Historias Góticas. Capítulo I
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Historias Góticas. Capítulo I
Historias Góticas. Capítulo I
Susurros en la oscuridad
Susurros en la oscuridad
La aldea permanecía en silencio. Hacía horas que la noche había tomado el lugar del día, acompañada de una suave brisa que agitaba la hierba que crecía en los laterales del camino de acceso a la población. Las casas, con sus grandes ventanales ocultos tras contras de madera, permanecían en silencio. Un lugar idílico, a las afueras de Sacrestic Ville, a apenas una jornada de distancia de la gran y abarrotada urbe. Un pequeño pueblo olvidado, que otrora había sido una activa población, en la que sus vecinos conversaban en las calles, celebraban sus festividades y daban la bienvenida a cada nuevo amanecer bajo el auspicio del canto del gallo.
Pero ya no. Los caminos que atravesaban la aldea permanecían en silencio. Nada perturbaba su calma, ni siquiera los gatos callejeros que antaño maullaban durante las noches y robaban alimentos a los mercaderes. Mercaderes… ¿cuándo había llegado el último de ellos a aquel lugar? Los vecinos de la contorna hablaban de años, algunos decían que meses, otros hablaban de apenas unas semanas. Si, aquel mercader… o había sido un bardo, alguien que contaba historias. Un recién llegado a la zona, de la ciudad. Decían que había atravesado los caminos, que había entrado en la iluminada aldea, pero no habían sabido más de él. Quizás se hubiese resguardado durante la noche en una de las casas, o podría haber atravesado los caminos sin más, siguiendo adelante, hacia el sur… Las miradas que intercambiaban los vecinos de la zona no parecían confirmar sus palabras.
Nadie iba allí. Nadie perturbaba la paz de la aldea. Todo en aquel lugar permanecía en silencio. Excepto… No, todo allí era silencio… ¿O quizás no?
Llevaba mirándolo un rato, como esperando a que él hablase primero, pero Tarek la había ignorado hasta aquel momento. Como para reforzar su posición, la chica colocó los codos sobre la mesa y se acercó a él, colocando el mentón sobre sus manos cerradas. Ella sabía que él se había dado cuenta y, para acelerar las cosas, le dio un par de golpecitos con el dedo en el hombro. Suspirando con hastío, Tarek se giró hacia ella.
- Sabes que puedes hablar sin que te pregunte, ¿verdad? –le dijo él, con tono seco. Ella le sonrió, pero no dijo nada. Con otro suspiro, el peliblanco puso los ojos en blanco, antes de preguntar con cierto retintín- ¿Sucede algo Sabhana?
- Pues ahora que lo preguntas… -contestó ella, incorporándose y dedicándole una sonrisa más amplia- Me han llegado noticias de Sacrestic. ¿No conocías a alguien allí? –preguntó, como si no conociese la respuesta. Tarek le dedicó una expresión de hastío.
- ¿Puedo preguntar a qué viene tanto misterio? –acortó él, antes de que siguiese dándole vuelta al asunto. Ella hizo como si no lo hubiese escuchado.
- Resulta que ha desaparecido alguien –comentó con calma.
- Qué interesante –le respondió Tarek con aburrimiento- Nada que no se vea cada día. Sabes que la ciudad tiene una importante población de vampiros –comentó, como si aquello resolviese el misterio.
- ¡Ah! –exclamó ella- Pero no fue en Sacrestic, sino en un pueblo cercano –Tarek le dedicó otra expresión de aburrimiento- Una aldea que lleva años abandonada… ¿sigue sin interesarte?
Tarek apoyó los brazos sobre la mesa y la miró con intensidad. Sabía que cuando su prima se ponía misteriosa era porque algo quería, pero no acababa de entender a por qué le contaba todo aquello.
- ¿Quieres ir de vacaciones a una aldea abandonada en la región de Sacrestic Ville? Porque si ese es tu deseo, puedo conseguirte un carruaje en menos de una hora –le contestó él con la misma expresión divertida que tenía ella.
- Muy gracioso –contestó Sabhana- Quizás deberías avisar a tu contacto en la ciudad –comentó, levantándose de la mesa- Ha desaparecido un escritor un poco polémico, un tal Víctor… algo más. ¿No habíais trabajado juntos? –añadió, antes de dedicarle otra de aquellas sonrisas misteriosas y darse la vuelta para irse.
- ¿Cómo te enteras de estas cosas? –preguntó Tarek a su espalda, alzando la voz, pues la chica ya abandonaba la estancia. Esta se giró, con una sonrisa en los labios.
- Estoy bendecida por los dioses. A todo esto –añadió- Te ha llegado otra carta de la vampiresa. Algún día tendrás que presentármela –le dijo, antes de guiñarle un ojo.
Tarek negó con la cabeza. Adoraba a su prima, pero temía lo que su perturbada cabeza podía llegar a imaginar. Alzándose, fue a buscar pergamino y tinta.
Espero paciente en el cruce de caminos. El sol acababa de terminar de ocultarse en el horizonte. Los vecinos de la última población que había cruzado lo habían mirado horrorizados al saber a dónde se dirigía. Después lo habían acusado de estar loco. Por último, le dijeron que acabaría como aquel escritor obsesionado con la historia de la aldea.
El elfo les había preguntado por el nombre del lugar, pero ni ellos ni ninguna de las otras poblaciones que había cruzado se habían dignado a dárselo. Era como si quisiesen olvidar aquel pueblo, como si hacer que no existían ayudase a enterrarlo en el bosque que lo rodeaba. En otra época habría pensado que solo eran supersticiones. En aquel momento prefirió no juzgar la situación hasta ver lo que sucedía con sus propios ojos.
Sabhana lo había informado de que efectivamente el desaparecido era Víctor Krane, el escritor de los Aeros de Sangre. Sus contactos (que se había negado a desvelar), la habían informado de que el escritor llevaba meses obsesionado con aquel lugar de leyenda. Buscando quizás un lugar tranquilo donde desarrollar su arte o una inspiración para el mismo, había partido hacia la aldea sin nombre, para no volver. Nadie lo había vuelto a ver en Sacrestic, tampoco lo había visto en el sur.
Con aquella información en la mano, Tarek había escrito una misiva a Cohen y, aprovechando las nuevas de Caoimhe, la había invitado a unirse a la expedición. Su prima había sido especialmente insistente en aquello. No sabía si era porque consideraba que necesitaban toda la ayuda posible o porque en su mente se comenzaba a fraguar algún tipo de tórrido romance con él y la vampiresa como protagonistas. Suspirando con exasperación, se apoyó contra la verja de madera que limitaba uno de los caminos, esperando la llegada de los dos vampiros.
---
Bienvenidos al primer capítulo de (esperemos) numerosos y terroríficos relatos. Os he presentado un escenario, os he dado una excusa para asistir (espero que nos parezcan mal las licencias) y lo que pase a partir de ahora lo decidiremos entre todos. Tengo varias ideas para explicar lo que pasa en el pueblo e iré decidiéndome por una u otra según avancemos.
Tenéis total libertad para roelar cómo os llegan las noticias de la reunión, como llegáis hasta el lugar e incluso cómo entran en la aldea o lo que va pasando en ella. Yo solamente iré metiendo cosas (haciéndonos la vida imposible) para darle un poco de vidilla y un tono más de terror.
Pero ya no. Los caminos que atravesaban la aldea permanecían en silencio. Nada perturbaba su calma, ni siquiera los gatos callejeros que antaño maullaban durante las noches y robaban alimentos a los mercaderes. Mercaderes… ¿cuándo había llegado el último de ellos a aquel lugar? Los vecinos de la contorna hablaban de años, algunos decían que meses, otros hablaban de apenas unas semanas. Si, aquel mercader… o había sido un bardo, alguien que contaba historias. Un recién llegado a la zona, de la ciudad. Decían que había atravesado los caminos, que había entrado en la iluminada aldea, pero no habían sabido más de él. Quizás se hubiese resguardado durante la noche en una de las casas, o podría haber atravesado los caminos sin más, siguiendo adelante, hacia el sur… Las miradas que intercambiaban los vecinos de la zona no parecían confirmar sus palabras.
Nadie iba allí. Nadie perturbaba la paz de la aldea. Todo en aquel lugar permanecía en silencio. Excepto… No, todo allí era silencio… ¿O quizás no?
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Llevaba mirándolo un rato, como esperando a que él hablase primero, pero Tarek la había ignorado hasta aquel momento. Como para reforzar su posición, la chica colocó los codos sobre la mesa y se acercó a él, colocando el mentón sobre sus manos cerradas. Ella sabía que él se había dado cuenta y, para acelerar las cosas, le dio un par de golpecitos con el dedo en el hombro. Suspirando con hastío, Tarek se giró hacia ella.
- Sabes que puedes hablar sin que te pregunte, ¿verdad? –le dijo él, con tono seco. Ella le sonrió, pero no dijo nada. Con otro suspiro, el peliblanco puso los ojos en blanco, antes de preguntar con cierto retintín- ¿Sucede algo Sabhana?
- Pues ahora que lo preguntas… -contestó ella, incorporándose y dedicándole una sonrisa más amplia- Me han llegado noticias de Sacrestic. ¿No conocías a alguien allí? –preguntó, como si no conociese la respuesta. Tarek le dedicó una expresión de hastío.
- ¿Puedo preguntar a qué viene tanto misterio? –acortó él, antes de que siguiese dándole vuelta al asunto. Ella hizo como si no lo hubiese escuchado.
- Resulta que ha desaparecido alguien –comentó con calma.
- Qué interesante –le respondió Tarek con aburrimiento- Nada que no se vea cada día. Sabes que la ciudad tiene una importante población de vampiros –comentó, como si aquello resolviese el misterio.
- ¡Ah! –exclamó ella- Pero no fue en Sacrestic, sino en un pueblo cercano –Tarek le dedicó otra expresión de aburrimiento- Una aldea que lleva años abandonada… ¿sigue sin interesarte?
Tarek apoyó los brazos sobre la mesa y la miró con intensidad. Sabía que cuando su prima se ponía misteriosa era porque algo quería, pero no acababa de entender a por qué le contaba todo aquello.
- ¿Quieres ir de vacaciones a una aldea abandonada en la región de Sacrestic Ville? Porque si ese es tu deseo, puedo conseguirte un carruaje en menos de una hora –le contestó él con la misma expresión divertida que tenía ella.
- Muy gracioso –contestó Sabhana- Quizás deberías avisar a tu contacto en la ciudad –comentó, levantándose de la mesa- Ha desaparecido un escritor un poco polémico, un tal Víctor… algo más. ¿No habíais trabajado juntos? –añadió, antes de dedicarle otra de aquellas sonrisas misteriosas y darse la vuelta para irse.
- ¿Cómo te enteras de estas cosas? –preguntó Tarek a su espalda, alzando la voz, pues la chica ya abandonaba la estancia. Esta se giró, con una sonrisa en los labios.
- Estoy bendecida por los dioses. A todo esto –añadió- Te ha llegado otra carta de la vampiresa. Algún día tendrás que presentármela –le dijo, antes de guiñarle un ojo.
Tarek negó con la cabeza. Adoraba a su prima, pero temía lo que su perturbada cabeza podía llegar a imaginar. Alzándose, fue a buscar pergamino y tinta.
[…]
Espero paciente en el cruce de caminos. El sol acababa de terminar de ocultarse en el horizonte. Los vecinos de la última población que había cruzado lo habían mirado horrorizados al saber a dónde se dirigía. Después lo habían acusado de estar loco. Por último, le dijeron que acabaría como aquel escritor obsesionado con la historia de la aldea.
El elfo les había preguntado por el nombre del lugar, pero ni ellos ni ninguna de las otras poblaciones que había cruzado se habían dignado a dárselo. Era como si quisiesen olvidar aquel pueblo, como si hacer que no existían ayudase a enterrarlo en el bosque que lo rodeaba. En otra época habría pensado que solo eran supersticiones. En aquel momento prefirió no juzgar la situación hasta ver lo que sucedía con sus propios ojos.
Sabhana lo había informado de que efectivamente el desaparecido era Víctor Krane, el escritor de los Aeros de Sangre. Sus contactos (que se había negado a desvelar), la habían informado de que el escritor llevaba meses obsesionado con aquel lugar de leyenda. Buscando quizás un lugar tranquilo donde desarrollar su arte o una inspiración para el mismo, había partido hacia la aldea sin nombre, para no volver. Nadie lo había vuelto a ver en Sacrestic, tampoco lo había visto en el sur.
Con aquella información en la mano, Tarek había escrito una misiva a Cohen y, aprovechando las nuevas de Caoimhe, la había invitado a unirse a la expedición. Su prima había sido especialmente insistente en aquello. No sabía si era porque consideraba que necesitaban toda la ayuda posible o porque en su mente se comenzaba a fraguar algún tipo de tórrido romance con él y la vampiresa como protagonistas. Suspirando con exasperación, se apoyó contra la verja de madera que limitaba uno de los caminos, esperando la llegada de los dos vampiros.
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Bienvenidos al primer capítulo de (esperemos) numerosos y terroríficos relatos. Os he presentado un escenario, os he dado una excusa para asistir (espero que nos parezcan mal las licencias) y lo que pase a partir de ahora lo decidiremos entre todos. Tengo varias ideas para explicar lo que pasa en el pueblo e iré decidiéndome por una u otra según avancemos.
Tenéis total libertad para roelar cómo os llegan las noticias de la reunión, como llegáis hasta el lugar e incluso cómo entran en la aldea o lo que va pasando en ella. Yo solamente iré metiendo cosas (haciéndonos la vida imposible) para darle un poco de vidilla y un tono más de terror.
Tarek Inglorien
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Re: Historias Góticas. Capítulo I
La noche era turbia, repleta de niebla y sombras, aunque eso no le había impedido salir de la ciudad. Había recibido una misiva de Tarek citándole en un punto concreto de los bosques, en una encrucijada de caminos.
La última vez que había visto al elfo había sido en la casa de los Lannet, en pleno corazón de la capital humana. A saber que misteriosa misión le había llevado hasta allí.
Tras descubrir que los familiares de su amante eran detestables, había decidido no involucrarse en el asunto, pero había sido lo suficientemente precavido como para no informar a Peter de aquel encuentro.
La relación entre ambos era tensa, siempre lo había sido y alguna que otra vez, el humano le había preguntado por el elfo y sus intenciones, algo que Cohen desconocía y poco pudo alumbrar su camino.
Aún así, Cohen no caminaba solo. A su lado, caminaba Betis, su pantera ya adulta, que observaba la noche con sigilo y prevención, quizás buscando una presa. La última vez que habían salido solos de la ciudad habían terminado alimentándose de un ciervo, masticando Betis su carne y el vampiro succionando su sangre.
Pero no iban solos. Si Cohen paraba de caminar y miraba hacia atrás, estaba seguro de poder ver allí a La Dama Púrpura. Aquella visión que sólo el vampiro lograba visualizar estaba presente en ocasiones. En un principio, su presencia había sido meramente anecdótica. Sin embargo, cada vez era más fácil verla: a unos metros frente a él a plena calle; al fondo del jardín botánico entre los aromáticos arbustos; o persiguiéndole en una discreta posición. Por ahora le guardaba las distancias, pero cada vez estaba más cerca. [1]
Evitando mirar de nuevo hacia atrás, puso su mirada en el horizonte mientras reflexionaba sobre Victor Krane. La misiva de Tarek le informaba de la desaparición del autor de los Aeros de Sangre.
El vampiro había hecho sus averiguaciones en la ciudad y era cierto que hacía varios días que nadie conocía su paradero. Le había buscado en su imprenta, había recorrido el oscuro túnel que unía este edificio con la casa de Victor, pero no estaba allí ni tampoco en su hogar. Había preguntado en el Barrio Oscuro, dónde solía consumir la Evasión, pero nadie le había visto…
La última vez que había hablado con él fue la noche posterior a la Luna de Sangre, cuándo sucedieron los extraordinarios eventos de Barrio Oscuro: los adictos a la Evasión habían tomado una especie de bebida azulada y se habían convertido en descerebrados seres que atacaban a los demás, mientras de sus bocas vomitaban esa sustancia azul. [2]
Víctor había logrado sobrevivir durante dos largas noches en el Barrio después de que sus tres puertas se cerraran a cal y canto. Pero entonces, se había marchado a Lunargenta tras Peter y desde entonces, no había vuelto a saber de él.
Caminó hasta llegar al punto indicado, abriéndose paso campo a través, sorteando los árboles del lugar, aproximándose al lugar indicado.
Allí encontró al elfo, en compañía de una joven chica. Betis, al ver las dos figuras que esperaban allí, se mantuvo distante, gruñendo ligeramente. Pero Cohen puso su mano en el lomo, tranquilizándole, haciéndole ver que se trataba de amigos y que no debía abalanzarse sobre ellos.
―Tarek, que bueno verte ―dijo acercándose al elfo y permitiendo a Betis acercarse a ellos para olfatearlos― No muerdas, Betis, no son comida.
Tras las presentaciones protocolarias, Cohen decidió compartir lo poco que había averiguado sobre Victor y su paradero.
―Tenías razón en tu carta: nadie ha visto a Victor desde hace tiempo. Yo he llegado del sur hace relativamente poco y no me había percatado de su ausencia. ¿Sabéis algo más? ¿Aún esperamos a alguien?
Fue entonces cuándo miró hacia atrás al sentir como alguien más se aproximaba. Allí se encontraba ella: La Dama Púrpura, a unos metros del cruce, iluminaba por su aurea morada, invisible a los ojos de los demás, sonriente y complaciente, esperaba su momento en la distancia.
Pasando por su lado y sin percatarse de la presencia de aquella invisible mujer, se aproximaba Caoimhe.
“¿Se conocen estos dos?”
La verdad era que, para Cohen, Caoimhe era una persona de la que desconfiar. Sus vínculos con el Ojo Carmesí no estaban claros y su aparente implicación con los vampiros radicales que querían apoderarse de Sacrestic Ville, iba en contra de sus intereses.
Caoimhe era de todo, menos una persona en la que poder confiar.
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[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]- más info sobre el tema en cuestión, que no podemos meter aquí porque ya pedí tema máster a Thorn, pero lo dejo aquí por si queréis echar un vistazo, a nivel informativo.
La última vez que había visto al elfo había sido en la casa de los Lannet, en pleno corazón de la capital humana. A saber que misteriosa misión le había llevado hasta allí.
Tras descubrir que los familiares de su amante eran detestables, había decidido no involucrarse en el asunto, pero había sido lo suficientemente precavido como para no informar a Peter de aquel encuentro.
La relación entre ambos era tensa, siempre lo había sido y alguna que otra vez, el humano le había preguntado por el elfo y sus intenciones, algo que Cohen desconocía y poco pudo alumbrar su camino.
Aún así, Cohen no caminaba solo. A su lado, caminaba Betis, su pantera ya adulta, que observaba la noche con sigilo y prevención, quizás buscando una presa. La última vez que habían salido solos de la ciudad habían terminado alimentándose de un ciervo, masticando Betis su carne y el vampiro succionando su sangre.
Pero no iban solos. Si Cohen paraba de caminar y miraba hacia atrás, estaba seguro de poder ver allí a La Dama Púrpura. Aquella visión que sólo el vampiro lograba visualizar estaba presente en ocasiones. En un principio, su presencia había sido meramente anecdótica. Sin embargo, cada vez era más fácil verla: a unos metros frente a él a plena calle; al fondo del jardín botánico entre los aromáticos arbustos; o persiguiéndole en una discreta posición. Por ahora le guardaba las distancias, pero cada vez estaba más cerca. [1]
Evitando mirar de nuevo hacia atrás, puso su mirada en el horizonte mientras reflexionaba sobre Victor Krane. La misiva de Tarek le informaba de la desaparición del autor de los Aeros de Sangre.
El vampiro había hecho sus averiguaciones en la ciudad y era cierto que hacía varios días que nadie conocía su paradero. Le había buscado en su imprenta, había recorrido el oscuro túnel que unía este edificio con la casa de Victor, pero no estaba allí ni tampoco en su hogar. Había preguntado en el Barrio Oscuro, dónde solía consumir la Evasión, pero nadie le había visto…
La última vez que había hablado con él fue la noche posterior a la Luna de Sangre, cuándo sucedieron los extraordinarios eventos de Barrio Oscuro: los adictos a la Evasión habían tomado una especie de bebida azulada y se habían convertido en descerebrados seres que atacaban a los demás, mientras de sus bocas vomitaban esa sustancia azul. [2]
Víctor había logrado sobrevivir durante dos largas noches en el Barrio después de que sus tres puertas se cerraran a cal y canto. Pero entonces, se había marchado a Lunargenta tras Peter y desde entonces, no había vuelto a saber de él.
Caminó hasta llegar al punto indicado, abriéndose paso campo a través, sorteando los árboles del lugar, aproximándose al lugar indicado.
Allí encontró al elfo, en compañía de una joven chica. Betis, al ver las dos figuras que esperaban allí, se mantuvo distante, gruñendo ligeramente. Pero Cohen puso su mano en el lomo, tranquilizándole, haciéndole ver que se trataba de amigos y que no debía abalanzarse sobre ellos.
―Tarek, que bueno verte ―dijo acercándose al elfo y permitiendo a Betis acercarse a ellos para olfatearlos― No muerdas, Betis, no son comida.
Tras las presentaciones protocolarias, Cohen decidió compartir lo poco que había averiguado sobre Victor y su paradero.
―Tenías razón en tu carta: nadie ha visto a Victor desde hace tiempo. Yo he llegado del sur hace relativamente poco y no me había percatado de su ausencia. ¿Sabéis algo más? ¿Aún esperamos a alguien?
Fue entonces cuándo miró hacia atrás al sentir como alguien más se aproximaba. Allí se encontraba ella: La Dama Púrpura, a unos metros del cruce, iluminaba por su aurea morada, invisible a los ojos de los demás, sonriente y complaciente, esperaba su momento en la distancia.
Pasando por su lado y sin percatarse de la presencia de aquella invisible mujer, se aproximaba Caoimhe.
“¿Se conocen estos dos?”
La verdad era que, para Cohen, Caoimhe era una persona de la que desconfiar. Sus vínculos con el Ojo Carmesí no estaban claros y su aparente implicación con los vampiros radicales que querían apoderarse de Sacrestic Ville, iba en contra de sus intereses.
Caoimhe era de todo, menos una persona en la que poder confiar.
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Cohen
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