[Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
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[Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
- Amaterasu, la revividora:
Parte 1: Alzamiento en Lunargenta
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Aquella noche el rey de Lunargenta permanecía en silencio, postrado en su trono. No estaba dormido del todo, sino medio cayéndose en un descanso temporal. El sueño hacía amagos por vencerle. Había tenido mucho asuntos los últimos días que no le habían permitido dormir bien. Y es que ser el rey conllevaba muchos problemas. Más de los que imaginaba. Afortunadamente, por fin parecía descansar.Pero aquel superficial sueño parecía más pesadilla. Transcurría en el patio del palacio, mientras un vampiro de larga melena cana que destacaba por el brillante rubí que lucía su armadura en su centro, despachaba a un homólogo suyo con una larguísima espada de acero, a los que cortaba como si fuesen mantequilla. Dag estaba allí. Podía verlo. Pero no podía hacer nada. “¿Tenéis miedo, majestad?”. Preguntó el vampiro. “Estoy aquí”. Le miró y, pícaramente, sonrió.
Uno de los hombres de Dag estaba frente a él, asustado, pero no tardó en caerle del cielo una vampiresa por la espalda, al que rápidamente inclinó la cabeza e hincó con saña los colmillos en su cuello. Tomando una daga apuñaló justo a otro que estaba a su lado, en un ágil vaivén de manos. “Deliciosa”. Escuchó Dag decir a la difuminada mujer, que con un giró de muñeca guardó su daga de nuevo en el muslo. “¿Estás comunicándote con él, Vlad?”. Y miró con la boca ensangrentada y sonriente en la dirección en la que miraba un Vladimir que simplemente se limitó a asentir mientras a su espalda aparecían otros tres vampiros más. “¿Es muy guapo?” Preguntó la lujuriosa vampiresa acercándose al centinela y limpiándose la sangre con el brazo para terminar de sorberla. Vlad no contestó.
“Nos vemos pronto, majestad”. Concluyó la difuminada apariencia de Vlad. A su lado, Géminis, sonriente, se llevó las manos a la boca y envió un beso acompañado de un soplido, y un guiño. Las imágenes comenzaron a difuminarse y la última palabra de Vladimir, “majestad” comenzó a repetirse en el más absoluto vacío en el que se encontraba.
“Majestad” … “Majestad” … “Majestad” …
-¡Majestad, majestad! – Entonces, Dag abrió los ojos. Una joven menuda, de apariencia adolescente y tez blanca como la nieve, de cortos cabellos cenicientos, le tambaleaba por los hombros para despertarle. Cuando lo consiguió, sonrió y le tendió la mano. – ¿Nos conocemos? Después de doscientos años ya ni me acuerdo la gente que he conocido. – resopló divertida la joven que apenas superaría los dieciocho años en apariencia. - Nadnigris Oschersleiben, pero puedes llamarme Nady. A tu servicio. – e hizo una paródica reverencia inclinándose, estirando ambos brazos y cruzando las piernas. Luego se incorporó. - Disculpa mis rápidas presentaciones, pero Vladimir el Inmortal está en tu castillo y viene a por ti. – informó sin perder la sonrisa. - ¿Tendrás “algo más” por ahí, no? – preguntó y alzó una ceja, en clara alusión a los efectivos del rey. - ¿Ya que vas a pelear… no? O sea, que no te vas a rendir…. ¿no? – cuestionó insegura de la respuesta de Dag.
- Vladimir el Inmortal:
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- Géminis:
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- "Nady":
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Parte 2: Alvheim
Misiones de reclutamiento de centinelas:
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¿A quién en su sano juicio se le ocurriría viajar hasta los confines del mundo en pleno invierno? ¿Atravesar las heladas cordilleras situadas aún más al Norte de Dundarak? ¡Y peor aún! Habiendo sufrido la capital de los dragones una destrucción casi total a consecuencia de una peste que asoló prácticamente el continente.
Tan sólo alguien que sepa que, de no atravesar el Paso Helado, las consecuencias de la fatídica pirámide serían un simlple juego de niños al lado de lo que serían capaces de realizar unos Jinetes Oscuros enfurecidos tras la pérdida de uno de sus hermanos. El tiempo corría en contra de Aerandir, y los centinelas Elen Calhoun y Melena Blanca lo sabían. Tras haber conseguido la bruja reunir en primera instancia al vampiro Vladimir en un cruel enfrentamiento ante su mejor amiga, y después de haberse ganado el respeto y la lealtad del imperturbable leónico Melena Blanca. Viajaba ahora al Norte, junto a su homólogo, en busca de la última de las integrantes: Amaterasu la Revividora.
Al igual que en Lunargenta, también había caído la noche en el Paso Helado. Si bien el leónico padecía menos la sensación frío, gracias a su poblado pelaje a juego con el color de la nieve, que a veces incluso le hacía parecer invisible pese a su enorme tamaño. Aún así, tras más de una semana desde que habían atravesado la desdichada Dundarak, los centinelas comenzaban a cansarse del paseo. Finalmente, una torre daba esperanza.
-¡Alvheim! – gritó, a voces, Melena Blanca, señalando lo alto de una pequeña torre que apenas se distinguía como una sombra entre la ventisca. – ¡A las puertas, Elen! ¡Rápido! – instó con su grave voz.
Alvheim era el pueblo más norteño de todo Aerandir. Una villa de tamaño medio que basaba su economía en la caza de las grandes ballenas de los mares helados. Bien desde su costa o desde lo alto del castillo del Jarl Ivar Ruriksson, podía visualizarse con tiempo despejado la Isla Volcánica, morada de algunos de los magos oscuros más peligrosos del mundo, y, según las leyendas, hogar del Dragón Negro. Isla volcánica era el destino final de Melena Blanca y Elen.
-Una vez allí tendremos que buscar un barco que nos lleve a Isla Volcánica. La revividora espera. Y confiar que no lo hará con uno de sus numeritos quizás sea demasiado pedir. ¡Bien sabe esa vil nigromante que no hincaré mi pata ante ella! – inquirió serio, mientras continuaban caminando hacia el pueblo, no sin dificultad. Estaba claro que al leónico, una criatura terca, no guardaba en gran estima a Amaterasu. Algo que podría traer problemas. – Por ahora habrá que buscar una posada. Para entrar en calor. Dudo que esos ropajes suplan tu falta de pelaje, hechicera. – concluyó un preocupado leónico acerca de su pequeña acompañante, que apenas superaba el abdomen del enorme hombre bestia.
Y es que todo había pasado demasiado rápido. Desde que habían partido su carácter se había vuelto más reflexivo. En su cabeza estaba reciente la muerte de la excentinela Tyrande y también el estado de la Compañía de los Leónicos tras haber delegado en su fiel escudero, Imargo Ja’zad.
- Melena Blanca:
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* * * * * * * * * * *
¡Bienvenidos, Dag Thorlak y Elen Calhoun, a una de esas épicas misiones “canon” que marcan el destino de Aerandir! Mucho se va a decidir aquí (
Aunque iréis “separados” durante un buen trecho de la misión, he decidido hacerla en conjunto pues ocurren de manera simultánea e involucran (por primera vez) a todos los centinelas, estando la trama totalmente vinculada y simultánea.
Dag: Empiezas tú y de qué manera. ¡Los vampiros de Vladimir, el Inmortal y Géminis, han asaltado tu castillo en Lunargenta y buscan tu cabeza! ¿Vas a defender tu trono a capa y espada o te darás por vencido de antemano? Prepara tus hombres y refuerzos bien para la batalla o para la rendición. Pronto llegarán al salón del trono. Cuentas con la ayuda de Nady, que aunque aún no sabemos por qué, te apoyará. Puedes utilizarla.
Elen: Tu parte es más tranquila (por ahora). Tras un durísimo viaje por el Norte has llegado junto a Melena Blanca al pueblo de dragones de Alvheim. Conoces aspectos de este pueblo y sus gentes pues el leónico te lo habrá ido describiendo a lo largo del viaje. Puedes añadir cualquier aspecto a la cultura del pueblo que desees. De momento, busca un lugar donde pasar la noche y pregúntale lo que desees al leónico.
Como no sabía si Alister vendría contigo o se unirá más adelante (estoy siguiendo tu trama en solitario) lo he descrito de manera neutra, para que perfectamente pueda estar ahí o no. Lo dejo a tu decisión.
A Melena Blanca por ahora lo podemos usar los dos, tanto en diálogos como en enfrentamientos. Así que úsalo con libertad.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Ansiedad, preocupación, miedo, desasosiego, ira, tristeza, apatía y más ansiedad. Todas aquellas emociones que lo sofocaban a cada momento de la noche, pasaban momentáneamente a un segundo plano ahora que, echado en el trono, el cansancio comenzaba a vencerlo. Con un pie en la realidad y un pie en el mundo de Morfeo, Dag encontraba por fin un remanso en su leve dormitar.
Pero la calma duró poco. Sangre, lucha, un vampiro, una vampiresa... “¿Tenéis miedo, majestad?” Sí, lo tenía. “Estoy aquí” ¿Quién? ¿Acaso ese era...? “Vlad” No, no podía ser... “Nos vemos pronto, majestad.”
¿Por qué le avisaba? ¿O había sido un simple sueño? ¿Era una alucinación? No... Las alucinaciones no podían tocarlo.
Abrió los ojos e inhaló súbitamente, topándose de inmediato con la presencia que acababa de perturbar, en parte, su sueño. ¿Quién demonios era esa? Se mantuvo callado y boquiabierto; apenas atinó a alzar la mano para secarse el sudor de la frente.
-¿Eres... real? -Fue lo primero que dijo, adelantando esa misma mano para intentar tocar a la joven, quien se apartó y arqueó una ceja.
-¡Por supuesto que soy real! ¿No has estado escuchando? Me llamo Nady. -Insistió- ¿Vas a pelear o no? -Dag la observó como si le estuviese hablando en otro idioma. Ligeramente irritada, pero sin perder su extraña vitalidad, la de cabello albino estalló: -¡Oye, espabila! ¡Vladimir está en el castillo, te digo!
Las turbias imágenes del sueño regresaron a su inestable memoria. Las cosas eran cada vez más extrañas; pero todo resultaba extraño para él desde que había escapado de aquella cueva. No podía distinguir qué ocurría en su cabeza y qué no. Y eso era lo bueno: no separaba fantasía de realidad. Por eso, de haber sido todo un producto de su imaginación, hubiese actuado de la misma manera en que lo hizo a continuación. Se puso de pie y salió de la Sala del Trono a toda velocidad.
-¡Bálder! ¡Askol! -Llamó a sus dos fieles lacayos, esos que, a pesar de todas sus excentricidades, seguían cuidándole la espalda como el primer día. Ambos aparecieron al instante; nunca se alejaban demasiado del monarca. No tardaron en percatarse de la presencia de Nady, quien parecía dispuesta a seguir a Dag a todas partes. Aunque la miraron extrañados, no dijeron nada. Estaban acostumbrados a que el exguardia se apareciese con una mujer distinta cada noche y luego se olvidase de que la tenía al lado.
-¡Diga, señor!
-Vladimir. Vladimir está aquí. -Anunció con la voz quebrada. Todavía tenía la boca pastosa tras la breve siesta.
-¿¡El Inmortal!? -Corearon al unísono, con los rostros más pálidos de lo normal. Dag apenas asintió como respuesta- Imposible, majestad. -Se atrevió a decir Bálder- Tenemos guardias apostados en todas las entradas y nadie ha dado señal de alarma. No puede...
-Sí, sí puede ser. En el patio, yo los vi. Ella también. -Señaló a Nady con el pulgar- Haremos lo que acro... arco... ¡acordamos! por si esto ocurría. ¡Andando! Hay que preparar a los hombres. -Bramó, echándose a caminar a través de los oscuros pasillos sin más explicación.
-Debe ser su imaginación. -Susurró Askol a su compañero, acostumbrado ya a los delirios del exguardia. Bálder se encogió de hombros y reanudó la marcha con resignación.
La hipótesis de una inminente llegada de enemigos al castillo no resultaba nueva para nadie. Pero, ahora que se convertía en realidad, Dag no estaba seguro de poder mantener la calma. El “rey” se había mostrado asertivo y terminante respecto a sus instrucciones, mas la realidad era que le temblaban las manos y le bullía la mente de indecisión. Quería huir, pero no podía. La razón por la que había tomado el trono en primer lugar seguía estando firme en su cabeza: Lunargenta estaba mejor con él al mando, y no con un humano cobarde como Siegfried ni ningún otro vampiro sanguinario, pues nadie más que él protegería a los humanos. ¿Que si estaba cumpliendo bien su trabajo? Bueno... Ese era un asunto que podría discutirse en otro momento. Ahora la cuestión era que debía mantenerse firme e impedir que alguien peor que él se pusiera la corona.
Y, para ello, había dado la terminante orden de luchar hasta la muerte con cualquiera que osase intentar tomar el castillo. Lástima que muchos de los soldados no tenían idea de que ese “cualquiera” se trataría de Vladimir el Inmortal.
__________________________
Bálder y Askol intercambiaron miradas de terror y de asombro cuando supieron que, en efecto, el patio acababa de ser tomado por tan solo un par de vampiros. Y qué par. Tras ellos, esperaba una larga hilera de hombres apostados justo detrás de la gruesa puerta que separaba el patio de los interiores del castillo, todos armados con sus espadas y armaduras; esos eran todos los que quedaban, pues otra gran parte acababa de ser masacrada afuera. Y al fondo Dag, también armado, esperaba junto a Nady que algo ocurriese. El helado silencio previo a la batalla los envolvía en un clima tétrico y pesaroso. Si ya habían tomado el patio, ¿por qué demonios tardaban tanto en atravesar la puerta?
Era matar o morir. Ninguno de los presentes estaba dispuesto a dar un paso atrás. Excepto Dag quien, por momentos, sentía secretamente que la voluntad le flaqueaba.
- ACLARACIÓN:
- Una pequeña aclaración: Bálder y Askol son los dos vampiros que Master Fehu declaró como mis "protectores" en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Cito brevemente sus palabras:
"Los dos vampiros te acompañarán a todos lados [...] Obedecerán tus órdenes, siempre y cuando no impliquen matar o herir severamente a ningún personaje o npc acompañante. Te protegerán de ataques y pelearán por ti si se lo ordenas, son tus súbditos y harán todo lo posible por obedecer tus mandatos."
BÁLDER:- Spoiler:
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Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
La tensión podía cortarse con cuchillo por momentos desde que el dragón alcanzó al grupo, justo antes de abandonar los bosques del este. Su reciente discusión con la hechicera y el hecho de que ante cualquier intento de entablar una conversación con ella la joven le recalcase que aquel no era su lugar no hacían más que complicar las cosas, motivo por el cual a excepción de las explicaciones de Melena Blanca y los comentarios que de vez en cuando soltaba Nimthîriel, solían avanzar en silencio. Elen no sabía ya cómo conseguir que su compañero se diese media vuelta y regresara a Lunargenta, apenas hablaban, básicamente había pasado a ignorarle la mayor parte del tiempo, pero la terquedad de Alister y su afán por evitar que la centinela pidiese al leónico que se encargase de eliminarla en caso necesario eran más fuertes que su indiferencia.
Para la de cabellos cenicientos su presencia allí solo suponía más preocupaciones, y no es que tuviese pocas, iba al encuentro de Amaterasu en isla volcánica y conocía bien los arranques impulsivos de la nigromante, a lo cual debía sumar que seguía estando en deuda con ella y no tenía idea de lo que la retorcida mente de su hermana le tendría preparado al llegar. Y si conseguía salir viva de la tarea que le estuviese esperando luego tendrían que cruzar al Oblivion para enfrentar de una vez a los jinetes, batalla de la que no estaba segura de regresar, otra razón para no querer que el dragón permaneciese a su lado, no sabiendo lo que sentía por ella. Alister desconocía que sus sentimientos eran correspondidos, ¿quién lo diría viendo la frialdad con que le trataba la bruja? Solo Nimthîriel lo sospechaba, pues aunque era pequeña y aún no comprendía bien a los adultos había visto el sufrimiento que atormentaba a la tensai en más de una ocasión.
La pequeña se había acostumbrado rápidamente a sus nuevos compañeros de viaje y pasaba mucho tiempo con Elen, quien después de lo ocurrido en el bosque se mostraba protectora con ella e intentaba hacerle las cosas lo más llevaderas posibles. Aún tenía pesadillas de vez en cuando, pero siempre que comenzaba a sobresaltarse en mitad de la noche la de ojos verdes reaccionaba para calmarla, acariciándole el pelo con delicadeza y tarareando la nana con que había conseguido dormirla la primera vez. Así pasaron los días, con el grupo envuelto en un enrarecido ambiente que no tenía pinta de ir a mejor.
Melena Blanca había optado por mantenerse al margen en lo relacionado con Elen y Alister, estaba claro que el interés del dragón por la centinela era más que el de un simple compañero de viaje y quizá ese fuese el motivo de que ella lo evitase, sea como fuere no pensaba inmiscuirse en sus asuntos, aunque sin quererlo se había terminado convirtiendo en un apoyo para el cazador, que de vez en cuando se sinceraba con él para desahogarse. Aquellas charlas entre el enorme león y el reptil, que se mantenía casi siempre en su forma bestial para evitar el frío del norte, resultarían extrañas para cualquiera que los viese, pero por suerte para ellos las inhóspitas tierras en que se encontraban no daban pie a cruzarse con otros viajeros.
Una mujer complicada, así la habían definido en más de una ocasión, y era totalmente cierto. El leónico sabía ya lo de su maldición y el motivo que la había llevado hasta allí, pero aún desconocía lo más importante, aquello que la hechicera quería contarle pero que gracias a la presencia del alado, no podía. Alister evitaba dejar al par de centinelas a solas, no quería arriesgarse a que Elen cometiese una estupidez así que no le quedaba más remedio que vigilarla, cosa que a ella por supuesto no le hacía ninguna gracia.
- Elen no podemos seguir así, tenemos que hablar… - musitó el cazador una noche, mientras los demás miembros del grupo dormían junto a la hoguera. - No hay nada de qué hablar, duérmete de una vez. - le cortó ella, dándole la espalda y acostándose cerca de la pequeña elfa por si volvía a tener una pesadilla. Para ella aquella situación era dolorosa, no quería que él estuviese allí porque uno de los dos terminaría cometiendo un error para salvar al otro, su presencia no la ayudaría a concentrarse en la batalla sino todo lo contrario, supondría una debilidad. No sería la primera vez, Alister ya había corrido muchos riesgos para mantenerla a salvo en el pasado, demasiados, y no podía permitir que eso volviese a ocurrir con Amaterasu cerca. El mero hecho de llevarlo al territorio de la nigromante ya suponía un peligro al que no estaba dispuesta a exponerlo, había visto de primera mano cómo se divertía su hermana lanzando maldiciones de muerte a cualquiera que se interpusiese en su camino así que debía convencerlo de algún modo para que se quedase con Gabrielle y Nimthîriel en el barco.
¿Cómo? No tenía idea, la verdad era que le estaba costando mucho mostrarse tan fría con él, pretendía apartarlo de sí haciéndole ver que no le necesitaba para nada, pero por momentos aquella máscara de indiferencia caía, dejando al descubierto la tristeza y el anhelo que llevaba dentro. Su parte egoísta no quería cruzar al Oblivion sin verlo una vez más, sabiendo que podría ser la última.
La visión de Dundarak, destruida casi por completo a causa de la pandemia que asolaba todo Aerandir impactó a todos, pero sobre todo al dragón, que veía su hogar reducido a la nada. Elen tuvo que contenerse, quería consolarlo, dedicarle unas palabras de ánimo, pero no podía, debía seguir con aquella farsa si quería conseguir que se marchase. Los días siguientes a aquel descubrimiento fueron especialmente silenciosos, solo Nim rompía el silencio de vez en cuando para intentar animar al resto, demostrando lo fuerte que podía llegar a ser para su corta edad. La pequeña había perdido a sus padres de manera trágica en el bosque, pero eso no impedía que quisiese alegrar a sus compañeros.
Melena Blanca por su parte aprovechaba los momentos de tranquilidad en el campamento para informarles sobre el lugar al que se dirigían, Alvheim. Era un pueblo no muy grande que subsistía a base de la caza de ballenas y no solía recibir viajeros a menudo, al menos no por tierra. Algunos barcos hacían la ruta desde Lunargenta hasta Alvheim para comerciar con víveres y llevar al sur parte de la carne y demás productos que se obtenían de las ballenas, pero aparte de estas contadas visitas los lugareños no estaban acostumbrados a recibir a extraños. Aquel lugar era el pueblo situado más al norte de todo Aerandir, y su población se componía mayormente de dragones, aunque algunos viajeros habían terminado instalándose allí tras conocer lo apartado y tranquilo que era.
Los moradores de Alvheim vivían de forma pacífica y en cierto modo apartados del bullicio y los problemas de las grandes ciudades, apenas había crimen y todos estaban dispuestos a echar una mano cuando uno de sus vecinos lo necesitaba. Elen nunca había estado allí pero conocía la existencia del lugar gracias a los mapas y a alguna que otra historia de Gabrielle, motivo por el cual decidió acudir a ella en busca de ayuda para cruzar a isla volcánica. Si todo iba como tenía previsto el barco de la comerciante los estaría esperando en el muelle para llevarlos a su destino, y aunque no tenía derecho a pedir nada a la rubia, Elen contaba con que ésta no se marchase de inmediato tras dejarlos allí, con algo de suerte Gabrielle esperaría su regreso y el de los demás centinelas, momento en el cual sus caminos se separarían y la tensai cumpliría con su palabra, llevando a Nimthîriel junto a sus abuelos en Verisar.
Más de una semana después de que pasasen por lo que quedaba de Dundarak, el grupo vio finalmente lo que estaba buscando, la primera señal de que habían llegado a Alvheim. El oscuro manto de la noche se había adueñado del cielo hacía ya rato, pero a pesar de ello decidieron continuar en vez de buscar refugio, conscientes de que ya debían estar muy cerca de su objetivo, y así era. Melena Blanca fue el primero en vislumbrar a lo lejos una torre, y de inmediato instó a la de cabellos cenicientos a que apresurase el paso para alcanzar las puertas del pueblo. Elen, que iba a lomos de Sombra y llevaba a la pequeña elfa entre los brazos, espoleó a su montura y la dirigió hacia la torre que había visto el leónico, seguida de cerca por Alister, que seguía en su forma bestial para mantener a raya el frío.
- No deberíamos tener problemas con el barco. - le respondió, obviando el comentario acerca de la nigromante. La benjamina de los Calhoun conocía el motivo y comprendía completamente que a su compañero no le hiciese ninguna gracia colaborar con la portadora de la corona astada, corona que robó matando a su anterior dueña. Poner a todo el equipo de acuerdo para trazar un plan de batalla iba a ser complicado pero necesario, aunque por ahora su preocupación más inmediata era entrar en calor antes de que la hipotermia hiciese mella en su cuerpo.
Un par de guardias los recibieron en la puerta, y tras las preguntas y presentaciones de rigor, dejaron pasar al grupo y les dieron unas indicaciones con las que podrían llegar a la posada más cercana. - Debe ser esa. - comentó la joven, señalando uno de los pocos edificios que aún tenía las luces encendidas y mostraba actividad. De inmediato condujo su montura al modesto establo que había junto al local, y tras desmontar y bajar a Nimthîriel, recogió sus alforjas y volvió junto a los demás, que esperaban en la entrada. Alister cambió de forma para poder pasar por la puerta, pero su falta de ropa de abrigo iba a pasarle factura si no conseguía algo pronto, aunque eso no parecía importarle. - Al fin, echaba de menos esta forma. - dijo, cruzando una fugaz mirada con la bruja. Elen también se alegraba de ver su rostro humano de nuevo pero no lo diría, en vez de eso tomó la mano de la elfa y la llevó dentro de la posada, donde la amable propietaria los recibió con una amplia sonrisa.
- ¡Buenas noches viajeros! No sabía que esperábamos barcos estos días pero por favor no se queden ahí, pasen, pasen y tomen asiento, deben estar helados. - los saludó la mujer, que a aquellas horas ya tenía pocos clientes a los que atender. - Me llamo Daina, ¿en qué puedo ayudarles? - preguntó, recorriendo el grupo con la mirada y deteniéndose en la pequeña, que temblaba de frío. - Necesitamos un par de habitaciones dobles y nos vendría bien algo de comida y abrigo si tuviese, le pagaremos. - contestó Elen, echando mano a un saquito de aeros que llevaba en la bolsa del cinturón. - ¡Por supuesto! Pónganse cómodos, enseguida les sirvo. - indicó la posadera, antes de ponerse manos a la obra tras la barra.
El grupo ocupó la mesa más cercana a la chimenea y allí esperaron hasta que la mujer llegó con cuatro platos de sopa caliente, algunas bebidas, pan y algo de picoteo. Minutos después regresó con unas gruesas mantas y colocó la más pequeña de ellas sobre los hombros de Nim, que agradeció el gesto con una leve sonrisa. Melena Blanca no tenía de qué preocuparse gracias a su pelaje, pero tanto la tensai como el dragón tuvieron que echarse por encima las mantas para poder sentirse a gusto. - Quizá sea mejor que vaya a ver a Amaterasu sola, necesitamos su colaboración y una pelea entre vosotros solo complicaría las cosas. - propuso la bruja, con la vista clavada en el centinela del este.
- Estoy aquí por Tyrande, y si para vengar su muerte tengo que pelear junto a esa mujer lo haré, pero no pienso someterme a ella ni a sus órdenes. - soltó el hombre bestia, con tono firme. - No te pido que lo hagas, solo te pido que dejes a un lado el pasado y que intentes no enfadarla, ya tenemos bastante con lo que nos espera al otro lado. - musitó Elen, dejando escapar un suspiro de resignación, si al menos Vlad estuviese allí, quizá él pudiese hacer entrar en razón a la nigromante. - No podemos ir al Oblivion sin un plan, se suponía que Amaterasu era nuestra mejor baza pero ahora los Tarmúnil conocen su poder y quizá sean capaces de contrarrestarlo así que tenemos que actuar con cabeza y organizarnos, ¿qué puedes contarme de tus encuentros con los jinetes? ¿podrías describirme con cuáles de ellos te has topado y cómo luchaban? - preguntó, ya que de su viaje en el tiempo solo había obtenido información sobre Erzsbeth y Caranthir.
Teniendo en cuenta que era la más poderosa de los cuatro, la nigromante probablemente siguiese siendo el objetivo principal del enemigo, hecho que obligaría al resto a actuar en consecuencia y ofrecerle algo de protección extra, no porque no pudiese defenderse sola sino porque varios de los Tarmúnil intentarían quitarla de en medio tan pronto como fuese posible.
Off: No sé si tenías algo planeado para el barco Ger, era algo que se suponía que tenía arreglado con Gabrielle, un npc que he utilizado anteriormente en otros temas pero si tenías otra cosa en mente no hay problema. Mi ritmo de posteo no será muy rápido por culpa de mis horarios de trabajo pero intentaré no quedarme atrás.
Para la de cabellos cenicientos su presencia allí solo suponía más preocupaciones, y no es que tuviese pocas, iba al encuentro de Amaterasu en isla volcánica y conocía bien los arranques impulsivos de la nigromante, a lo cual debía sumar que seguía estando en deuda con ella y no tenía idea de lo que la retorcida mente de su hermana le tendría preparado al llegar. Y si conseguía salir viva de la tarea que le estuviese esperando luego tendrían que cruzar al Oblivion para enfrentar de una vez a los jinetes, batalla de la que no estaba segura de regresar, otra razón para no querer que el dragón permaneciese a su lado, no sabiendo lo que sentía por ella. Alister desconocía que sus sentimientos eran correspondidos, ¿quién lo diría viendo la frialdad con que le trataba la bruja? Solo Nimthîriel lo sospechaba, pues aunque era pequeña y aún no comprendía bien a los adultos había visto el sufrimiento que atormentaba a la tensai en más de una ocasión.
La pequeña se había acostumbrado rápidamente a sus nuevos compañeros de viaje y pasaba mucho tiempo con Elen, quien después de lo ocurrido en el bosque se mostraba protectora con ella e intentaba hacerle las cosas lo más llevaderas posibles. Aún tenía pesadillas de vez en cuando, pero siempre que comenzaba a sobresaltarse en mitad de la noche la de ojos verdes reaccionaba para calmarla, acariciándole el pelo con delicadeza y tarareando la nana con que había conseguido dormirla la primera vez. Así pasaron los días, con el grupo envuelto en un enrarecido ambiente que no tenía pinta de ir a mejor.
Melena Blanca había optado por mantenerse al margen en lo relacionado con Elen y Alister, estaba claro que el interés del dragón por la centinela era más que el de un simple compañero de viaje y quizá ese fuese el motivo de que ella lo evitase, sea como fuere no pensaba inmiscuirse en sus asuntos, aunque sin quererlo se había terminado convirtiendo en un apoyo para el cazador, que de vez en cuando se sinceraba con él para desahogarse. Aquellas charlas entre el enorme león y el reptil, que se mantenía casi siempre en su forma bestial para evitar el frío del norte, resultarían extrañas para cualquiera que los viese, pero por suerte para ellos las inhóspitas tierras en que se encontraban no daban pie a cruzarse con otros viajeros.
Una mujer complicada, así la habían definido en más de una ocasión, y era totalmente cierto. El leónico sabía ya lo de su maldición y el motivo que la había llevado hasta allí, pero aún desconocía lo más importante, aquello que la hechicera quería contarle pero que gracias a la presencia del alado, no podía. Alister evitaba dejar al par de centinelas a solas, no quería arriesgarse a que Elen cometiese una estupidez así que no le quedaba más remedio que vigilarla, cosa que a ella por supuesto no le hacía ninguna gracia.
- Elen no podemos seguir así, tenemos que hablar… - musitó el cazador una noche, mientras los demás miembros del grupo dormían junto a la hoguera. - No hay nada de qué hablar, duérmete de una vez. - le cortó ella, dándole la espalda y acostándose cerca de la pequeña elfa por si volvía a tener una pesadilla. Para ella aquella situación era dolorosa, no quería que él estuviese allí porque uno de los dos terminaría cometiendo un error para salvar al otro, su presencia no la ayudaría a concentrarse en la batalla sino todo lo contrario, supondría una debilidad. No sería la primera vez, Alister ya había corrido muchos riesgos para mantenerla a salvo en el pasado, demasiados, y no podía permitir que eso volviese a ocurrir con Amaterasu cerca. El mero hecho de llevarlo al territorio de la nigromante ya suponía un peligro al que no estaba dispuesta a exponerlo, había visto de primera mano cómo se divertía su hermana lanzando maldiciones de muerte a cualquiera que se interpusiese en su camino así que debía convencerlo de algún modo para que se quedase con Gabrielle y Nimthîriel en el barco.
¿Cómo? No tenía idea, la verdad era que le estaba costando mucho mostrarse tan fría con él, pretendía apartarlo de sí haciéndole ver que no le necesitaba para nada, pero por momentos aquella máscara de indiferencia caía, dejando al descubierto la tristeza y el anhelo que llevaba dentro. Su parte egoísta no quería cruzar al Oblivion sin verlo una vez más, sabiendo que podría ser la última.
La visión de Dundarak, destruida casi por completo a causa de la pandemia que asolaba todo Aerandir impactó a todos, pero sobre todo al dragón, que veía su hogar reducido a la nada. Elen tuvo que contenerse, quería consolarlo, dedicarle unas palabras de ánimo, pero no podía, debía seguir con aquella farsa si quería conseguir que se marchase. Los días siguientes a aquel descubrimiento fueron especialmente silenciosos, solo Nim rompía el silencio de vez en cuando para intentar animar al resto, demostrando lo fuerte que podía llegar a ser para su corta edad. La pequeña había perdido a sus padres de manera trágica en el bosque, pero eso no impedía que quisiese alegrar a sus compañeros.
Melena Blanca por su parte aprovechaba los momentos de tranquilidad en el campamento para informarles sobre el lugar al que se dirigían, Alvheim. Era un pueblo no muy grande que subsistía a base de la caza de ballenas y no solía recibir viajeros a menudo, al menos no por tierra. Algunos barcos hacían la ruta desde Lunargenta hasta Alvheim para comerciar con víveres y llevar al sur parte de la carne y demás productos que se obtenían de las ballenas, pero aparte de estas contadas visitas los lugareños no estaban acostumbrados a recibir a extraños. Aquel lugar era el pueblo situado más al norte de todo Aerandir, y su población se componía mayormente de dragones, aunque algunos viajeros habían terminado instalándose allí tras conocer lo apartado y tranquilo que era.
Los moradores de Alvheim vivían de forma pacífica y en cierto modo apartados del bullicio y los problemas de las grandes ciudades, apenas había crimen y todos estaban dispuestos a echar una mano cuando uno de sus vecinos lo necesitaba. Elen nunca había estado allí pero conocía la existencia del lugar gracias a los mapas y a alguna que otra historia de Gabrielle, motivo por el cual decidió acudir a ella en busca de ayuda para cruzar a isla volcánica. Si todo iba como tenía previsto el barco de la comerciante los estaría esperando en el muelle para llevarlos a su destino, y aunque no tenía derecho a pedir nada a la rubia, Elen contaba con que ésta no se marchase de inmediato tras dejarlos allí, con algo de suerte Gabrielle esperaría su regreso y el de los demás centinelas, momento en el cual sus caminos se separarían y la tensai cumpliría con su palabra, llevando a Nimthîriel junto a sus abuelos en Verisar.
Más de una semana después de que pasasen por lo que quedaba de Dundarak, el grupo vio finalmente lo que estaba buscando, la primera señal de que habían llegado a Alvheim. El oscuro manto de la noche se había adueñado del cielo hacía ya rato, pero a pesar de ello decidieron continuar en vez de buscar refugio, conscientes de que ya debían estar muy cerca de su objetivo, y así era. Melena Blanca fue el primero en vislumbrar a lo lejos una torre, y de inmediato instó a la de cabellos cenicientos a que apresurase el paso para alcanzar las puertas del pueblo. Elen, que iba a lomos de Sombra y llevaba a la pequeña elfa entre los brazos, espoleó a su montura y la dirigió hacia la torre que había visto el leónico, seguida de cerca por Alister, que seguía en su forma bestial para mantener a raya el frío.
- No deberíamos tener problemas con el barco. - le respondió, obviando el comentario acerca de la nigromante. La benjamina de los Calhoun conocía el motivo y comprendía completamente que a su compañero no le hiciese ninguna gracia colaborar con la portadora de la corona astada, corona que robó matando a su anterior dueña. Poner a todo el equipo de acuerdo para trazar un plan de batalla iba a ser complicado pero necesario, aunque por ahora su preocupación más inmediata era entrar en calor antes de que la hipotermia hiciese mella en su cuerpo.
Un par de guardias los recibieron en la puerta, y tras las preguntas y presentaciones de rigor, dejaron pasar al grupo y les dieron unas indicaciones con las que podrían llegar a la posada más cercana. - Debe ser esa. - comentó la joven, señalando uno de los pocos edificios que aún tenía las luces encendidas y mostraba actividad. De inmediato condujo su montura al modesto establo que había junto al local, y tras desmontar y bajar a Nimthîriel, recogió sus alforjas y volvió junto a los demás, que esperaban en la entrada. Alister cambió de forma para poder pasar por la puerta, pero su falta de ropa de abrigo iba a pasarle factura si no conseguía algo pronto, aunque eso no parecía importarle. - Al fin, echaba de menos esta forma. - dijo, cruzando una fugaz mirada con la bruja. Elen también se alegraba de ver su rostro humano de nuevo pero no lo diría, en vez de eso tomó la mano de la elfa y la llevó dentro de la posada, donde la amable propietaria los recibió con una amplia sonrisa.
- ¡Buenas noches viajeros! No sabía que esperábamos barcos estos días pero por favor no se queden ahí, pasen, pasen y tomen asiento, deben estar helados. - los saludó la mujer, que a aquellas horas ya tenía pocos clientes a los que atender. - Me llamo Daina, ¿en qué puedo ayudarles? - preguntó, recorriendo el grupo con la mirada y deteniéndose en la pequeña, que temblaba de frío. - Necesitamos un par de habitaciones dobles y nos vendría bien algo de comida y abrigo si tuviese, le pagaremos. - contestó Elen, echando mano a un saquito de aeros que llevaba en la bolsa del cinturón. - ¡Por supuesto! Pónganse cómodos, enseguida les sirvo. - indicó la posadera, antes de ponerse manos a la obra tras la barra.
El grupo ocupó la mesa más cercana a la chimenea y allí esperaron hasta que la mujer llegó con cuatro platos de sopa caliente, algunas bebidas, pan y algo de picoteo. Minutos después regresó con unas gruesas mantas y colocó la más pequeña de ellas sobre los hombros de Nim, que agradeció el gesto con una leve sonrisa. Melena Blanca no tenía de qué preocuparse gracias a su pelaje, pero tanto la tensai como el dragón tuvieron que echarse por encima las mantas para poder sentirse a gusto. - Quizá sea mejor que vaya a ver a Amaterasu sola, necesitamos su colaboración y una pelea entre vosotros solo complicaría las cosas. - propuso la bruja, con la vista clavada en el centinela del este.
- Estoy aquí por Tyrande, y si para vengar su muerte tengo que pelear junto a esa mujer lo haré, pero no pienso someterme a ella ni a sus órdenes. - soltó el hombre bestia, con tono firme. - No te pido que lo hagas, solo te pido que dejes a un lado el pasado y que intentes no enfadarla, ya tenemos bastante con lo que nos espera al otro lado. - musitó Elen, dejando escapar un suspiro de resignación, si al menos Vlad estuviese allí, quizá él pudiese hacer entrar en razón a la nigromante. - No podemos ir al Oblivion sin un plan, se suponía que Amaterasu era nuestra mejor baza pero ahora los Tarmúnil conocen su poder y quizá sean capaces de contrarrestarlo así que tenemos que actuar con cabeza y organizarnos, ¿qué puedes contarme de tus encuentros con los jinetes? ¿podrías describirme con cuáles de ellos te has topado y cómo luchaban? - preguntó, ya que de su viaje en el tiempo solo había obtenido información sobre Erzsbeth y Caranthir.
Teniendo en cuenta que era la más poderosa de los cuatro, la nigromante probablemente siguiese siendo el objetivo principal del enemigo, hecho que obligaría al resto a actuar en consecuencia y ofrecerle algo de protección extra, no porque no pudiese defenderse sola sino porque varios de los Tarmúnil intentarían quitarla de en medio tan pronto como fuese posible.
Off: No sé si tenías algo planeado para el barco Ger, era algo que se suponía que tenía arreglado con Gabrielle, un npc que he utilizado anteriormente en otros temas pero si tenías otra cosa en mente no hay problema. Mi ritmo de posteo no será muy rápido por culpa de mis horarios de trabajo pero intentaré no quedarme atrás.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Atrincherado en “su” palacio, el rey aguardaría la aparición de Vladimir y su seguidora, que pese a la creencia de los hombres de Dag, tampoco habían venido solos. El Inmortal contaba con unos pocos de feligreses más que intercambiaban espadazos con los hombres de Dag. Estos “hombres” no eran todos vampiros, al menos cinco eran biocibernéticos de una elevada resistencia física.
No tardaron los “conquistadores” en romper las puertas y asaltar el trono del rey. Los hijos de E.V.H.A., como los llamaba Vladimir. Habían sido una de las causas de éste para unirse al grupo de vampiros al que perteneció una vez. Eran fuertes, eran poderosos, y eran muy pero que muy difíciles y duros de derrotar, más por su resistencia física que por sus habilidades de combate. Nady comprobó de qué estaban hechos cuando atravesó con su espada uno de los brazos de éstos. - ¡Son biocibernéticos! – clamó sorprendida, mientras la vampiresa Géminis aprovechaba su distracción para abalanzarse contra ella y rasgarle el brazo.
-Yo no lo soy, guapa… - dijo la vampiresa sorbiendo sensualmente la sangre de su enemiga que había. – Tengo mucha carne para abrazar. Y estoy deseosa de más. – le preguntó la seductora cortesana remangándose parte del vestido que llevaba. Lo justo y necesario para no llegar a ver el inicio de la entrepierna. - ¿Quieres que nos divirtamos? – Nady la miró desconcertada, manteniendo en ristre su espada.
Dos vampiros y dos cibernéticos se habían dispuesto tras Géminis y, el combate había quedado pausado durante unos instantes, con ambos “ejércitos” frente a frente.
-Lo admito, estás muy bien. Pero me van más los hombres. – contestó ella. – Escucha, Géminis. ¿Qué le puede dar Vlad a una cortesana? ¿No era mejor que te cambiaras de lado?
-¡Ogh, qué pregunta! Pues todo cuanto necesito de un hombre. ¿Poder, dinero, riqueza? ¿Futuras opciones de venganza contra determinados traidores? ¿Quizás? – comentó. – Soy una persona y tengo mis necesidades básicas. Y si además es tan buen amante, mejor que mejor. – reía con voz sensual. – Y dime, Nady, ¿Qué te da a ti Dag?
Nadnigris miró hacia atrás, a los ojos del todavía rey de la ciudad. Quedó pensativa un buen rato. – Qué buena pregunta. Creía que una opción de vengarme de Vlad, pero ya voy dudándolo. – comentó sin demasiado convencimiento tras ver cómo había quedado el número de efectivos del todavía rey.
Poco después, haría acto de presencia el Inmortal. Colocándose a la espalda de Géminis y su pequeño grupo de hombres y cibernéticos. Apareció con confianza en la sala, obviando la conversación entre las chicas y pasando a dirigirse directamente al rey.
-¡Alabado sea el Rey! – dijo irónicamente haciéndole una reverencia, sin perder la sonrisa. – ¡Enhorabuena, majestad! Seréis conocido como Dag I El Breve de Lunargenta. – lejos de atacar, el vampiro fue bastante comedido y cordial y, con una mano en la espalda, le mostró la otra fraternalmente. – Aunque siempre puedes ceder tu corona cordialmente. No es nada personal.
-¡Y yo seré la reina consorte de Lunargenta! – autoproclamó la vampiresa Géminis con ilusión.
-No te ofendas, cariño. Pero será otra mujer más capaz quien ocupe esa responsabilidad. – comentó haciendo alusión a determinada persona que ninguno de los presentes conocía. Aquel comentario no hizo especial gracia a Géminis. – Se avecinan años prósperos de orden y rectitud para esta ciudad… Y tú puedes estar de nuestro lado o morir hoy. – cuestionó con una sonrisa, mirando al rey inquisitivo. – Y lo mismo para ti, Nady. Olvida las rencillas del pasado y tira tu espada. – finalizó. La vampiresa no contestó y miró al rey, esperando su respuesta de lucha, rendición o huida.
Una vez tomaron asiento los presentes, la mesonera Daina pasó a atenderles con amabilidad. Ofreciendo una serie de productos gastronómicos. – Lamento no poder ofrecerles pescado, que es nuestra especialidad. Esta semana no lo tenemos pues el Jarl Fuldrug ha prohibido la navegación por los gases que está emitiendo el volcán de la isla. – Aquel inocente comentario, no era sino una complicación para las intenciones de los centinelas, que no podrían tomar un barco hasta que el Jarl retirase la orden, o a menos que decidiesen ignorarlo.
-No, importa. Tráigame bastante cantidad de caldo si es tan amable, señorita. – inquirió Melena Blanca con educación. Lamentando que, como buen felino que era, no pudiera disfrutar del pescado que tanto le gustaba.
Cuando la mesonera se fue, el leónico pasó a responder las inquietudes de su hermana centinela. Ignorando en primera instancia el hecho de buscar permiso del Jarl.
-Los jinetes… - el leónico emitió un pequeño bufido cuando escuchó su nombre. – Como centinela no me había enfrentado a ninguno hasta los eventos del Templo de Nís. Aunque sí que ayudé a Tyra en alguna de sus incursiones en Sandorái y Ulmer. Tyra no quería que lo hiciera, pero el honor y el valor son los principios de la compañía de los leónicos, sin importar cuán peligroso sea el enemigo. Allí, Tyra comprobó mis aptitudes. Llevaba tiempo buscando un relevo. Pero yo no la ayudé por ambición. Era mi deber. Los leónicos ayudan a los necesitados. – Debido a su tamaño, colocó el plato de sopa sobre su boca y dejó caer el líquido dentro. Aquellos utensilios eran demasiado pequeños. – Cuando Tyra renunció, Tarivius nos reunió a los tres en el Lago Tymer y nos pidió colaboración. Me explicó qué conllevaba ser centinela y la necesidad de unión frente a la terrible amenaza. También me otorgó el poder de saber qué hacen el resto de hermanos. Yo acepté mi parte, pero Amaterasu se dedicaba a sembrar el caos en la región que supuestamente debía defender, dejaba a los jinetes arrasar aldeas enteras y sólo los detenía cuando le apetecía. Y Vladimir, que siempre le ríe las gracias, se encontraba trabajando con un grupo de extremistas vampiros en Sacrestic Ville. – hizo una pequeña pausa para mirar a Elen, y después a Alister. – Vladimir y Amaterasu no tienen honor. Decidme sinceramente, ¿les confiaríais vuestra vida? Ambos son indignos del poder que atesoran.
El leónico no parecía estar disfrutando la conversación. La noble criatura guardaba mucho rencor acumulado hacia los otros dos centinelas, más desde la muerte de Tyrande.
Como no podía ser de otro modo, la pequeña Nimthîriel estaba ausente de la conversación, se entretenía viendo nevar por la ventana. Se podía ver bien el puerto desde allí en la fría noche. Amarrado en los muelles, había varado un elegante y grande velero de velas moradas y un enorme báculo por logotipo. La madera, pintada en dorado, mostraba claramente el poderío económico del dueño. - ¡Mirad, qué barco más bonito! – interrumpió la niña, tomando el brazo de Melena Blanca, al que admiraba, y atrayendo la atención de éste.
-¡Pero si es un navío de la Logia de Dundarak! – exclamó el leónico. A la vez que observaba cómo una mujer menuda y joven se bajaba del mismo. De complexión muy delgada y cubierta con una túnica encapuchada. Dos hombres, también magos, la escoltaban. – Reconozco a esa joven, aunque desconozco su nombre – rugió enfurecido. Y vaya si la conocía. Era Abbey Frost, la jovencísima Alta Encantadora del gremio. – También es egoísta. Hace poco entró al campamento con una orden para requisar la sábana blanca, bajo la excusa de que todo poderoso objeto mágico debe de estar en posesión de “los sabios y justos magos de la Logia” y no en manos de un “descerebrado animal”. – dijo esto último con una evidente imitación burlesca. – ¿Sabes? Cambió de idea cuando escuchó el desenfunde de las espadas de mis chicos. – comentó entre risas.
Pero Frost no parecía haber advertido de la presencia ni de Melena Blanca ni tampoco de Elen Calhoun, con quien también había tenido sus más y sus menos antes incluso de que ésta fuese centinela. Se dirigía escoltada por algunos de sus hombres al pequeño castillo, el punto más elevado de la ciudad. El resto de su guardia permaneció en el barco.
-Parece que va al castillo del jarl. – el jarl era la máxima autoridad en las villas del Norte de Dundarak. Y prácticamente cualquier acción estaba supeditada al consentimiento de éste. – Hmm. Me pregunto qué hará la Logia aquí. En cualquier caso, es el Norte es una institución con mucho poder. – comentó pensativo el centinela.
Dag: Vladimir ha llegado hasta tu posición. Cuentas todavía con tus dos hombres, Nady y un par de fieles más para enfrentarte a dos biocibernéticos, dos vampiros, Géminis y al propio Vladimir. Puedes luchar, rendirte en servidumbre a Vladimir o huir del castillo. Si decides luchar, Nady irá a por Vladimir y tú lucharás contra Géminis. Tendrás que describir el combate y lanzar una runa para ver tu fortuna contra la cortesana y la de tu equipo. Por otro lado, Vladimir no te impedirá huir y Nady lo hará junto a ti. Sólo si decides servirle te ganarás su confianza pero a costa de perder la de Nady. Tú decides.
Elen: ¿Creías que llegar a Isla Volcánica iba a ser sencillo? Debido a la prohibición de navegación del Jarl Fuldrug debido a los gases del volcán, necesitarás su aprobación para poder tomar el barco. Por si fuera poco, la Logia, con representación de Abbey Frost, parece haber llegado. Puedes dirigirte al castillo del Jarl para buscar una vía lícita, pero nadie te obliga a saltarte la prohibición, ir a buscar a Gabrielle y tratar de partir a escondidas. A fin de cuentas, es de noche y nadie te observa… ¿No?
No tardaron los “conquistadores” en romper las puertas y asaltar el trono del rey. Los hijos de E.V.H.A., como los llamaba Vladimir. Habían sido una de las causas de éste para unirse al grupo de vampiros al que perteneció una vez. Eran fuertes, eran poderosos, y eran muy pero que muy difíciles y duros de derrotar, más por su resistencia física que por sus habilidades de combate. Nady comprobó de qué estaban hechos cuando atravesó con su espada uno de los brazos de éstos. - ¡Son biocibernéticos! – clamó sorprendida, mientras la vampiresa Géminis aprovechaba su distracción para abalanzarse contra ella y rasgarle el brazo.
-Yo no lo soy, guapa… - dijo la vampiresa sorbiendo sensualmente la sangre de su enemiga que había. – Tengo mucha carne para abrazar. Y estoy deseosa de más. – le preguntó la seductora cortesana remangándose parte del vestido que llevaba. Lo justo y necesario para no llegar a ver el inicio de la entrepierna. - ¿Quieres que nos divirtamos? – Nady la miró desconcertada, manteniendo en ristre su espada.
Dos vampiros y dos cibernéticos se habían dispuesto tras Géminis y, el combate había quedado pausado durante unos instantes, con ambos “ejércitos” frente a frente.
-Lo admito, estás muy bien. Pero me van más los hombres. – contestó ella. – Escucha, Géminis. ¿Qué le puede dar Vlad a una cortesana? ¿No era mejor que te cambiaras de lado?
-¡Ogh, qué pregunta! Pues todo cuanto necesito de un hombre. ¿Poder, dinero, riqueza? ¿Futuras opciones de venganza contra determinados traidores? ¿Quizás? – comentó. – Soy una persona y tengo mis necesidades básicas. Y si además es tan buen amante, mejor que mejor. – reía con voz sensual. – Y dime, Nady, ¿Qué te da a ti Dag?
Nadnigris miró hacia atrás, a los ojos del todavía rey de la ciudad. Quedó pensativa un buen rato. – Qué buena pregunta. Creía que una opción de vengarme de Vlad, pero ya voy dudándolo. – comentó sin demasiado convencimiento tras ver cómo había quedado el número de efectivos del todavía rey.
Poco después, haría acto de presencia el Inmortal. Colocándose a la espalda de Géminis y su pequeño grupo de hombres y cibernéticos. Apareció con confianza en la sala, obviando la conversación entre las chicas y pasando a dirigirse directamente al rey.
-¡Alabado sea el Rey! – dijo irónicamente haciéndole una reverencia, sin perder la sonrisa. – ¡Enhorabuena, majestad! Seréis conocido como Dag I El Breve de Lunargenta. – lejos de atacar, el vampiro fue bastante comedido y cordial y, con una mano en la espalda, le mostró la otra fraternalmente. – Aunque siempre puedes ceder tu corona cordialmente. No es nada personal.
-¡Y yo seré la reina consorte de Lunargenta! – autoproclamó la vampiresa Géminis con ilusión.
-No te ofendas, cariño. Pero será otra mujer más capaz quien ocupe esa responsabilidad. – comentó haciendo alusión a determinada persona que ninguno de los presentes conocía. Aquel comentario no hizo especial gracia a Géminis. – Se avecinan años prósperos de orden y rectitud para esta ciudad… Y tú puedes estar de nuestro lado o morir hoy. – cuestionó con una sonrisa, mirando al rey inquisitivo. – Y lo mismo para ti, Nady. Olvida las rencillas del pasado y tira tu espada. – finalizó. La vampiresa no contestó y miró al rey, esperando su respuesta de lucha, rendición o huida.
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Una vez tomaron asiento los presentes, la mesonera Daina pasó a atenderles con amabilidad. Ofreciendo una serie de productos gastronómicos. – Lamento no poder ofrecerles pescado, que es nuestra especialidad. Esta semana no lo tenemos pues el Jarl Fuldrug ha prohibido la navegación por los gases que está emitiendo el volcán de la isla. – Aquel inocente comentario, no era sino una complicación para las intenciones de los centinelas, que no podrían tomar un barco hasta que el Jarl retirase la orden, o a menos que decidiesen ignorarlo.
-No, importa. Tráigame bastante cantidad de caldo si es tan amable, señorita. – inquirió Melena Blanca con educación. Lamentando que, como buen felino que era, no pudiera disfrutar del pescado que tanto le gustaba.
Cuando la mesonera se fue, el leónico pasó a responder las inquietudes de su hermana centinela. Ignorando en primera instancia el hecho de buscar permiso del Jarl.
-Los jinetes… - el leónico emitió un pequeño bufido cuando escuchó su nombre. – Como centinela no me había enfrentado a ninguno hasta los eventos del Templo de Nís. Aunque sí que ayudé a Tyra en alguna de sus incursiones en Sandorái y Ulmer. Tyra no quería que lo hiciera, pero el honor y el valor son los principios de la compañía de los leónicos, sin importar cuán peligroso sea el enemigo. Allí, Tyra comprobó mis aptitudes. Llevaba tiempo buscando un relevo. Pero yo no la ayudé por ambición. Era mi deber. Los leónicos ayudan a los necesitados. – Debido a su tamaño, colocó el plato de sopa sobre su boca y dejó caer el líquido dentro. Aquellos utensilios eran demasiado pequeños. – Cuando Tyra renunció, Tarivius nos reunió a los tres en el Lago Tymer y nos pidió colaboración. Me explicó qué conllevaba ser centinela y la necesidad de unión frente a la terrible amenaza. También me otorgó el poder de saber qué hacen el resto de hermanos. Yo acepté mi parte, pero Amaterasu se dedicaba a sembrar el caos en la región que supuestamente debía defender, dejaba a los jinetes arrasar aldeas enteras y sólo los detenía cuando le apetecía. Y Vladimir, que siempre le ríe las gracias, se encontraba trabajando con un grupo de extremistas vampiros en Sacrestic Ville. – hizo una pequeña pausa para mirar a Elen, y después a Alister. – Vladimir y Amaterasu no tienen honor. Decidme sinceramente, ¿les confiaríais vuestra vida? Ambos son indignos del poder que atesoran.
El leónico no parecía estar disfrutando la conversación. La noble criatura guardaba mucho rencor acumulado hacia los otros dos centinelas, más desde la muerte de Tyrande.
Como no podía ser de otro modo, la pequeña Nimthîriel estaba ausente de la conversación, se entretenía viendo nevar por la ventana. Se podía ver bien el puerto desde allí en la fría noche. Amarrado en los muelles, había varado un elegante y grande velero de velas moradas y un enorme báculo por logotipo. La madera, pintada en dorado, mostraba claramente el poderío económico del dueño. - ¡Mirad, qué barco más bonito! – interrumpió la niña, tomando el brazo de Melena Blanca, al que admiraba, y atrayendo la atención de éste.
-¡Pero si es un navío de la Logia de Dundarak! – exclamó el leónico. A la vez que observaba cómo una mujer menuda y joven se bajaba del mismo. De complexión muy delgada y cubierta con una túnica encapuchada. Dos hombres, también magos, la escoltaban. – Reconozco a esa joven, aunque desconozco su nombre – rugió enfurecido. Y vaya si la conocía. Era Abbey Frost, la jovencísima Alta Encantadora del gremio. – También es egoísta. Hace poco entró al campamento con una orden para requisar la sábana blanca, bajo la excusa de que todo poderoso objeto mágico debe de estar en posesión de “los sabios y justos magos de la Logia” y no en manos de un “descerebrado animal”. – dijo esto último con una evidente imitación burlesca. – ¿Sabes? Cambió de idea cuando escuchó el desenfunde de las espadas de mis chicos. – comentó entre risas.
- Alta Encantadora Abbey Frost:
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Pero Frost no parecía haber advertido de la presencia ni de Melena Blanca ni tampoco de Elen Calhoun, con quien también había tenido sus más y sus menos antes incluso de que ésta fuese centinela. Se dirigía escoltada por algunos de sus hombres al pequeño castillo, el punto más elevado de la ciudad. El resto de su guardia permaneció en el barco.
-Parece que va al castillo del jarl. – el jarl era la máxima autoridad en las villas del Norte de Dundarak. Y prácticamente cualquier acción estaba supeditada al consentimiento de éste. – Hmm. Me pregunto qué hará la Logia aquí. En cualquier caso, es el Norte es una institución con mucho poder. – comentó pensativo el centinela.
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Dag: Vladimir ha llegado hasta tu posición. Cuentas todavía con tus dos hombres, Nady y un par de fieles más para enfrentarte a dos biocibernéticos, dos vampiros, Géminis y al propio Vladimir. Puedes luchar, rendirte en servidumbre a Vladimir o huir del castillo. Si decides luchar, Nady irá a por Vladimir y tú lucharás contra Géminis. Tendrás que describir el combate y lanzar una runa para ver tu fortuna contra la cortesana y la de tu equipo. Por otro lado, Vladimir no te impedirá huir y Nady lo hará junto a ti. Sólo si decides servirle te ganarás su confianza pero a costa de perder la de Nady. Tú decides.
Elen: ¿Creías que llegar a Isla Volcánica iba a ser sencillo? Debido a la prohibición de navegación del Jarl Fuldrug debido a los gases del volcán, necesitarás su aprobación para poder tomar el barco. Por si fuera poco, la Logia, con representación de Abbey Frost, parece haber llegado. Puedes dirigirte al castillo del Jarl para buscar una vía lícita, pero nadie te obliga a saltarte la prohibición, ir a buscar a Gabrielle y tratar de partir a escondidas. A fin de cuentas, es de noche y nadie te observa… ¿No?
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Finalmente la espera acabó. Las puertas se abrieron de par en par bajo el inminente avance de los enemigos. Los hombres del precario rey se abalanzaron a la batalla; incluso Nady desapareció de su lado para enfrentar a la voluptuosa vampiresa que acompañaba a Vladimir. Dag se quedó en su sitio, observando con ojos vidriosos y gesto abstraído cómo se desenvolvían los acontecimientos.
¿Biocibernéticos? No tenía idea de qué demonios significaba esa palabra. Cuando fue encerrado en la cueva esas cosas no existían y, desde que recobró la libertad, jamás vio ni oyó hablar de ellos. Presenció sin poder dar crédito a sus ojos cómo la espada de Nady se topaba con metal, metal que se escondía bajo la piel de aquellas personas, y dio un paso atrás. Todo le señalaba que debía irse, huir sano y salvo de esa lucha que ya parecía perdida.
Pero entonces, antes de decidirse a escapar, apareció Vladimir. Dag, incluso siendo un hombre alto, se sintió minúsculo ante su presencia. Bálder y Askol también parecieron incomodarse sobremanera; los ojos del Inmortal atravesaban a todos con tal profundidad que era difícil mantenerle la mirada. Eran ojos punzantes y fríos, ojos que no se correspondían con la labia y el trato amable brindado por el recién llegado, con amenazas elegantemente encubiertas bajo palabras bonitas, como puñales ocultos bajo pañuelos de seda.
Aunque prometía orden para Lunargenta, el ojiazul supo al instante que dicho trato no incluía a los humanos, la raza de la cual Dag, en ciertos momentos, seguía sintiéndose parte. La preocupación y el compromiso autoimpuesto hacia la protección de la ciudad superaban el resquemor que sentía hacia Vladimir. Después de todo, tanto tiempo sirviendo a Lunargenta seguía haciendo mella en su consciencia. Todavía recordaba perfectamente la frase que tantos años recitó estando en La Guardia, frase que ahora, siendo rey, adquiría un mayor peso: “Protege a los ciudadanos antes que a ti mismo”.
-¡La frase más estúpida que oí en mi vida! ¿¡Podemos huir de una maldita vez!?
Dag dio un paso adelante y apretó firmemente la mano de Vladimir. Incluso las voces de su cabeza sabían que estaba a punto de cometer una locura.
Lo bueno era que Dag no sabía que estaba loco.
-Es un placer conocerlo, Vladimir. He oído... mucho de usted. -Le sonrió con cortesía y, tras finalizar el apretón de manos, dio un paso atrás- Me temo que los dos estamos aquí con el mismo propósito. Orden y rectitud es precisamente lo que deseo para Lunargenta. Humanos y vampiros conviviendo por igual, ¿no suena ideal? -Acarició distraídamente la empuñadura de su espada. Todos los presentes lo observaban; sus súbditos debían estar cada vez más convencidos de su demencia. Una tranquilidad desconcertante, como la calma antes de una tormenta, inundaba la habitación- Lástima que usted no parece querer compartir la corona, ¿verdad? -Rió sin venir a cuento, Bálder se preguntó internamente qué parte de todo aquello resultaba graciosa. Entonces, repentinamente serio, añadió con voz grave:- ...Lamentablemente, yo tampoco.
El silbido de su espada desenvainándose fue el detonante del caos. Como si aquella tranquila charla no hubiese tenido lugar, los presentes volvieron a enarbolar sus armas para enfrentarse unos con otros.
-¡¡Vladimir es mío!! -Exclamó Nady. Dag, que no pensaba negarse a dejar en manos de otro al enemigo más peligroso, reculó para darle espacio a la joven y decidió enfocarse en la vampiresa a quien, hasta aquel momento, no había prestado mucha atención. No pudo evitar perder la mirada en semejante escote. Tal habrá sido su cara de idiota que Askol le gritó, mientras arremetía su espada contra uno de los biocibernéticos: -¡Concéntrese, majestad!
El autoproclamado monarca pestañeó dos veces y se forzó a alzar la mirada hasta encontrar los ojos de Géminis.
-¡Podrías ser mi reina en vez de la suya! ¿Qué te parece? -La vampiresa arqueó una ceja y automáticamente intentó ensartarle la daga en un costado del abdomen. Dag retrocedió y paró el embiste con su mandoble- Yo también soy un muy buen amante. O, bueno, eso dicen todas. -Esbozó una sonrisa encantadora antes de intentar rebanarle la cabeza de un solo tajo; la desgraciada se agachó y rió con sorna, lanzándose a arañarlo con esas largas y rojas uñas que parecían, más bien, garras- ¿Eso es un no?
A su lado, Bálder luchaba contra uno de los cibernéticos y Askol contra otro vampiro. Mientras que la táctica del primero se reducía a esquivar ataques y devolverlos con saña, dispuesto a ganarle a su oponente por cansancio, el segundo se debatía en una batalla bastante pareja. Los otros pocos fieles que le quedaban, luchaban contra el cibernético y la sanguijuela restantes. Respecto a Nady y Vladimir, habían quedado a sus espaldas. Sólo podía oír el choque de espadas, incapaz de saber quién iba ganando. Por el momento, todas las peleas eran de uno a uno; ¿pero qué pasaría si tan solo una persona del bando contrario ganase? Entonces las tornas cambiarían mucho.
No podían seguir perdiendo el tiempo; tenía que ser su bando el que venciese a alguien primero. Dando un salto hacia atrás para ganarse unos pocos segundos de respiro, [1]pasó la palma de la mano por el filo del mandoble para bañarlo en su propia sangre. Géminis aprovechó ese instante para lanzar su daga con certera puntería, acertándosela en el muslo izquierdo.
-¡Agh! ¡¡Desgraciada!! -Bramó, arrancándose la daga de la carne y lanzándola al suelo antes de regresar ambas manos a la ensangrentada empuñadura para reanudar el duelo. La vampiresa era ágil y esquivaba cada estoque con gráciles movimientos, en un seductor y mortífero baile de nunca acabar que comenzaba a crispar los nervios del ojiazul, que había pasado de la risa al enfado con pasmosa facilidad. Pero, por mucho que esquivase, no parecía poder encontrar la manera de salvar la distancia que la hoja del arma imponía entre ambos.
Harto de bailar, Dag pasó todo su peso hacia la pierna sana y arremetió contra la vampiresa tan rápido como pudo. Si conseguía acertar, entonces la balanza podría, por fin, inclinarse a su favor.
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Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El Aguamarina aguardaba fondeado a doscientos metros del puerto, y tanto su tripulación como su capitana comenzaban a impacientarse tras varios días esperando que el Jarl reconsiderase su prohibición y les permitiese amarrar. Aquella noche la tensión crecía por momentos, el frío del norte no estaba sentando bien a los hombres, que a pesar de conocer el motivo que los había traído hasta allí, tenían la esperanza de que Gabrielle decidiese regresar a aguas más cálidas. La rubia por su parte andaba de un lado a otro de su estudio maldiciendo por lo bajo, estaba segura de que Elen ya la estaría esperando en Alvheim y llegar tarde no era algo que le hiciese gracia, menos aun cuando no era la primera vez que trataba con los lugareños de aquella remota villa.
Cierto era que su último viaje al norte había tenido lugar seis meses antes, pero ¿acaso no les había ayudado bastante trayendo suministros de Lunargenta de forma regular durante los últimos años? Parecía que no. Visiblemente molesta, Gabrielle se detuvo ante su mesa y la golpeó con el puño en señal de frustración, clavando la mirada en el punto del mapa de Aerandir que la hechicera le había marcado para su encuentro. - Capitana, ¡capitana! - escuchó a uno de sus marineros, que se encontraba tras la puerta y tocaba enérgicamente con los nudillos para llamar su atención. - ¿Qué quieres? Pasa. - indicó ella, levantando la vista hacia la entrada. - Un barco capitana, acaba de llegar y no lo han detenido. - explicó el hombre, consiguiendo que el ceño de la rubia se frunciese más de lo que ya estaba.
- ¿Cómo? Eso no es posible. - soltó Gabrielle, antes de abandonar su estudio y subir a cubierta para comprobar por sí misma lo que pasaba. Tal como había dicho su tripulante, un navío acababa de pasar junto a ellos y se dirigía sin problemas al muelle, sin que nadie se lo impidiese. - Como no, la Logia puede amarrar pero los comerciantes tenemos que quedarnos aquí fuera hasta que al Jarl le dé la gana, ¿está esperando a que nos congelemos o qué? - espetó, apoyando las manos en la barandilla de madera. - De eso nada, ¡preparad las barcas muchachos! Vamos a tierra. - ordenó, y la tripulación se puso manos a la obra de inmediato, por fin tendrían algo de acción.
La rubia y cuatro de sus hombres se repartieron en las dos barcas, dejando el espacio necesario para que tanto Elen como sus acompañantes pudiesen subir en cuanto los encontrasen, pero primero tendrían que pasar desapercibidos en el muelle, aunque con la llegada del enorme barco de la logia eso parecía sencillo.
Mientras tanto, en la taberna…
La de ojos verdes supo que tendrían problemas para reunirse con Gabrielle por la prohibición del Jarl que Daina les había comentado, pero prestó toda su atención al leónico en cuanto este comenzó a hablar sobre los jinetes. Melena Blanca había ayudado en alguna ocasión a su predecesora Tyrande, pero el enfrentamiento en el templo de Nís había sido el primero que había tenido con los Tarmúnil desde que ostentaba el cargo de centinela del este, algo que no daba muchas esperanzas a la tensai. Luego el hombre bestia relató cómo Tarivius los había reunido para intentar que trabajasen juntos contra la amenaza de los jinetes, pero ni Amaterasu ni Vladimir estaban demasiado interesados en colaborar. Por aquel entonces la nigromante se divertía provocando matanzas o soltando pandemias, como las de Terpoli y Roilkat, mientras el inmortal se entregaba de lleno a la Hermandad, bajo las órdenes de Mortagglia.
- No, no confiaría mi vida a ninguno de ellos… - respondió la joven sin apenas elevar la voz. - Tarivius fue muy claro conmigo el día que me convertí en su sucesora, me dijo que si debía dejar mi vida en manos de alguno de vosotros lo hiciese en las tuyas y comprendo el motivo. - continuó, antes de hacer una breve pausa. - Sé que no te agrada la idea de que trabajemos como un equipo pero no tenemos otra opción, ya has visto el poder de los Tarmúnil, les necesitamos. - aquella era una verdad innegable, aún quedaban doce enemigos e intentar vencerlos siendo solo ellos dos sería un suicidio. - Amaterasu es un caso perdido, no sé cómo podremos convencerla para que nos ayude, pero todavía queda algo de luz en Vladimir, sino no habría logrado que abandonase a la Hermandad para unirse a nuestra causa. - concluyó, esperando que el leónico al menos le diese una oportunidad al inmortal.
Sin duda la corona astada estaba en malas manos pero ¿quién podría sustituir a la nigromante? Amaterasu era de los cuatro la más poderosa y por ello la necesitaban de cara a la batalla, aunque quizá sus poderes no tuviesen tanto efecto ahora que el enemigo los conocía. La voz de Nimthîriel los sacó de la conversación, consiguiendo que todo el grupo se girase hacia la ventana para ver el barco que señalaba. Por desgracia no se trataba del Aguamarina sino de un navío de la Logia, o al menos así lo identificó Melena Blanca nada más fijarse en sus velas.
Elen torció el gesto al ver como unas figuras bajaban del mismo, y la reacción de su compañero no fue menor. Según las palabras del leónico la mujer que ocultaba a medias su rostro con una capucha se había presentado en su campamento para requisar la sábana blanca no hacía mucho, con el pretexto de que aquel tipo de objetos poderosos debían estar en manos de la logia. Aquello le hizo recordar lo sucedido en Dundarak, cuando una de las altas encantadoras trató de interponerse en su camino, ¿sería ella? Todo parecía apuntar a que sí. - Si es quien creo que es tampoco se alegrará de verme, intentó quitarme los fragmentos de Kinvar antes de que forjase el medallón solar y digamos que no salió muy bien parada de la pelea… - Abbey Frost sin duda se acordaría de ella por haber herido su orgullo de bruja y cabía esperar que de volver a encontrarse se produjese un nuevo conflicto entre ambas.
La logia tenía mucho poder en el norte pero ellos necesitaban llegar al barco de Gabrielle, y si la única manera era conseguir el permiso del Jarl tendrían que ir a su pequeño castillo para hablar con él, aunque con la reciente llegada de Frost todo podía complicarse. ¿Conocería el Jarl Fuldrug a los centinelas y su deber de proteger Aerandir ante cualquier peligro? La de cabellos cenicientos esperaba que así fuese, ya que solo eso serviría para que les permitiese embarcar y se negase a ayudar a la encantadora en caso de que una vez más, intentase apoderarse de lo que no le pertenecía. - Debemos hablar con el Jarl y de paso me gustaría saber qué hace la Logia aquí… Alister mantente alerta, si las cosas se tuercen tendremos que disuadir a la hechicera de que nos moleste. - indicó, y el dragón entendió de inmediato a lo que se refería.
Si tal como había relatado Melena Blanca la mujer sabía cuándo dar algo por perdido, ver llegar la tensai que ya la había vencido una vez junto con el enorme león y un dragón en su forma bestial sería suficiente para hacer que se replantease la idea de iniciar una pelea. La incógnita era de qué lado se pondría el Jarl y por tanto sus guardias, pero no era momento de pensar en ello. Tras terminar lo que tenía en el plato, Elen se levantó de su asiento y se acercó a la barra para pagar a la tabernera, tras lo cual se aseguró de que Nimthîriel estuviese bien abrigada antes de abandonar el local. - Quédate detrás de nosotros y recuerda el camino, si tenemos problemas tendrás que regresar aquí y ponerte a salvo ¿vale? - dijo a la niña, que con cierta preocupación en el rostro asintió.
Los demás se unieron a ella y se prepararon para partir hacia el castillo, sin saber qué ocurriría cuando llegasen.
Cierto era que su último viaje al norte había tenido lugar seis meses antes, pero ¿acaso no les había ayudado bastante trayendo suministros de Lunargenta de forma regular durante los últimos años? Parecía que no. Visiblemente molesta, Gabrielle se detuvo ante su mesa y la golpeó con el puño en señal de frustración, clavando la mirada en el punto del mapa de Aerandir que la hechicera le había marcado para su encuentro. - Capitana, ¡capitana! - escuchó a uno de sus marineros, que se encontraba tras la puerta y tocaba enérgicamente con los nudillos para llamar su atención. - ¿Qué quieres? Pasa. - indicó ella, levantando la vista hacia la entrada. - Un barco capitana, acaba de llegar y no lo han detenido. - explicó el hombre, consiguiendo que el ceño de la rubia se frunciese más de lo que ya estaba.
- ¿Cómo? Eso no es posible. - soltó Gabrielle, antes de abandonar su estudio y subir a cubierta para comprobar por sí misma lo que pasaba. Tal como había dicho su tripulante, un navío acababa de pasar junto a ellos y se dirigía sin problemas al muelle, sin que nadie se lo impidiese. - Como no, la Logia puede amarrar pero los comerciantes tenemos que quedarnos aquí fuera hasta que al Jarl le dé la gana, ¿está esperando a que nos congelemos o qué? - espetó, apoyando las manos en la barandilla de madera. - De eso nada, ¡preparad las barcas muchachos! Vamos a tierra. - ordenó, y la tripulación se puso manos a la obra de inmediato, por fin tendrían algo de acción.
La rubia y cuatro de sus hombres se repartieron en las dos barcas, dejando el espacio necesario para que tanto Elen como sus acompañantes pudiesen subir en cuanto los encontrasen, pero primero tendrían que pasar desapercibidos en el muelle, aunque con la llegada del enorme barco de la logia eso parecía sencillo.
- Aguamarina y Gabrielle:
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Mientras tanto, en la taberna…
La de ojos verdes supo que tendrían problemas para reunirse con Gabrielle por la prohibición del Jarl que Daina les había comentado, pero prestó toda su atención al leónico en cuanto este comenzó a hablar sobre los jinetes. Melena Blanca había ayudado en alguna ocasión a su predecesora Tyrande, pero el enfrentamiento en el templo de Nís había sido el primero que había tenido con los Tarmúnil desde que ostentaba el cargo de centinela del este, algo que no daba muchas esperanzas a la tensai. Luego el hombre bestia relató cómo Tarivius los había reunido para intentar que trabajasen juntos contra la amenaza de los jinetes, pero ni Amaterasu ni Vladimir estaban demasiado interesados en colaborar. Por aquel entonces la nigromante se divertía provocando matanzas o soltando pandemias, como las de Terpoli y Roilkat, mientras el inmortal se entregaba de lleno a la Hermandad, bajo las órdenes de Mortagglia.
- No, no confiaría mi vida a ninguno de ellos… - respondió la joven sin apenas elevar la voz. - Tarivius fue muy claro conmigo el día que me convertí en su sucesora, me dijo que si debía dejar mi vida en manos de alguno de vosotros lo hiciese en las tuyas y comprendo el motivo. - continuó, antes de hacer una breve pausa. - Sé que no te agrada la idea de que trabajemos como un equipo pero no tenemos otra opción, ya has visto el poder de los Tarmúnil, les necesitamos. - aquella era una verdad innegable, aún quedaban doce enemigos e intentar vencerlos siendo solo ellos dos sería un suicidio. - Amaterasu es un caso perdido, no sé cómo podremos convencerla para que nos ayude, pero todavía queda algo de luz en Vladimir, sino no habría logrado que abandonase a la Hermandad para unirse a nuestra causa. - concluyó, esperando que el leónico al menos le diese una oportunidad al inmortal.
Sin duda la corona astada estaba en malas manos pero ¿quién podría sustituir a la nigromante? Amaterasu era de los cuatro la más poderosa y por ello la necesitaban de cara a la batalla, aunque quizá sus poderes no tuviesen tanto efecto ahora que el enemigo los conocía. La voz de Nimthîriel los sacó de la conversación, consiguiendo que todo el grupo se girase hacia la ventana para ver el barco que señalaba. Por desgracia no se trataba del Aguamarina sino de un navío de la Logia, o al menos así lo identificó Melena Blanca nada más fijarse en sus velas.
Elen torció el gesto al ver como unas figuras bajaban del mismo, y la reacción de su compañero no fue menor. Según las palabras del leónico la mujer que ocultaba a medias su rostro con una capucha se había presentado en su campamento para requisar la sábana blanca no hacía mucho, con el pretexto de que aquel tipo de objetos poderosos debían estar en manos de la logia. Aquello le hizo recordar lo sucedido en Dundarak, cuando una de las altas encantadoras trató de interponerse en su camino, ¿sería ella? Todo parecía apuntar a que sí. - Si es quien creo que es tampoco se alegrará de verme, intentó quitarme los fragmentos de Kinvar antes de que forjase el medallón solar y digamos que no salió muy bien parada de la pelea… - Abbey Frost sin duda se acordaría de ella por haber herido su orgullo de bruja y cabía esperar que de volver a encontrarse se produjese un nuevo conflicto entre ambas.
La logia tenía mucho poder en el norte pero ellos necesitaban llegar al barco de Gabrielle, y si la única manera era conseguir el permiso del Jarl tendrían que ir a su pequeño castillo para hablar con él, aunque con la reciente llegada de Frost todo podía complicarse. ¿Conocería el Jarl Fuldrug a los centinelas y su deber de proteger Aerandir ante cualquier peligro? La de cabellos cenicientos esperaba que así fuese, ya que solo eso serviría para que les permitiese embarcar y se negase a ayudar a la encantadora en caso de que una vez más, intentase apoderarse de lo que no le pertenecía. - Debemos hablar con el Jarl y de paso me gustaría saber qué hace la Logia aquí… Alister mantente alerta, si las cosas se tuercen tendremos que disuadir a la hechicera de que nos moleste. - indicó, y el dragón entendió de inmediato a lo que se refería.
Si tal como había relatado Melena Blanca la mujer sabía cuándo dar algo por perdido, ver llegar la tensai que ya la había vencido una vez junto con el enorme león y un dragón en su forma bestial sería suficiente para hacer que se replantease la idea de iniciar una pelea. La incógnita era de qué lado se pondría el Jarl y por tanto sus guardias, pero no era momento de pensar en ello. Tras terminar lo que tenía en el plato, Elen se levantó de su asiento y se acercó a la barra para pagar a la tabernera, tras lo cual se aseguró de que Nimthîriel estuviese bien abrigada antes de abandonar el local. - Quédate detrás de nosotros y recuerda el camino, si tenemos problemas tendrás que regresar aquí y ponerte a salvo ¿vale? - dijo a la niña, que con cierta preocupación en el rostro asintió.
Los demás se unieron a ella y se prepararon para partir hacia el castillo, sin saber qué ocurriría cuando llegasen.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El rey había hablado: Moriría dando guerra. Desde luego, fue mucho más valiente que el rey Siegfried, que huyó a Beltrexus buscando no ser masacrado. Vladimir devolvió una sonrisa, aceptando el desafío, y la vampiresa Géminis rápidamente abrió su boca y estiró sus colmillos por abalanzarse contra el aún rey.
Nady, espada en mano se fue directamente a por el Inmortal, con quien parecía tener cuentas pendientes. Mas Vladimir, muy ducho en combate y con poderes de control mental, no tardaría en vencer a su rival, a la que la buena fortuna en sus golpes y estocadas no pareció acompañar. Como tampoco lo hicieron a Bálder, Askol y compañía, enfrentándose respectivamente a los biocibernéticos que acompañaban a los vampiros. Todos pronto serían derrotados. La peor parte de todas se la llevaría Nady. El Inmortal no era un hombre al que gustara combatir, y si lo hacía, se exprimía para devastar a su enemigo. Con una estocada terminó desgarrando la pierna de la vampiresa y ésta, en un ahogado grito, cayó al suelo.
Dag lanzó un ataque con su arma tratando de herirla, movimiento que Géminis esquivó. -¡Au! Qué mono… - comentó con sensualidad la vampiresa, volviendo a esquivar un nuevo golpe con agilidad. – Me excita tanto cuando os enfadáis. – y con su daga rasgó ligeramente la mano del rey, desarmándolo. – ¿No quieres tenerme? – Preguntó con voz excitante usando sus habilidades de la voz. Estas palabras retumbarían en la cabeza de Dag y lo despistaría del combate inicial.
En un movimiento rápido que apenas duraría un par de segundos, la vampiresa, con el brazo libre, lo agarró del hombro y con fuerza lo atrajo hasta sus prominentes pechos. Cuando lo tuvo pegado, levantó su pierna derecha hasta la altura de la cadera de Dag, tomó la mano herida de éste y la colocó sobre su muy carnoso muslo cubierto por una fina media de rejilla, entre la costura del vestido rojo abierto que llevaba. Ella pegó su pecho al de éste, colocó una mano en su cuello y otra en la espalda del rey y le profirió un apasionado y excitante beso que duró más de diez segundos. Con la intensidad del mismo, la vampiresa cada vez se “animaba” más y se pegaba al cuerpo de su amante, tanto que terminó incluso por saltar a su cuello, sin despegarse, y teniendo que cogerla éste por sus prominentes y largas piernas, que rápidamente cruzó alrededor del hombre. Hasta su final, la vampiresa nunca dejó de mover sus labios en sintonía con el de Dag, con los ojos cerrados y los brazos tras su cuello.
El beso cesó cuando Géminis quiso, que de un salto bajó del cuello de Dag y se separó de un fuerte empujón, cortándolo de inmediato. Dag no pudo hacer nada para evitarlo pues ella había hecho uso de sus habilidades de seductora, en cualquier caso, al menos pocos besos habría recibido como aquel. La consecuencia es que ahora Dag había quedado prendado de la misma. Y es que el beso de una viuda negra podía conquistar el corazón del hombre más fuerte..
-¡Joder! ¡Qué hombre! Casi me pierdo hasta yo. – sonrió aún jadeante la rizosa, volviendo junto a Vladimir, y poniéndose a su espalda. - Ya está, cariño. Ahí lo tienes. – Agarró a Vlad del brazo y apoyó su cabeza en el hombro. – Manso como un corderito. – dijo con una sonrisa divertida mirando a Dag, limpiándose con su brazo desnudo la sangre que había intercambiado en su boca a boca con el rey por el apasionado beso de vampiros. Después recolocó sus medias y su vestido rojo.
Nady y los seguidores de Dag, estaban incrédulos de lo que había hecho éste mientras ellos combatían. Ellos creían que se había liado con la vampiresa por mero placer. La joven Nady escupía sangre en el suelo, medio moribunda, haciendo esfuerzos por poder respirar y mantenerse con vida. – Has elegido un mal momento para vengar la muerte de tus padres. – rió Vlad recorriendo su espada por su espalda, sin hacer daño. – Confiar en un fracasado como Dag... – miró al rey. – Y bien, la corona es mía. - comentó con disfrute.
Pero Dag no tendría tiempo de responder pues, de pronto, el rubí de Vlad comenzó a brillar y a vibrar fuertemente en su armadura. Como si tratara de desencajarse. Esto descolocó al centinela. - ¡Diantres! – se llevó la mano al pecho para tratar de hacer cesar la vibración, que nunca paró.
Pronto, un fortísimo estruendo retumbó en el cielo. Como un rayo que hubiese caído a un escaso metro. Causando un susto en los presentes, excepto en Vladimir, que se mantuvo escéptico. Se escuchaban ruidos de tormenta fuera, muy repetidos, y había comenzado a soplar un fuerte viento en círculos.
El centinela se acercó a la ventana. Su joya no paraba de vibrar y emanar luz. Un vórtice casi del tamaño de media Lunargenta se arremolinaba en los cielos. Repentinamente había además comenzado a tronar y diluviar. El pánico se había apoderado de las calles con la gente saliendo de sus casas como si fuese a venir el fin del mundo. No estaban equivocados. - ¡Por todos los dioses de este mundo! – pronunció ahogadamente Vlad, al mirar por los cristales.
-¿Qué es? – cuestionó Géminis contemplando el enorme vórtice estupefacta.
-Un mal presagio… - describió sin entrar en profundo detalle. – Uno muy malo, de hecho. Tenemos que irnos. Ya. Vosotros mantened el trono y mantened al rey y sus súbditos aquí hasta mi vuelta. – ordenó Vladimir a sus sirvientes vampiros y cibernéticos, dando por zanjado el asalto al trono. – Géminis, cariño, ven conmigo, tenemos que ir al patio, necesito aire libre para abrir un portal.
-¿Un portal? Pero… ¿y el trono? – preguntó la obediente cortesana con evidentes gestos de desconcierto y preocupación. Comenzando a taconear tras él, levantando ligeramente el vestido para no pisarlo - ¿A dónde vamos? - se la veía asustada, sin dejar de mirar el enorme vórtice que se había abierto sobre Lunargenta.
-A buscar a una vieja amiga. – explicó sin entrar en más detalles, abandonando el salón del trono a un ritmo rápido, sin llegar a correr. La vampiresa marchó tan rápido, que incluso se olvidó de eliminar el encantamiento a Dag.
En Alvheim ni siquiera nadie sospechaba lo que estaba por suceder a cientos de kilómetros al Sur. Desde su taberna, Elen Calhoun y Melena Blanca consideraron que lo mejor sería tomar la vía legal y dirigirse al castillo del Jarl para tratar de obtener el permiso de navegación. Aún así, Melena Blanca consideraba que sería mejor ser precavido. – A saber qué traman las retorcidas mentes de esa maga. No me fío de los magos. Hacen trucos raros: Desaparecen, lanzan fuego... Es difícil combatir eso con un hacha. - dijo sin cortarse un pelo en respuesta al comentario de Elen por la dificultad añadida de contar con la desafortunada de presencia de Abbey Frost. No era un secreto que Melena Blanca repudiaba el uso de la magia. – Será hora de ir. – y se levantó cuando Elen se dirigió a pagar las consumiciones, advirtiendo a la pequeña Nim que les siguiera lejos.
Tras unos minutos caminando tras la nieve y el frío: Bruja, hombre bestia y dragón terminaron llegando a las puertas del pequeño castillo. Abbey Frost ya habría llegado probablemente y se encontrase en el interior del mismo. Un guardia les hizo detenerse.
-¡Alto! ¿Quién va? – El hombre parecía asustado, por la fuerte ventisca únicamente alcanzaba a ver las tres variopintas siluetas del grupo, aunque pronto se acercaron.
-Somos Melena Blanca y Elen Calhoun, centinelas del Sur y el Este. Exigimos una audiencia con el Jarl Fuldrug para solicitar permiso de navegación a Isla Volcánica. – inquirió el leónico, mostrándole la sábana blanca, objeto que tal vez reconocería. Ni mucho menos aquel ignorante guardia sabía nada.
-La segunda audiencia para lo mismo en menos de diez minutos. ¿Qué regalan en esa isla a estas horas de la noche? – preguntó, revelando así las intenciones del anterior asistente y apuntando en un papel la información. – En fin, por vuestro tamaño como para deteneros. Pasad, según entréis veréis un pasillo, al fondo, os esperará un edecán. Le dais este papel y él os dirá.
Y les abrió la puerta a los tres, aunque Alister tendría que adoptar forma humana si quería poder entrar por la misma. Un hombre aguardaba en un enorme pasillo rodeado de paredes de maderas e iluminado por antorchas simétricamente colocadas a ambos lados de la pared. – Buenas noches. Soy el edecán del Jarl. Tendrán que esperar a que pueda recibirles, ahora mismo se encuentra en otra audiencia. – Había varios guardias de palacio que permanecían como estatuas mirando a los recién llegados. Llevaban escudos y hachas con el blasón de Alvheim bordado. Todos tenían largas barbas y vestían jubones amarillos, aunque apenas se les veía la cara por el casco.
Al otro lado de la puerta parecía escucharse una intensa discusión ya iniciada. El edecán indicó a los centinelas que aguardasen, abrió la puerta despacio y entró él solo. Elen y Melena Blanca podrían ver de espaldas el pelo rubio de Abbey Frost los pocos instantes que el auxiliar tardó en cerrar la puerta, pero podrían escuchar la conversación al otro lado.
-En el navío aguarda el mejor equipo de antimagos entrenados por la Logia para combatir su magia oscura. – decía la voz de una dulce joven enfadada. – Es una terrorista que ha desatado pandemias sobre la ciudad. Sospecho que incluso está detrás de la pirámide. – acusó la encantadora Frost. El primer apartado era cierto, el segundo no tanto. – Es más, seguro que la erupción del volcán revela la preparación de nuevas catástrofes. En nombre del Rey, exijo el apoyo de Alvheim para ir a detener a esta nigromante.
-Pero señorita Frost, – se escuchaba decir a un hombre de voz ronca y grave a través de la puerta. Era la voz del Jarl. – Amaterasu no es la única nigromante que vive en Isla Volcánica. Su aquelarre ha denunciado la destrucción de Alvheim si maquinamos en su contra. Ellos nos respetan si no les hacemos nada. – trataba de hacer entrar en razón. – Yo puedo darle permiso si es lo que quiere para navegar allá, pero no expondré a mis hombres a una muerte evidente.
-Qué pena, Jarl Fuldrug. El gobierno de Dundarak se sentirá muy decepcionado al saber su negativa de ayudar a la Logia a defender el bienestar de los reinos del Norte. – relató calmada cruzando los brazos en un comentario que escondía una clara amenaza. Y se dio la vuelta para salir por la puerta, donde el edecán del palacio esperaba para abrirla.
-Jarl Fuldrug, tiene unos nuevos visitantes: Los centinelas Melena Blanca y Elen Calhoun. – expresó antes de abrir la puerta. – Vienen a solicitar permiso para viajar a Isla Volcánica.
-¡¿Qué?! – exclamó Abbey Frost, que ahora había perdido el interés por abandonar la estancia al escuchar los nombres.
-Que pasen. – ordenó el Jarl desde su asiento. Abbey Frost y sus hombres se hicieron a un lado. No pensaba perder ni un ápice de la conversación. El edecán asintió y abrió la puerta.
Elen Calhoun entró por la puerta seguida del enorme Melena Blanca, que tuvo que agacharse y ponerse de lado para poder pasar. – Estas malditas puertas de humanos… - gruñó para sí mismo. Abbey Frost intercambió miradas sentenciantes con ellos y ahora adoptaría un papel de espectadora. No pensaba perderse ni un detalle de lo que los centinelas tuvieran que decir. Y no dudaría en utilizar sus palabras para acusar a alguno de los dos y detenerlos o arrebatarles las reliquias. Los centinelas tendrían que ser especialmente cuidadosos con sus palabras.
Dag: La peor runa posible os ha traído mala suerte a ti y a tus compañeros. Ellos han acabado gravemente heridos, especialmente Nady . Una pena. Era un personaje nuevo, útil de moralidad buena y con motivaciones interesantes. En lugar de ello, tendrás a la femme fatale de Géminis, que me dará juego para otras cosas futuras. Durante el combate, ella no te hirió más que un corte menor en la mano, pero te ha conquistado por el encantamiento Beso de Femme Fatale.
La primera consecuencia de esto es que escaparás de los cibernéticos y vampiros que te retienen sólo por ir tras ella hasta el jardín. Tienes libertad para describir cómo transcurren los hechos en el castillo con la apertura del vórtice. El viento comenzará soplar considerablemente fuerte y se desatará una tormenta sobre Lunargenta, como si un cataclismo se avecinase…
… Y créeme, se avecina.
Elen: Tendrás que explicar al Jarl Fuldrug los motivos de tus deseos de viajar a Isla Volcánica. Ten en cuenta que tendrás que sonar convincente para conseguir el permiso, pero Abbey Frost escuchará todo lo que digas y lo podrá utilizar en tu contra después. Por lo que conociendo sus intenciones de detener a Amaterasu, puedes replantear tu estrategia o incluso ponerte del lado de Frost. Puedes utilizar a Melena Blanca para explicar si lo prefieres. De momento no hay objetivos adicionales para Alister (tu NPC acompañante) pues está contigo.
Nady, espada en mano se fue directamente a por el Inmortal, con quien parecía tener cuentas pendientes. Mas Vladimir, muy ducho en combate y con poderes de control mental, no tardaría en vencer a su rival, a la que la buena fortuna en sus golpes y estocadas no pareció acompañar. Como tampoco lo hicieron a Bálder, Askol y compañía, enfrentándose respectivamente a los biocibernéticos que acompañaban a los vampiros. Todos pronto serían derrotados. La peor parte de todas se la llevaría Nady. El Inmortal no era un hombre al que gustara combatir, y si lo hacía, se exprimía para devastar a su enemigo. Con una estocada terminó desgarrando la pierna de la vampiresa y ésta, en un ahogado grito, cayó al suelo.
Dag lanzó un ataque con su arma tratando de herirla, movimiento que Géminis esquivó. -¡Au! Qué mono… - comentó con sensualidad la vampiresa, volviendo a esquivar un nuevo golpe con agilidad. – Me excita tanto cuando os enfadáis. – y con su daga rasgó ligeramente la mano del rey, desarmándolo. – ¿No quieres tenerme? – Preguntó con voz excitante usando sus habilidades de la voz. Estas palabras retumbarían en la cabeza de Dag y lo despistaría del combate inicial.
En un movimiento rápido que apenas duraría un par de segundos, la vampiresa, con el brazo libre, lo agarró del hombro y con fuerza lo atrajo hasta sus prominentes pechos. Cuando lo tuvo pegado, levantó su pierna derecha hasta la altura de la cadera de Dag, tomó la mano herida de éste y la colocó sobre su muy carnoso muslo cubierto por una fina media de rejilla, entre la costura del vestido rojo abierto que llevaba. Ella pegó su pecho al de éste, colocó una mano en su cuello y otra en la espalda del rey y le profirió un apasionado y excitante beso que duró más de diez segundos. Con la intensidad del mismo, la vampiresa cada vez se “animaba” más y se pegaba al cuerpo de su amante, tanto que terminó incluso por saltar a su cuello, sin despegarse, y teniendo que cogerla éste por sus prominentes y largas piernas, que rápidamente cruzó alrededor del hombre. Hasta su final, la vampiresa nunca dejó de mover sus labios en sintonía con el de Dag, con los ojos cerrados y los brazos tras su cuello.
El beso cesó cuando Géminis quiso, que de un salto bajó del cuello de Dag y se separó de un fuerte empujón, cortándolo de inmediato. Dag no pudo hacer nada para evitarlo pues ella había hecho uso de sus habilidades de seductora, en cualquier caso, al menos pocos besos habría recibido como aquel. La consecuencia es que ahora Dag había quedado prendado de la misma. Y es que el beso de una viuda negra podía conquistar el corazón del hombre más fuerte..
-¡Joder! ¡Qué hombre! Casi me pierdo hasta yo. – sonrió aún jadeante la rizosa, volviendo junto a Vladimir, y poniéndose a su espalda. - Ya está, cariño. Ahí lo tienes. – Agarró a Vlad del brazo y apoyó su cabeza en el hombro. – Manso como un corderito. – dijo con una sonrisa divertida mirando a Dag, limpiándose con su brazo desnudo la sangre que había intercambiado en su boca a boca con el rey por el apasionado beso de vampiros. Después recolocó sus medias y su vestido rojo.
Nady y los seguidores de Dag, estaban incrédulos de lo que había hecho éste mientras ellos combatían. Ellos creían que se había liado con la vampiresa por mero placer. La joven Nady escupía sangre en el suelo, medio moribunda, haciendo esfuerzos por poder respirar y mantenerse con vida. – Has elegido un mal momento para vengar la muerte de tus padres. – rió Vlad recorriendo su espada por su espalda, sin hacer daño. – Confiar en un fracasado como Dag... – miró al rey. – Y bien, la corona es mía. - comentó con disfrute.
Pero Dag no tendría tiempo de responder pues, de pronto, el rubí de Vlad comenzó a brillar y a vibrar fuertemente en su armadura. Como si tratara de desencajarse. Esto descolocó al centinela. - ¡Diantres! – se llevó la mano al pecho para tratar de hacer cesar la vibración, que nunca paró.
Pronto, un fortísimo estruendo retumbó en el cielo. Como un rayo que hubiese caído a un escaso metro. Causando un susto en los presentes, excepto en Vladimir, que se mantuvo escéptico. Se escuchaban ruidos de tormenta fuera, muy repetidos, y había comenzado a soplar un fuerte viento en círculos.
El centinela se acercó a la ventana. Su joya no paraba de vibrar y emanar luz. Un vórtice casi del tamaño de media Lunargenta se arremolinaba en los cielos. Repentinamente había además comenzado a tronar y diluviar. El pánico se había apoderado de las calles con la gente saliendo de sus casas como si fuese a venir el fin del mundo. No estaban equivocados. - ¡Por todos los dioses de este mundo! – pronunció ahogadamente Vlad, al mirar por los cristales.
- Así está el cielo de Lunargenta:
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-¿Qué es? – cuestionó Géminis contemplando el enorme vórtice estupefacta.
-Un mal presagio… - describió sin entrar en profundo detalle. – Uno muy malo, de hecho. Tenemos que irnos. Ya. Vosotros mantened el trono y mantened al rey y sus súbditos aquí hasta mi vuelta. – ordenó Vladimir a sus sirvientes vampiros y cibernéticos, dando por zanjado el asalto al trono. – Géminis, cariño, ven conmigo, tenemos que ir al patio, necesito aire libre para abrir un portal.
-¿Un portal? Pero… ¿y el trono? – preguntó la obediente cortesana con evidentes gestos de desconcierto y preocupación. Comenzando a taconear tras él, levantando ligeramente el vestido para no pisarlo - ¿A dónde vamos? - se la veía asustada, sin dejar de mirar el enorme vórtice que se había abierto sobre Lunargenta.
-A buscar a una vieja amiga. – explicó sin entrar en más detalles, abandonando el salón del trono a un ritmo rápido, sin llegar a correr. La vampiresa marchó tan rápido, que incluso se olvidó de eliminar el encantamiento a Dag.
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En Alvheim ni siquiera nadie sospechaba lo que estaba por suceder a cientos de kilómetros al Sur. Desde su taberna, Elen Calhoun y Melena Blanca consideraron que lo mejor sería tomar la vía legal y dirigirse al castillo del Jarl para tratar de obtener el permiso de navegación. Aún así, Melena Blanca consideraba que sería mejor ser precavido. – A saber qué traman las retorcidas mentes de esa maga. No me fío de los magos. Hacen trucos raros: Desaparecen, lanzan fuego... Es difícil combatir eso con un hacha. - dijo sin cortarse un pelo en respuesta al comentario de Elen por la dificultad añadida de contar con la desafortunada de presencia de Abbey Frost. No era un secreto que Melena Blanca repudiaba el uso de la magia. – Será hora de ir. – y se levantó cuando Elen se dirigió a pagar las consumiciones, advirtiendo a la pequeña Nim que les siguiera lejos.
Tras unos minutos caminando tras la nieve y el frío: Bruja, hombre bestia y dragón terminaron llegando a las puertas del pequeño castillo. Abbey Frost ya habría llegado probablemente y se encontrase en el interior del mismo. Un guardia les hizo detenerse.
-¡Alto! ¿Quién va? – El hombre parecía asustado, por la fuerte ventisca únicamente alcanzaba a ver las tres variopintas siluetas del grupo, aunque pronto se acercaron.
-Somos Melena Blanca y Elen Calhoun, centinelas del Sur y el Este. Exigimos una audiencia con el Jarl Fuldrug para solicitar permiso de navegación a Isla Volcánica. – inquirió el leónico, mostrándole la sábana blanca, objeto que tal vez reconocería. Ni mucho menos aquel ignorante guardia sabía nada.
-La segunda audiencia para lo mismo en menos de diez minutos. ¿Qué regalan en esa isla a estas horas de la noche? – preguntó, revelando así las intenciones del anterior asistente y apuntando en un papel la información. – En fin, por vuestro tamaño como para deteneros. Pasad, según entréis veréis un pasillo, al fondo, os esperará un edecán. Le dais este papel y él os dirá.
Y les abrió la puerta a los tres, aunque Alister tendría que adoptar forma humana si quería poder entrar por la misma. Un hombre aguardaba en un enorme pasillo rodeado de paredes de maderas e iluminado por antorchas simétricamente colocadas a ambos lados de la pared. – Buenas noches. Soy el edecán del Jarl. Tendrán que esperar a que pueda recibirles, ahora mismo se encuentra en otra audiencia. – Había varios guardias de palacio que permanecían como estatuas mirando a los recién llegados. Llevaban escudos y hachas con el blasón de Alvheim bordado. Todos tenían largas barbas y vestían jubones amarillos, aunque apenas se les veía la cara por el casco.
Al otro lado de la puerta parecía escucharse una intensa discusión ya iniciada. El edecán indicó a los centinelas que aguardasen, abrió la puerta despacio y entró él solo. Elen y Melena Blanca podrían ver de espaldas el pelo rubio de Abbey Frost los pocos instantes que el auxiliar tardó en cerrar la puerta, pero podrían escuchar la conversación al otro lado.
-En el navío aguarda el mejor equipo de antimagos entrenados por la Logia para combatir su magia oscura. – decía la voz de una dulce joven enfadada. – Es una terrorista que ha desatado pandemias sobre la ciudad. Sospecho que incluso está detrás de la pirámide. – acusó la encantadora Frost. El primer apartado era cierto, el segundo no tanto. – Es más, seguro que la erupción del volcán revela la preparación de nuevas catástrofes. En nombre del Rey, exijo el apoyo de Alvheim para ir a detener a esta nigromante.
-Pero señorita Frost, – se escuchaba decir a un hombre de voz ronca y grave a través de la puerta. Era la voz del Jarl. – Amaterasu no es la única nigromante que vive en Isla Volcánica. Su aquelarre ha denunciado la destrucción de Alvheim si maquinamos en su contra. Ellos nos respetan si no les hacemos nada. – trataba de hacer entrar en razón. – Yo puedo darle permiso si es lo que quiere para navegar allá, pero no expondré a mis hombres a una muerte evidente.
-Qué pena, Jarl Fuldrug. El gobierno de Dundarak se sentirá muy decepcionado al saber su negativa de ayudar a la Logia a defender el bienestar de los reinos del Norte. – relató calmada cruzando los brazos en un comentario que escondía una clara amenaza. Y se dio la vuelta para salir por la puerta, donde el edecán del palacio esperaba para abrirla.
-Jarl Fuldrug, tiene unos nuevos visitantes: Los centinelas Melena Blanca y Elen Calhoun. – expresó antes de abrir la puerta. – Vienen a solicitar permiso para viajar a Isla Volcánica.
-¡¿Qué?! – exclamó Abbey Frost, que ahora había perdido el interés por abandonar la estancia al escuchar los nombres.
-Que pasen. – ordenó el Jarl desde su asiento. Abbey Frost y sus hombres se hicieron a un lado. No pensaba perder ni un ápice de la conversación. El edecán asintió y abrió la puerta.
Elen Calhoun entró por la puerta seguida del enorme Melena Blanca, que tuvo que agacharse y ponerse de lado para poder pasar. – Estas malditas puertas de humanos… - gruñó para sí mismo. Abbey Frost intercambió miradas sentenciantes con ellos y ahora adoptaría un papel de espectadora. No pensaba perderse ni un detalle de lo que los centinelas tuvieran que decir. Y no dudaría en utilizar sus palabras para acusar a alguno de los dos y detenerlos o arrebatarles las reliquias. Los centinelas tendrían que ser especialmente cuidadosos con sus palabras.
- Jarl Fuldrug:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Dag: La peor runa posible os ha traído mala suerte a ti y a tus compañeros. Ellos han acabado gravemente heridos, especialmente Nady . Una pena. Era un personaje nuevo, útil de moralidad buena y con motivaciones interesantes. En lugar de ello, tendrás a la femme fatale de Géminis, que me dará juego para otras cosas futuras. Durante el combate, ella no te hirió más que un corte menor en la mano, pero te ha conquistado por el encantamiento Beso de Femme Fatale.
- Encantamiento:
- “Beso de Femme Fatale”.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Hasta nuevo aviso, estarás bajo el efecto de este encantamiento, que te hará estar totalmente prendado de Géminis y de su cuerpo. Pelearás por ella si está en peligro, la querrás a toda costa y te celarás de sus posibles pretendientes. Éste encantamiento únicamente se eliminará cuando pase una de estas circunstancias:
a) Géminis te lo quite por voluntad propia. En este caso no pasará nada.
b) Mantengas relaciones con ella. Por lo que ganarás una bonificación permanente de 10 puntos a tu atributo constitución.
c) Géminis muera. En cuyo caso entrarás en depresión por los próximos tres temas que hagas. Y tus runas serán siempre malas.
Hasta entonces, serás su perrito faldero.
Nota: Este encantamiento no te hará dejar de ser tú mismo en otros aspectos de tu vida, sino que simplemente apoyarás su punto de vista, la protegerás y la buscarás, como si estuvieras deseoso de ella. Por lo que puedes seguir siendo Dag. Te dejo libertad para interpretar el mismo.
La primera consecuencia de esto es que escaparás de los cibernéticos y vampiros que te retienen sólo por ir tras ella hasta el jardín. Tienes libertad para describir cómo transcurren los hechos en el castillo con la apertura del vórtice. El viento comenzará soplar considerablemente fuerte y se desatará una tormenta sobre Lunargenta, como si un cataclismo se avecinase…
… Y créeme, se avecina.
Elen: Tendrás que explicar al Jarl Fuldrug los motivos de tus deseos de viajar a Isla Volcánica. Ten en cuenta que tendrás que sonar convincente para conseguir el permiso, pero Abbey Frost escuchará todo lo que digas y lo podrá utilizar en tu contra después. Por lo que conociendo sus intenciones de detener a Amaterasu, puedes replantear tu estrategia o incluso ponerte del lado de Frost. Puedes utilizar a Melena Blanca para explicar si lo prefieres. De momento no hay objetivos adicionales para Alister (tu NPC acompañante) pues está contigo.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Había estado tan, tan cerca. Depositó toda su confianza en tener un golpe de suerte tal como aquella vez en que, días atrás, se ganó el derecho al trono casi por casualidad. Y, por cometer la estupidez de abandonarse en manos del destino, falló.
La espada pasó a escasos centímetros de Géminis. Presa de la más desgarradora frustración, el ojiazul rugió un grito gutural e intentó, sin éxito, volver a asestar un golpe. Sin embargo, la desgraciada era imposible de tocar. Hubo un instante, efímero como sus lapsos de cordura, en que Dag miró alrededor para constatar el estado de sus compañeros. Nady en el suelo y sus súbditos intentando disimular sus respiraciones agitadas, sudando de pies a cabeza mientras que los monstruos que todos llamaban “biocibernéticos” no parecían haber hecho esfuerzo alguno por ganar.
Tuvo la certeza de que habían mordido el polvo. Géminis le arrancó el mandoble de las manos y Dag cerró con fuerza el puño recién herido, dispuesto a arrearle un puñetazo, al menos como premio de consolación. Pero entonces la voz de la desgraciada retumbó en su mente, borrando todo rastro de enojo en el -ya no- rey con insultante facilidad.
-¿No quieres tenerme?
De pronto se sintió como si acabase de beber más vino del que podía soportar, cosa inaudita, viniendo de él. Bálder y Askol presenciaron con estupefacción cómo Dag no movía ni un dedo para evitar que la mujerzuela se le pegase y comenzase a besarlo.
-Sí. -Pensó desde lo más profundo de su consciencia.
-¿¡Qué le pasa!? ¡Quítese a esa perra de encima, majes-...
Pero el lacayo enmudeció al ver, sin poder dar crédito a sus ojos, cómo el exguardia respondía gustoso el beso.
-Sí quiero.
Asió sus manos a los carnosos muslos de la fémina y exploró el interior de su boca con destreza, pasión e interés. Para sus súbditos, que no conocían el hechizo al que estaba siendo sometido, esa sería la prueba irrefutable de que el monarca estaba completamente loco o, como mínimo, los había engañado hasta ese instante jugando a dos bandos. De hecho, sería intrigante saber si Dag no hubiese reaccionado exactamente así, devorando los labios de la vampiresa, incluso sin haber estado bajo ningún hechizo; ya naturalmente tenía una terrible debilidad por las mujeres.
El ósculo cesó abruptamente, dejando a un hombre confundido, ansioso -y con el pantalón bastante más apretado que antes- que no dejó de observar con ojos anhelantes a la mujer hasta que ésta desapareció, junto con Vladimir, tras la puerta. Ni siquiera reparó en las palabras del centinela, en la vibración del rubí o en el estruendo que sacudió la bóveda nocturna. Era como si solo pudiera verla a ella, sin importar qué ocurriese alrededor.
-¡Traidor! ¡Eres un maldito traidor!
Bramó uno de sus antiguos súbditos a sus espaldas, atrayendo su atención. Con gesto embobado, el ojiazul se dio la vuelta y lo observó largamente. Todavía tenía las vergonzosas manchas del pintalabios de Géminis en el rostro.
-Estoy... seguro de que Su Majestad hizo eso con algún propósito. -Masculló Askol sin demasiada convicción mientras, acuclillado junto a Nady, intentaba ayudarla a levantarse- ...¿Verdad? -Dag sencillamente se encogió de hombros como toda respuesta.
-Está loco y lo sabes. Nunca debimos confiar en él.
-¡Derlis tenía razón sobre este idiota! ¡Jamás tuvo su lealtad con nosotros!
-Mi lealtad también flaquearía teniendo semejante mujerona enfrente... maldito suertudo. -Masculló uno de los vampiros de Vladimir.
-Tsk... ¿¡Acaso no va a decir nada!? -Bálder dio un paso al frente, clavando la mirada en el antiguo líder con los puños apretados. ¡Habría dado la vida por él y así le pagaba!- ¿Cómo pudo perder así? ¿¡Por qué demonios se dejó besar!?
-...Es bastante irresistible. -Confesó en voz baja con la mirada perdida en la ventana, melancólico por la ausencia de la mujer.
Ante semejante respuesta, el salón se sumió en un extraño caos. En vez de seguir haciendo frente a los enemigos, los pocos súbditos que le quedaban dejaron caer sus espadas y, entre maldiciones y gruñidos, cada uno se tomó el tiempo de pasar frente al ex-monarca y escupir el suelo a sus pies antes de retirarse hacia el fondo de la sala en gesto de rendición. Sólo sus dos más fieles lacayos se abstuvieron, prefiriendo quedarse a un costado, cabizbajos y sombríos, junto a la malherida Nady.
Pero ni la humillación, la vergüenza, la tristeza o el miedo por el cataclismo que sucedía fuera eran suficientes para liberarlo de su creciente obsesión. No sentía pena por el reinado perdido, pese a la convicción con que lo había estado defendiendo momentos atrás. “Géminis, Géminis, Géminis”, era lo único en que podía pensar.
Haciendo caso omiso del vampiro y el cibernético que custodiaban la salida, intentó simplemente ir hacia el patio, como si aquel enorme castillo que transitaba aún fuese su casa. Sin embargo, como era de esperar, un macizo brazo se interpuso en su camino.
-¿Adónde crees que vas?
-Con Géminis.
-No lo creo.
-Pues yo sí.
Inmediatamente tras sus palabras, tomó el brazo del cibernético y le hincó los colmillos con el empeño de un animal rabioso. Mala idea, pues fue metal con lo que se topó. Tras soltar un aullido de dolor, se agachó para evadir el agarre del vampiro quien terminó, por error, echando mano a su compañero, justo cuando Dag lo embestía para quitárselo de encima. Ante la mirada estupefacta de los presentes, otros tres secuaces de Vladimir se sumaron a la trifulca y cayeron todos al suelo en un trajín de espadas, armaduras y demás metales, en una confusión de forcejeos que duró hasta que el ojiazul vio la oportunidad de escabullirse. Pasaron valiosos segundos hasta que alguien se dio cuenta de que no estaban haciendo más que tironearse entre todos los del mismo bando.
-¿¡Dónde se fue!?
-...Ojalá hubiese luchado así hace un rato. -Susurró Askol con creciente amargura.
El ojiazul no perdió el tiempo; corrió hacia el patio tan rápido como sus piernas se lo permitieron, sin detenerse ante la intimidante visión del vórtice que parecía estar a punto de abrir el cielo de par en par.
-¡¡GÉMINIS!! ¡¡VOY POR TI, AMOR!!
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Off: Lamento mucho la tardanza. No suelo deber por tanto tiempo, pero he tenido días difíciles. ¡Mis disculpas!
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Con cautela, los hombres de Gabrielle comenzaron a remar más despacio conforme se acercaban al muelle, intentando hacer el menor ruido posible y no agitar las aguas, de modo que los guardias de la zona no se percatasen de su llegada. La reciente llegada del imponente barco de la logia les brindaba una distracción perfecta para amarrar sin ser vistos, siempre y cuando lo hiciesen en la parte más apartada del puerto y no llamasen la atención. Tal como esperaban, la mayoría de los guardias se habían congregado alrededor del navío de la logia por lo inesperado de su llegada, y porque a pesar de no haberse atrevido a detener a la gran encantadora debían vigilar al resto de pasajeros que aguardaban en la embarcación, al menos hasta que el Jarl se pronunciase al respecto.
Aprovechando la situación, la rubia consiguió que sus dos barcas amarrasen en una zona tranquila y de inmediato comenzó a dar órdenes a sus tripulantes. - Vosotros tres os quedáis a proteger las barcas, no deberíais tener problemas con Jace aquí. - dijo, clavando la vista en el joven hechicero que viajaba con ellos, un tensai de agua de gran talento para su corta edad. El muchacho, de apenas diecisiete años, controlaba perfectamente su elemento y también la forma avanzada del mismo, el hielo, con lo que no solo era útil para calmar las aguas cuando el Aguamarina navegaba sino también para conservar los productos que traían consigo de sus viajes. - Si algún guardia entrometido pasa por aquí a daros problemas ya sabes qué hacer Jace… - indicó Gabrielle. - Por supuesto. - respondió él, consciente de que estando junto al agua sería muy difícil que alguien pudiese hacerle nada.
El brujo, ataviado con una túnica con capucha que cubría sus negros y desordenados cabellos, se situó entre sus compañeros, de cara al muelle, y clavó la vista en las oscuras aguas, su elemento, aquello le resultaba tan natural manipular y crear de la nada. Teniendo una masa considerable a su disposición podía hacer casi cualquier cosa, hundir el imponente barco de la logia habría sido un juego de niños para él, pero no estaban allí para ganar enemigos sino para recoger a la hechicera de ojos verdes, con la que había hablado alguna que otra vez. - Tú te vienes conmigo Miles, en marcha. - fue lo último que dijo la rubia antes de abandonar el muelle junto con uno de sus hombres.
Gabrielle estaba segura de que Elen ya debía haber llegado a Alvheim y por tanto, que se habría enterado de la prohibición impuesta a los barcos, el problema sería adivinar dónde podría estar metida la tensai.
Aprovechando la situación, la rubia consiguió que sus dos barcas amarrasen en una zona tranquila y de inmediato comenzó a dar órdenes a sus tripulantes. - Vosotros tres os quedáis a proteger las barcas, no deberíais tener problemas con Jace aquí. - dijo, clavando la vista en el joven hechicero que viajaba con ellos, un tensai de agua de gran talento para su corta edad. El muchacho, de apenas diecisiete años, controlaba perfectamente su elemento y también la forma avanzada del mismo, el hielo, con lo que no solo era útil para calmar las aguas cuando el Aguamarina navegaba sino también para conservar los productos que traían consigo de sus viajes. - Si algún guardia entrometido pasa por aquí a daros problemas ya sabes qué hacer Jace… - indicó Gabrielle. - Por supuesto. - respondió él, consciente de que estando junto al agua sería muy difícil que alguien pudiese hacerle nada.
El brujo, ataviado con una túnica con capucha que cubría sus negros y desordenados cabellos, se situó entre sus compañeros, de cara al muelle, y clavó la vista en las oscuras aguas, su elemento, aquello le resultaba tan natural manipular y crear de la nada. Teniendo una masa considerable a su disposición podía hacer casi cualquier cosa, hundir el imponente barco de la logia habría sido un juego de niños para él, pero no estaban allí para ganar enemigos sino para recoger a la hechicera de ojos verdes, con la que había hablado alguna que otra vez. - Tú te vienes conmigo Miles, en marcha. - fue lo último que dijo la rubia antes de abandonar el muelle junto con uno de sus hombres.
Gabrielle estaba segura de que Elen ya debía haber llegado a Alvheim y por tanto, que se habría enterado de la prohibición impuesta a los barcos, el problema sería adivinar dónde podría estar metida la tensai.
- Jace:
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***
La benjamina de los Calhoun comprendía que su compañero no se sintiese cómodo con la presencia de otros magos, combatir la magia con un arma podía resultar bastante complicado y a veces inútil, pero el leónico no tenía de qué preocuparse, tanto ella como Alister podían hacer frente a Frost en el peor de los casos, aunque esperaba no tener que llegar a ello. - La diplomacia por delante. - se decía interiormente la joven. Iban al castillo de un Jarl y necesitaban ganarse su favor costase lo que costase, así que iniciar una pelea dentro de su casa quedaba fuera de las opciones. La gran encantadora no les caía bien ni a ella ni a Melena Blanca pero no serían ellos los que empezasen el conflicto, aunque por supuesto se defenderían llegado el caso.
Tras dar instrucciones a la pequeña Nim, el grupo no tardó en llegar a las puertas del castillo del Jarl Fuldrug, donde uno de los guardias les dio el alto para que se identificasen. Melena Blanca tomó de inmediato la palabra para responder y solicitar una audiencia, a lo que el individuo respondió con un comentario que les reveló las intenciones de la logia. - Frost quiere viajar a isla volcánica… no es difícil adivinar cuál es su objetivo. - masculló la de cabellos cenicientos en cuanto les permitieron cruzar la puerta. Alister, que aún se mantenía en forma humana, pasó detrás del par de centinelas y mantuvo a Nimthîriel a su lado para que no se quedase fuera a la intemperie. - Estoy segura de que esa mujer pretende arrebatarle la corona astada a Amaterasu, ¿no ha tenido bastante ya? - preguntó en un susurro al leónico, antes de que llegasen al edecán que los esperaba al final del pasillo. Melena Blanca se limitó a contestar con un gruñido de molestia, puede que él se hubiese librado de la encantadora pero parecía que ésta no iba a dejar de darles problemas.
Después de intentarlo con ellos sin éxito ahora parecía interesada en la reliquia de la nigromante, una estupidez sin duda, ya que se trataba de la más poderosa de los cuatro. Enfrentarse a Amaterasu era casi un suicidio, pero quizá fuese mejor para ellos dejar que lo intentase, así podrían librarse de ella sin mancharse las manos. Esa idea cruzó la mente de la joven, pero pronto se la quitó de la cabeza, no tenían tiempo para perderlo con la gran encantadora, no cuando los Tarmúnil podían estarse volviendo más fuertes.
El edecán los recibió y les avisó de que tendrían que esperar a que acabase la audiencia de la logia para poder pasar, tiempo que Elen aprovechó para preparar mentalmente lo que diría al Jarl. Al otro lado de la puerta parecía estar teniendo lugar una acalorada discusión entre la encantadora y Fuldrug, discusión de la cual pudieron escuchar una parte cuando el edecán abrió la puerta para entrar en la sala. Frost no venía sola claro que no, traía consigo a un equipo de antimagos para combatir a la nigromante y hacerla pagar por sus crímenes, pero el Jarl no estaba dispuesto a arriesgar a sus hombres ni su pueblo, el cual se mantenía salvo gracias al mutuo acuerdo de no agresión entre Alvheim y el aquelarre de isla volcánica.
Elen pudo ver durante un breve instante la figura de Abbey y supo que la diplomacia no podría evitar una pelea entre ambas, la encantadora pretendía atacar a Amaterasu y eso era algo que no podía permitir, necesitaba la ayuda de la centinela y si para conseguirla tenía que echarse a la logia en contra lo haría.
Cuando finalmente la audiencia de la bruja tocó a su fin el edecán anunció la llegada de los nuevos visitantes, provocando que Frost se detuviese en seco y no abandonase la estancia, le interesaba oír lo que el par de centinelas tenían que decir. Elen encabezaba al grupo, entró con paso decidido y lanzó una fría mirada a la encantadora, que no les quitaba ojo de encima. - Buenas noches Jarl, disculpad que nos presentemos a estas horas pero os aseguro que es necesario. - saludó la tensai, ignorando a la rubia y mostrándose lo más amable y cordial posible con Fuldrug. - Venimos a solicitar permiso para navegar a isla volcánica, hogar como bien sabréis de nuestra hermana centinela, Amaterasu. - prosiguió, aunque hubiese preferido que aquella audiencia hubiese sido privada.
El dragón, que se mantenía ligeramente por detrás de sus compañeros, vigilaba por el rabillo del ojo en todo momento a Frost y a sus acompañantes, listo para actuar en cuanto viese el más mínimo indicio de que planeaban algo en contra de Elen o del leónico. Su forma bestial lo habría hecho sentirse mucho más cómodo dada la situación, pero a diferencia del hombre bestia, que no podía hacer nada para cambiar su enorme y amenazador aspecto, a los de su raza se les solía obligar a permanecer humanos cuando estaban en presencia de gente importante, más que nada por cuestiones de seguridad.
Nimthîriel por su parte parecía algo preocupada, no estaba acostumbrada a aquel tipo de lugares y no le gustaba la forma en que aquella mujer miraba a sus compañeros, así que hizo lo único que se le ocurrió, sujetar la mano del dragón para sentirse algo mejor. Alister reaccionó a su gesto y la miró durante unos instantes, susurrándole que todo saldría bien antes de volver a su postura anterior, controlando los movimientos de la logia.
- Soy consciente de que nuestra hermana no ha protegido como debería estas tierras y en nombre de los centinelas os pido disculpas, pero es urgente que nos reunamos con ella para combatir un mal mayor que cualquiera que hayáis podido imaginar. - continuó Elen, con tono serio. - Sin duda un hombre de vuestra posición habrá escuchado hablar de los jinetes oscuros y las aldeas que han arrasado en el norte, pues ahora pretenden abrir un portal que les permita regresar a este mundo para sumirlo en la oscuridad, algo que no podemos permitir de ningún modo. - reveló, con la esperanza de que el Jarl supiese de lo que le estaba hablando y quizá la logia también.
- Corrompieron un antiguo templo en Sandorai y estuvieron a punto de conseguir su objetivo pero los detuvimos a tiempo, no podemos dejar que vuelvan a intentarlo, mis hermanos y yo debemos cruzar al otro lado y enfrentarnos a ellos en su terreno para erradicarlos. - dijo, sin saber si Frost conocería toda aquella información o si le importaría lo más mínimo. La encantadora quería sus reliquias porque aseguraba que debían estar en manos de la logia pero quizá entrase en razón si sabía el terrible mal que se estaba cerniendo sobre Aerandir. - Por ello os solicitamos permiso para reunirnos con Amaterasu en isla volcánica, el tiempo corre Jarl, debemos partir de inmediato o las consecuencias podrían ser nefastas no solo para el norte sino para todo el continente. - apremió, antes de dar por finalizado su alegato y quedar en silencio, a la espera de respuesta.
¿Tendría Frost algo que decir al respecto? Probablemente.
Tras dar instrucciones a la pequeña Nim, el grupo no tardó en llegar a las puertas del castillo del Jarl Fuldrug, donde uno de los guardias les dio el alto para que se identificasen. Melena Blanca tomó de inmediato la palabra para responder y solicitar una audiencia, a lo que el individuo respondió con un comentario que les reveló las intenciones de la logia. - Frost quiere viajar a isla volcánica… no es difícil adivinar cuál es su objetivo. - masculló la de cabellos cenicientos en cuanto les permitieron cruzar la puerta. Alister, que aún se mantenía en forma humana, pasó detrás del par de centinelas y mantuvo a Nimthîriel a su lado para que no se quedase fuera a la intemperie. - Estoy segura de que esa mujer pretende arrebatarle la corona astada a Amaterasu, ¿no ha tenido bastante ya? - preguntó en un susurro al leónico, antes de que llegasen al edecán que los esperaba al final del pasillo. Melena Blanca se limitó a contestar con un gruñido de molestia, puede que él se hubiese librado de la encantadora pero parecía que ésta no iba a dejar de darles problemas.
Después de intentarlo con ellos sin éxito ahora parecía interesada en la reliquia de la nigromante, una estupidez sin duda, ya que se trataba de la más poderosa de los cuatro. Enfrentarse a Amaterasu era casi un suicidio, pero quizá fuese mejor para ellos dejar que lo intentase, así podrían librarse de ella sin mancharse las manos. Esa idea cruzó la mente de la joven, pero pronto se la quitó de la cabeza, no tenían tiempo para perderlo con la gran encantadora, no cuando los Tarmúnil podían estarse volviendo más fuertes.
El edecán los recibió y les avisó de que tendrían que esperar a que acabase la audiencia de la logia para poder pasar, tiempo que Elen aprovechó para preparar mentalmente lo que diría al Jarl. Al otro lado de la puerta parecía estar teniendo lugar una acalorada discusión entre la encantadora y Fuldrug, discusión de la cual pudieron escuchar una parte cuando el edecán abrió la puerta para entrar en la sala. Frost no venía sola claro que no, traía consigo a un equipo de antimagos para combatir a la nigromante y hacerla pagar por sus crímenes, pero el Jarl no estaba dispuesto a arriesgar a sus hombres ni su pueblo, el cual se mantenía salvo gracias al mutuo acuerdo de no agresión entre Alvheim y el aquelarre de isla volcánica.
Elen pudo ver durante un breve instante la figura de Abbey y supo que la diplomacia no podría evitar una pelea entre ambas, la encantadora pretendía atacar a Amaterasu y eso era algo que no podía permitir, necesitaba la ayuda de la centinela y si para conseguirla tenía que echarse a la logia en contra lo haría.
Cuando finalmente la audiencia de la bruja tocó a su fin el edecán anunció la llegada de los nuevos visitantes, provocando que Frost se detuviese en seco y no abandonase la estancia, le interesaba oír lo que el par de centinelas tenían que decir. Elen encabezaba al grupo, entró con paso decidido y lanzó una fría mirada a la encantadora, que no les quitaba ojo de encima. - Buenas noches Jarl, disculpad que nos presentemos a estas horas pero os aseguro que es necesario. - saludó la tensai, ignorando a la rubia y mostrándose lo más amable y cordial posible con Fuldrug. - Venimos a solicitar permiso para navegar a isla volcánica, hogar como bien sabréis de nuestra hermana centinela, Amaterasu. - prosiguió, aunque hubiese preferido que aquella audiencia hubiese sido privada.
El dragón, que se mantenía ligeramente por detrás de sus compañeros, vigilaba por el rabillo del ojo en todo momento a Frost y a sus acompañantes, listo para actuar en cuanto viese el más mínimo indicio de que planeaban algo en contra de Elen o del leónico. Su forma bestial lo habría hecho sentirse mucho más cómodo dada la situación, pero a diferencia del hombre bestia, que no podía hacer nada para cambiar su enorme y amenazador aspecto, a los de su raza se les solía obligar a permanecer humanos cuando estaban en presencia de gente importante, más que nada por cuestiones de seguridad.
Nimthîriel por su parte parecía algo preocupada, no estaba acostumbrada a aquel tipo de lugares y no le gustaba la forma en que aquella mujer miraba a sus compañeros, así que hizo lo único que se le ocurrió, sujetar la mano del dragón para sentirse algo mejor. Alister reaccionó a su gesto y la miró durante unos instantes, susurrándole que todo saldría bien antes de volver a su postura anterior, controlando los movimientos de la logia.
- Soy consciente de que nuestra hermana no ha protegido como debería estas tierras y en nombre de los centinelas os pido disculpas, pero es urgente que nos reunamos con ella para combatir un mal mayor que cualquiera que hayáis podido imaginar. - continuó Elen, con tono serio. - Sin duda un hombre de vuestra posición habrá escuchado hablar de los jinetes oscuros y las aldeas que han arrasado en el norte, pues ahora pretenden abrir un portal que les permita regresar a este mundo para sumirlo en la oscuridad, algo que no podemos permitir de ningún modo. - reveló, con la esperanza de que el Jarl supiese de lo que le estaba hablando y quizá la logia también.
- Corrompieron un antiguo templo en Sandorai y estuvieron a punto de conseguir su objetivo pero los detuvimos a tiempo, no podemos dejar que vuelvan a intentarlo, mis hermanos y yo debemos cruzar al otro lado y enfrentarnos a ellos en su terreno para erradicarlos. - dijo, sin saber si Frost conocería toda aquella información o si le importaría lo más mínimo. La encantadora quería sus reliquias porque aseguraba que debían estar en manos de la logia pero quizá entrase en razón si sabía el terrible mal que se estaba cerniendo sobre Aerandir. - Por ello os solicitamos permiso para reunirnos con Amaterasu en isla volcánica, el tiempo corre Jarl, debemos partir de inmediato o las consecuencias podrían ser nefastas no solo para el norte sino para todo el continente. - apremió, antes de dar por finalizado su alegato y quedar en silencio, a la espera de respuesta.
¿Tendría Frost algo que decir al respecto? Probablemente.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Nada más poner un pie en el patio, Vladimir y Géminis pudieron observar como el cielo cada vez se teñía más de negro. No era la primera vez que el centinela veía algo similar, pero no por ello la situación dejaba de ser grave.
-Las nubes aún no están prietas. El remolino es pequeño. – evaluó sin dejar de mirar al cielo. - No están listos. No aún. Quizás tengamos un par de días. Tres, a lo sumo. – diagnosticó sin dejar de mirar al cielo. Géminis, tapándose como podía con el chal que le cubría los hombros por los fuertes vientos, seguía sin entender nada.
-¿Quién? – preguntó la vampiresa. - ¿Me puedes explicar qué demonios está pasando?
Vladimir no respondió. Simplemente enrolló su mano en un vendaje, y tocó su rubí, que brillaba intensamente en el centro del pecho. Cerró los ojos y respiró con tranquilidad. Las cosas en la ciudad no tardarían en ponerse feas. Y Vladimir tenía que actuar. Nadie iba a quitarle la corona que acababa de conseguir. Ni siquiera ellos. Una especie de portal comenzó a abrirse justo delante de los dos vampiros. El Inmortal tenía un fuerte control de la reliquia y él, junto a la Revividora, eran los únicos que podían teletransportarse por medio de este ancestral mecanismo.
-Es un portal. Nos llevará a la mayor acumulación de energía por parte de centinelas. – explicó a la vampiresa, que seguía con cara sorprendida. – Es decir, nos llevará con mi amiga, Amaterasu. – simplificó.
Pero un grito que podía escucharse detrás de ellos les hizo mirar atrás. ¡Dag Thorlák! Se resistía a… ¿perder el trono? No. Se resistía a perder a Géminis. Había llegado hasta el patio y corría como alma que llevaba el diablo.
-¡Ogh! Me olvidé de quitarle el encantamiento a ese bomboncito. – lamentó la vampiresa.
-No importa. Pasemos al otro lado, no tenemos tiempo para tonterías. – ordenó el Inmortal. Tomándola del brazo y atravesando el portal que acababa de abrir. Dag, el rey de Lunargenta, no tardaría en secundar a ambos y perseguir a “su amor”. Llegando justo al límite para que éste se cerrase.
Lo que vino después fue un paso por un túnel, que transcurría a lo largo de un pasillo aparentemente infinito, de estrellas que pasaban a una velocidad endiablada. Como las que poblaban el cielo. Elen ya había viajado por aquellos pasajes celestiales, pero Géminis y Dag era la primera vez que experimentaban aquella sensación. La vampiresa chillaba por la sensación de estar cayendo al vacío.
Abbey Frost escuchó detenidamente cada palabra que Elen usó para exponer al Jarl Fuldrug sus motivaciones para ir a la isla. Sin embargo, este no hacía más que mirar nervioso a la alta encantadora. Ya le había denegado una petición y no quería volver a “decepcionar” a alguien tan poderoso como era la encantadora. Todas las miradas se volcaron en Frost, quien no tardó en asumir la palabra.
-Sabemos perfectamente quienes son los jinetes oscuros y la amenaza que representan. Estamos al tanto de los acontecimientos de Sandorái de hace unos meses. – clamó relajada la jovencísima Frost, lejos de su actitud habitualmente infantil. – Pero entended que siempre ha sido la Logia quien protegió Aerandir de los males relativos a la magia, desde mucho antes de que vosotros y yo misma naciéramos. – hizo una breve pausa. – Entiendo que, ante una empresa tan grande, Logia y centinelas deberíamos aunar fuerzas para combatir un mal mayor. – comenzó relatando con tranquilidad. – Os propongo un trato, la Logia financiará y apoyará vuestra campaña contra los jinetes. Pero me entregaréis la cabeza de Amaterasu cuando todo acabe. Os cubriré de oro. Y en tu caso, Elen, te eximiré de todas tus causas pendientes con la justicia. – propuso tendiendo la mano a los centinelas.
-Guárdate tu oro, pequeña. El dinero no mueve mis motivaciones. Si lo hiciera, lo haría porque lo considero lo mejor para la humanidad. Jamás por tu dinero robado al pueblo de Dundarak. - Si quería sobornar a Melena Blanca, lo llevaba claro. Aún así, el león buscó la mirada de Elen, sorprendido por la cordialidad mostrada por la mujer. Demasiado pacífica como para ser tomada en serio. El leónico, aunque no iba a pronunciarse, creía que escondía algo, que Frost no iba a revelar todas sus cartas en este momento.
-Y como supongo que no tendréis en qué ir. Yo, elegante dama, os ofrezco transporte en el barco del Inquisidor arribado en el puerto. Estoy segura de que al Inquisidor le encantaría conoceros. – se pronunció así.
Todo el mundo sabía que el Inquisidor era el líder de la Logia. Un dragón anciano antimago que durante más de un siglo se había dedicado a la caza de apóstatas: Seres duchos en la magia que, o bien nunca fueron censados como tal, o bien la utilizaban con fines malvados. Era evidente que Abbey no iba a ir a enfrentarse en soledad a Amaterasu. Hablar del Inquisidor y toda su tropa de antimagos preparados para combatir la magia, era otra historia bien diferente. Si finalmente la Logia no buscaba cordialidad, tendrían problemas.
* * * * * * * * * * * * *
No habría mucho tiempo para responder, pues durante el intercambio de miradas posterior a las palabras de Abbey, un portal se abrió tras el sillón del Jarl. Saliendo de allí tres hombres. Vladimir aterrizó de pie. Por su parte, Géminis acabó besando el suelo y Dag, el último, amortiguó el golpe al caer justo encima de la atractiva vampiresa. Habían aparecido justo en el salón del Jarl de Alvheim. - Esto no es Isla Volcánica. – inquirió el vampiro a ver lo repleta que estaba la sala. Incrédulo de por qué su portal había fallado. – Vaya. No entiendo qué pudo haber fallado. – comunicó resignado mirando al personal, y sorprendiéndose al encontrarse con Elen y Melena Blanca. Pronto tuvieron a la guardia del Jarl apuntándoles con lanzas y espadas.
-¡Oh! Creo que ya sé qué ha fallado. Siempre dicen que dos son más que uno. – rió ligeramente el vampiro dando una palmada. – Aunque seguro que algunos de ustedes, caballeros, ya me conocen, nunca está de más presentarse formalmente tras esta extraña aparición. – el vampiro hizo una cortés reverencia. – Mi nombre es Vladimir Kozlov. – comentó. – Y me acompañan la señorita Géminis -Tras recolocarse el ajustado vestido rojo, repitió la reverencia, inclinándose quizás más de lo necesario para llegar a mostrar parte de sus atributos. Siempre sin perder la sonrisa, sin pudor a mostrar sus colmillos. – Y Dag Thorlák. Rey de Lunargenta hasta hace diez minutos. Corona cedida a favor de nuestra querida Amaterasu, y de mí, por supuesto. ¿Verdad que sí, majestad? – preguntó el vampiro mirando a Dag cordialmente.
-¿Verdad que sí, guapetón? – ronroneó Géminis a la oreja del rey.
-Diría que me llamarais majestad, pero como sois mis amigos os permitiré obviar los formalismos. – volvió a decir el vampiro, cerrando los ojos, con los brazos en jarra.
Melena Blanca no tardó en adelantar su posición a la de Elen. – ¿Majestad? Más quisieras, vampiro. Jamás serví a ninguna corona, menos a la tuya robada al legítimo rey. – el grave y alto tono de voz del leónico, casi mezclado en un rugido, podía asustar a más. Miró a Elen hecho una furia. – Te dije que estos dos sólo utilizan el poder de las reliquias en su beneficio. ¡Y se lo consientes! – ahora cambió a Vladimir. Sin quererlo, estaba dando más motivos a Frost para ponerse en contra de la causa de los centinelas. Aunque ella seguía sin pronunciarse. – Escucha, sanguijuela. Se te otorgó un poder para combatir jinetes oscuros, no para hacer lo que te venga en gana. – le espetó el leónico.
Vladimir sonrió. -Precisamente, por eso he venido a buscaros, mi valiente león. – comentó el vampiro manteniendo la sonrisa. Antes de hacer una larga e interminable pausa y suspirar. – Los jinetes oscuros van a atacar Lunargenta en los próximos días. – explicó para sorpresa de todos y poner silencio en la sala. Silencio que rompería Abbey.
-Está claro que los centinelas hacéis lo que os place con vuestro poder. - dijo tras las declaraciones de Vladimir. - Vuestros actos no hacen sino darme la razón. Pero claramente no voy a hacer frente a tres. - explicó. Y miró al Jarl, que cada vez estaba más nervioso por como de repleto estaba el palacio. - No se preocupe, Jarl Fuldrug. Yo me encargo. Mi propuesta sigue en pie, Calhoun y Melena Blanca. Estoy segura de que vosotros dos no querréis posicionaros en contra de la justicia.- amenazó sutilmente. Melena Blanca, como ya había transmitido a Elen, iría con ella hasta el final.
* * * * * * * * * * * * *
Dag & Elen: ¡Por fin os encontráis! Y con esto ponemos fin al primer acto de la misión. La siguiente parte discurrirá en el mar. Principalmente Elen, tendrás que decidir con quién vais y aceptar o rechazar las propuestas de Abbey. Podéis subir al barco de la Logia o al de Gabrielle. Te adelanto que a Abbey, aunque no hará nada por ahora, no le gustará que rechaces sus propuestas. Aprovechad este turno para poneros al día con los personajes que queráis. En el siguiente, estaremos en el frío mar del Norte.
-Las nubes aún no están prietas. El remolino es pequeño. – evaluó sin dejar de mirar al cielo. - No están listos. No aún. Quizás tengamos un par de días. Tres, a lo sumo. – diagnosticó sin dejar de mirar al cielo. Géminis, tapándose como podía con el chal que le cubría los hombros por los fuertes vientos, seguía sin entender nada.
-¿Quién? – preguntó la vampiresa. - ¿Me puedes explicar qué demonios está pasando?
Vladimir no respondió. Simplemente enrolló su mano en un vendaje, y tocó su rubí, que brillaba intensamente en el centro del pecho. Cerró los ojos y respiró con tranquilidad. Las cosas en la ciudad no tardarían en ponerse feas. Y Vladimir tenía que actuar. Nadie iba a quitarle la corona que acababa de conseguir. Ni siquiera ellos. Una especie de portal comenzó a abrirse justo delante de los dos vampiros. El Inmortal tenía un fuerte control de la reliquia y él, junto a la Revividora, eran los únicos que podían teletransportarse por medio de este ancestral mecanismo.
-Es un portal. Nos llevará a la mayor acumulación de energía por parte de centinelas. – explicó a la vampiresa, que seguía con cara sorprendida. – Es decir, nos llevará con mi amiga, Amaterasu. – simplificó.
Pero un grito que podía escucharse detrás de ellos les hizo mirar atrás. ¡Dag Thorlák! Se resistía a… ¿perder el trono? No. Se resistía a perder a Géminis. Había llegado hasta el patio y corría como alma que llevaba el diablo.
-¡Ogh! Me olvidé de quitarle el encantamiento a ese bomboncito. – lamentó la vampiresa.
-No importa. Pasemos al otro lado, no tenemos tiempo para tonterías. – ordenó el Inmortal. Tomándola del brazo y atravesando el portal que acababa de abrir. Dag, el rey de Lunargenta, no tardaría en secundar a ambos y perseguir a “su amor”. Llegando justo al límite para que éste se cerrase.
Lo que vino después fue un paso por un túnel, que transcurría a lo largo de un pasillo aparentemente infinito, de estrellas que pasaban a una velocidad endiablada. Como las que poblaban el cielo. Elen ya había viajado por aquellos pasajes celestiales, pero Géminis y Dag era la primera vez que experimentaban aquella sensación. La vampiresa chillaba por la sensación de estar cayendo al vacío.
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Abbey Frost escuchó detenidamente cada palabra que Elen usó para exponer al Jarl Fuldrug sus motivaciones para ir a la isla. Sin embargo, este no hacía más que mirar nervioso a la alta encantadora. Ya le había denegado una petición y no quería volver a “decepcionar” a alguien tan poderoso como era la encantadora. Todas las miradas se volcaron en Frost, quien no tardó en asumir la palabra.
-Sabemos perfectamente quienes son los jinetes oscuros y la amenaza que representan. Estamos al tanto de los acontecimientos de Sandorái de hace unos meses. – clamó relajada la jovencísima Frost, lejos de su actitud habitualmente infantil. – Pero entended que siempre ha sido la Logia quien protegió Aerandir de los males relativos a la magia, desde mucho antes de que vosotros y yo misma naciéramos. – hizo una breve pausa. – Entiendo que, ante una empresa tan grande, Logia y centinelas deberíamos aunar fuerzas para combatir un mal mayor. – comenzó relatando con tranquilidad. – Os propongo un trato, la Logia financiará y apoyará vuestra campaña contra los jinetes. Pero me entregaréis la cabeza de Amaterasu cuando todo acabe. Os cubriré de oro. Y en tu caso, Elen, te eximiré de todas tus causas pendientes con la justicia. – propuso tendiendo la mano a los centinelas.
-Guárdate tu oro, pequeña. El dinero no mueve mis motivaciones. Si lo hiciera, lo haría porque lo considero lo mejor para la humanidad. Jamás por tu dinero robado al pueblo de Dundarak. - Si quería sobornar a Melena Blanca, lo llevaba claro. Aún así, el león buscó la mirada de Elen, sorprendido por la cordialidad mostrada por la mujer. Demasiado pacífica como para ser tomada en serio. El leónico, aunque no iba a pronunciarse, creía que escondía algo, que Frost no iba a revelar todas sus cartas en este momento.
-Y como supongo que no tendréis en qué ir. Yo, elegante dama, os ofrezco transporte en el barco del Inquisidor arribado en el puerto. Estoy segura de que al Inquisidor le encantaría conoceros. – se pronunció así.
Todo el mundo sabía que el Inquisidor era el líder de la Logia. Un dragón anciano antimago que durante más de un siglo se había dedicado a la caza de apóstatas: Seres duchos en la magia que, o bien nunca fueron censados como tal, o bien la utilizaban con fines malvados. Era evidente que Abbey no iba a ir a enfrentarse en soledad a Amaterasu. Hablar del Inquisidor y toda su tropa de antimagos preparados para combatir la magia, era otra historia bien diferente. Si finalmente la Logia no buscaba cordialidad, tendrían problemas.
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-¡Oh! Creo que ya sé qué ha fallado. Siempre dicen que dos son más que uno. – rió ligeramente el vampiro dando una palmada. – Aunque seguro que algunos de ustedes, caballeros, ya me conocen, nunca está de más presentarse formalmente tras esta extraña aparición. – el vampiro hizo una cortés reverencia. – Mi nombre es Vladimir Kozlov. – comentó. – Y me acompañan la señorita Géminis -Tras recolocarse el ajustado vestido rojo, repitió la reverencia, inclinándose quizás más de lo necesario para llegar a mostrar parte de sus atributos. Siempre sin perder la sonrisa, sin pudor a mostrar sus colmillos. – Y Dag Thorlák. Rey de Lunargenta hasta hace diez minutos. Corona cedida a favor de nuestra querida Amaterasu, y de mí, por supuesto. ¿Verdad que sí, majestad? – preguntó el vampiro mirando a Dag cordialmente.
-¿Verdad que sí, guapetón? – ronroneó Géminis a la oreja del rey.
-Diría que me llamarais majestad, pero como sois mis amigos os permitiré obviar los formalismos. – volvió a decir el vampiro, cerrando los ojos, con los brazos en jarra.
Melena Blanca no tardó en adelantar su posición a la de Elen. – ¿Majestad? Más quisieras, vampiro. Jamás serví a ninguna corona, menos a la tuya robada al legítimo rey. – el grave y alto tono de voz del leónico, casi mezclado en un rugido, podía asustar a más. Miró a Elen hecho una furia. – Te dije que estos dos sólo utilizan el poder de las reliquias en su beneficio. ¡Y se lo consientes! – ahora cambió a Vladimir. Sin quererlo, estaba dando más motivos a Frost para ponerse en contra de la causa de los centinelas. Aunque ella seguía sin pronunciarse. – Escucha, sanguijuela. Se te otorgó un poder para combatir jinetes oscuros, no para hacer lo que te venga en gana. – le espetó el leónico.
Vladimir sonrió. -Precisamente, por eso he venido a buscaros, mi valiente león. – comentó el vampiro manteniendo la sonrisa. Antes de hacer una larga e interminable pausa y suspirar. – Los jinetes oscuros van a atacar Lunargenta en los próximos días. – explicó para sorpresa de todos y poner silencio en la sala. Silencio que rompería Abbey.
-Está claro que los centinelas hacéis lo que os place con vuestro poder. - dijo tras las declaraciones de Vladimir. - Vuestros actos no hacen sino darme la razón. Pero claramente no voy a hacer frente a tres. - explicó. Y miró al Jarl, que cada vez estaba más nervioso por como de repleto estaba el palacio. - No se preocupe, Jarl Fuldrug. Yo me encargo. Mi propuesta sigue en pie, Calhoun y Melena Blanca. Estoy segura de que vosotros dos no querréis posicionaros en contra de la justicia.- amenazó sutilmente. Melena Blanca, como ya había transmitido a Elen, iría con ella hasta el final.
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Dag & Elen: ¡Por fin os encontráis! Y con esto ponemos fin al primer acto de la misión. La siguiente parte discurrirá en el mar. Principalmente Elen, tendrás que decidir con quién vais y aceptar o rechazar las propuestas de Abbey. Podéis subir al barco de la Logia o al de Gabrielle. Te adelanto que a Abbey, aunque no hará nada por ahora, no le gustará que rechaces sus propuestas. Aprovechad este turno para poneros al día con los personajes que queráis. En el siguiente, estaremos en el frío mar del Norte.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Tan estúpidamente perseguía Dag a su nuevo blanco amoroso, que le importó un rábano terminar zambulléndose en lo que, de haber estado al tanto del término, hubiese reconocido como un portal. El viaje fue duro y los gritos más agudos, probablemente, pertenecieron a su propia garganta. Pese al temor que le producía la vertiginosa caída, no pudo evitar reparar en cuán bonito era el espectáculo de luces que pasaban a su lado como miles de luciérnagas volando a toda velocidad. Nunca había sentido tanta admiración mezclada con ganas de vomitar al mismo tiempo.
Todo se detuvo abruptamente cuando las estrellas desaparecieron y un golpazo anunció el final del viaje. Lo próximo que supo fue que estaba desparramado sobre Géminis, quien se levantó sin darle tiempo a aferrarse a sus posaderas. -¡Ágil, como a mí me gusta! -Pensó, sonriendo socarrón mientras se levantaba y se sacudía los pantalones para ir tras ella cuanto antes.
Su mirada, no obstante, no pudo reposar alegremente sobre su obsesión femenina por mucho tiempo. Hasta él, en el más atolondrado de los estados, se dio cuenta de que se encontraba en un sitio que no era el patio del castillo y frente a un montón de personas a quienes desconocía, pero que le devolvían la mirada con gesto desencajado.
-¿Por qué me miran así? ¿Acaso tengo algo en la cara?
Oh, quizás tenía algo que ver el hecho de que estaba parado junto a Vladimir el Inmortal. Sí, efectivamente, era él a quien estaban mirando.
Llegaron entonces las presentaciones y él se abstuvo de hablar hasta que el imponente vampiro mencionó jocosamente su identidad. La primera reacción del exguardia fue apretar los puños y fruncir el ceño, irritado ante la burla que se ocultaba bajo semejante cordialidad. No obstante, cuando la dulce voz de Géminis le acarició el oído, su gesto mutó rápidamente a una sonrisa despreocupada.
-Nnngh... Sí, claro que sí, así es. -Afirmó, olvidando su previo enojo y buscando ansiosamente los ojos de la vampiresa, a quien habría intentado robar un beso de no ser porque la voz -o, más bien, los rugidos- del leónico hicieron que se voltease. ¿Centinelas? ¿Jinetes oscuros? ¿Reliquias? No, nada de eso era lo robaría su interés. La verdadera razón del gesto de asombro que empalideció aún más el rostro del vampiro, fue que tenía a un enorme animal bípedo y parlante frente a sus ojos. Dag nunca en su vida había visto a un hombre-bestia y, dado que había permanecido los últimos cien años encerrado en una cueva, no sabía de la existencia de tal raza... hasta aquel momento.
-Es un león. ¡Un león que habla! -Susurró al oído de Géminis con evidente estupefacción. Sin embargo, nadie parecía estar tan sorprendido como él- ¿No lo ves, querida? ¿Nadie...?
-¡Cállate! ¡Creerán que estás loco! -Le increpó, irónicamente, una de las voces que de vez en cuando resonaban en su cabeza.
Cerró la boca, respiró profundo e intentó mantener la compostura, procediendo a desviar la mirada hacia la muchacha de cabello ceniciento. Ella, aunque el ojiazul no entendía por qué, era quien parecía tener la última palabra en esa discusión cuyo motivo estaba muy lejos de su comprensión.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Antes de que el Jarl pudiese responder a la hechicera, Abbey Frost tomó la palabra para confirmar a la de ojos verdes lo que pensaba, que la logia conocía la existencia de los Tarmúnil y no solo eso, estaban al tanto de lo sucedido en el templo de Sandorai. Aquello parecía bueno, pensó Elen, hasta que la encantadora continuó hablando y aseguró que eran ellos los encargados de proteger Aerandir de aquel tipo de males relacionados con la magia desde tiempos inmemoriales. Aun así, Frost demostró estar mucho más tranquila que de costumbre e incluso colaborativa, pero la ayuda de la logia tendría un precio, y no era otro que la cabeza de Amaterasu.
La bruja les ofrecía oro y dejar en el olvido los problemas con la justicia del pasado a cambio de que entregasen a la nigromante cuando todo aquello acabara, pero ¿sabía lo que estaba pidiéndoles? La misión de Elen era reunir a sus hermanos centinelas y conseguir que todos trabajasen en equipo para detener a los jinetes, eso era lo que Tarivius le había encomendado antes de morir, y traicionar a la revividora solo conseguiría crear una brecha insalvable entre los cuatro. Vladimir sin duda se pondría de lado de Amaterasu y todo desembocaría en una lucha interna entre ellos, cosa que los debilitaría y podría dejar vulnerables ante las fuerzas de la logia.
¿Sería ese el objetivo de la encantadora? ¿Hacerse con la corona astada y el rubí para luego aprovechar la situación y despojar a los otros dos centinelas de sus reliquias? Sí, parecía el tipo de idea que podría pasar por su cabeza, y por mucho que la de cabellos cenicientos reprobase el comportamiento de la nigromante y el uso que ésta hacía de sus poderes, se dijo que más valía malo conocido que bueno por conocer. ¿Quién portaría la corona si finalmente se hacían con ella? ¿Frost? ¿algún antimago? No, no necesitaban eso, menos aun cuando se verían obligados a negociar con la logia cada vez que necesitasen ayuda para hacer frente a un mal importante. Puede que Amaterasu dejase mucho que desear como centinela pero ahora que la tensai se había ganado la confianza del inmortal y estaban tan cerca de acabar con los Tarmúnil no podía pensar en traicionar a los suyos.
Melena Blanca respondió al momento, rechazando el oro que la encantadora les ofrecía y asegurando que si entregaba a Amaterasu lo haría por los crímenes que había cometido contra la humanidad, tras lo cual buscó la mirada de Elen, como si ella tuviese la última palabra. La de cabellos cenicientos sintió entonces la presión sobre su persona, ella había iniciado todo aquello al forjar su medallón e ir en busca de los demás centinelas pero seguía siendo la más reciente de los cuatro, y de pronto se veía con toda la responsabilidad cayendo sobre sus hombros. - Es una generosa oferta, encantadora, pero como mi buen amigo aquí presente dice, no nos mueve el dinero sino el bienestar de Aerandir y todos sus habitantes. - terminó diciendo, sin responder claramente si había trato o no, ya que estaba segura de la aparente amabilidad de Frost ocultaba algo más.
No estaba contando todos sus planes, por supuesto que no, solo buscaba un modo de allanarse el camino hacia su objetivo, que probablemente sería entregar a la logia las cuatro reliquias. La hechicera, intentando demostrar cortesía y en menor medida el poder de su organización, se ofreció a llevarlos a isla volcánica en su imponente barco, a bordo del cual se encontraba el inquisidor, el líder de la logia, un dragón anciano del que cualquiera que se precie había oído hablar al menos una vez. A eso debían sumar el equipo de antimagos que también iba a bordo, lo cual podía suponer una trampa para ellos si finalmente decidían embarcar.
- Os agradecemos el gesto, pero de hecho… - la benjamina de los Calhoun no pudo terminar su frase antes de que un portal se abriese en mitad de la sala y dejase caer a Vladimir, junto con un par de vampiros a los que la bruja no conocía. Los guardias reaccionaron de inmediato apuntando con sus lanzas a los recién llegados, que en vez de acabar en los dominios de la revividora habían aterrizado bruscamente en mitad del castillo del Jarl. La aparición del Inmortal no podría haber llegado en mejor momento, o al menos eso creyó Elen hasta que el peliblanco hizo las presentaciones pertinentes y se autoproclamó rey de Lunargenta junto con Amaterasu.
Fue entonces cuando la joven centró su mirada en el hombre que acompañaba a Vlad, aquel que seguramente había liderado a los vampiros cuando tomaron la ciudad, el mismo día que ella ayudó al rey Siegfried a embarcar hacia las islas. Por culpa de todo lo ocurrido aquel día la tensai no podía pisar Lunargenta, ya no era bienvenida y seguiría así hasta que el orden se restableciese y el legítimo rey regresase de Beltrexus, pero al parecer ahora ese cargo lo ostentaban los centinelas, algo que no gustaría nada a la logia. El leónico saltó antes incluso que Frost, visiblemente molesto ante las palabras del Inmortal, cosa que no tardó en exponer claramente y elevando la voz. Los reproches de Melena Blanca eran comprensibles pero una pelea entre ellos no les ayudaría de cara a su misión, Elen debía poner algo de orden en todo aquello.
Mientras Dag se mostraba impresionado por el hombre bestia, Vladimir reveló el motivo que lo había llevado a tomar el trono de Lunargenta, los Tarmúnil planeaban un nuevo ataque sobre la ciudad y el tiempo corría en contra. Eso cambiaba las cosas, necesitaban dejar a un lado las discusiones y ponerse en marcha de inmediato para cruzar al Oblivion antes de que los jinetes consiguiesen un nuevo portal por el que llegar al plano en que se encontraban. Frost dejó clara su postura y su rechazo a las acciones del par de centinelas, pero incapaz de enfrentarse a los tres a la vez decidió mantener la propuesta que les había hecho a Elen y Melena Blanca anteriormente, y con ello la invitación de que subiesen al barco de la logia.
Podía ser una trampa, ¿se meterían en la boca del lobo? Por mantener la cordialidad lo harían, pero bajo ciertas condiciones. - Basta de discusiones, esto tiene que acabar hoy. - sentenció la de ojos verdes, con firmeza y mirando de uno a otro a sus hermanos con seriedad. - Eliminaremos a los jinetes y el trono le será devuelto al rey Siegfried en cuanto todo haya acabado. - dijo, antes de girarse hacia Frost. - Tenemos un barco esperándonos pero no rechazaremos la invitación de la logia, iremos con vosotros siempre y cuando aceptéis ciertas condiciones, entenderéis que debemos velar por nuestra seguridad. - comentó, antes de despedirse con una reverencia del Jarl y encaminarse hacia el exterior.
- Tenemos que encontrar a Gabrielle, no quiero que Nim suba con nosotros a ese barco… no sé lo que podría pasar. - musitó Elen, que caminaba junto a Alister y seguida de cerca por Melena Blanca. A la bruja poco le importaba lo que Vlad o sus acompañantes tuviesen que decir al respecto, no tenían tiempo para juegos y mucho menos para seguir ganándose el odio de la logia.
Sin detenerse, el grupo abandonó los muros del castillo y se dirigió a la taberna en que habían estado antes, allí donde descansaba la montura de la hechicera y con ello todas sus pertenencias. No pensaban entrar en el local, solo acercarse al establo para que la benjamina de los Calhoun pudiese recoger algunos objetos que podrían serle de utilidad de cara a la batalla contra los jinetes… o contra la logia, lo que se diese primero. - ¡Elen! ¡Por fin te encuentro! - escuchó gritar la tensai, reconociendo la voz de inmediato, antes incluso de ver la rubia cabellera de Gabrielle. - Gracias a los dioses. - musitó la bruja, saludando con un abrazo a su amiga. - No hay tiempo Gabrielle, necesito que te lleves a alguien contigo y que tu barco nos siga hasta isla volcánica, sé que es mucho pedir pero las cosas podrían ponerse feas. - reveló, llevando de inmediato a la comerciante junto a Nim. - Esta es Nimthîriel, debo llevarla a Verisar pero si yo no pudiese…- continuó, aunque sin poder terminar la frase.
- No te preocupes, me haré cargo si te ocurre algo. - la cortó la rubia, comprendiendo al momento que la situación era seria, no tenía más que ver el rostro de la joven. Una vez dicho esto Elen terminó de recoger sus cosas y se dirigió junto al resto hacia el puerto a paso ligero, acompañando a la pequeña hasta las apartadas barcas en que Jace y los otros dos marineros aguardaban. - Bueno, llegó la hora, sé buena. - dijo a modo de despedida, dando un breve abrazo a la elfa, cuya expresión demostraba preocupación y algo de miedo. - ¿Volveréis? - preguntó en un susurro la niña, y a pesar de que no podía asegurarlo, la tensai le dijo que sí.
Nim se subió a la barca y Gabrielle se quedó durante unos instantes mirando a su mago, que parecía muy interesado en lo que estaba pasando. - Deberías llevarte a Jace por si surge algún problema, es muy bueno con el agua. - aconsejó la rubia, y el muchacho sonrió levemente. - Es peligroso. - respondió Elen, pero eso solo consiguió que el tensai tuviese aún más ganas de acompañarlos. - Entonces debo ir, no quiero perderme la acción. - soltó el muchacho, situándose junto a la centinela. Un cosquilleo recorrió el cuerpo del brujo, que a pesar de llevar una buena vida a bordo del Aguamarina siempre había querido vivir una aventura real, sentir el riesgo y alzarse victorioso, todo lo que un chico de su edad podía querer.
Las barcas abandonaron el muelle a toda prisa para llegar al navío y prepararlo para zarpar, ayudadas como no por una corriente de viento que la de ojos verdes envió para impulsarlas. Tras esto el grupo regresó a la parte alta del muelle y se acercó al barco de la logia, donde esperaban encontrarse con Abbey para comunicarle sus condiciones. - Bien, iremos con vosotros pero Alister embarcará en su forma bestial y nos acompañará otro mago, después de que intentases arrebatarnos las reliquias comprenderás que tome estas medidas de seguridad. Además nos seguirá nuestro barco. - informó la de cabellos cenicientos, en cuanto se encontró nuevamente con la gran encantadora.
Elen podía estar cometiendo el peor error de su vida al aceptar la ayuda de la logia, ¿y si solo estaban allí para aprovechar el momento en que los centinelas cruzasen al Oblivion y atacar al resto del aquelarre de Amaterasu? Una vez eliminados, si es que conseguían hacerlo, vencerlos a ellos cuatro podía ser mucho más sencillo, sobre todo tras la dura batalla que les quedaba por librar contra los jinetes. Todas las ideas que pasaban por su cabeza parecían malas, cada vez peores, pero ¿qué podía hacer? Una lucha con la logia solo conseguiría debilitarlos antes de que pudiesen hacer frente a su verdadero enemigo… estaba entre la espada y la pared. El tema de entregar a la nigromante era aún más espinoso y complicado… tanto que la tensai no sabía aún qué hacer al respecto.
Off: Perdón por la tardanza, han sido malas fechas para sacar tiempo libre. >.<
La bruja les ofrecía oro y dejar en el olvido los problemas con la justicia del pasado a cambio de que entregasen a la nigromante cuando todo aquello acabara, pero ¿sabía lo que estaba pidiéndoles? La misión de Elen era reunir a sus hermanos centinelas y conseguir que todos trabajasen en equipo para detener a los jinetes, eso era lo que Tarivius le había encomendado antes de morir, y traicionar a la revividora solo conseguiría crear una brecha insalvable entre los cuatro. Vladimir sin duda se pondría de lado de Amaterasu y todo desembocaría en una lucha interna entre ellos, cosa que los debilitaría y podría dejar vulnerables ante las fuerzas de la logia.
¿Sería ese el objetivo de la encantadora? ¿Hacerse con la corona astada y el rubí para luego aprovechar la situación y despojar a los otros dos centinelas de sus reliquias? Sí, parecía el tipo de idea que podría pasar por su cabeza, y por mucho que la de cabellos cenicientos reprobase el comportamiento de la nigromante y el uso que ésta hacía de sus poderes, se dijo que más valía malo conocido que bueno por conocer. ¿Quién portaría la corona si finalmente se hacían con ella? ¿Frost? ¿algún antimago? No, no necesitaban eso, menos aun cuando se verían obligados a negociar con la logia cada vez que necesitasen ayuda para hacer frente a un mal importante. Puede que Amaterasu dejase mucho que desear como centinela pero ahora que la tensai se había ganado la confianza del inmortal y estaban tan cerca de acabar con los Tarmúnil no podía pensar en traicionar a los suyos.
Melena Blanca respondió al momento, rechazando el oro que la encantadora les ofrecía y asegurando que si entregaba a Amaterasu lo haría por los crímenes que había cometido contra la humanidad, tras lo cual buscó la mirada de Elen, como si ella tuviese la última palabra. La de cabellos cenicientos sintió entonces la presión sobre su persona, ella había iniciado todo aquello al forjar su medallón e ir en busca de los demás centinelas pero seguía siendo la más reciente de los cuatro, y de pronto se veía con toda la responsabilidad cayendo sobre sus hombros. - Es una generosa oferta, encantadora, pero como mi buen amigo aquí presente dice, no nos mueve el dinero sino el bienestar de Aerandir y todos sus habitantes. - terminó diciendo, sin responder claramente si había trato o no, ya que estaba segura de la aparente amabilidad de Frost ocultaba algo más.
No estaba contando todos sus planes, por supuesto que no, solo buscaba un modo de allanarse el camino hacia su objetivo, que probablemente sería entregar a la logia las cuatro reliquias. La hechicera, intentando demostrar cortesía y en menor medida el poder de su organización, se ofreció a llevarlos a isla volcánica en su imponente barco, a bordo del cual se encontraba el inquisidor, el líder de la logia, un dragón anciano del que cualquiera que se precie había oído hablar al menos una vez. A eso debían sumar el equipo de antimagos que también iba a bordo, lo cual podía suponer una trampa para ellos si finalmente decidían embarcar.
- Os agradecemos el gesto, pero de hecho… - la benjamina de los Calhoun no pudo terminar su frase antes de que un portal se abriese en mitad de la sala y dejase caer a Vladimir, junto con un par de vampiros a los que la bruja no conocía. Los guardias reaccionaron de inmediato apuntando con sus lanzas a los recién llegados, que en vez de acabar en los dominios de la revividora habían aterrizado bruscamente en mitad del castillo del Jarl. La aparición del Inmortal no podría haber llegado en mejor momento, o al menos eso creyó Elen hasta que el peliblanco hizo las presentaciones pertinentes y se autoproclamó rey de Lunargenta junto con Amaterasu.
Fue entonces cuando la joven centró su mirada en el hombre que acompañaba a Vlad, aquel que seguramente había liderado a los vampiros cuando tomaron la ciudad, el mismo día que ella ayudó al rey Siegfried a embarcar hacia las islas. Por culpa de todo lo ocurrido aquel día la tensai no podía pisar Lunargenta, ya no era bienvenida y seguiría así hasta que el orden se restableciese y el legítimo rey regresase de Beltrexus, pero al parecer ahora ese cargo lo ostentaban los centinelas, algo que no gustaría nada a la logia. El leónico saltó antes incluso que Frost, visiblemente molesto ante las palabras del Inmortal, cosa que no tardó en exponer claramente y elevando la voz. Los reproches de Melena Blanca eran comprensibles pero una pelea entre ellos no les ayudaría de cara a su misión, Elen debía poner algo de orden en todo aquello.
Mientras Dag se mostraba impresionado por el hombre bestia, Vladimir reveló el motivo que lo había llevado a tomar el trono de Lunargenta, los Tarmúnil planeaban un nuevo ataque sobre la ciudad y el tiempo corría en contra. Eso cambiaba las cosas, necesitaban dejar a un lado las discusiones y ponerse en marcha de inmediato para cruzar al Oblivion antes de que los jinetes consiguiesen un nuevo portal por el que llegar al plano en que se encontraban. Frost dejó clara su postura y su rechazo a las acciones del par de centinelas, pero incapaz de enfrentarse a los tres a la vez decidió mantener la propuesta que les había hecho a Elen y Melena Blanca anteriormente, y con ello la invitación de que subiesen al barco de la logia.
Podía ser una trampa, ¿se meterían en la boca del lobo? Por mantener la cordialidad lo harían, pero bajo ciertas condiciones. - Basta de discusiones, esto tiene que acabar hoy. - sentenció la de ojos verdes, con firmeza y mirando de uno a otro a sus hermanos con seriedad. - Eliminaremos a los jinetes y el trono le será devuelto al rey Siegfried en cuanto todo haya acabado. - dijo, antes de girarse hacia Frost. - Tenemos un barco esperándonos pero no rechazaremos la invitación de la logia, iremos con vosotros siempre y cuando aceptéis ciertas condiciones, entenderéis que debemos velar por nuestra seguridad. - comentó, antes de despedirse con una reverencia del Jarl y encaminarse hacia el exterior.
- Tenemos que encontrar a Gabrielle, no quiero que Nim suba con nosotros a ese barco… no sé lo que podría pasar. - musitó Elen, que caminaba junto a Alister y seguida de cerca por Melena Blanca. A la bruja poco le importaba lo que Vlad o sus acompañantes tuviesen que decir al respecto, no tenían tiempo para juegos y mucho menos para seguir ganándose el odio de la logia.
Sin detenerse, el grupo abandonó los muros del castillo y se dirigió a la taberna en que habían estado antes, allí donde descansaba la montura de la hechicera y con ello todas sus pertenencias. No pensaban entrar en el local, solo acercarse al establo para que la benjamina de los Calhoun pudiese recoger algunos objetos que podrían serle de utilidad de cara a la batalla contra los jinetes… o contra la logia, lo que se diese primero. - ¡Elen! ¡Por fin te encuentro! - escuchó gritar la tensai, reconociendo la voz de inmediato, antes incluso de ver la rubia cabellera de Gabrielle. - Gracias a los dioses. - musitó la bruja, saludando con un abrazo a su amiga. - No hay tiempo Gabrielle, necesito que te lleves a alguien contigo y que tu barco nos siga hasta isla volcánica, sé que es mucho pedir pero las cosas podrían ponerse feas. - reveló, llevando de inmediato a la comerciante junto a Nim. - Esta es Nimthîriel, debo llevarla a Verisar pero si yo no pudiese…- continuó, aunque sin poder terminar la frase.
- No te preocupes, me haré cargo si te ocurre algo. - la cortó la rubia, comprendiendo al momento que la situación era seria, no tenía más que ver el rostro de la joven. Una vez dicho esto Elen terminó de recoger sus cosas y se dirigió junto al resto hacia el puerto a paso ligero, acompañando a la pequeña hasta las apartadas barcas en que Jace y los otros dos marineros aguardaban. - Bueno, llegó la hora, sé buena. - dijo a modo de despedida, dando un breve abrazo a la elfa, cuya expresión demostraba preocupación y algo de miedo. - ¿Volveréis? - preguntó en un susurro la niña, y a pesar de que no podía asegurarlo, la tensai le dijo que sí.
Nim se subió a la barca y Gabrielle se quedó durante unos instantes mirando a su mago, que parecía muy interesado en lo que estaba pasando. - Deberías llevarte a Jace por si surge algún problema, es muy bueno con el agua. - aconsejó la rubia, y el muchacho sonrió levemente. - Es peligroso. - respondió Elen, pero eso solo consiguió que el tensai tuviese aún más ganas de acompañarlos. - Entonces debo ir, no quiero perderme la acción. - soltó el muchacho, situándose junto a la centinela. Un cosquilleo recorrió el cuerpo del brujo, que a pesar de llevar una buena vida a bordo del Aguamarina siempre había querido vivir una aventura real, sentir el riesgo y alzarse victorioso, todo lo que un chico de su edad podía querer.
Las barcas abandonaron el muelle a toda prisa para llegar al navío y prepararlo para zarpar, ayudadas como no por una corriente de viento que la de ojos verdes envió para impulsarlas. Tras esto el grupo regresó a la parte alta del muelle y se acercó al barco de la logia, donde esperaban encontrarse con Abbey para comunicarle sus condiciones. - Bien, iremos con vosotros pero Alister embarcará en su forma bestial y nos acompañará otro mago, después de que intentases arrebatarnos las reliquias comprenderás que tome estas medidas de seguridad. Además nos seguirá nuestro barco. - informó la de cabellos cenicientos, en cuanto se encontró nuevamente con la gran encantadora.
Elen podía estar cometiendo el peor error de su vida al aceptar la ayuda de la logia, ¿y si solo estaban allí para aprovechar el momento en que los centinelas cruzasen al Oblivion y atacar al resto del aquelarre de Amaterasu? Una vez eliminados, si es que conseguían hacerlo, vencerlos a ellos cuatro podía ser mucho más sencillo, sobre todo tras la dura batalla que les quedaba por librar contra los jinetes. Todas las ideas que pasaban por su cabeza parecían malas, cada vez peores, pero ¿qué podía hacer? Una lucha con la logia solo conseguiría debilitarlos antes de que pudiesen hacer frente a su verdadero enemigo… estaba entre la espada y la pared. El tema de entregar a la nigromante era aún más espinoso y complicado… tanto que la tensai no sabía aún qué hacer al respecto.
Off: Perdón por la tardanza, han sido malas fechas para sacar tiempo libre. >.<
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Con las presentaciones pertinentes. El Jarl no pudo sino permitir el viaje de Logia, centinelas y acompañantes a Isla Volcánica. El grupo estaba totalmente servido y formado y lo único que quedaba ahora era viajar a visitar a la Revividora. Amaterasu aguardaba y Elen decidió aceptar la propuesta de la Logia, aunque sin responder a la petición de Abbey.
Era una encrucijada difícil. Pero Elen podría recordar que Amaterasu tenía habilidad para escuchar sus palabras. Ya era algo que había hecho en su primer encuentro, en las montañas de Dundarak con Rauko. ¿Se tomaría bien Amaterasu la no negativa de la bruja a ayudar a Abbey? A veces hay un dicho que quien calla, otorga. ¿Formará parte de la filosofía de la nigromante? Nadie podría saberlo hasta encontrársela.
Desde su llegada, Vladimir se mantuvo siempre al lado de Elen y Melena Blanca, con las manos en la espalda. Sin embargo, había alguien que podía interrumpir los deseos del Inmortal o de, tal vez, la Revividora. Y ese era Alister Cronwell, el vampiro puso sus ojos en el dragón. Era alguien capaz de hacer que la benjamina de los Calhoun permaneciera en la senda correcta. Una persona capaz de controlarla. Quizás, una razón para ser feliz.
Vladimir lo sabía desde que luchó a su lado en la guarida de Sacrestic. Por ello, no podía permitir que Alister decantara la balanza a favor del lado equivocado. El vampiro, sin levantar sospechas, entró en la cabeza de Géminis, y transmitió a la cortesana órdenes muy exactas: “A ver si puedes hacer algo con Alister, el dragón. Nos vendría bien mantenerlo alejado de la bruja, al menos por unos instantes”. Jace no parecía importarle demasiado al vampiro, al menos con él no parecía tener tanto tacto. – Yo siempre puedo hacer algo. – respondió sola la exuberante vampiresa, ladeando sensualmente la cabeza, mirando al dragón.
Finalmente, el grupo fue recibido a pie de barco por Abbey Frost, quien cruzó sus brazos para escuchar las condiciones de Elen. Ninguna de ellas suponía algo que Frost no pudiera asumir. – La Logia entiende tus dudas y acepta tus condiciones. – Respondió con una cierta indiferente prepotencia. Melena Blanca rugió levemente. Estaba hastiado del dichoso y repelente deje tenía la Alta Encantadora de hablar en nombre de la Logia, cuando en realidad se dedicaba a dar su opinión. A continuación fue caminando de un lado al otro, mirando a cada uno de los integrantes. – Arriba os asignarán un camarote a cada uno, para que descanséis. – miró a Alister. – Le daremos el más grande al dragón para que pueda conservar su forma. – dijo en voz baja, antes de volver a hablar. - Tardaremos unas cuantas horas en llegar. Debemos navegar despacio. Las emisiones no son la única amenaza del mar. Los icebergs, el fuerte oleaje, los monstruos marinos, la oscuridad… son una constante en los mares del Norte. – Enumeró para, a continuación, Abbey señalar uno a uno a los tres centinelas. – Vosotros esperaréis un poco conmigo en cubierta, el Inquisidor quiere conoceros.
La Alta Encantadora guió al variopinto grupo a la pasarela. Una vez arriba, los que no eran centinelas recibieron la guía de un marinero, elegantemente vestido con los colores púrpuras de la Logia, que los llevaría a los diferentes camarotes donde pasarían el tiempo hasta arribar a isla Volcánica.
El navío no tenía nada que ver con los grandes buques del Sur que iban de Lunargenta a las islas illidenses. Éste apenas tenía unos cincuenta metros de longitud. En el Norte no había necesidad de navegar. ¿Qué habría más allá de Isla Volcánica? Era todo un misterio. Algunas leyendas decían que el mar llegaba a un límite y después, caía al infinito. Quién podría decirlo. Aquella era una respuesta que ninguno de los presentes sabría.
Los tres centinelas, junto a la mirada y seca observación de Frost, que no los perdía de vista, tendrían que esperar en la cubierta la llegada del Inquisidor. Nadie podía ir a verlo a sus aposentos. Melena Blanca se recostaba en la barandilla. – No me gusta el mar. – decía. Su carácter agrio parecía hacer que no le gustaba nada, pero es que había pocas cosas que gustaran al gigantesco león. Vladimir también se apoyó en la barandilla, pero con más elegancia, sin ser pequeño, el leónico le sacaba más de un cuerpo de ancho.
-No te gusta el mar, ni la magia, ni Amaterasu ni yo. Creo que todos sabemos ya lo que no te gusta, grandullón. ¿Podrías decirnos mejor que es lo que te gusta? – preguntó el de la larga y lisa melena cana. Pero ante la negativa del hombre bestia de hablar, siquiera mirar, replicó. – Venga, empiezo yo. Soy un apasionado de las cartas. ¿No os gustan las cartas? – preguntó cordialmente.
-No tengo nada que decirte, vampiro. Estoy aquí porque siempre cumplo mi deber. – rugió áspero. El leónico trataba de tener la menor relación posible con Amaterasu y su seguidor. – Pero sólo comparto mis gustos con gente que me cae bien. Y tú no me caes bien.
-Sí, creo que eso ya había quedado claro. – respondió irónico, con pose chulesca giró su mirada hacia la benjamina de los Calhoun. – Y bien, ¿qué le gusta hacer a mi princesa azul? – preguntó el vampiro irónico, lo que hizo que Melena Blanca, ahora sí, medio ladease la cabeza. – Aquella que luchó contra su mejor amiga para rescatarme. Aún no te he dado las gracias de aquello. No sé qué hubiese hecho sin ti. – comentó con sátira, haciéndose de menos como si hubiese necesitado la ayuda de Elen para ganar un hipotético combate contra unos vulgares cazadores.
El Inmortal no tenían ningún interés en compartir asuntos banales en una de las pocas veces que coincidía con Melena Blanca y Elen. Había muchos temas interesantes por tratar, pero estando con Abbey Frost y en un barco de magos, que seguramente estudiarían al pie de la letra cada palabra incluso con grabaciones arcanas, no tenía ningún interés en hablar de nada relativo a los jinetes que pudieran utilizar en su contra.
A todas estas, el Inquisidor parecía retrasarse. Quizás no contara con la visita imprevista y estuviera preparándose. En cualquier caso, no tendrían que esperar demasiado pues, al poco de salir del puerto, el vigía del palo mayor ya advirtió abajo. - ¡Cuidado! ¡Virad el barco! - Algo había visto.
* * * * * * * * * * * *
Géminis abrió la puerta del camarote de Alister, que se encontraba en forma bestial. – Disculpa mi intromisión… ¿Alister? Tenía por curiosidad por ver cómo sería el camarote más grande. – comentó la vampiresa, mucho más arreglada y pintada que tras su aparición. No le importaba demasiado lo que éste dijera. Aquella presentación era una mera excusa para entrar. Enviando una sonrisa pícara al dragón entró y cerró la puerta cuidadosamente. Siempre de espaldas al dragón, de manera que éste pudiese ver su atractiva figura, y su corsé, a propósito desabrochado. – ¡Oh! ¡Tienes hasta biblioteca privada! ¡Qué lujo! – alzó una ceja, girándose sensualmente, con uno de los ejemplares en la mano.
Pero pronto el decorado de la sala pasaría a un segundo plano. Para Alister no sería difícil saber qué era lo que buscaba la vampiresa de primeras. Lo que era más complicado de buscar era lo que escondían sus acciones. – Por cierto. He visto cómo mirabas a la peliblanco antes… Hm. – gimió mordiéndose un labio. – No me extraña. Es admirable. Guapa, joven, centinela… Un buen golpe, desde luego. – preguntó sin perder la sonrisa ni un instante. Acercándose a él poco a poco. Clavando su mirada. – No te negaré que es buena chica. Pero yo creo que mereces algo mejor... Algo... como yo. - la vampiresa dijo esto con acompasados movimientos de sus manos alrededor de su cuerpo. - ¿Sabes que te puedo dar algo que ella nunca te dará? – Fácilmente podría encontrar la respuesta probablemente si miraba un poco más debajo de la cabeza de la cortesana, que clavaba sus ojos azules en los del dragón.
A petición de Vladimir. La vampiresa se encontraba lanzando un hechizo de seducción contra el dragón.
* * * * * * * *Dag & Elen: Habéis embarcado en el barco de la logia, rumbo a Isla Volcánica. Tenéis libertad para moveros por el barco. Podéis ir a buscar a Géminis o Alister, en la parte inferior, “interrumpiéndolos”. Ir a buscar al Inquisidor. O permanecer en cubierta con el mal tiempo, enfrentándoos a uno de los problemas. Veréis que he lanzado dos runas. Es para determinar dos acontecimientos aleatorios en la cubierta y en el interior del barco.
1- La primera runa el suceso en cubierta: Veamos qué presagio de Abbey se cumple:
- Runa mala: Una hidra gigantesca de tres cabezas saldrá del mar. Tendréis que enfrentaros a ella. Los que permanezcáis en cubierta tendréis que luchar y podréis sufrir riesgos.
- Runa buena: Un fuerte oleaje comenzará a agitar el barco fuertemente, hasta el punto de ladearse por completo o incluso sumergirse profundamente cada vez que entra una ola. Tendréis que luchar por mantenerlo en pie.
En cualquiera de los tres casos, si permanecéis en cubierta, ambos tendréis que tirar una runa.
2- La segunda runa, la suerte de Alister por el ataque de femme fatale:
- Mala suerte (para Alister): El dragón se verá seducido por sus encantos femeninos. Pero no será necesario que describas nada, Elen. Sé como te gusta llevar tu relación con Alister así que para no preocuparte te digo que no temas, no llegarán a hacer “nada”. Soy un master bueno, no estropearé tu bonita historia de amor. Si entráis, interrumpiréis el efecto del hechizo de la vampiresa.
- Runa normal o buena: El dragón resistirá el ataque y podrá reaccionar de la manera que consideres. Atacándola, apartándola, o rompiéndolo todo, como veas. Si deseas atacar a Géminis, tendrás que lanzar una runa.
Si consideras que Alister podría caer a los encantos de la vampiresa puedes obviar la runa.
Era una encrucijada difícil. Pero Elen podría recordar que Amaterasu tenía habilidad para escuchar sus palabras. Ya era algo que había hecho en su primer encuentro, en las montañas de Dundarak con Rauko. ¿Se tomaría bien Amaterasu la no negativa de la bruja a ayudar a Abbey? A veces hay un dicho que quien calla, otorga. ¿Formará parte de la filosofía de la nigromante? Nadie podría saberlo hasta encontrársela.
Desde su llegada, Vladimir se mantuvo siempre al lado de Elen y Melena Blanca, con las manos en la espalda. Sin embargo, había alguien que podía interrumpir los deseos del Inmortal o de, tal vez, la Revividora. Y ese era Alister Cronwell, el vampiro puso sus ojos en el dragón. Era alguien capaz de hacer que la benjamina de los Calhoun permaneciera en la senda correcta. Una persona capaz de controlarla. Quizás, una razón para ser feliz.
Vladimir lo sabía desde que luchó a su lado en la guarida de Sacrestic. Por ello, no podía permitir que Alister decantara la balanza a favor del lado equivocado. El vampiro, sin levantar sospechas, entró en la cabeza de Géminis, y transmitió a la cortesana órdenes muy exactas: “A ver si puedes hacer algo con Alister, el dragón. Nos vendría bien mantenerlo alejado de la bruja, al menos por unos instantes”. Jace no parecía importarle demasiado al vampiro, al menos con él no parecía tener tanto tacto. – Yo siempre puedo hacer algo. – respondió sola la exuberante vampiresa, ladeando sensualmente la cabeza, mirando al dragón.
Finalmente, el grupo fue recibido a pie de barco por Abbey Frost, quien cruzó sus brazos para escuchar las condiciones de Elen. Ninguna de ellas suponía algo que Frost no pudiera asumir. – La Logia entiende tus dudas y acepta tus condiciones. – Respondió con una cierta indiferente prepotencia. Melena Blanca rugió levemente. Estaba hastiado del dichoso y repelente deje tenía la Alta Encantadora de hablar en nombre de la Logia, cuando en realidad se dedicaba a dar su opinión. A continuación fue caminando de un lado al otro, mirando a cada uno de los integrantes. – Arriba os asignarán un camarote a cada uno, para que descanséis. – miró a Alister. – Le daremos el más grande al dragón para que pueda conservar su forma. – dijo en voz baja, antes de volver a hablar. - Tardaremos unas cuantas horas en llegar. Debemos navegar despacio. Las emisiones no son la única amenaza del mar. Los icebergs, el fuerte oleaje, los monstruos marinos, la oscuridad… son una constante en los mares del Norte. – Enumeró para, a continuación, Abbey señalar uno a uno a los tres centinelas. – Vosotros esperaréis un poco conmigo en cubierta, el Inquisidor quiere conoceros.
La Alta Encantadora guió al variopinto grupo a la pasarela. Una vez arriba, los que no eran centinelas recibieron la guía de un marinero, elegantemente vestido con los colores púrpuras de la Logia, que los llevaría a los diferentes camarotes donde pasarían el tiempo hasta arribar a isla Volcánica.
El navío no tenía nada que ver con los grandes buques del Sur que iban de Lunargenta a las islas illidenses. Éste apenas tenía unos cincuenta metros de longitud. En el Norte no había necesidad de navegar. ¿Qué habría más allá de Isla Volcánica? Era todo un misterio. Algunas leyendas decían que el mar llegaba a un límite y después, caía al infinito. Quién podría decirlo. Aquella era una respuesta que ninguno de los presentes sabría.
Los tres centinelas, junto a la mirada y seca observación de Frost, que no los perdía de vista, tendrían que esperar en la cubierta la llegada del Inquisidor. Nadie podía ir a verlo a sus aposentos. Melena Blanca se recostaba en la barandilla. – No me gusta el mar. – decía. Su carácter agrio parecía hacer que no le gustaba nada, pero es que había pocas cosas que gustaran al gigantesco león. Vladimir también se apoyó en la barandilla, pero con más elegancia, sin ser pequeño, el leónico le sacaba más de un cuerpo de ancho.
-No te gusta el mar, ni la magia, ni Amaterasu ni yo. Creo que todos sabemos ya lo que no te gusta, grandullón. ¿Podrías decirnos mejor que es lo que te gusta? – preguntó el de la larga y lisa melena cana. Pero ante la negativa del hombre bestia de hablar, siquiera mirar, replicó. – Venga, empiezo yo. Soy un apasionado de las cartas. ¿No os gustan las cartas? – preguntó cordialmente.
-No tengo nada que decirte, vampiro. Estoy aquí porque siempre cumplo mi deber. – rugió áspero. El leónico trataba de tener la menor relación posible con Amaterasu y su seguidor. – Pero sólo comparto mis gustos con gente que me cae bien. Y tú no me caes bien.
-Sí, creo que eso ya había quedado claro. – respondió irónico, con pose chulesca giró su mirada hacia la benjamina de los Calhoun. – Y bien, ¿qué le gusta hacer a mi princesa azul? – preguntó el vampiro irónico, lo que hizo que Melena Blanca, ahora sí, medio ladease la cabeza. – Aquella que luchó contra su mejor amiga para rescatarme. Aún no te he dado las gracias de aquello. No sé qué hubiese hecho sin ti. – comentó con sátira, haciéndose de menos como si hubiese necesitado la ayuda de Elen para ganar un hipotético combate contra unos vulgares cazadores.
El Inmortal no tenían ningún interés en compartir asuntos banales en una de las pocas veces que coincidía con Melena Blanca y Elen. Había muchos temas interesantes por tratar, pero estando con Abbey Frost y en un barco de magos, que seguramente estudiarían al pie de la letra cada palabra incluso con grabaciones arcanas, no tenía ningún interés en hablar de nada relativo a los jinetes que pudieran utilizar en su contra.
A todas estas, el Inquisidor parecía retrasarse. Quizás no contara con la visita imprevista y estuviera preparándose. En cualquier caso, no tendrían que esperar demasiado pues, al poco de salir del puerto, el vigía del palo mayor ya advirtió abajo. - ¡Cuidado! ¡Virad el barco! - Algo había visto.
* * * * * * * * * * * *
Pero pronto el decorado de la sala pasaría a un segundo plano. Para Alister no sería difícil saber qué era lo que buscaba la vampiresa de primeras. Lo que era más complicado de buscar era lo que escondían sus acciones. – Por cierto. He visto cómo mirabas a la peliblanco antes… Hm. – gimió mordiéndose un labio. – No me extraña. Es admirable. Guapa, joven, centinela… Un buen golpe, desde luego. – preguntó sin perder la sonrisa ni un instante. Acercándose a él poco a poco. Clavando su mirada. – No te negaré que es buena chica. Pero yo creo que mereces algo mejor... Algo... como yo. - la vampiresa dijo esto con acompasados movimientos de sus manos alrededor de su cuerpo. - ¿Sabes que te puedo dar algo que ella nunca te dará? – Fácilmente podría encontrar la respuesta probablemente si miraba un poco más debajo de la cabeza de la cortesana, que clavaba sus ojos azules en los del dragón.
A petición de Vladimir. La vampiresa se encontraba lanzando un hechizo de seducción contra el dragón.
* * * * * * * *
1- La primera runa el suceso en cubierta: Veamos qué presagio de Abbey se cumple:
- Runa mala: Una hidra gigantesca de tres cabezas saldrá del mar. Tendréis que enfrentaros a ella. Los que permanezcáis en cubierta tendréis que luchar y podréis sufrir riesgos.
- Hidra:
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- Runa buena: Un fuerte oleaje comenzará a agitar el barco fuertemente, hasta el punto de ladearse por completo o incluso sumergirse profundamente cada vez que entra una ola. Tendréis que luchar por mantenerlo en pie.
En cualquiera de los tres casos, si permanecéis en cubierta, ambos tendréis que tirar una runa.
2- La segunda runa, la suerte de Alister por el ataque de femme fatale:
- Mala suerte (para Alister): El dragón se verá seducido por sus encantos femeninos. Pero no será necesario que describas nada, Elen. Sé como te gusta llevar tu relación con Alister así que para no preocuparte te digo que no temas, no llegarán a hacer “nada”. Soy un master bueno, no estropearé tu bonita historia de amor. Si entráis, interrumpiréis el efecto del hechizo de la vampiresa.
- Runa normal o buena: El dragón resistirá el ataque y podrá reaccionar de la manera que consideres. Atacándola, apartándola, o rompiéndolo todo, como veas. Si deseas atacar a Géminis, tendrás que lanzar una runa.
Si consideras que Alister podría caer a los encantos de la vampiresa puedes obviar la runa.
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El miembro 'Ger' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Aclaración: Elen me dio permiso para describir las acciones de su PNJ, Alister.
Dejándose llevar por los acontecimientos, Dag se limitó a seguir mansamente al grupo, observándolo todo con la poca atención que podía mantener teniendo a Géminis caminando delante suyo. Le resultaba difícil comprender el contexto; a pesar de haber sido un importante soldado de la Guardia que conocía a la perfección cómo se movían los engranajes políticos, eso había sucedido hacía más de un siglo. Ahora no era más que un pobre hombre desactualizado que, por caprichos del destino, había ganado y perdido el trono de Lunargenta en un corto y demasiado vertiginoso periodo de tiempo. Lo único que entendía era que, al parecer, no volvería a casa hasta que todo aquel embrollo encontrase su final.
Una vez en el barco, el ex-guardia-ex-rey se vio obligado a separarse de la vampiresa, no sin la justa cantidad de dramatismo. Tuvieron que llevarlo a ver su habitación casi a rastras, mientras que Géminis no exhibía ni la más mínima pena en el proceso. La frágil mente del ojiazul comenzaba a bullir de enojo y frustración. Con los dientes apretados, ingresó a su camarote e hizo un vano intento por mantenerse allí un rato. Se asomó a la pequeña ventanilla circular, hojeó los pocos libros que descansaban en un estante y se echó en la litera a observar el techo.
Tres minutos y medio después, recorría los pasillos buscando desesperadamente el camarote de Géminis.
Estaba girando en uno de los recodos cuando la melodiosa voz de la fémina le indicó su ubicación. Ansioso, sumido en la más antinatural euforia, corrió hasta la puerta indicada y la abrió sin molestarse en tocar.
Lo que encontró le cayó encima como un cubetazo de agua fría.
-¿Sabes que te puedo dar algo que ella nunca te dará?
El corazón del vampiro dio un vuelco. Con el corsé desabrochado y el generoso busto rebotando por aquí y por allá, esa mujer podría hechizar a cualquiera sin necesidad de magia alguna. O eso era lo que pensaba él. El dragón, estoico e imponente, no parecía haber entrado en el sucio juego de la femme fatale.
Tras exhalar un fuerte gruñido, el enorme reptil apartó la mirada de Géminis y blandió su larga cola antes de estamparla en el suelo, justo entre ambos, marcando así distancia entre él y si rival. Para no ser aplastada la chupasangres tuvo que saltar hacia atrás, perdiendo estabilidad y elegancia a partes iguales. Así, “barriéndola” con la cola, Alister la empujó bruscamente hacia la salida. En su mirada brillaba una clara advertencia que la instaba a no volver a acercarse a él.
Dag tuvo que apartarse de la entrada para dejar salir a Géminis y para que el dragón pudiese cerrar la puerta con un fuerte estrépito. Pese a la ruidosa escena, el pasillo recuperó la calma pocos segundos después. La vampiresa se acomodaba los mechones de cabello y el escote con el ceño y los labios fruncidos en un mohín de enfado. No parecía acostumbrada a la derrota.
El ojiazul, por otro lado, estaba fuera de sí. Los celos le corroían el alma como el más efectivo de los ácidos. Con los ojos empañados en lágrimas y en un repentino exabrupto, acorraló a la mujer contra la pared y la tomó fuertemente de los brazos, hundiendo las uñas en la blanca piel ajena con tanta fuerza que le arrancó un gemido de dolor.
-¿¡Se puede saber qué estabas haciendo!? -Inquirió a los gritos, pero pronto continuó sin dejarla responder- Ese... ese corsé, ese maquillaje... ¿¡intentabas seducirlo!?
La zarandeó. Tenía ganas de matarla, de besarla, de poseerla allí mismo y luego hacerle mucho daño. Las voces en su cabeza le sugerían todo eso en distinto orden; al final lo que imperaba era el deseo de agarrar a la mujer y llevársela muy, muy lejos, en algún lugar donde no pudiese estar con ningún otro hombre que no fuera él. Y, aunque Dag nunca había sido un hombre desmedidamente celoso o apegado, ahora sentía que la necesidad de tener a Géminis había estado siempre presente en su vida.
-Te amo. Sa... sabes que te amo. -Gimió entonces, pasando rápidamente de la furia a la tristeza. Subió las manos hasta el rostro ajeno y se lo tomó, apretándole las mejillas, quizás, con desmedida fuerza- Por eso debes amarme tú también. A mí y sólo a mí. Y por eso, no puedo tolerar que estés con otro hombre. -Razonó, casi sin respirar entre frase y frase- Ni siquiera con El Inmortal. ¡O me amas a mí, o no amas a nadie!
Le plantó entonces un beso tan intenso que cualquier persona que pasara por el pasillo en ese instante terminaría ruborizada. Cuando, tras excesivo tiempo, se vio en la necesidad de respirar, la soltó y dijo, con una enfermiza sonrisa de oreja a oreja:
-Compartiremos camarote. No me despegaré ni un minuto más de tu lado.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
La gran encantadora no tuvo problemas para aceptar las condiciones que Elen le ponía para compartir embarcación, incluyendo un camarote para cada miembro del grupo con el fin de que pudiesen descansar durante las horas que tardarían en alcanzar isla volcánica. Una vez dicho esto la hechicera añadió que los centinelas esperarían junto a ella en cubierta para conocer al Inquisidor, mientras los demás eran conducidos a sus respectivos cuartos. Alister reaccionó de inmediato, apartándose del grupo y transformándose, hecho que lo hizo sentir mucho más cómodo ya que estaba acostumbrado a afrontar los problemas en su forma bestial. Sin dudarlo, el dragón alzó el vuelo y se dirigió a la cubierta, donde aterrizó y esperó a que el resto se reuniese con él.
La de ojos verdes subió por la pasarela seguida de un molesto Melena Blanca, que no parecía seguro de que aquella rampa soportase su peso, cosa que por suerte sí hizo. Jace avanzaba tras ellos, emocionado y a la vez atento a cualquier detalle que pudiese delatar una trampa, que era lo que la tensai se temía. Una parte de él deseaba que algo ocurriese pero por otra parte debía tener en cuenta que ya de por sí el destino al que se dirigían entrañaba todos los riesgos que podría haber deseado, al menos según lo que Gabrielle le había contado. Cuando el inmortal y sus acompañantes estuvieron a bordo se procedió a retirar la pasarela y un marinero se acercó al grupo para llevarse consigo a los pasajeros que no eran centinelas, a los cuales guió hasta la zona de camarotes.
Aquello no agradó ni al joven brujo ni al dragón, pero tuvieron que abandonar la cubierta, no sin antes lanzar una última mirada hacia la de cabellos cenicientos, que se encontraba ahora entre el vampiro y el leónico, de brazos cruzados. Melena Blanca no tardó en quejarse, no le gustaba el mar y era comprensible, aquella inmensa masa azul podía poner nervioso a cualquiera. Vlad intervino para sacar conversación, pero dado su carácter y la forma en que utilizaba su poder estaba claro que no iba a caer bien al hombre bestia, que se negó a hablar con él. La benjamina de los Calhoun escuchaba sus palabras pero su atención estaba más allá de la cubierta, controlando no solo los movimientos de la alta encantadora sino también siguiendo los flujos de energía de sus compañeros en el piso inferior.
Se mantuvo así hasta que el vampiro se dirigió a ella, dándole las gracias por haberle defendido cuando los cazadores asaltaron su guarida, enfrentándose incluso a su mejor amiga para mantenerlo a salvo. Probablemente él hubiese sido capaz de manejar la situación sin ayuda pero no quería decirlo, o prefería dejar que ella se creyese necesaria cuando en realidad su ausencia no hubiese cambiado el resultado de aquel día, al menos no para él. - Creo que no me encontrarías interesante. - respondió, pensando para sí que los gustos del peliblanco en cuanto a pasatiempos no iban a tener nada que ver con los suyos.
La presencia de Frost los dejaba sin poder hablar claramente de lo que les importaba, Amaterasu y su aquelarre, así que tendrían que esperar al momento apropiado para ello…o quizá no. - Vlad, ¿puedes leerme la mente? - pensó la tensai, con la vista clavada en el inmortal. Si ya se había metido en su cabeza para manipularla y mostrarle imágenes de su infancia una vez, ¿qué no podría hacer? - Si me escuchas avisa a Amaterasu de que nos dirigimos a su encuentro, que esté preparada. - añadió, esperando que el vampiro le diese alguna señal de haber recibido su mensaje.
El barco de la logia dejó atrás el puerto y comenzó a navegar lentamente hacia su destino, pero aquel viaje no tendría nada de tranquilo.
En el interior del barco…
Jace y Alister fueron guiados hasta dos camarotes contiguos, el del brujo uno modesto y amueblado solo con lo necesario para la travesía, mientras que el del dragón disponía no solo de más espacio y una gran puerta, sino también de una amplia estantería repleta de libros y un escritorio. Ninguno de los dos quería permanecer allí pero de momento no les quedaba otra opción, aunque la emoción amenazaba con superar la paciencia del joven mago. Tras soltar un gruñido de molestia, Alister se acercó a la ventana para observar cómo se alejaban de Alvheim, y solo unos instantes después la puerta se abrió a su espalda, provocando que se girase de inmediato para ver quién llegaba. Sus ilusiones se hicieron añicos al comprobar que no se trataba de la hechicera sino de la vampira que acompañaba al inmortal, una presencia que no quería cerca de sí.
- ¿Qué haces aquí? - soltó con su gutural tono de voz, frunciendo el ceño al ver que la mujer cerraba la puerta y que venía a visitarlo con el corsé desabrochado. ¿Qué pretendía? ¿tenía aquello algo que ver con Vladimir? No lo sabía, pero no iba a permitir que aquella individua se quedase en su habitación por más tiempo. - Ya has visto el camarote, ahora márchate. - dijo sin miramientos, pero Géminis parecía ignorar todo cuando decía. Pronto el interés de la joven se centró en el alado y la forma en que le había visto mirar a Elen antes, hecho que lo molestó aún más, nadie tenía por qué meterse en sus asuntos y mucho menos una completa desconocida.
El ambiente se volvió más tenso cuando la vampira se le insinuó abiertamente, realzando sus curvas y sin apartar la vista de él. Aquella intensa mirada ocultaba algo, un hechizo como el que ya había utilizado para someter a Dag, pero a diferencia del vampiro, Alister no cayó en sus redes. Nadie dudaría del atractivo de Géminis, pero en la cabeza del dragón solo había sitio para una mujer, la hechicera de ojos verdes.
Dag abrió la puerta justo a tiempo de ver cómo el cazador rechazaba las insinuaciones de su adorada Géminis, gruñendo y valiéndose de su cola para empujar a la intrusa hacia la salida, con un secó y violento golpe contra el suelo. Con la pareja fuera de escena Alister pudo cerrar la puerta y relajarse, pero tardaría en quitarse de la mente que el inmortal podía estar relacionado con la visita de su seguidora.
Mientras tanto en cubierta…
Los problemas siempre estaban a la vuelta de la esquina cuando se trataba de la benjamina de los Calhoun, y así lo demostró la aparición de una enorme hidra de tres cabezas, que tras emerger de las aguas centró toda su atención en el barco de la logia. - Avise a mis compañeros, ¡rápido! - exclamó Elen al ver lo que se les venía encima. El marinero obedeció de inmediato y bajó a los camarotes, gritando desde el pasillo para alertar a los pasajeros, pero solo Jace respondió al llamamiento, en un tiempo récord. El joven había dejado su habitación al poco de entrar en ella, movido por la emoción, y tras recorrer buena parte del interior del barco decidió que era hora de volver a la cubierta, justo cuando el marinero apareció por las escaleras para dar el aviso.
- ¿Y Alister? - preguntó la bruja al verlo llegar solo. - Parecía ocupado. - fue lo único que dijo el mago, que había pasado por delante de su puerta y escuchado la voz de Géminis antes de que apareciese Dag y el alado la echase. - ¿Ocupado? - inquirió con el ceño fruncido, pero no había tiempo que perder. - No importa, ven, necesito que congeles el agua a su alrededor, que no se mueva. - indicó, señalando a la hidra. La visión de aquel enorme monstruo marino dejó a Jace realmente sorprendido, por fin sus deseos de aventura eran escuchados. Obedeciendo a la centinela, alzó las manos y se concentró hasta crear unas esquirlas de hielo de tamaño considerable, que salieron disparadas hacia el agua y empezaron a congelarla alrededor de la bestia, pero ¿sería el hielo lo suficientemente grueso para inmovilizarla?
Elen dejó que la electricidad la envolviese, formando un enorme orbe de energía que lanzó al cielo, justo por encima de la criatura. La tormenta comenzó a tomar forma cuando las nubes empezaron a oscurecerse y el sonido de los truenos rompió el silencio, pronto los rayos caerían con fiereza sobre la hidra y el agua que la rodeaba, solo quedaba esperar que las descargas y la ayuda del elemento conductor fuesen suficientes para acabar con ella o al menos repelerla y conseguir que se marchase. - Aún no te he visto pelear Vlad, sorpréndeme. - comentó la de cabellos cenicientos, clavando su mirada en el vampiro.
Uso ataque de nivel 7 :
La de ojos verdes subió por la pasarela seguida de un molesto Melena Blanca, que no parecía seguro de que aquella rampa soportase su peso, cosa que por suerte sí hizo. Jace avanzaba tras ellos, emocionado y a la vez atento a cualquier detalle que pudiese delatar una trampa, que era lo que la tensai se temía. Una parte de él deseaba que algo ocurriese pero por otra parte debía tener en cuenta que ya de por sí el destino al que se dirigían entrañaba todos los riesgos que podría haber deseado, al menos según lo que Gabrielle le había contado. Cuando el inmortal y sus acompañantes estuvieron a bordo se procedió a retirar la pasarela y un marinero se acercó al grupo para llevarse consigo a los pasajeros que no eran centinelas, a los cuales guió hasta la zona de camarotes.
Aquello no agradó ni al joven brujo ni al dragón, pero tuvieron que abandonar la cubierta, no sin antes lanzar una última mirada hacia la de cabellos cenicientos, que se encontraba ahora entre el vampiro y el leónico, de brazos cruzados. Melena Blanca no tardó en quejarse, no le gustaba el mar y era comprensible, aquella inmensa masa azul podía poner nervioso a cualquiera. Vlad intervino para sacar conversación, pero dado su carácter y la forma en que utilizaba su poder estaba claro que no iba a caer bien al hombre bestia, que se negó a hablar con él. La benjamina de los Calhoun escuchaba sus palabras pero su atención estaba más allá de la cubierta, controlando no solo los movimientos de la alta encantadora sino también siguiendo los flujos de energía de sus compañeros en el piso inferior.
Se mantuvo así hasta que el vampiro se dirigió a ella, dándole las gracias por haberle defendido cuando los cazadores asaltaron su guarida, enfrentándose incluso a su mejor amiga para mantenerlo a salvo. Probablemente él hubiese sido capaz de manejar la situación sin ayuda pero no quería decirlo, o prefería dejar que ella se creyese necesaria cuando en realidad su ausencia no hubiese cambiado el resultado de aquel día, al menos no para él. - Creo que no me encontrarías interesante. - respondió, pensando para sí que los gustos del peliblanco en cuanto a pasatiempos no iban a tener nada que ver con los suyos.
La presencia de Frost los dejaba sin poder hablar claramente de lo que les importaba, Amaterasu y su aquelarre, así que tendrían que esperar al momento apropiado para ello…o quizá no. - Vlad, ¿puedes leerme la mente? - pensó la tensai, con la vista clavada en el inmortal. Si ya se había metido en su cabeza para manipularla y mostrarle imágenes de su infancia una vez, ¿qué no podría hacer? - Si me escuchas avisa a Amaterasu de que nos dirigimos a su encuentro, que esté preparada. - añadió, esperando que el vampiro le diese alguna señal de haber recibido su mensaje.
El barco de la logia dejó atrás el puerto y comenzó a navegar lentamente hacia su destino, pero aquel viaje no tendría nada de tranquilo.
En el interior del barco…
Jace y Alister fueron guiados hasta dos camarotes contiguos, el del brujo uno modesto y amueblado solo con lo necesario para la travesía, mientras que el del dragón disponía no solo de más espacio y una gran puerta, sino también de una amplia estantería repleta de libros y un escritorio. Ninguno de los dos quería permanecer allí pero de momento no les quedaba otra opción, aunque la emoción amenazaba con superar la paciencia del joven mago. Tras soltar un gruñido de molestia, Alister se acercó a la ventana para observar cómo se alejaban de Alvheim, y solo unos instantes después la puerta se abrió a su espalda, provocando que se girase de inmediato para ver quién llegaba. Sus ilusiones se hicieron añicos al comprobar que no se trataba de la hechicera sino de la vampira que acompañaba al inmortal, una presencia que no quería cerca de sí.
- ¿Qué haces aquí? - soltó con su gutural tono de voz, frunciendo el ceño al ver que la mujer cerraba la puerta y que venía a visitarlo con el corsé desabrochado. ¿Qué pretendía? ¿tenía aquello algo que ver con Vladimir? No lo sabía, pero no iba a permitir que aquella individua se quedase en su habitación por más tiempo. - Ya has visto el camarote, ahora márchate. - dijo sin miramientos, pero Géminis parecía ignorar todo cuando decía. Pronto el interés de la joven se centró en el alado y la forma en que le había visto mirar a Elen antes, hecho que lo molestó aún más, nadie tenía por qué meterse en sus asuntos y mucho menos una completa desconocida.
El ambiente se volvió más tenso cuando la vampira se le insinuó abiertamente, realzando sus curvas y sin apartar la vista de él. Aquella intensa mirada ocultaba algo, un hechizo como el que ya había utilizado para someter a Dag, pero a diferencia del vampiro, Alister no cayó en sus redes. Nadie dudaría del atractivo de Géminis, pero en la cabeza del dragón solo había sitio para una mujer, la hechicera de ojos verdes.
Dag abrió la puerta justo a tiempo de ver cómo el cazador rechazaba las insinuaciones de su adorada Géminis, gruñendo y valiéndose de su cola para empujar a la intrusa hacia la salida, con un secó y violento golpe contra el suelo. Con la pareja fuera de escena Alister pudo cerrar la puerta y relajarse, pero tardaría en quitarse de la mente que el inmortal podía estar relacionado con la visita de su seguidora.
Mientras tanto en cubierta…
Los problemas siempre estaban a la vuelta de la esquina cuando se trataba de la benjamina de los Calhoun, y así lo demostró la aparición de una enorme hidra de tres cabezas, que tras emerger de las aguas centró toda su atención en el barco de la logia. - Avise a mis compañeros, ¡rápido! - exclamó Elen al ver lo que se les venía encima. El marinero obedeció de inmediato y bajó a los camarotes, gritando desde el pasillo para alertar a los pasajeros, pero solo Jace respondió al llamamiento, en un tiempo récord. El joven había dejado su habitación al poco de entrar en ella, movido por la emoción, y tras recorrer buena parte del interior del barco decidió que era hora de volver a la cubierta, justo cuando el marinero apareció por las escaleras para dar el aviso.
- ¿Y Alister? - preguntó la bruja al verlo llegar solo. - Parecía ocupado. - fue lo único que dijo el mago, que había pasado por delante de su puerta y escuchado la voz de Géminis antes de que apareciese Dag y el alado la echase. - ¿Ocupado? - inquirió con el ceño fruncido, pero no había tiempo que perder. - No importa, ven, necesito que congeles el agua a su alrededor, que no se mueva. - indicó, señalando a la hidra. La visión de aquel enorme monstruo marino dejó a Jace realmente sorprendido, por fin sus deseos de aventura eran escuchados. Obedeciendo a la centinela, alzó las manos y se concentró hasta crear unas esquirlas de hielo de tamaño considerable, que salieron disparadas hacia el agua y empezaron a congelarla alrededor de la bestia, pero ¿sería el hielo lo suficientemente grueso para inmovilizarla?
Elen dejó que la electricidad la envolviese, formando un enorme orbe de energía que lanzó al cielo, justo por encima de la criatura. La tormenta comenzó a tomar forma cuando las nubes empezaron a oscurecerse y el sonido de los truenos rompió el silencio, pronto los rayos caerían con fiereza sobre la hidra y el agua que la rodeaba, solo quedaba esperar que las descargas y la ayuda del elemento conductor fuesen suficientes para acabar con ella o al menos repelerla y conseguir que se marchase. - Aún no te he visto pelear Vlad, sorpréndeme. - comentó la de cabellos cenicientos, clavando su mirada en el vampiro.
Uso ataque de nivel 7 :
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Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El vampiro devolvió la mirada a Elen. Le había leído la mente. Y podía comunicarse con Amaterasu por el mismo procedimiento. Aunque lo que Elen no sabía es que la Revividora podía ver lo que hacían sus compañeros por una técnica parecida.
El combate comenzó con la tormenta de Elen. Las esquirlas de Jace para congelarla e inmovilizarla eran buena idea, pero los posteriores ataques de Elen no fueron muy certeros por el vaivén del barco.
Abbey congeló una ola del ya de por sí frío mar, e hizo ésta estirarse formando una especie de témpano de hielo que de clavó en el lomo de la hidra.
Melena Blanca, a su lado, refunfuñaba con su enorme arma dual desenfundada. – Y por esto odio el mar. – Opinó. Poco podía hacer el centinela más que tratar de golpear a la serpiente en cuanto esta acercaba una de sus cabezas lo más mínimo a la cubierta del mismo. La criatura del mar, en un despiste por esquivar los ataques de Abbey, Jace y Elen, acercó la cabeza izquierda al borde del mismo, donde Melena Blanca, girando sobre sus manos su hacha de doble filo, aprovechó la inercia para hacer un profundo tajo que le rebanó medio cuello, dejándola colgando por una parte de piel.
-Espero no acabar mal contigo. – comentó Vlad, con su espada desenvainada, con una sonrisa. Había aceptado el desafío de Elen. Quería ver cómo luchaba, y no tendría problema en ello.
Pero Vladimir no iba a atacar con sus armas. Miró fijamente a los ojos de la hidra. Ésta parecía que iba a atacarle, pero nunca llegó a hacerlo. Miró a Vladimir sorpresiva. Él le devolvió la mirada con una sonrisa. Los ojos de dicha cabeza de la serpiente se tornaron del mismo que los del vampiro. Y ésta, misteriosamente, viró, enfocando a Abbey Frost, que seguía utilizando el mar para defenderse del resto del animal.
La cabeza derecha de la hidra se cruzó con la del medio y fue directamente a por Abbey Frost. Quien no se esperaba el ataque por la distancia de aquella cabeza a su posición. Penetró con fuerza en el barco, causando severos daños en la estructura. La Alta Encantadora logró esquivarla, pero voló por los aires, y quedó suspendida de una de las barandillas del barco, aunque no llegó a caer al mar.
Melena Blanca no pudo suponer que era Vladimir, pero Elen estaba a su lado y conocía sus poderes. Veía que el vampiro vivía el combate con pasividad y podía saber perfectamente que su hermano había atacado a Abbey haciendo uso la cabeza de la hidra, y de paso había causado severos daños en el barco de la Logia.
La cabeza quedó atrapada en la madera, en el piso inferior. Melena Blanca no tardó en saltar contra ella con un fuerte rugido y rebanar ésta segunda testa de un fuerte tajo. El cuello cayó al mar, pero la cabeza permaneció en el interior, anclándose en pisos inferiores. Únicamente quedaba la cabeza central, ya que la de la izquierda le sería inservible pues estaba a medio despegar.
-¡Ayudadme! ¡Por favor!– pedía una desesperada Abbey, sin ser escuchada, luchando por no caer al helado mar. Miró a Elen y a Vladimir. Pero el vampiro, que conocía su posición, evitó siempre el contacto visual con la encantadora para evitar acusaciones y sacó su mandoble, dispuesto a combatir la última de las cabezas de la hidra.
Alister debía de ser alguien muy aferrado a Elen, pues en ningún momento dudó alejar a Géminis con un barrido de cola. Sólo aquellos que más profundos sentimientos guardaban eran capaces de detener un hechizo que la vampiresa ya había utilizado mucho tiempo atrás.
Géminis no insistió al ver que su magia no surtiría efecto. – Muy bien, pues ahí te quedas. Disfruta de la pequeñaja. – espetó bordemente, volviendo a abrocharse la ropa y saliendo por la puerta, cerrando ésta de un portazo.
Dag la esperó fuera. La femme fatale, primero, escuchó aborrecida la reprimenda del antiguo rey. Pero sus palabras iban más allá de una bronca. Parecía sentir amor por ella. Estaba tan confusa por su experiencia con Alister, que incluso las palabras de Dag le parecieron salir de corazón, olvidándose de que le estaba rebotando su propia magia. Así, nunca se opuso al beso del antiguo rey y dejó que éste la empotrara contra la puerta del camarote de Alister, liberando sus brazos en un corto pero intenso beso. – Te ordeno que me lleves ahora mismo a tu camarote. – respondió la lujuriosa vampiresa, excitada, mordiéndose los labios y arañando al rey en el pecho, justo cuando éste cesó el envite, riendo al ver cómo habían quedado de rojos los labios del vampiro.
Dag habría “triunfado” de no ser porque la cabeza de una enorme hidra irrumpió precisamente sobre los camarotes asignados a los vampiros. Lo cual hizo que ambos saltasen del susto. Vieron a Melena Blanca asomarse por el hueco del agujero. - ¡Eh! ¡Vosotros dos! Dejad de fornicar y venid a ayudar. ¿Queréis? – bramó el leónico, autor del corte de la cabeza. Que por la perspectiva, la lluvia y la tormenta, parecía mucho más enorme de lo que ya de por sí era.
* * * * * * * * * * * *
Consecuencia de mala runa: El barco de la Logia ha quedado seriamente dañado y apenas llegará a Isla Volcánica. Esto retrasará vuestro encuentro con Amaterasu al menos una escena más.
Dag: Ibas bien encaminado, pero la cabeza de la hidra te ha fastidiado tus planes. Puedes solucionar el entuerto de cubierta o insistir a Géminis en llevártela a un camarote a liberar tensiones en medio de una excitante (por emocionante) escena en la que el barco se tambalea, (eliminando así el encantamiento y ganándote, quizás, nuevos enemigos). Si optas por esta opción, tendrás que buscarte un camarote: A elegir entre los de Elen, Vlad, Melena Blanca, Abbey, o la lujosa suit del Inquisidor. Sólo te prohibiré una cosa: Recuerda que el tema no es +18, al ser trama del foro debe poder leerlo todo el mundo.
Elen: Has tenido mala suerte en tu ataque. La hidra (por culpa de Vladimir) provoca graves daños en la estructura del barco de la Logia, tirando casi a Abbey por la borda. Que caiga o no al mar dependerá de ti (no la mataremos al ser un personaje de la Logia, pero sí que tu decisión afectará al devenir de la historia). Si la ignoras, puedes concentrar tus ataques en la última de las cabezas de la hidra sin necesidad de tirar runa. Por otro lado, no rematar a la hidra podría suponer un peligro extra para alguno de los tripulantes.
De nuevo, podéis hacer uso de los NPC como deseéis.
El combate comenzó con la tormenta de Elen. Las esquirlas de Jace para congelarla e inmovilizarla eran buena idea, pero los posteriores ataques de Elen no fueron muy certeros por el vaivén del barco.
Abbey congeló una ola del ya de por sí frío mar, e hizo ésta estirarse formando una especie de témpano de hielo que de clavó en el lomo de la hidra.
Melena Blanca, a su lado, refunfuñaba con su enorme arma dual desenfundada. – Y por esto odio el mar. – Opinó. Poco podía hacer el centinela más que tratar de golpear a la serpiente en cuanto esta acercaba una de sus cabezas lo más mínimo a la cubierta del mismo. La criatura del mar, en un despiste por esquivar los ataques de Abbey, Jace y Elen, acercó la cabeza izquierda al borde del mismo, donde Melena Blanca, girando sobre sus manos su hacha de doble filo, aprovechó la inercia para hacer un profundo tajo que le rebanó medio cuello, dejándola colgando por una parte de piel.
-Espero no acabar mal contigo. – comentó Vlad, con su espada desenvainada, con una sonrisa. Había aceptado el desafío de Elen. Quería ver cómo luchaba, y no tendría problema en ello.
Pero Vladimir no iba a atacar con sus armas. Miró fijamente a los ojos de la hidra. Ésta parecía que iba a atacarle, pero nunca llegó a hacerlo. Miró a Vladimir sorpresiva. Él le devolvió la mirada con una sonrisa. Los ojos de dicha cabeza de la serpiente se tornaron del mismo que los del vampiro. Y ésta, misteriosamente, viró, enfocando a Abbey Frost, que seguía utilizando el mar para defenderse del resto del animal.
La cabeza derecha de la hidra se cruzó con la del medio y fue directamente a por Abbey Frost. Quien no se esperaba el ataque por la distancia de aquella cabeza a su posición. Penetró con fuerza en el barco, causando severos daños en la estructura. La Alta Encantadora logró esquivarla, pero voló por los aires, y quedó suspendida de una de las barandillas del barco, aunque no llegó a caer al mar.
Melena Blanca no pudo suponer que era Vladimir, pero Elen estaba a su lado y conocía sus poderes. Veía que el vampiro vivía el combate con pasividad y podía saber perfectamente que su hermano había atacado a Abbey haciendo uso la cabeza de la hidra, y de paso había causado severos daños en el barco de la Logia.
La cabeza quedó atrapada en la madera, en el piso inferior. Melena Blanca no tardó en saltar contra ella con un fuerte rugido y rebanar ésta segunda testa de un fuerte tajo. El cuello cayó al mar, pero la cabeza permaneció en el interior, anclándose en pisos inferiores. Únicamente quedaba la cabeza central, ya que la de la izquierda le sería inservible pues estaba a medio despegar.
-¡Ayudadme! ¡Por favor!– pedía una desesperada Abbey, sin ser escuchada, luchando por no caer al helado mar. Miró a Elen y a Vladimir. Pero el vampiro, que conocía su posición, evitó siempre el contacto visual con la encantadora para evitar acusaciones y sacó su mandoble, dispuesto a combatir la última de las cabezas de la hidra.
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Alister debía de ser alguien muy aferrado a Elen, pues en ningún momento dudó alejar a Géminis con un barrido de cola. Sólo aquellos que más profundos sentimientos guardaban eran capaces de detener un hechizo que la vampiresa ya había utilizado mucho tiempo atrás.
Géminis no insistió al ver que su magia no surtiría efecto. – Muy bien, pues ahí te quedas. Disfruta de la pequeñaja. – espetó bordemente, volviendo a abrocharse la ropa y saliendo por la puerta, cerrando ésta de un portazo.
Dag la esperó fuera. La femme fatale, primero, escuchó aborrecida la reprimenda del antiguo rey. Pero sus palabras iban más allá de una bronca. Parecía sentir amor por ella. Estaba tan confusa por su experiencia con Alister, que incluso las palabras de Dag le parecieron salir de corazón, olvidándose de que le estaba rebotando su propia magia. Así, nunca se opuso al beso del antiguo rey y dejó que éste la empotrara contra la puerta del camarote de Alister, liberando sus brazos en un corto pero intenso beso. – Te ordeno que me lleves ahora mismo a tu camarote. – respondió la lujuriosa vampiresa, excitada, mordiéndose los labios y arañando al rey en el pecho, justo cuando éste cesó el envite, riendo al ver cómo habían quedado de rojos los labios del vampiro.
Dag habría “triunfado” de no ser porque la cabeza de una enorme hidra irrumpió precisamente sobre los camarotes asignados a los vampiros. Lo cual hizo que ambos saltasen del susto. Vieron a Melena Blanca asomarse por el hueco del agujero. - ¡Eh! ¡Vosotros dos! Dejad de fornicar y venid a ayudar. ¿Queréis? – bramó el leónico, autor del corte de la cabeza. Que por la perspectiva, la lluvia y la tormenta, parecía mucho más enorme de lo que ya de por sí era.
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Consecuencia de mala runa: El barco de la Logia ha quedado seriamente dañado y apenas llegará a Isla Volcánica. Esto retrasará vuestro encuentro con Amaterasu al menos una escena más.
Dag: Ibas bien encaminado, pero la cabeza de la hidra te ha fastidiado tus planes. Puedes solucionar el entuerto de cubierta o insistir a Géminis en llevártela a un camarote a liberar tensiones en medio de una excitante (por emocionante) escena en la que el barco se tambalea, (eliminando así el encantamiento y ganándote, quizás, nuevos enemigos). Si optas por esta opción, tendrás que buscarte un camarote: A elegir entre los de Elen, Vlad, Melena Blanca, Abbey, o la lujosa suit del Inquisidor. Sólo te prohibiré una cosa: Recuerda que el tema no es +18, al ser trama del foro debe poder leerlo todo el mundo.
Elen: Has tenido mala suerte en tu ataque. La hidra (por culpa de Vladimir) provoca graves daños en la estructura del barco de la Logia, tirando casi a Abbey por la borda. Que caiga o no al mar dependerá de ti (no la mataremos al ser un personaje de la Logia, pero sí que tu decisión afectará al devenir de la historia). Si la ignoras, puedes concentrar tus ataques en la última de las cabezas de la hidra sin necesidad de tirar runa. Por otro lado, no rematar a la hidra podría suponer un peligro extra para alguno de los tripulantes.
De nuevo, podéis hacer uso de los NPC como deseéis.
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Para enorme sorpresa del ojiazul, Géminis reaccionó a sus intensas increpaciones mucho mejor de los esperado. El beso fue correspondido y la temperatura ya estaba subiendo entre ambos, dejando atrás todo recuerdo de la previa rabia con pasmosa facilidad. Dag no estaba en posición de ponerse pretencioso; era literalmente incapaz de sentir nada más que deseo por la apetecible vampiresa.
Tomó la mano ajena y se giró para encarar hacia su habitación asignada, pero justo en ese instante un enorme estruendo que hizo temblar cada tabla de la embarcación le provocó un respingo, gracias al cual evitó, por menos de medio metro, a la enorme cabeza que se incrustó en la madera. La criatura todavía estaba boqueando cuando el leónico se asomó, solicitando que se unieran a la afrenta a la cual, hasta el momento, habían sido completamente ajenos.
Dag pestañeó, observó a Géminis y luego regresó los ojos a la bestia, quien ya estaba volteándose para regresar a la lucha. La lluvia y el frío se colaban por el agujero y podían oírse los gritos de afuera. Se llevó una mano al mentón y, como si tuviera todo el tiempo del mundo, caviló las posibilidades.
¿Ir corriendo a combatir contra una hidra de proporciones legendarias o tirarse a Géminis?
No tuvo ni que pensarlo. La femme fatale le había ordenado que la llevase a un camarote y fue exactamente eso lo que hizo. Al fin y al cabo, él no tenía nada que ver ni con la hidra, ni con los centinelas, ni con nada de lo que ocurría en ese extraño viaje. O al menos así lo pensaba. En ese momento, por alguna razón, ni siquiera las voces que lo incordiaban día y noche se hicieron presentes en su cabeza para plantearle los típicos conflictos morales. Solo existía una cosa en ese momento que deseaba hacer.
Y Géminis, aunque quizás sí que tenía algo más que ver, tampoco parecía muy dispuesta a salir a exponerse, pues bastó tirarle ligeramente la mano para que se dignase a seguirlo a través del pasillo.
-Tenemos cosas más importantes que hacer. -Murmuró en respuesta al leónico, pese a que ya no estaba allí para oírlo.
Así, sonriendo como adolescentes azorados por la próxima travesura, se encaminaron hacia la primer puerta que encontraron al otro extremo de los habitáculos, donde la cabeza de la criatura y el barullo no llegarían a importunarles.
Aunque el ojiazul no lo sabía, fue el camarote de Elen el que abrió para dejar pasar a su acompañante y fue la cama de la peliblanca el “nido de amor” donde los chupasangres dieron rienda suelta a sus pasiones.
Tomó la mano ajena y se giró para encarar hacia su habitación asignada, pero justo en ese instante un enorme estruendo que hizo temblar cada tabla de la embarcación le provocó un respingo, gracias al cual evitó, por menos de medio metro, a la enorme cabeza que se incrustó en la madera. La criatura todavía estaba boqueando cuando el leónico se asomó, solicitando que se unieran a la afrenta a la cual, hasta el momento, habían sido completamente ajenos.
Dag pestañeó, observó a Géminis y luego regresó los ojos a la bestia, quien ya estaba volteándose para regresar a la lucha. La lluvia y el frío se colaban por el agujero y podían oírse los gritos de afuera. Se llevó una mano al mentón y, como si tuviera todo el tiempo del mundo, caviló las posibilidades.
¿Ir corriendo a combatir contra una hidra de proporciones legendarias o tirarse a Géminis?
No tuvo ni que pensarlo. La femme fatale le había ordenado que la llevase a un camarote y fue exactamente eso lo que hizo. Al fin y al cabo, él no tenía nada que ver ni con la hidra, ni con los centinelas, ni con nada de lo que ocurría en ese extraño viaje. O al menos así lo pensaba. En ese momento, por alguna razón, ni siquiera las voces que lo incordiaban día y noche se hicieron presentes en su cabeza para plantearle los típicos conflictos morales. Solo existía una cosa en ese momento que deseaba hacer.
Y Géminis, aunque quizás sí que tenía algo más que ver, tampoco parecía muy dispuesta a salir a exponerse, pues bastó tirarle ligeramente la mano para que se dignase a seguirlo a través del pasillo.
-Tenemos cosas más importantes que hacer. -Murmuró en respuesta al leónico, pese a que ya no estaba allí para oírlo.
Así, sonriendo como adolescentes azorados por la próxima travesura, se encaminaron hacia la primer puerta que encontraron al otro extremo de los habitáculos, donde la cabeza de la criatura y el barullo no llegarían a importunarles.
Aunque el ojiazul no lo sabía, fue el camarote de Elen el que abrió para dejar pasar a su acompañante y fue la cama de la peliblanca el “nido de amor” donde los chupasangres dieron rienda suelta a sus pasiones.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
En cuanto comenzó el combate con la hidra el caos pareció apoderarse de la cubierta, provocando que los tripulantes corriesen a buscar un lugar seguro mientras los centinelas y la alta encantadora hacían frente al terrible monstruo que les había salido al paso. Las esquirlas de Jace consiguieron detener momentáneamente a la criatura pero no lo suficiente para que los rayos la alcanzasen, con lo que el ataque de la tensai sirvió de bien poco, era hora de que otros interviniesen. Frost no se hizo de esperar, congeló una ola y la utilizó para clavarla en el lomo de la bestia, que profirió un gutural quejido antes de acercar sus cabezas al barco, cosa de la que se arrepentiría enormemente.
Dado su estilo de combate poco podía hacer Melena Blanca a distancia, pero en cuanto el enemigo estuvo a su alcance no dudó en lanzar un poderoso tajo contra la hidra, dejando una de sus cabezas prácticamente colgando e inservible. Aquello dejó claro que el leónico tenía una fuerza sorprendente, pero aún quedaba por verse lo que haría el tercer centinela, que aceptó sin problemas el reto de la hechicera. Vladimir no hizo uso de su espada, en vez de eso se limitó a mirar fijamente a la cabeza que pretendía atacarlo, cosa que no llegó a hacer ya que cayó bajo el influjo mental del vampiro.
Elen era la única que entendía lo que estaba sucediendo, y lo que aquella silenciosa conversación entre el animal y el peliblanco suponía, pero en vez de utilizar la parte del monstruo que controlaba para que se atacase a sí mismo, el inmortal prefirió arremeter contra la alta encantadora. A pesar de lo repentino del ataque, Frost consiguió esquivarlo por los pelos, pero terminó colgada de una de las barandillas, pidiendo auxilio para no caer al helado mar, que sin duda albergaría muchas más criaturas dispuestas a hacerle daño. - Basta Vlad, no inicies un conflicto con la logia antes de tiempo, recuerda que estamos en su barco. - pensó la de cabellos cenicientos, sin tener claro aún que su hermano la escuchase.
El leónico saltó sobre la cabeza que había impactado contra el barco y la cercenó de un solo tajo, pero ésta ya había causado graves daños en la estructura del navío, cosa que retrasaría su llegada a isla volcánica, justo lo que no les interesaba. Ninguno de los dos centinelas hizo caso a los gritos de Abbey, uno porque había sido el causante de su situación y quería librarse de ella, mientras que al otro simplemente no le gustaba y prefería encargarse de la bestia. Así solo quedó la benjamina de los Calhoun para ayudarla, pero pronto la asaltaron las dudas, ¿debía hacerlo?
A Elen tampoco le caía bien la encantadora, sus motivos tenía, pero permitir que cayese al mar podría traerles más problemas de los que ya de por sí tenían. Durante unos instantes la joven se debatió entre ayudar o no a la bruja, sorprendiéndose a sí misma por aquello ya que no solía dudar a la hora de socorrer a alguien que estaba en peligro, pero finalmente, y a pesar de que eso pudiese molestar a Vladimir, cruzó la cubierta a toda prisa para evitar que Abbey cayese por la borda. - Te tengo. - dijo, sujetando los brazos de Abbey y tirando de ellos para subirla a la cubierta. Una potente corriente de aire sopló desde debajo para impulsar a la encantadora y facilitar su regreso al barco, con lo que en cuestión de segundos volvió a sentir la seguridad que daba un suelo bajo sus pies.
- ¿Qué está pasando? - preguntó Alister, que tras escuchar el estruendo provocado por la cabeza de la hidra abandonó su habitación para buscar a la de ojos verdes. - Por fin apareces, ¿qué haces ahí parado? Vamos, haz algo. - le instó la tensai, con tono molesto. El dragón no dijo nada, no quería que Elen se enterase de la inapropiada visita que Géminis le había hecho así que optó por recorrer la cubierta con sus ojos de reptil, determinando al momento la amenaza que seguía presente y alzando el vuelo para atacar la última cabeza de la hidra. Vladimir también parecía centrado en ésta así que no había de qué preocuparse, o al menos eso creía la joven.
El dragón sobrevoló a la criatura y lanzó contra ella una llamarada tan intensa que derritió al momento tanto las esquirlas de Jace como la ola congelada de Abbey, sin saber que podía estarse exponiendo no solo a que la hidra lo atacase sino también a que el Inmortal, que lo veía como un obstáculo para sus planes, buscase la forma de matar dos pájaros de un tiro manipulando la última cabeza del monstruo para libarse de él.
Dado su estilo de combate poco podía hacer Melena Blanca a distancia, pero en cuanto el enemigo estuvo a su alcance no dudó en lanzar un poderoso tajo contra la hidra, dejando una de sus cabezas prácticamente colgando e inservible. Aquello dejó claro que el leónico tenía una fuerza sorprendente, pero aún quedaba por verse lo que haría el tercer centinela, que aceptó sin problemas el reto de la hechicera. Vladimir no hizo uso de su espada, en vez de eso se limitó a mirar fijamente a la cabeza que pretendía atacarlo, cosa que no llegó a hacer ya que cayó bajo el influjo mental del vampiro.
Elen era la única que entendía lo que estaba sucediendo, y lo que aquella silenciosa conversación entre el animal y el peliblanco suponía, pero en vez de utilizar la parte del monstruo que controlaba para que se atacase a sí mismo, el inmortal prefirió arremeter contra la alta encantadora. A pesar de lo repentino del ataque, Frost consiguió esquivarlo por los pelos, pero terminó colgada de una de las barandillas, pidiendo auxilio para no caer al helado mar, que sin duda albergaría muchas más criaturas dispuestas a hacerle daño. - Basta Vlad, no inicies un conflicto con la logia antes de tiempo, recuerda que estamos en su barco. - pensó la de cabellos cenicientos, sin tener claro aún que su hermano la escuchase.
El leónico saltó sobre la cabeza que había impactado contra el barco y la cercenó de un solo tajo, pero ésta ya había causado graves daños en la estructura del navío, cosa que retrasaría su llegada a isla volcánica, justo lo que no les interesaba. Ninguno de los dos centinelas hizo caso a los gritos de Abbey, uno porque había sido el causante de su situación y quería librarse de ella, mientras que al otro simplemente no le gustaba y prefería encargarse de la bestia. Así solo quedó la benjamina de los Calhoun para ayudarla, pero pronto la asaltaron las dudas, ¿debía hacerlo?
A Elen tampoco le caía bien la encantadora, sus motivos tenía, pero permitir que cayese al mar podría traerles más problemas de los que ya de por sí tenían. Durante unos instantes la joven se debatió entre ayudar o no a la bruja, sorprendiéndose a sí misma por aquello ya que no solía dudar a la hora de socorrer a alguien que estaba en peligro, pero finalmente, y a pesar de que eso pudiese molestar a Vladimir, cruzó la cubierta a toda prisa para evitar que Abbey cayese por la borda. - Te tengo. - dijo, sujetando los brazos de Abbey y tirando de ellos para subirla a la cubierta. Una potente corriente de aire sopló desde debajo para impulsar a la encantadora y facilitar su regreso al barco, con lo que en cuestión de segundos volvió a sentir la seguridad que daba un suelo bajo sus pies.
- ¿Qué está pasando? - preguntó Alister, que tras escuchar el estruendo provocado por la cabeza de la hidra abandonó su habitación para buscar a la de ojos verdes. - Por fin apareces, ¿qué haces ahí parado? Vamos, haz algo. - le instó la tensai, con tono molesto. El dragón no dijo nada, no quería que Elen se enterase de la inapropiada visita que Géminis le había hecho así que optó por recorrer la cubierta con sus ojos de reptil, determinando al momento la amenaza que seguía presente y alzando el vuelo para atacar la última cabeza de la hidra. Vladimir también parecía centrado en ésta así que no había de qué preocuparse, o al menos eso creía la joven.
El dragón sobrevoló a la criatura y lanzó contra ella una llamarada tan intensa que derritió al momento tanto las esquirlas de Jace como la ola congelada de Abbey, sin saber que podía estarse exponiendo no solo a que la hidra lo atacase sino también a que el Inmortal, que lo veía como un obstáculo para sus planes, buscase la forma de matar dos pájaros de un tiro manipulando la última cabeza del monstruo para libarse de él.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Con el vaivén del barco, Abbey Frost estaba cerca de caer por el lateral del barco, invisible a los ojos de todos, menos de Elen Calhoun, que acudió como una exhalación a su rescate. La jovencísima encantadora miró a su homóloga bruja a los ojos. – Gracias. – Dijo en voz baja con claro esfuerzo. No le caía bien Elen, pero en esta ocasión, le había salvado la vida.
Vladimir y Melena Blanca contenían con sus armas alejada a la última de las cabezas, la más fuerte de todas. Alister surcó los cielos para atacar desde el aire. Pero un giro de la cabeza de la hidra le propinó un fuerte golpe que terminó con él recostado sobre el barco. Sin embargo, un segundo dragón blanco, de tamaño mucho mayor que el del compañero de Elen, aparecería en los cielos para enviar un potente chorro de brisa helada a la cabeza que dejaría ésta envuelta en un enorme témpano de hielo, cerca de la cubierta. Algo que sería aprovechado por los centinelas, que con sus golpes terminarían por dividir la congelada cabeza en múltiples en trozos de hielo.
Alister se había llevado un fuerte golpe en las costillas, no era nada grave, pero le costaría moverse por un par de días. El otro dragón volvería a su forma humana, una vez arribó al barco. En su forma natural era casi tan grande como éste. Un venerable anciano de arreglada pero corta barba y pelo cano, se postró sobre éste. Y Abbey Frost y más miembros del barco, acudieron a su auxilio. - ¡Inquisidor! – comentó la bruja, que simplemente tuvo que servir de apoyo.
-¿Así que este es el Inquisidor? – preguntó un sonriente Vladimir en voz baja, con las manos en la espalda, como siempre, situándose junto a sus dos hermanos.
-Me lo esperaba más imponente. – le dijo Melena Blanca, recolocando su enorme hacha de doble filo en la peana a su espalda.
-¡Oh, jóvenes! No juzguéis la virtud de un anciano que en vida ha sido grande. – comentó con una voz cansada por la edad, apoyándose en Abbey, esperando a que algún miembro de la logia le trajera un bastón. - Es un placer conoceros, centinelas. Soy consciente de alguno de vosotros es apóstata, pero ante una amenaza como los Jinetes Oscuros, no nos queda nada sino colaborar con vosotros. – aclaró, tendiendo la vista sobre Isla Volcánica, que cada vez estaba más cerca. – El Aquelarre nos ha causado muchos problemas. Pero hay un enemigo que nos supera a todos. Debemos colaborar. – comentó con confianza el hombre.
Era un error juzgar al Inquisidor por su aspecto. Cualquiera habría oído hablar de él, ya que era, hasta la fecha, el mayor cazador de magos apóstatas de Aerandir. Todos aquellos que no estuviesen censados por el Hekshold, la Academia de Dundarak o la Foresta de Árbol Madre, eran susceptibles de ser perseguidos por la Logia, por utilizar la magia sin pertenecer al censo. Enfrentarse a él, era todo un reto y un desafío.
-El barco está muy dañado y creo que no sería conveniente llevarlo hasta la guarida de la Revividora. Tendréis que ir andando. – sugirió, miró entonces a la Alta Encantadora. -Abigail, tú eres el mejor efectivo. Irás con ellos y con los antimagos, y los esperarás fuera. – ordenó a la Alta Encantadora, mirándola, y luego tendió la vista en Elen. – La reliquia. Entrégasela. - pidió
-¡¿Qué se la entregue?! ¿Me lo estáis pidiendo de verdad? Se supone que esto iba a hacerlo yo. – Abbey miró con duda al Inquisidor. Éste le envió una mirada de calma, una sosiega sonrisa que hizo a la mujer tranquilizarse. Le estaba pidiendo que entregase un objeto.
-Tranquila, Abbey. Será más fácil si lo hace ella. – comentó. Luego miró a la peliblanca. – Además, confío en Elen. He visto cómo te ha salvado la vida.
A Abbey le dolió esto último más que si se hubiese caído por la borda. Pero jamás discutiría una orden directa del Inquisidor. Se acercó con gesto de desaprobación a ella. Debajo de su enorme abrigo-túnica de terciopelo blanco ornamentado, escondía un objeto. Tenía forma de aro. Parecía una especie de corona. La limpió con cuidado y, aunque lo dudó durante unos segundos, se la terminó entregando a Elen. Luego se dio la vuelta y esperó que el Inquisidor hablara.
-Es la Corona del Dominador. – pronunció el Inquisidor. – Uno de los objetos más preciados de la Logia. Tiene el poder de controlar a una persona a elección. Y ésta hará lo que se le ordene. – Hizo una breve pausa. – Cuando estés ante Amaterasu, te la pondrás y ordenarás a la Revividora que salga fuera de la guarida.
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"Deberías haberla dejado caer por la borda..." dijo Vladimir mentalmente a Elen. Y suspiró y sonrió incrédulo de lo que escuchaba.
-¿Y qué pasará después? – inquirió Melena Blanca de brazos cruzados. No le gustaba Amaterasu, pero es que con la Logia tampoco tenía simpatía.
-Queremos que Amaterasu colabore en detener a los Jinetes Oscuros. Pero comprenderéis que desconfiemos de ella después de sus acciones. – respondió tranquilo el Inquisidor. – Ahora, deberíamos descansar.
-Más te vale no negarte, bruja. – amenazó Abbey, antes de irse, ahora con algo de rencor hacia Elen. Estaba claro que aquella petición del Inquisidor le había fastidiado.
* * * * * * * * * * * *
En la habitación de la benjamina de los Calhoun, Dag y Géminis, totalmente desnudos, vivían una realidad paralela. En la que no había hidras, ni inquisidores haciendo peticiones comprometedoras. Donde sólo estaban ellos dos. Géminis sobre él saltando arriba y abajo en la alcoba, y Dag debajo. Sin contener gritos ni gemidos de ningún tipo.
La vampiresa acabó tan fatigada que terminó echándose a un lado. Suspirando. Y totalmente despeinada. – Uf. – jadeaba al lado del vampiro. – Madre mía. Buf. Porque todos los ricos a los que robo dinero no son como tú... – opinó. Y es que aún no estaba siendo consciente de lo que había hecho. Pronto se percataría del tremendo error que acababa de cometer. Al ver a Dag. -¡Ah! – gritó. - ¡¿Pero qué he hecho?! – exclamó, llevándose las manos a la cabeza al ver al vampiro a su lado. - ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Vladimir me va a matar! – dijo llevándose las manos a la cabeza. – Y a ti también, seguramente. – señaló al otrora rey de Lunargenta.
Vladimir había ordenado a la vampiresa detener a Alister. A la vista estaba que no había cumplido su cometido pues el dragón terminó en cubierta. Pero la vampiresa tampoco había ayudado en combate. Ni Dag. Entonces, ¿dónde estaba? Todo parecía claro. ¿Cómo saldrían de aquella?
-Tenemos que irnos o… - comentó apresurada, todavía en la cama. – … O… Quedarnos aquí. ¡Ay, por los dioses, que estamos en un barco! – comentó llevándose las manos a la cabeza.
* * * * * * * * * * * *
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La corona astada, la corona de Lunargenta y… la Corona del Dominador. Ahora sabéis por qué la misión se llama “Las Tres Coronas”. En el próximo turno llegaréis a Isla Volcánica y os encontraréis con Amaterasu.
Dag: ¡Has deshecho el encantamiento! Ahora ya puedes volver a ser tú mismo. Has yacido con la atractiva vampiresa. Pero si Vladimir descubre que te has acostado con su querida cortesana, no te vas a divertir tanto como con Géminis. Puedes tratar de convencer a Elen para que os deje quedaros, o puedes tratar de salir por la puerta sin ser visto. La pregunta es, ¿dónde pasaréis las horas que quedan?
Elen: El Inquisidor te ha entregado un objeto legendario y te ha dado una misión. Aunque por ahora no podrás negarte bajo peligro de terminar arrestada. Más tarde sí que podrás rechazar la tarea. Terminarás en tu habitación, donde tal vez te encuentres a Géminis y Dag en tu cama, tendrás opción de echarlos. Si Vladimir se entera, se meterán en un problema. Si los pillas, siempre tendrás oportunidad de contárselo.
Alister: Decidiste salvar a Abbey. Bien hecho, de lo contrario no serías tú quien llevase la corona a Amaterasu. Pero Alister, al no recibir tampoco ayuda de Dag, ha terminado herido. No es nada grave, sólo necesita reposar unos días. Puede ser en tu habitación o en otra. Pero no podrás contar con su ayuda en el tercer y último acto de la misión. Y no te vendría mal.
Vladimir y Melena Blanca contenían con sus armas alejada a la última de las cabezas, la más fuerte de todas. Alister surcó los cielos para atacar desde el aire. Pero un giro de la cabeza de la hidra le propinó un fuerte golpe que terminó con él recostado sobre el barco. Sin embargo, un segundo dragón blanco, de tamaño mucho mayor que el del compañero de Elen, aparecería en los cielos para enviar un potente chorro de brisa helada a la cabeza que dejaría ésta envuelta en un enorme témpano de hielo, cerca de la cubierta. Algo que sería aprovechado por los centinelas, que con sus golpes terminarían por dividir la congelada cabeza en múltiples en trozos de hielo.
Alister se había llevado un fuerte golpe en las costillas, no era nada grave, pero le costaría moverse por un par de días. El otro dragón volvería a su forma humana, una vez arribó al barco. En su forma natural era casi tan grande como éste. Un venerable anciano de arreglada pero corta barba y pelo cano, se postró sobre éste. Y Abbey Frost y más miembros del barco, acudieron a su auxilio. - ¡Inquisidor! – comentó la bruja, que simplemente tuvo que servir de apoyo.
-¿Así que este es el Inquisidor? – preguntó un sonriente Vladimir en voz baja, con las manos en la espalda, como siempre, situándose junto a sus dos hermanos.
-Me lo esperaba más imponente. – le dijo Melena Blanca, recolocando su enorme hacha de doble filo en la peana a su espalda.
-¡Oh, jóvenes! No juzguéis la virtud de un anciano que en vida ha sido grande. – comentó con una voz cansada por la edad, apoyándose en Abbey, esperando a que algún miembro de la logia le trajera un bastón. - Es un placer conoceros, centinelas. Soy consciente de alguno de vosotros es apóstata, pero ante una amenaza como los Jinetes Oscuros, no nos queda nada sino colaborar con vosotros. – aclaró, tendiendo la vista sobre Isla Volcánica, que cada vez estaba más cerca. – El Aquelarre nos ha causado muchos problemas. Pero hay un enemigo que nos supera a todos. Debemos colaborar. – comentó con confianza el hombre.
Era un error juzgar al Inquisidor por su aspecto. Cualquiera habría oído hablar de él, ya que era, hasta la fecha, el mayor cazador de magos apóstatas de Aerandir. Todos aquellos que no estuviesen censados por el Hekshold, la Academia de Dundarak o la Foresta de Árbol Madre, eran susceptibles de ser perseguidos por la Logia, por utilizar la magia sin pertenecer al censo. Enfrentarse a él, era todo un reto y un desafío.
-El barco está muy dañado y creo que no sería conveniente llevarlo hasta la guarida de la Revividora. Tendréis que ir andando. – sugirió, miró entonces a la Alta Encantadora. -Abigail, tú eres el mejor efectivo. Irás con ellos y con los antimagos, y los esperarás fuera. – ordenó a la Alta Encantadora, mirándola, y luego tendió la vista en Elen. – La reliquia. Entrégasela. - pidió
-¡¿Qué se la entregue?! ¿Me lo estáis pidiendo de verdad? Se supone que esto iba a hacerlo yo. – Abbey miró con duda al Inquisidor. Éste le envió una mirada de calma, una sosiega sonrisa que hizo a la mujer tranquilizarse. Le estaba pidiendo que entregase un objeto.
-Tranquila, Abbey. Será más fácil si lo hace ella. – comentó. Luego miró a la peliblanca. – Además, confío en Elen. He visto cómo te ha salvado la vida.
A Abbey le dolió esto último más que si se hubiese caído por la borda. Pero jamás discutiría una orden directa del Inquisidor. Se acercó con gesto de desaprobación a ella. Debajo de su enorme abrigo-túnica de terciopelo blanco ornamentado, escondía un objeto. Tenía forma de aro. Parecía una especie de corona. La limpió con cuidado y, aunque lo dudó durante unos segundos, se la terminó entregando a Elen. Luego se dio la vuelta y esperó que el Inquisidor hablara.
-Es la Corona del Dominador. – pronunció el Inquisidor. – Uno de los objetos más preciados de la Logia. Tiene el poder de controlar a una persona a elección. Y ésta hará lo que se le ordene. – Hizo una breve pausa. – Cuando estés ante Amaterasu, te la pondrás y ordenarás a la Revividora que salga fuera de la guarida.
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La peligrosa Corona del Dominador. Capaz de hacer que cualquiera obedezca cualquier orden, sin oposición.
"Deberías haberla dejado caer por la borda..." dijo Vladimir mentalmente a Elen. Y suspiró y sonrió incrédulo de lo que escuchaba.
-¿Y qué pasará después? – inquirió Melena Blanca de brazos cruzados. No le gustaba Amaterasu, pero es que con la Logia tampoco tenía simpatía.
-Queremos que Amaterasu colabore en detener a los Jinetes Oscuros. Pero comprenderéis que desconfiemos de ella después de sus acciones. – respondió tranquilo el Inquisidor. – Ahora, deberíamos descansar.
-Más te vale no negarte, bruja. – amenazó Abbey, antes de irse, ahora con algo de rencor hacia Elen. Estaba claro que aquella petición del Inquisidor le había fastidiado.
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En la habitación de la benjamina de los Calhoun, Dag y Géminis, totalmente desnudos, vivían una realidad paralela. En la que no había hidras, ni inquisidores haciendo peticiones comprometedoras. Donde sólo estaban ellos dos. Géminis sobre él saltando arriba y abajo en la alcoba, y Dag debajo. Sin contener gritos ni gemidos de ningún tipo.
La vampiresa acabó tan fatigada que terminó echándose a un lado. Suspirando. Y totalmente despeinada. – Uf. – jadeaba al lado del vampiro. – Madre mía. Buf. Porque todos los ricos a los que robo dinero no son como tú... – opinó. Y es que aún no estaba siendo consciente de lo que había hecho. Pronto se percataría del tremendo error que acababa de cometer. Al ver a Dag. -¡Ah! – gritó. - ¡¿Pero qué he hecho?! – exclamó, llevándose las manos a la cabeza al ver al vampiro a su lado. - ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Vladimir me va a matar! – dijo llevándose las manos a la cabeza. – Y a ti también, seguramente. – señaló al otrora rey de Lunargenta.
Vladimir había ordenado a la vampiresa detener a Alister. A la vista estaba que no había cumplido su cometido pues el dragón terminó en cubierta. Pero la vampiresa tampoco había ayudado en combate. Ni Dag. Entonces, ¿dónde estaba? Todo parecía claro. ¿Cómo saldrían de aquella?
-Tenemos que irnos o… - comentó apresurada, todavía en la cama. – … O… Quedarnos aquí. ¡Ay, por los dioses, que estamos en un barco! – comentó llevándose las manos a la cabeza.
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La corona astada, la corona de Lunargenta y… la Corona del Dominador. Ahora sabéis por qué la misión se llama “Las Tres Coronas”. En el próximo turno llegaréis a Isla Volcánica y os encontraréis con Amaterasu.
Dag: ¡Has deshecho el encantamiento! Ahora ya puedes volver a ser tú mismo. Has yacido con la atractiva vampiresa. Pero si Vladimir descubre que te has acostado con su querida cortesana, no te vas a divertir tanto como con Géminis. Puedes tratar de convencer a Elen para que os deje quedaros, o puedes tratar de salir por la puerta sin ser visto. La pregunta es, ¿dónde pasaréis las horas que quedan?
Elen: El Inquisidor te ha entregado un objeto legendario y te ha dado una misión. Aunque por ahora no podrás negarte bajo peligro de terminar arrestada. Más tarde sí que podrás rechazar la tarea. Terminarás en tu habitación, donde tal vez te encuentres a Géminis y Dag en tu cama, tendrás opción de echarlos. Si Vladimir se entera, se meterán en un problema. Si los pillas, siempre tendrás oportunidad de contárselo.
Alister: Decidiste salvar a Abbey. Bien hecho, de lo contrario no serías tú quien llevase la corona a Amaterasu. Pero Alister, al no recibir tampoco ayuda de Dag, ha terminado herido. No es nada grave, sólo necesita reposar unos días. Puede ser en tu habitación o en otra. Pero no podrás contar con su ayuda en el tercer y último acto de la misión. Y no te vendría mal.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Un último y ronco gemido marcó el final del encantamiento impuesto por Géminis en su persona. Dag se dejó caer a un lado y se llevó ambas manos al rostro. Lejos de gozar los últimos instantes de satisfacción, cada segundo que pasaba aumentaba la sensación de incertidumbre que albergaba en el pecho. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Qué demonios lo había llevado a acabar compartiendo lecho con la secuaz del Inmortal? Arrugó el entrecejo y apartó lentamente las manos para observar de reojo a la femme fatale. Bueno, mirándola bien... tampoco se arrepentía del todo.
-¡Idiota! ¡Ahora sí que harás que nos maten a todos! -Bramó una vocecita dentro de las paredes de su cráneo, instándolo a levantarse de la cama con un salto para, presuroso, comenzar a vestirse.
-No si nunca nos descubren. ¡Hay que salir de aquí! -Ahora que no estaba bajo ningún hechizo, sus delirios volvían a tener un lugar protagónico entre sus pensamientos, así como el recuerdo de Dahlia, su difunta esposa, que durante todo aquel trajín se habían esfumado “inexplicablemente” de su cabeza para, ahora, volver a presentarse en un potente sentimiento de culpa por haberla olvidado para acostarse con alguien más.
-¡Vístete! -Le rugió a la cortesana, ya sin un ápice de la dulzura con la que le había hablado antes de llevársela a la cama- Por tu bien y por el mío, Vladimir no se enterará. -Dijo en tono amenazante y, sin esperar a que se apartara, comenzó a tender las sábanas lo más rápido posible en un vano intento para borrar de allí todo rastro de su presencia. Al finar terminó legando esa tarea a la vampiresa para él terminar de vestirse y, tras peinarse el cabello torpemente hacia atrás y constatar que no se dejaba ninguna prenda de ropa, se encaminó hacia la puerta. Era asunto de la fémina si decidía irse también o, por el contrario, permanecer en la habitación.
-La he pasado muy bien, pero me temo que aquí se termina todo. ¡Adiós! -Exclamó con teatralidad, guiñándole un ojo antes de huir por los pasillos a toda prisa. En realidad ni siquiera recordaba bien qué demonios había pasado en todo ese tiempo, y tampoco estaba tomando en cuenta que despedirse con un “adiós” era bastante estúpido, dado que estaban dentro de un barco no demasiado grande en el que más que seguramente volverían a encontrarse. ¡Pero bueno! Nunca estaba de más irse con elegancia.
Ahora que ya no se encontraba bajo el encantamiento de la vampiresa, podía ver la situación con nuevos ojos. Era como si acabase de despertar de un turbio sueño en que se había sumido desde algún punto incierto, cuando todavía se encontraban en el castillo de Lunargenta, hasta despertar desnudo y sudoroso en una cama que no le pertenecía. Mientras recuperaba el aliento y constataba obsesivamente que su ropa estuviera en orden y no evidenciara el previo encuentro, observó la enorme cabeza de la hidra ensartada entre la madera, sintiendo algo parecido a un deja-vu, y decidió finalmente subir a cubierta para ponerse al día.
Ahora entendía aún menos qué demonios estaba sucediendo. ¿Por qué el barco estaba tan destrozado? ¿Adónde estaban yendo? ¿Cuál era su maldito papel en todo aquello?
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Tras escuchar a la joven encantadora, a la cual sin duda le costó dar las gracias debido a su enfrentamiento del pasado en Dundarak, Elen centró toda su atención en seguir los movimientos del dragón, arrepintiéndose de haberlo mandado a luchar en cuanto la última cabeza de la hidra le asestó un brusco golpe, que lo envió contra la cubierta. - ¡Alister! - exclamó, dejando sola a Frost para correr junto al alado, que profirió un quejido mientras intentaba ponerse en pie. Cuando resultaba herido o se encontraba débil por alguna causa el cazador solía volver a su forma humana, pero teniendo en cuenta la situación en que se encontraban y que de hacerlo solo estaría aún más vulnerable ante la logia en caso de que se desatase un conflicto, decidió aguantar el dolor y mantenerse transformado, algo que no permitía ver el verdadero alcance de su herida.
Para cuando la hechicera llegó a su lado apenas podía moverse, su intento de incorporarse quedó en nada cuando una fuerte punzada le recorrió el costado. Un nuevo dragón, mucho más grande y completamente blanco apareció en escena mientras la tensai hacía lo posible por ayudar a su compañero, surcando el cielo y congelando con una gélida brisa la cabeza de la hidra, de modo que Melena Blanca y Vladimir pudiesen aprovechar el momento para destrozarla con sus armas. - Transfórmate, así no puedo hacer nada. - instó la de ojos verdes, sin prestar demasiada atención al recién llegado, al menos hasta que Alister le hizo caso y volvió a su forma humana. Tomándola como apoyo el cazador consiguió ponerse en pie pero no hacía falta más que ver su rostro para comprender que el golpe había sido duro.
Con la muerte del monstruo y la relativa tranquilidad que seguía al combate, la benjamina de los Calhoun pudo finalmente fijarse en el anciano que había terminado con la hidra, quien pronto quedó presentado como el Inquisidor. Mientras sus hermanos no se cortaban a la hora de hacer comentarios acerca de su aspecto y lo que este difería de lo que se habían imaginado, la joven optó por guardar silencio y no juzgar al dragón, segura de que si lideraba la logia era porque se trataba de alguien poderoso.
El Inquisidor tomó la palabra y aseguró que ante una amenaza como la que los jinetes oscuros representaban no les quedaba más remedio que colaborar, algo que no tenía por qué gustar a ninguna de las partes. Dados los daños que el navío había sufrido ya no era seguro llevarlo hasta la guarida de la nigromante, hecho por el cual el anciano decidió que los centinelas y sus acompañantes viajarían a pie, pero no solos, no, Abbey y los antimagos irían con ellos hasta la entrada, sus órdenes eran permanecer fuera de la misma. La siguiente petición del Inquisidor consiguió molestar a la alta encantadora, que se resistía a entregar algo, una reliquia al parecer. ¿Qué se traían entre manos? Se preguntó interiormente la de cabellos cenicientos, sin dejar de sujetar con fuerza a Alister y agradeciendo que Jace hubiese reaccionado para ayudarla a mantener al dragón en pie.
La mirada del anciano se cruzó con la suya mientras aseguraba confiar en ella, solo por haber visto como salvaba la vida de la bruja cuando a punto estaba de caer por la borda. Obedeciendo la orden de su superior, Frost avanzó hasta ella y extrajo de su abrigo un objeto, una especie de tiara o corona, que tras limpiar le entregó, aunque a regañadientes. La Corona del Dominador, así la llamó el Inquisidor al empezar a explicar a los presentes lo que la centinela sostenía ahora en su mano, una reliquia capaz de hacer que cualquiera obedeciese a quien la portaba. La logia pretendía que ella usase la corona para hacer salir a Amaterasu de su guarida y asegurarse de que colaborase en la destrucción de los Tarmúnil, pero ¿qué pasaría luego?
Frost le había pedido la cabeza de la revividora y ahora quedaba claro el modo en que la bruja pensaba conseguir tal cosa, pero con la corona fuera de su poder solo podía confiar en que la de ojos verdes compartiese su visión acerca de la nigromante. La voz de Vladimir resonó en su cabeza para quejarse, demostrándole que realmente sí podía comunicarse con él mentalmente, algo que podía resultar útil pero solo hasta cierto punto, el vampiro estaba muy unido a Amaterasu y que pudiese entrar en sus pensamientos podía convertirse en un arma de doble filo. - Alégrate de que sea yo quien tenga la corona y no ella, ¿acaso crees que se habría detenido después de arrebatar la reliquia de Amaterasu? Nos habría hecho lo mismo a todos, uno por uno. - pensó, sin siquiera desviar la vista hacia el Inmortal, no quería levantar sospechas de ningún tipo.
- Agradezco su confianza, ahora si me disculpa, mi compañero necesita atención médica. - dijo, ignorando la amenaza de Abbey y dirigiéndose únicamente al anciano mientras guardaba a buen recaudo la corona dentro de su abrigo. Dicho esto guió al cazador hasta su camarote con la ayuda de Jace, que lo sostenía por el otro lado, y una vez allí indicó al brujo que hiciese lo posible por poner cómodo al herido mientras ella buscaba en el resto de habitaciones hasta dar con la suya, donde se suponía que debían estar sus pertenencias. De camino se cruzó con la vampiresa que había aparecido junto con Vladimir, y poco después con el hombre que también había llegado con ellos, pero no les prestó atención alguna, su preocupación por el estado del dragón iba en aumento.
Finalmente encontró lo que buscaba, un modesto camarote en que descansaban sus alforjas, y sin perder tiempo ni fijarse en que la cama parecía hecha con prisas, como si alguien la hubiese utilizado hacía poco, recogió sus cosas y se trasladó al cuarto del alado. Alister aguardaba sentado al borde de la cama, con el rostro contraído y sujetándose el costado con una mano, cada movimiento le provocaba una dolorosa punzada a la altura de las costillas, tanto que hasta respirar le resultaba molesto. - Ya estoy aquí. - dijo, cerrando la puerta tras de sí y acercándose al escritorio para depositar sobre el mismo sus pertenencias.
Lo primero que buscó la hechicera fue un frasco con infusión de Inhibis y Barrimorth, destapándolo de inmediato y tendiéndoselo al dragón, que después de tanto tiempo viajando con ella estaba más que acostumbrado a sus brebajes. Ya no hacía preguntas, era consciente de que aquellas pócimas no solían tener buen sabor pero eran efectivas, y eso era lo único que le importaba en aquel momento. Pronto el dolor comenzaría a remitir y le daría un respiro, pero seguramente tardaría unos cuantos días en recuperarse por completo, hecho que le imposibilitaría acompañar a la tensai al encuentro de Amaterasu. - Quítate la camisa, tengo que ver la gravedad de tu herida. - indicó Elen, mientras preparaba vendas y rebuscaba entre sus frascos.
Alister comenzó a desabotonarse la camisa pero el dolor lo hacía moverse muy despacio, tanto que la de cabellos cenicientos, frustrada, le apartó la mano y prosiguió ella misma. - ¿De verdad tiene que estar el chico aquí? - preguntó, provocando que la joven se detuviese para dirigir su mirada hacia Jace, que se mantenía en un segundo plano, cerca de la puerta. - Vuelve a cubierta Jace, quizá necesiten ayuda para arreglar los destrozos que provocó la hidra… mantente cerca del león. - le indicó, consciente de que Melena Blanca era el único a bordo en quien podían confiar.
El brujo asintió con la cabeza y abandonó el camarote, dejándolos a solas, algo que no pasaba desde que discutieron en Lunargenta. Elen terminó de desabotonar la camisa del dragón y apartó la tela hacia un lado, lo justo para descubrir el oscuro hematoma que se extendía por su costado, visión que la hizo palidecer. - Lo siento. - musitó, sintiéndose culpable por haberlo instado a pelear con la hidra. - Esto va a doler pero tengo que asegurarme de que no te hayas roto nada. - continuó segundos después, justo antes de colocar su mano sobre la zona afectada por el impacto. La de cabellos cenicientos palpó con cuidado el costado del alado de abajo a arriba, en busca de costillas rotas o cualquier fisura que pudiese desencadenar una hemorragia interna, que era lo que más temía, pero gracias a su coraza natural de dragón, Alister se recuperaría en cuestión de días.
Mientras él contenía la respiración y ahogaba un quejido, la benjamina de los Calhoun se detuvo, sin apartar la mano de su piel, quedando ensimismada durante unos instantes con la vista clavada en su torso. Alister maldijo interiormente, de no haber sido por aquel molesto dolor que le recorría el cuerpo aquel momento habría sido incluso bonito. - ¿Qué ocurre? - terminó preguntando, consiguiendo que la tensai volviese en sí. - Tus cicatrices… no pensé que tendrías tantas. - respondió ella, apartando finalmente su mano de él. - Cazar demonios no es cosa fácil, tú mejor que nadie debes saberlo. - dijo, y estaba en lo cierto. La bruja había pasado por mucho y su cuerpo era prueba de ello, pero ahora podía ver que se parecían más de lo que creía.
- Tengo que encontrar algo, quizá el ungüento de Acruire, no… no serviría, ¿Belladonea? No… demasiado analgésico… - musitó para sí misma, mientras rebuscaba en una de sus alforjas. Todos sus conocimientos de alquimia se agolpaban en su cabeza en busca de algo que pudiese ayudar, pero de repente la joven se quedó completamente inmóvil, en cuanto notó la mano del cazador en torno a su muñeca. - Estaré bien, solo quédate conmigo. - pidió, agradeciendo que la infusión de Inhibis comenzase a hacer efecto y ya no le doliese tanto respirar. Sus miradas se cruzaron durante un breve instante antes de que la tensai, temiendo flaquear, se liberase de su agarre con cuidado y extrajese un pequeño tarro de su alforja, con pasta de Tuore. - Este antiinflamatorio te vendrá bien. - indicó, antes de aplicarlo sobre la zona en que se extendía el hematoma para posteriormente vendarlo.
- Ahora deberías descansar. - dijo nada más terminar, y no tuvo que insistir para que el alado obedeciese. Lo ayudó a levantarse y tiró de las mantas para que pudiese acostarse cómodamente, tras lo cual lo arropó y se dispuso a recoger sus cosas, algo que no llegó a hacer ya que Alister volvía a sujetar su mano. Él no quería que se marchase de su lado y ella tampoco quería hacerlo, así que finalmente dejó que por aquella vez él ganase. - Me quedaré, pero solo hasta que te duermas. - cedió Elen, sentándose al borde de la cama de modo que pudiesen verse las caras. - Eso me vale. - respondió el cazador, que peleaba ahora contra los efectos combinados del Inhibis y el Tuore para mantenerse despierto.
La centinela por su parte dedicó unos instantes a la corona que guardaba dentro de su abrigo, sacándola del mismo y haciéndola girar entre sus dedos. - ¿Qué vas a hacer con ella? - preguntó medio adormilado su compañero. - No lo sé. - susurró la tensai, sin atreverse a barajar las diferentes posibilidades por miedo a que Vladimir estuviese escuchando sus pensamientos.
Minutos después Alister cayó en un profundo sueño provocado por las hierbas, momento que la de cabellos cenicientos aprovechó para observarlo con tranquilidad y apartarle un mechón del rostro. Aquella herida era culpa suya pero quizá tuviese su parte positiva, ahora no podía llevarlo consigo a la guarida de Amaterasu y eso lo mantendría a salvo del impulsivo carácter de su hermana. En cuanto alcanzasen al Aguamarina podría sacarlo del barco de la logia y dejarlo al cuidado de Jace y Gabrielle, donde no tardaría en reponerse.
Para cuando la hechicera llegó a su lado apenas podía moverse, su intento de incorporarse quedó en nada cuando una fuerte punzada le recorrió el costado. Un nuevo dragón, mucho más grande y completamente blanco apareció en escena mientras la tensai hacía lo posible por ayudar a su compañero, surcando el cielo y congelando con una gélida brisa la cabeza de la hidra, de modo que Melena Blanca y Vladimir pudiesen aprovechar el momento para destrozarla con sus armas. - Transfórmate, así no puedo hacer nada. - instó la de ojos verdes, sin prestar demasiada atención al recién llegado, al menos hasta que Alister le hizo caso y volvió a su forma humana. Tomándola como apoyo el cazador consiguió ponerse en pie pero no hacía falta más que ver su rostro para comprender que el golpe había sido duro.
Con la muerte del monstruo y la relativa tranquilidad que seguía al combate, la benjamina de los Calhoun pudo finalmente fijarse en el anciano que había terminado con la hidra, quien pronto quedó presentado como el Inquisidor. Mientras sus hermanos no se cortaban a la hora de hacer comentarios acerca de su aspecto y lo que este difería de lo que se habían imaginado, la joven optó por guardar silencio y no juzgar al dragón, segura de que si lideraba la logia era porque se trataba de alguien poderoso.
El Inquisidor tomó la palabra y aseguró que ante una amenaza como la que los jinetes oscuros representaban no les quedaba más remedio que colaborar, algo que no tenía por qué gustar a ninguna de las partes. Dados los daños que el navío había sufrido ya no era seguro llevarlo hasta la guarida de la nigromante, hecho por el cual el anciano decidió que los centinelas y sus acompañantes viajarían a pie, pero no solos, no, Abbey y los antimagos irían con ellos hasta la entrada, sus órdenes eran permanecer fuera de la misma. La siguiente petición del Inquisidor consiguió molestar a la alta encantadora, que se resistía a entregar algo, una reliquia al parecer. ¿Qué se traían entre manos? Se preguntó interiormente la de cabellos cenicientos, sin dejar de sujetar con fuerza a Alister y agradeciendo que Jace hubiese reaccionado para ayudarla a mantener al dragón en pie.
La mirada del anciano se cruzó con la suya mientras aseguraba confiar en ella, solo por haber visto como salvaba la vida de la bruja cuando a punto estaba de caer por la borda. Obedeciendo la orden de su superior, Frost avanzó hasta ella y extrajo de su abrigo un objeto, una especie de tiara o corona, que tras limpiar le entregó, aunque a regañadientes. La Corona del Dominador, así la llamó el Inquisidor al empezar a explicar a los presentes lo que la centinela sostenía ahora en su mano, una reliquia capaz de hacer que cualquiera obedeciese a quien la portaba. La logia pretendía que ella usase la corona para hacer salir a Amaterasu de su guarida y asegurarse de que colaborase en la destrucción de los Tarmúnil, pero ¿qué pasaría luego?
Frost le había pedido la cabeza de la revividora y ahora quedaba claro el modo en que la bruja pensaba conseguir tal cosa, pero con la corona fuera de su poder solo podía confiar en que la de ojos verdes compartiese su visión acerca de la nigromante. La voz de Vladimir resonó en su cabeza para quejarse, demostrándole que realmente sí podía comunicarse con él mentalmente, algo que podía resultar útil pero solo hasta cierto punto, el vampiro estaba muy unido a Amaterasu y que pudiese entrar en sus pensamientos podía convertirse en un arma de doble filo. - Alégrate de que sea yo quien tenga la corona y no ella, ¿acaso crees que se habría detenido después de arrebatar la reliquia de Amaterasu? Nos habría hecho lo mismo a todos, uno por uno. - pensó, sin siquiera desviar la vista hacia el Inmortal, no quería levantar sospechas de ningún tipo.
- Agradezco su confianza, ahora si me disculpa, mi compañero necesita atención médica. - dijo, ignorando la amenaza de Abbey y dirigiéndose únicamente al anciano mientras guardaba a buen recaudo la corona dentro de su abrigo. Dicho esto guió al cazador hasta su camarote con la ayuda de Jace, que lo sostenía por el otro lado, y una vez allí indicó al brujo que hiciese lo posible por poner cómodo al herido mientras ella buscaba en el resto de habitaciones hasta dar con la suya, donde se suponía que debían estar sus pertenencias. De camino se cruzó con la vampiresa que había aparecido junto con Vladimir, y poco después con el hombre que también había llegado con ellos, pero no les prestó atención alguna, su preocupación por el estado del dragón iba en aumento.
Finalmente encontró lo que buscaba, un modesto camarote en que descansaban sus alforjas, y sin perder tiempo ni fijarse en que la cama parecía hecha con prisas, como si alguien la hubiese utilizado hacía poco, recogió sus cosas y se trasladó al cuarto del alado. Alister aguardaba sentado al borde de la cama, con el rostro contraído y sujetándose el costado con una mano, cada movimiento le provocaba una dolorosa punzada a la altura de las costillas, tanto que hasta respirar le resultaba molesto. - Ya estoy aquí. - dijo, cerrando la puerta tras de sí y acercándose al escritorio para depositar sobre el mismo sus pertenencias.
Lo primero que buscó la hechicera fue un frasco con infusión de Inhibis y Barrimorth, destapándolo de inmediato y tendiéndoselo al dragón, que después de tanto tiempo viajando con ella estaba más que acostumbrado a sus brebajes. Ya no hacía preguntas, era consciente de que aquellas pócimas no solían tener buen sabor pero eran efectivas, y eso era lo único que le importaba en aquel momento. Pronto el dolor comenzaría a remitir y le daría un respiro, pero seguramente tardaría unos cuantos días en recuperarse por completo, hecho que le imposibilitaría acompañar a la tensai al encuentro de Amaterasu. - Quítate la camisa, tengo que ver la gravedad de tu herida. - indicó Elen, mientras preparaba vendas y rebuscaba entre sus frascos.
Alister comenzó a desabotonarse la camisa pero el dolor lo hacía moverse muy despacio, tanto que la de cabellos cenicientos, frustrada, le apartó la mano y prosiguió ella misma. - ¿De verdad tiene que estar el chico aquí? - preguntó, provocando que la joven se detuviese para dirigir su mirada hacia Jace, que se mantenía en un segundo plano, cerca de la puerta. - Vuelve a cubierta Jace, quizá necesiten ayuda para arreglar los destrozos que provocó la hidra… mantente cerca del león. - le indicó, consciente de que Melena Blanca era el único a bordo en quien podían confiar.
El brujo asintió con la cabeza y abandonó el camarote, dejándolos a solas, algo que no pasaba desde que discutieron en Lunargenta. Elen terminó de desabotonar la camisa del dragón y apartó la tela hacia un lado, lo justo para descubrir el oscuro hematoma que se extendía por su costado, visión que la hizo palidecer. - Lo siento. - musitó, sintiéndose culpable por haberlo instado a pelear con la hidra. - Esto va a doler pero tengo que asegurarme de que no te hayas roto nada. - continuó segundos después, justo antes de colocar su mano sobre la zona afectada por el impacto. La de cabellos cenicientos palpó con cuidado el costado del alado de abajo a arriba, en busca de costillas rotas o cualquier fisura que pudiese desencadenar una hemorragia interna, que era lo que más temía, pero gracias a su coraza natural de dragón, Alister se recuperaría en cuestión de días.
Mientras él contenía la respiración y ahogaba un quejido, la benjamina de los Calhoun se detuvo, sin apartar la mano de su piel, quedando ensimismada durante unos instantes con la vista clavada en su torso. Alister maldijo interiormente, de no haber sido por aquel molesto dolor que le recorría el cuerpo aquel momento habría sido incluso bonito. - ¿Qué ocurre? - terminó preguntando, consiguiendo que la tensai volviese en sí. - Tus cicatrices… no pensé que tendrías tantas. - respondió ella, apartando finalmente su mano de él. - Cazar demonios no es cosa fácil, tú mejor que nadie debes saberlo. - dijo, y estaba en lo cierto. La bruja había pasado por mucho y su cuerpo era prueba de ello, pero ahora podía ver que se parecían más de lo que creía.
- Tengo que encontrar algo, quizá el ungüento de Acruire, no… no serviría, ¿Belladonea? No… demasiado analgésico… - musitó para sí misma, mientras rebuscaba en una de sus alforjas. Todos sus conocimientos de alquimia se agolpaban en su cabeza en busca de algo que pudiese ayudar, pero de repente la joven se quedó completamente inmóvil, en cuanto notó la mano del cazador en torno a su muñeca. - Estaré bien, solo quédate conmigo. - pidió, agradeciendo que la infusión de Inhibis comenzase a hacer efecto y ya no le doliese tanto respirar. Sus miradas se cruzaron durante un breve instante antes de que la tensai, temiendo flaquear, se liberase de su agarre con cuidado y extrajese un pequeño tarro de su alforja, con pasta de Tuore. - Este antiinflamatorio te vendrá bien. - indicó, antes de aplicarlo sobre la zona en que se extendía el hematoma para posteriormente vendarlo.
- Ahora deberías descansar. - dijo nada más terminar, y no tuvo que insistir para que el alado obedeciese. Lo ayudó a levantarse y tiró de las mantas para que pudiese acostarse cómodamente, tras lo cual lo arropó y se dispuso a recoger sus cosas, algo que no llegó a hacer ya que Alister volvía a sujetar su mano. Él no quería que se marchase de su lado y ella tampoco quería hacerlo, así que finalmente dejó que por aquella vez él ganase. - Me quedaré, pero solo hasta que te duermas. - cedió Elen, sentándose al borde de la cama de modo que pudiesen verse las caras. - Eso me vale. - respondió el cazador, que peleaba ahora contra los efectos combinados del Inhibis y el Tuore para mantenerse despierto.
La centinela por su parte dedicó unos instantes a la corona que guardaba dentro de su abrigo, sacándola del mismo y haciéndola girar entre sus dedos. - ¿Qué vas a hacer con ella? - preguntó medio adormilado su compañero. - No lo sé. - susurró la tensai, sin atreverse a barajar las diferentes posibilidades por miedo a que Vladimir estuviese escuchando sus pensamientos.
Minutos después Alister cayó en un profundo sueño provocado por las hierbas, momento que la de cabellos cenicientos aprovechó para observarlo con tranquilidad y apartarle un mechón del rostro. Aquella herida era culpa suya pero quizá tuviese su parte positiva, ahora no podía llevarlo consigo a la guarida de Amaterasu y eso lo mantendría a salvo del impulsivo carácter de su hermana. En cuanto alcanzasen al Aguamarina podría sacarlo del barco de la logia y dejarlo al cuidado de Jace y Gabrielle, donde no tardaría en reponerse.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Géminis y Dag consiguieron salir por la puerta con evidente gesto de preocupación. Cada uno a su manera, antes de llegar a cruzarse con Elen. Vladimir, que bajaba a su camarote, se encontró primero con Dag de camino, al que miró de reojo, sin demasiada confianza. Y poco después pasaría la vampiresa, a la que rápidamente tomó de la muñeca.
-¿Dónde estabas? – preguntó el dominante centinela.
-Intentando distraer al dragón. Como me habías dicho. – se excusó nerviosa la prostituta.
-Ya… Ya veo lo bien que te ha ido. - reclamó no demasiado convencido. – Ya hablaremos luego. – concluyó el vampiro, destensando la muñeca de la mujer sin demasiado convencimiento y enviando una mirada sentenciante a Dag que, a lo lejos, podría verlo. Se llevó la mano a la frente y le envió un saludo. Fiero como una mueca.
“Date por muerto cuando todo esto acabe”. Podría escuchar Dag en su cabeza tras la mirada de Vladimir.
Luego se perdería de su vista, yendo a su camarote. Como el resto de la tripulación que disponía de uno.
* * * * * * * * * * * * *
El temblor de las campanas despertó a aquellos que se habían quedado dormidos unas horas después, cuando el barco arribó en Isla Volcánica. Faltaba poco para el amanecer, pero con las cenizas del cercano volcán sobre el que había desembarcado la Logia, el cielo apenas se vería. No sería un problema para los vampiros. El Inquisidor daría instrucciones a la expedición, asegurando que participaría en un hipotético conflicto de ser necesario. Mas no quería poner todas las cartas en la mesa. Amaterasu no era el único enemigo peligroso del lugar más recóndito del mundo. El Aquelarre maquinaba desde allí el fin de Aerandir, y la Revividora sólo era un miembro más.
El barco les había dejado lejos. Un río de lava procedente del activo volcán desembocaba a varias centenas de metros. Y acercarse más con el estado actual del buque podía hacer que la madera terminara ardiendo.
Pisar aquel suelo, negro como el carbón, conseguía minar las fuerzas hasta del más valiente aventurero. Era tan tétrico el lugar… Tan carente de vida vida. Que todo invitaba al pesimismo. Todo permanecía quemado quemado y siempre bajo la atenta mirada de un volcán que ahora estaba más cerca que nunca. El fuerte rugido de sus erupciones era todo lo que se escuchaba en un silencio que dominaba el panorama. La guarida de Amaterasu se veía a lo lejos, sobre una pequeña montaña plana de roca negra, tal y como aseguró Abbey. Que parecía conocer bien el lugar.
-¡Antimagos! Circulad con precaución. ¿Lleváis vuestros inhibidores de maná? – preguntó el Inquisidor. Los diez hombres y mujeres indicaron que sí. Los antimagos eran cazadores de magos. Gente preparada para resistir los poderes mágicos y con habilidades naturales para drenar el maná de aquellos a los que se enfrentaban. Los vampiros y la propia Elen o Abbey podrían sentir como sus energías eran mucho menores cuando estaban cerca de éstas máquinas de matar. – Bien, si hay conflicto. Llegaré rápido.
El camino no comenzó en comenzar. Vladimir miró a Géminis y Dag. La vampiresa devolvió una mirada sumisa. Y cuando el centinela se encaminó de los primeros del grupo, ésta volvió a hablar en voz baja a su compañero vampiro. – ¿Crees que sabe “lo nuestro”? – le preguntó. – Preveo un conflicto en breve. - intuyó Géminis. - ¿Piensas que Vladimir nos lo dejará pasar si le ayudamos? Tal vez sea mejor ayudar a los maguitos. Y mira que me gustan poco. Detesto a los brujos. Buagh. – exclamó cuando uno de los sudorosos antimagos por el calor pasó apestando a su lado. Esperaba que, ahora que nadie los escuchaba, Dag le ayudase a decidirse sobre qué bando deberían tomar para “salvar el pellejo”. Aquella debía de ser la prioridad de dos vampiros a los que poco se les había perdido en aquel recóndito lugar.
* * * * * * * * * * * * *
Ambos: En este turno de transición llegaréis hasta las puertas de la guarida de Amaterasu. Aunque vuestras motivaciones en la isla son bien distintas. Abbey y los antimagos quedarán fuera, pero los tres centinelas deberán acceder para encontrarse con la Revividora.
Dag: Tu misión es sobrevivir: Estás en un lugar que no es el tuyo. Por fortuna para ti, tus actos durante toda la misión te han hecho ganarte una aliada Géminis y un enemigo en Vlad. Tendrás que decidir si entras a la estructura con los centinelas o te quedas fuera ofreciendo tu ayuda (o no) a los miembros de la Logia. Géminis irá contigo.
Elen: La tuya será conseguir que Amaterasu se una a vuestra causa. ¿Cómo se tomará ésta tus acciones a lo largo de la misión? A medida que os acerquéis, todos los centinelas sentiréis las reliquias vibrar. Alister no podrá acompañarte al interior.
-¿Dónde estabas? – preguntó el dominante centinela.
-Intentando distraer al dragón. Como me habías dicho. – se excusó nerviosa la prostituta.
-Ya… Ya veo lo bien que te ha ido. - reclamó no demasiado convencido. – Ya hablaremos luego. – concluyó el vampiro, destensando la muñeca de la mujer sin demasiado convencimiento y enviando una mirada sentenciante a Dag que, a lo lejos, podría verlo. Se llevó la mano a la frente y le envió un saludo. Fiero como una mueca.
“Date por muerto cuando todo esto acabe”. Podría escuchar Dag en su cabeza tras la mirada de Vladimir.
Luego se perdería de su vista, yendo a su camarote. Como el resto de la tripulación que disponía de uno.
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El hogar de la Revividora está a tan solo unos kilómetros. En un paraje desolado repleto de castillos y guaridas de nigromantes
El temblor de las campanas despertó a aquellos que se habían quedado dormidos unas horas después, cuando el barco arribó en Isla Volcánica. Faltaba poco para el amanecer, pero con las cenizas del cercano volcán sobre el que había desembarcado la Logia, el cielo apenas se vería. No sería un problema para los vampiros. El Inquisidor daría instrucciones a la expedición, asegurando que participaría en un hipotético conflicto de ser necesario. Mas no quería poner todas las cartas en la mesa. Amaterasu no era el único enemigo peligroso del lugar más recóndito del mundo. El Aquelarre maquinaba desde allí el fin de Aerandir, y la Revividora sólo era un miembro más.
El barco les había dejado lejos. Un río de lava procedente del activo volcán desembocaba a varias centenas de metros. Y acercarse más con el estado actual del buque podía hacer que la madera terminara ardiendo.
Pisar aquel suelo, negro como el carbón, conseguía minar las fuerzas hasta del más valiente aventurero. Era tan tétrico el lugar… Tan carente de vida vida. Que todo invitaba al pesimismo. Todo permanecía quemado quemado y siempre bajo la atenta mirada de un volcán que ahora estaba más cerca que nunca. El fuerte rugido de sus erupciones era todo lo que se escuchaba en un silencio que dominaba el panorama. La guarida de Amaterasu se veía a lo lejos, sobre una pequeña montaña plana de roca negra, tal y como aseguró Abbey. Que parecía conocer bien el lugar.
-¡Antimagos! Circulad con precaución. ¿Lleváis vuestros inhibidores de maná? – preguntó el Inquisidor. Los diez hombres y mujeres indicaron que sí. Los antimagos eran cazadores de magos. Gente preparada para resistir los poderes mágicos y con habilidades naturales para drenar el maná de aquellos a los que se enfrentaban. Los vampiros y la propia Elen o Abbey podrían sentir como sus energías eran mucho menores cuando estaban cerca de éstas máquinas de matar. – Bien, si hay conflicto. Llegaré rápido.
El camino no comenzó en comenzar. Vladimir miró a Géminis y Dag. La vampiresa devolvió una mirada sumisa. Y cuando el centinela se encaminó de los primeros del grupo, ésta volvió a hablar en voz baja a su compañero vampiro. – ¿Crees que sabe “lo nuestro”? – le preguntó. – Preveo un conflicto en breve. - intuyó Géminis. - ¿Piensas que Vladimir nos lo dejará pasar si le ayudamos? Tal vez sea mejor ayudar a los maguitos. Y mira que me gustan poco. Detesto a los brujos. Buagh. – exclamó cuando uno de los sudorosos antimagos por el calor pasó apestando a su lado. Esperaba que, ahora que nadie los escuchaba, Dag le ayudase a decidirse sobre qué bando deberían tomar para “salvar el pellejo”. Aquella debía de ser la prioridad de dos vampiros a los que poco se les había perdido en aquel recóndito lugar.
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Ambos: En este turno de transición llegaréis hasta las puertas de la guarida de Amaterasu. Aunque vuestras motivaciones en la isla son bien distintas. Abbey y los antimagos quedarán fuera, pero los tres centinelas deberán acceder para encontrarse con la Revividora.
Dag: Tu misión es sobrevivir: Estás en un lugar que no es el tuyo. Por fortuna para ti, tus actos durante toda la misión te han hecho ganarte una aliada Géminis y un enemigo en Vlad. Tendrás que decidir si entras a la estructura con los centinelas o te quedas fuera ofreciendo tu ayuda (o no) a los miembros de la Logia. Géminis irá contigo.
Elen: La tuya será conseguir que Amaterasu se una a vuestra causa. ¿Cómo se tomará ésta tus acciones a lo largo de la misión? A medida que os acerquéis, todos los centinelas sentiréis las reliquias vibrar. Alister no podrá acompañarte al interior.
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