[Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
Página 2 de 2. • Comparte
Página 2 de 2. • 1, 2
Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
La bruja miraba a los jóvenes que tenía en frente, tan resueltos, tan valientes, tan seguros de si mismos -Tú puedes, frijolito- animó a Zatch al escucharlo aseverar que él mataría al Capitán. -Pero apresúrense, que ya amaneció- indicó con su aguda voz de quebrada de viejecita.
Ingela dio un beso a Fëanor en la frente y salió de la bodega junto a Zatch y Helyare, con Thunderbolt en el hombro. Miraba a su amado zorrito desde atrás y lo vio tan gallardo, alto, fuerte y poderoso. Él se había ofrecido a hacer algo tan vil y despreciable... por ella. ¡Seguro la amaba! Eso no podía ser otra cosa. Nadie en su sano juicio haría lo que él estaba dispuesto a hacer. Se acercó a Zatch y le dio un largo beso, intenso y apasionado. Tomó su rostro y lo miró con sus grandes orbes azules -Debes saber que cada amanecer, lo primero que recuerdo son tus ojos y las enormes ganas de estar a tu lado- le dijo en voz bajita, antes de volverlo a besar.
La verdad era que en ese momento, deseó estar a solas con él y llevarlo al camarote. Quizás pudiesen matar al capitán después... pero no, mejor salir de ese entuerto en ese momento y ya a la noche, cuando su cuerpo no se transformara más en el de una sirena, pudiese satisfacer el insoportable deseo de sentir al hombre amado apretado contra su cuerpo.
Luego volteó a ver a Helyare, que temblaba de frío. Arrugó la nariz y se acordó que ella estaba vestida únicamente con la frazada que la cubría. Si bien no era momento de llevarse a Zatch a la cama, era buena idea el buscar ropa -Vamos a vestirnos, Hely... no se puede matar a nadie con los pies mojados- dijo, tratando de suavizar un poco la tensión del momento.
La ancianita le pasaba frascos llenos de líquidos de colores y una cantidad impresionantemente grande de ollas y potes. -¿Es necesario tanta cosa para la poción de Ingela?- preguntó, haciendo equilibrio para que el frasco de líquido brillante que le habían puesto en la cabeza no se cayera. La bruja lo miró con seriedad -En realidad no, solo veía tu capacidad de obediencia- respondió con tono serio. -¡Usted se está burlando de mí!- exclamó bastante molesto el joven elfo. -Sí... eso sería apropiado de decir- confirmó ella.
Dejándolo como un burro de carga, la brujita llamó a su gato -¡Ven Azrael! ¡Ven! ...michito michito michito psss psss pss...- llamaba, toda encorvada y agudizando aún más su voz. -¿Pero para qué necesita al gato? Señora, por favor, deje de dar vueltas y comencemos a trabajar... que no creo que Zatch se demore mucho en cumplir con nuestra parte del trato...- resongaba Fëanor, viendo cómo la viejecita perdía el tiempo. -Ya sé... ya sé que estás apresurado... ¡La cura está tan cerca! Y además, aprenderás a hacerla... uno nunca sabe cuándo volverá a toparse con la necesidad de hacer estos potingues, ¿cierto?- comentó la mujer -¡Pero es que sin Azrael no puedo hacer la pócima! ¡Él tiene el ingrediente principal! ¡Azrael, demonio, ven aquí!- clamaba por el gato, ya enojada, con las manos apoyadas en la cintura.
Aquella explicación de la bruja solo dejó más confundido a Fëanor -¿Cómo así que el gato tiene el ingrediente principal?- cuestionó el chico. La bruja pareció no escucharlo, pues se había metido entremedio de unas cajas. Cuando salió, alzó el gato sobre su cabeza, enseñándoselo, triunfante, al muchacho. -¡Ahora sí! Podremos hacer la pócima para tu amiga dragona- dijo, avanzando rapidito hacia él. -Venga, Azrael... dame la planta...- le dijo suavemente mientras le acariciaba el lomo y debajo del mentón a su gatete.
Comenzó a ronronear y la bruja a recitar unas palabras en un idioma que Fëanor no conocía, sonaba a antiguo dracónide, pero él aún no conocía ni una palabra en ese idioma. El ronroneo del gato sonaba más fuerte y comenzó a cambiar de color su pelaje, tornándose en un verde lechuga muy brillante. Justo en ese momento, la viejecita lo puso en el suelo y el animalito comenzó a dar arcadas, hasta que regurgitó una bolita de cristal que brillaba del color verde del gato. Una vez la hubo expulsado, el pequeño y extraño felino volvió a su color negro habitual y salió corriendo para perderse entre las cajas de nuevo.
-Listo, aquí esta... sirenanta algae- dijo la mujer, tomando la bolita de cristal verde y mirándola con asombro, es que era una planta rara y conseguirla había sido toda una hazaña, por eso la había dado a Azrael para su resguardo. -Estamos listos, ven, ven mi pequeño, es hora de mezclar los ingredientes- indicó a Fëanor, quien haciendo gala de un impresionante equilibrio, se le acercó con todas las ollas y frascos que cargaba encima.
En la olla más grande, vació un líquido rosado, echó unos polvos brillantes, vertió una masa extraña que olía a canela y lucía viscosa. Echó un toque de azúcar, un pelo de su oreja y por último, rompió la bolita como si fuera un huevo, saliendo de ella unas hojas de alga que olían a mar. Mezcló con los pulgares y recitó unas palabras -Munikin nid zos... ¡Dovah ontzos!- exclamó y el líquido en la olla comenzó a burbujear, como si estuviera hirviendo. -Déjalo hervir un rato... cuando se ponga púrpura, estará listo- explicó. -Ahora ven, te contaré una historia...- dijo, llamándolo con las manos y poniéndose en modo abuelita.
Ingela sí conocía al capitán. Lo había visto al embarcar. Era un hombre recio, alto y fornido, curtido por el sol y las cientos de batallas que habría librado. Le había dado la impresión de ser un buen tipo, justo con su tripulación, pero que no le temblaba la mano para castigarlos. La dragona se sentía muy mal de tener que terminar con su vida para recuperar la propia. Pero ¿qué más podía hacer?
Ya no podía más con aquella maldición. Le pasaba cuenta todos los días, dormía prácticamente todo el tiempo que era ella misma, apenas comía, sin contar con que tenía la certeza que una mañana ya no volvería a transformarse y se quedaría para siempre como un ser del mar. No, eso no, ella amaba su vida, deseaba continuar. Anhelaba conocer cada rincón de Aerandir, volver con su familia, cenar con ellos la comida que su madre preparaba, surcar los cielos con Oma Elle, rezar junto a su hermana, practicar lucha con Linus, sentir el calor de Zatch por las noches y entregarse a él en cuerpo y alma. Quería todo eso, y no iba a dudar en sacrificar a otros por cumplir su deseo. Pero... ¿permitíra que Zatch ensuciara sus manos así?
Recordó la pequeña caja de los deseos que Hont le había dado y los monstruos de polvo que de allí salían. ¡Eso era! Podía cumplir su promesa y evitar que los inculparan, podía evitar que Zatch cometiera ese terrible crimen.
Caminaban sobre la cubierta cuando decidió detenerlos -No- dijo de repente, dejando de caminar. -No tiene que ser así. Hely, Zatch, no tienen que hacer esto... lo haré yo- les dijo, mirándolos con temor en la mirada. Se dio vuelta y corrió hacia su camarote para buscar el cofre. Al entrar, accidentalmente dejó la puerta entreabierta.
Sacó la caja de madera desde el fondo de su mochila y se arrodilló en el suelo, colocándola frente a ella. -Necesito algo de ti- dijo en voz baja -Y sé que debo darte algo a cambio- continuó -Te ofrezco mi mandoble, lo he tenido desde siempre, es muy valioso e importante para mi... pero te daré a Feuerstein a cambio de que tus monstruos de polvo maten al capitán de este barco- finalizó.
El cofre se entreabrió y salió un tétrico humo violáceo de el. Lentamente, una larga y angosta lengua del mismo color salió y agarró el mandoble, enrollándose a lo largo de este, y lo llevó dentro, desapareciendo así para siempre el hermoso mandoble que había sido forjado para ella desde su nacimiento. Una vez aceptado el pago, salieron varios monstruos de los que Ingela ya conocía y flotaron fuera de su camarote, raudos, buscando al Capitán.
La dragona quedó en silencio, permitiéndose el llanto por lo que acababa de hacer.
Ingela dio un beso a Fëanor en la frente y salió de la bodega junto a Zatch y Helyare, con Thunderbolt en el hombro. Miraba a su amado zorrito desde atrás y lo vio tan gallardo, alto, fuerte y poderoso. Él se había ofrecido a hacer algo tan vil y despreciable... por ella. ¡Seguro la amaba! Eso no podía ser otra cosa. Nadie en su sano juicio haría lo que él estaba dispuesto a hacer. Se acercó a Zatch y le dio un largo beso, intenso y apasionado. Tomó su rostro y lo miró con sus grandes orbes azules -Debes saber que cada amanecer, lo primero que recuerdo son tus ojos y las enormes ganas de estar a tu lado- le dijo en voz bajita, antes de volverlo a besar.
La verdad era que en ese momento, deseó estar a solas con él y llevarlo al camarote. Quizás pudiesen matar al capitán después... pero no, mejor salir de ese entuerto en ese momento y ya a la noche, cuando su cuerpo no se transformara más en el de una sirena, pudiese satisfacer el insoportable deseo de sentir al hombre amado apretado contra su cuerpo.
Luego volteó a ver a Helyare, que temblaba de frío. Arrugó la nariz y se acordó que ella estaba vestida únicamente con la frazada que la cubría. Si bien no era momento de llevarse a Zatch a la cama, era buena idea el buscar ropa -Vamos a vestirnos, Hely... no se puede matar a nadie con los pies mojados- dijo, tratando de suavizar un poco la tensión del momento.
*********
La ancianita le pasaba frascos llenos de líquidos de colores y una cantidad impresionantemente grande de ollas y potes. -¿Es necesario tanta cosa para la poción de Ingela?- preguntó, haciendo equilibrio para que el frasco de líquido brillante que le habían puesto en la cabeza no se cayera. La bruja lo miró con seriedad -En realidad no, solo veía tu capacidad de obediencia- respondió con tono serio. -¡Usted se está burlando de mí!- exclamó bastante molesto el joven elfo. -Sí... eso sería apropiado de decir- confirmó ella.
Dejándolo como un burro de carga, la brujita llamó a su gato -¡Ven Azrael! ¡Ven! ...michito michito michito psss psss pss...- llamaba, toda encorvada y agudizando aún más su voz. -¿Pero para qué necesita al gato? Señora, por favor, deje de dar vueltas y comencemos a trabajar... que no creo que Zatch se demore mucho en cumplir con nuestra parte del trato...- resongaba Fëanor, viendo cómo la viejecita perdía el tiempo. -Ya sé... ya sé que estás apresurado... ¡La cura está tan cerca! Y además, aprenderás a hacerla... uno nunca sabe cuándo volverá a toparse con la necesidad de hacer estos potingues, ¿cierto?- comentó la mujer -¡Pero es que sin Azrael no puedo hacer la pócima! ¡Él tiene el ingrediente principal! ¡Azrael, demonio, ven aquí!- clamaba por el gato, ya enojada, con las manos apoyadas en la cintura.
Aquella explicación de la bruja solo dejó más confundido a Fëanor -¿Cómo así que el gato tiene el ingrediente principal?- cuestionó el chico. La bruja pareció no escucharlo, pues se había metido entremedio de unas cajas. Cuando salió, alzó el gato sobre su cabeza, enseñándoselo, triunfante, al muchacho. -¡Ahora sí! Podremos hacer la pócima para tu amiga dragona- dijo, avanzando rapidito hacia él. -Venga, Azrael... dame la planta...- le dijo suavemente mientras le acariciaba el lomo y debajo del mentón a su gatete.
Comenzó a ronronear y la bruja a recitar unas palabras en un idioma que Fëanor no conocía, sonaba a antiguo dracónide, pero él aún no conocía ni una palabra en ese idioma. El ronroneo del gato sonaba más fuerte y comenzó a cambiar de color su pelaje, tornándose en un verde lechuga muy brillante. Justo en ese momento, la viejecita lo puso en el suelo y el animalito comenzó a dar arcadas, hasta que regurgitó una bolita de cristal que brillaba del color verde del gato. Una vez la hubo expulsado, el pequeño y extraño felino volvió a su color negro habitual y salió corriendo para perderse entre las cajas de nuevo.
-Listo, aquí esta... sirenanta algae- dijo la mujer, tomando la bolita de cristal verde y mirándola con asombro, es que era una planta rara y conseguirla había sido toda una hazaña, por eso la había dado a Azrael para su resguardo. -Estamos listos, ven, ven mi pequeño, es hora de mezclar los ingredientes- indicó a Fëanor, quien haciendo gala de un impresionante equilibrio, se le acercó con todas las ollas y frascos que cargaba encima.
En la olla más grande, vació un líquido rosado, echó unos polvos brillantes, vertió una masa extraña que olía a canela y lucía viscosa. Echó un toque de azúcar, un pelo de su oreja y por último, rompió la bolita como si fuera un huevo, saliendo de ella unas hojas de alga que olían a mar. Mezcló con los pulgares y recitó unas palabras -Munikin nid zos... ¡Dovah ontzos!- exclamó y el líquido en la olla comenzó a burbujear, como si estuviera hirviendo. -Déjalo hervir un rato... cuando se ponga púrpura, estará listo- explicó. -Ahora ven, te contaré una historia...- dijo, llamándolo con las manos y poniéndose en modo abuelita.
*********
Ingela sí conocía al capitán. Lo había visto al embarcar. Era un hombre recio, alto y fornido, curtido por el sol y las cientos de batallas que habría librado. Le había dado la impresión de ser un buen tipo, justo con su tripulación, pero que no le temblaba la mano para castigarlos. La dragona se sentía muy mal de tener que terminar con su vida para recuperar la propia. Pero ¿qué más podía hacer?
Ya no podía más con aquella maldición. Le pasaba cuenta todos los días, dormía prácticamente todo el tiempo que era ella misma, apenas comía, sin contar con que tenía la certeza que una mañana ya no volvería a transformarse y se quedaría para siempre como un ser del mar. No, eso no, ella amaba su vida, deseaba continuar. Anhelaba conocer cada rincón de Aerandir, volver con su familia, cenar con ellos la comida que su madre preparaba, surcar los cielos con Oma Elle, rezar junto a su hermana, practicar lucha con Linus, sentir el calor de Zatch por las noches y entregarse a él en cuerpo y alma. Quería todo eso, y no iba a dudar en sacrificar a otros por cumplir su deseo. Pero... ¿permitíra que Zatch ensuciara sus manos así?
Recordó la pequeña caja de los deseos que Hont le había dado y los monstruos de polvo que de allí salían. ¡Eso era! Podía cumplir su promesa y evitar que los inculparan, podía evitar que Zatch cometiera ese terrible crimen.
Caminaban sobre la cubierta cuando decidió detenerlos -No- dijo de repente, dejando de caminar. -No tiene que ser así. Hely, Zatch, no tienen que hacer esto... lo haré yo- les dijo, mirándolos con temor en la mirada. Se dio vuelta y corrió hacia su camarote para buscar el cofre. Al entrar, accidentalmente dejó la puerta entreabierta.
Sacó la caja de madera desde el fondo de su mochila y se arrodilló en el suelo, colocándola frente a ella. -Necesito algo de ti- dijo en voz baja -Y sé que debo darte algo a cambio- continuó -Te ofrezco mi mandoble, lo he tenido desde siempre, es muy valioso e importante para mi... pero te daré a Feuerstein a cambio de que tus monstruos de polvo maten al capitán de este barco- finalizó.
El cofre se entreabrió y salió un tétrico humo violáceo de el. Lentamente, una larga y angosta lengua del mismo color salió y agarró el mandoble, enrollándose a lo largo de este, y lo llevó dentro, desapareciendo así para siempre el hermoso mandoble que había sido forjado para ella desde su nacimiento. Una vez aceptado el pago, salieron varios monstruos de los que Ingela ya conocía y flotaron fuera de su camarote, raudos, buscando al Capitán.
La dragona quedó en silencio, permitiéndose el llanto por lo que acababa de hacer.
- Objeto máster:
- Uso del objeto de los 19 que está en poder de Ingela, "el Cofre de los Deseos".
Ingela
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 690
Nivel de PJ : : 4
Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
El zorro rodó los ojos ante los ánimos de la bruja y salió de la bodega a la par que sus acompañantes. Sumido en sus pensamientos, no vio venir a Ingela y la observó con sorpresa mientras, mansamente, se dejaba tomar el rostro. Pronto sus ojitos ambarinos chispearon de alegría y correspondió al beso, recordando en un instante por qué se había subido en un barco rumbo al sitio más frío y recóndito del mundo, por qué estaba metiéndose en semejante locura y por qué iba a rajar el cuello de un tipo que ni siquiera conocía ni se había metido con él.
-Yo umh... tus ojos... -Balbuceó con las neuronas en cortocircuito y la cola erizada de placer- ...pensar... ¿también?
Al separarse de ella hinchó el pecho, todo envalentonado y varonil, y con una sonrisa estúpida adornándole el rostro se adelantó con largas zancadas para ser quien abriese el camino. Pasó entonces junto a Helyare justo cuando decía “vamos” con aquel tono tan odioso y pedante, y entre susurros, para que Ingela no escuchara, comentó:
-Nada de dar órdenes, elfa. Ahora estamos al mismo nivel. -Le guiñó un ojo y, tras adelantarse, agregó- ¡Y soy generoso!
Entonces la de orejas en punta hizo la pregunta que nadie había querido formular en voz alta. El zorro se rascó la nuca y se encogió de hombros.
-Si está en el timón, tiene barba y usa un sombrero, me vale. -Bromeó... no tan en broma. Para Zatch no era la primera vez que tomaba una vida inocente, pero sí que nunca antes lo había hecho sin ser en beneficio propio. Además, si se ponía a pensar, generalmente sus víctimas eran personas de su misma calaña; seres que el mundo tampoco iba a extrañar demasiado. El capitán solo era un hombre honesto haciendo su trabajo, probablemente tenía familia y esperaba finalizar ese viaje para regresar de una vez a su casa. Pobre, pobre hombre...
Suspiró. No, no había caso; era incapaz de compadecerse.
Mientras iban hacia el camarote, Zatch clavó la vista en el habitáculo del timón. Allí estaba el capitán, concentrado en su labor mientras masticaba ociosamente un palillo de dientes. “No te lo ves venir, ¿eh?” -pensó sin rastro de culpa. Para él ya era una asunto natural: Todos morirían algún día, él solo se encargaba de ser el instrumento que aceleraba un poco ese destino. Tras analizarlo durante un momento, regresó la atención a la elfa y la dragona, impaciente ya por terminar con todo aquello.
Entonces la joven se detuvo abruptamente y el corazón del zorro se aceleró con un mal presentimiento. ¿Cuál era el problema? ¿Por qué no podían simplemente apegarse al plan? -¡Ingela! -Gruñó con hastío al verla salir corriendo y fue tras ella. Cuando llegó al camarote y asomó la cabeza por la puerta, presenció boquiabierto cómo múltiples sombras emergían de aquel pequeño cofre, y se apartó justo a tiempo para que no lo arrollaran al salir de la habitación.
-¿¡Qué dem...!? -Estupefacto, entró al camarote y se agachó junto a la dragona, palmeándole toscamente la espalda al notar que estaba llorando. Sin embargo, su atención estaba lejos de ella. El cuerno de Nuddih que colgaba de su cuello comenzó a hormiguear, dándole la sensación de que le quemaba la piel del pecho aún estando por sobre su denso pelaje. Se sintió azorado y confundido por el repentino deseo de robarle a Ingela el cofre. Zatch era capaz de hacer muchas bajezas, pero robarle a su novia no era una de ellas.
-Eso... ¿qué es eso? -Inquirió con voz ronca mientras señalaba el cofre, aunque se forzaba a no mirarlo. Por alguna razón sintió el imperante deseo de esconder el cuerno, pero no llevaba su morral encima y no tuvo más opción que dejárselo puesto como collar- ¿De dónde lo has...? -Cerró el hocico, más preocupado por el súbito interés que comenzaba a sentir por aquella cosa que por molestarse en terminar la pregunta.
Zatch
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 535
Nivel de PJ : : 2
Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
La cara de la elfa cuando vio el beso que Ingela le daba a Zatch fue un completo cuadro. Tenía las facciones desencajadas en una mezcla de asco, molestia y sorpresa. Pero, sobre todo, asco. Hizo una mueca de desagrado y giró la cara, sin molestar en disimular lo grotesco que le parecía eso. Por muy amiga que fuera de Ingela y por mucho que la quisiese, eso que había hecho daba mucho asco.
–No es lugar ni momento para hacer eso –“nunca es buen momento para tocar a ese bicho peludo”, pensó. Pero sólo dijo la primera parte en voz alta. Sin decir nada más fue a ponerse algo de ropa más calentita, que el frío que hacía en la cubierta era ya casi insoportable para la elfa. No le dirigió la palabra a la dragona durante un rato, tan solo le lanzaba miradas de reproche. Obviamente, estaba en total desacuerdo con eso de andarse liando con gente de otras razas. Y menos si podías acabar comiéndote los pelos pulgosos de ese ser. ¡Qué mala imagen!
La frase que dijo el susodicho, tampoco agradó nada a la elfa, quien le dedicó una cruenta mirada. ¿Al mismo nivel? ¿Cómo se atrevía a preguntar eso? –Jamás estaría al mismo nivel que una aberración como tú –susurró en tono de enfado. Podría caerse por la borda, por ejemplo, les haría un gran favor. No aguantaba a Zatch y si encima él decía esas cosas, menos.
Avanzaron, y la tensión ya no era por estar el zorro y la elfa en el mismo lado, sino por tener que matar al capitán del barco. De pronto, esa tensión se cortó por un segundo, cuando Ingela salió corriendo hacia el camarote, después de decir que lo haría ella.
–¡Ingela, no! ¡Espera! –Helyare salió corriendo tras ella, junto con el zorro. Cuando había cogido la ropa se había asegurado de llevar el arco para tomar cartas en el asunto si Zatch fallaba. Pero no contaba con eso. Entró en el camarote y vio a Ingela susurrándole a una caja –, no te man… –no pudo continuar la frase. Una bocanada de un humo violeta salió de la caja a la que le hablaba, haciendo que la elfa retrocediera.
Se sentía extraña, muy extraña. Quería ese pequeño cofre que tenía Ingela, le causaba tanta curiosidad que sentía que lo necesitaba. Pero, a la vez, sentía como un ligero escozor en su espalda, aunque apenas le dio importancia. Era más importante ir con su amiga, que estaba llorando mientras esa sombra se llevaba su mandoble e iba flotando por el pasillo –. Ingela, ¿estás bien? ¿Qué ha sido eso? –quiso saber, agachándose al otro lado de la dragona, contraria a Zatch. Por mucho que lo odiara, no era el momento para intentar echarlo del lado de su amiga.
Los gritos no tardaron en escucharse por todo el lugar. La noche había sido más o menos silenciosa hasta ese momento. La elfa volvió a mirar a la dragona, expectante –. ¿Qué tenías en ese cofre? –era mucha la curiosidad por lo que había estado ocultando Ingela, por lo que había provocado que salieran esas lenguas de humo violeta. Intercambió miradas desconcertantes con Zatch, ninguno entendía qué había pasado y por qué se había decidido a cambiar así el plan, tan de golpe. Las voces siguieron escuchándose: esas sombras habían cumplido el objetivo.
–Voy a ir a comprobar que, sea lo que sea eso, hayamos terminado –dijo con tono seco, mientras se levantaba y salía del camarote. No esperaba que fueran con ella, prefería que no lo hicieran, para poder dejar descansar a Ingela de ese encargo tan macabro que les habían pedido hacer. Suspiró. Se notaba el terror en la cubierta. Los tripulantes corrían para todos lados, gritaban, hablaban de magia negra, poderosa y se la achacaban a brujos. Mejor. Todo parecía indicar que sí, habían cumplido con el trato de la vieja.
–No es lugar ni momento para hacer eso –“nunca es buen momento para tocar a ese bicho peludo”, pensó. Pero sólo dijo la primera parte en voz alta. Sin decir nada más fue a ponerse algo de ropa más calentita, que el frío que hacía en la cubierta era ya casi insoportable para la elfa. No le dirigió la palabra a la dragona durante un rato, tan solo le lanzaba miradas de reproche. Obviamente, estaba en total desacuerdo con eso de andarse liando con gente de otras razas. Y menos si podías acabar comiéndote los pelos pulgosos de ese ser. ¡Qué mala imagen!
La frase que dijo el susodicho, tampoco agradó nada a la elfa, quien le dedicó una cruenta mirada. ¿Al mismo nivel? ¿Cómo se atrevía a preguntar eso? –Jamás estaría al mismo nivel que una aberración como tú –susurró en tono de enfado. Podría caerse por la borda, por ejemplo, les haría un gran favor. No aguantaba a Zatch y si encima él decía esas cosas, menos.
Avanzaron, y la tensión ya no era por estar el zorro y la elfa en el mismo lado, sino por tener que matar al capitán del barco. De pronto, esa tensión se cortó por un segundo, cuando Ingela salió corriendo hacia el camarote, después de decir que lo haría ella.
–¡Ingela, no! ¡Espera! –Helyare salió corriendo tras ella, junto con el zorro. Cuando había cogido la ropa se había asegurado de llevar el arco para tomar cartas en el asunto si Zatch fallaba. Pero no contaba con eso. Entró en el camarote y vio a Ingela susurrándole a una caja –, no te man… –no pudo continuar la frase. Una bocanada de un humo violeta salió de la caja a la que le hablaba, haciendo que la elfa retrocediera.
Se sentía extraña, muy extraña. Quería ese pequeño cofre que tenía Ingela, le causaba tanta curiosidad que sentía que lo necesitaba. Pero, a la vez, sentía como un ligero escozor en su espalda, aunque apenas le dio importancia. Era más importante ir con su amiga, que estaba llorando mientras esa sombra se llevaba su mandoble e iba flotando por el pasillo –. Ingela, ¿estás bien? ¿Qué ha sido eso? –quiso saber, agachándose al otro lado de la dragona, contraria a Zatch. Por mucho que lo odiara, no era el momento para intentar echarlo del lado de su amiga.
Los gritos no tardaron en escucharse por todo el lugar. La noche había sido más o menos silenciosa hasta ese momento. La elfa volvió a mirar a la dragona, expectante –. ¿Qué tenías en ese cofre? –era mucha la curiosidad por lo que había estado ocultando Ingela, por lo que había provocado que salieran esas lenguas de humo violeta. Intercambió miradas desconcertantes con Zatch, ninguno entendía qué había pasado y por qué se había decidido a cambiar así el plan, tan de golpe. Las voces siguieron escuchándose: esas sombras habían cumplido el objetivo.
–Voy a ir a comprobar que, sea lo que sea eso, hayamos terminado –dijo con tono seco, mientras se levantaba y salía del camarote. No esperaba que fueran con ella, prefería que no lo hicieran, para poder dejar descansar a Ingela de ese encargo tan macabro que les habían pedido hacer. Suspiró. Se notaba el terror en la cubierta. Los tripulantes corrían para todos lados, gritaban, hablaban de magia negra, poderosa y se la achacaban a brujos. Mejor. Todo parecía indicar que sí, habían cumplido con el trato de la vieja.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
La anciana tenía a Fëanor metido en la historia que le relataba -Y entonces, cuando Minum atacó a Plusle...- contaba la brujita cuando de repente, un tronador eructo salió de sus entrañas. -Uy... perdón- pidió, tapándose la boca avergonzada. Pero ése fue el primero de muchos. La mujer rápidamente fue víctima de un terrible ataque de eructos que precedieron un halo de luz que la rodeó. Cuando se apagó la luz, la ancianita había desaparecido, quedando en su lugar una voluptuosa mujer. Al fondo de la bodega, un estrépito sonó y de entre las cajas, emergió un enorme león negro.
-¡Lo hicieron! ¡Lo consiguieron! ¡Mataron al maldito! ¡Azrael! ¡Azrael!- llamó la mujer. Fëanor había caído de espaldas al piso, mirando con sorpresa y miedo a la mujer que abrazaba a su león riendo. Dejó al león y miró al chico -Soy la bruja Montparnasse, capitana de este barco. El desgraciado de Weiner me maldijo, él era mi primer oficial y se amotinó, me quitó mi barco y me dejó aquí encerrada por años... pero ahora soy libre. ¡Libres al fin Azrael!- exclamó feliz. -Vamos, busquemos a tus amigos, la dragona se merece esta pócima- dijo y a continuación, vertió el contenido de la olla en un frasco -Entrégale esto a Ingela y que lo beba de inmediato- indicó. Luego, a paso firme, salió de aquella bodega por primera vez en mucho, mucho tiempo, tenía un barco que comandar.
Ingela se secaba las lágrimas, junto a la tristeza que sintió, también un poco de recelo cuando Zatch y Helyare se acercaron. En un gesto instintivo, tomó el cofre y lo abrazó. No quería que nadie supiera de ese objeto, tampoco quería que lo tocaran y ella sabía que ahora ellos lo iban a querer. Pero no, no les permitiría quitárselo. Era de ella, solo de ella y no lo compartiría.
-No es nada... no es nada...- dijo, adquiriendo un semblante sombrío -Solo un cofre que me han regalado- no quiso contar más, se levantó y se sentó en el catre, sin soltar aquel objeto. -Ha solucionado el problema, ya ninguno de nosotros tendrá que ensuciarse las manos, me he hecho cargo- dijo nerviosa. Guardó silencio, ya que eso era todo lo que necesitaban saber. -Sí, anda a ver... gracias Hely- dijo con suavidad. Acompañó con la mirada a la elfa mientras salía del camarote y sintió alivio, pero no estaría completamente tranquila hasta que pudiera volver a ocultar el cofre. No pudo mirar a Zatch a la cara en ese momento.
Para peor, Fëanor entró corriendo al camarote, emocionado, contando acerca de Montparnasse, con el frasco de la pócima entre las manos -¡Ha funcionado Ingela! Toma, este es el remedio para tu maldición, tienes que beberla enseguida- exclamó, extendiéndole el frasquito. Ingela lo tomó y ahí notó el niño el cofre. Extrañado, pues jamás lo había visto, preguntó -¿Y ese cofre?-. Ingela sonrió nerviosa -Solo una cajita de madera que me regalaron- respondió, tratando de parecer calmada pero por dentro se sentía desfallecer, ahora todos ellos querrían su cofre de los deseos.
Hizo caso a Fëanor y se bebió el contenido del frasco, sintiendo inmediatamente un dolor punzante en la boca del estómago que la hizo doblarse sobre si misma.
-¡Lo hicieron! ¡Lo consiguieron! ¡Mataron al maldito! ¡Azrael! ¡Azrael!- llamó la mujer. Fëanor había caído de espaldas al piso, mirando con sorpresa y miedo a la mujer que abrazaba a su león riendo. Dejó al león y miró al chico -Soy la bruja Montparnasse, capitana de este barco. El desgraciado de Weiner me maldijo, él era mi primer oficial y se amotinó, me quitó mi barco y me dejó aquí encerrada por años... pero ahora soy libre. ¡Libres al fin Azrael!- exclamó feliz. -Vamos, busquemos a tus amigos, la dragona se merece esta pócima- dijo y a continuación, vertió el contenido de la olla en un frasco -Entrégale esto a Ingela y que lo beba de inmediato- indicó. Luego, a paso firme, salió de aquella bodega por primera vez en mucho, mucho tiempo, tenía un barco que comandar.
- Montparnasse y Azrael:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Ingela se secaba las lágrimas, junto a la tristeza que sintió, también un poco de recelo cuando Zatch y Helyare se acercaron. En un gesto instintivo, tomó el cofre y lo abrazó. No quería que nadie supiera de ese objeto, tampoco quería que lo tocaran y ella sabía que ahora ellos lo iban a querer. Pero no, no les permitiría quitárselo. Era de ella, solo de ella y no lo compartiría.
-No es nada... no es nada...- dijo, adquiriendo un semblante sombrío -Solo un cofre que me han regalado- no quiso contar más, se levantó y se sentó en el catre, sin soltar aquel objeto. -Ha solucionado el problema, ya ninguno de nosotros tendrá que ensuciarse las manos, me he hecho cargo- dijo nerviosa. Guardó silencio, ya que eso era todo lo que necesitaban saber. -Sí, anda a ver... gracias Hely- dijo con suavidad. Acompañó con la mirada a la elfa mientras salía del camarote y sintió alivio, pero no estaría completamente tranquila hasta que pudiera volver a ocultar el cofre. No pudo mirar a Zatch a la cara en ese momento.
Para peor, Fëanor entró corriendo al camarote, emocionado, contando acerca de Montparnasse, con el frasco de la pócima entre las manos -¡Ha funcionado Ingela! Toma, este es el remedio para tu maldición, tienes que beberla enseguida- exclamó, extendiéndole el frasquito. Ingela lo tomó y ahí notó el niño el cofre. Extrañado, pues jamás lo había visto, preguntó -¿Y ese cofre?-. Ingela sonrió nerviosa -Solo una cajita de madera que me regalaron- respondió, tratando de parecer calmada pero por dentro se sentía desfallecer, ahora todos ellos querrían su cofre de los deseos.
Hizo caso a Fëanor y se bebió el contenido del frasco, sintiendo inmediatamente un dolor punzante en la boca del estómago que la hizo doblarse sobre si misma.
Ingela
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 690
Nivel de PJ : : 4
Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
Los gritos en cubierta dieron a entender que el trabajo estaba hecho. Zatch chasqueó la lengua, descontento con la manera en que se habían desarrollado las circunstancias. De haberse encargado él, nadie se habría dado cuenta de que el capitán estaba muerto hasta el día siguiente, cuando lo encontraran frío y tieso sobre el timón. Para entonces no tendrían manera de saber quién había sido el culpable y ninguno de ellos habría corrido peligro.
Pero ahora cualquiera podía haber visto a los espíritus saliendo desde el camarote que les correspondía o, si encontraban el cofre, podrían atar cabos fácilmente. -Que los Dioses nos amparen. -pensó con cinismo; bien sabía que a los dioses les importaba un comino.
En cualquier caso, más importante era el asunto que tenían allí mismo. Ingela abrazaba el cofre con el mismo recelo con que Zatch constataba, cada pocos minutos, que el cuerno seguía pendiendo de su collar. La dragona había perdido el semblante jovial y despreocupado que tanto la caracterizaba, para pasar a actuar con una paranoia aún mayor que la propia. El zorro se puso de pie y dio un paso hacia el catre, pero mantuvo la distancia al darse cuenta de que ella no lo miraba a los ojos.
-¿Qué te ocurre, In-? -Justo entonces entró Fëanor, sonriente y victorioso, evidenciando que la bruja había cumplido su palabra. El asunto del cofre pasó a un segundo plano cuando la rubia se llevó la pócima a los labios acabando, por fin, con la maldición que tantas desgracias les había causado.
-Bravo, mocoso. -Festejó Zatch a su manera, apenas sonriendo al niño al tiempo en que dejaba caer pesadamente una pata sobre su cabeza a modo de felicitación. Entonces se sentó en el catre junto a Ingela y le pasó un brazo sobre los hombros para acompañarla durante el tiempo que durase el efecto. Le dolió verla así, torciéndose sobre sí misma, y rogó para sus adentros que aquello terminase pronto... pero aún pese a lo que pasaba, no podía dejar de mirar el pequeño cofre.
-¿Estás bien? ¡Al fin ha terminado! -Dijo cuando vio que Ingela volvía a estar perceptiva, y las siguientes palabras salieron casi solas de su garganta: -Deberías esconder esa caja. He visto cómo la miraba la elfa y, sé que es tu amiga, pero... creo que no es de fiar.
Le sonrió y besó su mejilla con dulzura, sonriéndole igual que le sonreía a las personas que intentaba embaucar.
-Te ayudaré. Se me da muy bien esconder cosas. ¿Qué dices?
Zatch
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 535
Nivel de PJ : : 2
Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]
Los gritos procedían de la zona de mando: el capitán había muerto. No había nadie con él en ese momento y no parecía haber muerto apuñalado por ningún tipo de filo. Al menos, eso había podido oír la elfa cuando se aproximó al lugar. Parecían asustados, no sabían qué había pasado. Y no lo descubrirían, por suerte. La joven elfa se quedó un rato allí, mirando desde la distancia lo que sucedía en la cabina donde estaba el cuerpo del capitán.
Una joven y despampanante mujer, acompañada de un león negro, pasó a su lado y se detuvo justo delante de ella, girando sólo la cabeza, con aire de suficiencia –ya está, elfa desterrada –sonrió –, el trato se ha cumplido. Tu amiga no tendrá nunca más cola de pez.
Dicho esto, avanzó varios pasos, ante la atónita mirada de la pelirroja, quien no acababa de creerse que pudiera ser la anciana. No lo sabía hasta que no se había dirigido a ella así, hasta que no había mencionado el trato. Y, aun así, le costó creer que esa mujer era la bruja. De las manos de la, ahora joven, hechicera salieron unos destellos casi imperceptibles, blanquecinos, que parecían convertirse en neblina que se fundía con la que ya había, y envolvía a los presentes, haciéndoles caer en una especie de trance. La sorpresa y el miedo que albergaban pasaban a transformarse en desconcierto. No sabían, siquiera, dónde estaban. Como si alguien les dirigiera con cuerdas, como las marionetas de los artistas, se fueron yendo hacia el interior del barco, sin inmutarse de que había un muerto en cubierta.
Helyare no perdió ojo de lo que estaba ocurriendo, anonadada. A su lado pasaron un par de hombres que, poco más, y la empujan, al no percatarse de que estaba allí siquiera. La bruja avanzó hacia donde estaba el capitán, cuyo cuerpo yacía en el suelo. El león lo arrastró fuera de la cabina de mandos y… su cuerpo se perdió en el mar tras el sonido del agua salpicando.
–Ya es nuestro de nuevo, Azrael… –musitó la hechicera, posicionándose frente al timón.
La elfa se giró, encaminándose hacia los camarotes. Ya habían cumplido, ¿no? Ya no podían hacer más que esperar y rezar a los dioses para que la bruja hubiera cumplido su trato. El alba estaba despuntando en el horizonte. ¿Toda la noche en vela por unos estúpidos ladrones y esa bruja? Suspiró. Estaba agotada, su cuerpo le pesaba, pero… tampoco es que pudiera dormir bien, así que, ¿qué más le daba estar otra noche más en vela?
Antes de entrar por la puerta de madera que conducía a la parte de abajo del barco, se quedó mirando el sol salir. “Has vuelto a vender a la oscuridad, Anar”, pensó, mientras contemplaba los rayos de luz extenderse sobre un manto blanquecino. Abrió los ojos y corrió hacia la proa del barco para contemplar mejor el espectáculo. ¡Era nieve! A uno de los lados del barco también había peñones con una fina capa de nieve, pero no era tan impresionante como la que estaba viendo a lo lejos.
Sin pensarlo un minuto más, salió corriendo hacia el camarote de la dragona.
–¡Ingela, Ingela! –entró de golpe y se quedó agarrada al marco de la puerta –¡Hay nieve! –sonrió con emoción, por primera vez en bastante tiempo –. ¡Creo que hemos llegado! Oh… ¿y esa caja? –era la que había llevado antes, de donde había salido el ser negro ese. No preguntaba exactamente qué era esa caja, sino era una forma de entablar conversación para que se la prestara. Quería verla más de cerca –¿me la dejas ver? –pidió un momento, acercándose a ella, aunque se detuvo a medio camino, tratando de evitar tocarla, aunque lo deseaba. No entendía por qué –. Esto... está todo hecho –comentó, mordiéndose el labio. Se mantuvo en silencio unos segundos, sin saber qué decir, pero sin apartar la vista del cofre de su amiga –. Amm… hay nieve –señaló hacia arriba, sin perder de vista el cofrecito y algo que el zorro intentaba tapar con su mano. Era una extraña sensación –¿queréis ir a verla? –podían subir a ver la nieve y ella vigilaría el cofre… o podía coger el cofre y subir a ver la nieve. Era la primera vez que la vería y no quería perdérsela.
Una joven y despampanante mujer, acompañada de un león negro, pasó a su lado y se detuvo justo delante de ella, girando sólo la cabeza, con aire de suficiencia –ya está, elfa desterrada –sonrió –, el trato se ha cumplido. Tu amiga no tendrá nunca más cola de pez.
Dicho esto, avanzó varios pasos, ante la atónita mirada de la pelirroja, quien no acababa de creerse que pudiera ser la anciana. No lo sabía hasta que no se había dirigido a ella así, hasta que no había mencionado el trato. Y, aun así, le costó creer que esa mujer era la bruja. De las manos de la, ahora joven, hechicera salieron unos destellos casi imperceptibles, blanquecinos, que parecían convertirse en neblina que se fundía con la que ya había, y envolvía a los presentes, haciéndoles caer en una especie de trance. La sorpresa y el miedo que albergaban pasaban a transformarse en desconcierto. No sabían, siquiera, dónde estaban. Como si alguien les dirigiera con cuerdas, como las marionetas de los artistas, se fueron yendo hacia el interior del barco, sin inmutarse de que había un muerto en cubierta.
Helyare no perdió ojo de lo que estaba ocurriendo, anonadada. A su lado pasaron un par de hombres que, poco más, y la empujan, al no percatarse de que estaba allí siquiera. La bruja avanzó hacia donde estaba el capitán, cuyo cuerpo yacía en el suelo. El león lo arrastró fuera de la cabina de mandos y… su cuerpo se perdió en el mar tras el sonido del agua salpicando.
–Ya es nuestro de nuevo, Azrael… –musitó la hechicera, posicionándose frente al timón.
La elfa se giró, encaminándose hacia los camarotes. Ya habían cumplido, ¿no? Ya no podían hacer más que esperar y rezar a los dioses para que la bruja hubiera cumplido su trato. El alba estaba despuntando en el horizonte. ¿Toda la noche en vela por unos estúpidos ladrones y esa bruja? Suspiró. Estaba agotada, su cuerpo le pesaba, pero… tampoco es que pudiera dormir bien, así que, ¿qué más le daba estar otra noche más en vela?
Antes de entrar por la puerta de madera que conducía a la parte de abajo del barco, se quedó mirando el sol salir. “Has vuelto a vender a la oscuridad, Anar”, pensó, mientras contemplaba los rayos de luz extenderse sobre un manto blanquecino. Abrió los ojos y corrió hacia la proa del barco para contemplar mejor el espectáculo. ¡Era nieve! A uno de los lados del barco también había peñones con una fina capa de nieve, pero no era tan impresionante como la que estaba viendo a lo lejos.
Sin pensarlo un minuto más, salió corriendo hacia el camarote de la dragona.
–¡Ingela, Ingela! –entró de golpe y se quedó agarrada al marco de la puerta –¡Hay nieve! –sonrió con emoción, por primera vez en bastante tiempo –. ¡Creo que hemos llegado! Oh… ¿y esa caja? –era la que había llevado antes, de donde había salido el ser negro ese. No preguntaba exactamente qué era esa caja, sino era una forma de entablar conversación para que se la prestara. Quería verla más de cerca –¿me la dejas ver? –pidió un momento, acercándose a ella, aunque se detuvo a medio camino, tratando de evitar tocarla, aunque lo deseaba. No entendía por qué –. Esto... está todo hecho –comentó, mordiéndose el labio. Se mantuvo en silencio unos segundos, sin saber qué decir, pero sin apartar la vista del cofre de su amiga –. Amm… hay nieve –señaló hacia arriba, sin perder de vista el cofrecito y algo que el zorro intentaba tapar con su mano. Era una extraña sensación –¿queréis ir a verla? –podían subir a ver la nieve y ella vigilaría el cofre… o podía coger el cofre y subir a ver la nieve. Era la primera vez que la vería y no quería perdérsela.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» [CERRADO] En línea recta hacia el norte [Zatch/Ingela]
» [CERRADO] La verdadera luz [Ingela/Helyare]
» [Cerrado] Prohibido para ti [Ingela/Helyare/libre]
» [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
» ¿Como se cuida a un zorro? [Zatch] (Interpretativo-Libre)[Cerrado]
» [CERRADO] La verdadera luz [Ingela/Helyare]
» [Cerrado] Prohibido para ti [Ingela/Helyare/libre]
» [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
» ¿Como se cuida a un zorro? [Zatch] (Interpretativo-Libre)[Cerrado]
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 4:45 pm por Meraxes
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 10:19 pm por Bio
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 9:42 pm por Tyr
» Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Ayer a las 9:39 pm por Zagreus
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Ayer a las 12:58 pm por Reike
» Conocidos por error [Solitario]
Ayer a las 12:16 pm por Eberus
» El secreto del Ahogado [Privado] [Noche]
Sáb Nov 23, 2024 11:56 am por Thomas J. Hidalgo
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Sáb Nov 23, 2024 11:15 am por Thomas J. Hidalgo
» Una sombra sobre Lunargenta: 2ª parte. [Privado]
Jue Nov 21, 2024 11:03 pm por Níniel Thenidiel
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Jue Nov 21, 2024 4:35 pm por Cohen
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Jue Nov 21, 2024 3:16 pm por Seraphine Valaryon
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Jue Nov 21, 2024 11:30 am por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Miér Nov 20, 2024 2:13 pm por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Miér Nov 20, 2024 11:18 am por Mina Harker
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18, 2024 7:29 am por Tyr