Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
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Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
El atardecer invernal en Vulwulfar dio paso al encendido de antorchas, candelas y faroles para facilitar, en la medida de lo posible, las tareas de recogida de puestos y para que las buenas gentes de la ciudad pudieran caminar a sus casas, a la taberna o a dónde les viniera en gana sin temor a dar un paso en falso. Que una simple chispa que conseguía consumir material combustible diera tanta seguridad a una persona era, seguramente para muchos, motivo de estudio.
- ¡Sturm! ¡Sturm!- las voces resonaban en la calle. - ¡Sturm! ¡Sal maldito canalla!-
Cinco figuras, a caballo y embozadas, alzaban la voz a la entrada de un edificio. Las risas y los comentarios que se hacían entre ellos hacían pensar que estaban pasándoselo bien. De la ventana del segundo piso asomó la cabeza de una mujer que echó un vistazo y rápidamente se volvió al interior. Sango, que se había topado con aquella banda por casualidad, se mantuvo apoyado en un muro contemplando la escena.
- ¡Mirad! Sturm no se atreve a dar la cara- las risas se acabaron cuando al poco tiempo se asomó un hombre.
- Largaos, aquí no hay nada para vosotros- dijo con voz cansada pero amenazante.
- ¡Sturm! Canalla, lagartija, hijo de la rabia, tenemos cuentas que arreglar- voceó el otro.
- No tenemos nada de lo que hablar. Tú y tus lacayos os podéis ir a tomar por culo- Sturm cerró la ventana.
Sango no pudo evitar sonreír. El caballero que había estado provocando a Sturm se removió y le dijo algo a los otros que rápidamente se pusieron en marcha y salieron galopando a gran velocidad. La calle era estrecha, tendría cuatro o cinco pasos como mucho. Los edificios eran altos de dos y hasta tres plantas de altura. Aquellos hombres sabían lo que hacían al aparecer montados por allí: no dudarían en cargar contra cualquiera que se les pusiera por delante si algo salía mal.
- Sturm, esta vez no habrá más "próximas veces". Cogeremos lo que es nuestro con o sin tu permiso. Créeme.-
Ben frunció el ceño al escuchar las palabras de aquel hombre. Conocía a Sturm de varios años atrás, habían coincidido en varios viajes y más tarde tuvieron un fugaz reencuentro en la lucha por Lunargenta contra los vampiros. En su último paso por Vulwulfar, Sango había pasado unos días con Sturm.
Para sorpresa del pelirrojo, una compañía de ocho figuras, también a caballo, apareció al final de la calle. No sabía cuánto había pasado desde que los otros dos se habían marchado pero no podía ser mucho. Debían estar preparados.
- Oh, Sturm, última oportunidad de bajar. En esta ciudad nadie se la juega a los Vulwulf ni a sus amigos, ya lo sabes. Bueno, ¿qué me dices?- se puso una mano en la oreja a modo de altavoz.- ¿Nada? Perfecto. Adelante muchachos.
Dos hombres se apearon de sus monturas y corrieron hacia la puerta y empezaron a golpearla con hachas. La cadencia de los golpes, la coordinación que mostraban y la profesionalidad de sus movimientos dejaron asombrados a un Sango que miraba como aquellos hombres estaban a punto de entrar a hacer los Dioses sabían qué. Sacudió la cabeza. Esos tipos eran unos insensatos.
- ¡Hijos de puta, os he dicho que larguéis!- Gritó Sturm desde la ventana.
Dos vasijas de barro cayeron en la zona en la que estaban los caballos. Al impactar contra el suelo derramaron un líquido y acto seguido se inflamó provocando un caos absoluto de gritos, relinchos, voces y órdenes que desembocaron en una retirada del todo inesperada para los agresores. Ben clavó la mirada en los dos hombres con hacha que se habían quedado sin montura y que le miraban directamente a él. Sango se apartó de la pared y les mostró las armas que portaba. Acto seguido, los hacheros se miraron y decidieron atacarle.
Ben desenvainó la espada y colocó el escudo en posición defensiva con la espada lista para lanzar una estocada. El de la derecha, el lado sin escudo, lanzó un golpe descendente que Ben esquivó con facilidad y que contrarrestó con una patada al costado. Aprovechando la confusión, se lanzó hacia el otro atacante y le embistió con el escudo estampándole contra el muro del edificio en el que se encontraba Sturm. Ben se giró rápidamente y se alejó de sus agresores un par de pasos.
- A la próxima uso la espada- advirtió.
Los hacheros se miraron y decidieron marcharse con la promesa de venganza en sus ojos. Ben guardó rápidamente la espada y estudió los alrededores. Había gente asomada en ventanas y puertas de toda la calle que sin duda alguna había asistido al grotesco espectáculo que se había formado hacía no menos de uno o dos minutos. Sango se acercó a la puerta y antes de llamar esta se abrió. Las bisagras que golpeaban los hacheros eran un cebo porque la puerta se abrió del lado contrario. Le recibió una mujer que le ordenó entrar con celeridad.
- ¡Que Thor me parta a la mitad si mis ojos no me dicen que Sango está ante mi!- Sturm abrió los brazos.
- Por más que te lo merezcas, no será hoy cuando eso pase- respondió Ben.
Ambos rieron y se fundieron en un abrazo sincero.
- Joder Sturm, ¿en qué andas metido?- Ben miró a su alrededor. Había cuatro mujeres, contando la que le había abierto la puerta.
- Sango... ¿Qué mierda de pregunta es esa?- Sturm hizo una pausa.- Lo primero es lo primero, ¿dónde está el bebercio?- dio una palmada y se acercó a una barrica que tenía sobre una mesa.
Ben estudió a Sturm, algo más bajo que él, de anchos hombros y constitución robusta. La barba había crecido desde la última vez que le había visto, y el poco pelo, negro, que le quedaba le había crecido de manera abundante por los laterales y la parte anterior de la cabeza. Sus brazos mostraban sus trofeos de guerra, como él los llamaba, que no eran sino cicatrices y demás marcas que quedaban después de alguna de sus escaramuzas.
- No has perdido el tiempo por lo que veo...- Sango cogió la jarra que le ofrecía Sturm.
- No digas gilipolleces, Sango. ¡Salud!- Ambos bebieron y a continuación se sentaron.- Me vienes al pelo, amigo, necesito un pequeño favor...-
- No puedes decirlo en serio- Ben esbozó una sonrisa que se borró de su rostro cuando Sturm no se inmutó ante el comentario.- Venía a pedirte ayuda a ti-
- ¡Genial! tú me ayudas a mi y yo te ayudo a ti, ¿trato? Bien, brindemos.- Alzó la jarra y obligó a Sango a brindar.
Posó la jarra con cuidado en la mesa y pensó sus palabras antes de hablar. Ben hizo lo mismo.
- Tengo un problema, bueno, cuatro, bueno, algunos más si cuentas los de fuera, me interesan más estos de aquí- señaló a las mujeres que había en la estancia y que los observaban con atención.- Verás, aquí mis anteriores visitantes- gesticuló con las manos sin llegar a decir nada- no sé como explicártelo.-
- Joder Sturm, no he pegado dos días a la carrera para escucharte decir que tienes problemas y luego no saber contármelo. Tengo asuntos más urgentes que-
- Sango, cierra la boca y escúchame, necesito que prestes atención, solo te pido que escuches tres palabras y juzgues si es digno seguir escuchándome, ¿vale? Vale: rituales de sangre.-
Ben cerró la boca y clavó los ojos en Sturm que asintió y siguió hablando.
- ¡Sturm! ¡Sturm!- las voces resonaban en la calle. - ¡Sturm! ¡Sal maldito canalla!-
Cinco figuras, a caballo y embozadas, alzaban la voz a la entrada de un edificio. Las risas y los comentarios que se hacían entre ellos hacían pensar que estaban pasándoselo bien. De la ventana del segundo piso asomó la cabeza de una mujer que echó un vistazo y rápidamente se volvió al interior. Sango, que se había topado con aquella banda por casualidad, se mantuvo apoyado en un muro contemplando la escena.
- ¡Mirad! Sturm no se atreve a dar la cara- las risas se acabaron cuando al poco tiempo se asomó un hombre.
- Largaos, aquí no hay nada para vosotros- dijo con voz cansada pero amenazante.
- ¡Sturm! Canalla, lagartija, hijo de la rabia, tenemos cuentas que arreglar- voceó el otro.
- No tenemos nada de lo que hablar. Tú y tus lacayos os podéis ir a tomar por culo- Sturm cerró la ventana.
Sango no pudo evitar sonreír. El caballero que había estado provocando a Sturm se removió y le dijo algo a los otros que rápidamente se pusieron en marcha y salieron galopando a gran velocidad. La calle era estrecha, tendría cuatro o cinco pasos como mucho. Los edificios eran altos de dos y hasta tres plantas de altura. Aquellos hombres sabían lo que hacían al aparecer montados por allí: no dudarían en cargar contra cualquiera que se les pusiera por delante si algo salía mal.
- Sturm, esta vez no habrá más "próximas veces". Cogeremos lo que es nuestro con o sin tu permiso. Créeme.-
Ben frunció el ceño al escuchar las palabras de aquel hombre. Conocía a Sturm de varios años atrás, habían coincidido en varios viajes y más tarde tuvieron un fugaz reencuentro en la lucha por Lunargenta contra los vampiros. En su último paso por Vulwulfar, Sango había pasado unos días con Sturm.
Para sorpresa del pelirrojo, una compañía de ocho figuras, también a caballo, apareció al final de la calle. No sabía cuánto había pasado desde que los otros dos se habían marchado pero no podía ser mucho. Debían estar preparados.
- Oh, Sturm, última oportunidad de bajar. En esta ciudad nadie se la juega a los Vulwulf ni a sus amigos, ya lo sabes. Bueno, ¿qué me dices?- se puso una mano en la oreja a modo de altavoz.- ¿Nada? Perfecto. Adelante muchachos.
Dos hombres se apearon de sus monturas y corrieron hacia la puerta y empezaron a golpearla con hachas. La cadencia de los golpes, la coordinación que mostraban y la profesionalidad de sus movimientos dejaron asombrados a un Sango que miraba como aquellos hombres estaban a punto de entrar a hacer los Dioses sabían qué. Sacudió la cabeza. Esos tipos eran unos insensatos.
- ¡Hijos de puta, os he dicho que larguéis!- Gritó Sturm desde la ventana.
Dos vasijas de barro cayeron en la zona en la que estaban los caballos. Al impactar contra el suelo derramaron un líquido y acto seguido se inflamó provocando un caos absoluto de gritos, relinchos, voces y órdenes que desembocaron en una retirada del todo inesperada para los agresores. Ben clavó la mirada en los dos hombres con hacha que se habían quedado sin montura y que le miraban directamente a él. Sango se apartó de la pared y les mostró las armas que portaba. Acto seguido, los hacheros se miraron y decidieron atacarle.
Ben desenvainó la espada y colocó el escudo en posición defensiva con la espada lista para lanzar una estocada. El de la derecha, el lado sin escudo, lanzó un golpe descendente que Ben esquivó con facilidad y que contrarrestó con una patada al costado. Aprovechando la confusión, se lanzó hacia el otro atacante y le embistió con el escudo estampándole contra el muro del edificio en el que se encontraba Sturm. Ben se giró rápidamente y se alejó de sus agresores un par de pasos.
- A la próxima uso la espada- advirtió.
Los hacheros se miraron y decidieron marcharse con la promesa de venganza en sus ojos. Ben guardó rápidamente la espada y estudió los alrededores. Había gente asomada en ventanas y puertas de toda la calle que sin duda alguna había asistido al grotesco espectáculo que se había formado hacía no menos de uno o dos minutos. Sango se acercó a la puerta y antes de llamar esta se abrió. Las bisagras que golpeaban los hacheros eran un cebo porque la puerta se abrió del lado contrario. Le recibió una mujer que le ordenó entrar con celeridad.
- ¡Que Thor me parta a la mitad si mis ojos no me dicen que Sango está ante mi!- Sturm abrió los brazos.
- Por más que te lo merezcas, no será hoy cuando eso pase- respondió Ben.
Ambos rieron y se fundieron en un abrazo sincero.
- Joder Sturm, ¿en qué andas metido?- Ben miró a su alrededor. Había cuatro mujeres, contando la que le había abierto la puerta.
- Sango... ¿Qué mierda de pregunta es esa?- Sturm hizo una pausa.- Lo primero es lo primero, ¿dónde está el bebercio?- dio una palmada y se acercó a una barrica que tenía sobre una mesa.
Ben estudió a Sturm, algo más bajo que él, de anchos hombros y constitución robusta. La barba había crecido desde la última vez que le había visto, y el poco pelo, negro, que le quedaba le había crecido de manera abundante por los laterales y la parte anterior de la cabeza. Sus brazos mostraban sus trofeos de guerra, como él los llamaba, que no eran sino cicatrices y demás marcas que quedaban después de alguna de sus escaramuzas.
- No has perdido el tiempo por lo que veo...- Sango cogió la jarra que le ofrecía Sturm.
- No digas gilipolleces, Sango. ¡Salud!- Ambos bebieron y a continuación se sentaron.- Me vienes al pelo, amigo, necesito un pequeño favor...-
- No puedes decirlo en serio- Ben esbozó una sonrisa que se borró de su rostro cuando Sturm no se inmutó ante el comentario.- Venía a pedirte ayuda a ti-
- ¡Genial! tú me ayudas a mi y yo te ayudo a ti, ¿trato? Bien, brindemos.- Alzó la jarra y obligó a Sango a brindar.
Posó la jarra con cuidado en la mesa y pensó sus palabras antes de hablar. Ben hizo lo mismo.
- Tengo un problema, bueno, cuatro, bueno, algunos más si cuentas los de fuera, me interesan más estos de aquí- señaló a las mujeres que había en la estancia y que los observaban con atención.- Verás, aquí mis anteriores visitantes- gesticuló con las manos sin llegar a decir nada- no sé como explicártelo.-
- Joder Sturm, no he pegado dos días a la carrera para escucharte decir que tienes problemas y luego no saber contármelo. Tengo asuntos más urgentes que-
- Sango, cierra la boca y escúchame, necesito que prestes atención, solo te pido que escuches tres palabras y juzgues si es digno seguir escuchándome, ¿vale? Vale: rituales de sangre.-
Ben cerró la boca y clavó los ojos en Sturm que asintió y siguió hablando.
Última edición por Sango el Miér Ago 24 2022, 00:09, editado 1 vez
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Los requisitos ya habían sido cumplidos; la mitad del pago había llegado junto con las indicaciones y descripción de la persona en cuestión. La suerte de aquella pobre alma desgraciada estaba echada pues habían enviado a Salomé y a Arno para cumplir con aquel encargo. La pareja de esposos tenía una tasa de éxito del 97.4%.
Sí, llevaban la cuenta pues, como ellos decían, no tenían hijos; tenían una reputación que cuidar.
La mujer era de mediana estatura, bastante promedio en sus facciones y características generales. Tampoco eran llamativas sus ropas, muy común su figura y de su belleza no se puede decir que fuese particularmente especial. Nada haría sospechar que era la amante de un noble de Lunargenta o que llevaba en ella su semilla germinada. -Tal vez es buena en la cama- comentó Salomé con la jarra de vino en los labios, observando a la doncella antes de entrar en acción. -Tú siempre estás pensando en esas cosas, mujer... De pronto y es buena escuchando, tañendo instrumentos o sencillamente su compañía es acogedora- le contradijo Arno, resoplando y negando con la cabeza mientras se llevaba un trozo de carne a la boca. Salomé lo miró de reojo, apretando los labios -Sí... claro... como si un viejo de rancio abolengo buscare la tranquila y acogedora compañía de una manceba para pasar las tardes. ¡La preñó! Y ahora quiere resolver ese pequeño inconveniente, recuerda para qué estamos aquí- le aclaró la mujer y terminó de empinarse lo que quedaba de la dulce y bebida.
La joven mujer leía tranquila mientras se servía un trozo de torta y una infusión, tal como les habían indicado. Hacía días estudiaban su rutina, la cual era exactamente igual a la que les habían descrito: aburridísima. Salomé sospechaba que había algo más, pero no daba exactamente con lo que era. -Está todo muy... no sé... ¿fácil?- comentaba a su marido más tarde, mientras esperaban en la esquina diagonal a la casa donde vivía la mujer. -Es la época del año, Salo- apuntó Arno -En estas fechas estos son los trabajos que más salen y las amantes de los viejos ricos son aburridas. Sus vidas giran en torno a ellos y mientras no aparecen, tienen que esperar. ¿Qué más pueden hacer?- decía mientras le acariciaba el rostro -¿Te dije hoy que eres la mujer gato más bonita que existe?- añadió antes de darle un tierno beso en los labios. Salomé sonrió, mostrando sus afilados colmillos, sus orejitas peludas vibraron bajo la capucha y su cola se removió bajo la capa. Con esa cábala iniciaban todos los trabajos, era el besito de la buena suerte.
La luz en la habitación de la izquierda, del segundo piso de la pequeña casa de dos pisos se apagó justo después de las campanadas de la media noche y fue la señal para la pareja de entrar en acción. Se separaron, Arno se dirigió a la entrada posterior y Salomé fue por la puerta principal con la llave que les habían proveído. El trabajo era muy sencillo, a decir verdad, porque les habían entregado toda la información que a ellos les habría tomado semanas recabar, además del acceso a la vivienda.
Arno esperaba en el lugar acordado, la puerta lateral por donde saldría Salomé con la mujer, pero se estaba demorando y eso no era habitual, así que decidió entrar. -Pero... Salo... mira lo que has hecho...- se quejó, llevándose las manos a la cabeza. A los pies de su esposa yacía la joven muchacha con su cuerpo boca abajo pero la cabeza tan fuertemente dislocada, que estaba completamente girada y miraba hacia el techo con los ojos abiertos de par en par. -¡Opuso resistencia!- respondió ella y se encogió de hombros, sonriendo con malicia. Arno resoplo y negó con la cabeza -Bueno, solo adelantaste su suerte- dijo con resignación -Vamos, llevemos la cabeza para la evidencia- indicó y Salomé buscó una bolsa de yute mientras su marido cortaba a hachazos el cuello de la pobre mujer.
Cuando la mujer gato llegó junto a él, se acuclilló a su lado sosteniendo el saco para que él echara la cabeza en el -¿Sabes cielo? Esto no se hace más fácil con los años... he pensado que ya tenemos suficiente ahorrado y nos podemos retirar. Que los viejos rancios se encarguen ellos mismos de sus amantes- comentó el hombre, limpiando su hacha. -Sabes que hay otros que lo harán por nosotros, ¿cierto? Los viejos rancios nunca se ensuciarán las manos- contestó ella con un suspiro. Ambos miraron con lástima el cuerpo de la muchacha un instante antes de partir. Antes de cruzar el umbral de la puerta, Arno detuvo a Salomé, la tomó por el mentón y le levantó el rostro -Eres la mujer gato más hermosa que existe- susurró, mirándola embelesado antes de darle un dulce beso en los labios. La mujer gato sonrió, enseñando sus afilados colmillos y sus orejitas peludas vibraron bajo la capucha.
Sí, llevaban la cuenta pues, como ellos decían, no tenían hijos; tenían una reputación que cuidar.
La mujer era de mediana estatura, bastante promedio en sus facciones y características generales. Tampoco eran llamativas sus ropas, muy común su figura y de su belleza no se puede decir que fuese particularmente especial. Nada haría sospechar que era la amante de un noble de Lunargenta o que llevaba en ella su semilla germinada. -Tal vez es buena en la cama- comentó Salomé con la jarra de vino en los labios, observando a la doncella antes de entrar en acción. -Tú siempre estás pensando en esas cosas, mujer... De pronto y es buena escuchando, tañendo instrumentos o sencillamente su compañía es acogedora- le contradijo Arno, resoplando y negando con la cabeza mientras se llevaba un trozo de carne a la boca. Salomé lo miró de reojo, apretando los labios -Sí... claro... como si un viejo de rancio abolengo buscare la tranquila y acogedora compañía de una manceba para pasar las tardes. ¡La preñó! Y ahora quiere resolver ese pequeño inconveniente, recuerda para qué estamos aquí- le aclaró la mujer y terminó de empinarse lo que quedaba de la dulce y bebida.
La joven mujer leía tranquila mientras se servía un trozo de torta y una infusión, tal como les habían indicado. Hacía días estudiaban su rutina, la cual era exactamente igual a la que les habían descrito: aburridísima. Salomé sospechaba que había algo más, pero no daba exactamente con lo que era. -Está todo muy... no sé... ¿fácil?- comentaba a su marido más tarde, mientras esperaban en la esquina diagonal a la casa donde vivía la mujer. -Es la época del año, Salo- apuntó Arno -En estas fechas estos son los trabajos que más salen y las amantes de los viejos ricos son aburridas. Sus vidas giran en torno a ellos y mientras no aparecen, tienen que esperar. ¿Qué más pueden hacer?- decía mientras le acariciaba el rostro -¿Te dije hoy que eres la mujer gato más bonita que existe?- añadió antes de darle un tierno beso en los labios. Salomé sonrió, mostrando sus afilados colmillos, sus orejitas peludas vibraron bajo la capucha y su cola se removió bajo la capa. Con esa cábala iniciaban todos los trabajos, era el besito de la buena suerte.
La luz en la habitación de la izquierda, del segundo piso de la pequeña casa de dos pisos se apagó justo después de las campanadas de la media noche y fue la señal para la pareja de entrar en acción. Se separaron, Arno se dirigió a la entrada posterior y Salomé fue por la puerta principal con la llave que les habían proveído. El trabajo era muy sencillo, a decir verdad, porque les habían entregado toda la información que a ellos les habría tomado semanas recabar, además del acceso a la vivienda.
Arno esperaba en el lugar acordado, la puerta lateral por donde saldría Salomé con la mujer, pero se estaba demorando y eso no era habitual, así que decidió entrar. -Pero... Salo... mira lo que has hecho...- se quejó, llevándose las manos a la cabeza. A los pies de su esposa yacía la joven muchacha con su cuerpo boca abajo pero la cabeza tan fuertemente dislocada, que estaba completamente girada y miraba hacia el techo con los ojos abiertos de par en par. -¡Opuso resistencia!- respondió ella y se encogió de hombros, sonriendo con malicia. Arno resoplo y negó con la cabeza -Bueno, solo adelantaste su suerte- dijo con resignación -Vamos, llevemos la cabeza para la evidencia- indicó y Salomé buscó una bolsa de yute mientras su marido cortaba a hachazos el cuello de la pobre mujer.
Cuando la mujer gato llegó junto a él, se acuclilló a su lado sosteniendo el saco para que él echara la cabeza en el -¿Sabes cielo? Esto no se hace más fácil con los años... he pensado que ya tenemos suficiente ahorrado y nos podemos retirar. Que los viejos rancios se encarguen ellos mismos de sus amantes- comentó el hombre, limpiando su hacha. -Sabes que hay otros que lo harán por nosotros, ¿cierto? Los viejos rancios nunca se ensuciarán las manos- contestó ella con un suspiro. Ambos miraron con lástima el cuerpo de la muchacha un instante antes de partir. Antes de cruzar el umbral de la puerta, Arno detuvo a Salomé, la tomó por el mentón y le levantó el rostro -Eres la mujer gato más hermosa que existe- susurró, mirándola embelesado antes de darle un dulce beso en los labios. La mujer gato sonrió, enseñando sus afilados colmillos y sus orejitas peludas vibraron bajo la capucha.
Mina Harker
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
- Primero era gente humilde, los engañaban con falsas promesas, las típicas, ya sabes, comida, refugio, camas, ropa limpia... Les salió bien, supongo, porque al cabo empezaron a desaparecer familias algo mejor posicionadas. Y has oído bien. Familias. Lo que pasa es que sabían a por quién debían ir.
Sturm hizo una breve pausa para mirar a Sango y echar un trago. El pelirrojo seguía en silencio, clavando sus ojos en los de su viejo amigo, memorizando todas y cada uno de las palabras.
- Familias a punto de caer, endeudadas hasta arriba, pérdidas para la ciudad que poco importan. Es este puto sistema de mierda, ¿sabes lo que te digo? Unos suben a costa del resto y a cuánta más gente pises mejor...- quiso escupir al suelo pero se contuvo.- No es el tema, Sango, pero, ya te contaré. Estos cabrones, se llevaron a Ylva y a su marido, Klime, buenos tipos. Nunca más supe de ellos, bueno sí que supe algo- hizo otra pausa para apurar la bebida.- Me puse a investigar, ¿por qué desaparecía gente y no había nadie haciendo algo al respecto? Pero lo peor no es eso, lo peor es que nadie parecía darse cuenta. Hasta que armé algo de escándalo- enseñó los dientes.- Me puse a contar lo que pasaba en calles, tabernas, plazas, les decía a la gente que miraran a su alrededor que se preguntaran por qué su vecino ya no estaba, por qué se había largado sin avisar, por qué nadie había hecho nada... Y vinieron a por mi, Sango- una carcajada sincera y unos golpes sobre la mesa que sobresaltaron a algunas de las mujeres que allí había.- Partí a uno de ellos por la mitad. El otro que vino se quedó paralizado y le hice hablar...
El humor de Sturm cambió al instante y Ben que había permanecido en silencio todo aquel tiempo se echó hacia delante en la silla.
- Están cambiando gente por armas. Armas y armaduras, provisiones y ropas que vienen de Sandorai. Equipamiento élfico a cambio de gente. No me supo contar nada más. Le partí el cráneo y tiré su cadáver en mitad de una plaza aquí cerca.
- Sturm, ¿qué tienes que ver todo esto con los rituales de sangre?
- Esos fueron los primeros, mi calle se volvió peligrosa, pero por suerte, tengo un hacha que hace bien su trabajo. Y ya sabes lo que dice el dicho, Sango, si no puedes contra tu enemigo, huye y escóndete porque te partirá la espalda con un arma... ¡Já! No, no es así. Vino un tipo, quería que toda la violencia cesara y me ofreció cuatrocientos aeros por objetivo capturado- Sango se revolvió en la silla y Sturm hizo un gesto con las manos para tranquilizarle.- Naturalmente le di una soberana paliza y le hice hablar. Me contó una historia sobre un tal Habakhuk, un Dios que debía regresar al mundo de los vivos y sembrar el caos en el mundo de los hombres. Necesitaban sangre de humanos o alguna gilipollez de esas.
Sango se levantó para sorpresa de Sturm que detuvo el relato. Caminó por el salón tratando de asimilar aquello. Hacía tan solo dos días se había enterado de que un destacamento entero había desaparecido camino del Oeste. Había un vampiro por medio, alquimia, sangre, figuras misteriosas...
- En el Oeste pasa algo Sturm, por eso he venido....
- Gilipolleces, Sango. Estos hijoputas están montando burdeles a costa de la buena gente de Vulwulfar, mis paisanos. No lo pienso consentir.
- No entiendes nada Sturm. Vengo de Rocagrís, en la frontera con Sandorai. Desapareció un destacamento entero de soldados de la Guardia. No estamos hablando de un par de batallones, no. Estoy hablando de más de setenta personas. El contingente del capitán Karst dejó de enviar reportes a principios del invierno. El Oeste se ha convertido en un punto negro para nosotros.
- No... Este último mes las cosas han estado calmadas, la verdad...- Sturm se mesó la barba y miró a las mujeres que escuchaban cariacontecidas la conversación entre los hombres.
- He encargado la construcción de un barco. En Rocagrís. Un elfo que conocí en el Oeste apareció justo en el momento indicado para hacer el trabajo. No sé que más señales me pueden dar los Dioses para marchar al Oeste.
- Sango...
- Un ejército. No muchos. Una veintena, no muchos más- se fijó en Sturm llevándose las manos a la cabeza y negando.- Sturm, no te pediría esto si no estuviera seguro. Nunca me ha fallado la intuición. Acuérdate de la batalla en el Paso, o del asedio a Lunargenta y el pastor de kags.
- Conozco a unos tipos que podrían ayudarnos, pero... ¡Ayúdame Sango! ¡Ayúdanos a limpiar Vulwulfar! No podemos dejar que sigan campando a sus anchas por aquí. Si tus temores son ciertos... Debemos saber qué hacen con ese equipamiento, saber quién está detrás y joder, poner a esta gente a salvo.
- Consígueme gente valiente y que quiera marchar al Oeste y por mi nombre, Ben Nelad de Cedralada, juro a los Dioses que Vulwulfar quedará limpia de escoria.
Sturm se levantó y ambos se agarraron de los antebrazos con fuerza mientras se miraban a los ojos. Prometiendo cumplir la palabra dada y comprometiéndose hasta la última consecuencia, conscientes del valor de la palabra dada.
Sango decidió no perder el tiempo y salió a la fría noche de Vulwulfar decidido a encontrar a aquellos que sabían algo de lo que podía estar ocurriendo en el Oeste, convencido de que, tras sacarles lo que sabían, acabaría con todos y cada uno de ellos. Avanzó, callejeando por la capital del noroeste de Verisar, sin rumbo fijo, poniendo orden en su cabeza.
- Eh, mira por dónde vas- dijo una mujer gato después de que Sango la golpeara con el hombro.
Sango se giró para observar a la pareja que se habían quedado mirándole. Por su parte, Ben solo tenía ojos para la mujer gato. Ben escupió al suelo y se dio la vuelta para seguir su camino. No tenía tiempo para aquello.
Cuando llegó a una pequeña plaza decidió atravesarla para llegar al otro extremo y seguir hacia el lado noreste de la ciudad, dirección que habían tomado los asaltantes de la casa de Sturm. Sin embargo, antes de poder ejecutar su plan, le dieron el alto desde una de las bocacalles de la plaza. Ben se giró y pudo distinguir dos tipos armados caminando hacia él.
- Tú has estado en casa de Sturm.
- Vaya modales... ¿No te vas a presentar?- los dos tipos se miraron y rieron.
- De poco te va a servir saber mi nombre. Los amigos de Sturm no son bienvenidos a esta ciudad.
Se obligó a mantener la calma. No debía precipitar los acontecimientos, quizás, con suerte, podría hasta salir de aquella sin tener que desenvainar un arma.
- Estáis equivocados. No somos amigos. Y creo que para unos desconocidos he dicho bastante, si me permitís, prosigo con mi camino.
Se separaron para tratar de flanquearle. Ben se pasó una mano por la cara.
- No. No puedes continuar. De hecho, nos vas a acompañar.
- No. Una persona sabia siempre me dijo que no fuera con desconocidos. Menos con dos tipos armados y que tratan de rodearme- tenía que seguir jugando aquella baza, se dijo. Sin embargo, no estaba tranquilo si no les provocaba, quería ver a lo que estaban dispuestos. - Además, no sois mi tipo.
Ambos se detuvieron. Ben estaba obligado a girar la cabeza para controlar a ambos.
- Ja, ja, que broma más...- hizo una mueca de asco antes de dar un paso al frente. Ben no se movió.- En serio, tienes que venir con nosotros.
- Ya te lo he dicho. No voy a ir con dos desconocidos.
- Bueno, pues irás con seis.
Ben se giró para ver un grupo de cuatro personas acercarse a él. Ahora sí estaba en clara desventaja. Tenía que haber atacado de primeras. Lamentó su suerte.
- No, tampoco puedo ir con seis personas. Hay alguna gente que dice que es el número de la bestia, ¿qué bestia? No lo sé. Pero bueno, es algo a tener en cuenta.
- ¡Ese es el cabronazo que nos dio bien esta tarde!
Ben no dijo nada más. Dejó que el grupo se acercara un poco más antes de echar mano al cinto. Aquel gesto puso en guardia al grupo que también se llevó la mano a las empuñaduras de las armas. Parecían estar bien organizados y bien advertidos ante cualquier peligro. No eran unos simples matones. Sango disimuló el gestó y se rascó la pierna y les dedicó una sonrisa.
- Basta de juegos. Vienes con nosotros. Desarmadle.
Los dos tipos del principio se acercaron a él. Ben negó con la cabeza.
- El que se atreva a ponerme una mano encima morirá.
No atendieron a razones y uno de ellos agarró el escudo que tenía a su espalda y tiró de él. Sango dio varios pasos hacia atrás fingiendo haber recibido un gran tirón. Lo que consiguió fue tener a todos sus adversarios frente a él y lo sabían.
Las siete personas de aquella plaza desenvainaron sus armas.
Sturm hizo una breve pausa para mirar a Sango y echar un trago. El pelirrojo seguía en silencio, clavando sus ojos en los de su viejo amigo, memorizando todas y cada uno de las palabras.
- Familias a punto de caer, endeudadas hasta arriba, pérdidas para la ciudad que poco importan. Es este puto sistema de mierda, ¿sabes lo que te digo? Unos suben a costa del resto y a cuánta más gente pises mejor...- quiso escupir al suelo pero se contuvo.- No es el tema, Sango, pero, ya te contaré. Estos cabrones, se llevaron a Ylva y a su marido, Klime, buenos tipos. Nunca más supe de ellos, bueno sí que supe algo- hizo otra pausa para apurar la bebida.- Me puse a investigar, ¿por qué desaparecía gente y no había nadie haciendo algo al respecto? Pero lo peor no es eso, lo peor es que nadie parecía darse cuenta. Hasta que armé algo de escándalo- enseñó los dientes.- Me puse a contar lo que pasaba en calles, tabernas, plazas, les decía a la gente que miraran a su alrededor que se preguntaran por qué su vecino ya no estaba, por qué se había largado sin avisar, por qué nadie había hecho nada... Y vinieron a por mi, Sango- una carcajada sincera y unos golpes sobre la mesa que sobresaltaron a algunas de las mujeres que allí había.- Partí a uno de ellos por la mitad. El otro que vino se quedó paralizado y le hice hablar...
El humor de Sturm cambió al instante y Ben que había permanecido en silencio todo aquel tiempo se echó hacia delante en la silla.
- Están cambiando gente por armas. Armas y armaduras, provisiones y ropas que vienen de Sandorai. Equipamiento élfico a cambio de gente. No me supo contar nada más. Le partí el cráneo y tiré su cadáver en mitad de una plaza aquí cerca.
- Sturm, ¿qué tienes que ver todo esto con los rituales de sangre?
- Esos fueron los primeros, mi calle se volvió peligrosa, pero por suerte, tengo un hacha que hace bien su trabajo. Y ya sabes lo que dice el dicho, Sango, si no puedes contra tu enemigo, huye y escóndete porque te partirá la espalda con un arma... ¡Já! No, no es así. Vino un tipo, quería que toda la violencia cesara y me ofreció cuatrocientos aeros por objetivo capturado- Sango se revolvió en la silla y Sturm hizo un gesto con las manos para tranquilizarle.- Naturalmente le di una soberana paliza y le hice hablar. Me contó una historia sobre un tal Habakhuk, un Dios que debía regresar al mundo de los vivos y sembrar el caos en el mundo de los hombres. Necesitaban sangre de humanos o alguna gilipollez de esas.
Sango se levantó para sorpresa de Sturm que detuvo el relato. Caminó por el salón tratando de asimilar aquello. Hacía tan solo dos días se había enterado de que un destacamento entero había desaparecido camino del Oeste. Había un vampiro por medio, alquimia, sangre, figuras misteriosas...
- En el Oeste pasa algo Sturm, por eso he venido....
- Gilipolleces, Sango. Estos hijoputas están montando burdeles a costa de la buena gente de Vulwulfar, mis paisanos. No lo pienso consentir.
- No entiendes nada Sturm. Vengo de Rocagrís, en la frontera con Sandorai. Desapareció un destacamento entero de soldados de la Guardia. No estamos hablando de un par de batallones, no. Estoy hablando de más de setenta personas. El contingente del capitán Karst dejó de enviar reportes a principios del invierno. El Oeste se ha convertido en un punto negro para nosotros.
- No... Este último mes las cosas han estado calmadas, la verdad...- Sturm se mesó la barba y miró a las mujeres que escuchaban cariacontecidas la conversación entre los hombres.
- He encargado la construcción de un barco. En Rocagrís. Un elfo que conocí en el Oeste apareció justo en el momento indicado para hacer el trabajo. No sé que más señales me pueden dar los Dioses para marchar al Oeste.
- Sango...
- Un ejército. No muchos. Una veintena, no muchos más- se fijó en Sturm llevándose las manos a la cabeza y negando.- Sturm, no te pediría esto si no estuviera seguro. Nunca me ha fallado la intuición. Acuérdate de la batalla en el Paso, o del asedio a Lunargenta y el pastor de kags.
- Conozco a unos tipos que podrían ayudarnos, pero... ¡Ayúdame Sango! ¡Ayúdanos a limpiar Vulwulfar! No podemos dejar que sigan campando a sus anchas por aquí. Si tus temores son ciertos... Debemos saber qué hacen con ese equipamiento, saber quién está detrás y joder, poner a esta gente a salvo.
- Consígueme gente valiente y que quiera marchar al Oeste y por mi nombre, Ben Nelad de Cedralada, juro a los Dioses que Vulwulfar quedará limpia de escoria.
Sturm se levantó y ambos se agarraron de los antebrazos con fuerza mientras se miraban a los ojos. Prometiendo cumplir la palabra dada y comprometiéndose hasta la última consecuencia, conscientes del valor de la palabra dada.
-----------------------------------------------
Sango decidió no perder el tiempo y salió a la fría noche de Vulwulfar decidido a encontrar a aquellos que sabían algo de lo que podía estar ocurriendo en el Oeste, convencido de que, tras sacarles lo que sabían, acabaría con todos y cada uno de ellos. Avanzó, callejeando por la capital del noroeste de Verisar, sin rumbo fijo, poniendo orden en su cabeza.
- Eh, mira por dónde vas- dijo una mujer gato después de que Sango la golpeara con el hombro.
Sango se giró para observar a la pareja que se habían quedado mirándole. Por su parte, Ben solo tenía ojos para la mujer gato. Ben escupió al suelo y se dio la vuelta para seguir su camino. No tenía tiempo para aquello.
Cuando llegó a una pequeña plaza decidió atravesarla para llegar al otro extremo y seguir hacia el lado noreste de la ciudad, dirección que habían tomado los asaltantes de la casa de Sturm. Sin embargo, antes de poder ejecutar su plan, le dieron el alto desde una de las bocacalles de la plaza. Ben se giró y pudo distinguir dos tipos armados caminando hacia él.
- Tú has estado en casa de Sturm.
- Vaya modales... ¿No te vas a presentar?- los dos tipos se miraron y rieron.
- De poco te va a servir saber mi nombre. Los amigos de Sturm no son bienvenidos a esta ciudad.
Se obligó a mantener la calma. No debía precipitar los acontecimientos, quizás, con suerte, podría hasta salir de aquella sin tener que desenvainar un arma.
- Estáis equivocados. No somos amigos. Y creo que para unos desconocidos he dicho bastante, si me permitís, prosigo con mi camino.
Se separaron para tratar de flanquearle. Ben se pasó una mano por la cara.
- No. No puedes continuar. De hecho, nos vas a acompañar.
- No. Una persona sabia siempre me dijo que no fuera con desconocidos. Menos con dos tipos armados y que tratan de rodearme- tenía que seguir jugando aquella baza, se dijo. Sin embargo, no estaba tranquilo si no les provocaba, quería ver a lo que estaban dispuestos. - Además, no sois mi tipo.
Ambos se detuvieron. Ben estaba obligado a girar la cabeza para controlar a ambos.
- Ja, ja, que broma más...- hizo una mueca de asco antes de dar un paso al frente. Ben no se movió.- En serio, tienes que venir con nosotros.
- Ya te lo he dicho. No voy a ir con dos desconocidos.
- Bueno, pues irás con seis.
Ben se giró para ver un grupo de cuatro personas acercarse a él. Ahora sí estaba en clara desventaja. Tenía que haber atacado de primeras. Lamentó su suerte.
- No, tampoco puedo ir con seis personas. Hay alguna gente que dice que es el número de la bestia, ¿qué bestia? No lo sé. Pero bueno, es algo a tener en cuenta.
- ¡Ese es el cabronazo que nos dio bien esta tarde!
Ben no dijo nada más. Dejó que el grupo se acercara un poco más antes de echar mano al cinto. Aquel gesto puso en guardia al grupo que también se llevó la mano a las empuñaduras de las armas. Parecían estar bien organizados y bien advertidos ante cualquier peligro. No eran unos simples matones. Sango disimuló el gestó y se rascó la pierna y les dedicó una sonrisa.
- Basta de juegos. Vienes con nosotros. Desarmadle.
Los dos tipos del principio se acercaron a él. Ben negó con la cabeza.
- El que se atreva a ponerme una mano encima morirá.
No atendieron a razones y uno de ellos agarró el escudo que tenía a su espalda y tiró de él. Sango dio varios pasos hacia atrás fingiendo haber recibido un gran tirón. Lo que consiguió fue tener a todos sus adversarios frente a él y lo sabían.
Las siete personas de aquella plaza desenvainaron sus armas.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
La pareja iba de la mano avanzando por la tranquila noche. Se dirigían sin prisa a la casa de seguridad donde debían entregar la prueba del trabajo realizado y cobrar su dinero. -Vas bastante callada, cariño- observó Arno, mirando a Salomé quien había guardado silencio desde que salieron de la casa de la muchacha. -¿Todo bien?- preguntó en un tono cariñoso. Su expresión sonriente ocultaba una creciente preocupación por la inusual quietud de su mujer. Su esposa era una mujer vivaz y llena de energía, sobre todo después de un trabajo, así que esta actitud calmada era extraña en sobremanera, considerando que la norma era que quedaba eufórica.
Salomé levantó la mirada y asintió -Solo pienso en lo que dijiste, en lo de retirarnos- respondió la bestial escuetamente, y sacudió la cabeza antes de sonreír para tranquilizar a su marido. -Eso y que estoy cansada- añadió, antes de volver al mutismo total. Pero Arno no quedó satisfecho y siguió observándola con el ceño algo fruncido. Iba a insistir un poco más, necesitaba saber qué pasaba por la cabeza de su esposa, alguien a quién él podía leer muy bien pero que en ese momento se le hacía una desconocida.
Arno estaba muy concentrado buscando la esquiva mirada de Salomé y ella caminaba, como cosa muy rara, mirando el piso, así que no vieron al tipo que al parecer tampoco estaba pendiente del camino que transitaba. Este chocó con Salomé, golpeándola con el hombro, con tal fuerza, que la mujer se tambaleó y soltó la bolsa de yute que llevaba oculta bajo la gran capa que cubría su cuerpo. Sí, en la que llevaba la cabeza de la amante del ricachón de Lunargenta. -¡Eh! ¡Mira por dónde vas!- exclamó ella bastante molesta. Al verlo mirarla tan despectivamente y encima escupirle a los pies, sintió la indignación subírsele por el cuerpo. -¡¿Y este quién carajos se cree?! ¡Ven aquí desgraciado! ¡Te voy a hacer lamer ese escupitajo del suelo!- gritó Salomé, yéndose tras el hombre. Arno sonrió, ¡ésa era su esposa! La tomó por los hombros e intentó calmarla, con una sonrisa de oreja a oreja. -¡Calma cielo!- insistía, aunque con una expresión tan contenta en su cara, que llegaba a brillar. -Recuerda que la mayoría de la gente no está acostumbrada a la gente bestia...- decía mientras Salomé se zafaba. Dejó a Arno hablando solo, olvidando su plan, el objetivo, y el hechizo.
Siguió al tipejo aquel por unas calles, hasta que lo detuvo un grupo de hombres. La mujer gato se detuvo en seco y ocultó en las sombras, observando la situación que rápidamente se caldeó. No pudo evitar una risilla traviesa al ver que varios hombres se le iban encima -Merecido se lo tiene por discriminarnos- dijo en voz baja, regodeándose. -Momento...- de inmediato, un pensamiento la hizo sobresaltar.
Mientras tanto, atrás quedó Arno recogiendo la bolsa que Salomé dejó caer. El nudo se había soltado, por lo que el contenido estuvo a punto de salirse. Arno la levantó y mientras jalaba el cordón para reanudarlo, sintió como si su corazón se detuviera cuando una oreja peluda, felina, se asomó.
-...pero si a mí no me importa si discriminan a la gente bestia...- pensó la bruja ilusionista. -Se me fue la mano con la inmersión en personaje- se dijo mientras se disponía a observar cómo le partían la madre al otro tipo. Pero un grito desgarrador retumbó en la noche y Mina apenas tuvo tiempo de esquivar un hachazo que venía desde arriba -¡MALDITA!- vociferaba Arno con los ojos inyectados en sangre, el rostro desencajado y cubierto de lágrimas. Mina tuvo que saltar hacia atrás, saliendo de su escondite. Mientras esquivaba los golpes que Arno intentaba asestarle, la ilusión con la que se había cubierto para lucir como Salomé, se desvanecía, revelando la identidad de la mujer. -¡Cálmate! ¡Puedo explicarlo! ¡Fue un accidente! ¡Escúchame!- repetía Mina, pero aquel hombre estaba enceguecido por la rabia y el dolor. Quería venganza y poco le importaba la otra pelea que había en la plaza.
Salomé levantó la mirada y asintió -Solo pienso en lo que dijiste, en lo de retirarnos- respondió la bestial escuetamente, y sacudió la cabeza antes de sonreír para tranquilizar a su marido. -Eso y que estoy cansada- añadió, antes de volver al mutismo total. Pero Arno no quedó satisfecho y siguió observándola con el ceño algo fruncido. Iba a insistir un poco más, necesitaba saber qué pasaba por la cabeza de su esposa, alguien a quién él podía leer muy bien pero que en ese momento se le hacía una desconocida.
Arno estaba muy concentrado buscando la esquiva mirada de Salomé y ella caminaba, como cosa muy rara, mirando el piso, así que no vieron al tipo que al parecer tampoco estaba pendiente del camino que transitaba. Este chocó con Salomé, golpeándola con el hombro, con tal fuerza, que la mujer se tambaleó y soltó la bolsa de yute que llevaba oculta bajo la gran capa que cubría su cuerpo. Sí, en la que llevaba la cabeza de la amante del ricachón de Lunargenta. -¡Eh! ¡Mira por dónde vas!- exclamó ella bastante molesta. Al verlo mirarla tan despectivamente y encima escupirle a los pies, sintió la indignación subírsele por el cuerpo. -¡¿Y este quién carajos se cree?! ¡Ven aquí desgraciado! ¡Te voy a hacer lamer ese escupitajo del suelo!- gritó Salomé, yéndose tras el hombre. Arno sonrió, ¡ésa era su esposa! La tomó por los hombros e intentó calmarla, con una sonrisa de oreja a oreja. -¡Calma cielo!- insistía, aunque con una expresión tan contenta en su cara, que llegaba a brillar. -Recuerda que la mayoría de la gente no está acostumbrada a la gente bestia...- decía mientras Salomé se zafaba. Dejó a Arno hablando solo, olvidando su plan, el objetivo, y el hechizo.
Siguió al tipejo aquel por unas calles, hasta que lo detuvo un grupo de hombres. La mujer gato se detuvo en seco y ocultó en las sombras, observando la situación que rápidamente se caldeó. No pudo evitar una risilla traviesa al ver que varios hombres se le iban encima -Merecido se lo tiene por discriminarnos- dijo en voz baja, regodeándose. -Momento...- de inmediato, un pensamiento la hizo sobresaltar.
Mientras tanto, atrás quedó Arno recogiendo la bolsa que Salomé dejó caer. El nudo se había soltado, por lo que el contenido estuvo a punto de salirse. Arno la levantó y mientras jalaba el cordón para reanudarlo, sintió como si su corazón se detuviera cuando una oreja peluda, felina, se asomó.
-...pero si a mí no me importa si discriminan a la gente bestia...- pensó la bruja ilusionista. -Se me fue la mano con la inmersión en personaje- se dijo mientras se disponía a observar cómo le partían la madre al otro tipo. Pero un grito desgarrador retumbó en la noche y Mina apenas tuvo tiempo de esquivar un hachazo que venía desde arriba -¡MALDITA!- vociferaba Arno con los ojos inyectados en sangre, el rostro desencajado y cubierto de lágrimas. Mina tuvo que saltar hacia atrás, saliendo de su escondite. Mientras esquivaba los golpes que Arno intentaba asestarle, la ilusión con la que se había cubierto para lucir como Salomé, se desvanecía, revelando la identidad de la mujer. -¡Cálmate! ¡Puedo explicarlo! ¡Fue un accidente! ¡Escúchame!- repetía Mina, pero aquel hombre estaba enceguecido por la rabia y el dolor. Quería venganza y poco le importaba la otra pelea que había en la plaza.
Mina Harker
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Ah, la voluntad de los Dioses se mostraba, en ocasiones, como eventos del todo inesperados, espontáneos si se prefiere el término, pero no por ello débiles o carentes de sentido. Así lo habían querido, y así se ejecutaba. En el tapiz de las nornas, se retuercen los hilos y se les da forma para crear complicadas tramas. Los hilos podían separarse, romperse, o simplemente el éter con el que se tejía, impedía que esos hilos siguieran el mismo camino pese a tener un destino común. Pero por ese mismo principio, los hilos que se entrelazaban y creaban un fuerte vínculo, permanecerían así hasta el fin de los tiempos.
Nada de esto pasó por la cabeza de Ben, preocupado por tratar de salir de aquel lio y que vio en la inesperada pelea una cuerda que le invitaba a salir del negro pozo en el que se encontraba.
Su hacha impactó en la espada del tipo que tenía a su izquierda y luego le golpeó con el escudo para tirarle al suelo. El que estaba a su lado reaccionó tarde, instantes que aprovechó el pelirrojo para golpearle con el canto del hacha en la cara. El peso del cuerpo cayó a plomo y Ben siguió hacia delante sin preocuparse sobre el estado vital de su oponente.
- Dejad a esos dos, le quiero a él, ¡traedmelo!
Dos hombres y una mujer se lanzaron contra él com las armas en alto, en silencio. Parecían mucho más experimentados que los otros dos. Por otra parte le pareció todo un detalle que le quisieran vivo.
Sin embargo, el hilo volvió a retorcerse otra vez, y la pelea que parecía lejana, se acercó a gran velocidad hacia él. Y con buen criterio o, más bien, por voluntad divina, el pelirrojo quiso verse involucrado, también, en aquella trifulca. Y las nornas, ante tremenda voluntad, solo tuvieron que pegar una puntada más.
Sango, de dos zancadas se plantó junto a la persona que recibía los ataques, que resultó ser una mujer que huía de un enfurecido hachero que lanzaba golpes sin criterio alguno. Ben interpuso el escudo en el último golpe (1), y el hacha de su rival cayó al suelo envuelta en piedra. Con una leve sonrisa al ver como el hombre se afanaba por levantar su arma, Sango empujó a la mujer tras él de tal manera que sus rivales quedaran, una vez más a la vista. Por último Sango pateó al hombre del hacha que salió disparado hacia los tipos armados.
- Bonita noche, sin duda, peeero... Creo que deberíamos correr.
La sugerencia era genuina, se había desescho de dos rivales, pero había ganado uno más y había metido, sin querer, a aquella mujer en algo que no él mismo era capaz de comprender.
- En serio, estos cabrones están muy enfadados.
Ahora sí, se permitió echar un vistazo más largo a la que, esperaba, sería su aliada.
(1) Defensa petrea.
Nada de esto pasó por la cabeza de Ben, preocupado por tratar de salir de aquel lio y que vio en la inesperada pelea una cuerda que le invitaba a salir del negro pozo en el que se encontraba.
Su hacha impactó en la espada del tipo que tenía a su izquierda y luego le golpeó con el escudo para tirarle al suelo. El que estaba a su lado reaccionó tarde, instantes que aprovechó el pelirrojo para golpearle con el canto del hacha en la cara. El peso del cuerpo cayó a plomo y Ben siguió hacia delante sin preocuparse sobre el estado vital de su oponente.
- Dejad a esos dos, le quiero a él, ¡traedmelo!
Dos hombres y una mujer se lanzaron contra él com las armas en alto, en silencio. Parecían mucho más experimentados que los otros dos. Por otra parte le pareció todo un detalle que le quisieran vivo.
Sin embargo, el hilo volvió a retorcerse otra vez, y la pelea que parecía lejana, se acercó a gran velocidad hacia él. Y con buen criterio o, más bien, por voluntad divina, el pelirrojo quiso verse involucrado, también, en aquella trifulca. Y las nornas, ante tremenda voluntad, solo tuvieron que pegar una puntada más.
Sango, de dos zancadas se plantó junto a la persona que recibía los ataques, que resultó ser una mujer que huía de un enfurecido hachero que lanzaba golpes sin criterio alguno. Ben interpuso el escudo en el último golpe (1), y el hacha de su rival cayó al suelo envuelta en piedra. Con una leve sonrisa al ver como el hombre se afanaba por levantar su arma, Sango empujó a la mujer tras él de tal manera que sus rivales quedaran, una vez más a la vista. Por último Sango pateó al hombre del hacha que salió disparado hacia los tipos armados.
- Bonita noche, sin duda, peeero... Creo que deberíamos correr.
La sugerencia era genuina, se había desescho de dos rivales, pero había ganado uno más y había metido, sin querer, a aquella mujer en algo que no él mismo era capaz de comprender.
- En serio, estos cabrones están muy enfadados.
Ahora sí, se permitió echar un vistazo más largo a la que, esperaba, sería su aliada.
(1) Defensa petrea.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Mina había hecho algo horrible hacía un par de horas. No lo había planeado así, definitivamente no. Sentía el estómago apretado de recordarlo y de verdad le habría gustado que todo hubiese sucedido de otra manera. Por eso sentía un poquitito de culpa y no contraatacaba a Arno, solo esquivaba sus ataques. Bueno, tampoco era como si tuviese que hacer mucho esfuerzo, él no estaba peleando con inteligencia, sino desde la más profunda y visceral furia y dolor. Él quería atrapar a esa maldita que le había quitado a su Salomé. Esa malnacida que le había engañado para hacerle mutilar su cadáver y no contenta con eso, cargaba su cabeza como si fuese cualquier cosa, dejándola caer y rebotar en las sucias calles de Vulwulfar. Así que no calculaba sus movimientos ni preveía los de ella.
Ella esperaba a que él se cansara pronto, que lo sobrepasara el dolor y la tristeza, que se rompiera a llorar para poder explicarle que la muerte de su mujer no había sido un cruel asesinato. Pero antes de que eso ocurriera, al que le iban a romper su mandarina en gajos, ese mismo que la tropezó antes, el causante de que Arno descubriera la tragedia, apareció como un paladín a su lado para rechazar el último ataque del destrozado hombre. Lo miró de arriba a abajo -¿Ahora no me vas a escupir?- le interpeló algo molesta aún por su gesto de hace rato, aunque en el fondo agradeció su intervención. Le lanzó una mirada enfadada, pero aceptó que tenía razón y, bueno, le servía mucho contar con su ayuda -Sí, tranquilo, vamos a correr- le dijo mientras se desamarraba una cadena del cinto. De uno de los extremos de la cadena, se descolgó una bola metálica de la cual comenzó a emanar humo1. Pronto, una nube densa de dulce olor los recubrió y todos aquellos que tenían intenciones en contra de Mina y su nuevo aliado, comenzaron a asfixiarse cuando unas manos invisibles les apretaron el cuello.
El hombre sentiría una mano tomando la suya y jalándolo fuera de aquella nube, pero avanzando muy lentamente hacia la pared más próxima. Pegados a ella, lo llevó hacia las sombras. -Por favor, quédate muy quieto, nada de movimientos bruscos-- pidió al extraño en un susurro, mientras se ocultaban tras unos barriles. La nube mágica se disipaba y sus enemigos yacían en el piso, retorciéndose. Aquellos que no habían sido atrapados por el humo asfixiante, buscaban al hombre, al igual que Arno buscaba a Mina, pero no los veían por ninguna parte2. -¿Y ahora hacia dónde?- preguntó la bruja, de nuevo en un susurro.
________________________
1Uso Quemador de Incienso [Arma][Superior] Potencia tus habilidades ilusionistas.
Habilidad: crea una densa capa de humo de 2 metros de radio sobre Mina. La utilizas para atrapar a un enemigo. Éste no podrá salir de la niebla y sentirá como una manos invisibles le atrapan del cuello. Duración: 1 turno. Uso: 1 vez por tema.
2Uso habilidad de nivel 0: Si es culebra, te pica [Mágica, Ilusiones, 2 usos]
¿Sabes qué puedo hacer con mi magia de ilusiones? ¡Que no me veas! Me cubro con ellas para desaparecer de tu vista. ¡Soy invisible! ¡Wajajajaa! Ok, no... El efecto de mis ilusiones es hasta lanzar un ataque o pasen 2 turnos. No puedo ser tan perfecta...
Ella esperaba a que él se cansara pronto, que lo sobrepasara el dolor y la tristeza, que se rompiera a llorar para poder explicarle que la muerte de su mujer no había sido un cruel asesinato. Pero antes de que eso ocurriera, al que le iban a romper su mandarina en gajos, ese mismo que la tropezó antes, el causante de que Arno descubriera la tragedia, apareció como un paladín a su lado para rechazar el último ataque del destrozado hombre. Lo miró de arriba a abajo -¿Ahora no me vas a escupir?- le interpeló algo molesta aún por su gesto de hace rato, aunque en el fondo agradeció su intervención. Le lanzó una mirada enfadada, pero aceptó que tenía razón y, bueno, le servía mucho contar con su ayuda -Sí, tranquilo, vamos a correr- le dijo mientras se desamarraba una cadena del cinto. De uno de los extremos de la cadena, se descolgó una bola metálica de la cual comenzó a emanar humo1. Pronto, una nube densa de dulce olor los recubrió y todos aquellos que tenían intenciones en contra de Mina y su nuevo aliado, comenzaron a asfixiarse cuando unas manos invisibles les apretaron el cuello.
El hombre sentiría una mano tomando la suya y jalándolo fuera de aquella nube, pero avanzando muy lentamente hacia la pared más próxima. Pegados a ella, lo llevó hacia las sombras. -Por favor, quédate muy quieto, nada de movimientos bruscos-- pidió al extraño en un susurro, mientras se ocultaban tras unos barriles. La nube mágica se disipaba y sus enemigos yacían en el piso, retorciéndose. Aquellos que no habían sido atrapados por el humo asfixiante, buscaban al hombre, al igual que Arno buscaba a Mina, pero no los veían por ninguna parte2. -¿Y ahora hacia dónde?- preguntó la bruja, de nuevo en un susurro.
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1Uso Quemador de Incienso [Arma][Superior] Potencia tus habilidades ilusionistas.
Habilidad: crea una densa capa de humo de 2 metros de radio sobre Mina. La utilizas para atrapar a un enemigo. Éste no podrá salir de la niebla y sentirá como una manos invisibles le atrapan del cuello. Duración: 1 turno. Uso: 1 vez por tema.
2Uso habilidad de nivel 0: Si es culebra, te pica [Mágica, Ilusiones, 2 usos]
¿Sabes qué puedo hacer con mi magia de ilusiones? ¡Que no me veas! Me cubro con ellas para desaparecer de tu vista. ¡Soy invisible! ¡Wajajajaa! Ok, no... El efecto de mis ilusiones es hasta lanzar un ataque o pasen 2 turnos. No puedo ser tan perfecta...
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Humo. Humo que, de alguna manera, arrastraba a aquellos hombres al suelo. Humo que les daba una oportunidad maravillosa para escapar. Humo que aprovechó la mujer para tirar de él. Pero no llegaron muy lejos. Tras unos barriles, en una oscuridad creciente, en donde lo único que podía ver era el brillo de los ojos de la mujer que le pedía quedarse en silencio y sin hacer movimientos. Sango obedeció, pero se mantuvo con las armas en ristre, preparado para cualquier cosa.
Escuchó voces y pasos erráticos. Sin duda alguno había conseguido escapar y los buscarían toda la noche. De improvisto, uno de ellos se asomó tras los barriles. El corazón de Sango se puso a latir a toda velocidad y armó el brazo hacia atrás, pero en el último instante se dio la vuelta y se marchó gritando que no veía a nadie. Bajó le brazo y miró de nuevo a la mujer. Primero el truco del humo y ahora, aquel tipo no les había visto. Bien podía achacarlo a la oscuridad del lugar que había elegido como refugio, pero algo le decía que ella tenía algo que ver.
- Buen truco, si pudieras conjurar una cerveza sería genial...- pese a todo, se atrevió a bromear.
Necesitaba descargar tensión de alguna manera. Además, quiso confirmar si había utilizado hechicería sin preguntárselo directamente. Pensó que había sido astuto y se felicitó por ello. Pero pronto volvió a la realidad y echó un vistazo entre los barriles.
- Se están reagrupa- el susurro de Sango se vio interrumpido.
- ¡Te encontraré y te mataré por lo que has hecho!
- ¡Cállate, idiota! ¿Quieres alertar a la guardia?- Tos de fondo.- Ya le teníamos... Sí, sí, le encontraremos, a los dos. Pagarán por ello...
Sango se giró para mirar a la mujer que le había preguntado hacía tan solo unos instantes cuál era el siguiente paso. Ladeó la cabeza y se apoyó con delicadeza en la pared, cerca de la mujer.
- El plan era seguir a estos tipos hasta su... hasta el lugar en el que se reúnan. Andan metidos en algo turbio...- intranquilo, volvió a echar otro vistazo entre los barriles y siguió hablando.- Tengo que saber quién comanda o quién les da las órdenes- nuevamente, miró hacia atrás y tragó saliva para aclararse la voz.- Y luego, tengo que ayudar a escapar de la ciudad a un amigo- sonrió mirando como los que no había sido afectados por el humo intentaban rescatar a sus compañeros.- Que se jodan.
Se giró para mirar a la mujer mientras guardaba el hacha. Llevaban allí escondidos lo suficiente como para que sus ojos se adaptaran a la oscuridad que les proporcionaba aquel apartado rincón de Vulwulfar. Se mantuvo inmóvil mirando los brillantes ojos de la mujer. Le debía el tiempo que habían conseguido. No quería saber que negocios se traía con aquel hombre que la quería matar, pero quería hacerle saber que estaría ahí para ella.
- Soy Ben Nelad, pero me conocen como Sango- se llevó un puño al pecho e hizo una ligera reverencia.- Sin duda, te debo una,- señaló en dirección a la plaza- pero necesito que me ayudes una vez más. Parece que ellos van a unir fuerzas, nosotros deberíamos hacer lo mismo, ¿qué me dices?
Los sonidos de cascos de un caballo al galope irrumpieron en la plaza y una voz masculina empezó a dar ordenes, claras, breves y sin levantar el tono. Sango, que se había asomado para interesarse por el recién llegado, descubrió que era uno de los que había atacado aquella misma tarde la casa de Sturm. No. No era uno más, era el que había dado las órdenes. Señaló para que la mujer viera cuál era su objetivo prioritario: saber quién era aquel hombre y dónde se escondía.
- Estos cabrones están jugando con equipamiento élfico... Sin embargo sus armas no lo parecen... Misterios, misterios...
Ben siguió farfullando en voz baja, para sí y pendiente unica y exclusivamente de los movimientos de aquel tipo.
Iba a ser una noche larga.
Escuchó voces y pasos erráticos. Sin duda alguno había conseguido escapar y los buscarían toda la noche. De improvisto, uno de ellos se asomó tras los barriles. El corazón de Sango se puso a latir a toda velocidad y armó el brazo hacia atrás, pero en el último instante se dio la vuelta y se marchó gritando que no veía a nadie. Bajó le brazo y miró de nuevo a la mujer. Primero el truco del humo y ahora, aquel tipo no les había visto. Bien podía achacarlo a la oscuridad del lugar que había elegido como refugio, pero algo le decía que ella tenía algo que ver.
- Buen truco, si pudieras conjurar una cerveza sería genial...- pese a todo, se atrevió a bromear.
Necesitaba descargar tensión de alguna manera. Además, quiso confirmar si había utilizado hechicería sin preguntárselo directamente. Pensó que había sido astuto y se felicitó por ello. Pero pronto volvió a la realidad y echó un vistazo entre los barriles.
- Se están reagrupa- el susurro de Sango se vio interrumpido.
- ¡Te encontraré y te mataré por lo que has hecho!
- ¡Cállate, idiota! ¿Quieres alertar a la guardia?- Tos de fondo.- Ya le teníamos... Sí, sí, le encontraremos, a los dos. Pagarán por ello...
Sango se giró para mirar a la mujer que le había preguntado hacía tan solo unos instantes cuál era el siguiente paso. Ladeó la cabeza y se apoyó con delicadeza en la pared, cerca de la mujer.
- El plan era seguir a estos tipos hasta su... hasta el lugar en el que se reúnan. Andan metidos en algo turbio...- intranquilo, volvió a echar otro vistazo entre los barriles y siguió hablando.- Tengo que saber quién comanda o quién les da las órdenes- nuevamente, miró hacia atrás y tragó saliva para aclararse la voz.- Y luego, tengo que ayudar a escapar de la ciudad a un amigo- sonrió mirando como los que no había sido afectados por el humo intentaban rescatar a sus compañeros.- Que se jodan.
Se giró para mirar a la mujer mientras guardaba el hacha. Llevaban allí escondidos lo suficiente como para que sus ojos se adaptaran a la oscuridad que les proporcionaba aquel apartado rincón de Vulwulfar. Se mantuvo inmóvil mirando los brillantes ojos de la mujer. Le debía el tiempo que habían conseguido. No quería saber que negocios se traía con aquel hombre que la quería matar, pero quería hacerle saber que estaría ahí para ella.
- Soy Ben Nelad, pero me conocen como Sango- se llevó un puño al pecho e hizo una ligera reverencia.- Sin duda, te debo una,- señaló en dirección a la plaza- pero necesito que me ayudes una vez más. Parece que ellos van a unir fuerzas, nosotros deberíamos hacer lo mismo, ¿qué me dices?
Los sonidos de cascos de un caballo al galope irrumpieron en la plaza y una voz masculina empezó a dar ordenes, claras, breves y sin levantar el tono. Sango, que se había asomado para interesarse por el recién llegado, descubrió que era uno de los que había atacado aquella misma tarde la casa de Sturm. No. No era uno más, era el que había dado las órdenes. Señaló para que la mujer viera cuál era su objetivo prioritario: saber quién era aquel hombre y dónde se escondía.
- Estos cabrones están jugando con equipamiento élfico... Sin embargo sus armas no lo parecen... Misterios, misterios...
Ben siguió farfullando en voz baja, para sí y pendiente unica y exclusivamente de los movimientos de aquel tipo.
Iba a ser una noche larga.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
El hombre, obediente, se quedó quieto junto a ella, mientras el efecto de su magia estuvo activa. No cuestionó, aunque mantuvo la guardia en alto y las armas listas para la pelea. Aún cuando uno de los del grupo que lo había confrontado estuvo sobre ellos, él se mantuvo en su lugar y en silencio, lo mejor que pudo. Evidentemente, no tenía idea de lo que ella había hecho. -Te la puedo hacer aparecer- respondió ella sonriendo -Podrías llegar a creer que la bebes... pero no sería real- confesó, haciendo aparecer una jarra llena de fresca cerveza oscura en la diestra de él. -Adelante, pruébala- le invitó, con expresión traviesa -Te apuesto que no habías probado mejor cerveza imaginaria- añadió jocosa, haciéndola desaparecer cuando él terminó el primer sorbo.
Los gritos de Arno en la plaza desviaron la atención del hombre y ella aprovechó para observarlo con mayor detenimiento. Su cabello le llamó la atención pues conocía pocos pelirrojos guapos. Le sacaba la cabeza y un poco más, además se le notaba fuerte y curtido en batalla. En sus ojos brillaba la temeridad. Sus facciones eran simétricas y varoniles. En resumen, un hombre guapo y valiente que no le huiría al enfrentamiento. Del tipo que moría joven, ciertamente.
Escuchó lo que él había planeado para la noche -Ciertamente necesitas apoyo- reconoció la ilusionista, sopesando las palabras -Visto lo visto... tienes mucho que hacer con muy pocos recursos y te servirían todas las manos amigas que puedas recibir. Si te ayudo, ¿me ayudarás tú a cambio?- propuso ella, sospechando la respuesta afirmativa, pero deseando escucharla de esos atractivos labios.
-Me puedes llamar Mina- respondió ella a su presentación -Después veré si te puedo dar mi apellido- dijo en tono de broma, aunque en verdad ella prefería no revelar su identidad antes de tener un mínimo de confianza con el otro. Apenas vio que el grupo, que ahora incluía a Arno, se perdió por una calle, se levantó de su escondite muy despacio. -Mi ilusión hace que ellos no puedan vernos, solo hay que ser cautelosos y evitar los movimientos bruscos. Tampoco puedo sostenerla por mucho tiempo así que si quieres seguirlos para encontrar su guarida, tenemos que apresurarnos- indicó, tendiéndole una mano. No es que él pareciera necesitarla, pero así sellaban el trato y de paso, lo tocaba de nuevo.
Los gritos de Arno en la plaza desviaron la atención del hombre y ella aprovechó para observarlo con mayor detenimiento. Su cabello le llamó la atención pues conocía pocos pelirrojos guapos. Le sacaba la cabeza y un poco más, además se le notaba fuerte y curtido en batalla. En sus ojos brillaba la temeridad. Sus facciones eran simétricas y varoniles. En resumen, un hombre guapo y valiente que no le huiría al enfrentamiento. Del tipo que moría joven, ciertamente.
Escuchó lo que él había planeado para la noche -Ciertamente necesitas apoyo- reconoció la ilusionista, sopesando las palabras -Visto lo visto... tienes mucho que hacer con muy pocos recursos y te servirían todas las manos amigas que puedas recibir. Si te ayudo, ¿me ayudarás tú a cambio?- propuso ella, sospechando la respuesta afirmativa, pero deseando escucharla de esos atractivos labios.
-Me puedes llamar Mina- respondió ella a su presentación -Después veré si te puedo dar mi apellido- dijo en tono de broma, aunque en verdad ella prefería no revelar su identidad antes de tener un mínimo de confianza con el otro. Apenas vio que el grupo, que ahora incluía a Arno, se perdió por una calle, se levantó de su escondite muy despacio. -Mi ilusión hace que ellos no puedan vernos, solo hay que ser cautelosos y evitar los movimientos bruscos. Tampoco puedo sostenerla por mucho tiempo así que si quieres seguirlos para encontrar su guarida, tenemos que apresurarnos- indicó, tendiéndole una mano. No es que él pareciera necesitarla, pero así sellaban el trato y de paso, lo tocaba de nuevo.
Mina Harker
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Una jarra, fría, de cerveza, apareció en su mano derecha. Sango se quedó embobado mirando el oscuro contenido que bien podría haber sido agua de no ser por el olor que delataba la cerveza. Ben apartó los ojos para mirar a la bruja y luego se llevó la jarra a los labios para darle un generoso trago. Cuando su labios se separaron de la jarra, esta desvaneció en un parpadeo, pero la sensación permaneció.
Sango miró asombrado a la mujer y se mantuvo en silencio durante un buen rato, saboreando cada una de las imaginarias gotas de la cerveza que se la habían quedado pegadas en el paladar. Sin embargo, y pese al intento de la mujer, no había perdido de vista su objetivo principal. Dar caza a aquellos tipos, limpiar Vulwulfar y conseguir un grupo que le acompañara al Oeste. Por su parte, la joven pasó de un tono de broma a uno más serio.
- Sin duda alguna, va a ser una noche muy movida... Me gustaría que ese movimiento fuera en otro sentido,- Ben miró, de manera descarada, de arriba a abajo a la mujer- pero corro el riesgo de que algo bueno y bonito se me escape de las manos- dijo en clara referencia al truco de la cerveza. - Sí, mi querida bruja, Mina, tienes mi palabra, te ayudaré si con eso conseguimos descabezar y espantar a esta gentuza.
Se llevó la mano al pecho e hizo una ligera reverencia, acto que chocó de manera frontal con el descaro mostrado hacía tan solo unos instantes. Se dijo que aquel cambio de humor, o, más bien, de actitud, podría servir para mantener distancias. No obstante, el ofrecimiento a una noche de pasión era algo sincero, Mina le parecía, sin duda, una mujer muy guapa.
Accedió y siguió el consejo de Mina. Caminarían, juntos, en la noche de Vulwulfar. Callejearon siguiendo, a unos setenta pasos, al maltrecho grupo. Personas que se habían visto superadas por la maravilla técnica que la bruja portaba con ella y que Sango desconocía. Él achacaba la nube de humo a alguna clase de hechizo o quizás algún otro truco como el de la cerveza. Sango se detuvo para descubrirse aún algo resentido. Sonrió y negó con la cabeza antes de reanudar la marcha.
- Lo único que me molesta de este... Truco, es que tengamos que hablar en voz baja... Aunque he de reconocer que le da un toque especial a este paseo.
De dónde salía aquella voluntad por querer mantener una conversación informal después de un enfrentamiento y antes de acontecimientos aún sin desvelar eran un misterio. Ben le dedicó unos instantes a pensar sobre ello y llegó a la conclusión de que eran una válvula de escape para que su cabeza pudiera seguir funcionando. Alguien le había dicho alguna vez en algún lugar que era imposible mantener la concentración durante un tiempo prolongado porque la cabeza no estaba preparado para ello salvo que hubiera sido entrenado para ello. Desde luego, se dijo, la suya no lo estaba.
Cabeceó ligeramente para deshacerse de las distracciones y regresó al grupo. No se le había escapado el hecho de que habían dado una vuelta a un bloque de edificios: giro a la izquierda, giro a la izquierda, giro a la izquierda y giro a la izquierda para avanzar en la misma dirección. Era una táctica de mierda, pensó Sango. Él pensaba que algo más enrevesado sería más eficaz, pero aquellos cabrones se habían acomodado tanto que ya ni les importaba.
Sango cerró los puños y agrió la expresión. Preguntas, enigmas, callejones sin salidas, respuestas que multiplicaban las respuestas. Sintió por primera vez en su vida el deseo de abandonar. Dejarlo todo y marcharse sin mirar atrás. Por suerte, el pensamiento fue desechado por su sentido de honor y su orgullo. Se dio cuenta de que se había separado de Mina y el corazón le dio un vuelco, ¿Les habría puesto en peligro su estupida falta de concentración? ¿Les habrían visto? Iba a girarse pero vio algo que le llamó la atención.
- Que curioso... Juraría que esta calle la conozco- murmuró.
Pero fue un espejismo, una ilusión que se desvaneció casi al instante, ante él un hombre, bajo, regordete, calvo y que sostenía un dulce en una mano y un paño en la otra.
- Grajo...
- Cogedle...- dio un bocado al dulce y masticó con la boca abierta- de la bruja- tragó y se pasó el paño por los labios con delicadeza- me encargo después.
Unos brazos apresaron a Sango que forcejeó hasta que le derribaron. Se lamentó por haberse separado de Mina. Se lamentó por haberse dejado llevar por un oscuro pensamiento. Antes de que le levantaran, Ben dejó en el suelo el hacha con la esperanza de que la bruja la encontrara. No entendía cómo había podido alejarse tanto de ella.
Le golpearon en el abdomen pero se hicieron más daños ellos que el propio Ben por culpa de la armadura. Sonrió victorioso pero rápidamente le ajusticiaron con un puñetazo en la cara. Los matones le obligaron a mirar al hombre pequeño. Grajo que como la otra vez, iba acompañado de dos figuras embozadas, encapuchadas y con túnicas grises, no se sorprendió cuando Ben dijo su nombre.
- Los dulces son mi perdición... Pero que desconsiderado soy, aquí tenemos a un viejo amigo que... Oh, sí, Lunargenta, el tipo del hospicio... Buenos recuerdos... ¿Te apetece un dulce? Gliselle los hace buenísimos... Seguidme, tenemos mucho que tratar.
En aquel momento, su cabeza sólo podía pensar en Mina.
Sango miró asombrado a la mujer y se mantuvo en silencio durante un buen rato, saboreando cada una de las imaginarias gotas de la cerveza que se la habían quedado pegadas en el paladar. Sin embargo, y pese al intento de la mujer, no había perdido de vista su objetivo principal. Dar caza a aquellos tipos, limpiar Vulwulfar y conseguir un grupo que le acompañara al Oeste. Por su parte, la joven pasó de un tono de broma a uno más serio.
- Sin duda alguna, va a ser una noche muy movida... Me gustaría que ese movimiento fuera en otro sentido,- Ben miró, de manera descarada, de arriba a abajo a la mujer- pero corro el riesgo de que algo bueno y bonito se me escape de las manos- dijo en clara referencia al truco de la cerveza. - Sí, mi querida bruja, Mina, tienes mi palabra, te ayudaré si con eso conseguimos descabezar y espantar a esta gentuza.
Se llevó la mano al pecho e hizo una ligera reverencia, acto que chocó de manera frontal con el descaro mostrado hacía tan solo unos instantes. Se dijo que aquel cambio de humor, o, más bien, de actitud, podría servir para mantener distancias. No obstante, el ofrecimiento a una noche de pasión era algo sincero, Mina le parecía, sin duda, una mujer muy guapa.
Accedió y siguió el consejo de Mina. Caminarían, juntos, en la noche de Vulwulfar. Callejearon siguiendo, a unos setenta pasos, al maltrecho grupo. Personas que se habían visto superadas por la maravilla técnica que la bruja portaba con ella y que Sango desconocía. Él achacaba la nube de humo a alguna clase de hechizo o quizás algún otro truco como el de la cerveza. Sango se detuvo para descubrirse aún algo resentido. Sonrió y negó con la cabeza antes de reanudar la marcha.
- Lo único que me molesta de este... Truco, es que tengamos que hablar en voz baja... Aunque he de reconocer que le da un toque especial a este paseo.
De dónde salía aquella voluntad por querer mantener una conversación informal después de un enfrentamiento y antes de acontecimientos aún sin desvelar eran un misterio. Ben le dedicó unos instantes a pensar sobre ello y llegó a la conclusión de que eran una válvula de escape para que su cabeza pudiera seguir funcionando. Alguien le había dicho alguna vez en algún lugar que era imposible mantener la concentración durante un tiempo prolongado porque la cabeza no estaba preparado para ello salvo que hubiera sido entrenado para ello. Desde luego, se dijo, la suya no lo estaba.
Cabeceó ligeramente para deshacerse de las distracciones y regresó al grupo. No se le había escapado el hecho de que habían dado una vuelta a un bloque de edificios: giro a la izquierda, giro a la izquierda, giro a la izquierda y giro a la izquierda para avanzar en la misma dirección. Era una táctica de mierda, pensó Sango. Él pensaba que algo más enrevesado sería más eficaz, pero aquellos cabrones se habían acomodado tanto que ya ni les importaba.
Sango cerró los puños y agrió la expresión. Preguntas, enigmas, callejones sin salidas, respuestas que multiplicaban las respuestas. Sintió por primera vez en su vida el deseo de abandonar. Dejarlo todo y marcharse sin mirar atrás. Por suerte, el pensamiento fue desechado por su sentido de honor y su orgullo. Se dio cuenta de que se había separado de Mina y el corazón le dio un vuelco, ¿Les habría puesto en peligro su estupida falta de concentración? ¿Les habrían visto? Iba a girarse pero vio algo que le llamó la atención.
- Que curioso... Juraría que esta calle la conozco- murmuró.
Pero fue un espejismo, una ilusión que se desvaneció casi al instante, ante él un hombre, bajo, regordete, calvo y que sostenía un dulce en una mano y un paño en la otra.
- Grajo...
- Cogedle...- dio un bocado al dulce y masticó con la boca abierta- de la bruja- tragó y se pasó el paño por los labios con delicadeza- me encargo después.
Unos brazos apresaron a Sango que forcejeó hasta que le derribaron. Se lamentó por haberse separado de Mina. Se lamentó por haberse dejado llevar por un oscuro pensamiento. Antes de que le levantaran, Ben dejó en el suelo el hacha con la esperanza de que la bruja la encontrara. No entendía cómo había podido alejarse tanto de ella.
Le golpearon en el abdomen pero se hicieron más daños ellos que el propio Ben por culpa de la armadura. Sonrió victorioso pero rápidamente le ajusticiaron con un puñetazo en la cara. Los matones le obligaron a mirar al hombre pequeño. Grajo que como la otra vez, iba acompañado de dos figuras embozadas, encapuchadas y con túnicas grises, no se sorprendió cuando Ben dijo su nombre.
- Los dulces son mi perdición... Pero que desconsiderado soy, aquí tenemos a un viejo amigo que... Oh, sí, Lunargenta, el tipo del hospicio... Buenos recuerdos... ¿Te apetece un dulce? Gliselle los hace buenísimos... Seguidme, tenemos mucho que tratar.
En aquel momento, su cabeza sólo podía pensar en Mina.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
La descarada insinuación del hombre dejó perpleja a Mina un segundo, pero solo uno. -¡Oye! ¡Solo fue una cerveza! Hazte ilusiones cuando te invite a una cena...- respondió risueña. Lo repasó con la mirada esbozando una sonrisa pícara -Si sobrevivimos esta noche, tienes posibilidades- añadió, guiñándole un ojo. -Tomaré tu palabra, Sango, y soy de las que cobra. Ahora vámonos, que siento cómo se desvanece el hechizo- advirtió, apurándolo para salir de su escondite. El contraste entre el atrevimiento y la formalidad de él era una mezcla atractiva para ella. No tanto como la espalda ancha y la quijada cuadrada que ostentaba, pero contaba.
Avanzaron muy juntos, siempre pegados a las paredes y aprovechando al máximo las sombras de la noche. Pero bien lo dijo Mina, era un hechizo de corta duración. Lentamente, las ilusiones se desvanecieron y ella se agazapó en la sombra que proyectaba la esquina de una pared -¡Sango!- le llamó, pero el hombre no escuchó y siguió avanzando -¡Sango!- repitió, un poco más alto, en un infructífero intento de llamar su atención. -Maldición- masculló al verlo girar a la izquierda en un bloque de edificios. Miró hacia atrás, escudriñando por si los seguían. Al creerse sola, hizo el amague de avanzar, pero no alcanzó a dar un paso cuando escuchó el ruido de pasos y voces. Mina se hizo más pequeña en su escondite y lentamente, sacó de su bolsa un artilugio que le permitía ver en la oscuridad*, quería ver con mayor claridad los acontecimientos que ocurrirían a continuación.
Sintió un fuerte flujo de éter. Dos figuras encapuchadas escoltaban a un hombre bajito, redondo y calvo. Maldijo de nuevo. Esos tres seguramente eran brujos o elfos, no así los dos matones que los acompañaban. De serlo, tal como ella los percibía, ellos la percibirían y ningún hechizo la haría invisible a su don mágico. Su temor se vio fundado cuando el que lucía como líder -el enano gordinflón- se detuvo unos metros frente a ella y sonrió -Hay ratoncitos interesantes por aquí- dijo en un tono burlón y de autosuficiencia que irritó a la bruja. Dicho aquello, uno de los encapuchados giró y avanzó hacia ella con tal rapidez que parecía volar.
Mina, de espaldas, caminó con manos y pies hacia atrás, metiéndose aún más en la oscuridad. Dejó que el encapuchado llegara sobre ella y, cuando lo tuvo encima, una espada apareció y lo atravesó1 a la altura del diafragma. Un apagado gemido de ahogo sonó y la ilusionista pudo ver horror en los ojos de la otra bruja.
El hombre de interés esperó lo que sintió ser el tiempo suficiente, chasqueó la lengua y con un ademán, hizo que el segundo encapuchado buscara al primero. Lo trajo de vuelta a rastras y con el arma encajada en el abdomen -Sigamos- dijo y con un movimiento de su mano hizo desaparecer la espada, permitiéndole a su secuaz respirar nuevamente. -Que ese truco barato no te vuelva a tomar desprevenida- le riñó cuando este volvió a su lado. -Luego me encargaré de la plaga, el premio mayor aguarda- dijo el hombrecillo que engullía algún tipo de postre.
El grupo siguió su camino, pero Mina sabía que solamente se había librado de una y presintió que Sango era el objetivo al que se refería el tipo. Volteó los ojos y resopló. Ahora tendría que salvarlo porque los muertos no cumplen promesas.
Extendió las sombras por donde ella se escabullía mientras los seguía. Para confundirlos, creó varias copias oscuras de ella que se escurrían al rededor de ellos, el truco estaba en que los brujos percibirían de ellas su mismo éter. La sentirían, vaya que la sentirían.
Los siguió de cerca, presenciando cuando atraparon a Sango. Aquella noche no podía irle peor, ¿o sí? Recogió el hacha que el hombre dejó caer y continuó siguiéndolos. Lo bueno de todo era que encontrarían el escondrijo de aquellos malnacidos.
_______________________
*Lentes de Visión Nocturna [Yelmo] anteojos que amplifican la luz, permitiendo ver en la oscuridad. Todo parece de color verde.
1Uso habilidad de nivel 1 El dolor está en tu cabeza [Mágica, Ilusiones, 2 usos]: Creo la ilusión de tener un arma, es de éter, o sea, de mentiritas, pero para ti es completamente real; si llegara a cortarte, en el caso de una espada, vas a sentir el dolor correspondiente a la herida que creerás que te causé. Duración: 2 Turnos.
Avanzaron muy juntos, siempre pegados a las paredes y aprovechando al máximo las sombras de la noche. Pero bien lo dijo Mina, era un hechizo de corta duración. Lentamente, las ilusiones se desvanecieron y ella se agazapó en la sombra que proyectaba la esquina de una pared -¡Sango!- le llamó, pero el hombre no escuchó y siguió avanzando -¡Sango!- repitió, un poco más alto, en un infructífero intento de llamar su atención. -Maldición- masculló al verlo girar a la izquierda en un bloque de edificios. Miró hacia atrás, escudriñando por si los seguían. Al creerse sola, hizo el amague de avanzar, pero no alcanzó a dar un paso cuando escuchó el ruido de pasos y voces. Mina se hizo más pequeña en su escondite y lentamente, sacó de su bolsa un artilugio que le permitía ver en la oscuridad*, quería ver con mayor claridad los acontecimientos que ocurrirían a continuación.
Sintió un fuerte flujo de éter. Dos figuras encapuchadas escoltaban a un hombre bajito, redondo y calvo. Maldijo de nuevo. Esos tres seguramente eran brujos o elfos, no así los dos matones que los acompañaban. De serlo, tal como ella los percibía, ellos la percibirían y ningún hechizo la haría invisible a su don mágico. Su temor se vio fundado cuando el que lucía como líder -el enano gordinflón- se detuvo unos metros frente a ella y sonrió -Hay ratoncitos interesantes por aquí- dijo en un tono burlón y de autosuficiencia que irritó a la bruja. Dicho aquello, uno de los encapuchados giró y avanzó hacia ella con tal rapidez que parecía volar.
Mina, de espaldas, caminó con manos y pies hacia atrás, metiéndose aún más en la oscuridad. Dejó que el encapuchado llegara sobre ella y, cuando lo tuvo encima, una espada apareció y lo atravesó1 a la altura del diafragma. Un apagado gemido de ahogo sonó y la ilusionista pudo ver horror en los ojos de la otra bruja.
El hombre de interés esperó lo que sintió ser el tiempo suficiente, chasqueó la lengua y con un ademán, hizo que el segundo encapuchado buscara al primero. Lo trajo de vuelta a rastras y con el arma encajada en el abdomen -Sigamos- dijo y con un movimiento de su mano hizo desaparecer la espada, permitiéndole a su secuaz respirar nuevamente. -Que ese truco barato no te vuelva a tomar desprevenida- le riñó cuando este volvió a su lado. -Luego me encargaré de la plaga, el premio mayor aguarda- dijo el hombrecillo que engullía algún tipo de postre.
El grupo siguió su camino, pero Mina sabía que solamente se había librado de una y presintió que Sango era el objetivo al que se refería el tipo. Volteó los ojos y resopló. Ahora tendría que salvarlo porque los muertos no cumplen promesas.
Extendió las sombras por donde ella se escabullía mientras los seguía. Para confundirlos, creó varias copias oscuras de ella que se escurrían al rededor de ellos, el truco estaba en que los brujos percibirían de ellas su mismo éter. La sentirían, vaya que la sentirían.
Los siguió de cerca, presenciando cuando atraparon a Sango. Aquella noche no podía irle peor, ¿o sí? Recogió el hacha que el hombre dejó caer y continuó siguiéndolos. Lo bueno de todo era que encontrarían el escondrijo de aquellos malnacidos.
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*Lentes de Visión Nocturna [Yelmo] anteojos que amplifican la luz, permitiendo ver en la oscuridad. Todo parece de color verde.
1Uso habilidad de nivel 1 El dolor está en tu cabeza [Mágica, Ilusiones, 2 usos]: Creo la ilusión de tener un arma, es de éter, o sea, de mentiritas, pero para ti es completamente real; si llegara a cortarte, en el caso de una espada, vas a sentir el dolor correspondiente a la herida que creerás que te causé. Duración: 2 Turnos.
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
El camino por el que le condujeron estaba adornado con flores de todos los colores, bañadas con pequeñas gotas del rocío, un aroma fresco, como de hierba recién segada le inundaba los pulmones y su vista se perdía en la belleza del paraje, con árboles y animales saltando de un lado a otro, la flores a la vera del camino y un suelo adoquinado que no debía estar allí. Ben parpadeó más de una vez cuando las flores parecieron ir y venir, desvaneciéndose en la oscura noche y reapareciendo al instante siguiente.
- Le estoy perdiendo.
La marcha se detuvo y Ben escuchó una voz lejana. Una pequeña risa y Grajo apareció frente a él.
- ¡Deleitémonos con dulces manjares para celebrar tal encuentro! Pero, oh, aquí no, no es lugar para que tu extraña aliada se una a nosotros. Nos sigue, ¿sabes?- sacudió un pañuelo en el aire y se limpió la calva.- Es, cuanto menos, interesante...
Sango sonrió pese a estar conmocionado por los golpes que había recibido. Pudo ver un gesto de exasperación en el rostro de Grajo. Una pequeña victoria en todo aquel lio en el que se había metido.
Se pusieron nuevamente en marcha, pero esta vez Sango podía ver que no estaban en un bosque o en un jardín perfectamente ordenado. No, estaban en las calles de Vulwulfar, serpenteando entre callejuelas, deteniéndose por momentos y acelerando al siguiente y cuando su cabeza no pudo seguir el recorrido que habían hecho por el simple hecho de la inmensa cantidad de giros y vueltas que habían dado, Ben dejó de pensar en dónde estaba y se centró en la gente que iba con él.
El primero de ellos era Grajo, un tipo al que había conocido en Lunargenta y que le había hecho un encargo peculiar. Más bien le habían forzado a hacerlo. A él y a un hombre del que no recordaba gran cosa. Grajo había resultado ser un brujo de gran poder, él o los encapuchados que le acompañaban. Quizás si los tres combinaran su poder...
- Sabes, mi pelirrojo amigo, me estaba acordando de nuestro pequeño encuentro en Lunargenta. ¡Oh, que agradable velada! Gliselle nos servía empanada, teníamos un exquisito vino para regar nuestros estómagos y luego... ¡Dulces! Gran noche, gran noche sin duda. Es una lástima que los Dioses quisieran que nuestros caminos se separaran... momentáneamente.
Finalmente alcanzaron su destino ya que abandonaron las calles y se adentraron en un edificio que Ben ni siquiera reconoció por la rapidez en la que le habían introducido en el mismo. Una vez dentro le lanzaron contra el suelo donde rodó sobre sí mismo hasta dar contra una pared. Miró hacia arriba.
- Hemos encontrado a Sturm. Intenta escapar con las mujeres. He dejado un pelotón siguiéndole, pero necesitaré más...
- Oh, que desgraciados acontecimientos los de esta oscura noche... Un reencuentro con un viejo amigo, una bruja que quiere "jugar", nuestro buen colaborador Sturm ahora quiere hacerse el héroe... ¡Y ni un pastel con el que poder consolar tan atribulada mente! Oh, cruel noche de Vulwulfar...- se limpió la cara con un paño. Sango, mientras, se colocó en posición para levantarse rápidamente.
- Señor, deberíamos ir hacia allí, en el- miró hacia Sango que tenía la frente pegada al suelo y bajó la voz- Oeste...
- Ah, ¿en qué mundo vivimos? Todo son prisas. Haz esto, haz lo otro... ¿Qué hay de disfrutar? Debemos disfrutar de la vida, de los pequeños placeres que nos ofrece, como por ejemplo, la brisa del Oeste en un día de verano, o el sol en las tardes del invierno... Pero también hay otros placeres, como el del trabajo bien hecho y nosotros aquí hemos terminado- en esta última parte, el tono de Grajo había cambiado de manera considerable.- Acabad con él y preparad la llegada del último cargamento. Mañana partimos. ¿Sargento Craghen?
- Sí, señor.
- Ponte en contacto con nuestros... amigos. Que liberen el paso de la puerta oriental. Condúcelos allí. Mata a Sturm y deshazte de su cuerpo.
- Señor
Ben escuchó pasos de tres hombres saliendo del edificio. Por otra parte, unos pasos cortos se acercaron a él.
- No creas que no sé que estás entre nosotros. Has escuchado más de lo que deberías y aunque no comprendas nada de lo que está pasando aquí, este es el fin del camino. Ha sido un placer, pero ahora, se acabó. Es una pena, podrías ser útil, pero la amenaza que representas es más grande que el potencial beneficio que nos puedes aportar.
Sango se impulsó con las manos hacia arriba y en menos de un parpadeo se había conseguido poner de pie. Desenvainó la espada justo en el momento que dos de los matones se interponían entre Grajo y él. Consiguió estocar al primero en la pierna pero el segundo le aporreó en la cabeza con una porra de madera que lo tumbó al instante. Un brutal zumbido se apoderó de su cabeza y cualquier movimiento que intentaba agudizaba el problema.
El que le había atizado en la cabeza le levantó y le golpeó con la porra en el estómago. Cuando Ben se dobló le volvió a golpear en la espalda tumbándole una vez más.
- ¡Intento de asesinato! Que descarado te has vuelto, amigo mío. Aunque no sé si debería darte ese título... No, a partir de ahora, serás un conocido. Sí, eso es- algo perturbaba a Grajo porque no paraba de mirar a un lado y a otro.- Bueno, a falta de vino, empanadas o una buena tosta con queso, me tendré que conformar con quitarme un problema de en medio... ¡No! Mejor aún, ¡dos problemas! Colgadle.
Como si hubieran hecho aquello más de una una y más de cien veces, los dos encapuchados prepararon una soga y la pasaron por encima de una viga para coger el lazo y ponérselo al cuello. Ben forcejeó pero cuando la cuerda se tensó tuvo que parar. Le subieron a una banqueta y la cuerda se tensó aun más. Grajo mandó al resto salir. No le importaba que allí hubiera una persona desangrándose.
- Esta imagen le va a encantar a la bruja. Esperemos que se la crea, porque sino... Bueno... Ha sido un placer- cuando estuvo a punto de irse alzó una mano con el pañuelo.- Ah, se me olvidaba. Asland te manda recuerdos.
El corazón de Ben se detuvo. Un repentino frio le recorrió todo el cuerpo y la sonrisa de Grajo se le grabó a fuego en la cabeza. Que conociera el nombre de Asland solo significaba una cosa. Y no podía ser bueno. La puerta se cerró lentamente sin que nadie la tocara. Ben quiso gritar pero Grajo tensó la cuerda con su brujería.
- Ah, no, eso no va a pasar. Deja que la bruja te encuentre... Vivo o muerto, depende de ella.
En su cabeza un torbellino de emociones y sensaciones arrasaba con todo a su paso. Mientras Grajo se volvía hacia el exterior, la puerta terminó de cerrarse y la oscuridad engulló la estancia.
La cuerda se tensó un poco más.
- Le estoy perdiendo.
La marcha se detuvo y Ben escuchó una voz lejana. Una pequeña risa y Grajo apareció frente a él.
- ¡Deleitémonos con dulces manjares para celebrar tal encuentro! Pero, oh, aquí no, no es lugar para que tu extraña aliada se una a nosotros. Nos sigue, ¿sabes?- sacudió un pañuelo en el aire y se limpió la calva.- Es, cuanto menos, interesante...
Sango sonrió pese a estar conmocionado por los golpes que había recibido. Pudo ver un gesto de exasperación en el rostro de Grajo. Una pequeña victoria en todo aquel lio en el que se había metido.
Se pusieron nuevamente en marcha, pero esta vez Sango podía ver que no estaban en un bosque o en un jardín perfectamente ordenado. No, estaban en las calles de Vulwulfar, serpenteando entre callejuelas, deteniéndose por momentos y acelerando al siguiente y cuando su cabeza no pudo seguir el recorrido que habían hecho por el simple hecho de la inmensa cantidad de giros y vueltas que habían dado, Ben dejó de pensar en dónde estaba y se centró en la gente que iba con él.
El primero de ellos era Grajo, un tipo al que había conocido en Lunargenta y que le había hecho un encargo peculiar. Más bien le habían forzado a hacerlo. A él y a un hombre del que no recordaba gran cosa. Grajo había resultado ser un brujo de gran poder, él o los encapuchados que le acompañaban. Quizás si los tres combinaran su poder...
- Sabes, mi pelirrojo amigo, me estaba acordando de nuestro pequeño encuentro en Lunargenta. ¡Oh, que agradable velada! Gliselle nos servía empanada, teníamos un exquisito vino para regar nuestros estómagos y luego... ¡Dulces! Gran noche, gran noche sin duda. Es una lástima que los Dioses quisieran que nuestros caminos se separaran... momentáneamente.
Finalmente alcanzaron su destino ya que abandonaron las calles y se adentraron en un edificio que Ben ni siquiera reconoció por la rapidez en la que le habían introducido en el mismo. Una vez dentro le lanzaron contra el suelo donde rodó sobre sí mismo hasta dar contra una pared. Miró hacia arriba.
- Hemos encontrado a Sturm. Intenta escapar con las mujeres. He dejado un pelotón siguiéndole, pero necesitaré más...
- Oh, que desgraciados acontecimientos los de esta oscura noche... Un reencuentro con un viejo amigo, una bruja que quiere "jugar", nuestro buen colaborador Sturm ahora quiere hacerse el héroe... ¡Y ni un pastel con el que poder consolar tan atribulada mente! Oh, cruel noche de Vulwulfar...- se limpió la cara con un paño. Sango, mientras, se colocó en posición para levantarse rápidamente.
- Señor, deberíamos ir hacia allí, en el- miró hacia Sango que tenía la frente pegada al suelo y bajó la voz- Oeste...
- Ah, ¿en qué mundo vivimos? Todo son prisas. Haz esto, haz lo otro... ¿Qué hay de disfrutar? Debemos disfrutar de la vida, de los pequeños placeres que nos ofrece, como por ejemplo, la brisa del Oeste en un día de verano, o el sol en las tardes del invierno... Pero también hay otros placeres, como el del trabajo bien hecho y nosotros aquí hemos terminado- en esta última parte, el tono de Grajo había cambiado de manera considerable.- Acabad con él y preparad la llegada del último cargamento. Mañana partimos. ¿Sargento Craghen?
- Sí, señor.
- Ponte en contacto con nuestros... amigos. Que liberen el paso de la puerta oriental. Condúcelos allí. Mata a Sturm y deshazte de su cuerpo.
- Señor
Ben escuchó pasos de tres hombres saliendo del edificio. Por otra parte, unos pasos cortos se acercaron a él.
- No creas que no sé que estás entre nosotros. Has escuchado más de lo que deberías y aunque no comprendas nada de lo que está pasando aquí, este es el fin del camino. Ha sido un placer, pero ahora, se acabó. Es una pena, podrías ser útil, pero la amenaza que representas es más grande que el potencial beneficio que nos puedes aportar.
Sango se impulsó con las manos hacia arriba y en menos de un parpadeo se había conseguido poner de pie. Desenvainó la espada justo en el momento que dos de los matones se interponían entre Grajo y él. Consiguió estocar al primero en la pierna pero el segundo le aporreó en la cabeza con una porra de madera que lo tumbó al instante. Un brutal zumbido se apoderó de su cabeza y cualquier movimiento que intentaba agudizaba el problema.
El que le había atizado en la cabeza le levantó y le golpeó con la porra en el estómago. Cuando Ben se dobló le volvió a golpear en la espalda tumbándole una vez más.
- ¡Intento de asesinato! Que descarado te has vuelto, amigo mío. Aunque no sé si debería darte ese título... No, a partir de ahora, serás un conocido. Sí, eso es- algo perturbaba a Grajo porque no paraba de mirar a un lado y a otro.- Bueno, a falta de vino, empanadas o una buena tosta con queso, me tendré que conformar con quitarme un problema de en medio... ¡No! Mejor aún, ¡dos problemas! Colgadle.
Como si hubieran hecho aquello más de una una y más de cien veces, los dos encapuchados prepararon una soga y la pasaron por encima de una viga para coger el lazo y ponérselo al cuello. Ben forcejeó pero cuando la cuerda se tensó tuvo que parar. Le subieron a una banqueta y la cuerda se tensó aun más. Grajo mandó al resto salir. No le importaba que allí hubiera una persona desangrándose.
- Esta imagen le va a encantar a la bruja. Esperemos que se la crea, porque sino... Bueno... Ha sido un placer- cuando estuvo a punto de irse alzó una mano con el pañuelo.- Ah, se me olvidaba. Asland te manda recuerdos.
El corazón de Ben se detuvo. Un repentino frio le recorrió todo el cuerpo y la sonrisa de Grajo se le grabó a fuego en la cabeza. Que conociera el nombre de Asland solo significaba una cosa. Y no podía ser bueno. La puerta se cerró lentamente sin que nadie la tocara. Ben quiso gritar pero Grajo tensó la cuerda con su brujería.
- Ah, no, eso no va a pasar. Deja que la bruja te encuentre... Vivo o muerto, depende de ella.
En su cabeza un torbellino de emociones y sensaciones arrasaba con todo a su paso. Mientras Grajo se volvía hacia el exterior, la puerta terminó de cerrarse y la oscuridad engulló la estancia.
La cuerda se tensó un poco más.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Suficiente. Basta ya de estupideces.
La paciencia se le acabó y el juego de escabullirse entre las sombras terminó. Nada de sutilezas, tenía que entrar con la furia y escándalo de un dragón.
La bruja conjuró un enorme torbellino de fuego que lanzó sobre los primeros hombres que quisieron interponerse en su camino. No había fuego en realidad, pero los guardias jurarían que sí; se retorcían en el piso como si estuvieran siendo consumidos por las llamas.
Al segundo grupo no le inventó dolor, a ese sí que los golpeó. Estaba tan molesta, que fue capaz de arrancar adoquines del suelo con su telequinesis y lanzarlos como proyectiles que impactaron en ellos. No le importó si los estaba hiriendo o matando, derechamente. Todo el que tuviera la mala idea de interponérsele sentiría la potencia de su rabia.
Es que la noche había comenzado mal y parece que terminaría peor.
A fuerza de telequinesis e ilusiones se abrió paso. Descubrió que podía sacar de su camino a cualquiera que se le atravesara, empujando por las partes más gruesas de sus armaduras. La telequinesis por algún motivo no funcionaba con los cuerpos vivos, solo con objetos. Pero la gente se cubría el cuerpo muchas cosas, las suficientes como para poder hacerlos volar por los aires, aunque fuese una distancia cortita.
Hasta que los que aparecieron fueron los dos encapuchados que había visto antes con el viejo regordete -Ustedes me van a decir dónde está mi secuaz- dijo, empuñando con fuerza. Sus sonrisas burlonas se pudieron ver debajo de las capuchas. Alzaron sus manos, con la intención de conjurar algo para atacarla, pero ella no se los permitió. No tenían el nivel de la ilusionista, quien con su superioridad arcana1, desvió los ataques que lanzaron.
Aprovechó el momento de confusión de aquellos dos remedos de brujos para correr hasta ellos -Jamás hay que confiarse en la magia- murmuró para sí mientras saltaba y en el aire lanzaba una patada a uno, directo a la mandíbula. Cayó como saco de papas. El otro se cuadró, pero tenía tanta ropa encima que no podía moverse bien. Al final, sirvió como saco de arena.
-Pfff... ¿cómo se dejó agarrar Sango? Son una banda de debiluchos- se burló, pateándole la cara con desprecio a uno de los brujos -No sirvieron ni para decirme dónde está su jefe- dijo y suspiró. Avanzó por el galpón, hasta encontrar una puerta en el fondo, al abrirla, se encontró de frente con el chaparro gordinflón, quien estaba con la boca abierta y por morder un roscón cubierto de caramelo y crema.
A la ilusionista no le importó ni medio pepino los gorilones que iban detrás del hombrecillo. Le saltó encima como una garrapata y empujó el roscón dentro de la boca y hacia la garganta del vejete. Incluso más al fondo, haciendo presión con telequinesis. Mientras el tipejo se ahogaba, gorilón A entró en pánico, pero se fue sobre la menuda bruja, para intentar sacársela de encima a su jefe.
El otro, más astuto, se devolvió para abrir la última puerta del pasillo, que se iluminó y mostró a un Sango agonizante, ahorcado y chorreando sangre. -¡NNOOOO!- gritó Mina horrorizada. Soltó al asqueroso tipo, saltó sobre los gorilones y corrió hacia la habitación. -¡No te atrevas a morir sin cumplir tu parte del trato! ¡Mira todos los problemas en los que me he metido por cumplir el mío!- exclamó, quitándole la cuerda del cuello.
Se oyó un portazo y ambos se sumieron en la oscuridad. Pero eso a Mina no le impedía ver. Con sus gafas especiales, aunque todo teñido de verde, pero veía bien su entorno y el que la sangre había sido una ilusión. -Maldito brujo- masculló. Comenzó a darle palmaditas en la mejilla a Sango, a quien había recostado en el suelo y sobre su regazo. -Muchachón, despierta, venga- decía -Mínimo, nos van a prender fuego estos bastardos, nos tenemos que ir rápido- insistía.
______________________________
1Superioridad Arcana: [Mágica, 1 uso] Puede disipar o prevenir los efectos de un hechizo o habilidad [Mágica] dirigida hacia ella. Si afecta a más objetivos, sólo previene aquellos sobre ella.
La paciencia se le acabó y el juego de escabullirse entre las sombras terminó. Nada de sutilezas, tenía que entrar con la furia y escándalo de un dragón.
La bruja conjuró un enorme torbellino de fuego que lanzó sobre los primeros hombres que quisieron interponerse en su camino. No había fuego en realidad, pero los guardias jurarían que sí; se retorcían en el piso como si estuvieran siendo consumidos por las llamas.
Al segundo grupo no le inventó dolor, a ese sí que los golpeó. Estaba tan molesta, que fue capaz de arrancar adoquines del suelo con su telequinesis y lanzarlos como proyectiles que impactaron en ellos. No le importó si los estaba hiriendo o matando, derechamente. Todo el que tuviera la mala idea de interponérsele sentiría la potencia de su rabia.
Es que la noche había comenzado mal y parece que terminaría peor.
A fuerza de telequinesis e ilusiones se abrió paso. Descubrió que podía sacar de su camino a cualquiera que se le atravesara, empujando por las partes más gruesas de sus armaduras. La telequinesis por algún motivo no funcionaba con los cuerpos vivos, solo con objetos. Pero la gente se cubría el cuerpo muchas cosas, las suficientes como para poder hacerlos volar por los aires, aunque fuese una distancia cortita.
Hasta que los que aparecieron fueron los dos encapuchados que había visto antes con el viejo regordete -Ustedes me van a decir dónde está mi secuaz- dijo, empuñando con fuerza. Sus sonrisas burlonas se pudieron ver debajo de las capuchas. Alzaron sus manos, con la intención de conjurar algo para atacarla, pero ella no se los permitió. No tenían el nivel de la ilusionista, quien con su superioridad arcana1, desvió los ataques que lanzaron.
Aprovechó el momento de confusión de aquellos dos remedos de brujos para correr hasta ellos -Jamás hay que confiarse en la magia- murmuró para sí mientras saltaba y en el aire lanzaba una patada a uno, directo a la mandíbula. Cayó como saco de papas. El otro se cuadró, pero tenía tanta ropa encima que no podía moverse bien. Al final, sirvió como saco de arena.
-Pfff... ¿cómo se dejó agarrar Sango? Son una banda de debiluchos- se burló, pateándole la cara con desprecio a uno de los brujos -No sirvieron ni para decirme dónde está su jefe- dijo y suspiró. Avanzó por el galpón, hasta encontrar una puerta en el fondo, al abrirla, se encontró de frente con el chaparro gordinflón, quien estaba con la boca abierta y por morder un roscón cubierto de caramelo y crema.
A la ilusionista no le importó ni medio pepino los gorilones que iban detrás del hombrecillo. Le saltó encima como una garrapata y empujó el roscón dentro de la boca y hacia la garganta del vejete. Incluso más al fondo, haciendo presión con telequinesis. Mientras el tipejo se ahogaba, gorilón A entró en pánico, pero se fue sobre la menuda bruja, para intentar sacársela de encima a su jefe.
El otro, más astuto, se devolvió para abrir la última puerta del pasillo, que se iluminó y mostró a un Sango agonizante, ahorcado y chorreando sangre. -¡NNOOOO!- gritó Mina horrorizada. Soltó al asqueroso tipo, saltó sobre los gorilones y corrió hacia la habitación. -¡No te atrevas a morir sin cumplir tu parte del trato! ¡Mira todos los problemas en los que me he metido por cumplir el mío!- exclamó, quitándole la cuerda del cuello.
Se oyó un portazo y ambos se sumieron en la oscuridad. Pero eso a Mina no le impedía ver. Con sus gafas especiales, aunque todo teñido de verde, pero veía bien su entorno y el que la sangre había sido una ilusión. -Maldito brujo- masculló. Comenzó a darle palmaditas en la mejilla a Sango, a quien había recostado en el suelo y sobre su regazo. -Muchachón, despierta, venga- decía -Mínimo, nos van a prender fuego estos bastardos, nos tenemos que ir rápido- insistía.
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Mina Harker
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Abrió los ojos. O eso creía. La oscuridad de la sala le impedía saberlo, a menos que... Recordó. Se llevó una mano al cuello y no había cuerda. Unos golpes en la cara y una voz que le apremiaba a ponerse en marcha. Sacudió la cabeza y se incorporó ligeramente. Su voz se quedó grabada en su cabeza como el que esculpe una forma en la piedra.
- ¿Mina...?
Grajo. Los encapuchados. Gente armada. El enano dando órdenes. La sala con las cajas de armas. La soga al cuello... Imágenes que se sucedieron en un breve instante de tiempo y que le permitieron reubicarse, al menos mentalmente.
- Es Grajo... el enano es Grajo, ese bastardo hijo de...- se levantó y parpadeó varias veces. Le ofreció la mano a Mina.- Por todos los Dioses, ¿en qué te he metido?- bajó la cabeza avergonzado pero se recompuso enseguida, no había tiempo que perder.- Tenemos que ir donde Sturm, avisarle y...
Ben caminó hacia la puerta y la descubrió bloqueada. Se dio la vuelta y caminó hacia Mina. La mezcla entre la escasa luz que se filtraba en el interior y el tiempo que pasó en la oscuridad, le permitió recuperar sus objetos.
- Grajo es un brujo de mierda que me la jugó en Lunargenta hace muchos años. Que me lo reencuentre aquí, mezclado con unos tipos que se dedican a secuestrar personas, me dice que lleva un tiempo detrás de algo. Esos encapuchados que lleva con él- guardó las armas- ya le acompañaban años atrás. Tuve dudas al respecto, pensaba que eran los encapuchados los que usaban la magia pero... ¿Crees que es posible que el éter de dos personas camufle el éter de otra? No sé si me entiendes... ¿Es posible que la unión de poderes más pequeños camuflen la presencia de un poder mayor? Bah, no tengo ni idea de magia- se sacudió las manos y cogió carrerilla.- Tenemos que salir de aquí, Mina. Hay que hacer que Sturm salga de la ciudad.
Sin mediar una palabra más Sango se lanzó contra la puerta contra la que impactó y rompió los goznes que la sujetaban a las bisagras. Cayó al exterior, a la calle, a la fría noche de Vulwulfar. Y en el suelo, sobre la puerta, respiró una gran bocanada de aire fresco. Se levantó y miró hacia el interior del edificio. No se había fijado que Mina llevaba algo en la cara.
Hizo una ligera reverencia a la mujer a modo de agradecimiento por haberle salvado. No dijo nada puesto que la noche era oscura y silenciosa y bastante había llamado la atención como para ponerse a agradecer su inestimable ayuda. Le debía una muy grande a la hermosa ilusionista y Ben era consciente de ello. Pero ya hablarían de ello. Le hizo un gesto para que la siguiera.
Hacha en la diestra y escudo en la siniestra avanzó entre las calles de Vulwulfar como si las conociera de siempre. Y aunque ya estuvo en la ciudad un par de ocasiones, no le convertían en un gran conocedor de la ciudad. De hecho, su plan se limitó a deambular entre las calles hasta estar lo suficientemente alejados del almacén en el que había estado cautivo.
- Escuché que iban al paso oriental, a la puerta Este, la del camino a Baslodia y Lunargenta. Tienen planeada una emboscada- dijo rompiendo el silencio.- Si mis sospechas son ciertas, hay guardias de la ciudad que "no son de fiar", por decirlo así.
Le dolía admitir que hubiera gente dedicada al servicio de los demás corrompida por las garras del dinero. Lo consideraba como una derrota propia, una derrota de lo que él había sido. Un recordatorio de lo que podría llegar a ser si se desviaba de su camino. Carraspeó para quitarse algo de tensión del cuerpo en el momento que llegaron a un cruce que le resultó familiar.
- Vale, dos hacia arriba y a la izquierda. Llegamos a casa de Sturm, le avisamos con lo que hay y... Bueno, de ahí decidimos. Pero de momento, debemos avisar.
Cuando llegaron a la casa de Sturm, descubrió que le estaba esperando porque no le hizo falta ni llamar para que la puerta se abriera y les dejara pasar.
- Dioses, Sango, ¿dónde has estado? ¿quién es ella?
- Yo también me alegro de verte Sturm- contestó Sango.- Ella es... me ayudó contra esos cabrones. Oye, conozco quien parece mover los hilos detrás de todo esto... Me engañó para que trabajara para él hace unos años.
- Joder Sango, eso me da igual ahora, ya me contarás, ¿has encontrado una forma de salir de aquí?
- Sí, pero creo que nos van a tender una trampa...- le puso una mano en el hombro.- Tranquilízate, hombre, algo se nos ocurrirá.
- Sí, pero tiene que ser hoy mismo, la gente que va a poner a estas mujeres a salvo lleva esperando demasiado tiempo, las instrucciones son claras, no creo que me espere mucho más- resopló y miró a Sango con rostro cansado.- Seguro que tu viaje al Oeste tiene menos problemas que esta misión de escape.
- ¿Sabes qué es lo peor? El enano conoce lo de las desapariciones, conoce los nombres de la gente del destacamento perdido. Conoce el nombre de Asland. Ese cabrón pagará por lo que ha hecho.
- Joder, ¿Asland Lundgren? ¿La segunda de Karst? ¿Esos dos han desaparecido así por las buenas? Que curioso...- se mesó la barba durante un breve instante antes de sacudir la cabeza.- Conozco gente dispuesta a ayudar, pero tenemos que salir. Lo haremos por la puerta este, vamos a la trampa, no se esperan que vayamos preparados, ¿verdad?
- Puede que no... ¿tú qué opinas? Tenemos que sacar a estas jóvenes de la ciudad, no sabemos cómo estará el resto pero si el camino hacia el este está despejado, el resto tiene que estar más vigilado... Un ataque frontal podría funcionar, pero... No sé, ¿qué piensas, cómo ves nuestras opciones?
Sus ojos oscuros tenían para él algo especial, pero, ¿el qué? ¿Por qué los ojos de Mina le llamaban tanto la atención? Suspiró de manera inconsciente esperando cualquier gesto de la mujer que poder grabar en su cabeza.
Resumen: escapamos de la "prisión" improvisada y vamos a casa de Sturm donde se plantea la opción de ir directos a la supuesta trampa, idea que se basa en algo que escuchó Sango. Tanto Ben como Sturm no valoran más alternativas. Se puede decir que están obcecados y quieren llegar del punto A al punto B, por la vía más rápida sin tener en cuenta los riesgos.
- ¿Mina...?
Grajo. Los encapuchados. Gente armada. El enano dando órdenes. La sala con las cajas de armas. La soga al cuello... Imágenes que se sucedieron en un breve instante de tiempo y que le permitieron reubicarse, al menos mentalmente.
- Es Grajo... el enano es Grajo, ese bastardo hijo de...- se levantó y parpadeó varias veces. Le ofreció la mano a Mina.- Por todos los Dioses, ¿en qué te he metido?- bajó la cabeza avergonzado pero se recompuso enseguida, no había tiempo que perder.- Tenemos que ir donde Sturm, avisarle y...
Ben caminó hacia la puerta y la descubrió bloqueada. Se dio la vuelta y caminó hacia Mina. La mezcla entre la escasa luz que se filtraba en el interior y el tiempo que pasó en la oscuridad, le permitió recuperar sus objetos.
- Grajo es un brujo de mierda que me la jugó en Lunargenta hace muchos años. Que me lo reencuentre aquí, mezclado con unos tipos que se dedican a secuestrar personas, me dice que lleva un tiempo detrás de algo. Esos encapuchados que lleva con él- guardó las armas- ya le acompañaban años atrás. Tuve dudas al respecto, pensaba que eran los encapuchados los que usaban la magia pero... ¿Crees que es posible que el éter de dos personas camufle el éter de otra? No sé si me entiendes... ¿Es posible que la unión de poderes más pequeños camuflen la presencia de un poder mayor? Bah, no tengo ni idea de magia- se sacudió las manos y cogió carrerilla.- Tenemos que salir de aquí, Mina. Hay que hacer que Sturm salga de la ciudad.
Sin mediar una palabra más Sango se lanzó contra la puerta contra la que impactó y rompió los goznes que la sujetaban a las bisagras. Cayó al exterior, a la calle, a la fría noche de Vulwulfar. Y en el suelo, sobre la puerta, respiró una gran bocanada de aire fresco. Se levantó y miró hacia el interior del edificio. No se había fijado que Mina llevaba algo en la cara.
Hizo una ligera reverencia a la mujer a modo de agradecimiento por haberle salvado. No dijo nada puesto que la noche era oscura y silenciosa y bastante había llamado la atención como para ponerse a agradecer su inestimable ayuda. Le debía una muy grande a la hermosa ilusionista y Ben era consciente de ello. Pero ya hablarían de ello. Le hizo un gesto para que la siguiera.
Hacha en la diestra y escudo en la siniestra avanzó entre las calles de Vulwulfar como si las conociera de siempre. Y aunque ya estuvo en la ciudad un par de ocasiones, no le convertían en un gran conocedor de la ciudad. De hecho, su plan se limitó a deambular entre las calles hasta estar lo suficientemente alejados del almacén en el que había estado cautivo.
- Escuché que iban al paso oriental, a la puerta Este, la del camino a Baslodia y Lunargenta. Tienen planeada una emboscada- dijo rompiendo el silencio.- Si mis sospechas son ciertas, hay guardias de la ciudad que "no son de fiar", por decirlo así.
Le dolía admitir que hubiera gente dedicada al servicio de los demás corrompida por las garras del dinero. Lo consideraba como una derrota propia, una derrota de lo que él había sido. Un recordatorio de lo que podría llegar a ser si se desviaba de su camino. Carraspeó para quitarse algo de tensión del cuerpo en el momento que llegaron a un cruce que le resultó familiar.
- Vale, dos hacia arriba y a la izquierda. Llegamos a casa de Sturm, le avisamos con lo que hay y... Bueno, de ahí decidimos. Pero de momento, debemos avisar.
Cuando llegaron a la casa de Sturm, descubrió que le estaba esperando porque no le hizo falta ni llamar para que la puerta se abriera y les dejara pasar.
- Dioses, Sango, ¿dónde has estado? ¿quién es ella?
- Yo también me alegro de verte Sturm- contestó Sango.- Ella es... me ayudó contra esos cabrones. Oye, conozco quien parece mover los hilos detrás de todo esto... Me engañó para que trabajara para él hace unos años.
- Joder Sango, eso me da igual ahora, ya me contarás, ¿has encontrado una forma de salir de aquí?
- Sí, pero creo que nos van a tender una trampa...- le puso una mano en el hombro.- Tranquilízate, hombre, algo se nos ocurrirá.
- Sí, pero tiene que ser hoy mismo, la gente que va a poner a estas mujeres a salvo lleva esperando demasiado tiempo, las instrucciones son claras, no creo que me espere mucho más- resopló y miró a Sango con rostro cansado.- Seguro que tu viaje al Oeste tiene menos problemas que esta misión de escape.
- ¿Sabes qué es lo peor? El enano conoce lo de las desapariciones, conoce los nombres de la gente del destacamento perdido. Conoce el nombre de Asland. Ese cabrón pagará por lo que ha hecho.
- Joder, ¿Asland Lundgren? ¿La segunda de Karst? ¿Esos dos han desaparecido así por las buenas? Que curioso...- se mesó la barba durante un breve instante antes de sacudir la cabeza.- Conozco gente dispuesta a ayudar, pero tenemos que salir. Lo haremos por la puerta este, vamos a la trampa, no se esperan que vayamos preparados, ¿verdad?
- Puede que no... ¿tú qué opinas? Tenemos que sacar a estas jóvenes de la ciudad, no sabemos cómo estará el resto pero si el camino hacia el este está despejado, el resto tiene que estar más vigilado... Un ataque frontal podría funcionar, pero... No sé, ¿qué piensas, cómo ves nuestras opciones?
Sus ojos oscuros tenían para él algo especial, pero, ¿el qué? ¿Por qué los ojos de Mina le llamaban tanto la atención? Suspiró de manera inconsciente esperando cualquier gesto de la mujer que poder grabar en su cabeza.
Resumen: escapamos de la "prisión" improvisada y vamos a casa de Sturm donde se plantea la opción de ir directos a la supuesta trampa, idea que se basa en algo que escuchó Sango. Tanto Ben como Sturm no valoran más alternativas. Se puede decir que están obcecados y quieren llegar del punto A al punto B, por la vía más rápida sin tener en cuenta los riesgos.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Lentamente, el hombre recobró la consciencia. -Sip, Mina es mi nombre, no me lo gastes- respondió altanera. Aunque en realidad, estaba aliviada de que Sango despertara. -Mira, no sé en qué diablos me metiste, pero te vas a encargar de sacarme. No sé ni me interesa quién es Grajo o su pasado en común- se quejaba mientras lo seguía y ayudaba con su telequinesis a derribar la puerta.
La bruja suspiró aliviada al salir de aquel lugar. -¿Y tú para qué quieres saber esas cosas del éter? No es como si lo pudieras percibir- dijo ella, mirándolo con superioridad -Los elfos y los brujos podemos sentir el flujo del éter. Si algo o alguien posee magia o no, nos daremos cuenta, pero no es un sentido desarrollado como los demás, rara vez podemos identificar detalles específicos. Así que, sí, es posible que un éter se camufle con otros.- le explicó, tratando de hacerlo lo más fácil de entender para la mente del humano. -¿Sturm? ¿Y a mí qué me importa ese tal Sturm? Nosotros somos los que tenemos que salir de la ciudad cuanto antes- dijo, cruzándose de brazos.
Pero Ben solo la miró e hizo un gesto antes de retomar la marcha. Mina se quedó parada, no pensaba seguirlo. Ya tenía muchos problemas propios como para meterse en los ajenos. No, definitivamente no. Ella seguiría su propio camino y se desentendería de todo aquello. -Bah, a quién quiero engañar- se dijo y arrancó en una carrerilla para alcanzar al hombre que daba largas zancadas. -¡Espérame! ¿Qué no ves que tengo las piernas cortas?- exclamó.
-Cariño, nadie es de fiar- dijo -Ni siquiera entiendo por qué crees que puedes confiar en mí- añadió, socarrona. Al cabo de caminar muchas cuadras, luego de dar varias vueltas sin sentido, Mina estaba segura de que Sango estaba perdidísimo y que nunca llegarían donde ese tal Sturm. Afortunadamente, el hombre encontró el camino y llegaron. -Conque este es Sturm- dijo la bruja, más para si que para que la escuchara el resto.
El tipo apenas y notó la presencia de la ilusionista, lo que, por supuesto, le ofendió muchísimo.
Entraron rápidamente a la casa del barbudo y ambos hombres entablaron una conversación vertiginosa que ella pudo seguir a duras penas. No entendía nada pero se notaba que ellos sí, que estaban de cabeza involucrados en algo más grande de lo que ella se había imaginado.
Hasta que Sango le pidió su opinión. Ella lo miró fijamente -¿Y no hay salidas alternativas de la ciudad? Vamos, siempre hay salidas alternativas en estas ciudades. Catacumbas, túneles, pasadizos... esas cosas. O armar un alboroto tan grande en otra parte, que los guardias tengan que ir todos a otro lado y sus planes se vean truncados- propuso ella -Ustedes dirán, yo puedo montar un espectáculo digno o darnos tapadero para salir. Ya saben, las ilusiones...- añadió. Ella no quería tomar ninguna desición. Y si todo fallaba, podía escapar fácilmente, ojalá llevándose al guapo pelirrojo con ella.
La bruja suspiró aliviada al salir de aquel lugar. -¿Y tú para qué quieres saber esas cosas del éter? No es como si lo pudieras percibir- dijo ella, mirándolo con superioridad -Los elfos y los brujos podemos sentir el flujo del éter. Si algo o alguien posee magia o no, nos daremos cuenta, pero no es un sentido desarrollado como los demás, rara vez podemos identificar detalles específicos. Así que, sí, es posible que un éter se camufle con otros.- le explicó, tratando de hacerlo lo más fácil de entender para la mente del humano. -¿Sturm? ¿Y a mí qué me importa ese tal Sturm? Nosotros somos los que tenemos que salir de la ciudad cuanto antes- dijo, cruzándose de brazos.
Pero Ben solo la miró e hizo un gesto antes de retomar la marcha. Mina se quedó parada, no pensaba seguirlo. Ya tenía muchos problemas propios como para meterse en los ajenos. No, definitivamente no. Ella seguiría su propio camino y se desentendería de todo aquello. -Bah, a quién quiero engañar- se dijo y arrancó en una carrerilla para alcanzar al hombre que daba largas zancadas. -¡Espérame! ¿Qué no ves que tengo las piernas cortas?- exclamó.
-Cariño, nadie es de fiar- dijo -Ni siquiera entiendo por qué crees que puedes confiar en mí- añadió, socarrona. Al cabo de caminar muchas cuadras, luego de dar varias vueltas sin sentido, Mina estaba segura de que Sango estaba perdidísimo y que nunca llegarían donde ese tal Sturm. Afortunadamente, el hombre encontró el camino y llegaron. -Conque este es Sturm- dijo la bruja, más para si que para que la escuchara el resto.
El tipo apenas y notó la presencia de la ilusionista, lo que, por supuesto, le ofendió muchísimo.
Entraron rápidamente a la casa del barbudo y ambos hombres entablaron una conversación vertiginosa que ella pudo seguir a duras penas. No entendía nada pero se notaba que ellos sí, que estaban de cabeza involucrados en algo más grande de lo que ella se había imaginado.
Hasta que Sango le pidió su opinión. Ella lo miró fijamente -¿Y no hay salidas alternativas de la ciudad? Vamos, siempre hay salidas alternativas en estas ciudades. Catacumbas, túneles, pasadizos... esas cosas. O armar un alboroto tan grande en otra parte, que los guardias tengan que ir todos a otro lado y sus planes se vean truncados- propuso ella -Ustedes dirán, yo puedo montar un espectáculo digno o darnos tapadero para salir. Ya saben, las ilusiones...- añadió. Ella no quería tomar ninguna desición. Y si todo fallaba, podía escapar fácilmente, ojalá llevándose al guapo pelirrojo con ella.
Mina Harker
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
- No hay tiempo para eso- contestó Sturm mirando a Mina- además, las únicas salidas alternativas están vigiladas por vagabundos, pagados por el comerciante Doromund Serevund, un cabronazo compinchado con esta gentuza, estoy seguro.
Sango se cruzó de brazos Mina tenía razón, ¿por qué no engañarlos? ¿Por qué no evitar un enfrentamiento directo que podía acabar mal? Ben gruñó, tenía más preocupaciones en mente que le impedían concentrarse, plenamente, en el problema actual.
- ¿Qué te pasa Sango? Venga, no te vengas abajo ahora, no es el momento, necesito al Sango rápido de mente. Recuerda el asedio a Lunargenta. Eh, ¿sabes lo que hizo este cabronazo de aquí?- dijo mirando a Mina.- Lideró una manada de kags hambrientos hasta el interior de la ciudad, ¡já! El pastor murió de un flechazo de esos bastardos chupasangres y este cogió el bastón de mando y lideró una carga suicida contra la ciudad.
Sango, que había cruzado los brazos sonrió levemente ante las palabras de Sturm. Él había estado allí, habían viajado juntos desde el Arenal y habían entablado una fuerte amistad desde entonces.
- No fue así, los cavadores Nórgedos dejaron mucho que desear, el túnel colapsó, solo entraron unos cuantos de esas bestias. Tenían hambre las condenadas- Sango enseñó los dientes.
- Eso es, joder, ahora hacemos lo mismo, nos lanzamos contra ellos y eliminamos la plaga de corrupción que asola esta ciudad. Mi ciudad, Sango.
- No digas estupideces, Sturm. Somos tres, llevamos gente que necesita salir de la ciudad y además...
- ¿Qué? Sango déjate de tonterías, tenemos que salir esta noche, mañana vendrán, echarán la puerta abajo y me colgarán acusándome de traición o de alguna gilipollez así. No es como tengo pensado morir.
Hubo unos instantes de silencio en la sala que Ben dedicó a aclarar sus ideas. Tenía información adicional sobre quién podía andar detrás de las desapariciones de sus compañeros de la Guardia. Sabía que estaban cambiando armas y equipo élfico por gente y mandándolas al Oeste, confirmado por el mismísimo Grajo. También sabía que el brujo conocía a Asland, al menos sabía quién era y qué relación guardaba con él.
Él, que había llegado a Vulwulfar para pedir ayuda se había encontrado con una cantidad de información que necesitaba de un tiempo de reflexión, de madurar las ideas. Pero no era el momento. No. Ahora debía ayudar a Sturm. En Rocagrís, mientras terminaban el barco, pondrían las cosas en orden.
- Está bien. Mina tiene razón, ¿por qué no usar las ilusiones? Pueden llegar a ser muy convincentes, créeme, Sturm, lo he vivido- el barbudo gruñó.- No moriremos esta noche, Sturm, no nos lanzaremos hacia su trampa. Usaremos la poterna de servicio del lado suroccidental de la ciudad.
Una carcajada de Sturm resonó en la estancia.
- Eres un tipo listo, Ben Nelad- dijo después de calmarse.- Hacía años que no escuchaba hablar de ella... ¿Cómo sabes de su existencia? No. Déjalo, no me importa, mejor no saberlo- dio una palmada dando por zanjado el asunto.- El único problema será infiltrarse en el barracón, pasar al patio y abrir la poterna para atravesar el muro.
- Bueno, ahí tenemos la inestimable ayuda de Mina- miró a la bruja.- Me quedaré con ella a resolver unos asuntos pendientes, tal y como prometí- esbozó una ligera sonrisa y luego miró a Sturm.- Si todo sale bien, nos veremos en Rocagrís. Consígueme un grupo de gente, zarparemos en cuanto el barco esté listo.
- Bien, yo también cumplo mis promesas, Sango. Que no se diga que no somos gente de honor, ¿eh? Bueno, ¿está todo claro? Llegar a los barracones no debería ser un problema, pero en cuanto lleguemos allí, tendremos que atravesar el barracón y llegar al patio. Podemos saltar pero quedaríamos muy expuestos, otra opción es intentar subir a la muralla y bajar por una torre hasta el patio y de allí a la poterna... No sé, eso queda de tu mano, hija- dijo mirando a Mina- confiamos en ti. Tendremos una gran deuda contigo, espero que Sango pague por nosotros- rio para aliviar la creciente tensión previa a la marcha.
Tras unos breves preparativos, el grupo salió a la calle. Ben, hacha en mano, cerró el grupo. Usarían las sombras para esconderse de miradas indiscretas y rezarían a los Dioses para que todo saliera bien.
Sango se cruzó de brazos Mina tenía razón, ¿por qué no engañarlos? ¿Por qué no evitar un enfrentamiento directo que podía acabar mal? Ben gruñó, tenía más preocupaciones en mente que le impedían concentrarse, plenamente, en el problema actual.
- ¿Qué te pasa Sango? Venga, no te vengas abajo ahora, no es el momento, necesito al Sango rápido de mente. Recuerda el asedio a Lunargenta. Eh, ¿sabes lo que hizo este cabronazo de aquí?- dijo mirando a Mina.- Lideró una manada de kags hambrientos hasta el interior de la ciudad, ¡já! El pastor murió de un flechazo de esos bastardos chupasangres y este cogió el bastón de mando y lideró una carga suicida contra la ciudad.
Sango, que había cruzado los brazos sonrió levemente ante las palabras de Sturm. Él había estado allí, habían viajado juntos desde el Arenal y habían entablado una fuerte amistad desde entonces.
- No fue así, los cavadores Nórgedos dejaron mucho que desear, el túnel colapsó, solo entraron unos cuantos de esas bestias. Tenían hambre las condenadas- Sango enseñó los dientes.
- Eso es, joder, ahora hacemos lo mismo, nos lanzamos contra ellos y eliminamos la plaga de corrupción que asola esta ciudad. Mi ciudad, Sango.
- No digas estupideces, Sturm. Somos tres, llevamos gente que necesita salir de la ciudad y además...
- ¿Qué? Sango déjate de tonterías, tenemos que salir esta noche, mañana vendrán, echarán la puerta abajo y me colgarán acusándome de traición o de alguna gilipollez así. No es como tengo pensado morir.
Hubo unos instantes de silencio en la sala que Ben dedicó a aclarar sus ideas. Tenía información adicional sobre quién podía andar detrás de las desapariciones de sus compañeros de la Guardia. Sabía que estaban cambiando armas y equipo élfico por gente y mandándolas al Oeste, confirmado por el mismísimo Grajo. También sabía que el brujo conocía a Asland, al menos sabía quién era y qué relación guardaba con él.
Él, que había llegado a Vulwulfar para pedir ayuda se había encontrado con una cantidad de información que necesitaba de un tiempo de reflexión, de madurar las ideas. Pero no era el momento. No. Ahora debía ayudar a Sturm. En Rocagrís, mientras terminaban el barco, pondrían las cosas en orden.
- Está bien. Mina tiene razón, ¿por qué no usar las ilusiones? Pueden llegar a ser muy convincentes, créeme, Sturm, lo he vivido- el barbudo gruñó.- No moriremos esta noche, Sturm, no nos lanzaremos hacia su trampa. Usaremos la poterna de servicio del lado suroccidental de la ciudad.
Una carcajada de Sturm resonó en la estancia.
- Eres un tipo listo, Ben Nelad- dijo después de calmarse.- Hacía años que no escuchaba hablar de ella... ¿Cómo sabes de su existencia? No. Déjalo, no me importa, mejor no saberlo- dio una palmada dando por zanjado el asunto.- El único problema será infiltrarse en el barracón, pasar al patio y abrir la poterna para atravesar el muro.
- Bueno, ahí tenemos la inestimable ayuda de Mina- miró a la bruja.- Me quedaré con ella a resolver unos asuntos pendientes, tal y como prometí- esbozó una ligera sonrisa y luego miró a Sturm.- Si todo sale bien, nos veremos en Rocagrís. Consígueme un grupo de gente, zarparemos en cuanto el barco esté listo.
- Bien, yo también cumplo mis promesas, Sango. Que no se diga que no somos gente de honor, ¿eh? Bueno, ¿está todo claro? Llegar a los barracones no debería ser un problema, pero en cuanto lleguemos allí, tendremos que atravesar el barracón y llegar al patio. Podemos saltar pero quedaríamos muy expuestos, otra opción es intentar subir a la muralla y bajar por una torre hasta el patio y de allí a la poterna... No sé, eso queda de tu mano, hija- dijo mirando a Mina- confiamos en ti. Tendremos una gran deuda contigo, espero que Sango pague por nosotros- rio para aliviar la creciente tensión previa a la marcha.
Tras unos breves preparativos, el grupo salió a la calle. Ben, hacha en mano, cerró el grupo. Usarían las sombras para esconderse de miradas indiscretas y rezarían a los Dioses para que todo saliera bien.
Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Mina dejó la idea ahí, rebotando entre el par de barbudos y observó la pequeña pugna de poder que, para su satisfacción, ganó el pelirrojo quien impuso su opción. La bruja se removió en su lugar y sonrió satisfecha. Le dedicó una mirada cómplice a Sango y respiró hondo -Creo que mientras el grupo se prepara, tenemos que armar nuestro gran espectáculo- le dijo.
La bruja puso manos a la obra, su show de ilusiones necesitaba algunos accesorios y ella sabía exactamente lo que hacía falta. Se demoró una media hora en preparar varias de estas esferas, le entregó tres a Sango -Cuidado, si las aprietas muy fuertes, te va a dejar ciego un buen rato- le advirtió. Ella se guardó las otras tres. -Son bombas luminosas; al explotar, liberan una luz tan fuerte e intensa que encandila severamente a cualquier desgraciado que la vea- explicó. Se quedó callada, mirando la cara de Sango -Creo que haré un par mas para Sturm, por si acaso. Sirven bien como pantallas para escapar- pensó en voz alta. No es como si la idea de que su plan fracasara se le hubiese cruzado por la cabeza, pero estaba bien tener un recurso extra.
Les tomó poco tiempo estar listos y el grupo salió por una trampilla escondida a un costado de la casa de Sturm. Ella iba justo delante de Sango, al final del grupo que lideraba Sturm. Avanzaban rápido por las calles vacías de la ciudad, amparados por la oscuridad de la noche y las ilusiones que Mina proyectaba sobre el grupo para disimular su paso. No podía hacerlos invisibles pues ese hechizo era difícil de hacer en un grupo así de grande, pero nadie prestaría mucha atención a un grupo de perros que seguía a una perrita en celo.
Llegaron a los barracones del costado suroccidental -Aquí nos separamos. Esperen la señal para correr- avisó la bruja -Iré a hacer mi magia- dijo sonriendo con malicia -No te atrevas a alejarte de mí, Ben- le advirtió, mirándolo seria -Tu trabajo será procurar mi bienestar y supervivencia porque estaré vulnerable y terminaré agotada- añadió, para darle más dramatismo al asunto. Pobre Sango, no sabía la deuda terrible que estaba adquiriendo.
La bruja tomó posición, cerró los ojos, respiró hondo, exhaló despacio. Estiró los brazos y extendió los dedos. El ambiente al rededor de ella se llenó de estática. La bruja concentraba todo su éter, exprimiéndolo de cada célula de su menudo cuerpo. En el centro de Vulwulfar apareció una luz roja de la cuál emergió una gigantesca gorgona que sobresalía de entre los edificios. Su risa chillona y estridente retumbó por cada rincón de la ciudad despertando incluso a los de sueño más pesado. De las faldas de esta, salieron versiones tamaño humano de la misma gorgona y el griterío de la gente comenzó a resonar. Un estallido sobresaltó un poco a la bruja -Esa no he sido yo- comentó al ver cómo un fuego comenzaba a formarse muy cerca de dónde estaba la enorme creación de la ilusionista. El caos se impuso en la ciudad portuaria.
Al cabo de un rato, una bengala roja salió disparada al cielo; la señal.
La bruja puso manos a la obra, su show de ilusiones necesitaba algunos accesorios y ella sabía exactamente lo que hacía falta. Se demoró una media hora en preparar varias de estas esferas, le entregó tres a Sango -Cuidado, si las aprietas muy fuertes, te va a dejar ciego un buen rato- le advirtió. Ella se guardó las otras tres. -Son bombas luminosas; al explotar, liberan una luz tan fuerte e intensa que encandila severamente a cualquier desgraciado que la vea- explicó. Se quedó callada, mirando la cara de Sango -Creo que haré un par mas para Sturm, por si acaso. Sirven bien como pantallas para escapar- pensó en voz alta. No es como si la idea de que su plan fracasara se le hubiese cruzado por la cabeza, pero estaba bien tener un recurso extra.
Les tomó poco tiempo estar listos y el grupo salió por una trampilla escondida a un costado de la casa de Sturm. Ella iba justo delante de Sango, al final del grupo que lideraba Sturm. Avanzaban rápido por las calles vacías de la ciudad, amparados por la oscuridad de la noche y las ilusiones que Mina proyectaba sobre el grupo para disimular su paso. No podía hacerlos invisibles pues ese hechizo era difícil de hacer en un grupo así de grande, pero nadie prestaría mucha atención a un grupo de perros que seguía a una perrita en celo.
Llegaron a los barracones del costado suroccidental -Aquí nos separamos. Esperen la señal para correr- avisó la bruja -Iré a hacer mi magia- dijo sonriendo con malicia -No te atrevas a alejarte de mí, Ben- le advirtió, mirándolo seria -Tu trabajo será procurar mi bienestar y supervivencia porque estaré vulnerable y terminaré agotada- añadió, para darle más dramatismo al asunto. Pobre Sango, no sabía la deuda terrible que estaba adquiriendo.
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La bruja tomó posición, cerró los ojos, respiró hondo, exhaló despacio. Estiró los brazos y extendió los dedos. El ambiente al rededor de ella se llenó de estática. La bruja concentraba todo su éter, exprimiéndolo de cada célula de su menudo cuerpo. En el centro de Vulwulfar apareció una luz roja de la cuál emergió una gigantesca gorgona que sobresalía de entre los edificios. Su risa chillona y estridente retumbó por cada rincón de la ciudad despertando incluso a los de sueño más pesado. De las faldas de esta, salieron versiones tamaño humano de la misma gorgona y el griterío de la gente comenzó a resonar. Un estallido sobresaltó un poco a la bruja -Esa no he sido yo- comentó al ver cómo un fuego comenzaba a formarse muy cerca de dónde estaba la enorme creación de la ilusionista. El caos se impuso en la ciudad portuaria.
Al cabo de un rato, una bengala roja salió disparada al cielo; la señal.
Mina Harker
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
Mina le necesitaba a su lado. Y él no le negaría ayudaba que necesitaba. Dio su palabra y la mantendría hasta el final.
- Sturm, mira esas cajas de allí, parce que los Dioses nos sonríen- dijo Ben en voz baja.
- Sí- clavó su vista en las cajas- nos veremos en Rocagrís, Ben. Haced que esos cabrones salgan de ahí.
Sturm sin mediar palabra, salió corriendo hacia las cajas que escaló con una agilidad impresionante para su edad y su condición. Le hizo un gesto a las mujeres que se marcharon rápidamente con él y a las que no ayudó a pasar al otro lado porque se se agachó en el último momento. Ben empuñó el hacha y Mina caminó en dirección contraria, alejándose de ellos, concentrándose para lo que estaba por venir. Se acercó a Sturm.
- Por aquí están metiendo las armas, hay dos tipos cargando cajas- le gritó en voz baja.
- Esperad a la señal, improvisa.
- No nos dejes ahora, Sango.
- Son dos, van a estar distraídos. Coño, como si son veinte, te daremos tiempo, usa las bombas, mátalos a todos. Cumple tu palabra o te seguiré por toda la eternidad.
Sango se marchó con Mina sin despedirse de Sturm al que consideraba más que capaz de lograr el objetivo de marcharse. Por su parte, la bruja, comenzó los preparativos para algo que ni siquiera había compartido con él, cosa que le ponía nervioso al no saber qué esperar. Desde donde estaban, aún podían ver el muro del patio de los barracones, pero no a Sturm y su escolta.
De repente, el cielo se tiñó de rojo, Sango no pudo ver de qué se trataba pero las voces, los gritos y el sonido de las alarmas en forma de campanas y silbatos, despertó a toda Vulwulfar. Una explosión de luz blanca al otro lado del muro y el corazón de Ben se encogió. Mina compartió con él el hecho de que había fuego en el centro de la ciudad. Finalmente la señal que tenía preparada salió disparada al cielo nocturno sin saber que Sturm ya se había movido.
Soldados pasaron corriendo de un lado a otro, algunos armas en ristre, otros aún terminando de colocar y ajustar el equipo. Ben miró a Mina que de veras parecía agotada.
- Tenemos que largarnos de aquí.
Sango le hizo un gesto para que le siguiera. La llevaría, si era posible, a la posada en la que se alojaba, un lugar discreto, en el que pagar un pequeño sobrecoste tenía la ventaja de que no había preguntas. Lo ideal para negocios y asuntos que requerían de al menos, algo de tiempo antes de que la tortura o los castigos ablandaran la voluntad del posadero.
En su huida, evitaron, en la medida de los posible, los cruces con las calles principales, pero cuando debían cruzarlas lo hacían rápido y sin mirar a los lados. No obstante, todos sus esfuerzos fueron en vano.
- Tu éter es inconfundible...
Sango se detuvo y se giró para ver una figura embozada, empuñando una espada corta y vistiendo las mismas ropas que aquellos que le habían atacado en Rocagrís. Agarró a Mina del brazo y la puso tras él. Acto seguido, hacha y escudo en mano se puso en posición de defensa.
- Ah, Sango... Vi lo que hiciste en Rocagrís, tú y esa elfa...- había odio en su voz- Esto te queda grande, fin del camino. Debía haberte matado cuando tuve la oportunidad.
Se lanzó hacia él demostrando una gran agilidad y un gran manejo en técnica de esgrima, con estocadas elevadas que buscaban la desprotegida cabeza del pelirrojo que se escondió tras el escudo desprotegiendo sus piernas que fueron objeto de la segunda parte del ataque del embozado, que acertó a golpearle pero cuyo golpe impactó en la armadura apenas causándole daño. Una espada corta no tenía mucho que hacer contra una armadura. No obstante, no debía confiarse.
Ben al ver el retroceso de su rival se lanzó a por él con dos barridos que esquivó saltando hacia atrás. Su ataque fue un error, ya que el hueco entre él y Mina se abrió y su atacante al verlo se lanzó al suelo y rodó esquivando otro ataque se lanzó directamente a por Mina.
Sango, consciente del error, lo enmendó lanzándole el hacha como si fuera un arma arrojadiza y se le clavó en un costado, provocando que cayera al suelo. Cuando se giró Sango ya estaba encima de él y portaba una de las esferas de Mina. Se puso a horcajadas sobre él y, cerrando los ojos, le estampó la bomba en la cara. Pese a tener los ojos cerrados el destello fue brutal y los gritos de su atacante fueron tales que Sango tuvo que rematarle con ayuda del hacha. Se levantó sin mirar el cadáver que dejó tras de sí y caminó hacia Mina.
- Tenemos que seguir.
No tuvieron que callejear mucho más, y cuando llegaron a la calle de la posada, el posadero estaba fuera comentando la jugada de Mina de hacía unos instantes con alguien más, un vecino o alguien que se alojaba allí, supuso. Sango, que no tenía ganas de miradas indiscretas, lanzó otra bomba en dirección a aquellos dos, que estaban de espaldas a ellos. Antes de que esta tocara el suelo, Ben se interpuso entre la bomba y Mina. Cuando esta explotó y con los dos tipos cegados, Sango condujo a Mina al interior de la posada, subieron las escaleras y se metieron en la habitación de Ben.
Ben soltó el escudo y se deshizo del cinto de las armas, dejándolo todo en un rincón de la habitación antes de sentarse en la cama. Suspiró antes de echar mano a una bolsa de viaje de la que sacó una botas que a simple vista no tenían nada especial, pero que unos ojos más entrenados podían ver que la suela escondía algo (1).
- Son tuyas. No entiendo cómo funcionan, me lo explicaron en su día, pero... Bah, no las entiendo- hizo una pausa antes de continuar.- Ahora me toca a mi devolverte la ayuda prestada.
Se puso en pie y comenzó a aflojar las correas de la armadura. No tenía intención de dormir con ella puesta.
- Sturm, mira esas cajas de allí, parce que los Dioses nos sonríen- dijo Ben en voz baja.
- Sí- clavó su vista en las cajas- nos veremos en Rocagrís, Ben. Haced que esos cabrones salgan de ahí.
Sturm sin mediar palabra, salió corriendo hacia las cajas que escaló con una agilidad impresionante para su edad y su condición. Le hizo un gesto a las mujeres que se marcharon rápidamente con él y a las que no ayudó a pasar al otro lado porque se se agachó en el último momento. Ben empuñó el hacha y Mina caminó en dirección contraria, alejándose de ellos, concentrándose para lo que estaba por venir. Se acercó a Sturm.
- Por aquí están metiendo las armas, hay dos tipos cargando cajas- le gritó en voz baja.
- Esperad a la señal, improvisa.
- No nos dejes ahora, Sango.
- Son dos, van a estar distraídos. Coño, como si son veinte, te daremos tiempo, usa las bombas, mátalos a todos. Cumple tu palabra o te seguiré por toda la eternidad.
Sango se marchó con Mina sin despedirse de Sturm al que consideraba más que capaz de lograr el objetivo de marcharse. Por su parte, la bruja, comenzó los preparativos para algo que ni siquiera había compartido con él, cosa que le ponía nervioso al no saber qué esperar. Desde donde estaban, aún podían ver el muro del patio de los barracones, pero no a Sturm y su escolta.
De repente, el cielo se tiñó de rojo, Sango no pudo ver de qué se trataba pero las voces, los gritos y el sonido de las alarmas en forma de campanas y silbatos, despertó a toda Vulwulfar. Una explosión de luz blanca al otro lado del muro y el corazón de Ben se encogió. Mina compartió con él el hecho de que había fuego en el centro de la ciudad. Finalmente la señal que tenía preparada salió disparada al cielo nocturno sin saber que Sturm ya se había movido.
Soldados pasaron corriendo de un lado a otro, algunos armas en ristre, otros aún terminando de colocar y ajustar el equipo. Ben miró a Mina que de veras parecía agotada.
- Tenemos que largarnos de aquí.
Sango le hizo un gesto para que le siguiera. La llevaría, si era posible, a la posada en la que se alojaba, un lugar discreto, en el que pagar un pequeño sobrecoste tenía la ventaja de que no había preguntas. Lo ideal para negocios y asuntos que requerían de al menos, algo de tiempo antes de que la tortura o los castigos ablandaran la voluntad del posadero.
En su huida, evitaron, en la medida de los posible, los cruces con las calles principales, pero cuando debían cruzarlas lo hacían rápido y sin mirar a los lados. No obstante, todos sus esfuerzos fueron en vano.
- Tu éter es inconfundible...
Sango se detuvo y se giró para ver una figura embozada, empuñando una espada corta y vistiendo las mismas ropas que aquellos que le habían atacado en Rocagrís. Agarró a Mina del brazo y la puso tras él. Acto seguido, hacha y escudo en mano se puso en posición de defensa.
- Ah, Sango... Vi lo que hiciste en Rocagrís, tú y esa elfa...- había odio en su voz- Esto te queda grande, fin del camino. Debía haberte matado cuando tuve la oportunidad.
Se lanzó hacia él demostrando una gran agilidad y un gran manejo en técnica de esgrima, con estocadas elevadas que buscaban la desprotegida cabeza del pelirrojo que se escondió tras el escudo desprotegiendo sus piernas que fueron objeto de la segunda parte del ataque del embozado, que acertó a golpearle pero cuyo golpe impactó en la armadura apenas causándole daño. Una espada corta no tenía mucho que hacer contra una armadura. No obstante, no debía confiarse.
Ben al ver el retroceso de su rival se lanzó a por él con dos barridos que esquivó saltando hacia atrás. Su ataque fue un error, ya que el hueco entre él y Mina se abrió y su atacante al verlo se lanzó al suelo y rodó esquivando otro ataque se lanzó directamente a por Mina.
Sango, consciente del error, lo enmendó lanzándole el hacha como si fuera un arma arrojadiza y se le clavó en un costado, provocando que cayera al suelo. Cuando se giró Sango ya estaba encima de él y portaba una de las esferas de Mina. Se puso a horcajadas sobre él y, cerrando los ojos, le estampó la bomba en la cara. Pese a tener los ojos cerrados el destello fue brutal y los gritos de su atacante fueron tales que Sango tuvo que rematarle con ayuda del hacha. Se levantó sin mirar el cadáver que dejó tras de sí y caminó hacia Mina.
- Tenemos que seguir.
No tuvieron que callejear mucho más, y cuando llegaron a la calle de la posada, el posadero estaba fuera comentando la jugada de Mina de hacía unos instantes con alguien más, un vecino o alguien que se alojaba allí, supuso. Sango, que no tenía ganas de miradas indiscretas, lanzó otra bomba en dirección a aquellos dos, que estaban de espaldas a ellos. Antes de que esta tocara el suelo, Ben se interpuso entre la bomba y Mina. Cuando esta explotó y con los dos tipos cegados, Sango condujo a Mina al interior de la posada, subieron las escaleras y se metieron en la habitación de Ben.
Ben soltó el escudo y se deshizo del cinto de las armas, dejándolo todo en un rincón de la habitación antes de sentarse en la cama. Suspiró antes de echar mano a una bolsa de viaje de la que sacó una botas que a simple vista no tenían nada especial, pero que unos ojos más entrenados podían ver que la suela escondía algo (1).
- Son tuyas. No entiendo cómo funcionan, me lo explicaron en su día, pero... Bah, no las entiendo- hizo una pausa antes de continuar.- Ahora me toca a mi devolverte la ayuda prestada.
Se puso en pie y comenzó a aflojar las correas de la armadura. No tenía intención de dormir con ella puesta.
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(1) Regalo a Mina Harker: Botas Saltarinas: [Botas, Artilugio, 1 Uso] Poseen una suela resistente con un compartimiento para resortes. Al activarse, desprenden los resortes, permitiendo realizar un salto del doble de lo normal. Disponer de 5 minutos para volver a poner todo en su lugar permite recuperar el uso. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Sango
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Re: Condenado a caminar por el agua [Libre] [Noche] [Preparativo] [Cerrado]
El caos que se impuso en la ciudad hizo sonreír a la bruja, que miraba su creación con brillo en la mirada. Varios focos de fuego emergieron como consecuencia de este y la destrucción que en un principio era una simple ilusión, se hizo realidad. Luego de un rato, su creación ya no era necesaria pues había sido superada por las mismas acciones de los habitantes de Vulwulfar. La gigante gorgona rió una fuerte carcajada una última vez y lentamente desapareció, junto con sus hijas. Mina sudaba, se tambaleó y sintió mareo, así que se tomó la frente con una mano mientras jadeaba. Había sido un esfuerzo tan grande que quedó con las energías apenas suficientes como para llegar a resguardo lo antes posible.
-Tenemos que largarnos de aquí- dijo Sango, haciendo un gesto para que lo siguiera -¿En serio? No me digas. Fíjate que no se me había ocurrido, pensaba quedarme acá no más- respondió ella con sarcasmo, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban para correr tras él.
Una pareja corriendo por las calles de Vulwulfar, en aquel momento, no era algo raro. Estas estaban llenas de gente que también corría, unos a apagar los incendios, otros aprovecharon la confusión para robar y aumentar la destrucción de la ciudad, así que la guardia estaba espantosamente ocupada.
Sentía que pronto se desvanecería pero Sango le aseguraba que estaban por llegar. Sintió que las esperanzas abandonaron su cuerpo cuando, al girar en una esquina, se interpuso en su camino un hombre. Recordó haberlo visto en la plaza, un par de horas atrás, cuando su camino se cruzó con el del pelirrojo. Ella no estaba en condiciones de enfrentarlo, así que agradeció que Ben se hiciera cargo y, en un pispas, ya se lo había cargado. El pobre desgraciado no tuvo oportunidad. Quedó desangrándose en la calle, como un perro atropellado que no llamaría mucho la atención pues sería un muerto más aquella noche.
El ingreso a la posada fue rápido y espectacular. Le gustó el uso que Ben le dio a las bombas luminosas porque ella jamás las pensó como armas, solo pantallas para escapar. Con, literalmente, las últimas fuerzas en su cuerpo, entró a la habitación de Ben y se desparramó en el catre, bocabajo y con la cara en la almohada. Se quejó y maldijo un poco antes de ladear la cabeza. Miró las botas que Ben le regalaba. Estaban bonitas, a decir verdad, aunque claramente no eran de diseñador. Agradeció en silencio el obsequio, luego las revisaría para descubrir lo especiales y únicas que eran.
Cerró los ojos un instante y se desconectó por completo. Cuando los volvió a abrir, se encontró al hombre batallando para abrir uno de los broches de su pechera. Pesadamente, la bruja se incorporó y fue con él zafarle el rebelde amarre. Él también estaría agotado tras esa noche tan... agitada.
Le indicó que se sentara en el catre y lo hizo alzar los brazos para sacarle la pechera. Notó la mueca de dolor en su rostro cuando los bajó, así como la cantidad ingente de moretones. Una gran mancha de sangre adornaba el costado de su camisa. -Hay que dejar remojando eso, que si no, nada va a sacar eso. Quítatela.- ordenó mientras fue a buscar el jarrón de agua y la ponchera de latón. La mancha de sangre no saldría jamás, a esas alturas ya estaba seca y ni las mejores lavanderas de Lunargenta podrían realizar ese milagro. Pero decirle eso le pareció más adecuado que "venga, hay que curarte las heridas"; eso sería muy impropio de ella. Pero eso haría, así que sacó de su mochila unos trapos limpios.
Cuando se volteó para regresar con él, el Sango descamisado la sobresaltó. Sintió una ráfaga caliente subirle desde la entrepierna hasta la cara, tan fuerte, que casi podía ver el rojo de sus mejillas. Tragó en seco y respiró hondo para recomponerse de la impresión; aquel hombre poseía un torso perfecto en sus formas. Tanto, que fácilmente serviría de inspiración para los maestros escultores. Pero ella no permitiría que eso le distrajera -Wilhelmina, compórtate- se dijo mentalmente.
Al llegar a su lado, su rostro se veía serio, como si estuviera molesta, y le arrebató la camisa de las manos. Se hincó, puso la ponchera en el piso y mojó los trapos. Los estrujó para sacarles el exceso de agua y con ellos comenzó a limpiar las heridas y cortes que abundaban en ese pecho tallado por los ángeles. -Tengo un poco de adormidera blanca para el dolor, si quieres. Aunque creo que lo que necesitamos es un buen descanso- comentó, tratando de sonar casual y despreocupada, pero sin mirarlo a la cara.
-Pues durmamos- respondió él, y su mano apareció en frente del rostro de la bruja, invitándola a la cama. Ella levantó la mirada hasta su rostro. Él sonreía de una manera cálida. Ella tomó la mano ofrecida y se dejó llevar.
El catre era pequeño, así que se abrazaron y ella por fin pudo cerrar los ojos y descansar tranquila, tras recostar su cabeza en el pecho que la acogía, rodeada por los brazos tibios y reconfortantes de Sango.
-Tenemos que largarnos de aquí- dijo Sango, haciendo un gesto para que lo siguiera -¿En serio? No me digas. Fíjate que no se me había ocurrido, pensaba quedarme acá no más- respondió ella con sarcasmo, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban para correr tras él.
Una pareja corriendo por las calles de Vulwulfar, en aquel momento, no era algo raro. Estas estaban llenas de gente que también corría, unos a apagar los incendios, otros aprovecharon la confusión para robar y aumentar la destrucción de la ciudad, así que la guardia estaba espantosamente ocupada.
Sentía que pronto se desvanecería pero Sango le aseguraba que estaban por llegar. Sintió que las esperanzas abandonaron su cuerpo cuando, al girar en una esquina, se interpuso en su camino un hombre. Recordó haberlo visto en la plaza, un par de horas atrás, cuando su camino se cruzó con el del pelirrojo. Ella no estaba en condiciones de enfrentarlo, así que agradeció que Ben se hiciera cargo y, en un pispas, ya se lo había cargado. El pobre desgraciado no tuvo oportunidad. Quedó desangrándose en la calle, como un perro atropellado que no llamaría mucho la atención pues sería un muerto más aquella noche.
El ingreso a la posada fue rápido y espectacular. Le gustó el uso que Ben le dio a las bombas luminosas porque ella jamás las pensó como armas, solo pantallas para escapar. Con, literalmente, las últimas fuerzas en su cuerpo, entró a la habitación de Ben y se desparramó en el catre, bocabajo y con la cara en la almohada. Se quejó y maldijo un poco antes de ladear la cabeza. Miró las botas que Ben le regalaba. Estaban bonitas, a decir verdad, aunque claramente no eran de diseñador. Agradeció en silencio el obsequio, luego las revisaría para descubrir lo especiales y únicas que eran.
Cerró los ojos un instante y se desconectó por completo. Cuando los volvió a abrir, se encontró al hombre batallando para abrir uno de los broches de su pechera. Pesadamente, la bruja se incorporó y fue con él zafarle el rebelde amarre. Él también estaría agotado tras esa noche tan... agitada.
Le indicó que se sentara en el catre y lo hizo alzar los brazos para sacarle la pechera. Notó la mueca de dolor en su rostro cuando los bajó, así como la cantidad ingente de moretones. Una gran mancha de sangre adornaba el costado de su camisa. -Hay que dejar remojando eso, que si no, nada va a sacar eso. Quítatela.- ordenó mientras fue a buscar el jarrón de agua y la ponchera de latón. La mancha de sangre no saldría jamás, a esas alturas ya estaba seca y ni las mejores lavanderas de Lunargenta podrían realizar ese milagro. Pero decirle eso le pareció más adecuado que "venga, hay que curarte las heridas"; eso sería muy impropio de ella. Pero eso haría, así que sacó de su mochila unos trapos limpios.
Cuando se volteó para regresar con él, el Sango descamisado la sobresaltó. Sintió una ráfaga caliente subirle desde la entrepierna hasta la cara, tan fuerte, que casi podía ver el rojo de sus mejillas. Tragó en seco y respiró hondo para recomponerse de la impresión; aquel hombre poseía un torso perfecto en sus formas. Tanto, que fácilmente serviría de inspiración para los maestros escultores. Pero ella no permitiría que eso le distrajera -Wilhelmina, compórtate- se dijo mentalmente.
Al llegar a su lado, su rostro se veía serio, como si estuviera molesta, y le arrebató la camisa de las manos. Se hincó, puso la ponchera en el piso y mojó los trapos. Los estrujó para sacarles el exceso de agua y con ellos comenzó a limpiar las heridas y cortes que abundaban en ese pecho tallado por los ángeles. -Tengo un poco de adormidera blanca para el dolor, si quieres. Aunque creo que lo que necesitamos es un buen descanso- comentó, tratando de sonar casual y despreocupada, pero sin mirarlo a la cara.
-Pues durmamos- respondió él, y su mano apareció en frente del rostro de la bruja, invitándola a la cama. Ella levantó la mirada hasta su rostro. Él sonreía de una manera cálida. Ella tomó la mano ofrecida y se dejó llevar.
El catre era pequeño, así que se abrazaron y ella por fin pudo cerrar los ojos y descansar tranquila, tras recostar su cabeza en el pecho que la acogía, rodeada por los brazos tibios y reconfortantes de Sango.
Mina Harker
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