Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
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Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Los grillos sonaban en las calles de Lunargenta. Los barrios bajos no eran especialmente ruidosos cuando anochecía, pero la Taberna Fuego de Dragón hacía de pequeño centro de luz en la oscuridad. En su interior, Taelan servía jarras de cerveza mientras escuchaba las historias de la gente. Dronte, el constructor, había vuelto a recibir un escarmiento de Violet, su mujer, por volver borracho del "trabajo". Prolco había tenido un día muy ajetreado en la guardia, se habían peleado dos comerciantes por un mal ajuste en las cuentas y había tenido que mediar. El viejo Lloyd aseguraba haber visto un pez del tamaño de un dragón con cara de piraña, en un río cercano a la ciudad.
Todo era normal, bueno, todo excepto Janet. Estaba allí, sentada mirando al vacío, sin dejar de mirar el cielo por la ventana, como si algo la tuviera nerviosa. Taelan prefirió ignorarla al principio, al fin y al cabo, estaba obsesionada con que tarde o temprano le podía ocurrir algo a su hija Judith. También era comprensible, a su marido lo habían asesinado unos sicarios enviados a recaudar una deuda, y los asesinos cumplieron su misión sin ningún escrúpulo, dejando el cuerpo con los órganos tirado en el suelo. En cierto modo, era el acto reflejo de una mujer traumatizada.
Después de un rato sirviendo copas, decidió sentarse con Janet.
-¿Otra vez llega tarde Judith?
Janet se le quedó mirando, y luego respondió.
-No es solo que llegue tarde, es que se suponía que hoy iba a quedar con un amigo, un chico que conoció por los comercios. No quiero ser una madre rancia que impida salir a sus hijas, pero... no puedo evitar preocuparme.
Taelan sonrió y miró a la puerta.
-Tu hija es fuerte, después de lo de su padre, supo tirar de ti y sacarte del pozo donde te metiste. Ya verás, dentro de poco entrará por esa puerta.
Janet estuvo un rato haciendo un tamborileo con los dedos mientras observaba frenética todo, estaba nerviosa, intentando que no le asaltara la ansiedad. Si no se relajaba, le podía dar un ataque.
-¿Y quién es el chico? -preguntó Taelan para distraerla.
-No lo sé... -dijo ella, que se llevó las manos a la cara-, soy una madre horrible, mi hija sale con un chico, y ni siquiera me paro a conocerlo.
Taelan intentó consolarla poniéndole la mano en el hombro. Luego se llevó una jarra de vino que se había servido a la boca, el sabor era dulce, lo que él quería.
-Tranquila, lo estás haciendo bien.
-¿Sabes? Todo esto se solucionaría si ella tuviera el valor de pedirte salir, porque le gustas...
Casi se atraganta con el vino, tosió y escupió en el suelo. La gente del bar se giró a mirar qué le pasaba, pero él levantó la mano para dejarles claro que estaba bien. Luego se limpió el labio con un pañuelo de su bolsillo.
-¿Que Judith qué?
Janet no echó cuenta alguna a la pregunta, pues estaba mirando a la puerta. Un guardia acababa de llegar, uniformado, por lo que estaba de servicio. Saludó a su compañero Prolco y se dirigió hacia ellos...
Todo era normal, bueno, todo excepto Janet. Estaba allí, sentada mirando al vacío, sin dejar de mirar el cielo por la ventana, como si algo la tuviera nerviosa. Taelan prefirió ignorarla al principio, al fin y al cabo, estaba obsesionada con que tarde o temprano le podía ocurrir algo a su hija Judith. También era comprensible, a su marido lo habían asesinado unos sicarios enviados a recaudar una deuda, y los asesinos cumplieron su misión sin ningún escrúpulo, dejando el cuerpo con los órganos tirado en el suelo. En cierto modo, era el acto reflejo de una mujer traumatizada.
Después de un rato sirviendo copas, decidió sentarse con Janet.
-¿Otra vez llega tarde Judith?
Janet se le quedó mirando, y luego respondió.
- Janet:
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-No es solo que llegue tarde, es que se suponía que hoy iba a quedar con un amigo, un chico que conoció por los comercios. No quiero ser una madre rancia que impida salir a sus hijas, pero... no puedo evitar preocuparme.
Taelan sonrió y miró a la puerta.
-Tu hija es fuerte, después de lo de su padre, supo tirar de ti y sacarte del pozo donde te metiste. Ya verás, dentro de poco entrará por esa puerta.
Janet estuvo un rato haciendo un tamborileo con los dedos mientras observaba frenética todo, estaba nerviosa, intentando que no le asaltara la ansiedad. Si no se relajaba, le podía dar un ataque.
-¿Y quién es el chico? -preguntó Taelan para distraerla.
-No lo sé... -dijo ella, que se llevó las manos a la cara-, soy una madre horrible, mi hija sale con un chico, y ni siquiera me paro a conocerlo.
Taelan intentó consolarla poniéndole la mano en el hombro. Luego se llevó una jarra de vino que se había servido a la boca, el sabor era dulce, lo que él quería.
-Tranquila, lo estás haciendo bien.
-¿Sabes? Todo esto se solucionaría si ella tuviera el valor de pedirte salir, porque le gustas...
Casi se atraganta con el vino, tosió y escupió en el suelo. La gente del bar se giró a mirar qué le pasaba, pero él levantó la mano para dejarles claro que estaba bien. Luego se limpió el labio con un pañuelo de su bolsillo.
-¿Que Judith qué?
Janet no echó cuenta alguna a la pregunta, pues estaba mirando a la puerta. Un guardia acababa de llegar, uniformado, por lo que estaba de servicio. Saludó a su compañero Prolco y se dirigió hacia ellos...
Taelan
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Lunargenta, la capital de los humanos. Humanos... tan... simples. Sin gracia ni habilidades, o tan siquiera poder usar éter. ¡Son tan simples! Valga la redundancia. Además se reproducen como hierba mala y son igual de difíciles de erradicar. Mina no tenía mucho respeto por los humanos y los miraba como seres bastante inferiores. Hasta Tina, con su personalidad tan fastidiosa, era superior a los humanos por el simple hecho de ser un ser bestial con su agilidad, colmillitos y garritas filosas, tenía más condiciones que cualquier humano y eso la hacía más valiosa.
No entendía cómo esa especie había logrado llegar tan lejos. Aunque tenía que reconocer que había cosas rescatables de los humanos. Habían unos muy guapos, eso como primer punto. También que tenían ideas interesantes, eran creativos, inventivos y muy recursivos. Era obvio, a falta de habilidades especiales, tenían que ingeniárselas para sobrevivir.
-Bueno, quizás me replantee un poco el nivel de respeto que siento por ellos- respondió a Tina quien era una férrea defensora de los humanos y de todos en general -Hay humanos buenos y malos, pero más buenos que malos y están vivos y... ¡hacen una cerveza de mantequilla muy sabrosa!- comentó, alzando una jarra que era más grande que la cabeza de la chica comadreja. Mina sonrió y se le escapó una risita mientras llevaba su jarra de cerveza negra a la boca, aquella enana le hacía reír a menudo. La bruja la quería.
Mientras bruja y bestia estaban en su debate acerca de los humanos, cuando entró un soldado completamente ataviado -Otra cosa que tienen los humanos es estilo, mira- señaló la bruja a Tina y ambas admiraron al guapo guardia que entró y se dirigió hacia una mesa cercana donde estaba una señora y el tabernero. Instintivamente ambas pararon oreja. Entre todas las cosas que tenían en común Mina y Tina era que disfrutaban mucho de algo llamado "chisme".
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No entendía cómo esa especie había logrado llegar tan lejos. Aunque tenía que reconocer que había cosas rescatables de los humanos. Habían unos muy guapos, eso como primer punto. También que tenían ideas interesantes, eran creativos, inventivos y muy recursivos. Era obvio, a falta de habilidades especiales, tenían que ingeniárselas para sobrevivir.
-Bueno, quizás me replantee un poco el nivel de respeto que siento por ellos- respondió a Tina quien era una férrea defensora de los humanos y de todos en general -Hay humanos buenos y malos, pero más buenos que malos y están vivos y... ¡hacen una cerveza de mantequilla muy sabrosa!- comentó, alzando una jarra que era más grande que la cabeza de la chica comadreja. Mina sonrió y se le escapó una risita mientras llevaba su jarra de cerveza negra a la boca, aquella enana le hacía reír a menudo. La bruja la quería.
Mientras bruja y bestia estaban en su debate acerca de los humanos, cuando entró un soldado completamente ataviado -Otra cosa que tienen los humanos es estilo, mira- señaló la bruja a Tina y ambas admiraron al guapo guardia que entró y se dirigió hacia una mesa cercana donde estaba una señora y el tabernero. Instintivamente ambas pararon oreja. Entre todas las cosas que tenían en común Mina y Tina era que disfrutaban mucho de algo llamado "chisme".
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Última edición por Mina Harker el Vie Jun 11 2021, 21:20, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Una vez más llegaba el turno de la tranquilidad y la calma en la vida del veterano mercenario. Después de sus últimas andanzas lejos de Lunargenta, tocaba volver a casa. Tocaba volver a ver a sus amigos, ayudar a su socio con el negocio que Sandal tuviera que llevar solo en su ausencia.
La reconocible paz tras la tormenta, que siempre llegaba tras sus trabajos como soldado de fortuna.
Desgraciadamente, para el buen brujo tocaba pasar buenos ratos, pero no podía ver a su hija. Aún no, al menos. Ella permanecía en Beltrexus, junto a su abuela y madre del mercenario, Yennefer, formándose en la academia de magia. No obstante, antes de preparar su viaje a las islas, el rubio tenía que ayudar un poco a su socio en el taller, y después de poner en orden algunos de sus asuntos en la ciudad, iría hasta allí, donde podría comprobar de primera mano los avances de la pequeña y, por supuesto, que tal le iba todo.
En cuanto estuviera en la isla podría escuchar las historias que tuviera para él, pero por ahora…
- Taberna Fuego de Dragón-, se dijo a sí mismo, en voz baja, mientras contemplaba el cartel de la fachada.
Últimamente se encontraba envuelto en más de un asunto concerniente a dragones. El rubio suponía que era de lo más normal, cuando, tras Lunargenta y Beltrexus, la ciudad que más visitaba era Dundarak. Sin embargo, aún así, no dejaba de ser curioso siempre acabar envuelto en tantos asuntos norteños.
La verdad, que una taberna tuviera una referencia a los majestuosos dragones no era nada extraño, pero… Sí, la situación vivida en los últimos tiempos y ese nombre le habían animado a entrar en ella, en vez de seguir su camino a casa y luego a la posada de la familia de Caroline.
Nada más entrar al establecimiento, el brujo se encaminó hacia la barra y dejó su morral sobre el suelo, apoyado contra la madera. Para seguidamente pedir un refrigerio en forma de aguamiel, dulce y siempre apetecible bebida para él.
En cuánto la jarra de madera se posó sobre la madera, justo delante del mercenario, este dejó una moneda sobre la ya mencionada madera, justo al lado de la jarra, y la tomó por la asa, antes de darse la vuelta.
El veterano guerrero miró, con aparente aire abstraído, hacia el comedor, mientras le daba un trago a su mejunje, así como a varios de los parroquianos que tenían sus propias historias bajo el confortable techo.
«Acogedor», pensó, justo antes de que un chico se atragantara con su propio veneno, sin más percance para el muchacho.
El local era sencillo, pero no por ello dejaba de ser agradable y cómodo. Los clientes parecían gente igualmente sencilla, pero tranquila, sin dar los problemas del borracho de turno, ni con excesiva algarabía. Incluso no tardó en aparecer un guardia de la ciudad, pero, por evidentes razones, no había llegado para detener una reyerta que se estuviese desarrollando en el interior del local.
- No conocía este sitio-, se dijo, antes de tomar otro trago. - No está nada mal.
Una noche tranquila, ¿tal vez?
La reconocible paz tras la tormenta, que siempre llegaba tras sus trabajos como soldado de fortuna.
Desgraciadamente, para el buen brujo tocaba pasar buenos ratos, pero no podía ver a su hija. Aún no, al menos. Ella permanecía en Beltrexus, junto a su abuela y madre del mercenario, Yennefer, formándose en la academia de magia. No obstante, antes de preparar su viaje a las islas, el rubio tenía que ayudar un poco a su socio en el taller, y después de poner en orden algunos de sus asuntos en la ciudad, iría hasta allí, donde podría comprobar de primera mano los avances de la pequeña y, por supuesto, que tal le iba todo.
En cuanto estuviera en la isla podría escuchar las historias que tuviera para él, pero por ahora…
- Taberna Fuego de Dragón-, se dijo a sí mismo, en voz baja, mientras contemplaba el cartel de la fachada.
Últimamente se encontraba envuelto en más de un asunto concerniente a dragones. El rubio suponía que era de lo más normal, cuando, tras Lunargenta y Beltrexus, la ciudad que más visitaba era Dundarak. Sin embargo, aún así, no dejaba de ser curioso siempre acabar envuelto en tantos asuntos norteños.
La verdad, que una taberna tuviera una referencia a los majestuosos dragones no era nada extraño, pero… Sí, la situación vivida en los últimos tiempos y ese nombre le habían animado a entrar en ella, en vez de seguir su camino a casa y luego a la posada de la familia de Caroline.
Nada más entrar al establecimiento, el brujo se encaminó hacia la barra y dejó su morral sobre el suelo, apoyado contra la madera. Para seguidamente pedir un refrigerio en forma de aguamiel, dulce y siempre apetecible bebida para él.
En cuánto la jarra de madera se posó sobre la madera, justo delante del mercenario, este dejó una moneda sobre la ya mencionada madera, justo al lado de la jarra, y la tomó por la asa, antes de darse la vuelta.
El veterano guerrero miró, con aparente aire abstraído, hacia el comedor, mientras le daba un trago a su mejunje, así como a varios de los parroquianos que tenían sus propias historias bajo el confortable techo.
«Acogedor», pensó, justo antes de que un chico se atragantara con su propio veneno, sin más percance para el muchacho.
El local era sencillo, pero no por ello dejaba de ser agradable y cómodo. Los clientes parecían gente igualmente sencilla, pero tranquila, sin dar los problemas del borracho de turno, ni con excesiva algarabía. Incluso no tardó en aparecer un guardia de la ciudad, pero, por evidentes razones, no había llegado para detener una reyerta que se estuviese desarrollando en el interior del local.
- No conocía este sitio-, se dijo, antes de tomar otro trago. - No está nada mal.
Una noche tranquila, ¿tal vez?
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Se ocultó en el callejón más alejado que encontró, a la carrera entre las calles de aquel barrio apenas iluminado. El inquietante silencio que rodeaba los suburbios contrastaba con el atropellado compás de su acelerada respiración tras la huida. Dejó caer el peso de su cuerpo sobre la mugrienta y húmeda pared a su espalda, tratando de rebajar el pulso que, acelerado, hacía sentir los latidos más allá de su pecho, como si en cualquier momento fuera a atragantarse con su propio corazón. Así era la capital. La gran ciudad, un lugar recargado de hacinaciones de gente de todos los rincones del continente que se mezclaban entre otras tantas cantidades de viajeros que acudían por quién sabía qué atractivas razones. Trabajo, comercio, placer. Y que a menudo daban con locales poco encantados de que los foráneos rondasen por las calles que enorgullecidos reclamaban como suyas, dotándose así mismos del derecho a sustraer, golpear y, en resumen, atentar contra quienes considerasen oportuno. Incluso los había que encontraban diversión en aquello. La mala fortuna de los dioses la hizo toparse con un pequeño grupo de aquellos personajes cuando trataba de abandonar la ciudad. Qué amable y cortés despedida.
Había logrado darles esquinazo, las voces que trataban dar con ella se perdían cada vez más en la lejanía. Se asomó entonces hacia la calle más iluminada. El resplandor que alumbraba escasamente las aceras cercanas nacía en el interior de una taberna, el único local que parecía abierto en las manzanas colindantes. Un antro, sin duda, teniendo en cuenta la ubicación del lugar. No era el primer tugurio en el que se había visto forzada a entrar, podría soportarlo. Debía soportarlo. Se acomodó la capa castaña, ocultando sus característicos rasgos bajo la capucha y abrochando al cuello los extremos, de forma que su torso quedase también cubierto. Tras cerciorarse de que nadie había seguido sus pasos, avanzó hacia la entrada de la taberna y traspasó la puerta. Caminó manteniendo la mirada baja, dirigiéndose directa hacia la barra, tomando asiento en el taburete más alejado. Sin descubrirse, apoyó su brazo derecho sobre el mostrador, dejando caer ligeramente parte de su peso.
No reparó en ninguno de los numerosos clientes que comenzaban la noche en aquel rincón de los barrios bajos. Mantuvo su mirada oculta bajo la capucha, que a su vez aislaba notablemente el barullo que las conversaciones cruzadas generaban en el local. No obstante, no la volvían insensible a las voces más cercanas. No pudo evitar escuchar el fin de la conversación que mantenía el que parecía atender el lugar con una clienta solitaria. Cualquiera que viera a un camarero en una escena como aquella podría pensar que su posición le facilitaba el flirteo, la seducción, el entretenimiento, mas sólo alcanzó a escuchar palabras tranquilizadoras.
Había logrado darles esquinazo, las voces que trataban dar con ella se perdían cada vez más en la lejanía. Se asomó entonces hacia la calle más iluminada. El resplandor que alumbraba escasamente las aceras cercanas nacía en el interior de una taberna, el único local que parecía abierto en las manzanas colindantes. Un antro, sin duda, teniendo en cuenta la ubicación del lugar. No era el primer tugurio en el que se había visto forzada a entrar, podría soportarlo. Debía soportarlo. Se acomodó la capa castaña, ocultando sus característicos rasgos bajo la capucha y abrochando al cuello los extremos, de forma que su torso quedase también cubierto. Tras cerciorarse de que nadie había seguido sus pasos, avanzó hacia la entrada de la taberna y traspasó la puerta. Caminó manteniendo la mirada baja, dirigiéndose directa hacia la barra, tomando asiento en el taburete más alejado. Sin descubrirse, apoyó su brazo derecho sobre el mostrador, dejando caer ligeramente parte de su peso.
No reparó en ninguno de los numerosos clientes que comenzaban la noche en aquel rincón de los barrios bajos. Mantuvo su mirada oculta bajo la capucha, que a su vez aislaba notablemente el barullo que las conversaciones cruzadas generaban en el local. No obstante, no la volvían insensible a las voces más cercanas. No pudo evitar escuchar el fin de la conversación que mantenía el que parecía atender el lugar con una clienta solitaria. Cualquiera que viera a un camarero en una escena como aquella podría pensar que su posición le facilitaba el flirteo, la seducción, el entretenimiento, mas sólo alcanzó a escuchar palabras tranquilizadoras.
—Un trago largo.— ordenó al tabernero, tratando de mostrarse calmada, ahogando su respiración forzada por el esfuerzo que había supuesto llegar hasta el interior. —De lo que sea.
Quiso llamar su atención de manera sutil, tratar de pasar desapercibida, ya había recibido demasiadas atenciones por un día. La aparición del guardia logró brindarla de aquel deseo, aunque sin trago. Las miradas de los presentes se posaron sobre el uniformado agente de la ley, protector de la ciudad y defensor de la justicia. Y demás galardones rimbombantes. Si, allí, en una taberna de periferia, quién lo diría. Sólo dos razones podrían haberlo dejado caer por un barrio así, que algo realmente gordo hubiera tenido cabida en sus calles -y que alguien importante estuviera implicado- o que aquella taberna estuviera lo suficiente alejada de su patrulla como para permitirse una jarra entre servicio y servicio. Basándose en sus experiencias en las grandes ciudades...
Esperó pues, indiferente, recuperando su postura sobre la barra. Sintió los pasos del guardia a la espalda, conforme se acercaba al tabernero. Sólo él atendía el lugar, al menos aquella noche. Tanto si quería hacer preguntas como si ordenaba una cerveza, él era su hombre. En realidad... Si hubiese querido hacer preguntas, las habría hecho sin más. Desde la puerta. Un cuchitril de alcantarilla no merece mayor respeto, pensaría.
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Mina y Tina creían que manejaban el fino arte de escuchar disimuladamente, pero de ser físicamente capaces, las orejas de ambas estarían en medio de las personas de la mesa vecina. De repente, la taberna se llenó de gente y el bullicio que la llenó impidió que ambas escucharan lo que el soldado decía. Mina comenzó a correr la silla para acercarse y escuchar mejor, pero Tina se aburrió y perdió interés en aquello así que volvió a concentrarse en su jarra de cerveza de mantequilla, la cual procedió a beber de un tirón, sin detenerse a respirar.
-Ahhh... pero qué cosa más maravillosa- comentó, relamiéndose los bigotes y quitándose la espumita que había quedado en ellos. Suspiró, mirando el fondo vacío de su jarra, saboreándose, recordando su dulce dulce sabor y suntuosa textura en el paladar, cómo se resbalaba sedosa por su garganta y caía tibia en su pancita. -¿Ves que los humanos son maravillosos? ¡Esta obra de arte se les ocurrió a ellos!- dijo a Mina, quien le respondió con un shush y un gesto de que se quedara callada -Que no oigo al soldado- le reprendió. -Ay, pero qué chismosa eres... se nota que estás aburrida- rezongó la chica comadreja -Yo voy por otra jarra de estas, compermisa- le dijo, bajándose de la silla y llevándose su jarrita para rellenarla.
Llegó a la barra, pero el tabernero no estaba allí -¡Aish! Verdad que está con el guardia...- se recordó. Miró dentro y no vio a nadie más -Bueno... no queda de otra. ¡Tendré que servirme yo solita!- resolvió, pensando en voz alta y escabulléndose detrás de la barra, al mundo mágico del tabernero.
¡Cuantas botellas! La chica comadreja no sabía de cuál elegir. Estaba en el proceso de asimilar todo lo que veía, cuando escuchó una dulce, melodiosa y sensual vocecilla -Un trago largo- le escuchó pedir. Tina se encaramó sobre la barra y miró a la bonita elfa (las orejas la delataban) -Holi... yo.. esto..- comenzó a responder, tartamudeando. -De lo que sea- ordenó ella y la peludita asintió vigorosamente. -¡A sus ordenes!- exclamó y saltó hacia el centenar de botellas.
Agarró un vaso largo de vidrió y comenzó a echarle un chorrito de cada líquido de colores que tenía en su rango visual. También decidió que sería buena idea echarle unas cerezas, unas gotas de picante y para decorar, rodaja de limón en el borde. -¡Aquí tienes!- ofreció emocionada su bombástico trago.
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-Ahhh... pero qué cosa más maravillosa- comentó, relamiéndose los bigotes y quitándose la espumita que había quedado en ellos. Suspiró, mirando el fondo vacío de su jarra, saboreándose, recordando su dulce dulce sabor y suntuosa textura en el paladar, cómo se resbalaba sedosa por su garganta y caía tibia en su pancita. -¿Ves que los humanos son maravillosos? ¡Esta obra de arte se les ocurrió a ellos!- dijo a Mina, quien le respondió con un shush y un gesto de que se quedara callada -Que no oigo al soldado- le reprendió. -Ay, pero qué chismosa eres... se nota que estás aburrida- rezongó la chica comadreja -Yo voy por otra jarra de estas, compermisa- le dijo, bajándose de la silla y llevándose su jarrita para rellenarla.
Llegó a la barra, pero el tabernero no estaba allí -¡Aish! Verdad que está con el guardia...- se recordó. Miró dentro y no vio a nadie más -Bueno... no queda de otra. ¡Tendré que servirme yo solita!- resolvió, pensando en voz alta y escabulléndose detrás de la barra, al mundo mágico del tabernero.
¡Cuantas botellas! La chica comadreja no sabía de cuál elegir. Estaba en el proceso de asimilar todo lo que veía, cuando escuchó una dulce, melodiosa y sensual vocecilla -Un trago largo- le escuchó pedir. Tina se encaramó sobre la barra y miró a la bonita elfa (las orejas la delataban) -Holi... yo.. esto..- comenzó a responder, tartamudeando. -De lo que sea- ordenó ella y la peludita asintió vigorosamente. -¡A sus ordenes!- exclamó y saltó hacia el centenar de botellas.
Agarró un vaso largo de vidrió y comenzó a echarle un chorrito de cada líquido de colores que tenía en su rango visual. También decidió que sería buena idea echarle unas cerezas, unas gotas de picante y para decorar, rodaja de limón en el borde. -¡Aquí tienes!- ofreció emocionada su bombástico trago.
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Última edición por Mina Harker el Vie Jun 11 2021, 21:20, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Una noche tan tranquila que nadie le servía unos tragos a la recién llegada.
- Quizás demasiado tranquila-, se dijo a sí mismo el veterano guerrero, antes de darle otro sorbo a su hidromiel.
Aunque para ser sinceros, la situación no era nada extraña. El local estaba bastante concurrido y los dueños del establecimiento tenían bastante trabajo yendo de mesa en mesa. Era normal que no dieran abasto y que la señorita tuviera que esperar su turno.
Pero claro, una noche tranquila no tenía que ser sinónimo de aburrimiento, muy al contrario, porque los dioses, una vez más, se divertían jugando con el azar de los mortales.
- Sabe, algunos dicen que soy el éxito-, bromeó, intentando llamar la atención de la dama que se había acercado a la barra, y se había colocado a unos metros de él, en un extremo de la barra. - Pero eso solo lo dice el loco de mi amigo Rauko-, comentó, alzando su jarra de hidromiel y asintiendo con la cabeza hacia donde se encontraba la chica. - Vincent Calhoun, siempre es un placer conocer gente.
Y por supuesto, el brujo aún no sabía las cartas que habían jugado esos burlescos dioses, y seguramente eso era lo más divertido de la situación. Ese soldado de fortuna no sabía con quién hablaba.
- ¿Pero usted trabaja aquí? - le preguntó a la señorita mujer bestia que se había puesto tras la barra. - No lleva... -, dejó la frase en el aire unos instantes, pensando si alguna vez había visto algo así. - ¿No lleva demasiados colores?
El brujo no era un experto en todo tipo de licores, pero bueno, tanto viaje y tanta taberna y tanto empinar el codo te daba una experiencia, digo yo.
- Señorita-, dijo, esta vez a la clienta que había recibido tan extraña bebida. - Juro por mis antepasados que eso debe pegar más fuerte que una expareja cabreada-, comentó medio en broma.
«Y por desgracia sé de lo que hablo», pensó más serio, aunque no pudo evitar reír levemente ante tales cavilaciones.
Curiosamente, pensar en reikes y demás exparejas le hizo más gracia que la estupidez que había dicho.
«Ay, dioses, que alguien me saque de este rizo sin fin de idioteces. Van a pensar que soy cortito de mente»
No obstante, el esperado rescate a la idiotez mental del mercenario no tardó en llegar, pues, aunque no podía escuchar lo que comentaba el guardia a las personas más cercanas a su persona, era evidente de que se trataba de algo serio. El cambio del gesto y rictus en las caras de las personas con las que conversaba daba buena cuenta de ello.
- Ah, era mucho esperar una noche tranquila-, dijo, más para sí mismo que para las personas cercanas, pero que ellas podrían escuchar perfectamente. - Supongo que es el momento de meter el hocico en los asuntos de la guardia-, afirmó seguido, esta vez dirigiendo sus palabras directamente hacia ellas, para después darle un largo trago a su jarra y apurar el hidromiel de su interior. - Si me disculpan, iré a ver que ocurre como buen fisgón-, comentó finalmente, guiñando un ojo hacia la tabernera y su clienta, y dejando la jarra sobre la madera. - La ley suele pagar bien-, dijo como despedida final, haciendo un gesto con la mano y recuperando el morral del suelo para echárselo al hombro.
«La ley no paga mal. Y conmigo por medio a veces ayudan a los que deben y todo», pensó, pero se ahorró decir. Luego, el brujo se encaminó hacia el guardia.
No tantos altruistas soldados de fortuna correteaban por Aerandir. Pero alguno que otro sí. A los dioses les gustaba que hubiera un poco de todo por aquel ancho y peligroso mundo.
Me dirijo hacia el guardia para saber que pasa, pero no pongo nada concreto sobre el futuro diálogo con él para que otra persona añada lo que pasa y se sepa en la narración sin yo copar toda la narrativa en ese sentido.
Evidentemente, si tienen otra idea, que no sea saber por medio del guardia, pues Aylizz me conoce y me puede retener, y de todos modos Mina o su amiga pueden hacerlo igualmente. Por supuesto, pueden seguirme a fisgonear con el guardia si les parece una buena opción y hacer el diálogo de lo que comenta ^^
Estoy abierto a todas las opciones posibles. Incluso que entre una manada de lobos en el local tocando el clarinete =D
- Quizás demasiado tranquila-, se dijo a sí mismo el veterano guerrero, antes de darle otro sorbo a su hidromiel.
Aunque para ser sinceros, la situación no era nada extraña. El local estaba bastante concurrido y los dueños del establecimiento tenían bastante trabajo yendo de mesa en mesa. Era normal que no dieran abasto y que la señorita tuviera que esperar su turno.
Pero claro, una noche tranquila no tenía que ser sinónimo de aburrimiento, muy al contrario, porque los dioses, una vez más, se divertían jugando con el azar de los mortales.
- Sabe, algunos dicen que soy el éxito-, bromeó, intentando llamar la atención de la dama que se había acercado a la barra, y se había colocado a unos metros de él, en un extremo de la barra. - Pero eso solo lo dice el loco de mi amigo Rauko-, comentó, alzando su jarra de hidromiel y asintiendo con la cabeza hacia donde se encontraba la chica. - Vincent Calhoun, siempre es un placer conocer gente.
Y por supuesto, el brujo aún no sabía las cartas que habían jugado esos burlescos dioses, y seguramente eso era lo más divertido de la situación. Ese soldado de fortuna no sabía con quién hablaba.
- ¿Pero usted trabaja aquí? - le preguntó a la señorita mujer bestia que se había puesto tras la barra. - No lleva... -, dejó la frase en el aire unos instantes, pensando si alguna vez había visto algo así. - ¿No lleva demasiados colores?
El brujo no era un experto en todo tipo de licores, pero bueno, tanto viaje y tanta taberna y tanto empinar el codo te daba una experiencia, digo yo.
- Señorita-, dijo, esta vez a la clienta que había recibido tan extraña bebida. - Juro por mis antepasados que eso debe pegar más fuerte que una expareja cabreada-, comentó medio en broma.
«Y por desgracia sé de lo que hablo», pensó más serio, aunque no pudo evitar reír levemente ante tales cavilaciones.
Curiosamente, pensar en reikes y demás exparejas le hizo más gracia que la estupidez que había dicho.
«Ay, dioses, que alguien me saque de este rizo sin fin de idioteces. Van a pensar que soy cortito de mente»
No obstante, el esperado rescate a la idiotez mental del mercenario no tardó en llegar, pues, aunque no podía escuchar lo que comentaba el guardia a las personas más cercanas a su persona, era evidente de que se trataba de algo serio. El cambio del gesto y rictus en las caras de las personas con las que conversaba daba buena cuenta de ello.
- Ah, era mucho esperar una noche tranquila-, dijo, más para sí mismo que para las personas cercanas, pero que ellas podrían escuchar perfectamente. - Supongo que es el momento de meter el hocico en los asuntos de la guardia-, afirmó seguido, esta vez dirigiendo sus palabras directamente hacia ellas, para después darle un largo trago a su jarra y apurar el hidromiel de su interior. - Si me disculpan, iré a ver que ocurre como buen fisgón-, comentó finalmente, guiñando un ojo hacia la tabernera y su clienta, y dejando la jarra sobre la madera. - La ley suele pagar bien-, dijo como despedida final, haciendo un gesto con la mano y recuperando el morral del suelo para echárselo al hombro.
«La ley no paga mal. Y conmigo por medio a veces ayudan a los que deben y todo», pensó, pero se ahorró decir. Luego, el brujo se encaminó hacia el guardia.
No tantos altruistas soldados de fortuna correteaban por Aerandir. Pero alguno que otro sí. A los dioses les gustaba que hubiera un poco de todo por aquel ancho y peligroso mundo.
Offrol
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Me dirijo hacia el guardia para saber que pasa, pero no pongo nada concreto sobre el futuro diálogo con él para que otra persona añada lo que pasa y se sepa en la narración sin yo copar toda la narrativa en ese sentido.
Evidentemente, si tienen otra idea, que no sea saber por medio del guardia, pues Aylizz me conoce y me puede retener, y de todos modos Mina o su amiga pueden hacerlo igualmente. Por supuesto, pueden seguirme a fisgonear con el guardia si les parece una buena opción y hacer el diálogo de lo que comenta ^^
Estoy abierto a todas las opciones posibles. Incluso que entre una manada de lobos en el local tocando el clarinete =D
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Levantando la sobre su hombro y llevando la vista atrás, observó con sutileza como el guardia echaba a un lado al joven que regentaba la taberna, apartándolo de la clientela para conversar con mayor discreción. No se percató de la aparición de la fémina comadreja hasta voltearse de nuevo hacia la barra, casi teniendo que controlar un espasmo de sorpresa al verla. No parecía acostumbrada al servicio, apartaba y rebuscaba entre las diferentes bebidas, inventariando mentalmente las existencias, a fin de dar con lo apropiado para la ocasión. Si... Podría haber sido más específica... Examinó a la muchacha en un vistazo, tampoco parecía lucir como una mesera. ¿Entonces? Quizá se tratase de una segunda, una ayudante que sirviera puntualmente en los momentos de mayor agitación. En cualquier caso, no dedicó mayor atención a aquellas cuestiones, menos cuando puso el licor ante su persona.
Arqueó una ceja y su rostro reflejó un gesto extrañado, rondando en ella la duda sobre la viabilidad de ingerir aquel brebaje multicolor, a base de no sabría determinar cuántas variedades de... de... ¿Qué demonios destilas para obtener esos colores? licor... ¿frutal? Echó un vistazo a algunas de las cerezas que se dejaban ver en la superficie y tomó una. No pudo esconder una mueca de desagrado al notar el gusto amargo que envolvía la guinda, aunque el dulzor al morderla contrastó gustosamente con la sensación inicial. Agarró entonces el vaso y lo puso ante sus ojos, pudiendo ver la distorsionada figura coloreada de la mujerdreja frente a ella. Serviría.
—Salu
Reconoció aquella caballerosa voz al instante, mas era evidente que la persona de la que provenía no hizo lo propio con ella. Cubierta aún con la capucha, apartó el vidrio que a punto estaba de rozar sus labios antes de la inesperada intervención del brujo, pero esperó a que terminase sus seguramente bien meditadas palabras de presentación antes de interrumpir su curioso acercamiento. Le fue difícil no girarse cuando mencionó aquel nombre. Lo había escuchado en alguna parte. ¡Si! Aquel elfo de pelo platino, así se llamaba al menos, ¿cuán de común sería? La aparente preocupación por la composición del licor y sus efectos se vio cómica a ojos de la elfa, no era algo en lo que ella misma no hubiese reparado y la postura adoptada por el hechicero hacia la que para él se trataba de una extraña tenía con un tono de humor un dudoso acercamiento.
—Bueno, señor Calhoun...— comentó divertida al descubrirse a sus ojos, ladeándose hacia el herrero, poniendo ahora el vaso frente a él —No sé si yo diría el éxito, pero... Si son palabras de Rauko...
Brindó en el aire hacia el brujo y de un trago -largo, claro- impulsó la cuestionable bebida hacia su garganta, que sin apenas rozarla atravesó su esófago, acalorando sus entrañas a su paso, hasta caer de una vez en su estómago. Cerró los ojos un momento y por un instante no dijo nada, esperó a que los colores se dispersaran en sus adentros y se asentaran. No se equivocó al asumir que la apreciación del veterano sobre la afectación que el alcohol provocaría era cierta, aunque no habría necesitado a nadie que lo confirmase, el mero hecho de haber presenciado su preparación lo exponía sin medias verdades. Un poco de todo y todo suma. Efecto cuasi inmediato. Nunca hubiese pensado que algo así sería justo lo que necesitaba. Al tiempo que sus mejillas se coloreaban y notaba cosquillear bajo su piel, dando la sensación de poder notar el destilado circular entremezclado en su sangre, el ruido de fondo que envolvía la taberna se concentró en un revuelo armado en torno al rincón donde el tabernero y el guardia conversaban. La curiosidad, el sentido del deber, el olfato para los negocios o lo que fuera que generó aquella situación en el hechicero lo hicieron abandonar su asiento y acercarse al tumulto de gente que comenzaba a formarse. Bien. Había optado por entrar en aquel establecimiento con la esperanza de dar con una trastienda o almacén donde poder ocultarse y tratarse las heridas, pero en vista de los acontecimientos, un anestésico etílico y una distracción tendrían que ser suficiente.
Se abrió entonces la parte central de la capa, dejando al descubierto el abdomen empapado en sangre, envuelto en jirones que trataban de evitar hemorragia alrededor de un cristal que se incrustaba en el vientre. Un pedazo de botella hecha trozos que uno de los atentos anfitriones de tal acogedora ciudad había tenido a bien utilizar como arma. ¿Sería aquella una forma de dejar recuerdos a los que se despiden? Encantadores. Ahuecó los improvisados vendajes con una mano, al tiempo que con la otra amarró el vidrio, tomándose unos segundos para mentalizarse.
No está tan mal... No es tan grave... No es tan profundo... Superficial. ¡Vamos! Dolerá... Dioses, va a ser horrible... ¡Vamos! ¡De una vez! No, no,no,no, no, ¡no!
El que podría considerarse un elixir de fuerza de voluntad, o anulación del sentido del dolor e instinto de supervivencia, cumplió con su función, desquitando de poder a la parte consciente que habría entrado en pánico al no poder centrarse en idear la mejor manera de tratar aquel desastre con tan pocos medios. A pesar de que ésta gritara y se retorciera, el cuerpo y sus impulsos seguían sus propias órdenes. Sacar, cubrir, curar. Sencillo.
Y doloroso.
Apretó los dientes, ahogando un gruñido. El cristal resbaló con facilidad, los bordes lisos facilitaron un corte limpio, que además había resultado impreciso, no rompiendo otra cosa que tejidos y muchos de los remplazables vasos a no demasiada profundidad. Con los cuidados adecuados cicatrizaría por sí sola sin necesidad de invertir energía en algo así. Cubrió la herida resultante nuevamente con los vendajes, apretándolos para frenar la hemorragia que se formaría, de no ser rápida, y tratando de aparentar total normalidad depositó el vidrio ensangrentado sobre la barra.
—Una última petición— indicó a la comadreja, tratando de no sonar muy atropellada en la respiración —Un paño limpio y agua clara, seguro que habrá algo por ahí que pueda valer. ¡Ah! Y el licor más puro que haya.— añadió con sobresalto, como si hubiese estado a punto de olvidar lo más importante —Una infección no es fácil de combatir— puntualizó finalmente.
Mientras esperaba que aquellos tres sencillos elementos pudieran serle proporcionados, desvió la mirada de soslayo hacia el cacareo que formaban los chascarrillos entre susurros de los que más cerca se encontraban del guardia y las elucubraciones aisladas que se dejaban oír en las mesas más alejadas.
—¡Vale! ¡Vale! ¡No hay de qué preocuparse, amigos!— espetó de pronto el guardia, agitado por los murmullos, realizando un aspaviento con las manos para disipar a los que trataban de indagar —Tan sólo una visita rutinaria a los negocios que a tales horas permanecen en activo. Se... han producido... algunos robos.— trató de explicar sin revelar mayor detalle —Nada alarmante. Vuelvan a sus asuntos, ¿quieren?.
__________Arqueó una ceja y su rostro reflejó un gesto extrañado, rondando en ella la duda sobre la viabilidad de ingerir aquel brebaje multicolor, a base de no sabría determinar cuántas variedades de... de... ¿Qué demonios destilas para obtener esos colores? licor... ¿frutal? Echó un vistazo a algunas de las cerezas que se dejaban ver en la superficie y tomó una. No pudo esconder una mueca de desagrado al notar el gusto amargo que envolvía la guinda, aunque el dulzor al morderla contrastó gustosamente con la sensación inicial. Agarró entonces el vaso y lo puso ante sus ojos, pudiendo ver la distorsionada figura coloreada de la mujerdreja frente a ella. Serviría.
—Salu
Reconoció aquella caballerosa voz al instante, mas era evidente que la persona de la que provenía no hizo lo propio con ella. Cubierta aún con la capucha, apartó el vidrio que a punto estaba de rozar sus labios antes de la inesperada intervención del brujo, pero esperó a que terminase sus seguramente bien meditadas palabras de presentación antes de interrumpir su curioso acercamiento. Le fue difícil no girarse cuando mencionó aquel nombre. Lo había escuchado en alguna parte. ¡Si! Aquel elfo de pelo platino, así se llamaba al menos, ¿cuán de común sería? La aparente preocupación por la composición del licor y sus efectos se vio cómica a ojos de la elfa, no era algo en lo que ella misma no hubiese reparado y la postura adoptada por el hechicero hacia la que para él se trataba de una extraña tenía con un tono de humor un dudoso acercamiento.
—Bueno, señor Calhoun...— comentó divertida al descubrirse a sus ojos, ladeándose hacia el herrero, poniendo ahora el vaso frente a él —No sé si yo diría el éxito, pero... Si son palabras de Rauko...
Brindó en el aire hacia el brujo y de un trago -largo, claro- impulsó la cuestionable bebida hacia su garganta, que sin apenas rozarla atravesó su esófago, acalorando sus entrañas a su paso, hasta caer de una vez en su estómago. Cerró los ojos un momento y por un instante no dijo nada, esperó a que los colores se dispersaran en sus adentros y se asentaran. No se equivocó al asumir que la apreciación del veterano sobre la afectación que el alcohol provocaría era cierta, aunque no habría necesitado a nadie que lo confirmase, el mero hecho de haber presenciado su preparación lo exponía sin medias verdades. Un poco de todo y todo suma. Efecto cuasi inmediato. Nunca hubiese pensado que algo así sería justo lo que necesitaba. Al tiempo que sus mejillas se coloreaban y notaba cosquillear bajo su piel, dando la sensación de poder notar el destilado circular entremezclado en su sangre, el ruido de fondo que envolvía la taberna se concentró en un revuelo armado en torno al rincón donde el tabernero y el guardia conversaban. La curiosidad, el sentido del deber, el olfato para los negocios o lo que fuera que generó aquella situación en el hechicero lo hicieron abandonar su asiento y acercarse al tumulto de gente que comenzaba a formarse. Bien. Había optado por entrar en aquel establecimiento con la esperanza de dar con una trastienda o almacén donde poder ocultarse y tratarse las heridas, pero en vista de los acontecimientos, un anestésico etílico y una distracción tendrían que ser suficiente.
Se abrió entonces la parte central de la capa, dejando al descubierto el abdomen empapado en sangre, envuelto en jirones que trataban de evitar hemorragia alrededor de un cristal que se incrustaba en el vientre. Un pedazo de botella hecha trozos que uno de los atentos anfitriones de tal acogedora ciudad había tenido a bien utilizar como arma. ¿Sería aquella una forma de dejar recuerdos a los que se despiden? Encantadores. Ahuecó los improvisados vendajes con una mano, al tiempo que con la otra amarró el vidrio, tomándose unos segundos para mentalizarse.
No está tan mal... No es tan grave... No es tan profundo... Superficial. ¡Vamos! Dolerá... Dioses, va a ser horrible... ¡Vamos! ¡De una vez! No, no,no,no, no, ¡no!
El que podría considerarse un elixir de fuerza de voluntad, o anulación del sentido del dolor e instinto de supervivencia, cumplió con su función, desquitando de poder a la parte consciente que habría entrado en pánico al no poder centrarse en idear la mejor manera de tratar aquel desastre con tan pocos medios. A pesar de que ésta gritara y se retorciera, el cuerpo y sus impulsos seguían sus propias órdenes. Sacar, cubrir, curar. Sencillo.
Y doloroso.
Apretó los dientes, ahogando un gruñido. El cristal resbaló con facilidad, los bordes lisos facilitaron un corte limpio, que además había resultado impreciso, no rompiendo otra cosa que tejidos y muchos de los remplazables vasos a no demasiada profundidad. Con los cuidados adecuados cicatrizaría por sí sola sin necesidad de invertir energía en algo así. Cubrió la herida resultante nuevamente con los vendajes, apretándolos para frenar la hemorragia que se formaría, de no ser rápida, y tratando de aparentar total normalidad depositó el vidrio ensangrentado sobre la barra.
—Una última petición— indicó a la comadreja, tratando de no sonar muy atropellada en la respiración —Un paño limpio y agua clara, seguro que habrá algo por ahí que pueda valer. ¡Ah! Y el licor más puro que haya.— añadió con sobresalto, como si hubiese estado a punto de olvidar lo más importante —Una infección no es fácil de combatir— puntualizó finalmente.
Mientras esperaba que aquellos tres sencillos elementos pudieran serle proporcionados, desvió la mirada de soslayo hacia el cacareo que formaban los chascarrillos entre susurros de los que más cerca se encontraban del guardia y las elucubraciones aisladas que se dejaban oír en las mesas más alejadas.
—¡Vale! ¡Vale! ¡No hay de qué preocuparse, amigos!— espetó de pronto el guardia, agitado por los murmullos, realizando un aspaviento con las manos para disipar a los que trataban de indagar —Tan sólo una visita rutinaria a los negocios que a tales horas permanecen en activo. Se... han producido... algunos robos.— trató de explicar sin revelar mayor detalle —Nada alarmante. Vuelvan a sus asuntos, ¿quieren?.
#ff0099 Diálogos del guardia
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Tima estaba ansiosa por ver la reacción de la elfa al probar su trago, tanto que estaba prácticamente con el cuerpo sobre la barra esperando por verla beber. Pero llegó un entrometido, fisgón y coquetón hombre a interrumpir.
Volteó a ver al intruso y su naricita se sacudió vigorosa mientras lo miraba con odio -¿Y a ti quién te llamó? Viejo feo- dijo con impertinencia -Tu amiguito Rauko está bastante equivocado, de éxito no tiene ni la e- dijo con su vocecita aguda de comadreja. -Pues no, no trabajo aquí, pero una bebida no se le niega a nadie, mírela no más, sedienta y usted tan metiche que no la deja ser- respondió, contrariada, ante la pregunta de Vincent.
Luego el hombre osó mirar con desagrado su vistosa creación, lo que indignó a la chica bestia, que se subió a la barra, hinchando el pecho y poniendo los brazos en jarra -¿Qué te pasa con los colores? ¡Entre más, mejor!- exclamó, dando un pisotón en la barra. -¡Eso! ¡Vete! ¡Anta a meter las narices en otro lado donde no te han llamado! ¡Shú!- celebró cuando Vincent decidió ir a ver qué pasaba con el guardia y el dueño del local.
Siguió con la mirada al hombre, hasta que la voz de la elfa la llamó -¿Agua clara?- preguntó extrañada -¿Para qué quieres agua clara?- volvió a preguntar, volteando a mirarla y encontrándose con la gran herida en el vientre de ella, que sangraba profusamente. -¡Mamitadreja! ¿Qué te pasó?- exclamó llevándose las manos a la cabeza. Miró el rostro de la elfa y lo encontró blanco como flor de amapola -¡Calma! ¡Calma! ¡Que no ha pasado nada! ¡Agua clara! ¿Licor puro? ¿Quéjeso? ¡Ah! ¡Licor del bueno!- exclamaba angustiada. Ella no reaccionaba muy bien en momentos así, pero lograba funcionar, así que buscó todo lo que ella le pidió -Yo soy Tina y no dudes en pedirme lo que necesites, eh, que te vamos a remendar bien, mami Hana me enseñó- intentó reconfortarla mientras le entregaba la botella de licor de caña destilado y una jarra con el agua más limpia que encontró.
Por su parte, Mina había corrido la silla hasta prácticamente quedar al lado de la mujer con la que hablaba el tabernero y de hecho, de alguna manera, ya se había metido en la conversación. -¡No! ¿Cómo así que robos? ¿Dónde? Venga, nos tienes que contar todo, no puedes dejar a tus ciudadanos preocupados...- dijo ella -Que digas las cosas así solo nos pone peor, no siembres miedo, Aldo, por favor- hablaba la ilusionista como si conociera a aquel guardia de toda la vida
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Volteó a ver al intruso y su naricita se sacudió vigorosa mientras lo miraba con odio -¿Y a ti quién te llamó? Viejo feo- dijo con impertinencia -Tu amiguito Rauko está bastante equivocado, de éxito no tiene ni la e- dijo con su vocecita aguda de comadreja. -Pues no, no trabajo aquí, pero una bebida no se le niega a nadie, mírela no más, sedienta y usted tan metiche que no la deja ser- respondió, contrariada, ante la pregunta de Vincent.
Luego el hombre osó mirar con desagrado su vistosa creación, lo que indignó a la chica bestia, que se subió a la barra, hinchando el pecho y poniendo los brazos en jarra -¿Qué te pasa con los colores? ¡Entre más, mejor!- exclamó, dando un pisotón en la barra. -¡Eso! ¡Vete! ¡Anta a meter las narices en otro lado donde no te han llamado! ¡Shú!- celebró cuando Vincent decidió ir a ver qué pasaba con el guardia y el dueño del local.
Siguió con la mirada al hombre, hasta que la voz de la elfa la llamó -¿Agua clara?- preguntó extrañada -¿Para qué quieres agua clara?- volvió a preguntar, volteando a mirarla y encontrándose con la gran herida en el vientre de ella, que sangraba profusamente. -¡Mamitadreja! ¿Qué te pasó?- exclamó llevándose las manos a la cabeza. Miró el rostro de la elfa y lo encontró blanco como flor de amapola -¡Calma! ¡Calma! ¡Que no ha pasado nada! ¡Agua clara! ¿Licor puro? ¿Quéjeso? ¡Ah! ¡Licor del bueno!- exclamaba angustiada. Ella no reaccionaba muy bien en momentos así, pero lograba funcionar, así que buscó todo lo que ella le pidió -Yo soy Tina y no dudes en pedirme lo que necesites, eh, que te vamos a remendar bien, mami Hana me enseñó- intentó reconfortarla mientras le entregaba la botella de licor de caña destilado y una jarra con el agua más limpia que encontró.
Por su parte, Mina había corrido la silla hasta prácticamente quedar al lado de la mujer con la que hablaba el tabernero y de hecho, de alguna manera, ya se había metido en la conversación. -¡No! ¿Cómo así que robos? ¿Dónde? Venga, nos tienes que contar todo, no puedes dejar a tus ciudadanos preocupados...- dijo ella -Que digas las cosas así solo nos pone peor, no siembres miedo, Aldo, por favor- hablaba la ilusionista como si conociera a aquel guardia de toda la vida
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Última edición por Mina Harker el Sáb Jun 26 2021, 00:47, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
La andadura del sureño mercenario no duró demasiado, un escaso paso había dado cuando escuchó la respuesta de la mujer.
«Esa voz me resulta familiar», recorrió su mente, frenando su caminar y haciendo que el brujo mirara por encima de su hombro.
- Vaya, vaya. Pero si sois la dama de los bosques-, mencionó, al tiempo que giraba su cuerpo para colocarse de cara a la elfa. - Literalmente la dama de los bosques ¿no es así? - comentó, dibujando una media sonrisa.
El viejo dicho “El mundo es un pañuelo”se había hecho realidad una vez más ante los ojos del brujo. Y sí, se podía considerar una frase manía, mucho más que usada y mentada, más no por ello dejaba de ser cierta.
- Pega duro, eh. Con tanto colorido es asombroso que aún siga viva-, le dijo, en cuanto observó como se tragaba aquel mejunje tan extraño. - ¿Qué os trae por Lunargenta? ¿Sabe? En La Espada Arcana tenemos un poco de todo, ahora con oferta y rebaja por tiempo limitado.
«Demonios, hasta el perro de Sandal estaría orgulloso ante tal habilidad para el negocio en momentos inesperados y con auténtico talante simpático»
- ¿Viejo feo? Será viejo guapo-, respondió a la comadreja, guiñandole un ojo. - No, mi amigo Rauko se puede confundir pero él definitivamente sí que es puro éxito. Si él lo dice, debo creerle. Entiéndame-, bromeó.
El brujo no conocía al joven elfo desde hacía demasiado tiempo, sin embargo, el tiempo que había pasado con él le dictaba que era un tipo inteligente. Eso no significa que su afirmación sobre su éxito fuera cierta, y teniendo en cuenta que a veces se le iba la pelota y hablaba de dioses barbudos, pues, bueno, quizás… Igual no era cierto…
- Pues creo que tiene razón. No soy el éxito-. Y después de callarse por unos instantes añadió. - Soy el super éxito-, dijo antes de sonreír con una sonrisa más amplia.
¡Vamos! ¡A quién no le molaba ser el éxito aunque no lo fuera de verdad!
- Puede que más adelante me vaya-, le mencionó a la mujer bestia, pues, en mitad de ese diálogo entre comadreja y brujo, habían sucedido suficientes circunstancias como para que el mercenario se replanteara su marcha. - El alcohol más puro creo que ya te los ha bebido-, afirmó, medio en broma pero en tono serio, manteniendo la compostura.
Un viejo mercenario como él no se asustaba fácilmente ante las heridas ajenas, ni tampoco las propias. Muchas cicatrices recorrían su cuerpo, vestigio de pasados y errores, letras en carne con una enseñanza sobre el combate o el exceso de confianza. A muchos hombres y mujeres ha contemplado en sus últimos momentos en el plano terrenal.
- No, las infecciones son peligrosas-, mentó, dejando su morral otra vez en el suelo, apoyado nuevamente contra la madera frontal de la barra. - El asesino silencioso. Así le llamaban en la compañía-, afirmó. Esta vez aproximándose a la dama para ojear mejor la herida, sin concretar de qué compañía se trataba. - Has hecho un buen trabajo. Y por suerte, los elfos son muy fuertes. Para las enfermedades aún más-, le dijo, retornando una sonrisa al rostro e iniciando el paso hacia la cocina. - En la cocina seguro que hay agua y paños, sino seguro que hay un pozo cercano-, le comentó a la simpática comadreja. - Yo veré si encuentro buen alcohol en las barricas.
Era un poco descarado meterse en la parte trasera del negocio, sin embargo, los dueños parecían distraídos hablando con el guardia y el tiempo apremiaba. Por esa razón el brujo no se lo pensó demasiado y se internó en la cocina. Luego tomó una taza de cerámica y la colocó debajo del grifo de una barrica antes de abrirlo y dejar que parte del líquido se posara en el fondo. De esa manera fue probando el alcohol que había en cada uno de ellos, hasta que por fin dio con uno que le abrasó la garganta.
«Este es el adecuado», caviló, dejando la taza a un lado y tomando una limpia para llenarla con ese alcohol en concreto.
- Aquí tiene. El alcohol más puro que he encontrado-, le dijo a Aylizz, dejando la taza de cerámica delante de ella, sobre la barra; y volviéndose a colocar a su lado, por la zona donde debería estar la clientela. - Parece que han habido unos robos-, comentó, mirando hacia el guardia. Es lo poco que el brujo había podido escuchar antes de meterse en la cocina. - Pero ahora mismo, me parece más importante saber cómo ha sufrido esa lamentable herida. ¿Debo partirle las piernas a alguien? - preguntó, retornando la mirada hacia el rostro de la elfa.
«Esa voz me resulta familiar», recorrió su mente, frenando su caminar y haciendo que el brujo mirara por encima de su hombro.
- Vaya, vaya. Pero si sois la dama de los bosques-, mencionó, al tiempo que giraba su cuerpo para colocarse de cara a la elfa. - Literalmente la dama de los bosques ¿no es así? - comentó, dibujando una media sonrisa.
El viejo dicho “El mundo es un pañuelo”se había hecho realidad una vez más ante los ojos del brujo. Y sí, se podía considerar una frase manía, mucho más que usada y mentada, más no por ello dejaba de ser cierta.
- Pega duro, eh. Con tanto colorido es asombroso que aún siga viva-, le dijo, en cuanto observó como se tragaba aquel mejunje tan extraño. - ¿Qué os trae por Lunargenta? ¿Sabe? En La Espada Arcana tenemos un poco de todo, ahora con oferta y rebaja por tiempo limitado.
«Demonios, hasta el perro de Sandal estaría orgulloso ante tal habilidad para el negocio en momentos inesperados y con auténtico talante simpático»
- ¿Viejo feo? Será viejo guapo-, respondió a la comadreja, guiñandole un ojo. - No, mi amigo Rauko se puede confundir pero él definitivamente sí que es puro éxito. Si él lo dice, debo creerle. Entiéndame-, bromeó.
El brujo no conocía al joven elfo desde hacía demasiado tiempo, sin embargo, el tiempo que había pasado con él le dictaba que era un tipo inteligente. Eso no significa que su afirmación sobre su éxito fuera cierta, y teniendo en cuenta que a veces se le iba la pelota y hablaba de dioses barbudos, pues, bueno, quizás… Igual no era cierto…
- Pues creo que tiene razón. No soy el éxito-. Y después de callarse por unos instantes añadió. - Soy el super éxito-, dijo antes de sonreír con una sonrisa más amplia.
¡Vamos! ¡A quién no le molaba ser el éxito aunque no lo fuera de verdad!
- Puede que más adelante me vaya-, le mencionó a la mujer bestia, pues, en mitad de ese diálogo entre comadreja y brujo, habían sucedido suficientes circunstancias como para que el mercenario se replanteara su marcha. - El alcohol más puro creo que ya te los ha bebido-, afirmó, medio en broma pero en tono serio, manteniendo la compostura.
Un viejo mercenario como él no se asustaba fácilmente ante las heridas ajenas, ni tampoco las propias. Muchas cicatrices recorrían su cuerpo, vestigio de pasados y errores, letras en carne con una enseñanza sobre el combate o el exceso de confianza. A muchos hombres y mujeres ha contemplado en sus últimos momentos en el plano terrenal.
- No, las infecciones son peligrosas-, mentó, dejando su morral otra vez en el suelo, apoyado nuevamente contra la madera frontal de la barra. - El asesino silencioso. Así le llamaban en la compañía-, afirmó. Esta vez aproximándose a la dama para ojear mejor la herida, sin concretar de qué compañía se trataba. - Has hecho un buen trabajo. Y por suerte, los elfos son muy fuertes. Para las enfermedades aún más-, le dijo, retornando una sonrisa al rostro e iniciando el paso hacia la cocina. - En la cocina seguro que hay agua y paños, sino seguro que hay un pozo cercano-, le comentó a la simpática comadreja. - Yo veré si encuentro buen alcohol en las barricas.
Era un poco descarado meterse en la parte trasera del negocio, sin embargo, los dueños parecían distraídos hablando con el guardia y el tiempo apremiaba. Por esa razón el brujo no se lo pensó demasiado y se internó en la cocina. Luego tomó una taza de cerámica y la colocó debajo del grifo de una barrica antes de abrirlo y dejar que parte del líquido se posara en el fondo. De esa manera fue probando el alcohol que había en cada uno de ellos, hasta que por fin dio con uno que le abrasó la garganta.
«Este es el adecuado», caviló, dejando la taza a un lado y tomando una limpia para llenarla con ese alcohol en concreto.
- Aquí tiene. El alcohol más puro que he encontrado-, le dijo a Aylizz, dejando la taza de cerámica delante de ella, sobre la barra; y volviéndose a colocar a su lado, por la zona donde debería estar la clientela. - Parece que han habido unos robos-, comentó, mirando hacia el guardia. Es lo poco que el brujo había podido escuchar antes de meterse en la cocina. - Pero ahora mismo, me parece más importante saber cómo ha sufrido esa lamentable herida. ¿Debo partirle las piernas a alguien? - preguntó, retornando la mirada hacia el rostro de la elfa.
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
—Si... Dama...— repitió con ironía ante el comentario del brujo, tratando de no reírse para evitar que la zona abdominal se contrajese, produciendo así más bombeo y dolor —Eso es justo lo que habrían querido hacer de mí.— añadió entre dientes, más como un pensamiento en voz alta que como un comentario.
Con el rubor alcoholizado ya reflejado en sus mejillas reparó en la publicidad que, de manera inesperada, se hizo a sí mismo el brujo. No supo determinar si bromeaba o realmente se tenía en tan alta estima, mas la comadreja que había tenido a bien atenderla no tuvo el mayor reparo en bajarlo de su nube y azuzarlo para que despejara el lugar. Cosa que no hizo.
—Sigo viva porque soy dura— afirmó, golpeándose el pecho, ironizando las actitudes varoniles que acostumbran a mostrar los hombres cuando ellos mismos enaltecen sus propios egos y guiñando un ojo a la joven peluda tras la barra —Más de lo que parece, ¿no cree Señor Calhoun?— preguntó, con cierta retórica, sin esperar respuesta alguna —¡Claro que lo soy!— repitió, convenciéndose a sí misma, como si así la extracción y posterior curación de su lesión fuera a ser menos insufrible.
La recién presentada como Tina se mostró servicial sin pedir explicaciones, cosa que agradeció. Pareció preocuparse por la razón de su herida, no obstante, aquello no la restó tiempo de ponerse a buscar lo requerido de inmediato. Sin embargo, el hechicero pareció dispuesto a alejarse y continuar en sus asuntos después de la reprimenda de la mujer animada, no sin antes añadir otro de sus apuntes ante la imperiosa necesidad mostrada de obtener el alcohol más puro.
—Me importa un cuerno su compañía— espetó la elfa ante la lección de vida que compartió con las féminas y que nadie le había pedido, con cierta irritación que no sabría determinar si nacía de la impaciencia, que aumentaba al tiempo que lo hacía el dolor, o de la presencia de aquel hombre.
Amagó con apartarse cuando Vincent acercó su rostro a la herida para examinarla con mayor detalle, tras un nuevo deleite para sus oídos ensalzando la fortaleza de su raza, sondado aquello llamativo en boca de su enemigo histórico, aunque finalmente optó por ahogar su respuesta al verlo verdaderamente dispuesto a ayudarla. En cualquier otro momento se había parado a pensar en las intenciones de aquel brujo que, ciertamente, se había mostrado cortés y atento desde el primer contacto que habían mantenido. No podía permitirse dejarse engañar por alguien de su condición. Otra vez no. Sin embargo, en la situación en la que se encontraba carecía de tiempo y ganas de preocuparse por otra cosa que no fuera dejar de sangrar, coser ycantar seguir con su marcha.
—Mi querida señorita, no tiene de qué preocuparse, la guardia al servicio de esta urbe y sus buenas gentes lo tiene todo bajo control. Únicamente debe prestar atención a su jarra, que gustosamente compartiría con vos de no encontrarme en un servicio— explicó el guardia, entretanto, a la bruja que con notable interés se había acercado al bullicio y exigía mayor información —Tenga a buen recaudo sus ganancias esta noche y manténgase alerta cuando eche el cierre, ya van tres negocios esta noche.— aconsejó después al tabernero, en voz más baja, antes de disponerse al abandono del local.
Volvió Calhoun con el alcohol requerido y la elfa lo examinó antes de considerarlo adecuado. De un primer vistazo al interior del recipiente pudo comprobar su notable consistencia, esa que presentan los licores más añejos, mejor destilados. Después realizó una prueba olfativa, torciendo el gesto hacia un lado al comprobar que, efectivamente, era fuerte. Tina, por su parte, había dispuesto lo demás. Se detuvo un momento para observar la herida. Con un paño limpio empapado en agua limpió alrededor de la incisión, dejándola más visible y descubriendo que, si bien el sangrado era llamativo, con una costura no demasiado costosa no tardaría mucho en cicatrizar.
—Bueno... Aún no se salen las tripas... Podría ser peor.— bromeó, antes de alcanzar la taza y tomar aire profundamente para expulsarlo despacio —Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Tomó un trago de la taza, digamos que para terminar de comprobar que efectivamente se trataba de alcohol, para después diluir el resto en el agua que había reservado. Desinfectante rudimentario, una opción como otra cualquiera, y si después de aquello no se le caía la carne a trozos debería disculparse ante los ancianos por haber abandonado sus aprendizajes como sanadora. Sin más rodeos y envalentonada por ese mágico empujón que da la ebriedad, vertió sobre la zona lastimada la mezcla, tratando de que no cayese directamente en el interior de la herida abierta, no sin dejar escapar una que otra blasfemia en su lengua natal como reacción instintiva al escozor que aquello producía. Si escuece cura, ¿no?
—Quizá... los mismos rateros...— explicó, con palabras entrecortadas al terminarse el brebaje y tapando nuevamente la herida —Cuatro hombres... En un callejón... A saber...— tomo aire de nuevo, ahora más calmada, a medida que aminoraba el palpitar que ahora notaba en el corte —¿Hoy desempeñará el papel de caballero andante, señor Calhoun?— inquirió con sorna cuando se recompuso —Habéis dicho que vuestro nombre es Tina, ¿verdad?— se dirigió ahora a la mujerdreja —¿Queréis mostrarme lo que os enseñó esa mami Hana?
Con el rubor alcoholizado ya reflejado en sus mejillas reparó en la publicidad que, de manera inesperada, se hizo a sí mismo el brujo. No supo determinar si bromeaba o realmente se tenía en tan alta estima, mas la comadreja que había tenido a bien atenderla no tuvo el mayor reparo en bajarlo de su nube y azuzarlo para que despejara el lugar. Cosa que no hizo.
—Sigo viva porque soy dura— afirmó, golpeándose el pecho, ironizando las actitudes varoniles que acostumbran a mostrar los hombres cuando ellos mismos enaltecen sus propios egos y guiñando un ojo a la joven peluda tras la barra —Más de lo que parece, ¿no cree Señor Calhoun?— preguntó, con cierta retórica, sin esperar respuesta alguna —¡Claro que lo soy!— repitió, convenciéndose a sí misma, como si así la extracción y posterior curación de su lesión fuera a ser menos insufrible.
La recién presentada como Tina se mostró servicial sin pedir explicaciones, cosa que agradeció. Pareció preocuparse por la razón de su herida, no obstante, aquello no la restó tiempo de ponerse a buscar lo requerido de inmediato. Sin embargo, el hechicero pareció dispuesto a alejarse y continuar en sus asuntos después de la reprimenda de la mujer animada, no sin antes añadir otro de sus apuntes ante la imperiosa necesidad mostrada de obtener el alcohol más puro.
—Me importa un cuerno su compañía— espetó la elfa ante la lección de vida que compartió con las féminas y que nadie le había pedido, con cierta irritación que no sabría determinar si nacía de la impaciencia, que aumentaba al tiempo que lo hacía el dolor, o de la presencia de aquel hombre.
Amagó con apartarse cuando Vincent acercó su rostro a la herida para examinarla con mayor detalle, tras un nuevo deleite para sus oídos ensalzando la fortaleza de su raza, sondado aquello llamativo en boca de su enemigo histórico, aunque finalmente optó por ahogar su respuesta al verlo verdaderamente dispuesto a ayudarla. En cualquier otro momento se había parado a pensar en las intenciones de aquel brujo que, ciertamente, se había mostrado cortés y atento desde el primer contacto que habían mantenido. No podía permitirse dejarse engañar por alguien de su condición. Otra vez no. Sin embargo, en la situación en la que se encontraba carecía de tiempo y ganas de preocuparse por otra cosa que no fuera dejar de sangrar, coser y
—Mi querida señorita, no tiene de qué preocuparse, la guardia al servicio de esta urbe y sus buenas gentes lo tiene todo bajo control. Únicamente debe prestar atención a su jarra, que gustosamente compartiría con vos de no encontrarme en un servicio— explicó el guardia, entretanto, a la bruja que con notable interés se había acercado al bullicio y exigía mayor información —Tenga a buen recaudo sus ganancias esta noche y manténgase alerta cuando eche el cierre, ya van tres negocios esta noche.— aconsejó después al tabernero, en voz más baja, antes de disponerse al abandono del local.
Volvió Calhoun con el alcohol requerido y la elfa lo examinó antes de considerarlo adecuado. De un primer vistazo al interior del recipiente pudo comprobar su notable consistencia, esa que presentan los licores más añejos, mejor destilados. Después realizó una prueba olfativa, torciendo el gesto hacia un lado al comprobar que, efectivamente, era fuerte. Tina, por su parte, había dispuesto lo demás. Se detuvo un momento para observar la herida. Con un paño limpio empapado en agua limpió alrededor de la incisión, dejándola más visible y descubriendo que, si bien el sangrado era llamativo, con una costura no demasiado costosa no tardaría mucho en cicatrizar.
—Bueno... Aún no se salen las tripas... Podría ser peor.— bromeó, antes de alcanzar la taza y tomar aire profundamente para expulsarlo despacio —Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Tomó un trago de la taza, digamos que para terminar de comprobar que efectivamente se trataba de alcohol, para después diluir el resto en el agua que había reservado. Desinfectante rudimentario, una opción como otra cualquiera, y si después de aquello no se le caía la carne a trozos debería disculparse ante los ancianos por haber abandonado sus aprendizajes como sanadora. Sin más rodeos y envalentonada por ese mágico empujón que da la ebriedad, vertió sobre la zona lastimada la mezcla, tratando de que no cayese directamente en el interior de la herida abierta, no sin dejar escapar una que otra blasfemia en su lengua natal como reacción instintiva al escozor que aquello producía. Si escuece cura, ¿no?
—Quizá... los mismos rateros...— explicó, con palabras entrecortadas al terminarse el brebaje y tapando nuevamente la herida —Cuatro hombres... En un callejón... A saber...— tomo aire de nuevo, ahora más calmada, a medida que aminoraba el palpitar que ahora notaba en el corte —¿Hoy desempeñará el papel de caballero andante, señor Calhoun?— inquirió con sorna cuando se recompuso —Habéis dicho que vuestro nombre es Tina, ¿verdad?— se dirigió ahora a la mujerdreja —¿Queréis mostrarme lo que os enseñó esa mami Hana?
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Tina aceptó a regañadientes la ayuda del viejo feo. Si bien ella era capaz de ayudar a la linda elfita sola, 2 pares de manos iban a abarcar más que una sola. Además, parecía que la elfa entendía de heridas y sabía lo que estaba haciendo, así que eran en total 3 pares de manos que se ocupaban en sanar aquella herida espantosa. -Eres muy dicharachero, viejo feo- recalcó en algún momento la mujerdreja, mirando con un dejo desprecio al brujo.
Cuando la elfita pidió por las habilidades remendaderas de Tina, la chica estuvo muy feliz -¡Claro que te lo enseño! Pero espera un momento, aguanta- dijo, extendiendo ambas manos, y se bajó de la barra para ir corriendo con Mina. La chica bestia abrió el bolso de viaje de la bruja y se metió dentro, buscando un paquetito en específico. Algunas cosas volaron fuera del bolso, una de ellas cayó a los pies de la ilusionista, quien hasta el momento, no había prestado atención a su pequeña acompañante. -¿Pero qué haces?- espetó la bruja, recogiendo las cosas que Tina había echado fuera del bolso -Busco el ungüento de adormidera- respondió la chica. -¿Y para qué lo quieres?- preguntó con curiosidad Mina -Para aplicárselo a la elfita bonita, que está herida- explicó, como si nada, dejando más confundida a la ilusionista.
Cuando encontró el frasquito, la mujerdreja lo alzó e hizo un ruidito de victoria y corrió de vuelta con su elfita -¡Adormidera blanca!- exclamó y se lo pasó -Creo que sería bueno si bebes un poco, para que no te duela tanto, que si tengo que coserte, pues... duele- explicó ella, poniendo el frasquito en la mano de la elfa. Mina había seguido a su compañera y se encontró con aquella escena -¿Pero qué te pasó?- preguntó con notoria sorpresa -Muchacha, te dieron tremendo tajo... bueno, Tina hace unos remiendos impresionantes... pero no necesitas la adormidera, porque, pues, bueno... es para mí- intentó explicar, recuperando su botellita.
Como Tina la miró horrorizada, Mina volteó los ojos y se explayó -Solo necesitas el poder de tu mente para no sentir dolor, yo te ayudaré- dijo -Como yo no tengo ningún ilusionista que me ayude, pues sí que necesito la adormidera- añadió, creyendo que ahora sí todos entenderían y no la verían como una desconsiderada. Pero no -Yo soy ilusionista, no una charlatana- se defendió, un poco indignada.
Chasqueó la lengua en la boca y resopló -A ver, querida, mírame a los ojos... con tu permiso, voy a poner mis dedos en tus sienes- explicó. Mina ni siquiera se cuestionó ayudar a la elfa herida, sin darse cuenta, estaba siendo generosa. Luego caería en cuenta de que estaba siendo buena persona y culparía a Tina.
Sus ojos rasgados se quedaron fijos en los almendrados ojos de la elfa, se concentró y acumuló su éter en la punta de sus dedos. El truco estaba en hacer creer a la mente de la elfa que no había dolor, ella no era una curandera y no estaba haciéndolo desaparecer, más tarde el dolor volvería, pero en ese momento, mientras la mujerdreja cosía la carne de la elfa, ella no lo sentiría. -No hay dolor- decía en un tono neutral pero cálido -Respira tranquila, pausada, inhala y exhala... no hay dolor- repetía la bruja. Tina, mientras tanto, había sacado el estuche donde guardaba lo que usaba para los primeros auxilios y tras quemar la punta de la aguja, comenzó a remendar. -¡Listo! Como nueva- exclamó Tina al ver su obra -La cicatriz será bonita, como tú- dijo, contenta de ver que a la chica ya no se le saldrían las tripas por ahí.
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4
Uso habilidad de nivel 1.- El dolor está en tu cabeza, pero haciendo el efecto inverso.
Cuando la elfita pidió por las habilidades remendaderas de Tina, la chica estuvo muy feliz -¡Claro que te lo enseño! Pero espera un momento, aguanta- dijo, extendiendo ambas manos, y se bajó de la barra para ir corriendo con Mina. La chica bestia abrió el bolso de viaje de la bruja y se metió dentro, buscando un paquetito en específico. Algunas cosas volaron fuera del bolso, una de ellas cayó a los pies de la ilusionista, quien hasta el momento, no había prestado atención a su pequeña acompañante. -¿Pero qué haces?- espetó la bruja, recogiendo las cosas que Tina había echado fuera del bolso -Busco el ungüento de adormidera- respondió la chica. -¿Y para qué lo quieres?- preguntó con curiosidad Mina -Para aplicárselo a la elfita bonita, que está herida- explicó, como si nada, dejando más confundida a la ilusionista.
Cuando encontró el frasquito, la mujerdreja lo alzó e hizo un ruidito de victoria y corrió de vuelta con su elfita -¡Adormidera blanca!- exclamó y se lo pasó -Creo que sería bueno si bebes un poco, para que no te duela tanto, que si tengo que coserte, pues... duele- explicó ella, poniendo el frasquito en la mano de la elfa. Mina había seguido a su compañera y se encontró con aquella escena -¿Pero qué te pasó?- preguntó con notoria sorpresa -Muchacha, te dieron tremendo tajo... bueno, Tina hace unos remiendos impresionantes... pero no necesitas la adormidera, porque, pues, bueno... es para mí- intentó explicar, recuperando su botellita.
Como Tina la miró horrorizada, Mina volteó los ojos y se explayó -Solo necesitas el poder de tu mente para no sentir dolor, yo te ayudaré- dijo -Como yo no tengo ningún ilusionista que me ayude, pues sí que necesito la adormidera- añadió, creyendo que ahora sí todos entenderían y no la verían como una desconsiderada. Pero no -Yo soy ilusionista, no una charlatana- se defendió, un poco indignada.
Chasqueó la lengua en la boca y resopló -A ver, querida, mírame a los ojos... con tu permiso, voy a poner mis dedos en tus sienes- explicó. Mina ni siquiera se cuestionó ayudar a la elfa herida, sin darse cuenta, estaba siendo generosa. Luego caería en cuenta de que estaba siendo buena persona y culparía a Tina.
Sus ojos rasgados se quedaron fijos en los almendrados ojos de la elfa, se concentró y acumuló su éter en la punta de sus dedos. El truco estaba en hacer creer a la mente de la elfa que no había dolor, ella no era una curandera y no estaba haciéndolo desaparecer, más tarde el dolor volvería, pero en ese momento, mientras la mujerdreja cosía la carne de la elfa, ella no lo sentiría. -No hay dolor- decía en un tono neutral pero cálido -Respira tranquila, pausada, inhala y exhala... no hay dolor- repetía la bruja. Tina, mientras tanto, había sacado el estuche donde guardaba lo que usaba para los primeros auxilios y tras quemar la punta de la aguja, comenzó a remendar. -¡Listo! Como nueva- exclamó Tina al ver su obra -La cicatriz será bonita, como tú- dijo, contenta de ver que a la chica ya no se le saldrían las tripas por ahí.
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Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Que el brujo estuviera más preocupado por el estado de la elfa, no significaba que no escuchara lo que el guardia comentaba al grupo de personas que se habían acercado a este, preocupados y esperando escuchar las noticias que había venido a compartir.
«¿Bajo control? Esas son las palabras que se suelen decir cuando todo se va al garete», pensó el mercenario, sin estar seguro de hasta qué punto tendría razón él o, si por el contrario, el guardia había sido sincero y solo eran fantasmas en su cabeza.
- Casi siempre podría ser peor-, contestó a la dama de los bosques. - Y no, mi caballo está descansando. Esta noche solo soy andante-, bromeó, dibujando una media sonrisa, mientras la joven y la comadreja se ponían manos a la obra con el alcohol y las curas para su herida. - Supongo que esa herida era mucho peor antes.
«Eso o antes tenía más de una»
De otro modo, la elfa hubiera usado su magia para curarse a sí misma. Aunque… ¿Sería eso? O quizás habría otra razón para que la mujer de Sandorai optara por otro tipo de curaciones. Ello era un misterio para el isleño.
- Dicharachero y viejo, cierto-, respondió a Tina, que así dijo llamarse. - Pero aún tengo mi toque. No me entierre aún-, dijo afable, obviando el tonito de desprecio de la mujer bestia. - Cuatro hombres. No todos son gentiles hidalgos por estas tierras-, manifestó, mirando hacia otro lado mientras pensaba sobre ella. - Bueno, en estas tierras y en todas-, comentó, aquello último, con un deje triste acariciando las palabras.
El mundo podía llegar a ser un lugar muy cruel. No todos iban con bonitas palabras y sonrisas por el ancho continente y las islas que lo rodeaban, e, incluso cuando así lo era, muchas veces esas lindas palabras eran la máscara de un impostor. Voces que te endulzaban hasta envenenarte lentamente.
Descubrir quien era quien en aquel mundo era lo verdaderamente complicado.
Por suerte, en Aerandir no solo había mentiras, puñaladas y oscuros deseos. También había gente de noble corazón, palabras sinceras, cuentos y artistas.
- Así que sois una artista de la mente-, mentó, cual saludo a la ya mostrada como bruja por sus propias palabras. Aunque para elfo y brujo no era una condición ocultable, no su raza al menos, la escuela que dominaba ya era otro cantar. - Nada como una caricia llena ilusiones para tener el mejor viaje de tu vida-, afirmó amistoso. - Puede dar reparo si nunca ha sido tratada por un o una ilusionista-, le dijo a Aylizz. - Pero le vendrá bien, calmará su dolor. Después de todo el dolor está en la mente. Déjese llevar.
El mercenario no tenía por qué dudar de las ilusiones de su camarada de las islas, pues era evidente que conocía a Tina. Si la comadreja ayudaba a Aylizz, no tenía razones para dudar de la amiga de esta.
- Y en cuanto esté bien curada, descanse un rato, con una buena pinta en mano, y luego podrá explicarnos con más detalle que ha ocurrido-, comentó, en cuanto la comadreja terminó de tratar la herida. - No soy caballero andante, ni guardia de la ciudad, pero aunque no sea nada de eso, partir piernas sigue siendo mi trabajo-, dijo, renovando su media sonrisa. - Por cierto, buen trabajo, señorita Tina. He visto suficientes remiendos para reconocer uno bueno cuando lo veo-, terminó por decir, asintiendo con la cabeza, en dirección a la mujer bestia, en señal de respeto.
«¿Bajo control? Esas son las palabras que se suelen decir cuando todo se va al garete», pensó el mercenario, sin estar seguro de hasta qué punto tendría razón él o, si por el contrario, el guardia había sido sincero y solo eran fantasmas en su cabeza.
- Casi siempre podría ser peor-, contestó a la dama de los bosques. - Y no, mi caballo está descansando. Esta noche solo soy andante-, bromeó, dibujando una media sonrisa, mientras la joven y la comadreja se ponían manos a la obra con el alcohol y las curas para su herida. - Supongo que esa herida era mucho peor antes.
«Eso o antes tenía más de una»
De otro modo, la elfa hubiera usado su magia para curarse a sí misma. Aunque… ¿Sería eso? O quizás habría otra razón para que la mujer de Sandorai optara por otro tipo de curaciones. Ello era un misterio para el isleño.
- Dicharachero y viejo, cierto-, respondió a Tina, que así dijo llamarse. - Pero aún tengo mi toque. No me entierre aún-, dijo afable, obviando el tonito de desprecio de la mujer bestia. - Cuatro hombres. No todos son gentiles hidalgos por estas tierras-, manifestó, mirando hacia otro lado mientras pensaba sobre ella. - Bueno, en estas tierras y en todas-, comentó, aquello último, con un deje triste acariciando las palabras.
El mundo podía llegar a ser un lugar muy cruel. No todos iban con bonitas palabras y sonrisas por el ancho continente y las islas que lo rodeaban, e, incluso cuando así lo era, muchas veces esas lindas palabras eran la máscara de un impostor. Voces que te endulzaban hasta envenenarte lentamente.
Descubrir quien era quien en aquel mundo era lo verdaderamente complicado.
Por suerte, en Aerandir no solo había mentiras, puñaladas y oscuros deseos. También había gente de noble corazón, palabras sinceras, cuentos y artistas.
- Así que sois una artista de la mente-, mentó, cual saludo a la ya mostrada como bruja por sus propias palabras. Aunque para elfo y brujo no era una condición ocultable, no su raza al menos, la escuela que dominaba ya era otro cantar. - Nada como una caricia llena ilusiones para tener el mejor viaje de tu vida-, afirmó amistoso. - Puede dar reparo si nunca ha sido tratada por un o una ilusionista-, le dijo a Aylizz. - Pero le vendrá bien, calmará su dolor. Después de todo el dolor está en la mente. Déjese llevar.
El mercenario no tenía por qué dudar de las ilusiones de su camarada de las islas, pues era evidente que conocía a Tina. Si la comadreja ayudaba a Aylizz, no tenía razones para dudar de la amiga de esta.
- Y en cuanto esté bien curada, descanse un rato, con una buena pinta en mano, y luego podrá explicarnos con más detalle que ha ocurrido-, comentó, en cuanto la comadreja terminó de tratar la herida. - No soy caballero andante, ni guardia de la ciudad, pero aunque no sea nada de eso, partir piernas sigue siendo mi trabajo-, dijo, renovando su media sonrisa. - Por cierto, buen trabajo, señorita Tina. He visto suficientes remiendos para reconocer uno bueno cuando lo veo-, terminó por decir, asintiendo con la cabeza, en dirección a la mujer bestia, en señal de respeto.
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Ciertamente sobresaltada por la impetuosa búsqueda de la chica-comadreja en su bolsa, observó a regañadientes cómo del interior diversos artículos volaban en todas direcciones, teniendo incluso que evitar que alguno impactase en su cara. La repentina aparición de aquella mujer erizó su piel por un instante, su presencia emanaba una energía imposible de confundir, una en la que no confiaba. Frunció el ceño cuando Tina explicó sus intenciones y se mostró dispuesta a participar en la intervención, respondiendo con escasas explicaciones ante la curiosidad de la joven desconocida.
—Un desencuentro fortuito.
Casi se sorprendió cuando la bruja explicó naturalmente su condición, confirmando así sus sensaciones. Ilusionista. De lejos, la clase que más rechazaba. Y temía. No era su primer encuentro con uno y no necesitaba más, habiendo experimentado en su propia psique la manipulación de un malabarista de la mente, no conocía peor sensación que la de perder el control de su propia mente y ser consciente de haber quedado a merced de un usurpador. Usurpadora en este caso. Asimismo, sabía que aun no había logrado el control para cerrar las puertas de su psique.
Apartó la cabeza hacia atrás cuando la hechicera hizo intención de sostenerla entre sus manos, no obstante, el apartado rincón que momentos antes había escogido para acomodarse le jugaba ahora en contra, evitando su esquiva actitud al toparse con la pared a su espada. Trató entonces de desviar la mirada, sin hacer caso a la petición de la mujer, terminando por fijar sus ojos en los de ella al primer roce de sus dedos en las sienes.
—No me toq
Fue como una orden ejecutada al instante sin siquiera caer en la cuenta de haberla llevado a cabo hasta ser ya inevitable. Antes de poder hacer nada, aquella cálida voz se escurrió por cada recoveco de su mente, sin ser capaz de percibirla como una amenaza, menos cuando aquel tenue susurro apaciguaba no sólo el dolor, sino la espeluznante sensación de la aguja y el hilo atravesando su piel y su carne en cada pasada. No soportaba el método que los suyos llamaban alternativo, no obstante, el uso de las plegarias de sanación consumía una cantidad de energía que no compensaba para la situación a tratar. Mejor reservarla. Eso y que el dolor la impedía concentrarse debidamente en su manejo. No supo determinar el tiempo que tardó Tina en remendar la herida, para ella fueron sólo unos segundos en los que se perdió en la voz de aquella bruja antes de volver a la realidad.
Ligeramente conmocionada al sentir su mente liberada de nuevo, comprobó el resultado de la cicatriz que ahora grababa el lateral de su vientre. Las finas manos de la muchacha peluda habían trabajado con destreza, logrando una costura efectiva que seguía los pieles de la piel a la perfección. Aunque no siendo indolora tras terminar el embrujo.
—No ha sido mi primera vez.— afirmó solemne al brujo, siendo consciente ahora de las palabras que le había dirigido antes de caer en trance, sin poder siquiera contestar. Por supuesto, viniendo de un hechicero no esperaba que no recomendase los juegos mentales de una hermana.
—No vuelvas a hacer eso. Nunca.— advirtió con seriedad a la bruja, clavado su mirada ligeramente ensombrecida ante la frustración y la decepción al haber sido incapaz de evitar una nueva incursión en su consciencia.
—Gracias, Tina. Sois una drejita con buenas facultades.— agradeció a la muchacha, ahora más cercana con un guiño.
Tras comprobar que el remedio permitía un mínimo de movimientos sin peligro, se reacomodó en el asiento para alzarse ligeramente sobre la barra hasta alcanzar tres de las jarras vacías bajo el mostrador, que después se tomó la libertad de acercar hasta las manos de la chica peluda.
—En esta ocasión haré caso de sus palabras, señor Calhoun. Una pinta es el mejor consejo que ha compartido esta noche. Servíos una también, si no sois demasiado joven...— indicó a la chiquilla —Y a ella.— añadió señalando a la ilusionista con el mentón, distante, aunque reconociendo para sí que había sido de ayuda. —Correrá de mi cuenta.
Un momento de lucidez se dejó ver cuando le fue puesta ante sus ojos aquella jarra de cebada fermentada recién salida del barril, indicándole a su yo consciente que empezase por un trago corto. Por si no lo recordaba, ya había ingerido etílicos, mejor retomar la calma ahora que la emergencia estaba atendida. Aunque no sería aquella una tarea sencilla. La desconocida había quebrantado sus límites, había irrumpido en una cuestión especialmente sensible para ella. Y, además, ignoraba hasta dónde había hurgado en su mente, qué habría visto, hasta dónde había llegado. Se encontraba especialmente vulnerable en su presencia, así como insegura, en alerta. Optó por mostrarse indiferente hacia la joven, atendiendo a la sugerencia del brujo. Desconocía su persona, en tan solo un par de encuentros lo mucho que podía esperar era un trato en la línea de la cortesía, hasta ahora no presentaba una amenaza, y si bien se habían visto obligados a trabajar juntos en pro de su supervivencia, tampoco podía considerarlo un aliado. Por los dioses, se trataba de un brujo. Y si tenía por afición perseguir rufianes en sus momentos de ocio no tenía mayor interés en saberlo, tampoco de cuestionarlo.
—Me dirigía a las puertas que dan al oeste, son menos concurridas. Aunque eso no las salva de los maleantes. Quise evitar el cruce principal para no toparme con ellos, maaala idea.— afirmó tras la breve explicación para tomar otro sorbo —Trataba de dar con la paralela al cruce, un par de calles más allá escuché romperse una ventana pero no le di mayor importancia. ¿Qué me importa a mí lo que ocurra en esta ciudad? Al poco me topé con los tipos al sortear la esquina de un callejón. Los pillé por sorpresa, tampoco es que quisieran asaltarme. Me pegaron un tajo y siguieron su camino.
—Un desencuentro fortuito.
Casi se sorprendió cuando la bruja explicó naturalmente su condición, confirmando así sus sensaciones. Ilusionista. De lejos, la clase que más rechazaba. Y temía. No era su primer encuentro con uno y no necesitaba más, habiendo experimentado en su propia psique la manipulación de un malabarista de la mente, no conocía peor sensación que la de perder el control de su propia mente y ser consciente de haber quedado a merced de un usurpador. Usurpadora en este caso. Asimismo, sabía que aun no había logrado el control para cerrar las puertas de su psique.
Apartó la cabeza hacia atrás cuando la hechicera hizo intención de sostenerla entre sus manos, no obstante, el apartado rincón que momentos antes había escogido para acomodarse le jugaba ahora en contra, evitando su esquiva actitud al toparse con la pared a su espada. Trató entonces de desviar la mirada, sin hacer caso a la petición de la mujer, terminando por fijar sus ojos en los de ella al primer roce de sus dedos en las sienes.
—No me toq
Fue como una orden ejecutada al instante sin siquiera caer en la cuenta de haberla llevado a cabo hasta ser ya inevitable. Antes de poder hacer nada, aquella cálida voz se escurrió por cada recoveco de su mente, sin ser capaz de percibirla como una amenaza, menos cuando aquel tenue susurro apaciguaba no sólo el dolor, sino la espeluznante sensación de la aguja y el hilo atravesando su piel y su carne en cada pasada. No soportaba el método que los suyos llamaban alternativo, no obstante, el uso de las plegarias de sanación consumía una cantidad de energía que no compensaba para la situación a tratar. Mejor reservarla. Eso y que el dolor la impedía concentrarse debidamente en su manejo. No supo determinar el tiempo que tardó Tina en remendar la herida, para ella fueron sólo unos segundos en los que se perdió en la voz de aquella bruja antes de volver a la realidad.
Ligeramente conmocionada al sentir su mente liberada de nuevo, comprobó el resultado de la cicatriz que ahora grababa el lateral de su vientre. Las finas manos de la muchacha peluda habían trabajado con destreza, logrando una costura efectiva que seguía los pieles de la piel a la perfección. Aunque no siendo indolora tras terminar el embrujo.
—No ha sido mi primera vez.— afirmó solemne al brujo, siendo consciente ahora de las palabras que le había dirigido antes de caer en trance, sin poder siquiera contestar. Por supuesto, viniendo de un hechicero no esperaba que no recomendase los juegos mentales de una hermana.
—No vuelvas a hacer eso. Nunca.— advirtió con seriedad a la bruja, clavado su mirada ligeramente ensombrecida ante la frustración y la decepción al haber sido incapaz de evitar una nueva incursión en su consciencia.
—Gracias, Tina. Sois una drejita con buenas facultades.— agradeció a la muchacha, ahora más cercana con un guiño.
Tras comprobar que el remedio permitía un mínimo de movimientos sin peligro, se reacomodó en el asiento para alzarse ligeramente sobre la barra hasta alcanzar tres de las jarras vacías bajo el mostrador, que después se tomó la libertad de acercar hasta las manos de la chica peluda.
—En esta ocasión haré caso de sus palabras, señor Calhoun. Una pinta es el mejor consejo que ha compartido esta noche. Servíos una también, si no sois demasiado joven...— indicó a la chiquilla —Y a ella.— añadió señalando a la ilusionista con el mentón, distante, aunque reconociendo para sí que había sido de ayuda. —Correrá de mi cuenta.
Un momento de lucidez se dejó ver cuando le fue puesta ante sus ojos aquella jarra de cebada fermentada recién salida del barril, indicándole a su yo consciente que empezase por un trago corto. Por si no lo recordaba, ya había ingerido etílicos, mejor retomar la calma ahora que la emergencia estaba atendida. Aunque no sería aquella una tarea sencilla. La desconocida había quebrantado sus límites, había irrumpido en una cuestión especialmente sensible para ella. Y, además, ignoraba hasta dónde había hurgado en su mente, qué habría visto, hasta dónde había llegado. Se encontraba especialmente vulnerable en su presencia, así como insegura, en alerta. Optó por mostrarse indiferente hacia la joven, atendiendo a la sugerencia del brujo. Desconocía su persona, en tan solo un par de encuentros lo mucho que podía esperar era un trato en la línea de la cortesía, hasta ahora no presentaba una amenaza, y si bien se habían visto obligados a trabajar juntos en pro de su supervivencia, tampoco podía considerarlo un aliado. Por los dioses, se trataba de un brujo. Y si tenía por afición perseguir rufianes en sus momentos de ocio no tenía mayor interés en saberlo, tampoco de cuestionarlo.
—Me dirigía a las puertas que dan al oeste, son menos concurridas. Aunque eso no las salva de los maleantes. Quise evitar el cruce principal para no toparme con ellos, maaala idea.— afirmó tras la breve explicación para tomar otro sorbo —Trataba de dar con la paralela al cruce, un par de calles más allá escuché romperse una ventana pero no le di mayor importancia. ¿Qué me importa a mí lo que ocurra en esta ciudad? Al poco me topé con los tipos al sortear la esquina de un callejón. Los pillé por sorpresa, tampoco es que quisieran asaltarme. Me pegaron un tajo y siguieron su camino.
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Apenas Tina terminó de coser la herida, Mina cortó la influencia en la mente de la elfa. No quería desperdiciar más sus talentos. Ignoraba completamente los rollos mentales que se hizo la rubia pues a ella no le gustaba hurgar en las mentes ajenas, además, su técnica consistía en influenciar al otro, no meterse en sus cosas. No, no era ética laboral, era desinterés puro y duro. Únicamente haría algo así -cosa que no era fácil de lograr- si había un beneficio.
-¿Que no haga qué cosa? ¿Distraerte del agonizante dolor que te causan las heridas? Como quieras... solo recuerda este momento cuando moverte sea un suplicio- advirtió la bruja, mirando a la elfa con algo de desprecio. Recibió la jarra de cerveza con falsa renuencia -Gracias- espetó seca y distante. Tomó asiento en la barra también, ya había perdido el hilo de la conversación del guardia, así que su interés pasó a la historia de cómo la chica había terminado con semejante adorno. -Malditos- murmuró mientras se llevaba la jarra a la boca. Era una elfa, sí, y una completa desconocida, pero -si le creía lo que contaba- la habían atacado cobardemente y sin razón alguna.
Para Tina no cabía dudas y creyó completamente lo que Aylizz le contaba -¡Malnacidos!- exclamó furiosa -¡Tenemos que buscarlos! ¡Hay que castigarlos!- rabiaba. Se le habían erizado los pelos de la nuca y mostraba los colmillos con fiereza -Calma tus orejas- intentó apaciguar la ilusionista a su compañera, estirando la mano y haciendo un gesto, la otra mano sostenía la jarra pegada a sus labios.
Y luego la explosión.
Un impacto fuerte lanzó a la bruja volando contra la pared detrás de la barra, rompiendo de frente con su cuerpo el gran espejo, el estante y todo lo que allí reposaba. Su espalda recibió el impacto de todo lo que voló desde la entrada de la taberna y cayó al suelo cubierta de escombros.
-¿Que no haga qué cosa? ¿Distraerte del agonizante dolor que te causan las heridas? Como quieras... solo recuerda este momento cuando moverte sea un suplicio- advirtió la bruja, mirando a la elfa con algo de desprecio. Recibió la jarra de cerveza con falsa renuencia -Gracias- espetó seca y distante. Tomó asiento en la barra también, ya había perdido el hilo de la conversación del guardia, así que su interés pasó a la historia de cómo la chica había terminado con semejante adorno. -Malditos- murmuró mientras se llevaba la jarra a la boca. Era una elfa, sí, y una completa desconocida, pero -si le creía lo que contaba- la habían atacado cobardemente y sin razón alguna.
Para Tina no cabía dudas y creyó completamente lo que Aylizz le contaba -¡Malnacidos!- exclamó furiosa -¡Tenemos que buscarlos! ¡Hay que castigarlos!- rabiaba. Se le habían erizado los pelos de la nuca y mostraba los colmillos con fiereza -Calma tus orejas- intentó apaciguar la ilusionista a su compañera, estirando la mano y haciendo un gesto, la otra mano sostenía la jarra pegada a sus labios.
Y luego la explosión.
Un impacto fuerte lanzó a la bruja volando contra la pared detrás de la barra, rompiendo de frente con su cuerpo el gran espejo, el estante y todo lo que allí reposaba. Su espalda recibió el impacto de todo lo que voló desde la entrada de la taberna y cayó al suelo cubierta de escombros.
Última edición por Mina Harker el Jue Oct 14 2021, 13:03, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
- Una pinta siempre es el mejor consejo que se puede dar-, comentó de forma amigable, antes de dedicarle un guiño a la señorita de los bosques. - ¡Y si son gratis saben aún mejor! - dijo esta vez con un toque socarrón, ya que eran gratis para tres, pero todo el coste recaería sobre la elfa. - Bueno, no se preocupe. No nos debe nada. A mí al menos no. Ayudar a alguien que lo necesita, si está en mi mano...-, se encogió de hombros sin terminar la frase.
¿Qué había perdido el buen mercenario por ir a la cocina por el alcohol de mejor calidad? ¿Un poco de tiempo? Eso era un pago de lo más pequeño cuando una persona estaba malherida o su vida corría peligro.
- Además, yo solo fui por el alcohol. Las artífices de estas curas son estas damas-, dijo antes de alzar su jarra de cerveza en señal de brindis, en dirección a las susodichas.
A partir de ahí, el brujo pudo paladear su sabrosa bebida, mientras escuchaba el relato de la joven. Por desgracia, más allá de recabar más información de los malhechores, no podía decir que le sorprendiera la historia de Aylizz. Que la habían asaltado ya era bien obvio desde antes, pues de otra manera, ni sanación hubiera requerido la nativa de Sandorai, Sin embargo… Sí, vivían en un mundo de lo más cruel. Solo tenías que caminar por la calle “equivocada” para que un grupo de energúmenos desearan rajarte en canal.
- Imagino que estarían tratando sus turbios asuntos-, comentó, acariciándose el lado de su mentón con un dedo tras dejar la jarra sobre la barra. - Estoy de acuerdo con la gran curandera. Hay que acabar con ellos. Las personas que actúan de ese modo son un peligro para cualquier inocente viandante-, afirmó, para luego matizar. - Pero debemos ir con cabeza. Ir a lo loco y matarnos de poco nos servirá. Si me indicas en qué calle ocurrió, quizás pueda rastrearlos.
Nuestro brujo no era el mejor del mundo en aquel arte, pero todo mercenario con algo de experiencia, y más uno que vivía de aquella manera errante y a veces solitaria, no tenía más remedio que aprender ciertas cosas para llevar sus trabajos a buen puerto.
Ese era el momento ideal para terminar las bebidas antes de comenzar la investigación, pero el tiempo de la paz acabó abruptamente. El caos se desató por medio de una explosión junto a la entrada de la taberna. El brujo se levantó un palmo por el aire, por la fuerza del empuje de la mentada explosión, que lo tomó de costado y le hizo voltear la barra por encima, sin remedio, provocando su caída por el otro lado.
«¿Serán ellos?», le fue imposible no pensar, pues bien parecía que aquel grupo de maleantes habían atacado a la elfa por ser testigo.
Testigo de nada. Pues ella misma no había mentado haber visto nada, más… Qué poco más necesitaba un rufián. Asegurar el anonimato y ocultar sus trapos sucios era más importante que asegurarse de que la otra persona hubiera visto algo de verdad.
- Maldita sea-, masculló, sintiendo punzadas de dolor al moverse mientras se incorporaba.
«Eso si es que vienen por ella», caviló esta vez.
Cómo bien este narrador ha mencionado con anterioridad, ese mundo era muy cruel. Podía ser una simple venganza contra el dueño del local, quizás fuesen tras un mercenario que solía ayudar a la guardia, o puede que fuera un tipo que estaba como una auténtica cabra y le gustaba explotar cosas porque su cabeza no daba para más.
Lo cual formaba una pregunta en el interior de la cabeza del veterano.
- ¿Magia o alquimia? - se preguntó a sí mismo, ya incorporado, sintiéndose mejor.
Al menos, ya no tenía encima la confusión de una situación que le caía encima de forma tan repentina, ni un dolor tan reciente por el impacto. No es que estuviera como una rosa, pero la peor parte ya había pasado en cuánto al dolor. Porque lidiar con las personas que habían explotado la entrada, ese era otro cantar.
- ¿Estás bien? - preguntó a la chica que estaba a su lado, la bruja ilusionista, quitándole de encima algunos de los trozos de madera que le habían caído alrededor. - Eh, comadreja, espero que estés viva, porque necesitaremos muchas más curas de esas en las que eres experta-, comentó en broma. - Y qué carajos, ya me estabas cayendo bien.
El brujo terminó de ayudar a su camarada de las islas, y se dirigió hacia donde se encontraba la elfa.
- Esta noche no ganas para disgustos-, comentó, ayudándola y asegurándose de que estuviera bien. Luego, levantó la mirada hacia donde se encontraban el resto de parroquianos que seguían con vida. - ¿Pueden caminar por su propio pie? - les preguntó, encontrando respuestas vagas y diversas. - Por delante ya no podemos salir-, dijo en bajo, para que solo lo pudieran escuchar las chicas cercanas a él. - La puerta trasera es la única opción, pero si los que han atacado lo han hecho para acabar con alguien de aquí dentro, imagino que no serán tan imbéciles como para no estar esperándonos tras la única salida que queda-, afirmó, intercambiando miradas con las chicas. - Sin embargo, por algo es bueno que estéis con un brujo tan explosivo y cortante-, comentó, esta vez dibujando una media sonrisa afilada. - Si tienes potente magia de luz, podrías salir y cegarlos, antes de iniciar el resto de ataques-, le dijo en concreto a Aylizz. - Pero en cualquier caso, la que ellos creen la única salida no tiene por qué serlo, siempre puedo abrir otra adicional y tomarlos por sorpresa. Y será mejor hacerlo rápido para evitar más víctimas. ¿Preparadas? Vamos allá-, exclamó, seguro de sus acciones.
Vincent se encaminó a la parte de atrás, hacia la cocina, espada en mano, y se acercó al lugar que parecía el más indicado para actuar. Luego miró hacia las chicas y asintió, indicando que estaba preparado en caso de ser necesario en el plan más ortodoxo de todos.
Lo que comenta mi personaje solo es una opción, por supuesto. Si tienen otras ideas para seguir la trama, pues eso, por esto es rol narrativo :3 Pero dejo mi personaje preparado para lo que se avecine, y si deciden abrir una "nueva puerta", pueden manejar mi personaje sin problema para hacer tal acción, ya sea con magia explosiva o con mi habilidad cortante mágica.
¿Qué había perdido el buen mercenario por ir a la cocina por el alcohol de mejor calidad? ¿Un poco de tiempo? Eso era un pago de lo más pequeño cuando una persona estaba malherida o su vida corría peligro.
- Además, yo solo fui por el alcohol. Las artífices de estas curas son estas damas-, dijo antes de alzar su jarra de cerveza en señal de brindis, en dirección a las susodichas.
A partir de ahí, el brujo pudo paladear su sabrosa bebida, mientras escuchaba el relato de la joven. Por desgracia, más allá de recabar más información de los malhechores, no podía decir que le sorprendiera la historia de Aylizz. Que la habían asaltado ya era bien obvio desde antes, pues de otra manera, ni sanación hubiera requerido la nativa de Sandorai, Sin embargo… Sí, vivían en un mundo de lo más cruel. Solo tenías que caminar por la calle “equivocada” para que un grupo de energúmenos desearan rajarte en canal.
- Imagino que estarían tratando sus turbios asuntos-, comentó, acariciándose el lado de su mentón con un dedo tras dejar la jarra sobre la barra. - Estoy de acuerdo con la gran curandera. Hay que acabar con ellos. Las personas que actúan de ese modo son un peligro para cualquier inocente viandante-, afirmó, para luego matizar. - Pero debemos ir con cabeza. Ir a lo loco y matarnos de poco nos servirá. Si me indicas en qué calle ocurrió, quizás pueda rastrearlos.
Nuestro brujo no era el mejor del mundo en aquel arte, pero todo mercenario con algo de experiencia, y más uno que vivía de aquella manera errante y a veces solitaria, no tenía más remedio que aprender ciertas cosas para llevar sus trabajos a buen puerto.
Ese era el momento ideal para terminar las bebidas antes de comenzar la investigación, pero el tiempo de la paz acabó abruptamente. El caos se desató por medio de una explosión junto a la entrada de la taberna. El brujo se levantó un palmo por el aire, por la fuerza del empuje de la mentada explosión, que lo tomó de costado y le hizo voltear la barra por encima, sin remedio, provocando su caída por el otro lado.
«¿Serán ellos?», le fue imposible no pensar, pues bien parecía que aquel grupo de maleantes habían atacado a la elfa por ser testigo.
Testigo de nada. Pues ella misma no había mentado haber visto nada, más… Qué poco más necesitaba un rufián. Asegurar el anonimato y ocultar sus trapos sucios era más importante que asegurarse de que la otra persona hubiera visto algo de verdad.
- Maldita sea-, masculló, sintiendo punzadas de dolor al moverse mientras se incorporaba.
«Eso si es que vienen por ella», caviló esta vez.
Cómo bien este narrador ha mencionado con anterioridad, ese mundo era muy cruel. Podía ser una simple venganza contra el dueño del local, quizás fuesen tras un mercenario que solía ayudar a la guardia, o puede que fuera un tipo que estaba como una auténtica cabra y le gustaba explotar cosas porque su cabeza no daba para más.
Lo cual formaba una pregunta en el interior de la cabeza del veterano.
- ¿Magia o alquimia? - se preguntó a sí mismo, ya incorporado, sintiéndose mejor.
Al menos, ya no tenía encima la confusión de una situación que le caía encima de forma tan repentina, ni un dolor tan reciente por el impacto. No es que estuviera como una rosa, pero la peor parte ya había pasado en cuánto al dolor. Porque lidiar con las personas que habían explotado la entrada, ese era otro cantar.
- ¿Estás bien? - preguntó a la chica que estaba a su lado, la bruja ilusionista, quitándole de encima algunos de los trozos de madera que le habían caído alrededor. - Eh, comadreja, espero que estés viva, porque necesitaremos muchas más curas de esas en las que eres experta-, comentó en broma. - Y qué carajos, ya me estabas cayendo bien.
El brujo terminó de ayudar a su camarada de las islas, y se dirigió hacia donde se encontraba la elfa.
- Esta noche no ganas para disgustos-, comentó, ayudándola y asegurándose de que estuviera bien. Luego, levantó la mirada hacia donde se encontraban el resto de parroquianos que seguían con vida. - ¿Pueden caminar por su propio pie? - les preguntó, encontrando respuestas vagas y diversas. - Por delante ya no podemos salir-, dijo en bajo, para que solo lo pudieran escuchar las chicas cercanas a él. - La puerta trasera es la única opción, pero si los que han atacado lo han hecho para acabar con alguien de aquí dentro, imagino que no serán tan imbéciles como para no estar esperándonos tras la única salida que queda-, afirmó, intercambiando miradas con las chicas. - Sin embargo, por algo es bueno que estéis con un brujo tan explosivo y cortante-, comentó, esta vez dibujando una media sonrisa afilada. - Si tienes potente magia de luz, podrías salir y cegarlos, antes de iniciar el resto de ataques-, le dijo en concreto a Aylizz. - Pero en cualquier caso, la que ellos creen la única salida no tiene por qué serlo, siempre puedo abrir otra adicional y tomarlos por sorpresa. Y será mejor hacerlo rápido para evitar más víctimas. ¿Preparadas? Vamos allá-, exclamó, seguro de sus acciones.
Vincent se encaminó a la parte de atrás, hacia la cocina, espada en mano, y se acercó al lugar que parecía el más indicado para actuar. Luego miró hacia las chicas y asintió, indicando que estaba preparado en caso de ser necesario en el plan más ortodoxo de todos.
Offrol
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Lo que comenta mi personaje solo es una opción, por supuesto. Si tienen otras ideas para seguir la trama, pues eso, por esto es rol narrativo :3 Pero dejo mi personaje preparado para lo que se avecine, y si deciden abrir una "nueva puerta", pueden manejar mi personaje sin problema para hacer tal acción, ya sea con magia explosiva o con mi habilidad cortante mágica.
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Dedicó una recelosa mirada de reojo a la mentalista como respuesta a sus palabras de reproche antes de ignorarlas. Si aquello resultaba ser una advertencia sobre un mal venidero, debía haber perdido el juicio entre tanta intrusión mental si pensaba que al retorcerse de dolor pensaría en ella. Ni si quiera mostró reacción a su agradecimiento por la invitación, que en su caso podía considerar suficiente muestra de agradecimiento. Para los tres, en realidad. Su razón para permanecer en la ciudad había terminado en el momento en que la chica-comadreja pegó la última puntada y aunque, de los tres, la muchacha era quien más la agradaba, no por eso pensaba quedarse a pasar una noche de festejo en aquel tugurio.
Casi se atragantó cuando la drejita los instigó, enérgica y decidida, a ir en busca de los maleantes. Era conmovedor el intento por mostrarse fiera, aun cuando así sólo inspiraba más ternura. Alguien que se mostraba dispuesta a buscarse problemas por vengar a una desconocida sólo podía significar que era tremendamente inocente o tremendamente desequilibrada. ¿Por qué iba alguien a abandonar la tranquilidad de una noche a tragos por salir tras un grupo de desgraciados que nada tienen que ver consigo? Tras haber, además, prestado los remedios que han estado al alcance. Sonrió agradecida por el ofrecimiento tras la invitación a relajarse salida de los labios de la bruja y se permitió un instante para preguntarse qué tipo de relación o jerarquía compartían aquellas dos. Indicó, con un gesto manual hacia la joven, que todo estaba bien, no era necesario involucrarla en nada más. Ni siquiera ella misma tenía interés alguno en dar con ellos, podía agradecer que en su encontronazo únicamente hubieran optado por rajarla.
Antes de poder decir nada al respecto, el hechicero se sumaba a la iniciativa. Por supuesto, todo un caballero, ¿tan vacía se encontraba su vida? Por los dioses, no merecía la pena. En realidad, era ciertamente sorprendente como alguien con las capacidades que conocía del brujo, que aunque eran escasas habían resultado ser cada cual más considerable que la anterior, mostraba interés en dedicar su tiempo en aquello. Suspiró. Si estaba tan decidido le daría las indicaciones que precisase, al fin y al cabo aquel epicentro del desfase era su hogar, si quería involucrarse allá él.
No habría necesitado más que unos segundos para darle la ubicación del suceso, mas no tuvo tanto tiempo. Cuando quiso darse cuenta se encontraba en el suelo, bajo la banqueta sobre la que hacía unos instantes estaba sentada, que había hecho de escudo contra los demás elementos que habían ido a parar al rincón tras la explosión o se habían descolgado de las paredes. Con cierta dificultad, apartó aquello que la pesaba encima y trató de ponerse en pie, todavía ligeramente conmocionada y con un zumbido ensordecedor en los oídos que aún tardó unos minutos más en dispersarse por completo.
—Si, si...
Respondió por inercia. No fue consciente de la ayuda que le prestó el herrero hasta que estuvo erguida y echó un vistazo a su alrededor, atendiendo a sus palabras. Se sostuvo la frente un instante para terminar de centrarse, ¿de qué demonios estaba hablando? Observó las figuras que se dejaban ver entre el humo de la explosión y el polvo generado por la destrucción causada, diferenciando en todas ellas los rostros de desconcierto y temor ante lo que acababa de acontecer. Entonces, ¿aquello se trataba de un ataque más a otro negocio? Un poco exagerado, bajo su consideración. O desesperado. Algo más despejada, localizó la puerta trasera que indicaba el brujo en su planteamiento, sin poder evitar fruncir el ceño y dejar escapar un gruñido al atender a la tarea que había tenido bien encomendarle.
—Qué pensáis que soy, brujo, ¿un candelabro? No emito luz, la manejo.— corrigió, siguiendo los pasos del brujo con decisión y notablemente enervada —Si los miserables que me encontré son los mismos que han hecho esto, me han tocado la moral. Apartad.— hizo a un lado al caballero al tiempo que empuñaba su arma con la mano diestra, manteniendo la hoja corta frente a ella antes de abrir la puerta, evitando las posibles sorpresas. —Los cegaré, no hay problema con eso.— aseguró con suficiencia, tratando de aparentar la seguridad de alguien para quien entra dentro de un día normal enredarse en la turbiedad de la noche en los callejones.
Una última mirada a su espalda sirvió para comprobar si alguna de las dos mujeres estaba dispuesta finalmente a unirse a la manera más absurda de buscarse problemas y antes de que el nervio que ahora la movía, que prefirió no pararse analizar si cuyo origen yacía en la alteración etílica o en la rabia nacida por los dos ataques recibidos en su propia persona, desapareciera, se permitió encabezar la salida y abrir la puerta.
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Los oídos le zumbaban y sentía un hormigueo intenso en la mitad derecha de su cuerpo. -Tina... Tina...- llamaba la bruja mientras Vincent le ayudaba, quitándole escombros de encima y ayudándola a ponerse de pie. Estaba desorientada y confundida, miraba al rededor buscando a la chicadreja, con una preocupación impropia de ella. Un quejido reveló la ubicación de Tina, debajo de un montón de botellas rotas. Aquella visión espantó a Mina, quien corrió a ayudarla, quitando los pedazos de vidrio con cuidado. -Mi Tinita, mi pequeñita- decía la ilusionista al borde del llanto -¿Qué te han hecho?- preguntaba al aire, sacándole los trozos de vidrio de entre su pelaje, tanto con sus manos como con su telequinesis.
Tina estaba muy aturdida, al borde de la inconsciencia, pero viva. Por ser tan pequeña y liviana, la onda explosiva la azotó con mucha más fuerza que a los demás, pero corrió con suerte, su piel de bestial era resistente y aunque no tenía heridas de consideración, sangraba mucho. Mina sintió furia -Quiero venganza- respondió con furia a Vincent. No se iba a quedar así, nadie lastimaba a su chicadreja y se salía con la suya. No le importaba nada, solo cobrarse aquella afrenta. La peludita comenzó a reaccionar y abrir los ojos -Estoy bien Mina...- aseguró -Pero hay que ir a partirle su mandarina en gajos a esos bastardos- aseguró, incorporándose.
El brujo y la elfa se adelantaron, ellas, atrasito, un poco más magulladas pero con la rabia al rojo vivo, los siguieron; Tina se puso sobre sus cuatro, erizando los pelos de su nuca y lomo, entrando en frenesí. Mina echó mano de su arma favorita: el incensario que usaba como mangual por su forma circular y larga cadena.
Tina estaba muy aturdida, al borde de la inconsciencia, pero viva. Por ser tan pequeña y liviana, la onda explosiva la azotó con mucha más fuerza que a los demás, pero corrió con suerte, su piel de bestial era resistente y aunque no tenía heridas de consideración, sangraba mucho. Mina sintió furia -Quiero venganza- respondió con furia a Vincent. No se iba a quedar así, nadie lastimaba a su chicadreja y se salía con la suya. No le importaba nada, solo cobrarse aquella afrenta. La peludita comenzó a reaccionar y abrir los ojos -Estoy bien Mina...- aseguró -Pero hay que ir a partirle su mandarina en gajos a esos bastardos- aseguró, incorporándose.
El brujo y la elfa se adelantaron, ellas, atrasito, un poco más magulladas pero con la rabia al rojo vivo, los siguieron; Tina se puso sobre sus cuatro, erizando los pelos de su nuca y lomo, entrando en frenesí. Mina echó mano de su arma favorita: el incensario que usaba como mangual por su forma circular y larga cadena.
Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Cada cual podría tener sus motivos para salir y encontrarse con la pelea. Ya fuera un mercenario que buscaba allanar el camino para el resto de supervivientes, una elfa que estaba harta de que la atacaran en una noche del todo maldita, o una ilusionista que haría pagar a los malhechores las heridas que habían provocado a su amiga, lo cierto es que las opciones eran escasas.
Solo tenían una zona por la que irse. Por tanto, sin importar las motivaciones de cada uno, salir por allí, hacia la posible batalla, era la única opción.
- Me aparto, por supuesto. Entonces, ya todos hemos decidido-, respondió, dejando el paso libre a la dama de los bosques y encaminándose hacia una esquina de la cocina. - No sé por qué habrán perpetrado este crimen, ni quienes son, ni siquiera si aún siguen ahí. Pero el oso que supone la trampa vive más tiempo del que no-, afirmó, al tiempo que iba palpando y golpeando la pared de madera del establecimiento.
Vincent buscaba algo en el firme de la pared, o, al menos, por su forma de actuar, parecía que lo buscaba. Una sonrisa cambió el semblante del mercenario cuando este dio con lo requerido, o quizás, con aquello con ese algo bien parecido de lo que necesitaba.
- Cuando gustes. Con tu hechizo de luz nos abrirás el camino-, le comentó a la chica de dorados cabellos, pues ella sería quien iniciara aquella contienda con su primer movimiento.
El brujo no perdió la sonrisa, espada en mano, mientras retrocedía poco a poco hacia donde estaba la entrada. Con el movimiento de asentir, mostró a sus compañeras que estaba listo para la contienda. Con otro, acercó su mano zurda al mentón y se acarició la barba.
«Si emitir luz es cosa de candelabros, ¿manejarla es cosa de personas que llevan candelabros?», pensó Vincent, en algo que quizás no tuviera una mierda que ver con el combate. Quizás, y solo quizás...
- Hasta para una artista de la mente sería difícil imaginar las maneras e ideas con las que aligero mi mente-, mentó, mirando hacia Mina antes de guiñar un ojo, tomando un paño de la barra que estaba contra la pared..
Tal frase y acción, en el mismo momento en el que la estrategia creada en palabras se volvía movimiento.
«Total, es demasiado estúpido para que nadie lo imagine», razonó, mientras giraba sobre sus talones.
- Todos los caminos llevan a Lunargenta. Las veo fuera-, dijo, chasqueando los dedos.[1]
Para todo aquel que estuviera fuera, tras el primer movimiento de ataque de las mujeres, verse envuelto en el caos de un segundo ataque que llegaba desde la nada les traería una inesperada confusión.
Una explosión desde dentro del local barrió la zona del callejón que se encontraba cerca de esa esquina de la cocina. Madera y hombres salieron despedidos por igual, una más que justa forma de morir, si me permiten decir, dadas las circunstancias que habían desembocado en este punto de la historia.
Un ballestero, que había sobrevivido a la detonación por encontrarse justo al límite del radio de la mentada explosión, se palpó la cabeza, aturdido por el estruendo, tosiendo por las partículas que se habían metiendo en sus pulmones. Una tos que enfrentó y frenó, a duras penas, cuando atisbó un destello de luz entre el polvo y aserrín de la boca de lobo que se había formado en ese lateral de la taberna.
Justo a tiempo de verlo, pero sus manos se quedaron rígidas antes de poder darle dirección a la ballesta, antes de poder apretar el mecanismo que hacía saltar en vuelo al virote, cuando la luz de esa espada lo atravesó de lado a lado, incapaz de defenderse del rival que se había abalanzado sobre él con la velocidad que le daba la magia.
- ¡Yo me encargo de estos! - gritó, su voz algo apagada bajo el paño que rodeaba su cabeza tapando su boca y su nariz. - ¡Pero hay para todos! ¡Compartir es de generosos!
Vincent dejó su espada atrapada en el cuerpo de su enemigo, que se desplomó hacia atrás, contra el muro del edificio vecino de la taberna, y rodó por el suelo para evitar que otro ballestero le apuntara. Su mano, mientras giraba por el suelo, encontró la empuñadura de su otra espada, que salió con velocidad de su vaina para encontrar y dar muerte al mentado tirador que buscaba matarlo, para después dar caza a su compañero más cercano.
Con los que habían muerto en la explosión, y con tres ballesteros menos, la batalla se equilibraba.
- ¡Vamos! En tan poca distancia esas mierdas de poco os valdrán. Mostradme vuestra habilidad con el acero-, retó a sus enemigos, a la vez que volvía al punto de partida desde el que había atacado a los dos últimos enemigos.
La exigua tregua que el brujo se había ganado con tres muertes, que le servía para recuperar su arma del primero de los ballesteros. Pierna izquierda sobre cadáver aún caliente, para mantenerlo contra la pared, mientras el acero salía de su trampa.
«Esto no ha hecho más que empezar.», caviló. «Pero somos cuatro personas que no esperaban encontrar. Con destreza y habilidad, terminará pronto»
Normalmente, en privados y libres no suelo poner offrol con las habilidades, pero como no estoy seguro de si es lo que más les gusta, pues... ¡Adelante, sin miedo al éxito! Qué son tres o cuatro frases más (?
[1] Gasto un uso de mi habilidad de Nivel 5: ¡Es una trampa!
El fuego de una espada, la luz en ambas cuando las empuño, así como los ataques con movimientos ayudados por magia, son pasivas. Espada, anillo y habilidad nivel 1: La Danza del Aire, respectivamente ^^
Solo tenían una zona por la que irse. Por tanto, sin importar las motivaciones de cada uno, salir por allí, hacia la posible batalla, era la única opción.
- Me aparto, por supuesto. Entonces, ya todos hemos decidido-, respondió, dejando el paso libre a la dama de los bosques y encaminándose hacia una esquina de la cocina. - No sé por qué habrán perpetrado este crimen, ni quienes son, ni siquiera si aún siguen ahí. Pero el oso que supone la trampa vive más tiempo del que no-, afirmó, al tiempo que iba palpando y golpeando la pared de madera del establecimiento.
Vincent buscaba algo en el firme de la pared, o, al menos, por su forma de actuar, parecía que lo buscaba. Una sonrisa cambió el semblante del mercenario cuando este dio con lo requerido, o quizás, con aquello con ese algo bien parecido de lo que necesitaba.
- Cuando gustes. Con tu hechizo de luz nos abrirás el camino-, le comentó a la chica de dorados cabellos, pues ella sería quien iniciara aquella contienda con su primer movimiento.
El brujo no perdió la sonrisa, espada en mano, mientras retrocedía poco a poco hacia donde estaba la entrada. Con el movimiento de asentir, mostró a sus compañeras que estaba listo para la contienda. Con otro, acercó su mano zurda al mentón y se acarició la barba.
«Si emitir luz es cosa de candelabros, ¿manejarla es cosa de personas que llevan candelabros?», pensó Vincent, en algo que quizás no tuviera una mierda que ver con el combate. Quizás, y solo quizás...
- Hasta para una artista de la mente sería difícil imaginar las maneras e ideas con las que aligero mi mente-, mentó, mirando hacia Mina antes de guiñar un ojo, tomando un paño de la barra que estaba contra la pared..
Tal frase y acción, en el mismo momento en el que la estrategia creada en palabras se volvía movimiento.
«Total, es demasiado estúpido para que nadie lo imagine», razonó, mientras giraba sobre sus talones.
- Todos los caminos llevan a Lunargenta. Las veo fuera-, dijo, chasqueando los dedos.[1]
Para todo aquel que estuviera fuera, tras el primer movimiento de ataque de las mujeres, verse envuelto en el caos de un segundo ataque que llegaba desde la nada les traería una inesperada confusión.
Una explosión desde dentro del local barrió la zona del callejón que se encontraba cerca de esa esquina de la cocina. Madera y hombres salieron despedidos por igual, una más que justa forma de morir, si me permiten decir, dadas las circunstancias que habían desembocado en este punto de la historia.
Un ballestero, que había sobrevivido a la detonación por encontrarse justo al límite del radio de la mentada explosión, se palpó la cabeza, aturdido por el estruendo, tosiendo por las partículas que se habían metiendo en sus pulmones. Una tos que enfrentó y frenó, a duras penas, cuando atisbó un destello de luz entre el polvo y aserrín de la boca de lobo que se había formado en ese lateral de la taberna.
Justo a tiempo de verlo, pero sus manos se quedaron rígidas antes de poder darle dirección a la ballesta, antes de poder apretar el mecanismo que hacía saltar en vuelo al virote, cuando la luz de esa espada lo atravesó de lado a lado, incapaz de defenderse del rival que se había abalanzado sobre él con la velocidad que le daba la magia.
- ¡Yo me encargo de estos! - gritó, su voz algo apagada bajo el paño que rodeaba su cabeza tapando su boca y su nariz. - ¡Pero hay para todos! ¡Compartir es de generosos!
Vincent dejó su espada atrapada en el cuerpo de su enemigo, que se desplomó hacia atrás, contra el muro del edificio vecino de la taberna, y rodó por el suelo para evitar que otro ballestero le apuntara. Su mano, mientras giraba por el suelo, encontró la empuñadura de su otra espada, que salió con velocidad de su vaina para encontrar y dar muerte al mentado tirador que buscaba matarlo, para después dar caza a su compañero más cercano.
Con los que habían muerto en la explosión, y con tres ballesteros menos, la batalla se equilibraba.
- ¡Vamos! En tan poca distancia esas mierdas de poco os valdrán. Mostradme vuestra habilidad con el acero-, retó a sus enemigos, a la vez que volvía al punto de partida desde el que había atacado a los dos últimos enemigos.
La exigua tregua que el brujo se había ganado con tres muertes, que le servía para recuperar su arma del primero de los ballesteros. Pierna izquierda sobre cadáver aún caliente, para mantenerlo contra la pared, mientras el acero salía de su trampa.
«Esto no ha hecho más que empezar.», caviló. «Pero somos cuatro personas que no esperaban encontrar. Con destreza y habilidad, terminará pronto»
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Normalmente, en privados y libres no suelo poner offrol con las habilidades, pero como no estoy seguro de si es lo que más les gusta, pues... ¡Adelante, sin miedo al éxito! Qué son tres o cuatro frases más (?
[1] Gasto un uso de mi habilidad de Nivel 5: ¡Es una trampa!
El fuego de una espada, la luz en ambas cuando las empuño, así como los ataques con movimientos ayudados por magia, son pasivas. Espada, anillo y habilidad nivel 1: La Danza del Aire, respectivamente ^^
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Y vuelta la mula al trigo. Hechizo de luz, pero ¿de qué hablaba aquel petulante brujo? ¿A caso conocía más detalles acerca de las capacidades de los elfos que ella misma? Entrecerró los ojos, mirándolo con gesto de desconfianza una última vez antes de encaminar el exterior. Pensándolo bien, debería haber dejado que él fuese delante, la magia de fuego que ya conocía de sus manos también habría servido para el caso y, además, no tendría que darle la espalda. Resopló para sí, ya estaba hecho. Si abandonar la posición defensiva, cerró el puño que mantenía liberado con sutileza y focalizó su energía en él, tampoco perdía nada por intentarlo. Eh... No, definitivamente no servía de nada.
Tras una caída de ojos, entornó la puerta con precaución, lo justo para poder echar primer vistazo al exterior antes terminar de abrirla entera. La ligera luz que se escapaba desde el interior sirvió para iluminar el área más cercana a la salida, mas no parecía que nadie los esperase a la vista de cualquiera. Sonrió, de medio lado, con aires de satisfacción. Ella no era cualquiera. Distinguió, entre las sombras más allá de la penumbra, tres figuras que aguardaban, dispuestas en semicírculo frente a la puerta.[1] Sin perder su ubicación, simuló no haberlas prestado ninguna atención, volteándose ligeramente hacia los que ahora parecían ser sus compañeros, dando concienzudamente la espalda a la oscuridad, aunque sin dejar de avanzar hacia ella.
—Hugh, habría sido demasiado previsible...— comentó como si nada, encogiéndose de hombros, rebajando ligeramente la altura a la que sostenía la daga, sin terminar de bajar la guardia. Levantó la mirada hacia la puerta, que ahora tenía al frente, posándola directamente en el brujo antes de llevarla a su alrededor. Si era tan astuto como aparentaba, lo entendería.
Sintió movimiento a su espalda, como habría esperado al darse la vuelta. Esperando a notar aún más cerca las presencias que aun no se dejaban ver, volteó ligeramente el cuerpo, sin dejar de sostener su arma. Con un suave y apenas perceptible movimiento, giró el mango de la daga sobre su mano, cambiando el agarre de posición. Cuando notó un mínimo acercamiento hacia su persona, un brazo dirigido al cuello que antes de alcanzar su objetivo rozó su pelo, terminó de girar sobre sí. La penumbra aportó la claridad suficiente para que sus ojos reconocieran los rostros que ahora la rodeaban, pudiendo asegurar que no era la primera vez que se cruzaba con ellos.
—Oh, pero muchachos... ¡Estabais ahí! Menuda sorpresa.— comentó, burlona.
Dejándose llevar por la inercia del volteo, extendió la daga, acortando la distancia justa para procurar un corte seguido en los rostros de los tres hombres.[2] Fue suficiente para hacerlos retroceder y llevarse las manos a la cara, que poco a poco se bañaba de sangre. Tratando de no mostrar las molestias que sentía tras forzar aquel último movimiento, sin haberse recuperado del todo de los impactos anteriores, se hizo a un lado antes de que los rufianes pudiesen recuperar la posición, dando paso y dejando espacio para que el herrero y la mentalista mostrasen sus trucos. La costura que la chica comadreja se había tomado la delicadeza de realizar aguantaba bien, mas precisaba tomarse un momento.
______________Tras una caída de ojos, entornó la puerta con precaución, lo justo para poder echar primer vistazo al exterior antes terminar de abrirla entera. La ligera luz que se escapaba desde el interior sirvió para iluminar el área más cercana a la salida, mas no parecía que nadie los esperase a la vista de cualquiera. Sonrió, de medio lado, con aires de satisfacción. Ella no era cualquiera. Distinguió, entre las sombras más allá de la penumbra, tres figuras que aguardaban, dispuestas en semicírculo frente a la puerta.[1] Sin perder su ubicación, simuló no haberlas prestado ninguna atención, volteándose ligeramente hacia los que ahora parecían ser sus compañeros, dando concienzudamente la espalda a la oscuridad, aunque sin dejar de avanzar hacia ella.
—Hugh, habría sido demasiado previsible...— comentó como si nada, encogiéndose de hombros, rebajando ligeramente la altura a la que sostenía la daga, sin terminar de bajar la guardia. Levantó la mirada hacia la puerta, que ahora tenía al frente, posándola directamente en el brujo antes de llevarla a su alrededor. Si era tan astuto como aparentaba, lo entendería.
Sintió movimiento a su espalda, como habría esperado al darse la vuelta. Esperando a notar aún más cerca las presencias que aun no se dejaban ver, volteó ligeramente el cuerpo, sin dejar de sostener su arma. Con un suave y apenas perceptible movimiento, giró el mango de la daga sobre su mano, cambiando el agarre de posición. Cuando notó un mínimo acercamiento hacia su persona, un brazo dirigido al cuello que antes de alcanzar su objetivo rozó su pelo, terminó de girar sobre sí. La penumbra aportó la claridad suficiente para que sus ojos reconocieran los rostros que ahora la rodeaban, pudiendo asegurar que no era la primera vez que se cruzaba con ellos.
—Oh, pero muchachos... ¡Estabais ahí! Menuda sorpresa.— comentó, burlona.
Dejándose llevar por la inercia del volteo, extendió la daga, acortando la distancia justa para procurar un corte seguido en los rostros de los tres hombres.[2] Fue suficiente para hacerlos retroceder y llevarse las manos a la cara, que poco a poco se bañaba de sangre. Tratando de no mostrar las molestias que sentía tras forzar aquel último movimiento, sin haberse recuperado del todo de los impactos anteriores, se hizo a un lado antes de que los rufianes pudiesen recuperar la posición, dando paso y dejando espacio para que el herrero y la mentalista mostrasen sus trucos. La costura que la chica comadreja se había tomado la delicadeza de realizar aguantaba bien, mas precisaba tomarse un momento.
[1] Habilidad racial: ojos de elfo
[2] Talento: armas de filo
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Tras la dramática salida del brujo y la sigilosa de la elfa, Mina y Tina tenían que hacer algo espectacular para quedar a la altura. ¡No podrían ser menos que ellos! -¿Estás lista pequeñaja?- preguntó a su pequeña amiga, mientras soltaba la cadena que llevaba amarrada en el cinto. Una pesada bola de hierro se descolgó; un inciensario que de inmediato comenzó a emitir humo de aroma dulzón*. La bruja comenzó a hacerlo girar, el humo se hizo cada vez más denso, muy difícil de ver a través de este. Tina por su parte, se paró sobre sus cuatro patas, las pupilas de sus ojos se hiceron diminutas y los pelos de su nuca y lomo se erizaron. Ambas desaparecieron en aquella espesa nube de humo. Cuatro hombres decidieron que esa sería su oportunidad de atraparlas.
No veían nada y era extrañamente silencioso allí, los ruidos de las peleas fuera de ese espacio se escuchaban lejanas, no así el gruñido agudo de la mujer bestia, que inundaba el espacio. De repente, los hombres comenzaron a sentir como si unas fuertes manos les atraparan el cuello y apretaran con fuerza. Uno de ellos solo vio la bola de hierro cuando esta le golpeó la frente y después de eso no supo nada más de la vida; quedó tirado inconsciente. Otro, sintió un mordisco en la pantorrilla y cómo una pequeña comadreja le trepaba por la espalda, clavando las garras en sus hombros antes de darle un mordisco en la nuca tan fuerte, que los colmillos le llegaron al hueso. Al tercero, le llegó una patada en la quijada que lo tiró al suelo y lo dejó viendo estrellitas. El cuarto, caía de rodillas, asfisxiándose por el fuerte agarre de algo de lo que no lograba zafarse; los ojos se le inyectaban de sangre mientras, desesperado, rasguñaba su cuello para liberarse de lo que fuese que le apretaba. Ya veía rojo cuando de entre el humo, salió una bestia pequeñita que botaba espuma sanguinolenta por la boca, la cual saltó sobre su cara.
Fuera de la nube de humo, solo se escuchaban los gritos desesperados y horrorizados de esos hombres. Amedrentados, otros dos sujetaban sus armas con fuerza, amagando con entrar. -¿Qué pasa? ¿Están asustados?- retumbó en sus cabezas una voz femenina, melosa y aterciopelada.
_____________________________________
*Quemador de Incienso [Arma][Superior] Potencia tus habilidades ilusionistas.
Habilidad: crea una densa capa de humo de 2 metros de radio sobre Mina. La utilizas para atrapar a un enemigo. Éste no podrá salir de la niebla y sentirá como una manos invisibles le atrapan del cuello.
No veían nada y era extrañamente silencioso allí, los ruidos de las peleas fuera de ese espacio se escuchaban lejanas, no así el gruñido agudo de la mujer bestia, que inundaba el espacio. De repente, los hombres comenzaron a sentir como si unas fuertes manos les atraparan el cuello y apretaran con fuerza. Uno de ellos solo vio la bola de hierro cuando esta le golpeó la frente y después de eso no supo nada más de la vida; quedó tirado inconsciente. Otro, sintió un mordisco en la pantorrilla y cómo una pequeña comadreja le trepaba por la espalda, clavando las garras en sus hombros antes de darle un mordisco en la nuca tan fuerte, que los colmillos le llegaron al hueso. Al tercero, le llegó una patada en la quijada que lo tiró al suelo y lo dejó viendo estrellitas. El cuarto, caía de rodillas, asfisxiándose por el fuerte agarre de algo de lo que no lograba zafarse; los ojos se le inyectaban de sangre mientras, desesperado, rasguñaba su cuello para liberarse de lo que fuese que le apretaba. Ya veía rojo cuando de entre el humo, salió una bestia pequeñita que botaba espuma sanguinolenta por la boca, la cual saltó sobre su cara.
Fuera de la nube de humo, solo se escuchaban los gritos desesperados y horrorizados de esos hombres. Amedrentados, otros dos sujetaban sus armas con fuerza, amagando con entrar. -¿Qué pasa? ¿Están asustados?- retumbó en sus cabezas una voz femenina, melosa y aterciopelada.
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*Quemador de Incienso [Arma][Superior] Potencia tus habilidades ilusionistas.
Habilidad: crea una densa capa de humo de 2 metros de radio sobre Mina. La utilizas para atrapar a un enemigo. Éste no podrá salir de la niebla y sentirá como una manos invisibles le atrapan del cuello.
Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
El brujo rechazó con su espada el ataque de otro de los tipejos que habían perpetrado el ataque a la taberna, más en cuánto su rival se vio superado por la técnica del rubio mercenario, este dio un paso atrás, ganando distancia entre ambos.
«Chico listo», caviló Vinc, pues el asaltante había evitado males mayores con aquel movimiento.
Aquel hombre rondó cerca del brujo, sin aproximarse nuevamente, estudiando la postura de su enemigo frente a él. Por unos instantes, al menos, pues, inexplicablemente para el sureño, el asaltante no tardó en salir corriendo tras la estela de su compañero más próximo que había sido un tanto más rápido con él en la toma de decisiones.
«¿Chico cobarde?»
Fue lo que Vincent se cuestionó de primeras. No obstante, ahora que podía permitírselo sin nadie intentando matarlo, analizó mejor la escena y recordó que los tipos habían mirado por encima de su persona antes de elegir huír. Por tanto, el brujo se giró levemente y miró por encima de su hombro para contemplar la escena que había asustado a aquellos dos.
«No. Chico muy listo», terminó por razonar.
El brujo miró una vez más hacia los enemigos que huían para asegurarse de que se iban y no retornaban a la pelea. En cuánto confirmó que esos dos no regresarían a la gresca se encaminó hacia dónde se encontraban las damas.
- Ah, vaya, a los humanos les va esas historias de caballeros y gallardía. Más entre brujos y elfos creo que son innecesarias, ¿no creen? - comentó divertido, mientras se acercaba a ellas, suficientemente alto para que ambas pudieran escucharle, pese a su voz apagada por la tela.
El rubio aceleró el paso e interceptó con uno de sus aceros el contraataque de uno de los hombres que acompañaba a los ahora sangrantes tres hombres que estaban a su lado. Aquel nuevo ataque, inútil ante la defensa del brujo, sumado a los dos compañeros que ya los habían abandonado, a los “cara cortadas” y a los trucos mentales de Mina, fue definitivo.
- Con los dioses, amigos. No olviden alabar nuestras habilidades cuando cuenten esta historia-, dijo con sorna, mientras veía como este y sus compañeros ponían tierra de por medio, incluido dos de los “rostro-rajados”.
Divertido, como poco, observar como los que iban con la cara cortada iban dando tumbos y golpeándose con todo lo que se encontraban a su paso. Algo que también habría hecho el tercero de los que tenían la cara hecha mierda, si Vincent no hubiera soltado una de sus espadas para tirar de su hombro impidiendo que huyera.
Bueno, quizás no había sido tan sencillo el lograr que no huyera. Puede que después de tirarle del hombro, el brujo le hubiese dado una patada en las pelotas para derribarlo. Pero detalles.
- Cómo se las gastan mis compañeras, eh. Yo de ustedes tendría la lengua suelta-, dijo al dúo de tipejos que quedó: “Bolas rotas” y el tipo que había sido atrapado por la ilusionista.
Vincent retomó la espada del suelo y se acercó al muro que estaba al otro lado del estrecho callejón, el que se encontraba frente de la salida de las cocinas de la taberna. En cuánto estuvo estuvo lo suficientemente cerca dejó reposar esa misma espada que había retomado del suelo, con la punta apuntando al firme. Finalmente se quitó el paño que envolvía su boca y con este comenzó a limpiar el acero de la espada que aún sostenía.
- No creo que sea buena idea enfadar a estas mujeres. Ya saben, más de lo que ya están después de que casi las mataran unos desalmados que… Oh, ahora dos están a su merced-, dijo socarrón, mientras secaba la sangre que lucía sobre su acero.
«Algo me dice que Aylizz no domina la magia que imaginé», pensó el brujo, «En aquella cueva usó raíces, pero además de esa magia creo que no tiene hechizos de luz propiamente dicho», siguió cavilando, mirando una vez más el rostro del tipo que tenía un corte por la frente.
El brujo no pudo evitar dedicarle una sonrisa a la elfa, mirando hacia donde esta se encontraba, tras pensar en ella y tras observar tal corte en la cara del pobre diablo.
- Sí, debo estar tocado por los dioses en esta noche. Sigo pensando que no es buena idea mantener el pico cerrado-, los volvió a animar de palabra, envainando la espada que había limpiado de sangre, para inmediatamente después iniciar la limpieza de la otra. - De lo contrario acabarán con las pelotas más rotas de lo que ya las tiene uno de los dos.
«O algo mucho peor. Que los dioses me protejan de enfadar a las elfas», pensó con cierta diversión.
- Quizás debería haberlo pensado antes de enamorarme de una-, susurró para sí, en un tono divertido equiparable con lo que había pensado antes, y con una media sonrisa dibujada en los labios.
«Chico listo», caviló Vinc, pues el asaltante había evitado males mayores con aquel movimiento.
Aquel hombre rondó cerca del brujo, sin aproximarse nuevamente, estudiando la postura de su enemigo frente a él. Por unos instantes, al menos, pues, inexplicablemente para el sureño, el asaltante no tardó en salir corriendo tras la estela de su compañero más próximo que había sido un tanto más rápido con él en la toma de decisiones.
«¿Chico cobarde?»
Fue lo que Vincent se cuestionó de primeras. No obstante, ahora que podía permitírselo sin nadie intentando matarlo, analizó mejor la escena y recordó que los tipos habían mirado por encima de su persona antes de elegir huír. Por tanto, el brujo se giró levemente y miró por encima de su hombro para contemplar la escena que había asustado a aquellos dos.
«No. Chico muy listo», terminó por razonar.
El brujo miró una vez más hacia los enemigos que huían para asegurarse de que se iban y no retornaban a la pelea. En cuánto confirmó que esos dos no regresarían a la gresca se encaminó hacia dónde se encontraban las damas.
- Ah, vaya, a los humanos les va esas historias de caballeros y gallardía. Más entre brujos y elfos creo que son innecesarias, ¿no creen? - comentó divertido, mientras se acercaba a ellas, suficientemente alto para que ambas pudieran escucharle, pese a su voz apagada por la tela.
El rubio aceleró el paso e interceptó con uno de sus aceros el contraataque de uno de los hombres que acompañaba a los ahora sangrantes tres hombres que estaban a su lado. Aquel nuevo ataque, inútil ante la defensa del brujo, sumado a los dos compañeros que ya los habían abandonado, a los “cara cortadas” y a los trucos mentales de Mina, fue definitivo.
- Con los dioses, amigos. No olviden alabar nuestras habilidades cuando cuenten esta historia-, dijo con sorna, mientras veía como este y sus compañeros ponían tierra de por medio, incluido dos de los “rostro-rajados”.
Divertido, como poco, observar como los que iban con la cara cortada iban dando tumbos y golpeándose con todo lo que se encontraban a su paso. Algo que también habría hecho el tercero de los que tenían la cara hecha mierda, si Vincent no hubiera soltado una de sus espadas para tirar de su hombro impidiendo que huyera.
Bueno, quizás no había sido tan sencillo el lograr que no huyera. Puede que después de tirarle del hombro, el brujo le hubiese dado una patada en las pelotas para derribarlo. Pero detalles.
- Cómo se las gastan mis compañeras, eh. Yo de ustedes tendría la lengua suelta-, dijo al dúo de tipejos que quedó: “Bolas rotas” y el tipo que había sido atrapado por la ilusionista.
Vincent retomó la espada del suelo y se acercó al muro que estaba al otro lado del estrecho callejón, el que se encontraba frente de la salida de las cocinas de la taberna. En cuánto estuvo estuvo lo suficientemente cerca dejó reposar esa misma espada que había retomado del suelo, con la punta apuntando al firme. Finalmente se quitó el paño que envolvía su boca y con este comenzó a limpiar el acero de la espada que aún sostenía.
- No creo que sea buena idea enfadar a estas mujeres. Ya saben, más de lo que ya están después de que casi las mataran unos desalmados que… Oh, ahora dos están a su merced-, dijo socarrón, mientras secaba la sangre que lucía sobre su acero.
«Algo me dice que Aylizz no domina la magia que imaginé», pensó el brujo, «En aquella cueva usó raíces, pero además de esa magia creo que no tiene hechizos de luz propiamente dicho», siguió cavilando, mirando una vez más el rostro del tipo que tenía un corte por la frente.
El brujo no pudo evitar dedicarle una sonrisa a la elfa, mirando hacia donde esta se encontraba, tras pensar en ella y tras observar tal corte en la cara del pobre diablo.
- Sí, debo estar tocado por los dioses en esta noche. Sigo pensando que no es buena idea mantener el pico cerrado-, los volvió a animar de palabra, envainando la espada que había limpiado de sangre, para inmediatamente después iniciar la limpieza de la otra. - De lo contrario acabarán con las pelotas más rotas de lo que ya las tiene uno de los dos.
«O algo mucho peor. Que los dioses me protejan de enfadar a las elfas», pensó con cierta diversión.
- Quizás debería haberlo pensado antes de enamorarme de una-, susurró para sí, en un tono divertido equiparable con lo que había pensado antes, y con una media sonrisa dibujada en los labios.
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Apenas tuvo tiempo para retomar un poco el aliento antes de que más hombres llegasen para cubrir las espaldas a los tres primeros despojos. Cuatro escorias más, siete ratas en total. Quedó paralizada un instante ante una nueva muestra del poder ilusionista de la bruja. Verlos retorcerse y doblegarse ante nada, un nada que a saber cómo se sentiría en sus cuerpos... En sus mentes. Después de presenciar aquello y de agradecer no haberse topado con ella en otras circunstancias, un hechicero como el herrero ahora no parecía tan despreciable. Lo mismo debió pensar el que optó por enfrentarlo a él, en lugar de a la mentalista, aunque al igual que los que no se arriesgaron a enfrentarse a la mentalista una segunda vez, tomó la decisión más sabia al poner pies en polvorosa.
—¿A caso los brujos no sois humanos que manejan eso a lo que llamáis magia?— replicó, arqueando una ceja, sorprendida ante la distinción que planteaba el hechicero.
Pese a la comprometida situación en la que, sin comerlo ni beberlo, se encontraba envuelta, no ahogó una ligera risa, soltada con dejadez al seguir con la mirada a los hombres que ahora corrían, o lo intentaban, alejándose tan raudos como les era posible. Una forma de aliviar la tensión. Optando por mantenerse lo más distante posible de las capacidades de la bruja, dejó que se descargase como considerase más apropiado sin interponerse. Sin embargo, se acercó un poco más al que, sin lugar a dudas, podía despedirse de dejar descendencia en este mundo, o de hacerlo nuevamente, si desgraciadamente ya se había dado el error.
—¿Te acuerdas de mí?— preguntó entonces, avanzando unos pasos más hacia él, que retrocedió vagamente hasta que la pared del callejón se lo impidió —Supongo que ahora estamos en paz...— indicó, levantando sutilmente su camisa, dejando ver el corte que aquel mismo hombre había hendido en su bajo abdomen y ahora lucía en el rostro el que ella le había devuelto.
Con su brazo izquierdo, empujó al humano contra la pared y lo paró contra ella, usando el peso de su cuerpo mientras con el diestro sostenía la daga apuntando al suelo. Presionó un poco más, alzando una de sus rodillas hacia la entrepierna de aquel tipo, antes acariciar con sutileza la runa que activaba el encantamiento de su arma, sin llegar a activarlo.
—El brujo tiene técnicas que hasta yo puedo utilizar, ¿comprendes?— caviló, poniendo más fuerza en las únicas partes que debían ser nobles en aquel vidacorta. —Me importa poco en lo que tipos como tú estéis metidos, menos en una ciudad que no es la mía. Pero de tu mano me llevo un recuerdo y de tus amigos un socavón sobre mi cabeza. Esto ya es personal.— explicó, agarrando con rabia la empuñadura —Dame una buena razón para no dejarte tirado, buscando tus pelotas entre la basura.
—¡Sólo hacemos lo que nos han dicho! Oye... No... No tenemos nada en contra de este sito, ¡de verdad! Son... Ya sabes... Negocios... Yo no tengo nada que ver, ¡de verdad! Soy... Eh... El chico de los recados, ¿sabes? No... No sé por qué teníamos que... Eh... Destrozarlo... Sólo cumplimos órdenes... ¡De verdad!— se justificaba el hombre, entre jadeos y tratando de liberar la presión en sus bajos, intentando ganar centímetros de altura sobre las puntas de sus pies.
Ante aquellas palabras y vagas explicaciones, la elfa se giró hacia los hechiceros, sin soltar al hombre. Sin saber nada acerca de la procedencia ni vinculación de aquella mujer con la ciudad, terminó por dirigirse al herrero.
—¿Algo de lo que dice tiene interés para vos o puedo terminar?— preguntó, sin mayor interés en la respuesta que dejárselo a él y marcharse o romperle las bolas y marcharse.
Aylizz Wendell
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
Los desgraciados que tuvieron las agallas de enfrentarse a la ilusionista y la chicadreja enfrentaron su destino manifiesto. Sintieron la ira que ellos mismos despertaron y sus muertes satisficieron a las mujeres. Una vez saciaron sus ansias de venganza, la neblina que cubría su área de pelea desapareció, descubriendo los cuatro cadáveres que yacían a sus pies. Tina se sacudía y Mina sacudía el polvo en las mangas de su chaqueta, ambas lucían frescas y despreocupadas. No así la elfa y el brujo, quienes las miraban con expresiones raras. -¿Qué?- les preguntó la chica bestia sin comprender el asombro que veía en sus rostros.
-Hmmm... la elfita bonita dejó a uno con vida para interrogarlo... debimos hacer eso- comentó Tina a Mina, observando al desafortunado que no alcanzó a huir a tiempo. La bruja enarcó una ceja -No me interesa meterme más en este asunto- le respondió a su amiguita, terminando de acomodarse la ropa y el cabello. -No tenemos mucho tiempo para involucrarnos en asuntos que no tienen que ver con nuestra misión- aclaró para que la chicadreja no insistiera más. -¿Segura que no tiene nada que ver con nuestra misión?- quiso comprobar Tina -No me parece que estos sean muy listos así que no creo que atacaran esta taberna por azar- añadió. Mina la miró atónita. -¿Qué? Tengo más que pelito en la cabeza- dijo un poco ofendida por la mirada de la ilusionista.
Ambas fueron junto a la elfa mientras el tipo soltaba la lengua. Mina notó como la rubia las ignoraba y se dirigía al brujo, pero decidió no importarle la ofensa. Observó al paleto quien lucía verdaderamente asustado y no era para menos, Aylizz tenía métodos bastante eficientes. -¿Quién eres? ¿Quién los mandó a destruir este local? ¿Cuál era el objetivo?- inquirió, haciendo aparecer un bultito gelatinoso en la palma de su mano*. -Como habrás notado, no te conviene guardar lealtades a estas alturas. Vas a morir pero lo que nos digas hará tu muerte más o menos larga y dolorosa y créeme, las formas que conozco para hacer sufrir son numerosas y variadas- amenazó, soltando el bultito en la mejilla del hombre.
Aylizz y Vincent no veían qué causaba los alaridos de dolor del hombre. Él en cambio, veía el mudster recorrer su cara y el dolor que sentía mientras este le corroía la piel se sentía muy real. -¡Hablaré! ¡Hablaré! ¡Detenlo! ¡Quítamelo!- suplicaba el hombre a gritos. Mientras Mina lo torturaba, Tina observaba el uniforme que usaba -Psst... Mina... Mira, el símbolo en su pecho, no es el mismo- señaló, haciéndole notar el detalle. -Entonces no nos va a servir- confirmó la bruja, haciendo desaparecer la ilusión. El dolor se detuvo de inmediato -Bueno, a mí no me interesa más este tipo, pero si a ti sí, creo que Tina y yo podemos sacar un poco de nuestro valioso tiempo para ayudarte- le dijo a Vincent, quien era el que faltaba por interrogar al hombre.
_______________________________
*Segundo uso de habilidad nivel 1, "El dolor está en tu cabeza".
-Hmmm... la elfita bonita dejó a uno con vida para interrogarlo... debimos hacer eso- comentó Tina a Mina, observando al desafortunado que no alcanzó a huir a tiempo. La bruja enarcó una ceja -No me interesa meterme más en este asunto- le respondió a su amiguita, terminando de acomodarse la ropa y el cabello. -No tenemos mucho tiempo para involucrarnos en asuntos que no tienen que ver con nuestra misión- aclaró para que la chicadreja no insistiera más. -¿Segura que no tiene nada que ver con nuestra misión?- quiso comprobar Tina -No me parece que estos sean muy listos así que no creo que atacaran esta taberna por azar- añadió. Mina la miró atónita. -¿Qué? Tengo más que pelito en la cabeza- dijo un poco ofendida por la mirada de la ilusionista.
Ambas fueron junto a la elfa mientras el tipo soltaba la lengua. Mina notó como la rubia las ignoraba y se dirigía al brujo, pero decidió no importarle la ofensa. Observó al paleto quien lucía verdaderamente asustado y no era para menos, Aylizz tenía métodos bastante eficientes. -¿Quién eres? ¿Quién los mandó a destruir este local? ¿Cuál era el objetivo?- inquirió, haciendo aparecer un bultito gelatinoso en la palma de su mano*. -Como habrás notado, no te conviene guardar lealtades a estas alturas. Vas a morir pero lo que nos digas hará tu muerte más o menos larga y dolorosa y créeme, las formas que conozco para hacer sufrir son numerosas y variadas- amenazó, soltando el bultito en la mejilla del hombre.
Aylizz y Vincent no veían qué causaba los alaridos de dolor del hombre. Él en cambio, veía el mudster recorrer su cara y el dolor que sentía mientras este le corroía la piel se sentía muy real. -¡Hablaré! ¡Hablaré! ¡Detenlo! ¡Quítamelo!- suplicaba el hombre a gritos. Mientras Mina lo torturaba, Tina observaba el uniforme que usaba -Psst... Mina... Mira, el símbolo en su pecho, no es el mismo- señaló, haciéndole notar el detalle. -Entonces no nos va a servir- confirmó la bruja, haciendo desaparecer la ilusión. El dolor se detuvo de inmediato -Bueno, a mí no me interesa más este tipo, pero si a ti sí, creo que Tina y yo podemos sacar un poco de nuestro valioso tiempo para ayudarte- le dijo a Vincent, quien era el que faltaba por interrogar al hombre.
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Mina Harker
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
El brujo puso su atención sobre su segundo acero, aquel sobre el que ahora usaba un trapo para retirar y secar la sangre que impregnaba el metal. Qué irónicas llegaban a ser las circunstancias de la vida, de mil y tan diferentes maneras. Aquella no lo era menos.
El preciado acero convertido en arma servía para segar la vida de los rivales del portador de la mencionada arma, más la savia de la vida de las personas que matase destrozarían el propio metal que servía para arrebatarles la vida…
- A simple vista, sí. Solamente somos humanos con el don de la magia-, respondió a la dama del bosque, su vista centrada en la limpieza de su espada. - Pero no es tan sencillo, más bien son nuestros antepasados, como lo son de otras tantas especies pensantes que pueblan este ancho mundo-, matizó, sin cambiar de postura, dejando que la elfa tomara la iniciativa con el prisionero. - En cualquier caso, sólo hacía referencia a nuestras diferencias culturales. Ni en lo que conozco de Sandorai, ni en las islas, somos dados a esa literatura caballeresca. No digo que en mi tierra no se lean esos libros, pero no hay tanta afición como por estos lares, porque el caballero no es una figura con la misma fama.
«¿Allá sólo quieren ser el cabrón más poderoso y destacable en el noble arte de la magia?», se preguntó internamente, con sorna ante su propia cultura, guardándose el comentario para sí mismo.
- Vaya, así que a ese ya lo conoces-, comentó, tras escuchar las palabras del prisionero. - Entonces sí eran los cabrones que te atacaron en la calle-, dijo seguido, soltando una risita irónica al final de su oración. - Menudos imbéciles, equivocarse de objetivo una vez tiene un pase, pero dos veces la misma noche…
El brujo alzó la espada hacia el cielo nocturno, para mirar, cuán largo era el acero, si aún quedaba mancha que empañara el metal.
- Yo soy un mercenario. Lo decidí para ser libre-, comentó, dirigiendo sus palabras hacia el bandido, aunque aún su mirada estaba puesta sobre su arma. - Libre para luchar por quien quisiera, cuando quisiera. ¿Sólo eres un recadero? ¿Sólo cumplís órdenes? - mentó, devolviendo su espada a su cuero y ya posando su mirada sobre ese cabronazo insolente. - No nací ayer. Conozco la desesperación de muchos para decidirse por el camino que eligieron. Pero no te hagas el inocente ante nosotros, porque diste el paso para ser ese recadero. Tuya sigue siendo la culpa. Tuya fue la elección.
Fue en ese momento cuando Mina tomó las riendas del asunto, y aunque no parecía que estuviera haciendo nada a simple vista… El dolor del sujeto era más que suficiente para que los demás supieran que sí estaba haciendo algo. Aunque, para el buen mercenario, era imposible saber qué tipo de tormento estaría usando la ilusionista para quebrar la voluntad de ese bandido.
- Claro, si puedo acabar con este asunto mejor para los habitantes de la ciudad, entre los que yo me incluyo-, contestó a Mina.
Ladrones y bandidos siempre iban a haber, eso era inevitable; pero, en cuánto había algún vacío de poder, luchaban entre ellos por ser el nuevo líder de ese trozo del negocio, Solo por esa razón, la gente tendría un tiempo de paz.
- Pues si vas a hablar, habla rápido-, comentó, acercándose al susodicho, chasqueando los dedos cuando estuvo muy cerca de él. - Te aseguro que un tipo con mi experiencia sabe cómo sacarle información a un tipo como tú-, dijo, acercando al hombre la llama que flotaba sobre sus dedos. - Más, como has visto, no hace falta. Estas mujeres bien saben hacerlo sin ayuda de nadie. Y, bueno, si no sueltas ya esa lengua, ni yo tendré que hacer nada.
El brujo movió la cabeza en dirección a la puerta trasera de la destrozada taberna.
- No querrás encontrarte con los supervivientes de ese ataque, te lo aseguro. Ahora estarán pensando si es seguro salir. Pero, en cuánto pase un buen rato sin escuchar el sonido de lucha… Sí, entonces saldrán y será mejor para tu pellejo que ya no te encuentres por aquí. Así que si no te importa. Desembucha. Y rápido.
- Ya dije que hablaré-, contestó, entremezcla de furia y miedo, sabiéndose acorralado. - Soltar la lengua también tiene el precio de la muerte.
- Cómo si tuvieras opción. Aquí te van a colgar. Sí o sí. Al menos si te vas de la ciudad, puede que tu jefe, sobre todo si yo lo mando con sus ancestros, no te haga nada.
- No sé cómo se llama. No hace tanto que vive en la ciudad. Lo apodan El Tuerto, ya podréis imaginar por qué-, dijo en bajo, antes de proseguir aún más bajo. - Se está haciendo un hueco en las Catacumbas. Aunque como ya os he dicho, no lleva mucho tiempo en la ciudad. Apenas unos meses. Algunos dicen que también tiene negocios fuera de Lunargenta, pero… Nadie sabe nada con certeza.
- Qué tipo tan misterioso. Bueno, de otro modo no se vive mucho en tu gremio ¿no? ¿No tienes algo más concreto? ¿Por qué se rumorea que tenga negocios fuera?
- No sé mucho, ya os dije que solo soy un recadero. Pero se cuenta que su negocio favorito es robar y vender esos objetos robados. Como comprenderéis, es mejor venderlos fuera de la ciudad en la que han sido robados. Yo no he participado en ningún robo, pero eso me han contado otros de sus chicos. Lo que sí puedo asegurar es que si preguntas por El Tuerto, en los lugares de mala muerte de esta ciudad, darás con él. O él dará contigo, Lo que pase primero.
«¿Un perista por el día, un ladrón por la noche?», caviló, apagando la llama que había sostenido sobre sus dedos.
- Bien. Yo he terminado con él. Me doy por satisfecho con esta información. Haz con él lo que desees, dama de los bosques. Todo tuyo-[/color], terminó por decir, dibujando una media sonrisa tras sus palabras.
- Eh. ¡Pensé que me soltarían!.
- Y eso he hecho, por mi parte ya eres libre. Pero esta dama tiene cuentas pendientes contigo y no seré yo el que se entrometa en sus asuntos y su decisión con tus partes nobles-, le respondió, encogiéndose de hombros.
El preciado acero convertido en arma servía para segar la vida de los rivales del portador de la mencionada arma, más la savia de la vida de las personas que matase destrozarían el propio metal que servía para arrebatarles la vida…
- A simple vista, sí. Solamente somos humanos con el don de la magia-, respondió a la dama del bosque, su vista centrada en la limpieza de su espada. - Pero no es tan sencillo, más bien son nuestros antepasados, como lo son de otras tantas especies pensantes que pueblan este ancho mundo-, matizó, sin cambiar de postura, dejando que la elfa tomara la iniciativa con el prisionero. - En cualquier caso, sólo hacía referencia a nuestras diferencias culturales. Ni en lo que conozco de Sandorai, ni en las islas, somos dados a esa literatura caballeresca. No digo que en mi tierra no se lean esos libros, pero no hay tanta afición como por estos lares, porque el caballero no es una figura con la misma fama.
«¿Allá sólo quieren ser el cabrón más poderoso y destacable en el noble arte de la magia?», se preguntó internamente, con sorna ante su propia cultura, guardándose el comentario para sí mismo.
- Vaya, así que a ese ya lo conoces-, comentó, tras escuchar las palabras del prisionero. - Entonces sí eran los cabrones que te atacaron en la calle-, dijo seguido, soltando una risita irónica al final de su oración. - Menudos imbéciles, equivocarse de objetivo una vez tiene un pase, pero dos veces la misma noche…
El brujo alzó la espada hacia el cielo nocturno, para mirar, cuán largo era el acero, si aún quedaba mancha que empañara el metal.
- Yo soy un mercenario. Lo decidí para ser libre-, comentó, dirigiendo sus palabras hacia el bandido, aunque aún su mirada estaba puesta sobre su arma. - Libre para luchar por quien quisiera, cuando quisiera. ¿Sólo eres un recadero? ¿Sólo cumplís órdenes? - mentó, devolviendo su espada a su cuero y ya posando su mirada sobre ese cabronazo insolente. - No nací ayer. Conozco la desesperación de muchos para decidirse por el camino que eligieron. Pero no te hagas el inocente ante nosotros, porque diste el paso para ser ese recadero. Tuya sigue siendo la culpa. Tuya fue la elección.
Fue en ese momento cuando Mina tomó las riendas del asunto, y aunque no parecía que estuviera haciendo nada a simple vista… El dolor del sujeto era más que suficiente para que los demás supieran que sí estaba haciendo algo. Aunque, para el buen mercenario, era imposible saber qué tipo de tormento estaría usando la ilusionista para quebrar la voluntad de ese bandido.
- Claro, si puedo acabar con este asunto mejor para los habitantes de la ciudad, entre los que yo me incluyo-, contestó a Mina.
Ladrones y bandidos siempre iban a haber, eso era inevitable; pero, en cuánto había algún vacío de poder, luchaban entre ellos por ser el nuevo líder de ese trozo del negocio, Solo por esa razón, la gente tendría un tiempo de paz.
- Pues si vas a hablar, habla rápido-, comentó, acercándose al susodicho, chasqueando los dedos cuando estuvo muy cerca de él. - Te aseguro que un tipo con mi experiencia sabe cómo sacarle información a un tipo como tú-, dijo, acercando al hombre la llama que flotaba sobre sus dedos. - Más, como has visto, no hace falta. Estas mujeres bien saben hacerlo sin ayuda de nadie. Y, bueno, si no sueltas ya esa lengua, ni yo tendré que hacer nada.
El brujo movió la cabeza en dirección a la puerta trasera de la destrozada taberna.
- No querrás encontrarte con los supervivientes de ese ataque, te lo aseguro. Ahora estarán pensando si es seguro salir. Pero, en cuánto pase un buen rato sin escuchar el sonido de lucha… Sí, entonces saldrán y será mejor para tu pellejo que ya no te encuentres por aquí. Así que si no te importa. Desembucha. Y rápido.
- Ya dije que hablaré-, contestó, entremezcla de furia y miedo, sabiéndose acorralado. - Soltar la lengua también tiene el precio de la muerte.
- Cómo si tuvieras opción. Aquí te van a colgar. Sí o sí. Al menos si te vas de la ciudad, puede que tu jefe, sobre todo si yo lo mando con sus ancestros, no te haga nada.
- No sé cómo se llama. No hace tanto que vive en la ciudad. Lo apodan El Tuerto, ya podréis imaginar por qué-, dijo en bajo, antes de proseguir aún más bajo. - Se está haciendo un hueco en las Catacumbas. Aunque como ya os he dicho, no lleva mucho tiempo en la ciudad. Apenas unos meses. Algunos dicen que también tiene negocios fuera de Lunargenta, pero… Nadie sabe nada con certeza.
- Qué tipo tan misterioso. Bueno, de otro modo no se vive mucho en tu gremio ¿no? ¿No tienes algo más concreto? ¿Por qué se rumorea que tenga negocios fuera?
- No sé mucho, ya os dije que solo soy un recadero. Pero se cuenta que su negocio favorito es robar y vender esos objetos robados. Como comprenderéis, es mejor venderlos fuera de la ciudad en la que han sido robados. Yo no he participado en ningún robo, pero eso me han contado otros de sus chicos. Lo que sí puedo asegurar es que si preguntas por El Tuerto, en los lugares de mala muerte de esta ciudad, darás con él. O él dará contigo, Lo que pase primero.
«¿Un perista por el día, un ladrón por la noche?», caviló, apagando la llama que había sostenido sobre sus dedos.
- Bien. Yo he terminado con él. Me doy por satisfecho con esta información. Haz con él lo que desees, dama de los bosques. Todo tuyo-[/color], terminó por decir, dibujando una media sonrisa tras sus palabras.
- Eh. ¡Pensé que me soltarían!.
- Y eso he hecho, por mi parte ya eres libre. Pero esta dama tiene cuentas pendientes contigo y no seré yo el que se entrometa en sus asuntos y su decisión con tus partes nobles-, le respondió, encogiéndose de hombros.
Vincent Calhoun
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Re: Una noche cualquiera y un muerto [CERRADO]
No sabía mucho de los brujos, pero eso no hacía que optase por guardarse sus opiniones. Tomó como apunte mental la sencilla y apaciguada explicación que brindó el herrero acerca de su condición. Lo que apreciaba a simple vista resultaba ser todo lo que necesitaba saber del hechicero. De cualquiera de su sangre, en realidad.
De aquellos dos conocía lo suficiente para saber que no era una opción para ella entablar mayor relación. Y si bien el brujo resultaba ser un buen activo en cuestiones de negocios y negaría si alguien la preguntaba que lo tenía por un notable líder, tras haber visto cómo se desenvolvía en su puesto, al mando de sus hombres de La Logia, no terminaba de concluir si su apariencia encantadora era real o formaba parte del engaño inherente a los de su calaña.
—Si.— afirmó rotunda, clavando la mirada en el individuo —Fue la sabandija que me rajó el vientre.—
Guardó silencio y observó al brujo mientras obtenía, sin el menor esfuerzo, la información que le era necesaria. Todo cuanto quiso, aquel hombre cantó como un pajarito. Y sin trucos, nada que alguien si dote alguna para la magia podría lograr. Una lección interesante.
Dedicándole una última mirada al hombre, que ya sudaba por la presión acumulada, entrecerrando los ojos un instante.
—Yo sólo quería salir de la ciudad, ¿sabes? Un paseo tranquilo hasta las puertas y ¡adiós!— apretó de nuevo su rodilla contra sus bajos, acompañando el énfasis final, antes de guardar un instante de silencio —En fin. Supongo que es lo que haré.
Se encogió de hombros al tiempo que se apartó del hombre. No era tan estúpida como para meterse con un tipo que pertenecía a una... Qué era aquello, ¿una organización de ladrones? Bah. Los hombres y sus ciudades, sucias, abarrotadas y llenas de cochambre. Se sacudió las ropas, como si así fuese a sentirse más limpia.
Después de ver cómo el tipo se alejaba entre callejones, con un paso entorpecido y amanerado a causa del dolor latente en sus bajos, se volvió hacia las dos mujeres y el hechicero.
—Bueno, ha sido una velada... Interesante. Pero no quisiera alargarla más de lo necesario.— y mucho menos repetirla. poniéndose nuevamente la capucha y comenzando a emprender la marcha lejos de aquella puerta trasera alzó la mano en señal de despedida —Cuidate, drejita.—
Aylizz Wendell
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