El de repuesto [Trabajo]
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El de repuesto [Trabajo]
Peor que alguien te robase el dinero que llevabas encima, era que te lo robase tu propia estupidez.
No sabía donde habían ido a parar mis bolsas de aeros, y probablemente no lo haría. Las había perdido hace un par de días en cuanto caí en la nieve y rodé varios metros, habiendo estado montado sobre una especie de trineo-carro jalado por un par de upeleros, en un intento de surcar rápidamente montaña abajo Dundarak y toda la nieve que le rodeaba.
El error, claro, era que si bien había tomado mucho en cuenta dimensiones, forma, la dureza de la madera, y la velocidad a la que iban a jalar dos upeleros, no había tomado en cuenta nada de mi capacidad para manejar trineos. A la primera pequeña roca y el primer pequeño salto ya sabía que era mala idea – y, peor que eso, sabía que ya era tarde.
Todavía tenía dolores y había sido hace más de una semana. Un par de días después de eso en una horrible de fría mañana en El Paso estaba de – valga la redundancia – paso el mismísimo Federico Enriquete.
La verdad es que no había oído de él hasta que pasó por allí, camino hacia Ulmer. Por los rumores que se dieron tan sólo ante su presencia la noticia parecía ser que su próximo gran show sería allí. No hice un caso muy grande a esto, tenía curiosidad y ciertamente el hombre tenía talento, hablando en verso y todo eso, pero yo no tenía precisamente el dinero para alcanzar Ulmer a tiempo. Iba a perderme la gran fiesta.
Iba. En el presente, estaba arreglando al carro donde se había montado Federico y su pandilla. Al parecer tenían desde la noche anterior volcados, y durante el campamento que habían montado el hombre terminó comiéndose una oruga venenosa al confundirla con una golosina.
«¿Pero cómo?» me preguntaba mientras daba los últimos toques de las reparaciones. Había tenido al menos la mitad de mi consciencia en ese tópico desde hace horas, es decir, ¿cuántas golosinas parecían orugas? Ni que hubiera golosinas que se movier-
Me tragué mis palabras al recordar el pueblo que tuvo una crisis de dulces cobrando vida. «En fin», suspiré, golpeando un último clavo y estirándome, había terminado. Cuando me acerqué al que parecía ser el jefe de todos, incluso de Federico, el organizador o qué se yo, se me iluminaron los ojos.
Que bolsa de aeros tan grande, ¿iban a pagarme tanto? Con la mejor de mis sonrisas abrí los brazos como si quisiera abrazarla, hasta que estiró su mano con una cosita pequeña que no tenía que tener ni un cuarto de la bolsa que tenía en la otra.
—Er… —deje caer los brazos a los lados, tomándola y le vi la cara.
Pasamos nuestros cuantos segundos en silencio.
—Es lo que vale el trabajo, muchacho. ¡Y ni siquiera es como si hubiese descontando del pago total qué te vamos a dejar montar en el carro para llegar a Ulmer, o algo así!
Una negación como que demasiado específica para mi gusto. Me encogí de hombros y me encasqueté la bolsita, de todas maneras, no resistí hacer la pregunta:
—¿Y esa es…?
—¿Esa qué-Oh. Je, bueno —sonrió, tomándola y agitándola mientras ojeaba el carro para asegurarse de que estaba bien—, esto es para el talento que consiga en Ulmer. No cancelar la fiesta sólo porque Federico esté envenenado, las cartas que recibí de mis hombres días atrás dicen que la recepción es maravillosa, ¡todo el lugar quiere verlo!
«Sólo» me repetí en la cabeza, con los ojos en blanco.
—Como es la primera vez que pasamos por allí, nadie ha visto a Federico, así que lo que tienen es la imagen que hemos cultivado de él: ¡su sombrero de plumas, y su laúd! Se los doy a otro y listo, que me sale más barato conseguir a un trovador de repuesto que pagarle a un curandero o alquimista. Por tanto voy a mandar a poner panfletos en todo poblado cercano con mis nexos en esos lugares y yo mismo echaré un ojito por Ulmer sin llamar mucho la atención, que no quiero rumores de que la fiesta está arruinada.
«Que me sale más barato conseguir a un trovador de repuesto que pagarle a un curandero o alquimista» me repetí también, con los ojos todavía en blanco.
Y yo pensando que la vida de mercenario podía ser dura, la de las estrellas era peor. Después de verificar que todo estaba en orden, Jorn, que era como se llamaba el tipo, se montó en el carro. Luego de que ayudase a otros de sus hombres a montar a un alucinante Federico me senté adelante junto al conductor del carruaje y partimos a Ulmer.
Fueron dos días de camino sin parar para poder llegar. Habíamos arribado en la tarde, suficiente como para que empezase a oscurecer, pero no tanto como para decir que era de noche. Durante el camino había descubierto en mis charlas con el conductor que Jorn era el padre de Federico. No sabía si eso me ponía triste o no por cómo había hablado de su situación. También lo había visto escribir varios mensajes, todos decían más o menos lo mismo, y eran enviados con aves.
Ninguna había regresado. No sabía si eran mala señal o no, pero por las prisas de que ni teníamos diez minutos en Ulmer y el hombre ya estaba hablando con un tabernero si no había en el lugar alguien que pudiese tocar y llamar la atención, sólo me restaba imaginar que sí, no había conseguido su reemplazo en pueblos cercanos, y el tiempo le estaba corriendo muy corto. Se salvaría, parece, por la réplica del tabernero:
—Tocar y llamar la atención. Pff, ni te digo, se me vienen varias personas a la cabeza, pero la que tienes más cerca y, uff, ni te digo, no sé si toca, pero ojalá que si, y ni te digo, llamar la atención no lo define, cuanta mirada no se roba. De las mejores pechonalidades que he visto.
—¿Personalidad? ¡Suena justo cómo lo qué estoy buscando!
Accidentalmente oí todo eso, no estaba espiando, sólo esperando mi turno para hablar pedir algo de comer y beber, después pediría un cuarto en la taberna. Aquella mujer se la habían descrito a Jorn: pálida, pelo negro azabache y alta. No tenía pérdida, no había forma de que no viese al, en palabras del tabernero, “puto dragón de madera grandote que está afuera.”
No fue mucho antes de que volviera histérico.
—¡Tú… tú… maldito viejo verde! ¡No hablaba de ese tipo de atención! ¡Ni siquiera le hablé porque ya me queda clarito de qué tocar hablas! ¡Ugh! —se dio vuelta, dando un pisotón y negando con la cabeza—. Tranquilo Jorn, tienes tiempo… tienes tiempo… ugh. ¡Muchachos, pásenlo!
Ante su orden las puertas de la taberna se abrieron de nuevo, un trío de sujetos sosteniendo a Federico y ayudándolo a caminar. No llevaba su laúd ni su sombrero, e iba hablando… sólo. Diciendo… algo. A saber qué diablos estaría el pobre viendo… «Que potente esos bichos. Hace nada ni podía caminar, ahora sí y todo, pero sigue alucinando cosas».
Lo vi ascender escaleras arriba y tomé un trago de una botella. Jorn se acercó al frente y le pregunto al tabernero el precio de los cuartos, y procedió a pagar.
Yo escupí el trago que tenía a la boca. ¿¡Cuánto!? «No… ¡No me alcanza!»
Y acababa de escupir lo último que quedaba de la bebida. Que asco. Nada más me levanté y traté de negociar el hombre me cortó, recibiendo el dinero por la botella y la comida y, en pocas palabras, diciéndome que nada, que me largase.
Salí del lugar con un suspiro y un estornudo por el frío maldito que estaba haciendo. Iba a ser un montón de hielo para mañana si no encontraba un lugar donde hospedarme, por lo que empecé a rondar el lugar, toda y cada taberna que pude. Para la noche había pasado por todas, en ninguna me llegaba el dinero, y definitivamente a estas horas no iba a conseguir algo que me ganase los aeros para quedarme en un sitio.
Vagué unos minutos, cada segundo más sensible al frío, puede que por tener la pura idea de que sólo eso me esperaba. Terminé acostado sobre un banco de madera viendo al cielo, ausente, llevándome casi un minuto notarlo.
«¿Ah-» pegué un brinco del banco, alcanzando por mi arma ante el dragón. Me preguntaba cómo había llegado a mi lado sin que lo notase, entonces fue que lo vi bien. Estaba hecho de madera. Guardé el arma lentamente y pasé un dedo con cuidado admirando el trabajo, santo cielo, ¿quién había dejado algo así a la intemper…
“El Reposo de Dragón” leí en letras grandes en un tablón de madera, justo en la entrada de una edificación que estaba, así a ojo, a unos diez pasos del banco. Ups. Al menos no… me había visto nadie… ¿no?
Apenado me di vuelta e intenté alejarme del sitio de puntillas, podían pensar cualquier cosa y ninguna era buena. Me detuve al recordar lo que había oído en la taberna, ¿el puto dragón de madera grandote que está afuera? ¿Era este? Entonces esto… era una carpintería, ¿no? Una carpintería…
¡Bien!
Si el dueño estaba adentro puede que pudiese hablar las cosas con él, lo ayudaba o hacia algún trabajo que tuviese pendiente en su lugar si me dejaba quedar la noche, o algo, y puede que directamente si me dejaba trabajase otros días más allí por alguna pequeña paga, hasta ahorrar suficiente para irme de Ulmer.
No perdía nada preguntando, al menos. Agarré aire y caminé hacia la puerta, tocándola.
No sabía donde habían ido a parar mis bolsas de aeros, y probablemente no lo haría. Las había perdido hace un par de días en cuanto caí en la nieve y rodé varios metros, habiendo estado montado sobre una especie de trineo-carro jalado por un par de upeleros, en un intento de surcar rápidamente montaña abajo Dundarak y toda la nieve que le rodeaba.
El error, claro, era que si bien había tomado mucho en cuenta dimensiones, forma, la dureza de la madera, y la velocidad a la que iban a jalar dos upeleros, no había tomado en cuenta nada de mi capacidad para manejar trineos. A la primera pequeña roca y el primer pequeño salto ya sabía que era mala idea – y, peor que eso, sabía que ya era tarde.
Todavía tenía dolores y había sido hace más de una semana. Un par de días después de eso en una horrible de fría mañana en El Paso estaba de – valga la redundancia – paso el mismísimo Federico Enriquete.
La verdad es que no había oído de él hasta que pasó por allí, camino hacia Ulmer. Por los rumores que se dieron tan sólo ante su presencia la noticia parecía ser que su próximo gran show sería allí. No hice un caso muy grande a esto, tenía curiosidad y ciertamente el hombre tenía talento, hablando en verso y todo eso, pero yo no tenía precisamente el dinero para alcanzar Ulmer a tiempo. Iba a perderme la gran fiesta.
Iba. En el presente, estaba arreglando al carro donde se había montado Federico y su pandilla. Al parecer tenían desde la noche anterior volcados, y durante el campamento que habían montado el hombre terminó comiéndose una oruga venenosa al confundirla con una golosina.
«¿Pero cómo?» me preguntaba mientras daba los últimos toques de las reparaciones. Había tenido al menos la mitad de mi consciencia en ese tópico desde hace horas, es decir, ¿cuántas golosinas parecían orugas? Ni que hubiera golosinas que se movier-
Me tragué mis palabras al recordar el pueblo que tuvo una crisis de dulces cobrando vida. «En fin», suspiré, golpeando un último clavo y estirándome, había terminado. Cuando me acerqué al que parecía ser el jefe de todos, incluso de Federico, el organizador o qué se yo, se me iluminaron los ojos.
Que bolsa de aeros tan grande, ¿iban a pagarme tanto? Con la mejor de mis sonrisas abrí los brazos como si quisiera abrazarla, hasta que estiró su mano con una cosita pequeña que no tenía que tener ni un cuarto de la bolsa que tenía en la otra.
—Er… —deje caer los brazos a los lados, tomándola y le vi la cara.
Pasamos nuestros cuantos segundos en silencio.
—Es lo que vale el trabajo, muchacho. ¡Y ni siquiera es como si hubiese descontando del pago total qué te vamos a dejar montar en el carro para llegar a Ulmer, o algo así!
Una negación como que demasiado específica para mi gusto. Me encogí de hombros y me encasqueté la bolsita, de todas maneras, no resistí hacer la pregunta:
—¿Y esa es…?
—¿Esa qué-Oh. Je, bueno —sonrió, tomándola y agitándola mientras ojeaba el carro para asegurarse de que estaba bien—, esto es para el talento que consiga en Ulmer. No cancelar la fiesta sólo porque Federico esté envenenado, las cartas que recibí de mis hombres días atrás dicen que la recepción es maravillosa, ¡todo el lugar quiere verlo!
«Sólo» me repetí en la cabeza, con los ojos en blanco.
—Como es la primera vez que pasamos por allí, nadie ha visto a Federico, así que lo que tienen es la imagen que hemos cultivado de él: ¡su sombrero de plumas, y su laúd! Se los doy a otro y listo, que me sale más barato conseguir a un trovador de repuesto que pagarle a un curandero o alquimista. Por tanto voy a mandar a poner panfletos en todo poblado cercano con mis nexos en esos lugares y yo mismo echaré un ojito por Ulmer sin llamar mucho la atención, que no quiero rumores de que la fiesta está arruinada.
«Que me sale más barato conseguir a un trovador de repuesto que pagarle a un curandero o alquimista» me repetí también, con los ojos todavía en blanco.
Y yo pensando que la vida de mercenario podía ser dura, la de las estrellas era peor. Después de verificar que todo estaba en orden, Jorn, que era como se llamaba el tipo, se montó en el carro. Luego de que ayudase a otros de sus hombres a montar a un alucinante Federico me senté adelante junto al conductor del carruaje y partimos a Ulmer.
Fueron dos días de camino sin parar para poder llegar. Habíamos arribado en la tarde, suficiente como para que empezase a oscurecer, pero no tanto como para decir que era de noche. Durante el camino había descubierto en mis charlas con el conductor que Jorn era el padre de Federico. No sabía si eso me ponía triste o no por cómo había hablado de su situación. También lo había visto escribir varios mensajes, todos decían más o menos lo mismo, y eran enviados con aves.
Ninguna había regresado. No sabía si eran mala señal o no, pero por las prisas de que ni teníamos diez minutos en Ulmer y el hombre ya estaba hablando con un tabernero si no había en el lugar alguien que pudiese tocar y llamar la atención, sólo me restaba imaginar que sí, no había conseguido su reemplazo en pueblos cercanos, y el tiempo le estaba corriendo muy corto. Se salvaría, parece, por la réplica del tabernero:
—Tocar y llamar la atención. Pff, ni te digo, se me vienen varias personas a la cabeza, pero la que tienes más cerca y, uff, ni te digo, no sé si toca, pero ojalá que si, y ni te digo, llamar la atención no lo define, cuanta mirada no se roba. De las mejores pechonalidades que he visto.
—¿Personalidad? ¡Suena justo cómo lo qué estoy buscando!
Accidentalmente oí todo eso, no estaba espiando, sólo esperando mi turno para hablar pedir algo de comer y beber, después pediría un cuarto en la taberna. Aquella mujer se la habían descrito a Jorn: pálida, pelo negro azabache y alta. No tenía pérdida, no había forma de que no viese al, en palabras del tabernero, “puto dragón de madera grandote que está afuera.”
No fue mucho antes de que volviera histérico.
—¡Tú… tú… maldito viejo verde! ¡No hablaba de ese tipo de atención! ¡Ni siquiera le hablé porque ya me queda clarito de qué tocar hablas! ¡Ugh! —se dio vuelta, dando un pisotón y negando con la cabeza—. Tranquilo Jorn, tienes tiempo… tienes tiempo… ugh. ¡Muchachos, pásenlo!
Ante su orden las puertas de la taberna se abrieron de nuevo, un trío de sujetos sosteniendo a Federico y ayudándolo a caminar. No llevaba su laúd ni su sombrero, e iba hablando… sólo. Diciendo… algo. A saber qué diablos estaría el pobre viendo… «Que potente esos bichos. Hace nada ni podía caminar, ahora sí y todo, pero sigue alucinando cosas».
Lo vi ascender escaleras arriba y tomé un trago de una botella. Jorn se acercó al frente y le pregunto al tabernero el precio de los cuartos, y procedió a pagar.
Yo escupí el trago que tenía a la boca. ¿¡Cuánto!? «No… ¡No me alcanza!»
Y acababa de escupir lo último que quedaba de la bebida. Que asco. Nada más me levanté y traté de negociar el hombre me cortó, recibiendo el dinero por la botella y la comida y, en pocas palabras, diciéndome que nada, que me largase.
Salí del lugar con un suspiro y un estornudo por el frío maldito que estaba haciendo. Iba a ser un montón de hielo para mañana si no encontraba un lugar donde hospedarme, por lo que empecé a rondar el lugar, toda y cada taberna que pude. Para la noche había pasado por todas, en ninguna me llegaba el dinero, y definitivamente a estas horas no iba a conseguir algo que me ganase los aeros para quedarme en un sitio.
Vagué unos minutos, cada segundo más sensible al frío, puede que por tener la pura idea de que sólo eso me esperaba. Terminé acostado sobre un banco de madera viendo al cielo, ausente, llevándome casi un minuto notarlo.
«¿Ah-» pegué un brinco del banco, alcanzando por mi arma ante el dragón. Me preguntaba cómo había llegado a mi lado sin que lo notase, entonces fue que lo vi bien. Estaba hecho de madera. Guardé el arma lentamente y pasé un dedo con cuidado admirando el trabajo, santo cielo, ¿quién había dejado algo así a la intemper…
“El Reposo de Dragón” leí en letras grandes en un tablón de madera, justo en la entrada de una edificación que estaba, así a ojo, a unos diez pasos del banco. Ups. Al menos no… me había visto nadie… ¿no?
Apenado me di vuelta e intenté alejarme del sitio de puntillas, podían pensar cualquier cosa y ninguna era buena. Me detuve al recordar lo que había oído en la taberna, ¿el puto dragón de madera grandote que está afuera? ¿Era este? Entonces esto… era una carpintería, ¿no? Una carpintería…
¡Bien!
Si el dueño estaba adentro puede que pudiese hablar las cosas con él, lo ayudaba o hacia algún trabajo que tuviese pendiente en su lugar si me dejaba quedar la noche, o algo, y puede que directamente si me dejaba trabajase otros días más allí por alguna pequeña paga, hasta ahorrar suficiente para irme de Ulmer.
No perdía nada preguntando, al menos. Agarré aire y caminé hacia la puerta, tocándola.
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Otra mañana de arduo trabajo en el puerto y la tienda.
Lavey ya se defendía más que bien en el taller, con lo que me dejaba tiempo para ir a trabajar en los barcos.
La muchacha insistía en quedarse sola y liderar en mi ausencia, y yo, como no podía ser de otra forma, aceptaba sus demandas. Y es que no podía evitarlo, ver a mi hija con esa sonrisa orgullosa de "Mama, confía en mí. Yo puedo con esto" me derretía.
La jornada de trabajo terminaba en el puerto. Estaba toda sudada y llena de serrín y virutas por todos lados, la coleta, tras el pañuelo de mi cabeza, se movía con el vaivén de los pasos.
-Tengo un hambre de lobo. -Exclamé, al llegar a la taberna La Garrapata, donde dueño y feligreses rieron la broma. -Pulga, lo de siempre.
Pulga, regente y camarero del local, sirvió en la barra un plato con varias empanadas e indicó con la mano una habitación. En ella esperaba una tina de agua caliente... o tibia, depende de cuando hubieran puesto el agua. Al salir de la tina me seguí poniendo la ropa de trabajo, pero por lo menos ya no era yo la que olía.
No faltó la frase mordaz de Lavey en cuanto entré a la tienda, tampoco faltó mi frase replicándole mientras subía a cambiarme.
-¿Hiciste muchas cosas hoy? -Aun me estaba ajustando los cordones de la camisa cuando bajé las escaleras y busqué el libro de cuentas. -Vaya, estas hecha toda una comerciante.
La adolescente infló el pecho y se quedó a mi lado. La lagartija se fue cuando llevaba cinco minutos repasando números y materiales, estaba claro que aquello no era interesante.
La tienda se quedó en silencio un buen rato hasta que apareció un hombre.
-Buenas tardes, -Me levanté del taburete. -¿en qué puedo ayudarle? -El hombre no dijo nada. Se quedó plantado delante de la puerta, me miraba fijamente, aunque no a los ojos. -¿Necesita algo? -Pasé por alto la desviación de sus ojos y sonreí. Pero antes de poder decir nada más, el tipo dio media vuelta y se fue. -Menudo bicho raro.
-Centella, -Mi hija me llamó mientras recogía unos artículos junto a la ventana. -otro vagabundo se ha tumbado en nuestro banco.
-Pobre, con el frio que hace se va a helar. ¿Le sacamos una manta? -Lavey me miró levantando una ceja. -¿Que? a ti te recogí de una torre abandonada.
-¡Yo no era una vagabunda! -La rubia hizo un mohín y se cruzó de brazos. No pude evitar reírme. -¡Que viene! Seguro que te ha escuchado y ahora quiere la manta.
-No seas tonta, ¿cómo nos va a oír? -El vagabundo llamó a la puerta. -Anda, pórtate bien y no seas mal educada. ¡Adelante!
Alcé la voz, dejando que se escuchara desde fuera.
-Como sea un asesino... luego no digas que no te lo advertí. -Refunfuñó la adolescente.
Lavey ya se defendía más que bien en el taller, con lo que me dejaba tiempo para ir a trabajar en los barcos.
La muchacha insistía en quedarse sola y liderar en mi ausencia, y yo, como no podía ser de otra forma, aceptaba sus demandas. Y es que no podía evitarlo, ver a mi hija con esa sonrisa orgullosa de "Mama, confía en mí. Yo puedo con esto" me derretía.
La jornada de trabajo terminaba en el puerto. Estaba toda sudada y llena de serrín y virutas por todos lados, la coleta, tras el pañuelo de mi cabeza, se movía con el vaivén de los pasos.
-Tengo un hambre de lobo. -Exclamé, al llegar a la taberna La Garrapata, donde dueño y feligreses rieron la broma. -Pulga, lo de siempre.
Pulga, regente y camarero del local, sirvió en la barra un plato con varias empanadas e indicó con la mano una habitación. En ella esperaba una tina de agua caliente... o tibia, depende de cuando hubieran puesto el agua. Al salir de la tina me seguí poniendo la ropa de trabajo, pero por lo menos ya no era yo la que olía.
No faltó la frase mordaz de Lavey en cuanto entré a la tienda, tampoco faltó mi frase replicándole mientras subía a cambiarme.
-¿Hiciste muchas cosas hoy? -Aun me estaba ajustando los cordones de la camisa cuando bajé las escaleras y busqué el libro de cuentas. -Vaya, estas hecha toda una comerciante.
La adolescente infló el pecho y se quedó a mi lado. La lagartija se fue cuando llevaba cinco minutos repasando números y materiales, estaba claro que aquello no era interesante.
La tienda se quedó en silencio un buen rato hasta que apareció un hombre.
-Buenas tardes, -Me levanté del taburete. -¿en qué puedo ayudarle? -El hombre no dijo nada. Se quedó plantado delante de la puerta, me miraba fijamente, aunque no a los ojos. -¿Necesita algo? -Pasé por alto la desviación de sus ojos y sonreí. Pero antes de poder decir nada más, el tipo dio media vuelta y se fue. -Menudo bicho raro.
-Centella, -Mi hija me llamó mientras recogía unos artículos junto a la ventana. -otro vagabundo se ha tumbado en nuestro banco.
-Pobre, con el frio que hace se va a helar. ¿Le sacamos una manta? -Lavey me miró levantando una ceja. -¿Que? a ti te recogí de una torre abandonada.
-¡Yo no era una vagabunda! -La rubia hizo un mohín y se cruzó de brazos. No pude evitar reírme. -¡Que viene! Seguro que te ha escuchado y ahora quiere la manta.
-No seas tonta, ¿cómo nos va a oír? -El vagabundo llamó a la puerta. -Anda, pórtate bien y no seas mal educada. ¡Adelante!
Alcé la voz, dejando que se escuchara desde fuera.
-Como sea un asesino... luego no digas que no te lo advertí. -Refunfuñó la adolescente.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Estaba bastante seguro de que me había dado un infarto, sólo que uno pequeñito. El “adelante” había venido demasiado rápido. Una voz femenina. ¿Me oyó venir? ¿Una mujer bestia? No, era Ulmer, licántropa. O…
Apreté los labios. Me había visto cuando me acosté en el banco de su carpintería. O quizá era paranoia mía y sólo era una persona muy atenta, o estaba cerca y ya. O algo…
Negué con la cabeza, no servía mucho ponerme a adivinar. Y lo que no me había molestado en analizar; el tono, no sonaba como el de una persona molesta. Más bien puede que algo amable.
Abrí la puerta asomando un poco la cabeza, después entrando de forma normal. Corrí rápidamente la mirada por el lugar, puede que demasiado rápido. Una barra, o un mostrador, un hombre de ojos azules, y-
Me detuve al clavar los ojos sobre los de una jovencita rubia. Bueno, no clavar, para empezar si alguien estaba clavando ojos allí era ella, por mí parte era más bien como que los míos se habían estrellado ante un muro. Uno bastante frío.
Y ese frío no tenía nada que ver con el de afuera. No terminaba de entender, no era tampoco como que me estaba viendo cómo te veía la gente cuando querían apuñalarte, esto era más… um.
«Oh». Estaba juzgándome. Me lleve una mano a la cara, recorriéndola descuidadamente. Después me la pasé por la armadura, ¿estaba sucio? O- cerré los ojos, inhalando. Ahí iba otra vez pensando todo. En mi defensa, ya estaba un poco nervioso de tener que pedir hospedaje… hallarme con una mirada así sólo había disparado mis nervios. Intenté poner mi mejor sonrisa.
No consideraba que fuese la mejor de todas. Ni cerca. Así que hice lo que haría cualquier otra persona enfrentando una fuente de incomodidad: evitarla. Volví los ojos al hombre de ojos azu…
—Qué —musité, dejando la boca levemente abierta. Como al correr los ojos por el lugar sólo tomé el color de sus ojos y el tamaño aproximado supuse que sería un hombre. No lo era.
Tuve que bajar la mirada a sus pies. Estaba parada al mismo nivel de altura que yo. Era casi de mi tamaño, ¿qué le habían dado de comer de niña?
—Er, ah. Um… hola —subí la mano. Mi volumen era un poco bajo, así que lo alcé para que asegurarme de que me oían y poder recomponerme—, buenas noches. Soy Anders, es un gusto. Er.
Junté las manos. Increíble que había pensado tanto y en ningún momento se me ocurrió organizar lo que iba a decir.
—Disculpen si estoy… molestándolas —volví a ver a la rubia, intentando adivinar porque estaría molesta—. ¿Iban a cerrar? No se preocupen, no vine a comprar nada o algo así. Venía a pedir hospedaje… —dejé colgar el sonido unos segundos, notando lo horrible que sonaba la frase, así, sola, por lo que me apresuré a añadir—: ¡P-Pero no de gratis! Soy carpintero, también. Trabajo en Lunargenta, y quería volver, peeero… uh.
Me encogí de hombros, acariciándome el cuello.
—Qui… quizá me gastase el dinero sin preguntar primero el precio de las habitaciones por aquí…son algo caras. Supongo que es porque hay muchas menos tabernas que en Lunargenta. La cosa es que quería ver si el… la dueña del lugar puede darme estadía, y a cambio terminaré algún trabajo que tenga pendiente. O termino uno que ya esté a medias. ¡Puedes probarme primero, si quieres! Y, y, por dormir, puedo dormir en el suelo, al menos no entra tanto frío —moví un poco las manos—, es para... solo esta noche. Aunque si es posible y me permiten, puedo hacer de apoyo otros días más, descontando de eso mi estadía, es para ahorrar y poder irme de Ulmer. Quiero decir, puedo hacerlo a pie, pero quiero llegar… relativamente pronto.
Puede que estuviese dejando correr un poco rápido mi lengua, tuve que agarrar aire y detenerme un momento, al menos para que pudieran hacer sus consideraciones sobre todo lo que había dicho. Pensé en añadir “o puedo salir a cortar mañana a primera hora de la mañana para traer madera, o cazar comida”; pero la forma en que me miraba la literalmente pequeña me hizo descartarlo. Era casi como decir “luego de que me dejen quedar voy a irme a los alrededores y desaparecer para que no me vean nunca más”, o algo entre esas líneas.
Por suerte la que parecía la jefa del lugar era amable. ¿Sería la madre de la rubia? ¿Hermana mayor? Accedió sin problemas; la estadía podía ser larga – mientras trabajase, claro. Todo bien.
Desvié la mirada de reojo cuando mencionó que tendría que dormir en el taller, porque la parte de arriba (y por tanto las camas) eran suya y de la rubia. Comprensible, si sólo eran ellas dos, hacer una tercera no sería muy lógico, y difícilmente sería una opción popular para estar porque abajo, bueno, era un taller. Habría ruido y movimiento, ambos de un tipo al que la mayoría no acostumbraba. Con el tiempo el ruido de las tabernas se volvía algo de fondo para todos, y se aprendía a ignorar. Acostumbrarse a otro ruido ya era otra cosa.
En fin. Busqué con los ojos lo que pareciese el lugar más cómodo para tirarme. También tendría que considerar distancia respecto a las ventanas… y muy posiblemente sólo moverme por el lugar y ya para ver donde me sentía más calientito.
—Muchas gracias... —murmuré todavía levemente apenado. Me tocaría dormir en el taller, así que me di vuelta para agarrar a—… Disculpen, un… momento —me acerqué a la puerta y la abrí al notar su ausencia. Dentro del taller se arrastró lentamente un montón de arcilla sin forma, más bien como derretida—. Es mi golem. No se preocupen; no va a ensuciar nada. Y si ensucia lo limpio. Y… ¿cómo debería llamarles?
Vi hacia la rubia, apoyando las manos sobre las rodillas.
—Saben, estaba pensando que serían licántropas —sonreí—, pero me acabo de acordar del nombre del lugar. Dragonas, ¿no? ¿Qué sabor les gusta a los dragones? ¿Picante? ¿Salado?
Estaba preguntando a doble razón. Primera, curiosidad. Segunda, no había una respuesta correcta, supuse, los dragones también eran personas, así que todos tenían su propio gusto, lo que quiere decir… que posiblemente la chica contestaría lo que a ella le gustaba.
Y eso me servía. Tenía mis ideas de cómo agradar a los niños.
Abrí la boca, dejando escapar entre un gruñido y un ronroneo, jalando más de mi golem e intentando acurrucarme más sobre él. Abrí un ojo levemente, observado el lugar. No parecían haber despertado, así que podía seguir durmiendo. No había forma de que trabajase sin estar serrando cosas, golpeando clavos, y básicamente haciendo todo lo que se hacía cuando no querías dejar dormir a alguien más. Además, todavía hacía frío… las mañanas también lo eran, de forma diferente a la noche. El frío del amanecer era más bien que las mantas estaban demasiado cómodas y calient…
«!!»
Me levanté de un salto, recordando donde había parado a dormir anoche. Alcé un pie listo para corretear a la puerta, pero al final caminé. Bastante silenciosamente, intentando no molestar a las de arriba, es decir… probablemente se levantaban temprano también, siendo dueñas de un taller y todo eso; pero hacer ruido y que eso despertase a la rubia sonaba como la excusa perfecta para dispararme.
Me asomé por la ventana, apenas empezaba a colarse un poco de naranja en las calles de Ulmer. Eso es que el sol no había alcanzado gran altura todavía, calculaba que eran cerca de las cinco, ¿puede que un poquito por encima de eso?
Bueno, daba igual, tenía tiempo. «A ver… a ver…» bostecé, rascándome la cabeza.
Busqué por el lugar donde guardarían la comida. Al parecer no lo hacían… puede que sólo comieran afuera, pero lo dudaba, si llevaban un taller así debían pasar buen rato aquí, así que alguna vez tendrían que preparar la comida en el lugar. Terminé por dar con un pequeño barril que no tenía nada que ver con la madera del resto del lugar. Posiblemente, era comprado, o intercambiado… fuese lo que fuese, no había sido hecho aquí.
Lo abrí, sonriendo al ver el interior. Algunos pescados en agua. Puse el dedo en uno y me lo lamí, «salado…». No agua entonces; salmuera. Tomé un par de ellos y vi hacia el golem.
Poco de una hora después había dejado una mesa en el centro del taller, con dos cuencos de arcilla sosteniendo sopa con un pescado para cada dragona. Tener los pescados en la salmuera los había engordecido, y habían servido directamente como la propia fuente de sal cuando normalmente tendría que removerla. Las especias las había sacado de mi equipo, porque vamos, era parte elfo, y había vivido demasiado tiempo en Sandorai.
Ahí uno no se aprendía las plantas para saber que podías comerte, te las aprendías para saber si la planta te podía comer a ti. Así que me las conocía bastante bien, y hace unos meses me encontraba cansado de tener que comerme el pan extra duro del bolso, o de cazar algo y comérmelo sin sabor, por lo que había tomado de costumbre agarrar hierbas que supiera, y dándole tantas vueltas a todo, mi selección era extensa. Había intentado usar aquellas que le darían un sabor en línea con los gustos de la niña. No podía creer que hubiese quien decía que cocinar era como la alquimia, no, no tenía nada que ver, la comida no te iba a estallar en la cara por añadir mal un ingrediente.
Antes buscando la comida noté la completa ausencia de utensilios para cocinar en el lugar. Me las había arreglado para calentar el agua para todo volviendo mi golem una olla de turno y encendiendo una fogata con el serrín acumulado que encontré por ahí, junto a trozos de madera demasiado pequeños para ser útiles como para construir algo. La chispa, sólo el pedernal de mi bolso chocado contra el metal de mi hacha. Luego sólo fue… uh. Moldear el mismo golem-olla a golem-dos-cuencos con la sopa.
Y todo sin salir del taller, porque todavía me daba pánico que las habitación donde dormía tuviera ventanas y me pillaran afuera, y escuchar una voz gritando: “¡Ajá, lo sabía, intenta irse sin cumplir luego de haber pasado la noche en nuestra casa!”, así que de la misma arcilla del golem había hecho una tabla para colocar encima la fogata con la ‘olla’ por fuera de una ventana, cosa que el humo y el vapor no se quedasen dentro.
Casi seguro que había una forma más fácil de hacer todo esto, pero tarde, ya estaba hecho.
Esperé dando vueltas alrededor de la mesa, ni siquiera había probado la sopa. ¿Y si estaba mal? Me destrozaría la niña. O la otra.
—¡Hola! —las saludé apenas las vi bajar, esta vez había hablado demasiado fuerte—. Ahm. Hola. Buenos días, les hice el desayuno. Y me tomé la... libertad de agarrar dos de tus pescados, si te molesta puedo ir a comprarlos, estoy seguro de que me alcanza, en Ulmer no pueden venderlos tan caro, ¿la pesca es la actividad principal, no? Oh, y, cuando comas, dime qué quieres que haga y empiezo a trabajar. No quería empezar ya porque… ya sabes —dije, moviendo el brazo arriba y abajo haciendo el movimiento de dar un hachazo—, las despertaría.
Apreté los labios. Me había visto cuando me acosté en el banco de su carpintería. O quizá era paranoia mía y sólo era una persona muy atenta, o estaba cerca y ya. O algo…
Negué con la cabeza, no servía mucho ponerme a adivinar. Y lo que no me había molestado en analizar; el tono, no sonaba como el de una persona molesta. Más bien puede que algo amable.
Abrí la puerta asomando un poco la cabeza, después entrando de forma normal. Corrí rápidamente la mirada por el lugar, puede que demasiado rápido. Una barra, o un mostrador, un hombre de ojos azules, y-
Me detuve al clavar los ojos sobre los de una jovencita rubia. Bueno, no clavar, para empezar si alguien estaba clavando ojos allí era ella, por mí parte era más bien como que los míos se habían estrellado ante un muro. Uno bastante frío.
Y ese frío no tenía nada que ver con el de afuera. No terminaba de entender, no era tampoco como que me estaba viendo cómo te veía la gente cuando querían apuñalarte, esto era más… um.
«Oh». Estaba juzgándome. Me lleve una mano a la cara, recorriéndola descuidadamente. Después me la pasé por la armadura, ¿estaba sucio? O- cerré los ojos, inhalando. Ahí iba otra vez pensando todo. En mi defensa, ya estaba un poco nervioso de tener que pedir hospedaje… hallarme con una mirada así sólo había disparado mis nervios. Intenté poner mi mejor sonrisa.
No consideraba que fuese la mejor de todas. Ni cerca. Así que hice lo que haría cualquier otra persona enfrentando una fuente de incomodidad: evitarla. Volví los ojos al hombre de ojos azu…
—Qué —musité, dejando la boca levemente abierta. Como al correr los ojos por el lugar sólo tomé el color de sus ojos y el tamaño aproximado supuse que sería un hombre. No lo era.
Tuve que bajar la mirada a sus pies. Estaba parada al mismo nivel de altura que yo. Era casi de mi tamaño, ¿qué le habían dado de comer de niña?
—Er, ah. Um… hola —subí la mano. Mi volumen era un poco bajo, así que lo alcé para que asegurarme de que me oían y poder recomponerme—, buenas noches. Soy Anders, es un gusto. Er.
Junté las manos. Increíble que había pensado tanto y en ningún momento se me ocurrió organizar lo que iba a decir.
—Disculpen si estoy… molestándolas —volví a ver a la rubia, intentando adivinar porque estaría molesta—. ¿Iban a cerrar? No se preocupen, no vine a comprar nada o algo así. Venía a pedir hospedaje… —dejé colgar el sonido unos segundos, notando lo horrible que sonaba la frase, así, sola, por lo que me apresuré a añadir—: ¡P-Pero no de gratis! Soy carpintero, también. Trabajo en Lunargenta, y quería volver, peeero… uh.
Me encogí de hombros, acariciándome el cuello.
—Qui… quizá me gastase el dinero sin preguntar primero el precio de las habitaciones por aquí…son algo caras. Supongo que es porque hay muchas menos tabernas que en Lunargenta. La cosa es que quería ver si el… la dueña del lugar puede darme estadía, y a cambio terminaré algún trabajo que tenga pendiente. O termino uno que ya esté a medias. ¡Puedes probarme primero, si quieres! Y, y, por dormir, puedo dormir en el suelo, al menos no entra tanto frío —moví un poco las manos—, es para... solo esta noche. Aunque si es posible y me permiten, puedo hacer de apoyo otros días más, descontando de eso mi estadía, es para ahorrar y poder irme de Ulmer. Quiero decir, puedo hacerlo a pie, pero quiero llegar… relativamente pronto.
Puede que estuviese dejando correr un poco rápido mi lengua, tuve que agarrar aire y detenerme un momento, al menos para que pudieran hacer sus consideraciones sobre todo lo que había dicho. Pensé en añadir “o puedo salir a cortar mañana a primera hora de la mañana para traer madera, o cazar comida”; pero la forma en que me miraba la literalmente pequeña me hizo descartarlo. Era casi como decir “luego de que me dejen quedar voy a irme a los alrededores y desaparecer para que no me vean nunca más”, o algo entre esas líneas.
Por suerte la que parecía la jefa del lugar era amable. ¿Sería la madre de la rubia? ¿Hermana mayor? Accedió sin problemas; la estadía podía ser larga – mientras trabajase, claro. Todo bien.
Desvié la mirada de reojo cuando mencionó que tendría que dormir en el taller, porque la parte de arriba (y por tanto las camas) eran suya y de la rubia. Comprensible, si sólo eran ellas dos, hacer una tercera no sería muy lógico, y difícilmente sería una opción popular para estar porque abajo, bueno, era un taller. Habría ruido y movimiento, ambos de un tipo al que la mayoría no acostumbraba. Con el tiempo el ruido de las tabernas se volvía algo de fondo para todos, y se aprendía a ignorar. Acostumbrarse a otro ruido ya era otra cosa.
En fin. Busqué con los ojos lo que pareciese el lugar más cómodo para tirarme. También tendría que considerar distancia respecto a las ventanas… y muy posiblemente sólo moverme por el lugar y ya para ver donde me sentía más calientito.
—Muchas gracias... —murmuré todavía levemente apenado. Me tocaría dormir en el taller, así que me di vuelta para agarrar a—… Disculpen, un… momento —me acerqué a la puerta y la abrí al notar su ausencia. Dentro del taller se arrastró lentamente un montón de arcilla sin forma, más bien como derretida—. Es mi golem. No se preocupen; no va a ensuciar nada. Y si ensucia lo limpio. Y… ¿cómo debería llamarles?
Vi hacia la rubia, apoyando las manos sobre las rodillas.
—Saben, estaba pensando que serían licántropas —sonreí—, pero me acabo de acordar del nombre del lugar. Dragonas, ¿no? ¿Qué sabor les gusta a los dragones? ¿Picante? ¿Salado?
Estaba preguntando a doble razón. Primera, curiosidad. Segunda, no había una respuesta correcta, supuse, los dragones también eran personas, así que todos tenían su propio gusto, lo que quiere decir… que posiblemente la chica contestaría lo que a ella le gustaba.
Y eso me servía. Tenía mis ideas de cómo agradar a los niños.
[…]
Abrí la boca, dejando escapar entre un gruñido y un ronroneo, jalando más de mi golem e intentando acurrucarme más sobre él. Abrí un ojo levemente, observado el lugar. No parecían haber despertado, así que podía seguir durmiendo. No había forma de que trabajase sin estar serrando cosas, golpeando clavos, y básicamente haciendo todo lo que se hacía cuando no querías dejar dormir a alguien más. Además, todavía hacía frío… las mañanas también lo eran, de forma diferente a la noche. El frío del amanecer era más bien que las mantas estaban demasiado cómodas y calient…
«!!»
Me levanté de un salto, recordando donde había parado a dormir anoche. Alcé un pie listo para corretear a la puerta, pero al final caminé. Bastante silenciosamente, intentando no molestar a las de arriba, es decir… probablemente se levantaban temprano también, siendo dueñas de un taller y todo eso; pero hacer ruido y que eso despertase a la rubia sonaba como la excusa perfecta para dispararme.
Me asomé por la ventana, apenas empezaba a colarse un poco de naranja en las calles de Ulmer. Eso es que el sol no había alcanzado gran altura todavía, calculaba que eran cerca de las cinco, ¿puede que un poquito por encima de eso?
Bueno, daba igual, tenía tiempo. «A ver… a ver…» bostecé, rascándome la cabeza.
Busqué por el lugar donde guardarían la comida. Al parecer no lo hacían… puede que sólo comieran afuera, pero lo dudaba, si llevaban un taller así debían pasar buen rato aquí, así que alguna vez tendrían que preparar la comida en el lugar. Terminé por dar con un pequeño barril que no tenía nada que ver con la madera del resto del lugar. Posiblemente, era comprado, o intercambiado… fuese lo que fuese, no había sido hecho aquí.
Lo abrí, sonriendo al ver el interior. Algunos pescados en agua. Puse el dedo en uno y me lo lamí, «salado…». No agua entonces; salmuera. Tomé un par de ellos y vi hacia el golem.
Poco de una hora después había dejado una mesa en el centro del taller, con dos cuencos de arcilla sosteniendo sopa con un pescado para cada dragona. Tener los pescados en la salmuera los había engordecido, y habían servido directamente como la propia fuente de sal cuando normalmente tendría que removerla. Las especias las había sacado de mi equipo, porque vamos, era parte elfo, y había vivido demasiado tiempo en Sandorai.
Ahí uno no se aprendía las plantas para saber que podías comerte, te las aprendías para saber si la planta te podía comer a ti. Así que me las conocía bastante bien, y hace unos meses me encontraba cansado de tener que comerme el pan extra duro del bolso, o de cazar algo y comérmelo sin sabor, por lo que había tomado de costumbre agarrar hierbas que supiera, y dándole tantas vueltas a todo, mi selección era extensa. Había intentado usar aquellas que le darían un sabor en línea con los gustos de la niña. No podía creer que hubiese quien decía que cocinar era como la alquimia, no, no tenía nada que ver, la comida no te iba a estallar en la cara por añadir mal un ingrediente.
Antes buscando la comida noté la completa ausencia de utensilios para cocinar en el lugar. Me las había arreglado para calentar el agua para todo volviendo mi golem una olla de turno y encendiendo una fogata con el serrín acumulado que encontré por ahí, junto a trozos de madera demasiado pequeños para ser útiles como para construir algo. La chispa, sólo el pedernal de mi bolso chocado contra el metal de mi hacha. Luego sólo fue… uh. Moldear el mismo golem-olla a golem-dos-cuencos con la sopa.
Y todo sin salir del taller, porque todavía me daba pánico que las habitación donde dormía tuviera ventanas y me pillaran afuera, y escuchar una voz gritando: “¡Ajá, lo sabía, intenta irse sin cumplir luego de haber pasado la noche en nuestra casa!”, así que de la misma arcilla del golem había hecho una tabla para colocar encima la fogata con la ‘olla’ por fuera de una ventana, cosa que el humo y el vapor no se quedasen dentro.
Casi seguro que había una forma más fácil de hacer todo esto, pero tarde, ya estaba hecho.
Esperé dando vueltas alrededor de la mesa, ni siquiera había probado la sopa. ¿Y si estaba mal? Me destrozaría la niña. O la otra.
—¡Hola! —las saludé apenas las vi bajar, esta vez había hablado demasiado fuerte—. Ahm. Hola. Buenos días, les hice el desayuno. Y me tomé la... libertad de agarrar dos de tus pescados, si te molesta puedo ir a comprarlos, estoy seguro de que me alcanza, en Ulmer no pueden venderlos tan caro, ¿la pesca es la actividad principal, no? Oh, y, cuando comas, dime qué quieres que haga y empiezo a trabajar. No quería empezar ya porque… ya sabes —dije, moviendo el brazo arriba y abajo haciendo el movimiento de dar un hachazo—, las despertaría.
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
La pequeña adolescente se cruzó de brazos en cuanto vio entrar al hombre. Si hubiera sido una mujer se hubiera molestado menos, pero era un hombre.
Desde la visita al santuario esmeralda Lavey evitaba por todos los medios, que su madre se acercara a cualquier cosa bípeda con pene. Aun no había encontrado el momento de contarle lo que el monje le dijo, y esperaba no tener que hacerlo nunca, pero la niña conocía a su madre y sabía que sería imposible evitar que se acostara con ellos.
Tarde o temprano la lagartija tendría que contarle su truculento destino, pero mientras tanto hacia todo lo posible por postergar ese momento.
Lavey volvía a poner esa mirada de malas pulgas, no me quedaba claro si la adolescencia la estaba haciendo una envidiosa o una celosa. Las impresiones variaban según el hombre que tuviera delante. Aunque en esta ocasión creo que simplemente recelaba del desconocido.
Levanté una ceja divertida, saludé al chaval y correspondí la presentación. Escuché en silencio, expectante, las palabras de Anders, Lavey sin embargo no tardó en mostrar su desacuerdo y lanzó un gruñido al oír la petición.
Era muy difícil mirar esos preciosos ojos violetas y no reírse, el pobrecito no sabía dónde meterse y eso lo pintaba como un dulce bocadito.
-Así que puedo probarte antes, ¿eh? -Lo admito, no pude evitar decir aquella frase, pero tenía que hacerlo. Necesitaba ver como se le sonrojaban las mejillas al notar las segundas intenciones de su propuesta. -¿Solo una noche? lastima. -Entoné, con voz melosa. -No hay problema, Anders. Puedes quedarte y trabajar para mí, aquí siempre hay trabajo. Eso sí, tendrás que dormir aquí abajo. Arriba tan solo esta nuestra habitación.
Lavey y yo nos miramos cuando el chaval abrió la puerta ¿acaso tenia acompañante?
-Maravilloso. -Protestó Vey, poniendo los ojos en blanco. -Ahora el taller estará lleno de barro.
-Relájate Vey, es barro mágico seguro que no mancha. -Me mordí el labio por no reírme cuando preguntó nuestros nombres. ¿Tan nervioso estaba el muchacho que ya se había olvidado? -Yo soy Reivy y ella es Lavey.
-El licántropo es mi padre. -Lavey ahora estaba realmente molesta. De por si odiaba que la confundieran con una niña, pero que se agacharan de esa forma esa forma. -Y tiene muy malas pulgas.
Entrecerró los ojos, fijándose en las orejas puntiagudas que se asomaron cuando Anders se inclinó para quedar a la altura de la rubia.
-Me gustan los elfos rubios a la parrilla y poco hechos.
-Uy... -El pobre chaval acababa de pinchar en hueso. Hacía mucho tiempo que la lagartija no usaba el recurso del padre lobo para espantar moscones. -Bueno, Anders, nosotras nos vamos ya. Te dejamos tranquilo, instálate donde veas menos serrín.
Esa noche Lavey me dio mucho la tabarra con sus paranoias. La más divertida fue la de que el golem dejaría toda las paredes y herramientas llenas de barro y que cuando nos levantáramos no habría nadie. No fue así.
-Buenos días.
Saludé bostezando y bajando las escaleras, mientras me rascaba la tripa por debajo de la camisa medio desabrochada.
Tengo que admitirlo, por las mañanas soy un desastre, sabía que tenía un desconocido en mi taller y aun así bajé descalzada, con un moño mal echo y un pantalón de lino exageradamente ancho.
-Que bien huele, ¿que has... -No terminé la frase, tuve que frotarme los ojos y aclarar la vista. ¿Qué le había pasado a mi taller? ¿De dónde salía esa mesa de arcilla? -¿Eso es tu golem? -Señalé la mesa y luego reí con fuerza. -Podrías haber cogido tres que no hubiera pasado nada rapaz. -Me senté a la mesa sobre un taburete que también estaba hecho de arcilla. -¿Seguro que eres carpintero y no alfarero?
-¡AJA LO SABIA! -Lavey bajó dos peldaños, apoyó una mano en el techo de la escalera y con la otra señalo hacia ninguna parte en concreto. -Te dije que... espera, ¿porque sigues aquí, Almuerzo? -La rubia se estaba refiriendo a Anders.
-Anda, deja de ladrar y baja a desayunar. -Hice un gesto con la mano y me relamí al ver la sopa. -Tenemos que limpiar, hacer inventario e ir a la casa del señor Marco. Hace un par de noches nevó y se le ha hundido el techo. -Miré al elfo. -Le dije que teníamos que cambiarlo el año pasado, pero no me hizo caso.
Desde la visita al santuario esmeralda Lavey evitaba por todos los medios, que su madre se acercara a cualquier cosa bípeda con pene. Aun no había encontrado el momento de contarle lo que el monje le dijo, y esperaba no tener que hacerlo nunca, pero la niña conocía a su madre y sabía que sería imposible evitar que se acostara con ellos.
Tarde o temprano la lagartija tendría que contarle su truculento destino, pero mientras tanto hacia todo lo posible por postergar ese momento.
Lavey volvía a poner esa mirada de malas pulgas, no me quedaba claro si la adolescencia la estaba haciendo una envidiosa o una celosa. Las impresiones variaban según el hombre que tuviera delante. Aunque en esta ocasión creo que simplemente recelaba del desconocido.
Levanté una ceja divertida, saludé al chaval y correspondí la presentación. Escuché en silencio, expectante, las palabras de Anders, Lavey sin embargo no tardó en mostrar su desacuerdo y lanzó un gruñido al oír la petición.
Era muy difícil mirar esos preciosos ojos violetas y no reírse, el pobrecito no sabía dónde meterse y eso lo pintaba como un dulce bocadito.
-Así que puedo probarte antes, ¿eh? -Lo admito, no pude evitar decir aquella frase, pero tenía que hacerlo. Necesitaba ver como se le sonrojaban las mejillas al notar las segundas intenciones de su propuesta. -¿Solo una noche? lastima. -Entoné, con voz melosa. -No hay problema, Anders. Puedes quedarte y trabajar para mí, aquí siempre hay trabajo. Eso sí, tendrás que dormir aquí abajo. Arriba tan solo esta nuestra habitación.
Lavey y yo nos miramos cuando el chaval abrió la puerta ¿acaso tenia acompañante?
-Maravilloso. -Protestó Vey, poniendo los ojos en blanco. -Ahora el taller estará lleno de barro.
-Relájate Vey, es barro mágico seguro que no mancha. -Me mordí el labio por no reírme cuando preguntó nuestros nombres. ¿Tan nervioso estaba el muchacho que ya se había olvidado? -Yo soy Reivy y ella es Lavey.
-El licántropo es mi padre. -Lavey ahora estaba realmente molesta. De por si odiaba que la confundieran con una niña, pero que se agacharan de esa forma esa forma. -Y tiene muy malas pulgas.
Entrecerró los ojos, fijándose en las orejas puntiagudas que se asomaron cuando Anders se inclinó para quedar a la altura de la rubia.
-Me gustan los elfos rubios a la parrilla y poco hechos.
-Uy... -El pobre chaval acababa de pinchar en hueso. Hacía mucho tiempo que la lagartija no usaba el recurso del padre lobo para espantar moscones. -Bueno, Anders, nosotras nos vamos ya. Te dejamos tranquilo, instálate donde veas menos serrín.
Esa noche Lavey me dio mucho la tabarra con sus paranoias. La más divertida fue la de que el golem dejaría toda las paredes y herramientas llenas de barro y que cuando nos levantáramos no habría nadie. No fue así.
-Buenos días.
Saludé bostezando y bajando las escaleras, mientras me rascaba la tripa por debajo de la camisa medio desabrochada.
Tengo que admitirlo, por las mañanas soy un desastre, sabía que tenía un desconocido en mi taller y aun así bajé descalzada, con un moño mal echo y un pantalón de lino exageradamente ancho.
-Que bien huele, ¿que has... -No terminé la frase, tuve que frotarme los ojos y aclarar la vista. ¿Qué le había pasado a mi taller? ¿De dónde salía esa mesa de arcilla? -¿Eso es tu golem? -Señalé la mesa y luego reí con fuerza. -Podrías haber cogido tres que no hubiera pasado nada rapaz. -Me senté a la mesa sobre un taburete que también estaba hecho de arcilla. -¿Seguro que eres carpintero y no alfarero?
-¡AJA LO SABIA! -Lavey bajó dos peldaños, apoyó una mano en el techo de la escalera y con la otra señalo hacia ninguna parte en concreto. -Te dije que... espera, ¿porque sigues aquí, Almuerzo? -La rubia se estaba refiriendo a Anders.
-Anda, deja de ladrar y baja a desayunar. -Hice un gesto con la mano y me relamí al ver la sopa. -Tenemos que limpiar, hacer inventario e ir a la casa del señor Marco. Hace un par de noches nevó y se le ha hundido el techo. -Miré al elfo. -Le dije que teníamos que cambiarlo el año pasado, pero no me hizo caso.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
—Algo así como un animador. Menos bueno —agité una mano para dar a entender ‘más o menos’—. No está vivo, pero sé cambiar rápido su forma, así que no pasa na-
Respingué un poco al escuchar el grito de Lavey.
—No… no es almuerzo, es desayu… —entrecerré los ojos y abrí un poco la boca. La cerré al procesarlo—. Si-sigo aquí porque es lo que acorde con… —apunté tímidamente a la dragona con el índice.
La verdad y es que irme no sonaba mal, pero solo por las experiencias marcadas de anoche, verlas me lo recordaba. Con Reivy sonrojarme hasta las orejas cuando torció mis palabras de esa forma. Con Lavey meter la pata como para que me sacase al papá, amenazarme de comida y darme un apodo que era Almuerzo. Por suerte estábamos en el desayuno.
Me senté con ellas, atendiendo a lo que decía Reivy. Limpiar, hacer inventario, ir a la casa del señor Marco. Limpiar, hacer inventario, ir a la casa del señor Marco. Me lo repetí, nervioso, pensé que sería más cómodo estar arrimado cuando iba a trabajar por ello, pero no. Seguía siendo incomodísimo.
Ayudé a limpiar, sólo donde pudieran verme para evitarme ladridos de Lavey. El inventario fue más cosa de ellas, probablemente llevaban notas para no tener que sacar todo de cero y comprobar rápido. Con eso listo y los materiales que la mujer consideró necesarios, partimos a casa del señor Marco.
—Eeentonces —empecé, por hacer charla—, dragonas. ¿Las dos pueden volar? —le pregunté a Reivy—. ¿Cómo se siente hacerlo? ¿No les da miedo? Mover las alas… ¿es cómo caminar o algo así? Digo, si es algo que viene a ti por instinto. Creo que conozco algunos dragones que no vuelan, y no sé.
No tardamos en llegar al lugar. Con el rumbo de la conversación, en realidad parecía haberse hecho corto. Bueno, es que estábamos en un poblado también, Ulmer no era ni tan grande ni tan pequeño. Después de que Reivy informase al señor que íbamos a trabajar pudimos entrar a la casa. Creí ver un regazo de alguien más dentro de la casa, en un cuarto, pero no hice mayor caso al asunto. Su esposa, quizá, simplemente habría sido grosero preguntar o mencionarlo. “El nuevo ayudante de Reivy, un chismoso” no era como quería que me conociesen en la ciudad precisamente.
Tampoco podría haber prestado mucha atención, porque dioses, ni siquiera había quitado la nieve. Pensé que sería una broma, pero no, a los minutos me tenían sacándola. Luego de quitarla toda se reveló más el estado del asunto. Medio techo venido abajo y la viga central destrozada. Por el comentario de Reivy pensé que tendría postergando lo del techo sólo un año, pero tenía pinta de más para haber reventado así.
—Bueno, jefa. Enséñeme —sonreí bromeando, sosteniendo los trozos que una vez fueron el techo.
Me arrepentí exactamente un segundo después de decir eso, o más bien de la selección de palabras. Rápidamente huí afuera a ver qué podía hacer con esas tablas o restantes de ellas, comprobar si tenían reparación o no, o si siquiera valía la pena llevarlas de vuelta al Reposo para que las tuvieran allí de material extra para otra ocasión.
Ver trabajar a la dragona me trajo de vuelta sus palabras. Si era carpintero o alfarero, bueno, no me estaba sintiendo muy seguro de ser lo primero en comparación a ella, que ray-
Pestañeé y vi a otro lado al ver la mirada de Lavey. Um. ¿No habría estado viendo a su mamá mucho… no? Mejor no arriesgarlo. Continué haciendo lo mío y lo que me pedía Reivy.
Horas después, y estaba listo. Bueno, “listo” era una exageración, ¿pero la mayor parte? Hecho, las bases estaban asentadas, sólo faltaba asegurar un par de detalles en la viga y poner tablas en el techo, lo cual era relativamente sencillo. Puede que hacer una visita los siguientes días para estar completamente seguro no estuviese de sobra. La verdad es que trabajar con alguien diciéndome que hacer, sin que yo tuviera que pensarlo por mí mismo, aceleraba mucho las cosas. Que técnicamente tuviese más de dos manos por el golem lo aceleraba aún más. Entre eso y el conocimiento de la dragona y su hija, puede que fuese lo más rápido que había visto volar un trabajo. Tuvo que haber ayudado que igual lo conocía, seguramente ella había preparado el mismo techo veces pasadas y estaría cansada de hacerlo.
Para ese momento era pasado el mediodía. Debíamos haber estado unas ocho horas trabajando “sin parar”. Poco más o poco menos. La cosa es que eran horas de comer. Suspiré negando con la cabeza y vi a Reivy y Lavey.
—¿Almuerzo, entonces? —pregunté, bastante consciente de que era como ponerme en bandeja de plata a la niña.
Caminé con ellas, preguntándome internamente si optaban por comer en casa siempre o se iban a comer a tabernas. Fue lo segundo, y por las reacciones, las conocían bastante por el lugar. No me extrañaba… no en cierta forma. Estuve a punto de pedir alcohol, pero recordé que me puso en el predicamento actual para empezar y los aeros que me quedaban, así que lloré por no hacerlo, conformándome con algo de pan, y algo de leche.
No fue comer y saltar inmediatamente de vuelta a la acción tampoco, había que reposar la comi… El Reposo del Dragón… ¿no le habrían puesto ese nombre por esto, no? Vaya ingenio tenían las mujeres.
—¡Al fin! —exclamó Jorn, en una habitación de la casa del señor Marco que se había salvado, en cuanto este entró al lugar.
Es decir a su cuarto, que es la razón por la que el hombre seguía vivo. Si se hubiese desplomado el techo ahí también estaría bien muerto.
—Pensé que no íbamos a poder seguir hablando. Tenían que llegar esos carpinteros… —inspiró, conteniendo atrás la palabra “metiches”.
—No seas exagerado hombre. No había de otra, que ya había acordado que se acercaran a ver eso. Y mira, mira, qué no se tardaron eh, ha sido muy rápido, hay gente que se tira todo el día en esto, va medio día nomás y ya tienen casi todo el tra-
—Sísísí. No me importa, me dijiste que volverías pronto.
—Pues si que ha sido rápido, pronto fu-
—Vamos, vamos. ¡Hay prisa, Marcus, hay prisa! ¡Sigue tocando!
—Es Marco.
—Marcus suena mejor, más grandioso. Te inspirará. Eres Marcus. Ahora, un, dos, tres. Un, dos, tres. Un, dos, tres, cuatro.
El señor Marco alzó una ceja ante la actitud de Jorn y, con más duda que cuando lo tuvo tocando esa mañana su puerta, tomó el laúd. A la señal del conteo acompañado de aplausos empezó a tocar.
De hecho, lo hacía bastante bien. Jorn estaba casi iluminado por el hecho de haber dado con alguien en el maldito lugar que supiese tocar un miserable laúd. Claro, no habían rimas ahí… pero ya eran demasiados shows, así que el mismo Jorn sabía hacer las suyas propias. La apariencia de un hombre de edad avanzada y puede que algo cansado tampoco iba con la imagen que uno esperaría de un guapísimo trovador, pero seguro que el sombrero de pluma le subía un montón el sex appeal. Todo eso y más, igual, eran problemas para Jorn del futuro, no para el Jorn actual.
Cuando Marco se detuvo, Jorn aplaudió. Casi extasiado. Podía ver llover los aeros, se había salvado todo, más importante, se había salvado su dinero y él. Tan solo un pequeño detalle, reprimió al señor con la mirada, la reverencia no podía faltar.
Cuando Marco la hizo sonaron dos cosas. Su espalda, y el laúd impactando contra el suelo. Jorn gritó horrorizado y se tiró sobre sus rodillas, alzando el laúd como quién alza al moribundo cuerpo de su alma gemela en sus brazos para un último beso.
—¡POR ODIN! ¡Ten cuidado! ¡¡No sabes cuánto vale este laúd!!
—Ya… ya hombre, perdona… —dijo, sobándose la espalda—. Digo… no puede valer tanto tampoco. Unos 50 aeros le pongo y estoy arriesgándome.
—Cincuenta —murmuró, incrédulo—. ¡Centenas, señor, cen-te-nas! ¡Vale al menos seiscientos aeros o más!
—¡Seiscientos! —repitió sobrecogido, dando un par de pasos atrás—. Hombre, es madera, cómo va a valer tanto. Más vale una casa, palabra.
—Tú qué vas a saber, bruto.
El señor Marco alzó ambas cejas y asintió lenta y suavemente. Jorn lo notó entonces, hizo lo que había estado intentando no hacer, insultarlo. Rápidamente pasó a meter la pata entre las colas e intentar disculparse, pero le había tocado la vena sensible a un señor mayor y sensible, y cuando le tocabas la vena a un señor y sensible en Ulmer le estabas tocando la vena a licántropo, o lo que era lo mismo decir, a alguien que podía ponerse con un humor de perros.
—Pero Mar-
—No no hombre. Déjalo así, que yo soy un bruto, y supongo que no quiere compartir espacio con uno. Venga, le enseño la salida de la casa, o mejor, usted me la enseña a mí, que como yo soy bruto no sé donde está.
«Y dale. Ha dicho bruto como veinte veces. Ganas me están dando de darle la razón».
—¡El dinero! Piensa en el dinero. La paga de la qué te hablé, es bastan-
—‘Ta bien —Jorn sonrió un par de segundos, creyendo que eso era que accedía—, no los necesito —entonces, dejo de sonreír—. Ya acordé precios con la que me está haciendo el trabajo y naa’, no me va a cobrar mucho, así que me alcanza, no necesito el dinero ya. Aunque ve, si me regaño por no querer cambiar el techo antes… por bruto supongo.
Jorn se llevó una mano a la cara, venas algo brotadas y músculos tensos, claramente aguantándose el poco sutil ataque del señor Marco. Sin que el hombre lo llevase, el mismo se acercó a la entrada y se fue.
Poco después de abandonar la casa, estando solo, pudo descargar su rabia apropiadamente, pisando repetidamente el suelo y murmurando un par de insultos, porque los hombres de su clase no gritaban. Agarró aire, agarró aire y abrazó el laúd, deteniendo las ganas que tenía de agitar también los brazos, pero no le convenía a hacerlo, no fuese a pegarle a algo y que quedase peor que el techo de Mar…
¿…co?
El hombre vio atrás y se acarició la barbilla, sonriendo vilmente.
Respingué un poco al escuchar el grito de Lavey.
—No… no es almuerzo, es desayu… —entrecerré los ojos y abrí un poco la boca. La cerré al procesarlo—. Si-sigo aquí porque es lo que acorde con… —apunté tímidamente a la dragona con el índice.
La verdad y es que irme no sonaba mal, pero solo por las experiencias marcadas de anoche, verlas me lo recordaba. Con Reivy sonrojarme hasta las orejas cuando torció mis palabras de esa forma. Con Lavey meter la pata como para que me sacase al papá, amenazarme de comida y darme un apodo que era Almuerzo. Por suerte estábamos en el desayuno.
Me senté con ellas, atendiendo a lo que decía Reivy. Limpiar, hacer inventario, ir a la casa del señor Marco. Limpiar, hacer inventario, ir a la casa del señor Marco. Me lo repetí, nervioso, pensé que sería más cómodo estar arrimado cuando iba a trabajar por ello, pero no. Seguía siendo incomodísimo.
Ayudé a limpiar, sólo donde pudieran verme para evitarme ladridos de Lavey. El inventario fue más cosa de ellas, probablemente llevaban notas para no tener que sacar todo de cero y comprobar rápido. Con eso listo y los materiales que la mujer consideró necesarios, partimos a casa del señor Marco.
—Eeentonces —empecé, por hacer charla—, dragonas. ¿Las dos pueden volar? —le pregunté a Reivy—. ¿Cómo se siente hacerlo? ¿No les da miedo? Mover las alas… ¿es cómo caminar o algo así? Digo, si es algo que viene a ti por instinto. Creo que conozco algunos dragones que no vuelan, y no sé.
No tardamos en llegar al lugar. Con el rumbo de la conversación, en realidad parecía haberse hecho corto. Bueno, es que estábamos en un poblado también, Ulmer no era ni tan grande ni tan pequeño. Después de que Reivy informase al señor que íbamos a trabajar pudimos entrar a la casa. Creí ver un regazo de alguien más dentro de la casa, en un cuarto, pero no hice mayor caso al asunto. Su esposa, quizá, simplemente habría sido grosero preguntar o mencionarlo. “El nuevo ayudante de Reivy, un chismoso” no era como quería que me conociesen en la ciudad precisamente.
Tampoco podría haber prestado mucha atención, porque dioses, ni siquiera había quitado la nieve. Pensé que sería una broma, pero no, a los minutos me tenían sacándola. Luego de quitarla toda se reveló más el estado del asunto. Medio techo venido abajo y la viga central destrozada. Por el comentario de Reivy pensé que tendría postergando lo del techo sólo un año, pero tenía pinta de más para haber reventado así.
—Bueno, jefa. Enséñeme —sonreí bromeando, sosteniendo los trozos que una vez fueron el techo.
Me arrepentí exactamente un segundo después de decir eso, o más bien de la selección de palabras. Rápidamente huí afuera a ver qué podía hacer con esas tablas o restantes de ellas, comprobar si tenían reparación o no, o si siquiera valía la pena llevarlas de vuelta al Reposo para que las tuvieran allí de material extra para otra ocasión.
Ver trabajar a la dragona me trajo de vuelta sus palabras. Si era carpintero o alfarero, bueno, no me estaba sintiendo muy seguro de ser lo primero en comparación a ella, que ray-
Pestañeé y vi a otro lado al ver la mirada de Lavey. Um. ¿No habría estado viendo a su mamá mucho… no? Mejor no arriesgarlo. Continué haciendo lo mío y lo que me pedía Reivy.
Horas después, y estaba listo. Bueno, “listo” era una exageración, ¿pero la mayor parte? Hecho, las bases estaban asentadas, sólo faltaba asegurar un par de detalles en la viga y poner tablas en el techo, lo cual era relativamente sencillo. Puede que hacer una visita los siguientes días para estar completamente seguro no estuviese de sobra. La verdad es que trabajar con alguien diciéndome que hacer, sin que yo tuviera que pensarlo por mí mismo, aceleraba mucho las cosas. Que técnicamente tuviese más de dos manos por el golem lo aceleraba aún más. Entre eso y el conocimiento de la dragona y su hija, puede que fuese lo más rápido que había visto volar un trabajo. Tuvo que haber ayudado que igual lo conocía, seguramente ella había preparado el mismo techo veces pasadas y estaría cansada de hacerlo.
Para ese momento era pasado el mediodía. Debíamos haber estado unas ocho horas trabajando “sin parar”. Poco más o poco menos. La cosa es que eran horas de comer. Suspiré negando con la cabeza y vi a Reivy y Lavey.
—¿Almuerzo, entonces? —pregunté, bastante consciente de que era como ponerme en bandeja de plata a la niña.
Caminé con ellas, preguntándome internamente si optaban por comer en casa siempre o se iban a comer a tabernas. Fue lo segundo, y por las reacciones, las conocían bastante por el lugar. No me extrañaba… no en cierta forma. Estuve a punto de pedir alcohol, pero recordé que me puso en el predicamento actual para empezar y los aeros que me quedaban, así que lloré por no hacerlo, conformándome con algo de pan, y algo de leche.
No fue comer y saltar inmediatamente de vuelta a la acción tampoco, había que reposar la comi… El Reposo del Dragón… ¿no le habrían puesto ese nombre por esto, no? Vaya ingenio tenían las mujeres.
[…]
—¡Al fin! —exclamó Jorn, en una habitación de la casa del señor Marco que se había salvado, en cuanto este entró al lugar.
Es decir a su cuarto, que es la razón por la que el hombre seguía vivo. Si se hubiese desplomado el techo ahí también estaría bien muerto.
—Pensé que no íbamos a poder seguir hablando. Tenían que llegar esos carpinteros… —inspiró, conteniendo atrás la palabra “metiches”.
—No seas exagerado hombre. No había de otra, que ya había acordado que se acercaran a ver eso. Y mira, mira, qué no se tardaron eh, ha sido muy rápido, hay gente que se tira todo el día en esto, va medio día nomás y ya tienen casi todo el tra-
—Sísísí. No me importa, me dijiste que volverías pronto.
—Pues si que ha sido rápido, pronto fu-
—Vamos, vamos. ¡Hay prisa, Marcus, hay prisa! ¡Sigue tocando!
—Es Marco.
—Marcus suena mejor, más grandioso. Te inspirará. Eres Marcus. Ahora, un, dos, tres. Un, dos, tres. Un, dos, tres, cuatro.
El señor Marco alzó una ceja ante la actitud de Jorn y, con más duda que cuando lo tuvo tocando esa mañana su puerta, tomó el laúd. A la señal del conteo acompañado de aplausos empezó a tocar.
De hecho, lo hacía bastante bien. Jorn estaba casi iluminado por el hecho de haber dado con alguien en el maldito lugar que supiese tocar un miserable laúd. Claro, no habían rimas ahí… pero ya eran demasiados shows, así que el mismo Jorn sabía hacer las suyas propias. La apariencia de un hombre de edad avanzada y puede que algo cansado tampoco iba con la imagen que uno esperaría de un guapísimo trovador, pero seguro que el sombrero de pluma le subía un montón el sex appeal. Todo eso y más, igual, eran problemas para Jorn del futuro, no para el Jorn actual.
Cuando Marco se detuvo, Jorn aplaudió. Casi extasiado. Podía ver llover los aeros, se había salvado todo, más importante, se había salvado su dinero y él. Tan solo un pequeño detalle, reprimió al señor con la mirada, la reverencia no podía faltar.
Cuando Marco la hizo sonaron dos cosas. Su espalda, y el laúd impactando contra el suelo. Jorn gritó horrorizado y se tiró sobre sus rodillas, alzando el laúd como quién alza al moribundo cuerpo de su alma gemela en sus brazos para un último beso.
—¡POR ODIN! ¡Ten cuidado! ¡¡No sabes cuánto vale este laúd!!
—Ya… ya hombre, perdona… —dijo, sobándose la espalda—. Digo… no puede valer tanto tampoco. Unos 50 aeros le pongo y estoy arriesgándome.
—Cincuenta —murmuró, incrédulo—. ¡Centenas, señor, cen-te-nas! ¡Vale al menos seiscientos aeros o más!
—¡Seiscientos! —repitió sobrecogido, dando un par de pasos atrás—. Hombre, es madera, cómo va a valer tanto. Más vale una casa, palabra.
—Tú qué vas a saber, bruto.
El señor Marco alzó ambas cejas y asintió lenta y suavemente. Jorn lo notó entonces, hizo lo que había estado intentando no hacer, insultarlo. Rápidamente pasó a meter la pata entre las colas e intentar disculparse, pero le había tocado la vena sensible a un señor mayor y sensible, y cuando le tocabas la vena a un señor y sensible en Ulmer le estabas tocando la vena a licántropo, o lo que era lo mismo decir, a alguien que podía ponerse con un humor de perros.
—Pero Mar-
—No no hombre. Déjalo así, que yo soy un bruto, y supongo que no quiere compartir espacio con uno. Venga, le enseño la salida de la casa, o mejor, usted me la enseña a mí, que como yo soy bruto no sé donde está.
«Y dale. Ha dicho bruto como veinte veces. Ganas me están dando de darle la razón».
—¡El dinero! Piensa en el dinero. La paga de la qué te hablé, es bastan-
—‘Ta bien —Jorn sonrió un par de segundos, creyendo que eso era que accedía—, no los necesito —entonces, dejo de sonreír—. Ya acordé precios con la que me está haciendo el trabajo y naa’, no me va a cobrar mucho, así que me alcanza, no necesito el dinero ya. Aunque ve, si me regaño por no querer cambiar el techo antes… por bruto supongo.
Jorn se llevó una mano a la cara, venas algo brotadas y músculos tensos, claramente aguantándose el poco sutil ataque del señor Marco. Sin que el hombre lo llevase, el mismo se acercó a la entrada y se fue.
Poco después de abandonar la casa, estando solo, pudo descargar su rabia apropiadamente, pisando repetidamente el suelo y murmurando un par de insultos, porque los hombres de su clase no gritaban. Agarró aire, agarró aire y abrazó el laúd, deteniendo las ganas que tenía de agitar también los brazos, pero no le convenía a hacerlo, no fuese a pegarle a algo y que quedase peor que el techo de Mar…
¿…co?
El hombre vio atrás y se acarició la barbilla, sonriendo vilmente.
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Limpiar... la parte más tediosa de cualquier trabajo. No importaba si eras granjero, escultor, estudioso o carpintero, siempre había que limpiar. Y en mi caso se limpiaba mucho, la madera era algo muy sucio, virutas, serrín, resina... en fin, de todo.
Por suerte hoy tenía un ayudante extra así que fue rápido. El inventario fue todavía más deprisa, los materiales comunes estaban separados de los menos utilizados así que el conteo para las reposiciones era ya algo rutinario. Luego estaban las cosas que se obtuvieron por ser algo de sumo interés para algún encargo concreto, pero que nadie pediría jamás, dichos materiales estaban en un rincón muriéndose del asco y acumulando polvo.
-Oh, sí. Ambas podemos volar. -Respondí al elfo con una sonrisa. Aquella pregunta era tan cotidiana como la de "¿Duele al cambiar de forma?" o "¿Las escamas son suaves?" -¿Acaso un humano tiene miedo de caminar? Para nosotras volver es algo natural, innato, así que no, no nos da miedo. Mmm... Digamos que las alas son como brazos muy grandes.
-¿Dragones que no vuelan? -Lavey estiró la cincha del bolso. -Pobrecitos, eso tiene que ser horrible. Volar es una cosa maravillosa, Almuerzo. -Prosiguió Vey, colocándose al lado de Anders. -Lo ves todo desde el aire, la gente se vuelve pequeña como si fueran hormigas y el aire está limpio, cuando pasas por una nube se te mojan las escamas y por la noche sigues las estrellas para no perderte.
-Esto es peor de lo que pensaba. -Me llevé las manos a la cabeza al ver el techo desde fuera.- Perro tozudo. Le dije que... agg, es igual. -Entré a la casa malhumorada y salí de ella con resignación. -Vamos. El perro me va a pagar doble por testarudo. Vey ya sabes lo que hacer.
La adolescente asintió y se quedó fuera de la casa. Anders y yo comenzamos a sacar nieve, bueno... él sacó la nieve, yo solo hice un par de movimiento con la pala y luego me puse a mirar los daños.
-¡Voy a matarte Marcos! -Grité desde el altillo al comprobar el estado de la viga. -¡Te lo juro, te matare y me quedare con tu mujer! -Por el hueco de la escalera se escuchó una risa femenina y una queja sarcástica y masculina. -A ver... Anders ven. Antes de hacer nada hay que asegurar la zona. Apuntalar los pilares en los extremos de la viga, tirar las tejas rotas y podridas... dioses, prácticamente habrá que hacer de nuevo el tejado. Sabes hacer un puntal, ¿verdad chico? -Esperé una respuesta. -Bien, pues apuntala. Yo despejaré la zona.
Barrer, agacharse, maldecir, empujar. Esa era la dinámica para sacar las tejas del altillo, pero no las estaba tirando a ninguna parte, las amontonaba sobre una tela gigante, cuando todo estuvo sobre ella tan solo junte las puntas y las anude.
-Siguiente paso. -Alcé la voz al tiempo que estiraba la espalda. -La maestra enseñara a su aprendiz a jugar con las zonas delicadas de... -Me puse la mano en la boca y comencé a reír al ver que Anders se subía al tejado con toda la cara roja. -La viga podrida.
Dejé escapar una nueva risotada y luego silbé. En ese momento es escuchó le batir de unas alas, en pocos segundos la cabeza negra y escamosa de Vey apareció sobre el tejado.
-Lagartija agarra la cuerda y saca esta porquería. -La adolescente descendió todo lo que pudo, lancé la soga con la que había atado la tela y la dragoncilla la cazó con la garras. -Bien. Ahora sube, ¡despacio, no me desgracies al ayudante! -En cuanto escuchó aquello Lavey movió la cola y le dio un toque al elfo. -¡Déjate de bromas, como se rompa el cuello lo entierras tú!
El reptil negro dejó salir una pequeña nube de humo negro por sus fosas nasales, ascendió y dejó los restos del tejado en el patio de la casa. Lavey repitió una vez más la acción, pero esta vez se llevó la viga rota.
Horas más tarde la adolescente volvió a sobrevolar la casa, pero no sacó nada del tajado, al contrario, colocó y sostuvo la viga nueva hasta que esta fue fijada.
Las partes pesadas ya estaban terminadas, así que ahora tocaba la parte divertida, mandar. Anders y Lavey se pusieron a clavar tablas y tejas mientras que yo... bueno, yo les decía como hacerlo mientras reparaba la otra mitad del tejado.
-Uy, si... Almuerzo. -Respondió Lavey, sonriendo con malicia. -Hace tiempo que no como elfo.
-Anda, deja de hacer el tonto. Pulga me dijo que hoy cocinaría el venado que cazaste.
La rubia lanzó un grito de emoción. Le encantaba comer la carne que había cazado.
-¿Tendrá ya los chorizos? -Lavey pensó un segundo y se respondió a sí misma. -Seguro que no, aún es pronto.
-Ya verás Anders. Pulga te va a encantar.
Lo cierto es que no me quedó muy claro si al elfo le sentó bien que Pulga le dijera niño árbol, pero lo que si le gustó fue la comida. Entiendo que el trabajo abre el apetito, pero estuvo a punto de repetir por tercera vez, ¿dónde se metía todo eso? el chico estaba bastante delgado.
-No me negareis que elijo bien a mis presas. -Lavey estiró mientras caminábamos de regreso al taller. -Ojala cierto elfo saliera corriendo, así podría cazarlo.
La broma siguió de largo hasta llegar al taller.
-Bueno, Vey. Ya pasó el momento. -Abrí la puerta y espere a que los rubios entraran. -Deja a Anders tranquilo o de verdad se pensara que te lo vas a comer.
-Pero si lo digo de verdad. -Volvió a sonreír con malicia.
Por suerte hoy tenía un ayudante extra así que fue rápido. El inventario fue todavía más deprisa, los materiales comunes estaban separados de los menos utilizados así que el conteo para las reposiciones era ya algo rutinario. Luego estaban las cosas que se obtuvieron por ser algo de sumo interés para algún encargo concreto, pero que nadie pediría jamás, dichos materiales estaban en un rincón muriéndose del asco y acumulando polvo.
-Oh, sí. Ambas podemos volar. -Respondí al elfo con una sonrisa. Aquella pregunta era tan cotidiana como la de "¿Duele al cambiar de forma?" o "¿Las escamas son suaves?" -¿Acaso un humano tiene miedo de caminar? Para nosotras volver es algo natural, innato, así que no, no nos da miedo. Mmm... Digamos que las alas son como brazos muy grandes.
-¿Dragones que no vuelan? -Lavey estiró la cincha del bolso. -Pobrecitos, eso tiene que ser horrible. Volar es una cosa maravillosa, Almuerzo. -Prosiguió Vey, colocándose al lado de Anders. -Lo ves todo desde el aire, la gente se vuelve pequeña como si fueran hormigas y el aire está limpio, cuando pasas por una nube se te mojan las escamas y por la noche sigues las estrellas para no perderte.
-Esto es peor de lo que pensaba. -Me llevé las manos a la cabeza al ver el techo desde fuera.- Perro tozudo. Le dije que... agg, es igual. -Entré a la casa malhumorada y salí de ella con resignación. -Vamos. El perro me va a pagar doble por testarudo. Vey ya sabes lo que hacer.
La adolescente asintió y se quedó fuera de la casa. Anders y yo comenzamos a sacar nieve, bueno... él sacó la nieve, yo solo hice un par de movimiento con la pala y luego me puse a mirar los daños.
-¡Voy a matarte Marcos! -Grité desde el altillo al comprobar el estado de la viga. -¡Te lo juro, te matare y me quedare con tu mujer! -Por el hueco de la escalera se escuchó una risa femenina y una queja sarcástica y masculina. -A ver... Anders ven. Antes de hacer nada hay que asegurar la zona. Apuntalar los pilares en los extremos de la viga, tirar las tejas rotas y podridas... dioses, prácticamente habrá que hacer de nuevo el tejado. Sabes hacer un puntal, ¿verdad chico? -Esperé una respuesta. -Bien, pues apuntala. Yo despejaré la zona.
Barrer, agacharse, maldecir, empujar. Esa era la dinámica para sacar las tejas del altillo, pero no las estaba tirando a ninguna parte, las amontonaba sobre una tela gigante, cuando todo estuvo sobre ella tan solo junte las puntas y las anude.
-Siguiente paso. -Alcé la voz al tiempo que estiraba la espalda. -La maestra enseñara a su aprendiz a jugar con las zonas delicadas de... -Me puse la mano en la boca y comencé a reír al ver que Anders se subía al tejado con toda la cara roja. -La viga podrida.
Dejé escapar una nueva risotada y luego silbé. En ese momento es escuchó le batir de unas alas, en pocos segundos la cabeza negra y escamosa de Vey apareció sobre el tejado.
-Lagartija agarra la cuerda y saca esta porquería. -La adolescente descendió todo lo que pudo, lancé la soga con la que había atado la tela y la dragoncilla la cazó con la garras. -Bien. Ahora sube, ¡despacio, no me desgracies al ayudante! -En cuanto escuchó aquello Lavey movió la cola y le dio un toque al elfo. -¡Déjate de bromas, como se rompa el cuello lo entierras tú!
El reptil negro dejó salir una pequeña nube de humo negro por sus fosas nasales, ascendió y dejó los restos del tejado en el patio de la casa. Lavey repitió una vez más la acción, pero esta vez se llevó la viga rota.
Horas más tarde la adolescente volvió a sobrevolar la casa, pero no sacó nada del tajado, al contrario, colocó y sostuvo la viga nueva hasta que esta fue fijada.
Las partes pesadas ya estaban terminadas, así que ahora tocaba la parte divertida, mandar. Anders y Lavey se pusieron a clavar tablas y tejas mientras que yo... bueno, yo les decía como hacerlo mientras reparaba la otra mitad del tejado.
-Uy, si... Almuerzo. -Respondió Lavey, sonriendo con malicia. -Hace tiempo que no como elfo.
-Anda, deja de hacer el tonto. Pulga me dijo que hoy cocinaría el venado que cazaste.
La rubia lanzó un grito de emoción. Le encantaba comer la carne que había cazado.
-¿Tendrá ya los chorizos? -Lavey pensó un segundo y se respondió a sí misma. -Seguro que no, aún es pronto.
-Ya verás Anders. Pulga te va a encantar.
Lo cierto es que no me quedó muy claro si al elfo le sentó bien que Pulga le dijera niño árbol, pero lo que si le gustó fue la comida. Entiendo que el trabajo abre el apetito, pero estuvo a punto de repetir por tercera vez, ¿dónde se metía todo eso? el chico estaba bastante delgado.
-No me negareis que elijo bien a mis presas. -Lavey estiró mientras caminábamos de regreso al taller. -Ojala cierto elfo saliera corriendo, así podría cazarlo.
La broma siguió de largo hasta llegar al taller.
-Bueno, Vey. Ya pasó el momento. -Abrí la puerta y espere a que los rubios entraran. -Deja a Anders tranquilo o de verdad se pensara que te lo vas a comer.
-Pero si lo digo de verdad. -Volvió a sonreír con malicia.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Miré la cara de Lavey y sonreí ante el gritillo que dio. Le tenía que gustar demasiado el venado para ponerse así.
—¿Pulga? Es un sobrenombre algo particular para un licántropo… ¿era muy pulgoso o algo? Pulga, Pulga —repetí un par de veces, agarrándole un poquito de gusto—. Bueno, si les agrada a ustedes no debe ser malo —dije, sonriendo.
Cuando llegamos al lugar noté inmediatamente que no había pasado por esta taberna antes. ¿Estaría cerrada cuando buscaba…? Oh bueno, no es que importase ya, ya me estaba quedando en un lugar. No me servía pensar en qué pudo ser.
Honestamente empecé algo lento, no había sacado ni un aero y la mesa se veía demasiado repleta de carne además de lo que yo pedí, pero Pulga no parecía estar apresurado por el dinero. Más bien puede que hubiese sido demasiado acogedor, poniéndome un apodo a mí nada más salió la mención de qué era. Más o menos.
—Al menos los árboles no agarran pulgas —respondí de vuelta, viendo al hombre reírse un poco y retirarse para dejarnos en la mesa.
Lavey lucía… más que hambrienta, orgullosa de su caza. Tomé sólo un poco al principio, pero ante insistencia terminé comiendo dos veces y media. Con... un cuarto más. Le vi la cara a Reivy mientras masticaba y ladeé la cabeza.
—Q… —terminé de tragar—. ¿Qué? Si me dij… oh. ¿Yo? ¿…No? —dije con algo de duda, revisándome—. Claro que no soy delgado, es… um, mi herencia élfica —estiré los brazos a los lados—. Soy algo largo, y la ropa holgada no me ayuda, pero me pasó la vida cargando un golem para pelear, no est-… ¡no! No me voy a quitar la ropa para demostrar nada.
Después de comer empezamos a volver de camino al taller. Pensé qué era cosa una confusión, nos faltaba parte del techo, pero al parecer era para recoger más clavos y otras cosas. Reivy había adelantado mucho su parte del tejado y sabía que no iban a alcanzar, no cuando todo estaba infinitamente peor de lo que se había imaginado incluso siendo negativa. Además, la caminata hasta ahí y luego la vuelta a la casa dejaban algo de más de tiempo.
Le vi la cara a Lavey sonriendo mientras agarraba unos clavos. No todos eran apropiados o tenían la mejor forma para el trabajo, así que tomarlos era más lento de lo que pudiese parecer.
—Ñam ñam. Bueno, si lo haces... al menos empieza por el cuello. Los lobos apuntan a… —me puse la mano en el cuello, acariciando por donde creía que era—… aquí. ¿Creo qué mataba al instante? Algo así. Cómo mínimo que no sufra y te dejo —dije, claramente bromeando.
Mientras no se lo tomase en serio.
Luego de recoger las cosas caminamos de vuelta a casa del señor Marco y subimos al techo a empezar a terminar el trabajo. Estaba yendo demasiado bien y rápido. Yo tenía una pequeña historia de odio hacia los techos, porque el primero que hice se me vino encima, y el segundo se me vino encima la mitad. En este no habría razón para que se cayera, con la vigilancia y conocimiento de Reivy.
E igual, lo hizo. De paso en uno de los lugares que debían ser más firmes del techo, considerando que casi tenían la viga abajo, y puntales varios. Había uno menos porque le caí encima cubriéndome reflexivamente con el golem para evitarlo peor del impacto…pero igual.
—¿¡Qué pasó!? ¿Estás vivo? ¿Elfo?
—T-Tranquilo —tomé aire, levantándome lentamente—. No fue Lavey —intenté bromear para relajar a Marco en el momento.
—¡Por Thor! —gritó Jorn en la puerta, con las manos en la boca—. ¡Noo, pobrecito!
—E-Estoy b-
—No hablo de ti —hizo un gesto, y respondió en medio gruñido mientras entraba.
—¿Tú qué hace’ aquí? —retornó Marco, con un gruñido completo.
Puse los ojos en blanco ante la respuesta cortante del hombre al ver bien quién era y vi a la cara al señor Marco ante la suya. Por Jorn, debía ser que no había encontrado a nadie y estaría mal humorado. Fue “había” durante poco tiempo luego de eso.
Al parecer… había metido la pata abismalmente, de una altura de caída de techo a piso, porque Jorn había vuelto por su laúd – más bien, el de Federico. No lo había aplastado yo, pero cuando parte del techo se vino abajo, quedo quebrado.
—…Creí que te lo habías llevado —dijo Marco, rascándose el cuello.
—¡Debería! ¡Se me quedó, y míralo ahora! ¡¡Roto!!
—B-Bueno, tranquilo. No es tan difícil de arreglar y-
—¿No tan difícil?
Alce ambas manos ante la mirada del hombre. Cualquiera creería que primero me mataba él que Lavey.
—…Quiero decir, yo podría-
—No no, no, no podrías nada, elfillo. ¿Por qué se cayó el techo?
—Comienzo a creer que es porque me odian —sonreí nerviosamente, intentando calmarlo con un chiste.
—¡No! Es porque no sabes poner unas malditas vigas, hasta yo podría hacerlo mejor —dijo, pateando una.
Los dos nos alarmamos un leve instante cuando esta se inclino incluso. Por suerte, nada más se vino abajo.
—Er-
No. Se vino una tabla.
—…err… pero... estoy seguro de que...
Señaló a la viga doblada.
—…
No podía decir demasiado ante eso, por mucho que recordase perfectamente asegurarme de haber dejado eso bien. Habría que acomodar que acomodar el techo de nuevo, y… ver como desendeudarme 600 aeros. No había tenido para pagar un cuarto, y llevaba apenas medio día trabajando con Reivy, y había hecho el trabajo mal.
La próxima vez que hiciese un techo sería con magia, lo juraba.
—Oh, y tranquilo, qué no te estoy cobrando a ti solo —echó una mirada recelosa hacia Reivy y Lavey—. No me parece que ellas también hayan hecho un buen trabajo. Son parcialmente culpables.
Me tensé un poco viendo hacia Lavey. No le clavaría un flechazo a alguien así sin más, ¿no?
—Vengan a verme a la taberna que está como a ocho casas de aquí, esa llamada El Perrón Preso, o tendré que llevar esto ante un juez.
«Pero qué le pasa a la gente con los nombres de las tabernas».
Jorn se retiró del lugar con el laúd roto. Y… unas piezas. Ni siquiera sabía si todas. Suspiré al ver el desastre alrededor, y le vi la cara a Reivy.
—Siento este desastre. Puedo… puedo terminar lo que queda del techo solo, si quieren. Puedes arrepentirte de lo de la estadía, ahora —suspiré, negando con una mano en la cara.
—¿Pulga? Es un sobrenombre algo particular para un licántropo… ¿era muy pulgoso o algo? Pulga, Pulga —repetí un par de veces, agarrándole un poquito de gusto—. Bueno, si les agrada a ustedes no debe ser malo —dije, sonriendo.
Cuando llegamos al lugar noté inmediatamente que no había pasado por esta taberna antes. ¿Estaría cerrada cuando buscaba…? Oh bueno, no es que importase ya, ya me estaba quedando en un lugar. No me servía pensar en qué pudo ser.
Honestamente empecé algo lento, no había sacado ni un aero y la mesa se veía demasiado repleta de carne además de lo que yo pedí, pero Pulga no parecía estar apresurado por el dinero. Más bien puede que hubiese sido demasiado acogedor, poniéndome un apodo a mí nada más salió la mención de qué era. Más o menos.
—Al menos los árboles no agarran pulgas —respondí de vuelta, viendo al hombre reírse un poco y retirarse para dejarnos en la mesa.
Lavey lucía… más que hambrienta, orgullosa de su caza. Tomé sólo un poco al principio, pero ante insistencia terminé comiendo dos veces y media. Con... un cuarto más. Le vi la cara a Reivy mientras masticaba y ladeé la cabeza.
—Q… —terminé de tragar—. ¿Qué? Si me dij… oh. ¿Yo? ¿…No? —dije con algo de duda, revisándome—. Claro que no soy delgado, es… um, mi herencia élfica —estiré los brazos a los lados—. Soy algo largo, y la ropa holgada no me ayuda, pero me pasó la vida cargando un golem para pelear, no est-… ¡no! No me voy a quitar la ropa para demostrar nada.
Después de comer empezamos a volver de camino al taller. Pensé qué era cosa una confusión, nos faltaba parte del techo, pero al parecer era para recoger más clavos y otras cosas. Reivy había adelantado mucho su parte del tejado y sabía que no iban a alcanzar, no cuando todo estaba infinitamente peor de lo que se había imaginado incluso siendo negativa. Además, la caminata hasta ahí y luego la vuelta a la casa dejaban algo de más de tiempo.
Le vi la cara a Lavey sonriendo mientras agarraba unos clavos. No todos eran apropiados o tenían la mejor forma para el trabajo, así que tomarlos era más lento de lo que pudiese parecer.
—Ñam ñam. Bueno, si lo haces... al menos empieza por el cuello. Los lobos apuntan a… —me puse la mano en el cuello, acariciando por donde creía que era—… aquí. ¿Creo qué mataba al instante? Algo así. Cómo mínimo que no sufra y te dejo —dije, claramente bromeando.
Mientras no se lo tomase en serio.
Luego de recoger las cosas caminamos de vuelta a casa del señor Marco y subimos al techo a empezar a terminar el trabajo. Estaba yendo demasiado bien y rápido. Yo tenía una pequeña historia de odio hacia los techos, porque el primero que hice se me vino encima, y el segundo se me vino encima la mitad. En este no habría razón para que se cayera, con la vigilancia y conocimiento de Reivy.
E igual, lo hizo. De paso en uno de los lugares que debían ser más firmes del techo, considerando que casi tenían la viga abajo, y puntales varios. Había uno menos porque le caí encima cubriéndome reflexivamente con el golem para evitarlo peor del impacto…pero igual.
—¿¡Qué pasó!? ¿Estás vivo? ¿Elfo?
—T-Tranquilo —tomé aire, levantándome lentamente—. No fue Lavey —intenté bromear para relajar a Marco en el momento.
—¡Por Thor! —gritó Jorn en la puerta, con las manos en la boca—. ¡Noo, pobrecito!
—E-Estoy b-
—No hablo de ti —hizo un gesto, y respondió en medio gruñido mientras entraba.
—¿Tú qué hace’ aquí? —retornó Marco, con un gruñido completo.
Puse los ojos en blanco ante la respuesta cortante del hombre al ver bien quién era y vi a la cara al señor Marco ante la suya. Por Jorn, debía ser que no había encontrado a nadie y estaría mal humorado. Fue “había” durante poco tiempo luego de eso.
Al parecer… había metido la pata abismalmente, de una altura de caída de techo a piso, porque Jorn había vuelto por su laúd – más bien, el de Federico. No lo había aplastado yo, pero cuando parte del techo se vino abajo, quedo quebrado.
—…Creí que te lo habías llevado —dijo Marco, rascándose el cuello.
—¡Debería! ¡Se me quedó, y míralo ahora! ¡¡Roto!!
—B-Bueno, tranquilo. No es tan difícil de arreglar y-
—¿No tan difícil?
Alce ambas manos ante la mirada del hombre. Cualquiera creería que primero me mataba él que Lavey.
—…Quiero decir, yo podría-
—No no, no, no podrías nada, elfillo. ¿Por qué se cayó el techo?
—Comienzo a creer que es porque me odian —sonreí nerviosamente, intentando calmarlo con un chiste.
—¡No! Es porque no sabes poner unas malditas vigas, hasta yo podría hacerlo mejor —dijo, pateando una.
Los dos nos alarmamos un leve instante cuando esta se inclino incluso. Por suerte, nada más se vino abajo.
—Er-
No. Se vino una tabla.
—…err… pero... estoy seguro de que...
Señaló a la viga doblada.
—…
No podía decir demasiado ante eso, por mucho que recordase perfectamente asegurarme de haber dejado eso bien. Habría que acomodar que acomodar el techo de nuevo, y… ver como desendeudarme 600 aeros. No había tenido para pagar un cuarto, y llevaba apenas medio día trabajando con Reivy, y había hecho el trabajo mal.
La próxima vez que hiciese un techo sería con magia, lo juraba.
—Oh, y tranquilo, qué no te estoy cobrando a ti solo —echó una mirada recelosa hacia Reivy y Lavey—. No me parece que ellas también hayan hecho un buen trabajo. Son parcialmente culpables.
Me tensé un poco viendo hacia Lavey. No le clavaría un flechazo a alguien así sin más, ¿no?
—Vengan a verme a la taberna que está como a ocho casas de aquí, esa llamada El Perrón Preso, o tendré que llevar esto ante un juez.
«Pero qué le pasa a la gente con los nombres de las tabernas».
Jorn se retiró del lugar con el laúd roto. Y… unas piezas. Ni siquiera sabía si todas. Suspiré al ver el desastre alrededor, y le vi la cara a Reivy.
—Siento este desastre. Puedo… puedo terminar lo que queda del techo solo, si quieren. Puedes arrepentirte de lo de la estadía, ahora —suspiré, negando con una mano en la cara.
____________________________________
Añadida primera complicación, Jorn hace una jugarreta sobre la casa para enganchar a los carpinteros
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
-Es una lástima que no puedas probar tu "herencia". -Comentaba con las manos cruzadas tras el cuello, de camino a la casa de Marcos. -Me veo forzada a pensar que eres un fideo delgaducho hasta que demuestres lo contrario.
Todo marchaba bien. Las tejas se colocaban en su sitio, Lavey no intentaba tirar a mi ayudante al jardín de Marcos y los puntales se caían con sonido sordo...
-¡Anders! ¿Estás bien? -Bajé del tajado al altillo de un salto. -¿Que ha pasado?
Me apresuré a sacar el puntal que había sobre el elfo. Por suerte ya habíamos fijado la viga, sino ahora Anders seria puré de niño árbol.
-¡¿PERDONA?! -Encaré al charlatán del laúd roto. -¿Estas poniendo en duda mi trabajo y el de mi ayudante? -Con cada palabra estaba un paso más cerca del hombre. -¿Y qué carajo hacia tu laúd aquí arriba? ¿Estas ciego o solo idiota? Tienes que ser idiota, solo a ti se te ocurre golpear cosas en medio de una obra. -El tipejo quiso decir algo más, pero le interrumpí. -Y no me digas que querías tomar el sol por los huecos del tejado, majadero. Los puntales estaban bien puestos y tú no tendrías que haber subido aquí, así que no te debemos nada.
Lavey disfrutaba del espectáculo sentada en la viga, con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y en movimiento, y claro, con una sonrisa de niña mala que decía "no te metas con mi madre o saldrás escaldado".
-¿Que yo que? -Cogí al hombrecillo por el cuello de la camisa y lo hice ponerse de puntillas al subir los brazos. -Te voy a meter el puntal por el culo a ver si así ves bien mi trabajo. No eres más que un estafador del tres al cuarto. No te pienso pagar una mierda.
-Puede que tengas razón. -El hombre sonrió con condescendencia y la seguridad de quien sabe que ha ganado la partida, pese a haber sido descubierto. -Pero no tienes pruebas de ello y yo tengo un laúd roto, un testigo y los puntales en el suelo. Así que suéltame, a menos que quieras acudir al consejo con un agravante por conducta violenta.
Fruncí el ceño y apreté el agarré antes de soltarle con un empujón.
-Quédate tranquila, tendrás tiempo de demostrar tus dotes de carpintera. -Jorn bajaba las escaleras mientras hablaba. -La función del trovador queda cancelada por obvias razones, así que tendremos que armar la carpa del circo. -Al llegar al piso de abajo alzó la voz. -Tenéis suerte de que haya venido con toda mi compañía, sino tendríais problemas.
-¿Puedo matarlo ya? -Preguntaba una divertida, pero molesta Lavey.
-No, no puedes. -Apretaba la mandíbula. -Me voy a encargar personalmente de que ese desgraciado sufra un accidente laboral. -Bufé antes de darme la vuelta y mirar a Anders. -Démonos prisa, tenemos que cerrar el techo antes de que se vaya la luz. Y luego ir a ver al mierdas ese.
El trabajo terminó a tiempo, pero esa noche Marcos tuvo dolor de cabeza por culpa de la fuerza extra en los martillazos de la carpintera.
___________
Off:
Le cambio el color a Jorn porque es muy similar al de Reivy.
Todo marchaba bien. Las tejas se colocaban en su sitio, Lavey no intentaba tirar a mi ayudante al jardín de Marcos y los puntales se caían con sonido sordo...
-¡Anders! ¿Estás bien? -Bajé del tajado al altillo de un salto. -¿Que ha pasado?
Me apresuré a sacar el puntal que había sobre el elfo. Por suerte ya habíamos fijado la viga, sino ahora Anders seria puré de niño árbol.
-¡¿PERDONA?! -Encaré al charlatán del laúd roto. -¿Estas poniendo en duda mi trabajo y el de mi ayudante? -Con cada palabra estaba un paso más cerca del hombre. -¿Y qué carajo hacia tu laúd aquí arriba? ¿Estas ciego o solo idiota? Tienes que ser idiota, solo a ti se te ocurre golpear cosas en medio de una obra. -El tipejo quiso decir algo más, pero le interrumpí. -Y no me digas que querías tomar el sol por los huecos del tejado, majadero. Los puntales estaban bien puestos y tú no tendrías que haber subido aquí, así que no te debemos nada.
Lavey disfrutaba del espectáculo sentada en la viga, con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y en movimiento, y claro, con una sonrisa de niña mala que decía "no te metas con mi madre o saldrás escaldado".
-¿Que yo que? -Cogí al hombrecillo por el cuello de la camisa y lo hice ponerse de puntillas al subir los brazos. -Te voy a meter el puntal por el culo a ver si así ves bien mi trabajo. No eres más que un estafador del tres al cuarto. No te pienso pagar una mierda.
-Puede que tengas razón. -El hombre sonrió con condescendencia y la seguridad de quien sabe que ha ganado la partida, pese a haber sido descubierto. -Pero no tienes pruebas de ello y yo tengo un laúd roto, un testigo y los puntales en el suelo. Así que suéltame, a menos que quieras acudir al consejo con un agravante por conducta violenta.
Fruncí el ceño y apreté el agarré antes de soltarle con un empujón.
-Quédate tranquila, tendrás tiempo de demostrar tus dotes de carpintera. -Jorn bajaba las escaleras mientras hablaba. -La función del trovador queda cancelada por obvias razones, así que tendremos que armar la carpa del circo. -Al llegar al piso de abajo alzó la voz. -Tenéis suerte de que haya venido con toda mi compañía, sino tendríais problemas.
-¿Puedo matarlo ya? -Preguntaba una divertida, pero molesta Lavey.
-No, no puedes. -Apretaba la mandíbula. -Me voy a encargar personalmente de que ese desgraciado sufra un accidente laboral. -Bufé antes de darme la vuelta y mirar a Anders. -Démonos prisa, tenemos que cerrar el techo antes de que se vaya la luz. Y luego ir a ver al mierdas ese.
El trabajo terminó a tiempo, pero esa noche Marcos tuvo dolor de cabeza por culpa de la fuerza extra en los martillazos de la carpintera.
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Off:
Le cambio el color a Jorn porque es muy similar al de Reivy.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Ya no estaba tan seguro de que Lavey fuese a matar a Jorn. Puede que fuese Reivy.
Daba algo de miedo, pero no negaría que me alegraba que confiase en mi trabajo. Eso o en el suyo y por eso estaba tan ofendida… pero no, me mencionó, un poco. Le di algunas vueltas al asunto mientras retomábamos el trabajo. Ya me lo había dicho antes, pero difícilmente lo aplicaba: debía tener cuidado con la gente que hablaba muy rápido o mucho.
…Es decir, err, yo hacía un poco de ambas, a veces; pero no había estafado a nadie. No se me daban maravillosamente los asuntos… diplomáticos. Tenían que darme tiempo para pensar, y los estafadores no hacían precisamente eso.
Era bueno que la dragona estuviese ahí. Era malo que Jorn tuviese dinero y quisiera más.
Tenía mi leve idea de los escalones y el funcionamiento de ciertas sociedades, si bien no estaba seguro de la de Ulmer. Se hacía una reunían con los hombres libres de la comunidad, presididos por lagmans. Naturalmente, las familias locales dominaban el asunto, por mucho que todos en la comunidad tuvieran derecho a decir algo. A quien le fuese mal en algo así y lo encontrasen "culpable" terminaba siendo multado, o declarado fuera de la ley, sus propiedades confiscadas y expulsados de la comunidad de turno. No podían recibir ayuda de nadie, y podían ser matados por cualquiera.
Como si no bastase, aunque tuviese poder judiciario y legislativo, no tenía poder para llevar a cabo una sentencia. Se le dejaba a la familia de la parte expuesta hacer esto, y Jorn tenía varios hombres con él. Otra forma era "solo" 36 jueces, con unos nueve godi de la comunidad eligiendo estos, pero si más de seis jueces no se decidían, el asunto volvía a manos de las partes envueltas, cosa que solía resultar, en, bueno…
Muerte.
—Estoy molido —dije, tirándome sobre una silla para descansar un poco luego de todo lo que tuvimos que estar pegados. Miré a Reivy, había lucido tan furiosa y golpeando cada clavo como si visualice los dedos de Jorn en ellos qué no me atreví a acercarme o decir nada más sobre el tema—… Gracias por eso. Er… ¿luces… bien, enojada? —añadí en un murmuro, con el tono de quien tiene una pizca de duda—. Creo.
—Mi culpa’h, chavo. No sé pa’que dejo la puerta abierta, debería dejar de hacerlo.
Marco le vio la cara unos segundos a Reivy y luego volteó los ojos, y se giró refunfuñando.
—‘sta bien, está bien, también debería hacerte caso sobre el techo. Hmph —se cruzó de brazos—. Les daré poquito de comer para que recuperen fuerzas, y si me necesitan pa’lgo contra El Jorn, yo mismo soy, que lo quiero matar.
No fue mucho comer, pero siempre era mejor que nada. Cuando partimos hacia Jorn volvió la mala atmósfera. «Por… el dios de los dragones… o en lo que crea Reivy. Va a matarlo», pensé al verla de reojo. Seguramente entraría en su forma de dragón y le tiraría un aliento d-
—Uh —musité, notando que no lo sabía—. ¿Reivy? ¿Cuál es tu elemento? —pregunté, viéndola a la cara—. ¿Y el tuyo, Lavey? —añadí, intentando cambiar el asunto a algo más agradable—… Saben, llevo todo el día intentando pensar como recortar sus nombres, o ponerles un apodo bonito, pero no me convence la idea de Desayuno y Cena. No con los… poderes de doble sentido de Reivy. Almuerzo, Chico árbol, Fideíto… es increíble, y a mí no se me ocurre nada. ¿Lav? ¿Lay? Vey… Lavy.
Llegamos a la susodicha taberna. Por las horas, al menos estaba algo animada, con la típica barra de borrachos cantando a todo pulmón, destrozando la pobre letra de alguna canción desafortunada. Jorn era bastante evidente entre el resto del público, fuese por su ropa, o porque era el único rostro que a ojo, no estaba sonriendo.
Hasta que nos vio.
—Odin. Al fin —se retiró un papel enrollado de la boca y lo dejo sobre la mesa, mientras soplaba humo sobre mi cara—. ¿Les ha llevado tanto reparar el pobre techo? Si se nota que no sab…
Quizá fuese mi ceja alzada por su forma tan peculiar de compartir lo que se estaba fumando conmigo, o quizá fuese puro maldito miedo de Reivy y Lavey, pero pareció abandonar la idea de seguir con provocaciones.
—Bah. Hablemos de negocios —estiró los brazos a los lados, y los puso sobre su cabeza, subiendo los pies a la mesa—. Qui-
—Armar un circo es irrazonable —interrumpí—, tardaríamos días, además, el show debería ser… ¿no debería haber sido… uh… ya?
—…En primer lugar, no me interrumpas. En segundo lugar, lo del circo fue un insulto, para decirles payasos, no una propuesta seria, si es que hasta los insultos hay que explicarle a los imbéciles... tercero…. tuve que posponerlo —gruño entredientes—, oh, pero hoy doy el gran anuncio. Es solo un retraso porque viene algo mejor —puso una mano al frente y la movió a un lado, visualizando algo—, cosas más grandes, cosas más allá de canciones y buen humor, cosa-
Sonó el ruido de una mesa quebrándose. Al voltear, se trataba de dos sujetos agarrándose a golpes. Nada raro.
—Ugh —recogió el brazo, claramente picado de perder su momento de inspiración—. Quiero que me construyan algo impresionante, tengo ideas, pero estoy dispuesto a oír a mis… socios —vociferó, cargando de sarcasmo esa última palabra—, y ver que está dentro de sus posibilidades. Vamos, impresiónenme. O podríais hacer este barco enorme, lo llamaré El Arca de Jorn, y mandaré a confeccionar trajes de piratas, haciendo un acto de una épica pelea en el mismo mientras alguien canta.
Suspiré, teniendo que aguantar el impulso de negar con la cabeza. Me di vuelta para conversar con Reivy y Lavey, suponía que si teníamos que hacer esto de una forma u otra, al menos valdría la pena hacer algo que no fuese tan agotador, o que quizá nos divirtiese, por improbable que fuera lo segundo.
—Pero lo del circo no era una propuesta seri-... ¿seguras? No se dejen llevar porque venga de Sandorai, solo porque soy un elfo no significa que sepa saltar entre árboles.
—Es decir… si sé saltar entre árboles, ¡pero no por qué sea un elfo! A-Además, solo si están cerca entre sí, sino me desnuco. Y… er. Oh… has… ¿hecho algo así antes? No sé de atracciones. Una vez tuve que actuar… fue horrible. Es decir, intentaron apuñalarme en serio. Ohh, y sé hacer sonidos de flauta con la boca y las manos. ¿Bueno? Bien. Supongo.
Dejamos de hablar entre nosotros y propusimos hacer un circo Jorn. Durante los primeros segundos claramente esperó un “bromeamos”, pero no vino. Acarició la idea, y como se lamió un poco un labio, puede que la saboreara. Claro, no hubo mención de que una de las maravillosas ideas varias para atracciones era pegarlo en una rueda de madera, hacerla girar y tirar cuchillos y hachas a ella.
La idea era intentar darle a Jorn y no a la rueda.
—Lo quiero para dentro de 2 días.
—Estás loco, nos llevaría al menos una seman-
—Dos días —insistió.
Me lleve una mano a la cara. ¿Cómo le explic…
Ah.
Bueno, no tuve que hacerlo yo, ambas dragonas dieron un paso al frente, me esperaba toda otra retahíla de gritos, puede que otro “¡te voy a matar y quedarme con tu mujer!”. Puede—no, Anders, cabezota. Puede no. «Piensa mal de la gente», o al menos, de Jorn. Esto era un asunto de conveniencia. Tendríamos ayuda de las manos… de sus hombres, para terminar pronto.
Ya había postergado el asunto, no entendía cual era la prisa para dos malditos días.
—Tenemos un trato, entonces —dijo, estirando la mano. Al ver que nadie la apretaba sonrió sarcástico y la recogió—. Entiendo, entiendo. En fin, váyanse. Dos días —dijo, alzando el índice y dedo medio—, tendrás a mis muchachos a primera hora en tu carpintería.
Y con eso se retiró con un andar... sorpresivamente ominoso. Por supuesto, era un hombre de negocios de ese tipo, así que no tardó, ni le costó nada, empezar a llamar la atención en la taberna y arrastrarla afuera, lanzando rimas de derecha a izquierda. Estaba bastante seguro de que había oído algún par de esas de sus hombres antes, cosas que ya había escrito Federico.
—¡GENTE DE ULMER! ¡Buenas noches y bienaventurados! ¡Espero qué no estén cansados! ¡Si lo están, calma, los Dioses nos han mandado! ¡Lamentados el tardado, pero Feredico ya casi ha llegado!
Una rima más en mi vida y consideraría que lo de desnucarme saltando de un árbol no sonaba tan mal.
—¡Dos días y tendrán lo esperado! ¡Con sorpresas, ustedes serán entretenidos! ¡Su dinero contabilizado! ¡Les ha hablado Jorn Enriquete! ¡Espero verlos entonces, a ustedes! Y a su dinero.
Le vi la cara a Reivy.
—¿Crees qué haya oportunidad de descobrarnos? No soy una persona veng... um. ¿P... Puede que sí? Bueno, no importa. Volvamos a... tu taller.
Daba algo de miedo, pero no negaría que me alegraba que confiase en mi trabajo. Eso o en el suyo y por eso estaba tan ofendida… pero no, me mencionó, un poco. Le di algunas vueltas al asunto mientras retomábamos el trabajo. Ya me lo había dicho antes, pero difícilmente lo aplicaba: debía tener cuidado con la gente que hablaba muy rápido o mucho.
…Es decir, err, yo hacía un poco de ambas, a veces; pero no había estafado a nadie. No se me daban maravillosamente los asuntos… diplomáticos. Tenían que darme tiempo para pensar, y los estafadores no hacían precisamente eso.
Era bueno que la dragona estuviese ahí. Era malo que Jorn tuviese dinero y quisiera más.
Tenía mi leve idea de los escalones y el funcionamiento de ciertas sociedades, si bien no estaba seguro de la de Ulmer. Se hacía una reunían con los hombres libres de la comunidad, presididos por lagmans. Naturalmente, las familias locales dominaban el asunto, por mucho que todos en la comunidad tuvieran derecho a decir algo. A quien le fuese mal en algo así y lo encontrasen "culpable" terminaba siendo multado, o declarado fuera de la ley, sus propiedades confiscadas y expulsados de la comunidad de turno. No podían recibir ayuda de nadie, y podían ser matados por cualquiera.
Como si no bastase, aunque tuviese poder judiciario y legislativo, no tenía poder para llevar a cabo una sentencia. Se le dejaba a la familia de la parte expuesta hacer esto, y Jorn tenía varios hombres con él. Otra forma era "solo" 36 jueces, con unos nueve godi de la comunidad eligiendo estos, pero si más de seis jueces no se decidían, el asunto volvía a manos de las partes envueltas, cosa que solía resultar, en, bueno…
Muerte.
—Estoy molido —dije, tirándome sobre una silla para descansar un poco luego de todo lo que tuvimos que estar pegados. Miré a Reivy, había lucido tan furiosa y golpeando cada clavo como si visualice los dedos de Jorn en ellos qué no me atreví a acercarme o decir nada más sobre el tema—… Gracias por eso. Er… ¿luces… bien, enojada? —añadí en un murmuro, con el tono de quien tiene una pizca de duda—. Creo.
—Mi culpa’h, chavo. No sé pa’que dejo la puerta abierta, debería dejar de hacerlo.
Marco le vio la cara unos segundos a Reivy y luego volteó los ojos, y se giró refunfuñando.
—‘sta bien, está bien, también debería hacerte caso sobre el techo. Hmph —se cruzó de brazos—. Les daré poquito de comer para que recuperen fuerzas, y si me necesitan pa’lgo contra El Jorn, yo mismo soy, que lo quiero matar.
No fue mucho comer, pero siempre era mejor que nada. Cuando partimos hacia Jorn volvió la mala atmósfera. «Por… el dios de los dragones… o en lo que crea Reivy. Va a matarlo», pensé al verla de reojo. Seguramente entraría en su forma de dragón y le tiraría un aliento d-
—Uh —musité, notando que no lo sabía—. ¿Reivy? ¿Cuál es tu elemento? —pregunté, viéndola a la cara—. ¿Y el tuyo, Lavey? —añadí, intentando cambiar el asunto a algo más agradable—… Saben, llevo todo el día intentando pensar como recortar sus nombres, o ponerles un apodo bonito, pero no me convence la idea de Desayuno y Cena. No con los… poderes de doble sentido de Reivy. Almuerzo, Chico árbol, Fideíto… es increíble, y a mí no se me ocurre nada. ¿Lav? ¿Lay? Vey… Lavy.
Llegamos a la susodicha taberna. Por las horas, al menos estaba algo animada, con la típica barra de borrachos cantando a todo pulmón, destrozando la pobre letra de alguna canción desafortunada. Jorn era bastante evidente entre el resto del público, fuese por su ropa, o porque era el único rostro que a ojo, no estaba sonriendo.
Hasta que nos vio.
—Odin. Al fin —se retiró un papel enrollado de la boca y lo dejo sobre la mesa, mientras soplaba humo sobre mi cara—. ¿Les ha llevado tanto reparar el pobre techo? Si se nota que no sab…
Quizá fuese mi ceja alzada por su forma tan peculiar de compartir lo que se estaba fumando conmigo, o quizá fuese puro maldito miedo de Reivy y Lavey, pero pareció abandonar la idea de seguir con provocaciones.
—Bah. Hablemos de negocios —estiró los brazos a los lados, y los puso sobre su cabeza, subiendo los pies a la mesa—. Qui-
—Armar un circo es irrazonable —interrumpí—, tardaríamos días, además, el show debería ser… ¿no debería haber sido… uh… ya?
—…En primer lugar, no me interrumpas. En segundo lugar, lo del circo fue un insulto, para decirles payasos, no una propuesta seria, si es que hasta los insultos hay que explicarle a los imbéciles... tercero…. tuve que posponerlo —gruño entredientes—, oh, pero hoy doy el gran anuncio. Es solo un retraso porque viene algo mejor —puso una mano al frente y la movió a un lado, visualizando algo—, cosas más grandes, cosas más allá de canciones y buen humor, cosa-
Sonó el ruido de una mesa quebrándose. Al voltear, se trataba de dos sujetos agarrándose a golpes. Nada raro.
—Ugh —recogió el brazo, claramente picado de perder su momento de inspiración—. Quiero que me construyan algo impresionante, tengo ideas, pero estoy dispuesto a oír a mis… socios —vociferó, cargando de sarcasmo esa última palabra—, y ver que está dentro de sus posibilidades. Vamos, impresiónenme. O podríais hacer este barco enorme, lo llamaré El Arca de Jorn, y mandaré a confeccionar trajes de piratas, haciendo un acto de una épica pelea en el mismo mientras alguien canta.
Suspiré, teniendo que aguantar el impulso de negar con la cabeza. Me di vuelta para conversar con Reivy y Lavey, suponía que si teníamos que hacer esto de una forma u otra, al menos valdría la pena hacer algo que no fuese tan agotador, o que quizá nos divirtiese, por improbable que fuera lo segundo.
—Pero lo del circo no era una propuesta seri-... ¿seguras? No se dejen llevar porque venga de Sandorai, solo porque soy un elfo no significa que sepa saltar entre árboles.
—Es decir… si sé saltar entre árboles, ¡pero no por qué sea un elfo! A-Además, solo si están cerca entre sí, sino me desnuco. Y… er. Oh… has… ¿hecho algo así antes? No sé de atracciones. Una vez tuve que actuar… fue horrible. Es decir, intentaron apuñalarme en serio. Ohh, y sé hacer sonidos de flauta con la boca y las manos. ¿Bueno? Bien. Supongo.
Dejamos de hablar entre nosotros y propusimos hacer un circo Jorn. Durante los primeros segundos claramente esperó un “bromeamos”, pero no vino. Acarició la idea, y como se lamió un poco un labio, puede que la saboreara. Claro, no hubo mención de que una de las maravillosas ideas varias para atracciones era pegarlo en una rueda de madera, hacerla girar y tirar cuchillos y hachas a ella.
La idea era intentar darle a Jorn y no a la rueda.
—Lo quiero para dentro de 2 días.
—Estás loco, nos llevaría al menos una seman-
—Dos días —insistió.
Me lleve una mano a la cara. ¿Cómo le explic…
Ah.
Bueno, no tuve que hacerlo yo, ambas dragonas dieron un paso al frente, me esperaba toda otra retahíla de gritos, puede que otro “¡te voy a matar y quedarme con tu mujer!”. Puede—no, Anders, cabezota. Puede no. «Piensa mal de la gente», o al menos, de Jorn. Esto era un asunto de conveniencia. Tendríamos ayuda de las manos… de sus hombres, para terminar pronto.
Ya había postergado el asunto, no entendía cual era la prisa para dos malditos días.
—Tenemos un trato, entonces —dijo, estirando la mano. Al ver que nadie la apretaba sonrió sarcástico y la recogió—. Entiendo, entiendo. En fin, váyanse. Dos días —dijo, alzando el índice y dedo medio—, tendrás a mis muchachos a primera hora en tu carpintería.
Y con eso se retiró con un andar... sorpresivamente ominoso. Por supuesto, era un hombre de negocios de ese tipo, así que no tardó, ni le costó nada, empezar a llamar la atención en la taberna y arrastrarla afuera, lanzando rimas de derecha a izquierda. Estaba bastante seguro de que había oído algún par de esas de sus hombres antes, cosas que ya había escrito Federico.
—¡GENTE DE ULMER! ¡Buenas noches y bienaventurados! ¡Espero qué no estén cansados! ¡Si lo están, calma, los Dioses nos han mandado! ¡Lamentados el tardado, pero Feredico ya casi ha llegado!
Una rima más en mi vida y consideraría que lo de desnucarme saltando de un árbol no sonaba tan mal.
—¡Dos días y tendrán lo esperado! ¡Con sorpresas, ustedes serán entretenidos! ¡Su dinero contabilizado! ¡Les ha hablado Jorn Enriquete! ¡Espero verlos entonces, a ustedes! Y a su dinero.
Le vi la cara a Reivy.
—¿Crees qué haya oportunidad de descobrarnos? No soy una persona veng... um. ¿P... Puede que sí? Bueno, no importa. Volvamos a... tu taller.
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
-Fideíto, -Miré a Anders tras coger la toalla que me pasaba Marcos. -calla la boca. No estoy de humor.
-Huuu. -Dijo Lavey, sentada a los pies de la escalera. -Está realmente enfadada. -Ahora Marcos le pasaba un odre de agua a la rubia. -Ese payaso va a morir.
-Cuando termine con él cagara por la boca.
Lavey se rio y Marcos se agarró el gaznate mientras nos ofrecía comida.
El problema de todo aquello no es que nos hubieran estafado, es que lo hubieran hecho y encima lo admitieran delante de nuestra cara. Semejante afrenta no quedaría así.
-Dice que yo soy una orgullosa. -Le susurraba Lavey a Anders en la comida. -Pero ella esa igual, ya sabes... de tal palo tal astilla.
De camino a la taberna solo fui capaz de responder con monosílabos, temía que si decía algo más me fuera volando a sacarle la cabeza a Jorn.
-Que es del elemento aire, -aclaró Vey. -no que te vayas a tomar aire. Yo soy fuego. -La lagartija se rio al escuchar al elfo. -Si te habla con doble sentido es que todo está bien. Cuando se pone seria es que tienes que preocuparte... como ahora. -Lavey miró a su madre y esta tan solo le devolvió el gesto con desgana. -A ella le puedes decir Rei y a mi Vey.
La adolescente omitió los motes cariñosos a conciencia. A lo largo del día la dragoncilla había interiorizado que el elfo se quedaría una temporada en casa y que, por tanto tendría que convivir en relativa paz, pero eso no significaba que lo dejaría entrar en sus vidas.
-Si, al fin. -Bufé al ver al estafador. -Di una palabra más sobre mi trabajo y cuando termine contigo no quedara de ti ni el polvo de tus huesos. -Me senté en la mesa dejando caer el cuerpo de mi peso sobre la silla. -¡Tabernero, hidromiel! -El hombre no tardó en traer la jarra y en cuanto Jorn hizo ademan de cogerla, casi le vuela la mano del manotazo que recibió. -Los gañanes no beben conmigo.
-Anders... -Lavey hablaba con seriedad, escondida tras la espalda del elfo para que no la vieran mover la boca. -Déjalo hablar y larguémonos de aquí. Como sigan provocando a mi madre reducirá la taberna a cenizas. No sé qué le estará pasando por la cabeza, pero hoy no tiene un buen día.
En realidad si sabía lo que le pasaba por la cabeza. Por la mañana, antes de bajar al taller, Reivy había sentido la llamada de su huevo.
Se despertó sobresaltada con el corazón en el puño, el pecho desbocado y los brazos temblorosos. Con la mirada ida se fue hacia el pequeño nido, donde estaba su huevo, y lo acaricio como si fuera una mascota. El huevo respondió como siempre, con latidos constantes y un calor tibio que reconfortaba a la madre de la cazadora.
Después de perder a la primera de sus crías Reivy había vivido recluida en sí misma, se mostraba como siempre delante de los desconocidos, pero en cuanto se quedaba sola... se apagaba. Hoy estaba especialmente sensible y aprovechaba cualquier excusa para desahogar sus miedos.
-Sera un circo. -Respondí tajante a Anders. -Las carpas son grandes pero básicas, podremos montarlas con rapidez y si el tarugo quiere hacer algo distinto que se joda. -No dije nada más cuando Fideo empezó a balbucear sobre árboles, pero sí que lo hice cuando Jorn estipuló el tiempo de construcción. -Si lo quieres en dos días tendrá que ayudarnos toda tu compañía y será una carpa sencilla. Si quieres milagros ve a rezar a tu dios. -Acabé el fondo de la jarra de un trago y me levanté al oír a Anders. -Sí, vámonos. -No dije nada más hasta llegar al taller, no podía, la ira me tenía cegada y apenas era capaz de ordenar mis pensamientos. -Vey ocúpate de cerrar la tienda, mañana estaré aquí antes de que venga la gente de Jorn.
-Sí, madre. Quédate tranquila. -La niña se quedó en la puerta hasta ver desaparecer la silueta. -Mañana volverá a estar bien. -Dijo volteándose hacia el elfo. -Le... -Lavey dudó de si contar o no lo que sucedía. Necesitaba librarse de esa cargar, contárselo a alguien, ¿pero a quién? -Le pasa algo que le perturba el sueño, pero se recuperara, saldrá adelante. Siempre lo hace. -Las últimas palabras fueron apenas un susurro.
-Huuu. -Dijo Lavey, sentada a los pies de la escalera. -Está realmente enfadada. -Ahora Marcos le pasaba un odre de agua a la rubia. -Ese payaso va a morir.
-Cuando termine con él cagara por la boca.
Lavey se rio y Marcos se agarró el gaznate mientras nos ofrecía comida.
El problema de todo aquello no es que nos hubieran estafado, es que lo hubieran hecho y encima lo admitieran delante de nuestra cara. Semejante afrenta no quedaría así.
-Dice que yo soy una orgullosa. -Le susurraba Lavey a Anders en la comida. -Pero ella esa igual, ya sabes... de tal palo tal astilla.
De camino a la taberna solo fui capaz de responder con monosílabos, temía que si decía algo más me fuera volando a sacarle la cabeza a Jorn.
-Que es del elemento aire, -aclaró Vey. -no que te vayas a tomar aire. Yo soy fuego. -La lagartija se rio al escuchar al elfo. -Si te habla con doble sentido es que todo está bien. Cuando se pone seria es que tienes que preocuparte... como ahora. -Lavey miró a su madre y esta tan solo le devolvió el gesto con desgana. -A ella le puedes decir Rei y a mi Vey.
La adolescente omitió los motes cariñosos a conciencia. A lo largo del día la dragoncilla había interiorizado que el elfo se quedaría una temporada en casa y que, por tanto tendría que convivir en relativa paz, pero eso no significaba que lo dejaría entrar en sus vidas.
-Si, al fin. -Bufé al ver al estafador. -Di una palabra más sobre mi trabajo y cuando termine contigo no quedara de ti ni el polvo de tus huesos. -Me senté en la mesa dejando caer el cuerpo de mi peso sobre la silla. -¡Tabernero, hidromiel! -El hombre no tardó en traer la jarra y en cuanto Jorn hizo ademan de cogerla, casi le vuela la mano del manotazo que recibió. -Los gañanes no beben conmigo.
-Anders... -Lavey hablaba con seriedad, escondida tras la espalda del elfo para que no la vieran mover la boca. -Déjalo hablar y larguémonos de aquí. Como sigan provocando a mi madre reducirá la taberna a cenizas. No sé qué le estará pasando por la cabeza, pero hoy no tiene un buen día.
En realidad si sabía lo que le pasaba por la cabeza. Por la mañana, antes de bajar al taller, Reivy había sentido la llamada de su huevo.
Se despertó sobresaltada con el corazón en el puño, el pecho desbocado y los brazos temblorosos. Con la mirada ida se fue hacia el pequeño nido, donde estaba su huevo, y lo acaricio como si fuera una mascota. El huevo respondió como siempre, con latidos constantes y un calor tibio que reconfortaba a la madre de la cazadora.
Después de perder a la primera de sus crías Reivy había vivido recluida en sí misma, se mostraba como siempre delante de los desconocidos, pero en cuanto se quedaba sola... se apagaba. Hoy estaba especialmente sensible y aprovechaba cualquier excusa para desahogar sus miedos.
-Sera un circo. -Respondí tajante a Anders. -Las carpas son grandes pero básicas, podremos montarlas con rapidez y si el tarugo quiere hacer algo distinto que se joda. -No dije nada más cuando Fideo empezó a balbucear sobre árboles, pero sí que lo hice cuando Jorn estipuló el tiempo de construcción. -Si lo quieres en dos días tendrá que ayudarnos toda tu compañía y será una carpa sencilla. Si quieres milagros ve a rezar a tu dios. -Acabé el fondo de la jarra de un trago y me levanté al oír a Anders. -Sí, vámonos. -No dije nada más hasta llegar al taller, no podía, la ira me tenía cegada y apenas era capaz de ordenar mis pensamientos. -Vey ocúpate de cerrar la tienda, mañana estaré aquí antes de que venga la gente de Jorn.
-Sí, madre. Quédate tranquila. -La niña se quedó en la puerta hasta ver desaparecer la silueta. -Mañana volverá a estar bien. -Dijo volteándose hacia el elfo. -Le... -Lavey dudó de si contar o no lo que sucedía. Necesitaba librarse de esa cargar, contárselo a alguien, ¿pero a quién? -Le pasa algo que le perturba el sueño, pero se recuperara, saldrá adelante. Siempre lo hace. -Las últimas palabras fueron apenas un susurro.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Baje la cabeza suspirando, con algo de desánimo, estaba furiosa. Quizá Vey dijo que “de tal palo tal astilla”, pero eso no era solo orgullo.
—¿Uh? —le vi la cara a la rubia. No dije nada más, atendiendo. ¿Algo qué le perturbaba el sueño? ¿Pesadillas?
Me habría satisfecho con creer eso de no ser por la mirada de la joven. Desatenta, no enfocada en nada particular. Parecía habérselo dicho más a sí misma que a mí. Ladeé la cabeza levemente curioso y vi por donde Reivy había desaparecido, pero… con los eventos de hoy, no parecía momento de andar metiendo las narices donde no me llevaban.
No me quedo claro si la perturbación de su sueño era algo que la despertaba o algo que no la dejaba dormir, pero si era lo segundo estábamos iguales, aunque lo mío era mucho más simple. Quizá no estaba ardiendo en mi propia ira como la dragona, pero estaba más que incomodo por haberlo causado parcialmente.
Fueron dos días tortuosos en lo que apenas alcanzaron para construir la carpa. El primero más que el segundo: Reivy no parecía haber dormido a juzgar por su apariencia. Más bien era como si hubiese pasado toda la noche peleando. Como yo tampoco dormí, estaba ahí para cuando llegó, recibiéndola con un leve abrazo al ver su estado, y aprovechando de tender un poco sus magulladuras, al menos, lo que podía con mi dejaba-que-desear capacidad para curar, y el poco tiempo que había para hacerlo.
También, le había llamado “la carpa”, porque si me preguntaban a mí, era una sola. Es decir, eran… tres construcciones, la principal y más grande, unida con otro par más pequeñas. No estaban “al lado de la otra”, estaban literalmente juntas, eran parte de una misma construcción. Supuse que era para algo del estilo moverse de una a otra para comprar tiempo de preparar actos en las otras dos.
Ojalá no se pusiese de mal humor esta vez, pero ante la última tabla pulida y la última carpa terminada, se marcaba hora de hablar con el hombre. Tampoco era mi interés que Jorn saliera ileso, era simplemente que no me gustaba la idea de verla enojada de nuevo.
Por eso era mejor que ni lo hiciera. Cuando pareció “desocuparse” de recoger dinero y dar entradas para la noche, le informamos que las carpas estaban terminadas. El muy genio había estado diciendo medias verdades y que ya estaban listas desde la mañana de ese día, pero no, solo estaba hecho el exterior, se tapaban con las telas pensadas para decorarlas y trabajábamos adentro, donde nadie viera. Después de decirle, nos fuimos tan rápido como llegamos.
Pero el trabajo no estaba hecho. Para la noche nos tocaba finiquitar con el verdadero show. Sonreí, porque al menos, no tendría más opción que callarse cuando ese momento llegase. Las chicas habían estado relativamente contentas en discutir ideas sobre qué podríamos hacer en un circo para entretener gente si ninguno era tan… circo-tástico.
—¿Sabes si Reivy ya escogió ropa, Vey? —pregunté poniéndome las manos detrás de la cabeza—. Podemos ayudarla a elegir, al menos es un poco más agradable así que la idea de que nos han tenido como burros casi sin descanso. Y… bueno, no voy a disimular —suspiré, dejando los brazos caer a los lados—, Jorn va a pasearse por las carpas para “ver si están bien hechas” y eso, no quiero que se encuentren. Podemos distraerla un poco entre los dos para que esté bien. Mañana, esto habrá acabado.
—Oh. Por cierto. ¿Ha… dormido mejor? Creo que vi una herbolaria cuando estaba… vagando hace un par de noches. Quizá no sabe que hay cosas para eso, relajarse y ese asunto, para dormir mejor, o dormirse más rápido.
Terminamos de llegar con Reivy, y lo dicho, ayudarla a escoger su vestuario de maestra de ceremonias. Por alguna razón, la dragona insistía con “ama de ceremonias”, y no del tipo “es así porque eso quiero que sea”, sino que simplemente parecía olvidársele que el término era maestra. Yo insistía en que usase un sombrerito, porque se me hizo lindo la verdad. Pero no le gustaba este.
—No veo la lógica en que yo vaya con una prenda menos para que tú vayas con una más, señorita. Buen intento, pero no funcionara —dije en tono bromista aunque hablase en serio, sonriendo—… nonono, no vas a convencerme. No tiene nada qué ver si los otros hombres de Jorn van a ir sin camisa, es decir, er, eso… eso es para llamar la atención, ¿quién dijo que en los circos la gente debe ir con poca ropa? Los payasos usan mucha ropa, hasta pintura.
Luego de un poco más de discusión de cosas algo triviales me puse a preparar algo de comer con ellas en su taller-casa, aunque podría decir solo casa porque en esa sección es que estaba su ‘cocina’, teníamos tiempo para comer, teníamos que comer, con el ritmo que habíamos llevado y con lo que faltaba por hacer en la noche, aunque eso se supone que sería sencillo.
Me atragante un poco con la comida, pensando. La parte que me tocaba a mí no lo era… demasiado. Puede que no debiese mencionar lo de las hachas.
Había un par entre los de Jorn que eran buenos con las manos, me temía que los asuntos de los que derivaba su malabarismo no eran… precisamente cosas limpias, pero tampoco quería pensar que todos en su banda eran como él, la mayoría había sido agradable dentro de lo que cabía en cooperar para la construcción. Teníamos un par de trapecios, y aros bastante simples cubiertos de un líquido inflamable. No disponíamos de “animales”, pero tampoco necesitábamos. La gente probablemente esperaba ver a Federico, pero aún no se había recuperado, ¿el pobre tenía… tanto rato sufriendo?
Suspiré. Por el momento solo importaba lo que debíamos hacer esa noche, la única manera de que no se decepcionaran al no encontrar a Federico, era aquella: enseñarles algo mejor.
—¿Uh? —le vi la cara a la rubia. No dije nada más, atendiendo. ¿Algo qué le perturbaba el sueño? ¿Pesadillas?
Me habría satisfecho con creer eso de no ser por la mirada de la joven. Desatenta, no enfocada en nada particular. Parecía habérselo dicho más a sí misma que a mí. Ladeé la cabeza levemente curioso y vi por donde Reivy había desaparecido, pero… con los eventos de hoy, no parecía momento de andar metiendo las narices donde no me llevaban.
No me quedo claro si la perturbación de su sueño era algo que la despertaba o algo que no la dejaba dormir, pero si era lo segundo estábamos iguales, aunque lo mío era mucho más simple. Quizá no estaba ardiendo en mi propia ira como la dragona, pero estaba más que incomodo por haberlo causado parcialmente.
Fueron dos días tortuosos en lo que apenas alcanzaron para construir la carpa. El primero más que el segundo: Reivy no parecía haber dormido a juzgar por su apariencia. Más bien era como si hubiese pasado toda la noche peleando. Como yo tampoco dormí, estaba ahí para cuando llegó, recibiéndola con un leve abrazo al ver su estado, y aprovechando de tender un poco sus magulladuras, al menos, lo que podía con mi dejaba-que-desear capacidad para curar, y el poco tiempo que había para hacerlo.
También, le había llamado “la carpa”, porque si me preguntaban a mí, era una sola. Es decir, eran… tres construcciones, la principal y más grande, unida con otro par más pequeñas. No estaban “al lado de la otra”, estaban literalmente juntas, eran parte de una misma construcción. Supuse que era para algo del estilo moverse de una a otra para comprar tiempo de preparar actos en las otras dos.
Ojalá no se pusiese de mal humor esta vez, pero ante la última tabla pulida y la última carpa terminada, se marcaba hora de hablar con el hombre. Tampoco era mi interés que Jorn saliera ileso, era simplemente que no me gustaba la idea de verla enojada de nuevo.
Por eso era mejor que ni lo hiciera. Cuando pareció “desocuparse” de recoger dinero y dar entradas para la noche, le informamos que las carpas estaban terminadas. El muy genio había estado diciendo medias verdades y que ya estaban listas desde la mañana de ese día, pero no, solo estaba hecho el exterior, se tapaban con las telas pensadas para decorarlas y trabajábamos adentro, donde nadie viera. Después de decirle, nos fuimos tan rápido como llegamos.
Pero el trabajo no estaba hecho. Para la noche nos tocaba finiquitar con el verdadero show. Sonreí, porque al menos, no tendría más opción que callarse cuando ese momento llegase. Las chicas habían estado relativamente contentas en discutir ideas sobre qué podríamos hacer en un circo para entretener gente si ninguno era tan… circo-tástico.
—¿Sabes si Reivy ya escogió ropa, Vey? —pregunté poniéndome las manos detrás de la cabeza—. Podemos ayudarla a elegir, al menos es un poco más agradable así que la idea de que nos han tenido como burros casi sin descanso. Y… bueno, no voy a disimular —suspiré, dejando los brazos caer a los lados—, Jorn va a pasearse por las carpas para “ver si están bien hechas” y eso, no quiero que se encuentren. Podemos distraerla un poco entre los dos para que esté bien. Mañana, esto habrá acabado.
—Oh. Por cierto. ¿Ha… dormido mejor? Creo que vi una herbolaria cuando estaba… vagando hace un par de noches. Quizá no sabe que hay cosas para eso, relajarse y ese asunto, para dormir mejor, o dormirse más rápido.
Terminamos de llegar con Reivy, y lo dicho, ayudarla a escoger su vestuario de maestra de ceremonias. Por alguna razón, la dragona insistía con “ama de ceremonias”, y no del tipo “es así porque eso quiero que sea”, sino que simplemente parecía olvidársele que el término era maestra. Yo insistía en que usase un sombrerito, porque se me hizo lindo la verdad. Pero no le gustaba este.
—No veo la lógica en que yo vaya con una prenda menos para que tú vayas con una más, señorita. Buen intento, pero no funcionara —dije en tono bromista aunque hablase en serio, sonriendo—… nonono, no vas a convencerme. No tiene nada qué ver si los otros hombres de Jorn van a ir sin camisa, es decir, er, eso… eso es para llamar la atención, ¿quién dijo que en los circos la gente debe ir con poca ropa? Los payasos usan mucha ropa, hasta pintura.
Luego de un poco más de discusión de cosas algo triviales me puse a preparar algo de comer con ellas en su taller-casa, aunque podría decir solo casa porque en esa sección es que estaba su ‘cocina’, teníamos tiempo para comer, teníamos que comer, con el ritmo que habíamos llevado y con lo que faltaba por hacer en la noche, aunque eso se supone que sería sencillo.
Me atragante un poco con la comida, pensando. La parte que me tocaba a mí no lo era… demasiado. Puede que no debiese mencionar lo de las hachas.
Había un par entre los de Jorn que eran buenos con las manos, me temía que los asuntos de los que derivaba su malabarismo no eran… precisamente cosas limpias, pero tampoco quería pensar que todos en su banda eran como él, la mayoría había sido agradable dentro de lo que cabía en cooperar para la construcción. Teníamos un par de trapecios, y aros bastante simples cubiertos de un líquido inflamable. No disponíamos de “animales”, pero tampoco necesitábamos. La gente probablemente esperaba ver a Federico, pero aún no se había recuperado, ¿el pobre tenía… tanto rato sufriendo?
Suspiré. Por el momento solo importaba lo que debíamos hacer esa noche, la única manera de que no se decepcionaran al no encontrar a Federico, era aquella: enseñarles algo mejor.
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Aquella noche, igual que otras tantas, la cama de Reivy permaneció vacía, pero no porque hubiera estado entre las piernas de algún amante.
En los últimos tiempos las salidas nocturnas de la dragona eran sinónimo de palizadas, magulladuras y ojos morados.
Después de todo lo vivido, de todo el sacrificio y sufrimiento, de las vidas que había salvado en nombre de otros ¿cuál había sido su recompensa? Un hijo muerto, una niña fantasma y una enigmática y terrorífica visión.
A la mañana siguiente la madre apareció en la entrada del taller, con pequeños cortes en los brazos y algunos hematomas en las costillas, pero había cumplido su palabra. Volvía a estar en casa antes del desayuno.
Acepté el abrazo y las curas del elfo. En otro momento le hubiera tocado el culo o tanteado sus músculos por encima de la ropa, pero en esta ocasión simplemente no me quedaban fuerzas. Detrás de Anders estaba Lavey, mirándome con preocupación, esperando el momento para hacer lo mismo que el muchacho.
-Gracias, -dije mientras me sentaba a la mesa- a los dos. -Anders me acercó una escudilla con el desayuno y Vey me tendió un frasco1. -Pero Lagartija... -Miré a la rubia y cogí el vidrio. -Eso está asqueroso.
-Te aguantas, no te haría falta si no hubieras salido a pegarte de piñas.
Sonreí de medio lado y me tomé la poción. Sin duda mi hija sería buena madre.
-Fideo, ¿seguro que tienes que irte? cocinas bien. Podría acostumbrarme a esto, ¿no preferirías que te contratara como cocinero?
Parecía que alguien estuviera vigilando la casa, apenas había tenido tiempo para comer y vestirme cuando la gente de Jorn llamó a la puerta.
-¿Estos son todos los hombres de Jorn? -Miré a Anders esperando una confirmación, luego a Lavey. Apenas había treinta personas en mi puerta. -Vey ve al astillero y trae a mi gente a la explanada donde montaremos las carpas. Que llenen la carreta con las telas de las velas. -Suspiré y la niña salió corriendo. -Empezamos bien. Venga vámonos.
Al llegar al solar no había ni rastro de Jorn. Mejor así, sino hubiera muerto en un extraño y horrible accidente.
-¡Muy bien panda de gañanes! -Me giré hacia los trabajadores tras comprobar el terreno. -Me importa un cuerno quienes seáis y que hagáis para Jorn. Ahora trabajáis para mí y si queréis actuar en dos días haréis todo lo que os diga. -Metí los pulgares por los costados de la hebilla del cinturón. -Quiero tres grupos. Dos de ellos talaran cada uno un árbol de quince metros. El tercero buscara uno de veinticinco. ¡Cuando los traigas aquí los quiero pelados! No quiero ver ni una puñetera ramita ni pedazo de corteza. ¡Como encuentre algo lo arrancaré yo misma y os lo meteré por el culo! -Di una palmada y retuve a Anders por el brazo. -¡VAMOS! El sol no espera a nadie. -La gente de Jorn salió hacia el bosque con pasos rápidos. -Fideo, te quedas conmigo. Tengo otra tarea para ti. -En ese momento llegó Lavey con los licántropos del astillero. -Hija, necesito que la mitad de ellos cosan las telas para las carpas. Va a ser inmensamente grande. Doscientos metros de capota y el doble para las paredes. Las cubiertas superiores necesitan tres orificios donde anclar los postes, uno central y dos en los extremos.
-¡ESTA BIEN PERROS SARNOSOS! -Vocifero Lavey tras recibir las instrucciones. Los trabajadores rieron y enderezaron la espalda. -Los que tengan dedos agiles conmigo, hay que coser a destajo. -Los hombres comenzaron a dividirse. -¡CUANDO ACABE CON VOSOTROS, VUESTRA ABUELA QUERRA MATAROS POR COSER MEJOR QUE ELLA! -El grupo de la niña cogió el carro con las telas y se buscó un espacio donde trabajar. -Estos son todos tuyos, Centella.
-Buen trabajo. -Le dije a Lavey al tiempo que empujaba a Anders para que saliera al frente de los trabajadores. -¡Muy bien señoritas! Este Fideo será vuestro capataz. Dejaos de tonterías y memeces, llevarle la contraria es llevarme la contraria, no voy a pasar ni media. Tenemos dos días para montar una carpa de tres pilares, quiero tablas, tablones, balancines, dos pedestales, quiero escaleras y quiero asientos. Va a venir toda la jodida ciudad a ver el espectáculo. Si algo sale mal vuestras familias quedaran encerradas bajo quilos y quilos de tela y madera. ¡Así que moved el culo, no quiero fallos! -Puse la mano sobre el hombro del elfo y le susurré. -Lo harás bien, zagal. Son rudos y mal hablados, pero son respetuosos.2
Con todas las instrucciones dadas me puse a trabajar. Cambie de forma, medí el terreno marcando los puntos donde irían los pilares, y comencé a excavar para crear los asientos.
Al final del día los trabajadores de Jorn habían presentado los pilares en los asientos y los míos habían terminado con la tela carpa y las piezas para el montaje interno.
-Estoy molida. -Comenté al llegar al taller. -Y mañana por la noche tengo que hacer de ama de ceremonias. -Me estaba estirando cuando Anders me corrigió. -Si lo que sea, maestra, ama... es todo lo mismo. -Me senté a los pies de la escalera y me saqué las botas. -Más le vale a Jorn haber trazado una buena actuación para su gente, porque no pienso hacerlo yo. Ya solo me faltaba eso.
Durante la cena los tres estuvimos hablando sobre nuestra parte de la actuación, porque para Jorn no era suficiente con montar una carpa, también teníamos que participar en su espectáculo.
Al día siguiente los obreros volvieron a dividirse en grupos, pero en esta ocasión la gente de Jorn se puso a atacar cuerdas a los pilares, mientras que el grupos de Anders y Lavey colocaban la carpa y la ataban a la cúspide de los troncos.
-¿Tú has visto que tenga tiempo para pensar en eso? -La rubia señaló hacia donde estaba su madre. -Sí, supongo que es mejor que estar aquí, Almuerzo. -Lavey retuvo la respiración mientras hacía fuerza atando una cuerda. -Mmph... Si, ha dormido toda la noche. En cuanto tocó la cama se puso a roncar. Levantemos esto de una vez y larguémonos a por la ropa. Nuestros chicos pueden terminar esto solos.
-¡LAVEY! -La rubia dejó de hacer nudos y acudió a mi lado. -Avisa a los trabajadores, vamos a alzar la carpa. Te quiero a mi derecha tirando del poste. Yo me quedaré en el central y Anders deberá ocuparse del otro y de coordinarnos.
La cazadora salió corriendo a dar las instrucciones. Los trabajadores se colocaron alrededor de toda la estructura, cogiendo las sogas de los pilares, preparándose para levantar el gigantesco peso muerto, mientras que otros harían de contra peso e irían estirando la lona para que la carpa se extendiera al mismo tiempo que las columnas subían.
Lavey y yo cambiamos de forma y un puñado de obreros nos ataron las cuerdas al cuerpo. Las dos nos miramos, esperamos a que todos estuvieran en su sitio, y tras comprobar una última vez rugí y tiré de las sogas comenzando a levantar el pilar.
Las cuerdas se tensaron al unísono y los tres troncos se levantaron al mismo tiempo, lentamente, pero sin detenerse. Con los gritos y rugidos se iban coordinando todos los grupos, la carpa se iba extendiendo y estirando, siguiendo las guías de las cuerdas y las varillas de cáñamo que irían unidas al esqueleto que formaría las paredes.
Un golpe seco estremeció el suelo cuando los tres tonos cayeron sobre sus asientos, después un eterno segundo de silencio y luego aplausos y vítores por haber armado semejante estructura.
Mientras volvía a mi forma humana podía oír a Lavey gritando y corriendo hacia mí, sentí sus manos rodeando mi cintura. Mis manos imitaron el gesto a la vez que perdían las escamas.
-¡Lo logramos! -La lagartija cortó el gesto y me miró con sonrisa pícara. -¿Sabes que toca ahora? ¡Comprar ropa! -La adolescente comenzó a mover las cejas rápidamente. -Y Almuerzo se viene con nosotras.
-Te estoy diciendo que si me pongo sombrero tú vas sin camisa, Fideo. -Era la segunda sastrería en la entrabamos y en todas teníamos la misma charla. -¡Oh, vamos! Todos van a ir si camisa. -Hice un mohín mientras me probaba una chaqueta. -Al menos ponte un chaleco abierto. Tienes que enseñar tus escuchumiciados músculos a los espectadores. No habrá payasos en este circo.
La charla continuó hasta llegar al taller, y durante la comida y... bueno, en realidad sacaba el tema cada vez que podía.
Al caer la noche estaba todo preparado, la carpa llena de curiosos que ansiaban ver el espectáculo que Jorn había vendido.
En la pista central estaban colocados los trapecios y la cuerda floja, escondidos al público con sencillez. Tan solo había que iluminar los lugares correctos para que herramientas no se descubrieran antes de tiempo. Los focos, que corrían a cargo de un trio de elfos, apuntaban al centro de la pista donde un par de malabaristas se retiraban de escena.
Las luces se apagaron y rápidamente todo se quedó en silencio. Los espectadores miraban las sombras tratando de apreciar cualquier movimiento.
Cuando la luz volvió en el centro de la pista se encontraba la maestra de ceremonias con los brazos extendidos hacia delante una sonrisa sin igual.
-¡Damas y caballeros! -Hice una reverencia quitándome la chistera. -¡Tengo el placer de presentaros un espectáculo único! ¡Esta noche vuestros ojos serán testigos del mayor circo en el continente! -Moví los dedos y la muñeca haciendo que la chistera girara hasta quedar perfectamente colada sobre mi cabeza. -¡OS PRESENTO EL CIRCO DE JORN!
___________
Off:
1-Uso poción de salud.
2-Anders y yo usamos la profesión de carpintería para crear la carpa del circo.
En los últimos tiempos las salidas nocturnas de la dragona eran sinónimo de palizadas, magulladuras y ojos morados.
Después de todo lo vivido, de todo el sacrificio y sufrimiento, de las vidas que había salvado en nombre de otros ¿cuál había sido su recompensa? Un hijo muerto, una niña fantasma y una enigmática y terrorífica visión.
A la mañana siguiente la madre apareció en la entrada del taller, con pequeños cortes en los brazos y algunos hematomas en las costillas, pero había cumplido su palabra. Volvía a estar en casa antes del desayuno.
Acepté el abrazo y las curas del elfo. En otro momento le hubiera tocado el culo o tanteado sus músculos por encima de la ropa, pero en esta ocasión simplemente no me quedaban fuerzas. Detrás de Anders estaba Lavey, mirándome con preocupación, esperando el momento para hacer lo mismo que el muchacho.
-Gracias, -dije mientras me sentaba a la mesa- a los dos. -Anders me acercó una escudilla con el desayuno y Vey me tendió un frasco1. -Pero Lagartija... -Miré a la rubia y cogí el vidrio. -Eso está asqueroso.
-Te aguantas, no te haría falta si no hubieras salido a pegarte de piñas.
Sonreí de medio lado y me tomé la poción. Sin duda mi hija sería buena madre.
-Fideo, ¿seguro que tienes que irte? cocinas bien. Podría acostumbrarme a esto, ¿no preferirías que te contratara como cocinero?
Parecía que alguien estuviera vigilando la casa, apenas había tenido tiempo para comer y vestirme cuando la gente de Jorn llamó a la puerta.
-¿Estos son todos los hombres de Jorn? -Miré a Anders esperando una confirmación, luego a Lavey. Apenas había treinta personas en mi puerta. -Vey ve al astillero y trae a mi gente a la explanada donde montaremos las carpas. Que llenen la carreta con las telas de las velas. -Suspiré y la niña salió corriendo. -Empezamos bien. Venga vámonos.
Al llegar al solar no había ni rastro de Jorn. Mejor así, sino hubiera muerto en un extraño y horrible accidente.
-¡Muy bien panda de gañanes! -Me giré hacia los trabajadores tras comprobar el terreno. -Me importa un cuerno quienes seáis y que hagáis para Jorn. Ahora trabajáis para mí y si queréis actuar en dos días haréis todo lo que os diga. -Metí los pulgares por los costados de la hebilla del cinturón. -Quiero tres grupos. Dos de ellos talaran cada uno un árbol de quince metros. El tercero buscara uno de veinticinco. ¡Cuando los traigas aquí los quiero pelados! No quiero ver ni una puñetera ramita ni pedazo de corteza. ¡Como encuentre algo lo arrancaré yo misma y os lo meteré por el culo! -Di una palmada y retuve a Anders por el brazo. -¡VAMOS! El sol no espera a nadie. -La gente de Jorn salió hacia el bosque con pasos rápidos. -Fideo, te quedas conmigo. Tengo otra tarea para ti. -En ese momento llegó Lavey con los licántropos del astillero. -Hija, necesito que la mitad de ellos cosan las telas para las carpas. Va a ser inmensamente grande. Doscientos metros de capota y el doble para las paredes. Las cubiertas superiores necesitan tres orificios donde anclar los postes, uno central y dos en los extremos.
-¡ESTA BIEN PERROS SARNOSOS! -Vocifero Lavey tras recibir las instrucciones. Los trabajadores rieron y enderezaron la espalda. -Los que tengan dedos agiles conmigo, hay que coser a destajo. -Los hombres comenzaron a dividirse. -¡CUANDO ACABE CON VOSOTROS, VUESTRA ABUELA QUERRA MATAROS POR COSER MEJOR QUE ELLA! -El grupo de la niña cogió el carro con las telas y se buscó un espacio donde trabajar. -Estos son todos tuyos, Centella.
-Buen trabajo. -Le dije a Lavey al tiempo que empujaba a Anders para que saliera al frente de los trabajadores. -¡Muy bien señoritas! Este Fideo será vuestro capataz. Dejaos de tonterías y memeces, llevarle la contraria es llevarme la contraria, no voy a pasar ni media. Tenemos dos días para montar una carpa de tres pilares, quiero tablas, tablones, balancines, dos pedestales, quiero escaleras y quiero asientos. Va a venir toda la jodida ciudad a ver el espectáculo. Si algo sale mal vuestras familias quedaran encerradas bajo quilos y quilos de tela y madera. ¡Así que moved el culo, no quiero fallos! -Puse la mano sobre el hombro del elfo y le susurré. -Lo harás bien, zagal. Son rudos y mal hablados, pero son respetuosos.2
Con todas las instrucciones dadas me puse a trabajar. Cambie de forma, medí el terreno marcando los puntos donde irían los pilares, y comencé a excavar para crear los asientos.
Al final del día los trabajadores de Jorn habían presentado los pilares en los asientos y los míos habían terminado con la tela carpa y las piezas para el montaje interno.
-Estoy molida. -Comenté al llegar al taller. -Y mañana por la noche tengo que hacer de ama de ceremonias. -Me estaba estirando cuando Anders me corrigió. -Si lo que sea, maestra, ama... es todo lo mismo. -Me senté a los pies de la escalera y me saqué las botas. -Más le vale a Jorn haber trazado una buena actuación para su gente, porque no pienso hacerlo yo. Ya solo me faltaba eso.
Durante la cena los tres estuvimos hablando sobre nuestra parte de la actuación, porque para Jorn no era suficiente con montar una carpa, también teníamos que participar en su espectáculo.
Al día siguiente los obreros volvieron a dividirse en grupos, pero en esta ocasión la gente de Jorn se puso a atacar cuerdas a los pilares, mientras que el grupos de Anders y Lavey colocaban la carpa y la ataban a la cúspide de los troncos.
-¿Tú has visto que tenga tiempo para pensar en eso? -La rubia señaló hacia donde estaba su madre. -Sí, supongo que es mejor que estar aquí, Almuerzo. -Lavey retuvo la respiración mientras hacía fuerza atando una cuerda. -Mmph... Si, ha dormido toda la noche. En cuanto tocó la cama se puso a roncar. Levantemos esto de una vez y larguémonos a por la ropa. Nuestros chicos pueden terminar esto solos.
-¡LAVEY! -La rubia dejó de hacer nudos y acudió a mi lado. -Avisa a los trabajadores, vamos a alzar la carpa. Te quiero a mi derecha tirando del poste. Yo me quedaré en el central y Anders deberá ocuparse del otro y de coordinarnos.
La cazadora salió corriendo a dar las instrucciones. Los trabajadores se colocaron alrededor de toda la estructura, cogiendo las sogas de los pilares, preparándose para levantar el gigantesco peso muerto, mientras que otros harían de contra peso e irían estirando la lona para que la carpa se extendiera al mismo tiempo que las columnas subían.
Lavey y yo cambiamos de forma y un puñado de obreros nos ataron las cuerdas al cuerpo. Las dos nos miramos, esperamos a que todos estuvieran en su sitio, y tras comprobar una última vez rugí y tiré de las sogas comenzando a levantar el pilar.
Las cuerdas se tensaron al unísono y los tres troncos se levantaron al mismo tiempo, lentamente, pero sin detenerse. Con los gritos y rugidos se iban coordinando todos los grupos, la carpa se iba extendiendo y estirando, siguiendo las guías de las cuerdas y las varillas de cáñamo que irían unidas al esqueleto que formaría las paredes.
Un golpe seco estremeció el suelo cuando los tres tonos cayeron sobre sus asientos, después un eterno segundo de silencio y luego aplausos y vítores por haber armado semejante estructura.
Mientras volvía a mi forma humana podía oír a Lavey gritando y corriendo hacia mí, sentí sus manos rodeando mi cintura. Mis manos imitaron el gesto a la vez que perdían las escamas.
-¡Lo logramos! -La lagartija cortó el gesto y me miró con sonrisa pícara. -¿Sabes que toca ahora? ¡Comprar ropa! -La adolescente comenzó a mover las cejas rápidamente. -Y Almuerzo se viene con nosotras.
-Te estoy diciendo que si me pongo sombrero tú vas sin camisa, Fideo. -Era la segunda sastrería en la entrabamos y en todas teníamos la misma charla. -¡Oh, vamos! Todos van a ir si camisa. -Hice un mohín mientras me probaba una chaqueta. -Al menos ponte un chaleco abierto. Tienes que enseñar tus escuchumiciados músculos a los espectadores. No habrá payasos en este circo.
La charla continuó hasta llegar al taller, y durante la comida y... bueno, en realidad sacaba el tema cada vez que podía.
Al caer la noche estaba todo preparado, la carpa llena de curiosos que ansiaban ver el espectáculo que Jorn había vendido.
En la pista central estaban colocados los trapecios y la cuerda floja, escondidos al público con sencillez. Tan solo había que iluminar los lugares correctos para que herramientas no se descubrieran antes de tiempo. Los focos, que corrían a cargo de un trio de elfos, apuntaban al centro de la pista donde un par de malabaristas se retiraban de escena.
Las luces se apagaron y rápidamente todo se quedó en silencio. Los espectadores miraban las sombras tratando de apreciar cualquier movimiento.
Cuando la luz volvió en el centro de la pista se encontraba la maestra de ceremonias con los brazos extendidos hacia delante una sonrisa sin igual.
- Traje "Ama" de ceremonias:
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-¡Damas y caballeros! -Hice una reverencia quitándome la chistera. -¡Tengo el placer de presentaros un espectáculo único! ¡Esta noche vuestros ojos serán testigos del mayor circo en el continente! -Moví los dedos y la muñeca haciendo que la chistera girara hasta quedar perfectamente colada sobre mi cabeza. -¡OS PRESENTO EL CIRCO DE JORN!
___________
Off:
1-Uso poción de salud.
2-Anders y yo usamos la profesión de carpintería para crear la carpa del circo.
Última edición por Reivy Abadder el Mar Jun 02 2020, 12:05, editado 1 vez
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
—Le luce muy bien el traje de maestra de ceremonias —musité para Lavey desde atrás de una cortina, viendo a Reivy caminar al centro del escenario—. Sobretodo el sombrero.
Contaba que lo hubiese usado como una victoria en mi libro. Resultaba un poco menos victoriosa porque estaba diciendo eso… bueno, sin camisa, ¡pero ella había usado el sombrero! Así que no había perdido, era algo. Desde Ciudad Lagarto poco me incomodaba andar destapado, el problema era más bien que Reivy encontraba como molestar hasta a la gente vestida, «entonces no». Casi lucía alegre, aunque le tocaba decir esa bazofia de “circo de John”… Jorn, Jorn. Puede que fuese sólo orgullo porque técnicamente el trabajo fue de ella y su hija. Y bueno, mío, aunque lo mío fue más como por impulso porque no me dejo opción, eh. Sabía mandar gente para ser alguien que estaba en un taller solo con su hija. Lavey perros sarnosos… ella señoritas…
Yo había dicho “ok muchachos.”
Observé la presentación sonriendo, era todo un personaje. Lo imaginaba natural, no poder conocer demasiado a una persona en un par de días, pero estaba acostumbrado a las relaciones rápidas. Quizá hacía demasiadas amistades en situaciones de vida o muerte como para que fuese saludable; aunque no negaría que bien rapidito conocías como era realmente la gente allí. No es que me esperase que ellas dos fuesen malas, solo… ¿qué tan buenas, hmm? ¿Pensaban mucho las cosas antes de hacerlas o le iban de frente? Ok. Lavey parecía del segundo tipo, pero era una cazadora. No había cazadores estúpidos. Solo cazadores vivos y muertos.
Después que se terminase la presentación sonreí… nervioso, me estaba agarrando algo el pánico, no exactamente por tener que salir. Solo… «no sé». Ni que tuviera tiempo u opciones ya. Entre la oscuridad sonaron unas cuerdas – ugh, sería Jorn tocando… no quería admitirlo. No lo haría frente a él al menos, ese ego no necesitaba comer más; pero no era nada malo.
La manada del hombre empezó a salir en dos filas. Los dos malabaristas que se habían retirado antes liderando cada una, con lo que lanzaban encendido en fuego. En la oscuridad, solo sería como ver círculos en llamas girando, subiendo y bajando. Cuando las luces se encendieron se reveló el resto de las filas: personas variopintas, danzando y marchando a la vez, dando zancadas no solo largas sino precedidas por un alzamiento grande de la pierna. Era la gente que coloreaba los actos de uno de los supuestos mejores trovadores, así que ninguna sorpresa ahí. No dejaba de resultarme atractivo.
Entre las filas había brujos, al parecer. Había un límite a la habilidad que pudiese tener alguien… y en cualquier caso, los movimientos posibles lanzando algo. No solo iban arriba y abajo en círculos, más o menos, a veces iban atrás y adelante, o daban giros pero a nivel de los pies, con los hombres haciendo acrobacias entre los círculos dibujados.
Otros venían de más atrás, tomaban alcohol de unas botellas y saltaban adelante, escupiendo el alcohol justo sobre las llamas para extenderlas levemente hacia el público sin alcanzarlos. Y sin alcanzar tela o madera, porque sería entre irónico y preocupante que este lugar agarrase fuego. Aún así, el papel principal allí era… Lavey.
Ahora a ver. Yo no era el dragón carismático y querido en Ulmer que era Reivy ni el dragón lanzallamas volador que era Lavey. Y tampoco era tan aerodinámico como mis pares, así que era el que más raro estaba parado en todo ese rollo. Pero tenía buena puntería.
Más o menos.
Decenas de hachas colgaban de mi cinturón, y otras varias más de una cinta de cuero que me había cruzado sobre el pecho para llevar más hachas que no me entraban ya en ningún lado. Era un juego entretenido de ciertas villas algo más salvajes: cortar trenzas. Clavaban la cara de una persona a través de una pared, estiraban trenzas de su pelo y la gente se tomaba turnos lanzando hachas a ver quién podía cortar la trenza más cerca de la cara sin matar a la persona. Divertido para todos menos para el de la pared.
Aquí no podíamos hacer lo de la pared, así que fue una rueda con alguien clavado en ella como una estrella, además de su pelo y barba. Era el más peludo de los de Jorn… era. Sobre la rueda había otro más, era el que estaba vestido más gracioso… si le podías llamar vestido. También es el que menos ropa estaba usando, el guapetón entre los hombres de Jorn. ¿Su trabajo? Tener un sombrero con campanitas, lucir guapetón, y hacer caras graciosas estando sobre la rueda, pretendiendo echarse aire y desmayos cuando yo lanzaba.
Y eso hice. Empecé a lanzar, cortando una trenza, luego otra, cada una a los boqueos del público. Tenía que ser mañoso y jugar un poco con el hacha antes de lanzarla para que se pusieran nerviosos con la posibilidad de que fallase, pero no jugar tanto tiempo como para que yo me pusiese nervioso por esa misma posibilidad. Seguí lanzando hachas hasta dejarlo sin unas buenas diez trenzas.
Luego la puta rueda empezó a moverse.
—Que coj… —sonreí, porque al parecer siempre debíamos tener una sonrisa, para ser más… ¿accesibles? O algo así—. Que cojones —repetí, sonriendo.
Tuve que correr tras la rueda al darme cuenta que eso seguramente no era parte del show cuando el que estaba encima de ella estaba intentando balancearse y no fallando, no realmente, más bien teniendo éxito tan miserablemente que casi fallaba. Pero sabía muy bien una cosa, la gente ni puta idea de cuánto algo salía mal si nadie lo decía, así que yo calladito. Mientras no fuese lejos, podía lanzar: así que lanzaba. Resultaba más espectacular todo, hasta que el hombre clavado en la rueda chilló. «Mierda mierda mierda». ¿Le había dado? Ah– no, solo… no se había cortado esa trenza. Le habría dado un jalón el hacha sin querer, no debía estar muy afilada esa.
Con uno de los focos persiguiendo el asunto y viendo que era una oportunidad maravillosa para que Lavey tomase la atención unos segundos grité una palabra inventada en élfico, de forma que ni de coña alguien del público la supiera. Los focos funcionaban en una mezclilla de ingeniería y runas con alquimia. Unas especies de tubos de madera con las runas que emitían luz y se activaban por palabra en las caras de adentro, y un contenedor de cristal enorme con una mezcla de quién sabe que plantas que reaccionaba a la luz, brillando con fuerza.
La otra opción había sido “Lavey en los focos… ilumina las cosas escupiéndoles fuego, especialmente a Jorn”, por las risas. Solo había sido medio chiste.
En fin, esa palabra correspondía al que me estaba apuntando. La luz se apagó un momento, instante que aproveche de corretear hacia la rueda y detenerla atravesando al golem a un lado, clavando múltiples hachas sonoramente. Ante la mención nueva, la luz volvió, alejándome de la rueda en un… moonwalk sobre arcilla. Ni puta idea de caminar hacia atrás normal, honestamente, solo estaba haciendo que la arcilla me jalase hacia atrás, ¿pero quién iba a notar eso? Y menos mientras lanzaba la última hacha del cinturón. Negué con la cabeza y me di vuelta alzando las manos y haciendo las respectivas reverencias. «Que os den. Quiero dormir» pensé hacia los viroteos, la lluvia de poquitos aeros, un par de flores, un calzoncillo y un hacha. El hacha fue a parar en la rueda también, casi sacándole la mano al pobre tipo, pero falló por poco.
También tarde menos de diez segundos en sentirme mal por pensar así del público. Que el público era Ulmer, no la plaga de Jorn, pero luego de tanto trabajo, honestamente, yo quería era tirarme a una cama.
Me torné hacia la dragona. Dragona mamá para especificar cual dragona. Ahora debía “atacar” a Reivy, y ella debía esquivarme a mí y otros tres más…
Otros hombres empezaron a preparar a los que haríamos esa tarea, poniendo pequeños trozos de metal con runas simples marcadas y algún que otro gusano de luz sobre nuestro cuerpo y armas. lo cual era algo ew, pero igual pronto no los veriamos. Las cosas estaban apagandose un poco por todo ese pequeño momento... pero a ver, nadie quería tener gusanos de luz en el cuerpo más tiempo del necesario.
Cuando terminaron, alzaron las manos y retrocedieron lentamente del lugar, los que estaban encargados de los faros esperaron su señal, a Reivy con los ojos tapados... y apagaron las luces. Ahora solo quedaba el delineado de luz de nuestras figuras, y el hermoso dibujo que formaba esa... ¿telaraña? eléctrica en los mínimo sespacios de las escamas de la dragón.
No es que estuviese intentando darle a la mujer, había que hacerlo medianamente real… pero mientras esquivaba, a todos, tenía la leve impresión de que podría estar yendo en serio e igual fallaría.
—Tsss —le susurré, pasándole por un lado—. ¿Cómo lo haces? ¿La cinta te deja ver? —pregunté. Claro que un sí a eso seguía sin responder cómo evitaba a los que venían desde atrás.
Hasta que ya no lo hizo: cuando choqué mi espalda con su costado, en un movimiento que pretendía recuperarme de otro “ataque” fallido. Me había empujado atrás poniendo la arcilla en mis piernas para saltar como un piston en cuando la bajase al suelo y tuviese contacto. Esto rompía la coreogr…
Ahm. No… no había coreografía en primer lugar para esta parte, lucía natural porque lo era, en gran medida. Aún así debía lucir raro. Le dio suavemente con el codo, marcando la primera vez que había podido tocarla desde que comenzó el acto.
—¿Terminemos, AMA de ceremonias? Puedes lanzarme al aire contigo. Si me agarras —sonreí. Aunque la cinta no la dejaría ver nada…
…eso me recordaba.
—¿Qué significa escuchumiciados?
Contaba que lo hubiese usado como una victoria en mi libro. Resultaba un poco menos victoriosa porque estaba diciendo eso… bueno, sin camisa, ¡pero ella había usado el sombrero! Así que no había perdido, era algo. Desde Ciudad Lagarto poco me incomodaba andar destapado, el problema era más bien que Reivy encontraba como molestar hasta a la gente vestida, «entonces no». Casi lucía alegre, aunque le tocaba decir esa bazofia de “circo de John”… Jorn, Jorn. Puede que fuese sólo orgullo porque técnicamente el trabajo fue de ella y su hija. Y bueno, mío, aunque lo mío fue más como por impulso porque no me dejo opción, eh. Sabía mandar gente para ser alguien que estaba en un taller solo con su hija. Lavey perros sarnosos… ella señoritas…
Yo había dicho “ok muchachos.”
Observé la presentación sonriendo, era todo un personaje. Lo imaginaba natural, no poder conocer demasiado a una persona en un par de días, pero estaba acostumbrado a las relaciones rápidas. Quizá hacía demasiadas amistades en situaciones de vida o muerte como para que fuese saludable; aunque no negaría que bien rapidito conocías como era realmente la gente allí. No es que me esperase que ellas dos fuesen malas, solo… ¿qué tan buenas, hmm? ¿Pensaban mucho las cosas antes de hacerlas o le iban de frente? Ok. Lavey parecía del segundo tipo, pero era una cazadora. No había cazadores estúpidos. Solo cazadores vivos y muertos.
Después que se terminase la presentación sonreí… nervioso, me estaba agarrando algo el pánico, no exactamente por tener que salir. Solo… «no sé». Ni que tuviera tiempo u opciones ya. Entre la oscuridad sonaron unas cuerdas – ugh, sería Jorn tocando… no quería admitirlo. No lo haría frente a él al menos, ese ego no necesitaba comer más; pero no era nada malo.
La manada del hombre empezó a salir en dos filas. Los dos malabaristas que se habían retirado antes liderando cada una, con lo que lanzaban encendido en fuego. En la oscuridad, solo sería como ver círculos en llamas girando, subiendo y bajando. Cuando las luces se encendieron se reveló el resto de las filas: personas variopintas, danzando y marchando a la vez, dando zancadas no solo largas sino precedidas por un alzamiento grande de la pierna. Era la gente que coloreaba los actos de uno de los supuestos mejores trovadores, así que ninguna sorpresa ahí. No dejaba de resultarme atractivo.
Entre las filas había brujos, al parecer. Había un límite a la habilidad que pudiese tener alguien… y en cualquier caso, los movimientos posibles lanzando algo. No solo iban arriba y abajo en círculos, más o menos, a veces iban atrás y adelante, o daban giros pero a nivel de los pies, con los hombres haciendo acrobacias entre los círculos dibujados.
Otros venían de más atrás, tomaban alcohol de unas botellas y saltaban adelante, escupiendo el alcohol justo sobre las llamas para extenderlas levemente hacia el público sin alcanzarlos. Y sin alcanzar tela o madera, porque sería entre irónico y preocupante que este lugar agarrase fuego. Aún así, el papel principal allí era… Lavey.
Ahora a ver. Yo no era el dragón carismático y querido en Ulmer que era Reivy ni el dragón lanzallamas volador que era Lavey. Y tampoco era tan aerodinámico como mis pares, así que era el que más raro estaba parado en todo ese rollo. Pero tenía buena puntería.
Más o menos.
Decenas de hachas colgaban de mi cinturón, y otras varias más de una cinta de cuero que me había cruzado sobre el pecho para llevar más hachas que no me entraban ya en ningún lado. Era un juego entretenido de ciertas villas algo más salvajes: cortar trenzas. Clavaban la cara de una persona a través de una pared, estiraban trenzas de su pelo y la gente se tomaba turnos lanzando hachas a ver quién podía cortar la trenza más cerca de la cara sin matar a la persona. Divertido para todos menos para el de la pared.
Aquí no podíamos hacer lo de la pared, así que fue una rueda con alguien clavado en ella como una estrella, además de su pelo y barba. Era el más peludo de los de Jorn… era. Sobre la rueda había otro más, era el que estaba vestido más gracioso… si le podías llamar vestido. También es el que menos ropa estaba usando, el guapetón entre los hombres de Jorn. ¿Su trabajo? Tener un sombrero con campanitas, lucir guapetón, y hacer caras graciosas estando sobre la rueda, pretendiendo echarse aire y desmayos cuando yo lanzaba.
Y eso hice. Empecé a lanzar, cortando una trenza, luego otra, cada una a los boqueos del público. Tenía que ser mañoso y jugar un poco con el hacha antes de lanzarla para que se pusieran nerviosos con la posibilidad de que fallase, pero no jugar tanto tiempo como para que yo me pusiese nervioso por esa misma posibilidad. Seguí lanzando hachas hasta dejarlo sin unas buenas diez trenzas.
Luego la puta rueda empezó a moverse.
—Que coj… —sonreí, porque al parecer siempre debíamos tener una sonrisa, para ser más… ¿accesibles? O algo así—. Que cojones —repetí, sonriendo.
Tuve que correr tras la rueda al darme cuenta que eso seguramente no era parte del show cuando el que estaba encima de ella estaba intentando balancearse y no fallando, no realmente, más bien teniendo éxito tan miserablemente que casi fallaba. Pero sabía muy bien una cosa, la gente ni puta idea de cuánto algo salía mal si nadie lo decía, así que yo calladito. Mientras no fuese lejos, podía lanzar: así que lanzaba. Resultaba más espectacular todo, hasta que el hombre clavado en la rueda chilló. «Mierda mierda mierda». ¿Le había dado? Ah– no, solo… no se había cortado esa trenza. Le habría dado un jalón el hacha sin querer, no debía estar muy afilada esa.
Con uno de los focos persiguiendo el asunto y viendo que era una oportunidad maravillosa para que Lavey tomase la atención unos segundos grité una palabra inventada en élfico, de forma que ni de coña alguien del público la supiera. Los focos funcionaban en una mezclilla de ingeniería y runas con alquimia. Unas especies de tubos de madera con las runas que emitían luz y se activaban por palabra en las caras de adentro, y un contenedor de cristal enorme con una mezcla de quién sabe que plantas que reaccionaba a la luz, brillando con fuerza.
La otra opción había sido “Lavey en los focos… ilumina las cosas escupiéndoles fuego, especialmente a Jorn”, por las risas. Solo había sido medio chiste.
En fin, esa palabra correspondía al que me estaba apuntando. La luz se apagó un momento, instante que aproveche de corretear hacia la rueda y detenerla atravesando al golem a un lado, clavando múltiples hachas sonoramente. Ante la mención nueva, la luz volvió, alejándome de la rueda en un… moonwalk sobre arcilla. Ni puta idea de caminar hacia atrás normal, honestamente, solo estaba haciendo que la arcilla me jalase hacia atrás, ¿pero quién iba a notar eso? Y menos mientras lanzaba la última hacha del cinturón. Negué con la cabeza y me di vuelta alzando las manos y haciendo las respectivas reverencias. «Que os den. Quiero dormir» pensé hacia los viroteos, la lluvia de poquitos aeros, un par de flores, un calzoncillo y un hacha. El hacha fue a parar en la rueda también, casi sacándole la mano al pobre tipo, pero falló por poco.
También tarde menos de diez segundos en sentirme mal por pensar así del público. Que el público era Ulmer, no la plaga de Jorn, pero luego de tanto trabajo, honestamente, yo quería era tirarme a una cama.
Me torné hacia la dragona. Dragona mamá para especificar cual dragona. Ahora debía “atacar” a Reivy, y ella debía esquivarme a mí y otros tres más…
Otros hombres empezaron a preparar a los que haríamos esa tarea, poniendo pequeños trozos de metal con runas simples marcadas y algún que otro gusano de luz sobre nuestro cuerpo y armas. lo cual era algo ew, pero igual pronto no los veriamos. Las cosas estaban apagandose un poco por todo ese pequeño momento... pero a ver, nadie quería tener gusanos de luz en el cuerpo más tiempo del necesario.
Cuando terminaron, alzaron las manos y retrocedieron lentamente del lugar, los que estaban encargados de los faros esperaron su señal, a Reivy con los ojos tapados... y apagaron las luces. Ahora solo quedaba el delineado de luz de nuestras figuras, y el hermoso dibujo que formaba esa... ¿telaraña? eléctrica en los mínimo sespacios de las escamas de la dragón.
No es que estuviese intentando darle a la mujer, había que hacerlo medianamente real… pero mientras esquivaba, a todos, tenía la leve impresión de que podría estar yendo en serio e igual fallaría.
—Tsss —le susurré, pasándole por un lado—. ¿Cómo lo haces? ¿La cinta te deja ver? —pregunté. Claro que un sí a eso seguía sin responder cómo evitaba a los que venían desde atrás.
Hasta que ya no lo hizo: cuando choqué mi espalda con su costado, en un movimiento que pretendía recuperarme de otro “ataque” fallido. Me había empujado atrás poniendo la arcilla en mis piernas para saltar como un piston en cuando la bajase al suelo y tuviese contacto. Esto rompía la coreogr…
Ahm. No… no había coreografía en primer lugar para esta parte, lucía natural porque lo era, en gran medida. Aún así debía lucir raro. Le dio suavemente con el codo, marcando la primera vez que había podido tocarla desde que comenzó el acto.
—¿Terminemos, AMA de ceremonias? Puedes lanzarme al aire contigo. Si me agarras —sonreí. Aunque la cinta no la dejaría ver nada…
…eso me recordaba.
—¿Qué significa escuchumiciados?
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
-Mi madre luce bien hasta con un saco de papas. -Comentó la adolescente, observando la presentación. -Reivy te preguntara por las cicatrices, que lo sepas. -La rubia señaló la espalda del elfo. -Le encanta escuchar las historias sobre ellas.
Lavey salió detrás de los trotamundos de Jorn, desprendía orgullo por cada poro de su piel. Enarbolaba su arco y sus flechas estaban colocadas sobre sus antebrazos como si fueran una cortinilla.
En su numero hizo alarde de todos y cada uno de sus proyectiles, desde los que hacían llover mercurio hasta los que creaban una humareda espectral, sin olvidarse, claro está, del espectáculo visual que proporcionaba ver una flecha que lanzaba ondas de fuego.
-Mis queridos espectadores, -anuncié entrando en la pista- la noche aun es joven. ¡Como joven es nuestro siguiente circense! No os dejéis engañar por su físico, todos sabemos que los elfos tienen una mente vieja en un cuerpo bello. -Los espectadores rieron con suavidad la gracia. -Traído desde las profundidades de Sandorai, os traigo un elfo singular. ¡Dad un efusivo a plauso a nuestro hachero, Fiiiideeeeo! -Con una floritura me saqué el sombrero y apunté en la dirección por la que tenía que entrar Anders. -Aguantaos la risa Señores y Señoritas, no os dejéis engañar por su nombre. Nadie conoce cuál fue el odio que llevo a sus padre ponérselo, pero os aseguro que el ultimo que se rio de ello acabó el día con una pierna menos.
Las risas se silenciaron con la última frase y los ojos prestaron especial atención ante lo que se anunciaba como un bárbaro elfo.
Anders hizo su espectáculo a la perfección, porque claro, salir corriendo detrás de una rueda no estaba dentro de los planes, pero el consiguió que pareciera lo contrario.
-¡Un fuerte aplauso para Fideo, el mejor hachero de toda la contornada! -Cuando los aplausos remitieron bajé la voz una octava y me coloqué en el centro de la pista. -Quería gente de Ulmer. -Tenía la cabeza inclinada hacia el suelo y los focos se movieron hacia mi punto. -Este espectáculo está a punto de terminar, sin embargo terminara con un acto que no olvidareis jamás. Espero que no os moleste, pero me vais a permitir que cuente una historia.
Alcé el rostro sujetando a la vez el ala de la chistera. El grupo de Jorn estaba preparando a los actores del siguiente número, había muchas cosas que pegar y poner en los cuerpos y las armas, por lo que era preciso ganar tiempo.
-Hace mucho mucho tiempo, en las nevadas montañas del norte, habitaba un dragón de singular aspecto. Un patrón de colores que nadie había visto jamás. Los aldeanos de las villas cercanas lo tenían en alta estima, pero... llego un día en el que el dragón encontró a un ser amado. -Los dedos de Jorn comenzaron a tocar una melodía melancólica. -El amor del dragón estaba prometido con un brujo astuto y mezquino que se aseguró de que nadie le robaría lo que le pertenecía. Para lograr su egoísta deseo el brujo lanzó un maleficio al amor del dragón. -Un hombre llegó tras de mí, me quitó la chistera y vendo mis ojos. -Todo ser que se enamorara de su propiedad seria cegado y su piel se volvería intocable. -Los focos se fueron apagando uno por uno y Jorn comenzó a cantar. -De esta forma el dragón quedó maldito, sus ojos perdieron la vista y su cuerpo quedó electrificado. El dragón, iracundo y desdichado, juró venganza. ¡Encontraría al brujo y le daría muerte para romper la maldición! -Las luces se apagaron y mi voz se volvió grave y tremola, mientras los enemigos aprecian iluminados en la pista. -Pero... ¿Como sabría el dragón quien era el brujo?
Giré el cuerpo al escuchar a Anders, lo encaré y, con un rugido atronador, le aticé un zarpazo que lo hizo subir hacia los trapecios. Di un salto mientras el elfo volaba hacia el techo de la carpa y lo agarre de nuevo, cuando este comenzaba a caer. Al final Anders acabó tendido bajo mi garra.
-¡MUERE, BRUJO!3
El hecho de que el dragón hablara sorprendió al público y todos los presentes. Exclamaron impresionados y algo atemorizado por la vida de Fideo, pues unas fauces se precipitaban hacia él en el momento justo en el que la electricidad que dibujaba mi cuerpo desaparecía.
En la pista ahora solo se veían las siluetas de los enemigos. El silencio se apoderó de la carpa, salvo por algún que otro niño que comenzaba a llorar asustado.
Los focos se encendieron de repente, de forma progresiva para no cegar a los espectadores. En el centro de la pista volvía a estar la maestra de ceremonias, con los ojos aun vendados y una mano extendida hacia Andes para que este se pusiera en pie. Los enemigos se acercaban con las armas alzadas y una sonrisa en la cara, la grada explotó en vítores y aplausos.
Me saqué la cinta de los ojos, miré a todos los presentes y nos inclinamos ante el público recibiendo las ovaciones.
___________
Off:
1- Habilidad racial
2- Habilidad lectura electrica
3- Objeto, anillo dragon parlanchin.
Lavey salió detrás de los trotamundos de Jorn, desprendía orgullo por cada poro de su piel. Enarbolaba su arco y sus flechas estaban colocadas sobre sus antebrazos como si fueran una cortinilla.
En su numero hizo alarde de todos y cada uno de sus proyectiles, desde los que hacían llover mercurio hasta los que creaban una humareda espectral, sin olvidarse, claro está, del espectáculo visual que proporcionaba ver una flecha que lanzaba ondas de fuego.
-Mis queridos espectadores, -anuncié entrando en la pista- la noche aun es joven. ¡Como joven es nuestro siguiente circense! No os dejéis engañar por su físico, todos sabemos que los elfos tienen una mente vieja en un cuerpo bello. -Los espectadores rieron con suavidad la gracia. -Traído desde las profundidades de Sandorai, os traigo un elfo singular. ¡Dad un efusivo a plauso a nuestro hachero, Fiiiideeeeo! -Con una floritura me saqué el sombrero y apunté en la dirección por la que tenía que entrar Anders. -Aguantaos la risa Señores y Señoritas, no os dejéis engañar por su nombre. Nadie conoce cuál fue el odio que llevo a sus padre ponérselo, pero os aseguro que el ultimo que se rio de ello acabó el día con una pierna menos.
Las risas se silenciaron con la última frase y los ojos prestaron especial atención ante lo que se anunciaba como un bárbaro elfo.
Anders hizo su espectáculo a la perfección, porque claro, salir corriendo detrás de una rueda no estaba dentro de los planes, pero el consiguió que pareciera lo contrario.
-¡Un fuerte aplauso para Fideo, el mejor hachero de toda la contornada! -Cuando los aplausos remitieron bajé la voz una octava y me coloqué en el centro de la pista. -Quería gente de Ulmer. -Tenía la cabeza inclinada hacia el suelo y los focos se movieron hacia mi punto. -Este espectáculo está a punto de terminar, sin embargo terminara con un acto que no olvidareis jamás. Espero que no os moleste, pero me vais a permitir que cuente una historia.
Alcé el rostro sujetando a la vez el ala de la chistera. El grupo de Jorn estaba preparando a los actores del siguiente número, había muchas cosas que pegar y poner en los cuerpos y las armas, por lo que era preciso ganar tiempo.
- Un poquito de música para ambientar:
-Hace mucho mucho tiempo, en las nevadas montañas del norte, habitaba un dragón de singular aspecto. Un patrón de colores que nadie había visto jamás. Los aldeanos de las villas cercanas lo tenían en alta estima, pero... llego un día en el que el dragón encontró a un ser amado. -Los dedos de Jorn comenzaron a tocar una melodía melancólica. -El amor del dragón estaba prometido con un brujo astuto y mezquino que se aseguró de que nadie le robaría lo que le pertenecía. Para lograr su egoísta deseo el brujo lanzó un maleficio al amor del dragón. -Un hombre llegó tras de mí, me quitó la chistera y vendo mis ojos. -Todo ser que se enamorara de su propiedad seria cegado y su piel se volvería intocable. -Los focos se fueron apagando uno por uno y Jorn comenzó a cantar. -De esta forma el dragón quedó maldito, sus ojos perdieron la vista y su cuerpo quedó electrificado. El dragón, iracundo y desdichado, juró venganza. ¡Encontraría al brujo y le daría muerte para romper la maldición! -Las luces se apagaron y mi voz se volvió grave y tremola, mientras los enemigos aprecian iluminados en la pista. -Pero... ¿Como sabría el dragón quien era el brujo?
Comencé a transformarme en cuanto el relato concluyó.1 En el centro de la pista desaparecía la humana y aparecía el dragón del cuento. Los cuernos iluminaba la reptiliana testa, donde se podía ver una venda, cada poco tiempo una chispa pasaba de una cornamenta a otra. Con un rugido extendí las alas y los impulsos eléctricos dibujaron mi figura en la oscuridad, era como ver el manto eléctrico de una amenazadora tormenta. Los rayos iban y venían por las escamas, saltando de una a otra, renovándose con cada pulso cardíaco. Los enemigos se distinguían a mí alrededor de forma clara, las runas e insectos luminosos habían sido colocados para que los espectadores supieran que sucedía no porque yo necesitara una guía. Mi guía era su propio cuerpo. Pese a no tener visión los veía perfectamente, sus cuerpos se dibujaban ante mi como un montón de pequeñas carreteras brillantes, los músculos se iluminaban cada vez que se movían y yo los esquivaba todos y cada uno. Espadas, lanzas, cuchillos u hachas, no importaba, la lectura eléctrica de su cuerpo me permitía prever cada uno de sus ataques.2 | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
-¡MUERE, BRUJO!3
El hecho de que el dragón hablara sorprendió al público y todos los presentes. Exclamaron impresionados y algo atemorizado por la vida de Fideo, pues unas fauces se precipitaban hacia él en el momento justo en el que la electricidad que dibujaba mi cuerpo desaparecía.
En la pista ahora solo se veían las siluetas de los enemigos. El silencio se apoderó de la carpa, salvo por algún que otro niño que comenzaba a llorar asustado.
Los focos se encendieron de repente, de forma progresiva para no cegar a los espectadores. En el centro de la pista volvía a estar la maestra de ceremonias, con los ojos aun vendados y una mano extendida hacia Andes para que este se pusiera en pie. Los enemigos se acercaban con las armas alzadas y una sonrisa en la cara, la grada explotó en vítores y aplausos.
Me saqué la cinta de los ojos, miré a todos los presentes y nos inclinamos ante el público recibiendo las ovaciones.
___________
Off:
1- Habilidad racial
2- Habilidad lectura electrica
3- Objeto, anillo dragon parlanchin.
- Anillo del Dragón Parlanchín (Equipado):
- (Objeto obtenido en la segunda fase del evento: La guerra de Lunargenta.)
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Anillo del Dragón Parlanchín. [Joya, Se liga al Éter] La dragona suministró su apoyo al grupo. En uno de las cajas de suministros encontró un anillo brillante. No parecía nada especial, pero quedaba bonito en su dedo anular. Lo que Reivy desconocía, es que ese anillo le permitiría hablar en forma de dragón, siempre y cuando permaneciera puesto en su garra.
Calidad Epica
Voz escogida:
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Escuché la pequeña historia de Reivy. Mucho antes de que me tocase hacer de brujo malvado y maldito. Sonaba a algo muy elaborado como para que lo improvisase allí... pero no se me hacía que estuviese falta de velocidad mental por razones obvias. Ser... parte elfo ayudaba aquí, podía ver mejor su figura con la propia luz que ella emitía, así que no tuve problemas en ver cuando se dio vuela. Sonreí.
Todo antes de entrar en una gota de pánico al sentir mi cuerpo rodeado por su garra. La gota se expandió en un charco al sentirme en el aire; libre de la garra, preso de la gravedad. Fue algo corto, pero fue algo rápido: las luces encendiéndose y apuntando solo arriba con los dos más atrevidos—eso o los que menos apreciaban lo mortal que sería una caída desde estas alturas—de los hombres de Jorn, atrapándome y sacudiéndome como un muñeco de uno a otro. En mi defensa...bueno, más bien en defensa de mi vida, hice que la arcilla me cubriera un poco, haciendo anillos de roca para que hubiese muchas cosas más que agarrar.
Las luces se fueron otra vez ante el ascenso de Reivy y mi caída. Ok. Nota mental.
Si había algo peor que caerse de los trapecios... caerse cuando no estabas viendo que tanto faltaba para el piso. Vi la luz ir a mí... o yo a ella. ¿Ambas? Y me vi rodeado por algo, sin poder observar muy bien con qué. El como se estiraba casualmente la electricidad entre sus escamas (y la lógica) me dejaban claro que me tenía en una extremidad. Pero solo eso.
El descenso se hizo lento y controlado entonces. Un suave planeo, o algo similar, por como la brisa me estaba golpeando desde abajo y un lado. Quizá hasta podría acostumbrarme a algo así, más allá de no poder moverme, no se sentía necesariamente mal. Fui dejado en el suelo con relativo cuidado antes de verla alejarse un poco, quizá seguimiento de su vuelo, y tornar retorno a mí. Solo faltaba-
Respingue dando un salto atrás ante el rugido hablado. Los dragones no podían...
«!!» boqueé por aire al notar que la sorpresa de oírla hablar me resto concentración. No reaccionaría a tiempo.
El crujido fue atronador, alimentado por el tenso silencio del lugar. Cuando volvió la luz vi a un lado de reojo a la arcilla, tirada a un lado, con todas las tablillas sensibles que sobraron y que había metido dentro quebradas. Tomé la mano de Reivy para ponerme de pie.
—Estuve cerquita de meter la pata —le murmuré, viéndome acallado segundos después por los aplausos
—Al fin —dije, porque por fin lograba caminar fuera de la carpa y porque volvía a vestir mi preciada túnica.
La mayoría se había ido ya, al menos los que querían charlar o comentar sobre el show, y no podía decirles que dejarlos para después porque sonaba grosero, y no quería a Jorn estorbando. Al final del día… err-de la noche, no cantaba tan mal. Tenía control o como le llamasen eso los cantantes, pero… su voz natural no era lo mejor del mundo.
Quizá estaba siendo prejuicioso porque aunque hubiese resultado un éxito todo seguía siendo medio patán. Que algo de dinero mañana, por que no ‘estuvo mal’. Así se habría forrado el infeliz. Desgracia, tuvimos solo dos días. Y seguía teniendo momentos de miedo con las vueltas que di ahí arriba aunque había pasado hace rato.
Volvía con las dragonas al taller, y ni siquiera llegar, ya la predicción de Lavey se había vuelto cierta. Le vi la cara a Reivy y me encogí de hombros.
—Ah, pues... uhhh —dejé colgar la palabra varios segundos que aproveché en usar para pensar una forma más interesante de decir “soy un inútil peleando y he llevado más palo que buena persona en Isla Tortuga”.
—…Te cuento luego de que se haga la cena.
Lo cuál también era otra forma de comprar tiempo para pensar un poco. No tenía problemas con la mayoría, no es tampoco que estuviese feliz de haberlas recibido, o que no considerase un problema que mi método fuese cargarle a algo casi de frente por estar más cubierto y creer que eso era suficiente. Bastantes veces no se había probado como tal.
La comida no tardó en hacerse con madre e hija en cocinando también. Todos estábamos hambrientos, o al menos cansados. No era el cansancio del tipo llegar y clavarse sobre el mueble boca abajo a dormir, sino una pereza más dulce, que casi invitaba a reflexionar… pero que te detenía en sí misma al ser, bueno, pereza.
Estaba sentado con ellas luego de comer, viendo por la ventana a la falta de una conversación fija fuera de algún par de comentarios tirados al azar, con respuestas monosílabas de vuelta, porque era lo qué uno se podía permitir mientras se masticaba.
También por pereza. Suspiré, por alguna razón que no podía mencionar, me apetecía que lloviese, quizá para alimentar más mi sueño. Quizá era cierto sentimiento de melancolía, tenía mucho tiempo sin comer “así” con nadie. O quizá abandonar la atmosfera animada y urgente del lugar me había dejado cansado… o lo estaba antes y eso me estaba manteniendo más despierto.
Me quité la túnica lentamente y vi a Reivy y Lavey, parándome de la silla y sentándome de espaldas a ellas, apoyando un brazo sobre el espaldar.
—Veamos… la mayoría es por tonto, ¿eh? —bromeé, volteando con una sonrisa—. Tengo una en cada muslo, algo horizontales. Son de una noche en Lunargenta, que un vampiro secuestro a una amiga de una taberna, y salí a buscarlo con lo que parecía un mercenario y una elfa que se cayó de un segundo piso. Le perdimos el rastro y nos atacaron unos aiones, y con el que yo estaba me intentó… um.
Hice gestos con las manos para darme a entender. El aion había intentado montarme.
—La cosa es que para que no me subí a un árbol y el vampiro me ha pillado allí. Me cortó ahí y fui al piso así que el otro par hicieron todo el trabajo —dije, negando con la cabeza. Señale una acostada desde la cara izquierda del hombro de la misma dirección, extendiéndose hacia la espalda y a lo largo—. Dundarak. Otro vampiro. Era… buen espadachín, y pues yo un semielfo con un hacha… y ya ven. Creo que me caerían mal, pero conoce a un niño muy lindo, así que yo tranquilo.
—Con la mayoría —añadí luego de un par de segundos—. El tatuaje en el hombro derecho me lo hizo una ancianita súper amable por resolver un acertijo, era… er… aire… la respuesta era aire, ya no me viene el acertijo… —agité la mano para restarle importancia, me desviaba—. Dos pequeñas que casi no se ven fue en una taberna, le dije algo a un hombre y me malinterpreto así que me cayó a trompadas.
Me di vuelta para enseñarles un poco el abdomen, era entre el costado y parte del frente.
—…Entré a una cueva y me ha mordido un hombre. O… una mujer… sigo sin saber que era. Tampoco se ve mucho porque estaba con una amiga y pudimos atender esto rápido. Más o menos.
Otra vez la espalda. Muchos de los cortes en ella eran de cristales que se me clavaron en la espalda en una "pelea" con una bruja; aunque honestamente yo no había tanto peleado como sobrevivido. Y eso porque estaba ante la potencial mejor curandera que había visto en acción. En definitivamente la mejor que yo había conocido. Por eso mismo… muchas de ellas de hecho ni se llegaban a ver en primer lugar, pero las graves permanecieron.
—*Entonces* en Sacrestic conocí a un br... bueno no. Un brujo me engaño... —no les diría que no pude reconocer a un hombre vestido de mujer—... y he terminado en un barco luego de que una mujer nos ayudase a meternos de polizontes. Pero el capitán resultó ser buena persona, y fuimos a Beltrexus, y apenas llegamos tuvimos que irnos porque había epidemia. Entonces me ha pasado de todo —dije abriendo los brazos, de pie, casi emocionado relatándolo. Un poquito metido en la historia.
Cinco pequeñas marcas apenas visibles en el pecho, producto de tener la garra de un hombre tigre enterrada y que luego las cauterizaran para cerrarlas. No sé cuantos hachazos cuando nos atacó un capitán de Isla Tortuga con una flota chiquita. Luego marquitas mínimas en el brazo derecho porque me mordió un hombre cocodrilo en otra ocasión meses después de eso.
—...Volviendo de esa feria a Lunargenta me secuestraron y llevaron a Ciudad Lagarto. Un... no sé. Es un lugar súper raro, me metieron a un lunapar- y... er. Me... ¿hicieron modelar? Y... pasaron cosas. El virrey me ofreció quedarme, y no acept… oh vaya. Decirlo hace que suene mucho peor… me he negado a un virrey.
Desvié la mirada levemente confuso.
—Me vendieron como esclavo… —suspiré—. Y mi... ¿dueña? O... cómo se diga. Hmm. Latigazos... —me volví a encoger de hombros, intentando pretender que no me interesaba tanto. Había pasado un tiempo y ya había vivido eso, pero no dejaba de aterrarme—. Luego me escape y metí a una cueva... donde me he peleado con un animal mientras yo estaba desnudo-
No sabía que estarían pensando Lavey y Reivy, pero por cada cosa que decía me estaba dando más y más cuenta. Era estúpido, y no tenía la más mínima idea de cómo cojones seguía vivo.
—…Y las últimas las he recibido en el macizo nevado por haberme perdido en dos ocasiones. Una fue mi culpa, porque subí solo, y todo blanco, que no sabes ni dónde estás parado. Y eso es… t-… sí, son todas.
Me senté poniéndome la túnica de nuevo, algo apenado por hablar tanto.
—¿Y ustedes tienen alguna? No puedo imaginar a Reivy con una cicatriz... no con cómo evitó de ojos vendados todo.
No comenté nada sobre Lavey. Podía tener o podía no tener. Los arqueros usualmente no tenían demasiadas, no deberían por su bien y testamento a efectividad, y ella lo parecía. Escuché sobre las de ambas y estuve despierto un rato antes de irme a dormir.
Costó conciliarlo al inicio, las cicatrices no podían volver a abrirse; pero algunas… tenía la impresión de que me ardían. Para bien o para mal, en ese momento me pesaban más las pestañas que otras cosas.
—¿Cuánto creen qué nos… —subí una mano, modulando mi tono antes de continuar—… “pagué” Jorn? O mejor. ¿Cuánto creen qué ganase cómo para qué se viese capaz de soltar algo para nosotros?
Las respuestas fueron nada y nada. Encontramos al hombre histérico y casi listos para buscar problemas y quizá culpar a alguien, de hecho, me suponía que no culpaba a Reivy, Lavey o mi persona de nada porque las dos primeras podrían matarlo. A ver no es que yo no, pero una podía matarlo con un toque y la otra podía escupirle fuego. Yo podía… partirle el cráneo supongo, pero eso estaba muy visto.
Alguien había salido por patas con el dinero, pero él estaba ahí. Nosotros no podíamos haber sido. Vio a sus hombres uno por uno… y uno faltaba. Antes de que pudiese explotar, ese mismo entró, informando de malas noticias.
Federico había desaparecido de la taberna. Jorn estuvo a punto de mandarlo a cagar que qué importaba Federico, pero se detuvo a una sílaba de decir eso, cambiándolo a otra cosa completamente:
—¡…Ese gran y malagradecido hijo de puta! —gritó, pateando una mesa en las carpas. La que hacía de “escritorio” para él—. ¡Fue él! ¡LO SÉ! —se dio vuelta hacia sus hombres, completamente seguro—. A POR ÉL O SE QUEDAN SIN PAGO.
Alcé las cejas y luego entrecerré los ojos, dudoso. ¿No qué estaba enferm…
«Oh. Vaya» fue todo lo que alcancé a pensar. Lo dicho con Lavey y Reivy.
De tal palo tal astilla.
Normalmente por algo en lo que ni siquiera íbamos a recibir remuneración inicialmente tomarme la molestia de buscar un hombre en toda una ciudad no me resultaba llamativo; pero no había dormido bien, pasé horas de mal humor y con dolor de cabeza a un nivel u otro.
Sobre todo, quería que Reivy y Lavey al menos sacaran de allí algo. Era estúpido pensar que el robo fuese culpa mía de cualquier manera, pero la raíz que llevo a esto lo seguía siendo muy parcialmente. No negaría que también tenía motivos secundarios, como un leve enojo de haberle tenido lástima y otro de que el trabajo se perdiera.
—...Voy a buscarlo —dije, más para ellas que para Jorn.
Todo antes de entrar en una gota de pánico al sentir mi cuerpo rodeado por su garra. La gota se expandió en un charco al sentirme en el aire; libre de la garra, preso de la gravedad. Fue algo corto, pero fue algo rápido: las luces encendiéndose y apuntando solo arriba con los dos más atrevidos—eso o los que menos apreciaban lo mortal que sería una caída desde estas alturas—de los hombres de Jorn, atrapándome y sacudiéndome como un muñeco de uno a otro. En mi defensa...bueno, más bien en defensa de mi vida, hice que la arcilla me cubriera un poco, haciendo anillos de roca para que hubiese muchas cosas más que agarrar.
Las luces se fueron otra vez ante el ascenso de Reivy y mi caída. Ok. Nota mental.
Si había algo peor que caerse de los trapecios... caerse cuando no estabas viendo que tanto faltaba para el piso. Vi la luz ir a mí... o yo a ella. ¿Ambas? Y me vi rodeado por algo, sin poder observar muy bien con qué. El como se estiraba casualmente la electricidad entre sus escamas (y la lógica) me dejaban claro que me tenía en una extremidad. Pero solo eso.
El descenso se hizo lento y controlado entonces. Un suave planeo, o algo similar, por como la brisa me estaba golpeando desde abajo y un lado. Quizá hasta podría acostumbrarme a algo así, más allá de no poder moverme, no se sentía necesariamente mal. Fui dejado en el suelo con relativo cuidado antes de verla alejarse un poco, quizá seguimiento de su vuelo, y tornar retorno a mí. Solo faltaba-
Respingue dando un salto atrás ante el rugido hablado. Los dragones no podían...
«!!» boqueé por aire al notar que la sorpresa de oírla hablar me resto concentración. No reaccionaría a tiempo.
El crujido fue atronador, alimentado por el tenso silencio del lugar. Cuando volvió la luz vi a un lado de reojo a la arcilla, tirada a un lado, con todas las tablillas sensibles que sobraron y que había metido dentro quebradas. Tomé la mano de Reivy para ponerme de pie.
—Estuve cerquita de meter la pata —le murmuré, viéndome acallado segundos después por los aplausos
[…]
—Al fin —dije, porque por fin lograba caminar fuera de la carpa y porque volvía a vestir mi preciada túnica.
La mayoría se había ido ya, al menos los que querían charlar o comentar sobre el show, y no podía decirles que dejarlos para después porque sonaba grosero, y no quería a Jorn estorbando. Al final del día… err-de la noche, no cantaba tan mal. Tenía control o como le llamasen eso los cantantes, pero… su voz natural no era lo mejor del mundo.
Quizá estaba siendo prejuicioso porque aunque hubiese resultado un éxito todo seguía siendo medio patán. Que algo de dinero mañana, por que no ‘estuvo mal’. Así se habría forrado el infeliz. Desgracia, tuvimos solo dos días. Y seguía teniendo momentos de miedo con las vueltas que di ahí arriba aunque había pasado hace rato.
Volvía con las dragonas al taller, y ni siquiera llegar, ya la predicción de Lavey se había vuelto cierta. Le vi la cara a Reivy y me encogí de hombros.
—Ah, pues... uhhh —dejé colgar la palabra varios segundos que aproveché en usar para pensar una forma más interesante de decir “soy un inútil peleando y he llevado más palo que buena persona en Isla Tortuga”.
—…Te cuento luego de que se haga la cena.
Lo cuál también era otra forma de comprar tiempo para pensar un poco. No tenía problemas con la mayoría, no es tampoco que estuviese feliz de haberlas recibido, o que no considerase un problema que mi método fuese cargarle a algo casi de frente por estar más cubierto y creer que eso era suficiente. Bastantes veces no se había probado como tal.
La comida no tardó en hacerse con madre e hija en cocinando también. Todos estábamos hambrientos, o al menos cansados. No era el cansancio del tipo llegar y clavarse sobre el mueble boca abajo a dormir, sino una pereza más dulce, que casi invitaba a reflexionar… pero que te detenía en sí misma al ser, bueno, pereza.
Estaba sentado con ellas luego de comer, viendo por la ventana a la falta de una conversación fija fuera de algún par de comentarios tirados al azar, con respuestas monosílabas de vuelta, porque era lo qué uno se podía permitir mientras se masticaba.
También por pereza. Suspiré, por alguna razón que no podía mencionar, me apetecía que lloviese, quizá para alimentar más mi sueño. Quizá era cierto sentimiento de melancolía, tenía mucho tiempo sin comer “así” con nadie. O quizá abandonar la atmosfera animada y urgente del lugar me había dejado cansado… o lo estaba antes y eso me estaba manteniendo más despierto.
Me quité la túnica lentamente y vi a Reivy y Lavey, parándome de la silla y sentándome de espaldas a ellas, apoyando un brazo sobre el espaldar.
—Veamos… la mayoría es por tonto, ¿eh? —bromeé, volteando con una sonrisa—. Tengo una en cada muslo, algo horizontales. Son de una noche en Lunargenta, que un vampiro secuestro a una amiga de una taberna, y salí a buscarlo con lo que parecía un mercenario y una elfa que se cayó de un segundo piso. Le perdimos el rastro y nos atacaron unos aiones, y con el que yo estaba me intentó… um.
Hice gestos con las manos para darme a entender. El aion había intentado montarme.
—La cosa es que para que no me subí a un árbol y el vampiro me ha pillado allí. Me cortó ahí y fui al piso así que el otro par hicieron todo el trabajo —dije, negando con la cabeza. Señale una acostada desde la cara izquierda del hombro de la misma dirección, extendiéndose hacia la espalda y a lo largo—. Dundarak. Otro vampiro. Era… buen espadachín, y pues yo un semielfo con un hacha… y ya ven. Creo que me caerían mal, pero conoce a un niño muy lindo, así que yo tranquilo.
—Con la mayoría —añadí luego de un par de segundos—. El tatuaje en el hombro derecho me lo hizo una ancianita súper amable por resolver un acertijo, era… er… aire… la respuesta era aire, ya no me viene el acertijo… —agité la mano para restarle importancia, me desviaba—. Dos pequeñas que casi no se ven fue en una taberna, le dije algo a un hombre y me malinterpreto así que me cayó a trompadas.
Me di vuelta para enseñarles un poco el abdomen, era entre el costado y parte del frente.
—…Entré a una cueva y me ha mordido un hombre. O… una mujer… sigo sin saber que era. Tampoco se ve mucho porque estaba con una amiga y pudimos atender esto rápido. Más o menos.
Otra vez la espalda. Muchos de los cortes en ella eran de cristales que se me clavaron en la espalda en una "pelea" con una bruja; aunque honestamente yo no había tanto peleado como sobrevivido. Y eso porque estaba ante la potencial mejor curandera que había visto en acción. En definitivamente la mejor que yo había conocido. Por eso mismo… muchas de ellas de hecho ni se llegaban a ver en primer lugar, pero las graves permanecieron.
—*Entonces* en Sacrestic conocí a un br... bueno no. Un brujo me engaño... —no les diría que no pude reconocer a un hombre vestido de mujer—... y he terminado en un barco luego de que una mujer nos ayudase a meternos de polizontes. Pero el capitán resultó ser buena persona, y fuimos a Beltrexus, y apenas llegamos tuvimos que irnos porque había epidemia. Entonces me ha pasado de todo —dije abriendo los brazos, de pie, casi emocionado relatándolo. Un poquito metido en la historia.
Cinco pequeñas marcas apenas visibles en el pecho, producto de tener la garra de un hombre tigre enterrada y que luego las cauterizaran para cerrarlas. No sé cuantos hachazos cuando nos atacó un capitán de Isla Tortuga con una flota chiquita. Luego marquitas mínimas en el brazo derecho porque me mordió un hombre cocodrilo en otra ocasión meses después de eso.
—...Volviendo de esa feria a Lunargenta me secuestraron y llevaron a Ciudad Lagarto. Un... no sé. Es un lugar súper raro, me metieron a un lunapar- y... er. Me... ¿hicieron modelar? Y... pasaron cosas. El virrey me ofreció quedarme, y no acept… oh vaya. Decirlo hace que suene mucho peor… me he negado a un virrey.
Desvié la mirada levemente confuso.
—Me vendieron como esclavo… —suspiré—. Y mi... ¿dueña? O... cómo se diga. Hmm. Latigazos... —me volví a encoger de hombros, intentando pretender que no me interesaba tanto. Había pasado un tiempo y ya había vivido eso, pero no dejaba de aterrarme—. Luego me escape y metí a una cueva... donde me he peleado con un animal mientras yo estaba desnudo-
No sabía que estarían pensando Lavey y Reivy, pero por cada cosa que decía me estaba dando más y más cuenta. Era estúpido, y no tenía la más mínima idea de cómo cojones seguía vivo.
—…Y las últimas las he recibido en el macizo nevado por haberme perdido en dos ocasiones. Una fue mi culpa, porque subí solo, y todo blanco, que no sabes ni dónde estás parado. Y eso es… t-… sí, son todas.
Me senté poniéndome la túnica de nuevo, algo apenado por hablar tanto.
—¿Y ustedes tienen alguna? No puedo imaginar a Reivy con una cicatriz... no con cómo evitó de ojos vendados todo.
No comenté nada sobre Lavey. Podía tener o podía no tener. Los arqueros usualmente no tenían demasiadas, no deberían por su bien y testamento a efectividad, y ella lo parecía. Escuché sobre las de ambas y estuve despierto un rato antes de irme a dormir.
Costó conciliarlo al inicio, las cicatrices no podían volver a abrirse; pero algunas… tenía la impresión de que me ardían. Para bien o para mal, en ese momento me pesaban más las pestañas que otras cosas.
[…]
—¿Cuánto creen qué nos… —subí una mano, modulando mi tono antes de continuar—… “pagué” Jorn? O mejor. ¿Cuánto creen qué ganase cómo para qué se viese capaz de soltar algo para nosotros?
Las respuestas fueron nada y nada. Encontramos al hombre histérico y casi listos para buscar problemas y quizá culpar a alguien, de hecho, me suponía que no culpaba a Reivy, Lavey o mi persona de nada porque las dos primeras podrían matarlo. A ver no es que yo no, pero una podía matarlo con un toque y la otra podía escupirle fuego. Yo podía… partirle el cráneo supongo, pero eso estaba muy visto.
Alguien había salido por patas con el dinero, pero él estaba ahí. Nosotros no podíamos haber sido. Vio a sus hombres uno por uno… y uno faltaba. Antes de que pudiese explotar, ese mismo entró, informando de malas noticias.
Federico había desaparecido de la taberna. Jorn estuvo a punto de mandarlo a cagar que qué importaba Federico, pero se detuvo a una sílaba de decir eso, cambiándolo a otra cosa completamente:
—¡…Ese gran y malagradecido hijo de puta! —gritó, pateando una mesa en las carpas. La que hacía de “escritorio” para él—. ¡Fue él! ¡LO SÉ! —se dio vuelta hacia sus hombres, completamente seguro—. A POR ÉL O SE QUEDAN SIN PAGO.
Alcé las cejas y luego entrecerré los ojos, dudoso. ¿No qué estaba enferm…
«Oh. Vaya» fue todo lo que alcancé a pensar. Lo dicho con Lavey y Reivy.
De tal palo tal astilla.
Normalmente por algo en lo que ni siquiera íbamos a recibir remuneración inicialmente tomarme la molestia de buscar un hombre en toda una ciudad no me resultaba llamativo; pero no había dormido bien, pasé horas de mal humor y con dolor de cabeza a un nivel u otro.
Sobre todo, quería que Reivy y Lavey al menos sacaran de allí algo. Era estúpido pensar que el robo fuese culpa mía de cualquier manera, pero la raíz que llevo a esto lo seguía siendo muy parcialmente. No negaría que también tenía motivos secundarios, como un leve enojo de haberle tenido lástima y otro de que el trabajo se perdiera.
—...Voy a buscarlo —dije, más para ellas que para Jorn.
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Introducida segunda complicación. Se supone que es todo lo que sigue hasta abajo con pillarlo, pero tengo éste mal hábito de que me duele subrayar demasiado porque me pega en los ojos ; - ;
Anders
Honorable
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Re: El de repuesto [Trabajo]
-Ya no te voy a poder llamar fideo. -Reí animada al salir de la carpa, dándole un golpe a Anders en el pecho. -Ese saco de patatas no te hace justica. -Proseguí, refiriéndome a la túnica. -En cambio a mí la chistera me queda de fábula. -Caminaba en medio de Lavey y el elfo, con las ropas de maestra de ceremonia y una sonrisa engreída. -Me queda bien el traje, no pienso negarlo.
-Lo de los gusanos luminiscentes fue un buen truco, ¿a quién se le ocurrió? -Vey nos miró a ambos esperando una respuesta que no llegó nunca. -¿En serio, fue idea de los patanes de Jorn? No me lo puedo creer. Es más, reniego de esa información. Si preguntan, la idea fue de Almuerzo.
-Y bien, Anders. ¿De dónde han salido todas esas cicatrices? -Estábamos en la calle principal de la ciudad y de vez en cuando se escuchaba algún grito alabando nuestro acto final. -Pensaba que tendrías alguna que otra perdida por el cuerpo, pero vaya... ver todo eso me ha sorprendido.
Al llegar al taller Lavey y yo subimos a la habitación, nos sacamos la ropa del circo y nos colocamos una mucho más cómoda y hogareña.
El día anterior había cocinado Fideo... Anders, ahora tendría que buscar un nuevo apodo. En fin, la cena hoy corría a cargo de las mujeres y tengo que admitir que, tener ese montón de arcilla en la casa ayudaba mucho. Lo mismo te hacía de mesa que de caldero o sartén, sin contar con el ingenio del rubio para colocarlo por fuera de la ventana y poder prender un fuego desde afuera.
Todo aquello solo hacia darme cuenta de que necesitábamos una casa, una de verdad. Con habitaciones, cocina, estufa, muebles...
-Espero que tengas hambre Fi...deon. -Terminé la frase con una interrogación. -Porque yo estoy famélica.
La arcilla apareció en mitad de la zona de ventas y se transformó en mesa, redonda y con sillas incluidas, igual que el primer día.
Lavey había ido a la posada de Pulga a por unas jarras de cerveza e hidromiel y ahora estas llenaban los vasos con su frio y delicioso líquido.
Tras servir los platos la lagartija y yo nos quedamos mirando a Anders, esperando a que contara sus batallitas, pero el rubio aun no quería soltar prenda. Una parte de mí se preguntaba si aquello seria por no querer que nos atragantáramos con la comida.
Tuvimos que esperar a terminar la cena para comenzar a escuchar los relatos.
Antes de que Anders comenzara a decir nada Lavey se levantó de su asiento, le puso el vaso helado en el centro de la espalda y comenzó a reírse como la niña que casi había dejado de ser.
-Los elfos son de goma.
Comentó la rubia, cuando el carpintero mencionó la altura desde la que cayó la elfa. Yo aguanté la risa, llevándome una mano a la boca, miré de soslayo a Lavey y comenzamos a reírnos a pleno pulmón.
-Nooo, me muero... jajaja. Dime que no consiguió montarte, no espera. Dime que te montó. -Tiré la espalda hacia atrás, dejándome caer sobre la silla. -¿Sabes qué? da igual, cualquier de las opciones me gusta. Continua.
-¿Qué te pasa con los vampiros? -Preguntó Vey. -Te odian por algo en concreto o es que sueltas feromonas.
-Espera. No sería una vieja en la posada de Sacrestic, ¿cierto? -Me subí la manga de la camisa para mostrar el dorso del antebrazo. -Yo también estuve allí. Me preguntó el mismo acertijo. Conozco al virrey. -Añadí, después de beber un largo trago de hidromiel. -Es un buen cliente mío, aunque no se le puede decir de otra forma que no sea "excéntrico". Cualquiera que lo defina por debajo de eso es que no lo ha visto en su vida. -Sonreí de medio lado, con picardía, al oír la mención de una dueña y un látigo. -Pues la verdad es que tengo un...
-¡Yo tengo dos! -Anunció Lavey con orgullo, levantándose de la silla y poniendo un pie sobre la mesa. -Pero no te las pienso mostrar, tendrás que imaginártelas. -La rubia cogió aire y se señaló la pierna. -Esta me la hice en el mar, estaba con Centella persiguiendo a unos presos fugados. Ella se metió bajo el agua con una amiga, porque se ve que el malandrín estaba buscando tesoros sumergidos. Yo, -hizo una pausa dramática y abrió los brazos- me quedé delante del sol. Para que no me vieran cuando miraran al cielo, pero Reivy tardaba mucho en subir, me preocupé y cuando bajé al barco los estúpidos se asustaron y me lanzaron un arpón. Lo siguiente que recuerdo es estar en una camilla con mi madre durmiendo en una silla.
-Bueno pues yo también me hice una algo parecida en...
-¡Y LA OTRA! -Puse los ojos en blanco y me dedique a beber. Lavey me había vuelto a interrumpir. -La otra fue en pleno pecho. Fuimos a ciudad Lagarto a salvar a mi tía Oromë y yo me convertí en grifo y volé muy rápido con Centella encima y otra chica que estaba medio loca. Pero un gato sarnoso subido en dragón disparó un virote que se transformó en lanza y me atravesó, además el filo estaba envenenado. Solo recuerdo caer al suelo, pero mama me contó que unos elfos hicieron un ritual y me salvaron.
-¿Has terminado? -Sondeé con voz neutra.
-Si.
-¿Puedo contar ya mi historia?
-Si.
-Gracias. Como iba diciendo, a mí también me atravesaron en el mar. -Me detuve un segundo, mirando a la adolescente, comprobando que no sería interrumpida. -Acababa de llegar a las costas de Lunargenta y un barco pirata me engañó, tenían en las velas la insignia de los humanos. Cuando me acerqué me lanzaron una flecha como un tronco de grande, los malditos habían montado una balista en el buque. Volé durante días sin poder cambiar de forma, tenía el palo atravesándome el brazo, no podía quitármelo por mí misma y la herida era tan grande que si volvía a ser humana me quedaría sin brazo. Al final una bruja me salvó, y yo a ella. La chica se moría de hambre y yo directamente me moría. Ella me sacó el proyectil y me curó, a cambio yo le di un buen puñado de pescado. -Enseñé el antebrazo izquierdo y señalé toda la zona. -Debería estar aquí, pero la cicatriz solo se ve cuando tengo escamas. -Hice una pausa para rellenar y bebe del vaso. -La otra es una media luna desde el pecho hasta la espalda. Me la hice en la misma batalla que Vey, cuando fuimos a rescatar a Oromë.
La segunda explicación fue bastante escueta, lo admito, pero estaba cansada, era tarde y había bebido. Solo tenía ganas de dormir y esperar que mañana todo hubiera terminado.
A la mañana siguiente salimos a buscar a Jorn, Lavey y yo respondimos al elfo en simultáneo. Esperaba que aquella pregunta la hiciera con ironía, porque si no... o no. Los chicos inocentes siempre tienen un algo que los hace dulces y suculentos.
Las dos nos quedamos en silencio al ver como Jorn montaba en cólera. Cría cuervos y te sacaran los ojos, pensé al tiempo que dibujaba una sonrisa de medio lado.
-Conozco a alguien que puede ayudarnos. -Susurró la adolescente, haciendo una señal para que saliéramos del edificio. -Centella, hay que ir a ver a Pulga. Su hijo es un buen rastreador... o eso me dice siempre. Seguro que puede encontrar a Federico.
Cuando llegamos a La Garrapata, Pulga estaba detrás de la barra y su hijo recogiendo jarras... jarras que se fueron al suelo en cuanto vio entrar a mi hija en el local.
Ni siquiera nos hizo falta interactuar con su padre, en cuanto el muchacho se enteró del gran y preocupante problema de Lavey, dejó todo sobre la mesa y salió a la calle con nosotros.
Claro que mi hija había usado un tono alarmista y muy teatral, pero el muchacho parecía no ver el engaño.
Bien es cierto que sí que era un problema, pero tampoco era la pintura del fin del mundo que describía la rubia.
Como dije antes, los muchachos inocentes tienen algo que los hace dulces y apetecibles, y no es un pensamiento que tenga únicamente yo.
-Lo de los gusanos luminiscentes fue un buen truco, ¿a quién se le ocurrió? -Vey nos miró a ambos esperando una respuesta que no llegó nunca. -¿En serio, fue idea de los patanes de Jorn? No me lo puedo creer. Es más, reniego de esa información. Si preguntan, la idea fue de Almuerzo.
-Y bien, Anders. ¿De dónde han salido todas esas cicatrices? -Estábamos en la calle principal de la ciudad y de vez en cuando se escuchaba algún grito alabando nuestro acto final. -Pensaba que tendrías alguna que otra perdida por el cuerpo, pero vaya... ver todo eso me ha sorprendido.
Al llegar al taller Lavey y yo subimos a la habitación, nos sacamos la ropa del circo y nos colocamos una mucho más cómoda y hogareña.
El día anterior había cocinado Fideo... Anders, ahora tendría que buscar un nuevo apodo. En fin, la cena hoy corría a cargo de las mujeres y tengo que admitir que, tener ese montón de arcilla en la casa ayudaba mucho. Lo mismo te hacía de mesa que de caldero o sartén, sin contar con el ingenio del rubio para colocarlo por fuera de la ventana y poder prender un fuego desde afuera.
Todo aquello solo hacia darme cuenta de que necesitábamos una casa, una de verdad. Con habitaciones, cocina, estufa, muebles...
-Espero que tengas hambre Fi...deon. -Terminé la frase con una interrogación. -Porque yo estoy famélica.
La arcilla apareció en mitad de la zona de ventas y se transformó en mesa, redonda y con sillas incluidas, igual que el primer día.
Lavey había ido a la posada de Pulga a por unas jarras de cerveza e hidromiel y ahora estas llenaban los vasos con su frio y delicioso líquido.
Tras servir los platos la lagartija y yo nos quedamos mirando a Anders, esperando a que contara sus batallitas, pero el rubio aun no quería soltar prenda. Una parte de mí se preguntaba si aquello seria por no querer que nos atragantáramos con la comida.
Tuvimos que esperar a terminar la cena para comenzar a escuchar los relatos.
Antes de que Anders comenzara a decir nada Lavey se levantó de su asiento, le puso el vaso helado en el centro de la espalda y comenzó a reírse como la niña que casi había dejado de ser.
-Los elfos son de goma.
Comentó la rubia, cuando el carpintero mencionó la altura desde la que cayó la elfa. Yo aguanté la risa, llevándome una mano a la boca, miré de soslayo a Lavey y comenzamos a reírnos a pleno pulmón.
-Nooo, me muero... jajaja. Dime que no consiguió montarte, no espera. Dime que te montó. -Tiré la espalda hacia atrás, dejándome caer sobre la silla. -¿Sabes qué? da igual, cualquier de las opciones me gusta. Continua.
-¿Qué te pasa con los vampiros? -Preguntó Vey. -Te odian por algo en concreto o es que sueltas feromonas.
-Espera. No sería una vieja en la posada de Sacrestic, ¿cierto? -Me subí la manga de la camisa para mostrar el dorso del antebrazo. -Yo también estuve allí. Me preguntó el mismo acertijo. Conozco al virrey. -Añadí, después de beber un largo trago de hidromiel. -Es un buen cliente mío, aunque no se le puede decir de otra forma que no sea "excéntrico". Cualquiera que lo defina por debajo de eso es que no lo ha visto en su vida. -Sonreí de medio lado, con picardía, al oír la mención de una dueña y un látigo. -Pues la verdad es que tengo un...
-¡Yo tengo dos! -Anunció Lavey con orgullo, levantándose de la silla y poniendo un pie sobre la mesa. -Pero no te las pienso mostrar, tendrás que imaginártelas. -La rubia cogió aire y se señaló la pierna. -Esta me la hice en el mar, estaba con Centella persiguiendo a unos presos fugados. Ella se metió bajo el agua con una amiga, porque se ve que el malandrín estaba buscando tesoros sumergidos. Yo, -hizo una pausa dramática y abrió los brazos- me quedé delante del sol. Para que no me vieran cuando miraran al cielo, pero Reivy tardaba mucho en subir, me preocupé y cuando bajé al barco los estúpidos se asustaron y me lanzaron un arpón. Lo siguiente que recuerdo es estar en una camilla con mi madre durmiendo en una silla.
-Bueno pues yo también me hice una algo parecida en...
-¡Y LA OTRA! -Puse los ojos en blanco y me dedique a beber. Lavey me había vuelto a interrumpir. -La otra fue en pleno pecho. Fuimos a ciudad Lagarto a salvar a mi tía Oromë y yo me convertí en grifo y volé muy rápido con Centella encima y otra chica que estaba medio loca. Pero un gato sarnoso subido en dragón disparó un virote que se transformó en lanza y me atravesó, además el filo estaba envenenado. Solo recuerdo caer al suelo, pero mama me contó que unos elfos hicieron un ritual y me salvaron.
-¿Has terminado? -Sondeé con voz neutra.
-Si.
-¿Puedo contar ya mi historia?
-Si.
-Gracias. Como iba diciendo, a mí también me atravesaron en el mar. -Me detuve un segundo, mirando a la adolescente, comprobando que no sería interrumpida. -Acababa de llegar a las costas de Lunargenta y un barco pirata me engañó, tenían en las velas la insignia de los humanos. Cuando me acerqué me lanzaron una flecha como un tronco de grande, los malditos habían montado una balista en el buque. Volé durante días sin poder cambiar de forma, tenía el palo atravesándome el brazo, no podía quitármelo por mí misma y la herida era tan grande que si volvía a ser humana me quedaría sin brazo. Al final una bruja me salvó, y yo a ella. La chica se moría de hambre y yo directamente me moría. Ella me sacó el proyectil y me curó, a cambio yo le di un buen puñado de pescado. -Enseñé el antebrazo izquierdo y señalé toda la zona. -Debería estar aquí, pero la cicatriz solo se ve cuando tengo escamas. -Hice una pausa para rellenar y bebe del vaso. -La otra es una media luna desde el pecho hasta la espalda. Me la hice en la misma batalla que Vey, cuando fuimos a rescatar a Oromë.
La segunda explicación fue bastante escueta, lo admito, pero estaba cansada, era tarde y había bebido. Solo tenía ganas de dormir y esperar que mañana todo hubiera terminado.
A la mañana siguiente salimos a buscar a Jorn, Lavey y yo respondimos al elfo en simultáneo. Esperaba que aquella pregunta la hiciera con ironía, porque si no... o no. Los chicos inocentes siempre tienen un algo que los hace dulces y suculentos.
Las dos nos quedamos en silencio al ver como Jorn montaba en cólera. Cría cuervos y te sacaran los ojos, pensé al tiempo que dibujaba una sonrisa de medio lado.
-Conozco a alguien que puede ayudarnos. -Susurró la adolescente, haciendo una señal para que saliéramos del edificio. -Centella, hay que ir a ver a Pulga. Su hijo es un buen rastreador... o eso me dice siempre. Seguro que puede encontrar a Federico.
Cuando llegamos a La Garrapata, Pulga estaba detrás de la barra y su hijo recogiendo jarras... jarras que se fueron al suelo en cuanto vio entrar a mi hija en el local.
Ni siquiera nos hizo falta interactuar con su padre, en cuanto el muchacho se enteró del gran y preocupante problema de Lavey, dejó todo sobre la mesa y salió a la calle con nosotros.
Claro que mi hija había usado un tono alarmista y muy teatral, pero el muchacho parecía no ver el engaño.
Bien es cierto que sí que era un problema, pero tampoco era la pintura del fin del mundo que describía la rubia.
Como dije antes, los muchachos inocentes tienen algo que los hace dulces y apetecibles, y no es un pensamiento que tenga únicamente yo.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
—Puedes llamarme cómo quieras —respondí con la misma sonrisa luego de la palmada. La expresión era algo cansada, pero eso era producto de todo lo demás... malo, y relativamente, nada qué ver con el momento compartido luego de caminar fuera de la carpa.
Eso era todo lo que estaba bien.
—Me gusta la ropa ancha —me encogí de hombros—. Y claro que te queda bien, si no, no hubiera insistido tanto para que te la pusieras —dije tomando el sombrero, y poniéndoselo y quitándoselo—, aunque... solo le daría razón a Lavey aquí. La mayoría de las cosas te deben quedar bien mientras no te pongas nada muy fuera de lugar, como mi saco de papas.
Me quede viendo a la niña ante su pregunta. Luego de un par de segundos vi a Reivy, que tampoco hablaba. Ensanché la sonrisa, terminando por reír ante los comentarios de la niña- de la adolescente. Era hilarante, pero probablemente si solo le decía "me das risa" podía o no empezar con lo suyo.
Tendría que decírselo igual porque no me veía aguantando. Le sonreí y negué con la cabeza con lo de que éramos de goma... puede. A este punto y luego de todo eso, a mí me gustaría serlo. Tras un rato más de hablar, alcé la ceja en el punto del tatuaje, era... era exactamente igual.
—Sí, en Sacrestic, una señora... muy anciana, era más cara que arrugas, digo, arrugas que cara, pero tenía el pulso fino como ella sola —asentí, observando el tatuado—. Es cómo raro que estuviese haciendo tatuajes solo por un acertijo... hmm. O no. Supongo que le gusta mucho su trabajo y ya —dije agarrándome la barbilla. Lentamente había perdido el sentido de hacer cosas solo porque te gustaban, o sin esperar algo a cambio.
Pero a veces eso balanceaba, como con las dragonas aceptándome en la casa. Seguro, era por algo; pero no podía decir que fuese solo un asunto de dinero. No podían tratarme mejor. Volví la mirada a Reivy, frunciendo levemente el ceño ante la mención de que conocía también a Owens.
—Mmm —musité, asintiendo. "Excéntrico."
Centré mi atención sobre Lavey, sonriendo ante lo animada que lucia sobre el hecho que era tener cicatrices. Muchas personas se estresaban con solo la idea... ella casi brillaba del orgullo de tenerlas. Ladeé con la cabeza como un "me parece justo" sobre que no quisiera enseñármelas. Ensanché la sonrisa a la pausa, conteniendo atrás una risa para evitar que pensase que me burlaba del asunto...
...o sea sí, pero no me burlaba de ella exactamente ni de su historia, sino de la forma en que la estaba compartiendo.
—El agua es peligrosa —comenté al final de ella—, creo que no he visto a nadie que haya pisado un barco que no tenga heridas... o... hmm, ¿sí? La mujer que les digo se veía impoluta, pero a saber. Nosotros tenemos las nuestras tapadas.
Vi a Reivy cuando le tocaba hablar, estallando en risa al ver su cara cuando la niña alzó la voz. Negué con la cabeza de nuevo, mordiéndome el labio inferior para evitar reírme más mientras Lavey relataba. Entrecerré levemente los ojos; un gato que disparó un virote que se transformó en lanza...
No le di muchas vueltas, sonreí viendo el intercambio entre ambas, y evité decir algo sobre la historia de Lavey por el momento. La niña podía emocionarse en profundizar más e interrumpir de nuevo a Reivy.
—Una balista —murmuré detrás de ella, interesado. Tanto porque me llamaban ese tipo de armas y por el hecho de que le hubiese impactado el proyectil de una y siguiera viva. Lo de perder el brazo por cambiar de forma... sonaba algo terrorífico, no podía ni empezar a imaginármelo bien. Ni cambiaba de forma, ni había estado cerca de perder una extremidad, por mucho que me cayesen a palos donde metiera la cabeza.
—Espera, espera, ¿desde el pecho a la espalda? Con qué se supone qué te dieron...
Una pregunta válida también podría haber sido "¿cómo sigues viva?", pero no me sentía en posición de hacer esa yo.
Podía hacer algo más de conversación, sobre todo de la tía de Lavey, Oromë. No sonaba como un conflicto para que dos de dos hubieran sufrido heridas que sonaban mortales, y si no, cómo mínimo, graves. Pero lucía cansada, no es que yo no lo estuviera. Ya habría tiempo para eso después.
Me cruce de brazos al entrar a La Garrapata, observando a Lavey a ojos abiertos mientras... exageraba mucho... bastante los hechos. Había surtido efecto, como mínimo. La verdad creo que si solo se le hubiese preguntado al chico sin exagerar nada y hubiera dicho que sí, parecía tener prisa por ayudar a Lavey.
Hm. Alcé una ceja, con media sonrisa.
El chico pronto cambió de forma a la de un lobo, era un poco más pequeño de los que había visto, así que... ambas formas cambiaban. Es decir, siempre me imaginé que crecían en las dos, pero no había tenido oportunidad de verlo. Debían verse adorables recién nacidos.
Aunque ahora no sabía si recién nacidos se podían transformar.
—Vayamos por el famoso sombrero para que tengas un olor del rastro, uh... chico —tendría que pedirle su nombre después, eso o llamarlo "amigo de Lavey" por siempre, o "hijo de Pulga."
Corrimos donde Jorn, por supuesto, el hombre se iba a resistir, claro. El sombrero seguía teniendo valor... comercial, pero no es que olfatear un sombrero fuese a dañarlo. No hubo que tratar demasiado con su estupidez porque igua el hijo de Pulga podía tomar el olor de lejos, aunque habría sido mejor simplemente de cerca.
—Oh —dije de repente mientras corríamos tras el chico y lo seguíamos cada vez que se movía de un punto a otro a oler—. Ahora... bueno al menos durante un par de días, ¿no somos estrellas y eso? —le pregunté a Reivy. Bueno, era una pregunta retórica, pero me servía una respuesta para estar seguro—. Podemos hacer... escándalo, entonces. Lavey, ¿podrías transformarte en dragón?
Me consideraba una persona tranquila... dentro de lo que cabe. Me gustaba dar esa impresión, especialmente a mí mismo, pero cada vez me encontraba armando más alboroto, lo que me incomodaba. Es solo que cuando se me ocurría, siempre lucía cómo la mejor opción.
Con la pequeña en el aire dibujando señales de fuego en el cielo y estando cercanos a la carpa, la gente pensaría que habría otro show. O no. Podían pensar lo que quisieran, mientras tuviesen curiosidad de venir a vernos. Yo había sido solo un lanza-hachas, pero Reivy nos había presentado...
Y tenía la todopoderosa chistera, sólo comparable en misticidad al sombrero de plumas de Feredico.
Err- bueno, la chistera la tenía yo; pero se la puse. Claro que me la había traído en el golem porque... porque era parte del plan, creo, y le quedaba muy bien. Susurré en su oído lo que debía decir, al menos las bases para que las pintase con el carisma propio y la fama que ya tenía en Ulmer más la que se había hecho la noche pasada. Quizás solo a nosotros y los hombres de Jorn se nos podría escapar su hijo; pero… no podría escaparse de Ulmer entero.
Eso era todo lo que estaba bien.
—Me gusta la ropa ancha —me encogí de hombros—. Y claro que te queda bien, si no, no hubiera insistido tanto para que te la pusieras —dije tomando el sombrero, y poniéndoselo y quitándoselo—, aunque... solo le daría razón a Lavey aquí. La mayoría de las cosas te deben quedar bien mientras no te pongas nada muy fuera de lugar, como mi saco de papas.
Me quede viendo a la niña ante su pregunta. Luego de un par de segundos vi a Reivy, que tampoco hablaba. Ensanché la sonrisa, terminando por reír ante los comentarios de la niña- de la adolescente. Era hilarante, pero probablemente si solo le decía "me das risa" podía o no empezar con lo suyo.
Tendría que decírselo igual porque no me veía aguantando. Le sonreí y negué con la cabeza con lo de que éramos de goma... puede. A este punto y luego de todo eso, a mí me gustaría serlo. Tras un rato más de hablar, alcé la ceja en el punto del tatuaje, era... era exactamente igual.
—Sí, en Sacrestic, una señora... muy anciana, era más cara que arrugas, digo, arrugas que cara, pero tenía el pulso fino como ella sola —asentí, observando el tatuado—. Es cómo raro que estuviese haciendo tatuajes solo por un acertijo... hmm. O no. Supongo que le gusta mucho su trabajo y ya —dije agarrándome la barbilla. Lentamente había perdido el sentido de hacer cosas solo porque te gustaban, o sin esperar algo a cambio.
Pero a veces eso balanceaba, como con las dragonas aceptándome en la casa. Seguro, era por algo; pero no podía decir que fuese solo un asunto de dinero. No podían tratarme mejor. Volví la mirada a Reivy, frunciendo levemente el ceño ante la mención de que conocía también a Owens.
—Mmm —musité, asintiendo. "Excéntrico."
Centré mi atención sobre Lavey, sonriendo ante lo animada que lucia sobre el hecho que era tener cicatrices. Muchas personas se estresaban con solo la idea... ella casi brillaba del orgullo de tenerlas. Ladeé con la cabeza como un "me parece justo" sobre que no quisiera enseñármelas. Ensanché la sonrisa a la pausa, conteniendo atrás una risa para evitar que pensase que me burlaba del asunto...
...o sea sí, pero no me burlaba de ella exactamente ni de su historia, sino de la forma en que la estaba compartiendo.
—El agua es peligrosa —comenté al final de ella—, creo que no he visto a nadie que haya pisado un barco que no tenga heridas... o... hmm, ¿sí? La mujer que les digo se veía impoluta, pero a saber. Nosotros tenemos las nuestras tapadas.
Vi a Reivy cuando le tocaba hablar, estallando en risa al ver su cara cuando la niña alzó la voz. Negué con la cabeza de nuevo, mordiéndome el labio inferior para evitar reírme más mientras Lavey relataba. Entrecerré levemente los ojos; un gato que disparó un virote que se transformó en lanza...
No le di muchas vueltas, sonreí viendo el intercambio entre ambas, y evité decir algo sobre la historia de Lavey por el momento. La niña podía emocionarse en profundizar más e interrumpir de nuevo a Reivy.
—Una balista —murmuré detrás de ella, interesado. Tanto porque me llamaban ese tipo de armas y por el hecho de que le hubiese impactado el proyectil de una y siguiera viva. Lo de perder el brazo por cambiar de forma... sonaba algo terrorífico, no podía ni empezar a imaginármelo bien. Ni cambiaba de forma, ni había estado cerca de perder una extremidad, por mucho que me cayesen a palos donde metiera la cabeza.
—Espera, espera, ¿desde el pecho a la espalda? Con qué se supone qué te dieron...
Una pregunta válida también podría haber sido "¿cómo sigues viva?", pero no me sentía en posición de hacer esa yo.
Podía hacer algo más de conversación, sobre todo de la tía de Lavey, Oromë. No sonaba como un conflicto para que dos de dos hubieran sufrido heridas que sonaban mortales, y si no, cómo mínimo, graves. Pero lucía cansada, no es que yo no lo estuviera. Ya habría tiempo para eso después.
[...]
Me cruce de brazos al entrar a La Garrapata, observando a Lavey a ojos abiertos mientras... exageraba mucho... bastante los hechos. Había surtido efecto, como mínimo. La verdad creo que si solo se le hubiese preguntado al chico sin exagerar nada y hubiera dicho que sí, parecía tener prisa por ayudar a Lavey.
Hm. Alcé una ceja, con media sonrisa.
El chico pronto cambió de forma a la de un lobo, era un poco más pequeño de los que había visto, así que... ambas formas cambiaban. Es decir, siempre me imaginé que crecían en las dos, pero no había tenido oportunidad de verlo. Debían verse adorables recién nacidos.
Aunque ahora no sabía si recién nacidos se podían transformar.
—Vayamos por el famoso sombrero para que tengas un olor del rastro, uh... chico —tendría que pedirle su nombre después, eso o llamarlo "amigo de Lavey" por siempre, o "hijo de Pulga."
Corrimos donde Jorn, por supuesto, el hombre se iba a resistir, claro. El sombrero seguía teniendo valor... comercial, pero no es que olfatear un sombrero fuese a dañarlo. No hubo que tratar demasiado con su estupidez porque igua el hijo de Pulga podía tomar el olor de lejos, aunque habría sido mejor simplemente de cerca.
—Oh —dije de repente mientras corríamos tras el chico y lo seguíamos cada vez que se movía de un punto a otro a oler—. Ahora... bueno al menos durante un par de días, ¿no somos estrellas y eso? —le pregunté a Reivy. Bueno, era una pregunta retórica, pero me servía una respuesta para estar seguro—. Podemos hacer... escándalo, entonces. Lavey, ¿podrías transformarte en dragón?
Me consideraba una persona tranquila... dentro de lo que cabe. Me gustaba dar esa impresión, especialmente a mí mismo, pero cada vez me encontraba armando más alboroto, lo que me incomodaba. Es solo que cuando se me ocurría, siempre lucía cómo la mejor opción.
Con la pequeña en el aire dibujando señales de fuego en el cielo y estando cercanos a la carpa, la gente pensaría que habría otro show. O no. Podían pensar lo que quisieran, mientras tuviesen curiosidad de venir a vernos. Yo había sido solo un lanza-hachas, pero Reivy nos había presentado...
Y tenía la todopoderosa chistera, sólo comparable en misticidad al sombrero de plumas de Feredico.
Err- bueno, la chistera la tenía yo; pero se la puse. Claro que me la había traído en el golem porque... porque era parte del plan, creo, y le quedaba muy bien. Susurré en su oído lo que debía decir, al menos las bases para que las pintase con el carisma propio y la fama que ya tenía en Ulmer más la que se había hecho la noche pasada. Quizás solo a nosotros y los hombres de Jorn se nos podría escapar su hijo; pero… no podría escaparse de Ulmer entero.
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Lavey seguía a Eristoff, el hijo de Pulga, de cerca mientras Anders y yo íbamos al trote unos metros más atrás.
Como cazadora que era, la muchacha tenía buen fondo, claro que también influía la edad y el hecho de estar cazando a un humano con un perro de presa... bueno, un lobo en realidad, pero estaba tan domesticado que a Eristoff le quedaba mejor ser un perro que un lobo.
-Pulga lleva semanas diciéndome que contrate a Eristoff como aprendiz. -Le comenté al elfo. -Esta coladito por Vey hasta los huesos, pero sinceramente, no quiero tener a alguien en el taller que se la pase tirándome el martillo al pie. ¿Viste lo que hizo con las jarras? el chaval se vuelve lerdo cada vez que aparece mi hija. -Sonreí de medio lado al oír a Anders. -Sí, supongo que estamos en lo alto de nuestra carrera circense. ¿Escándalo?
Lavey dejó de correr al escuchar la llamada de Almuerzo, Eristoff clavó las garras en el suelo, parando en seco, y con la lengua fuera dio media vuelta siguiendo a la rubia.
-Sí, seguro. Puedo hacerlo... -La lagartija se separó unos metros del grupo. -Pero no te acostumbres a esto. No te vayas a creer que hago caso al primero que me pide que me transforme.
-¿En que estas pensado, Fideo? -La gente no tardó en congregarse al ver a mi hija haciendo piruetas sobre la carpa. -No creo que podamos encontrar a... -Todo se hizo negro. -¡Ey! ¿Quién apagó el sol? -Un susurro apareció en mi oído, guardé silencio y le respondí en voz baja. -Tarado.
Estiré la espalda sin levantar la cabeza, pasé la mano por el ala de la chistera, colocándola correctamente, y adelanté un pie, dejando la pierna estirada.
-Querida gente de Ulmer. -Comencé, manteniendo la posición. -El circo de Jorn os ha preparado un último espectáculo, ¡un juego! -Alcé la cabeza al mismo tiempo que plegaba la pierna. -Todo el mundo está invitado a participar, porque... ¡¿Que mejor ciudad que esta para una cacería!? -Golpeé el ala de la chistera con un dedo desde abajo, levantándola hasta dejar ver mis ojos y una amplia sonrisa. El público aplaudió animado. -Todos conocéis la caza del zorro, ¿cierto? -La multitud coreó un "si". -Pues de eso se trata este espectáculo. Solo que no se busca a un zorro, sino a Federico. El bardo de esta compañía e hijo del dueño. ¡Haced valer vuestro rico olfato y vuestro agudo oído! Buscar y atrapar a Federico será vuestra prioridad de hoy. Quien lo consiga deberá llevar al muchacho a mi taller, El reposo del dragón. -Hice una pausa dramática. -¡Quien consiga traerlo obtendrá un cuantioso descuento en su próxima compra!
La gente comenzó a correr en todas direcciones en cualquiera de sus tres combinaciones físicas. El pueblo no tardó en movilizarse y en menos de una hora todos sabían sobre el improvisado juego.
-Eres un elfo muy listo. -Sonreí a Anders sacándome la chistera con una floritura. -¿Que hacemos ahora? buscamos a Federico o esperamos a que la jauría nos lo traiga.
Como cazadora que era, la muchacha tenía buen fondo, claro que también influía la edad y el hecho de estar cazando a un humano con un perro de presa... bueno, un lobo en realidad, pero estaba tan domesticado que a Eristoff le quedaba mejor ser un perro que un lobo.
-Pulga lleva semanas diciéndome que contrate a Eristoff como aprendiz. -Le comenté al elfo. -Esta coladito por Vey hasta los huesos, pero sinceramente, no quiero tener a alguien en el taller que se la pase tirándome el martillo al pie. ¿Viste lo que hizo con las jarras? el chaval se vuelve lerdo cada vez que aparece mi hija. -Sonreí de medio lado al oír a Anders. -Sí, supongo que estamos en lo alto de nuestra carrera circense. ¿Escándalo?
Lavey dejó de correr al escuchar la llamada de Almuerzo, Eristoff clavó las garras en el suelo, parando en seco, y con la lengua fuera dio media vuelta siguiendo a la rubia.
-Sí, seguro. Puedo hacerlo... -La lagartija se separó unos metros del grupo. -Pero no te acostumbres a esto. No te vayas a creer que hago caso al primero que me pide que me transforme.
-¿En que estas pensado, Fideo? -La gente no tardó en congregarse al ver a mi hija haciendo piruetas sobre la carpa. -No creo que podamos encontrar a... -Todo se hizo negro. -¡Ey! ¿Quién apagó el sol? -Un susurro apareció en mi oído, guardé silencio y le respondí en voz baja. -Tarado.
Estiré la espalda sin levantar la cabeza, pasé la mano por el ala de la chistera, colocándola correctamente, y adelanté un pie, dejando la pierna estirada.
-Querida gente de Ulmer. -Comencé, manteniendo la posición. -El circo de Jorn os ha preparado un último espectáculo, ¡un juego! -Alcé la cabeza al mismo tiempo que plegaba la pierna. -Todo el mundo está invitado a participar, porque... ¡¿Que mejor ciudad que esta para una cacería!? -Golpeé el ala de la chistera con un dedo desde abajo, levantándola hasta dejar ver mis ojos y una amplia sonrisa. El público aplaudió animado. -Todos conocéis la caza del zorro, ¿cierto? -La multitud coreó un "si". -Pues de eso se trata este espectáculo. Solo que no se busca a un zorro, sino a Federico. El bardo de esta compañía e hijo del dueño. ¡Haced valer vuestro rico olfato y vuestro agudo oído! Buscar y atrapar a Federico será vuestra prioridad de hoy. Quien lo consiga deberá llevar al muchacho a mi taller, El reposo del dragón. -Hice una pausa dramática. -¡Quien consiga traerlo obtendrá un cuantioso descuento en su próxima compra!
La gente comenzó a correr en todas direcciones en cualquiera de sus tres combinaciones físicas. El pueblo no tardó en movilizarse y en menos de una hora todos sabían sobre el improvisado juego.
-Eres un elfo muy listo. -Sonreí a Anders sacándome la chistera con una floritura. -¿Que hacemos ahora? buscamos a Federico o esperamos a que la jauría nos lo traiga.
Reivy Abadder
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Vi a un costado sonriendo al ver como se acomodaba el sombrero y estiraba la pierna, totalmente metida en el papel. Creo que solo estaba pasando por una fase de negación sobre lo mucho que le encantaba la chistera.
Silbé suavemente mientras la dragona hablaba, mira que inventarse todo eso cuando yo solo le dije "les decimos que tenemos un juego de encontrar a Federico para que al final si puedan verlo”. Me quede viendo a Lavey arriba un momento, y volví la mirada abajo durante el aplauso. «¿Caza del zorro…?»
Al parecer el único que no conocía de eso era yo. No era inmediatamente importante, igual, pero era algo a tener en cuenta. Deducía con mis increíbles habilidades detectivescas que envolvía cazar y un zorro, pero quién sabe.
Me enfoque en lo que pasaba otra vez por lo mismo que todos los demás, la pausa dramática de Reivy, y las palabras que la siguieron
—¿Estás segura de eso? —pregunté a Reivy a mal momento, justo cuando me decía listo—. Er- me… me refiero a lo del descuento —sonreí—, no sé si te convenga atacar a tu bolsillo, esto es para hallar al chico y que Jorn se decida en darnos algo. Aunque siempre te puedo soltar mi parte.
—Oh, y gracias —solté de repente, girándome hacia ella cuando parecía que iba a voltear. Había vuelto a mí su comentario—… aunque yo me considero más bien, uhm... ¡ves! No se me ocurre una palabra, si fuera listo, se me ocurriría una. Ya te diré luego, la mitad de las cosas que planeo se me vienen encima. Una vez literalmente, cuando planee hacer un techo.
Me crucé de brazos, murmurando levemente mientras consideraba lo de volver a su taller ahora que lo había propuesto. Observé alrededor, no todos estaban buscando; pero el grueso sí. Y la gran mayoría eran licántropos, pocas mejores razas, si es que alguna, que ellos para rastrear. Mi única imagen de Federico… no muy alto, algo pálido, pero no podía apostar mis aeros a eso – ni siquiera tenía…
Puse los ojos en blanco. «Centrado, cabezón». Algo pálido, pero nada era seguro con eso de que se había comido una oruga venenosa: lo que también me lo marcaba como tonto, desde la opinión de alguien no muy avispado. De complexión delgada, puede que demasiado para alguien que ganaba tanto dinero… no es que supiera cuánto ganaba en realidad, pero si era tan popular y bueno no debía ser poco. A cuentas prácticas una cosa, seguro comía mejor que muchos, y uno veía gente no gordita pero mantenida en pueblos y villas perdidas en el demonio, así que él estaba me-
Inspiré y negué con la cabeza.
A lo que quería ir es que Federico no era tenía pintas de ser el mejor ladrón de Aerandir y alguien con una aptitud física inferior al promedio, por lo que podría ir demasiado lejos con todo lo que tomo, y no debería ser tan capaz como para no dejar rastro. Tampoco tenía apoyo de los hombres de Jorn, así que “quitándole” el pueblo estaba solo. Pan comido para la población de Ulmer, varios de ellos cazadores.
Otros simple gente salvaje de taberna.
—Creo que podemos esperar, igual pediste que lo llevasen a tu taller, así que uno de los cuatro tendría que estar allí de una forma u otra —respondí, llevándome las manos detrás de la cabeza—. No veo cómo se va a escapar de más de dos docenas de lobos, además creo que nos veríamos raros para todos si buscamos también, ahora que están correteando con eso. Ah, y gracias por atraerlos, Lavey y… —entrecerré los ojos, viendo al joven lobo. Le vi la cara a Reivy un par de segundos y chasqueé los dedos—. Eristoff.
Me rasqué levemente detrás del cuello, poner al chico a buscar ahora sonaba como solo querer tirarle trabajo, pero solo decirle que dejase de hacerlo porque ya no era necesario sonaba como un desprecio… eso y que seguramente estaría feliz de ayudar porque podía estar cerca de la rubia. A mí, que era lentito con las personas–si tan solo los estafadores igual de obvios–que Eris estaba bastante mal por Lavey, pero siempre era bueno tener confirmaciones, y Reivy me la había dado.
—…Pero reconsiderándolo, supongo que deberíamos asegurarnos por cuenta propia. Veamos unos minutos más, con calma, y después volvamos al taller —dije, intentando hablarle con la mirada a Reivy—, podemos empezar por los guardias en las salidas de la ciudad, solo para saber que nadie que luzca cómo Federico ha salido. Y, hmm, compartirles como luce, claro.
«Estoy haciendo esto para que el chico sea feliz un poco más y parece que a Lavey le va el asunto de cazar así sea a gente incluso, así que no hace daño supongo, pero no sé sí te de celos o no que un chico esté tras tu hija; aunque estoy suponiendo que no por la forma tan tranquila y medio bromista que lo dijiste» puede que fuese un mensaje un poquito complicado de transmitir con la mirada.
Pero estaba intentándolo con mucha fuerza. Algo le tenía que llegar.
Estábamos de vuelta en el taller luego de lo cumplido, unos minutos para que floreciera la…
…complicada relación ¿amorosa? Cazadora-perro de caza que había entre Lavey y Eristoff. Fue más fácil volver cuando confirmamos que habían entrado más que abandonado Ulmer en las últimas horas. Más o menos poco después de que yo había llegado de hecho, y abandonar… nadie. Que quisiéramos, al menos, solo un par de caravanas. El tipo más curioso de una algo barbudo; falto de un poco de su meñique y otro dedo ahí, alto, aparentemente guapo, le faltaba un ojo y que tenía una cicatriz en la mejilla derecha…
La memoria del guardia me resultó impresionante, pero estaba… um. Describiéndolo con ese tono. Pobre, se había quedado con las ganas. En fin, lo mismo, Federico no había salido, y con todo Ulmer en búsqueda, no podría salir.
Solo quedaba esperar en lo que honestamente… era una tarde aburrida, es decir que era una tarde encantadora. Sabía llevar los momentos tranquilos, aunque puede que esto fuese solo un reflejo para sentirme… así, tranquilo, luego de considerar los rollos que causaba. Estaba haciendo una escultura de Lavey con el arco tensado, es lo que solía hacer para matar los ratos.
Lo otro era jugar juegos de mesa, pero Reivy no tenía ninguno. Creo. La verdad, no le pregunte, me distraje con la idea de la escultura unos minutos nada más llegar. Durante el transcurso del trabajo se habían acercado varias personas ya a preguntar si otro había devuelto a Federico, a todos les respondía que no, nada por el momento, y seguía esculpiendo. Sin uso de magia, claro está, debía durarme o no tendría que hacer.
Me fue difícil notarlo. Entre la concentración que tenía puesta en la escultura y que necesitaba mucha menos luz para ver; el descenso del sol me pasó por alto. No todo, pero si su inicio y buena parte. Puede que no hubiese llegado a notar nada en primer lugar, pero alguien se acercó al taller.
Con la misma pregunta que todos los demás, por lo que se llevo la misma respuesta. Lo cual no era nada bueno. ¿Las seis y no habían dado con el chico? Más de las seis. Y… desde la mañana, habían sido horas en esto. Cuando el hombre partió me paré del taburete, yendo a buscar a Reivy y Lavey. Pagarle otra visita a Jorn, estaba anclado a la esperanza que sus hombres diesen con Federico.
—No, pero les juro que cuando lo encuentre, ¡lo mato! ¡Lo m-a-t-o! —exclamó, con una vena del cuello luciendo a punto de reventarlo.
Me di vuelta al oír eso, con saber que no lo tenían ellos me bastaba. Jorn era ese tipo de personas que no respondían a las preguntas de sí o no con solo eso, sino otro montón detrás. En su caso, insultos, pero eso puede que fuese cosa de su histeria.
—¡Voy a colgarlo de cabeza, arrancar las plumas del sombrero y hacerle cosquillas con ellas HASTA QUÉ MUERA ASFIXIADO POR FALTA DE AIRE! —exclamó, alzando y tensando los brazos—. ¡Cómo se atreve! ¡El laúd, el laúd! —se volteó hacia susodicho objeto—. ¡Se lo voy a partir en la cabeza, entonces le pagaré a la dragón para que lo repare para partírselo en la cabeza otra vez! ¡Es un inútil! ¡TODOS son unos inútiles! ¡Federico! ¡Ustedes! ¡Los desgraciados qué tengo en pueblos cercanos para que me respondan y no lo hicieron! ¡No hay excusa para no sostener una pluma, clavarla en tinta y mandarme de vuelta una de las palomas, ni que se necesitasen muchos dedos! ¡Nadie sirve! ¡Ulmer no sirve!
Estaba negando con la cabeza y suspirando, de retirada, cuando me paré en seco, tornandome hacia Reivy.
—Hay que correr.
Silbé suavemente mientras la dragona hablaba, mira que inventarse todo eso cuando yo solo le dije "les decimos que tenemos un juego de encontrar a Federico para que al final si puedan verlo”. Me quede viendo a Lavey arriba un momento, y volví la mirada abajo durante el aplauso. «¿Caza del zorro…?»
Al parecer el único que no conocía de eso era yo. No era inmediatamente importante, igual, pero era algo a tener en cuenta. Deducía con mis increíbles habilidades detectivescas que envolvía cazar y un zorro, pero quién sabe.
Me enfoque en lo que pasaba otra vez por lo mismo que todos los demás, la pausa dramática de Reivy, y las palabras que la siguieron
—¿Estás segura de eso? —pregunté a Reivy a mal momento, justo cuando me decía listo—. Er- me… me refiero a lo del descuento —sonreí—, no sé si te convenga atacar a tu bolsillo, esto es para hallar al chico y que Jorn se decida en darnos algo. Aunque siempre te puedo soltar mi parte.
—Oh, y gracias —solté de repente, girándome hacia ella cuando parecía que iba a voltear. Había vuelto a mí su comentario—… aunque yo me considero más bien, uhm... ¡ves! No se me ocurre una palabra, si fuera listo, se me ocurriría una. Ya te diré luego, la mitad de las cosas que planeo se me vienen encima. Una vez literalmente, cuando planee hacer un techo.
Me crucé de brazos, murmurando levemente mientras consideraba lo de volver a su taller ahora que lo había propuesto. Observé alrededor, no todos estaban buscando; pero el grueso sí. Y la gran mayoría eran licántropos, pocas mejores razas, si es que alguna, que ellos para rastrear. Mi única imagen de Federico… no muy alto, algo pálido, pero no podía apostar mis aeros a eso – ni siquiera tenía…
Puse los ojos en blanco. «Centrado, cabezón». Algo pálido, pero nada era seguro con eso de que se había comido una oruga venenosa: lo que también me lo marcaba como tonto, desde la opinión de alguien no muy avispado. De complexión delgada, puede que demasiado para alguien que ganaba tanto dinero… no es que supiera cuánto ganaba en realidad, pero si era tan popular y bueno no debía ser poco. A cuentas prácticas una cosa, seguro comía mejor que muchos, y uno veía gente no gordita pero mantenida en pueblos y villas perdidas en el demonio, así que él estaba me-
Inspiré y negué con la cabeza.
A lo que quería ir es que Federico no era tenía pintas de ser el mejor ladrón de Aerandir y alguien con una aptitud física inferior al promedio, por lo que podría ir demasiado lejos con todo lo que tomo, y no debería ser tan capaz como para no dejar rastro. Tampoco tenía apoyo de los hombres de Jorn, así que “quitándole” el pueblo estaba solo. Pan comido para la población de Ulmer, varios de ellos cazadores.
Otros simple gente salvaje de taberna.
—Creo que podemos esperar, igual pediste que lo llevasen a tu taller, así que uno de los cuatro tendría que estar allí de una forma u otra —respondí, llevándome las manos detrás de la cabeza—. No veo cómo se va a escapar de más de dos docenas de lobos, además creo que nos veríamos raros para todos si buscamos también, ahora que están correteando con eso. Ah, y gracias por atraerlos, Lavey y… —entrecerré los ojos, viendo al joven lobo. Le vi la cara a Reivy un par de segundos y chasqueé los dedos—. Eristoff.
Me rasqué levemente detrás del cuello, poner al chico a buscar ahora sonaba como solo querer tirarle trabajo, pero solo decirle que dejase de hacerlo porque ya no era necesario sonaba como un desprecio… eso y que seguramente estaría feliz de ayudar porque podía estar cerca de la rubia. A mí, que era lentito con las personas–si tan solo los estafadores igual de obvios–que Eris estaba bastante mal por Lavey, pero siempre era bueno tener confirmaciones, y Reivy me la había dado.
—…Pero reconsiderándolo, supongo que deberíamos asegurarnos por cuenta propia. Veamos unos minutos más, con calma, y después volvamos al taller —dije, intentando hablarle con la mirada a Reivy—, podemos empezar por los guardias en las salidas de la ciudad, solo para saber que nadie que luzca cómo Federico ha salido. Y, hmm, compartirles como luce, claro.
«Estoy haciendo esto para que el chico sea feliz un poco más y parece que a Lavey le va el asunto de cazar así sea a gente incluso, así que no hace daño supongo, pero no sé sí te de celos o no que un chico esté tras tu hija; aunque estoy suponiendo que no por la forma tan tranquila y medio bromista que lo dijiste» puede que fuese un mensaje un poquito complicado de transmitir con la mirada.
Pero estaba intentándolo con mucha fuerza. Algo le tenía que llegar.
[...]
Estábamos de vuelta en el taller luego de lo cumplido, unos minutos para que floreciera la…
…complicada relación ¿amorosa? Cazadora-perro de caza que había entre Lavey y Eristoff. Fue más fácil volver cuando confirmamos que habían entrado más que abandonado Ulmer en las últimas horas. Más o menos poco después de que yo había llegado de hecho, y abandonar… nadie. Que quisiéramos, al menos, solo un par de caravanas. El tipo más curioso de una algo barbudo; falto de un poco de su meñique y otro dedo ahí, alto, aparentemente guapo, le faltaba un ojo y que tenía una cicatriz en la mejilla derecha…
La memoria del guardia me resultó impresionante, pero estaba… um. Describiéndolo con ese tono. Pobre, se había quedado con las ganas. En fin, lo mismo, Federico no había salido, y con todo Ulmer en búsqueda, no podría salir.
Solo quedaba esperar en lo que honestamente… era una tarde aburrida, es decir que era una tarde encantadora. Sabía llevar los momentos tranquilos, aunque puede que esto fuese solo un reflejo para sentirme… así, tranquilo, luego de considerar los rollos que causaba. Estaba haciendo una escultura de Lavey con el arco tensado, es lo que solía hacer para matar los ratos.
Lo otro era jugar juegos de mesa, pero Reivy no tenía ninguno. Creo. La verdad, no le pregunte, me distraje con la idea de la escultura unos minutos nada más llegar. Durante el transcurso del trabajo se habían acercado varias personas ya a preguntar si otro había devuelto a Federico, a todos les respondía que no, nada por el momento, y seguía esculpiendo. Sin uso de magia, claro está, debía durarme o no tendría que hacer.
Me fue difícil notarlo. Entre la concentración que tenía puesta en la escultura y que necesitaba mucha menos luz para ver; el descenso del sol me pasó por alto. No todo, pero si su inicio y buena parte. Puede que no hubiese llegado a notar nada en primer lugar, pero alguien se acercó al taller.
Con la misma pregunta que todos los demás, por lo que se llevo la misma respuesta. Lo cual no era nada bueno. ¿Las seis y no habían dado con el chico? Más de las seis. Y… desde la mañana, habían sido horas en esto. Cuando el hombre partió me paré del taburete, yendo a buscar a Reivy y Lavey. Pagarle otra visita a Jorn, estaba anclado a la esperanza que sus hombres diesen con Federico.
[...]
—No, pero les juro que cuando lo encuentre, ¡lo mato! ¡Lo m-a-t-o! —exclamó, con una vena del cuello luciendo a punto de reventarlo.
Me di vuelta al oír eso, con saber que no lo tenían ellos me bastaba. Jorn era ese tipo de personas que no respondían a las preguntas de sí o no con solo eso, sino otro montón detrás. En su caso, insultos, pero eso puede que fuese cosa de su histeria.
—¡Voy a colgarlo de cabeza, arrancar las plumas del sombrero y hacerle cosquillas con ellas HASTA QUÉ MUERA ASFIXIADO POR FALTA DE AIRE! —exclamó, alzando y tensando los brazos—. ¡Cómo se atreve! ¡El laúd, el laúd! —se volteó hacia susodicho objeto—. ¡Se lo voy a partir en la cabeza, entonces le pagaré a la dragón para que lo repare para partírselo en la cabeza otra vez! ¡Es un inútil! ¡TODOS son unos inútiles! ¡Federico! ¡Ustedes! ¡Los desgraciados qué tengo en pueblos cercanos para que me respondan y no lo hicieron! ¡No hay excusa para no sostener una pluma, clavarla en tinta y mandarme de vuelta una de las palomas, ni que se necesitasen muchos dedos! ¡Nadie sirve! ¡Ulmer no sirve!
Estaba negando con la cabeza y suspirando, de retirada, cuando me paré en seco, tornandome hacia Reivy.
—Hay que correr.
Anders
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Re: El de repuesto [Trabajo]
Una sonrisa pícara se ocultaba al público tras la chistera. Aquel descuento no suponía ningún problema, pretendía sacarle un buen pellizco extra a Federico, y en el caso de no conseguirlo bueno... recuperaría la perdida con pequeñas subidas de precio en compras posteriores al premio.
Fruncí el ceño confusa ¿cuatro, de donde salía el cuarto? no sería el golem... Chasqueé la lengua al caer en la cuenta. Anders estaba hablando del hijo de Pulga.
Estaba conforme con la idea del rubio, no teníamos nada mejor que hacer, así que no costaba nada dar una vuelta por el perímetro de la ciudad y preguntar a los guardias.
Alto y tuerto, le falta un trozo de dedo, ¿quién recordaba todos aquellos detalles? ¿Y porque no mencionó nada sobre el contenido de los carromatos?
Eristoff no parecía oler nada en la puerta así que nos marchamos al taller a ver pasar las horas.
El tiempo pasaba lentamente, Lavey fabricaba flechas, Anders fabricaba una Lavey de barro, Eristoff barría el serrín de Lavey con la cola y yo estaba sentada en el alfeizar de la ventana, leyendo un libro sobre el huevo de jade.
Vey se cansó de hacer flechas cuando alzó la cabeza y se dio cuenta de lo que hacía Almuerzo... Sobra decir que desde ese momento la rubia no se separó del elfo, y dedico su tiempo muerto a molestar o posar para el elfo.
-Esto es muy raro. -Bajé de la ventana y dejé el libro en el mostrador. -No hacen más que venir a preguntar, pero nadie lo encuentra. Deberíamos ir a ver a Jorn, puede que sepa algo. Vey tu quédate aquí con Eristoff, por si alguien encontrara a Federico y lo trajera aquí.
La visita al estafador no tuvo muchos resultados, su hijo no estaba allí y sería mejor que no estuviera nunca o acabaría asesinado por su padre.
Le devolví la mirada a Anders y en ese momento recordé al guardia de la puerta sur.
-Tengo una idea de quién puede saber algo. -Comenté. Cuando llegamos a la entrada de Ulmer el guardia seguía en su puesto. -¡Julio! -Estiré los brazos. -¿La gente te sigue llamando "Julio Reciencazado"? -El hombre torció el gesto al oír la pregunta. -oh, vamos. No te pongas así, apenas hace un año que te casaste. Conozco ancianos a los que les siguen llamando así. -Solté una risa calculada. -Yo me lo pasé muy bien en la boda, fue una noche de... perros.
-¿Qué quieres Reivy? -Se limitó a responder Julio.
-Pues quería algo muy concreto, algo que te preguntamos a la mañana y que no respondiste. Tu mujer se llama Sara, ¿cierto? - El tono en mi voz se tornó serio, aunque la sonrisa no se borró del rostro. -Una día de estos me gustaría pasar por vuestra casa. Tengo muchas ganas de hablar con ella sobre tus... atributos. Estoy segura de que le encantara oír la historia de...
-Ya me quedó claro. -Gruñó el guardia. -Eres una lagarta.
-Yo no fui la que te bajó el pantalón, Julio. -Ensanché la sonrisa con picardía. -Recuerdo perfectamente tu risa cuando dije... ¿cómo era? oh, sí. "Esta no es la boca del lobo, pero es igual de peligrosa" Sabias muy bien dónde y en quien te metías. -Julio apretó las manos y tensó la mandíbula al tiempo que se le subían los colores. -¿Donde esta Federico?
-Se fue de la ciudad ayer por la noche, mientras hacíais el espectáculo. Dijo que tenía la oportunidad de montar su propio grupo.
-No fue tan difícil, ¿verdad? -Miré a Anders un segundo antes de cruzar la puerta de la ciudad. -Dale recuerdos a Sara de mi parte. -Cuando nos alejamos lo suficiente paré en seco y sonreí con complicidad. -Entre tú y yo, Fideo. Su mujer lame mejor. -Reí con fuerza al ver la cara del elfo. Hacia demasiadas horas que no me metía con él. -Y sé que tu estas deseando montar a este dragón.
Dejé caer la frase, esperé un par de segundos y luego cambie de forma. Jamás me cansare del doble sentido.
-Solo hay una norma. -Comuniqué con la atronadora voz que me confería el anillo. -Los cuernos no se tocan.
Y sin más, alcé el vuelo y seguimos el camino.
Anders hizo algunas preguntas al llegar al pueblo aledaño y descubrió, que el grupo de Federico había salido de allí al medio día.
No fue difícil suponer que fue el mismo Julio el que corrió a avisar al juglar, al oír la noticia del juego con el que se pretendía capturarlo.
Federico tampoco era muy listo, o a lo mejor era muy confiado y se pensaba que ya no lo alcanzarían... en cualquier caso el chaval estaba errado, porque antes que acabara la hora de cenar lo encontramos parado en el borde del camino, desmontando los carros para preparar el campamento.
Lo más divertido de todo fue el grito de mujer que pegó el rapaz cuando nos vio llegar desde arriba. Tan solo tuve que añadir un rugido para que Federico sacara la bolsa de oro y pidiera piedad. El pobre creía que nos enviaba su padre.
Con los bolsillos llenos y una anécdota en la cabeza, Anders y yo regresamos al taller. Aunque nos quedamos a medio camino, en la villa donde Federico se había reunido con su gente. Faltaba poco para la media noche y no tenía ganas de volar por más tiempo.
-Pasaremos la noche en la villa. -Decía mientras mis cuernos termina de desaparecer entre la cabellera. -Saldremos mañana, después de desayunar.
Fruncí el ceño confusa ¿cuatro, de donde salía el cuarto? no sería el golem... Chasqueé la lengua al caer en la cuenta. Anders estaba hablando del hijo de Pulga.
Estaba conforme con la idea del rubio, no teníamos nada mejor que hacer, así que no costaba nada dar una vuelta por el perímetro de la ciudad y preguntar a los guardias.
Alto y tuerto, le falta un trozo de dedo, ¿quién recordaba todos aquellos detalles? ¿Y porque no mencionó nada sobre el contenido de los carromatos?
Eristoff no parecía oler nada en la puerta así que nos marchamos al taller a ver pasar las horas.
El tiempo pasaba lentamente, Lavey fabricaba flechas, Anders fabricaba una Lavey de barro, Eristoff barría el serrín de Lavey con la cola y yo estaba sentada en el alfeizar de la ventana, leyendo un libro sobre el huevo de jade.
Vey se cansó de hacer flechas cuando alzó la cabeza y se dio cuenta de lo que hacía Almuerzo... Sobra decir que desde ese momento la rubia no se separó del elfo, y dedico su tiempo muerto a molestar o posar para el elfo.
-Esto es muy raro. -Bajé de la ventana y dejé el libro en el mostrador. -No hacen más que venir a preguntar, pero nadie lo encuentra. Deberíamos ir a ver a Jorn, puede que sepa algo. Vey tu quédate aquí con Eristoff, por si alguien encontrara a Federico y lo trajera aquí.
La visita al estafador no tuvo muchos resultados, su hijo no estaba allí y sería mejor que no estuviera nunca o acabaría asesinado por su padre.
Le devolví la mirada a Anders y en ese momento recordé al guardia de la puerta sur.
-Tengo una idea de quién puede saber algo. -Comenté. Cuando llegamos a la entrada de Ulmer el guardia seguía en su puesto. -¡Julio! -Estiré los brazos. -¿La gente te sigue llamando "Julio Reciencazado"? -El hombre torció el gesto al oír la pregunta. -oh, vamos. No te pongas así, apenas hace un año que te casaste. Conozco ancianos a los que les siguen llamando así. -Solté una risa calculada. -Yo me lo pasé muy bien en la boda, fue una noche de... perros.
-¿Qué quieres Reivy? -Se limitó a responder Julio.
-Pues quería algo muy concreto, algo que te preguntamos a la mañana y que no respondiste. Tu mujer se llama Sara, ¿cierto? - El tono en mi voz se tornó serio, aunque la sonrisa no se borró del rostro. -Una día de estos me gustaría pasar por vuestra casa. Tengo muchas ganas de hablar con ella sobre tus... atributos. Estoy segura de que le encantara oír la historia de...
-Ya me quedó claro. -Gruñó el guardia. -Eres una lagarta.
-Yo no fui la que te bajó el pantalón, Julio. -Ensanché la sonrisa con picardía. -Recuerdo perfectamente tu risa cuando dije... ¿cómo era? oh, sí. "Esta no es la boca del lobo, pero es igual de peligrosa" Sabias muy bien dónde y en quien te metías. -Julio apretó las manos y tensó la mandíbula al tiempo que se le subían los colores. -¿Donde esta Federico?
-Se fue de la ciudad ayer por la noche, mientras hacíais el espectáculo. Dijo que tenía la oportunidad de montar su propio grupo.
-No fue tan difícil, ¿verdad? -Miré a Anders un segundo antes de cruzar la puerta de la ciudad. -Dale recuerdos a Sara de mi parte. -Cuando nos alejamos lo suficiente paré en seco y sonreí con complicidad. -Entre tú y yo, Fideo. Su mujer lame mejor. -Reí con fuerza al ver la cara del elfo. Hacia demasiadas horas que no me metía con él. -Y sé que tu estas deseando montar a este dragón.
Dejé caer la frase, esperé un par de segundos y luego cambie de forma. Jamás me cansare del doble sentido.
-Solo hay una norma. -Comuniqué con la atronadora voz que me confería el anillo. -Los cuernos no se tocan.
Y sin más, alcé el vuelo y seguimos el camino.
Anders hizo algunas preguntas al llegar al pueblo aledaño y descubrió, que el grupo de Federico había salido de allí al medio día.
No fue difícil suponer que fue el mismo Julio el que corrió a avisar al juglar, al oír la noticia del juego con el que se pretendía capturarlo.
Federico tampoco era muy listo, o a lo mejor era muy confiado y se pensaba que ya no lo alcanzarían... en cualquier caso el chaval estaba errado, porque antes que acabara la hora de cenar lo encontramos parado en el borde del camino, desmontando los carros para preparar el campamento.
Lo más divertido de todo fue el grito de mujer que pegó el rapaz cuando nos vio llegar desde arriba. Tan solo tuve que añadir un rugido para que Federico sacara la bolsa de oro y pidiera piedad. El pobre creía que nos enviaba su padre.
Con los bolsillos llenos y una anécdota en la cabeza, Anders y yo regresamos al taller. Aunque nos quedamos a medio camino, en la villa donde Federico se había reunido con su gente. Faltaba poco para la media noche y no tenía ganas de volar por más tiempo.
-Pasaremos la noche en la villa. -Decía mientras mis cuernos termina de desaparecer entre la cabellera. -Saldremos mañana, después de desayunar.
Reivy Abadder
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