Una noche cualquiera [Privado/Noche][Tema Cerrado]

Era una noche fría, tal vez no podría compararse con las temperaturas del norte, pero las lluvias indudablemente traían consigo este clima ideal. Había pequeños charcos en el camino, hacía sólo pocas horas atrás una tempestad se había desatado. Ya estaba acostumbrada por lo que vestía con prendas cálidas, botas de cuero altas, guantes y una capa.

Llevábamos algunas semanas aquí, aún reuníamos lo necesario para emprender nuestra aventura, sin embargo era una de esas noches en las que necesitaba meditar sola, tener lo que podría decirse una conexión conmigo misma. Últimamente habían pasado muchas cosas y había mucho que pensar.

Caminaba sin rumbo fijo por las calles, había salido de mi posada luego de comer y beber un rato con los chicos. Abrazaba mis costillas para albergar el calor. En mi cabeza se reproducían los recientes acontecimientos. ¿De verdad podría ser capaz de sobrellevar la propuesta de Zelas? ¿Tengo el poder suficiente? Hace años  que perdí la facultad de ser un dragón. ¿Podría tolerar estar tanto tiempo en compañía de personas? Es decir siempre he sido alguien solitaria, es cierto que no se me da mal hablar con la gente pero cuando las cosas se vuelven más íntimas lo mas prudente que puedo hacer es alejarme.  Huir es algo de lo que me siento orgullosa, puedo ser libre y no herir a los demás por mi causa.

Para ese punto, y a lo largo de perderme en mis pensamientos, mis pies me habían llevado al parque de la zona. Caminaba cerca de las bancas mirando al firmamento estrellado, señal que no llovería por esta noche pero que el frío se mantendría. - Eres un desastre, Merax. - pensé en voz alta en un prolongado y cansado suspiro.    

Pensar en  voz alta traía consigo sus consecuencias, más si ibas distraída caminando ahí donde te llevasen los pies. Lo que menos esperaría aquella noche era que un perfecto extraño se acercara a mí. Giré mi vista en dirección hacia la procedencia de la voz, bajando ligeramente la mirada para procurar ver a la persona que tenía ahora en frente ahí en esa banca.

Contemplaba su vestimenta, el saco que se posaba al lado de él, un viajero quizás, o tal vez un vagabundo... Todo era posible en estos tiempos de locos. Intentaba descifrar sí se trataba de un ladrón o no, eso también era una posibilidad,  por lo que coloqué mi diestra en la cintura, cerca del mango de mi látigo en caso de que las cosas se tornaran distintas. Mis ojos violetas miraron los suyos a medida que le respondía con voz suave y melodiosa un modo de entrar en un rol sutil de dama delicada.

- Muchas gracias por su ofrecimiento, buen hombre, pero sólo venía de paso dejando que mis pensamientos al parecer tuvieran voz. - Mi vista fugazmente volvió a posarse en el saco que estaba sobre el banco. - ¿Es de por aquí? - Pregunté con curiosidad arqueando una de mis cejas en señal de duda. Pensando en la posibilidad que se tratara simplemente de un viajero, dándole ese beneficio de la duda, no me parecía actuar de mal gesto ante las bajas temperaturas que nos rodeaban, dormir así en el parque podría acabar en morir de frío durante la madrugada.

Esperaría paciente su respuesta, eso determinaría si lo ayudaba, me largaba... o no esperando lo peor, me defendía en pro a mi supervivencia.  

Seguía alerta, a pesar de que su respuesta al menos resolvía ciertas dudas de su procedencia no descartaba las demás posibilidades. Si lo que buscaba era un lugar donde pasar la noche podría recomendarle alguno, claro que no el mismo donde me hospedaba con los chicos, no confiaba en nadie tan a la ligera a la primera a no ser que se tratara de un referido.  

Esbocé una sonrisa ladina ante su siguiente pregunta hacia mí. - Pues sí, voy de paso por este parque, necesitaba respirar un poco de aire fresco antes de volver con mis acompañantes. - Acoté haciendo un sutil énfasis.  

A los pocos segundos respiré profundo, pensando un tipo de recomendación para el sujeto cuyo nombre desconocía.

- Hay una taberna cruzando este parque, hacia el este. Venden buen vino especiado que ayuda para entrar en calor en esta temporada algo fría, y los encargados son una pareja bastante agradable. Desconozco si tienen habitaciones disponibles pero quizás pueda servirle. Cierran en la madrugada sus puertas, le tomara no menos de veinte minutos llegar allí. - Comenté finalmente indicándole la dirección con la mano que yacía libre. - Le aconsejo irse pronto, señor, la temperatura seguirá bajando y al menos que sea de las tierras gélidas del norte no creo que soporte este frío. - Sonreí con amabilidad, la cortesía y jovialidad era un rasgo característico de mi parte, claro que mi sentido de supervivencia me hacía estar atenta, alerta ante una posible amenaza, usaba mi miedo a mi favor, había aprendido a lo largo de los años a controlarlo lo suficiente.  

Lo siguiente qué sucedió , si bien no lo consideré inesperado me hizo aferrarme al mango del látigo en la medida que , por supervivencia, di un par de pasos hacia atrás sin dejar de mirar al sujeto. Sus palabras, a mi interpretación, eran una propuesta que no estaba dispuesta a aceptar y eso claramente lo hizo denotar mi ceño fruncido una vez él terminó de hablar y mostrar sus "cualidades".

¿Hechicero? ¿Dragón? ¿Elfo? El maldito usaba magia y no sólo eso, tenía una espada, eso obviamente me presentaba un problema a mí. Bufé con sátira con una incomoda y algo enojada risa. - No sé que clase de prostituta barata cree que soy, señor, pero como ya le dije debo regresar con mi grupo.Sólo correspondí su "solidaridad" a su ofrecimiento de ayuda con otra. - Mi tono era firme, severo, nada que ver con cómo me había dirigido hacia él en un principio. Al fin y al cabo me había ofendido, y hasta cierto punto escuchaba una voz en mi cabeza, esa que salía a veces a decir: peligro.

- Le aconsejo que vaya hacia el este, puede decirles a los anciano que Merax lo envió, tal vez le hagan un descuento. Por lo demás rechazo su propuesta, no necesito de usted para entrar en calor, tengo a mi propio acompañante.Como dije yo sólo he venido a tomar aire y deben estar preocupados por mí. - Miré de reojo hacia el suelo, si las cosas se ponían feas los charcos por la lluvia podrían ser mi vía de escape de regreso a mi posada, allí podría tener ayuda de los chicos. Por el momento esperaba que el joven del que me había alejado previamente ese par de pasos entendiera la idea que no deseaba seguir aquella charla.  

Había vivido mucho tiempo sola como para aprender en no brindar confianza plena a alguien a la primera.  

Tal vez mis sospechas habían sido precipitadas, ahí estaba ese sujeto disculpándose ante la incomoda situación, además de ofendido por acusarlo, sin embargo, en mi defensa sus palabras y acciones previas no tenían relación ninguna con si disculpa actual.

Él me había mostrado la empuñadura de un arma mucho más letal de las que yo podía tener en manos, bueno sí, usar bien un látigo era una ventaja pero considerando que el mío estaba ya bastante desgastado no tenía todas la de ganar. Segundo punto, el uso de sus palabras no fueron precisamente las mejores, creo que debía de leer más libros o aprender entablar relaciones sociales con mujeres. Como fuese mientras mi cabeza pensaba todo esto conforme lo escuchaba, mi expresión era seria, sin pizca de arrepentimiento, al fin y al cabo nadie le dijo que se entrometiera en mis asuntos.

- Igualmente. - Fue mi única respuesta de regreso. No pensaba moverme de allí hasta perderlo de vista hasta donde mi rango visual llegara. En este punto me daba igual si tomaba en cuenta mi sugerencia o no, pero mientras tomara un camino distinto al mío con eso me tranquilizaba.

Evidentemente mis planes eran volver tan rápido como fuera posible a la seguridad de la posada y porqué no el cobijo de mis compañeros, juntos, aunque  fuésemos algo peculiares, éramos fuertes a nuestra manera.

El destino quiso que las cosas, al menos en lo competía en un pronto regreso, no fueran así. Al oeste, un grito de pánico, parecía de mujer se escuchó en la lejanía, seguramente el otro sujeto, que ni siquiera había tenido la cortesía de darme su maldito nombre a pesar de yo haber revelado parte del mío, también lo habría escuchado.

Mi instinto de supervivencia me decía que era mejor ignorar aquello, no había dinero o recompensa de por medio, no obstante, mi reciente encuentro hasta cierto punto me incentivaba de una forma absurda a evitar ese miedo que alguna mujer vulnerable pudiera llegar a sentir. Chasqueé la lengua y negando con la cabeza corrí hacia la fuente del ruido, me acercaría sólo suficiente para estudiar la situación y ver si valía la pena arriesgarse por ello, tenía cosas más importante que hacer que jugar a la heroína.

No sé en que se suponía que estaba pensando, la idea era mantener un perfil bajo, después de todos por culpa del inepto de Zelas nos acechaban unos locos con un poder abismal.  Pude haberme ido sin prestar atención a ese grito, pero como fuese ya mis piernas se habían movido y me escondía a la sombra de un árbol cercano, mirando disimuladamente hacia la dirección de donde provino el grito.

Desde allí la luz tenue de los faroles mostraban la escena de una muchacha joven en el suelo, alrededor había dos baldes de agua totalmente caídos, seguro era una aldeana que venía del pozo, toda el agua se había derramado. La razón de este alboroto era por suerte algo pequeño, una serpiente que seguramente había salido de caza por algunas ratas de pueblo, la estaba asustando.

¿Qué debía hacer? ¿Ayudarla o dejar que su sentido común la hiciera correr en zig zag hacia la salida mas cercana? Es decir sólo era una víbora. No deseaba llamar la atención, ya me había delatado de más con el otro sujeto, era mucho para una noche y sólo deseaba tener días tranquilos antes del arduo viaje que nos deparaba una vez fuera de las fronteras de la ciudad.

Bueno, no estaba sola, pues hablando del rey de Aerandir, allí estaba como pulga a un perro de nuevo en mi camino. - Tch... - Bufé, aunque eso podría ser bueno para mí. Por lo que me recosté del tronco sólo para esperar que el hiciera algo, la mujer del fondo no podía siquiera moverse del pánico que la acechaba ante el reptil frente a ella que seguramente no tardaría en atacar. En el mejor de los casos tal vez no era venenosa, desde la distancia en la que estaba no podía apreciarle la boca al animal.

Otro frito agudo, sus ojos se cerraron y el reptil saltaba con agilidad hacia el tobillo más cercano. Miré de reojo al chico con una sonrisa ladina, no iba a negar que me invadía la curiosidad de saber si jugaría al gallardo caballero tal como había intentado hacer conmigo minutos atrás. En estos momentos estaba de espectadora.    

Me detuve a mirar cómo en cuestión de segundos la víbora, que no tuvo la culpa de nada salvo de asustar a la deplorable joven, era incinerada. Eso desde mi punto de vista era un problema para mí, el fuego era por naturaleza mi elemento opuesto.

Creo que su impulso de ser héroe estaba impregnado en cada hebra de su persona, la verdad sólo había leído de ese tipo de personas en cuentos. La vida real no era así, nadie jugaba el pellejo sólo por altruismo, siempre había razones o dinero de por medio.

Me sentía bastante asqueada ante lo que veían mis ojos: La mujer recién salvada de la "terrorífica" víbora, respiraba jadeante. Sin duda alguna estaba segura que hasta se había meado del susto, la verdad era un misterio. El punto aquí era que en un abrir y cerrar de ojos ya estaba sobre le cuello del pelirrojo agradeciendo repetidas veces. - Gracias, gracias, de verdad muchas gracias, me has salvado la vida. ¿Cómo podré pagarle, señor? - Su cuerpo aún temblaba, sus ojos estaban llorosos, y hablaba con una voz tan aguda , nasal y elevada que a mis oídos era irritante a pesar de la distancia que nos separaba.

Tenía que admitir que para este punto me urgía saber qué carajos haría ante tan semejante y comprometedora pregunta. - Sí, llamitas, ¿qué harás? - Pensé riendo por lo bajo de sólo dejar volar mi imaginación. De yo encontrarme en su situación no hubiese dudado en pedir algunos aeros. Me quedé en silencio allí a la oscuridad de aquel árbol, ella no había notado mi presencia y sólo el conocía donde estaba.  

La mujer quedó un poco perdida, francamente tal vez ella esperara algo más, pero la negativa del sujeto seguido de mandarla de forma bastante diplomática a su casa, la dejaron algo perpleja. Asintió torpemente intentando procesar aquello. - N...nuevamente muchas gracias, señor. Estaré en deuda. Siempre puede encontrarme en el mercado, la comida correrá por la casa. - Con una sutil reverencia, y tras detallar por unos segundos los rasgos de su salvador. La mujer tomó el balde que estaba y marchó con pasos apurados rumbo a la zona residencial.

Debía admitir que me esperaba algún comentario sugerente, tal vez lo hizo porque me había quedado allí o quizás era yo haciéndome ideas, Lo que fuese, mi presencia no tardó en pasar desapercibida por él, ya que pronto me dirigía la palabra.

Arqueé una de mis cejas ante la pregunta del contario en la medida que bufé una risa. - Oh sí, eso sigue en pie. Descuida sólo tenía curiosidad y ya la sacié. Como sea, tengo a una posada que volver y una comitiva que seguro me recibirá con cientos de preguntas. Hasta luego, flamitas. La próxima vez te aconsejo que aprendas a hablar con mujeres. - A medida que decía estás palabras levantaba la diestra para despedirme sin dar la espalda del todo, pesé a que ahora había visto cierto punto de gallardía o estupidez suicida como solía pensar cada que alguien se lanzaba de forma desinteresada con otra persona, era evidente que ninguno de los dos confiaba en el otro lo suficiente como para estar vulnerable.

El era fuego, mi opuesto por naturaleza, mago o dragón era mejor mantenerme a raya. El bajo perfil era algo indispensable desde el mismísimo instante en cada uno de nosotros accedió esta misión suicida de Zelas. Socializar con gente o siquiera llamar la atención de extraños era algo que no debía darme el lujo de hacer a partir de ahora.

Mis pasos poco a poco se perderían el horizonte, rumbo a mi lugar de descanso, seguramente alguno de los chicos estaría despierto. Necesitaba una charla y un buen vaso de vino.