Un destello en la oscuridad [Altar de Habakhuk][Solitario][Noche]
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Un destello en la oscuridad [Altar de Habakhuk][Solitario][Noche]
Dos figuras emergieron de la espesa neblina que cubría los bosques del oeste poco antes del amanecer, deteniéndose ante las puertas de Sacrestic y cruzando una mirada cargada de alivio. - Por fin, hemos llegado. - habló el dragón, sonriendo a su compañera. - Sí, justo a tiempo… el sol saldrá pronto, debemos encontrar un sitio en que hospedarnos hasta que anochezca. - contestó la vampira, dirigiendo sus pasos hacia la calle principal de la ciudad.
Conseguir una habitación en una de las posadas de la zona no resultó complicado, con lo que pronto pudieron ponerse cómodos en el modesto cuarto, tras cerrar a conciencia las cortinas para que la luz no se colase en el interior. - Esta noche nos reuniremos con Laluth, será mejor que descansemos. - propuso la joven, acompañando al cazador y tumbándose a su lado en la cama.
Todo estaba a punto de acabar, y esa certeza, unida a la inquietud que el ritual de reversión le provocaba, no la dejó pegar ojo. Tras un par de horas, en las que lo único interesante que pudo hacer fue contemplar al norteño en silencio, la señora de sombras decidió levantarse y sentarse al borde del lecho durante unos instantes, para luego encaminarse hacia el rincón en que descansaban sus cosas.
Echando mano a su bolsa de cuero, rebusco entre sus pertenencias hasta notar el suave tacto de un pañuelo, sacándolo para desenvolver el preciado objeto que contenía, la escama de uno de los Ancestrales. Aquel era el tributo que la sacerdotisa le había dicho que consiguiese para entregarlo a Habak, pero ¿bastaría simplemente con presentarlo ante el cuerpo del vampiro original? Seguramente no fuese tan sencillo.
Intrigada por los pasos que pudiese incluir aquella ceremonia, Elen deslizó los dedos por la pieza y la dejó cuidadosamente sobre la mesa, alzando la vista hacia el espejo que había justo frente a ella y observando su reflejo. Pronto aquella enfermiza palidez desaparecería, también sus marcadas ojeras, y los colmillos se verían reducidos hasta recuperar un tamaño normal. Su cuerpo recuperaría la calidez de antaño y la sed no volvería a atormentarla nunca más, todo parecía positivo, pero sabía que echaría de menos algunas de las ventajas que aquella naturaleza le había brindado.
Ya no podría volver a transformarse y sin duda, perdería algo de agilidad y fuerza con el cambio, tampoco sería capaz de llamar a las sombras para que la ayudasen, pero ésto último ya no le costaba tanto asimilarlo, sobretodo porque al quebrarse el medallón, las almas también la habían abandonado.
Cuando el proceso terminase, ya no quedaría rastro alguno de la oscuridad que había albergado en su ser durante tanto tiempo, solo la cicatriz en forma de Z invertida sobre su pecho le recordaría su tortuoso pasado, y sin embargo, no podía ver con malos ojos aquella marca. Alzando las manos para tirar de los cordones de la camisa, desató el nudo y retiró parcialmente la tela para ver el símbolo que se había grabado a fuego años atrás, recorriendo la línea con el índice lentamente.
Apenas recordaba de manera borrosa los sucesos de la aciaga noche en que por estar en el lugar y momento equivocados, obtuvo la maldición de los jinetes, aunque el sufrimiento que padeció los meses posteriores seguía claro como el agua en su memoria. Las fiebres, las noches sin dormir a causa de las pesadillas, los desvanecimientos… jamás olvidaría todo lo que había pasado, pero los Tarmúnil ya eran cosa del pasado, y sin pretenderlo, le habían hecho un valioso regalo.
Girando el rostro de nuevo hacia la cama, recorrió con la mirada la figura del norteño, esbozando una amplia sonrisa al rememorar lo accidentado de su primer encuentro.
Primero enemigos por un malentendido y luego aliados contra un mal que los amenazaba a ambos, aquel día sin duda había sido extraño, pero justamente aquella cicatriz fue la que llevó a Alister a interesarse por ella y querer acompañarla, de no haberla tenido seguramente cada uno habría seguido su camino.
- Si le preguntase seguro que diría que esa curiosa casualidad fue cosa de los dioses… - susurró, ya que el dragón estaba bastante ligado a sus creencias. - … quien sabe, quizá esté en lo cierto. - terminó la frase, dándose la vuelta y apoyándose levemente en la mesa para observarlo mejor. - Solo espero que Laluth cumpla su palabra… no soportaría ver la decepción en su rostro de nuevo. - pensó, harta de que todo se torciese cada vez que parecía que iban a avanzar.
Alejando aquel mal pensamiento de su cabeza, Elen volvió a centrar su atención sobre la escama durante unos momentos, para luego volver a guardarla dentro del pañuelo y meterla en la bolsa.
- Solo unas horas más… - murmuró, desviando sus verdes ojos hacia la cortina que bloqueaba la luz del día.
Y casi como si una fuerza superior quisiese dar cobijo a la criatura de la noche, unas espesas y negras nubes empezaron a llegar desde el norte, anunciando la proximidad de una borrasca que no tardaría en cubrir Sacrestic y sus alrededores.
Conseguir una habitación en una de las posadas de la zona no resultó complicado, con lo que pronto pudieron ponerse cómodos en el modesto cuarto, tras cerrar a conciencia las cortinas para que la luz no se colase en el interior. - Esta noche nos reuniremos con Laluth, será mejor que descansemos. - propuso la joven, acompañando al cazador y tumbándose a su lado en la cama.
Todo estaba a punto de acabar, y esa certeza, unida a la inquietud que el ritual de reversión le provocaba, no la dejó pegar ojo. Tras un par de horas, en las que lo único interesante que pudo hacer fue contemplar al norteño en silencio, la señora de sombras decidió levantarse y sentarse al borde del lecho durante unos instantes, para luego encaminarse hacia el rincón en que descansaban sus cosas.
Echando mano a su bolsa de cuero, rebusco entre sus pertenencias hasta notar el suave tacto de un pañuelo, sacándolo para desenvolver el preciado objeto que contenía, la escama de uno de los Ancestrales. Aquel era el tributo que la sacerdotisa le había dicho que consiguiese para entregarlo a Habak, pero ¿bastaría simplemente con presentarlo ante el cuerpo del vampiro original? Seguramente no fuese tan sencillo.
Intrigada por los pasos que pudiese incluir aquella ceremonia, Elen deslizó los dedos por la pieza y la dejó cuidadosamente sobre la mesa, alzando la vista hacia el espejo que había justo frente a ella y observando su reflejo. Pronto aquella enfermiza palidez desaparecería, también sus marcadas ojeras, y los colmillos se verían reducidos hasta recuperar un tamaño normal. Su cuerpo recuperaría la calidez de antaño y la sed no volvería a atormentarla nunca más, todo parecía positivo, pero sabía que echaría de menos algunas de las ventajas que aquella naturaleza le había brindado.
Ya no podría volver a transformarse y sin duda, perdería algo de agilidad y fuerza con el cambio, tampoco sería capaz de llamar a las sombras para que la ayudasen, pero ésto último ya no le costaba tanto asimilarlo, sobretodo porque al quebrarse el medallón, las almas también la habían abandonado.
Cuando el proceso terminase, ya no quedaría rastro alguno de la oscuridad que había albergado en su ser durante tanto tiempo, solo la cicatriz en forma de Z invertida sobre su pecho le recordaría su tortuoso pasado, y sin embargo, no podía ver con malos ojos aquella marca. Alzando las manos para tirar de los cordones de la camisa, desató el nudo y retiró parcialmente la tela para ver el símbolo que se había grabado a fuego años atrás, recorriendo la línea con el índice lentamente.
Apenas recordaba de manera borrosa los sucesos de la aciaga noche en que por estar en el lugar y momento equivocados, obtuvo la maldición de los jinetes, aunque el sufrimiento que padeció los meses posteriores seguía claro como el agua en su memoria. Las fiebres, las noches sin dormir a causa de las pesadillas, los desvanecimientos… jamás olvidaría todo lo que había pasado, pero los Tarmúnil ya eran cosa del pasado, y sin pretenderlo, le habían hecho un valioso regalo.
Girando el rostro de nuevo hacia la cama, recorrió con la mirada la figura del norteño, esbozando una amplia sonrisa al rememorar lo accidentado de su primer encuentro.
Primero enemigos por un malentendido y luego aliados contra un mal que los amenazaba a ambos, aquel día sin duda había sido extraño, pero justamente aquella cicatriz fue la que llevó a Alister a interesarse por ella y querer acompañarla, de no haberla tenido seguramente cada uno habría seguido su camino.
- Si le preguntase seguro que diría que esa curiosa casualidad fue cosa de los dioses… - susurró, ya que el dragón estaba bastante ligado a sus creencias. - … quien sabe, quizá esté en lo cierto. - terminó la frase, dándose la vuelta y apoyándose levemente en la mesa para observarlo mejor. - Solo espero que Laluth cumpla su palabra… no soportaría ver la decepción en su rostro de nuevo. - pensó, harta de que todo se torciese cada vez que parecía que iban a avanzar.
Alejando aquel mal pensamiento de su cabeza, Elen volvió a centrar su atención sobre la escama durante unos momentos, para luego volver a guardarla dentro del pañuelo y meterla en la bolsa.
- Solo unas horas más… - murmuró, desviando sus verdes ojos hacia la cortina que bloqueaba la luz del día.
Y casi como si una fuerza superior quisiese dar cobijo a la criatura de la noche, unas espesas y negras nubes empezaron a llegar desde el norte, anunciando la proximidad de una borrasca que no tardaría en cubrir Sacrestic y sus alrededores.
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Elen Calhoun
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Re: Un destello en la oscuridad [Altar de Habakhuk][Solitario][Noche]
Poco antes del anochecer, Alister comenzó a moverse bajo las sábanas, acostumbrado ya a aquel tipo de vida nocturna, cosa que pronto cambiaría y por la que ambos tendrían que volver a adaptar sus horarios. Elen, que presa de la inquietud no había podido descansar nada, se encontraba junto a la ventana, observando el exterior con expresión distraída mientras las primeras gotas de lluvia mojaban el cristal.
Las negras nubes habían cubierto Sacrestic al completo, dándole un aspecto más tétrico de lo normal si cabe, pero no podía pedir un escenario mejor para lo que estaba por suceder. Aquella tormenta que se cernía sobre la ciudad era casi como un buen augurio a sus ojos, porque le recordaba su origen y lo que era en realidad, una hechicera capaz de provocar aquel tipo de fenómenos.
Una punzada de nostalgia atenazó su pecho cuando alcanzó a ver un destello en la lejanía, quería volver a sentir el cosquilleo que la electricidad le producía al canalizarlo a través de su cuerpo, así que debían ponerse en marcha. - Deberíamos salir hacia el templo antes de que el tiempo empeore. - susurró el cazador al alcanzarla, rodeándola por la cintura con uno de los brazos. - Sí. - contestó ella, sosteniéndole la mirada unos segundos antes de ir por sus cosas.
No tardaron en prepararse y dejar atrás la posada, dirigiendo sus pasos hacia el lugar señalado en que esperaban poner fin a todos sus problemas con la ayuda de Laluth. Las calles estaban desiertas a causa de la lluvia, que lentamente iba ganando intensidad, obligándolos a protegerse con sus capas para no terminar empapados.
Una leve sonrisa asomó en los labios de la señora de sombras al escuchar un trueno en la distancia, sin duda aquella iba a ser una noche desapacible, pero en vez de preocuparla, aquella mezcla de sonidos la relajaba.
- Ya falta poco. - anunció, doblando una esquina y alzando la vista para buscar el imponente edificio, que destacaba por encima de los que lo rodeaban. Un par de individuos custodiaban la puerta, y no dudaron en mostrar sus colmillos a los recién llegados en cuanto éstos se acercaron a la entrada. - ¿Qué os trae a nuestro sagrado altar? - preguntó el más alto enseguida, pero su actitud se relajó visiblemente en cuanto la de cabellos cenicientos se descubrió el rostro y pudieron reconocerla como uno de los suyos. - Venimos a ver a la Sacerdotisa Negra. - reveló, mientras Alister hacía lo propio y tiraba de la capucha hacia atrás, para que también pudiesen verlo y demostrar con ello que no intentaban ocultar nada.
Recorriendo con una inquisitiva mirada al cazador, ya que saltaba a la vista que no pertenecía a su raza, el guardián dudó durante unos instantes, preguntándose qué asuntos tendrían que tratar con Laluth. ¿Planeaba transformar a aquel hombre para que se uniese a los hijos de Habak? No le sorprendería, ya que la elfa solía realizar aquel tipo de rituales a menudo y de hecho, en aquellos momentos estaba llevando a cabo uno.
- Seguidme. - dijo finalmente, guiándolos hacia el interior del templo. - La misa ha terminado y la sacerdotisa es una mujer ocupada, pero dejaré que ella decida si os atiende o no… - comentó, cerrando la puerta en cuanto los visitantes cruzaron el umbral. - De la noche de los tiempos, de la oscuridad. He regresado a buscar un don para la humanidad. - la oración de algunos de los presentes captó la atención de la señora de sombras mientras avanzaban por entre los bancos, pero lo que más destacaba era el intenso olor a sangre que embargaba toda la amplia estancia.
- Y no pronuncian mi nombre, aunque bien saben quién soy. De su soberbia y su odio, el reflejo alimentado soy. Fluyo a través de las vidas que no consiguen saber donde encontrar la salida que abre la puerta del mal y el bien… - siguieron recitando, hasta que se percataron de la presencia de la pareja, alzando las cabezas con curiosidad para observarlos pasar.
Viendo que el interés de los allí reunidos se centraba más de lo que le gustaría sobre el norteño, Elen intensificó la sombría aura que la rodeaba, a modo de silenciosa amenaza y enviando un claro mensaje a los demás, que él era suyo y no podían tocarlo, a menos que quisiesen enfrentarse a ella.
- Por aquí, pero os lo advierto, Laluth está realizando un ritual de conversión ahora mismo, guardad silencio y esperad a que acabe. - los avisó su guía, antes de empezar a descender las escaleras de caracol que había tras el trono de la sacerdotisa para llevarlos al nivel inferior.
Para la de ojos verdes aquello resultaba especialmente complicado, ya que su transformación había sido el último recurso ante una muerte más que segura, pero ¿había otros que lo hacían voluntariamente? Después de todo lo que había vivido le costaba entender que alguien recibiese una maldición de buen grado.
- Toma mi sangre, mézclala, bébela, quémala, arde en la llama... Pues sólo así podrás adorarme. Haz lo que digo porque esta es la ley, no me creas, experimenta…. Bebe pues no hay, no hay otro medio. - la voz de la sacerdotisa les fue llegando, cada vez más clara, hasta que pudieron ver el altar y como la joven que yacía sobre éste se retorcía de dolor, entre gritos, aferrándose la garganta.
Alister observó horrorizado la escena, pero no por la involucrada sino porque su compañera nunca le había hablado de lo mal que lo había pasado al aceptar la sangre de Géminis, y solo de imaginarla pasando por algo semejante, sola en mitad de isla volcánica, una punzada se extendió por su pecho. Buscó su mirada, pero lo que encontró lo sorprendió bastante, la expresión de la vampira parecía vacía, como si lo que tenía delante no le afectase en absoluto.
Sin embargo, estaba equivocado, aquella imagen había sacado a la superficie los recuerdos de la benjamina de los Calhoun, y por eso mismo su mente estaba lejos de allí, en el territorio de la difunta Amaterasu.
Casi podía verlo como si siguiese allí, tirada en el suelo y desangrándose a causa del brutal mordisco que Géminis, atacándola por la espalda, le había dado en el cuello. Con el sonido de la batalla de fondo pero incapaz de seguir adelante, sus ojos se habían empañado a causa de las lágrimas, empezando a asimilar que no saldría de allí y por tanto, que no lograría cumplir con la misión que Tarivius le había encomendado, sacrificándose en el proceso.
Pero ero no era todo, tampoco volvería a ver al dragón ni a sus seres queridos, su existencia estaba a punto de llegar a su fin y aunque su salvación, el pequeño frasco con el hálito de vida, se encontraba en el interior de su bolsa, no era capaz de alcanzarlo. Y entonces, la misma mujer que la había llevado a aquel extremo dejó caer unas gotas de su propia sangre en sus labios, siguiendo las órdenes de Vladimir y brindándole una oscura alternativa.
- Elen. - la voz del cazador, junto con el cálido tacto de su mano en su mejilla, la trajo de vuelta. En algún momento, sin darse cuenta, aquellos sucesos de su pasado la habían superado, provocando que un par de lágrimas se le escapasen y recorriesen su pálido rostro. - Estoy bien, no te preocupes… - susurró, secándose con los dedos mientras se recomponía.
Para entonces, tanto los bruscos movimientos como los gritos de la extraña habían cesado, dando paso a una tensa quietud. - Bienvenida a tu nueva vida. - intervino de nuevo Laluth, sonriendo ampliamente a la neófita. - Levántate y camina con nosotros, Kathy. - la invitó a incorporarse, ayudándola con una de las manos.
Una nueva criatura de la noche se alzaba, para unirse a los seguidores de Habak.
Las negras nubes habían cubierto Sacrestic al completo, dándole un aspecto más tétrico de lo normal si cabe, pero no podía pedir un escenario mejor para lo que estaba por suceder. Aquella tormenta que se cernía sobre la ciudad era casi como un buen augurio a sus ojos, porque le recordaba su origen y lo que era en realidad, una hechicera capaz de provocar aquel tipo de fenómenos.
Una punzada de nostalgia atenazó su pecho cuando alcanzó a ver un destello en la lejanía, quería volver a sentir el cosquilleo que la electricidad le producía al canalizarlo a través de su cuerpo, así que debían ponerse en marcha. - Deberíamos salir hacia el templo antes de que el tiempo empeore. - susurró el cazador al alcanzarla, rodeándola por la cintura con uno de los brazos. - Sí. - contestó ella, sosteniéndole la mirada unos segundos antes de ir por sus cosas.
No tardaron en prepararse y dejar atrás la posada, dirigiendo sus pasos hacia el lugar señalado en que esperaban poner fin a todos sus problemas con la ayuda de Laluth. Las calles estaban desiertas a causa de la lluvia, que lentamente iba ganando intensidad, obligándolos a protegerse con sus capas para no terminar empapados.
Una leve sonrisa asomó en los labios de la señora de sombras al escuchar un trueno en la distancia, sin duda aquella iba a ser una noche desapacible, pero en vez de preocuparla, aquella mezcla de sonidos la relajaba.
- Ya falta poco. - anunció, doblando una esquina y alzando la vista para buscar el imponente edificio, que destacaba por encima de los que lo rodeaban. Un par de individuos custodiaban la puerta, y no dudaron en mostrar sus colmillos a los recién llegados en cuanto éstos se acercaron a la entrada. - ¿Qué os trae a nuestro sagrado altar? - preguntó el más alto enseguida, pero su actitud se relajó visiblemente en cuanto la de cabellos cenicientos se descubrió el rostro y pudieron reconocerla como uno de los suyos. - Venimos a ver a la Sacerdotisa Negra. - reveló, mientras Alister hacía lo propio y tiraba de la capucha hacia atrás, para que también pudiesen verlo y demostrar con ello que no intentaban ocultar nada.
Recorriendo con una inquisitiva mirada al cazador, ya que saltaba a la vista que no pertenecía a su raza, el guardián dudó durante unos instantes, preguntándose qué asuntos tendrían que tratar con Laluth. ¿Planeaba transformar a aquel hombre para que se uniese a los hijos de Habak? No le sorprendería, ya que la elfa solía realizar aquel tipo de rituales a menudo y de hecho, en aquellos momentos estaba llevando a cabo uno.
- Seguidme. - dijo finalmente, guiándolos hacia el interior del templo. - La misa ha terminado y la sacerdotisa es una mujer ocupada, pero dejaré que ella decida si os atiende o no… - comentó, cerrando la puerta en cuanto los visitantes cruzaron el umbral. - De la noche de los tiempos, de la oscuridad. He regresado a buscar un don para la humanidad. - la oración de algunos de los presentes captó la atención de la señora de sombras mientras avanzaban por entre los bancos, pero lo que más destacaba era el intenso olor a sangre que embargaba toda la amplia estancia.
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- Y no pronuncian mi nombre, aunque bien saben quién soy. De su soberbia y su odio, el reflejo alimentado soy. Fluyo a través de las vidas que no consiguen saber donde encontrar la salida que abre la puerta del mal y el bien… - siguieron recitando, hasta que se percataron de la presencia de la pareja, alzando las cabezas con curiosidad para observarlos pasar.
Viendo que el interés de los allí reunidos se centraba más de lo que le gustaría sobre el norteño, Elen intensificó la sombría aura que la rodeaba, a modo de silenciosa amenaza y enviando un claro mensaje a los demás, que él era suyo y no podían tocarlo, a menos que quisiesen enfrentarse a ella.
- Por aquí, pero os lo advierto, Laluth está realizando un ritual de conversión ahora mismo, guardad silencio y esperad a que acabe. - los avisó su guía, antes de empezar a descender las escaleras de caracol que había tras el trono de la sacerdotisa para llevarlos al nivel inferior.
Para la de ojos verdes aquello resultaba especialmente complicado, ya que su transformación había sido el último recurso ante una muerte más que segura, pero ¿había otros que lo hacían voluntariamente? Después de todo lo que había vivido le costaba entender que alguien recibiese una maldición de buen grado.
- Toma mi sangre, mézclala, bébela, quémala, arde en la llama... Pues sólo así podrás adorarme. Haz lo que digo porque esta es la ley, no me creas, experimenta…. Bebe pues no hay, no hay otro medio. - la voz de la sacerdotisa les fue llegando, cada vez más clara, hasta que pudieron ver el altar y como la joven que yacía sobre éste se retorcía de dolor, entre gritos, aferrándose la garganta.
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Alister observó horrorizado la escena, pero no por la involucrada sino porque su compañera nunca le había hablado de lo mal que lo había pasado al aceptar la sangre de Géminis, y solo de imaginarla pasando por algo semejante, sola en mitad de isla volcánica, una punzada se extendió por su pecho. Buscó su mirada, pero lo que encontró lo sorprendió bastante, la expresión de la vampira parecía vacía, como si lo que tenía delante no le afectase en absoluto.
Sin embargo, estaba equivocado, aquella imagen había sacado a la superficie los recuerdos de la benjamina de los Calhoun, y por eso mismo su mente estaba lejos de allí, en el territorio de la difunta Amaterasu.
Casi podía verlo como si siguiese allí, tirada en el suelo y desangrándose a causa del brutal mordisco que Géminis, atacándola por la espalda, le había dado en el cuello. Con el sonido de la batalla de fondo pero incapaz de seguir adelante, sus ojos se habían empañado a causa de las lágrimas, empezando a asimilar que no saldría de allí y por tanto, que no lograría cumplir con la misión que Tarivius le había encomendado, sacrificándose en el proceso.
Pero ero no era todo, tampoco volvería a ver al dragón ni a sus seres queridos, su existencia estaba a punto de llegar a su fin y aunque su salvación, el pequeño frasco con el hálito de vida, se encontraba en el interior de su bolsa, no era capaz de alcanzarlo. Y entonces, la misma mujer que la había llevado a aquel extremo dejó caer unas gotas de su propia sangre en sus labios, siguiendo las órdenes de Vladimir y brindándole una oscura alternativa.
- Elen. - la voz del cazador, junto con el cálido tacto de su mano en su mejilla, la trajo de vuelta. En algún momento, sin darse cuenta, aquellos sucesos de su pasado la habían superado, provocando que un par de lágrimas se le escapasen y recorriesen su pálido rostro. - Estoy bien, no te preocupes… - susurró, secándose con los dedos mientras se recomponía.
Para entonces, tanto los bruscos movimientos como los gritos de la extraña habían cesado, dando paso a una tensa quietud. - Bienvenida a tu nueva vida. - intervino de nuevo Laluth, sonriendo ampliamente a la neófita. - Levántate y camina con nosotros, Kathy. - la invitó a incorporarse, ayudándola con una de las manos.
Una nueva criatura de la noche se alzaba, para unirse a los seguidores de Habak.
Elen Calhoun
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Re: Un destello en la oscuridad [Altar de Habakhuk][Solitario][Noche]
Lentamente, la nueva vampira se fue apartando del altar y descendió los escalones, sintiendo como su garganta ardía con intensidad, necesitaba sangre, y de los presentes en aquella amplia estancia solo uno de los recién llegados se le antojaba apetecible. Sus sentidos se habían agudizado en apenas unos minutos, permitiéndole percibir con mayor claridad el aroma del cazador y el sonido de su firme pulso, con lo que en su estado, no pudo resistirse a ir a por él.
Pero antes de que pudiese ponerle un solo dedo encima, un obstáculo apareció en su camino, un muro con forma de mujer. Haciendo gala de una agilidad mayor a la suya, la extraña de cabellos cenicientos se interpuso entre ambos, atrapando su muñeca y apretándola con una fuerza inhumana, mientras su diestra se cerraba en torno a su cuello y hacía lo mismo, limitando peligrosamente su respiración. - Si te atreves a tocarlo tu nueva vida será la más corta de la historia. - la amenazó abiertamente, manipulando las sombras para que se reuniesen a su alrededor.
Inmovilizada por aquella temible criatura, Kathy ni siquiera trató de luchar, algo le decía que de intentarlo aquella advertencia se cumpliría y no saldría de la sala. - Discúlpala, está pasando por un momento crucial, deja que me la lleve de aquí. - intervino un joven, que hasta el momento se había mantenido en un segundo plano. - Kathy, no puedes atacar a los invitados de los demás, aguanta un poco, en cuanto subamos te daré la sangre que necesitas. - aseguró, rodeándola por la cintura con uno de los brazos.
- ¿Podrías soltarla por favor? Te prometo que no intentará nada contra tu compañero. - volvió a hablar, apelando a la comprensión de otra miembro de su raza, que al igual que el resto, habría pasado por aquella situación tras su transformación. La tensión se alargó durante unos segundos más, hasta que la benjamina de los Calhoun finalmente aflojó el agarre que mantenía sobre la chica y la liberó, aunque se mantuvo por delante del norteño en todo momento. - Gracias. - añadió el vampiro, para de inmediato guiar a la neófita hacia las escaleras de caracol.
- Debes tener cuidado querida, no puedes tocar la comida de los demás ¿vale? - susurró mientras se alejaban, aunque la de ojos verdes pudo oírlo igualmente y torció el gesto ante el comentario.
- Elen Calhoun, ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos. - la saludó Laluth, que había observado toda la escena desde el altar sin hacer el más mínimo intento de detener lo que podría haber terminado en una pelea. - Sí, bastante… - respondió, en cuanto perdió de vista a la pareja, desviando la mirada hacia la sacerdotisa y percatándose enseguida de que algo en ella había cambiado. Su aura ya no era tan sombría, ni su piel tan pálida como antes, pero había algo más… su olor, o más bien el de su sangre, no era el mismo.
- Tú ya no… - empezó a decir, visiblemente sorprendida. - No, en efecto, ya no soy una criatura de la noche, he revertido mi transformación, tal como mi amado Habak deseaba… pues está escrito que cuando despierte tomará a una elfa como su mujer, y al proteger la herencia de mi raza sé que me eligió para estar a su lado por el resto de la eternidad… - confirmó, con una amplia sonrisa.
Ambos la observaron con esperanza tras escuchar sus palabras, pues ya no era solo una teoría, tenían ante sí a alguien que había logrado volver a su estado anterior después de un largo tiempo como vampira.
- No creo que hayas venido hasta aquí solo para saludar, ¿me equivoco? - preguntó, tomando el silencio de la de cabellos cenicientos como una respuesta afirmativa. - Asumo entonces que no has cambiado de idea al respecto, pero te lo preguntaré una vez más… ¿deseas renunciar al don que nuestro Señor te otorgó? - continuó, con un tono solemne al referirse a Habak.
- Sí, es lo que quiero. - contestó Elen, ya sin rastros de duda. - Veo que lo tienes muy claro, ¿has traído lo que te pedí? - quiso saber entonces, y de inmediato, la señora de sombras echó mano a su bolso para sacar el pañuelo que envolvía la escama de uno de los Ancestrales, desenvolviéndola con cuidado hasta dejarla a la vista. - Tienes suerte, esta noche ya no me quedan rituales pendientes así que si lo deseas, podemos realizar la reversión ahora mismo. - propuso Laluth, haciendo un gesto al individuo que los había guiado hasta allí para que se retirase.
- Acércate al altar. - indicó, extendiendo una mano en su dirección.
Sin perder ni un instante, la otrora hechicera comenzó a andar hacia la sacerdotisa con decisión, pero en cuanto Alister hizo ademán de seguirla, la mujer lo detuvo con un gesto. - Solo ella, los acompañantes deben observar desde la distancia. - señaló, y aunque la idea no le gustaba, obedeció.
- Entrégame tu tributo. - pidió, en cuanto tuvo a la de ojos verdes frente a su persona, en lo alto de los escalones, junto al altar. - Aquí tienes. - dijo, tendiéndole el valioso objeto que había recuperado de las frías tierras del norte. - Sin duda es extraordinaria… pero no será suficiente para ganarte el favor de Habak. - reveló, mientras tomaba un gran cáliz de oro vacío y lo colocaba cuidadosamente sobre la fría losa de piedra. - ¿Qué? ¿Cómo que no es suficiente? - replicó la criatura de la noche, confundida. - Me dijiste que la consiguiera y eso hice. - añadió, temiendo que todo se truncase justo al final.
- Sí, eso dije, pero si quieres que Él escuche tu plegaria debes entregarle algo más, una ofrenda adecuada… - soltó la sacerdotisa, desviando sus brillantes ojos hacia el sarcófago que descansaba a solo un par de metros por detrás del altar mientras pronunciaba la frase. - ¿Una ofrenda? Pero no tengo nada que pueda equipararse a esa escama, ¿por qué no me avisaste antes de hacerme venir en vano? - formuló, algo molesta por la situación. - Porque no era necesario, lo que debes ofrecer está dentro de ti… me refiero a tu sangre Elen, debes entregársela a nuestro Señor, solo así podrá juzgarte y decidir si mereces su ayuda. - explicó la elfa, depositando el tributo en el fondo del cáliz y sacando una daga de entre sus ropas, que giró grácilmente para tender el mango a la vampira.
- Eso no será un problema. - susurró, aceptando el arma y realizándose un corte en la muñeca contraria a la que estaba grabada con la marca de Tarivius. - Empecemos entonces con el ritual de reversión. - anunció la fémina, tomando con delicadeza la mano de la joven para situarla sobre el recipiente, de modo que el rojizo líquido manchase lentamente la escama y empezase a acumularse en el interior.
Pero antes de que pudiese ponerle un solo dedo encima, un obstáculo apareció en su camino, un muro con forma de mujer. Haciendo gala de una agilidad mayor a la suya, la extraña de cabellos cenicientos se interpuso entre ambos, atrapando su muñeca y apretándola con una fuerza inhumana, mientras su diestra se cerraba en torno a su cuello y hacía lo mismo, limitando peligrosamente su respiración. - Si te atreves a tocarlo tu nueva vida será la más corta de la historia. - la amenazó abiertamente, manipulando las sombras para que se reuniesen a su alrededor.
Inmovilizada por aquella temible criatura, Kathy ni siquiera trató de luchar, algo le decía que de intentarlo aquella advertencia se cumpliría y no saldría de la sala. - Discúlpala, está pasando por un momento crucial, deja que me la lleve de aquí. - intervino un joven, que hasta el momento se había mantenido en un segundo plano. - Kathy, no puedes atacar a los invitados de los demás, aguanta un poco, en cuanto subamos te daré la sangre que necesitas. - aseguró, rodeándola por la cintura con uno de los brazos.
- ¿Podrías soltarla por favor? Te prometo que no intentará nada contra tu compañero. - volvió a hablar, apelando a la comprensión de otra miembro de su raza, que al igual que el resto, habría pasado por aquella situación tras su transformación. La tensión se alargó durante unos segundos más, hasta que la benjamina de los Calhoun finalmente aflojó el agarre que mantenía sobre la chica y la liberó, aunque se mantuvo por delante del norteño en todo momento. - Gracias. - añadió el vampiro, para de inmediato guiar a la neófita hacia las escaleras de caracol.
- Debes tener cuidado querida, no puedes tocar la comida de los demás ¿vale? - susurró mientras se alejaban, aunque la de ojos verdes pudo oírlo igualmente y torció el gesto ante el comentario.
- Elen Calhoun, ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos. - la saludó Laluth, que había observado toda la escena desde el altar sin hacer el más mínimo intento de detener lo que podría haber terminado en una pelea. - Sí, bastante… - respondió, en cuanto perdió de vista a la pareja, desviando la mirada hacia la sacerdotisa y percatándose enseguida de que algo en ella había cambiado. Su aura ya no era tan sombría, ni su piel tan pálida como antes, pero había algo más… su olor, o más bien el de su sangre, no era el mismo.
- Tú ya no… - empezó a decir, visiblemente sorprendida. - No, en efecto, ya no soy una criatura de la noche, he revertido mi transformación, tal como mi amado Habak deseaba… pues está escrito que cuando despierte tomará a una elfa como su mujer, y al proteger la herencia de mi raza sé que me eligió para estar a su lado por el resto de la eternidad… - confirmó, con una amplia sonrisa.
Ambos la observaron con esperanza tras escuchar sus palabras, pues ya no era solo una teoría, tenían ante sí a alguien que había logrado volver a su estado anterior después de un largo tiempo como vampira.
- No creo que hayas venido hasta aquí solo para saludar, ¿me equivoco? - preguntó, tomando el silencio de la de cabellos cenicientos como una respuesta afirmativa. - Asumo entonces que no has cambiado de idea al respecto, pero te lo preguntaré una vez más… ¿deseas renunciar al don que nuestro Señor te otorgó? - continuó, con un tono solemne al referirse a Habak.
- Sí, es lo que quiero. - contestó Elen, ya sin rastros de duda. - Veo que lo tienes muy claro, ¿has traído lo que te pedí? - quiso saber entonces, y de inmediato, la señora de sombras echó mano a su bolso para sacar el pañuelo que envolvía la escama de uno de los Ancestrales, desenvolviéndola con cuidado hasta dejarla a la vista. - Tienes suerte, esta noche ya no me quedan rituales pendientes así que si lo deseas, podemos realizar la reversión ahora mismo. - propuso Laluth, haciendo un gesto al individuo que los había guiado hasta allí para que se retirase.
- Acércate al altar. - indicó, extendiendo una mano en su dirección.
Sin perder ni un instante, la otrora hechicera comenzó a andar hacia la sacerdotisa con decisión, pero en cuanto Alister hizo ademán de seguirla, la mujer lo detuvo con un gesto. - Solo ella, los acompañantes deben observar desde la distancia. - señaló, y aunque la idea no le gustaba, obedeció.
- Entrégame tu tributo. - pidió, en cuanto tuvo a la de ojos verdes frente a su persona, en lo alto de los escalones, junto al altar. - Aquí tienes. - dijo, tendiéndole el valioso objeto que había recuperado de las frías tierras del norte. - Sin duda es extraordinaria… pero no será suficiente para ganarte el favor de Habak. - reveló, mientras tomaba un gran cáliz de oro vacío y lo colocaba cuidadosamente sobre la fría losa de piedra. - ¿Qué? ¿Cómo que no es suficiente? - replicó la criatura de la noche, confundida. - Me dijiste que la consiguiera y eso hice. - añadió, temiendo que todo se truncase justo al final.
- Sí, eso dije, pero si quieres que Él escuche tu plegaria debes entregarle algo más, una ofrenda adecuada… - soltó la sacerdotisa, desviando sus brillantes ojos hacia el sarcófago que descansaba a solo un par de metros por detrás del altar mientras pronunciaba la frase. - ¿Una ofrenda? Pero no tengo nada que pueda equipararse a esa escama, ¿por qué no me avisaste antes de hacerme venir en vano? - formuló, algo molesta por la situación. - Porque no era necesario, lo que debes ofrecer está dentro de ti… me refiero a tu sangre Elen, debes entregársela a nuestro Señor, solo así podrá juzgarte y decidir si mereces su ayuda. - explicó la elfa, depositando el tributo en el fondo del cáliz y sacando una daga de entre sus ropas, que giró grácilmente para tender el mango a la vampira.
- Eso no será un problema. - susurró, aceptando el arma y realizándose un corte en la muñeca contraria a la que estaba grabada con la marca de Tarivius. - Empecemos entonces con el ritual de reversión. - anunció la fémina, tomando con delicadeza la mano de la joven para situarla sobre el recipiente, de modo que el rojizo líquido manchase lentamente la escama y empezase a acumularse en el interior.
Elen Calhoun
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Re: Un destello en la oscuridad [Altar de Habakhuk][Solitario][Noche]
“De la noche de los tiempos,
de la oscuridad.
He regresado a buscar
un don para la humanidad.
Y no pronuncian mi nombre,
aunque bien saben quién soy.
De su soberbia y su odio,
el reflejo alimentado soy
Fluyo a través de las vidas
que no consiguen saber.
Donde encontrar la salida
que abre la puerta del mal y el bien
Ven hacia mí
y déjame morar en ti.
Soy el deseo,
lo oscuro que hay en ti.
Compro sus sueños por su alma
y su Dios pregunta: ¿Cuánto da?
Soy quien soy,
Mi nombre es la luz.”
La voz de la sacerdotisa rompió el silencio que se había instalado en la estancia, solo salpicado por el tenue sonido de la sangre al gotear dentro del cáliz. - Mi Señor, escucha a esta humilde servidora, que te traslada la plegaria de otra de tus hijas. - comenzó, poco después de acabar la oración con que el culto rendía homenaje a Habak en las misas.
“Líbrala de la oscuridad, mi dulce amor.
Haz que cesen su sed y su dolor.”
Haz que cesen su sed y su dolor.”
Tomando de nuevo la daga que había entregado a la de cabellos cenicientos, sujetó su muñeca con firmeza y realizó un nuevo corte paralelo al primero, para que el rojizo líquido fluyese con mayor rapidez, cubriendo la escama por completo en solo unos instantes. Elen no se resistió, solo contuvo la respiración unos segundos y utilizó la mano libre para apoyarse en la fría losa de piedra, sabiendo que tarde o temprano los mareos la asaltarían.
“Ayúdala a dejar atrás las sombras y volver a caminar bajo la luz del día,
pues es su deseo abandonar esta vida que le otorgaste cuando la asaltaba la agonía.”
pues es su deseo abandonar esta vida que le otorgaste cuando la asaltaba la agonía.”
Cerrando los ojos en cuanto su visión empezó a volverse borrosa, la criatura de la noche sintió como un intenso frío la recorría por completo, sensación totalmente opuesta a la que había experimentado al aceptar la maldición de manos de Géminis, cuando creyó que todo su cuerpo ardería.
“Recibe su sangre, acéptala como su ofrenda.
Junto a este tributo, para que su decisión no te ofenda.”
Junto a este tributo, para que su decisión no te ofenda.”
El filo de la daga volvió a hundirse en la piel de la vampira mientras la sacerdotisa pronunciaba aquellas palabras, provocando que se inclinase hacia delante y se sujetase con más fuerza al altar. Para entonces ya había perdido la noción del tiempo que llevaba allí y empezaba a debilitarse, pero no iba a detener el ritual, debía completarlo a cualquier precio.
- ¡Laluth, para! - exclamó Alister desde donde estaba, al ver los preocupantes indicios que daba su compañera y como empezaban a temblarle las piernas. - ¡Ya ha entregado suficiente! Deja que trate sus heridas. - soltó, con la preocupación grabada en su pálido rostro. - ¡Aún no! Renunciar al regalo de Habak es un insulto y debe pagar por ello. - sentenció la elfa, apretando la muñeca de la de cabellos cenicientos para que el flujo se intensificase. - Si de verdad desea que la escuche debe soportar el dolor hasta el final. - añadió, desviando la vista hacia el cáliz, que ya estaba por la mitad.
- Pero ¿cuánta más tiene que dar…? - formuló, haciendo un gran esfuerzo para no correr hacia Elen y acabar con todo aquello. - ¡La que Él requiera! - espetó la mujer, dirigiendo una mirada severa al dragón. - Tr… tranquilo, pue… puedo aguantarlo. - habló la benjamina de los Calhoun, cerrando el puño y apretando los dientes para ahogar un quejido que amenazaba con escapar de su garganta. - Lo ves, ella si lo entiende, así que guarda silencio y no vuelvas a interrumpirme. - exigió, volviendo a centrarse en la joven.
“Escucha mi voz, mi Señor.
Y dime si es digna de tu favor.”
Y dime si es digna de tu favor.”
Dicho esto se hizo e silencio, la sacerdotisa cerró los ojos y se concentró, esperando la respuesta de Habak, que a pesar de su estado solía comunicarse con ella mentalmente. La sangre seguía abandonando el cuerpo de la señora de sombras mientras tanto, llevándola a un punto en que tenía que usar todas sus fuerzas para mantenerse en pie.
- Así se hará. - musitó la elfa, soltando la mano de la peliblanca y dejando la daga junto al recipiente para acercarse al sarcófago, del cual tras acariciar con cariño el rostro del momificado vampiro, extrajo otra daga, de apariencia particular. - Habak ha oído tu petición, y aunque lamenta perder a una de sus hijas, ha decidido liberarte de la maldición que cargas. - informó a ambos, volviendo junto a la ex Centinela para ayudarla a erguirse sujetándola por uno de los brazos. - Aguanta, solo un poco más… - musitó, guiando el arma directamente hacia un punto por debajo de su pecho.
- ¡Elen! - gritó el cazador, creyendo que acababa de apuñalarla, pero su compañera no hizo ningún gesto de dolor ante aquella hoja, solo se estremeció a causa del frío que la embargaba. - Mira bien Alister, esta daga es especial, no hiere la carne, pero es capaz de alterar el éter. - explicó Laluth, y visiblemente sorprendido, el norteño vio como las sombras que rodeaban a la de ojos verdes abandonaban su cuerpo, absorbidas por el puñal.
- Ya está, lo has hecho bien. - concluyó justo antes de tirar de la daga para devolverla al sarcófago, pero entre la pérdida de sangre y que le arrebatasen aquella parte importante de su poder, la criatura de la noche llegó a su límite, perdiendo la consciencia y desplomándose junto al altar.
A toda prisa, el alado llegó junto a ella y se arrodilló, tomando su cabeza con cuidado para asegurarse de que no se hubiese hecho daño al caer, tras lo cual se apresuró a vendarle la muñeca con un retazo de tela que arrancó de su propia camisa. - ¿Ha funcionado? ¿Se repondrá? - quiso saber, llevando la diestra a su cuello para comprobarle el pulso. - Por supuesto, no puedes percibirlo pero la reversión ya ha empezado. - aseguró, agachándose junto a ella para abrir ligeramente sus labios y mostrar al incrédulo hombre que los colmillos, antes pronunciados, volvían a ser de un tamaño normal.
- Tardará unos días en recuperarse por completo, pero si te fijas ya se aprecian algunos cambios. - prosiguió, apartándose de nuevo. - He cumplido mi palabra, ahora sácala de aquí y llévala a un sitio en que pueda descansar. - instó, bordeando la fría losa de piedra para colocar la daga de nuevo sobre el cuerpo de su amado Habak.
- Sí, gracias. - contestó Alister, tomando en brazos a la de cabellos cenicientos. - Os acompañaré hasta la salida, solo para asegurarme de que no haya problemas. - añadió, ya que el olor de la hechicera empezaba a cambiar y podría atraer la atención de los vampiros que se reunían arriba. Caminando por delante de ellos, la elfa subió la escalera de caracol y atravesó la iglesia, controlando a los presentes solo con una simple mirada gracias a la influencia y autoridad que le daba ser la sacerdotisa negra y futura esposa de Habak.
- Supongo que no volveremos a vernos, pero si algún día cambia de idea… dile que me busque. - fueron las últimas palabras de la mujer, antes de abrir las puertas del templo y despedirse del dragón. - Espero que eso no ocurra nunca. - confesó Alister con sinceridad, estrechando el cuerpo de la bruja contra su pecho e iniciando el camino de regreso a la posada, bajo la intensa lluvia.
Elen Calhoun
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Re: Un destello en la oscuridad [Altar de Habakhuk][Solitario][Noche]
A paso acelerado, ya que la intensa lluvia no cesaba, Alister enfiló las calles de Sacrestic con el cuerpo de la joven en sus brazos, apretándola contra su pecho para evitar que acabase empapada, aunque parecía algo inevitable. Laluth los observó desde la puerta del templo, volviendo al interior en cuanto los perdió de vista, para continuar con sus obligaciones como Sacerdotisa.
Los hijos de Habak habían perdido a una hermana, pero habían ganado a otra en la misma noche, y debían centrarse en ésta última, para formarla y hacer de ella un miembro valioso del culto.
En cuestión de unos minutos, el cazador dobló la última esquina y pudo atisbar finalmente la posada en que se hospedaban, irrumpiendo en el local sin ningún tipo de cuidado y por supuesto, sin dar explicaciones a los presentes, que se quedaron mirándolo con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Pero si el otrora territorio dominado por los vampiros tenía algo positivo era que la gente no solía meter las narices donde no les llamaban, sobretodo para no verse implicados en situaciones peliagudas.
Con cuidado, subió la escalera que daba a la planta superior y cruzó el pasillo hasta su habitación, ingeniándoselas para abrir la puerta sin tener que soltar a la hechicera, que seguía inconsciente. Una vez dentro la sentó con cuidado al borde de la cama y la despojó de su capa, que estaba completamente mojada, igual que su rostro y cabellos, y tras quitarle las botas, la tumbó con delicadeza, cubriéndola inmediatamente con las mantas para que su cuerpo no se enfriase.
- Tengo que secarla y revisar sus heridas. - murmuró para sí, librándose de su empapado abrigo para ir hacia el baño en busca de una toalla, con la cual retiró la humedad de su frente y mejillas, para luego hacer lo propio con su cenicienta melena. En cuanto terminó, tomó la diestra de la bruja para retirar el retazo de tela con que había cubierto los cortes, y al ver que el rojizo líquido seguía brotando sin parar, acudió a la mesa en que Elen había dejado algunos de sus brebajes y ungüentos, buscando entre ellos algo para detener el sangrado y que empezase a cicatrizar.
El problema era que la alquimista, al ser la que preparaba los remedios, no solía especificar para qué servía cada uno, en vez de eso escribía los nombres de los ingredientes en las etiquetas, cosa que al norteño no le servía de mucho. - ¿Y ahora qué hago? - preguntó entre dientes, maldiciendo para sus adentros por no ser capaz de distinguir unas plantas de otras.
Sin muchas opciones, optó por destapar algunos de los recipientes y oler el contenido en busca de alguno que le resultase familiar, cosa que por suerte, funcionó. - ¡Recuerdo este aroma! Si, estoy seguro, me lo dio a beber una vez tras una pelea. - exclamó aliviado, pero la benjamina de los Calhoun no se encontraba en condiciones de tomar nada, aunque no importaba. Alister sabía que ciertos remedios también eran efectivos al aplicarse directamente sobre la herida, y eso hizo, descubriendo la muñeca de la joven para verter parte de la pócima sobre ella.
Tras esto regresó a la mesa y siguió buscando hasta que dio con un tarro que le resultaba familiar, y que por suerte, no era obra de la hechicera, con lo que pudo leer claramente sus propiedades en el pequeño trozo de pergamino que lo rodeaba. El ungüento de cicatrización sin marcas haría el resto, o al menos quería convencerse de ello, así que extendió una gruesa capa de aquella pasta sobre la zona afectada, pasando a vendarla apropiadamente, para luego dejar descansar a su compañera, rezando para que todo aquello saliese bien.
Consciente de que no podía hacer mucho más por ella, se ocupó de sí mismo, cambiándose de ropa para no acabar enfermando por culpa de la lluvia, y luego regresó a su lado, para vigilar su evolución y asegurarse de que no empeoraba. Lentamente, deslizó una mano hacia su rostro para apartar los blanquecinos cabellos que cubrían uno de sus ojos, y entonces se percató de que tal como había dicho Laluth, el cambio avanzaba, devolviendo a su piel la calidez de antaño.
- Se acabó… por fin se acabó. - susurró, esbozando una leve sonrisa mientras se acercaba a la maga. - Ya solo tienes que despertar Elen… - musitó, acariciando su mejilla e inclinándose para darle un suave beso en la frente.
La antigua criatura de la noche, aún inconsciente, pudo escuchar su voz y sentir su cercanía, pero tardaría unas horas en abrir los ojos de nuevo, ya que todo su cuerpo estaba sufriendo una drástica metamorfosis. El vacío que las sombras habían dejado empezaba a verse ocupado por otra fuerza, una brillante y devastadora, su antigua magia eléctrica.
El familiar cosquilleo de la energía se fue extendiendo desde su pecho hacia las extremidades, haciéndola sentir como era antes de su fatídica visita a isla volcánica, pero después de un año maldita seguramente le llevase algo de tiempo hacerse de nuevo a sus poderes.
Para entonces, la tormenta sobre Sacrestic Ville había llegado a su punto álgido, y el sonido de la lluvia solo se veía interrumpido por el resplandor de los rayos y el retumbar de los truenos, que auguraban una noche de lo más desapacible.
- En cuanto te recuperes un poco te sacaré de aquí, te llevaré a casa. - murmuró Alister casi en su oído, ansioso por alejarla de todo lo que estuviese relacionado con los vampiros, para que no volviesen a hacerle daño ahora que, después de pasar por tanto, podía ver algo de luz en su futuro.
Beltrexus, ese sería su nuevo hogar, buscaría un barco que los llevase hasta las islas tan pronto como la hechicera estuviese en condiciones de viajar, y una vez allí, enterrarían todo lo malo que les había pasado para iniciar una nueva vida juntos.
Los hijos de Habak habían perdido a una hermana, pero habían ganado a otra en la misma noche, y debían centrarse en ésta última, para formarla y hacer de ella un miembro valioso del culto.
En cuestión de unos minutos, el cazador dobló la última esquina y pudo atisbar finalmente la posada en que se hospedaban, irrumpiendo en el local sin ningún tipo de cuidado y por supuesto, sin dar explicaciones a los presentes, que se quedaron mirándolo con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Pero si el otrora territorio dominado por los vampiros tenía algo positivo era que la gente no solía meter las narices donde no les llamaban, sobretodo para no verse implicados en situaciones peliagudas.
Con cuidado, subió la escalera que daba a la planta superior y cruzó el pasillo hasta su habitación, ingeniándoselas para abrir la puerta sin tener que soltar a la hechicera, que seguía inconsciente. Una vez dentro la sentó con cuidado al borde de la cama y la despojó de su capa, que estaba completamente mojada, igual que su rostro y cabellos, y tras quitarle las botas, la tumbó con delicadeza, cubriéndola inmediatamente con las mantas para que su cuerpo no se enfriase.
- Tengo que secarla y revisar sus heridas. - murmuró para sí, librándose de su empapado abrigo para ir hacia el baño en busca de una toalla, con la cual retiró la humedad de su frente y mejillas, para luego hacer lo propio con su cenicienta melena. En cuanto terminó, tomó la diestra de la bruja para retirar el retazo de tela con que había cubierto los cortes, y al ver que el rojizo líquido seguía brotando sin parar, acudió a la mesa en que Elen había dejado algunos de sus brebajes y ungüentos, buscando entre ellos algo para detener el sangrado y que empezase a cicatrizar.
El problema era que la alquimista, al ser la que preparaba los remedios, no solía especificar para qué servía cada uno, en vez de eso escribía los nombres de los ingredientes en las etiquetas, cosa que al norteño no le servía de mucho. - ¿Y ahora qué hago? - preguntó entre dientes, maldiciendo para sus adentros por no ser capaz de distinguir unas plantas de otras.
Sin muchas opciones, optó por destapar algunos de los recipientes y oler el contenido en busca de alguno que le resultase familiar, cosa que por suerte, funcionó. - ¡Recuerdo este aroma! Si, estoy seguro, me lo dio a beber una vez tras una pelea. - exclamó aliviado, pero la benjamina de los Calhoun no se encontraba en condiciones de tomar nada, aunque no importaba. Alister sabía que ciertos remedios también eran efectivos al aplicarse directamente sobre la herida, y eso hizo, descubriendo la muñeca de la joven para verter parte de la pócima sobre ella.
Tras esto regresó a la mesa y siguió buscando hasta que dio con un tarro que le resultaba familiar, y que por suerte, no era obra de la hechicera, con lo que pudo leer claramente sus propiedades en el pequeño trozo de pergamino que lo rodeaba. El ungüento de cicatrización sin marcas haría el resto, o al menos quería convencerse de ello, así que extendió una gruesa capa de aquella pasta sobre la zona afectada, pasando a vendarla apropiadamente, para luego dejar descansar a su compañera, rezando para que todo aquello saliese bien.
Consciente de que no podía hacer mucho más por ella, se ocupó de sí mismo, cambiándose de ropa para no acabar enfermando por culpa de la lluvia, y luego regresó a su lado, para vigilar su evolución y asegurarse de que no empeoraba. Lentamente, deslizó una mano hacia su rostro para apartar los blanquecinos cabellos que cubrían uno de sus ojos, y entonces se percató de que tal como había dicho Laluth, el cambio avanzaba, devolviendo a su piel la calidez de antaño.
- Se acabó… por fin se acabó. - susurró, esbozando una leve sonrisa mientras se acercaba a la maga. - Ya solo tienes que despertar Elen… - musitó, acariciando su mejilla e inclinándose para darle un suave beso en la frente.
La antigua criatura de la noche, aún inconsciente, pudo escuchar su voz y sentir su cercanía, pero tardaría unas horas en abrir los ojos de nuevo, ya que todo su cuerpo estaba sufriendo una drástica metamorfosis. El vacío que las sombras habían dejado empezaba a verse ocupado por otra fuerza, una brillante y devastadora, su antigua magia eléctrica.
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El familiar cosquilleo de la energía se fue extendiendo desde su pecho hacia las extremidades, haciéndola sentir como era antes de su fatídica visita a isla volcánica, pero después de un año maldita seguramente le llevase algo de tiempo hacerse de nuevo a sus poderes.
Para entonces, la tormenta sobre Sacrestic Ville había llegado a su punto álgido, y el sonido de la lluvia solo se veía interrumpido por el resplandor de los rayos y el retumbar de los truenos, que auguraban una noche de lo más desapacible.
- En cuanto te recuperes un poco te sacaré de aquí, te llevaré a casa. - murmuró Alister casi en su oído, ansioso por alejarla de todo lo que estuviese relacionado con los vampiros, para que no volviesen a hacerle daño ahora que, después de pasar por tanto, podía ver algo de luz en su futuro.
Beltrexus, ese sería su nuevo hogar, buscaría un barco que los llevase hasta las islas tan pronto como la hechicera estuviese en condiciones de viajar, y una vez allí, enterrarían todo lo malo que les había pasado para iniciar una nueva vida juntos.
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