[Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Página 1 de 2. • Comparte
Página 1 de 2. • 1, 2
[Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
“El Reino de las Aves es una tierra llena de coloridas criaturas, de todas las formas y tamaños. En este extenso y acogedor lugar, una ave en concreto fue elegida para ser tratada como la reina de entre todas las demás. Una joven, la bella Adelheid, es la encargada de velar por la paz y armonía de su pueblo, el que desgraciadamente es amenazado por la malvada Koran, el cuervo negro, y sus lacayos. “
Las olas golpeando las playas del reino de las aves eran el único sonido audible en toda la isla. Las aguas y la arena amanecían teñidas de un intenso color rojo sangre y muchos cuerpos de marineros con indumentaria de la guardia de Lunargenta, así como de piratas de la tripulación del capitán Ronaldo, aparecían allí, muertos, sin vida. Pero no todos habían muerto, los corazones de cuatro héroes aún latían.
La primera en despertar sería Catherine Blair. En cuanto abrió los ojos la joven pudo ver su mano reposada en la arena. Su piel brillaba como nunca, y por los poros de la misma salía humo. ¿Había muerto tras ser devorada por la vorágine? ¿Estaba en el cielo? No, lo que estaba era bajo un sol de justicia en medio de una playa. Una serie de densos y espesos árboles tropicales que probablemente no habría visto en su vida se planteaban como su única opción de supervivencia. Su piel ya estaba dañada, y resquemaba mucho.
Poco después, y tal vez por ellos mismos o por los gritos de la vampiresa, despertarían el resto de integrantes del grupo. Estaban en una isla desierta en la inmensidad del océano sin posibilidad alguna de salir. Vincent, Alanna, Rachel, Geralt, Lucy Fireheart, Ambar, los capitanes… ¿Todos muertos? Probablemente, devorados por el mar o quién sabe si fallecidos en aquella playa. El panorama era desesperanzador para cualquiera, pero ellos aún seguían vivos y, si no querían correr la misma suerte, tendrían que explorar. ¿Estaban solos en aquella isla que ni siquiera figuraba en la cartografía oficial?
¡Bienvenidos al Reino de las Aves! Es uno de los cuatro reinos perdidos de los hombres bestia. En esta misión terminaréis encontrando el artefacto, aunque vosotros ni sospecháis que estáis tan cerca del mismo. Será una misión en principio más larga que las anteriores y tendrá un carácter colaborativo por la situación en la que os encontráis, y serán vuestras acciones las que declinarán la balanza en uno u otro lugar.
Para que los demás compañeros sepan de dónde venís, todos deberéis escribir la continuación de vuestras acciones con respecto al final que master Ansur ha hecho. Perderéis el conocimiento y despertaréis doloridos en una pacífica playa desierta llena de cadáveres y tablones de madera, sin supervivientes más que vosotros. Así que tendréis que colaborar para salir de la isla. ¿Habrán muerto vuestros compañeros? El orden será el siguiente:
Catherine: Lo lamento, por coherencia de la historia, debe ser de día. Veo que no llevas nada para protegerte, bueno, no te preocupes, tu piel brillará durante todo el tema como la de Edward Cullen, pero mientras te mantengas a la sombra de la jungla no tendrás dolor alguno. Además de éstas, las siempre bienvenidas curaciones de Níniel serán tu vía de salvación para salir ilesa de la isla. De primeras te desahogarás entre gritos de sufrimiento por llegar a los árboles porque el sol te ha dado con toda su justicia y resquema mucho, aunque ésta vez no tendrás consecuencias para tu blanquecina piel de vampiresa.
Schott: Tú gran idea sirvió para detener el asalto de los nigromantes al Real Gaviota, lamentablemente, la vorágine os trajo hasta aquí. Tendrás que presentarte con los demás y buscar algunas provisiones de agua potable y comida. Te dejo libertad para ello.
Níniel: Como sanadora del grupo, puede parecer que tienes mucho trabajo pero, en realidad, no tienes tanto. Pues todos los cuerpos de la playa están muertos y poco podrás hacer por ellos. Pronto te das cuenta de que como mucho podrás atender a los tres que quedan en pie, especialmente a Catherine, a la que el sol parece haberle afectado bastante.
Eltrant: Eres el más experimentado y fuerte del grupo de la playa, así que tendrás que hacer labor de reconocimiento por la playa. Verás compañeros muertos. Además, encuentras pisadas de pájaros y también de humanos, ¿posibles supervivientes? Quién sabe. Tú deberás elegir si sumirte en el deseo de exploración y adentrarte en el corazón de la isla o volver junto a tus compañeros. Tal vez juntos seáis más fuertes.
Ventajas opcionales (sólo una/turno): Sabiduría alta (> 50): Habrás leído libros y pasajes de lugares similares y podrás reconocer el lugar y conocer la leyenda de esta tierra. (información aquí: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
Constitución alta (> 50): Sales ileso del naufragio. Sin heridas ni consecuencias físicas.
Sacado de “Parajes magníficos” Explorador Sir Charles de Roilkat
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Playa:
Las olas golpeando las playas del reino de las aves eran el único sonido audible en toda la isla. Las aguas y la arena amanecían teñidas de un intenso color rojo sangre y muchos cuerpos de marineros con indumentaria de la guardia de Lunargenta, así como de piratas de la tripulación del capitán Ronaldo, aparecían allí, muertos, sin vida. Pero no todos habían muerto, los corazones de cuatro héroes aún latían.
La primera en despertar sería Catherine Blair. En cuanto abrió los ojos la joven pudo ver su mano reposada en la arena. Su piel brillaba como nunca, y por los poros de la misma salía humo. ¿Había muerto tras ser devorada por la vorágine? ¿Estaba en el cielo? No, lo que estaba era bajo un sol de justicia en medio de una playa. Una serie de densos y espesos árboles tropicales que probablemente no habría visto en su vida se planteaban como su única opción de supervivencia. Su piel ya estaba dañada, y resquemaba mucho.
Poco después, y tal vez por ellos mismos o por los gritos de la vampiresa, despertarían el resto de integrantes del grupo. Estaban en una isla desierta en la inmensidad del océano sin posibilidad alguna de salir. Vincent, Alanna, Rachel, Geralt, Lucy Fireheart, Ambar, los capitanes… ¿Todos muertos? Probablemente, devorados por el mar o quién sabe si fallecidos en aquella playa. El panorama era desesperanzador para cualquiera, pero ellos aún seguían vivos y, si no querían correr la misma suerte, tendrían que explorar. ¿Estaban solos en aquella isla que ni siquiera figuraba en la cartografía oficial?
* * * * * * * * * * * *
¡Bienvenidos al Reino de las Aves! Es uno de los cuatro reinos perdidos de los hombres bestia. En esta misión terminaréis encontrando el artefacto, aunque vosotros ni sospecháis que estáis tan cerca del mismo. Será una misión en principio más larga que las anteriores y tendrá un carácter colaborativo por la situación en la que os encontráis, y serán vuestras acciones las que declinarán la balanza en uno u otro lugar.
Para que los demás compañeros sepan de dónde venís, todos deberéis escribir la continuación de vuestras acciones con respecto al final que master Ansur ha hecho. Perderéis el conocimiento y despertaréis doloridos en una pacífica playa desierta llena de cadáveres y tablones de madera, sin supervivientes más que vosotros. Así que tendréis que colaborar para salir de la isla. ¿Habrán muerto vuestros compañeros? El orden será el siguiente:
Catherine: Lo lamento, por coherencia de la historia, debe ser de día. Veo que no llevas nada para protegerte, bueno, no te preocupes, tu piel brillará durante todo el tema como la de Edward Cullen, pero mientras te mantengas a la sombra de la jungla no tendrás dolor alguno. Además de éstas, las siempre bienvenidas curaciones de Níniel serán tu vía de salvación para salir ilesa de la isla. De primeras te desahogarás entre gritos de sufrimiento por llegar a los árboles porque el sol te ha dado con toda su justicia y resquema mucho, aunque ésta vez no tendrás consecuencias para tu blanquecina piel de vampiresa.
Schott: Tú gran idea sirvió para detener el asalto de los nigromantes al Real Gaviota, lamentablemente, la vorágine os trajo hasta aquí. Tendrás que presentarte con los demás y buscar algunas provisiones de agua potable y comida. Te dejo libertad para ello.
Níniel: Como sanadora del grupo, puede parecer que tienes mucho trabajo pero, en realidad, no tienes tanto. Pues todos los cuerpos de la playa están muertos y poco podrás hacer por ellos. Pronto te das cuenta de que como mucho podrás atender a los tres que quedan en pie, especialmente a Catherine, a la que el sol parece haberle afectado bastante.
Eltrant: Eres el más experimentado y fuerte del grupo de la playa, así que tendrás que hacer labor de reconocimiento por la playa. Verás compañeros muertos. Además, encuentras pisadas de pájaros y también de humanos, ¿posibles supervivientes? Quién sabe. Tú deberás elegir si sumirte en el deseo de exploración y adentrarte en el corazón de la isla o volver junto a tus compañeros. Tal vez juntos seáis más fuertes.
Ventajas opcionales (sólo una/turno): Sabiduría alta (> 50): Habrás leído libros y pasajes de lugares similares y podrás reconocer el lugar y conocer la leyenda de esta tierra. (información aquí: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
Constitución alta (> 50): Sales ileso del naufragio. Sin heridas ni consecuencias físicas.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Como buena ciudadana de pueblo costero, Catherine estaba más que acostumbrada a presenciar el efecto que una imponente tormenta tenía sobre el mar; pero ni toda vivencia ni todo lo que alcanzó a imaginar alguna vez, se asemejaba al horror que significaba estar en un barco en el momento que el mar se embravecía, ya fuese por el clima, como por el horrible fenómeno que azotaba a las tripulaciones de la Real Gaviota y el Lunargentés Herrante. El capitán de éste último y sus hombres fueron la única esperanza para la posible supervivencia, pero incluso así, la marea no estaba dispuesta a dar calma sin antes llevarse por delante a la mayor cantidad de vidas posibles.
Cath no supo cuál de las fuertes embestidas fue la que le separó de Rachel y de Eltrant, tan sólo fue consciente de su inevitable destino en el fondo del mar cuando una de las olas azotó el barco y la hizo resbalar, haciendo inútil el agarre en el brazo metálico de su amiga, a la que vio desaparecer mientras su cuerpo caía engullido por las aguas.
La sensación de ahogo era horrible; notar como el mar agitaba su cuerpo al igual que si fuera una muñeca de trapo en manos de una cría, sin poder ser capaz de nadar en busca de la superficie al momento que una nueva corriente la atrapaba… aquella impotencia de no poder controlar sus movimientos la estaba destrozando más que el ardor del agua salada que le entraba por la boca y nariz.
Pero… con todo y ello, una vez agotadas las fuerzas, en el instante antes de perder la conciencia, casi le resultó apacible el hecho de estar acobijada por la eterna oscuridad que se extendía en el fondo marino. Algo que, probablemente y sin saber, echaría de menos unas horas después.
Sus ojos aún permanecían cerrados, y manteniéndose en la fina línea entre el sueño y la realidad, la vampira movió ligeramente los dedos sobre la suave arena de la playa como un mero gesto inconsciente. Fue entonces cuando sintió aquel extraño, desconocido y horrible dolor.
Comenzó a extenderse desde su mano al resto del cuerpo, incluso en la piel que estaba cubierta por sus ropajes ajados notaba como si por cada poro le apuñalaran con miles de agujas. No podía asegurar si era el propio dolor lo que la estaba despertando, o era mientras despertaba que sentía lo que realmente llevaba sufriendo durante largo rato.
Ciertamente era tan extraño… esa mezcla de horrendo dolor junto al plácido calor de ese sol que tanto añoraba… incluso así, hasta que no abrió de par en par los ojos, no fue capaz de descubrir qué ocurría en realidad.
– No... no, no, no...– Dijo con un hilillo de voz mientras comenzaba a hiperventilar. Su cuerpo y rostro se tensaron mostrando una mueca de puro horror a la par que arañaba la arena con las manos, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban para siquiera incorporarse torpemente, buscando con la mirada frenética un lugar en el que poder esconderse.
No quería morir, no podía soportar la simple idea de sentir como su cuerpo se calcinaba poco a poco... y de no ser por un frágil momento donde la razón le pudo al miedo, no consiguió captar la zona de sombras provocada por la espesura de la selva hallada unos metros a lo lejos. Fue en aquel momento cuando, con un arranque de puro nervio y lanzando un alarido al aire –que más parecía de un animal salvaje herido que el de una jovencita como ella–, dejó de removerse de forma espasmódica para rodearse con los brazos y correr como nunca lo había hecho hacia la zona arropada por las sombras de los árboles.
Se dejó caer y se arrastró por la arena fresca hasta acurrucarse bajo una mata de extraña flora, y ya allí, fue consciente de que la iluminación de aquel lugar no tenía nada que envidiar con la misteriosa luz que manaba de su piel.
– Q..qué horror es este… –Musitó con la voz quebrada, frotándose con las manos temblorosas sus doloridos brazos.
Dejó escapar un quejido cargado de lamento mientras se encogía, escondiendo su rostro tras las rodillas, no sin antes lanzar una última mirada hacia la zona de donde había llegado.
Su mirada ambarina y dañada por el sol apenas pudo reconocer más que un puñado de cuerpos borrosos tumbados en el suelo, y sin darse cuenta, comenzó a rogar por la más ruin de las plegarias, deseando que algunos de los allí presentes se hallaran con vida con el único motivo presente de que pudiera ayudarla.
¿Desde cuándo se había convertido en un ser tan asquerosamente egoísta? Quizás más adelante achacaría aquello al miedo o a su instinto de supervivencia para "poder dormir por las noches", pero lo cierto era que en aquel momento… siquiera le hacía recapacitar la idea de que probablemente habría perdido a sus amigos y compañeros en aquel horrible naufragio, tan sólo quería salvarse, salvarse y salir de aquel lugar.
Cath no supo cuál de las fuertes embestidas fue la que le separó de Rachel y de Eltrant, tan sólo fue consciente de su inevitable destino en el fondo del mar cuando una de las olas azotó el barco y la hizo resbalar, haciendo inútil el agarre en el brazo metálico de su amiga, a la que vio desaparecer mientras su cuerpo caía engullido por las aguas.
La sensación de ahogo era horrible; notar como el mar agitaba su cuerpo al igual que si fuera una muñeca de trapo en manos de una cría, sin poder ser capaz de nadar en busca de la superficie al momento que una nueva corriente la atrapaba… aquella impotencia de no poder controlar sus movimientos la estaba destrozando más que el ardor del agua salada que le entraba por la boca y nariz.
Pero… con todo y ello, una vez agotadas las fuerzas, en el instante antes de perder la conciencia, casi le resultó apacible el hecho de estar acobijada por la eterna oscuridad que se extendía en el fondo marino. Algo que, probablemente y sin saber, echaría de menos unas horas después.
* * *
Sus ojos aún permanecían cerrados, y manteniéndose en la fina línea entre el sueño y la realidad, la vampira movió ligeramente los dedos sobre la suave arena de la playa como un mero gesto inconsciente. Fue entonces cuando sintió aquel extraño, desconocido y horrible dolor.
Comenzó a extenderse desde su mano al resto del cuerpo, incluso en la piel que estaba cubierta por sus ropajes ajados notaba como si por cada poro le apuñalaran con miles de agujas. No podía asegurar si era el propio dolor lo que la estaba despertando, o era mientras despertaba que sentía lo que realmente llevaba sufriendo durante largo rato.
Ciertamente era tan extraño… esa mezcla de horrendo dolor junto al plácido calor de ese sol que tanto añoraba… incluso así, hasta que no abrió de par en par los ojos, no fue capaz de descubrir qué ocurría en realidad.
– No... no, no, no...– Dijo con un hilillo de voz mientras comenzaba a hiperventilar. Su cuerpo y rostro se tensaron mostrando una mueca de puro horror a la par que arañaba la arena con las manos, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban para siquiera incorporarse torpemente, buscando con la mirada frenética un lugar en el que poder esconderse.
No quería morir, no podía soportar la simple idea de sentir como su cuerpo se calcinaba poco a poco... y de no ser por un frágil momento donde la razón le pudo al miedo, no consiguió captar la zona de sombras provocada por la espesura de la selva hallada unos metros a lo lejos. Fue en aquel momento cuando, con un arranque de puro nervio y lanzando un alarido al aire –que más parecía de un animal salvaje herido que el de una jovencita como ella–, dejó de removerse de forma espasmódica para rodearse con los brazos y correr como nunca lo había hecho hacia la zona arropada por las sombras de los árboles.
Se dejó caer y se arrastró por la arena fresca hasta acurrucarse bajo una mata de extraña flora, y ya allí, fue consciente de que la iluminación de aquel lugar no tenía nada que envidiar con la misteriosa luz que manaba de su piel.
– Q..qué horror es este… –Musitó con la voz quebrada, frotándose con las manos temblorosas sus doloridos brazos.
Dejó escapar un quejido cargado de lamento mientras se encogía, escondiendo su rostro tras las rodillas, no sin antes lanzar una última mirada hacia la zona de donde había llegado.
Su mirada ambarina y dañada por el sol apenas pudo reconocer más que un puñado de cuerpos borrosos tumbados en el suelo, y sin darse cuenta, comenzó a rogar por la más ruin de las plegarias, deseando que algunos de los allí presentes se hallaran con vida con el único motivo presente de que pudiera ayudarla.
¿Desde cuándo se había convertido en un ser tan asquerosamente egoísta? Quizás más adelante achacaría aquello al miedo o a su instinto de supervivencia para "poder dormir por las noches", pero lo cierto era que en aquel momento… siquiera le hacía recapacitar la idea de que probablemente habría perdido a sus amigos y compañeros en aquel horrible naufragio, tan sólo quería salvarse, salvarse y salir de aquel lugar.
Catherine Blair
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 126
Nivel de PJ : : 1
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Si hubiese podido articular algo cuando contempló como el mar se abría bajo la embarcación en la que se encontraba, muy probablemente, habría sido algo similar a “Hasta aquí he llegado”.
Tan pálido como la misma nieve, sintió impotente como la furia del océano lanzaba la gigantesca embarcación de un lugar a otro como si no fuese apenas una tabla de madera, un ligero barco de papel atrapado en una corriente de aire caliente.
- ¡Schott! ¡Catherine! … ¡Rachel! – Había perdido de vista a todo el mundo en mitad del caos. Tripulantes, huesos y cadáveres; eso era lo único que era capaz de distinguir con cada balanceo que la nave daba. - ¡Alguien! - Apenas tuvo tempo de escuchar alguna respuesta, nadie respondió, nadie pareció ver cómo salía disparado de La Gaviota, arrastrado por una inmensa ola, y acababa en mitad de las aguas.
- “Me hundo” – Fue lo primero que pasó por su cabeza, un pensamiento instintivo, más visceral que meditado, estaba paralizado, aterrado, sintió como todo el aire escapaba de sus pulmones cuando, sin siquiera preocuparse por contener el aliento, gritó. Aquello no era una ilusión como la que Bella le hizo vivir, aquello era muy real, iba a morir ahogado, se iba a convertir en un cadáver reclamado por el mar, en un nombre más de alguna lista de “bajas”.
Tan absorto estaba en estos pensamientos, en luchar por su propia vida aun cuando no sabía nadar, que ni siquiera pensó en deshacerse de la pesada armadura que le arrastraba hacia el lecho oceánico – “Me hundo, me hundo, me hundo” – Se repetía una y otra vez mientras, arrastrado por el lastre que vestía, impactaba contra el fondo marino. – “Yo… no…” – A su alrededor más de un centenar de figuras sin rostro, de objetos sin forma, flotaban junto a él mecidos por las fuertes corrientes.
Con cada burbuja que escapa de sus labios el mundo se apagaba, se difuminaba con el azul opaco que le rodeaba. – “...Tengo que subir” – Fue lo último que dijo su cerebro antes de apagarse completamente.
***
Un distante grito de dolor le devolvió al mundo de los vivos, abrió los ojos y, automáticamente, tosió, expulsó toda el agua que contenían sus pulmones mientras estos clamaban por una bocanada de aire fresco.
Girándose sobre sí mismo, quedando boca arriba en lo que parecía ser una playa de arenas doradas, quedó cegado por un intenso sol blanquecino mientras seguía respirando con fuerza, obligando a su cuerpo a tomar todo el aire posible, a disfrutar cada soplo.
No dijo nada, no hizo nada, simplemente se quedó mirando directamente al cielo durante unos minutos, planteándose que había hecho mal para haber acabado en aquella situación.
Cualquiera habría pensado que los dioses estaban de su parte, al fin y al cabo, estaba vivo y sorpresivamente su armadura había impedido que acabase destrozado por las afiladas piedras que yacían bajo las aguas; Pero él sabía la realidad, llevaba el tiempo suficiente vagando por los páramos de Aerandir como para saber que los dioses no eran más que una panda de borrachos con predilección a los juegos de azar, y si, por algún casual no lo eran, en ese caso, se habían ganado su más profundo odio.
Otro grito de dolor, esta vez uno que no parecía proceder desde detrás de una cascada, le hizo incorporarse levemente buscando la procedencia del mismo. Lo primero que se encontró fue un paraje desolador, un mar carmesí contrastaba vivamente con el impoluto firmamento que se alzaba sobre el exageradamente alto número de cadáveres que había repartidos por toda la playa ¿Estaba solo? ¿Era él el único superviviente? Afortunadamente, la voz que le había despertado parecía indicar lo contrario.
Tras levantarse completamente y notar como una gran cantidad de agua teñida de rojo resbalaba desde cada recoveco de su coraza, caminó a través de las brillantes arenas que conformaban la playa en la que había naufragado sin rumbo fijo, buscando a la mujer que, evidentemente, necesitaba ayuda.
- ¿¡Hay alguien con vida?! – Exclamó en voz alta, como esperaba y, muy a su pesar, no hubo respuesta inmediata. – ¿Hay… alguien? – Dijo ahora en voz más baja, clavando su mirada en un curioso número de huellas que no tardó en captar su atención, y que, indudablemente, se alejaban de la playa y se internaban en el bosque que había inmediatamente tras esta.
Examinó dicho rastro desde cerca, parte de las huellas parecían ser de animales, de algún tipo de ave sobredimensionada, las demás, por algún motivo, eran humanas. Frunció el ceño ¿Supervivientes? Era una posibilidad, aun así, no podía dejar la playa, no mientras hubiese alguien con vida allí.
Siguió caminando en la misma dirección en la que lo había hecho desde un principio, agachándose, de paso, a comprobar el estado de alguno de los cuerpos que se encontró por aquella tétrica travesía. Se le encogió el estómago al ver como la gran mayoría de aquellos individuos tenían uniformes azules, también había miembros de la Logia, brujos que habían ayudado a defender la Real Gaviota ¿Estaría Alanna entre ellos? ¿Schott? ¿Rachel? Negó con la cabeza y se obligó a sí mismo a apartarse aquellos pensamientos de su cabeza, sí él había sobrevivido, si un idiota que no sabía nadar enfundado en un traje de metal había escapado con vida de la tormenta, tenía que imponerse pensar que los demás lo habían hecho, todos, sin excepción.
Finalmente, una solitaria figura a la sombra de uno de los muchos árboles que poblaban la playa captó su atención, una silueta que, según se fue acercando, pudo reconocer.
- ¡Catherine! – Esprintando hacía ella, se agachó junto a la muchacha en cuanto la alcanzó - ¿¡Estas bien?! – La respuesta a aquella pregunta era evidente, la vampiresa estaba cubierta de quemaduras y, por su aspecto, era ella la que había gritado momentos atrás. – No te preocupes, voy… voy a hacer algo – Nervioso, miró a su alrededor algo que usar para ayudar a la joven.
Tras correr de un lado a otro sin localizar nada lo suficientemente bueno, se deshizo de su coraza para, justo después, despojarse de su camisa y romperla estratégicamente por ciertos lugares hasta que consiguió una especie de capa improvisada. – Toma, tapate – Dijo después de escurrir el trapo con todas sus fuerzas, tratando de sacar toda el agua sanguinolenta que pudo de la prenda – No es mucho, pero valdrá, espero – Ofreció a la vampiresa su mejor sonrisa, tratando de tranquilizarla, y a continuación clavó su espada, que increíblemente no se había perdido en el naufragio, junto a la muchacha en mitad de la arena, esperaba que el helado brillo azulado de la misma ayudase a la joven a lidiar con el calor del sol y las quemaduras.
– Ya, ya sé que parezco un muñeco de trapo – Bromeó, haciendo referencia al inusual número de cicatrices que surcaban su torso y espalda, esperando sacar, al menos, una sonrisa en la dolorida muchacha – Saldremos de esta – Dijo Eltrant sentándose junto a Catherine, entrelazando sus piernas al mismo tiempo que tomaba el peto de la armadura entre sus manos y comenzaba a examinarlo, este estaba doblado en muchas partes debido al número de impactos recibidos en el naufragio y la batalla, pero no parecia ser un impedimento para llevarla puesta.
- Servirá... - Susurró dejandola a un lado, lo cierto es que la coraza habia aguantado relativamente intacta, podía presumir de ello al menos. - Estamos vivos Cath, centrate en eso y descansa – Siguió diciendo al mismo tiempo que cerraba los ojos y se concentraba en el sonido de las olas – Cuando anochezca buscaremos algún modo de salir de aquí. He encontrado huellas que van hacia el bosque, no estamos solos
Por algún motivo el sol no había calcinado a la vampiresa inmediatamente, pero no iba a dejarla salir de nuevo a no ser que fuese absolutamente necesario, por no hablar que aún podía haber supervivientes en aquella playa, no podían irse sin explorarla por completo.
Tan pálido como la misma nieve, sintió impotente como la furia del océano lanzaba la gigantesca embarcación de un lugar a otro como si no fuese apenas una tabla de madera, un ligero barco de papel atrapado en una corriente de aire caliente.
- ¡Schott! ¡Catherine! … ¡Rachel! – Había perdido de vista a todo el mundo en mitad del caos. Tripulantes, huesos y cadáveres; eso era lo único que era capaz de distinguir con cada balanceo que la nave daba. - ¡Alguien! - Apenas tuvo tempo de escuchar alguna respuesta, nadie respondió, nadie pareció ver cómo salía disparado de La Gaviota, arrastrado por una inmensa ola, y acababa en mitad de las aguas.
- “Me hundo” – Fue lo primero que pasó por su cabeza, un pensamiento instintivo, más visceral que meditado, estaba paralizado, aterrado, sintió como todo el aire escapaba de sus pulmones cuando, sin siquiera preocuparse por contener el aliento, gritó. Aquello no era una ilusión como la que Bella le hizo vivir, aquello era muy real, iba a morir ahogado, se iba a convertir en un cadáver reclamado por el mar, en un nombre más de alguna lista de “bajas”.
Tan absorto estaba en estos pensamientos, en luchar por su propia vida aun cuando no sabía nadar, que ni siquiera pensó en deshacerse de la pesada armadura que le arrastraba hacia el lecho oceánico – “Me hundo, me hundo, me hundo” – Se repetía una y otra vez mientras, arrastrado por el lastre que vestía, impactaba contra el fondo marino. – “Yo… no…” – A su alrededor más de un centenar de figuras sin rostro, de objetos sin forma, flotaban junto a él mecidos por las fuertes corrientes.
Con cada burbuja que escapa de sus labios el mundo se apagaba, se difuminaba con el azul opaco que le rodeaba. – “...Tengo que subir” – Fue lo último que dijo su cerebro antes de apagarse completamente.
***
Un distante grito de dolor le devolvió al mundo de los vivos, abrió los ojos y, automáticamente, tosió, expulsó toda el agua que contenían sus pulmones mientras estos clamaban por una bocanada de aire fresco.
Girándose sobre sí mismo, quedando boca arriba en lo que parecía ser una playa de arenas doradas, quedó cegado por un intenso sol blanquecino mientras seguía respirando con fuerza, obligando a su cuerpo a tomar todo el aire posible, a disfrutar cada soplo.
No dijo nada, no hizo nada, simplemente se quedó mirando directamente al cielo durante unos minutos, planteándose que había hecho mal para haber acabado en aquella situación.
Cualquiera habría pensado que los dioses estaban de su parte, al fin y al cabo, estaba vivo y sorpresivamente su armadura había impedido que acabase destrozado por las afiladas piedras que yacían bajo las aguas; Pero él sabía la realidad, llevaba el tiempo suficiente vagando por los páramos de Aerandir como para saber que los dioses no eran más que una panda de borrachos con predilección a los juegos de azar, y si, por algún casual no lo eran, en ese caso, se habían ganado su más profundo odio.
Otro grito de dolor, esta vez uno que no parecía proceder desde detrás de una cascada, le hizo incorporarse levemente buscando la procedencia del mismo. Lo primero que se encontró fue un paraje desolador, un mar carmesí contrastaba vivamente con el impoluto firmamento que se alzaba sobre el exageradamente alto número de cadáveres que había repartidos por toda la playa ¿Estaba solo? ¿Era él el único superviviente? Afortunadamente, la voz que le había despertado parecía indicar lo contrario.
Tras levantarse completamente y notar como una gran cantidad de agua teñida de rojo resbalaba desde cada recoveco de su coraza, caminó a través de las brillantes arenas que conformaban la playa en la que había naufragado sin rumbo fijo, buscando a la mujer que, evidentemente, necesitaba ayuda.
- ¿¡Hay alguien con vida?! – Exclamó en voz alta, como esperaba y, muy a su pesar, no hubo respuesta inmediata. – ¿Hay… alguien? – Dijo ahora en voz más baja, clavando su mirada en un curioso número de huellas que no tardó en captar su atención, y que, indudablemente, se alejaban de la playa y se internaban en el bosque que había inmediatamente tras esta.
Examinó dicho rastro desde cerca, parte de las huellas parecían ser de animales, de algún tipo de ave sobredimensionada, las demás, por algún motivo, eran humanas. Frunció el ceño ¿Supervivientes? Era una posibilidad, aun así, no podía dejar la playa, no mientras hubiese alguien con vida allí.
Siguió caminando en la misma dirección en la que lo había hecho desde un principio, agachándose, de paso, a comprobar el estado de alguno de los cuerpos que se encontró por aquella tétrica travesía. Se le encogió el estómago al ver como la gran mayoría de aquellos individuos tenían uniformes azules, también había miembros de la Logia, brujos que habían ayudado a defender la Real Gaviota ¿Estaría Alanna entre ellos? ¿Schott? ¿Rachel? Negó con la cabeza y se obligó a sí mismo a apartarse aquellos pensamientos de su cabeza, sí él había sobrevivido, si un idiota que no sabía nadar enfundado en un traje de metal había escapado con vida de la tormenta, tenía que imponerse pensar que los demás lo habían hecho, todos, sin excepción.
Finalmente, una solitaria figura a la sombra de uno de los muchos árboles que poblaban la playa captó su atención, una silueta que, según se fue acercando, pudo reconocer.
- ¡Catherine! – Esprintando hacía ella, se agachó junto a la muchacha en cuanto la alcanzó - ¿¡Estas bien?! – La respuesta a aquella pregunta era evidente, la vampiresa estaba cubierta de quemaduras y, por su aspecto, era ella la que había gritado momentos atrás. – No te preocupes, voy… voy a hacer algo – Nervioso, miró a su alrededor algo que usar para ayudar a la joven.
Tras correr de un lado a otro sin localizar nada lo suficientemente bueno, se deshizo de su coraza para, justo después, despojarse de su camisa y romperla estratégicamente por ciertos lugares hasta que consiguió una especie de capa improvisada. – Toma, tapate – Dijo después de escurrir el trapo con todas sus fuerzas, tratando de sacar toda el agua sanguinolenta que pudo de la prenda – No es mucho, pero valdrá, espero – Ofreció a la vampiresa su mejor sonrisa, tratando de tranquilizarla, y a continuación clavó su espada, que increíblemente no se había perdido en el naufragio, junto a la muchacha en mitad de la arena, esperaba que el helado brillo azulado de la misma ayudase a la joven a lidiar con el calor del sol y las quemaduras.
– Ya, ya sé que parezco un muñeco de trapo – Bromeó, haciendo referencia al inusual número de cicatrices que surcaban su torso y espalda, esperando sacar, al menos, una sonrisa en la dolorida muchacha – Saldremos de esta – Dijo Eltrant sentándose junto a Catherine, entrelazando sus piernas al mismo tiempo que tomaba el peto de la armadura entre sus manos y comenzaba a examinarlo, este estaba doblado en muchas partes debido al número de impactos recibidos en el naufragio y la batalla, pero no parecia ser un impedimento para llevarla puesta.
- Servirá... - Susurró dejandola a un lado, lo cierto es que la coraza habia aguantado relativamente intacta, podía presumir de ello al menos. - Estamos vivos Cath, centrate en eso y descansa – Siguió diciendo al mismo tiempo que cerraba los ojos y se concentraba en el sonido de las olas – Cuando anochezca buscaremos algún modo de salir de aquí. He encontrado huellas que van hacia el bosque, no estamos solos
Por algún motivo el sol no había calcinado a la vampiresa inmediatamente, pero no iba a dejarla salir de nuevo a no ser que fuese absolutamente necesario, por no hablar que aún podía haber supervivientes en aquella playa, no podían irse sin explorarla por completo.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
-¡Madremiamadremiamadremia!- gritaba presa del pánico, aquel horrible remolino sobre mi cabeza se hacía cada vez más grande arrastrando el barco, las inmensas olas barrían la cubierta arrastrando a la gente a las oscuras aguas.
-Nononono- clamaba, el bamboleo del barco me llevaba de acá para allá como una campana, en un momento dado el enorme barco de la guardia se inclinó sobre el profundo abismo dejándome balanceándome sobre él, una boca negra arrastraba restos y barcos enteros a sus fauces, aun podía oír los gritos de gente pidiendo ayuda desde el agua, ¿debía cortar la cuerda y separarme del barco que dudosamente aguantaría el temporal o mantenerme atado y aguantar hasta el final contra el terrible torbellino, entre el caos y el agua no distinguía nada, mis amigos ¿Dónde estarían?¿que sería de nosotros? una ola enorme me sacudió y creo me lanzó contra el mástil dejándome sin conocimiento.
***
-Cof..cof.cof- Tosí, me sentía fatal como si me hubiese pasado un dragón por encima, entreabrí los ojos, la sal me escocía, era de día, el sol brillaba en lo alto, estaba en algún tipo de playa, tosí de nuevo y escupí gran cantidad de agua de mar, y creo que algún pececillo.
-Agghh…aghhh- me puse a cuatro patas alejándome del agua, había despertado boca abajo en una playa desconocida, pero estaba vivo, o acaso no, quizás este fuese el paraíso.
Con las escasas fuerzas que me quedaban me puse en pie, tenía la boca seca por la sal, muchísima sed, y de no ser por lo mal que tenía el estómago seguramente también hambre.
-Uhh..ohhh- comencé a andar hacia tierra firme, pensé en lo último que recordaba, el torbellino, era imposible que hubiese podido salir vivo de allí, debía estar muerto, y este era alguna clase de paraíso que…-Aghhii- mascullé, dejé de pensar tonterías cuando algo enganchado en mi pierna me hizo caer al suelo de bruces, noté como me sangraba la nariz, definitivamente esto no era el paraíso, o si lo era, era muy muy cutre.
Me di la vuelta y me quedé un rato tendido boca arriba, dolorido y contemplando mi terrible situación, me fijé que tenía una soga aun enganchada al pie, tiré de ella en un vano intento de sacar el barco entero del agua, pero obviamente no fue así, en unos 20 codos la cuerda estaba cortada, me pregunté si el barco se había ido al fondo o había sido yo el que había naufragado, mejor no pensarlo, ya me dolía demasiado la cabeza.
Con mucho más dolor me puse en pie y contemplé el desastre a mí alrededor, las aguas teñían la arena de sangre y restos de maderas y cuerpos se extendían a lo largo de la playa.
Me acerque rápidamente al cuerpo que tenía más cerca y le volteé, hubiese vomitado si hubiese podido, el cadáver estaba ya hinchado por el agua y el sol, llevaba muerto algo de tiempo.
-¡Ho..hola!- logre gritar con la escasa voz que me quedaba -¿Hay alguien?- nada, solo el sonido de las olas me acompañaba, me fijé entonces en cómo estaba yo, por suerte los enganches de mi escudo y mi pala no se habían roto y permanecían conmigo además aún conservaba gran parte de mis herramientas, pero las provisiones y demás se habían perdido en la mar, me toque la cabeza, mucha sangre seca y algo aun húmeda, sí, creo que me habían herido en la batalla, asimismo tenía bastantes cortes en brazos y piernas, no sé si de la batalla o del naufragio, por lo menos la sal habría impedido que se me infectase, pero escocían a rabiar.
Elegí una dirección al azar de la playa y me puse lentamente en marcha tratando de descubrir algún superviviente, me di cuenta de que había perdido una bota, tenía la ropa de la guardia hecha jirones y no conseguía cortar la maldita soga de mi pie, pero ya me daba igual.
Camine por la cosa volteando cada cuerpo que me encontraba, nada no había ninguno vivo, algunos hasta estaban desmembrados, seguramente fruto de la batalla, al cabo de un largo rato y cuando ya casi había perdido la esperanza me pareció ver un destello al fondo, me fijé mejor, era como un destello metálico, podía ser un resto, pero era la mejor pista que tenía
Avancé y alcancé a ver una figura moviéndose al fondo
-Eh..ehh..¡Ehh!, estoy vivo- dije poniéndome en camino hacia allá, al girar una cala vi dos supervivientes a la sombra de los árboles.
-Ehh…chicos…- dije acercándome lo más rápido que podía, que no era mucho, pero una alegría enorme me invadió al ver de quien se trataba.
-No..no puede ser…¡Eltrant!..que bien, ¡estas vivo!- dije cayendo de rodillas a su lado, Eltrant estaba con pinta de haber estado en mejores momentos, pero vivo, su espada clavada en la arena reflejaba el sol y me había traido hacia aquí, además junto a él había una bella joven que parecía no encontrarse demasiado bien tampoco.
-Ho..hola..soy Schott- dije tendiéndole mi agarrotada mano cayendo rendido en el suelo junto a ellos -…Encantado-
Aun no podía creer lo que había pasado, todos los demás ¿habrían muerto?¿solo quedábamos nosotros?.
-¿Eltrant sabes algo…de lo que ha pasado? Los demás…¿Queda alguien más..?- dije sin apenas poderme mover, estaba hecho polvo.
-Yo..no he visto a nadie en la playa…vivo…en esa dirección- dije señalando por donde había venido –Y el barco..estará en algún lugar en el extremo de esta cuerda- Dije señalando la soga partida en mi pie, al menos estábamos vivos, que no era poco.
Vi que la joven no llevaba emblemas de la guardia ¿Era acaso pirata?¿O mago de los que nos habían ayudado?, ya casi que me daba igual, estábamos todos en el mismo barco, o bueno…sin él, y si Eltrant se fiaba de ella yo también.
-Tenemos que conseguir comida y agua…pronto…no se vosotros pero yo estoy al borde de mis fuerzas- sonreí tosiendo –Creo que he visto algún barril intacto por allá, quizás sean provisiones, o puedo ir al interior a ver si hay comida o una fuente de agua, esta isla paree grande, quizás haya suerte- sonreí –Pero antes dadme un momentito- dije arrasándome para recostarme en una palmera junto a ellos, teníamos un aspecto deplorable, pero estábamos enteros, vivos, que era mucho más que lo que podían decir los pobres diablos de la playa, tuve que apartar la mirada, cuanto horror, nadie podía imaginarse esto cuando embarcamos, tantas vidas, solo esperaba que se hubiese salvado alguna más.
-Nononono- clamaba, el bamboleo del barco me llevaba de acá para allá como una campana, en un momento dado el enorme barco de la guardia se inclinó sobre el profundo abismo dejándome balanceándome sobre él, una boca negra arrastraba restos y barcos enteros a sus fauces, aun podía oír los gritos de gente pidiendo ayuda desde el agua, ¿debía cortar la cuerda y separarme del barco que dudosamente aguantaría el temporal o mantenerme atado y aguantar hasta el final contra el terrible torbellino, entre el caos y el agua no distinguía nada, mis amigos ¿Dónde estarían?¿que sería de nosotros? una ola enorme me sacudió y creo me lanzó contra el mástil dejándome sin conocimiento.
***
-Cof..cof.cof- Tosí, me sentía fatal como si me hubiese pasado un dragón por encima, entreabrí los ojos, la sal me escocía, era de día, el sol brillaba en lo alto, estaba en algún tipo de playa, tosí de nuevo y escupí gran cantidad de agua de mar, y creo que algún pececillo.
-Agghh…aghhh- me puse a cuatro patas alejándome del agua, había despertado boca abajo en una playa desconocida, pero estaba vivo, o acaso no, quizás este fuese el paraíso.
Con las escasas fuerzas que me quedaban me puse en pie, tenía la boca seca por la sal, muchísima sed, y de no ser por lo mal que tenía el estómago seguramente también hambre.
-Uhh..ohhh- comencé a andar hacia tierra firme, pensé en lo último que recordaba, el torbellino, era imposible que hubiese podido salir vivo de allí, debía estar muerto, y este era alguna clase de paraíso que…-Aghhii- mascullé, dejé de pensar tonterías cuando algo enganchado en mi pierna me hizo caer al suelo de bruces, noté como me sangraba la nariz, definitivamente esto no era el paraíso, o si lo era, era muy muy cutre.
Me di la vuelta y me quedé un rato tendido boca arriba, dolorido y contemplando mi terrible situación, me fijé que tenía una soga aun enganchada al pie, tiré de ella en un vano intento de sacar el barco entero del agua, pero obviamente no fue así, en unos 20 codos la cuerda estaba cortada, me pregunté si el barco se había ido al fondo o había sido yo el que había naufragado, mejor no pensarlo, ya me dolía demasiado la cabeza.
Con mucho más dolor me puse en pie y contemplé el desastre a mí alrededor, las aguas teñían la arena de sangre y restos de maderas y cuerpos se extendían a lo largo de la playa.
Me acerque rápidamente al cuerpo que tenía más cerca y le volteé, hubiese vomitado si hubiese podido, el cadáver estaba ya hinchado por el agua y el sol, llevaba muerto algo de tiempo.
-¡Ho..hola!- logre gritar con la escasa voz que me quedaba -¿Hay alguien?- nada, solo el sonido de las olas me acompañaba, me fijé entonces en cómo estaba yo, por suerte los enganches de mi escudo y mi pala no se habían roto y permanecían conmigo además aún conservaba gran parte de mis herramientas, pero las provisiones y demás se habían perdido en la mar, me toque la cabeza, mucha sangre seca y algo aun húmeda, sí, creo que me habían herido en la batalla, asimismo tenía bastantes cortes en brazos y piernas, no sé si de la batalla o del naufragio, por lo menos la sal habría impedido que se me infectase, pero escocían a rabiar.
Elegí una dirección al azar de la playa y me puse lentamente en marcha tratando de descubrir algún superviviente, me di cuenta de que había perdido una bota, tenía la ropa de la guardia hecha jirones y no conseguía cortar la maldita soga de mi pie, pero ya me daba igual.
Camine por la cosa volteando cada cuerpo que me encontraba, nada no había ninguno vivo, algunos hasta estaban desmembrados, seguramente fruto de la batalla, al cabo de un largo rato y cuando ya casi había perdido la esperanza me pareció ver un destello al fondo, me fijé mejor, era como un destello metálico, podía ser un resto, pero era la mejor pista que tenía
Avancé y alcancé a ver una figura moviéndose al fondo
-Eh..ehh..¡Ehh!, estoy vivo- dije poniéndome en camino hacia allá, al girar una cala vi dos supervivientes a la sombra de los árboles.
-Ehh…chicos…- dije acercándome lo más rápido que podía, que no era mucho, pero una alegría enorme me invadió al ver de quien se trataba.
-No..no puede ser…¡Eltrant!..que bien, ¡estas vivo!- dije cayendo de rodillas a su lado, Eltrant estaba con pinta de haber estado en mejores momentos, pero vivo, su espada clavada en la arena reflejaba el sol y me había traido hacia aquí, además junto a él había una bella joven que parecía no encontrarse demasiado bien tampoco.
-Ho..hola..soy Schott- dije tendiéndole mi agarrotada mano cayendo rendido en el suelo junto a ellos -…Encantado-
Aun no podía creer lo que había pasado, todos los demás ¿habrían muerto?¿solo quedábamos nosotros?.
-¿Eltrant sabes algo…de lo que ha pasado? Los demás…¿Queda alguien más..?- dije sin apenas poderme mover, estaba hecho polvo.
-Yo..no he visto a nadie en la playa…vivo…en esa dirección- dije señalando por donde había venido –Y el barco..estará en algún lugar en el extremo de esta cuerda- Dije señalando la soga partida en mi pie, al menos estábamos vivos, que no era poco.
Vi que la joven no llevaba emblemas de la guardia ¿Era acaso pirata?¿O mago de los que nos habían ayudado?, ya casi que me daba igual, estábamos todos en el mismo barco, o bueno…sin él, y si Eltrant se fiaba de ella yo también.
-Tenemos que conseguir comida y agua…pronto…no se vosotros pero yo estoy al borde de mis fuerzas- sonreí tosiendo –Creo que he visto algún barril intacto por allá, quizás sean provisiones, o puedo ir al interior a ver si hay comida o una fuente de agua, esta isla paree grande, quizás haya suerte- sonreí –Pero antes dadme un momentito- dije arrasándome para recostarme en una palmera junto a ellos, teníamos un aspecto deplorable, pero estábamos enteros, vivos, que era mucho más que lo que podían decir los pobres diablos de la playa, tuve que apartar la mirada, cuanto horror, nadie podía imaginarse esto cuando embarcamos, tantas vidas, solo esperaba que se hubiese salvado alguna más.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
La fuerza de las olas, el estruendo de la vorágine que amenazaba con tragarselos, la espuma de mar golpeando su rostro con fuerza, el tacto de la cuerda a la que con tanto ahínco se había agarrado para evitar caer al agua, el crujir del casco y los mástiles del barco de la guardia como si de los gritos de dolor de un ser vivo se tratasen, el pánico en los ojos de aquellos humanos....¿O acaso lo que veía era su propio miedo reflejado en sus pupilas? Y luego silencio. Un silencio absoluto conforme la oscuridad se la tragaba como también engullía todo lo demás. Madera, metal y personas flotando a su lado alejándose de la superficie conforme su pecho ardía cada vez más fuerte por la falta de aire, llegando incluso a anhelar el agua que la rodeaba. Todo había acabado saliendo mal. ¿Qué podía hacer ella contra la furia de la naturaleza? ¿Acaso podía hacer algo más que rendirse ante lo inevitable?
Presa de un sueño inquieto Níniel se agitaba sobre la arena farfullando palabras sueltas en su idioma materno sin aparente sentido o coherencia para cualquiera que las escuchara salir de sus labios resecos por la sal y el sol. En su cabeza, un ciclo sin fin de pesadillas construidas en torno a sus más recientes y confusos recuerdos la atormentaban con fragmentos del naufragio del que los dioses habían tenido a bien salvarla, y que conforme ganaban en crudeza la hacían moverse de forma más intensa, como si su cerebro estuviera intentando despertarla a toda costa advirtiéndola de un peligro inminente.
-!No me rendiré! - Espetó despertando de golpe y levantando su espalda de la arena hasta quedar sentada con sus manos apoyadas tras ella para sostenerse a pesar del mareo y el malestar que comenzó a sentir tan pronto como se incorporó del suelo. -No me...¿dónde...?- Farfulló conforme la sensación de mareo aumentaba y la obligaba finalmente a colocarse de costado para vomitar lo que parecía más bien una buena cantidad de agua más que su última comida, quedando apoyada sobre la arena como buenamente pudo mientras trataba de recuperarse diagnosticándose a sí misma y comenzando a aplicarse su propia magia sanadora para acelerar el proceso.
Desde luego estaba en un estado lamentable. Con magulladuras y contusiones por buena parte de su cuerpo que si bien no eran graves si eran dolorosas. A parte de eso debía de llevar un tiempo sobre la arena, pues presentaba claros síntomas de una deshidratación leve y su blanca piel comenzaba a resentirse allí donde no estaba cubierta. Su armadura ligera estaba bien y sin duda la había protegido de acabar bastante peor, aunque por desgracia no podía decirse lo mismo de su túnica; sucia, rasgada y manchada. En cuanto a su bolsa y bastón, los dioses habían querido que acabara sobre la arena como ella, a unos metros de distancia.
-¿Donde estoy?- Volvió a preguntarse en voz alta una vez más recuperada y mirando a su alrededor en busca de la respuesta aunque aún sin querer poner a prueba sus fuerzas tratando de ponerse en pie. Frente a ella el mar calmo se extendía hasta más allá del horizonte.Tras ella, una densa selva formada por una gran variedad de árboles y plantas, la mayoría de los cuales solo había visto en ilustraciones, hacía lo propio. A su izquierda parte de la verga del barco de la guardia, seguramente los restos de madera, cuerda y tela a los que había logrado aferrarse para salvar la vida, descansaban formando una x sobre la arena. A su derecha, la playa salpicada de restos del naufragio se extendía cientos y cientos de metros de forma curva.
-!Oh, dioses!- Exclamó poniéndose en pié y colocando su mano sobre su frente para evitar el brillo del sol contra sus ojos, captando que entre los restos de la playa había varios cuerpos inertes. Lanzándose en dirección a sus cosas para una vez con ellas ir corriendo a socorrer a aquella gente y tropezando más de una vez por culpa de las dunas de arena. Más por desgracia pronto pudo comprobar que sus esfuerzos y sus carreras eran en vano, pues no importó el número de cuerpos que volteara o lo mucho que rogara a los dioses. Allí no había más que cuerpos sin vida entre lo poco que había quedado del navío de los humanos.
-Vincent...- Gimió la elfa mientras un fuerte sentimiento de inutilidad la embargaba. ¿De qué servía una sanadora si no podía salvar a nadie? -Vincent no puedes haber muerto...¿Eres más fuerte que esto verdad?- Se decía a sí misma tratando de darse esperanzas mientras continuaba revisando los cuerpos sin querer darse cuenta de que no lo hacía ya buscando algún superviviente, si no buscando un clavo ardiente al que aferrarse. Si Vincent no estaba entre los muertos, si ninguno de sus compañeros lo estaba...Entonces podían estar vivos, en alguna otra parte de la playa, buscándola a ella como ella les buscaba a ellos. Tal era su estado que incluso sintió alivio al voltear el cuerpo ya hinchado de uno de los marineros humanos y pudo comprobar entre lágrimas que no era su amado brujo. Sintiéndose inmediatamente como un pedazo de mierda por poder sentir alivio por algo así y comenzando a llorar en silencio sin poder evitarlo.
-¿Dónde estáis todos?- Se preguntó para sí misma enjuagándose las lágrimas en un intento por mantener la calma y serenarse. Bajando la mirada hasta el siguiente cuerpo sin vida y percatándose de algo que la hizo cesar en su llanto tan pronto como lo vio. Allí, claramente dibujadas en la arena, un juego de pisadas de lo que a todas luces era un superviviente de torpes andares se dirigían hacia la cercana espesura. No solo eso, siguiendo aquellas huellas Níniel no tardó en encontrar otros dos pares de pisadas provenientes desde diferentes partes de la playa y que acababan por converger en un punto muy concreto de la espesura desde el cual pronto comenzó a escuchar voces que hablaban entre ellas.
Sin pensárselo dos veces, Níniel atravesó aquella frondosa pared de verde vegetación que la separaba de las voces y, de repente, se encontró frente a dos humanos que por alguna razón parecían haberla tomado con Catherine, que gimoteaba dolorida encogida ante uno de los orejas redondas mientras el otro observaba tranquilamente sentado bajo una palmera. Aquello era algo que Níniel no pensaba tolerar. Quién podía decir el destino que habían corrido el resto de sus compañeros y Vincent, no pensaba permitir que esos Shemlen le hicieran daño a Cath porque fuera una vampiresa.
-Apartaos de ella inmediatamente humanos.- Ordenó con tono severo y amenazando al más cercano a Cath con el extremo de su bastón. -No voy a permitir que sigáis haciéndola daño.- Continuó acercándose mientras en su cabeza surgía una idea de lo más extraña. Si era de día y el sol brillaba con fuerza, ¿cómo es que Cath podía soportarlo? Además, ¿No conocía ella a esos dos orejas redondas?
-Un momento...¿Eltrant?, ¿Schott? ¿Qué hacéis vosotros dos aquí?- Dijo reconociéndolos finalmente en cuanto pudo ver bien el rostro del primero, al que curiosamente conocía más en su forma femenina, y las sombras del follaje dejaron a la vista el del segundo de ellos. ¿Acaso había juzgado mal la situación? -¿Pero qué..? ¿Sois de la guardia? ¿Qué le ha pasado a Cath?- Preguntó agachándose hasta ella para comprobar su estado y viendo sus quemaduras y el extraño brillo que emitía.
-Está bien, tranquila. Voy a curarte ahora mismo esas quemaduras, enseguida estarás como nueva.- La tranquilizó comenzando a sanar sus heridas sin saber que extraño fenómeno era ese que otorgaba brillo a los vampiros a cambio de lo que parecía cierta resistencia al astro rey. -Siguiendo la playa hay restos de uno de los palos del barco con parte de su velamen. Podría ser de ayuda con Cath. No sé qué pasa pero está claro que el sol sigue sin hacerle bien.- Sugirió mientras terminaba de sanarla.
*****************
Presa de un sueño inquieto Níniel se agitaba sobre la arena farfullando palabras sueltas en su idioma materno sin aparente sentido o coherencia para cualquiera que las escuchara salir de sus labios resecos por la sal y el sol. En su cabeza, un ciclo sin fin de pesadillas construidas en torno a sus más recientes y confusos recuerdos la atormentaban con fragmentos del naufragio del que los dioses habían tenido a bien salvarla, y que conforme ganaban en crudeza la hacían moverse de forma más intensa, como si su cerebro estuviera intentando despertarla a toda costa advirtiéndola de un peligro inminente.
-!No me rendiré! - Espetó despertando de golpe y levantando su espalda de la arena hasta quedar sentada con sus manos apoyadas tras ella para sostenerse a pesar del mareo y el malestar que comenzó a sentir tan pronto como se incorporó del suelo. -No me...¿dónde...?- Farfulló conforme la sensación de mareo aumentaba y la obligaba finalmente a colocarse de costado para vomitar lo que parecía más bien una buena cantidad de agua más que su última comida, quedando apoyada sobre la arena como buenamente pudo mientras trataba de recuperarse diagnosticándose a sí misma y comenzando a aplicarse su propia magia sanadora para acelerar el proceso.
Desde luego estaba en un estado lamentable. Con magulladuras y contusiones por buena parte de su cuerpo que si bien no eran graves si eran dolorosas. A parte de eso debía de llevar un tiempo sobre la arena, pues presentaba claros síntomas de una deshidratación leve y su blanca piel comenzaba a resentirse allí donde no estaba cubierta. Su armadura ligera estaba bien y sin duda la había protegido de acabar bastante peor, aunque por desgracia no podía decirse lo mismo de su túnica; sucia, rasgada y manchada. En cuanto a su bolsa y bastón, los dioses habían querido que acabara sobre la arena como ella, a unos metros de distancia.
-¿Donde estoy?- Volvió a preguntarse en voz alta una vez más recuperada y mirando a su alrededor en busca de la respuesta aunque aún sin querer poner a prueba sus fuerzas tratando de ponerse en pie. Frente a ella el mar calmo se extendía hasta más allá del horizonte.Tras ella, una densa selva formada por una gran variedad de árboles y plantas, la mayoría de los cuales solo había visto en ilustraciones, hacía lo propio. A su izquierda parte de la verga del barco de la guardia, seguramente los restos de madera, cuerda y tela a los que había logrado aferrarse para salvar la vida, descansaban formando una x sobre la arena. A su derecha, la playa salpicada de restos del naufragio se extendía cientos y cientos de metros de forma curva.
-!Oh, dioses!- Exclamó poniéndose en pié y colocando su mano sobre su frente para evitar el brillo del sol contra sus ojos, captando que entre los restos de la playa había varios cuerpos inertes. Lanzándose en dirección a sus cosas para una vez con ellas ir corriendo a socorrer a aquella gente y tropezando más de una vez por culpa de las dunas de arena. Más por desgracia pronto pudo comprobar que sus esfuerzos y sus carreras eran en vano, pues no importó el número de cuerpos que volteara o lo mucho que rogara a los dioses. Allí no había más que cuerpos sin vida entre lo poco que había quedado del navío de los humanos.
-Vincent...- Gimió la elfa mientras un fuerte sentimiento de inutilidad la embargaba. ¿De qué servía una sanadora si no podía salvar a nadie? -Vincent no puedes haber muerto...¿Eres más fuerte que esto verdad?- Se decía a sí misma tratando de darse esperanzas mientras continuaba revisando los cuerpos sin querer darse cuenta de que no lo hacía ya buscando algún superviviente, si no buscando un clavo ardiente al que aferrarse. Si Vincent no estaba entre los muertos, si ninguno de sus compañeros lo estaba...Entonces podían estar vivos, en alguna otra parte de la playa, buscándola a ella como ella les buscaba a ellos. Tal era su estado que incluso sintió alivio al voltear el cuerpo ya hinchado de uno de los marineros humanos y pudo comprobar entre lágrimas que no era su amado brujo. Sintiéndose inmediatamente como un pedazo de mierda por poder sentir alivio por algo así y comenzando a llorar en silencio sin poder evitarlo.
-¿Dónde estáis todos?- Se preguntó para sí misma enjuagándose las lágrimas en un intento por mantener la calma y serenarse. Bajando la mirada hasta el siguiente cuerpo sin vida y percatándose de algo que la hizo cesar en su llanto tan pronto como lo vio. Allí, claramente dibujadas en la arena, un juego de pisadas de lo que a todas luces era un superviviente de torpes andares se dirigían hacia la cercana espesura. No solo eso, siguiendo aquellas huellas Níniel no tardó en encontrar otros dos pares de pisadas provenientes desde diferentes partes de la playa y que acababan por converger en un punto muy concreto de la espesura desde el cual pronto comenzó a escuchar voces que hablaban entre ellas.
Sin pensárselo dos veces, Níniel atravesó aquella frondosa pared de verde vegetación que la separaba de las voces y, de repente, se encontró frente a dos humanos que por alguna razón parecían haberla tomado con Catherine, que gimoteaba dolorida encogida ante uno de los orejas redondas mientras el otro observaba tranquilamente sentado bajo una palmera. Aquello era algo que Níniel no pensaba tolerar. Quién podía decir el destino que habían corrido el resto de sus compañeros y Vincent, no pensaba permitir que esos Shemlen le hicieran daño a Cath porque fuera una vampiresa.
-Apartaos de ella inmediatamente humanos.- Ordenó con tono severo y amenazando al más cercano a Cath con el extremo de su bastón. -No voy a permitir que sigáis haciéndola daño.- Continuó acercándose mientras en su cabeza surgía una idea de lo más extraña. Si era de día y el sol brillaba con fuerza, ¿cómo es que Cath podía soportarlo? Además, ¿No conocía ella a esos dos orejas redondas?
-Un momento...¿Eltrant?, ¿Schott? ¿Qué hacéis vosotros dos aquí?- Dijo reconociéndolos finalmente en cuanto pudo ver bien el rostro del primero, al que curiosamente conocía más en su forma femenina, y las sombras del follaje dejaron a la vista el del segundo de ellos. ¿Acaso había juzgado mal la situación? -¿Pero qué..? ¿Sois de la guardia? ¿Qué le ha pasado a Cath?- Preguntó agachándose hasta ella para comprobar su estado y viendo sus quemaduras y el extraño brillo que emitía.
-Está bien, tranquila. Voy a curarte ahora mismo esas quemaduras, enseguida estarás como nueva.- La tranquilizó comenzando a sanar sus heridas sin saber que extraño fenómeno era ese que otorgaba brillo a los vampiros a cambio de lo que parecía cierta resistencia al astro rey. -Siguiendo la playa hay restos de uno de los palos del barco con parte de su velamen. Podría ser de ayuda con Cath. No sé qué pasa pero está claro que el sol sigue sin hacerle bien.- Sugirió mientras terminaba de sanarla.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1150
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Todo el grupo terminó sumido en el interior de la selva, lejos de los rayos de sol que con tanta justicia torturaban a los presentes en la playa, a unos en mayor medida, y a otros de manera más suave.
No tardó el pesimismo en invadir los corazones de los cuatro aventureros. Habían perdido a amigos y compañeros de viaje durante el naufragio, quién sabe si volverían a reencontrarse. Y, para colmo, se encontraban en una isla aparentemente desierta sin ninguna opción de volver a casa.
Catherine parecía ser el centro de atención por su condición de vampiresa brillante. ¿un efecto de su cualidad de vampiresa que le afectaba aún estando a la sombra? ¿O había algo más que reducía las quemaduras del astro solar? Fuera lo que fuera, poco después las dos chicas, capaces de sentir el éter en sus distintas formas, podrían sentir un fuerte flujo de éste proveniente del corazón de la isla. Una magia que para nada era maligna, como tan acostumbrados estaban a enfrentarse, sino una que producía un cierto bienestar y una sensación de confort y tranquilidad.
Irónicamente, pronto sentirían algo moverse entre las hojas que les haría ponerse alerta. Apareció entonces una mujer totalmente vestida de negro, con un sombrero repleto de plumas de pájaro del mismo color. Su figura desentonaba completamente con la estética colorida de la isla. Era elegante, de buen porte, llevaba una jaula en la que guardaba una llave y, sin realizar ningún gesto agresivo, se presentó ante ellos. Miró uno a uno a los presentes. Estos podían amenazarla o no, a fin de cuentas era una extraña, pero ella no se pronunciaría. Tenía una apariencia fantasmagórica, pero que no representaba amenaza alguna aparente. Cuando cruzó su mirada con la de Catherine, se acercó a ella.
-Sed bienvenida, Kumatre, deidad solar, al Reino de las Aves, aquel que lleva aguardando tu divina llegada por siglos. Bienaventurados aquellos que vean tu brillante emanación. Dichosos aquellos que oren a tu sagrada figura, y malditos los que no besen el suelo que tú pisas. – le dijo la mujer a Catherine, sin mostrar sonrisa. – Seguid adentrándoos en la selva, Kumatre, deidad solar, tú junto a tus compañeros de la pangea*, serás adorada en el Reino de las Aves. – comentó aquella extraña mujer.
La fantasma llevaba siempre a buen recaudo su jaula en la que guardaba una llave que, ante la mirada de alguno de los presentes, no tardaría en revelar su utilidad.
-Fui vilipendiada por mi propia hermana, Adelheid, quien me maldijo a vagar en círculos por la periferia de la isla con la llave del obelisco, el trono de Kumatre. – comentó. – Sólo si liberáis al cuervo negro, podré ser libre. Más es muy importante no advirtáis de mi encuentro con vosotros a Adelheid. Os daré entonces la llave del obelisco. Su flujo de maná, os pertenecerá, a vosotros. Y, además, podréis volver a la pangea. – informó para el grupo, en general. Momento en el que se empezaron a escuchar graznidos relativamente lejos. – Llegan. Debo irme. – informó aquella misteriosa persona.
La mujer, silenciosa, no contestaría ni una de las preguntas que le podrían formular aquellos viajeros de la pangea. Simplemente se volvió a incorporar. Miró por última vez a todos los presentes y, desapareció literalmente de la vista, desvaneciéndose poco a poco hasta volverse totalmente transparente. Momento en el que aparecieron unas criaturas-ave de unos 2 m de altura, armadas con lanzas y ballestas que rápidamente amenazaron a los presentes.
*Pangea: Continente de Aerandir.
* * * * * * * * * * * *
Os habéis encontrado con esta… extraña mujer. Que os ha asignado una pequeña tarea que podréis decidir completar más adelante. Podréis entregar vuestras armas a los hombres ave y dejaros llevar por estas curiosas criaturas, pero si queréis, o bien luchar, derrotarlos y continuar vuestra libertad. Sois tres (no cuento a Catherine, a la que no presionan) y no os supondrán un mayor problema, por lo que podréis derrotarlos sin necesidad de runa, siempre y cuando los tres afectados os aliéis, claro.
Catherine: O debería llamarte Kumatre, deidad solar. Las curas de Níniel alivian tu dolor, aunque aún resquema. Por tu extraño brillo, parece que las bestias consideran tu llegada como la de un mesías. Esto puede ser bueno o malo a la larga, ten cuidado a donde te llevan, recuerda que el sol y tú no sois amigos.
Eltrant & Schott: Vosotros sois ingeniosos. En el caso de que no decidáis luchar, podéis tratar de decirles algo a los hombres bestia, si queréis, de manera original, aunque difícilmente os entenderán por palabras y vuestra movilidad será limitada, aún así, podéis intentarlo.
Níniel: Sacerdotisa Thenidiel, sientes un bienestar absoluto. Notas que una magia sana y natural imbuye a la isla por completo y tus habilidades de sanación estarán reforzadas. Parece que la paz reina en el lugar. Pero… ¿te confiarás por ello? Eso quedará a tu criterio. En principio, puedes ser el complemento para mantener la “mentira” de la falsa diosa, Catherine. Por otro lado, ¿tienes suficientes pistas y conocimientos como para saber dónde y ante quién os encontráis?
Podéis hablar vuestro idioma común, ninguno de los hombres ave os entenderán.
No tardó el pesimismo en invadir los corazones de los cuatro aventureros. Habían perdido a amigos y compañeros de viaje durante el naufragio, quién sabe si volverían a reencontrarse. Y, para colmo, se encontraban en una isla aparentemente desierta sin ninguna opción de volver a casa.
Catherine parecía ser el centro de atención por su condición de vampiresa brillante. ¿un efecto de su cualidad de vampiresa que le afectaba aún estando a la sombra? ¿O había algo más que reducía las quemaduras del astro solar? Fuera lo que fuera, poco después las dos chicas, capaces de sentir el éter en sus distintas formas, podrían sentir un fuerte flujo de éste proveniente del corazón de la isla. Una magia que para nada era maligna, como tan acostumbrados estaban a enfrentarse, sino una que producía un cierto bienestar y una sensación de confort y tranquilidad.
Irónicamente, pronto sentirían algo moverse entre las hojas que les haría ponerse alerta. Apareció entonces una mujer totalmente vestida de negro, con un sombrero repleto de plumas de pájaro del mismo color. Su figura desentonaba completamente con la estética colorida de la isla. Era elegante, de buen porte, llevaba una jaula en la que guardaba una llave y, sin realizar ningún gesto agresivo, se presentó ante ellos. Miró uno a uno a los presentes. Estos podían amenazarla o no, a fin de cuentas era una extraña, pero ella no se pronunciaría. Tenía una apariencia fantasmagórica, pero que no representaba amenaza alguna aparente. Cuando cruzó su mirada con la de Catherine, se acercó a ella.
- Mujer misteriosa:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Sed bienvenida, Kumatre, deidad solar, al Reino de las Aves, aquel que lleva aguardando tu divina llegada por siglos. Bienaventurados aquellos que vean tu brillante emanación. Dichosos aquellos que oren a tu sagrada figura, y malditos los que no besen el suelo que tú pisas. – le dijo la mujer a Catherine, sin mostrar sonrisa. – Seguid adentrándoos en la selva, Kumatre, deidad solar, tú junto a tus compañeros de la pangea*, serás adorada en el Reino de las Aves. – comentó aquella extraña mujer.
La fantasma llevaba siempre a buen recaudo su jaula en la que guardaba una llave que, ante la mirada de alguno de los presentes, no tardaría en revelar su utilidad.
-Fui vilipendiada por mi propia hermana, Adelheid, quien me maldijo a vagar en círculos por la periferia de la isla con la llave del obelisco, el trono de Kumatre. – comentó. – Sólo si liberáis al cuervo negro, podré ser libre. Más es muy importante no advirtáis de mi encuentro con vosotros a Adelheid. Os daré entonces la llave del obelisco. Su flujo de maná, os pertenecerá, a vosotros. Y, además, podréis volver a la pangea. – informó para el grupo, en general. Momento en el que se empezaron a escuchar graznidos relativamente lejos. – Llegan. Debo irme. – informó aquella misteriosa persona.
La mujer, silenciosa, no contestaría ni una de las preguntas que le podrían formular aquellos viajeros de la pangea. Simplemente se volvió a incorporar. Miró por última vez a todos los presentes y, desapareció literalmente de la vista, desvaneciéndose poco a poco hasta volverse totalmente transparente. Momento en el que aparecieron unas criaturas-ave de unos 2 m de altura, armadas con lanzas y ballestas que rápidamente amenazaron a los presentes.
- Hombres bestia ave:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
*Pangea: Continente de Aerandir.
* * * * * * * * * * * *
Os habéis encontrado con esta… extraña mujer. Que os ha asignado una pequeña tarea que podréis decidir completar más adelante. Podréis entregar vuestras armas a los hombres ave y dejaros llevar por estas curiosas criaturas, pero si queréis, o bien luchar, derrotarlos y continuar vuestra libertad. Sois tres (no cuento a Catherine, a la que no presionan) y no os supondrán un mayor problema, por lo que podréis derrotarlos sin necesidad de runa, siempre y cuando los tres afectados os aliéis, claro.
Catherine: O debería llamarte Kumatre, deidad solar. Las curas de Níniel alivian tu dolor, aunque aún resquema. Por tu extraño brillo, parece que las bestias consideran tu llegada como la de un mesías. Esto puede ser bueno o malo a la larga, ten cuidado a donde te llevan, recuerda que el sol y tú no sois amigos.
Eltrant & Schott: Vosotros sois ingeniosos. En el caso de que no decidáis luchar, podéis tratar de decirles algo a los hombres bestia, si queréis, de manera original, aunque difícilmente os entenderán por palabras y vuestra movilidad será limitada, aún así, podéis intentarlo.
Níniel: Sacerdotisa Thenidiel, sientes un bienestar absoluto. Notas que una magia sana y natural imbuye a la isla por completo y tus habilidades de sanación estarán reforzadas. Parece que la paz reina en el lugar. Pero… ¿te confiarás por ello? Eso quedará a tu criterio. En principio, puedes ser el complemento para mantener la “mentira” de la falsa diosa, Catherine. Por otro lado, ¿tienes suficientes pistas y conocimientos como para saber dónde y ante quién os encontráis?
Podéis hablar vuestro idioma común, ninguno de los hombres ave os entenderán.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Por un solo instante creyó escuchar algo. Una voz que, aún lejana, parecía romper el silencio que había creado el roce de las olas sobre la arena y los cuerpos inertes. La vampira no tardó en mover levemente la cabeza, en busca de quién pudo haber sobrevivido al igual que ella, pero no logró ver ni sentir nada ni a nadie después de unos minutos… así que optó por seguir hecha un ovillo bajo las gruesas hojas.
Y ya no hacía más que soltar breves suspiros, resignada y dolorida, mientras el cansancio y el sueño iba apoderándose poco a poco de ella –mejor quedar inconsciente de nuevo que estar así, pensó– pero entonces, la misma voz que creía producto de su imaginación, resonó alta y clara, y si su fortuna no podía ser más grata, aquella voz además pronunció su propio nombre.
Tardó varios segundos en salir del embotamiento que sus sentidos habían creado, reconociendo a Eltrant justo cuando el muchacho ya estaba sobre ella, atendiéndola como bien podía.
– E-Elt… –Musitó sin apenas moverse, tenía la sensación de que cuanto más lo hacía, más se deterioraba su piel, por muy brillante que luciera.
Pero allí estaba ya esa ayuda que tanto ansiaba, finalmente, y Eltrant fue lo bastante rápido y agudo como para en cuestión de segundos lograr cubrir gran parte del cuerpo de la joven vampira con lo poco que podía ofrecerle.
Catherine se había incorporado lo justo para evitar ser una carga mayor, quedándose sentada, aún acurrucada, observando en silencio a un borroso Eltrant que trataba de quitar hierro al asunto mientras se acomodaba junto a ella.
– Gracias… –Siseó finalmente Catherine, después de permanecer callada y atenta a lo que decía el muchacho a cerca de otros posibles supervivientes –o eso esperaba, no quería ni pensar el hecho de encontrarse con nuevos enemigos–, mientras mantenía fija la vista sobre él, y sintiendo que el hecho de enfocarlo con una visión borrosa ya no sólo era el resultado de su vista dañada por el sol. Pues unas tímidas lágrimas comenzaban a empañarle los ojos, y antes de que pudieran resbalar por sus mejillas, agachó la cabeza presionando sus párpados cerrados contra la camisa del joven.
Y apenas transcurrieron unos segundos cuando pareció oírse algo de nuevo, a lo lejos en la playa. La ayuda de Eltrant había servido de forma más moral que física para la joven albina, y el ánimo que le había levantado, por muy poco que fuera, la hizo espabilar y estar más atenta, con los sentidos alerta. Por lo que la llegada de Schott fue menos sorpresiva que la de Elt, aunque aun así, cuando escuchó los desconocidos pasos y vocerío acercándose, no pudo evitar ponerse en tensión y acercarse un poco más al joven que seguía a su lado.
Pero parecía que no había nada que temer, pues Schott debía formar parte también de la guardia, no era difícil de suponer aunque la mayor parte de su indumentaria estuviera destrozada, el trato que se gastaba con Eltrant era más que suficiente para sospecharlo. Otro golpe de suerte, quizás.
Catherine deslizó los dedos por sus ojos de forma disimulada mientras el pelirrojo se le presentaba, tomando “asiento” también junto a ellos, y estirando el brazo para estrechar un saludo que, por un momento, la vampira vaciló en corresponder.
No sabía si el horrible aspecto de su piel dañaría a otros a parte del dolor que ella sentía, pero tras unos segundos en los que el joven permaneció con la mano colgando en el aire, Cath movió la suya con cautela, rozándole apenas con la yema de los dedos.
– Y-yo… soy Catherine… –Dijo en un suspiro, antes de guardar nuevamente su mano entre los pliegues de ropa, manteniendo ahora su mirada temblorosa sobre Schott quién comenzó a hablarles sobre lo que se había encontrado antes de llegar allí.
La situación en la que se encontraban no pronosticaba nada bueno, pero al menos ya eran tres los que habían sobrevivido, después de todo, aquello casi parecía un milagro.
Fue en ese momento, cuando se hizo un breve silencio, que la vampira reparó en todo. Su vista viajó desde Schott hasta Eltrant un par de veces, y cuando la centró en un punto de la lejana playa iluminada por el sol, allí donde aún podía ver a duras penas los cadáveres de muchos otros con menos suerte que ellos, comenzó a creársele un fuerte nudo en el estómago que le presionaba hasta la garganta.
¿Cómo no pudo pensar en aquello hasta entonces? ¿Cómo no pudo pensar en ellos? Rachel, Geralt, Vincent, Nín… Tuvo que apretar los dientes para que cesara el inevitable temblor que se apoderó de su barbilla y que estaba a punto de iniciar el llanto que frenó minutos antes. Pero el motivo era distinto ahora, y tuvo que hundir su rostro entre las rodillas para disimular lo más posible lo miserable que se sentía ante los dos jóvenes.
Pero, nuevamente, y cómo si aquél día los caprichosos Dioses tuvieran el atino de escuchar su pena, a los pocos segundos apareció por entre la espesura de la selva la nívea figura de Níniel, y el sólo hecho de escucharla hizo que Cath saltara como un resorte, levantando la cabeza y abriendo los ojos de par en par, sin poder creerlo.
Fue demasiada la sorpresa y, para qué negarlo, la alegría que sintió, que cuando la joven elfa se agachó para sanarla no pudo evitar dejar caer por fin los dos lagrimones que llevaba reteniendo largo rato, sin poder decir una palabra ante los comentarios de la muchacha. Lo único que hizo fue llevar una de sus manos hacia la ropa de Nín para agarrarla en un leve pellizco mientras la joven mejoraba considerablemente el estado en el que se encontraba con su magia. Y aunque las quemaduras seguían produciéndole cierto escozor, y el brillo no desaparecía, algo en su interior le hizo sentirse más tranquila. Quizás fuera esa extraña aura mágica que brotaba de la isla, pero ella no pudo pensar más que fue cosa del poder de Níniel.
Por fin podía calmarse, la llegada de la elfa le inspiró algo más de confianza en cuanto a la supervivencia de sus demás amigos y compañeros. Pero ni pocos segundos después de creer que todo iba a ir mejor… la vegetación volvió a agitarse, y ante ellos apareció una extraña mujer que nada parecía tener que ver con el lugar en el que se encontraban.
Probablemente todos fijaron su atención en ella, pero la desconocida parecía tener ojos sólo para Catherine, quién se apretujó de nuevo entre la camisa de Eltrant quedándose completamente trastocada y confundida ante las palabras que iban dirigidas hacia ella.
– ¿Qué…? –Su duda lanzada al aire fue apenas apreciable, y cuando la mujer continuó hablando, ofreciendo una información mucho más interesante y extraordinaria de lo que podían imaginar, la sorpresa fue aún mayor.
La atención de la vampira pasó de la mujer a la llave que portaba, ¿era aquella la que buscaban? Enseguida trató de intercambiar una mirada cómplice con Níniel, pero no dio tiempo a plantear nada más, pues comenzó a oírse algo mucho más amenazante que parecía acercarse a ellos, mientras ante sus narices, la oscura mujer desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
– E-esto… eso que ha dicho… –Los titubeos que apenas se atrevió a formular fueron truncados directamente por la aparición de unos extraños seres humanoides, alados, eran como otra raza de hombres bestia distinta a las que ya conocía.
Llegaron a golpe de grito –o graznido– chillando palabras en un idioma inteligible, al menos para la vampira, buscando atacar a sus compañeros mientras que a ella la apartaban como si fuera algo importante para ellos. Aunque por mucho que intentasen dejarla a buen recaudo, la albina no tardó en removerse para apartarse e ir con los demás a quienes amenazaban.
– ¡Eh! ¡¡No!!... ¡¿Qué hacen, qué pasa?! –Vociferó ella, nerviosa y asustada, intentando llegar junto a Nín y los chicos. – ¡Dejadme! ¡Dejadlos!
A pesar de las curas de la elfa aún se sentía algo débil, estaba claro que no sólo la luz del sol le hacía mal de forma directa, el hecho de que fuera de día ya la agotaba. Pero incluso así, su cuerpo comenzaba a temblar como siempre que se sentía en verdadero peligro, su dentadura afilada se hacía más pronunciada, y los pocos sentidos que no le quedaban embotados los afinaba preparándose para cualquiera de las decisiones que el grupo tomase para con el futuro de aquellos hombres pájaro.
Y ya no hacía más que soltar breves suspiros, resignada y dolorida, mientras el cansancio y el sueño iba apoderándose poco a poco de ella –mejor quedar inconsciente de nuevo que estar así, pensó– pero entonces, la misma voz que creía producto de su imaginación, resonó alta y clara, y si su fortuna no podía ser más grata, aquella voz además pronunció su propio nombre.
Tardó varios segundos en salir del embotamiento que sus sentidos habían creado, reconociendo a Eltrant justo cuando el muchacho ya estaba sobre ella, atendiéndola como bien podía.
– E-Elt… –Musitó sin apenas moverse, tenía la sensación de que cuanto más lo hacía, más se deterioraba su piel, por muy brillante que luciera.
Pero allí estaba ya esa ayuda que tanto ansiaba, finalmente, y Eltrant fue lo bastante rápido y agudo como para en cuestión de segundos lograr cubrir gran parte del cuerpo de la joven vampira con lo poco que podía ofrecerle.
Catherine se había incorporado lo justo para evitar ser una carga mayor, quedándose sentada, aún acurrucada, observando en silencio a un borroso Eltrant que trataba de quitar hierro al asunto mientras se acomodaba junto a ella.
– Gracias… –Siseó finalmente Catherine, después de permanecer callada y atenta a lo que decía el muchacho a cerca de otros posibles supervivientes –o eso esperaba, no quería ni pensar el hecho de encontrarse con nuevos enemigos–, mientras mantenía fija la vista sobre él, y sintiendo que el hecho de enfocarlo con una visión borrosa ya no sólo era el resultado de su vista dañada por el sol. Pues unas tímidas lágrimas comenzaban a empañarle los ojos, y antes de que pudieran resbalar por sus mejillas, agachó la cabeza presionando sus párpados cerrados contra la camisa del joven.
Y apenas transcurrieron unos segundos cuando pareció oírse algo de nuevo, a lo lejos en la playa. La ayuda de Eltrant había servido de forma más moral que física para la joven albina, y el ánimo que le había levantado, por muy poco que fuera, la hizo espabilar y estar más atenta, con los sentidos alerta. Por lo que la llegada de Schott fue menos sorpresiva que la de Elt, aunque aun así, cuando escuchó los desconocidos pasos y vocerío acercándose, no pudo evitar ponerse en tensión y acercarse un poco más al joven que seguía a su lado.
Pero parecía que no había nada que temer, pues Schott debía formar parte también de la guardia, no era difícil de suponer aunque la mayor parte de su indumentaria estuviera destrozada, el trato que se gastaba con Eltrant era más que suficiente para sospecharlo. Otro golpe de suerte, quizás.
Catherine deslizó los dedos por sus ojos de forma disimulada mientras el pelirrojo se le presentaba, tomando “asiento” también junto a ellos, y estirando el brazo para estrechar un saludo que, por un momento, la vampira vaciló en corresponder.
No sabía si el horrible aspecto de su piel dañaría a otros a parte del dolor que ella sentía, pero tras unos segundos en los que el joven permaneció con la mano colgando en el aire, Cath movió la suya con cautela, rozándole apenas con la yema de los dedos.
– Y-yo… soy Catherine… –Dijo en un suspiro, antes de guardar nuevamente su mano entre los pliegues de ropa, manteniendo ahora su mirada temblorosa sobre Schott quién comenzó a hablarles sobre lo que se había encontrado antes de llegar allí.
La situación en la que se encontraban no pronosticaba nada bueno, pero al menos ya eran tres los que habían sobrevivido, después de todo, aquello casi parecía un milagro.
Fue en ese momento, cuando se hizo un breve silencio, que la vampira reparó en todo. Su vista viajó desde Schott hasta Eltrant un par de veces, y cuando la centró en un punto de la lejana playa iluminada por el sol, allí donde aún podía ver a duras penas los cadáveres de muchos otros con menos suerte que ellos, comenzó a creársele un fuerte nudo en el estómago que le presionaba hasta la garganta.
¿Cómo no pudo pensar en aquello hasta entonces? ¿Cómo no pudo pensar en ellos? Rachel, Geralt, Vincent, Nín… Tuvo que apretar los dientes para que cesara el inevitable temblor que se apoderó de su barbilla y que estaba a punto de iniciar el llanto que frenó minutos antes. Pero el motivo era distinto ahora, y tuvo que hundir su rostro entre las rodillas para disimular lo más posible lo miserable que se sentía ante los dos jóvenes.
Pero, nuevamente, y cómo si aquél día los caprichosos Dioses tuvieran el atino de escuchar su pena, a los pocos segundos apareció por entre la espesura de la selva la nívea figura de Níniel, y el sólo hecho de escucharla hizo que Cath saltara como un resorte, levantando la cabeza y abriendo los ojos de par en par, sin poder creerlo.
Fue demasiada la sorpresa y, para qué negarlo, la alegría que sintió, que cuando la joven elfa se agachó para sanarla no pudo evitar dejar caer por fin los dos lagrimones que llevaba reteniendo largo rato, sin poder decir una palabra ante los comentarios de la muchacha. Lo único que hizo fue llevar una de sus manos hacia la ropa de Nín para agarrarla en un leve pellizco mientras la joven mejoraba considerablemente el estado en el que se encontraba con su magia. Y aunque las quemaduras seguían produciéndole cierto escozor, y el brillo no desaparecía, algo en su interior le hizo sentirse más tranquila. Quizás fuera esa extraña aura mágica que brotaba de la isla, pero ella no pudo pensar más que fue cosa del poder de Níniel.
Por fin podía calmarse, la llegada de la elfa le inspiró algo más de confianza en cuanto a la supervivencia de sus demás amigos y compañeros. Pero ni pocos segundos después de creer que todo iba a ir mejor… la vegetación volvió a agitarse, y ante ellos apareció una extraña mujer que nada parecía tener que ver con el lugar en el que se encontraban.
Probablemente todos fijaron su atención en ella, pero la desconocida parecía tener ojos sólo para Catherine, quién se apretujó de nuevo entre la camisa de Eltrant quedándose completamente trastocada y confundida ante las palabras que iban dirigidas hacia ella.
– ¿Qué…? –Su duda lanzada al aire fue apenas apreciable, y cuando la mujer continuó hablando, ofreciendo una información mucho más interesante y extraordinaria de lo que podían imaginar, la sorpresa fue aún mayor.
La atención de la vampira pasó de la mujer a la llave que portaba, ¿era aquella la que buscaban? Enseguida trató de intercambiar una mirada cómplice con Níniel, pero no dio tiempo a plantear nada más, pues comenzó a oírse algo mucho más amenazante que parecía acercarse a ellos, mientras ante sus narices, la oscura mujer desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
– E-esto… eso que ha dicho… –Los titubeos que apenas se atrevió a formular fueron truncados directamente por la aparición de unos extraños seres humanoides, alados, eran como otra raza de hombres bestia distinta a las que ya conocía.
Llegaron a golpe de grito –o graznido– chillando palabras en un idioma inteligible, al menos para la vampira, buscando atacar a sus compañeros mientras que a ella la apartaban como si fuera algo importante para ellos. Aunque por mucho que intentasen dejarla a buen recaudo, la albina no tardó en removerse para apartarse e ir con los demás a quienes amenazaban.
– ¡Eh! ¡¡No!!... ¡¿Qué hacen, qué pasa?! –Vociferó ella, nerviosa y asustada, intentando llegar junto a Nín y los chicos. – ¡Dejadme! ¡Dejadlos!
A pesar de las curas de la elfa aún se sentía algo débil, estaba claro que no sólo la luz del sol le hacía mal de forma directa, el hecho de que fuera de día ya la agotaba. Pero incluso así, su cuerpo comenzaba a temblar como siempre que se sentía en verdadero peligro, su dentadura afilada se hacía más pronunciada, y los pocos sentidos que no le quedaban embotados los afinaba preparándose para cualquiera de las decisiones que el grupo tomase para con el futuro de aquellos hombres pájaro.
Catherine Blair
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 126
Nivel de PJ : : 1
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Siguió conversando con la muchacha, bromeando, contándole aventuras que había vivido tiempo atrás, tratando de apartar sus pensamientos de las quemaduras que recorrían su cuerpo.
Pero por mucho que se esforzarse por evadir a Catherine de la realidad, estaban atrapados en una isla perdida de la mano de los dioses, y en un principio, las únicas embarcaciones que les habían llevado hasta allí habían quedado reducidas astillas.
Por fortuna, Schott apareció vagando por la playa al cabo de un rato. Lo que infundió al exmercenario de un sentimiento que, por mucho que tratase de disimularlo cada vez que posaba su mirada en las aguas rojas que se extendían frente a él se apagaba. Esperanza.
– Me alegro de verte, maldita sea – Dijo levantándose y, sonriendo efusivamente, zarandeando al muchacho de un lugar a otro - ¿Cómo te encuentras? ¿Todo bien? – Hechas las preguntas pertinentes y viendo que el herrero estaba bien, volvió a sentarse junto a la vampiresa. – Este es Schott – Le repitió, aunque la muchacha ya se había presentado y conocía el nombre del recién llegado – Si alguien puede construirnos una algo para salir de aquí, es él – Dijo cruzándose de brazos, asintiendo.
Otra figura apareció de la espesura que les rodeaba, esta con intenciones muchos más hostiles. Tan pronto como escuchó una armoniosa voz amenazarles Eltrant tomó la espada que descansaba en la arena a pocos metros de él, no obstante, la estiliza figura, evidentemente femenina, no era la de una persona desconocida, mucho menos la de una que atacase sin motivo a los supervivientes de un naufragio.
- ¿Ni…Niniel? – Preguntó bajando la espada, para dejarla caer a un lado en cuando se aseguró de que, efectivamente, aquella mujer era la elfa con la que había compartido alguna aventura que otra, una elfa a la que, hasta hacía apenas unas semanas, había olvidado por culpa de la maldición de la que ya estaba curado. - ¡Niniel! – Exclamó entonces entendido que, seguramente, la peliblanca había acabado siendo parte de la Logia de magos de Dundarak – Tienes que ayudar a Cathe… - La mujer parecía tener claro que debía de hacer en aquella situación y, apenas hubo comprendido que los humanos no eran ninguna amenaza, se centró en sanar Catherine.
Cruzándose de brazos, sonrió escuetamente al ver como la elfa aplicaba sus conocimientos médicos sobre la muchacha, respiró aliviado al ver como el rostro de la vampiresa se relajaba, como el dolor parecía quedar acallado bajo el cálido brillo que emitían las manos de Niniel.
Suspiró y volvió a enfundarse en su armadura completa, ajustó las correas de cuero que la mantenían sujeta a su cuerpo y se colocó su espada al cinto. Sonrió a Niniel mientras se aseguraba de que llevaba todo su equipo consigo - … Es una suerte que hayas aparecido, Niniel – Dijo con simpleza pasándose la mano por el pelo, sin estar realmente seguro que palabras pronunciar, de algún modo la elfa siempre se le había antojado sobrecogedora, como si pudiese ver más allá de las palabras. – Gracias por… bueno… – Señaló a Catherine disimuladamente – …No he podido hacer gran cosa – Dijo ahora en voz más baja, sus conocimientos de medicina eran más bien nulos, si acaso, se le daba bien recibir heridas no curarlas, que Niniel estuviese allí aumentaba las posibilidades de que todos sobreviviesen aquella “aventura”, cosa que iba a hacer que sucediese, aunque tuviese que poner su vida sobre la palestra.
De algún modo, el grupo acabó adentrándose en la selva y, por supuesto, mientras caminaban a través de la espesura, Eltrant se encargó de narrar aún más de sus historias en voz alta a sus aliados, lo último que podía hacer era dejarles que pensasen en personas que querían, en cada uno de los muertos del naufragio.
– Tú estabas en esa Nin. ¿Las pociones? ¿Te acuerdas? – Dijo sonriendo para entonces dejar escapar una carcajada, lo bueno de aquellos relatos es que parecían mostrar que, por muy machacado que estuvieses, por muy en contra que parezca la situación en la que te encuentras, siempre se puede seguir adelante – Debo decir, no me sientan nada mal las faldas, ¿No crees? – Se giró hacia el grupo y se llevó las manos hasta la nuca, comenzando a andar de espaldas – Pociones de transmutación – Sonrió a Catherine, que seguía emitiendo aquel brillo extraño, el sol era más blanquecino de lo normal, ¿Tendría aquello que ver? – En su momento me asusté bastante – Miró ahora a Schott y se encogió de hombros, momento en el que se vio obligado a mirar hacía al frente, ya que no habían sido pocas las veces con las que casi se tropezaba con ramas de los árboles y las gruesas raíces que de igual forma que lo haría una inmensa telaraña, se extendía a lo largo del suelo. – Pero es una anécdota ¿No? Al final todo salió bien, eso es lo que importa, estas cosas acaban siendo anécdotas. – El rostro de Alanna se pasó por su cabeza, casi como un destello ¿Estaría bien? Schott y él había llegado hasta tierra firme y la guarda era infinitamente más ágil que ellos dos, tenía que estar bien; se obligó a sonreír a los presentes.
Continuó de igual forma durante la larga caminata a través de la húmeda foresta, avanzado hacia adelante, intercambiando chascarrillos y pequeños relatos con sus compañeros hasta que, finalmente, en mitad de la nada, una mujer de aspecto estrafalario emergió de entre los árboles, de igual forma que lo había hecho Niniel antes.
Frunciendo el ceño llevó su mano útil hasta el pomo del espadón que pendía de su cinturón. - ¿Quién eres? ¿Has naufragado? ¿Guardia? ¿Logia? – La curiosa mujer ni siquiera le hizo caso se dedicó a hablarle directamente a Catherina. Girándose hacía las dos miembros pertenecientes a la logia del grupo, Eltrant buscó algo de comprensión en sus miradas, pero las albinas parecían tener la misma expresión que él mismo, aquella mujer era una completa desconocida para todos.
Las palabras de la indígena no hicieron sino acrecentar las dudas que Eltrant sentía hacía ella; ¿Kumatre? ¿Catherine? Todo aquello sonaba a leyendas antiguas para él. Avanzó un par de pasos colocándose en cabeza del grupo, podía reconocer, al menos, que había hablado de “Volver a Pangea” lo cual por el contexto solo podía significar el continente, o al menos, eso esperaba el guarda. – No sé qué buscas de Catherine, pero no voy a dejar que… - Cuando esta terminó de hablar, la autodenominada exiliada se desvaneció entre las plantas de igual forma de la que había llegado, sin intercambiar ni una palabra más con los presentes, dando paso a un tenso silencio que apenas duró unos segundos, cuando este fue roto por la confusa voz de Catherine y, justo después, por un grupo de hombres-bestia alados con intenciones poco agradables para los náufragos.
- ¡Alejaos de ella! – Desenvainó por completo su espada, apenas tuvo tiempo de hacer nada antes de que las aves se hicieran con Catherine y la apartaran de los demás - ¡Cath! – Se giró hacia su compañero de la guarda - ¡Schott, escudo! – Exclamó a su compañero para que se preparase. Avanzó en dirección a los hombres-bestia, los gritos en aquella lengua que compartían los captores de Catherine indicaban que estos no estaban dispuestos a permitir que el pequeño grupo recuperase a su compañera.
Los nativos aumentaron el tono de sus voces, al mismo tiempo que acometían con los presentes con las partes sin filo de sus armas, para Eltrant aquello no era un gran impedimento debido a su armadura, por lo que se colocó frente a los compañeros, de forma que fueron en él en quien concentraron todas sus fuerzas. - ¡Venid a por mí! – Gritó, apartando de un manotazo la arcaica lanza de uno de los nativos que buscaba el cuerpo de la peliblanca. – ¡Tranquila Cath! ¡Estamos aquí al lado! – Dio un espadazo en horizontal frente a él, todas las aves retrocedieron para evitar la afilada espada del exmercenario.
- ¿¡Alguien tiene alguna idea brillante!? ¿Schott? ¿Niniel? – Preguntó, los indígenas parecían idolatrar a Catherine, pero no podía arriesgar a que la hiriesen en mitad de un combate, estaban en clara inferioridad numérica y en un lugar ridículamente estrecho para pelar, por supuesto aquello nunca le había parecido un inconveniente; no obstante, en aquel momento las vidas de sus compañeros dependían de que no tomase decisiones precipitadas, por lo que bajó un poco la espada, esperando que decidían hacer sus compañeros.
- … Son muchos para enfrenarnos a ellos aquí – Dijo, la incapacidad para comprender lo que decían iba en las dos direcciones, las aves no podían comprender que decía, o lo disimulaban muy bien – Pero si no hay un plan mejor, aseguraos de alcanzar a Catherine, yo les distraigo - Afirmó volviendo a levantar la espada helada.
Pero por mucho que se esforzarse por evadir a Catherine de la realidad, estaban atrapados en una isla perdida de la mano de los dioses, y en un principio, las únicas embarcaciones que les habían llevado hasta allí habían quedado reducidas astillas.
Por fortuna, Schott apareció vagando por la playa al cabo de un rato. Lo que infundió al exmercenario de un sentimiento que, por mucho que tratase de disimularlo cada vez que posaba su mirada en las aguas rojas que se extendían frente a él se apagaba. Esperanza.
– Me alegro de verte, maldita sea – Dijo levantándose y, sonriendo efusivamente, zarandeando al muchacho de un lugar a otro - ¿Cómo te encuentras? ¿Todo bien? – Hechas las preguntas pertinentes y viendo que el herrero estaba bien, volvió a sentarse junto a la vampiresa. – Este es Schott – Le repitió, aunque la muchacha ya se había presentado y conocía el nombre del recién llegado – Si alguien puede construirnos una algo para salir de aquí, es él – Dijo cruzándose de brazos, asintiendo.
Otra figura apareció de la espesura que les rodeaba, esta con intenciones muchos más hostiles. Tan pronto como escuchó una armoniosa voz amenazarles Eltrant tomó la espada que descansaba en la arena a pocos metros de él, no obstante, la estiliza figura, evidentemente femenina, no era la de una persona desconocida, mucho menos la de una que atacase sin motivo a los supervivientes de un naufragio.
- ¿Ni…Niniel? – Preguntó bajando la espada, para dejarla caer a un lado en cuando se aseguró de que, efectivamente, aquella mujer era la elfa con la que había compartido alguna aventura que otra, una elfa a la que, hasta hacía apenas unas semanas, había olvidado por culpa de la maldición de la que ya estaba curado. - ¡Niniel! – Exclamó entonces entendido que, seguramente, la peliblanca había acabado siendo parte de la Logia de magos de Dundarak – Tienes que ayudar a Cathe… - La mujer parecía tener claro que debía de hacer en aquella situación y, apenas hubo comprendido que los humanos no eran ninguna amenaza, se centró en sanar Catherine.
Cruzándose de brazos, sonrió escuetamente al ver como la elfa aplicaba sus conocimientos médicos sobre la muchacha, respiró aliviado al ver como el rostro de la vampiresa se relajaba, como el dolor parecía quedar acallado bajo el cálido brillo que emitían las manos de Niniel.
Suspiró y volvió a enfundarse en su armadura completa, ajustó las correas de cuero que la mantenían sujeta a su cuerpo y se colocó su espada al cinto. Sonrió a Niniel mientras se aseguraba de que llevaba todo su equipo consigo - … Es una suerte que hayas aparecido, Niniel – Dijo con simpleza pasándose la mano por el pelo, sin estar realmente seguro que palabras pronunciar, de algún modo la elfa siempre se le había antojado sobrecogedora, como si pudiese ver más allá de las palabras. – Gracias por… bueno… – Señaló a Catherine disimuladamente – …No he podido hacer gran cosa – Dijo ahora en voz más baja, sus conocimientos de medicina eran más bien nulos, si acaso, se le daba bien recibir heridas no curarlas, que Niniel estuviese allí aumentaba las posibilidades de que todos sobreviviesen aquella “aventura”, cosa que iba a hacer que sucediese, aunque tuviese que poner su vida sobre la palestra.
De algún modo, el grupo acabó adentrándose en la selva y, por supuesto, mientras caminaban a través de la espesura, Eltrant se encargó de narrar aún más de sus historias en voz alta a sus aliados, lo último que podía hacer era dejarles que pensasen en personas que querían, en cada uno de los muertos del naufragio.
– Tú estabas en esa Nin. ¿Las pociones? ¿Te acuerdas? – Dijo sonriendo para entonces dejar escapar una carcajada, lo bueno de aquellos relatos es que parecían mostrar que, por muy machacado que estuvieses, por muy en contra que parezca la situación en la que te encuentras, siempre se puede seguir adelante – Debo decir, no me sientan nada mal las faldas, ¿No crees? – Se giró hacia el grupo y se llevó las manos hasta la nuca, comenzando a andar de espaldas – Pociones de transmutación – Sonrió a Catherine, que seguía emitiendo aquel brillo extraño, el sol era más blanquecino de lo normal, ¿Tendría aquello que ver? – En su momento me asusté bastante – Miró ahora a Schott y se encogió de hombros, momento en el que se vio obligado a mirar hacía al frente, ya que no habían sido pocas las veces con las que casi se tropezaba con ramas de los árboles y las gruesas raíces que de igual forma que lo haría una inmensa telaraña, se extendía a lo largo del suelo. – Pero es una anécdota ¿No? Al final todo salió bien, eso es lo que importa, estas cosas acaban siendo anécdotas. – El rostro de Alanna se pasó por su cabeza, casi como un destello ¿Estaría bien? Schott y él había llegado hasta tierra firme y la guarda era infinitamente más ágil que ellos dos, tenía que estar bien; se obligó a sonreír a los presentes.
Continuó de igual forma durante la larga caminata a través de la húmeda foresta, avanzado hacia adelante, intercambiando chascarrillos y pequeños relatos con sus compañeros hasta que, finalmente, en mitad de la nada, una mujer de aspecto estrafalario emergió de entre los árboles, de igual forma que lo había hecho Niniel antes.
Frunciendo el ceño llevó su mano útil hasta el pomo del espadón que pendía de su cinturón. - ¿Quién eres? ¿Has naufragado? ¿Guardia? ¿Logia? – La curiosa mujer ni siquiera le hizo caso se dedicó a hablarle directamente a Catherina. Girándose hacía las dos miembros pertenecientes a la logia del grupo, Eltrant buscó algo de comprensión en sus miradas, pero las albinas parecían tener la misma expresión que él mismo, aquella mujer era una completa desconocida para todos.
Las palabras de la indígena no hicieron sino acrecentar las dudas que Eltrant sentía hacía ella; ¿Kumatre? ¿Catherine? Todo aquello sonaba a leyendas antiguas para él. Avanzó un par de pasos colocándose en cabeza del grupo, podía reconocer, al menos, que había hablado de “Volver a Pangea” lo cual por el contexto solo podía significar el continente, o al menos, eso esperaba el guarda. – No sé qué buscas de Catherine, pero no voy a dejar que… - Cuando esta terminó de hablar, la autodenominada exiliada se desvaneció entre las plantas de igual forma de la que había llegado, sin intercambiar ni una palabra más con los presentes, dando paso a un tenso silencio que apenas duró unos segundos, cuando este fue roto por la confusa voz de Catherine y, justo después, por un grupo de hombres-bestia alados con intenciones poco agradables para los náufragos.
- ¡Alejaos de ella! – Desenvainó por completo su espada, apenas tuvo tiempo de hacer nada antes de que las aves se hicieran con Catherine y la apartaran de los demás - ¡Cath! – Se giró hacia su compañero de la guarda - ¡Schott, escudo! – Exclamó a su compañero para que se preparase. Avanzó en dirección a los hombres-bestia, los gritos en aquella lengua que compartían los captores de Catherine indicaban que estos no estaban dispuestos a permitir que el pequeño grupo recuperase a su compañera.
Los nativos aumentaron el tono de sus voces, al mismo tiempo que acometían con los presentes con las partes sin filo de sus armas, para Eltrant aquello no era un gran impedimento debido a su armadura, por lo que se colocó frente a los compañeros, de forma que fueron en él en quien concentraron todas sus fuerzas. - ¡Venid a por mí! – Gritó, apartando de un manotazo la arcaica lanza de uno de los nativos que buscaba el cuerpo de la peliblanca. – ¡Tranquila Cath! ¡Estamos aquí al lado! – Dio un espadazo en horizontal frente a él, todas las aves retrocedieron para evitar la afilada espada del exmercenario.
- ¿¡Alguien tiene alguna idea brillante!? ¿Schott? ¿Niniel? – Preguntó, los indígenas parecían idolatrar a Catherine, pero no podía arriesgar a que la hiriesen en mitad de un combate, estaban en clara inferioridad numérica y en un lugar ridículamente estrecho para pelar, por supuesto aquello nunca le había parecido un inconveniente; no obstante, en aquel momento las vidas de sus compañeros dependían de que no tomase decisiones precipitadas, por lo que bajó un poco la espada, esperando que decidían hacer sus compañeros.
- … Son muchos para enfrenarnos a ellos aquí – Dijo, la incapacidad para comprender lo que decían iba en las dos direcciones, las aves no podían comprender que decía, o lo disimulaban muy bien – Pero si no hay un plan mejor, aseguraos de alcanzar a Catherine, yo les distraigo - Afirmó volviendo a levantar la espada helada.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Sonreí de oreja a oreja ante el abrazo de Eltrant, que bien haberle hallado sano y salvo, ahora las cosas parecían por fin mejorar.
Tanto Eltrant como yo estábamos bastante hechos polvo tras la batalla, yo estaba bastante exhausto pero sentado a la sombra recuperaba el aliento, la joven vaciló un momento darme la mano, quizás aún no estuviese segura de que era amigo, aunque después de lo que había pasado no podía culparla.
Pero finalmente se decidió y me rozó levemente la mano a modo de saludo, noté su piel áspera, la sonreí, dijo llamarse Catherine. –Encantada Catherine, no tienes nada de qué preocuparte, Eltrant y yo somos imparables, la espada y el escudo del pueblo libre eh Jajaja- bromeé tratando de que se sintiese mas cómoda, me fije entonces en que su piel tenía algo raro, como un color o un brillo extraño, quizás había pasado demasiado tiempo al sol tras el naufragio, reparé entonces en que a mí me había pasado lo mismo, seguro que esta noche estaría rojo como un cangrejo.
Decidí no preguntarle nada mas de momento, por sus gestos parecía que le causaba dolor, y no se me ocurría que podría hacer yo para ayudarla, al menos tenía suerte de no ser vampiro, entonces la pobre habría acabado mucho peor.
Reí ante la presentación de Eltrant –Jajaja, nah, está exagerando, quizás una catapulta palmera, pero no creo que con eso llegásemos muy lejos Jajaja- bromeé.
Entonces una voz tras nosotros me sorprendió de tal manera que me puse en pie del susto.
-Ah no no no, calma no es lo que parece, no hemos hecho nada, ni lo hemos pensado siquiera no, no…- dije nervioso levantando las manos al desconocido de la selva.
Entonces las hojas desvelaron la verdadera identidad de nuestro atacante, y yo no podía creer lo que veía.
-¿Ni…Niniel?- Dije igual de sorprendido –Eso mismo estaba pensando yo, ¿vives aquí?, ¿viajabas en el barco?- pregunte con la cabeza llena de dudas.
-Si..Si, de la guardia, bueno aun novatos Jajaja- reí retirando algo de sangre seca y arena para dejar ver mi mal cosido emblema de la guardia.
La bella Niniel, siempre atenta, se dirigió rápidamente a sanar a Catherine, espere a que acabase para hacerla más preguntas, estaba claro que la joven necesitaba de sus atentos cuidados.
-Jo Niniel no sabes cuánto me alegro de verte, una cara conocida, uf, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos- sonreí visiblemente animado. -¿Qué es de tu vida, cómo has acabado aquí? Nosotros viajábamos en un barco que... bueno… no acabó muy bien-
Cuando Catherine estaba visiblemente mejor y todos estabamos bien preparados nos pusimos en marcha internándonos en la selva, fue dar el primer paso cuando la soga que llevaba aun atada al pie me hizo tropezar y caer de nuevo de bruces.
-Aghhh…ggggg- mascullé desde el suelo –Con permiso- dije usando la espada de Eltrant para cortar finalmente la dichosa cuerda, sin embargo la vi de utilidad así que me la eché al hombro.
Proseguimos andando por la selva, Eltrant nos amenizaba con algunas buenas historias.
-Espera espera, vas a tener que darme más detalles de eso de las faldas y las pociones jajajaja- reí a carcajadas, me moría por oír esa historia.
Me fijé entonces en que la piel de Catherine seguía emitiendo un extraño brillo, ¿Sería algún tipo de magia? ¿Acaso producto de la curación de Catherine?, iba a decidirme por fin a preguntar cuando una extraña mujer surgió de los árboles dándome otro susto.
-Uahh- Exclamé al ver a la estrafalaria señora -¿Pero esto no era una isla desierta?- No pude evitar fijarme en que tenía una jaula con una llave en su interior, ¿que demonios abriría esa llave? ¿hará falta otra llave para abrir la jaula de la llave?
Sin embargo la extraña mujer no se dirigió a nosotros sino a Catherine, que por lo visto era una diosa del sol o algo así, o eso decía la mujer de negro.
-Creo que hay algo que no me habéis contado- dije en voz baja al grupo.
La mujer dijo algo que no entendí bien sobre que su hermana la había desterrado, una llave y un obelisco, iba a preguntar si era otro naufrago al que había dado mucho el sol cuando desapareció literalmente de nuestra vista desvaneciéndose en el aire y dejándome los ojos como platos.
-Eehhhhhhh- mascullé procesando lo que acababa de ver, pero ni siquiera tendría tiempo para pensar, pues unos enormes pájaros-hombre enormes, quizás hombres bestia llegaron de repente con intenciones visiblemente hostiles.
-¿Pero qué…?- La cosa no hacía más que ponerse cada vez más rara, y articulando unas palabras en un lenguaje extraño así como graznidos los hombres pájaro comenzaron a hostigarnos y apartar a Catherine, Eltrant se puso en guardia al frente, le asentí y saqué el escudo tratando de cubrirnos, pero los hombres pájaro eran más y más grandes.
-Ahgg..agggh..basta basta ya…ya vale- dije tratando de evitar que me pinchasen con sus armas sin mucho éxito, no parecían atender a razones y tampoco se me ocurría nada que hacer, parecía que el suceso iba a acabar en desenlace violento y estudiando la situación no creo que pudiese parar todas las flechas que tenían, quizás pudiese cubrir a Niniel pero Eltrant y a mí...eran demasiados y no entendía nada de lo que decían, hablaban un lenguaje raro que no había oído nunca..si tal vez tratase de inventarme algo…que sonase parecido…
-Emmmm…ejemmm…emm…Pakkahi uru boula tome- Les dije haciendo aspavientos –Mana bata kubali rucu pico- A saber qué demonios estaba diciendo, seguramente nada, pero algo tenía que intentar.
-Malahuula tok…usami..butu..ehhmmmm..ehmmm…. Bala manala… ¿tuky tuky?- Dije gesticulando con las manos, quien sabe, a lo mejor creían que no estábamos bien de la cabeza y nos dejaban marchar.
Tanto Eltrant como yo estábamos bastante hechos polvo tras la batalla, yo estaba bastante exhausto pero sentado a la sombra recuperaba el aliento, la joven vaciló un momento darme la mano, quizás aún no estuviese segura de que era amigo, aunque después de lo que había pasado no podía culparla.
Pero finalmente se decidió y me rozó levemente la mano a modo de saludo, noté su piel áspera, la sonreí, dijo llamarse Catherine. –Encantada Catherine, no tienes nada de qué preocuparte, Eltrant y yo somos imparables, la espada y el escudo del pueblo libre eh Jajaja- bromeé tratando de que se sintiese mas cómoda, me fije entonces en que su piel tenía algo raro, como un color o un brillo extraño, quizás había pasado demasiado tiempo al sol tras el naufragio, reparé entonces en que a mí me había pasado lo mismo, seguro que esta noche estaría rojo como un cangrejo.
Decidí no preguntarle nada mas de momento, por sus gestos parecía que le causaba dolor, y no se me ocurría que podría hacer yo para ayudarla, al menos tenía suerte de no ser vampiro, entonces la pobre habría acabado mucho peor.
Reí ante la presentación de Eltrant –Jajaja, nah, está exagerando, quizás una catapulta palmera, pero no creo que con eso llegásemos muy lejos Jajaja- bromeé.
Entonces una voz tras nosotros me sorprendió de tal manera que me puse en pie del susto.
-Ah no no no, calma no es lo que parece, no hemos hecho nada, ni lo hemos pensado siquiera no, no…- dije nervioso levantando las manos al desconocido de la selva.
Entonces las hojas desvelaron la verdadera identidad de nuestro atacante, y yo no podía creer lo que veía.
-¿Ni…Niniel?- Dije igual de sorprendido –Eso mismo estaba pensando yo, ¿vives aquí?, ¿viajabas en el barco?- pregunte con la cabeza llena de dudas.
-Si..Si, de la guardia, bueno aun novatos Jajaja- reí retirando algo de sangre seca y arena para dejar ver mi mal cosido emblema de la guardia.
La bella Niniel, siempre atenta, se dirigió rápidamente a sanar a Catherine, espere a que acabase para hacerla más preguntas, estaba claro que la joven necesitaba de sus atentos cuidados.
-Jo Niniel no sabes cuánto me alegro de verte, una cara conocida, uf, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos- sonreí visiblemente animado. -¿Qué es de tu vida, cómo has acabado aquí? Nosotros viajábamos en un barco que... bueno… no acabó muy bien-
Cuando Catherine estaba visiblemente mejor y todos estabamos bien preparados nos pusimos en marcha internándonos en la selva, fue dar el primer paso cuando la soga que llevaba aun atada al pie me hizo tropezar y caer de nuevo de bruces.
-Aghhh…ggggg- mascullé desde el suelo –Con permiso- dije usando la espada de Eltrant para cortar finalmente la dichosa cuerda, sin embargo la vi de utilidad así que me la eché al hombro.
Proseguimos andando por la selva, Eltrant nos amenizaba con algunas buenas historias.
-Espera espera, vas a tener que darme más detalles de eso de las faldas y las pociones jajajaja- reí a carcajadas, me moría por oír esa historia.
Me fijé entonces en que la piel de Catherine seguía emitiendo un extraño brillo, ¿Sería algún tipo de magia? ¿Acaso producto de la curación de Catherine?, iba a decidirme por fin a preguntar cuando una extraña mujer surgió de los árboles dándome otro susto.
-Uahh- Exclamé al ver a la estrafalaria señora -¿Pero esto no era una isla desierta?- No pude evitar fijarme en que tenía una jaula con una llave en su interior, ¿que demonios abriría esa llave? ¿hará falta otra llave para abrir la jaula de la llave?
Sin embargo la extraña mujer no se dirigió a nosotros sino a Catherine, que por lo visto era una diosa del sol o algo así, o eso decía la mujer de negro.
-Creo que hay algo que no me habéis contado- dije en voz baja al grupo.
La mujer dijo algo que no entendí bien sobre que su hermana la había desterrado, una llave y un obelisco, iba a preguntar si era otro naufrago al que había dado mucho el sol cuando desapareció literalmente de nuestra vista desvaneciéndose en el aire y dejándome los ojos como platos.
-Eehhhhhhh- mascullé procesando lo que acababa de ver, pero ni siquiera tendría tiempo para pensar, pues unos enormes pájaros-hombre enormes, quizás hombres bestia llegaron de repente con intenciones visiblemente hostiles.
-¿Pero qué…?- La cosa no hacía más que ponerse cada vez más rara, y articulando unas palabras en un lenguaje extraño así como graznidos los hombres pájaro comenzaron a hostigarnos y apartar a Catherine, Eltrant se puso en guardia al frente, le asentí y saqué el escudo tratando de cubrirnos, pero los hombres pájaro eran más y más grandes.
-Ahgg..agggh..basta basta ya…ya vale- dije tratando de evitar que me pinchasen con sus armas sin mucho éxito, no parecían atender a razones y tampoco se me ocurría nada que hacer, parecía que el suceso iba a acabar en desenlace violento y estudiando la situación no creo que pudiese parar todas las flechas que tenían, quizás pudiese cubrir a Niniel pero Eltrant y a mí...eran demasiados y no entendía nada de lo que decían, hablaban un lenguaje raro que no había oído nunca..si tal vez tratase de inventarme algo…que sonase parecido…
-Emmmm…ejemmm…emm…Pakkahi uru boula tome- Les dije haciendo aspavientos –Mana bata kubali rucu pico- A saber qué demonios estaba diciendo, seguramente nada, pero algo tenía que intentar.
-Malahuula tok…usami..butu..ehhmmmm..ehmmm…. Bala manala… ¿tuky tuky?- Dije gesticulando con las manos, quien sabe, a lo mejor creían que no estábamos bien de la cabeza y nos dejaban marchar.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Si de un talento estaba especialmente orgullosa la peliblanca, ese era su don para la sanación. Un regalo de los dioses para con el pueblo elfo que todos los hijos del bosque poseían, pero al que no muchos dedicaban su vida como había hecho la propia Níniel, y su madre antes que ella, y la madre de su madre antes que ella...y así a lo largo de decenas de generaciones hasta remontarse a los tiempos en los que los grandes dragones sobrevolaban los cielos de Aerandir y compartían su sabiduría con los ancestros de elfos y brujos, antes de que ambos pueblos se separaran y diera comienzo su prolongada enemistad. Podría decirse que la peliblanca había heredado aquel don innato, así como la vocación para ello, pero nunca antes había sentido algo como lo que sentía mientras trataba las quemaduras sobre la piel de Catherine, y nunca antes había sido capaz de sanar unas heridas tan serias con tanta facilidad.
Sentía como si su magia fuera más fuerte, y no solo eso, era como si apenas le costara esfuerzo mantener sus curas a esa magnitud, a la vez que sentía su mente y su cuerpo tan tranquilos que por momentos el naufragio y la gran cantidad de pérdidas que había supuesto, en las cuales la peliblanca no quería sumar aún las de sus compañeros, parecían algo lejano, distante en el tiempo e incapaces de enturbiar aquella agradable sensación de bienestar. Incluso se sentía extrañamente optimista, mucho más dispuesta a confiar en que los demás también lo habrían logrado y que no tardarían en reunirse y abrazarse aliviados.
-Esto ya está. Puede que aún notes unas molestias pero no debes preocuparte.- Dijo para terminar de tranquilizarla sin querer mencionar el extraño brillo que emitía su piel o el hecho de que en condiciones normales ni siquiera la sombra de aquella frondosa extensión selvática podría haber evitado que acabara convertida en ceniza. De hecho su compañera parecía tan sorprendida e incluso asustada por aquel brillo como ella, así que no tenía sentido preguntarle. Quizá la respuesta a tan extraño fenómeno estuviera en alguna parte de aquel lugar, puede que también a la de cuál era el origen de aquella magia tan pura y natural. O podría investigarlo una vez que lograran volver a la torre de la logia. Por el momento lo único que podían hacer era estar atentos y ayudarla del mejor modo posible.
-Fue con aquel asunto de los trasgos ¿no? Sí que ha pasado un tiempo.- Respondió entonces la joven a Schott poniéndose de pié y echando un vistazo alrededor, prestando especial atención a las plantas del lugar así como a los humanos y a la curiosa espada de Eltrant, la cual brillaba con un tenue tono azulado. -Es una larga historia, larga y extraña. Con decir que hace unas horas estábamos en la torre de la logia, en el norte, y ahora estamos aquí podéis haceros una idea de ello.- Continuó diciendo la sacerdotisa que tampoco quería aburrirles con detalles de algo que ni ella misma acababa de comprender del todo. -Abordamos el barco de la guardia justo antes de que la cosa se pusiera fea. Después debí de acabar en el agua y me desperté en la playa. Pensaba que solo quedaba yo hasta que vi vuestras huellas en la arena.- Terminó de explicar la elfa. -Dicen que la guardia nunca está cuando la necesitas, bueno, pues aunque sea por una vez eso no es cierto.- Añadió entonces, y sus palabras eran a la vez tanto un intento por rebajar un poco la tensión de la situación como una pregunta indirecta hacia los humanos; ¿Qué diantres hacía la guardia en aquellas aguas? Estaban muy lejos de casa.
Tras aquello, el grupo se puso en marcha, aunque sin un destino claro. Dada la situación lo primero sería encontrar agua potable, incluso algo que llevarse a la boca, sin olvidarse de buscar a sus compañeros por supuesto. Y ya que no sabían dónde estaban, cualquier dirección era buena, siempre que permanecieran a la sombra si no querían perder a Catherine y que se aseguraran de poder regresar a la playa luego, claro. Algo que no sería un problema para ella pues se sentía casi como en Sandorai al estar rodeada de la naturaleza y su magia positiva que tanto la estaba afectando. Incluso moverse por entre aquellos árboles y plantas le resultaba relativamente sencillo a la elfa, por lo que pudo prestar mucha atención a las historias y chascarrillos con los que Eltrant amenizaba el camino.
-Una anécdota, sí. Una que casi te deja llevando falda el resto de tu vida y con una hija de regalo. Además no se me olvida que se te iban los ojos a donde no deberían.- Le regañó.- Las pociones de transmutación son consideras avanzadas y peligrosas por algo, pero sí, supongo que ya que al final todo salió bien...-La peliblanca suspiró. Aquella vez realmente les fue de un pelo. Unas horas más a la hora de encontrar los ingredientes para revertir el proceso y...bueno mejor no pensarlo. -Ciertamente como mujer tenías bastante éxito, me pregunto si aún mantienes el contacto con aquel tipo...¿Cómo se llamaba?- Preguntó refiriéndose a aquel noble que le sacó incluso a bailar y que pareció sentir todo un flechazo por el alter ego femenino de Eltrant.
Continuaban avanzando, sin encontrar nada útil o interesante en aquella espesura en la que cada vez se adentraban más y más, salvo algún que otro tipo interesante de planta o por algún instante fugaz alguna criatura de la selva que rápidamente se ocultaba de ellos, cuando de repente comenzó a agitarse parte la vegetación cercana a donde se encontraban, poniendo a Níniel en guardia ante la súbita aparición que tuvo lugar a continuación.
Se trataba de una mujer, elegante y hermosa ataviada totalmente de negro como si quisiera representar que se trataba de un ave de negro plumaje, como un cuervo. No hizo gesto amenazante ni saco arma alguna contra ellos, ni siquiera ante la reacción mucho menos amistosa de los miembros del grupo, que había echado las manos a sus armas tan pronto como notaron su presencia allí. En una de sus manos portaba una jaula para pájaros como las que usaban los orejas redondas, pero en vez de un ave dentro llevaba una llave, lo cual era algo bastante extraño.
La extraña fémina ignoró las preguntas de Elt y Schott y de modo igualmente pacífico a como había llegado se dirigió hacia la brillante vampira comenzando a explicar algo relacionado con el propósito de esa llave así como una historia en la que ella había sido castigada por su hermana a vagar por los confines de la selva, claro que sin decir de qué la habían acusado exactamente. Todo ello mientras se refería a Catherine como una deidad solar de nombre "Kumatre" y que por lo visto debía de ser adorada allí, en el reino de las aves. Información más que suficiente para que la sacerdotisa supiera donde estaban.
El reino de las aves era algo de lo que Níniel había oído hablar, casi como si de un cuento se tratara. Según la peliblanca tenía entendido, el reino de las aves era uno de los cuatro grandes reinos de los hombres-bestia. Y en el Adelheid reinaba tratando de llevar la paz y armonía a los suyos teniendo que vérselas con una tal Koran, el cuervo negro, tachada como un ser auténticamente malvado. Sabiendo aquello, que esa mujer que se había presentado ante ellos pidiendo ayuda para liberar a un cuervo vistiera de negro como un córvido también resultaba ciertamente inquietante. No obstante antes de que Níniel pudiera comentar algo al respecto y advertir a sus compañeros de tal información, la mujer desapareció como desvaneciéndose en el aire.
-¿Magia de ilusión?.- Preguntó en voz alta la joven alargando su bastón para golpear al aire donde antes había estado la dama de negras vestimentas, pero allí no había nada. -Alas negras, palabras negras.- Añadió entonces la elfa para atraer la atención de los demás y contarles lo que sabía de ese reino de las aves. Pero antes de poder decir nada más, aquellos anunciados por la misteriosa mujer llegaron hasta allí, y lo hicieron demostrando unos modales mucho peores que los mostrados por la aparición anterior.
La intervención de Eltrant sirvió para que centraran la mayor parte de sus molestas punzadas, graznidos y chillidos en él, aunque por desgracia no todos, llegando a golpear de forma más molesta que dañina a Níniel con golpes con los mangos de sus lanzas en la espalda y los costados. Peor aún aquellos pajarracos se las apañaron para separar a Catherine de los demás y se colocaron de tal manera que denotaba que la consideraban diferente a ellos, incluso como si quisieran defenderla del resto. ¿Era porque como había dicho la mujer de negro creían que era Kumatre, la deidad solar? ¿Pensaban que eran enemigos de su brillante diosa? De ser así, y si pudieran llegar a hacer entender quizá podrían solucionar aquello de forma pacífica. El problema era al menos Níniel tenía bastante oxidado su "pajariense" o lo que fuera que graznaran esos sujetos, aunque por suerte parecía no ser el caso de Schott, que siempre era una caja de sorpresas.
-¿Qué les has dicho? ¿Qués es eso de tuky tuky?- Preguntó la peliblanca esperanzada. Aunque le bastó intercambiar una mirada con él para saber que simplemente había empezado a hacer ruidos parecidos a los que esos hombres-pájaro emitían por si sonaba la campana. A saber si había logrado decir algo que pudieran entender, y en caso de ser así si no había defecado en las tumbas de sus antepasados o algo peor. -Será posible...Es hora del plan "b", "b de Bio. Podemos con ellos. Quieren luz, les daré luz.- Dijo para nada dispuesta a dejar que se llevaran a su amiga.
Acto seguido imbuyó su bastón su magia de luz haciendo que este comenzara a brillar tanto o más que la propia Catherine y, aprovechando que aquellos enemigos parecían sentirse confiados en sus posibilidades y buscaban su rendición ante las dudas y extraños modos de actuar de los humanos, le arreó un soberano bastonazo en el pecho a aquel que les amenazaba y pinchaba con el extremo de una ballesta amenazando inmediatamente a otro con el extremo de su arma dejándola brillando delante de su rostro. -¿Esto os gusta? ¿Si ella es Kumatre yo que soy entonces?-
Sentía como si su magia fuera más fuerte, y no solo eso, era como si apenas le costara esfuerzo mantener sus curas a esa magnitud, a la vez que sentía su mente y su cuerpo tan tranquilos que por momentos el naufragio y la gran cantidad de pérdidas que había supuesto, en las cuales la peliblanca no quería sumar aún las de sus compañeros, parecían algo lejano, distante en el tiempo e incapaces de enturbiar aquella agradable sensación de bienestar. Incluso se sentía extrañamente optimista, mucho más dispuesta a confiar en que los demás también lo habrían logrado y que no tardarían en reunirse y abrazarse aliviados.
-Esto ya está. Puede que aún notes unas molestias pero no debes preocuparte.- Dijo para terminar de tranquilizarla sin querer mencionar el extraño brillo que emitía su piel o el hecho de que en condiciones normales ni siquiera la sombra de aquella frondosa extensión selvática podría haber evitado que acabara convertida en ceniza. De hecho su compañera parecía tan sorprendida e incluso asustada por aquel brillo como ella, así que no tenía sentido preguntarle. Quizá la respuesta a tan extraño fenómeno estuviera en alguna parte de aquel lugar, puede que también a la de cuál era el origen de aquella magia tan pura y natural. O podría investigarlo una vez que lograran volver a la torre de la logia. Por el momento lo único que podían hacer era estar atentos y ayudarla del mejor modo posible.
-Fue con aquel asunto de los trasgos ¿no? Sí que ha pasado un tiempo.- Respondió entonces la joven a Schott poniéndose de pié y echando un vistazo alrededor, prestando especial atención a las plantas del lugar así como a los humanos y a la curiosa espada de Eltrant, la cual brillaba con un tenue tono azulado. -Es una larga historia, larga y extraña. Con decir que hace unas horas estábamos en la torre de la logia, en el norte, y ahora estamos aquí podéis haceros una idea de ello.- Continuó diciendo la sacerdotisa que tampoco quería aburrirles con detalles de algo que ni ella misma acababa de comprender del todo. -Abordamos el barco de la guardia justo antes de que la cosa se pusiera fea. Después debí de acabar en el agua y me desperté en la playa. Pensaba que solo quedaba yo hasta que vi vuestras huellas en la arena.- Terminó de explicar la elfa. -Dicen que la guardia nunca está cuando la necesitas, bueno, pues aunque sea por una vez eso no es cierto.- Añadió entonces, y sus palabras eran a la vez tanto un intento por rebajar un poco la tensión de la situación como una pregunta indirecta hacia los humanos; ¿Qué diantres hacía la guardia en aquellas aguas? Estaban muy lejos de casa.
Tras aquello, el grupo se puso en marcha, aunque sin un destino claro. Dada la situación lo primero sería encontrar agua potable, incluso algo que llevarse a la boca, sin olvidarse de buscar a sus compañeros por supuesto. Y ya que no sabían dónde estaban, cualquier dirección era buena, siempre que permanecieran a la sombra si no querían perder a Catherine y que se aseguraran de poder regresar a la playa luego, claro. Algo que no sería un problema para ella pues se sentía casi como en Sandorai al estar rodeada de la naturaleza y su magia positiva que tanto la estaba afectando. Incluso moverse por entre aquellos árboles y plantas le resultaba relativamente sencillo a la elfa, por lo que pudo prestar mucha atención a las historias y chascarrillos con los que Eltrant amenizaba el camino.
-Una anécdota, sí. Una que casi te deja llevando falda el resto de tu vida y con una hija de regalo. Además no se me olvida que se te iban los ojos a donde no deberían.- Le regañó.- Las pociones de transmutación son consideras avanzadas y peligrosas por algo, pero sí, supongo que ya que al final todo salió bien...-La peliblanca suspiró. Aquella vez realmente les fue de un pelo. Unas horas más a la hora de encontrar los ingredientes para revertir el proceso y...bueno mejor no pensarlo. -Ciertamente como mujer tenías bastante éxito, me pregunto si aún mantienes el contacto con aquel tipo...¿Cómo se llamaba?- Preguntó refiriéndose a aquel noble que le sacó incluso a bailar y que pareció sentir todo un flechazo por el alter ego femenino de Eltrant.
Continuaban avanzando, sin encontrar nada útil o interesante en aquella espesura en la que cada vez se adentraban más y más, salvo algún que otro tipo interesante de planta o por algún instante fugaz alguna criatura de la selva que rápidamente se ocultaba de ellos, cuando de repente comenzó a agitarse parte la vegetación cercana a donde se encontraban, poniendo a Níniel en guardia ante la súbita aparición que tuvo lugar a continuación.
Se trataba de una mujer, elegante y hermosa ataviada totalmente de negro como si quisiera representar que se trataba de un ave de negro plumaje, como un cuervo. No hizo gesto amenazante ni saco arma alguna contra ellos, ni siquiera ante la reacción mucho menos amistosa de los miembros del grupo, que había echado las manos a sus armas tan pronto como notaron su presencia allí. En una de sus manos portaba una jaula para pájaros como las que usaban los orejas redondas, pero en vez de un ave dentro llevaba una llave, lo cual era algo bastante extraño.
La extraña fémina ignoró las preguntas de Elt y Schott y de modo igualmente pacífico a como había llegado se dirigió hacia la brillante vampira comenzando a explicar algo relacionado con el propósito de esa llave así como una historia en la que ella había sido castigada por su hermana a vagar por los confines de la selva, claro que sin decir de qué la habían acusado exactamente. Todo ello mientras se refería a Catherine como una deidad solar de nombre "Kumatre" y que por lo visto debía de ser adorada allí, en el reino de las aves. Información más que suficiente para que la sacerdotisa supiera donde estaban.
El reino de las aves era algo de lo que Níniel había oído hablar, casi como si de un cuento se tratara. Según la peliblanca tenía entendido, el reino de las aves era uno de los cuatro grandes reinos de los hombres-bestia. Y en el Adelheid reinaba tratando de llevar la paz y armonía a los suyos teniendo que vérselas con una tal Koran, el cuervo negro, tachada como un ser auténticamente malvado. Sabiendo aquello, que esa mujer que se había presentado ante ellos pidiendo ayuda para liberar a un cuervo vistiera de negro como un córvido también resultaba ciertamente inquietante. No obstante antes de que Níniel pudiera comentar algo al respecto y advertir a sus compañeros de tal información, la mujer desapareció como desvaneciéndose en el aire.
-¿Magia de ilusión?.- Preguntó en voz alta la joven alargando su bastón para golpear al aire donde antes había estado la dama de negras vestimentas, pero allí no había nada. -Alas negras, palabras negras.- Añadió entonces la elfa para atraer la atención de los demás y contarles lo que sabía de ese reino de las aves. Pero antes de poder decir nada más, aquellos anunciados por la misteriosa mujer llegaron hasta allí, y lo hicieron demostrando unos modales mucho peores que los mostrados por la aparición anterior.
La intervención de Eltrant sirvió para que centraran la mayor parte de sus molestas punzadas, graznidos y chillidos en él, aunque por desgracia no todos, llegando a golpear de forma más molesta que dañina a Níniel con golpes con los mangos de sus lanzas en la espalda y los costados. Peor aún aquellos pajarracos se las apañaron para separar a Catherine de los demás y se colocaron de tal manera que denotaba que la consideraban diferente a ellos, incluso como si quisieran defenderla del resto. ¿Era porque como había dicho la mujer de negro creían que era Kumatre, la deidad solar? ¿Pensaban que eran enemigos de su brillante diosa? De ser así, y si pudieran llegar a hacer entender quizá podrían solucionar aquello de forma pacífica. El problema era al menos Níniel tenía bastante oxidado su "pajariense" o lo que fuera que graznaran esos sujetos, aunque por suerte parecía no ser el caso de Schott, que siempre era una caja de sorpresas.
-¿Qué les has dicho? ¿Qués es eso de tuky tuky?- Preguntó la peliblanca esperanzada. Aunque le bastó intercambiar una mirada con él para saber que simplemente había empezado a hacer ruidos parecidos a los que esos hombres-pájaro emitían por si sonaba la campana. A saber si había logrado decir algo que pudieran entender, y en caso de ser así si no había defecado en las tumbas de sus antepasados o algo peor. -Será posible...Es hora del plan "b", "b de Bio. Podemos con ellos. Quieren luz, les daré luz.- Dijo para nada dispuesta a dejar que se llevaran a su amiga.
Acto seguido imbuyó su bastón su magia de luz haciendo que este comenzara a brillar tanto o más que la propia Catherine y, aprovechando que aquellos enemigos parecían sentirse confiados en sus posibilidades y buscaban su rendición ante las dudas y extraños modos de actuar de los humanos, le arreó un soberano bastonazo en el pecho a aquel que les amenazaba y pinchaba con el extremo de una ballesta amenazando inmediatamente a otro con el extremo de su arma dejándola brillando delante de su rostro. -¿Esto os gusta? ¿Si ella es Kumatre yo que soy entonces?-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1150
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Daba igual los esfuerzos que hiciese Catherine. Aquellos pájaros, más grandes y fuertes, parecían dispuestos a llevársela con ella. Puede que alguno se llevase alguna patada o ataque de la vampiresa, pero eran demasiados y terminarían llevándosela con ella. Tan sólo trataban de protegerla. Protegerla de los “malvados” Eltrant, Schott y Níniel.
El resto del grupo optó por tratar de espantar a aquellos hombres bestia que no parecían hablar la misma lengua. Schott al menos sí que parecía hablar pajariense, sólo que las aves no entendieron a qué se refería el guardia cuando éste les dijo que “los gatos son limones y las escaleras vociferan dragones de orina”. Un sin sentido, pero al menos hablaba su idioma. Así que creyéndolo un valioso aliado de Kumatre o traductor, lo separaron también del resto del grupo y se lo llevaron por las malas junto con la vampiresa.
Total, que una vez consiguieron separar a Kumatre y Schott del resto, y ante la reticencia de los otros dos miembros del grupo a acompañarles “por las buenas”, las criaturas terminaron por dejarlos en paz. No eran criaturas agresivas ni violentas. Las armas sólo existían como método de defenderse de depredadores, pero si no era por pura supervivencia, aquellos no mataban a nadie. Nunca. De hecho, en aquel reino parecía ser un lugar tranquilo en el que reinaba la paz y el bienestar. Un lugar totalmente atípico para seguir perteneciendo a Aerandir.
Distinto era para Schott, arrastrado por las criaturas, y sobre todo para Catherine, lo mismo la idolatraban como una diosa o la convertían en un guiso. Además, tenía el problema del sol. Si aquellos seres exponían a su “deidad solar” ante el astro al que hace nombre, les iba a durar menos de lo que dura un trozo de pan en una calle de mendigos. Por fortuna para ella, la arrastraron siempre a través de la espesura. Corriendo, prácticamente llevándola como si fuera un saco y graznando en su idioma ininteligible.
La espesura comenzó a abrirse poco a poco para desgracia de los jóvenes. Y una ciudad, no demasiado grande pero una ciudad, a fin de cuentas, apareció ante la vista de éstos. Aquello no dejaba ser un reino y, como tal, tenía que tener su capital. Desde lo lejos parecía un lugar próspero y luminoso. Lo más destacable de la misma, era una enorme pirámide que se elevaba tan alta como las montañas. Con una especie de objeto que desprendía luz, colocado en lo más alta de ésta.
Pero aquellas criaturas parecían tenerlo todo previsto y antes de salir de la última sombra no tardaron en tirarla al suelo y comenzar a enrollarla en una especie de manta o sábana que evitaría que los rayos del sol impactasen contra su pálida piel de vampiresa. Catherine no pudo entonces ver a dónde la dirigían. Por su parte, Schott sí que fue llevado sin ningún tipo de “protección solar” y pudo ver cómo los llevaban hasta la pirámide.
Tras un tiempo, mucho tiempo, de ascenso y cuando por fin la endiosada fue puesta en el suelo, la joven podría quitarse la molesta y calurosa sábana de lana que la cubría por completo, dando lugar a una fría y enorme estancia de piedra, donde sólo estarían ella, Schott… y una mujer. Abandonando el resto de aves la estancia y cerrando la puerta.
-Bienvenida, Kumatre. – dijo una voz suave de una joven, calmada y tranquila, en perfecto lenguaje común, sentada en un trono, de apariencia muy delgada y frágil con su rubia melena recogida. Su cuerpo desnudo, mitad cubierto mirad por piel mitad por plumaje azul oscuro terminaba en brazos y piernas humanos, dando la impresión de ser una mujer bestia muy antropomórfica. Pequeños pajaritos entraban por la ventana casi constantemente y sobrevolaban la zona, cargando el lugar de un ambiente mágico y único. Ignoró a Schott y se centró en la vampiresa que brillaba. – Mi nombre es Adelheid Makonos, madre de aves. Llevamos décadas esperando vuestra llegada.
Catherine & Schott: Vuestro papel será trascendental a partir de ahora. Sabéis lo que ya ha ocurrido y tenéis en frente a Adelheid” (recordad, la hermana de la extraña mujer que os encontrasteis antes). Tendréis que contarle y preguntarle lo que consideréis. No influiré en lo que queréis decirle pero tenéis muchos temas posibles: La mujer oscura, el naufragio, vuestros amigos, el artefacto, asegurar que eres una diosa o contradecirte. Y a tantas posibilidades, tantas soluciones buenas, o malas. Así que pensadlo bien. Catherine, además sientes un flujo de energía muy fuerte y poderoso en el nuevo lugar en el que te encuentras. Una energía revitalizante.
Eltrant & Níniel: Tras perseguir a las criaturas, sin éxito alguno, terminaréis llegando a la capital del reino de las aves. Una ciudad de tamaño pequeño en la que lo que más destaca es la enorme pirámide en cuya cúspide luce un enorme símbolo brillante, con la forma de un fénix. Teniendo en cuenta que a la vampiresa se le considera una diosa, sospecháis que han podido llevar a Schott y Cath hasta el interior de la misma. Tendréis que buscar la manera de infiltraros en la ciudad para tratar de llegar a la pirámide. Lo tendréis más complicado que en otras ciudades porque no tenéis pinta de pájaro. Pero tenéis libertad para improvisar lo que creáis oportuno. En tu caso, Níniel, nada más ver la ciudad y la pirámide sentirás un bienestar absoluto. Tu deducción sobre Adelheid y Koran va por el buen camino.
PD ragequit de master: ¡Seis meses! ¡Seis! esperando para poner a Daenerys como este personaje (que veréis será importante) sin registrarlo para no hacer spoilers, y una semana antes de que llegue el momento me quita un usuario el PB.. Aunque eso me ha llevado a buscar más y encontrar un pb parecido que la representa mejor.
El resto del grupo optó por tratar de espantar a aquellos hombres bestia que no parecían hablar la misma lengua. Schott al menos sí que parecía hablar pajariense, sólo que las aves no entendieron a qué se refería el guardia cuando éste les dijo que “los gatos son limones y las escaleras vociferan dragones de orina”. Un sin sentido, pero al menos hablaba su idioma. Así que creyéndolo un valioso aliado de Kumatre o traductor, lo separaron también del resto del grupo y se lo llevaron por las malas junto con la vampiresa.
Total, que una vez consiguieron separar a Kumatre y Schott del resto, y ante la reticencia de los otros dos miembros del grupo a acompañarles “por las buenas”, las criaturas terminaron por dejarlos en paz. No eran criaturas agresivas ni violentas. Las armas sólo existían como método de defenderse de depredadores, pero si no era por pura supervivencia, aquellos no mataban a nadie. Nunca. De hecho, en aquel reino parecía ser un lugar tranquilo en el que reinaba la paz y el bienestar. Un lugar totalmente atípico para seguir perteneciendo a Aerandir.
Distinto era para Schott, arrastrado por las criaturas, y sobre todo para Catherine, lo mismo la idolatraban como una diosa o la convertían en un guiso. Además, tenía el problema del sol. Si aquellos seres exponían a su “deidad solar” ante el astro al que hace nombre, les iba a durar menos de lo que dura un trozo de pan en una calle de mendigos. Por fortuna para ella, la arrastraron siempre a través de la espesura. Corriendo, prácticamente llevándola como si fuera un saco y graznando en su idioma ininteligible.
La espesura comenzó a abrirse poco a poco para desgracia de los jóvenes. Y una ciudad, no demasiado grande pero una ciudad, a fin de cuentas, apareció ante la vista de éstos. Aquello no dejaba ser un reino y, como tal, tenía que tener su capital. Desde lo lejos parecía un lugar próspero y luminoso. Lo más destacable de la misma, era una enorme pirámide que se elevaba tan alta como las montañas. Con una especie de objeto que desprendía luz, colocado en lo más alta de ésta.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Pero aquellas criaturas parecían tenerlo todo previsto y antes de salir de la última sombra no tardaron en tirarla al suelo y comenzar a enrollarla en una especie de manta o sábana que evitaría que los rayos del sol impactasen contra su pálida piel de vampiresa. Catherine no pudo entonces ver a dónde la dirigían. Por su parte, Schott sí que fue llevado sin ningún tipo de “protección solar” y pudo ver cómo los llevaban hasta la pirámide.
Tras un tiempo, mucho tiempo, de ascenso y cuando por fin la endiosada fue puesta en el suelo, la joven podría quitarse la molesta y calurosa sábana de lana que la cubría por completo, dando lugar a una fría y enorme estancia de piedra, donde sólo estarían ella, Schott… y una mujer. Abandonando el resto de aves la estancia y cerrando la puerta.
-Bienvenida, Kumatre. – dijo una voz suave de una joven, calmada y tranquila, en perfecto lenguaje común, sentada en un trono, de apariencia muy delgada y frágil con su rubia melena recogida. Su cuerpo desnudo, mitad cubierto mirad por piel mitad por plumaje azul oscuro terminaba en brazos y piernas humanos, dando la impresión de ser una mujer bestia muy antropomórfica. Pequeños pajaritos entraban por la ventana casi constantemente y sobrevolaban la zona, cargando el lugar de un ambiente mágico y único. Ignoró a Schott y se centró en la vampiresa que brillaba. – Mi nombre es Adelheid Makonos, madre de aves. Llevamos décadas esperando vuestra llegada.
- Adelheid:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Catherine & Schott: Vuestro papel será trascendental a partir de ahora. Sabéis lo que ya ha ocurrido y tenéis en frente a Adelheid” (recordad, la hermana de la extraña mujer que os encontrasteis antes). Tendréis que contarle y preguntarle lo que consideréis. No influiré en lo que queréis decirle pero tenéis muchos temas posibles: La mujer oscura, el naufragio, vuestros amigos, el artefacto, asegurar que eres una diosa o contradecirte. Y a tantas posibilidades, tantas soluciones buenas, o malas. Así que pensadlo bien. Catherine, además sientes un flujo de energía muy fuerte y poderoso en el nuevo lugar en el que te encuentras. Una energía revitalizante.
Eltrant & Níniel: Tras perseguir a las criaturas, sin éxito alguno, terminaréis llegando a la capital del reino de las aves. Una ciudad de tamaño pequeño en la que lo que más destaca es la enorme pirámide en cuya cúspide luce un enorme símbolo brillante, con la forma de un fénix. Teniendo en cuenta que a la vampiresa se le considera una diosa, sospecháis que han podido llevar a Schott y Cath hasta el interior de la misma. Tendréis que buscar la manera de infiltraros en la ciudad para tratar de llegar a la pirámide. Lo tendréis más complicado que en otras ciudades porque no tenéis pinta de pájaro. Pero tenéis libertad para improvisar lo que creáis oportuno. En tu caso, Níniel, nada más ver la ciudad y la pirámide sentirás un bienestar absoluto. Tu deducción sobre Adelheid y Koran va por el buen camino.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
No importó cuánta resistencia pusieran, ni cuáles fueran sus mejores defensas, los ataques de luz, o el “pajariense” chapurreado; aunque precisamente aquello último sí que lograría cierto cambio en los planes previstos por los hombres bestia.
Con las pocas fuerzas que le restaban, Catherine comenzó a hacer crecer unas sombras que pretendían como siempre imbuirla de pies a cabeza por completo, pero siquiera había cubierto sus tobillos cuando uno de esos hombres pájaro la cazó y la levantó en volandas. Sin siquiera esperárselo, fue más la sorpresa que el miedo al verse de pronto a más de dos metros de altura, dispersándose todo ápice de magia que sus pocas fuerzas habían logrado concentrar, y observando a duras penas como comenzaban a alejarse llevándose con ellos también al pelirrojo, y dejando atrás a sus otros dos amigos.
– N-no... ¡No! ¡Nín! ¡Eltrant! –Chilló la albina mientras se retorcía como una culebrilla entre el abrazo que la mantenía presa sobre el hombro del alado.
Pero de nada servían sus gestos o movimientos para tratar de escapar, ya no sólo porque aquellas bestias fueran mucho más fuertes que ella, es que ella de por sí tenía las fuerzas prácticamente reducidas a cero. Aún no entendía cómo no había desfallecido, quizás se debiera a ese poder tan puro que sentía desde que fue meramente consciente en aquella isla –o que de verdad Nín había hecho un trabajo excepcional con ella, lo que creía que era más probable–
Los hombres bestia se hicieron paso con facilidad por entre la espesura, se notaba que sabían por dónde y hacia dónde iban, y tras unos largos minutos que habían servido para que la resignación ganase a cualquier intento de fuga en Catherine, ésta ya iba más atenta a su alrededor que a cualquier otra cosa, tratando de percatarse sobre algún elemento que creyera importante o que le sirviera de pista para saber volver, si es que conseguía escapar.
Su mirada viajó por el paisaje hasta encontrarse con el resto de hombres pájaro que llevaban igualmente preso a Schott; quizás estaría bien pensar algo junto al muchacho, parecía que aquellos tipos no entendían su idioma, eso era una buena baza que explotar.
– Eh… Scho… –Comenzó a sisear, pero tuvo que tragarse las palabras en un grito ahogado cuando se percató del brillo solar que comenzaba a bañar la zona. Estaba muy claro… pero hasta ese momento no se lo había temido, la espesa selva que la mantenía extrañamente protegida estaba por finalizar. – ¡Esperad… no…!
Sintió como si todo ocurriera en cuestión de instantes, tan pronto como comenzaba a suplicar y a volver a removerse inquieta, el mismo hombre que la había llevado encima todo el rato la apartó dejándola en el suelo… en un suelo demasiado suave y blando.
– ¿Q…? ¡Ahg! –Sin siquiera tener tiempo de reacción, se encontró girando sobre sí misma rodeada de una gruesa manta de lana que terminó por cubrirla por completo, ocultando tanto su cuerpo como su voz, la cual se hacía incomprensible al estar atenuada por las capas de tela.
Era horriblemente agobiante y desesperante estar con aquella presión, a ciegas por completo, escuchando a duras penas y notando simplemente el bamboleo de un caminar que no parecía acabar nunca. Agradecía de cierta manera el estar protegida, ninguna sensación tan exasperante como aquella igualaba al horror de sentir las finas agujas en las que se convertían los rayos del sol sobre su piel, pero la inquietud de no saber siquiera a dónde se dirigían o qué le deparaba el inminente futuro… la angustiaba cada vez más.
Durante todo el camino se había mantenido callada, esperando poder escuchar algo más que el frágil bullicio de lo que parecía una ciudad cualquiera, y de pronto… silencio. Tan sólo sentía el sonido de los pasos, hasta que estos pararon y con suavidad la volvieron a dejar en el suelo.
Cath esperó unos breves segundos completamente quieta, pero algo le decía que tendría que liberarse sola de su prisión de lana. Y así lo hizo, muy lentamente, fue separando los pliegues de la tela a la par que se incorporaba hasta quedar sentada.
Una voz resonó en la fría sala, la cual dejaba entrar por unas ventanas, de forma leve, los rayos del brillante sol. Toda la estancia parecía muy arcaica, suelo, paredes, escaleras, todo estaba hecho con piedra maciza tallada, incluso lo que parecía ser el trono donde descansaba la mujer que había recibido a Catherine era en cierto modo sencillo y modesto. Pero había algo que la chica sentía con mayor fuerza… ese poder, esa extraña energía que ya había notado con anterioridad cuando Nín la sanó.
Cath dejó de reparar en el ambiente para observar ahora a la joven medio pájaro de forma inquisitiva, por un momento dejó que la suave voz de la rubia terminara de resonar en el eco de las paredes, y cuando calló, fue cuando la vampira trató de ordenar sus ideas.
“Adelheid” había dicho, era ella, la misma que mencionó la extraña mujer de negro que se encontraron en la selva, esa hermana que la envió al destierro… También la estaba confundiendo con la supuesta “deidad solar”, ¿qué podía hacer? Buscó con la mirada nuevamente a Schott, ojalá él tuviera alguna buena idea, pero de momento, la vampira aprovechó el silencio ofrecido por la Madre de aves para despejar algunas de las dudas más básicas.
– Q… ¿qué es este lugar? ¿Dónde estamos? –Aún no se había separado de la manta, por lo que la agarró con fuerza como si aún necesitara de su protección. – ¿Y qué queréis de nosotros…? –Terminó por preguntar bajando un poco más el tono.
Con las pocas fuerzas que le restaban, Catherine comenzó a hacer crecer unas sombras que pretendían como siempre imbuirla de pies a cabeza por completo, pero siquiera había cubierto sus tobillos cuando uno de esos hombres pájaro la cazó y la levantó en volandas. Sin siquiera esperárselo, fue más la sorpresa que el miedo al verse de pronto a más de dos metros de altura, dispersándose todo ápice de magia que sus pocas fuerzas habían logrado concentrar, y observando a duras penas como comenzaban a alejarse llevándose con ellos también al pelirrojo, y dejando atrás a sus otros dos amigos.
– N-no... ¡No! ¡Nín! ¡Eltrant! –Chilló la albina mientras se retorcía como una culebrilla entre el abrazo que la mantenía presa sobre el hombro del alado.
Pero de nada servían sus gestos o movimientos para tratar de escapar, ya no sólo porque aquellas bestias fueran mucho más fuertes que ella, es que ella de por sí tenía las fuerzas prácticamente reducidas a cero. Aún no entendía cómo no había desfallecido, quizás se debiera a ese poder tan puro que sentía desde que fue meramente consciente en aquella isla –o que de verdad Nín había hecho un trabajo excepcional con ella, lo que creía que era más probable–
Los hombres bestia se hicieron paso con facilidad por entre la espesura, se notaba que sabían por dónde y hacia dónde iban, y tras unos largos minutos que habían servido para que la resignación ganase a cualquier intento de fuga en Catherine, ésta ya iba más atenta a su alrededor que a cualquier otra cosa, tratando de percatarse sobre algún elemento que creyera importante o que le sirviera de pista para saber volver, si es que conseguía escapar.
Su mirada viajó por el paisaje hasta encontrarse con el resto de hombres pájaro que llevaban igualmente preso a Schott; quizás estaría bien pensar algo junto al muchacho, parecía que aquellos tipos no entendían su idioma, eso era una buena baza que explotar.
– Eh… Scho… –Comenzó a sisear, pero tuvo que tragarse las palabras en un grito ahogado cuando se percató del brillo solar que comenzaba a bañar la zona. Estaba muy claro… pero hasta ese momento no se lo había temido, la espesa selva que la mantenía extrañamente protegida estaba por finalizar. – ¡Esperad… no…!
Sintió como si todo ocurriera en cuestión de instantes, tan pronto como comenzaba a suplicar y a volver a removerse inquieta, el mismo hombre que la había llevado encima todo el rato la apartó dejándola en el suelo… en un suelo demasiado suave y blando.
– ¿Q…? ¡Ahg! –Sin siquiera tener tiempo de reacción, se encontró girando sobre sí misma rodeada de una gruesa manta de lana que terminó por cubrirla por completo, ocultando tanto su cuerpo como su voz, la cual se hacía incomprensible al estar atenuada por las capas de tela.
Era horriblemente agobiante y desesperante estar con aquella presión, a ciegas por completo, escuchando a duras penas y notando simplemente el bamboleo de un caminar que no parecía acabar nunca. Agradecía de cierta manera el estar protegida, ninguna sensación tan exasperante como aquella igualaba al horror de sentir las finas agujas en las que se convertían los rayos del sol sobre su piel, pero la inquietud de no saber siquiera a dónde se dirigían o qué le deparaba el inminente futuro… la angustiaba cada vez más.
Durante todo el camino se había mantenido callada, esperando poder escuchar algo más que el frágil bullicio de lo que parecía una ciudad cualquiera, y de pronto… silencio. Tan sólo sentía el sonido de los pasos, hasta que estos pararon y con suavidad la volvieron a dejar en el suelo.
Cath esperó unos breves segundos completamente quieta, pero algo le decía que tendría que liberarse sola de su prisión de lana. Y así lo hizo, muy lentamente, fue separando los pliegues de la tela a la par que se incorporaba hasta quedar sentada.
Una voz resonó en la fría sala, la cual dejaba entrar por unas ventanas, de forma leve, los rayos del brillante sol. Toda la estancia parecía muy arcaica, suelo, paredes, escaleras, todo estaba hecho con piedra maciza tallada, incluso lo que parecía ser el trono donde descansaba la mujer que había recibido a Catherine era en cierto modo sencillo y modesto. Pero había algo que la chica sentía con mayor fuerza… ese poder, esa extraña energía que ya había notado con anterioridad cuando Nín la sanó.
Cath dejó de reparar en el ambiente para observar ahora a la joven medio pájaro de forma inquisitiva, por un momento dejó que la suave voz de la rubia terminara de resonar en el eco de las paredes, y cuando calló, fue cuando la vampira trató de ordenar sus ideas.
“Adelheid” había dicho, era ella, la misma que mencionó la extraña mujer de negro que se encontraron en la selva, esa hermana que la envió al destierro… También la estaba confundiendo con la supuesta “deidad solar”, ¿qué podía hacer? Buscó con la mirada nuevamente a Schott, ojalá él tuviera alguna buena idea, pero de momento, la vampira aprovechó el silencio ofrecido por la Madre de aves para despejar algunas de las dudas más básicas.
– Q… ¿qué es este lugar? ¿Dónde estamos? –Aún no se había separado de la manta, por lo que la agarró con fuerza como si aún necesitara de su protección. – ¿Y qué queréis de nosotros…? –Terminó por preguntar bajando un poco más el tono.
Catherine Blair
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 126
Nivel de PJ : : 1
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Tanto sus esfuerzos como los de Niniel estaban siendo en vano, Schott, quien había tratado de comunicarse con las aves había caído también presa de estas y ahora el castaño se encontraba enfrascado en una persecución por aquella foresta.
- ¡Gritad! – Vociferó a la nada - ¡Estamos siguiendo vuestras voces! – Apenas segundos después de que estos seres hubiesen emprendido la retirada les dejaron atrás, básicamente, se habían hecho uno con la foresta, se movían con una gracia digna de su raza, casi parecían etéreos, que atravesaban los árboles. - ¡No dejéis de gritar!
Niniel le seguía de cerca, mientras que su mejor plan había sido encarar a los pájaros de frente, la muchacha había tratado de hacerse parecer imponente, majestuosa, digna de ser otra “Kumatre” por aquella tribu de aves, y a ojos del exmercenario, después de que esta iluminase su bastón y se hiciese presente de la mejor forma que podía haberlo hecho, lo podría haber conseguido perfectamente, no obstante, como a él, la habían dejado detrás.
- ¡Maldita sea! – Bramó cuando les perdió finalmente de vista, cuando la última espalda desapareció de su línea de visión; si había algo que sabían aquellos nativos, era moverse por aquel bosque a una velocidad insultante para él.
Susurrando varios improperios en voz baja envainó su espada, estaban huyendo de ellos, le habían dejado a él y a Niniel atrás.
Suspiró profundamente, eran superiores en número y, evidentemente, tenían las de ganar ¿Por qué dejar a unos intrusos sueltos? ¿Unos extranjeros que, por cómo se comportanban, no dudarian en ir en busca de la supuesta “Kumatre”? Negó con la cabeza, ni siquiera podía entender su idioma, por mucho que tratase de descifrar sus acciones, no iba a conseguir gran cosa.
Llevándose las manos hasta la cara se frotó los ojos y se giró hacia la peliblanca, momento en el que le ofreció una sonrisa cansada – No andarán muy lejos – Aseguró. – No pueden estarlo. – Podían ser más rápidos que él, pero si había algo que enseñaban a un guarda, era a seguir el rastro de unos fugitivos.
Plantas dobladas, ramas partidas, cualquier cosa valía para indicar el camino, siempre con su mano útil firmemente sujeta en la empuñadura de su arma, siguió las pequeñas migajas de pan que los secuestradores habían dejado. – Esto es culpa mía – Dijo casi en un susurro – Tenía que haber estado atento, tenía que… – Suspiró – …Soy un guarda, proteger a los demás es mi trabajo – Cerró los ojos y sacudió la cabeza, volviendo a suspirar, dejando aquellos pensamientos a un lado.
¿Cuántos habían muerto en el barco? ¿Cuándo habían perdido la vida bajo sus órdenes, en el “muro de acero”, defendiendo a los marineros? ¿Cuántos uniformes azules yacían sin vida en mitad de la playa en aquel momento? Llevaba bromeando, contando historias, todo aquel trayecto, intentando que los demás no pensasen en el destino que habían sufrido casi toda las tripulación de ambos barcos, y era ahora, en aquel momento, cuando toda aquella gama de emociones atacaba, cuando había perdido dos de las únicas personas que, por lo que sabía, seguían con vida, dos personas a las que apreciaba.
Se obligó a sonreír a Niniel, o fingió hacerlo lo mejor que pudo, no podía dejar que la negatividad le atrapara, no, debía ser férreo, si en aquel momento Niniel necesitaba un ejército de un solo hombre para rescatar a sus aliados. Él iba a serlo.
Frunció el ceño y continuó avanzando - Schott no es un guerrero, no uno al uso al menos, pero le he visto salir de aprietos de… formas curiosas. Si tiene alguna habilidad, es suerte, y eso suele ser de ayuda. También se le da bien desmontar cosas, supongo – El fantasma de una sonrisa se dibujó en su mirada – Y Cath… - Cerró los ojos y se apoyó contra un árbol, examinándolo, las marcas frescas de un cuchillo delataban que alguien había pasado por allí no hacía mucho. – No sé qué planean hacer con ella, pero los dos sabemos que no es ninguna deidad solar. Es ingeniosa, aun si no somos rápidos en hallar dónde está, sabrá que hacer por lo pronto – Se cruzó de brazos y volvió a alzar la mirada hacía la peliblanca – No perdamos más tiempo – Aseveró levantándose. – Por aquí – Señaló hacía la espesura, dónde había notado que había varias ramitas ligeramente separadas.
Cerró el puño con fuerza en torno al pomo de su arma, si esta seguía envainada era principalmente debido al hecho de que esta brillaba, lo último que necesitaban era otra emboscada en mitad de aquella selva. - ¿Puedo saber qué hacía la Logia en estas aguas? – Preguntó de improviso, tratando de dar algo de charla a su acompañante – No lo digas, me lo puedo figurar de todas formas - Apartó varias ramas y saltó por encima de un arbusto – Cuidado con la cabeza – Dijo girándose a mirar a su acompañante, señalando la rama baja que se había interpuesto en su camino, cuando esta hubo superado dicho obstáculo continuó hacía adelante – Sea lo que sea ese maldito artefacto… - Se deshizo de más plantas que había delante de ellos - … no merece la vida de tantas personas. – Era evidente que la Logia estaba allí por lo mismo que ellos ¿Por qué otras cosas iban a estarlo? ¿Por qué si no habían acabado envueltos en una batalla en alta mar con muertos vivientes y piratas? Esbozó una sonrisa, esta genuina – Mis órdenes son asegurar esa cosa – Se rascó el pelo, ligeramente nervioso, confiaba en su aliada, no era la clase de persona que competiría por otra por algo tan simple como el “poder” – Pero me estoy planteando muy seriamente el destruirla, tirarla al mar, o que se yo.... – Aseguró - ¿Algo tan poderoso que hace que la gente acabe como la de la playa? ¿Qué se maten entre ellos? Por los dioses Niniel, mira hasta dónde hemos llegado, este dónde este, alguien va a intentar hacerse con ese objeto, ni en el confin del mundo ha pasado desapercibido – Negó con la cabeza y se pasó la mano por la cara ¿Estaba haciendo lo correcto? Puede que no fuese lo que le habían ordenado hacer, si Hector se entraba de aquello le arrancaría las piernas de cuajo, pero era un guarda, su deber era proteger a los demás, y no necesitaba ayuda de antiguas leyendas para eso – Aerandir no necesita nada así, nadie lo necesita, por muy poderoso que sea – Tomó aire, no terminaba de encontrar las palabras que queria decir – No estoy seguro de que pueda hacerlo simplemente con mi espada – Desenvainó un poco la misma y señaló al brilló azulado que se asomó tímidamente.
- Si… encontramos esa cosa… ¿Estarías dispuesta a ayudarme a destruirla?
Con aquella última pregunta, dejaron atrás la selva y salieron a un pequeño acantilado, no muy alto, pero lo suficiente como para observar la majestuosa ciudad que se alzaba frente a ellos, coronada por una impresionante pirámide.
- …Espero que no sea ahí a dónde se los han llevado. – Dijo deteniéndose junto al borde del abismo, cruzándose de brazos, mirando a la inmensa piramide que estaba en el centro de la urbe – Una ciudad tan grande… debe de tener alcantarillado – Dijo sin pensarlo, en voz alta, después de todo aquella ciudad debía estar repleta de lugareños, y Niniel y él distaban mucho de ser iguales a los habitantes de aquel sitio. - ¿Alguna idea de como entrar?
- ¡Gritad! – Vociferó a la nada - ¡Estamos siguiendo vuestras voces! – Apenas segundos después de que estos seres hubiesen emprendido la retirada les dejaron atrás, básicamente, se habían hecho uno con la foresta, se movían con una gracia digna de su raza, casi parecían etéreos, que atravesaban los árboles. - ¡No dejéis de gritar!
Niniel le seguía de cerca, mientras que su mejor plan había sido encarar a los pájaros de frente, la muchacha había tratado de hacerse parecer imponente, majestuosa, digna de ser otra “Kumatre” por aquella tribu de aves, y a ojos del exmercenario, después de que esta iluminase su bastón y se hiciese presente de la mejor forma que podía haberlo hecho, lo podría haber conseguido perfectamente, no obstante, como a él, la habían dejado detrás.
- ¡Maldita sea! – Bramó cuando les perdió finalmente de vista, cuando la última espalda desapareció de su línea de visión; si había algo que sabían aquellos nativos, era moverse por aquel bosque a una velocidad insultante para él.
Susurrando varios improperios en voz baja envainó su espada, estaban huyendo de ellos, le habían dejado a él y a Niniel atrás.
Suspiró profundamente, eran superiores en número y, evidentemente, tenían las de ganar ¿Por qué dejar a unos intrusos sueltos? ¿Unos extranjeros que, por cómo se comportanban, no dudarian en ir en busca de la supuesta “Kumatre”? Negó con la cabeza, ni siquiera podía entender su idioma, por mucho que tratase de descifrar sus acciones, no iba a conseguir gran cosa.
Llevándose las manos hasta la cara se frotó los ojos y se giró hacia la peliblanca, momento en el que le ofreció una sonrisa cansada – No andarán muy lejos – Aseguró. – No pueden estarlo. – Podían ser más rápidos que él, pero si había algo que enseñaban a un guarda, era a seguir el rastro de unos fugitivos.
Plantas dobladas, ramas partidas, cualquier cosa valía para indicar el camino, siempre con su mano útil firmemente sujeta en la empuñadura de su arma, siguió las pequeñas migajas de pan que los secuestradores habían dejado. – Esto es culpa mía – Dijo casi en un susurro – Tenía que haber estado atento, tenía que… – Suspiró – …Soy un guarda, proteger a los demás es mi trabajo – Cerró los ojos y sacudió la cabeza, volviendo a suspirar, dejando aquellos pensamientos a un lado.
¿Cuántos habían muerto en el barco? ¿Cuándo habían perdido la vida bajo sus órdenes, en el “muro de acero”, defendiendo a los marineros? ¿Cuántos uniformes azules yacían sin vida en mitad de la playa en aquel momento? Llevaba bromeando, contando historias, todo aquel trayecto, intentando que los demás no pensasen en el destino que habían sufrido casi toda las tripulación de ambos barcos, y era ahora, en aquel momento, cuando toda aquella gama de emociones atacaba, cuando había perdido dos de las únicas personas que, por lo que sabía, seguían con vida, dos personas a las que apreciaba.
Se obligó a sonreír a Niniel, o fingió hacerlo lo mejor que pudo, no podía dejar que la negatividad le atrapara, no, debía ser férreo, si en aquel momento Niniel necesitaba un ejército de un solo hombre para rescatar a sus aliados. Él iba a serlo.
Frunció el ceño y continuó avanzando - Schott no es un guerrero, no uno al uso al menos, pero le he visto salir de aprietos de… formas curiosas. Si tiene alguna habilidad, es suerte, y eso suele ser de ayuda. También se le da bien desmontar cosas, supongo – El fantasma de una sonrisa se dibujó en su mirada – Y Cath… - Cerró los ojos y se apoyó contra un árbol, examinándolo, las marcas frescas de un cuchillo delataban que alguien había pasado por allí no hacía mucho. – No sé qué planean hacer con ella, pero los dos sabemos que no es ninguna deidad solar. Es ingeniosa, aun si no somos rápidos en hallar dónde está, sabrá que hacer por lo pronto – Se cruzó de brazos y volvió a alzar la mirada hacía la peliblanca – No perdamos más tiempo – Aseveró levantándose. – Por aquí – Señaló hacía la espesura, dónde había notado que había varias ramitas ligeramente separadas.
Cerró el puño con fuerza en torno al pomo de su arma, si esta seguía envainada era principalmente debido al hecho de que esta brillaba, lo último que necesitaban era otra emboscada en mitad de aquella selva. - ¿Puedo saber qué hacía la Logia en estas aguas? – Preguntó de improviso, tratando de dar algo de charla a su acompañante – No lo digas, me lo puedo figurar de todas formas - Apartó varias ramas y saltó por encima de un arbusto – Cuidado con la cabeza – Dijo girándose a mirar a su acompañante, señalando la rama baja que se había interpuesto en su camino, cuando esta hubo superado dicho obstáculo continuó hacía adelante – Sea lo que sea ese maldito artefacto… - Se deshizo de más plantas que había delante de ellos - … no merece la vida de tantas personas. – Era evidente que la Logia estaba allí por lo mismo que ellos ¿Por qué otras cosas iban a estarlo? ¿Por qué si no habían acabado envueltos en una batalla en alta mar con muertos vivientes y piratas? Esbozó una sonrisa, esta genuina – Mis órdenes son asegurar esa cosa – Se rascó el pelo, ligeramente nervioso, confiaba en su aliada, no era la clase de persona que competiría por otra por algo tan simple como el “poder” – Pero me estoy planteando muy seriamente el destruirla, tirarla al mar, o que se yo.... – Aseguró - ¿Algo tan poderoso que hace que la gente acabe como la de la playa? ¿Qué se maten entre ellos? Por los dioses Niniel, mira hasta dónde hemos llegado, este dónde este, alguien va a intentar hacerse con ese objeto, ni en el confin del mundo ha pasado desapercibido – Negó con la cabeza y se pasó la mano por la cara ¿Estaba haciendo lo correcto? Puede que no fuese lo que le habían ordenado hacer, si Hector se entraba de aquello le arrancaría las piernas de cuajo, pero era un guarda, su deber era proteger a los demás, y no necesitaba ayuda de antiguas leyendas para eso – Aerandir no necesita nada así, nadie lo necesita, por muy poderoso que sea – Tomó aire, no terminaba de encontrar las palabras que queria decir – No estoy seguro de que pueda hacerlo simplemente con mi espada – Desenvainó un poco la misma y señaló al brilló azulado que se asomó tímidamente.
- Si… encontramos esa cosa… ¿Estarías dispuesta a ayudarme a destruirla?
Con aquella última pregunta, dejaron atrás la selva y salieron a un pequeño acantilado, no muy alto, pero lo suficiente como para observar la majestuosa ciudad que se alzaba frente a ellos, coronada por una impresionante pirámide.
- …Espero que no sea ahí a dónde se los han llevado. – Dijo deteniéndose junto al borde del abismo, cruzándose de brazos, mirando a la inmensa piramide que estaba en el centro de la urbe – Una ciudad tan grande… debe de tener alcantarillado – Dijo sin pensarlo, en voz alta, después de todo aquella ciudad debía estar repleta de lugareños, y Niniel y él distaban mucho de ser iguales a los habitantes de aquel sitio. - ¿Alguna idea de como entrar?
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Parecía que mi absurdo plan estaba funcionando, los hombres pájaro dejaron por un momento de pincharme escuchando mis palabras, Niniel me miró esperanzada, pero la devolví la mirada mostrando que no tenía ni idea de lo que decía, que me siguieran la corriente, era una lástima, hubiese quedado genial que por alguna absurda razón supiese hablar el extraño lenguaje de estos hombres bestia perdidos en medio de la nada, pero no.
Niniel se puso en guardia con algún tipo de hechizo de luz, increíblemente brillante, sin embargo mis absurdas palabras debieron de causar alguna impresión en los pájaros que me agarraron y sin que pudiese resistirme me arrastraron con Catherine.
-¿Qué?, Nonono, dejadme, soltadme, Wakaki kuki, uba uba, argggg- maldecía tratando de zafarme en vano.
Pero los pájaros no pararon, y agarrándonos con bastante facilidad como si fuésemos sacos de heno nos arrastraron corriendo por la espesura lejos de Eltrant y Niniel.
-Ahhhhh, socorroooooooo, Eltrant, Niniel..- gritaba conforme desaparecían en la espesura –Auxilio, malditos plumosos, os voy a hacer a la cazuela, soltadme, Tokura pika, manawi, tula..aaagggg, soltadnos, maldita sea, os voy a arrancar todas las plumas, uaaaaa- maldecía mientras nos arrastraban a una increíble velocidad, Niniel y Eltrant no nos alcanzarían, al menos espero que pudieran seguirnos en rastro.
-Tranquila Catherine, estoy contigo, no dejaré que te hagan nada- le dije tratando de transmitir una seguridad que no tenía, al cabo de un buen rato llegamos al límite de la espesura, Catherine gritaba alarmada, es verdad, no podía tocarla el sol directo.
-Espera, te cubriré con el escudo- Dije sacando mi escudo, podía usarlo como una especie de parasoles, sin embargo los hombres pájaro ya habían pensado en ello y la envolvieron rápidamente en una manta.
Tranquila, estoy aquí fuera, contigo- dije siendo sus ojos en el exterior, y menudo exterior, miré entonces a donde nos conducían y me quedé de piedra, ante nosotros se alzaba una ciudad de piedra en mitad de la jungla, y en el centro de esta una imponente y enorme pirámide en cuya cúspide se alzaba algún tipo de objeto muy brillante, y seguramente valioso.
-Uuuuuu…no te vas a creer donde estamos- dije mientras avanzábamos por la cuidad rumbo a la pirámide.
-E..este sitio es enorme, nos están llevando a la pirámide…esta…esta isla de desierta no tiene nada- comenté a Catherine, la cuidad era realmente magnifica, el sol brillaba sobre las casas de piedra y hacía resaltar aún más la pirámide por la que estábamos ascendiendo, finalmente nos llevaron a unas estancias en la parte superior, nos dejaron en una gran sala de piedra, fría donde los pájaros se retiraron cerrando la puerta tras de sí, en la sala aparte de nosotros estaba una mujer muy extraña, seguramente hombre bestia, mitad pájaro, que apostaría a que era la que gobernaba todo esto.
Rápidamente ayudé a Catherine a desenrollarse de la manta, aquí no había luz directa, solo algunas ventanas por las que entraban y salían gran cantidad de pájaros de vivos colores que no había visto nunca y dudo que nadie más tampoco, lo cierto era que el ambiente era fantástico, casi como un sueño, la mujer, joven, rubia, delgada..no, grácil más bien, con el cuerpo cubierto de plumas y extremidades de humano, quizás algún tipo de hombre bestia, aunque pese a eso su belleza esra mas que evidente.
Me puse en pie firme y me sacudí la ropa, yo tenía un aspecto deplorable, con la ropa ajada del naufragio, manchada de sangre y me seguía faltando una bota, pudiendo sentir el frio suelo de piedra bajo mi pie.
Por suerte la mujer pájaro me ignoró y se centró en Catherine, que estaba brillando de una manera de lo más extraña ¿Qué clase de poder era ese?
La mujer pájaro se presentó como Adelheid o algo así, madre de las aves, fuese lo que fuese parecía un cargo importante así que lo mejor sería por el momento seguirla la corriente.
-E..es un honor yo…- dije haciendo una reverencia para rápidamente callarme, estaba claro que la cosa no iba conmigo sino con Catherine, a la que llamaba Kumatre, espera, Adelheid me sonaba de algo, si, la misteriosa mujer de negro de la jaula que vimos en la selva, ¿había dicho algo de que era su hermana no?¿y algo de un obelisco negro?, nono, un cuervo negro, la llave del obelisco, o algo asi.
Catherine me miró buscando ayuda, le asentí con la cabeza, podía contar conmigo, si la cosa se ponía fea la protegería con mi escudo, hasta mi último aliento.
La joven brillante pregunto dónde estábamos y que querían de nosotros, una duda que me recomía la cabeza desde el principio, yo iba a añadir algo mas pero supongo que la reina de las aves no haría demasiado caso al desaliñado compañero de la diosa, así que callé y me situé junto a Catherine como si de su guardián me tratase, si había que jugar a ser el fiel servidor de la diosa jugaríamos, al menos asi ganaríamos tiempo para pensar como salir de aquí.
Niniel se puso en guardia con algún tipo de hechizo de luz, increíblemente brillante, sin embargo mis absurdas palabras debieron de causar alguna impresión en los pájaros que me agarraron y sin que pudiese resistirme me arrastraron con Catherine.
-¿Qué?, Nonono, dejadme, soltadme, Wakaki kuki, uba uba, argggg- maldecía tratando de zafarme en vano.
Pero los pájaros no pararon, y agarrándonos con bastante facilidad como si fuésemos sacos de heno nos arrastraron corriendo por la espesura lejos de Eltrant y Niniel.
-Ahhhhh, socorroooooooo, Eltrant, Niniel..- gritaba conforme desaparecían en la espesura –Auxilio, malditos plumosos, os voy a hacer a la cazuela, soltadme, Tokura pika, manawi, tula..aaagggg, soltadnos, maldita sea, os voy a arrancar todas las plumas, uaaaaa- maldecía mientras nos arrastraban a una increíble velocidad, Niniel y Eltrant no nos alcanzarían, al menos espero que pudieran seguirnos en rastro.
-Tranquila Catherine, estoy contigo, no dejaré que te hagan nada- le dije tratando de transmitir una seguridad que no tenía, al cabo de un buen rato llegamos al límite de la espesura, Catherine gritaba alarmada, es verdad, no podía tocarla el sol directo.
-Espera, te cubriré con el escudo- Dije sacando mi escudo, podía usarlo como una especie de parasoles, sin embargo los hombres pájaro ya habían pensado en ello y la envolvieron rápidamente en una manta.
Tranquila, estoy aquí fuera, contigo- dije siendo sus ojos en el exterior, y menudo exterior, miré entonces a donde nos conducían y me quedé de piedra, ante nosotros se alzaba una ciudad de piedra en mitad de la jungla, y en el centro de esta una imponente y enorme pirámide en cuya cúspide se alzaba algún tipo de objeto muy brillante, y seguramente valioso.
-Uuuuuu…no te vas a creer donde estamos- dije mientras avanzábamos por la cuidad rumbo a la pirámide.
-E..este sitio es enorme, nos están llevando a la pirámide…esta…esta isla de desierta no tiene nada- comenté a Catherine, la cuidad era realmente magnifica, el sol brillaba sobre las casas de piedra y hacía resaltar aún más la pirámide por la que estábamos ascendiendo, finalmente nos llevaron a unas estancias en la parte superior, nos dejaron en una gran sala de piedra, fría donde los pájaros se retiraron cerrando la puerta tras de sí, en la sala aparte de nosotros estaba una mujer muy extraña, seguramente hombre bestia, mitad pájaro, que apostaría a que era la que gobernaba todo esto.
Rápidamente ayudé a Catherine a desenrollarse de la manta, aquí no había luz directa, solo algunas ventanas por las que entraban y salían gran cantidad de pájaros de vivos colores que no había visto nunca y dudo que nadie más tampoco, lo cierto era que el ambiente era fantástico, casi como un sueño, la mujer, joven, rubia, delgada..no, grácil más bien, con el cuerpo cubierto de plumas y extremidades de humano, quizás algún tipo de hombre bestia, aunque pese a eso su belleza esra mas que evidente.
Me puse en pie firme y me sacudí la ropa, yo tenía un aspecto deplorable, con la ropa ajada del naufragio, manchada de sangre y me seguía faltando una bota, pudiendo sentir el frio suelo de piedra bajo mi pie.
Por suerte la mujer pájaro me ignoró y se centró en Catherine, que estaba brillando de una manera de lo más extraña ¿Qué clase de poder era ese?
La mujer pájaro se presentó como Adelheid o algo así, madre de las aves, fuese lo que fuese parecía un cargo importante así que lo mejor sería por el momento seguirla la corriente.
-E..es un honor yo…- dije haciendo una reverencia para rápidamente callarme, estaba claro que la cosa no iba conmigo sino con Catherine, a la que llamaba Kumatre, espera, Adelheid me sonaba de algo, si, la misteriosa mujer de negro de la jaula que vimos en la selva, ¿había dicho algo de que era su hermana no?¿y algo de un obelisco negro?, nono, un cuervo negro, la llave del obelisco, o algo asi.
Catherine me miró buscando ayuda, le asentí con la cabeza, podía contar conmigo, si la cosa se ponía fea la protegería con mi escudo, hasta mi último aliento.
La joven brillante pregunto dónde estábamos y que querían de nosotros, una duda que me recomía la cabeza desde el principio, yo iba a añadir algo mas pero supongo que la reina de las aves no haría demasiado caso al desaliñado compañero de la diosa, así que callé y me situé junto a Catherine como si de su guardián me tratase, si había que jugar a ser el fiel servidor de la diosa jugaríamos, al menos asi ganaríamos tiempo para pensar como salir de aquí.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Si lo que a aquellos pajarracos les llamaba la atención de Catherine era el extraño brillo que emitía fruto a todas luces de su mínima exposición al sol, la cual en circunstancias normales debería haberle costado la vida, al ver a la elfa poder emitirlo en mayor cantidad y a voluntad, así como usarlo incluso de manera ofensiva demostrando de ese modo su dominio sobre la luz, aquellos seres deberían de haber quedado extasiados y dejado a la vampiresa en paz para centrarse en ella, más capaz de defenderse que su compañera en aquellas circunstancias. No obstante no debía de ser el brillo lo que habían ido a buscar, ni tampoco a una joven de piel clara y cabello blanco, pues Niníel y Cath compartían esos rasgos, algo que sin duda había contribuido, junto con su pasión por la alquimia, al rápido acercamiento entre ambas en el corto periodo de tiempo que llevaban juntas en la logia.
¿Entonces por qué todo el mundo en aquella apartada isla iba directamente a por Catherine sin dudar? ¿Y cómo es que parecían saber que estaba allí e incluso cómo encontrarla en plena espesura? ¿Qué les llevaba a ignorar a los demás incluso a pesar de haber demostrado ser una amenaza con su acero, como era el caso de Eltrant, o de haber noqueado a uno de sus compañeros con un luminoso golpe como había hecho Níniel? ¿Acaso su amiga sí era en verdad la encarnación de una deidad que de alguna manera los nativos de aquella isla podían percibir y ellos no? Quizá su resistencia al sol no fuera algo de aquel lugar sino un don natural suyo, desconocido ya que seguramente desde su conversión habría evitado el sol por completo.
En cualquier caso, las criaturas aladas acabaron por tomar a Cath y a Schott, quien seguramente había logrado decir algo con cierto sentido al graznar en "pajariense" inventado, y cargando a ambos y a a su compañero caído como si de meros fardos se tratara emprendieron una rápida huída a través de la espesura. Tán rápida de hecho que, incluso aunque se trataba de criaturas aladas, las cuales normalmente suelen mostrarse torpes en tierra debido a su fisionomía hecha para volar, y a pesar del peso extra que cargaban, no tardaron en dejar a Níniel y a Eltrant atrás. Rápidos y fuertes incluso en tierra, y unas alas que sin duda no eran un adorno, aquello era algo que debían tener en cuenta para futuros enfrentamientos.
-Son unas criaturas ciertamente formidables, y juegan en casa, pero no creo que puedan moverse sin dejar huellas mientras cargan con un peso muerto y con dos pesos que se resisten. Schott debe de pesar sus buenos setenta kilos, más con el equipo. - Fueron las palabras de la peliblanca, dándole fuerza a las palabras del humano y creyendo sinceramente que tal y como él había dicho aquel grupo no podía estar demasiado lejos. Además Eltrant parecía saber seguir un rastro y en la espesura era algo que a los elfos, por mucho que aquello no fuera un bosque exactamente, tampoco se les daba nada mal. Su aguda visión y sus gráciles cuerpos les daban ventaja en lugares como aquel.
-Ser guardia no es ser infalible. Solo los dioses lo son. Este lugar parecía una isla desierta y aquella mujer y estos pájaros tenían toda la ventaja del mundo al aparecer de la nada, especialmente tras haber sobrevivido a un naufragio. Les seguimos de cerca, estás cumpliendo con ese trabajo.- Trató de animarlo la joven. Le necesitaba sereno, concentrado y alerta y no sumido en las sombras del derrotismo y la autoflagelación. Por ello decidió no mencionar nada sobre lo que pensaba de la gran mayoría de esa "Guardia" de los orejas redondas en la que pocos daban realmente la talla, y lo hacían enfrentándose tanto a los villanos como a sus propios compañeros, aquellos que eran una vergüenza para el uniforme y que no escaseaban precisamente. -Lo conseguiremos. No hemos sobrevivido a una flota de no muertos, a una vorágine devoradora de navíos y a un naufragio para rendirnos ahora.- Terminó de decir la sacerdotisa dejando también ella misma el pesimismo y la pena a un lado y centrándose en lo que tenía delante ayudada por la energía positiva que parecía saturar la isla entera.
-Conozco a Schott.- Respondió a las nuevas palabras de Eltrant mientras éste revisaba las marcas en el tronco de un árbol tratando de encontrar algún indicativo de en qué dirección debían de moverse a continuación, disminuyendo de nuevo el ritmo de su marcha forzosamente si no querían acabar corriendo en la dirección equivocada. -Catherine me preocupa más. Esa mujer de negro de antes y sus palabras, todo eso de ser Kumatre...Quizá solo sea un cuento, pero al escuchar ciertos nombres caí en la cuenta de que estamos en el reino de las aves. Se dice que aquí reina Adelheid, una reina buena y justa, pero que lo hace enfrentada a Koran, el cuervo negro, una entidad malvada. No se a ti pero a mi esa mujer de negro me recordó a un cuervo negro. Que nos encargara algo que debemos mantener en secreto ante una reina benigna...Me parece que aquí está pasando algo más que la llegada de una deidad solar, puede que una lucha fratricida, y Cath está justo en medio.- Le comentó tanto a modo de respuesta a sus palabras como haciéndole partícipe de lo poco que sabía de aquel misterioso lugar.
Enseguida pudieron ponerse de nuevo en marcha y Níniel no dudó en seguir a Eltrant a través de la selva, y el humano no tardó mucho en volver a hablar, esta vez preguntando por los intereses de la logia en aquellas, a lo cual se respondió él solo dejando claro que la guardia estaba allí por el mismo motivo, y luego compartiendo con ella sus lúgubres pensamientos sobre lo que parecía implicar a aquella reliquia y lo que él creía que sería lo mejor hacer respecto a la misma. A decir verdad Níniel no había pensado en la reliquia desde que despertara en la playa. De hecho tras el naufragio bien podían estar muy lejos del lugar donde tal objeto se encontraba y por ende la misión había sido un completo fracaso, quién sabe si quizá costándole la vida a más de un miembro de la propia logia. Pensar en ello en esos momentos no parecía una prioridad, pero aún así la joven le respondió con sinceridad.
-¿Sabé la guardia de qué tipo de artefacto se trata? Es posible que tu espada pueda romperlo, o no. Es posible que ni siquiera pueda destruirse o que hacerlo del modo inadecuado tenga consecuencias catastróficas. Por ello antes que nada, la logia, la máxima autoridad como organización en Aerandir en materia de magia debería asegurarse de su custodia hasta decidir qué hacer con ello. De hecho llegado el momento y tomada una decisión somos los más preparados para llevarlo a cabo. Por lo visto es un artefacto élfico, si es posible asegurarlo yo misma serviré de enlace con mi pueblo para asegurarnos de que, se decida lo que se decida hacer con ello, se haga de forma segura.- Dijo la elfa reduciendo el paso al notar mientras hablaba que la espesura de la selva se reducía progresivamente. -Igual, a saber dónde está. Tras el naufragio podemos estar delante de ella o a cientos de leguas de distancia.- Dijo para acabar justo antes de que la línea de selva se hiciera tan poco densa como para permitir a la elfa ver a través de las ramas de los árboles algo con lo que no esperaba encontrarse en mitad de la jungla; una ciudad entera en la que destacaba una enorme pirámide.
-Por los dioses...¿Quién construiría algo así en un lugar como este? O mejor dicho, ¿cómo?- Preguntó sorprendida y maravillada la peliblanca observando aquella maravilla arquitectónica que hacía palidecer incluso al propio castillo de Lunargenta, aunque quizá este último fuera mayor en tamaño, era difícil decirlo. -Pues...Si fueron hacia la ciudad...¿Se te ocurre un lugar mejor que ese donde llevar a una diosa solar?.- Dijo dejando entrever que si querían seguir iban a tener que encontrar un modo de colarse en la ciudad y también en la pirámide. Una tarea que debido a su aspecto iba a resultar casi imposible si no pensaban en algo.
-Puede ser, aunque sin conocer la cultura que levantó este lugar a saber.¿Si las tienen debería de haber algún acceso fuera de la ciudad...Podría llevarnos horas encontrarlo, y más aún recorrerlo sin perdernos...Ya podía ser un pueblo con cuatro casas...- Se quejó la elfa tratando de localizar con sus ojos de elfa tal acceso, o cualquier otro modo de colarse hasta allí aunque solo fuera para tratar de averiguar algo más sobre sus compañeros.
-Una ciudad de lo más animada.- Dijo señalando desde la cobertura de los árboles hacia un grupo de aquellos hombres pájaro que parecían dirigirse todos hacia la ciudad. Era difícil de saber debido a su extraña lengua, pero parecían emocionados, y a diferencia de los que les atacaron en la selva, aquellos parecían llevar ropas más elaboradas profusamente decoradas y tocados de plumas que no parecían nada cómodos. -¿Vestidos para los grandes acontecimientos?.- Preguntó la joven señalando también en otra dirección en la que estaba pasando lo mismo que en la primera, grupos de diferentes tamaños de aquellas criaturas que se congregaban y se dirigían a la ciudad. Incluso había un par de hombres pájaro con máscaras que debían de cumplir algún tipo de función ritual - Diría que se están congregando. Mira...- Dijo entonces señalando hacia lo que parecía algún tipo de carromato cerrado tirado por un animal de tiro similar a un lagarto del tamaño de un semidragón de apariencia robusta. -Podríamos aprovechar el gentío y colarnos en un transporte como ese-
¿Entonces por qué todo el mundo en aquella apartada isla iba directamente a por Catherine sin dudar? ¿Y cómo es que parecían saber que estaba allí e incluso cómo encontrarla en plena espesura? ¿Qué les llevaba a ignorar a los demás incluso a pesar de haber demostrado ser una amenaza con su acero, como era el caso de Eltrant, o de haber noqueado a uno de sus compañeros con un luminoso golpe como había hecho Níniel? ¿Acaso su amiga sí era en verdad la encarnación de una deidad que de alguna manera los nativos de aquella isla podían percibir y ellos no? Quizá su resistencia al sol no fuera algo de aquel lugar sino un don natural suyo, desconocido ya que seguramente desde su conversión habría evitado el sol por completo.
En cualquier caso, las criaturas aladas acabaron por tomar a Cath y a Schott, quien seguramente había logrado decir algo con cierto sentido al graznar en "pajariense" inventado, y cargando a ambos y a a su compañero caído como si de meros fardos se tratara emprendieron una rápida huída a través de la espesura. Tán rápida de hecho que, incluso aunque se trataba de criaturas aladas, las cuales normalmente suelen mostrarse torpes en tierra debido a su fisionomía hecha para volar, y a pesar del peso extra que cargaban, no tardaron en dejar a Níniel y a Eltrant atrás. Rápidos y fuertes incluso en tierra, y unas alas que sin duda no eran un adorno, aquello era algo que debían tener en cuenta para futuros enfrentamientos.
-Son unas criaturas ciertamente formidables, y juegan en casa, pero no creo que puedan moverse sin dejar huellas mientras cargan con un peso muerto y con dos pesos que se resisten. Schott debe de pesar sus buenos setenta kilos, más con el equipo. - Fueron las palabras de la peliblanca, dándole fuerza a las palabras del humano y creyendo sinceramente que tal y como él había dicho aquel grupo no podía estar demasiado lejos. Además Eltrant parecía saber seguir un rastro y en la espesura era algo que a los elfos, por mucho que aquello no fuera un bosque exactamente, tampoco se les daba nada mal. Su aguda visión y sus gráciles cuerpos les daban ventaja en lugares como aquel.
-Ser guardia no es ser infalible. Solo los dioses lo son. Este lugar parecía una isla desierta y aquella mujer y estos pájaros tenían toda la ventaja del mundo al aparecer de la nada, especialmente tras haber sobrevivido a un naufragio. Les seguimos de cerca, estás cumpliendo con ese trabajo.- Trató de animarlo la joven. Le necesitaba sereno, concentrado y alerta y no sumido en las sombras del derrotismo y la autoflagelación. Por ello decidió no mencionar nada sobre lo que pensaba de la gran mayoría de esa "Guardia" de los orejas redondas en la que pocos daban realmente la talla, y lo hacían enfrentándose tanto a los villanos como a sus propios compañeros, aquellos que eran una vergüenza para el uniforme y que no escaseaban precisamente. -Lo conseguiremos. No hemos sobrevivido a una flota de no muertos, a una vorágine devoradora de navíos y a un naufragio para rendirnos ahora.- Terminó de decir la sacerdotisa dejando también ella misma el pesimismo y la pena a un lado y centrándose en lo que tenía delante ayudada por la energía positiva que parecía saturar la isla entera.
-Conozco a Schott.- Respondió a las nuevas palabras de Eltrant mientras éste revisaba las marcas en el tronco de un árbol tratando de encontrar algún indicativo de en qué dirección debían de moverse a continuación, disminuyendo de nuevo el ritmo de su marcha forzosamente si no querían acabar corriendo en la dirección equivocada. -Catherine me preocupa más. Esa mujer de negro de antes y sus palabras, todo eso de ser Kumatre...Quizá solo sea un cuento, pero al escuchar ciertos nombres caí en la cuenta de que estamos en el reino de las aves. Se dice que aquí reina Adelheid, una reina buena y justa, pero que lo hace enfrentada a Koran, el cuervo negro, una entidad malvada. No se a ti pero a mi esa mujer de negro me recordó a un cuervo negro. Que nos encargara algo que debemos mantener en secreto ante una reina benigna...Me parece que aquí está pasando algo más que la llegada de una deidad solar, puede que una lucha fratricida, y Cath está justo en medio.- Le comentó tanto a modo de respuesta a sus palabras como haciéndole partícipe de lo poco que sabía de aquel misterioso lugar.
Enseguida pudieron ponerse de nuevo en marcha y Níniel no dudó en seguir a Eltrant a través de la selva, y el humano no tardó mucho en volver a hablar, esta vez preguntando por los intereses de la logia en aquellas, a lo cual se respondió él solo dejando claro que la guardia estaba allí por el mismo motivo, y luego compartiendo con ella sus lúgubres pensamientos sobre lo que parecía implicar a aquella reliquia y lo que él creía que sería lo mejor hacer respecto a la misma. A decir verdad Níniel no había pensado en la reliquia desde que despertara en la playa. De hecho tras el naufragio bien podían estar muy lejos del lugar donde tal objeto se encontraba y por ende la misión había sido un completo fracaso, quién sabe si quizá costándole la vida a más de un miembro de la propia logia. Pensar en ello en esos momentos no parecía una prioridad, pero aún así la joven le respondió con sinceridad.
-¿Sabé la guardia de qué tipo de artefacto se trata? Es posible que tu espada pueda romperlo, o no. Es posible que ni siquiera pueda destruirse o que hacerlo del modo inadecuado tenga consecuencias catastróficas. Por ello antes que nada, la logia, la máxima autoridad como organización en Aerandir en materia de magia debería asegurarse de su custodia hasta decidir qué hacer con ello. De hecho llegado el momento y tomada una decisión somos los más preparados para llevarlo a cabo. Por lo visto es un artefacto élfico, si es posible asegurarlo yo misma serviré de enlace con mi pueblo para asegurarnos de que, se decida lo que se decida hacer con ello, se haga de forma segura.- Dijo la elfa reduciendo el paso al notar mientras hablaba que la espesura de la selva se reducía progresivamente. -Igual, a saber dónde está. Tras el naufragio podemos estar delante de ella o a cientos de leguas de distancia.- Dijo para acabar justo antes de que la línea de selva se hiciera tan poco densa como para permitir a la elfa ver a través de las ramas de los árboles algo con lo que no esperaba encontrarse en mitad de la jungla; una ciudad entera en la que destacaba una enorme pirámide.
-Por los dioses...¿Quién construiría algo así en un lugar como este? O mejor dicho, ¿cómo?- Preguntó sorprendida y maravillada la peliblanca observando aquella maravilla arquitectónica que hacía palidecer incluso al propio castillo de Lunargenta, aunque quizá este último fuera mayor en tamaño, era difícil decirlo. -Pues...Si fueron hacia la ciudad...¿Se te ocurre un lugar mejor que ese donde llevar a una diosa solar?.- Dijo dejando entrever que si querían seguir iban a tener que encontrar un modo de colarse en la ciudad y también en la pirámide. Una tarea que debido a su aspecto iba a resultar casi imposible si no pensaban en algo.
-Puede ser, aunque sin conocer la cultura que levantó este lugar a saber.¿Si las tienen debería de haber algún acceso fuera de la ciudad...Podría llevarnos horas encontrarlo, y más aún recorrerlo sin perdernos...Ya podía ser un pueblo con cuatro casas...- Se quejó la elfa tratando de localizar con sus ojos de elfa tal acceso, o cualquier otro modo de colarse hasta allí aunque solo fuera para tratar de averiguar algo más sobre sus compañeros.
-Una ciudad de lo más animada.- Dijo señalando desde la cobertura de los árboles hacia un grupo de aquellos hombres pájaro que parecían dirigirse todos hacia la ciudad. Era difícil de saber debido a su extraña lengua, pero parecían emocionados, y a diferencia de los que les atacaron en la selva, aquellos parecían llevar ropas más elaboradas profusamente decoradas y tocados de plumas que no parecían nada cómodos. -¿Vestidos para los grandes acontecimientos?.- Preguntó la joven señalando también en otra dirección en la que estaba pasando lo mismo que en la primera, grupos de diferentes tamaños de aquellas criaturas que se congregaban y se dirigían a la ciudad. Incluso había un par de hombres pájaro con máscaras que debían de cumplir algún tipo de función ritual - Diría que se están congregando. Mira...- Dijo entonces señalando hacia lo que parecía algún tipo de carromato cerrado tirado por un animal de tiro similar a un lagarto del tamaño de un semidragón de apariencia robusta. -Podríamos aprovechar el gentío y colarnos en un transporte como ese-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1150
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
La criatura mitad pájaro, mitad mujer se levantó del trono en el que reposaba cuando Catherine le formuló la pregunta. Relajada y tranquila, descendió como si no pesase nada por los escalones, moviéndose acompasadamente y pasó al lado de Kumatre y Schott. La guardia pajaril la había dejado en soledad ante dos extraños que, si no conocía
-Os encontráis en el reino de las aves. – su voz era calmada, serena, ni gesticulaba ni despegaba los brazos de su costado, simplemente les miraba con una mirada amarga, pero tranquila. – En el gran templo solar, aquello que los extranjeros llaman “el artefacto”. Muchos han intentado profanarlo, pero la paz reina en este lugar, pues todos somos bendecidos por la magia que embriaga este lugar. – cerró los ojos e inhaló aire – Pureza... Naturaleza… - suspiró.
Adelheid se acercó entonces a una pared en la que reposaba un enorme cuadro, en ella se veía una mujer de piel blanquecina en sentada en un paraje selvático como en el que se habían encontrado a la misteriosa mujer de negro. Realizó un cortés y elegante gesto con la mano, tendiéndola hacia el cuadro y mirando a sus invitados.
Estaba muy preocupada y nerviosa, casi suplicaba a Catherine y Schott que lo hiciesen, y veían en ellos la única esperanza.
-El templo se debilita. Vuestra llegada no ha podido ser casualidad. Tomad esta llave, subid a la cúspide, Kumatre. Y reparad el templo, por favor. – pidió, mostrándole una escalera que ascendía hacia lo más alto de la enorme pirámide, y entregándoles una llave, exactamente igual a la que la bruja Koran les había mostrado en la selva. Algo que rápidamente identificarían.
* * * * * * * * *
Por su parte, Eltrant y Níniel comenzaron un interesante debate sobre qué hacer con el artefacto o si sobre deberían destruirlo o quedárselo. ¡Pobres ilusos! ¿Cómo pensaba Eltrant derribar una pirámide entera con una mera espada? No podría hacerlo. Además, Níniel era partidaria de mantener el “objeto” en su organización. El conflicto entre ambas posturas era evidente, pero lo cierto es que, por el momento, aquella decisión no recaería en ellos dos, si bien tendrían que asumir la responsabilidad en algo, quizás, más importante.
Aún no era el momento para ello. Llegaron a la muralla del poblado de las aves. Un lugar alegre y en el que, como en toda la isla, gobernaba la tranquilidad. Tendrían que ser sigilosos y tratar de infiltrarse, dado que ninguno de los dos tenía la apariencia de ser un habitante de aquel lugar.
Encontrar a Schott y Catherine debía ser, ahora mismo, su prioridad. ¿A qué lugar podrían dirigir a una diosa? Entre un sinfín de casas similares, aquella gran pirámide se mostraba como el objetivo más tentador al que ir a explorar. Si eran inteligentes, aquel debería ser el primer sitio en el que deberían de mirar. Pero, evidentemente, la seguridad en la edificación aparentemente más importante tenía que ser, a la fuerza, máxima.
Catherine & Schott: Empezáis a entrar en la parte decisiva de la trama. Habéis descubierto que el artefacto que tantos meses lleváis persiguiendo es el propio templo en el que os encontráis. Cualquier acción que toméis será trascendente para el destino del mismo. De momento, deberéis utilizar la llave y ascender a la pirámide por el interior y también podéis preguntarle a Adelheid si tenéis alguna inquietud, o conversar entre vosotros sobre lo sucedido. Lo que consideréis. Ella no os acompañará arriba, pero está a vuestra merced para contestaros todo lo que deseéis antes de que partáis hacia la cúspide.
Eltrant & Níniel: La pirámide, que rápidamente llamó vuestra atención, parece el mejor lugar al que llevar a una “diosa”. ¿No os parece? Tenéis que ingeniároslas para tratar de llegar a la base de la misma, pero de momento os encontraréis todas las puertas cerradas. No os será fácil pues no dais el pego de ser habitantes de la ciudad. Tendréis que hacerlo rápido. Vuestras acciones también influirán mucho en el devenir de la historia, aunque de otro modo, pero no será hasta el próximo turno cuando tengáis que tomar la decisión trascendente.
-Os encontráis en el reino de las aves. – su voz era calmada, serena, ni gesticulaba ni despegaba los brazos de su costado, simplemente les miraba con una mirada amarga, pero tranquila. – En el gran templo solar, aquello que los extranjeros llaman “el artefacto”. Muchos han intentado profanarlo, pero la paz reina en este lugar, pues todos somos bendecidos por la magia que embriaga este lugar. – cerró los ojos e inhaló aire – Pureza... Naturaleza… - suspiró.
Adelheid se acercó entonces a una pared en la que reposaba un enorme cuadro, en ella se veía una mujer de piel blanquecina en sentada en un paraje selvático como en el que se habían encontrado a la misteriosa mujer de negro. Realizó un cortés y elegante gesto con la mano, tendiéndola hacia el cuadro y mirando a sus invitados.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Esta sois vos, Kumatre, la reencarnación de la deidad solar. Hace más de veinte años que no aparecéis por aquí. – explicó. – Hemos descubierto por anteriores reencarnaciones vuestras que ardéis cuando sois expuesta al sol. Mis más sinceras disculpas, mi señora. Jamás volveremos a cometer ese fatal error. – No mentía la mujer. Y es que había habido “kumatres” anteriores, que no eran más que vampiresas que, al encontrarse con la luz purificadora del artefacto, brillaban, pero ni siquiera esto era suficiente para que los maldecidos por el dragón evitasen arder al contacto directo. Los habitantes del reino habían incinerado así, espontáneamente, a varias vampiresas o “reencarnaciones de Kumatre”, como creían ellos, que habían llegado anteriormente a la isla. Al menos, parecían haber aprendido la lección en esta ocasión. - Me inclino ante vos, mi diosa, no me cabe duda de que sois vos. Y también me arrodillo ante vuestro señor, que conoce el lenguaje del reino. – se arrodilló también ante Schott. - Tan sólo os pido que restablezcáis la energía que debilita al templo, así como que preservéis la paz de esta tierra y mantengáis alejada a mi hermana, Koran.Estaba muy preocupada y nerviosa, casi suplicaba a Catherine y Schott que lo hiciesen, y veían en ellos la única esperanza.
-El templo se debilita. Vuestra llegada no ha podido ser casualidad. Tomad esta llave, subid a la cúspide, Kumatre. Y reparad el templo, por favor. – pidió, mostrándole una escalera que ascendía hacia lo más alto de la enorme pirámide, y entregándoles una llave, exactamente igual a la que la bruja Koran les había mostrado en la selva. Algo que rápidamente identificarían.
* * * * * * * * *
Por su parte, Eltrant y Níniel comenzaron un interesante debate sobre qué hacer con el artefacto o si sobre deberían destruirlo o quedárselo. ¡Pobres ilusos! ¿Cómo pensaba Eltrant derribar una pirámide entera con una mera espada? No podría hacerlo. Además, Níniel era partidaria de mantener el “objeto” en su organización. El conflicto entre ambas posturas era evidente, pero lo cierto es que, por el momento, aquella decisión no recaería en ellos dos, si bien tendrían que asumir la responsabilidad en algo, quizás, más importante.
Aún no era el momento para ello. Llegaron a la muralla del poblado de las aves. Un lugar alegre y en el que, como en toda la isla, gobernaba la tranquilidad. Tendrían que ser sigilosos y tratar de infiltrarse, dado que ninguno de los dos tenía la apariencia de ser un habitante de aquel lugar.
Encontrar a Schott y Catherine debía ser, ahora mismo, su prioridad. ¿A qué lugar podrían dirigir a una diosa? Entre un sinfín de casas similares, aquella gran pirámide se mostraba como el objetivo más tentador al que ir a explorar. Si eran inteligentes, aquel debería ser el primer sitio en el que deberían de mirar. Pero, evidentemente, la seguridad en la edificación aparentemente más importante tenía que ser, a la fuerza, máxima.
* * * * * * * * * * *
Catherine & Schott: Empezáis a entrar en la parte decisiva de la trama. Habéis descubierto que el artefacto que tantos meses lleváis persiguiendo es el propio templo en el que os encontráis. Cualquier acción que toméis será trascendente para el destino del mismo. De momento, deberéis utilizar la llave y ascender a la pirámide por el interior y también podéis preguntarle a Adelheid si tenéis alguna inquietud, o conversar entre vosotros sobre lo sucedido. Lo que consideréis. Ella no os acompañará arriba, pero está a vuestra merced para contestaros todo lo que deseéis antes de que partáis hacia la cúspide.
Eltrant & Níniel: La pirámide, que rápidamente llamó vuestra atención, parece el mejor lugar al que llevar a una “diosa”. ¿No os parece? Tenéis que ingeniároslas para tratar de llegar a la base de la misma, pero de momento os encontraréis todas las puertas cerradas. No os será fácil pues no dais el pego de ser habitantes de la ciudad. Tendréis que hacerlo rápido. Vuestras acciones también influirán mucho en el devenir de la historia, aunque de otro modo, pero no será hasta el próximo turno cuando tengáis que tomar la decisión trascendente.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Parecía que de momento no habrían más preguntas a parte de las que Cath dedicó a la mujer medio pájaro, y aunque ésta se tomó su tiempo en responder mientras se acercaba a los dos jóvenes, al llegar a su altura, no reparó a la hora de dar bastantes más detalles de los que se pudieran imaginar.
La vampira no decía nada en las breves pausas que Adelheid dejaba en el aire tras comentario y comentario, lo único que hacía era lanzar miradas de soslayo a Schott; tan sólo para comprobar si estaba tan sorprendido como ella. Aún más cuando la rubia emplumada se postró ante ellos cual vasallo frente a su rey; Cath no pudo más que separar los labios para empezar a titubear y terminar mordiéndoselos. La actitud de aquella mujer más los tantos detalles en tan poco tiempo la habían dejado tan trastornada como cuando apareció por primera vez la figura de aquella mujer a la que acababan de presentar como “Koran”.
Catherine se quedó en silencio, fue un silencio demasiado breve para todas las cosas que daba vueltas en su cabeza.
En primera instancia, el hecho de pensar acerca de aquel lugar. Ese sitio resultó ser el supuesto artilugio que buscaban, aquel que supo de su existencia hacía meses en el castillo de la Logia, donde comenzó toda aquella extraña aventura. Y ahora… parecía que lo que en un principio creían que era un objeto, era un enorme y majestuoso templo. Templo el cual, después de lo visto y oído, era ella la figura a la que idolatraban. Gran error, por supuesto, pero quizás fuese algo que llegado tal punto podría resultar beneficioso, sobre todo si ello la mantendría lejos de los rayos del sol.
Volvió a lanzar una mirada fugaz hacia el pelirrojo tras las últimas palabras de Adelheid. No sabía las intenciones de Schott detrás de todo este asunto, pero ella se encontraba con una extraña sensación en el cuerpo. ¿Debía dejar atrás todas sus inquietudes y mantener una mentalidad fría ante el hecho de poder completar la misión? Poder terminar con todo lo que comenzó junto a sus compañeros… Sus compañeros, ahora sentía que los necesitaba más que nunca. ¿Qué haría Níniel? ¿o Geralt y Vince? ¿Qué haría Rachel?...
La joven suspiró, y casi sin pensarlo extendió las manos para recibir la llave que la Madre de Aves les tendió, y al sostenerla y mirarla fijamente recordó la llave que la tal Koran guardaba, la cual también prometió que les cedería si cumplían sus deseos.
– Le… le ayudaré –Musitó, volviendo a reparar en Schott. –Le ayudaremos. –Dijo mirando hacia la mujer de forma más seria. – Pero… quiero saber antes un par de cosas. Lo primero, ¿Por qué es su hermana tan peligrosa? La habéis mantenido al margen de todo sin… mi ayuda ¿no?, ¿Por qué podría cambiar eso ahora? ¿Qué la hace tan temible? –Iba a dejar unos segundos de margen para que la rubia respondiera, pero necesitaba aclarar su segunda duda lo antes posible, y no quería que el tema de Koran se las llevara por las ramas – Y en segundo lugar, quiero saber qué será de nosotros después. No llegué aquí sola, tus hombres nos separaron del resto de los míos –Carraspeó levemente, apenas se sentía segura ella misma mientras hablaba de aquella forma. Sabía que en realidad no era ningún tipo de ser divino, y no se le daba bien aparentar ser alguien importante, pero si ello podía salvar a Nín y a Eltrant, o al menos atraerlos hacia donde estaban y regresar juntos… lo intentaría. – Me gustaría saber cuál será nuestro futuro y el de mi gente tras hacer… –Dirigió su vista hacia las escaleras que subían a la cima. –…Esto.
Inspiró profundamente haciendo que su pecho se hinchase queriendo mostrarse mínimamente imponente. Sabía que las palabras de aquella mujer no tendrían por qué decir la verdad, todo podría ser una treta para que la tal “Kumatre” obedeciera sus plegarias sin rechistar. Incluso cabía la posibilidad de que Adelheid no fuese la que realmente velara por los suyos, y los engañase poniéndolos en contra de su hermana, quién hizo exactamente lo mismo cuando se encontraron con ella en el bosque.
Quizás “reparar el templo” conllevaba un sacrificio en donde ellos fueran el precio a pagar, antojándoseles en ese caso mucho más tentadora la propuesta de Koran.
Catherine tensó la expresión de su rostro sin dejar de clavar la vista en los ojos de Adelheid. No importaba qué fuera lo que respondería aquella mujer a sus palabras, una vez subieran por aquellas escaleras debían pensar en algo, tanto ella como Schott, no creía que lo que estuviera por ocurrir sólo pudiera decantarse bajo sus propias decisiones.
La vampira no decía nada en las breves pausas que Adelheid dejaba en el aire tras comentario y comentario, lo único que hacía era lanzar miradas de soslayo a Schott; tan sólo para comprobar si estaba tan sorprendido como ella. Aún más cuando la rubia emplumada se postró ante ellos cual vasallo frente a su rey; Cath no pudo más que separar los labios para empezar a titubear y terminar mordiéndoselos. La actitud de aquella mujer más los tantos detalles en tan poco tiempo la habían dejado tan trastornada como cuando apareció por primera vez la figura de aquella mujer a la que acababan de presentar como “Koran”.
Catherine se quedó en silencio, fue un silencio demasiado breve para todas las cosas que daba vueltas en su cabeza.
En primera instancia, el hecho de pensar acerca de aquel lugar. Ese sitio resultó ser el supuesto artilugio que buscaban, aquel que supo de su existencia hacía meses en el castillo de la Logia, donde comenzó toda aquella extraña aventura. Y ahora… parecía que lo que en un principio creían que era un objeto, era un enorme y majestuoso templo. Templo el cual, después de lo visto y oído, era ella la figura a la que idolatraban. Gran error, por supuesto, pero quizás fuese algo que llegado tal punto podría resultar beneficioso, sobre todo si ello la mantendría lejos de los rayos del sol.
Volvió a lanzar una mirada fugaz hacia el pelirrojo tras las últimas palabras de Adelheid. No sabía las intenciones de Schott detrás de todo este asunto, pero ella se encontraba con una extraña sensación en el cuerpo. ¿Debía dejar atrás todas sus inquietudes y mantener una mentalidad fría ante el hecho de poder completar la misión? Poder terminar con todo lo que comenzó junto a sus compañeros… Sus compañeros, ahora sentía que los necesitaba más que nunca. ¿Qué haría Níniel? ¿o Geralt y Vince? ¿Qué haría Rachel?...
La joven suspiró, y casi sin pensarlo extendió las manos para recibir la llave que la Madre de Aves les tendió, y al sostenerla y mirarla fijamente recordó la llave que la tal Koran guardaba, la cual también prometió que les cedería si cumplían sus deseos.
– Le… le ayudaré –Musitó, volviendo a reparar en Schott. –Le ayudaremos. –Dijo mirando hacia la mujer de forma más seria. – Pero… quiero saber antes un par de cosas. Lo primero, ¿Por qué es su hermana tan peligrosa? La habéis mantenido al margen de todo sin… mi ayuda ¿no?, ¿Por qué podría cambiar eso ahora? ¿Qué la hace tan temible? –Iba a dejar unos segundos de margen para que la rubia respondiera, pero necesitaba aclarar su segunda duda lo antes posible, y no quería que el tema de Koran se las llevara por las ramas – Y en segundo lugar, quiero saber qué será de nosotros después. No llegué aquí sola, tus hombres nos separaron del resto de los míos –Carraspeó levemente, apenas se sentía segura ella misma mientras hablaba de aquella forma. Sabía que en realidad no era ningún tipo de ser divino, y no se le daba bien aparentar ser alguien importante, pero si ello podía salvar a Nín y a Eltrant, o al menos atraerlos hacia donde estaban y regresar juntos… lo intentaría. – Me gustaría saber cuál será nuestro futuro y el de mi gente tras hacer… –Dirigió su vista hacia las escaleras que subían a la cima. –…Esto.
Inspiró profundamente haciendo que su pecho se hinchase queriendo mostrarse mínimamente imponente. Sabía que las palabras de aquella mujer no tendrían por qué decir la verdad, todo podría ser una treta para que la tal “Kumatre” obedeciera sus plegarias sin rechistar. Incluso cabía la posibilidad de que Adelheid no fuese la que realmente velara por los suyos, y los engañase poniéndolos en contra de su hermana, quién hizo exactamente lo mismo cuando se encontraron con ella en el bosque.
Quizás “reparar el templo” conllevaba un sacrificio en donde ellos fueran el precio a pagar, antojándoseles en ese caso mucho más tentadora la propuesta de Koran.
Catherine tensó la expresión de su rostro sin dejar de clavar la vista en los ojos de Adelheid. No importaba qué fuera lo que respondería aquella mujer a sus palabras, una vez subieran por aquellas escaleras debían pensar en algo, tanto ella como Schott, no creía que lo que estuviera por ocurrir sólo pudiera decantarse bajo sus propias decisiones.
Catherine Blair
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 126
Nivel de PJ : : 1
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
La ciudad que se alzaba frente a ellos no era precisamente pequeña, aún desde dónde se encontraba se podía apreciar a simple vista que si no eran cuidadosos, solo iba a ser un viaje de ida.
Suspiró y se encogió de hombros al pensar en las palabras que la elfa le había ofrecido momentos atrás, cuando esta dio voz a su opinión acerca de qué hacer con el artefacto. El guarda no podía afirmar que Niniel estuviese equivocada, y aunque no compartía del todo el ideario de la elfa, tenía que admitir que tenía razón en su argumentación; le preocupaba el no saber el por qué había sacado el tema de conversación en primer lugar ¿Nervios? ¿Curiosidad? En cualquier caso, no podía permitirse pensar en aquello en aquel momento, debía de centrarse en sacar tanto a Catherine como a Schott del interior de la enorme pirámide que se alzaba en el centro de la ciudad.
Frunció el ceño, por mucho que quisiera apresurarse a rescatar a sus compañeros no era precisamente un lugareño, no podían simplemente internarse en la ciudad y caminar junto a los ciudadanos de la misma, tenían que pensar un plan.
- Tienes razón, no podemos revisarlo todo – Dijo oteando el lugar desde dónde se encontraba, las alcantarillas no era una mala idea para moverse por la ciudad, pero no era como si supiesen como entrar a ellas, por no hablar de la existencia de unas, por lo que conocían, aquella civilización apartada tenía por costumbre secuestrar a personas bajo el pretexto de que eran “dioses”, no podían confiar en que supiesen administrar un sistema de alcantarillado competente.
Fuese como fuese, Niniel no tardó en notar el aire de celebración que se respiraba en el lugar, los pájaros estaban, indudablemente, ataviados para una ocasión especial, se reunían y conversaban animadamente en su extraña lengua. – Eso parece – Contestó Eltrant agachándose junto a la peliblanca, cubriéndose con los árboles, ¿Era aquella una peregrinación? Por el aspecto que tenían parecía perfectamente posible – Hemos naufragado justo en las fiestas locales – Dijo con media sonrisa – Que suerte - Añadió girándose hacía Niniel quien propuso que, aprovechando que los diferentes grupos se estaban reuniendo, podrían colarse en una especie de carromato tirado por dos lagartos de enormes proporciones que les acompañaba – No es mala idea – Dijo Eltrant entornando la mirada, estudiando cada uno de los pájaros que desfilaban de un lugar a otro – Sea como sea, no tenemos mucho tiempo para decidirnos. Confiemos en que entre en la ciudad – Miró por última vez a la sacerdotisa y sonrió – Sígueme.
Agachándose, se cubrió la cabeza con los restos deshilachados de su capa, la cual en aquel instante no era más que un trapo sobredimensionado y, aprovechando la poca maleza que había entre ellos y su pasaporte de entrada a la ciudad, se dirigió hacia las aves – Cuidado – Dijo deteniéndose un instante, pensando que alguien le había mirado directamente, no obstante, no habían sido más que imaginaciones suyas, seguían estando relativamente lejos de la muchedumbre y estos parecían más preocupados por terminar los preparativos de la carroza que en buscar posibles intrusos.
Cada paso que daba trataba de volverse más pequeño, invisible, después de todo, cada paso les acercaba más a la aglomeración de pájaros. – Estoy empezando a plantearme si esto ha sido de verdad tan buena idea – Se volvió a detener, tras un arbusto, y miró a Niniel – Un momento… - La carroza estaba a unos pocos pasos de distancia, prácticamente podía tocarla desde dónde se encontraban.
Contó mentalmente varias veces los individuos que estaban alrededor del vehículo, adornándolo con flores y con plumas. – Sí que es importante para ellos, sí – Susurró, no iban a poder entrar sin ser vistos, la animada charla en aquel particular idioma había acabado y se estaban poniendo manos a la obra, cargaban enseres y se colocaban alrededor del vehículo tirado por lagartos, dispuesto a reemprender la marcha hacía los muros de la urbe. – Ya no hay vuelta atrás – Murmuró tomando una piedra del suelo, momento en el cual se giró hacía Niniel – La tiro, se distraen y entramos – No era el mejor plan que había hecho nunca, pero si se daban prisa podrían pasar inadvertidos, lo cual era mejor que nada. - …uno… dos… y… - Sin decir el tercer número, lanzó la piedra contra el lagarto de tiro que tenía más cerca, el cual gruño dolorido y se revolvió durante unos segundos, soltándose sus ataduras y atrayendo la atención de todos los presentes, sin pensarlo dos veces, Eltrant tomó a la peliblanca de la mano y la arrastró consigo con un par de zancadas hasta el interior del carruaje.
- Creo que no nos han visto – Dijo al mismo tiempo que se aclimataba a la pobre iluminación que había en el interior, sendas capas de tela estratégicamente colocadas a modo de paredes, protegían la extraña figurilla dorada que, por algún motivo, transportaban. Eltrant no tardó en agacharse junto a la pequeña estatua. - ¿Algún dios de los lugareños? – Preguntó ahora, sin atreverse a tocarlo directamente – Tiene pinta de importante, ¿No crees?
Respiró aliviado cuando la caravana reemprendió la marcha, no estaba seguro si su acción había retrasado mucho a las aves, o si directamente iban a detenerse allí pero al parecer, ahora marchaban a un ritmo lento, pero invariable, en dirección a la ciudad.
-Esta es la peor parte – Aseguró a Niniel, sentándose a un lado de la estatuilla – Esperar.
Los ruidos de la ciudad no tardaron en volverse una constante, apenas media hora más tarde estaban dentro de los muros de la ciudad, directamente en las profundidades de la bestia. Se podía percibir sin esfuerzo la actividad que recorrían las calles, como se preparaban para los festejos. - ¿Entiendes algo de lo que dicen? De verdad, no como Schott – Preguntó al mismo tiempo que miraba, muy disimuladamente, por un diminuto agujero en uno de los mantos que mantenían el interior de la carroza oculto. – Están preparando… algo grande – Añadió al ver, muy pobremente, como preparaban lo que a ojos del guarda no era sino una enorme mesa en la que estaban colocando diferentes enseres y utensilios. – Ya estamos dentro – Dijo entonces, apartándose de la pequeña ventana al exterior - ¿Ahora qué?
Antes de que la elfa pudiese contestar a la pregunta, la caravana se detuvo por completo. - ¿Hemos llegado?
Suspiró y se encogió de hombros al pensar en las palabras que la elfa le había ofrecido momentos atrás, cuando esta dio voz a su opinión acerca de qué hacer con el artefacto. El guarda no podía afirmar que Niniel estuviese equivocada, y aunque no compartía del todo el ideario de la elfa, tenía que admitir que tenía razón en su argumentación; le preocupaba el no saber el por qué había sacado el tema de conversación en primer lugar ¿Nervios? ¿Curiosidad? En cualquier caso, no podía permitirse pensar en aquello en aquel momento, debía de centrarse en sacar tanto a Catherine como a Schott del interior de la enorme pirámide que se alzaba en el centro de la ciudad.
Frunció el ceño, por mucho que quisiera apresurarse a rescatar a sus compañeros no era precisamente un lugareño, no podían simplemente internarse en la ciudad y caminar junto a los ciudadanos de la misma, tenían que pensar un plan.
- Tienes razón, no podemos revisarlo todo – Dijo oteando el lugar desde dónde se encontraba, las alcantarillas no era una mala idea para moverse por la ciudad, pero no era como si supiesen como entrar a ellas, por no hablar de la existencia de unas, por lo que conocían, aquella civilización apartada tenía por costumbre secuestrar a personas bajo el pretexto de que eran “dioses”, no podían confiar en que supiesen administrar un sistema de alcantarillado competente.
Fuese como fuese, Niniel no tardó en notar el aire de celebración que se respiraba en el lugar, los pájaros estaban, indudablemente, ataviados para una ocasión especial, se reunían y conversaban animadamente en su extraña lengua. – Eso parece – Contestó Eltrant agachándose junto a la peliblanca, cubriéndose con los árboles, ¿Era aquella una peregrinación? Por el aspecto que tenían parecía perfectamente posible – Hemos naufragado justo en las fiestas locales – Dijo con media sonrisa – Que suerte - Añadió girándose hacía Niniel quien propuso que, aprovechando que los diferentes grupos se estaban reuniendo, podrían colarse en una especie de carromato tirado por dos lagartos de enormes proporciones que les acompañaba – No es mala idea – Dijo Eltrant entornando la mirada, estudiando cada uno de los pájaros que desfilaban de un lugar a otro – Sea como sea, no tenemos mucho tiempo para decidirnos. Confiemos en que entre en la ciudad – Miró por última vez a la sacerdotisa y sonrió – Sígueme.
Agachándose, se cubrió la cabeza con los restos deshilachados de su capa, la cual en aquel instante no era más que un trapo sobredimensionado y, aprovechando la poca maleza que había entre ellos y su pasaporte de entrada a la ciudad, se dirigió hacia las aves – Cuidado – Dijo deteniéndose un instante, pensando que alguien le había mirado directamente, no obstante, no habían sido más que imaginaciones suyas, seguían estando relativamente lejos de la muchedumbre y estos parecían más preocupados por terminar los preparativos de la carroza que en buscar posibles intrusos.
Cada paso que daba trataba de volverse más pequeño, invisible, después de todo, cada paso les acercaba más a la aglomeración de pájaros. – Estoy empezando a plantearme si esto ha sido de verdad tan buena idea – Se volvió a detener, tras un arbusto, y miró a Niniel – Un momento… - La carroza estaba a unos pocos pasos de distancia, prácticamente podía tocarla desde dónde se encontraban.
Contó mentalmente varias veces los individuos que estaban alrededor del vehículo, adornándolo con flores y con plumas. – Sí que es importante para ellos, sí – Susurró, no iban a poder entrar sin ser vistos, la animada charla en aquel particular idioma había acabado y se estaban poniendo manos a la obra, cargaban enseres y se colocaban alrededor del vehículo tirado por lagartos, dispuesto a reemprender la marcha hacía los muros de la urbe. – Ya no hay vuelta atrás – Murmuró tomando una piedra del suelo, momento en el cual se giró hacía Niniel – La tiro, se distraen y entramos – No era el mejor plan que había hecho nunca, pero si se daban prisa podrían pasar inadvertidos, lo cual era mejor que nada. - …uno… dos… y… - Sin decir el tercer número, lanzó la piedra contra el lagarto de tiro que tenía más cerca, el cual gruño dolorido y se revolvió durante unos segundos, soltándose sus ataduras y atrayendo la atención de todos los presentes, sin pensarlo dos veces, Eltrant tomó a la peliblanca de la mano y la arrastró consigo con un par de zancadas hasta el interior del carruaje.
- Creo que no nos han visto – Dijo al mismo tiempo que se aclimataba a la pobre iluminación que había en el interior, sendas capas de tela estratégicamente colocadas a modo de paredes, protegían la extraña figurilla dorada que, por algún motivo, transportaban. Eltrant no tardó en agacharse junto a la pequeña estatua. - ¿Algún dios de los lugareños? – Preguntó ahora, sin atreverse a tocarlo directamente – Tiene pinta de importante, ¿No crees?
Respiró aliviado cuando la caravana reemprendió la marcha, no estaba seguro si su acción había retrasado mucho a las aves, o si directamente iban a detenerse allí pero al parecer, ahora marchaban a un ritmo lento, pero invariable, en dirección a la ciudad.
-Esta es la peor parte – Aseguró a Niniel, sentándose a un lado de la estatuilla – Esperar.
Los ruidos de la ciudad no tardaron en volverse una constante, apenas media hora más tarde estaban dentro de los muros de la ciudad, directamente en las profundidades de la bestia. Se podía percibir sin esfuerzo la actividad que recorrían las calles, como se preparaban para los festejos. - ¿Entiendes algo de lo que dicen? De verdad, no como Schott – Preguntó al mismo tiempo que miraba, muy disimuladamente, por un diminuto agujero en uno de los mantos que mantenían el interior de la carroza oculto. – Están preparando… algo grande – Añadió al ver, muy pobremente, como preparaban lo que a ojos del guarda no era sino una enorme mesa en la que estaban colocando diferentes enseres y utensilios. – Ya estamos dentro – Dijo entonces, apartándose de la pequeña ventana al exterior - ¿Ahora qué?
Antes de que la elfa pudiese contestar a la pregunta, la caravana se detuvo por completo. - ¿Hemos llegado?
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Me puse firme cuando la reina ave se levantó de su sillón, había algo en aquel mágico ambiente, en sus gráciles andares, era como… si emanase tranquilidad, reparé en que estábamos solos, sin guaridas, ¿acaso la mujer no nos temía en absoluto? o era tal su poder que no le suponíamos amenaza alguna, mejor no comprobarlo.
Escuché atento sus explicaciones, no había oído hablar del reino de las aves, pero si tenía órdenes muy claras con respecto al artefacto, debíamos hacernos con él para la guardia antes que nadie, aunque si el artefacto era en sí la pirámide no tengo idea de cómo íbamos a poder cogerlo.
Sin embargo podía notar la sinceridad en sus palabras, era cierto lo de que se respiraba paz, yo mismo me encontraba mucho mejor desde que llegamos al lugar pese a las heridas y faltarme una bota, la magia de la que hablaba… casi podía sentirla, tal vez no sería lo correcto ansiar el artefacto, no podía evitar pensar que tal vez éramos más de esos profanadores que mencionaba, no se… todo esto estaba resultado demasiado complicado para mi magullada sesera.
Respondí a las miradas de Catherine, parecía que estaba tan sorprendida como yo por lo que estaba pasando, no en vano no te toman por dios todos los días.
La mujer nos mostró entonces un hermoso cuadro en una pared en el que no había reparado, yo no era ni de lejos un entendido en arte, pero me parecía una gran obra, en ella había una mujer muy pálida en la selva, emanando luz, magia o algo así, por lo visto la deidad no se reencarnaba desde hacemos de veinte años, vaya suerte la nuestra, para una vez que navego ¿acaso confundía a Catherine con la tal Kumatre? o una posibilidad aún más aterradora ¿acaso la mujer tenía razón?
Entonces mi torpe mente empezó a hilar algunos hilos con lo que nos había contado, las reencarnaciones ardían al sol, ajam… ¿y que más conocía yo que ardiese al sol? como...¡como los vampiros!, diablos, ¿acaso Catherine era una vampiresa? Maldita sea se me daba fatal reparar en estas cosas.
-Oh.oh…madre mia...eres..eres una va..va…- dije señalando a Catherine alzando las cejas, me detuve rápidamente dándome cuenta de que tal vez no era la mejor idea chafarle las creencias a esta buena señora –Va..valiente diosa por venir de nuevo Kumatre, es todo un honor- Dije haciendo una reverencia.
Claro ahora ya empezaba a entender las cosas, de verdad esta pirámide tenía poder, no debía de ninguna manera caer en malas manos, fuesen las que fuesen.
La reina parecía necesitar verdaderamente nuestra ayuda y ante mi sorpresa se arrodilló ante nosotros -¿Quién yo? Oh..si si claro gracias gracias..-respondí con una reverencia, espero que no se le ocurriese preguntarme nada en su lengua o se iba a liar.
Nos dijo que necesitaba devolver la energía del templo o algo así, y que había que tener cuidado con su hermana, que solo podía tratarse de la señora de negro de la selva que daba mala espina.
La reina pájaro tendió a Catherine una llave y nos suplicó que subiésemos a la cúspide para “repararla” de algún modo, me empezaba a preguntar cómo diablos iba a hacer al volver el informe de la guardia, si es que volvíamos.
Fuese como fuere la reina pájaro sonaba convincente, así que asentí afirmando cuando Catherine ofreció nuestra ayuda. –Estoy contigo- Dije seguro a Catherine.
Sonreí cuando Catherine, bien pensado, preguntó a la mujer ave por su misteriosa hermana.
-Sí, eso ¿quiere acaso acabar con este lugar?- añadí, además Catherine pregunto por nuestra seguridad, un tema que yo casi había dado por perdido, y de nuestros amigos, Catherine estaba interpretando muy bien su papel y se mostraba seria ante la reina, yo no creo que hubiese podido. –Es verdad, ellos también son fieles seguidores de Kumatre y no deben sufrir daño alguno- dije secundando a Catherine.
Es posible que todo fuese una patraña, aunque si tenía que elegir me fiaba más de esta mujer que de su oscura hermana, lancé una mirada a Catherine, que supongo tendría las mismas dudas que yo, ojala Eltrant y Niniel estuviesen aquí, ellos eran más sabios, pero seguro que ahora andarían muy lejos aún en medio de la jungla.
-A partir de ahora habrá que ir con cautela- murmuré al oído a Catherine –Pero pase lo que pase, yo te cubro- dije alzando el escudo, que podía usar como parasol para Catherine si subíamos a la cima, todo esto de pasar de náufragos a dioses sonaba demasiado bien, y por mi experiencia las cosas no suelen sonar tan bien.
Escuché atento sus explicaciones, no había oído hablar del reino de las aves, pero si tenía órdenes muy claras con respecto al artefacto, debíamos hacernos con él para la guardia antes que nadie, aunque si el artefacto era en sí la pirámide no tengo idea de cómo íbamos a poder cogerlo.
Sin embargo podía notar la sinceridad en sus palabras, era cierto lo de que se respiraba paz, yo mismo me encontraba mucho mejor desde que llegamos al lugar pese a las heridas y faltarme una bota, la magia de la que hablaba… casi podía sentirla, tal vez no sería lo correcto ansiar el artefacto, no podía evitar pensar que tal vez éramos más de esos profanadores que mencionaba, no se… todo esto estaba resultado demasiado complicado para mi magullada sesera.
Respondí a las miradas de Catherine, parecía que estaba tan sorprendida como yo por lo que estaba pasando, no en vano no te toman por dios todos los días.
La mujer nos mostró entonces un hermoso cuadro en una pared en el que no había reparado, yo no era ni de lejos un entendido en arte, pero me parecía una gran obra, en ella había una mujer muy pálida en la selva, emanando luz, magia o algo así, por lo visto la deidad no se reencarnaba desde hacemos de veinte años, vaya suerte la nuestra, para una vez que navego ¿acaso confundía a Catherine con la tal Kumatre? o una posibilidad aún más aterradora ¿acaso la mujer tenía razón?
Entonces mi torpe mente empezó a hilar algunos hilos con lo que nos había contado, las reencarnaciones ardían al sol, ajam… ¿y que más conocía yo que ardiese al sol? como...¡como los vampiros!, diablos, ¿acaso Catherine era una vampiresa? Maldita sea se me daba fatal reparar en estas cosas.
-Oh.oh…madre mia...eres..eres una va..va…- dije señalando a Catherine alzando las cejas, me detuve rápidamente dándome cuenta de que tal vez no era la mejor idea chafarle las creencias a esta buena señora –Va..valiente diosa por venir de nuevo Kumatre, es todo un honor- Dije haciendo una reverencia.
Claro ahora ya empezaba a entender las cosas, de verdad esta pirámide tenía poder, no debía de ninguna manera caer en malas manos, fuesen las que fuesen.
La reina parecía necesitar verdaderamente nuestra ayuda y ante mi sorpresa se arrodilló ante nosotros -¿Quién yo? Oh..si si claro gracias gracias..-respondí con una reverencia, espero que no se le ocurriese preguntarme nada en su lengua o se iba a liar.
Nos dijo que necesitaba devolver la energía del templo o algo así, y que había que tener cuidado con su hermana, que solo podía tratarse de la señora de negro de la selva que daba mala espina.
La reina pájaro tendió a Catherine una llave y nos suplicó que subiésemos a la cúspide para “repararla” de algún modo, me empezaba a preguntar cómo diablos iba a hacer al volver el informe de la guardia, si es que volvíamos.
Fuese como fuere la reina pájaro sonaba convincente, así que asentí afirmando cuando Catherine ofreció nuestra ayuda. –Estoy contigo- Dije seguro a Catherine.
Sonreí cuando Catherine, bien pensado, preguntó a la mujer ave por su misteriosa hermana.
-Sí, eso ¿quiere acaso acabar con este lugar?- añadí, además Catherine pregunto por nuestra seguridad, un tema que yo casi había dado por perdido, y de nuestros amigos, Catherine estaba interpretando muy bien su papel y se mostraba seria ante la reina, yo no creo que hubiese podido. –Es verdad, ellos también son fieles seguidores de Kumatre y no deben sufrir daño alguno- dije secundando a Catherine.
Es posible que todo fuese una patraña, aunque si tenía que elegir me fiaba más de esta mujer que de su oscura hermana, lancé una mirada a Catherine, que supongo tendría las mismas dudas que yo, ojala Eltrant y Niniel estuviesen aquí, ellos eran más sabios, pero seguro que ahora andarían muy lejos aún en medio de la jungla.
-A partir de ahora habrá que ir con cautela- murmuré al oído a Catherine –Pero pase lo que pase, yo te cubro- dije alzando el escudo, que podía usar como parasol para Catherine si subíamos a la cima, todo esto de pasar de náufragos a dioses sonaba demasiado bien, y por mi experiencia las cosas no suelen sonar tan bien.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
-Estoy segura de que todos, carro incluido, se dirigen a la ciudad.- Aseveró la peliblanca para calmar las dudas de Eltrant sobre su idea de subir a aquel carro para lograr infiltrarse en la extraña urbe selvática que se extendía ante sus ojos. Todos lo hombres-pájaro, cada uno con sus propio diseño de trajes y tocados de plumas, iban en aquella dirección sin excepción, difícilmente no sería el caso de aquel transporte cubierto que parecía el único modo viable que tenían a mano para colarse sin perder tiempo.
¿Qué ocultarían aquellas telas? No parecía diseñado para llevar a nadie, parecía más bien destinado a transportar algo importante, aunque el qué era un misterio para la joven. Pensó por un instante, a tenor de la reciente conversación con el humano, en la reliquia que tanto la logia como la guardia buscaban, pero enseguida descartó la idea. Encontrarse con algo tan poderoso y que tantos quebraderos de cabeza les había causado así, de repente, como quien no quiere la cosa...Menuda broma del destino sería.
-Estaré justo detrás de tí.-Respondió a Elt siguiéndolo de cerca aunque dejando entre ellos un par de pasos de distancia. La justa para que si su compañero tenía que detenerse de golpe, girarse a toda prisa o si alguien le detectaba no se estorbaran mutuamente a la hora de reaccionar. Para la elfa resultaba relativamente sencillo moverse entre la maleza sin hacer mucho ruido; todos los niños de Sandorai jugaban a menudo al escondite y a otros juegos similares en el bosque, aquello no era muy diferente. Claro que la última vez que Níniel jugó a algo así aún le llegaba por la cintura a su padre, y a esas alturas...bueno, había crecido bastante desde entonces. Eltrant por su parte tampoco se las apañaba nada mal, incluso a pesar de aquel trozo de metal abollado que tenía por coraza.
-No me des esos sustos.- Le increpó a medio camino de su objetivo tras sobresaltarla con una falsa alarma que por poco no detuvo su corazón por unos instantes, aunque sí que lo logró con su respiración mientras se encogía entre la verde vegetación para tratar de no ser vista. Quizás hubiese sido buena idea haber ido ella primero en vez del humano, aunque había que reconocer que pisar donde él lo hacía resultaba tremendamente fácil.
-Es la única idea, así que buena o mala...- Fue cuanto llegó a susurrar a su comentario posterior. Ella lo propuso, pero no dijo que fuera a ser fácil, mucho menos aseguró que fuese a salir bien. Aquellas aves parecían bastante distraídas organizándose y colocando aún más adornos tanto al carro como a los grandes lagartos que tiraban de el, pero no dejaban de ser un buen número de ellas las que había por allí. Tenían no solo que acercarse sin ser vistos, lo cual habían logrado, también necesitaban saber encontrar el momento idóneo para colarse o todo se iría a la porra...O crear ellos mismos dicho momento, como hizo el guardia adelantándose a ella, usando un truco tan viejo como eficaz con una simple piedra y dándoles la oportunidad perfecta para saltar dentro sin ser vistos.
El espacio dentro del carro era reducido y se hallaba en penumbra debido a que las telas que lo cubrían bloqueaban la mayor parte de la luz del exterior. Apenas si había sitio para ellos dos y solo los dioses habían evitado que uno de los dos sirviera de colchón del otro al entrar, al tener que compartir el limitado espacio con alguna clase de figurilla dorada que representaba a una mujer humanoide con un disco solar en la cabeza. Níniel se quedó muy quieta durante un momento y afinó su oído pegada al suelo de madera del carro para tratar de averiguar si realmente lo habían conseguido o no, esperando a que el jaleo de fuera se calmara y el transporte se pusiera en marcha para sentirse a salvo, al menos por el momento, permitiéndose solo entonces responder a Elt y sentándose como él al otro lado de la dorada figura.
-Creo que es Catherine, osea "Kumatre", una representación de la deidad al menos.- Fueron sus palabras a pesar de que prestar más atención a su entorno que a la figura una vez que la había identificado como un simple trozo de metal moldeado y no como algo mágico o potencialmente peligroso, aunque por poco no se saca un ojo con una de sus manos al entrar. -Diría que es de oro puro...Seguramente valdría varios miles de aeros en Lunargenta, eso sin contar el valor artístico.- Añadió, y por su tono debía de quedar bastante claro que el afán de riquezas no era una de sus motivaciones vitales precisamente.
-¿Esperar? Yo no espero, me preparo.- Le dijo como respuesta a su comentario guiñándole un ojo con complicidad. Y es que entrar allí sin ser vistos solo era una parte del plan, incluso si lograban pasar las murallas solo habrían cumplido la mitad del mismo, y aún tendrían que apañárselas para hacer lo mismo en la pirámide. Todo ello sin garantía alguna, más allá que la fé, de encontrar en ella a sus amigos. -Estamos en manos de los dioses ahora, como siempre. Y ellos ayudan a los que se preparan.- Terminó de decir, algo que a ella le resultaba reconfortante, pues al fin y al cabo era una sacerdotisa, aunque no estaba segura de que su compañero fuera también un hombre espiritual.
Fue un viaje corto aunque tenso en el que el silencio por su parte fue la tónica imperante en el interior del carromato, en contraposición con el exterior donde conforme pasaban los minutos el jolgorio no hacía si no aumentar en intensidad hasta niveles que en más de en una ocasión llevaron a la peliblanca a pensar que su buena ventura se había agotado, cosa que no ocurrió. Principalmente podían escucharse las chirriantes voces de aquellos hombres-pájaro sobresaturando el ambiente, pero conforme avanzaban y se adentraban más y más en la ciudad a través de sus calles la presencia de música producida por flautas, tambores e instrumentos de cuerda se hizo cada vez más notable, así como el aroma a comida recién hecha que impregnaba el aire, lo cual recordó a la elfa que no sabía cuántas horas hacía que no probaba bocado.
-Aprendí el común, vuestra lengua, de pequeña, como la mayoría de mi gente. Por desgracia a parte de esa, mi lengua vernácula y unas pocas nociones de algunas lenguas muertas...No reconozco nada del lenguaje de estos seres. Ojalá lo supiera, así sabría que rayos era eso de Tiki-tiki para saber si debo seguir teniendo esperanzas de encontrar a Schott vivo o no.- Dijo ante la pregunta de su compañero lamentando sinceramente no poder ser de más ayuda con eso.
-Bueno, no todos los días se puede ver a una diosa...La mujer de negro y los pájaros que se llevaron a nuestros amigos sabían dónde encontrar a Cath, de algún modo ya sabían que estaba aquí, puede que lleven tiempo ya preparándolo todo.- Y dicho eso se acercó hasta el humano gateando como buenamente pudo en tan pequeño espacio y trató de hacer que éste compartiera con ella su pequeño punto de visión del exterior, pues no se atrevía a correr las telas ni un poco para ver por otro lado. -¿Una gran mesa? Huelo a comida, quizá sea un banquete...!Dioses! Espero que no pretendan comerse a ninguno de ellos....- Exclamó en voz baja mientras un escalofrío recorría su espalda al pensar en tan terrible posibilidad. ¿Podría ser que aquel olorcillo que había despertado a su estómago fuese producido por Schott en su jugo? Era una idea perturbadora.
-Ahora...- Empezó a decir acomodándose mejor para ver a través del pequeño agujero cuando su transporte se detuvo del todo. -Tenemos que entrar en esa pirámide.- Dijo señalando hacia la ya cercana superestructura a pesar de que Eltrant no podría ver nada pues la elfa se había puesto de rodillas delante suya. Estaban a tan solo unos pocos metros de sus lisas paredes de piedra pues como había sospechado los pájaros se congregaban cerca de la misma. -Buenas noticias. Tenías razón, si tienen alcantarillado. Veo un acceso como los que hay en Lunargenta cerca de uno de sus muros en la calle que tenemos delante. Creo que puedo hacer que lleguemos hasta el sin que nos vean.- Propuso apartándose y concentrando su magia. Recorrer todo el hipotético alcantarillado de una ciudad entera era una cosa, pero acceder a él al lado de su objetivo sonaba mejor que buscar una entrada trasera a aquella pirámide, por no hablar de intentar hacerlo por la principal.
-Había pensado en esto antes de que usarás aquella piedra para traernos aquí dentro...Cuando diga, corremos hacia allí.- Añadió parafraseando al humano antes de acumular maná en el extremo de su mano y liberando un pequeño orbe de luz a través del pequeño hueco en la tela.
El orbe daría un par de vueltas alrededor del carro guiado por Níniel, atrayendo la atención de los hombres-pájaro cercanos y después lo haría detenerse en el lado opuesto al transporte por el que humano y elfa debían moverse, permitiéndoles salir sin ser vistos. A continuación lo haría salir volando hacia el cielo mientras crecía y crecía en tamaño tornándose cada vez más luminoso. Hasta que unos instantes después, al llegar a cierta altura e intensidad, estallaría creando una lluvia de lucilos de luz pura que caería sobre la multitud allí congregada. La peliblanca esperaba que aquello bastara para mantener las miradas de todo el mundo fijas en la luz, y no en la elfa que orquestaba aquel espectáculo y su compañero mientras buscaban refugio y un acceso a la pirámide a través de las alcantarillas.
¿Qué ocultarían aquellas telas? No parecía diseñado para llevar a nadie, parecía más bien destinado a transportar algo importante, aunque el qué era un misterio para la joven. Pensó por un instante, a tenor de la reciente conversación con el humano, en la reliquia que tanto la logia como la guardia buscaban, pero enseguida descartó la idea. Encontrarse con algo tan poderoso y que tantos quebraderos de cabeza les había causado así, de repente, como quien no quiere la cosa...Menuda broma del destino sería.
-Estaré justo detrás de tí.-Respondió a Elt siguiéndolo de cerca aunque dejando entre ellos un par de pasos de distancia. La justa para que si su compañero tenía que detenerse de golpe, girarse a toda prisa o si alguien le detectaba no se estorbaran mutuamente a la hora de reaccionar. Para la elfa resultaba relativamente sencillo moverse entre la maleza sin hacer mucho ruido; todos los niños de Sandorai jugaban a menudo al escondite y a otros juegos similares en el bosque, aquello no era muy diferente. Claro que la última vez que Níniel jugó a algo así aún le llegaba por la cintura a su padre, y a esas alturas...bueno, había crecido bastante desde entonces. Eltrant por su parte tampoco se las apañaba nada mal, incluso a pesar de aquel trozo de metal abollado que tenía por coraza.
-No me des esos sustos.- Le increpó a medio camino de su objetivo tras sobresaltarla con una falsa alarma que por poco no detuvo su corazón por unos instantes, aunque sí que lo logró con su respiración mientras se encogía entre la verde vegetación para tratar de no ser vista. Quizás hubiese sido buena idea haber ido ella primero en vez del humano, aunque había que reconocer que pisar donde él lo hacía resultaba tremendamente fácil.
-Es la única idea, así que buena o mala...- Fue cuanto llegó a susurrar a su comentario posterior. Ella lo propuso, pero no dijo que fuera a ser fácil, mucho menos aseguró que fuese a salir bien. Aquellas aves parecían bastante distraídas organizándose y colocando aún más adornos tanto al carro como a los grandes lagartos que tiraban de el, pero no dejaban de ser un buen número de ellas las que había por allí. Tenían no solo que acercarse sin ser vistos, lo cual habían logrado, también necesitaban saber encontrar el momento idóneo para colarse o todo se iría a la porra...O crear ellos mismos dicho momento, como hizo el guardia adelantándose a ella, usando un truco tan viejo como eficaz con una simple piedra y dándoles la oportunidad perfecta para saltar dentro sin ser vistos.
El espacio dentro del carro era reducido y se hallaba en penumbra debido a que las telas que lo cubrían bloqueaban la mayor parte de la luz del exterior. Apenas si había sitio para ellos dos y solo los dioses habían evitado que uno de los dos sirviera de colchón del otro al entrar, al tener que compartir el limitado espacio con alguna clase de figurilla dorada que representaba a una mujer humanoide con un disco solar en la cabeza. Níniel se quedó muy quieta durante un momento y afinó su oído pegada al suelo de madera del carro para tratar de averiguar si realmente lo habían conseguido o no, esperando a que el jaleo de fuera se calmara y el transporte se pusiera en marcha para sentirse a salvo, al menos por el momento, permitiéndose solo entonces responder a Elt y sentándose como él al otro lado de la dorada figura.
-Creo que es Catherine, osea "Kumatre", una representación de la deidad al menos.- Fueron sus palabras a pesar de que prestar más atención a su entorno que a la figura una vez que la había identificado como un simple trozo de metal moldeado y no como algo mágico o potencialmente peligroso, aunque por poco no se saca un ojo con una de sus manos al entrar. -Diría que es de oro puro...Seguramente valdría varios miles de aeros en Lunargenta, eso sin contar el valor artístico.- Añadió, y por su tono debía de quedar bastante claro que el afán de riquezas no era una de sus motivaciones vitales precisamente.
-¿Esperar? Yo no espero, me preparo.- Le dijo como respuesta a su comentario guiñándole un ojo con complicidad. Y es que entrar allí sin ser vistos solo era una parte del plan, incluso si lograban pasar las murallas solo habrían cumplido la mitad del mismo, y aún tendrían que apañárselas para hacer lo mismo en la pirámide. Todo ello sin garantía alguna, más allá que la fé, de encontrar en ella a sus amigos. -Estamos en manos de los dioses ahora, como siempre. Y ellos ayudan a los que se preparan.- Terminó de decir, algo que a ella le resultaba reconfortante, pues al fin y al cabo era una sacerdotisa, aunque no estaba segura de que su compañero fuera también un hombre espiritual.
Fue un viaje corto aunque tenso en el que el silencio por su parte fue la tónica imperante en el interior del carromato, en contraposición con el exterior donde conforme pasaban los minutos el jolgorio no hacía si no aumentar en intensidad hasta niveles que en más de en una ocasión llevaron a la peliblanca a pensar que su buena ventura se había agotado, cosa que no ocurrió. Principalmente podían escucharse las chirriantes voces de aquellos hombres-pájaro sobresaturando el ambiente, pero conforme avanzaban y se adentraban más y más en la ciudad a través de sus calles la presencia de música producida por flautas, tambores e instrumentos de cuerda se hizo cada vez más notable, así como el aroma a comida recién hecha que impregnaba el aire, lo cual recordó a la elfa que no sabía cuántas horas hacía que no probaba bocado.
-Aprendí el común, vuestra lengua, de pequeña, como la mayoría de mi gente. Por desgracia a parte de esa, mi lengua vernácula y unas pocas nociones de algunas lenguas muertas...No reconozco nada del lenguaje de estos seres. Ojalá lo supiera, así sabría que rayos era eso de Tiki-tiki para saber si debo seguir teniendo esperanzas de encontrar a Schott vivo o no.- Dijo ante la pregunta de su compañero lamentando sinceramente no poder ser de más ayuda con eso.
-Bueno, no todos los días se puede ver a una diosa...La mujer de negro y los pájaros que se llevaron a nuestros amigos sabían dónde encontrar a Cath, de algún modo ya sabían que estaba aquí, puede que lleven tiempo ya preparándolo todo.- Y dicho eso se acercó hasta el humano gateando como buenamente pudo en tan pequeño espacio y trató de hacer que éste compartiera con ella su pequeño punto de visión del exterior, pues no se atrevía a correr las telas ni un poco para ver por otro lado. -¿Una gran mesa? Huelo a comida, quizá sea un banquete...!Dioses! Espero que no pretendan comerse a ninguno de ellos....- Exclamó en voz baja mientras un escalofrío recorría su espalda al pensar en tan terrible posibilidad. ¿Podría ser que aquel olorcillo que había despertado a su estómago fuese producido por Schott en su jugo? Era una idea perturbadora.
-Ahora...- Empezó a decir acomodándose mejor para ver a través del pequeño agujero cuando su transporte se detuvo del todo. -Tenemos que entrar en esa pirámide.- Dijo señalando hacia la ya cercana superestructura a pesar de que Eltrant no podría ver nada pues la elfa se había puesto de rodillas delante suya. Estaban a tan solo unos pocos metros de sus lisas paredes de piedra pues como había sospechado los pájaros se congregaban cerca de la misma. -Buenas noticias. Tenías razón, si tienen alcantarillado. Veo un acceso como los que hay en Lunargenta cerca de uno de sus muros en la calle que tenemos delante. Creo que puedo hacer que lleguemos hasta el sin que nos vean.- Propuso apartándose y concentrando su magia. Recorrer todo el hipotético alcantarillado de una ciudad entera era una cosa, pero acceder a él al lado de su objetivo sonaba mejor que buscar una entrada trasera a aquella pirámide, por no hablar de intentar hacerlo por la principal.
-Había pensado en esto antes de que usarás aquella piedra para traernos aquí dentro...Cuando diga, corremos hacia allí.- Añadió parafraseando al humano antes de acumular maná en el extremo de su mano y liberando un pequeño orbe de luz a través del pequeño hueco en la tela.
El orbe daría un par de vueltas alrededor del carro guiado por Níniel, atrayendo la atención de los hombres-pájaro cercanos y después lo haría detenerse en el lado opuesto al transporte por el que humano y elfa debían moverse, permitiéndoles salir sin ser vistos. A continuación lo haría salir volando hacia el cielo mientras crecía y crecía en tamaño tornándose cada vez más luminoso. Hasta que unos instantes después, al llegar a cierta altura e intensidad, estallaría creando una lluvia de lucilos de luz pura que caería sobre la multitud allí congregada. La peliblanca esperaba que aquello bastara para mantener las miradas de todo el mundo fijas en la luz, y no en la elfa que orquestaba aquel espectáculo y su compañero mientras buscaban refugio y un acceso a la pirámide a través de las alcantarillas.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1150
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Adelheid sonrió cuando Catherine le preguntó por su hermana. Schott apoyó su pregunta para ponerla aún más nerviosa. Era una respuesta difícil para la mujer pájaro, pero le contaría toda la verdad, tanto la parte mala como la buena. A fin de cuentas, estaba ante la mismísima Kumatre.
-Mi hermana no es que sea malvada por naturaleza, simplemente entiende el mundo de otra manera, y por ello he tenido que exiliarla. El artefacto nos da luz, nos da esperanza, nos da vida y ella pretende alterarlo. – comentó, relajada. Se tomó una pausa. - ¿Acaso no sois capaces de sentir el influjo de una fuente de energía positiva, mi Diosa? Koran intentó sabotear la cúspide de la pirámide y cambiar esto la magia benigna por la maligna, y creemos que ha estado saboteándola en los últimos tiempos y por ello se ha estropeado. Ahora que estáis aquí, podréis repararlo.
Una vez hubo respondido, la vampiresa hizo una segunda pregunta, en relación a qué pasaría con ella y sus compañeros una vez hiciesen su cometido, pero Adelheid se mostró más confusa con ello, y tras dedicar una mirada sorpresiva a la vampiresa, respondió.
-Vosotros os quedaréis aquí. ¿No es así mi Diosa? – preguntó respetuosamente. - ¿No sois vos quién habéis venido a salvarnos? Y vuestros escuderos… Están confusos. Para ellos también habrá un lugar.
Las intenciones de Adelheid estaban muy lejos de ser las que Cath esperaría, ¿qué pasaba si se descubría el pastel y ella no era la auténtica Kumatre? Por otra parte, Koran les había prometido una huida asegurada si les ayudaban, ¿pero a qué precio? No tendrían mucho tiempo para pensarlo ya que ante ellos, se les abría una puerta hacia la cúspide de la pirámide. El cuervo negro quedaba atrás, encerrado en su jaula, más esa no sería la única manera de liberar a Koran ya que, una vez llegaron a la cúspide de la pirámide, se encontrar con el corazón del artefacto.
La luz comenzaría a deslumbrarles nada más llegaran arriba. Tanto que tendrían que cuidar la vista si no querían sufrir la pérdida de visión. La pálida piel de Catherine no se vería afectada por esta circunstancia dado que, por fortuna, no era luz solar, aunque lo pareciera.
Un ojo. Un enorme ojo brillante en la cúspide de una pirámide. Eso era el famoso artefacto que llevaban meses buscando. El objeto brillaba fuertemente y pequeñas esferitas luminosas brillaban alrededor de él, orbitando lentamente alrededor de éste. Aquella magia de luz era totalmente benigna y desconocida. La vampiresa, como cualquier ser que percibiese la magia, sentía poseer ahora mismo una fuerza y un bienestar inigualabale, en su interior podía verse un árbol. Un árbol muerto. Todo parecía indicar que era eso lo que deberían reparar, aunque no sabían cómo ni de qué manera.
Por arte de magia, un graznido volvería a llamar su atención. El cuervo enjaulado había aparecido allí de nuevo, y esperaba ser liberado. Graznaba nervioso, pidiendo una liberación. ¿Qué harían los héroes?
* * * * * * * * *
Por su parte, Eltrant y Níniel estaban muy cerca de la gran pirámide que gobernaba la ciudad. Se habían servido de sus habilidades y de un carruaje para llegar a la ciudad y, de ahí, conseguir entrar al sistema de alcantarillado, lugar que desde el que creían tener un fácil acceso a la pirámide.
No obstante, los sistemas de canalización del agua de la capital del reino de las aves eran bastante distintos a los de Lunargenta. Y estando tan cerca de la pirámide, era aún más extraño. Técnicamente, de aquella alcantarilla por la que trataron de acceder salía un cierto vapor de agua así que, tal vez, no fuese una cloaca como ellos pensaban al principio. Pero dado que se encontraban de día en medio de una ciudad en la que para nada pasaban desapercibidos, tampoco es que tuviesen muchas alternativas. Consiguieron entrar sin ser vistos.
El agua hervía hasta el punto de no poder permanecer en ella más de unos segundos sin sufrir quemaduras severas. Tal vez Níniel tuviese alguna habilidad para evitar esto o tal vez no. En cualquier caso, la canalización, aunque era cilíndrica, llevaba un caudal bajo, por lo que tenían espacio para caminar de lado aunque el sofocante calor fuese cada vez más intenso. Con un poco de suerte no serían del tipo de personas con tensión baja.
Aquella estructura era un pasillo ascendente recto, sin pérdida. El agua bajaba directamente de la pirámide. ¿Una sauna? ¿Algún tipo de mecanismo térmico o hidráulico? Quién sabía, no estaban demasiado lejos de averiguarlo, ya que el pasillo tenía su fin en forma de rejilla. Si conseguían abrir la rejilla que separaba una estancia de la canalización, accederían a una sala, una enorme sala en la que se escuchaban sonidos, pero no de criaturas vivas, sino de extraños ruidos mecánicos.
Había una enorme máquina en medio, que absorbía el agua fría que le llegaba, saliendo ésta por la parte inferior de la misma prácticamente evaporada, cayendo la restante por la canalización por la que habían accedido. Una especie de texto, en lenguaje común, se podía leer perfectamente: “Trasladador 805. Máquina de transporte entre planos”.
Aquella especie de… corazón metálico gigante, estaba vivo, y contaba con una palanca de cambios en el que se veía un plano de Aerandir bloqueada De nuevo un mecanismo similar al que controlaba al argentavis en el refugio en la nieve al que Níniel accedió. La única diferencia era que, en esta ocasión, aquella máquina parecía ser muy diferente y contaba con seguridad con un sistema mucho más poderoso. Había un plano de Aerandir en el centro... tal vez indicándole un destino mediante aquella palanca...
Entramos en la parte clave de la misión. Ahora se decidirá prácticamente todo lo relacionado con “el artefacto”, que como podréis deducir se trata de la cúspide de la pirámide, capaz de influir magia negativa o positiva, siendo la enorme estructura en sí un vehículo de transporte biocibernético antiquísimo. ¡A saber si es de este mundo, siquiera! En cualquier caso, lo que pase en este post, afectará plenamente a parte del futuro del foro, incluido posiblemente la inclusión de un nuevo subforo. Así que cuidado.
Catherine & Schott: Vosotros os encargaréis de la moralidad del artefacto. ¿El sol o la luna? Parece que está configurado para ser luminoso, pero la luna lo corrompe. No tenéis ni idea de qué pasará, pero tendréis tres opciones: O bien cortar el árbol podrido con vuestras armas (podéis atravesar la esfera, no os causará daño), tratar de repararlo con magia o algún objeto del que dispongáis en el inventario si no tuvieseis magia. O bien liberar al cuervo… Y las tres opciones darán resultados distintos.
Eltrant & Níniel: A vosotros os queda decidir la localización del artefacto. Una vez superéis las dificultades, llegaréis a esta enorme sala donde tendréis que intentar de entender cómo funciona la máquina y operar con ella. No tenéis mucha información del mismo, eso será algo que quedará para más adelante. De momento, también contáis con tres opciones, o bien destruirla, y colocarla en cualquier lugar de Aerandir (el que vosotros decidáis). Tiene que haber por unanimidad, si no llegáis a un acuerdo, u os enfrentáis o terminaréis tropezando y el destino será aleatorio por medio de runa.
-Mi hermana no es que sea malvada por naturaleza, simplemente entiende el mundo de otra manera, y por ello he tenido que exiliarla. El artefacto nos da luz, nos da esperanza, nos da vida y ella pretende alterarlo. – comentó, relajada. Se tomó una pausa. - ¿Acaso no sois capaces de sentir el influjo de una fuente de energía positiva, mi Diosa? Koran intentó sabotear la cúspide de la pirámide y cambiar esto la magia benigna por la maligna, y creemos que ha estado saboteándola en los últimos tiempos y por ello se ha estropeado. Ahora que estáis aquí, podréis repararlo.
Una vez hubo respondido, la vampiresa hizo una segunda pregunta, en relación a qué pasaría con ella y sus compañeros una vez hiciesen su cometido, pero Adelheid se mostró más confusa con ello, y tras dedicar una mirada sorpresiva a la vampiresa, respondió.
-Vosotros os quedaréis aquí. ¿No es así mi Diosa? – preguntó respetuosamente. - ¿No sois vos quién habéis venido a salvarnos? Y vuestros escuderos… Están confusos. Para ellos también habrá un lugar.
Las intenciones de Adelheid estaban muy lejos de ser las que Cath esperaría, ¿qué pasaba si se descubría el pastel y ella no era la auténtica Kumatre? Por otra parte, Koran les había prometido una huida asegurada si les ayudaban, ¿pero a qué precio? No tendrían mucho tiempo para pensarlo ya que ante ellos, se les abría una puerta hacia la cúspide de la pirámide. El cuervo negro quedaba atrás, encerrado en su jaula, más esa no sería la única manera de liberar a Koran ya que, una vez llegaron a la cúspide de la pirámide, se encontrar con el corazón del artefacto.
La luz comenzaría a deslumbrarles nada más llegaran arriba. Tanto que tendrían que cuidar la vista si no querían sufrir la pérdida de visión. La pálida piel de Catherine no se vería afectada por esta circunstancia dado que, por fortuna, no era luz solar, aunque lo pareciera.
Un ojo. Un enorme ojo brillante en la cúspide de una pirámide. Eso era el famoso artefacto que llevaban meses buscando. El objeto brillaba fuertemente y pequeñas esferitas luminosas brillaban alrededor de él, orbitando lentamente alrededor de éste. Aquella magia de luz era totalmente benigna y desconocida. La vampiresa, como cualquier ser que percibiese la magia, sentía poseer ahora mismo una fuerza y un bienestar inigualabale, en su interior podía verse un árbol. Un árbol muerto. Todo parecía indicar que era eso lo que deberían reparar, aunque no sabían cómo ni de qué manera.
Por arte de magia, un graznido volvería a llamar su atención. El cuervo enjaulado había aparecido allí de nuevo, y esperaba ser liberado. Graznaba nervioso, pidiendo una liberación. ¿Qué harían los héroes?
- Cabeza del artefacto:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
* * * * * * * * *
No obstante, los sistemas de canalización del agua de la capital del reino de las aves eran bastante distintos a los de Lunargenta. Y estando tan cerca de la pirámide, era aún más extraño. Técnicamente, de aquella alcantarilla por la que trataron de acceder salía un cierto vapor de agua así que, tal vez, no fuese una cloaca como ellos pensaban al principio. Pero dado que se encontraban de día en medio de una ciudad en la que para nada pasaban desapercibidos, tampoco es que tuviesen muchas alternativas. Consiguieron entrar sin ser vistos.
El agua hervía hasta el punto de no poder permanecer en ella más de unos segundos sin sufrir quemaduras severas. Tal vez Níniel tuviese alguna habilidad para evitar esto o tal vez no. En cualquier caso, la canalización, aunque era cilíndrica, llevaba un caudal bajo, por lo que tenían espacio para caminar de lado aunque el sofocante calor fuese cada vez más intenso. Con un poco de suerte no serían del tipo de personas con tensión baja.
Aquella estructura era un pasillo ascendente recto, sin pérdida. El agua bajaba directamente de la pirámide. ¿Una sauna? ¿Algún tipo de mecanismo térmico o hidráulico? Quién sabía, no estaban demasiado lejos de averiguarlo, ya que el pasillo tenía su fin en forma de rejilla. Si conseguían abrir la rejilla que separaba una estancia de la canalización, accederían a una sala, una enorme sala en la que se escuchaban sonidos, pero no de criaturas vivas, sino de extraños ruidos mecánicos.
Había una enorme máquina en medio, que absorbía el agua fría que le llegaba, saliendo ésta por la parte inferior de la misma prácticamente evaporada, cayendo la restante por la canalización por la que habían accedido. Una especie de texto, en lenguaje común, se podía leer perfectamente: “Trasladador 805. Máquina de transporte entre planos”.
Aquella especie de… corazón metálico gigante, estaba vivo, y contaba con una palanca de cambios en el que se veía un plano de Aerandir bloqueada De nuevo un mecanismo similar al que controlaba al argentavis en el refugio en la nieve al que Níniel accedió. La única diferencia era que, en esta ocasión, aquella máquina parecía ser muy diferente y contaba con seguridad con un sistema mucho más poderoso. Había un plano de Aerandir en el centro... tal vez indicándole un destino mediante aquella palanca...
- Pie del artefacto:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
* * * * * * * * * *
Entramos en la parte clave de la misión. Ahora se decidirá prácticamente todo lo relacionado con “el artefacto”, que como podréis deducir se trata de la cúspide de la pirámide, capaz de influir magia negativa o positiva, siendo la enorme estructura en sí un vehículo de transporte biocibernético antiquísimo. ¡A saber si es de este mundo, siquiera! En cualquier caso, lo que pase en este post, afectará plenamente a parte del futuro del foro, incluido posiblemente la inclusión de un nuevo subforo. Así que cuidado.
Catherine & Schott: Vosotros os encargaréis de la moralidad del artefacto. ¿El sol o la luna? Parece que está configurado para ser luminoso, pero la luna lo corrompe. No tenéis ni idea de qué pasará, pero tendréis tres opciones: O bien cortar el árbol podrido con vuestras armas (podéis atravesar la esfera, no os causará daño), tratar de repararlo con magia o algún objeto del que dispongáis en el inventario si no tuvieseis magia. O bien liberar al cuervo… Y las tres opciones darán resultados distintos.
Eltrant & Níniel: A vosotros os queda decidir la localización del artefacto. Una vez superéis las dificultades, llegaréis a esta enorme sala donde tendréis que intentar de entender cómo funciona la máquina y operar con ella. No tenéis mucha información del mismo, eso será algo que quedará para más adelante. De momento, también contáis con tres opciones, o bien destruirla, y colocarla en cualquier lugar de Aerandir (el que vosotros decidáis). Tiene que haber por unanimidad, si no llegáis a un acuerdo, u os enfrentáis o terminaréis tropezando y el destino será aleatorio por medio de runa.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Tuvo suerte de que Schott supiera mantener la compostura al descubrir la realidad que había detrás de aquel extraño brillo en Catherine, y del por qué la dañaba el sol tal y como estaba visto y comprobado. Pero no sólo ayudó a que no se descubriera el pastel, sino que además, apoyó los comentarios de la albina hacia la Madre de Aves, y ésta, pareció complacida a la hora de despejarles las dudas. Esperaba que aquello fuese un punto a su favor.
Adelheid comenzó a relatarles acerca de las intenciones de Koran, y por muchas vueltas que quisiera darle en la cabeza, Cath no entendía cómo podía tomar el hecho de querer destruir o corromper algo tan puro simplemente como “una forma distinta de ver las cosas”. Porque sí, la joven vampira tuvo que asentir cuando la mujer hizo aquella pregunta acerca del poder benigno que sentía recorrer todo su cuerpo; llevaba notando la calidez desde que entraron por el portón de aquel templo, y ahora su intensidad era incluso mayor si se concentraba en ello.
La Madre de Aves tampoco olvidó mencionar algo sobre la duda que concernía a sus compañeros, y aunque la respuesta tranquilizó a la vampira, estuvo a punto de mostrar una mueca de preocupación en el rostro cuando la mujer inquirió el hecho de que Cath se quedaría allí con ellos como supuesta Kumatre que era. No pudo más que bajar levemente la cabeza, y por suerte, aquel gesto se confundiría con un leve asentimiento.
– C-claro que sí…–Musitó antes de levantar la mirada, sin atreverse a sostener la que clavaba en sus ojos Adelheid. – Vamos, Schott. No podemos perder más tiempo entonces –Dijo rápida antes de que todo el papel que había estado montando se desmoronara por un vago sentimiento de culpa y preocupación.
Trató que sus pasos fueran decididos, pero estaba segura de que la presión y los nervios que sentía estaban haciéndola temblar por cada pisada, por lo que se apresuró hasta subir los primeros peldaños y quedar oculta ante la visión de la reina.
Y sintiéndose con algo más de privacidad, sin nadie más que ella y el pelirrojo subiendo las escaleras, aminoró la velocidad y se rodeó con los brazos esperando que Schott siguiera aquel ritmo con ella.
– Muchas gracias… –Respondió con un siseo el ofrecimiento de protección del joven. – Estoy… estoy muy perdida –Confesó en voz queda, sin cruzar la vista con él, enfocando sus pies de manera fija mientras subía. – Hace tiempo que no me he sentido tan asustada e inútil como ahora… ¿Crees que debemos confiar en ella? Me da miedo decidir algo erróneo, y que por mi culpa los demás os veáis afectados… –Por fin buscó la mirada del pelirrojo, con una expresión desesperanzada y agotada. No estaba segura de nada desde que apareció en la playa, y perder la confianza era lo peor que podía ocurrirle a aquellas alturas.
Pese a que creyó que el camino hasta la cima sería más largo, la subida se le antojó demasiado corta, probablemente por el miedo a verse cara a cara con aquello que debiera reparar y no tuviera remota idea de cómo afrontarlo. Y al contemplar lo que les esperaba en la sala que les dio la bienvenida, un escalofrío recorriéndole por la espalda confirmó que aquel miedo hacia tal responsabilidad era real.
Un precioso orbe de color dorado los cegó por completo con un brillo tan intenso como la magia que desprendía. Cath tuvo que taparse los ojos por necesidad, e incluso así podía sentir la luz del ambiente. Para su suerte, aquella luz no la dañaba, pero era casi tan brillante como el propio sol, y tardó unos largos segundos hasta verse capaz de separar las manos de su cara, y aun así, mantenía los ojos entrecerrados por la molestia que le suponía tanta claridad.
– Esto es… –Su frase se vio cortada por un inesperado graznido que sonó tras ellos.
Cath ahogó un grito ante la sorpresa, girándose para observar atónita al animal. ¿Era un pájaro real? ¿Qué hacía allí? El hecho de que fuese un cuervo, después de todo lo que sabían ahora sobre Koran daba demasiado que pensar, y aunque por un momento se vio con la intención de acercarse a la jaula, algo en su interior le pidió a gritos que no lo hiciera.
– Schott ese cuervo… –Apretó los labios mirando a su compañero dubitativa. – Recuerdas lo que nos ha contado Adelheid… y la mujer que nos encontramos en la selva ¿verdad?
La joven albina no esperó una respuesta inmediata, estaba segura de que el chico había llegado a las mismas conclusiones que ella nada más descubrir al ave enjaulada, y en lo que Schott se pronunciase, Catherine volvería a atender a la extraña esfera que irradiaba luz. Aunque apenas podía ver bien, parecía contener algo en su interior.
Con más inquietud que seguridad se acercó poco a poco al altar en forma piramidal donde descansaba el artefacto. ¿Era aquel el objeto que buscaban? Al momento de verlo más cerca estuvo prácticamente convencida de ello, pero… también se percató de lo que yacía en su interior.
– Un árbol seco… –Musitó y volvió a llamar al pelirrojo. – ¡Schott! Ven, mira esto… ¿Crees que es la causa que preocupa a Adelheid? –Pasó la vista del muchacho al orbe, mordiéndose el labio impotente. – Qué espera que haga yo con esto… –Dijo para sí misma y comenzó a acercar una de sus manos al extraño objeto.
Necesitaba saber qué reacción tendría el artefacto con ella, en aquel momento la sensación de completa placidez y bienestar era tal que no temía que nada malo pudiera ocurrir si tan sólo lo rozaba.
Trató pues de tocarlo, simplemente eso, y pudo sentir como extrañamente sus dedos parecieron hundirse por un momento. Abrió un poco más los ojos, lo justo que aquella luz dejó que su rostro expresara una mínima sorpresa, y sin pensarlo demasiado intentó llegar hasta la zona que marchitaba el poder del orbe, aquel árbol.
– Schott… quizás solo debemos… deshacernos de esto… y luego…
Dejó la frase en el aire. Luego no sabría lo que pasaría, tampoco sabía si Schott la pararía por el motivo que fuera; pero mientras estuviera en su poder el lograr hacer algo, trataría de despejar aquel objeto tan lleno de pureza de esa extraña maldición, y lo único que se le ocurría era comprobar cuál sería la resistencia del árbol marchito si intentaba arrancarlo desde su raíz.
Adelheid comenzó a relatarles acerca de las intenciones de Koran, y por muchas vueltas que quisiera darle en la cabeza, Cath no entendía cómo podía tomar el hecho de querer destruir o corromper algo tan puro simplemente como “una forma distinta de ver las cosas”. Porque sí, la joven vampira tuvo que asentir cuando la mujer hizo aquella pregunta acerca del poder benigno que sentía recorrer todo su cuerpo; llevaba notando la calidez desde que entraron por el portón de aquel templo, y ahora su intensidad era incluso mayor si se concentraba en ello.
La Madre de Aves tampoco olvidó mencionar algo sobre la duda que concernía a sus compañeros, y aunque la respuesta tranquilizó a la vampira, estuvo a punto de mostrar una mueca de preocupación en el rostro cuando la mujer inquirió el hecho de que Cath se quedaría allí con ellos como supuesta Kumatre que era. No pudo más que bajar levemente la cabeza, y por suerte, aquel gesto se confundiría con un leve asentimiento.
– C-claro que sí…–Musitó antes de levantar la mirada, sin atreverse a sostener la que clavaba en sus ojos Adelheid. – Vamos, Schott. No podemos perder más tiempo entonces –Dijo rápida antes de que todo el papel que había estado montando se desmoronara por un vago sentimiento de culpa y preocupación.
Trató que sus pasos fueran decididos, pero estaba segura de que la presión y los nervios que sentía estaban haciéndola temblar por cada pisada, por lo que se apresuró hasta subir los primeros peldaños y quedar oculta ante la visión de la reina.
Y sintiéndose con algo más de privacidad, sin nadie más que ella y el pelirrojo subiendo las escaleras, aminoró la velocidad y se rodeó con los brazos esperando que Schott siguiera aquel ritmo con ella.
– Muchas gracias… –Respondió con un siseo el ofrecimiento de protección del joven. – Estoy… estoy muy perdida –Confesó en voz queda, sin cruzar la vista con él, enfocando sus pies de manera fija mientras subía. – Hace tiempo que no me he sentido tan asustada e inútil como ahora… ¿Crees que debemos confiar en ella? Me da miedo decidir algo erróneo, y que por mi culpa los demás os veáis afectados… –Por fin buscó la mirada del pelirrojo, con una expresión desesperanzada y agotada. No estaba segura de nada desde que apareció en la playa, y perder la confianza era lo peor que podía ocurrirle a aquellas alturas.
Pese a que creyó que el camino hasta la cima sería más largo, la subida se le antojó demasiado corta, probablemente por el miedo a verse cara a cara con aquello que debiera reparar y no tuviera remota idea de cómo afrontarlo. Y al contemplar lo que les esperaba en la sala que les dio la bienvenida, un escalofrío recorriéndole por la espalda confirmó que aquel miedo hacia tal responsabilidad era real.
Un precioso orbe de color dorado los cegó por completo con un brillo tan intenso como la magia que desprendía. Cath tuvo que taparse los ojos por necesidad, e incluso así podía sentir la luz del ambiente. Para su suerte, aquella luz no la dañaba, pero era casi tan brillante como el propio sol, y tardó unos largos segundos hasta verse capaz de separar las manos de su cara, y aun así, mantenía los ojos entrecerrados por la molestia que le suponía tanta claridad.
– Esto es… –Su frase se vio cortada por un inesperado graznido que sonó tras ellos.
Cath ahogó un grito ante la sorpresa, girándose para observar atónita al animal. ¿Era un pájaro real? ¿Qué hacía allí? El hecho de que fuese un cuervo, después de todo lo que sabían ahora sobre Koran daba demasiado que pensar, y aunque por un momento se vio con la intención de acercarse a la jaula, algo en su interior le pidió a gritos que no lo hiciera.
– Schott ese cuervo… –Apretó los labios mirando a su compañero dubitativa. – Recuerdas lo que nos ha contado Adelheid… y la mujer que nos encontramos en la selva ¿verdad?
La joven albina no esperó una respuesta inmediata, estaba segura de que el chico había llegado a las mismas conclusiones que ella nada más descubrir al ave enjaulada, y en lo que Schott se pronunciase, Catherine volvería a atender a la extraña esfera que irradiaba luz. Aunque apenas podía ver bien, parecía contener algo en su interior.
Con más inquietud que seguridad se acercó poco a poco al altar en forma piramidal donde descansaba el artefacto. ¿Era aquel el objeto que buscaban? Al momento de verlo más cerca estuvo prácticamente convencida de ello, pero… también se percató de lo que yacía en su interior.
– Un árbol seco… –Musitó y volvió a llamar al pelirrojo. – ¡Schott! Ven, mira esto… ¿Crees que es la causa que preocupa a Adelheid? –Pasó la vista del muchacho al orbe, mordiéndose el labio impotente. – Qué espera que haga yo con esto… –Dijo para sí misma y comenzó a acercar una de sus manos al extraño objeto.
Necesitaba saber qué reacción tendría el artefacto con ella, en aquel momento la sensación de completa placidez y bienestar era tal que no temía que nada malo pudiera ocurrir si tan sólo lo rozaba.
Trató pues de tocarlo, simplemente eso, y pudo sentir como extrañamente sus dedos parecieron hundirse por un momento. Abrió un poco más los ojos, lo justo que aquella luz dejó que su rostro expresara una mínima sorpresa, y sin pensarlo demasiado intentó llegar hasta la zona que marchitaba el poder del orbe, aquel árbol.
– Schott… quizás solo debemos… deshacernos de esto… y luego…
Dejó la frase en el aire. Luego no sabría lo que pasaría, tampoco sabía si Schott la pararía por el motivo que fuera; pero mientras estuviera en su poder el lograr hacer algo, trataría de despejar aquel objeto tan lleno de pureza de esa extraña maldición, y lo único que se le ocurría era comprobar cuál sería la resistencia del árbol marchito si intentaba arrancarlo desde su raíz.
Catherine Blair
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 126
Nivel de PJ : : 1
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Después de que la carroza parara en el interior de la ciudad indígena, fue la elfa quien tomó la iniciativa. En apenas unos minutos, Niniel se las ingenió para colarles a ambos en las alcantarillas que estaban en la base de la pirámide. Eltrant no pudo sino agradecer en silencio la pericia de la que hacía gala su acompañante con la magia, un pequeño orbe de luz brotó de sus manos y, después de atraer la atención de todo pájaro presente, se elevó hacía los cielos y, tras superar en tamaño al sol, explotó en un sinfín de luces y formas que, sin lugar a dudas, permitió al guarda y a la elfa adentrarse en las profundidades de la pirámide.
- …Más útil que tirar una piedra, desde luego – Dijo sonriendo a la peliblanca. Fuese como fuese, estaban en el interior del edificio más importante de la ciudad, si Catherine era considerada una diosa allí, no sería muy difícil encontrarla. – Vale – El sonido del caudal que se acumulaba a sus pies fue acallado por las exclamaciones de asombro que, aún desde el exterior, podían oírse con perfecta claridad. – Ahora tenemos que ir hacia arriba.
Lo primero que notó Eltrant al poner un pie en las alcantarillas del lugar fue el inesperado aumento de temperatura, el motivo, aparentemente, era el cálido riachuelo que descendía en dirección opuesta a la que, por cómo estaba dispuesto el lugar, debían avanzar.
Lo que en un principio fue una ligera brisa cálida fundida con vapor de agua, acabó tornándose algo insoportable, doloroso incluso. A pesar de esto, el alcantarillado era relativamente amplio, lo suficiente al menos como para poder caminar por un pequeño camino que no estaba sumergido del todo, una especie de palestra por la que, muy probablemente, los lugareños se movían por allí sin terminar escaldados completamente.
- ¿Cómo es posible calentar tanta agua, Niniel? – Preguntó Eltrant apretando los dientes, concentrándose en seguir ascendiendo, tratando de ignorar el quemazón que cada paso producia - ¿Magia? – Daba igual como los hombres pájaro estuviesen consiguiendo aquello, el calor era inaguantable, y él, que iba ataviado con una armadura completa, apenas podía moverse sin quemarse con su propia indumentaria. – Al menos no parece una cloaca, no huele a… bueno, tú me entiendes.
Minutos más tarde, maldiciendo en voz baja, se deshizo de la coraza de la armadura, cansado de apenas poder moverse – Esto es insoportable – Dijo a su compañera con una sonrisa forzada al mismo tiempo que dejaba caer la coraza a un lado así como hizo con las grebas que rodeaban sus piernas y que, debido al contacto directo con el agua, era imposible para el guarda seguir usándolas – No es como si me protegiese ya mucho de todas formas – Aseveró mirando los trozos de metal de los que se acababa de deshacer, los cuales fueron, muy lentamente, arrastrados por la corriente. – Sigamos – Dijo tomando ahora la cabeza de nuevo, tratando, inútilmente, de hacer de “muro” para la elfa y detener todo el agua posible con su cuerpo.
La indumentaria que lucía en aquel momento había dejado de ser, hacía ya horas, el uniforme estándar de la guardia de Lunargenta, en aquel momento era más similar al de los gladiadores Nórgedos que había ayudado semanas atrás: un pantalón de tela, unas botas, y los guanteletes de metal. Ir a pecho descubierto no era precisamente una táctica que a él le fuese de mucha utilidad, pero era mejor que acabar asado en el interior de su propia armadura.
– Acércate, quizás esto ayude - Dijo a su compañera desenvainando la espada que descansaba en su cintura, la cual empezó a sisear en cuanto estuvo entre las manos del exmercenario y esta entró en contacto con el vapor. El brillo helado del arma ayudó, levemente a lidiar con el problema del vapor – Sujétala tú un rato – Dijo agarrando el arma por la hoja y ofreciéndosela a la muchacha – Insisto, ayuda más de lo que parece – Afirmó sonriendo antes de que Niniel dijese nada.
Finalmente, tras varias decenas de minutos sumergidos en agua caliente, llegaron hasta lo que, a ojos del guarda, era un pequeño lago subterráneo, una estancia mucho más amplia, totalmente inundada de agua prácticamente en ebullición. - …Y como no, una verja, fin del camino – Dijo Eltrant secándose el sudor que resbalaba por su frente al ver el amasijo de metal al otro lado de la habitación - ¿Qué te apuestas a que está cerrada? – Preguntó ahora acercándose a grandes zancadas a la rejilla. – Sí, cerrada – Dijo tras examinar por encima la portezuela. – Aunque creo que… - Tocó levemente el metal del que estaba compuesta aquella entrada, apartando la mano de inmediato debido a la temperatura a la que se encontraba la verja y que no tardó en traspasar a los guantes - ¡¿Por qué no aprenderé?! – Dijo para sí sacudiendo la mano con fuerza, intentando aclimatar de nuevo su brazo – Pásame la espada – Dijo ahora – Aquí dónde me ves… – Sonrió a Niniel y, tras haber recuperado su espada, la clavó firmemente bajo los goznes – Ahora tengo una herrería. – Dejó escapar una carcajada, a veces le costaba creer que aquello era cierto – Los goznes están algo sueltos, le pasa al metal cuando se calienta.
Apretó los dientes y se preparó para empujar, no era un experto herrero, pero sus horas en la forja le habían enseñado a ver cuándo el metal estaba dilatado y cuando no, y aquellos goznes estaban permanentemente bajo agua hirviendo, estaban a varios golpes de quebrarse – Ayúdame, sujeta la puerta en cuanto haga palanca ¿Vale? Tira hacia arriba y la sacamos del marco – Dijo tomando aire, el vapor hacía casi imposible el poder respirar con normalidad – Cúbrete las manos, con guantes o algo, quema – Advirtió. – …Esto ya es nuestra tradición – Sonrió – A la de tres. – Frunció el ceño – Una… dos y… - Apretó con fuerza su espada - ¡Tres!
Con un fuerte crujido la verja se levantó momentáneamente, el tiempo suficiente como para, después de hacer malabares con ella, poder arrojarla a un lado. – No hay puerta que se me resista – Dijo de buen humor, dando una leve palmada a Niniel en el hombro – Tómala otro rato – Volvió a entregarle la espada a la elfa, a él ya le había enfriado bastante – Creo que la voy a llamar… - Llevaba tiempo pensado en darle un nombre a su espada, todas las espadas importantes tenían nombre y aunque solía sacar el tema a colación de forma constante, nadie parecía estar dispuesto a ayudarle – …Salvavidas – Dijo señalando al arma, que seguía en manos de Niniel, produciendo aquel característico y fantasmagórico brillo azulado – Sí, ya lo sé – Dejó escapar una carcajada mientras se adentraba en el pasadizo que acababan de desbloquear – Es un nombre un tanto curioso para un arma ¿No?
Lo siguiente que encontraron fue algo que Eltrant no esperaba, tras aquella habitación subterránea, justo detrás del lago, protegido por aquella rejilla, había otra habitación, está mucho más amplia, más ruidosa. – Bueno… eso responde a mi pregunta de antes – Dijo sin apartar su mirada del enorme artefacto de metal que estaba en el centro de la habitación, tomando agua y transformándola casi toda al instante en vapor - ¿Qué… es esto? – Miró a Niniel buscando una respuesta, era ella la que pertenecía a la Logia después de todo – ¿…Es de metal? - Murmuró lo suficientemente alto como para que su compañera se enterase. Dejó escapar una risotada nerviosa y se acercó al aparato, lentamente, casi daba la sensación de que palpitaba, de que, por algún motivo, estaba vivo, pero la coraza era de metal, era una máquina - “Trasladador 805. Máquina de transporte entre planos” – Leyó, aquellas palabras podían estar en su mismo idioma, pero no tenía ni idea de que significaban – Tú eres la de la logia, Niniel ¿Qué hacemos? ¿Es magia? – Preguntó cruzándose de brazos, mirando centenar de engranajes, de tubos, de entradas y salidas que poseía el artefacto – … Conozco a un par de tipos que sabrían decirme que es en Lunargenta, o al menos estudiarlo para decir que es, pero yo… - Suspiró y siguió examinando cada rendija y tornillo que poseía.
- ¿Tiramos de la palanca? – Se atusó la barba y sonrió, divertido, presa de la curiosidad mientras releía el nombre que tenía aquella máquina – ….Creo que uno de los principales lemas de la Logia es “No toques lo que no entiendes” ¿No? Algo así – Dijo calmándose un poco, aquellas palabras las había oído decir más de una vez, o quizás las habia leido, no estaba seguro dónde.
En cualquier caso, aquel objeto parecía peligroso e impredecible a partes iguales y él, el hijo de una familia de granjeros, un guarda de Lunargenta que recibía más golpes que los que le gustaba admitir, no tenía capacidad para decidir cuál era el mejor curso de acción respecto a aquel artefacto, no con una sacerdotisa de la Logia presente – Tu mandas – Dijo cruzándose de brazos, sonriendo – Sé que tienes más cabeza que yo para estos asuntos. – Se atusó la barba y se abanicó con el brazo, aun cuando la mitad del agua que entraba en aquella habitación parecía ser fría, el calor era igual de insoportable que en los pasillos – Pero si tiramos de la palanca. Dejame hacerlo a mi ¿Vale?.
- …Más útil que tirar una piedra, desde luego – Dijo sonriendo a la peliblanca. Fuese como fuese, estaban en el interior del edificio más importante de la ciudad, si Catherine era considerada una diosa allí, no sería muy difícil encontrarla. – Vale – El sonido del caudal que se acumulaba a sus pies fue acallado por las exclamaciones de asombro que, aún desde el exterior, podían oírse con perfecta claridad. – Ahora tenemos que ir hacia arriba.
Lo primero que notó Eltrant al poner un pie en las alcantarillas del lugar fue el inesperado aumento de temperatura, el motivo, aparentemente, era el cálido riachuelo que descendía en dirección opuesta a la que, por cómo estaba dispuesto el lugar, debían avanzar.
Lo que en un principio fue una ligera brisa cálida fundida con vapor de agua, acabó tornándose algo insoportable, doloroso incluso. A pesar de esto, el alcantarillado era relativamente amplio, lo suficiente al menos como para poder caminar por un pequeño camino que no estaba sumergido del todo, una especie de palestra por la que, muy probablemente, los lugareños se movían por allí sin terminar escaldados completamente.
- ¿Cómo es posible calentar tanta agua, Niniel? – Preguntó Eltrant apretando los dientes, concentrándose en seguir ascendiendo, tratando de ignorar el quemazón que cada paso producia - ¿Magia? – Daba igual como los hombres pájaro estuviesen consiguiendo aquello, el calor era inaguantable, y él, que iba ataviado con una armadura completa, apenas podía moverse sin quemarse con su propia indumentaria. – Al menos no parece una cloaca, no huele a… bueno, tú me entiendes.
Minutos más tarde, maldiciendo en voz baja, se deshizo de la coraza de la armadura, cansado de apenas poder moverse – Esto es insoportable – Dijo a su compañera con una sonrisa forzada al mismo tiempo que dejaba caer la coraza a un lado así como hizo con las grebas que rodeaban sus piernas y que, debido al contacto directo con el agua, era imposible para el guarda seguir usándolas – No es como si me protegiese ya mucho de todas formas – Aseveró mirando los trozos de metal de los que se acababa de deshacer, los cuales fueron, muy lentamente, arrastrados por la corriente. – Sigamos – Dijo tomando ahora la cabeza de nuevo, tratando, inútilmente, de hacer de “muro” para la elfa y detener todo el agua posible con su cuerpo.
La indumentaria que lucía en aquel momento había dejado de ser, hacía ya horas, el uniforme estándar de la guardia de Lunargenta, en aquel momento era más similar al de los gladiadores Nórgedos que había ayudado semanas atrás: un pantalón de tela, unas botas, y los guanteletes de metal. Ir a pecho descubierto no era precisamente una táctica que a él le fuese de mucha utilidad, pero era mejor que acabar asado en el interior de su propia armadura.
– Acércate, quizás esto ayude - Dijo a su compañera desenvainando la espada que descansaba en su cintura, la cual empezó a sisear en cuanto estuvo entre las manos del exmercenario y esta entró en contacto con el vapor. El brillo helado del arma ayudó, levemente a lidiar con el problema del vapor – Sujétala tú un rato – Dijo agarrando el arma por la hoja y ofreciéndosela a la muchacha – Insisto, ayuda más de lo que parece – Afirmó sonriendo antes de que Niniel dijese nada.
Finalmente, tras varias decenas de minutos sumergidos en agua caliente, llegaron hasta lo que, a ojos del guarda, era un pequeño lago subterráneo, una estancia mucho más amplia, totalmente inundada de agua prácticamente en ebullición. - …Y como no, una verja, fin del camino – Dijo Eltrant secándose el sudor que resbalaba por su frente al ver el amasijo de metal al otro lado de la habitación - ¿Qué te apuestas a que está cerrada? – Preguntó ahora acercándose a grandes zancadas a la rejilla. – Sí, cerrada – Dijo tras examinar por encima la portezuela. – Aunque creo que… - Tocó levemente el metal del que estaba compuesta aquella entrada, apartando la mano de inmediato debido a la temperatura a la que se encontraba la verja y que no tardó en traspasar a los guantes - ¡¿Por qué no aprenderé?! – Dijo para sí sacudiendo la mano con fuerza, intentando aclimatar de nuevo su brazo – Pásame la espada – Dijo ahora – Aquí dónde me ves… – Sonrió a Niniel y, tras haber recuperado su espada, la clavó firmemente bajo los goznes – Ahora tengo una herrería. – Dejó escapar una carcajada, a veces le costaba creer que aquello era cierto – Los goznes están algo sueltos, le pasa al metal cuando se calienta.
Apretó los dientes y se preparó para empujar, no era un experto herrero, pero sus horas en la forja le habían enseñado a ver cuándo el metal estaba dilatado y cuando no, y aquellos goznes estaban permanentemente bajo agua hirviendo, estaban a varios golpes de quebrarse – Ayúdame, sujeta la puerta en cuanto haga palanca ¿Vale? Tira hacia arriba y la sacamos del marco – Dijo tomando aire, el vapor hacía casi imposible el poder respirar con normalidad – Cúbrete las manos, con guantes o algo, quema – Advirtió. – …Esto ya es nuestra tradición – Sonrió – A la de tres. – Frunció el ceño – Una… dos y… - Apretó con fuerza su espada - ¡Tres!
Con un fuerte crujido la verja se levantó momentáneamente, el tiempo suficiente como para, después de hacer malabares con ella, poder arrojarla a un lado. – No hay puerta que se me resista – Dijo de buen humor, dando una leve palmada a Niniel en el hombro – Tómala otro rato – Volvió a entregarle la espada a la elfa, a él ya le había enfriado bastante – Creo que la voy a llamar… - Llevaba tiempo pensado en darle un nombre a su espada, todas las espadas importantes tenían nombre y aunque solía sacar el tema a colación de forma constante, nadie parecía estar dispuesto a ayudarle – …Salvavidas – Dijo señalando al arma, que seguía en manos de Niniel, produciendo aquel característico y fantasmagórico brillo azulado – Sí, ya lo sé – Dejó escapar una carcajada mientras se adentraba en el pasadizo que acababan de desbloquear – Es un nombre un tanto curioso para un arma ¿No?
Lo siguiente que encontraron fue algo que Eltrant no esperaba, tras aquella habitación subterránea, justo detrás del lago, protegido por aquella rejilla, había otra habitación, está mucho más amplia, más ruidosa. – Bueno… eso responde a mi pregunta de antes – Dijo sin apartar su mirada del enorme artefacto de metal que estaba en el centro de la habitación, tomando agua y transformándola casi toda al instante en vapor - ¿Qué… es esto? – Miró a Niniel buscando una respuesta, era ella la que pertenecía a la Logia después de todo – ¿…Es de metal? - Murmuró lo suficientemente alto como para que su compañera se enterase. Dejó escapar una risotada nerviosa y se acercó al aparato, lentamente, casi daba la sensación de que palpitaba, de que, por algún motivo, estaba vivo, pero la coraza era de metal, era una máquina - “Trasladador 805. Máquina de transporte entre planos” – Leyó, aquellas palabras podían estar en su mismo idioma, pero no tenía ni idea de que significaban – Tú eres la de la logia, Niniel ¿Qué hacemos? ¿Es magia? – Preguntó cruzándose de brazos, mirando centenar de engranajes, de tubos, de entradas y salidas que poseía el artefacto – … Conozco a un par de tipos que sabrían decirme que es en Lunargenta, o al menos estudiarlo para decir que es, pero yo… - Suspiró y siguió examinando cada rendija y tornillo que poseía.
- ¿Tiramos de la palanca? – Se atusó la barba y sonrió, divertido, presa de la curiosidad mientras releía el nombre que tenía aquella máquina – ….Creo que uno de los principales lemas de la Logia es “No toques lo que no entiendes” ¿No? Algo así – Dijo calmándose un poco, aquellas palabras las había oído decir más de una vez, o quizás las habia leido, no estaba seguro dónde.
En cualquier caso, aquel objeto parecía peligroso e impredecible a partes iguales y él, el hijo de una familia de granjeros, un guarda de Lunargenta que recibía más golpes que los que le gustaba admitir, no tenía capacidad para decidir cuál era el mejor curso de acción respecto a aquel artefacto, no con una sacerdotisa de la Logia presente – Tu mandas – Dijo cruzándose de brazos, sonriendo – Sé que tienes más cabeza que yo para estos asuntos. – Se atusó la barba y se abanicó con el brazo, aun cuando la mitad del agua que entraba en aquella habitación parecía ser fría, el calor era igual de insoportable que en los pasillos – Pero si tiramos de la palanca. Dejame hacerlo a mi ¿Vale?.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1379
Nivel de PJ : : 10
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
Asentí atento mientras la reina pájaro atendía a nuestras preguntas, sus argumentos parecían más que razonables, y la magia blanca que emanaba del lugar era perfectamente perceptible, y no me sonaba nada bien eso de cambiar magia benigna por maligna.
Otra cosa era cuando nos indicó que permaneceríamos aquí tras arreglar el artefacto, no podía quedarme en aquella isla, de ninguna manera.
Catherine manteniendo magistralmente su tapadera le siguió la corriente a la reina -Mi Diosa- Le dije a Catherine muy bajito al oído con una reverencia –No te preocupes, saldremos de esta, tenemos que encontrar a Eltrant y Niniel y salir de esta isla, debo muchos aeros a un tipo de Lunargenta, seguro que me encuentra y me parte las piernas, pero juntos lo lograremos, estoy contigo- La sonreí, no estaba bromeando, si alguien podía encontrar a un moroso aunque estuviese en una isla perdida era Jokhan el prestamista, además yo tenía que dar el informe a la guardia, aunque ya empezaba a pensar que no me creerían, pero la idea era esa, no podíamos quedarnos aquí, aunque seguro que Catherine estaba ya pensando un plan.
Subí rápidamente tras Catherine a la cúspide de la pirámide, la luz era cegadora, extendí el escudo para tratar de cubrirla pero vi que aquí no sufría daño, supongo que la magia estaba haciendo sus frutos, de hecho yo no era sensible a la magia, pero notaba un enorme bienestar y ya no sentía apenas ningún dolor en el cuerpo por el naufragio.
-Nada, es, es un placer- Sonreí a Catherine que estaba seria y visiblemente preocupada –No debes preocuparte, estamos los dos es esto, yo te apoyo en las buenas y en las malas, no en vano soy vuestro humilde servidor Jajaja- bromeé tratando de animar a Catherine.
-Y lo de fiarnos…mhhh..no sé, no suelo confiar en reinas pájaro de islas perdidas, pero si tengo que elegir me fio más de ella que de su hermana, me daba escalofríos- Comenté.
Lo que vimos al llegar arriba era difícil de describir, supongo que haría algún dibujo en el informe, si es que llegaba a haber informe, era una especie de esfera luminosa flotando con esferas menores girando a su alrededor, todo ello emitiendo una fantástica luz.
Un graznido tras nosotros me asustó, era el dichoso cuervo negro en su jaula, aleteando deseoso de salir, a mí no me apetecía nada liberarlo, aunque si mal no recuerdo la hermana negra nos prometió escapar de la isla, pero claro, había que fiarse de ella.
-Sí, si algo me acuerdo- respondí a Catherine –No se tú, pero a mí no me da buena espina-
-¿Qué? oh si- corrí a la llamada de Catherine, dentro de la esfera de luz se podía ver dentro un arbolillo, uno bastante perjudicado, ¿será esa la fuente de poder? –Ehmm…no se…todo esto de la magia y la jardinería me pilla bastante de nuevas- sonreí sin saber bien que pensar.
Catherine se aproximó a tocar el orbe y desapareció ante mis ojos en una gran luz, no, más bien se introdujo dentro del orbe junto al árbol.
-¿Eh?¿oh?.esperavoy- exclamé sorprendido repitiendo sus pasos, cuando la luz se disipó estábamos los dos junto al árbol, que se veía podrido y seco.
-Ehmm..y que se supone que debemos hacer ¿Cómo arreglamos esto?- comenté a Catherine.
Estaba claro que el árbol ese necesitaba ayuda urgente, pero yo no entendía nada de árboles mágicos, miré en mis bolsillos a ver si tenía algo de utilidad, poca cosa.
-Pfff…no sé muy bien que podemos hacer, por aquí solo tengo algo de cuerda…ehhhmmm…mira tengo aun un poco de agua en la cantimplora, no sé, se la puedo echar al árbol a ver si mejora pero no lo veo nada claro- dije tendiéndola mi maltrecha cantimplora –O bueno podemos ponernos serios y cortar el árbol, total esta ya para el arrastre, o mira mejor, puedo arrancarlo de raíz con la pala, no sé, a lo mejor sale otro- Aventuré mostrándole la herramienta –O espera, ¿tú sabes usar la magia? ¿un hechizo sanador o algo?- comenté, lo cierto era que no tenía ni idea, ¿era el árbol al fuente o lo que lo estaba matando?, quizás con nuestros actos solo íbamos a empeorar las cosas, o bueno, quizas con algo de suerte nos convertiriamos en héroes de pajarolandia, no sonaba mal.
Otra cosa era cuando nos indicó que permaneceríamos aquí tras arreglar el artefacto, no podía quedarme en aquella isla, de ninguna manera.
Catherine manteniendo magistralmente su tapadera le siguió la corriente a la reina -Mi Diosa- Le dije a Catherine muy bajito al oído con una reverencia –No te preocupes, saldremos de esta, tenemos que encontrar a Eltrant y Niniel y salir de esta isla, debo muchos aeros a un tipo de Lunargenta, seguro que me encuentra y me parte las piernas, pero juntos lo lograremos, estoy contigo- La sonreí, no estaba bromeando, si alguien podía encontrar a un moroso aunque estuviese en una isla perdida era Jokhan el prestamista, además yo tenía que dar el informe a la guardia, aunque ya empezaba a pensar que no me creerían, pero la idea era esa, no podíamos quedarnos aquí, aunque seguro que Catherine estaba ya pensando un plan.
Subí rápidamente tras Catherine a la cúspide de la pirámide, la luz era cegadora, extendí el escudo para tratar de cubrirla pero vi que aquí no sufría daño, supongo que la magia estaba haciendo sus frutos, de hecho yo no era sensible a la magia, pero notaba un enorme bienestar y ya no sentía apenas ningún dolor en el cuerpo por el naufragio.
-Nada, es, es un placer- Sonreí a Catherine que estaba seria y visiblemente preocupada –No debes preocuparte, estamos los dos es esto, yo te apoyo en las buenas y en las malas, no en vano soy vuestro humilde servidor Jajaja- bromeé tratando de animar a Catherine.
-Y lo de fiarnos…mhhh..no sé, no suelo confiar en reinas pájaro de islas perdidas, pero si tengo que elegir me fio más de ella que de su hermana, me daba escalofríos- Comenté.
Lo que vimos al llegar arriba era difícil de describir, supongo que haría algún dibujo en el informe, si es que llegaba a haber informe, era una especie de esfera luminosa flotando con esferas menores girando a su alrededor, todo ello emitiendo una fantástica luz.
Un graznido tras nosotros me asustó, era el dichoso cuervo negro en su jaula, aleteando deseoso de salir, a mí no me apetecía nada liberarlo, aunque si mal no recuerdo la hermana negra nos prometió escapar de la isla, pero claro, había que fiarse de ella.
-Sí, si algo me acuerdo- respondí a Catherine –No se tú, pero a mí no me da buena espina-
-¿Qué? oh si- corrí a la llamada de Catherine, dentro de la esfera de luz se podía ver dentro un arbolillo, uno bastante perjudicado, ¿será esa la fuente de poder? –Ehmm…no se…todo esto de la magia y la jardinería me pilla bastante de nuevas- sonreí sin saber bien que pensar.
Catherine se aproximó a tocar el orbe y desapareció ante mis ojos en una gran luz, no, más bien se introdujo dentro del orbe junto al árbol.
-¿Eh?¿oh?.esperavoy- exclamé sorprendido repitiendo sus pasos, cuando la luz se disipó estábamos los dos junto al árbol, que se veía podrido y seco.
-Ehmm..y que se supone que debemos hacer ¿Cómo arreglamos esto?- comenté a Catherine.
Estaba claro que el árbol ese necesitaba ayuda urgente, pero yo no entendía nada de árboles mágicos, miré en mis bolsillos a ver si tenía algo de utilidad, poca cosa.
-Pfff…no sé muy bien que podemos hacer, por aquí solo tengo algo de cuerda…ehhhmmm…mira tengo aun un poco de agua en la cantimplora, no sé, se la puedo echar al árbol a ver si mejora pero no lo veo nada claro- dije tendiéndola mi maltrecha cantimplora –O bueno podemos ponernos serios y cortar el árbol, total esta ya para el arrastre, o mira mejor, puedo arrancarlo de raíz con la pala, no sé, a lo mejor sale otro- Aventuré mostrándole la herramienta –O espera, ¿tú sabes usar la magia? ¿un hechizo sanador o algo?- comenté, lo cierto era que no tenía ni idea, ¿era el árbol al fuente o lo que lo estaba matando?, quizás con nuestros actos solo íbamos a empeorar las cosas, o bueno, quizas con algo de suerte nos convertiriamos en héroes de pajarolandia, no sonaba mal.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: [Misión Guardia-Logia] El reino de las aves
El truco de luz había funcionado de maravilla, y mientras los hombres-pájaro graznaban y comentaban al respecto alzando su vista hacia el cielo y señalando con sus largos y emplumados brazos el hermoso espectáculo, seguramente pensando que formaba parte de las celebraciones o algo relacionado con Kumatre, la pareja logró colarse sin ser vista en las alcantarillas. Toda una hazaña teniendo en cuenta la situación, una que hablaba muy bien de su ingenio, del que deberían seguir tirando si querían completar la misión que se habían auto impuesto pues largo y complicado sería el camino desde allí hasta lo más alto de la pirámide, lugar donde ella llevaría a una deidad solar y donde esperaba que hubiesen llevado a Cath y a Schott, si es que éste seguía vivo y no llenando ya las panzas de sus captores.
Níniel daba por hecho que no iba a ser fácil, de hecho pensaba en que una vez dentro de la propia pirámide esquivar a los más que seguros guardias iba a ser todo un desafío, pero lo que no esperaba era que el primer problema no tardara ni unos pocos segundos en presentarse, menos aún que de hecho ya estuviera allí para cuando ambos descendieron. La elfa había supuesto que aquel acceso les conduciría hasta un sistema de alcantarillado como el de las grandes ciudades, que tendrían que soportar el mal olor y apañárselas para orientarse en el laberinto de túneles...Nada más lejos de la realidad.
Aquel lugar estaba extrañamente limpio y si bien no olía a flores silvestres desde luego resultaba fácilmente tolerable. De hecho había barrios de Lunargenta que olían peor que aquel subterráneo. Tampoco había señal de los múltiples cruces y desvíos a diferentes niveles que por desgracia había tenido la oportunidad de recorrer en la gran ciudad de los humanos, o al menos no los veía hasta donde la luz que comenzó a generar iluminaba, solo había un túnel, amplio recto y en pendiente. El agua que discurría a sus pies llenando todo el lugar con el sonido de la corriente estaba limpia y sin rastro de desechos, con una única peculiaridad, peculiaridad en la que radicaba el problema: Aquel agua que descendía hasta mucho más allá de donde ellos estaban estaba muy pero que muy caliente, tanto como para generar un vapor constante que como una débil neblina cubría aquel túnel hasta más o menos el metro y medio de altura. Era una suerte que a ambos lados hubiera partes del túnel a más altura que el centro del mismo y lo suficientemente anchas como para caminar por ellas, porque si ya soportar aquella sensación térmica de gran calor era un incordio, avanzar con ese agua hasta la cintura sería directamente una locura. Y conforme avanzaban era cada vez peor.
-Podría ser magia o una canalización de aguas termales naturales. En mi hogar gozamos de ellas y nos gusta disfrutar todo el año de los baños calientes y de sus propiedades curativas y revitalizantes. - Respondió la peliblanca que a pesar de estar acostumbrada a los baños calientes también denotaba el agobio de avanzar por aquel túnel. Una cosa era tomar un baño caliente, otra escaldarse en agua hirviendo. Incluso a través de sus botas notaba cada vez más calor hasta el punto de resultar doloroso y no solo una molestia. Si era así con sus botas no quería ni imaginarse el tormento que estaría sufriendo el humano con su armadura pesada de metal, muy diferente a la ligera que ella misma portaba, que tampoco es que ayudase precisamente. -No, definitivamente no es una cloaca. La pendiente me dice que es un conducto de salida para el agua y nada más. Lo bueno es que seguramente descendiendo en vez de ascendiendo encontraríamos una salida. Será bueno tenerlo en mente por si tenemos que salir a toda prisa.- Dijo también la joven al jocoso comentario de Eltrant sin terminar de tener claro que realmente aquello fuera mejor que una alcantarilla. El olor se iba con un buen baño de sales perfumadas pero aquel calor podría matarlos si permanecían allí mucho más tiempo o si el agua pasaba de cierto punto de temperatura.
Poco más adelante Eltrant, de manera sensata, decidió desprenderse de su maltrecha armadura para aliviar un poco el esfuerzo necesario para seguir avanzando y el calor. Era una decisión difícil en vista de las más que posibles luchas que estaban por venir pero ciertamente era lo mejor en ese momento. -No estaba en su mejor momento... Deberías optar por una armadura forjada por elfos como la mía, no te arrepentirías.- Comentó al respecto orgullosa de la suya, élfica con mejoras obra de un brujo siguiendo el diseño otorgado por un gran dragón blanco que lo guardaba como un tesoro. Lo hizo señalándose a sí misma, sin darle importancia a que el vapor había pegado su túnica a la armadura que llevaba debajo la cual se amoldaba a su figura, resultando en un efecto que hacía parecer que la blanca prenda estaba realmente pegada a su piel revelando su silueta. Tampoco se había dado cuenta la peliblanca que por culpa del vapor mechones de su pelo también se había pegado a su rostro sonrojado por el calor y perlado por gotas de agua que resbalaban hacia su cuerpo, dándole en conjunto un aspecto posiblemente tentador, y eso portando la armadura, sin ella a esas alturas sería como si no llevara nada puesto. -Te sigo, cuanto más tiempo pasemos aquí peor para nosotros.- Estuvo de acuerdo la joven deslizando su mano por su cuello para retirar parte de ese vapor y sudor que se reunía allí donde su armadura comenzaba.
-Una espada con arcanos de frío...Si que se nota un poco, qué curioso.- Comentó la elfa sintiendo que por poco que fuera aquel arma la ayudaba a soportar el calor. Por supuesto iba a rechazar la oferta del humano de ser ella quien la llevara, pues por culpa de su armadura era él quien más necesitaba aquel efecto de los dos para recuperarse, pero su insistencia no le dejó otra opción más que aceptarla, notando de inmediato que al empuñarla el frío era aún mayor y mucho más agradable y de ayuda. -Si alguien vendiera algo así a los caballeros enlatados que deben luchar con la armadura de placas completa sin duda ganaría una montaña de oro. De hecho ya sé a quién voy a comentárselo...Espero que los dos estén bien.- Añadió pensando en Vincent y Bio aunque optimista con respecto a ellos, en parte y sin saberlo gracias al poder de la reliquia que coronaba la pirámide bajo la que se encontraban.
Siguieron avanzando y terminaron por llegar hasta unas rejas que les bloqueaban el paso. aquello eran malas noticias pues difícilmente encontrarían otro camino por el que colarse en la pirámide pero también podía significar que estaban cerca ya del final de aquel túnel y por ende de su destino. -Quizá no consideraran necesario cerrarla aunque sería lo suyo.- Dijo la joven echando un vistazo alrededor buscando algún tipo de apertura, pero no había ninguna.
Efectivamente estaba cerrada pero Eltrant parecía pensar que quizá no fuera un obstáculo infranqueable. -¿Una herrería? Curioso, parece que entre mis amigos y conocidos ha aparecido una fiebre emprendedora, una herrería estos días es sinónimo de buena inversión.- Dijo la elfa devolviéndole la espada y dejándole espacio a continuación para que terminara de perfilar aquel plan relacionado con el trabajo de los metales y los goznes de aquellas rejas. -Así es, y no es una propiedad exclusiva de los metales.- Comentó Níniel acudiendo en su ayuda cuando así se lo pidió aunque mirándole con cierta preocupación al ver que lo que él pedía era un ejercicio de fuerza, algo de lo que no iba precisamente sobrada. -Haré lo que pueda, pero no sé si podré hacerlo.- Comunicó la joven rasgando las mangas de su túnica para rodearse las manos con ellas y aumentar así el aislante en ellas. Entonces, a su señal, hizo su mejor esfuerzo tal y como le había pedido, logrando para su sorpresa desencajar el enrejado y pudiendo seguir por el hueco ahora libre.
-Este es un truco que me apunto, realmente útil. Ha sido más fácil de lo que esperaba.- Comentó la sacerdotisa iluminando más allá de su posición para ver qué más les aguardaba. Volviendo a tomar la espada entre sus manos con un gesto de agradecimiento. -No es un mal nombre para una espada, por mucho que sea un arma puede usarse para proteger.- Comentó sobre el nombre de la espada contemplándola. -Desde luego es mejor que "palanca de emergencia" o "frescor invernal"- Añadió como pequeña broma eludiendo al modo en el que la estaban usando.
-¿Oyes eso?- Advirtió tan pronto habían dado unos pocos pasos tras sortear el obstáculo. Podía escucharse como una serie de sonidos metálicos reverberando por el túnel con una clara monotonía. -Sea lo que sea debe ser grande.- Aseveró mientras recorrían el lugar y notaba como aquel sonido era cada vez más y más fuerte hasta que al final terminaron en una gran sala en cuyo centro se hallaba la maquinaria causante de todo aquel ruido. -Oh, genial, más maquinas...-Se quejó amargamente la elfa, queja que quizás no llegara a oídos del humano por culpa del ruido pues era necesario alzar la voz para poder hacerse oír sobre todo aquel escándalo.
Níniel iluminó más el lugar para asegurarse de no perderse ningún detalle, ni a ningún posible enemigo que estuviera operando aquella gran máquina de función desconocida, y estudió el lugar durante los siguientes minutos sin responder a las preguntas de Eltrant. Solo añadiendo sus dudas y descubrimientos a sus propios procesos mentales tratando de encontrar las respuestas a sus cuestiones, que no eran muy diferentes a las suyas propias. Al menos hasta que preguntó si debía tirar de cierta palanca, lo cual causó una fulgurante respuesta de la joven.
-!NO! No toques nada a lo loco, podrías matarnos sin querer o causar un desastre.- Instó enseguida mirando en su dirección y observando esa palanca así como el mapa de aerandir cercano, uno tremendamente completo, puede que más incluso que cualquier otro que hubiese visto nunca. -Yo conozco a muchos que podrían estudiarlo también, pero de nada nos sirven ahora. Estamos solos aquí.- Dijo la joven permaneciendo callada otros tantos minutos mientras iba de acá para allá investigando más de cerca todo aquello, así como buscando una posible salida que les llevara desde allí hasta la pirámide, su principal objetivo. De hecho con sus amigos secuestrados no es que pudieran perder mucho tiempo con aquel enorme chisme, deberían continuar...Claro que no parecían poder hacerlo, al menos no por aquella sala.
-Debemos de estar bajo la pirámide, creo de hecho que ya estamos en ella, en su parte inferior.- Comentó acercándose hasta Eltrant y señalando hacia las paredes, claramente distintas a las del túnel por el que llegaron. -¿Por qué no hay ningún acceso a las zonas superiores?- Preguntó retóricamente mirando más de cerca el mapa y aquella extraña ventana con teclas unidas a la misma y a la vez al mecanismo, a la palanca y a aquel gran mapa. -Esto es magia de los humanos de la tierra, tecnología, como la de los bios. La he visto antes. Dudo mucho que unos hombres- pájaro construyesen nada de esto, ya los viste, si iban casi en taparrabos...Pero esta inscripción está en común...Ni los humanos de la tierra lo usaban ni estos pájaros lo usan...¿Entonces quién escribió esta inscripción?- Volvió a quedarse pensativa mientras buscaba más inscripciones como aquella que estuvieran en la lengua común pero parecía que aquella era la única...Hasta que posó su mirada una vez sobre la ventana y el teclado y se percató de que no lo era, allí en la pantalla también había una palabra en común que decía precisamente "Común".
-Interesante..- Dijo colocándose ante la pantalla y usando el teclado como había visto hacer a la inquisitiva Pipa para manipular al argentavis. Seleccionando dicha opción y viendo como todas las palabras de la pantalla cambiaban a la lengua común como si hubiese aplicado algún tipo de hechizo sobre las letras. -Vaya...Bien veamos...cerrar mamparos...diagnóstico de sistemas...control principal. A ver...- En la pantalla las letras cambiaron para mostrar lo que parecía un imagen de la pirámide con un corte trasversal en el que se indicaban las diferentes zonas de la misma. -Esto es increíble...Y según esto si que hay una puerta en esta sala...¿ves? Traslador 805, debería haber una puerta justo ahí detrás...- Indicó señalando con el dedo sin apartar su mirada de la pantalla. -Y si la selecciono en la pantalla como hice antes al seleccionar común debería...-
-Iniciada secuencia de traslación. Atención a todo el personal, iniciada secuencia de traslación.- Comenzó a decir una voz sintética femenina proveniente de a saber dónde con una potencia tal que Níniel tuvo que taparse los oídos.
-No no, no he iniciado nada, abre la puerta, cancela lo que sea que haya hecho.- Pidió la elfa pensando que quizá aquella voz pudiera oírla, pero solo era un mensaje de alerta pre programado y emitido en la lengua común seguramente porque ella había cambiado el idioma en aquella pantalla. -Maldita sea, a ver...Tiene que haber algo aquí para que pare de hacer...lo que sea que le he dicho que haga...-
-Traslación en...menos sesenta segundos.- Avisó la voz consiguiendo que Níniel se pusiera aún más nerviosa. -Cerrando mamparos.- Siguió diciendo la voz, y al decirlo el camino por el que habían llegado se cerró al instante por una compuerta de metal que resultaría imposible abrir a la fuerza. -Coordenadas de traslación seleccionadas. Moviéndonos hacia 125 grados norte, 77 grados este.-
-¿Qué?. No no, eso está en mitad de la nada, no puedes ir allí. Por todos los dioses, escúchame, quién seas, eso es en pleno mar desconocido...Eltrant, esto se ha vuelto loco. Quiere ahogarnos en el mar- Dijo nerviosa la joven tratando de encontrar algo que detuviera aquel sinsentido para nada contenta por haber averiguado cuál era la función de aquella gran máquina, que parecía no ser otra más que la de moverse de un lado a otro, y si lo de traslación era literal, de manera instantánea, de hecho debía de mover toda la pirámide. -Un momento, el mapa...si no puedo parar a esa loca quizá pueda cambiar el destino a uno que nos interese...Sí, sí, aquí veamos...Sandorai está aquí, aquí está Lunargenta...Bien aquí.- Dijo señalando en el mapa un yermo helado y vacío cercano a la torre de la logia de hechiceros. Allí no había nada, no dañaría nada ni a nadie y la logia les vería por narices y podrían acudir en su ayuda. Solo con imaginarse al poderoso inquisidor acudiendo al rescate bastaba para que la joven creyera que al final todo podía salir bien.
-Esto debería de de movernos cerca de la logia, a un páramo vacío donde no causaremos ningún destrozo. Creo que si alguien puede ayudarnos con esto son ellos- Informó al humano pidiendo a falta de tan solo treinta segundos su aprobación aunque instantes antes la dejara al mando. El humano no hizo si no asentir confiando en ella y en su criterio por lo que Níniel seleccionó aquel destino en la pantalla y se apartó como si tuviera miedo de tocar nada más.
-Traslación en...menos quince segundos. Moviéndonos hacia 125 grados norte, 77 grados este.- Dijo la voz sintética causando que Níniel definitivamente perdiera la calma. Había seleccionado otras coordenadas en el mapa, por qué no las había aceptado esa voz cabezona incapaz de escucharla. Fue en ese momento cuando la joven vio una lucecita parpadeante sobre la palanca que tanto había llamado la atención de Eltrant.
-Eltrant, tira de la palanca ya.- Instó la joven, si aquello no corregía su destino, acabarían durmiendo con los peces.
Níniel daba por hecho que no iba a ser fácil, de hecho pensaba en que una vez dentro de la propia pirámide esquivar a los más que seguros guardias iba a ser todo un desafío, pero lo que no esperaba era que el primer problema no tardara ni unos pocos segundos en presentarse, menos aún que de hecho ya estuviera allí para cuando ambos descendieron. La elfa había supuesto que aquel acceso les conduciría hasta un sistema de alcantarillado como el de las grandes ciudades, que tendrían que soportar el mal olor y apañárselas para orientarse en el laberinto de túneles...Nada más lejos de la realidad.
Aquel lugar estaba extrañamente limpio y si bien no olía a flores silvestres desde luego resultaba fácilmente tolerable. De hecho había barrios de Lunargenta que olían peor que aquel subterráneo. Tampoco había señal de los múltiples cruces y desvíos a diferentes niveles que por desgracia había tenido la oportunidad de recorrer en la gran ciudad de los humanos, o al menos no los veía hasta donde la luz que comenzó a generar iluminaba, solo había un túnel, amplio recto y en pendiente. El agua que discurría a sus pies llenando todo el lugar con el sonido de la corriente estaba limpia y sin rastro de desechos, con una única peculiaridad, peculiaridad en la que radicaba el problema: Aquel agua que descendía hasta mucho más allá de donde ellos estaban estaba muy pero que muy caliente, tanto como para generar un vapor constante que como una débil neblina cubría aquel túnel hasta más o menos el metro y medio de altura. Era una suerte que a ambos lados hubiera partes del túnel a más altura que el centro del mismo y lo suficientemente anchas como para caminar por ellas, porque si ya soportar aquella sensación térmica de gran calor era un incordio, avanzar con ese agua hasta la cintura sería directamente una locura. Y conforme avanzaban era cada vez peor.
-Podría ser magia o una canalización de aguas termales naturales. En mi hogar gozamos de ellas y nos gusta disfrutar todo el año de los baños calientes y de sus propiedades curativas y revitalizantes. - Respondió la peliblanca que a pesar de estar acostumbrada a los baños calientes también denotaba el agobio de avanzar por aquel túnel. Una cosa era tomar un baño caliente, otra escaldarse en agua hirviendo. Incluso a través de sus botas notaba cada vez más calor hasta el punto de resultar doloroso y no solo una molestia. Si era así con sus botas no quería ni imaginarse el tormento que estaría sufriendo el humano con su armadura pesada de metal, muy diferente a la ligera que ella misma portaba, que tampoco es que ayudase precisamente. -No, definitivamente no es una cloaca. La pendiente me dice que es un conducto de salida para el agua y nada más. Lo bueno es que seguramente descendiendo en vez de ascendiendo encontraríamos una salida. Será bueno tenerlo en mente por si tenemos que salir a toda prisa.- Dijo también la joven al jocoso comentario de Eltrant sin terminar de tener claro que realmente aquello fuera mejor que una alcantarilla. El olor se iba con un buen baño de sales perfumadas pero aquel calor podría matarlos si permanecían allí mucho más tiempo o si el agua pasaba de cierto punto de temperatura.
Poco más adelante Eltrant, de manera sensata, decidió desprenderse de su maltrecha armadura para aliviar un poco el esfuerzo necesario para seguir avanzando y el calor. Era una decisión difícil en vista de las más que posibles luchas que estaban por venir pero ciertamente era lo mejor en ese momento. -No estaba en su mejor momento... Deberías optar por una armadura forjada por elfos como la mía, no te arrepentirías.- Comentó al respecto orgullosa de la suya, élfica con mejoras obra de un brujo siguiendo el diseño otorgado por un gran dragón blanco que lo guardaba como un tesoro. Lo hizo señalándose a sí misma, sin darle importancia a que el vapor había pegado su túnica a la armadura que llevaba debajo la cual se amoldaba a su figura, resultando en un efecto que hacía parecer que la blanca prenda estaba realmente pegada a su piel revelando su silueta. Tampoco se había dado cuenta la peliblanca que por culpa del vapor mechones de su pelo también se había pegado a su rostro sonrojado por el calor y perlado por gotas de agua que resbalaban hacia su cuerpo, dándole en conjunto un aspecto posiblemente tentador, y eso portando la armadura, sin ella a esas alturas sería como si no llevara nada puesto. -Te sigo, cuanto más tiempo pasemos aquí peor para nosotros.- Estuvo de acuerdo la joven deslizando su mano por su cuello para retirar parte de ese vapor y sudor que se reunía allí donde su armadura comenzaba.
-Una espada con arcanos de frío...Si que se nota un poco, qué curioso.- Comentó la elfa sintiendo que por poco que fuera aquel arma la ayudaba a soportar el calor. Por supuesto iba a rechazar la oferta del humano de ser ella quien la llevara, pues por culpa de su armadura era él quien más necesitaba aquel efecto de los dos para recuperarse, pero su insistencia no le dejó otra opción más que aceptarla, notando de inmediato que al empuñarla el frío era aún mayor y mucho más agradable y de ayuda. -Si alguien vendiera algo así a los caballeros enlatados que deben luchar con la armadura de placas completa sin duda ganaría una montaña de oro. De hecho ya sé a quién voy a comentárselo...Espero que los dos estén bien.- Añadió pensando en Vincent y Bio aunque optimista con respecto a ellos, en parte y sin saberlo gracias al poder de la reliquia que coronaba la pirámide bajo la que se encontraban.
Siguieron avanzando y terminaron por llegar hasta unas rejas que les bloqueaban el paso. aquello eran malas noticias pues difícilmente encontrarían otro camino por el que colarse en la pirámide pero también podía significar que estaban cerca ya del final de aquel túnel y por ende de su destino. -Quizá no consideraran necesario cerrarla aunque sería lo suyo.- Dijo la joven echando un vistazo alrededor buscando algún tipo de apertura, pero no había ninguna.
Efectivamente estaba cerrada pero Eltrant parecía pensar que quizá no fuera un obstáculo infranqueable. -¿Una herrería? Curioso, parece que entre mis amigos y conocidos ha aparecido una fiebre emprendedora, una herrería estos días es sinónimo de buena inversión.- Dijo la elfa devolviéndole la espada y dejándole espacio a continuación para que terminara de perfilar aquel plan relacionado con el trabajo de los metales y los goznes de aquellas rejas. -Así es, y no es una propiedad exclusiva de los metales.- Comentó Níniel acudiendo en su ayuda cuando así se lo pidió aunque mirándole con cierta preocupación al ver que lo que él pedía era un ejercicio de fuerza, algo de lo que no iba precisamente sobrada. -Haré lo que pueda, pero no sé si podré hacerlo.- Comunicó la joven rasgando las mangas de su túnica para rodearse las manos con ellas y aumentar así el aislante en ellas. Entonces, a su señal, hizo su mejor esfuerzo tal y como le había pedido, logrando para su sorpresa desencajar el enrejado y pudiendo seguir por el hueco ahora libre.
-Este es un truco que me apunto, realmente útil. Ha sido más fácil de lo que esperaba.- Comentó la sacerdotisa iluminando más allá de su posición para ver qué más les aguardaba. Volviendo a tomar la espada entre sus manos con un gesto de agradecimiento. -No es un mal nombre para una espada, por mucho que sea un arma puede usarse para proteger.- Comentó sobre el nombre de la espada contemplándola. -Desde luego es mejor que "palanca de emergencia" o "frescor invernal"- Añadió como pequeña broma eludiendo al modo en el que la estaban usando.
-¿Oyes eso?- Advirtió tan pronto habían dado unos pocos pasos tras sortear el obstáculo. Podía escucharse como una serie de sonidos metálicos reverberando por el túnel con una clara monotonía. -Sea lo que sea debe ser grande.- Aseveró mientras recorrían el lugar y notaba como aquel sonido era cada vez más y más fuerte hasta que al final terminaron en una gran sala en cuyo centro se hallaba la maquinaria causante de todo aquel ruido. -Oh, genial, más maquinas...-Se quejó amargamente la elfa, queja que quizás no llegara a oídos del humano por culpa del ruido pues era necesario alzar la voz para poder hacerse oír sobre todo aquel escándalo.
Níniel iluminó más el lugar para asegurarse de no perderse ningún detalle, ni a ningún posible enemigo que estuviera operando aquella gran máquina de función desconocida, y estudió el lugar durante los siguientes minutos sin responder a las preguntas de Eltrant. Solo añadiendo sus dudas y descubrimientos a sus propios procesos mentales tratando de encontrar las respuestas a sus cuestiones, que no eran muy diferentes a las suyas propias. Al menos hasta que preguntó si debía tirar de cierta palanca, lo cual causó una fulgurante respuesta de la joven.
-!NO! No toques nada a lo loco, podrías matarnos sin querer o causar un desastre.- Instó enseguida mirando en su dirección y observando esa palanca así como el mapa de aerandir cercano, uno tremendamente completo, puede que más incluso que cualquier otro que hubiese visto nunca. -Yo conozco a muchos que podrían estudiarlo también, pero de nada nos sirven ahora. Estamos solos aquí.- Dijo la joven permaneciendo callada otros tantos minutos mientras iba de acá para allá investigando más de cerca todo aquello, así como buscando una posible salida que les llevara desde allí hasta la pirámide, su principal objetivo. De hecho con sus amigos secuestrados no es que pudieran perder mucho tiempo con aquel enorme chisme, deberían continuar...Claro que no parecían poder hacerlo, al menos no por aquella sala.
-Debemos de estar bajo la pirámide, creo de hecho que ya estamos en ella, en su parte inferior.- Comentó acercándose hasta Eltrant y señalando hacia las paredes, claramente distintas a las del túnel por el que llegaron. -¿Por qué no hay ningún acceso a las zonas superiores?- Preguntó retóricamente mirando más de cerca el mapa y aquella extraña ventana con teclas unidas a la misma y a la vez al mecanismo, a la palanca y a aquel gran mapa. -Esto es magia de los humanos de la tierra, tecnología, como la de los bios. La he visto antes. Dudo mucho que unos hombres- pájaro construyesen nada de esto, ya los viste, si iban casi en taparrabos...Pero esta inscripción está en común...Ni los humanos de la tierra lo usaban ni estos pájaros lo usan...¿Entonces quién escribió esta inscripción?- Volvió a quedarse pensativa mientras buscaba más inscripciones como aquella que estuvieran en la lengua común pero parecía que aquella era la única...Hasta que posó su mirada una vez sobre la ventana y el teclado y se percató de que no lo era, allí en la pantalla también había una palabra en común que decía precisamente "Común".
-Interesante..- Dijo colocándose ante la pantalla y usando el teclado como había visto hacer a la inquisitiva Pipa para manipular al argentavis. Seleccionando dicha opción y viendo como todas las palabras de la pantalla cambiaban a la lengua común como si hubiese aplicado algún tipo de hechizo sobre las letras. -Vaya...Bien veamos...cerrar mamparos...diagnóstico de sistemas...control principal. A ver...- En la pantalla las letras cambiaron para mostrar lo que parecía un imagen de la pirámide con un corte trasversal en el que se indicaban las diferentes zonas de la misma. -Esto es increíble...Y según esto si que hay una puerta en esta sala...¿ves? Traslador 805, debería haber una puerta justo ahí detrás...- Indicó señalando con el dedo sin apartar su mirada de la pantalla. -Y si la selecciono en la pantalla como hice antes al seleccionar común debería...-
-Iniciada secuencia de traslación. Atención a todo el personal, iniciada secuencia de traslación.- Comenzó a decir una voz sintética femenina proveniente de a saber dónde con una potencia tal que Níniel tuvo que taparse los oídos.
-No no, no he iniciado nada, abre la puerta, cancela lo que sea que haya hecho.- Pidió la elfa pensando que quizá aquella voz pudiera oírla, pero solo era un mensaje de alerta pre programado y emitido en la lengua común seguramente porque ella había cambiado el idioma en aquella pantalla. -Maldita sea, a ver...Tiene que haber algo aquí para que pare de hacer...lo que sea que le he dicho que haga...-
-Traslación en...menos sesenta segundos.- Avisó la voz consiguiendo que Níniel se pusiera aún más nerviosa. -Cerrando mamparos.- Siguió diciendo la voz, y al decirlo el camino por el que habían llegado se cerró al instante por una compuerta de metal que resultaría imposible abrir a la fuerza. -Coordenadas de traslación seleccionadas. Moviéndonos hacia 125 grados norte, 77 grados este.-
-¿Qué?. No no, eso está en mitad de la nada, no puedes ir allí. Por todos los dioses, escúchame, quién seas, eso es en pleno mar desconocido...Eltrant, esto se ha vuelto loco. Quiere ahogarnos en el mar- Dijo nerviosa la joven tratando de encontrar algo que detuviera aquel sinsentido para nada contenta por haber averiguado cuál era la función de aquella gran máquina, que parecía no ser otra más que la de moverse de un lado a otro, y si lo de traslación era literal, de manera instantánea, de hecho debía de mover toda la pirámide. -Un momento, el mapa...si no puedo parar a esa loca quizá pueda cambiar el destino a uno que nos interese...Sí, sí, aquí veamos...Sandorai está aquí, aquí está Lunargenta...Bien aquí.- Dijo señalando en el mapa un yermo helado y vacío cercano a la torre de la logia de hechiceros. Allí no había nada, no dañaría nada ni a nadie y la logia les vería por narices y podrían acudir en su ayuda. Solo con imaginarse al poderoso inquisidor acudiendo al rescate bastaba para que la joven creyera que al final todo podía salir bien.
-Esto debería de de movernos cerca de la logia, a un páramo vacío donde no causaremos ningún destrozo. Creo que si alguien puede ayudarnos con esto son ellos- Informó al humano pidiendo a falta de tan solo treinta segundos su aprobación aunque instantes antes la dejara al mando. El humano no hizo si no asentir confiando en ella y en su criterio por lo que Níniel seleccionó aquel destino en la pantalla y se apartó como si tuviera miedo de tocar nada más.
-Traslación en...menos quince segundos. Moviéndonos hacia 125 grados norte, 77 grados este.- Dijo la voz sintética causando que Níniel definitivamente perdiera la calma. Había seleccionado otras coordenadas en el mapa, por qué no las había aceptado esa voz cabezona incapaz de escucharla. Fue en ese momento cuando la joven vio una lucecita parpadeante sobre la palanca que tanto había llamado la atención de Eltrant.
-Eltrant, tira de la palanca ya.- Instó la joven, si aquello no corregía su destino, acabarían durmiendo con los peces.
Movimiento de la pirámide hacia "territorio de la logia" acordado con Eltrant.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1150
Nivel de PJ : : 10
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» [Misión Guardia-Logia] Entre Caníbales
» [Gremios] [Guardia-Logia] Colosos del mar: La Real Gaviota
» [Gremios] [Guardia-Logia] Colosos del mar: El Lunargentés Errante
» [Misión Logia] Dentro de la tormenta
» El reino de los cuentos (QUEST - Las olas encantadas
» [Gremios] [Guardia-Logia] Colosos del mar: La Real Gaviota
» [Gremios] [Guardia-Logia] Colosos del mar: El Lunargentés Errante
» [Misión Logia] Dentro de la tormenta
» El reino de los cuentos (QUEST - Las olas encantadas
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 15:05 por Tyr
» Chicas mágicas [Trabajo]
Hoy a las 3:02 por Ari Eun-Young
» Semillas de sangre [Libre] [Evento Sacrestic]
Ayer a las 21:45 por Meraxes
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 2:42 por Tyr
» Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Ayer a las 2:39 por Zagreus
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Dom 24 Nov 2024 - 17:58 por Reike
» Conocidos por error [Solitario]
Dom 24 Nov 2024 - 17:16 por Eberus
» El secreto del Ahogado [Privado] [Noche]
Sáb 23 Nov 2024 - 16:56 por Thomas J. Hidalgo
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Sáb 23 Nov 2024 - 16:15 por Thomas J. Hidalgo
» Una sombra sobre Lunargenta: 2ª parte. [Privado]
Vie 22 Nov 2024 - 4:03 por Níniel Thenidiel
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Jue 21 Nov 2024 - 21:35 por Cohen
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Jue 21 Nov 2024 - 20:16 por Seraphine Valaryon
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Jue 21 Nov 2024 - 16:30 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Miér 20 Nov 2024 - 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Miér 20 Nov 2024 - 16:18 por Mina Harker