Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Ingelita corrió y arrastró a Fëanor por el bosque -¡PARA! ¡PAAARAAA! ¡INSENSATA!- le gritaba el elfo a la desbocada dragona que lo único que quería era poner tierra de por medio entre ella y la horda de esponjosos roedores del terror. -¡PARAAA QUE SE NOS QUEDÓ BOLTI!- exclamó el muchacho con la esperanza de que la rubia frenara. Y tuvo razón. Clavó los talones en la tierra del bosque, frenando abruptamente. -¿QUE SE NOS QUEDÓ QUÉ?- preguntó gritando, mirando al elfito con espanto. -¡BOLTI!- respondió él, a los gritos también.
La joven dragona se puso blanca -Tenemos que volver por él- dijo, mirando a Fëanor con los ojos muy abiertos, pero no se movió. El elfo no entendía qué pasaba, él estaba listo para volver sobre sus pasos, pero ella no se movía. La observó unos instantes -Le tienes miedo a los conejos, ¿verdad?- preguntó y la dragona asintió despacio -Es una horda de conejos- dijo ella con un hilo de voz -Una horda completa de conejos... uno solo, venga, que es tierno, pero ¿cientos de ellos? No, eso es una marea en la que no sé nadar- explicó y la angustia se le veía en la cara. -Pero hay que volver por Bolti, está en peligro- afirmó el elfo, poniendo una mano en el hombro de Ingela y buscando contacto visual con ella, quien miraba absorta un punto lejano en el bosque.
Aquello caló hondo en la muchacha -Hay que volver por Bolti porque está en peligro- repitió y su expresión cambió a una más resuelta -No le voy a tener miedo a los conejos, ¡que ardan!- exclamó mientras la energía mágica de su cuerpo se arrebató en un remolino. La chica gritó y su grito se convirtió en un rugido que retumbó por el bosque. De entre las copas de los árboles, emergió la dragona batiendo sus alas, con Fëanor en su lomo[1].
La visión de la feroz dragona surcando el cielo[2] espantó a más de un valiente y a la mitad de los conejos dio media vuelta y huyó para ver el amanecer de un nuevo día.
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6
Uso de habilidades
[1]Don Ancestral [Mágica, 2 usos]
[2]Habitante de los Cielos
La joven dragona se puso blanca -Tenemos que volver por él- dijo, mirando a Fëanor con los ojos muy abiertos, pero no se movió. El elfo no entendía qué pasaba, él estaba listo para volver sobre sus pasos, pero ella no se movía. La observó unos instantes -Le tienes miedo a los conejos, ¿verdad?- preguntó y la dragona asintió despacio -Es una horda de conejos- dijo ella con un hilo de voz -Una horda completa de conejos... uno solo, venga, que es tierno, pero ¿cientos de ellos? No, eso es una marea en la que no sé nadar- explicó y la angustia se le veía en la cara. -Pero hay que volver por Bolti, está en peligro- afirmó el elfo, poniendo una mano en el hombro de Ingela y buscando contacto visual con ella, quien miraba absorta un punto lejano en el bosque.
Aquello caló hondo en la muchacha -Hay que volver por Bolti porque está en peligro- repitió y su expresión cambió a una más resuelta -No le voy a tener miedo a los conejos, ¡que ardan!- exclamó mientras la energía mágica de su cuerpo se arrebató en un remolino. La chica gritó y su grito se convirtió en un rugido que retumbó por el bosque. De entre las copas de los árboles, emergió la dragona batiendo sus alas, con Fëanor en su lomo[1].
La visión de la feroz dragona surcando el cielo[2] espantó a más de un valiente y a la mitad de los conejos dio media vuelta y huyó para ver el amanecer de un nuevo día.
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Uso de habilidades
[1]Don Ancestral [Mágica, 2 usos]
[2]Habitante de los Cielos
Última edición por Ingela el Jue 10 Jun 2021 - 17:15, editado 2 veces
Ingela
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Como de costumbre, su flecha había dado en el blanco. Después de todo, ya es difícil evadir una saeta cuando se la puede ver, más aún cuando el proyectil toma por sorpresa a su víctima. Algunos dirán que es una forma deshonrosa de combatir, pero para Ryuu se trataba más bien de sobrevivir. Usaba sus conocimientos como cazador para defenderse a sí mismo y a sus compañeros, no para entablar duelos honorables. Así es como había sido educado, haciendo lo necesario para sobrevivir.
Con un lacayo caído y los cuatro restantes retenidos gracias a Ayl, el líder conejo se veía muy molesto. No se tomó el trabajo de ayudar a sus seguidores a liberarse, quién sabe si se trataba de confianza en ellos o mero desdén. Sea como sea, parecía completamente enfocado en Hazel.
-Seguro que puede encargarse del líder él solo. Lo mejor sería acabar con el resto para que no reciba apoyo. Si hace falta, podemos ayudar a Hazel luego...- El arquero murmuraba, considerando diferentes posibilidades para su siguiente movimiento. El pequeño dragón amarillo, ahora posado en su hombro izquierdo, lo observaba y asentía cada cierto tiempo, como si estuviera tomando nota de las ideas. Cuando Ryuu mencionó las ataduras creadas por Aylizz, la criaturita empezó a dar pequeños golpes con su cabecita en la cara del ave, llamando su atención.
-Quédate quieto de una vez, lagartija, van a descubrirnos. ¿Y por qué rayos estás aquí en vez de acompañar a tu dueña?- Ya había soportado suficiente tiempo a animalillo como para tener que hacer de niñera en situaciones como ésa, y la falta de paciencia lo demostraba.
Bolt señalaba con gestos de su cabeza a los hombres bestia atrapados, aún luchando por zafarse de las raíces, mientras soltaba pequeñas ascuas de su boca, para luego señalar las flechas de Ryuu. Éste no comprendía qué le ocurría al bichejo en un principio, pero luego se percató de qué era lo que intentaba decir.
-Ok, es una gran idea, no lo voy a negar. No esperaba eso de una iguana alada como tú...-
El arquero sacó una flecha de su carcaj, acercándola a su hombro. Rápidamente, Bolt la encendió con una pequeña llama y el pájaro disparó a uno de los hombres conejo. Distraída por sus intentos de escape, la víctima no detectó el ataque y el fuego se propagó a buena velocidad por sus ropas y las raíces que lo apresaban.
Mientras el segundo lacayo caía envuelta en llamas, una enorme sombra oscureció el lugar al surcar el cielo. La sorpresa se reflejaba en el rostro de la manada, así como el terror también hacía acto de presencia en la cara del ave, dejándolo congelado en el lugar.
Con un lacayo caído y los cuatro restantes retenidos gracias a Ayl, el líder conejo se veía muy molesto. No se tomó el trabajo de ayudar a sus seguidores a liberarse, quién sabe si se trataba de confianza en ellos o mero desdén. Sea como sea, parecía completamente enfocado en Hazel.
-Seguro que puede encargarse del líder él solo. Lo mejor sería acabar con el resto para que no reciba apoyo. Si hace falta, podemos ayudar a Hazel luego...- El arquero murmuraba, considerando diferentes posibilidades para su siguiente movimiento. El pequeño dragón amarillo, ahora posado en su hombro izquierdo, lo observaba y asentía cada cierto tiempo, como si estuviera tomando nota de las ideas. Cuando Ryuu mencionó las ataduras creadas por Aylizz, la criaturita empezó a dar pequeños golpes con su cabecita en la cara del ave, llamando su atención.
-Quédate quieto de una vez, lagartija, van a descubrirnos. ¿Y por qué rayos estás aquí en vez de acompañar a tu dueña?- Ya había soportado suficiente tiempo a animalillo como para tener que hacer de niñera en situaciones como ésa, y la falta de paciencia lo demostraba.
Bolt señalaba con gestos de su cabeza a los hombres bestia atrapados, aún luchando por zafarse de las raíces, mientras soltaba pequeñas ascuas de su boca, para luego señalar las flechas de Ryuu. Éste no comprendía qué le ocurría al bichejo en un principio, pero luego se percató de qué era lo que intentaba decir.
-Ok, es una gran idea, no lo voy a negar. No esperaba eso de una iguana alada como tú...-
El arquero sacó una flecha de su carcaj, acercándola a su hombro. Rápidamente, Bolt la encendió con una pequeña llama y el pájaro disparó a uno de los hombres conejo. Distraída por sus intentos de escape, la víctima no detectó el ataque y el fuego se propagó a buena velocidad por sus ropas y las raíces que lo apresaban.
Mientras el segundo lacayo caía envuelta en llamas, una enorme sombra oscureció el lugar al surcar el cielo. La sorpresa se reflejaba en el rostro de la manada, así como el terror también hacía acto de presencia en la cara del ave, dejándolo congelado en el lugar.
Shinoroa Ryuu
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Cuando las raíces atraparon a la mayoría de los que le rodeaban, Hazelas supo de inmediato de quien se trataba puesto que ya lo había experimentado por cuenta propia.
—¡Descuida! No te molestarán.—
-Aylizz eres la mejor, nunca cambies-
Exclamo el rubio a la rubia mientras sonreía, con la asistencia de la elfa a quien le confió a los conejos atrapados, ahora nada podría interferir en aquel duelo contra el líder conejo. -Aquellos trucos no servirán por mucho...- el conejo quedo a mitad de la frase cuando tuvo que intercambiar espadazos con el no-elfo que arremetía vigorosamente contra el hombre bestia.
-Ahora que no nos molestaran, me toca devolverte la ternura- dijo Hazelas al momento de sonreír siniestramente mientras blandía su espada con violencia, el conejo por su parte no se quedaba atrás y era notable la forma en la que respondía a los ataques del rubio, el sonido del metal chocando resonaba por el lugar en una batalla que iba escalando literalmente.
En cierto momento Hazelas se elevo con ayuda de un par de explosiones de éter proveniente de sus pies(1), sin embargo, el conejo de un salto se elevo a su misma altura y de un espadazo interrumpió la maniobra que el rubio intentaba llevar a cabo, acto seguido le propino una patada a Zelas, quien debido a la potencia del golpe fue elevado aun mas por los aires, el conejo cayo a tierra e inmediatamente volvió a subir, gracias a un potente salto que realizo.
El rugido proveniente del bosque no los detuvo, Hazelas una vez perdió el momentum generado por el golpe, se mantuvo en el aire gracias a breves explosiones de éter proveniente de sus pies, en intervalos de 3 segundos(1.1) observo al dragón que se acercaba y al percibir el éter que emanaba esbozo una sonrisa(2). intercambio nuevamente espadazos con el conejo a quien mantuvo suspendido en el aire solo por la potencia de los golpes que blandían ambos con sus espadas.
-No se que clase de magia estas usando, pero esto no durara mucho-
-En eso tienes razón, esto esta por acabarse... pero no para mi-
Finalmente luego de un trabajo consistente con su espada, Hazel cosechaba los frutos al romper la espada del conejo la cual finalmente sucumbió ante los golpes de la espada ridículamente grande y encantada del no-elfo, aquello tomo al hombre bestia por sorpresa y cuando se preparaba para descender, Hazelas avanzo un poco y blandió su espada con toda su fuerza al no tener que preocuparse de que esta impactara en el piso, el conejo se preparo para recibir el corte, pero justo antes de impactarle, el rubio giro sus muñecas, impactando con la parte plana de su espada y dándole un golpe contundente al conejo en la espalda, impulsándolo directamente a las fauces de la dragona.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
-¿Crees que vayan a estar bien?- pregunto la otra elfa mientras veía como se desarrollaban los acontecimientos.
-Fijo, tu primo y los demás parecen saber lo que hacen- respondió la humana mientras seguía lidiando con la sensación de escalofríos que le provocaban las pequeñas creaturas peluditas en grandes cantidades.
-¿No deberías estar ayudándoles?- pregunto de nuevo Nael.
-La ultima vez que luche contra una manada de creaturas pequeñas y peludas me vi superada y tu primo no encontró nada mejor que golpearme con esa estúpida espada gigante que tiene, aun escucho como reventaban esas creaturitas... y dolió mucho... ¿Cuál es tu excusa?- respondió Eve al momento que escuchaban el rugido de la dragona y la veían surcar los aires en dirección hacia donde estaban Hazel y el hombre conejo peleando, también en el aire.
-Si, suena como algo que haría Zelas, yo estoy acá para darte apoyo moral(?)-
Ambas vieron como Hazelas rompía la espada del hombre conejo y procedía a golpearlo con la parte plana de la espada, tanto Nael como Eve señalaron aquella maniobra como lo que Eve había relatado anteriormente, sin embargo, su expresión cambio a una de asco al ver como terminaba el hombre conejo después del encuentro con la dragona.
off: habilidades usadas
1 y 1.1 = Vuelo Fulgido
2 = Don magico
—¡Descuida! No te molestarán.—
-Aylizz eres la mejor, nunca cambies-
Exclamo el rubio a la rubia mientras sonreía, con la asistencia de la elfa a quien le confió a los conejos atrapados, ahora nada podría interferir en aquel duelo contra el líder conejo. -Aquellos trucos no servirán por mucho...- el conejo quedo a mitad de la frase cuando tuvo que intercambiar espadazos con el no-elfo que arremetía vigorosamente contra el hombre bestia.
-Ahora que no nos molestaran, me toca devolverte la ternura- dijo Hazelas al momento de sonreír siniestramente mientras blandía su espada con violencia, el conejo por su parte no se quedaba atrás y era notable la forma en la que respondía a los ataques del rubio, el sonido del metal chocando resonaba por el lugar en una batalla que iba escalando literalmente.
En cierto momento Hazelas se elevo con ayuda de un par de explosiones de éter proveniente de sus pies(1), sin embargo, el conejo de un salto se elevo a su misma altura y de un espadazo interrumpió la maniobra que el rubio intentaba llevar a cabo, acto seguido le propino una patada a Zelas, quien debido a la potencia del golpe fue elevado aun mas por los aires, el conejo cayo a tierra e inmediatamente volvió a subir, gracias a un potente salto que realizo.
El rugido proveniente del bosque no los detuvo, Hazelas una vez perdió el momentum generado por el golpe, se mantuvo en el aire gracias a breves explosiones de éter proveniente de sus pies, en intervalos de 3 segundos(1.1) observo al dragón que se acercaba y al percibir el éter que emanaba esbozo una sonrisa(2). intercambio nuevamente espadazos con el conejo a quien mantuvo suspendido en el aire solo por la potencia de los golpes que blandían ambos con sus espadas.
-No se que clase de magia estas usando, pero esto no durara mucho-
-En eso tienes razón, esto esta por acabarse... pero no para mi-
Finalmente luego de un trabajo consistente con su espada, Hazel cosechaba los frutos al romper la espada del conejo la cual finalmente sucumbió ante los golpes de la espada ridículamente grande y encantada del no-elfo, aquello tomo al hombre bestia por sorpresa y cuando se preparaba para descender, Hazelas avanzo un poco y blandió su espada con toda su fuerza al no tener que preocuparse de que esta impactara en el piso, el conejo se preparo para recibir el corte, pero justo antes de impactarle, el rubio giro sus muñecas, impactando con la parte plana de su espada y dándole un golpe contundente al conejo en la espalda, impulsándolo directamente a las fauces de la dragona.
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-¿Crees que vayan a estar bien?- pregunto la otra elfa mientras veía como se desarrollaban los acontecimientos.
-Fijo, tu primo y los demás parecen saber lo que hacen- respondió la humana mientras seguía lidiando con la sensación de escalofríos que le provocaban las pequeñas creaturas peluditas en grandes cantidades.
-¿No deberías estar ayudándoles?- pregunto de nuevo Nael.
-La ultima vez que luche contra una manada de creaturas pequeñas y peludas me vi superada y tu primo no encontró nada mejor que golpearme con esa estúpida espada gigante que tiene, aun escucho como reventaban esas creaturitas... y dolió mucho... ¿Cuál es tu excusa?- respondió Eve al momento que escuchaban el rugido de la dragona y la veían surcar los aires en dirección hacia donde estaban Hazel y el hombre conejo peleando, también en el aire.
-Si, suena como algo que haría Zelas, yo estoy acá para darte apoyo moral(?)-
Ambas vieron como Hazelas rompía la espada del hombre conejo y procedía a golpearlo con la parte plana de la espada, tanto Nael como Eve señalaron aquella maniobra como lo que Eve había relatado anteriormente, sin embargo, su expresión cambio a una de asco al ver como terminaba el hombre conejo después del encuentro con la dragona.
off: habilidades usadas
1 y 1.1 = Vuelo Fulgido
2 = Don magico
Zelas Hazelmere
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
El rugido que inundó el bosque erizó su piel, haciendo que un escalofrío recorriese su espalda. Aquel estremecedor retumbar, que se hizo eco por todo el bosque, hizo desviar la atención de la elfa y perder la concentración del amarre en el que aún sostenía a quienes rodeaban al espadachín, facilitando que ellos mismos se liberasen. Bueno, no todos. Las llamas de la flecha certera del hombre-pájaro habían debilitado notablemente las defensas del líder orejón. Si, un arco... El arma a distancia por excelencia, la mejor baza para atacar sin sufrir daños. Su padre disponía de un arsenal completo de armas de caza entre las que el arco gobernaba y sin embargo ella había echado mano de la que menos distancia guardaba con el oponente. Una buena herramienta, había pensado al partir, o la que echaría menos en falta. Podía imaginarlo rebosante de furia al descubrir que su material de trabajo y sustento habían sido sustraídos por su hija fugada, de haber escogido otro arma, también lo inútil que habría sido esa elección dado el desconocimiento sobre su manejo. Aunque sus nociones en el manejo del filo eran igual de inexistentes... Definitivamente, su partida no había sido tan premeditada como quería pensar. No obstante, allí estaba, aun respiraba.
La silueta de la dragona sobrevolando sus cabezas se dibujó oscura sobre el suelo, cubriendo en sombra al completo de la horda. Llevó la vista hacia el cielo y maravillada contempló a la criatura. Costaba creer que hacía tan solo unos instantes aquella bestia lucía como una muchacha que podría romperse con sólo mirarla. Renegó de aquel pensamiento al momento, cuántas veces había odiado que vieran en ella una figura de cristal, frágil, a la que proteger sin pararse a pensar en que podría defenderse sola si la dejasen. Claro que pudiendo transformarse en un reptil alado de más de tres metros ella también habría roto con muchos prejuicios. Dragones y su majestuosidad. Y pensar que los ancestros de la jovencita habían dotado a los suyos de sus dotes tanto tiempo atrás y cuánto aun les era desconocido sobre aquellas criaturas o se había olvidado. ¿Cuándo habían dejado de ser importantes? Seres capaces de partir un cuerpo humano en dos de un simple zarpazo, de desmembrar una persona entre sus fauces, de abrasar campos enteros, terminar con la vida en un instante. ¿Cuándo se les había perdido el respeto?
La aparición de Ingela en su figura draconida descentró también al enemigo, faltándoles tiempo a muchos de ellos para arrancar a la carrera en una nada elegante huída. Hazel, sin embargo, supo aprovechar la coyuntura para terminar de derribar a su oponente. Casi costaba asimilar tanta ligereza, destreza y agilidad portando un arma tan grande y pesada. ¡Si a él mismo lo superaba en tamaño! Encantada o no, debía tener fuerza para sostenerla y manejarla, a pesar de no lucir precisamente una abrupta corpulencia como cabría esperar de alguien que maneja tal arma. Aquellas acrobacias, sin duda nacidas de un manejo premeditado y entrenado de su propia luz, casi entretenían al verlas, obviando el sangriento resultado. Tantas formas de manejar el éter, tanto potencial y todavía había gentes en Sandorai que repudiaban el uso del mismo más allá de la sanación tradicional, reduciendo el alcance del poder que podrían llegar a manejar... Tal vez el resultado tras el ataque la bosque sagrado terminase de cambiar aquella concepción. Se sorprendió a sí misma en aquel pensamiento, ¿podría ser que ahora comenzase a entender las palabras del elfo estirado? Sin duda lo acontecido hasta el momento había dado lugar en su cabeza a pensamientos que de no haberse visto en la tesitura de tener que luchar por la supervivencia nunca habría alcanzado.
La figura del hombre-conejo lanzada por los aires hacia las fauces de la dragona la sacó de sus divagaciones. Ya tendría tiempo de darle vueltas a la vida, ahora debía mantenerla. Con la pérdida de su líder una mayoría optó por la retirada, sólo los más valientes -o descerebrados- se quedaron para hacer frente a los que habían optado por no echar a correr entre los árboles. Él por querer enfrentarlos, ella por no dar crédito al peligro que suponía una horda de orejitas y colas pomposas. Uno de los hombres-conejo que se mantuvo en su posición comenzó a emitir sonidos que ella no alcanzó a comprender, ¿había entrado en pánico? ¿Había perdido la cordura? No tardó en comprender que se trataba de algún código de lenguaje que los roedores entendieron, pues comenzaron a amontonarse alrededor del no-elfo como si siguieran órdenes, subiendo encima unos de otros hasta alcanzarlo en altura y comenzar a abalanzarse sobre él. Anonadada, no pudo reaccionar de inmediato, tratando de no perder la seriedad ante lo cómica que se veía la situación. No le faltaba lógica, en realidad. Si podían inmovilizarlo y hacerlo caer, habrían vencido al más temerario. Y habiendo asumido que la dragona podría calcinarlos en segundo, pensarían que mejor sería caer luchando.
La silueta de la dragona sobrevolando sus cabezas se dibujó oscura sobre el suelo, cubriendo en sombra al completo de la horda. Llevó la vista hacia el cielo y maravillada contempló a la criatura. Costaba creer que hacía tan solo unos instantes aquella bestia lucía como una muchacha que podría romperse con sólo mirarla. Renegó de aquel pensamiento al momento, cuántas veces había odiado que vieran en ella una figura de cristal, frágil, a la que proteger sin pararse a pensar en que podría defenderse sola si la dejasen. Claro que pudiendo transformarse en un reptil alado de más de tres metros ella también habría roto con muchos prejuicios. Dragones y su majestuosidad. Y pensar que los ancestros de la jovencita habían dotado a los suyos de sus dotes tanto tiempo atrás y cuánto aun les era desconocido sobre aquellas criaturas o se había olvidado. ¿Cuándo habían dejado de ser importantes? Seres capaces de partir un cuerpo humano en dos de un simple zarpazo, de desmembrar una persona entre sus fauces, de abrasar campos enteros, terminar con la vida en un instante. ¿Cuándo se les había perdido el respeto?
La aparición de Ingela en su figura draconida descentró también al enemigo, faltándoles tiempo a muchos de ellos para arrancar a la carrera en una nada elegante huída. Hazel, sin embargo, supo aprovechar la coyuntura para terminar de derribar a su oponente. Casi costaba asimilar tanta ligereza, destreza y agilidad portando un arma tan grande y pesada. ¡Si a él mismo lo superaba en tamaño! Encantada o no, debía tener fuerza para sostenerla y manejarla, a pesar de no lucir precisamente una abrupta corpulencia como cabría esperar de alguien que maneja tal arma. Aquellas acrobacias, sin duda nacidas de un manejo premeditado y entrenado de su propia luz, casi entretenían al verlas, obviando el sangriento resultado. Tantas formas de manejar el éter, tanto potencial y todavía había gentes en Sandorai que repudiaban el uso del mismo más allá de la sanación tradicional, reduciendo el alcance del poder que podrían llegar a manejar... Tal vez el resultado tras el ataque la bosque sagrado terminase de cambiar aquella concepción. Se sorprendió a sí misma en aquel pensamiento, ¿podría ser que ahora comenzase a entender las palabras del elfo estirado? Sin duda lo acontecido hasta el momento había dado lugar en su cabeza a pensamientos que de no haberse visto en la tesitura de tener que luchar por la supervivencia nunca habría alcanzado.
La figura del hombre-conejo lanzada por los aires hacia las fauces de la dragona la sacó de sus divagaciones. Ya tendría tiempo de darle vueltas a la vida, ahora debía mantenerla. Con la pérdida de su líder una mayoría optó por la retirada, sólo los más valientes -o descerebrados- se quedaron para hacer frente a los que habían optado por no echar a correr entre los árboles. Él por querer enfrentarlos, ella por no dar crédito al peligro que suponía una horda de orejitas y colas pomposas. Uno de los hombres-conejo que se mantuvo en su posición comenzó a emitir sonidos que ella no alcanzó a comprender, ¿había entrado en pánico? ¿Había perdido la cordura? No tardó en comprender que se trataba de algún código de lenguaje que los roedores entendieron, pues comenzaron a amontonarse alrededor del no-elfo como si siguieran órdenes, subiendo encima unos de otros hasta alcanzarlo en altura y comenzar a abalanzarse sobre él. Anonadada, no pudo reaccionar de inmediato, tratando de no perder la seriedad ante lo cómica que se veía la situación. No le faltaba lógica, en realidad. Si podían inmovilizarlo y hacerlo caer, habrían vencido al más temerario. Y habiendo asumido que la dragona podría calcinarlos en segundo, pensarían que mejor sería caer luchando.
Aylizz Wendell
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Ingela se sentía el ser más poderoso de la existencia cada vez que volaba en su forma de dragón.
Invencible.
Majestuosa.
Hermosa.
Las caras de quienes la veían reflejaban un asombro que le hacía reír. Asombro y miedo eran reacciones comunes. En el caso de Ryuu fueron terror, horror pánico y pavor, en ese orden, que contrastaba mucho con la reacción de Thunderbolt, quien daba saltitos de emoción en el hombro del hombre pájaro y emitía soniditos de felicidad. Al ver a su ama volando, el pequeño dragón también alzó vuelo hacia ella pues él también era un orgulloso dragón y sabía que sin él, Ingela no era muy poderosa que digamos.
Antes de lanzar su ataque, Ingela hizo un sobrevuelo que cumplía varias funciones. La primera, darle una vista general de la situación pues desde las alturas el panorama era más completo. La segunda, infundir miedo en sus enemigos; la vista de un gran dragón amedrentaba a más de uno. La tercera, hacer gritar de horror a Fëanor que le tenía miedo a las alturas. ¡Y eso último era beneficioso para ella! Un grito de pánico llamaba a más gritos de pánico.
Su estrategia de blofeo funcionaba bastante bien y se notó al ver cuántos conejos ponían patitas en polvorosa, pero al parecer no impresionó mucho al líder del ataque, quien seguía enfrascado en su pelea con Zelas. El muchacho que parecía elfo era diestro en el manejo de aquella espada sorprendentemente grande. Posiblemente su espada cumplía de la misma manera que el sobrevuelo de la dragona: para amedrentar. Pues si fuese tan pesada como grande es, uno esperaría a alguien con mucho más músculo, ¿cierto?
El último movimiento de Zelas golpeó al líder conejo y este voló hacia la dragona, quien lo atrapó con las fauces, mordiendo su brazo izquierdo. Clavó sus colmillos tan fuertemente, que la sangre saltó hacia atrás y salpicó a Fëanor en la cara. El pobre elfito ahora no solo gritaba por estar en el aire, también por hallarse cubierto de sangre ajena. El que no gritó fue el hombre conejo, quien valientemente resistió el dolor. Ingela pudo haber hecho de aquel su cena, pero prefirió usarlo para amedrentar al resto de conejos. Tal vez, si veían a su líder derrotado, huirían del lugar, así que hizo un último sobrevuelo con el hombre bestia colgando de su hocico antes de aterrizar dramáticamente en medio del camino.
Dejando caer al bestial al suelo, apoyó una de sus patas delanteras sobre él y rugió amenazadora, soplando fuego al rededor1, con su mejor cara de dragona salvaje. Mientras ella hacía ese magistral despliegue de ferocidad bestial, Fëanor se bajaba de su lomo y trataba de controlar el temblor en sus manos. Thunderbolt se posó en el hombro del joven elfo intentando reconfortarlo. Miró a la dragona y luego al hombre conejo que yacía bajo sus garras. -¿Por qué nos has atacado?- preguntó el muchacho que aún no se terminaba de sobreponer al susto. -¡Mira cómo has quedado! ¡Han muerto tus compañeros y tu montura, tú mismo podrías morir ahora si así lo decidiera la dragona y te lo tendrías merecido por atacarnos!- exclamó casi llorando. El pobre Fëanor estaba en shock, además, por estar cubierto de sangre.
El hombre conejo yacía bocabajo, con los ojos cerrados, respirando con dificultad. Perdía mucha sangre y el dolor se hacía insoportable con el pasar de los minutos. Además, la dragona lo pisaba con fuerza. Guardó silencio después que el joven elfo lo cuestionó. -Éramos una aldea pequeña pero próspera- dijo entre jadeos. -Manteníamos la paz entre nosotros, los vecinos y nuestros visitantes- continuó -Vivíamos del fruto de nuestro trabajo en la tierra y lo que no consumíamos, lo intercambiábamos con otros clanes y así manteníamos las vías de comercio- añadió. -Primero llegó la peste... con dificultad pudimos sortear esos tiempos sin pasar necesidades... luego llegó la guerra y eso nos afectó mucho... pero sobrevivimos...- contó y las palabras le salían de la boca con dolor -...pero no hemos podido contra la invasión de los Winter Weasel- confesó y lágrimas rodaron por su rostro.
Ingela, Fëanor y Thunderbolt lo escucharon y sintieron el dolor, la rabia y la tristeza de las palabras del hombre conejo. Ella retiró su pata y se transformó de nuevo en humana. El elfito, quien olvidó el trauma de volar por los cielos y estar cubierto de la sangre del conejo, se acercó a él y comenzó a sanarlo con su imposición de manos2. -¿Tu aldea está invadida por estos Winter Weasel?- preguntó Ingela, que también se había acercado a él. -Sí- respondió el hombre conejo -Han ocupado nuestras casas, secuestrado a nuestros líderes, esclavizado a nuestras mujeres... nos obligan a servirles y entregarles lo que piden... han destruido nuestro hogar y no podemos hacer nada contra ellos- contó -Nos hemos visto forzados a robar a los viajeros pues cada vez piden más y más cosas que no tenemos- dijo y miró al joven elfo con los ojos llenos de lágrimas, agradecido por haberlo curado.
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7
Uso de habilidades
[1]Pasiva racial "Aliento elemental" (Ingela)
[2]Pasiva racial "Imposición de manos" (Fëanor)
Invencible.
Majestuosa.
Hermosa.
Las caras de quienes la veían reflejaban un asombro que le hacía reír. Asombro y miedo eran reacciones comunes. En el caso de Ryuu fueron terror, horror pánico y pavor, en ese orden, que contrastaba mucho con la reacción de Thunderbolt, quien daba saltitos de emoción en el hombro del hombre pájaro y emitía soniditos de felicidad. Al ver a su ama volando, el pequeño dragón también alzó vuelo hacia ella pues él también era un orgulloso dragón y sabía que sin él, Ingela no era muy poderosa que digamos.
Antes de lanzar su ataque, Ingela hizo un sobrevuelo que cumplía varias funciones. La primera, darle una vista general de la situación pues desde las alturas el panorama era más completo. La segunda, infundir miedo en sus enemigos; la vista de un gran dragón amedrentaba a más de uno. La tercera, hacer gritar de horror a Fëanor que le tenía miedo a las alturas. ¡Y eso último era beneficioso para ella! Un grito de pánico llamaba a más gritos de pánico.
Su estrategia de blofeo funcionaba bastante bien y se notó al ver cuántos conejos ponían patitas en polvorosa, pero al parecer no impresionó mucho al líder del ataque, quien seguía enfrascado en su pelea con Zelas. El muchacho que parecía elfo era diestro en el manejo de aquella espada sorprendentemente grande. Posiblemente su espada cumplía de la misma manera que el sobrevuelo de la dragona: para amedrentar. Pues si fuese tan pesada como grande es, uno esperaría a alguien con mucho más músculo, ¿cierto?
El último movimiento de Zelas golpeó al líder conejo y este voló hacia la dragona, quien lo atrapó con las fauces, mordiendo su brazo izquierdo. Clavó sus colmillos tan fuertemente, que la sangre saltó hacia atrás y salpicó a Fëanor en la cara. El pobre elfito ahora no solo gritaba por estar en el aire, también por hallarse cubierto de sangre ajena. El que no gritó fue el hombre conejo, quien valientemente resistió el dolor. Ingela pudo haber hecho de aquel su cena, pero prefirió usarlo para amedrentar al resto de conejos. Tal vez, si veían a su líder derrotado, huirían del lugar, así que hizo un último sobrevuelo con el hombre bestia colgando de su hocico antes de aterrizar dramáticamente en medio del camino.
Dejando caer al bestial al suelo, apoyó una de sus patas delanteras sobre él y rugió amenazadora, soplando fuego al rededor1, con su mejor cara de dragona salvaje. Mientras ella hacía ese magistral despliegue de ferocidad bestial, Fëanor se bajaba de su lomo y trataba de controlar el temblor en sus manos. Thunderbolt se posó en el hombro del joven elfo intentando reconfortarlo. Miró a la dragona y luego al hombre conejo que yacía bajo sus garras. -¿Por qué nos has atacado?- preguntó el muchacho que aún no se terminaba de sobreponer al susto. -¡Mira cómo has quedado! ¡Han muerto tus compañeros y tu montura, tú mismo podrías morir ahora si así lo decidiera la dragona y te lo tendrías merecido por atacarnos!- exclamó casi llorando. El pobre Fëanor estaba en shock, además, por estar cubierto de sangre.
El hombre conejo yacía bocabajo, con los ojos cerrados, respirando con dificultad. Perdía mucha sangre y el dolor se hacía insoportable con el pasar de los minutos. Además, la dragona lo pisaba con fuerza. Guardó silencio después que el joven elfo lo cuestionó. -Éramos una aldea pequeña pero próspera- dijo entre jadeos. -Manteníamos la paz entre nosotros, los vecinos y nuestros visitantes- continuó -Vivíamos del fruto de nuestro trabajo en la tierra y lo que no consumíamos, lo intercambiábamos con otros clanes y así manteníamos las vías de comercio- añadió. -Primero llegó la peste... con dificultad pudimos sortear esos tiempos sin pasar necesidades... luego llegó la guerra y eso nos afectó mucho... pero sobrevivimos...- contó y las palabras le salían de la boca con dolor -...pero no hemos podido contra la invasión de los Winter Weasel- confesó y lágrimas rodaron por su rostro.
Ingela, Fëanor y Thunderbolt lo escucharon y sintieron el dolor, la rabia y la tristeza de las palabras del hombre conejo. Ella retiró su pata y se transformó de nuevo en humana. El elfito, quien olvidó el trauma de volar por los cielos y estar cubierto de la sangre del conejo, se acercó a él y comenzó a sanarlo con su imposición de manos2. -¿Tu aldea está invadida por estos Winter Weasel?- preguntó Ingela, que también se había acercado a él. -Sí- respondió el hombre conejo -Han ocupado nuestras casas, secuestrado a nuestros líderes, esclavizado a nuestras mujeres... nos obligan a servirles y entregarles lo que piden... han destruido nuestro hogar y no podemos hacer nada contra ellos- contó -Nos hemos visto forzados a robar a los viajeros pues cada vez piden más y más cosas que no tenemos- dijo y miró al joven elfo con los ojos llenos de lágrimas, agradecido por haberlo curado.
____________________________
7
Uso de habilidades
[1]Pasiva racial "Aliento elemental" (Ingela)
[2]Pasiva racial "Imposición de manos" (Fëanor)
Ingela
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Ryuu se sentía el ser más insignificante de la existencia cada vez que veía un dragón.
Obviamente, el joven bestia no era capaz de negar la magnificencia de semejantes criaturas, pero tener el conocimiento de que moriría en manos de una de ellas lograría infundirle miedo a cualquiera. Más aún cuando descubrió que los dragones no eran simples bestias salvajes como creía en un principio, sino criaturas con inteligencia y con forma humana, que podrían emboscarlo sin problemas.
Cuando la dragona hizo su aparición, la mente del arquero se detuvo por completo. Escalofríos recorrían su cuerpo, y un sudor helado bajaba por su rostro. No sabía si era posible que sus plumas se erizaran debido al terror, pero sin duda alguna era esa la sensación que lo invadía en ese instante.
Algunos metros debajo de Ryuu, una sustancia blanca y de olor inconfundible caía en el suelo, junto al árbol. El arquero por fin reaccionó debido a la peste.
-Genial, ahora todos pensarán que fui yo. Muchas gracias, pajarito...- murmuraba, molesto, mientras veía con mala cara a una pequeña ave que había decidió hacer sus necesidades a su lado.
Mientras el águila pensaba cómo salvar su imagen, escuchó la explicación del líder de la manada conejil. Por un lado, sintió algo de lástima por su historia, pero por otro no pudo evitar pensar cuánta gente inocente cayó frente a su banda.
Se acercó al resto, sin soltar su arco y flecha, por si acaso... Y sólo cuando Ingela volvió a su forma humana, por si acaso... Y se ubicó lo más lejos posible de ella, de nuevo por si acaso...
-Teniendo semejante destreza con la espada y varios compañeros igual de capaces, ¿realmente la única solución que encontraron fue volverse bandidos? Sé que estoy hablando desde fuera y de seguro la situación no es tan simple, pero con una buena cantidad de guerreros podrían haberse rebelado, o al menos buscar ayuda con la excusa de salir a robar en los caminos... Supongo que no pensaron en aquellos que caían frente a sus hojas, ¿verdad?-
Era una situación extraña y complicada... Ryuu siempre ayudaba a quien necesitara una mano, al menos siempre que se daba la oportunidad. Pero, ¿ahora? Quería ayudar, pero no sabía como sentirse ante la posibilidad de socorrer a un bandido y (quizá) asesino.
Invencible
Majestuosa
¡Aterradoramente escalofriante!
Majestuosa
¡Aterradoramente escalofriante!
Obviamente, el joven bestia no era capaz de negar la magnificencia de semejantes criaturas, pero tener el conocimiento de que moriría en manos de una de ellas lograría infundirle miedo a cualquiera. Más aún cuando descubrió que los dragones no eran simples bestias salvajes como creía en un principio, sino criaturas con inteligencia y con forma humana, que podrían emboscarlo sin problemas.
Cuando la dragona hizo su aparición, la mente del arquero se detuvo por completo. Escalofríos recorrían su cuerpo, y un sudor helado bajaba por su rostro. No sabía si era posible que sus plumas se erizaran debido al terror, pero sin duda alguna era esa la sensación que lo invadía en ese instante.
Algunos metros debajo de Ryuu, una sustancia blanca y de olor inconfundible caía en el suelo, junto al árbol. El arquero por fin reaccionó debido a la peste.
-Genial, ahora todos pensarán que fui yo. Muchas gracias, pajarito...- murmuraba, molesto, mientras veía con mala cara a una pequeña ave que había decidió hacer sus necesidades a su lado.
Mientras el águila pensaba cómo salvar su imagen, escuchó la explicación del líder de la manada conejil. Por un lado, sintió algo de lástima por su historia, pero por otro no pudo evitar pensar cuánta gente inocente cayó frente a su banda.
Se acercó al resto, sin soltar su arco y flecha, por si acaso... Y sólo cuando Ingela volvió a su forma humana, por si acaso... Y se ubicó lo más lejos posible de ella, de nuevo por si acaso...
-Teniendo semejante destreza con la espada y varios compañeros igual de capaces, ¿realmente la única solución que encontraron fue volverse bandidos? Sé que estoy hablando desde fuera y de seguro la situación no es tan simple, pero con una buena cantidad de guerreros podrían haberse rebelado, o al menos buscar ayuda con la excusa de salir a robar en los caminos... Supongo que no pensaron en aquellos que caían frente a sus hojas, ¿verdad?-
Era una situación extraña y complicada... Ryuu siempre ayudaba a quien necesitara una mano, al menos siempre que se daba la oportunidad. Pero, ¿ahora? Quería ayudar, pero no sabía como sentirse ante la posibilidad de socorrer a un bandido y (quizá) asesino.
Shinoroa Ryuu
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Lo vio pero no lo creyó, una torre de pequeños conejitos amenazaba con hacerlo caer violentamente Hazelas estaba sopesando sus opciones mientras saltaba/flotaba/volaba alrededor de la pequeña torre de conejitos(1) "puedo dejarme caer en una estocada y llevarme a tantos pequeñitos como pueda.... O puedo dejar caer la espada sobre los conejitos, aunque eso podría herir a alguien sin querer" pensaba mientras seguía girando alrededor, evitando que los conejitos le atraparan.
Eve y Nael habían vuelto junto al grupo justo a tiempo para escuchar la historia triste del lider de los conejos y su cruzada en busca de un mundo mejor para su aldea, volviendo la vida de los demás viajeros un infierno.
-Zelas mas te valen no hacerle nada a esos conejitos y bajar de una buena vez- grito Nael agitando un puño en el aire.
-Si hieres a otro conejo les diré a todos sobre "eso"- amenazo Eve también agitando un puño en el aire.
-Espera, Zelas tiene trapos sucios que no quiere que nadie sepa?- pregunto la elfa a la joven sin dejar de agitar su puño.
-Todo el mundo tiene trapos sucios, conociendo a Hazel/Zelas, probablemente tenga los suyos... No le digas que no se- comento la joven riendo mientras seguía agitando su puño.
Aquella amenaza sin fundamento había dado todo el resultado del mundo, puesto que el rubio descendía girando estrambóticamente para en los metros finales desatar una seguidilla de explosiones de éter proveniente de sus pies para frenar la velocidad de la caída(2). -Cualquier cosa que salga de su boca es una mentira!- vocifero el rubio, en cuanto a las amenazas de la joven Eve, sin embargo, lo que no esperaba era que el hombre conejo fuera quien le respondiera -Lo que he dicho es cierto, no ha sido nada personal- respondió el hombre conejo acongojado, Hazel volvió a colgar la espada ridículamente grande en su espalda.
-Entonces entiendes que la muerte de tus compañeros tampoco ha sido personal- comento mirando fijamente al conejo.
-Mis decisiones llevaron a este desenlace acepto la responsabilidad- respondió devolviéndole la mirada fija al no-elfo.
La columna gigante de conejitos comenzaba a deshacerse mientras aquel escenario extraño finalmente llegaba a una conclusión el rubio se inclino hacia adelante y se agacho hasta donde su espada se lo permitía para quedar a la misma altura del hombre conejo.
-Bueno ahora que aclaramos eso, ¿Qué te parece si hablamos de negocios?, tienes un problema que por lo visto no puede solucionarse hablando y yo tengo una espada ridículamente grande además de un conjunto de cosas que nadie se espera, y justo para tu buena suerte ando en busca de un trabajo-
-No puedes estar hablando en serio-
-Si le ofreces los aeros correctos, no hay nada que este elf.. Rubio no haga-
[color:e07f=#palegreen]-No te aproveches de las circunstancias Zelas-
-No se quien es Zelas, pero parece un tipo muy elegante, mi nombre es Hazel Wind, Mercenario Legendario-
Eve y Nael se llevaron las manos a la cabeza, sin embargo, el hombre conejo se echo a reir -jajajaja tu lo has dicho, no es nada personal, se de primera mano la clase de soldado que eres, pero necesitaras mas que eso para superar a la tribu Winter Weasel- Hazelas se levanto con una sonrisa en su rostro, -Suena como un trabajo para mi no me oiste, soy Hazel Wind, Mercenario Legendario... Puede que lleve amigos- dijo riendo al momento que la joven Eve se acercaba para tirar un mechón de su cabello -todavía tienes sangre de pony y de conejo sobre ti, será mejor que te des un baño antes de partir a tu trabajo- comento Eve, quitándole cualquier aire de Legendario y de mercenario en un solo movimiento.
off: 1 y 2 = Vuelo Fulgido
Eve y Nael habían vuelto junto al grupo justo a tiempo para escuchar la historia triste del lider de los conejos y su cruzada en busca de un mundo mejor para su aldea, volviendo la vida de los demás viajeros un infierno.
-Zelas mas te valen no hacerle nada a esos conejitos y bajar de una buena vez- grito Nael agitando un puño en el aire.
-Si hieres a otro conejo les diré a todos sobre "eso"- amenazo Eve también agitando un puño en el aire.
-Espera, Zelas tiene trapos sucios que no quiere que nadie sepa?- pregunto la elfa a la joven sin dejar de agitar su puño.
-Todo el mundo tiene trapos sucios, conociendo a Hazel/Zelas, probablemente tenga los suyos... No le digas que no se- comento la joven riendo mientras seguía agitando su puño.
Aquella amenaza sin fundamento había dado todo el resultado del mundo, puesto que el rubio descendía girando estrambóticamente para en los metros finales desatar una seguidilla de explosiones de éter proveniente de sus pies para frenar la velocidad de la caída(2). -Cualquier cosa que salga de su boca es una mentira!- vocifero el rubio, en cuanto a las amenazas de la joven Eve, sin embargo, lo que no esperaba era que el hombre conejo fuera quien le respondiera -Lo que he dicho es cierto, no ha sido nada personal- respondió el hombre conejo acongojado, Hazel volvió a colgar la espada ridículamente grande en su espalda.
-Entonces entiendes que la muerte de tus compañeros tampoco ha sido personal- comento mirando fijamente al conejo.
-Mis decisiones llevaron a este desenlace acepto la responsabilidad- respondió devolviéndole la mirada fija al no-elfo.
La columna gigante de conejitos comenzaba a deshacerse mientras aquel escenario extraño finalmente llegaba a una conclusión el rubio se inclino hacia adelante y se agacho hasta donde su espada se lo permitía para quedar a la misma altura del hombre conejo.
-Bueno ahora que aclaramos eso, ¿Qué te parece si hablamos de negocios?, tienes un problema que por lo visto no puede solucionarse hablando y yo tengo una espada ridículamente grande además de un conjunto de cosas que nadie se espera, y justo para tu buena suerte ando en busca de un trabajo-
-No puedes estar hablando en serio-
-Si le ofreces los aeros correctos, no hay nada que este elf.. Rubio no haga-
[color:e07f=#palegreen]-No te aproveches de las circunstancias Zelas-
-No se quien es Zelas, pero parece un tipo muy elegante, mi nombre es Hazel Wind, Mercenario Legendario-
Eve y Nael se llevaron las manos a la cabeza, sin embargo, el hombre conejo se echo a reir -jajajaja tu lo has dicho, no es nada personal, se de primera mano la clase de soldado que eres, pero necesitaras mas que eso para superar a la tribu Winter Weasel- Hazelas se levanto con una sonrisa en su rostro, -Suena como un trabajo para mi no me oiste, soy Hazel Wind, Mercenario Legendario... Puede que lleve amigos- dijo riendo al momento que la joven Eve se acercaba para tirar un mechón de su cabello -todavía tienes sangre de pony y de conejo sobre ti, será mejor que te des un baño antes de partir a tu trabajo- comento Eve, quitándole cualquier aire de Legendario y de mercenario en un solo movimiento.
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Acortó las distancias cuando la dragona tomó tierra, envolviendo en llamas todo alrededor. Dudó un momento de que aquello hubiera sido del todo necesario, la mayoría de los enemigos habían salido brincando del lugar en el mismo instante en que la sombra alada cubrió el cielo y ya tenía al jefe bajo sus garras, más muerto que vivo. Se encogió de hombros, suponiendo que aquel acto también formaba parte del espectáculo que una debe dar si se muestra en tal forma, los dragones escupen fuego y por si alguien se atrevía a dudarlo mejor dar una muestra de ello.
A duras penas alcanzó a escuchar las explicaciones que el hombre-conejo dio como respuesta a las increpancias de Fëanor acerca de su desafortunado ataque, no obstante, parecieron ser suficientes para atravesar las escamas de Ingela y conmoverla, optando esta por volver a su forma humana y liberar de su agarre al líder de los atacantes. Frunció el ceño y resopló ante su narración de los hechos, no era la primera vez que escuchaba una historia así, que se topaba con tipos así, un pueblo oprimido que se armaba contra inocentes y viajeros en lugar de usar esas habilidades de lucha contra quienes los sometían. El pájaro arquero pareció dar con el punto, leyendo su propia mente, limitándose la elfa a asentir en acuerdo con sus palabras. Sin embargo, la única respuesta brindada fue una cabizbaja mirada hacia el suelo, plagada de impotencia, dolor y arrepentimiento.
La voz del no-elfo irrumpió en el incómodo silencio, obteniendo, ahora sí, una respuesta del cabecilla de aquellos bandidos de poca monta, si es que podía considerarlos como tal. Ella arqueó entonces una ceja ante la proposición de Hazel. ¿Negocios? Sería codicioso... Cualquier oportunidad parecía venirle al pelo para postular su espada al servicio de cualquiera que pudiera pagar unas monedas. Ajá, un mercenario, él mismo lo había confirmado. El rubio hablaba con seguridad, casi como si conociera ya de antemano a quienes enfrentaría en el poblado de los conejos, con aires de grandeza y de ser el imbatible portador de la zumbanana. Su despreocupación casi era hasta cómica, tanto que ahogó una risa ante sus enorgullecidas palabras, que no lograban ser rebatidas por ninguna de las dos acompañantes que trataban de hacerle ver la realidad.
Dedicó entonces una mirada al resto del grupo. En ningún momento el antes llamado Zelas los había implicado, la iniciativa de aquel negocio parecía incumbirle únicamente a él y aun dudaba si con aquellos amigos de los que hablaba se refería a ellos o tenía en mente sacarse de la mano algún otro truco. Una dragona, un arquero, una iguana voladora, un joven elfo al que todavía le temblaban las piernas, una desconocida humana, una desconocida elfa, un no-elfo con una espada ridículamente grande y ella. Curiosa compañía. Y numerosa. No tanto para un enfrentamiento, pero sí para repartir un botín que no esperaba que pudiera ser cuantioso, dadas las circunstancias. Eso si todos se mostraban dispuestos, claro. ¿Y ella? ¿Lo estaba? Aun quedaba buen trecho hasta la capital y ya contaba con ahorros suficientes. Además, su condición tampoco la hacía una guerrera y por experiencia sabía que entrometerse en enredos ajenos, que además implican sublevaciones y deslealtades, a menudo tendían a engordarse como una bola de nieve rodando colina abajo. Tampoco podía dedicarse a salvar a aquellos que ni habían tratado de salvarse por sí mismos, no era una heroína envuelta en armadura. Sin embargo... Agg. Gruñó para sí, resignada. De entre todas sus opciones, ¿por qué siempre optaba por la menos conveniente?
—¿Y quiénes son esos Winter Weasel?— consultó la elfa, queriendo disponer de toda la información posible antes de determinar si aquella empresa la convenía —¿Tan poderosos y temibles son para adueñarse de una aldea entera sin encontrar oposición?
A duras penas alcanzó a escuchar las explicaciones que el hombre-conejo dio como respuesta a las increpancias de Fëanor acerca de su desafortunado ataque, no obstante, parecieron ser suficientes para atravesar las escamas de Ingela y conmoverla, optando esta por volver a su forma humana y liberar de su agarre al líder de los atacantes. Frunció el ceño y resopló ante su narración de los hechos, no era la primera vez que escuchaba una historia así, que se topaba con tipos así, un pueblo oprimido que se armaba contra inocentes y viajeros en lugar de usar esas habilidades de lucha contra quienes los sometían. El pájaro arquero pareció dar con el punto, leyendo su propia mente, limitándose la elfa a asentir en acuerdo con sus palabras. Sin embargo, la única respuesta brindada fue una cabizbaja mirada hacia el suelo, plagada de impotencia, dolor y arrepentimiento.
La voz del no-elfo irrumpió en el incómodo silencio, obteniendo, ahora sí, una respuesta del cabecilla de aquellos bandidos de poca monta, si es que podía considerarlos como tal. Ella arqueó entonces una ceja ante la proposición de Hazel. ¿Negocios? Sería codicioso... Cualquier oportunidad parecía venirle al pelo para postular su espada al servicio de cualquiera que pudiera pagar unas monedas. Ajá, un mercenario, él mismo lo había confirmado. El rubio hablaba con seguridad, casi como si conociera ya de antemano a quienes enfrentaría en el poblado de los conejos, con aires de grandeza y de ser el imbatible portador de la zumbanana. Su despreocupación casi era hasta cómica, tanto que ahogó una risa ante sus enorgullecidas palabras, que no lograban ser rebatidas por ninguna de las dos acompañantes que trataban de hacerle ver la realidad.
Dedicó entonces una mirada al resto del grupo. En ningún momento el antes llamado Zelas los había implicado, la iniciativa de aquel negocio parecía incumbirle únicamente a él y aun dudaba si con aquellos amigos de los que hablaba se refería a ellos o tenía en mente sacarse de la mano algún otro truco. Una dragona, un arquero, una iguana voladora, un joven elfo al que todavía le temblaban las piernas, una desconocida humana, una desconocida elfa, un no-elfo con una espada ridículamente grande y ella. Curiosa compañía. Y numerosa. No tanto para un enfrentamiento, pero sí para repartir un botín que no esperaba que pudiera ser cuantioso, dadas las circunstancias. Eso si todos se mostraban dispuestos, claro. ¿Y ella? ¿Lo estaba? Aun quedaba buen trecho hasta la capital y ya contaba con ahorros suficientes. Además, su condición tampoco la hacía una guerrera y por experiencia sabía que entrometerse en enredos ajenos, que además implican sublevaciones y deslealtades, a menudo tendían a engordarse como una bola de nieve rodando colina abajo. Tampoco podía dedicarse a salvar a aquellos que ni habían tratado de salvarse por sí mismos, no era una heroína envuelta en armadura. Sin embargo... Agg. Gruñó para sí, resignada. De entre todas sus opciones, ¿por qué siempre optaba por la menos conveniente?
—¿Y quiénes son esos Winter Weasel?— consultó la elfa, queriendo disponer de toda la información posible antes de determinar si aquella empresa la convenía —¿Tan poderosos y temibles son para adueñarse de una aldea entera sin encontrar oposición?
Aylizz Wendell
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Re: Hacia Lunargenta... otra vez [CERRADO]
Exceptuando al no-elfo, los demás parecían desconfiar de las palabras e intenciones del hombre conejo. Razón tenían, ¿por qué en lugar de echar a los invasores, atacaban a los viajeros? La hermosa elfa dio en el punto, haciendo la pregunta que a Ingela se le cruzaba por la cabeza, así que esperó la respuesta.
-¡Claro que pensamos en quienes son nuestras víctimas! ¡Claro que sentimos vergüenza y culpa! Pero, entre la ida de perfectos desconocidos y nuestra aldea, ¿cómo debemos actuar? ¿Dejar que los maten a todos?- respondió el líder conejo a Ryuu con evidente frustración
-Cálmate, Shingi- pidió una voz suplicante, aguda y chillona. Una pequeña coneja blanca como la nieve, de ojos rojos, cola de pompón esponjoso y nariz rosada apareció saltando hasta quedar junto a aquel a quien había llamado por su nombre. Miró a todos los miembros del variopinto grupo, uno a uno, inclinando levemente la cabeza en forma de saludo. Su actitud y postura eran diferentes a las del líder de los conejos, esta, a pesar de estar vestida con una armadura común, tenía un aire prestante y formas mucho más educadas que el otro. -Soy Glory Whitebuns, la última de las hijas del Jarl de nuestro clan- se presentó ante ellos, mirándolos con sus melancólicos ojos de coneja. Luego miró a la elfa y respondió sus preguntas.
-Los Winter Weasel es un grupo temible de los Bosques del Este, liderados por Ashar, maestro arcanista, quien tiene a mi padre y toda mi familia presa. Ha matado a mi hermano mayor, el primer heredero, así que sabemos que no perdonará a ninguno si nos oponemos y enviamos a nuestros hombres y mujeres a luchar contra ellos. Además, ni con todas nuestras fuerzas ujuntas podemos derrotarlos. Solo vean lo que ha ocurrido aquí; nos han doblegado y ellos son tan o más fuertes que ustedes, sin contar con que son más. Despiadados, crueles y vengativos, no hay manera de que nosotros podamos enfrentarlos y sobrevivir. Pero si contáramos con vuestra ayuda... creo que tendríamos una oportunidad- dijo la joven coneja.
Los ojos de Ingela se llenaron de lágrimas -No... espera Ingela, piénsalo- pidió Fëanor intentando detener lo que sabía que ocurriría, pero sus palabras no fueron atendidas -¡SÍ!- exclamó la joven dragona a punto de llorar -¡Los ayudaremos! ¡De verdad los ayudaremos!- exclamó, conmovida por la triste historia que contó Glory. El elfo se llevó las manos a la cabeza, suspiró y revisó la mochila -Sí, contamos con suficientes pócimas sanadoras, Bolti- dijo, consolándose un poco.
-¡Claro que pensamos en quienes son nuestras víctimas! ¡Claro que sentimos vergüenza y culpa! Pero, entre la ida de perfectos desconocidos y nuestra aldea, ¿cómo debemos actuar? ¿Dejar que los maten a todos?- respondió el líder conejo a Ryuu con evidente frustración
-Cálmate, Shingi- pidió una voz suplicante, aguda y chillona. Una pequeña coneja blanca como la nieve, de ojos rojos, cola de pompón esponjoso y nariz rosada apareció saltando hasta quedar junto a aquel a quien había llamado por su nombre. Miró a todos los miembros del variopinto grupo, uno a uno, inclinando levemente la cabeza en forma de saludo. Su actitud y postura eran diferentes a las del líder de los conejos, esta, a pesar de estar vestida con una armadura común, tenía un aire prestante y formas mucho más educadas que el otro. -Soy Glory Whitebuns, la última de las hijas del Jarl de nuestro clan- se presentó ante ellos, mirándolos con sus melancólicos ojos de coneja. Luego miró a la elfa y respondió sus preguntas.
-Los Winter Weasel es un grupo temible de los Bosques del Este, liderados por Ashar, maestro arcanista, quien tiene a mi padre y toda mi familia presa. Ha matado a mi hermano mayor, el primer heredero, así que sabemos que no perdonará a ninguno si nos oponemos y enviamos a nuestros hombres y mujeres a luchar contra ellos. Además, ni con todas nuestras fuerzas ujuntas podemos derrotarlos. Solo vean lo que ha ocurrido aquí; nos han doblegado y ellos son tan o más fuertes que ustedes, sin contar con que son más. Despiadados, crueles y vengativos, no hay manera de que nosotros podamos enfrentarlos y sobrevivir. Pero si contáramos con vuestra ayuda... creo que tendríamos una oportunidad- dijo la joven coneja.
Los ojos de Ingela se llenaron de lágrimas -No... espera Ingela, piénsalo- pidió Fëanor intentando detener lo que sabía que ocurriría, pero sus palabras no fueron atendidas -¡SÍ!- exclamó la joven dragona a punto de llorar -¡Los ayudaremos! ¡De verdad los ayudaremos!- exclamó, conmovida por la triste historia que contó Glory. El elfo se llevó las manos a la cabeza, suspiró y revisó la mochila -Sí, contamos con suficientes pócimas sanadoras, Bolti- dijo, consolándose un poco.
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