Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Página 1 de 1. • Comparte
Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
-“Deja la botella” – Indicó Eltrant al hombre que estaba tras la barra después de que este le llenase por segunda vez el vaso que tenía frente a él, el camarero frunció el ceño y dejó la botella frente al tipo de aspecto descuidado y polvoriento que bien podría haber sido un ladrón después de un largo día de trabajo. – “Espero que tengas dinero para pagarla”
Eltrant sonrió cínico ante la reacción del hombre y alzó levemente la copa después de dejar un grupo de Aeros sobre la barra – “Por los recuerdos perdidos” – Le dijo al que parecía ser el dueño del establecimiento antes de bebérse el contenido del vaso de un trago y volver a verter más liquido dentro de él.
Nunca se había considerado el tipo de persona que acostumbra a matarse a base de alcohol en los peores bares de Lunargenta pero después de varios días deambulando entre recuerdos incompletos, decidió que una buena manera de pasar el tiempo, al menos hasta encontrar alguna pista sobre los objetos que el rey dorado le había pedido, era suprimir completamente esos recuerdos, así que la mayor parte de las horas muertas, después de lo sucedido en isla tortuga, las pasaba en distintas tabernas de la ciudad.
Lo que si había pensado era en comprar una oficina desde la que trabajar, tampoco sabían si costaban mucho dinero, en cualquier caso no era exigente, un cuchitril con una puerta en la que colgar un cartel ofreciendo sus servicios le era suficiente; si por algo se caracterizaba su línea de negocio es por ser una en la que le permitía viajar por todo Aerandir, lo cual le daría oportunidades para encontrar los dichosos objetos que había prometido hallar.
El paso firme y decidido de una persona cruzó la habitación hasta detenerse justo tras de él, el mercenario no se giró, siguió contemplando el fondo del vaso en busca de, quizás, alguna de las caras que les habían sido arrebatadas. – “¿Puedo sentarme?” – Aquella pregunta bien podría haber sido una afirmación, pues quien la había formulado se sentó junto al mercenario sin esperar a que ese diese el visto bueno.
-“¿Nos conocemos?” – Inquirió Eltrant, empezaba a odiar aquellas dos palabras, las había tenido que repetir demasiadas veces desde que entró a la ciudad – “No” – Respondió la chica uniformada y de ojos verdes que se había sentado a su lado –“Entonces piérdete” – Contestó Eltrant dándole un largo trago al vaso y, seguidamente, llenándolo de nuevo. –“¿Un mal día?” – La joven parecía reticente a marcharse, al contrario, pidió su propia bebida, la cual tuvo en su mano escuetos segundos más tarde – “Estas muy lejos de los cuarteles soldado” – Dijo Eltrant sin dejar de contemplar el líquido ocre que había en su vaso– “Supongo que tendrás un buen motivo para estar aquí” – Puede el joven estuviese empezando a sentir el efecto del alcohol recorrer su torrente sanguíneo, pero seguía sabiendo identificar un uniforme de la guardia de la ciudad.
La recién llegada le dio un trago a su propia bebida y se encogió de hombros – “¿Necesito algún motivo?” – Eltrant frunció el ceño y se giró hacia ella – “Sí” – Respondió escuetamente, puede que no tuvieses muchos planes más allá de pasarse el resto del día auto compadeciéndose mientras bebía, pero eran sus planes, y aquella mujer estaba empezando a sacarle de sus casillas.
La mujer se limitó a sonreír y a darle otro trago a la bebida, a lo que Eltrant respondió con un suspiró y se llevó la mano hasta la frente – “¿Sabes qué? Haz lo que quieras” – El mercenario volvió a girarse de nuevo justo para ser interrumpido por la recién llegada – “En realidad si… que tengo una razón para estar aquí” – Dejando escapar otro suspiro igual que el anterior dejó caer la cabeza entre sus manos. –“¿Y bien soldado? ¿Qué es lo que quieres de mí?” – La mujer de ojos verdes sonrió y se aclaró la garganta – “Técnicamente soy Cabo…” – “Lo que tú digas Cabo” – Cortó Eltrant –“Pero no tengo todo el día” – La mujer señaló el vaso del mercenario y sonrió –“Yo creo que… bueno… que sí que lo tienes” – Eltrant frunció el ceño a la risueña defensora de la ley, la mujer se limitó a hacer su sonrisa aún más grande.
La guarda volvió a aclararse la garganta y comenzó desde el principio – “Soy la Cabo Emily Winters” – El mercenario arqueó una ceja y siguió escuchando – “Estamos contratando a mercenarios que nos ayuden a atrapar a… bueno, criminales de poca monta, ladrones, pilluelos, borrachos furiosos…” – Eltrant sonrió y se giró de nuevo hacia su bebida – “…Soltar a un grupo de borrachos para que cace a los demás borrachos de la ciudad, la guardia debe de estar bastante peor de lo que vuestros uniformes aparentan”- Contestó escuetamente, la joven infló los mofletes y zarandeó al mercenario –“¡Por favor, tengo que llevar al menos a un voluntario en menos de una hora y ya no me da tiempo a llevar a nadie más! ¡Voy a ser la única encargada sin nadie a quien supervisar!” – Eltrant suspiró y se giró hacia la chica confuso.
-“¿Es que estais haciendo una competición o algo?”- La mujer miró a Eltrant indecisa, como si buscase exactamente que palabras decir, Eltrant se limitó a mirar a la joven y cerró los ojos unos instantes -“¿Si voy contigo me dejas terminarme esta última copa tranquilo?” – La mujer asintió efusivamente y sonrió; lo cierto es que no le importaría alejar la cabeza de sus propios problemas y del alcohol, y unos cuantos Aeros más en el bolsillo nunca están de más.
– “… Voy a acabar arrepintiéndome de esto” – Dijo mientras seguía a Emily fuera del local.
Eltrant sonrió cínico ante la reacción del hombre y alzó levemente la copa después de dejar un grupo de Aeros sobre la barra – “Por los recuerdos perdidos” – Le dijo al que parecía ser el dueño del establecimiento antes de bebérse el contenido del vaso de un trago y volver a verter más liquido dentro de él.
Nunca se había considerado el tipo de persona que acostumbra a matarse a base de alcohol en los peores bares de Lunargenta pero después de varios días deambulando entre recuerdos incompletos, decidió que una buena manera de pasar el tiempo, al menos hasta encontrar alguna pista sobre los objetos que el rey dorado le había pedido, era suprimir completamente esos recuerdos, así que la mayor parte de las horas muertas, después de lo sucedido en isla tortuga, las pasaba en distintas tabernas de la ciudad.
Lo que si había pensado era en comprar una oficina desde la que trabajar, tampoco sabían si costaban mucho dinero, en cualquier caso no era exigente, un cuchitril con una puerta en la que colgar un cartel ofreciendo sus servicios le era suficiente; si por algo se caracterizaba su línea de negocio es por ser una en la que le permitía viajar por todo Aerandir, lo cual le daría oportunidades para encontrar los dichosos objetos que había prometido hallar.
El paso firme y decidido de una persona cruzó la habitación hasta detenerse justo tras de él, el mercenario no se giró, siguió contemplando el fondo del vaso en busca de, quizás, alguna de las caras que les habían sido arrebatadas. – “¿Puedo sentarme?” – Aquella pregunta bien podría haber sido una afirmación, pues quien la había formulado se sentó junto al mercenario sin esperar a que ese diese el visto bueno.
-“¿Nos conocemos?” – Inquirió Eltrant, empezaba a odiar aquellas dos palabras, las había tenido que repetir demasiadas veces desde que entró a la ciudad – “No” – Respondió la chica uniformada y de ojos verdes que se había sentado a su lado –“Entonces piérdete” – Contestó Eltrant dándole un largo trago al vaso y, seguidamente, llenándolo de nuevo. –“¿Un mal día?” – La joven parecía reticente a marcharse, al contrario, pidió su propia bebida, la cual tuvo en su mano escuetos segundos más tarde – “Estas muy lejos de los cuarteles soldado” – Dijo Eltrant sin dejar de contemplar el líquido ocre que había en su vaso– “Supongo que tendrás un buen motivo para estar aquí” – Puede el joven estuviese empezando a sentir el efecto del alcohol recorrer su torrente sanguíneo, pero seguía sabiendo identificar un uniforme de la guardia de la ciudad.
La recién llegada le dio un trago a su propia bebida y se encogió de hombros – “¿Necesito algún motivo?” – Eltrant frunció el ceño y se giró hacia ella – “Sí” – Respondió escuetamente, puede que no tuvieses muchos planes más allá de pasarse el resto del día auto compadeciéndose mientras bebía, pero eran sus planes, y aquella mujer estaba empezando a sacarle de sus casillas.
La mujer se limitó a sonreír y a darle otro trago a la bebida, a lo que Eltrant respondió con un suspiró y se llevó la mano hasta la frente – “¿Sabes qué? Haz lo que quieras” – El mercenario volvió a girarse de nuevo justo para ser interrumpido por la recién llegada – “En realidad si… que tengo una razón para estar aquí” – Dejando escapar otro suspiro igual que el anterior dejó caer la cabeza entre sus manos. –“¿Y bien soldado? ¿Qué es lo que quieres de mí?” – La mujer de ojos verdes sonrió y se aclaró la garganta – “Técnicamente soy Cabo…” – “Lo que tú digas Cabo” – Cortó Eltrant –“Pero no tengo todo el día” – La mujer señaló el vaso del mercenario y sonrió –“Yo creo que… bueno… que sí que lo tienes” – Eltrant frunció el ceño a la risueña defensora de la ley, la mujer se limitó a hacer su sonrisa aún más grande.
La guarda volvió a aclararse la garganta y comenzó desde el principio – “Soy la Cabo Emily Winters” – El mercenario arqueó una ceja y siguió escuchando – “Estamos contratando a mercenarios que nos ayuden a atrapar a… bueno, criminales de poca monta, ladrones, pilluelos, borrachos furiosos…” – Eltrant sonrió y se giró de nuevo hacia su bebida – “…Soltar a un grupo de borrachos para que cace a los demás borrachos de la ciudad, la guardia debe de estar bastante peor de lo que vuestros uniformes aparentan”- Contestó escuetamente, la joven infló los mofletes y zarandeó al mercenario –“¡Por favor, tengo que llevar al menos a un voluntario en menos de una hora y ya no me da tiempo a llevar a nadie más! ¡Voy a ser la única encargada sin nadie a quien supervisar!” – Eltrant suspiró y se giró hacia la chica confuso.
-“¿Es que estais haciendo una competición o algo?”- La mujer miró a Eltrant indecisa, como si buscase exactamente que palabras decir, Eltrant se limitó a mirar a la joven y cerró los ojos unos instantes -“¿Si voy contigo me dejas terminarme esta última copa tranquilo?” – La mujer asintió efusivamente y sonrió; lo cierto es que no le importaría alejar la cabeza de sus propios problemas y del alcohol, y unos cuantos Aeros más en el bolsillo nunca están de más.
– “… Voy a acabar arrepintiéndome de esto” – Dijo mientras seguía a Emily fuera del local.
Última edición por Eltrant Tale el Lun Ene 04 2016, 14:09, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Como había accedido a hacer, siguió a la joven guarda a través de las calles de Lunargenta tenuemente alumbradas por el brillo escarlata de la luna y alguna antorcha que otra inteligentemente colocada.
– “¿Y me puedes decir por qué la guardia no se puede encargar de estos asuntos por su cuenta?” – Eltrant continuó caminando tras la mujer y esquivando a los “amables” transeúntes de Lunargenta, los cuales como de costumbre, respondían con agradables “Cuidado con dónde pisas” y “¿Qué estas mirando pordiosero?”
– “La guardia se puede encargar de sobra de esto” – Comentó Emily sin girar a mirar a la persona que acababa de contratar. – “Solo necesitamos, necesito, que patrulles los lugares que te he dicho, hasta el amanecer” – El mercenario asintió y siguió caminando – “¿Y el motivo es…?” – “El motivo es, Tale, que el tipo de gente que te vas a encargar de atrapar ven venir a un guardia desde lejos” – “Pues no llevéis uniforme” – “Aun así, parece ser, que es fácil detectarnos, llámalo intuición” – Eltrant se atusó la barba y se encogió de hombros, al menos ahora tenía algo de más sentido que una guardia hecha y derecha como aquella mujer, parte del cuerpo de elite de Lunargenta, se hubiese acercado hasta un mercenario que estaba pasando las horas matándose en un bar de mala muerte .
– “Comprendo… ¿Y los que atrape? ¿Qué hago con ellos?” – “Los llevas al cuartel más cercano y preguntas por mí, soy tu supervisora así que, como comprenderás, eres mi responsabilidad, no vayas por ahí matando a gente, por favor” – Eltrant sonrió e hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto – “No prometo nada” – La mujer le dedicó una mirada cargada de seriedad –“¿De verdad piensas que me voy a poner a matar personas por qué sí?” – La guarda volvió a emprender la marcha una vez más – “Te sorprenderías de lo que la gente es capaz de hacer”
No pasó mucho tiempo hasta que se encontró a si mismo patrullando las distintas callejuelas de uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad, no dejaba de parecerle curioso lo que le habían encomendado, aunque a pesar de ello veía comprensible que de vez en cuando contratasen a mercenarios para que se paseasen por ahí en su nombre, aquel sitio tenia ojos por todas partes y un guardia no pasaría desapercibido.
Después de ojear varios comercios, comprar un pan de un tamaño insultantemente descomunal y perder el tiempo comiéndose dicho pan sentado en un banco durante varios largos minutos un grito distante le alertó de que estaba a punto de ganarse los Aeros por los que había accedido a trabajar para la ciudad de Lunargenta.
Con una ligera carrera atravesó a un par de calles en dirección al sonido, no sin tener que apartar a varios de los viandantes que como de costumbre respondieron con insultos e improperios, no dejó de preguntarse qué hacía tanta gente en la calle a esa hora de la noche, y si la mayoría de aquellas personas que respondían de mala gana tenían algún trabajo que realizar al día siguiente.
Para cuando llegó al lugar del que procedían los gritos de auxilio se encontró con una escena que, lamentablemente, era bastante común en Lunargenta después de que cayese la noche; dos individuos habían decidido que no tenían nada mejor que hacer que molestar a una joven que, por algún motivo que no venía al caso, había decidido ir a uno de los peores barrios de la ciudad portando un lujoso colgante con lo que parecían ser gemas engastadas.
-“Caballeros” – Eltrant llamó la atención de los dos hombres que sujetaban a la mujer y trataban de arrebatarle las joyas, los cuales se giraron inmediatamente para ver como el mercenario desenvainaba lentamente su espadón y lo dejaba caer sobre su hombro – “¿Y si nos comportamos como adultos y dejamos a la señorita en paz?” – Eltrant no se podía creer que aquellas palabras estaban saliendo de su boca, pero al fin y al cabo, no todos los días salvaba a alguien de un grupo de bandidos temibles, y de todos modos fingir seguridad siempre daba resultado en estos casos.
-“¿Es que quieres que te partamos las piernas payaso?” – Eltrant arqueó una ceja, parecía que su pequeño pero breve papel de tipo duro no iba a funcionar, el sustito de guarda suspiró y preparó su espada – “Dejadla ir” - Ordenó –“No lo entiendes mentecato, el jefe nos ha ordenado recuperar sus joyas, y eso es lo que vamos a hacer” – Contestó el segundo de los ladrones, el que era bajito con cara de rata y portaba un ridículo peinado estilo mohicano. –“¿Jefe?” – Eltrant avanzó un par de pasos lo que hizo que ambos tipos se pusiesen en guardia.
– “Voy… voy a llevarle esta al jefe, tú encárgate del imbécil este y ve a por las demás chicas, los demás grupos deben de estar acabando.” – El alto comenzó a caminar en dirección opuesta a Eltrant mientras agarraba a la joven de la muñeca, la cual no paraba pedir ayuda y se perdió en la oscuridad del callejón antes de que el mercenario pudiese hacer nada.
Emily le había pedido que no matase a nadie, y tampoco le interesaba mucho hacerlo, pero supuso que no le dirían nada siempre y cuando fuese en defensa propia y estuviese justificado.
– “¿Y me puedes decir por qué la guardia no se puede encargar de estos asuntos por su cuenta?” – Eltrant continuó caminando tras la mujer y esquivando a los “amables” transeúntes de Lunargenta, los cuales como de costumbre, respondían con agradables “Cuidado con dónde pisas” y “¿Qué estas mirando pordiosero?”
– “La guardia se puede encargar de sobra de esto” – Comentó Emily sin girar a mirar a la persona que acababa de contratar. – “Solo necesitamos, necesito, que patrulles los lugares que te he dicho, hasta el amanecer” – El mercenario asintió y siguió caminando – “¿Y el motivo es…?” – “El motivo es, Tale, que el tipo de gente que te vas a encargar de atrapar ven venir a un guardia desde lejos” – “Pues no llevéis uniforme” – “Aun así, parece ser, que es fácil detectarnos, llámalo intuición” – Eltrant se atusó la barba y se encogió de hombros, al menos ahora tenía algo de más sentido que una guardia hecha y derecha como aquella mujer, parte del cuerpo de elite de Lunargenta, se hubiese acercado hasta un mercenario que estaba pasando las horas matándose en un bar de mala muerte .
– “Comprendo… ¿Y los que atrape? ¿Qué hago con ellos?” – “Los llevas al cuartel más cercano y preguntas por mí, soy tu supervisora así que, como comprenderás, eres mi responsabilidad, no vayas por ahí matando a gente, por favor” – Eltrant sonrió e hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto – “No prometo nada” – La mujer le dedicó una mirada cargada de seriedad –“¿De verdad piensas que me voy a poner a matar personas por qué sí?” – La guarda volvió a emprender la marcha una vez más – “Te sorprenderías de lo que la gente es capaz de hacer”
No pasó mucho tiempo hasta que se encontró a si mismo patrullando las distintas callejuelas de uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad, no dejaba de parecerle curioso lo que le habían encomendado, aunque a pesar de ello veía comprensible que de vez en cuando contratasen a mercenarios para que se paseasen por ahí en su nombre, aquel sitio tenia ojos por todas partes y un guardia no pasaría desapercibido.
Después de ojear varios comercios, comprar un pan de un tamaño insultantemente descomunal y perder el tiempo comiéndose dicho pan sentado en un banco durante varios largos minutos un grito distante le alertó de que estaba a punto de ganarse los Aeros por los que había accedido a trabajar para la ciudad de Lunargenta.
Con una ligera carrera atravesó a un par de calles en dirección al sonido, no sin tener que apartar a varios de los viandantes que como de costumbre respondieron con insultos e improperios, no dejó de preguntarse qué hacía tanta gente en la calle a esa hora de la noche, y si la mayoría de aquellas personas que respondían de mala gana tenían algún trabajo que realizar al día siguiente.
Para cuando llegó al lugar del que procedían los gritos de auxilio se encontró con una escena que, lamentablemente, era bastante común en Lunargenta después de que cayese la noche; dos individuos habían decidido que no tenían nada mejor que hacer que molestar a una joven que, por algún motivo que no venía al caso, había decidido ir a uno de los peores barrios de la ciudad portando un lujoso colgante con lo que parecían ser gemas engastadas.
-“Caballeros” – Eltrant llamó la atención de los dos hombres que sujetaban a la mujer y trataban de arrebatarle las joyas, los cuales se giraron inmediatamente para ver como el mercenario desenvainaba lentamente su espadón y lo dejaba caer sobre su hombro – “¿Y si nos comportamos como adultos y dejamos a la señorita en paz?” – Eltrant no se podía creer que aquellas palabras estaban saliendo de su boca, pero al fin y al cabo, no todos los días salvaba a alguien de un grupo de bandidos temibles, y de todos modos fingir seguridad siempre daba resultado en estos casos.
-“¿Es que quieres que te partamos las piernas payaso?” – Eltrant arqueó una ceja, parecía que su pequeño pero breve papel de tipo duro no iba a funcionar, el sustito de guarda suspiró y preparó su espada – “Dejadla ir” - Ordenó –“No lo entiendes mentecato, el jefe nos ha ordenado recuperar sus joyas, y eso es lo que vamos a hacer” – Contestó el segundo de los ladrones, el que era bajito con cara de rata y portaba un ridículo peinado estilo mohicano. –“¿Jefe?” – Eltrant avanzó un par de pasos lo que hizo que ambos tipos se pusiesen en guardia.
– “Voy… voy a llevarle esta al jefe, tú encárgate del imbécil este y ve a por las demás chicas, los demás grupos deben de estar acabando.” – El alto comenzó a caminar en dirección opuesta a Eltrant mientras agarraba a la joven de la muñeca, la cual no paraba pedir ayuda y se perdió en la oscuridad del callejón antes de que el mercenario pudiese hacer nada.
Emily le había pedido que no matase a nadie, y tampoco le interesaba mucho hacerlo, pero supuso que no le dirían nada siempre y cuando fuese en defensa propia y estuviese justificado.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El oscuro manto de la noche había caído ya sobre Lunargenta hacía rato, y como siempre, las atestadas calles principales pronto quedaban casi desiertas, sumidas en el más profundo de los silencios, solo roto por los cánticos de algunos borrachos. Elen, tras una larga jornada de experimentos en su modesta habitación de la posada, había optado por salir a dar un breve paseo y despejarse, cosa que realmente le hacía falta.
Los intensos olores de las diferentes hierbas con que trabajaba habían conseguido marearla, a pesar de la práctica que ya tenía con la alquimia, así que inspiró una gran bocanada de aire nada más cruzar la puerta que llevaba al exterior del local. Sin un rumbo determinado, comenzó a caminar por las zonas centrales de la ciudad, para luego irse desviando hacia los barrios más alejados, aquellos que pertenecían a la población más pobre.
Sabía de sobra que la guardia tenía que encargarse de muchos problemas en la zona, tantos que a veces les superaban, pero aun así no evitó las oscuras callejuelas, no tenía motivos para temer a nadie que pudiera aparecer por allí. La afilada daga descansaba dentro de su funda, y gracias a la capa que portaba, pasaría totalmente desapercibida entre los transeúntes que frecuentaban las calles a aquellas horas tan poco apropiadas. Muchos solo buscaban alguna taberna en la que emborracharse hasta caer redondos, mientras otros vagaban por las calles cercanas al puerto, donde se sabía que trabajaban las damas de compañía.
Ladrones y asesinos también preferían moverse en las sombras, pero éstos solían dirigirse a las catacumbas, lugar que consideraban seguro ya que la guardia no solía pasar por allí. Hacía mucho que la bruja tampoco las visitaba, y tras ver lo engañosas que podían llegar a ser las apariencias allí abajo, prefería mantenerse lo más lejos posible. Sumida en sus pensamientos, la de cabellos cenicientos siguió avanzando a través de las estrechas callejuelas, sin prestar gran atención a cuanto la rodeaba hasta que un repentino grito rompió el silencio reinante.
La voz pertenecía a una mujer, y a juzgar por el volumen debía encontrarse cerca, a un par de calles como mucho. Sin pensárselo dos veces, la benjamina de los Calhoun aligeró el paso, tratando de orientarse para hallar el origen del grito, que no fue complicado de encontrar. La escena pintaba mal, dos individuos retenían a una dama e intentaban arrebatarle algo del cuello, que probablemente fuese algún tipo de colgante vistoso, lo suficiente como para haber atraído la atención de los ladrones.
Sin embargo había otra figura más en el callejón, la de un hombre armado que instaba a los delincuentes a liberar a la mujer, cosa que por supuesto, no fue tomada en cuenta. Aprovechando la momentánea superioridad numérica, el par de extraños decidió dividirse, para que uno se enfrentase al tercero mientras el otro sacaba de allí a la aterrada joven, tirando bruscamente de ella en la dirección en que se encontraba la hechicera.
- Perfecto. - musitó Elen, antes de ocultarse apoyando la espalda contra la pared de una de las viviendas cercanas, posición que le permitiría sorprender a aquel tipo por la espalda en cuanto pasara. La muchacha sollozaba y pedía ayuda, incapaz de oponer resistencia ante su captor, que la superaba considerablemente en fuerza. Nada más doblar la esquina, y como último recurso, la mujer optó por dejarse caer al suelo, sentándose sobre los adoquines y valiéndose así de todo su peso para tratar de ralentizar el avance del individuo que tiraba de ella.
- ¿Qué haces estúpida? ¡Levanta ahora mismo o te llevaré a rastras! - espetó molesto, al tiempo que aumentaba la presión alrededor de la muñeca de la muchacha, cuyos quejidos y sollozos no hicieron sino volverse más escandalosos. Era el momento de actuar. La de ojos verdes no vaciló ni por un instante, se deshizo de los guantes y manipuló su electricidad, para acto seguido asaltar al desgraciado desde atrás, colocando una mano directamente en su cuello y tirando con la otra del brazo del ladrón, para que soltase a la joven.
La descarga hizo el resto, recorriendo por entero el cuerpo del hombre y haciéndole perder el control de sí mismo. - ¿A dónde te crees que ibas? - musitó la maga en voz baja junto a su oreja, justo antes de que el criminal perdiese el conocimiento y se desplomase sobre el suelo. - ¿Te encuentras bien? - preguntó a continuación, mientras ayudaba a la mujer para que pudiese levantarse.
Aún con la respiración alterada, la muchacha tragó saliva y asintió con la cabeza, antes de frotarse la muñeca, donde probablemente no tardaría en salir un cardenal. - No va a despertarse hasta dentro de un par de horas así que tengo algunas preguntas para ti, pero primero veamos qué ha pasado con el otro. - indicó, al tiempo que volvía a enfundarse los guantes. Tras apartar al inconsciente del centro de la calle, ambas avanzaron hacia el lugar en que se había iniciado el incidente, con la esperanza de que el espadachín se hubiese encargado del ladrón restante.
Los intensos olores de las diferentes hierbas con que trabajaba habían conseguido marearla, a pesar de la práctica que ya tenía con la alquimia, así que inspiró una gran bocanada de aire nada más cruzar la puerta que llevaba al exterior del local. Sin un rumbo determinado, comenzó a caminar por las zonas centrales de la ciudad, para luego irse desviando hacia los barrios más alejados, aquellos que pertenecían a la población más pobre.
Sabía de sobra que la guardia tenía que encargarse de muchos problemas en la zona, tantos que a veces les superaban, pero aun así no evitó las oscuras callejuelas, no tenía motivos para temer a nadie que pudiera aparecer por allí. La afilada daga descansaba dentro de su funda, y gracias a la capa que portaba, pasaría totalmente desapercibida entre los transeúntes que frecuentaban las calles a aquellas horas tan poco apropiadas. Muchos solo buscaban alguna taberna en la que emborracharse hasta caer redondos, mientras otros vagaban por las calles cercanas al puerto, donde se sabía que trabajaban las damas de compañía.
Ladrones y asesinos también preferían moverse en las sombras, pero éstos solían dirigirse a las catacumbas, lugar que consideraban seguro ya que la guardia no solía pasar por allí. Hacía mucho que la bruja tampoco las visitaba, y tras ver lo engañosas que podían llegar a ser las apariencias allí abajo, prefería mantenerse lo más lejos posible. Sumida en sus pensamientos, la de cabellos cenicientos siguió avanzando a través de las estrechas callejuelas, sin prestar gran atención a cuanto la rodeaba hasta que un repentino grito rompió el silencio reinante.
La voz pertenecía a una mujer, y a juzgar por el volumen debía encontrarse cerca, a un par de calles como mucho. Sin pensárselo dos veces, la benjamina de los Calhoun aligeró el paso, tratando de orientarse para hallar el origen del grito, que no fue complicado de encontrar. La escena pintaba mal, dos individuos retenían a una dama e intentaban arrebatarle algo del cuello, que probablemente fuese algún tipo de colgante vistoso, lo suficiente como para haber atraído la atención de los ladrones.
Sin embargo había otra figura más en el callejón, la de un hombre armado que instaba a los delincuentes a liberar a la mujer, cosa que por supuesto, no fue tomada en cuenta. Aprovechando la momentánea superioridad numérica, el par de extraños decidió dividirse, para que uno se enfrentase al tercero mientras el otro sacaba de allí a la aterrada joven, tirando bruscamente de ella en la dirección en que se encontraba la hechicera.
- Perfecto. - musitó Elen, antes de ocultarse apoyando la espalda contra la pared de una de las viviendas cercanas, posición que le permitiría sorprender a aquel tipo por la espalda en cuanto pasara. La muchacha sollozaba y pedía ayuda, incapaz de oponer resistencia ante su captor, que la superaba considerablemente en fuerza. Nada más doblar la esquina, y como último recurso, la mujer optó por dejarse caer al suelo, sentándose sobre los adoquines y valiéndose así de todo su peso para tratar de ralentizar el avance del individuo que tiraba de ella.
- ¿Qué haces estúpida? ¡Levanta ahora mismo o te llevaré a rastras! - espetó molesto, al tiempo que aumentaba la presión alrededor de la muñeca de la muchacha, cuyos quejidos y sollozos no hicieron sino volverse más escandalosos. Era el momento de actuar. La de ojos verdes no vaciló ni por un instante, se deshizo de los guantes y manipuló su electricidad, para acto seguido asaltar al desgraciado desde atrás, colocando una mano directamente en su cuello y tirando con la otra del brazo del ladrón, para que soltase a la joven.
La descarga hizo el resto, recorriendo por entero el cuerpo del hombre y haciéndole perder el control de sí mismo. - ¿A dónde te crees que ibas? - musitó la maga en voz baja junto a su oreja, justo antes de que el criminal perdiese el conocimiento y se desplomase sobre el suelo. - ¿Te encuentras bien? - preguntó a continuación, mientras ayudaba a la mujer para que pudiese levantarse.
Aún con la respiración alterada, la muchacha tragó saliva y asintió con la cabeza, antes de frotarse la muñeca, donde probablemente no tardaría en salir un cardenal. - No va a despertarse hasta dentro de un par de horas así que tengo algunas preguntas para ti, pero primero veamos qué ha pasado con el otro. - indicó, al tiempo que volvía a enfundarse los guantes. Tras apartar al inconsciente del centro de la calle, ambas avanzaron hacia el lugar en que se había iniciado el incidente, con la esperanza de que el espadachín se hubiese encargado del ladrón restante.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
La gris y fortificada Lunargenta, aquella ciudad que regía como la sede de poder de la raza humana de la que el cibernético no podría estar mas desilusionado con su sociedad. A veces podía encontrar personas amables y que merecían de su cortesía incluso por los callejones de Lunargenta, pero la verdad era que muchos no merecían la ayuda de la máquina. Bebedores, damas de compañía y en ocasiones, guardias corruptos que con suerte apenas eran rasos. No solo por la corrupción que provocaba vergüenza ajena de la raza que creó al cibernético, si no por los vagos recuerdos de su escape de aquella mansión en llamas. Había pasado un largo tiempo después de ese acontecimiento que parecía una mancha entre las travesías que Sajin había vivido o al menos eso quería indicar, pero la verdad era que Lunargenta solía dejarle un mal sabor a la realista perspectiva de un ser que solo sabe lo que tiene programado en su cabeza.
Había abierto sus pestañas lentamente al momento de haber descansado, solía descansar en posadas o en ocasiones era aceptado en cabañas por familias de aldeanos presumiendo tener un caballero en su casa. Muchos humanos no tenían conocimientos exactos de lo que era, después de todo, los bio-cibernéticos eran tan extraños que a diferencia de los hombres-bestia o licántropos, aún se les consideraba fuera de este mundo. Tal vez por eso causaba ese interés que, en ocasiones, solía meterlo en líos. A su suerte, levantarse a aquellas horas no eran habituales en el cibernético, pero por lo menos había escapado de algún infortunio. La gente que siempre trataba de matarlo en cada viaje, que trataba de engañarlo, desconocía exactamente si los análisis que daba a las situaciones que cruzaba lo habían hecho paranoico o inseguro de sí mismo.
Se levantó de la cama que había ofrecido la dueña de la posada, que por obra del destino se cruzó en su camino mientras iba bajando por la escalera. La mujer pese a lo solidaria que parecía ser a primera vista y por su pequeña estatura, se puso rebelde por el tiempo en que Sajin había quedado dormido durante todo el día en su taberna, notándose en su mirada clavada en él que denotaba más de una emoción y sus manos apretando el asta de la escoba. Sajin se percató debajo de la escalera a las personas bebiendo y calentándose con el fuego de la chimenea, las ventanas estaban ennegrecidas por el manto de la noche.
— ¿Cuánto tiempo he estado dormido, humana? —Preguntó, dobló su cuello a un costado para sonarse las vértebras.
— Oh, ¿ahora está despierto? al fin. —Respondió con un tono un tanto alterado.— Lleva más de ocho horas durmiendo, ¿¡no piensa dejar la habitación!? ¡Que Freyja me de paciencia, chico, tengo más clientes! —Daba pequeños golpes con la escoba al cuerpo acorazado del cibernético, la mujer trataba de golpear con más fuerza como si se tratase de una rata que había salido de su escondite. — ¡Paga y lárgate de aquí, demonios! He sido muy ingenua en acobijar a indigentes.
La mirada de la mujer no se percató en ningún momento del desenvaine de la espada del cibernético en breve, la cual siempre yacía a su lado en uno de sus compartimientos. El corte dividió el asta de la escoba en dos y erizo los pelos de miedo al ver aquella espada reluciendo con la luz del fuego de la chimenea cerca de su cuello, quedando despavorida pese a que trató con hostilidad y rebeldía al cibernético. Indiferente a ello, Sajin había guardado su espada como si nada hubiese pasado en aquel lugar y mientras que la mujer, veía atónita y con terror al espadachín, este había decidido salir de su posada como quería tras haber bajado las escaleras de las que la mujer no había dedicado ni la mas mínima contención.
Notó a su viejo y lanudo perro dormir al lado de unos barriles cerca de la posada, que no se distanciaba mucho del puerto de Lunargenta en donde podían encontrarse lujuria y vicios por doquier. Su fiel compañero alzó su hocico y abrió sus ojos poco después de escuchar el sonido de la puerta abrirse con su metálico amo por delante, lo cual le hizo hacer mover su cola lado a lado de la alegría. Sin dedicarle alguna caricia o mimo, el cibernético habló tan frío y cordial a su perro como a una persona.
— Sardinas, parece que habéis estado durmiendo igual que yo por mucho. —Dijo, viendo las estrellas en el cielo.— No he vuelto a viajar en algún paisaje onírico como en ese sueño. Pero lo mejor será solamente continuar nuestro viaje.
Se encamino por los callejones oscuros y pobres de Lunargenta, en los que había ido por alusión a un reconfortante descanso luego de cruzar desafíos en el Camino de la espada. Primero había caído en el hecho de generalizar a los humanos como criaturas miserables y ahora, solo se cuestionaba lo que era soñar para una máquina. Pronto, escuchó diversas voces conflictivas entre unas a otras junto con escandalosos quejidos de una joven. La descortesía en aquella discusión pronto parecía indicar un enfrentamiento como desenlace final. escuchó unas palabras por delante mientras que el manto de oscuridad lo envolvía en aquel callejón en las que las antorchas ya no alumbraban más.
— Patanes, ¡dejen de arruinarlo todo! —Comentó el desagradable hombre de baja estatura, al tiempo que desenvainaba su daga mientras que lamía su labio inferior de una forma desagradable y que dejaba mucho que decir de él. En el momento en el que aquel sujeto se ponía en una posición de combate que no parecía ser digna siquiera de un combatiente de armas cortas, la luz roja de la mira telescópica del cibernético se notaba en el manto de sombras tras las espaldas del grotesco enano.
Agarró la mano armada del bribón y le dibujó un leve tajo a un costado de su boca con su propia arma, dejando una herida que pronto se pintaba al rojo vivo e hizo que se desorientase para tapar su boca de la sangre. El cibernético le giró la muñeca al tiempo que hizo caer la daga ensangrentada de su propio dueño que lanzaba maldiciones de sea lo que fuese que tuviese a sus espaldas. — ¿¡Quién mierdas esta ahí?! ¡Sal, cobarde!—Gritó, desesperado viendo como la sangre caía de un costado de su boca y no paraba de escurrirse entre sus dedos. — ¡Cuando me zafe de esto te mataré!
La amenaza del ladrón fue respondida con el giro de su muñeca y pronto unos huesos rotos en ella. Sus dientes, parecidos a los de una rata, mordían su labio inferior para tratar de contener el dolor y verse valiente cuando no lo era. Como si se tratase de una pluma, el cibernético lanzó al enano hacía la pared de manera brusca con una de sus manos y caminó hacia la luz de las antorchas junto con su perro, notando a un grupo de tres personas, a la que solo a la mujer de cabellos emblanquecidos fijó su mira telescópica.
— Elen, mi historial tiene en cuenta que no nos hemos visto durante mucho. Sin embargo, parece que os habéis topado con gente que no resultan conocidas para mi base de datos. ¿Ustedes quiénes sois, humanos?
Había abierto sus pestañas lentamente al momento de haber descansado, solía descansar en posadas o en ocasiones era aceptado en cabañas por familias de aldeanos presumiendo tener un caballero en su casa. Muchos humanos no tenían conocimientos exactos de lo que era, después de todo, los bio-cibernéticos eran tan extraños que a diferencia de los hombres-bestia o licántropos, aún se les consideraba fuera de este mundo. Tal vez por eso causaba ese interés que, en ocasiones, solía meterlo en líos. A su suerte, levantarse a aquellas horas no eran habituales en el cibernético, pero por lo menos había escapado de algún infortunio. La gente que siempre trataba de matarlo en cada viaje, que trataba de engañarlo, desconocía exactamente si los análisis que daba a las situaciones que cruzaba lo habían hecho paranoico o inseguro de sí mismo.
Se levantó de la cama que había ofrecido la dueña de la posada, que por obra del destino se cruzó en su camino mientras iba bajando por la escalera. La mujer pese a lo solidaria que parecía ser a primera vista y por su pequeña estatura, se puso rebelde por el tiempo en que Sajin había quedado dormido durante todo el día en su taberna, notándose en su mirada clavada en él que denotaba más de una emoción y sus manos apretando el asta de la escoba. Sajin se percató debajo de la escalera a las personas bebiendo y calentándose con el fuego de la chimenea, las ventanas estaban ennegrecidas por el manto de la noche.
— ¿Cuánto tiempo he estado dormido, humana? —Preguntó, dobló su cuello a un costado para sonarse las vértebras.
— Oh, ¿ahora está despierto? al fin. —Respondió con un tono un tanto alterado.— Lleva más de ocho horas durmiendo, ¿¡no piensa dejar la habitación!? ¡Que Freyja me de paciencia, chico, tengo más clientes! —Daba pequeños golpes con la escoba al cuerpo acorazado del cibernético, la mujer trataba de golpear con más fuerza como si se tratase de una rata que había salido de su escondite. — ¡Paga y lárgate de aquí, demonios! He sido muy ingenua en acobijar a indigentes.
La mirada de la mujer no se percató en ningún momento del desenvaine de la espada del cibernético en breve, la cual siempre yacía a su lado en uno de sus compartimientos. El corte dividió el asta de la escoba en dos y erizo los pelos de miedo al ver aquella espada reluciendo con la luz del fuego de la chimenea cerca de su cuello, quedando despavorida pese a que trató con hostilidad y rebeldía al cibernético. Indiferente a ello, Sajin había guardado su espada como si nada hubiese pasado en aquel lugar y mientras que la mujer, veía atónita y con terror al espadachín, este había decidido salir de su posada como quería tras haber bajado las escaleras de las que la mujer no había dedicado ni la mas mínima contención.
Notó a su viejo y lanudo perro dormir al lado de unos barriles cerca de la posada, que no se distanciaba mucho del puerto de Lunargenta en donde podían encontrarse lujuria y vicios por doquier. Su fiel compañero alzó su hocico y abrió sus ojos poco después de escuchar el sonido de la puerta abrirse con su metálico amo por delante, lo cual le hizo hacer mover su cola lado a lado de la alegría. Sin dedicarle alguna caricia o mimo, el cibernético habló tan frío y cordial a su perro como a una persona.
— Sardinas, parece que habéis estado durmiendo igual que yo por mucho. —Dijo, viendo las estrellas en el cielo.— No he vuelto a viajar en algún paisaje onírico como en ese sueño. Pero lo mejor será solamente continuar nuestro viaje.
Se encamino por los callejones oscuros y pobres de Lunargenta, en los que había ido por alusión a un reconfortante descanso luego de cruzar desafíos en el Camino de la espada. Primero había caído en el hecho de generalizar a los humanos como criaturas miserables y ahora, solo se cuestionaba lo que era soñar para una máquina. Pronto, escuchó diversas voces conflictivas entre unas a otras junto con escandalosos quejidos de una joven. La descortesía en aquella discusión pronto parecía indicar un enfrentamiento como desenlace final. escuchó unas palabras por delante mientras que el manto de oscuridad lo envolvía en aquel callejón en las que las antorchas ya no alumbraban más.
— Patanes, ¡dejen de arruinarlo todo! —Comentó el desagradable hombre de baja estatura, al tiempo que desenvainaba su daga mientras que lamía su labio inferior de una forma desagradable y que dejaba mucho que decir de él. En el momento en el que aquel sujeto se ponía en una posición de combate que no parecía ser digna siquiera de un combatiente de armas cortas, la luz roja de la mira telescópica del cibernético se notaba en el manto de sombras tras las espaldas del grotesco enano.
Agarró la mano armada del bribón y le dibujó un leve tajo a un costado de su boca con su propia arma, dejando una herida que pronto se pintaba al rojo vivo e hizo que se desorientase para tapar su boca de la sangre. El cibernético le giró la muñeca al tiempo que hizo caer la daga ensangrentada de su propio dueño que lanzaba maldiciones de sea lo que fuese que tuviese a sus espaldas. — ¿¡Quién mierdas esta ahí?! ¡Sal, cobarde!—Gritó, desesperado viendo como la sangre caía de un costado de su boca y no paraba de escurrirse entre sus dedos. — ¡Cuando me zafe de esto te mataré!
La amenaza del ladrón fue respondida con el giro de su muñeca y pronto unos huesos rotos en ella. Sus dientes, parecidos a los de una rata, mordían su labio inferior para tratar de contener el dolor y verse valiente cuando no lo era. Como si se tratase de una pluma, el cibernético lanzó al enano hacía la pared de manera brusca con una de sus manos y caminó hacia la luz de las antorchas junto con su perro, notando a un grupo de tres personas, a la que solo a la mujer de cabellos emblanquecidos fijó su mira telescópica.
— Elen, mi historial tiene en cuenta que no nos hemos visto durante mucho. Sin embargo, parece que os habéis topado con gente que no resultan conocidas para mi base de datos. ¿Ustedes quiénes sois, humanos?
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
-“¿Por qué os gusta complicar tanto las cosas?” – El mercenario suspiró y se pasó la mano libre por el pelo, no tenía tiempo que pensar que hacer, los gritos de la muchacha cada vez eran más distantes y aquel pequeño hombre no parecía dispuesto a dejar pasar a Eltrant.
Desenvainando una daga, el individuo con cara de roedor seguía convencido de que el mercenario, aun blandiendo una espada de dimensiones bastante mayores que las del cuchillo que él portaba, no iba a ser rival para él. – “No me dejas otra alternativa” – El joven frunció el ceño y se posicionó para embestir al ladrón, simplemente le pasaría por encima e iría tras el que se ha llevado a la chica.
Sin embargo el mercenario no previó que una sombra aparecería de la nada y, sin esfuerzo alguno, intervendría entre él y el pequeño ladrón con peinado mohicano. – “¿Amigo tuyo?" – Preguntó Eltrant al ladrón cuando este cayó al suelo con una herida sangrante cruzando su rostro y su mano útil claramente rota.
Sin bajar la guardia el joven encaró ahora al misterioso asaltante que se había encargado del ladrón; no sabía porque estaba allí ni que pretendía, debía ser prudente, por su aspecto solo podía ser uno de los muchos Bio-Cibernéticos que abundaban en las calles de Lunargenta, aunque el que tenía enfrente estaba claro que distaba mucho de ser uno de esos agradables seres que ayudaban a los humanos en muchas de sus tareas cotidianas.
Y por algún motivo que a Eltrant le escapaba le acompañaba un perro.
-“¿Y tú eres…?” – El Cibernético no llegó a responder a la pregunta pues este se dirigió hacia una segunda persona que al parecer, había irrumpido en la escena sin que Eltrant se percatara de ello, una bella joven de cabellos blanquecinos y profundos ojos verdes traía consigo a la chica que había sido raptada frente a sus ojos; había estado tan concentrado, primero en el ladrón que ahora se lamentaba en el suelo entre insultos y luego en el Cibernético que tenía frente a él, que no había notado que los distantes gritos de auxilio de la muchacha habían cesado.
-“Euh… Eltrant… Eltrant Tale” – Dijo como toda presentación al cibernético, que se había preocupado por saber su nombre, al menos aquello le indicó que no era un enemigo, y si lo era, era de los educados.
– “Disculpadme un segundo” – Dijo a los dos presentes, de algún modo aquellas dos personas se conocían, se estarían poniendo al día, quizás; no le apetecía involucrarse en asuntos que no eran de su incumbencia. El mercenario entonces, un poco reticente a dar la espalda a los dos recién llegados envainó la espada y se acercó al herido en un par de largos pasos.
Le preocupaba un poco que al final resultase que tanto la mujer como el cibernético fuesen hostiles, pero por lo pronto la chica había, de algún modo, rescatado a la muchacha que portaba el colgante de joyas y el Bio por otro lado se había deshecho fácilmente del tipo al que estaba a punto de encarar; así que decidió pensar que no iban a atacarle.
– “Antes de… esto” – Señaló la herida que aquel tipo tenía en la cara y no paraba de sangrar – “Has mencionado a otros grupos, unos que estarían acabando” – Eltrant se arrodilló junto al hombre herido, que no paraba de soltar maldiciones e insultos hacia el que le había roto la mano – “¿Dónde están?” –Preguntó, en realidad podría acabar con el trabajo y cobrarse unos Aeros muy fácilmente entregando a aquel ladrón a la guardia, pero el hecho de que hubiese más chicas como la que había rescatado la mujer de cabellos blanco le preocupaba, no sabía que iban a hacer aquellos tipo con las mujeres, pero tenía la certeza de que no iba a ser nada agradable.
El lesionado no pareció oír la pregunta del joven, o no quiso escucharla, Eltrant frunció el ceño y tomó la mano rota para a continuación presionar ligeramente, lo cual hizo que el hombre gritara de dolor.
– “¿Tengo ya tu atención? Perfecto” – El hombre insultó a los ancestros del mercenario y le miró henchido de odio, el mercenario no hizo sino sonreír ante esto – “Sí, sí, lo que tú digas” – Eltrant volvió a hacer presión en la mano rota, causando el mismo efecto que antes –“¿Y bien?” – “¡El jefe te va a sacar las tripas! ¡A ti y a tu amigo de hojalata!” – Eltrant volvió a sonreír – “No me digas ¿Y dónde dices que esta esté jefe del que tanto hablas?” – “¡Antes muerto!” – El mercenario suspiró y volvió a hacer presión sobre la mano rota del hombre, que volvió a gritar – “¡Unos almacenes! Cerca del puerto, ahí está el segundo grupo” – Cuando el ladrón hubo acabado esta frase Eltrant liberó su mano y se levantó -“Muchas gracias, ¿Ves como no ha sido tan difícil?” – Dicho esto le propinó una fuerte patada que le terminó de dejar fuera de combate.
Una vez hecho esto se giró hacia las dos personas que habían acudido, como él, en ayuda de la chica – “Siento… esto” – Se disculpó atusándose la barba nervioso, no solía trabajar así, al menos no recordaba haberlo hecho nunca; había muchas cosas que no recordaba – “Eltrant Tale” – El mercenario se presentó ante los dos oyentes ahora con una sonrisa – “Gracias por ayudarme a lidiar con esto. ¿Vuestros nombres son?” – Eltrant agradeció a ambos la ayuda que, aunque no hubiese sido predeterminada, nunca estaba de más.
– “¿Te encuentras bien?” – Preguntó ahora a la joven que estaba ocultándose tras la peliblanca.
Desenvainando una daga, el individuo con cara de roedor seguía convencido de que el mercenario, aun blandiendo una espada de dimensiones bastante mayores que las del cuchillo que él portaba, no iba a ser rival para él. – “No me dejas otra alternativa” – El joven frunció el ceño y se posicionó para embestir al ladrón, simplemente le pasaría por encima e iría tras el que se ha llevado a la chica.
Sin embargo el mercenario no previó que una sombra aparecería de la nada y, sin esfuerzo alguno, intervendría entre él y el pequeño ladrón con peinado mohicano. – “¿Amigo tuyo?" – Preguntó Eltrant al ladrón cuando este cayó al suelo con una herida sangrante cruzando su rostro y su mano útil claramente rota.
Sin bajar la guardia el joven encaró ahora al misterioso asaltante que se había encargado del ladrón; no sabía porque estaba allí ni que pretendía, debía ser prudente, por su aspecto solo podía ser uno de los muchos Bio-Cibernéticos que abundaban en las calles de Lunargenta, aunque el que tenía enfrente estaba claro que distaba mucho de ser uno de esos agradables seres que ayudaban a los humanos en muchas de sus tareas cotidianas.
Y por algún motivo que a Eltrant le escapaba le acompañaba un perro.
-“¿Y tú eres…?” – El Cibernético no llegó a responder a la pregunta pues este se dirigió hacia una segunda persona que al parecer, había irrumpido en la escena sin que Eltrant se percatara de ello, una bella joven de cabellos blanquecinos y profundos ojos verdes traía consigo a la chica que había sido raptada frente a sus ojos; había estado tan concentrado, primero en el ladrón que ahora se lamentaba en el suelo entre insultos y luego en el Cibernético que tenía frente a él, que no había notado que los distantes gritos de auxilio de la muchacha habían cesado.
-“Euh… Eltrant… Eltrant Tale” – Dijo como toda presentación al cibernético, que se había preocupado por saber su nombre, al menos aquello le indicó que no era un enemigo, y si lo era, era de los educados.
– “Disculpadme un segundo” – Dijo a los dos presentes, de algún modo aquellas dos personas se conocían, se estarían poniendo al día, quizás; no le apetecía involucrarse en asuntos que no eran de su incumbencia. El mercenario entonces, un poco reticente a dar la espalda a los dos recién llegados envainó la espada y se acercó al herido en un par de largos pasos.
Le preocupaba un poco que al final resultase que tanto la mujer como el cibernético fuesen hostiles, pero por lo pronto la chica había, de algún modo, rescatado a la muchacha que portaba el colgante de joyas y el Bio por otro lado se había deshecho fácilmente del tipo al que estaba a punto de encarar; así que decidió pensar que no iban a atacarle.
– “Antes de… esto” – Señaló la herida que aquel tipo tenía en la cara y no paraba de sangrar – “Has mencionado a otros grupos, unos que estarían acabando” – Eltrant se arrodilló junto al hombre herido, que no paraba de soltar maldiciones e insultos hacia el que le había roto la mano – “¿Dónde están?” –Preguntó, en realidad podría acabar con el trabajo y cobrarse unos Aeros muy fácilmente entregando a aquel ladrón a la guardia, pero el hecho de que hubiese más chicas como la que había rescatado la mujer de cabellos blanco le preocupaba, no sabía que iban a hacer aquellos tipo con las mujeres, pero tenía la certeza de que no iba a ser nada agradable.
El lesionado no pareció oír la pregunta del joven, o no quiso escucharla, Eltrant frunció el ceño y tomó la mano rota para a continuación presionar ligeramente, lo cual hizo que el hombre gritara de dolor.
– “¿Tengo ya tu atención? Perfecto” – El hombre insultó a los ancestros del mercenario y le miró henchido de odio, el mercenario no hizo sino sonreír ante esto – “Sí, sí, lo que tú digas” – Eltrant volvió a hacer presión en la mano rota, causando el mismo efecto que antes –“¿Y bien?” – “¡El jefe te va a sacar las tripas! ¡A ti y a tu amigo de hojalata!” – Eltrant volvió a sonreír – “No me digas ¿Y dónde dices que esta esté jefe del que tanto hablas?” – “¡Antes muerto!” – El mercenario suspiró y volvió a hacer presión sobre la mano rota del hombre, que volvió a gritar – “¡Unos almacenes! Cerca del puerto, ahí está el segundo grupo” – Cuando el ladrón hubo acabado esta frase Eltrant liberó su mano y se levantó -“Muchas gracias, ¿Ves como no ha sido tan difícil?” – Dicho esto le propinó una fuerte patada que le terminó de dejar fuera de combate.
Una vez hecho esto se giró hacia las dos personas que habían acudido, como él, en ayuda de la chica – “Siento… esto” – Se disculpó atusándose la barba nervioso, no solía trabajar así, al menos no recordaba haberlo hecho nunca; había muchas cosas que no recordaba – “Eltrant Tale” – El mercenario se presentó ante los dos oyentes ahora con una sonrisa – “Gracias por ayudarme a lidiar con esto. ¿Vuestros nombres son?” – Eltrant agradeció a ambos la ayuda que, aunque no hubiese sido predeterminada, nunca estaba de más.
– “¿Te encuentras bien?” – Preguntó ahora a la joven que estaba ocultándose tras la peliblanca.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Para cuando la bruja y su nerviosa acompañante llegaron al punto en que se había iniciado el conflicto, el segundo ladrón yacía ya sobre los adoquines de la calle, dolorido y furioso, lo suficiente como para seguir maldiciendo a pesar de haber perdido la pelea. Sin alzar la vista aún hacia el resto de figuras, la de ojos verdes cruzó los brazos sobre el pecho y esbozó una leve sonrisa, al menos tendrían un sujeto del que obtener información.
- Me alegra ver que éste aún está despierto, al otro lo he dejado inconsciente en el callejón y no se podrá sacar nada de él durante unas horas. - informó, al tiempo que apartaba la mirada del malhechor para echar un vistazo a quien lo había detenido. Lo primero que la sorprendió fue que no estuviera solo el hombre al que ya había visto, aquel que había instado a los delincuentes a soltar a la muchacha, pero sin duda lo que menos esperaba era reconocer a quien lo acompañaba.
Se trataba de Sajin, el bio-cibernético que la había ayudado en el pantano tiempo atrás, cuando tuvo que enfrentarse a los asaltantes de caminos para recuperar las materias primas de un mercader de la ciudad. Para Elen ver un rostro conocido en la escena resultaba tranquilizador, pero no podía dejar de preguntarse ¿qué estaría haciendo allí a unas horas tan intempestivas? Cuestión que cualquiera de los presentes también podría plantearse sobre ella.
Dejando esos pensamientos de lado, se centró por un momento en el otro caballero, que tras desvelar su nombre para responder al bio, pidió disculpas y se acercó al ladrón. Iba armado y tenía la apariencia de un guerrero, lo cual encajaba bastante con un humano, pero de momento no descartaría que pudiese pertenecer a otra raza, más de una vez se había llevado una sorpresa inesperada.
Eltrant tomó las riendas de la situación y comenzó a interrogar al hombrecillo, que se mostró poco dispuesto a colaborar hasta que el de cabellos castaños hizo uso de la fuerza. Pero teniendo en cuenta lo deshonroso de sus actos, tras asaltar cobardemente a una mujer indefensa con a saber qué intenciones, los gritos de aquel individuo no despertarían la compasión de nadie. Es más, si no se decidía a cooperar pronto la hechicera tomaría cartas en el asunto, dándole a probar alguna que otra descarga.
Sin embargo esto no fue necesario, un poco de presión en la mano ya dañada bastó para soltarle la lengua y que rebelase la posición de otro grupo, que seguramente también estaría asaltando y raptando chicas de las calles. Una contundente patada terminó con la charla, dejando fuera de combate al criminal, que sin duda se arrepentiría de haber participado en algo semejante, o al menos de que lo hubiesen pillado.
- Se lo merecía. - comentó la bruja, tras escuchar las disculpas de Eltrant. Los años habían convertido a la joven en una persona dura, que ya no vacilaba a la hora de administrar justicia ni tampoco a la de matar, siempre y cuando esto último fuese inevitable. - No ha sido nada, me llamo Elen, Elen Calhoun. - respondió para presentarse, con un tono algo más amable. - Sí que ha pasado tiempo desde la última vez, pero como ves Lunargenta es un pañuelo. - añadió, dirigiéndose esta vez hacia Sajin.
La muchacha, notablemente aliviada tras ver como los dos agresores que habían tratado de atacarla yacían inconscientes, salió a medias desde detrás de la hechicera y pudo respirar con tranquilidad. - Estoy bien, muchas gracias. - contestó, cubriéndose el vistoso colgante con la mano, como si aquel objeto aún pudiese meterla en otro lío. - No sé qué habría sido de mí si no llegan a aparecer. - agregó, tras un par de segundos.
- El hombrecillo mencionó unos almacenes cerca del puerto, si hay más chicas retenidas allí habrá que darse prisa. - intervino la de ojos verdes, aunque no tenía claro que el resto quisiera meterse en más problemas aquella noche. - Conociendo la fama de la zona no creo que la guardia ande lejos, con algo de suerte darás con ellos y podrás guiarlos hasta aquí para que arresten a este par de desgraciados. - prosiguió, dando instrucciones a la joven.
No había tiempo que perder y lo sabía, así que tras cruzar las palabras pertinentes con el resto, para determinar si Eltrant o Sajin decidían sumarse a la misión, emprendería el camino.
- Me alegra ver que éste aún está despierto, al otro lo he dejado inconsciente en el callejón y no se podrá sacar nada de él durante unas horas. - informó, al tiempo que apartaba la mirada del malhechor para echar un vistazo a quien lo había detenido. Lo primero que la sorprendió fue que no estuviera solo el hombre al que ya había visto, aquel que había instado a los delincuentes a soltar a la muchacha, pero sin duda lo que menos esperaba era reconocer a quien lo acompañaba.
Se trataba de Sajin, el bio-cibernético que la había ayudado en el pantano tiempo atrás, cuando tuvo que enfrentarse a los asaltantes de caminos para recuperar las materias primas de un mercader de la ciudad. Para Elen ver un rostro conocido en la escena resultaba tranquilizador, pero no podía dejar de preguntarse ¿qué estaría haciendo allí a unas horas tan intempestivas? Cuestión que cualquiera de los presentes también podría plantearse sobre ella.
Dejando esos pensamientos de lado, se centró por un momento en el otro caballero, que tras desvelar su nombre para responder al bio, pidió disculpas y se acercó al ladrón. Iba armado y tenía la apariencia de un guerrero, lo cual encajaba bastante con un humano, pero de momento no descartaría que pudiese pertenecer a otra raza, más de una vez se había llevado una sorpresa inesperada.
Eltrant tomó las riendas de la situación y comenzó a interrogar al hombrecillo, que se mostró poco dispuesto a colaborar hasta que el de cabellos castaños hizo uso de la fuerza. Pero teniendo en cuenta lo deshonroso de sus actos, tras asaltar cobardemente a una mujer indefensa con a saber qué intenciones, los gritos de aquel individuo no despertarían la compasión de nadie. Es más, si no se decidía a cooperar pronto la hechicera tomaría cartas en el asunto, dándole a probar alguna que otra descarga.
Sin embargo esto no fue necesario, un poco de presión en la mano ya dañada bastó para soltarle la lengua y que rebelase la posición de otro grupo, que seguramente también estaría asaltando y raptando chicas de las calles. Una contundente patada terminó con la charla, dejando fuera de combate al criminal, que sin duda se arrepentiría de haber participado en algo semejante, o al menos de que lo hubiesen pillado.
- Se lo merecía. - comentó la bruja, tras escuchar las disculpas de Eltrant. Los años habían convertido a la joven en una persona dura, que ya no vacilaba a la hora de administrar justicia ni tampoco a la de matar, siempre y cuando esto último fuese inevitable. - No ha sido nada, me llamo Elen, Elen Calhoun. - respondió para presentarse, con un tono algo más amable. - Sí que ha pasado tiempo desde la última vez, pero como ves Lunargenta es un pañuelo. - añadió, dirigiéndose esta vez hacia Sajin.
La muchacha, notablemente aliviada tras ver como los dos agresores que habían tratado de atacarla yacían inconscientes, salió a medias desde detrás de la hechicera y pudo respirar con tranquilidad. - Estoy bien, muchas gracias. - contestó, cubriéndose el vistoso colgante con la mano, como si aquel objeto aún pudiese meterla en otro lío. - No sé qué habría sido de mí si no llegan a aparecer. - agregó, tras un par de segundos.
- El hombrecillo mencionó unos almacenes cerca del puerto, si hay más chicas retenidas allí habrá que darse prisa. - intervino la de ojos verdes, aunque no tenía claro que el resto quisiera meterse en más problemas aquella noche. - Conociendo la fama de la zona no creo que la guardia ande lejos, con algo de suerte darás con ellos y podrás guiarlos hasta aquí para que arresten a este par de desgraciados. - prosiguió, dando instrucciones a la joven.
No había tiempo que perder y lo sabía, así que tras cruzar las palabras pertinentes con el resto, para determinar si Eltrant o Sajin decidían sumarse a la misión, emprendería el camino.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tras haber salido de las sombras, el bio-cibernético tenía recostado el torso de la mano en el pomo de su espada. Pese a que identificaba a la hechicera de aquella vez en los frondosos bosques del este como una aliada más, todavía yacía inseguro del porvenir de algún aliado más de aquel ladrón presente en ese callejón. Era costumbre que soliese encontrar un grupo mucho más amplio, mayormente de bandidos, pero parecían ser tan solo unos simples y miseros ladrones. Pero a pesar de todo, el ladrón de aspecto desagradable y dientudo como una rata, aún seguía persistente con querer salirse con la suya. Su mano rota estaba postrada a su lado mientras se acariciaba la cabeza tras el golpe que Sajin le había ofrecido tras haberlo arrojado, no había sido su intención dejarlo todavía consciente.
— ¿Habéis preguntado sobre mi, humano? —Clavó su mirada sobre el chico conocido como Eltrant Tale. Su mirada telescópica lo apuntó sobre todas las demás cosas en el lugar, escaneando su aspecto de forma inconsciente. — Soy un espadachín. —Bajó su mirada hacia su perro, siempre con aquel aspecto deplorable y callejero, lamiendo la sangre de la boca del ladrón al punto de molestarlo. El ladrón intentaba insistentemente apartar a su perro de su rostro mientras le lamía, aún así soltando maldiciones e insultos por doquier de los cuales, tanto él como su amo se veían completamente indiferentes al rastrero vocablo del ladronzuelo.
Aún así, la mujer seguía atónita frente aquel misero intento de robo que no había funcionado en lo absoluto. Ahora estaba al cuidado de la hechicera, de la que conocía totalmente su experiencia tras vagos recuerdos del cometido entre los bandidos que alguna vez tuvieron la descarada idea de robar materiales importantes para el cliente de la bruja. En cambio, el joven Tale no era alguien que le pareciese conocido siquiera en sus más miseros recuerdos que podía tener de sus episodios psicóticos mas trastornados. Pese a ello, le recordaba a cualquier humano más, con una espada mucho más grande que el sable viejo del cibernético. Aún cuando ambos sujetos habían quedado fuera de combate, se percató de que Eltrant tenía la dicha de interrogar al único ladrón que seguía inconsciente a base de quejas e insultos por sus heridas.
De una forma un poco cruel y tortuosa, aquel humano se había decidido por aprovechar la herida que había causado el cibernético sobre el ladrón, apretando el hueso roto de la muñeca de aquel desdichado para su cometido. No era algo que considerase honorable, si no más bien un método mas cercano al utilitarismo. El cibernético solo pudo percatarse aún con la duda de ayudar o no a el patético hombre que yacía acorralado por Eltrant, pero aquella necesidad de proteger al criminal pese a su deshonroso acto, se habían esfumado completamente cuando contestó con el descaro de amenazar a muerte. Pero al final toda aquella búsqueda y recolección de información termino tan rápido como comenzó; Eltrant propinó una patada al ladrón y dio por finalizada la interrogación. Ahora se había metido en un problema, esta vez no de mercenarios, asesinos o mercenarios, ahora de simples y miseros ladrones de ciudad.
— Al parecer, la tortura estuvo justificada. —Respondió; notó un tanto nervioso a aquel sujeto que trató de intimidar al bandido a base del dolor de su herida, ahora más lamentado por sus acciones. — Soy Sajin, no tengo apellidos o seudónimos.
— Y.. no lo creo. —Respondió, ahora girándose para ver a la hechicera.— Si estuvieseis en su lugar, no creo que os pareciera lo correcto ser tratado con aquella tortuosa forma de conseguir información. Su error fueron la amenaza y su poca capacidad para analizar las estadísticas que tenía para poder dar con un robo eficaz y fácil. ¡Oh, cierto! los humanos y brujos no tienen alguna mejora artificial que permita un escaneo analítico. —Movía de lado a lado su espada a base de su mano acostada sobre el pomo. La bruja había dirigido su mirada contra él y compartiendo la misma impresión de ver una cara conocida. — Pero en este pañuelo como metafóricamente dice, señorita Calhoun, esta más sucio que antes. Me parece que hay una pequeña oportunidad de limpiarlo.
La joven de la que había acobijado Elen había surtido de la inseguridad de sus salvadores a seguridad, al punto de darles las gracias por haber cometido aquella acción heroica. La verdad era que para el cibernético, no fue un acto heroico para si y más para el humano y la hechicera, lo suyo había apenas tan solo casualidad en ese instante mientras vagaba por los callejones pobres de Lunargenta. Pero ahora tenía la oportunidad de hacerlo yendo hacia la ubicación donde se hallaba el grupo de ladronzuelos que había mencionado el hombrecillo y ahora, la bruja, que ahora trataba de proteger sobre todas las cosas a la inocente joven para dar inicio a la cruzada contra ese grupo de vándalos.
— En el puerto, afirmativo. —Contestó a Elen, para después girarse a su perro que aún había seguido jugueteando a lamidas al pequeño hombrecillo malhablado y desagradable postrado en el rincón. Notó como su perro había explorado por mera casualidad los bolsillos del ladrón, sacando una llave negra de los pantalones del vándalo y tirándola en el suelo por mero desinterés.— Parece que el perro ha sacado algo valioso del pequeño humano. —Comentó a sus compañeros.
— ¿Habéis preguntado sobre mi, humano? —Clavó su mirada sobre el chico conocido como Eltrant Tale. Su mirada telescópica lo apuntó sobre todas las demás cosas en el lugar, escaneando su aspecto de forma inconsciente. — Soy un espadachín. —Bajó su mirada hacia su perro, siempre con aquel aspecto deplorable y callejero, lamiendo la sangre de la boca del ladrón al punto de molestarlo. El ladrón intentaba insistentemente apartar a su perro de su rostro mientras le lamía, aún así soltando maldiciones e insultos por doquier de los cuales, tanto él como su amo se veían completamente indiferentes al rastrero vocablo del ladronzuelo.
Aún así, la mujer seguía atónita frente aquel misero intento de robo que no había funcionado en lo absoluto. Ahora estaba al cuidado de la hechicera, de la que conocía totalmente su experiencia tras vagos recuerdos del cometido entre los bandidos que alguna vez tuvieron la descarada idea de robar materiales importantes para el cliente de la bruja. En cambio, el joven Tale no era alguien que le pareciese conocido siquiera en sus más miseros recuerdos que podía tener de sus episodios psicóticos mas trastornados. Pese a ello, le recordaba a cualquier humano más, con una espada mucho más grande que el sable viejo del cibernético. Aún cuando ambos sujetos habían quedado fuera de combate, se percató de que Eltrant tenía la dicha de interrogar al único ladrón que seguía inconsciente a base de quejas e insultos por sus heridas.
De una forma un poco cruel y tortuosa, aquel humano se había decidido por aprovechar la herida que había causado el cibernético sobre el ladrón, apretando el hueso roto de la muñeca de aquel desdichado para su cometido. No era algo que considerase honorable, si no más bien un método mas cercano al utilitarismo. El cibernético solo pudo percatarse aún con la duda de ayudar o no a el patético hombre que yacía acorralado por Eltrant, pero aquella necesidad de proteger al criminal pese a su deshonroso acto, se habían esfumado completamente cuando contestó con el descaro de amenazar a muerte. Pero al final toda aquella búsqueda y recolección de información termino tan rápido como comenzó; Eltrant propinó una patada al ladrón y dio por finalizada la interrogación. Ahora se había metido en un problema, esta vez no de mercenarios, asesinos o mercenarios, ahora de simples y miseros ladrones de ciudad.
— Al parecer, la tortura estuvo justificada. —Respondió; notó un tanto nervioso a aquel sujeto que trató de intimidar al bandido a base del dolor de su herida, ahora más lamentado por sus acciones. — Soy Sajin, no tengo apellidos o seudónimos.
— Y.. no lo creo. —Respondió, ahora girándose para ver a la hechicera.— Si estuvieseis en su lugar, no creo que os pareciera lo correcto ser tratado con aquella tortuosa forma de conseguir información. Su error fueron la amenaza y su poca capacidad para analizar las estadísticas que tenía para poder dar con un robo eficaz y fácil. ¡Oh, cierto! los humanos y brujos no tienen alguna mejora artificial que permita un escaneo analítico. —Movía de lado a lado su espada a base de su mano acostada sobre el pomo. La bruja había dirigido su mirada contra él y compartiendo la misma impresión de ver una cara conocida. — Pero en este pañuelo como metafóricamente dice, señorita Calhoun, esta más sucio que antes. Me parece que hay una pequeña oportunidad de limpiarlo.
La joven de la que había acobijado Elen había surtido de la inseguridad de sus salvadores a seguridad, al punto de darles las gracias por haber cometido aquella acción heroica. La verdad era que para el cibernético, no fue un acto heroico para si y más para el humano y la hechicera, lo suyo había apenas tan solo casualidad en ese instante mientras vagaba por los callejones pobres de Lunargenta. Pero ahora tenía la oportunidad de hacerlo yendo hacia la ubicación donde se hallaba el grupo de ladronzuelos que había mencionado el hombrecillo y ahora, la bruja, que ahora trataba de proteger sobre todas las cosas a la inocente joven para dar inicio a la cruzada contra ese grupo de vándalos.
— En el puerto, afirmativo. —Contestó a Elen, para después girarse a su perro que aún había seguido jugueteando a lamidas al pequeño hombrecillo malhablado y desagradable postrado en el rincón. Notó como su perro había explorado por mera casualidad los bolsillos del ladrón, sacando una llave negra de los pantalones del vándalo y tirándola en el suelo por mero desinterés.— Parece que el perro ha sacado algo valioso del pequeño humano. —Comentó a sus compañeros.
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Eltrant oyó las palabras del cibernético, que se había presentado como Sajin, y sin hacer ningún comentario se cruzó de brazos y asintió.
A él tampoco le parecía estrictamente correcto lo que había hecho para obtener la información; pero lo había conseguido y tampoco es como si sintiera pena por aquel tipo con cara de roedor, respetaba las palabras del espadachín, pero sentía más simpatía por las que había dicho la mujer, se lo merecía.
Al parecer, la joven peliblanca que había rescatado a la chica se llamaba Elen Calhoun, y por las palabras que había dicho Sajin, se trataba de una bruja; Lo cierto era que, a ojos del mercenario, la señorita Calhoun aparentaba ser más una mercenaria que una hechicera, pero si algo sabia era que no se podía juzgar a alguien por su aspecto; para empezar ella ya estaba convencida a ir al lugar que el pequeño hombrecillo había descrito y aguardaba a que los dos hombres allí presentes le dijesen si iban a acompañarla o no.
-“No creo que estuviese haciendo ningún bien quedándome sin hacer nada” – Contestó Eltrant, el lugar en el que se encontraba el almacén estaba bastante lejos de las calles que Emily le había pedido que vigilase, pero al fin y al cabo estaba cumpliendo con su deber como guardia sustituto. - "Te acompaño"
Por otro lado se sorprendió un poco al comprobar lo fácil que había sido para el espadachín adivinar que él se trataba de un simple humano – “¿Tan fácil de leer soy?” – Se preguntó mientras contemplaba como el animal que acompañaba a Sajin, como quien no quería la cosa, extraía de uno de los bolsillos del agresor una pequeña llave del color de azabache.
Agachándose junto al perro, Eltrant dejó que este le olisqueara un poco los dedos y después de acariciar la cabeza del animal, tomó la llave que había caído al suelo, junto al ladrón. Una con la llave en su poder, le enseñó el objeto a dos los presentes, un pequeño número nueve de color plateado podía verse claramente grabado en ella. -“Al menos ahora sabemos exactamente cuál es el lugar al que nos dirigimos” – Comentó palpando el pequeño número gravado en la parte superior de la llave.
Después que la chica recién rescatada se marchase en busca de la guarda de la ciudad, siguiendo de cerca al espadachín y a la hechicera, el mercenario se desplazó, amparado por la noche, por las angostas calles de Lunargenta en dirección al almacén que el hombre con cara de rata había descrito.
–“Tengo entendido que este barrio antes era bastante prospero” – Murmuró mientras, sin dejar de andar, ojeaba las fachadas de las casas deterioradas y con piedras sueltas, así como la inusual cantidad de cristales rotos que iban encontrando por el suelo. – “Una lástima” – Pasó la mano por la pared de uno de los muchos edificios que habían pasado y continuó caminando tras sus dos nuevos compañeros y el fiel can que seguía al cibernético.
Según seguían caminando cayó en la cuenta de que su oficina no estaba muy lejos del lugar en el que se encontraban, si debían de huir por alguna razón del lugar siempre podrían ir a su hogar, no dudaba del Cibernético, dejando a un lado que su condición como hombre de metal no le dejaba atacar a humanos, Eltrant dudaba mucho que el espadachín, con lo honorable que aparentaba ser, le atacase sin previo aviso. Elen en cambio le seguía despertando cierta desconfianza, pero al fin y al cabo ella era la que parecía más dispuesta a impartir justicia de todos los presentes, por lo que Eltrant no podía evitar afirmar que, como mínimo, tenía buenas intenciones.
No tardaron en llegar a la calle en la que se encontraba el lugar que buscaban, totalmente desierta y a oscuras, excepto por supuesto, por el almacén número nueve, en el cual además de tener encendidas varias antorchas para dar luz, había apostados tres individuos en la puerta, dos hombres y una mujer.
Eltrant se agachó y, ocultándose tras unas cajas indicó a sus dos compañeros que hicieran lo mismo –“No parecen que tengan la entrada principal cerrada” – Un hombre salió del almacén y, tras intercambiar unas palabras con los supuestos guardas, volvió a internarse en el interior. –“¿Alguna idea?” – El mercenario le tendió la llave a Elen y siguió contemplando la entrada principal, de vez en cuando alguno se marchaba a patrullar el perímetro del almacén, pero todos acababan reuniéndose frente a la gran puerta de madera del edificio – “Creo….” – Se atusó la barba y frunció el ceño –“Que podría distraerlos”
No podía pararse a pensar un plan, no sabía exactamente el que, pero algo le decía que en el interior de aquel lugar podría estar pasando algo muy malo.
– “Es decir…” – Eltrant suspiró y con una sonrisa cansada se señaló a sí mismo –“Básicamente voy vestido igual que ellos” – Los ropajes del mercenario, gastados con el tiempo le habían conseguido alguna que otra confusión en el mercado y varias largas explicaciones de que hacía en ciertos lugares a la guardia – “Quizás pueda ganar algo de tiempo mientras buscáis alguna otra entrada que corresponda a esa llave” – La sonrisa de Eltrant se ensanchó – “¿Qué podría salir mal?”
A él tampoco le parecía estrictamente correcto lo que había hecho para obtener la información; pero lo había conseguido y tampoco es como si sintiera pena por aquel tipo con cara de roedor, respetaba las palabras del espadachín, pero sentía más simpatía por las que había dicho la mujer, se lo merecía.
Al parecer, la joven peliblanca que había rescatado a la chica se llamaba Elen Calhoun, y por las palabras que había dicho Sajin, se trataba de una bruja; Lo cierto era que, a ojos del mercenario, la señorita Calhoun aparentaba ser más una mercenaria que una hechicera, pero si algo sabia era que no se podía juzgar a alguien por su aspecto; para empezar ella ya estaba convencida a ir al lugar que el pequeño hombrecillo había descrito y aguardaba a que los dos hombres allí presentes le dijesen si iban a acompañarla o no.
-“No creo que estuviese haciendo ningún bien quedándome sin hacer nada” – Contestó Eltrant, el lugar en el que se encontraba el almacén estaba bastante lejos de las calles que Emily le había pedido que vigilase, pero al fin y al cabo estaba cumpliendo con su deber como guardia sustituto. - "Te acompaño"
Por otro lado se sorprendió un poco al comprobar lo fácil que había sido para el espadachín adivinar que él se trataba de un simple humano – “¿Tan fácil de leer soy?” – Se preguntó mientras contemplaba como el animal que acompañaba a Sajin, como quien no quería la cosa, extraía de uno de los bolsillos del agresor una pequeña llave del color de azabache.
Agachándose junto al perro, Eltrant dejó que este le olisqueara un poco los dedos y después de acariciar la cabeza del animal, tomó la llave que había caído al suelo, junto al ladrón. Una con la llave en su poder, le enseñó el objeto a dos los presentes, un pequeño número nueve de color plateado podía verse claramente grabado en ella. -“Al menos ahora sabemos exactamente cuál es el lugar al que nos dirigimos” – Comentó palpando el pequeño número gravado en la parte superior de la llave.
Después que la chica recién rescatada se marchase en busca de la guarda de la ciudad, siguiendo de cerca al espadachín y a la hechicera, el mercenario se desplazó, amparado por la noche, por las angostas calles de Lunargenta en dirección al almacén que el hombre con cara de rata había descrito.
–“Tengo entendido que este barrio antes era bastante prospero” – Murmuró mientras, sin dejar de andar, ojeaba las fachadas de las casas deterioradas y con piedras sueltas, así como la inusual cantidad de cristales rotos que iban encontrando por el suelo. – “Una lástima” – Pasó la mano por la pared de uno de los muchos edificios que habían pasado y continuó caminando tras sus dos nuevos compañeros y el fiel can que seguía al cibernético.
Según seguían caminando cayó en la cuenta de que su oficina no estaba muy lejos del lugar en el que se encontraban, si debían de huir por alguna razón del lugar siempre podrían ir a su hogar, no dudaba del Cibernético, dejando a un lado que su condición como hombre de metal no le dejaba atacar a humanos, Eltrant dudaba mucho que el espadachín, con lo honorable que aparentaba ser, le atacase sin previo aviso. Elen en cambio le seguía despertando cierta desconfianza, pero al fin y al cabo ella era la que parecía más dispuesta a impartir justicia de todos los presentes, por lo que Eltrant no podía evitar afirmar que, como mínimo, tenía buenas intenciones.
No tardaron en llegar a la calle en la que se encontraba el lugar que buscaban, totalmente desierta y a oscuras, excepto por supuesto, por el almacén número nueve, en el cual además de tener encendidas varias antorchas para dar luz, había apostados tres individuos en la puerta, dos hombres y una mujer.
Eltrant se agachó y, ocultándose tras unas cajas indicó a sus dos compañeros que hicieran lo mismo –“No parecen que tengan la entrada principal cerrada” – Un hombre salió del almacén y, tras intercambiar unas palabras con los supuestos guardas, volvió a internarse en el interior. –“¿Alguna idea?” – El mercenario le tendió la llave a Elen y siguió contemplando la entrada principal, de vez en cuando alguno se marchaba a patrullar el perímetro del almacén, pero todos acababan reuniéndose frente a la gran puerta de madera del edificio – “Creo….” – Se atusó la barba y frunció el ceño –“Que podría distraerlos”
No podía pararse a pensar un plan, no sabía exactamente el que, pero algo le decía que en el interior de aquel lugar podría estar pasando algo muy malo.
– “Es decir…” – Eltrant suspiró y con una sonrisa cansada se señaló a sí mismo –“Básicamente voy vestido igual que ellos” – Los ropajes del mercenario, gastados con el tiempo le habían conseguido alguna que otra confusión en el mercado y varias largas explicaciones de que hacía en ciertos lugares a la guardia – “Quizás pueda ganar algo de tiempo mientras buscáis alguna otra entrada que corresponda a esa llave” – La sonrisa de Eltrant se ensanchó – “¿Qué podría salir mal?”
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Al contrario que la bruja, Sajin no parecía ver con buenos ojos la fuerza como método para obtener información, quizá por la forma o valores con que lo habían programado, pero Elen lo tenía muy claro, el ladrón se lo había buscado. Sin querer entrar en discusiones sobre moralidad, siguió escuchando las palabras del espadachín en silencio, hasta que éste mencionó la posibilidad de ayudar a limpiar de criminales aquel pequeño pañuelo que conformaban las calles de Lunargenta. Siempre estaba bien contar con algo de ayuda, por lo que pudiese surgir.
Mientras el bio cibernético confirmaba su participación en aquella pequeña misión de rescate, el perro que lo acompañaba rebuscó en los bolsillos del inconsciente hombrecillo, hasta sacar algo de interés para el grupo. Se trataba de una llave negra, en la que se podía apreciar un visible número grabado en tono plateado. - Estupendo. - pensó para sí la hechicera, dando por sentado que aquel objeto los llevaría directamente al lugar en que se encontraban los otros grupos, cosa que les evitaría perder el tiempo revisando cada uno de los almacenes del puerto.
Eltrant no tardó en sumarse a ellos, alegando que no haría ningún bien quedándose de brazos cruzados, así que pudieron emprender el camino hacia los muelles, formando un grupo de lo más equilibrado. Sajin era diestro con la espada y bastante rápido, mientras que los poderes de la joven le permitían dominar el combate a cierta distancia, ganando ventajas para ella y sus compañeros. Lo único que quedaba por descubrir era si el bio había acertado con la raza del tercer miembro, de ser así quizá el de cabellos castaños aportase el componente que faltaba, la fuerza.
La bruja caminaba a paso ligero por los callejones, a pesar de no conocer demasiado la zona en cuestión. No era difícil orientarse, el sonido del mar se volvía más claro y fuerte conforme avanzaba, así que decidió no preguntar a los demás, de momento se guiaría por el oído. Sin detenerse, alcanzó a escuchar los murmullos de Eltrant acerca de aquel barrio, que tiempo atrás habría sido próspero, pero por cuyas fachadas y viviendas el paso del tiempo se había hecho notar.
¿Quiénes podrían seguir viviendo allí con tanta delincuencia rodeándolos? No era de extrañar que la zona estuviese en tan mal estado, muchas familias habían optado por abandonar sus casas para evitar problemas con la gentuza que rondaba las calles, pero sin duda aún quedaría gente en algunas de aquellas viviendas, los que no tenían opciones para marcharse a otro lugar mejor.
Resultaba triste y preocupante pensar en esas personas, pero todos debían buscarse la vida a su manera, aunque esto muchas veces los llevase a tener que decidir entre trabajar honradamente o buscar el dinero rápido, uniéndose a las bandas de criminales.
El pequeño grupo pronto se encontró a escasos metros del almacén que se correspondía con la llave, y a juzgar por la seguridad del mismo, compuesta por tres individuos situados en la puerta principal, lo que hubiese dentro debía ser importante. Oculta tras unas cajas, la de ojos verdes se permitió examinar más detenidamente a los vigilantes, mientras éstos cruzaban unas palabras con un hombre que venía del interior.
Eltrant tendió la llave a la bruja, que la sostuvo y trató de encontrar a simple vista alguna puerta secundaria, por la que pudiesen acceder al almacén y ver qué estaba pasando dentro sin ser descubiertos. El supuesto humano ya tenía algo en mente, valerse de su apariencia y ropajes, similares a los de los guardas, para acercarse y distraerlos durante el tiempo necesario para dar a los demás la oportunidad de encontrar una segunda entrada.
- Es peligroso pero podría funcionar. - musitó la hechicera, al tiempo que echaba un vistazo a la vestimenta del joven. - Esperaré unos segundos antes de moverme, así podré cubrirte si las cosas se ponen feas. - añadió poco después, para darle algo de tranquilidad. - En cuanto consigas llamar su atención me dirigiré al flanco y recorreré el perímetro, daré con esa puerta. - aseguró, sujetando la llave con firmeza.
El plan ya casi podía ponerse en marcha, solo quedaba determinar qué harían Sajin y su peludo compañero canino.
Mientras el bio cibernético confirmaba su participación en aquella pequeña misión de rescate, el perro que lo acompañaba rebuscó en los bolsillos del inconsciente hombrecillo, hasta sacar algo de interés para el grupo. Se trataba de una llave negra, en la que se podía apreciar un visible número grabado en tono plateado. - Estupendo. - pensó para sí la hechicera, dando por sentado que aquel objeto los llevaría directamente al lugar en que se encontraban los otros grupos, cosa que les evitaría perder el tiempo revisando cada uno de los almacenes del puerto.
Eltrant no tardó en sumarse a ellos, alegando que no haría ningún bien quedándose de brazos cruzados, así que pudieron emprender el camino hacia los muelles, formando un grupo de lo más equilibrado. Sajin era diestro con la espada y bastante rápido, mientras que los poderes de la joven le permitían dominar el combate a cierta distancia, ganando ventajas para ella y sus compañeros. Lo único que quedaba por descubrir era si el bio había acertado con la raza del tercer miembro, de ser así quizá el de cabellos castaños aportase el componente que faltaba, la fuerza.
La bruja caminaba a paso ligero por los callejones, a pesar de no conocer demasiado la zona en cuestión. No era difícil orientarse, el sonido del mar se volvía más claro y fuerte conforme avanzaba, así que decidió no preguntar a los demás, de momento se guiaría por el oído. Sin detenerse, alcanzó a escuchar los murmullos de Eltrant acerca de aquel barrio, que tiempo atrás habría sido próspero, pero por cuyas fachadas y viviendas el paso del tiempo se había hecho notar.
¿Quiénes podrían seguir viviendo allí con tanta delincuencia rodeándolos? No era de extrañar que la zona estuviese en tan mal estado, muchas familias habían optado por abandonar sus casas para evitar problemas con la gentuza que rondaba las calles, pero sin duda aún quedaría gente en algunas de aquellas viviendas, los que no tenían opciones para marcharse a otro lugar mejor.
Resultaba triste y preocupante pensar en esas personas, pero todos debían buscarse la vida a su manera, aunque esto muchas veces los llevase a tener que decidir entre trabajar honradamente o buscar el dinero rápido, uniéndose a las bandas de criminales.
El pequeño grupo pronto se encontró a escasos metros del almacén que se correspondía con la llave, y a juzgar por la seguridad del mismo, compuesta por tres individuos situados en la puerta principal, lo que hubiese dentro debía ser importante. Oculta tras unas cajas, la de ojos verdes se permitió examinar más detenidamente a los vigilantes, mientras éstos cruzaban unas palabras con un hombre que venía del interior.
Eltrant tendió la llave a la bruja, que la sostuvo y trató de encontrar a simple vista alguna puerta secundaria, por la que pudiesen acceder al almacén y ver qué estaba pasando dentro sin ser descubiertos. El supuesto humano ya tenía algo en mente, valerse de su apariencia y ropajes, similares a los de los guardas, para acercarse y distraerlos durante el tiempo necesario para dar a los demás la oportunidad de encontrar una segunda entrada.
- Es peligroso pero podría funcionar. - musitó la hechicera, al tiempo que echaba un vistazo a la vestimenta del joven. - Esperaré unos segundos antes de moverme, así podré cubrirte si las cosas se ponen feas. - añadió poco después, para darle algo de tranquilidad. - En cuanto consigas llamar su atención me dirigiré al flanco y recorreré el perímetro, daré con esa puerta. - aseguró, sujetando la llave con firmeza.
El plan ya casi podía ponerse en marcha, solo quedaba determinar qué harían Sajin y su peludo compañero canino.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Inusual, a fin de cuentas su perro había hecho algo útil que no fuese morder la coraza del cibernético a forma de juego. Rebuscando con su hocico entre los bolsillos del hombrecillo, sacó una llave azabache con un nueva grabado en ella. El perro tras encontrar aquella llave solo tuvo el mero interés de fisgonear con olfatear de forma incesante la misteriosa llave que había dejado en el suelo, hasta que el humano decidió tomarla del suelo, no sin antes felicitar a su perro por su descubrimiento. Contando con los datos que había ofrecido el pequeño hombre, todo parecía indicar que se trataba del número del almacén en donde él y su grupo de ladronzuelos cometían todas sus atrocidades al margen de la ley. — Almacén número nueve. —Pensó en voz baja, teniéndolo en cuenta de forma que no se le escapase ningún dato importante para dar con los criminales.
Fijó su vista en los sujetos que estaban inconscientes en la zona, tan solo para poder quedar pendiente de que no había algún fallo en la travesía por llegar hacia los delincuentes. Así no tendrían algún enemigo siguiéndolos por detrás, era lo más viable pero a su vez, era una manera exagerada del cibernético por buscar peligro donde no había. No compartía la misma visión del humano y la hechicera en subestimar a una organización de criminales, pese a la desilusión de sus compañeros al percatarse de la poca habilidad de ambos ladrones en el combate, no eran inmortales. Una organización sea inexperta o no podría costar caro, si la cantidad de miembros era lo suficientemente alta como para lidiar todos entre ellos. No podía dejar de formular hipótesis sobre lo que podría pasar si llegaban a rodear al grupo, la máquina no podría hacer mucho. Sea fuerte o rápido, Sajin podía sangrar como Eltrant y Elen si no se aseguraba. Era algo que había aprendido como un guerrero: nunca subestimar a tus enemigos y tratarlos con la misma cortesía que a tus propios aliados.
Pero a fin de cuentas, el humano y la hechicera así como su perro se habían adelantado mientras el cibernético analizaba el estado de los ladrones inconscientes. Dio la vuelta a ese callejón con los cuerpos inertes de los ladrones y decidió avanzar, a espaldas del humano y la hechicera como si se tratase de un guardaespaldas por su imponente altura. Las calles lucían arruinadas y vacías, la corrupción parecía haber puesto su mano en ellas. Los negocios y hogares estaban destruidos, los pocos locales del lugar cerraban al momento de percatarse de gente rondando por las calles desde los ventanales de una manera preocupada. El crimen había aterrorizado a las pocas personas que, sin a donde ir, estaban acorraladas bajo la necesidad de mantenerse en un caótico lugar en que debían de morar los demás ladrones.
Pudo notar como su equipo paró de repente tras la llegada a una calle desértica y oscura que tan solo el brillo de las antorchas podía mantener a raya la oscuridad de la noche. Según como el sonido de las olas que podía alcanzar a escuchar en donde se encontraban, todo parecía concordar con que habían llegado a la central de los ladrones: el almacén número nueve. Eltrant dio una señal a él y a la bruja sobre la necesidad inminente de colocarse tras las cajas con discreción. Sajin se colocó de espaldas entre las cajas y en cuclillas, vio por encima de las cajas el tan importante almacén. Sajin enfocaba su mira telescópica a los supuestos guardias en el almacén, analizando cada rasgo físico de dos hombres, acompañados por una mujer.
— Analizando las estadísticas, Eltrant Tale, tenéis un chance. —Prosiguió, sin siquiera dirigir la mirada al humano—. He estado forzando mi visión para poder identificar con mayor claridad los rostros humanos, por suerte, la luz de la antorcha complica menos ello. No están muy preocupados en su vigilancia, de hecho, lucen más bien somnolientos. —Añadió un dato a favor del plan—. El insomnio de los guardias parece ser útil para que pases inadvertido. —Comentó, ahora sobre las proposiciones de Elen—. Elen, me temo que por lo que he analizado, los hombres, pese a que no lo parezca en su vigilancia, están bien armados. —Prosiguió la máquina, trató de explicarles el porque de las cosas.— Un hombre que salió del almacén mientras el humano Tale explicaba su táctica intercambió unas cuantas palabras con los guardias, lo que ha hecho que curiosamente patrullen por turno. Lamentablemente, solo pude escuchar murmuros que siquiera pude entender con lo lejos que estamos.
Aún con la vista clavada en los portones de madera que eran protegidos por los ladrones, notó como volvía abrirse esta vez regresando el mismo sujeto que intercambió un par de palabras a los guardias de manera breve. — Alto. —Dijo a sus compañeros, solo para poder estar atento a lo que hacían el sujeto y los guardias en aquella conversación, no alcanzaría a escucharlos, pero necesitaba estar atento a cualquier mínima variación en la vigilancia del edificio.
— Oigan, zoquetes. —Comentaba a lo lejos el ladrón a los guardias de la puerta—. ¿Algo a saber de los dos idiotas? la jefa esta esperando, esa anciana tiene problemas de temperamento y no esta por aceptar excusas. Es el día de entregar el botín y ellos lo han dejado de último, ahora se está esperando que regresen y si con suerte vienen sin nada, podremos celebrar castigando a esos bastardos.
— Todavía no hay noticias de esos dos incompetentes. —Le respondió uno de los guardias.
— Que me devore el Helheim. —Contestó al guardia, luego lanzó un escupitajo—. ¡Saquen a los sabuesos! ¡Vamos a buscarlos! si se atrevieron a arruinar la noche del botín la jefa se va a molestar. Un solo fallo puede arrebatarnos todo lo que hemos robado. —El hombre se giró hacia atrás, extendiendo su mano a lo que alguien detrás de la puerta parecía ofrecerle de manera poco precavida, parecían no tener interés en que fuesen vistos cometiendo sus atrocidades en ese barrio, que tenían a su poder. Tras girarse, el sujeto se mostró con dos cadenas de hierro entre sus dedos, que estaban atadas al cuello de dos grandes y fieros sabuesos de cacería. Los perros comenzaban a aullar con tan solo ver la noche, cosa que hizo que al can del cibernético se le pusiesen los pelos de punta tras percatarse de ello.
— ¡Busquen a esos dos idiotas! —Gritó el ladrón, soltando las cadenas. Los perros que, mostrando sus dientes al aire libre de una manera amenazante, babeaban incesantemente de una manera que parecían estar poseídos por demonios. De una forma brusca, las criaturas tan solo olfatearon brevemente el suelo e iniciaron su cacería, acompañados de cuatro fieras más que salieron de la puerta, empujando un poco al hombre que los trajo. Su pelaje negro no era muy fácil de percibir fuera del alcance de la luz de las antorchas, pero aquellos ojos rojos y la baba que caía como espuma de sus bocas facilitaban el verlos.
El plan estaba al borde de ser arruinado. Si los perros llegaban a olfatearlos, acabarían probablemente arruinando su jugada. Notando como el plan estaba por irse de control, Sajin pateó a su perro fuera de las cajas tras planificar lo que parecía ser su jugada entre los planes de la bruja y el guerrero, ser tan solo la carnada que se encargaría de asegurar la distracción e introducción del brujo y el humano resultasen eficaces en el edificio. Su can huyó al momento de ser visto por los perros, huyendo con la jauría de sabuesos sedientos de carne fueron a por él. — Me encargaré de ellos. —Dijo a Eltrant y a Elen, persiguiendo a su perro pese a que los perros fuesen a clavar sus miradas en él. Los tres guardias que habían por un momento vigilado la puerta fueron hacia el cibernético, en cambio, el hombre que había soltado a los sabuesos decidió ocultarse en el almacén debido a la seguridad que le ofrecía.
— Parece que la violencia me seguirá a cada rincón del mundo.. —Pensó en voz baja.
Fijó su vista en los sujetos que estaban inconscientes en la zona, tan solo para poder quedar pendiente de que no había algún fallo en la travesía por llegar hacia los delincuentes. Así no tendrían algún enemigo siguiéndolos por detrás, era lo más viable pero a su vez, era una manera exagerada del cibernético por buscar peligro donde no había. No compartía la misma visión del humano y la hechicera en subestimar a una organización de criminales, pese a la desilusión de sus compañeros al percatarse de la poca habilidad de ambos ladrones en el combate, no eran inmortales. Una organización sea inexperta o no podría costar caro, si la cantidad de miembros era lo suficientemente alta como para lidiar todos entre ellos. No podía dejar de formular hipótesis sobre lo que podría pasar si llegaban a rodear al grupo, la máquina no podría hacer mucho. Sea fuerte o rápido, Sajin podía sangrar como Eltrant y Elen si no se aseguraba. Era algo que había aprendido como un guerrero: nunca subestimar a tus enemigos y tratarlos con la misma cortesía que a tus propios aliados.
Pero a fin de cuentas, el humano y la hechicera así como su perro se habían adelantado mientras el cibernético analizaba el estado de los ladrones inconscientes. Dio la vuelta a ese callejón con los cuerpos inertes de los ladrones y decidió avanzar, a espaldas del humano y la hechicera como si se tratase de un guardaespaldas por su imponente altura. Las calles lucían arruinadas y vacías, la corrupción parecía haber puesto su mano en ellas. Los negocios y hogares estaban destruidos, los pocos locales del lugar cerraban al momento de percatarse de gente rondando por las calles desde los ventanales de una manera preocupada. El crimen había aterrorizado a las pocas personas que, sin a donde ir, estaban acorraladas bajo la necesidad de mantenerse en un caótico lugar en que debían de morar los demás ladrones.
Pudo notar como su equipo paró de repente tras la llegada a una calle desértica y oscura que tan solo el brillo de las antorchas podía mantener a raya la oscuridad de la noche. Según como el sonido de las olas que podía alcanzar a escuchar en donde se encontraban, todo parecía concordar con que habían llegado a la central de los ladrones: el almacén número nueve. Eltrant dio una señal a él y a la bruja sobre la necesidad inminente de colocarse tras las cajas con discreción. Sajin se colocó de espaldas entre las cajas y en cuclillas, vio por encima de las cajas el tan importante almacén. Sajin enfocaba su mira telescópica a los supuestos guardias en el almacén, analizando cada rasgo físico de dos hombres, acompañados por una mujer.
— Analizando las estadísticas, Eltrant Tale, tenéis un chance. —Prosiguió, sin siquiera dirigir la mirada al humano—. He estado forzando mi visión para poder identificar con mayor claridad los rostros humanos, por suerte, la luz de la antorcha complica menos ello. No están muy preocupados en su vigilancia, de hecho, lucen más bien somnolientos. —Añadió un dato a favor del plan—. El insomnio de los guardias parece ser útil para que pases inadvertido. —Comentó, ahora sobre las proposiciones de Elen—. Elen, me temo que por lo que he analizado, los hombres, pese a que no lo parezca en su vigilancia, están bien armados. —Prosiguió la máquina, trató de explicarles el porque de las cosas.— Un hombre que salió del almacén mientras el humano Tale explicaba su táctica intercambió unas cuantas palabras con los guardias, lo que ha hecho que curiosamente patrullen por turno. Lamentablemente, solo pude escuchar murmuros que siquiera pude entender con lo lejos que estamos.
Aún con la vista clavada en los portones de madera que eran protegidos por los ladrones, notó como volvía abrirse esta vez regresando el mismo sujeto que intercambió un par de palabras a los guardias de manera breve. — Alto. —Dijo a sus compañeros, solo para poder estar atento a lo que hacían el sujeto y los guardias en aquella conversación, no alcanzaría a escucharlos, pero necesitaba estar atento a cualquier mínima variación en la vigilancia del edificio.
— Oigan, zoquetes. —Comentaba a lo lejos el ladrón a los guardias de la puerta—. ¿Algo a saber de los dos idiotas? la jefa esta esperando, esa anciana tiene problemas de temperamento y no esta por aceptar excusas. Es el día de entregar el botín y ellos lo han dejado de último, ahora se está esperando que regresen y si con suerte vienen sin nada, podremos celebrar castigando a esos bastardos.
— Todavía no hay noticias de esos dos incompetentes. —Le respondió uno de los guardias.
— Que me devore el Helheim. —Contestó al guardia, luego lanzó un escupitajo—. ¡Saquen a los sabuesos! ¡Vamos a buscarlos! si se atrevieron a arruinar la noche del botín la jefa se va a molestar. Un solo fallo puede arrebatarnos todo lo que hemos robado. —El hombre se giró hacia atrás, extendiendo su mano a lo que alguien detrás de la puerta parecía ofrecerle de manera poco precavida, parecían no tener interés en que fuesen vistos cometiendo sus atrocidades en ese barrio, que tenían a su poder. Tras girarse, el sujeto se mostró con dos cadenas de hierro entre sus dedos, que estaban atadas al cuello de dos grandes y fieros sabuesos de cacería. Los perros comenzaban a aullar con tan solo ver la noche, cosa que hizo que al can del cibernético se le pusiesen los pelos de punta tras percatarse de ello.
— ¡Busquen a esos dos idiotas! —Gritó el ladrón, soltando las cadenas. Los perros que, mostrando sus dientes al aire libre de una manera amenazante, babeaban incesantemente de una manera que parecían estar poseídos por demonios. De una forma brusca, las criaturas tan solo olfatearon brevemente el suelo e iniciaron su cacería, acompañados de cuatro fieras más que salieron de la puerta, empujando un poco al hombre que los trajo. Su pelaje negro no era muy fácil de percibir fuera del alcance de la luz de las antorchas, pero aquellos ojos rojos y la baba que caía como espuma de sus bocas facilitaban el verlos.
El plan estaba al borde de ser arruinado. Si los perros llegaban a olfatearlos, acabarían probablemente arruinando su jugada. Notando como el plan estaba por irse de control, Sajin pateó a su perro fuera de las cajas tras planificar lo que parecía ser su jugada entre los planes de la bruja y el guerrero, ser tan solo la carnada que se encargaría de asegurar la distracción e introducción del brujo y el humano resultasen eficaces en el edificio. Su can huyó al momento de ser visto por los perros, huyendo con la jauría de sabuesos sedientos de carne fueron a por él. — Me encargaré de ellos. —Dijo a Eltrant y a Elen, persiguiendo a su perro pese a que los perros fuesen a clavar sus miradas en él. Los tres guardias que habían por un momento vigilado la puerta fueron hacia el cibernético, en cambio, el hombre que había soltado a los sabuesos decidió ocultarse en el almacén debido a la seguridad que le ofrecía.
— Parece que la violencia me seguirá a cada rincón del mundo.. —Pensó en voz baja.
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El espadachín de metal emergió del escondite en el que los tres inesperados aliados se encontraban ocultos y, rápido como el mismo viento, se lanzó a interceptar a los sabuesos que un cuarto habitante del almacén había liberado con la finalidad de encontrar a los dos hombres que yacían inconscientes a varias calles del lugar; quizás debían de habérselos entregado a la guardia, pero la muchacha que Elen se había encargado de rescatar habría avisado de la presencia de los dos hombres en aquel lugar, si no estaban ya en un calabozo, pronto lo estarían.
Este cuarto hombre, que no dudó en alzar la voz a sus compañeros lo suficiente como para que el mercenario pudiese oír algún insulto que otro, sonrió mientras observaba cómo los animales que acababa de soltar emprendían su carrera, sedientos de sangre, tras la mascota del cibernético, la cual se perdió en los callejones de la ciudad tan rápido como sus pequeñas patas le permitían.
Eltrant frunció el ceño y dejó escapar un ligero suspiro cuando los tres guardias a los que había estado a punto de distraer notaban la presencia del espadachín y, como habían hecho los canes momentos atrás, emprendían su propia persecución tras la sombra de metal; el tipo que habia liberado entonces a dichos animales se atusó la barba y después de varios segundos oteando la oscuridad en la que sus compañeros, los perros y el cibernético habían desaparecido se encogió de hombros y volvió al interior del almacén.
-“¿Así que al final vamos a tener que hacerlo de esta forma?” – Eltrant se pasó la mano por el pelo y salió de detrás de las cajas para a continuación empezar a andar en dirección al almacén, cuyas puertas se encontraban ahora completamente desprotegidas – “¿Cuántos crees que hay ahí dentro Elen?” – Preguntó a la bruja peliblanca mientras desenvainaba la espada – “¿Siete? ¿Ocho?” – La mano del mercenario se cerró con fuerza en torno al pomo de su espada mientras avanzaba – “Diría que hay cinco” – Susurró para sí completamente seguro de que aquella era la cifra indicada antes de girarse hacia la bruja y sonreír – “Intenta entrar por una de las puertas de atrás, quizás puedas colarte sutilmente con todo el jaleo y sacar algo en claro de todo esto” – Señaló al oscuro callejón que minutos atrás había sido custodiado por uno de los tres guardias que ahora perseguían a Sajin. – “Yo voy a distraerles un poco… por las malas” – La sonrisa del mercenario se ensanchó mientras, después de haberle hecho un gesto con la mano a la bruja para que tuviese cuidado, se acercaba a la entrada principal del almacén.
Aquello era una imprudencia, atacar de frente no le iba a proporcionar ningún tipo de ventaja, pero no se iba a engañar, siempre solía hacer ese tipo de locuras, no obstante usualmente trataba de tener una red de seguridad tras él; algo que le dijese que hiciese lo que hiciese iba a salir con vida, quizás con una extremidad menos, pero con vida. Sin embargo, desde los eventos de isla tortuga no sentía la necesidad de tener dicha red, al fin y al cabo ¿Qué tenía que perder? ¿Una oficina ruinosa que compartía con un mapache ridículamente obeso? ¿Una colección de libros raídos? ¿Días matándose lentamente en las peores tabernas de Lunargenta? Lo único por lo que sentía afecto era por su caballo, y normalmente este se perdía días cabalgando por su cuenta y riesgo por los bosques cercanos a la ciudad.
No, no iba a dejar una gran firma en Aerandir después de haber muerto, eso era un hecho, pero esperaba que con aquel tipo de cosas; quizás alguien se acordaría de su existencia algún día, aunque él no recordase a nadie.
Sin dudarlo dos veces entró con la espada desenvainada por la misma puerta que el tipo canoso y con barba que había liberado a los perro se había perdido, una vez dentro lo primero que captó la atención del mercenario fue un sinfín de cajas de madera con varios agujeros en la parte superior, justo después notó que, efectivamente, no era ningún vidente.
Eltrant llegó a contar a doce guardias fuertemente armados que conversaban entre ellos en diferentes puntos del almacén, supuso que había alguno que otro oculto en alguna de las habitaciones que había repartidas por aquel lugar.
– “¡Buenas noches!” – Gritó Eltrant lo suficientemente alto como para asegurarse de que todo los presentes se giraban hacia él – “¿Todos me estáis viendo?” – Uno de los guardias parecía no haberse percatado aún de su presencia y disfrutaba de un tentempié de media noche en una esquina del almacén - “¡Eh! Tú, si, el que se está comiendo un bollo, mírame; así me gusta” – Inmediatamente todos desenvainaron sus respectivas armas y comenzaron a avanzar hacia Eltrant sin preguntar a que se debía tan inesperada visita.
-“¿Vais a tratar de matarme así sin más? ¿Sin preguntar ni nada?” – El mercenario alzó su espada y se preparó – “Interesante” – Su mirada se posó de nuevo sobre las cajas de gran tamaño que había desperdigadas por todo el almacén y retrocedió un par de pasos, distanciándose un poco del maleante que tenía más cerca – “Vaya, mira por dónde, parece que tenemos un héroe. Dime muchacho ¿Vienes a por la joyas o a por las mujeres?” – Eltrant arqueó una ceja –“¿… Ambos?”
No sabía nada de ningunas joyas, pero parece que había tenido una buena corazonada al pensar que había más chicas en peligro. – “Dudo mucho que pases de aquí, pero las joyas las custodian los gemelos muchacho, y esos dos están mal de la cabeza” – El que parecía tener más rango de todos aquellos tipos escupió a un lado y sonrió – “Has tenido suerte que vayamos a matarte nosotros y no esa loca y su hermano, esos malditos brujos me dan escalofríos chico” – El séptimo de los Tale apuntó con su espada a aquel tipo y sonrió – “¿A qué esperas entonces?”- Al menos su distracción estaba funcionando bien.
Con un fuerte grito algunos los presentes cargaron contra el mercenario, quien después de deflactar la espada del primero de los que embistieron contra él con el improvisado guante hecho a partir de cuero y placas de metal oxidado, le rebanó el brazo a un segundo atacante que gritó dolorido mientras se miraba el muñón con el que jamás podría volver a sujetar una espada.
Un tercero se unió a la pelea enarbolando una enorme martillo de acero que Eltrant se encargó de detener con su omoplato izquierdo, dejando escapar un quejido de dolor el joven se zafó del tipo del martillo golpeándole con la empuñadura de la espada en la cara al girarse para encararlo, haciendo que este perdiese el equilibro y se golpease la cabeza contra una de aquellas cajas de madera quedándose inmóvil al momento.
El tipo que le había atacado en primer lugar volvió a la carga encontrándose ahora con el acero del mercenario en lugar de la carne del mismo, que no hesitó en acabar con su vida atravesándole el pecho con el espadón que se encargaba de blandir.
– “Cuatro menos” – Llevar la cuenta no le hacía ningún favor, y puede que aquellos tipos fuesen meros aficionados en comparación a él, que aún no habiendo recibido nunca adiestramiento propiamente dicho con la espada, ya llevaba demasiados combates a muerte como aquel; pero aquellos hombres no debían de ser infravalorados, sus armas eran de mala calidad y no vestían armadura alguna, pero eran rápidos y sabían coordinarse.
-“¿Cansado?” – Preguntó el Jefe de aquellos bandidos sin inmutarse ni un pelo por los tres hombres que yacían en el suelo y obviando al que había decidido apartarse de la pelea y ahora improvisaba un rudimentario torniquete en torno a su brazo derecho. – “Un poco, pero nada que me impida acabar con vosotros ¿Os divertís secuestrando a personas?” – Contestó Eltrant tratando de recobrar algo de aliento sin bajar la guardia.
Pero no tuvo tiempo de descansar, tan pronto como paró de moverse la espada de uno de los bandidos atravesó su muslo derecho, gritando una retahíla de maldiciones el mercenario cayó de rodillas y, apretando los dientes, agarró su espada con ambas manos para justo después depositar toda la fuerza que le quedaban en los brazos en la hoja para, cuando estuvo en esta posición, descargar dicha arma contra los dos tipos que habían decidido que era un buen momento para atacarle, segando a uno por la mitad y deteniéndose la hoja a mitad del vientre del segundo. *
-“Seis” – Sonrió jadeando copiosamente al extraer la espada del vientre del, ahora cadáver, bandido; el tipo que había liberado a los perros frunció el ceño y se limitó a ordenar a más compinches que atacasen mientras este observaba de brazos cruzados.
Entonces la hoja de una espada entró en el vientre del mercenario, que agotado no pudo sino contemplar como esta se deslizaban lentamente en su interior, estaba empezando a llegar al límite de sus fuerzas, haciendo acopio de la fuerza de voluntad que le quedaba empujó a aquel tipo y se zafó de él el tiempo suficiente como para retroceder un par de pasos y caer de rodillas, sangrando copiosamente.
– “Me parece que hemos ganado…” – Eltrant escupió sangre a un lado y sonrió tratando de mantenerse erguido– “¿Y qué vais a hacer ahora? ¿Torturarme? ” – Dijo recordando, irónicamente, las palabras del cibernético. El hombre canoso simplemente enarcó una ceja – “No estaría de más, no…”
----Este cuarto hombre, que no dudó en alzar la voz a sus compañeros lo suficiente como para que el mercenario pudiese oír algún insulto que otro, sonrió mientras observaba cómo los animales que acababa de soltar emprendían su carrera, sedientos de sangre, tras la mascota del cibernético, la cual se perdió en los callejones de la ciudad tan rápido como sus pequeñas patas le permitían.
Eltrant frunció el ceño y dejó escapar un ligero suspiro cuando los tres guardias a los que había estado a punto de distraer notaban la presencia del espadachín y, como habían hecho los canes momentos atrás, emprendían su propia persecución tras la sombra de metal; el tipo que habia liberado entonces a dichos animales se atusó la barba y después de varios segundos oteando la oscuridad en la que sus compañeros, los perros y el cibernético habían desaparecido se encogió de hombros y volvió al interior del almacén.
-“¿Así que al final vamos a tener que hacerlo de esta forma?” – Eltrant se pasó la mano por el pelo y salió de detrás de las cajas para a continuación empezar a andar en dirección al almacén, cuyas puertas se encontraban ahora completamente desprotegidas – “¿Cuántos crees que hay ahí dentro Elen?” – Preguntó a la bruja peliblanca mientras desenvainaba la espada – “¿Siete? ¿Ocho?” – La mano del mercenario se cerró con fuerza en torno al pomo de su espada mientras avanzaba – “Diría que hay cinco” – Susurró para sí completamente seguro de que aquella era la cifra indicada antes de girarse hacia la bruja y sonreír – “Intenta entrar por una de las puertas de atrás, quizás puedas colarte sutilmente con todo el jaleo y sacar algo en claro de todo esto” – Señaló al oscuro callejón que minutos atrás había sido custodiado por uno de los tres guardias que ahora perseguían a Sajin. – “Yo voy a distraerles un poco… por las malas” – La sonrisa del mercenario se ensanchó mientras, después de haberle hecho un gesto con la mano a la bruja para que tuviese cuidado, se acercaba a la entrada principal del almacén.
Aquello era una imprudencia, atacar de frente no le iba a proporcionar ningún tipo de ventaja, pero no se iba a engañar, siempre solía hacer ese tipo de locuras, no obstante usualmente trataba de tener una red de seguridad tras él; algo que le dijese que hiciese lo que hiciese iba a salir con vida, quizás con una extremidad menos, pero con vida. Sin embargo, desde los eventos de isla tortuga no sentía la necesidad de tener dicha red, al fin y al cabo ¿Qué tenía que perder? ¿Una oficina ruinosa que compartía con un mapache ridículamente obeso? ¿Una colección de libros raídos? ¿Días matándose lentamente en las peores tabernas de Lunargenta? Lo único por lo que sentía afecto era por su caballo, y normalmente este se perdía días cabalgando por su cuenta y riesgo por los bosques cercanos a la ciudad.
No, no iba a dejar una gran firma en Aerandir después de haber muerto, eso era un hecho, pero esperaba que con aquel tipo de cosas; quizás alguien se acordaría de su existencia algún día, aunque él no recordase a nadie.
Sin dudarlo dos veces entró con la espada desenvainada por la misma puerta que el tipo canoso y con barba que había liberado a los perro se había perdido, una vez dentro lo primero que captó la atención del mercenario fue un sinfín de cajas de madera con varios agujeros en la parte superior, justo después notó que, efectivamente, no era ningún vidente.
Eltrant llegó a contar a doce guardias fuertemente armados que conversaban entre ellos en diferentes puntos del almacén, supuso que había alguno que otro oculto en alguna de las habitaciones que había repartidas por aquel lugar.
– “¡Buenas noches!” – Gritó Eltrant lo suficientemente alto como para asegurarse de que todo los presentes se giraban hacia él – “¿Todos me estáis viendo?” – Uno de los guardias parecía no haberse percatado aún de su presencia y disfrutaba de un tentempié de media noche en una esquina del almacén - “¡Eh! Tú, si, el que se está comiendo un bollo, mírame; así me gusta” – Inmediatamente todos desenvainaron sus respectivas armas y comenzaron a avanzar hacia Eltrant sin preguntar a que se debía tan inesperada visita.
-“¿Vais a tratar de matarme así sin más? ¿Sin preguntar ni nada?” – El mercenario alzó su espada y se preparó – “Interesante” – Su mirada se posó de nuevo sobre las cajas de gran tamaño que había desperdigadas por todo el almacén y retrocedió un par de pasos, distanciándose un poco del maleante que tenía más cerca – “Vaya, mira por dónde, parece que tenemos un héroe. Dime muchacho ¿Vienes a por la joyas o a por las mujeres?” – Eltrant arqueó una ceja –“¿… Ambos?”
No sabía nada de ningunas joyas, pero parece que había tenido una buena corazonada al pensar que había más chicas en peligro. – “Dudo mucho que pases de aquí, pero las joyas las custodian los gemelos muchacho, y esos dos están mal de la cabeza” – El que parecía tener más rango de todos aquellos tipos escupió a un lado y sonrió – “Has tenido suerte que vayamos a matarte nosotros y no esa loca y su hermano, esos malditos brujos me dan escalofríos chico” – El séptimo de los Tale apuntó con su espada a aquel tipo y sonrió – “¿A qué esperas entonces?”- Al menos su distracción estaba funcionando bien.
Con un fuerte grito algunos los presentes cargaron contra el mercenario, quien después de deflactar la espada del primero de los que embistieron contra él con el improvisado guante hecho a partir de cuero y placas de metal oxidado, le rebanó el brazo a un segundo atacante que gritó dolorido mientras se miraba el muñón con el que jamás podría volver a sujetar una espada.
Un tercero se unió a la pelea enarbolando una enorme martillo de acero que Eltrant se encargó de detener con su omoplato izquierdo, dejando escapar un quejido de dolor el joven se zafó del tipo del martillo golpeándole con la empuñadura de la espada en la cara al girarse para encararlo, haciendo que este perdiese el equilibro y se golpease la cabeza contra una de aquellas cajas de madera quedándose inmóvil al momento.
El tipo que le había atacado en primer lugar volvió a la carga encontrándose ahora con el acero del mercenario en lugar de la carne del mismo, que no hesitó en acabar con su vida atravesándole el pecho con el espadón que se encargaba de blandir.
– “Cuatro menos” – Llevar la cuenta no le hacía ningún favor, y puede que aquellos tipos fuesen meros aficionados en comparación a él, que aún no habiendo recibido nunca adiestramiento propiamente dicho con la espada, ya llevaba demasiados combates a muerte como aquel; pero aquellos hombres no debían de ser infravalorados, sus armas eran de mala calidad y no vestían armadura alguna, pero eran rápidos y sabían coordinarse.
-“¿Cansado?” – Preguntó el Jefe de aquellos bandidos sin inmutarse ni un pelo por los tres hombres que yacían en el suelo y obviando al que había decidido apartarse de la pelea y ahora improvisaba un rudimentario torniquete en torno a su brazo derecho. – “Un poco, pero nada que me impida acabar con vosotros ¿Os divertís secuestrando a personas?” – Contestó Eltrant tratando de recobrar algo de aliento sin bajar la guardia.
Pero no tuvo tiempo de descansar, tan pronto como paró de moverse la espada de uno de los bandidos atravesó su muslo derecho, gritando una retahíla de maldiciones el mercenario cayó de rodillas y, apretando los dientes, agarró su espada con ambas manos para justo después depositar toda la fuerza que le quedaban en los brazos en la hoja para, cuando estuvo en esta posición, descargar dicha arma contra los dos tipos que habían decidido que era un buen momento para atacarle, segando a uno por la mitad y deteniéndose la hoja a mitad del vientre del segundo. *
-“Seis” – Sonrió jadeando copiosamente al extraer la espada del vientre del, ahora cadáver, bandido; el tipo que había liberado a los perros frunció el ceño y se limitó a ordenar a más compinches que atacasen mientras este observaba de brazos cruzados.
Entonces la hoja de una espada entró en el vientre del mercenario, que agotado no pudo sino contemplar como esta se deslizaban lentamente en su interior, estaba empezando a llegar al límite de sus fuerzas, haciendo acopio de la fuerza de voluntad que le quedaba empujó a aquel tipo y se zafó de él el tiempo suficiente como para retroceder un par de pasos y caer de rodillas, sangrando copiosamente.
– “Me parece que hemos ganado…” – Eltrant escupió sangre a un lado y sonrió tratando de mantenerse erguido– “¿Y qué vais a hacer ahora? ¿Torturarme? ” – Dijo recordando, irónicamente, las palabras del cibernético. El hombre canoso simplemente enarcó una ceja – “No estaría de más, no…”
Off: *Habilidad de Nivel 3: Hoja Cargada. (Este ataque ignora parte de la armadura del contrario)
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Los acontecimientos siguientes hicieron que el bio cibernético encontrase su papel en la misión, al ver como uno de los individuos se preparaba para soltar a sus sabuesos, con el fin de que buscasen el rastro de los dos ladrones que faltaban por llegar. Ambos seguirían inconscientes en aquel momento, pero con suerte la mujer habría avisado a la guardia para que los arrestasen, de lo contrario pronto el resto de delincuentes se pondrían en alerta, al hallarlos tirados en la calle.
Así pues, Sajin optó por llamar la atención sobre sí mismo y peludo compañero, tanto de los animales como de los vigilantes que custodiaban la puerta. Era algo arriesgado, pero teniendo en cuenta el desarrollado olfato de los sabuesos, que podría echar por tierra el plan de rescate, quizá fuese lo mejor. La de ojos verdes lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista, ligeramente preocupada a pesar de haberlo visto luchar antes, pero ellos debían continuar para dar sentido a la acción de su compañero.
En cuanto se calmaron las cosas, el cuarto individuo, aquel que había liberado a los rastreadores, regresó al interior del edificio, dejando la entrada principal totalmente despejada. Sin tener ya que esconderse, la hechicera salió de detrás de las cajas y caminó junto a Eltrant, mientras escrutaba con la mirada cada rincón del almacén, en busca de la segunda puerta que abría la llave. - A juzgar por las voces podrían ser más, trataré de dar con la otra entrada tan rápido como pueda. - comentó, con un tono algo más serio a causa de la concentración.
Un simple gesto bastó para despedirse del guerrero, que por desgracia sería el más expuesto a recibir daño enemigo durante la incursión. Atacar frontalmente un lugar en que no se sabía con seguridad el número de adversarios que había requería bastante valor, pero si iba armado tenía que saber manejarse en combate, así que cumpliría con su parte del plan. Valiéndose de su agilidad, la de ojos verdes corrió por el lateral del edificio y comprobó que en este no hubiese ninguna puerta, tras lo cual dobló la esquina y continuó por la parte trasera.
Aquella parte estaba peor iluminada que el resto, pero esto le dio una ventaja, permitiendo que se acercase a la segunda entrada sin ser vista ni oída. La llave encajó perfectamente, y tras girarla con sumo cuidado para no hacer ruido, la joven pudo adentrarse en el almacén sin mayor problema, cerrando tras de sí. Lo primero que pudo apreciar nada más entrar fue el mal estado en que se encontraban algunas zonas, cubiertas de polvo y suciedad que llevaba acumulándose durante bastante tiempo sobre las cajas y el escaso mobiliario.
Se encontraba en una habitación más bien pequeña, sin iluminación alguna pero con la puerta abierta, lo que permitía atisbar cuanto la rodeaba, gracias a las lámparas de los pasillos. Lentamente, y aguzando el oído para percatarse de cualquier voz o sonido sospechoso, la bruja comenzó a acercarse a la puerta, para luego comprobar que el corredor estuviese despejado antes de salir.
Por ahora todo iba bien, estaba dentro y tenía libertad para moverse por el edificio, pero pronto su cuerpo se tensó de forma repentina, al escuchar los sollozos de una mujer no muy lejos de donde se encontraba. ¿Qué querían de ellas? Se preguntó, mientras aceleraba el paso para acercarse al origen y descubrir qué estaba pasando. Solo unos instantes hicieron falta para que se situase al otro lado de la pared, desde donde podía oír con claridad las palabras de los captores, que reían con malicia.
- ¡Pero mira que pieza! Esto les va a encantar. - exclamó uno, que en sus manos sostenía un fino colgante de escamas de serpiente dragón. - Ya veo a la jefa luciéndolo, puede que de miedo pero yo no le haría ascos. - añadió con picardía, sonriendo ampliamente a la muchacha que sollozaba en un rincón. - Si llega a escucharte puedes meterte en una buena, esa bruja no tiene escrúpulos. - intervino su compañero, antes de acercarse a la chica para levantarla del suelo por el brazo.
- Te vienes conmigo, y deja ya de llorar o lo harás con razón. - advirtió, frunciendo el ceño. Sin embargo no tuvo tiempo de abandonar la estancia, un alboroto procedente de la entrada principal captó la atención de ambos. - ¿Y ahora qué demonios pasa? - preguntó molesto, al tiempo que soltaba a la cautiva para asomarse a la puerta. - Parece que tenemos compañía, vigílalas mientras voy a ver si se trata de la guardia, esos cabrones siempre andan metiendo las narices donde no les llaman. - ordenó, antes de salir de la habitación, aunque solo unos segundos después volvió a la puerta de la misma. - No les toques la cara, nos pagarán bien por ellas. - añadió, para acto seguido perderse por uno de los pasillos.
Elen, al otro lado de la pared, empezaba a preocuparse por cómo se las estaría apañando su compañero, pero primero tenía que deshacerse del tipo que quedaba dentro del cuarto, y su oportunidad no tardó en llegar. - La cara, uhmm está bien, pero eso no quita que podamos divertirnos un poco. - dijo riendo, lo que de inmediato provocó varios chillidos de la muchacha. - Ni de broma. - musitó la hechicera, antes de irrumpir en la estancia y asaltarlo por la espalda. La daga entró limpiamente por entre las costillas, para luego servir de conductora y propagar la electricidad a todo el cuerpo del criminal, que ni siquiera pudo emitir un quejido de dolor.
Ella se encargó de que no pudiese, cubriéndole la boca firmemente con la otra mano, para poco después dejar que se desplomase sobre el suelo, ya sin vida. Solo entonces pudo percatarse del número de mujeres que había allí retenidas, casi todas atadas de manos y sentadas en un lado de la habitación, con mordazas para que no pudiesen gritar ni pedir auxilio. Debía haber al menos diez, y quien sabe cuántas más podría haber en el resto del almacén.
- Tranquilas, todo va a salir bien. - dijo para calmarlas, mientras comenzaba a soltar a las más cercanas. - ¿Hay más? - preguntó, pero ninguna supo responderle. - No importa, revisaré el resto de cuartos, ahora tenéis que salir de aquí. - prosiguió, saliendo al pasillo para que la siguiesen. - En esa dirección encontrareis una puerta trasera, alejaos tanto como podáis del puerto. - indicó, esperando que tuviesen la suerte de no toparse con ningún otro ladrón aquella noche.
Una vez hecho eso se dirigió a la entrada principal, temiendo que Eltrant pudiese estar en problemas, cosa que pronto pudo comprobar con sus propios ojos. El guerrero se encontraba de rodillas, sangrando abundantemente mientras varios individuos de aquella organización yacían sin vida a su alrededor, había peleado bien pero lo superaban en número. Viendo que aún quedaban en pie siete enemigos, sin contar con los que pudiese haber en otras de las salas, la maga supo que tenía que actuar, de inmediato.
Concentrando la electricidad en ambas manos, la de cabellos grises liberó dos descargas en cadena, que impactaron en los objetivos más cercanos para luego saltar hacia los siguientes, dejando a cuatro de los hombres aturdidos momentáneamente. Una combinación de su daga con la telequinesis hizo el resto, hiriéndolos de gravedad antes de que pudiesen recuperarse del primer ataque.
Los otros tres serían más complicados ya que no contaba con el factor sorpresa, así que optó por crear una corriente de viento y lanzarla contra ellos, consiguiendo apartarlos bruscamente del herido. Entonces aprovechó para acercarse a Eltrant y echar un vistazo a sus heridas, que no tenían buena pinta. - ¿Puedes ponerte en pie? - preguntó, sin dejar de vigilar por el rabillo del ojo a los desgraciados que aún quedaban con vida.
Así pues, Sajin optó por llamar la atención sobre sí mismo y peludo compañero, tanto de los animales como de los vigilantes que custodiaban la puerta. Era algo arriesgado, pero teniendo en cuenta el desarrollado olfato de los sabuesos, que podría echar por tierra el plan de rescate, quizá fuese lo mejor. La de ojos verdes lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista, ligeramente preocupada a pesar de haberlo visto luchar antes, pero ellos debían continuar para dar sentido a la acción de su compañero.
En cuanto se calmaron las cosas, el cuarto individuo, aquel que había liberado a los rastreadores, regresó al interior del edificio, dejando la entrada principal totalmente despejada. Sin tener ya que esconderse, la hechicera salió de detrás de las cajas y caminó junto a Eltrant, mientras escrutaba con la mirada cada rincón del almacén, en busca de la segunda puerta que abría la llave. - A juzgar por las voces podrían ser más, trataré de dar con la otra entrada tan rápido como pueda. - comentó, con un tono algo más serio a causa de la concentración.
Un simple gesto bastó para despedirse del guerrero, que por desgracia sería el más expuesto a recibir daño enemigo durante la incursión. Atacar frontalmente un lugar en que no se sabía con seguridad el número de adversarios que había requería bastante valor, pero si iba armado tenía que saber manejarse en combate, así que cumpliría con su parte del plan. Valiéndose de su agilidad, la de ojos verdes corrió por el lateral del edificio y comprobó que en este no hubiese ninguna puerta, tras lo cual dobló la esquina y continuó por la parte trasera.
Aquella parte estaba peor iluminada que el resto, pero esto le dio una ventaja, permitiendo que se acercase a la segunda entrada sin ser vista ni oída. La llave encajó perfectamente, y tras girarla con sumo cuidado para no hacer ruido, la joven pudo adentrarse en el almacén sin mayor problema, cerrando tras de sí. Lo primero que pudo apreciar nada más entrar fue el mal estado en que se encontraban algunas zonas, cubiertas de polvo y suciedad que llevaba acumulándose durante bastante tiempo sobre las cajas y el escaso mobiliario.
Se encontraba en una habitación más bien pequeña, sin iluminación alguna pero con la puerta abierta, lo que permitía atisbar cuanto la rodeaba, gracias a las lámparas de los pasillos. Lentamente, y aguzando el oído para percatarse de cualquier voz o sonido sospechoso, la bruja comenzó a acercarse a la puerta, para luego comprobar que el corredor estuviese despejado antes de salir.
Por ahora todo iba bien, estaba dentro y tenía libertad para moverse por el edificio, pero pronto su cuerpo se tensó de forma repentina, al escuchar los sollozos de una mujer no muy lejos de donde se encontraba. ¿Qué querían de ellas? Se preguntó, mientras aceleraba el paso para acercarse al origen y descubrir qué estaba pasando. Solo unos instantes hicieron falta para que se situase al otro lado de la pared, desde donde podía oír con claridad las palabras de los captores, que reían con malicia.
- ¡Pero mira que pieza! Esto les va a encantar. - exclamó uno, que en sus manos sostenía un fino colgante de escamas de serpiente dragón. - Ya veo a la jefa luciéndolo, puede que de miedo pero yo no le haría ascos. - añadió con picardía, sonriendo ampliamente a la muchacha que sollozaba en un rincón. - Si llega a escucharte puedes meterte en una buena, esa bruja no tiene escrúpulos. - intervino su compañero, antes de acercarse a la chica para levantarla del suelo por el brazo.
- Te vienes conmigo, y deja ya de llorar o lo harás con razón. - advirtió, frunciendo el ceño. Sin embargo no tuvo tiempo de abandonar la estancia, un alboroto procedente de la entrada principal captó la atención de ambos. - ¿Y ahora qué demonios pasa? - preguntó molesto, al tiempo que soltaba a la cautiva para asomarse a la puerta. - Parece que tenemos compañía, vigílalas mientras voy a ver si se trata de la guardia, esos cabrones siempre andan metiendo las narices donde no les llaman. - ordenó, antes de salir de la habitación, aunque solo unos segundos después volvió a la puerta de la misma. - No les toques la cara, nos pagarán bien por ellas. - añadió, para acto seguido perderse por uno de los pasillos.
Elen, al otro lado de la pared, empezaba a preocuparse por cómo se las estaría apañando su compañero, pero primero tenía que deshacerse del tipo que quedaba dentro del cuarto, y su oportunidad no tardó en llegar. - La cara, uhmm está bien, pero eso no quita que podamos divertirnos un poco. - dijo riendo, lo que de inmediato provocó varios chillidos de la muchacha. - Ni de broma. - musitó la hechicera, antes de irrumpir en la estancia y asaltarlo por la espalda. La daga entró limpiamente por entre las costillas, para luego servir de conductora y propagar la electricidad a todo el cuerpo del criminal, que ni siquiera pudo emitir un quejido de dolor.
Ella se encargó de que no pudiese, cubriéndole la boca firmemente con la otra mano, para poco después dejar que se desplomase sobre el suelo, ya sin vida. Solo entonces pudo percatarse del número de mujeres que había allí retenidas, casi todas atadas de manos y sentadas en un lado de la habitación, con mordazas para que no pudiesen gritar ni pedir auxilio. Debía haber al menos diez, y quien sabe cuántas más podría haber en el resto del almacén.
- Tranquilas, todo va a salir bien. - dijo para calmarlas, mientras comenzaba a soltar a las más cercanas. - ¿Hay más? - preguntó, pero ninguna supo responderle. - No importa, revisaré el resto de cuartos, ahora tenéis que salir de aquí. - prosiguió, saliendo al pasillo para que la siguiesen. - En esa dirección encontrareis una puerta trasera, alejaos tanto como podáis del puerto. - indicó, esperando que tuviesen la suerte de no toparse con ningún otro ladrón aquella noche.
Una vez hecho eso se dirigió a la entrada principal, temiendo que Eltrant pudiese estar en problemas, cosa que pronto pudo comprobar con sus propios ojos. El guerrero se encontraba de rodillas, sangrando abundantemente mientras varios individuos de aquella organización yacían sin vida a su alrededor, había peleado bien pero lo superaban en número. Viendo que aún quedaban en pie siete enemigos, sin contar con los que pudiese haber en otras de las salas, la maga supo que tenía que actuar, de inmediato.
Concentrando la electricidad en ambas manos, la de cabellos grises liberó dos descargas en cadena, que impactaron en los objetivos más cercanos para luego saltar hacia los siguientes, dejando a cuatro de los hombres aturdidos momentáneamente. Una combinación de su daga con la telequinesis hizo el resto, hiriéndolos de gravedad antes de que pudiesen recuperarse del primer ataque.
Los otros tres serían más complicados ya que no contaba con el factor sorpresa, así que optó por crear una corriente de viento y lanzarla contra ellos, consiguiendo apartarlos bruscamente del herido. Entonces aprovechó para acercarse a Eltrant y echar un vistazo a sus heridas, que no tenían buena pinta. - ¿Puedes ponerte en pie? - preguntó, sin dejar de vigilar por el rabillo del ojo a los desgraciados que aún quedaban con vida.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El sonido de los perros así como el choque de sus cadenas de hierro contra el suelo mientras eran arrastradas a medida que corrían aquellos sabuesos sedientos de la sangre de Sardinas y Sajin, uno de los guardias aprovechó para sacar dos dagas con ambas manos de sus respectivas vainas y pronto, lo siguió su compañero que desenvainó una larga y curva espada. La mujer, en cambio, había optado por ser menos arriesgada tomando como soporte a su arco y sus flechas para asestar una ofensiva con la completa tranquilidad de que sería protegida por sus dos compañeros y sobretodo, su jauría de perros con un brote psicótico. El cibernético agarro a su perro de su estomago y lo puso a su lado, después desenvainó su sable. Tras el despertar de su espada, los sabuesos emprendieron una fugaz cacería contra ellos.
— Oigan, idiotas. —Dijo la mujer hacia a sus compañeros, mientras tensaba el arco con una flecha preparada—. Vayan a por ese trozo de hierro, ¿o acaso creen que lo haré yo? zoquetes. —Empujó a uno de una patada—. ¡Vayan!
— Tu no eres nuestra jefa, vienes con nosotros. —Los dos guardias emprendieron la persecución junto a los canes. El sujeto trató de cruzar en aquella incesante carrera de los canes por ser quien diese el primer bocado.
La tiradora, sin nada más que hacer ahí clavada al suelo, decidió seguirlos de mala gana pese al trabajo que se hubiese ahorrado obligándolos a ellos. — Miren, ahí esta. —Apuntó con la flecha que preparaba en su arco, la cual no tardó en disparar contra el cibernético.
Esquivó la flecha de aquella bandida con suerte, no estaba siquiera pendiente a sus espaldas. Solo podía escuchar la aglomeración de ladridos de los perros, los guerreros no tomaban un papel tan importaba como lo tomaba aquella mujer con el arco en el escape del cibernético. Ser comido por perros o tener una flecha clavada lado a lado en su cráneo, no habían muchas opciones por las cuales pudiesen servirles para salvarse de esa situación. Pronto, cayó tendido en una trampa de la que no esperaba que pudiese escapar corriendo como había hecho antes. La causa era simple y llanamente que había sido acorralado de forma exitosa en un callejón sin salida. Las sombras de los sabuesos iluminadas con el deslumbrante color fuego en sus ojos se hacían cada vez más grandes a medida que se acercaban, acompañados por el frente de la tiradora que había puesto su flecha en la mira del cibernético. Entre los rincones ya estaban los dos secuaces listos para atacar por igual.
— Estás acorralado. —Dijo uno de los bribones, riendo como un reverendo imbécil por su logro—. ¡Voy a colgar tu cabeza en mi pared y venderé las piezas de tu cuerpo al mejor postor! O mejor... ¿qué tal si me hago una armadura con tus trozos?
— Cállate, imbécil. —Le contestó su compañero, dándole un pequeño golpe en la cabeza—. Aunque lo mates no dejaremos de decirte pene de ardilla y no te vas a llevar el crédito tu solo con ese par tan pequeño de dagas, lo repartiremos entre todos.
— ¡Silencio! —La chica se acercó a la escena, mostrando aún de manera insistente el arco cargado. Puso su arma a quemarropa, cara a cara de la máquina, poco a poco soltaba sus dedos de la flecha. — Te propongo un trato, hojalata. ¿Qué te parece si te interrogamos aquí? no tienes escape, esa espada es muy larga como para poder funcionar en un callejón tan estrecho. —Miró desde el rabillo del ojo a sus canes, que dejaban caer la espuma de sus dientes con ferocidad—. Oh, también, esos perros lucen muy hambrientos. No querrás que lleguen a abrirte como una costra y devorarte, ¿no es así? entonces, vas a cooperar.
La oferta resultaba poco complicada y pretendía prometer al cibernético que estaría sano y salvo tras esa persecución de la que los perros seguramente ya se les hacía agua la boca el aprobar su carne y la de su can. Un engaño de lo más sucio que podría haberle ocurrido si accedía, quizás solo esperaba a interrogarlo y soltarle la flecha en el rostro o alguna apuñalada le esperaría a sus lados. Su mira telescópica se enfocó en sus enemigos. Tres armas blancas, un arma a distancia. El número exacto de enemigos en el lugar son diez, juntando tanto a los ladrones como a los sabuesos. Tras analizar la situación, el espadachin tuvo la dicha de aceptar la sugerencia de sus enemigos y guardar lentamente su espada en su vaina. Pronto, tiró a su perro de su brazo y este cayó de una forma torpe, inseguro de lo que hacía su amo tras reincorporarse.
Se acercó mas a la flecha que tenía de frente, al punto de que llegaba a topar el metal de su frente. Amortiguó bajando la mirada hacia abajo, trataba de impedir que su personalidad alterna no tomase el control de la tensa situación en la que estaba. El hecho de analizar a toda costa todas las probabilidades que tenía eran complicadas, no solo por que cada una podría tener distintas variaciones y de un resultado inesperado, si no por que también no tenía mucho tiempo para pensar.
— Ya veo, con que no quieres hablar... —Lo miró con unos ojos desconfiados, entrecerrados—. Eh, ¿qué esperan ustedes dos? no vamos a quedarnos aquí a que responda. El loco vino solo sabiendo esto, debe tener algo de especial...
Uno obedeció las ordenes de la mujer, golpeando con el pomo de su espada el lomo del cibernético de manera forzada, tratando de dar un golpe fuerte que hiciese sentir dolor al robot. Siguió indiferente con la mirada al suelo, no podía caer otra vez en ese estado psicótico alterno a su disciplina, a lo que pedía su cruzada. Cortesía debía tener incluso con ellos, sus captores, pero ya no estaba empezando a durar mucho mientras iba siendo humillado por tres bandidos. Levantó su cara, esta vez, mostrando los ojos carmesí que no eran característicos en la esclerótica de Sajin, si no de su otro yo. En medio de la tensión que producía el silencio en el lugar, el cibernético aprovecho para discretamente sacar a su pequeño sable Viento Nocturno. Lo deslizó entre sus dedos fuera de la vaina cuyo filo protegía y dibujó un tajo sobre el estomago de la mujer de manera veloz tras tenerla de cerca, dedicando una sonrisa tras el momento de llenar su hoja azabache del rojo oscuro de su sangre.
Poco tiempo se notó en esa herida que se había expandido en su estomago la salida de las vísceras bañadas en rojo de la mujer, ensuciando el suelo a la vez que su cuerpo se tendía en el suelo tras caer, inerte y sin vida. Movió el pequeño sable hacia atrás en donde arremetió una apuñalada al pecho de uno de sus captores y la sacó tras arremeter contra él. Se giró hacia atrás, mientras el último ladrón trataba de pinchar al cibernético con sus pequeñas dagas. El robot lanzó una patada contra sus partes bajas, lo que pronto dejó de rodillas a aquel hombre en el rincón que oprimía su escape. Agarró con fuerza la cabellera del bandido y lo arrojó contra los sabuesos, los cuales algunos le echaron un ojo al pobre hombre como una comida más.
Mientras que unos tres despedazaban el cuerpo del ladronzuelo, los otros cuatro fueron contra él mientras su pequeño perro se escondía entre los cadáveres. Sacó con su mano libre el sable que anteriormente Sajin había guardado, pero ahora tan solo quedaba Jinsa para hacerse cargo de la confrontación. Ahora con más espacio tras los cadáveres caer al suelo destrozados, el cibernético inició con su masacre a aquellos perros. Uno voló contra su hombro en un intento de arrebatárselo de una dentellada, pero pronto no tardó en ser recibido por tres apuñaladas del sable azabache del cibernético en el lomo del animal. Dos de los que fueron contra él, fueron decapitados por el largo filo de su hoja sin muchos problemas.
Sin contención, el cibernético ahora arrojo a los cuatro perros que despedazaban al bandido a uno de los suyos, apuñalado varias veces en su lomo. Los canes se encendieron de ira para vengar al miembro de su jauría, arremetiendo contra él. Uno de los perros que saltaron contra él fue partido en dos con tan solo ondear su espada hacia delante, las estrategias de unas fieras no eran rivales para la mente del espadachín, ahora sin contención. Clavó contra el suelo sus dos sables hacia las cabezas de los otros dos sabuesos que fueron a sus costados, tendiéndolas como si se tratase de un fraudulenta y ensangrentada decoración en sus cabezas. El último sabueso se lanzó contra su cabeza, parado por las dos manos del cibernético que habían servido para impedir llegar las fauces ensalivadas del perro.
— El nivel de amenaza ha reducido. —Comentó el cibernético, mientras iba ampliando a la fuerza la mandíbula del perro con ambas de sus manos. El animal comenzó a resistir a base de gruñidos, para pronto rogar como un pequeño perro indefenso. Partió con toda su fuerza la quijada del animal, desfigurando consigo la estructura bucal del sabueso y arrojándolo tendido con los suyos al suelo. Poco después, agarró sus espadas clavadas en las cabezas de dos sabuesos y las extendió hacia afuera, pero pronto guardaría a Viento Nocturno de vuelta a su vaina. Finalmente, se agachó entre los cadáveres y tomó las cadenas que colgaban de los collares de dos de los perros asesinados, para levantarse y arrastrarlos en su camino hacia el almacén de regreso. Mientras lo hacía, movió su cuello de lado a lado para sonar involuntariamente sus vertebras.
Su perro solamente se dedicó a mirarlo de manera insegura y con la cabeza bocabajo, siguiéndolo con temor. Aquel hombre era el que conocía, no era el que se hacía llamar Sajin. Era alguien que el perro pronto tendría que acostumbrarse si debía de vivir con su amo y sus demonios. Fueron de manera tranquila hacia la zona donde alguna vez estuvieron junto al humano y la hechicera, dejando los rastros de sangre de los canes que eran agarrados de sus cadenas de la mano en la que alguna vez estuvo aquel sable azabache. — No voy a esperar a un espécimen tan inferior... —Comentó, mirando desde el rabillo del ojo hacia atrás a su perro asustadizo por la actitud de su, en aquel entonces, amo—. Voy a cumplir el objetivo que vuestro amo no pudo.
Tras llegar al almacén, todo lucía completamente vacío. Todo parecía indicar que el humano y el hechicero se habían adentrado sin problemas tras la distracción de Sajin, ahora oprimido por la aparición de Jinsa. Una vez más, había sido inducido en un cambio de personalidad que provocaría ahora el deleite de su lado más humano, más morboso. El lado que mucho antes de su conversión como cibernético, temía que hubiese sido el verdadero yo. Pateó los portones del almacén y mostró aquella imagen descuidada y bañada de la sangre de los canes, con esos ojos carmesí que sustituían a los ojos azules de antes. Lanzó los cadáveres de los canes en el medio de la escena a partir de las cadenas de hierro que sostenía, los perros empaparon el suelo de sangre mientras que algunos vándalos se paraban del suelo.
— Mis perros... —Dijo el hombre que los había liberado, poniendo sus manos en el rostro desfigurado de uno de ellos—. Mis cazadores, se suponía que eran la jauría de caza de la jefa. No, no, no. Duré meses tratando de hacer una poción que provocase un efecto psicótico en estas bestias, ahora están muertos. —Vio lamentado por su desgracia a sus perros, para luego levantar su rostro hacia el cibernético, clavando una mirada de desprecio en Jinsa—. Hijos de puta...
— ¿Bestias? —Contestó el cibernético, mientras se acercó a sus compañeros. La bruja al parecer, estaba tratando de reincorporar al ahora herido humano de vuelta al campo de batalla, o por lo menos, salvarlo—. Yo los identifico como cachorros, mi historial de las acciones de Sajin indican haberse deslizado contra bestias de mucho mayor tamaño y poder que aquella jauría. .—Bajó su mirada al humano—. Humano, coja su espada y levántese.
— Oigan, idiotas. —Dijo la mujer hacia a sus compañeros, mientras tensaba el arco con una flecha preparada—. Vayan a por ese trozo de hierro, ¿o acaso creen que lo haré yo? zoquetes. —Empujó a uno de una patada—. ¡Vayan!
— Tu no eres nuestra jefa, vienes con nosotros. —Los dos guardias emprendieron la persecución junto a los canes. El sujeto trató de cruzar en aquella incesante carrera de los canes por ser quien diese el primer bocado.
La tiradora, sin nada más que hacer ahí clavada al suelo, decidió seguirlos de mala gana pese al trabajo que se hubiese ahorrado obligándolos a ellos. — Miren, ahí esta. —Apuntó con la flecha que preparaba en su arco, la cual no tardó en disparar contra el cibernético.
Esquivó la flecha de aquella bandida con suerte, no estaba siquiera pendiente a sus espaldas. Solo podía escuchar la aglomeración de ladridos de los perros, los guerreros no tomaban un papel tan importaba como lo tomaba aquella mujer con el arco en el escape del cibernético. Ser comido por perros o tener una flecha clavada lado a lado en su cráneo, no habían muchas opciones por las cuales pudiesen servirles para salvarse de esa situación. Pronto, cayó tendido en una trampa de la que no esperaba que pudiese escapar corriendo como había hecho antes. La causa era simple y llanamente que había sido acorralado de forma exitosa en un callejón sin salida. Las sombras de los sabuesos iluminadas con el deslumbrante color fuego en sus ojos se hacían cada vez más grandes a medida que se acercaban, acompañados por el frente de la tiradora que había puesto su flecha en la mira del cibernético. Entre los rincones ya estaban los dos secuaces listos para atacar por igual.
— Estás acorralado. —Dijo uno de los bribones, riendo como un reverendo imbécil por su logro—. ¡Voy a colgar tu cabeza en mi pared y venderé las piezas de tu cuerpo al mejor postor! O mejor... ¿qué tal si me hago una armadura con tus trozos?
— Cállate, imbécil. —Le contestó su compañero, dándole un pequeño golpe en la cabeza—. Aunque lo mates no dejaremos de decirte pene de ardilla y no te vas a llevar el crédito tu solo con ese par tan pequeño de dagas, lo repartiremos entre todos.
— ¡Silencio! —La chica se acercó a la escena, mostrando aún de manera insistente el arco cargado. Puso su arma a quemarropa, cara a cara de la máquina, poco a poco soltaba sus dedos de la flecha. — Te propongo un trato, hojalata. ¿Qué te parece si te interrogamos aquí? no tienes escape, esa espada es muy larga como para poder funcionar en un callejón tan estrecho. —Miró desde el rabillo del ojo a sus canes, que dejaban caer la espuma de sus dientes con ferocidad—. Oh, también, esos perros lucen muy hambrientos. No querrás que lleguen a abrirte como una costra y devorarte, ¿no es así? entonces, vas a cooperar.
La oferta resultaba poco complicada y pretendía prometer al cibernético que estaría sano y salvo tras esa persecución de la que los perros seguramente ya se les hacía agua la boca el aprobar su carne y la de su can. Un engaño de lo más sucio que podría haberle ocurrido si accedía, quizás solo esperaba a interrogarlo y soltarle la flecha en el rostro o alguna apuñalada le esperaría a sus lados. Su mira telescópica se enfocó en sus enemigos. Tres armas blancas, un arma a distancia. El número exacto de enemigos en el lugar son diez, juntando tanto a los ladrones como a los sabuesos. Tras analizar la situación, el espadachin tuvo la dicha de aceptar la sugerencia de sus enemigos y guardar lentamente su espada en su vaina. Pronto, tiró a su perro de su brazo y este cayó de una forma torpe, inseguro de lo que hacía su amo tras reincorporarse.
Se acercó mas a la flecha que tenía de frente, al punto de que llegaba a topar el metal de su frente. Amortiguó bajando la mirada hacia abajo, trataba de impedir que su personalidad alterna no tomase el control de la tensa situación en la que estaba. El hecho de analizar a toda costa todas las probabilidades que tenía eran complicadas, no solo por que cada una podría tener distintas variaciones y de un resultado inesperado, si no por que también no tenía mucho tiempo para pensar.
— Ya veo, con que no quieres hablar... —Lo miró con unos ojos desconfiados, entrecerrados—. Eh, ¿qué esperan ustedes dos? no vamos a quedarnos aquí a que responda. El loco vino solo sabiendo esto, debe tener algo de especial...
Uno obedeció las ordenes de la mujer, golpeando con el pomo de su espada el lomo del cibernético de manera forzada, tratando de dar un golpe fuerte que hiciese sentir dolor al robot. Siguió indiferente con la mirada al suelo, no podía caer otra vez en ese estado psicótico alterno a su disciplina, a lo que pedía su cruzada. Cortesía debía tener incluso con ellos, sus captores, pero ya no estaba empezando a durar mucho mientras iba siendo humillado por tres bandidos. Levantó su cara, esta vez, mostrando los ojos carmesí que no eran característicos en la esclerótica de Sajin, si no de su otro yo. En medio de la tensión que producía el silencio en el lugar, el cibernético aprovecho para discretamente sacar a su pequeño sable Viento Nocturno. Lo deslizó entre sus dedos fuera de la vaina cuyo filo protegía y dibujó un tajo sobre el estomago de la mujer de manera veloz tras tenerla de cerca, dedicando una sonrisa tras el momento de llenar su hoja azabache del rojo oscuro de su sangre.
Poco tiempo se notó en esa herida que se había expandido en su estomago la salida de las vísceras bañadas en rojo de la mujer, ensuciando el suelo a la vez que su cuerpo se tendía en el suelo tras caer, inerte y sin vida. Movió el pequeño sable hacia atrás en donde arremetió una apuñalada al pecho de uno de sus captores y la sacó tras arremeter contra él. Se giró hacia atrás, mientras el último ladrón trataba de pinchar al cibernético con sus pequeñas dagas. El robot lanzó una patada contra sus partes bajas, lo que pronto dejó de rodillas a aquel hombre en el rincón que oprimía su escape. Agarró con fuerza la cabellera del bandido y lo arrojó contra los sabuesos, los cuales algunos le echaron un ojo al pobre hombre como una comida más.
Mientras que unos tres despedazaban el cuerpo del ladronzuelo, los otros cuatro fueron contra él mientras su pequeño perro se escondía entre los cadáveres. Sacó con su mano libre el sable que anteriormente Sajin había guardado, pero ahora tan solo quedaba Jinsa para hacerse cargo de la confrontación. Ahora con más espacio tras los cadáveres caer al suelo destrozados, el cibernético inició con su masacre a aquellos perros. Uno voló contra su hombro en un intento de arrebatárselo de una dentellada, pero pronto no tardó en ser recibido por tres apuñaladas del sable azabache del cibernético en el lomo del animal. Dos de los que fueron contra él, fueron decapitados por el largo filo de su hoja sin muchos problemas.
Sin contención, el cibernético ahora arrojo a los cuatro perros que despedazaban al bandido a uno de los suyos, apuñalado varias veces en su lomo. Los canes se encendieron de ira para vengar al miembro de su jauría, arremetiendo contra él. Uno de los perros que saltaron contra él fue partido en dos con tan solo ondear su espada hacia delante, las estrategias de unas fieras no eran rivales para la mente del espadachín, ahora sin contención. Clavó contra el suelo sus dos sables hacia las cabezas de los otros dos sabuesos que fueron a sus costados, tendiéndolas como si se tratase de un fraudulenta y ensangrentada decoración en sus cabezas. El último sabueso se lanzó contra su cabeza, parado por las dos manos del cibernético que habían servido para impedir llegar las fauces ensalivadas del perro.
— El nivel de amenaza ha reducido. —Comentó el cibernético, mientras iba ampliando a la fuerza la mandíbula del perro con ambas de sus manos. El animal comenzó a resistir a base de gruñidos, para pronto rogar como un pequeño perro indefenso. Partió con toda su fuerza la quijada del animal, desfigurando consigo la estructura bucal del sabueso y arrojándolo tendido con los suyos al suelo. Poco después, agarró sus espadas clavadas en las cabezas de dos sabuesos y las extendió hacia afuera, pero pronto guardaría a Viento Nocturno de vuelta a su vaina. Finalmente, se agachó entre los cadáveres y tomó las cadenas que colgaban de los collares de dos de los perros asesinados, para levantarse y arrastrarlos en su camino hacia el almacén de regreso. Mientras lo hacía, movió su cuello de lado a lado para sonar involuntariamente sus vertebras.
Su perro solamente se dedicó a mirarlo de manera insegura y con la cabeza bocabajo, siguiéndolo con temor. Aquel hombre era el que conocía, no era el que se hacía llamar Sajin. Era alguien que el perro pronto tendría que acostumbrarse si debía de vivir con su amo y sus demonios. Fueron de manera tranquila hacia la zona donde alguna vez estuvieron junto al humano y la hechicera, dejando los rastros de sangre de los canes que eran agarrados de sus cadenas de la mano en la que alguna vez estuvo aquel sable azabache. — No voy a esperar a un espécimen tan inferior... —Comentó, mirando desde el rabillo del ojo hacia atrás a su perro asustadizo por la actitud de su, en aquel entonces, amo—. Voy a cumplir el objetivo que vuestro amo no pudo.
Tras llegar al almacén, todo lucía completamente vacío. Todo parecía indicar que el humano y el hechicero se habían adentrado sin problemas tras la distracción de Sajin, ahora oprimido por la aparición de Jinsa. Una vez más, había sido inducido en un cambio de personalidad que provocaría ahora el deleite de su lado más humano, más morboso. El lado que mucho antes de su conversión como cibernético, temía que hubiese sido el verdadero yo. Pateó los portones del almacén y mostró aquella imagen descuidada y bañada de la sangre de los canes, con esos ojos carmesí que sustituían a los ojos azules de antes. Lanzó los cadáveres de los canes en el medio de la escena a partir de las cadenas de hierro que sostenía, los perros empaparon el suelo de sangre mientras que algunos vándalos se paraban del suelo.
— Mis perros... —Dijo el hombre que los había liberado, poniendo sus manos en el rostro desfigurado de uno de ellos—. Mis cazadores, se suponía que eran la jauría de caza de la jefa. No, no, no. Duré meses tratando de hacer una poción que provocase un efecto psicótico en estas bestias, ahora están muertos. —Vio lamentado por su desgracia a sus perros, para luego levantar su rostro hacia el cibernético, clavando una mirada de desprecio en Jinsa—. Hijos de puta...
— ¿Bestias? —Contestó el cibernético, mientras se acercó a sus compañeros. La bruja al parecer, estaba tratando de reincorporar al ahora herido humano de vuelta al campo de batalla, o por lo menos, salvarlo—. Yo los identifico como cachorros, mi historial de las acciones de Sajin indican haberse deslizado contra bestias de mucho mayor tamaño y poder que aquella jauría. .—Bajó su mirada al humano—. Humano, coja su espada y levántese.
Última edición por Sajin el Sáb Nov 28 2015, 23:56, editado 1 vez
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Sin dejar de mirar al tipo que le había dicho que le iba a torturar, el mercenario contempló como un destelló de luz azul cruzaba el almacén en el que se encontraba aturdiendo al resto de enemigos que le habían dejado en un estado tan lamentable.
Trató de sacarle partido a este hecho que, sin previo aviso, había girado momentáneamente las tornas a su favor. Lamentablemente en cuanto trató de levantarse un fuerte dolor se acrecentó en su vientre, de forma que el mercenario cayó de nuevo de rollas, solo para ver como Calhoun irrumpía en escena y, con un cuchillo que flotaba en el aire, acababa uno a uno con todos los maleantes que aún no se habían recuperado del shock.
-“Sí… creo que sí. Recuérdame que no te cabree nunca” – Dijo como toda respuesta a las palabras de su rescatadora. Antes de que hubiese terminado de hablar el cibernético entró en el almacén arrastrando consigo a los animales tras los que había salido, los cuales se encontraban en un estado realmente lamentable; esto enfureció al tipo que había amenazado con torturarle, que se agachó junto a los canes sin terminar de creerse lo que acababa de suceder.
–“No tienes que decírmelo dos veces, Acero” – Respondió a Sajin con una sonrisa cansada; tanto la bruja como el cibernético tenían razón, allí de rodillas, lamentándose en su propia sangre no iba sino a estorbar a sus aliados, en aquel almacén estaba sucediendo algo horrible y él también iba a poner su granito de arena para ayudar a las chicas que, en algún lugar, estaban encerradas.
Apretando los dientes y usando la espada a modo de bastón se incorporó con un grito de dolor, bajo él, una gran cantidad de sangre indicaba que la herida, si bien no era especialmente profunda, sangraba copiosamente. –“No os preocupéis” – Frunció el ceño y se limpió la sangre que descendía por la comisura de su labio con la manga de la camisa – “Solo me duele al reírme”
Quedaban tres enemigos frente a ellos, probablemente en alguna parte del almacén se encontrasen también los supuestos “gemelos”, pero ya se preocuparía por ellos más tarde, estudió a los tres individuos que quedaban y se giró hacia sus compañeros – “¿A cuál os pedís?” – Tragó saliva y, con la mano aún sobre la herida señaló con la espada al más corpulento de los tres presentes, el que estaba junto al líder que aún se lamentaba por haber perdido a sus sabuesos.
– “Ese para mí” – El tipo arqueó una ceja y dejó escapar una carcajada prepotente –“Me acabo de cagar casi a la mitad de tus amigos campeón, deberías estar más preocupado” – Sajin se había encargado de enfurecer al líder de aquellos tipos, ahora henchido de ira no podría hacer gran cosa para dirigirlos, salvo atacar sin ningún tipo de precaución, fingir una falsa seguridad siempre era útil en estos casos, aunque estaba claro que si aquel tipo le alcanzaba no duraría mucho con vida.
Se giró hacia la bruja entonces y, aunque estuvo a punto de caer, logró mantener el equilibrio –“Calhoun, estos tipos han mencionado a una pareja de brujos que estarían custodiando unas joyas” – Susurró – “Quizás deberíais guardar fuerzas… o algo” – Eltrant se estiró completamente, la camisa teñida de sangre se había adherido a la herida y, aunque no tenía buena pinta, sí que había detenido la hemorragia.
El mercenario abrió la boca para decir alguna cosa más a los contrincantes que tenía frente a él, pero el de la barba, el que había estado hasta escasos segundos llorando la muerte de los animales a los que había adiestrado, se lanzó contra Sajin a la vez que insinuaba las cosas que haría con la armadura del cibernético una vez muerto, mientras blandía una enorme hacha de guerra que había tenido atada a la espalda hasta ese momento.
Eltrant frunció el ceño y, sin pensarlo realmente ni un segundo, colocó su espadón en la trayectoria del hacha del tipo, que se detuvo a escasos centímetros de Sajin con un sonoro estallido metálico, no dudaba de la capacidad del cibernético para anticipar o detener aquel ataque, es más, probablemente tendría mejor reflejos que él; sin embargo, Eltrant simplemente se lanzó a detener el arma por mera inercia.*
Dejando escapar un grito de dolor el mercenario volvió a caer de rodillas, la herida del vientre se había vuelto a abrir – “A este paso no llego a viejo” – No le gustaba admitirlo, pero no iba a ser de mucha ayuda con esas heridas, al ver como los aliados que quedaban de aquel tipo comenzaba a moverse, se giró hacia Elen –“¡FRIELOS!” – Gritó a la vez que retenía, a duras penas, el hacha de aquel lunático.
----Trató de sacarle partido a este hecho que, sin previo aviso, había girado momentáneamente las tornas a su favor. Lamentablemente en cuanto trató de levantarse un fuerte dolor se acrecentó en su vientre, de forma que el mercenario cayó de nuevo de rollas, solo para ver como Calhoun irrumpía en escena y, con un cuchillo que flotaba en el aire, acababa uno a uno con todos los maleantes que aún no se habían recuperado del shock.
-“Sí… creo que sí. Recuérdame que no te cabree nunca” – Dijo como toda respuesta a las palabras de su rescatadora. Antes de que hubiese terminado de hablar el cibernético entró en el almacén arrastrando consigo a los animales tras los que había salido, los cuales se encontraban en un estado realmente lamentable; esto enfureció al tipo que había amenazado con torturarle, que se agachó junto a los canes sin terminar de creerse lo que acababa de suceder.
–“No tienes que decírmelo dos veces, Acero” – Respondió a Sajin con una sonrisa cansada; tanto la bruja como el cibernético tenían razón, allí de rodillas, lamentándose en su propia sangre no iba sino a estorbar a sus aliados, en aquel almacén estaba sucediendo algo horrible y él también iba a poner su granito de arena para ayudar a las chicas que, en algún lugar, estaban encerradas.
Apretando los dientes y usando la espada a modo de bastón se incorporó con un grito de dolor, bajo él, una gran cantidad de sangre indicaba que la herida, si bien no era especialmente profunda, sangraba copiosamente. –“No os preocupéis” – Frunció el ceño y se limpió la sangre que descendía por la comisura de su labio con la manga de la camisa – “Solo me duele al reírme”
Quedaban tres enemigos frente a ellos, probablemente en alguna parte del almacén se encontrasen también los supuestos “gemelos”, pero ya se preocuparía por ellos más tarde, estudió a los tres individuos que quedaban y se giró hacia sus compañeros – “¿A cuál os pedís?” – Tragó saliva y, con la mano aún sobre la herida señaló con la espada al más corpulento de los tres presentes, el que estaba junto al líder que aún se lamentaba por haber perdido a sus sabuesos.
– “Ese para mí” – El tipo arqueó una ceja y dejó escapar una carcajada prepotente –“Me acabo de cagar casi a la mitad de tus amigos campeón, deberías estar más preocupado” – Sajin se había encargado de enfurecer al líder de aquellos tipos, ahora henchido de ira no podría hacer gran cosa para dirigirlos, salvo atacar sin ningún tipo de precaución, fingir una falsa seguridad siempre era útil en estos casos, aunque estaba claro que si aquel tipo le alcanzaba no duraría mucho con vida.
Se giró hacia la bruja entonces y, aunque estuvo a punto de caer, logró mantener el equilibrio –“Calhoun, estos tipos han mencionado a una pareja de brujos que estarían custodiando unas joyas” – Susurró – “Quizás deberíais guardar fuerzas… o algo” – Eltrant se estiró completamente, la camisa teñida de sangre se había adherido a la herida y, aunque no tenía buena pinta, sí que había detenido la hemorragia.
El mercenario abrió la boca para decir alguna cosa más a los contrincantes que tenía frente a él, pero el de la barba, el que había estado hasta escasos segundos llorando la muerte de los animales a los que había adiestrado, se lanzó contra Sajin a la vez que insinuaba las cosas que haría con la armadura del cibernético una vez muerto, mientras blandía una enorme hacha de guerra que había tenido atada a la espalda hasta ese momento.
Eltrant frunció el ceño y, sin pensarlo realmente ni un segundo, colocó su espadón en la trayectoria del hacha del tipo, que se detuvo a escasos centímetros de Sajin con un sonoro estallido metálico, no dudaba de la capacidad del cibernético para anticipar o detener aquel ataque, es más, probablemente tendría mejor reflejos que él; sin embargo, Eltrant simplemente se lanzó a detener el arma por mera inercia.*
Dejando escapar un grito de dolor el mercenario volvió a caer de rodillas, la herida del vientre se había vuelto a abrir – “A este paso no llego a viejo” – No le gustaba admitirlo, pero no iba a ser de mucha ayuda con esas heridas, al ver como los aliados que quedaban de aquel tipo comenzaba a moverse, se giró hacia Elen –“¡FRIELOS!” – Gritó a la vez que retenía, a duras penas, el hacha de aquel lunático.
Off: Habilidad de nivel 2: Salvaguarda
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Eltrant aún sangraba pero parecía seguro de poder levantarse, aunque no tuvo ocasión de hacerlo antes de que el tercer miembro del grupo apareciese en escena. Sajin había regresado pero no era exactamente el mismo, el vivo tono rojizo de su mirada delataba el cambio, que la hechicera ya había visto en los bosques del este. Su llegada no pasó desapercibida, pues traía consigo los cadáveres de aquellos sabuesos que uno de los ladrones había lanzado tras él, y tenía la armadura cubierta de sangre en algunas zonas.
- Menos mal. - pensó la bruja con cierto alivio. Ahora que su compañero estaba de vuelta y había eliminado a varios de los criminales ellos tenían ventaja, lo que les permitiría sacar de allí al herido de ser necesario. Los cuerpos de los canes aterrizaron bruscamente contra el suelo, quedando en el medio de la sala, a la vista de todos los presentes. Esto de inmediato provocó varias reacciones, bien distintas. Elen comprendía que tuviese que llegar a aquel extremo por defenderse, pero el dueño de los animales se mostraba muy disgustado al ver su trabajo de meses destrozado.
Ante las palabras del bio cibernético Eltrant hizo lo posible por incorporarse, profiriendo un grito de dolor mientras se apoyaba en su espada, dejando en el suelo una preocupante mancha de sangre. La alquimista ignoró por un momento a los enemigos que quedaban para tratar de determinar la gravedad del estado de su compañero, pero éste parecía más interesado en terminar la misión que en dejarse revisar.
Tras elegir un contrincante, el herido se dirigió a ella para avisarla de la presencia de dos brujos, que seguramente no andarían muy lejos, a lo que añadió que quizá debiese guardar energías. Pelear contra dos individuos de su propia raza podría resultar peliagudo, sobre todo sin conocer qué elementos dominaban ni dónde se encontraban exactamente, pero con algo de ayuda podría vencerlos, y desvelar por fin de qué iba todo aquello.
Hasta el momento lo único que tenía claro era que raptaban muchachas para comerciar con ellas, pero ¿qué tenían que ver las joyas con esto? No tuvo tiempo de pensarlo demasiado, pues uno de los delincuentes se abalanzó contra Sajin, en busca de venganza por la muerte de los sabuesos. Eltrant consiguió interponerse entre ellos y detener la hoja del enemigo, pero con las heridas que tenía no pudo evitar que otro grito escapara de su garganta, antes de caer de rodillas sobre el suelo.
Aún en aquella postura, el guerrero consiguió mantener a raya el hacha de su atacante, mientras se giraba levemente hacia la de cabellos cenicientos para pedirle que utilizara sus poderes contra los otros dos que quedaban en pie. - Será un placer. - musitó ella, para acto seguido concentrar la electricidad en ambos puños y soltarla en dirección a sus objetivos, que recibieron de lleno las descargas. Sin perder ni un segundo, desenfundó la daga y avanzó hacia ellos con rapidez, a tiempo de clavar el arma en la garganta de uno de los ladrones, cuyos ojos se abrieron desmesuradamente mientras comenzaba a ahogarse con su propia sangre.
Giró sobre sus talones para alcanzar al otro antes de que pudiese reaccionar, y en cuanto colocó la mano desnuda en su cuello todo pasó muy rápido, la energía lo recorrió por completo e hizo que sufriese violentas convulsiones durante unos instantes, tras los cuales ya no volvió a moverse, ni a respirar. El cuerpo del fornido individuo se desplomó ante ella, pero la maga no tenía tiempo que perder mirándolo, recuperó su daga y se dio la vuelta de inmediato para comprobar en qué situación estaban sus compañeros.
- Aquí no puedo tratarle las heridas, no mientras la zona sea peligrosa. - pensó para sí, aunque esperaba que Sajin hubiese intervenido ya para deshacerse del dueño de los perros.
Unas cuantas habitaciones más allá, los gemelos disfrutaban del botín que sus secuaces habían conseguido hasta el momento, guardando las joyas en diferentes cofres para sacarlos de allí cuanto antes y huir a las islas. - Mira todo esto hermana, somos ricos. - dijo el varón, que revisaba con detenimiento varias de las piezas, todas de oro y con piedras preciosas. - Todos nuestros problemas desaparecerán en cuanto las saquemos de aquí y nos libremos de esos estúpidos, pobres ilusos, creían que se llevarían una parte de todo esto. - comentó la bruja, riendo con malicia.
- ¿Cómo debería acabar con ellos? ¿Arrancándoles la piel a tiras? ¿O mejor quemándolos vivos? - preguntó, con un extraño brillo en sus oscuros ojos. - Quémalos Minerva, que el fuego los consuma. - aconsejó su hermano, que también parecía disfrutar con la sola idea de hacer sufrir a otros. Ambos estaban a punto de terminar con las joyas, pero sabían que aún les faltaban las de la última remesa de chicas, así que optaron por acercarse al cuarto en que solían retenerlas para reclamarlas y dar castigo a quien se hubiese retrasado en entregarlas.
Sin embargo, la escena que encontraron no pudo dejarlos más confusos, ya no estaban las mujeres y uno de los responsables de vigilarlas yacía muerto en el centro de la estancia. - Algo no va bien, busquemos a los demás. - instó Connor ligeramente preocupado, antes de dirigirse a la entrada principal del almacén, donde encontrarían a sus hombres muertos a manos de tres intrusos, que tendrían que pagar por lo que habían hecho.
- Menos mal. - pensó la bruja con cierto alivio. Ahora que su compañero estaba de vuelta y había eliminado a varios de los criminales ellos tenían ventaja, lo que les permitiría sacar de allí al herido de ser necesario. Los cuerpos de los canes aterrizaron bruscamente contra el suelo, quedando en el medio de la sala, a la vista de todos los presentes. Esto de inmediato provocó varias reacciones, bien distintas. Elen comprendía que tuviese que llegar a aquel extremo por defenderse, pero el dueño de los animales se mostraba muy disgustado al ver su trabajo de meses destrozado.
Ante las palabras del bio cibernético Eltrant hizo lo posible por incorporarse, profiriendo un grito de dolor mientras se apoyaba en su espada, dejando en el suelo una preocupante mancha de sangre. La alquimista ignoró por un momento a los enemigos que quedaban para tratar de determinar la gravedad del estado de su compañero, pero éste parecía más interesado en terminar la misión que en dejarse revisar.
Tras elegir un contrincante, el herido se dirigió a ella para avisarla de la presencia de dos brujos, que seguramente no andarían muy lejos, a lo que añadió que quizá debiese guardar energías. Pelear contra dos individuos de su propia raza podría resultar peliagudo, sobre todo sin conocer qué elementos dominaban ni dónde se encontraban exactamente, pero con algo de ayuda podría vencerlos, y desvelar por fin de qué iba todo aquello.
Hasta el momento lo único que tenía claro era que raptaban muchachas para comerciar con ellas, pero ¿qué tenían que ver las joyas con esto? No tuvo tiempo de pensarlo demasiado, pues uno de los delincuentes se abalanzó contra Sajin, en busca de venganza por la muerte de los sabuesos. Eltrant consiguió interponerse entre ellos y detener la hoja del enemigo, pero con las heridas que tenía no pudo evitar que otro grito escapara de su garganta, antes de caer de rodillas sobre el suelo.
Aún en aquella postura, el guerrero consiguió mantener a raya el hacha de su atacante, mientras se giraba levemente hacia la de cabellos cenicientos para pedirle que utilizara sus poderes contra los otros dos que quedaban en pie. - Será un placer. - musitó ella, para acto seguido concentrar la electricidad en ambos puños y soltarla en dirección a sus objetivos, que recibieron de lleno las descargas. Sin perder ni un segundo, desenfundó la daga y avanzó hacia ellos con rapidez, a tiempo de clavar el arma en la garganta de uno de los ladrones, cuyos ojos se abrieron desmesuradamente mientras comenzaba a ahogarse con su propia sangre.
Giró sobre sus talones para alcanzar al otro antes de que pudiese reaccionar, y en cuanto colocó la mano desnuda en su cuello todo pasó muy rápido, la energía lo recorrió por completo e hizo que sufriese violentas convulsiones durante unos instantes, tras los cuales ya no volvió a moverse, ni a respirar. El cuerpo del fornido individuo se desplomó ante ella, pero la maga no tenía tiempo que perder mirándolo, recuperó su daga y se dio la vuelta de inmediato para comprobar en qué situación estaban sus compañeros.
- Aquí no puedo tratarle las heridas, no mientras la zona sea peligrosa. - pensó para sí, aunque esperaba que Sajin hubiese intervenido ya para deshacerse del dueño de los perros.
Unas cuantas habitaciones más allá, los gemelos disfrutaban del botín que sus secuaces habían conseguido hasta el momento, guardando las joyas en diferentes cofres para sacarlos de allí cuanto antes y huir a las islas. - Mira todo esto hermana, somos ricos. - dijo el varón, que revisaba con detenimiento varias de las piezas, todas de oro y con piedras preciosas. - Todos nuestros problemas desaparecerán en cuanto las saquemos de aquí y nos libremos de esos estúpidos, pobres ilusos, creían que se llevarían una parte de todo esto. - comentó la bruja, riendo con malicia.
- ¿Cómo debería acabar con ellos? ¿Arrancándoles la piel a tiras? ¿O mejor quemándolos vivos? - preguntó, con un extraño brillo en sus oscuros ojos. - Quémalos Minerva, que el fuego los consuma. - aconsejó su hermano, que también parecía disfrutar con la sola idea de hacer sufrir a otros. Ambos estaban a punto de terminar con las joyas, pero sabían que aún les faltaban las de la última remesa de chicas, así que optaron por acercarse al cuarto en que solían retenerlas para reclamarlas y dar castigo a quien se hubiese retrasado en entregarlas.
Sin embargo, la escena que encontraron no pudo dejarlos más confusos, ya no estaban las mujeres y uno de los responsables de vigilarlas yacía muerto en el centro de la estancia. - Algo no va bien, busquemos a los demás. - instó Connor ligeramente preocupado, antes de dirigirse a la entrada principal del almacén, donde encontrarían a sus hombres muertos a manos de tres intrusos, que tendrían que pagar por lo que habían hecho.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El humano estaba en un estado deplorable, pero aún así, del que aún así trataba de mantenerse en pie. Era claro que no perdería ante hombres como esos, pero el cibernético no veía el porque de las acciones suicidas del humano. Hacer aquellas acciones suicidas que ponían mas en riesgo su vida que otras de las que el cibernético hacía era ir más allá de su límite. Podría tratarse de valentía o tal vez, como un acto de estupidez que lo llevaba a cometer aquellas sagaces acciones, todo tan solo para derrotar a los ladrones. El cibernético guardó su espada, mientras cruzaba sus brazos para ver el esfuerzo que hacía el humano, su voluntad para enfrentarse contra el mundo aún al borde de una muerte probablemente anunciada por la sangre que empapaba su ropa.
— Corrió muy bien. —Comentó el cibernético, viendo el intento que hacía en reincorporarse. Su vaga sonrisa se había deformado a un grito de dolor, su espíritu tal vez estaba por quebrantarse mientras se levantaba y aún en pie, el cibernético no trataba de ayudarlo con su herida. No era capaz de sanarlo, pero si que era capaz de ver como podía levantarse pese a esa supuesta derrota. Mientras que el guerrero se limpiaba las comisuras de sangre, Jinsa prosiguió con su comentario. — Pero en el camino equivocado.
Pronto, se percató de que mientras comentaba en la seguridad en la que estaba con sus compañeros, el guerrero se había lanzado para detener inesperadamente por Jinsa el ataque de uno de los hombres que seguían en pie en la escena. Nada más que el criador de aquellas fieras había puesto los ojos en él, luego de destruir su trabajo de años y humillarlo, su ira había estallado lo suficiente como para lanzar el hacha que el humano había detenido por él. Pese a su inexpresivo rostro, el cibernético quedo un tanto impresionado de las hazañas del humano, empleando proezas físicas que aunque pidiesen más de él, lo hacía.
— Impresionante. —Agarró el sable que había envainado. La hoja escapó con un tajo directo hacia las rodillas del hombre que el guerrero había bloqueado por él, con lo que bastó para lisiar a su oponente. — Deberé de tomar su habilidad en cuenta, Tale.
Tras el guerrero dar una petición breve tan pronto como estaba de rodillas y herido, la bruja se encargó de soltar una descarga eléctrica contra los otros dos que arremetieron de una manera contundente. Aún así, la hechicera se abalanzó tan pronto como le era posible hacia uno de ellos, para estocar a diestra y siniestra con el filo de su daga la garganta de uno de ellos. Sus ojos miraron inertes al techo mientras que su propia sangre había empapado su ropa, pero eso no llegó a darle una pizca de humanidad a la bruja tras aquel cometido. Entre los tres, ninguno estaba para compasión y simpatía, no con gente como esa. La hechicera siguió para arremeter una vez más otra descarga a un formidable sujeto que de aspecto rudo, no tardó mucho en caer en convulsiones por la magia eléctrica de Elen.
— ¿Necesitan que haga algo con este ahora lisiado guerrero? —Preguntó Jinsa a sus compañeros, tomando de los mechones de pelo al hombre de la barba que había intentado atacarlo con su gran hacha. Dio unos pequeños y breves ruidos mientras se agitaba, bajo un intento de contenerse de aquel sumiso estado en el que estaba ahora.
— Púdrete. —Escupió al suelo, bajando la vista—. Si coopero con ustedes, me matan. Si no lo hago, me matan también.
El cibernético pronto notó el brusco cambio repentino de actitud de indiferente a interesado, levantando su rostro para fijarse atentamente de una nueva figura que había llegado a la escena, que provocaba en el rehén un miedo incontrolable que lo hacía ser víctima de temblores e intentos por zafarse, que eran en vanos. — No puede ser. —Dijo el ladrón, boquiabierto—. ¡Connor, digo, señor Reinhardt! ¡Debe avisarle a su hermana, ellos están aquí! ¡Debe salvarme!
Aquel hombre que parecía llamarse, según el ladrón, Connor Reinhardt, era un tanto extraño. Con una altura menos de la promedio, no era tan bajo como el hombrecillo con el que se habían topado, pero aun así, sus rasgos eran inusuales. Una cabeza grande y con ojos de colores disparejos, uno negro y otro, mucho más deslumbrante que el otro, de color verde. Aquel sujeto arrojo su melena dorada hacia atrás, mientras que comenzaba a hacer carcajadas y una que otra mueca de burla a los intrusos como a su subordinado, que se encontraba asustado por extraña razón.
— ¿Creen que pueden vencer a mi hermana, bobos? —Dijo, mientras les mostraba la lengua de una manera inmadura—. Son unos ladrones, unos vándalos que van a ser castigados por ella. —Comentó de una manera irónica, mientras sobrevaloraba más aún a su hermana que, por la inmadurez de aquel hombre, ella parecía ser la mayor y la que se encargaba de tomar el mando en el almacén. El hombre que Sajin tenía agarrado por los mechones logró zafarse de una vez por todas, cayendo de boca contra el suelo y para pronto después, arrastrarse de una manera patética a aquel bufón que se hacía llamar la Mano Derecha del grupo.
— Señor Reinhardt... —Decía cada vez más débil, mientras sus rodillas se desangraban—. He servido bien, señor. Déjeme vivo, podré seguir ayudándolo a usted y a su hermana si usted me...
El ladrón fue interrumpido, como si se tratase del disparo de una flecha, algo había dado al blanco sobre su frente. Se trataba de una cruz se había enmarcado en él, que comenzaba lentamente a provocar quemaduras en su frente. Fue una sorpresa cuando aquella cruz se hizo con el ladrón, pasando de una leve marca a una aglomeración de llamas a un infierno viviente, en el que podía notarse como su cuerpo que cada vez más se ennegrecía era carcomido por las llamas. Pronto, el hermano Connor soltó una ráfaga de aire inofensiva, pero fuerte, solo para demostrar el resultado de aquel fuego. El viento se llevó las cenizas de lo que alguna vez fue carne en el hombre, dejando sus huesos tan negros como el carbón.
— Minerva, que bueno que llegaste. —Comentó hacia la figura que cada vez más se acercaba hacia la escena, fuera de la discreción que le había propuesto las sombras antes de subir y ser iluminada por las antorchas. Se trataba de una mujer mayor que lucía bastante conservada para su edad, incluso podría asemejarse a una madre frente a su hermano, que no se comparaba con su altura. La altura de aquella mujer era, extrañamente, más alta que la de algunos guerreros con los que el cibernético, el brujo y el guerrero se habían enfrentado en el almacén. Portaba un cabello rojizo que hacía juego con su vestido, mientras que podía notarse como en su pálido cuello tenía un collar que portaba una gema carmesí, parecía ser que había sacado provecho de todos los robos de sus hombres. — Ahora, libera tu infierno, hermana.
— No te atrevas a darme órdenes. —Respondió la hermana mayor con un tono reprochable y autoritario, que hizo encorvar de miedo a su hermano tan solo pronunciar esas palabras. — Que libere todo mi poder es como que me pidas un genocidio, mi pequeño e ingenuo hermano...
— Corrió muy bien. —Comentó el cibernético, viendo el intento que hacía en reincorporarse. Su vaga sonrisa se había deformado a un grito de dolor, su espíritu tal vez estaba por quebrantarse mientras se levantaba y aún en pie, el cibernético no trataba de ayudarlo con su herida. No era capaz de sanarlo, pero si que era capaz de ver como podía levantarse pese a esa supuesta derrota. Mientras que el guerrero se limpiaba las comisuras de sangre, Jinsa prosiguió con su comentario. — Pero en el camino equivocado.
Pronto, se percató de que mientras comentaba en la seguridad en la que estaba con sus compañeros, el guerrero se había lanzado para detener inesperadamente por Jinsa el ataque de uno de los hombres que seguían en pie en la escena. Nada más que el criador de aquellas fieras había puesto los ojos en él, luego de destruir su trabajo de años y humillarlo, su ira había estallado lo suficiente como para lanzar el hacha que el humano había detenido por él. Pese a su inexpresivo rostro, el cibernético quedo un tanto impresionado de las hazañas del humano, empleando proezas físicas que aunque pidiesen más de él, lo hacía.
— Impresionante. —Agarró el sable que había envainado. La hoja escapó con un tajo directo hacia las rodillas del hombre que el guerrero había bloqueado por él, con lo que bastó para lisiar a su oponente. — Deberé de tomar su habilidad en cuenta, Tale.
Tras el guerrero dar una petición breve tan pronto como estaba de rodillas y herido, la bruja se encargó de soltar una descarga eléctrica contra los otros dos que arremetieron de una manera contundente. Aún así, la hechicera se abalanzó tan pronto como le era posible hacia uno de ellos, para estocar a diestra y siniestra con el filo de su daga la garganta de uno de ellos. Sus ojos miraron inertes al techo mientras que su propia sangre había empapado su ropa, pero eso no llegó a darle una pizca de humanidad a la bruja tras aquel cometido. Entre los tres, ninguno estaba para compasión y simpatía, no con gente como esa. La hechicera siguió para arremeter una vez más otra descarga a un formidable sujeto que de aspecto rudo, no tardó mucho en caer en convulsiones por la magia eléctrica de Elen.
— ¿Necesitan que haga algo con este ahora lisiado guerrero? —Preguntó Jinsa a sus compañeros, tomando de los mechones de pelo al hombre de la barba que había intentado atacarlo con su gran hacha. Dio unos pequeños y breves ruidos mientras se agitaba, bajo un intento de contenerse de aquel sumiso estado en el que estaba ahora.
— Púdrete. —Escupió al suelo, bajando la vista—. Si coopero con ustedes, me matan. Si no lo hago, me matan también.
El cibernético pronto notó el brusco cambio repentino de actitud de indiferente a interesado, levantando su rostro para fijarse atentamente de una nueva figura que había llegado a la escena, que provocaba en el rehén un miedo incontrolable que lo hacía ser víctima de temblores e intentos por zafarse, que eran en vanos. — No puede ser. —Dijo el ladrón, boquiabierto—. ¡Connor, digo, señor Reinhardt! ¡Debe avisarle a su hermana, ellos están aquí! ¡Debe salvarme!
Aquel hombre que parecía llamarse, según el ladrón, Connor Reinhardt, era un tanto extraño. Con una altura menos de la promedio, no era tan bajo como el hombrecillo con el que se habían topado, pero aun así, sus rasgos eran inusuales. Una cabeza grande y con ojos de colores disparejos, uno negro y otro, mucho más deslumbrante que el otro, de color verde. Aquel sujeto arrojo su melena dorada hacia atrás, mientras que comenzaba a hacer carcajadas y una que otra mueca de burla a los intrusos como a su subordinado, que se encontraba asustado por extraña razón.
— ¿Creen que pueden vencer a mi hermana, bobos? —Dijo, mientras les mostraba la lengua de una manera inmadura—. Son unos ladrones, unos vándalos que van a ser castigados por ella. —Comentó de una manera irónica, mientras sobrevaloraba más aún a su hermana que, por la inmadurez de aquel hombre, ella parecía ser la mayor y la que se encargaba de tomar el mando en el almacén. El hombre que Sajin tenía agarrado por los mechones logró zafarse de una vez por todas, cayendo de boca contra el suelo y para pronto después, arrastrarse de una manera patética a aquel bufón que se hacía llamar la Mano Derecha del grupo.
— Señor Reinhardt... —Decía cada vez más débil, mientras sus rodillas se desangraban—. He servido bien, señor. Déjeme vivo, podré seguir ayudándolo a usted y a su hermana si usted me...
El ladrón fue interrumpido, como si se tratase del disparo de una flecha, algo había dado al blanco sobre su frente. Se trataba de una cruz se había enmarcado en él, que comenzaba lentamente a provocar quemaduras en su frente. Fue una sorpresa cuando aquella cruz se hizo con el ladrón, pasando de una leve marca a una aglomeración de llamas a un infierno viviente, en el que podía notarse como su cuerpo que cada vez más se ennegrecía era carcomido por las llamas. Pronto, el hermano Connor soltó una ráfaga de aire inofensiva, pero fuerte, solo para demostrar el resultado de aquel fuego. El viento se llevó las cenizas de lo que alguna vez fue carne en el hombre, dejando sus huesos tan negros como el carbón.
— Minerva, que bueno que llegaste. —Comentó hacia la figura que cada vez más se acercaba hacia la escena, fuera de la discreción que le había propuesto las sombras antes de subir y ser iluminada por las antorchas. Se trataba de una mujer mayor que lucía bastante conservada para su edad, incluso podría asemejarse a una madre frente a su hermano, que no se comparaba con su altura. La altura de aquella mujer era, extrañamente, más alta que la de algunos guerreros con los que el cibernético, el brujo y el guerrero se habían enfrentado en el almacén. Portaba un cabello rojizo que hacía juego con su vestido, mientras que podía notarse como en su pálido cuello tenía un collar que portaba una gema carmesí, parecía ser que había sacado provecho de todos los robos de sus hombres. — Ahora, libera tu infierno, hermana.
— No te atrevas a darme órdenes. —Respondió la hermana mayor con un tono reprochable y autoritario, que hizo encorvar de miedo a su hermano tan solo pronunciar esas palabras. — Que libere todo mi poder es como que me pidas un genocidio, mi pequeño e ingenuo hermano...
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Eltrant tomó una bocanada de aire aliviado, el cibernético cortó las rodillas del sujeto del hacha, liberando al mercenario del feroz forcejeo en el que se encontraba; así como Elen se había deshecho con una rápida descarga que había brotado de sus manos, y una increíble habilidad con el puñal con los dos hombres que acompañan al ahora herido líder.
Sus compañeros habían derrotado a aquellos sujetos en menos de diez segundos, y ninguno de los dos parecía siquiera ligeramente cansado. Sonriendo ante las palabras que Sajin le dedicó, Eltrant volvió a incorporarse y, con una mano firmemente sujeta del pomo de su espada, usó esta como bastón para mantenerse erguido mientras que colocó la otra en la herida que tenía en el vientre, deseando que su ropa volviese a taponar el corte.
-“No deberías decirle eso al tipo que acaba de cortarte las piernas, no es como si pudiese salir corriendo” – Dijo Eltrant al herido que tenía frente a él, el cual insultó al cibernético tan pronto como este inquirió al grupo el destino que le darían al bandido. –“Gracias por la ayuda, a los dos” – Dijo a ambos mientras comprobaba que tenía todas las extremidades en su sitio. – “Me tenían contra las cuerdas”
Ahora que habían acabado con todos solo tenían que buscar a las chicas, las joyas que habían mencionado antes y salir de allí, probablemente hacia el hospital, al menos en su caso.
Dejando escapar un sutil quejido de dolor se giró hacia sus dos compañeros y sonrió amargamente – “No os podéis imaginar cómo escuece esto” – Exclamó en un curioso intento por bromear respecto a la situación en la que se encontraba, quizás era debido a la pérdida de sangre o quizás que realmente se sentía vivo por primera vez desde hacía mucho tiempo, pero el caso es que ni siquiera se percató cuando una figura irrumpió en la escena.
El mercenario frunció el ceño, de porte distinguido y al que el bandido que habían dedicado se dirigió como “Lord” miraba con cierta condescendencia a los tres implicados en aquel asalto al almacén. Apretó los dientes y pensó detenidamente el plan de acción, el no podía hacer ya mucho, estaba a punto de caer desmayado hacia minutos, si intentaba combatir solo una vez más acabaría bastante peor de lo que a él, en ese momento, le gustaría. Irónico para alguien que había irrumpido en un lugar repleto de enemigos por la puerta delantera.
No tuvo tiempo de dirigir ninguna palabra ni a la bruja ni al cibernético, pues el hombre herido estalló en llamas al poco de que esta primera figura apareciese, desvelando la presencia de una mujer de aspecto similar al primero – “…Los brujos” – Masculló en voz baja mientras contemplaba a los dos, tratando de desvelar que sucedería a continuación.
Al menos sabía que el elemento de la recién llegada era el fuego, Eltrant no entendía cómo funcionaban aquellos extraños poderes de los que solían hacer gala los hechiceros, pero si comprendía que no podían controlar más de dos elementos, o quizás tres, nunca estaba seguro de ello.
También sabía que, por muy poderoso que fuesen, normalmente los brujos solían hacer aguas en el combate cuerpo a cuerpo, curiosamente Elen acababa de demostrarle que habia un pequeño grupo de ellos que eran bastance capaces, pero por regla general podian derrotarlos si se ponían suficientemente cerca.
-“Acero” – Después de varios segundos pensando, Eltrant se giró hacia el cibernético que estaba junto a él mientras los brujos, hermano y hermana, hablaban entre ellos – “¿Crees que eres lo suficientemente veloz como para colocarte rápidamente cerca de uno ellos?” – Sonrió e hizo el gesto de atacar con la espada rápidamente con un brazo, después de oír la respuesta se giró hacia Elen, no sin hacer un esfuerzo debido a todo el movimiento que estaba haciendo.
–“¿Puedes intentar mantenerlos separados Elen? Con descargas, magia, o cosas así” – Preguntó, al fin y al cabo él no era nadie para dar órdenes, para empezar no era ni buen estratega, pero sí que tenía bastante experiencia llevándose golpes y en diferentes combates como aquel, lo tenía claro, la manera más fácil de vencer a esos dos iba a ser distrayéndoles.
----
Off: Siento el retraso, he tenido unos días muy ajetreados entre exámenes y demás responsabilidades de la vida real. ; ^ ;
Sus compañeros habían derrotado a aquellos sujetos en menos de diez segundos, y ninguno de los dos parecía siquiera ligeramente cansado. Sonriendo ante las palabras que Sajin le dedicó, Eltrant volvió a incorporarse y, con una mano firmemente sujeta del pomo de su espada, usó esta como bastón para mantenerse erguido mientras que colocó la otra en la herida que tenía en el vientre, deseando que su ropa volviese a taponar el corte.
-“No deberías decirle eso al tipo que acaba de cortarte las piernas, no es como si pudiese salir corriendo” – Dijo Eltrant al herido que tenía frente a él, el cual insultó al cibernético tan pronto como este inquirió al grupo el destino que le darían al bandido. –“Gracias por la ayuda, a los dos” – Dijo a ambos mientras comprobaba que tenía todas las extremidades en su sitio. – “Me tenían contra las cuerdas”
Ahora que habían acabado con todos solo tenían que buscar a las chicas, las joyas que habían mencionado antes y salir de allí, probablemente hacia el hospital, al menos en su caso.
Dejando escapar un sutil quejido de dolor se giró hacia sus dos compañeros y sonrió amargamente – “No os podéis imaginar cómo escuece esto” – Exclamó en un curioso intento por bromear respecto a la situación en la que se encontraba, quizás era debido a la pérdida de sangre o quizás que realmente se sentía vivo por primera vez desde hacía mucho tiempo, pero el caso es que ni siquiera se percató cuando una figura irrumpió en la escena.
El mercenario frunció el ceño, de porte distinguido y al que el bandido que habían dedicado se dirigió como “Lord” miraba con cierta condescendencia a los tres implicados en aquel asalto al almacén. Apretó los dientes y pensó detenidamente el plan de acción, el no podía hacer ya mucho, estaba a punto de caer desmayado hacia minutos, si intentaba combatir solo una vez más acabaría bastante peor de lo que a él, en ese momento, le gustaría. Irónico para alguien que había irrumpido en un lugar repleto de enemigos por la puerta delantera.
No tuvo tiempo de dirigir ninguna palabra ni a la bruja ni al cibernético, pues el hombre herido estalló en llamas al poco de que esta primera figura apareciese, desvelando la presencia de una mujer de aspecto similar al primero – “…Los brujos” – Masculló en voz baja mientras contemplaba a los dos, tratando de desvelar que sucedería a continuación.
Al menos sabía que el elemento de la recién llegada era el fuego, Eltrant no entendía cómo funcionaban aquellos extraños poderes de los que solían hacer gala los hechiceros, pero si comprendía que no podían controlar más de dos elementos, o quizás tres, nunca estaba seguro de ello.
También sabía que, por muy poderoso que fuesen, normalmente los brujos solían hacer aguas en el combate cuerpo a cuerpo, curiosamente Elen acababa de demostrarle que habia un pequeño grupo de ellos que eran bastance capaces, pero por regla general podian derrotarlos si se ponían suficientemente cerca.
-“Acero” – Después de varios segundos pensando, Eltrant se giró hacia el cibernético que estaba junto a él mientras los brujos, hermano y hermana, hablaban entre ellos – “¿Crees que eres lo suficientemente veloz como para colocarte rápidamente cerca de uno ellos?” – Sonrió e hizo el gesto de atacar con la espada rápidamente con un brazo, después de oír la respuesta se giró hacia Elen, no sin hacer un esfuerzo debido a todo el movimiento que estaba haciendo.
–“¿Puedes intentar mantenerlos separados Elen? Con descargas, magia, o cosas así” – Preguntó, al fin y al cabo él no era nadie para dar órdenes, para empezar no era ni buen estratega, pero sí que tenía bastante experiencia llevándose golpes y en diferentes combates como aquel, lo tenía claro, la manera más fácil de vencer a esos dos iba a ser distrayéndoles.
----
Off: Siento el retraso, he tenido unos días muy ajetreados entre exámenes y demás responsabilidades de la vida real. ; ^ ;
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
A pesar de lo complicada de su situación, el cabecilla de los ladrones no parecía estar dispuesto a doblegarse, ni siquiera tras recibir un certero tajo del bio cibernético a la altura de las rodillas. Un miedo más grande lo empujaba a resistirse, e incluso a atreverse a insultar a quien fácilmente podía arrebatarle la vida en cuestión de segundos. Elen por su parte se mostraba preocupada por el estado del tercer miembro del grupo, cuya herida de no ser tratada pronto le pasaría factura.
Pero no tuvo ocasión de acercarse a él y examinarlo, una nueva silueta apareció en escena, llamando la atención de todos los presentes, aunque especialmente la del ladrón herido. Por cómo se dirigía al recién llegado debía tratarse de uno de los jefes de la organización, junto con su hermana, dato que de inmediato puso en alerta a la de ojos verdes, pues eran los brujos que Eltrant le había mencionado antes.
La hechicera no solía enfrentarse a otros miembros de su raza pero en aquella ocasión tendría que hacerlo, y aunque desconocía aún los elementos de ambos adversarios, confiaba bastante en sus poderes y las habilidades de combate que había adquirido con el tiempo. El problema sería mantener al guerrero a salvo, ya que no podría seguir esforzándose del modo en que lo estaba haciendo por mucho tiempo más. Adoptando una posición algo más adelantada, la bruja pudo ver cómo el dueño de los sabuesos era quemado vivo, pero no por el mago que acababa de entrar en la sala, sino por la mujer que se encontraba unos metros más atrás.
Connor pronto demostró que manejaba el aire, pero su hermana poseía un elemento mucho más peligroso, el fuego. Cabía la posibilidad de que no fuesen los únicos elementos que podían manipular, pero por el momento la de cabellos cenicientos tendría que verlos como tensais, hasta que demostrasen lo contrario. Sin duda la enemiga más complicada era Minerva, mientras que el delgaducho y pequeño de Connor no hacía más que seguirla como un perrito faldero.
El motivo de esto era fácil de deducir, un vistazo al mago y su extraño aspecto dejaba entrever que probablemente no fuese muy aceptado entre los de su raza, hecho que lo obligaba a buscar la protección de su hermana. Ella en cambio tenía un porte elegante, a pesar de su altura, que sobrepasaba la de muchos de los ladrones que yacían por el almacén. Iba ataviada con un fino vestido a juego con el color de su larga y cuidada melena, mientras una bonita gargantilla coronada por una gema carmesí adornaba su cuello.
Por un momento la benjamina de los Calhoun se dijo que aquel vestuario no le daría ventajas en el combate sino que terminaría resultándole incómoda, así que tendrían que aprovechar eso, y sobre todo separarlos para que no pudiesen combinar sus elementos ni ayudarse entre ellos. Eltrant comenzó a idear algo, dirigiéndose en primer lugar a Sajin para luego hacer lo mismo con la hechicera. - Puedo hacerlo, pero tú no te encuentras en condiciones de pelear, te estás arriesgando demasiado. - musitó en respuesta, vigilando por el rabillo del ojo a los hermanos, que parecían expectantes.
Una descarga certera entre ambos magos bastaría para que tuviesen que alejarse el uno del otro, pero luego habría que actuar con rapidez para entretenerlos, iniciando los dos enfrentamientos individuales de forma simultánea. - Connor es el más débil, id por él. - aconsejó en voz baja, antes de girar el rostro hacia los objetivos y fijar el punto exacto donde tendría que acertar el rayo para iniciar el plan.
Si Sajin o Eltrant conseguían reducir al mago la situación cambiaría considerablemente, y quizá entonces Minerva se replantease el proseguir con la pelea, aunque a decir verdad, con el carácter que parecía tener la idea sonaba algo improbable. Sin dar ocasión a que los brujos tomasen la iniciativa, la de ojos verdes permitió que la electricidad le recorriese los brazos y liberó una descarga contra ellos de forma repentina, evitando así que tuviesen tiempo de reaccionar más allá de apartarse de la trayectoria del rayo.
Tal como esperaba, Connor y Minerva se movieron hacia lados opuestos por instinto, pero con ello el miembro débil de la pareja quedaba más expuesto a los ataques, no podría contar con la ayuda de su hermana mientras Elen la mantuviese ocupada. - Una de los nuestros, esto se pone interesante. - comentó la pelirroja, al tiempo que centraba su atención sobre la joven Calhoun. Ella por su parte no perdió el tiempo, volvió a liberar su elemento contra la hechicera, de forma que tuviese que alejarse aún más de Connor para esquivar la descarga.
Pero la tensai de fuego no iba a quedarse de brazos cruzados por mucho tiempo, solo unos segundos después de haber esquivado el segundo ataque, dos proyectiles ígneos aparecieron en sus manos y salieron disparados hacia la alquimista, que tuvo que lanzarse al suelo para evitar el impacto. - Va a ser más complicado de lo que pensaba. - susurró, para acto seguido rodar un par de metros y esquivar de ese modo otra bola de fuego, que a punto estuvo de alcanzarle un brazo.
Con una rapidez pasmosa, Elen volvió a ponerse en pie y preparó su siguiente movimiento, que con suerte mostraría a Minerva dónde se estaba metiendo, o más bien con quién. Una ráfaga de aire, tan potente como inesperada, alcanzó a la hermana mayor y la envió directamente contra una de las paredes, contra la que chocó sonoramente. - Eso no la pondrá de buen humor. - pensó para sí la hechicera, tras escuchar como la mujer la maldecía a gritos.
Pero no tuvo ocasión de acercarse a él y examinarlo, una nueva silueta apareció en escena, llamando la atención de todos los presentes, aunque especialmente la del ladrón herido. Por cómo se dirigía al recién llegado debía tratarse de uno de los jefes de la organización, junto con su hermana, dato que de inmediato puso en alerta a la de ojos verdes, pues eran los brujos que Eltrant le había mencionado antes.
La hechicera no solía enfrentarse a otros miembros de su raza pero en aquella ocasión tendría que hacerlo, y aunque desconocía aún los elementos de ambos adversarios, confiaba bastante en sus poderes y las habilidades de combate que había adquirido con el tiempo. El problema sería mantener al guerrero a salvo, ya que no podría seguir esforzándose del modo en que lo estaba haciendo por mucho tiempo más. Adoptando una posición algo más adelantada, la bruja pudo ver cómo el dueño de los sabuesos era quemado vivo, pero no por el mago que acababa de entrar en la sala, sino por la mujer que se encontraba unos metros más atrás.
Connor pronto demostró que manejaba el aire, pero su hermana poseía un elemento mucho más peligroso, el fuego. Cabía la posibilidad de que no fuesen los únicos elementos que podían manipular, pero por el momento la de cabellos cenicientos tendría que verlos como tensais, hasta que demostrasen lo contrario. Sin duda la enemiga más complicada era Minerva, mientras que el delgaducho y pequeño de Connor no hacía más que seguirla como un perrito faldero.
El motivo de esto era fácil de deducir, un vistazo al mago y su extraño aspecto dejaba entrever que probablemente no fuese muy aceptado entre los de su raza, hecho que lo obligaba a buscar la protección de su hermana. Ella en cambio tenía un porte elegante, a pesar de su altura, que sobrepasaba la de muchos de los ladrones que yacían por el almacén. Iba ataviada con un fino vestido a juego con el color de su larga y cuidada melena, mientras una bonita gargantilla coronada por una gema carmesí adornaba su cuello.
Por un momento la benjamina de los Calhoun se dijo que aquel vestuario no le daría ventajas en el combate sino que terminaría resultándole incómoda, así que tendrían que aprovechar eso, y sobre todo separarlos para que no pudiesen combinar sus elementos ni ayudarse entre ellos. Eltrant comenzó a idear algo, dirigiéndose en primer lugar a Sajin para luego hacer lo mismo con la hechicera. - Puedo hacerlo, pero tú no te encuentras en condiciones de pelear, te estás arriesgando demasiado. - musitó en respuesta, vigilando por el rabillo del ojo a los hermanos, que parecían expectantes.
Una descarga certera entre ambos magos bastaría para que tuviesen que alejarse el uno del otro, pero luego habría que actuar con rapidez para entretenerlos, iniciando los dos enfrentamientos individuales de forma simultánea. - Connor es el más débil, id por él. - aconsejó en voz baja, antes de girar el rostro hacia los objetivos y fijar el punto exacto donde tendría que acertar el rayo para iniciar el plan.
Si Sajin o Eltrant conseguían reducir al mago la situación cambiaría considerablemente, y quizá entonces Minerva se replantease el proseguir con la pelea, aunque a decir verdad, con el carácter que parecía tener la idea sonaba algo improbable. Sin dar ocasión a que los brujos tomasen la iniciativa, la de ojos verdes permitió que la electricidad le recorriese los brazos y liberó una descarga contra ellos de forma repentina, evitando así que tuviesen tiempo de reaccionar más allá de apartarse de la trayectoria del rayo.
Tal como esperaba, Connor y Minerva se movieron hacia lados opuestos por instinto, pero con ello el miembro débil de la pareja quedaba más expuesto a los ataques, no podría contar con la ayuda de su hermana mientras Elen la mantuviese ocupada. - Una de los nuestros, esto se pone interesante. - comentó la pelirroja, al tiempo que centraba su atención sobre la joven Calhoun. Ella por su parte no perdió el tiempo, volvió a liberar su elemento contra la hechicera, de forma que tuviese que alejarse aún más de Connor para esquivar la descarga.
Pero la tensai de fuego no iba a quedarse de brazos cruzados por mucho tiempo, solo unos segundos después de haber esquivado el segundo ataque, dos proyectiles ígneos aparecieron en sus manos y salieron disparados hacia la alquimista, que tuvo que lanzarse al suelo para evitar el impacto. - Va a ser más complicado de lo que pensaba. - susurró, para acto seguido rodar un par de metros y esquivar de ese modo otra bola de fuego, que a punto estuvo de alcanzarle un brazo.
Con una rapidez pasmosa, Elen volvió a ponerse en pie y preparó su siguiente movimiento, que con suerte mostraría a Minerva dónde se estaba metiendo, o más bien con quién. Una ráfaga de aire, tan potente como inesperada, alcanzó a la hermana mayor y la envió directamente contra una de las paredes, contra la que chocó sonoramente. - Eso no la pondrá de buen humor. - pensó para sí la hechicera, tras escuchar como la mujer la maldecía a gritos.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El herido guerrero había pedido algo que resultaba complicado para el espadachín gracias a su condición como cibernético y era, ser mucho más rápido de lo normal para aquella complicada situación. El humano estaba herido y aunque hubiese mostrado su valía para deshacerse de unos cuantos mercenarios aún herido, eso no le bastaría como para alcanzar a aquellos hechiceros cuyas magias habían delatado, pero lo que parecía ser una ventaja podría tratarse de un arma de doble filo. El gran poder que conllevaba la magia elemental los había vuelto orgullosos, esa tal vez sería una ventaja de la cual podría aprovecharse a la hora de hacer lo que el humano le había solicitado. No podía negar que era suficientemente veloz, para eso, debería de demostrarlo arremetiendo contra uno de ellos mientras que la bruja hacía el resto. El humano debía de salir ileso, con una herida más por parte de los hechiceros, tal vez no saliese con vida al final de la travesía.
— No todo es la velocidad, joven Tale. —Dijo Jinsa hacia el humano, tal vez como una mera metáfora de lo que estaba por hacer como una breve explicación.— ¿Qué sentido tiene la agilidad de un ratón cuando a fin de cuentas una serpiente lo devora? ¿y qué sentido tiene la astucia de una serpiente cuándo un halcón la caza? a veces solo se necesita de la inteligencia y la velocidad al mismo para esta clase de problemas. En este combate infunden diversos factores, la mínima variación de algo puede desencadenar el efecto de otra que podría resultar devastador o no.
Tras responder, el cibernético prestó atención a la baja voz de la hechicera tratando de aconsejar a él y al humano sobre el hermano menor, el cual tenía muchas más probabilidades de que poder ser derrotado antes que su hermana. Después de todo, solo se entretenía como un bocazas en la seguridad que le proporcionaba la experiencia como hechicera de su hermana y de los ahora difuntos bandidos que habían tenido a su mando. El plan ya estaba claro, solo le faltaba el tener que empezar a ejecutarlo tal y como debía de ser. Pese a su constitución de metal, luego de notar como el joven hermano tenía un dominio mágico sobre las corrientes de aire eso aún así podría complicarle con ser aventado o retrocedido con total facilidad, no le daría mucha facilidad el acercarse y menos aún, al humano que anteriormente había dado todas sus fuerzas para que al final hubiese quedado herido.
Inició primero tomando silenciosamente de uno de sus compartimientos el mango de Viento Nocturno, su infravalorada pero útil y práctica hoja de color negro azabache que había sabido utilizar en el momento en que lidio con los sabuesos, por lo que indicaba el tamaño de su filo no parecía que fuese muy resistente como su práctico sable que tenía en su mano, pero era lo que tenía en aquel momento y que serviría probablemente como una herramienta fundamental para ejecutar su ataque al hechicero. Oculto el filo de su pequeño sable entre sus dedos y tan solo se contuvo a ver el inicio del combate entre ambas brujas. Las ganas por participar para Jinsa se hacían cada vez más fuertes, pero había aprendido alguna vez en Lunargenta lo que era la persistencia y la calma, lo que podría resultar si llegaba a ser tan confiado como los mismos humanoides. Pero aún así, el libertinaje que podría tornar con la libertad que le promovía su otra personalidad resultaba ser beneficiosa, pero no eran los momentos adecuados para pensar sobre el placer que podría llegar a alcanzar si se daba el momento en que su sable llegase a hacer contacto contra uno de los hechiceros enemigos. Una mínima variación desatará el caos, solo hay que esperar pensó para sí mismo, era algo que no debía de olvidar para cumplir su objetivo.
Atento al combate de ambas hechiceras, el espadachín se había alejado del duelo que apenas había empezado con la bruja explotando todo lo que podía emplear de su magia, mientras que Elen seguía al tanto de llegar evadirlos. Pero fue en aquel momento en donde por fin, se había realizado lo que quería. El desamparo de la hermana mayor era lo que había estado buscando, sin ella, sea con su magia elemental o no, el hermano estaba en total desventaja.
— Ahora. —Comentó a sus compañeros, enmarcándose en una carrera contra el hermano menor. Lado a lado, los movimientos en zig zag de la máquina a medida que se encaminaba contra el hechicero trataban de desorientar alguna ráfaga eólica como con la que había esfumado las cenizas del subordinado incinerado por su hermana. A medida que corría, podía ver en medio del camino como el pequeño y orgulloso hermano pese a su carácter de idolatra con su hermana, había esbozado una gran y amplia sonrisa en su rostro como si lo hubiese planeado desde el principio.
— ¡Jaja! ¡Pelmazo! —El hechicero soltó una bofetada al aire, arrojando una ráfaga mágica contra el que pretendía probablemente aventarlo o haciéndole retroceder, si es que su armazón lograba permitirle tal hazaña. La gran cantidad de aire contenida en esa ráfaga pudo hacerla notoria para la visión del cibernético aún cuando su mira telescópica no podía percibir de forma mucho más precavida y organizada las corrientes mágicas. — ¡Suerte con el vuelo!
En aquel momento, el plan parecía estar concordando con lo que la máquina pretendía. Había derrapado mientras se abalanzaba, esquivando por mera astucia la ráfaga mágica que había hecho. Cada vez estaba más cerca y eso hacía que aquella escoria de hechicero retrocediese, parecía que nunca había probado lo que era el combate entre armas. No conocía lo que era ser alcanzado por el acero de un arma, pero comprendía lo que estaba por pasar. El cibernético simulo mover la espada en un corte horizontal hacia el hechicero, que lanzó una ráfaga de aire una vez más con tal de prevenir el golpe del arma. El cibernético fue abatido, estaba consciente de ello, pero todavía le quedaba una jugada bajo la manga al momento de hacer contacto con la corriente de aire que se imponía contra su armazón. Fue en ese momento que tal como indicaba la discreción que debía de contener esa pequeño sable, fue donde Viento Nocturno fue arrojado hacia el pecho del hechicero al sentir por un momento un aire de esperanza en el enfrentamiento.
Su plan había funcionado y aunque la caída no había sido dolorosa gracias a lo que era capaz de reprimir su chip, la ráfaga lo había lanzado a varios metros lejos de donde ahora yacía Connor. Se había encorvado y colocado sus manos en su torso, buscando, de alguna manera, acabar con lo que lo estaba matando. Su boca hacía gotear la sangre y cuando se hizo tarde, su cuerpo cayó de espaldas, con el mango negro del pequeño sable del cibernético sobresaliendo del pecho del pobre hechicero. Toda la hoja se le había enterrado en el pecho, no tenía esperanzas. Las armas a fin de cuentas resultaron mucho más prácticas que las habilidades mágicas de aquel inepto hechicero de pacotilla.
— H-Hermana... —Vagamente trataba de hablar, pero solo sabía escupir la sangre. Fue entonces cuando sus ojos quedaron inertes y aún abiertos, que fue lo que dejo entender que ya había marchado. Lamentablemente, las valquirias no irían al llamado de aquel pobre hechicero, ni a los bandidos, ni siquiera a su hermana, que tal vez no tardaría en acompañarle.
La bruja de fuego, que había soltado un centenar de maldiciones con las que pretendía liberar su cólera en Elen, había callado, tan solo pudo ir a por su hermano muerto que estaba tirado en el suelo. Su pobre y pequeño hermano, no había tenido la dicha siquiera de disfrutar de las riquezas que había robado. Su hermana sacó el sable con el que había sido asesinado y lo arrojó al suelo, por un momento parecía que se quedaría tan solo para dedicar una mirada de lástima a su hermano. Pero se levantó y de sus fuerzas, las convirtió en un aura ígnea que comenzaba a recubrir sus dedos. Sus ojos entristecidos por la muerte de su hermano se habían hecho una mirada penetrante y dura, de la que esta vez solo podía empeorar más aún las cosas.
— Eso no estaba acorde a mis planes. —Comentó el cibernético, reincorporándose del suelo.— Joven Tale, si sobrevive usted habrá de cumplir con su cometido, esta herido y no puede pelear tras lo que hizo, deberá de aprovechar la oportunidad mientras que Elen y yo tratamos de contener la cólera de la her...
Una bola de fuego se lanzó hacia un costado de la máquina como interrupción, tan solo había llegado a dar a uno de los muchos cadáveres, del cual pudo notar, se carbonizaba más rápido de lo normal. Después de todo, el fuego de un mago no era igual que cualquier fuego, era moldeado por la magia del hechicero. La bruja había lanzado un grito de ira y que, por la bola de fuego que había arrojado, tal vez pretendía arrojar cosas mucho peores que sus cualidades mágicas le permitiesen.
— ¡Silencio! —Gritó, su voz había cambiado de suave a dura e imperiosa.— ¡No se atrevan a planear sus cosas a mis espaldas, no soy un juego! ¡Hacen cada vez enojarme más, no hay perdón, no hay piedad y menos aún, oportunidades para ustedes!
— No todo es la velocidad, joven Tale. —Dijo Jinsa hacia el humano, tal vez como una mera metáfora de lo que estaba por hacer como una breve explicación.— ¿Qué sentido tiene la agilidad de un ratón cuando a fin de cuentas una serpiente lo devora? ¿y qué sentido tiene la astucia de una serpiente cuándo un halcón la caza? a veces solo se necesita de la inteligencia y la velocidad al mismo para esta clase de problemas. En este combate infunden diversos factores, la mínima variación de algo puede desencadenar el efecto de otra que podría resultar devastador o no.
Tras responder, el cibernético prestó atención a la baja voz de la hechicera tratando de aconsejar a él y al humano sobre el hermano menor, el cual tenía muchas más probabilidades de que poder ser derrotado antes que su hermana. Después de todo, solo se entretenía como un bocazas en la seguridad que le proporcionaba la experiencia como hechicera de su hermana y de los ahora difuntos bandidos que habían tenido a su mando. El plan ya estaba claro, solo le faltaba el tener que empezar a ejecutarlo tal y como debía de ser. Pese a su constitución de metal, luego de notar como el joven hermano tenía un dominio mágico sobre las corrientes de aire eso aún así podría complicarle con ser aventado o retrocedido con total facilidad, no le daría mucha facilidad el acercarse y menos aún, al humano que anteriormente había dado todas sus fuerzas para que al final hubiese quedado herido.
Inició primero tomando silenciosamente de uno de sus compartimientos el mango de Viento Nocturno, su infravalorada pero útil y práctica hoja de color negro azabache que había sabido utilizar en el momento en que lidio con los sabuesos, por lo que indicaba el tamaño de su filo no parecía que fuese muy resistente como su práctico sable que tenía en su mano, pero era lo que tenía en aquel momento y que serviría probablemente como una herramienta fundamental para ejecutar su ataque al hechicero. Oculto el filo de su pequeño sable entre sus dedos y tan solo se contuvo a ver el inicio del combate entre ambas brujas. Las ganas por participar para Jinsa se hacían cada vez más fuertes, pero había aprendido alguna vez en Lunargenta lo que era la persistencia y la calma, lo que podría resultar si llegaba a ser tan confiado como los mismos humanoides. Pero aún así, el libertinaje que podría tornar con la libertad que le promovía su otra personalidad resultaba ser beneficiosa, pero no eran los momentos adecuados para pensar sobre el placer que podría llegar a alcanzar si se daba el momento en que su sable llegase a hacer contacto contra uno de los hechiceros enemigos. Una mínima variación desatará el caos, solo hay que esperar pensó para sí mismo, era algo que no debía de olvidar para cumplir su objetivo.
Atento al combate de ambas hechiceras, el espadachín se había alejado del duelo que apenas había empezado con la bruja explotando todo lo que podía emplear de su magia, mientras que Elen seguía al tanto de llegar evadirlos. Pero fue en aquel momento en donde por fin, se había realizado lo que quería. El desamparo de la hermana mayor era lo que había estado buscando, sin ella, sea con su magia elemental o no, el hermano estaba en total desventaja.
— Ahora. —Comentó a sus compañeros, enmarcándose en una carrera contra el hermano menor. Lado a lado, los movimientos en zig zag de la máquina a medida que se encaminaba contra el hechicero trataban de desorientar alguna ráfaga eólica como con la que había esfumado las cenizas del subordinado incinerado por su hermana. A medida que corría, podía ver en medio del camino como el pequeño y orgulloso hermano pese a su carácter de idolatra con su hermana, había esbozado una gran y amplia sonrisa en su rostro como si lo hubiese planeado desde el principio.
— ¡Jaja! ¡Pelmazo! —El hechicero soltó una bofetada al aire, arrojando una ráfaga mágica contra el que pretendía probablemente aventarlo o haciéndole retroceder, si es que su armazón lograba permitirle tal hazaña. La gran cantidad de aire contenida en esa ráfaga pudo hacerla notoria para la visión del cibernético aún cuando su mira telescópica no podía percibir de forma mucho más precavida y organizada las corrientes mágicas. — ¡Suerte con el vuelo!
En aquel momento, el plan parecía estar concordando con lo que la máquina pretendía. Había derrapado mientras se abalanzaba, esquivando por mera astucia la ráfaga mágica que había hecho. Cada vez estaba más cerca y eso hacía que aquella escoria de hechicero retrocediese, parecía que nunca había probado lo que era el combate entre armas. No conocía lo que era ser alcanzado por el acero de un arma, pero comprendía lo que estaba por pasar. El cibernético simulo mover la espada en un corte horizontal hacia el hechicero, que lanzó una ráfaga de aire una vez más con tal de prevenir el golpe del arma. El cibernético fue abatido, estaba consciente de ello, pero todavía le quedaba una jugada bajo la manga al momento de hacer contacto con la corriente de aire que se imponía contra su armazón. Fue en ese momento que tal como indicaba la discreción que debía de contener esa pequeño sable, fue donde Viento Nocturno fue arrojado hacia el pecho del hechicero al sentir por un momento un aire de esperanza en el enfrentamiento.
Su plan había funcionado y aunque la caída no había sido dolorosa gracias a lo que era capaz de reprimir su chip, la ráfaga lo había lanzado a varios metros lejos de donde ahora yacía Connor. Se había encorvado y colocado sus manos en su torso, buscando, de alguna manera, acabar con lo que lo estaba matando. Su boca hacía gotear la sangre y cuando se hizo tarde, su cuerpo cayó de espaldas, con el mango negro del pequeño sable del cibernético sobresaliendo del pecho del pobre hechicero. Toda la hoja se le había enterrado en el pecho, no tenía esperanzas. Las armas a fin de cuentas resultaron mucho más prácticas que las habilidades mágicas de aquel inepto hechicero de pacotilla.
— H-Hermana... —Vagamente trataba de hablar, pero solo sabía escupir la sangre. Fue entonces cuando sus ojos quedaron inertes y aún abiertos, que fue lo que dejo entender que ya había marchado. Lamentablemente, las valquirias no irían al llamado de aquel pobre hechicero, ni a los bandidos, ni siquiera a su hermana, que tal vez no tardaría en acompañarle.
La bruja de fuego, que había soltado un centenar de maldiciones con las que pretendía liberar su cólera en Elen, había callado, tan solo pudo ir a por su hermano muerto que estaba tirado en el suelo. Su pobre y pequeño hermano, no había tenido la dicha siquiera de disfrutar de las riquezas que había robado. Su hermana sacó el sable con el que había sido asesinado y lo arrojó al suelo, por un momento parecía que se quedaría tan solo para dedicar una mirada de lástima a su hermano. Pero se levantó y de sus fuerzas, las convirtió en un aura ígnea que comenzaba a recubrir sus dedos. Sus ojos entristecidos por la muerte de su hermano se habían hecho una mirada penetrante y dura, de la que esta vez solo podía empeorar más aún las cosas.
— Eso no estaba acorde a mis planes. —Comentó el cibernético, reincorporándose del suelo.— Joven Tale, si sobrevive usted habrá de cumplir con su cometido, esta herido y no puede pelear tras lo que hizo, deberá de aprovechar la oportunidad mientras que Elen y yo tratamos de contener la cólera de la her...
Una bola de fuego se lanzó hacia un costado de la máquina como interrupción, tan solo había llegado a dar a uno de los muchos cadáveres, del cual pudo notar, se carbonizaba más rápido de lo normal. Después de todo, el fuego de un mago no era igual que cualquier fuego, era moldeado por la magia del hechicero. La bruja había lanzado un grito de ira y que, por la bola de fuego que había arrojado, tal vez pretendía arrojar cosas mucho peores que sus cualidades mágicas le permitiesen.
— ¡Silencio! —Gritó, su voz había cambiado de suave a dura e imperiosa.— ¡No se atrevan a planear sus cosas a mis espaldas, no soy un juego! ¡Hacen cada vez enojarme más, no hay perdón, no hay piedad y menos aún, oportunidades para ustedes!
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Sin moverse ni un ápice de dónde se encontraba, contempló como, primero Elen, empezaba a combatir contra la bruja que controlaba el fuego, ataques ígneos comenzaron a cruzar el almacén de una parte a otra, impactando contra cajas, paredes y los cadáveres de sus antiguos aliados, haciendo estallar en llamas todo lo que salpicaba; más la hechicera de cabellos níveos no se dejó intimidar y, como vio el mercenario, lanzó contra una de las paredes a la bruja de las llamas, la cual comenzó a insultar a Elen en cuanto se incorporó.
Apretó los dientes, mientras él se encontraba allí, sin hacer nada, el cibernético, quien hacia escasos minutos le había dado una breve charla repleta de metáforas sobre la importancia de la inteligencia frente a la velocidad en un combate, dio la señal y comenzó a correr en dirección al único brujo varón del almacén.
El los fuertes ataques de viento que este lanzó sobre el hombre de metal hicieron retroceder varios pasos a Eltrant que, aunque no le dieron de lleno por no estar dirigidos contra él sí que pudo comprobar que, si alguna de aquellas ráfagas de viento le golpeaba directamente, acabaría siendo una desagradable mancha en las paredes del almacén.
-“Concéntrate Tale” – Se dijo a si mismo mientras recobraba el equilibrio después de que otro de los ataques del brujo de viento pasara junto a Sajin y se perdiese en el fondo del almacén, dónde él estaba. – “…Tienes que hacer algo, por mínimo que sea, piensa maldita sea, piensa” – La palma de su mano que sujetaba su espada se cerró aún con más fuerza en torno a la empuñadura de su arma, no podía quedarse mirando mientras Elen y Sajin luchaban, sin embargo, por mucho que quisiese ayudar, no podía avanzar un par de pasos sin caer de rodillas debido a la herida abierta de su vientre.
Entonces, una voz entrecortada, una voz que sabía que iba a morir, llegó hasta oídos del mercenario, Sajin había incrustado, después de un breve pero intenso combate, su pequeña hoja azabache entre las costillas del brujo, hiriéndole de gravedad.
El brujo cayó al suelo cuan largo era y, llamando a su hermana con sus últimas fuerzas, murió. Eltrant no pudo evitar que el fantasma de una sonrisa se pudiese vislumbrar en la comisura de su boca, aunque no hubiese hecho nada hasta aquel momento, ahora eran tres contra una. Mientras pensaba esto la mujer que respondía al nombre de Minerva, ignoró a Elen y se agachó junto al cuerpo de su hermano, para, después de extraer la hoja que yacía en el pecho de Connor se levantó.
La muerte del hombre no hizo sino aumentar la cólera de Minerva, que lanzando un grito desgarrador inundó el almacén de fuego. Eltrant frunció el ceño y se agachó con el tiempo justo para evitar que una de las muchas esferas de fuego impactase contra su cara.
-“Esto no hace sino mejorar…”- Murmuró sarcástico, mientras evitaba otro de los ataques de fuego de la mujer, la cual atacaba por partes iguales a los tres presentes, debía de ser una bruja realmente poderosa, no había coincidido nunca con ningún hechicero que pudiese mantener tal ritmo sin cansarse enseguida.
Hastiado, el mercenario finalmente optó por ocultarse detrás de una caja, respirando agitadamente se apoyó contra esta, parcialmente en llamas, y suspiró; allí tendría como mínimo un respiro.
Sintiéndose un inútil, Eltrant frunció el ceño y golpeó la caja tras la que se encontraba, solo para ver que esta estaba a punto de consumirse por las llamas. –“Fuego…” – Susurró el mercenario mientras tomaba un trozo de madera llameante y lo examinaba, a su alrededor el combate no parecía querer parar pronto así que, haciendo uso de lo aprendido en Terpoli, se deshizo de la camisa manchada de sangre, dejando su toso repleto de viejas cicatrices y heridas para a continuación cerrar los ojos –“…Menos es nada” – Comentó apretando la mandíbula, anticipando el dolor que sabía que estaba a punto de recorrer su cuerpo, a la vez que acercaba las brasas hasta su vientre.
Con un siseo característico la carne que tenía alrededor de la herida sangrante comenzó a quemarse, el mercenario reprimió un grito de dolor lo mejor que pudo y volvió a caer de rodillas, pero no alejó el madero en llamas de la herida.
Notó como su corazón se aceleraba, bombeando sangre hasta sus extremidades, hasta su cabeza, aclarándole las ideas, notó a su vez como el acuciante dolor le despertaba del suave entumecimiento en el que llevaba un rato atrapado, permitiéndole moverse con mayor velocidad. El olor a quemado que provenía de su propio estomago le advirtió de lo que pasaría si alguno de los ataques de la bruja le pillaba de lleno, sintió como su cuerpo liberaba un torrente de adrenalina en sangre, dándole la fuerza que ansiaba en aquel momento, permitiéndole avanzar más de lo que su cuerpo era capaz. *
Con la herida ahora cauterizada salió de su improvisado e ignorando las bolas de fuego que avanzaban en su dirección comenzó a correr hacia la bruja, tenía que ser rápido, no aguantaría mucho tiempo en pie, ya no. Mientras corría, trató de buscar con la mirada al hombre de metal y a la bruja, los cuales se encontrarían, muy probablemente, luchando contra la mujer.
– “¡Eres lenta!” – Chilló Eltrant mientras evitaba la llamarada de la mujer, la cual solo chamusco parcialmente parte de su brazo izquierdo, y se colocó justo frente a ella alzando su espada para darle una estocada letal.
No obstante, y aunque el mercenario estaba bastante seguro de la afirmación que acababa de gritar, la mujer era mucho más veloz de lo que aparentaba, y con un leve movimiento de cadera evitó la hoja del séptimo de los Tale, la cual solo desgarró parcialmente su vestimenta.
-“¡No os atreváis a menospreciarme insectos! ” – Exclamó Minerva dando un sonoro pisotón en el suelo del que brotaron llamas a su alrededor, las cuales obligaron a Eltrant a retroceder un par de pasos para no acabar más chamuscado de lo que ya estaba. – “¡Vais a morir! ¡TODOS!” – Dando una fuerte palmada frente a su cara, un intenso brillo de color anaranjado se acumuló en ambas manos de la mujer, Eltrant frunció el ceño, no había que ser un genio para adivinar que estaba a punto de hacer algo grande.
Sin pensárselo dos veces, sujetó su espada como si de una lanza se tratase y haciendo acopio de todas sus fuerzas, la lanzó contra Minerva, esperando si no dar en el blanco, como mínimo, distraerla.
-----------Apretó los dientes, mientras él se encontraba allí, sin hacer nada, el cibernético, quien hacia escasos minutos le había dado una breve charla repleta de metáforas sobre la importancia de la inteligencia frente a la velocidad en un combate, dio la señal y comenzó a correr en dirección al único brujo varón del almacén.
El los fuertes ataques de viento que este lanzó sobre el hombre de metal hicieron retroceder varios pasos a Eltrant que, aunque no le dieron de lleno por no estar dirigidos contra él sí que pudo comprobar que, si alguna de aquellas ráfagas de viento le golpeaba directamente, acabaría siendo una desagradable mancha en las paredes del almacén.
-“Concéntrate Tale” – Se dijo a si mismo mientras recobraba el equilibrio después de que otro de los ataques del brujo de viento pasara junto a Sajin y se perdiese en el fondo del almacén, dónde él estaba. – “…Tienes que hacer algo, por mínimo que sea, piensa maldita sea, piensa” – La palma de su mano que sujetaba su espada se cerró aún con más fuerza en torno a la empuñadura de su arma, no podía quedarse mirando mientras Elen y Sajin luchaban, sin embargo, por mucho que quisiese ayudar, no podía avanzar un par de pasos sin caer de rodillas debido a la herida abierta de su vientre.
Entonces, una voz entrecortada, una voz que sabía que iba a morir, llegó hasta oídos del mercenario, Sajin había incrustado, después de un breve pero intenso combate, su pequeña hoja azabache entre las costillas del brujo, hiriéndole de gravedad.
El brujo cayó al suelo cuan largo era y, llamando a su hermana con sus últimas fuerzas, murió. Eltrant no pudo evitar que el fantasma de una sonrisa se pudiese vislumbrar en la comisura de su boca, aunque no hubiese hecho nada hasta aquel momento, ahora eran tres contra una. Mientras pensaba esto la mujer que respondía al nombre de Minerva, ignoró a Elen y se agachó junto al cuerpo de su hermano, para, después de extraer la hoja que yacía en el pecho de Connor se levantó.
La muerte del hombre no hizo sino aumentar la cólera de Minerva, que lanzando un grito desgarrador inundó el almacén de fuego. Eltrant frunció el ceño y se agachó con el tiempo justo para evitar que una de las muchas esferas de fuego impactase contra su cara.
-“Esto no hace sino mejorar…”- Murmuró sarcástico, mientras evitaba otro de los ataques de fuego de la mujer, la cual atacaba por partes iguales a los tres presentes, debía de ser una bruja realmente poderosa, no había coincidido nunca con ningún hechicero que pudiese mantener tal ritmo sin cansarse enseguida.
Hastiado, el mercenario finalmente optó por ocultarse detrás de una caja, respirando agitadamente se apoyó contra esta, parcialmente en llamas, y suspiró; allí tendría como mínimo un respiro.
Sintiéndose un inútil, Eltrant frunció el ceño y golpeó la caja tras la que se encontraba, solo para ver que esta estaba a punto de consumirse por las llamas. –“Fuego…” – Susurró el mercenario mientras tomaba un trozo de madera llameante y lo examinaba, a su alrededor el combate no parecía querer parar pronto así que, haciendo uso de lo aprendido en Terpoli, se deshizo de la camisa manchada de sangre, dejando su toso repleto de viejas cicatrices y heridas para a continuación cerrar los ojos –“…Menos es nada” – Comentó apretando la mandíbula, anticipando el dolor que sabía que estaba a punto de recorrer su cuerpo, a la vez que acercaba las brasas hasta su vientre.
Con un siseo característico la carne que tenía alrededor de la herida sangrante comenzó a quemarse, el mercenario reprimió un grito de dolor lo mejor que pudo y volvió a caer de rodillas, pero no alejó el madero en llamas de la herida.
Notó como su corazón se aceleraba, bombeando sangre hasta sus extremidades, hasta su cabeza, aclarándole las ideas, notó a su vez como el acuciante dolor le despertaba del suave entumecimiento en el que llevaba un rato atrapado, permitiéndole moverse con mayor velocidad. El olor a quemado que provenía de su propio estomago le advirtió de lo que pasaría si alguno de los ataques de la bruja le pillaba de lleno, sintió como su cuerpo liberaba un torrente de adrenalina en sangre, dándole la fuerza que ansiaba en aquel momento, permitiéndole avanzar más de lo que su cuerpo era capaz. *
Con la herida ahora cauterizada salió de su improvisado e ignorando las bolas de fuego que avanzaban en su dirección comenzó a correr hacia la bruja, tenía que ser rápido, no aguantaría mucho tiempo en pie, ya no. Mientras corría, trató de buscar con la mirada al hombre de metal y a la bruja, los cuales se encontrarían, muy probablemente, luchando contra la mujer.
– “¡Eres lenta!” – Chilló Eltrant mientras evitaba la llamarada de la mujer, la cual solo chamusco parcialmente parte de su brazo izquierdo, y se colocó justo frente a ella alzando su espada para darle una estocada letal.
No obstante, y aunque el mercenario estaba bastante seguro de la afirmación que acababa de gritar, la mujer era mucho más veloz de lo que aparentaba, y con un leve movimiento de cadera evitó la hoja del séptimo de los Tale, la cual solo desgarró parcialmente su vestimenta.
-“¡No os atreváis a menospreciarme insectos! ” – Exclamó Minerva dando un sonoro pisotón en el suelo del que brotaron llamas a su alrededor, las cuales obligaron a Eltrant a retroceder un par de pasos para no acabar más chamuscado de lo que ya estaba. – “¡Vais a morir! ¡TODOS!” – Dando una fuerte palmada frente a su cara, un intenso brillo de color anaranjado se acumuló en ambas manos de la mujer, Eltrant frunció el ceño, no había que ser un genio para adivinar que estaba a punto de hacer algo grande.
Sin pensárselo dos veces, sujetó su espada como si de una lanza se tratase y haciendo acopio de todas sus fuerzas, la lanzó contra Minerva, esperando si no dar en el blanco, como mínimo, distraerla.
Off: Habilidad de Nivel 0, Adrenalina.
Off 2: Siento el retraso tan largo, la navidad me tiene muy ocupado T^T
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Minerva estaba furiosa, no solo porque una extraña acabase de golpearla sino también por cómo se estaban desarrollando las cosas, no debían ser así. Todo había ido a la perfección hasta que aquel grupo de intrusos decidió meterse en sus asuntos, desbaratando sus planes al liberar a las chicas que habían retenido y librarse del resto de ladrones, cuya muerte sin duda era segura pero que no tenía que haber llegado tan pronto. Los hermanos aún querían usarlos para sacar del almacén las joyas robadas y para que las transportasen hasta el barco que tomaría rumbo a las islas, pero ahora que no quedaba ni uno con vida les tocaría a ellos cargar con ese trabajo.
Sin embargo la situación empeoraría por momentos, cuando la hechicera viese el cuerpo de su hermano tendido en el suelo y con la espada del bio cibernético clavada en el pecho. Elen hubiese preferido llevar las cosas de otro modo, reteniendo a Connor para utilizarlo en una posible negociación con su hermana, pero quedó claro que el mago no estaba dispuesto a dejarse atrapar, él mismo se había buscado aquel final.
La cólera de la bruja aumentó considerablemente, no se había encargado de proteger a Connor durante tantos años para que ahora una máquina se lo arrebatase de aquel modo. Tras extraer la hoja del pecho de su hermano, Minerva se levantó y encaró a los tres desgraciados que habían destrozado sus planes, preparándose para atacar haciendo uso de sus poderes de fuego. La primera esfera ígnea que salió disparada de sus manos fue directamente hacia Sajin, pero quizá los nervios o el enfado hicieron que su puntería fallase, haciendo que el proyectil acertase a uno de los cadáveres que yacían por el almacén.
Un grito siguió a aquella primera esfera, acompañado de muchos proyectiles más, que salieron disparados en todas direcciones, obligando a la de ojos verdes a tirarse nuevamente al suelo para esquivarlos. Minerva era una adversaria poderosa, muchos de su raza no hubiesen podido soportar un desgaste como el que la maga estaba aguantando, pero eso se debía a la ira y luego le pasaría factura, cuando no le quedasen fuerzas con las que continuar peleando.
Elen conocía bien sus límites, aunque practicaba a diario para mejorar tanto como podía, lo que le permitía tener un mayor control de su elemento y la forma avanzada del mismo. Por esto estaba segura de que su oponente en breve tendría problemas para seguir manteniendo el nivel de magia que utilizaba, cuando se esforzase más allá de lo que su cuerpo podía aguantar. Cada cual tenía su modo de reaccionar, la pequeña de los Calhoun sabía que cuando se exigía demasiado perdía la vista durante unos minutos, sus ojos se tornaban blancos y podía incluso caer inconsciente, pronto vería cómo afectaba aquello a Minerva, si sus compañeros no la mataban antes.
Buscó con la mirada a Sajin y Eltrant, esperando que el fuego no les hubiese alcanzado, pero solo pudo hallar al bio cibernético, del humano no encontró ni rastro. - ¿Dónde se habrá metido? - Se preguntó interiormente, descartando la posibilidad de se hubiese unido a los cadáveres del suelo. Eltrant había recibido heridas bastante graves, y la pérdida de sangre no ayudaba en absoluto así que quizá hubiese optado por ponerse a salvo, algo comprensible. En cuanto todo acabase ella se ofrecería a revisarle y podría darle algo para el dolor y calmar las heridas abiertas, pero mientras Minerva siguiese inundando la estancia con su elemento le sería imposible ayudarlo.
Pasando al ataque, la bruja se levantó del suelo y volvió a lanzar una potente ráfaga de aire contra su adversaria, que en esta ocasión logró esquivarla por los pelos. No importaba, lo mejor en aquel momento era mantener cuanto más ocupada pudiese a la tensai de fuego, lanzando contra ella todo cuanto tenía en su repertorio. Las descargas comenzaron a cruzar de un lado al otro el almacén, dando toques azules en medio de las lenguas de fuego que consumían los muebles.
Y entonces Eltrant apareció de detrás de unas cajas, con la herida del vientre cauterizada y corriendo hacia la hechicera espada en mano. Elen tuvo que detener sus ataques para no darle a él, pero no se quedó quieta, avanzó para acercarse a ambos y poder cubrirlo de ser necesario. El primer intento del humano no consiguió mucho, apenas rasgó el vestido de la maga, provocando que ésta se enfadase aún más y empezara a preparar un ataque mucho más poderoso que los que había usado hasta el momento, cosa que no debían permitir si querían salir con vida de allí.
La espada del mercenario salió disparada hacia su oponente, y ésta vez tuvo mejor suerte, acertando en el vientre de Minerva y clavándose varios centímetros dentro de la carne. La mujer emitió un quejido y bajó la vista hacia el arma, pero si aquel iba a ser su final también sería el de los tres intrusos, haría lo que fuese por arrastrarlos consigo a la muerte. Con esfuerzo, una enorme bola de fuego se fue creando entre sus manos, tan grande como para estallar y convertir el almacén en un infierno.
Elen no dudó ni un instante, alzó el brazo en su dirección y liberó una potente descarga, que en vez de impactar contra la maga lo hizo en la empuñadura de la espada. Valiéndose del material de la hoja, la electricidad entró en el cuerpo de la tensai de fuego y la recorrió por entero, alcanzando su corazón en cuestión de segundos y provocándole un infarto, que no podría superar. Los ojos de Minerva se abrieron desmesuradamente, mientras la esfera ígnea desaparecía, tras lo cual se desplomó sobre el suelo, junto al cuerpo de su hermano.
- Por fin… - musitó Elen, al tiempo que se acercaba a sus compañeros. - ¿Estáis bien? - preguntó, con cierta preocupación por el mal estado en que Eltrant se encontraba. Puede que cauterizar la herida ayudase a no seguir perdiendo sangre pero el dolor podía persistir a pesar de eso, tendría que tomar algo si quería llegar al hospital por su propio pie. - Ten esto, te aliviará. - dijo, entregando al humano un remedio de su bolsa, a base de Inhibis y Barrimorth. Eso tendría que bastar por el momento, ya que no llevaba consigo lo ideal para tratar quemaduras, las hojas de Kortinque.
Sin embargo la situación empeoraría por momentos, cuando la hechicera viese el cuerpo de su hermano tendido en el suelo y con la espada del bio cibernético clavada en el pecho. Elen hubiese preferido llevar las cosas de otro modo, reteniendo a Connor para utilizarlo en una posible negociación con su hermana, pero quedó claro que el mago no estaba dispuesto a dejarse atrapar, él mismo se había buscado aquel final.
La cólera de la bruja aumentó considerablemente, no se había encargado de proteger a Connor durante tantos años para que ahora una máquina se lo arrebatase de aquel modo. Tras extraer la hoja del pecho de su hermano, Minerva se levantó y encaró a los tres desgraciados que habían destrozado sus planes, preparándose para atacar haciendo uso de sus poderes de fuego. La primera esfera ígnea que salió disparada de sus manos fue directamente hacia Sajin, pero quizá los nervios o el enfado hicieron que su puntería fallase, haciendo que el proyectil acertase a uno de los cadáveres que yacían por el almacén.
Un grito siguió a aquella primera esfera, acompañado de muchos proyectiles más, que salieron disparados en todas direcciones, obligando a la de ojos verdes a tirarse nuevamente al suelo para esquivarlos. Minerva era una adversaria poderosa, muchos de su raza no hubiesen podido soportar un desgaste como el que la maga estaba aguantando, pero eso se debía a la ira y luego le pasaría factura, cuando no le quedasen fuerzas con las que continuar peleando.
Elen conocía bien sus límites, aunque practicaba a diario para mejorar tanto como podía, lo que le permitía tener un mayor control de su elemento y la forma avanzada del mismo. Por esto estaba segura de que su oponente en breve tendría problemas para seguir manteniendo el nivel de magia que utilizaba, cuando se esforzase más allá de lo que su cuerpo podía aguantar. Cada cual tenía su modo de reaccionar, la pequeña de los Calhoun sabía que cuando se exigía demasiado perdía la vista durante unos minutos, sus ojos se tornaban blancos y podía incluso caer inconsciente, pronto vería cómo afectaba aquello a Minerva, si sus compañeros no la mataban antes.
Buscó con la mirada a Sajin y Eltrant, esperando que el fuego no les hubiese alcanzado, pero solo pudo hallar al bio cibernético, del humano no encontró ni rastro. - ¿Dónde se habrá metido? - Se preguntó interiormente, descartando la posibilidad de se hubiese unido a los cadáveres del suelo. Eltrant había recibido heridas bastante graves, y la pérdida de sangre no ayudaba en absoluto así que quizá hubiese optado por ponerse a salvo, algo comprensible. En cuanto todo acabase ella se ofrecería a revisarle y podría darle algo para el dolor y calmar las heridas abiertas, pero mientras Minerva siguiese inundando la estancia con su elemento le sería imposible ayudarlo.
Pasando al ataque, la bruja se levantó del suelo y volvió a lanzar una potente ráfaga de aire contra su adversaria, que en esta ocasión logró esquivarla por los pelos. No importaba, lo mejor en aquel momento era mantener cuanto más ocupada pudiese a la tensai de fuego, lanzando contra ella todo cuanto tenía en su repertorio. Las descargas comenzaron a cruzar de un lado al otro el almacén, dando toques azules en medio de las lenguas de fuego que consumían los muebles.
Y entonces Eltrant apareció de detrás de unas cajas, con la herida del vientre cauterizada y corriendo hacia la hechicera espada en mano. Elen tuvo que detener sus ataques para no darle a él, pero no se quedó quieta, avanzó para acercarse a ambos y poder cubrirlo de ser necesario. El primer intento del humano no consiguió mucho, apenas rasgó el vestido de la maga, provocando que ésta se enfadase aún más y empezara a preparar un ataque mucho más poderoso que los que había usado hasta el momento, cosa que no debían permitir si querían salir con vida de allí.
La espada del mercenario salió disparada hacia su oponente, y ésta vez tuvo mejor suerte, acertando en el vientre de Minerva y clavándose varios centímetros dentro de la carne. La mujer emitió un quejido y bajó la vista hacia el arma, pero si aquel iba a ser su final también sería el de los tres intrusos, haría lo que fuese por arrastrarlos consigo a la muerte. Con esfuerzo, una enorme bola de fuego se fue creando entre sus manos, tan grande como para estallar y convertir el almacén en un infierno.
Elen no dudó ni un instante, alzó el brazo en su dirección y liberó una potente descarga, que en vez de impactar contra la maga lo hizo en la empuñadura de la espada. Valiéndose del material de la hoja, la electricidad entró en el cuerpo de la tensai de fuego y la recorrió por entero, alcanzando su corazón en cuestión de segundos y provocándole un infarto, que no podría superar. Los ojos de Minerva se abrieron desmesuradamente, mientras la esfera ígnea desaparecía, tras lo cual se desplomó sobre el suelo, junto al cuerpo de su hermano.
- Por fin… - musitó Elen, al tiempo que se acercaba a sus compañeros. - ¿Estáis bien? - preguntó, con cierta preocupación por el mal estado en que Eltrant se encontraba. Puede que cauterizar la herida ayudase a no seguir perdiendo sangre pero el dolor podía persistir a pesar de eso, tendría que tomar algo si quería llegar al hospital por su propio pie. - Ten esto, te aliviará. - dijo, entregando al humano un remedio de su bolsa, a base de Inhibis y Barrimorth. Eso tendría que bastar por el momento, ya que no llevaba consigo lo ideal para tratar quemaduras, las hojas de Kortinque.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Era más metal que carne, pero aún así ese difunto brujo lo había arrojado como una pluma con su magia. Su compostura artificial lo hacía muy indiferente al dolor, cosa que lo hubiese distraído. Si en ese momento se hubiese quedado agonizando tras caer con el impulso de las ráfagas de aire del hechicero, probablemente la hechicera pudiese haber acertado su bola de fuego contra él. Una lástima, su elegancia y compostura se había deformado a una cólera dada por la muerte de aquel hermano que menosprecio como una mano derecha de su tablero. No tenía peones a los cuales dirigir y había perdido a su ficha más preciada, ahora estaba sola. El miedo, la voluntad de vivir, habían sucumbido ante la furia y la desesperación de la hechicera. Su meta ahora era únicamente la venganza de la manera más cruel y dolorosa que podría darle el control de las llamas.
El cibernético lo sabía. Había visto esa clase de fuego en la mirada de los que había tenido al frente cuando combatía, las ansias de persistir frente a su prójimo, el subyugarlo para subsistir y no caer ante el olvido. No comprendía el porque del dolor, de la angustia y la ira que sentían aquellos enemigos cuando él arrebataba a lo que más preciaban, no tenía miedo en acabar o no con la vida que estaba llena o no de aspiraciones, de ambiciones y quizás sueños de esas personas. Menos aún de los pobres animales que había traído colgando como miseros trozos de carne que alguna vez habían sido sabuesos, algunos ardiendo por el contacto de las llamas de la hechicera. Un dilema moral más, uno que no resolvería desde el punto de vista de un héroe.
Agarró del suelo su viejo sable, había estado en cada pelea con Jinsa y Sajin, pero no lo abandonaría esta vez. Eran una horda de fuego, la ira hacía sus ataques menos precavidos pero mucho más difíciles de esquivar, no eran planificados para disparar a una posición específica, eran casi impredecibles para la mira telescópica artificial del cibernético, de la que si bien podía salvarlo de los problemas que tenía con las flechas y los virotes, no le servía mucho para evadir el fuego. Se valía de rodar y correr, la cólera parecía haber acabado a una locura y el humano, parecía que se había rendido a los designios de la muerte... o no. Su llegada resultó inesperada, incluso para el cibernético, que suponía que hubiese escuchado su advertencia de quedarse en pie como último superviviente si el problema se salía de control y así reponerse de sus heridas, pero parecía que los humanos compartían una cosa en común como especie: la testarudez.
Salió disparado y sin su camisa contra la única enemiga en pie, parecía que había usado el fuego como un arma de doble filo para reponerse bajo un método arcaico sus heridas, pero no serviría de mucho al tener ahora de frente a la bruja. Si bien había hecho algo útil con parar el fuego hacia él y Elen, tal vez acabaría muriendo. El primer intento parecía tratarse de un indicio de que estaría por fallar y caería ante la muerte que ya le era anunciada, tan solo rasgó el vestido de la bruja. Pero de manera astuta, el humano había atinado su espada como una lanza en el vientre de la bruja tal como él había hecho con su hermano. Aún no estaba muerta, curiosamente, había decidido acabarlos a ellos en vez de disfrutar los pocos minutos que tenía de vida, pero por suerte, los rayos de Elen superaron en velocidad a la gran bola de fuego que formaba la bruja. No dio a la cabeza, ni siquiera al pecho, había atinado a la espada como un conductor de su electricidad. Unos breves temblores al final dieron los indicios de que Elen había electrocutado su cuerpo usando la espada de Eltrant a su favor, mató de una vez por todas a la llamada Minerva.
— Las amenazas han reducido. —Comentó, al tiempo que se acercó a sus compañeros. La bruja había dado un remedio práctico al humano para tratar sus heridas por el momento, ya había terminado todo y parecía que el fuego expandido por toda la zona iba pronto a destruir el almacén y todo habría sido cosa del pasado. La guardia probablemente no lo sabría, pero ellos eran los únicos que sabían lo que había sucedido en aquel lugar que de sangre se tornó a fuego. Se alejó de sus compañeros para ir a por el cadáver del hermano menor que asesinó, tomando a un costado del cuerpo la pequeña espada de negro azabache que su hermana le había extirpado del pecho. La colocó en su vaina al lado de uno de sus compartimientos.
Ya no había mucho que hacer allí, tal vez no volvería a ver a ese humano. Se había topado la bruja por accidente y ahora tal vez por coincidencia, quizás la tercera vez ya sería un patrón o mero azar. Guardó por último su viejo sable en su mango y acostó el torso de su mano sobre el pomo de esta. Se acercó de vuelta al humano y a la bruja.
— Espero que sigas vivo, humano. —Comentó, girándose hacia él. — Me había olvidado de lo frágiles y corrientes que son ustedes los humanos, pero me llama la atención su voluntad de enfrentarse a la muerte. Quisiera aprender eso alguna vez. —Giró su rostro hacia Elen, iba a terminar compartiendo algo también a la bruja, no solo al humano. — Esta parece no ser la última vez en la que nos vemos, hechicera. Siempre que me junto con usted terminó en una oleada de caos, pero resulta satisfactorio salirse de lo monótono.
Esta vez terminaría girándose hacia la puerta, viendo como ya empezaba el almacén a ser comido por las llamas, camino hacia la puerta en busca de un destino más y con ello, tal vez otra aventura. Esas eran sus opciones como espadachín errante, como un mero vagabundo que iba de pueblo en pueblo para pulir sus habilidades. Miró desde el rabillo del ojo sus espaldas, al momento de estar al borde de salir de la puerta. — Adiós. —Dijo en seco, las máquinas no son muy emotivas. Puso sus ojos al frente, aquella aventura había terminado frente al resto que estarían por venir.
Allí estaba su viejo y andrajoso perro, había estado esperando a su amo fuera de aquel almacén. Si bien había sido indiferente con él tras su brusco cambio, era con lo único que contaba. El animal movió su cola de lado a lado como signo de alegría, siguiendo al espadachín a otra nueva cruzada....
El cibernético lo sabía. Había visto esa clase de fuego en la mirada de los que había tenido al frente cuando combatía, las ansias de persistir frente a su prójimo, el subyugarlo para subsistir y no caer ante el olvido. No comprendía el porque del dolor, de la angustia y la ira que sentían aquellos enemigos cuando él arrebataba a lo que más preciaban, no tenía miedo en acabar o no con la vida que estaba llena o no de aspiraciones, de ambiciones y quizás sueños de esas personas. Menos aún de los pobres animales que había traído colgando como miseros trozos de carne que alguna vez habían sido sabuesos, algunos ardiendo por el contacto de las llamas de la hechicera. Un dilema moral más, uno que no resolvería desde el punto de vista de un héroe.
Agarró del suelo su viejo sable, había estado en cada pelea con Jinsa y Sajin, pero no lo abandonaría esta vez. Eran una horda de fuego, la ira hacía sus ataques menos precavidos pero mucho más difíciles de esquivar, no eran planificados para disparar a una posición específica, eran casi impredecibles para la mira telescópica artificial del cibernético, de la que si bien podía salvarlo de los problemas que tenía con las flechas y los virotes, no le servía mucho para evadir el fuego. Se valía de rodar y correr, la cólera parecía haber acabado a una locura y el humano, parecía que se había rendido a los designios de la muerte... o no. Su llegada resultó inesperada, incluso para el cibernético, que suponía que hubiese escuchado su advertencia de quedarse en pie como último superviviente si el problema se salía de control y así reponerse de sus heridas, pero parecía que los humanos compartían una cosa en común como especie: la testarudez.
Salió disparado y sin su camisa contra la única enemiga en pie, parecía que había usado el fuego como un arma de doble filo para reponerse bajo un método arcaico sus heridas, pero no serviría de mucho al tener ahora de frente a la bruja. Si bien había hecho algo útil con parar el fuego hacia él y Elen, tal vez acabaría muriendo. El primer intento parecía tratarse de un indicio de que estaría por fallar y caería ante la muerte que ya le era anunciada, tan solo rasgó el vestido de la bruja. Pero de manera astuta, el humano había atinado su espada como una lanza en el vientre de la bruja tal como él había hecho con su hermano. Aún no estaba muerta, curiosamente, había decidido acabarlos a ellos en vez de disfrutar los pocos minutos que tenía de vida, pero por suerte, los rayos de Elen superaron en velocidad a la gran bola de fuego que formaba la bruja. No dio a la cabeza, ni siquiera al pecho, había atinado a la espada como un conductor de su electricidad. Unos breves temblores al final dieron los indicios de que Elen había electrocutado su cuerpo usando la espada de Eltrant a su favor, mató de una vez por todas a la llamada Minerva.
— Las amenazas han reducido. —Comentó, al tiempo que se acercó a sus compañeros. La bruja había dado un remedio práctico al humano para tratar sus heridas por el momento, ya había terminado todo y parecía que el fuego expandido por toda la zona iba pronto a destruir el almacén y todo habría sido cosa del pasado. La guardia probablemente no lo sabría, pero ellos eran los únicos que sabían lo que había sucedido en aquel lugar que de sangre se tornó a fuego. Se alejó de sus compañeros para ir a por el cadáver del hermano menor que asesinó, tomando a un costado del cuerpo la pequeña espada de negro azabache que su hermana le había extirpado del pecho. La colocó en su vaina al lado de uno de sus compartimientos.
Ya no había mucho que hacer allí, tal vez no volvería a ver a ese humano. Se había topado la bruja por accidente y ahora tal vez por coincidencia, quizás la tercera vez ya sería un patrón o mero azar. Guardó por último su viejo sable en su mango y acostó el torso de su mano sobre el pomo de esta. Se acercó de vuelta al humano y a la bruja.
— Espero que sigas vivo, humano. —Comentó, girándose hacia él. — Me había olvidado de lo frágiles y corrientes que son ustedes los humanos, pero me llama la atención su voluntad de enfrentarse a la muerte. Quisiera aprender eso alguna vez. —Giró su rostro hacia Elen, iba a terminar compartiendo algo también a la bruja, no solo al humano. — Esta parece no ser la última vez en la que nos vemos, hechicera. Siempre que me junto con usted terminó en una oleada de caos, pero resulta satisfactorio salirse de lo monótono.
Esta vez terminaría girándose hacia la puerta, viendo como ya empezaba el almacén a ser comido por las llamas, camino hacia la puerta en busca de un destino más y con ello, tal vez otra aventura. Esas eran sus opciones como espadachín errante, como un mero vagabundo que iba de pueblo en pueblo para pulir sus habilidades. Miró desde el rabillo del ojo sus espaldas, al momento de estar al borde de salir de la puerta. — Adiós. —Dijo en seco, las máquinas no son muy emotivas. Puso sus ojos al frente, aquella aventura había terminado frente al resto que estarían por venir.
Allí estaba su viejo y andrajoso perro, había estado esperando a su amo fuera de aquel almacén. Si bien había sido indiferente con él tras su brusco cambio, era con lo único que contaba. El animal movió su cola de lado a lado como signo de alegría, siguiendo al espadachín a otra nueva cruzada....
Sajin
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 237
Nivel de PJ : : 1
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Se había acabado.
Sonriendo Eltrant cayó de rodillas al ver como Elen lanzaba una poderosa descarga eléctrica contra la bruja usando su espada a modo de diana, lo cual según pudo comprobar el mercenario, acrecentó el poder de este ataque, aunque este no terminase de comprender como.
Eltrant arqueó una de sus cejas y miró durante unos segundos el humeante e inerte cuerpo de Minerva, el cual de vez en cuando parecía tener un leve movimiento de brazos o piernas a causa de la electricidad que aun corría por sus músculos. – “Los brujos dais miedo” – Dijo a Elen mientras se sentaba en el suelo y apoyaba la espalda contra una de las cajas que habían sobrevivido al combate.
El mercenario aceptó con una sonrisa la planta que le había dado la joven y la miró curioso – “¿Me lo como o…?” – Olisqueó un poco lo que la peliblanca le había asegurado que era medicina y frunció el ceño – “¿...O me lo pongo directamente en las heridas?” – No pudo evitar dejar escapar otra leve risa, que le hizo llevarse la mano a la herida, dolorido. – “Quizás debería ir aprendiendo algo de medicina”
Después de que la bruja respondiese a las preguntas del mercenario, este obedeció y aplico la medicina del modo correcto, sintiendo en seguida cierta mejoría en el dolor, aunque sabía que solo era un parche, aquello por sí solo no bastaría para curarle.
Sajin por otro lado, envainando su espada azabache, elogió la voluntad de vivir del mercenario, quien simplemente sonrió y le quitó un poco de importancia al asunto – “Sí, a mí también me gustaría seguir vivo durante algo más de tiempo, Acero” – Bromeó, pero como hacia sucedido antes su cuerpo se contrajo debido al acuciante dolor, la adrenalina del combate estaba empezando a desaparecer y aunque no estaba en riesgo de morir desangrado, la quemadura que tenía en el vientre no era lo que podríamos llamar agradable.
Después de aquellas palabras Sajin le dedico otras a Elen para a continuación encaminarse hacia el exterior del almacén y, con una escueta despedida, marcharse. – “Es un buen tipo” – Dijo Eltrant al ver al cibernético alejar. – “Un poco callado, pero un buen tipo” – Concluyó.
Haciéndole señas a la bruja para que le ayudase a levantarse, se apoyó en una de las cajas y poco a poco se fue incorporando. -“¿Puedo tocarla?” – Preguntó Eltrant a la peliblanca a la vez que se señalaba su espada, aun enterrada en el pecho de Minerva, quien seguia con los espasmos esporádicos – “… Pensándolo mejor, creo que voy a esperar un poco antes de hacerlo”
Mirando a su alrededor ya no quedaba mucho que más hacer allí, había cumplido con creces el trabajo de “guarda” que había aceptado en la posada algunas horas atrás, las chicas rescatadas a las que habían hecho alusión tanto Connor como Minerva debían de haber ido a parar a manos de la guarda, los cuales no estarían muy lejos de allí, o al menos eso deseaba el mercenario.
-“Debería ir al hospital ¿Verdad?” – Dijo al cabo de unos segundos en silencio, con la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared que tenía frente a él, notaba a sentir como los parpados le pesaban – “… Necesito un trago” – Soltó como conclusión antes de perder la consciencia.
Sonriendo Eltrant cayó de rodillas al ver como Elen lanzaba una poderosa descarga eléctrica contra la bruja usando su espada a modo de diana, lo cual según pudo comprobar el mercenario, acrecentó el poder de este ataque, aunque este no terminase de comprender como.
Eltrant arqueó una de sus cejas y miró durante unos segundos el humeante e inerte cuerpo de Minerva, el cual de vez en cuando parecía tener un leve movimiento de brazos o piernas a causa de la electricidad que aun corría por sus músculos. – “Los brujos dais miedo” – Dijo a Elen mientras se sentaba en el suelo y apoyaba la espalda contra una de las cajas que habían sobrevivido al combate.
El mercenario aceptó con una sonrisa la planta que le había dado la joven y la miró curioso – “¿Me lo como o…?” – Olisqueó un poco lo que la peliblanca le había asegurado que era medicina y frunció el ceño – “¿...O me lo pongo directamente en las heridas?” – No pudo evitar dejar escapar otra leve risa, que le hizo llevarse la mano a la herida, dolorido. – “Quizás debería ir aprendiendo algo de medicina”
Después de que la bruja respondiese a las preguntas del mercenario, este obedeció y aplico la medicina del modo correcto, sintiendo en seguida cierta mejoría en el dolor, aunque sabía que solo era un parche, aquello por sí solo no bastaría para curarle.
Sajin por otro lado, envainando su espada azabache, elogió la voluntad de vivir del mercenario, quien simplemente sonrió y le quitó un poco de importancia al asunto – “Sí, a mí también me gustaría seguir vivo durante algo más de tiempo, Acero” – Bromeó, pero como hacia sucedido antes su cuerpo se contrajo debido al acuciante dolor, la adrenalina del combate estaba empezando a desaparecer y aunque no estaba en riesgo de morir desangrado, la quemadura que tenía en el vientre no era lo que podríamos llamar agradable.
Después de aquellas palabras Sajin le dedico otras a Elen para a continuación encaminarse hacia el exterior del almacén y, con una escueta despedida, marcharse. – “Es un buen tipo” – Dijo Eltrant al ver al cibernético alejar. – “Un poco callado, pero un buen tipo” – Concluyó.
Haciéndole señas a la bruja para que le ayudase a levantarse, se apoyó en una de las cajas y poco a poco se fue incorporando. -“¿Puedo tocarla?” – Preguntó Eltrant a la peliblanca a la vez que se señalaba su espada, aun enterrada en el pecho de Minerva, quien seguia con los espasmos esporádicos – “… Pensándolo mejor, creo que voy a esperar un poco antes de hacerlo”
Mirando a su alrededor ya no quedaba mucho que más hacer allí, había cumplido con creces el trabajo de “guarda” que había aceptado en la posada algunas horas atrás, las chicas rescatadas a las que habían hecho alusión tanto Connor como Minerva debían de haber ido a parar a manos de la guarda, los cuales no estarían muy lejos de allí, o al menos eso deseaba el mercenario.
-“Debería ir al hospital ¿Verdad?” – Dijo al cabo de unos segundos en silencio, con la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared que tenía frente a él, notaba a sentir como los parpados le pesaban – “… Necesito un trago” – Soltó como conclusión antes de perder la consciencia.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: Volviendo a Empezar [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Dado su estado, Eltrant optó por sentarse en el suelo y apoyar la espalda en una de las escasas cajas que habían sobrevivido a las llamas, que aún consumían parte del almacén. Aceptó el remedio que la bruja le había tendido, pero no debía estar muy familiarizado con aquel tipo de productos, o al menos eso dejaba entrever con sus preguntas. - Aplícalo sobre las heridas y el dolor empezará a remitir en cuestión de minutos. - indicó de inmediato la de ojos verdes, para que se lo pusiese y el remedio comenzara a hacer efecto cuanto antes.
Una vez reducido el peligro, tras haber eliminado a todos los enemigos del almacén, Sajin recuperó su espada del suelo para luego acercarse a sus compañeros, para despedirse. Primero se dirigió al humano, apreciando la capacidad que tenían los de su raza para enfrentarse a la muerte a pesar de ser unas criaturas tan frágiles en comparación con los bios, cuyas armaduras los protegían en parte. Instantes después se giró hacia la hechicera, asegurando que no sería la última vez que se viesen, cosa que ella también creía.
Aquel segundo encuentro con Sajin había ocurrido por mera casualidad, pero teniendo en cuenta lo caprichoso que era el destino sin duda podría haber un tercero, aunque con suerte sería mucho más tranquilo que los anteriores. Tras despedirse de ambos, el bio cibernético les dio la espalda y emprendió el camino hacia el exterior, donde su fiel compañero canino lo esperaba para seguirlo allá donde fuese.
Elen lo siguió con la mirada hasta que las palabras de su compañero volvieron a captar su atención, ésta vez sobre la espada que seguía clavada en el vientre de Minerva. Con algo de ayuda, Eltrant consiguió incorporarse, pero se mostraba reacio a tomar el arma, por miedo a que la electricidad aún estuviese en ella. - Ya no hay peligro, la energía recorrió su cuerpo y buscó salida a través del suelo. - contestó la maga, antes de dirigir sus pasos hasta la tensai de fuego para extraer la hoja y devolvérsela a su dueño.
Sin embargo no alcanzó a hacerlo, pues justo cuando se dio la vuelta para volver junto al humano éste perdió la consciencia ante su atónita mirada, cayendo pesadamente sobre el suelo. - ¡Eltrant! - exclamó, al tiempo que corría hacia él. Dejando caer la recién recuperada espada al lado del guerrero, la joven alzó una mano para buscarle el pulso en el cuello, tranquilizándose visiblemente al encontrarlo. Sólo había sufrido un desmayo a causa de la pérdida de sangre y los esfuerzos realizados, pero en aquellas condiciones lo mejor sería llevarlo al hospital de Lunargenta, lugar en que las enfermeras podrían ocuparse de él debidamente, vigilando su evolución.
El problema para la benjamina de los Calhoun sería sacarlo del almacén, no tenía fuerzas suficientes para arrastrarlo al exterior, cosa que con la ayuda de Sajin habría resultado mucho más fácil. A eso había que sumar las lenguas de fuego que seguían consumiendo parte del mobiliario, pronto empezarían a acercarse peligrosamente y sería mejor que buscase un modo de salir antes de que eso ocurriese.
Por suerte no tuvo que pensar demasiado, unos rápidos pasos delataron que alguien se acercaba, aunque podía no ser una buena noticia. - ¡Vamos! ¡Revisadlo y buscad supervivientes! - ordenó una voz femenina, que a juzgar por la claridad con que se oía debía proceder de algún lugar cercano a la entrada. Elen sintió que su cuerpo se tensaba instintivamente, ante la posibilidad de que un nuevo enemigo irrumpiese en la sala para seguir con el enfrentamiento que había terminado solo hacía unos minutos.
Se apartó ligeramente de Eltrant y permitió que la corriente le recorriese los brazos, dispuesta a defenderse si llegaba a ser necesario, aunque su situación no sería nada fácil ahora que estaba sola. - Por los dioses, ¿qué ha pasado aquí? - preguntó a la nada una mujer, que lideraba a un pequeño grupo de guardias de la ciudad. La de cabellos cenicientos suspiró aliviada al reconocer sus ropajes, salió de detrás de las cajas e hizo que la electricidad se desvaneciese, para que los recién llegados no la considerasen una amenaza.
- Necesitamos ayuda, vengan rápido. - pidió, captando la atención de la guarda. Ella sin dudarlo se acercó a toda prisa, y su expresión cambió en cuanto sus ojos se posaron sobre el guerrero inconsciente. - No tiene buena pinta…- musitó, antes de agacharse para comprobar que siguiese con vida. - Parece que no me equivoqué al contratarlo, es fuerte. - añadió, antes de levantarse y buscar con la mirada a sus hombres. - Jason, Félix, venid. - instó, y los mencionados acudieron corriendo a su llamada. - Sacadlo de aquí y trasladadlo al hospital, que lo atiendan como es debido y me informen cuando se despierte. - ordenó, antes de girarse hacia la bruja.
- Tú tendrás que explicarme lo que ha pasado, pero primero salgamos de aquí. - dijo con algo más de tranquilidad. Elen le relataría la pelea y todo lo referente a las chicas raptadas y las supuestas joyas robadas en cuanto se encontrasen fuera del almacén, dejando para la guardia el ocuparse de recuperar el botín de los ladrones. Tras esto, y segura de que su compañero estaría en buenas manos en cuanto llegase al hospital, recorrió las calles de regreso a la posada, donde podría descansar el resto de la noche lejos de problemas.
Una vez reducido el peligro, tras haber eliminado a todos los enemigos del almacén, Sajin recuperó su espada del suelo para luego acercarse a sus compañeros, para despedirse. Primero se dirigió al humano, apreciando la capacidad que tenían los de su raza para enfrentarse a la muerte a pesar de ser unas criaturas tan frágiles en comparación con los bios, cuyas armaduras los protegían en parte. Instantes después se giró hacia la hechicera, asegurando que no sería la última vez que se viesen, cosa que ella también creía.
Aquel segundo encuentro con Sajin había ocurrido por mera casualidad, pero teniendo en cuenta lo caprichoso que era el destino sin duda podría haber un tercero, aunque con suerte sería mucho más tranquilo que los anteriores. Tras despedirse de ambos, el bio cibernético les dio la espalda y emprendió el camino hacia el exterior, donde su fiel compañero canino lo esperaba para seguirlo allá donde fuese.
Elen lo siguió con la mirada hasta que las palabras de su compañero volvieron a captar su atención, ésta vez sobre la espada que seguía clavada en el vientre de Minerva. Con algo de ayuda, Eltrant consiguió incorporarse, pero se mostraba reacio a tomar el arma, por miedo a que la electricidad aún estuviese en ella. - Ya no hay peligro, la energía recorrió su cuerpo y buscó salida a través del suelo. - contestó la maga, antes de dirigir sus pasos hasta la tensai de fuego para extraer la hoja y devolvérsela a su dueño.
Sin embargo no alcanzó a hacerlo, pues justo cuando se dio la vuelta para volver junto al humano éste perdió la consciencia ante su atónita mirada, cayendo pesadamente sobre el suelo. - ¡Eltrant! - exclamó, al tiempo que corría hacia él. Dejando caer la recién recuperada espada al lado del guerrero, la joven alzó una mano para buscarle el pulso en el cuello, tranquilizándose visiblemente al encontrarlo. Sólo había sufrido un desmayo a causa de la pérdida de sangre y los esfuerzos realizados, pero en aquellas condiciones lo mejor sería llevarlo al hospital de Lunargenta, lugar en que las enfermeras podrían ocuparse de él debidamente, vigilando su evolución.
El problema para la benjamina de los Calhoun sería sacarlo del almacén, no tenía fuerzas suficientes para arrastrarlo al exterior, cosa que con la ayuda de Sajin habría resultado mucho más fácil. A eso había que sumar las lenguas de fuego que seguían consumiendo parte del mobiliario, pronto empezarían a acercarse peligrosamente y sería mejor que buscase un modo de salir antes de que eso ocurriese.
Por suerte no tuvo que pensar demasiado, unos rápidos pasos delataron que alguien se acercaba, aunque podía no ser una buena noticia. - ¡Vamos! ¡Revisadlo y buscad supervivientes! - ordenó una voz femenina, que a juzgar por la claridad con que se oía debía proceder de algún lugar cercano a la entrada. Elen sintió que su cuerpo se tensaba instintivamente, ante la posibilidad de que un nuevo enemigo irrumpiese en la sala para seguir con el enfrentamiento que había terminado solo hacía unos minutos.
Se apartó ligeramente de Eltrant y permitió que la corriente le recorriese los brazos, dispuesta a defenderse si llegaba a ser necesario, aunque su situación no sería nada fácil ahora que estaba sola. - Por los dioses, ¿qué ha pasado aquí? - preguntó a la nada una mujer, que lideraba a un pequeño grupo de guardias de la ciudad. La de cabellos cenicientos suspiró aliviada al reconocer sus ropajes, salió de detrás de las cajas e hizo que la electricidad se desvaneciese, para que los recién llegados no la considerasen una amenaza.
- Necesitamos ayuda, vengan rápido. - pidió, captando la atención de la guarda. Ella sin dudarlo se acercó a toda prisa, y su expresión cambió en cuanto sus ojos se posaron sobre el guerrero inconsciente. - No tiene buena pinta…- musitó, antes de agacharse para comprobar que siguiese con vida. - Parece que no me equivoqué al contratarlo, es fuerte. - añadió, antes de levantarse y buscar con la mirada a sus hombres. - Jason, Félix, venid. - instó, y los mencionados acudieron corriendo a su llamada. - Sacadlo de aquí y trasladadlo al hospital, que lo atiendan como es debido y me informen cuando se despierte. - ordenó, antes de girarse hacia la bruja.
- Tú tendrás que explicarme lo que ha pasado, pero primero salgamos de aquí. - dijo con algo más de tranquilidad. Elen le relataría la pelea y todo lo referente a las chicas raptadas y las supuestas joyas robadas en cuanto se encontrasen fuera del almacén, dejando para la guardia el ocuparse de recuperar el botín de los ladrones. Tras esto, y segura de que su compañero estaría en buenas manos en cuanto llegase al hospital, recorrió las calles de regreso a la posada, donde podría descansar el resto de la noche lejos de problemas.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Temas similares
» Traición - (Volviendo a casa - capítulo 4) [CERRADO][interpretativo - libre]
» [CERRADO] Cómo sacar una rata de un nido de asesinos (Volviendo a casa - Capítulo 5) [interpretativo - libre]
» Volviendo a las andadas [Libre] [Interpretativo]
» La helada. Interpretativo. Libre (3/3). Cerrado.
» Huellas del pasado, volviendo a la búsqueda. [Interpretativo][Libre]2/2
» [CERRADO] Cómo sacar una rata de un nido de asesinos (Volviendo a casa - Capítulo 5) [interpretativo - libre]
» Volviendo a las andadas [Libre] [Interpretativo]
» La helada. Interpretativo. Libre (3/3). Cerrado.
» Huellas del pasado, volviendo a la búsqueda. [Interpretativo][Libre]2/2
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 01:41 por Alward Sevna
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 23:28 por Corlys Glokta
» El secreto del Ahogado [Privado] [Noche]
Ayer a las 16:56 por Thomas J. Hidalgo
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Ayer a las 16:48 por Thorn
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Ayer a las 16:15 por Thomas J. Hidalgo
» Una sombra sobre Lunargenta: 2ª parte. [Privado]
Vie Nov 22 2024, 04:03 por Níniel Thenidiel
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Jue Nov 21 2024, 21:35 por Cohen
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Jue Nov 21 2024, 20:16 por Seraphine Valaryon
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Jue Nov 21 2024, 16:30 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Miér Nov 20 2024, 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Miér Nov 20 2024, 16:18 por Mina Harker
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr