Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
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Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
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Ulmer presentaba un gran área de páramos rocosos, con llanuras y colinas cubiertas de hierba, bordeada por el antaño fiordo, ahora conocido como la cola de Jormungand y el propio mar con el cual conecta. De cabañas modestas con elementos decorativos enfocados a la caza local, demostrando así los trofeos que muchos de los cazadores utilizaban para tales fines y a modo personal del material que les proveía dicha pieza, no era de extrañar que incluso terminasen en la zona de comercio del poblado, lazo conexo que unía a muchos viandantes interesados, viajeros de otras tierras y gentes que necesitaban atravesar esta villa.
Rel tuvo suerte de que varias caravanas estuvieran apostadas y a punto de salir desde el Paso del Norte para tomar su ruta a los reinos del Sur donde ahora se encontraba al fin, desde luego a pie no era un camino fácil con todas aquellos desniveles escarpados si no conocías la ruta comercial correcta y segura, una bastante concurrida que le había permitido atravesar sin problemas el territorio de Dundarak o para ser más acertados, la gran frontera natural de picos y montañas digna de considerarse un desafío. Opinión de la mujer Dragón proveniente de los Reinos del Norte, irónico sí, sería un juego para ella, pues estaba a costumbrada a este tipo de medio, de no ser por la aún dolencia que presentaba, una herida fortuita y ocasionada en la ciudad que dejaba atrás y a su vez le imposibilitaba de momento andar grandes distancias sin un reposo constante, tiempo y paciencia.
El Paso fue el lugar idóneo para llegar a un acuerdo, allí mismo se encontraba una nueva comitiva que deseaba llegar al pueblo licántropo al igual que Rel, la cual fue aceptada sin problema alguno por este pequeño grupo ya mencionado y conformado por una modesta familia denominada de apellido como los Rhiyel. Unos pocos Aeros fueron suficientes para convencerles de ello, aunque negaron en un inicio a tal ofrecimiento de forma modesta y amable, la discípulo insistió de buena fe por las molestias al llevar a un pasajero más en sus carromatos llenos de mercancías varias, curiosos cachivaches que derivaban en antigüedades varias y objetos que jamás había visto en su vida, exóticos por su extraña procedencia e historia que envuelve a cada uno, cosa que llamó la atención de la sacerdotisa y a su vez los Rhiyel posaron la suya sobre su nueva invitada.
Resultó interesante el intercambio de historias entre el Ensoñador y los Anticuarios, los dos hijos de la familia a penas presentaban tener entre doce y catorce años, muy entusiastas en mostrar a Rel aquellos tesoros que en sus mercancías habían obtenido de los Reinos del Norte y como buena cuenta cuentos y en su orar, la discípulo les ofrecía historias de antaño, aquellas formuladas de en boca de sus ancestros y dioses ante la atenta mirada despierta de estos y sus constantes preguntas entrañables, sinceras sin maldad alguna salvo la innata curiosidad de los infantes.
- Ah, pues creía que eras un monstruo ¿Qué eres? - Un ejemplo bastante esclarecedor que hizo a Rel fruncir sus labios para evitar una carcajada, a lo que los progenitores pronto se pronunciaron en una disculpa, avergonzados por tal pregunta para ellos inadecuada e intempestiva. No sería la primera vez ni la última que su aspecto fuera a llamar la atención, poco común que la mujer se mostrase a desconocidos pero aquella vez, tras días de trato afable y confianza con aquella familia... Tampoco tuvo pudor en mostrarse a estos despojándose de su capucha, desde luego eso le hizo tener a dos pequeños admiradores, pues su reacción fue asombro desencadenando más y más preguntas que la mujer gustosamente respondió.
La despedida de los Rhiyel tuvo lugar en la entrada de la misma villa, obsequiando a Rel con algunos alimentos varios por parte de esta considerable familia para que prosiguiera su propio camino, pues ellos aún tendrían que aguardar a las inspecciones y regulaciones de Ulmer antes de acceder con sus mercancías en calidad de vendedores, desgraciadamente la mujer Dragón no pudo acceder a las súplicas de los infantes para quedarse con ellos, aunque sí ofreció una promesa de volverlos a ver.
- Muchacha, debemos advertiros que si pensáis adentraros sola por los caminos descendentes es aconsejable que busquéis un guía, más si lo que queréis es atravesar los Bosques del Este, probablemente os perdáis sin alguien a vuestro lado, lamentablemente nosotros debemos aguardar y aquí finaliza nuestro recorrido. Os aconsejamos seguir la ruta comercial y no desviaros de ella, pues siguiendo esta se encuentra la ciudad de Lunargenta, mucho más lejos, quizás a varias semanas. - Explicó el padre de las criaturas, bien avenida dicha advertencia pues Rel a penas conocía los mundos exteriores, a excepción de por ejemplo lugares como Lunargenta, dichas ciudades destacadas si eran nombradas en escritos de su pueblo como cabe esperar aunque no es que haya podido verla con sus propios ojos.
- Sería idóneo ¿Aconsejáis algún lugar de Ulmer donde buscar a dicho guía? Creo que aún poseo varios de estos ¿Aeros habéis dicho? - Curioso nombre para una moneda de cambio, desconcertante cuanto menos que con algo tan pequeño pueda se de utilidad para muchos, no había mucho más que opinar al respecto, no conocía el valor de un Aero, siempre se había dictaminado por el trueque común.
- Podríais intentarlo en una de las tabernas locales o incluso en el propio mercado, iría antes a una taberna, los locales suelen frecuentarlas y enseguida sabes quien es un extranjero y quien está en su salsa, nosotros estaremos en el mercado si es que tuvierais cualquier problema. - Tanto la mujer en primer lugar como el marido explicándole a Rel estas últimas indicaciones, estrecharon sus manos con las del Ensoñador en un respetuoso asentir y recíproco adiós junto a las bendiciones de la discípulo antes de adentrarse en la ciudad, agradecida a estos antes de pronunciar.
- Que las estrellas iluminen vuestro sendero y este sea firme estimados, jamás olvidaré nuestro encuentro. - Tornó a los grandes portones de madera que fortificaban la entrada, abiertos para un posible acceso de aquellos recién llegados. Una nueva ciudad bastante diferente a Dundarak, el astro rey estaba en su cúspide y las calles se encontraban abarrotadas de los viandantes habituales, un ambiente mucho más cálido que la ciudad Dragón donde una paleta de colores cálidos y vívidos envolvían el entorno recreando una actividad mucho más palpable a simple vista. Bien, era hora de encontrar una de esas tabernas, tal como le aconsejaron los Rhiyel, sus ojos se movían algo nerviosos bajo su capucha e indumentaria, que a pesar de este nuevo clima menos intenso, Rel no parecía tener intención de despojarse del mismo.
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Aquel era un bucólico panorama, una pintoresca aldea que se beneficiaba por su localización. Sin duda, los lobos habían sido inteligentes por colocar su poblado más importante en un lugar como aquel.
Rodeados de bosque, con el mar a sus espaldas, el río para proporcionar agua potable y, gracias a un antiguo pacto, con el paso más importante y seguro hacia el Norte muy cerca. Un pueblo excelente para vivir tranquilo, o todo lo tranquilo que se podía vivir rodeado de personas, pero también para hacer negocios.
En una aldea de paso comercial como aquella, el dinero siempre se movía, y dónde había dinero, siempre se acomodaban los mundanos intereses de los mortales.
El buen brujo no tenía que remontarse a fechas muy lejanas para recordarlo. No hacía mucho que estaba por allí, y la misma noche que llegó a Ulmer la situación se había tornado de lo más interesante. Un tanto loca y extraña, para qué negarlo, pero, pese a ello, igualmente interesante para su bolsa de aeros.
Reencontrarse con Destino, para el sureño, solía ser sinónimo de gananciales y problemas por partes iguales, y si a ello sumábamos un elfo con el aspecto físico sacado de un cuento de terror… Bueno, digamos que se podía agradecer que también estuviera con ellos una elfa, con el mismo y lamentable aspecto del elfo peliblanco, pero también con la capacidad de aportar sensatez a aquel trío de guerreros.
- Si por lo menos aquellos ilusionistas hubieran sido más normales-, musitó, pensando en los acontecimientos de aquella noche.
- ¿Decía?
- Oh, no, nada. Descuide. Solo pensaba en voz alta.
- ¿Sobre el trabajo? No lo parecía. Necesito escolta, pero usted no me está escuchando.
- Claro, claro. Por supuesto que le escuchaba-, contestó con las palabras propias del mentiroso. - Pero, es que debo pensar en cuánto debería cobrar por algo así y me he distraído por ello. ¿Me recuerda hacia dónde necesita escolta?
Vincent dibujó una de sus mejores sonrisas. Una de aquellas media sonrisas que dedicaba a mujercitas cuando era un jovenzuelo gañán y quería algo de ellas. Bueno, era, lo seguía siendo, pero al menos era un hombre fiel a la par que gañán y ya no era tan joven.
- Pues le decía si podía acompañarme hasta Verisar.
- Ah, claro, por supuesto, ¿por qué no? «Uh, ha ido de un pelo» - Pero Verisar es muy grande, a dónde va exactamente-, preguntó, antes de alzar la jarra de cerámica y darle un trago al mejunje, con renovado aire distraído.
- Pues quiero ir hacia la Base de los Bios.
Aquello le resultó curioso al brujo errante, que vivía a medio camino entre su hogar natal, Lunargenta y Dundarak. Sí, a medio camino entre tres puntos que abarcaban la cuasi totalidad el continente.
- No suele ser corriente que nadie vaya allí. No quisiera parecer entrometido-. Aunque un tanto sí que lo era. - ¿Pero qué razones lo llevan hasta ese lugar? - preguntó esta vez, con la curiosidad rondando su mente, y una ceja enarcada dibujada en su frente.
El brujo, no obstante, volvió a alzar su jarra y a darle otro trago al hidromiel de su interior.
- Pues me gustaría ver a alguna mujer de aquel lugar. Nunca he visto una bio-cibernética, ¿sabe? Me pregunto cómo son, cuando las ves de cerca. Ya sabe, aunque sean como humanas deben tener algo distinto cuando estás a un palmo de ellas. Además, solo con una se podría conseguir sexo de otro mundo.
Vinc tosió, atragantado por el licor que aún bajaba por su garganta cuando escuchó aquel comentario tan sin venir a cuento.
- ¿Se encuentra bien?
El brujo asintió, dejando la jarra sobre la mesa y acariciándose el cuello con la otra mano para aliviarse, mientras recuperaba el aliento.
- Debería tener más cuidado.
- Lo tendré, créame-, contestó, aún con la voz ronca. - Pero, de qué demonios habla.
El hombre, oriundo de aquellas tierras, tardó un rato en reaccionar y darse cuenta de a qué se refería el mercenario que intentaba contratar.
- Ah, pues piénselo. Los bio-cibernéticos son en realidad de otro mundo. Vinieron como armas de aquellos humanos extraños y luego se quedaron en el nuestro. Es la única manera real de conseguir se..
- Ya, ya. Ya lo puedo imaginar. Pero oiga, ¿no ha pensado que no suelen dejar entrar a nadie en la Base por…? - «¿Cómo coño podía decir aquello sis sonar mal?» - Bueno, no es un lugar al que dejen entrar por viaje de placer.
«No sé si lo he arreglado. Suena hasta peor que lo dicho por este tipo.»
- ¿Seguro? Pero también salen de allí. No sé, me gustaría intentarlo.
- Entiendo. Entiendo-, respondió, apoyando su espalda contra el respaldo de su silla. Luego, el brujo se acarició la barba de su mentón. - Lo cierto, es que ando un tanto liado. El mesero me había mencionado que había gente con problemas, y seguramente se requerirán mis servicios en otra parte.
- ¿En serio? No he escuchado nada al respecto-, contestó el barbudo hombretón. - Pensé que estaba por el pueblo sin trabajo, esperando uno.
- Y así es, pero ese trabajo parece importante-, respondió en esta ocasión el brujo, levantándose de su asiento. - Ha surgido de repente. Hoy me lo comunicaron por primera vez. Perdón por hacerle perder el tiempo y no habérselo dicho nada más encontrarse conmigo, pero no lo había recordado hasta ahora-, terminó por decir, alargando el brazo para ceder su mano y estrecharle la mano. - En otra ocasión, tal vez.
El otro hombretón asintió, y el brujo aprovechó para tomar por el asa su jarra y dirigirse hacia la barra, donde no tardó en apoyarse con uno de sus codos, mientras seguían bebiendo. Pasado un momento, desde allí y sin cambiar de postura, Vincent le dedicó una sonrisa y un lejano brindis al hombre con el que había hablado hasta ese momento, y en cuánto el posadero se acercó, se inclinó hacia adelante y llamó su atención con palabras.
- Oiga, necesito un trabajo. Urgentemente.
El posadero lo miró raro, sintiendo que el brujo mercenario había perdido la cabeza por tal urgencia y por esa petición tan repentina.
- El que sea. Cómo si se trata de recolectar setas en el bosque.
Vincent volvió a mirar hacia el hombretón y volvió a dedicarle una sonrisa, antes de renovar su atención sobre el posadero.
- Estoy desesperado. Créame.
Si no había nada que hacer por los alrededores, el brujo no pensaba quedarse por allá. No pensaba darle la oportunidad a ese tipo de abordarlo de nuevo y de tener que escoltarle hacia una muerte segura cuando las féminas bios escucharan su intolerable propuesta. Por Bios que fueran, el brujo estaba seguro de esas mujeres se saltarían sus propias normas antes tal desfachatez y no pensaba morir por culpa de un fogoso mujeriego sin dos dedos de frente. Imagino si lo relacionaban con eso.
«Un grupo de ilusionistas que usan vacas en sus trucos mágicos. Un fornicador perturbado. ¿Es que no había nadie medio normal en aquel pueblo?»
Rodeados de bosque, con el mar a sus espaldas, el río para proporcionar agua potable y, gracias a un antiguo pacto, con el paso más importante y seguro hacia el Norte muy cerca. Un pueblo excelente para vivir tranquilo, o todo lo tranquilo que se podía vivir rodeado de personas, pero también para hacer negocios.
En una aldea de paso comercial como aquella, el dinero siempre se movía, y dónde había dinero, siempre se acomodaban los mundanos intereses de los mortales.
El buen brujo no tenía que remontarse a fechas muy lejanas para recordarlo. No hacía mucho que estaba por allí, y la misma noche que llegó a Ulmer la situación se había tornado de lo más interesante. Un tanto loca y extraña, para qué negarlo, pero, pese a ello, igualmente interesante para su bolsa de aeros.
Reencontrarse con Destino, para el sureño, solía ser sinónimo de gananciales y problemas por partes iguales, y si a ello sumábamos un elfo con el aspecto físico sacado de un cuento de terror… Bueno, digamos que se podía agradecer que también estuviera con ellos una elfa, con el mismo y lamentable aspecto del elfo peliblanco, pero también con la capacidad de aportar sensatez a aquel trío de guerreros.
- Si por lo menos aquellos ilusionistas hubieran sido más normales-, musitó, pensando en los acontecimientos de aquella noche.
- ¿Decía?
- Oh, no, nada. Descuide. Solo pensaba en voz alta.
- ¿Sobre el trabajo? No lo parecía. Necesito escolta, pero usted no me está escuchando.
- Claro, claro. Por supuesto que le escuchaba-, contestó con las palabras propias del mentiroso. - Pero, es que debo pensar en cuánto debería cobrar por algo así y me he distraído por ello. ¿Me recuerda hacia dónde necesita escolta?
Vincent dibujó una de sus mejores sonrisas. Una de aquellas media sonrisas que dedicaba a mujercitas cuando era un jovenzuelo gañán y quería algo de ellas. Bueno, era, lo seguía siendo, pero al menos era un hombre fiel a la par que gañán y ya no era tan joven.
- Pues le decía si podía acompañarme hasta Verisar.
- Ah, claro, por supuesto, ¿por qué no? «Uh, ha ido de un pelo» - Pero Verisar es muy grande, a dónde va exactamente-, preguntó, antes de alzar la jarra de cerámica y darle un trago al mejunje, con renovado aire distraído.
- Pues quiero ir hacia la Base de los Bios.
Aquello le resultó curioso al brujo errante, que vivía a medio camino entre su hogar natal, Lunargenta y Dundarak. Sí, a medio camino entre tres puntos que abarcaban la cuasi totalidad el continente.
- No suele ser corriente que nadie vaya allí. No quisiera parecer entrometido-. Aunque un tanto sí que lo era. - ¿Pero qué razones lo llevan hasta ese lugar? - preguntó esta vez, con la curiosidad rondando su mente, y una ceja enarcada dibujada en su frente.
El brujo, no obstante, volvió a alzar su jarra y a darle otro trago al hidromiel de su interior.
- Pues me gustaría ver a alguna mujer de aquel lugar. Nunca he visto una bio-cibernética, ¿sabe? Me pregunto cómo son, cuando las ves de cerca. Ya sabe, aunque sean como humanas deben tener algo distinto cuando estás a un palmo de ellas. Además, solo con una se podría conseguir sexo de otro mundo.
Vinc tosió, atragantado por el licor que aún bajaba por su garganta cuando escuchó aquel comentario tan sin venir a cuento.
- ¿Se encuentra bien?
El brujo asintió, dejando la jarra sobre la mesa y acariciándose el cuello con la otra mano para aliviarse, mientras recuperaba el aliento.
- Debería tener más cuidado.
- Lo tendré, créame-, contestó, aún con la voz ronca. - Pero, de qué demonios habla.
El hombre, oriundo de aquellas tierras, tardó un rato en reaccionar y darse cuenta de a qué se refería el mercenario que intentaba contratar.
- Ah, pues piénselo. Los bio-cibernéticos son en realidad de otro mundo. Vinieron como armas de aquellos humanos extraños y luego se quedaron en el nuestro. Es la única manera real de conseguir se..
- Ya, ya. Ya lo puedo imaginar. Pero oiga, ¿no ha pensado que no suelen dejar entrar a nadie en la Base por…? - «¿Cómo coño podía decir aquello sis sonar mal?» - Bueno, no es un lugar al que dejen entrar por viaje de placer.
«No sé si lo he arreglado. Suena hasta peor que lo dicho por este tipo.»
- ¿Seguro? Pero también salen de allí. No sé, me gustaría intentarlo.
- Entiendo. Entiendo-, respondió, apoyando su espalda contra el respaldo de su silla. Luego, el brujo se acarició la barba de su mentón. - Lo cierto, es que ando un tanto liado. El mesero me había mencionado que había gente con problemas, y seguramente se requerirán mis servicios en otra parte.
- ¿En serio? No he escuchado nada al respecto-, contestó el barbudo hombretón. - Pensé que estaba por el pueblo sin trabajo, esperando uno.
- Y así es, pero ese trabajo parece importante-, respondió en esta ocasión el brujo, levantándose de su asiento. - Ha surgido de repente. Hoy me lo comunicaron por primera vez. Perdón por hacerle perder el tiempo y no habérselo dicho nada más encontrarse conmigo, pero no lo había recordado hasta ahora-, terminó por decir, alargando el brazo para ceder su mano y estrecharle la mano. - En otra ocasión, tal vez.
El otro hombretón asintió, y el brujo aprovechó para tomar por el asa su jarra y dirigirse hacia la barra, donde no tardó en apoyarse con uno de sus codos, mientras seguían bebiendo. Pasado un momento, desde allí y sin cambiar de postura, Vincent le dedicó una sonrisa y un lejano brindis al hombre con el que había hablado hasta ese momento, y en cuánto el posadero se acercó, se inclinó hacia adelante y llamó su atención con palabras.
- Oiga, necesito un trabajo. Urgentemente.
El posadero lo miró raro, sintiendo que el brujo mercenario había perdido la cabeza por tal urgencia y por esa petición tan repentina.
- El que sea. Cómo si se trata de recolectar setas en el bosque.
Vincent volvió a mirar hacia el hombretón y volvió a dedicarle una sonrisa, antes de renovar su atención sobre el posadero.
- Estoy desesperado. Créame.
Si no había nada que hacer por los alrededores, el brujo no pensaba quedarse por allá. No pensaba darle la oportunidad a ese tipo de abordarlo de nuevo y de tener que escoltarle hacia una muerte segura cuando las féminas bios escucharan su intolerable propuesta. Por Bios que fueran, el brujo estaba seguro de esas mujeres se saltarían sus propias normas antes tal desfachatez y no pensaba morir por culpa de un fogoso mujeriego sin dos dedos de frente. Imagino si lo relacionaban con eso.
«Un grupo de ilusionistas que usan vacas en sus trucos mágicos. Un fornicador perturbado. ¿Es que no había nadie medio normal en aquel pueblo?»
Vincent Calhoun
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
El tabernero finalmente río entre dientes dedicando un rápida mirada al hombre de la gran barba y a su ahora interlocutor, ciertamente nervioso por quitarse de encima la mochila e incomodidad de llevar consigo a aquel peculiar cliente. "La Gruta del Lobo" era una conocida tasca de Ulmer, mas no por disponer de exquisitos manjares o bebidas maravillosas, aunque no tenía nada que envidiar a otras, era bastante decente y humilde pero con la particularidad de ofrecer el servicio llamado "El Tablón de anuncios" donde fácilmente aquellos quienes quisieran podían pedir ayuda o anunciar noticias y exponerlo en dicho tablón para que los locales interesados lo leyeran y Logan, nuestro mesero, actuase como mediador llevándose como era de esperar su parte como comisión.
- ¿Algún problema con el sujeto de compañía indiscreta? Veo que no sois el único en quedaros de piedra por su petición, lo extraño es que lo suele contar abiertamente como si fuera algo normal. - Volvió a emitir una risotada nasal mientras negaba, ocultando su gesto tras la figura de Vincent. Logan no era un Licántropo de gran tamaño, rondaba una altura poco menos que la del brujo, aunque por su complexión era un tipo bastante fuerte y con buena musculatura, si no fuera porque él mismo se afeitaba es probable que superaría el vello facial al cliente barbudo. Sus ojos grises y profundos a su vez como dos pozos observaban a Vincent aún jocoso, mostrando a este su dentadura afilada.
- Me vais a tener que deber una buena por esto, a ver ahora a quien le endiño el trabajo de este hombre. Lleva dos días esperando y paga bastante bien, me llevaría una buena parte sin duda... Ehm, bueno, no creo que dure mucho tiempo, estoy por apostar que marchará solo por su impaciencia. - Se encogió de hombros mientras tomaba entre sus grandes manos uno de sus licores más caros de las repisas superiores para servir un poco de este en la misma jarra que sostenía el brujo, su sonrisa socarrona se mantenía la vez que continuaba.
- Acaba de llegar una extranjera, creo que me ha dicho que busca a alguien para que la guíe hacia el Sur. No me ha especificado destino alguno pero no tiene pinta de que su viaje sea por motivos tan extravagantes, al menos no tanto. - Susurró confidente e indicó a Vincent con un ademán de su mentón una dirección concreta de la taberna, un rincón un tanto alejado de la misma chimenea de piedra que mantenía el interior a una temperatura y humedad estables. Una mesa solitaria iluminada gracias a los varios ventanales que daban la luz del exterior con claridad, allí se encontraba una figura sentada en su correspondiente mesa, ataviada por una túnica posiblemente ceremonial con caracteres y runas varias impresas en una tela color verde, dicha indumentaria no dejaba entrever nada de aquel sujeto, quizás unos largos cabellos castaños y ondulados que escapaban de su capucha, mientras que su testa estaba inclinada hacia un libro abierto que reposaba en la mesa, la figura parecía atrapada en su lectura a la vez que sostenía entre sus antebrazos a modo de abrazo un báculo con una esfera esmeralda atrapada en su cúspide.
- Ahí tenéis vuestro trabajo, le dije que aguardara por si hoy tenía suerte y vaya que sí lo tiene. - Carraspeó sonoramente tras rellenar la jarra de su interlocutor, casi como si esperase algo del mismo mientras enarcaba un de sus pobladas cejas y sostenía la botella.
- Creo que vuestro amigo Logan se ha comportado ¿Qué tal una buena propina extra por ello? Y yo que vos tendría prisa, no tenéis ni idea de cómo os está mirando vuestro cliente insatisfecho. - A decir verdad el barbudo se mantenía en su mesa, pero el recelo que expresaba era notorio, uno que desapareció cuando Logan saludó a este, excusando a Vicent por necesitarle para otro trabajo que había recaído antes que el suyo y que pronto tendría a alguien. A saber si eso sería cierto o no pero sí sería un buena oportunidad para aprovecharla, Logan tenía buena labia, al menos el barbudo entretenido estaría e indicó con un chasquido de dedos a Vincent la dirección de su nuevo cliente, cosa que llamó la atención de Rel alzando su mirada finalmente hacia el mesero y el brujo.
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
El brujo había estado muchas veces en Ulmer, de paso, ya fuese en camino hacia las montañas o, por el contrario, yendo hacia el sur. Pero lo de las últimas semanas había sido difícil de describir.
Es curioso como son las cosas. Tantas veces pasa una persona concreta por un lugar, sin encontrar nada extraño, que cuando de repente el mundo gira para volverse loco, esa misma persona no puede evitar preguntar si…
- Oye, pero ese hombre es oriundo de la zona, o eso intuyo. ¿Siempre ha sido así?
La gente no solía cambiar tanto a lo largo de su vida, sobre todo cuando su mente se anclaba en el puerto de la adultez. Lo más probable es que por aquel pueblo hubiera más de un loco que no lo parecía en principio, a simple vista. O puede que a ese señor le hubiera dado un chungo muy duro.
El brujo se encogió de hombros, sin esperar respuesta de su pregunta, porque en realidad la había soltado cual desahogo, no porque hubiera una contestación real a ella.
- En realidad, supongo que acostarse con mujeres de la especie de los bio-cibernéticos debe ser normal-, contestó el mercenario. - Bueno, ya sabe. No creo que tenga más complicación que con cualquier otra mujer-, terminó por decir, quedándose por unos instantes callado ante tan estúpida reflexión, mirando levemente hacia el techo con los brazos en jarra. Una clara postura de: Demonios, será mejor que piense antes de hablar. - En cualquier caso, no es tanto problema, seguro que algún otro mercenario querrá llevar a ese tipo a la base para que se lleve su muy probable decepción. Pero prefiero hacer otra cosa. Y sí, también puede ir solo si tanto lo desea, solo debe tener cuidado en los caminos o ir con alguna caravana que pase por un pueblo cercano-, volvió a retomar la conversación, retornando su mirada sobre el tabernero.
En aquel punto, el guerrero de dorados cabellos no podía estar más de acuerdo con el posadero. Era evidente que, tarde o temprano, ese hombre partiría en búsqueda de su sueño. Uno de lo más hedonista y terrenal y, permítanme decirlo, absurdo, pero sueño al fin y al cabo.
- ¿Una extranjera? - respondió, curioso, echando una mirada hacia donde ya señalaba con su propia mirada el barbudo mesero. - Entiendo, en Ulmer es normal tener visitantes que van de paso-, comentó, sin apartar la mirada de la mujer, de la que podía apreciar poco, más allá de unos mechones de pelo y su indumentaria. - Oye, ¿no me la estarás jugando? Que lo de aquel amigo es raro de cojones, pero sencillito de realizar. Esa mujer lleva una especie de túnica con algún valor simbólico, ¿no será bruja?
En ese punto, el posadero enarcó una ceja, pues el hombre que le preguntaba por si era bruja con preocupación era… pues… un brujo.
- Hey, no es lo mismo ser brujo que bruja-, respondió a la defensiva, al notar la mirada inquisitiva del barbudo tras la barra. - Y sobre todo, no es lo mismo tratar con una bruja siendo brujo.
Aquellas palabras, no parecieron convencer al barbudo mesero, solo provocarle mayor confusión.
- No importa, yo me entiendo-, se excusó.
Después de todo, era difícil enseñar lo que era criarse en Beltrexus sin quedarse por Ulmer unos cuantos días, quizás semanas, explicándole al buen lobo las bondades y quebraderos de cabeza de la política isleña. Y en fin, digamos que el mercenario tenía prisa por motivos sexuales, aunque esta vez la culpa no recaía sobre sus hombros.
En cualquier caso, esas mismas vivencias en las islas le recordaban al bueno de Vincent que ese tipo de túnica no era de tierra de brujerías, ni de ninguna academia o templo del archipiélago. Por tanto…
«¿De dónde será?», retumbó dentro de la mente del rubio. Un soldado, pero también un estudioso que no era capaz de reconocer el diseño de la mencionada túnica.
Con sus ojos de brujo, el guerrero notaba que no era nativa de las islas ni de los bosques de los elfos. Por lo demás, era un misterio.
- Pero a ver, que puedo irme del pueblo por mi propio pie-, contestó, por lo bajo para que no lo escuchara el tipo de la mesa, cuando la conversación adquirió un tono monetario. - Más, como decía mi madre, hay que ser bien agradecido-, dijo seguido, dejando unas monedas sobre la madera. - Puedo irme sin trabajo o con trabajo, y siempre es mejor con trabajo-, terminó por decirle, antes de guiñar el ojo diestro al posadero.
Como final del diálogo, el brujo apuró su bebida, dejó la jarra vacía sobre la barra, y se acomodó el ropaje que llevaba encima, justo antes de encaminarse hacia la mesa donde se encontraba sentada la señorita.
O bueno, casi, pues el mercenario se lo pensó mejor.
- Ve, un consejo de mi madre que aún albergo en mi interior. Tenga cuidado con las brujas, pueden ser muy persuasivas-, comentó en broma, renovó un guiño hacia el hombre y esta vez sí se encaminó hacia la mesa donde estaba el esperado trabajo.
«Si es que está a cientos de kilómetros y aún así me hace gastar mi dinero generosamente.»
Pero en fin, eso tampoco era malo a ojos del brujo. ¿Porque era buena gente? No, qué va... Bueno un poco buen tipo sí que era, pero sobre todo, no era algo malo porque la verdadera moneda de un mercenario no eran los aeros, sino la reputación.
- Aquí me tiene, señorita. ¿O debo decir señora? - comentó como saludo, nada más acercarse a ella. En un tono de voz quizás demasiado alto. - Soy su escolta-, dijo finalmente, sin bajar el tono.
Por supuesto, el brujo no tenía ni pajolera idea de lo que necesitaba la joven de él. No sabía si la joven requería una escolta o cualquier otra cosa, pero, diciéndolo en alto, el barbudo deseoso de romper florestas bio-cibernéticas vería que don mercenario estaba ocupado de verdad.
Una verdad tan grande y alta como montañas de dragón. Al menos ahora que la excusa sí era real.
- Vincent Calhoun-, se presentó, en un tono de voz más adecuado, luego le dedicó a la chica una leve reverencia. - ¿Le importa que me siente? - preguntó, aunque se sentó de todos modos. Eso sí, no en la silla más cercana a la chica para no intimidarla. - El posadero-, hizo un ademán lateral con la cabeza para señalarlo sin mirarlo, aún con la mirada clavada en la joven. Aunque, de momento, bajo esa capucha Vinc no podía ver los rasgos de la joven, más allá de lo que ya viera desde la barra. - Me ha comentado que necesita a alguien. Y aquí estoy-, dijo finalmente, dibujando una media sonrisa en los labios.
Es curioso como son las cosas. Tantas veces pasa una persona concreta por un lugar, sin encontrar nada extraño, que cuando de repente el mundo gira para volverse loco, esa misma persona no puede evitar preguntar si…
- Oye, pero ese hombre es oriundo de la zona, o eso intuyo. ¿Siempre ha sido así?
La gente no solía cambiar tanto a lo largo de su vida, sobre todo cuando su mente se anclaba en el puerto de la adultez. Lo más probable es que por aquel pueblo hubiera más de un loco que no lo parecía en principio, a simple vista. O puede que a ese señor le hubiera dado un chungo muy duro.
El brujo se encogió de hombros, sin esperar respuesta de su pregunta, porque en realidad la había soltado cual desahogo, no porque hubiera una contestación real a ella.
- En realidad, supongo que acostarse con mujeres de la especie de los bio-cibernéticos debe ser normal-, contestó el mercenario. - Bueno, ya sabe. No creo que tenga más complicación que con cualquier otra mujer-, terminó por decir, quedándose por unos instantes callado ante tan estúpida reflexión, mirando levemente hacia el techo con los brazos en jarra. Una clara postura de: Demonios, será mejor que piense antes de hablar. - En cualquier caso, no es tanto problema, seguro que algún otro mercenario querrá llevar a ese tipo a la base para que se lleve su muy probable decepción. Pero prefiero hacer otra cosa. Y sí, también puede ir solo si tanto lo desea, solo debe tener cuidado en los caminos o ir con alguna caravana que pase por un pueblo cercano-, volvió a retomar la conversación, retornando su mirada sobre el tabernero.
En aquel punto, el guerrero de dorados cabellos no podía estar más de acuerdo con el posadero. Era evidente que, tarde o temprano, ese hombre partiría en búsqueda de su sueño. Uno de lo más hedonista y terrenal y, permítanme decirlo, absurdo, pero sueño al fin y al cabo.
- ¿Una extranjera? - respondió, curioso, echando una mirada hacia donde ya señalaba con su propia mirada el barbudo mesero. - Entiendo, en Ulmer es normal tener visitantes que van de paso-, comentó, sin apartar la mirada de la mujer, de la que podía apreciar poco, más allá de unos mechones de pelo y su indumentaria. - Oye, ¿no me la estarás jugando? Que lo de aquel amigo es raro de cojones, pero sencillito de realizar. Esa mujer lleva una especie de túnica con algún valor simbólico, ¿no será bruja?
En ese punto, el posadero enarcó una ceja, pues el hombre que le preguntaba por si era bruja con preocupación era… pues… un brujo.
- Hey, no es lo mismo ser brujo que bruja-, respondió a la defensiva, al notar la mirada inquisitiva del barbudo tras la barra. - Y sobre todo, no es lo mismo tratar con una bruja siendo brujo.
Aquellas palabras, no parecieron convencer al barbudo mesero, solo provocarle mayor confusión.
- No importa, yo me entiendo-, se excusó.
Después de todo, era difícil enseñar lo que era criarse en Beltrexus sin quedarse por Ulmer unos cuantos días, quizás semanas, explicándole al buen lobo las bondades y quebraderos de cabeza de la política isleña. Y en fin, digamos que el mercenario tenía prisa por motivos sexuales, aunque esta vez la culpa no recaía sobre sus hombros.
En cualquier caso, esas mismas vivencias en las islas le recordaban al bueno de Vincent que ese tipo de túnica no era de tierra de brujerías, ni de ninguna academia o templo del archipiélago. Por tanto…
«¿De dónde será?», retumbó dentro de la mente del rubio. Un soldado, pero también un estudioso que no era capaz de reconocer el diseño de la mencionada túnica.
Con sus ojos de brujo, el guerrero notaba que no era nativa de las islas ni de los bosques de los elfos. Por lo demás, era un misterio.
- Pero a ver, que puedo irme del pueblo por mi propio pie-, contestó, por lo bajo para que no lo escuchara el tipo de la mesa, cuando la conversación adquirió un tono monetario. - Más, como decía mi madre, hay que ser bien agradecido-, dijo seguido, dejando unas monedas sobre la madera. - Puedo irme sin trabajo o con trabajo, y siempre es mejor con trabajo-, terminó por decirle, antes de guiñar el ojo diestro al posadero.
Como final del diálogo, el brujo apuró su bebida, dejó la jarra vacía sobre la barra, y se acomodó el ropaje que llevaba encima, justo antes de encaminarse hacia la mesa donde se encontraba sentada la señorita.
O bueno, casi, pues el mercenario se lo pensó mejor.
- Ve, un consejo de mi madre que aún albergo en mi interior. Tenga cuidado con las brujas, pueden ser muy persuasivas-, comentó en broma, renovó un guiño hacia el hombre y esta vez sí se encaminó hacia la mesa donde estaba el esperado trabajo.
«Si es que está a cientos de kilómetros y aún así me hace gastar mi dinero generosamente.»
Pero en fin, eso tampoco era malo a ojos del brujo. ¿Porque era buena gente? No, qué va... Bueno un poco buen tipo sí que era, pero sobre todo, no era algo malo porque la verdadera moneda de un mercenario no eran los aeros, sino la reputación.
- Aquí me tiene, señorita. ¿O debo decir señora? - comentó como saludo, nada más acercarse a ella. En un tono de voz quizás demasiado alto. - Soy su escolta-, dijo finalmente, sin bajar el tono.
Por supuesto, el brujo no tenía ni pajolera idea de lo que necesitaba la joven de él. No sabía si la joven requería una escolta o cualquier otra cosa, pero, diciéndolo en alto, el barbudo deseoso de romper florestas bio-cibernéticas vería que don mercenario estaba ocupado de verdad.
Una verdad tan grande y alta como montañas de dragón. Al menos ahora que la excusa sí era real.
- Vincent Calhoun-, se presentó, en un tono de voz más adecuado, luego le dedicó a la chica una leve reverencia. - ¿Le importa que me siente? - preguntó, aunque se sentó de todos modos. Eso sí, no en la silla más cercana a la chica para no intimidarla. - El posadero-, hizo un ademán lateral con la cabeza para señalarlo sin mirarlo, aún con la mirada clavada en la joven. Aunque, de momento, bajo esa capucha Vinc no podía ver los rasgos de la joven, más allá de lo que ya viera desde la barra. - Me ha comentado que necesita a alguien. Y aquí estoy-, dijo finalmente, dibujando una media sonrisa en los labios.
Vincent Calhoun
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Regresando un poco atrás en el tiempo, donde la conversación entre Vincent y Logan se desarrollaba, el mesonero explicaba con calma a las preguntas que este, su interlocutor le presentaba, siempre con una sonrisa ladeada mientras procuraba mantenerse ocupado en sus propios quehaceres como mantener limpia la barra situada entre ambos, haciendo como que frotaba esta con un trozo de tela algo sucio ya por el uso dado anteriormente.
- No sé deciros amigo, ese tipejo lleva tan sólo dos días o eso me ha afirmado, por mi parte os aseguro que no le había visto por Ulmer. - Logan se detuvo en su hacer, como si titubeara en qué decir antes de pronunciarse con una sutil carcajada que hizo entrever un poco más sus encías.
- Vincent por los dioses, no me preocupéis, bastante tengo con un chiflado, no vayáis exponiendo de forma imprudente tales pensamientos u os tomarán por otro loco. Aunque si lo reflexionas es un tanto... Agh, olvidadlo. - Frunció el ceño mientras agitó levemente su cabeza, realmente el tema de conversación era curioso y podría dar mucho de sí, pero no era algo bien visto dar dichas reflexiones a extraños. Bienvenidos fueron los Aeros que el brujo depositó, acción que gradó y suavizó las facciones de Logan a la vez que de un rápido movimiento tomó estos entre sus grandes manos recreando un puñado, a continuación escogió una cualquiera para morder esta por su canto, cerciorándose de su validez y asintiendo finalmente satisfecho.
- Siempre podéis recular, no pensaba que fuerais tan supersticioso siendo quien sois. Un día vais a tener que explicarme las diferencias de un brujo y una bruja, os denoto tenso por ello y seguramente que tengáis una historia tras esa explicación que os demando. - Comentó guardando las monedas que mantenía en su diestra en un pequeño saquito atado su cinto, uno que parecía esconderse gracias a los pliegues que recreaban los ropajes del mesero, a penas se denotaba su existencia siempre y cuando fuese cubierto, el Licántropo retomó su verbo apoyando sus brazos poblados de un grueso pelo por encima de la barra e inclinándose hacia Vincent en confidencia.
- Eh, soy un mediador en esto, si queréis saber más del tema preguntadle a esa bruja, si no os convence... Siempre podéis regresar con vuestro anterior trabajo o con las manos vacías, así funcionan las cosas. - Gruñó antes de reclinarse una vez más a su posición inicial tras la barra de servicios, chasqueó sus dientes creando un sonido seco frunciendo algo su ceño, quizás no fuese del agrado de Logan algo que Vincent haya comentado pero tampoco le dio importancia centrándose de nuevo en sus labores o más bien, dando coba al cliente barbudo al no verle tan conforme, una pequeña distracción mientras el brujo decidió aproximarse a su cliente.
El interés de la mujer Dragón se enfocó en un momento de la conversación hacia el tabernero y Vincent, persiguiendo con la mirada a este último mientras se acercaba a la mesa donde se encontraba sentada. Para centrar toda su atención en el mismo, Rel cerró el libro que estaba leyendo con suavidad, apoyando una de sus garras encima de las curiosas cubiertas que lo envolvían, unas con grabados dorados, escritos en la lengua de los Dragones como cabe esperar y un gran ejemplar verde enroscado en su centro. Negó y asintió casi a modo confuso, una acción algo contradictoria cuando el hombre preguntó si podía sentarse, el nerviosismo de la mujer era notable pero no incómodo, esta dibujó una gran sonrisa con unos labios aún más quebrados que podían apreciarse cuando su testa ya no se encontraba cabizbaja, revelando los estigmas presentaba habitualmente. Sus ojos estaban abiertos de par en par con cierto brillo entusiasta en ellos, unos verdes y vivaces a excepción de su izquierdo, ambarino y reptiliano con su pupila contraída enmarcado por varias escamas color esmeralda que cubrían su perlado rostro afable, pues la discípulo al saber que su escolta se encontraba junto a ella para proseguir su viaje la llenó de júbilo y expectación.
- ¿Sois mi guía? Los dioses me sonríen, pensaba que iba a aguardar más tiempo del que esperaba. Os saludo gentil Vincent Calhoun, os estaba esperando con mucha impaciencia, podéis denominarme como Ensoñador pues así nos hacemos llamar. - La voz de la mujer resultaba ser suave y cantarina, que junto a su lento entonar resultaba casi una contraparte a su aspecto, como un vibrato agradable al oído.
- El mesero ha sido muy amable en ayudarme a encontraros, aunque no sé cuántos de estos Aeros precisáis para encauzar mi viaje, pues es al Sur a donde mis pasos se dirigen y en una peregrinación me hallo. - Su sonrisa no desaparecía al intentar explicarse, casi de forma acelerada mientras estrechaba su báculo contra su pecho con más fuerza, sus abalorios se agitaban de forma sutil mientras de vez en cuando alzaba su diestra para enfatizar sus palabras en gesticulaciones varias, desde luego sentía gran alegría por la presencia del brujo.
- Dedidme Vincent Calhoun, Guía de la luz ¿Qué puedo ofreceros a cambio de vuestra ayuda y experiencia en los caminos?. - Ladeó su rostro esperando una respuesta del brujo, haciendo bambolear su capucha, aunque casi de un espasmo parecía que había recordado algo más que añadir a este y prosiguió.
- Sur... Muy al Sur, todo lo que nos sea posible, ya que una vez no encontremos tierra que pisar tomaré otro rumbo, mi sendero no tiene un final exacto salvo el dictaminar de los dioses, no sé... Si tenéis alguna pregunta que realizar, no conozco estas tierras y preciso de vos si es posible. - Carraspeó dando por concluida su presentación inicial, traqueteando con sus falanges el mango de su bastón de ébano entretanto su alta figura se iba encorvando un poco tras su intempestivo saludo algo cohibido.
- ¿Me ayudaréis estimado? - Preguntó con un hilillo de voz brotado de sus labios casi como si de un murmullo se tratase.
Última edición por El Ensoñador el Sáb Jun 05 2021, 06:53, editado 1 vez
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Las personas daban importancia a muchas cosas. Muchas de ellas relacionadas con la victoria, el dinero o la fama. La reputación de un brujo mercenario era su moneda de cambio, ya se había escrito anteriormente por este narrador. Sin embargo, en esta ocasión no hablamos de eso, o mejor dicho, no solo de ello.
Los seres pensantes daban mucho valor al éxito y al logro. Era una victoria en sí mismo superar tu propia mortalidad para alcanzar aquello que parecía destinado a los elegidos de los dioses.
Por esa misma razón, esos mismos seres pensantes eran dados a la grandilocuencia, a la vanidad y la avaricia. A la ambición desmedida.
- ¿Su guía? - respondió a la joven. - Supongo que es una de las tantas cosas que puedo hacer por una tintineante suma de dinero-, terminó por decirle, antes de guiñarle un ojo.
Sí, las personas solían centrarse en el objetivo final, que, en muchos casos, distaba de toda ética o moral. Pero lo que solían obviar esas personas era el camino que debía seguirse para alcanzar los objetivos.
Los detalles. Los minúsculos detalles decían más de lo que un individuo quisiera decir de sí mismo. Inclusive si este no quería revelar demasiado de su persona, era imposible sellar lo que se podía desvelar con buscadas palabras herméticas, indumentaria y hasta un simple cruce de miradas. Pasaba con todo el mundo, incluso con el propio Vincent. Nadie estaba a salvo de ello.
- Bonito libro-, afirmó el brujo, con la mirada clavada sobre las letras doradas que destacaba sobre la encuadernación. - Ensoñador es un curioso apodo. Sobre todo teniendo en cuenta que sois una mujer. Del norte, imagino-, comentó, seguro de las probabilidades de ello. - Aunque es más curioso que parece una especie de título, de otro modo no lo tendría más de una persona como “apodo”-, dijo seguido, dándole especial énfasis a la palabra apodo que ya no creía ser tal; redibujando una media sonrisa en los labios mientras regresaba la mirada al que ya no era un casi insondable ventanal de oscuridad bajo su capucha.
Nadie estaba a salvo cuando enfrente había un hombre o mujer con las capacidades para destejer una tela de araña, con la misma facilidad con la que solo uno de aquellos hacedores de seda podría construir. Fijarse en los detalles, y más importante aún, saber qué significado real tenían esas pequeñas particularidades, no era algo con lo que se nacía. No venía en el interior de cada persona al nacer, abriéndose camino hacia la luz de la vida.
Saber mirar los detalles y conocer su significado se cultivaba como cualquier otra educación u oficio en la vida. Se aprendía viviendo.
- El mesero es un buen tipo, sin duda. No lo conozco de hace mucho, pero hay personas con las que no hay que estar mucho tiempo para saberlo-, contestó, apagando el brillo de la sorpresa en su mirada, tras ver el rostro de la muchacha. Después de todo, a un veterano mercenario que había caminado sobre el lodazal de las esperanzas rotas de los jóvenes guerreros atrapados en el fango de por vida, un rostro distinto a lo corriente no le afectaba demasiado. - Hacia el Sur tiene muchas posibilidades. El mundo no es tan corto como parecen en los mapas de tinta sobre telas apergaminadas-, afirmó afable, dedicándole a la dama una nueva sonrisa, si cabe, más franca que de costumbre.
Veterano mercenario. Ese era el adjetivo adecuado. La vida te enseñaba mucho si eras paciente y vivías lo suficiente. Solo así era como una persona podía llegar a descifrar los enigmas tras los pequeños detalles. Y aquella, amigos míos, era la única manera de saber caminar por el sendero que te llevaba de verdad hacia tus deseables objetivos.
La experiencia era el mayor y más firme buque para atravesar el agitado mar del futuro cercano, y no tan cercano. Aquello, que los hombres y mujeres en busca de grandes gestas desdeñaban cuando creían que sabían mucho, y solo eran demasiado jóvenes para entender lo poco que sabían.
- ¿Una peregrinación? - comentó, curioso por la palabra usada por la mujer. - Espero no pecar de insolente por mis palabras. Pero cuál es el motivo de su peregrinación, más allá de lo que suele ser obvio en una de ellas. ¿Necesitas ayuda con una maldición? -, dijo, sin tapujos, moviéndose levemente sobre su asiento, solo para acomodarse en mejor postura sobre este, e inclinando su torso sobre la madera de la mesa, con los antebrazos apoyados sobre ella. - Bastará con unas monedas. Soy un mercenario, no un ladrón, aunque todos crean que más o menos somos lo mismo-, manifestó menos serio, curvando su sonrisa para que su rostro adquiriese una forma lobuna y pícara por partes iguales. - Y yo soy un gentil caballero ¿no? No podría ser un ladrón-, terminó por decir, sin borrar la sonrisa que solía acompañarle hasta en los momentos más delicados y peligrosos.
«Norteña. Con escamas del color de la esperanza enmarcando su rostro. Y con algún interés en los antiguos dragones», pensó el brujo, precediendo una ampliación de su sonrisa ante tales pensamientos.
- No todos los días uno puede conocer a alguien tan cultivado como usted-, manifestó de repente, alargando la mano hacia el libro pero sin tocarlo. La joven notaría como el libro rebullía inquieto bajo el peso de su garra gracias al poder de la magia. - ¿Puedo? - preguntó, sin forzar más la situación con su magia, pues solo quería darle a la joven uno de esos magníficos y relevantes detalles, con el uso de su telequinesis. - Los arcanistas no hemos olvidado nuestro pasado. El pasado no se puede cambiar. El futuro no está escrito, salvo quizás por los dioses. El presente es lo único que tenemos para forjar nuestro destino-, le comentó, apoyando la mano sobre el firme madero de la mesa. - Pero solo a los que les importa la verdad atrapada en el pasado, pueden forjar un buen presente, para tener un buen futuro sin repetir los errores ya escritos, ¿no le parece? - afirmó afable, deseando saber de qué trataría aquel hermoso libro. - Oh, y por favor, no es necesario que me llame guía de la luz. Sólo soy un humilde mercenario en busca de una paga. Uno muy amable, pero solo mercenario aún así. Eso sí, no soy guía de luz pero bien que puedo iluminar su camino-, bromeó, antes de chasquear los dedos y provocar un corto fuego a su vera que no duró más que un instante, el mismo tiempo que duró una corta y suave risa que acompañó su chanza.
Esa era su vida. La vida que Vincent Calhoun había elegido con la guía de la experiencia. Y le encantaba.
- Por supuesto que la ayudaré. Pero, dígame, ¿hacia dónde iremos? ¿Necesita ir a mi tierra natal? Hechicería y política a cada paso sobre tierras isleñas. Allí no se aburre nadie, se lo aseguro, si es que se logra sobrevivir a la experiencia-, volvió a bromear, pero esta vez acompañó la broma con una risa más fuerte que antes y con mayor claridad. - Los brujos somos unos loquillos interesantes. No me lo podrá negar-, comentó en renovado tono afable, con igualmente gesto dibujado en el rostro. - Soy su hombre. Si necesita atravesar peligros en su viaje yo me encargaré de ellos. Si necesita hablar con algún erudito de la Academia de Magia también puedo ayudar con ello.
Los seres pensantes daban mucho valor al éxito y al logro. Era una victoria en sí mismo superar tu propia mortalidad para alcanzar aquello que parecía destinado a los elegidos de los dioses.
Por esa misma razón, esos mismos seres pensantes eran dados a la grandilocuencia, a la vanidad y la avaricia. A la ambición desmedida.
- ¿Su guía? - respondió a la joven. - Supongo que es una de las tantas cosas que puedo hacer por una tintineante suma de dinero-, terminó por decirle, antes de guiñarle un ojo.
Sí, las personas solían centrarse en el objetivo final, que, en muchos casos, distaba de toda ética o moral. Pero lo que solían obviar esas personas era el camino que debía seguirse para alcanzar los objetivos.
Los detalles. Los minúsculos detalles decían más de lo que un individuo quisiera decir de sí mismo. Inclusive si este no quería revelar demasiado de su persona, era imposible sellar lo que se podía desvelar con buscadas palabras herméticas, indumentaria y hasta un simple cruce de miradas. Pasaba con todo el mundo, incluso con el propio Vincent. Nadie estaba a salvo de ello.
- Bonito libro-, afirmó el brujo, con la mirada clavada sobre las letras doradas que destacaba sobre la encuadernación. - Ensoñador es un curioso apodo. Sobre todo teniendo en cuenta que sois una mujer. Del norte, imagino-, comentó, seguro de las probabilidades de ello. - Aunque es más curioso que parece una especie de título, de otro modo no lo tendría más de una persona como “apodo”-, dijo seguido, dándole especial énfasis a la palabra apodo que ya no creía ser tal; redibujando una media sonrisa en los labios mientras regresaba la mirada al que ya no era un casi insondable ventanal de oscuridad bajo su capucha.
Nadie estaba a salvo cuando enfrente había un hombre o mujer con las capacidades para destejer una tela de araña, con la misma facilidad con la que solo uno de aquellos hacedores de seda podría construir. Fijarse en los detalles, y más importante aún, saber qué significado real tenían esas pequeñas particularidades, no era algo con lo que se nacía. No venía en el interior de cada persona al nacer, abriéndose camino hacia la luz de la vida.
Saber mirar los detalles y conocer su significado se cultivaba como cualquier otra educación u oficio en la vida. Se aprendía viviendo.
- El mesero es un buen tipo, sin duda. No lo conozco de hace mucho, pero hay personas con las que no hay que estar mucho tiempo para saberlo-, contestó, apagando el brillo de la sorpresa en su mirada, tras ver el rostro de la muchacha. Después de todo, a un veterano mercenario que había caminado sobre el lodazal de las esperanzas rotas de los jóvenes guerreros atrapados en el fango de por vida, un rostro distinto a lo corriente no le afectaba demasiado. - Hacia el Sur tiene muchas posibilidades. El mundo no es tan corto como parecen en los mapas de tinta sobre telas apergaminadas-, afirmó afable, dedicándole a la dama una nueva sonrisa, si cabe, más franca que de costumbre.
Veterano mercenario. Ese era el adjetivo adecuado. La vida te enseñaba mucho si eras paciente y vivías lo suficiente. Solo así era como una persona podía llegar a descifrar los enigmas tras los pequeños detalles. Y aquella, amigos míos, era la única manera de saber caminar por el sendero que te llevaba de verdad hacia tus deseables objetivos.
La experiencia era el mayor y más firme buque para atravesar el agitado mar del futuro cercano, y no tan cercano. Aquello, que los hombres y mujeres en busca de grandes gestas desdeñaban cuando creían que sabían mucho, y solo eran demasiado jóvenes para entender lo poco que sabían.
- ¿Una peregrinación? - comentó, curioso por la palabra usada por la mujer. - Espero no pecar de insolente por mis palabras. Pero cuál es el motivo de su peregrinación, más allá de lo que suele ser obvio en una de ellas. ¿Necesitas ayuda con una maldición? -, dijo, sin tapujos, moviéndose levemente sobre su asiento, solo para acomodarse en mejor postura sobre este, e inclinando su torso sobre la madera de la mesa, con los antebrazos apoyados sobre ella. - Bastará con unas monedas. Soy un mercenario, no un ladrón, aunque todos crean que más o menos somos lo mismo-, manifestó menos serio, curvando su sonrisa para que su rostro adquiriese una forma lobuna y pícara por partes iguales. - Y yo soy un gentil caballero ¿no? No podría ser un ladrón-, terminó por decir, sin borrar la sonrisa que solía acompañarle hasta en los momentos más delicados y peligrosos.
«Norteña. Con escamas del color de la esperanza enmarcando su rostro. Y con algún interés en los antiguos dragones», pensó el brujo, precediendo una ampliación de su sonrisa ante tales pensamientos.
- No todos los días uno puede conocer a alguien tan cultivado como usted-, manifestó de repente, alargando la mano hacia el libro pero sin tocarlo. La joven notaría como el libro rebullía inquieto bajo el peso de su garra gracias al poder de la magia. - ¿Puedo? - preguntó, sin forzar más la situación con su magia, pues solo quería darle a la joven uno de esos magníficos y relevantes detalles, con el uso de su telequinesis. - Los arcanistas no hemos olvidado nuestro pasado. El pasado no se puede cambiar. El futuro no está escrito, salvo quizás por los dioses. El presente es lo único que tenemos para forjar nuestro destino-, le comentó, apoyando la mano sobre el firme madero de la mesa. - Pero solo a los que les importa la verdad atrapada en el pasado, pueden forjar un buen presente, para tener un buen futuro sin repetir los errores ya escritos, ¿no le parece? - afirmó afable, deseando saber de qué trataría aquel hermoso libro. - Oh, y por favor, no es necesario que me llame guía de la luz. Sólo soy un humilde mercenario en busca de una paga. Uno muy amable, pero solo mercenario aún así. Eso sí, no soy guía de luz pero bien que puedo iluminar su camino-, bromeó, antes de chasquear los dedos y provocar un corto fuego a su vera que no duró más que un instante, el mismo tiempo que duró una corta y suave risa que acompañó su chanza.
Esa era su vida. La vida que Vincent Calhoun había elegido con la guía de la experiencia. Y le encantaba.
- Por supuesto que la ayudaré. Pero, dígame, ¿hacia dónde iremos? ¿Necesita ir a mi tierra natal? Hechicería y política a cada paso sobre tierras isleñas. Allí no se aburre nadie, se lo aseguro, si es que se logra sobrevivir a la experiencia-, volvió a bromear, pero esta vez acompañó la broma con una risa más fuerte que antes y con mayor claridad. - Los brujos somos unos loquillos interesantes. No me lo podrá negar-, comentó en renovado tono afable, con igualmente gesto dibujado en el rostro. - Soy su hombre. Si necesita atravesar peligros en su viaje yo me encargaré de ellos. Si necesita hablar con algún erudito de la Academia de Magia también puedo ayudar con ello.
Vincent Calhoun
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Sus ojos a penas parpadeaban debido a la emoción que la discípulo sentía, una norteña a quien era bastante fácil endulzar su oído con promesas, más si era en la dirección hacia un mundo del cual no era muy conocedora. Rel asentía varias veces aún con sus labios curvados en una sonrisa a las palabras del brujo a la vez que respondía con entusiasmo a toda duda de este o simplemente encauzando la curiosa conversación que ambos estaban entrelazando, desde luego la mujer no mostraba reparo en hacerlo u ocultar información, de hecho procuraba ofrecer a este cuanto precisase.
- Creo tener Aeros para vos, vuestro trabajo será recompensado Vincent Calhoun, que no os quepa duda alguna, para mí no disponen de valor alguno salvo como vehículo, me es curiosa vuestra forma de trueque. - Reconoció entre tanto hundía sus garras en una de sus bolsas de tela, extrayendo de esta otra nueva pero aún más pequeña y que depositó en la mesa, tras ello abrió su contenido, liberando un cordel rojo con delicadeza que mantenía clausurada su entrada. Efectivamente, en su interior podría verse varias monedas o Aeros como se conocen coloquialmente, no demasiados pero era todo lo que Rel disponía, al menos en ese contenedor. Con toda la confianza del mundo Rel empujó un poco dicha bolsa hacia Vincent hasta dejarlo frente a su nuevo guía.
- Tomad lo que vuestro trabajo necesite, veo que tendré que ejercer alguna buena labor para ganarme estas monedas de trueque o pronto me quedaré sin ellas. - Realizó un amago jocoso aprovechando el momento, profiriendo una nueva risotada alentando a su buen humor.
- Así es Vincent Calhoun, somos Ensoñadores, nombre o título que portamos públicamente hacia extraños del exterior, otra costumbre que se me hizo extraña es que dierais los vuestros sin tapujos, nosotros sólo entregamos el verdadero a los más allegados, puesto que los nombres son una fuente importante de poder. - Explicó a la vez que su diestra bailoteaba en varias rotaciones como gesticulación al hablar, tic habitual en la mujer cuando se disponía a orar de forma pública pero que se extendía con las conversaciones más banales o individuales, costumbre que desde muy niña ya que fue inculcada en el noble arte de la oratoria y narración.
- Lo cierto es que no dispongo de mapas me temo como para poder seguir sus senderos y descuidad, no porto ninguna maldición o es algo contagioso, mi pueblo lo considera una señal o incluso bendición. - Una vez más hizo uso de la broma para restar importancia a su apariencia, negando con su diestra al brujo para transmitirle calma en este aspecto.
- Esta peregrinación está dirigida a los Antiguos y su palabra, como Ensoñador es mi deber transmitir su palabra, buena obra y fe a todos aquellos que necesiten ayuda o estén dispuestos a escuchar. El mundo es grande, lo sé, no por ello mi avance debe detenerse y llegaré a donde la voluntad de los dioses y mi destino esté escrito Vincent Calhoun, todos tenemos un papel en este mundo ¿No creéis? - Un respingo pudo darse en la mujer cuando aquel libro encuadernado en verdes tapas se tambaleó, fruto de la magia innata del brujo quien demostró parte de sus poderes al intentar atraer este objeto a voluntad, acción que hizo a Rel parpadear incrédula pero cediendo finalmente en un asentir.
- El saber no debería estar vetado a nadie con el don de la curiosidad, mas debo deciros que no está finalizado estimado, quizás un día podáis leerlo en su totalidad. - Cediendo a su petición, Rel retiró su garra del libro, liberándolo para que el brujo pudiera tomarlo entre sus manos y leerlo. Su aspecto, ahora si lo tuviera entre sus manos, era bastante humilde en cuanto a materiales se difiere aunque sus portadas si disponían de unos rebordes dorados junto a sus glifos correspondientes, cubriendo las portadas verdes que envolvían este tomo con el título mostrado como "El Sueño Interminable" y un gran Dragón verde en su centro. Una vez abierto, su entintado sería de un verde más vívido que el de sus portadas, incluso parecería emitir un ligero brillo, probablemente la mujer haya utilizado tinta mágica para escribirlo, eso sí, todo el libro en el idioma de los Dragones, que de ser conocedor Vincent de ella podría leerlo sin problemas pues la letra es bastante legible y limpia, casi como la de un escriba con experiencia.
- Sois el primer arcanista que conozco si os soy sincera, vuestros poderes son grandiosos y un resquicio del pasado que ya forma parte de nuestra historia, mas no me malinterpretéis, no hallo rencor con los errores de antaño pero quizás podamos mantenernos más estables con un futuro venidero en el cual todos formamos parte si no olvidamos y construimos... Aguardad, creo que acabo de decir lo mismo que vos. - Rio de forma nasal agitando sus hombros, a medida que la conversación avanzaba Rel se expresaba con más soltura y confianza, provocando que su postura, aquella encorvada y cohibida fruto de su inseguridad, se fuera irguiendo poco a poco en su propio asiento, denotando un poco más la destacada altura de la fémina.
- Oh ¿Os ha molestado? A veces los Ensoñadores ponemos títulos propios a conocidos, haciendo destacar a estos en nuestras historias, pues jamás olvidamos uno ofrecido. Sois mi antorcha y mi luz en mi viaje gentil Vincent Calhoun, es por ello que he decidido teneros en cuenta de tal forma, seáis quien seáis... Por todos los Antiguos ojalá pudiera hacer eso. - Intentó chasquear sus dedos imitando el truco que los dedos del brujo podían recrear de forma simple, pero estaba claro que con aquellas grandes garras le era imposible hacerlo, negando para sí aún sonriente mientras decidió reclinarse en su asiento para tomar una mejor postura, su gran báculo de ébano aún acompañaba a la mujer mientras esta le abrazaba con fuerza, como si de un objeto preciado se tratase, sus ojos aún seguían clavados en el hombre, con un brillo benévolo en ellos.
- Siendo un erudito de la Academia de Magia tal como afirmáis seguro que conocéis lugares asombrosos, lugares que estaría dispuesta a ir sin lugar a dudas ¿Disponéis de alguna sugerencia a parte de los caminos del Sur? Por cierto... Desconocía que hubiera una Academia para aquellos que controlan la magia, es... Interesante cuanto menos. - Tantas preguntas había en su mente que no supo por donde comenzar o incluso a donde ir con aquel guía salvo dejarse llevar en esa dirección y que sea el mismo destino quien dicte su sendero, no estaría mal conocer las opiniones del brujo si es que este sabía otros lugares a los cuales asistir.
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El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
El brujo no pudo encontrar mayor felicidad en la decisión de la dama, cuando esta le dio permiso para tomar y ojear el libro. Un tomo que no tardó en flotar por el aire hasta llegar hasta las manos del rubio sureño, y que, en cuanto estuvo en su poder, acarició con delicadeza como solía hacer con todo nuevo conocimiento que llegaba hasta sus manos.
El tomo era sencillo pero, a ojos del mercenario, elegante. A priori, el buen veterano guerrero había pensado que se trataba de algún libro antiguo, quizás leyendas o historia de la raza norteña, más la explicación de la mujer no podría haber sido más acertada, cuando el brujo pudo comprobar con sus propios ojos que se trataba de una obra en construcción.
- Qué interesante-, contestó a la norteña, con su mirada deslizándose sobre las letras del prólogo. Con la devoradora ansia del curioso aprendiz. - Así que, según este escrito. ¿Sois una predicadora de la palabra de los ancestrales Dragones? - preguntó, alzando la mirada para posarla sobre el esmeralda y ámbar, de los iris de su interlocutora.
«Fascinante», pensó el brujo. Pues muchos eran conocedores de los antiguos dragones, más, no todos sabían del tema más allá de leyendas, incluso en el propio Norte.
- Descuidad. Hay más que suficiente para pagar mis emolumentos-, respondió a la joven, dedicándole una renovada y tranquilizadora sonrisa. - Soy bueno en mi trabajo. No caro-, bromeó, ampliando la sonrisa con picardía. - Aunque no paráis de despertar mi curiosidad. En el Norte también se usan los Aeros. ¿Dónde os criasteis para que sean algo novedoso en el arte del trueque?
Por lo demás, el brujo no tocó ninguna de las monedas que la joven depositó sobre la mesa. Era un mercenario, pero uno honrado, al fin y al cabo. Su misión y trabajo aún no habían comenzado. Ya tendría tiempo de pedirle un adelanto del salario cuando partieran de la aldea de lobos, y de completar dicho pago cuando llegaran a buen puerto.
- Ensoñadores. Curioso título. He estado muchas veces en el norte y nunca lo había escuchado-, mentó, dejando caer su mirada otra vez sobre el manuscrito. - ¿Viven aislados de la capital? - afirmó, más que preguntó, pues solo podía existir una razón por la que la dama no conociera la moneda que daba “valor” a las cosas.
El mercenario de dorados cabellos dejó que la joven se explicara, y que le contara sobre todo lo que le había preguntado anteriormente, así como las razones para su peculiar aventura en tierras sureñas; mientras él seguía leyendo aquel interesante relato de tinta sobre hoja.
- Conozco a una dragona que vivía apartada de la sociedad, junto a su clan o familia-, tiró de memoria, sin recordar la exactitud. - Más, vos sois toda una dama letrada. Mi conocida no sabe tanto del mundo exterior, o sabía, para ser exactos-, terminó por decir, cerrando el tomo y haciendo que volara con suavidad hacia la norteña. Haciéndolo girar sobre el aire para que la portada del libro se mostrara de cara a ella, al mismo tiempo que él apoyaba su mentón sobre su mano de brazo con codo apoyado sobre madera. - Es un relato muy interesante. He aprendido bastante-, comentó, sonrisa afable sobre el rostro. - No puedo esconder mi deseo de leer el siguiente capítulo-, manifestó, cambiando de postura, e inclinando su cuerpo un poco hacia adelante.
En dicha postura, el brujo escuchó las palabras que tenía que mentar la dama, y recobró una posición erguida sobre la silla, apoyando nuevamente la espalda contra el respaldo, en cuanto la mujer terminó de hablar.
- Quizás sea el primer arcanista que conocéis, pero, sin duda, sabéis lo que es la tinta mágica-, comentó socarrón. - Y descuida. Os entiendo perfectamente. Por eso me interesa la historia desde que era un mozalbete perdido entre pasillos llenos de magia. Los efectos mágicos pueden encandilar a un niño, sobre todo a los pequeños humanos que no la suelen tener tan cercana como los pequeños brujitos, más a mí siempre me importó también otras cosas con su particular consistencia y valor. Pese a que un libro de historia no deslumbre tanto como unas bonitas explosiones mágicas en el cielo, para mí tiene un peso importante-, le explicó un poco de sí mismo con aquel corto relato. - Y no, no os preocupéis. No me habéis molestado. En absoluto. Simplemente por estas tierras sí somos más ligeros a la hora de dar nuestros nombres de nacimiento, y, bueno, no sé si soy merecedor de ese título lleno de confianza que habéis depositado en mí. Digamos que solo soy un simple brujo, que cumple con sus deberes.
De aquello Vincent había sacado algo bastante en claro. La dama tenía una capa de significativa belleza sobre cada poro o escama de su cuerpo, como el olor característico de una obra de arte en óleo. Algo que no sabía determinar, hasta ahora. Y es que la muchacha era un tanto confiada. Tenía esa belleza propia del alma pura que no se ha visto atormentada por el cruel mundo que la rodeaba, por las ambiciones desmedidas y los intereses egoístas de los seres que pululaban por Aerandir y solían convertir a todo soldado, guerrero y veterano, en un ser cínico.
- Sí, algunos hombres y mujeres valoramos las verdaderas cosas que importan en esta vida-, le dijo, un tanto críptico, antes de mostrar una afable sonrisa. - Pero, no quiero desviarme más. Iba a preguntaros vuestro nombre, más como habéis dicho que es tan importante para vos, si no os importa, os mentaré como La Ensoñadora, o Soñadora. Cómo más os guste, dama del Norte-, terminó por decirle.
En esos instantes, el mercenario oriundo del sur caviló sobre los deseos de la dama y se acarició el mentón.
- No os preocupéis. Yo conozco la zona y tengo mapas por si queréis ojearlos. Así podréis pensar en más sitios a los que ir-, contestó, aunque no tardó en hacer sus propios aportes. - ¿No conocéis la Academia de Magia? Es bastante famosa, incluso cuando era complicado asistir a ella para personas extranjeras-. De todos modos, aquello no era raro, si la joven no conocía tampoco la moneda común. - Erudito creo que son palabras mayores-, dijo, antes de reír con suavidad. - Pero mis padres fueron profesores en ella, y yo un… ¿alumno prometedor?
El brujo había pensado en decir: un distinguido miembro de la academia. Más, tampoco hacía falta comentarlo. Pues como a la mujer se le ocurriera mentarle en el colegio de magia como una enviada o amiga del distinguido Vincent, seguro que alguien osaría decir… Damas y caballeros, por amante de la historia que fuese el buen mercenario, habían relatos que para él estaban mejor ocultos y enterrados. Sobre todos aquellos que hablaban de un chico rebelde, osado en palabra y... un tanto ligero con las damas bonitas o simpáticas de su escuela.
Vincent tosió, en cuanto se dio cuenta que había quedado embobado mientras pensaba en sus tiempos pasados.
- No importa. Lo que sea. Alumno prometedor. Guapo rubiales. El caso es que estudié allí y conozco a gente. No será problema llevarlas hasta allí y que recabe información en la multitud de libros de los que disponen-, le dijo finalmente. - Sin embargo, ya que estamos en el continente, y se puede decir que nos pilla de paso, creo que debería ir primero a la Biblioteca de Lunargenta. Allí tienen un impresionante tesoro de sabiduría. Más adelante, podríamos tomar un barco hasta las islas-, le aconsejó, renovando su amable sonrisa por enésima vez.
El tomo era sencillo pero, a ojos del mercenario, elegante. A priori, el buen veterano guerrero había pensado que se trataba de algún libro antiguo, quizás leyendas o historia de la raza norteña, más la explicación de la mujer no podría haber sido más acertada, cuando el brujo pudo comprobar con sus propios ojos que se trataba de una obra en construcción.
- Qué interesante-, contestó a la norteña, con su mirada deslizándose sobre las letras del prólogo. Con la devoradora ansia del curioso aprendiz. - Así que, según este escrito. ¿Sois una predicadora de la palabra de los ancestrales Dragones? - preguntó, alzando la mirada para posarla sobre el esmeralda y ámbar, de los iris de su interlocutora.
«Fascinante», pensó el brujo. Pues muchos eran conocedores de los antiguos dragones, más, no todos sabían del tema más allá de leyendas, incluso en el propio Norte.
- Descuidad. Hay más que suficiente para pagar mis emolumentos-, respondió a la joven, dedicándole una renovada y tranquilizadora sonrisa. - Soy bueno en mi trabajo. No caro-, bromeó, ampliando la sonrisa con picardía. - Aunque no paráis de despertar mi curiosidad. En el Norte también se usan los Aeros. ¿Dónde os criasteis para que sean algo novedoso en el arte del trueque?
Por lo demás, el brujo no tocó ninguna de las monedas que la joven depositó sobre la mesa. Era un mercenario, pero uno honrado, al fin y al cabo. Su misión y trabajo aún no habían comenzado. Ya tendría tiempo de pedirle un adelanto del salario cuando partieran de la aldea de lobos, y de completar dicho pago cuando llegaran a buen puerto.
- Ensoñadores. Curioso título. He estado muchas veces en el norte y nunca lo había escuchado-, mentó, dejando caer su mirada otra vez sobre el manuscrito. - ¿Viven aislados de la capital? - afirmó, más que preguntó, pues solo podía existir una razón por la que la dama no conociera la moneda que daba “valor” a las cosas.
El mercenario de dorados cabellos dejó que la joven se explicara, y que le contara sobre todo lo que le había preguntado anteriormente, así como las razones para su peculiar aventura en tierras sureñas; mientras él seguía leyendo aquel interesante relato de tinta sobre hoja.
- Conozco a una dragona que vivía apartada de la sociedad, junto a su clan o familia-, tiró de memoria, sin recordar la exactitud. - Más, vos sois toda una dama letrada. Mi conocida no sabe tanto del mundo exterior, o sabía, para ser exactos-, terminó por decir, cerrando el tomo y haciendo que volara con suavidad hacia la norteña. Haciéndolo girar sobre el aire para que la portada del libro se mostrara de cara a ella, al mismo tiempo que él apoyaba su mentón sobre su mano de brazo con codo apoyado sobre madera. - Es un relato muy interesante. He aprendido bastante-, comentó, sonrisa afable sobre el rostro. - No puedo esconder mi deseo de leer el siguiente capítulo-, manifestó, cambiando de postura, e inclinando su cuerpo un poco hacia adelante.
En dicha postura, el brujo escuchó las palabras que tenía que mentar la dama, y recobró una posición erguida sobre la silla, apoyando nuevamente la espalda contra el respaldo, en cuanto la mujer terminó de hablar.
- Quizás sea el primer arcanista que conocéis, pero, sin duda, sabéis lo que es la tinta mágica-, comentó socarrón. - Y descuida. Os entiendo perfectamente. Por eso me interesa la historia desde que era un mozalbete perdido entre pasillos llenos de magia. Los efectos mágicos pueden encandilar a un niño, sobre todo a los pequeños humanos que no la suelen tener tan cercana como los pequeños brujitos, más a mí siempre me importó también otras cosas con su particular consistencia y valor. Pese a que un libro de historia no deslumbre tanto como unas bonitas explosiones mágicas en el cielo, para mí tiene un peso importante-, le explicó un poco de sí mismo con aquel corto relato. - Y no, no os preocupéis. No me habéis molestado. En absoluto. Simplemente por estas tierras sí somos más ligeros a la hora de dar nuestros nombres de nacimiento, y, bueno, no sé si soy merecedor de ese título lleno de confianza que habéis depositado en mí. Digamos que solo soy un simple brujo, que cumple con sus deberes.
De aquello Vincent había sacado algo bastante en claro. La dama tenía una capa de significativa belleza sobre cada poro o escama de su cuerpo, como el olor característico de una obra de arte en óleo. Algo que no sabía determinar, hasta ahora. Y es que la muchacha era un tanto confiada. Tenía esa belleza propia del alma pura que no se ha visto atormentada por el cruel mundo que la rodeaba, por las ambiciones desmedidas y los intereses egoístas de los seres que pululaban por Aerandir y solían convertir a todo soldado, guerrero y veterano, en un ser cínico.
- Sí, algunos hombres y mujeres valoramos las verdaderas cosas que importan en esta vida-, le dijo, un tanto críptico, antes de mostrar una afable sonrisa. - Pero, no quiero desviarme más. Iba a preguntaros vuestro nombre, más como habéis dicho que es tan importante para vos, si no os importa, os mentaré como La Ensoñadora, o Soñadora. Cómo más os guste, dama del Norte-, terminó por decirle.
En esos instantes, el mercenario oriundo del sur caviló sobre los deseos de la dama y se acarició el mentón.
- No os preocupéis. Yo conozco la zona y tengo mapas por si queréis ojearlos. Así podréis pensar en más sitios a los que ir-, contestó, aunque no tardó en hacer sus propios aportes. - ¿No conocéis la Academia de Magia? Es bastante famosa, incluso cuando era complicado asistir a ella para personas extranjeras-. De todos modos, aquello no era raro, si la joven no conocía tampoco la moneda común. - Erudito creo que son palabras mayores-, dijo, antes de reír con suavidad. - Pero mis padres fueron profesores en ella, y yo un… ¿alumno prometedor?
El brujo había pensado en decir: un distinguido miembro de la academia. Más, tampoco hacía falta comentarlo. Pues como a la mujer se le ocurriera mentarle en el colegio de magia como una enviada o amiga del distinguido Vincent, seguro que alguien osaría decir… Damas y caballeros, por amante de la historia que fuese el buen mercenario, habían relatos que para él estaban mejor ocultos y enterrados. Sobre todos aquellos que hablaban de un chico rebelde, osado en palabra y... un tanto ligero con las damas bonitas o simpáticas de su escuela.
Vincent tosió, en cuanto se dio cuenta que había quedado embobado mientras pensaba en sus tiempos pasados.
- No importa. Lo que sea. Alumno prometedor. Guapo rubiales. El caso es que estudié allí y conozco a gente. No será problema llevarlas hasta allí y que recabe información en la multitud de libros de los que disponen-, le dijo finalmente. - Sin embargo, ya que estamos en el continente, y se puede decir que nos pilla de paso, creo que debería ir primero a la Biblioteca de Lunargenta. Allí tienen un impresionante tesoro de sabiduría. Más adelante, podríamos tomar un barco hasta las islas-, le aconsejó, renovando su amable sonrisa por enésima vez.
Vincent Calhoun
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Congratulada estuvo la discípulo cuando advirtió la fascinación en los ojos del brujo, una que reflejaba el deleite de la lectura, pero sobre todo el saber mismo del propio lenguaje escrito, que no muchos eran conocedores a excepción de eruditos como bien ha remarcado al ser un aprendiz de la mencionada y afamada Academia de Magia, tema del cual la mujer se había interesado nada más ser pronunciada.
- Así es Vincent Calhoun, a donde nos lleve el destino y voluntad, pues nuestra voz será alzada para otros, siempre y cuando deseen escuchar por supuesto. Unos como vos mismo parecéis interesados mas no otros serán más receptivos como cabe esperar. - Explicó con calma desde una cómoda posición más abierta hacia su interlocutor, no cerrándose a este como en un inicio. Sus manos bailaban al ritmo de su suave entonar mientras que sus grandes y dispares ojos permanecían sobre el aventurero con un brillo al que podríamos denominar como uno bastante entusiasta, más en aquellas partes en las que Vincent habló sobre sí mismo y algunos fragmentos de su pasado.
- Vivimos en la más absoluta austeridad y aislados de aquellos que moran este mundo, nuestro pueblo queda oculto hasta que sus hijos puedan explorarlo y valorarlo durante el tiempo que perdure su peregrinación. A veces muchos no regresan, quizás hallando algo realmente valioso que les hace quedarse o quizás el infortunio les haya alcanzado, otros lo hacen y son recibidos con júbilo por parte de la comunidad, compartiendo con estos sus experiencias y enriquecimiento espiritual. - Retomó de nuevo su verbo a entre tanto extendía una de sus garras para sostener la pequeña bolsa de Aeros, anudando el cordel que le permitía cerrarla, pinzando esta con sumo cuidado con ayuda de sus dedos.
- Jamás hemos usado estas monedas, aunque sí es cierto que los Venerables y el pueblo nos obsequian con regalos varios como ayuda antes del viaje previsto, ellos en antaño sí viajaron por todo el mundo y ya son conocedores de los Aeros y su uso en Aerandir, todo lo contrario que los jóvenes aspirantes. Una vez que alcanzamos la mayoría de edad y estamos listos, abandonamos a los Odæi y obtenemos el título de Ensoñadores... Descuidad, podéis denominarme como más cómodo os sintáis. - Alzó un poco su propio báculo de mano en un ademán por destacar a este un tanto, uno de madera oscura, para ser más exactos de ébano, con un orbe o mineral de color esmeralda que era atrapado por algunas enredaderas que la propia madera recreaba a su al rededor.
- Este fue un presente de mi pueblo en general, cada elemento con el que está fabricado proviene de nuestras tierras y encierra un poder especial que tiempo al tiempo cada Ensoñador canalizará. - Se encogió de hombros tras mostrar ese pequeño orgullo por tal presente adquirido, quizás percatándose de que se ha explayado demasiado en su entusiasmo por enseñar parte de su cultura a un extraño.
- Somos archivistas, eruditos y escribas de la cultura que hace mención a los Antiguos y su dogma Vincent Calhoun, debo confesaros que a penas conozco más allá de este saber al igual que vuestra conocida, aunque siento curiosidad sobre vuestra mencionada. Si habéis leído bien mi escrito, veréis que hay muchos pueblos dispersados en el Norte y parte de ellos incluso desconocidos. ¿Por casualidad no sabréis el nombre de su pueblo? - Por muy aislados que los Odæi estuvieran, a veces sí se hacían trueques con otros pueblos cercanos con los que comparten lazo, después de todo su pueblo comerciaba con artesanías, como por ejemplo el lino y su manifactura inicial con la cual recreaban sus túnicas ceremoniales.
- Vuestras palabras son muy amables, prometido queda que seréis el primero en leer el siguiente capítulo de nuestra historia. - Concedió en un leve asentir agradecido, cuando el tomo regresó a su vera, Rel lo sostuvo con ambas manos hasta retenerlo en su pecho como si estrechara este y nuevamente hizo que regresase a una de sus bolsas de tela que portaba siempre con ella, actuando de un modo parsimonioso y tranquilo.
- Oh la tinta... Bueno, como escriba disponemos de un poco inicialmente pero no demasiado como para finalizar una obra completa, probablemente tenga que abastecerme de más. - Ambas garras sostenían su báculo en constantes traqueteos sonoros que ejercía sobre la madera de esta cuando se extendían pausas demasiado largas, un leve tic al no saber qué decir pero pronto desaparecía cuando quedaba absorta en las palabras del brujo y su breve anécdota.
- ¿Quién no siente fascinación por la luz o el poder? Sonaré cual infante al decir esto como bien decís, pero creo que podría estar encandilada con esas explosiones mágicas que describís y... ¡Oh! ¡Vincent Calhoun! ¡Tengo una idea maravillosa! - Casi dejándose llevar por su júbilo ante una espontaneidad, la mujer Dragón abrió sus ojos de par en par casi haciendo intención de levantarse dejando atrás la calma que envolvía a la sacerdotisa, inclinándose hacia el brujo aún más y haciendo temblar la mesa situada entre ambos debido a un golpe sonoro que una de sus garras había acometido contra esta, lo que provocó que Logan, el tabernero frunciera su ceño en su dirección y que Rel volviera a encogerse y enfocar su palma en disculpa para serenarse y continuar tras un leve carraspeo.
- Llevadme estimado a dicha Academia de Magia, a cambio os llevaré a nuestro pueblo y solicitaré, si es posible, que me acompañéis al Salón sagrado, nuestra Biblioteca propia junto a los archivistas quienes lo custodian y velan. ¿No sería un intercambio fructífero de dos mundos? O eso creo, desde mi perspectiva ardo en el conocimiento variado y había pensado que podría resultaros de interés como lo es para mí. ¿Qué os parece? Sería ciertamente un camino a recorrer bastante largo, os advierto, bueno dos viajes para ser más precisos... - Rel incluso torcía sus labios quebrados de un lado a otro pensante, adelantándose a la decisión que tomase Vincent, como si estuviera planificando el tiempo de regreso o los problemas que podrían tener, incluyendo los Aeros para mantener al brujo con ella.
- Lugargenta también es de mi interés, oh si pudiéramos hacer dichos viajes, todos a ser posible... Creo que peco de acaparadora, pero no puedo evitarlo estimado. - Murmuró entre alguna que otra pequeña risa que hacían resaltar sus dientes, donde extrañamente no había ninguna formación dracónica, al menos no de momento, desvelando un aire travieso por tal comentario. Pero tal como ya mencionó Rel, en ciertos aspectos y momentos, la discípulo desvelaba un comportamiento algo infantil e ingenuo al depositar su confianza, simplemente Vincent había logrado obtenerla.
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Aquel dato que había aportado la norteña era más que significativo para un hombre con su experiencia, porque si algo le había enseñado la vida al buen mercenario, es que, por lo general, la gente daba mucha importancia a la libertad. A su propia libertad, por supuesto.
- Siempre y cuando quieran escuchar-, repitió las palabras de la mujer, para luego colocar un dedo sobre sus labios en pensativa pose. - ¿Seguro que usted es de este mundo? - preguntó serio, clavando la mirada sobre la dama, para después desdibujar su seriedad con una sonrisa. - Normalmente, los que quieren compartir con los demás su interés por una creencia suelen ser más… directos en su manera de actuar. Por decirlo con suavidad.
Y es que era bien sabido que cuando la única libertad que importaba era la propia, la imposición se volvía ley.
- No, no todos lo serán-. Estuvo de acuerdo con la dragona. - Pero otros tantos la escucharán de buen grado. Aunque sea para tener una nueva visión del mundo que los rodea y pensar sobre ello.
El brujo estaba ante toda una eminencia de civismo, y ello sumado al relato de su pueblo y costumbres, hacían cavilar al veterano guerrero sobre lo consciente que sería la mujer sobre ello.
- Archivista, erudito y escriba son bonitos oficios-, respondió con franqueza, como apunte, dejando que la dama siguiera contando la historia. - Lo he leído y me parece una hermosa puerta a la cultura norteña. Estos libros que cuentan de primera mano cómo se viven en otros lados es, en mi opinión. un tesoro que todos deberíamos valorar más-, dijo cuando la dama terminó su relato. - Para muchos, mi viaje por Aerandir comenzó el día que me subí por primera vez a un barco rumbo al continente. La realidad es que comenzó el primer día que leí un libro como el suyo.
Para el sureño era fascinante encontrar a una nueva persona que realizaba escritos como aquellos que siempre fueron su más fiel compañero durante su infancia.
- Me temo que no sé demasiado-, comentó con respecto a su conocida. - Sé que su familia o pueblo se criaba en las montañas, en cuevas. Pero claro, eso no debe decir mucho por la orografía de la zona-, bromeó con lo último, antes de reír con suavidad. - Ella no sabía tanto del resto de habitantes de Aerandir, ni siquiera de los norteños, así que imagino que su pueblo se mantenía aún más aislado que el vuestro. Sin embargo, seguro que es probable que hicieran trueque con otras aldeas o familias. Es posible que los conozca-, aseveró por mera posibilidad, más sin poder saber si su hipótesis sería cierta.
En cualquier caso, la gran animosidad que anidó en el corazón de la interlocutora del brujo no pasó desapercibida para este. Cómo si tal exposición de energía pudiera ser ignorada.
- Tranquila, tranquila-, comentó divertido. - Podemos ir a todos esos lugares. Desde aquí el camino más rápido es tomar un barco en el puerto e ir hacia las islas. Pero es muy raro que alguno vaya directo al archipiélago sin hacer escala en Lunargenta. Y de todos modos, si también tiene interés en visitar Lunargenta, nos interesa todo lo contrario y tomar una nave que atraque en la ciudad humana-, explicó más serio. - La manera más sencilla de visitar ambos lugares es esa-, terminó por decir, marcando una sonrisa en los labios. - Más barato es ir a pie hasta Lunargenta y tomar el barco a las islas allí, una vez lleguemos. En ambos casos Lunargenta es el destino apropiado.
El rubio amplió la sonrisa y miró de soslayo al hombre que había requerido sus servició antes de escapar a toda velocidad hacia el mesero.
«Este figura quería acostarse con mujeres de otro mundo. Creo que me ha salido bien la operación: Huye por tu salud mental»
Vincent tras tal pensamiento miró de nuevo hacia la norteña, y algunas ideas se cruzaron por su mente cuando rememoró instantes antes, cuando le había parecido una mujer de otro planeta por su excelso civismo. Lo cierto es que no solo lo parecía por su bondadosa mentalidad…
- Uy, cómo pasa el tiempo-, dijo de improviso. - Podríamos proseguir esta conversación en otros lugares mientras iniciamos los preparativos para el viaje-, comentó seguido. - Sí, claro señorita. No será problema para mí escoltarla a Vulwulfar, como ya le había prometido-, afirmó en un tono más alto, buscando que el tipo de la otra mesa lo escuchara y pensara que iba hacia otro lado.
El buen mercenario comprobó la reacción del tipo, otra vez con el rabillo del ojo, y sonrió por haber estado despierto.
- Descuide, si quiere ir a Vulwulfar también la llevaré. Pero digamos que eso era algo que debía decir-, susurró a la joven, con simpática expresión en el rostro, para después levantarse de su asiento y acercarse a ella. - Qué me dice. Por tierra o por mar. Caravana, soledad por los bosques o barcos llenos de ilusiones hechas carne y hueso. Cada viaje tiene sus ventajas, sus inconvenientes y sus historias esperándonos-, comentó animado, estirando y cediendo su diestra mano para ayudar a la norteña a levantarse. - Pero cada uno de ellos necesita unos preparativos distintos. Un pasaje, comida…-. Se encogió de hombros. - Y mientras preparamos todo podría contarme más sobre los Odæi. Ese báculo es un presente al que tenéis gran estima- aseveró, lleno de curiosidad. - ¿Qué significa convertirse en Ensoñador? Más allá de lo obvio, del viaje propiamente dicho.
- Siempre y cuando quieran escuchar-, repitió las palabras de la mujer, para luego colocar un dedo sobre sus labios en pensativa pose. - ¿Seguro que usted es de este mundo? - preguntó serio, clavando la mirada sobre la dama, para después desdibujar su seriedad con una sonrisa. - Normalmente, los que quieren compartir con los demás su interés por una creencia suelen ser más… directos en su manera de actuar. Por decirlo con suavidad.
Y es que era bien sabido que cuando la única libertad que importaba era la propia, la imposición se volvía ley.
- No, no todos lo serán-. Estuvo de acuerdo con la dragona. - Pero otros tantos la escucharán de buen grado. Aunque sea para tener una nueva visión del mundo que los rodea y pensar sobre ello.
El brujo estaba ante toda una eminencia de civismo, y ello sumado al relato de su pueblo y costumbres, hacían cavilar al veterano guerrero sobre lo consciente que sería la mujer sobre ello.
- Archivista, erudito y escriba son bonitos oficios-, respondió con franqueza, como apunte, dejando que la dama siguiera contando la historia. - Lo he leído y me parece una hermosa puerta a la cultura norteña. Estos libros que cuentan de primera mano cómo se viven en otros lados es, en mi opinión. un tesoro que todos deberíamos valorar más-, dijo cuando la dama terminó su relato. - Para muchos, mi viaje por Aerandir comenzó el día que me subí por primera vez a un barco rumbo al continente. La realidad es que comenzó el primer día que leí un libro como el suyo.
Para el sureño era fascinante encontrar a una nueva persona que realizaba escritos como aquellos que siempre fueron su más fiel compañero durante su infancia.
- Me temo que no sé demasiado-, comentó con respecto a su conocida. - Sé que su familia o pueblo se criaba en las montañas, en cuevas. Pero claro, eso no debe decir mucho por la orografía de la zona-, bromeó con lo último, antes de reír con suavidad. - Ella no sabía tanto del resto de habitantes de Aerandir, ni siquiera de los norteños, así que imagino que su pueblo se mantenía aún más aislado que el vuestro. Sin embargo, seguro que es probable que hicieran trueque con otras aldeas o familias. Es posible que los conozca-, aseveró por mera posibilidad, más sin poder saber si su hipótesis sería cierta.
En cualquier caso, la gran animosidad que anidó en el corazón de la interlocutora del brujo no pasó desapercibida para este. Cómo si tal exposición de energía pudiera ser ignorada.
- Tranquila, tranquila-, comentó divertido. - Podemos ir a todos esos lugares. Desde aquí el camino más rápido es tomar un barco en el puerto e ir hacia las islas. Pero es muy raro que alguno vaya directo al archipiélago sin hacer escala en Lunargenta. Y de todos modos, si también tiene interés en visitar Lunargenta, nos interesa todo lo contrario y tomar una nave que atraque en la ciudad humana-, explicó más serio. - La manera más sencilla de visitar ambos lugares es esa-, terminó por decir, marcando una sonrisa en los labios. - Más barato es ir a pie hasta Lunargenta y tomar el barco a las islas allí, una vez lleguemos. En ambos casos Lunargenta es el destino apropiado.
El rubio amplió la sonrisa y miró de soslayo al hombre que había requerido sus servició antes de escapar a toda velocidad hacia el mesero.
«Este figura quería acostarse con mujeres de otro mundo. Creo que me ha salido bien la operación: Huye por tu salud mental»
Vincent tras tal pensamiento miró de nuevo hacia la norteña, y algunas ideas se cruzaron por su mente cuando rememoró instantes antes, cuando le había parecido una mujer de otro planeta por su excelso civismo. Lo cierto es que no solo lo parecía por su bondadosa mentalidad…
- Uy, cómo pasa el tiempo-, dijo de improviso. - Podríamos proseguir esta conversación en otros lugares mientras iniciamos los preparativos para el viaje-, comentó seguido. - Sí, claro señorita. No será problema para mí escoltarla a Vulwulfar, como ya le había prometido-, afirmó en un tono más alto, buscando que el tipo de la otra mesa lo escuchara y pensara que iba hacia otro lado.
El buen mercenario comprobó la reacción del tipo, otra vez con el rabillo del ojo, y sonrió por haber estado despierto.
- Descuide, si quiere ir a Vulwulfar también la llevaré. Pero digamos que eso era algo que debía decir-, susurró a la joven, con simpática expresión en el rostro, para después levantarse de su asiento y acercarse a ella. - Qué me dice. Por tierra o por mar. Caravana, soledad por los bosques o barcos llenos de ilusiones hechas carne y hueso. Cada viaje tiene sus ventajas, sus inconvenientes y sus historias esperándonos-, comentó animado, estirando y cediendo su diestra mano para ayudar a la norteña a levantarse. - Pero cada uno de ellos necesita unos preparativos distintos. Un pasaje, comida…-. Se encogió de hombros. - Y mientras preparamos todo podría contarme más sobre los Odæi. Ese báculo es un presente al que tenéis gran estima- aseveró, lleno de curiosidad. - ¿Qué significa convertirse en Ensoñador? Más allá de lo obvio, del viaje propiamente dicho.
Vincent Calhoun
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Varias risotadas joviales se escucharon por parte de la sacerdotisa, el sentido humorístico del caballero gentil Vincent hacían rebosar de confianza la nublada inseguridad que en un principio eclipsaba con su indumentaria. Rel apreció este comportamiento amigable hacia ella y eso desencadenó en que correspondiera de un modo afable por igual, encontrar a un alma bondadosa era siempre un tesoro del cual prestar atención y muy pronto la mujer dedicó al carismático brujo varias respuestas sin perder un ápice su sonrisa.
- Eso creo Vincent Calhoun, de no serlo mi propósito quedaría en vano en este mundo. Los dioses nos susurran y actuamos bajo sus designios, aquellos donde unos benefactores padres aman a sus hijos desde sus inicios y eso queremos mostrar. No somos señores de la guerra para imponer tal pensamiento, un mensajero tiende dicha correspondencia enviada, podéis tomarla y leerla o desecharla, en cualquiera de los dos casos es aceptable. Así que si lo pensáis... Vaya, los Antiguos han debido de elegiros bien, todo tiene un por qué y aquí nos hallamos, han sido generosos al poneros en mi sendero. - El libre albedrío pensarían otros, mas Rel en su mente recreaba una escena muy diferente y es que durante su peregrinación no sólo se toparía con extraños y hostiles seres, pues el mundo era un lugar muy heterogéneo donde la disparidad estaba presente y la intervención de los dioses, sea o no su deseo, alteraban un tanto los hilos del destino, bien poniéndola a prueba u ofreciendo a la mujer un poco de ayuda y voluntad, impulsados por una fe ciega y férrea que favorecía su fiel convencimiento.
"Gracias Vincent Calhoun..."
- Quizás el mundo merezca saber vuestra historia ¿No os parece? Otros apreciarían hacerlo, puedo asegurároslo, un libro es una puerta que abre fronteras, no literalmente pero sí de aquí. - Palmeó con suavidad su plexo con una de sus garras, indicando la parte situada en su corazón haciendo mención a este o más bien al alma como denominaban al individuo. Unos cuantos tintineos se escucharon al entrechocar de algunos abalorios, colgantes que adornaban su cuello por debajo de su túnica probablemente.
- Todos tememos a lo desconocido y para sentirnos seguros intentamos ejercer nuestra dominación a aquello que nos atemoriza en vez de intentar comprenderlo. - Agitó la misma mano que había hecho uso para mostrar un gesto sentido al hablar, haciendo aspavientos al aire sin darle mucha importancia a la vez que negaba agitando su testa.
- Con todo ello y resumiendo, será un honor aprender de vos en nuestra travesía, si es que os gustan este tipo de charlas, serán más que productivas. Ahora comprendo por qué muchos de los nuestros dicen haber encontrado milagros... ¿Oh? Una lástima, pero tenéis razón estimado, nuestro pueblo realiza comercios con algunos poblados colindantes e incluso festividades en honor a los dioses y tiempos pasados, todo nos une al fin y al cabo, aunque nuestros lazos son muy estrechos. - Claramente estaba haciendo alusión a la muchacha que Vincent había comentado anteriormente, haciendo descender su báculo hasta que el cristal esmeralda estuviera a su alcance, tanto como para traquetear rítmicamente sobre este elemento algo pensativa, elevando su mentón sin mirar a un lugar concreto del propio techo, atención que retomó rápidamente al brujo con su boca abierta y pupilas dilatadas a este, una apreciación que se acentuaría más en su ojo dracónico.
- ¿Naves? ¿Barcos? ¿Podemos ir en uno? - No disimulaba su sorpresa, siendo tan natural como jocosa. ¿De veras aquel caballero gentil iba a llevarla en aquellos vehículos de transporte y a todos los lugares nombrados? Rel no cabía en su júbilo e incredulidad, parpadeando y recobrando su propio sentido al percatarse de algo y abrir sus bolsas de tela en un rápido movimiento, buscando algo en su interior.
- Dioses Vincent Calhoun... ¿A cuánto ascienden los Aeros necesarios para teneros a vos y a esa nave? ¿Tengo suficiente? Estos son diez... Treinta... Llegaba a la centena, creo. - Comenzaba a contar cada moneda de valor que poseía, aunque algo extraño le hizo levantar de nuevo su mirada mientras enarcaba una de sus tupidas cejas en gesto confuso ¿Había dicho... Vulwulfar? Para desgracia de Vincent, Rel no se había dado cuenta a tiempo de que el caballero intentaba dar a entender a su anterior cliente una dirección que no tomarían, despistando su interés.
- ¿A Vulwulfar? ¿No tomaremos entonces el navío primero?. - Desde la mesa, Vincent puede apreciar como un espabilado Logan sí parecía haber captado el mensaje de elevado tono, moviendo sus hombros y frunciendo sus labios evitando así reírse de la situación. Sí, ese viejo lobo tenía un oído los bastante fino como para haber escuchado la conversación de una de las pocas mesas que ocupaban la taberna, la cuestión es... ¿Lo habría hecho el cliente? La discípulo se llevo una de sus manos a la boca comprendiendo tarde los susurros explicativos de Vincent, respondiendo con un agarre poderoso de una de sus manos libres para levantarse con premura de su asiento casi de un salto y arrastrando al caballero hacia la salida lo más rápido posible.
- Ah pues... S-sí estimado, b-bueno... Es un objeto bendecido por los Venerables, por los dioses que puede despertar un... ¡Adiós señor Logan! ¡Gratitud por vuestra ayuda, que los Antiguos os velen! - Viró hacia el tabernero velozmente en un intervenir para su despedida, pero prosiguiendo su marcha acelerada fuera del establecimiento sin soltar al brujo, con temor posiblemente a haber metido la pata. A través de los ventanales de "La Gruta del Lobo" se apreciaba que el atardecer estaba por acaecer, los rayos del sol se tornaban algo más calurosos manteniendo un día soleado y aún el bullicio de las gentes de Ulmer estaba presente en aquellas horas mañaneras. A la salida Rel detuvo sus pasos para mirar a Vincent y ladear una de sus muchas sonrisas esbozadas durante este tiempo compartido.
- ¿Qué es un Ensoñador preguntáis...? Heraldos estimado, pero ya os contaré a su debido tiempo... Ah... ¿Dónde están esas naves que decís? - Preguntó desviando una vez más su foco de interés, buscando con sus ojos algún puerto cercano o más indicaciones, carteles que señalen la ubicuidad próxima. No era consciente de ello, pero un navío era costoso si se quería viajar en el mismo, tampoco pensó en comprar provisiones, quizás lo único que deseaba era ver uno por primera vez.
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Llegados a este punto, el brujo no pudo evitar abrir los ojos como platos al ver la cantidad de dinero que salía de la bolsa de la dama.
- Eso…
«Eso da para una buena arma y una palmada en la espalda»
- Eso está muy bien para empezar-, comentó con evidente eufemismo. - Pero supongo que el viaje en barco tendrá que esperar.
Un escalofrío recorrió la nuca del mercenario.
«¿Con qué demonios piensa pagarme?»
- Aunque…-, el brujo se acarició la barba de su mentón, en clara postura pensativa. - Quizás, bueno, yo podría costear el pasaje en barco hasta Lunargenta. O también podemos ir andando o en una caravana comercial, como yo mismo suelo hacer muchas veces, y dejar la experiencia en barco para la obligada travesía naval hacia las islas.
La contratante no tenía mucho dinero. Pero el brujo no era un hombre pobre, le iba bien con el negocio compartido con Sandal, y con sus trabajos aquí y allá. Y la norteña tenía experiencias con mayor valor que unas simples monedas.
- No se preocupe por el dinero. Nos arreglaremos. Bajo el amparo del sol nuestras mentes se despejarán y encontraremos nuestro destino-, comentó, animando con esas palabras a la mujer a salir con él.
Créanme. Cuando un tipo se quiere acostar con mujeres solo por el hecho de haber nacido en otro mundo, nunca se tiene suficiente distancia de por medio. La conversación que había tenido el sureño con la norteña no podría ser más agradable, pero, dadas las circunstancias, el brujo mercenario prefería continuar la plática en otro lugar.
- No solo para el corazón. Las historias son una puerta para nuestra mente-, respondió a la dragona. - Y no solo porque nos llevan a lugares en los que nunca hemos estado y nos lo presentan de una manera que nos los hacen conocer y, después de todo, hace parecer que allí hemos estado. Es por ser capaz de llevarnos de forma espiritual a esas situaciones, nos enseñan puntos de vista distintos. Expanden nuestra mente, nos enseñan sentimientos ajenos y por eso tiene razón, también es una puerta para ese…-. El brujo no terminó la frase y se tocó el pecho como hiciera antes la mensajera del norte. - ¿Quién en su sano juicio se podría resistir a unas hojas encuadernadas con tanto potencial? -, manifestó, sonriente.
Vincent, había indicado con un gesto de su brazo el camino a seguir hacia la salida, más por galantería que por motivos reales. Era obvio que la mujer sabría salir por donde había entrado, sin embargo, un poco de caballerosidad nunca venía de más. Sobre todo cuando te servía para huir de fornicadores peligrosos.
- Hasta pronto, espero que tenga suerte en su búsqueda-, le dijo al buscador de hembras de otro mundo. Al fin y al cabo, porque su propuesta de trabajo no le interesaba al mercenario, no le restaba de darle un merecido trato con respeto. - Tenga, tómese una a mi salud. Para que en el futuro tenga más fortuna-, comentó al final, dejando una moneda sobre la madera de la mesa del señor en cuestión.
Por supuesto, el brujo no se detuvo a recibir agradecimiento alguno. Se limitó a seguir su camino y a despedirse con un movimiento de su mano, para cuando el agraciado ya no podía verle el rostro, guiñar un ojo al tabernero.
Una distracción de metal acuñado bajo las prensas de la inmediata felicidad que nos hacía recibir un regalo, por exiguo que fuera. Una moneda. Un truco. Solo eso.
- ¿Por dónde íbamos? - preguntó a su acompañante. - Ah sí. Bueno, he conocido a muchas personas que no se consideran señores de la guerra, pero que solo su propia ingenuidad, incultura o falsedad los separaba de la realidad donde portan ese título que no quieren escuchar tener. En este mundo no todo es lo que parece-, comentó saliendo a la calle, oteando a los viandantes y el paisaje, con el aspecto de un lobo capaz de saborear la maldad que a todos nos tentaba. Luego posó su mirada nuevamente en su acompañante. - No todo es lo que parece, para mal. A veces también para bien. No todas las sorpresas son desagradables-, bromeó, antes de renovar la sonrisa sobre sus labios.
Un hermoso astro, en una posición más privilegiada que ellos, oteaba aquella aldea como el dios que era. Miraba curioso, pero sin golpearlos con todo su poder, clemente ante los mortales que se ganaban la vida de aquí para allá.
- Ah, bendito sol. Calienta corazones y espíritus por igual-, dijo de repente, estirándose como si un gato se tratara. -Salvo si eres vampiro. En ese caso solo te convierte en una antorcha humeante-, bromeó, antes de reír con suavidad. - La verdad, mi historia es simple. Solo soy un hombre que se gana la vida ayudando a los demás. A algunos no les van estas historias tan simples, pero a mí parecer son de lo más necesarias-, le explicó a la dama, recordando lo que le había dicho a la mesa. - Pero no sabría decirle si serviría para inspirar a nadie. Soy bastante modesto a ese respecto-, dijo seguido. - En cualquier caso, en mi historia no hay tanto contenido como merecer un libro. Eso o simplemente mi forma de ser me hace pensar de esa manera-, mentó, antes de volver a reír, esta vez siendo una risotada. - Lo cierto es que no importa. Me gusta mi vida y es la que elegí. Con ello tengo suficiente, tanto si merezco letras con mi historia, como si no-, terminó por explicar.
El guerrero se acarició la cabellera de la nuca y pensó en qué hacer de ahí en adelante, echando una nueva ojeada a las gentes del pueblo.
- Las naves están atracadas en el muelle-, contestó, recordando los sucesos de una noche que difícilmente olvidaría. - Por allí-, señaló, poniéndose en camino. - Cuando no hay malvados ilusionistas es un hermoso lugar en el que descansar. Es un muelle concurrido, pero no tanto como en Lunargenta. Puedes apartarte y tener tu propio espacio, sintiendo la brisa, escuchando el romper de las olas. Muy bucólico, quizás, pero son los cuadros que de verdad tocan mi espíritu. Soy lo que se diría un hombre de guerra, de armas. Me crié en una ciudad, vivo en la más grande, me paso el resto de mi vida en la otra más grande que hay en este mundo, pero estos rinconcitos de paz me apasionan-, le comentó, guiando a la dragona por el pueblo, en dirección el muelle. - Si algún día de verdad escriben un libro sobre mí, supongo que tendrían que empezar diciendo que no todos los mercenarios luchamos por la guerra-, le confesó, antes de encogerse de hombros.
Los profesionales de la guerra, los soldados de fortuna, eso era un mercenario. No solían tener muy buena fama porque su oficio era dar muerte. Los mercenarios no eran tan simples. El mundo no lo era. Nada lo era. El apodado como El Lobo solo era una prueba más de ello.
- Esperaré el momento en el que me podáis contar qué es un Ensoñador, más allá de ser Heraldos, claro está. Más, ¿puedo saber que tipo de bendición porta vuestro apreciado bastón? ¿Se trata de magia arcana? ¿O es algo que va más allá?
Para el brujo no sería extraño que fuese un poco de ambos, ya que los instructores de los brujos fueron los Antiguos, que la lengua arcana se escribe en el ancestral idioma de los dragones, y que, después de todo, para ella todo lo relacionado con los dioses alados tenía un significado sagrado.
- Me gusta tu filosofía de vida-, la halaga, justo en el momento en el que llegaban al muelle. - Aquí estamos, al fin. Tendremos que preguntar cuál es el próximo en partir hacia Lunargenta. Por suerte, preguntar sigue siendo gratis-, bromeó, justo antes de reír. - ¿Preparada? - preguntó seguido, afable, tallando sobre su rostro su característica media sonrisa.
- Eso…
«Eso da para una buena arma y una palmada en la espalda»
- Eso está muy bien para empezar-, comentó con evidente eufemismo. - Pero supongo que el viaje en barco tendrá que esperar.
Un escalofrío recorrió la nuca del mercenario.
«¿Con qué demonios piensa pagarme?»
- Aunque…-, el brujo se acarició la barba de su mentón, en clara postura pensativa. - Quizás, bueno, yo podría costear el pasaje en barco hasta Lunargenta. O también podemos ir andando o en una caravana comercial, como yo mismo suelo hacer muchas veces, y dejar la experiencia en barco para la obligada travesía naval hacia las islas.
La contratante no tenía mucho dinero. Pero el brujo no era un hombre pobre, le iba bien con el negocio compartido con Sandal, y con sus trabajos aquí y allá. Y la norteña tenía experiencias con mayor valor que unas simples monedas.
- No se preocupe por el dinero. Nos arreglaremos. Bajo el amparo del sol nuestras mentes se despejarán y encontraremos nuestro destino-, comentó, animando con esas palabras a la mujer a salir con él.
Créanme. Cuando un tipo se quiere acostar con mujeres solo por el hecho de haber nacido en otro mundo, nunca se tiene suficiente distancia de por medio. La conversación que había tenido el sureño con la norteña no podría ser más agradable, pero, dadas las circunstancias, el brujo mercenario prefería continuar la plática en otro lugar.
- No solo para el corazón. Las historias son una puerta para nuestra mente-, respondió a la dragona. - Y no solo porque nos llevan a lugares en los que nunca hemos estado y nos lo presentan de una manera que nos los hacen conocer y, después de todo, hace parecer que allí hemos estado. Es por ser capaz de llevarnos de forma espiritual a esas situaciones, nos enseñan puntos de vista distintos. Expanden nuestra mente, nos enseñan sentimientos ajenos y por eso tiene razón, también es una puerta para ese…-. El brujo no terminó la frase y se tocó el pecho como hiciera antes la mensajera del norte. - ¿Quién en su sano juicio se podría resistir a unas hojas encuadernadas con tanto potencial? -, manifestó, sonriente.
Vincent, había indicado con un gesto de su brazo el camino a seguir hacia la salida, más por galantería que por motivos reales. Era obvio que la mujer sabría salir por donde había entrado, sin embargo, un poco de caballerosidad nunca venía de más. Sobre todo cuando te servía para huir de fornicadores peligrosos.
- Hasta pronto, espero que tenga suerte en su búsqueda-, le dijo al buscador de hembras de otro mundo. Al fin y al cabo, porque su propuesta de trabajo no le interesaba al mercenario, no le restaba de darle un merecido trato con respeto. - Tenga, tómese una a mi salud. Para que en el futuro tenga más fortuna-, comentó al final, dejando una moneda sobre la madera de la mesa del señor en cuestión.
Por supuesto, el brujo no se detuvo a recibir agradecimiento alguno. Se limitó a seguir su camino y a despedirse con un movimiento de su mano, para cuando el agraciado ya no podía verle el rostro, guiñar un ojo al tabernero.
Una distracción de metal acuñado bajo las prensas de la inmediata felicidad que nos hacía recibir un regalo, por exiguo que fuera. Una moneda. Un truco. Solo eso.
- ¿Por dónde íbamos? - preguntó a su acompañante. - Ah sí. Bueno, he conocido a muchas personas que no se consideran señores de la guerra, pero que solo su propia ingenuidad, incultura o falsedad los separaba de la realidad donde portan ese título que no quieren escuchar tener. En este mundo no todo es lo que parece-, comentó saliendo a la calle, oteando a los viandantes y el paisaje, con el aspecto de un lobo capaz de saborear la maldad que a todos nos tentaba. Luego posó su mirada nuevamente en su acompañante. - No todo es lo que parece, para mal. A veces también para bien. No todas las sorpresas son desagradables-, bromeó, antes de renovar la sonrisa sobre sus labios.
Un hermoso astro, en una posición más privilegiada que ellos, oteaba aquella aldea como el dios que era. Miraba curioso, pero sin golpearlos con todo su poder, clemente ante los mortales que se ganaban la vida de aquí para allá.
- Ah, bendito sol. Calienta corazones y espíritus por igual-, dijo de repente, estirándose como si un gato se tratara. -Salvo si eres vampiro. En ese caso solo te convierte en una antorcha humeante-, bromeó, antes de reír con suavidad. - La verdad, mi historia es simple. Solo soy un hombre que se gana la vida ayudando a los demás. A algunos no les van estas historias tan simples, pero a mí parecer son de lo más necesarias-, le explicó a la dama, recordando lo que le había dicho a la mesa. - Pero no sabría decirle si serviría para inspirar a nadie. Soy bastante modesto a ese respecto-, dijo seguido. - En cualquier caso, en mi historia no hay tanto contenido como merecer un libro. Eso o simplemente mi forma de ser me hace pensar de esa manera-, mentó, antes de volver a reír, esta vez siendo una risotada. - Lo cierto es que no importa. Me gusta mi vida y es la que elegí. Con ello tengo suficiente, tanto si merezco letras con mi historia, como si no-, terminó por explicar.
El guerrero se acarició la cabellera de la nuca y pensó en qué hacer de ahí en adelante, echando una nueva ojeada a las gentes del pueblo.
- Las naves están atracadas en el muelle-, contestó, recordando los sucesos de una noche que difícilmente olvidaría. - Por allí-, señaló, poniéndose en camino. - Cuando no hay malvados ilusionistas es un hermoso lugar en el que descansar. Es un muelle concurrido, pero no tanto como en Lunargenta. Puedes apartarte y tener tu propio espacio, sintiendo la brisa, escuchando el romper de las olas. Muy bucólico, quizás, pero son los cuadros que de verdad tocan mi espíritu. Soy lo que se diría un hombre de guerra, de armas. Me crié en una ciudad, vivo en la más grande, me paso el resto de mi vida en la otra más grande que hay en este mundo, pero estos rinconcitos de paz me apasionan-, le comentó, guiando a la dragona por el pueblo, en dirección el muelle. - Si algún día de verdad escriben un libro sobre mí, supongo que tendrían que empezar diciendo que no todos los mercenarios luchamos por la guerra-, le confesó, antes de encogerse de hombros.
Los profesionales de la guerra, los soldados de fortuna, eso era un mercenario. No solían tener muy buena fama porque su oficio era dar muerte. Los mercenarios no eran tan simples. El mundo no lo era. Nada lo era. El apodado como El Lobo solo era una prueba más de ello.
- Esperaré el momento en el que me podáis contar qué es un Ensoñador, más allá de ser Heraldos, claro está. Más, ¿puedo saber que tipo de bendición porta vuestro apreciado bastón? ¿Se trata de magia arcana? ¿O es algo que va más allá?
Para el brujo no sería extraño que fuese un poco de ambos, ya que los instructores de los brujos fueron los Antiguos, que la lengua arcana se escribe en el ancestral idioma de los dragones, y que, después de todo, para ella todo lo relacionado con los dioses alados tenía un significado sagrado.
- Me gusta tu filosofía de vida-, la halaga, justo en el momento en el que llegaban al muelle. - Aquí estamos, al fin. Tendremos que preguntar cuál es el próximo en partir hacia Lunargenta. Por suerte, preguntar sigue siendo gratis-, bromeó, justo antes de reír. - ¿Preparada? - preguntó seguido, afable, tallando sobre su rostro su característica media sonrisa.
Vincent Calhoun
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
El suave mecer del viento acariciaba de forma gentil las aguas parcialmente cristalinas del puerto próximo de Ulmer, el ambiente era un tanto húmedo y cálido debido al buen tiempo típico que acaecía en su estación más reciente, pero gracias a la brisa que llevaba consigo una sutil maresía, aliviaba un tanto cualquier sofoco. En los muelles, varios tipos de embarcaciones se encontraban atracados y amarrados en sus respectivos puestos, todos conectados a unas pasarelas de madera ya medio desgastadas como para que sus tablones se vieran erosionados por el tiempo ya transcurrido junto a su uso habitual. los pasos casi acompasados de Vincent y Rel provocaban unos leves gemidos en la madera mientras ambos se internaban en la zona del embarcadero próximo, deteniéndose en los límites que una barandilla de madera que se extendía a lo largo de las pasarelas.
- Sois muy gentil Vincent Calhoun pero no podría aceptar una invitación como esa, ir a pie nunca ha sido problema y quizás si nuestra buenaventura nos acompaña podríamos reunir los fondos necesarios para las Islas, la espera para ir en uno de estos barcos creo que merecerá la pena. - La mujer se inclinó hacia delante dejando reposar ambos brazos en la superficie de la barandilla con estos entrecruzados, observando con curiosidad aquellos muelles y embarcaciones, cada una para un propósito como pudiera ser enfocada a la pesca local, materiales y su transporte a otros territorios. Aunque de momento no vio a ninguna nave de que fuera exclusiva para pasajeros en sí, las gentes que iban y venían se veían como los mozos o marineros laborando en su rutina.
- ¿Sabéis? El Astro rey tiene una historia bastante hermosa en nuestros escritos, antaño era custodiado por un Dragón supremo conocido como Bakshel y la luna a su vez por Bakthut. Dos dragones que se amaban pero por el destino de su cargo no podían verse exceptuando en los eclipses. Aunque seguro que vos conocéis otras historias de Vampiros por esa mención. - Bromeó mientras se encogió de hombros aún con la mirada recorriendo y enfocándose en cada detalle que le ofrecía desde su posición, de vez en cuando si que esta se desviaba para responder a Vincent y corresponder a su amabilidad y sonrisas. Un recuerdo que vino a su mente en forma de historia corta a cerca de la era dorada que siempre rememoraba cuando contemplaba a ambos astros, era una de sus historias favoritas.
- ¿No todo es lo que parece? Supongo que todo el mundo porta diferentes tipos de máscaras Vincent Calhoun, pudiendo tratarse de muchos velos que ocultan una verdadera naturaleza. El tiempo puede ser un gran aliado en ese aspecto, descubriendo cosas que una primera percepción no nos permiten determinar. Si cada persona fuese un libro desde luego y os aseguro que todos y cada uno tendrían sus propios lectores ávidos de ese conocimiento. - Los vientos continuaban silbando recreando cierto oleaje en las prendas y vestimentas a quien acariciaba, pero no demasiado como para ser molesto. Rel escuchaba activamente la narrativa del mercenario, asintiendo a sus palabras concediendo su propia opinión junto a la del mismo aunque hubo algo que le hizo ladear su rostro y preguntar al respecto, interrumpiendo educadamente cuando hubo una pausa entre ambos.
- ¿Y vos por qué lucháis estimado? Hablo a modo personal, no por mera supervivencia y a cambio de unos Aeros claro. - Todos y cada uno de los seres que pueblan este plano primario tenían un deseo profundo, una meta, un objetivo por así decirlo y un Ensoñador tenía marcado el suyo desde a una temprana edad pero... ¿Qué sería de aquellos no pertenecientes a un dogma tan arraigado como el suyo? La mujer tenía interés en saber dicha respuesta, si es que la obtenía escrutando un poco más en la privacidad de su acompañante.
- Ser un Ensoñador es algo sencillo y complejo a la vez en explicar pero os concederé la respuesta a vuestra curiosidad. - Tornó esta vez su semblante hacia el brujo, deslizando sus manos de la barandilla hasta dejar de tocarla, su báculo de ébano aún permanecía consigo, mas bien descansando en uno de sus antebrazos cuando Rel no lo sostenía directamente en un agarre.
- Se dice que todo Ensoñador en Peregrinación propia, tiene a su disposición este obsequio, labrado artesanalmente por nuestras gentes y con un poder oculto en su único mineral que, tarde o temprano, su portador despertará y liberará de su interior. Cabe decir, si os soy sincera, que desconozco si se trata de una mera metáfora sobre nosotros mismos, nuestra evolución en el camino que tomemos o si realmente este objeto retiene algún tipo de influjo o... ¿Magia? Ojalá saberlo Vincent Calhoun, en un futuro quizás pueda responderos mejor a esta pregunta. Lo que sí puedo deciros es que esta manifactura sí está bendecida por nuestros Venerables y entregada en mano a mi persona. - Concretó mientras exhibía con orgullo dicho báculo, de no ser por la altura de Rel podría considerarse un báculo lo bastante alto como para denominarlo así, pero parecía ser que tanto la mujer como el objeto casi compartían la misma estatura.
- Veo que compartimos una filosofía semejante, será interesante ver qué más opiniones expresáis a lo largo de nuestro sendero. Aunque... ¿Malvados Ilusionistas? Por favor contadme más sobre ello. - Carcajeó con su timbre cantarino, desde luego aquel hombre habría estado en numerosas aventuras por su profesión ejercida, seguro se trataba de un veterano y curtido que, si estuviera rodeado de gente en una fogata a media noche, contaría mejores historias y anécdotas que muchos cantamañanas pavoneándose de hazañas ficticias recreadas en sus mentes.
- Lista y cuando gustéis estimado, cualquiera de quienes moren por este puerto seguro podrán iluminarnos... - No le faltó tiempo a un tercer individuo para acercarse al escuchar indiscretamente la conversación de ambos aventureros, tratándose de un desarrapado Humano que llevaba tiempo sentado o más bien despanzurrado entre algunas cajas de madera apiladas y bien aseguradas con cuerdas, como todo buen cargamento de algún propietario cercano. Este se incorporó sacudiendo sus harapientos ropajes y estirándose mientras un incómodo crujido de sus articulaciones podía escucharse perfectamente, no se trataba de un anciano pero tampoco se le podía considerar un jovencito en buena forma, sus ojos pálidos casi tornados a un gris característico se posaba entre Vincent y Rel respectivamente como si les analizara, pero con cierta dejadez y pereza de sus párpados ya caídos, su curiosidad se apagaba en ellos, o eso es lo que reflejaba. El poco cabello que poseía destacaba en un blanco teñido con algunos enfermizos mechones amarillos y esto se confirmaba cuando el susodicho no hacía más que rascarse con sus uñas ya quebradas, descuidadas tanto como su higiene y aspecto físico. Probablemente se tratase de un vagabundo.
- Eh sí, eh... Dita sea, creo que... Ah sí hay un barco que pronto llegará ehm, sí es de un amigo mío... Dita sea... Quimkelen se llamaba, ah es un barco que no lleva a gente pero puede, ya sabes ¿Cómo era? Dita sea... Si trabajáis en el pueden llevaros, a veces lo hacen sí, yo una vez fui o dos... Dita sea ya sabes, pero el muy necio no quiere seguir llevándome y no sé por que. - La entonación del mendigo no era demasiado clara, seguramente algún que otro diente le falte junto a un poco de su cordura ¿Realmente este hombre sabía lo que estaba diciendo? Rel miraba de reojo a Vinvent no muy convencida, relegando a este su primera impresión o que al menos reflejase una opinión frente a este.
- ¿Unas monedas? Yo... Bueno me conformo con calderilla ¿Sabes? Buscad el Quimkelen y al desagradecido de su capitán, fácil y... Dita sea, si le veis decidle que... Que... Que es un maldito aborto de... No, no... Que es un... Hijo de mala madre con sarna, eso es... Dita sea... ¿Una monedita? . - Agitó una de sus manos en actitud pedigüeña al dúo esperando recibir una compensación, sea cierta o no está información dada por esta mente trastocada era decisión de nuestros protagonistas.
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
El puerto estaba en calma aquel día. Más allá del poco sorpresivo trajín de mozos y gentes de mar, no había nada que perturbara aquel bonito día soleado.
Un curtido veterano no pudo evitar echar una ojeada hacia el horizonte, hacia aquella perfecta línea donde cielo y mar se encontraban en un cálido abrazo, con el dorado astro siendo testigo una vez más del encuentro entre ambos.
- Un bello panorama-, dijo, con feliz semblante, aunque no pudo evitar recordar, una vez más en ese día, que tal belleza no la podían contemplar todos los habitantes de aquel mundo. - A veces olvidamos lo que de verdad importa. Una simple mirada a nuestro alrededor puede animarnos, si sabemos ver la verdadera belleza de las pequeñas acciones ¿no cree? - comentó, algo abstraído, apoyándose en la baranda junto a la joven. En ese momento la miró. - No conocía esa historia. Es hermosa y triste al mismo tiempo. En muchas ocasiones el deber nos aleja de las personas que amamos. Pero mi padre me enseñó a anteponer esos deberes cuando la situación lo amerita. Toda persona madura debe hacerlo cuando toca-, afirmó. - Aunque, claro, mi padre amaba a una mujer tan estudiosa y aventurera como él y casi nunca se separaban. Creo que lo tuvo más sencillo que Bakshel para darme lecciones sobre el deber-, bromeó, antes de reír.
Aquellos pensamientos, irremediablemente, llevaron al buen mercenario de vuelta a otro tiempo. Un no tan lejano tiempo, ahora habitante del complejo y extenso mundo de los recuerdos.
- En fin, buenos recuerdos-, comentó, tras dar un suave suspiro cargado de nostalgia. - Y sí, diría que conozco alguna que otra historia que relaciona vampiros y ese tema-, dijo seguido, animado por las remembranzas. - Quizás demasiadas-, dijo, para luego volver a reír. - En cualquier caso, no he podido evitar fijarme en cómo ha titulado al gran astro solar. Sí, sin duda es un rey en el cielo-, contestó a la dama, para luego colocarse de perfil, apoyando el costado de su cadera contra la barandilla. - Creo que nadie dudaría en mentarlo con ese título y realengo, aunque yo siempre tuve algo de predilección por la luna. Supongo que por culpa de las enseñanzas con las que fui otorgado-, manifestó, aunque no especificó los motivos concretos.
Sí, sin duda aquella mujer tenía una visión del mundo bastante abierta. Era el tipo de persona que agradaba al sureño, que, ya con tantas vivencias a sus espaldas, había conocido un buen trozo del todo que conformaban los individuos que pululaban Aerandir.
- Muchas máscaras. Muchos velos-. Estuvo de acuerdo. - Puede ser muy entretenido conocer que hay tras tales máscaras. A veces, incluso peligroso. Más, con ciertas personas, se convierte en algo hasta necesario-, afirmó en esta ocasión, siendo algo más didáctico. - Mucha gente no es abierta en ciertos aspectos porque no lo encuentra importante, sin más. Es divertido hablar con ellos y conocerlos mejor. Pero, por desgracia, en este mundo no todos piensan en el prójimo. Creo que ya tendrá tiempo de verlo con sus propios ojos.
Después de todo, personas así eran el pan de cada día. Difícil no relacionarse con ellas, cuando había tantas.
- Aunque creo que usted no tiene nada que temer de ellos. Se ve que tiene las ideas claras y el alma limpia. No veo que albergue la culpa sobre los hombros. Los arteros se alimentan de las inseguridades. Como cuervos tras una batalla, llegan para limpiar y no dejar más que huesos-, comenzó a explicarle. - Gran parte de la culpa que cargan muchas personas es una mentira que ellos creen porque otros se las han metido dentro de la cabeza, o incluso ellos mismos lo han hecho. Los arteros también las crean para su beneficio personal o se aprovechan de las que ya existan ahí dentro-, se tocó la cabeza con la punta de su dedo en dos ocasiones. - Y no, dudar no es algo malo. Dudar es importante, significa que esa persona es lo suficientemente inteligente para cuestionarse las cosas, en vez de aceptarlas sin más. Pero hay que saber quedarse en la duda, y no cruzar la línea que la separa de la inseguridad.
Fue entonces cuando el brujo se dio cuenta que había estado dándole al pico en demasía, con cuestiones que poco le debían de importar a la dama del norte.
- Bueno, vaya. Siento esa comida de cabeza-, se excusó, rascándose la nuca. - Creo que enseñar como es el resto del mundo es algo demasiado largo para decirlo en palabras-, dijo antes de reír. - Lo mejor siempre es verlo con propios ojos-, manifestó, antes de recordar su pregunta. - Pues eran unos bandidos. Unos embaucadores que buscaban apropiarse de parte de este hermoso muelle con asesinatos y trucos mentales. Buscaban engañar a la gente, asustarla con imágenes de…
«Mierda, no puedo decirle una vaca. Eso quedará mal»
- Pues… de un ¿lobo feroz?
«Cómo va a asustar un lobo a una aldea de lobos. Eres tonto Vincent Calhoun»
- No. Eran. Eran las ilusiones de una asesina vaca sin cabeza-, confesó al final. - Puede que ya haya escuchado alguna historia por aquí. Digamos que la creatividad de sus ilusiones eran un tanto cuestionables. Donde el ilusionista, por lo general, busca recrear realidades paralelas y engañarnos con ellas, ellos buscaban aterrorizar con puras locuras.
«Y menudas locuras»
- En cualquier caso, pese a lo estrafalarios que eran en sus acciones, sus malvadas intenciones no variaba del típico mentiroso sin escrúpulos. Querían hacerse con tierras mediante engaños, e incluso asesinatos. Muy crueles, porque nos les importaba matar a cualquier transeúnte, que nada tenía que ver con las tierras que querían robar, para agrandar la historia de la vaca asesina.
Desde ese prisma, aunque las ilusiones que creaban eran de lo más raras y extravagantes, las acciones de aquella banda eran de lo más crueles. Un pozo sin fondo de maldad.
- El resto es que, entre unos aventureros, su perro y yo...-. «Al final el perro era de ellos ¿no?» - Pudimos desbaratar sus planes.
Y nada más explicar tan extraña trama, llegó el turno para el sureño de responder una pregunta que no había esperado. Había sido toda una sorpresa para él, más había ocultado tal impresión con la plática que había estado soltando sobre los manipuladores.
- Y yo lucho porque ¿acaso hay algo más importante que el dinero? - preguntó en broma. A esas alturas, él mismo ya había mentado una docena de cosas importantes que no se podían comprar. - Bueno, digamos que hay muchos oficios importantes en la vida. Y si te dedicas a cuerpo completo a ellos, es difícil ser un profesional de lo mío-, le comentó, dándole la principal idea de por qué lo hacía.
Aún así, al brujo le constaba encontrar las palabras para hacerle comprender por qué lo hacía. Al menos por qué tenía tanta voluntad y fe en lo que hacía y su forma de vida.
- Quizás deba empezar por el principio. La sociedad en la que fui criado es tan hermosa como compleja. Tan detallista y espectacular como peligrosa-, empezó a decirle. - Muchos extranjeros confunden a los brujos con maldad. No, no somos malvados. Pero sí que solemos centrar nuestras metas en un estrecho camino. En pocas palabras, los brujos nacemos para dominar la magia. Somos magia. No dominarla, ser débil con ella, no está bien visto. Ello hace que se trate de manera diferente a quien no tenga magia-, siguió con la explicación, cambiando de postura y colocando los codos sobre la baranda mientras miraba el mar. - La meritocracia no es lo único que importa. Pero sí lo que más importa. Me eduqué en una familia que creía que habían cosas más importantes, que se estaban olvidando o se habían olvidado, que debían mantenerse en nuestra sociedad para no estancarnos. Bueno, mi familia y todo el entorno de ella, mi maestro y mentor, sin ir más lejos, también era de ese pensamiento-, dijo, antes de mirar nuevamente hacia ella, pero sin variar la posición de su cuerpo. - Valores. Tener una ética social y moral es importante. No todo calificativo personal sobre cada individuo se puede posar sobre cimientos de logros académicos, mágicos y en el poder. Es una peligrosa forma de pensar. Peligrosa para nosotros mismos, los brujos. Mucha gente teme a los brujos, y quien más debe temer a un brujo es otro brujo-, soltó como chascarrillo final, para aligerar la conversación, antes de dibujar una media sonrisa.
Vincent no solía hablar sobre ello. Sobre su familia, sobre su pasado y sobre la sociedad Illidense, pero dadas las circunstancias, creía que era lo más oportuno aportar aquella base. Además, no solía hablar sobre ello porque se solía centrar en el presente, más tampoco era que le importara contarlo, si le preguntaban sobre ello.
- Yo fui criado con esas ideas. Era el raro, el distinto. Supongo que cuando te crías en una familia que cuestiona las bases de su propia sociedad, te acostumbras a cuestionar todo-, bromeó, para luego reír con suavidad. - Digamos que por donde vengo yo sí tengo todo esos valores que muchos brujos no tienen. No sé hasta qué punto lo sabes, pero este mundo es muy oscuro y cruel. Un mundo de perros donde el más fuerte decide y el resto agacha la cabeza o muere. En ese aspecto, el exterior a la islas no es muy distinto-, le dijo, encogiéndose de hombros. - Entonces, te estarás preguntando, ¿por qué no luchas contra todos esos poderes? - se atrevió a imaginar. - Pues porque no es tan sencillo. No es una lucha que se haga con espada. Ir a matar a un rey no sirve de nada. Solo genera caos y tras él otro se corona después de una ola de violencia. Y tras todo ese caos, tras toda esa violencia, ¿quiénes crees que son los más que sufren? Los nobles, los ricos o los campesinos y los soldados.
Vincent volvió a mirar hacia adelante, pensativo, ojeando por enésima vez la belleza del lejano horizonte.
- Por ahora las cosas funcionan así. Ayudo, donde puedo y como puedo. Enseño, cuando puedo y donde puedo. Supongo que mi meta es ayudar, con mis palabras, con mi espada y mi magia allá donde es necesario, para frenar a esos perros cuando quieren forzar a los demás por medio del único idioma que conocen. Mi meta es poner mi granito de arena para que haya un mundo mejor.
Hasta ese instante, Vinc nunca había pensado sobre ello de una manera tan personal. Sólo hacía lo que le gustaba, vivía su vida a su manera, y ello no dejaba de ser un movimiento alimentado por su propio interés, aunque este fuera ayudar al prójimo. Pero mirándolo por este lado, no solo lo hacía por él.
- Bueno, te he vuelto a comer la cabeza con mis historias-, comentó, antes de echarse a reír. - Es momento de buscar un modo de partir. Si no es en barco tendrá que ser…
En ese momento, un hombre desaliñado se acercó hasta ellos, para otorgarles un poco de información. Una información, que por otra parte, no parecía muy fiable.
- Ya veo. El Quimkelen. Parece una buena oportunidad, no cree, señorita llegada del bello norte-, contestó al tipo, dedicándole las últimas oraciones a la dragona. - Quizás podamos ahorrar varios días sin demasiado coste o esfuerzo. No perdemos nada por preguntar.
- Eso tá mu bien. Pero, ¿una monedita? - preguntó otra vez el mendigo. - Dita sea, no quiero ser pesado. Pero siempre me han dicho que está bien recompensado ayudar. No quisiera…
- Ser molesto. Mensaje captado, buen amigo-, le dijo, abriendo una bolsa de monedas y haciendo flotar dos monedas por medio de la magia, que llegaron hasta el mendigo. - No te las gastes de golpe-, le comentó amable al hombre, que no paraba de hacer gestos de agradecimiento y no menos gratitud por medio de las palabras. - Sólo perderemos un poco de tiempo-, le dijo a la norteña, obviando todo aquel derroche de agradecimiento del otro hombre. - ¿Dónde puedo encontrar al capitán? En qué posada anda-, le preguntó a este último.
- Dita sea, cómo se llama. Es esa de ahí-, dijo, señalando hacia una posada que, la dama del norte me perdone la expresión, había visto días mejores en tiempos de los Antiguos.
- Ah bueno, el nombre no importa. Sólo donde está el capitán-, respondió, y alejándose del mendigo sacó otra moneda y se la lanzó con el dedo gordo de su diestra. - Pórtate bien-, soltó, cual despedida.
Vincent, cerrando su bolsa de monedas y volviendo a colocarla en su sitio, ojeó el exterior de aquel establecimiento.
- Esperemos que el barco esté mejor que esa posada en la que se gasta el dinero-, le comentó a su compañera, con cierta sorna.
Aunque quizás no fuese tanta broma, pues cuando el brujo tomó el picaporte de la puerta, esta cedió por los goznes y se le vino encima, por lo que el rubio tuvo que apartarse apresuradamente para no llevarse un golpe.
- Eh, cuidao. ¿No saben leer? En el cartel pone que tengan cuidao, que se cae de los goznes al tirar de ella. Esa puerta necesita unos arreglillos-, comentó una mujer, tras la barra, mientras limpiaba el interior de unas jarras, sin siquiera mirar el accidente.
«¿Qué cartel?», se preguntó el brujo, sin llegar a mentar palabra.
Fue entonces cuando miró hacia abajo…
- Está…-, dijo en voz alta. - Está…-, dijo en un susurro.
«Está colocado por el lado de dentro, so mema», pensó, resignado.
El brujo alzó la mirada, y al ver que los parroquianos y la propia mujer lo miraban, por aquel inicio de frase cortado, se adentró en el establecimiento.
- No importa. Qué sería de la vida sin puertas que se nos vienen encima-, comentó, de muy buen humor. - Vengo por el capitán del Quimkelen. Si es que se encuentra aquí.
Un hombre alzó la mano, pero no miró hacia él.
«Parco en palabras o tiene más alcohol en vena que…»
Bueno, era marinero. Nada podría ganarle empinando el codo. Salvo quizás un hombre lobo, que el mercenario conoció hace tiempo, y que le encantaban las disputas de taberna que apestaban al mencionado alcohol.
- Un hombre en la calle me ha comentado que suele dejar que suba pasaje a su barco a cambio de trabajo. Si va a Lunargenta y necesita gente, quizás le seamos útiles-, le comentó, acercándose unos pasos al capitán, pero dejándole su espacio, mientras esperaba la respuesta.
Un curtido veterano no pudo evitar echar una ojeada hacia el horizonte, hacia aquella perfecta línea donde cielo y mar se encontraban en un cálido abrazo, con el dorado astro siendo testigo una vez más del encuentro entre ambos.
- Un bello panorama-, dijo, con feliz semblante, aunque no pudo evitar recordar, una vez más en ese día, que tal belleza no la podían contemplar todos los habitantes de aquel mundo. - A veces olvidamos lo que de verdad importa. Una simple mirada a nuestro alrededor puede animarnos, si sabemos ver la verdadera belleza de las pequeñas acciones ¿no cree? - comentó, algo abstraído, apoyándose en la baranda junto a la joven. En ese momento la miró. - No conocía esa historia. Es hermosa y triste al mismo tiempo. En muchas ocasiones el deber nos aleja de las personas que amamos. Pero mi padre me enseñó a anteponer esos deberes cuando la situación lo amerita. Toda persona madura debe hacerlo cuando toca-, afirmó. - Aunque, claro, mi padre amaba a una mujer tan estudiosa y aventurera como él y casi nunca se separaban. Creo que lo tuvo más sencillo que Bakshel para darme lecciones sobre el deber-, bromeó, antes de reír.
Aquellos pensamientos, irremediablemente, llevaron al buen mercenario de vuelta a otro tiempo. Un no tan lejano tiempo, ahora habitante del complejo y extenso mundo de los recuerdos.
- En fin, buenos recuerdos-, comentó, tras dar un suave suspiro cargado de nostalgia. - Y sí, diría que conozco alguna que otra historia que relaciona vampiros y ese tema-, dijo seguido, animado por las remembranzas. - Quizás demasiadas-, dijo, para luego volver a reír. - En cualquier caso, no he podido evitar fijarme en cómo ha titulado al gran astro solar. Sí, sin duda es un rey en el cielo-, contestó a la dama, para luego colocarse de perfil, apoyando el costado de su cadera contra la barandilla. - Creo que nadie dudaría en mentarlo con ese título y realengo, aunque yo siempre tuve algo de predilección por la luna. Supongo que por culpa de las enseñanzas con las que fui otorgado-, manifestó, aunque no especificó los motivos concretos.
Sí, sin duda aquella mujer tenía una visión del mundo bastante abierta. Era el tipo de persona que agradaba al sureño, que, ya con tantas vivencias a sus espaldas, había conocido un buen trozo del todo que conformaban los individuos que pululaban Aerandir.
- Muchas máscaras. Muchos velos-. Estuvo de acuerdo. - Puede ser muy entretenido conocer que hay tras tales máscaras. A veces, incluso peligroso. Más, con ciertas personas, se convierte en algo hasta necesario-, afirmó en esta ocasión, siendo algo más didáctico. - Mucha gente no es abierta en ciertos aspectos porque no lo encuentra importante, sin más. Es divertido hablar con ellos y conocerlos mejor. Pero, por desgracia, en este mundo no todos piensan en el prójimo. Creo que ya tendrá tiempo de verlo con sus propios ojos.
Después de todo, personas así eran el pan de cada día. Difícil no relacionarse con ellas, cuando había tantas.
- Aunque creo que usted no tiene nada que temer de ellos. Se ve que tiene las ideas claras y el alma limpia. No veo que albergue la culpa sobre los hombros. Los arteros se alimentan de las inseguridades. Como cuervos tras una batalla, llegan para limpiar y no dejar más que huesos-, comenzó a explicarle. - Gran parte de la culpa que cargan muchas personas es una mentira que ellos creen porque otros se las han metido dentro de la cabeza, o incluso ellos mismos lo han hecho. Los arteros también las crean para su beneficio personal o se aprovechan de las que ya existan ahí dentro-, se tocó la cabeza con la punta de su dedo en dos ocasiones. - Y no, dudar no es algo malo. Dudar es importante, significa que esa persona es lo suficientemente inteligente para cuestionarse las cosas, en vez de aceptarlas sin más. Pero hay que saber quedarse en la duda, y no cruzar la línea que la separa de la inseguridad.
Fue entonces cuando el brujo se dio cuenta que había estado dándole al pico en demasía, con cuestiones que poco le debían de importar a la dama del norte.
- Bueno, vaya. Siento esa comida de cabeza-, se excusó, rascándose la nuca. - Creo que enseñar como es el resto del mundo es algo demasiado largo para decirlo en palabras-, dijo antes de reír. - Lo mejor siempre es verlo con propios ojos-, manifestó, antes de recordar su pregunta. - Pues eran unos bandidos. Unos embaucadores que buscaban apropiarse de parte de este hermoso muelle con asesinatos y trucos mentales. Buscaban engañar a la gente, asustarla con imágenes de…
«Mierda, no puedo decirle una vaca. Eso quedará mal»
- Pues… de un ¿lobo feroz?
«Cómo va a asustar un lobo a una aldea de lobos. Eres tonto Vincent Calhoun»
- No. Eran. Eran las ilusiones de una asesina vaca sin cabeza-, confesó al final. - Puede que ya haya escuchado alguna historia por aquí. Digamos que la creatividad de sus ilusiones eran un tanto cuestionables. Donde el ilusionista, por lo general, busca recrear realidades paralelas y engañarnos con ellas, ellos buscaban aterrorizar con puras locuras.
«Y menudas locuras»
- En cualquier caso, pese a lo estrafalarios que eran en sus acciones, sus malvadas intenciones no variaba del típico mentiroso sin escrúpulos. Querían hacerse con tierras mediante engaños, e incluso asesinatos. Muy crueles, porque nos les importaba matar a cualquier transeúnte, que nada tenía que ver con las tierras que querían robar, para agrandar la historia de la vaca asesina.
Desde ese prisma, aunque las ilusiones que creaban eran de lo más raras y extravagantes, las acciones de aquella banda eran de lo más crueles. Un pozo sin fondo de maldad.
- El resto es que, entre unos aventureros, su perro y yo...-. «Al final el perro era de ellos ¿no?» - Pudimos desbaratar sus planes.
Y nada más explicar tan extraña trama, llegó el turno para el sureño de responder una pregunta que no había esperado. Había sido toda una sorpresa para él, más había ocultado tal impresión con la plática que había estado soltando sobre los manipuladores.
- Y yo lucho porque ¿acaso hay algo más importante que el dinero? - preguntó en broma. A esas alturas, él mismo ya había mentado una docena de cosas importantes que no se podían comprar. - Bueno, digamos que hay muchos oficios importantes en la vida. Y si te dedicas a cuerpo completo a ellos, es difícil ser un profesional de lo mío-, le comentó, dándole la principal idea de por qué lo hacía.
Aún así, al brujo le constaba encontrar las palabras para hacerle comprender por qué lo hacía. Al menos por qué tenía tanta voluntad y fe en lo que hacía y su forma de vida.
- Quizás deba empezar por el principio. La sociedad en la que fui criado es tan hermosa como compleja. Tan detallista y espectacular como peligrosa-, empezó a decirle. - Muchos extranjeros confunden a los brujos con maldad. No, no somos malvados. Pero sí que solemos centrar nuestras metas en un estrecho camino. En pocas palabras, los brujos nacemos para dominar la magia. Somos magia. No dominarla, ser débil con ella, no está bien visto. Ello hace que se trate de manera diferente a quien no tenga magia-, siguió con la explicación, cambiando de postura y colocando los codos sobre la baranda mientras miraba el mar. - La meritocracia no es lo único que importa. Pero sí lo que más importa. Me eduqué en una familia que creía que habían cosas más importantes, que se estaban olvidando o se habían olvidado, que debían mantenerse en nuestra sociedad para no estancarnos. Bueno, mi familia y todo el entorno de ella, mi maestro y mentor, sin ir más lejos, también era de ese pensamiento-, dijo, antes de mirar nuevamente hacia ella, pero sin variar la posición de su cuerpo. - Valores. Tener una ética social y moral es importante. No todo calificativo personal sobre cada individuo se puede posar sobre cimientos de logros académicos, mágicos y en el poder. Es una peligrosa forma de pensar. Peligrosa para nosotros mismos, los brujos. Mucha gente teme a los brujos, y quien más debe temer a un brujo es otro brujo-, soltó como chascarrillo final, para aligerar la conversación, antes de dibujar una media sonrisa.
Vincent no solía hablar sobre ello. Sobre su familia, sobre su pasado y sobre la sociedad Illidense, pero dadas las circunstancias, creía que era lo más oportuno aportar aquella base. Además, no solía hablar sobre ello porque se solía centrar en el presente, más tampoco era que le importara contarlo, si le preguntaban sobre ello.
- Yo fui criado con esas ideas. Era el raro, el distinto. Supongo que cuando te crías en una familia que cuestiona las bases de su propia sociedad, te acostumbras a cuestionar todo-, bromeó, para luego reír con suavidad. - Digamos que por donde vengo yo sí tengo todo esos valores que muchos brujos no tienen. No sé hasta qué punto lo sabes, pero este mundo es muy oscuro y cruel. Un mundo de perros donde el más fuerte decide y el resto agacha la cabeza o muere. En ese aspecto, el exterior a la islas no es muy distinto-, le dijo, encogiéndose de hombros. - Entonces, te estarás preguntando, ¿por qué no luchas contra todos esos poderes? - se atrevió a imaginar. - Pues porque no es tan sencillo. No es una lucha que se haga con espada. Ir a matar a un rey no sirve de nada. Solo genera caos y tras él otro se corona después de una ola de violencia. Y tras todo ese caos, tras toda esa violencia, ¿quiénes crees que son los más que sufren? Los nobles, los ricos o los campesinos y los soldados.
Vincent volvió a mirar hacia adelante, pensativo, ojeando por enésima vez la belleza del lejano horizonte.
- Por ahora las cosas funcionan así. Ayudo, donde puedo y como puedo. Enseño, cuando puedo y donde puedo. Supongo que mi meta es ayudar, con mis palabras, con mi espada y mi magia allá donde es necesario, para frenar a esos perros cuando quieren forzar a los demás por medio del único idioma que conocen. Mi meta es poner mi granito de arena para que haya un mundo mejor.
Hasta ese instante, Vinc nunca había pensado sobre ello de una manera tan personal. Sólo hacía lo que le gustaba, vivía su vida a su manera, y ello no dejaba de ser un movimiento alimentado por su propio interés, aunque este fuera ayudar al prójimo. Pero mirándolo por este lado, no solo lo hacía por él.
- Bueno, te he vuelto a comer la cabeza con mis historias-, comentó, antes de echarse a reír. - Es momento de buscar un modo de partir. Si no es en barco tendrá que ser…
En ese momento, un hombre desaliñado se acercó hasta ellos, para otorgarles un poco de información. Una información, que por otra parte, no parecía muy fiable.
- Ya veo. El Quimkelen. Parece una buena oportunidad, no cree, señorita llegada del bello norte-, contestó al tipo, dedicándole las últimas oraciones a la dragona. - Quizás podamos ahorrar varios días sin demasiado coste o esfuerzo. No perdemos nada por preguntar.
- Eso tá mu bien. Pero, ¿una monedita? - preguntó otra vez el mendigo. - Dita sea, no quiero ser pesado. Pero siempre me han dicho que está bien recompensado ayudar. No quisiera…
- Ser molesto. Mensaje captado, buen amigo-, le dijo, abriendo una bolsa de monedas y haciendo flotar dos monedas por medio de la magia, que llegaron hasta el mendigo. - No te las gastes de golpe-, le comentó amable al hombre, que no paraba de hacer gestos de agradecimiento y no menos gratitud por medio de las palabras. - Sólo perderemos un poco de tiempo-, le dijo a la norteña, obviando todo aquel derroche de agradecimiento del otro hombre. - ¿Dónde puedo encontrar al capitán? En qué posada anda-, le preguntó a este último.
- Dita sea, cómo se llama. Es esa de ahí-, dijo, señalando hacia una posada que, la dama del norte me perdone la expresión, había visto días mejores en tiempos de los Antiguos.
- Ah bueno, el nombre no importa. Sólo donde está el capitán-, respondió, y alejándose del mendigo sacó otra moneda y se la lanzó con el dedo gordo de su diestra. - Pórtate bien-, soltó, cual despedida.
Vincent, cerrando su bolsa de monedas y volviendo a colocarla en su sitio, ojeó el exterior de aquel establecimiento.
- Esperemos que el barco esté mejor que esa posada en la que se gasta el dinero-, le comentó a su compañera, con cierta sorna.
Aunque quizás no fuese tanta broma, pues cuando el brujo tomó el picaporte de la puerta, esta cedió por los goznes y se le vino encima, por lo que el rubio tuvo que apartarse apresuradamente para no llevarse un golpe.
- Eh, cuidao. ¿No saben leer? En el cartel pone que tengan cuidao, que se cae de los goznes al tirar de ella. Esa puerta necesita unos arreglillos-, comentó una mujer, tras la barra, mientras limpiaba el interior de unas jarras, sin siquiera mirar el accidente.
«¿Qué cartel?», se preguntó el brujo, sin llegar a mentar palabra.
Fue entonces cuando miró hacia abajo…
- Está…-, dijo en voz alta. - Está…-, dijo en un susurro.
«Está colocado por el lado de dentro, so mema», pensó, resignado.
El brujo alzó la mirada, y al ver que los parroquianos y la propia mujer lo miraban, por aquel inicio de frase cortado, se adentró en el establecimiento.
- No importa. Qué sería de la vida sin puertas que se nos vienen encima-, comentó, de muy buen humor. - Vengo por el capitán del Quimkelen. Si es que se encuentra aquí.
Un hombre alzó la mano, pero no miró hacia él.
«Parco en palabras o tiene más alcohol en vena que…»
Bueno, era marinero. Nada podría ganarle empinando el codo. Salvo quizás un hombre lobo, que el mercenario conoció hace tiempo, y que le encantaban las disputas de taberna que apestaban al mencionado alcohol.
- Un hombre en la calle me ha comentado que suele dejar que suba pasaje a su barco a cambio de trabajo. Si va a Lunargenta y necesita gente, quizás le seamos útiles-, le comentó, acercándose unos pasos al capitán, pero dejándole su espacio, mientras esperaba la respuesta.
Vincent Calhoun
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
Como anteriormente había mentado, cada individuo resulta ser un libro que espera ser leído en un momento determinado, quizás unos fueran de hermosas portadas y recubiertos elegantes, otros más sencillos en apariencia sin detalles a simple vista, pero todos y en el interior de sus páginas escritas se encuentra una historia, aquella que extensa su grosor con experiencias vividas por su protagonista, tener el privilegio de poder hundirte en ellas dependía siempre del tiempo y comunión con este último. Ambos tomos metafóricos, Vincent Calhoun y Relkestpraal, eran unos bastante abiertos desde que su presentación tuvo lugar en "La Gruta del Lobo" aquella chispa de curiosidad fue la mecha que inició una conversación bastante fructífera en pos de conocerse el uno al otro e intercambio de pareceres sin límite. La discípulo a penas denotó el transcurrir del tiempo cuando el mercenario se explayó en su parecer con la anécdota de Bakshel y Bakthut, el debate a cerca de la posición de aquellos quienes moran en este mundo, la narración sobre aquellos ilusionistas, quien Rel a medida que avanzaba esta historia adquiría gestos cada vez más extraños y el enfoque de Vincent alimentado bajo el dogma de su propia familia. Ciertamente podría haberse quedado mucho más tiempo escuchando y otorgando más respuestas a las preguntas de Vincent, no obstante habían acudido al puerto por una razón y la intervención del mendigo ya hizo que se enfocaran ambos en la búsqueda del capitán del Quimkelen, un posible barco al que podrían dar uso como tripulantes o eso hizo mención.
- A veces las apariencias engañan pero debo decir q-... ¡Dioses cuidado! - La puerta que daba a la entrada del establecimiento no es que resultase muy firme, debido a la humedad del ambiente y lo destartalada que se encontraba, el brujo cuando sostuvo su picaporte para abrir se la llevó consigo de un pequeño tirón, haciendo que la misma se derrumbase recreando un sonido seco y bastante ruidoso contra el suelo, levantando una pequeña nube de polvo. Rel abrió bastante sus ojos en clara sorpresa y tensión, quizás más por el ruido que ambos habían provocado en la pequeña taberna donde muchos ojos se tomaron la molestia en dirigirse al dúo en un silencio incómodo a excepción de la llamada de atención de la mesera. Rápidamente la mujer se agachó para sostener el mueble para enderezarlo y colocarlo en su lugar, aunque no con muy buenos resultados, seguramente otro cliente se encargaría de tirar este. Se podían escuchar algunas carcajadas del mendigo que aún se situaba en el exterior.
- Guía de la luz se os ve muy desenvuelto, aunque seguramente habréis combatido contra cosas aún más poderosas que una puerta. - ¿Hablaba literalmente? ¿Estaba siguiendo la broma de Vincent? Era bastante complicado determinar si Rel había recreado una situación jocosa pues siempre mostraba su actitud amable y cordial hacer, siguiendo los pasos del brujo hacia la figura que había alzado su diestra sin pronunciar palabra alguna, centrado en algún escrito que tenía sostenido en su mano restante, un pergamino algo ajado pero legible desde su perspectiva. "El Búho Rojo" era el único establecimiento destacado en el puerto de Ulmer, una taberna que no sólo accedían los marineros comunes y habituales, también algún que otro extranjero se adentraba en el mismo buscando un casual trago. Bastante modesta y curiosamente limpia, pero en su contra tenía el reducido espacio de la misma y el mal estado de las instalaciones, seguramente por el paso del tiempo y las condiciones ambientales, la madera en sí y la humedad no eran buenas compañeras.
- ¿Quién lo pregunta? - Se pronunció al fin sin alzar aún sus luceros del papel impreso, ante los aventureros, se encontraba un hombre curtido, el sol y el mismo aire de la mar próximos se habrían encargado de hacer envejecer su piel prematuramente y broncearla, destacando una prominente barba castaña abundante y parcialmente canosa, un tanto descuidada pero al menos se preocupaba en recortarla al estilo chivo. Su atuendo se trataba de una escueta camisa de lino blanca o ese sería su color en mejores años, pues ahora amarilleaba por su uso, con algunos volantes como elemento decorativo junto a unos pantalones y botas de cuero ya casi cuarteadas, no destacaba precisamente entre todos los clientes, mezclándose entre estos como un cliente más en sus asuntos.
- Os saludo capitán, somos Vincent Calhoun y mi persona un Ensoñador, precisamos de un transporte como vuestro barco de nombre Quimkelen si es de vuestro beneplácito para llegar a Lunargenta. - Musitó la mujer en un breve murmullo, uno emitido quizás para no elevar demasiado su tono y evitar desprenderse de la atención que en ellos se había depositado tras su entrada no tan discreta, no había inquietud pero sí cierto grado de pudor, aquel lugar no denotaba ser de aquellas tabernas sórdidas a los que muchos marineros desarrapados y maleducados utilizaban, recreados en cuentos varios y bulos, no, como todo en esta vida habían ciertos lugares que no siempre quedan plasmados en los libros o en el saber popular, era una taberna modesta, eso es todo.
- ¿Un qué...? Ah, qué importa, a veces viene gente como vosotros sin un Aero encima, tampoco es que me vaya bastante bien, así que algo asequible es que trabajéis para mí durante el trayecto y a cambio os llevaré el día acordado cuando zarpemos. - Carraspeó sonoramente en un gargajo profundo de su garganta antes de hacer uso de una escupidera que disponía a su vera, tomándola por su asa y de un potente lanzamiento depositar en este contenedor de cerámica esta molesta mucosidad.
- Todo el mundo sale ganando, yo consigo a gente que trabaje para mí y no me es necesario pagarles, vosotros un viaje. Necesito a alguien en las cocinas, un cocinero ¿Sabéis de artes culinarias alguno? ¿Hm? También alguien que limpie la superficie, de proa a popa y de estribor a babor, los maderos se resienten bastante si no se mantienen ya sabéis... En general y para que os hagáis una idea necesito vuestras manos, en un navío se necesitan muchas por lo que seguramente a parte de esto os solicite para más encargos hasta finalizar este trayecto. - Su entusiasmo era digno de ausencia, este humano no es que fuera alguien carismático o adquiriera énfasis en sus palabras, todo lo contrario, su semblante era algo alicaído que añadiéndolo a sus grandes ojeras era una clara imagen depresiva, su posición encorvada no es que ayudara mucho a enderezar esta visión.
- Por cierto, llamadme Harold ¿Quién os ha hablado del Quimkelen ya que estamos poniéndonos al día?. - Inquirió dejando el pergamino al cual prestaba atención antes, sustituyéndolo por su propia jarra de hidromiel a medio ingerir, apurando su contenido en largos tragos consecutivos mientras parte de este néctar se deslizaba por su mentón y barba.
- Un hombre que está en los puertos, afirmó ser vuestro amigo estimado Harold, al igual que vos parecía tener problemas con dichos Aeros, solicitaba algun-... - El verbo de Rel se vio interrumpido por el arrebato intempestivo de Harold en escupir todo lo que había bebido sobre la mesa, el capitán enderezó su postura en un estado rígido y apoyó sus botas contra el suelo ejerciendo fuerza en un impulso para levantarse, su mano diestra se apoyó en el mango de un sable corto aún enfundado y colgado de su cinto. Casi podría haberse escuchado el rechinar de sus dientes mientras sus ojos se enfocaban en la salida de "El Búho Rojo".
- Hijo de mil furcias... - Masculló en pos de aquella salida.
- Ahí van de nuevo. - La voz de la mesera no se hizo esperar una vez que Harold atravesó la puerta, sus ojos rodaron en blanco mientras seguía en sus tareas algo ausente y despreocupada del asunto, un mero comentario.
El Ensoñador
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Re: Nuevas andanzas [Privado, CERRADO]
La respuesta del capitán no se hizo esperar. Una de esas que demuestran el mínimo de cautela que todo ser debe tener. Por muy afable que se te acercarse alguien, preguntar el motivo del interés sobre tu persona era lo mínimo. Pues, por muy amable y cortés que fuese dicha persona siempre había un interés detrás. Un interés que no siempre tenía que ser algo peligroso para la persona buscada o preguntada, más, saberlo nunca estaba de más. Conocer un poco de la persona que te requería nunca lo era.
- Exacto, ella y yo-, afirmó, tras las palabras de la dama del norte. - Pero como bien indica mi amiga, no somos gorrones. Pagaremos o ayudaremos en las labores. Lo que más precise.
Unas palabras un tanto redundantes. No obstante, bien incluidas para reforzar la idea que ya había expuesto la dragona. Si el capitán todavía tenía alguna duda al respecto, escuchar de ambos el ánimo por ayudar podría desequilibrar la balanza en favor de los viajeros.
- Si así lo deseáis, que así sea. Si necesitáis una ayuda en el trabajo os ayudaremos-, contestó al capitán. - Nunca he sido marinero, pero he viajado mucho en barco. He ayudado más de una vez. No soy lo mejor que podréis encontrar para labores en una nave pero aportaré mi granito de arena.
En ese punto, Vincent estaba más que dispuesto a comunicarle al capitán que era un brujo mercenario. En todo lugar se necesita protección, en un barco no era distinto. Aquello puede que animara aún más al hombre. Bueno, que lo animara algo, pues el tipo tenía las mismas energías que una piedra del camino.
Y sí, estaba más que dispuesto porque no pudo hacerlo. Por fin algo llenó de energías al capitán, que no tardó en tomar su arma y salir a la calle en busca de un encuentro con su “querido” mendigo.
- Eso ha sido…-. El brujo no terminó su frase. En cambio se acarició el pelo de la barba. - Eso ha sido… Bueno, al menos con esto podemos sacar una clara conclusión. El capitán sí está vivo-, comentó en broma, posando su mirada sobre los ojos de la norteña y dibujando una sonrisa en los labios. - Supongo. Sí, será mejor ir a ver qué hacen esos dos truhanes.
El sureño no tardó en dirigir su andar hacia la puerta del establecimiento, para seguir el paso del loco capitán. Bueno, la puerta en el sentido más amplio de la palabra, pues la puerta acabó otra vez por los suelos en cuánto el marinero la tiró para salir.
«Imagino que esa puerta suele estar más por los suelos que donde la lógica dicta», caviló el brujo, mientras pasaba por el lado de la madera tirada y salía al exterior.
La escena que pudo contemplar al salir no podía ser más… ridícula. Una auténtica obra de teatro ambulante, de una comedia sin igual.
- ¡¿Quién te ha dicho que puedes mandarme gente sin avisar?! - gritaba uno, moviendo su sable como un palo más que como un arma ofensiva.
- Dita sea. Solamente intento ayudarte. ¡Así me lo pagas! - respondía el otro, también a viva voz, manejando una espada que…
- ¿De dónde ha sacado un arma? - comentó Vincent a su futura compañera de viaje. - Antes no llevaba y no parecía tener lugar dónde esconderla llevándola encima.
El brujo no tardó en encontrar con la mirada una zona de cajas cercana al mendigo, y de concluir que seguramente la habría tenido por allí guardada. De igual forma, a ojos del experto guerrero, ambos luchaban con sus armas de una manera muy torpe, pero más por razones de no querer hacerse daño mutuamente, que por simple torpeza en el manejo de las armas.
- Ah - mentó, antes de acariciar los pelos de su nuca y dar un largo suspiro. - Imagino que alguien tendrá que intervenir.
Y tras decir aquello, el brujo se acercó al dúo cómico homicida que estaban dando un dudoso espectáculo en los muelles.
- Buenos hombres-, saludó, pero sin lograr atención. Vincent, pues, ante tal fracaso, carraspeó. - ¡Buenos hombres! - dijo en alto, dando una palmada con sus manos, logrando al fin su objetivo. - ¿Cuál es el problema? ¿No se benefician ambos?
- El problema es que este gañán se cree que el barco es suyo y que puede hacer lo que le dé la gana.
- Pero si te mando gente, estúpido. Ya tá bien, el barco es mío.
- Deja de decir eso como un loro cada vez que nos cruzamos. El barco es mío. Te lo gané a las cartas.
- Trampas. Tramposo es lo que eres.
- Vuelve a llamarme eso y te corto en trocitos. Me importará bien poco que seamos familia.
Vincent ante tal acontecimiento sólo pudo responder con un leve descenso de su mirada y con un movimiento de su mano diestra con el fin de frotar la frente con el dorso de esta.
«En qué mierda me he metido»
- A ver, por lo que he escuchado son familia. ¿No es más motivo para que colaboren? ¿Usted no necesita gente en el barco?
- ¿Yo? ¿Trabajando para este en mi propio barco?
- Es mi barco, majadero. Y jamás te subirás en él mientras yo sea capitán-, lo amenazó el otro, otra vez con su arma filosa.
- Bueno, ¿y que se queden las cosas como están? ¿Qué hay de malo en que se gane unas monedas por algo de información?
- ¿Qué hay de malo? - respondió el capitán con indignación. - Que lo hace por salvar su barco, el que cree que es su barco. Nunca lo ha hecho por mí.
- Ja, hasta ya reconoce que es mi barco. Dita sea, devuélvemelo.
- Jamás, y deja de meterte en asuntos ajenos. Deja de mandarme gente.
- Pero aunque lo haga por esa razón. Ambos ganan. Él, monedas. Usted, pasaje o trabajadores.
El resto se volvió ininteligible para el buen mercenario nativo del sur, sobre todo porque había dejado de prestar atención a la discusión que había proseguido su curso pese a su diplomática intervención. Vincent ya había escuchado suficiente y había puesto espacio de por medio, acercándose nuevamente a su compañera de viaje.
- Lo mejor será dejarlos a su aire. Por la forma de actuar de la mesera de la taberna-, señaló la entrada de la taberna con un movimiento de su testa. - Imagino que esto pasará a menudo. Así que nunca ha ido a mayores. Parece que les encanta discutir mientras amagan con matarse-, dijo, antes de mirar por encima de su hombro.
«Menudos locos. El mundo está lleno de locos»
- En fin, el tal Harold tácitamente ya aceptó a llevarnos, antes de darle un brote de locura-, afirmó, retornando su mirada hacia la dama del norte, - No sé qué tal idea sea subirse a un barco con tal pirado dueño, pero qué le parece si paseamos por el pueblo mientras compramos lo necesario para el viaje. Aún no zarpará y eso me da un tiempo precioso para hacer que usted también se vuelva una loca. Con tantas tonterías que suelto por mi boca lo podemos considerar un arte mágico más-, comentó divertido, antes de reír suavemente. - Una aventura más. Será divertido-, terminó por decir, antes de dar unos pasos..
Siempre lo era. Las aventuras siempre lo eran.
Las sociedades de aquel mundo eran crueles y dañinas en muchos casos. Pero también había espacio para la alegría, y la vida solo era un camino de un único recorrido. Lo importante de vivir era disfrutar del camino y, por los dioses, que ese maldito brujo lo hacía siempre que podía, sin importar los problemas, penurias o batallas que tuviera que arreglar, atravesar o luchar.
- Vamos, joven norteña. Le enseñaré el mundo tal y como es-, le dijo amable, con una sonrisa cruzando su rostro, poniéndose en camino tras tales palabras.
Las palabras que serían el comienzo de un nuevo viaje. Pocas cosas podrían animarlo más.
- Exacto, ella y yo-, afirmó, tras las palabras de la dama del norte. - Pero como bien indica mi amiga, no somos gorrones. Pagaremos o ayudaremos en las labores. Lo que más precise.
Unas palabras un tanto redundantes. No obstante, bien incluidas para reforzar la idea que ya había expuesto la dragona. Si el capitán todavía tenía alguna duda al respecto, escuchar de ambos el ánimo por ayudar podría desequilibrar la balanza en favor de los viajeros.
- Si así lo deseáis, que así sea. Si necesitáis una ayuda en el trabajo os ayudaremos-, contestó al capitán. - Nunca he sido marinero, pero he viajado mucho en barco. He ayudado más de una vez. No soy lo mejor que podréis encontrar para labores en una nave pero aportaré mi granito de arena.
En ese punto, Vincent estaba más que dispuesto a comunicarle al capitán que era un brujo mercenario. En todo lugar se necesita protección, en un barco no era distinto. Aquello puede que animara aún más al hombre. Bueno, que lo animara algo, pues el tipo tenía las mismas energías que una piedra del camino.
Y sí, estaba más que dispuesto porque no pudo hacerlo. Por fin algo llenó de energías al capitán, que no tardó en tomar su arma y salir a la calle en busca de un encuentro con su “querido” mendigo.
- Eso ha sido…-. El brujo no terminó su frase. En cambio se acarició el pelo de la barba. - Eso ha sido… Bueno, al menos con esto podemos sacar una clara conclusión. El capitán sí está vivo-, comentó en broma, posando su mirada sobre los ojos de la norteña y dibujando una sonrisa en los labios. - Supongo. Sí, será mejor ir a ver qué hacen esos dos truhanes.
El sureño no tardó en dirigir su andar hacia la puerta del establecimiento, para seguir el paso del loco capitán. Bueno, la puerta en el sentido más amplio de la palabra, pues la puerta acabó otra vez por los suelos en cuánto el marinero la tiró para salir.
«Imagino que esa puerta suele estar más por los suelos que donde la lógica dicta», caviló el brujo, mientras pasaba por el lado de la madera tirada y salía al exterior.
La escena que pudo contemplar al salir no podía ser más… ridícula. Una auténtica obra de teatro ambulante, de una comedia sin igual.
- ¡¿Quién te ha dicho que puedes mandarme gente sin avisar?! - gritaba uno, moviendo su sable como un palo más que como un arma ofensiva.
- Dita sea. Solamente intento ayudarte. ¡Así me lo pagas! - respondía el otro, también a viva voz, manejando una espada que…
- ¿De dónde ha sacado un arma? - comentó Vincent a su futura compañera de viaje. - Antes no llevaba y no parecía tener lugar dónde esconderla llevándola encima.
El brujo no tardó en encontrar con la mirada una zona de cajas cercana al mendigo, y de concluir que seguramente la habría tenido por allí guardada. De igual forma, a ojos del experto guerrero, ambos luchaban con sus armas de una manera muy torpe, pero más por razones de no querer hacerse daño mutuamente, que por simple torpeza en el manejo de las armas.
- Ah - mentó, antes de acariciar los pelos de su nuca y dar un largo suspiro. - Imagino que alguien tendrá que intervenir.
Y tras decir aquello, el brujo se acercó al dúo cómico homicida que estaban dando un dudoso espectáculo en los muelles.
- Buenos hombres-, saludó, pero sin lograr atención. Vincent, pues, ante tal fracaso, carraspeó. - ¡Buenos hombres! - dijo en alto, dando una palmada con sus manos, logrando al fin su objetivo. - ¿Cuál es el problema? ¿No se benefician ambos?
- El problema es que este gañán se cree que el barco es suyo y que puede hacer lo que le dé la gana.
- Pero si te mando gente, estúpido. Ya tá bien, el barco es mío.
- Deja de decir eso como un loro cada vez que nos cruzamos. El barco es mío. Te lo gané a las cartas.
- Trampas. Tramposo es lo que eres.
- Vuelve a llamarme eso y te corto en trocitos. Me importará bien poco que seamos familia.
Vincent ante tal acontecimiento sólo pudo responder con un leve descenso de su mirada y con un movimiento de su mano diestra con el fin de frotar la frente con el dorso de esta.
«En qué mierda me he metido»
- A ver, por lo que he escuchado son familia. ¿No es más motivo para que colaboren? ¿Usted no necesita gente en el barco?
- ¿Yo? ¿Trabajando para este en mi propio barco?
- Es mi barco, majadero. Y jamás te subirás en él mientras yo sea capitán-, lo amenazó el otro, otra vez con su arma filosa.
- Bueno, ¿y que se queden las cosas como están? ¿Qué hay de malo en que se gane unas monedas por algo de información?
- ¿Qué hay de malo? - respondió el capitán con indignación. - Que lo hace por salvar su barco, el que cree que es su barco. Nunca lo ha hecho por mí.
- Ja, hasta ya reconoce que es mi barco. Dita sea, devuélvemelo.
- Jamás, y deja de meterte en asuntos ajenos. Deja de mandarme gente.
- Pero aunque lo haga por esa razón. Ambos ganan. Él, monedas. Usted, pasaje o trabajadores.
El resto se volvió ininteligible para el buen mercenario nativo del sur, sobre todo porque había dejado de prestar atención a la discusión que había proseguido su curso pese a su diplomática intervención. Vincent ya había escuchado suficiente y había puesto espacio de por medio, acercándose nuevamente a su compañera de viaje.
- Lo mejor será dejarlos a su aire. Por la forma de actuar de la mesera de la taberna-, señaló la entrada de la taberna con un movimiento de su testa. - Imagino que esto pasará a menudo. Así que nunca ha ido a mayores. Parece que les encanta discutir mientras amagan con matarse-, dijo, antes de mirar por encima de su hombro.
«Menudos locos. El mundo está lleno de locos»
- En fin, el tal Harold tácitamente ya aceptó a llevarnos, antes de darle un brote de locura-, afirmó, retornando su mirada hacia la dama del norte, - No sé qué tal idea sea subirse a un barco con tal pirado dueño, pero qué le parece si paseamos por el pueblo mientras compramos lo necesario para el viaje. Aún no zarpará y eso me da un tiempo precioso para hacer que usted también se vuelva una loca. Con tantas tonterías que suelto por mi boca lo podemos considerar un arte mágico más-, comentó divertido, antes de reír suavemente. - Una aventura más. Será divertido-, terminó por decir, antes de dar unos pasos..
Siempre lo era. Las aventuras siempre lo eran.
Las sociedades de aquel mundo eran crueles y dañinas en muchos casos. Pero también había espacio para la alegría, y la vida solo era un camino de un único recorrido. Lo importante de vivir era disfrutar del camino y, por los dioses, que ese maldito brujo lo hacía siempre que podía, sin importar los problemas, penurias o batallas que tuviera que arreglar, atravesar o luchar.
- Vamos, joven norteña. Le enseñaré el mundo tal y como es-, le dijo amable, con una sonrisa cruzando su rostro, poniéndose en camino tras tales palabras.
Las palabras que serían el comienzo de un nuevo viaje. Pocas cosas podrían animarlo más.
Vincent Calhoun
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