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Mensaje  Oromë Vánadóttir Mar Jun 16 2020, 21:44

Ojala pudiera decir que había salido bien parada de la situación y conseguido lo que buscaba, pero no fue así. Habían pasado mas de una semana y las secuelas de aquel encuentro con Thesan aún marcaban su cuerpo; su orgullo tampoco estaba intacto.

Recordaba tratar de mantenerse en el aire pero él había sido más veloz e hizo lo que ella planeaba hacerle. Rompió los huesos de sus alas de un mordisco y rasguñó las membranas para luego sacudirla como una muñeca de trapo.
Se sintió como un pájaro recién nacido mientras caía y chocaba contra las ramas de los árboles y luego directo al suelo. Fue una gran caída y aún se sorprendía de estar respirando, aunque con dificultad. Todo su cuerpo ardía, sus alas estaban en una posición incorrecta y por lo que creía tenía un brazo dislocado, pero eso no era más que su intento de mantenerse despierta, analizar sus heridas y no ser presa del pánico.

Muy lentamente regresó a su forma original, incapaz de mantener la apariencia bestial debido al agotamiento, y era una agonía lo que padecía. Su ropa hecha girones era el menor de sus problemas mientras sus alas se fundían en su espalda y el "crack" en sus huesos reverberaba en todo su cuerpo.
Gritó y se contorsionó mientras sus heridas aparecían en su forma humana. Varias costillas rotas y probablemente unas cuantas fisuras, cortes en su torso de los golpes recibidos como latigazos sin compasión. Quiso respirar profundo pero cada vez que lo hacía sentía más dolor. Intentó mantenerse tranquila y respirar quedamente para no ahogarse. Había visto carroña picoteada por los buitres más vivas que ella en ese momento.

Ahora solo tenía que levantarse y volver a la casa de Thesan a por su mujer... Claro que era algo demasiado fácil de decir.
El estertor de la muerte parecía querer reclamar su vida, pero no, ella pelearía hasta el último aliento. "Solo un paso a la vez", repitió una y otra vez mientras muy lentamente se volteaba, movimientos muy meticulosos. Primero se concentró en una posición fetal, luego en sujetarse con su brazo sano a un árbol, y por último, lograr que sus temblorosas piernas la mantuvieran en pie mientras se tambaleaba a paso de tortuga a la posada de la pareja.

La mujer había recobrado algo de movilidad en sus manos y trataba de arrastrarse. Apenas vio a Oromë sujetada a la puerta, temió por su marido y por ella. Intentó tomar un cuchillo de la mesa, aunque fue en vano pues era incapaz de erguirse. -Podría curarme... contigo. Arrancarte cada parte de ti para hacerla mía... pero no.- Ninguna de las dos llegaría a esa mesa, al menos no rápidamente. -Él no vendrá... no por ti, tampoco por mi... Es un maldito cobarde- Susurró mientras se acercaba a ella, a la mesa, al cuchillo y le arrebataba a Thesan todo lo que tenía.

-------------------------------------------------------

Los días en aquella vieja cabaña eran pesados, de alguna forma se las había arreglado para salir de lo que antes fue el hogar de Thesan y volver a aquel perdido lugar donde habían estado con su anaia cuidando de Sena. Era bastante irónico, pensó la dragona, de que ese lugar y la casa de uno de sus blancos estuviera a dos millas de distancia como mínimo.
Esta vez estaba sola, su situación mejoraba lentamente con la ayuda de una curandera que creía que Oromë había sido víctima de un terrible robo. La mujer había hecho un trabajo excelente acomodando su brazo y limpiando sus cortes. Lamentablemente para sus costillas no había mucho que hacer, salvo descansar y evitar movimientos bruscos, ademas de tener que beber un tónico que la mujer le traía todos los días con algo de comer.

Su dolor había mitigado pero no lo suficiente; estaba en llamas por dentro cada vez que inspiraba, temblorosa por culpa de la abstinencia, y su blanquecina piel era de color morado debajo de las vendas que cubrían gran parte de su cuerpo. Tal vez su físico estaba deshecho, pero su mente seguía enfocada en la promesa. Tardaría un poco más pero lo haría, lo lograría, tenía que hacerlo.


Última edición por Oromë Vánadóttir el Miér Jul 22 2020, 13:19, editado 1 vez
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Mensaje  Alward Sevna Miér Jun 17 2020, 14:05

Tomó una gran inspiración hasta casi llenar sus pulmones. Cerró los ojos tan solo un par de segundos, sintió el latido de su corazón y expulsó todo el aire para vaciarse nuevamente al mismo tiempo que abría sus ojos.

Alward estaba parado en pie en mitad de un claro cualquiera. Había acampado allí a causa de la inoperatividad de Katrina durante el día. Cuando iba de viaje con ella le costaba adaptarse a su situación, y por ende dormía poco y tenía los horarios descolocados. En ese momento, la peliblanca dormía plácidamente bajo una lona colocada sobre una rama de un árbol a modo de improvisada tienda que la protegía de los rayos solares. No era la mejor forma de descansar, pero la sombra dada por la lona y la copa de los árboles que colindaban el claro era más que suficiente para que estuviese a salvo. Debía comprar una tienda de calidad para esas situaciones, cómoda a la vez que espaciosa, ay que iban a pasar mucho tiempo por los caminos y alejados de cualquier núcleo de población.

Epons era su único método de transporte. Esta también descansaba pastando libremente sobre el claro.

El mediodía había pasado hacía ya unas horas, pero debido a la llegada del verano los días eran cada vez más largos, y la vampiresa tenía menos tiempo del que disfrutar despierta.

Aún debía acostumbrarse a llevar aquellos ropajes tan oscuros y la máscara. Desde luego, no había elegido un buen atuendo para el verano.

El caballero enmascarado sostenía en su mano derecha la vaina de Værdi. La desenvainó y dejó caer la propia vaina al suelo.

Hacer ese simple acto le costó esfuerzo mental. Apretó la empuñadura del arma y empezó a blandirla en el aire, como siempre había hecho en los entrenamientos. Había perdido un poco de agilidad, nada notable, pero para la exigencia que se daba a sí mismo era algo que debía corregir.

La capa y la capucha eran elementos con los que antes no contaba y a los que debía adaptarse.

En los primeros movimientos todo parecía fluir bien, hasta que notó cierto cansancio que le bajó la moral. De pronto, pensamientos negativos fluyeron por su mente, todos relacionados con su confianza a la hora de empuñar una espada, y lo que sucedió la última vez que tuvo que enfrentarse a un combate real. De pronto, le entró una repentina parálisis y dejó caer la espada, tembloroso y temeroso.

Suspiró resignado, otra vez le había pasado.

Se agachó para agarrar de nuevo tanto la espada como su vaina. Guardó esta primera en la segunda y se dirigió hacia donde estaban todas las provisiones y objetos que traía para su viaje. Allí, entre el montón y como un simple objeto más, dejó el arma.
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Flores para los vivos, piedras para los muertos [Privado][Cerrado] Empty Re: Flores para los vivos, piedras para los muertos [Privado][Cerrado]

Mensaje  Oromë Vánadóttir Jue Jun 18 2020, 04:29

Solía dormir la mayor parte del tiempo a falta de algo mejor que hacer con todas esas horas vacías. Cuando el silencio y aquella pequeña cabaña comenzaban a parecerle agobiantes, era el momento en que cerraba sus ojos y comenzaba a fantasear diferentes formas de como sacarle a Thesan la ubicación de Eris, y cual sería la mejor forma de terminar con su vida y honrar la perdida que su hermana había sufrido.

Otras veces, como ahora, se sentaba frente a la chimenea, donde el fuego ardía suavemente. En pleno verano era contraproducente, pero la falta de movimiento y el dolor de su cuerpo le causaba escalofríos que las mantas por si solas no podían aplacar. Escuchó a alguien tocar la puerta y simplemente pronunció un quedo "Adelante", mientras esta se abría al mismo tiempo y una cabeza castaña de ojos trigueños entraba con una cesta y una sonrisa amable. -Vaya, que bueno verte despierta. Sueles dormir demasiado Vána- La curandera la saludo con el nombre falso que Oromë le había dado. Cuando la encontraron medio muerta de cansancio y dolor, los pueblerinos la habían cargado donde Dafne, la sanadora más capacitada del pueblo, y al preguntar quien era ella, Oromë le pareció recordar a su madre por su suavidad al hablar y su nombre fue lo primero en salir de sus labios.

-Hola Dafne, gracias por encargarte de mi a pesar que no tengo dinero que darte- La dragona hablaba con total gratitud a la mujer, pues no estaba segura de haber aguantado mucho más por si sola. -No tienes de que preocuparte, es mi trabajo y no puedo ignorar a alguien que necesite de mis cuidados. ¿Qué has estado haciendo?- Preguntó con su voz cantarina mientras depositaba la cesta en la mesa y comenzaba a separar las cosas: un cuenco vacío, una jarra con caldo de res y unas rebanadas de pan; vendas limpias y desinfectadas, y tónicos que debía beber luego de comer. -Lo de siempre, mirar por la ventana, leer, sentarme sobre mi trasero- Se movió lentamente hacia el taburete más cercano a la mesa, la cual Dafne había acomodado de forma que al sentarse estuviera frente a ella para así poder atenderla. -Pues hoy se nota que no te tambaleas tanto. Hoy podrías salir a caminar un poco para recuperar fuerzas, ademas el día esta hermoso como para que te quedes aquí dentro encerrada. No es sano, así que me ofreceré para acompañarte.- Hablaba de tal forma que aunque pareciera que lo preguntara y pudiera negarse, la realidad era que la muchacha era capaz de sugestionar a cualquiera con aquel tono tan delicado y a la vez poderosamente firme. No podría decir que no aunque así lo quisiera.

Se dejó desabrochar los botones del vestido que le habían donado y Dafne comenzó a masajear y tantear suavemente sus heridas y moretones. Sus dedos eran tan suaves como las plumas y apenas si le causaban cosquillas en los lugares más sensibles, pero no dolor para su satisfacción. -Parece que un par de tus costillas están mejor al igual que los cortes, pero les faltara mucho soldarse en su lugar. Tu piel por otra parte seguirá así de morada por un tiempo más. Sí, estoy segura que podrás caminar un poco sin problemas de empeorar tu condición- Sonaba y lucía satisfecha con su trabajo y esa sensación se deslizaba en Oromë como un bálsamo.

Se dedicó a comer y a charlar un rato con Dafne, quien masticaba trozos de manzana que había cortado y dejado en un plato en medio de ellas como postre. -Así que buscabas a alguien antes de que te robaran... ya veo.- La dragona asintió mientras engullía un trozo de pan. -Sí, mi hermano. Pero ya no estaba en su hogar y ahora no tengo la menor idea de donde estará... Tenía que entregarle un mensaje pero preferí a darle yo las noticias- Se encogió ligeramente de hombros ante la mentira. -Cierto que me dijiste que tu madre estaba mal de salud. Es una pena que esté tan lejos, pues podría haberla atendido- Su animosidad decayó un poco al no poder ayudar a la madre falsa de Oromë pero luego regresó con un brillo en sus ojos como prueba. -Podrías ir a ver a la Talladora de Huesos- Al principió no tenía idea de a quien se refería con Talladora de Huesos, aunque su nombre ya dejara implícito demasiado sobre lo que hacía de profesión. Durante el paseo Dafne comenzó a explicarle sobre esa tal mujer que a falta de conocer su nombre la apodaron Talladora.

Cada paso que daban las acercaba cada vez más un claro, pero la dragona no observaba tanto el camino, sino que digería la información a cuenta gota. Tal vez los Dioses por una vez, estaban del lado de la albina para ofrecerle tal conocimiento. -Hay alguien ahí... - Susurró Dafne, señalando a una figura oscura que parecía ir y venir. -Deberíamos volver- Sentencio Oromë, pero la castaña no era alguien fácil de convencer. -Podrían necesitar ayuda también-. Se le adelantó, dejándola unos pocos metros detrás. Al principio tuvo el deseo de huir, no queriendo que nadie más la viera salvo la sanadora, pero tampoco podía dejarla sola, así que la siguió y se quedó a dos pasos de ella, su mano en su espalda donde había guardado un cuchillo del almuerzo por si acaso.

-Disculpa, ¿necesita ayuda?- De nuevo aquella suave y dulce voz, incapaz de asustar a nadie pero lo bastante hábil para domesticar una bestia. Oromë simplemente se quedó estática ante la figura oculta bajó la mascara, lista para jalar a Dafne del cuello y abalanzarse para clavar su arma si era necesario.
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Mensaje  Alward Sevna Jue Jun 18 2020, 16:56

Aunque no quería darle importancia y ocupar su cabeza con otros asuntos, era inevitable que saliese a flote el pensamiento crítico que le caracterizaba, el cual le exigía una y otra vez dar lo mejor de sí, y obviamente el no poder empuñar una espada con la suficiente entereza era algo que no le gustaba.

Cuando aquello lo asaltaba se sentía mal consigo mismo, quería volver a empuñar a Værdi y blandirla como siempre había hecho, pero algo le fallaba, y no era físico.

Notó que su apetito se había despertado, por lo que decidió que era hora de saciarlo. Entre sus pertenencias, como siempre, tenía manzanas, la comida favorita de Epons y la suya también. Quitaban la sed y el hambre de forma muy efectiva, además de tener un sabor dulce y agradable.

No podía pegar un solo bocado con la máscara puesta, así que debía quitársela. En aquel claro perdido de la mano de los dioses no iba a encontrar a nadie, o al menos eso suponía...

Una voz de mujer; dulce y cantarina, lo asaltó.

Abrió los ojos como platos. Menos mal que no se había quitado la máscara, estaba a un solo movimiento de hacerlo cuando apareció aquella voz.

Se volteó para encontrarse allí a una joven muchacha con una actitud vivaz y curiosa. Detrás suya se encontraba otra mujer peliblanca a la que conocía demasiado bien, y que su sola presencia lo dejó paralizado. ¿Qué hacía justo allí Oromë Vánadóttir?

-...-Intercambiaba miradas entre las dos mujeres, sin saber muy bien cómo reaccionar. Finalmente, optó por ser de lo más sincero y seco, sin dar muchas explicaciones.-No.

-¿Está seguro...?-Preguntó, curiosa. Confiada, dio un par de pasos para acercarse a Alward, llegando a desviar su mirada hacia la lona que colgaba de uno de los árboles del cual podrían verse sobresalir unas piernas ataviadas con unos ropajes femeninos.

-Seguro.-Contestó, seco. Se percató de la curiosidad y de la confianza desmesurada que aquella joven castaña mostraba hacia un desconocido con una pinta tan siniestra como la suya.

-¿Qué hace aquí? ¿Está de viaje?-Volvió a centrar su atención en el enmascarado.

Se pudo escuchar una ligera expulsión de aire por la nariz por parte del Sevna.

-Sí.-Miró discretamente por encima del hombro de la muchacha hacia Oromë.-Ahora lo que me gustaría saber es qué hacen ustedes aquí, señoritas.-Se cruzó de brazos, imponente.

-Vamos a ver a la Talladora de Huesos.-Respondió de primeras sin consultar la opinión de Oromë. Debido a esto, la miró de reojo esperando a que confirmara su respuesta.

-...¿La qué?-La miró extrañado.

-Talladora de Huesos-Volvió a repetir-¿Quiere venir? Puede ser interesante

-Ve. Así me dejaréis dormir en paz.-La voz de Katrina se proyectó solamente en su cabeza.

El Sevna desvió la mirada hacia su acompañante, seguía en la misma pose, dormida, o al menos fingiendo que lo estaba.

-...¿Qué hace una Talladora de Huesos?-Volvió a depositar su mirada sobre la castaña. En realidad ni sabía por qué le había preguntado eso, él únicamente quería estar solo.
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Mensaje  Oromë Vánadóttir Vie Jun 19 2020, 01:55

Dafne había tomado las riendas del asunto sin consultarlo y Oromë no sabía si considerarla alguien valiente o estúpida. Nadie en su sano juicio se lanzaría sin más con pura bondad a desconocidos que para colmo, estaban cubiertos de pies a cabeza y cantaba a los cuatro vientos "¡Peligro!". No era normal, cada parte de la dragona consideraba a la situación peligrosa. Sostuvo el cuchillo detrás de ella con fuerza, su ceño fruncido en suspicacia.

Sabía de buenas a primeras que en su estado actual, no podría dar un paso al frente sin retorcerse de dolor, la desventaja era abismal y podría romperle su cuello en cuestión de segundos. No era tiempo suficiente para que Dafne huyera. Incluso consideró renunciar a su fuerza de voluntad y tratar de devorarlo para sanarse antes, pero no, se había prometido hacerlo a la vieja usanza para que Eris sintiera su propio dolor y el de su hermana cuando Oromë arrebatara su ultimo aliento.

-Dafne, estoy agotada, me duelen las costillas, vayámonos-
"Por favor", se tragó el pedido de ayuda pero la muchacha lo notó en su tono de voz, en la forma en la que su cuerpo se encorvaba y como su mano se posaba en el costado de su tórax, sujetándose. -Tal vez se te aflojaron las vendas. Tendré que ajustarlas un poco más- Consideró la sanadora.

-La señorita Vána necesita saber el paradero de su hermano y la Talladora es la única capaz de hacerlo- Comentó haciéndole señas a Oromë para que se acercara, aunque esta la observaba estoica en su lugar.  -Escuche buen Señor, iba a acompañarla pues no queda tan lejos de aquí, apenas unas cuantas horas a pie, en El Medio. Pero la señorita fue atacada por ladrones y está muy mal herida, no creo que pueda caminar por mucho tiempo y tengo más pacientes que atender. Pero usted podría llevarla con su caballo y el viaje sería más corto, regresarían un poco antes de que baje el sol. Le pagaré, por supuesto. Solo debe llevarla donde la Talladora y traerla de regreso.- Debía estar soñando pues no había otra razón para que lo que sucedía fuera cierto.

Dafne le lanzaba el muerto que era la dragona a un desconocido que bien podría matarla apenas ella se fuera. -No es necesario, puedo caminar- La muchacha negó con la cabeza y las manos por igual. -Que estés mejor no significa que estés curada. Podrías empeorar tu estado y todo mi trabajo. Ademas me dijiste que es necesario que encuentres a tu hermano pronto para llevarle la noticia antes de que tu madre muera. No puedes esperar a sanarte- Oromë no dijo nada pero se notaba el enojo en su semblante. Las mentiras que había dicho ahora la abofeteaban de regreso.

La castaña se giró de regreso al enmascarado -La Talladora de Huesos es una vampira muy antigua con los dones para la adivinación. Ofrece averiguar aquello que la persona quiera dentro de lo que es capaz de resolver, a cambio de un precio equitativo que, por lo general, suelen ser una o dos cosas: huesos que contengan una historia detrás de ellos o una buena cantidad de la sangre de quien pida sus servicios.- Metió las manos en sus bolsillos, sacando una pequeña bolsa y le dio la mitad de las monedas dentro de ella. -Le indicaré como llegar a su morada y al volver le daré las demás. ¿Qué dice?- Dafne no le daba la oportunidad de negarse a ninguno de los dos con respecto al trato que ella sola estaba armando. Simplemente empujó las monedas en las manos del extraño y luego se dirigió de regreso a la albina, escrutando su figura y tanteando las vendas que cubrían desde su cuello hasta la extensión de sus brazos. -No puedo irme con un extraño así sin más y tampoco puedo subirme al caballo sin lucir patética. Que te regrese tu dinero y volvamos a la cabaña.- Prácticamente estaba rogándole que entrara en razón, de que eso no era más que una terrible idea. -Escúchame Vána, si quisiera hacernos algo, ya lo podría haber hecho hace rato. Ahora si lo que te preocupa es el pago de la Talladora, por suerte acepta que se lo paguen más adelante haciendo un trato. Teniendo en cuenta tu estado dudo que sea nada salvo considerada... Por lo que sé no es una criatura malvada.- Oromë guió sus ojos hacia el caballo, era igual a Epons por lo que recordaba, pero seguramente había más iguales. Se dirigió al desconocido y observó lo único visible en él, sus ojos. No hubo señales de reconocimiento en el silencio que se instaló entre ellos. Rompió el vacío con palabras frías y claras. -Si acepta le pagaré el doble de lo que Dafne le dé si me ayuda a montar y lleva las riendas. Mi brazo derecho está resentido- Se levantó ligeramente la manga para enseñar las vendas que cubrían hasta su muñeca. Su orgullo estaba por los suelos al declarar aquello,   y la única forma de amortiguar el golpe era ofreciendo algo a cambio en vez de esperar algo parecido a la compasión.
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Mensaje  Alward Sevna Dom Jun 21 2020, 16:03

Escuchó con atención todo lo que aquella mujer dijo. Dedujo que tenía que ser alguna especie de curandera por todo lo que había dicho respecto a las vendas de Oromë y la mención de sus otros pacientes. El semblante de su máscara era serio e imponente, no se podría averiguar reacción o pensamiento alguno al mirarle a la cara, lo cual le daba una posición de poder extraña.

La castaña le ofreció un saco de monedas y lo empujó hacia él para ponerlo en la obligación de aceptar su proposición. Lo agarró, más que por querer, por no quedar mal.

No iba a negar que no le resultaba curioso aquella Talladora. Quizás fuese una experiencia reveladora el hacerle una visita, y si de verdad ayudaba con su adivinación podría ser provechoso para el Sevna.

-Le indicaré como llegar a su morada y al volver le daré las demás. ¿Qué dice?-

Alward no contestó, simplemente se quedó mirando a la curandera unos alargados segundos, para luego desviar la mirada hacia Oromë.

De nuevo, sin decir nada se volteó, dando la espalda a ambas y guardándose el saco de monedas.

Comenzó a caminar para alejarse un poco. Luego de eso echó un vistazo en general hacia el claro. Se quitó la máscara, sin voltearse ni dar opción a que le vieran el rostro las mujeres que se encontraban a su espalda. De nuevo, echó un vistazo al claro para asegurarse de ver dónde estaba su yegua. Al parecer, durante la conversación, se había marchado entre los árboles más allá de aquel lugar.

Silbó para llamar a su equina compañera, la cual acudió con la mayor rapidez posible al encuentro con su jinete.

El Sevna agarró las riendas y volvió a ponerse la máscara, entonces se volteó de nuevo hacia las damas.

-No le voy a hacer nada.-Dijo acercándose hacia la dragona peliblanca.-Si quiere ver a la Talladora de Huesos, señorita Vána, será mejor que suba.-Hizo una pausa-Yo llevaré las riendas desde abajo, no se preocupe por eso.-No quería arrimarse demasiado a ella por si descubría quién era.

Una vez todo planeado y decidido, ambos se pusieron en marcha y despidieron a la curandera. Alward dejó a allí a Katrina. Aunque estaba algo preocupado, en seguida recapacitó que estaban en mitad del bosque, por lo que las posibilidades de que la vampiresa sufriese algún percance eran bajas, a pesar de que Oromë les encontrase.

La dragona se había puesto un pseudónimo. Si su memoria no le fallaba, así era como se llamaba su madre. Sería interesante saber qué derroteros habían llevado a una de las Jefas de Ciudad Lagarto a acabar así y allí, bajo otra identidad y con una historia totalmente falsa e inventada, ya que Oromë no tenía ningún hermano. Toda su familia se componía de mujeres, a excepción de su padre.

-¿Qué le ha pasado para encontrarse en ese estado, señorita Vána?-Preguntó con curiosidad para ver qué respuesta recibía.-¿Fue atacada por un oso?-Dijo con cierto sarcasmo.

Se esperaba que toda la bola de mentiras que estaba sobre las espaldas de la dragona de ojos ambarinos se hiciera aún más grande. Aunque él no era quién para juzgarla, ya que también ocultaba su identidad. Lo único que diferenciaba a ambos es que él no tenía un pseudónimo, lo cual no sería mala idea tener.

-¿Qué quiere que le revele esa talladora?-Siguió con su curiosidad-Quizás le pregunte algo.-Se encogió de hombros.

Era duro tener que ocultarle quién era. Quería saber cosas sobre ella: qué le pasó durante todo el tiempo que no la había visto, qué hizo, qué dejó de hacer... Por un momento, su corazón pegó un vuelco cuando a su mente volvieron todos los recuerdos que tenía de ella, cosa que antes no ocurrió debido a lo repentino de la situación y la sorpresa.

Frustrado, siguió el camino sin hacer ninguna pregunta más.

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Mensaje  Oromë Vánadóttir Lun Jun 22 2020, 00:51

Para bien o para mal, no sabía discernir cual de las dos era más probable, debía ser escoltada por el extraño enmascarado. Dafne por su parte, irradiaba alegría absoluta, salvo por un pequeño detalle que quiso compartir con Oromë mientras el desconocido iba en busca de su yegua.
-Escúchame bien, la Talladora no es malvada, pero harías bien en ser cuidadosa con lo que ofreces. Yo nunca he ido, pero mi padre sí. Debes estar preparada para cosas que podrías no querer oír y nunca, pero nunca le mientas. Ella lo sabrá mucho antes de siquiera mencionar algo- Le dio un suave abrazo a la dragona y la ayudó a subirse al caballo. La albina hizo muecas de dolor y respiraciones ligeras, pero al cabo de un rato y una postura desgarbada sobre la silla de montar, estaba más que lista para partir... O tanto como pudiera esperar.

La curandera los despedía con una mano alzada para luego observar a la acompañante dormida de aquel caballero, e hizo una reverencia en agradecimiento aunque esta no la viera, para luego seguir su camino de regreso a la cabaña.

Por su parte, Oromë estaba de mal humor con la situación, preocupada por lo que la Talladora le diría, y sobre todo con lo que tendría que pagar sus servicios. Tenían unas cuantas horas de viaje hasta la casa de aquel ser tan particular, pero su chaperón no había tardado demasiado en hacer preguntas. "Claro que las hará, esta tan obligado a ir conmigo como yo lo estoy de él. Seguramente no sabe siquiera donde se está metiendo". La albina suspiró suavemente, una mano sujetándose al caballo y la otra a sus costillas. El bamboleo del animal y la falta de apoyo en su espalda no eran nada cómodos. -Un dragón y una larga caída- Dijo con voz plana. No consideró necesario mentirle al respecto, pero tampoco decirle la verdad al completo. Sus mentiras más desarrolladas eran terribles, mientras que la verdad era simple y sin detalles exagerados. Dafne no estaba allí para preocuparse con que la descubriera y dudaba fervientemente que su acompañante momentáneo la criticara por tal cosa.

Algo dentro de ella se quebró y clavó su mirada en él, furibunda. La falta de sentimientos en su voz era tan fría como las montañas del norte. -La confianza no es más que un privilegio, ¿No lo cree?. Me aventuraría a decir que no es algo que tengamos, y que si yo lo cuestionara sobre su elección de vestimenta o por qué no revela su rostro, me diría lo mismo- Rompió el escaso contacto visual que mantenía con él. -Es su elección si está dispuesto a aceptar cualquier precio que la Talladora pida- Y así el camino se volvió tenso y silencioso, exceptuando por los pequeños quejidos que la dragona hacía cuando el camino dejaba de ser plano y el caballo trotaba unos pocos pasos.

-----------------------------------------------------------------------------

El hogar de La Talladora de Huesos estaba escondido en una espesa arboleda, demasiado altos y frondosos que las plantas mas pequeñas apenas podían nutrirse de esta, dándole un aspecto lúgubre a todo lo que rodeaba el lugar. Las hojas bajo las patas del equino deberían de crujir gracias al calor, pero la humedad allí las había vuelto mustias y desprendían un olor poco agradable.
La cabaña que los esperaba era un chiste a lo lejos, demasiado normal en apariencia.

La dragona se recostó sobre Epons y se deslizó lentamente para bajarse, manteniendo sus brazos alrededor del cuello del animal como sostén y ahogando un insulto en el proceso. Usándola como si fuera un bastón, movió sus piernas entumecidas por el viaje hasta la puerta, y allí recordó que el lugar no era normal.

Las pequeñas flores azules en el pórtico las conocía bien y le supieron a insulto e ironía, y mejor no hablar de la puerta hecha de huesos, contrastando para nada encantadoramente con lo primero. -Esto es una muy mala idea- Sus palabras no eran para nadie en particular, salvo ella misma.

Estaba a punto de tocar la aldaba que parecía haber sido la rotula de alguien, cuando la puerta se abrió de par en par, revelando una figura blanquecina de ojos igual de pálidos surcados de unos delicados tatuajes y de lagrimas rojizas. Oromë dio un paso hacia atrás, chocando su espalda con el acompañante. No estaba asustada, solo sorprendida y principalmente nerviosa. Todo lo que se podía ver era a aquella rutilante mujer y luego un fondo completamente oscuro. La boca del lobo y ellos las ofrendas. -Adelante...- Dijo, desapareciendo dentro.

Talladora:
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Mensaje  Alward Sevna Lun Jun 22 2020, 14:59

-Demasiado tarde para echarse atrás.

Cuando la puerta del hogar de la Talladora se abrió, notó cómo un viento sombrío, frío y espeluznante salió de su interior, como si de alguna forma les advertiera de que dentro no les esperaba ninguna sensación siquiera remotamente parecida a la comodidad.

A pesar de su firme y segura mirada, el Sevna tragó saliva, intentando controlar todo pensamiento temeroso que le retuviera de entrar.

Una voz lúgubre y plácida se escuchó del interior. La talladora les daba la bienvenida, además de hacer acto de presencia.

Tras eso, desapareció entre las tinieblas de su hogar.

Oromë chocó su espalda con él. Para tranquilizarla, el enmascarado posó suavemente sus manos sobre la dragona. Si la albina girase la mirada hacia este, simplemente vería unos ojos transmitiendo seguridad tras una máscara seria y con un semblante frío.

-Vamos.-Le indicó, soltándola.

Una vez entraron, aunque el exterior que rodeaba a aquella casa era bastante lúgubre y oscuro, al Sevna le costó adaptar su visión a un espacio todavía más ocuro; iluminado por contadas velas colocadas en sitios estratégicos por todo el lugar.

No parecía haber nadie allí. Tanto Alward como Oromë se adentraron lo más que pudieron en la estancia. Su interior estaba compuesto por un mobiliario bastante normal y corriente; mesas y sillas y algún que otro armario. Lo que más destacaba y hacía especial a aquella casa era su decoración, todo de huesos: calaveras de todo tipo de animales y razas mortales, más huesos de los que no podía adivinar procedencia, y una cosa que llamó bastante la atención al enmascarado; una colorida máscara colgada en una pared.

Máscara:

-Te encontraste con un destino terrible, ¿Verdad?-La voz de la Talladora se proyectó detrás suya, a la vez que su presencia, como si de una aparición se tratase.

Alward no habló, tan solo notó como un escalofrío recorrió su espina dorsal. Apartó la mirada de la máscara para llevarla de forma momentánea hacia la vampiresa. Luego, volvió a fijarse en aquel artilugio de grandes ojos amarillentos.

-¿Notas cómo te llama?-Preguntó-Esta máscara se usaba para rituales oscuros en la antigüedad. El mal que hay encerrada en ella corrompería al más fuerte de los mortales. Incluso a los que se creen dioses sobre la tierra.-Decía con poca entonación y una voz apagada.

-Es interesante.-Confesó. Era verdad que notaba cómo un aura le atraía hacia ella y cómo una sutil voz ancestral hacía ruido en su cabeza.

-Este lugar no es para alguien tan vivo como tú...--Dijo analizando al enmascarado de arriba a abajo-¿O acaso es que quieres unirte a la muerte?-

Alward entonces se volteó y quedó frente a frente con la Talladora.

-Yo solo he venido para acompañarla a ella.-Se cruzó de brazos e hizo ademán de señalar con la cabeza a Oromë.

La vampiresa entonces pasó la atención hacia la dragona.

Se quedó callada unos segundos, tan solo observándola, para al final encogerse de hombros.

-Ya veo.-

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Mensaje  Oromë Vánadóttir Mar Jun 23 2020, 01:56

Era escalofriante, oscuro, un suave aroma ácido y mohoso cubría cada parte de la cabaña tanto como los huesos amarillentos cubrían las paredes y el suelo... No solo estaban allí tirados como si a nadie les importara, algunos formaban cuadras con imágenes hechos también con pequeños trozos aparentando venados en un bosque. Otros creaban vasijas para flores marchitas hace demasiado tiempo y percheros donde colgaban ropa comida por las polillas.

Las paredes, al menos lo poco que se lograba ver de ellas gracias a la luz de las velas, estaban en mejor estado que los "muebles". Blanquecinos y bien pulidos; había criaturas gravadas en los huesos que la conformaban: aves en pleno vuelo, hombres bestia luchando entre sí, lobos aullando a la luna, al menos esos eran los que reconocía y luego había seres imposibles de identificar, salidos de pesadillas o de los agujeros más profundos de la tierra, no estaba segura salvo que no quería seguir curioseando.

La Talladora de Huesos tenía su atención fija en su compañero y una parte de Oromë se alegró de que no posara su completa atención en ella. Había algo dentro de la vampiro que le recordaba que no era una simple charlatana que vivía de la estafa, fingiendo ser una adivina. No, su aura emanaba algo antiguo y peligroso.

-Ya veo.- La dragona se vio presa de aquellos ojos, de las lagrimas de sangre que derramaba sobre su vestido blanco. Ahogó una exclamación incapaz de moverse de su posición, sus manos temblaban salvajemente y tuvo que clavarse las uñas en las palmas para mantenerlo al mínimo. -Cuanto acero hay en ti, tan maleable e inútil si tu interior es tan frágil como el cristal- No le quitaba los ojos de encima, la sentía pasar por dentro y a través de ella; desnuda y vulnerable. La Talladora simplemente sonrió mostrando todos y cada uno de sus dientes para luego guiarlos a un pequeño salón, como si no hubiese hecho nada ni sacudido los cimientos más profundos de Oromë con tan pocas palabra.

Era un cuarto pequeño pero mil veces mejor alumbrado. Candelabros de huesos descansaban sobre mesas al costado de un asiento mullido, semejante a un pequeño trono. Gemelos estaban frente a este, uno para cada visitante, como si los hubiera esperado desde siempre.
La dragona tomó el asiento a la derecha, dejando la izquierda al enmascarado. Frente a ellos se sentó la Talladora, que jugaba golpeteando sus uñas en los apoya brazos del mismo material que el resto de la casa.
-Antes de comenzar necesitaré un poco de su sangre, así abriré las puertas a sus mentes.- Sacó dos pequeñas dagas y se las entregó a ambos. -Si no temen que sus secretos salgan a flote, son libres de preguntar tantas veces como quieran, pero por cada respuesta hay un precio distinto.-  
Oromë miraba a la mujer frente a ella y al hombre a su izquierda. No era el momento para las dudas, ya no tenía secretos que le pertenecieran solo a ella y muy lentamente estaba comenzando a lidiar con su pasado.

Con un corte rápido la sangre comenzó a brotar de su palma y la dama pálida bebió de un sorbo. Su rostro se contrajo en éxtasis y las lagrimas se volvieron ríos interminables a medida que más se adentraba en las memorias de la dragona. -Maravilloso- Saboreó y chupó sus propios labios mientras le dedicaba una sonrisa salvaje. -Cuantas preguntas, pero no podrás pagarlas todas, ni en esta vida ni en la siguiente. ¿Cual de ellas valdrá el que me des sus huesos?-

Al principio no comprendió que quiso decir con ello. -¿Los huesos de quien?-, ¿De aquel que estaba a su lado?. No, la Talladora ni siquiera se había volteado a verlo, seguía con su vista fija en ella, su sonrisa ancha y socarrona. Fue cuestión de un segundo, de un simple pestañeo; delante estaba aquella vampiresa pálida como la luna y cubierta de lagrimas, al siguiente había un hombre de ojos color avellana sonriendo de regreso.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Su nariz ligeramente torcida y con las cicatriz que ella le había hecho al rompérsela del un golpe. -¿Valgo lo suficiente para ti, Oromë?.- Su voz era idéntica a como la recordaba. La dragona lo miraba en completo shock, sus labios incapaces de formular las palabras, la espalda rígida contra el respaldo del asiento mientras que Gavriel se dirigía a su segundo cliente. -Su turno caballero...Luego me dirán si aceptan el pago o se irán con las manos vacías.-

Por un momento, se sintió ajena a todo lo que ocurría. Le ardían los ojos mientras intentaba contener su llanto y pensaba cuan injusta que era la Talladora al pedirle a cambio de una simple pregunta, algo tan importante para la dragona como pago. Había hecho una promesa a sus hermanas pero ahora no estaba tan segura de poder cumplirla.
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Mensaje  Alward Sevna Mar Jun 30 2020, 19:21

Notó cómo el mundo se le vino encima a Oromë, cómo aquel hombre le hacía ponerse así. No sabía de quién se trataba, pero debía ser importante para ella. No se preguntó el por qué también él lo veía y cómo era posible que la vampiresa de ojos sangrientos y toda la estancia en la que se encontraban se hubiesen esfumado como si jamás hubieran estado allí.

Para consolarla, le reposó una mano sobre el hombro a la dragona. La tenía mucho aprecio, no le gustaba verla así. Bajo la máscara escondía un rostro preocupado, únicamente visible a través de sus ojos.

-¿Quién es?-Miró hacia el hombre. Sabía que era una especie de ilusión, pero no pudo evitar dedicarle una mirada de odio-¿Esto es lo que querías saber?

Sea como fuere, era demasiado tormento para la peliblanca el seguir teniendo aquella visión, por lo que pensó que sería correcto empezar su turno.

Le quitó a Oromë el cuchillo con el que se cortó, se quitó su guantelete izquierdo (guardándoselo en su zurrón), y se hizo un corte del que empezó a brotar sangre de forma escandalosa.

-¡Mi turno!-Exclamó. No se podría decir que estaba totalmente seguro de querer hacerlo, pero la poca valentía que le quedaba lo impulsó.

De pronto, la vampiresa apareció frente a él y tomó su mano para luego saborear el sabor de su sangre con cierta curiosidad en su rostro.

Cuando lo vio oportuno, soltó la mano del humano para mirarlo directamente a los ojos.

-Tu verdadero rostro... ¿Qué tipo de rostro es?-Se le acercó más, curiosa.-El rostro bajo tu máscara... ¿Es tu verdadero rostro?.-

Alward la observó, inquietado. Intentó articular alguna palabra para responder a aquellas preguntas, pero nada le salió.

-¿Qué te hace feliz?-Hizo otra pregunta, desvaneciéndose y apareciendo en la espalda del Sevna-¿Lo que te hace feliz, hace feliz a los demás?-Rió con un tono inocente, como si de una niña se tratara

Alward entonces se volteó para tratar de responderle, tenía claro que a esa pregunta sí que sería capaz de darle respuesta, pero una vez más, en el momento de articular palabra se quedó en silencio. Agachó la mirada, consternado.

De nuevo, la Talladora se le apareció en su espalda, ahora apoyando su cuerpo sobre él.

-Tus amigos...-Se acercó a su oído-¿Qué clase de personas son?-Hizo como si le susurrara, pero aquella pregunta resonaría fuerte en todo el lugar-¿Te considerarían un amigo?

Alward agachó la mirada, le estaba golpeando fuerte en todos sus puntos débiles, en todos sus valores y creencias, en cada una de sus preocupaciones. Ya no se volteó, simplemente se quedó silente.

La Talladora, una última vez, se le apareció enfrente. El Sevna levantó la mirada hacia esos ojos que lloraban sangre, pues él estaba igual que ella; no podía ocultar su llanto. En un acto de empatía, la vampiresa le puso con suavidad una mano sobre el pecho.

-Lo correcto... ¿Qué es?-Ahí iba la última y más demoledora pregunta-¿Si haces lo correcto, haces feliz a todo el mundo?

Ahí es cuando Alward notó cómo su alma se partía en pedazos por la duda, la desesperación y toda la carga negativa que llevaba a los hombros y que jamás había dado lugar para dejarla salir. Como si una especie de explosión se generara en su interior, la propia alma del caballero fue expulsada de su cuerpo hacia atrás; ataviada con ropajes ligeros y sencillos hechos de tela, lo único que conservaba eran sus dos espadas, aunque la figura que había delante de él también las llevaba; aquella figura era él mismo, su propio cuerpo que tenía ahora vida propia y ajena.

Su rostro quedó al descubierto. Pero no había tiempo para pensar en ello, pues su propio cuerpo enmascarado se volteó y desenvainó ambas espadas, mirándole con odio e ira. Asustado, se puso en pie e intentó desenvainar también las armas que llevaba a su espalda, pero le era imposible, por más que tirara de las empuñaduras, estas no salían de la vaina, era como si estuviesen selladas.

Su cuerpo enmascarado dio pasos firmes y contundentes hacia él, con claras intenciones agresivas. No le dio tiempo a reaccionar mucho más cuando notó cómo el filo de su propia espada; Værdi, le perforaba el pecho de primeras. Se dejó caer al suelo de rodillas y, acto seguido, la que siempre había sido su espada zurda; la de la Guardia (recientemente rebautizada en Natthimlen), le perforaba también el pecho. Dando una última bocanada de aire, sintiendo un extremo dolor, cerró los ojos.

Para cuando los volvió a abrir, se volvía a encontrar en su propio cuerpo, intacto, con la mano de la Talladora aún tocándole.

De la impotencia y la desidia, cayó de rodillas. La vampiresa entonces pasó a posar su mano en la cabeza del caballero enmascarado.

-Tu peor enemigo eres tú mismo.-Comentó-Cuando seas capaz de responder a estas preguntas y recuperes el valor que siempre te ha caracterizado, vuelve a visitarme...-

-¿Cómo?-Preguntó con la voz quebrada.

-Tu destino está ligado a las estrellas. En ellas encontrarás la respuesta.-

Esperanzador, Alward levantó la cabeza para mirarla. Sabía a qué se refería exactamente.

-Entonces... ¿No iba mal encaminado?

-No.-Respondió, contundente.-El peregrinaje que te has impuesto te será revelador.-
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Mensaje  Oromë Vánadóttir Sáb Jul 04 2020, 00:41

Oromë temblaba en el asiento, de furia o del dolor, no estaba del todo segura. Tenía sentimientos entremezclados, sin saber si llorar por el recuerdo o poner cada onza de odio a la Talladora por lucir su apariencia.
Sintió la mano ajena en su hombro pero no despegó la vista de Gavriel, buscando alguna respuesta, algo que tuviera sentido o fuese real. Su mente era como una enorme madeja de lana, así que se concentró en contestar la pregunta antes que la vampiro abriera su boca. -Gavriel, es... era mi pareja- Sorbió por la nariz, lagrimas silenciosas cayéndole por las mejillas y el enojo disparándose como dagas hacia la mujer parada frente a ellos que ahora adquiría su verdadera apariencia, con una sonrisa odiosa.

Ella no se movió, tratando de poner en orden sus pensamientos, creyendo que tal vez podría encontrar otra forma de pago. No quería renunciar a él, ofrecerle sus huesos como si fueran una simple moneda de cambio. Era una falta de respeto siquiera considerarlo, pero lo había conocido lo bastante para saber que Gavriel habría aceptado. "La familia lo es todo, y si no puedes protegerlos entonces nada vale la pena". Las palabras que él le había dicho hace décadas atrás, resonaban en su cabeza como una letanía. No había protegido a Asterin de su destino, pero todavía podía vengarse por ella.
Tomó su decisión, pidiéndole perdón a los cielos, a los Dioses y a quien fuera que la escuchara, incluso a su amado muerto.

Giró lentamente su cabeza, la voz de la Talladora se había vuelto demasiado alta, demasiado atrayente. Escuchaba sus palabras con atención, la curiosidad por los secretos ajenos siendo revelados.
La sorpresa distorsionó el rostro de la dragona, más por la apariencia espectral de Alward que el hecho de que fuera todo este tiempo él y no realmente un extraño, comprendiendo que de alguna forma ya lo sabía. No creía en las coincidencias, él realmente estaba allí y desconfiaba de ella lo suficiente como para no decirle desde el principio.

Aquello que estaba tomando forma delante de ella le preocupó, lo indefenso que el humano se encontraba hacia si mismo. Trató de moverse para taclear al cuerpo de Alward pero no podía moverse de su lugar. Miró rápidamente sus piernas y estas no le respondieron, sus manos convertidos en puños, su sangre todavía derramándose de una de estas en el suelo, creando patrones como de telarañas.
-¡Basta, DETENTE!- Elevó su propia voz, luchando por liberarse de lo que fuera que la retenía allí, el terror filtrándose en todo su cuerpo. La realidad chocándose contra ella como una bofetada; no era la primera vez que había sido incapaz de cuidar de aquellos a quienes más apreciaba.

-¡ALWARD!- Vio como era apuñalado, el grito de Oromë reverberó en las paredes de hueso y en sus propias costillas cortando su voz de manera estrepitosa. Por un momento había olvidado lo lastimada que estaba, tosió y escupió sangre, acunando su cuerpo con sus propias manos, libre de aquello que la retenía momentos atrás, de regreso en aquella habitación.

No había sido más que una ilusión, una horrible, pero el dolor de su cuerpo y alma eran reales. -Maldita...- Escupió en dirección a la Talladora, respirando entre dientes. La vampiresa simplemente la miró sin una pizca de emoción. -Hora de pagar.- Quiso gruñirle pero apenas tenía fuerza para hablar. -¿Como se que me dirás lo que quiero una vez que acceda?-

-Yo no te fallaré al igual que el objeto que con tanto entusiasmo te tragaste-

Oromë agacho su cabeza, mirando al suelo y asintió. -De acuerdo, pero él no pagará por tu ayuda, yo pagaré su precio-. La vampiro negó, sin darle tiempo a que protestara. -Si me das los huesos de tu hijo no nato... Pero ambas sabemos que no aceptaras eso- Había algo en su voz que se asemejaba a la empatía, una calidez que no le demostró a la dragona en ningún momento, hasta ahora.

-Cuando acabes tu venganza, vuelve con sus restos. Contaré su historia con ellos, al igual que he tallado la vida de cientos de personas antes que él. Aquí su recuerdo jamas morirá.-

No había notado que estaba llorando de nuevo, esta vez sin tratar de ocultarlo. Los ojos grises de la Talladora estaban frente a ella y sujetaban su mano sangrante. Esta se movió por su antebrazo, formando patrones de flores, las mismas que crecían fuera de la cabaña y un pequeño ojo en la palma de esta. -Es la marca de nuestro trato, lanza huesos y piedras a un mapa con esta mano y los encontraras. Cuando la deuda sea pagada se desvanecerá, pero si mueres entonces reclamaré los tuyos a cambio- Aquel ojo la ponía nerviosa, un claro recordatorio de que la Talladora siempre la vigilaría.

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Mensaje  Alward Sevna Mar Jul 07 2020, 17:46

Los rayos anaranjados del crepúsculo alumbraban el entorno. Justo fuera de los límites que marcaban la cabaña de la Talladora había un tocón grande que Alward lo estaba usando como asiento. Esperaba a Oromë para llevarla de vuelta, esta se había quedado retardada, seguramente arreglando los términos de su "contrato" con la vampiresa de ojos sangrientos.

El Sevna estaba anímicamente destrozado. En un momento, la Talladora lo había vapuleado hasta el punto de hacerlo ponerse de rodillas, hastiado y sin fuerzas. Aquello era una prueba más de que lo mental, llegado a estos niveles, tiene más poder que lo físico.

Oromë lo había visto y reconocido, no se esperaba que aquello legara a suceder.

Tenía la máscara quitada, estaba observándola justo en el momento en el que la dragona albina apareció. Aunque aún tenía la capucha puesta, no hizo esfuerzo alguno por ocultarse, en ese momento no tenía mucho sentido.

-No me ha dicho qué debo ofrecer.-Hizo una breve pausa-Pero no dejaré que tú pagues por mí. Si debo entregarle los huesos de alguien, que sea el del Fantasma de las Sierpes.-Dijo con decisión y el ceño fruncido.

Apretó el agarre que ejercía sobre la máscara. Sus palabras podrían sonar convincentes, pero hay mucha diferencia entre estas y los hechos. Actualmente, su situación no era la más propicia para enfrentarse de nuevo a las Sierpes. El desaparecer y ocultar su identidad son las consecuencias de esto.

-Se suponía que nadie debía saber que sigo vivo...-Soltó aire por la nariz, resignado-Por favor, no le digas a nadie que me has visto.-La miró a los ojos, como si estuviese pidiendo clemencia.-Si saben que Alward Sevna sigue vivo, irán a por mi hermana... y no podré protegerla.-Dijo con una especie de vacío en su voz-...ni siquiera puedo protegerme a mí.-Dijo llevando una mirada apenada hacia la máscara que sostenía con sus manos sobre las rodillas. Acto seguido, se llevó la mano derecha al costado, justo donde fue atravesado con la espada de Erik, pues en ese momento sintió una leve punzada en la cicatriz.

De pronto cayó en que Oromë no tendría la menor idea de qué estaba hablando, por lo que empezó a relatar todo lo que había acontecido en su vida desde la última vez que se vieron. Todo lo relevante al menos.


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Mensaje  Oromë Vánadóttir Miér Jul 08 2020, 05:33

Si pudiera definir en palabras como se sentía en aquel momento, definitivamente no bastaría con una sola. Estaba dolida y no solo en lo físico, sino también animicamente. La Talladora sabía como meterse en lo más profundo de la mente de aquellos que iban en su búsqueda. Tanto ella como Alward lucían como pedazos de las personas que eran, nada más que vestigios.

Mientras caminaba tambaleante bajo los últimos rayos de luz, la vampiresa descansaba en el umbral de su cabaña, las sombras dispuestas a la perfección para que el sol no la tocara. Oromë no dejaba de mirarse el tatuaje en toda la extensión de su brazo, al ojo en su palma que la vigilaba y a la mirada de aquella mujer clavándose en su nuca. La dragona se volteó y la enfrentó una ultima vez. -Hay una ultima cosa que deben recordar. No existe tal cosa como un camino correcto o una buena elección; elegimos aquellas que esperamos ocasionen consecuencias soportables entre cientos de malas elecciones. No importa lo que suceda más adelante; lo realmente importante es levantarse después de caer- Y eso fue todo, ella simplemente cerró la puerta, desapareciendo en su interior.

No le importó que Alward estuviera allí esperándola, la dragona se quedó observando la puerta por unos minutos, luego las flores. Sintió como si todo el lugar hubiera sido armado para su sola venida y la de nadie más. Se agachó cuanto pudo y tomó una pequeña florecilla azul, una ligera y triste sonrisa se marcaba en sus labios mientras comenzaba otra vez su andar hasta estar parada frente al Sevna.

Aquella mueca en su boca se desvaneció velozmente. -De todas formas no podía hacerlo, no habría aceptado por nadie si ese era el precio- Negó suavemente, jugando con la pequeña flor entre sus dedos pulgar e indice.
No vio necesario decirle que creía que el pago no sería algo tan simple. De haber sido así estaba segura de que podría haber pagado con los restos de Thesan y Eris, pero la Talladora no los había visto como opciones.

Recordó la sorpresa mezclada con la rabia y la decepción al descubrir quien era él, pero también la comprendió aunque no dejara de disgustarle. -Al principio tuve la sospecha, pero pensé que era otra de las ilusiones que el objeto me mostraba.- Escuchó su historia, la piel erizándose cuando descubrió los detalles más escabrosos de su anécdota.

Se dio tiempo para digerir todo y luego suspiró, sentándose a su lado, mirando en la lejanía como el sol estaba a nada de desaparecer. -No puedo culparte por la mentira ni por tu situación actual. Yo he mentido toda mi vida para proteger a mi familia, vivo huyendo de todos a los que quiero por mis acciones... Sería una hipócrita si lo hiciera- Ella había desaparecido cuando el se había embargado en esta etapa de su vida. Una parte de si misma se arrepentía de ello, pero no podía cambiar el curso del destino.
Fue su turno de contar su historia, arrancarse partes de ella una vez más, incluso de su pasado y por qué se sentía obligada a llevar a cabo esta venganza, todo de forma más resumida y no los detalles escabrosos que había divulgado a su anaia. Conocía de primera mano lo que era perderlo todo, su vida como la conocía, a su pareja e hijo y no poder hacer nada al respecto, salvo seguir adelante, aunque con dificultad.

-Me alegra saber que sigues con vida, aunque no negaré que me hubiera gustado que confiaras un poco más en mi. Yo te confié mi vida sin conocerte Alward, lo hice plenamente y lo sigo haciendo.- Se levantó y le extendió la mano tatuada. -Volvamos antes de que no podamos ver el camino.- Esperó a que se levantara y fueron donde se encontraba Epons. Acarició la cabeza del animal y luego miró en dirección a Alward. -Pueden usar la cabaña donde me encuentro siempre que quieran, es segura. No le diré a nadie que te he visto, a cambio, no le digas a mi primo lo que estoy haciendo. Al igual que tu nadie debe saber donde estoy- No había pasado mucho tiempo desde que le había confiado su pasado a su anaia, y no había sido fácil ni lindo. Ambos se amaban como si fueran hermanos y ese secreto los había dejado un poco rotos a los dos; si se enteraba de lo que hacía en estos momentos, tal vez querría venir con ella, o peor, la odiaria por esto.
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Mensaje  Alward Sevna Mar Jul 21 2020, 17:37

Cuando ella se sentó a su lado notó cómo un crisol de sentimientos se arremolinaban en su interior. Ahora era peor que antes, ya que su máscara ya no servía para esconder ni a él ni a su pasado. Estaban uno al lado del otro; Alward y Oromë como tales.

Ella empezó a contar su historia. Al principio la miró de reojo, acabando por una mirada más directa conforme la dragona relataba. Seguía igual de hermosa que siempre, esa belleza albina y de ojos ambarinos que le cautivaban y esa forma de expresarse tan elegante que tenía no habían cambiado.

Realmente lo había pasado mal. No podía negar que sentía cierto resquemor por su desaparición. Prácticamente la daba por muerta, pues no había recibido en más de un año señal alguna de ella.

-Entiendo.-Fue lo único que le salió tras el relato de la dragona; frío y distante. Se odiaba un poco por ello. Quería demostrar más, hacerle saber que todo estaba bien y que no la había olvidado del todo... pero no pudo. Apretó los puños recostados en sus rodillas, como única respuesta a su contención de sentimientos.

¿Qué le hacía reprimirse? No lo sabía, pero lo que sí que tenía claro es que volver a lo de antes tan solo sería un escollo en su actual objetivo. Debía hacer ese sacrificio.

-Nadie puede saber que sigo con vida, Oromë.-Agachó la mirada hasta la máscara que descansaba en su regazo, lamentado. Luego, volvió a mirar a la dragona.-Nadie.-Expresó en sus ojos su firme decisión, para luego apartarlos, culpable, pues ese "nadie" en el futuro escondería una serie de excepciones que ella no debía saber.

Luego de eso, un breve silencio se apoderó del momento.

Quizás era el momento para sincerarse. Ambos debían dejar claro su posición después de todo, aunque no se volviesen a ver jamás, nada más por pura cortesía. Pero entonces, Oromë se puso en pie, instando a irse de allí, lo cual desechó la iniciativa del Sevna, que definitivamente se quedó en silencio y volvió a ponerse la máscara.

-¿Quién es tu primo?-Preguntó, extrañado. ¿Por qué debería conocerlo? Nunca había tenido contacto con su familia, ni siquiera cuando fueron a Dundarak para rescatar a Luna, hogar de la dragona.-Prefiero que tu amiga la curandera no vuelva a verme.-Respondió.

La ayudó a subirse a la yegua, por si aún sentía alguna molestia o dolor, que era lo más probable dado su estado y por todo lo que había tenido que pasar. Hecho eso, él también se subió a su montura.

Acto seguido, puso a Epons a caminar de vuelta a donde se encontraron. Allí les esperaría Katrina y allí es donde debían despedirse.

-Oromë...-Llamó su atención.-Quiero que sepas que...-Se hizo un silencio incómodo. No sabía exactamente cómo expresarse.-Si alguna vez necesitas ayuda, con lo que sea, siempre podrás contar conmigo.


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Mensaje  Oromë Vánadóttir Miér Jul 22 2020, 04:04

Era tal cual se recordaba estando tan cerca el uno del otro, pero también podía notar que algo faltaba. Podría sentirse semejante al pasado, pero todo había cambiado; no eran los mismos de antes, sus deseos y sentimientos eran diferentes, y a la dragona se le apretó el corazón de solo pensarlo.

Se comportaba con la misma frialdad de un muerto, ¿Qué tan lejos estaba aquel hombre que conoció? ¿Y donde estaba la mujer que sintió que podría haberle dado todo de si por él?... Muy lejos, no había lugar para ellos en su presente, no cuando no estaba segura de que tendría un futuro por si misma.

Oromë tenía sus ojos clavados en los ajenos, podría jurar que algo más destellaba en los de Alward, pero era incapaz de darles significado lo cual aumentaba aún más su pena interior.
Aún así logró sonreír suavemente, con el anhelo grabado en su rostro.  

Por mucho que quisiera alargar el momento, detener el tiempo lo suficiente para tener solo un poco más de esto, de la calma y de lo natural que se sentía charlar con Alward, estaba más que claro que no era otra cosa sino una ilusión. Estaba agotada de vivir de ilusiones, de sueños viejos.

-Go'el Zorven es mi anaia, mi primo hermano- Sonrió con alegría, mostrando sus dientes. El destino si que era una cosa extraña. Si ella nunca hubiera pedido a su primo de ir a Ciudad Lagarto, tal vez él jamas habría salvado la vida del Sevna... Quien sabe, al menos para la albina era imposible no pensar en las infinitas posibilidades.

En el camino de regreso, dejó que su espalda descansara en el pecho de Alward, amortiguar los saltos de Epons significaba menos dolor en sus costillas. También el calor que irradiaba le recordaba que aún seguían vivos a pesar de que el mundo los daba por muertos. Dos almas tristes y solas en el confín del mundo, pero tal vez, no tan solas en lo que duraba el viaje de vuelta. -Sabes, mi familia tiene por costumbre tallar piedras y dejarlas en las tumbas en vez de flores. El clima puede arruinarlas en cuestión de segundos... Las piedras perduran más, pero yo siempre he dejado flores, estas flores- Señaló a la florcilla que llevaba y a su brazo tatuado con el mismo diseño. -Son No me olvides y siempre me parecieron mas significativas que tallar runas- Acarició los pétalos con delicadeza.

De regreso en el claro pudo notar a Dafne en la lejanía, siempre tan certera con el tiempo, con Izaro en su hombro el cual no tardó en despegar vuelo para posarse en el de Oromë, la cual se rió y se dejó acariciar por el ave y soportó los pequeños picotazos que este dejaba en su oreja y los jalones de cabello.

-No puedo pedirle ayuda a los muertos... Y sabes que ninguno de los dos es bueno pidiéndola de todos modos.-
Trató de poner tanto sarcasmo como le fue posible en su voz, pero falló estrepitosamente, solo había vacío. No quería decir adiós y tampoco lo haría; se acercó a Epons y trenzó el tallo de la flor en su crin. -Min ji bîr neke...Ez hertim te hez dikem- Le sonrió una ultima vez, acarició al caballo como si este fuera el rostro de Alward, le dedicó una pequeña reverencia a Katrina y fue a encontrarse a mitad de camino con Dafne.

Mientras les daban la espalda lloró un poco más, a lo que la curandera lo atribuyó a los sucesos con la Talladora, sin saber que Oromë tenía otras razones para deshacerse en lagrimas.
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Mensaje  Alward Sevna Miér Jul 22 2020, 10:50

El mundo era más pequeño de lo que parecía. Resultó que el galeno que le había curado de sus heridas no era otro que el primo de Oromë. Alward le debía mucho a esa familia, porque primero la propia Oromë y luego su primo le habían salvado la vida con sus "artes" curativas.

Ella se recostó sobre el pecho del Sevna, mientras que este llevaba firmemente las riendas de Epons. Desvió su mirada al blanco cabello de la dragona, lo único que podía ver desde su posición. No hizo comentario o gesto alguno ante aquello, tan solo depositó su mirada en el frente mientras exhalaba aire por la nariz con cierto pesar.

Oromë entonces empezó a contar una anécdota de cómo su familia honraba a los muertos en sus respectivos lugares de descanso.

-Es bonita.-Comentó sobre la flor que llevaba la albina-En mi pueblo no es que fuésemos demasiado ricos como para mantener las tumbas o un sitio dedicado al descanso, por lo que siempre hemos incinerado los cuerpos.-A él mismo le tocó incinerar el de sus padres.-...pero me gusta más tu idea de honrar a los muertos.-Sonrió con gentileza debajo de la máscara mirando hacia la dragona.

Ante su ofrecimiento de ayuda, Oromë puso una excusa, una que esperaba que tan solo se quedara en el simple sarcasmo o en el disfraz de orgullo que la dragona llevaba, y que cuando realmente necesitase su ayuda acudiese a él de inmediato.

Katrina y la curandera les esperaban en el claro. En cuanto llegaron, ambos se bajaron de Epons. Un ave, probablemente propiedad de la propia Oromë se fue con la misma y esta la recibió en su brazo. Podría ser muy útil contar con un recurso así.

Acto seguido, mientras la dragona acariciaba a Epons y le recitaba una frase en un idioma que no comprendía, el Sevna se quedó embobado. La equina reaccionó bien y con amabilidad hacia la mujer de ojos ambarinos, agradeciendo aquel gesto en el lugar del propio Alward.

Cuando Oromë finalmente se marchó sin despedirse de él y haciendo una reverencia a Katrina, esta última se la quedó mirando extrañada. Alward, por su parte, no apartó su mirada de la dragona hasta que no desapareció en el bosque.

-¿La conoces?-Desvió su mirada extrañada hacia Alward, haciendo un mohín en sus labios.

El Sevna soltó aire por su nariz, resignado y con los hombros bajados.

-Sí...-Fue la única respuesta.

-Hmm...-Desvió su mirada hacia donde se habían ido las dos mujeres-Curioso.

El silencio y las miradas hacia el bosque tardaron unos segundos más, hasta que finalmente Katrina decidió romper el momento poniéndose enfrente del castaño enmascarado con los puños colocados en sus caderas y sus brazos en jarras.

-¿Y bien?

-¿...y bien?

-¿No me vas a contar nada de lo que has hecho?-En su rostro se notaba cierta molestia al no estar enterándose de nada.

-¿Sabes qué? Estoy cansado, ¿Qué tal si nos quedamos aquí un poco más?-Dijo en un tono bromista mientras estiraba sus brazos hacia arriba.

-Ni lo sueñes.-Contestó en clara negativa, cruzándose de brazos y mirándolo con desdén.

Alward rió bajo la máscara, cosa que sorprendió de sobremanera a la vampiresa.

-Debo estar soñando, ¿Te has reído?-Lo miró entrecerrando los ojos.

-Definitivamente estás soñando-Se estiró de nuevo y paró de reír.

Acto seguido, el humano se acercó hasta Epons y la acercó hasta donde estaban amontonadas las cosas del viaje, donde Katrina había estado durmiendo durante todo el día. Iban a emprender ya la marcha. En el camino, Alward le contaría todo lo que había pasado a la vampiresa, incluida toda la historia que tenía con Oromë.
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