[trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
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[trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Estúpidos mensajeros y estúpidas cartas murmuré levantando la jarra de vino en aquella taberna de mala muerte y llevándomela directamente a la boca. Estúpidos todos dije mirando a los alrededores y mandando miradas ácidas hacia todos lados mientras me llevaba nuevamente aquél líquido a los labios, esta vez bajando el ritmo de consumo o terminaría como en una de mis últimas aventuras… y no lo decía por el lío en el que me metí, sino por aquella maldita resaca.
Hacía varios días, había recibido una misiva en el gremio de un desconocido. Un desconocido lo suficientemente pesado como para poder contactarme dentro de las paredes de aquél bastión lleno de asesinos. No era algo que podría menospreciar, ¿o sí?. Le eché una mirada avinagrada a un jovenzuelo de no más de dieciséis, pero ese no se amilanó e hinchando su pecho como llenándose de valor se acomodó el cinturón y encaminó hacia mi mesa. ¿Wood? preguntó parándose al costado de la única silla, incapaz de decidirse por sentarse. Al final pareció tomar una decisión y se quedó quieto al costado de la misma, exactamente frente a mí.
Yo me eché hacia atrás, puse un brazo tras el respaldo de la silla en la que estaba sentada, volví a tomar un sorbo de aquél vino barato y le miré de pies a cabeza. ¿Tú eres el contacto? pregunté enarcando una ceja en completa evidencia de que no me caía bien, no pensaba en buscar ocultarlo y que no me lo podía creer. El pareció respirar aliviado y tras apenas un segundo de dubitación sacó una carta que llevaba en el bolsillo delantero de su camisa. Él negó con la cabeza Solo un mensajero. Igor envía esto aseveró poniendo la carta al alcance de mi mano sobre la silla. Hizo una reverencia y se marchó. Le vi por unos instantes con cierta curiosidad y tomé el sobre entre mis manos. Reclutas… dije entre suspiros. Antes de poder ver las nuevas órdenes del jefazo una joven se aclaró la garganta y continuó la frase inacabada.
Hacen cualquier cosa. Puse el sobre a buen recaudo y la miré con atención. Pequeña, cabellos rubios y ondulados. Tez clara ojos tan oscuros como una noche sin luna. Saludos saludé haciendo una reverencia con mi cabeza. Aparenté un poco de borrachera y esperé a que ella tomara la palabra. Necesitamos información y pagaremos bien por ello corto, conciso y con gesto desafiante. Ella me gustaba. Deberás seguir a Marcelino de Mora, reconocido filántropo. No hubieron más detalles que un retrato y un par de señas. Delo por hecho. ¿A quién le doy la información? pregunté, mientras me tragaba el pedazo de papel dibujado. Cuando levanté la vista para establecer contacto visual me percaté de que se había ido.
Hacía varios días, había recibido una misiva en el gremio de un desconocido. Un desconocido lo suficientemente pesado como para poder contactarme dentro de las paredes de aquél bastión lleno de asesinos. No era algo que podría menospreciar, ¿o sí?. Le eché una mirada avinagrada a un jovenzuelo de no más de dieciséis, pero ese no se amilanó e hinchando su pecho como llenándose de valor se acomodó el cinturón y encaminó hacia mi mesa. ¿Wood? preguntó parándose al costado de la única silla, incapaz de decidirse por sentarse. Al final pareció tomar una decisión y se quedó quieto al costado de la misma, exactamente frente a mí.
Yo me eché hacia atrás, puse un brazo tras el respaldo de la silla en la que estaba sentada, volví a tomar un sorbo de aquél vino barato y le miré de pies a cabeza. ¿Tú eres el contacto? pregunté enarcando una ceja en completa evidencia de que no me caía bien, no pensaba en buscar ocultarlo y que no me lo podía creer. El pareció respirar aliviado y tras apenas un segundo de dubitación sacó una carta que llevaba en el bolsillo delantero de su camisa. Él negó con la cabeza Solo un mensajero. Igor envía esto aseveró poniendo la carta al alcance de mi mano sobre la silla. Hizo una reverencia y se marchó. Le vi por unos instantes con cierta curiosidad y tomé el sobre entre mis manos. Reclutas… dije entre suspiros. Antes de poder ver las nuevas órdenes del jefazo una joven se aclaró la garganta y continuó la frase inacabada.
Hacen cualquier cosa. Puse el sobre a buen recaudo y la miré con atención. Pequeña, cabellos rubios y ondulados. Tez clara ojos tan oscuros como una noche sin luna. Saludos saludé haciendo una reverencia con mi cabeza. Aparenté un poco de borrachera y esperé a que ella tomara la palabra. Necesitamos información y pagaremos bien por ello corto, conciso y con gesto desafiante. Ella me gustaba. Deberás seguir a Marcelino de Mora, reconocido filántropo. No hubieron más detalles que un retrato y un par de señas. Delo por hecho. ¿A quién le doy la información? pregunté, mientras me tragaba el pedazo de papel dibujado. Cuando levanté la vista para establecer contacto visual me percaté de que se había ido.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
> Accediendo a la memoria de recuerdos...
> La entrada a la taberna había sido dificultosa para Épilor. Las puertas claramente no estaban diseñadas para humanoides de dos metros y medio hechos a partir de acero, por lo que debió ingeniárselas para acceder sin destruir el marco de la puerta al hacerlo. No le resultó complicado comprender el problema, pues al intentar ingresar por poco no se quedó atascado. Todas las miradas se posaron en él cuando eventualmente pudo sortear el obstáculo; después de todo, un bio-cibernético en una taberna trascendía los límites de lo extraño.
> Aún eran pocas las calles faltantes para arribar a destino cuando en ágil vuelo un ave mensajera dejó caer un pergamino enrollado frente al bio. Él lo desenrolló con cuidado, para evitar desgarrarlo con la torpeza con la que se movían sus dedos de metal. Órdenes expresas de Chena de Berberas esperaban ser acatadas. "Especial rigor y discreción", había solicitado. Por momentos, Gyphor llegó a considerar la jefa hubiese cometido un error. ¿Solicitando discreción a un bio-cibernético que emitía sonidos con cada movimiento? Una estrategia altamente falible, sin dudas.
> Desde el reciente episodio en el Laboratorio de la doctora Hyre, Gyphor Pharant, la verdadera identidad humana de Épilor, había resurgido. Ahora el bio era un ser con consciencia propia e independiente, mas su cuerpo continuaba siendo artificial. "No es posible separar tu cuerpo humano del robótico", le había dicho la doctora. "No si quieres vivir fuera de una cápsula". El destino del hombre era muy claro: el resto de su vida se remitiría a estar encerrado en un sarcófago de acero inoxidable. Al menos puedo moverme, se decía a sí mismo como consuelo.
> Esta vez ni siquiera intentó sentarse. Días atrás había intentado apoyarse en una silla de madera, pero la estructura se desplomó al intentar resistir con el cargado peso de la coraza metálica. Se apoyó contra una columna que formaba parte de la pared más alejada de la barra y esperó.
> Para el mensajero no fue difícil divisar a su objetivo. Pues, ¿cómo confundirlo?
> Una niña de cabellos rubios se acercó a la imponente figura del bio. - Necesitamos información y pagaremos bien por ello - Dijo. Era una criaturita, y no le temía a Gyphor. Él se sorprendió. Si no fuese porque la falta de rostro se lo imposibilitaba, sus cejas se habrían alzado. - Deberás seguir a Marcelino de Mora, reconocido filántropo. - Recibió un retrato del objetivo por parte de la niñita, y lo analizó detenidamente, grabando en su memoria cada uno de los detalles del rostro dibujado.
> La entrada a la taberna había sido dificultosa para Épilor. Las puertas claramente no estaban diseñadas para humanoides de dos metros y medio hechos a partir de acero, por lo que debió ingeniárselas para acceder sin destruir el marco de la puerta al hacerlo. No le resultó complicado comprender el problema, pues al intentar ingresar por poco no se quedó atascado. Todas las miradas se posaron en él cuando eventualmente pudo sortear el obstáculo; después de todo, un bio-cibernético en una taberna trascendía los límites de lo extraño.
> Aún eran pocas las calles faltantes para arribar a destino cuando en ágil vuelo un ave mensajera dejó caer un pergamino enrollado frente al bio. Él lo desenrolló con cuidado, para evitar desgarrarlo con la torpeza con la que se movían sus dedos de metal. Órdenes expresas de Chena de Berberas esperaban ser acatadas. "Especial rigor y discreción", había solicitado. Por momentos, Gyphor llegó a considerar la jefa hubiese cometido un error. ¿Solicitando discreción a un bio-cibernético que emitía sonidos con cada movimiento? Una estrategia altamente falible, sin dudas.
> Desde el reciente episodio en el Laboratorio de la doctora Hyre, Gyphor Pharant, la verdadera identidad humana de Épilor, había resurgido. Ahora el bio era un ser con consciencia propia e independiente, mas su cuerpo continuaba siendo artificial. "No es posible separar tu cuerpo humano del robótico", le había dicho la doctora. "No si quieres vivir fuera de una cápsula". El destino del hombre era muy claro: el resto de su vida se remitiría a estar encerrado en un sarcófago de acero inoxidable. Al menos puedo moverme, se decía a sí mismo como consuelo.
> Esta vez ni siquiera intentó sentarse. Días atrás había intentado apoyarse en una silla de madera, pero la estructura se desplomó al intentar resistir con el cargado peso de la coraza metálica. Se apoyó contra una columna que formaba parte de la pared más alejada de la barra y esperó.
> Para el mensajero no fue difícil divisar a su objetivo. Pues, ¿cómo confundirlo?
> Una niña de cabellos rubios se acercó a la imponente figura del bio. - Necesitamos información y pagaremos bien por ello - Dijo. Era una criaturita, y no le temía a Gyphor. Él se sorprendió. Si no fuese porque la falta de rostro se lo imposibilitaba, sus cejas se habrían alzado. - Deberás seguir a Marcelino de Mora, reconocido filántropo. - Recibió un retrato del objetivo por parte de la niñita, y lo analizó detenidamente, grabando en su memoria cada uno de los detalles del rostro dibujado.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Terminé de tragar el papel, pedí pan y bebí el resto del vino con calma mientras pensaba. El sobre que me había mandado Igor permanecía guardado en uno de los bolsillos de mi cinturón a buen recaudo. Yo soy una de esas personas que solamente puede pensar y hacer una cosa a la vez y esto de ser una espía tenía la máxima prioridad. Si habían problemas, no llegarían en cartas, sino que en bandeja, por lo que me relajé y decidí focalizarme en lo que me traía entre manos.
Debía pensar, sí… algo que no hacía con frecuencia. Esa gente que me mandó llamar definitivamente no sabía lo que hacía al haberme elegido o quizás no le importaba quién fuera mientras fuera un asesino, pero entonces la pregunta era “¿por qué era necesario un asesino?” me rasqué la cabeza inconforme, eso de estar revolviendo ideas probablemente haría que más tarde me doliera la cabeza. En fin, me encogí de hombros y decidí salir de aquella taberna llena de infames y corruptos. Lo primero que debía hacer era hallar a ese tal Marcelino de Mora y si era un filántropo de sociedad no se encontraría allí, a no ser que fuese expuesto en el mercado negro para el mejor postor. Sonreí ante el macabro pensamiento, sería interesante ver un rostro tan bonito lleno de marc…
Me detuve en seco antes de salir de aquella taberna. Ese Marcelino se parecía mucho a cierto brujo que conocía, pero no era posible… Nafen nunca se hubiera hecho pasar por un filántropo de sociedad, aunque siempre vestía bien y tenía una casa ostentosa… Negué con la cabeza, no era el Nafen que yo conocía, no. Aunque no le conociera como a mis manos o como quisiera, las pocas veces que interactuamos me había dejado algo en claro: era un brujo arrogante y por eso mismo no se prestaría a ese teatro. Pero ese nuevo pensamiento comenzaba a dejarme intranquila.
Me di media vuelta para hacerle un par de preguntas al tabernero, después de todo por las catacumbas siempre pasan todos los chismes y comentarios de la superficie. …Si realmente no sabe nada devuélvame mis aeros, encontraré a la persona idónea dije elevando el tono de voz y haciendo que varios se dieran la vuelta para ver de qué se trataba todo eso. Espere, seguramente podamos hacer algún trato… comenzó a decir el hombre, viendo probablemente en mi rostro que iba en serio.
¿Trato? repliqué más para dar un efecto que por cualquier enojo o osa que me pudiera estar pasando por la cabeza en esos momentos. El hombre se acercó a la barra y me señaló con la vista un punto lejano. ¿Quieres que saque a esa chatarra del local? pregunté viendo ahora con mucha extrañeza la presencia de un ser que ni siquiera debería de estar en ese lugar a no ser que fuera como una especie de ornamento con fines puramente disuasivos. El hombre ahora con un poco más de pantalones sacudió la cabeza enfáticamente. Ese no, la siguiente mesa, la de atrás. Le dicen “el cazas”, seguro puede darle algo de información.
Enarqué una ceja y tomé un par de aeros del montón que le había ofrecido por la información, aunque no me la diera directa, me había ayudado a encontrar a mi siguiente contacto. Me dirigí a la mesa del cazas. Se trataba de un tipo ni gordo ni flaco, ni alto ni bajo que estaba jugando cartas con otros tres en una mesa cuadrada. A su alrededor mujeres, dinero y muchos alcohol. Pero al pasar por la columna con el gran objeto metálico pseudo inteligrente no pude evitar pararme a observarlo. Vaya, estas cosas si que son grandes… me pregunto si funcionará comenté mientras admiraba su… masividad masiva. No entendía como su peso aún no había roto el escuálido piso barato de tablas de aquél lugar.
Debía pensar, sí… algo que no hacía con frecuencia. Esa gente que me mandó llamar definitivamente no sabía lo que hacía al haberme elegido o quizás no le importaba quién fuera mientras fuera un asesino, pero entonces la pregunta era “¿por qué era necesario un asesino?” me rasqué la cabeza inconforme, eso de estar revolviendo ideas probablemente haría que más tarde me doliera la cabeza. En fin, me encogí de hombros y decidí salir de aquella taberna llena de infames y corruptos. Lo primero que debía hacer era hallar a ese tal Marcelino de Mora y si era un filántropo de sociedad no se encontraría allí, a no ser que fuese expuesto en el mercado negro para el mejor postor. Sonreí ante el macabro pensamiento, sería interesante ver un rostro tan bonito lleno de marc…
Me detuve en seco antes de salir de aquella taberna. Ese Marcelino se parecía mucho a cierto brujo que conocía, pero no era posible… Nafen nunca se hubiera hecho pasar por un filántropo de sociedad, aunque siempre vestía bien y tenía una casa ostentosa… Negué con la cabeza, no era el Nafen que yo conocía, no. Aunque no le conociera como a mis manos o como quisiera, las pocas veces que interactuamos me había dejado algo en claro: era un brujo arrogante y por eso mismo no se prestaría a ese teatro. Pero ese nuevo pensamiento comenzaba a dejarme intranquila.
Me di media vuelta para hacerle un par de preguntas al tabernero, después de todo por las catacumbas siempre pasan todos los chismes y comentarios de la superficie. …Si realmente no sabe nada devuélvame mis aeros, encontraré a la persona idónea dije elevando el tono de voz y haciendo que varios se dieran la vuelta para ver de qué se trataba todo eso. Espere, seguramente podamos hacer algún trato… comenzó a decir el hombre, viendo probablemente en mi rostro que iba en serio.
¿Trato? repliqué más para dar un efecto que por cualquier enojo o osa que me pudiera estar pasando por la cabeza en esos momentos. El hombre se acercó a la barra y me señaló con la vista un punto lejano. ¿Quieres que saque a esa chatarra del local? pregunté viendo ahora con mucha extrañeza la presencia de un ser que ni siquiera debería de estar en ese lugar a no ser que fuera como una especie de ornamento con fines puramente disuasivos. El hombre ahora con un poco más de pantalones sacudió la cabeza enfáticamente. Ese no, la siguiente mesa, la de atrás. Le dicen “el cazas”, seguro puede darle algo de información.
Enarqué una ceja y tomé un par de aeros del montón que le había ofrecido por la información, aunque no me la diera directa, me había ayudado a encontrar a mi siguiente contacto. Me dirigí a la mesa del cazas. Se trataba de un tipo ni gordo ni flaco, ni alto ni bajo que estaba jugando cartas con otros tres en una mesa cuadrada. A su alrededor mujeres, dinero y muchos alcohol. Pero al pasar por la columna con el gran objeto metálico pseudo inteligrente no pude evitar pararme a observarlo. Vaya, estas cosas si que son grandes… me pregunto si funcionará comenté mientras admiraba su… masividad masiva. No entendía como su peso aún no había roto el escuálido piso barato de tablas de aquél lugar.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
> Su objetivo ya había sido designado: Marcelino de Mora. Sólo restaba encontrarlo, y seguirlo ¿silenciosamente? ¿Eso era siquiera posible para el bio? A cada paso que daba los mecanismos de sus extremidades emitían estruendos que alertaban a cualquiera, el espionaje parecía tarea casi imposible. Consideró que podía mimetizarse con el resto del ambiente, pasando desapercibido; el problema residía en que, claramente, él no podía pasar desapercibido en un entorno predominado por criaturas no artificiales. De pie junto a la pared, debatió en su mente cómo enfrentar este obstáculo; la inteligencia no era su fuerte, después de todo no la necesitaba para recibir golpes y aplastar cosas. Pero en ese momento necesitaba la razón de su lado.
> Mientras, indeciso, trazaba un plan para alcanzar su cometido, continuó analizando la imagen. Un hombre relativamente joven, delgado, cabellos claros, con extraño brillo en sus ojos. No parecía ser un luchador, por lo que Épilor se atrevió a pensar que no sería muy difícil arrancarle la información a golpes, de ser necesario. "Reconocido filántropo", se repitió a sí mismo. "¿que será un filántropo? ¿uno de esos adictos a los alucinógenos?".
> Gyphor nunca había sido un hombre de demasiado interés por los conocimientos; los libros y pergaminos no eran lo suyo, no. Él era experto en derribar árboles de tres hachazos, de salir a cazar únicamente con sus manos y un cuchillo, y todo un maestro en emborracharse hasta perder el conocimiento, para despertar a la mañana siguiente en un suelo sucio y oloroso.
> Alzó sus visores y observó sus alrededores. No todos eran humanos, pero al menos tenían piel, eran de carne y hueso. Él era de acero, de metal, frío. Su único propósito real desde su "transformación" era el de proteger a los humanos, como ya lo había hecho repetidas veces en el pasado. Era injusto. Él, un humano, atrapado en su propia prisión andante, protegiendo a los demás hombres que hubiesen tenido el privilegio de vivir una vida digna. Y fue gracias a ese pensamiento que cayó en la cuenta de que la respuesta estaba justo allí: seguiría al filántropo muy de cerca, siendo su guardaespaldas. Aunque primero debía encontrarlo.
> Justo antes de emprender su ruidosa marcha para buscar al adicto una mujer se detuvo frente a él. - Vaya, estas cosas si que son grandes… me pregunto si funcionará. - Dijo. Su pelo grisáceo le daba un aire rebelde, y con su sólo andar ya era notable la peculiaridad de su actitud. Gyphor la miró de arriba abajo, examinándola. - Créeme - espetó la grave y sonora voz electrónica. - , no quieres verme en pleno funcionamiento. -
> Mientras, indeciso, trazaba un plan para alcanzar su cometido, continuó analizando la imagen. Un hombre relativamente joven, delgado, cabellos claros, con extraño brillo en sus ojos. No parecía ser un luchador, por lo que Épilor se atrevió a pensar que no sería muy difícil arrancarle la información a golpes, de ser necesario. "Reconocido filántropo", se repitió a sí mismo. "¿que será un filántropo? ¿uno de esos adictos a los alucinógenos?".
> Gyphor nunca había sido un hombre de demasiado interés por los conocimientos; los libros y pergaminos no eran lo suyo, no. Él era experto en derribar árboles de tres hachazos, de salir a cazar únicamente con sus manos y un cuchillo, y todo un maestro en emborracharse hasta perder el conocimiento, para despertar a la mañana siguiente en un suelo sucio y oloroso.
> Alzó sus visores y observó sus alrededores. No todos eran humanos, pero al menos tenían piel, eran de carne y hueso. Él era de acero, de metal, frío. Su único propósito real desde su "transformación" era el de proteger a los humanos, como ya lo había hecho repetidas veces en el pasado. Era injusto. Él, un humano, atrapado en su propia prisión andante, protegiendo a los demás hombres que hubiesen tenido el privilegio de vivir una vida digna. Y fue gracias a ese pensamiento que cayó en la cuenta de que la respuesta estaba justo allí: seguiría al filántropo muy de cerca, siendo su guardaespaldas. Aunque primero debía encontrarlo.
> Justo antes de emprender su ruidosa marcha para buscar al adicto una mujer se detuvo frente a él. - Vaya, estas cosas si que son grandes… me pregunto si funcionará. - Dijo. Su pelo grisáceo le daba un aire rebelde, y con su sólo andar ya era notable la peculiaridad de su actitud. Gyphor la miró de arriba abajo, examinándola. - Créeme - espetó la grave y sonora voz electrónica. - , no quieres verme en pleno funcionamiento. -
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
¡Oh! ¡MIERDA! grité y de un salto hacia atrás quedé transformada y con los pelos encrespados gruñéndole a esa cosa. Todo fue una misma acción, apenas habían pasado unos segundos cuando me di cuenta de que la tarada había sido yo y me sentía completamente estúpida por esa reacción. No solamente me había quedado como una ignorante totalmente, sino que los pocos rastros de vergüenza que quedaban en mí ahora afloraban todos juntos. De haber estado en mi forma humana juraría que tendría el rostro de todos colores. Sacudí la cabeza y me enderecé en un movimiento fluido, serenándome. Me hice hacia adelante e instintivamente olfatee a esa cosa, cerrando mis ojos para concentrarme mejor. Paré las orejas y le miré con bastante interés, luego le dediqué una sonrisa lobuna.
Algunas personas a mi alrededor se habían sorprendido tanto como yo, aunque no estaba segura si fue por las palabras de ese pedazo de chatarra compuesta de cosas que no entendía o si se debía a mi transformación tan repentina, pero lo cierto es que más que enojados parecían estar burlándose de nosotros. En otra ocasión me hubiera sentido ultrajada, pero ese día ya no estaba como para seguir teniendo emociones intensas. Di un paso hacia atrás y con cierta dificultad deshice mi transformación. Vaya que eres un chuche interesante dije moviendo una mano delante de lo que parecía ser el brillo azul de sus ojos. Hmmp me quedaría a hablar contigo, pero mi pez se va. Procura recordarme porque nos encontraremos pronto le adelanté. En realidad era una especie de alarde, no sabía si nos volveríamos a ver… pero si él seguía allí probablemente lo haríamos ya que en ese lugar podían encontrarse algunos trabajos decentes para matar el tiempo.
Me volví hacia el cazas que parecía estar tomando sus cosas para retirarse luego de una mala noche de juegos. A su derecha una bella mujer de la noche de rasgos finos y cabellera roja, a su izquierda una regordeta de lo más roseta con el pelo negro y pecas, reía como un puerquito. Frente a él, yo con mi desfachatez. Cazas, así te dicen ¿no? pregunté tendiéndole la mano, más me miró con desdén y continuó su camino con sus dos belladonas. Me quedé perpleja mirándole por un segundo, más no había dados ni tres pasos y me interpuse de nuevo ¿Será que te dan caza todo el tiempo mi cielo? Hagamos un trío dije ahora con tono sugerente. Probablemente una mujer que no se atiende como tal no debería de llamarse mujer, pero mi cuchillo en su entrepierna pinchando disimuladamente creo que le hizo apreciarme con mejores ojos. Sonreí apretando los labios y él me devolvió el gesto. ¿Por qué no? respondió y juraría que su voz era un poco más aguda.
Los tres nos subimos a un carruaje como su dueño, ni fino ni grotesco, ni bello ni feo. ¿Qué quieres?¿Quién te envía? cuestionó ni bien el transporte comenzó a andar. Me encogí de hombros y miré la oscuridad de la calle. Lunargenta podía llegar a ser grande, sobre todo si conocías lugares como esos. Me dijeron que puedes darme información. Busco a un hombre fuerte del que tal vez has oído hablar. dije en tono serio. En verdad yo sabía nada de ese tipo, pero menos información le iba a dar a él, quería saber cuánto sabía él para luego saber más. Pelo blanco, bastante activo. Su nombre: Marcelino de Mora.
Algunas personas a mi alrededor se habían sorprendido tanto como yo, aunque no estaba segura si fue por las palabras de ese pedazo de chatarra compuesta de cosas que no entendía o si se debía a mi transformación tan repentina, pero lo cierto es que más que enojados parecían estar burlándose de nosotros. En otra ocasión me hubiera sentido ultrajada, pero ese día ya no estaba como para seguir teniendo emociones intensas. Di un paso hacia atrás y con cierta dificultad deshice mi transformación. Vaya que eres un chuche interesante dije moviendo una mano delante de lo que parecía ser el brillo azul de sus ojos. Hmmp me quedaría a hablar contigo, pero mi pez se va. Procura recordarme porque nos encontraremos pronto le adelanté. En realidad era una especie de alarde, no sabía si nos volveríamos a ver… pero si él seguía allí probablemente lo haríamos ya que en ese lugar podían encontrarse algunos trabajos decentes para matar el tiempo.
Me volví hacia el cazas que parecía estar tomando sus cosas para retirarse luego de una mala noche de juegos. A su derecha una bella mujer de la noche de rasgos finos y cabellera roja, a su izquierda una regordeta de lo más roseta con el pelo negro y pecas, reía como un puerquito. Frente a él, yo con mi desfachatez. Cazas, así te dicen ¿no? pregunté tendiéndole la mano, más me miró con desdén y continuó su camino con sus dos belladonas. Me quedé perpleja mirándole por un segundo, más no había dados ni tres pasos y me interpuse de nuevo ¿Será que te dan caza todo el tiempo mi cielo? Hagamos un trío dije ahora con tono sugerente. Probablemente una mujer que no se atiende como tal no debería de llamarse mujer, pero mi cuchillo en su entrepierna pinchando disimuladamente creo que le hizo apreciarme con mejores ojos. Sonreí apretando los labios y él me devolvió el gesto. ¿Por qué no? respondió y juraría que su voz era un poco más aguda.
Los tres nos subimos a un carruaje como su dueño, ni fino ni grotesco, ni bello ni feo. ¿Qué quieres?¿Quién te envía? cuestionó ni bien el transporte comenzó a andar. Me encogí de hombros y miré la oscuridad de la calle. Lunargenta podía llegar a ser grande, sobre todo si conocías lugares como esos. Me dijeron que puedes darme información. Busco a un hombre fuerte del que tal vez has oído hablar. dije en tono serio. En verdad yo sabía nada de ese tipo, pero menos información le iba a dar a él, quería saber cuánto sabía él para luego saber más. Pelo blanco, bastante activo. Su nombre: Marcelino de Mora.
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Rosas salvajes [finalizado][trabajo]
Lo vi, claro que sí. Allí, entre sus ojos pasó una emoción al escuchar el nombre que le otorgué, el problema es que con esos tipos una nunca sabe cómo interpretar las fugas en sus fachadas. ¿Sería su amigo o su rival? ¿Pensaría darme detalles o mentirme? respiré profundamente y fingí no haber visto nada mientras volvía a posar mis ojos en las empedradas calles de la ciudad. Estábamos dando la vuelta como si retornáramos a las catacumbas. Aparentar no era uno de mis fuertes y sentía que en cualquier momento se iba a hacer notorio, pero no se me ocurría una idea mejor para sacarle información a ese tipo.
Niñas, ¿no ven que estoy trabajando? Estense quietecitas por unos minutos dijo él rompiendo el silencio. Enarqué una ceja, esas yeguas alzadas claro que querían revolcarse con él, después de todo ese cerdo parecía tener el dinero escondido bajo algún lodazal. Observándole mejor estaba bien vestido, aunque camuflado, el muy desgraciado sabía más que uno o dos trucos. Como dice el dicho “Más sabe el diablo por viejo que por diablo” me eché hacia atrás para desperezarme cuán larga era; fui sonora de exprofeso y como cereza en la tarta me rasqué el pelo. Él pareció incómodo y muy por dentro no dejaba yo de disfrutarlo.
Si quieres hacer un grupo tendrás que aprender a comportarte dijo entre dientes mirando hacia la ventana opuesta a la que yo tenía frente a mí. Abrí los ojos grandes y algo sorprendida, pero luego enarqué una ceja y le mantuve la mirada ¿Estás con las mercenarias? pregunté con una sonrisa de lado, invitándole con el lenguaje de una hembra. Estaba cayendo en mis redes como un cordero blando, más la de los cabellos de fuego con cierto recelo rompió el hechizo interponiéndose entre ambos. Estamos por llegar susurró con la voz que parecía una gata en celo. Ganas no me faltaron de tomarla de las greñas y tirarle lejos, pero cerré el puño y le sonreí con una muy sutil reverencia a sus dotes estrategas. El problema fue la puerquita que, encontrando momento para volver a entrar en escena no dejaba de subírsele encima a mi informante.
Me aclaré la garganta No tengo mas nada que hacer aquí, al parecer efectivamente usted no conoce a quién busco y no hago más que perder mi tiempo.¡ Cochero! Detenga el carruaje ordené negando con la cabeza y preparándome para bajar incluso con el transporte en movimiento. Espere intervino él, sentando a las dos damas y haciéndoles señas para que se estuvieran quietas. Hablando podemos entendernos ¿no cree? preguntó suavizando las arrugas de su rostro con un intento de sonrisa recatada. “Hombre barato y de juguete” pensé, pero él había picado el anzuelo ya hora tendría que ir a mi propio paso.
Niñas, ¿no ven que estoy trabajando? Estense quietecitas por unos minutos dijo él rompiendo el silencio. Enarqué una ceja, esas yeguas alzadas claro que querían revolcarse con él, después de todo ese cerdo parecía tener el dinero escondido bajo algún lodazal. Observándole mejor estaba bien vestido, aunque camuflado, el muy desgraciado sabía más que uno o dos trucos. Como dice el dicho “Más sabe el diablo por viejo que por diablo” me eché hacia atrás para desperezarme cuán larga era; fui sonora de exprofeso y como cereza en la tarta me rasqué el pelo. Él pareció incómodo y muy por dentro no dejaba yo de disfrutarlo.
Si quieres hacer un grupo tendrás que aprender a comportarte dijo entre dientes mirando hacia la ventana opuesta a la que yo tenía frente a mí. Abrí los ojos grandes y algo sorprendida, pero luego enarqué una ceja y le mantuve la mirada ¿Estás con las mercenarias? pregunté con una sonrisa de lado, invitándole con el lenguaje de una hembra. Estaba cayendo en mis redes como un cordero blando, más la de los cabellos de fuego con cierto recelo rompió el hechizo interponiéndose entre ambos. Estamos por llegar susurró con la voz que parecía una gata en celo. Ganas no me faltaron de tomarla de las greñas y tirarle lejos, pero cerré el puño y le sonreí con una muy sutil reverencia a sus dotes estrategas. El problema fue la puerquita que, encontrando momento para volver a entrar en escena no dejaba de subírsele encima a mi informante.
Me aclaré la garganta No tengo mas nada que hacer aquí, al parecer efectivamente usted no conoce a quién busco y no hago más que perder mi tiempo.¡ Cochero! Detenga el carruaje ordené negando con la cabeza y preparándome para bajar incluso con el transporte en movimiento. Espere intervino él, sentando a las dos damas y haciéndoles señas para que se estuvieran quietas. Hablando podemos entendernos ¿no cree? preguntó suavizando las arrugas de su rostro con un intento de sonrisa recatada. “Hombre barato y de juguete” pensé, pero él había picado el anzuelo ya hora tendría que ir a mi propio paso.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Ser una mujer es difícil, sobre todo en la sociedad humana. Los licántropos suelen ser un poco más abiertos pero los animales nunca se comportan de acuerdo a expectativas basadas en estúpidos supuestos y roles. Ese cazas había agotado parte de mi tiempo y aunque me había dado cierta información no estaba segura de que era lo que necesitaba. Además la situación con mi contratante había quedado demasiado en el aire. Algo me olía muy pero muy mal y no estaba segura de querer saber en lo que me había metido. Por ahora solamente debía de seguir un par de instrucciones y llegar hasta un local de mala muerte en las catacumbas.
Nunca me sentí a gusto en el subsuelo de la ciudad y eso se debía a varios motivos, razón número uno: las ratas. Esas malditas alimañas podían contagiarte la peste, andaban rabiosas por ahí dando fuertes mordidas e incluso comiendo carne de esos bajos humanos que se tiraban a morir en los rincones sucios del bajo mundo, lo peor es que ni siquiera sabían bien con sal. Por qué número dos: habían filtraciones en las rocas por humedad, por manantiales y también por lo que los humanos de arriba arrojaban, por lo que cuando encontrabas un charco en el piso podría provenir de uno de esos tres orígenes o bien de la bilis o vejiga de alguien apurado.
Tercera cuestión, el olor a encierro y la mala iluminación no me ayudaban para nada en mis incursiones allí abajo. Cuarto argumento, al haber sido un cementerio y al ser tomado para otros motivos no había sido terminado y se había reconstruido por lo que era muy difícil perderse. Y el quinto y -por ahora- último fundamento: Albergaba a las peores escorias de toda la civilización aerandiana. Desde bestias carniceras hasta psicópatas, luchadores clandestinos y los peores de todos, aquellos riquillos con excesos en sus finanzas y demasiado tiempo libre entre manos como para hacer algo productivo por la vida más que divertirse a costa del dolor de los demás.
Entre saltos, preguntas, idas y venidas por fin di con la galería que daba al lugar de peleas clandestinas que había estado buscando por parte de la noche. Se trataba de un estrecho corredor con olor a orín con demasiadas goteras como para ser normal y aún mayor número de alimañas que estaban cabeza a cabeza entre los borrachos las ratas o las cucarachas, incluso estaban esas ratas con colmillos que chupaban la sangre. Se me erizó la piel de la espalda e intenté hacerme lo más pequeña posible para no tener que perder el tiempo enfrentándome a esos desperdicios de la vida. Quería llegar rápidamente al lugar, terminar el trabajo e ir corriendo a Ulmer como un gatito asustado.
Alto preciosa, los caballeros con armaduras brillantes no están permitidos en los dominios del jefe ordenó una voz desde atrás, tratando de alcanzarme casi en las mismas circunstancias en las que yo había llegado, dando pequeños saltitos que simulaban a una bailarina en apuros. En vez de rabia o ganas de pegarle tuve que reprimir las carcajadas que como un subidón de energía me calentaban el estómago.
Nunca me sentí a gusto en el subsuelo de la ciudad y eso se debía a varios motivos, razón número uno: las ratas. Esas malditas alimañas podían contagiarte la peste, andaban rabiosas por ahí dando fuertes mordidas e incluso comiendo carne de esos bajos humanos que se tiraban a morir en los rincones sucios del bajo mundo, lo peor es que ni siquiera sabían bien con sal. Por qué número dos: habían filtraciones en las rocas por humedad, por manantiales y también por lo que los humanos de arriba arrojaban, por lo que cuando encontrabas un charco en el piso podría provenir de uno de esos tres orígenes o bien de la bilis o vejiga de alguien apurado.
Tercera cuestión, el olor a encierro y la mala iluminación no me ayudaban para nada en mis incursiones allí abajo. Cuarto argumento, al haber sido un cementerio y al ser tomado para otros motivos no había sido terminado y se había reconstruido por lo que era muy difícil perderse. Y el quinto y -por ahora- último fundamento: Albergaba a las peores escorias de toda la civilización aerandiana. Desde bestias carniceras hasta psicópatas, luchadores clandestinos y los peores de todos, aquellos riquillos con excesos en sus finanzas y demasiado tiempo libre entre manos como para hacer algo productivo por la vida más que divertirse a costa del dolor de los demás.
Entre saltos, preguntas, idas y venidas por fin di con la galería que daba al lugar de peleas clandestinas que había estado buscando por parte de la noche. Se trataba de un estrecho corredor con olor a orín con demasiadas goteras como para ser normal y aún mayor número de alimañas que estaban cabeza a cabeza entre los borrachos las ratas o las cucarachas, incluso estaban esas ratas con colmillos que chupaban la sangre. Se me erizó la piel de la espalda e intenté hacerme lo más pequeña posible para no tener que perder el tiempo enfrentándome a esos desperdicios de la vida. Quería llegar rápidamente al lugar, terminar el trabajo e ir corriendo a Ulmer como un gatito asustado.
Alto preciosa, los caballeros con armaduras brillantes no están permitidos en los dominios del jefe ordenó una voz desde atrás, tratando de alcanzarme casi en las mismas circunstancias en las que yo había llegado, dando pequeños saltitos que simulaban a una bailarina en apuros. En vez de rabia o ganas de pegarle tuve que reprimir las carcajadas que como un subidón de energía me calentaban el estómago.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Paz y amor bro dije con una amplia sonrisa levantando mi mano izquierda en una señal que me costó más de una hora poder hacer y consistía en unir los dedos índice y medio por un lado y el meñique y anular por el otro. Esos… tipos del submundo no eran normales, si tenían tiempo para inventar esas contraseñas y símbolos ¿por qué no los utilizaban en algo más productivo? Pude sentir como me flaqueaba la ceja derecha, subiendo y bajando mientras luchaba por mantener aquella sonrisa del saludo. “Tarados” no dejaba de repetir en mi cabeza para apagar mis fuegos internos.
Efectivamente había dado en el clavo. La información que me había dado el cazas había sido la correcta, podía verse en el rostro del “guardia” que cuidaba de los que entraban y salían del lugar, aunque esa palabra para referirse a esos tipejos desfachatados les quedaba muy grande. Ah…hmmm… claro, no todos los que tienen armaduras son enemigos…¿verdad? dijo evitando mis ojos y con un tinte extraño en su voz mientras se adelantaba para rebasarme y señalarme el camino. Como no todos los que van pegando gritos son unos idiotas ¿verdad? pregunté con una amplia sonrisa mientras en mis fueros internos me rezongaba a mi misma por haber sido tan tonta como para no quitarme la armadura. Hacía ya demasiado tiempo que no hacía ese tipo de trabajos y que no me mezclaba con toda esa gente por lo que ni siquiera me plantee realmente y con seriedad todo ese asunto. Aunque si lo pensaba mejor, tampoco es que hubiera tenido tiempo.
Aquí termina mi recorrido dijo deteniéndose súbitamente y obligándome a hacer una maniobra de emergencia para no darme contra él y no pisar algo de dudosa reputación. Miré hacia el frente y delante de nosotros había una bifurcación con dos entradas de piedra labrada. La de la derecha es la entrada para las arenas, supongo que la señora no quiere participar por lo que esa es la que le corresponde. Todas las emociones que habían fluctuado en él parecieron haberse extinto para ese momento. El hombre parecía uno completamente diferente, incluso su voz parecía carecer de vida. Asentí una única vez y con un gesto de la mano me despedí de él para caminar directo al frente; estaba a tan solo unos metros de corroborar con mis propios ojos la información que había recibido del cazas. ¿Qué hacía un filántropo en una arena de luchas? ¿Tendría que salvarle? porque seguir sin ninguna otra orden no me ayudaba mucho, además si tenía que participar tal vez debería de entrar por la otra puerta… ¿no?
Estaba dubitativa frente al portal cerrado, más un tipo bien grande, bien fuerte y bien feo llamó mi atención Tch tch tchhhh levanté la cabeza, al principio no me había dado por aludida, pero ante la insistencia no pude dejar de mirar. El portero señaló en mi dirección, miré para todos lados y luego yo misma me señalé como preguntándole si se trataba de mí. Él asintió y sin demasiadas ganas acepté que tomaran la decisión de la puerta por mí, si algo había aprendido en mis años de vida era no ir en contra del designio de los dioses.
Efectivamente había dado en el clavo. La información que me había dado el cazas había sido la correcta, podía verse en el rostro del “guardia” que cuidaba de los que entraban y salían del lugar, aunque esa palabra para referirse a esos tipejos desfachatados les quedaba muy grande. Ah…hmmm… claro, no todos los que tienen armaduras son enemigos…¿verdad? dijo evitando mis ojos y con un tinte extraño en su voz mientras se adelantaba para rebasarme y señalarme el camino. Como no todos los que van pegando gritos son unos idiotas ¿verdad? pregunté con una amplia sonrisa mientras en mis fueros internos me rezongaba a mi misma por haber sido tan tonta como para no quitarme la armadura. Hacía ya demasiado tiempo que no hacía ese tipo de trabajos y que no me mezclaba con toda esa gente por lo que ni siquiera me plantee realmente y con seriedad todo ese asunto. Aunque si lo pensaba mejor, tampoco es que hubiera tenido tiempo.
Aquí termina mi recorrido dijo deteniéndose súbitamente y obligándome a hacer una maniobra de emergencia para no darme contra él y no pisar algo de dudosa reputación. Miré hacia el frente y delante de nosotros había una bifurcación con dos entradas de piedra labrada. La de la derecha es la entrada para las arenas, supongo que la señora no quiere participar por lo que esa es la que le corresponde. Todas las emociones que habían fluctuado en él parecieron haberse extinto para ese momento. El hombre parecía uno completamente diferente, incluso su voz parecía carecer de vida. Asentí una única vez y con un gesto de la mano me despedí de él para caminar directo al frente; estaba a tan solo unos metros de corroborar con mis propios ojos la información que había recibido del cazas. ¿Qué hacía un filántropo en una arena de luchas? ¿Tendría que salvarle? porque seguir sin ninguna otra orden no me ayudaba mucho, además si tenía que participar tal vez debería de entrar por la otra puerta… ¿no?
Estaba dubitativa frente al portal cerrado, más un tipo bien grande, bien fuerte y bien feo llamó mi atención Tch tch tchhhh levanté la cabeza, al principio no me había dado por aludida, pero ante la insistencia no pude dejar de mirar. El portero señaló en mi dirección, miré para todos lados y luego yo misma me señalé como preguntándole si se trataba de mí. Él asintió y sin demasiadas ganas acepté que tomaran la decisión de la puerta por mí, si algo había aprendido en mis años de vida era no ir en contra del designio de los dioses.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
La puerta se cerró tras de mí con un fuerte estruendo que hizo eco por la cueva. Desde el primer momento en el que puse un pie allí me había dado cuenta que se trataba de una trampa pero jamás mi más silvestre imaginación hubiera siquiera imaginado en lo que me había metido.
Nunca me había preciado de mi buena visión en la oscuridad hasta ese momento ni de algún otro instinto fuera del de matar. Pero el peligro y los presentimientos hicieron que me detuviera a pensar en mis subsecuentes pasos o estaría perdida y no solamente en el sentido literal de la palabra. Muy bien Wood, ¿qué tienes? susurré y ese simple sonido hizo eco en el lugar. Hacía frío, estaba en penumbras, el piso parecía irregular y estaba algo resbaloso. Hay cosas peores dije para darme ánimos al tiempo que echaba mis manos hacia adelante para intentar no llevarme nada por delante. Sin embargo pronto me di cuenta que el problema no estaba en lo que pudieran detectar mis brazos, sino en lo que pasaba con mis piernas.
Mi escasa habilidad de trampas salió a la luz como un rayo de esperanza que me golpeó cual un bio cabreado si es que eso existía, mi habilidad de trampera se debía sobre todo, a mi experiencia cayendo en ellas cuando era apenas una cachorra y adolescente y aunque no solía hacer las trampas siempre terminaba envuelta en alguna de mis enemigos o de cazadores. Es por esta razón que cuando sentí algo suave resbalar por el metal de la armadura me detuve automáticamente. Me agaché y tantee en busca de algún hilo o cuerda delgada alrededor de la bota o la greba y ¡zas! allí estaba un dispositivo de agarre que se había ajustado a la pierna, un poco más y activaría algo. Busqué el cuchillo e hice un corte en la fibra para liberarme a tientas. Seguí con la mano la dirección de la delgada soga y aguzando la vista hasta sentirme como un maldito murciélago creí ver el resplandor de una reja sobre mi cabeza.
Demonios demonios demonios dije con el sudor frío bajándome por el cuello mientras buscaba en mi cuerpo algún otro dispositivo y palpaba con las manos en toda su extensión el suelo para cuidar mis siguientes pasos. Cuando me creí a salvo me paré y seguí caminando, a medida que avanzaba la claridad se hacía más evidente, sin embargo no se veía con total claridad aún. La siguiente alerta me la dio una rata, o en realidad el olor de su sangre. Caminé cuidadosamente, casi en puntas de pie, me sentía patética haciéndolo y estaba alegre de que no había nadie más que atestiguara esos momentos de mi vida. Finalmente di con el cuerpo de la alimaña atrapada en una trampa, de esas que se cerraban matando o amputando indefectiblemente.
Nunca me había preciado de mi buena visión en la oscuridad hasta ese momento ni de algún otro instinto fuera del de matar. Pero el peligro y los presentimientos hicieron que me detuviera a pensar en mis subsecuentes pasos o estaría perdida y no solamente en el sentido literal de la palabra. Muy bien Wood, ¿qué tienes? susurré y ese simple sonido hizo eco en el lugar. Hacía frío, estaba en penumbras, el piso parecía irregular y estaba algo resbaloso. Hay cosas peores dije para darme ánimos al tiempo que echaba mis manos hacia adelante para intentar no llevarme nada por delante. Sin embargo pronto me di cuenta que el problema no estaba en lo que pudieran detectar mis brazos, sino en lo que pasaba con mis piernas.
Mi escasa habilidad de trampas salió a la luz como un rayo de esperanza que me golpeó cual un bio cabreado si es que eso existía, mi habilidad de trampera se debía sobre todo, a mi experiencia cayendo en ellas cuando era apenas una cachorra y adolescente y aunque no solía hacer las trampas siempre terminaba envuelta en alguna de mis enemigos o de cazadores. Es por esta razón que cuando sentí algo suave resbalar por el metal de la armadura me detuve automáticamente. Me agaché y tantee en busca de algún hilo o cuerda delgada alrededor de la bota o la greba y ¡zas! allí estaba un dispositivo de agarre que se había ajustado a la pierna, un poco más y activaría algo. Busqué el cuchillo e hice un corte en la fibra para liberarme a tientas. Seguí con la mano la dirección de la delgada soga y aguzando la vista hasta sentirme como un maldito murciélago creí ver el resplandor de una reja sobre mi cabeza.
Demonios demonios demonios dije con el sudor frío bajándome por el cuello mientras buscaba en mi cuerpo algún otro dispositivo y palpaba con las manos en toda su extensión el suelo para cuidar mis siguientes pasos. Cuando me creí a salvo me paré y seguí caminando, a medida que avanzaba la claridad se hacía más evidente, sin embargo no se veía con total claridad aún. La siguiente alerta me la dio una rata, o en realidad el olor de su sangre. Caminé cuidadosamente, casi en puntas de pie, me sentía patética haciéndolo y estaba alegre de que no había nadie más que atestiguara esos momentos de mi vida. Finalmente di con el cuerpo de la alimaña atrapada en una trampa, de esas que se cerraban matando o amputando indefectiblemente.
- trampa:
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Tragué saliva, comenzaba a pensar que o se habían equivocado y me habían dado el camino del guerrero o me habían enviado al matadero. Sin embargo continué adelante, mi deseo de llegar a mi objetivo no flaqueaba con el aumento de las trampas ya que probablemente estarían resguardando un tesoro insospechado. El problema fue que frente a mí se desplegaba un campo minado de esas trampas que tenía todo el ancho del corredor y como treinta metros de extensión. Perfecto espeté dando un puntapié al piso. Una pequeña piedra se desprendió de la pared y me dio una idea. Es hora de activar trampas grité con emoción. Si había algo para lo que era buena era arruinar el humor de las personas y hacer saltar las trampas.
Recordé que aún llevaba un buen de frutas de uno de mis viajes. Lo había comprado en el comercio de la ciudad hacía un tiempo ya y se habían comenzado a echar a perder, eso era lo malo de las frutas, no solo eran alimento para los vegetarianos débiles, además de no tener gusto a nada sino que además se echaban a perder en nada de tiempo. Habiendo visto muchas trampas y habiendo tendido más de una de este tipo sabía que en algún lugar había una que al activarse activaba al resto, sólo me tocaba saber cuál sería. Disponía de cinco piezas de fruta ¿cuál sería la de la suerte? Prometo no comer más de la especie que me saque de esto dije en una especie de oración antes de tirar una naranja a la periferia del lado izquierdo.
Se escuchó un “Clachak” y una o dos trampas más cerrarse. No había sido una buena idea. Tirarlas demasiado lejos tampoco, porque no podría acertar al centro de presión. Respiré hondo e intenté a la derecha, repitiendo el proceso anterior esta vez con una banana. Sucedieron iguales resultados con un kaki en el frente y un mango rasante en diagonal hacia la izquierda. Tomé la manzana verde que me quedaba, estaba enojada y nerviosa, era mi última esperanza. Le di un mordisco con asco y luego la arrojé con toda mi fuerza hacia el centro-final de la línea. Lo di todo en ese disparo, me mantuve expectante y sólo respiré cuando escuché la reacción en cadena de las trampas activándose. Pan comido dije reasegurándome.
Ya se podía sentir que estaba más cerca, escuchaba el murmullo característico de una congregación de gente, podía olfatear una lucha y sentir de alguna forma la electricidad de un combate en mi piel. Pero me había apresurado y lo pagaría caro. Atendiendo no pegarme en la cabeza con algunas salientes de roca y no caer en alguna trampa de esas que consisten en grandes fosas con picas en el fondo, no me di cuenta que frente a mí había un delgado hilo color plata que activó un sistema de lanzado de flechas secuencialmente. Casi se me sale el corazón por la boca y las tripas por las orejas entre carreras, paradas súbitas y flexiones de todo tipo, tamaño y color. Los silbidos de las saetas se escuchaban cerca de mi cabeza, aunque el resto de mi cuerpo era igual de importante. Aaaarckk me quejé cuando sentí un profundo dolor en el brazo derecho. La afilada flecha había atravesado la cota de mallas y se había alojado allí. Continué con mi carrera hasta darme contra otra puerta que abrí sin titubear.
Recordé que aún llevaba un buen de frutas de uno de mis viajes. Lo había comprado en el comercio de la ciudad hacía un tiempo ya y se habían comenzado a echar a perder, eso era lo malo de las frutas, no solo eran alimento para los vegetarianos débiles, además de no tener gusto a nada sino que además se echaban a perder en nada de tiempo. Habiendo visto muchas trampas y habiendo tendido más de una de este tipo sabía que en algún lugar había una que al activarse activaba al resto, sólo me tocaba saber cuál sería. Disponía de cinco piezas de fruta ¿cuál sería la de la suerte? Prometo no comer más de la especie que me saque de esto dije en una especie de oración antes de tirar una naranja a la periferia del lado izquierdo.
Se escuchó un “Clachak” y una o dos trampas más cerrarse. No había sido una buena idea. Tirarlas demasiado lejos tampoco, porque no podría acertar al centro de presión. Respiré hondo e intenté a la derecha, repitiendo el proceso anterior esta vez con una banana. Sucedieron iguales resultados con un kaki en el frente y un mango rasante en diagonal hacia la izquierda. Tomé la manzana verde que me quedaba, estaba enojada y nerviosa, era mi última esperanza. Le di un mordisco con asco y luego la arrojé con toda mi fuerza hacia el centro-final de la línea. Lo di todo en ese disparo, me mantuve expectante y sólo respiré cuando escuché la reacción en cadena de las trampas activándose. Pan comido dije reasegurándome.
Ya se podía sentir que estaba más cerca, escuchaba el murmullo característico de una congregación de gente, podía olfatear una lucha y sentir de alguna forma la electricidad de un combate en mi piel. Pero me había apresurado y lo pagaría caro. Atendiendo no pegarme en la cabeza con algunas salientes de roca y no caer en alguna trampa de esas que consisten en grandes fosas con picas en el fondo, no me di cuenta que frente a mí había un delgado hilo color plata que activó un sistema de lanzado de flechas secuencialmente. Casi se me sale el corazón por la boca y las tripas por las orejas entre carreras, paradas súbitas y flexiones de todo tipo, tamaño y color. Los silbidos de las saetas se escuchaban cerca de mi cabeza, aunque el resto de mi cuerpo era igual de importante. Aaaarckk me quejé cuando sentí un profundo dolor en el brazo derecho. La afilada flecha había atravesado la cota de mallas y se había alojado allí. Continué con mi carrera hasta darme contra otra puerta que abrí sin titubear.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
¡Luz! exclamé cayendo de rodillas en el suelo. Nunca hubiera pensado que estaría tan feliz por algo tan mundano. El problema llegó cuando me percaté que estaba siendo rodeada por varios hombres con miradas oscuras e intenciones aún peores. Detrás de ellos la puerquita con cara de zorra hablando con la que había sido mi empleadora, más atrás una especie de cancha de lucha donde estaban dos hombres, el que yo buscaba y otro más. En esos efímeros momentos me di cuenta de unos cuantos factores: primero, la puerca era más puerca de lo que había pensado y jugaba a dos puntas; segundo, tenía un tatuaje igual al tal Marcelino y a la jefa; tercero, el cazas no había jugado del todo limpio, cuarto todo eso era una mafia más grande de la que me hubiera imaginado y quinto y el más importante hecho: yo estaba frita.
Ese tal Marcelino tenía de filántropo lo que yo de gatita linda y amable. Era un licántropo, podía olerlo desde la distancia en la que estaba, pero eso no importaba. Me levantaron de los brazos arrancándome un par de alaridos de mala gana. La flecha seguía atracada en mi carne, había atravesado el brazo, el que se sentía como una parte ajena de mi cuerpo, caliente, hinchada y punzante. Después de discutir qué hacer conmigo me mandaron al cepo ya que el potro ya estaba ocupado. Tiene que ser una espía, alguien nos vendió, sino explíquenme como pudo haber llegado hasta aquí a través de todas esas trampas la voz de ese hombre sobresalía por sobre la multitud, aunque claro, nadie se preocuparía por la escena en ese lugar de malditos y rufianes, además como solían decir esos de esas sectas “El que esté libre de pecado que lance la primera piedra” traducción: tendría que llevarme unos cuantos conmigo.
Aunque no lo pareciese, era mi primera vez siendo atrapada de esa forma. Era un sentimiento nuevo, interesante, excitante. Aunque con todo el esfuerzo de esa noche no podía más que dormirme allí, la posición era incómoda, sobre todo para el brazo, pero a esas horas casi no le sentía. En cuanto al resto, habían algunos imbéciles que me picaban por la retaguardia, aunque con armadura y demases no me preocupaba en lo más mínimo. Desde donde estaba no podía ver lo que sucedía en la arena, pero entre pestañazo y pestañazo despertaba con los alaridos de dolor de los retadores. El tal Mora ese no era un enemigo para tomar a la ligera, debía tomar nota de eso, él era un salvaje, como las mujeres que luchaban a su lado “rosas salvajes” bellas, espinosas –literalmente- pero por sobre todo sanguinarias y corroídas desde lo más profundo de su interior. Me daban asco.
Sentía que mi cuerpo quería convulsionar, devolver cualquier cosa que tuviera en mis interiores, pero no había más que bilis, un poco de pan y alcohol. La piel de mi cuello estaba sentida por las horas en el cepo y mis manos estaban heladas, casi sin percepción. Transformarme en una situación así solo me traería problemas, por lo que tendría que esperar a que ellos dieran en el primer paso.
Ese tal Marcelino tenía de filántropo lo que yo de gatita linda y amable. Era un licántropo, podía olerlo desde la distancia en la que estaba, pero eso no importaba. Me levantaron de los brazos arrancándome un par de alaridos de mala gana. La flecha seguía atracada en mi carne, había atravesado el brazo, el que se sentía como una parte ajena de mi cuerpo, caliente, hinchada y punzante. Después de discutir qué hacer conmigo me mandaron al cepo ya que el potro ya estaba ocupado. Tiene que ser una espía, alguien nos vendió, sino explíquenme como pudo haber llegado hasta aquí a través de todas esas trampas la voz de ese hombre sobresalía por sobre la multitud, aunque claro, nadie se preocuparía por la escena en ese lugar de malditos y rufianes, además como solían decir esos de esas sectas “El que esté libre de pecado que lance la primera piedra” traducción: tendría que llevarme unos cuantos conmigo.
Aunque no lo pareciese, era mi primera vez siendo atrapada de esa forma. Era un sentimiento nuevo, interesante, excitante. Aunque con todo el esfuerzo de esa noche no podía más que dormirme allí, la posición era incómoda, sobre todo para el brazo, pero a esas horas casi no le sentía. En cuanto al resto, habían algunos imbéciles que me picaban por la retaguardia, aunque con armadura y demases no me preocupaba en lo más mínimo. Desde donde estaba no podía ver lo que sucedía en la arena, pero entre pestañazo y pestañazo despertaba con los alaridos de dolor de los retadores. El tal Mora ese no era un enemigo para tomar a la ligera, debía tomar nota de eso, él era un salvaje, como las mujeres que luchaban a su lado “rosas salvajes” bellas, espinosas –literalmente- pero por sobre todo sanguinarias y corroídas desde lo más profundo de su interior. Me daban asco.
Sentía que mi cuerpo quería convulsionar, devolver cualquier cosa que tuviera en mis interiores, pero no había más que bilis, un poco de pan y alcohol. La piel de mi cuello estaba sentida por las horas en el cepo y mis manos estaban heladas, casi sin percepción. Transformarme en una situación así solo me traería problemas, por lo que tendría que esperar a que ellos dieran en el primer paso.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Byron dice que eres su hembra, ¿es verdad? preguntó una voz conocida. ¿Asique ese era el buen camino, eh? respondí con otra pregunta, girando mi cabeza casi en un grado imposible para corroborar que se trataba del guardia que me había llevado hasta la entrada de las trampas. Nuevamente tenía vida en sus ojos, como si hubiese despertado de alguna especie de trance. Me dio una mirada abusiva y como para urgirme. [b]Lo siento, no recuerdo ser propiedad de nadie y Byron no me suena en… comencé a responder de forma muy inocente, más él hizo sonar sus dientes y dio un golpe sobre el cepo que hizo a varios voltearse a mirarnos.
Ey, lo siento si te molesté de alguna forma, pero mira, yo soy la que está en aprietos aquí dije jocosa y con cierta ironía. Él se agachó y me miró a los ojos, tomó mi mentón entre sus dedos flacos y me giró el rostro para observarme bien. Tú eras la mujer lobo de la taberna, saliste con él ofreciéndote. Un ligero temblor recorrió mi cuerpo cuando comencé a atar cabos. El tal Byron ese era el cazas, y este joven ¿me habría visto?. Asentí Él y yo solamente compartimos información contesté, de alguna forma salvaguardando mi honor de ese desconocido que quizás podría serme útil. Entonces él sonrió y ras un “trinck track” vi rodar el candado que mantenía cerrado el cepo. Con respecto al pago… dijo al tiempo que sostenía con pulso de hierro la flecha y la marcaba con una lija para luego partirla sin que sintiera la menor presión.
Te debo una y haré lo que me pidas aseguré, entonces levantó el cepo aprovechando una distracción sospechosamente conveniente y escapamos por una salida lateral sin ser vistos. Una vez fuera de peligro y donde nadie parecía estar cerca nos detuvimos. Vaya… eso estuvo cerca. Espera. ¡Que esperes! repetí tomándolo de un brazo y obligándole a darse la vuelta para encararme. En sus ojos color ámbar había preocupación. Era ligeramente más alto que yo, de cuerpo robusto y bien formado y de forma análoga al cazas, él también aparentaba menos de lo que en realidad era. ¿Qué? preguntó evadiendo mis mirada. ¿Por qué? me limité a preguntar. No era frecuente que un caballero en su armadura de plata viniera en su corcel blanco a rescatarme, bueno… no exactamente, nada de caballero más que lo que llevaba entre sus piernas, sin armadura más que ropajes gastados y en vez de caballos alimañas.
Eso no puedo decirlo aún respondió y se volvió para retomar el camino. Entonces me puse a su lado y continué el interrogatorio ¿Qué tiene que ver el cazas en todo esto? pregunté. Es otro peón nada más hmmm… aunque las respuestas fueran escuetas, al menos podía corroborar que mi salvador tenía dos dedos de frente para pensar. ¿Tu recompensa? pregunté. Entonces genuinamente se detuvo a mirarme ¿Sólo hablaron con lord Byron? Definitivamente, también hablamos de no hablar y pasar a la acción, ya sabes… pero nada se concretó dije en tono de alarde.
Acompáñame respondió luego de parecer dubitativo por unos segundos. Estiró su mano hacia mi y se la tomé. Algunas veces no estaba mal ventilar las emociones extremas con un poco de calor masculino.
El sol estaba en su cenit cuando salí de aquellas catacumbas. El brazo aún me dolía, pero luego de vendarlo y lavarlo me di cuenta que no pasaría de mucho más que eso. Me detuve en la plaza principal y abrí la carta de Igor.
Con que Marcel Duschamp… ¡JÁ! Pronto nos volveremos a ver. La vida sabía traer y llevar sorpresas, de eso no había dudas, lo único que me preguntaba en ese momento era si volvería a encontrarme con mi misterioso guardia y en qué situación. Me encogí de hombros y me mezclé entre la gente sin rumbo fijo.
Ey, lo siento si te molesté de alguna forma, pero mira, yo soy la que está en aprietos aquí dije jocosa y con cierta ironía. Él se agachó y me miró a los ojos, tomó mi mentón entre sus dedos flacos y me giró el rostro para observarme bien. Tú eras la mujer lobo de la taberna, saliste con él ofreciéndote. Un ligero temblor recorrió mi cuerpo cuando comencé a atar cabos. El tal Byron ese era el cazas, y este joven ¿me habría visto?. Asentí Él y yo solamente compartimos información contesté, de alguna forma salvaguardando mi honor de ese desconocido que quizás podría serme útil. Entonces él sonrió y ras un “trinck track” vi rodar el candado que mantenía cerrado el cepo. Con respecto al pago… dijo al tiempo que sostenía con pulso de hierro la flecha y la marcaba con una lija para luego partirla sin que sintiera la menor presión.
Te debo una y haré lo que me pidas aseguré, entonces levantó el cepo aprovechando una distracción sospechosamente conveniente y escapamos por una salida lateral sin ser vistos. Una vez fuera de peligro y donde nadie parecía estar cerca nos detuvimos. Vaya… eso estuvo cerca. Espera. ¡Que esperes! repetí tomándolo de un brazo y obligándole a darse la vuelta para encararme. En sus ojos color ámbar había preocupación. Era ligeramente más alto que yo, de cuerpo robusto y bien formado y de forma análoga al cazas, él también aparentaba menos de lo que en realidad era. ¿Qué? preguntó evadiendo mis mirada. ¿Por qué? me limité a preguntar. No era frecuente que un caballero en su armadura de plata viniera en su corcel blanco a rescatarme, bueno… no exactamente, nada de caballero más que lo que llevaba entre sus piernas, sin armadura más que ropajes gastados y en vez de caballos alimañas.
Eso no puedo decirlo aún respondió y se volvió para retomar el camino. Entonces me puse a su lado y continué el interrogatorio ¿Qué tiene que ver el cazas en todo esto? pregunté. Es otro peón nada más hmmm… aunque las respuestas fueran escuetas, al menos podía corroborar que mi salvador tenía dos dedos de frente para pensar. ¿Tu recompensa? pregunté. Entonces genuinamente se detuvo a mirarme ¿Sólo hablaron con lord Byron? Definitivamente, también hablamos de no hablar y pasar a la acción, ya sabes… pero nada se concretó dije en tono de alarde.
Acompáñame respondió luego de parecer dubitativo por unos segundos. Estiró su mano hacia mi y se la tomé. Algunas veces no estaba mal ventilar las emociones extremas con un poco de calor masculino.
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El sol estaba en su cenit cuando salí de aquellas catacumbas. El brazo aún me dolía, pero luego de vendarlo y lavarlo me di cuenta que no pasaría de mucho más que eso. Me detuve en la plaza principal y abrí la carta de Igor.
Con que Marcel Duschamp… ¡JÁ! Pronto nos volveremos a ver. La vida sabía traer y llevar sorpresas, de eso no había dudas, lo único que me preguntaba en ese momento era si volvería a encontrarme con mi misterioso guardia y en qué situación. Me encogí de hombros y me mezclé entre la gente sin rumbo fijo.
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Re: [trabajo] Rosas salvajes [Epi & Wood]
Una lectura fluida y remunerarte. Me parece que distingues y dotas correctamente de una personalidad única a cada uno de los personajes que manipulaste a lo largo de la trama. Es una lastima que Epilor no hubiese podido continuar, pero me alegra ver que no represento un problema significativo a la hora de desligarte de su intervención y continuar con la labor en solitario.
Como puntos negativos, solo puedo hacer la mención de algunos errores de dedo y, desconozco si se hizo con la intención de resaltar con énfasis alguna característica, pero hay un par de casos donde se hace una muy notable redundancia que, para mí, podrían ser sustituidos con objetivos, por lo que son totalmente innecesarias.
Recompensas:
+400 Aeros
+ 10 puntos base+ 9 por desarrollo=19 puntos de experiencia
+3 puntos de habilidad pasiva en trampas y venenos
No olvides solicitar la suma de los puntos en los apartados correspondientes y añadir la suma de Aeros a tu lista de tareas.
Como puntos negativos, solo puedo hacer la mención de algunos errores de dedo y, desconozco si se hizo con la intención de resaltar con énfasis alguna característica, pero hay un par de casos donde se hace una muy notable redundancia que, para mí, podrían ser sustituidos con objetivos, por lo que son totalmente innecesarias.
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