La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
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La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
- EN ESTE TEMA, TENGO ESTA MALDICIÓN:
Sifón de Éter
Desde este momento, tu cuerpo sentirá una curiosa afinidad con el éter o, más bien, hambre de éter. Si llevas objetos encantados contigo (etiquetas [Encantamiento] y [Pergamino]) estos perderán su efecto, pues tu cuerpo absorberá el éter necesario para que funcionen (recuperarán su efecto tras dos rondas sin entrar en contacto contigo). Así mismo, cualquier uso de magia o experimento arcano que se realice en tu presencia podrá experimentar ciertas interferencias.
El primer ataque mágico que recibas en un tema (magia bruja, elfa, dracónica, arcana u objeto mágico, pero no la de tus congéneres vampiros, pues no se basa en el uso del éter) será absorbido por completo (ojo, si te hieren con un arma encantada, eludes el daño mágico, pero no el físico). Pero cuidado con esto, porque si alguien realiza un ataque mágico dirigido hacia otra persona y tú estás presente en la escena, el ataque se desviará buscándote a ti.
Además, tanto éter no interactuará bien con tu naturaleza maldita. El éter absorbido no resultará saciante, sino que te dará un hambre voraz. Cuando hayas absorbido un ataque mágico, el éter de un objeto encantado o permanecido dos turnos en las cercanías de algún hechizo u objeto mágico, tu estómago comenzará a rugir pidiendo sustento. Por cada ronda que tardes en alimentarte (sangre fresca, no frasquitos convenientemente guardados en la mochila), perderás un uso de una de tus habilidades.
Podrás librarte de esta maldición (si lo deseas) tras un mínimo de 3 temas en que se haya activado su efecto (el hambre). Para ello, necesitarás la participación en un mismo tema de un Maestro Alquimista Y un Arcanista de nivel Experto o superior, además de un Master que supervise el tema.
Cada vez que Cohen se había adentrado en el Barrio Oscuro de Sacrestic Ville había puesto en peligro su vida. Lo peor de la ciudad se concentraba allí y eran muchos los habitantes de la urbe que llevaban años viviendo en ella y no se habían atrevido a traspasar los muros del barrio.
El Barrio Oscuro es un barrio peculiar. Rodeado por altísimas y gruesas murallas de piedra muy difíciles de traspasar, estaba conectado con el resto de la ciudad a través de tres puertas.
Por motivos de seguridad, cuándo la situación en el barrio se volvía insostenible o violenta, algo que ocurría regularmente, los soldados humanos mandaban bloquear las puertas desde el exterior, quedando atrapados entre sus murallas todo aquel desgraciado que hubiera osado arriesgarse a entrar.
Cohen las había atravesado un rato antes. Había estado escuchando el rumor sobre numerosas muertes en el barrio. Algo relacionado con la Evasión.
La última vez que había estado allí había visitado una de aquellas casas de Evasión, dónde decenas de personas adictas a esta sustancia, se encontraban desplegadas por el suelo, en un estado de semiinconsciencia y completamente debilitados.
Los que consumían Evasión a menudo bajaban rápidamente de peso, quedando esqueléticos. Perdían el apetito y además, mostraban síntomas de deshidratación, mostrándose débiles con facilidad. A mayor consumo, aparecía el insomnio, por lo que un eterno estado de vigilia se apoderaba de los consumidores, impidiéndoles dormir. Sus ya escuálidos rostros eran invadidos por enormes ojeras que transformaban sus caras por completo.
En los últimos días, al vampiro le habían llegado rumores de que la situación en el Barrio Oscuro había cambiado por completo. Sus calles problemáticas, ruidosas y llenas de vida se habían convertido en silenciosas avenidas repletas de muerte.
Cohen recorrió las calles principales más cercanas a la Puerta Roja y no encontró evidencia alguna de que los rumores fueran ciertos. Aunque sí notó que el ambiente tenso que era normal allí estaba ahora demasiado en calma.
Fue adentrarse en las estrechas calles secundarias de la ciudad dónde se encontraban los prostíbulos más fetichistas y las numerosas casas de Evasión cuándo los numerosos cuerpos comenzaron a aparecer.
Al principio, eran unos pocos. Vivos, cansados, casi inertes. Luego, a medida que avanzaba, el caos lo hacía igualmente, apareciendo ya los primeros cadáveres.
Los cuerpos sin vida presentaban, en su gran mayoría, el mismo síntoma: un vómito de un llamativo color azul que salían de las bocas de los muertos, bajando por su barbilla para empapar sus torsos.
Al principio, fueron unos pocos. En las calles más escondidas, se llegaban a acumular más de treinta cadáveres. El hedor era intenso, razón que llevó a Cohen a tapar parte de su rostro, dejando a la vista sólo sus brillantes ojos grises.
Estas personas habían sido intoxicadas por alguna sustancia. Ya sea porque ésta haya sido mezclada con sus dosis de Evasión o porque la presencia de ambas en el mismo organismo haya tenido un efecto desfavorable.
Cohen arrastró el cuerpo de un esquelético hombre hasta el centro de aquella solitaria calle. Llevó su mano hasta su daga y clavando su punta en su carne, lo abrió ligeramente a la altura de su estómago.
Al quedar el interior de este órgano expuesto a la vista, del cuerpo comenzó a brotar una sustancia azulada, con el característico olor de la Evasión, que traspasó sin dificultad la tela con la que Cohen se tapaba nariz y boca.
Mientras se ponía de pie y contemplaba el cadáver, un sonido que conocía retumbó en el ambiente. Las puertas del Barrio Oscuro comenzaban a cerrarse.
Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
No me hacía especial ilusión volver por estas tierras, nunca les había tenido demasiado aprecio y cuando decidieron declararle la guerra al mundo aprovechando la peste terminé por cortar cualquier relación con ese lugar para evitar verme involucrado, pero uno tenía que cumplir las promesas que hacía y eso me obligaba a volver a Sacrestic Ville. El traficante que habíamos interrogado en las islas nos había dicho que los rumores sobre gente nutria esclavizada venían de las Tierras del Oeste, y siendo que no tenía contactos en esta zona no me quedaba más opción que adentrarme en la ciudad y buscar si alguien tenía algo de información. Además, podía aprovechar esa búsqueda para ver si avanzaba algo más con mi propio objetivo de encontrar a mi maestra tras el intento fallido en Tempestad.
Y si había algo peor que Sacrestic Ville era el Barrio Oscuro de esa misma ciudad. Pero cuando uno necesitaba información sobre asuntos de dudosa legalidad ir a los sitios más decadentes del lugar solían ser la mejor opción. Sin embargo, llegar allí resultó mucho más decepcionante de lo que esperaba. En su época, esta zona solía ser como los barrios más turbios de Lunargenta pero sin ningún tipo de disimulo, con lupanares y comerciantes de drogas anunciando sus productos de la forma más agresiva posible. Pero esta vez no era más que una sombra de lo que había sido. Donde solían abundar el caos y los problemas solo quedaban silencio y hedor a muerte. Por las esquinas se podía ver a gente tirada chorreando un líquido azul viscoso por sus orificios, pero debía haber muchos más de los que se veían desde allí.
- Me habías vendido este lugar de una forma bastante distinta, Corlys.- Comentó Teufel ante la desoladora vista que se alzaba frente a nosotros.
- Yo también esperaba este lugar de una forma bastante distinta. Ha cambiado mucho desde mi última visita.
- ¿Y tienes algún plan?
- Bueno... Mi plan era hacer las cosas a tu manera. Buscar a alguien que pareciese metido en negocios turbios y proceder a romperle extremidades hasta que nos diese información útil... Visto lo visto, tendremos que cambiar el planteamiento, al menos de momento.
- ¿Escondernos y observar?
- Exactamente. Empecemos desapareciendo y cuando haya un poco de movimiento ya juzgamos como proceder.
Callejeamos esquivando cadáveres buscando algo de movimiento hasta llegar a una calle donde parecía haber un tipo destripando un muerto. Antes de cruzar la esquina le hice una señal a la nutria para que se quedase quieta, y me agaché para asomarme un poco, tapado mayormente por un barril que debía haber servido de mesa en su época, y poder seguir el devenir de la situación.
Y si había algo peor que Sacrestic Ville era el Barrio Oscuro de esa misma ciudad. Pero cuando uno necesitaba información sobre asuntos de dudosa legalidad ir a los sitios más decadentes del lugar solían ser la mejor opción. Sin embargo, llegar allí resultó mucho más decepcionante de lo que esperaba. En su época, esta zona solía ser como los barrios más turbios de Lunargenta pero sin ningún tipo de disimulo, con lupanares y comerciantes de drogas anunciando sus productos de la forma más agresiva posible. Pero esta vez no era más que una sombra de lo que había sido. Donde solían abundar el caos y los problemas solo quedaban silencio y hedor a muerte. Por las esquinas se podía ver a gente tirada chorreando un líquido azul viscoso por sus orificios, pero debía haber muchos más de los que se veían desde allí.
- Me habías vendido este lugar de una forma bastante distinta, Corlys.- Comentó Teufel ante la desoladora vista que se alzaba frente a nosotros.
- Yo también esperaba este lugar de una forma bastante distinta. Ha cambiado mucho desde mi última visita.
- ¿Y tienes algún plan?
- Bueno... Mi plan era hacer las cosas a tu manera. Buscar a alguien que pareciese metido en negocios turbios y proceder a romperle extremidades hasta que nos diese información útil... Visto lo visto, tendremos que cambiar el planteamiento, al menos de momento.
- ¿Escondernos y observar?
- Exactamente. Empecemos desapareciendo y cuando haya un poco de movimiento ya juzgamos como proceder.
Callejeamos esquivando cadáveres buscando algo de movimiento hasta llegar a una calle donde parecía haber un tipo destripando un muerto. Antes de cruzar la esquina le hice una señal a la nutria para que se quedase quieta, y me agaché para asomarme un poco, tapado mayormente por un barril que debía haber servido de mesa en su época, y poder seguir el devenir de la situación.
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Mucho antes de siquiera molestarse en ir a Sacrestic Ville, se encontraba repantigada en su pequeño laboratorio en Ciudad Lagarto. Piernas sobre un escritorio desvencijado y un papel en sus manos, con el ceño levemente fruncido y mordiéndose los labios de vez en cuando. Apenas había notado el ruido de la puerta cerrarse y solo elevó las cejas a modo de saludo. - ¿Son malas noticias? - D’Leh estaba de brazos cruzados. - No del todo, diría que al contrario son bastante instructivas. Pero...-
-Si el informe no cumple tus expectativas puedo conseguir que alguien redacte uno más actualizado-
-No es eso, esto es apenas de ayer. Solamente me molesta tener que leer y no verlo con mis propios ojos, eso es todo. - Aunque bien podría agregar que tenía unas cuantas fallas de ortografía y faltaba bastante comprensión lectora de parte del escritor, pues sus palabras eran bastante enrevesadas. Para suerte de Oromë, estaba rodeada de muchos inadaptados que preferían el boca a boca antes que agarrar un lápiz, así que estaba más que acostumbrada a traducir mentalmente con eficacia lo que el informante trataba de expresar.
- ¿Iras no es así? - La dragona bajó sus piernas y se levantó del asiento mientras dejaba los papeles sobre la mesa. -Por supuesto, ¿Cómo podría perderme algo tan interesante? - Se fue alejando hacía la puerta de salida con la idea fija de ir a juntar sus cosas e irse directo al oeste. -Ah, tu vienes conmigo. Necesito alguien más que cargue con las cosas-
Básicamente así empezó su camino, pura curiosidad y un poco de epicaricacia por así decirlo.
Sus avances en su propia creación de una droga no estaban yendo muy bien. Entre la falta de dinero y el tiempo que tomaba conseguir lo necesario, seguramente estaría meses y porque no, al menos un año como mínimo para conseguir un resultado favorable. Honestamente no se encontraba tan descontenta al respecto. Las cosas bien hechas llevaban su tiempo, sino había que ver como se encontraba el Barrio Oscuro. El resultado de un trabajo chapucero, eficaz en su tarea, pero muy chapucero.
Si lo que le comunicaban era cierto, no solo era una droga fuerte y adictiva, sino sumamente mortal en un extremado corto plazo de tiempo. La dragona estaba encandilada en la potencia, casi que se sentía tentada a probar sus efectos, pero Evasión era un producto final obtenido de un proceso mucho más largo y complejo a comparación de un veneno. Sí quería probarlo en sí misma y asegurarse que tanto lo soportaba su cuerpo, primero necesitaba un antídoto igual a su contraparte.
-No, ese no. Quiero alguien joven. Un anciano no funcionara para saber que tan alto es el porcentaje de degradación interna sufrida- D'Leh, que llevaba sobre el hombro el cadáver de un hombre que había superado probablemente los 40 años -casi un milagro en esta área- algo difícil de saber con exactitud pues, en resumidas cuentas, parecía que le hubieran chupado la vida desde adentro.
El muchacho simplemente soltó el cadáver de regreso, nada ceremonioso ni mucho menos amable. Se frotaba la nariz con fuerza, culpa del mal olor. - ¿Cómo siquiera lo soporta? - Oromë investigaba el cadáver de una mujer de media edad, sujetaba su largo cabello castaño y como este se salía sin complicaciones del cráneo. “Frágil, seco, definitivamente deshidratada y carente de vitaminas gracias a una poca o nula alimentación nutritiva. Si quiero evitar el rapido deterioro, tendré que hacer muchas pruebas”.
Tomaba nota mental mientras sacaba de un bolsillo un pequeño pote metálico con un ungüento en él. -Estoy masticando hojas de menta y cubrí mi nariz con aceite de café. No saben bien juntos, pero ayuda contra el olor- Se lo pasó al humano que no perdió tiempo en embadurnarse el rostro. No era un remedio contra fallos al cien por ciento, pero era mejor que nada.
Escucharon un ruido de fondo, haciendo eco en el laberinto de calles. Prácticamente lo único que se escuchaba además de sus voces y algún que otro repiqueteo inidentificable –Creo que han cerrado las puertas. Será una noche larga- No tenía miedo, ¿Qué podrían hacerle unos pocos medios vivos y un centenar de cadáveres? A lo sumo una buena historia de terror, pero no mucho más. Ambos continuaban caminando por el medio de las calles sin miramientos.
Si la cosa se ponía complicada, siempre podía salir volando con D’Leh.
Asi imagino que se ve (de ahí saqué el nombre adasdasd) pero con esta ropa porque somos gente decente(?
-Si el informe no cumple tus expectativas puedo conseguir que alguien redacte uno más actualizado-
-No es eso, esto es apenas de ayer. Solamente me molesta tener que leer y no verlo con mis propios ojos, eso es todo. - Aunque bien podría agregar que tenía unas cuantas fallas de ortografía y faltaba bastante comprensión lectora de parte del escritor, pues sus palabras eran bastante enrevesadas. Para suerte de Oromë, estaba rodeada de muchos inadaptados que preferían el boca a boca antes que agarrar un lápiz, así que estaba más que acostumbrada a traducir mentalmente con eficacia lo que el informante trataba de expresar.
- ¿Iras no es así? - La dragona bajó sus piernas y se levantó del asiento mientras dejaba los papeles sobre la mesa. -Por supuesto, ¿Cómo podría perderme algo tan interesante? - Se fue alejando hacía la puerta de salida con la idea fija de ir a juntar sus cosas e irse directo al oeste. -Ah, tu vienes conmigo. Necesito alguien más que cargue con las cosas-
Básicamente así empezó su camino, pura curiosidad y un poco de epicaricacia por así decirlo.
Sus avances en su propia creación de una droga no estaban yendo muy bien. Entre la falta de dinero y el tiempo que tomaba conseguir lo necesario, seguramente estaría meses y porque no, al menos un año como mínimo para conseguir un resultado favorable. Honestamente no se encontraba tan descontenta al respecto. Las cosas bien hechas llevaban su tiempo, sino había que ver como se encontraba el Barrio Oscuro. El resultado de un trabajo chapucero, eficaz en su tarea, pero muy chapucero.
Si lo que le comunicaban era cierto, no solo era una droga fuerte y adictiva, sino sumamente mortal en un extremado corto plazo de tiempo. La dragona estaba encandilada en la potencia, casi que se sentía tentada a probar sus efectos, pero Evasión era un producto final obtenido de un proceso mucho más largo y complejo a comparación de un veneno. Sí quería probarlo en sí misma y asegurarse que tanto lo soportaba su cuerpo, primero necesitaba un antídoto igual a su contraparte.
-No, ese no. Quiero alguien joven. Un anciano no funcionara para saber que tan alto es el porcentaje de degradación interna sufrida- D'Leh, que llevaba sobre el hombro el cadáver de un hombre que había superado probablemente los 40 años -casi un milagro en esta área- algo difícil de saber con exactitud pues, en resumidas cuentas, parecía que le hubieran chupado la vida desde adentro.
El muchacho simplemente soltó el cadáver de regreso, nada ceremonioso ni mucho menos amable. Se frotaba la nariz con fuerza, culpa del mal olor. - ¿Cómo siquiera lo soporta? - Oromë investigaba el cadáver de una mujer de media edad, sujetaba su largo cabello castaño y como este se salía sin complicaciones del cráneo. “Frágil, seco, definitivamente deshidratada y carente de vitaminas gracias a una poca o nula alimentación nutritiva. Si quiero evitar el rapido deterioro, tendré que hacer muchas pruebas”.
Tomaba nota mental mientras sacaba de un bolsillo un pequeño pote metálico con un ungüento en él. -Estoy masticando hojas de menta y cubrí mi nariz con aceite de café. No saben bien juntos, pero ayuda contra el olor- Se lo pasó al humano que no perdió tiempo en embadurnarse el rostro. No era un remedio contra fallos al cien por ciento, pero era mejor que nada.
Escucharon un ruido de fondo, haciendo eco en el laberinto de calles. Prácticamente lo único que se escuchaba además de sus voces y algún que otro repiqueteo inidentificable –Creo que han cerrado las puertas. Será una noche larga- No tenía miedo, ¿Qué podrían hacerle unos pocos medios vivos y un centenar de cadáveres? A lo sumo una buena historia de terror, pero no mucho más. Ambos continuaban caminando por el medio de las calles sin miramientos.
Si la cosa se ponía complicada, siempre podía salir volando con D’Leh.
Asi imagino que se ve (de ahí saqué el nombre adasdasd) pero con esta ropa porque somos gente decente(?
- D'Leh:
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Oromë Vánadóttir
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Cohen se dirigió entonces hacia un segundo cadáver. Repitió el mismo procedimiento: clavó su daga en el estómago del fallecido, abriéndolo en canal. Brotó de su interior la misma sustancia. Lo repitió en un tercero y en un cuarto cuerpo, por lo que aquello comenzaba a ser un patrón a tener en cuenta.
El vampiro conocía la Evasión, pues había convivido con ella demasiado tiempo. Había visto los síntomas que causaba en los adictos, pero jamás nada parecido a aquello. La mayoría de las personas que la consumían en Sacrestic Ville lo hacían fumándola, los suministradores la vendían en polvo. La manera por la que la Evasión se había vuelto en aquella sustancia tan líquida en sus estómagos era todo un misterio.
Fue entonces cuándo el sonido de unos pasos le sacó de su máxima concentración. Alzó la vista y se mantuvo quieto tras ver cómo una persona corría por una de las calles paralelas a unos metros de él. Una persona desesperada. Cohen negó con la cabeza. "Las puertas acaban de cerrarse, monada, no vas a ir a ningún sitio..."
Continuó su tarea unos segundos más hasta que les sintió llegar. Cohen alzó la vista de nuevo y contempló un grupo de numerosas personas pasando por la misma calle que la persona que corría un instante antes.
Sus cuerpos estaban escuálidos, esqueléticos, al borde de la muerte. Sin duda, eran consumidores de Evasión, pues su aspecto no engañaba a nadie. Sin embargo, sus movimientos eran demasiado ágiles, rápidos y llenos de vida. Recordó a Victor Krane: su cuerpo delgado, constantemente cansado y sólo estimulado durante breves instantes al día. Aquello no concordaba en absoluto con la Evasión, aunque la sustancia tenía su mismo olor y color.
Cohen dio un paso atrás, silencioso, intentando pasar desapercibido si era posible. Quitarse de la vista de aquellas personas. Pero cuándo uno de ellos dirigió su mirada hacia él, observándole, comenzó a correr rápidamente en su dirección. Aquello llamó la atención del resto de personas que le seguían, por lo que siguieron los pasos del primero un breve segundo después.
El vampiro se alzó y corrió lo más rápido que pudo por aquella estrecha calle del Barrio Oscuro. Se abría paso, saltando cadáveres y moribundos, demasiado temeroso de mirar atrás. Escuchaba al grupo persiguiéndole y los imaginaba, sin saber por qué, alargando sus brazos escuálidos hacia él. ¿Acaso querrían apresarle? ¿Buscaban ayuda?
Al mirar un instante atrás, vio que los ojos de sus perseguidores eran extraños: completamente cobaltos, cómo si aquella extraña sustancia se hubiera apoderado de cada rincón de sus cuerpos.
Al voltear una de las esquinas del barrio, se sorprendió al ver una grotesca escena. Una de aquellas mujeres escuálidas había atrapado a un chico joven, que mantenía retenido bajo ella, con una fuerza increíble, impropia de alguien que parecía al borde de la muerte. Ella intentaba llevar su boca a la del joven, vertiendo sobre él un azulado vómito.
Al sentir que el grupo que le perseguía se acercaba, continuó corriendo intentando asimilar todo lo que acababa de ver, revolviendo las numerosas esquinas y curvas de las callejuelas, huyendo de aquellos seres.
Aclaración: las personas que han fallecido ya a causa de aquella sustancia no reviven. Las personas con energía que persiguen a Cohen están vivas.
Es un poco "The Walking Dead" pero con enfermitos cobalto (?) Huyan de sus vómitos: creo que no hacía falta decirlo...
El vampiro conocía la Evasión, pues había convivido con ella demasiado tiempo. Había visto los síntomas que causaba en los adictos, pero jamás nada parecido a aquello. La mayoría de las personas que la consumían en Sacrestic Ville lo hacían fumándola, los suministradores la vendían en polvo. La manera por la que la Evasión se había vuelto en aquella sustancia tan líquida en sus estómagos era todo un misterio.
Fue entonces cuándo el sonido de unos pasos le sacó de su máxima concentración. Alzó la vista y se mantuvo quieto tras ver cómo una persona corría por una de las calles paralelas a unos metros de él. Una persona desesperada. Cohen negó con la cabeza. "Las puertas acaban de cerrarse, monada, no vas a ir a ningún sitio..."
Continuó su tarea unos segundos más hasta que les sintió llegar. Cohen alzó la vista de nuevo y contempló un grupo de numerosas personas pasando por la misma calle que la persona que corría un instante antes.
Sus cuerpos estaban escuálidos, esqueléticos, al borde de la muerte. Sin duda, eran consumidores de Evasión, pues su aspecto no engañaba a nadie. Sin embargo, sus movimientos eran demasiado ágiles, rápidos y llenos de vida. Recordó a Victor Krane: su cuerpo delgado, constantemente cansado y sólo estimulado durante breves instantes al día. Aquello no concordaba en absoluto con la Evasión, aunque la sustancia tenía su mismo olor y color.
Cohen dio un paso atrás, silencioso, intentando pasar desapercibido si era posible. Quitarse de la vista de aquellas personas. Pero cuándo uno de ellos dirigió su mirada hacia él, observándole, comenzó a correr rápidamente en su dirección. Aquello llamó la atención del resto de personas que le seguían, por lo que siguieron los pasos del primero un breve segundo después.
El vampiro se alzó y corrió lo más rápido que pudo por aquella estrecha calle del Barrio Oscuro. Se abría paso, saltando cadáveres y moribundos, demasiado temeroso de mirar atrás. Escuchaba al grupo persiguiéndole y los imaginaba, sin saber por qué, alargando sus brazos escuálidos hacia él. ¿Acaso querrían apresarle? ¿Buscaban ayuda?
Al mirar un instante atrás, vio que los ojos de sus perseguidores eran extraños: completamente cobaltos, cómo si aquella extraña sustancia se hubiera apoderado de cada rincón de sus cuerpos.
Al voltear una de las esquinas del barrio, se sorprendió al ver una grotesca escena. Una de aquellas mujeres escuálidas había atrapado a un chico joven, que mantenía retenido bajo ella, con una fuerza increíble, impropia de alguien que parecía al borde de la muerte. Ella intentaba llevar su boca a la del joven, vertiendo sobre él un azulado vómito.
Al sentir que el grupo que le perseguía se acercaba, continuó corriendo intentando asimilar todo lo que acababa de ver, revolviendo las numerosas esquinas y curvas de las callejuelas, huyendo de aquellos seres.
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Aclaración: las personas que han fallecido ya a causa de aquella sustancia no reviven. Las personas con energía que persiguen a Cohen están vivas.
Es un poco "The Walking Dead" pero con enfermitos cobalto (?) Huyan de sus vómitos: creo que no hacía falta decirlo...
Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Había ocasiones en las que me preguntaba si era una suerte poder ver tan bien en la oscuridad o en realidad era una maldición, porque lo que tenía antes mis ojos era un espectáculo harto desagradable, desagradable y azul. El sujeto iba abriendo cuerpos en canal, y de todos ellos empezaba a brotar una inquietante sustancia azul. Iba a contarle a Teufel lo que estaba viendo, pero fue ella quien me dio unas palmadas y comenzó a hablar.
- Ten cuidado, algo se acerca.
- ¿Quién va a venir? Se supone que todo esto está cerrado.
Pero no tardaría mucho en darme cuenta de que me equivocaba, pues apareció un tipo corriendo desesperadamente seguido de una horda de gente de un aspecto famélico y sospechosamente azulado. Antes de que llegaran hasta nosotros me giré hacia la mujer nutria y señalé el tejado.
- Rápido, arriba.
A pesar de mis escuetas explicaciones, Teufel entendió la idea y apoyándose sobre mi saltó hacia el tejado, quedando colgada de la cornisa y reptando hasta lograr encaramarse. Seguidamente yo tomé un poco de carrerilla y salté sobre el barril que me había servido como escondite. Sería optimista decir que llegué hasta arriba, aunque al menos me pude agarrar al borde de forma precaria, pero suficiente como para que mi compañera me agarrase los brazos y tirase para arriba de mi. Agazapados en el tejado pude ver como los locos esos perseguían a varios transeúntes que trataban de escapar, lo que me hizo pensar que lo mejor sería no volver al suelo, pero intentar movernos con sigilo.
- ¿Y qué hacemos ahora? Eso de esperar y observar no parece que nos vaya a servir mucho más.
- Si, ya me he dado cuenta yo también... Pero bueno, mejor movámonos sin hacer mucho ruido y veamos si desde aquí arriba encontramos algún sitio donde no haya pirados homicidas.
La mujer nutria me miró con desconfianza, se encogió de hombros y avanzamos agachados sobre las tejas. El ambiente en general no parecía tener demasiado buen aspecto, y tras ver a una de esas locas vomitarle ese lodo azul a un infeliz en la boca me terminé de convencer de que no quería tener demasiado contacto con ellos. Por desgracia para mi, no iba a poder mantener ese plan mucho tiempo porque viendo a uno de los que intentaban escapar me di cuenta de que era el que andaba abriendo cadáveres, y de que en realidad ya le conocía.
- Mierda. Conozco a ese imbécil.- Susurré a mi compañera.
- ¿Ah, si? A mi no me suena.
- Es el vampiro al que conocí en Tempestad, creo que ya te he hablado de él.- Respondí mientras cogía una teja.
- Ah vale. Pero por como hablabas de él no suena como si te cayera especialmente bien. ¿Por qué estás pensando en ayudarle?
- A ver, tienes razón, pero parecía que sabía de lo que se cocía en estas tierras y era un tipo de persona con el que se puede colaborar.- Sopesé la teja en la mano mientras observaba a sus perseguidores.- Casi me da pena esa gente. No parece que estén en plenas facultades.
- ¿Es este un buen momento para recordarte que te dedicas a matar gente por dinero?
- No hace falta, ya lo recordaba yo también. Por eso decía que "casi".
Tras terminar la frase lancé mi teja contra los perseguidores, fallando mi objetivo pero alcanzando a otro en la cabeza, que se desplomó en el suelo en el acto. Quizás aún me quedase mucho por hacer antes de lanzar objetos de cerámica como la loca de las macetas de Vulwulfar, pero mientras fueran un grupo la puntería tampoco era una prioridad. Cogí una segunda teja, y fallé de nuevo, llevándome por delante a otro enajenado más alejado. La siguiente falló estrepitosamente y fue a estamparse contra una pared. Pero la cuarta tuvo mejor fortuna y explotó en el cráneo de la mujer, con letales consecuencias. Habiendo alejado a su perseguidora más próxima, salí de entre las sombras y le grité a mi conocido mientras iba buscando un nuevo objetivo para mis tejas.
- Oye tú. Sube aquí rápido antes de que te alcancen..
- Ten cuidado, algo se acerca.
- ¿Quién va a venir? Se supone que todo esto está cerrado.
Pero no tardaría mucho en darme cuenta de que me equivocaba, pues apareció un tipo corriendo desesperadamente seguido de una horda de gente de un aspecto famélico y sospechosamente azulado. Antes de que llegaran hasta nosotros me giré hacia la mujer nutria y señalé el tejado.
- Rápido, arriba.
A pesar de mis escuetas explicaciones, Teufel entendió la idea y apoyándose sobre mi saltó hacia el tejado, quedando colgada de la cornisa y reptando hasta lograr encaramarse. Seguidamente yo tomé un poco de carrerilla y salté sobre el barril que me había servido como escondite. Sería optimista decir que llegué hasta arriba, aunque al menos me pude agarrar al borde de forma precaria, pero suficiente como para que mi compañera me agarrase los brazos y tirase para arriba de mi. Agazapados en el tejado pude ver como los locos esos perseguían a varios transeúntes que trataban de escapar, lo que me hizo pensar que lo mejor sería no volver al suelo, pero intentar movernos con sigilo.
- ¿Y qué hacemos ahora? Eso de esperar y observar no parece que nos vaya a servir mucho más.
- Si, ya me he dado cuenta yo también... Pero bueno, mejor movámonos sin hacer mucho ruido y veamos si desde aquí arriba encontramos algún sitio donde no haya pirados homicidas.
La mujer nutria me miró con desconfianza, se encogió de hombros y avanzamos agachados sobre las tejas. El ambiente en general no parecía tener demasiado buen aspecto, y tras ver a una de esas locas vomitarle ese lodo azul a un infeliz en la boca me terminé de convencer de que no quería tener demasiado contacto con ellos. Por desgracia para mi, no iba a poder mantener ese plan mucho tiempo porque viendo a uno de los que intentaban escapar me di cuenta de que era el que andaba abriendo cadáveres, y de que en realidad ya le conocía.
- Mierda. Conozco a ese imbécil.- Susurré a mi compañera.
- ¿Ah, si? A mi no me suena.
- Es el vampiro al que conocí en Tempestad, creo que ya te he hablado de él.- Respondí mientras cogía una teja.
- Ah vale. Pero por como hablabas de él no suena como si te cayera especialmente bien. ¿Por qué estás pensando en ayudarle?
- A ver, tienes razón, pero parecía que sabía de lo que se cocía en estas tierras y era un tipo de persona con el que se puede colaborar.- Sopesé la teja en la mano mientras observaba a sus perseguidores.- Casi me da pena esa gente. No parece que estén en plenas facultades.
- ¿Es este un buen momento para recordarte que te dedicas a matar gente por dinero?
- No hace falta, ya lo recordaba yo también. Por eso decía que "casi".
Tras terminar la frase lancé mi teja contra los perseguidores, fallando mi objetivo pero alcanzando a otro en la cabeza, que se desplomó en el suelo en el acto. Quizás aún me quedase mucho por hacer antes de lanzar objetos de cerámica como la loca de las macetas de Vulwulfar, pero mientras fueran un grupo la puntería tampoco era una prioridad. Cogí una segunda teja, y fallé de nuevo, llevándome por delante a otro enajenado más alejado. La siguiente falló estrepitosamente y fue a estamparse contra una pared. Pero la cuarta tuvo mejor fortuna y explotó en el cráneo de la mujer, con letales consecuencias. Habiendo alejado a su perseguidora más próxima, salí de entre las sombras y le grité a mi conocido mientras iba buscando un nuevo objetivo para mis tejas.
- Oye tú. Sube aquí rápido antes de que te alcancen..
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
La dragona hubiera estado extremadamente feliz si hubieran podido mantener el trabajo que hacían calmo y en silencio. Trabajar en la oscuridad no era tan malo cuando manejabas cadáveres, de hecho, era todo lo contrario, era maravilloso. Ella sola con sus conejillos de indias pasados de rancio y el silencio de su propia mente. Cualquiera que conociera bien el paso de los días en Ciudad Lagarto, comprendería al instante que absolutamente nadie podría trabajar en paz rodeados de tanto bullicio.
Lamentablemente nada es eterno, y mientras se adentraban a otro de los callejones para revisar los cadáveres allí, al acercar su mano para chequear el estado de aquella piel surcada de venas azuladas, un par de ojos se abrió de golpe y tosió con fuerza.
D´Leh alcanzó a arrastrarla hacia atrás, pero no lo suficiente para que Oromë maldijera a viva voz mientras se limpiaba la ropa y las partes de piel que habían sido tocadas por aquel vomito cobalto.
Al fijarse en las manchas que quedaban, casi que parecían brillar bajo la poca iluminación. – Dudo que esto sea debido a la droga, pero todo es posible dado este color- Consideró.
- ¿Qué diablos es eso? - La voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos al mismo tiempo que este la empujaba y jalaba de ella con fuerza. La albina no lograba entender en esos pocos segundos, lo que estaba ocurriendo. Bien podría estar enojado y buscaba desquitarse, o estaba tratando de hacerle una broma... Al menos eso es lo que creyó al principio hasta que sus ojos se acomodaron a lo que se arremolinaba a pocas cuadras de distancia. Los pasos fuertes de varias personas acercándose de forma amenazadora.
No faltó mucho para que ambos comenzaran una carrera y ver quien era el más rápido. Y no, no quería malinterpretarse y tragarse sus anteriores palabras, pero había algo extremadamente raro que le erizaba la piel. Esto ya no era solamente investigar una simple droga que resultaba ser increíblemente adictiva, sino más bien como el punto de encierro para los enfermos extremadamente contagiosos... Y ellos estaban allí en medio del meollo.
-Sigue corriendo D’Leh... ¡Como te caigas te juro que no te salvo! - Chilló la dragona a su amigo.
- ¡Pienso... lo mismo! - Le retrucó el humano mientras se escabullían en un callejón aún más lleno de cadáveres que los anteriores, al punto de casi no poder cruzarlo por completo sin tropezarse.
Se observaron por un momento haciendo tripa al corazón y lanzándose hacía la montaña de muertos tratando de apilarlos de forma que los cubrieran pero que les permitiera observar al otro lado. -Espero un aumento de sueldo si salimos de esta- Le susurró su compañero, con su mano cerca de su cuchillo de ser necesario.
-Te daré vacaciones pagas incluso- Le respondió mientras veían pasar un grupo de lo que lucían como personas en la oscuridad, sus ropas brillando con aquel vomito azulado. Decidieron no moverse hasta estar seguros que se habían alejado lo suficiente. Podían escuchar el ruido de algo rompiendose varias veces contra el suelo. ¿Piedras? ¿Había más gente huyendo?. No quiso arriesgarse aún, por mucho que pudieran irse volando, necesitaba el tiempo para transformarse y el espacio, el cual ahora carecian.
Lamentablemente nada es eterno, y mientras se adentraban a otro de los callejones para revisar los cadáveres allí, al acercar su mano para chequear el estado de aquella piel surcada de venas azuladas, un par de ojos se abrió de golpe y tosió con fuerza.
D´Leh alcanzó a arrastrarla hacia atrás, pero no lo suficiente para que Oromë maldijera a viva voz mientras se limpiaba la ropa y las partes de piel que habían sido tocadas por aquel vomito cobalto.
Al fijarse en las manchas que quedaban, casi que parecían brillar bajo la poca iluminación. – Dudo que esto sea debido a la droga, pero todo es posible dado este color- Consideró.
- ¿Qué diablos es eso? - La voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos al mismo tiempo que este la empujaba y jalaba de ella con fuerza. La albina no lograba entender en esos pocos segundos, lo que estaba ocurriendo. Bien podría estar enojado y buscaba desquitarse, o estaba tratando de hacerle una broma... Al menos eso es lo que creyó al principio hasta que sus ojos se acomodaron a lo que se arremolinaba a pocas cuadras de distancia. Los pasos fuertes de varias personas acercándose de forma amenazadora.
No faltó mucho para que ambos comenzaran una carrera y ver quien era el más rápido. Y no, no quería malinterpretarse y tragarse sus anteriores palabras, pero había algo extremadamente raro que le erizaba la piel. Esto ya no era solamente investigar una simple droga que resultaba ser increíblemente adictiva, sino más bien como el punto de encierro para los enfermos extremadamente contagiosos... Y ellos estaban allí en medio del meollo.
-Sigue corriendo D’Leh... ¡Como te caigas te juro que no te salvo! - Chilló la dragona a su amigo.
- ¡Pienso... lo mismo! - Le retrucó el humano mientras se escabullían en un callejón aún más lleno de cadáveres que los anteriores, al punto de casi no poder cruzarlo por completo sin tropezarse.
Se observaron por un momento haciendo tripa al corazón y lanzándose hacía la montaña de muertos tratando de apilarlos de forma que los cubrieran pero que les permitiera observar al otro lado. -Espero un aumento de sueldo si salimos de esta- Le susurró su compañero, con su mano cerca de su cuchillo de ser necesario.
-Te daré vacaciones pagas incluso- Le respondió mientras veían pasar un grupo de lo que lucían como personas en la oscuridad, sus ropas brillando con aquel vomito azulado. Decidieron no moverse hasta estar seguros que se habían alejado lo suficiente. Podían escuchar el ruido de algo rompiendose varias veces contra el suelo. ¿Piedras? ¿Había más gente huyendo?. No quiso arriesgarse aún, por mucho que pudieran irse volando, necesitaba el tiempo para transformarse y el espacio, el cual ahora carecian.
Oromë Vánadóttir
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Las hordas de azulados extraños se hacían cada vez más numerosas. El vampiro se preguntaba de dónde habían salido tantas personas así de repente y cómo las puertas del barrio habían podido estar abiertas hasta instantes antes sabiendo la delicada situación que se vivía en sus calles.
Cohen corrió, deslizándose por los pequeños huecos que encontraban, mientras todas aquellas personas le seguían.
“Si ellos piensan que les voy a dejar vomitar esa mierda en mi boca…”
El vuelo de una teja a escasos centímetros le sobresaltó. Alzó la vista mientras corría hacia uno de los tejados dónde vio a alguien que le resultaba familiar. ¿Era aquel extraño que había conocido en Tempestad? ¿Cómo se llamaba? ¿Se habían presentado oficialmente? No recordaba su nombre. A su lado, una persona nutria. No podía distinguir su sexo desde su posición.
―Oye tú. Sube aquí rápido antes de que te alcancen…
Cohen no había reparado en la aparente seguridad que ofrecían los tejados. Apenas había comenzado a entrenar con El Ojo Carmesí, pero su agilidad había mejorado notablemente en las últimas semanas.
Se precipitó hacia una acumulación de tres cadáveres inertes y subiendo pisando sus cuerpos, logró acceder con su pie derecho al alféizar de una ventana que le sirvió de apoyo para subir hasta el tejado. [1]
Una vez allí, el vampiro volvió la vista hacia el suelo para comprobar la situación en la que se encontraban. Rápidamente, el edificio se vio rodeado. Tras unos segundos, tras detectar cómo otras personas corrían por sus calles, llamaron su atención y algunos de ellos persiguieron a ese grupo de incautos.
Tras volver la vista hacia el vampiro y la mujer bestia, Cohen les sonrió. Sí, era el hombre de Tempestad. No conocía a su acompañante, aunque el simple hecho de que fuera una persona bestia le hizo simpatizar con ella al instante.
―Gracias ―dijo, con la voz ligeramente entrecortada por la intensa carrera, dirigiéndose antes al hombre―. ¿Por qué coincidimos siempre en las peores circunstancias? ¿Sabéis lo que está pasando aquí? No he visto nada así… nunca.
Llevó la mano al bolsillo de su pantalón, dónde encontró la muestra de líquido azul que había guardado en un frasco pequeño, algo que analizaría nada más volviera a su taller.
―Soy Cohen, por cierto.
La imagen del verdadero Cohen surgió en su memoria y se sintió de nuevo un impostor. Pero presentarse de esa forma era más fácil que explicar a los demás que era una copia mágica idéntica de otro ser humano. Intentó despejar su mente de esa desagradable sensación y miró hacia el Sur, dónde se encontraba la Puerta más cercana.
―¿Creéis que podríamos llegar tejado a tejado hasta las murallas?
Sabía que los soldados humanos eran los que solían cerrar las puertas cuándo la situación en Barrio Oscuro se complicaba y que controlaban el acceso a todo aquel que no pudiera volar. Dada la situación tan peculiar que se daba en aquel distrito dudaba mucho que les dejara marcharse. La única opción sería llegar hasta las murallas e intentar descender hasta otra de las viviendas del lado opuesto. Pero no sería fácil…
Y si ya tenía en cuenta de que los soldados humanos le buscaban por haber atacado y asesinado a varios de ellos…
Pero quería estar afuera de aquel lugar antes de que saliera el sol. Fuese cómo fuese.
[1] Alusión a mi Talento de Agilidad.
Cohen corrió, deslizándose por los pequeños huecos que encontraban, mientras todas aquellas personas le seguían.
“Si ellos piensan que les voy a dejar vomitar esa mierda en mi boca…”
El vuelo de una teja a escasos centímetros le sobresaltó. Alzó la vista mientras corría hacia uno de los tejados dónde vio a alguien que le resultaba familiar. ¿Era aquel extraño que había conocido en Tempestad? ¿Cómo se llamaba? ¿Se habían presentado oficialmente? No recordaba su nombre. A su lado, una persona nutria. No podía distinguir su sexo desde su posición.
―Oye tú. Sube aquí rápido antes de que te alcancen…
Cohen no había reparado en la aparente seguridad que ofrecían los tejados. Apenas había comenzado a entrenar con El Ojo Carmesí, pero su agilidad había mejorado notablemente en las últimas semanas.
Se precipitó hacia una acumulación de tres cadáveres inertes y subiendo pisando sus cuerpos, logró acceder con su pie derecho al alféizar de una ventana que le sirvió de apoyo para subir hasta el tejado. [1]
Una vez allí, el vampiro volvió la vista hacia el suelo para comprobar la situación en la que se encontraban. Rápidamente, el edificio se vio rodeado. Tras unos segundos, tras detectar cómo otras personas corrían por sus calles, llamaron su atención y algunos de ellos persiguieron a ese grupo de incautos.
Tras volver la vista hacia el vampiro y la mujer bestia, Cohen les sonrió. Sí, era el hombre de Tempestad. No conocía a su acompañante, aunque el simple hecho de que fuera una persona bestia le hizo simpatizar con ella al instante.
―Gracias ―dijo, con la voz ligeramente entrecortada por la intensa carrera, dirigiéndose antes al hombre―. ¿Por qué coincidimos siempre en las peores circunstancias? ¿Sabéis lo que está pasando aquí? No he visto nada así… nunca.
Llevó la mano al bolsillo de su pantalón, dónde encontró la muestra de líquido azul que había guardado en un frasco pequeño, algo que analizaría nada más volviera a su taller.
―Soy Cohen, por cierto.
La imagen del verdadero Cohen surgió en su memoria y se sintió de nuevo un impostor. Pero presentarse de esa forma era más fácil que explicar a los demás que era una copia mágica idéntica de otro ser humano. Intentó despejar su mente de esa desagradable sensación y miró hacia el Sur, dónde se encontraba la Puerta más cercana.
―¿Creéis que podríamos llegar tejado a tejado hasta las murallas?
Sabía que los soldados humanos eran los que solían cerrar las puertas cuándo la situación en Barrio Oscuro se complicaba y que controlaban el acceso a todo aquel que no pudiera volar. Dada la situación tan peculiar que se daba en aquel distrito dudaba mucho que les dejara marcharse. La única opción sería llegar hasta las murallas e intentar descender hasta otra de las viviendas del lado opuesto. Pero no sería fácil…
Y si ya tenía en cuenta de que los soldados humanos le buscaban por haber atacado y asesinado a varios de ellos…
Pero quería estar afuera de aquel lugar antes de que saliera el sol. Fuese cómo fuese.
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[1] Alusión a mi Talento de Agilidad.
Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
El vampiro estuvo ágil y subió al tejado sin demasiado problema, aunque eso me obligaba a confiar en que no todos los habitantes de esta ciudad estuvieran así de preparados o íbamos a tener problemas con zombies adictos atléticos. Por suerte, parecía que no, porque se limitaron a rodear el edificio con dudosas intenciones. Aproveché el tenerlos en una posición tan oportuna para dejarles caer otro par de tejas y asegurarme de que al menos dos de ellos no volvieran a molestar. No tardaron en encontrar presas más sencilla entre los infelices que corrían por la calle y salieron tras ellos. Aunque antes de perderles de rango, les lancé otra a los rezagados, que a estas alturas cuando menos fueran, mejor para nuestra supervivencia.
- ¿Pero no decías que te daban pena?
- Decía que casi. Y prefiero que me consideren despiadado a muerto.
- Creo que si no fuera por ese humor tan cuestionable que traes, caerías bien en mi pueblo.
Entre tanto el vampiro se nos acercó con actitud afable. Que quizás en otras circunstancias hubiera desconfiado sabiendo la que lio en Tempestad, pero en estos momentos, cualquiera que pudiese hablar y no vomitase bazofia azul era bienvenido.
- Se ve que solo frecuentamos lugares emocionantes.- Le respondí con un tono cansado que poco ayudaba a mantener la broma.- Y lamentablemente no entiendo nada. Llevaba ya unos cuantos años sin venir por aquí, y desde luego que la última vez esto no ocurría. Confiaba en que alguien de por aquí pudiese entender algo, pero viéndote con mis mismas dudas supongo que me iré olvidando.- Y aunque tenerle allí me podría venir bien para que me llevara a algún sitio donde obtener respuestas a nuestras preguntas, de momento la prioridad era sobrevivir, ya cuando eso estuviera solucionado podríamos ir al siguiente punto.- Por cierto, soy Corlys. No me acuerdo de si nos presentamos, pero bueno, siempre es bueno refrescar.
- Yo Teufel. Y en mi caso seguro que no nos han presentado nunca.
Mientras Cohen nos contaba su idea, yo iba haciendo acopio de tejas y me las dejaba apiladas a mano por si los locos azules decidían volver. El plan de escapar hasta las murallas no era malo, nos ahorraba cruzar por las calles, pero el problema ahí iba a ser poder escapar de verdad.
- Si, viéndote como has subido al tejado, confío en que podríamos llegar hasta las murallas. Lo que no sé es si íbamos a poder salir después. No se yo si la guardia se quedaría mirando sin hacer nada mientras lo hacemos. ¿No conocerás tu algún sitio por aquí donde podamos refugiarnos, no? Porque...- No continué la frase al ver que una de las pilas de cadáveres empezaba a moverse, por lo que agarré una teja y le señalé a mis acompañantes el montón en cuestión.- ¿Vosotros también estáis viendo eso?
- ¿Pero no decías que te daban pena?
- Decía que casi. Y prefiero que me consideren despiadado a muerto.
- Creo que si no fuera por ese humor tan cuestionable que traes, caerías bien en mi pueblo.
Entre tanto el vampiro se nos acercó con actitud afable. Que quizás en otras circunstancias hubiera desconfiado sabiendo la que lio en Tempestad, pero en estos momentos, cualquiera que pudiese hablar y no vomitase bazofia azul era bienvenido.
- Se ve que solo frecuentamos lugares emocionantes.- Le respondí con un tono cansado que poco ayudaba a mantener la broma.- Y lamentablemente no entiendo nada. Llevaba ya unos cuantos años sin venir por aquí, y desde luego que la última vez esto no ocurría. Confiaba en que alguien de por aquí pudiese entender algo, pero viéndote con mis mismas dudas supongo que me iré olvidando.- Y aunque tenerle allí me podría venir bien para que me llevara a algún sitio donde obtener respuestas a nuestras preguntas, de momento la prioridad era sobrevivir, ya cuando eso estuviera solucionado podríamos ir al siguiente punto.- Por cierto, soy Corlys. No me acuerdo de si nos presentamos, pero bueno, siempre es bueno refrescar.
- Yo Teufel. Y en mi caso seguro que no nos han presentado nunca.
Mientras Cohen nos contaba su idea, yo iba haciendo acopio de tejas y me las dejaba apiladas a mano por si los locos azules decidían volver. El plan de escapar hasta las murallas no era malo, nos ahorraba cruzar por las calles, pero el problema ahí iba a ser poder escapar de verdad.
- Si, viéndote como has subido al tejado, confío en que podríamos llegar hasta las murallas. Lo que no sé es si íbamos a poder salir después. No se yo si la guardia se quedaría mirando sin hacer nada mientras lo hacemos. ¿No conocerás tu algún sitio por aquí donde podamos refugiarnos, no? Porque...- No continué la frase al ver que una de las pilas de cadáveres empezaba a moverse, por lo que agarré una teja y le señalé a mis acompañantes el montón en cuestión.- ¿Vosotros también estáis viendo eso?
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Cohen escuchó los nombres de ambos y asintió, aunque su mente estaba pensando en una forma segura de salir de aquel lugar. El Barrio Oscuro con aquellas altas murallas parecía una ratonera, un lugar perfecto para una situación peliaguda como aquella.
―Los soldados humanos han cerrado las puertas del Barrio. Se ve que no están interesados en implicarse en esto. Algo que no me extraña…
En ese momento, Corlys señaló hacia un cúmulo de cuerpos que comenzaba a moverse. Sin duda, sí. Necesitarían un lugar seguro… pero sobretodo, necesitaban una salida. El simple hecho de verse obligados a pasar el periodo diurno en alguna de aquellas casas le parecía una verdadera tortura.
―Creo que deberíamos movernos e intentar pasar desapercibidos. Mientras haya gente en el suelo que sean una distracción, nosotros deberíamos no llamar la atención de esas… cosas.
Mirando a su alrededor, Cohen observó una escalera de madera, dejada de caer sobre una de las paredes de una vivienda cercana.
Si lograban hacerse con ella, podrían ir de tejado en tejado, acercándose hasta las murallas. Con suerte, el desnivel entre los edificios no sería tan dispar y lograrían avanzar.
―¿Y si tomamos esa escalera? Creo que nos será útil, ¿qué piensan?
En ese momento, antes de poder escuchar una respuesta clara por parte de sus dos acompañantes, algo sobrevoló sobre ellos. Una figura negra azabache, ligeramente fantasmal, cubierta por una fina mortaja. La sombra humanoide planeó ligeramente hasta caer al suelo, hasta uno de los cadáveres. Llevó su boca hasta la carne fría y sin vida de la víctima y comenzó a morderla, intentando alimentarse de la misma. A su lado, los infectados por aquella sustancia azul pasaban a su lado, pero no se detenían. Continuaban corriendo, como si ignoraran la presencia sombría.
La aterradora visión hizo mirar a sus compañeros de tejado con absoluto pavor.
―Tenemos que marcharnos de aquí. Lo antes posible.
Cohen se dirigió hacia el lado izquierdo del tejado. Frente a la pared de la casa próxima, se encontraba la escalera. Estaba en una posición distante y alcanzarla parecía imposible desde allí.
―¿Se os ocurre como alcanzarla?
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―Los soldados humanos han cerrado las puertas del Barrio. Se ve que no están interesados en implicarse en esto. Algo que no me extraña…
En ese momento, Corlys señaló hacia un cúmulo de cuerpos que comenzaba a moverse. Sin duda, sí. Necesitarían un lugar seguro… pero sobretodo, necesitaban una salida. El simple hecho de verse obligados a pasar el periodo diurno en alguna de aquellas casas le parecía una verdadera tortura.
―Creo que deberíamos movernos e intentar pasar desapercibidos. Mientras haya gente en el suelo que sean una distracción, nosotros deberíamos no llamar la atención de esas… cosas.
Mirando a su alrededor, Cohen observó una escalera de madera, dejada de caer sobre una de las paredes de una vivienda cercana.
Si lograban hacerse con ella, podrían ir de tejado en tejado, acercándose hasta las murallas. Con suerte, el desnivel entre los edificios no sería tan dispar y lograrían avanzar.
―¿Y si tomamos esa escalera? Creo que nos será útil, ¿qué piensan?
En ese momento, antes de poder escuchar una respuesta clara por parte de sus dos acompañantes, algo sobrevoló sobre ellos. Una figura negra azabache, ligeramente fantasmal, cubierta por una fina mortaja. La sombra humanoide planeó ligeramente hasta caer al suelo, hasta uno de los cadáveres. Llevó su boca hasta la carne fría y sin vida de la víctima y comenzó a morderla, intentando alimentarse de la misma. A su lado, los infectados por aquella sustancia azul pasaban a su lado, pero no se detenían. Continuaban corriendo, como si ignoraran la presencia sombría.
La aterradora visión hizo mirar a sus compañeros de tejado con absoluto pavor.
―Tenemos que marcharnos de aquí. Lo antes posible.
Cohen se dirigió hacia el lado izquierdo del tejado. Frente a la pared de la casa próxima, se encontraba la escalera. Estaba en una posición distante y alcanzarla parecía imposible desde allí.
―¿Se os ocurre como alcanzarla?
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Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
No pude evitar que se me escapase una carcajada cansada cuando Cohen mencionó que los soldados humanos habían optado por cerrar las puertas de este barrio agonizante para así librarse del problema sin tener que hacer nada. Definitivamente, no habían cambiado en las décadas que llevaba sin juntarme con ellos.
- Vaya, parece que la guardia no ha cambiado nada desde mis tiempos. Esos cabrones son capaces de dejar morir un trozo de ciudad con tal de no tener que hacer su trabajo. Aunque supongo que haber sido ocupados por semejante banda de desgraciados no tiene que hacerle demasiada gracia a la gente de aquí.- Me encogí de hombros, la política de estas tierras no era mi problema, venía a buscar información, no a provocar un levantamiento ni a liberar a nadie, o al menos a nadie que no fuese mi maestra o del pueblo de Teufel.
Después el vampiro comentó que podríamos valernos de una escalera para ir avanzando por los tejados, y el plan era bueno, pero viendo la distancia a la que estaba, parecía que íbamos a necesitar bajar de nuevo al suelo para recogerla. y eso parecía arriesgado con el incremento de locos azules. Iba a decir que al menos tendríamos tiempo para pensar algo cuando una sombra nos pasó volando para aterrizar sobre un cadáver y empezar a comérselo.
- Deberíamos movernos. Si es solitario no deberíamos tener problemas, pero viendo estas calles puede que la zona pronto se convierta en una colonia de esos seres, si no lo ha hecho ya.
- Entonces tendremos que abreviar. No veo forma de cogerla sin tener que bajar, pero si nos lo montamos bien creo que uno podría alcanzarla y volver a subir mientras el resto le cubran.
- Si bajo yo y te alcanzo la escalera, ¿puedes subirme al tejado con ella?
- La duda ofende, pero date prisa. No quiero saber como se pone esto si se quedan sin víctimas.
Teufel me hizo una señal con el pulgar hacia arriba antes de lanzarse por el borde del tejado. Por mi parte, canalicé mi sangre para aumentar mi fuerza[1] y sopesé la teja sobre mi mano. Iba a necesitar pensar bien cuando esforzarme si no quería que el desgaste por usar mis poderes nos retrasara demasiado, pero parecía la forma más eficiente de conseguir la escalera.
- Cohen, si alguno se dirige hacia mi compañera, apunta a la cabeza.- Le dije mientras le pasaba la teja que llevaba y procedía a coger otra.
La mujer nutria descendió rebotando sobre las paredes de esa forma tan desconcertante que practicaba en ocasiones[2]. Saltó sobre un barril que del impulsó se fue rodando hacia unos azulados que se acercaban por un lado del callejón. Por mi parte, lancé la teja contra los infectados. Esta vez no iba a intentar apuntar, aprovechando que estaba reforzado, esperaba que el mero golpe ya pudiera reventar huesos sin importar demasiado su localización, y que su locura no les llevara a moverse incluso después de tales heridas.
Mi teoría se mostró cierta a medias. Cuando la teja reventó contra el pecho de uno de ellos noté como caía al suelo fulminado, pero otro disparo menos afortunado le dejó a otro una articulación nueva en la pierna, que sin embargo no logró detener su avance, cojeando de una forma tan poco eficiente como dolorosa de mirar. Por suerte, Teufel ya había alcanzado la escalera y la tendió hacia nosotros. Me agaché para cogerla y tomar una buena posición en el tejado. Seguidamente fui girando para levantar la escalera con la mujer nutria agarrada en la parte inferior, y con cierta ayuda de la propia Teufel, que iba dando impulso al hacer el giro corriendo desde abajo y se molestó en impulsarse antes de que yo hiciese el último esfuerzo para alzarla. La escalera se levantó del suelo describiendo una curva que pasó de una forma más apurada de lo que yo esperaba por encima del tejado, pero acabando con el mueble y la mujer bestia cayendo junto a nosotros.
- Vas a tener que darme un momento, que necesito un descanso después de estos esfuerzos.- Me tumbé en el tejado mientras notaba como mi cuerpo empezaba a flaquear por el consumo de sangre.- Aunque ya que eres de aquí, entre tanto puedes ir pensando en que nos espera en esta muralla. ¿Habrán puesto guardias los humanos para evitar que podamos saltárnosla y escapar? No sé si son tan ineptos como para dejar sin vigilancia a esta horda infecta y arriesgarse a unas fugas.
- Vaya, parece que la guardia no ha cambiado nada desde mis tiempos. Esos cabrones son capaces de dejar morir un trozo de ciudad con tal de no tener que hacer su trabajo. Aunque supongo que haber sido ocupados por semejante banda de desgraciados no tiene que hacerle demasiada gracia a la gente de aquí.- Me encogí de hombros, la política de estas tierras no era mi problema, venía a buscar información, no a provocar un levantamiento ni a liberar a nadie, o al menos a nadie que no fuese mi maestra o del pueblo de Teufel.
Después el vampiro comentó que podríamos valernos de una escalera para ir avanzando por los tejados, y el plan era bueno, pero viendo la distancia a la que estaba, parecía que íbamos a necesitar bajar de nuevo al suelo para recogerla. y eso parecía arriesgado con el incremento de locos azules. Iba a decir que al menos tendríamos tiempo para pensar algo cuando una sombra nos pasó volando para aterrizar sobre un cadáver y empezar a comérselo.
- Deberíamos movernos. Si es solitario no deberíamos tener problemas, pero viendo estas calles puede que la zona pronto se convierta en una colonia de esos seres, si no lo ha hecho ya.
- Entonces tendremos que abreviar. No veo forma de cogerla sin tener que bajar, pero si nos lo montamos bien creo que uno podría alcanzarla y volver a subir mientras el resto le cubran.
- Si bajo yo y te alcanzo la escalera, ¿puedes subirme al tejado con ella?
- La duda ofende, pero date prisa. No quiero saber como se pone esto si se quedan sin víctimas.
Teufel me hizo una señal con el pulgar hacia arriba antes de lanzarse por el borde del tejado. Por mi parte, canalicé mi sangre para aumentar mi fuerza[1] y sopesé la teja sobre mi mano. Iba a necesitar pensar bien cuando esforzarme si no quería que el desgaste por usar mis poderes nos retrasara demasiado, pero parecía la forma más eficiente de conseguir la escalera.
- Cohen, si alguno se dirige hacia mi compañera, apunta a la cabeza.- Le dije mientras le pasaba la teja que llevaba y procedía a coger otra.
La mujer nutria descendió rebotando sobre las paredes de esa forma tan desconcertante que practicaba en ocasiones[2]. Saltó sobre un barril que del impulsó se fue rodando hacia unos azulados que se acercaban por un lado del callejón. Por mi parte, lancé la teja contra los infectados. Esta vez no iba a intentar apuntar, aprovechando que estaba reforzado, esperaba que el mero golpe ya pudiera reventar huesos sin importar demasiado su localización, y que su locura no les llevara a moverse incluso después de tales heridas.
Mi teoría se mostró cierta a medias. Cuando la teja reventó contra el pecho de uno de ellos noté como caía al suelo fulminado, pero otro disparo menos afortunado le dejó a otro una articulación nueva en la pierna, que sin embargo no logró detener su avance, cojeando de una forma tan poco eficiente como dolorosa de mirar. Por suerte, Teufel ya había alcanzado la escalera y la tendió hacia nosotros. Me agaché para cogerla y tomar una buena posición en el tejado. Seguidamente fui girando para levantar la escalera con la mujer nutria agarrada en la parte inferior, y con cierta ayuda de la propia Teufel, que iba dando impulso al hacer el giro corriendo desde abajo y se molestó en impulsarse antes de que yo hiciese el último esfuerzo para alzarla. La escalera se levantó del suelo describiendo una curva que pasó de una forma más apurada de lo que yo esperaba por encima del tejado, pero acabando con el mueble y la mujer bestia cayendo junto a nosotros.
- Vas a tener que darme un momento, que necesito un descanso después de estos esfuerzos.- Me tumbé en el tejado mientras notaba como mi cuerpo empezaba a flaquear por el consumo de sangre.- Aunque ya que eres de aquí, entre tanto puedes ir pensando en que nos espera en esta muralla. ¿Habrán puesto guardias los humanos para evitar que podamos saltárnosla y escapar? No sé si son tan ineptos como para dejar sin vigilancia a esta horda infecta y arriesgarse a unas fugas.
**************
[1] Nivel 0: Potencia de sangre: [Mágica, 2 Usos] Utiliza la sangre ingerida para aumentar su fuerza y agilidad, causando un mayor daño físico durante un turno. Gasto primer uso.
[2] Nivel 2: Persecución deslizante: [2 usos] Aprovecha los accidentes del terreno, junto a su piel deslizante y sus fuertes patas, para lanzarse contra su objetivo, recortando la distancia rápidamente a pesar del movimiento aparentemente errático. Gasto primer uso.
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
La verdad era que el plan de Corlys y Teufel era bastante bueno. El papel de Cohen se vio limitado a sostener un par de tejas en sus manos y lanzarlas hacia los afectados por aquella sustancia. Consiguió dar con una de ellas con bastante efectividad, aunque fue Corlys el que hizo la mayor parte del trabajo alzando solo la escalera con su amiga colgando de ella. La verdad era que a simple vista, el vampiro no parecía tan fuerte.
Cuando los tres estuvieron de nuevo en el tejado, acompañados de una larga escalera que con suerte les permitiría avanzar de un tejado a otro, solventando distintas alturas y saltos al vacío, la pregunta de Corlys le pilló sorprendido. ¿Les dejarían salir?
―Bueno… teniendo en cuenta de que tan sólo alguna de estas… personas pueda alzar el vuelo como ese bicho, la propagación de lo que sea esto será más fácil de lo que parece.
La verdad era de que la población de dragones en la ciudad, que Cohen supiera, era bastante baja. Pero la presencia de hombres bestias era bastante superior, por lo que no descartaba que alguno de aquellos locos saliera de allí volando.
―Por suerte, conozco al líder de estos hombres… aunque entre sus subalternos no tengo demasiada… buena fama, por decirlo de alguna forma… Pero no te preocupes por eso ahora, sé cómo convencerles.
La magia de la voz abría caminos fácilmente. Lo principal ahora mismo era llegar de una vez hasta las murallas.
―Cuento un total de… siete tejados para llegar a la muralla… Quizás deberíamos ponernos en marcha…
Cohen, mientras su compañero racial descansaba, cogió la escalera y la llevó a uno de los extremos del tejado. Allí, había un vacío de varios metros y además, una notable diferencia de altura entre ambas, estando el tejado sobre el que se encontraban unos metros más alto que la otra.
―Creo que puedo saltar… Teufel, luego podrías acercar la escalera y pasar mientras te la sujeto desde el lado contrario.
La verdad era que aquella no era la primera vez que saltaba entre tejados y su agilidad estaba aumentando últimamente. Aquel salto era uno de los fáciles.
Apenas corrió unos metros antes de saltar, necesitando un impulso mínimo. Se precipitó en el aire, comenzando a caer una vez había superado la mitad del vacío. Cuándo volvió a tener contacto con el tejado del edificio contiguo, el fuerte sonido de unas tejas rompiéndose al caer su cuerpo sobre ellas se escuchó en la calle colindante, apenas a unos tres metros bajo él. [1]
Los afectados acudieron inmediatamente hacia el ruido y Cohen tiró hacia ellos algunas de las tejas rotas antes de hacerle señas a Teufel.
―Vamos, pasa la escalera… es vuestro turno…
Victor Krane se ocultaba en el interior de una de las casas de Barrio Oscuro. Llevaba allí oculto desde la noche anterior, desde que aquella mujer había dado aquella bebida a todas aquellas personas.
El creador de los Aeros de Sangre, sin embargo, había optado por quedarse atrás, pues había algo en aquella situación, que no le gustaba nada. Por ello, al intentar huir y comprobar que las puertas de la vivienda habían sido cerradas, no tuvo más remedio que ocultarse en la casa durante unas horas.
A la salida del sol, no había rastro de aquella mujer ni del líquido azulado. Y por un momento, Victor creyó que había sido tan sólo una pesadilla. Sin embargo, cuándo vio a todos esos cuerpos que vomitaban esa sustancia azul, supo que debía abandonar el Barrio Oscuro cuánto antes.
Sin embargo, no había llegado muy lejos y se ocultaba en el sótano de una casa. El acceso principal se encontraba a pie de calle, pero al comprobar que estaba vacío y era un lugar seguro, había bloqueado la puerta y se había ocultado allí.
Podía ver el exterior desde una ventana a ras del suelo. Afortunadamente para él, tenía barrotes y desde allí, contemplaba el caos en el que se había convertido esa parte de la ciudad. Por lo que cuándo había escuchado las tres puertas del barrio cerrarse a la vez, supo que la situación se había descontrolado por completo.
Fue entonces cuándo decidió que debía marcharse. Se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, el número de los vomitadores azules aumentaba y si no quería verse allí atrapado, siendo la única persona sana del barrio, debía marcharse.
Por esa razón, más despierto que nunca por no haber tomado nada de Evasión en las últimas horas, el saco de huesos que era su cuerpo iba armado con un simple rastrillo de tres afilados pinchos cuándo salió al exterior.
[1] Alusión a mi talento Agilidad
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Cuando los tres estuvieron de nuevo en el tejado, acompañados de una larga escalera que con suerte les permitiría avanzar de un tejado a otro, solventando distintas alturas y saltos al vacío, la pregunta de Corlys le pilló sorprendido. ¿Les dejarían salir?
―Bueno… teniendo en cuenta de que tan sólo alguna de estas… personas pueda alzar el vuelo como ese bicho, la propagación de lo que sea esto será más fácil de lo que parece.
La verdad era de que la población de dragones en la ciudad, que Cohen supiera, era bastante baja. Pero la presencia de hombres bestias era bastante superior, por lo que no descartaba que alguno de aquellos locos saliera de allí volando.
―Por suerte, conozco al líder de estos hombres… aunque entre sus subalternos no tengo demasiada… buena fama, por decirlo de alguna forma… Pero no te preocupes por eso ahora, sé cómo convencerles.
La magia de la voz abría caminos fácilmente. Lo principal ahora mismo era llegar de una vez hasta las murallas.
―Cuento un total de… siete tejados para llegar a la muralla… Quizás deberíamos ponernos en marcha…
Cohen, mientras su compañero racial descansaba, cogió la escalera y la llevó a uno de los extremos del tejado. Allí, había un vacío de varios metros y además, una notable diferencia de altura entre ambas, estando el tejado sobre el que se encontraban unos metros más alto que la otra.
―Creo que puedo saltar… Teufel, luego podrías acercar la escalera y pasar mientras te la sujeto desde el lado contrario.
La verdad era que aquella no era la primera vez que saltaba entre tejados y su agilidad estaba aumentando últimamente. Aquel salto era uno de los fáciles.
Apenas corrió unos metros antes de saltar, necesitando un impulso mínimo. Se precipitó en el aire, comenzando a caer una vez había superado la mitad del vacío. Cuándo volvió a tener contacto con el tejado del edificio contiguo, el fuerte sonido de unas tejas rompiéndose al caer su cuerpo sobre ellas se escuchó en la calle colindante, apenas a unos tres metros bajo él. [1]
Los afectados acudieron inmediatamente hacia el ruido y Cohen tiró hacia ellos algunas de las tejas rotas antes de hacerle señas a Teufel.
―Vamos, pasa la escalera… es vuestro turno…
_____________________________________________
Victor Krane se ocultaba en el interior de una de las casas de Barrio Oscuro. Llevaba allí oculto desde la noche anterior, desde que aquella mujer había dado aquella bebida a todas aquellas personas.
El creador de los Aeros de Sangre, sin embargo, había optado por quedarse atrás, pues había algo en aquella situación, que no le gustaba nada. Por ello, al intentar huir y comprobar que las puertas de la vivienda habían sido cerradas, no tuvo más remedio que ocultarse en la casa durante unas horas.
A la salida del sol, no había rastro de aquella mujer ni del líquido azulado. Y por un momento, Victor creyó que había sido tan sólo una pesadilla. Sin embargo, cuándo vio a todos esos cuerpos que vomitaban esa sustancia azul, supo que debía abandonar el Barrio Oscuro cuánto antes.
Sin embargo, no había llegado muy lejos y se ocultaba en el sótano de una casa. El acceso principal se encontraba a pie de calle, pero al comprobar que estaba vacío y era un lugar seguro, había bloqueado la puerta y se había ocultado allí.
Podía ver el exterior desde una ventana a ras del suelo. Afortunadamente para él, tenía barrotes y desde allí, contemplaba el caos en el que se había convertido esa parte de la ciudad. Por lo que cuándo había escuchado las tres puertas del barrio cerrarse a la vez, supo que la situación se había descontrolado por completo.
Fue entonces cuándo decidió que debía marcharse. Se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, el número de los vomitadores azules aumentaba y si no quería verse allí atrapado, siendo la única persona sana del barrio, debía marcharse.
Por esa razón, más despierto que nunca por no haber tomado nada de Evasión en las últimas horas, el saco de huesos que era su cuerpo iba armado con un simple rastrillo de tres afilados pinchos cuándo salió al exterior.
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Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
El detalle de que tenían gente voladora en esa ciudad era un punto interesante, un punto que aumentaba el peligro de que una epidemia de locos acabase extendiéndose por todo el continente, puesto que lo único que les separaba de eso eran unos guardias en los que no pondría mi fe ni en la situación más desesperada.
- Ah... Que bien todo...- Miré hacia las muralla esperando poder discernir algo, pero no hubo demasiada suerte, asumiendo que no eran tan idiotas como para dejar esto sin vigilancia, los tenían moderadamente escondidos, o igual simplemente sentados para que les cubriese el muro.- Pero confiemos en que haya guardias entonces, y en que sepan hacer su trabajo cuando supone un peligro para ellos y no lo pueden seguir ignorando tras una pared.
La información sobre que conocía a su líder nos vendría bien, pues igual le odiaban todos, pero si al menos sabía como operaban, podría ayudarnos a escapar. Eso y sus trucos de vampiro de la voz, que por poco que me gustasen, no iba a discutir que eran bastante útiles.
- Ah, los buenos juegos mentales de la magia de voz...- En nuestro último encuentro no había podido ver demasiado, pero haberme encontrado a algunas víctimas de su efecto me daban una idea de como podía manejarse.- Confiemos en que no estén preparados para eso, sería ciertamente inoportuno.
También estaba el detalle de que algún día, probablemente no muy lejano, alguien tendría que lidiar con esta droga, pero confiaba en no ir a ser yo y en que pudieran gestionarse sin ayuda. Mi problema era salir de esta ciudad, cumplir mi promesa a Teufel y encontrar a Nora, lo demás eran distracciones.
- Muy bien.- Respondió Teufel a la propuesta de Cohen mientras que iba a recoger la escalera y esperaba a que el vampiro terminase de aterrizar sobre el siguiente tejado para pasársela.
La mujer nutria estaba asegurándose de que estuviese bien apoyada por nuestro lado para que no se moviese mientras intentábamos cruzar, y entre tanto yo aproveché para ir echando un vistazo a los locos azules que se veían desde allí. Y era extraño, porque salvo algún grupo suelto, como los que acababan de acercarse a nosotros por el ruido, el resto parecía ir agrupándose en bandas de un tamaño bastante más respetable que se dirigían a puntos concretos. Tenía pinta de que se iban quedando sin gente sana y estaban buscándolos enérgicamente.
Sabiendo que el siguiente tejado estaba más alto, crucé la escalera hacia allí para comprobar si desde esa posición mejoraban las vistas. No fue el momento que más confianza me dio, pues la escalera no estaba precisamente baja, y con Cohen y Teufel al otro lado, nadie podía sujetar el otro extremo. Pero a pesar de la tensión, conseguí llegar sin demasiados problemas. Suspiré aliviado cuando puse mis pies en el tejado, y ya aproveché para comentarles lo que me rondaba la cabeza.
- ¿No os da la impresión de que esos azulados están yendo todos hacia unos pocos lugares? Se han ido agrupando, y luego esos grupos pinta que se van a unir entre ellos, porque parece que están moviéndose hacia puntos concretos.- Les iba comentando mientras señalaba las zonas donde parecían dirigirse.
- Ah... Que bien todo...- Miré hacia las muralla esperando poder discernir algo, pero no hubo demasiada suerte, asumiendo que no eran tan idiotas como para dejar esto sin vigilancia, los tenían moderadamente escondidos, o igual simplemente sentados para que les cubriese el muro.- Pero confiemos en que haya guardias entonces, y en que sepan hacer su trabajo cuando supone un peligro para ellos y no lo pueden seguir ignorando tras una pared.
La información sobre que conocía a su líder nos vendría bien, pues igual le odiaban todos, pero si al menos sabía como operaban, podría ayudarnos a escapar. Eso y sus trucos de vampiro de la voz, que por poco que me gustasen, no iba a discutir que eran bastante útiles.
- Ah, los buenos juegos mentales de la magia de voz...- En nuestro último encuentro no había podido ver demasiado, pero haberme encontrado a algunas víctimas de su efecto me daban una idea de como podía manejarse.- Confiemos en que no estén preparados para eso, sería ciertamente inoportuno.
También estaba el detalle de que algún día, probablemente no muy lejano, alguien tendría que lidiar con esta droga, pero confiaba en no ir a ser yo y en que pudieran gestionarse sin ayuda. Mi problema era salir de esta ciudad, cumplir mi promesa a Teufel y encontrar a Nora, lo demás eran distracciones.
- Muy bien.- Respondió Teufel a la propuesta de Cohen mientras que iba a recoger la escalera y esperaba a que el vampiro terminase de aterrizar sobre el siguiente tejado para pasársela.
La mujer nutria estaba asegurándose de que estuviese bien apoyada por nuestro lado para que no se moviese mientras intentábamos cruzar, y entre tanto yo aproveché para ir echando un vistazo a los locos azules que se veían desde allí. Y era extraño, porque salvo algún grupo suelto, como los que acababan de acercarse a nosotros por el ruido, el resto parecía ir agrupándose en bandas de un tamaño bastante más respetable que se dirigían a puntos concretos. Tenía pinta de que se iban quedando sin gente sana y estaban buscándolos enérgicamente.
Sabiendo que el siguiente tejado estaba más alto, crucé la escalera hacia allí para comprobar si desde esa posición mejoraban las vistas. No fue el momento que más confianza me dio, pues la escalera no estaba precisamente baja, y con Cohen y Teufel al otro lado, nadie podía sujetar el otro extremo. Pero a pesar de la tensión, conseguí llegar sin demasiados problemas. Suspiré aliviado cuando puse mis pies en el tejado, y ya aproveché para comentarles lo que me rondaba la cabeza.
- ¿No os da la impresión de que esos azulados están yendo todos hacia unos pocos lugares? Se han ido agrupando, y luego esos grupos pinta que se van a unir entre ellos, porque parece que están moviéndose hacia puntos concretos.- Les iba comentando mientras señalaba las zonas donde parecían dirigirse.
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Cohen sostuvo la escalera en el extremo opuesto. Teufel fue la primera en pasar y lo hizo de forma segura, pues había una persona en cada uno de los extremos de la misma sujetándola. El problema llegaría si Corlys no lograba pasar.
Cuándo éste comenzó a cruzar, se aferró a ella firmemente, dejando caer su peso sobre la misma para contrarrestar el peso del otro y aumentar la seguridad. Al fin y al cabo, la caída era de algunos metros y ante cualquier sonido, los azulados parecían reaccionar de forma feroz.
Una vez que él estuvo en el tejado, hizo un comentario sobre el comportamiento de los azulados y cómo, al parecer, se estaban reagrupando. La verdad era que Cohen no había prestado gran atención, pues sus pensamientos estaban fijados en llegar a la muralla y poco más.
―¿Estarán buscando carnaza?
A unos metros de ellos, el Amortajado sobrevoló en tejado en el que habían estado tan sólo unos instantes antes. La presencia de ese ser y la cercanía, el nivel de detalle que pudo distinguir en él, le hizo erizar el vello.
―¿Seguimos?
Pudieron avanzar durante un par de edificios más. Aquel lado de la calle tenía casas contiguas de una altura similar entre ellas, por lo que fue relativamente fácil desplazarse de uno a otro de los tejados. Portaban la escalera Cohen y Teufel, mientras Corlys era el encargado de vigilar los alrededores.
―Esta es ya la última casa ―le dijo a la mujer bestial, a la que hubiera deseado conocer en otros circunstancias más tranquilas, pues él solía adorar a los miembros de aquella raza― Veremos si podemos pasar a la siguiente… Teufel, ¿estás cansada? Podemos tomarnos un momento...
Y entonces, la idea se le pasó por la mente...
¿Realmente podemos tomarnos un momento?
Victor sostenía el rastrillo entre sus manos, mientras avanzaba por la calle. Había asesinado ya a una de aquellas personas, hundiendo los tres pinchos de su arma agrícola en la garganta del azulado.
Al verse atrapado entre dos grandes grupos que se aproximaban por lados opuestos de la calle, se vio obligado a introducirse en el interior de una de las casas, cerrando tras de sí.
Atrapado en la vivienda, subió hasta la segunda planta a paso ligero aunque cauteloso, rezando por qué ninguno de aquellos adictos se encontraran en su interior.
Llegó a la planta de arriba cuándo los golpes contra la puerta principal comenzaron a sonar. Supo que no resistiría demasiado el embate de los golpes, por lo que debía esconderse.
Descubrió que una de las habitaciones tenía unas escaleras de pie que daba acceso a una de las buhardillas. Subió a la oscura habitación y notó cómo algunos de los escalones de la débil estructura se rompían cuándo dejaba su peso sobre ellos.
Se introdujo por el pequeño orificio cuándo escuchó que finalmente la puerta principal de la planta baja había cedido por completo a la presión de los azulados. Recogió las escaleras para impedir que ninguno de ellos subiera hasta allí.
La buhardilla era pequeña y sólo estaba iluminada por un ventanal redondo. Rompió los cristales del mismo con el rastrillo y una vez asegurado de no hacerse corte alguno, salió por él, subido en la cornisa hasta elevarse hasta el tejado.
El siguiente edificio se encontraba a varios metros de altura por encima del que estaban. Además, el vacío entre ellos era mucho mayor, haciendo que la escalera fuera totalmente inviable para salvar la distancia entre ambos.
La muralla estaba próxima, pues si conseguían cruzar hasta el otro lado, desde aquel tejado sí podían llegar hasta el perímetro del barrio.
―¿Se os ocurre qué podemos hacer?― preguntó a sus acompañantes―¿Quizás bajar y cruzar la calle?
Cohen bajó la mirada a esa callejuela. Sobre el suelo, se encontraban numerosos cuerpos de azulados. La mayoría estaban muertos o en un extraño estado vegetativo. Algunos vomitaban levemente ese sustancia azul de sus bocas, que caían por las comisuras de los labios.
Pero fue el sonido de aquellos pasos los que llamó su atención. Al volver a mirar, el vampiro distinguió la figura de una hermosa mujer de cabellos negros, vestida completamente de azul. En una de sus manos, portaba un líquido azul, muy semejante a aquellos vómitos y a las muestras que había logrado sacar.
―¡Ten cuidado!― gritó Cohen, sin pararse a pensar, intentando sencillamente alertar a la mujer.
Ella se limitó a alzar la mirada hasta el tejado y sonrió. Alzó los brazos, poniéndolos en cruz y comenzó a girar sus muñecas. Pocos segundos después, se escuchó cómo casi todos los azulados de los alrededores acudían hacia ella y su boca se abrió para dejar escapar un extraño cántico.
Cuándo éste comenzó a cruzar, se aferró a ella firmemente, dejando caer su peso sobre la misma para contrarrestar el peso del otro y aumentar la seguridad. Al fin y al cabo, la caída era de algunos metros y ante cualquier sonido, los azulados parecían reaccionar de forma feroz.
Una vez que él estuvo en el tejado, hizo un comentario sobre el comportamiento de los azulados y cómo, al parecer, se estaban reagrupando. La verdad era que Cohen no había prestado gran atención, pues sus pensamientos estaban fijados en llegar a la muralla y poco más.
―¿Estarán buscando carnaza?
A unos metros de ellos, el Amortajado sobrevoló en tejado en el que habían estado tan sólo unos instantes antes. La presencia de ese ser y la cercanía, el nivel de detalle que pudo distinguir en él, le hizo erizar el vello.
―¿Seguimos?
Pudieron avanzar durante un par de edificios más. Aquel lado de la calle tenía casas contiguas de una altura similar entre ellas, por lo que fue relativamente fácil desplazarse de uno a otro de los tejados. Portaban la escalera Cohen y Teufel, mientras Corlys era el encargado de vigilar los alrededores.
―Esta es ya la última casa ―le dijo a la mujer bestial, a la que hubiera deseado conocer en otros circunstancias más tranquilas, pues él solía adorar a los miembros de aquella raza― Veremos si podemos pasar a la siguiente… Teufel, ¿estás cansada? Podemos tomarnos un momento...
Y entonces, la idea se le pasó por la mente...
¿Realmente podemos tomarnos un momento?
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Victor sostenía el rastrillo entre sus manos, mientras avanzaba por la calle. Había asesinado ya a una de aquellas personas, hundiendo los tres pinchos de su arma agrícola en la garganta del azulado.
Al verse atrapado entre dos grandes grupos que se aproximaban por lados opuestos de la calle, se vio obligado a introducirse en el interior de una de las casas, cerrando tras de sí.
Atrapado en la vivienda, subió hasta la segunda planta a paso ligero aunque cauteloso, rezando por qué ninguno de aquellos adictos se encontraran en su interior.
Llegó a la planta de arriba cuándo los golpes contra la puerta principal comenzaron a sonar. Supo que no resistiría demasiado el embate de los golpes, por lo que debía esconderse.
Descubrió que una de las habitaciones tenía unas escaleras de pie que daba acceso a una de las buhardillas. Subió a la oscura habitación y notó cómo algunos de los escalones de la débil estructura se rompían cuándo dejaba su peso sobre ellos.
Se introdujo por el pequeño orificio cuándo escuchó que finalmente la puerta principal de la planta baja había cedido por completo a la presión de los azulados. Recogió las escaleras para impedir que ninguno de ellos subiera hasta allí.
La buhardilla era pequeña y sólo estaba iluminada por un ventanal redondo. Rompió los cristales del mismo con el rastrillo y una vez asegurado de no hacerse corte alguno, salió por él, subido en la cornisa hasta elevarse hasta el tejado.
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El siguiente edificio se encontraba a varios metros de altura por encima del que estaban. Además, el vacío entre ellos era mucho mayor, haciendo que la escalera fuera totalmente inviable para salvar la distancia entre ambos.
La muralla estaba próxima, pues si conseguían cruzar hasta el otro lado, desde aquel tejado sí podían llegar hasta el perímetro del barrio.
―¿Se os ocurre qué podemos hacer?― preguntó a sus acompañantes―¿Quizás bajar y cruzar la calle?
Cohen bajó la mirada a esa callejuela. Sobre el suelo, se encontraban numerosos cuerpos de azulados. La mayoría estaban muertos o en un extraño estado vegetativo. Algunos vomitaban levemente ese sustancia azul de sus bocas, que caían por las comisuras de los labios.
Pero fue el sonido de aquellos pasos los que llamó su atención. Al volver a mirar, el vampiro distinguió la figura de una hermosa mujer de cabellos negros, vestida completamente de azul. En una de sus manos, portaba un líquido azul, muy semejante a aquellos vómitos y a las muestras que había logrado sacar.
―¡Ten cuidado!― gritó Cohen, sin pararse a pensar, intentando sencillamente alertar a la mujer.
Ella se limitó a alzar la mirada hasta el tejado y sonrió. Alzó los brazos, poniéndolos en cruz y comenzó a girar sus muñecas. Pocos segundos después, se escuchó cómo casi todos los azulados de los alrededores acudían hacia ella y su boca se abrió para dejar escapar un extraño cántico.
Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
El avance no era especialmente rápido, pero era eficiente. Cruzar tejados aprovechando la escalera nos había acercado mucho a la muralla, pero cuanto más cerca estábamos más se complicaba la situación. Además, estaba el pequeño detalle de que esos azulados se estaban agrupando, y eso significaba en el mejor de los casos que nos estaban cazando, y en el peor que tramaban algo gordo.
- Más nos vale que así sea. No me gustaría descubrir cual es la razón si no es lo que pensamos.
Y la presencia de funestos presagios en forma de presencias espectrales sobrevolando la zona no hacía sino invitarnos a darnos más prisa para salir de ese lugar. Cuando el vampiro nos preguntó si seguíamos, noté la mirada de Teufel sobre mi y asentí sin dudarlo un segundo, ella me asintió de vuelta y se encargó de responder.
- Seguimos. Parar no parece una buena opción.
El problema era que no íbamos a poder seguir avanzando saltando entre tejados, porque el siguiente quedaba bastante alejado de lo que nadie consideraría una distancia alcanzable. Y eso podría ser un problema asumible si no fuera porque apareció una extraña mujer con un bote azul en la mano, que empezó a cantar haciendo que la horda de azulados de la zona avanzaran corriendo hacia ella. Entre tanto estaba pensando en cual sería la mejor forma de seguir avanzando, pero la nueva situación me olbigó a cambiar la aproximación.
- Yo los distraeré, Cohen vete a por esa mujer, Teufel, asegura el otro lado de la calle y llévate la escalera.- Sin decir nada más, coloqué la escalera en la pared y me deslicé por ella hasta bajar al suelo.
- Eh. Igual te viene bien esto.- Me dijo Teufel mientras me pasaba la pila de tejas que había acumulado allá arriba.
Yo salí corriendo hacia una calleja cercana, lanzando las tejas hacia la horda. Lo bueno de que fuesen tanto es que no hacía falta apuntar, sólo con tirar un objeto hacia arriba y dejar que la caída le diera la fuerza necesaria ya te asegurabas unas buenas bajas. Seguramente una muralla con buenos arqueros podría enfrentarse a este problema. Lamentablemente yo no era un buen arquero ni tenía una muralla, así que lo que me quedaba era llamar su atención y dirigirles hacia un sitio estrecho donde no pudieran abrumarme con su superioridad numérica.
- ¡Vosotros! ¡Inútiles azules! ¿No sabéis ni perseguir a un trozo de carne que todavía conserve su cerebro funcional?- En cuanto vi que alguno ya se había desviado de su rumbo hacia mi, entré en un callejón lo suficientemente estrecho y me descolgué la lanza y el escudo. Seguramente otros tendrían problema manejándose en tan poco espacio, pero yo había pasado mucho tiempo en circunstancias similares[1], y el que el escudo ocupara más de la mitad del ancho de la calle me aportaba confianza en que al menos no llegarían a tocarme mientras viviera. Tomé posición, y en cuanto el primer azulado entró en la calleja le lancé un ataque a la cabeza. La lanza entró por el ojo y el hombre dejó de moverse. Le empujé con el escudo para recuperar mi arma y no pude hacer más porque el segundo ya se lanzaba contra mi. Probablemente personas funcionales se hubiera planteado esta jugada después del funesto destino del primero, por desgracia, estos dudaba que pensaran demasiado.
Aproveché su impulso para agacharme y apoyar el asta contra el suelo, de forma que se empaló a si mismo. Retrocedí para sacar la punta de esa masa de carne chorreando azul. En cuanto el cuerpo se desplomó el siguiente ya estaba pasando por encima del cuerpo para continuar el ataque. Una punzada en el cuello y estaba tan muerto como el anterior. Pero no importaba, seguían avanzando y yo tenía que retroceder. Pinchar, retroceder, bloquear y repetir, pero me iban empujando hacia atrás, y en cuanto saliésemos a una calle más amplia me iban a destrozar. Eso y que notaba que mis armas que no estaban en la mejor condición posible, cuando tuviera tiempo iba a tener que repararlas. Cuando vi una caja de madera tirada por detrás de mi se me ocurrió una salida. Atravesé al último individuo que me atacaba y salté hacia atrás para subirme a la caja, retrocedí un paso más para bajar al suelo y pateé la caja contra ellos. No había espacio para que golpeara con suficiente fuerza, pero si que lo empujó lo suficiente para darme el tiempo que necesitaba para salir corriendo hacia la calle donde había dejado. Más valía que tuviesen la situación controlada, porque no tenía demasiado margen más allá de correr y buscar algo con lo que subirme a un tejado antes de ser alcanzado.
- Más nos vale que así sea. No me gustaría descubrir cual es la razón si no es lo que pensamos.
Y la presencia de funestos presagios en forma de presencias espectrales sobrevolando la zona no hacía sino invitarnos a darnos más prisa para salir de ese lugar. Cuando el vampiro nos preguntó si seguíamos, noté la mirada de Teufel sobre mi y asentí sin dudarlo un segundo, ella me asintió de vuelta y se encargó de responder.
- Seguimos. Parar no parece una buena opción.
El problema era que no íbamos a poder seguir avanzando saltando entre tejados, porque el siguiente quedaba bastante alejado de lo que nadie consideraría una distancia alcanzable. Y eso podría ser un problema asumible si no fuera porque apareció una extraña mujer con un bote azul en la mano, que empezó a cantar haciendo que la horda de azulados de la zona avanzaran corriendo hacia ella. Entre tanto estaba pensando en cual sería la mejor forma de seguir avanzando, pero la nueva situación me olbigó a cambiar la aproximación.
- Yo los distraeré, Cohen vete a por esa mujer, Teufel, asegura el otro lado de la calle y llévate la escalera.- Sin decir nada más, coloqué la escalera en la pared y me deslicé por ella hasta bajar al suelo.
- Eh. Igual te viene bien esto.- Me dijo Teufel mientras me pasaba la pila de tejas que había acumulado allá arriba.
Yo salí corriendo hacia una calleja cercana, lanzando las tejas hacia la horda. Lo bueno de que fuesen tanto es que no hacía falta apuntar, sólo con tirar un objeto hacia arriba y dejar que la caída le diera la fuerza necesaria ya te asegurabas unas buenas bajas. Seguramente una muralla con buenos arqueros podría enfrentarse a este problema. Lamentablemente yo no era un buen arquero ni tenía una muralla, así que lo que me quedaba era llamar su atención y dirigirles hacia un sitio estrecho donde no pudieran abrumarme con su superioridad numérica.
- ¡Vosotros! ¡Inútiles azules! ¿No sabéis ni perseguir a un trozo de carne que todavía conserve su cerebro funcional?- En cuanto vi que alguno ya se había desviado de su rumbo hacia mi, entré en un callejón lo suficientemente estrecho y me descolgué la lanza y el escudo. Seguramente otros tendrían problema manejándose en tan poco espacio, pero yo había pasado mucho tiempo en circunstancias similares[1], y el que el escudo ocupara más de la mitad del ancho de la calle me aportaba confianza en que al menos no llegarían a tocarme mientras viviera. Tomé posición, y en cuanto el primer azulado entró en la calleja le lancé un ataque a la cabeza. La lanza entró por el ojo y el hombre dejó de moverse. Le empujé con el escudo para recuperar mi arma y no pude hacer más porque el segundo ya se lanzaba contra mi. Probablemente personas funcionales se hubiera planteado esta jugada después del funesto destino del primero, por desgracia, estos dudaba que pensaran demasiado.
Aproveché su impulso para agacharme y apoyar el asta contra el suelo, de forma que se empaló a si mismo. Retrocedí para sacar la punta de esa masa de carne chorreando azul. En cuanto el cuerpo se desplomó el siguiente ya estaba pasando por encima del cuerpo para continuar el ataque. Una punzada en el cuello y estaba tan muerto como el anterior. Pero no importaba, seguían avanzando y yo tenía que retroceder. Pinchar, retroceder, bloquear y repetir, pero me iban empujando hacia atrás, y en cuanto saliésemos a una calle más amplia me iban a destrozar. Eso y que notaba que mis armas que no estaban en la mejor condición posible, cuando tuviera tiempo iba a tener que repararlas. Cuando vi una caja de madera tirada por detrás de mi se me ocurrió una salida. Atravesé al último individuo que me atacaba y salté hacia atrás para subirme a la caja, retrocedí un paso más para bajar al suelo y pateé la caja contra ellos. No había espacio para que golpeara con suficiente fuerza, pero si que lo empujó lo suficiente para darme el tiempo que necesitaba para salir corriendo hacia la calle donde había dejado. Más valía que tuviesen la situación controlada, porque no tenía demasiado margen más allá de correr y buscar algo con lo que subirme a un tejado antes de ser alcanzado.
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[1] Nivel 2: Guardia de la calleja: [Pasiva] Su experiencia combatiendo en lugares estrechos, como callejones y tabernas, le permite aprovechar al máximo el terreno en espacios reducidos, manejando sus armas con soltura y aprovechando la dificultad de movimiento de sus oponentes a su favor.
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Cohen apenas tuvo tiempo para reaccionar a la decisión suicida de Corlys, que abandonó la seguridad de los tejados para ser una distracción.
―¡Tu amigo está loco!― le dijo Cohen a Teufel, mientras intentaba la forma de ayudarle desde las alturas.
Buscó en su bolsa, algún objeto que le sirviera para intentar que aquella mujer, fuese quién fuese, intentara de nuevo hacer algo por captar la atención de aquellas cosas.
Lo único útil que encontró fue su elixir de fuego embotellado. Pero cuándo lo sacó de la bolsa y dirigió de nuevo la vista a la enigmática mujer, ésta parecía haber desaparecido.
A pesar de su ausencia, su voluntad parecía cumplirse, pues nuevos azulados parecían acudir hasta allí. Cohen, con el elixir en la mano, no se lo pensó dos veces y lo arrojó hacia el centro de uno de aquellos grupos, haciendo que sus ropajes ardieran rápidamente y se extendieran de un cuerpo a otro. [1]
El olor a carne chamuscada no tardó en llegar.
Victor finalmente había accedido a los tejados y se encontraba mucho más relajado. Aún así, sentía pavor por el hecho de que los azulados le siguieran hasta las alturas, por lo que decidió seguir moviéndose. Se encontraba bastante cerca de la muralla que separaba el barrio oscuro del resto de Sacrestic, pero no tenía forma de acceder a ella sin ayuda.
La presencia de guardias sobre la muralla no solía ser frecuente. Aquella parte de la ciudad era un gueto y ni siquiera la Guardia de los Humanos interferían en los asuntos del barrio. Normalmente dejaba que los delincuentes que vivían allí se movieran a sus anchas, mientras no molestaran demasiado al otro lado de los muros.
El creador de los Aeros de Sangre, debilitado y desnutrido, caminó por encima de los tejados. La verdad era que cualquiera que le viese por allí pensaría que se trataba de uno de esos infectados, pues su cuerpo era casi esquelético y desfigurado.
Al llegar hasta el muro, intentó ascender, pero sus dedos no podían aferrarse a la piedra.
Los azulados ardían unos metros más abajo y Cohen observaba la barbarie que él mismo había provocado. Pero la verdad era que no quedaban demasiadas opciones. Aquella situación era matar o ser infectado.
Miró hacia Teufel, que parecía mirar hacia una de las calles laterales. Cohen se paró a analizar cómo podían llegar hasta el siguiente tejado. Debía existir alguna forma de hacerlo.
Pero entonces, el Amortajado sobrevoló la zona y aterrizó sobre el mismo suelo de la calle, mirando en dirección de los cadáveres que ardían en la hoguera. Su presencia parecía alejar a aquellos seres. El Amortajado y el fuego actuaban como barrera y si Teufel había despejado la calle lateral, quizás tenían la forma de bajar por allí y seguir su camino por el suelo.
―Teufel, es hora de arriesgarse.
[1]Uso de mi objeto Fuego Embotellado: Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
―¡Tu amigo está loco!― le dijo Cohen a Teufel, mientras intentaba la forma de ayudarle desde las alturas.
Buscó en su bolsa, algún objeto que le sirviera para intentar que aquella mujer, fuese quién fuese, intentara de nuevo hacer algo por captar la atención de aquellas cosas.
Lo único útil que encontró fue su elixir de fuego embotellado. Pero cuándo lo sacó de la bolsa y dirigió de nuevo la vista a la enigmática mujer, ésta parecía haber desaparecido.
A pesar de su ausencia, su voluntad parecía cumplirse, pues nuevos azulados parecían acudir hasta allí. Cohen, con el elixir en la mano, no se lo pensó dos veces y lo arrojó hacia el centro de uno de aquellos grupos, haciendo que sus ropajes ardieran rápidamente y se extendieran de un cuerpo a otro. [1]
El olor a carne chamuscada no tardó en llegar.
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Victor finalmente había accedido a los tejados y se encontraba mucho más relajado. Aún así, sentía pavor por el hecho de que los azulados le siguieran hasta las alturas, por lo que decidió seguir moviéndose. Se encontraba bastante cerca de la muralla que separaba el barrio oscuro del resto de Sacrestic, pero no tenía forma de acceder a ella sin ayuda.
La presencia de guardias sobre la muralla no solía ser frecuente. Aquella parte de la ciudad era un gueto y ni siquiera la Guardia de los Humanos interferían en los asuntos del barrio. Normalmente dejaba que los delincuentes que vivían allí se movieran a sus anchas, mientras no molestaran demasiado al otro lado de los muros.
El creador de los Aeros de Sangre, debilitado y desnutrido, caminó por encima de los tejados. La verdad era que cualquiera que le viese por allí pensaría que se trataba de uno de esos infectados, pues su cuerpo era casi esquelético y desfigurado.
Al llegar hasta el muro, intentó ascender, pero sus dedos no podían aferrarse a la piedra.
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Los azulados ardían unos metros más abajo y Cohen observaba la barbarie que él mismo había provocado. Pero la verdad era que no quedaban demasiadas opciones. Aquella situación era matar o ser infectado.
Miró hacia Teufel, que parecía mirar hacia una de las calles laterales. Cohen se paró a analizar cómo podían llegar hasta el siguiente tejado. Debía existir alguna forma de hacerlo.
Pero entonces, el Amortajado sobrevoló la zona y aterrizó sobre el mismo suelo de la calle, mirando en dirección de los cadáveres que ardían en la hoguera. Su presencia parecía alejar a aquellos seres. El Amortajado y el fuego actuaban como barrera y si Teufel había despejado la calle lateral, quizás tenían la forma de bajar por allí y seguir su camino por el suelo.
―Teufel, es hora de arriesgarse.
__________________________________________
[1]Uso de mi objeto Fuego Embotellado: Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
A veces lo único que podía hacer un vampiro era correr como si le fuera la vida en ello, porque en muchos casos era así. A lo largo de mi vida me había perseguido mucha gente, guardias indignados por no estar haciendo lo que se suponía debía hacer, borrachos a los que les había ganado a las cartas, macetas voladoras arrojadas por una loca, campesinos que me habían descubierto bebiéndome su ganado... pero los locos chorreando azul eran una experiencia nueva. Aun así, no se diferenciaba demasiado de todos los casos anteriores, y una vida huyendo de infinidad de gente, y de la responsabilidad en general, me habían preparado bastante bien para estas situaciones.
Al menos Teufel, o quien fuera, que tampoco me importaba demasiado en esas circunstancias, se había encargado de limpiar la calle de dementes, y pude cruzarla sin problemas, y sin perder la oportunidad de volcar cualquier elemento que encontrase en mi camino para retrasar a la horda que venía tras de mi.
Al llegar de nuevo a la calle principal me encontré un espectáculo dantesco, sin rastro de la mujer, pero con un grupo de azulados prendidos fuego y un espectro plantado en medio de la calle que parecía intimidar a esa gente. Seguramente en circunstancias normales me hubiera quedado estupefacto ante la vista, pero tenía algunas preocupaciones más acuciantes. Miré hacia el edificio donde se suponía que teníamos que ir y vi que Teufel ya estaba colocando la escalera sobre la pared contraria. Y sin tener que reflexionar demasiado lo que hacer, corrí hacia ella.
- Sugiero que nos movamos rápido, están por llegar los demás.
Trepé antes de que me alcanzase la horda y subí la escalera al tejado no fuese a ser que descubriesen como usarla. Al llegar estuve a punto de dejarme caer en las tejas para celebrar seguir entero, pero entonces me di cuenta de que había un tipo desconocido ya en el tejado.
- Tu, ¿de dónde has salido? ¿Y qué debería hacerme pensar que no eres uno de ellos y no debería mandarte a hacerles compañía?
Comenté amenazante tras ver su aspecto sospechoso mientras me descolgaba la lanza de mi espalda, preparado para empalarle en cuanto hiciese un movimiento sospechoso.
Al menos Teufel, o quien fuera, que tampoco me importaba demasiado en esas circunstancias, se había encargado de limpiar la calle de dementes, y pude cruzarla sin problemas, y sin perder la oportunidad de volcar cualquier elemento que encontrase en mi camino para retrasar a la horda que venía tras de mi.
Al llegar de nuevo a la calle principal me encontré un espectáculo dantesco, sin rastro de la mujer, pero con un grupo de azulados prendidos fuego y un espectro plantado en medio de la calle que parecía intimidar a esa gente. Seguramente en circunstancias normales me hubiera quedado estupefacto ante la vista, pero tenía algunas preocupaciones más acuciantes. Miré hacia el edificio donde se suponía que teníamos que ir y vi que Teufel ya estaba colocando la escalera sobre la pared contraria. Y sin tener que reflexionar demasiado lo que hacer, corrí hacia ella.
- Sugiero que nos movamos rápido, están por llegar los demás.
Trepé antes de que me alcanzase la horda y subí la escalera al tejado no fuese a ser que descubriesen como usarla. Al llegar estuve a punto de dejarme caer en las tejas para celebrar seguir entero, pero entonces me di cuenta de que había un tipo desconocido ya en el tejado.
- Tu, ¿de dónde has salido? ¿Y qué debería hacerme pensar que no eres uno de ellos y no debería mandarte a hacerles compañía?
Comenté amenazante tras ver su aspecto sospechoso mientras me descolgaba la lanza de mi espalda, preparado para empalarle en cuanto hiciese un movimiento sospechoso.
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Cohen bajó del tejado en una callejuela lateral anexa a la que se encontraba el Amortajado y los azulados. Sujetó la escalera que Teufel le ofrecía y una vez, ambos estaban en el suelo, corrieron hacia la vivienda del otro lado de la calle.
Pero un objeto llamó la atención del vampiro. Un frasco de cristal de un líquido tonalidad cobalto, similar a los vómitos de esas criaturas.
―Ve subiendo. Ahora vuelvo…
Avanzó por aquella otra calle paralela, en la que había estado la mujer vestida de azul hasta breves momentos antes. Se acercó al frasco, haciéndose con él. En su interior, el líquido azul comenzó a moverse con facilidad y sin saber por qué, a Cohen le dio la impresión de que estaba fresco.
Escuchó la voz de Corlys a su espalda y cuándo iba a emprender la vuelta hasta ellos, vio como un nuevo grupo de azulados llegaba hasta la zona, viendo cómo el vampiro retiraba la escalera. Debía encontrar una forma alternativa de subir.
Tras introducir el frasco en su bolsa de viaje, sacó de la misma un espejo, aquel espejo extraño. En el espejo en la mano, corrió en dirección a la muralla. Sabía que podía usarse para teletransportarse cierta distancia. Si llegaba a la muralla y lo usaba, podría aparecer en algún lugar, al otro lado de la misma.
Cohen corrió hacia el borde del Barrio Oscuro. A su paso, se encontró con dos azulados que comenzaron a seguirle. El vampiro les gritó. Les dirigió una palabra de las sombras, que normalmente les haría ver extraños seres a su alrededor, pero la verdad era que los azulados no parecían inmutarse ni verse aquejados por la misma. [1]
Al llegar junto a la muralla, alzó el espejo a los pocos segundos de ser atrapado por aquellos dos azulados, para ver su rostro reflejado en él. La oscuridad se hizo inminente y sintió como, a sus pies, no había suelo alguno. Le sujetaban lo que parecían numerosas manos blancas, que parecían trasportarle a algún otro lugar. La sensación era realmente inquietante, cómo si aquellas manos flotantes eligieran su destino.
Poco después, apareció en las cercanías de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville, junto al cementerio católico de la ciudad. El vampiro miró a su alrededor, intentando localizar el punto exacto dónde se encontraba.
Corrió hacia la Puerta Blanca, a unos metros, junto a la Iglesia. Allí encontró a varios guardias humanos. La verdad era que su relación con ellos no era nada positiva, por lo que dudaba mucho de que colaboraran si él se lo pedía. Decidió no perder el tiempo y emplear la magia de su voz con ellos, para que no pudieran resistirse a su voluntad.
―¡No perdáis el tiempo! ¡Os sentís obligados a ayudar a las personas que se refugian en los tejados de esos azulados! ¿Acaso no es esa vuestra obligación? [2]
La verdad era que por primera vez, Cohen tuvo la sensación de que les estaba regañando que otra cosa.
En los alrededores de las tres puertas que daban acceso al Barrio Oscuro habían unas escaleras que ascendían metros y metros de altura hasta alcanzar la parte más alta de las murallas.
Mientras subían hasta allí, escalón tras escalón, Cohen sintió mucha curiosidad.
―¿Cómo es que Peter Lannet no está aquí?
―Peter abandonó Sacrestic Ville anoche. Ha dejado de ser nuestro líder y le han requerido en Lunargenta. Le van a enjuiciar por traición.
Las palabras del soldado dejaron al vampiro asombrado. ¿Cómo era posible que Peter hubiera abandonado la ciudad sin decírselo?
Con la pregunta en su mente, siguió ascendiendo hasta que, junto a los soldados, llegaron a lo más alto de la muralla. Allí, al mirar varios metros más abajo, se sorprendió que junto a Corlys y Teufel se encontraba ahora Victor Krane. Y su aspecto era más lamentable que nunca.
[1] Sombras de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen pronuncia una palabra oscura que induce a creer a un par de personas que numerosas sombras malignas le rodean con la intención de poseer sus cuerpos, pudiendo causar en ellas auténtico terror. Primer Uso
[2] Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Pero un objeto llamó la atención del vampiro. Un frasco de cristal de un líquido tonalidad cobalto, similar a los vómitos de esas criaturas.
―Ve subiendo. Ahora vuelvo…
Avanzó por aquella otra calle paralela, en la que había estado la mujer vestida de azul hasta breves momentos antes. Se acercó al frasco, haciéndose con él. En su interior, el líquido azul comenzó a moverse con facilidad y sin saber por qué, a Cohen le dio la impresión de que estaba fresco.
Escuchó la voz de Corlys a su espalda y cuándo iba a emprender la vuelta hasta ellos, vio como un nuevo grupo de azulados llegaba hasta la zona, viendo cómo el vampiro retiraba la escalera. Debía encontrar una forma alternativa de subir.
Tras introducir el frasco en su bolsa de viaje, sacó de la misma un espejo, aquel espejo extraño. En el espejo en la mano, corrió en dirección a la muralla. Sabía que podía usarse para teletransportarse cierta distancia. Si llegaba a la muralla y lo usaba, podría aparecer en algún lugar, al otro lado de la misma.
Cohen corrió hacia el borde del Barrio Oscuro. A su paso, se encontró con dos azulados que comenzaron a seguirle. El vampiro les gritó. Les dirigió una palabra de las sombras, que normalmente les haría ver extraños seres a su alrededor, pero la verdad era que los azulados no parecían inmutarse ni verse aquejados por la misma. [1]
Al llegar junto a la muralla, alzó el espejo a los pocos segundos de ser atrapado por aquellos dos azulados, para ver su rostro reflejado en él. La oscuridad se hizo inminente y sintió como, a sus pies, no había suelo alguno. Le sujetaban lo que parecían numerosas manos blancas, que parecían trasportarle a algún otro lugar. La sensación era realmente inquietante, cómo si aquellas manos flotantes eligieran su destino.
Poco después, apareció en las cercanías de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville, junto al cementerio católico de la ciudad. El vampiro miró a su alrededor, intentando localizar el punto exacto dónde se encontraba.
Corrió hacia la Puerta Blanca, a unos metros, junto a la Iglesia. Allí encontró a varios guardias humanos. La verdad era que su relación con ellos no era nada positiva, por lo que dudaba mucho de que colaboraran si él se lo pedía. Decidió no perder el tiempo y emplear la magia de su voz con ellos, para que no pudieran resistirse a su voluntad.
―¡No perdáis el tiempo! ¡Os sentís obligados a ayudar a las personas que se refugian en los tejados de esos azulados! ¿Acaso no es esa vuestra obligación? [2]
La verdad era que por primera vez, Cohen tuvo la sensación de que les estaba regañando que otra cosa.
En los alrededores de las tres puertas que daban acceso al Barrio Oscuro habían unas escaleras que ascendían metros y metros de altura hasta alcanzar la parte más alta de las murallas.
Mientras subían hasta allí, escalón tras escalón, Cohen sintió mucha curiosidad.
―¿Cómo es que Peter Lannet no está aquí?
―Peter abandonó Sacrestic Ville anoche. Ha dejado de ser nuestro líder y le han requerido en Lunargenta. Le van a enjuiciar por traición.
Las palabras del soldado dejaron al vampiro asombrado. ¿Cómo era posible que Peter hubiera abandonado la ciudad sin decírselo?
Con la pregunta en su mente, siguió ascendiendo hasta que, junto a los soldados, llegaron a lo más alto de la muralla. Allí, al mirar varios metros más abajo, se sorprendió que junto a Corlys y Teufel se encontraba ahora Victor Krane. Y su aspecto era más lamentable que nunca.
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[1] Sombras de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen pronuncia una palabra oscura que induce a creer a un par de personas que numerosas sombras malignas le rodean con la intención de poseer sus cuerpos, pudiendo causar en ellas auténtico terror. Primer Uso
[2] Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Última edición por Cohen el Miér Mayo 22 2024, 12:50, editado 1 vez
Cohen
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
El hombre retrocedió ante mi amenaza, actitud bastante comprensible cuando te apuntaban con una lanza hacia el pecho, pero que era una afortunada sorpresa después de la infame noche que llevábamos llena de demente que chorreaban papilla azul y se lanzaban sin dudar hacia objetos afilados y potencialmente mortales. Teufel parecía igual de tensa que yo con la situación y el pelaje se la había erizado de forma notable.
- Tengo razones para pensar que no eres uno de ellos. Pero no me la voy a jugar, si estás todavía cuerdo habla.
Ese hombre demacrado pareció titubear, pero finalmente empezó a hablar. Eso calmaba algo mis preocupaciones, pero aunque parecía estar cuerdo de momento, su aspecto no se diferenciaba demasiado del de un cadáver ni de los despojos de abajo. Era una pena que Cohen hubiera salido corriendo por las calles, parecía conocer bien esta ciudad y quizás sabría cuanto podemos fiarnos de este individuo.
- T-T-Tranquilo. No soy como ellos. No sé que les está pasando, pero yo estoy sano.
- ¿Sano?- Teufel bufó como muestra de desprecio.- Ya nos han dicho que eso lo causa una droga, y tú tienes toda la pinta de meterte esa misma mierda.
- Quizás sea parecido, pero no es lo mismo. A mi también me han perseguido, no se persiguen entre ellos.
- Yo tampoco me fío. Quizás de momento no seas como ellos, pero nadie nos asegura que si te ayudamos a escapar no vayas a ponerte azul después. No me has respondido antes, ¿por qué no deberíamos echarte del tejado y asegurarnos poder salir seguros nosotros?- Dejé de apuntarle con la lanza, pero la mantuve en mis manos.
- Tengo información. Puedo ser útil.
Miré hacia Teufel, quien se me quedó mirándome fijamente a mi también. Parecíamos estar pensando lo mismo los dos, así que me encogí de hombros, ella asintió, por lo que tomé la palabra.
- Muy bien. Quizás tengas razón en que eres útil. ¿Has visto a alguien como ella?
- Lo siento, pero no me he cruzado con ningún hombre nutria.
- Pues ya lo siento yo también, pero no me fío y no tienes información, así que te pondré la escalera y te irás de aquí.
- Espera, espera, espera. He escuchado cosas, alguien escapó de unos hombres que les obligaban a trabajar en el bosque y mencionó que había gente nutria.
- ¿Ves? Ya nos vamos entendiendo.
- ¿Y si nos miente? Podría estar inventándoselo.- Notaba la tensión en mi compañera, todo el asunto del destino de su gente la volvía más agresiva de lo que ya era sin ayuda, aunque no podía decir que no la comprendiera.
- Siempre podemos volver. Pero creo que va a ser bueno, obligados a trabajar en un lugar oculto pega con lo que ya sabemos de que los capturaron y vendieron como esclavos.
- ¿Veis? Podemos entendernos, solo tenéis que ayudarme a salir de aquí y os llevaré hasta ese vampiro.
- Pues todo solucionado. Ahí tienes tu escalera, iré yo primero, luego vas tu y luego aquí la nutria. ¿Todo correcto?- Ambos asintieron.- Y ahora silencio, que no me fío nada de los buenos guardias.
Coloqué la escalera sobre la muralla y comencé a trepar por ella con todo el sigilo posible para esa tarea. Cuando subí, me quedé haciendo guardia hasta que apareciesen el resto y vi como iba subiendo el hombre demacrado seguido por Teufel, aunque mientras ascendía por la escalera pude alcanzar a escuchar los gruñidos amenazantes de mi compañera, que parecía seguir sin fiarse demasiado de ese sujeto.
- Tengo razones para pensar que no eres uno de ellos. Pero no me la voy a jugar, si estás todavía cuerdo habla.
Ese hombre demacrado pareció titubear, pero finalmente empezó a hablar. Eso calmaba algo mis preocupaciones, pero aunque parecía estar cuerdo de momento, su aspecto no se diferenciaba demasiado del de un cadáver ni de los despojos de abajo. Era una pena que Cohen hubiera salido corriendo por las calles, parecía conocer bien esta ciudad y quizás sabría cuanto podemos fiarnos de este individuo.
- T-T-Tranquilo. No soy como ellos. No sé que les está pasando, pero yo estoy sano.
- ¿Sano?- Teufel bufó como muestra de desprecio.- Ya nos han dicho que eso lo causa una droga, y tú tienes toda la pinta de meterte esa misma mierda.
- Quizás sea parecido, pero no es lo mismo. A mi también me han perseguido, no se persiguen entre ellos.
- Yo tampoco me fío. Quizás de momento no seas como ellos, pero nadie nos asegura que si te ayudamos a escapar no vayas a ponerte azul después. No me has respondido antes, ¿por qué no deberíamos echarte del tejado y asegurarnos poder salir seguros nosotros?- Dejé de apuntarle con la lanza, pero la mantuve en mis manos.
- Tengo información. Puedo ser útil.
Miré hacia Teufel, quien se me quedó mirándome fijamente a mi también. Parecíamos estar pensando lo mismo los dos, así que me encogí de hombros, ella asintió, por lo que tomé la palabra.
- Muy bien. Quizás tengas razón en que eres útil. ¿Has visto a alguien como ella?
- Lo siento, pero no me he cruzado con ningún hombre nutria.
- Pues ya lo siento yo también, pero no me fío y no tienes información, así que te pondré la escalera y te irás de aquí.
- Espera, espera, espera. He escuchado cosas, alguien escapó de unos hombres que les obligaban a trabajar en el bosque y mencionó que había gente nutria.
- ¿Ves? Ya nos vamos entendiendo.
- ¿Y si nos miente? Podría estar inventándoselo.- Notaba la tensión en mi compañera, todo el asunto del destino de su gente la volvía más agresiva de lo que ya era sin ayuda, aunque no podía decir que no la comprendiera.
- Siempre podemos volver. Pero creo que va a ser bueno, obligados a trabajar en un lugar oculto pega con lo que ya sabemos de que los capturaron y vendieron como esclavos.
- ¿Veis? Podemos entendernos, solo tenéis que ayudarme a salir de aquí y os llevaré hasta ese vampiro.
- Pues todo solucionado. Ahí tienes tu escalera, iré yo primero, luego vas tu y luego aquí la nutria. ¿Todo correcto?- Ambos asintieron.- Y ahora silencio, que no me fío nada de los buenos guardias.
Coloqué la escalera sobre la muralla y comencé a trepar por ella con todo el sigilo posible para esa tarea. Cuando subí, me quedé haciendo guardia hasta que apareciesen el resto y vi como iba subiendo el hombre demacrado seguido por Teufel, aunque mientras ascendía por la escalera pude alcanzar a escuchar los gruñidos amenazantes de mi compañera, que parecía seguir sin fiarse demasiado de ese sujeto.
Corlys Glokta
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Re: La Muerte Cobalto [Libre] [Noche] [+18]
Cuando Cohen llegó hasta el punto concreto por el que aquellas tres personas subirían hasta lo más alto de la muralla, Corlys ya había ascendido hacia arriba. Quizás era cosa de vampiros, pero el chico de pelo blanco parecía tan ligero cómo una pluma, al igual que él.
―¿De dónde habéis sacado a Víctor?― le preguntó, mientras observaba cómo los soldados desplegaban una cuerda para ayudar a subir tanto al creador de los Aeros de sangre como a Teufel.
Aún así, la pregunta no obtuvo respuesta, pues Cohen escuchó cierto alarmismo en los soldados cuándo vieron el estado de Krane. La verdad era que su apariencia no variaba demasiado, pero había algo extraño en él: parecía estar sufriendo una especie de mono, una falta de estímulos. No se le veía enfermo por ser una de esas cosas, ni por tomar Evasión… estaba en un estado lamentable, cómo había visto en las personas que habían dejado de tomar la droga de forma drástica.
―Tranquilos, tiene síntomas de síndrome de abstinencia. Es adicto a la Evasión, le conozco. Pero su debilidad, su nerviosismo, esos sudores… puede que tenga algo de fiebre… son síntomas de no haber tomado la Evasión en días.
Tras abrirse hueco hasta el humano, llevó su mano hasta la frente de Victor y comprobó que tenía febrícula.
―¿Cuánto tiempo llevas sin tomar nada de Evasión, Victor? ¡Sabes que no puedes dejarla de tomar de golpe!
―Cerca de dos días.
―¿Tienes algo que puedas tomar? ¿Al menos unos gramos?
―¡No pienso tomar esa cosa!
Cohen quedó atónito ante la reacción de Víctor, pues desde que lo había conocido, casi dos años atrás, había visto su adicción extrema a la droga.
―La mujer vestida de azul… ella nos llevó hasta una casa. No podías resistirte a ella. Era hermosa y nos atrajo hasta aquel lugar. Dio a probar un extraño licor de color azulado. Ella dijo que se trataba de Bebida de Evasión y muchos se aventuraron a probarla. Yo había visto todos aquellos cuerpos que habían vomitado y que estaban dormidos en las calles y desconfié. Luego, llegó aquella cosa y decidí marcharme…
―¿El espectro? ¿El amortajado?
―Sí. Pero entonces, los dormidos comenzaron a levantarse y me refugié en un sótano. Vomitaban en la boca del resto. Actuaban cómo una… mente común. Era extraño.
―Todos acudieron a la llamada de la mujer vestida de azul.
―Es cómo si ella les hubiera guiado.
Cohen miró a los guardias, que habían escuchado la conversación con atención.
―¿Quién está al mando de los soldados humanos ahora que Peter se ha ido?
―Aún tenemos que decidirlo.
―Pues daros prisa… porque si los azulados salen del Barrio Oscuro, toda la ciudad será presa del caos…
Cohen dirigió la mirada ahora hacia Corlys y Teufel, que habían quedado apartados.
―¿Os encontráis bien? ¿Estáis heridos? Puedo curaros…
_________________________________________
Durante el próximo día, la situación en el Barrio Oscuro se calmó. Los azulados terminando falleciendo, por lo que parecía ser una especie de intoxicación. De sus cuerpos, había brotado toda aquella sustancia azul y desde entonces, el Barrio Oscuro permanecía cerrado. Los cuerpos se extendían por todo el distrito, acumulándose unos sobre otros. Los supervivientes, que habían estado encerrados en sus viviendas u ocultos en los túneles subterráneos que recorrían la ciudad, habían vuelto a la superficie.
Todo había quedado en calma y tras varios días de tranquilidad, las puertas del Barrio volvieron a abrirse y comenzaron a deshacerse de los numerosos cadáveres, más de varios centenares, que se expandían por el lugar.
Todos los testimonios se repetían. La mujer vestida de azul. Los amortajados recorrieron el barrio mientras los cuerpos se descomponían. Las más locas teorías se comenzaron a propagar. Nadie sabía qué había ocurrido realmente...
―¿De dónde habéis sacado a Víctor?― le preguntó, mientras observaba cómo los soldados desplegaban una cuerda para ayudar a subir tanto al creador de los Aeros de sangre como a Teufel.
Aún así, la pregunta no obtuvo respuesta, pues Cohen escuchó cierto alarmismo en los soldados cuándo vieron el estado de Krane. La verdad era que su apariencia no variaba demasiado, pero había algo extraño en él: parecía estar sufriendo una especie de mono, una falta de estímulos. No se le veía enfermo por ser una de esas cosas, ni por tomar Evasión… estaba en un estado lamentable, cómo había visto en las personas que habían dejado de tomar la droga de forma drástica.
―Tranquilos, tiene síntomas de síndrome de abstinencia. Es adicto a la Evasión, le conozco. Pero su debilidad, su nerviosismo, esos sudores… puede que tenga algo de fiebre… son síntomas de no haber tomado la Evasión en días.
Tras abrirse hueco hasta el humano, llevó su mano hasta la frente de Victor y comprobó que tenía febrícula.
―¿Cuánto tiempo llevas sin tomar nada de Evasión, Victor? ¡Sabes que no puedes dejarla de tomar de golpe!
―Cerca de dos días.
―¿Tienes algo que puedas tomar? ¿Al menos unos gramos?
―¡No pienso tomar esa cosa!
Cohen quedó atónito ante la reacción de Víctor, pues desde que lo había conocido, casi dos años atrás, había visto su adicción extrema a la droga.
―La mujer vestida de azul… ella nos llevó hasta una casa. No podías resistirte a ella. Era hermosa y nos atrajo hasta aquel lugar. Dio a probar un extraño licor de color azulado. Ella dijo que se trataba de Bebida de Evasión y muchos se aventuraron a probarla. Yo había visto todos aquellos cuerpos que habían vomitado y que estaban dormidos en las calles y desconfié. Luego, llegó aquella cosa y decidí marcharme…
―¿El espectro? ¿El amortajado?
―Sí. Pero entonces, los dormidos comenzaron a levantarse y me refugié en un sótano. Vomitaban en la boca del resto. Actuaban cómo una… mente común. Era extraño.
―Todos acudieron a la llamada de la mujer vestida de azul.
―Es cómo si ella les hubiera guiado.
Cohen miró a los guardias, que habían escuchado la conversación con atención.
―¿Quién está al mando de los soldados humanos ahora que Peter se ha ido?
―Aún tenemos que decidirlo.
―Pues daros prisa… porque si los azulados salen del Barrio Oscuro, toda la ciudad será presa del caos…
Cohen dirigió la mirada ahora hacia Corlys y Teufel, que habían quedado apartados.
―¿Os encontráis bien? ¿Estáis heridos? Puedo curaros…
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Durante el próximo día, la situación en el Barrio Oscuro se calmó. Los azulados terminando falleciendo, por lo que parecía ser una especie de intoxicación. De sus cuerpos, había brotado toda aquella sustancia azul y desde entonces, el Barrio Oscuro permanecía cerrado. Los cuerpos se extendían por todo el distrito, acumulándose unos sobre otros. Los supervivientes, que habían estado encerrados en sus viviendas u ocultos en los túneles subterráneos que recorrían la ciudad, habían vuelto a la superficie.
Todo había quedado en calma y tras varios días de tranquilidad, las puertas del Barrio volvieron a abrirse y comenzaron a deshacerse de los numerosos cadáveres, más de varios centenares, que se expandían por el lugar.
Todos los testimonios se repetían. La mujer vestida de azul. Los amortajados recorrieron el barrio mientras los cuerpos se descomponían. Las más locas teorías se comenzaron a propagar. Nadie sabía qué había ocurrido realmente...
Cohen
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