Un anillo para que hablen todos {Libre} {3/3} {Feria de invierno}
Aerandir :: Reinos del este. :: Ulmer
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Un anillo para que hablen todos {Libre} {3/3} {Feria de invierno}
Una oportunidad de negocio, no era una ocasión que un hombre inteligente desaprovechara, menos aún un experimentado mercenario con ciertas dotes para el comercio. Sin duda, el experto en dorar orejas con mera labia era el señor Sandal, pero no era menos cierto, que el brujo llamado Vinc también tenía sus trucos en cuestiones diplomáticas barra convencer al prójimo.
En esta ocasión, las vicisitudes de la vida y el noble arte de ganar dinero, habían llevado al veterano soldado hasta Ulmer, concretamente a la entrada de una taberna llamada La Garrapata.
Sí, llegados a este punto, es imposible no reconocer que un nombre así, solo podía evocar pensamientos alejados de todo lo que podría ser considerado una posada de exquisito licor y clientela de refinados modales. El fuerte olor a perro mojado, que el buen brujo tuvo el disgusto de inhalar al pasar junto a una mesa, dónde hombres sentados a esta jugaban a las cartas con algarabía propias del divertimento, fue prueba más que fehaciente de que el nombre le iba que ni pintado a la maldita taberna.
- Esta es una taberna de mierda, el pestazo de su clientela mataría incluso a la persona con menos olfato sobre este maldito continente. ¿No se supone que los lobos tienen buen olfato? ¡Cómo pueden soportarlo!
Un discurso tan apasionado solo podía terminar de una manera. Y Vinc se limitó a contemplar el cuerpo inerte del joven abatido con tremenda hostia, unos instantes, antes de mirar al sujeto que había promovido tamaño saludo al susodicho.
La única respuesta que el brujo obtuvo del posadero fue un más que reconocible “jum”
- No, si yo no iba con él-, contestó al mesero, pues este tipo había entrado justo delante de él. - La verdad, sin ánimo de ofender-, siguió diciendo, acercándose a la barra y apoyándose en ella, justo al lado del cuerpo inconsciente del agredido por el dueño. - Yo creo que este tipo solo quería gastar una broma antes de pedir su ronda de alcohol-, dijo finalmente, inclinando la cabeza a un lado, un instante, solo para señalarlo con la testa.
- Ya nunca lo sabremos.
Tal escueta y firme respuesta, sólo pudo extraer una risotada del rubio ante tamaña verdad.
- ¿A ti también te parece una taberna de mierda? - Preguntó un aún desconfiado tabernero.
- Pues claro que no. Soy mercenario, tascas como estas son mi lugar. Tiene usted un magnífico local.
Más magnífico sería que aquellos tipos se hubieran bañado al menos una vez ese mes, pero... ¡Eh!, no mentía, era mercenario, y la guerra olía mucho peor que cualquier taberna de mala muerte.
- Pero vayamos a lo importante. Con quien tengo el gusto de conversar en este hermoso lugar.
- Con Pulga.
- ¿Pulga? ¿Cómo John “Pulga” Martinez? - preguntó, haciendo un gesto con la mano sobre la barra, indicando que le pusiera algo de bebercio. - Le decíamos así porque era más alto que la torre más alta de la Academia de Magia. Buenos tiempos, aquellos.
- ¿Usted es brujo? - El dueño miró hacia el mercenario, enarcando una ceja. - No lo parece. Normalmente suelen ser más, como ese tipo-. Ahora fue el tabernero el que señaló con la testa, hacia el tipo inconsciente. - Y no, me lo dicen porque tengo malas pulgas-, dijo serio, dejando una jarra llena de cerveza junto al brazo apoyado de Vinc
- Sí, reconozco que mis compatriotas pueden ser un poco… finos, por decirlo de alguna manera-, le contestó, antes de tomar un trago de la cerveza. Nada mal, de un sitio así, la hubiese esperado más aguada. - Pero yo soy un hombre de mundo. En cualquier caso, no entiendo lo de las malas pulgas, debe ser una broma irónica como la de John con su altura. Es usted todo un caballero-, alzó su birra y brindó por él. - Y cómo estamos entre caballeros, no sabrá si por aquí ha pasado una mujer de baja estatura y pelo moreno. Muy bella y con el cuerpo…-, no terminó la frase y la dejó unos instantes en el aire. - Ya sabe, todo bien puesto.
Malas Pulgas o el Pulga o cómo demonios fuera o le gustasen llamar, sonrió después del brindis del brujo. El brujo había conseguido atravesar un poco de la capa de hielo que estaba manteniendo el mesero.
- Una mujer así es difícil de olvidar. Pero por aquí pasan muchas personas al cabo del día, incluso a una persona así es complicado recordar.
Claro, Vinc había dicho que es mercenario, y los buenos meseros no gustan de perder clientes por ajustes de cuentas y otros trabajos. Al fin y al cabo, es dinero que gana otro y que él deja de ingresar. Pero… en las calles se entendía la gente si estaba acostumbrada a vivir en ellas.
- Lo entiendo. No se preocupe. Me sentaré por aquí, a tomarme la cerveza. O quizás más de una-, dijo, guiñándole un ojo, antes de dirigirse hacia una de las mesas libres.
“Una mujer así es difícil de olvidar”, pues claro que lo era. Con esa frase, el buen Pulga le había dicho todo lo que necesitaba saber. No se equivocaba con el nombre del sitio al que debía dirigirse, Reike le había citado en La Garrapata, no se había confundido y estaba en el sitio correcto.
- Sólo queda disfrutar de la espera con una buena pinta-, se dijo en susurros, acomodándose contra el respaldo de la silla y dejando el peso de su cuerpo contra este.
En esta ocasión, las vicisitudes de la vida y el noble arte de ganar dinero, habían llevado al veterano soldado hasta Ulmer, concretamente a la entrada de una taberna llamada La Garrapata.
Sí, llegados a este punto, es imposible no reconocer que un nombre así, solo podía evocar pensamientos alejados de todo lo que podría ser considerado una posada de exquisito licor y clientela de refinados modales. El fuerte olor a perro mojado, que el buen brujo tuvo el disgusto de inhalar al pasar junto a una mesa, dónde hombres sentados a esta jugaban a las cartas con algarabía propias del divertimento, fue prueba más que fehaciente de que el nombre le iba que ni pintado a la maldita taberna.
- Esta es una taberna de mierda, el pestazo de su clientela mataría incluso a la persona con menos olfato sobre este maldito continente. ¿No se supone que los lobos tienen buen olfato? ¡Cómo pueden soportarlo!
Un discurso tan apasionado solo podía terminar de una manera. Y Vinc se limitó a contemplar el cuerpo inerte del joven abatido con tremenda hostia, unos instantes, antes de mirar al sujeto que había promovido tamaño saludo al susodicho.
La única respuesta que el brujo obtuvo del posadero fue un más que reconocible “jum”
- No, si yo no iba con él-, contestó al mesero, pues este tipo había entrado justo delante de él. - La verdad, sin ánimo de ofender-, siguió diciendo, acercándose a la barra y apoyándose en ella, justo al lado del cuerpo inconsciente del agredido por el dueño. - Yo creo que este tipo solo quería gastar una broma antes de pedir su ronda de alcohol-, dijo finalmente, inclinando la cabeza a un lado, un instante, solo para señalarlo con la testa.
- Ya nunca lo sabremos.
Tal escueta y firme respuesta, sólo pudo extraer una risotada del rubio ante tamaña verdad.
- ¿A ti también te parece una taberna de mierda? - Preguntó un aún desconfiado tabernero.
- Pues claro que no. Soy mercenario, tascas como estas son mi lugar. Tiene usted un magnífico local.
Más magnífico sería que aquellos tipos se hubieran bañado al menos una vez ese mes, pero... ¡Eh!, no mentía, era mercenario, y la guerra olía mucho peor que cualquier taberna de mala muerte.
- Pero vayamos a lo importante. Con quien tengo el gusto de conversar en este hermoso lugar.
- Con Pulga.
- ¿Pulga? ¿Cómo John “Pulga” Martinez? - preguntó, haciendo un gesto con la mano sobre la barra, indicando que le pusiera algo de bebercio. - Le decíamos así porque era más alto que la torre más alta de la Academia de Magia. Buenos tiempos, aquellos.
- ¿Usted es brujo? - El dueño miró hacia el mercenario, enarcando una ceja. - No lo parece. Normalmente suelen ser más, como ese tipo-. Ahora fue el tabernero el que señaló con la testa, hacia el tipo inconsciente. - Y no, me lo dicen porque tengo malas pulgas-, dijo serio, dejando una jarra llena de cerveza junto al brazo apoyado de Vinc
- Sí, reconozco que mis compatriotas pueden ser un poco… finos, por decirlo de alguna manera-, le contestó, antes de tomar un trago de la cerveza. Nada mal, de un sitio así, la hubiese esperado más aguada. - Pero yo soy un hombre de mundo. En cualquier caso, no entiendo lo de las malas pulgas, debe ser una broma irónica como la de John con su altura. Es usted todo un caballero-, alzó su birra y brindó por él. - Y cómo estamos entre caballeros, no sabrá si por aquí ha pasado una mujer de baja estatura y pelo moreno. Muy bella y con el cuerpo…-, no terminó la frase y la dejó unos instantes en el aire. - Ya sabe, todo bien puesto.
Malas Pulgas o el Pulga o cómo demonios fuera o le gustasen llamar, sonrió después del brindis del brujo. El brujo había conseguido atravesar un poco de la capa de hielo que estaba manteniendo el mesero.
- Una mujer así es difícil de olvidar. Pero por aquí pasan muchas personas al cabo del día, incluso a una persona así es complicado recordar.
Claro, Vinc había dicho que es mercenario, y los buenos meseros no gustan de perder clientes por ajustes de cuentas y otros trabajos. Al fin y al cabo, es dinero que gana otro y que él deja de ingresar. Pero… en las calles se entendía la gente si estaba acostumbrada a vivir en ellas.
- Lo entiendo. No se preocupe. Me sentaré por aquí, a tomarme la cerveza. O quizás más de una-, dijo, guiñándole un ojo, antes de dirigirse hacia una de las mesas libres.
“Una mujer así es difícil de olvidar”, pues claro que lo era. Con esa frase, el buen Pulga le había dicho todo lo que necesitaba saber. No se equivocaba con el nombre del sitio al que debía dirigirse, Reike le había citado en La Garrapata, no se había confundido y estaba en el sitio correcto.
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Vincent Calhoun
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