[Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
A diferencia de la mayoría de los tripulantes, el destronado “disfrutó” el resto del viaje asomado a la barandilla, perdiendo la mirada en el basto mar. Quien lo viese de lejos, notaría que mantenía ocasionales conversaciones y hacía ademanes hacia sus costados, pese a estar completamente solo. Probablemente estaría explayándose acerca de la inquietante sensación que lo había inundado tras el breve encuentro con Vladimir, y pidiendo opiniones a sus amigos al respecto. Ninguno entendía bien qué parte de culpa tenía él para haberse ganado el desprecio del Inmortal. ¡Ni siquiera había compartido lecho con Géminis por propia voluntad!
Las horas se le pasaron volando entre tantas cavilaciones. Para cuando se dio cuenta, el barco ya estaba arribando en lo que aparentemente era su destino: Un volcán en erupción. No pudo evitar toser al inhalar ese aire colmado de cenizas volcánicas.
Definitivamente esa gente tenía pésimo gusto eligiendo destinos para vacacionar.
Cuando todos comenzaron a descender él no pudo sino hacer lo mismo. “Allá donde fueres, haz lo que vieres”. Tomó lugar junto al resto sin tener ni idea, aún, del motivo de su accionar; lo mismo podría estar haciendo fila para ser lapidado, que no encontraba el momento ni la persona adecuados para preguntar. También dijo que sí cuando alguien preguntó si llevaba su inhinosequé de maná, pese a que estar junto a aquellas personas le hacía sentirse... extraño. Al final decidió apartarse unos cuantos metros de ellos, no parecían ser muy simpáticos.
La expedición comenzó, y así también las miradas desdeñosas por parte del chupasangres más longevo de Aerandir hacia él. Dag lo observó con la misma naturalidad de un niño que no es consciente del alcance de sus travesuras. Géminis, por otro lado, se ganó una mirada cargada de ansiedad por su parte cuando se acercó a hablarle.
-¿Por qué susurramos? No hay “lo nuestro”. Nada de esto es mi culpa. -Razonó, encogiéndose de hombros para desligarse de toda responsabilidad. Aún así, cierto era que Vladimir parecía opinar lo contrario, pues la promesa de terminar con su existencia había sonado bastante en serio. El ojiazul respiró hondo y detuvo su andar por un instante. Alternó su mirada entre las negras playas de roca volcánica y la lejana estructura una y otra vez, murmurando cosas en voz baja. ¿Quedarse en aquel horrible paraje sin hacer nada, o acompañar a Vladimir en un intento de ganarse su indulgencia? ¿Resguardarse en terreno seguro o lanzarse a una aventura que no le correspondía?
-La respuesta es obvia. -Murmuró aunque, a juzgar por la mirada contrariada que Géminis le dirigió, no lo era tanto. Al final suspiró y sin aclarar nada más apresuró el paso para alcanzar a los centinelas, siendo seguido de cerca por la femme fatale.
Si el Inmortal lo mataría luego de aquello de todas maneras, al menos quería ver qué demonios había en la guarida a la que se dirigían.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
La hechicera había mentido, no tenía intención de dejar solo al dragón después de lo ocurrido en cubierta, pero eso era algo que el cazador no debía saber, no debía saber lo mucho que se preocupaba por él. Una vez dormido, la joven se apartó de la cama y aprovechó que el camarote contaba con un cómodo escritorio y una estantería llena de libros para distraerse leyendo hasta que llegaron a tierra, aunque su mirada y pensamientos iban y venían de las páginas a la silueta de Alister a cada rato. ¿Qué ocurriría cuando partiese a la guarida de Amaterasu? ¿Volvería de aquel viaje con vida o terminaría convirtiéndose en otra víctima más de los Tarmúnil? Esas preguntas resonaban dentro de su cabeza una y otra vez, repitiéndose y acrecentando la incertidumbre de la tensai, que se veía conducida a una batalla cuyo resultado dependería totalmente de la capacidad de los centinelas para trabajar en equipo y ayudarse, algo que parecía bastante complicado viendo cómo se llevaban entre ellos.
¿Podría utilizar la corona del dominador para manipular a algún jinete y ponerlo en contra de sus hermanos? Quizá fuese posible, aunque no estaba segura de que la logia le permitiese llevarse la reliquia al Oblivion, por los riesgos que entrañaba perderla en manos del enemigo. Fuera como fuese, aquello tenía que terminar, los Tarmúnil la habían atormentado durante años y había llegado la hora de hacerles frente de una vez por todas y, con suerte, destruirlos.
La benjamina de los Calhoun salió de su ensimismamiento al escuchar las voces de los marineros dando el aviso de que habían llegado a su destino, por fin estaban en isla volcánica, a pesar de los daños que la hidra había causado a la estructura del barco. Cerró de golpe el libro que sostenía y se levantó, para acto seguido bordear el escritorio y acercarse a la cama en que descansaba su compañero. - Alister, vamos despierta, hemos llegado. - dijo, tocándole el hombro con cuidado. El dragón abrió los ojos lentamente y profirió un leve quejido al moverse, los efectos del Inhibis empezaban a esfumarse y el dolor estaba listo para volver. - ¿Ya? ¿Cuánto he dormido? - preguntó, ayudándose de Elen para incorporarse y sentarse al borde de la cama. - No lo sé, un par de horas supongo. - respondió ella, antes de volver junto a sus pertenencias para extraer la siguiente dosis del brebaje analgésico y administrársela.
- Tengo que llevarte al Aguamarina, estaré más tranquila dejándote con Gabrielle y su tripulación. - indicó, recogiendo sus cosas a toda prisa. No le importaba lo que el Inquisidor o la logia pudiese pensar al respecto, no se habían ganado su confianza y por tanto, no pensaba dejar en sus manos al cazador. Cuando Alister volvió a sentirse algo mejor lo ayudó a levantarse y lo llevó a cubierta, donde Frost y los antimagos se preparaban para seguir las órdenes del dragón blanco y partir hacia la guarida de Amaterasu. La hechicera no dijo nada, pasó por delante de la gran encantadora y se dirigió hacia la pasarela, agradeciendo que Jace acudiese a echarle una mano para trasladar al herido.
Por suerte el barco de Gabrielle no estaba lejos, y gracias a los dioses parecía intacto, así que podría regresar a Lunargenta como tenía previsto, con la de cabellos cenicientos o sin ella. - ¿Qué ha pasado? - preguntó la rubia al verlos llegar, mientras Nimthîriel se asomaba por encima de la barandilla para recibirlos. - Tuvimos un problemilla con una hidra, necesita descansar. - explicó brevemente, conduciendo al alado a través de la cubierta para dejar que se ocupasen de él. - Aquí tenéis todo lo necesario para mantener a raya el dolor, que tome dos sorbos de esto un par de veces al día, será suficiente. - continuó, entregando a la capitana una de sus alforjas.
- Ahora debo irme, me esperan… - musitó, apartándose del dragón y dejando que Jace lo sostuviese. - Si no regreso en un par de días marchaos. - indicó, provocando reacciones en todos los presentes. La pequeña elfa no entendía bien lo que quería decir pero no le gustaba la idea de que la dejasen allí, Gabrielle comprendía la complicada situación pero no estaba de acuerdo tampoco con marcharse sin ella, y el dragón por supuesto prefería quedarse en aquel inhóspito lugar a abandonarla. - Elen espera. - intervino Alister, antes de que la tensai se diese la vuelta para abandonar el Aguamarina. Sacando fuerzas, el cazador se apartó de Jace y avanzó hacia la de ojos verdes, consciente de que aunque no le gustase la idea, aquella podía ser la última vez que la viese. - Quiero que te lleves esto. - dijo, al tiempo que sacaba de su bolsillo una pulsera de cuero negro trenzado, de la cual colgaba una pequeña escama gris, del mismo color que tenía su piel cuando se transformaba. - La perdí durante mi primera pelea con un demonio, entonces decidí guardarla para recordarme a mí mismo que tenía mucho que aprender, ahora quiero que la tengas tú… no puedo acompañarte al Oblivion pero llevarás contigo una parte de mí. - explicó, mientras tomaba la mano de la hechicera, justo en la que Tarivius le había dejado su marca, y le ponía la pulsera, ajustándola a su muñeca con delicadeza.
Elen observó la escama y sintió como se le caía el alma a los pies, aquello era una despedida y estaba resultando más dura de lo que podría haber imaginado. - Pensaba dártela en Lunargenta pero todo se complicó después del Bragiväl y luego te marchaste… - la joven no le dejó terminar la frase, por una vez dejó que fuese su corazón y no su cabeza la que la guiase, acercándose a él para abrazarlo con cuidado. Alister reaccionó de inmediato envolviéndola con sus brazos y estrechándola entre ellos, sin importarle que aquello pudiese dolerle, no quería verla partir, quería retenerla a su lado y olvidarse de todo, de los jinetes, de los centinelas, de todo lo que no fuesen ellos dos. Inspiró el aroma de sus cabellos, aquel olor a hierbas al que se había acostumbrado y que quizá no volviese a aspirar nunca más.
Resultaba duro pensar que no volvería a verla sonreír, o que aquella sería la última vez que sus miradas se cruzasen y pudiese perderse en el intenso verde de sus ojos. - ¿Por qué ha tenido que ser así? ¿Y si no vuelvo? - se preguntó la benjamina de los Calhoun mentalmente, ¿acaso no se merecía un poco de felicidad? ¿ni siquiera un momento? Su voluntad estaba a punto de flaquear, y aunque hasta entonces se había obligado a mantener las distancias con el dragón para no causarle daño ni darle esperanzas que luego pudiesen esfumarse si perdía la batalla contra los jinetes, en aquel instante, su parte egoísta se impuso.
I won’t freeze you out, my heart is melting…
Elen se apartó ligeramente del cazador, pero solo lo justo para retirar ambas manos de su espalda y deslizarlas hasta el cuello del abrigo que llevaba, sujetándolo con firmeza mientras alzaba el rostro para besarlo. Sus labios se unieron a los del alado, tomándolo por sorpresa y provocando que ambos sintiesen como el corazón les daba un vuelco dentro del pecho. Lo siguiente que percibió la hechicera fue como Alister le devolvía el beso mientras la atraía hacia sí con uno de los brazos, dejando el otro libre para colocar su mano sobre la mejilla de la joven y acariciarla con el pulgar. Ambos desearon que aquel instante no tuviese fin, pero les tocó regresar a la realidad, donde los problemas seguían presentes y no estaban solos. - Vuelve conmigo Elen. - pidió en un susurro el dragón en cuanto se separaron, aunque sin dar ocasión a la tensai volvió a besarla una vez más.
- Haré cuanto esté en mi mano. - respondió ella, y poco después, aunque a regañadientes, el cazador la liberó de su abrazo.
La centinela recorrió con la mirada la cubierta deteniéndose en los rostros de todos los presentes y luego se encaminó hacia la pasarela, seguida de Jace. - Deberías quedarte, la hidra no es nada en comparación con lo que aguarda en isla volcánica. - soltó Elen en cuanto se dio cuenta de que el brujo pretendía acompañarla. - Razón de más para ir, necesitarás ayuda. - respondió sin miedo, aunque eso podía cambiar en cuanto viese a lo que se refería la de cabellos cenicientos. - Podrías resultar herido o algo peor. - insistió, sin querer exponer a nadie más al peligro que Amaterasu y su temperamento representaban. - Está decidido, te acompaño. - esas fueron las últimas palabras al respecto, ambos abandonaron el Aguamarina y se reunieron con los demás para emprender el camino hacia la guarida de su hermana, que no estaba demasiado lejos.
El ambiente de la isla pegaba bastante con la nigromante, pero su tétrico aspecto no minaba las fuerzas tanto como la presencia de los antimagos y sus inhibidores de maná. Aquello no ayudaba a la benjamina de los Calhoun, que sentía sus poderes disminuidos, y para colmo de males daba ventaja a la logia en caso de que como era de esperar, se iniciase una pelea entre bandos. A pesar de todo continuó adelante hasta que finalmente se encontraron a la entrada de la guarida, donde Frost y los demás debían esperar a que ella utilizase la corona para hacer salir a Amaterasu de forma pacífica.
Sin decir nada Elen se internó en la misma, seguida de cerca por Melena Blanca y Jace. - ¡Amaterasu! - exclamó una vez dentro. - ¿Dónde estás? Tenemos que hablar. - añadió mientras avanzaba con paso firme, cada metro de distancia que ganaba con respecto a los miembros de la logia la hacía sentirse mejor. No tenía idea de si su hermana se encontraría allí pero decidió aguardar en silencio a que apareciese, confiando en que Vladimir la hubiese avisado mentalmente de que iban de camino.
Off: Lamento la tardanza, he tenido una semana de horarios malísimos en el trabajo.
¿Podría utilizar la corona del dominador para manipular a algún jinete y ponerlo en contra de sus hermanos? Quizá fuese posible, aunque no estaba segura de que la logia le permitiese llevarse la reliquia al Oblivion, por los riesgos que entrañaba perderla en manos del enemigo. Fuera como fuese, aquello tenía que terminar, los Tarmúnil la habían atormentado durante años y había llegado la hora de hacerles frente de una vez por todas y, con suerte, destruirlos.
La benjamina de los Calhoun salió de su ensimismamiento al escuchar las voces de los marineros dando el aviso de que habían llegado a su destino, por fin estaban en isla volcánica, a pesar de los daños que la hidra había causado a la estructura del barco. Cerró de golpe el libro que sostenía y se levantó, para acto seguido bordear el escritorio y acercarse a la cama en que descansaba su compañero. - Alister, vamos despierta, hemos llegado. - dijo, tocándole el hombro con cuidado. El dragón abrió los ojos lentamente y profirió un leve quejido al moverse, los efectos del Inhibis empezaban a esfumarse y el dolor estaba listo para volver. - ¿Ya? ¿Cuánto he dormido? - preguntó, ayudándose de Elen para incorporarse y sentarse al borde de la cama. - No lo sé, un par de horas supongo. - respondió ella, antes de volver junto a sus pertenencias para extraer la siguiente dosis del brebaje analgésico y administrársela.
- Tengo que llevarte al Aguamarina, estaré más tranquila dejándote con Gabrielle y su tripulación. - indicó, recogiendo sus cosas a toda prisa. No le importaba lo que el Inquisidor o la logia pudiese pensar al respecto, no se habían ganado su confianza y por tanto, no pensaba dejar en sus manos al cazador. Cuando Alister volvió a sentirse algo mejor lo ayudó a levantarse y lo llevó a cubierta, donde Frost y los antimagos se preparaban para seguir las órdenes del dragón blanco y partir hacia la guarida de Amaterasu. La hechicera no dijo nada, pasó por delante de la gran encantadora y se dirigió hacia la pasarela, agradeciendo que Jace acudiese a echarle una mano para trasladar al herido.
Por suerte el barco de Gabrielle no estaba lejos, y gracias a los dioses parecía intacto, así que podría regresar a Lunargenta como tenía previsto, con la de cabellos cenicientos o sin ella. - ¿Qué ha pasado? - preguntó la rubia al verlos llegar, mientras Nimthîriel se asomaba por encima de la barandilla para recibirlos. - Tuvimos un problemilla con una hidra, necesita descansar. - explicó brevemente, conduciendo al alado a través de la cubierta para dejar que se ocupasen de él. - Aquí tenéis todo lo necesario para mantener a raya el dolor, que tome dos sorbos de esto un par de veces al día, será suficiente. - continuó, entregando a la capitana una de sus alforjas.
- Música de ambiente:
- Ahora debo irme, me esperan… - musitó, apartándose del dragón y dejando que Jace lo sostuviese. - Si no regreso en un par de días marchaos. - indicó, provocando reacciones en todos los presentes. La pequeña elfa no entendía bien lo que quería decir pero no le gustaba la idea de que la dejasen allí, Gabrielle comprendía la complicada situación pero no estaba de acuerdo tampoco con marcharse sin ella, y el dragón por supuesto prefería quedarse en aquel inhóspito lugar a abandonarla. - Elen espera. - intervino Alister, antes de que la tensai se diese la vuelta para abandonar el Aguamarina. Sacando fuerzas, el cazador se apartó de Jace y avanzó hacia la de ojos verdes, consciente de que aunque no le gustase la idea, aquella podía ser la última vez que la viese. - Quiero que te lleves esto. - dijo, al tiempo que sacaba de su bolsillo una pulsera de cuero negro trenzado, de la cual colgaba una pequeña escama gris, del mismo color que tenía su piel cuando se transformaba. - La perdí durante mi primera pelea con un demonio, entonces decidí guardarla para recordarme a mí mismo que tenía mucho que aprender, ahora quiero que la tengas tú… no puedo acompañarte al Oblivion pero llevarás contigo una parte de mí. - explicó, mientras tomaba la mano de la hechicera, justo en la que Tarivius le había dejado su marca, y le ponía la pulsera, ajustándola a su muñeca con delicadeza.
Elen observó la escama y sintió como se le caía el alma a los pies, aquello era una despedida y estaba resultando más dura de lo que podría haber imaginado. - Pensaba dártela en Lunargenta pero todo se complicó después del Bragiväl y luego te marchaste… - la joven no le dejó terminar la frase, por una vez dejó que fuese su corazón y no su cabeza la que la guiase, acercándose a él para abrazarlo con cuidado. Alister reaccionó de inmediato envolviéndola con sus brazos y estrechándola entre ellos, sin importarle que aquello pudiese dolerle, no quería verla partir, quería retenerla a su lado y olvidarse de todo, de los jinetes, de los centinelas, de todo lo que no fuesen ellos dos. Inspiró el aroma de sus cabellos, aquel olor a hierbas al que se había acostumbrado y que quizá no volviese a aspirar nunca más.
Resultaba duro pensar que no volvería a verla sonreír, o que aquella sería la última vez que sus miradas se cruzasen y pudiese perderse en el intenso verde de sus ojos. - ¿Por qué ha tenido que ser así? ¿Y si no vuelvo? - se preguntó la benjamina de los Calhoun mentalmente, ¿acaso no se merecía un poco de felicidad? ¿ni siquiera un momento? Su voluntad estaba a punto de flaquear, y aunque hasta entonces se había obligado a mantener las distancias con el dragón para no causarle daño ni darle esperanzas que luego pudiesen esfumarse si perdía la batalla contra los jinetes, en aquel instante, su parte egoísta se impuso.
I won’t freeze you out, my heart is melting…
Elen se apartó ligeramente del cazador, pero solo lo justo para retirar ambas manos de su espalda y deslizarlas hasta el cuello del abrigo que llevaba, sujetándolo con firmeza mientras alzaba el rostro para besarlo. Sus labios se unieron a los del alado, tomándolo por sorpresa y provocando que ambos sintiesen como el corazón les daba un vuelco dentro del pecho. Lo siguiente que percibió la hechicera fue como Alister le devolvía el beso mientras la atraía hacia sí con uno de los brazos, dejando el otro libre para colocar su mano sobre la mejilla de la joven y acariciarla con el pulgar. Ambos desearon que aquel instante no tuviese fin, pero les tocó regresar a la realidad, donde los problemas seguían presentes y no estaban solos. - Vuelve conmigo Elen. - pidió en un susurro el dragón en cuanto se separaron, aunque sin dar ocasión a la tensai volvió a besarla una vez más.
- Haré cuanto esté en mi mano. - respondió ella, y poco después, aunque a regañadientes, el cazador la liberó de su abrazo.
- Despedida:
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La centinela recorrió con la mirada la cubierta deteniéndose en los rostros de todos los presentes y luego se encaminó hacia la pasarela, seguida de Jace. - Deberías quedarte, la hidra no es nada en comparación con lo que aguarda en isla volcánica. - soltó Elen en cuanto se dio cuenta de que el brujo pretendía acompañarla. - Razón de más para ir, necesitarás ayuda. - respondió sin miedo, aunque eso podía cambiar en cuanto viese a lo que se refería la de cabellos cenicientos. - Podrías resultar herido o algo peor. - insistió, sin querer exponer a nadie más al peligro que Amaterasu y su temperamento representaban. - Está decidido, te acompaño. - esas fueron las últimas palabras al respecto, ambos abandonaron el Aguamarina y se reunieron con los demás para emprender el camino hacia la guarida de su hermana, que no estaba demasiado lejos.
El ambiente de la isla pegaba bastante con la nigromante, pero su tétrico aspecto no minaba las fuerzas tanto como la presencia de los antimagos y sus inhibidores de maná. Aquello no ayudaba a la benjamina de los Calhoun, que sentía sus poderes disminuidos, y para colmo de males daba ventaja a la logia en caso de que como era de esperar, se iniciase una pelea entre bandos. A pesar de todo continuó adelante hasta que finalmente se encontraron a la entrada de la guarida, donde Frost y los demás debían esperar a que ella utilizase la corona para hacer salir a Amaterasu de forma pacífica.
Sin decir nada Elen se internó en la misma, seguida de cerca por Melena Blanca y Jace. - ¡Amaterasu! - exclamó una vez dentro. - ¿Dónde estás? Tenemos que hablar. - añadió mientras avanzaba con paso firme, cada metro de distancia que ganaba con respecto a los miembros de la logia la hacía sentirse mejor. No tenía idea de si su hermana se encontraría allí pero decidió aguardar en silencio a que apareciese, confiando en que Vladimir la hubiese avisado mentalmente de que iban de camino.
Off: Lamento la tardanza, he tenido una semana de horarios malísimos en el trabajo.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Al llegar a las puertas de la guarida de Amaterasu. Pudieron ver una gigantesca entrada. En el negro paisaje podían verse muchas similares, pero aquella era especialmente grande, ya que se trataba de la Revividora. Una de las líderes del Aquelarre. Abbey Frost pudo sentir un recosquilleo en su garganta, fruto del pavor que producía acercarse a semejante lugar. Tras tragar saliva se acercó a Elen Calhoun, antes de que ésta se adentrara en la caverna junto a sus hermanos centinelas y los dos vampiros. – Buena suerte. – le deseó con una mirada de confianza.
Cuando los centinelas se adentraron en la amplísima cueva, pudieron sentir como aumentaba la temperatura, como si estuviesen accediendo al interior del volcán. Al fondo, podía verse una luz, aunque aún no se alcanzaba a ver a nadie. La cavidad iba haciéndose más y más grande hasta que, al fondo, pudieron atravesar un pequeño río de lava sobre una roca.
Un enorme trono esperaba al final. Allí, sentada, se encontraba Amaterasu. En soledad. Como una reina esperando una visita real. Tranquila, calmada, esperó a que éstos llegaran hasta su posición. Se fijó desde las alturas en todos y cada uno de ellos. Melena Blanca, siempre junto a Elen, gruñó al poder ver que, efectivamente y, por fin, era ella. La mujer a la que había jurado no ayudar jamás. La asesina que robó la corona astada a la Dama del Lago. El león apretó los puños, escéptico y parecía dispuesto a saltar si la situación lo requería. Para él también era su primer encuentro con la nigromante.
Amaterasu se levantó tras unos instantes y dio paso a descender a las escaleras hacia los recién llegados.
-Bien, bien, bien… - La portadora de la corona astada se levantó de su trono y se acercó a las escaleras, que comenzó a bajar. – ¿Cómo estáis, hermanos? Aguardaba vuestra llegada.
-Fenomenal, Amate. Vengo a entregarte la corona de Lunargenta.– saludó Vladimir haciendo una elegante reverencia a su hermana. Luego hizo un gesto educado y gentil hacia Dag. - El antiguo rey, es este mismo joven que aquí me acompaña. – sonrió divertido el vampiro, acudiendo a las escaleras y tendiendo la mano elegantemente a la nigromante para que ésta bajara el último de los mismos. - Estoy seguro que está ansioso por experimentar tus nuevos conjuros.
-Vladimir, por favor. Estás hablando de mis invitados...– tranquilizó cortésmente la morena enviando una mirada sonriente, y a la vez irónica, a Dag y Géminis. Su mera mirada intimidaba. Parecía tener algo alrededor, como toda la isla, que invitaba al pesimismo. Amaterasu era la muerte escinificada en persona. Sin embargo, ella estaba más interesada en la visita de sus otros dos hermanos. El enorme león y la pequeña de cabellos blanquecinos. – Melena Blanca. ¡Vaya! Me había olvidado de lo grande que eras. Te noto algo violento. ¿Por qué no te relajas un poco? – apuntó. Luego tendió su vista a la otra bruja. – Elen, por fin nos has reunido a todos. Ha debido de ser un esfuerzo formidable.
La Revividora se acercó a una mesa llena de abalorios oscuros, pentágonos, octógonos en el suelo y pócimas de dudosa calidad. Depositó algo de vino sobre dos cálices dorados y se sirvió uno a ella y otro a Vladimir, dejando a los otros dos centinelas sin nada.
-Os serviría algo, pero soy consciente de que vais a desconfiar de mí y no lo tomaréis. No os juzgo por ello. Yo tampoco lo haría. – comentó la nigromante.
Brindó con Vladimir y sorbió la copa. Estaba disfrutando el momento. Aquella ya no tan fría noche de invierno, por el calor que provenía del interior de la tierra y del propio volcán. Había dado lugar al que fuera un incómodo cruce entre centinelas. Géminis y Dag fueron como ignorados por la Revividora. Melena Blanca rompería el hielo de la incómoda situación.
-Melena Blanca, me llama la atención que hayas venido hasta aquí. Tenía entendido que no querías tener ningún trato conmigo ni con el Aquelarre. - inquirió la nigromante. De nuevo con su sonrisa. Conocía la respuesta.
-Tyrande murió por salvar a su pueblo de un mal que tú jamás quisiste afrontar en condiciones. – explicó un desconfiado Melena Blanca con su ronca voz. - No recurriría a ti de no ser porque lo único que me da más asco en el mundo que tú, son los jinetes.
Amaterasu se encontraba bebiendo el alcohol. Rió obviando el comentario del leónico. Y es que Melena Blanca no tenía ningún tipo de filtro a la hora de expresar sus sentimientos. Para bien o para mal.
–Deberías vigilar tus palabras, leónico. - advirtió. - A mí no me importa lo que digas. Pero tienes más ojos que los míos observándote. Aunque no seas capaz de verlos. Y a ellos no les gustan los insultos. Y no es una amenaza. Tan sólo es un consejo.
La Revividora después de acercó a Elen. Dio un par de vueltas alrededor de ella. Observando como era la pequeña bruja que con tanta insistencia había perseguido la unión de sus hermanos. Se tomó unos instantes para ello.
-¡Oh, Elen! Después de todo lo que has hecho por reunirnos, no seré yo quien se niegue. Colaboraré ahora mismo. Y máxime con la urgencia que hay sobre Lunargenta. – certificó Amaterasu para tranquilidad de la bruja, mirándola confiada. – Pero, ¿recuerdas que hace más de un año te dije que necesitaría algo antes de confrontar a los jinetes, pero que sólo podrías cumplir cuando estuvieras preparada? – preguntó a la bruja, esperando su respuesta. Sujetaba la copa con elegancia con sus larguísimas uñas de color morado. – Bien, pues estás de enhorabuena. Quería que "pidieses prestada" la Corona del Dominador a la Logia, pero veo que me la has traído de rebote.
Aquello descolocó a todos. Especialmente a Melena Blanca, que rápidamente miró sorprendido a la bruja. Vladimir simplemente reía a su lado, apoyado con elegancia en la mesa. Parecía que aquello no le pillaba de improvisto. Aquella fue la verdadera razón por la que atacó a Frost en el barco. Desconocía que ésta le tendería la corona a Elen.
-Sé que la tienes. Entrégamela. Ahora. – ordenó la nigromante ya no tan en demasiados buenos modales, acercándose a Elen, con la palma de la mano extendida. - ¿O acaso te planteas venderme a esos perros de la Logia que me están esperando fuera? – Amaterasu comenzando a enfadarse. Las marcas de su piel comenzaron a brilla en un color púrpura. - ¿Crees que no sé que nunca les has negado tu ayuda? ¿Te parece normal jugar a dos bandas? ¡¿A qué bando vas a traicionar?! Porque ahora, me temo, no te quedará otra. – Estaba furiosa. Sus ojos se habían vuelto violetas, dejando sus pupilas invisibles. Su pelo se había incendiado en el mismo color. – Hay que ser un incrédulo o un iluso para venir aquí. ¡¡A mi propia casa!! A intentar arrestarme. – Su voz había cambiado. Ahora resonaba varias veces, como si tuviera el triple de voces. Asimilándose a la de una banshee. - Deberías habérselo advertido. ¡Van a morir! ¡Todos!
Vladimir, recostado en la mesa, aún con la copa, contemplaba ajeno como su hermana se había enfadado por la no negación de Elen a ayudar a la Logia. – Elen, querida, te dije que se enfadaría. Tendrías que haber dejado que Abbey cayera por la borda.
Por su parte, Melena Blanca apartó a Elen de un empujón fuerte que casi la hace caer al suelo. No lo hizo a malas ya que simplemente quería interponerse entre las dos brujas antes de que ésta se le echara encima. El león emitió un fiero rugido intimidador que no haría moverse ni un ápice a la más poderosa de los centinelas.
-Ni te acerques a ella, nigromante. Tu arrogancia y ansias de poder no hacen sino darle la razón a la Logia. – gritó el líder de los leónicos con su voz más animal. - Miró a Elen de costado. -Tranquila, Elen. Estoy de tu parte.- Luego miró desafiante a Amaterasu, que retenía un poder inmenso a punto de salir a la luz. No se fiaba un pelo de las intenciones de aquella mujer. – La Corona no te pertenece. Está en posesión de Elen y será su decisión entregártela o no. Al menos explícale para qué quieres la corona. ¿O también vas a arrebatársela del mismo modo que le robaste la Corona Astada a la dama del lago?
Melena Blanca entrecerró los ojos, y Amaterasu hizo repitió el gesto. Esta vez, la centinela sí que se tomó a mal las palabras del leónico. Y se estaba conteniendo por muy poco y por tratarse de un hermano. Cualquier otro que osase desempeñar una arrogancia en las palabras similar o a negarse a hacer algo. Puede que Melena Blanca no supiera contenerse. Pero tenía razón en lo que decía. Fuera, Abbey Frost podría escuchar la fuerte discusión, gracias a la resonancia de la cueva.
-Estás muy cerca de que te convierta en un amasijo de gusanos y sanguijuelas, leónico. - amenazó la Revividora con ojos púrpuras y voz baja. que de momento no atacó al leónico. Pero no le quedaba demasiado para hacerlo. Prefirió centrarse en Elen. – ¿Quieres derrotar a los jinetes? ¡Pues dame la corona, Calhoun! – amenazó volviendo a extender la mano. - ¡AHORA!
¡Por fin habéis os habéis encontrado con Amaterasu!
Dag: Te dejo a ti describir el entorno de la guarida como gustes. Luego también estás viendo la evidente tensión del momento. Debes prepararte para lo peor. Puedes tratar de recomendar algo a Elen o tratar de reducir los ánimos beligerantes de los centinelas.
Elen: Desde el principio, nunca has sido sincera con Abbey, y por ende, tampoco con Amaterasu. Eso la ha hecho enfurecer. Ahora te encuentras ante la decisión más trascendental de la misión. Melena Blanca te está protegiendo. Debes decidir si te pones la corona y entregas a Amaterasu, o si decides entregársela a la nigromante, traicionando a la Logia. También puedes tratar de llegar a un acuerdo con la Revividora, aunque si no es lo suficientemente jugoso no lo aceptará. Te advierto que no podrás contentar a ambos bandos. Cualquiera de las dos opciones desatará una batalla fatal con consecuencias fatales para la gran batalla final.
Cuando los centinelas se adentraron en la amplísima cueva, pudieron sentir como aumentaba la temperatura, como si estuviesen accediendo al interior del volcán. Al fondo, podía verse una luz, aunque aún no se alcanzaba a ver a nadie. La cavidad iba haciéndose más y más grande hasta que, al fondo, pudieron atravesar un pequeño río de lava sobre una roca.
Un enorme trono esperaba al final. Allí, sentada, se encontraba Amaterasu. En soledad. Como una reina esperando una visita real. Tranquila, calmada, esperó a que éstos llegaran hasta su posición. Se fijó desde las alturas en todos y cada uno de ellos. Melena Blanca, siempre junto a Elen, gruñó al poder ver que, efectivamente y, por fin, era ella. La mujer a la que había jurado no ayudar jamás. La asesina que robó la corona astada a la Dama del Lago. El león apretó los puños, escéptico y parecía dispuesto a saltar si la situación lo requería. Para él también era su primer encuentro con la nigromante.
- Amaterasu:
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Amaterasu se levantó tras unos instantes y dio paso a descender a las escaleras hacia los recién llegados.
-Bien, bien, bien… - La portadora de la corona astada se levantó de su trono y se acercó a las escaleras, que comenzó a bajar. – ¿Cómo estáis, hermanos? Aguardaba vuestra llegada.
-Fenomenal, Amate. Vengo a entregarte la corona de Lunargenta.– saludó Vladimir haciendo una elegante reverencia a su hermana. Luego hizo un gesto educado y gentil hacia Dag. - El antiguo rey, es este mismo joven que aquí me acompaña. – sonrió divertido el vampiro, acudiendo a las escaleras y tendiendo la mano elegantemente a la nigromante para que ésta bajara el último de los mismos. - Estoy seguro que está ansioso por experimentar tus nuevos conjuros.
-Vladimir, por favor. Estás hablando de mis invitados...– tranquilizó cortésmente la morena enviando una mirada sonriente, y a la vez irónica, a Dag y Géminis. Su mera mirada intimidaba. Parecía tener algo alrededor, como toda la isla, que invitaba al pesimismo. Amaterasu era la muerte escinificada en persona. Sin embargo, ella estaba más interesada en la visita de sus otros dos hermanos. El enorme león y la pequeña de cabellos blanquecinos. – Melena Blanca. ¡Vaya! Me había olvidado de lo grande que eras. Te noto algo violento. ¿Por qué no te relajas un poco? – apuntó. Luego tendió su vista a la otra bruja. – Elen, por fin nos has reunido a todos. Ha debido de ser un esfuerzo formidable.
La Revividora se acercó a una mesa llena de abalorios oscuros, pentágonos, octógonos en el suelo y pócimas de dudosa calidad. Depositó algo de vino sobre dos cálices dorados y se sirvió uno a ella y otro a Vladimir, dejando a los otros dos centinelas sin nada.
-Os serviría algo, pero soy consciente de que vais a desconfiar de mí y no lo tomaréis. No os juzgo por ello. Yo tampoco lo haría. – comentó la nigromante.
Brindó con Vladimir y sorbió la copa. Estaba disfrutando el momento. Aquella ya no tan fría noche de invierno, por el calor que provenía del interior de la tierra y del propio volcán. Había dado lugar al que fuera un incómodo cruce entre centinelas. Géminis y Dag fueron como ignorados por la Revividora. Melena Blanca rompería el hielo de la incómoda situación.
-Melena Blanca, me llama la atención que hayas venido hasta aquí. Tenía entendido que no querías tener ningún trato conmigo ni con el Aquelarre. - inquirió la nigromante. De nuevo con su sonrisa. Conocía la respuesta.
-Tyrande murió por salvar a su pueblo de un mal que tú jamás quisiste afrontar en condiciones. – explicó un desconfiado Melena Blanca con su ronca voz. - No recurriría a ti de no ser porque lo único que me da más asco en el mundo que tú, son los jinetes.
Amaterasu se encontraba bebiendo el alcohol. Rió obviando el comentario del leónico. Y es que Melena Blanca no tenía ningún tipo de filtro a la hora de expresar sus sentimientos. Para bien o para mal.
–Deberías vigilar tus palabras, leónico. - advirtió. - A mí no me importa lo que digas. Pero tienes más ojos que los míos observándote. Aunque no seas capaz de verlos. Y a ellos no les gustan los insultos. Y no es una amenaza. Tan sólo es un consejo.
La Revividora después de acercó a Elen. Dio un par de vueltas alrededor de ella. Observando como era la pequeña bruja que con tanta insistencia había perseguido la unión de sus hermanos. Se tomó unos instantes para ello.
-¡Oh, Elen! Después de todo lo que has hecho por reunirnos, no seré yo quien se niegue. Colaboraré ahora mismo. Y máxime con la urgencia que hay sobre Lunargenta. – certificó Amaterasu para tranquilidad de la bruja, mirándola confiada. – Pero, ¿recuerdas que hace más de un año te dije que necesitaría algo antes de confrontar a los jinetes, pero que sólo podrías cumplir cuando estuvieras preparada? – preguntó a la bruja, esperando su respuesta. Sujetaba la copa con elegancia con sus larguísimas uñas de color morado. – Bien, pues estás de enhorabuena. Quería que "pidieses prestada" la Corona del Dominador a la Logia, pero veo que me la has traído de rebote.
Aquello descolocó a todos. Especialmente a Melena Blanca, que rápidamente miró sorprendido a la bruja. Vladimir simplemente reía a su lado, apoyado con elegancia en la mesa. Parecía que aquello no le pillaba de improvisto. Aquella fue la verdadera razón por la que atacó a Frost en el barco. Desconocía que ésta le tendería la corona a Elen.
-Sé que la tienes. Entrégamela. Ahora. – ordenó la nigromante ya no tan en demasiados buenos modales, acercándose a Elen, con la palma de la mano extendida. - ¿O acaso te planteas venderme a esos perros de la Logia que me están esperando fuera? – Amaterasu comenzando a enfadarse. Las marcas de su piel comenzaron a brilla en un color púrpura. - ¿Crees que no sé que nunca les has negado tu ayuda? ¿Te parece normal jugar a dos bandas? ¡¿A qué bando vas a traicionar?! Porque ahora, me temo, no te quedará otra. – Estaba furiosa. Sus ojos se habían vuelto violetas, dejando sus pupilas invisibles. Su pelo se había incendiado en el mismo color. – Hay que ser un incrédulo o un iluso para venir aquí. ¡¡A mi propia casa!! A intentar arrestarme. – Su voz había cambiado. Ahora resonaba varias veces, como si tuviera el triple de voces. Asimilándose a la de una banshee. - Deberías habérselo advertido. ¡Van a morir! ¡Todos!
Vladimir, recostado en la mesa, aún con la copa, contemplaba ajeno como su hermana se había enfadado por la no negación de Elen a ayudar a la Logia. – Elen, querida, te dije que se enfadaría. Tendrías que haber dejado que Abbey cayera por la borda.
Por su parte, Melena Blanca apartó a Elen de un empujón fuerte que casi la hace caer al suelo. No lo hizo a malas ya que simplemente quería interponerse entre las dos brujas antes de que ésta se le echara encima. El león emitió un fiero rugido intimidador que no haría moverse ni un ápice a la más poderosa de los centinelas.
-Ni te acerques a ella, nigromante. Tu arrogancia y ansias de poder no hacen sino darle la razón a la Logia. – gritó el líder de los leónicos con su voz más animal. - Miró a Elen de costado. -Tranquila, Elen. Estoy de tu parte.- Luego miró desafiante a Amaterasu, que retenía un poder inmenso a punto de salir a la luz. No se fiaba un pelo de las intenciones de aquella mujer. – La Corona no te pertenece. Está en posesión de Elen y será su decisión entregártela o no. Al menos explícale para qué quieres la corona. ¿O también vas a arrebatársela del mismo modo que le robaste la Corona Astada a la dama del lago?
Melena Blanca entrecerró los ojos, y Amaterasu hizo repitió el gesto. Esta vez, la centinela sí que se tomó a mal las palabras del leónico. Y se estaba conteniendo por muy poco y por tratarse de un hermano. Cualquier otro que osase desempeñar una arrogancia en las palabras similar o a negarse a hacer algo. Puede que Melena Blanca no supiera contenerse. Pero tenía razón en lo que decía. Fuera, Abbey Frost podría escuchar la fuerte discusión, gracias a la resonancia de la cueva.
-Estás muy cerca de que te convierta en un amasijo de gusanos y sanguijuelas, leónico. - amenazó la Revividora con ojos púrpuras y voz baja. que de momento no atacó al leónico. Pero no le quedaba demasiado para hacerlo. Prefirió centrarse en Elen. – ¿Quieres derrotar a los jinetes? ¡Pues dame la corona, Calhoun! – amenazó volviendo a extender la mano. - ¡AHORA!
* * * * * * * * * * * * *
¡Por fin habéis os habéis encontrado con Amaterasu!
Dag: Te dejo a ti describir el entorno de la guarida como gustes. Luego también estás viendo la evidente tensión del momento. Debes prepararte para lo peor. Puedes tratar de recomendar algo a Elen o tratar de reducir los ánimos beligerantes de los centinelas.
Elen: Desde el principio, nunca has sido sincera con Abbey, y por ende, tampoco con Amaterasu. Eso la ha hecho enfurecer. Ahora te encuentras ante la decisión más trascendental de la misión. Melena Blanca te está protegiendo. Debes decidir si te pones la corona y entregas a Amaterasu, o si decides entregársela a la nigromante, traicionando a la Logia. También puedes tratar de llegar a un acuerdo con la Revividora, aunque si no es lo suficientemente jugoso no lo aceptará. Te advierto que no podrás contentar a ambos bandos. Cualquiera de las dos opciones desatará una batalla fatal con consecuencias fatales para la gran batalla final.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El interior de la cueva era totalmente contrastante con las gélidas costas de la isla. Las paredes se alzaban rígidas e imponentes hacia un techo que no alcanzaba a divisarse, desde el cual podían oírse los chillidos de unos cuantos murciélagos perturbados por los recién llegados intrusos. El joven vampiro pudo sentir cómo comenzaba a sudar bajo la rígida pechera, cosa que no se debía sólo al sofocante calor que saturaba el aire, sino también al pequeño detalle de que Dag odiaba las cuevas, pues no hacía mucho había salido de una tras permanecer más de cien años encerrado en ella. Las distintas voces de su resquebrajada conciencia comenzaban a revolverse nerviosas, casi podía sentir un cosquilleo en la nuca a medida que se internaban en aquel sarcófago natural.
En contraposición con la calma con que acababa de instar a Géminis a que se unieran a la expedición, ahora su pulso galopaba acelerado debido a la claustrofobia y al no menos importante detalle de que estaban encaminándose hacia quien, según parecía ser, tenía tan histéricos a todos. Aún así, cada vez que encontraba la oportunidad, Dag le ofrecía a Vladimir una pueril sonrisa con la estúpida idea de que eso le ayudaría a ganarse su simpatía. Intentaba caminar cerca de él, habiéndose alejado unos cuantos pasos de la vampiresa para dar fe de que ya no existía vínculo comprometedor entre ellos.
Cuando llegaron a la sala del trono, no pudo evitar sentirse como una criatura insignificante frente a la imponente presencia de aquella a quien llamaban “La Revividora”. Un incómodo escalofrío le revolvió el estómago cuando su mirada se cruzó fugazmente con la ajena; aquella mujer tenía los ojos de un gato y la falaz forma de observar de una víbora. Y no era sólo el hecho de que la mujer en sí causase cierto repelús; el habitáculo parecía haber sido pensado específicamente para inspirar la sensación de menudencia gracias a la interminable escalera que separaba a los recién llegados del trono mientras que, por otro lado, la acústica natural del lugar dotaba a la voz femenina de una rotundidad que no hubiese conseguido en otras circunstancias. No podía ser casualidad; Amaterasu sabía lo que hacía para dotarse de aún más grandilocuencia.
Una vez más ajeno a todo cuanto los demás charlaban, Dag presenció con irritante ignorancia cómo la conversación pasaba de ser una amena y gentil charla, a una retahíla de amenazas sobriamente veladas, hasta acabar en abiertas acusaciones por parte de la nigromante hacia la peliblanca. Seguía sin entender lo que sucedía; quiénes eran los centinelas y los jinetes, o cuál era la importancia de las coronas, o por qué fuera de la cueva los esperaba una legión de antimagos. Él sólo sabía que, cuanto menos durase la charla, mejor; aunque no parecía que fuera a ser breve. Cuando las cosas se pusieron más intensas, el ojiazul retrocedió unos cuantos pasos y se limitó a observar, boquiabierto, la acalorada discusión.
Comenzaba a verse aquejado por taquicardia y mareos causados por la sensación de asfixia por permanecer tanto tiempo dentro de esa maldita cueva. ¿¡Por qué no llegaban a un acuerdo!? Hubo un instante en que la voz de La Revividora quedó resonando en las amplias paredes, dando peso a su contundente exigencia, instante que Dag aprovechó para comentar con un sosegado tono diametralmente opuesto al ánimo que precedía la conversación:
-A ver, a ver. Los noto muy nerviosos. -Opinó con liviandad. Y, como si supiese de qué estaba hablando, opinó dirigiéndose a la peliblanca: -¿Por qué no le das la corona? Para eso hemos venido hasta aquí, ¿no? Para pedir su ayuda. -Señaló a Amaterasu con un cabeceo inintencionadamente irreverente- ¿Cuál es el problema? ¡No es como si toda la humanidad estuviese en juego, jajajaja!
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
- Música de ambiente:
Los verdes ojos de la tensai no tardaron en dar con Amaterasu, o más bien con su oscura aura, que aguardaba al final de la enorme cueva. La única luz del lugar provenía del río de lava que los separaba de su hermana, río que tuvieron que cruzar con ayuda de unas rocas, pero finalmente se hallaban ante la famosa nigromante, y eso puso en tensión a la benjamina de los Calhoun, que disimuló perfectamente para no despertar sospechas entre sus acompañantes. ¿Qué iba a hacer ahora? Los miembros de la logia esperaban que entregase a la hechicera con ayuda de la corona del dominador, mientras Vladimir, la propia Amaterasu y su aquelarre contaban con que no hiciese tal cosa.
Con la vista clavada en ella, Elen comenzó a barajar sus posibilidades sin llegar a decidirse, sabía que el Inmortal podía estar curioseando en sus pensamientos y es no ayudaba, pero debía tomar una decisión y pronto. ¿Podría la logia realmente vencer a los nigromantes? Y de ser así, ¿quién portaría la corona astada para acompañarla al Oblivion? Por no hablar de que sin duda alguna Vladimir se pondría de parte de la revividora, con lo que en el mejor de los casos no solo necesitaría un centinela nuevo sino dos. Traicionar al inquisidor y a la logia era su otra opción, cierto era que Abbey Frost no le caía nada bien y que no se habían ganado su confianza, además no olvidaba el hecho de que la encantadora había intentado arrebatarle su reliquia, y no solo a ella, también a Melena Blanca.
Por otra parte no podía perder de vista su objetivo final y la misión que Tarivius le había encomendado, reunirlos a todos para detener a los jinetes, y siendo sinceros, a pesar de su estupidez y de haber entregado su adn al enemigo, Amaterasu seguía siendo la más poderosa y efectiva de los cuatro para el combate. El fin justifica los medios, pensó, y la nigromante era su medio para destruir a los Tarmúnil. Ignorando la conversación que tenían los demás centinelas, Elen siguió con la mirada a la morena mientras descendía de su trono, al menos hasta que se dirigió a ella.
Sí, le había costado mucho llegar hasta allí como para echar por tierra sus esfuerzos, pero la petición que Amaterasu estaba a punto de hacerle solo conseguiría acrecentar el debate interno que tenía lugar dentro de la cabeza de la tensai. La morena siguió hablando mientras tomaba una copa de vino, y sus palabras solo consiguieron que el leónico le respondiese con brusquedad, algo que a ella no pareció importarle, pero que podía molestar a sus seguidores. ¿Estaban allí los miembros del aquelarre? ¿Dónde? Se preguntó la de cabellos cenicientos, mientras barría la cueva con la mirada. ¿Cuántos serían? Fue la siguiente cuestión que le pasó por la mente, ya que en el exterior solo había un puñado de antimagos y una bruja de hielo.
Cuando la nigromante comenzó a girar a su alrededor todas aquellas preguntas se desvanecieron, y su cuerpo actuó por instinto, tensándose. Cuán grande fue su sorpresa al escuchar de labios de la morena que accedía a colaborar con ellos, pero primero quedaba un asunto por resolver entre ambas, el pequeño favor que le debía por haber detenido su ataque sobre Dundarak hacía ya más de un año. - ¿Cómo podría olvidarlo? - respondió, expectante ante lo que su hermana pudiese pedirle. Y entonces la joven sintió como si una pesada losa de piedra se instalara sobre sus hombros, al descubrir que lo que ansiaba poseer la revividora era el objeto que la logia le había entregado justo para doblegarla.
Los modales que la centinela había mostrado hasta el momento quedaron olvidados cuando su verdadero carácter salió a la luz, estaba furiosa por el hecho de que no hubiese elegido claramente un bando aún, por haber permitido que la logia llegase hasta las puertas de su casa. El semblante de la benjamina de los Calhoun no cambió a pesar del enfado de la morena, estaba seria y su mirada se había clavado en los brillantes ojos de color violeta de Amaterasu. ¿Quién podría detenerla si le entregaba la corona del dominador? Aerandir se convertiría en su patio de juegos particular, y quizá solo estuviese cambiando un mal por otro igual… o peor. ¿Quería vivir en ese mundo dominado por una mujer impulsiva y cruel? La respuesta era clara… no.
Con la vista clavada en ella, Elen comenzó a barajar sus posibilidades sin llegar a decidirse, sabía que el Inmortal podía estar curioseando en sus pensamientos y es no ayudaba, pero debía tomar una decisión y pronto. ¿Podría la logia realmente vencer a los nigromantes? Y de ser así, ¿quién portaría la corona astada para acompañarla al Oblivion? Por no hablar de que sin duda alguna Vladimir se pondría de parte de la revividora, con lo que en el mejor de los casos no solo necesitaría un centinela nuevo sino dos. Traicionar al inquisidor y a la logia era su otra opción, cierto era que Abbey Frost no le caía nada bien y que no se habían ganado su confianza, además no olvidaba el hecho de que la encantadora había intentado arrebatarle su reliquia, y no solo a ella, también a Melena Blanca.
Por otra parte no podía perder de vista su objetivo final y la misión que Tarivius le había encomendado, reunirlos a todos para detener a los jinetes, y siendo sinceros, a pesar de su estupidez y de haber entregado su adn al enemigo, Amaterasu seguía siendo la más poderosa y efectiva de los cuatro para el combate. El fin justifica los medios, pensó, y la nigromante era su medio para destruir a los Tarmúnil. Ignorando la conversación que tenían los demás centinelas, Elen siguió con la mirada a la morena mientras descendía de su trono, al menos hasta que se dirigió a ella.
Sí, le había costado mucho llegar hasta allí como para echar por tierra sus esfuerzos, pero la petición que Amaterasu estaba a punto de hacerle solo conseguiría acrecentar el debate interno que tenía lugar dentro de la cabeza de la tensai. La morena siguió hablando mientras tomaba una copa de vino, y sus palabras solo consiguieron que el leónico le respondiese con brusquedad, algo que a ella no pareció importarle, pero que podía molestar a sus seguidores. ¿Estaban allí los miembros del aquelarre? ¿Dónde? Se preguntó la de cabellos cenicientos, mientras barría la cueva con la mirada. ¿Cuántos serían? Fue la siguiente cuestión que le pasó por la mente, ya que en el exterior solo había un puñado de antimagos y una bruja de hielo.
Cuando la nigromante comenzó a girar a su alrededor todas aquellas preguntas se desvanecieron, y su cuerpo actuó por instinto, tensándose. Cuán grande fue su sorpresa al escuchar de labios de la morena que accedía a colaborar con ellos, pero primero quedaba un asunto por resolver entre ambas, el pequeño favor que le debía por haber detenido su ataque sobre Dundarak hacía ya más de un año. - ¿Cómo podría olvidarlo? - respondió, expectante ante lo que su hermana pudiese pedirle. Y entonces la joven sintió como si una pesada losa de piedra se instalara sobre sus hombros, al descubrir que lo que ansiaba poseer la revividora era el objeto que la logia le había entregado justo para doblegarla.
Los modales que la centinela había mostrado hasta el momento quedaron olvidados cuando su verdadero carácter salió a la luz, estaba furiosa por el hecho de que no hubiese elegido claramente un bando aún, por haber permitido que la logia llegase hasta las puertas de su casa. El semblante de la benjamina de los Calhoun no cambió a pesar del enfado de la morena, estaba seria y su mirada se había clavado en los brillantes ojos de color violeta de Amaterasu. ¿Quién podría detenerla si le entregaba la corona del dominador? Aerandir se convertiría en su patio de juegos particular, y quizá solo estuviese cambiando un mal por otro igual… o peor. ¿Quería vivir en ese mundo dominado por una mujer impulsiva y cruel? La respuesta era clara… no.
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Cuando Melena Blanca intervino para separarlas, Elen supo que la batalla entre ambos bandos era inevitable y que solo podía hacer una cosa, elegir de qué lado quería estar. Por su bien debía elegir al bando ganador, pero entre lo que podría ser fácil y lo correcto, la hechicera se decantó por lo segundo. El vampiro que acompañaba a Vladimir y Géminis trató de intervenir para calmar los ánimos, pero no tenía idea de a quién tenía delante ni de lo que la nigromante era capaz de hacer solo para divertirse. Con un gesto de la cabeza Elen señaló a Jace que volviese a la entrada, y el muchacho no necesitó más para entender lo que pretendía, creó alrededor de sí mismo una armadura de hielo y comenzó a correr hacia las enormes puertas para dejar que la logia entrase. - Lo siento Tarivius. - musitó la joven, mientras extraía la corona y se la colocaba en la cabeza.
- ¡Atrás Amaterasu! - ordenó con voz firme, para acto seguido permitir que la electricidad le recorriese el brazo y saliese disparada hacia Vladimir, en un intento de evitar que actuase para proteger a la bruja. - Entrégame la corona astada, ahora. - exigió, esperando que Frost y los antimagos llegasen antes de que la cosa se pusiese fea, cosa que no tardaría en ocurrir. - Te someterás al juicio de la logia por tus crímenes. - continuó, concentrándose para manipular a su hermana y que ésta avanzase hacia la salida de la cueva. Si Vladimir intentaba hacer algo podría volverla contra él, o eso esperaba, ya que no habría otro modo de contener al vampiro y mantener a raya su poder mental.
La benjamina de los Calhoun se encomendó a los dioses, esperando que éstos estuviesen de su parte y le sonriesen en la batalla que estaba a punto de comenzar.
- ¡Atrás Amaterasu! - ordenó con voz firme, para acto seguido permitir que la electricidad le recorriese el brazo y saliese disparada hacia Vladimir, en un intento de evitar que actuase para proteger a la bruja. - Entrégame la corona astada, ahora. - exigió, esperando que Frost y los antimagos llegasen antes de que la cosa se pusiese fea, cosa que no tardaría en ocurrir. - Te someterás al juicio de la logia por tus crímenes. - continuó, concentrándose para manipular a su hermana y que ésta avanzase hacia la salida de la cueva. Si Vladimir intentaba hacer algo podría volverla contra él, o eso esperaba, ya que no habría otro modo de contener al vampiro y mantener a raya su poder mental.
La benjamina de los Calhoun se encomendó a los dioses, esperando que éstos estuviesen de su parte y le sonriesen en la batalla que estaba a punto de comenzar.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
La reacción de Elen fue una sorpresa para todos. La primera sorprendida fue la propia Amaterasu, que para nada pensaba que Elen tuviera valor para traicionarla y menos en su propio hogar. El segundo de ellos, fue Vladimir que sorprendido y ante la decisión de la benjamina, terminó dejando caer la copa al suelo. Por su parte, Melena Blanca parecía estar escuchando música celestial cuando Elen pronunció esas palabras, y la vampiresa Géminis ya pronto se pudo pronosticar que algo malo estaba a punto de ocurrir.
-Qué ganas tenía de oír eso. – celebró Melena Blanca enviando una pícara sonrisa a Amaterasu mientras deslomaba su enorme hacha de doble filo.
Aquel había sido un punto de inflexión que, sin duda, cambiaría la historia de los centinelas. ¿Era el momento adecuado para una guerra civil, tan cerca cómo estaban de la batalla contra los jinetes?
Según Elen dio la orden, la Revividora sintió como su cabeza le ordenaba hacer algo que no estaba dispuesta. Se echó al suelo a voz en grito llevándose las manos a ésta. Vladimir envió un gesto con la mirada a Géminis, que rápidamente asintió. Luego miró a Elen y desenvainó su enorme espada. – Te has precipitado, Elen. Con los jinetes acechando, no era el momento adecuado para una guerra civil. – Comentó el vampiro, desenfundado su espada.
Géminis saltó a la espalda de la bruja. Agarrándose por los hombros, tratando de clavarle las uñas en los brazos y tratando de inmovilizar sus piernas. - ¡Puta furcia, traidora! - gritó la menos indicada para dedicar esas tres dulces palabras. - ¡Ayúdame! ¡Quítale la corona, Dag! – pidió una apurada vampiresa, que ya se imaginaba que pronto recibiría alguna descarga.
Melena Blanca saltó para interponerse entre Elen y el Inmortal. Lo miró con odio y trató de desarmarlo con su hacha de doble filo. Pero éste gozaba de mejor agilidad.
Por si fuera poco, del suelo comenzó a resurgir un ejército de no muertos. Esqueletos con ojos y boca morada, generados por el aura influenciante de una Amaterasu que seguía en el suelo, intentando resistir el flujo de la corona. Los esqueletos, en principio, irían a por las figuras de Elen, Melena Blanca, y también el brujo de hielo que ayudaba. Habían salido en toda la cueva.
Fuera, Abbey Frost sintió todo el alboroto. Cerró los ojos y sintió un profundo aprecio por Elen. Pese a haber desconfiado de ella, finalmente había decidido enfrentarse a ella. - ¡Adentro, antimagos! ¡Vamos! – gritó la bruja, dando la señal de ataque.
Para llegar al escenario de batalla, aún tendrían que batir a los cientos de esqueletos y no muertos varios que saldrían a su paso. Uno por uno, los antimagos de la logia eran mucho más fuertes, al menos mientras Amaterasu siguiera sin poder influir su poder en ellos. Abbey se abriría paso entre ellos generando témpanos de hielo punzantes que lanzaría contra sus enemigos. O congelando las estalactitas de la cueva y haciéndolas caer aplastantes sobre éstos. El Inquisidor vio la señal y pronto se uniría al combate. Su grito en forma dragón retumbó fuera.
Pero… ¿Estaba Amaterasu sola? No. No en su hogar.
De la parte superior de la amplísima cueva, saltó del cielo un caballero de larga melena cana. Envuelto en un casco. Con una espada de hielo. Su armadura estaba repleta de calaveras. Si Elen nunca hubiese desafiado a Amaterasu, éste jamás habría aparecido. El hechicero alzó su espada contra la benjamina de los Calhoun. Que estaba rodeada aún por Géminis.
A su movimiento. Le siguió un centener de esqueletos abalanzándose contra Elen. El suelo comenzó a resquebrajarse. Convirtiéndose el terreno en decenas de “islas” flotantes sobre la lava del volcán. Que comenzaba a retumbar. Aún no había más que unos centímetros entre cada zona, pero pisar mal por error podía ser fatal para cualquiera.
Aquello dejó claro que, aquel caballero negro, no era un jinete oscuro… Pero era un adversario encomiable.
Melena Blanca barría a sus enemigos a base de golpes de hacha. Por lo menos de cinco en cinco a pasada. Y con fuerza se deshacía de todos los que se le encaramaban encima, pero le resultaba difícil hacer frente a Vladimir en aquellas condiciones. El vampiro se encaramaba a las posiciones elevadas y reía.
¿Aguantarían hasta la llegada de la Logia?
* * * * * * * * *Consecuencia: Me atrevo a decir que ésta es una de las decisiones más importantes no sólo de la vida de Elen, sino del devenir del foro. En este turno da comienzo una épica batalla. La final de la misión. Que sin duda marcará un punto de inflexión no sólo en la historia de los centinelas, sino tal vez en la de Aerandir. Con los jinetes a punto de atacar… ¿Es el mejor momento de iniciar una guerra civil?
Dag: Elen ya ha decidido su bando. Ahora, te toca a ti. Si luchas a favor de Elen, te expondrás a un grave peligro. Puedes intentar arrebatarle la corona del dominador o tratar de reducirla. Pocas oportunidades tendrás mejores que ésta de vencer a la bruja, ya que en este turno está, literalmente, sola. Si decides ayudarla, tendrá que ser a Géminis a quien ataques. Ten cuidado. Si ayudas a la bruja, te expones a una maldición del misterioso caballero en caso de obtener mala fortuna. Hagas lo que hagas, tendrás que lanzar una runa. (Ahora es cuando Nady hubiese venido bien)
Elen: ¡Muy valiente! No creía que tendrías valor para enfrentarte a Amaterasu. Pero el lugar no podía ser peor, ya que estáis en terreno de Amaterasu. Te aseguro que el caballero que acaba de aparecer es un rival encomiable. De momento no te hará nada. Tendrás que deshacerte de Géminis, de Dag (si decidiera atacarte), y los esqueletos. Estás en clara minoría numérica. Por lo que tendrás que defenderte, al menos hasta que lleguen tus apoyos. Este turno estás en desventaja y tendrás que tirar una runa. Con una runa mala, perderás la Corona del Dominador, y si Amaterasu se recupera, estaréis en clara desventaja. Está muy difícil para ti, pero puedes salir (una vez más) victoriosa.
Beligerantes:
Elen Calhoun + Melena Blanca + Abbey Frost (1 turno para llegada) + Jace + Inquisidor (2 turnos para llegada) + Antimagos (1 turno para llegada)
Amaterasu (Aturdida) + Vladimir + Géminis + Caballero Oscuro + Ejército de esqueletos
-Qué ganas tenía de oír eso. – celebró Melena Blanca enviando una pícara sonrisa a Amaterasu mientras deslomaba su enorme hacha de doble filo.
Aquel había sido un punto de inflexión que, sin duda, cambiaría la historia de los centinelas. ¿Era el momento adecuado para una guerra civil, tan cerca cómo estaban de la batalla contra los jinetes?
Según Elen dio la orden, la Revividora sintió como su cabeza le ordenaba hacer algo que no estaba dispuesta. Se echó al suelo a voz en grito llevándose las manos a ésta. Vladimir envió un gesto con la mirada a Géminis, que rápidamente asintió. Luego miró a Elen y desenvainó su enorme espada. – Te has precipitado, Elen. Con los jinetes acechando, no era el momento adecuado para una guerra civil. – Comentó el vampiro, desenfundado su espada.
Géminis saltó a la espalda de la bruja. Agarrándose por los hombros, tratando de clavarle las uñas en los brazos y tratando de inmovilizar sus piernas. - ¡Puta furcia, traidora! - gritó la menos indicada para dedicar esas tres dulces palabras. - ¡Ayúdame! ¡Quítale la corona, Dag! – pidió una apurada vampiresa, que ya se imaginaba que pronto recibiría alguna descarga.
Melena Blanca saltó para interponerse entre Elen y el Inmortal. Lo miró con odio y trató de desarmarlo con su hacha de doble filo. Pero éste gozaba de mejor agilidad.
Por si fuera poco, del suelo comenzó a resurgir un ejército de no muertos. Esqueletos con ojos y boca morada, generados por el aura influenciante de una Amaterasu que seguía en el suelo, intentando resistir el flujo de la corona. Los esqueletos, en principio, irían a por las figuras de Elen, Melena Blanca, y también el brujo de hielo que ayudaba. Habían salido en toda la cueva.
Fuera, Abbey Frost sintió todo el alboroto. Cerró los ojos y sintió un profundo aprecio por Elen. Pese a haber desconfiado de ella, finalmente había decidido enfrentarse a ella. - ¡Adentro, antimagos! ¡Vamos! – gritó la bruja, dando la señal de ataque.
Para llegar al escenario de batalla, aún tendrían que batir a los cientos de esqueletos y no muertos varios que saldrían a su paso. Uno por uno, los antimagos de la logia eran mucho más fuertes, al menos mientras Amaterasu siguiera sin poder influir su poder en ellos. Abbey se abriría paso entre ellos generando témpanos de hielo punzantes que lanzaría contra sus enemigos. O congelando las estalactitas de la cueva y haciéndolas caer aplastantes sobre éstos. El Inquisidor vio la señal y pronto se uniría al combate. Su grito en forma dragón retumbó fuera.
Pero… ¿Estaba Amaterasu sola? No. No en su hogar.
De la parte superior de la amplísima cueva, saltó del cielo un caballero de larga melena cana. Envuelto en un casco. Con una espada de hielo. Su armadura estaba repleta de calaveras. Si Elen nunca hubiese desafiado a Amaterasu, éste jamás habría aparecido. El hechicero alzó su espada contra la benjamina de los Calhoun. Que estaba rodeada aún por Géminis.
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A su movimiento. Le siguió un centener de esqueletos abalanzándose contra Elen. El suelo comenzó a resquebrajarse. Convirtiéndose el terreno en decenas de “islas” flotantes sobre la lava del volcán. Que comenzaba a retumbar. Aún no había más que unos centímetros entre cada zona, pero pisar mal por error podía ser fatal para cualquiera.
Aquello dejó claro que, aquel caballero negro, no era un jinete oscuro… Pero era un adversario encomiable.
Melena Blanca barría a sus enemigos a base de golpes de hacha. Por lo menos de cinco en cinco a pasada. Y con fuerza se deshacía de todos los que se le encaramaban encima, pero le resultaba difícil hacer frente a Vladimir en aquellas condiciones. El vampiro se encaramaba a las posiciones elevadas y reía.
¿Aguantarían hasta la llegada de la Logia?
* * * * * * * * *
Dag: Elen ya ha decidido su bando. Ahora, te toca a ti. Si luchas a favor de Elen, te expondrás a un grave peligro. Puedes intentar arrebatarle la corona del dominador o tratar de reducirla. Pocas oportunidades tendrás mejores que ésta de vencer a la bruja, ya que en este turno está, literalmente, sola. Si decides ayudarla, tendrá que ser a Géminis a quien ataques. Ten cuidado. Si ayudas a la bruja, te expones a una maldición del misterioso caballero en caso de obtener mala fortuna. Hagas lo que hagas, tendrás que lanzar una runa. (Ahora es cuando Nady hubiese venido bien)
Elen: ¡Muy valiente! No creía que tendrías valor para enfrentarte a Amaterasu. Pero el lugar no podía ser peor, ya que estáis en terreno de Amaterasu. Te aseguro que el caballero que acaba de aparecer es un rival encomiable. De momento no te hará nada. Tendrás que deshacerte de Géminis, de Dag (si decidiera atacarte), y los esqueletos. Estás en clara minoría numérica. Por lo que tendrás que defenderte, al menos hasta que lleguen tus apoyos. Este turno estás en desventaja y tendrás que tirar una runa. Con una runa mala, perderás la Corona del Dominador, y si Amaterasu se recupera, estaréis en clara desventaja. Está muy difícil para ti, pero puedes salir (una vez más) victoriosa.
Beligerantes:
Elen Calhoun + Melena Blanca + Abbey Frost (1 turno para llegada) + Jace + Inquisidor (2 turnos para llegada) + Antimagos (1 turno para llegada)
Amaterasu (Aturdida) + Vladimir + Géminis + Caballero Oscuro + Ejército de esqueletos
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Pocas veces en la vida Dag había presenciado situaciones tan complejas. Habiendo desoído lo que él creía un sabio consejo, la muchacha de cabellera cana acababa de enarbolar la corona para su propia conveniencia. En consecuencia, en menos de un minuto la cueva ya no era sólo una calurosa madriguera, sino que prometía convertirse en la tumba natural de todos ellos si no resolvían rápido el conflicto.
Los iris azules recorrieron nerviosamente a quienes le rodeaban. Los bandos parecían estar claros para todos, excepto para él. Dio un par de pasos hacia atrás y observó la salida con anhelo, mas un ejército de esqueletos comenzaba a alzarse para impedir su cobarde escape. ¿Acaso estaba alucinando?
-¡Quítale la corona, Dag!
El vampiro observó a Géminis con ojos desorbitados y luego viró la mirada hacia Vladimir.
-¡Haz lo que te dice! ¡Dales la corona! -Rugió alguien en su interior. Sin embargo, se quedó inmóvil. ¡Dásela o te matarán! El corazón le galopaba contra el pecho. ¡¡Dales la corona!!. Ya le había dado una a Vladimir en contra de su voluntad. ¿Por qué debía hacerlo de nuevo? Miró a Elen y al leónico. Quizás esta vez podía ser diferente.
-¡APÁRTATE! -Bramó, abalanzándose sobre Géminis para arrancarla con un tirón de la espalda de la peliblanca. Tuvo que apretarla fuertemente entre sus brazos para contener los forcejeos; la femme fatale se retorcía como un felino rabioso intentando escapar de él. Sin embargo, con tono calmado pese al esfuerzo físico que estaba haciendo, el ojiazul susurró al oído de la vampiresa: -Piénsalo. Si te pones de nuestro lado y ganamos, ¡Vladimir no podrá vengarse de ti por lo que hiciste! -Pues, después de todo, creía haber visto un atisbo de bondad en aquella mujer que había parecido ser su aliada. O, quizás, simplemente estaba loco.
Poco a poco fue aflojando el agarre hasta que se vio obligado a soltarla para poder desenvainar su espada ante la llegada del caballero oscuro, que parecía ser una prioridad en aquel escenario cada vez más denso y caluroso. Sorteando las pequeñas rajaduras del piso, el ojiazul comenzó a sesgar los cadáveres que intentaban trepársele encima tal como hacía Melena Blanca, sólo que él, paso a paso, se acercaba lentamente a Amaterasu dado que, ya que tanto El Inmortal como el caballero habían ido directamente a afrontar a la bruja, la nigromante había terminado bastante desprotegida. Los no muertos se le agarraban a los tobillos, a los brazos, al cuello y a todo lo que tuvieran a su alcance; girando sobre sí mismo y exhalando con un grito todo el aire de sus pulmones, los barrió con el filo del mandoble para llegar hasta la Revividora, sobre cuyo cuello intentaría dejar caer todo el peso del arma siempre y cuando los esqueletos andantes no se interpusieran en su camino.
Quizás como acto reflejo por todos esos años sirviendo en la Guardia, o sencillamente porque vio en todo aquello la oportunidad de librarse de la amenaza que representaba Vladimir, Dag había tomado, increíblemente, una decisión que él mismo creía correcta luego de bastante tiempo.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El miembro 'Dag Thorlák' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Tal como esperaba las cosas se complicaron casi de inmediato, en cuanto Melena Blanca desenfundó su enorme hacha, a lo que Vladimir respondió del mismo modo, desenvainando su espada y dejando caer que aquel no era el momento para una guerra interna entre centinelas. La de cabellos cenicientos era consciente de que tenía razón pero ¿qué otra cosa podía hacer? Entregar a Amaterasu la reliquia y permitir que dominase el mundo a su antojo no era una opción. Preparada para entrar en acción y luchar hasta el último aliento por defender lo que creía correcto, la tensai alcanzó a extraer la matajinetes de su cinturón, pero pronto se vio rodeada por los brazos de Géminis, que bajo las órdenes del inmortal intentaba desesperadamente reducirla para que pudiesen arrebatarle la corona del dominador y frustrar aquel intento de rebelión.
Un ejército de no muertos comenzó a surgir del suelo, pues a pesar de que la revividora estuviese aturdida por el efecto de la corona aún podía controlar algunas cosas, detalle que no les beneficiaba. Y por si fuera poco, una silueta saltó desde las alturas para unirse al bando de la morena, un caballero ataviado con una armadura que se parecía bastante a las de los Tarmúnil, pero que no podía ser uno de ellos… ¿o sí? Sus cabellos eran como los de Ilmerith, blancos como la nieve, pero su mirada era diferente, brillaba con un intenso tono azul. Armado con una espada de hielo, semejante a la que la joven había conseguido de manos del dragón blanco años atrás, el extraño la apuntó con el arma y dirigió a un centenar de esqueletos en su contra.
El suelo comenzó a resquebrajarse, dejando a la vista la ardiente lava del volcán y convirtiendo el campo de batalla en una peligrosa trampa mortal para quien no supiese dónde y cómo pisar. El leónico barría no muertos sin parar, en un intento por alcanzar a su oponente y derrotarlo, pero Vladimir era más diestro y ágil, lo que le ayudaba a mantenerse fuera del alcance de la poderosa hacha. Una llamada a las armas se escuchó en el exterior, Abbey Frost sabía lo que estaba pasando y no iba a quedarse cruzada de brazos, pero un ejército la separaba de sus inesperados aliados, aquellos en los que no había confiado hasta el momento. Poco después la hechicera pudo escuchar un rugido de dragón, el Inquisidor también acudiría a la batalla, pero se encontraba aún más lejos que la encantadora y sus antimagos.
Consciente de que debía aguantar hasta que la logia pudiese ayudarla Elen se revolvió con fuerza, mientras la electricidad se concentraba dentro de ella para salir en todas direcciones, pero antes de que pudiese lanzar su hechizo, Dag intervino para tratar de liberarla del agarre de la vampira, hecho que la sorprendió bastante, sobre todo porque solo unos instantes antes la había instado a entregar la reliquia a Amaterasu y evitar así el conflicto. Libre al fin, la de ojos verdes se alejó de los dos y dejó que su elemento saliese disparado, creando una explosión eléctrica con la que barrió a los esqueletos que la rodeaban. - Olvidaré lo que has dicho, no tengo nada contra ti aun, ponte de nuestro lado o no intervengas. - ordenó la benjamina de los Calhoun, apuntando con la matajinetes a Géminis.
Luego su mirada se posó sobre Dag, el inesperado aliado, que tras desenvainar su espada comenzó a abrirse paso hasta el lugar en que estaba Amaterasu, luchando ferozmente. - Detén a los muertos. - volvió a ordenar, ésta vez con la vista clavada en su hermana, que arrodillada y con las manos en la cabeza, intentaba resistirse aún al control de la corona. Elen no tenía práctica alguna con el manejo de aquella reliquia, solo esperaba que su fuerza de voluntad la ayudase a doblegar a la revividora y pronto, ya que el recién llegado amenazaba con decantar la balanza en favor del bando enemigo.
Blandiendo su daga con firmeza, la de cabellos cenicientos decidió hacer frente al caballero y valerse del veneno que los jinetes habían otorgado a su arma para intentar acabar con él, solo tenía que alcanzarlo y encontrar un punto débil en su armadura… un simple corte bastaría para hacer el resto. Pero todo eso era mucho más fácil de decir que de hacer, más aun teniendo en cuenta que su oponente manejaba a una horda de esqueletos, lo que la dejaba en clara desventaja numérica. La bruja gritó y echó a correr en dirección al extraño, aprovechando su ligereza y reflejos para evitar las zonas en que el suelo estaba más resquebrajado, mientras lanzaba potentes ondas de viento y descargas a cuantos osaban interponerse entre su objetivo y ella. ¿Conseguiría llegar hasta él? No podía saberlo, había demasiados muertos y solo podría librarse de todos ellos si Amaterasu finalmente se rendía al control de la corona del dominador.
A medio camino entre la batalla y la puerta, Jace se vio atrapado entre un montón de enemigos, pero no dudó ni un instante, de inmediato comenzó a conjurar gruesas esquirlas de hielo que atravesaron a los muertos, abatiéndolos con cierta facilidad. Mientras la logia se abría paso hasta él, el joven brujo concentró sus poderes para crear una enorme serpiente a partir de su elemento, y una vez hecho esto, la manipuló para que barriese la zona que lo rodeaba, abalanzándose contra todo lo que se movía. Así intentaría aguantar hasta que Frost y los antimagos se reuniesen con él, momento en que regresaría al interior del volcán para dar apoyo al bando de Elen y Melena Blanca.
La de ojos verdes avanzaba con determinación hacia el caballero, su decisión había provocado todo aquello pero ya no servía de nada pensar en ello, tenía mucho por lo que vivir, su familia, sus amigos, Alister… Después de todo lo que había pasado para llegar hasta allí se merecía que la suerte por una vez estuviese de su lado, y pensaba dejarse la piel para ganar la batalla, costase lo que costase. Si moría al menos lo haría sabiendo que había hecho todo lo posible, pero sus ganas de acabar con la maldición que llevaba atormentándola años y el deseo de volver a reunirse con sus seres queridos le daban fuerzas.
Si conseguía acercarse al extraño lo atacaría sin piedad, concentrando nuevamente su elemento para crear otra explosión eléctrica e intentar causarle el mayor daño posible antes de ponerse al alcance de su espada. Mientras peleaba, la tensai cambió la matajinetes de mano y desenvainó su espada helada con la diestra, dispuesta a luchar contra el caballero con dos armas, tal como le habían enseñado en Lunargenta hacía ya tiempo, esperando que esto le diese algo de ventaja y le permitiese detener los tajos de su enemigo.
Un ejército de no muertos comenzó a surgir del suelo, pues a pesar de que la revividora estuviese aturdida por el efecto de la corona aún podía controlar algunas cosas, detalle que no les beneficiaba. Y por si fuera poco, una silueta saltó desde las alturas para unirse al bando de la morena, un caballero ataviado con una armadura que se parecía bastante a las de los Tarmúnil, pero que no podía ser uno de ellos… ¿o sí? Sus cabellos eran como los de Ilmerith, blancos como la nieve, pero su mirada era diferente, brillaba con un intenso tono azul. Armado con una espada de hielo, semejante a la que la joven había conseguido de manos del dragón blanco años atrás, el extraño la apuntó con el arma y dirigió a un centenar de esqueletos en su contra.
El suelo comenzó a resquebrajarse, dejando a la vista la ardiente lava del volcán y convirtiendo el campo de batalla en una peligrosa trampa mortal para quien no supiese dónde y cómo pisar. El leónico barría no muertos sin parar, en un intento por alcanzar a su oponente y derrotarlo, pero Vladimir era más diestro y ágil, lo que le ayudaba a mantenerse fuera del alcance de la poderosa hacha. Una llamada a las armas se escuchó en el exterior, Abbey Frost sabía lo que estaba pasando y no iba a quedarse cruzada de brazos, pero un ejército la separaba de sus inesperados aliados, aquellos en los que no había confiado hasta el momento. Poco después la hechicera pudo escuchar un rugido de dragón, el Inquisidor también acudiría a la batalla, pero se encontraba aún más lejos que la encantadora y sus antimagos.
Consciente de que debía aguantar hasta que la logia pudiese ayudarla Elen se revolvió con fuerza, mientras la electricidad se concentraba dentro de ella para salir en todas direcciones, pero antes de que pudiese lanzar su hechizo, Dag intervino para tratar de liberarla del agarre de la vampira, hecho que la sorprendió bastante, sobre todo porque solo unos instantes antes la había instado a entregar la reliquia a Amaterasu y evitar así el conflicto. Libre al fin, la de ojos verdes se alejó de los dos y dejó que su elemento saliese disparado, creando una explosión eléctrica con la que barrió a los esqueletos que la rodeaban. - Olvidaré lo que has dicho, no tengo nada contra ti aun, ponte de nuestro lado o no intervengas. - ordenó la benjamina de los Calhoun, apuntando con la matajinetes a Géminis.
Luego su mirada se posó sobre Dag, el inesperado aliado, que tras desenvainar su espada comenzó a abrirse paso hasta el lugar en que estaba Amaterasu, luchando ferozmente. - Detén a los muertos. - volvió a ordenar, ésta vez con la vista clavada en su hermana, que arrodillada y con las manos en la cabeza, intentaba resistirse aún al control de la corona. Elen no tenía práctica alguna con el manejo de aquella reliquia, solo esperaba que su fuerza de voluntad la ayudase a doblegar a la revividora y pronto, ya que el recién llegado amenazaba con decantar la balanza en favor del bando enemigo.
Blandiendo su daga con firmeza, la de cabellos cenicientos decidió hacer frente al caballero y valerse del veneno que los jinetes habían otorgado a su arma para intentar acabar con él, solo tenía que alcanzarlo y encontrar un punto débil en su armadura… un simple corte bastaría para hacer el resto. Pero todo eso era mucho más fácil de decir que de hacer, más aun teniendo en cuenta que su oponente manejaba a una horda de esqueletos, lo que la dejaba en clara desventaja numérica. La bruja gritó y echó a correr en dirección al extraño, aprovechando su ligereza y reflejos para evitar las zonas en que el suelo estaba más resquebrajado, mientras lanzaba potentes ondas de viento y descargas a cuantos osaban interponerse entre su objetivo y ella. ¿Conseguiría llegar hasta él? No podía saberlo, había demasiados muertos y solo podría librarse de todos ellos si Amaterasu finalmente se rendía al control de la corona del dominador.
A medio camino entre la batalla y la puerta, Jace se vio atrapado entre un montón de enemigos, pero no dudó ni un instante, de inmediato comenzó a conjurar gruesas esquirlas de hielo que atravesaron a los muertos, abatiéndolos con cierta facilidad. Mientras la logia se abría paso hasta él, el joven brujo concentró sus poderes para crear una enorme serpiente a partir de su elemento, y una vez hecho esto, la manipuló para que barriese la zona que lo rodeaba, abalanzándose contra todo lo que se movía. Así intentaría aguantar hasta que Frost y los antimagos se reuniesen con él, momento en que regresaría al interior del volcán para dar apoyo al bando de Elen y Melena Blanca.
La de ojos verdes avanzaba con determinación hacia el caballero, su decisión había provocado todo aquello pero ya no servía de nada pensar en ello, tenía mucho por lo que vivir, su familia, sus amigos, Alister… Después de todo lo que había pasado para llegar hasta allí se merecía que la suerte por una vez estuviese de su lado, y pensaba dejarse la piel para ganar la batalla, costase lo que costase. Si moría al menos lo haría sabiendo que había hecho todo lo posible, pero sus ganas de acabar con la maldición que llevaba atormentándola años y el deseo de volver a reunirse con sus seres queridos le daban fuerzas.
Si conseguía acercarse al extraño lo atacaría sin piedad, concentrando nuevamente su elemento para crear otra explosión eléctrica e intentar causarle el mayor daño posible antes de ponerse al alcance de su espada. Mientras peleaba, la tensai cambió la matajinetes de mano y desenvainó su espada helada con la diestra, dispuesta a luchar contra el caballero con dos armas, tal como le habían enseñado en Lunargenta hacía ya tiempo, esperando que esto le diese algo de ventaja y le permitiese detener los tajos de su enemigo.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
La batalla estaba teniendo muchos frentes abiertos. El primero de ellos transcurría por los laterales de la estancia, no demasiada cerca de las paredes volcánicas. Allí tenía lugar el fiero combate entre Vladimir y Melena Blanca. Un último choque de armas bastó para que el vampiro, superado en fuerza por el barrido de su adversario, se convirtiera en murciélagos y volara a un saliente situado justo a su espalda. Se había situado lejos del alcance leónico.
-¡Rata cobarde! – bramó el hombre bestia, sobre el que los esqueletos y no muertos comenzaban a trepar y cubrir.
-Compañero, habéis elegido un mal momento para rebelaros. – comentaba Vladimir, andando de un lado a otro del pequeño saliente. La sombra del cercano fuego producido por la lava agigantaban sus sombras, reflejadas sobre la pared. Vladimir sonrió al ver como el leónico era reducido. – Qué manera más ridícula de morir… - lamentó.
Pero el leónico rugió haciendo fuerza de una furia antinatural. Fruto de su parte animal y menos humana. No por algo era conocido como “el bersérker”. De entre el mar de criaturas muertas que le rodeaban emergió un Melena Blanca furioso en dirección a Vladimir, que estaba desprevenido y tuvo que volver a saltar para evitar ser golpeado. El combate continuaría.
Tornando la vista hacia atrás, en la entrada de la cueva, el Inmortal podría ver como Abbey Frost y su pequeño grupo de antimagos, junto a la ayuda del brujo Jace, conseguían abrirse hueco entre el muro de esqueletos. - ¡Seguid avanzando! ¡Vamos! – alentaba la jovencísima bruja. Aquellas criaturas esqueléticas no eran rival para unos guerreros entrenados en combatir a las criaturas mágicas. Se abrían paso por la cueva sin sufrir heridas y no les quedaban más que unos pocos esqueletos para terminar de llegar a su ubicación. Aunque los esqueletos no dejaban de llegar. - ¡Ya estamos aquí! – confirmó la Alta Encantadora. El Inquisidor también estaba en camino.
Era precisamente en el centro donde tenían lugar las dos partes más importantes del combate. Géminis decidió no escuchar a Dag, ya que ella sería fiel al Inmortal. Cambiarse de bando no tenía sentido para ella. Elen descargó sobre ella y consiguió liberarse de ésta, advirtiéndola de que no interviniera.
Pero la vampiresa chilló, mostró sus colmillos y volvió a saltar con toda su fuerza, pero esta vez no esperaría a que Dag la ayudase. Sin dar tiempo de reacción a la bruja, tomó del cuello a la benjamina de los Calhoun y clavó en ella sus colmillos, sorbiendo su sangre y desgarrando brutalmente su carne. En un rápido movimiento del que rápidamente la liberaría. Una herida grave que ocasionaría que Elen no pudiera permanecer en pie y comenzara a sangrar a borbotones por el cuello, nublándosele la vista en ocasiones. El Caballero Oscuro, que era también capaz de dirigir a los no muertos, rápidamente entendió que no sería necesario malgastarlos en Elen ante la inminente llegada de la Logia, y decidió enviarlos a por ellos.
La Corona del Dominador cayó al suelo de la cabeza de la joven Calhoun y fue a parar a los tacones de Géminis, que no dudó en tomarla. El Caballero Oscuro, por su parte se acercó a la bruja, aún en el suelo, la elevó tirándole de los pelos donde podía ver como la parte izquierda de su cuello tenía dos agujeros de los que brotaba de sangre. Pero no era esto lo que le interesaba, sino en esa cadena que colgaba de su cuello. El medallón solar. La reliquia que la convertía en centinela. Vibraba con mucha fuerza por la proximidad del resto de reliquias.
Su intención era arrebatárselo, pero la acción de un tercero sería la que cambiaría el sino de la batalla y, probablemente, de la historia. Dag Thorlák estaba dispuesto a ser, una vez más, el hombre que cambiaría la historia.
Mientras Amaterasu permanecía aturdida por las órdenes de Elen, tratando de resistirlas. Aprovechó su oportunidad para arremeter contra su espada contra ella. Puede que Dag no fuese el hombre más poderoso de Aerandir. Pero el corte de una espada, sobre una persona aturdida, sin capacidad de defenderse y con toda la ayuda de los dioses… Por mucho que fuese una de las personas más poderosas del mundo… Era mortal.
La cabeza de la Revividora, la mujer que atemorizó Aerandir, rodó y con ella su corona, la Corona Astada, había caído ahora a los pies de Dag Thorlák. El antiguo rey de Lunargenta tenía ahora la oportunidad de vestir una nueva. Y la más peligrosa y poderosa de los centinelas, la esperanza para derrotar a los jinetes, el “remedio” peor que la enfermedad, como le gustaba llamarla a Tarivius, había perdido las tres coronas que ansiaba lucir aquella tórrida noche: La suya, la Astada, la del Dominador y la de Lunargenta. Quizás fue demasiado ambiciosa.
El Caballero Oscuro vio el trágico final de su compañera y, tras pronunciar unas palabras en un lenguaje ininteligible, se fue directo hacia el regicida. Olvidando así a la benjamina de los Calhoun, dejándola de nuevo caer al suelo. Dag tenía ahora un problema muy serio. Ya que con éste, que estaba en plenitud de facultades, no lo tendría sencillo.
Vladimir y Melena Blanca detuvieron su combate sorprendidos, tras ver el trágico final de su hermana. Mientras Elen se desangraba, Vladimir se comunicó con Géminis, al lado de la bruja, pero sin saber muy bien qué hacer. “¡La quiero viva! Pagará por esto. Y de la peor de las maneras posibles. Toma la corona y larguémonos de aquí.”. Sentenció el Centinela ante la moribunda Elen, que no tardaría en desangrarse por la mordedura si alguien no hacía algo. La bruja apenas podía abrir los ojos para ver como había rodado la cabeza de la bruja. Vladimir miró a Melena Blanca y se despidió con un elegante gesto, aunque visiblemente enfadado. – Nos veremos en Lunargenta, león. – comentó el vampiro, esfumándose ante la vista de Melena Blanca.
Géminis la tomó de los hombros y la tumbó en el suelo, sentándose cuan voluptuosa era sobre su abdomen. -Disculpa, guapa, a mí me resultas indiferente, pero Vladimir no quiere que mueras hoy. – extrajo su daga de la funda en su muslo desnudo. – Y no soy experta en torniquetes. – rasgó entonces su propio brazo, sangrando, y lo manchó en sus dedos. – Estarás orgullosa de lo que has hecho, ¿verdad? – preguntó. Llevó entonces su dedo índice a los labios de la chica y los manchó. – Puedes sorber y vivir. Me llevo tu corona. – afirmó la chupasangres. Le guiñó un ojo y se levantó, dispuesta a huir. Al menos no se había llevado el Medallón Solar. ¿Tendría algo que ver el Caballero Oscuro?
Abbey Frost se postró justo detrás de Dag. Ordenando a algunos antimagos y a Jace que fueran detrás de la vampiresa y a asistir a Elen. Géminis rápidamente se esfumó con gran velocidad. Abbey se situó justo al lado de Dag Thorlák. Pero su sorpresa al ver al Caballero no pude ser mayor. Él la miraba con desafío. Y ella a él, con asombro.
-¡Frendel!
El Caballero Oscuro sonrió. Al ritmo que, un enorme dragón negro, irrumpía golpeando al Inquisidor e impidiéndole la entrada.
Tirada de Runas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]: Géminis y la Logia han tenido buena suerte. Por lo que la vampiresa consigue la Corona del Dominador y huye junto a Vladimir (suerte media). La Logia llega hasta la batalla sin sufrir bajas, y ahora harán frente al Nigromante.
Consecuencias: Un réquiem por Amaterasu. Mi centinela favorito. En condiciones normales, Dag nunca sería capaz de derrotarla. Pero esto es rol, y las decisiones acertadas en los momentos adecuados, sumada a la mejores de las suertes, nos llevan a este extraño y totalmente inesperado desenlace. ¿Trágico, verdad? ¿Alguien habría apostado a este final? Las consecuencias son:
Amaterasu ha muerto. (¿O no?). Al menos, ha perdido la cabeza. Así que no podrá hacer demasiado.
Géminis y Vladimir escapan con la Corona del Dominador. No volveréis a verlos ya en la misión.
-Melena Blanca está en shock, pero ileso (suerte media). Está lejos de los esqueletos, pero tratará de llegar hasta Elen.
Y en cuanto a vosotros dos:
Dag: (y Abbey Frost) Te has posicionado a favor de Elen y consigues terminar ileso. Una proeza sumado a la mejor decisión. Pero ahora os enfrentáis a nada más y nada menos que Frendel. El nigromante y malo maloso por excelencia del foro. Está furioso por haber asesinado a Amaterasu. Tú tendrás que lanzar una runa para ambos. Y ya puedes sacar la mejor de ellas de nuevo, si quieres terminar ileso. En cuanto a la Corona Astada... por ahora, podrás quedártela. Pero estando Abbey y Frendel delante tuya, no auguro que dure demasiado. Con ella en tu poder, te sentirás más fuerte y poderoso. Pero los verdaderos efectos de su poder no empezarán a mostrarse hasta unos días después.
Elen: Has acabado moribunda, por tu desafortunada rebelión y tu pésima fortuna. Creías que siempre podrías ganar, pero esta vez el enemigo era demasiado poderoso. Te estás desangrando y Alister (mala suerte anterior) tampoco te puede ayudar. Géminis te ha dado la opción de que bebas su sangre (esto te convertirá en vampiro por los próximos tres temas que abras, probablemente durante la Guerra de Lunargenta). Si decides beber, mantendrás tu nivel y tus características. Todo. (Tienes el medallón solar, que te protege), pero te tendremos que cambiar el color a rojito y, para los próximos temas, tendrás que crear una ficha de habilidades provisional con habilidades de vampiro. Luego te haríamos una misión de curación para que vuelvas a ser la misma bruja killer de siempre. Si bebes, recuperarás la fuerza y podrás volver a luchar contra Frendel en el próximo turno. Por supuesto, es algo optativo. Si te limpias la sangre, perderás el conocimiento y tu parte de la misión concluirá aquí. Habrá otras consecuencias. Pero tendrás que seguir el resto de la misión desde una perspectiva neutral.
-¡Rata cobarde! – bramó el hombre bestia, sobre el que los esqueletos y no muertos comenzaban a trepar y cubrir.
-Compañero, habéis elegido un mal momento para rebelaros. – comentaba Vladimir, andando de un lado a otro del pequeño saliente. La sombra del cercano fuego producido por la lava agigantaban sus sombras, reflejadas sobre la pared. Vladimir sonrió al ver como el leónico era reducido. – Qué manera más ridícula de morir… - lamentó.
Pero el leónico rugió haciendo fuerza de una furia antinatural. Fruto de su parte animal y menos humana. No por algo era conocido como “el bersérker”. De entre el mar de criaturas muertas que le rodeaban emergió un Melena Blanca furioso en dirección a Vladimir, que estaba desprevenido y tuvo que volver a saltar para evitar ser golpeado. El combate continuaría.
Tornando la vista hacia atrás, en la entrada de la cueva, el Inmortal podría ver como Abbey Frost y su pequeño grupo de antimagos, junto a la ayuda del brujo Jace, conseguían abrirse hueco entre el muro de esqueletos. - ¡Seguid avanzando! ¡Vamos! – alentaba la jovencísima bruja. Aquellas criaturas esqueléticas no eran rival para unos guerreros entrenados en combatir a las criaturas mágicas. Se abrían paso por la cueva sin sufrir heridas y no les quedaban más que unos pocos esqueletos para terminar de llegar a su ubicación. Aunque los esqueletos no dejaban de llegar. - ¡Ya estamos aquí! – confirmó la Alta Encantadora. El Inquisidor también estaba en camino.
Era precisamente en el centro donde tenían lugar las dos partes más importantes del combate. Géminis decidió no escuchar a Dag, ya que ella sería fiel al Inmortal. Cambiarse de bando no tenía sentido para ella. Elen descargó sobre ella y consiguió liberarse de ésta, advirtiéndola de que no interviniera.
Pero la vampiresa chilló, mostró sus colmillos y volvió a saltar con toda su fuerza, pero esta vez no esperaría a que Dag la ayudase. Sin dar tiempo de reacción a la bruja, tomó del cuello a la benjamina de los Calhoun y clavó en ella sus colmillos, sorbiendo su sangre y desgarrando brutalmente su carne. En un rápido movimiento del que rápidamente la liberaría. Una herida grave que ocasionaría que Elen no pudiera permanecer en pie y comenzara a sangrar a borbotones por el cuello, nublándosele la vista en ocasiones. El Caballero Oscuro, que era también capaz de dirigir a los no muertos, rápidamente entendió que no sería necesario malgastarlos en Elen ante la inminente llegada de la Logia, y decidió enviarlos a por ellos.
La Corona del Dominador cayó al suelo de la cabeza de la joven Calhoun y fue a parar a los tacones de Géminis, que no dudó en tomarla. El Caballero Oscuro, por su parte se acercó a la bruja, aún en el suelo, la elevó tirándole de los pelos donde podía ver como la parte izquierda de su cuello tenía dos agujeros de los que brotaba de sangre. Pero no era esto lo que le interesaba, sino en esa cadena que colgaba de su cuello. El medallón solar. La reliquia que la convertía en centinela. Vibraba con mucha fuerza por la proximidad del resto de reliquias.
Su intención era arrebatárselo, pero la acción de un tercero sería la que cambiaría el sino de la batalla y, probablemente, de la historia. Dag Thorlák estaba dispuesto a ser, una vez más, el hombre que cambiaría la historia.
Mientras Amaterasu permanecía aturdida por las órdenes de Elen, tratando de resistirlas. Aprovechó su oportunidad para arremeter contra su espada contra ella. Puede que Dag no fuese el hombre más poderoso de Aerandir. Pero el corte de una espada, sobre una persona aturdida, sin capacidad de defenderse y con toda la ayuda de los dioses… Por mucho que fuese una de las personas más poderosas del mundo… Era mortal.
La cabeza de la Revividora, la mujer que atemorizó Aerandir, rodó y con ella su corona, la Corona Astada, había caído ahora a los pies de Dag Thorlák. El antiguo rey de Lunargenta tenía ahora la oportunidad de vestir una nueva. Y la más peligrosa y poderosa de los centinelas, la esperanza para derrotar a los jinetes, el “remedio” peor que la enfermedad, como le gustaba llamarla a Tarivius, había perdido las tres coronas que ansiaba lucir aquella tórrida noche: La suya, la Astada, la del Dominador y la de Lunargenta. Quizás fue demasiado ambiciosa.
El Caballero Oscuro vio el trágico final de su compañera y, tras pronunciar unas palabras en un lenguaje ininteligible, se fue directo hacia el regicida. Olvidando así a la benjamina de los Calhoun, dejándola de nuevo caer al suelo. Dag tenía ahora un problema muy serio. Ya que con éste, que estaba en plenitud de facultades, no lo tendría sencillo.
Vladimir y Melena Blanca detuvieron su combate sorprendidos, tras ver el trágico final de su hermana. Mientras Elen se desangraba, Vladimir se comunicó con Géminis, al lado de la bruja, pero sin saber muy bien qué hacer. “¡La quiero viva! Pagará por esto. Y de la peor de las maneras posibles. Toma la corona y larguémonos de aquí.”. Sentenció el Centinela ante la moribunda Elen, que no tardaría en desangrarse por la mordedura si alguien no hacía algo. La bruja apenas podía abrir los ojos para ver como había rodado la cabeza de la bruja. Vladimir miró a Melena Blanca y se despidió con un elegante gesto, aunque visiblemente enfadado. – Nos veremos en Lunargenta, león. – comentó el vampiro, esfumándose ante la vista de Melena Blanca.
Géminis la tomó de los hombros y la tumbó en el suelo, sentándose cuan voluptuosa era sobre su abdomen. -Disculpa, guapa, a mí me resultas indiferente, pero Vladimir no quiere que mueras hoy. – extrajo su daga de la funda en su muslo desnudo. – Y no soy experta en torniquetes. – rasgó entonces su propio brazo, sangrando, y lo manchó en sus dedos. – Estarás orgullosa de lo que has hecho, ¿verdad? – preguntó. Llevó entonces su dedo índice a los labios de la chica y los manchó. – Puedes sorber y vivir. Me llevo tu corona. – afirmó la chupasangres. Le guiñó un ojo y se levantó, dispuesta a huir. Al menos no se había llevado el Medallón Solar. ¿Tendría algo que ver el Caballero Oscuro?
Abbey Frost se postró justo detrás de Dag. Ordenando a algunos antimagos y a Jace que fueran detrás de la vampiresa y a asistir a Elen. Géminis rápidamente se esfumó con gran velocidad. Abbey se situó justo al lado de Dag Thorlák. Pero su sorpresa al ver al Caballero no pude ser mayor. Él la miraba con desafío. Y ella a él, con asombro.
-¡Frendel!
El Caballero Oscuro sonrió. Al ritmo que, un enorme dragón negro, irrumpía golpeando al Inquisidor e impidiéndole la entrada.
* * * * * * * * * * * * * * * * *
Tirada de Runas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]: Géminis y la Logia han tenido buena suerte. Por lo que la vampiresa consigue la Corona del Dominador y huye junto a Vladimir (suerte media). La Logia llega hasta la batalla sin sufrir bajas, y ahora harán frente al Nigromante.
Consecuencias: Un réquiem por Amaterasu. Mi centinela favorito. En condiciones normales, Dag nunca sería capaz de derrotarla. Pero esto es rol, y las decisiones acertadas en los momentos adecuados, sumada a la mejores de las suertes, nos llevan a este extraño y totalmente inesperado desenlace. ¿Trágico, verdad? ¿Alguien habría apostado a este final? Las consecuencias son:
Amaterasu ha muerto. (¿O no?). Al menos, ha perdido la cabeza. Así que no podrá hacer demasiado.
Géminis y Vladimir escapan con la Corona del Dominador. No volveréis a verlos ya en la misión.
-Melena Blanca está en shock, pero ileso (suerte media). Está lejos de los esqueletos, pero tratará de llegar hasta Elen.
Y en cuanto a vosotros dos:
Dag: (y Abbey Frost) Te has posicionado a favor de Elen y consigues terminar ileso. Una proeza sumado a la mejor decisión. Pero ahora os enfrentáis a nada más y nada menos que Frendel. El nigromante y malo maloso por excelencia del foro. Está furioso por haber asesinado a Amaterasu. Tú tendrás que lanzar una runa para ambos. Y ya puedes sacar la mejor de ellas de nuevo, si quieres terminar ileso. En cuanto a la Corona Astada... por ahora, podrás quedártela. Pero estando Abbey y Frendel delante tuya, no auguro que dure demasiado. Con ella en tu poder, te sentirás más fuerte y poderoso. Pero los verdaderos efectos de su poder no empezarán a mostrarse hasta unos días después.
Elen: Has acabado moribunda, por tu desafortunada rebelión y tu pésima fortuna. Creías que siempre podrías ganar, pero esta vez el enemigo era demasiado poderoso. Te estás desangrando y Alister (mala suerte anterior) tampoco te puede ayudar. Géminis te ha dado la opción de que bebas su sangre (esto te convertirá en vampiro por los próximos tres temas que abras, probablemente durante la Guerra de Lunargenta). Si decides beber, mantendrás tu nivel y tus características. Todo. (Tienes el medallón solar, que te protege), pero te tendremos que cambiar el color a rojito y, para los próximos temas, tendrás que crear una ficha de habilidades provisional con habilidades de vampiro. Luego te haríamos una misión de curación para que vuelvas a ser la misma bruja killer de siempre. Si bebes, recuperarás la fuerza y podrás volver a luchar contra Frendel en el próximo turno. Por supuesto, es algo optativo. Si te limpias la sangre, perderás el conocimiento y tu parte de la misión concluirá aquí. Habrá otras consecuencias. Pero tendrás que seguir el resto de la misión desde una perspectiva neutral.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Siendo ajeno al conflicto de la peliblanca, Dag dejó caer todo el peso del mandoble sobre el fino cuello de la Revividora Presenció impávido cómo la cabeza se separaba del cuerpo para rodar varios metros más allá, manchándole las botas con un aluvión de sangre.
Pese a que la mollera había rodado lejos, algo tocó la punta de sus pies. El ojiazul bajó la vista para encontrarse con la Corona Astada, que recogió con languidez. -Disculpa, se te cayó esto. -Masculló, ofreciéndosela al cuerpo cercenado que, obviamente, no emitió ninguna respuesta. Tras observarla durante largos segundos, sencillamente se encogió de hombros y se la extendió a Abbey Frost cuando notó que estaba a sus espaldas. -¡Toma! Tú tienes cara de que le darás un mejor uso. -Decidió sonriente.
¿Ignoraba el valor de semejante artefacto, o simplemente le era indiferente? Ya había llevado una corona en la cabeza y, gracias a eso, ahora estaba en una cueva ardiente con cadáveres mordisquéandole las pantorrillas. No, gracias, no quería más de eso. Acababa de establecer en su mente que la palabra “corona” era el equivalente de “mala suerte”.
Sin embargo, había algo de lo que no podía librarse tan fácilmente como de la indeseada carga de poder: el enfrentamiento con el Caballero Oscuro que, altivo e imponente, acababa de plantarse ante él. Supuso por su mirada que no estaba contento con lo que acababa de suceder. Genuinamente acongojado, le preguntó:
-¡Oh! ¿Era tu novia? ¡No me digas que era tu novia! -Pero, como toda respuesta, el contrincante levantó su espada y le apuntó con la punta de ésta al cuello. Dag tragó saliva y suspiró, haciendo lo mismo con la propia. Ambos se miraron fijamente durante un instante que pareció eterno. Pelear parecía ser la única opción.
El Caballero dio el primer paso para iniciar la contienda. Sus estocadas eran firmes y potentes, tanto que Dag, antiguo soldado que alardeaba de estar bien entrenado, no tuvo más opción que recular y e interponer su arma en movimientos defensivos. Abbey también tuvo que retroceder bajo riesgo de ser alcanzada por la encarnizada pelea. Cada paso en retroceso era una posibilidad de meter el pie en lava hirviente, con lo cual la atención del vampiro se dividía entre el inestable terreno y los sablazos que pasaban cada vez más cerca de su piel.
A Dag los brazos le temblaban con cada embestida; [1]se veía en tal desventaja que no tuvo más opción que acariciar toscamente el filo de su espada con la mano libre para bañarla en su propia sangre. Así, por lo menos, si lograba alcanzar a su enemigo podría absorber su energía y aminorar la diferencia entre ambos. No perdió tiempo en llevar la mano herida a la empuñadura para ganar firmeza. Si seguía limitándose a defenderse pronto terminaría acorralado contra la pared; ahora era su turno de atacar.
Pasó todo su peso a la pierna derecha y se impulsó, espada al frente, dispuesto a ensartarla en el abdomen del Caballero, donde la armadura se dividía en dos para dar más flexibilidad, proporcionándole un punto fácil de atravesar. Sin embargo, su contrincante retrocedió y aprovechó el propio envión del vampiro para, apoyándole la mano libre en el pecho, desviar su camino y empujarlo fuertemente hacia la izquierda. Dag cayó de espaldas y resopló, apresurándose a levantarse para esquivar una estocada que iba directa a su pecho.
De pie otra vez se encaramó sobre una saliente en la roca; ya había llegado a una de las paredes de la cueva, pero aún no se daba por vencido. El Caballero enarboló su espada dispuesto a cercenarle las piernas, momento en que Dag saltó hacia una saliente más alta desde la cual, con un último impulso, brincó por sobre el furibundo enemigo. Pero, aunque ahora volvía a tener mucho terreno para huir, la jugada no había sido tan inteligente, pues al caer sobre la tierra tan bruscamente provocó que las hendiduras en el suelo se ensancharan, salpicándole lava hirviente sobre la pantorrilla.
-¡AGH! ¡ME CAGO EN...! -No existían insultos suficientes para expresar el dolor. Su pierna flaqueó y se desplomó sobre la “isla” de tierra. De nuevo en el suelo estaba a merced del Caballero, a quien no había podido hacerle ni un maldito rasguño mientras que él, sin haberse dado cuenta, ya tenía varios tajos en la pechera. El corazón le dio un vuelco cuando lo vio desde abajo; se sintió como un insecto insignificante cuando el hombre alzó la espada y le sonrió con superioridad, saboreando su pronta victoria.
En ese instante, todas sus alarmas saltaron y su instinto de supervivencia desencadenó una última reacción para salvarse. Veloz, rodó sobre sí mismo y arrastró la mano por el suelo, agarrando un montón de polvo que lanzó a los ojos de su adversario. La enorme espada se incrustó en el suelo y el vampiro se levantó de un salto, pese a que el dolor de la herida le empañaba los ojos de lágrimas. Viendo su oportunidad durante el instante en que el Caballero Oscuro arrancaba su arma del suelo y pestañeaba rápidamente para librarse de la ceguera pasajera, Dag giró sobre sí mismo para tomar el envión necesario para ensartar el mandoble en aquella zona desprotegida del abdomen ajeno. No obstante, no tuvo tiempo a sonreír... ya que el otro, en vez de esquivarlo, hizo exactamente lo mismo, llevando su espada hacia él con endemoniada velocidad.
-¡¡NO!!
La voz de Abbey, que no había despegado la vista de la pelea, retumbó a lo largo de toda la caverna. Dag cerró fuertemente los ojos y esperó la tajada con todos los músculos del cuerpo contraídos, preparándose para el dolor venidero.
______________
[1] Uso de Habilidad: Hoja Sangrienta
- aclaración:
- (No quería controlar a Abbey ya que no la conozco demasiado y temía darle un mal uso. Por eso la he dejado para el final de la pelea, por si toca runa buena y evita que me destripen al muchacho. Si hay algún inconveniente con eso, lo editaré sin problemas ^^)
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
La de cabellos cenicientos, concentrada como estaba en llegar hasta el caballero oscuro, no vio venir a Géminis, que ignorando su advertencia se abalanzó sobre ella, hundiendo los afilados colmillos en su cuello y desgarrándole la piel brutalmente al apartarse. Aquello le causó una herida fatal, que la obligó a detenerse y luchar por mantenerse en pie, cosa que no consiguió. Cayó de rodillas, con la vista completamente nublada y notando como la cálida sangre caía por su cuello sin detenerse, mientras ahogaba el grito de dolor que pugnaba por salir de su garganta. ¿De verdad había ido tan lejos para terminar así? Muerta a manos de una vulgar vampira, que no dudó en arrebatarle la corona del dominador en cuanto esta se le cayó de la cabeza.
Los esqueletos de pronto perdieron su interés en ella, para centrarse en retrasar lo máximo posible a la logia, que estaba cada vez más cerca del campo de batalla. Aquello era obra del misterioso caballero, que avanzó hasta la hechicera y la levantó del suelo por los pelos, desviando su brillante mirada de los orificios que Géminis había dejado al morderla hasta la cadena del medallón solar, que vibraba con mucha fuerza dentro de su armadura. ¿Iba a quitárselo? Seguramente, otra reliquia más que iría a parar a manos de la nigromante o de otro de sus compinches… o al menos eso pensó Elen, hasta que en un momento de lucidez, vio como Dag espada en mano, le cercenaba la cabeza a Amaterasu.
- Ella también está muerta. - musitó la benjamina de los Calhoun, antes de que el extraño la soltase para dirigirse hacia el vampiro que había asesinado a su compañera. La tensai cayó nuevamente al suelo y todo empezó a pasar a cámara lenta ante sus ojos, veía la espalda del caballero mientras se alejaba, y como Vladimir y Melena Blanca miraban atónitos el cuerpo decapitado de la revividora. Con gran esfuerzo consiguió girar el rostro hacia la entrada, a tiempo de ver como Abbey, Jace y los antimagos eliminaban a los últimos esqueletos que les separaban del núcleo de la batalla.
Pronto comenzó a sentir frío, no duraría mucho más, y ante esa realidad, la de cabellos cenicientos no pudo evitar que las lágrimas empañaran sus ojos y se desbordasen por sus mejillas, no lo había logrado, no volvería a ver a sus seres queridos ni tendría ocasión de despedirse de ellos. Desvió la vista hacia el techo y se concentró en seguir respirando, apenas ya sin fuerzas, lo que le impedía alcanzar el frasco que podría salvarla. En el interior de su bolsa de cuero llevaba un pequeño recipiente que contenía el hálito de la vida, algo capaz de restablecer a un moribundo, pero la pérdida de sangre era tal ya que no podía casi ni moverse, así que decidió guardar sus últimas fuerzas para recordar los escasos momentos de su vida en que había sido realmente feliz.
Su infancia en Beltrexus junto a sus padres y Vincent, el día en que los hermanos se reencontraron de nuevo con su madre en el norte, sus aventuras con Anastasia, los viajes a bordo del Aguamarina en compañía de Gabrielle, las fiestas en las islas y Verisar, la noche en que descubrió que Alister estaba enamorado de ella, cada momento que había compartido desde entonces con él y por último, el beso que había dado al dragón antes de marcharse. Ya no volvería a verlo nunca, ni a sentir la calidez de sus labios o su abrazo, no, solo quedaba para ella el frío de la muerte, que a cada instante estaba más cerca de llevársela.
Con los ojos cerrados la tensai maldijo su suerte, pero alguien estaba a punto de intervenir para arrancarla de los gélidos brazos de la parca. Géminis, la misma mujer que la había herido de muerte, se situó sobre ella y le dijo que Vladimir no quería que muriese, al menos no aquel día, ¿el por qué? No lo dijo. Sin perder tiempo, la vampira se cortó en uno de los brazos y llevó con los dedos parte de su sangre a los labios de la hechicera, dándole la opción de aceptar su gesto y sobrevivir, pero a costa de convertirse en una criatura de la noche.
Sin esperar a ver lo que decidía, la femme fatale huyó del lugar junto con el Inmortal, desvaneciéndose como por arte de magia. Elen, movida por la desesperación y su deseo de vivir para luchar otro día, se lamió los labios y contuvo la respiración cuando su cuerpo comenzó a reaccionar a la sangre de Géminis. La herida de su cuello no tardó en cerrarse pero no hubo alivio para ella, no cuando la garganta comenzó a arderle por la sed, acababa de aceptar una nueva maldición de la que podría arrepentirse. Durante unos instantes sintió como si todo su cuerpo estuviese ardiendo, gritó, pero la ruidosa llegada de un enorme dragón negro amortiguó su grito. Algunos miembros de la logia llegaron hasta ella para auxiliarla, pero nada podían hacer para aliviar su intenso dolor, que la recorrió por entero antes de comenzar a remitir lentamente, dándole algo de respiro.
Su percepción del entorno cambió entonces, como si su vista se hubiese agudizado y le permitiese ver mejor entre las sombras, a las que sintió como aliadas y no enemigas. Su olfato también le trajo multitud de aromas, pero había uno que destacaba sobre todos, el de la sangre, algo que ahora deseaba y necesitaba. - ¡Elen! ¡Elen! - exclamó Jace al llegar a su lado, arrodillándose para ayudarla a incorporarse. El joven brujo tiró de ella para sentarla, pero con ello solo consiguió que la de cabellos cenicientos se concentrase en su pulso, algo que ahora podía escuchar y sentir, sobre todo cuando su mirada se posó sobre su cuello. Su nuevo instinto la impulsaba a alimentarse sin importar de quién fuese, pero al notar lo que estaba ocurriendo, y como sus colmillos se habían alargado ligeramente a causa de la transformación, Elen lo apartó bruscamente de sí.
- ¡No os acerquéis! - ordenó, tanto a él como a los antimagos. Su rostro estaba más pálido que de costumbre, pero eso no era lo único que había cambiado a simple vista, ahora la joven tenía un aura de sombras rodeándola, algo que tendría que aprender a utilizar en su beneficio. Lentamente, Elen se levantó y recogió sus armas, sorprendida por el hecho de que la sangre de Géminis hubiese tenido tanto efecto en ella, aún sentía algo de molestia en la zona en que la había mordido pero aparte de eso se encontraba bien, lo suficiente como para volver a la batalla. Su mirada recorrió la cueva hasta detenerse sobre el cuerpo de Amaterasu, pero ya no debía preocuparse por ella, al menos no de momento, el caballero al que Frost se había referido como Frendel era el rival a batir.
Blandiendo nuevamente sus armas, la benjamina de los Calhoun comenzó a deshacerse de los esqueletos que se encontraban entre ella y su objetivo, esperando no volver a fallar.
Los esqueletos de pronto perdieron su interés en ella, para centrarse en retrasar lo máximo posible a la logia, que estaba cada vez más cerca del campo de batalla. Aquello era obra del misterioso caballero, que avanzó hasta la hechicera y la levantó del suelo por los pelos, desviando su brillante mirada de los orificios que Géminis había dejado al morderla hasta la cadena del medallón solar, que vibraba con mucha fuerza dentro de su armadura. ¿Iba a quitárselo? Seguramente, otra reliquia más que iría a parar a manos de la nigromante o de otro de sus compinches… o al menos eso pensó Elen, hasta que en un momento de lucidez, vio como Dag espada en mano, le cercenaba la cabeza a Amaterasu.
- Música de ambiente:
- Ella también está muerta. - musitó la benjamina de los Calhoun, antes de que el extraño la soltase para dirigirse hacia el vampiro que había asesinado a su compañera. La tensai cayó nuevamente al suelo y todo empezó a pasar a cámara lenta ante sus ojos, veía la espalda del caballero mientras se alejaba, y como Vladimir y Melena Blanca miraban atónitos el cuerpo decapitado de la revividora. Con gran esfuerzo consiguió girar el rostro hacia la entrada, a tiempo de ver como Abbey, Jace y los antimagos eliminaban a los últimos esqueletos que les separaban del núcleo de la batalla.
Pronto comenzó a sentir frío, no duraría mucho más, y ante esa realidad, la de cabellos cenicientos no pudo evitar que las lágrimas empañaran sus ojos y se desbordasen por sus mejillas, no lo había logrado, no volvería a ver a sus seres queridos ni tendría ocasión de despedirse de ellos. Desvió la vista hacia el techo y se concentró en seguir respirando, apenas ya sin fuerzas, lo que le impedía alcanzar el frasco que podría salvarla. En el interior de su bolsa de cuero llevaba un pequeño recipiente que contenía el hálito de la vida, algo capaz de restablecer a un moribundo, pero la pérdida de sangre era tal ya que no podía casi ni moverse, así que decidió guardar sus últimas fuerzas para recordar los escasos momentos de su vida en que había sido realmente feliz.
Su infancia en Beltrexus junto a sus padres y Vincent, el día en que los hermanos se reencontraron de nuevo con su madre en el norte, sus aventuras con Anastasia, los viajes a bordo del Aguamarina en compañía de Gabrielle, las fiestas en las islas y Verisar, la noche en que descubrió que Alister estaba enamorado de ella, cada momento que había compartido desde entonces con él y por último, el beso que había dado al dragón antes de marcharse. Ya no volvería a verlo nunca, ni a sentir la calidez de sus labios o su abrazo, no, solo quedaba para ella el frío de la muerte, que a cada instante estaba más cerca de llevársela.
Con los ojos cerrados la tensai maldijo su suerte, pero alguien estaba a punto de intervenir para arrancarla de los gélidos brazos de la parca. Géminis, la misma mujer que la había herido de muerte, se situó sobre ella y le dijo que Vladimir no quería que muriese, al menos no aquel día, ¿el por qué? No lo dijo. Sin perder tiempo, la vampira se cortó en uno de los brazos y llevó con los dedos parte de su sangre a los labios de la hechicera, dándole la opción de aceptar su gesto y sobrevivir, pero a costa de convertirse en una criatura de la noche.
Sin esperar a ver lo que decidía, la femme fatale huyó del lugar junto con el Inmortal, desvaneciéndose como por arte de magia. Elen, movida por la desesperación y su deseo de vivir para luchar otro día, se lamió los labios y contuvo la respiración cuando su cuerpo comenzó a reaccionar a la sangre de Géminis. La herida de su cuello no tardó en cerrarse pero no hubo alivio para ella, no cuando la garganta comenzó a arderle por la sed, acababa de aceptar una nueva maldición de la que podría arrepentirse. Durante unos instantes sintió como si todo su cuerpo estuviese ardiendo, gritó, pero la ruidosa llegada de un enorme dragón negro amortiguó su grito. Algunos miembros de la logia llegaron hasta ella para auxiliarla, pero nada podían hacer para aliviar su intenso dolor, que la recorrió por entero antes de comenzar a remitir lentamente, dándole algo de respiro.
Su percepción del entorno cambió entonces, como si su vista se hubiese agudizado y le permitiese ver mejor entre las sombras, a las que sintió como aliadas y no enemigas. Su olfato también le trajo multitud de aromas, pero había uno que destacaba sobre todos, el de la sangre, algo que ahora deseaba y necesitaba. - ¡Elen! ¡Elen! - exclamó Jace al llegar a su lado, arrodillándose para ayudarla a incorporarse. El joven brujo tiró de ella para sentarla, pero con ello solo consiguió que la de cabellos cenicientos se concentrase en su pulso, algo que ahora podía escuchar y sentir, sobre todo cuando su mirada se posó sobre su cuello. Su nuevo instinto la impulsaba a alimentarse sin importar de quién fuese, pero al notar lo que estaba ocurriendo, y como sus colmillos se habían alargado ligeramente a causa de la transformación, Elen lo apartó bruscamente de sí.
- ¡No os acerquéis! - ordenó, tanto a él como a los antimagos. Su rostro estaba más pálido que de costumbre, pero eso no era lo único que había cambiado a simple vista, ahora la joven tenía un aura de sombras rodeándola, algo que tendría que aprender a utilizar en su beneficio. Lentamente, Elen se levantó y recogió sus armas, sorprendida por el hecho de que la sangre de Géminis hubiese tenido tanto efecto en ella, aún sentía algo de molestia en la zona en que la había mordido pero aparte de eso se encontraba bien, lo suficiente como para volver a la batalla. Su mirada recorrió la cueva hasta detenerse sobre el cuerpo de Amaterasu, pero ya no debía preocuparse por ella, al menos no de momento, el caballero al que Frost se había referido como Frendel era el rival a batir.
Blandiendo nuevamente sus armas, la benjamina de los Calhoun comenzó a deshacerse de los esqueletos que se encontraban entre ella y su objetivo, esperando no volver a fallar.
Off: Aquí tenéis a vuestra Elen vampira, acepto la maldición por los próximos tres temas confiando en que me dejéis bien al curarme. Enviaré por mp a master Sigel la ficha de habilidades provisional.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Vladimir desapareció mimetizándose con las sombras delante de los ojos de Melena Blanca, cuando vio a la cortesana correr con la Corona del Dominador tras haber “ayudado” a Elen a sobrevivir. El leónico, que vio como Géminis había acabado casi con la vida de la joven, corrió junto a Jace para socorrerla. - ¡Elen! – gritó el leónico, olvidándose por completo de su adversario y saltando de plataforma en plataforma, que ya “flotaban” al peso cual nenúfar sobre charca, sólo que en lava en vez de agua.
Abbey Frost tomó la Corona Astada. Incrédula. Tras la muerte de Amaterasu y la entrega de la Corona. La tomó con ambas manos. Abrió la boca y la observó detenidamente. La tenía. Por fin, después de tantos años, había conseguido lo que había perseguido desde que, de pequeña, conoció las historias que, primero su madre y después la Logia, le contaban acerca de las maravillas de los centinelas. Desde entonces, había intentado hacerse con una de aquellas reliquias de múltiples maneras. Primero Melena Blanca, después lo intentó con Elen Calhoun, a las puertas del palacio. Pero por fin la tenía. Había perdido la fe. Pero por fin, logró su sueño.
El Caballero Oscuro parecía más preocupado de vengar la muerte de Amaterasu que de recuperar la Corona Astada. Por ello se centró en Dag, aunque el vampiro conseguía librar sus duros ataques, no sin recibir cortes menores. Frendel no estaba empleándose a tope. Y entonces, Abbey Frost reaccionó. La criatura estuvo cerca de alcanzar al vampiro en la pierna, pero una fuerte lanza de hielo le llamó su atención al impactar contra su armadura. Pero no llegó ni siquiera a perforar un milímetro de ésta, protegida por algún tipo de magia extraña.
Frendel hizo un gesto de repugnancia y se encaró con la bruja. Andando poco a poco hacia ella, que tuvo que retroceder mientras los antimagos seguían deshaciéndose de no muertos que seguían surgiendo de la nada. El Caballero se defendió de la bruja generando a su alrededor una cobertura con los huesos de los no muertos caídos. Abbey pudo ver como, además, Elen se había levantado ya y parecía dispuesto a combatir. Aunque para ello tuvo que sacrificar su antigua condición. Si bien aún no estaría acostumbrada a las habilidades de su nuevo cuerpo.
Fuera, el Inquisidor luchaba, por segunda vez en un escaso año, contra Querostraza, la montura de Frendel [1]. La otra vez se encontraba debilitado por su prisión y se vio obligado a huir. Pero esta vez, el anciano dragón albino combatió a la feroz dragona de fuego con sus mejores armas: El hielo y sus garras. Si bien Querostraza tenía mucho mayor tamaño y unas habilidades a la par de temibles.
-Elen, Jace, subid a mi espalda. ¡Rápido!. – Pidió el leónico, aunque verdaderamente no se lo pensó demasiado. Los subió a ambos sobre su espalda, junto a su arma y, a cuatro patas, corrió hacia la salida. Ya que poco quedaba para que la cueva se convirtiera en una caldera. Sólo el trozo sobre el que permanecía Amaterasu parecía segura. Dag también tendría que buscarse la vida para salir.
El grupo podría ver la lucha colosal entre ambos dragones. Un fuerte golpe de Querostraza hizo que el Inquisidor se arrastrase varios metros. Por la inercia estuvo a punto de llevarse a Abbey Frost y al resto de antimagos, los tres que habían sobrevivido a los esqueletos o no habían caído al fuego. El Inquisidor, que era un anciano, volvió a su forma humana debido al golpe, mientras Querostraza surcaba los cielos y se postraba en un saliente elevado sobre la cueva volcán.
Saliente por el que Frendel se asomó. Había salido por una ruta interior que daba a una parte alta del volcán. Allí, Querostraza volvió a adoptar su forma humana simplemente para que la vieran tal y como era. Una mujer joven y morena, con una armadura exagerada. Que miraba al grupo sin demasiado convencimiento. A su lado, Frendel contemplaba impasible a Abbey Frost. Ella tenía la Corona Astada de la caída Amaterasu, y él quería recuperarla. Y si de paso podía conseguir el Medallón Solar y la Capa Blanca, mejor aún.
Tan sólo tuvo Frendel que pronunciar unas palabras para que Querostraza volviera a su forma de dragón. Subiera a su lomo y se dispusiera a declarar la guerra al grupo que se encontraba debajo. Alzó su espada y varios no muertos volvieron a salir del interior de la tierra, como había pasado antes.
* * * * * * * * * * * * * * * *[1] Primera batalla entre el Inquisidor y Querostraza en la misión: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
La lucha se traslada al exterior de la cueva, que se ha convertido en un volcán. Dag se ha salvado, de nuevo, por su suerte buena. Y Elen ha decidido convertirse en vampiro. Este será el último turno de combate puro. Contra el Frendel a lomos de la dragona Querostraza. El primero dispone de habilidades de nigromante y poderosos hechizos de hielo, mientras la segunda brutales golpes e intensas llamaradas. Podéis improvisar sus ataques.
Dag: Parece que la suerte te está acompañando. Has renunciado a la Corona Astada, ahora en posesión de Abbey. Has hecho bien, ya que Frendel y Querostraza se centrarán en recuperar la Corona Astada. ¿Te harás el héroe una vez más o huirás al barco de la Logia? Si decides luchar y ayudar a Abbey a escapar, tendrás que tirar de nuevo una runa. Y en tu caso, necesitarás que sea muy buena para poder escapar ileso. Sólo eres un nivel cero. Si huyes, no necesitarás tirar nada ya no te perseguirán, con suerte, más que tres esqueletos.
Elen: Has decidido convertirte en vampiro. ¡Me has impresionado! No creería que lo harías. Pero veo que eres combativa hasta el final y a cualquier precio. ¡Me gusta! Como recompensa, no te pondré ninguna restricción y te permitiré llevar a Elen vampiro de la manera que gustes. Además, supongo que no lo has hecho para nada, ahora tienes la oportunidad de combatir. No te engañes, no conseguirás acabar con los malos, pero tendrás que evitar (con ayuda de Melena Blanca) que el jinete y su dragona arrebaten la corona a Abbey Frost. Tendrás que lanzar una runa para ello, pero si consigues utilizar algún objeto o habilidad que pueda evitarlo, quizás consigas librarla a pesar de una hipotética mala runa.
Vladimir y Géminis han huido con la Corona del Dominador.
Amaterasu está muerta.
Abbey Frost tomó la Corona Astada. Incrédula. Tras la muerte de Amaterasu y la entrega de la Corona. La tomó con ambas manos. Abrió la boca y la observó detenidamente. La tenía. Por fin, después de tantos años, había conseguido lo que había perseguido desde que, de pequeña, conoció las historias que, primero su madre y después la Logia, le contaban acerca de las maravillas de los centinelas. Desde entonces, había intentado hacerse con una de aquellas reliquias de múltiples maneras. Primero Melena Blanca, después lo intentó con Elen Calhoun, a las puertas del palacio. Pero por fin la tenía. Había perdido la fe. Pero por fin, logró su sueño.
El Caballero Oscuro parecía más preocupado de vengar la muerte de Amaterasu que de recuperar la Corona Astada. Por ello se centró en Dag, aunque el vampiro conseguía librar sus duros ataques, no sin recibir cortes menores. Frendel no estaba empleándose a tope. Y entonces, Abbey Frost reaccionó. La criatura estuvo cerca de alcanzar al vampiro en la pierna, pero una fuerte lanza de hielo le llamó su atención al impactar contra su armadura. Pero no llegó ni siquiera a perforar un milímetro de ésta, protegida por algún tipo de magia extraña.
Frendel hizo un gesto de repugnancia y se encaró con la bruja. Andando poco a poco hacia ella, que tuvo que retroceder mientras los antimagos seguían deshaciéndose de no muertos que seguían surgiendo de la nada. El Caballero se defendió de la bruja generando a su alrededor una cobertura con los huesos de los no muertos caídos. Abbey pudo ver como, además, Elen se había levantado ya y parecía dispuesto a combatir. Aunque para ello tuvo que sacrificar su antigua condición. Si bien aún no estaría acostumbrada a las habilidades de su nuevo cuerpo.
Fuera, el Inquisidor luchaba, por segunda vez en un escaso año, contra Querostraza, la montura de Frendel [1]. La otra vez se encontraba debilitado por su prisión y se vio obligado a huir. Pero esta vez, el anciano dragón albino combatió a la feroz dragona de fuego con sus mejores armas: El hielo y sus garras. Si bien Querostraza tenía mucho mayor tamaño y unas habilidades a la par de temibles.
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Los golpes de ambos dragones precipitaban la ruptura del suelo volcánico, en el interior de la cueva. - ¡La cueva va a explotar! ¡Tenemos que salir! – gritó Abbey Frost, haciendo equilibrios para no caerse. Aunque Frendel parecía ser ajeno a todo. Dio un salto y se fue por una ruta alternativa por el interior de la cueva-volcán.-Elen, Jace, subid a mi espalda. ¡Rápido!. – Pidió el leónico, aunque verdaderamente no se lo pensó demasiado. Los subió a ambos sobre su espalda, junto a su arma y, a cuatro patas, corrió hacia la salida. Ya que poco quedaba para que la cueva se convirtiera en una caldera. Sólo el trozo sobre el que permanecía Amaterasu parecía segura. Dag también tendría que buscarse la vida para salir.
El grupo podría ver la lucha colosal entre ambos dragones. Un fuerte golpe de Querostraza hizo que el Inquisidor se arrastrase varios metros. Por la inercia estuvo a punto de llevarse a Abbey Frost y al resto de antimagos, los tres que habían sobrevivido a los esqueletos o no habían caído al fuego. El Inquisidor, que era un anciano, volvió a su forma humana debido al golpe, mientras Querostraza surcaba los cielos y se postraba en un saliente elevado sobre la cueva volcán.
Saliente por el que Frendel se asomó. Había salido por una ruta interior que daba a una parte alta del volcán. Allí, Querostraza volvió a adoptar su forma humana simplemente para que la vieran tal y como era. Una mujer joven y morena, con una armadura exagerada. Que miraba al grupo sin demasiado convencimiento. A su lado, Frendel contemplaba impasible a Abbey Frost. Ella tenía la Corona Astada de la caída Amaterasu, y él quería recuperarla. Y si de paso podía conseguir el Medallón Solar y la Capa Blanca, mejor aún.
- Dragona Querostraza en forma humana:
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Tan sólo tuvo Frendel que pronunciar unas palabras para que Querostraza volviera a su forma de dragón. Subiera a su lomo y se dispusiera a declarar la guerra al grupo que se encontraba debajo. Alzó su espada y varios no muertos volvieron a salir del interior de la tierra, como había pasado antes.
* * * * * * * * * * * * * * * *
La lucha se traslada al exterior de la cueva, que se ha convertido en un volcán. Dag se ha salvado, de nuevo, por su suerte buena. Y Elen ha decidido convertirse en vampiro. Este será el último turno de combate puro. Contra el Frendel a lomos de la dragona Querostraza. El primero dispone de habilidades de nigromante y poderosos hechizos de hielo, mientras la segunda brutales golpes e intensas llamaradas. Podéis improvisar sus ataques.
Dag: Parece que la suerte te está acompañando. Has renunciado a la Corona Astada, ahora en posesión de Abbey. Has hecho bien, ya que Frendel y Querostraza se centrarán en recuperar la Corona Astada. ¿Te harás el héroe una vez más o huirás al barco de la Logia? Si decides luchar y ayudar a Abbey a escapar, tendrás que tirar de nuevo una runa. Y en tu caso, necesitarás que sea muy buena para poder escapar ileso. Sólo eres un nivel cero. Si huyes, no necesitarás tirar nada ya no te perseguirán, con suerte, más que tres esqueletos.
Elen: Has decidido convertirte en vampiro. ¡Me has impresionado! No creería que lo harías. Pero veo que eres combativa hasta el final y a cualquier precio. ¡Me gusta! Como recompensa, no te pondré ninguna restricción y te permitiré llevar a Elen vampiro de la manera que gustes. Además, supongo que no lo has hecho para nada, ahora tienes la oportunidad de combatir. No te engañes, no conseguirás acabar con los malos, pero tendrás que evitar (con ayuda de Melena Blanca) que el jinete y su dragona arrebaten la corona a Abbey Frost. Tendrás que lanzar una runa para ello, pero si consigues utilizar algún objeto o habilidad que pueda evitarlo, quizás consigas librarla a pesar de una hipotética mala runa.
Vladimir y Géminis han huido con la Corona del Dominador.
Amaterasu está muerta.
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Con los ojos fuertemente cerrados, Dag esperó la terrible sensación del frío acero rebanándole las vísceras y rezó, olvidándose de que, como ser maldito, carecía de sentido invocar a sus antiguos dioses humanos para pedirles que mitigaran su sufrimiento. Sin embargo, casi milagrosamente, el dolor que esperaba nunca llegó. La atención del Caballero Oscuro acababa de ser llamada por alguien más, librándolo de la muerte en el último segundo. Pero no había sido gracias a los dioses.
Frendel se dio la media vuelta para ir esta vez hacia la hechicera y Dag, atónito, se dejó caer sentado al suelo mientras recobraba el aliento. Al bajar la mirada, pudo ver cómo la pechera que lo había preservado de ser gravemente herido estaba hecha añicos. Sonrió atónito y recorrió los cortes con las puntas de sus dedos, tomándose un momento para abrazar aquella sensación de estar vivo que solía resultarle amarga, pero ahora le endulzaba la boca.
No obstante no era momento para ponerse a pensar en la belleza de la vida; era momento para salir de aquella cueva que parecía estar a punto de eructar sobre ellos la lava que a duras penas contenía. Se puso de pie observando cómo todos comenzaban a evacuar, incluso un par se iban montando al enorme leónico. -¡Oigan! ¿¡Y yo qué!? -Vociferó, pero la bestia no parecía estar interesada en socorrerlo. No tuvo más opción que saltar cada pequeña isla de tierra para ir acercándose a la salida, sorteando los riachuelos de lava con sumo cuidado, pese a que cada salto empeoraba el ardor que le abrasaba la pierna. La roca crujía y densas columnas de humo se levantaban desde el suelo. Respirar allí adentro se convertía en una hazaña, pues sus pulmones ardían y se contraían ahogados por la toxicidad del aire viciado.
A medida que se alejaba del centro de la cueva, el suelo comenzaba a ser más estable. Recorrió el último trecho a pata coja pero, cuando le faltaban pocos metros para salir, tres esqueletos rezagados se interpusieron en su camino. El ojiazul maldijo entre dientes y se detuvo, enarbolando la espada con visible cansancio. -¿Serían tan amables de apartarse? ...¿No?
-Inquirió con modales señoriales, mas los cadáveres se abalanzaron sobre él al instante. Por suerte, luego de luchar con Frendel, aquellos tres esperpentos no representaban un gran desafío. Un sablazo sirvió para desarmar a los dos primeros hasta que, ya en la boca de la caverna, bastó patear al último para que se precipitase al abismo. Exhausto, se limpió el sudor de la frente con el antebrazo y bajó la pendiente a paso ligero, tomando grandes bocanadas de aire para limpiar sus adoloridos pulmones.
Sobre sus cabezas, la lucha más impresionante que había visto nunca se desenvolvía frente a los ojos de los pocos que quedaban en pie. Rugidos y llamaradas, junto a las columnas de humo negro procedentes del volcán, pintaban en el cielo un paisaje apocalíptico del cual, a decir verdad, no quería ser parte. Poco tuvo que meditar para llegar a la conclusión de que aquel barquito que esperaba en la costa era el lugar más seguro; ni siquiera él estaba tan loco como para, con media pierna chamuscada y completamente agotado, ir corriendo directo a una batalla que no le concernía en lo más mínimo.
Se aproximó a toda prisa hacia el navío y envainó la espada mientras subía los escalones, disponiéndose a presenciar la pelea desde la barandilla del barco. Lo único que deseaba era volver a casa.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Melena Blanca no tardó en llegar para comprobar su estado, preocupado por haberla visto tendida en el suelo tras el brutal ataque de Géminis, pero la inestabilidad de la cueva no les permitió quedarse allí, el suelo se resquebrajaba por momentos y pronto la lava se adueñaría de todo, algo que instaba a la joven y al resto de sus aliados a salir del lugar lo antes posible. La de cabellos cenicientos no quitaba ojo de encima a Frendel, que a punto estaba de arremeter contra Dag para castigarlo por el asesinato de Amaterasu, pero por suerte para el vampiro, Frost intervino en el momento justo, captando la atención del caballero oscuro y dando al moreno la oportunidad de escapar.
Sin ocasión de decir nada, la benjamina de los Calhoun se vio subida al lomo del leónico, que a toda prisa los sacó tanto a ella como a Jace de la guarida, pero la lucha no había terminado, solo se estaba trasladando al exterior. Elen dirigió una última mirada al cuerpo de Amaterasu, que aún permanecía intacto sobre un trozo de roca que no se había agrietado, ¿en verdad estaría muerta? Esperaba que sí pero no podía asegurar nada tratándose de una nigromante, que se había dejado dominar por la avaricia, hecho que la había llevado a perder la cabeza, literalmente.
Una vez fuera de la cueva la centinela pudo ver como el Inquisidor combatía ferozmente contra el dragón negro que había bloqueado la entrada para no dejarlo pasar, una lucha encarnizada pero desigual, ya que su enemigo era mucho más grande que él, aunque eso no desanimó al anciano. Tras recibir un duro golpe que lo obligó a transformarse, la dragona negra voló hasta un saliente de la parte alta del volcán, donde Frendel no tardó en aparecer. Durante unos instantes, la bestia mostró también su forma humana, revelando que se trataba de una mujer joven y morena, ataviada con una enorme armadura, pero esto duró poco, unas palabras del caballero bastaron para que volviese a su forma de dragón y con él sobre su lomo, la lucha se reanudase.
Viendo que la atención del enemigo se centraba sobre Abbey y la corona que ahora poseía la alta encantadora, Elen decidió que debía evitar a toda costa que la alcanzasen, no podían perder la reliquia de Amaterasu, ya tenían bastante con que Vladimir hubiese escapado con su rubí y la corona del dominador. Sin perder tiempo, la de ojos verdes saltó de la espalda del leónico y avanzó a toda prisa hacia Frost, que se encontraba junto a los antimagos supervivientes y el inquisidor. - Elen… Elen… - escuchó dentro de su cabeza, pero le pareció que las voces provenían de su medallón. - ¿Quieres ganar esta batalla? Deja que te ayudemos… déjanos salir. - continuaron las voces, y de repente la benjamina de los Calhoun se sintió en total sintonía con su reliquia, ahora que se había entregado a las sombras las malignas almas del medallón no intentaban manipularla como en el pasado, en vez de eso la veían como una igual, alguien capaz de cualquier sacrificio para seguir peleando.
- Luchad a mi lado. - musitó ella en respuesta, mientras frotaba una figura de madera que guardaba en su bolsillo, en un intento por atraer la suerte que tan esquiva le estaba siendo, y entonces el halo de oscuridad que la rodeaba se volvió mucho más intenso, envolviéndola casi por completo. De aquel cúmulo de sombras emergieron tres columnas de negro humo, que al impactar con el suelo tomaron forma, convirtiéndose en aliados de cara a la batalla. Todas eran diferentes pero tenían un objetivo común, detener a Querostraza y a Frendel, que abandonaban en aquel momento el saliente elevado para sobrevolar a los intrusos y descargar sobre ellos una potente llamarada. Varios no muertos se levantaron para apoyar al caballero y a su montura, pero las criaturas a las que la vampira había llamado arremetieron contra ellos sin piedad, barriéndolos y abriéndose camino hacia el verdadero enemigo a batir.
Elen reaccionó de inmediato, corriendo hacia Abbey y apartándola de la trayectoria de la dragona, para luego concentrar su nuevo poder como tantas veces había hecho con la electricidad, aunque la explosión que provocó no fue para nada parecida a la que solía conseguir. En vez de lanzar una ofensiva contra Querostraza, la de cabellos cenicientos terminó creando una espesa niebla negra que las ocultó a ambas, algo inesperado pero no del todo malo, ya que le brindó la oportunidad de dar indicaciones a la alta encantadora. - No permitas que se hagan con la corona, ponte a salvo. - le dijo, sujetándola por la muñeca, tras lo cual abandonó la cobertura de la niebla y con la matajinetes en mano, se dirigió hacia Frendel.
Pero ¿cómo iba a conseguir que bajase de su montura y pelease en igualdad de condiciones? La respuesta estaba clara, tenía que derribarlo, y sabía cómo podía intentarlo. Actuando como lo habría hecho con sus antiguos poderes Elen manipuló las sombras para crear una especie de brazo enorme, una extensión de su propia extremidad, y sin perder ni un instante lo lanzó contra el caballero, esperando impactar contra él con la suficiente fuerza como para desestabilizarlo y arrojarlo al suelo.
Mientras tanto, Jace y los antimagos hacían cuanto podían para mantener a raya a los no muertos, para lo cual el joven brujo creó una barrera de afiladas estacas de hielo, separando a ambos bandos al menos de momento.
Off: Utilizo mis nuevas habilidades de nivel 6 (llamada a las armas) y 2 (mundo de las sombras)
Froto la figura de pájaro de madera de mi inventario para que me dé suerte.
Sin ocasión de decir nada, la benjamina de los Calhoun se vio subida al lomo del leónico, que a toda prisa los sacó tanto a ella como a Jace de la guarida, pero la lucha no había terminado, solo se estaba trasladando al exterior. Elen dirigió una última mirada al cuerpo de Amaterasu, que aún permanecía intacto sobre un trozo de roca que no se había agrietado, ¿en verdad estaría muerta? Esperaba que sí pero no podía asegurar nada tratándose de una nigromante, que se había dejado dominar por la avaricia, hecho que la había llevado a perder la cabeza, literalmente.
Una vez fuera de la cueva la centinela pudo ver como el Inquisidor combatía ferozmente contra el dragón negro que había bloqueado la entrada para no dejarlo pasar, una lucha encarnizada pero desigual, ya que su enemigo era mucho más grande que él, aunque eso no desanimó al anciano. Tras recibir un duro golpe que lo obligó a transformarse, la dragona negra voló hasta un saliente de la parte alta del volcán, donde Frendel no tardó en aparecer. Durante unos instantes, la bestia mostró también su forma humana, revelando que se trataba de una mujer joven y morena, ataviada con una enorme armadura, pero esto duró poco, unas palabras del caballero bastaron para que volviese a su forma de dragón y con él sobre su lomo, la lucha se reanudase.
Viendo que la atención del enemigo se centraba sobre Abbey y la corona que ahora poseía la alta encantadora, Elen decidió que debía evitar a toda costa que la alcanzasen, no podían perder la reliquia de Amaterasu, ya tenían bastante con que Vladimir hubiese escapado con su rubí y la corona del dominador. Sin perder tiempo, la de ojos verdes saltó de la espalda del leónico y avanzó a toda prisa hacia Frost, que se encontraba junto a los antimagos supervivientes y el inquisidor. - Elen… Elen… - escuchó dentro de su cabeza, pero le pareció que las voces provenían de su medallón. - ¿Quieres ganar esta batalla? Deja que te ayudemos… déjanos salir. - continuaron las voces, y de repente la benjamina de los Calhoun se sintió en total sintonía con su reliquia, ahora que se había entregado a las sombras las malignas almas del medallón no intentaban manipularla como en el pasado, en vez de eso la veían como una igual, alguien capaz de cualquier sacrificio para seguir peleando.
- Luchad a mi lado. - musitó ella en respuesta, mientras frotaba una figura de madera que guardaba en su bolsillo, en un intento por atraer la suerte que tan esquiva le estaba siendo, y entonces el halo de oscuridad que la rodeaba se volvió mucho más intenso, envolviéndola casi por completo. De aquel cúmulo de sombras emergieron tres columnas de negro humo, que al impactar con el suelo tomaron forma, convirtiéndose en aliados de cara a la batalla. Todas eran diferentes pero tenían un objetivo común, detener a Querostraza y a Frendel, que abandonaban en aquel momento el saliente elevado para sobrevolar a los intrusos y descargar sobre ellos una potente llamarada. Varios no muertos se levantaron para apoyar al caballero y a su montura, pero las criaturas a las que la vampira había llamado arremetieron contra ellos sin piedad, barriéndolos y abriéndose camino hacia el verdadero enemigo a batir.
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Elen reaccionó de inmediato, corriendo hacia Abbey y apartándola de la trayectoria de la dragona, para luego concentrar su nuevo poder como tantas veces había hecho con la electricidad, aunque la explosión que provocó no fue para nada parecida a la que solía conseguir. En vez de lanzar una ofensiva contra Querostraza, la de cabellos cenicientos terminó creando una espesa niebla negra que las ocultó a ambas, algo inesperado pero no del todo malo, ya que le brindó la oportunidad de dar indicaciones a la alta encantadora. - No permitas que se hagan con la corona, ponte a salvo. - le dijo, sujetándola por la muñeca, tras lo cual abandonó la cobertura de la niebla y con la matajinetes en mano, se dirigió hacia Frendel.
Pero ¿cómo iba a conseguir que bajase de su montura y pelease en igualdad de condiciones? La respuesta estaba clara, tenía que derribarlo, y sabía cómo podía intentarlo. Actuando como lo habría hecho con sus antiguos poderes Elen manipuló las sombras para crear una especie de brazo enorme, una extensión de su propia extremidad, y sin perder ni un instante lo lanzó contra el caballero, esperando impactar contra él con la suficiente fuerza como para desestabilizarlo y arrojarlo al suelo.
Mientras tanto, Jace y los antimagos hacían cuanto podían para mantener a raya a los no muertos, para lo cual el joven brujo creó una barrera de afiladas estacas de hielo, separando a ambos bandos al menos de momento.
Off: Utilizo mis nuevas habilidades de nivel 6 (llamada a las armas) y 2 (mundo de las sombras)
Froto la figura de pájaro de madera de mi inventario para que me dé suerte.
Última edición por Elen Calhoun el Miér Mar 07 2018, 01:06, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Dag fue el primero en huir del combate. El vampiro supo retirarse a tiempo. Sabía perfectamente que allí tenía todas las de perder. Y permaneciendo mucho tiempo más en combate lo único que conseguiría sería acabar achicharrado.
Por su parte, Abbey asintió a la orden de Elen de retirarsey, sabiendo que no tardarían en aparecer más nigromantes pertenecientes al Aquelarre a auxiliar a su líder, no tardó en alzar su bastón, con la Corona Astada en su poder. La encantadora deseaba utilizar todo el poder que sentía en el interior la más oscura de las reliquias. Pero no era ahora el momento de abandonarla después de tanto tiempo luchando por conseguirla. Una retirada a tiempo, era una victoria.
La retirada fue guiada por la propia Abbey y también por Jace, el resto de antimagos y los no muertos que había invocado Elen que luchaban de su lado. Dag corría como un pollo sin cabeza el primero rumbo al barco. - ¡Avísales de que comiencen a zarpar! – pidió la encantadora, que cubría al Inquisidor generando escudos de hielo, protegiéndose de los no muertos de Frendel.
Quien sí se encontraba eufórica era Elen. La benjamina de los Calhoun ansiaba batirse en duelo con el todopoderoso Frendel y, con la matajinetes en mano, se postraba justo en frente de un dragón que la miraba con lo que parecía ser una sonrisa. Y Frendel montado. Sus nuevas habilidades de vampiro poco tendrían que envidiar a las de bruja, pero aún necesitaba refinarlas y adaptarse a su nuevo cuerpo. Elen no era consciente del enorme que tenía con ella. Un poder magnificado por su euforia y por su reliquia, el medallón solar, que vibraba con fuerza en su pecho como si fuera a explotar en cualquier momento.
Melena Blanca se colocó a su lado. – Si tú luchas, yo lucho. – Dijo el leónico mirando a Frendel. El honor y la amistad eran valores fuertes para el leónico. Y, ahora que era el segundo centinela más veterano, tenía que predicar con el ejemplo. Sin miedo, desenfundó su enorme hacha doble contra Querostraza y Frendel.
La bruja trataría de derribar al jinete de su montura para poder combatir contra él. Pero su puño sombrío fue repelido fue Querostraza, quien deshizo la ilusión de una llamarada.
Pero Frendel estaba dispuesto a darle el gusto a Elen. Por lo que fue él mismo quien saltó de la dragona para realizar un choque de espadas contra la benjamina de los Calhoun. Pudieron mantener la mirada durante ambos segundos, lo único que Elen podría ver era la melena del hombre sobresalir de su casco, y sus ojos, azules y desafiantes. Se podía deducir que se trataba de una persona joven. Y si Frendel no la derribaba, era porque no quería, ya que hacía la fuerza justa para aguantar el empuje de la bruja.
Elen no tendría mucho tiempo para las vistas pues, poco después, comenzaría a sentir cómo la matajinetes comenzaba a congelarse, y tendría que apartarla, momento que Frendel aprovecharía para rajar su pierna y causarle una herida a la nueva vampiresa, no profunda, pero haciendo que hincara una rodilla con la espada clavada en el suelo, dando lugar a una escena que, de ser pintada, parecería una servidumbre. El contexto no era ese, ni mucho menos.
Querostraza, con gran sincronización se encargaría de Melena Blanca. Mas achicharrarlo era demasiado sencillo para ella. Por lo que adoptó de nuevo su forma humana, enseñando aquella copiosa armadura que únicamente permitía ver su elegante figura femenina de labios hacia arriba, pintados de negro. Sus ojos, naranjas como el fuego, miraban divertidos al centinela y, con su espada corta, se mantenía en guardia.
Melena Blanca saltó a por ella, que detuvo su golpe con la misma. El leónico, más fuerte en forma humana, trató de desarmar a su adversaria elevando su hacha con fuerza, pero Querostraza sujetó fuerte su arma y la mantuvo en su mano, contraatacando con una estocada en el costado que alcanzó al leónico. Melena Blanca trató de rectificar el movimiento, pero por su posición, Querostraza pudo adivinar la dirección de golpeo y hacerse a un lado, agarró su capa blanca, la enrolló en su mano y, generó una pequeña llama para hacer que el leónico tratarse de esquivarla.
El movimiento hizo que Querostraza terminase con la capa en sus manos y, el leónico, desposeído de su reliquia. Lo que hizo que la dragona sonriese victoriosa y la mostrase a su jefe. Al cual se la tendió. Éste seguía con Elen a sus pies. El leónico trató de recuperarla, pero la dragona volvió a adquirir su forma de animal y ésta tomó el vuelo.
Frendel se encontraba ahondando en los sentimientos de Elen. Podía verlos. Podía saber exactamente qué sentía la bruja, gracias al oscuro poder que compartían. El líder del aquelarre quería hacer sufrir a la benjamina de los Calhoun por su traición a Amaterasu. Había ahondado en sus sentimientos. ¿Cómo podía hacerlo?
Querostraza pasó volando por encima de Abbey, Dag y compañía, rumbo al barco de la logia. En sus pulmones cargaba fuego. Podía distinguirse una caldera en sus costillas. Los miembros del barco de la Logia ya se preparaban lo peor…
… Sin embargo, Querostraza pasó volando por encima de ellos, sin atacar. Como si viera lo mismo que su amo, pasó de largo y se dirigió a un barco que se encontraba más allá. Uno que ya había zarpado. El de los indefensos piratas, en el que también se encontraban Alister y la pequeña Nimthîriel...
... Frendel sabía cómo hacer daño.
Dag: ¡Corre! Llega al barco de la Logia y haz que espabilen. Tienes que poner ese barco en funcionamiento por lo que más quieras. Toda la logia está impresionada viendo el enorme dragón que sobrevuela sus cabezas, pero no es momento de pararse a llorar. Querostraza podrá volver en cualquier momento.
Elen: Muy valiente tu decisión, pero a veces hay que saber cuando retirarse. Pero la suerte no te ha acompañado de nuevo. Aún así, permitiré que salgas ilesa de este enfrentamiento por el uso del objeto y que mantengas tu reliquia. Por el contrario, Melena Blanca ha perdido la capa blanca. Has apostado fuerte, pero no te ha salido bien del todo. Ahora Frendel tiene lo que quería, una de las reliquias, y te dejará huir. Si quieres vivir para contarlo, más vale que llegues al barco de la Logia. Ves como la muerte se aproxima a la zona a la de tus queridos amigos.
Parte Alister: Todos pueden ver el enorme combate que está habiendo en la isla. Y por supuesto, ver acercarse a un dragón de una longitud de casi treinta metros. Alister tendrá que salir volando de allí. Quizás puedas sacar de ahí a Nimthiriel y a Gabrielle, o decidan morir en el barco, como no voy a matar a tus NPC, podrás elegirlo tú como mejor convenga a tu historia. Sé que me odiarás a mí y a estos malvados. No pretendo que Frendel ni Querostraza te caigan bien.
¡Se acabaron las runas por toda la misión!
Por su parte, Abbey asintió a la orden de Elen de retirarsey, sabiendo que no tardarían en aparecer más nigromantes pertenecientes al Aquelarre a auxiliar a su líder, no tardó en alzar su bastón, con la Corona Astada en su poder. La encantadora deseaba utilizar todo el poder que sentía en el interior la más oscura de las reliquias. Pero no era ahora el momento de abandonarla después de tanto tiempo luchando por conseguirla. Una retirada a tiempo, era una victoria.
La retirada fue guiada por la propia Abbey y también por Jace, el resto de antimagos y los no muertos que había invocado Elen que luchaban de su lado. Dag corría como un pollo sin cabeza el primero rumbo al barco. - ¡Avísales de que comiencen a zarpar! – pidió la encantadora, que cubría al Inquisidor generando escudos de hielo, protegiéndose de los no muertos de Frendel.
Quien sí se encontraba eufórica era Elen. La benjamina de los Calhoun ansiaba batirse en duelo con el todopoderoso Frendel y, con la matajinetes en mano, se postraba justo en frente de un dragón que la miraba con lo que parecía ser una sonrisa. Y Frendel montado. Sus nuevas habilidades de vampiro poco tendrían que envidiar a las de bruja, pero aún necesitaba refinarlas y adaptarse a su nuevo cuerpo. Elen no era consciente del enorme que tenía con ella. Un poder magnificado por su euforia y por su reliquia, el medallón solar, que vibraba con fuerza en su pecho como si fuera a explotar en cualquier momento.
Melena Blanca se colocó a su lado. – Si tú luchas, yo lucho. – Dijo el leónico mirando a Frendel. El honor y la amistad eran valores fuertes para el leónico. Y, ahora que era el segundo centinela más veterano, tenía que predicar con el ejemplo. Sin miedo, desenfundó su enorme hacha doble contra Querostraza y Frendel.
La bruja trataría de derribar al jinete de su montura para poder combatir contra él. Pero su puño sombrío fue repelido fue Querostraza, quien deshizo la ilusión de una llamarada.
Pero Frendel estaba dispuesto a darle el gusto a Elen. Por lo que fue él mismo quien saltó de la dragona para realizar un choque de espadas contra la benjamina de los Calhoun. Pudieron mantener la mirada durante ambos segundos, lo único que Elen podría ver era la melena del hombre sobresalir de su casco, y sus ojos, azules y desafiantes. Se podía deducir que se trataba de una persona joven. Y si Frendel no la derribaba, era porque no quería, ya que hacía la fuerza justa para aguantar el empuje de la bruja.
Elen no tendría mucho tiempo para las vistas pues, poco después, comenzaría a sentir cómo la matajinetes comenzaba a congelarse, y tendría que apartarla, momento que Frendel aprovecharía para rajar su pierna y causarle una herida a la nueva vampiresa, no profunda, pero haciendo que hincara una rodilla con la espada clavada en el suelo, dando lugar a una escena que, de ser pintada, parecería una servidumbre. El contexto no era ese, ni mucho menos.
Querostraza, con gran sincronización se encargaría de Melena Blanca. Mas achicharrarlo era demasiado sencillo para ella. Por lo que adoptó de nuevo su forma humana, enseñando aquella copiosa armadura que únicamente permitía ver su elegante figura femenina de labios hacia arriba, pintados de negro. Sus ojos, naranjas como el fuego, miraban divertidos al centinela y, con su espada corta, se mantenía en guardia.
Melena Blanca saltó a por ella, que detuvo su golpe con la misma. El leónico, más fuerte en forma humana, trató de desarmar a su adversaria elevando su hacha con fuerza, pero Querostraza sujetó fuerte su arma y la mantuvo en su mano, contraatacando con una estocada en el costado que alcanzó al leónico. Melena Blanca trató de rectificar el movimiento, pero por su posición, Querostraza pudo adivinar la dirección de golpeo y hacerse a un lado, agarró su capa blanca, la enrolló en su mano y, generó una pequeña llama para hacer que el leónico tratarse de esquivarla.
El movimiento hizo que Querostraza terminase con la capa en sus manos y, el leónico, desposeído de su reliquia. Lo que hizo que la dragona sonriese victoriosa y la mostrase a su jefe. Al cual se la tendió. Éste seguía con Elen a sus pies. El leónico trató de recuperarla, pero la dragona volvió a adquirir su forma de animal y ésta tomó el vuelo.
Frendel se encontraba ahondando en los sentimientos de Elen. Podía verlos. Podía saber exactamente qué sentía la bruja, gracias al oscuro poder que compartían. El líder del aquelarre quería hacer sufrir a la benjamina de los Calhoun por su traición a Amaterasu. Había ahondado en sus sentimientos. ¿Cómo podía hacerlo?
Querostraza pasó volando por encima de Abbey, Dag y compañía, rumbo al barco de la logia. En sus pulmones cargaba fuego. Podía distinguirse una caldera en sus costillas. Los miembros del barco de la Logia ya se preparaban lo peor…
… Sin embargo, Querostraza pasó volando por encima de ellos, sin atacar. Como si viera lo mismo que su amo, pasó de largo y se dirigió a un barco que se encontraba más allá. Uno que ya había zarpado. El de los indefensos piratas, en el que también se encontraban Alister y la pequeña Nimthîriel...
... Frendel sabía cómo hacer daño.
“They’ve got the ultimate power in the universe...”
- Así se ve Elen ahora mismo:
“Boom, boom, boom!. Goodbye to your home!”
* * * * * * * * * * * * *
Off: Disculpad mi tardanza. He tenido una semana muy liada. Ya queda poco.Dag: ¡Corre! Llega al barco de la Logia y haz que espabilen. Tienes que poner ese barco en funcionamiento por lo que más quieras. Toda la logia está impresionada viendo el enorme dragón que sobrevuela sus cabezas, pero no es momento de pararse a llorar. Querostraza podrá volver en cualquier momento.
Elen: Muy valiente tu decisión, pero a veces hay que saber cuando retirarse. Pero la suerte no te ha acompañado de nuevo. Aún así, permitiré que salgas ilesa de este enfrentamiento por el uso del objeto y que mantengas tu reliquia. Por el contrario, Melena Blanca ha perdido la capa blanca. Has apostado fuerte, pero no te ha salido bien del todo. Ahora Frendel tiene lo que quería, una de las reliquias, y te dejará huir. Si quieres vivir para contarlo, más vale que llegues al barco de la Logia. Ves como la muerte se aproxima a la zona a la de tus queridos amigos.
Parte Alister: Todos pueden ver el enorme combate que está habiendo en la isla. Y por supuesto, ver acercarse a un dragón de una longitud de casi treinta metros. Alister tendrá que salir volando de allí. Quizás puedas sacar de ahí a Nimthiriel y a Gabrielle, o decidan morir en el barco, como no voy a matar a tus NPC, podrás elegirlo tú como mejor convenga a tu historia. Sé que me odiarás a mí y a estos malvados. No pretendo que Frendel ni Querostraza te caigan bien.
¡Se acabaron las runas por toda la misión!
Ger
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
El ojiazul subió la escalinata a tropezones y alzó la mirada, al igual que todos los marines, para presenciar la impresionante batalla que se libraba sobre sus cabezas. Todos estaban boquiabiertos; aquellos hombres que alguna vez habían decidido dedicar sus vidas a surcar el mar en busca de aventuras debían de estar arrepintiéndose para sus adentros. Irónicamente, el loco del grupo parecía ser el único que se daba cuenta de que era urgente que se alejasen de la costa cuanto antes. Cuando la enorme dragona los sobrevoló, el vampiro observó atónito cómo los demás tensaban todos sus músculos y simplemente se dedicaban a orar a sus respectivos dioses petrificados en sus lugares en vez de huir de allí.
-Los dioses no existen, ¡sálvense ustedes mismos! -Gruñó el hombre que, por miserable y por maldito, por momentos perdía la fe en las deidades.
Tosiendo debido a la ceniza volcánica que caía sobre ellos cual venenoso manto de nieve, se aproximó hacia el hombre de pelo cano que aguardaba en el timón tan absorto como sus grumetes. Tomó al capitán de la camisa y lo sacudió ferozmente para que espabilara, alzando una mano para señalar con el índice hacia la dirección en que la dragona había volado.
-¡Si no nos hunde esa cosa, lo hará la lava! ¡Rápido, hombre, rápido! ¡Hay que zarpar!
Los últimos rezagados que pretendían escapar subieron al barco justo en el instante en que el capitán comenzaba a gritar sus órdenes. Dag, presa del pánico, no tuvo mejor idea que desenvainar su propia espada para comenzar a amenazar a los marineros diciéndoles que, o se ponían a hacer sus jodidas tareas, o les rebanaba el cogote de un tajo. Su histeria era contagiosa, pues pronto todos se pusieron manos a la obra con rapidez y torpeza. Incluso un hombre, por correr de un lado al otro sin dejar de mirar al cielo, terminó cayéndose dentro del hueco dejado en la cubierta por la cabeza de la hidra, cosa que a nadie pareció importarle.
Aunque nunca había estado en una embarcación de semejante magnitud, el exguardia se prestó a ayudar a los marines pese a su inexperiencia. Varios hombres se habían perdido en la reyerta y no había suficientes manos para poner el navío en funcionamiento. Hizo y deshizo nudos, tironeó sogas y ayudó a izar las velas hasta que, poco a poco, comenzaron a alejarse de la costa. Mientras se limpiaba el sudor de la frente, Dag posó los ojos sobre aquellas siluetas que apenas se apreciaban a la lejanía; ¿cómo harían ellos para salvarse? Ante la posibilidad de ser achicharrados en cualquier momento, los presentes no tenían tiempo para preocuparse por aquellos a quienes dejaban atrás.
Dag Thorlák
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Haciendo caso a las palabras de Elen, la alta encantadora dirigió la retirada de las fuerzas de la logia con ayuda de Jace, mientras las criaturas que la vampira había invocado se encargaban de abrirles camino y derribar a los no muertos que les salían al paso. Por su parte, la de cabellos cenicientos siguió centrada en el combate, dando al resto algo más de tiempo para huir, o eso era lo que pretendía, pero la enorme diferencia de poder entre ella y su enemigo pronto se haría patente. Melena Blanca, fiel a su hermana y a los valores que tenía, decidió quedarse a su lado para luchar también, pero no tardaría en arrepentirse de esta decisión que iba a costarle muy caro.
Una vez más, el ataque de la benjamina de los Calhoun falló, la dragona consiguió repeler su puño de sombras y deshacerlo con una llamarada, pero Frendel aceptó lo que claramente era un desafío y saltó del lomo de la bestia para medirse con la joven. Los aceros chocaron con un metálico chasquido, mientras ambos oponentes se miraban fijamente, los verdes ojos de la vampira estaban cargados de odio mientras los de su enemigo mostraban su carácter desafiante. Sin tiempo para intentar averiguar quién se ocultaba tras el casco, Elen observó con sorpresa cómo la matajinetes comenzaba a congelarse a causa de los poderes del caballero, obligándose a apartar el arma para poder conservarla y que no se rompiese, aún la necesitaba para su batalla contra los jinetes.
Esto dio a Frendel la oportunidad de imponerse, aunque realmente se estaba conteniendo en aquel combate. Un tajo certero a la pierna de la vampira la obligó a hincar la rodilla y clavar su daga en el suelo para apoyarse, pero ¿por qué no acababa ya con ella? Parecía que aquel ser en vez de matarla quería indagar en su cabeza. Para colmo de males, el enfrentamiento entre Querostraza y Melena Blanca, a pesar de que la dragona adoptase su forma humana para pelear con el leónico, terminó con el centinela despojado de su reliquia, aunque ileso.
Antes de que pudiese hacer algo por recuperar la sábana blanca, ésta fue entregada a Frendel y su montura volvió a cambiar de forma para dirigirse hacia los barcos, mientras el caballero seguía observando con intensidad a la de cabellos cenicientos, que se sentía atravesada por aquellos intensos ojos azules. Gracias a la oscuridad que ahora compartían, Elen pudo intuir lo que intentaba, no quería acabar con ella de forma rápida sino hacerla pasar por lo mimo que él había tenido que soportar al ver morir a Amaterasu… quería hacerla pagar por su traición con la sangre de aquellos a los que quería.
La joven dirigió su mirada hacia los barcos horrorizada, iba a por Alister, no podía permitirlo. Elen reaccionó al momento, envolviéndose con sombras para apartarse de Frendel sin que éste viese sus movimientos, se puso en pie e ignorando su herida, avanzó tan rápido como pudo en la dirección en que se habían quedado los barcos. - ¡Melena Blanca, a los barcos rápido! - instó, y el leónico dejó de lado sus ganas de recuperar la reliquia que acababan de arrebatarle para alcanzar a su compañera y volver a echársela sobre el lomo. A cuatro patas, el hombre bestia echó a correr a toda velocidad, obligando a la vampira a sujetarse bien para no caerse, pero esto no le impidió cruzar una última mirada con el caballero, puede que no fuesen iguales y que nunca llegasen a serlo, pero se acababa de convertir en su objetivo, solo por detrás de los jinetes.
Si mataba al dragón… no quería ni pensarlo, pero si eso llegaba a suceder haría hasta lo imposible para destruirlo, sin importarle que fuese necesario su propio sacrificio. Gabrielle, Nimthîriel, ellas también estaban en peligro, junto con toda la tripulación del Aguamarina, que se encontraba algo más lejos, probablemente porque la capitana hubiese decidido alejarse de la isla al ver la actividad del volcán. - Lo siento, todo esto ha sido culpa mía. - se disculpó con su hermano, que había perdido su reliquia por querer ayudarla.
Gracias a la rapidez del león, aún con la carga que llevaba a cuestas, parecía que podrían alcanzar el barco de la logia, ¿pero cómo harían para socorrer al Aguamarina?
Alister
El dragón no se mostró conforme con la decisión de Gabrielle, pero tenía que entender que la capitana no podía pensar solo en ella sino que tenía un deber para con sus hombres y las familias de éstos. Así pues, Alister intentó bajar del barco para dirigirse al de la logia, cosa que la rubia no le permitió ya que Elen lo había dejado a su cuidado y las cosas parecían estarse poniendo bastante feas en la isla. - No la abandonaré. - dijo él, con tono serio. - Mira esa embarcación, terminará hundiéndose y si estás a bordo adivina con quién lo va a pagar Elen cuando vuelva. - le contestó Gabrielle, mientras la pequeña Nim, agarrada a la barandilla de madera, observaba asustada la zona del volcán.
La niña fue la primera en ver a la enorme dragona, y aterrada, corrió hacia Alister para aferrarse a su pierna, hecho que cortó la conversación y provocó que ambos se centrasen en la elfa por un momento. - ¿Qué ocurre? - preguntó el alado, antes de elevar la vista y encontrar la figura que había alterado a Nim. - Ese no es el inquisidor. - comentó, haciendo que Gabrielle también mirase en la misma dirección. - Mierda. - fue lo único que dijo la rubia antes de moverse a toda prisa hacia el timón. - ¡A toda vela muchachos! Tenemos que salir de aquí. - ordenó la joven, y sus hombres se pusieron manos a la obra de inmediato.
Sin embargo, la velocidad del Aguamarina no era rival para Querostraza, que pasó por encima del barco de la logia sin interesarse en absoluto por el destrozado navío. - Viene a por nosotros. - musitó el cazador, temiéndose lo peor. ¿Qué había pasado en la isla? ¿estaría bien la hechicera? - ¡No podremos huir Gabrielle! - exclamó sin quitar ojo a la criatura que se aproximaba, una para la que no sería rival ni siquiera en su forma bestial, era demasiado grande. - ¡Cortad los cabos de los botes, todo el mundo al agua! - gritó la rubia como medida desesperada, aunque le dolía sacrificar el barco de su padre. Los marineros obedecieron y soltaron los botes, que cayeron bruscamente contra las gélidas aguas, algo que iba a causarles daños considerables.
Una de las barcas comenzó a hundirse por el impacto poco después de caer, provocando que la capitana golpease con el puño la barandilla de madera, frustrada, pero aún les quedaba otra que parecía haber soportado el golpe. Alister por su parte, ignoró el dolor de su herida y se apartó de Nim para transformarse, no se había curado aún pero tampoco tenía tiempo para descansar, tenían que salir de allí y por mucho que quisiese ayudar a Gabrielle, en su estado no podía cargar con ella, solo con la pequeña, a la cual sujetó con cuidado antes de batir las alas y abandonar la cubierta a toda prisa.
Tanto la rubia como su tripulación saltaron por la borda justo antes de que la enorme dragona escupiese una ardiente llamarada contra el Aguamarina, que no tardaría en ser consumido por las llamas. El impacto contra las heladas aguas los dejó sin aliento, y por desgracia, los que cayeron más lejos del bote no consiguieron alcanzar la única vía de escape que parecían tener. Mientras el dragón se debatía entre dirigirse hacia el navío de la logia o intentar sacar de allí a Nim y ponerla a salvo en Alvheim, Gabrielle salió a la superficie con un grito ahogado en su garganta, el intenso frío hizo que sintiese como si le estuviesen clavando cuchillos por todo el cuerpo, necesitaba llegar a la barca, pero su cuerpo no le respondía como debía.
- ¡Nade capitana! ¡nade! - la instaban los marineros que a pesar de estar ateridos, habían conseguido subirse al bote. La rubia lo intentaba con todas sus fuerzas pero le parecía que estaban demasiado lejos de ella, y las fuerzas la abandonaban con cada segundo que pasaba en el agua. Casi sin respiración, la joven supo que no podría lograrlo y dejó de moverse, pero había alguien que no estaba dispuesto a dejarla morir de aquella manera.
Desde el barco de la logia, al cual había llegado a toda prisa, Jace fue testigo del ataque de Querostraza y de la desesperada medida de su capitana para salvar la vida de sus hombres, e incapaz de quedarse simplemente observando como sus amigos se ahogaban y congelaban, saltó también al agua, su elemento. El brujo estaba algo más acostumbrado al frío que el resto así que no tuvo demasiados problemas para crear una gruesa losa de hielo sobre la que subirse, luego corrió en dirección a Gabrielle, congelando el agua de la superficie para crearse un camino.
Para cuando llegó hasta ella, la rubia había comenzado a hundirse, lo que obligó al brujo a saltar dentro del agua y sumergirse para alcanzarla y sacarla de allí. Jace la rodeó con un brazo por la cintura y nadó hasta la superficie, para luego seguir hasta la barca, donde un par de marineros lo ayudaron a sacar del agua a la inconsciente capitana. Sin perder ni un instante la tumbaron y envolvieron con una de las mantas que había en la barca, pero al no reaccionar el joven mago se vio obligado a reanimarla haciéndole el boca a boca para sacar el agua que había tragado, algo que gracias a los dioses, funcionó.
Gabrielle tosió varias veces antes de abrir los ojos y ver el rostro de su salvador, que seguía muy cerca de ella. - Jace. - consiguió articular, apenas sin voz. - ¿Qué ha pasado? - preguntó haciendo un esfuerzo, pero no era momento de ponerse a hablar, la dragona aún seguía por ahí y podía decidir atacarlos de nuevo. - Primero salgamos de aquí, luego te lo contaré todo. - dijo él, para acto seguido elevar la vista al cielo en busca de Querostraza. Sus opciones eran pocas en aquel momento, o bien conseguían que el barco de la logia los rescatase o regresaban al puerto de Alvheim por su cuenta, valiéndose únicamente de los remos y la corriente que el brujo pudiese crear en su favor para navegar más rápido.
Habían perdido el Aguamarina y a la mitad de la tripulación, un golpe duro para la capitana, pero no podían darse por vencidos, tenían que encontrar una forma de largarse de allí.
Off: Puñeteras runas...tenía que decirlo >.<
Una vez más, el ataque de la benjamina de los Calhoun falló, la dragona consiguió repeler su puño de sombras y deshacerlo con una llamarada, pero Frendel aceptó lo que claramente era un desafío y saltó del lomo de la bestia para medirse con la joven. Los aceros chocaron con un metálico chasquido, mientras ambos oponentes se miraban fijamente, los verdes ojos de la vampira estaban cargados de odio mientras los de su enemigo mostraban su carácter desafiante. Sin tiempo para intentar averiguar quién se ocultaba tras el casco, Elen observó con sorpresa cómo la matajinetes comenzaba a congelarse a causa de los poderes del caballero, obligándose a apartar el arma para poder conservarla y que no se rompiese, aún la necesitaba para su batalla contra los jinetes.
Esto dio a Frendel la oportunidad de imponerse, aunque realmente se estaba conteniendo en aquel combate. Un tajo certero a la pierna de la vampira la obligó a hincar la rodilla y clavar su daga en el suelo para apoyarse, pero ¿por qué no acababa ya con ella? Parecía que aquel ser en vez de matarla quería indagar en su cabeza. Para colmo de males, el enfrentamiento entre Querostraza y Melena Blanca, a pesar de que la dragona adoptase su forma humana para pelear con el leónico, terminó con el centinela despojado de su reliquia, aunque ileso.
Antes de que pudiese hacer algo por recuperar la sábana blanca, ésta fue entregada a Frendel y su montura volvió a cambiar de forma para dirigirse hacia los barcos, mientras el caballero seguía observando con intensidad a la de cabellos cenicientos, que se sentía atravesada por aquellos intensos ojos azules. Gracias a la oscuridad que ahora compartían, Elen pudo intuir lo que intentaba, no quería acabar con ella de forma rápida sino hacerla pasar por lo mimo que él había tenido que soportar al ver morir a Amaterasu… quería hacerla pagar por su traición con la sangre de aquellos a los que quería.
La joven dirigió su mirada hacia los barcos horrorizada, iba a por Alister, no podía permitirlo. Elen reaccionó al momento, envolviéndose con sombras para apartarse de Frendel sin que éste viese sus movimientos, se puso en pie e ignorando su herida, avanzó tan rápido como pudo en la dirección en que se habían quedado los barcos. - ¡Melena Blanca, a los barcos rápido! - instó, y el leónico dejó de lado sus ganas de recuperar la reliquia que acababan de arrebatarle para alcanzar a su compañera y volver a echársela sobre el lomo. A cuatro patas, el hombre bestia echó a correr a toda velocidad, obligando a la vampira a sujetarse bien para no caerse, pero esto no le impidió cruzar una última mirada con el caballero, puede que no fuesen iguales y que nunca llegasen a serlo, pero se acababa de convertir en su objetivo, solo por detrás de los jinetes.
Si mataba al dragón… no quería ni pensarlo, pero si eso llegaba a suceder haría hasta lo imposible para destruirlo, sin importarle que fuese necesario su propio sacrificio. Gabrielle, Nimthîriel, ellas también estaban en peligro, junto con toda la tripulación del Aguamarina, que se encontraba algo más lejos, probablemente porque la capitana hubiese decidido alejarse de la isla al ver la actividad del volcán. - Lo siento, todo esto ha sido culpa mía. - se disculpó con su hermano, que había perdido su reliquia por querer ayudarla.
Gracias a la rapidez del león, aún con la carga que llevaba a cuestas, parecía que podrían alcanzar el barco de la logia, ¿pero cómo harían para socorrer al Aguamarina?
Alister
El dragón no se mostró conforme con la decisión de Gabrielle, pero tenía que entender que la capitana no podía pensar solo en ella sino que tenía un deber para con sus hombres y las familias de éstos. Así pues, Alister intentó bajar del barco para dirigirse al de la logia, cosa que la rubia no le permitió ya que Elen lo había dejado a su cuidado y las cosas parecían estarse poniendo bastante feas en la isla. - No la abandonaré. - dijo él, con tono serio. - Mira esa embarcación, terminará hundiéndose y si estás a bordo adivina con quién lo va a pagar Elen cuando vuelva. - le contestó Gabrielle, mientras la pequeña Nim, agarrada a la barandilla de madera, observaba asustada la zona del volcán.
La niña fue la primera en ver a la enorme dragona, y aterrada, corrió hacia Alister para aferrarse a su pierna, hecho que cortó la conversación y provocó que ambos se centrasen en la elfa por un momento. - ¿Qué ocurre? - preguntó el alado, antes de elevar la vista y encontrar la figura que había alterado a Nim. - Ese no es el inquisidor. - comentó, haciendo que Gabrielle también mirase en la misma dirección. - Mierda. - fue lo único que dijo la rubia antes de moverse a toda prisa hacia el timón. - ¡A toda vela muchachos! Tenemos que salir de aquí. - ordenó la joven, y sus hombres se pusieron manos a la obra de inmediato.
Sin embargo, la velocidad del Aguamarina no era rival para Querostraza, que pasó por encima del barco de la logia sin interesarse en absoluto por el destrozado navío. - Viene a por nosotros. - musitó el cazador, temiéndose lo peor. ¿Qué había pasado en la isla? ¿estaría bien la hechicera? - ¡No podremos huir Gabrielle! - exclamó sin quitar ojo a la criatura que se aproximaba, una para la que no sería rival ni siquiera en su forma bestial, era demasiado grande. - ¡Cortad los cabos de los botes, todo el mundo al agua! - gritó la rubia como medida desesperada, aunque le dolía sacrificar el barco de su padre. Los marineros obedecieron y soltaron los botes, que cayeron bruscamente contra las gélidas aguas, algo que iba a causarles daños considerables.
Una de las barcas comenzó a hundirse por el impacto poco después de caer, provocando que la capitana golpease con el puño la barandilla de madera, frustrada, pero aún les quedaba otra que parecía haber soportado el golpe. Alister por su parte, ignoró el dolor de su herida y se apartó de Nim para transformarse, no se había curado aún pero tampoco tenía tiempo para descansar, tenían que salir de allí y por mucho que quisiese ayudar a Gabrielle, en su estado no podía cargar con ella, solo con la pequeña, a la cual sujetó con cuidado antes de batir las alas y abandonar la cubierta a toda prisa.
Tanto la rubia como su tripulación saltaron por la borda justo antes de que la enorme dragona escupiese una ardiente llamarada contra el Aguamarina, que no tardaría en ser consumido por las llamas. El impacto contra las heladas aguas los dejó sin aliento, y por desgracia, los que cayeron más lejos del bote no consiguieron alcanzar la única vía de escape que parecían tener. Mientras el dragón se debatía entre dirigirse hacia el navío de la logia o intentar sacar de allí a Nim y ponerla a salvo en Alvheim, Gabrielle salió a la superficie con un grito ahogado en su garganta, el intenso frío hizo que sintiese como si le estuviesen clavando cuchillos por todo el cuerpo, necesitaba llegar a la barca, pero su cuerpo no le respondía como debía.
- ¡Nade capitana! ¡nade! - la instaban los marineros que a pesar de estar ateridos, habían conseguido subirse al bote. La rubia lo intentaba con todas sus fuerzas pero le parecía que estaban demasiado lejos de ella, y las fuerzas la abandonaban con cada segundo que pasaba en el agua. Casi sin respiración, la joven supo que no podría lograrlo y dejó de moverse, pero había alguien que no estaba dispuesto a dejarla morir de aquella manera.
Desde el barco de la logia, al cual había llegado a toda prisa, Jace fue testigo del ataque de Querostraza y de la desesperada medida de su capitana para salvar la vida de sus hombres, e incapaz de quedarse simplemente observando como sus amigos se ahogaban y congelaban, saltó también al agua, su elemento. El brujo estaba algo más acostumbrado al frío que el resto así que no tuvo demasiados problemas para crear una gruesa losa de hielo sobre la que subirse, luego corrió en dirección a Gabrielle, congelando el agua de la superficie para crearse un camino.
Para cuando llegó hasta ella, la rubia había comenzado a hundirse, lo que obligó al brujo a saltar dentro del agua y sumergirse para alcanzarla y sacarla de allí. Jace la rodeó con un brazo por la cintura y nadó hasta la superficie, para luego seguir hasta la barca, donde un par de marineros lo ayudaron a sacar del agua a la inconsciente capitana. Sin perder ni un instante la tumbaron y envolvieron con una de las mantas que había en la barca, pero al no reaccionar el joven mago se vio obligado a reanimarla haciéndole el boca a boca para sacar el agua que había tragado, algo que gracias a los dioses, funcionó.
Gabrielle tosió varias veces antes de abrir los ojos y ver el rostro de su salvador, que seguía muy cerca de ella. - Jace. - consiguió articular, apenas sin voz. - ¿Qué ha pasado? - preguntó haciendo un esfuerzo, pero no era momento de ponerse a hablar, la dragona aún seguía por ahí y podía decidir atacarlos de nuevo. - Primero salgamos de aquí, luego te lo contaré todo. - dijo él, para acto seguido elevar la vista al cielo en busca de Querostraza. Sus opciones eran pocas en aquel momento, o bien conseguían que el barco de la logia los rescatase o regresaban al puerto de Alvheim por su cuenta, valiéndose únicamente de los remos y la corriente que el brujo pudiese crear en su favor para navegar más rápido.
Habían perdido el Aguamarina y a la mitad de la tripulación, un golpe duro para la capitana, pero no podían darse por vencidos, tenían que encontrar una forma de largarse de allí.
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Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Amaterasu y las tres coronas {Dag/Elen} {Jinetes Oscuros}
Frendel no hizo oposición a la retirada de Elen junto a Melena Blanca. Ahora tenía en su posesión una de las reliquias de los centinelas y la observaba con determinación mientras su ejército de no muertos perseguía al ahora cuadrúpedo leónico en su intento por tratar de llegar al barco de la Logia. La bruja se había arrepentido, pero el hombre bestia estaba demasiado ocupado tratando de buscar un camino factible y rápido hacia el barco entre el mar de esqueletos que ni siquiera pudo contestar.
Por otra parte, Querostraza había ya sobrevalorado por encima del barco de Dag y compañía, sumiendo al buque en un fuerte bamboleo por su descomunal tamaño. SU objetivo era el Aguamarina, al que no tardó de hundir con un potente fogonazo que lo envolvió por completo. Algunos habían conseguido saltar, otros escapar, pero los que quedaron en cubierta o en alguna estancia interior del mismo morirían en el acto fruto, de las llamas. La dragona había cumplido su objetivo y tenía ahora que girar trescientos sesenta grados para poder enfocar la isla, pero debido a su descomunal tamaño necesitaba un radio de giro muy grande. Ver la enorme figura de Querostraza virar mientras rugía feroz en un tormentoso cielo y otro barco se hundía causó el pánico en los ocupantes de la Logia, que ahora temían correr la misma suerte.
Elen ya había llegado, y Dag había conseguido que espabilaran y se alejaran de la costa. Los no muertos ya no suponían un problema pues el barco se encontraba ya en el mar. Y todo cuanto podían hacer era limitarse a ver una costa repleta de éstos mientras Frendel, caminaba como si la cosa no fuera con él, hacia ellos. Clavando sus ojos en el de los centinelas.
Querostraza se preparaba para un nuevo ataque, y cuando todo se veía perdido, Abbey Frost clavó su bastón en el suelo y concentró toda la energía de las almas de la Corona Astada. Una enorme esfera compuesta por hielo y sombras que emanaron del báculo protegieron el barco de la intensa llamarada de la dragona. Esta vez algo menor que la anterior debido a la pérdida de energía que le habían supuesto las anteriores descargas.
Podría decirse que la dragona se había quedado sin combustible. Y si bien podría hacerse valer de su gran tamaño para tratar de partir el barco. La criatura intentó abstenerse, voló al lado de Frendel y adoptó su forma humana de nuevo, para colocarse de nuevo junto a él. Algo fatigada, aunque con una sonrisa de satisfacción por haber destruido a sus enemigos y haber conseguido que huyeran, los miembros del Aquelarre se consideraban triunfadores del combate. Pese a haber perdido una pieza tan valiosa como Amaterasu, estaban convencidos de haber ganado aquella batalla. Pues sus enemigos huían con un barco medio destrozado, por el ataque de la hidra, y muy cansados y desmoralizados. Sus sonrisas hacia ellos parecían decir que huían porque ellos se lo permitían. Cuando ya estaban lo suficientemente lejos, Frendel y Querostraza se dieron la vuelta.
-Tenemos que ayudar a esta gente. – pidió El Inquisidor a su tripulación, pues el Aguamarina yacía ya en lo más profundo del océano, y sus tripulantes morían congelados en agua helada y pequeños icebergs de hielo aún en las costas de la isla.
El camino de vuelta, era más un funeral, que una fiesta. Aún quedaba mucha cosa que cortar.
Horas después, Abbey Frost descendió hacia uno de los camarotes del barco de la logia. Donde estaban los invitados. Ahora tenían que compartir las habitaciones disponibles por el número de tripulantes. La bruja llegaba con la Corona Astada, allí estaban al menos también Dag, Elen y Melena Blanca.
-Creo que he vaciado gran parte de su poder. – dijo mostrando una corona ligeramente más negruzca por el uso, y con sangre por Amaterasu en su borde. La joven se acercó a Dag. – Lo que has hecho… - le tomó de la mano, y lo miró sincera. – Ha sido increíble. – Volvió a posar sus manos en la Corona Astada. Y miró a Elen y Melena Blanca. – Hemos perdido una reliquia, pero habéis demostrado un gran valor. Creo que me equivoqué al juzgaros. A ambos. Y os pido mis perdones por ello. – se disculpó la Alta Encantadora, quien se sentía en deuda con los centinelas.
Abbey miró la corona astada y la apretó con fuerza. Era todo lo que había deseado durante tanto tiempo. Ahora, con la muerte de la Revividora, podría ser la nueva centinela del Norte. Para sorpresa de todos, en un rápido gesto hizo entrega de la misma al leónico.
-Has perdido tu reliquia y expuesto tu vida por defender tus valores y tus principios. – comentó. El leónico vio sobre sus rodillas la Corona Astada, sorprendido por la decisión de Abbey Frost. - Considero que alguien tan noble debe continuar defendiendo la causa. Conoces a los jinetes, y te has enfrentado a ellos. Debéis seguir cumpliendo vuestro cometido, juntos. Especialmente ahora, que dos de los centinelas, son vuestros enemigos. Habéis tenido valor para no traicionarnos cuando hubiese sido lo sencillo, y es lo mínimo que podemos hacer. – explicó la Encantadora, levantándose.
-Gracias, Encantadora. Sus palabras son honorables. Yo también cometí el error de juzgar vuestra debilidad. – inquirió el leónico inclinando la cabeza como reverencia. – Ahora, los jinetes atacarán Lunargenta. Estoy seguro de que Frendel y Vladimir no ayudarán, pero haremos cuanto esté en nuestra mano para defender la justicia, y proteger Aerandir. Si tenemos que ser sólo nosotros dos. Así será. – miró a Elen y envió un gesto de confianza.
Justo en ese momento, el Inquisidor hizo acto de presencia y tomó a Abbey Frost por el hombro. Sabía lo mucho que le costaba desprenderse de algo a lo que siempre había querido llegar, pero él mejor que nadie sabía que.
-Por vuestros servicios, la Logia os proporcionará todas las herramientas disponibles para esta empresa. Podéis darlo por seguro. Dundarak irá a la guerra. – y luego tendió su vista a Dag, que estaba al lado. Aunque ligeramente apartado. – Y en cuanto a nuestro pequeño héroe… El acabar con una nigromante tan poderosa bien merece su gran recompensa. – El inquisidor entregó una pequeña caja que escondía un anillo. – Gracias por los servicios prestados, Dag Thorlák. – y sonrió. – Bien, es hora de descansar. Hoy ha terminado una durísima batalla para la Logia y los centinelas. Sin duda, estamos ante un punto de inflexión. – miró por una de las escotillas, a lo lejos, podía ver la Isla Volcánica. Ya había amanecido. – Pero hemos sobrevivido para ver un día más el sol lucir.
Frendel y Querostraza llegaron al interior del volcán donde tuvo origen el trágico combate. Allí estaba únicamente el cuerpo de la Revividora, sin vida, con su cabeza unos metros más allá. En una porción de tierra grande a su alrededor no había Había un gran charco de sangre, sin duda manado de su cabeza.
Frendel y Querostraza contemplaron el cadáver con parsimonia. El caballero oscuro tomó la capa blanca y la usó para tapar a la Revividora. Luego puso su espada sobre el cuerpo.
-Óghor-hai bubbush krimp, Amaterasu. – El nigromante comenzó a pronunciar, en una especie de última bendición para ir al cielo para su homóloga. ¿Estaba despidiéndola junto a una de las importantes reliquias? Quién sabe, nadie sabía lo que decía.
Los dedos del cadáver inmóvil, entonces se agarrotaron.
¡Fin de la misión! Ha sido una aventura épica de 3 actos, con decisiones muy valientes y acertadas por vosotros con consecuencias drásticas para la historia de Aerandir y también para los centinelas. Deberéis permanecer muy atentos a los acontecimientos que están por desenvolverse, pues los Jinetes Oscuros atacarán Lunargenta durante el próximo mes. Por ahora, podéis descansar tranquilos. En cuanto a las consecuencias y el final obtenido, podemos hablar de un final “neutro” por la mala suerte de Elen con las runas, pero desde luego no habéis optado por lo fácil que sería traicionar a la Logia e ir los cuatro centinelas juntos.
Eso sí, la relación entre los centinelas está ahora totalmente rota y esto dificultará muchísimo la batalla contra los Jinetes Oscuros, pero al menos habéis respetado vuestros principios.
Consecuencias principales:
-Vladimir el Inmortal: Ha sobrevivido y escapado ileso. Porta el Rubí.
-Géminis: Ha sobrevivido y escapado ilesa. Después de vencer a Dag y a Elen (increíble su suerte). Porta además la Corona del Dominador (mucha atención a este objeto)
-Nady: Ha muerto desangrada en el palacio. (Pensad las cosas hubiesen cambiado bastante de haber sobrevivido).
-Melena Blanca: Ha sobrevivido y escapado ileso. Ha perdido la Capa Blanca, pero ahora porta la Corona Astada, sigue siendo centinela.
-Abbey Frost y el Inquisidor: Han sobrevivido y ha cumplido el objetivo de la Logia: Detener a Amaterasu.
-Amaterasu: ¿Ha muerto?
-Frendel y Querostraza: Han sobrevivido y tienen la capa blanca. ¿Quién será el nuevo centinela? Lo descubriremos en próximos capítulos.
Dag Thorlák, has perdido tu trono, pero has hecho un grandísimo trabajo a lo largo de la misión. Por ello obtienes:
-15 puntos de experiencia.
-Anillo de Don Juan: La logia te obsequia por haber asesinado a la Revividora con un precioso anillo de gran valor. Una vez por rol a tú decisión, cuando te enfrentes a un personaje de género femenino (usuario o NPC), le harás el doble de daño y, en caso de necesidad tirada de runa, equivaldrá a una de nivel bueno.
-Habías contraído una maldición. Pero has conseguido quitarla en el mismo hilo.
Elen Calhoun. Otro día en la oficina. Nunca te cansarás de defender el mundo, ¿verdad? obtienes:
-15 puntos de experiencia.
-Almas para el Medallón Solar: El medallón solar ha adquirido muchas más almas en este viaje y es más fuerte. Pero ya consigues dominar su oscuridad. Una vez por rol podrás invocar un espíritu para que luche a tu lado. De nivel igual a la mitad del tuyo, y que durará dos turnos.
-Has contraído una maldición: Vampirismo. Que durará tres temas (o más, si lo consideras bueno para tu historia). Tienes una lista de habilidades a tu disposición. Como contrapunto, te costará detener tu sed de sangre, ya que no estás acostumbrada a tu nueva condición. Al menos los primeros temas que dure la maldición o los que desees.
Por otra parte, Querostraza había ya sobrevalorado por encima del barco de Dag y compañía, sumiendo al buque en un fuerte bamboleo por su descomunal tamaño. SU objetivo era el Aguamarina, al que no tardó de hundir con un potente fogonazo que lo envolvió por completo. Algunos habían conseguido saltar, otros escapar, pero los que quedaron en cubierta o en alguna estancia interior del mismo morirían en el acto fruto, de las llamas. La dragona había cumplido su objetivo y tenía ahora que girar trescientos sesenta grados para poder enfocar la isla, pero debido a su descomunal tamaño necesitaba un radio de giro muy grande. Ver la enorme figura de Querostraza virar mientras rugía feroz en un tormentoso cielo y otro barco se hundía causó el pánico en los ocupantes de la Logia, que ahora temían correr la misma suerte.
Elen ya había llegado, y Dag había conseguido que espabilaran y se alejaran de la costa. Los no muertos ya no suponían un problema pues el barco se encontraba ya en el mar. Y todo cuanto podían hacer era limitarse a ver una costa repleta de éstos mientras Frendel, caminaba como si la cosa no fuera con él, hacia ellos. Clavando sus ojos en el de los centinelas.
Querostraza se preparaba para un nuevo ataque, y cuando todo se veía perdido, Abbey Frost clavó su bastón en el suelo y concentró toda la energía de las almas de la Corona Astada. Una enorme esfera compuesta por hielo y sombras que emanaron del báculo protegieron el barco de la intensa llamarada de la dragona. Esta vez algo menor que la anterior debido a la pérdida de energía que le habían supuesto las anteriores descargas.
Podría decirse que la dragona se había quedado sin combustible. Y si bien podría hacerse valer de su gran tamaño para tratar de partir el barco. La criatura intentó abstenerse, voló al lado de Frendel y adoptó su forma humana de nuevo, para colocarse de nuevo junto a él. Algo fatigada, aunque con una sonrisa de satisfacción por haber destruido a sus enemigos y haber conseguido que huyeran, los miembros del Aquelarre se consideraban triunfadores del combate. Pese a haber perdido una pieza tan valiosa como Amaterasu, estaban convencidos de haber ganado aquella batalla. Pues sus enemigos huían con un barco medio destrozado, por el ataque de la hidra, y muy cansados y desmoralizados. Sus sonrisas hacia ellos parecían decir que huían porque ellos se lo permitían. Cuando ya estaban lo suficientemente lejos, Frendel y Querostraza se dieron la vuelta.
-Tenemos que ayudar a esta gente. – pidió El Inquisidor a su tripulación, pues el Aguamarina yacía ya en lo más profundo del océano, y sus tripulantes morían congelados en agua helada y pequeños icebergs de hielo aún en las costas de la isla.
El camino de vuelta, era más un funeral, que una fiesta. Aún quedaba mucha cosa que cortar.
Horas después, Abbey Frost descendió hacia uno de los camarotes del barco de la logia. Donde estaban los invitados. Ahora tenían que compartir las habitaciones disponibles por el número de tripulantes. La bruja llegaba con la Corona Astada, allí estaban al menos también Dag, Elen y Melena Blanca.
-Creo que he vaciado gran parte de su poder. – dijo mostrando una corona ligeramente más negruzca por el uso, y con sangre por Amaterasu en su borde. La joven se acercó a Dag. – Lo que has hecho… - le tomó de la mano, y lo miró sincera. – Ha sido increíble. – Volvió a posar sus manos en la Corona Astada. Y miró a Elen y Melena Blanca. – Hemos perdido una reliquia, pero habéis demostrado un gran valor. Creo que me equivoqué al juzgaros. A ambos. Y os pido mis perdones por ello. – se disculpó la Alta Encantadora, quien se sentía en deuda con los centinelas.
Abbey miró la corona astada y la apretó con fuerza. Era todo lo que había deseado durante tanto tiempo. Ahora, con la muerte de la Revividora, podría ser la nueva centinela del Norte. Para sorpresa de todos, en un rápido gesto hizo entrega de la misma al leónico.
-Has perdido tu reliquia y expuesto tu vida por defender tus valores y tus principios. – comentó. El leónico vio sobre sus rodillas la Corona Astada, sorprendido por la decisión de Abbey Frost. - Considero que alguien tan noble debe continuar defendiendo la causa. Conoces a los jinetes, y te has enfrentado a ellos. Debéis seguir cumpliendo vuestro cometido, juntos. Especialmente ahora, que dos de los centinelas, son vuestros enemigos. Habéis tenido valor para no traicionarnos cuando hubiese sido lo sencillo, y es lo mínimo que podemos hacer. – explicó la Encantadora, levantándose.
-Gracias, Encantadora. Sus palabras son honorables. Yo también cometí el error de juzgar vuestra debilidad. – inquirió el leónico inclinando la cabeza como reverencia. – Ahora, los jinetes atacarán Lunargenta. Estoy seguro de que Frendel y Vladimir no ayudarán, pero haremos cuanto esté en nuestra mano para defender la justicia, y proteger Aerandir. Si tenemos que ser sólo nosotros dos. Así será. – miró a Elen y envió un gesto de confianza.
Justo en ese momento, el Inquisidor hizo acto de presencia y tomó a Abbey Frost por el hombro. Sabía lo mucho que le costaba desprenderse de algo a lo que siempre había querido llegar, pero él mejor que nadie sabía que.
-Por vuestros servicios, la Logia os proporcionará todas las herramientas disponibles para esta empresa. Podéis darlo por seguro. Dundarak irá a la guerra. – y luego tendió su vista a Dag, que estaba al lado. Aunque ligeramente apartado. – Y en cuanto a nuestro pequeño héroe… El acabar con una nigromante tan poderosa bien merece su gran recompensa. – El inquisidor entregó una pequeña caja que escondía un anillo. – Gracias por los servicios prestados, Dag Thorlák. – y sonrió. – Bien, es hora de descansar. Hoy ha terminado una durísima batalla para la Logia y los centinelas. Sin duda, estamos ante un punto de inflexión. – miró por una de las escotillas, a lo lejos, podía ver la Isla Volcánica. Ya había amanecido. – Pero hemos sobrevivido para ver un día más el sol lucir.
* * * * * * * * * * *
Frendel y Querostraza llegaron al interior del volcán donde tuvo origen el trágico combate. Allí estaba únicamente el cuerpo de la Revividora, sin vida, con su cabeza unos metros más allá. En una porción de tierra grande a su alrededor no había Había un gran charco de sangre, sin duda manado de su cabeza.
Frendel y Querostraza contemplaron el cadáver con parsimonia. El caballero oscuro tomó la capa blanca y la usó para tapar a la Revividora. Luego puso su espada sobre el cuerpo.
-Óghor-hai bubbush krimp, Amaterasu. – El nigromante comenzó a pronunciar, en una especie de última bendición para ir al cielo para su homóloga. ¿Estaba despidiéndola junto a una de las importantes reliquias? Quién sabe, nadie sabía lo que decía.
Los dedos del cadáver inmóvil, entonces se agarrotaron.
* * * * * * * * * * *
¡Fin de la misión! Ha sido una aventura épica de 3 actos, con decisiones muy valientes y acertadas por vosotros con consecuencias drásticas para la historia de Aerandir y también para los centinelas. Deberéis permanecer muy atentos a los acontecimientos que están por desenvolverse, pues los Jinetes Oscuros atacarán Lunargenta durante el próximo mes. Por ahora, podéis descansar tranquilos. En cuanto a las consecuencias y el final obtenido, podemos hablar de un final “neutro” por la mala suerte de Elen con las runas, pero desde luego no habéis optado por lo fácil que sería traicionar a la Logia e ir los cuatro centinelas juntos.
Eso sí, la relación entre los centinelas está ahora totalmente rota y esto dificultará muchísimo la batalla contra los Jinetes Oscuros, pero al menos habéis respetado vuestros principios.
Consecuencias principales:
-Vladimir el Inmortal: Ha sobrevivido y escapado ileso. Porta el Rubí.
-Géminis: Ha sobrevivido y escapado ilesa. Después de vencer a Dag y a Elen (increíble su suerte). Porta además la Corona del Dominador (mucha atención a este objeto)
-Nady: Ha muerto desangrada en el palacio. (Pensad las cosas hubiesen cambiado bastante de haber sobrevivido).
-Melena Blanca: Ha sobrevivido y escapado ileso. Ha perdido la Capa Blanca, pero ahora porta la Corona Astada, sigue siendo centinela.
-Abbey Frost y el Inquisidor: Han sobrevivido y ha cumplido el objetivo de la Logia: Detener a Amaterasu.
-Amaterasu: ¿Ha muerto?
-Frendel y Querostraza: Han sobrevivido y tienen la capa blanca. ¿Quién será el nuevo centinela? Lo descubriremos en próximos capítulos.
Dag Thorlák, has perdido tu trono, pero has hecho un grandísimo trabajo a lo largo de la misión. Por ello obtienes:
-15 puntos de experiencia.
-Anillo de Don Juan: La logia te obsequia por haber asesinado a la Revividora con un precioso anillo de gran valor. Una vez por rol a tú decisión, cuando te enfrentes a un personaje de género femenino (usuario o NPC), le harás el doble de daño y, en caso de necesidad tirada de runa, equivaldrá a una de nivel bueno.
-Habías contraído una maldición. Pero has conseguido quitarla en el mismo hilo.
Elen Calhoun. Otro día en la oficina. Nunca te cansarás de defender el mundo, ¿verdad? obtienes:
-15 puntos de experiencia.
-Almas para el Medallón Solar: El medallón solar ha adquirido muchas más almas en este viaje y es más fuerte. Pero ya consigues dominar su oscuridad. Una vez por rol podrás invocar un espíritu para que luche a tu lado. De nivel igual a la mitad del tuyo, y que durará dos turnos.
-Has contraído una maldición: Vampirismo. Que durará tres temas (o más, si lo consideras bueno para tu historia). Tienes una lista de habilidades a tu disposición. Como contrapunto, te costará detener tu sed de sangre, ya que no estás acostumbrada a tu nueva condición. Al menos los primeros temas que dure la maldición o los que desees.
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