba fuera la posibilidad de que se tratara de alguna alimaña venenosa esperando una mano descuidada para atacar, Valeria separó un poco la solapa de la bolsa para hacer más visible la apertura. El movimiento dejó al descubierto un cuerpecito menudo y pálido, apenas cubierto por un par de flores y lo que parecía una cadena de oro estratégicamente enrollada. La anjana estaba enredando entre sus frascos de ingredientes.
—Eh, deja eso, es venenoso —advirtió Valeria.
La criatura dio un brinco y extendió las alas, con el frasco aún en las manos. Una vez en el aire, giró sobre sí misma, sin dejar de agitar las alas, y observó a Valeria durante un momento. Con un brazo, sujetaba a duras penas el frasco, la mano del otro arañaba el tapón, como si estuviera intentando abrirlo.
—Sé que tiene un color muy llamativo —continuó hablando Valeria, con la vista pendiente de ese tapón—, pero no quieres echarte eso encima, créeme.
El rostro de la anciana se iluminó con algo parecido a una sonrisa cuando alguna otra cosa llamó su atención. Soltó el frasco y se lanzó en dirección a lo que fuera. Valeria, alargó la mano rápidamente para rescatar el condenado frasco y volvió a meterlo en la bolsa. Solo entonces se dio cuenta de que lo que había llamado la atención de la anjana era la runa protectora que acababa de crear.
—¿A dónde vas con eso? —increpó, alarmada, al verla volar hacia la puerta de la casucha—. ¡Ni siquiera brilla!
Mientras tanto, en el exterior, la viuda Candela levantó la vista del cubo que había estado llenando con la leche de su Livia para recibir a dos nuevos visitantes.
—Vaya, sí que están ocupados hoy los caminos —comentó con una sonrisa amable en los labios—. Pero habéis hecho bien en deteneros antes de que cayera la noche. No es un buen día para que se le ponga a uno el sol en los caminos, no. Y no seré yo quien le niegue a un viajero cansado un techo para pasar la noche y un caldo caliente. Ando escasa de camas, eso sí…
Valeria salió en aquel momento de la cabaña, interrumpiendo las explicaciones de la Candela. La anjana, apenas visible a la luz del crepúsculo, se había colado por una grieta, con la runa protectora firmemente agarrada en sus rateras manos, y alzaba ahora el vuelo rodeando a los dos visitantes en su huida.
Al pasar junto al enmascarado, dio un brinco en el aire soltó un sonido similar al bufido de un gato, aunque solo Valeria, atenta a los movimientos del hada, parecía haberse percatado, pues otro hombre estaba haciendo se había acercado y hacía ahora su ofrecimiento desde el camino.
—No hay nada de qué preocuparse, muchacha —dijo Candela, malinterpretando el gesto de alarma de Valeria—. Solo un par de viajeros más en los caminos y un amable artesano ofreciendo asilo en una noche funesta.
Valeria estuvo a punto de decirle que no se trataba de eso, pero no quería reconocer que había estado tallando una runa protectora. En su lugar, avanzó poco a poco por el patio de la casa procurando no perder de vista el borrón que flotaba entre los reunidos.
—Solo me sorprendió ver a tanta gente reunida de repente, eso es todo —mintió—. Había pensado estirar un poco las piernas antes de que terminara de caer la noche.
Mientras hablaba, se había ido acercando al artesano que había ofrecido las camas adicionales. Al igual que la anjana, que dio otro brinco en el aire y le bufó con más saña que al enmascarado. El hombre, por su parte, dio un fuerte pisotón en el suelo, haciendo que tanto Valeria como la anjana dieran otro pequeño brinco por la impresión.
—¿Qué… qué era eso? —preguntó Valeria con curiosidad.
—¡Pero qué cree que está haciendo! —dijo al mismo tiempo Candela con un tono notablemente menos amable del utilizado hasta ahora.
Mientras candela se acercaba, visiblemente enfadada, Valeria se había agachado a examinar los restos de lo que fuera que acababa de destrozar el mencionado artesano. El objeto parecía haber picado la curiosidad de la anjana, que descendió ligeramente, aunque tomando buen cuidado de mantenerse alejada del alcance de Valeria.
—Pero qué… —murmuró Valeria que, con una mano extendida hacia los restos, había percibido cómo una cierta aura maligna se desvanecía poco a poco(1)—. ¿Tiene algún enemigo en la aldea, doña Candela?
—Enem… ¿Por qué dices eso, niña? ¡En este pueblo somos gente de bien! —respondió la Candela, aunque su tono no sonaba muy convencido, a pesar del toque de indignación.
—Pues ese objeto no lo ha puesto ahí una persona de bien, se lo aseguro. ¿Y dice usted que ha visto más como este? —añadió dirigiéndose al artesano.
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OFF: Complicación: Una caprichosa [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ha decidido incorporar la runa que acaba de crear Reike a su nuevo vestido. Dejo también un posible hilo abierto con la Candela, en caso de que Alward o Eltrant quieran aprovecharlo para sus respectivas complicaciones y tejemos una megacomplicación entre los tres (y quien quiera sumarse, si está cerca).
Debido a la maldición de Eltrant, asumo que o bien Reike no lo reconoce o directamente no se acuerda de él (lo dejo ambiguo hasta que él me diga).
La Candela: MediumSeaGreen (así sin más, ni # ni ná)
(1) Don Mágico: Puedo sentir el flujo del Éter, detectando a usuarios de la magia u objetos mágicos que pueda ver (sin distinguir detalles).
Reike
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Sacudió la tierra de la pala golpeándola sobre la roca del suelo. Metió la mano bajo su capucha para apartarse unos mechones oscuros mojados por la lluvia y, con un caminar seguro incluso dentro de su cojera, tomó el sendero que subía a la colina.
- Ya los habéis oído.
Aún se hacían notar algunas voces increpadoras a pesar de las palabras que habían tenido los cabecillas con los aldeanos, impulsados por el enterrador. Pero él, con esas simples cuatro palabras, logró que lo único que sonara ahora a sus espaldas fuera el canto de los grillos.
Más arriba, bajo el techo del conjuradero, dos figuras expectantes miraban a sus alrededores, esperando encontrar en algún lugar cierta procesión. Solo encontraron a una figura oscura, subiendo con pesadez la colina.
- Brujo. Ahí tienes al hombre aquel. No goza de mala visión el tullido.
Eberus entrecerró los ojos y luego los abrió como dos anillos. Ese hombre los había descubierto. ¿Cómo?
- Se está haciendo tarde - comenzó a decir con su oscura voz cuando se hubo acercado algo más. - Os aconsejo bajar ya.
Parecían palabras amables, pero el modo en que las decía no ayudaba a verlo así. De todas maneras, obedecieron. Ese hombre solía hablar siempre en el mismo tono.
- Tienes razón, hombre - contestó Eberus, disimulando su frustración con una amabilidad mal fingida. En todo momento trató de colocarse en la línea de visión entre el enterrador y los objetos rituales que habían colocado en el suelo. Selena hacía lo mismo mientras abandonaban el conjuradero.
- Oléis a muerto - comentó sin más. Ellos enmudecieron, temiendo haber sido descubiertos. En el fondo, los dos sospechaban que a ojos del enterrador era obvio lo que hacían allí arriba, precisamente justo antes de esa noche. Pero cabía la posibilidad de que simplemente estuvieran descubriendo los alrededores, o resguardándose de la tormenta hasta que se despejara, o cualquier otra cosa. Se aferraban a ese clavo ardiendo deseando que no se desincrustara del tablón.
- Debo preguntaros algo - comenzó, sereno. - ¿Le habéis quitado el dedo a Chuck?
Silencio. El brujo y la elfa se miraron mientras seguían al enterrador. Sus miradas fueron de asombro. Un asombro mezclado con temor. ¿Qué sentido tenía mentir? Ya los habían descubierto. Bueno, quizá no. Quizá aquellos gritos que habían oído antes desde el conjuradero se debieran a una trifulca provocada por aquello. Quizá el enterrador, simplemente, estaba preguntando a todos para descubrir qué estaba pasando allí.
- ¿El dedo? ¿Para qué? - terminó preguntando el brujo.
El enterrador propinó un golpe al suelo con la pala que le ayudaba a descender la colina. Los tres se pararon en seco. La oscura figura frente a ellos hinchó sus espaldas con una inhalación profunda que luego, contra todo pronóstico, acabó expulsando lentamente. Retomaron la marcha y los dos forasteros no pudieron sino mirarse con una mezcla de incertidumbre y temor. Pocas eran las veces que Selena rompía su estoicismo para dejar ver alguna emoción en su rostro. Pero aquel hombre parecía conseguir lo que pocos.
Uno de los cabecillas le había contado al enterrador antes de subir la colina que el brujo anduvo haciendo preguntas sobre los detalles del suceso del sacerdote. Ahora, se los encontraba en el conjuradero.
- Esperad aquí - ordenó casi al llegar a la plaza. Eberus y Selena vieron cómo, ante ellos, rostros de indignación y furia se les quedaban mirando. Eso era todo lo que veían, mientras escuchaban los golpes del metal de la pala contra el suelo a cada paso del enterrador.
Este se puso a hablar con los cabecillas y, tras una espera eterna llena de miradas hostiles y silencio, volvió al principio del camino donde esperaban ambos y les hizo un gesto para que le siguieran. Llegaron a una de las casas, una bastante apartada, y señaló a la puerta, roja como una amapola. Parecía que, al final, iban a seguir gozando de la hospitalidad del pueblo. Pero había algo dentro de toda aquella situación que no les acababa de cuadrar. ¿Así de fácil iba a solucionarse todo? ¿Qué había pasado con los gritos que oyeron antes y por qué ahora todos los aldeanos estaban reunidos en la plaza sin soltar palabra? Y, esas miradas...
Parecía que alguien los esperaba dentro. Entre los postigos de la ventana se filtraba el cálido brillo de un hogar encendido. Eberus fue a abrir la puerta y, por alguna razón, dudó. Cuando abrió la puerta al fin, vio que sus dudas respondían a un presentimiento fundado. Las paredes estaban completamente dibujadas con runas, y no había nadie dentro. Maldijo a su yo pasado por haber aplazado su aprendizaje sobre las artes arcanas.
Cuando se dieron la vuelta con el rostro desencajado, la pala del enterrador estaba flotando en el aire frente a ellos. Su mano ya no la sujetaba, pero les señalaba con una amenaza palpable. El enterrador era un brujo. Habían dudado de ello, creyendo que el éter que se despedía de su cuerpo provenía de su túnica y no de él mismo. Pero ahora ya no había dudas. Su telequinesis parecía precisa y poderosa, pues la pala se balanceaba suavemente en el aire frente a sus rostros con una gracia hipnotizante.
- Idiotas. Lo de la mascota muerta era un engaño. ¿Creíais que no la había visto? Entrad. Ya.
- Si crees que nos vas a obligar a entrar ahí dentro, es que se te ha ido la cabeza. - Eberus se plantó firme, negando con la cabeza. Selena ya había sacado el hacha de petos de las correas de su espalda con la velocidad que sabía emplear ella.
Con que el ritual no había servido para nada. Lo de la mascota era una trampa, no formaba parte del antiguo ritual, y de alguna manera había varias personas implicadas en aquel engaño, como la anciana que les había explicado lo que había llevado, supuestamente, el sacerdote cuando invocó a la procesión. Eberus se preguntó si, entonces, el resto del ritual había tenido algún sentido. Deseaba fervientemente que sí, y que la procesión apareciera allí arriba para asolar a la aldea, sobre todo al enterrador. O quizá pudieran matarlo ya, ahí mismo.
- ¿Dónde están vuestros compinches? - preguntó de repente. Ellos se miraron de reojo, extrañados. ¿Qué compinches? - No os hagáis los imbéciles. El del tatuaje y su hermana. O quien quiera que fuera ella.
El enterrador había roto su serenidad áspera para hablar con evidente urgencia. Algo había pasado dentro de aquella casa que le había sacado de sus casillas. Clavaba los ojos en el interior mientras mantenía la pala en el aire, casi cortándoles el paso, y Eberus aprovechó la confusión para despistarlo con un sonido ilusorio *.
Hizo sonar algo así como el jadeo de sorpresa de una mujer detrás de una de las casas a las espaldas de aquel brujo siniestro. Funcionó. Miró hacia atrás y, ahora, lo tenían a su disposición. Sería fácil. Lo que no esperaban era que varias personas estuvieran acercándose desde la plaza. Y no venían con cara de hacer amigos.
______________
OFF:
Complicación: el ritual o, al menos, parte de él (la mascota muerta), no era como lo habían hecho Eberus y Selena. Habían sido engañados por los de la aldea con falsas instrucciones. ¿Por qué? ¡Lo veremos en próximos episodios! Además, ahora el enterrador los está amenazando y están entre él, su pala flotante y la casa llena de runas de la que acaban de huir Tarek y Iori, y algunos aldeanos vienen de camino.
* Uso del talento Ilusión.
- Ya los habéis oído.
Aún se hacían notar algunas voces increpadoras a pesar de las palabras que habían tenido los cabecillas con los aldeanos, impulsados por el enterrador. Pero él, con esas simples cuatro palabras, logró que lo único que sonara ahora a sus espaldas fuera el canto de los grillos.
Más arriba, bajo el techo del conjuradero, dos figuras expectantes miraban a sus alrededores, esperando encontrar en algún lugar cierta procesión. Solo encontraron a una figura oscura, subiendo con pesadez la colina.
- Brujo. Ahí tienes al hombre aquel. No goza de mala visión el tullido.
Eberus entrecerró los ojos y luego los abrió como dos anillos. Ese hombre los había descubierto. ¿Cómo?
- Se está haciendo tarde - comenzó a decir con su oscura voz cuando se hubo acercado algo más. - Os aconsejo bajar ya.
Parecían palabras amables, pero el modo en que las decía no ayudaba a verlo así. De todas maneras, obedecieron. Ese hombre solía hablar siempre en el mismo tono.
- Tienes razón, hombre - contestó Eberus, disimulando su frustración con una amabilidad mal fingida. En todo momento trató de colocarse en la línea de visión entre el enterrador y los objetos rituales que habían colocado en el suelo. Selena hacía lo mismo mientras abandonaban el conjuradero.
- Oléis a muerto - comentó sin más. Ellos enmudecieron, temiendo haber sido descubiertos. En el fondo, los dos sospechaban que a ojos del enterrador era obvio lo que hacían allí arriba, precisamente justo antes de esa noche. Pero cabía la posibilidad de que simplemente estuvieran descubriendo los alrededores, o resguardándose de la tormenta hasta que se despejara, o cualquier otra cosa. Se aferraban a ese clavo ardiendo deseando que no se desincrustara del tablón.
- Debo preguntaros algo - comenzó, sereno. - ¿Le habéis quitado el dedo a Chuck?
Silencio. El brujo y la elfa se miraron mientras seguían al enterrador. Sus miradas fueron de asombro. Un asombro mezclado con temor. ¿Qué sentido tenía mentir? Ya los habían descubierto. Bueno, quizá no. Quizá aquellos gritos que habían oído antes desde el conjuradero se debieran a una trifulca provocada por aquello. Quizá el enterrador, simplemente, estaba preguntando a todos para descubrir qué estaba pasando allí.
- ¿El dedo? ¿Para qué? - terminó preguntando el brujo.
El enterrador propinó un golpe al suelo con la pala que le ayudaba a descender la colina. Los tres se pararon en seco. La oscura figura frente a ellos hinchó sus espaldas con una inhalación profunda que luego, contra todo pronóstico, acabó expulsando lentamente. Retomaron la marcha y los dos forasteros no pudieron sino mirarse con una mezcla de incertidumbre y temor. Pocas eran las veces que Selena rompía su estoicismo para dejar ver alguna emoción en su rostro. Pero aquel hombre parecía conseguir lo que pocos.
Uno de los cabecillas le había contado al enterrador antes de subir la colina que el brujo anduvo haciendo preguntas sobre los detalles del suceso del sacerdote. Ahora, se los encontraba en el conjuradero.
- Esperad aquí - ordenó casi al llegar a la plaza. Eberus y Selena vieron cómo, ante ellos, rostros de indignación y furia se les quedaban mirando. Eso era todo lo que veían, mientras escuchaban los golpes del metal de la pala contra el suelo a cada paso del enterrador.
Este se puso a hablar con los cabecillas y, tras una espera eterna llena de miradas hostiles y silencio, volvió al principio del camino donde esperaban ambos y les hizo un gesto para que le siguieran. Llegaron a una de las casas, una bastante apartada, y señaló a la puerta, roja como una amapola. Parecía que, al final, iban a seguir gozando de la hospitalidad del pueblo. Pero había algo dentro de toda aquella situación que no les acababa de cuadrar. ¿Así de fácil iba a solucionarse todo? ¿Qué había pasado con los gritos que oyeron antes y por qué ahora todos los aldeanos estaban reunidos en la plaza sin soltar palabra? Y, esas miradas...
Parecía que alguien los esperaba dentro. Entre los postigos de la ventana se filtraba el cálido brillo de un hogar encendido. Eberus fue a abrir la puerta y, por alguna razón, dudó. Cuando abrió la puerta al fin, vio que sus dudas respondían a un presentimiento fundado. Las paredes estaban completamente dibujadas con runas, y no había nadie dentro. Maldijo a su yo pasado por haber aplazado su aprendizaje sobre las artes arcanas.
Cuando se dieron la vuelta con el rostro desencajado, la pala del enterrador estaba flotando en el aire frente a ellos. Su mano ya no la sujetaba, pero les señalaba con una amenaza palpable. El enterrador era un brujo. Habían dudado de ello, creyendo que el éter que se despedía de su cuerpo provenía de su túnica y no de él mismo. Pero ahora ya no había dudas. Su telequinesis parecía precisa y poderosa, pues la pala se balanceaba suavemente en el aire frente a sus rostros con una gracia hipnotizante.
- Idiotas. Lo de la mascota muerta era un engaño. ¿Creíais que no la había visto? Entrad. Ya.
- Si crees que nos vas a obligar a entrar ahí dentro, es que se te ha ido la cabeza. - Eberus se plantó firme, negando con la cabeza. Selena ya había sacado el hacha de petos de las correas de su espalda con la velocidad que sabía emplear ella.
Con que el ritual no había servido para nada. Lo de la mascota era una trampa, no formaba parte del antiguo ritual, y de alguna manera había varias personas implicadas en aquel engaño, como la anciana que les había explicado lo que había llevado, supuestamente, el sacerdote cuando invocó a la procesión. Eberus se preguntó si, entonces, el resto del ritual había tenido algún sentido. Deseaba fervientemente que sí, y que la procesión apareciera allí arriba para asolar a la aldea, sobre todo al enterrador. O quizá pudieran matarlo ya, ahí mismo.
- ¿Dónde están vuestros compinches? - preguntó de repente. Ellos se miraron de reojo, extrañados. ¿Qué compinches? - No os hagáis los imbéciles. El del tatuaje y su hermana. O quien quiera que fuera ella.
El enterrador había roto su serenidad áspera para hablar con evidente urgencia. Algo había pasado dentro de aquella casa que le había sacado de sus casillas. Clavaba los ojos en el interior mientras mantenía la pala en el aire, casi cortándoles el paso, y Eberus aprovechó la confusión para despistarlo con un sonido ilusorio *.
Hizo sonar algo así como el jadeo de sorpresa de una mujer detrás de una de las casas a las espaldas de aquel brujo siniestro. Funcionó. Miró hacia atrás y, ahora, lo tenían a su disposición. Sería fácil. Lo que no esperaban era que varias personas estuvieran acercándose desde la plaza. Y no venían con cara de hacer amigos.
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OFF:
Complicación: el ritual o, al menos, parte de él (la mascota muerta), no era como lo habían hecho Eberus y Selena. Habían sido engañados por los de la aldea con falsas instrucciones. ¿Por qué? ¡Lo veremos en próximos episodios! Además, ahora el enterrador los está amenazando y están entre él, su pala flotante y la casa llena de runas de la que acaban de huir Tarek y Iori, y algunos aldeanos vienen de camino.
* Uso del talento Ilusión.
Eberus
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Caminaba de vuelta a casa escuchando los pájaros y el viento acariciar las ramas de unos árboles cada vez más desprovistos de hojas y de frutos. Caminaban hacia la estación fría, hacia el invierno, hacia noches más largas y días más oscuros. Era el tiempo propicio, respaldados por el tono de la estación, para que aquellos que se movían entre las artes oscuras, usaran sus capacidades para abrir puertas a mundos impredecibles, atrayendo fuerzas completamente desconocidas y, por tanto, peligrosas.
El recuerdo de su madre quedándose casi sin habla y la sobrerreacción de después, invadió su mente. Fue un asedio repentino. Como si alguien se lo hubiera susurrado desde las crecientes sombras que se estiraban a su alrededor. No creía que aquello fuera cosa de su tío Soren, la persona que, según su padre, había cuidado de Bera desde bien pequeña y de la rama de la familia de la que él había heredado el pelo rojo. Tampoco creía que fuera un mal sueño o alguna mala experiencia de juventud, pues Sango creía que en algún momento debería haber contado algo en ese sentido. Tenía que haber algo más, algo sobre lo que le preocupaba pensar ya que se trataba de su madre, la fuente de su vida.
El crujido de las piedras bajo sus botas, acompañaba aquella línea de pensamiento. Una botas que, por cierto, eran de su padre y este le había cedido mientras conseguían otro par para el pelirrojo. Se dijo que era lamentable que una persona como él, acostumbrado a estar en el camino, no tuviera un par de repuesto. Tampoco sabía montar y era algo que debía remediar ya que en tiempos hostiles y peligrosos cualquier destreza podía marcar la diferencia. Pero lo más importante, pensó, era que, de momento, debería procurarse un segundo par de botas.
Sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba, mientras sus ojos recorrían la línea del horizonte hacia el oeste, por donde el sol caía lentamente al tiempo que, a su espalda, su sombra se alargaba lentamente, como su inquietud.
El viento se levantó en ese instante arrastrando consigo hojas, humedad, olor a humo y el deseo de arrancarle la capa. Pero lo que le más le llamó la atención fueron unas palabras que escuchó justo antes de que el viento amainara.
El tono era melódico y el cadencia como el de una plegaria. Al doblegar el repecho con un avance de zancada que se había impuesto, se encontró de frente con dos aldeanos que estaban de pie, al borde del camino, mirando en su dirección. La pareja lo observó con detenimiento al igual que Sango los estudió par ano ver nada destacable más allá de una ropas sencillas, aparentemente cálidas y de colores apagados. Ben no los conocía de nada, pero bien podían ser vecinos de Cedraldada. La aldea había crecido en los últimos años.
Alzaron la mano a modo de saludo y descansaron su peso en unos palos que usaban para caminar. Sango devolvió el saludo y se acercó con paso lento sin despegar en demasía el brazo derecho del cuerpo.
- Buena tarde- saludó el pelirrojo desde lejos.
- Buenas tardes- respondieron al unísono.
Sango llegó a su lado y se detuvo. Después de una descarada mirada de arriba a abajo, el pelirrojo ladeó la cabeza y entornó la mirada. Eran jóvenes, pero tenían un aspecto demacrado, descuidado y parecían terriblemente cansados. Sin embargo, había algo en ellos que no terminaba de gustarle al pelirrojo.
- ¿A dónde vais?
- De vuelta a casa- respondió el de la derecha-. Hemos tenido un día duro- añadió con una sonrisa oscura.
Un escalofrío recorrió a Sango que sacudió la cabeza. Una idea le atravesó la cabeza de lado a lado. Se cruzó de brazos y descansó su peso sobre la pierna derecha.
- Debéis tener cuidado, anda por ahí alguien haciendo rituales sin sentido- comentó observando sus reacciones.
- ¿Ah sí?- preguntó el de la izquierda.
Tenía la mirada fija en él, mientras que el de la derecha observaba el acero que colgaba en su cintura. Un compañero fiel que jamás se apartaba de su lado y que causaba una gran variedad de reacciones según los ojos que observaran. El de la izquierda entonces, sonrió levemente y se removió en su sitio sin abandonar la posición de reposo.
- Si veis alguno, destruidlos- comentó Sango descruzando los brazos-. Es lo que yo hice.
- ¿Qué?- había incredulidad en el tono de voz del tipo de la izquierda.
- ¿Cómo lo has...?
La pareja giró la cabeza al mismo tiempo y se miraron un breve instante para tornar sus expresiones a una mezcla de asombro y terror. Sango les enseñó los dientes. Aquellos tipejos no eran más que unos estúpidos ignorantes que nada sabían de lo que hacían. Seguramente, pensó, habrían escuchado alguna historia antigua y se habrían lanzado a hacerlo sin ningún tipo de tiempo de reflexión que fuera más allá del resultado que esperaban con aquello.
De pronto ambos alzaron los palos y se lanzaron contra el pelirrojo al que pillaron completamente por sorpresa. La varas alcanzaron hombros y costados del guerrero que se vio obligado a retroceder para evitar mayores daños.
- ¡El marcado! ¡Es el marcado!- gritaban entre ellos mientras subían y bajaban los palos tratando de encontrar un punto débil.
Ben, que tenía cierta pericia en esas lides, fue capaz de capturar uno de los palos y arrebatárselo a su dueño de un fuerte tirón. Casi en el mismo movimiento, arremetió contra el otro con una sucesión de rápidos golpes que impactaron, primeramente en el palo
del otro tipo y después llegaron a impactar en su cuerpo hasta que dio con su cuerpo en tierra, magullado por los golpes que acababa de recibir.
Sango se giró con violencia y encaró al otro que le señalaba mientras parecía continuar con una plegaria similar a la que había escuchado hacía tan solo unos instantes. Sin embargo, esta vez, el tono melódico estaba diluido en el tartamudeo infundido por el miedo provocado por la ira y la rabia que manaban del cuerpo de Sango.
- Doce noches... las valkirias... el rojo vendaval- abrió la boca y se quedó paralizado en el sitio.
Sango le mostró los dientes y alzó el palo por encima de su cabeza justo antes de ser arrollado hacia un lado y caer al suelo. Le presionaron el costado contra la tierra y trataron de patearle, pero ya estaba levantándose. Pudo escuchar como echaban a correr, dándose ánimos el uno al otro. Evidenciando que el pelirrojo ya estaba de pie y que corría tras ellos.
Era una persecución que estaba destinada al fracaso desde el primer momento. Sango no corría cómodo con aquellas botas y cuando aquellos tipos abandonaron el camino para internarse por mitad de una loma descendente, deforestada, su ritmo descendió. No así su rabia y su incredulidad que no dejaron de crecer cuando fue consciente de todo lo que había a su alrededor.
El prado estaba fuera de los límites en los que la gente de Cedralada solía pastorear y cultivar, al menos según recordaba, y todo parecía indicar que que aquel sitio era, de hecho, un trozo de terreno ganado al bosque y no hacía mucho. Era un trozo, sin embargo, en el que apenas crecía la hierba y la poca que había era pasto de animales salvajes y, como pudo comprobar, por practicantes de oscuras y terribles hechicerías.
En el prado había una réplica de lugar ritual que él había visitado, sin embargo, la magnitud de este era enorme. Se usaban grandes ramas para dibujar la runa, incluso piedras que se habían hincado en el suelo para generar una suerte de camino o para remarcar un contorno, era difícil saberlo. Aquel lugar desprendía un hálito oscuro y que obligaba al pelirrojo a aspirar las miasmas de aquella tierra recientemente envenenada.
En la linde del bosque reapareció la pareja que señalaba y hablaba en un tono de voz con el que Sango apenas podía comprender lo que decían. Tras ellos aparecieron unas mujeres. Eran tres y vestían túnicas de colores pardos y oscuros. Tras ellas, hombres y mujeres se detuvieron en torno al lindero. Sango perdió la cuenta al pasar de la quincena.
De pronto las voces de la pareja se detuvieron y el lugar se quedó en silencio. Las voces se alzaron, primero como una vibración lejana, y luego con el mismo tono y la misma cadencia que había escuchado antes.
Sango caminaba hacia atrás y negaba con la cabeza lentamente. No estaba preparado para aquello. No en aquellas circunstancias. No cuando aquello estaba ocurriendo tan cerca de su hogar. Había algo que le erizaba el pelo y que le gritaba que saliera de allí. No estaba preparado para enfrentar aquello. No tenía el equipo adecuado para hacer frente.
Salió corriendo en dirección a Cedralada y no miró atrás. Ni siquiera cuando unos fuegos iluminaron el atardecer tras él. Ni cuando las voces y los gritos se alzaron en mitad de la noche casi como risas salidas de otro mundo. No. Él corría y gritaba, en silencio, el nombre de los Dioses pidiendo su protección para los suyos y para él.
Pero también pedía por la gente que acababa de dejar atrás. Pedía para que no hubiera clemencia con ellos, ni piedad. Porque él no iba a darles ninguna.
El sol, apenas era visible cuando alcanzó la entrada a Cedralada.
El recuerdo de su madre quedándose casi sin habla y la sobrerreacción de después, invadió su mente. Fue un asedio repentino. Como si alguien se lo hubiera susurrado desde las crecientes sombras que se estiraban a su alrededor. No creía que aquello fuera cosa de su tío Soren, la persona que, según su padre, había cuidado de Bera desde bien pequeña y de la rama de la familia de la que él había heredado el pelo rojo. Tampoco creía que fuera un mal sueño o alguna mala experiencia de juventud, pues Sango creía que en algún momento debería haber contado algo en ese sentido. Tenía que haber algo más, algo sobre lo que le preocupaba pensar ya que se trataba de su madre, la fuente de su vida.
El crujido de las piedras bajo sus botas, acompañaba aquella línea de pensamiento. Una botas que, por cierto, eran de su padre y este le había cedido mientras conseguían otro par para el pelirrojo. Se dijo que era lamentable que una persona como él, acostumbrado a estar en el camino, no tuviera un par de repuesto. Tampoco sabía montar y era algo que debía remediar ya que en tiempos hostiles y peligrosos cualquier destreza podía marcar la diferencia. Pero lo más importante, pensó, era que, de momento, debería procurarse un segundo par de botas.
Sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba, mientras sus ojos recorrían la línea del horizonte hacia el oeste, por donde el sol caía lentamente al tiempo que, a su espalda, su sombra se alargaba lentamente, como su inquietud.
El viento se levantó en ese instante arrastrando consigo hojas, humedad, olor a humo y el deseo de arrancarle la capa. Pero lo que le más le llamó la atención fueron unas palabras que escuchó justo antes de que el viento amainara.
Morenos cabellos en su mente quedaron,
de las tierras que llaman de Heimdall,
el marcado, ellos crearon.
de las tierras que llaman de Heimdall,
el marcado, ellos crearon.
El tono era melódico y el cadencia como el de una plegaria. Al doblegar el repecho con un avance de zancada que se había impuesto, se encontró de frente con dos aldeanos que estaban de pie, al borde del camino, mirando en su dirección. La pareja lo observó con detenimiento al igual que Sango los estudió par ano ver nada destacable más allá de una ropas sencillas, aparentemente cálidas y de colores apagados. Ben no los conocía de nada, pero bien podían ser vecinos de Cedraldada. La aldea había crecido en los últimos años.
Alzaron la mano a modo de saludo y descansaron su peso en unos palos que usaban para caminar. Sango devolvió el saludo y se acercó con paso lento sin despegar en demasía el brazo derecho del cuerpo.
- Buena tarde- saludó el pelirrojo desde lejos.
- Buenas tardes- respondieron al unísono.
Sango llegó a su lado y se detuvo. Después de una descarada mirada de arriba a abajo, el pelirrojo ladeó la cabeza y entornó la mirada. Eran jóvenes, pero tenían un aspecto demacrado, descuidado y parecían terriblemente cansados. Sin embargo, había algo en ellos que no terminaba de gustarle al pelirrojo.
- ¿A dónde vais?
- De vuelta a casa- respondió el de la derecha-. Hemos tenido un día duro- añadió con una sonrisa oscura.
Un escalofrío recorrió a Sango que sacudió la cabeza. Una idea le atravesó la cabeza de lado a lado. Se cruzó de brazos y descansó su peso sobre la pierna derecha.
- Debéis tener cuidado, anda por ahí alguien haciendo rituales sin sentido- comentó observando sus reacciones.
- ¿Ah sí?- preguntó el de la izquierda.
Tenía la mirada fija en él, mientras que el de la derecha observaba el acero que colgaba en su cintura. Un compañero fiel que jamás se apartaba de su lado y que causaba una gran variedad de reacciones según los ojos que observaran. El de la izquierda entonces, sonrió levemente y se removió en su sitio sin abandonar la posición de reposo.
- Si veis alguno, destruidlos- comentó Sango descruzando los brazos-. Es lo que yo hice.
- ¿Qué?- había incredulidad en el tono de voz del tipo de la izquierda.
- ¿Cómo lo has...?
La pareja giró la cabeza al mismo tiempo y se miraron un breve instante para tornar sus expresiones a una mezcla de asombro y terror. Sango les enseñó los dientes. Aquellos tipejos no eran más que unos estúpidos ignorantes que nada sabían de lo que hacían. Seguramente, pensó, habrían escuchado alguna historia antigua y se habrían lanzado a hacerlo sin ningún tipo de tiempo de reflexión que fuera más allá del resultado que esperaban con aquello.
De pronto ambos alzaron los palos y se lanzaron contra el pelirrojo al que pillaron completamente por sorpresa. La varas alcanzaron hombros y costados del guerrero que se vio obligado a retroceder para evitar mayores daños.
- ¡El marcado! ¡Es el marcado!- gritaban entre ellos mientras subían y bajaban los palos tratando de encontrar un punto débil.
Ben, que tenía cierta pericia en esas lides, fue capaz de capturar uno de los palos y arrebatárselo a su dueño de un fuerte tirón. Casi en el mismo movimiento, arremetió contra el otro con una sucesión de rápidos golpes que impactaron, primeramente en el palo
del otro tipo y después llegaron a impactar en su cuerpo hasta que dio con su cuerpo en tierra, magullado por los golpes que acababa de recibir.
Sango se giró con violencia y encaró al otro que le señalaba mientras parecía continuar con una plegaria similar a la que había escuchado hacía tan solo unos instantes. Sin embargo, esta vez, el tono melódico estaba diluido en el tartamudeo infundido por el miedo provocado por la ira y la rabia que manaban del cuerpo de Sango.
- Doce noches... las valkirias... el rojo vendaval- abrió la boca y se quedó paralizado en el sitio.
Sango le mostró los dientes y alzó el palo por encima de su cabeza justo antes de ser arrollado hacia un lado y caer al suelo. Le presionaron el costado contra la tierra y trataron de patearle, pero ya estaba levantándose. Pudo escuchar como echaban a correr, dándose ánimos el uno al otro. Evidenciando que el pelirrojo ya estaba de pie y que corría tras ellos.
Era una persecución que estaba destinada al fracaso desde el primer momento. Sango no corría cómodo con aquellas botas y cuando aquellos tipos abandonaron el camino para internarse por mitad de una loma descendente, deforestada, su ritmo descendió. No así su rabia y su incredulidad que no dejaron de crecer cuando fue consciente de todo lo que había a su alrededor.
El prado estaba fuera de los límites en los que la gente de Cedralada solía pastorear y cultivar, al menos según recordaba, y todo parecía indicar que que aquel sitio era, de hecho, un trozo de terreno ganado al bosque y no hacía mucho. Era un trozo, sin embargo, en el que apenas crecía la hierba y la poca que había era pasto de animales salvajes y, como pudo comprobar, por practicantes de oscuras y terribles hechicerías.
En el prado había una réplica de lugar ritual que él había visitado, sin embargo, la magnitud de este era enorme. Se usaban grandes ramas para dibujar la runa, incluso piedras que se habían hincado en el suelo para generar una suerte de camino o para remarcar un contorno, era difícil saberlo. Aquel lugar desprendía un hálito oscuro y que obligaba al pelirrojo a aspirar las miasmas de aquella tierra recientemente envenenada.
En la linde del bosque reapareció la pareja que señalaba y hablaba en un tono de voz con el que Sango apenas podía comprender lo que decían. Tras ellos aparecieron unas mujeres. Eran tres y vestían túnicas de colores pardos y oscuros. Tras ellas, hombres y mujeres se detuvieron en torno al lindero. Sango perdió la cuenta al pasar de la quincena.
De pronto las voces de la pareja se detuvieron y el lugar se quedó en silencio. Las voces se alzaron, primero como una vibración lejana, y luego con el mismo tono y la misma cadencia que había escuchado antes.
Me entregué, sin pensarlo, a sus brazos,
oscuros presagios, las runas me enseñaron,
mucho luché por evitar sus zarpazos.
Morenos cabellos en su mente quedaron,
de las tierras que llaman de Heimdall,
el marcado, ellos crearon.
Origen humilde tiene nuestro rival,
y antes de las doce noches de las valkirias,
arrollaré al rojo vendaval.
Oíd nuestra canto, espíritus del más allá,
os ofrecemos asientos y trato como familia,
si acompañarnos habréis en esta nuestra batalla.
Oh poderosos espíritus que huís de las garras de Hela,
Oh poderosos espíritus que anheláis el dulce hidromiel de Heidrun,
Oh valientes y ansiosos espíritus, acompañadnos y redimíos.
Nuestra señora os llama junto a ella,
os ofrece guía en el camino que sin duda os espera,
si con el rojo vendaval luchamos hasta que él muera.
oscuros presagios, las runas me enseñaron,
mucho luché por evitar sus zarpazos.
Morenos cabellos en su mente quedaron,
de las tierras que llaman de Heimdall,
el marcado, ellos crearon.
Origen humilde tiene nuestro rival,
y antes de las doce noches de las valkirias,
arrollaré al rojo vendaval.
Oíd nuestra canto, espíritus del más allá,
os ofrecemos asientos y trato como familia,
si acompañarnos habréis en esta nuestra batalla.
Oh poderosos espíritus que huís de las garras de Hela,
Oh poderosos espíritus que anheláis el dulce hidromiel de Heidrun,
Oh valientes y ansiosos espíritus, acompañadnos y redimíos.
Nuestra señora os llama junto a ella,
os ofrece guía en el camino que sin duda os espera,
si con el rojo vendaval luchamos hasta que él muera.
Sango caminaba hacia atrás y negaba con la cabeza lentamente. No estaba preparado para aquello. No en aquellas circunstancias. No cuando aquello estaba ocurriendo tan cerca de su hogar. Había algo que le erizaba el pelo y que le gritaba que saliera de allí. No estaba preparado para enfrentar aquello. No tenía el equipo adecuado para hacer frente.
Salió corriendo en dirección a Cedralada y no miró atrás. Ni siquiera cuando unos fuegos iluminaron el atardecer tras él. Ni cuando las voces y los gritos se alzaron en mitad de la noche casi como risas salidas de otro mundo. No. Él corría y gritaba, en silencio, el nombre de los Dioses pidiendo su protección para los suyos y para él.
Pero también pedía por la gente que acababa de dejar atrás. Pedía para que no hubiera clemencia con ellos, ni piedad. Porque él no iba a darles ninguna.
El sol, apenas era visible cuando alcanzó la entrada a Cedralada.
- OFF:
- (0) Complicación: Sango se encuentra con los responsables del ritual del primer post, pero resulta que este era un señuelo para el ritual de verdad, que es una runa mucho más grande y con un grupo relativamente numeroso de gente que está tras él (unas veinte a veinticinco personas, en su mayoría campesinos y ganaderos).
(1) Resumen algo más detallado: Sango se encuentra con una gente que, en principio, parecen ser los responsables de crear ese lugar donde se llevo a cabo un ritual. Le atacan y luego huyen al ver que Sango contraataca. Se meten en la linde de un bosque pasando antes por un prado donde hay una runa maligna, mucho más grande, dibujada. De la linde del bosque salen, lo que parecen tres mujeres que parecen llevar la voz cantante y el resto de esa especie de culto a los espíritus. Se hace mención a "ella" en el canto (leer punto 2 para más referencias). Sango marcha del lugar, no solo por miedo, sino porque ahora mismo se siente indefenso al no tener la armadura y el escudo con él. Quizá un Sango del pasado se hubiera quedado a ver qué pasaba, pero este Sango parece que es algo más cauto y tiene algo más de cerebro. Además, se supone que dará la voz de alarma.
(2) Referencia global del post: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Es un tema importante para la trama personal de Sango y al que le tengo especial cariño y que, como empezó en un evento Samhain, pues que mejor manera que continuarlo en otro Samhain. El canto que entonan es una modificación de la visión de la bruja Seidr que salió en el relato original.
Sango
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Aquello no tendría complicación ninguna. Con el equipo adecuado, el tiempo necesario y los conocimientos correctos crear algo no suponía ningún problema.
Con una runa pasaba exactamente igual que con cualquier otra cosa. Así que el brujo confiaba en terminar la runa para después continuar su camino hacia la aldea cercana. Con un poco de suerte incluso la llovizna dejaría de molestar para cuando tuviera…
La figura de una persona entrando a la cueva cambió todo pensamiento del mercenario. ¿Sí lo estaban siguiendo?
Ese hombre, o mujer, era de baja estatura, pero había logrado entrar sin hacer el mínimo ruido. Eso significaba que era un experto en sigilo e incluso habría podido ocultar sus pasos y presencia en medio del bosque. Difícil, pero no imposible.
- No esperaba tener visita-, comentó Vincent, dejando la runa casi por terminar en el interior de la cajita, así como sus herramientas.
Tras eso adquirió una postura cómoda, con la mano lo suficientemente cerca de su espada desenvainada. Debía estar preparado para actuar, más, antes de iniciar un combate innecesario, quería saber si de verdad se encontraba con un peligro real.
- Yo esperaba menos encontrarte aquí-, respondió el sujeto encapuchado.
La frase era bastante significativa. Dejaba bien claro un dato. Y si eso no fuera por sí sólo bastante impactante, la voz del hombre le había resultado familiar. Sin embargo, Vincent no pudo preguntarle quién era pues antes de hacerlo la otra persona lo hizo de nuevo.
- Pensaba que ya estarías en el pueblo-, dijo, acercándose.
- ¿El pueblo? -, contestó, confuso. - ¿Eres tú quien me ha contratado? -
- Por supuesto que he sido yo. ¿Quién si no? - afirmó esta vez. - O puede que no. ¿Nosotros decidimos nuestras acciones? O en realidad se trata de algo superior a nosotros.
Entonces Vinc recordó dónde había escuchado esa voz en el pasado.
- ¡Tú! - gritó, poniéndose en pie al tiempo que le señalaba.
- Ya dije, quién si no. Oh, ya creaste la runa, excelente-, mentó al tiempo que a toda velocidad alargaba su mano y atrapa la piedra. - ¡Te veo en el pueblo! -[1]
- ¡No, espera! - respondió.
El mercenario tuvo ganas de convertir al enano en gato al horno, pero saber que era gilipollas a secas pero no mala persona le persuadió de hacerlo. Al menos el tiempo suficiente para que el tipo escapara por la entrada a la gruta.
- ¡Maldito cabrón! - gritó. - ¡Aún no está terminada! -
El rubio pateó el suelo tras dar unos pasos hacia la salida, para después girar sobre sí mismo y regresar junto al trozo de tela.
Allí, con toda la celeridad posible, terminó de recoger su herramientas, guardó la caja en el morral, envainó su espada y colocó ambos aceros en sus fundas sobre su cuerpo, para, inmediatamente después, meter la tela dentro de su zurrón y echárselo al hombro para iniciar la persecución del enano.
Recogiendo había perdido un tiempo precioso, pero, por un lado, sabía hacia dónde se dirigía el tipo, porque el pueblo no podía ser otro que el de la carta y, por otro, qué zancada podía tener un maldito retaco.
Vincent, tras un rato corriendo, llegó al límite de esa parte de la falda de la colina, al tiempo que podía ver una figura encapuchada dando pasos a la carrera, cuesta abajo, en dirección a la aldea próxima.
- Por fin-, se dijo. - ¡Tapón de alberca, pronto te daré tu medicina! - le gritó al pequeñajo que huía.
Este, dio un respingo, que el brujo pudo notar pese a la distancia que aún le sacaba. También pudo ver como miraba por encima de su hombro y apretaba el paso tras la ojeada a su espalda.
- No, eso sí que no. No pienses que podrás escapar de mí-, comentó y corrió tras el renacuajo.
Con cada paso, Vinc le recorta distancia, así que pronto le daría alcance. Le encantaría hacerlo mucho antes, pero saber que lo acabaría atrapando tarde o temprano, le daba una dosis de satisfacción que quizás era impropia de un mercenario veterano que había vivido cosas peores.
Ay, pero que sabroso sería retorcerle el pescuezo a ese mamón.
En cualquier caso, el brujo al final pudo echarle el guante al ladrón, podríamos decir literal, pues el brujo llevaba guantes de cuero en esos momentos, justo al llegar al pueblo, en medio de unas casas. Pero sin desviarnos de lo importante, el pícaro reaccionó, al agarre sobre su hombro, con un giro y movimiento de su bastón que el experimentado guerrero esquivó con facilidad.
Tras el intento fallido de ataque el brujo le quitó la capucha al ladronzuelo.
- Oye, si aún estás vivo, es porque la lluvia había amainado antes de tener que salir de aquella cueva. No juegues mal tus cartas intentando pegarme.
- ¡Vincent! Viejo amigo-, contestó el gato chiquito. - Sabes que no elegimos nuestros movimientos. Ya deberías saberlo. -
- Erre que erre con esa perra del más allá. Devuélveme la runa. -
- Pero si es mía, yo te la encargué. -
- Yo te la encargué-, respondió retintín, imitando la voz del hombre bestia de forma burlesca. - ¿Dónde quedó lo de que no decidimos por nosotros? - se mofó del gato. - Dame la runa, aunque sea para ti no sirve de nada si no está terminada. -
- ¿Qué es ese ruido? -
El brujo al principio pensó que era un nuevo ardid del gato humanoide, pero al poco rato pudo escuchar lo que el pequeño podía escuchar antes que él por sus mejores sentidos auditivos.
Al poco un estruendo se escuchó muy cerca, y otro más cuando la pared de madera de la casa de al lado saltó en pedazos ante el paso de una bestia enorme de piedra y diligencia.
Ambos hombres gritaron por la sorpresa, y mientras el gato saltaba en brazos del brujo, este hizo algo menos estúpido y se apartó de la trayectoria del golem.
- Qué coño ha sido eso-, comentó un asustado gato, abrazado al pecho del encantador.
- Un golem. -
- Eso ya lo veo. Quiero decir… -
- Ya sé lo que quieres decir, pero no hay tiempo que perder. ¡Distráelo! -
- ¿Que lo distraiga? ¿Yo? ¿Por qué yo? -
Pero sin mediar más palabra, y sin hacer caso de las palabras del hombre bestia, el brujo lanzó al gato contra el golem.[2]
- ¡Odio al hijo de perra que decide estas mierdas! - gritó el gato, mientras iba volando, justo antes de chocar contra la piedra como si fuera un palito.
Sin embargo, el golem decidió parar su carrera tras el golpe, y el brillo violeta de su cuerpo se intensificó, al tiempo que se giraba.
Llegó un momento en el que todo parecía en calma, como si nada más pudiera pasar, pero, tras ese corto plazo de paz, el autómata comenzó su cacería de gato.
- ¡Así, muy bien! ¡Da vueltas en ese terreno mientras preparo una cosa! ¡Tengo una idea! ¡No te aconsejo huir en línea recta o te alcanzará! ¡Además, quién te protegerá si te alejas de mí! -, le gritó al gato, con cierta guasa.
Ese gigante de piedra podía hacer realidad el sueño de todo brujo cansado de estafadores. Aunque, para ser sinceros, se lo tomaba con tranquilidad porque, si Gatdalf no la liaba, saldría de aquella, y mientras entretenía al golem y salvaba a los habitantes del pueblo.
[1] Inicio una complicación sobre la creación de mi runa por los lols. Con participación estelar.
[2] Me uno al problema que afecta al grupo, que es la importante, con participación aún más estelar XD
Con una runa pasaba exactamente igual que con cualquier otra cosa. Así que el brujo confiaba en terminar la runa para después continuar su camino hacia la aldea cercana. Con un poco de suerte incluso la llovizna dejaría de molestar para cuando tuviera…
La figura de una persona entrando a la cueva cambió todo pensamiento del mercenario. ¿Sí lo estaban siguiendo?
Ese hombre, o mujer, era de baja estatura, pero había logrado entrar sin hacer el mínimo ruido. Eso significaba que era un experto en sigilo e incluso habría podido ocultar sus pasos y presencia en medio del bosque. Difícil, pero no imposible.
- No esperaba tener visita-, comentó Vincent, dejando la runa casi por terminar en el interior de la cajita, así como sus herramientas.
Tras eso adquirió una postura cómoda, con la mano lo suficientemente cerca de su espada desenvainada. Debía estar preparado para actuar, más, antes de iniciar un combate innecesario, quería saber si de verdad se encontraba con un peligro real.
- Yo esperaba menos encontrarte aquí-, respondió el sujeto encapuchado.
La frase era bastante significativa. Dejaba bien claro un dato. Y si eso no fuera por sí sólo bastante impactante, la voz del hombre le había resultado familiar. Sin embargo, Vincent no pudo preguntarle quién era pues antes de hacerlo la otra persona lo hizo de nuevo.
- Pensaba que ya estarías en el pueblo-, dijo, acercándose.
- ¿El pueblo? -, contestó, confuso. - ¿Eres tú quien me ha contratado? -
- Por supuesto que he sido yo. ¿Quién si no? - afirmó esta vez. - O puede que no. ¿Nosotros decidimos nuestras acciones? O en realidad se trata de algo superior a nosotros.
Entonces Vinc recordó dónde había escuchado esa voz en el pasado.
- ¡Tú! - gritó, poniéndose en pie al tiempo que le señalaba.
- Ya dije, quién si no. Oh, ya creaste la runa, excelente-, mentó al tiempo que a toda velocidad alargaba su mano y atrapa la piedra. - ¡Te veo en el pueblo! -[1]
- ¡No, espera! - respondió.
El mercenario tuvo ganas de convertir al enano en gato al horno, pero saber que era gilipollas a secas pero no mala persona le persuadió de hacerlo. Al menos el tiempo suficiente para que el tipo escapara por la entrada a la gruta.
- ¡Maldito cabrón! - gritó. - ¡Aún no está terminada! -
El rubio pateó el suelo tras dar unos pasos hacia la salida, para después girar sobre sí mismo y regresar junto al trozo de tela.
Allí, con toda la celeridad posible, terminó de recoger su herramientas, guardó la caja en el morral, envainó su espada y colocó ambos aceros en sus fundas sobre su cuerpo, para, inmediatamente después, meter la tela dentro de su zurrón y echárselo al hombro para iniciar la persecución del enano.
Recogiendo había perdido un tiempo precioso, pero, por un lado, sabía hacia dónde se dirigía el tipo, porque el pueblo no podía ser otro que el de la carta y, por otro, qué zancada podía tener un maldito retaco.
Vincent, tras un rato corriendo, llegó al límite de esa parte de la falda de la colina, al tiempo que podía ver una figura encapuchada dando pasos a la carrera, cuesta abajo, en dirección a la aldea próxima.
- Por fin-, se dijo. - ¡Tapón de alberca, pronto te daré tu medicina! - le gritó al pequeñajo que huía.
Este, dio un respingo, que el brujo pudo notar pese a la distancia que aún le sacaba. También pudo ver como miraba por encima de su hombro y apretaba el paso tras la ojeada a su espalda.
- No, eso sí que no. No pienses que podrás escapar de mí-, comentó y corrió tras el renacuajo.
Con cada paso, Vinc le recorta distancia, así que pronto le daría alcance. Le encantaría hacerlo mucho antes, pero saber que lo acabaría atrapando tarde o temprano, le daba una dosis de satisfacción que quizás era impropia de un mercenario veterano que había vivido cosas peores.
Ay, pero que sabroso sería retorcerle el pescuezo a ese mamón.
En cualquier caso, el brujo al final pudo echarle el guante al ladrón, podríamos decir literal, pues el brujo llevaba guantes de cuero en esos momentos, justo al llegar al pueblo, en medio de unas casas. Pero sin desviarnos de lo importante, el pícaro reaccionó, al agarre sobre su hombro, con un giro y movimiento de su bastón que el experimentado guerrero esquivó con facilidad.
Tras el intento fallido de ataque el brujo le quitó la capucha al ladronzuelo.
- Oye, si aún estás vivo, es porque la lluvia había amainado antes de tener que salir de aquella cueva. No juegues mal tus cartas intentando pegarme.
- ¡Vincent! Viejo amigo-, contestó el gato chiquito. - Sabes que no elegimos nuestros movimientos. Ya deberías saberlo. -
- Erre que erre con esa perra del más allá. Devuélveme la runa. -
- Pero si es mía, yo te la encargué. -
- Yo te la encargué-, respondió retintín, imitando la voz del hombre bestia de forma burlesca. - ¿Dónde quedó lo de que no decidimos por nosotros? - se mofó del gato. - Dame la runa, aunque sea para ti no sirve de nada si no está terminada. -
- ¿Qué es ese ruido? -
El brujo al principio pensó que era un nuevo ardid del gato humanoide, pero al poco rato pudo escuchar lo que el pequeño podía escuchar antes que él por sus mejores sentidos auditivos.
Al poco un estruendo se escuchó muy cerca, y otro más cuando la pared de madera de la casa de al lado saltó en pedazos ante el paso de una bestia enorme de piedra y diligencia.
Ambos hombres gritaron por la sorpresa, y mientras el gato saltaba en brazos del brujo, este hizo algo menos estúpido y se apartó de la trayectoria del golem.
- Qué coño ha sido eso-, comentó un asustado gato, abrazado al pecho del encantador.
- Un golem. -
- Eso ya lo veo. Quiero decir… -
- Ya sé lo que quieres decir, pero no hay tiempo que perder. ¡Distráelo! -
- ¿Que lo distraiga? ¿Yo? ¿Por qué yo? -
Pero sin mediar más palabra, y sin hacer caso de las palabras del hombre bestia, el brujo lanzó al gato contra el golem.[2]
- ¡Odio al hijo de perra que decide estas mierdas! - gritó el gato, mientras iba volando, justo antes de chocar contra la piedra como si fuera un palito.
Sin embargo, el golem decidió parar su carrera tras el golpe, y el brillo violeta de su cuerpo se intensificó, al tiempo que se giraba.
Llegó un momento en el que todo parecía en calma, como si nada más pudiera pasar, pero, tras ese corto plazo de paz, el autómata comenzó su cacería de gato.
- ¡Así, muy bien! ¡Da vueltas en ese terreno mientras preparo una cosa! ¡Tengo una idea! ¡No te aconsejo huir en línea recta o te alcanzará! ¡Además, quién te protegerá si te alejas de mí! -, le gritó al gato, con cierta guasa.
Ese gigante de piedra podía hacer realidad el sueño de todo brujo cansado de estafadores. Aunque, para ser sinceros, se lo tomaba con tranquilidad porque, si Gatdalf no la liaba, saldría de aquella, y mientras entretenía al golem y salvaba a los habitantes del pueblo.
Offrol
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[1] Inicio una complicación sobre la creación de mi runa por los lols. Con participación estelar.
[2] Me uno al problema que afecta al grupo, que es la importante, con participación aún más estelar XD
Vincent Calhoun
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Re: La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Y todas las señales que advertían que algo sucedería… fueron una mentira. Nada sucedió, nada además de un sentimiento de pérdida.
De pérdida de la dignidad.
—Bueno, ¿cuándo vendrán los fantasmas? —pregunté con la poca paciencia que aún tenía, aunque ya parecía que era más que la sangre que aún conservaba dentro de mi cuerpo.
—No lo sé, no soy un erudito —respondió Per Vertman, como si fuese cualquier conversación trivial.
—¿Cómo que no sabes? —repliqué, volviéndome enseguida hacia él—. ¿Estabas haciendo un ritual sin saber cómo funciona?
—Todos los rituales funcionan igual, ¿no? Haces garabatos raros, sacrificas algo, recitas palabras que nadie entiende y ¡puf!, sucede la magia.
—¿Garabatos raros…? —Miré una vez más el círculo rúnico. Definitivamente, aquello no era obra de un principiante con mucha suerte—. ¿Tú hiciste esto?
—¿Yo? Ni que no tuviera nada mejor que hacer en mi vida —dijo el que se había dedicado por años a buscar la experiencia de tener sexo de otro mundo, y además fracasar en cada intento.
—¿Estás diciéndome —pregunté con lentitud, esforzándome en comprender su línea de pensamientos— que casualmente conseguiste este lugar macabro donde ya estaban estas runas y solo decidiste matar un animal aquí?
—No, chaval —contestó, divertido por mis deducciones—. Es más complicado que eso, obviamente. La verdad es que la viuda Nevada, que amablemente me ha dado una habitación en su casa donde quedarme unos días, quería que la ayudara con esto de atraer los espíritus y así, o eso dijo, pero no soy tonto, ¿sabes? Yo sé que quería traerme a este lugar para que estuviéramos solitos y darnos amor sin interrupciones. Y mira, no te mentiré, está buena, ¡claro que sí!, pero, a ver, es de este mundo, por más ida que esté de la cabeza. —Rio a carcajadas—. Ay, pero, en fin, preferí adelantarme y hacer esto por mi cuenta. —De pronto, esa implacable determinación suya, que salía en instantes de solemnidad inesperada, esculpió las facciones de su rostro una vez más—. Debo hacerlo así para cumplir mi verdadero deseo.
Quizás por su razonamiento o por la pérdida de sangre, sentí mareos y el frío en la punta de mis dedos se extendió hacia el resto de mi cuerpo, gatillando otro escalofrío. Tuve que sentarme en el suelo. Como era de esperarse, coloqué a mi gomejo debajo para usarlo de cojín, pues el suelo era incómodo.
Un mosquito salvaje me picó el cuello, para empeorar la situación. Con la rapidez que me caracterizaba, me di una palmada en el cuello. La picadura se convirtió en dolor agudo y mi mano sintió algo más grande que un mosquito. Aquello era…
—¿Un dardo? —dije, perplejo, tras arrancarlo y sostenerlo frente a mis ojos—. Hey, ¿acaso tú…? —No hizo falta preguntarle a Per Vertman; lo vi tambalearse y luego caer de bruces, con otro dardo en su cuello.
Aceleré al instante el éter dentro de mí y canalicé una parte hacia mi brazo herido y otra hacia mis ojos. Busqué rápidamente con la mirada potenciada, en cada sombra, en cada silueta humanoide, siguiendo cada sonido, cada vestigio de vida, mientras la herida en mi brazo se cerraba y mi piel se endurecía por la magia.[1][2]
Entonces descubrí al individuo oculto detrás de un árbol. Reí entre dientes.
—Sal ya —le dije, aparentando despreocupación—, sé que estás detrás de ese árbol con el tronco torcido. No tiene sentido que sigas escondiéndote, menos si ni puedo moverme.
«Sí puedo moverme aún, ¿no?», me pregunté, y me puse a prueba. Pude mover todos mis dedos, así que esperé que fuese igual con el resto de mi cuerpo, aunque el frío aumentaba.
—Eres bastante perceptivo —respondió el individuo, que resultó ser una mujer, y salió detrás del árbol. Aunque no del árbol que yo creía, sino de otro a cinco metros a la derecha. Ella nunca sabría que me equivoqué—, pero ya es muy tarde para ti.
Era una mujer que portaba otra máscara de calavera, que destacaba en su piel oscura y casi grisácea bajo el manto de las sombras. Andaba ligera de ropa, usando prendas ajustadas y totalmente negras, permitiéndose exhibir los músculos tonificados de un cuerpo entrenado con disciplina, aunque se dio un lujo con los anillos dorados que rodeaban su cuello y los que colgaban de sus orejas. Tenía el cabello recogido en una coleta alta que le llegaba hasta la cintura, y aquella cabellera oscura parecía reflejar, por momentos, un singular brillo violáceo. Pero nada destacaba más que la daga en una de sus manos, cuya hoja empezó a adquirir el resplandor al rojo vivo que yo, herrero y arcanista, muy bien conocía.
—Parece Trasto encantado —dije, el nombre del hechizo—. También lo uso para agilizar el trabajo en la forja.
—Oh, eso suena muy interesante, pero… ¿cómo puedo decir esto? Hmm… Ah, sí, ¿quién demonios te preguntó tu vida, orejón?
—Perdón, no sabía que eras Doña Amargura —murmuré—. Como sea, ¿hay algún motivo por el que te apeteció lanzar dardos a dos personas en medio de la nada? —inquirí mientras preparaba mi éter para lanzar un par de haces de luz explosivos.
—¿Personas, dices? Perdona, pero ese de ahí —señaló a Per Vertman—, es un degenerado de cuidado. Cualquier otro se asustaría al descubrir lo que yo planeaba y sobre mi grimorio de misterios del más allá, pero él no huyó ni se aterrorizó. ¡No, eso sería muy normal para él! Este despojo humano lo que hizo fue preguntarme si también conocía técnicas sexuales de otro mundo.
—¿Eh?
—Y cuando le dije que no, ni se molestó en ocultar que se decepcionó de mí. Luego me robó mi capa y una de mis máscaras y se fue cuando creyó que no lo veía.
Finalmente empecé a preguntarme si acaso Per Vertman era un loco. Pero aún no podría asegurar que sí.
—Y tú tampoco te salvas. ¡¿Por qué te hiciste ese corte en el brazo como un bruto?! —espetó la mujer—. ¿Es que quieres morirte o qué te pasa?
—No, yo solo…
—¡Cierra la boca, orejón! A nadie le importan tus razones. Ahora ya no solo lo sacrificaré a él, sino a ti también. Dos tontos menos en el mundo, vaya. Deberían darme un premio.
Se acercó a Per Vertman, quien seguía tumbado e inconsciente. O eso último lo creí hasta que ella lo pateó en un costado, haciéndole soltar un quejido.
—¡Ay, maldita loca, nadie decente patea a un muerto! —se quejó Per Vertman—. ¿O viste a través de mi actuación?
—¿Actuación? Si a cada rato abrías los ojos para saber qué estaba pasando. Pero no te preocupes, ya me encargaré de que seas un muerto de verdad.
—No, por favor. ¡Tengo un sueño!
—Te ayudaré a dormir, entonces, eternamente —siseó con veneno aquella mujer, y terminó lanzando un escupitajo apuntando a la cara de Per Vertman. Pero la saliva nunca llegó al objetivo, pues ella aún tenía la máscara puesta.
Todos fingimos que eso no pasó.
«Bueno, creo que ya es momento de atacar», decidí, aprovechando que ella me dio la espalda al distraerse en el otro.
Lo siguiente que supe era que tanto Per Vertman como yo estábamos tumbados sobre el círculo arcano, yo aún sobre el gomejo, y la mujer recitaba un mantra siniestro con una voz gutural, mientras dibujaba runas en el aire con su daga ardiendo, y el bosque repetía su canto devolviendo su voz como ecos fantasmales.
Pero apenas podía mantener mis recuerdos sobre mi situación, que se escabullían apenas se asomaban en mi consciencia.
Veneno… Recordaba algún veneno. ¿Fui envenenado? ¿Era eso?
No, sentía que no era solo por eso. Sentía… O, mejor dicho, no sentía, no como antes. Mis sentidos se perdían, mi mente se esfumaba, como si mi ser se desvaneciera en el vacío.
Pero mientras todo se ocultaba de mi percepción, había algo que refulgía, tentándome, llamándome, despertando un instinto primitivo y sobrenatural que desconocía toda moral.
Las vidas, las almas, de la mujer y de Per Vertman… Debía devorarlas.
Pero mi cuerpo no me respondía.
De pérdida de la dignidad.
—Bueno, ¿cuándo vendrán los fantasmas? —pregunté con la poca paciencia que aún tenía, aunque ya parecía que era más que la sangre que aún conservaba dentro de mi cuerpo.
—No lo sé, no soy un erudito —respondió Per Vertman, como si fuese cualquier conversación trivial.
—¿Cómo que no sabes? —repliqué, volviéndome enseguida hacia él—. ¿Estabas haciendo un ritual sin saber cómo funciona?
—Todos los rituales funcionan igual, ¿no? Haces garabatos raros, sacrificas algo, recitas palabras que nadie entiende y ¡puf!, sucede la magia.
—¿Garabatos raros…? —Miré una vez más el círculo rúnico. Definitivamente, aquello no era obra de un principiante con mucha suerte—. ¿Tú hiciste esto?
—¿Yo? Ni que no tuviera nada mejor que hacer en mi vida —dijo el que se había dedicado por años a buscar la experiencia de tener sexo de otro mundo, y además fracasar en cada intento.
—¿Estás diciéndome —pregunté con lentitud, esforzándome en comprender su línea de pensamientos— que casualmente conseguiste este lugar macabro donde ya estaban estas runas y solo decidiste matar un animal aquí?
—No, chaval —contestó, divertido por mis deducciones—. Es más complicado que eso, obviamente. La verdad es que la viuda Nevada, que amablemente me ha dado una habitación en su casa donde quedarme unos días, quería que la ayudara con esto de atraer los espíritus y así, o eso dijo, pero no soy tonto, ¿sabes? Yo sé que quería traerme a este lugar para que estuviéramos solitos y darnos amor sin interrupciones. Y mira, no te mentiré, está buena, ¡claro que sí!, pero, a ver, es de este mundo, por más ida que esté de la cabeza. —Rio a carcajadas—. Ay, pero, en fin, preferí adelantarme y hacer esto por mi cuenta. —De pronto, esa implacable determinación suya, que salía en instantes de solemnidad inesperada, esculpió las facciones de su rostro una vez más—. Debo hacerlo así para cumplir mi verdadero deseo.
Quizás por su razonamiento o por la pérdida de sangre, sentí mareos y el frío en la punta de mis dedos se extendió hacia el resto de mi cuerpo, gatillando otro escalofrío. Tuve que sentarme en el suelo. Como era de esperarse, coloqué a mi gomejo debajo para usarlo de cojín, pues el suelo era incómodo.
Un mosquito salvaje me picó el cuello, para empeorar la situación. Con la rapidez que me caracterizaba, me di una palmada en el cuello. La picadura se convirtió en dolor agudo y mi mano sintió algo más grande que un mosquito. Aquello era…
—¿Un dardo? —dije, perplejo, tras arrancarlo y sostenerlo frente a mis ojos—. Hey, ¿acaso tú…? —No hizo falta preguntarle a Per Vertman; lo vi tambalearse y luego caer de bruces, con otro dardo en su cuello.
Aceleré al instante el éter dentro de mí y canalicé una parte hacia mi brazo herido y otra hacia mis ojos. Busqué rápidamente con la mirada potenciada, en cada sombra, en cada silueta humanoide, siguiendo cada sonido, cada vestigio de vida, mientras la herida en mi brazo se cerraba y mi piel se endurecía por la magia.[1][2]
Entonces descubrí al individuo oculto detrás de un árbol. Reí entre dientes.
—Sal ya —le dije, aparentando despreocupación—, sé que estás detrás de ese árbol con el tronco torcido. No tiene sentido que sigas escondiéndote, menos si ni puedo moverme.
«Sí puedo moverme aún, ¿no?», me pregunté, y me puse a prueba. Pude mover todos mis dedos, así que esperé que fuese igual con el resto de mi cuerpo, aunque el frío aumentaba.
—Eres bastante perceptivo —respondió el individuo, que resultó ser una mujer, y salió detrás del árbol. Aunque no del árbol que yo creía, sino de otro a cinco metros a la derecha. Ella nunca sabría que me equivoqué—, pero ya es muy tarde para ti.
Era una mujer que portaba otra máscara de calavera, que destacaba en su piel oscura y casi grisácea bajo el manto de las sombras. Andaba ligera de ropa, usando prendas ajustadas y totalmente negras, permitiéndose exhibir los músculos tonificados de un cuerpo entrenado con disciplina, aunque se dio un lujo con los anillos dorados que rodeaban su cuello y los que colgaban de sus orejas. Tenía el cabello recogido en una coleta alta que le llegaba hasta la cintura, y aquella cabellera oscura parecía reflejar, por momentos, un singular brillo violáceo. Pero nada destacaba más que la daga en una de sus manos, cuya hoja empezó a adquirir el resplandor al rojo vivo que yo, herrero y arcanista, muy bien conocía.
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—Parece Trasto encantado —dije, el nombre del hechizo—. También lo uso para agilizar el trabajo en la forja.
—Oh, eso suena muy interesante, pero… ¿cómo puedo decir esto? Hmm… Ah, sí, ¿quién demonios te preguntó tu vida, orejón?
—Perdón, no sabía que eras Doña Amargura —murmuré—. Como sea, ¿hay algún motivo por el que te apeteció lanzar dardos a dos personas en medio de la nada? —inquirí mientras preparaba mi éter para lanzar un par de haces de luz explosivos.
—¿Personas, dices? Perdona, pero ese de ahí —señaló a Per Vertman—, es un degenerado de cuidado. Cualquier otro se asustaría al descubrir lo que yo planeaba y sobre mi grimorio de misterios del más allá, pero él no huyó ni se aterrorizó. ¡No, eso sería muy normal para él! Este despojo humano lo que hizo fue preguntarme si también conocía técnicas sexuales de otro mundo.
—¿Eh?
—Y cuando le dije que no, ni se molestó en ocultar que se decepcionó de mí. Luego me robó mi capa y una de mis máscaras y se fue cuando creyó que no lo veía.
Finalmente empecé a preguntarme si acaso Per Vertman era un loco. Pero aún no podría asegurar que sí.
—Y tú tampoco te salvas. ¡¿Por qué te hiciste ese corte en el brazo como un bruto?! —espetó la mujer—. ¿Es que quieres morirte o qué te pasa?
—No, yo solo…
—¡Cierra la boca, orejón! A nadie le importan tus razones. Ahora ya no solo lo sacrificaré a él, sino a ti también. Dos tontos menos en el mundo, vaya. Deberían darme un premio.
Se acercó a Per Vertman, quien seguía tumbado e inconsciente. O eso último lo creí hasta que ella lo pateó en un costado, haciéndole soltar un quejido.
—¡Ay, maldita loca, nadie decente patea a un muerto! —se quejó Per Vertman—. ¿O viste a través de mi actuación?
—¿Actuación? Si a cada rato abrías los ojos para saber qué estaba pasando. Pero no te preocupes, ya me encargaré de que seas un muerto de verdad.
—No, por favor. ¡Tengo un sueño!
—Te ayudaré a dormir, entonces, eternamente —siseó con veneno aquella mujer, y terminó lanzando un escupitajo apuntando a la cara de Per Vertman. Pero la saliva nunca llegó al objetivo, pues ella aún tenía la máscara puesta.
Todos fingimos que eso no pasó.
«Bueno, creo que ya es momento de atacar», decidí, aprovechando que ella me dio la espalda al distraerse en el otro.
Lo siguiente que supe era que tanto Per Vertman como yo estábamos tumbados sobre el círculo arcano, yo aún sobre el gomejo, y la mujer recitaba un mantra siniestro con una voz gutural, mientras dibujaba runas en el aire con su daga ardiendo, y el bosque repetía su canto devolviendo su voz como ecos fantasmales.
Pero apenas podía mantener mis recuerdos sobre mi situación, que se escabullían apenas se asomaban en mi consciencia.
Veneno… Recordaba algún veneno. ¿Fui envenenado? ¿Era eso?
No, sentía que no era solo por eso. Sentía… O, mejor dicho, no sentía, no como antes. Mis sentidos se perdían, mi mente se esfumaba, como si mi ser se desvaneciera en el vacío.
Pero mientras todo se ocultaba de mi percepción, había algo que refulgía, tentándome, llamándome, despertando un instinto primitivo y sobrenatural que desconocía toda moral.
Las vidas, las almas, de la mujer y de Per Vertman… Debía devorarlas.
Pero mi cuerpo no me respondía.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi racial꞉ Imposición de manos (1/1), para sanarse el corte del brazo.
[2] Habis pasivas raciales꞉ Ojos de elfo y Don mágico, para ver bien en lo oscurito y detectar magia.
Complicación: Apareció la viuda Nevada, una loca de cuidado, que envenenó a Rauko y a Per Vertman y se prepara para sacrificarlos en su ritual de atraer espíritus chocarreros. Rauko, además, empieza a sufrir más los efectos de su maldición.
[2] Habis pasivas raciales꞉ Ojos de elfo y Don mágico, para ver bien en lo oscurito y detectar magia.
Complicación: Apareció la viuda Nevada, una loca de cuidado, que envenenó a Rauko y a Per Vertman y se prepara para sacrificarlos en su ritual de atraer espíritus chocarreros. Rauko, además, empieza a sufrir más los efectos de su maldición.
- Maldición:
- Segador de almas
Cuando Nixil fue arrancado de ti, se llevó parte de tu ser y ahora estás incompleto. Ese vacío se irá expandiendo hasta borrar tu mente, pero puedes llenarlo temporalmente devorando el éter residual que brota de los recién fallecidos. Por esta necesidad, tus ojos se adaptaron para percibirlo, aunque los lamentos de los caídos podrían convertirse en tu tormento.
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