Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
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Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Era mediodía, el frío acariciaba sus mejillas y el sol contrarrestaba calentando con sus rayos más poderosos a esa hora del día. No había ninguna nube en el cielo, un paisaje de frondoso bosque fue dejado atrás siguiendo un camino de tierra se dirigía a la famosa Ciudad Lagarto, la comidilla de todo Verisar. La ciudad sin ley, sitio al que Alward volvía después del asalto de la Guardia y la Factoría a dicho lugar.
El humano iba montado en su equina amiga; Epons. Pasaron un cartel que, efectivamente, mal hecho y con una caligrafía horrible, indicaba: "Ciudad Lagarto". Por su suerte, el nombre de esta estaba escrito bien, cosa que ya era bastante, sabiendo al lugar al que se dirigía.
El Sevna había madrugado para llegar cuanto antes a la ciudad, pero en su rostro podía verse que no había descansado bien y que la somnolencia le estaba ganando la batalla.
La causa por la que Alward fue de nuevo a parar ahí era para poder encontrar a Raven Mars, mejor conocido como "El Jefe". Buscaba la tutela del famoso ex mercenario, para que le enseñase y puliese sus habilidades con la espada para poder llevar a cabo su venganza hacia la misteriosa banda liderada por el temible Erik Vacuum que saqueó y casi destruyó su aldea natal; Alosa, llevándose por delante la vida de sus padres y secuestrando a su hermana.
Otra situación que añadía interés a la estancia del Sevna allí era la presencia de Oromë, una de las líderes de la ciudad, y con la que había mantenido una experiencia "amorosa" durante el último festival del Ohdà que se celebró en la Ciudad de Lunargenta. Hacía ya unos días de eso, y Alward aún no se la podía quitar de la cabeza, estaba prácticamente "hipnotizado" por la dragona. Una sonrisilla infantil se le escapó al acordarse de la peliplateada.
Dejó a Epons a las afueras de la ciudad. No se fiaba de la gente que allí vivía, eran capaces de robarla. Si llegase a necesitar a la yegua, ella ya acudiría a su llamada como lo hace siempre, eso era lo que la hacía tan especial y la tenía tan unida al castaño.
Entró a la ciudad y caminó durante un par de minutos por sus embarradas y sucias calles, llena de todo tipo de gente de la más baja alcurnia, gente que no daba nada de seguridad. El Sevna caminaba por allí con mil ojos puestos en todas direcciones.
Algunos le miraban con recelo, otros con aires de amenaza. Caminaba deprisa, no quería meterse en problemas.
Llegó a un lugar que podía denominarse como una taberna. Era una carpa abierta en el que en su interior se preparaba comida y servían bebidas, y fuera, con toldos para tapar el sol, habían mesas donde los parroquianos podían sentarse y degustar las "especialidades" del lugar. Seguramente una rata muerta y un escupitajo como condimento... También había un par de prostitutas semidesnudas en las esquinas del establecimiento que lanzaban piropos a cualquiera que pasara para "engancharlo" y hacer negocio. Esa idea hizo temblar de asco al joven. Sin duda, aquel lugar cumplía con los requisitos para conseguir información.
-¡Eh, guapo!-Una voz sensual le llamó. Era una de las prostitutas-¿Quieres descargar tu tensión para el torneo?
-...¿Torneo?-Preguntó parándose y girándose hacia la mujer. Al estar con un pecho fuera, y el torso al descubierto hizo que se le subieran los colores al ex mercenario
-Oh, vamos...-Le lanzó una mirada pícara-Llevas dos bonitas espadas y una armadura, no disimules. Todo el que viste así va al torneo-Se mordió uno de sus dedos índice y le guiñó el ojo
-N-no voy a ningún torneo-Aclaró
-De todas formas...-Se encogió de hombros y le sonrió-¿Quieres pasar un buen rato?
-Lo siento... Pero no tengo tiempo-Dibujó una sonrisa falsa en sus labios y se llevó una mano detrás de la cabeza como señal de vergüenza, acto seguido, se disculpó y se adentró totalmente en el recinto.
El Sevna se acercó a un grupo concurrido de parroquianos, con muy mala pinta todos, nada raro por esos lares, pero aún así le asustaban un poco. Antes de dar el paso definitivo, se lo pensó un par de veces y tragó fuertemente saliva.
-D-disculpad...
No le prestaban atención, seguían a lo suyo. Como si Alward no existiera.
-...Busco a alguien
Nada, como si le hablara a unos árboles
-¡Por favor, necesito ayuda!
Igual que las veces anteriores, aquellos tipos seguían bebiendo y de charlas y risas, como si nada. Alward se cabreó y apretó los dientes, hasta que soltó su ira con un pisotón en el suelo al mismo tiempo que golpeaba uno de los postes que sostenía el gran toldo, el cual estaba a su lado.
-¡PRESTADME ATENCIÓN!
La voz de Alward reverberó en el lugar. No se produjo eco debido a que el lugar estaba abierto y eran meras telas las que cubrían la zona, pero su grito acalló a todos los presentes, llamando su atención, incluso los que no eran partícipes de ese grupo y estaban repartidos en las demás mesas, incluyendo también a las prostitutas y los trabajadores del lugar. El Sevna abrió los ojos como platos y volvió a tragar saliva. Carraspeó antes de volver a hablar.
-¡Busco a alguien!-Sacó pecho y puso una voz grave y autoritaria
-¿A quién buscas, insecto?-Dijo uno de los tipos que estaba sentado enfrente. Ese apodo hizo gracia a varios del lugar, cosa que que no agradó a Alward y le hizo torcer por un momento el gesto, pero enseguida se recompuso.
-¿Os suena "Raven Mars"?-Seguía poniendo esa voz autoritaria
Todos se miraron entre sí. Parecía que sabían algo. Eso era bueno, después de todo era un personaje conocido en el mundillo, seguramente le ayudarían... ¿No?
-Vaya, el insecto tiene valor para presentarse aquí solo y empezar a hacer preguntas-Otro de los tipos salto, que intercambió miradas con el primero y le hizo un gesto con la cabeza. Ambos se levantaron y se acercaron a Alward, con tono amenazante. Se pararon a escasos centímetros de él, sacando pecho y mirándole con aires de superioridad. Eran más altos, así que eso también ayudaba a intimidar
-S-solo necesito que...-Antes de poder acabar la frase, otros dos hombres más alto que él le rodearon, dejándole sin escapatoria
-Eh, me suena tu cara
Alward no contestó ante eso, simplemente le mantuvo la mirada, sacando valor. Frunció el ceño y tragó fuertemente saliva, una vez más. Se estaba empezando a poner nervioso. De pronto, se encontraba en un aparente lío.
-¡Ya me acuerdo!-Sonrió con malicia-Tú estuviste aquí con la Guardia cuando nos atacaron
-N-no yo...-Intentó excusarse, pero era inútil. Otros dos tipejos, esta vez más de los que estaban sentados, se levantaron y se acercaron a él para tratar de intimidarlo aún más.
-Vaya, vaya... Un perro de la Guardia-Miró de arriba a abajo al Sevna-Esto es Ciudad Lagarto, insecto. ¿Y sabes qué hacemos los de Lagarto con los tuyos...?-Miró a sus amigos, sonriendo con malicia, estos le devolvieron esa misma sonrisa-Nos los comemos-Un gancho iba dirigido al rostro de Alward, pero este tuvo los reflejos suficientes para apartarse, el golpe impactó en la cara de uno de los tipos que le rodeaban, el cual se lamentó por el dolor y miró a su compañero, furioso.
-¡Escoria!-Otro puñetazo, esta vez para el tipo que le había pegado. Directo en la cara, otro lamento de dolor. Estos dos empezaron a ensalzarse en un pelea.
Otro puñetazo iba hacia Alward por parte de otro de los que le rodeaban, pero este de nuevo lo esquivó y el golpe fue recibido a un destinatario erróneo. Igual que antes, estos dos empezaron a ensalzarse en una pelea. Así, poco, y sin realmente saber ni cómo, en aquella taberna empezó a montarse una gresca de "todos contra todos", en el que el Sevna quedó en medio. Llovían botellazos, cuchillos, tenedores... Incluso los propios trabajadores empezaron a pelearse con los parroquianos al ver tal desmadre. Sillas volando, mesas tumbadas, y el castaño mirando con incredulidad lo que ocurría. Un tipo quiso encararse con él, pero hábilmente Alward le contrarrestó sus golpes y le propinó varios puñetazos en la cara y una patada en el estómago que acabó por tumbarle.
Cuando el Sevna tumbó a dos tipos más, comprendió que era inútil el permanecer más tiempo allí, así que optó por salir por patas de todo ese embrollo y simplemente desaparecer de la escena.
Cuando salió del establecimiento, un hombre con la mirada agachada y apoyado en uno de los postes exteriores que sujetaban los toldos llamó su atención con un silbido. Cuando logró la atención del castaño le indicó con una mano que se acercase. Alward le hizo caso, aunque tenso, ya que había aprendido por las malas que allí no podía fiarse de nadie.
El hombre levantó la mirada y entonces el Sevna lo identificó al instante, era inconfundible; armadura de cuero negra, dos espadas colgaban en su espalda, era un humano más alto que él, corpulento y de rostro permanentemente serio, con unos rasgos duramente marcados y castigados por sus arrugas, acompañados de una barba canosa descuidada, aunque no larga. Tenía el pelo color negro, con algunas partes entradas en canas.
-R-Raven...-Dijo totalmente sorprendido
-Sígueme-Dejó de apoyarse en el poste y le indicó a Alward lo que ya había dicho-Aquí no podemos hablar-Dijo refiriéndose al jaleo montado por la pelea, donde se escuchaban voces, gritos y golpes, sobretodo de mobiliario roto. Parecía eso una verdadera guerra.
El Sevna hizo caso a aquel desgastado hombre, y pronto ambos se pusieron en marcha para irse del lugar y perderse por las calles de Ciudad Lagarto.
El humano iba montado en su equina amiga; Epons. Pasaron un cartel que, efectivamente, mal hecho y con una caligrafía horrible, indicaba: "Ciudad Lagarto". Por su suerte, el nombre de esta estaba escrito bien, cosa que ya era bastante, sabiendo al lugar al que se dirigía.
El Sevna había madrugado para llegar cuanto antes a la ciudad, pero en su rostro podía verse que no había descansado bien y que la somnolencia le estaba ganando la batalla.
La causa por la que Alward fue de nuevo a parar ahí era para poder encontrar a Raven Mars, mejor conocido como "El Jefe". Buscaba la tutela del famoso ex mercenario, para que le enseñase y puliese sus habilidades con la espada para poder llevar a cabo su venganza hacia la misteriosa banda liderada por el temible Erik Vacuum que saqueó y casi destruyó su aldea natal; Alosa, llevándose por delante la vida de sus padres y secuestrando a su hermana.
Otra situación que añadía interés a la estancia del Sevna allí era la presencia de Oromë, una de las líderes de la ciudad, y con la que había mantenido una experiencia "amorosa" durante el último festival del Ohdà que se celebró en la Ciudad de Lunargenta. Hacía ya unos días de eso, y Alward aún no se la podía quitar de la cabeza, estaba prácticamente "hipnotizado" por la dragona. Una sonrisilla infantil se le escapó al acordarse de la peliplateada.
Dejó a Epons a las afueras de la ciudad. No se fiaba de la gente que allí vivía, eran capaces de robarla. Si llegase a necesitar a la yegua, ella ya acudiría a su llamada como lo hace siempre, eso era lo que la hacía tan especial y la tenía tan unida al castaño.
Entró a la ciudad y caminó durante un par de minutos por sus embarradas y sucias calles, llena de todo tipo de gente de la más baja alcurnia, gente que no daba nada de seguridad. El Sevna caminaba por allí con mil ojos puestos en todas direcciones.
Algunos le miraban con recelo, otros con aires de amenaza. Caminaba deprisa, no quería meterse en problemas.
Llegó a un lugar que podía denominarse como una taberna. Era una carpa abierta en el que en su interior se preparaba comida y servían bebidas, y fuera, con toldos para tapar el sol, habían mesas donde los parroquianos podían sentarse y degustar las "especialidades" del lugar. Seguramente una rata muerta y un escupitajo como condimento... También había un par de prostitutas semidesnudas en las esquinas del establecimiento que lanzaban piropos a cualquiera que pasara para "engancharlo" y hacer negocio. Esa idea hizo temblar de asco al joven. Sin duda, aquel lugar cumplía con los requisitos para conseguir información.
-¡Eh, guapo!-Una voz sensual le llamó. Era una de las prostitutas-¿Quieres descargar tu tensión para el torneo?
-...¿Torneo?-Preguntó parándose y girándose hacia la mujer. Al estar con un pecho fuera, y el torso al descubierto hizo que se le subieran los colores al ex mercenario
-Oh, vamos...-Le lanzó una mirada pícara-Llevas dos bonitas espadas y una armadura, no disimules. Todo el que viste así va al torneo-Se mordió uno de sus dedos índice y le guiñó el ojo
-N-no voy a ningún torneo-Aclaró
-De todas formas...-Se encogió de hombros y le sonrió-¿Quieres pasar un buen rato?
-Lo siento... Pero no tengo tiempo-Dibujó una sonrisa falsa en sus labios y se llevó una mano detrás de la cabeza como señal de vergüenza, acto seguido, se disculpó y se adentró totalmente en el recinto.
El Sevna se acercó a un grupo concurrido de parroquianos, con muy mala pinta todos, nada raro por esos lares, pero aún así le asustaban un poco. Antes de dar el paso definitivo, se lo pensó un par de veces y tragó fuertemente saliva.
-D-disculpad...
No le prestaban atención, seguían a lo suyo. Como si Alward no existiera.
-...Busco a alguien
Nada, como si le hablara a unos árboles
-¡Por favor, necesito ayuda!
Igual que las veces anteriores, aquellos tipos seguían bebiendo y de charlas y risas, como si nada. Alward se cabreó y apretó los dientes, hasta que soltó su ira con un pisotón en el suelo al mismo tiempo que golpeaba uno de los postes que sostenía el gran toldo, el cual estaba a su lado.
-¡PRESTADME ATENCIÓN!
La voz de Alward reverberó en el lugar. No se produjo eco debido a que el lugar estaba abierto y eran meras telas las que cubrían la zona, pero su grito acalló a todos los presentes, llamando su atención, incluso los que no eran partícipes de ese grupo y estaban repartidos en las demás mesas, incluyendo también a las prostitutas y los trabajadores del lugar. El Sevna abrió los ojos como platos y volvió a tragar saliva. Carraspeó antes de volver a hablar.
-¡Busco a alguien!-Sacó pecho y puso una voz grave y autoritaria
-¿A quién buscas, insecto?-Dijo uno de los tipos que estaba sentado enfrente. Ese apodo hizo gracia a varios del lugar, cosa que que no agradó a Alward y le hizo torcer por un momento el gesto, pero enseguida se recompuso.
-¿Os suena "Raven Mars"?-Seguía poniendo esa voz autoritaria
Todos se miraron entre sí. Parecía que sabían algo. Eso era bueno, después de todo era un personaje conocido en el mundillo, seguramente le ayudarían... ¿No?
-Vaya, el insecto tiene valor para presentarse aquí solo y empezar a hacer preguntas-Otro de los tipos salto, que intercambió miradas con el primero y le hizo un gesto con la cabeza. Ambos se levantaron y se acercaron a Alward, con tono amenazante. Se pararon a escasos centímetros de él, sacando pecho y mirándole con aires de superioridad. Eran más altos, así que eso también ayudaba a intimidar
-S-solo necesito que...-Antes de poder acabar la frase, otros dos hombres más alto que él le rodearon, dejándole sin escapatoria
-Eh, me suena tu cara
Alward no contestó ante eso, simplemente le mantuvo la mirada, sacando valor. Frunció el ceño y tragó fuertemente saliva, una vez más. Se estaba empezando a poner nervioso. De pronto, se encontraba en un aparente lío.
-¡Ya me acuerdo!-Sonrió con malicia-Tú estuviste aquí con la Guardia cuando nos atacaron
-N-no yo...-Intentó excusarse, pero era inútil. Otros dos tipejos, esta vez más de los que estaban sentados, se levantaron y se acercaron a él para tratar de intimidarlo aún más.
-Vaya, vaya... Un perro de la Guardia-Miró de arriba a abajo al Sevna-Esto es Ciudad Lagarto, insecto. ¿Y sabes qué hacemos los de Lagarto con los tuyos...?-Miró a sus amigos, sonriendo con malicia, estos le devolvieron esa misma sonrisa-Nos los comemos-Un gancho iba dirigido al rostro de Alward, pero este tuvo los reflejos suficientes para apartarse, el golpe impactó en la cara de uno de los tipos que le rodeaban, el cual se lamentó por el dolor y miró a su compañero, furioso.
-¡Escoria!-Otro puñetazo, esta vez para el tipo que le había pegado. Directo en la cara, otro lamento de dolor. Estos dos empezaron a ensalzarse en un pelea.
Otro puñetazo iba hacia Alward por parte de otro de los que le rodeaban, pero este de nuevo lo esquivó y el golpe fue recibido a un destinatario erróneo. Igual que antes, estos dos empezaron a ensalzarse en una pelea. Así, poco, y sin realmente saber ni cómo, en aquella taberna empezó a montarse una gresca de "todos contra todos", en el que el Sevna quedó en medio. Llovían botellazos, cuchillos, tenedores... Incluso los propios trabajadores empezaron a pelearse con los parroquianos al ver tal desmadre. Sillas volando, mesas tumbadas, y el castaño mirando con incredulidad lo que ocurría. Un tipo quiso encararse con él, pero hábilmente Alward le contrarrestó sus golpes y le propinó varios puñetazos en la cara y una patada en el estómago que acabó por tumbarle.
Cuando el Sevna tumbó a dos tipos más, comprendió que era inútil el permanecer más tiempo allí, así que optó por salir por patas de todo ese embrollo y simplemente desaparecer de la escena.
Cuando salió del establecimiento, un hombre con la mirada agachada y apoyado en uno de los postes exteriores que sujetaban los toldos llamó su atención con un silbido. Cuando logró la atención del castaño le indicó con una mano que se acercase. Alward le hizo caso, aunque tenso, ya que había aprendido por las malas que allí no podía fiarse de nadie.
El hombre levantó la mirada y entonces el Sevna lo identificó al instante, era inconfundible; armadura de cuero negra, dos espadas colgaban en su espalda, era un humano más alto que él, corpulento y de rostro permanentemente serio, con unos rasgos duramente marcados y castigados por sus arrugas, acompañados de una barba canosa descuidada, aunque no larga. Tenía el pelo color negro, con algunas partes entradas en canas.
-R-Raven...-Dijo totalmente sorprendido
-Sígueme-Dejó de apoyarse en el poste y le indicó a Alward lo que ya había dicho-Aquí no podemos hablar-Dijo refiriéndose al jaleo montado por la pelea, donde se escuchaban voces, gritos y golpes, sobretodo de mobiliario roto. Parecía eso una verdadera guerra.
El Sevna hizo caso a aquel desgastado hombre, y pronto ambos se pusieron en marcha para irse del lugar y perderse por las calles de Ciudad Lagarto.
Última edición por Alward Sevna el Jue Mayo 16 2019, 21:15, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
No quería estar allí, realmente estaba comenzando a odiar la ciudad sin ley y a todos a quienes la conformaban... Su primo por suerte era la excepción y él había sabido entender que la dragona necesitaba su espacio.
Sin importar cuanto tiempo logró mantenerse fuera de Lagarto, lamentablemente tenía que volver, había que arreglar el desastre y siempre tenía algo nuevo que hacer; fuera conseguir nuevos reclutas, -si no había al menos tres muertes por día entonces no era un día normal en Ciudad Lagarto- o suministros para las drogas, etc, etc.
La lista siempre iba en aumento y así como esta lo hacía, lo mismo ocurría con el mal humor de Oromë.
Era cuestión de tiempo para que algún chismoso fuera a decirle que había un desorden que necesitaba ser controlado en una de las tabernas. Ciertamente siempre había de esos y por lo general a la mayoría los ignoraba. Ella no era la madre de nadie para tener que andar diciéndoles constantemente que dejaran de pelear, pero esta vez su ser llamaba constantemente a que la presionaran un poco más, solamente para poder desquitarse con ganas y razones.
Cada paso era más rápido que el anterior y la fuerza de ellos dejaban en claro que no estaba de buenas. Un poco por detrás estaba D'Leh oculto en su sombra, la cara del joven surcada de cicatrices en estado de curación. Al parecer le gustaba tenerlas pues la dragona lo había pillado colocándose sal en ellas para que se vieran aún más grotescas... No le disgustó tanto como esperaba -y últimamente todo le disgustaba, así que era un avance-.
No tenía necesidad de acercarse para saber que era un desastre lo que se estaba llevando a cabo, el ruido y los gritos eran más que suficientes para decirle exactamente que y cuantos estaban en el meollo.
Una de las prostitutas estaba agachada en el suelo y apenas la vio salio corriendo, su pecho desnudo rebotando en cada paso, y eso si que le molestó. -¡Señora! están destruyéndolo todo. ¡Haga algo!- Oromë tenía el deseo de darle una bofetada pero eso significa tener que responder luego con Matthew a fin de cuentas él estaba por encima de ella, le gustara o no. -Creí que nuestro Virrey les había enseñado bien a defenderse, más vale que empiecen a ser útiles o irán a parar donde los Bios para que las usen de experimentos- La mujer se quedó petrificada, todos los colores de su rostro se drenaron mientras balbuceaba un montón de disculpas sin sentido que al ver que no hacían mella en la peliplateada esta se fue corriendo lejos del lugar.
-D'Leh, mata a quien se interponga en mi camino- Un grave "Sí" y Oromë fue rápidamente donde lo peor estaba ocurriendo, un grupo de hombres que ya habían sacado sus armas para matar y alcanzó al primero al cual le dio un puñetazo en el rostro para que perdiera el equilibrio. Lo tomó del brazo y lo golpeo contra su rodilla, el crack de los huesos rompiéndose en el proceso.
Otro que estaba enceguecido quiso propinarle un golpe en su rostro pero ella alcanzo a esquivarlo, su cabello bloqueandole la vista al hombre mientras hacia una finta y su pierna encontraba su punto más fragil en las de él, haciendole caer al suelo.
El mundo se detuvo a su alrededor, un quejido y otra figura cayó al suelo, D'Leh había matado a uno al parecer. -Si no quieren perder la vida, más vale que vayan a hacer algo más productivo, inútiles despreciables. ¡Ahora!- Gritó a nadie en particular pero casi todos le hicieron caso y se desaparecieron con la misma velocidad que solía hacerlo el alcohol en aquel lugar.
-------------------
Sabía donde encontrarlo, ¿En que otro lugar sino estaría él fanfarroneando de su puesto? El torneo estaba en proceso y ella estaba de brazos cruzados y con el ceño fruncido. -¿Para esto regrese? ¿Ver como te rascas las pelotas? Estos imbéciles casi destruyen una gran parte de nuestros suministros de alcohol y yo tengo que dejarlos caminar para que tu sigas con tus juegos inútiles- No gritaba pero cada palabra salía como pequeñas dagas afiladas en dirección a Matthew. -Según una de las prostitutas que logró salir dicen que un hombre de la guardia logró entrar a la ciudad y eso fue lo que comenzó la disputa. Algunos de nuestros hombres lo están buscando ya- D'Leh realmente era bueno haciendo sus tareas y tomándose la molestia de interrogar a los testigos, pero Oromë dudaba que fuera de utilidad considerando que esa información no iba para ella sino al hombre frente a ellos.
Sin importar cuanto tiempo logró mantenerse fuera de Lagarto, lamentablemente tenía que volver, había que arreglar el desastre y siempre tenía algo nuevo que hacer; fuera conseguir nuevos reclutas, -si no había al menos tres muertes por día entonces no era un día normal en Ciudad Lagarto- o suministros para las drogas, etc, etc.
La lista siempre iba en aumento y así como esta lo hacía, lo mismo ocurría con el mal humor de Oromë.
Era cuestión de tiempo para que algún chismoso fuera a decirle que había un desorden que necesitaba ser controlado en una de las tabernas. Ciertamente siempre había de esos y por lo general a la mayoría los ignoraba. Ella no era la madre de nadie para tener que andar diciéndoles constantemente que dejaran de pelear, pero esta vez su ser llamaba constantemente a que la presionaran un poco más, solamente para poder desquitarse con ganas y razones.
Cada paso era más rápido que el anterior y la fuerza de ellos dejaban en claro que no estaba de buenas. Un poco por detrás estaba D'Leh oculto en su sombra, la cara del joven surcada de cicatrices en estado de curación. Al parecer le gustaba tenerlas pues la dragona lo había pillado colocándose sal en ellas para que se vieran aún más grotescas... No le disgustó tanto como esperaba -y últimamente todo le disgustaba, así que era un avance-.
No tenía necesidad de acercarse para saber que era un desastre lo que se estaba llevando a cabo, el ruido y los gritos eran más que suficientes para decirle exactamente que y cuantos estaban en el meollo.
Una de las prostitutas estaba agachada en el suelo y apenas la vio salio corriendo, su pecho desnudo rebotando en cada paso, y eso si que le molestó. -¡Señora! están destruyéndolo todo. ¡Haga algo!- Oromë tenía el deseo de darle una bofetada pero eso significa tener que responder luego con Matthew a fin de cuentas él estaba por encima de ella, le gustara o no. -Creí que nuestro Virrey les había enseñado bien a defenderse, más vale que empiecen a ser útiles o irán a parar donde los Bios para que las usen de experimentos- La mujer se quedó petrificada, todos los colores de su rostro se drenaron mientras balbuceaba un montón de disculpas sin sentido que al ver que no hacían mella en la peliplateada esta se fue corriendo lejos del lugar.
-D'Leh, mata a quien se interponga en mi camino- Un grave "Sí" y Oromë fue rápidamente donde lo peor estaba ocurriendo, un grupo de hombres que ya habían sacado sus armas para matar y alcanzó al primero al cual le dio un puñetazo en el rostro para que perdiera el equilibrio. Lo tomó del brazo y lo golpeo contra su rodilla, el crack de los huesos rompiéndose en el proceso.
Otro que estaba enceguecido quiso propinarle un golpe en su rostro pero ella alcanzo a esquivarlo, su cabello bloqueandole la vista al hombre mientras hacia una finta y su pierna encontraba su punto más fragil en las de él, haciendole caer al suelo.
El mundo se detuvo a su alrededor, un quejido y otra figura cayó al suelo, D'Leh había matado a uno al parecer. -Si no quieren perder la vida, más vale que vayan a hacer algo más productivo, inútiles despreciables. ¡Ahora!- Gritó a nadie en particular pero casi todos le hicieron caso y se desaparecieron con la misma velocidad que solía hacerlo el alcohol en aquel lugar.
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Sabía donde encontrarlo, ¿En que otro lugar sino estaría él fanfarroneando de su puesto? El torneo estaba en proceso y ella estaba de brazos cruzados y con el ceño fruncido. -¿Para esto regrese? ¿Ver como te rascas las pelotas? Estos imbéciles casi destruyen una gran parte de nuestros suministros de alcohol y yo tengo que dejarlos caminar para que tu sigas con tus juegos inútiles- No gritaba pero cada palabra salía como pequeñas dagas afiladas en dirección a Matthew. -Según una de las prostitutas que logró salir dicen que un hombre de la guardia logró entrar a la ciudad y eso fue lo que comenzó la disputa. Algunos de nuestros hombres lo están buscando ya- D'Leh realmente era bueno haciendo sus tareas y tomándose la molestia de interrogar a los testigos, pero Oromë dudaba que fuera de utilidad considerando que esa información no iba para ella sino al hombre frente a ellos.
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
“Tendría que inventar algún tipo de objeto similar a los anteojos, pero que me sirvieran para cubrir mis ojos del sol” pensaba Matthew mientras salía de la casa/tienda de Lazid, habían pasado toda la noche evaluando daños y pensando nuevas estrategias para poder poner la ciudad en movimiento nuevamente luego del desastre ocurrido. El humano se masajeaba la sien con dos dedos, en un intento inútil de detener a una inminente jaqueca, por algún motivo el tono de voz de su queridísimo Rey le provocaba dolor de cabeza.
En cuanto dio dos pasos apareció su querida Helena.
-Me harías un enorme favor si me asesinaras en este mismo momento – Siguió caminando y la hechicera lo acompañó.
-No me tientes, Matt - Bromeó con una media sonrisa en el rostro - ¿Cómo fue? –
-Veamos ¿Cómo podría resumirlo? – Hizo como si lo estuviera pensando – Fue una de las experiencias más aburridas de toda mi existencia ¿Y sabes qué es lo peor? Que solo es la primera de muchas – Hizo una especie de quejido lastimero - ¿Crees que si consumo drogas antes de ir a las reuniones lo notara?-
-¿Drogas? ¿Quieres estropear tu hermosa imagen? – Dijo en tono de broma. Tras eso se cruzó de brazos y lo miró de arriba abajo – Una vez más, agradezco no estar en tu piel – Le dedicó una sonrisa burlesca. Tras eso, le dio un leve golpe en el hombro para tratar de animarlo – Vayamos a despejarnos un rato, anda –
Owens asintió y siguió a la hechicera por las calles de la ciudad. Si uno hablaba de “despejarse” en Ciudad Lagarto, solo podía referirse a tres cosas: Bebidas o sustancias recreativas, momentos de intimidad o ver las peleas. Matthew no disfrutaba de beber, y estaba bastante seguro de que si le ponía un solo dedo encima a Helena terminaría perdiendo la mandíbula de un golpe. Así que se dirigieron hacia donde se realizaban las peleas con apuestas.
Habían instalado tres grandes asientos sobre algo similar a una plataforma, allí solían instalarse a veces Lazid, otras veces Matt con invitados, y se entretenían mirando las peleas del día. El estafador se dejó caer sobre el sillón, con la pierna colgando por arriba de uno de los apoyabrazos, al menos allí podía relajarse y evitar pensar durante algunas horas o hasta que se quedara dormido.
En ese estado se encontraba Matthew cuando una furiosa Oromë apareció de la nada, el dolor de cabeza del estafador comenzó a asomarse nuevamente. Antes de que Owens diga nada, Helena se puso de pie y evitó que la mujer llegara hasta su Jefe.
-¿Quién eres tú y qué asuntos tienes con el Virrey? -
-Aunque adoraría verlas pelear, prefiero evitar sus gritos agudos, la jaqueca me está matando – Se masajeo los ojos – Helena, te presentó a la tercera al mano, Oromë. Ory Cielo, te presento a Helena, mi guardaespaldas, sé que cuando se conozcan se llevaran de maravilla –
Ante las acusaciones de Oromë, Matthew simplemente se encogió de hombros.
-Si te entretiene quedarte viendo mientras rasco mis partes no te detendré, aunque te diré que es un pasatiempo bastante perturbador – Las siguientes palabras de la dragona provocaron un ataque de risa en el Virrey - ¿De verdad? ¿Estás diciéndome esto seriamente? –Esperó unos segundos por si la mujer quería arrepentirse, pero la sonrisa socarrona de Owens no parecía admitir replica alguna - ¿Te quejas por dejar sueltos a unos pocos borrachos que rompieron una taberna? ¿Entonces qué tendríamos que hacer con la culpable de que quemaran casi toda la ciudad?- Continuó riendo un poco más y agregó – En lugar de preocuparte por la disciplina, busca a ese Guardia que se coló en la ciudad, e intenta no prender fuego nada en el camino – La despachó haciendo un gesto con la mano – Ah, y Oromë… Qué bueno es tenerte de nuevo con nosotros, Cariño, te extrañé – Le guiño un ojo y luego regresó su atención a la pelea.
En cuanto dio dos pasos apareció su querida Helena.
-Me harías un enorme favor si me asesinaras en este mismo momento – Siguió caminando y la hechicera lo acompañó.
-No me tientes, Matt - Bromeó con una media sonrisa en el rostro - ¿Cómo fue? –
-Veamos ¿Cómo podría resumirlo? – Hizo como si lo estuviera pensando – Fue una de las experiencias más aburridas de toda mi existencia ¿Y sabes qué es lo peor? Que solo es la primera de muchas – Hizo una especie de quejido lastimero - ¿Crees que si consumo drogas antes de ir a las reuniones lo notara?-
-¿Drogas? ¿Quieres estropear tu hermosa imagen? – Dijo en tono de broma. Tras eso se cruzó de brazos y lo miró de arriba abajo – Una vez más, agradezco no estar en tu piel – Le dedicó una sonrisa burlesca. Tras eso, le dio un leve golpe en el hombro para tratar de animarlo – Vayamos a despejarnos un rato, anda –
Owens asintió y siguió a la hechicera por las calles de la ciudad. Si uno hablaba de “despejarse” en Ciudad Lagarto, solo podía referirse a tres cosas: Bebidas o sustancias recreativas, momentos de intimidad o ver las peleas. Matthew no disfrutaba de beber, y estaba bastante seguro de que si le ponía un solo dedo encima a Helena terminaría perdiendo la mandíbula de un golpe. Así que se dirigieron hacia donde se realizaban las peleas con apuestas.
Habían instalado tres grandes asientos sobre algo similar a una plataforma, allí solían instalarse a veces Lazid, otras veces Matt con invitados, y se entretenían mirando las peleas del día. El estafador se dejó caer sobre el sillón, con la pierna colgando por arriba de uno de los apoyabrazos, al menos allí podía relajarse y evitar pensar durante algunas horas o hasta que se quedara dormido.
En ese estado se encontraba Matthew cuando una furiosa Oromë apareció de la nada, el dolor de cabeza del estafador comenzó a asomarse nuevamente. Antes de que Owens diga nada, Helena se puso de pie y evitó que la mujer llegara hasta su Jefe.
-¿Quién eres tú y qué asuntos tienes con el Virrey? -
-Aunque adoraría verlas pelear, prefiero evitar sus gritos agudos, la jaqueca me está matando – Se masajeo los ojos – Helena, te presentó a la tercera al mano, Oromë. Ory Cielo, te presento a Helena, mi guardaespaldas, sé que cuando se conozcan se llevaran de maravilla –
Ante las acusaciones de Oromë, Matthew simplemente se encogió de hombros.
-Si te entretiene quedarte viendo mientras rasco mis partes no te detendré, aunque te diré que es un pasatiempo bastante perturbador – Las siguientes palabras de la dragona provocaron un ataque de risa en el Virrey - ¿De verdad? ¿Estás diciéndome esto seriamente? –Esperó unos segundos por si la mujer quería arrepentirse, pero la sonrisa socarrona de Owens no parecía admitir replica alguna - ¿Te quejas por dejar sueltos a unos pocos borrachos que rompieron una taberna? ¿Entonces qué tendríamos que hacer con la culpable de que quemaran casi toda la ciudad?- Continuó riendo un poco más y agregó – En lugar de preocuparte por la disciplina, busca a ese Guardia que se coló en la ciudad, e intenta no prender fuego nada en el camino – La despachó haciendo un gesto con la mano – Ah, y Oromë… Qué bueno es tenerte de nuevo con nosotros, Cariño, te extrañé – Le guiño un ojo y luego regresó su atención a la pelea.
Matthew Owens
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Alward y Raven caminaban por las calles de la ciudad sin ley. El mayor miraba hacia todos lados, como asegurándose de que nadie les prestaba excesiva atención, mientras que el Sevna intentaba seguir su apresurado ritmo.
-¡He venido aquí para dar contigo!-Jadeaba. El mayor no le contestó, así que Alward siguió hablando-Hay algo que me gustaría hacer y...
De pronto, Mars se detuvo y se volteó hacia el joven, con un semblante serio y solemne
-¿Qué haces aquí? ¿Acaso quieres morir?-Le recriminó de forma directa
-...Te he dicho que he venido aquí porque oí que estabas por Ciudad Lagarto-Le miró con desdén, como molesto por haberse tenido que repetir
-...-Suspiró-Los rumores vuelan, sé que no es la primera vez que visitas esta ciudad
-Bueno-Se puso en jarras, orgulloso y sacando pecho-Me alegro que mis actos sean tan sonados
-Eso es lo malo, idiota-Se cruzó de brazos y miró con recelo al joven-Viniste con la Guardia y la Factoría, finalmente acabaste traicionando a ambas... ¿Para qué?-Lanzó un barrido de arriba a abajo con su penetrante mirada-...Y saliste derrotado
-...-Sonrió, nervioso-¡E-eso ahora no importa!-Aunque aún tenía el orgullo herido por lo que ocurrió, no le importaba, no tanto como lo que ocurrió con su hogar-¿Conoces a "Erik Vacuum"?
La pregunta dejó mudo a Raven, no sabía bien qué responder, quería decir algo, pero seguramente solo le saldrían balbuceos sin sentido. Miró hacia ambos lados, para asegurarse de nuevo de que nadie los observaba demasiado
-¿D-dónde escuchaste ese nombre?-Se acercó a Alward y bajó la voz más de lo normal-Yo que tú no lo iría gritando a los cuatro vientos, y menos en esta condenada ciudad
El castaño tragó saliva y miró algo nervioso a todos lados, imitando a Mars, para ver quién les observaba. Por suerte, no parecía que nadie les mostrase especial atención.
-Quiero encontrarlo y matarlo-No despegó la mirada de Raven y se la sostuvo en todo momento, frunciendo el ceño y generando un tono de voz más serio y oscuro, pero a la vez decidido y seguro con lo que había dicho.
El mayor se apartó de Alward y soltó un pequeño queje a la vez que se dio la vuelta.
-Estás loco-Soltó sin darle mucha más importancia y prosiguió su camino.
Si por Mars fuera, en ese momento Alward podría desaparecer y volver a Lunargenta, esos asuntos eran demasiado turbios como para que el joven se metiese en ellos, pero lo que este no sabía, es que el Sevna estaba metido hasta el cuello. Sin perder ni un ápice de su insistencia ante el gesto de desconsideración por parte de Raven, Alward fue corriendo detrás de él.
-¡Destruyó mi hogar!-Jadeaba mientras se ponía al mismo ritmo e intentaba que las palabras le saliesen de una forma que pudieran convencer al maduro espadachín-¡Acabó con mis paisanos!-De nuevo, Mars seguía sin hacerle caso y obviándole, entonces Alward se cabreó y se adelantó a su paso con unas enormes zancadas para interponerse en su camino. Extendió los brazos de un extremo a otro para cortarle el paso y frunció el ceño.-¡Mató a mis padres y secuestró a mi hermana!-Pegó un grito seco
Raven se detuvo frente a Alward y se quedó observándole con condescendencia.
-Te comportas como un niño
-Escucha, quiero que me entrenes. ...No sabía que conocerías a ese bastardo
-Pues lo conozco, y sé de primera mano que no estás nada preparado para enfrentarte a él, y yo no voy a enseñarte nada, ¿Crees que puedo perder el tiempo en eso?-Sentenció
-¡Tan solo quiero aprender de ti!-Bajó los brazos-He escuchado lo buen espadachín que eres, ambos llevamos dos espadas-Giró medio torso para enseñarle sus armas y luego volvió a su posición natural-¡Solo tú puedes enseñarme!
-No estás capacitado-Se cruzó de brazos manteniéndose firme en su decisión
-¡Nunca me viste luchar!-Llevó sus brazos a las caderas adoptando una pose relajada-¿Cómo puedes decir eso?
Raven resopló por sus fosas nasales, estaba empezando a perder la paciencia. Desvió su mirada hacia atrás de Alward, allí justo unos cien metros alejado, se encontraba la entrada a la arena de la Ciudad, un sitio donde se realizaban combates a muerte y donde la gente podía apostar por su luchador favorito. Era una especie de plaza con una construcción de madera a su alrededor que sostenía las gradas y los palcos. En el interior de esta gran construcción, era donde los luchadores se preparaban para sus duelos y socializaban entre ellos... Al menos los que seguían vivos.
El Sevna, al ver el interés que suscitó en Mars aquello que fuese lo que estuviese detrás suya, se volteó. Había varios carteles colgados anunciando lo que era el lugar, y qué se hacía allí.
-...Así que esto era "el torneo"...-Pensó en voz alta. Siguió cavilando y algo que encendió en mi mente, una repentina pero alocada idea se le vino a la cabeza-¡Participaré!-Se volteó convencido hacia Raven
-...¿Eh?
-¡Participaré en la arena y te demostraré de lo que soy capaz!
-¿Te has empeñado en querer morir?-Se apartó de Alward, rodeándolo y empezó a caminar. Le habló sin dirigirle la mirada-Haz lo que quieras, no es mi problema
Alward tomó pronto el camino para poder inscribirse en dicho torneo. Parecía que aún estaba a tiempo, ya que tenía que esperar una pequeña fila para poder hacerlo.
-¿Nombre?-Preguntó un hombre calvo, de baja estatura y obeso, con una cara horrendamente arrugada cuando le llegó el turno al castaño.
Como era lógico, Alward no podía dar su verdadero nombre. Cualquier indicio de que alguien le descubriese lo pondría de nuevo en peligro. Así que tardó unos segundos en responder, indeciso, hasta que finalmente un hombre se le vino a la cabeza, su mayor referencia.
-Zydan-El héroe que, según su cuento favorito, había nacido en las estrellas
Curiosamente, aquel hombre sabía escribir. Seguramente sería un erudito, tenía toda la pinta.
-Dentro encontrarás más equipamiento, por si quieres.-Con un gesto con la mano, le indicó que podía pasar a la zona de los participantes.
Se lo probó y le quedaba bien, además ajustado y seguro. Nadie le reconocería y podría luchar con un extra de protección a la que no estaba acostumbrado. Optó por dejárselo puesto desde ese momento, para que nadie pudiera quedarse con su cara. Acto seguido, se sentó en una de las tantas sillas repartidas del lugar y empezó a observar con quietud y calma a los allí presentes. Como no se le podía ver de nariz hacia arriba, nadie podía saber que lo estaba mirando directamente.
-¡He venido aquí para dar contigo!-Jadeaba. El mayor no le contestó, así que Alward siguió hablando-Hay algo que me gustaría hacer y...
De pronto, Mars se detuvo y se volteó hacia el joven, con un semblante serio y solemne
-¿Qué haces aquí? ¿Acaso quieres morir?-Le recriminó de forma directa
-...Te he dicho que he venido aquí porque oí que estabas por Ciudad Lagarto-Le miró con desdén, como molesto por haberse tenido que repetir
-...-Suspiró-Los rumores vuelan, sé que no es la primera vez que visitas esta ciudad
-Bueno-Se puso en jarras, orgulloso y sacando pecho-Me alegro que mis actos sean tan sonados
-Eso es lo malo, idiota-Se cruzó de brazos y miró con recelo al joven-Viniste con la Guardia y la Factoría, finalmente acabaste traicionando a ambas... ¿Para qué?-Lanzó un barrido de arriba a abajo con su penetrante mirada-...Y saliste derrotado
-...-Sonrió, nervioso-¡E-eso ahora no importa!-Aunque aún tenía el orgullo herido por lo que ocurrió, no le importaba, no tanto como lo que ocurrió con su hogar-¿Conoces a "Erik Vacuum"?
La pregunta dejó mudo a Raven, no sabía bien qué responder, quería decir algo, pero seguramente solo le saldrían balbuceos sin sentido. Miró hacia ambos lados, para asegurarse de nuevo de que nadie los observaba demasiado
-¿D-dónde escuchaste ese nombre?-Se acercó a Alward y bajó la voz más de lo normal-Yo que tú no lo iría gritando a los cuatro vientos, y menos en esta condenada ciudad
El castaño tragó saliva y miró algo nervioso a todos lados, imitando a Mars, para ver quién les observaba. Por suerte, no parecía que nadie les mostrase especial atención.
-Quiero encontrarlo y matarlo-No despegó la mirada de Raven y se la sostuvo en todo momento, frunciendo el ceño y generando un tono de voz más serio y oscuro, pero a la vez decidido y seguro con lo que había dicho.
El mayor se apartó de Alward y soltó un pequeño queje a la vez que se dio la vuelta.
-Estás loco-Soltó sin darle mucha más importancia y prosiguió su camino.
Si por Mars fuera, en ese momento Alward podría desaparecer y volver a Lunargenta, esos asuntos eran demasiado turbios como para que el joven se metiese en ellos, pero lo que este no sabía, es que el Sevna estaba metido hasta el cuello. Sin perder ni un ápice de su insistencia ante el gesto de desconsideración por parte de Raven, Alward fue corriendo detrás de él.
-¡Destruyó mi hogar!-Jadeaba mientras se ponía al mismo ritmo e intentaba que las palabras le saliesen de una forma que pudieran convencer al maduro espadachín-¡Acabó con mis paisanos!-De nuevo, Mars seguía sin hacerle caso y obviándole, entonces Alward se cabreó y se adelantó a su paso con unas enormes zancadas para interponerse en su camino. Extendió los brazos de un extremo a otro para cortarle el paso y frunció el ceño.-¡Mató a mis padres y secuestró a mi hermana!-Pegó un grito seco
Raven se detuvo frente a Alward y se quedó observándole con condescendencia.
-Te comportas como un niño
-Escucha, quiero que me entrenes. ...No sabía que conocerías a ese bastardo
-Pues lo conozco, y sé de primera mano que no estás nada preparado para enfrentarte a él, y yo no voy a enseñarte nada, ¿Crees que puedo perder el tiempo en eso?-Sentenció
-¡Tan solo quiero aprender de ti!-Bajó los brazos-He escuchado lo buen espadachín que eres, ambos llevamos dos espadas-Giró medio torso para enseñarle sus armas y luego volvió a su posición natural-¡Solo tú puedes enseñarme!
-No estás capacitado-Se cruzó de brazos manteniéndose firme en su decisión
-¡Nunca me viste luchar!-Llevó sus brazos a las caderas adoptando una pose relajada-¿Cómo puedes decir eso?
Raven resopló por sus fosas nasales, estaba empezando a perder la paciencia. Desvió su mirada hacia atrás de Alward, allí justo unos cien metros alejado, se encontraba la entrada a la arena de la Ciudad, un sitio donde se realizaban combates a muerte y donde la gente podía apostar por su luchador favorito. Era una especie de plaza con una construcción de madera a su alrededor que sostenía las gradas y los palcos. En el interior de esta gran construcción, era donde los luchadores se preparaban para sus duelos y socializaban entre ellos... Al menos los que seguían vivos.
El Sevna, al ver el interés que suscitó en Mars aquello que fuese lo que estuviese detrás suya, se volteó. Había varios carteles colgados anunciando lo que era el lugar, y qué se hacía allí.
-...Así que esto era "el torneo"...-Pensó en voz alta. Siguió cavilando y algo que encendió en mi mente, una repentina pero alocada idea se le vino a la cabeza-¡Participaré!-Se volteó convencido hacia Raven
-...¿Eh?
-¡Participaré en la arena y te demostraré de lo que soy capaz!
-¿Te has empeñado en querer morir?-Se apartó de Alward, rodeándolo y empezó a caminar. Le habló sin dirigirle la mirada-Haz lo que quieras, no es mi problema
Alward tomó pronto el camino para poder inscribirse en dicho torneo. Parecía que aún estaba a tiempo, ya que tenía que esperar una pequeña fila para poder hacerlo.
-¿Nombre?-Preguntó un hombre calvo, de baja estatura y obeso, con una cara horrendamente arrugada cuando le llegó el turno al castaño.
Como era lógico, Alward no podía dar su verdadero nombre. Cualquier indicio de que alguien le descubriese lo pondría de nuevo en peligro. Así que tardó unos segundos en responder, indeciso, hasta que finalmente un hombre se le vino a la cabeza, su mayor referencia.
-Zydan-El héroe que, según su cuento favorito, había nacido en las estrellas
Curiosamente, aquel hombre sabía escribir. Seguramente sería un erudito, tenía toda la pinta.
-Dentro encontrarás más equipamiento, por si quieres.-Con un gesto con la mano, le indicó que podía pasar a la zona de los participantes.
Una vez dentro, Alward se reunió con los demás luchadores en una especie de sala de estar que estaba acondicionada para ellos, repleta de armas, armaduras, cascos, rodilleras, incluso había comida y bebida. Era como una especie de simposio para los que se iban a derramar sangre ajena minutos después. Alward se acercó a uno de los estantes de cascos y los examinó. Si quería guardar del todo su identidad, debería de ponerse uno. Encontró uno que le gustaba, un casco de color gris claro con detalles azules que le brindaba buena protección y ocultaba la parte superior de su rostro con una especie de cristal oscuro que se replegaba o estiraba. Además, tenía una especie de alas de dragón que decoraban las partes laterales de este. Era perfecto. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
Se lo probó y le quedaba bien, además ajustado y seguro. Nadie le reconocería y podría luchar con un extra de protección a la que no estaba acostumbrado. Optó por dejárselo puesto desde ese momento, para que nadie pudiera quedarse con su cara. Acto seguido, se sentó en una de las tantas sillas repartidas del lugar y empezó a observar con quietud y calma a los allí presentes. Como no se le podía ver de nariz hacia arriba, nadie podía saber que lo estaba mirando directamente.
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Oromë no podía dejar de mirar a la guardaespaldas... Vaya, Matt era un mujeriego de niveles astronómicos; que casualidad que todos lo que le rodeaban eran puras mujeres.
En un día como hoy, la dragona no tenía intereses en hacer distinciones en quien se merecía ya o no que le tiraran todos los dientes, y con la rubia en medio de su objetivo pues mas le valía correrse de su camino.
Que ella no supiera de cuantos lideres conformaban la ciudad casi que era un sacrilegio para su propio orgullo y reconocimiento. ¿Acaso pensaba que dos tarados con solo dos neuronas, que más que hacer sinapsis se peleaban entre ellas, podrían erigir una ciudad así nomas? Dioses benditos...
Como era de esperar Matt se estaba pasando todo por donde no le daba la luz. -¿Acaso parece que bromeo?- Estaba roja de la ira, casi que lucía como un tomate a punto de explotar, y él con sus palabras solo la presionaba más y más al punto del quiebre.
Hizo a un lado a Helena a lo que D'Leh se puso delante de ella para evitar que frenara a la dragona, y se acercó a Matthew amenazante para sujetarlo del cuello de su camisa. -¿Me hechas a mi la culpa? ¿Tu que no moviste un maldito dedo hasta que fue conveniente solo para ti?, ¿Acaso estabas demasiado ocupado con aquella bruja de ojos azules para ver que todo se iba a la mierda?. No me vengas con estupideces solo para ocultar tu cobardía- Oh sí, él no era el único con unos cuantos ojos en la ciudad que susurraban secretos baratos.
Podría matarlo, a diferencia de él que recurría a la palabrería antes, ella simplemente le quebraría el cuello allí mismo. Pero reconocía que le traía más problemas que soluciones así que lo soltó y se alejó unos pocos pasos, aún con la mirada clavada en él. -Diablos, ni siquiera vales la pena- Tenía tanto fuego corriendo dentro de ella, demasiado, y el torturar a Matt no sería tan satisfactorio aunque contemplar la idea sonara como si lo hiciera. En su lugar y antes de irse prefirió patear la silla donde él estaba repantigado.
No se quedó a ver si este lograba una postura que evitara la caída, tampoco prestó atención a algún sonido característico cuando se asomo al barandal del ring y sin ningún miramiento salto dentro, sin armas o armadura, solo ella con sus garras y dientes.
Sus pies habían roto el calzado y ahora eran unas enormes patas escamosas con afiladas uñas en ellas.
Ya había peleadores dentro y ambos detuvieron sus ataques para verla; no había reglas allí salvo unas pocas que no estaban escritas en ninguna parte: si entrabas por cuenta propia o te lanzabas/caías dentro entonces eras un participante mas, podías retar a alguien en el estrado y básicamente estaban obligados a hacerlo por obvias razones y la ultima pues que no había reglas en cuanto a que era valido y que no.
Así que ella simplemente se quedó allí y comenzó a despedazar a cada contrincante que se le presentó hasta estar saciada, hasta que opacó lo suficiente su enojo y la sangre se le pegaba en cada parte de su piel y ropa.
En un día como hoy, la dragona no tenía intereses en hacer distinciones en quien se merecía ya o no que le tiraran todos los dientes, y con la rubia en medio de su objetivo pues mas le valía correrse de su camino.
Que ella no supiera de cuantos lideres conformaban la ciudad casi que era un sacrilegio para su propio orgullo y reconocimiento. ¿Acaso pensaba que dos tarados con solo dos neuronas, que más que hacer sinapsis se peleaban entre ellas, podrían erigir una ciudad así nomas? Dioses benditos...
Como era de esperar Matt se estaba pasando todo por donde no le daba la luz. -¿Acaso parece que bromeo?- Estaba roja de la ira, casi que lucía como un tomate a punto de explotar, y él con sus palabras solo la presionaba más y más al punto del quiebre.
Hizo a un lado a Helena a lo que D'Leh se puso delante de ella para evitar que frenara a la dragona, y se acercó a Matthew amenazante para sujetarlo del cuello de su camisa. -¿Me hechas a mi la culpa? ¿Tu que no moviste un maldito dedo hasta que fue conveniente solo para ti?, ¿Acaso estabas demasiado ocupado con aquella bruja de ojos azules para ver que todo se iba a la mierda?. No me vengas con estupideces solo para ocultar tu cobardía- Oh sí, él no era el único con unos cuantos ojos en la ciudad que susurraban secretos baratos.
Podría matarlo, a diferencia de él que recurría a la palabrería antes, ella simplemente le quebraría el cuello allí mismo. Pero reconocía que le traía más problemas que soluciones así que lo soltó y se alejó unos pocos pasos, aún con la mirada clavada en él. -Diablos, ni siquiera vales la pena- Tenía tanto fuego corriendo dentro de ella, demasiado, y el torturar a Matt no sería tan satisfactorio aunque contemplar la idea sonara como si lo hiciera. En su lugar y antes de irse prefirió patear la silla donde él estaba repantigado.
No se quedó a ver si este lograba una postura que evitara la caída, tampoco prestó atención a algún sonido característico cuando se asomo al barandal del ring y sin ningún miramiento salto dentro, sin armas o armadura, solo ella con sus garras y dientes.
Sus pies habían roto el calzado y ahora eran unas enormes patas escamosas con afiladas uñas en ellas.
Ya había peleadores dentro y ambos detuvieron sus ataques para verla; no había reglas allí salvo unas pocas que no estaban escritas en ninguna parte: si entrabas por cuenta propia o te lanzabas/caías dentro entonces eras un participante mas, podías retar a alguien en el estrado y básicamente estaban obligados a hacerlo por obvias razones y la ultima pues que no había reglas en cuanto a que era valido y que no.
Así que ella simplemente se quedó allí y comenzó a despedazar a cada contrincante que se le presentó hasta estar saciada, hasta que opacó lo suficiente su enojo y la sangre se le pegaba en cada parte de su piel y ropa.
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Claro que Matt no se imaginaba que la broma le iba a salir gratis, al fin y al cabo, Oromë no era conocida precisamente por su paciencia. Lo suponía, lo esperaba, y la dragona no lo decepcionó, Owens vio como apartaba a Helena de un empujón y se acercaba “Oh, por favor, que no me agarre de la ropa” lo tomó por el cuello de la camisa “Y ahí está... Seguro va a descoser el dobladillo” el Humano no hizo nada para oponerse “Cuando se agacha de esa manera puedo ver un poco por su escote” levantó la mirada hasta fijarla en los ojos de Oromë.
-No hubiese tenido necesidad de mover ningún dedo si te hubieses ido en cuanto llegaron los ejércitos ¿Cierto? O si hubieses entregado el bendito objeto en cuanto te lo pidieron -Sonrió de modo encantador - Deja de fingir, Ory Cariño, no eres ningún héroe, ni yo tampoco - Estiró los brazos para señalar lo que los rodeaba - Ni tampoco ninguno de los engendros que habita esta ciudad. Así que deja de intentar justificarte el que los usaras como escudo - Tomo su mano para intentar aflojar el agarre, y evitar así que siguiera arrugándole la ropa - En cuanto seas sincera contigo misma te sentirás mucho mejor, te lo aseguro -
Finalmente lo soltó, Matt se sentó derecho en la silla y estaba arreglándose la ropa cuando la mujer rompió el asiento de una patada. El estafador se quedó sentado en el piso y suspiró agotado.
-Cielo, a veces eres tan infantil - Y que lo dijera alguien como él era verdaderamente preocupante. Se levantó y sacudió la parte de atrás de sus pantalones “Genial, no solo rompe mi ropa, también la ensucia” Owens estaba llegando al límite de lo que podía tolerar, y es que en está oportunidad sinceramente no creía tener la culpa ni de lo que había pasado, ni tampoco del enojo de la dragona en general - Espero que luego de hacer algo de ejercicio allí abajo se calme un poco -
Helena se acerca hasta el reposabrazos que separa el palco de la caída a la arena.
-¿Esa es la tercera al mando?- Se queda observando la batalla, prestando especial atención a Oromë.
-¿Recuerdas que cuando nos conocimos te hable de un poco de azar en todos los acontecimientos? - Matt también se acerca a la baranda - Pues aquí tienes otro excelente ejemplo -
-Al menos sabe luchar-La hechicera se encoge de hombros. Luego lanza una mirada pícara a Matt-¿Por qué no bajas tú también?-
-Pfffff, yo no hago ese tipo de tonterías, arruinan mi estilo - Suspira - Me gustaría poder tener la simpleza de pensamiento necesaria como para que un par de golpes calmaran mis ánimos. Pero me temo que en mi caso es algo más complejo que eso -
-Por supuesto, usted está lejos de toda esta parafernalia y juegos de bárbaros, querido virrey-Dice la hechicera con un tono que esfuerza el ser educada, tal y como le enseñaron en la academia de Hekshold tantos años atrás-Que los plebeyos se maten entre ellos-Le guiña un ojo y saca la lengua de forma burlesca.
-Jajaja, vaya, que linda. Fijate, te falto lamer esta parte de mis botas - La mirada de Matthew se pierde durante unos segundos - No se trata de nada como eso - Se refriega los ojos nuevamente - Pero es mejor que crean que es así -
El palco quedó silencioso, mientras ambos miraban las peleas en la arena.
-No hubiese tenido necesidad de mover ningún dedo si te hubieses ido en cuanto llegaron los ejércitos ¿Cierto? O si hubieses entregado el bendito objeto en cuanto te lo pidieron -Sonrió de modo encantador - Deja de fingir, Ory Cariño, no eres ningún héroe, ni yo tampoco - Estiró los brazos para señalar lo que los rodeaba - Ni tampoco ninguno de los engendros que habita esta ciudad. Así que deja de intentar justificarte el que los usaras como escudo - Tomo su mano para intentar aflojar el agarre, y evitar así que siguiera arrugándole la ropa - En cuanto seas sincera contigo misma te sentirás mucho mejor, te lo aseguro -
Finalmente lo soltó, Matt se sentó derecho en la silla y estaba arreglándose la ropa cuando la mujer rompió el asiento de una patada. El estafador se quedó sentado en el piso y suspiró agotado.
-Cielo, a veces eres tan infantil - Y que lo dijera alguien como él era verdaderamente preocupante. Se levantó y sacudió la parte de atrás de sus pantalones “Genial, no solo rompe mi ropa, también la ensucia” Owens estaba llegando al límite de lo que podía tolerar, y es que en está oportunidad sinceramente no creía tener la culpa ni de lo que había pasado, ni tampoco del enojo de la dragona en general - Espero que luego de hacer algo de ejercicio allí abajo se calme un poco -
Helena se acerca hasta el reposabrazos que separa el palco de la caída a la arena.
-¿Esa es la tercera al mando?- Se queda observando la batalla, prestando especial atención a Oromë.
-¿Recuerdas que cuando nos conocimos te hable de un poco de azar en todos los acontecimientos? - Matt también se acerca a la baranda - Pues aquí tienes otro excelente ejemplo -
-Al menos sabe luchar-La hechicera se encoge de hombros. Luego lanza una mirada pícara a Matt-¿Por qué no bajas tú también?-
-Pfffff, yo no hago ese tipo de tonterías, arruinan mi estilo - Suspira - Me gustaría poder tener la simpleza de pensamiento necesaria como para que un par de golpes calmaran mis ánimos. Pero me temo que en mi caso es algo más complejo que eso -
-Por supuesto, usted está lejos de toda esta parafernalia y juegos de bárbaros, querido virrey-Dice la hechicera con un tono que esfuerza el ser educada, tal y como le enseñaron en la academia de Hekshold tantos años atrás-Que los plebeyos se maten entre ellos-Le guiña un ojo y saca la lengua de forma burlesca.
-Jajaja, vaya, que linda. Fijate, te falto lamer esta parte de mis botas - La mirada de Matthew se pierde durante unos segundos - No se trata de nada como eso - Se refriega los ojos nuevamente - Pero es mejor que crean que es así -
El palco quedó silencioso, mientras ambos miraban las peleas en la arena.
Matthew Owens
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Alward seguía sentado, con los codos apoyados en las rodillas, su tronco echado hacia adelante y ambas manos entrelazadas, mientras observaba en silencio y apartado a sus posibles contrincantes. Una voz lo sacó de su ensimismamiento, llamándolo por su falso nombre.
-¡Le toca salir a Zydan!-Dijo un hombre de mediana edad y barba frondosa que sostenía un extenso pergamino que estaba colocado en la salida de los luchadores hacia la arena.-¿Quién de vosotros es Zydan?
El Sevna se puso en pie y levantó el brazo, acto seguido caminó hacia la salida, bajo la atenta mirada de los demás combatientes. El hombre que le llamó asintió y miró hacia la arena. Cuando el humano se acercó, le volvió a hablar, esta vez directamente a él.
-¿Estás listo?
-Sí-Asintió sin mirar al hombre, centrando su atención en lo que le esperaba fuera. No era para nada lo que él se había imaginado. Eran combates de "todos contra todos" y el último que quedase en pie al final del día era el que ganaba. Era como una especie de pequeño campo de batalla donde se veía más sangre que arena, armas y fragmentos de armaduras tirados en el suelo, cadáveres por doquier, y algunos de estos con una pinta realmente fea. Tragó saliva y suspiró.
-Bienvenido a la arena, novato
Alward siguió caminando para entrar en el recinto que marcaba la arena, a paso lento mientras veía no sólo cómo se desenvolvían los combatientes, sino admirando al público agolpado en las gradas, pidiendo sangre y carnaza, era una espectáculo digno de ver, cómo aquella gente sacaba sus instintos más primarios queriendo que los que estuvieran abajo se mataran entre ellos. Aquello era un deporte con riesgo y perturbador, y seguramente nadie que viviese de ello más de un año seguido.
El hombre que hizo el llamamiento al Sevna le siguió por detrás y, dirigiéndose al público, vociferó la nueva incorporación, abriéndose de brazos y lanzando una mirada periférica al recinto
-¡Bjorn el Matarratas ha muerto, entra Zydan!-Con la consiguiente mezcla de jaleo, aplausos y abucheos, aquel tipo se retiró.
Alward dirigió entonces su atención al frente, vio cómo a pocos metros de él, un cadáver yacía con un hacha enorme a dos manos incrustada en el rostro en el suelo, junto a un derramamiento de sesos poco agradable. Un grandullón de casi dos metros de altura sacó el hacha del cadáver, con un crujido de cráneo bastante horripilante. Ya no había rostro en ese pobre cuerpo sin vida, solo una amalgama de sangre, huesos y sesos. No era una escena nada agradable para el Sevna, por lo que torció un poco el gesto.
-¿Quieres ser el siguiente, blandengue?-Una voz grave y gutural salía de esa mole
Lejos de amilanarse, el ex mercenario se cruzó de brazos y le mantuvo a distancia la mirada, retando a ese grandullón, al mismo tiempo que dibujaba media sonrisa en sus labios, mientras que en el resto de la arena, la gente se destrozaba mutuamente. Desvió brevemente la mirada hacia la grada, pudo ver a Raven Mars entre el público, eso le satisfacía, el mayor podría ver cómo se las gastaba.
-¿Qué te hace tanta gracia?-Gruñó como si fuera un verdadero animal, pero no era más que un simple humano con unos cuantos centímetros de altura de más, nada a lo que el castaño no se haya enfrentado anteriormente.
De nuevo, Alward no respondió. En lugar de eso, desenvainó sus armas y se puso en posición de combate. Un pequeño rayo recorría la hoja de la Espada de la Guardia debido a la infusión eléctrica que llevaba, iba desde el mango hasta la punta, y desde ahí volvía de nuevo al mango pero por la otra cara.
El bárbaro, con las dos manos, agarró con firmeza el hacha y empezó a correr como un caballo desbocado hacia el Sevna, quien se mantuvo en el sitio, paciente y haciendo florituras con ambas armas. Cómo le gustaba eso al joven espadachín, mostrarse hábil en combate mientras hacía girar las espadas en sus mismas manos mostrando desparpajo. Era algo que le había enseñado Rischer y que demostraba seguridad y confianza en uno mismo. Era bastante importante mostrar eso al exterior.
Cuando tuvo suficientemente cerca al bárbaro, reaccionó. El enemigo propinó un fuerte ataque de arriba a abajo, tan brutal como mortal. Alward tan solo tuvo que agacharse un poco y esquivar el golpe hacia un lado. El hacha acabó impactando en el suelo, pero lejos de quedarse ahí, el bárbaro imprimió más fuerza e hizo un barrido con su arma en dirección al Sevna. A este último no le quedaba tiempo para reaccionar y poder zafarse del ataque, así que interpuso sus dos espadas para contrarrestar al hacha. Las tres armas chocaban, era un pulso que Alward no podía ganar, así que optó por al menos desviar la trayectoria del ataque, eso hizo, imprimió la fuerza necesaria para que el hacha tomase una dirección hacia arriba en su recorrido, dejó de hacer fuerza con sus espadas y se agachó para evitar ser decapitado. Se libró por poco, ya que el filo del arma del bárbaro le rozó el cabello.
El Sevna quedó a contra pie y con el cuerpo echado hacia el lado opuesto a su oponente, así que optó por dar una vuelta completa sobre su propio eje, aprovechando que el hacha aún seguía con su trayectoria ascendente. Todo esto sucedió en milésimas de segundo. Lo que desde el exterior, en las gradas, se podían ver cómo movimientos rápidos y coordinados, desde dentro Alward lo veía más lento, aunque tenía que procesar toda la información que llevaba a su cerebro a la vez que la ejecutaba con su cuerpo en un tiempo récord.
Una vez que tuvo a su merced al bárbaro, Alward se abalanzó hacia él y le clavó en el estómago, en plena carrera, la Espada de la Guardia, la cual al reaccionar con la carne humana emitió una descarga que recorrió todo el cuerpo del bárbaro, dejándolo inmovilizado a la vez que temblando. Dejó el arma allí incrustada para que durase el efecto. El bárbaro soltó el hacha, la cual cayó al suelo. Todo su cuerpo daba espasmos, aunque leves, debido a la poca potencia que en realidad tenía el arma, pero le bastaría para poder dejarlo quieto unos segundos. Aún en carrera, el castaño fintó hacia un lado y rodeó a su oponente, quedando completamente a sus espaldas. Con la otra espada, la única que ahora empuñaba, buscó la escápula izquierda enemiga con su mirada y preparó la punta de su hoja para ensartar, con un letal, limpio y rápido movimiento ensartó como si de un jabalí se tratara aquella zona. De lo alto que era su oponente, tuvo que pegar hasta un salto para poder atravesarle bien, llegando incluso a salir la hoja por el otro lado, ensartando su corazón.
El bárbaro, en su último aliento, escupió una bolsa entera de sangre al suelo y se retorció de dolor, aún de pie, hasta que finalmente cayó de costado al suelo sin vida.
Tras eso, Alward sacó del cuerpo de su oponente las armas, llenas de sangre. Pronto, un charco de sangre, otro más, empezó a bañar el sitio donde yacía el cadáver.
-¡Grognar ha caído!-Anunció el tipo de antes desde lejos hacia todo el público. De pronto, de forma totalmente imprevista, una plateada dragona alada cayó a la arena. Todos los luchadores pararon sus combates, y con temor, miraron hacia la nueva participante. Alward abrió los ojos, no podía creérselo, ¿Acaso sería...?-¡O-Oromë Vánadóttir, Señora de Ciudad Lagarto, entra en la arena!-Vociferó el anunciador
Varios de los combatientes empezaron a mirarse entre sí. Parecía que tenían asumido que solos no tendrían ninguna oportunidad contra la dragona, así que decidieron unir sus fuerzas para acabar con ella, y quién sabe, quizás quien lo consiguiera, ocuparía su lugar como uno de los tres jefes de la ciudad. La idea era demasiado tentadora como para que toda la arena no le prestase atención a la nueva participante y olvidase todo lo demás. El objetivo general de todos allí era el de matar a Oromë.
Alward se quedó apartado observando como la dragona despedazaba y acababa con cada uno de los que osaban hacerle frente. El Sevna tragó saliva. No podía revelar su identidad, pero tampoco quería hacer daño a Oromë, y mucho menos que esta pudiera acabar con su vida allí mismo.
Echó un vistazo a la grada, al palco del que se había tirado la dragona. Dos sujetos particulares observaban la pelea; uno de ellos era una mujer rubia de bastante buen ver, no la conocía, pero si estaba allí, debería de ser algo importante en aquel lugar... O simplemente, ser amiga de quien le acompañaba. Nada más verlo, Alward no podía salir de su asombro. Sus ojos, bajo la visera, de abrieron como platos; ¿¡Matthew Owens!?
Raven Mars aún le seguía observando. Él ya sabía que el tal "Zydan" que se ocultaba bajo ese casco era Alward, su armadura y espadas lo delataban, ya que lo había visto minutos antes fuera de la arena.
-...Mierda-Maldijo al encontrarse en esa encerrona. Si quería impresionar a Mars, debía acabar con Oromë, pero eso era algo impensable. Tampoco quería desvelar su identidad, ya que seguramente una horda saldría en busca de él para matarlo. Y encima estaba Matthew, aquel impresentable, miserable y sucio hombre... Bastantes cosas estaban en juego, todas se habían presentado en muy poco tiempo como para que Alward pudiera sopesar una estrategia.
La dragona acabó con todos allí. Su furia y su ira iniciales iban calmándose. Estaba toda llena de sangre y vísceras, un cuadro sin duda espeluznante.
El Sevna se acercó a ella y, estando a varios metros de distancia llamó su atención.
-¡Oromë Vánadóttir!-Con tono amenazante, le apuntó con la Espada de la Guardia, la cual chispeaba como antes-¡Es hora de cumplir una promesa!-Lució seguro media sonrisa pícara. Con esas palabras al menos esperaba que se diese cuenta de quién era. Al estar allí, a ambos no les quedaba otro remedio que luchar.
-¡Le toca salir a Zydan!-Dijo un hombre de mediana edad y barba frondosa que sostenía un extenso pergamino que estaba colocado en la salida de los luchadores hacia la arena.-¿Quién de vosotros es Zydan?
El Sevna se puso en pie y levantó el brazo, acto seguido caminó hacia la salida, bajo la atenta mirada de los demás combatientes. El hombre que le llamó asintió y miró hacia la arena. Cuando el humano se acercó, le volvió a hablar, esta vez directamente a él.
-¿Estás listo?
-Sí-Asintió sin mirar al hombre, centrando su atención en lo que le esperaba fuera. No era para nada lo que él se había imaginado. Eran combates de "todos contra todos" y el último que quedase en pie al final del día era el que ganaba. Era como una especie de pequeño campo de batalla donde se veía más sangre que arena, armas y fragmentos de armaduras tirados en el suelo, cadáveres por doquier, y algunos de estos con una pinta realmente fea. Tragó saliva y suspiró.
-Bienvenido a la arena, novato
Alward siguió caminando para entrar en el recinto que marcaba la arena, a paso lento mientras veía no sólo cómo se desenvolvían los combatientes, sino admirando al público agolpado en las gradas, pidiendo sangre y carnaza, era una espectáculo digno de ver, cómo aquella gente sacaba sus instintos más primarios queriendo que los que estuvieran abajo se mataran entre ellos. Aquello era un deporte con riesgo y perturbador, y seguramente nadie que viviese de ello más de un año seguido.
El hombre que hizo el llamamiento al Sevna le siguió por detrás y, dirigiéndose al público, vociferó la nueva incorporación, abriéndose de brazos y lanzando una mirada periférica al recinto
-¡Bjorn el Matarratas ha muerto, entra Zydan!-Con la consiguiente mezcla de jaleo, aplausos y abucheos, aquel tipo se retiró.
Alward dirigió entonces su atención al frente, vio cómo a pocos metros de él, un cadáver yacía con un hacha enorme a dos manos incrustada en el rostro en el suelo, junto a un derramamiento de sesos poco agradable. Un grandullón de casi dos metros de altura sacó el hacha del cadáver, con un crujido de cráneo bastante horripilante. Ya no había rostro en ese pobre cuerpo sin vida, solo una amalgama de sangre, huesos y sesos. No era una escena nada agradable para el Sevna, por lo que torció un poco el gesto.
-¿Quieres ser el siguiente, blandengue?-Una voz grave y gutural salía de esa mole
Lejos de amilanarse, el ex mercenario se cruzó de brazos y le mantuvo a distancia la mirada, retando a ese grandullón, al mismo tiempo que dibujaba media sonrisa en sus labios, mientras que en el resto de la arena, la gente se destrozaba mutuamente. Desvió brevemente la mirada hacia la grada, pudo ver a Raven Mars entre el público, eso le satisfacía, el mayor podría ver cómo se las gastaba.
-¿Qué te hace tanta gracia?-Gruñó como si fuera un verdadero animal, pero no era más que un simple humano con unos cuantos centímetros de altura de más, nada a lo que el castaño no se haya enfrentado anteriormente.
De nuevo, Alward no respondió. En lugar de eso, desenvainó sus armas y se puso en posición de combate. Un pequeño rayo recorría la hoja de la Espada de la Guardia debido a la infusión eléctrica que llevaba, iba desde el mango hasta la punta, y desde ahí volvía de nuevo al mango pero por la otra cara.
El bárbaro, con las dos manos, agarró con firmeza el hacha y empezó a correr como un caballo desbocado hacia el Sevna, quien se mantuvo en el sitio, paciente y haciendo florituras con ambas armas. Cómo le gustaba eso al joven espadachín, mostrarse hábil en combate mientras hacía girar las espadas en sus mismas manos mostrando desparpajo. Era algo que le había enseñado Rischer y que demostraba seguridad y confianza en uno mismo. Era bastante importante mostrar eso al exterior.
Cuando tuvo suficientemente cerca al bárbaro, reaccionó. El enemigo propinó un fuerte ataque de arriba a abajo, tan brutal como mortal. Alward tan solo tuvo que agacharse un poco y esquivar el golpe hacia un lado. El hacha acabó impactando en el suelo, pero lejos de quedarse ahí, el bárbaro imprimió más fuerza e hizo un barrido con su arma en dirección al Sevna. A este último no le quedaba tiempo para reaccionar y poder zafarse del ataque, así que interpuso sus dos espadas para contrarrestar al hacha. Las tres armas chocaban, era un pulso que Alward no podía ganar, así que optó por al menos desviar la trayectoria del ataque, eso hizo, imprimió la fuerza necesaria para que el hacha tomase una dirección hacia arriba en su recorrido, dejó de hacer fuerza con sus espadas y se agachó para evitar ser decapitado. Se libró por poco, ya que el filo del arma del bárbaro le rozó el cabello.
El Sevna quedó a contra pie y con el cuerpo echado hacia el lado opuesto a su oponente, así que optó por dar una vuelta completa sobre su propio eje, aprovechando que el hacha aún seguía con su trayectoria ascendente. Todo esto sucedió en milésimas de segundo. Lo que desde el exterior, en las gradas, se podían ver cómo movimientos rápidos y coordinados, desde dentro Alward lo veía más lento, aunque tenía que procesar toda la información que llevaba a su cerebro a la vez que la ejecutaba con su cuerpo en un tiempo récord.
Una vez que tuvo a su merced al bárbaro, Alward se abalanzó hacia él y le clavó en el estómago, en plena carrera, la Espada de la Guardia, la cual al reaccionar con la carne humana emitió una descarga que recorrió todo el cuerpo del bárbaro, dejándolo inmovilizado a la vez que temblando. Dejó el arma allí incrustada para que durase el efecto. El bárbaro soltó el hacha, la cual cayó al suelo. Todo su cuerpo daba espasmos, aunque leves, debido a la poca potencia que en realidad tenía el arma, pero le bastaría para poder dejarlo quieto unos segundos. Aún en carrera, el castaño fintó hacia un lado y rodeó a su oponente, quedando completamente a sus espaldas. Con la otra espada, la única que ahora empuñaba, buscó la escápula izquierda enemiga con su mirada y preparó la punta de su hoja para ensartar, con un letal, limpio y rápido movimiento ensartó como si de un jabalí se tratara aquella zona. De lo alto que era su oponente, tuvo que pegar hasta un salto para poder atravesarle bien, llegando incluso a salir la hoja por el otro lado, ensartando su corazón.
El bárbaro, en su último aliento, escupió una bolsa entera de sangre al suelo y se retorció de dolor, aún de pie, hasta que finalmente cayó de costado al suelo sin vida.
Tras eso, Alward sacó del cuerpo de su oponente las armas, llenas de sangre. Pronto, un charco de sangre, otro más, empezó a bañar el sitio donde yacía el cadáver.
-¡Grognar ha caído!-Anunció el tipo de antes desde lejos hacia todo el público. De pronto, de forma totalmente imprevista, una plateada dragona alada cayó a la arena. Todos los luchadores pararon sus combates, y con temor, miraron hacia la nueva participante. Alward abrió los ojos, no podía creérselo, ¿Acaso sería...?-¡O-Oromë Vánadóttir, Señora de Ciudad Lagarto, entra en la arena!-Vociferó el anunciador
Varios de los combatientes empezaron a mirarse entre sí. Parecía que tenían asumido que solos no tendrían ninguna oportunidad contra la dragona, así que decidieron unir sus fuerzas para acabar con ella, y quién sabe, quizás quien lo consiguiera, ocuparía su lugar como uno de los tres jefes de la ciudad. La idea era demasiado tentadora como para que toda la arena no le prestase atención a la nueva participante y olvidase todo lo demás. El objetivo general de todos allí era el de matar a Oromë.
Alward se quedó apartado observando como la dragona despedazaba y acababa con cada uno de los que osaban hacerle frente. El Sevna tragó saliva. No podía revelar su identidad, pero tampoco quería hacer daño a Oromë, y mucho menos que esta pudiera acabar con su vida allí mismo.
Echó un vistazo a la grada, al palco del que se había tirado la dragona. Dos sujetos particulares observaban la pelea; uno de ellos era una mujer rubia de bastante buen ver, no la conocía, pero si estaba allí, debería de ser algo importante en aquel lugar... O simplemente, ser amiga de quien le acompañaba. Nada más verlo, Alward no podía salir de su asombro. Sus ojos, bajo la visera, de abrieron como platos; ¿¡Matthew Owens!?
Raven Mars aún le seguía observando. Él ya sabía que el tal "Zydan" que se ocultaba bajo ese casco era Alward, su armadura y espadas lo delataban, ya que lo había visto minutos antes fuera de la arena.
-...Mierda-Maldijo al encontrarse en esa encerrona. Si quería impresionar a Mars, debía acabar con Oromë, pero eso era algo impensable. Tampoco quería desvelar su identidad, ya que seguramente una horda saldría en busca de él para matarlo. Y encima estaba Matthew, aquel impresentable, miserable y sucio hombre... Bastantes cosas estaban en juego, todas se habían presentado en muy poco tiempo como para que Alward pudiera sopesar una estrategia.
La dragona acabó con todos allí. Su furia y su ira iniciales iban calmándose. Estaba toda llena de sangre y vísceras, un cuadro sin duda espeluznante.
El Sevna se acercó a ella y, estando a varios metros de distancia llamó su atención.
-¡Oromë Vánadóttir!-Con tono amenazante, le apuntó con la Espada de la Guardia, la cual chispeaba como antes-¡Es hora de cumplir una promesa!-Lució seguro media sonrisa pícara. Con esas palabras al menos esperaba que se diese cuenta de quién era. Al estar allí, a ambos no les quedaba otro remedio que luchar.
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Las prostitutas y su seguridad personal debían ser muy buenas protegiendo al bastardo de Owens porque sino no se imaginaba como es que seguía vivo. Ya lo había dicho mil veces, que él era demasiado exageradamente bueno con las palabras, pero Oromë con su ferviente rabia y su terquedad, ademas del tiempo que ya llevaban manejando la ciudad pues estaba un poco curada de tanta verborragia. Su mente ya filtraban las palabras, no siempre pero si lo suficiente.
Claro que eso no significaba que se calmara cuando lo escuchaba, al contrario su voz la ponía más nerviosa y a la defensiva y siendo como era Matt pues las cosas no iban a mejorar pronto. -¿Crees que no lo intente, grandisimo idiota? Tal vez si hubieran estado tú y tu sabionda lengua hubiera sido posible- Un poco más y bien podría triturar sus propios dientes considerando la fuerza con la que apretaba la mandíbula en cada palabra. -Yo fui el escudo para evitar que todo se vaya al demonio cuando no pude salir. Go'el tuvo que dejarme inconsciente por días luego de eso para remendarme- Y no fueron sueños placidos, apenas se había despertado estuvo a punto de golpearlo de lo perdida que estaba. -¡Que te jodan Owens!- Gritó. Y sí, ella sabía que a veces podía ser demasiado infantil, pero viniendo de él le daba igual.
Ella sabía lo que era, no necesitaba a un imbécil para que se lo recordara, pero había momentos en que la linea era demasiado fina. Owens debería saberlo al menos eso, o es lo que pensaba, sino había que ver a la joven de ojos claros como el agua que lo esperaba en su tienda todas los días y noches.
Mientras ella cortaba gargantas con un simple movimiento de sus manos con garras, arriba en el palco, D'Leh la observaba, como siempre lo hacía, todo con el simple deseo de aprender de ella y mejorarse a si mismo y con todo el tiempo que pasaba siguiéndola de un lado a otro y cumpliendo cada orden que Oromë le daba, ahora él era bastante capaz de leer la postura de ella sin problemas.
Sabía que no debía decir nada, que no era su problema pero aún así no podía mantenerse al margen. -La señorita Oromë sabe perfectamente que y quien es y eso es lo que la molesta. El pueblo mismo fue en su búsqueda y muchos murieron por ello; ella hubiera huido tanto por su bien como el de la ciudad aunque no sabría decir cual de las dos pasó primero por su mente, ella no se lo dirá a nadie salvo a su primo y por lo que sé Go'el no ha logrado sonsacarle nada- Dio un vistazo a la arena. -Ella siempre quiere hacer bien su trabajo y que la ciudad que creó con usted se viera afectada seguramente la hace sentir que fue un desperdicio- O eso esperaba, al menos es lo que dejaba ver de a ratos cuando su cara no estaba fruncida en un ceño constante por la irritación.
La sangre le goteaba de los dedos, y un poco le había entrado en los ojos lo cual dificultaba el que enfocara bien su vista en su siguiente contrincante. Un hombre alto con la cara cubierta y dos espadas que le resultaron conocidas pero ahora mismo ella no lograba recordar de donde.
Se sacudió las manos y sonó su cuello, las garras de sus patas moviéndose y escarbando la tierra para lograr mantenerse en posición y no resbalarse con el charco que había dejado a su alrededor. -Ahora tu, ¿O acaso te mearas en los pantalones?- Lo dijo más para ella que para su nuevo objetivo, su voz apenas un susurro.
Estaba por dar el primer paso para acortar la larga distancia pero su voz sonó demasiado fuerte y esta cruzó tanto su mente como su cuerpo.
Un balde de agua fría hubiera sido mejor que esto, no cuando sabía quien era ahora su contrincante. ¿Por qué? ¿Qué hacía aquí? Mas preguntas sin respuestas pero sí muchas imágenes y recuerdos del ohda.
-Eres un idiota- Masculló mientras se acercaba corriendo y lanzaba su puño directo a la zona donde el casco no lograba cubrir. -Rindete y podrás decir que eres el primero en huir y sobrevivir a mi- "¡Vete!¡Vete!" Ya no tenía ánimos de luchar pero tampoco podía fingir y ademas estaba esa maldita promesa...
A ponerle juguito, tiro dado para ver que tan eficaz el golpe nomas. Si es mala o muy mala pues falla, media lo roza, buena pues le da pero no con tanta fuerza y muy buena es un buen gancho derecho :3 XD
Claro que eso no significaba que se calmara cuando lo escuchaba, al contrario su voz la ponía más nerviosa y a la defensiva y siendo como era Matt pues las cosas no iban a mejorar pronto. -¿Crees que no lo intente, grandisimo idiota? Tal vez si hubieran estado tú y tu sabionda lengua hubiera sido posible- Un poco más y bien podría triturar sus propios dientes considerando la fuerza con la que apretaba la mandíbula en cada palabra. -Yo fui el escudo para evitar que todo se vaya al demonio cuando no pude salir. Go'el tuvo que dejarme inconsciente por días luego de eso para remendarme- Y no fueron sueños placidos, apenas se había despertado estuvo a punto de golpearlo de lo perdida que estaba. -¡Que te jodan Owens!- Gritó. Y sí, ella sabía que a veces podía ser demasiado infantil, pero viniendo de él le daba igual.
Ella sabía lo que era, no necesitaba a un imbécil para que se lo recordara, pero había momentos en que la linea era demasiado fina. Owens debería saberlo al menos eso, o es lo que pensaba, sino había que ver a la joven de ojos claros como el agua que lo esperaba en su tienda todas los días y noches.
Mientras ella cortaba gargantas con un simple movimiento de sus manos con garras, arriba en el palco, D'Leh la observaba, como siempre lo hacía, todo con el simple deseo de aprender de ella y mejorarse a si mismo y con todo el tiempo que pasaba siguiéndola de un lado a otro y cumpliendo cada orden que Oromë le daba, ahora él era bastante capaz de leer la postura de ella sin problemas.
Sabía que no debía decir nada, que no era su problema pero aún así no podía mantenerse al margen. -La señorita Oromë sabe perfectamente que y quien es y eso es lo que la molesta. El pueblo mismo fue en su búsqueda y muchos murieron por ello; ella hubiera huido tanto por su bien como el de la ciudad aunque no sabría decir cual de las dos pasó primero por su mente, ella no se lo dirá a nadie salvo a su primo y por lo que sé Go'el no ha logrado sonsacarle nada- Dio un vistazo a la arena. -Ella siempre quiere hacer bien su trabajo y que la ciudad que creó con usted se viera afectada seguramente la hace sentir que fue un desperdicio- O eso esperaba, al menos es lo que dejaba ver de a ratos cuando su cara no estaba fruncida en un ceño constante por la irritación.
La sangre le goteaba de los dedos, y un poco le había entrado en los ojos lo cual dificultaba el que enfocara bien su vista en su siguiente contrincante. Un hombre alto con la cara cubierta y dos espadas que le resultaron conocidas pero ahora mismo ella no lograba recordar de donde.
Se sacudió las manos y sonó su cuello, las garras de sus patas moviéndose y escarbando la tierra para lograr mantenerse en posición y no resbalarse con el charco que había dejado a su alrededor. -Ahora tu, ¿O acaso te mearas en los pantalones?- Lo dijo más para ella que para su nuevo objetivo, su voz apenas un susurro.
Estaba por dar el primer paso para acortar la larga distancia pero su voz sonó demasiado fuerte y esta cruzó tanto su mente como su cuerpo.
Un balde de agua fría hubiera sido mejor que esto, no cuando sabía quien era ahora su contrincante. ¿Por qué? ¿Qué hacía aquí? Mas preguntas sin respuestas pero sí muchas imágenes y recuerdos del ohda.
-Eres un idiota- Masculló mientras se acercaba corriendo y lanzaba su puño directo a la zona donde el casco no lograba cubrir. -Rindete y podrás decir que eres el primero en huir y sobrevivir a mi- "¡Vete!¡Vete!" Ya no tenía ánimos de luchar pero tampoco podía fingir y ademas estaba esa maldita promesa...
A ponerle juguito, tiro dado para ver que tan eficaz el golpe nomas. Si es mala o muy mala pues falla, media lo roza, buena pues le da pero no con tanta fuerza y muy buena es un buen gancho derecho :3 XD
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
El miembro 'Oromë Vánadóttir' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
La mayoría de las actividades que tenía Matthew no eran demasiado entretenidas, incluso el prostíbulo entraba en cierta monotonía luego de algunos meses, los ignorantes podían creer que estar rodeado día y noche de damas con poca ropa era el paraíso. Pero para el moreno esas cosas eran irrelevantes, al igual que estar rodeado de dinero, o de muebles lujosos. Todas esas cosas no tenían ningún divertimento en si, eran solo un medio para poder llegar a lo que era en verdad interesante, o un recordatorio de cierta situación que había resultado entretenida.
Las luchas con apuestas habían caído en la misma aburrida rutina, las primeras veces Owens iba a verlo con alegría, bien predispuesto a pasar una tarde llena de sorpresas. Pero con el tiempo las escenas se repetían, y eso hacía que el deseo de Matthew se marchitara y muriera. “Estoy tan aburrido” pensaba el estafador mientras Oromë terminaba de recitar sus excusas baratas.
Mientras dos de los tres Jefes de Ciudad Lagarto discutían, abajo en la arena se estaba desarrollando un interesante espectáculo. Un hombre desconocido se estaba encargando de darles una lección a todos los bandidos y criaturas de origen dudoso que se paraban frente a él. Cuando Oromë decidió bajar Matt se quedó mirando al Nuevo, se movía bien, era evidente que había recibido entrenamiento.
De la nada el ayudante de la dragona decidió hablar, Matt hizo un fingido gesto de sorpresa y exclamo:
-¡Habla! – Claramente se estaba burlando de él – Que gracioso, estaba seguro que te habían cortado la lengua – Lo miró de arriba abajo y sonrió de medio lado – Lo cual hubiese sido un desperdicio ¿Cierto? Jajaja – Apoyó ambos codos en la baranda y continuó mirando la pelea mientras hablaba – No intenten complicar la situación poniendo excusas. El problema es que olvidó su esencia, nada más. En cuanto recuerde como es en realidad, todas sus preocupaciones y disgustos desaparecerán –
Una idea divertirá surgió de repente en la mente de Owens, su sonrisa comenzó a ensancharse y miró a Helena con gesto jovial.
-Mi Querida Asesina, asegúrate de que nuestro amigo D´Leh este cómodo. Trátalo como a un invitado mientras dure la batalla – La mujer lo miró extrañada, sin estar muy segura de qué pretendía lograr el estafador, pero lo bueno de Helena era que seguía órdenes sin hacer muchas preguntas.
-Así que tu eres el perrito faldero de Oromë ¿Eh? – Se cruzó de brazos y lo miró con picardía - ¿Quieres una copa? – Desvió su atención a uno de los sujetos que allí estaba – Eh, tú. Por orden del Virrey, tráenos algo de beber –
-¡Buena chica! – La felicitó Owens y agregó – Si se hace el difícil puedes usar tus encantos – Dijo en tono burlón.
-Yo siempre soy una chica encantadora, mi querido Virrey- Hizo un gesto adorable y luego le guiñó el ojo, con un aire travieso.
Con ese asunto resuelto, Matthew enderezó la espalda y se aclaró la garganta, preparándose para uno de sus discursos.
-¡Querido público! – Comenzó a hablar el moreno con una radiante sonrisa en el rostro – Hoy no es un día como cualquier otro, nuestra Adorada Oromë, Señora de Ciudad Lagarto, ha decidido participar de las batallas – Las personas gritaron emocionadas el nombre de Oromë – Lo sé, lo sé, La Señora Dragón tiene un lugar especial en el corazón de todos nosotros, ha protegido y salvado a esta ciudad y creo que lo mínimo que le debemos es un reto acorde a sus capacidades ¡Una verdadera pelea que la haga recordar lo maravillosa que es esta ciudad! ¡Y por sobre todo su gente! –
El grito del público era ensordecedor, en parte aclamando el nombre de la dragona y también de Owens, mientras bebían y se daban ánimos. Matt sonrió, los tenía comiendo de su mano.
-Yo no soy bueno peleando, no sería rival para ella así que… - Sacó de su cinturón una bolsa más que importante llena de aeros – Le ofrezco como recompensa esta bolsa de dinero a aquel que pueda derrotar a nuestra Amada Oromë. Quien gane tendrá su futuro resuelto, se los aseguro – Metió la mano en la bolsa y agarró un buen puñado de monedas – Y para que vean que hablo en serio – Tiro las piezas de oro a la arena de combate - ¡Que gane el mejor! –
Hubo unos segundos de silencio, seguido de un rugido enardecido mientras varios cientos de personas comenzaban a saltar las vallas que separaban las tribunas de la arena de combate, desenfundando sus armas. Mientras, en el palco, Matthew Owens sonreía contento ¡Por fin se estaba divirtiendo!
Las luchas con apuestas habían caído en la misma aburrida rutina, las primeras veces Owens iba a verlo con alegría, bien predispuesto a pasar una tarde llena de sorpresas. Pero con el tiempo las escenas se repetían, y eso hacía que el deseo de Matthew se marchitara y muriera. “Estoy tan aburrido” pensaba el estafador mientras Oromë terminaba de recitar sus excusas baratas.
Mientras dos de los tres Jefes de Ciudad Lagarto discutían, abajo en la arena se estaba desarrollando un interesante espectáculo. Un hombre desconocido se estaba encargando de darles una lección a todos los bandidos y criaturas de origen dudoso que se paraban frente a él. Cuando Oromë decidió bajar Matt se quedó mirando al Nuevo, se movía bien, era evidente que había recibido entrenamiento.
De la nada el ayudante de la dragona decidió hablar, Matt hizo un fingido gesto de sorpresa y exclamo:
-¡Habla! – Claramente se estaba burlando de él – Que gracioso, estaba seguro que te habían cortado la lengua – Lo miró de arriba abajo y sonrió de medio lado – Lo cual hubiese sido un desperdicio ¿Cierto? Jajaja – Apoyó ambos codos en la baranda y continuó mirando la pelea mientras hablaba – No intenten complicar la situación poniendo excusas. El problema es que olvidó su esencia, nada más. En cuanto recuerde como es en realidad, todas sus preocupaciones y disgustos desaparecerán –
Una idea divertirá surgió de repente en la mente de Owens, su sonrisa comenzó a ensancharse y miró a Helena con gesto jovial.
-Mi Querida Asesina, asegúrate de que nuestro amigo D´Leh este cómodo. Trátalo como a un invitado mientras dure la batalla – La mujer lo miró extrañada, sin estar muy segura de qué pretendía lograr el estafador, pero lo bueno de Helena era que seguía órdenes sin hacer muchas preguntas.
-Así que tu eres el perrito faldero de Oromë ¿Eh? – Se cruzó de brazos y lo miró con picardía - ¿Quieres una copa? – Desvió su atención a uno de los sujetos que allí estaba – Eh, tú. Por orden del Virrey, tráenos algo de beber –
-¡Buena chica! – La felicitó Owens y agregó – Si se hace el difícil puedes usar tus encantos – Dijo en tono burlón.
-Yo siempre soy una chica encantadora, mi querido Virrey- Hizo un gesto adorable y luego le guiñó el ojo, con un aire travieso.
Con ese asunto resuelto, Matthew enderezó la espalda y se aclaró la garganta, preparándose para uno de sus discursos.
-¡Querido público! – Comenzó a hablar el moreno con una radiante sonrisa en el rostro – Hoy no es un día como cualquier otro, nuestra Adorada Oromë, Señora de Ciudad Lagarto, ha decidido participar de las batallas – Las personas gritaron emocionadas el nombre de Oromë – Lo sé, lo sé, La Señora Dragón tiene un lugar especial en el corazón de todos nosotros, ha protegido y salvado a esta ciudad y creo que lo mínimo que le debemos es un reto acorde a sus capacidades ¡Una verdadera pelea que la haga recordar lo maravillosa que es esta ciudad! ¡Y por sobre todo su gente! –
El grito del público era ensordecedor, en parte aclamando el nombre de la dragona y también de Owens, mientras bebían y se daban ánimos. Matt sonrió, los tenía comiendo de su mano.
-Yo no soy bueno peleando, no sería rival para ella así que… - Sacó de su cinturón una bolsa más que importante llena de aeros – Le ofrezco como recompensa esta bolsa de dinero a aquel que pueda derrotar a nuestra Amada Oromë. Quien gane tendrá su futuro resuelto, se los aseguro – Metió la mano en la bolsa y agarró un buen puñado de monedas – Y para que vean que hablo en serio – Tiro las piezas de oro a la arena de combate - ¡Que gane el mejor! –
Hubo unos segundos de silencio, seguido de un rugido enardecido mientras varios cientos de personas comenzaban a saltar las vallas que separaban las tribunas de la arena de combate, desenfundando sus armas. Mientras, en el palco, Matthew Owens sonreía contento ¡Por fin se estaba divirtiendo!
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
En primera instancia, pareció que Oromë no le reconoció, por lo que tensó su cuerpo y adoptó una pose de combate más lista para entablar contacto en cualquier momento. Frunció el ceño y torció el gesto. Estaba listo, obviamente no iba con todas sus energías ni a desplegarse por completo, pero no iba a dejar que le dieran una paliza o que la dragona le arrancase las entrañas como con el resto de participantes que teñían de rojo con su sangre la arena.
En mitad de la carrera, Oromë se percató de quién era realmente su contrincante. Alward notó aquello, incluso pudo discernir alguna palabra maldiciendo la situación. Fue entonces cuando el Sevna se relajó y su rostro cambió totalmente. Una sonrisa infantil se le dibujó al mismo tiempo que el puño de la dragona impactaba en su mandíbula. Dolió, claro que dolió. No se lo esperaba para nada y había bajado la guardia, un error que nunca debería de cometer un guerrero hecho y derecho.
Escupió un poco de sangre, quizás se le hubiese abierto una pequeña herida en su cavidad bucal, nada importante, pero escocía.
Raven, desde su posición, soltó un suspiro resignado. No cambió su característico semblante serio, pero se le podía ver decepcionado con Alward al haber encarado ese combate así. Desde fuera se dio a entender que realmente estaba paralizado por el miedo, que no quería luchar ni estar allí. En parte era cierto, pero "miedo" no era para nada la palabra.
El humano volvió a centrar su atención en su contrincante, la majestuosa dragona humanoide plateada que tenía enfrente. Frunció el ceño y tensó de nuevo su cuerpo, volviendo a adoptar aquella pose inicial de combate. No quería quedarse atrás; mostraría al público un combate digno.
Sin más, echó a correr hacia la dragona y justo cuando llegó a su altura, fintó hacia un lado, intentando descolocar por completo a su oponente y, cuando la sobrepasó y quedó más o menos detrás de ella, barrió el suelo con una pierna al tiempo que se levantaba para rematar su ofensiva con un golpe de empuñadura en la espalda, con la más pura intención de hacer que Oromë se topase de bruces con el suelo.
Una sonrisilla pícara se le escapó, pero pronto quedó borrada al ver que el público se acallaba y dejaba de prestar atención al combate para prestarla así a alguien de los palcos; justamente Matthew Owens. El Sevna no pudo esconder su gesto de total desprecio cuando levantó la vista y empezó a escuchar el discurso que soltó.
La bolsa de monedas que el moreno tiró hacia la arena cayó a los pies de Alward, el cual la pateó como si de pedruscos asquerosos e insignificantes se tratara, mandándola un par de metros lejos haciendo que se abriese y salieran de ella, efectivamente, bastantes monedas de valor.
Justo cuando dicha bolsa aterrizó, ahora más lejos de Alward, el solemne silencio se rompió, dando paso a una explosión de gritos de guerra acompañada de los saltos hacia la arena protagonizados por todo espectador que allí se encontraba.
El castaño no se esperaba para nada aquella reacción por parte del público, y menos hacia una de las líderes de la ciudad, la cual intentó protegerlos con su propia vida hacía poco tiempo. El Sevna reaccionó y giró su cabeza para dirigirse a la dragona, la cual estaba detrás suya.
-¡Estoy contigo!-Asintió con la cabeza y luego volvió a centrar su mirada en el frente, donde podía ver cómo una avalancha de gente se le venía encima
Inevitablemente, la marea de gente acabó absorbiéndolo y mezclándolo entre ellos. Se enfrentó a varios, y eliminó a otros tantos, pero eran tantos que las bajas eran insignificantes y objetivamente no podía ayudar a Oromë. De pronto, toda la arena se llenó de gente. Algunos incluso comenzaron a luchar entre sí, por ver quién llegaba antes hasta la dragona, por quitarse competencia o simplemente por puro placer y diversión.
Alward dio tantos golpes que realmente no sabía con quién se estaba enfrentando en cada momento. Solo tenía que centrarse en mantenerse con vida. Su tensión empezó a subir y casi notaba un asfixie incómodo. Tenía bastantes probabilidades de salir herido de allí, aunque por suerte, ninguno era un verdadero guerrero experimentado que le pusiese en apuros. Mientras vigilara todos los flancos, no tendría demasiados problemas.
Pasos lentos y bien marcados tenían lugar en el interior de la arena, donde previamente los combatientes inscritos descansaban y elegían su arsenal de armas. Un hombre con ropajes de tela azulgranas, pantalones del mismo material y color verdoso, y botas de cuero marrón se paró justo en el límite en el que el sol podía penetrar, quedándose al borde de dicha sombra, justo a pocos pasos de salir hacia la arena. Iba enmascarado y encapuchado; su máscara mostraba una expresión sonriente y llena de divertimento.
Se quedó allí un rato parado, hasta que el encargado de dar paso a los participantes, el cual se quedó anonadado por lo ocurrido, se percató de su presencia.
-...¿Vas a combatir también?-Qué pregunta más estúpida. Si estaba allí era por algo... ¿No?
El enmascarado negó con la cabeza. Aún observaba con la siniestra sonrisa de su máscara al macro combate que se desarrollaba en la arena.
-El hombre de la Guardia está escondido entre todos esos actores, se suponía que nunca más entraría en escena...-Calló unos segundos, hasta que finalmente pudo localizar a quien buscaba-Esta obra ha dado muchos giros inesperados hoy, hagamos que el público se ponga en pie para aplaudirnos con el último giro dramático
El anunciador no entendía las enigmáticas palabras de aquel tipo, así que se le quedó mirando contrariado.
-El hombre con el casco y las dos espadas, delátalo-Señaló hacia Alward. Acto seguido, de su zurrón sacó una bolsa de monedas y se la entregó al anunciador
Alward seguía luchando incansablemente con todo aquel que decidiera hacerle frente. Ya había perdido la referencia de Oromë, y cada vez más cadáveres se apilaban en la arena, esperaba que ninguno fuese de ella.
Empezaba a estar cansado. No había exageración alguna en decir que en apenas diez minutos había logrado acabar con más de veinte oponentes, y la cosa no tenía pinta de acabar pronto. Uno más se iba a añadir en la lista, un hombre alto y musculado, con una enorme maza contundente.
El Sevna suspiró con resignación y se puso manos a la obra, o al menos lo intentó, ya que notó como alguien le agarraba desde atrás y le impidió todo movimiento. El humano intentó zafarse de aquella opresión, pero era inútil, y encima el tipo de la maza se acercaba a él. Justo cuando lo tuvo enfrente, notó como el tipo que le agarraba desde atrás le quitó el casco, con un gran esfuerzo ya que este estaba bien agarrado.
Así, el rostro de Alward quedó completamente al descubierto, pero eso no le importó en ese instante lo más mínimo. Se abalanzó repentinamente hacia el tipo de la maza y le clavó sus dos espadas en su pecho, una en cada pectoral. Acto seguido, las sacó y dicho oponente cayó al suelo, uniéndose así a la lista de combatientes caídos a manos del Sevna. Este último se volteó por completo para poder encararse con aquel que le había agarrado anteriormente y quitado el casco. Cuando finalmente vio de quién se trataba, quedó bastante sorprendido; el anunciador, el cual le miraba con temor.
-¡...E-es él!-Gritó-¡EL HOMBRE DE LA GUARDIA!-Le señaló-¡SE OFRECE UNA RECOMPENSA DE MIL AEROS A QUIEN CONSIGA ATRAPARLO CON VIDA!-Anunció. Acto seguido, se volteó para ver si el hombre que le había ordenado llegar hasta ahí seguía en la misma posición, pero no, había desaparecido.
Alward, por su parte, estaba consternado. Había sido descubierto y notó cómo repentinamente llamó más de lo normal la atención de los allí presentes, incluso de los de la grada. Ahora sí, estaba en un tremendo apuro.
________________________________________________
Off: Lanzo runa para pegarle a la dragoncita (?)
Muy mala o mala: No afecta. Media: únicamente le afecta el barrido de piernas y cae al suelo. Buena y Muy Buena, tanto el barrido como el ataque con la empuñadura del arma impactan en ella.
En mitad de la carrera, Oromë se percató de quién era realmente su contrincante. Alward notó aquello, incluso pudo discernir alguna palabra maldiciendo la situación. Fue entonces cuando el Sevna se relajó y su rostro cambió totalmente. Una sonrisa infantil se le dibujó al mismo tiempo que el puño de la dragona impactaba en su mandíbula. Dolió, claro que dolió. No se lo esperaba para nada y había bajado la guardia, un error que nunca debería de cometer un guerrero hecho y derecho.
Escupió un poco de sangre, quizás se le hubiese abierto una pequeña herida en su cavidad bucal, nada importante, pero escocía.
Raven, desde su posición, soltó un suspiro resignado. No cambió su característico semblante serio, pero se le podía ver decepcionado con Alward al haber encarado ese combate así. Desde fuera se dio a entender que realmente estaba paralizado por el miedo, que no quería luchar ni estar allí. En parte era cierto, pero "miedo" no era para nada la palabra.
El humano volvió a centrar su atención en su contrincante, la majestuosa dragona humanoide plateada que tenía enfrente. Frunció el ceño y tensó de nuevo su cuerpo, volviendo a adoptar aquella pose inicial de combate. No quería quedarse atrás; mostraría al público un combate digno.
Sin más, echó a correr hacia la dragona y justo cuando llegó a su altura, fintó hacia un lado, intentando descolocar por completo a su oponente y, cuando la sobrepasó y quedó más o menos detrás de ella, barrió el suelo con una pierna al tiempo que se levantaba para rematar su ofensiva con un golpe de empuñadura en la espalda, con la más pura intención de hacer que Oromë se topase de bruces con el suelo.
Una sonrisilla pícara se le escapó, pero pronto quedó borrada al ver que el público se acallaba y dejaba de prestar atención al combate para prestarla así a alguien de los palcos; justamente Matthew Owens. El Sevna no pudo esconder su gesto de total desprecio cuando levantó la vista y empezó a escuchar el discurso que soltó.
La bolsa de monedas que el moreno tiró hacia la arena cayó a los pies de Alward, el cual la pateó como si de pedruscos asquerosos e insignificantes se tratara, mandándola un par de metros lejos haciendo que se abriese y salieran de ella, efectivamente, bastantes monedas de valor.
Justo cuando dicha bolsa aterrizó, ahora más lejos de Alward, el solemne silencio se rompió, dando paso a una explosión de gritos de guerra acompañada de los saltos hacia la arena protagonizados por todo espectador que allí se encontraba.
El castaño no se esperaba para nada aquella reacción por parte del público, y menos hacia una de las líderes de la ciudad, la cual intentó protegerlos con su propia vida hacía poco tiempo. El Sevna reaccionó y giró su cabeza para dirigirse a la dragona, la cual estaba detrás suya.
-¡Estoy contigo!-Asintió con la cabeza y luego volvió a centrar su mirada en el frente, donde podía ver cómo una avalancha de gente se le venía encima
Inevitablemente, la marea de gente acabó absorbiéndolo y mezclándolo entre ellos. Se enfrentó a varios, y eliminó a otros tantos, pero eran tantos que las bajas eran insignificantes y objetivamente no podía ayudar a Oromë. De pronto, toda la arena se llenó de gente. Algunos incluso comenzaron a luchar entre sí, por ver quién llegaba antes hasta la dragona, por quitarse competencia o simplemente por puro placer y diversión.
Alward dio tantos golpes que realmente no sabía con quién se estaba enfrentando en cada momento. Solo tenía que centrarse en mantenerse con vida. Su tensión empezó a subir y casi notaba un asfixie incómodo. Tenía bastantes probabilidades de salir herido de allí, aunque por suerte, ninguno era un verdadero guerrero experimentado que le pusiese en apuros. Mientras vigilara todos los flancos, no tendría demasiados problemas.
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Pasos lentos y bien marcados tenían lugar en el interior de la arena, donde previamente los combatientes inscritos descansaban y elegían su arsenal de armas. Un hombre con ropajes de tela azulgranas, pantalones del mismo material y color verdoso, y botas de cuero marrón se paró justo en el límite en el que el sol podía penetrar, quedándose al borde de dicha sombra, justo a pocos pasos de salir hacia la arena. Iba enmascarado y encapuchado; su máscara mostraba una expresión sonriente y llena de divertimento.
Se quedó allí un rato parado, hasta que el encargado de dar paso a los participantes, el cual se quedó anonadado por lo ocurrido, se percató de su presencia.
-...¿Vas a combatir también?-Qué pregunta más estúpida. Si estaba allí era por algo... ¿No?
El enmascarado negó con la cabeza. Aún observaba con la siniestra sonrisa de su máscara al macro combate que se desarrollaba en la arena.
-El hombre de la Guardia está escondido entre todos esos actores, se suponía que nunca más entraría en escena...-Calló unos segundos, hasta que finalmente pudo localizar a quien buscaba-Esta obra ha dado muchos giros inesperados hoy, hagamos que el público se ponga en pie para aplaudirnos con el último giro dramático
El anunciador no entendía las enigmáticas palabras de aquel tipo, así que se le quedó mirando contrariado.
-El hombre con el casco y las dos espadas, delátalo-Señaló hacia Alward. Acto seguido, de su zurrón sacó una bolsa de monedas y se la entregó al anunciador
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Alward seguía luchando incansablemente con todo aquel que decidiera hacerle frente. Ya había perdido la referencia de Oromë, y cada vez más cadáveres se apilaban en la arena, esperaba que ninguno fuese de ella.
Empezaba a estar cansado. No había exageración alguna en decir que en apenas diez minutos había logrado acabar con más de veinte oponentes, y la cosa no tenía pinta de acabar pronto. Uno más se iba a añadir en la lista, un hombre alto y musculado, con una enorme maza contundente.
El Sevna suspiró con resignación y se puso manos a la obra, o al menos lo intentó, ya que notó como alguien le agarraba desde atrás y le impidió todo movimiento. El humano intentó zafarse de aquella opresión, pero era inútil, y encima el tipo de la maza se acercaba a él. Justo cuando lo tuvo enfrente, notó como el tipo que le agarraba desde atrás le quitó el casco, con un gran esfuerzo ya que este estaba bien agarrado.
Así, el rostro de Alward quedó completamente al descubierto, pero eso no le importó en ese instante lo más mínimo. Se abalanzó repentinamente hacia el tipo de la maza y le clavó sus dos espadas en su pecho, una en cada pectoral. Acto seguido, las sacó y dicho oponente cayó al suelo, uniéndose así a la lista de combatientes caídos a manos del Sevna. Este último se volteó por completo para poder encararse con aquel que le había agarrado anteriormente y quitado el casco. Cuando finalmente vio de quién se trataba, quedó bastante sorprendido; el anunciador, el cual le miraba con temor.
-¡...E-es él!-Gritó-¡EL HOMBRE DE LA GUARDIA!-Le señaló-¡SE OFRECE UNA RECOMPENSA DE MIL AEROS A QUIEN CONSIGA ATRAPARLO CON VIDA!-Anunció. Acto seguido, se volteó para ver si el hombre que le había ordenado llegar hasta ahí seguía en la misma posición, pero no, había desaparecido.
Alward, por su parte, estaba consternado. Había sido descubierto y notó cómo repentinamente llamó más de lo normal la atención de los allí presentes, incluso de los de la grada. Ahora sí, estaba en un tremendo apuro.
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Muy mala o mala: No afecta. Media: únicamente le afecta el barrido de piernas y cae al suelo. Buena y Muy Buena, tanto el barrido como el ataque con la empuñadura del arma impactan en ella.
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
El miembro 'Alward Sevna' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
D'Leh solo observó de reojo a la guardaespaldas de Owens, no tenía mucho para decir con respecto a ella. Hasta el momento no la había visto actuar como tal, solamente ser la sombra de Matthew así como él era la de Oromë. -¿Y tu eres el perrito faldero del virrey ¿Eh?- Copió no solo sus palabras sino también su gesto.
Aceptó la copa sin más pero no bebió de ella mientras fijaba la vista a la arena y no se despegaba. Ni siquiera se atrevió a fruncir el ceño cuando Matt hizo de las suyas, solo se mantuvo allí, una postura recta como si no fuera más que otro adorno del lugar.
Tener que golpearle era lo correcto, no podía parar la pelea ahora aunque quisiera, que bien era algo que no estaba fuera de sus habilidades como líder, pero con el imbécil observando en lo alto y su maldito rango superando el suyo ni valía la pena intentarlo.
Cuando Alward se abalanzaba sobre ella, cruzó sus brazos por sobre su rostro pero se había olvidado de proteger el resto de su cuerpo, de vigilar cada sutil movimiento de su contrincante y esta vez él la superó haciéndole morder polvo, literalmente. La tierra se le metió en los ojos al caer tan precipitadamente, elevando una polvareda.
Gruñó mientras se ponía de pie, la sangre en su ropa oculta bajo la tierra que ahora la absorbía. Se habría tirado sobre él para darle más golpes en la cara con la esperanza de dejar inconsciente y fingir aburrimiento para no tener que matarlo, pero eso fue innecesario cuando Matt se dignó a hablar... Y ojala no lo hubiera hecho, y no por ellos sino por él mismo.
Ella simplemente rió, mientras de a poco los ladrones comenzaban a entrar a la arena y a pelearse entre ellos con el deseo de ganarle y así tal vez ocupar su puesto.
Ahora su rabia salvaje había desaparecido para darle lugar a un enojo con más sentido y este iba dedicado a una sola persona.
-¡¿Conmigo?¡- Siguió riendo, una risa fuera de lugar pero autentica mientras lanzaba un puñetazo y rompía la nariz de un ladrón que venía de frente. -¡Por supuesto que estarás conmigo! Pero eso será luego- Alguien la sujetó por la espalda y trató de levantarla a lo que Oromë atizó con fuerza su cabeza hacía atrás y luego su codo en la parte blanda del tórax, logrando desprenderse. Se giró rápidamente y lo tomó de la cabeza para partir su cuello. -Preocúpate por ti, debo hacer algo antes... Volveré- Sonrió a Alward cuando tuvo un momento de calma y sin más comenzó a desfigurar su forma para convertirse por completo en su versión de semi dragón. Alas, garras, cola y escamas ocuparon cada espacio de piel.
Rugió y aquellos pobres bastardos que quisieron acercarse recularon en su lugar cuando Oromë se dirigió hacia el cielo y directo al palco donde Matthew estaba. Sus pies se sujetaron en la baranda en conjunto con sus manos, como si fuera una gárgola y observaba a Owens y Helena mientras sacudía su cola de lado a lado. -Buen truco, lo reconozco... Tenías razón, mi problema es mio y no tiene nada que ver con este lugar. Gracias por recordarmelo Matt- De poder sonreír lo habría hecho, acarició con la punta de su cola la mandíbula de él y sin más, volvió a tomarlo de la camisa y lo abrazó con fuerza. -He aquí mi muestra de agradecimiento- Y lo llevó con ella al centro de la arena.
Lo soltó sin delicadeza a menos de un metro del suelo y gritó. -¡Y yo les ofrezco algo mejor! ¿Quien quiere ocupar el puesto de nuestro amado Virrey? Definitivamente algo mejor que una bolsa de monedas que se vacía rápidamente.- Siseó y se mantuvo allí sin tocar la tierra. -Buena suerte a todos...- Ahora al menos lograría armar el escándalo suficiente como para no tener que sacarle la mierda a golpes al pobre de Alward considerando que todos a su alrededor tenían la vista fija en Owens. El problema vendría luego. ¿Como rayos acomodarían todo este desastre? No es que odiara al hombre, tampoco lo quería, simplemente le era más útil vivo que en pedazos pero prefería dejar que por el momento él se las arreglara por si mismo.
Aceptó la copa sin más pero no bebió de ella mientras fijaba la vista a la arena y no se despegaba. Ni siquiera se atrevió a fruncir el ceño cuando Matt hizo de las suyas, solo se mantuvo allí, una postura recta como si no fuera más que otro adorno del lugar.
Tener que golpearle era lo correcto, no podía parar la pelea ahora aunque quisiera, que bien era algo que no estaba fuera de sus habilidades como líder, pero con el imbécil observando en lo alto y su maldito rango superando el suyo ni valía la pena intentarlo.
Cuando Alward se abalanzaba sobre ella, cruzó sus brazos por sobre su rostro pero se había olvidado de proteger el resto de su cuerpo, de vigilar cada sutil movimiento de su contrincante y esta vez él la superó haciéndole morder polvo, literalmente. La tierra se le metió en los ojos al caer tan precipitadamente, elevando una polvareda.
Gruñó mientras se ponía de pie, la sangre en su ropa oculta bajo la tierra que ahora la absorbía. Se habría tirado sobre él para darle más golpes en la cara con la esperanza de dejar inconsciente y fingir aburrimiento para no tener que matarlo, pero eso fue innecesario cuando Matt se dignó a hablar... Y ojala no lo hubiera hecho, y no por ellos sino por él mismo.
Ella simplemente rió, mientras de a poco los ladrones comenzaban a entrar a la arena y a pelearse entre ellos con el deseo de ganarle y así tal vez ocupar su puesto.
Ahora su rabia salvaje había desaparecido para darle lugar a un enojo con más sentido y este iba dedicado a una sola persona.
-¡¿Conmigo?¡- Siguió riendo, una risa fuera de lugar pero autentica mientras lanzaba un puñetazo y rompía la nariz de un ladrón que venía de frente. -¡Por supuesto que estarás conmigo! Pero eso será luego- Alguien la sujetó por la espalda y trató de levantarla a lo que Oromë atizó con fuerza su cabeza hacía atrás y luego su codo en la parte blanda del tórax, logrando desprenderse. Se giró rápidamente y lo tomó de la cabeza para partir su cuello. -Preocúpate por ti, debo hacer algo antes... Volveré- Sonrió a Alward cuando tuvo un momento de calma y sin más comenzó a desfigurar su forma para convertirse por completo en su versión de semi dragón. Alas, garras, cola y escamas ocuparon cada espacio de piel.
Rugió y aquellos pobres bastardos que quisieron acercarse recularon en su lugar cuando Oromë se dirigió hacia el cielo y directo al palco donde Matthew estaba. Sus pies se sujetaron en la baranda en conjunto con sus manos, como si fuera una gárgola y observaba a Owens y Helena mientras sacudía su cola de lado a lado. -Buen truco, lo reconozco... Tenías razón, mi problema es mio y no tiene nada que ver con este lugar. Gracias por recordarmelo Matt- De poder sonreír lo habría hecho, acarició con la punta de su cola la mandíbula de él y sin más, volvió a tomarlo de la camisa y lo abrazó con fuerza. -He aquí mi muestra de agradecimiento- Y lo llevó con ella al centro de la arena.
Lo soltó sin delicadeza a menos de un metro del suelo y gritó. -¡Y yo les ofrezco algo mejor! ¿Quien quiere ocupar el puesto de nuestro amado Virrey? Definitivamente algo mejor que una bolsa de monedas que se vacía rápidamente.- Siseó y se mantuvo allí sin tocar la tierra. -Buena suerte a todos...- Ahora al menos lograría armar el escándalo suficiente como para no tener que sacarle la mierda a golpes al pobre de Alward considerando que todos a su alrededor tenían la vista fija en Owens. El problema vendría luego. ¿Como rayos acomodarían todo este desastre? No es que odiara al hombre, tampoco lo quería, simplemente le era más útil vivo que en pedazos pero prefería dejar que por el momento él se las arreglara por si mismo.
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
El Virrey era feliz, el alma parecía haber regresado a su cuerpo, ya no eran importantes las pocas horas de sueño, el cansancio, las heridas mal cerradas, las emociones retorcidas. Todo eso pasaba a un segundo plano cuando el caos se hacía presente, Matthew sonreía como un niño pequeño, juntó las manos y se las llevó a la boca, contemplando con una mirada brillante el hermoso resultado de sus actos.
No se perdía movimiento alguno de su amada Oromë, poderosa, enérgica, esa era la dragona que Owens quería ver. El humano sonreía porque se estaba divirtiendo, pero también porque había recuperado a Su Oromë, la asesina despiadada que no se preocupaba por las consecuencias de sus actos. Cuando vio que se abría paso hacía él se sintió emocionado, como si fuera un adolescente en su primera cita.
-¿Te gustó? Esto es de mi para ti - Dijo el estafador apoyando ambas manos en su pecho y luego señalando a la dragona - Sabes que te adoro, creo que lo mínimo que puedo entregarte es una multitud de bandidos queriendo matarte - Le sonrió con tal dulzura que daba la impresión que iba a cruzar la línea de una simple amistad, pero no hizo ningún movimiento, dejó que lo tocara con la cola primero y que luego lo rodeara con los brazos - Perdámonos en el caos, Querida -
El humano se dejó arrastrar, aunque claro, no permitiría que fuera el único en recibir daño ¡Que injusto sería eso! Reconocía a Oromë como a una igual, y por lo mismo Matthew consideraba que merecía una hermosa herida. Las dagas invisibles ya estaban en sus manos cuando la dragona lo agarró, y mientras estaban en el aire lo único que tuvo que hacer es devolverle el abrazo y dejar dos enormes cortes sobre sus omóplatos, un sitio molesto, doloroso y que no podría alcanzar para curarse sola.*
Matt golpeó contra el piso de la arena, se quería reír pero se había quedado sin aire.
-El puesto de Virrey no es taaaaan bueno como lo hacen ver... - Dijo el estafador mientras se ponía en pie. Lentamente los bandidos comenzaban a rodearlo también - Lo digo de verdad, tendrían que pasar horas y horas reunido con Lazid, no es nada agradable... -
Pero no había nada que Matt pudiera decir en ese momento que disuadiera a los ladrones de apartarse de su objetivo. En líneas generales Owens prefería no recurrir a la violencia física, pero sí no le dejaban alternativa lo hacía sin culpa alguna. Clavó una de sus dagas en la muñeca del primero que acercó su mano para agarrarlo, desde allí continuó un corte limpio hasta el codo, fue todo cuestión de un segundo y el atacante se arrodillo en el piso agarrando los restos de su brazo.
Otro atacante vino por detrás y Matt lo recibió con una patada en la boca del estómago, mientras arrojaba una daga al pecho de otro bandido. Era desconcertante ver a Owens pelear, sacaba golpes de donde uno menos lo esperaba, y cortaba con sus dagas en posturas extrañas, era como si cada extremidad tuviera vida propia y atacara individualmente.
De pronto ponía la mano libre justo frente a los ojos de uno de los ladrones y mientras estaba distraído en eso la otra mano llegaba desde abajo y le atravesaba la cabeza desde la mandíbula. Otro atacante llegaba por el costado y Matt lo dejaba pasar de largo, lo agarraba por el pelo y le cortaba la garganta de forma limpia, pero casi en el mismo instante se agachaba para esquivar un ataque por la espalda y se levantaba rápidamente para golpear con la coronilla al agresor.
No había técnica, ni sentido alguno, pero era al fin y al cabo el estilo de pelea que mejor se adaptaba a alguien tan caótico como Matthew.
Se escuchó nuevamente al presentador, alentando a que atacaran al hombre de la Guardia que aparentemente estaba allí. Owens estaba tirando de la oreja de un enemigo para luego acabarlo con su daga cuando todo eso ocurrió.
-Primero Oromë y luego ese Fulano ¿Que no pueden tener sus propias ideas? - Y así terminaba la diversión de Matt “Ya no hay respeto, cualquiera cree que puede dar órdenes en MI ciudad ¡Qué desfachatez!” El acto de ese desconocido enojó mucho al moreno, estaba jugando con su querida Oromë y alguien se había metido en el medio.
Fue caminando con paso decidido hacia el Guardia que había sido señalado como el objetivo, en cuanto alguien se le acercaba para intentar atacarlo le tiraba tierra en los ojos, o hacía un gesto de sorpresa mirando atrás de la persona para que se distraiga y luego lo golpeaba, sí venían más de uno de alguna manera terminaban atacándose entre sí mientras Matt ya estaba caminando varios metros más adelante.
-¿Como se atreven a tratar así a nuestro Queridísimo Invitado? - Se escuchó la potente voz de Matthew por encima del escándalo general ¿Siempre había tenido una voz tan gruesa? - Ya déjense de jugar y regresen a sus tareas ¡Andando! - Tal cambio de actitud dejó desconcertados a todos los presentes - No-me-obliguen-a-repetirlo- Dijo con los dientes apretados y la mandíbula dura.**
Lo cierto era que muchos de los oponente habían caído, producto de los mortales ataques combinados de Oromë, el Guardia y Matt, los que quedaban en pie estaban heridos o eran demasiado indecisos como para enfrentarse a alguno de los tres. El estafador enfundó sus dagas y miró a los otros dos, sonriente, pero por sobre todo a la dragona.
-Que bueno tenerte de vuelta, Ory Cariño - Estaba transpirado producto del ejercicio, se peinó el pelo hacía atrás - A ver cuando vienes a mi tienda a pasar el rato, como en los viejos tiempos - Y agregó un guiño a la oración.
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*Matt utiliza su Habilidad de lvl 2 "Maestro del filo"
** Matt utiliza su Habilidad de Lvl 0 "Charlatán"
No se perdía movimiento alguno de su amada Oromë, poderosa, enérgica, esa era la dragona que Owens quería ver. El humano sonreía porque se estaba divirtiendo, pero también porque había recuperado a Su Oromë, la asesina despiadada que no se preocupaba por las consecuencias de sus actos. Cuando vio que se abría paso hacía él se sintió emocionado, como si fuera un adolescente en su primera cita.
-¿Te gustó? Esto es de mi para ti - Dijo el estafador apoyando ambas manos en su pecho y luego señalando a la dragona - Sabes que te adoro, creo que lo mínimo que puedo entregarte es una multitud de bandidos queriendo matarte - Le sonrió con tal dulzura que daba la impresión que iba a cruzar la línea de una simple amistad, pero no hizo ningún movimiento, dejó que lo tocara con la cola primero y que luego lo rodeara con los brazos - Perdámonos en el caos, Querida -
El humano se dejó arrastrar, aunque claro, no permitiría que fuera el único en recibir daño ¡Que injusto sería eso! Reconocía a Oromë como a una igual, y por lo mismo Matthew consideraba que merecía una hermosa herida. Las dagas invisibles ya estaban en sus manos cuando la dragona lo agarró, y mientras estaban en el aire lo único que tuvo que hacer es devolverle el abrazo y dejar dos enormes cortes sobre sus omóplatos, un sitio molesto, doloroso y que no podría alcanzar para curarse sola.*
Matt golpeó contra el piso de la arena, se quería reír pero se había quedado sin aire.
-El puesto de Virrey no es taaaaan bueno como lo hacen ver... - Dijo el estafador mientras se ponía en pie. Lentamente los bandidos comenzaban a rodearlo también - Lo digo de verdad, tendrían que pasar horas y horas reunido con Lazid, no es nada agradable... -
Pero no había nada que Matt pudiera decir en ese momento que disuadiera a los ladrones de apartarse de su objetivo. En líneas generales Owens prefería no recurrir a la violencia física, pero sí no le dejaban alternativa lo hacía sin culpa alguna. Clavó una de sus dagas en la muñeca del primero que acercó su mano para agarrarlo, desde allí continuó un corte limpio hasta el codo, fue todo cuestión de un segundo y el atacante se arrodillo en el piso agarrando los restos de su brazo.
Otro atacante vino por detrás y Matt lo recibió con una patada en la boca del estómago, mientras arrojaba una daga al pecho de otro bandido. Era desconcertante ver a Owens pelear, sacaba golpes de donde uno menos lo esperaba, y cortaba con sus dagas en posturas extrañas, era como si cada extremidad tuviera vida propia y atacara individualmente.
De pronto ponía la mano libre justo frente a los ojos de uno de los ladrones y mientras estaba distraído en eso la otra mano llegaba desde abajo y le atravesaba la cabeza desde la mandíbula. Otro atacante llegaba por el costado y Matt lo dejaba pasar de largo, lo agarraba por el pelo y le cortaba la garganta de forma limpia, pero casi en el mismo instante se agachaba para esquivar un ataque por la espalda y se levantaba rápidamente para golpear con la coronilla al agresor.
No había técnica, ni sentido alguno, pero era al fin y al cabo el estilo de pelea que mejor se adaptaba a alguien tan caótico como Matthew.
Se escuchó nuevamente al presentador, alentando a que atacaran al hombre de la Guardia que aparentemente estaba allí. Owens estaba tirando de la oreja de un enemigo para luego acabarlo con su daga cuando todo eso ocurrió.
-Primero Oromë y luego ese Fulano ¿Que no pueden tener sus propias ideas? - Y así terminaba la diversión de Matt “Ya no hay respeto, cualquiera cree que puede dar órdenes en MI ciudad ¡Qué desfachatez!” El acto de ese desconocido enojó mucho al moreno, estaba jugando con su querida Oromë y alguien se había metido en el medio.
Fue caminando con paso decidido hacia el Guardia que había sido señalado como el objetivo, en cuanto alguien se le acercaba para intentar atacarlo le tiraba tierra en los ojos, o hacía un gesto de sorpresa mirando atrás de la persona para que se distraiga y luego lo golpeaba, sí venían más de uno de alguna manera terminaban atacándose entre sí mientras Matt ya estaba caminando varios metros más adelante.
-¿Como se atreven a tratar así a nuestro Queridísimo Invitado? - Se escuchó la potente voz de Matthew por encima del escándalo general ¿Siempre había tenido una voz tan gruesa? - Ya déjense de jugar y regresen a sus tareas ¡Andando! - Tal cambio de actitud dejó desconcertados a todos los presentes - No-me-obliguen-a-repetirlo- Dijo con los dientes apretados y la mandíbula dura.**
Lo cierto era que muchos de los oponente habían caído, producto de los mortales ataques combinados de Oromë, el Guardia y Matt, los que quedaban en pie estaban heridos o eran demasiado indecisos como para enfrentarse a alguno de los tres. El estafador enfundó sus dagas y miró a los otros dos, sonriente, pero por sobre todo a la dragona.
-Que bueno tenerte de vuelta, Ory Cariño - Estaba transpirado producto del ejercicio, se peinó el pelo hacía atrás - A ver cuando vienes a mi tienda a pasar el rato, como en los viejos tiempos - Y agregó un guiño a la oración.
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*Matt utiliza su Habilidad de lvl 2 "Maestro del filo"
** Matt utiliza su Habilidad de Lvl 0 "Charlatán"
Matthew Owens
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Todo sucedió demasiado rápido. El virrey de pronto había sido arrastrado por Oromë hacia la arena de batalla. Helena Rhodes, por su parte, se mordió el labio inferior con rabia, ¿Qué clase de reputación tendría si dejase allí a Matt a su suerte? No solo era su asesina, sino que también tendría el deber de bajar allí y dar la cara.
Desde su cómodo sitio, levantó la copa que tenía entre las manos y se la dio a uno de los "asistentes" del lugar.
-...Maldita lagarta, me va a obligar a actuar ahí abajo-Refunfuñó entre dientes
La rubia suspiró, no tenía otro remedio. Se puso en pie y se sacudió los ropajes, acto seguido, se puso la capucha. Tras eso, dirigió su mirada hacia D'Leh
-Siento tener que marcharme de nuestra cita tan pronto, querido perrito, ya nos veremos-Dijo con un tono coqueto, a la vez que le lanzaba un beso y gesticulaba un adiós con la mano
Sin más, puso su mirada en la baranda y echó a correr hacia ella. Cuando estuvo a la distancia justa, pegó un salto, apoyó uno de sus pies en esta y se impulsó de nuevo, esta vez para caer en picado hacia la arena y hacer su entrada triunfal. Aterrizó sobre uno de los tantos luchadores y le clavó su daga oculta, haciendo que el cuerpo le sirviese como amortiguador de la caída.
Alward seguía eliminando oponentes a diestro y siniestro. Ahora la lucha se había intensificado más al haber llamado más la atención de los presentes. Su tapadera como "Zydan" había sido descubierta y echada abajo, solo le quedaba la opción de la fuerza. Sus energías no durarían para siempre, así que tendría que huir de alguna forma de allí, tal vez de esa ciudad. Podría usar a Epons como medio para el escape, pero eso tendría que ser una vez fuera de la arena, ya que allí dentro no oiría su llamada.
De pronto, un proyectil pasó a escasos centímetros de su cabeza, llegando a impactar en la cabeza de un oponente que tenía enfrente y se había encarado con él. El humano se volteó y allí pudo ver a una encapuchada que tenía una de sus palmas extendidas, apuntándole. Volteó de nuevo la mirada para ver qué clase de proyectil le había lanzado. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio una... ¿Estaca de hielo?
-¡Es mío!-Advirtió-¡Al que se atreva a tocarlo le cortaré las pelotas y le haré tragárselas!-Amenazó con un tono rotundo
Alward pudo ver cómo poco a poco, los que le rodeaban retrocedían. Ciertamente ya quedaban pocos, la masacre había hecho que se diezmara bastante el número de luchadores en un santiamén. De nuevo, centró su atención en la encapuchada.
-¿Quién eres?-Preguntó alzando la voz
-Helena Rhodes-Hizo una reverencia exagerada-Asesina personal del virrey de Ciudad Lagarto-Levantó la cabeza para mirar al castaño. No se le podía ver muy bien el rostro, pero sí que se le identificó una extensa sonrisa pícara.
Alward adoptó una pose tensa de combate, Helena volvió a erguirse y se llevó las manos a la cadera, con cierto aire de decepción.
-¿No te presentas?
El Sevna hizo caso omiso a la petición de aquella mujer y empezó a correr hacia ella con intenciones claramente agresivas. Helena suspiró y también se preparó, pero ella se mantenía estática.
Cuando estuvo a su altura, Alward con su diestra hizo pretensión de dar un tajo de arriba a abajo, pero antes de que el arma impactara en la bruja, esta se defendió con una patada directa a la muñeca del espadachín, lo que hizo que el ataque se detuviese en seco y el recorrido del filo tuviese efecto rebota hacia atrás. El Sevna, con la zurda, quiso estocar a su oponente, pero esta más hábil esquivó el ataque echando su tronco hacia atrás y haciendo una mezcla entre el pino inverso y una voltereta, aunque realmente no llegaba a ser ninguna de estas dos cosas.
Ahora Alward quedó trastabillado, así que era la oportunidad de Helena, la cual no dudo en abalanzarse hacia el espadachín, con la daga al descubierto e intenciones totalmente ofensivas.
El espadachín fintó hacia un lado para colocarse justo detrás de la asesina, la cual recibió el golpe de una de las empuñaduras de las armas que este portaba en su espalda. La Rhodes se aquejó del dolor, pero eso no le impidió poder contraatacar, hizo un barrido con todo su brazo en el aire y su daga descubierta, con la intención de que al voltearse se encontrase directamente con el Sevna, pero este ya tenía preparado una defensa ante ese movimiento, anteponiendo una de sus espadas en dicho recorrido y que la daga impactase en este.
Al fallar el contraataque, la Rhodes rodó hacia un lado para zafarse de un posible contraataque del contraataque.
-Peleas bien, humano-Dijo jadeando mientras dibujaba en sus labios media sonrisa
-Tú también, bruja-También jadeaba, y también imitó el gesto de la encapuchada
-Acabemos con esto-Con un rápido espasmo de su muñeca derecha, descubrió de nuevo su daga y tensó su pose.
-No he venido aquí a morir-Hizo un par de florituras con sus armas al tiempo que tensaba también su pose.
Ambos se sostuvieron la mirada por varios segundos, hasta que, al unísono, empezaron a correr hacia su respectivo rival. Cuando llegaron a la altura adecuada, Helena pegó un salto para acometer desde arriba y Alward se mantuvo por el perfil bajo para lanzar su ofensiva desde ahí.
La espada zurda del Sevna chocó con la daga oculta de la Rhodes. A Alward solo le quedaba entonces la opción de atacar con su diestra, cosa que bien hizo. Ejecutó una estocada con dicha arma, directa a la cabeza de la bruja. Esta tuvo unos reflejos casi divinos y echó su cabeza hacia un lado, esquivando casi en su totalidad el ataque, aunque no pudo evitar que el filo de la espada le rozase la mejilla izquierda, abriéndole una pequeña herida que empezó a sangrar exageradamente.
Ambos quedaron en esa posición por unos pocos segundos, manteniéndose la mirada. Alward intentaba recuperar el aliento, mientras que Helena no salía de su asombro al haber rozado casi la muerte con ese ataque.
Fue en ese instante cuando Matthew Owens hizo su aparición, ordenando que cesasen todo acto violento en aquel momento. Nombró "Queridísimo Invitado" a Alward, y fue entonces cuando Helena volvió en sí. Miró de arriba a abajo al castaño y se le acercó hasta estar a escasos centímetros. La espada diestra de Alward aún seguía en la misma posición, rozando la mejilla de la bruja y mantenida en su hombro.
-Tienes suerte-Desvió la mirada hacia la espada y se la apartó con la mano, haciendo que cayese hacia abajo junto al brazo del Sevna, el cual la miraba como en estado de shock-Los tienes bien puestos, humano-Con otro espasmo en su muñeca, volvió a guardar la daga en su guantelete
Sin más, Helena se alejó y se fue al lado del virrey. Alward recuperó la compostura y vio como poco a poco, la arena se despejaba y las luchas cesaban por completo. Envainó sus espadas y lanzó su mirada hacia la grada, esperando encontrar a Raven, pero no pudo localizarlo. Torció el gesto y entonces volvió a mirar a quienes estaban en la propia arena.
Se acercó un poco hacia donde estaban Oromë, la bruja y Matthew, se cruzó de brazos, sin echarle mucha cuenta a lo que este último le decía a la dragona.
-Gracias, Matthew-Un gesto serio y solemne se le dibujó
-Bueno, ahora que todo acabó, ¿Por qué no lo festejamos como buenos amigos?-Puso sus brazos en jarras y se dirigió hacia el moreno, para ver qué decía
-...¿Amigos?-Preguntó extrañado
-Claro, todo esto era un simple juego, idiota-Dijo mientras se limpiaba la sangre con un pañuelo que sacó de uno de sus bolsillos
-Hace diez minutos no lo parecía-Replicó
-¡En eso consiste Ciudad Lagarto!-Dio un golpe con el codo a Matthew-¿Verdad, virrey?
-...¿Virrey?-Ciertamente, de entre todas las personas del mundo, jamás hubiera tenido a Matthew como alto cargo de ninguna ciudad. Miró a Oromë, para que de algún modo le confirmase lo que la bruja había dicho-De todas formas, tengo algo que hacer y alguien a quien buscar. Lo siento.-Se disculpó educadamente, con la intención de marcharse
Desde su cómodo sitio, levantó la copa que tenía entre las manos y se la dio a uno de los "asistentes" del lugar.
-...Maldita lagarta, me va a obligar a actuar ahí abajo-Refunfuñó entre dientes
La rubia suspiró, no tenía otro remedio. Se puso en pie y se sacudió los ropajes, acto seguido, se puso la capucha. Tras eso, dirigió su mirada hacia D'Leh
-Siento tener que marcharme de nuestra cita tan pronto, querido perrito, ya nos veremos-Dijo con un tono coqueto, a la vez que le lanzaba un beso y gesticulaba un adiós con la mano
Sin más, puso su mirada en la baranda y echó a correr hacia ella. Cuando estuvo a la distancia justa, pegó un salto, apoyó uno de sus pies en esta y se impulsó de nuevo, esta vez para caer en picado hacia la arena y hacer su entrada triunfal. Aterrizó sobre uno de los tantos luchadores y le clavó su daga oculta, haciendo que el cuerpo le sirviese como amortiguador de la caída.
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Alward seguía eliminando oponentes a diestro y siniestro. Ahora la lucha se había intensificado más al haber llamado más la atención de los presentes. Su tapadera como "Zydan" había sido descubierta y echada abajo, solo le quedaba la opción de la fuerza. Sus energías no durarían para siempre, así que tendría que huir de alguna forma de allí, tal vez de esa ciudad. Podría usar a Epons como medio para el escape, pero eso tendría que ser una vez fuera de la arena, ya que allí dentro no oiría su llamada.
De pronto, un proyectil pasó a escasos centímetros de su cabeza, llegando a impactar en la cabeza de un oponente que tenía enfrente y se había encarado con él. El humano se volteó y allí pudo ver a una encapuchada que tenía una de sus palmas extendidas, apuntándole. Volteó de nuevo la mirada para ver qué clase de proyectil le había lanzado. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio una... ¿Estaca de hielo?
-¡Es mío!-Advirtió-¡Al que se atreva a tocarlo le cortaré las pelotas y le haré tragárselas!-Amenazó con un tono rotundo
Alward pudo ver cómo poco a poco, los que le rodeaban retrocedían. Ciertamente ya quedaban pocos, la masacre había hecho que se diezmara bastante el número de luchadores en un santiamén. De nuevo, centró su atención en la encapuchada.
-¿Quién eres?-Preguntó alzando la voz
-Helena Rhodes-Hizo una reverencia exagerada-Asesina personal del virrey de Ciudad Lagarto-Levantó la cabeza para mirar al castaño. No se le podía ver muy bien el rostro, pero sí que se le identificó una extensa sonrisa pícara.
Alward adoptó una pose tensa de combate, Helena volvió a erguirse y se llevó las manos a la cadera, con cierto aire de decepción.
-¿No te presentas?
El Sevna hizo caso omiso a la petición de aquella mujer y empezó a correr hacia ella con intenciones claramente agresivas. Helena suspiró y también se preparó, pero ella se mantenía estática.
Cuando estuvo a su altura, Alward con su diestra hizo pretensión de dar un tajo de arriba a abajo, pero antes de que el arma impactara en la bruja, esta se defendió con una patada directa a la muñeca del espadachín, lo que hizo que el ataque se detuviese en seco y el recorrido del filo tuviese efecto rebota hacia atrás. El Sevna, con la zurda, quiso estocar a su oponente, pero esta más hábil esquivó el ataque echando su tronco hacia atrás y haciendo una mezcla entre el pino inverso y una voltereta, aunque realmente no llegaba a ser ninguna de estas dos cosas.
Ahora Alward quedó trastabillado, así que era la oportunidad de Helena, la cual no dudo en abalanzarse hacia el espadachín, con la daga al descubierto e intenciones totalmente ofensivas.
El espadachín fintó hacia un lado para colocarse justo detrás de la asesina, la cual recibió el golpe de una de las empuñaduras de las armas que este portaba en su espalda. La Rhodes se aquejó del dolor, pero eso no le impidió poder contraatacar, hizo un barrido con todo su brazo en el aire y su daga descubierta, con la intención de que al voltearse se encontrase directamente con el Sevna, pero este ya tenía preparado una defensa ante ese movimiento, anteponiendo una de sus espadas en dicho recorrido y que la daga impactase en este.
Al fallar el contraataque, la Rhodes rodó hacia un lado para zafarse de un posible contraataque del contraataque.
-Peleas bien, humano-Dijo jadeando mientras dibujaba en sus labios media sonrisa
-Tú también, bruja-También jadeaba, y también imitó el gesto de la encapuchada
-Acabemos con esto-Con un rápido espasmo de su muñeca derecha, descubrió de nuevo su daga y tensó su pose.
-No he venido aquí a morir-Hizo un par de florituras con sus armas al tiempo que tensaba también su pose.
Ambos se sostuvieron la mirada por varios segundos, hasta que, al unísono, empezaron a correr hacia su respectivo rival. Cuando llegaron a la altura adecuada, Helena pegó un salto para acometer desde arriba y Alward se mantuvo por el perfil bajo para lanzar su ofensiva desde ahí.
La espada zurda del Sevna chocó con la daga oculta de la Rhodes. A Alward solo le quedaba entonces la opción de atacar con su diestra, cosa que bien hizo. Ejecutó una estocada con dicha arma, directa a la cabeza de la bruja. Esta tuvo unos reflejos casi divinos y echó su cabeza hacia un lado, esquivando casi en su totalidad el ataque, aunque no pudo evitar que el filo de la espada le rozase la mejilla izquierda, abriéndole una pequeña herida que empezó a sangrar exageradamente.
Ambos quedaron en esa posición por unos pocos segundos, manteniéndose la mirada. Alward intentaba recuperar el aliento, mientras que Helena no salía de su asombro al haber rozado casi la muerte con ese ataque.
Fue en ese instante cuando Matthew Owens hizo su aparición, ordenando que cesasen todo acto violento en aquel momento. Nombró "Queridísimo Invitado" a Alward, y fue entonces cuando Helena volvió en sí. Miró de arriba a abajo al castaño y se le acercó hasta estar a escasos centímetros. La espada diestra de Alward aún seguía en la misma posición, rozando la mejilla de la bruja y mantenida en su hombro.
-Tienes suerte-Desvió la mirada hacia la espada y se la apartó con la mano, haciendo que cayese hacia abajo junto al brazo del Sevna, el cual la miraba como en estado de shock-Los tienes bien puestos, humano-Con otro espasmo en su muñeca, volvió a guardar la daga en su guantelete
Sin más, Helena se alejó y se fue al lado del virrey. Alward recuperó la compostura y vio como poco a poco, la arena se despejaba y las luchas cesaban por completo. Envainó sus espadas y lanzó su mirada hacia la grada, esperando encontrar a Raven, pero no pudo localizarlo. Torció el gesto y entonces volvió a mirar a quienes estaban en la propia arena.
Se acercó un poco hacia donde estaban Oromë, la bruja y Matthew, se cruzó de brazos, sin echarle mucha cuenta a lo que este último le decía a la dragona.
-Gracias, Matthew-Un gesto serio y solemne se le dibujó
-Bueno, ahora que todo acabó, ¿Por qué no lo festejamos como buenos amigos?-Puso sus brazos en jarras y se dirigió hacia el moreno, para ver qué decía
-...¿Amigos?-Preguntó extrañado
-Claro, todo esto era un simple juego, idiota-Dijo mientras se limpiaba la sangre con un pañuelo que sacó de uno de sus bolsillos
-Hace diez minutos no lo parecía-Replicó
-¡En eso consiste Ciudad Lagarto!-Dio un golpe con el codo a Matthew-¿Verdad, virrey?
-...¿Virrey?-Ciertamente, de entre todas las personas del mundo, jamás hubiera tenido a Matthew como alto cargo de ninguna ciudad. Miró a Oromë, para que de algún modo le confirmase lo que la bruja había dicho-De todas formas, tengo algo que hacer y alguien a quien buscar. Lo siento.-Se disculpó educadamente, con la intención de marcharse
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Sería tan tentador, demasiado. Pero no, no lo mataría por lo menos hoy.
Claro que eso no significaba que no se cobraría las nuevas heridas en su espalda. Estas tironeaban y ardían mientras trataba de sostenerse en el aire; al final el dolor fue mayor que el deseo de volar y descendió, rabia burbujeando en su interior.
De alguna forma logró mantenerse el tiempo suficiente al margen de aquel revoltijo de brazos y piernas, hasta se tomó la molestia de aplaudir con éxtasis al ver a Owens pelear para variar... Bueno, si es que se podía llamar así a lo que él hacia. Había que darle crédito a su pequeño baile pues funcionaba de maravilla, todo hay que decirlo.
Su mirada pasó de él a Alward que ahora estaba siendo el blanco de la rubia, de más estaba decir que no le agradaba ni siquiera un poco. Mucho menos escucharla decir que era suyo; tal vez no fuera en el mismo contexto que Oromë y Al compartían pero eso no le importaba a la dragona, la bruja tenía los días contados si lo dañaba.
Avanzó paso a paso, esquivando los cuerpos que Matt dejaba detrás, prácticamente ya no tenía ni que levantar un dedo para defenderse. La mayoría ya estaban muertos, heridos de gravedad o tratando de volver a subir a las gradas de alguna forma. -Ya era hora...- Dijo en un suspiro, a pocos metros del Virrey y tomando un lugar a su lado apenas llegó a su altura. -Que te jodan Owens...- Y como quien no quiere la cosa sacudió su cola y la clavó en el muslo de Matthew. -De mi para ti- Gruñó.
Observó a Helena y luego a Alward, su rostro no mostraba señal alguna pero la pregunta estaba allí bailando en sus ojos y en la punta de su lengua. "¿Estas bien?" No podía disculparse del golpe que le había dado, no frente al otro líder, no sin demostrarse a si misma como alguien débil.
-Para Matt todo es un juego- Hizo una leve inclinación de cabeza hacía Al, reconociendo su titulo.
Hizo un repaso de las cosas en su cabeza, antiguas memorias y nuevas, que decir y que no en esta situación y solo se le ocurría una. -Él me ayudó cuando toda la mierda cayo en la ciudad, así que déjenlo ir. Será mi forma de regresarle el favor- Mentiras y verdades, pero ellos no tenían porque saberlo ¿O si?.
Claro que eso no significaba que no se cobraría las nuevas heridas en su espalda. Estas tironeaban y ardían mientras trataba de sostenerse en el aire; al final el dolor fue mayor que el deseo de volar y descendió, rabia burbujeando en su interior.
De alguna forma logró mantenerse el tiempo suficiente al margen de aquel revoltijo de brazos y piernas, hasta se tomó la molestia de aplaudir con éxtasis al ver a Owens pelear para variar... Bueno, si es que se podía llamar así a lo que él hacia. Había que darle crédito a su pequeño baile pues funcionaba de maravilla, todo hay que decirlo.
Su mirada pasó de él a Alward que ahora estaba siendo el blanco de la rubia, de más estaba decir que no le agradaba ni siquiera un poco. Mucho menos escucharla decir que era suyo; tal vez no fuera en el mismo contexto que Oromë y Al compartían pero eso no le importaba a la dragona, la bruja tenía los días contados si lo dañaba.
Avanzó paso a paso, esquivando los cuerpos que Matt dejaba detrás, prácticamente ya no tenía ni que levantar un dedo para defenderse. La mayoría ya estaban muertos, heridos de gravedad o tratando de volver a subir a las gradas de alguna forma. -Ya era hora...- Dijo en un suspiro, a pocos metros del Virrey y tomando un lugar a su lado apenas llegó a su altura. -Que te jodan Owens...- Y como quien no quiere la cosa sacudió su cola y la clavó en el muslo de Matthew. -De mi para ti- Gruñó.
Observó a Helena y luego a Alward, su rostro no mostraba señal alguna pero la pregunta estaba allí bailando en sus ojos y en la punta de su lengua. "¿Estas bien?" No podía disculparse del golpe que le había dado, no frente al otro líder, no sin demostrarse a si misma como alguien débil.
-Para Matt todo es un juego- Hizo una leve inclinación de cabeza hacía Al, reconociendo su titulo.
Hizo un repaso de las cosas en su cabeza, antiguas memorias y nuevas, que decir y que no en esta situación y solo se le ocurría una. -Él me ayudó cuando toda la mierda cayo en la ciudad, así que déjenlo ir. Será mi forma de regresarle el favor- Mentiras y verdades, pero ellos no tenían porque saberlo ¿O si?.
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Mientras Helena y el Guardia terminaban su pelea, Matthew observaba con interés. El muchacho ya había demostrado ser habilidoso, pero si además podía mantenerle el ritmo a la asesina e incluso lastimarla, entonces era en verdad muy bueno.
Lentamente la arena se vaciaba, los que estaban muertos eran recogidos por los asistentas y subidos a carros para que los transportaran a la base de los Bios. Los que estaban heridos se ayudaban entre sí para poder salir como mejor pudieran, probablemente muchos de ellos terminarían en la tienda de Go´el, el primo de Oromë, y Matthew les deseaba mucha suerte si pretendían salir de allí en una sola pieza.
-Siempre tienes tan buenas ideas, Cariño – Dijo Owens mientras miraba a Helena – Hay que festejar por el reencuentro – Miró fijamente al Guardia y sonrió de medio lado, como si supiera algo que los demás no – Cruzarnos tantas veces ya no puede ser llamado coincidencia ¿No crees? Los dioses deben querer decir algo… ¡Argh! – Su discurso se vio interrumpido por el ataque a traición de la dragona.
Helena reaccionó con velocidad, poniéndose junto a Oromë y amenazándola con la daga que salía de su brazalete, directo en el cuello. El moreno se inclinó sobre la herida y por un momento parecía que se estaba lamentando, ya que su espalda se sacudía, pero cuando levantó la cabeza se pudo ver claramente que se estaba riendo.
-Jajaja, claro que si, Ory ¡Todo es un juego para mí! – Levantó una mano ensangrentada y le hizo un gesto a Helena para que dejara a la dragona en paz – Toooodo es un juego, un maldito juego muy, pero muy divertido ja-ja-ja – Agregó una risa nada divertida.
Hizo que la asesina se acerqué y se agarró de su hombro para poder pararse derecho, la herida en la pierna seguía sangrando y aún así Matthew sonreía de modo encantador, eso solo volvía más escalofriante el aura que lo rodeaba.
-Oh… ¿Ya tienes que irte, Alward Sevna? ¿Tan pronto? Pero si acabas de llegar – Levantó la mano libre, también manchada con sangre, en un gesto de decepción – Además, mira el gesto de Oromë, puede olerse su decepción a varios kilómetros a la redonda ¿Puedes decirle que no a esos ojitos angelicales? – El Virrey tan solo miró a uno de los grandulones que estaban levantando los cuerpos atrás de Alward, fue todo lo que necesitó el bandido para entender la orden, con un preciso movimiento, golpeó al “amigo” de la dragona en la nuca, dejándolo inconsciente – Lo siento Ory, tendrás que buscar otro modo de “devolverle el favor” – Con la ayuda de Helena fue caminando lentamente hacia la salida de la arena y de allí al prostíbulo.
-¿Sabes? Tienes que aprender cuando parar los juegos, Cielo. No es la primera vez que te lo digo – Detrás de ellos iban llevando al inconsciente Alward – Hoy es un día de decepciones, primero me gritas de la nada cuando estaba tomando mi descanso, luego te enojas cuando te doy un regalo y luego me atacas por la espalda – Se detuvo un momento y levantó el índice para señalar a Oromë de forma directa – Pero lo peor de todo es que me trates de estúpido, como si yo no supiera con quienes compartes tu lecho, eso… Eso me dolió en el alma, Ory – Hizo un gesto triste y hasta parecía que iba a llorar – Cuanta decepción, pensé que éramos amigos –
Se abrieron las puertas de la tienda/prostíbulo y, como siempre, adentro parecía ser un mundo aparte.
Lentamente la arena se vaciaba, los que estaban muertos eran recogidos por los asistentas y subidos a carros para que los transportaran a la base de los Bios. Los que estaban heridos se ayudaban entre sí para poder salir como mejor pudieran, probablemente muchos de ellos terminarían en la tienda de Go´el, el primo de Oromë, y Matthew les deseaba mucha suerte si pretendían salir de allí en una sola pieza.
-Siempre tienes tan buenas ideas, Cariño – Dijo Owens mientras miraba a Helena – Hay que festejar por el reencuentro – Miró fijamente al Guardia y sonrió de medio lado, como si supiera algo que los demás no – Cruzarnos tantas veces ya no puede ser llamado coincidencia ¿No crees? Los dioses deben querer decir algo… ¡Argh! – Su discurso se vio interrumpido por el ataque a traición de la dragona.
Helena reaccionó con velocidad, poniéndose junto a Oromë y amenazándola con la daga que salía de su brazalete, directo en el cuello. El moreno se inclinó sobre la herida y por un momento parecía que se estaba lamentando, ya que su espalda se sacudía, pero cuando levantó la cabeza se pudo ver claramente que se estaba riendo.
-Jajaja, claro que si, Ory ¡Todo es un juego para mí! – Levantó una mano ensangrentada y le hizo un gesto a Helena para que dejara a la dragona en paz – Toooodo es un juego, un maldito juego muy, pero muy divertido ja-ja-ja – Agregó una risa nada divertida.
Hizo que la asesina se acerqué y se agarró de su hombro para poder pararse derecho, la herida en la pierna seguía sangrando y aún así Matthew sonreía de modo encantador, eso solo volvía más escalofriante el aura que lo rodeaba.
-Oh… ¿Ya tienes que irte, Alward Sevna? ¿Tan pronto? Pero si acabas de llegar – Levantó la mano libre, también manchada con sangre, en un gesto de decepción – Además, mira el gesto de Oromë, puede olerse su decepción a varios kilómetros a la redonda ¿Puedes decirle que no a esos ojitos angelicales? – El Virrey tan solo miró a uno de los grandulones que estaban levantando los cuerpos atrás de Alward, fue todo lo que necesitó el bandido para entender la orden, con un preciso movimiento, golpeó al “amigo” de la dragona en la nuca, dejándolo inconsciente – Lo siento Ory, tendrás que buscar otro modo de “devolverle el favor” – Con la ayuda de Helena fue caminando lentamente hacia la salida de la arena y de allí al prostíbulo.
-¿Sabes? Tienes que aprender cuando parar los juegos, Cielo. No es la primera vez que te lo digo – Detrás de ellos iban llevando al inconsciente Alward – Hoy es un día de decepciones, primero me gritas de la nada cuando estaba tomando mi descanso, luego te enojas cuando te doy un regalo y luego me atacas por la espalda – Se detuvo un momento y levantó el índice para señalar a Oromë de forma directa – Pero lo peor de todo es que me trates de estúpido, como si yo no supiera con quienes compartes tu lecho, eso… Eso me dolió en el alma, Ory – Hizo un gesto triste y hasta parecía que iba a llorar – Cuanta decepción, pensé que éramos amigos –
Se abrieron las puertas de la tienda/prostíbulo y, como siempre, adentro parecía ser un mundo aparte.
Matthew Owens
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Le dolía la cabeza bastante. Sentía una punzada en la parte frontal de la cabeza muy intensa. A todo eso, se le sumaba el cansancio que había cumulado durante toda la jornada. Había viajado durante toda la mañana para luego enfrentarse a decenas de hombres en la arena de Ciudad Lagarto, encontrarse con Oromë, Matthew Owens y... Raven Mars, finalmente lo halló... Bueno, a medias, ahora estaba como al principio, no sabía dónde podría haberse metido el ex-mercenario.
Poco a poco abrió los ojos. Oía voces distantes y veía figuras borrosas a su alrededor. Estaba tumbado boca arriba en una cama realmente cómoda, se sentía más ligero; ya que no llevaba puesta su armadura, tan solo la camisa y los pantalones que siempre solía llevar para los viajes.
Las voces que oía eran femeninas, tan distantes y a la vez tan cercanas... Era extraño. Poco a poco, el sonido se hacía más claro y la imagen más nítida. Definitvamente estaba rodeado por mujeres. Aún estaba algo desorientado y aturdido, por lo que se llevó una mano a la cabeza, tocándose el sitio donde recibió... ¿Un impacto? Sí, eso fue lo que lo dejó grogui.
-¡Se está moviendo!-Indico una de las mujeres
Las féminas lo rodeaban; tres estaban sentadas a los pies de la cama, y otras cuatro, dos a cada lado, en los laterales. Al verse tan abrumado, el Sevna se ruborizó y se irguió de medio cuerpo, intentando ubicarse.
-¿Q-qué está pasando?-Un intenso dolor de cabeza se hizo notable y se llevó de nuevo una mano a la frente. Notaba esa zona un poco hinchada, y le dolía-¿Dónde estoy?-Dijo con un tono de voz cansado
-Estás en el prostíbulo de Ciudad Lagarto, cariño-Contestó otra de ellas
-¿¡C-cómo!?-Miró hacia todos lados. Una estructura similar al interior de una tienda de campaña enorme, de las que los ejércitos solían utilizar para la guerra, daba cobijo al lugar, no era muy grande, poco menos que una gran habitación, decorada de una forma extravagante y con un aroma sutil y dulce.
Algunas de las chicas tenían uno de sus pechos fuera, otras iban más ligeras de ropa y un par de ellas iban completamente vestidas. Todas eran jóvenes y hermosas. En ese momento, Alward empezó a sentirse un poco incómodo, las chicas empezaron a reír.
-El virrey te salvó la vida trayéndote aquí. Por lo visto, luchaste valerosamente en la arena, pero en el último momento un tipo te derribó por detrás y te dejó inconsciente-Comentó convencida, con admiración tanto para Alward como por haber luchado, como para Matthew por haberlo "salvado"
-...Y-ya veo-No era así como lo recordaba... ¡Y UNA MIERDA! ¡Él había sobrevivido a la arena enteramente, es más, pudo incluso hablar con Matthew! ¡Y lo recordaba, fue el propio virrey el que mandó a que lo dejasen inconsciente! Una mueca de desagrado e histeria se le notó al joven
-¿Ocurre algo?-Preguntó preocupada otra de las chicas al ver la reacción de Alward, incluso le posó una de sus manos en su muslo, a lo que el castaño reaccionó llevándose una manos tras la cabeza en señal de vergüenza
-¡Que va, solo me duele la cabeza, eso es todo! Ja Ja Ja...-Intentó reír, pero se lo notaba que no lo hacía con sinceridad. Tras eso miró a cada una de las presentes con cierto nerviosismo-...Me imagino que vosotras seréis...
Ante el comentario del castaño, las féminas se miraron entre sí, con una mezcla de lascivia, dulzura y picaresca. Todas miraron al unísono
-¿El qué?-Preguntó coqueta y con picardía
Tras terminar la pregunta, todas las féminas empezaron a acercarse aún más al cuerpo del joven, algunas empezaron a manosearlo con delicadeza, y una en particular se montó encima suya y acercó su rostro al ajeno, con una sonrisa lasciva.
-No todos los días tenemos como "invitado" a un hombre de la Guardia de Lunargenta
-...Lamento desilusionarte, pero no soy de la Guardia-Dijo mientras dejaba escapar una sonrisilla nerviosa quitándole hierro al asunto que cada vez se volvía más sexual
-Ya, seguro...-Le guiñó el ojo y se mordió el labio inferior, siempre manteniendo esa lujuria en su gestos y su tono mientras sus compañeras seguían manoseando al castaño
En ese momento, antes de que la cosa llegase a un punto más álgido, alguien entró en la tienda por la cortinilla que daba acceso a esta. Era la rubia que siempre acompañaba al virrey, esta vez estaba sin la capucha puesta y con una especie de tirita puesta en la mejilla donde el Sevna anteriormente la había cortado.
-¡Eh, panda de arpías!-Palmeó un par de veces para llamar la atención de las féminas, las cuales al oír entrar a la bruja habían parado de toquetear a Alward y prestaron atención a esta primera-¡Dejadlo en paz!
-Jo, Helena, eres una aguafiestas-Replicó una de ellas
-Salid de aquí antes de que me cabree de verdad-Se cruzó de brazos, imponente
Tras oír aquella amenaza, todas las mujeres se apartaron de Alward y empezaron a salir rápidamente de la tienda, todas menos una, la cual se acercó al oído del humano y le susurró
-...Si alguna vez quieres algo de diversión, llámame-Apartó su rostro y le guiñó un ojo, a la que Alward reaccionó tragando saliva y dibujando una sonrisa de circunstancias en sus labios. Acto seguido, se fue junto a la demás, dejando a solas al Sevna y a la Rhodes.
Ya más despejado, el humano se sentó en uno de los lados al borde de la cama y levantó la vista hacia la rubia, esta arqueó una ceja.
-¿Te encuentras mejor?
-...Eso creo-Se llevó de nuevo la mano a la frente para tocarse el hinchazón pero enseguida notó que no, lo que desencadenó un gesto de dolor
Entonces, la bruja sacó de uno de sus bolsillos un frasco achatado y se lo pasó al humano, el cual lo agarró al vuelo
-Ponte esa pomada, hará que el dolor se calme y el hinchazón baje poco a poco-Se mantenía en una postura de brazos cruzados mirando al Sevna-Y tranquilo, que no es veneno-Bromeó-Está hecha por el mejor médico que tenemos en la ciudad. También el único-Se encogió de hombros
-G-gracias...-Dijo mientras miraba el frasco en sus manos
-El virrey te espera fuera. Cuando estés listo, sal y únete a él.
-¿Tú no vas a estar?
-Sé que lo estarás deseando, pero tengo asuntos que resolver-Dijo con un tono burlón y picaresco
Tras esa conversación, la bruja salió de la tienda mientras que el humano la seguía con la mirada. Tenía toda la pinta de que esa tienda en la que se encontraba Alward estaba conectada con otra aún mayor, ya que se podía oír ruido en el anexo y pudo ver más estructuras de telas como las que refugiaban esa habitación cuando la rubia corrió la cortina y salió.
El Sevna abrió el frasco y empezó a ponerse un poco de aquella pomada. Acto seguido, se guardó dicho recipiente en uno de los bolsillos del pantalón y se puso en pie, estirando todos sus músculos y pegando un gran bostezo. No sabía el tiempo que había estado durmiendo, pero aún tenía sueño y se le notaba cansado.
Aparte de su armadura, tampoco tenía ni sus espadas ni su zurrón. Echó un vistazo general a la habitación y no parecía que sus cosas estuvieran allí, mal asunto.
-Tengo que encontrar mis cosas-Suspiró
Una vez listo, se dispuso a salir de aquella habitación para encontrarse, efectivamente, con una carpa mucho más grande y mayor, la cual daba conexión a otras tiendas similares a la que había estado. Ahora tenía otro objetivo por delante; encontrar sus cosas. Desde luego, la estancia en Ciudad Lagarto le suponía enfrentarse a un problema tras otro. Esperaba que Matthew no le retuviera mucho más de lo debido, ya que tenía prisa.
Poco a poco abrió los ojos. Oía voces distantes y veía figuras borrosas a su alrededor. Estaba tumbado boca arriba en una cama realmente cómoda, se sentía más ligero; ya que no llevaba puesta su armadura, tan solo la camisa y los pantalones que siempre solía llevar para los viajes.
Las voces que oía eran femeninas, tan distantes y a la vez tan cercanas... Era extraño. Poco a poco, el sonido se hacía más claro y la imagen más nítida. Definitvamente estaba rodeado por mujeres. Aún estaba algo desorientado y aturdido, por lo que se llevó una mano a la cabeza, tocándose el sitio donde recibió... ¿Un impacto? Sí, eso fue lo que lo dejó grogui.
-¡Se está moviendo!-Indico una de las mujeres
Las féminas lo rodeaban; tres estaban sentadas a los pies de la cama, y otras cuatro, dos a cada lado, en los laterales. Al verse tan abrumado, el Sevna se ruborizó y se irguió de medio cuerpo, intentando ubicarse.
-¿Q-qué está pasando?-Un intenso dolor de cabeza se hizo notable y se llevó de nuevo una mano a la frente. Notaba esa zona un poco hinchada, y le dolía-¿Dónde estoy?-Dijo con un tono de voz cansado
-Estás en el prostíbulo de Ciudad Lagarto, cariño-Contestó otra de ellas
-¿¡C-cómo!?-Miró hacia todos lados. Una estructura similar al interior de una tienda de campaña enorme, de las que los ejércitos solían utilizar para la guerra, daba cobijo al lugar, no era muy grande, poco menos que una gran habitación, decorada de una forma extravagante y con un aroma sutil y dulce.
Algunas de las chicas tenían uno de sus pechos fuera, otras iban más ligeras de ropa y un par de ellas iban completamente vestidas. Todas eran jóvenes y hermosas. En ese momento, Alward empezó a sentirse un poco incómodo, las chicas empezaron a reír.
-El virrey te salvó la vida trayéndote aquí. Por lo visto, luchaste valerosamente en la arena, pero en el último momento un tipo te derribó por detrás y te dejó inconsciente-Comentó convencida, con admiración tanto para Alward como por haber luchado, como para Matthew por haberlo "salvado"
-...Y-ya veo-No era así como lo recordaba... ¡Y UNA MIERDA! ¡Él había sobrevivido a la arena enteramente, es más, pudo incluso hablar con Matthew! ¡Y lo recordaba, fue el propio virrey el que mandó a que lo dejasen inconsciente! Una mueca de desagrado e histeria se le notó al joven
-¿Ocurre algo?-Preguntó preocupada otra de las chicas al ver la reacción de Alward, incluso le posó una de sus manos en su muslo, a lo que el castaño reaccionó llevándose una manos tras la cabeza en señal de vergüenza
-¡Que va, solo me duele la cabeza, eso es todo! Ja Ja Ja...-Intentó reír, pero se lo notaba que no lo hacía con sinceridad. Tras eso miró a cada una de las presentes con cierto nerviosismo-...Me imagino que vosotras seréis...
Ante el comentario del castaño, las féminas se miraron entre sí, con una mezcla de lascivia, dulzura y picaresca. Todas miraron al unísono
-¿El qué?-Preguntó coqueta y con picardía
Tras terminar la pregunta, todas las féminas empezaron a acercarse aún más al cuerpo del joven, algunas empezaron a manosearlo con delicadeza, y una en particular se montó encima suya y acercó su rostro al ajeno, con una sonrisa lasciva.
-No todos los días tenemos como "invitado" a un hombre de la Guardia de Lunargenta
-...Lamento desilusionarte, pero no soy de la Guardia-Dijo mientras dejaba escapar una sonrisilla nerviosa quitándole hierro al asunto que cada vez se volvía más sexual
-Ya, seguro...-Le guiñó el ojo y se mordió el labio inferior, siempre manteniendo esa lujuria en su gestos y su tono mientras sus compañeras seguían manoseando al castaño
En ese momento, antes de que la cosa llegase a un punto más álgido, alguien entró en la tienda por la cortinilla que daba acceso a esta. Era la rubia que siempre acompañaba al virrey, esta vez estaba sin la capucha puesta y con una especie de tirita puesta en la mejilla donde el Sevna anteriormente la había cortado.
-¡Eh, panda de arpías!-Palmeó un par de veces para llamar la atención de las féminas, las cuales al oír entrar a la bruja habían parado de toquetear a Alward y prestaron atención a esta primera-¡Dejadlo en paz!
-Jo, Helena, eres una aguafiestas-Replicó una de ellas
-Salid de aquí antes de que me cabree de verdad-Se cruzó de brazos, imponente
Tras oír aquella amenaza, todas las mujeres se apartaron de Alward y empezaron a salir rápidamente de la tienda, todas menos una, la cual se acercó al oído del humano y le susurró
-...Si alguna vez quieres algo de diversión, llámame-Apartó su rostro y le guiñó un ojo, a la que Alward reaccionó tragando saliva y dibujando una sonrisa de circunstancias en sus labios. Acto seguido, se fue junto a la demás, dejando a solas al Sevna y a la Rhodes.
Ya más despejado, el humano se sentó en uno de los lados al borde de la cama y levantó la vista hacia la rubia, esta arqueó una ceja.
-¿Te encuentras mejor?
-...Eso creo-Se llevó de nuevo la mano a la frente para tocarse el hinchazón pero enseguida notó que no, lo que desencadenó un gesto de dolor
Entonces, la bruja sacó de uno de sus bolsillos un frasco achatado y se lo pasó al humano, el cual lo agarró al vuelo
-Ponte esa pomada, hará que el dolor se calme y el hinchazón baje poco a poco-Se mantenía en una postura de brazos cruzados mirando al Sevna-Y tranquilo, que no es veneno-Bromeó-Está hecha por el mejor médico que tenemos en la ciudad. También el único-Se encogió de hombros
-G-gracias...-Dijo mientras miraba el frasco en sus manos
-El virrey te espera fuera. Cuando estés listo, sal y únete a él.
-¿Tú no vas a estar?
-Sé que lo estarás deseando, pero tengo asuntos que resolver-Dijo con un tono burlón y picaresco
Tras esa conversación, la bruja salió de la tienda mientras que el humano la seguía con la mirada. Tenía toda la pinta de que esa tienda en la que se encontraba Alward estaba conectada con otra aún mayor, ya que se podía oír ruido en el anexo y pudo ver más estructuras de telas como las que refugiaban esa habitación cuando la rubia corrió la cortina y salió.
El Sevna abrió el frasco y empezó a ponerse un poco de aquella pomada. Acto seguido, se guardó dicho recipiente en uno de los bolsillos del pantalón y se puso en pie, estirando todos sus músculos y pegando un gran bostezo. No sabía el tiempo que había estado durmiendo, pero aún tenía sueño y se le notaba cansado.
Aparte de su armadura, tampoco tenía ni sus espadas ni su zurrón. Echó un vistazo general a la habitación y no parecía que sus cosas estuvieran allí, mal asunto.
-Tengo que encontrar mis cosas-Suspiró
Una vez listo, se dispuso a salir de aquella habitación para encontrarse, efectivamente, con una carpa mucho más grande y mayor, la cual daba conexión a otras tiendas similares a la que había estado. Ahora tenía otro objetivo por delante; encontrar sus cosas. Desde luego, la estancia en Ciudad Lagarto le suponía enfrentarse a un problema tras otro. Esperaba que Matthew no le retuviera mucho más de lo debido, ya que tenía prisa.
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
No estaba sorprendida, es mas lo esperaba. Tanto que le costó no dejar a la vista su enorme sonrisa. -Quiero verte intentarlo preciosa. A diferencia de ti, yo no necesito de mis manos- La punta de su cola hizo un suave toque en el cuello de la bruja, una pequeña mancha de sangre allí donde la tocó.
Giró su cabeza para ver a Matt al mismo tiempo que la bruja se alejaba para ayudarle y ella regresaba lentamente a su forma humana. -A mi me quedaran marcas. Supuse que querrías una para recordar este maravilloso día- Le dedicó la mas tierna sonrisa que pudo poner en sus labios. Si quería, podía intentar que su anaia lo curara y dejara la piel suave como la de un bebe, pero estaba más que claro que la dragona no dejaría que fuera tan fácil.
Esta extraña calma que se había formado en el grupo no era mas que una fachada y Oromë lo sabía. Podía oler que algo estaba cociéndose lentamente pero no lo supo hasta que fue tarde y Alward cayó como un árbol recién talado. -¡Seras imbécil!- Le gritó a Matthew, el enojo nuevamente revivido. -Como si tu no me hubieras dejado dos bonitas sonrisas rojas... ¡en la espalda!- Estaba enfurruñada pero no podía ir mas allá de ese estado o significaría problemas. "Mantener el control" se dijo a si misma y respiró profundo, fijando sus ojos en un Alward inconsciente y luego al virrey.
Los siguió un paso detrás, negando con la cabeza. -¿Celoso de que no seas tu quien despierta bajo mis sábanas Owens? Creí que estabas mas que satisfecho con tu noviecita bruja... La morocha digo- Si no bromeaba explotaría de un momento a otro. -¿Amigos? No sabía que conocías esa palabra- Se encaminó dentro de la tienda y el aroma a perfume de mujer -mas de uno- le golpeó en la cara como un puñetazo.
Al fondo una chica venía correteando con vendas, agujas, hilo y alcohol; una segunda se le unió y prácticamente obligó a Oromë a sentarse de espaldas a ella para limpiar sus heridas. La dragona no sabía si confiar lo suficiente en las habilidades medicas de una mujer que llevaba un pecho al aire, y la entrepierna tan visible que no dejaba nada a la imaginación.
-Y dime... ¿Cuales son tus planes ahora?¿No se te ocurrirá dejarme sin mi dulcechico no?- El termino era uno que solían usar en Dundarak para aquellos hombres que trabajan para dar placer. De dulces y de chicos no tenían nada así que no se imaginaba quien había sido la mente brillante tras aquel nombre.
Las mujeres iban y venían por todo el lugar, pero la peliplateada estaba ocupada tratando de no gruñirle a la prostituta que remendaba sus heridas con la misma habilidad con la que lo haría un ciego. Una que estaba por lejos más vestida que el resto se acercó e informó que Alward había despertado y que Helena ya había ido a buscarlo, cosa que no alegró para nada a la dragona.
Giró su cabeza para ver a Matt al mismo tiempo que la bruja se alejaba para ayudarle y ella regresaba lentamente a su forma humana. -A mi me quedaran marcas. Supuse que querrías una para recordar este maravilloso día- Le dedicó la mas tierna sonrisa que pudo poner en sus labios. Si quería, podía intentar que su anaia lo curara y dejara la piel suave como la de un bebe, pero estaba más que claro que la dragona no dejaría que fuera tan fácil.
Esta extraña calma que se había formado en el grupo no era mas que una fachada y Oromë lo sabía. Podía oler que algo estaba cociéndose lentamente pero no lo supo hasta que fue tarde y Alward cayó como un árbol recién talado. -¡Seras imbécil!- Le gritó a Matthew, el enojo nuevamente revivido. -Como si tu no me hubieras dejado dos bonitas sonrisas rojas... ¡en la espalda!- Estaba enfurruñada pero no podía ir mas allá de ese estado o significaría problemas. "Mantener el control" se dijo a si misma y respiró profundo, fijando sus ojos en un Alward inconsciente y luego al virrey.
Los siguió un paso detrás, negando con la cabeza. -¿Celoso de que no seas tu quien despierta bajo mis sábanas Owens? Creí que estabas mas que satisfecho con tu noviecita bruja... La morocha digo- Si no bromeaba explotaría de un momento a otro. -¿Amigos? No sabía que conocías esa palabra- Se encaminó dentro de la tienda y el aroma a perfume de mujer -mas de uno- le golpeó en la cara como un puñetazo.
Al fondo una chica venía correteando con vendas, agujas, hilo y alcohol; una segunda se le unió y prácticamente obligó a Oromë a sentarse de espaldas a ella para limpiar sus heridas. La dragona no sabía si confiar lo suficiente en las habilidades medicas de una mujer que llevaba un pecho al aire, y la entrepierna tan visible que no dejaba nada a la imaginación.
-Y dime... ¿Cuales son tus planes ahora?¿No se te ocurrirá dejarme sin mi dulcechico no?- El termino era uno que solían usar en Dundarak para aquellos hombres que trabajan para dar placer. De dulces y de chicos no tenían nada así que no se imaginaba quien había sido la mente brillante tras aquel nombre.
Las mujeres iban y venían por todo el lugar, pero la peliplateada estaba ocupada tratando de no gruñirle a la prostituta que remendaba sus heridas con la misma habilidad con la que lo haría un ciego. Una que estaba por lejos más vestida que el resto se acercó e informó que Alward había despertado y que Helena ya había ido a buscarlo, cosa que no alegró para nada a la dragona.
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Matt se tapó el oído que estaba más cerca de la dragona cuando ésta gritó, nada de eso ayudaba a su incipiente dolor de cabeza. Pero como el estafador estaba intentando poner paños fríos a la situación, no le dijo nada sobre lo que pensaba, se lo guardaría para cuando Oromë estuviera más tranquila.
-La verdad es que sí, desde que te vi la primera vez en las calles de Lunargenta que quede totalmente enamorado. Te vi como atrapabas a distintos hombres y los llevabas a tu tienda, y pensé que sí hacía lo mismo solo sería eso: Un juguete de una noche. Así que esperé pacientemente al momento en que llegaras a notar mi presencia... - Owens cerró los ojos con dolor y suspiro - Y ahora me vengo a enterar que un recién llegado de la nada te arrebata de mis manos ¿Puedes darte siquiera una idea de lo mucho que eso duele? - Continuó hablando serio mientras se acercaban al prostibulo - Pero claro, no importa, porque Matthew siempre se toma todo como un juego ¿Cierto? -
Cortó esa parte de la conversación para darle instrucciones a las muchachas del lugar, le dijo a Helena que lo ayudara a sentarse en una silla y luego que fuera a vigilar que las putas no se propasaran con el humano. El grandulón que había llevado a Sevna a la habitación salió pronto de la misma con todo el equipo del guerrero.
-Eso me vendrá muy bien, ponlo aquí bajo mis pies, Gracias Querido, puedes tener una ronda gratis - Señaló a dos de las muchachas para que le dieran su recompensa - No sé qué clase de monstruo crees que soy. Conozco perfectamente lo que significa tener una amistad, y creía que estábamos de acuerdo en eso - Una de las muchachas se arrodilló junto al Virrey y con mucho cuidado comenzó a limpiar la herida - Disfruto mucho de nuestra amistad, Ory, de verdad que sí - Cerró los ojos cuando la mujer comenzó a cerrar la herida - Pero sí comenzaras a juzgar mis actos desde la misma postura que tu Querido Paladín de Lunargenta, entonces este es el adiós -
Una chica que no debía tener más de catorce años se acercó a la mesa en la que estaban y dejó una jarra de vino con dos copas.
-¿Dejarte sin él? Jajaja - Matt se tapó la cara y miró a Oromë con incredulidad - De verdad ese hombre te tiene idiota ¿Acaso no piensas en nada más? Ains, qué bello es el amor - Sirvió vino para los dos - Piénsalo un poco ¿Qué ganaría matando a Alward? Además de hacer que te enojes conmigo y quieras matarnos a todos, no veo ningún otro beneficio - Comentó con sarcasmo - No, Ory, no le voy a hacer absolutamente nada a tu querido humano-consolador, de hecho, si él no hubiese sido tan insistente en querer irse tampoco lo habría traído a la fuerza - Se encogió de hombros y tomó un sorbo de vino - Pero que nunca se te olvide: Ellos no son iguales a nosotros -
Para entonces ya Alward había llegado a la habitación, Owens regreso a su habitual sonrisa amistosa.
-Buenos días dormilón ¿Pudiste descansar? ¿Te trataron bien las muchachas? - La herida de la pierna seguía sangrando, pero al menos estaba limpia y algo más cerrada. Más tarde Matt iría con Eyre y ella se encargaría de solucionarlo - ¿Buscas tus cosas? Están justo aquí - Le dijo señalando el bulto de cosas que estaba usando para apoyar el pie - Puedes agarrarlas si quieres, no eres un prisionero ni nada parecido - Miró a Oromë como diciendo “¿Ves? Me porto bien con él”
-La verdad es que sí, desde que te vi la primera vez en las calles de Lunargenta que quede totalmente enamorado. Te vi como atrapabas a distintos hombres y los llevabas a tu tienda, y pensé que sí hacía lo mismo solo sería eso: Un juguete de una noche. Así que esperé pacientemente al momento en que llegaras a notar mi presencia... - Owens cerró los ojos con dolor y suspiro - Y ahora me vengo a enterar que un recién llegado de la nada te arrebata de mis manos ¿Puedes darte siquiera una idea de lo mucho que eso duele? - Continuó hablando serio mientras se acercaban al prostibulo - Pero claro, no importa, porque Matthew siempre se toma todo como un juego ¿Cierto? -
Cortó esa parte de la conversación para darle instrucciones a las muchachas del lugar, le dijo a Helena que lo ayudara a sentarse en una silla y luego que fuera a vigilar que las putas no se propasaran con el humano. El grandulón que había llevado a Sevna a la habitación salió pronto de la misma con todo el equipo del guerrero.
-Eso me vendrá muy bien, ponlo aquí bajo mis pies, Gracias Querido, puedes tener una ronda gratis - Señaló a dos de las muchachas para que le dieran su recompensa - No sé qué clase de monstruo crees que soy. Conozco perfectamente lo que significa tener una amistad, y creía que estábamos de acuerdo en eso - Una de las muchachas se arrodilló junto al Virrey y con mucho cuidado comenzó a limpiar la herida - Disfruto mucho de nuestra amistad, Ory, de verdad que sí - Cerró los ojos cuando la mujer comenzó a cerrar la herida - Pero sí comenzaras a juzgar mis actos desde la misma postura que tu Querido Paladín de Lunargenta, entonces este es el adiós -
Una chica que no debía tener más de catorce años se acercó a la mesa en la que estaban y dejó una jarra de vino con dos copas.
-¿Dejarte sin él? Jajaja - Matt se tapó la cara y miró a Oromë con incredulidad - De verdad ese hombre te tiene idiota ¿Acaso no piensas en nada más? Ains, qué bello es el amor - Sirvió vino para los dos - Piénsalo un poco ¿Qué ganaría matando a Alward? Además de hacer que te enojes conmigo y quieras matarnos a todos, no veo ningún otro beneficio - Comentó con sarcasmo - No, Ory, no le voy a hacer absolutamente nada a tu querido humano-consolador, de hecho, si él no hubiese sido tan insistente en querer irse tampoco lo habría traído a la fuerza - Se encogió de hombros y tomó un sorbo de vino - Pero que nunca se te olvide: Ellos no son iguales a nosotros -
Para entonces ya Alward había llegado a la habitación, Owens regreso a su habitual sonrisa amistosa.
-Buenos días dormilón ¿Pudiste descansar? ¿Te trataron bien las muchachas? - La herida de la pierna seguía sangrando, pero al menos estaba limpia y algo más cerrada. Más tarde Matt iría con Eyre y ella se encargaría de solucionarlo - ¿Buscas tus cosas? Están justo aquí - Le dijo señalando el bulto de cosas que estaba usando para apoyar el pie - Puedes agarrarlas si quieres, no eres un prisionero ni nada parecido - Miró a Oromë como diciendo “¿Ves? Me porto bien con él”
Matthew Owens
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Alward pudo ver que en la habitación contigua, estaban Matthew y Oromë rodeados de chicas parecidas en vestimenta y aspecto a las que él había tenido el placer de conocer. El moreno se percató de su presencia y, con una sonrisa amable y aduladora, le recibió con gusto. Ese hombre era bastante extraño, y el Sevna las tenía toda consigo para saber que no podía fiarse de él, ya que parecía que en todo momento usaba una máscara para esconder su verdadero "yo", no sabía dónde empezaba Matthew Owens y terminaba la fachada. Lo mejor con personas así es desaparecer cuanto antes de su vista.
Si Ciudad Lagarto, como bien había dicho esa bruja rubia, se basaba en "divertirse", tendría que hacerlo, y eso conlleva a actuar, a que todo parezca un juego, uno donde quizás no seas realmente tú, pero que te permite sobrevivir, al menos, para Alward, el suficiente tiempo como para obtener lo que quiere y marcharse de allí cuanto antes.
Así que allá iba, dispuesto a jugar.
-S-sí...-Se llevó una mano a la zona del golpe para ver el estado de la hinchazón, parecía que iba bajando, pero le seguía doliendo. Se acercó hasta la mesa y apoyó una mano en esta-Gracias por el maravilloso recibimiento que me has dado en la arena-Dijo con sarcasmo haciendo referencia a lo ocurrido en esta, tanto por la avalancha de bandidos como por el "secuestro".
Intentaba tratar a Matthew con normalidad, pero le era casi imposible que sus experiencias con él en el pasado no le condicionaran a la hora de mirarlo.
De pronto, el moreno descubrió las cosas del Sevna, las cuales servían como montón para reposar el pie de este, el castaño bajó la mirada y luego miró a los ojos del virrey, esperando a que fuese una trampa, que alguien viniese por detrás y le diese otro golpe que lo incapacitara, se preparó, no lo pillarían dos veces de imprevisto... Pero no sucedió nada, le mantuvo la mirada con el ceño fruncido al hombre que allí cortaba el bacalao. Acto seguido, se agachó, aún precavido y tomó su montón de cosas teniendo poca delicadeza por el estado en el que quedaría el pie de Matthew, poco le importaba.
Las puso encima de la mesa y las inspeccionó a fondo, asegurándose de que no le faltaba nada, y en especial... Allí lo vio, atado a la Espada de la Guardia, el colgante Tifón de Voluntad; la luz que le daba sentido e iluminaba su viaje, sin eso iría sin rumbo y aún más perdido de lo que ya está. Suspiró destensando todos sus músculos, podría haber ido peor. Acto seguido, desenrolló el colgante y se lo puso en el cuello, la luz que emitía el objeto brillaba con fuerza, eso era positivo.
Desvió su mirada hacia Oromë, allí estaba junto a otra chica que trataba sus heridas. Tan seria como siempre y con los aires de prepotencia que la caracterizaban de cara al público, aunque quizás el humano había conocido otra faceta más auténtica que toda aquella fachada, esbozó una sonrisa. Quería hacer mucho más que eso, pero ante la inquisitiva presencia del virrey, no podía hacer nada, era lo mejor para ambos, sobretodo para ella, la cual tenía una posición en la ciudad que debía mantener.
-¿Estás bien?-Fue lo único que dijo en un tono neutro, aunque su corazón se encogía en su pecho. Guardar las distancias era algo que de verdad le costaba.
De nuevo, volvió su atención a Matthew, se le ocurrió una idea; quizás le sería de ayuda el tener allí al virrey de Ciudad Lagarto después de todo.
Apartó sus cosas y se sentó frente a frente, con un tono bastante serio.
-Estoy buscando a un hombre...-Dijo de repente-Ex-mercenario, entrado en edad, con el pelo y barba negra y canas notorias.-Siguió-Se llama Raven Mars, pero su apodo en el mundillo es "El Jefe", ¿Lo conoces? Dicen que está en esta ciudad. Lleva dos espadas a la espalda, al igual que yo.-Acabó su lanzamiento de preguntas, no sabía qué decir más para describir a aquel hombre al que buscaba-Vamos, Matthew, me has traído a tu tienda contra mi voluntad y me has golpeado, devuélveme el tiempo que me has hecho perder. Es importante para mí encontrarlo.-Concluyó
Si Ciudad Lagarto, como bien había dicho esa bruja rubia, se basaba en "divertirse", tendría que hacerlo, y eso conlleva a actuar, a que todo parezca un juego, uno donde quizás no seas realmente tú, pero que te permite sobrevivir, al menos, para Alward, el suficiente tiempo como para obtener lo que quiere y marcharse de allí cuanto antes.
Así que allá iba, dispuesto a jugar.
-S-sí...-Se llevó una mano a la zona del golpe para ver el estado de la hinchazón, parecía que iba bajando, pero le seguía doliendo. Se acercó hasta la mesa y apoyó una mano en esta-Gracias por el maravilloso recibimiento que me has dado en la arena-Dijo con sarcasmo haciendo referencia a lo ocurrido en esta, tanto por la avalancha de bandidos como por el "secuestro".
Intentaba tratar a Matthew con normalidad, pero le era casi imposible que sus experiencias con él en el pasado no le condicionaran a la hora de mirarlo.
De pronto, el moreno descubrió las cosas del Sevna, las cuales servían como montón para reposar el pie de este, el castaño bajó la mirada y luego miró a los ojos del virrey, esperando a que fuese una trampa, que alguien viniese por detrás y le diese otro golpe que lo incapacitara, se preparó, no lo pillarían dos veces de imprevisto... Pero no sucedió nada, le mantuvo la mirada con el ceño fruncido al hombre que allí cortaba el bacalao. Acto seguido, se agachó, aún precavido y tomó su montón de cosas teniendo poca delicadeza por el estado en el que quedaría el pie de Matthew, poco le importaba.
Las puso encima de la mesa y las inspeccionó a fondo, asegurándose de que no le faltaba nada, y en especial... Allí lo vio, atado a la Espada de la Guardia, el colgante Tifón de Voluntad; la luz que le daba sentido e iluminaba su viaje, sin eso iría sin rumbo y aún más perdido de lo que ya está. Suspiró destensando todos sus músculos, podría haber ido peor. Acto seguido, desenrolló el colgante y se lo puso en el cuello, la luz que emitía el objeto brillaba con fuerza, eso era positivo.
Desvió su mirada hacia Oromë, allí estaba junto a otra chica que trataba sus heridas. Tan seria como siempre y con los aires de prepotencia que la caracterizaban de cara al público, aunque quizás el humano había conocido otra faceta más auténtica que toda aquella fachada, esbozó una sonrisa. Quería hacer mucho más que eso, pero ante la inquisitiva presencia del virrey, no podía hacer nada, era lo mejor para ambos, sobretodo para ella, la cual tenía una posición en la ciudad que debía mantener.
-¿Estás bien?-Fue lo único que dijo en un tono neutro, aunque su corazón se encogía en su pecho. Guardar las distancias era algo que de verdad le costaba.
De nuevo, volvió su atención a Matthew, se le ocurrió una idea; quizás le sería de ayuda el tener allí al virrey de Ciudad Lagarto después de todo.
Apartó sus cosas y se sentó frente a frente, con un tono bastante serio.
-Estoy buscando a un hombre...-Dijo de repente-Ex-mercenario, entrado en edad, con el pelo y barba negra y canas notorias.-Siguió-Se llama Raven Mars, pero su apodo en el mundillo es "El Jefe", ¿Lo conoces? Dicen que está en esta ciudad. Lleva dos espadas a la espalda, al igual que yo.-Acabó su lanzamiento de preguntas, no sabía qué decir más para describir a aquel hombre al que buscaba-Vamos, Matthew, me has traído a tu tienda contra mi voluntad y me has golpeado, devuélveme el tiempo que me has hecho perder. Es importante para mí encontrarlo.-Concluyó
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Su postura se había encorvado con la única razón de evitar el dolor creciente en su espalda. De camino a su destino era inevitable que no pusiera los ojos en blanco más de una vez. -Ya renuncia y únete a una caravana de artistas por todos los Dioses- Refunfuñó hacia Matt. -Eres desesperante a un nivel que me hace preguntar como es que tu guardaespaldas aún no se ido en tu contra... Debes de pagarle de maravilla seguramente- Consideró al final.
¿Era necesario recalcar que aún estaba ligeramente muy molesta? Porque sí lo estaba y su cara ceñuda era la señal de tal sentimiento. Observó el pasar de la armadura de Alward de las manos del matón a su destino bajo los pies de Matt, otra razón de mas para estar de malos ánimos. -Tengo enemigos que son mas cálidos que tu, Owens- Se masajeó el puente de la nariz en un intento de calmar su malestar pero sin moverse demasiado para no dificultar aún más la tarea de la mujer que la remendaba.
Levantó la cabeza en un movimiento mecánico y enarcó las cejas hacía el Virrey con sorna. -Por supuesto que pienso en otras cosas. Por ejemplo ahora estoy pensando lo lindo que sería poner mis manos en tu cuello y apretar hasta que te pongas morado- Le dedicó una sonrisa que era todo menos inocente y luego suspiró, incapaz de seguir manteniendo tal mascara. -Ya déjalo estar Matt, yo no cuestiono tu modo de vida así que no lo hagas con la mía- Se estiró hacia la copa sobrante y le dedicó una larga mirada antes de dejar que el vino apenas tocara sus labios. -Cinan... Demonio blanco, no es necesario que me recuerdes algo que ya sé. Deberías haber dejado que se fuera, no pertenece aquí- Terminó por darle un sorbo a la bebida, como diciendo "No hablemos mas del tema".
La llegada de Alward la puso en algo cercano a la alerta máxima porque así como ella era la destrucción de un tornado, Owens era el ojo de la tormenta, la calma antes de que todo se fuera al demonio.
Tuvo que ocultar su sonrisa al ver la poca delicadeza del ex mercenario cuando tomó sus cosas, pero si que no ocultó la seriedad mezclada con exasperación mientras asentía hacia Al y decía con tanta calma como le era posible. -Ya lo sabe- Él podría hacer lo que quisiera pero honestamente frente a Matthew prefería que mantuvieran esta reunión como si no fuera más que un simple negocio e ignorar por completo lo que sus entrañas tanto deseaban. Ya tendría tiempo de charlar con él a solas y de reprocharle su llegada a la ciudad, si es que la cosa no terminaba peor que en la arena.
-Oh, eso seguramente también lo sabe. No solo es buen actor es un chismoso de primera, ¿No es así Matt?- Dulce y a la vez mordaz, una buena combinación para calmar los ánimos. Bien podría amenazar, o enfurruñarse o inclusive matar a alguna que otra prostituta solo para que él la considerara un dolor en su trasero y no le quedara de otra más que ayudar a Alward. La otra opción que hubiera sido por lejos mucho mas sencilla era que el humano le hubiese preguntado de antemano a Oromë sobre ese sujeto y ella no le habría importado hacer unas cuantas averiguaciones. Se preguntó porque él no había hecho tal cosa y tuvo que ocultar muy en lo profundo de su ser ese nuevo descubrimiento: el que le doliera que no contara con ella, más aún considerando que la dragona todavía le debía mucho por salvar su vida.
¿Era necesario recalcar que aún estaba ligeramente muy molesta? Porque sí lo estaba y su cara ceñuda era la señal de tal sentimiento. Observó el pasar de la armadura de Alward de las manos del matón a su destino bajo los pies de Matt, otra razón de mas para estar de malos ánimos. -Tengo enemigos que son mas cálidos que tu, Owens- Se masajeó el puente de la nariz en un intento de calmar su malestar pero sin moverse demasiado para no dificultar aún más la tarea de la mujer que la remendaba.
Levantó la cabeza en un movimiento mecánico y enarcó las cejas hacía el Virrey con sorna. -Por supuesto que pienso en otras cosas. Por ejemplo ahora estoy pensando lo lindo que sería poner mis manos en tu cuello y apretar hasta que te pongas morado- Le dedicó una sonrisa que era todo menos inocente y luego suspiró, incapaz de seguir manteniendo tal mascara. -Ya déjalo estar Matt, yo no cuestiono tu modo de vida así que no lo hagas con la mía- Se estiró hacia la copa sobrante y le dedicó una larga mirada antes de dejar que el vino apenas tocara sus labios. -Cinan... Demonio blanco, no es necesario que me recuerdes algo que ya sé. Deberías haber dejado que se fuera, no pertenece aquí- Terminó por darle un sorbo a la bebida, como diciendo "No hablemos mas del tema".
La llegada de Alward la puso en algo cercano a la alerta máxima porque así como ella era la destrucción de un tornado, Owens era el ojo de la tormenta, la calma antes de que todo se fuera al demonio.
Tuvo que ocultar su sonrisa al ver la poca delicadeza del ex mercenario cuando tomó sus cosas, pero si que no ocultó la seriedad mezclada con exasperación mientras asentía hacia Al y decía con tanta calma como le era posible. -Ya lo sabe- Él podría hacer lo que quisiera pero honestamente frente a Matthew prefería que mantuvieran esta reunión como si no fuera más que un simple negocio e ignorar por completo lo que sus entrañas tanto deseaban. Ya tendría tiempo de charlar con él a solas y de reprocharle su llegada a la ciudad, si es que la cosa no terminaba peor que en la arena.
-Oh, eso seguramente también lo sabe. No solo es buen actor es un chismoso de primera, ¿No es así Matt?- Dulce y a la vez mordaz, una buena combinación para calmar los ánimos. Bien podría amenazar, o enfurruñarse o inclusive matar a alguna que otra prostituta solo para que él la considerara un dolor en su trasero y no le quedara de otra más que ayudar a Alward. La otra opción que hubiera sido por lejos mucho mas sencilla era que el humano le hubiese preguntado de antemano a Oromë sobre ese sujeto y ella no le habría importado hacer unas cuantas averiguaciones. Se preguntó porque él no había hecho tal cosa y tuvo que ocultar muy en lo profundo de su ser ese nuevo descubrimiento: el que le doliera que no contara con ella, más aún considerando que la dragona todavía le debía mucho por salvar su vida.
Oromë Vánadóttir
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Matthew iba haciendo un conteo mental de cuantas caras de enojo podía hacer Oromë, por el momento llevaba contando unas quince “Seguro ese Guerrerito de cuarta que te conseguiste no conoce tantos detalles sobre ti como los que yo conozco”, pensó el moreno mientras ponía cara de que estaba prestando atención a los regaños de la dragona.
-Eso suena maravilloso, pero solo aceptare si estamos desnudos y en la cama mientras lo haces – Comentó el humano en respuesta a la amenaza de estrangulamiento – Las muchachas me contaron que algunos clientes se lo piden a veces, dicen que extiende el momento final de placer durante algunos segundos ¿No es interesante? – El Virrey hablaba con Oromë como si fuera una charla entre chicas como cualquier otra – Es como si los momentos cercanos a la muerte fueran en realidad los más excitantes – Suspiró encantado con la idea – Oye, no fui yo quien lo trajo –
Hizo una inclinación de cabeza ante el sarcástico agradecimiento de Alward, y cuando se agachó para agarrar sus cosas Matt hizo un gesto como si la situación le diera vergüenza.
-Oh vamos, no es necesario que te inclines, el título de Virrey es solo un decir – Si, había puesto las cosas de Sevna bajo sus pies solo para que el muchacho tuviera que hacer ese movimiento y poder hacer el chiste… Owens se divertía de modos muy extravagantes - ¿Ves Ory? Nos llevamos muy bien con el joven Alward, y hasta tenemos el mismo gusto en mujeres ¿No es cierto? – Le preguntó al muchacho con camaradería – La primer ronda la gane yo, pero ya veo que tu ganaste la segunda ¿Sabes lo que significa eso? Que necesitamos una tercera para desempatar – Claramente Matthew se refería a su fugaz encuentro con Loth en el pasado.
El estafador escuchó con algo de atención el motivo por el que Alward había venido a la ciudad, tomó un trago de la copa e intentó recordar a alguien con las características que le decía el guerrero. En realidad solo estaba haciendo tiempo, tomo otro trago, se peino la barba, dio un largo suspiro, todo mientras sus dos visitantes lo esperaban. Como ya se ha dicho en varias oportunidades, Owens tenía modos muy raros para entretenerse…
-Sé de quién se trata, y también en qué tienda vive. Tiene cierto “cariño” con una de mis chicas y viene a verla a menudo – Sonrió ampliamente – Ya que Alward es un viejo amigo, y como la quiero tanto a Ory, te lo diré por un precio muy pequeño – Dejó la copa en la mesa y apoyó el codo en la misma - ¿Saben? De verdad me duele mucho que acabaran con mi apacible día, les recuerdo que no fui yo quien buscó este feliz reencuentro – Se encogió de hombros – Intenten verlo desde mi perspectiva, estuve toda la noche con Lazid intentando ver cómo hacemos para reconstruir la ciudad que Oromë destruyo. Y, en cuanto intento relajarme unos minutos, aparecen de la nada...– Levantó la mano para empezar a enumerar – Me gritan, me sacuden, me insultan, intentan matarme y me lastiman una pierna ¿Les parece eso justo? –
Nuevamente los estaba haciendo perder el tiempo.
-Así que antes de que se marchen a buscar a “El Jefe” – Se le escapó una risita corta cuando mencionó el apodo del mercenario – Quiero que los dos me dediquen palabras bondadosas que resalten mis cualidades inherentes – Se hizo el silencio en la tienda – Sencillo ¿No? – El humano sonrió con inocencia – Pero les advierto que si llego a detectar sarcasmo en sus palabras voy a enojarme de verdad, y la situación dejará de ser un juego, se los aseguro – Y todo rastro de buen humor desapareció de su rostro.
Estaba hablando en serio.
-Eso suena maravilloso, pero solo aceptare si estamos desnudos y en la cama mientras lo haces – Comentó el humano en respuesta a la amenaza de estrangulamiento – Las muchachas me contaron que algunos clientes se lo piden a veces, dicen que extiende el momento final de placer durante algunos segundos ¿No es interesante? – El Virrey hablaba con Oromë como si fuera una charla entre chicas como cualquier otra – Es como si los momentos cercanos a la muerte fueran en realidad los más excitantes – Suspiró encantado con la idea – Oye, no fui yo quien lo trajo –
Hizo una inclinación de cabeza ante el sarcástico agradecimiento de Alward, y cuando se agachó para agarrar sus cosas Matt hizo un gesto como si la situación le diera vergüenza.
-Oh vamos, no es necesario que te inclines, el título de Virrey es solo un decir – Si, había puesto las cosas de Sevna bajo sus pies solo para que el muchacho tuviera que hacer ese movimiento y poder hacer el chiste… Owens se divertía de modos muy extravagantes - ¿Ves Ory? Nos llevamos muy bien con el joven Alward, y hasta tenemos el mismo gusto en mujeres ¿No es cierto? – Le preguntó al muchacho con camaradería – La primer ronda la gane yo, pero ya veo que tu ganaste la segunda ¿Sabes lo que significa eso? Que necesitamos una tercera para desempatar – Claramente Matthew se refería a su fugaz encuentro con Loth en el pasado.
El estafador escuchó con algo de atención el motivo por el que Alward había venido a la ciudad, tomó un trago de la copa e intentó recordar a alguien con las características que le decía el guerrero. En realidad solo estaba haciendo tiempo, tomo otro trago, se peino la barba, dio un largo suspiro, todo mientras sus dos visitantes lo esperaban. Como ya se ha dicho en varias oportunidades, Owens tenía modos muy raros para entretenerse…
-Sé de quién se trata, y también en qué tienda vive. Tiene cierto “cariño” con una de mis chicas y viene a verla a menudo – Sonrió ampliamente – Ya que Alward es un viejo amigo, y como la quiero tanto a Ory, te lo diré por un precio muy pequeño – Dejó la copa en la mesa y apoyó el codo en la misma - ¿Saben? De verdad me duele mucho que acabaran con mi apacible día, les recuerdo que no fui yo quien buscó este feliz reencuentro – Se encogió de hombros – Intenten verlo desde mi perspectiva, estuve toda la noche con Lazid intentando ver cómo hacemos para reconstruir la ciudad que Oromë destruyo. Y, en cuanto intento relajarme unos minutos, aparecen de la nada...– Levantó la mano para empezar a enumerar – Me gritan, me sacuden, me insultan, intentan matarme y me lastiman una pierna ¿Les parece eso justo? –
Nuevamente los estaba haciendo perder el tiempo.
-Así que antes de que se marchen a buscar a “El Jefe” – Se le escapó una risita corta cuando mencionó el apodo del mercenario – Quiero que los dos me dediquen palabras bondadosas que resalten mis cualidades inherentes – Se hizo el silencio en la tienda – Sencillo ¿No? – El humano sonrió con inocencia – Pero les advierto que si llego a detectar sarcasmo en sus palabras voy a enojarme de verdad, y la situación dejará de ser un juego, se los aseguro – Y todo rastro de buen humor desapareció de su rostro.
Estaba hablando en serio.
Matthew Owens
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
Cuanto más tiempo pasaba cerca de aquel hombre, más recordaba Alward el por qué lo detestaba y odiaba con todas sus fuerzas. No era trigo limpio, no era alguien a quien tener cerca. Ese tipo de personas solo buscaban lo mejor para sí, y a los demás que le den, de ahí que tanto le sorprendiese al castaño que hubiera accedido a un puesto de poder, y más siendo... ¿Elegido? No sabía los detalles de la fundación de aquella ciudad, pero que se mantuviese en esa posición durante tanto tiempo era algo que lo extrañaba, ¿Qué era lo que hacía que los ciudadanos no se hartasen y decidieran asesinarlo? Y más tratándose de burdos ladrones, bandidos y demás gente baja.
Cuando hizo referencia a Loth, ciertamente una pequeña espina clavada en su corazón se hizo notable, un pequeño pinchazo notó en el pecho. Pobre chica, realmente lo tenía que pasar mal estando al lado de semejante sujeto. Aunque Alward había aprendido la lección, jamás trataría de entrometerse más ahí.
El "Ya lo sabe" de Oromë lo hizo ponerse nervioso, ¿Ya lo sabía? Vaya, sí que volaban rápido los rumores y las noticias, cierto rubor se hizo notable en sus mejillas, pero rápidamente apartó el tema y se centró en lo verdaderamente importante.
-Estoy dispuesto-Contestó al "pequeño precio a pagar", según el virrey-Sea lo que sea que te haya pasado, no ha sido por mi culpa-Declaró, con el ceño fruncido y esperando a que una vez por todas dijese ese "algo" que Alward y Oromë tendrían que hacer-Tú nos has enviado una avalancha de ineptos en la arena y no me verás quejándome-Contestó de forma sarcástica, aunque manteniendo su rostro serio e impasible. Al decir eso, notó como cierto dolor le volvía a la cabeza, en la zona del golpe, pero no era momento para preocuparse de ello
Finalmente, soltó aquel "pequeño precio" a pagar. El Sevna lo miró desencajado... ¿Palabras bondadosas? ¿Eso era todo? Suspiró y bajó la mirada, ese era un precio más que barato a pagar por todo lo que significaba encontrar aquel hombre. Todo su mundo había sido derrumbado y no le importaba rebajarse hasta ese nivel. Si tras rebajarse se aseguraba de que al final acabaría encontrando a aquel hombre, el cual le ayudaría a encontrar a su hermana, lo haría una y mil veces.
Miró a Oromë, con cierta duda de cómo reaccionaría la dragona ante semejante petición, realmente no la veía una mujer que accediese a tales peticiones así como así. Ya bastante suerte tuvo Alward logrando que no le arrancase la cabeza la noche del Ohdà tras atreverse a hacer lo que hizo... Así que, sin palabras, le dedicó una mirada de súplica y clemencia, haciendo referencia a que hiciese lo que aquel detestable hombre quería.
Luego volvió a mirar al virrey a los ojos, con sinceridad. Se puso en pie, arrastrando la silla hacia atrás, apoyó ambas manos en la mesa, y por ende, su tronco, y agachó la cabeza, quedando así mirando hacia la superficie de dicho mobiliario. Sí, era una reverencia, una súplica, un "por favor" bastante sincero, más del que Matthew se merecía. Respiró hondo y exhaló todo el aire de sus pulmones, para pronunciar las siguientes palabras. Mientras tanto, el colgante que colgaba de su cuello se movía lentamente en pleno aire como un péndulo, haciendo que este movimiento, sumado al hermoso brillo que soltaba la piedra preciosa que engarzaba el accesorio, dibujase una maravillosa estampa.
-¡Por favor, virrey!-Fueron sus primeras palabras-Con toda vuestra gracia y sabiduría, seguro que sabéis dónde se halla el hombre que busco.-Soltó-Es importante para mí el hallarlo, ya que mi vida depende de ello-En ningún momento cambiaba de posición ni despegaba la mirada de la mesa-¡Seguro que sois un gran gobernante que está a la altura de su gente!-Apretó la mandíbula-Por favor, virrey...-Repitió, concluyendo su pequeño discurso. En todo momento había usado un lenguaje elegante y el que se supone que había que usar para dirigirse a un noble.
Cuando hizo referencia a Loth, ciertamente una pequeña espina clavada en su corazón se hizo notable, un pequeño pinchazo notó en el pecho. Pobre chica, realmente lo tenía que pasar mal estando al lado de semejante sujeto. Aunque Alward había aprendido la lección, jamás trataría de entrometerse más ahí.
El "Ya lo sabe" de Oromë lo hizo ponerse nervioso, ¿Ya lo sabía? Vaya, sí que volaban rápido los rumores y las noticias, cierto rubor se hizo notable en sus mejillas, pero rápidamente apartó el tema y se centró en lo verdaderamente importante.
-Estoy dispuesto-Contestó al "pequeño precio a pagar", según el virrey-Sea lo que sea que te haya pasado, no ha sido por mi culpa-Declaró, con el ceño fruncido y esperando a que una vez por todas dijese ese "algo" que Alward y Oromë tendrían que hacer-Tú nos has enviado una avalancha de ineptos en la arena y no me verás quejándome-Contestó de forma sarcástica, aunque manteniendo su rostro serio e impasible. Al decir eso, notó como cierto dolor le volvía a la cabeza, en la zona del golpe, pero no era momento para preocuparse de ello
Finalmente, soltó aquel "pequeño precio" a pagar. El Sevna lo miró desencajado... ¿Palabras bondadosas? ¿Eso era todo? Suspiró y bajó la mirada, ese era un precio más que barato a pagar por todo lo que significaba encontrar aquel hombre. Todo su mundo había sido derrumbado y no le importaba rebajarse hasta ese nivel. Si tras rebajarse se aseguraba de que al final acabaría encontrando a aquel hombre, el cual le ayudaría a encontrar a su hermana, lo haría una y mil veces.
Miró a Oromë, con cierta duda de cómo reaccionaría la dragona ante semejante petición, realmente no la veía una mujer que accediese a tales peticiones así como así. Ya bastante suerte tuvo Alward logrando que no le arrancase la cabeza la noche del Ohdà tras atreverse a hacer lo que hizo... Así que, sin palabras, le dedicó una mirada de súplica y clemencia, haciendo referencia a que hiciese lo que aquel detestable hombre quería.
Luego volvió a mirar al virrey a los ojos, con sinceridad. Se puso en pie, arrastrando la silla hacia atrás, apoyó ambas manos en la mesa, y por ende, su tronco, y agachó la cabeza, quedando así mirando hacia la superficie de dicho mobiliario. Sí, era una reverencia, una súplica, un "por favor" bastante sincero, más del que Matthew se merecía. Respiró hondo y exhaló todo el aire de sus pulmones, para pronunciar las siguientes palabras. Mientras tanto, el colgante que colgaba de su cuello se movía lentamente en pleno aire como un péndulo, haciendo que este movimiento, sumado al hermoso brillo que soltaba la piedra preciosa que engarzaba el accesorio, dibujase una maravillosa estampa.
-¡Por favor, virrey!-Fueron sus primeras palabras-Con toda vuestra gracia y sabiduría, seguro que sabéis dónde se halla el hombre que busco.-Soltó-Es importante para mí el hallarlo, ya que mi vida depende de ello-En ningún momento cambiaba de posición ni despegaba la mirada de la mesa-¡Seguro que sois un gran gobernante que está a la altura de su gente!-Apretó la mandíbula-Por favor, virrey...-Repitió, concluyendo su pequeño discurso. En todo momento había usado un lenguaje elegante y el que se supone que había que usar para dirigirse a un noble.
Alward Sevna
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Re: Si uno no quiere, dos no barajan [Privado] [Cerrado]
-Sabes que tengo una segunda forma y me la paso la mayor parte del tiempo desnuda. No entiendo a los humanos y su obsesión por ello- Puso los ojos en blanco mientras apoyaba la barbilla sobre su mano y su codo sobre una de sus piernas que se encontraba cruzada sobre la otra.
-Tu brujita estará encantada de probar eso contigo si sigues comportándote como un libidinoso sin remedio- Suspiró ya bastante agotada de la situación. Para su suerte, la muchacha ya había acabado con las suturas, aunque su ropa necesitaría un arreglo debido a los enormes agujeros que había dejado en su espalda al abrir sus alas. Pronto buscaría a alguien que le hiciera dos aberturas que se taparan con botones, eso le ahorraría trabajo y dinero.
-Yo tampoco lo traje, no es como si yo le dijera que puede o no hacer- Aunque de ser por ella ya lo hubiera echado a patadas de la ciudad; no, no lo quería aquí.
Que los tres estuvieran juntos no era un buen presagio. La carpa de las prostitutas era demasiado pequeña para tanta personalidad por no decir ego, especialmente el de Matt.
Oromë por su parte trataba de ignorarlos tanto como podía, aunque sus ojos estaban demasiado fijos en los movimientos de ambos, sus manos listas para rajar cualquier garganta que se le cruzara.
-No es como si tu no supieras que en algún momento u otro alguien querrá asesinarte. ¿Por que no ser yo quien lo haga antes que cualquier ladrón de cuarta?- El sarcasmo bien podría ahogar la habitación pero era el único modo de expulsar fuera todo sentimiento y de no terminar dejando toda la estancia reducida a nada.
Era obvio que habría un precio, aquí nada era gratis y aunque la dragona era especialista en ese tipo de favores, no iba a negar que un poco le hacía rabiar lo que Owens le pedía. Especialmente viendo el modo en que Alward se tomaba las cosas, su actitud y su deseo de conseguir encontrar a este hombre del que hablaba sin darse cuenta que estaba perdiendo su tiempo.
Ella se levantó de su asiento y suspiró ruidosamente, sus brazos cruzados frente a ella mientras se acercaba a Alward y se ponía a su lado. La mirada que le dio era una que no decía absolutamente nada, pero en sus ojos había un decaimiento que no reconocería con tanta gente delante. -Eres un idiota, pudiste haberme pedido eso a mi en vez de venir.- Luego señaló a Matthew para luego fijar su vista en este. -Eres un buen estafador, capaz de mezclar verdades y mentiras para conseguir lo que quieres- Sonrió de lado, no había falsedad alguna en lo que decía y no necesitaba de tanta pantomima. -¿Es suficiente? ¿Ya podemos terminar con este teatro? Tengo cosas que hacer- Como ponerse un paño frío en la frente para calmar su creciente dolor de cabeza, por ejemplo. Pero no podía irse y dejar a Alward a su merced, incluso sabiendo que Matt no le haría nada a menos que deseara sufrir las consecuencias.
-Tu brujita estará encantada de probar eso contigo si sigues comportándote como un libidinoso sin remedio- Suspiró ya bastante agotada de la situación. Para su suerte, la muchacha ya había acabado con las suturas, aunque su ropa necesitaría un arreglo debido a los enormes agujeros que había dejado en su espalda al abrir sus alas. Pronto buscaría a alguien que le hiciera dos aberturas que se taparan con botones, eso le ahorraría trabajo y dinero.
-Yo tampoco lo traje, no es como si yo le dijera que puede o no hacer- Aunque de ser por ella ya lo hubiera echado a patadas de la ciudad; no, no lo quería aquí.
Que los tres estuvieran juntos no era un buen presagio. La carpa de las prostitutas era demasiado pequeña para tanta personalidad por no decir ego, especialmente el de Matt.
Oromë por su parte trataba de ignorarlos tanto como podía, aunque sus ojos estaban demasiado fijos en los movimientos de ambos, sus manos listas para rajar cualquier garganta que se le cruzara.
-No es como si tu no supieras que en algún momento u otro alguien querrá asesinarte. ¿Por que no ser yo quien lo haga antes que cualquier ladrón de cuarta?- El sarcasmo bien podría ahogar la habitación pero era el único modo de expulsar fuera todo sentimiento y de no terminar dejando toda la estancia reducida a nada.
Era obvio que habría un precio, aquí nada era gratis y aunque la dragona era especialista en ese tipo de favores, no iba a negar que un poco le hacía rabiar lo que Owens le pedía. Especialmente viendo el modo en que Alward se tomaba las cosas, su actitud y su deseo de conseguir encontrar a este hombre del que hablaba sin darse cuenta que estaba perdiendo su tiempo.
Ella se levantó de su asiento y suspiró ruidosamente, sus brazos cruzados frente a ella mientras se acercaba a Alward y se ponía a su lado. La mirada que le dio era una que no decía absolutamente nada, pero en sus ojos había un decaimiento que no reconocería con tanta gente delante. -Eres un idiota, pudiste haberme pedido eso a mi en vez de venir.- Luego señaló a Matthew para luego fijar su vista en este. -Eres un buen estafador, capaz de mezclar verdades y mentiras para conseguir lo que quieres- Sonrió de lado, no había falsedad alguna en lo que decía y no necesitaba de tanta pantomima. -¿Es suficiente? ¿Ya podemos terminar con este teatro? Tengo cosas que hacer- Como ponerse un paño frío en la frente para calmar su creciente dolor de cabeza, por ejemplo. Pero no podía irse y dejar a Alward a su merced, incluso sabiendo que Matt no le haría nada a menos que deseara sufrir las consecuencias.
Oromë Vánadóttir
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