[Desafío] En nombre de Sköll [cerrado]

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Después de los hechos acontecidos en Dundarak, Un hermano de Mera se había unido al grupo. A mi no me importaba en lo absoluto, sabía que si ella había accedido a llevarlo era porque sería de ayuda. Pero mientras viajábamos al sur, durante las noches, había ruidos que me despertaban. Aullidos... Los licántropos parecía que se estaban organizando, y aquello me inquietaba. Si ellos se estaban alineando era sinónimo de problemas para los humanos. Fueron un par de noches en la que escuchaba los aullidos de esos desgraciados perros salvajes. Y una mañana en la que Mera simplemente no estaba aproveché para tomar mi propio camino, después de todo, estaba claro cual sería el siguiente punto de encuentro, pero yo tenía cosas que hacer.

Caminaba entre los bosques, y comencé a ver aldeas y poblados humanos que habían sido atacados. La masacre, el olor de la sangre de los cadáveres. Era salvajismo puro, y para mi era más que claro lo que ellos querían. Los perros salvajes querían expandir sus territorios, y lo harían a costa de esparcir el terror en los humanos, eso me parecía repugnante. Buscaba ayudar de alguna manera a esas personas, pero la gente que sobrevivió seguramente dejó el poblado para buscar algún refugio, y los que seguían allí era solamente por el mero orgullo de proteger su hogar. Algo muy valiente, no lo negaré, pero era una tontería. Lo mejor era que retirarse, buscar reagruparse y contraatacar en grupo.

La desolación era palpable. Pero en mi andar en los bosques, pude sentir como alguien intentaba cazarme. Debía de ser un novato, ya que incluso un "perro amaestrado" como yo pudo captarlo. Cuando salió, de una manera muy torpe, no tardé en desenfundar mis hojas unidas, las separé para volverlas espadas gemelas y evité la acometida del licántropo para luego clavarle ambas puntas en el pecho, matándolo sin demasiadas complicaciones. - Pero que torpe. - Dicho eso me encargué de cortarle la cabeza y guardarla en un saco que llevaba, y también colgué de la cola a una de las ramas del árbol el cuerpo canino degollado, y metros más adelante clavé la cabeza de lobo en un árbol pequeño ¿Por qué lo hacía? Por mero gusto, en caso de que otro licántropo viera el cuerpo del su compañero asesinado me encargaría de que supiera que no solo ellos podían sembrar el terror, que estas tierras también se iban a defender.

En mi andar me topé con dos lobos más, los cuales tuvieron el mismo fin que el primer novato. Estaba claro que los líderes estarían ejecutando otros movimientos que solamente trabajar como un explorador de la zona, aunque al llegar a un riachuelo me encargué de quitarme cualquier rastro de sangre de lobo, esos desgraciados podrían rastrearme fácilmente de esa manera, y no les daría ese gusto. Pero matar a lobos exploradores no me serviría demasiado, tenía que encontrar a personas que buscaran darle fin a la cacería de los licántropos, si no, simplemente estaría emprendiendo una campaña en vano. Conocía el ímpetu y la voluntad de los humanos, por lo que estaba más que seguro que en algún sitio se estarían reagrupando, solo era cuestión de realizar una búsqueda para dar con ellos.

Y así fue. Luego de algunas horas de búsqueda me encontré con un asentamiento humano. Seguramente ya se estaban organizando para realizar el contraataque. Me encaminé un poco y luego, a lo lejos pude visualizar una figura familiar. Por lo que me encaminé hacia él. - Que los dioses lo bendigan. - Dije con una media sonrisa. - Los lobos están sembrando el terror, y quizá expandir su territorio. Imagino que ustedes están organizando alguna contramedida, por lo que si es así, me gustaría unirme.

[OFF: Me centraré en el objetivo A.]

Inventario:

Sango decidió que el grupo se integrara entre aquellos que habían decidido unirse a ellos, por su seguridad y por tener una cadena de voces a lo largo de la columna que pudiera transmitir con rapidez los mensajes en una u otra dirección, además de tener personas con experiencia en combate que pudiera dar consejo e infundir esperanza en aquellos corazones que no estuvieran realmente preparados para vengar la pérdida del hogar.

- Manda parar, no hemos tenido noticias de la avanzada. Descansemos un momento.

Sango se separó de la columna que se quedó clavada en el sitio buscando una posición cómoda en la que descansar tras una larga caminata por las duras tierras que unían los reinos de los hombres con bastas extensiones de bosques. Su cabeza, entonces, voló a un amigo que había hecho tiempo atrás y que decía provenir de una familia asentada en el Pantano. ¿Qué habrá sido del bueno de Alexander? ¿Qué habrá sido de su obsesión por devorar carne de dudosa procedencia? ¿Por qué mi cabeza viaja hasta él en estos tiempos tan inciertos?

Habían arrasado con Puentealto, destrozándolo todo y a todos a su paso. Allía abajo, en la vaguada y poco más allá de la arboleda, estaba Clarobosque, que desde luego no sería capaz de ver desde allí. De hecho, había mandado un grupo compuesto por quince mujeres y hombres en una proporción de tres soldados a una persona sin experiencia. Debacle y Levantacuernos lideraban la expedición cuyo objetivo era tantear el terreno y ver qué había en Clarobosque como ya habían hecho en Puentealto.

Sonidos allí abajo le sacaron de sus pensamientos y levantó un puño indicando silencio al grupo. Que se puso en guardia en seguida. Del bosque emergieron un grupo de ocho personas y una figura que desconocía. Le gritaban, mientas subían la ligera pendiente, que estaban siendo atacados. Debacle encabezaba la marcha, seguida de una muchacha desconocida. Detrás de ellos estaban Livar, Iromok Herion, el espadachín de Roilkat, y no le dio tiempo a seguir contando porque del bosque emergieron una veintena de lobos que perseguían al grupo con ansia y fiereza. Ben, entonces, desenvainó la espada y apuntó al cielo. A su espalda ruido de armas y respiración agitada.

- Sin temor al enemigo. Expulsadlo de nuestras tierras. Vengad el esfuerzo y el sacrificio de nuestros amigos y familiares. Regad estas tierras con la sangre de los servidores de Fenrir- apuntó hacia el frente.- ¡Cargad!

Un latido de incertidumbre y al siguiente gritos de rabia y carreras. Sesenta hombres y mujeres pasaron a su lado y se lanzaron colina abajo con las armas apuntando al enemigo: espadas, horcas, hachas, picas... Cualquier objeto puntiagudo y que pudiera penetrar en carne era bueno para el objetivo que debían cumplir. El ataque tomó por sorpresa a los lobos que recibieron una brutal embestida a la que Sango se unió para aniquilar al grupo que había estado atosigando a sus camaradas. Fue capaz de lanzar dos espadazos antes de que el grupo los masacrara a todos no sin dificultad pues los lobos supieron reaccionar y aunque fuera demasiado tarde para ellos segaron varias vidas antes de perecer en las estribaciones de Clarobosque.

Una victoria para espolear la moral, para creer en sus opciones de vencer incluso sabiendo que entre la incursión y la carga habían mermado sus filas. Estaban en guerra y las bajas eran inevitables. Al menos aquellas con sentido, la incursión podía haber ido mejor con un grupo más pequeño. O peor ya que hubieran estado muy sobrepasados en número. Gruñó. Era mejor no pensar en ello. El mando y la responsabilidad de tomar decisiones era sin duda una tarea casi más dura que la de estar en primera línea. Al fin y al cabo la vida de los que llamaba compañeros dependía, en gran medida, de las decisiones que tomara.

- Ben, encontramos una muchacha, tiene información sobre los movimientos de "La Manada"- Debacle se acercó a él pero guardó una distancia de unos tres o cuatro pasos.

- ¿Mereció la pena?

Preguntó tras unos instantes en los que abandonaba su estado de trance en mitad del campo de batalla. Se había quedado allí plantado después de golpear al último lobo, inmóvil, reflexivo.

- Una guerra nunca merece la pena. Pero son estos pequeños gestos los que marcan la diferencia, Ben- se acercó a él.- Llevo muchos años de servicio. Muchas guerras a mis espaldas y créeme, sé de lo que hablo- hizo una pausa y le agarró el brazo. Sango le miró a los ojos.- Mereció la pena porque ahora podemos contar con una ventaja táctica. Depende de nosotros cómo aprovechar la información.

Sango asintió y le palmeó el hombro a Debacle. Acto seguido caminaron hacia la muchacha. Sango se fijó por el camino que Livar, Iromok y Enith "Trenzas" aleccionaban al resto para que despojaran a los caídos de sus armas y equipo de valor. Ben tragó saliva. Había que seguir.

- Gaegel, acompáñanos.

No sabía gran cosa sobre el hombre, pero había resultado ser un aliado de tremendas capacidades en el pasado. Había sido uno de los Guardianes del Permiso. Habían actuado con determinación y contundencia.

- Se llama Mika, tuvo valor para escuchar lo suficiente y salir corriendo.

- Sin duda hay valor en ella. Solo hay que ver el brillo de sus ojos- Sango le dedicó una sonrisa cuando ella alzó la mirada.- Debacle dice que escuchaste lo suficiente, ¿podrás contármelo?

La experiencia vivida marcó, sin duda, a la muchacha, que habló a trompicones pero que consiguió contarles como los licántropos habían arrasado con la villa de Clarobosque y luego se dirigieron a Puentealto donde ella vivía. Allí pudo escuchar como pretendían reagruparse en la villa de Aguasclaras, al Oeste como había indicado de inmediato Debacle. Para él aquello no tenía sentido. El paso más fácil era a través de Puentealto y Brezonegro. De hecho, sus movimientos habían sido certeros hasta el momento, ¿por qué cambiar ahora?

Sango agradeció a la muchacha el esfuerzo y la despachó para que la atendieran lo mejor que les fuera posible. Luego tuvo un pequeño debate con Debacle y Gaegel.

- Si marchamos hacia el Oeste lo haremos a través de terreno contrario. Aguasclaras se llama así por algo, es el nacimiento de un reguero que luego desemboca en un arroyo que luego... En resumen, debemos ascender. Es un pueblo muy bonito, la verdad- se permitió sonreír un instante.

- No lo conozco, pero seguro que será más bonito cuando los lobos hayan muerto y sus huesos sirvan de abono para los cultivos de nuestra gente- respondió Sango con odio en su voz pero con una sonrisa de confianza.- Marcharemos al Oeste. Si allí está el grueso de sus fuerzas, nosotros iremos a su encuentro. No sabemos número y tampoco nos debería importar. A mayor dificultad, mayor será la hazaña y mayor la gloria- hizo una pausa para atemperar su ánimo.- Bien, lo primero, manda cortar palos de madera, que les saquen punta, y que carguen con los que puedan, ¿cuánto tiempo de marcha hasta Aguasclaras?

- Un par de campanadas como mucho- Debacle estaba confundida y acto seguido preguntó.- ¿Pero por qué montar un cerco defensivo? Ellos tienen una buena posición si ven que nos defendemos no saldrán.

- Ahí es donde entráis vosotros. Debacle, Gaegel, llegado el momento, desertareis.

Ben miró a Debacle que miraba con la boca abierta, una ceja levantada y una expresión de incredulidad con la que era incapaz de articular palabra. Sango, sonrió. Las lecciones del capitán Karst no habían sido del todo en balde. Quizás, en su momento, él no había sabido apreciarlo pero la cabeza guardaba mucha información que en este caso podía resultar útil.

- Tranquila Debacle- alzó una mano para calmarla y luego miró a Gaegel.- Si no recuerdo mal, estás familiarizado con la herrería, ¿verdad?

Un par de cuervos se posaron en una rama no muy lejos de donde estaban hablando sobre los siguientes movimientos. Sango los miró durante largo rato hasta que se dio cuenta de que eran Hugin y Munin, los cuervos de Odín.

Los Dioses serían testigos de la batalla que estaba por llegar.

Una vez que me uní al grupo de la resistencia contra los lobos, el grupo estaba organizado de una manera adecuada gracias a las indicaciones que Sango, Debacle. Aunque tras algunas incursiones en el bosque, y los asesinatos de algunos grupos exploradores, la gente del grupo decidió darme el voto de mantenerme en un eslabón que se ubicaba entre la gente que daba las órdenes, y quienes las seguían. Incluso en ocasiones me dejaban al mando de algunos hombres. Debo admitir que esto me resultaba algo extraño para mi. Siempre había sido alguien que sigue órdenes, no a darlas, pero por suerte, las confrontaciones que habíamos tenido habían hecho que los hombres que estaban bajo mi mando me otorgaran su confianza.

No solo eso. En el grupo de la resistencia me había topado con una grata reunión. Entre esas personas se encontraba Ryra. Una colega que me había acompañado a trabajos muy emocionantes. Ella estaba enfocada en el grupo de combate a distancia debido a su gran manejo del arco y la ballesta, por lo que cuando el grupo se movilizaba, estábamos ubicados en sitios completamente diferentes, pero en los ratos de descanso aprovechaba para charlar con ella de nuestras aventuras.

El grupo estaba cerca de Clarobosque, y de allí se seleccionó a un grupo tanto de hombres como de mujeres para explorar el poblado y de encontrar sobrevivientes, rescatarlos. Ryra y yo fuimos seleccionados dentro de ese grupo. Por lo que nos pusimos en marcha. Al llegar a Clarobosque logramos notar que la desolación y la bestialidad estaba igual de presente que Puentealto. Pero si salíamos bien librados y encontrábamos al menos a un sobreviviente, esta incursión habrá valido la pena. Al llegar allí determinamos que iríamos lo más sigilosos que pudiéramos. Dividiéndonos en equipos para poder hacer el rastreo de manera más eficaz y rápida. Me hubiese gustado charlar con Ryra en ese rato, pero debíamos da andarnos con cuidado.

Al principio no encontramos a nadie, solo restos de cadáveres y huesos humanos. Esos lobos salvajes no tenían ninguna contemplación. Pero no pasó mucho tiempo donde logramos encontrar algunos humanos atados, y otros en jaulas para evitar que salieran. Los sacamos de sus ataduras y sus prisiones para luego dirigirnos a la entrada del poblado. El grupo logró liberar a diez personas, esto había sido fácil... Demasiado diría yo. Cuando el grupo liderado por Debacle y Levantacuernos se reagrupó con las personas liberadas. Fuimos rodeados por una gran cantidad de lobos. El grupo de guerreros era superado a dos a uno Por lo que sabíamos que para regresar al campamento debíamos pasar por esos perros sarnosos. Desenvainé mi gran espada y la separé para que quedaran en espadas gemelas. - Bueno... Es hora de que estos perros experimenten una venganza por lo ocurrido en Puentealto y Clarobosque. - Luego de eso Debacle ordenó ir a la carga. Se ordenó que los guerreros de larga distancia se encargaran de proteger a las personas rescatadas, mientras que yo y otros hombres más íbamos de avanzada para abrir el paso.

Soberbia, es el sentimiento que tenían los licántropos cuando nos encontraron. Un elemento que más que una fortaleza es una debilidad cuando te estás enfrentando a guerreros llenos de determinación y coraje. Nuestra valentía impulsó a quienes habíamos rescatado, los cuales decidieron tomar palos y grandes rocas buscando aligerar nuestra carga, brindar un pequeño factor sorpresa en los licántropos, y efectivamente así fue. El arrojo de las personas liberadas los tomó desprevenidos y los amedrentó de manera eficaz. Esos perros que pensaban eran cazadores se habían vuelto nuestras presas. Cuando algunos pocos licántropos decidieron huir, fueron víctimas de nuestros arqueros y ballesteros. Los lobos habían acabado con el poblado, pero al menos nosotros les habíamos devuelto el coraje a los sobrevivientes.

Una vez que regresamos al campamento, sucedió el evento con una joven que estaba huyendo de los lobos de la manada. El equipo se encargó de respaldar a los guerreros del campamento. Y después de otra victoria para nosotros nos enteramos que esa joven de nombre Mika podía poseer información valiosa. Sango me invitó a ir a la reunión. - Claro, voy detrás de ustedes. - Miré de reojo a Ryra y le sonreí levemente. - Hablamos luego. - La bruja sonrió levemente y asintió mientras iba a buscar algo para beber y yo me acerqué hacia donde estaba Sango y Debacle.

La preocupación de Debacle era razonable. Iríamos a un sitio en donde el terreno estaría en contra nuestra. Pero la motivación de las palabras de Sango me hizo sonreír levemente. - Opino lo mismo. Los lobos están en un estado de soberbia, y tener el terreno a su favor los volverá descuidados. Además, si logramos acabar con sus fuerzas principales, sus esbirros terminarán huyendo con la cola entre las patas. - Comenté con los brazos cruzados. En eso, Debacle debatió el porqué debíamos defendernos, por lo que Sango hizo un comentario que me hizo miraro con suma atención. La expresión de la mujer, pero sobre todo la sonrisa de Sango hicieron que sonriera mientras me rascaba la barbilla, era evidente que no quería que desertáramos, pero debía de parecer que así lo hacíamos.

Acto seguido Sango hizo una pregunta que me hizo ampliar mi sonrisa. - He trabajado en muchos oficios antes, y la herrería fue uno de ellos. - Una vez que la reunión terminó, me volví a reunir con Ryra, explicandole a grandes rasgos lo que pasaría en la batalla que teníamos cerca. - Yo estaré con ustedes golpeando a los lobos. - Aquello me hizo mirarla con confusión. - No, tu deberías quedarte en la posición trasera. - Ella negó con la cabeza. - Los lobos no se tragarían ese cuento si todos los arqueros y ballesteros se quedaran en la parte trasera del yunque... Necesitamos convencerlos que de verdad están desertando. Y eso se hará evidente si nosotros huimos también. - Al escucharla suspiré levemente. - Tienes razón... Podrían sospechar. Entonces así será. - Sonreí levemente mientras chocaba mi puño con el de Ryra. Todo estaba en su lugar, por lo que apoyé a la fabricación de las estacas de madera para la defensa.

OFF:

Los Dioses habían señalado aquel día. Sköll se acercaba para dar caza al Sol. Sango sonreía con resignación. En su corazón, una sombra de duda se había instalado desde el mismo momento que divisaron Aguasclaras. ¿Sería aquella la señal definitiva? ¿Sería aquel el inicio del final? Si lo era, lucharía hasta el final con el objetivo de ser llamado para la gran guerra final. ¿No aspiraban todos ellos a una gloria similar? ¿Acaso no era aquel el destino de todo guerrero? La fe nunca debía decaer. Menos en tiempos oscuros. Por tanto, la respuesta parecía clara.

Sango se encontraba solo en un pequeño repecho que hacía el camino antes de bajar y volver a subir hacia el pueblo. No había un lugar sencillo en el que poder plantear una batalla como la que había diseñado. Lo habían discutido hacía tan solo unos instantes: el éxito del yunque pasaba por encontrar una posición relativamente favorable y aquel terreno en constante ascenso hasta el pueblo no era lo mejor. Se le secó la boca. ¿Y si se había equivocado? ¿Y si lo mejor hubiera sido esperar? No. No había tiempo para eso. Él había decidido atacar. Él había decidido marchar contra el enemigo. Y todos le habían seguido. No era el momento para dudar. Echó un trago grande de la bota que tenía colgada a un lado (0). Después, alzó el hacha al cielo.

En Aguasclaras se alzaron los aullidos y poco después movimiento. Algo más de seis decenas de hombres y mujeres de Verisar, se arremolinaron tras él. Mienrtas tanto, en el cielo, la sombra se acercaba al Sol. Bajó el hacha y comenzó su lenta marcha. Más aullidos. Más voces invocando a Sköll. Más voces y aullidos infundiendo el miedo en sus corazones. Sango detuvo su avance. A poco más de cincuenta pasos, a su derecha, quedaba el río. A su izquierda, colinas. Frente a él, Aguasclaras y un creciente número de licántropos. Tras él, un ejército en desbandada.

Sango se giró, gritó para que aguantaran la posición, peor fue inútil, más de la mitad del ejército salió corriendo por donde habían venido. Gaegel, Debacle, Livar, Iromok, muchos de los campesinos... Ben alzó la voz para tratar de que los restantes siguieran con él.

- Cuanto mayor es el desafío, mayor es la gloria. Hombres y Mujeres de Verisar, hoy pasaremos a la historia. Que vuestras armas no se cansen de beber esa sucia sangre de lobo. ¡Muerte al lobo! ¡Seguidme!

Eran menos de veinte y ahora Sango se apresuró hacia el río. Junto a él corrían Stephan Syrvid y su hijo, Argen Syrvid, ganaderos afincados en Brezonegro que habían perdido a su esposa y madre. La rabia y el deseo de venganza les había convertido en seres desprovistos de sentimientos y que nada se les podía decir para calmar su duelo. Corrían con cuatro picas cada uno, además de un martillo que llevaba el padre y una horca el hijo. El resto de la gente que le seguía, por suerte, llevaban escudos y una fe inquebrantable en que el plan funcionaría.

Al alcanzar el río, Sango dispuso las tropas en semicírculo. Él, junto a los Syrvid, no formaron en ese pequeño semicírculo que hicieron con el el río a sus espaldas. Los Syrvid dispusieron las picas en el suelo, tratarían de sorprender a los que llegaran en la primera embestida lanzando las picas hacia delante. La sombre estaba a punto de devorar el Sol.

- ¡Escudos!- como un mecanismo perfectamente engrasado, los escudos se alzaron y se solaparon unos con otros. Era formación básica para cualquier persona de Verisar que hubiera entrado en combate.- Por muy fuerte que carguen, aguantad. Clavad vuestros talones en la tierra. No muráis, es una orden.

Justo en el momento que el Sol quedó tapado por la sombra. Los lobos cargaron hacia ellos. Al verles cargar hacia ellos. Ben sintió miedo y aquel sentimiento era inaceptable.

- ¡Vamos, lacayos de Fenrir, atreveos a atravesar este muro! ¡Tenéis suerte de asistir al nacimiento de los Abrasalobos! ¡Venid a por mi, cabrones! ¡Os despellejaré a todos y cada uno de vosotros!(1)

Aullidos, rugidos y zancadas mucho más largas. Y Ben, entonces, comprendió. Supo qué era lo que tenía que hacer. Supo cómo utilizar sus escasos recursos para aumentar sus posibilidades de salir victoriosos. Echó mano una piedra que llevaba con él. Sabía que los poderes de los Dioses estaban dentro de aquella piedra y era el momento de usarlos por última vez.

La embestida de los lobos fue tan grande que el semicírculo tuvo que dar dos pasos hacia atrás, dejando muy poco espacio para que los Syrvid maniobraran con las picas. Por suerte, las primeras bajas fueron a su favor. Sango saltaba por encima de sus compañeros y lanzaba hachazos pero no aguantarían mucho más.

La ferocidad del ataque licántropo se cebó con los costados y Ben ordenó un repliegue sobre él. Los flancos habían caído y estaban rodeados sufriendo zarpazos, mordiscos y empujones para hacerles caer.

- ¡No os vengáis abajo, camaradas! ¡Yo Ben Nelad, he sido bendecido por la mismísima Diosa! ¡Temed mi nombre, lobos, porque en este día conoceréis al guardián del Sol!

Lanzó la piedra al aire (2) y esta se deshizo para dar lugar a una luz tan intensa como la del sol en una tarde de verano. Una luz tan cegadora e inesperada que los licántropos les dieron unos instantes de descanso que aprovecharon para deshacerse de su cerco y poder controlar, una vez más la orilla del río.

Pese a todo, un lobo de proporciones bestiales, saltó por encima del cerco y cayó junto a Sango que le golpeó con el hacha en el lomo. Casi sin haberlo notado, le mordió en la pierna hincando sus dientes lo máximo que el faldón metálico le había dejado. Ben aulló pero se dedicó a golpear al licántropo en el cuello hasta que consiguió decapitarle. Gritó de rabia y dolor y apretó los dientes. Los lobos parecieron reaccionar a aquella muerte. Pero por desgracia para ellos, no pudieron reanudar el ataque.

Sobre los rugidos y los aullidos se alzaron las voces de sus camaradas estampándose contra la retaguardia enemiga. Sango, consciente de que debían juntar las dos unidades, decidió avanzar entre las filas enemiga.

- ¡Gaegel! ¿Sabes cuándo se forja mejor el acero? ¡Cuando está caliente!

Sango saltó y estampó una botella de fuego embotellado sobre las filas enemigas (3). Que empezaron a arder y extender el fuego gracias al contacto de los pelajes. Era el momento de acabar con ellos.

- ¡No desesperéis, luchad hasta el final, matad lobos, matadlos a todos! ¡Cargad! ¡Por Odín! ¡Al Valhalla!(4)

Fuego, luz y el nombre de Odín. La valiente resistencia se lanzó contra los lobos con una furia y unas fuerzas renovadas que retroalimentaba la voluntad y el espíritu del compañero que cada uno tenía a su lado. Ben golpeaba a diestra y siniestra, adelantándose a sus camaradas e irrumpiendo en las filas enemigas creando un pasillo de muerte y destrucción a su paso. Los que aún quedaban en pie le siguieron hasta alcanzar el grueso de la resistencia.

Gritos de muerte. Gritos de venganza. Gritos por los caídos. Los licántropos estaban confundidos. No golpeaban con fuerza, no había orden en sus ataques y no parecían comprender que los humanos estaban acabando con ellos.

Otros dos licántropos tan grandes como el que había destrozado Sango, se abalanzaron con furia contra la masa de humanos. Uno de ellos golpeó a Sango con brutalidad y le tiró al suelo, lejos del grupo. Tuvo tiempo a interponer el escudo que el licántropo le arrancó de un bocado y lo lanzó lejos. Dos picas se clavaron en el costado del licántropo que cayó de costado. Los Syrvid habían cargado contra el licántropo y le habían hecho retroceder pero, este no era un licántropo normal, se alzó del suelo y atacó con ferocidad al menor de los Syrvid que, indefenso, cayó al suelo después del zarpazo que le había abierto en dos. Stephan, se lanzó con todo a por el licántropo al tiempo que Sango, hacha en mano iba hacia él. Habían salido de la zona en la que el Sol brillaba con fuerza. Stephan golpeó con el martillo la cadera del licántropo, el martillo se rompió y Stephan, indefenso murió desangrado después de que el licántropo le arrancara de un mordisco la pierna derecha. Todo ello dio tiempo para que Sango hincara el hacha en la cabeza del licántropo que aún tuvo fuerzas para girarse y lanzarle contra el suelo antes de que sus patas empezaran a fallar.

Ben se levantó y corrió, como pudo hasta encontrarse con sus compañeros. Empuñaba, ahora, la espada. Los humanos, estaban en disposición de lanzarse hacia los lobos que quedaban, que estaban perdiendo terreno.

- ¡Maldita sea, matadlos! ¡Matadlos a todos! ¡Matadlos!

Sango fue capaz de levantar un lobo de menor tamaño por el pescuezo y atravesarle con la espada al tiempo que los supervivientes se lanzaban contra unos licántropos que se habían visto superados por la feroz resistencia humana. Aguasclaras había sido liberado. Pero aquella era solo una batalla. Habría más. Estaba seguro de ello.

Ben alzó la espada al cielo, en dirección a la sombra que poco a poco se desvanecía y gritó. Un grito de dolor por sus camaradas caídos. Un grito de rabia por no haber actuado antes. Un grito que se alzaba a los cielos para reclamar aquella victoria. Un grito que era una promesa para todos aquellos que se atrevieran a cruzar la frontera con intenciones oscuras.

Se examinó y estaba cubierto de sangre. Supuso que parte sería suya.

- Curad vuestras heridas y comprobad si los caídos aún respiran. Decapitadlos a todos. Clavad sus cabezas en picas. Sus pieles tienen valor, quitádselas y dejad que los cuervos se alimenten de su carne- miró alrededor y para su sorpresa la encontró.-  Debacle, recoge el nombre de los caídos antes de quemar sus restos.

Eran menos de treinta, ¿cómo demonios habían vencido? Había soldados y granjeros abrazados entre ellos. Compartían dolor, pero también compartían victoria. A todos ellos les unía un vínculo mucho más grande del que podían imaginar. Vio a Gaegel y caminó hacia él.

- Gaegel, amigo, ¿Los has visto huir?- preguntó cuando llegó a su lado.- No creo que estén todos aquí, alguno tuvo que huir.

Sí, les habían asestado un duro golpe, pero la frontera no era segura. Y menos para un grupo tan mermado como aquel. Cuando estuvieran recuperados, tocaba marchar hacia el sur.

- Por el aguamiel de Heidrun, no sé cómo hemos vencido...

Comentó con la mirada perdida en el río.

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Había llegado al fin el momento del combate final. Una vez que la resistencia llegó al sitio acordado, pude notar que lo que se avecinaba no sería nada fácil. El terreno nos brindaba una clara desventaja que debíamos de cubrir con nuestras propias habilidades. Era evidente que los lobos vendrían con sed de sangre. Los perros salvajes siempre tenían ese bajo impulso de demostrar su superioridad a los humanos. Se sentían los dueños absolutos de bosque, pero también se mofaban e invadían los asentamientos humanos para causar terror. Eso me causaba náuseas. Era increíble como Kevius creía todos esos dogmas. Pero la avaricia del lobo salvaje siempre va creciendo, y es cuando el incauto recibe esa dosis de realidad.

La manada que traicionó a los Nightwhite seguramente mantendrían esas viejas y voraces tradiciones de los perros del bosque. Siempre tan primitivos, siempre tan cerrados de mente. Aquello llenaba mi cabeza de ira. Pero no podía perderme en los pensamientos de la época donde Kevius estaba en este mundo. Debía de centrarme en el aquí y en el ahora.

Como se había acordado con Sango. Debacle, Livar, Iromok y yo comenzamos con nuestra movilización. Era el momento en que el Yunque comenzara a consolidare mientras ahora nosotros le daríamos vida al martillo que caería sobre los perros salvajes. Era admirable la valentía con la que esos hombres y mujeres habían decidido servir de carnada. Y era precisamente por ese coraje que ellos manifestaban que nosotros no podíamos fallarles. El cielo terminó por oscurecerse. La luna se había tragado al sol. Y eso llenaba de fiereza a los lobos, podía notarlo en esos animosos aullidos y gruñidos que mis oídos lograban captar. Pero también esos aullidos iban cargados de un exceso de confianza, tal y como yo me imaginaba.

La soberbia siempre es un pecado muy grave. Uno que puede pagarse muy caro si no se tiene cuidado. Los lobos tenían rodeados a Sango y a sus hombres. Pero de pronto, pude notar como aquel lugar se iluminaba. Ese era el momento en que los lobos estarían más vulnerables. Desenfundé mi arma doble y la separé para dejar mis espadas gemelas. - A llegado el momento mis amigos. Hora de dejarle caer el poderoso martillo de la humanidad a Sköll. ¡Adelante! ¡Cargar contra esos perros pulgosos! - Dije para así comenzar a correr para terminar de completar nuestro movimiento.

El tiempo había sido el justo y necesario. Los lobos estaban confundidos por el movimiento de Sango al iluminar aquel lugar. No habían previsto nuestro regreso, y al lograr tomarlos por sus espaldas nos permitió asestar un importante golpe a los licántropos. Bajas importantes se vieron en los lobos luego de ese movimiento.

Habían perdido la ventaja del terreno, y les íbamos a demostrar a esos desgraciados que cobraríamos con sangre todos los actos terroríficos que habían cometido previamente. Mis manos oscilaban de un lado a otro. Clavándose en el pecho o en el lomo de algún perro salvaje. Me giré un momento. - ¡Ryra! ¡Asegúrense de mantener a raya a los lobos que estén por fuera! - La bruja fijó su vista en mi. - ¡Descuida, los tenemos cubiertos! - Sonrió levemente. El equipo de arqueros y ballesteros ejercían un excelente apoyo para evitar movimientos inesperados de los licántropos.

En eso pude escuchar las palabras de Sango dirigirse hacia mi. Y tras un movimiento, hizo que una zona donde se encontraban los lobos. - ¡Pues entonces calentemos este lugar! - Dicho eso mi vista volvió con la bruja. - ¡Ryra, cariño! ¡¿Crees que puedan extender esas llamas?! - ¡Crees de manera apropiada! - Dicho, el equipo de arqueros y ballesteros comenzaron a arrojar flechas en llamas con toda la intención de extender el fuego que Sango había creado.

Fue en ese momento donde dos enormes licántropos entraron en acción, uno atacando donde se encontraba Sango, y el otro se dirigió hacia donde me encontraba yo. Aquella enorme bestia me tomó por sorpresa, y alcanzó a morder levemente uno de mis costados. Me quejé con un evidente dolor. Ese licántropo era mucho más grande que yo cuando estoy convertido en lobo. Y esa enorme criatura comenzaba a hacerme retroceder. No lo iba a negar, este adversario era superior al grueso de los lobos con los que luchábamos. Alcanzaba a esquivar mis ataques con mis espadas gemelas, y no solo eso, sino que en un movimiento me embistió haciendome chocar contra un árbol. En el proceso había hecho que soltara mis espadas.

Estaba acorralado, no lo iba a negar. Había llegado a una circunstancia a la que no me hubiese gustado llegar. Pero al verme desprovisto temporalmente de mis armas, y al estar acorralado por este enorme lobo no tenía más alternativas. - Te vas a arrepentir de haberte metido en mi camino. - Y tras decir aquellas palabras, mi cuerpo comenzó a cambiar (A1) hasta que me volví un imponente lobo blanco.

Ese momento tomó desprevenido hasta mi propio adversario. ¿Un lobo en contra de lobos? Te podía parecer irónico. Pero es a donde te orillan las costumbres que los mismos lobos han creado. Cuando no le sirves a la manada, simplemente te harán a un lado. Te harás que te cuestiones si lo que viviste durante toda tu vida era lo correcto o si esos salvajes están equivocados. Te convierten en un Lobo Renegado.

Ahora en un combate de fieras, ese lobo desgraciado, y ahora confundido terminó cayendo ante mis poderosas fauces, llenando mi inmaculado rostro blanco para dejar mi hocico completamente rojo, haciendo que mi imagen fuera mucho más temible. Una vez que mi adversario cayó, emití un poderoso aullido. Como dándole a entender a los lobos que por más que lo intentaran, esta batalla la tenían perdida. Luego de eso volví a la normalidad (A2). Volví a tomar mis armas y me volví a acercar a la batalla.

Esos lobos desgraciados no tenían alternativa ahora. La muerte de ese imponente lobo me cargó de adrenalina. El costado me dolía, pero el ímpetu de la batalla me hacía continuar.  Y en el fulgor de la batalla, pude notar como otro enorme lobo se acercaba a mi. - Esta vez no me tomarán por sorpresa. - Dije en voz baja mientras mis espadas gemelas se unían. Y cuando ese gran lobo saltó para atacarme, le di una poderosa estocada (B) en el cráneo, haciendo que su sangre bañara por completo mi cuerpo. No lo iba a negar, aquello me hizo sonreír maliciosamente, incluso comencé a reír de manera demencial.

Nuestro coraje nos había llevado a la victoria. Logramos aprovechar el gran pecado que cometieron esos perros salvajes. Aguasclaras había sido testigo de una batalla en la que podía relatarse el gran ímpetu de los humanos contra los licántropos. La gran voz de mando de Sango que llenó de valor a la gente de la resistencia, ¿Y por qué no? Del licántropo que decidió demostrar el gran error que cometía su propia raza y ayudó a los humanos a frenar la sed de sangre de los lobos.

Una vez que la batalla terminó. Nos encontrábamos asegurándonos que los cadáveres de lobo realmente estuviesen muertos. Y cuando el momento de paz llegó a toda la gente de la resistencia, pude escuchar las palabras de Sango. - Es muy probable que más de alguno haya logrado escaparse de nuestras espadas y de la línea de arqueros y ballesteros. - Dije suspirando levemente. - Pero puedo estar seguro que el que haya logrado sobrevivir habrá terminado meado del susto. - Dije riendo levemente.

Me encontraba con mis brazos y mi rostro cubierto de sangre. de los lobos. Tenía algunos rasguños. Y el dolor en mi costado izquierdo era persistente, pero lograba mantenerme en pie. Al escuchar el comentario de Sango me hizo sonreír. - Sköll no se esperaba ser golpeado por el martillo de la humanidad... Le salió cara su soberbia. - No pude sportar  más, y terminé por sentarme, llevándome mi mano a mi costado, buscando apaciguar el dolor, pero al menos con la satifacción de que al menos por ahora, los humanos podían tener un respiro. Porque se perfectamente que la sed de sangre de los lobos es insaciable. Pero si volvían a actuar, y llegaba a estar presente. Les haría saber con el fulgor de mis espadas que deben de cuidarse de los lobos renegados.


Habilidades Usadas:

(A1): Forma de Lobo: [2 usos] Puedo convertirme en un peligroso y feroz lobo huargo. Puedo volver a forma humana a voluntad.
(A2): Regreso a la forma humana.
(B): Estocada sangrienta: lanza una estocada utilizando el máximo de su fuerza, siendo capaz de atravesar a un enemigo sin armadura [2 usos]

¡Hola! Muchas gracias. A decir verdad este desafío me llegó como anillo al dedo para acentuar el desprecio que tiene Gaegel con su propia raza.

Yo tomaré un Cuervo del Alpha. Así como también me pondré en contacto con el Staff por lo del título.

Saludos!