Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
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Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Cohen había hablado con Demetria, la Alcaldesa de Arebuco la noche anterior. Al igual que las aldeas vecinas, los habitantes de Arebuco estaban preocupados por la devastación ecológica que había supuesto la caída de Edén.
El vampiro no conocía nada de aquellos sucesos, pues pasaba la mayor parte de su vida en el Oeste, pero al saber que allí pagaban bien por la mano de obra, decidió desviar su camino en dirección a Lunargenta y pasarse por allí.
A medida que se iba acercando a aquel estropicio tecnológico, Cohen, en compañía de Betis, quedaban asombrados por la corrupción de la zona. Durante algunos momentos, le recordó a lo que había vivido unos meses antes al suroeste, en Ni’lo.
Cada vez que salía de Sacrestic Ville, Cohen descubría aquellas numerosas catástrofes causadas por el resto de razas de Aerandir. Sin embargo, la mala fama de los vampiros continuaba siendo peor que las de los energúmenos que habían causado aquella destrucción.
¿Acaso no había sido posible la destrucción responsable de aquel terrible lugar causando el menor impacto biológico posible?
Pequeños grupos de trabajo se habían acercado a la zona. La mayoría de ellos retiraban escombros o recogiendo trozos de biocibernéticos cuyos cuerpos mutilados se negaban a morir. Incluso uno de ellos recitaba lo que parecía una poesía mientras contemplaba las estrellas.
Una vez que amo y mascota llegaron al río, Cohen advirtió por primera vez a lo que Demetria se refería. El estado de aquellas aguas eran terribles y Cohen debía encontrar la forma de depurarlas, pero ¿cómo podría hacerlo?
A lo largo de la ribera, los escombros y desperdicios de Edén filtraban asquerosas y tóxicas sustancias a un agua que bajaba pura y se contaminaba.
―¡Betis, no beberemos de aquí! ― le dijo a su mascota, que le observaba cómo si comprendiese, aunque realmente no sabía si lo hacía.
La pantera había crecido mucho y ya se aproximada a la edad adulta. Continuaba siendo juguetona como lo había hecho siendo un cachorro, pero ahora mismo, su tamaño era el doble que antaño y la cantidad necesaria que necesitaba comer cada día aumentaba.
Tras observar el río, Cohen se acercó a unos de los primeros montones de escombros que intoxicaban el cauce. Tomó un pequeño frasco de cristal e introdujo la mano en el agua para tomar una muestra.
De su bolsa de viaje, sacó su kit de alquimia para intentar analizar qué tipo de sustancia se desprendía. Un rato más tarde, estaba tan inmerso en su trabajo, que no escuchó acercarse a nadie. El rugido de Betis fue el que hizo conocedor de que ya no se encontraba solo. Al mirar, lo primero que Cohen vio fue a su admirada y querida Sacerdotisa del Templo de los Monos.
El vampiro no conocía nada de aquellos sucesos, pues pasaba la mayor parte de su vida en el Oeste, pero al saber que allí pagaban bien por la mano de obra, decidió desviar su camino en dirección a Lunargenta y pasarse por allí.
A medida que se iba acercando a aquel estropicio tecnológico, Cohen, en compañía de Betis, quedaban asombrados por la corrupción de la zona. Durante algunos momentos, le recordó a lo que había vivido unos meses antes al suroeste, en Ni’lo.
Cada vez que salía de Sacrestic Ville, Cohen descubría aquellas numerosas catástrofes causadas por el resto de razas de Aerandir. Sin embargo, la mala fama de los vampiros continuaba siendo peor que las de los energúmenos que habían causado aquella destrucción.
¿Acaso no había sido posible la destrucción responsable de aquel terrible lugar causando el menor impacto biológico posible?
Pequeños grupos de trabajo se habían acercado a la zona. La mayoría de ellos retiraban escombros o recogiendo trozos de biocibernéticos cuyos cuerpos mutilados se negaban a morir. Incluso uno de ellos recitaba lo que parecía una poesía mientras contemplaba las estrellas.
Una vez que amo y mascota llegaron al río, Cohen advirtió por primera vez a lo que Demetria se refería. El estado de aquellas aguas eran terribles y Cohen debía encontrar la forma de depurarlas, pero ¿cómo podría hacerlo?
A lo largo de la ribera, los escombros y desperdicios de Edén filtraban asquerosas y tóxicas sustancias a un agua que bajaba pura y se contaminaba.
―¡Betis, no beberemos de aquí! ― le dijo a su mascota, que le observaba cómo si comprendiese, aunque realmente no sabía si lo hacía.
La pantera había crecido mucho y ya se aproximada a la edad adulta. Continuaba siendo juguetona como lo había hecho siendo un cachorro, pero ahora mismo, su tamaño era el doble que antaño y la cantidad necesaria que necesitaba comer cada día aumentaba.
Tras observar el río, Cohen se acercó a unos de los primeros montones de escombros que intoxicaban el cauce. Tomó un pequeño frasco de cristal e introdujo la mano en el agua para tomar una muestra.
De su bolsa de viaje, sacó su kit de alquimia para intentar analizar qué tipo de sustancia se desprendía. Un rato más tarde, estaba tan inmerso en su trabajo, que no escuchó acercarse a nadie. El rugido de Betis fue el que hizo conocedor de que ya no se encontraba solo. Al mirar, lo primero que Cohen vio fue a su admirada y querida Sacerdotisa del Templo de los Monos.
Última edición por Cohen el Dom Oct 06 2024, 22:51, editado 1 vez
Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
El Templo no estuvo ajeno a la desencarnada guerra que azotó Aerandir. Si bien en si mismo no se vio perjudicado, sí afectó a sus pobladores. Sin ir más lejos, la principal consecuencia fue que se perdiera el linaje de los reyes y quedara Akanke como Sacerdotisa del Templo, convirtiéndose en la mayor figura de autoridad en el templo después del Dios Ra’lios.
La otra consecuencia fue la llegada de numerosos grupos de hombres bestia, quienes buscaban refugio, creciendo así la población hasta formarse una pequeña ciudad en torno a las ruinas de lo que antaño debió ser una edificación majestuosa. Afortunadamente, los bosques del este eran ricos y diversos, el alimento no faltaba ni el cobijo, las disputas se resolvían pacíficamente y se logró vivir en armonía, al margen de la guerra; un verdadero santuario en medio del caos, muerte y destrucción.
Cuando llegaron las noticias del término de la guerra, Akanke reunió al Consejo, pues sentía que debían ayudar a sus hermanos bestiales quienes no habían tenido la buena fortuna que ellos y sí habían sufrido los rigores de la guerra. Se enviaron varios grupos a investigar por las cercanías, buscando hermanos o espacios donde poder ayudar. A medida que pasaba el tiempo, entendieron que su misión tenía que expandirse y los grupos fueron viajando cada vez más lejos.
En esta oportunidad, Akanke había decidido acompañar a uno de los grupos, llevada también por la curiosidad de conocer las consecuencias que había causado la guerra en el resto del continente. Guiados por Amosa, el grupo viajó hacia el sur, dejando en el camino, además de cuanta ayuda pudieran brindar, los rumores de un paraíso enclavado en el corazón salvaje de los bosques del este.
En su búsqueda, Arebuco fue mencionado varias veces como una aldea especialmente perjudicada por la guerra, puntualmente, el río en cuya ribera estaba ubicada. La pequeña comitiva decidió dirigirse allí, a pesar de que eso significaba extender su travesía. No sabían si era una aldea de hombres bestia, pero si un río estaba enfermo, tenían que ayudar.
Entre más al sur viajaban, más triste y desolador era el paisaje. -Tuvimos mucha suerte- comentó Ioulia, agachada sobre la orilla del río, observando el extraño color del agua. Akanke estaba cerca de ella, de pie, mirando al rededor. Había percibido algo, más bien a alguien. Era una voz conocida que logró distinguir por encima de los demás ruidos1, así que escudriñaba a sus alrededores, buscando la figura de su amigo.
Hasta que, junto a una pila de escombros, lo encontró, en cuclillas y observando el río al igual que Ioulia. Sin dudarlo, avanzó hasta donde él estaba. La mascota de Cohen la vio primero y luego él. -Amigo mío- lo saludó, sonriendo. -¿Tú siendo aquí?- le preguntó, abriendo sus brazos para ofrecerle un apretado abrazo; Akanke había descubierto que estaba bien abrazar a las personas a quienes se les tenía estima y desde entonces, no paraba de hacerlo.
-Nosotros viniendo de Templo a ayudar al sur, hermanos bestia necesitando. Escuchando en camino que río siendo enfermo y venir a sanar- le contó. -Ven, yo viniendo con hermanos de Templo que tú conociendo- comentó, recordando las peripecias en Viagra, e invitándolo con un gesto de la cabeza a unirse a su comitiva.
___________
1Sentidos Bestiales [Racial]: Mis rasgos equinos favorecen sus sentidos del olfato y el oído, duplicando su potencia.
La otra consecuencia fue la llegada de numerosos grupos de hombres bestia, quienes buscaban refugio, creciendo así la población hasta formarse una pequeña ciudad en torno a las ruinas de lo que antaño debió ser una edificación majestuosa. Afortunadamente, los bosques del este eran ricos y diversos, el alimento no faltaba ni el cobijo, las disputas se resolvían pacíficamente y se logró vivir en armonía, al margen de la guerra; un verdadero santuario en medio del caos, muerte y destrucción.
Cuando llegaron las noticias del término de la guerra, Akanke reunió al Consejo, pues sentía que debían ayudar a sus hermanos bestiales quienes no habían tenido la buena fortuna que ellos y sí habían sufrido los rigores de la guerra. Se enviaron varios grupos a investigar por las cercanías, buscando hermanos o espacios donde poder ayudar. A medida que pasaba el tiempo, entendieron que su misión tenía que expandirse y los grupos fueron viajando cada vez más lejos.
En esta oportunidad, Akanke había decidido acompañar a uno de los grupos, llevada también por la curiosidad de conocer las consecuencias que había causado la guerra en el resto del continente. Guiados por Amosa, el grupo viajó hacia el sur, dejando en el camino, además de cuanta ayuda pudieran brindar, los rumores de un paraíso enclavado en el corazón salvaje de los bosques del este.
En su búsqueda, Arebuco fue mencionado varias veces como una aldea especialmente perjudicada por la guerra, puntualmente, el río en cuya ribera estaba ubicada. La pequeña comitiva decidió dirigirse allí, a pesar de que eso significaba extender su travesía. No sabían si era una aldea de hombres bestia, pero si un río estaba enfermo, tenían que ayudar.
Entre más al sur viajaban, más triste y desolador era el paisaje. -Tuvimos mucha suerte- comentó Ioulia, agachada sobre la orilla del río, observando el extraño color del agua. Akanke estaba cerca de ella, de pie, mirando al rededor. Había percibido algo, más bien a alguien. Era una voz conocida que logró distinguir por encima de los demás ruidos1, así que escudriñaba a sus alrededores, buscando la figura de su amigo.
Hasta que, junto a una pila de escombros, lo encontró, en cuclillas y observando el río al igual que Ioulia. Sin dudarlo, avanzó hasta donde él estaba. La mascota de Cohen la vio primero y luego él. -Amigo mío- lo saludó, sonriendo. -¿Tú siendo aquí?- le preguntó, abriendo sus brazos para ofrecerle un apretado abrazo; Akanke había descubierto que estaba bien abrazar a las personas a quienes se les tenía estima y desde entonces, no paraba de hacerlo.
-Nosotros viniendo de Templo a ayudar al sur, hermanos bestia necesitando. Escuchando en camino que río siendo enfermo y venir a sanar- le contó. -Ven, yo viniendo con hermanos de Templo que tú conociendo- comentó, recordando las peripecias en Viagra, e invitándolo con un gesto de la cabeza a unirse a su comitiva.
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1Sentidos Bestiales [Racial]: Mis rasgos equinos favorecen sus sentidos del olfato y el oído, duplicando su potencia.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Akanke abrió los brazos mientras se dirigía a él. Betis gruñó de nuevo, hasta que Cohen colocó su mano sobre la cabeza del animal, calmándole. Tras sosegar a la pequeña bestia, abrazó con cariño a la Sacerdotisa.
―También he venido a ayudar. He tomado unas muestras.
Tras la invitación a unirse a los miembros del Templo de los Monos, Cohen recogió sus cosas, dejando en su mano el vial con la muestra que había tomado del agua del río.
―No te veía desde Viagra. ¿Supiste que ahorcaron a la Magistrada Isobel? Asesinó a varias personas y la sentenciaron a muerte.
Cohen se preguntó cómo habría quedado el pueblo de Viagra tras la muerte de la Magistrada y que habría sido de El Cantoral y sus árboles. Quizás en el próximo verano, debería volver a pasarse por allí.
―¡Qué grupo más numeroso!― expresó a medida que avanzaban hasta él. La última vez que había visto a amigos de Akanke eran muchos menos. Se veía que el Templo de los Monos tenían muchos más representantes de lo que Cohen había supuesto en un principio― Me alegro que tengas tantas personas que te sigan.
A medida que se acercaba al grupo, el vampiro bajó de nuevo la vista hasta su mano derecha dónde tenía el vial. Sin dar un paso más, se quedó paralizado cuándo descubrió la reacción química que había tenido el agua en ese periodo de tiempo.
Dentro del vial, el agua había comenzado a burbujear y el recipiente de cristal se había llenado de un humo caliente. Cohen notó cómo su superficie comenzó a calentarse.
El vampiro reaccionó rápido, dejando el vial en el suelo y emprendiendo una carrera hacia Akanke, a quién sujetó con fuerzas haciéndola correr.
―¡Va a explotar! ¡Corran!
El vial terminó estallando unos segundos más tarde. Los fragmentos de cristal salieron disparados, aunque afortunadamente ya se habían alejado lo suficiente para no resultar dañados. La nube de vapor, de un intenso color gris, llegó hasta ellos con un olor intenso a corrupción y podredumbre.
Al disiparse la nube tóxica, la tierra bajo la explosión se encontraba ahora de un intenso color gris metalizado. Al parecer, el agua del río estaba en contacto con alguna sustancia altamente inflamable y tóxica. Por lo que limpiar el río sería una labor bastante más complicada de lo que parecía.
―¿Estás bien, amiga?― le preguntó a Akanke, mientras revisaba su cuerpo en búsqueda de alguna posible herida, mientras tosía una y otra vez a causa del gas― ¿Alguna herida?
Al terminar de disiparse la nube de gas, Cohen fue consciente de que los hombres y mujeres del templo le rodeaban con cierta actitud de protección. Quizás desconfiaban de sus intenciones.
Podría usar la magia de su voz para disuadirles, pero confiaba en que Akanke no les permitiera que le hicieran daño. A sus pies, Betis tosía, pues quizás el animal había terminado más afectado que el resto.
―Tranquilo― dijo arrodillándose ante Betis, acariciándolo, mientras notaba las miradas de los miembros del Templo de los Monos a su alrededor― No pasa nada.
El sonido de unos pasos que se acercaban llegó hasta ellos. Una nueva comitiva parecía haber llegado al lugar. El sonido de un extraño cántico femenino llegó hasta ellos, captando la atención de algunos de los bestiales que le rodeaban.
Tras unos segundos, lo que parecía ser una extravagante carroza, con una extravagante mujer sobre la misma, apareció ante sus ojos...
#ff99ff: La Tigresa del Oriente.
―También he venido a ayudar. He tomado unas muestras.
Tras la invitación a unirse a los miembros del Templo de los Monos, Cohen recogió sus cosas, dejando en su mano el vial con la muestra que había tomado del agua del río.
―No te veía desde Viagra. ¿Supiste que ahorcaron a la Magistrada Isobel? Asesinó a varias personas y la sentenciaron a muerte.
Cohen se preguntó cómo habría quedado el pueblo de Viagra tras la muerte de la Magistrada y que habría sido de El Cantoral y sus árboles. Quizás en el próximo verano, debería volver a pasarse por allí.
―¡Qué grupo más numeroso!― expresó a medida que avanzaban hasta él. La última vez que había visto a amigos de Akanke eran muchos menos. Se veía que el Templo de los Monos tenían muchos más representantes de lo que Cohen había supuesto en un principio― Me alegro que tengas tantas personas que te sigan.
A medida que se acercaba al grupo, el vampiro bajó de nuevo la vista hasta su mano derecha dónde tenía el vial. Sin dar un paso más, se quedó paralizado cuándo descubrió la reacción química que había tenido el agua en ese periodo de tiempo.
Dentro del vial, el agua había comenzado a burbujear y el recipiente de cristal se había llenado de un humo caliente. Cohen notó cómo su superficie comenzó a calentarse.
El vampiro reaccionó rápido, dejando el vial en el suelo y emprendiendo una carrera hacia Akanke, a quién sujetó con fuerzas haciéndola correr.
―¡Va a explotar! ¡Corran!
El vial terminó estallando unos segundos más tarde. Los fragmentos de cristal salieron disparados, aunque afortunadamente ya se habían alejado lo suficiente para no resultar dañados. La nube de vapor, de un intenso color gris, llegó hasta ellos con un olor intenso a corrupción y podredumbre.
Al disiparse la nube tóxica, la tierra bajo la explosión se encontraba ahora de un intenso color gris metalizado. Al parecer, el agua del río estaba en contacto con alguna sustancia altamente inflamable y tóxica. Por lo que limpiar el río sería una labor bastante más complicada de lo que parecía.
―¿Estás bien, amiga?― le preguntó a Akanke, mientras revisaba su cuerpo en búsqueda de alguna posible herida, mientras tosía una y otra vez a causa del gas― ¿Alguna herida?
Al terminar de disiparse la nube de gas, Cohen fue consciente de que los hombres y mujeres del templo le rodeaban con cierta actitud de protección. Quizás desconfiaban de sus intenciones.
Podría usar la magia de su voz para disuadirles, pero confiaba en que Akanke no les permitiera que le hicieran daño. A sus pies, Betis tosía, pues quizás el animal había terminado más afectado que el resto.
―Tranquilo― dijo arrodillándose ante Betis, acariciándolo, mientras notaba las miradas de los miembros del Templo de los Monos a su alrededor― No pasa nada.
El sonido de unos pasos que se acercaban llegó hasta ellos. Una nueva comitiva parecía haber llegado al lugar. El sonido de un extraño cántico femenino llegó hasta ellos, captando la atención de algunos de los bestiales que le rodeaban.
Brinda una sonrisa
Sé más amigable
Ponle alegría
Si tú sabes dar amor
Entonces tú serás feliz
Domina tu orgullo
No seas egoísta
Sé más amigable
Si tú sabes dar amor
Un nuevo amanecer tendrás
¡Arriba la Tigresa!
Sé más amigable
Ponle alegría
Si tú sabes dar amor
Entonces tú serás feliz
Domina tu orgullo
No seas egoísta
Sé más amigable
Si tú sabes dar amor
Un nuevo amanecer tendrás
¡Arriba la Tigresa!
Tras unos segundos, lo que parecía ser una extravagante carroza, con una extravagante mujer sobre la misma, apareció ante sus ojos...
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#ff99ff: La Tigresa del Oriente.
- FANTASÍA: UN NUEVO AMANECER:
Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Betis seguramente era un celoso guardián de Cohen y por eso su actitud de desconfianza le causó ternura a Akanke, pero en el cálido saludo de los amigos se notaba el aprecio que sentían el uno por el otro; la Sacerdotisa no era alguien de quien el hermoso felino tuviera que temer.
Akanke frunció el ceño al escuchar las noticias de Viagra y La Magistrada. No le extrañó el final que tuvo aquella despiadada mujer, solo le preocupó lo que le podría haber pasado a la finca -Árboles de Viagris creciendo en patio de Templo- le comentó a Cohen, esbozando una sonrisa. Martica había tenido éxito con los esquejes y estos prosperaban en la fértil tierra de los bosques del este. -Color bonitos de hojas- mencionó -¿Tú conociendo más árboles bonito color de hojas? Mucho gustando así de colores de árboles para patio de Templo, gustando me habiendo más color.- le dijo. A Akanke le gustó la idea de llevar más plantas al Templo y tener un jardín colorido como el del Cantoral.
Al llegar junto a su gente, Akanke sonrió orgullosa -Templo grande- dijo -Templo tanto grande que pudiendo ser hogar para muchos hermanos bestia que necesitan- añadió. -Mucho hermano bestia sin hogar por guerra que destruye y ensucia- comentó y con un leve gesto de la mano señaló el vial que sostenía Cohen, mostrándolo como ejemplo de lo que decía. Cohen también observaba el vial, pues en ese momento, algo pasaba dentro del frasco. Algo malo.
Todos hicieron caso de la advertencia de Cohen y se apartaron corriendo antes de que explotara. -¡Es terrible!- exclamó Ioulia mientras se incorporaba y regresaba hacia donde estuvo el vial antes de estallar. Mientras los demás rodeaban a Akanke con recelo tras la explosión -así como Betis había hecho antes con Cohen- Ioulia se dirigió al vampiro. -¿El vial estaba limpio cuando has tomado la muestra? ¿Seguro que no haz mezclado el agua con nada más?- le inquirió. En el suelo había quedado una mancha negra de la que emanaba el humo gris y hediondo. -De ser así, lo que haya en el agua está lentamente permeando el suelo de este sector; hay que eliminarlo antes que llegue a las napas subterráneas y la contaminación llegue más lejos- anunció la mujer lobo, preocupada del alcance que aquello pudiera tener.
Akanke miró a Ioulia sintiendo una presión en el pecho, luego a sus demás acompañantes, pero no podía demostrar la angustia que esa revelación le hacía sentir -Entonces buscando qué ensucia- resolvió con pragmatismo.
Sin embargo, aquel momento tensionante fue interrumpido bruscamente por la llegada de otra comitiva, una mucho más extravagante que la del Templo. Llegaron haciendo música, bailando y cantando alegremente un estribillo bastante optimista. Akanke miraba sorprendida aquel espectáculo, no se esperaba nada así por aquellos lares.
Con aquella exclamación y diferentes poses muy histriónicas de los miembros de la comitiva, el espectáculo terminó, dejando a Akanke y la gente del Templo muy confundidos, mirándose las caras, quedando todos en un pequeño silencio incómodo. -¡Los aplausos!- exclamó la Tigresa y sus acompañantes estallaron en vítores y algarabía.
-Gracias... gracias...- decía la mujer, conmovida, calmando con las manos a su público. -La vida es una sola y hay que vivirla... ¡Vive la vida y no dejes que la vida te viva!- exclamó, causando ovaciones en sus fanáticos -Venimos esta noche, estamos preparados y muy preparados y muy contentos de venir a hacer esta obra social- continuó, logrando que la fanaticada guardara silencio -¡Si tú sabes dar amor, un nuevo amanecer tendrás! ¡Te lo dice tu amiga La Tigresa del Oriente! ¡Vamos amiguitos!- exclamó, de nuevo, volviendo a animar a sus seguidores que volvieron a tocar música y bailar.
La gente del Templo para ese momento estaba ya entrando a asustarse con aquel despilfarro de excentricidad. Akanke miró a Cohen -Nosotros creyendo que mejor ir... para allá...- dijo, señalando río arriba -Buscando donde sucia viene la agua más arriba. ¿Tú viniendo?- le preguntó.
La comitiva de la Sacerdotisa comenzó a retirarse, acción que no pasó desapercibida para la Tigresa. -¡Alto! Alto, alto... nuestros amigos se retiran- anunció ella, parando la música. -¿A dónde van?- preguntó -Tenemos que limpiar el río- aseguró. Akanke la miró extrañada. -Sí, nosotros limpiando río más allá- respondió.
La Tigresa miró a Akanke, Cohen y al resto de presentes -Perfecto, ¡para allá vamos!- dijo y la música reinició.
Akanke frunció el ceño al escuchar las noticias de Viagra y La Magistrada. No le extrañó el final que tuvo aquella despiadada mujer, solo le preocupó lo que le podría haber pasado a la finca -Árboles de Viagris creciendo en patio de Templo- le comentó a Cohen, esbozando una sonrisa. Martica había tenido éxito con los esquejes y estos prosperaban en la fértil tierra de los bosques del este. -Color bonitos de hojas- mencionó -¿Tú conociendo más árboles bonito color de hojas? Mucho gustando así de colores de árboles para patio de Templo, gustando me habiendo más color.- le dijo. A Akanke le gustó la idea de llevar más plantas al Templo y tener un jardín colorido como el del Cantoral.
Al llegar junto a su gente, Akanke sonrió orgullosa -Templo grande- dijo -Templo tanto grande que pudiendo ser hogar para muchos hermanos bestia que necesitan- añadió. -Mucho hermano bestia sin hogar por guerra que destruye y ensucia- comentó y con un leve gesto de la mano señaló el vial que sostenía Cohen, mostrándolo como ejemplo de lo que decía. Cohen también observaba el vial, pues en ese momento, algo pasaba dentro del frasco. Algo malo.
Todos hicieron caso de la advertencia de Cohen y se apartaron corriendo antes de que explotara. -¡Es terrible!- exclamó Ioulia mientras se incorporaba y regresaba hacia donde estuvo el vial antes de estallar. Mientras los demás rodeaban a Akanke con recelo tras la explosión -así como Betis había hecho antes con Cohen- Ioulia se dirigió al vampiro. -¿El vial estaba limpio cuando has tomado la muestra? ¿Seguro que no haz mezclado el agua con nada más?- le inquirió. En el suelo había quedado una mancha negra de la que emanaba el humo gris y hediondo. -De ser así, lo que haya en el agua está lentamente permeando el suelo de este sector; hay que eliminarlo antes que llegue a las napas subterráneas y la contaminación llegue más lejos- anunció la mujer lobo, preocupada del alcance que aquello pudiera tener.
Akanke miró a Ioulia sintiendo una presión en el pecho, luego a sus demás acompañantes, pero no podía demostrar la angustia que esa revelación le hacía sentir -Entonces buscando qué ensucia- resolvió con pragmatismo.
Sin embargo, aquel momento tensionante fue interrumpido bruscamente por la llegada de otra comitiva, una mucho más extravagante que la del Templo. Llegaron haciendo música, bailando y cantando alegremente un estribillo bastante optimista. Akanke miraba sorprendida aquel espectáculo, no se esperaba nada así por aquellos lares.
Rectifica tus errores
Y tendrás un nuevo amanecer
¡Te lo dice La Tigresa del Oriente!
Y tendrás un nuevo amanecer
¡Te lo dice La Tigresa del Oriente!
Con aquella exclamación y diferentes poses muy histriónicas de los miembros de la comitiva, el espectáculo terminó, dejando a Akanke y la gente del Templo muy confundidos, mirándose las caras, quedando todos en un pequeño silencio incómodo. -¡Los aplausos!- exclamó la Tigresa y sus acompañantes estallaron en vítores y algarabía.
-Gracias... gracias...- decía la mujer, conmovida, calmando con las manos a su público. -La vida es una sola y hay que vivirla... ¡Vive la vida y no dejes que la vida te viva!- exclamó, causando ovaciones en sus fanáticos -Venimos esta noche, estamos preparados y muy preparados y muy contentos de venir a hacer esta obra social- continuó, logrando que la fanaticada guardara silencio -¡Si tú sabes dar amor, un nuevo amanecer tendrás! ¡Te lo dice tu amiga La Tigresa del Oriente! ¡Vamos amiguitos!- exclamó, de nuevo, volviendo a animar a sus seguidores que volvieron a tocar música y bailar.
La gente del Templo para ese momento estaba ya entrando a asustarse con aquel despilfarro de excentricidad. Akanke miró a Cohen -Nosotros creyendo que mejor ir... para allá...- dijo, señalando río arriba -Buscando donde sucia viene la agua más arriba. ¿Tú viniendo?- le preguntó.
La comitiva de la Sacerdotisa comenzó a retirarse, acción que no pasó desapercibida para la Tigresa. -¡Alto! Alto, alto... nuestros amigos se retiran- anunció ella, parando la música. -¿A dónde van?- preguntó -Tenemos que limpiar el río- aseguró. Akanke la miró extrañada. -Sí, nosotros limpiando río más allá- respondió.
La Tigresa miró a Akanke, Cohen y al resto de presentes -Perfecto, ¡para allá vamos!- dijo y la música reinició.
Última edición por Akanke el Jue Abr 18 2024, 18:28, editado 1 vez
Akanke
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
La llegada de aquella nueva comitiva hizo que la situación se relajara. Si bien Cohen confiaba en aquellas personas, no pudo evitar sentir alivio al ver cómo los recién llegados captaban la atención de todos.
Akanke, sabiamente, decidió apartarse y poner distancia con los desconocidos, pero los recién llegados, animados y felices, decidieron continuar su camino con ellos.
Cohen caminaba junto a Akanke, mientras Betis caminaba unos metros avanzado, oliendo o quizás buscando algo que comer.
―Me preocupa que coma algo que no deba… ―dijo el vampiro mirando a la sacerdotisa― Nada parece seguro aquí.
Al cabo de un rato, el numeroso grupo compuesto por Cohen, la comitiva del Templo de los Monos y el grupo de los cantantes llegaron hasta un lugar que enseguida llamó la atención del vampiro.
Los escombros de la antigua Edén, la ciudad biocibernética que había causado tanto daño ambiental en la zona, eran numerosos. Sintió cómo un hedor nauseabundo inundaba la zona y el vampiro no tardó en reparar su procedencia: un pequeño de biocibernéticos desmembrados a unos metros a su derecha. Algunos parecían seguir con vida o al menos, eran capaces de moverse aún. Si continuaban siendo conscientes de la realidad o no, era algo que el vampiro no podría comprobar desde aquella distancia.
―¿Proxies?
Preguntó alguien a su espalda, aunque Cohen no se volvió atrás para saber quién había preguntado. El vampiro había oído hablar de ellos y de cómo normalmente se utilizaban sus piezas para la reparación de otros biocibernéticos. Había escuchado que algunos de ellos se mostraban violentos, por lo que debían tener cuidado.
―¿Has visto eso?― le preguntó a Akanke, mirando las manchas de aquel extraño aceite que se desprendía de los restos de los proxies― ¿Puede ser eso lo que contamine el río?
El vampiro se acercó hacia allí con la intención de tomar unas muestras, pero enseguida notó aquella terrible sensación que ya conocía. Aquella que solía sentir siempre antes de tener ese hambre voraz. [1]
―¡Él éter le está rodeando! ―gritó alguien de la comitiva de los cantantes y Cohen se volvió para observar que era una mujer elfa la que lo había dicho.
―¿Cómo qué el éter me rodea?― preguntó Cohen, sin comprender.
La mujer que lideraba la comitiva de cantantes se acercó hasta el vampiro.
―¡El éter te busca para darte el amor! ¡Nunca rechaces el amor! Si te dan amoooor, un nuevo amanecer veeeendrá…
Entonces, sucedió algo inesperado. Cohen sintió cómo una invisible fuerza les golpeaba, cómo si una ola mágica de éter les hubiera impulsado hacia atrás y haciéndoles caer hasta el suelo.
El vampiro sintió de pronto ese hambre espantoso. Con una intensidad que nunca antes había sentido. Deseaba sangre y la deseaba desesperadamente, cómo si fuese a morir en cualquier momento si no hincaba sus colmillos en el torrente sanguíneo de alguien.
La Tigresa del Oriente, caída a su lado, llevaba sus manos hacia su vientre y se retorcía de dolor. Entonces, el vampiro se dio cuenta de que en el interior de la mujer, que rondaría ya los sesenta años, una barriga se iba formando rápidamente.
¿Acaso estaba embarazada y no me había dado cuenta? Pero… a su edad…
Enseguida, ambos se vieron rodeados por todos sus acompañantes. Los seguidores de la cantante miraban igualmente asombrados cómo la mujer parecía ahora una embarazada a punto de salir de cuentas.
―¿Pero cómo puede estar embarazada?
―¿Qué ha pasado?
―¿Estás bien, Tigresa?
Cohen se puso de pie, mirando a su alrededor, buscando a alguien con quien poder saciar su sed. Quizás a alguno de los seguidores de la cantante le fuera útil.
Pero antes de poder hacerlo, mientras la Tigresa de Oriente rompía aguas tras un efectivo embarazo de apenas 30 segundos, los numerosos proxies de la zona cobraron vida y parecían de todo… menos amables…
[1] El fuerte éter alterado de la zona hace que la maldición de Cohen se dispare rápidamente por esta causa.
Maldición: Sifón De Éter
Primera Complicación: Una extraña ola de éter procedente de la antigua ciudad de Edén les golpea, haciendo que la maldición de Cohen se dispare rápidamente; que la Tigresa de Oriente tenga un embarazo completo en un minuto y que esté a punto de tener un bebé; y que provoca que los numerosos proxies se despierten y se encuentren activos y desafiantes.
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Akanke, sabiamente, decidió apartarse y poner distancia con los desconocidos, pero los recién llegados, animados y felices, decidieron continuar su camino con ellos.
No lo puedes negar
¡Quieres paloma!
No lo puedes negar
¡Quieres paloma ya!
¡A mí me dieron paloma!
¡Paloma!
¡Quieres paloma!
No lo puedes negar
¡Quieres paloma ya!
¡A mí me dieron paloma!
¡Paloma!
- Spoiler:
Cohen caminaba junto a Akanke, mientras Betis caminaba unos metros avanzado, oliendo o quizás buscando algo que comer.
―Me preocupa que coma algo que no deba… ―dijo el vampiro mirando a la sacerdotisa― Nada parece seguro aquí.
Al cabo de un rato, el numeroso grupo compuesto por Cohen, la comitiva del Templo de los Monos y el grupo de los cantantes llegaron hasta un lugar que enseguida llamó la atención del vampiro.
Los escombros de la antigua Edén, la ciudad biocibernética que había causado tanto daño ambiental en la zona, eran numerosos. Sintió cómo un hedor nauseabundo inundaba la zona y el vampiro no tardó en reparar su procedencia: un pequeño de biocibernéticos desmembrados a unos metros a su derecha. Algunos parecían seguir con vida o al menos, eran capaces de moverse aún. Si continuaban siendo conscientes de la realidad o no, era algo que el vampiro no podría comprobar desde aquella distancia.
―¿Proxies?
Preguntó alguien a su espalda, aunque Cohen no se volvió atrás para saber quién había preguntado. El vampiro había oído hablar de ellos y de cómo normalmente se utilizaban sus piezas para la reparación de otros biocibernéticos. Había escuchado que algunos de ellos se mostraban violentos, por lo que debían tener cuidado.
―¿Has visto eso?― le preguntó a Akanke, mirando las manchas de aquel extraño aceite que se desprendía de los restos de los proxies― ¿Puede ser eso lo que contamine el río?
El vampiro se acercó hacia allí con la intención de tomar unas muestras, pero enseguida notó aquella terrible sensación que ya conocía. Aquella que solía sentir siempre antes de tener ese hambre voraz. [1]
―¡Él éter le está rodeando! ―gritó alguien de la comitiva de los cantantes y Cohen se volvió para observar que era una mujer elfa la que lo había dicho.
―¿Cómo qué el éter me rodea?― preguntó Cohen, sin comprender.
La mujer que lideraba la comitiva de cantantes se acercó hasta el vampiro.
―¡El éter te busca para darte el amor! ¡Nunca rechaces el amor! Si te dan amoooor, un nuevo amanecer veeeendrá…
Entonces, sucedió algo inesperado. Cohen sintió cómo una invisible fuerza les golpeaba, cómo si una ola mágica de éter les hubiera impulsado hacia atrás y haciéndoles caer hasta el suelo.
El vampiro sintió de pronto ese hambre espantoso. Con una intensidad que nunca antes había sentido. Deseaba sangre y la deseaba desesperadamente, cómo si fuese a morir en cualquier momento si no hincaba sus colmillos en el torrente sanguíneo de alguien.
La Tigresa del Oriente, caída a su lado, llevaba sus manos hacia su vientre y se retorcía de dolor. Entonces, el vampiro se dio cuenta de que en el interior de la mujer, que rondaría ya los sesenta años, una barriga se iba formando rápidamente.
¿Acaso estaba embarazada y no me había dado cuenta? Pero… a su edad…
Enseguida, ambos se vieron rodeados por todos sus acompañantes. Los seguidores de la cantante miraban igualmente asombrados cómo la mujer parecía ahora una embarazada a punto de salir de cuentas.
―¿Pero cómo puede estar embarazada?
―¿Qué ha pasado?
―¿Estás bien, Tigresa?
Cohen se puso de pie, mirando a su alrededor, buscando a alguien con quien poder saciar su sed. Quizás a alguno de los seguidores de la cantante le fuera útil.
Pero antes de poder hacerlo, mientras la Tigresa de Oriente rompía aguas tras un efectivo embarazo de apenas 30 segundos, los numerosos proxies de la zona cobraron vida y parecían de todo… menos amables…
___________________________________________
[1] El fuerte éter alterado de la zona hace que la maldición de Cohen se dispare rápidamente por esta causa.
Maldición: Sifón De Éter
- Spoiler:
Desde este momento, tu cuerpo sentirá una curiosa afinidad con el éter o, más bien, hambre de éter. Si llevas objetos encantados contigo (etiquetas [Encantamiento] y [Pergamino]) estos perderán su efecto, pues tu cuerpo absorberá el éter necesario para que funcionen (recuperarán su efecto tras dos rondas sin entrar en contacto contigo). Así mismo, cualquier uso de magia o experimento arcano que se realice en tu presencia podrá experimentar ciertas interferencias.
El primer ataque mágico que recibas en un tema (magia bruja, elfa, dracónica, arcana u objeto mágico, pero no la de tus congéneres vampiros, pues no se basa en el uso del éter) será absorbido por completo (ojo, si te hieren con un arma encantada, eludes el daño mágico, pero no el físico). Pero cuidado con esto, porque si alguien realiza un ataque mágico dirigido hacia otra persona y tú estás presente en la escena, el ataque se desviará buscándote a ti.
Además, tanto éter no interactuará bien con tu naturaleza maldita. El éter absorbido no resultará saciante, sino que te dará un hambre voraz. Cuando hayas absorbido un ataque mágico, el éter de un objeto encantado o permanecido dos turnos en las cercanías de algún hechizo u objeto mágico, tu estómago comenzará a rugir pidiendo sustento. Por cada ronda que tardes en alimentarte (sangre fresca, no frasquitos convenientemente guardados en la mochila), perderás un uso de una de tus habilidades.
Podrás librarte de esta maldición (si lo deseas) tras un mínimo de 3 temas en que se haya activado su efecto (el hambre). Para ello, necesitarás la participación en un mismo tema de un Maestro Alquimista Y un Arcanista de nivel Experto o superior, además de un Master que supervise el tema.
Primera Complicación: Una extraña ola de éter procedente de la antigua ciudad de Edén les golpea, haciendo que la maldición de Cohen se dispare rápidamente; que la Tigresa de Oriente tenga un embarazo completo en un minuto y que esté a punto de tener un bebé; y que provoca que los numerosos proxies se despierten y se encuentren activos y desafiantes.
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Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Avanzaron, siguiendo el cauce, río arriba, seguidos por aquel excéntrico grupo de artistas itinerantes que tenía a Akanke con un leve dolor de cabeza.
Ella estaba acostumbrada a la música pues en el Templo las diversas tribus tenían tradiciones, cultura y folclor diversos que sonaba a todas horas, pero aquello que presentaba la Tigresa del Oriente no se parecía en nada a aquello y retumbaba en su cabeza cada desafinación en la aguda voz de la mujer. Y así como ella, los demás iban igual de mareados.
Haciendo un enorme esfuerzo por ignorar a la Tigresa, Akanke se enfocó en conversar con su amigo, quien estaba preocupado por Betis -No preocupando, nosotros teniendo provisión del Templo- dijo, intentando tranquilizarlo -Clan trayendo carne seca de venado, ¿Betis podiendo comer eso?- le preguntó.
Al cabo de un tiempo que pareció una eternidad, llegaron a las ruinas que había mencionado Cohen. La escena era tan impactante que hasta la Tigresa quedó en silencio.
Las ruinas de lo que Cohen había llamado Edén estaban hundidas en la tierra y tres enormes grietas se abrían en lo que parecía haber sido un campamento. -Un asedio- aseguró Otto, rompiendo el silencio. Akanke y otros, quienes estaban cerca y escucharon el comentario, voltearon a verlo. Otto no esperaba que la atención se dirigiera a él de esa manera.
La Sacerdotisa veía a su alrededor horrorizada pues jamás se podría acostumbrar a los horrores de la guerra. La maldad era infinita, al parecer.
-Podiendo ser- respondió a Cohen -Pero no sabiendo cómo podiendo limpiar... teniendo que sacar de aquí cosas esas... tierra sucia también teniendo que sacar- dedujo, pero tenían que poner aquellas cosas en algún lado y donde fuese que lo hicieran, harían el mismo daño.
Ella tenía la cabeza ocupada en resolver qué hacer con aquellas cosas que llamaron proxies y no prestó atención al aviso de la anomalía de éter, pero sí percibió aquella onda de energía que tumbó a Cohen y a la Tigresa al suelo, en mucha menor intensidad, dejando a todos desconcertados.
Los tigrecitos corrieron junto a su Diva que se retorcía de dolor en el suelo y Akanke junto a Cohen -¿Tú estando bien? ¿Qué habi...- comenzó a preguntar, pero el rostro desfigurado de su amigo le asustó. Su expresión era voraz y el instinto equino en ella, presa de feroces depredadores, la obligó a retroceder. Los lycans y monos a su alrededor también lo notaron y la rodearon protectores.
Pero aquel no fue el único frente abierto tras la extraña onda mágica. Las tenebrosas cosas proxies despertaron y comenzaron a moverse amenazantes hacia ellos. -Esto parece salido de una puta pesadilla- dijo Otto, preparándose para pelear de ser necesario.
Junto a ellos, la Tigresa gritaba de dolor e intentaba incorporarse -¡Agárrenme! ¡Agárrenme!- ordenaba, pues buscaba con desesperación ponerse en cuclillas -¡AQUÍ VIENE!- gritó antes de soltar un horrible alarido que solo consiguió atraer más a los proxies.
Pero ni pujando, la Tigresa dejó de cantar.
-¿De verdad está pariendo?- preguntó Ioulia atónita frente la situación -Haciendo aguas- señaló Akanke al ver la entrepierna mojada de la Tigresa.
Otro alarido de la Tigresa pareció enfurecer aún más a los proxies que se abalanzaron en manada sobre el grupo. Akanke tomó su báculo con ambas manos y, al tenerlos muy cerca, lanzó un golpe horizontal1 con la parte de hoz de su báculo, derribando varias de aquellas criaturas biocibernéticas. Tras ella, algunos licántropos, entre ellos Otto, se transformaron a sus formas animales para contraatacar. La gente del Templo hacía todo lo posible para mantener a los proxies a raya mientras la Tigresa daba a luz.
______________________________
1Uso de habilidad nivel 0: Pichata [1 uso]
Ella estaba acostumbrada a la música pues en el Templo las diversas tribus tenían tradiciones, cultura y folclor diversos que sonaba a todas horas, pero aquello que presentaba la Tigresa del Oriente no se parecía en nada a aquello y retumbaba en su cabeza cada desafinación en la aguda voz de la mujer. Y así como ella, los demás iban igual de mareados.
Haciendo un enorme esfuerzo por ignorar a la Tigresa, Akanke se enfocó en conversar con su amigo, quien estaba preocupado por Betis -No preocupando, nosotros teniendo provisión del Templo- dijo, intentando tranquilizarlo -Clan trayendo carne seca de venado, ¿Betis podiendo comer eso?- le preguntó.
Al cabo de un tiempo que pareció una eternidad, llegaron a las ruinas que había mencionado Cohen. La escena era tan impactante que hasta la Tigresa quedó en silencio.
Las ruinas de lo que Cohen había llamado Edén estaban hundidas en la tierra y tres enormes grietas se abrían en lo que parecía haber sido un campamento. -Un asedio- aseguró Otto, rompiendo el silencio. Akanke y otros, quienes estaban cerca y escucharon el comentario, voltearon a verlo. Otto no esperaba que la atención se dirigiera a él de esa manera.
La Sacerdotisa veía a su alrededor horrorizada pues jamás se podría acostumbrar a los horrores de la guerra. La maldad era infinita, al parecer.
-Podiendo ser- respondió a Cohen -Pero no sabiendo cómo podiendo limpiar... teniendo que sacar de aquí cosas esas... tierra sucia también teniendo que sacar- dedujo, pero tenían que poner aquellas cosas en algún lado y donde fuese que lo hicieran, harían el mismo daño.
Ella tenía la cabeza ocupada en resolver qué hacer con aquellas cosas que llamaron proxies y no prestó atención al aviso de la anomalía de éter, pero sí percibió aquella onda de energía que tumbó a Cohen y a la Tigresa al suelo, en mucha menor intensidad, dejando a todos desconcertados.
Los tigrecitos corrieron junto a su Diva que se retorcía de dolor en el suelo y Akanke junto a Cohen -¿Tú estando bien? ¿Qué habi...- comenzó a preguntar, pero el rostro desfigurado de su amigo le asustó. Su expresión era voraz y el instinto equino en ella, presa de feroces depredadores, la obligó a retroceder. Los lycans y monos a su alrededor también lo notaron y la rodearon protectores.
Pero aquel no fue el único frente abierto tras la extraña onda mágica. Las tenebrosas cosas proxies despertaron y comenzaron a moverse amenazantes hacia ellos. -Esto parece salido de una puta pesadilla- dijo Otto, preparándose para pelear de ser necesario.
Junto a ellos, la Tigresa gritaba de dolor e intentaba incorporarse -¡Agárrenme! ¡Agárrenme!- ordenaba, pues buscaba con desesperación ponerse en cuclillas -¡AQUÍ VIENE!- gritó antes de soltar un horrible alarido que solo consiguió atraer más a los proxies.
Pero ni pujando, la Tigresa dejó de cantar.
Date placer, más placer con mi cuerpo
Date placer, no, no, no pares
Date placer, más placer con mi cuerpo
Date placer, más placer con mi cuerpo
Soy la mejor, voy a enseñarte
Si querés saber, ya preguntame
Date placer, más placer con mi cuerpo
Pero no eres mi dueño
Date placer, no, no, no pares
Date placer, más placer con mi cuerpo
Date placer, más placer con mi cuerpo
Soy la mejor, voy a enseñarte
Si querés saber, ya preguntame
Date placer, más placer con mi cuerpo
Pero no eres mi dueño
- Date placer con mi cuerpo:
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-¿De verdad está pariendo?- preguntó Ioulia atónita frente la situación -Haciendo aguas- señaló Akanke al ver la entrepierna mojada de la Tigresa.
Otro alarido de la Tigresa pareció enfurecer aún más a los proxies que se abalanzaron en manada sobre el grupo. Akanke tomó su báculo con ambas manos y, al tenerlos muy cerca, lanzó un golpe horizontal1 con la parte de hoz de su báculo, derribando varias de aquellas criaturas biocibernéticas. Tras ella, algunos licántropos, entre ellos Otto, se transformaron a sus formas animales para contraatacar. La gente del Templo hacía todo lo posible para mantener a los proxies a raya mientras la Tigresa daba a luz.
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1Uso de habilidad nivel 0: Pichata [1 uso]
- Códigos de colores:
- Ioulia: #996666
Otto: #6699cc
Tigresa: #ff99ff
Akanke
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Cohen vio el rostro asustado de Akanke y comprendió que lo que le ocurría, que aquel hambre atroz, se había reflejado en su cara y cómo su amiga había dado un paso atrás. Tendría que explicarle aquello que le sucedía en algún momento.
Su atención se centró en los proxies. ¿Podría alimentarse de alguno de ellos? ¿Tendrían depósitos de sangre suficientes para saciar su sed? ¿Le sucedería algo por alimentarse de la misma?
Las preguntas eran inquietantes, pues nunca se había alimentado de biocibernético alguno y no sabía si sus implantes tecnológicos interferían de alguna forma en su sangre. A esto había que sumar el lamentable aspecto de aquellos seres, más parecidos a cadáveres andantes que a otra cosa.
Entonces, atacaron. Un par de ellos se desplazaron hasta él. El primero se componía de cabeza, torso y dos brazos. Utilizaba éstos cómo piernas y se desplazaba rápidamente. El segundo podía caminar, aunque le faltaba parte del cráneo y su hombro y brazo derecho. De la cabeza brotaba sangre y una sustancia negruzca que se mezclaban en un líquido de apariencia desagradable.
Cohen emitió el rugido y gritó hacia uno de ellos. Envalentonado, Betis corrió hacia él, saltando sobre el torso del primero de los proxies, haciéndole caer al suelo. El vampiro no conocía las intenciones de aquellos seres, pero la pantera no dudó en llevar su boca hasta el cuello de aquella criatura y hundir sus afilados colmillos en la carne de lo que había sido el biocibernético. [1]
El segundo se aproximaba a Cohen, que comenzó a captar el olor de la sangre. Su apetito se disparó y durante un segundo, deseó llevar su boca hasta el cráneo de aquella cosa y comenzar a lamer la sangre que brotaba al exterior.
Conteniendo su impulso, dispuesto a golpear a esa cosa, sintió cómo una fuerte tempestad, una corriente de aire helado le impulsaba hacia atrás.
Salió despedido unos metros, sin conocer la causa, mientras que aquel proxie se le echaba encima. Con sus afilados dedos que hundió en su carne, el proxie le hirió su brazo izquierdo, haciendo que la sangre de Cohen brotara al exterior en el corte.
―¿Por qué le has lanzado el hechizo a él? ―escuchó la voz de un hombre que se aproximaba.
―El hechizo se ha desviado hacia él. No sé por qué.
Mientras recibía un nuevo corte en su otro brazo, intentando apartar de sí mismo aquella cosa, notó cómo un hombre de la comitiva de la tigresa atravesaba el proxie con la punta de una lanza, haciendo que Cohen, situado bajo él, se viera impregnado de aquella sustancia terrible.
Cubierto de sangre y esa especie de aceite negro, se apartó los restos del proxie de encima.
―¡Cuánto lo siento! ¿Qué te ocurre con el éter?― le preguntó la mujer, que claramente era bruja― Parece cómo si todo el éter de los alrededores…
Fue entonces cuándo una enorme polvareda de tierra se dirigió de nuevo hacia ellos. Cohen comenzó a toser, ahogándose por el polvo, por toda aquella tierra en suspensión. Las dos personas que habían ido a ayudarle comenzaron igualmente a asfixiarse y cuándo la nube de polvo se disolvió, un nuevo brujo apareció ante él.
―¿Por qué atraes el éter? ¿Qué está haciendo?― preguntó molesto, mientras que un nuevo grupo de proxies se aproximaban a ellos.
Sediento, golpeado y sangrando por el ataque del proxie, lleno de sangre propia y ajena, aceite y polvo en suspensión, Cohen gritó:
―¡Que nadie use magia!― pidió, esperando que todas las personas de los diferentes grupos se abstuvieran de usarla.
Golpeó a uno de los proxies y corrió hacia la dirección de Betis. La pantera estaba bien y había logrado acabar con la penosa vida del proxie al que había atacado.
Fue entonces cuándo un hombre de la comitiva de la Tigresa cayó muerto a un par de metros de él. La sangre de su cuerpo aún estaba caliente y el deseo era superior a todo. Por lo que corrió hasta el cadáver, inerte aunque reciente y comenzó a alimentarse de él, mientras el caos, las heridas y el dolor se disparaban a su alrededor. Y entonces, en el sonido de la batalla y la supervivencia, los gritos de un parto se hicieron evidentes...
[1] Uso de la habilidad La Voz de las Bestias [Mágica, 1 uso de 2 turnos]: Cohen emite un fuerte rugido gutural que capta la atención de los animales de su entorno, que atacarán al objetivo al que Cohen ha dirigido el rugido.
Su atención se centró en los proxies. ¿Podría alimentarse de alguno de ellos? ¿Tendrían depósitos de sangre suficientes para saciar su sed? ¿Le sucedería algo por alimentarse de la misma?
Las preguntas eran inquietantes, pues nunca se había alimentado de biocibernético alguno y no sabía si sus implantes tecnológicos interferían de alguna forma en su sangre. A esto había que sumar el lamentable aspecto de aquellos seres, más parecidos a cadáveres andantes que a otra cosa.
Entonces, atacaron. Un par de ellos se desplazaron hasta él. El primero se componía de cabeza, torso y dos brazos. Utilizaba éstos cómo piernas y se desplazaba rápidamente. El segundo podía caminar, aunque le faltaba parte del cráneo y su hombro y brazo derecho. De la cabeza brotaba sangre y una sustancia negruzca que se mezclaban en un líquido de apariencia desagradable.
Cohen emitió el rugido y gritó hacia uno de ellos. Envalentonado, Betis corrió hacia él, saltando sobre el torso del primero de los proxies, haciéndole caer al suelo. El vampiro no conocía las intenciones de aquellos seres, pero la pantera no dudó en llevar su boca hasta el cuello de aquella criatura y hundir sus afilados colmillos en la carne de lo que había sido el biocibernético. [1]
El segundo se aproximaba a Cohen, que comenzó a captar el olor de la sangre. Su apetito se disparó y durante un segundo, deseó llevar su boca hasta el cráneo de aquella cosa y comenzar a lamer la sangre que brotaba al exterior.
Conteniendo su impulso, dispuesto a golpear a esa cosa, sintió cómo una fuerte tempestad, una corriente de aire helado le impulsaba hacia atrás.
Salió despedido unos metros, sin conocer la causa, mientras que aquel proxie se le echaba encima. Con sus afilados dedos que hundió en su carne, el proxie le hirió su brazo izquierdo, haciendo que la sangre de Cohen brotara al exterior en el corte.
―¿Por qué le has lanzado el hechizo a él? ―escuchó la voz de un hombre que se aproximaba.
―El hechizo se ha desviado hacia él. No sé por qué.
Mientras recibía un nuevo corte en su otro brazo, intentando apartar de sí mismo aquella cosa, notó cómo un hombre de la comitiva de la tigresa atravesaba el proxie con la punta de una lanza, haciendo que Cohen, situado bajo él, se viera impregnado de aquella sustancia terrible.
Cubierto de sangre y esa especie de aceite negro, se apartó los restos del proxie de encima.
―¡Cuánto lo siento! ¿Qué te ocurre con el éter?― le preguntó la mujer, que claramente era bruja― Parece cómo si todo el éter de los alrededores…
Fue entonces cuándo una enorme polvareda de tierra se dirigió de nuevo hacia ellos. Cohen comenzó a toser, ahogándose por el polvo, por toda aquella tierra en suspensión. Las dos personas que habían ido a ayudarle comenzaron igualmente a asfixiarse y cuándo la nube de polvo se disolvió, un nuevo brujo apareció ante él.
―¿Por qué atraes el éter? ¿Qué está haciendo?― preguntó molesto, mientras que un nuevo grupo de proxies se aproximaban a ellos.
Sediento, golpeado y sangrando por el ataque del proxie, lleno de sangre propia y ajena, aceite y polvo en suspensión, Cohen gritó:
―¡Que nadie use magia!― pidió, esperando que todas las personas de los diferentes grupos se abstuvieran de usarla.
Golpeó a uno de los proxies y corrió hacia la dirección de Betis. La pantera estaba bien y había logrado acabar con la penosa vida del proxie al que había atacado.
Fue entonces cuándo un hombre de la comitiva de la Tigresa cayó muerto a un par de metros de él. La sangre de su cuerpo aún estaba caliente y el deseo era superior a todo. Por lo que corrió hasta el cadáver, inerte aunque reciente y comenzó a alimentarse de él, mientras el caos, las heridas y el dolor se disparaban a su alrededor. Y entonces, en el sonido de la batalla y la supervivencia, los gritos de un parto se hicieron evidentes...
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[1] Uso de la habilidad La Voz de las Bestias [Mágica, 1 uso de 2 turnos]: Cohen emite un fuerte rugido gutural que capta la atención de los animales de su entorno, que atacarán al objetivo al que Cohen ha dirigido el rugido.
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Aquellas cosas parecían invencibles. Akanke y sus aliados habían hecho un círculo en torno a la Tigresa junto a los seguidores de esta, una barrera férrea pero que pronto demostró no ser impenetrable cuando uno de los tigritos se vio superado y cayó muerto.
Akanke estaba confundida y angustiada, pues la Tigresa no paraba de gritar -¡Ya lo siento! ¡Está coronando!- exclamaba entremedio de gritos de dolor. Ioulia, quien era doula y matrona de su comunidad, estaba junto a ella, guiándola y ayudándola en su proceso, por lo que para la gente del Templo se hacía más imperioso el mantener el cerco y a los proxies a raya.
Sumado a ello, Cohen actuaba extraño y su comportamiento le daba algo de miedo a la Sacerdotisa, sobre todo cuando se abalanzó sobre el tigrito caído. El vampiro se alimentaba casi con desesperación del cadáver, para mayor horror de todos los presentes.
Pero aquel seguía siendo su amigo y ahora estaba con la guardia baja y Betis no daba abasto para defenderlo, así que Akanke saltó junto a él. -¡Apura!- le gritó, mientras empujaba una de esas cosas al piso y le clavaba su báculo en el pecho. Aunque lo clavó en donde debería estar el corazón, aquella cosa no paraba de manotear hacia ella.
Al principio creyó, ingenuamente, que eso estaba vivo pero pronto comprobó que no era así. Recordó a los no-muertos que habían atacado el Laboratorio 8B así que su siguiente golpe fue a la cabeza. Pero aquello tampoco funcionó. -¡Cohen! ¡Apura!- insistió -¡Teniendo que ir de aquí! ¡Todos! ¡Ahora!- exclamó.
-¡No podemos mover a la Tigresa!- respondió Ioulia -Teniendo qué- insistió Akanke, quien, sin saber cómo poder destruir aquella cosa, golpeaba una y otra vez la cabeza, hasta que esta fue una masa sanguinolenta de materia gris, sangre y cables.
Entre tres personas levantaron a la Tigresa y la comitiva se comenzó a mover. -¡Cohen!- llamó Akanke a su amigo, tomándolo del brazo y jalándolo -¡Vamos! ¡Ahora!- le ordenó -¡Al bosque!- indicó.
Akanke estaba confundida y angustiada, pues la Tigresa no paraba de gritar -¡Ya lo siento! ¡Está coronando!- exclamaba entremedio de gritos de dolor. Ioulia, quien era doula y matrona de su comunidad, estaba junto a ella, guiándola y ayudándola en su proceso, por lo que para la gente del Templo se hacía más imperioso el mantener el cerco y a los proxies a raya.
Sumado a ello, Cohen actuaba extraño y su comportamiento le daba algo de miedo a la Sacerdotisa, sobre todo cuando se abalanzó sobre el tigrito caído. El vampiro se alimentaba casi con desesperación del cadáver, para mayor horror de todos los presentes.
Pero aquel seguía siendo su amigo y ahora estaba con la guardia baja y Betis no daba abasto para defenderlo, así que Akanke saltó junto a él. -¡Apura!- le gritó, mientras empujaba una de esas cosas al piso y le clavaba su báculo en el pecho. Aunque lo clavó en donde debería estar el corazón, aquella cosa no paraba de manotear hacia ella.
Al principio creyó, ingenuamente, que eso estaba vivo pero pronto comprobó que no era así. Recordó a los no-muertos que habían atacado el Laboratorio 8B así que su siguiente golpe fue a la cabeza. Pero aquello tampoco funcionó. -¡Cohen! ¡Apura!- insistió -¡Teniendo que ir de aquí! ¡Todos! ¡Ahora!- exclamó.
-¡No podemos mover a la Tigresa!- respondió Ioulia -Teniendo qué- insistió Akanke, quien, sin saber cómo poder destruir aquella cosa, golpeaba una y otra vez la cabeza, hasta que esta fue una masa sanguinolenta de materia gris, sangre y cables.
Entre tres personas levantaron a la Tigresa y la comitiva se comenzó a mover. -¡Cohen!- llamó Akanke a su amigo, tomándolo del brazo y jalándolo -¡Vamos! ¡Ahora!- le ordenó -¡Al bosque!- indicó.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
La verdad era que el ansia era interminable. Cohen bebió de la sangre del moribundo, sorbo tras sorbo, aprovechando cada gota, buscando calmar una sed que no parecía tener fin.
Escuchaba en la lejanía la voz de la sacerdotisa, pero al vampiro durante unos segundos, parecía no importarle, sólo la sangre existía para él. Pero cuándo fue de nuevo aliviando su necesidad, volvió a ser consciente del caos que se originaba a su alrededor.
El grupo de Akanke parecía alejarse de allí, aunque los proxies que aún recuperaban la vida parecían dispuestos a perseguirles. Cohen dirigió la mano hasta su bolsa, dispuesto a sacar su artillería alquímica.
Tomó en primer lugar el fuego embotellado, que lanzó sin miramiento a un par de proxies que se acercaban al grupo de Akanke. La verdad era que los gritos de parto de la Tigresa del Oriente hacían bastante fácil seguir al grupo. Pero verse rodeado de fuego paró las intenciones de los antiguos bio-cibernéticos, cuyos restos ardieron hasta que las llamas acabaron con su vida. [1]
Luego, un par de nuevos proxis se acercaban al grupo por otro de los laterales. Uno de ellos tenía rostro, pero el otro era una amalgama extraña de dos piernas y medio torso, con un pene de tamaño considerable en el centro.
Tras asimilar el tamaño del miembro, lanzó el elixir de ortigas hacia el que tenía rostro, impactando sobre la frente del individuo. Al romperse, el cristal liberó el líquido verdoso que cubrió su rostro por completo, impidiéndole ver. [2]
El proxie del pene enorme se aproximaba hacia ellos y Cohen no supo como hacer frente a una cosa como aquella, por lo que tardó unos segundos en reaccionar. Cuándo el contacto iba a ser inminente, las manos de Cohen se dirigieron hacia el proxie, colocando una de ellas en el pene de aquella cosa.
Tras recibir una patada, el vampiro torció su puño con el pene del proxie en la mano, realizando una rotura del miembro sexual, aunque la voluntad del biocibernético parecía no verse afectada.
Gracias a la ayuda de un miembro del templo de los monos, logró zafarse de aquella cosa, pues se aferró a sus piernas tecnológicas y consiguió inmovilizarlo, quedando un torso vivo e inmóvil.
―¿Por qué atraes la magia?― le preguntó al vampiro, dando un paso de precaución hacia atrás.
La verdad era que Cohen desconocía el motivo, la causa de su afección, aunque lo único que se le ocurría era que podía estar relacionado con el meteorito líquido que llegó a beber tras diluirlo, en aquel error fatal durante aquellos días en los que nadie durmió y su mente estaba cansada y hecha polvo.
―Creo que estoy afectado por algo…
Mientras se planteaba la inquietante idea de atraer toda la magia a su alrededor, Cohen divisó a Betis a sus pies, jugando con el torso del proxie sin piernas y sin pene ahora, que se negaba a morirse. La pantera lo hacía rodar de un lado a otro, jugando con él.
Los gritos del parto se hicieron evidentes. El nacimiento estaba próximo, por lo que se dispuso a acudir y a ver en qué podía ayudar. Tenía varios productos alquímicos con él que le podían ser de ayuda a la mujer sexagenaria cantante cuyo embarazo había durado apenas unos minutos.
La verdad era que todos le miraban mal, pues estaba repleto de sangre, pero Cohen ya estaba acostumbrado a las miradas de desconfianza, asco y rechazo dónde quiera que iba y simplemente, se limitó a decir:
―¿En qué puedo ayudar? Tengo varios elixires…― preguntó mirando a Akanke.
Mientras se colocaba junto a ella, viendo cómo todos a su alrededor parecían dar un paso atrás a medida que caminaba, el sonido de un nuevo grupo llegando a la zona hizo que Cohen desviara la vista hasta ellos, mientras se arrodillaba frente a las piernas abiertas de la parturienta.
―¡La profecía es cierta!
―¡Bienvenido sea el nuevo salvador!
―¡Aquel que nació en un instante!
―¡El salvador de Cristo está a punto de llegar!
―¡Milagro! ¡Llegamos a tiempo de contemplar el milagro!
Liderando el nuevo grupo, se encontraba nada más y nada menos que San Jacobo de Beckelard III y un numeroso grupo de fieles. Lo último que había sabido de la Iglesia de Cristo era que muchos de ellos se habían convertido al vampirismo de forma voluntaria, pues consideraban que el párroco era su profeta y se dejaban guiar por ellos.
―¡El Mesías está a punto de nacer!
El párroco se quedó fascinado al ver allí al hombre que había sido su falso monaguillo. La verdad era que su último encuentro había sido de todo menos amable. Pero lo importante de esa situación ahora mismo era que la cabeza del bebé, fuera lo que fuera, fuese lo que fuese lo que estaba destinado a ser, asomaba ya casi entre las piernas de su anciana madre.
[1] Uso de mi objeto: Fuego Embotellado (Elixir) (1 uso): Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
[2] Uso de mi objeto: Rocío de Ortiga (Veneno) (1 Uso): Líquido verde que, al ser rociado sobre alguien, le causará inmediatamente una fuerte y casi irresistible comezón. Si cae en los ojos o la nariz perjudicará el sentido asociado
Escuchaba en la lejanía la voz de la sacerdotisa, pero al vampiro durante unos segundos, parecía no importarle, sólo la sangre existía para él. Pero cuándo fue de nuevo aliviando su necesidad, volvió a ser consciente del caos que se originaba a su alrededor.
El grupo de Akanke parecía alejarse de allí, aunque los proxies que aún recuperaban la vida parecían dispuestos a perseguirles. Cohen dirigió la mano hasta su bolsa, dispuesto a sacar su artillería alquímica.
Tomó en primer lugar el fuego embotellado, que lanzó sin miramiento a un par de proxies que se acercaban al grupo de Akanke. La verdad era que los gritos de parto de la Tigresa del Oriente hacían bastante fácil seguir al grupo. Pero verse rodeado de fuego paró las intenciones de los antiguos bio-cibernéticos, cuyos restos ardieron hasta que las llamas acabaron con su vida. [1]
Luego, un par de nuevos proxis se acercaban al grupo por otro de los laterales. Uno de ellos tenía rostro, pero el otro era una amalgama extraña de dos piernas y medio torso, con un pene de tamaño considerable en el centro.
Tras asimilar el tamaño del miembro, lanzó el elixir de ortigas hacia el que tenía rostro, impactando sobre la frente del individuo. Al romperse, el cristal liberó el líquido verdoso que cubrió su rostro por completo, impidiéndole ver. [2]
El proxie del pene enorme se aproximaba hacia ellos y Cohen no supo como hacer frente a una cosa como aquella, por lo que tardó unos segundos en reaccionar. Cuándo el contacto iba a ser inminente, las manos de Cohen se dirigieron hacia el proxie, colocando una de ellas en el pene de aquella cosa.
Tras recibir una patada, el vampiro torció su puño con el pene del proxie en la mano, realizando una rotura del miembro sexual, aunque la voluntad del biocibernético parecía no verse afectada.
Gracias a la ayuda de un miembro del templo de los monos, logró zafarse de aquella cosa, pues se aferró a sus piernas tecnológicas y consiguió inmovilizarlo, quedando un torso vivo e inmóvil.
―¿Por qué atraes la magia?― le preguntó al vampiro, dando un paso de precaución hacia atrás.
La verdad era que Cohen desconocía el motivo, la causa de su afección, aunque lo único que se le ocurría era que podía estar relacionado con el meteorito líquido que llegó a beber tras diluirlo, en aquel error fatal durante aquellos días en los que nadie durmió y su mente estaba cansada y hecha polvo.
―Creo que estoy afectado por algo…
Mientras se planteaba la inquietante idea de atraer toda la magia a su alrededor, Cohen divisó a Betis a sus pies, jugando con el torso del proxie sin piernas y sin pene ahora, que se negaba a morirse. La pantera lo hacía rodar de un lado a otro, jugando con él.
Los gritos del parto se hicieron evidentes. El nacimiento estaba próximo, por lo que se dispuso a acudir y a ver en qué podía ayudar. Tenía varios productos alquímicos con él que le podían ser de ayuda a la mujer sexagenaria cantante cuyo embarazo había durado apenas unos minutos.
La verdad era que todos le miraban mal, pues estaba repleto de sangre, pero Cohen ya estaba acostumbrado a las miradas de desconfianza, asco y rechazo dónde quiera que iba y simplemente, se limitó a decir:
―¿En qué puedo ayudar? Tengo varios elixires…― preguntó mirando a Akanke.
Mientras se colocaba junto a ella, viendo cómo todos a su alrededor parecían dar un paso atrás a medida que caminaba, el sonido de un nuevo grupo llegando a la zona hizo que Cohen desviara la vista hasta ellos, mientras se arrodillaba frente a las piernas abiertas de la parturienta.
―¡La profecía es cierta!
―¡Bienvenido sea el nuevo salvador!
―¡Aquel que nació en un instante!
―¡El salvador de Cristo está a punto de llegar!
―¡Milagro! ¡Llegamos a tiempo de contemplar el milagro!
Liderando el nuevo grupo, se encontraba nada más y nada menos que San Jacobo de Beckelard III y un numeroso grupo de fieles. Lo último que había sabido de la Iglesia de Cristo era que muchos de ellos se habían convertido al vampirismo de forma voluntaria, pues consideraban que el párroco era su profeta y se dejaban guiar por ellos.
―¡El Mesías está a punto de nacer!
El párroco se quedó fascinado al ver allí al hombre que había sido su falso monaguillo. La verdad era que su último encuentro había sido de todo menos amable. Pero lo importante de esa situación ahora mismo era que la cabeza del bebé, fuera lo que fuera, fuese lo que fuese lo que estaba destinado a ser, asomaba ya casi entre las piernas de su anciana madre.
_______________________________
[1] Uso de mi objeto: Fuego Embotellado (Elixir) (1 uso): Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
[2] Uso de mi objeto: Rocío de Ortiga (Veneno) (1 Uso): Líquido verde que, al ser rociado sobre alguien, le causará inmediatamente una fuerte y casi irresistible comezón. Si cae en los ojos o la nariz perjudicará el sentido asociado
Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Akanke y su grupo se había agrupado a un lado del de la Tigresa, quien chillaba cantando sus canciones, gritándolas durante el parto.
En la penumbra del bosque, el grupo llegó al centro de un claro iluminado por la luz de la luna. Hombres y mujeres se congregaban alrededor de aquella anciana en proceso de parto, quien cantaba sus canciones a gritos de dolor.
El ambiente estaba cargado de una mezcla de temor y asombro. Todos habían presenciado lo imposible: la Tigresa, una mujer sexagenaria, había quedado embarazada mágicamente y, en cuestión de minutos, su vientre se había hinchado, señalando la inminencia del nacimiento. Nadie podía creer lo que estaba sucediendo, pero todos se habían quedado, incapaces de apartar la vista. Susurros de incredulidad recorrían el grupo, tanto entre los hombres bestia del Templo como en los seguidores de la misma Tigresa, quienes no daban crédito de lo que estaba ocurriendo.
Ioulia, ayudada por una de las adeptas de la Tigresa, trabajaba para que el bebé, cuya cabeza ya estaba coronando, saliera. -¿Cómo es posible esto...? Ella no debía... Las mujeres dejamos de quedar embarazada después de cierta edad... ¿Cuántos años me dijiste que tiene la Tigresa?- preguntó a la muchacha -No lo he dicho- respondió ella -Aunque la verdad, no lo sé- añadió.
-¡Milagro! ¡Llegamos a tiempo de contemplar el milagro!- se escuchó de pronto y un nuevo grupo de personas se abrió paso entre los que ya estaban allí. -¡El Mesías está a punto de nacer!- exclamaban
Akanke no sabía qué hacer o decir. -La estoy pasando muy raro, jefa- le uno de los monos, rascándose la cabeza.
La Tigresa, con los cabellos pegados en la cara por el sudor que le recorría el cuerpo, roja por el esfuerzo, emitió un último grito de dolor que resonó en todo el bosque. Las miradas de todos se volvieron hacia ella, con una mezcla de miedo, asombro e incredulidad. Los recién llegados cayeron de rodillas, como si presenciar este milagro fuera demasiado para sus sentidos.
El aire se llenó de una energía vibrante y palpable. Un brillo etéreo emanaba del vientre de la anciana, iluminando sus contornos con una luz suave y dorada. Los segundos se alargaron en lo que pareció una eternidad, todos los presentes quedaron en silencio e incluso aguantaron la respiración, hasta que, finalmente, con un último esfuerzo, la mujer dio a luz.
Un canto sonoro, de perfecta voz de barítono lírico, rompió el silencio sepulcral. En sus brazos, la anciana sostenía a un recién nacido de largo cabello negro, ondulado e incipiente barba.
-¡CUAAAAAAAAAAAAAAAAANDO! ¿CUANDO TE GANÓ EL ORGULLO Y ESCOGISTE EL LLANTO?- cantaba aquel bebé mágico. Los ojos de los seguidores de la Tigresa y de los recién llegados se llenaron de lágrimas, incapaces de procesar lo que veían. -Este niño... ¡Es el Mesías!- gritó el hombre que lideraba a los que habían llegado de último, con voz ronca por la emoción contenida.
Por su parte, el grupo del Templo permaneció inmóvil y en silencio, abrumados por el asombro y la incredulidad, incapaces de comprender la magnitud del evento que acababan de presenciar. -Cohen, ¿qué pasando aquí?- preguntó Akanke a su amigo.
En la penumbra del bosque, el grupo llegó al centro de un claro iluminado por la luz de la luna. Hombres y mujeres se congregaban alrededor de aquella anciana en proceso de parto, quien cantaba sus canciones a gritos de dolor.
El ambiente estaba cargado de una mezcla de temor y asombro. Todos habían presenciado lo imposible: la Tigresa, una mujer sexagenaria, había quedado embarazada mágicamente y, en cuestión de minutos, su vientre se había hinchado, señalando la inminencia del nacimiento. Nadie podía creer lo que estaba sucediendo, pero todos se habían quedado, incapaces de apartar la vista. Susurros de incredulidad recorrían el grupo, tanto entre los hombres bestia del Templo como en los seguidores de la misma Tigresa, quienes no daban crédito de lo que estaba ocurriendo.
Ioulia, ayudada por una de las adeptas de la Tigresa, trabajaba para que el bebé, cuya cabeza ya estaba coronando, saliera. -¿Cómo es posible esto...? Ella no debía... Las mujeres dejamos de quedar embarazada después de cierta edad... ¿Cuántos años me dijiste que tiene la Tigresa?- preguntó a la muchacha -No lo he dicho- respondió ella -Aunque la verdad, no lo sé- añadió.
-¡Milagro! ¡Llegamos a tiempo de contemplar el milagro!- se escuchó de pronto y un nuevo grupo de personas se abrió paso entre los que ya estaban allí. -¡El Mesías está a punto de nacer!- exclamaban
Akanke no sabía qué hacer o decir. -La estoy pasando muy raro, jefa- le uno de los monos, rascándose la cabeza.
La Tigresa, con los cabellos pegados en la cara por el sudor que le recorría el cuerpo, roja por el esfuerzo, emitió un último grito de dolor que resonó en todo el bosque. Las miradas de todos se volvieron hacia ella, con una mezcla de miedo, asombro e incredulidad. Los recién llegados cayeron de rodillas, como si presenciar este milagro fuera demasiado para sus sentidos.
El aire se llenó de una energía vibrante y palpable. Un brillo etéreo emanaba del vientre de la anciana, iluminando sus contornos con una luz suave y dorada. Los segundos se alargaron en lo que pareció una eternidad, todos los presentes quedaron en silencio e incluso aguantaron la respiración, hasta que, finalmente, con un último esfuerzo, la mujer dio a luz.
Un canto sonoro, de perfecta voz de barítono lírico, rompió el silencio sepulcral. En sus brazos, la anciana sostenía a un recién nacido de largo cabello negro, ondulado e incipiente barba.
-¡CUAAAAAAAAAAAAAAAAANDO! ¿CUANDO TE GANÓ EL ORGULLO Y ESCOGISTE EL LLANTO?- cantaba aquel bebé mágico. Los ojos de los seguidores de la Tigresa y de los recién llegados se llenaron de lágrimas, incapaces de procesar lo que veían. -Este niño... ¡Es el Mesías!- gritó el hombre que lideraba a los que habían llegado de último, con voz ronca por la emoción contenida.
Por su parte, el grupo del Templo permaneció inmóvil y en silencio, abrumados por el asombro y la incredulidad, incapaces de comprender la magnitud del evento que acababan de presenciar. -Cohen, ¿qué pasando aquí?- preguntó Akanke a su amigo.
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Akanke
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Cohen se dirigió hacia San Jacobo de Beckelard con la peor de las intenciones. La última vez que habían coincidido, el clérigo le había amenazado y su relación, antaño de colaboración, si podía haberse llamado así, ahora era de lo más hostil.
―¿Qué diablos hace aquí?
―Hemos venido por la profecía. La profecía del Mesías. ¡Recen! ¡El Mesías está por nacer!
Todo aquel séquito de católicos convertidos al vampirismo se colocó de rodillas, entre los brazos, piernas y penes amputados de los proxies y comenzaron a rezar, formando un círculo alrededor de la parturienta.
Cohen volvió a tiempo para ver el nacimiento de aquel bebé. Se quedó sorprendido por lo que vio salir de aquel cuerpo femenino. El bebé tenía el pelo largo y tenía una fina barba rodeando su rostro. Pero lo que más le sorprendió fue que comenzara a hablar nada más nacer.
―Cohen, ¿qué pasando aquí? ―le preguntó Akanke, aunque no encontró palabras para contestarle.
Entonces, el bebé comenzó a crecer poco a poco, siguiendo el mismo progreso que el embarazo de la madre, multiplicando la rapidez de su crecimiento y pronto, parecía haber adquirido el tamaño de un crío de cinco años, edad en la que finalmente pareció estabilizarse.
A su alrededor, reinaba la incertidumbre, el asombro y el silencio. Todos los allí congregados se encontraban fascinados por la situación y miraban al niño cómo lo que era. Un extraño ser étereo, un auténtico Mesías.
―PUEDEN LLAMARME "EL MESÍAS"
―Dios nos ha traído al nuevo mesías. ¡Que todos alaben al hijo de Dios, ¡que nació de la tigresa y el éter, tal cómo decía las profecías! El joven que salvará Aerandir y nos llevará a la noche eterna, a la oscuridad absoluta... ¡Rezad! ¡Rezad por el alma de este inocente niño que nos llevará al paraíso!
Los fieles de San Jacobo comenzaron a rezar plegarias y cánticos. A los cuales se unió la madre de la criatura, mientras se reponía del parto, y a la que siguió todo su séquito. Sólo Cohen y los miembros del Templo de los Monos parecían no saber cómo reaccionar ante aquella situación.
Miró a Akanke, mientras se acercaba a su oreja derecha, con la intención de hablar bajo y sólo ella le escuchase:
―Quizás deberías mandar a proteger al niño y a la madre. Este hombre, escuálido y de apariencia débil, parece inofensivo, pero te puedo garantizar que el párroco tiene sus propios intereses y que sus intenciones no son siempre lo que parecen... Posee magia de la voz, al igual que yo, así que ten cuidado... puede influir en tus decisiones si te descuidas...
Betis enseguida se acercó a oler al Mesías, intentando captar el olor, cómo hacía con todo aquel al que se acercaba. Pero detectó algo en el niño, algo que le hizo retroceder, asustado, gruñendo débilmente y enroscarse entre las piernas del vampiro.
Acarició la cabeza a la bestia, mientras miraba a su alrededor. Él tenía una misión que cumplir: limpiar aquel río corrupto y toda aquella situación loca le había distraído de su objetivo.
―Quizás deberías de poner a tu hijo a salvo, Tigresa. Alejadlo de estos locos fanáticos de Cristo. Tu deber cómo madre debe ser proteger a tu bebé y alejarlo de estas personas.
Las palabras del vampiro hicieron que la turba de cánticos terminase y todas las miradas de los miembros de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville se posaran sobre él.
―¿Cómo osas a ofender a nuestro profeta?
―¡Ser impío y sucio, ofender así a Dios!
―El niño es nuestro Mesías y San Jacobo nuestro profeta.
―Debemos llevarnos al niño a Sacrestic Ville, pues debe criarse bajo las órdenes de nuestra Fe. ¡El Mesías debe acompañarnos, pues ese es su destino!
Cohen miró a Akanke, buscando la mediación. Sabía que la Sacerdotisa del Templo de los Monos sería escuchada.
―Deberías hacer algo. Ellos confiarán en ti.
―¿Qué diablos hace aquí?
―Hemos venido por la profecía. La profecía del Mesías. ¡Recen! ¡El Mesías está por nacer!
Todo aquel séquito de católicos convertidos al vampirismo se colocó de rodillas, entre los brazos, piernas y penes amputados de los proxies y comenzaron a rezar, formando un círculo alrededor de la parturienta.
Cohen volvió a tiempo para ver el nacimiento de aquel bebé. Se quedó sorprendido por lo que vio salir de aquel cuerpo femenino. El bebé tenía el pelo largo y tenía una fina barba rodeando su rostro. Pero lo que más le sorprendió fue que comenzara a hablar nada más nacer.
―Cohen, ¿qué pasando aquí? ―le preguntó Akanke, aunque no encontró palabras para contestarle.
Entonces, el bebé comenzó a crecer poco a poco, siguiendo el mismo progreso que el embarazo de la madre, multiplicando la rapidez de su crecimiento y pronto, parecía haber adquirido el tamaño de un crío de cinco años, edad en la que finalmente pareció estabilizarse.
A su alrededor, reinaba la incertidumbre, el asombro y el silencio. Todos los allí congregados se encontraban fascinados por la situación y miraban al niño cómo lo que era. Un extraño ser étereo, un auténtico Mesías.
―PUEDEN LLAMARME "EL MESÍAS"
―Dios nos ha traído al nuevo mesías. ¡Que todos alaben al hijo de Dios, ¡que nació de la tigresa y el éter, tal cómo decía las profecías! El joven que salvará Aerandir y nos llevará a la noche eterna, a la oscuridad absoluta... ¡Rezad! ¡Rezad por el alma de este inocente niño que nos llevará al paraíso!
Los fieles de San Jacobo comenzaron a rezar plegarias y cánticos. A los cuales se unió la madre de la criatura, mientras se reponía del parto, y a la que siguió todo su séquito. Sólo Cohen y los miembros del Templo de los Monos parecían no saber cómo reaccionar ante aquella situación.
Miró a Akanke, mientras se acercaba a su oreja derecha, con la intención de hablar bajo y sólo ella le escuchase:
―Quizás deberías mandar a proteger al niño y a la madre. Este hombre, escuálido y de apariencia débil, parece inofensivo, pero te puedo garantizar que el párroco tiene sus propios intereses y que sus intenciones no son siempre lo que parecen... Posee magia de la voz, al igual que yo, así que ten cuidado... puede influir en tus decisiones si te descuidas...
Betis enseguida se acercó a oler al Mesías, intentando captar el olor, cómo hacía con todo aquel al que se acercaba. Pero detectó algo en el niño, algo que le hizo retroceder, asustado, gruñendo débilmente y enroscarse entre las piernas del vampiro.
Acarició la cabeza a la bestia, mientras miraba a su alrededor. Él tenía una misión que cumplir: limpiar aquel río corrupto y toda aquella situación loca le había distraído de su objetivo.
―Quizás deberías de poner a tu hijo a salvo, Tigresa. Alejadlo de estos locos fanáticos de Cristo. Tu deber cómo madre debe ser proteger a tu bebé y alejarlo de estas personas.
Las palabras del vampiro hicieron que la turba de cánticos terminase y todas las miradas de los miembros de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville se posaran sobre él.
―¿Cómo osas a ofender a nuestro profeta?
―¡Ser impío y sucio, ofender así a Dios!
―El niño es nuestro Mesías y San Jacobo nuestro profeta.
―Debemos llevarnos al niño a Sacrestic Ville, pues debe criarse bajo las órdenes de nuestra Fe. ¡El Mesías debe acompañarnos, pues ese es su destino!
Cohen miró a Akanke, buscando la mediación. Sabía que la Sacerdotisa del Templo de los Monos sería escuchada.
―Deberías hacer algo. Ellos confiarán en ti.
Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Los ríos son un reflejo de la vida en los pueblos que crecen a su alrededor: caótico, vivo... pero en el caso de los pueblos al sur del Templo, en los campos de Verisar, envenenado.
Había llegado allí por una misteriosa sustancia tóxica que había afectado a las aguas que fluían en esa región. Allí se encontró con Cohen, su querido amigo, quien amaba la naturaleza tanto como ella. Pero su misión de limpiar aquel río se vio interrumpida, primero por la Tigresa del Oriente, luego por los Proxies, después por el misterioso y mágico parto de la Tigresa, y ahora por la llegada de esas personas que sabían que aquel nacimiento ocurriría.
-No sé qué es esto, pero huele a problemas- murmuró Ioulia, arrugando la nariz al ver la actitud de aquél séquito y escuchar sus pregones. Akanke asintió, su expresión grave mientras intentaba entender la situación. -Sí... problemas grandes- respondió la Sacerdotisa.
Pero Cohen los reconoció al instante y le advirtió acerca de ellos. Llegó incluso a pedirle que interviniera. Akanke miró a su compañera y ella asintió. -Definitivamente, no son de fiar- le murmuró Ioulia al oído, su voz baja pero urgente. -Quieren llevarse al bebé. No podemos permitirlo. Debes convencerla para que venga con nosotros al Templo. Es nuestra única oportunidad de mantenerlos a salvo- insistió. Akanke confiaba en el instinto de la licántropa. Se podía decir que tenía un excelente olfato para las personas.
Akanke, consciente de la mirada ansiosa de la Tigresa y del peligro que representaban los recién llegados, sabía que la situación requería toda su diplomacia, aunque no fuera su punto fuerte. Respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos y palabras.
Se acercó lentamente a la Tigresa, mostrando las palmas de las manos y ofreciéndoselas en un gesto de paz. -Tú... no conociendo ellos- dijo con cuidado, señalando al grupo de adoradores que esperaba con ansias. -No... ellos no siendo amigos- añadió con suavidad.
La Tigresa del Oriente la observaba con ojos brillantes, todavía exhausta por el parto, pero claramente preocupada por su hijo. Akanke continuó, su voz calmada pero firme. -Nosotros podiendo te ayudar. Nuestro hogar, el Templo, siendo lugar seguro. Ahí no peligroso. Ahí podiendo ser hogar de Tigresa y Mesías. Viniendo con nosotros, todos, allá habiendo muchas personas que te cuidando y disfrutando de tuya música- dijo, mirando con ternura al extraño pequeño que se aferraba a su madre, murmurando una melodía.
Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas, deseando poder expresarse mejor. -Ellos queriendo a bebé... no para bien. Tú y bebé estando seguros en Templo. Nosotros no queriendo nada, solo te ayudar y te cuidar, porque eso haciendo hermanos bestia con sus amigos- aseguró, transmitiendo con sus palabras y expresión una gran calma y calidez.
La Tigresa dudó por un momento, mirando a su alrededor, sus seguidores estaban nerviosos y los adoradores esperando en silencio, casi hambrientos. Finalmente, su mirada se suavizó al recordar cómo Akanke y la gente del Templo la habían ayudado, desinteresadamente, cuando más lo necesitaba.
-Está bien- murmuró la Tigresa con cansancio, mirando a Akanke y luego al bebé en sus brazos. -Iremos contigo-.
Akanke sonrió aliviada. Miró a Ioulia y a otros de su grupo, quienes asintieron, comprendiendo bien que su misión había cambiado y ahora era la de proteger a la Tigresa y llevarla al Templo.
Había llegado allí por una misteriosa sustancia tóxica que había afectado a las aguas que fluían en esa región. Allí se encontró con Cohen, su querido amigo, quien amaba la naturaleza tanto como ella. Pero su misión de limpiar aquel río se vio interrumpida, primero por la Tigresa del Oriente, luego por los Proxies, después por el misterioso y mágico parto de la Tigresa, y ahora por la llegada de esas personas que sabían que aquel nacimiento ocurriría.
-No sé qué es esto, pero huele a problemas- murmuró Ioulia, arrugando la nariz al ver la actitud de aquél séquito y escuchar sus pregones. Akanke asintió, su expresión grave mientras intentaba entender la situación. -Sí... problemas grandes- respondió la Sacerdotisa.
Pero Cohen los reconoció al instante y le advirtió acerca de ellos. Llegó incluso a pedirle que interviniera. Akanke miró a su compañera y ella asintió. -Definitivamente, no son de fiar- le murmuró Ioulia al oído, su voz baja pero urgente. -Quieren llevarse al bebé. No podemos permitirlo. Debes convencerla para que venga con nosotros al Templo. Es nuestra única oportunidad de mantenerlos a salvo- insistió. Akanke confiaba en el instinto de la licántropa. Se podía decir que tenía un excelente olfato para las personas.
Akanke, consciente de la mirada ansiosa de la Tigresa y del peligro que representaban los recién llegados, sabía que la situación requería toda su diplomacia, aunque no fuera su punto fuerte. Respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos y palabras.
Se acercó lentamente a la Tigresa, mostrando las palmas de las manos y ofreciéndoselas en un gesto de paz. -Tú... no conociendo ellos- dijo con cuidado, señalando al grupo de adoradores que esperaba con ansias. -No... ellos no siendo amigos- añadió con suavidad.
La Tigresa del Oriente la observaba con ojos brillantes, todavía exhausta por el parto, pero claramente preocupada por su hijo. Akanke continuó, su voz calmada pero firme. -Nosotros podiendo te ayudar. Nuestro hogar, el Templo, siendo lugar seguro. Ahí no peligroso. Ahí podiendo ser hogar de Tigresa y Mesías. Viniendo con nosotros, todos, allá habiendo muchas personas que te cuidando y disfrutando de tuya música- dijo, mirando con ternura al extraño pequeño que se aferraba a su madre, murmurando una melodía.
Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas, deseando poder expresarse mejor. -Ellos queriendo a bebé... no para bien. Tú y bebé estando seguros en Templo. Nosotros no queriendo nada, solo te ayudar y te cuidar, porque eso haciendo hermanos bestia con sus amigos- aseguró, transmitiendo con sus palabras y expresión una gran calma y calidez.
La Tigresa dudó por un momento, mirando a su alrededor, sus seguidores estaban nerviosos y los adoradores esperando en silencio, casi hambrientos. Finalmente, su mirada se suavizó al recordar cómo Akanke y la gente del Templo la habían ayudado, desinteresadamente, cuando más lo necesitaba.
-Está bien- murmuró la Tigresa con cansancio, mirando a Akanke y luego al bebé en sus brazos. -Iremos contigo-.
Akanke sonrió aliviada. Miró a Ioulia y a otros de su grupo, quienes asintieron, comprendiendo bien que su misión había cambiado y ahora era la de proteger a la Tigresa y llevarla al Templo.
Akanke
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Cohen quedó mucho más tranquilo cuándo Akanke comenzó a conversar con la Tigresa. Nunca había visitado el Templo de Los Monos, pero estaba seguro de que si había algún lugar apropiado para criar a un niño, debía ser uno de los mejores lugares que existían en Aerandir. El vampiro confiaba en Akanke y todos los miembros de su comunidad parecían confiables.
Mientras charlaban, Cohen se dirigió hacia los miembros de la Congregación. Nunca se había enfrentado u opuesto a tal cantidad de hombres, pero aún así, aquel grupo era minoritario frente a los seguidores del Templo y el grupo de la Tigresa.
―Su madre cuidará de este… niño. No hacéis nada aquí. Más os vale marcharos si no queréis morir.
En el interior de Cohen, el deseo de encontrar oposición por parte de aquellos lunáticos religiosos era fuerte. Le gustaría terminar con sus miserables existencias allí mismo. Sobretodo, asesinando a su líder. De hecho, ¿qué le impedía matarle allí mismo? Estaban tan lejos de Sacrestic Ville, que acabaría con el problema en un instante.
―Nos veremos en Sacrestic Ville. Informaré al Ojo de esto…
Tras unas palabras y unas últimas oraciones, el grupo religioso se marchó. El vampiro imaginó que no todos ellos se marcharían. Puede que algunos se quedaran por los alrededores, espiándoles. Pero los miembros del Templo contaban con un firme aliado: el sol.
―Akanke, que los miembros del Templo estén listos para marchar al amanecer. Así evitaréis que os sigan. Mientras tanto, deberíamos comenzar a buscar el río.
La verdad era que aquella maldición de éter que Cohen poseía era un auténtico incordio. Toda la zona próxima a Edén parecía estar afectada por una gran cantidad de éter. Si volvía a acercarse, si se aproximaba a los restos de la ciudad, si se adentraba entre los escombros, tarde o temprano una nueva ráfaga de éter le golpearía.
“Yo no puedo acercarme a la ciudad”
Frustrado, miró en dirección al río, que se podía vislumbrar unos metros colina abajo. La verdad era que sus aguas eran turbias. Las aguas solían ser limpias, transparentes. En algunos ríos, la cantidad de barro que el agua arrastraba era muy visible, tomando tonalidades de color marrón. Sin embargo, las aguas de aquel río oscilaban entre tonalidades grises y negras, que impregnaban la tierra colindante de un extraño color.
―Akanke, creo que deberíamos separarnos. No puedo acercarme más al origen de esta corrupción. Intentaré sanear el río de alguna forma…
En su bolsa, el vampiro tenía varios productos alquímicos, pero ¿podría convertir esas aguas infectas en un agua de provecho?
―¿Podrías ir con tus hombres hasta Edén e intentar encontrar la forma de hacer que los vertidos de la ciudad sigan filtrándose hasta el río? Miedo me daría tener que comer de las frutas de los campos que rieguen esas aguas…
La comitiva de la Tigresa debería permanecer junto a la anciana madre y a su hijo. Debía ir solo hasta el río, con la única compañía de Betis.
Segunda complicación: Cohen, al no poder acercarse a la ciudad por la gran cantidad de éter, debe encontrar una forma de sanear el río. Mientras tanto, Akanke se dirigirá a Edén para encontrar la forma de evitar que el vertido siga filtrándose al agua del río.
Mientras charlaban, Cohen se dirigió hacia los miembros de la Congregación. Nunca se había enfrentado u opuesto a tal cantidad de hombres, pero aún así, aquel grupo era minoritario frente a los seguidores del Templo y el grupo de la Tigresa.
―Su madre cuidará de este… niño. No hacéis nada aquí. Más os vale marcharos si no queréis morir.
En el interior de Cohen, el deseo de encontrar oposición por parte de aquellos lunáticos religiosos era fuerte. Le gustaría terminar con sus miserables existencias allí mismo. Sobretodo, asesinando a su líder. De hecho, ¿qué le impedía matarle allí mismo? Estaban tan lejos de Sacrestic Ville, que acabaría con el problema en un instante.
―Nos veremos en Sacrestic Ville. Informaré al Ojo de esto…
Tras unas palabras y unas últimas oraciones, el grupo religioso se marchó. El vampiro imaginó que no todos ellos se marcharían. Puede que algunos se quedaran por los alrededores, espiándoles. Pero los miembros del Templo contaban con un firme aliado: el sol.
―Akanke, que los miembros del Templo estén listos para marchar al amanecer. Así evitaréis que os sigan. Mientras tanto, deberíamos comenzar a buscar el río.
La verdad era que aquella maldición de éter que Cohen poseía era un auténtico incordio. Toda la zona próxima a Edén parecía estar afectada por una gran cantidad de éter. Si volvía a acercarse, si se aproximaba a los restos de la ciudad, si se adentraba entre los escombros, tarde o temprano una nueva ráfaga de éter le golpearía.
“Yo no puedo acercarme a la ciudad”
Frustrado, miró en dirección al río, que se podía vislumbrar unos metros colina abajo. La verdad era que sus aguas eran turbias. Las aguas solían ser limpias, transparentes. En algunos ríos, la cantidad de barro que el agua arrastraba era muy visible, tomando tonalidades de color marrón. Sin embargo, las aguas de aquel río oscilaban entre tonalidades grises y negras, que impregnaban la tierra colindante de un extraño color.
―Akanke, creo que deberíamos separarnos. No puedo acercarme más al origen de esta corrupción. Intentaré sanear el río de alguna forma…
En su bolsa, el vampiro tenía varios productos alquímicos, pero ¿podría convertir esas aguas infectas en un agua de provecho?
―¿Podrías ir con tus hombres hasta Edén e intentar encontrar la forma de hacer que los vertidos de la ciudad sigan filtrándose hasta el río? Miedo me daría tener que comer de las frutas de los campos que rieguen esas aguas…
La comitiva de la Tigresa debería permanecer junto a la anciana madre y a su hijo. Debía ir solo hasta el río, con la única compañía de Betis.
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Segunda complicación: Cohen, al no poder acercarse a la ciudad por la gran cantidad de éter, debe encontrar una forma de sanear el río. Mientras tanto, Akanke se dirigirá a Edén para encontrar la forma de evitar que el vertido siga filtrándose al agua del río.
Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
La brisa nocturna soplaba suavemente, pero el ambiente estaba tenso tras la decisión de la Tigresa del Oriente de permanecer con Akanke. El grupo de fanáticos estaba evidentemente molesto por aquello, pero viendo su desventaja de números, entendieron que la mejor estrategia era la de retroceder y esperar. Cederían esta pequeña victoria a Cohen pero permanecerían cerca, aguardando el momento específico en el que podrían poner sus manos sobre El Mesías.
Akanke observaba con atención la retirada de aquel extraño grupo hasta que ya no pudo verlos, pero sí que los podía sentir. -No te preocupando, Cohen. Tigresa y Mesías estando a salvo con nosotros en Templo- le aseguró a su amigo antes de despedirse. -Tú también estando a salvo ahí, siendo tu hogar también.- le recordó, antes de estrecharlo en un abrazo cariñoso.
Avanzaron río arriba, siguiendo el curso del agua hasta que se toparon con las ruinas de un pueblo. Habían llegado al destruido Edén. Todos, incluso aquellos que no poseían magia, pudieron sentir la perturbación que ese lugar generaba, cómo contaminaba la tierra y el repugnante olor que despedía. Muchos, siendo mitad bestias, sintieron cómo sus instintos los impulsaban fuertemente a alejarse de allí, pero sabían que tenían una misión importante.
-Adelante, a buscar- ordenó Akanke con firmeza, mientras su báculo se iluminaba con luz azul. -Laramt'ata- pronunció la Sacerdotiza y la luz brilló con fuerza, iluminando a todos. Con esa bendición1, Akanke se aseguraba de brindar una protección extra a todos.
Les costó un buen rato encontrar el lugar donde un líquido oscuro se filtraba lentamente desde un cúmulo de escombros hacia el río, contaminando el ecosistema. -No teniendo tiempo que perder- murmuró Akanke, dirigiéndose a su comitiva. Sabía que con ingenio y habilidad salvaría ese río. Le dejaba a Cohen la alquimia que terminaría de limpiarlo.
-¡Cortando corriente para que veneno no siga en río abajo!- gritó a los guerreros, quienes rápidamente se dirigieron a un área más arriba del cauce. Allí, utilizando piedras grandes y ramas robustas, comenzaron a construir una presa rudimentaria para desviar el flujo del agua. Era un trabajo pesado, pero su objetivo era ralentizar el movimiento del río para darles tiempo de maniobrar.
Mientras tanto, Akanke y otros miembros de la comitiva avanzaron hacia la fuente del vertido. Las toxinas parecían filtrarse desde una grieta entre los escombros. Quién sabe que había debajo de ellos, pero tendrían arriesgarse para poder descubrirlo y buscar la manera de sellarlo.
-Arena. Habiendo que traer arena- ordenó Akanke, su mente trabajaba rápido. Tenían que improvisar, pues no iban preparados con sacos o palas, por lo que entre varios, comenzaron a excavar al rededor de los escombros mientras otros llegaban con piedras de diferentes tamaños para levantar una barrera alrededor de estos y así evitar que el veneno siguiera escurriendo hacia el río. Aunque no podían eliminar la filtración, podían contenerla temporalmente.
Mientras tanto, un valiente grupo de miembros de la comitiva del Templo y del de la Tigresa se sumergió en las aguas contaminadas con grandes hojas y ramas de los árboles cercanos que habían cortado para armar improvisados filtros naturales. Sumergieron estos materiales en las zonas más afectadas, utilizando su capacidad absorbente para detener la expansión de la contaminación en el agua. Era un trabajo arduo, pero comenzaban a ver el progreso, parte del veneno era absorbido por las hojas, mientras que el resto quedaba atrapado en las zonas de remanso donde el agua fluía más despacio.
La presa río arriba comenzaba a surtir efecto, y el flujo del agua había disminuido lo suficiente como para que el equipo pudiera maniobrar con mayor eficacia. El río, aunque no del todo purificado, ya no estaba siendo contaminado de forma activa. Solo quedaba tratar de contener la filtración. -Eso debería resistir hasta el amanecer- informó uno de los guerreros, señalando la presa. -Pero necesitará refuerzos antes de que la corriente vuelva con más fuerza- aseguró.
Tras escuchar aquello, la Sacerdotisa asintió. Sabían que habían detenido la propagación de las toxinas y protegido el río y su frágil ecosistema, por ahora. Sabía que habían ganado tiempo precioso, pero ella, junto con quienes levantaban los escombros que cubrían el origen real del vertido, trabajaban contrarreloj. Además, quedaba un desafío más: erradicar el veneno que permanecía en el agua y aquello era algo que ni ella ni su gente sabían cómo hacer, eso estaba en manos de Cohen.
_________________________
1Laramt'ata [2 usos] Al pronunciar esa palabra, se activa la protección del tótem sobre el cuerpo de Akanke y los aliados que ella unja. Esta suerte de armadura mágica adicional, disminuye el daño por golpes, ayuda a la regulación térmica en caso de luchar en condiciones extremas y, de haberlos, mitiga los efectos de sustancias nocivas en el aire, por dos turnos.
Akanke observaba con atención la retirada de aquel extraño grupo hasta que ya no pudo verlos, pero sí que los podía sentir. -No te preocupando, Cohen. Tigresa y Mesías estando a salvo con nosotros en Templo- le aseguró a su amigo antes de despedirse. -Tú también estando a salvo ahí, siendo tu hogar también.- le recordó, antes de estrecharlo en un abrazo cariñoso.
Avanzaron río arriba, siguiendo el curso del agua hasta que se toparon con las ruinas de un pueblo. Habían llegado al destruido Edén. Todos, incluso aquellos que no poseían magia, pudieron sentir la perturbación que ese lugar generaba, cómo contaminaba la tierra y el repugnante olor que despedía. Muchos, siendo mitad bestias, sintieron cómo sus instintos los impulsaban fuertemente a alejarse de allí, pero sabían que tenían una misión importante.
-Adelante, a buscar- ordenó Akanke con firmeza, mientras su báculo se iluminaba con luz azul. -Laramt'ata- pronunció la Sacerdotiza y la luz brilló con fuerza, iluminando a todos. Con esa bendición1, Akanke se aseguraba de brindar una protección extra a todos.
Les costó un buen rato encontrar el lugar donde un líquido oscuro se filtraba lentamente desde un cúmulo de escombros hacia el río, contaminando el ecosistema. -No teniendo tiempo que perder- murmuró Akanke, dirigiéndose a su comitiva. Sabía que con ingenio y habilidad salvaría ese río. Le dejaba a Cohen la alquimia que terminaría de limpiarlo.
-¡Cortando corriente para que veneno no siga en río abajo!- gritó a los guerreros, quienes rápidamente se dirigieron a un área más arriba del cauce. Allí, utilizando piedras grandes y ramas robustas, comenzaron a construir una presa rudimentaria para desviar el flujo del agua. Era un trabajo pesado, pero su objetivo era ralentizar el movimiento del río para darles tiempo de maniobrar.
Mientras tanto, Akanke y otros miembros de la comitiva avanzaron hacia la fuente del vertido. Las toxinas parecían filtrarse desde una grieta entre los escombros. Quién sabe que había debajo de ellos, pero tendrían arriesgarse para poder descubrirlo y buscar la manera de sellarlo.
-Arena. Habiendo que traer arena- ordenó Akanke, su mente trabajaba rápido. Tenían que improvisar, pues no iban preparados con sacos o palas, por lo que entre varios, comenzaron a excavar al rededor de los escombros mientras otros llegaban con piedras de diferentes tamaños para levantar una barrera alrededor de estos y así evitar que el veneno siguiera escurriendo hacia el río. Aunque no podían eliminar la filtración, podían contenerla temporalmente.
Mientras tanto, un valiente grupo de miembros de la comitiva del Templo y del de la Tigresa se sumergió en las aguas contaminadas con grandes hojas y ramas de los árboles cercanos que habían cortado para armar improvisados filtros naturales. Sumergieron estos materiales en las zonas más afectadas, utilizando su capacidad absorbente para detener la expansión de la contaminación en el agua. Era un trabajo arduo, pero comenzaban a ver el progreso, parte del veneno era absorbido por las hojas, mientras que el resto quedaba atrapado en las zonas de remanso donde el agua fluía más despacio.
La presa río arriba comenzaba a surtir efecto, y el flujo del agua había disminuido lo suficiente como para que el equipo pudiera maniobrar con mayor eficacia. El río, aunque no del todo purificado, ya no estaba siendo contaminado de forma activa. Solo quedaba tratar de contener la filtración. -Eso debería resistir hasta el amanecer- informó uno de los guerreros, señalando la presa. -Pero necesitará refuerzos antes de que la corriente vuelva con más fuerza- aseguró.
Tras escuchar aquello, la Sacerdotisa asintió. Sabían que habían detenido la propagación de las toxinas y protegido el río y su frágil ecosistema, por ahora. Sabía que habían ganado tiempo precioso, pero ella, junto con quienes levantaban los escombros que cubrían el origen real del vertido, trabajaban contrarreloj. Además, quedaba un desafío más: erradicar el veneno que permanecía en el agua y aquello era algo que ni ella ni su gente sabían cómo hacer, eso estaba en manos de Cohen.
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1Laramt'ata [2 usos] Al pronunciar esa palabra, se activa la protección del tótem sobre el cuerpo de Akanke y los aliados que ella unja. Esta suerte de armadura mágica adicional, disminuye el daño por golpes, ayuda a la regulación térmica en caso de luchar en condiciones extremas y, de haberlos, mitiga los efectos de sustancias nocivas en el aire, por dos turnos.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
Escuchó las palabras de Akanke. Ella le garantizó la seguridad tanto de la Tigresa, su hijo cómo del grupo que les acompañaba. Terminaron despidiéndose cariñosamente después de que la Sacerdotisa le hiciera saber que el Templo de los Monos también podría ser su refugio si lo necesitaba.
Mientras Cohen observaba como aquel numeroso grupo ponía rumbo hacia los restos de la ciudad de Edén, acarició la cabeza de Betis, el único que continuaba a su lado.
―Nos hemos quedado solos, compañero― le dijo, mientras se giraba en dirección al cercano río.
Al inicio de la noche, había tomado una muestra de su agua. Al someterla a un primer análisis, había provocado una reacción explosiva debido a los restos contaminantes presentes en su caudal. Sin embargo, tenía claro que debía dar con la mezcla alquímica que fuese capaz de poner fin al problema de la corrupción fluvial.
Al llegar al río, se remangó los pantalones y se descalzó y se adentró en la corriente con un claro gesto de disgusto. Al comprobar que Betis deseaba seguir sus pasos, se giró para gritar a su mascota, que tardó un poco en comprender que no podía entrar en agua, a pesar de su evidente deseo de hacerlo.
Cuándo el agua le llegó hasta las rodillas, se agachó para tomar una nueva muestra y al contemplarla en el pequeño vial que había usado, contempló que, en su interior, junto a la sucia agua del río, flotaba esa corrupta esencia gris.
Una vez fuera, volvió a acudir a su kit alquímico, abriéndolo ante sí tras haberse sentado sobre una pequeña roca. Tenía varios frascos, aceites y elixires de flores allí. Tras descartar la mayoría de ellos, encontró un aceite que le podía ayudar a separar el agua de aquel vertido contaminante. Una técnica alquímica que le permitía separar elementos líquidos mezclados, aparentemente inseparables.
En un frasco de tamaño mediano, vertió toda el agua. Posteriormente, añadió tres pequeñas gotas del aceite, de una tonalidad ligeramente azulada. Cohen comprobó cómo el agua se tornaba azul y cómo a medida que el aceite descendía a través del frasco, las partículas grises corruptas presentes en el agua se iba condensando en la parte inferior del frasco, manteniéndose aislada de la superior.
Un par de minutos más tarde, el agua del río volvía a su color natural, posicionándose en la parte superior del frasco. Abajo, las partículas de la corrupción. Entre ellas, el aceite azul concentrado, que se estaba solidificando, endureciéndose para mantener aisladas las dos materias.
―Ahora sólo hay que pensar cómo hago esto con todo un río…
Tras dejar la muestra sobre su kit alquímico, se puso en pie para tomar otra. Cuándo había dado un par de pasos en dirección al río, notó una presencia a su espalda. Por un segundo, pensó que quizás se trataba de algún miembro del Templo de los Monos. Quizás era de nuevo San Jacobo con sus discípulos.
Pero al contemplar a la mujer que se encontraba frente a él, se dio cuenta de que era alguien muy diferente. Una elfa, de larga melena rojiza, orejas puntiagudas y severos ojos verdes le apuntaba con un arco.
Betis gruñía a su lado y dio un par de pasos hacia la mujer.
―Betis, no… tranquilo…
Sabía lo rápido que disparaban los elfos. Lo último que quería era que una flecha impactara en Betis, que lo hiriera o algo incluso peor…
―Sólo quiero sanear el río…
Y cuándo se dio cuenta, la veloz flecha volaba en su dirección e impactó sobre su cuerpo…
Añado la segunda complicación para Cohen: la elfa arquera, que es un poco tocapelotas (?)
Mientras Cohen observaba como aquel numeroso grupo ponía rumbo hacia los restos de la ciudad de Edén, acarició la cabeza de Betis, el único que continuaba a su lado.
―Nos hemos quedado solos, compañero― le dijo, mientras se giraba en dirección al cercano río.
Al inicio de la noche, había tomado una muestra de su agua. Al someterla a un primer análisis, había provocado una reacción explosiva debido a los restos contaminantes presentes en su caudal. Sin embargo, tenía claro que debía dar con la mezcla alquímica que fuese capaz de poner fin al problema de la corrupción fluvial.
Al llegar al río, se remangó los pantalones y se descalzó y se adentró en la corriente con un claro gesto de disgusto. Al comprobar que Betis deseaba seguir sus pasos, se giró para gritar a su mascota, que tardó un poco en comprender que no podía entrar en agua, a pesar de su evidente deseo de hacerlo.
Cuándo el agua le llegó hasta las rodillas, se agachó para tomar una nueva muestra y al contemplarla en el pequeño vial que había usado, contempló que, en su interior, junto a la sucia agua del río, flotaba esa corrupta esencia gris.
Una vez fuera, volvió a acudir a su kit alquímico, abriéndolo ante sí tras haberse sentado sobre una pequeña roca. Tenía varios frascos, aceites y elixires de flores allí. Tras descartar la mayoría de ellos, encontró un aceite que le podía ayudar a separar el agua de aquel vertido contaminante. Una técnica alquímica que le permitía separar elementos líquidos mezclados, aparentemente inseparables.
En un frasco de tamaño mediano, vertió toda el agua. Posteriormente, añadió tres pequeñas gotas del aceite, de una tonalidad ligeramente azulada. Cohen comprobó cómo el agua se tornaba azul y cómo a medida que el aceite descendía a través del frasco, las partículas grises corruptas presentes en el agua se iba condensando en la parte inferior del frasco, manteniéndose aislada de la superior.
Un par de minutos más tarde, el agua del río volvía a su color natural, posicionándose en la parte superior del frasco. Abajo, las partículas de la corrupción. Entre ellas, el aceite azul concentrado, que se estaba solidificando, endureciéndose para mantener aisladas las dos materias.
―Ahora sólo hay que pensar cómo hago esto con todo un río…
Tras dejar la muestra sobre su kit alquímico, se puso en pie para tomar otra. Cuándo había dado un par de pasos en dirección al río, notó una presencia a su espalda. Por un segundo, pensó que quizás se trataba de algún miembro del Templo de los Monos. Quizás era de nuevo San Jacobo con sus discípulos.
Pero al contemplar a la mujer que se encontraba frente a él, se dio cuenta de que era alguien muy diferente. Una elfa, de larga melena rojiza, orejas puntiagudas y severos ojos verdes le apuntaba con un arco.
Betis gruñía a su lado y dio un par de pasos hacia la mujer.
―Betis, no… tranquilo…
Sabía lo rápido que disparaban los elfos. Lo último que quería era que una flecha impactara en Betis, que lo hiriera o algo incluso peor…
―Sólo quiero sanear el río…
Y cuándo se dio cuenta, la veloz flecha volaba en su dirección e impactó sobre su cuerpo…
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Añado la segunda complicación para Cohen: la elfa arquera, que es un poco tocapelotas (?)
Cohen
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
El aire estaba cargado de tensión mientras Akanke y su comitiva observaban el río, ahora calmo en la superficie pero acechante en su interior. El vertido tóxico había sido contenido temporalmente, pero la grieta seguía abierta, y el veneno aún latía como una herida infectada bajo la tierra. Mientras tanto, la situación había empeorado de una manera inesperada.
Pirañas, criaturas que normalmente se mantenían apartadas de la corriente principal y no atacaban presas más grandes que ellas, comenzaban a agitar las aguas cercanas a la orilla, justo donde el veneno caía al agua. Algo en aquel líquido que se había filtrado en el río las había transformado. Sus ojos brillaban con un hambre insaciable, y sus dientes relucían bajo la luz de la luna, afilados y listos para atacar.
-Teniendo que sellar eso. ¡Ahora!- dijo Akanke afanosa, con los ojos fijos en las criaturas que se arremolinaban a pocos metros. Sabían que cualquier intento de acercarse al río significaba enfrentarse a las pirañas afectadas por el veneno. El hambre que las consumía no era natural.
Uno de los guerreros dio un paso al frente, aferrando su lanza. -Podemos distraerlas lo suficiente para que sellen la fuga. No durará mucho, pero podría darnos una ventaja.- aseguró, sonriendo con tal seguridad que tranquilizó a Akanke, quien asintió, comprendiendo que no había otra opción.
El plan se puso en marcha rápidamente. Los guerreros se alinearon en la orilla, lanzando piedras y creando distracciones en los márgenes del río para atraer a las pirañas hacia un extremo. Las criaturas, movidas por su instinto voraz, mordían ferozmente todo lo que se acercaba a las aguas.
Mientras tanto, Akanke lideraba al pequeño equipo encargado de sellar la grieta. Cargaban materiales improvisados: tierra, piedras y hojas gruesas que habían recogido del bosque cercano. Se acercaron cuidadosamente al punto de la grieta, ahora menos vigilado por las pirañas, gracias a las distracciones en el otro extremo.
-¡Rápido!- murmuró uno de los compañeros, sudando mientras rellenaban la grieta. Trabajaban a toda velocidad, empaquetando el suelo contaminado con la esperanza de detener la fuga para siempre.
Las pirañas, sin embargo, no tardaron en darse cuenta del engaño. Un rugido colectivo salió del agua cuando las primeras rompieron la formación de los guerreros, arremetiendo de nuevo hacia la zona de trabajo. Los guerreros, empapados y agotados, resistían como podían, pero la marea de criaturas parecía interminable.
-¡Casi!- gritó Akanke, empujando más tierra hacia la grieta. Sus manos estaban cubiertas de barro, y su respiración era pesada, pero la grieta finalmente comenzaba a sellarse.
De repente, un chapoteo violento sacudió las aguas cerca de ellos. Una de las pirañas, más grande y feroz que las otras, había escapado de las distracciones y se lanzaba hacia Akanke. El rugido de la criatura resonó en el aire, pero justo en ese momento, uno de los guerreros se interpuso, clavando su lanza en la bestia, que cayó al agua con un último espasmo.
-¡Está hecho!- exclamó otro de los miembros del grupo, mientras la grieta finalmente se cerraba bajo la presión de los materiales. Pero aquella solución no duró mucho. La presión del líquido empujó el tapón que improvisaron y salió disparada ahora en un chorro más grande.
El grupo miró aterrado cómo se quedaron sin ideas ni formas de cerrar el vertido para siempre. Una de los miembros se veía especialmente ansiosa -Déjenme intentar algo- dijo, abriéndose paso entre ellos. Tomó una barra metálica que entregó a Akanke, junto a dos trozos de madera, indicándole que sujetara lo mejor posible la barra con las maderas y muy cerca, si no pegada, a una esquina de la grieta y estiró los brazos -Por favor, funciona...- murmuró, cerrando los ojos y concentrándose, enfocando sus esfuerzos para que la magia que poseía en su cuerpo se canalizara y fluyera a través de sus palmas una corriente eléctrica.
Tardó unos instantes formarse una leve estática que recorrió las manos de la joven mujer, miembro del grupo de la Tigresa. -¡Eso!- exclamó esbozando una amplia sonrisa. La fuerza de la estática aumentó junto con el optimismo de ella hasta estallar en sus manos una fuerte corriente que electrizó el ambiente al rededor de ella, erizando cabellos y causando cosquilleos y risas. La fuerza de la corriente eléctrica generó calor, tanto que comenzó a derretir el metal de la barra y este caía pesado cobre la grieta. Lentamente, el metal derretido cubrió el hueco y al endurecerse, creó un tapón mucho más fuere y resistente que el que intentaron hacer con barro y piedras.
Con el vertido detenido, el río comenzó a recuperar su calma. Las pirañas, privadas de su fuente de veneno, comenzaron a retirarse, aunque seguían acechando en las profundidades, como un recordatorio del peligro que acababan de enfrentar.
Akanke suspiró exhausta, pero satisfecha. -Lo logramos... por ahora.- dijo aliviada.
Habiendo resuelto aquello, el grupo decidió emprender su camino de regreso a los bosques. Habían hecho un largo rodeo que los alejó mucho de su ruta inicial. Además, ahora tenían que resguardar a la Tigresa y su pequeño.
-Ustedes yendo- indicó Akanke -Yo buscando Cohen- explicó, sintiendo una sensación amarga al dejarlo atrás. -Iré contigo- dijo animada la mujer que selló la grieta con su magia. Akanke la miró con extrañeza. -Creo que hacemos un excelente equipo- comentó -Además, es mi forma de agradecerte el que cuides a mi mad... La Tigresa- confesó, con un dejo de melancolía en su expresión.
Pirañas, criaturas que normalmente se mantenían apartadas de la corriente principal y no atacaban presas más grandes que ellas, comenzaban a agitar las aguas cercanas a la orilla, justo donde el veneno caía al agua. Algo en aquel líquido que se había filtrado en el río las había transformado. Sus ojos brillaban con un hambre insaciable, y sus dientes relucían bajo la luz de la luna, afilados y listos para atacar.
-Teniendo que sellar eso. ¡Ahora!- dijo Akanke afanosa, con los ojos fijos en las criaturas que se arremolinaban a pocos metros. Sabían que cualquier intento de acercarse al río significaba enfrentarse a las pirañas afectadas por el veneno. El hambre que las consumía no era natural.
Uno de los guerreros dio un paso al frente, aferrando su lanza. -Podemos distraerlas lo suficiente para que sellen la fuga. No durará mucho, pero podría darnos una ventaja.- aseguró, sonriendo con tal seguridad que tranquilizó a Akanke, quien asintió, comprendiendo que no había otra opción.
El plan se puso en marcha rápidamente. Los guerreros se alinearon en la orilla, lanzando piedras y creando distracciones en los márgenes del río para atraer a las pirañas hacia un extremo. Las criaturas, movidas por su instinto voraz, mordían ferozmente todo lo que se acercaba a las aguas.
Mientras tanto, Akanke lideraba al pequeño equipo encargado de sellar la grieta. Cargaban materiales improvisados: tierra, piedras y hojas gruesas que habían recogido del bosque cercano. Se acercaron cuidadosamente al punto de la grieta, ahora menos vigilado por las pirañas, gracias a las distracciones en el otro extremo.
-¡Rápido!- murmuró uno de los compañeros, sudando mientras rellenaban la grieta. Trabajaban a toda velocidad, empaquetando el suelo contaminado con la esperanza de detener la fuga para siempre.
Las pirañas, sin embargo, no tardaron en darse cuenta del engaño. Un rugido colectivo salió del agua cuando las primeras rompieron la formación de los guerreros, arremetiendo de nuevo hacia la zona de trabajo. Los guerreros, empapados y agotados, resistían como podían, pero la marea de criaturas parecía interminable.
-¡Casi!- gritó Akanke, empujando más tierra hacia la grieta. Sus manos estaban cubiertas de barro, y su respiración era pesada, pero la grieta finalmente comenzaba a sellarse.
De repente, un chapoteo violento sacudió las aguas cerca de ellos. Una de las pirañas, más grande y feroz que las otras, había escapado de las distracciones y se lanzaba hacia Akanke. El rugido de la criatura resonó en el aire, pero justo en ese momento, uno de los guerreros se interpuso, clavando su lanza en la bestia, que cayó al agua con un último espasmo.
-¡Está hecho!- exclamó otro de los miembros del grupo, mientras la grieta finalmente se cerraba bajo la presión de los materiales. Pero aquella solución no duró mucho. La presión del líquido empujó el tapón que improvisaron y salió disparada ahora en un chorro más grande.
El grupo miró aterrado cómo se quedaron sin ideas ni formas de cerrar el vertido para siempre. Una de los miembros se veía especialmente ansiosa -Déjenme intentar algo- dijo, abriéndose paso entre ellos. Tomó una barra metálica que entregó a Akanke, junto a dos trozos de madera, indicándole que sujetara lo mejor posible la barra con las maderas y muy cerca, si no pegada, a una esquina de la grieta y estiró los brazos -Por favor, funciona...- murmuró, cerrando los ojos y concentrándose, enfocando sus esfuerzos para que la magia que poseía en su cuerpo se canalizara y fluyera a través de sus palmas una corriente eléctrica.
Tardó unos instantes formarse una leve estática que recorrió las manos de la joven mujer, miembro del grupo de la Tigresa. -¡Eso!- exclamó esbozando una amplia sonrisa. La fuerza de la estática aumentó junto con el optimismo de ella hasta estallar en sus manos una fuerte corriente que electrizó el ambiente al rededor de ella, erizando cabellos y causando cosquilleos y risas. La fuerza de la corriente eléctrica generó calor, tanto que comenzó a derretir el metal de la barra y este caía pesado cobre la grieta. Lentamente, el metal derretido cubrió el hueco y al endurecerse, creó un tapón mucho más fuere y resistente que el que intentaron hacer con barro y piedras.
Con el vertido detenido, el río comenzó a recuperar su calma. Las pirañas, privadas de su fuente de veneno, comenzaron a retirarse, aunque seguían acechando en las profundidades, como un recordatorio del peligro que acababan de enfrentar.
Akanke suspiró exhausta, pero satisfecha. -Lo logramos... por ahora.- dijo aliviada.
Habiendo resuelto aquello, el grupo decidió emprender su camino de regreso a los bosques. Habían hecho un largo rodeo que los alejó mucho de su ruta inicial. Además, ahora tenían que resguardar a la Tigresa y su pequeño.
-Ustedes yendo- indicó Akanke -Yo buscando Cohen- explicó, sintiendo una sensación amarga al dejarlo atrás. -Iré contigo- dijo animada la mujer que selló la grieta con su magia. Akanke la miró con extrañeza. -Creo que hacemos un excelente equipo- comentó -Además, es mi forma de agradecerte el que cuides a mi mad... La Tigresa- confesó, con un dejo de melancolía en su expresión.
Akanke
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Re: Corrupción En El Río [Trabajo] [Noche]
El vampiro despertó con un fuerte dolor en su hombro derecho. Se sentía mareado y confuso y tardó unos segundos en asimilar que se encontraba al revés, colgando de uno de los pocos árboles que quedaban a ese lado del río.
Al moverse, el cuerpo comenzó a balancearse alrededor de la cuerda de la que colgaba. El mareo y la extrañeza se mezcló entonces con el movimiento de vaivén que le hacía oscilar en el aire.
Aquello parecía provocar a Betis, que debía encontrarse en algún lugar cercano, pues le escuchaba aunque era incapaz de verle.
Cuándo comenzó a hablar, se dio cuenta de que una venda, apretada en su boca, le impedía hablar y le hacía daño en una de las comisuras de sus labios.
Tardó unos segundos más en darse cuenta de que aún tenía la flecha clavada en su hombro, causa principal de su dolor. Pero lo que más le preocupaba era la proximidad del amanecer.
“¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? ¿Cuánto tiempo queda para que salga el sol?”
Intentó gritar, aunque la mordaza le impedía hacerlo. Esperaba que alguien del grupo de Akanke se pasara tarde o temprano por allí… pero ¿cuándo?
―Ya has despertado, criatura de la noche― escuchó una voz femenina a su alrededor, pero Cohen tuvo que girarse un poco para contemplarla― Así que… estás contaminando el agua… ¿qué es esta cosa azul que estás vertiendo?
Cohen intentó explicarse, pero fue imposible. Intentaba hacerse entender, que aquella fanática elfa comprendiera que él pretendía sanear el río. Pero en esas condiciones, no parecía poder explicarse.
―Si crees que voy a dejarte hablar, estás equivocado. Sé los engaños que provocan los de tu maldita estirpe… Sólo me sentaré aquí a ver cómo ardes con la luz del sol.
El vampiro estaba desesperado y durante unos segundos, se mantuvo en silencio, soportando el constante vaiven de esa cuerda, notándose mareado y dolorido.
Alcanzó a ver a Betis. La fiera estaba igualmente atada en el suelo. El vampiro se preocupó por su mascota.
―Tranquilo, no está herida. Puede que me la quede…
Cohen se desesperó.
“¿Pero cuántas veces van a pretender robarme a Betis?”
Y mientras pensaba cómo iba a salir de ahí, fue consciente de lo peor. El cielo en el horizonte comenzaba a esclarecerse. El alba estaba cercano. La canción de la Tigresa acudió enseguida a su mente...
"Un nuevo amanecer vendrá..."
Al moverse, el cuerpo comenzó a balancearse alrededor de la cuerda de la que colgaba. El mareo y la extrañeza se mezcló entonces con el movimiento de vaivén que le hacía oscilar en el aire.
Aquello parecía provocar a Betis, que debía encontrarse en algún lugar cercano, pues le escuchaba aunque era incapaz de verle.
Cuándo comenzó a hablar, se dio cuenta de que una venda, apretada en su boca, le impedía hablar y le hacía daño en una de las comisuras de sus labios.
Tardó unos segundos más en darse cuenta de que aún tenía la flecha clavada en su hombro, causa principal de su dolor. Pero lo que más le preocupaba era la proximidad del amanecer.
“¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? ¿Cuánto tiempo queda para que salga el sol?”
Intentó gritar, aunque la mordaza le impedía hacerlo. Esperaba que alguien del grupo de Akanke se pasara tarde o temprano por allí… pero ¿cuándo?
―Ya has despertado, criatura de la noche― escuchó una voz femenina a su alrededor, pero Cohen tuvo que girarse un poco para contemplarla― Así que… estás contaminando el agua… ¿qué es esta cosa azul que estás vertiendo?
Cohen intentó explicarse, pero fue imposible. Intentaba hacerse entender, que aquella fanática elfa comprendiera que él pretendía sanear el río. Pero en esas condiciones, no parecía poder explicarse.
―Si crees que voy a dejarte hablar, estás equivocado. Sé los engaños que provocan los de tu maldita estirpe… Sólo me sentaré aquí a ver cómo ardes con la luz del sol.
El vampiro estaba desesperado y durante unos segundos, se mantuvo en silencio, soportando el constante vaiven de esa cuerda, notándose mareado y dolorido.
Alcanzó a ver a Betis. La fiera estaba igualmente atada en el suelo. El vampiro se preocupó por su mascota.
―Tranquilo, no está herida. Puede que me la quede…
Cohen se desesperó.
“¿Pero cuántas veces van a pretender robarme a Betis?”
Y mientras pensaba cómo iba a salir de ahí, fue consciente de lo peor. El cielo en el horizonte comenzaba a esclarecerse. El alba estaba cercano. La canción de la Tigresa acudió enseguida a su mente...
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