Camino a un destino [Privado][Noche]

—Así que esto es una ciudad humana. Increíble. Fascinante. Aquí tal vez encuentre por fin las aventuras que tanto busco... a lo mejor incluso pueda darme una ducha de agua caliente, eso también sería increíble. Y fascinante.

Mabel se adentró en las calles de la ciudad llevada por el trayecto errático de su llegada al continente. Su largo vestido de lino blanco, si bien grueso, había salido más bien mal parado de su viaje. El extremo inferior estaba cubierto de barro, y las mangas algo deshilachadas. Pasaría desapercibida si no fuera por su andar despreocupado que claramente la diferenciaba del resto de los habitantes de la ciudad, quienes no eran ajenos a los problemas de la urbe.

Ella paseaba con la mirada neutra de una persona adulta, pero moviéndose con la vivacidad de una niña, viendo los comercios, calles, gente hablando desde las ventanas… tan distraída estaba que no se dio cuenta de la ocasión en la que le robaron unas pocas monedas mientras se agachaba para observar la pelea por un mendrugo de pan de un par de ratitas grisáceas. Tampoco se percataba de las miradas de reojo que le lanzaban, ni adivinó que el “impuesto de libre circulación” que le cobró un tipo con un estilete en la mano no era, en realidad, un miembro honorable del gobierno cumpliendo con su deber para con los ciudadanos. Ella siempre había sido así de descuidada, y por ello su familia trataba de alejarla del mundo real hasta que tuviera, por lo menos, cuarenta años más.
Pero ahora estaba sola, libre para explorar el mundo, totalmente desatada.

Empezó a llover y de casualidad encontró un hostal donde podría hospedarse. Sin embargo, al mirar en su morral, no encontró las pocas monedas que se había llevado de casa. Apretó los labios, pero no entró en pánico. Nunca lo hacía, aunque su vida estuviese en peligro.

Anduvo bajo la lluvia, buscando entre las posadas del área residencial, hasta que encontró un hostal donde había un cartel en la entrada, que ponía “alojamiento gratuito” y debajo, en letra pequeña “cedido por la familia Vauleik para hacer frente a la crisis”. Entró sin dudarlo un segundo. Aún así, la detuvieron en la entrada un tipo fornido. Una mujer más pequeña, de su estatura, la miraba desde el otro lado de una mesa, sentada en una silla. Detrás, un hombre y una mujer, ambos atados por las manos y con las bocas cubiertas por un pañuelo, eran prácticamente arrastrados al interior del establecimiento, desapareciendo detrás de una puerta.

—¿Qué ocurre ahí? ¿Por qué estaban atados ese hombre y esa mujer?

—¿Eh? Ah, ¿lo has visto? Nada, nada. Esos son mis papis, que les hemos preparado una fiesta sorpresa para su aniversario, no pasa nada. —a su lado, el tipo fornido que la acompañaba se rio por debajo de la nariz. —¿Querías algo?

Mabel miró fijamente a la mujer. “Qué curiosas costumbres tienen los continentales.” pensó, y se acercó a ella.

—Sí, verá, deseo una habitación para resguardarme del temporal.

—Oh… —ella se rio, y su amigo fornido también. Mabel también se rio, pero sin ganas, ya que no entendía dónde estaba la gracia. — Pues tendrás que pagar tu estancia.

Mabel frunció el ceño y volvió a la calle sin mediar palabra. Miró el cartel y volvió a entrar.

—Disculpa, es que en el cartel pone que no hay que pagar.

—Habrás leído mal —la mujer volvió a reír.

Mabel volvió a salir, miró el cartel, y volvió a entrar.

—Perdone que la moleste otra vez, pero… pone que es gratuito. Eso significa que no cuesta dinero, ¿no?

—Vaya, ¿seguro que has mirado bien? —ya no se escondía, y ahora reír a carcajada limpia.

Mientras repetía la misma acción, una y otra vez, sin darse cuenta de la burla, un grupo de sin techo se acercó, atraídos por el mismo mensaje de la entrada. Hacían cola y esperaban al regreso de Mabel, sospechando que ocurría algo extraño. En pocos minutos se formó una cola considerable, y la dragona seguía repitiendo el mismo proceso.

—No, no. Creo que lo he leído bien.

—¿Has probado de leerlo mientras haces el pino? Creo que si lo haces, podrás leerlo bien.

—Pero bueno —un hombre de los de la fila se acercó. —Ya está bien de tomarle el pelo a la pobre chica, ¿no? ¿Dónde están los Vauleik? ¿Qué habéis hecho con ellos?

El hombre fornido dio un empujón al sin techo con tanta fuerza que lo lanzó al suelo. Mabel frunció el ceño y se puso entre los dos, encarando al armario con patas.

—¿Por qué haces eso?

—No te metas, estúpida.

—No, no soy estúpida, de hecho me considero bastante lista. Ah, espera... claro, ahora lo entiendo. El cartel de fuera, en el que pone “gratuito”... eso significa “de pago”. Y cuando me has llamado estúpida, ¿estabas siendo considerado conmigo? ¿Será que en el continente, todo es al revés de lo que creo que significa? Si es así, entonces… —Mabel señaló al tipo con el dedo culpable. —¡Tú eres muy amable! ¡Y está muy bien que vayas por ahí propinando empujones e insultando a las personas!

—Oye, jefa, a ésta le pasa algo en la cabeza —el hombre se giró hacia la mujer—¿le doy una paliza y la lanzo fuera?

—Sí, que ya me empieza a aburrir un poco.

El fortachón avanzó dos pasos hacia Mabel, y el vagabundo de antes se puso en medio. Los demás mantuvieron las distancias con la cabeza agachada.

—Ésta ciudad ha caído suficientemente bajo y ya está suficientemente tocada como para que gentuza como vosotros ande dando peor imagen a los foráneos…

—Solo queríamos cobrarnos la deuda de los Vauleik, sois vosotros los que habéis metido las narices. Pero si tanto lo deseas, irás tú primero.

El fortachón preparó un puñetazo, pero una ráfaga de viento se movió por al lado del vagabundo. Un latigazo escamoso golpeó el antebrazo del tipo, desviando el golpe y lanzándolo de una segunda patada contra la pared. Mabel se dio prisa en terminar su movimiento de ataque con giro, con la cara toda roja por haber mostrado, aún si era durante un instante, su cola de dragón unida a su cuerpo humanoide delante de tanta gente. La volvió a esconder de inmediato bajo su vestido, y señaló al tipo.

—¡Se lo advertiré otra vez si es necesario, señor! ¡Empiece a luchar, o sino me veré obligada a huir y dejar éste buen hombre indefenso a su merced!

El hombre se quedó un instante de piedra, sin entender nada de eso, hasta que comprendió que Mabel era tan estúpida como para seguir pensando que todo significa el revés de lo que se dice. Se lanzó al ataque, harto del numerito, y ella, a pesar de mostrar una expresión imperturbable, lo esperó con los brazos temblorosos del miedo de tener que afrontar su primer conflicto real más allá de los juegos o entrenamientos de su familia.

Si juzgásemos el clima de Aerandir desde el punto de vista de las sensaciones corporales de Sein, podríamos decir que, del punto más al norte hasta el punto más al sur, desde las montañas nevadas hasta las costas sureñas, la temperatura no presentaba variaciones. ¿Cómo era esto posible?

Tan sencillo como que, cuando partió desde las frías montañas, era verano, y ahora en las cálidas tierras del sur el verano ya había finalizado. Hizo bien en escoger esta época para viajar, pues el calor resulta insoportable para él. Bueno, ni si quiera el calor. Los 20ºC ya le provocan una incomodidad notable.

Llevaba ya unos días en Vulwulfar. Su objetivo era explorar las cuatro grandes ciudades de la península, para confirmar los rumores que se comentaban por las tierras del medio y del sur. ¿Sería verdad que en los mares sureños hay aves con patas de yak que caminan sobre el agua? Eso, entre otras cosas, quería saber. Pero de vez en cuando tendría que descansar, y eso hacía en aquel albergue de la ciudad.

Era de noche, y Sein yacía tranquilo en una de las camas del albergue, con la armadura quitada, en el piso superior. Estaba cansado. Los ojos se le cerraban solos... pero se empezó a formar alboroto abajo, en la calle. Se incorporó repentinamente para enterarse de lo que estaba pasando. Se asomó a la ventana rascándose un ojo y vio cómo una chica que parecía humana atacaba con su cola de apariencia dracónica a otro hombre. ¿Qué demonios estaba ocurriendo bajo el suelo en el que dormía?

Interpretando la situación, pudo darse cuenta de que no eran más que unos matones intentando causar revuelo. Su comportamiento era inaceptable para el chamán, y un ligero sentimiento de rabia se originó en él. Entonces, mientras se centraba en analizar los ropajes y la anatomía del grandullón para encontrar debilidades ^[1], se preparó para saltar en el momento justo y atacarle desde arriba sin que se diese cuenta.

- Gracias, Tigre. Seguiré tu consejo - agradeció en su mente al intuir que un buen golpe en la espalda podría ser efectivo. Y sin hacer ni un solo ruido, saltó desde la ventana cuando el grandullón se dirigía de nuevo hacia la chica con cola de dragona, asestándole un fortísimo manotazo en la espalda que, uniendo su propia fuerza con la que le aportaba la caída, hizo caer al hombre al suelo violentamente ^[2].

- ¡¡Aargh!! - exclamó en el suelo, dolorido y sorprendido a partes iguales. - ¿Qu-qué cojones? ¿Tú quién coño eres?

- Sein, chamán de los Isklør, en montañas del norte. Mano de tigre también llaman allí.

- Pues parece que allí arriba habláis como el -

Sein interrumpió cortante y firme, sin dejarle acabar. - ¿Qué estáis haciendo? Creo he oído queréis gente pague dinero para entrar. Todos días que he dormido aquí, no he pagado. Y vosotros no erais dueños.

Una mujer irrumpió en la conversación desde el interior. - Pues ahora sí que somos los dueños. Al menos, hasta que los Vauleik nos paguen lo que nos deben.

- ¿Y qué culpa tienen personas sin dinero que solo quieren lugar para dormir? - en ese momento miró a los que hacían cola para entrar, encontrando la mirada de aquella joven que parecía mitad dragona. Se acercó a ella para preguntarle algo en voz baja. - Tú eres quien tenía problema con esta mala gente. ¿Quieres luchar? ¿O vamos otro sitio? Si peleas, peleo contigo. Tu decides.

Mientras, ignoraba lo que decía aquella mujer desde dentro, y el hombre corpulento seguía en el suelo, pero parecía tener intenciones de incorporarse.
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OFF: 1.- Alusión a mi talento Instinto chamánico, con el que puedo encontrar puntos débiles en las personas.
2.- Alusión a mi talento Combate felino.