El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Página 1 de 1. • Comparte
El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Una noche en el mar de Aerandir. A apenas unas millas de Isla de Corvo Preto
Corrían tiempos difíciles en los mares. En el mundo, en general. Con la crisis del continente por la peste, el mar se antojaba para muchos la única posibilidad de escapar con vida de los grandes problemas que afectaban a la sociedad. Los barcos de refugiados adinerados y todo tipo de bienes, rumbo a las islas, se habían disparado. Y los piratas. Sí, como lo oyen. ¡Piratas! Quieren hacer su particular fortuna a costa de ellos.
No había demasiados piratas, no más de uno o tal vez dos con suficiente envergadura como para asaltar un barco de la guardia, pero había uno especialmente famoso y reconocido por aquellos mares al que se le achacaban los asaltos y hundimientos que habían tenido lugar en los últimos meses. - ¡Es el Lunargentés! ¡Estamos muertos! ¡Estamos muertos!- auguraba un pobre marinero de uno de los buques que trasladaban víveres entre Lunargenta y Beltrexus. No veía absolutamente nada, pero en cuanto sintió como de repente el mar de embravecía y el agua comenzaba a rajar la madera, comenzó a suponer la razón.
Se decía que había vuelto el Lunargentés Errante. Aquel barco que desde hacía más de un lustro se creía inoperativo. De ser así, su tripulación estaba dirigida por el peligroso Capitán Ronaldo de Trastámara, un hombre duro y sin escrúpulos, secundado por una tropa de brujos tensáis de agua que hacían del navío un barco casi indestructible.
¿Eran ciertos los rumores? ¿Había vuelto el Lunargentés, el temible Capitán Ronaldo y su devastadora tripulación de tensáis de agua?
Aquel pobre marinero tal vez pudiera haberlo visto con sus propios ojos... pero no viviría para poder contarlo.
Una soleada mañana en Isla de Curaçao. Un paraíso en algún remoto punto entre las islas Illidenses y Lunargenta.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]CAPITANA LEONOR DE MENDOZA
- Capitana Leonor de Mendoza:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Por suerte, aún parecía quedar gente que llevaba la ley más allá del continente. El Golondrina había arribado a Puerto de la isla de Curaçao hacía exactamente una hora. Varado junto al barco del capitán Alfred Werner, el Promesa Enardecida. Del recién llegado buque, una figura menuda, que se escondía bajo un largo sombrero, descendió a buen ritmo, rumbo a la licorería local, que se encontraba justo en frente de ella. Entró por la puerta que se abría sola con el viento. Era un lugar muy pobre, pintado de manera tribal y sujeto por empalizadas que no eran capaces de causar opacidad con respecto al exterior. La luz entraba por todos los sitios entre poste y poste.
-Saludos, habitantes. – mostró la palma de la mano en señal de saludo. - Soy la capitana Leonor de Mendoza, del corso de Baslodia y capitana del Golondrina. – se presentó la rubia colocando una mano en su cinturón. – Y estoy aquí para atrapar a un pirata. A un asaltador de barcos mercantes de Verisar. Una vil sanguijuela que se aprovecha de la desgracia que ha invadido el mundo para asaltar los barcos que trasladan víveres y oro a las islas illidenses. – una mujer seria y con convencimiento. Que sabía lo que quería y cuando lo quería. Derrochaba carisma por todas partes. – Busco al capitán Ronaldo de Trastámara. ¿Alguien lo ha visto o sabe algo? – pronunció.
La mujer, tan guapa pero a la vez tan dura y exigente, carraspeó. Aquel nativo al que se dirigía no parecía o no quería entenderla. Sólo pronunció unas palabras en un lenguaje ininteligible para ella. A la capitana le frustraba no poder entenderlo. Mostraba nervios, era joven, y también inexperta. Tal vez su error era pretender parecer más de lo que era.
-No me entiendes… - se mojó los labios y agachó la cabeza, dejando que el pelo le cubriera la cabeza. Luego se apartó el pelo y lo miró. – ¿Es que nadie aquí habla mi idioma? – Preguntó estirando sus brazos al público. Trató de calmarse, a la capitana no le gustaba el no por respuesta. Pero su causa era buena y noble, y sabía que tenía que conseguirlo. Le habían encargado una misión muy importante y pese a su inexperiencia sabía que tenía que cumplirla. Sudaba, tenía los músculos agarrotados. Era puro nervio. – Ese pirata va a saquear vuestras tierras y vuestras cosechas si se lo propone. ¡Por los dioses, tenéis que haberlo visto! – Tenía tanta presión que alzó un puño y golpeó la barra de la licorería, con resignación.
COCHISE
- Cochise:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
En una mesa cercana a la barra, descansaba Cochise, un valiente guerrero tribal. La cara de la mujer llamó su atención. ¿Quién era aquella mujer de blanca tez, tan arrogante como bella, que acababa de entrar? Vestía atuendos largos y negros, ornamentados con estampados dorados. Una larga espada que llevaba el escudo de alguna familia importante, allá en el continente. Aquella mujer tenía dinero. Aquella mujer era alguien poderoso. ¿Quién demonios entonces, de entre todos los presentes, se atrevería siquiera a alzar la voz contra la presuntuosa? La respuesta era sencilla: Cochise. Cochise era capaz de enfrentarse a ella y a doscientos más si hacía falta. Moriría. Pero lo haría por él mismo y por su pueblo. En territorio Anuit, Cochise no permitía a nadie dirigirse en esos tenores a un "hermano", ni siquiera una mujer tan bella.
Se levantó y la tomó del brazo cuando la arrogante se disponía a dar nuevas voces a otro de sus hermanos de sangre. Ella pudo ver a Cochise de cerca, tan grande y tan imponente. Le sacaba casi medio cuerpo. Ella era de estatura media. Sus ojos mostraban miedo. Quedó petrificada.
-Tus modales no gustan a Cochise, mujer. Estás en la tierra de Anuit.– Chapurreaba con una pésima pronunciación la lengua común. Olfateó su pelo. Olía a mar. Aquella mujer era de mar. – Ratonhaketon no conoce al hombre que buscas. Cochise cree que será mejor que te vayas. – Apretaba su muñeca muy fuerte, pero luego, la soltó. Aquella mujer podía ir en paz. – Tanta paz lleves como descanso dejes. – le deseó sin sonreír. Cochise era un hombre educado.
Leonor se frotó la muñeca con la mano opuesta cuando el nativo la soltó. Le había hecho daño. Aquel hombre la había intimidado, pero la corsario Leonor no dejaría que nadie la intimidara. Era demasiado engreída para amedrentarse o hacer una huida cobarde. Sabía que, si alguno de ellos se atrevía a ponerle un dedo encima, era cuestión de minutos que La Golondrina, el segundo mejor barco de la guardia de Lunargenta, así como sus hombres, despacharan aquel pueblo tribal en un coser y cantar.
-No vuelvas a ponerme la mano encima, salvaje. – así lo definió, ni corta ni perezosa, al hombre de tez oscura que se atrevió a cogerla. Cochise no respondió. La miró a los ojos. La miraba como miraría a cualquier hombre. – No os creo a ninguno. – señaló a Cochise con el índice, muy cerca de él. Cochise no retrocedió, pero se cruzó de brazos. Ninguna mujer podía intimidar a Cochise. – Ese hombre es peligroso y jamás ha sido derrotado en combate. Necesito Pruebas. Pistas que me lleven hasta a él. ¿Es que nadie va a decir nada?
Entre los nativos nadie respondió. Cochise no respondería. Ratonhaketon tampoco lo haría. Ni Satinka, Wakanda ni Moki. Aquella mujer de agrios modales no era bienvenida en Curaçao. Los Anuit no respondían a hombres o mujeres desagradables.
* * * * * * * * * * * * * * * *
Para esta ocasión tendremos tres facciones: Nativos, piratas y corsarios. Pero a diferencia de otras misiones, no todo se reducirá a cara o cruz. Aquí cada una tendrá su objetivo. La del corso de Baslodia parece bien claro: Capturar al Capitán Ronaldo de Trastámara. Veremos qué misiones se cumplen y cuáles no, para ello, las decisiones y las runas serán clave, como de costumbre.
Tu barco está varado en el puerto y te encuentras descansando en la paradisíaca Isla de Curaçao junto a varios miembros de la tripulación (tendrás que describir los mismos). Notas que la población es recelosa hacia ti cuando Leonor de Mendoza llegar con fervor y ser frenada por Cochise. Tu primera opción será mostrarte partidario/interesado por uno de los dos, o bien permanecer neutral y ver en qué termina la conversación. Puedes preguntar lo que gustes a uno de los dos, el resto de nativos no hablan
Ni que decir tiene que puedes utilizar a cualquiera de los NPC's que te muestro a menos que te indique lo contrario.
Puedes encontrar información del Lunargentés Errante y del Capitán Ronaldo de Trastámara [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Werner cuenta con experiencia para haber oído hablar del Capitán Ronaldo y de todas las leyendas que se citan en dicho tema.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
La silla de la tasca era muy incómoda, fastidiosa. La madera del respaldo estaba astillada y el asiento estaba plagado de pequeños y molestos bultos, frutos de la humedad, que hacían imposible que uno pudiera sentarse sin imaginarse que estaba sobre las olas del mar. Por mucho que se moviera, no encontraba la posición óptima para disfrutar del descanso. A la vez que movía su trasero de lado a lado, emitía un húmedo carraspeo. En unos segundos tendría que hacer reunir a todos sus marineros e informarles que, por tres días más, se quedarían en la Isla Curaçao. La noticia sería bien recibida para algunos, aquellos que ya tenían su meretriz sobre las rodillas, y una señal de mal augurio para otros, la minoría. Curaçao tenías calas hermosas, amplias selvas por explorar, buenos bares y mejores prostíbulos. El hogar perfecto para los que soñaban con la imagen de los piratas de cuento. El Capitán Alfred Werner se retorció sobre su asiento mientras observaba el puerto de Curaçao. Pensaba en lo terriblemente equivocados que estaban aquellos que decían ser piratas. La bandera negra con la calavera y los tentáculos era un símbolo de rebelión, una incansable lucha para conseguir que todos los puertos fueran igual de hermosos que éste; nada de quedarse en el primer paraíso que encontraba y a fornicar como perros en celo. Ahí es cuando se veía la diferencia de quién era un lobo de mar y quien un perro con sarna.
-Tome, mi Capitán, le he traído una manta para que esté más cómodo-
Nereida Nyére apareció a la espalda del Capitán Werner. En el hombro derecho llevaba una fina manta blanca con adornos rosas. Sus ojos de color canela brillaban como los de una niña al dar un regalo a su padre. Era un encanto. Su deber en el Promesa Enardecida era el de médico, sin embargo, pronto se convirtió en la ayudante de todos: del cocinero, del almirante, del vigía y, siempre por encima del resto, del Capitán Werner. Le seguía a donde quiera que fuera y si veía que podía hacer tal cosa para que el Capitán estuviera mejor, echaba a correr como una libre y lo hacía.
- ¿De dónde lo has sacado? - El Capitán tomó la manta y se la puso en el respaldo de la silla, mucho mejor.
- ¡De ahí! –señaló con el dedo-Detrás de esa casa hay muchísimas prendas de ropa. Alguien las ha puesto sobre unas cuerdas. Creo que las están regalando, aunque no entiendo por qué. ¡Son preciosas! Mira, yo me he cogido esto para mí- se levantó la camiseta que llevaba, clásica camiseta holgada de pirata, y le enseñó al Capitán un corsé morado que Nereida no conseguía llenar.
-Aprendes demasiado rápido-. El Capitán Werner soltó una enorme risotada. Nereida, alegre, inocente y encantadora, sonrío como una niña.
- ¿Entonces, te gusta? He visto a muchos hombres decir a mujeres que llevaban piezas como esta decir que visten muy bien. Quería algo bonito que fuera mío. Desde que dejé Sandorai no he tenido ni un solo vestido. ¿Me lo puedo quedar? ¡Di que sí, di que sí! –puso ojitos de cordero degollado.
-Si te lo han regalado, es que es tuyo-.
-¡Bien!- apretó su pequeño puño en una señal de victoria.
El Capitán movió hacia un lado su pinza del brazo derecho como si con ella se estuviera llevando el devenir de la conversación.
- ¿Dónde está Wes Fungai? Necesito que hablar que reúna a todos los hombres del Promesa Enardecida-.
-No lo sé, mi Capitán- Nereida notó el cambio de tonalidad de Alfred en la segunda frase. Se puso firme, como una estaca, y se llevó la mano derecha a la frente como había visto que hacían los soldados al saludar. –O en el barco trabajando en las reparaciones o vigilando que los demás no beban demasiado-.
- Si tuvieras que apostar entre uno de esos dos lugares, ¿por cuál sería? -
-Mi papá no me deja apostar-.
El Capitán se tomó un de un tragó lo que le quedaba de la copa de ron sin dejar de mirar de reojo a la pequeña elfa. Dijo la palabra “papá”, pero Alfred sabía, o más bien imaginaba, que la niña había querido decir “capitán”.
-Buena chica- se levantó del asiento y le removió el pelo a Nereida. Eso fue todo lo que ella necesitaba para saber que había hecho un buen trabajo.
Nereida Nyére estaba a punto de decir algo cuando, de pronto, se giró a ver lo que ocurría a su espalda. Una mujer y un hombre salvaje, de aquellos que parecían conocer de buena mano las grandes selvas de Curaçao, discutían a gritos sobre el futuro de la cala. No era una escena que la elfa estuviera acostumbrada, el Capitán, por desgracia, era un lobo viejo en estas situaciones. Las había visto y vivido decenas de veces, algunas tomando el papel de extranjero que venía a venir de un peligro inminente y otras siendo el salvaje que desconfía de toda aquella palabra que no conocía. Primero los gritos, luego uno de ellos empujara al otro, desde atrás alguien aclamaría sobre el vado de alguno de los dos, unos metros más allá otro desconocido pondría su fe en el otro miembro de la disputa. Los empujones se traspasarían al público y, entonces, llegaba la catástrofe: Alguien sacaba un arma con la intención de usarla. Lo que ocurría después era justo aquello que Nyére se estaba imaginando.
La elfa apretaba en un tosco abrazo el torso del Capitán. Susurraba en el idioma de los elfos, Alfred conocía unas pocas palabras, quizás estuviera rezando.
- ¡Tenemos ayudarla, por favor! – dijo con el mismo brillo en los ojos que puso cuando pidió si se podía quedar con el corsé.
-No haremos nada- los tentáculos de la barba del Capitán cortaron las palabras haciendo que sonasen: “No had-dèmos nad-da”
-¿Por qué? La matarán si no hacemos nada. Mira lo que hacen esos hombres, la están observando como si pudieran hacerla daño con sus ojos. ¿Y si son brujos? Seguro que son brujos, y de los malos-.
-No lo son-.
-¿Cómo lo sabes? Yo creo que sí lo son- con los grandes ojos de canela marcó a los hombres salvajes.
Rápido, antes que se dieran cuenta de que estaban hablando de ellos, puso la mano izquierda en la cabeza de la elfa y, con los tentáculos, le tapó de la boca y los ojos. Nereida Nyére era todavía una niña, muy inteligente para su edad, pero una niña al fin de cuentas. No comprendía del mal que estaba haciendo. Los hombres salvajes podrían tomar los gestos de la elfa como una amenaza, la chispa que necesitaban para encender la mecha y tomar su propia justica contra la mujer. Nereida puso sus manitas en los tentáculos que no le dejaban ni ver ni oír. El Capitán pudo suponer que estaría gritando que la soltase, y lo haría, cuando la mujer de la guardia se hubiera ido.
-Mujer no buscará pruebas ni pistas. Mujer irse de las tierras de Anuit - contestó el hombre salvaje a la mujer. – Cochise tiene bueno modales: - hizo una pequeña y forzada reverencia- Tanta paz lleves como descanso dejes-.
Déjala!- Nereida consiguió zafarse de los tentáculos y gritó con su voz aguda - ¡No te atrevas a tocarle ni un pelo!- corrió y se interpuso entre el salvaje y la guardia.
Dio un cansado y agosto resoplido. Al final, sin haber querido participar en la confrontación, se vio obligado a hacerlo. Para ello, no utilizaría los modales del salvaje ni las advertencias de la guardia; eso no caería más que problemas. Se sacó una pluma de cuervo del bolsillo de su camisa y la sostuvo con la pinza cuando le tocó el turno de hablar, esto ocurrió cuando los hombres salvajes encerraron en un círculo a la guardia y Nyére.
-Os contaré una historia y no dudaréis de mi veracidad- la pluma tomó un brillo pálido- Piratas, de los crueles, de los sanguinarios, se aproximaban a vuestro idílico paraíso. Podéis señalarme a mí como culpable, pero sabed que mis víctimas son más exclusivas que un par de mercaderes. Solo cazo ricos. Éstos que Éstos que yo os cuento carecen de modales. Viajan de cala en cala para destrozar todo cuanto se les cruza en su camino y llevarse cualquier mujer, horrible o hermosa, que encuentren. He venido a matar a esos infames que tachan el buen nombre de los piratas-.
-Y yo soy su doctora- dijo Nyére con la posición firme para recibir órdenes - ¿Veis lo sanote que está el viejo pirata? Pues me lo debe a mí-.
Offrol: Uso el objeto: Pluma de Edgar Allan Poe que me permite contar una historia y que todos me crean.
La ficha de Nereida Nyére (junto a la de Wes Fungai que también se menciona) la puedes encontrar en este link: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
-Tome, mi Capitán, le he traído una manta para que esté más cómodo-
Nereida Nyére apareció a la espalda del Capitán Werner. En el hombro derecho llevaba una fina manta blanca con adornos rosas. Sus ojos de color canela brillaban como los de una niña al dar un regalo a su padre. Era un encanto. Su deber en el Promesa Enardecida era el de médico, sin embargo, pronto se convirtió en la ayudante de todos: del cocinero, del almirante, del vigía y, siempre por encima del resto, del Capitán Werner. Le seguía a donde quiera que fuera y si veía que podía hacer tal cosa para que el Capitán estuviera mejor, echaba a correr como una libre y lo hacía.
- ¿De dónde lo has sacado? - El Capitán tomó la manta y se la puso en el respaldo de la silla, mucho mejor.
- ¡De ahí! –señaló con el dedo-Detrás de esa casa hay muchísimas prendas de ropa. Alguien las ha puesto sobre unas cuerdas. Creo que las están regalando, aunque no entiendo por qué. ¡Son preciosas! Mira, yo me he cogido esto para mí- se levantó la camiseta que llevaba, clásica camiseta holgada de pirata, y le enseñó al Capitán un corsé morado que Nereida no conseguía llenar.
-Aprendes demasiado rápido-. El Capitán Werner soltó una enorme risotada. Nereida, alegre, inocente y encantadora, sonrío como una niña.
- ¿Entonces, te gusta? He visto a muchos hombres decir a mujeres que llevaban piezas como esta decir que visten muy bien. Quería algo bonito que fuera mío. Desde que dejé Sandorai no he tenido ni un solo vestido. ¿Me lo puedo quedar? ¡Di que sí, di que sí! –puso ojitos de cordero degollado.
-Si te lo han regalado, es que es tuyo-.
-¡Bien!- apretó su pequeño puño en una señal de victoria.
El Capitán movió hacia un lado su pinza del brazo derecho como si con ella se estuviera llevando el devenir de la conversación.
- ¿Dónde está Wes Fungai? Necesito que hablar que reúna a todos los hombres del Promesa Enardecida-.
-No lo sé, mi Capitán- Nereida notó el cambio de tonalidad de Alfred en la segunda frase. Se puso firme, como una estaca, y se llevó la mano derecha a la frente como había visto que hacían los soldados al saludar. –O en el barco trabajando en las reparaciones o vigilando que los demás no beban demasiado-.
- Si tuvieras que apostar entre uno de esos dos lugares, ¿por cuál sería? -
-Mi papá no me deja apostar-.
El Capitán se tomó un de un tragó lo que le quedaba de la copa de ron sin dejar de mirar de reojo a la pequeña elfa. Dijo la palabra “papá”, pero Alfred sabía, o más bien imaginaba, que la niña había querido decir “capitán”.
-Buena chica- se levantó del asiento y le removió el pelo a Nereida. Eso fue todo lo que ella necesitaba para saber que había hecho un buen trabajo.
Nereida Nyére estaba a punto de decir algo cuando, de pronto, se giró a ver lo que ocurría a su espalda. Una mujer y un hombre salvaje, de aquellos que parecían conocer de buena mano las grandes selvas de Curaçao, discutían a gritos sobre el futuro de la cala. No era una escena que la elfa estuviera acostumbrada, el Capitán, por desgracia, era un lobo viejo en estas situaciones. Las había visto y vivido decenas de veces, algunas tomando el papel de extranjero que venía a venir de un peligro inminente y otras siendo el salvaje que desconfía de toda aquella palabra que no conocía. Primero los gritos, luego uno de ellos empujara al otro, desde atrás alguien aclamaría sobre el vado de alguno de los dos, unos metros más allá otro desconocido pondría su fe en el otro miembro de la disputa. Los empujones se traspasarían al público y, entonces, llegaba la catástrofe: Alguien sacaba un arma con la intención de usarla. Lo que ocurría después era justo aquello que Nyére se estaba imaginando.
La elfa apretaba en un tosco abrazo el torso del Capitán. Susurraba en el idioma de los elfos, Alfred conocía unas pocas palabras, quizás estuviera rezando.
- ¡Tenemos ayudarla, por favor! – dijo con el mismo brillo en los ojos que puso cuando pidió si se podía quedar con el corsé.
-No haremos nada- los tentáculos de la barba del Capitán cortaron las palabras haciendo que sonasen: “No had-dèmos nad-da”
-¿Por qué? La matarán si no hacemos nada. Mira lo que hacen esos hombres, la están observando como si pudieran hacerla daño con sus ojos. ¿Y si son brujos? Seguro que son brujos, y de los malos-.
-No lo son-.
-¿Cómo lo sabes? Yo creo que sí lo son- con los grandes ojos de canela marcó a los hombres salvajes.
Rápido, antes que se dieran cuenta de que estaban hablando de ellos, puso la mano izquierda en la cabeza de la elfa y, con los tentáculos, le tapó de la boca y los ojos. Nereida Nyére era todavía una niña, muy inteligente para su edad, pero una niña al fin de cuentas. No comprendía del mal que estaba haciendo. Los hombres salvajes podrían tomar los gestos de la elfa como una amenaza, la chispa que necesitaban para encender la mecha y tomar su propia justica contra la mujer. Nereida puso sus manitas en los tentáculos que no le dejaban ni ver ni oír. El Capitán pudo suponer que estaría gritando que la soltase, y lo haría, cuando la mujer de la guardia se hubiera ido.
-Mujer no buscará pruebas ni pistas. Mujer irse de las tierras de Anuit - contestó el hombre salvaje a la mujer. – Cochise tiene bueno modales: - hizo una pequeña y forzada reverencia- Tanta paz lleves como descanso dejes-.
Déjala!- Nereida consiguió zafarse de los tentáculos y gritó con su voz aguda - ¡No te atrevas a tocarle ni un pelo!- corrió y se interpuso entre el salvaje y la guardia.
Dio un cansado y agosto resoplido. Al final, sin haber querido participar en la confrontación, se vio obligado a hacerlo. Para ello, no utilizaría los modales del salvaje ni las advertencias de la guardia; eso no caería más que problemas. Se sacó una pluma de cuervo del bolsillo de su camisa y la sostuvo con la pinza cuando le tocó el turno de hablar, esto ocurrió cuando los hombres salvajes encerraron en un círculo a la guardia y Nyére.
-Os contaré una historia y no dudaréis de mi veracidad- la pluma tomó un brillo pálido- Piratas, de los crueles, de los sanguinarios, se aproximaban a vuestro idílico paraíso. Podéis señalarme a mí como culpable, pero sabed que mis víctimas son más exclusivas que un par de mercaderes. Solo cazo ricos. Éstos que Éstos que yo os cuento carecen de modales. Viajan de cala en cala para destrozar todo cuanto se les cruza en su camino y llevarse cualquier mujer, horrible o hermosa, que encuentren. He venido a matar a esos infames que tachan el buen nombre de los piratas-.
-Y yo soy su doctora- dijo Nyére con la posición firme para recibir órdenes - ¿Veis lo sanote que está el viejo pirata? Pues me lo debe a mí-.
Offrol: Uso el objeto: Pluma de Edgar Allan Poe que me permite contar una historia y que todos me crean.
La ficha de Nereida Nyére (junto a la de Wes Fungai que también se menciona) la puedes encontrar en este link: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
La capitana Leonor no se amedrentó ante un nativo. Mantuvo la mirada en el indio sin retroceder un solo paso. – Me iré cuando me de la gana. – respondió. Se encontraba algo intimidada, conocía sus debilidades y sabía que su miedo era evidente pero, aún así, era la capitana de la Golondrina y debía mostrar entereza y dar ejemplo a sus hombres, tratando de evitar el pavor como buenamente pudiera.
Por fortuna, la joven Nereida se interpuso entre ambos, algo que no gustó a Cochise, que expulsó aire por la nariz sin decir nada, tan sólo frunciendo el ceño. Poco después, el Capitán Werner, presente en la sala y en quien la capitana de Mendoza aún no se había fijado, pasó a ser el centro de atención.
Con una pluma de cuervo. Pluma del mismísimo Edgard Allan Poe, contó una historia, una en la que él era un verdadero héroe que no asaltaba barcos de mercaderes. Un aspirante a fortunas mayores. También era una historia en la que ratificaba las palabras de Leonor, aseverando que el capitán al que ella se refería, Trastámara, era una vergüenza de pirata y había venido a acabar con él.
Leonor suspiró. Werner era un pirata con el que compartía ambiciones. Había creído su historia y, conociendo sus limitaciones e inexperiencia en la dirección de un barco, ¿por qué no colaborar con un experimentado hombre como Alfred? Su misión era cumplir las misiones del corso, tenía que dar muerte o capturar al capitán Ronaldo de Trastámara, nadie le impedía colaborar con otro pirata para ello.
-Entonces conocéis bien al Capitán Ronaldo de Trastámara. – se acercó a la mesa y apoyó ambas palmas de las manos sobre ésta. – Venga conmigo, Capitán. Juntos despacharemos a ese necio y borraremos su mancha de los mares… - “… y yo seré ascendida a almirante”. No lo llegó a decir, pero lo había pensado. Mas ella era joven e impaciente y tenía una difícil empresa por delante. No debía vender las pieles de un oso antes de cazarlo. – A todas estas, no me he presentado. Soy la capitana Leonor de Mendoza. ¿Y usted es…? – se quitó un guante y esperó estrechar mano con pinza instándolo después a él y a su grumete elfa a abandonar la licorería.
Veinte ojos de los diez nativos de la taberna mantenían sus ojos sobre los capitanes que abandonaban el lugar, se habían creído también la historia de Werner, al menos sus afirmaciones sobre que el Capitán Ronaldo era un burdo pirata de tres al cuarto, que desvalijaba buques mercantes inocentes y secuestraba mujeres. El tal capitán les daba un poco lo mismo, a ellos no les había hecho nada como para considerarlo un enemigo.
-Niviarsiaraq inequnartoq. – dijo Ratonhaketon, regente del lugar, volviéndose para la barra, una vez estos hubieron abandonado el local.
-Akunnittarfimmi sialuk – respondió Cochise en su lengua nativa, manteniendo una mirada seria y dando un sorbo a la botella
Justo en ese momento se escuchó el ataque de un gato saltando de la Golondrina que asustó a los presentes. ¿Un animal peligroso? No os asustéis, lectores. Tan sólo era el gato de Leonor. Saltó a por un animal que estaba al otro lado. Un cuervo negro, concretamente, al que atrapó con sus mandíbulas y mató en el acto.
-¡Pero qué susto me has dado! – sacudió al gato un buen guantazo para que soltara al ave y entrara al barco. Y luego volvió su mirada a Werner, poniendo sus dos manos sobre los hombros del mismo. – Vayamos a la mar, capitán. Tenemos un gran día por delante. – afirmó con confianza.
* * * * * * * * * * * * * * *
Capitán Werner: Has decidido aliarte con Leonor de Mendoza y el corso de Baslodia. Así pues te echaras a la mar en vez de explorar la jungla de Curaçao. ¿Qué pasará con los recelosos nativos? Iremos viéndolo. No te preocupes. De momento, es hora de echarse a la mar, tenéis un pirata al que cazar.
Tienes el control total del Promesa Enardecida y tu tripulación. Tú decides si te echas a la mar en él, (¿liderando la marcha? ¿Con qué tripulación?), o si eres receloso y prefieres dejar amarrado el Promesa en Curaçao e irte a Corvo Preto con Leonor en la Golondrina junto a los miembros de la tripulación que consideres (¿te fías plenamente de ella?). También puedes elegir qué compañeros se quedan o no. Sólo te daré como pista que (tal vez) estemos ante un punto de no retorno.
Leonor de Mendoza y corso de Baslodia confían en ti.
Cochise y los nativos no confían en ti.
Puedes utilizar a Leonor.
Por fortuna, la joven Nereida se interpuso entre ambos, algo que no gustó a Cochise, que expulsó aire por la nariz sin decir nada, tan sólo frunciendo el ceño. Poco después, el Capitán Werner, presente en la sala y en quien la capitana de Mendoza aún no se había fijado, pasó a ser el centro de atención.
Con una pluma de cuervo. Pluma del mismísimo Edgard Allan Poe, contó una historia, una en la que él era un verdadero héroe que no asaltaba barcos de mercaderes. Un aspirante a fortunas mayores. También era una historia en la que ratificaba las palabras de Leonor, aseverando que el capitán al que ella se refería, Trastámara, era una vergüenza de pirata y había venido a acabar con él.
Leonor suspiró. Werner era un pirata con el que compartía ambiciones. Había creído su historia y, conociendo sus limitaciones e inexperiencia en la dirección de un barco, ¿por qué no colaborar con un experimentado hombre como Alfred? Su misión era cumplir las misiones del corso, tenía que dar muerte o capturar al capitán Ronaldo de Trastámara, nadie le impedía colaborar con otro pirata para ello.
-Entonces conocéis bien al Capitán Ronaldo de Trastámara. – se acercó a la mesa y apoyó ambas palmas de las manos sobre ésta. – Venga conmigo, Capitán. Juntos despacharemos a ese necio y borraremos su mancha de los mares… - “… y yo seré ascendida a almirante”. No lo llegó a decir, pero lo había pensado. Mas ella era joven e impaciente y tenía una difícil empresa por delante. No debía vender las pieles de un oso antes de cazarlo. – A todas estas, no me he presentado. Soy la capitana Leonor de Mendoza. ¿Y usted es…? – se quitó un guante y esperó estrechar mano con pinza instándolo después a él y a su grumete elfa a abandonar la licorería.
Veinte ojos de los diez nativos de la taberna mantenían sus ojos sobre los capitanes que abandonaban el lugar, se habían creído también la historia de Werner, al menos sus afirmaciones sobre que el Capitán Ronaldo era un burdo pirata de tres al cuarto, que desvalijaba buques mercantes inocentes y secuestraba mujeres. El tal capitán les daba un poco lo mismo, a ellos no les había hecho nada como para considerarlo un enemigo.
-Niviarsiaraq inequnartoq. – dijo Ratonhaketon, regente del lugar, volviéndose para la barra, una vez estos hubieron abandonado el local.
-Akunnittarfimmi sialuk – respondió Cochise en su lengua nativa, manteniendo una mirada seria y dando un sorbo a la botella
- La Golondrina:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Justo en ese momento se escuchó el ataque de un gato saltando de la Golondrina que asustó a los presentes. ¿Un animal peligroso? No os asustéis, lectores. Tan sólo era el gato de Leonor. Saltó a por un animal que estaba al otro lado. Un cuervo negro, concretamente, al que atrapó con sus mandíbulas y mató en el acto.
-¡Pero qué susto me has dado! – sacudió al gato un buen guantazo para que soltara al ave y entrara al barco. Y luego volvió su mirada a Werner, poniendo sus dos manos sobre los hombros del mismo. – Vayamos a la mar, capitán. Tenemos un gran día por delante. – afirmó con confianza.
- Traducción nativos:
- *Traducción:
-¿Crees que saben algo de "eso"?
-No tienen ni idea.
* * * * * * * * * * * * * * *
Capitán Werner: Has decidido aliarte con Leonor de Mendoza y el corso de Baslodia. Así pues te echaras a la mar en vez de explorar la jungla de Curaçao. ¿Qué pasará con los recelosos nativos? Iremos viéndolo. No te preocupes. De momento, es hora de echarse a la mar, tenéis un pirata al que cazar.
Tienes el control total del Promesa Enardecida y tu tripulación. Tú decides si te echas a la mar en él, (¿liderando la marcha? ¿Con qué tripulación?), o si eres receloso y prefieres dejar amarrado el Promesa en Curaçao e irte a Corvo Preto con Leonor en la Golondrina junto a los miembros de la tripulación que consideres (¿te fías plenamente de ella?). También puedes elegir qué compañeros se quedan o no. Sólo te daré como pista que (tal vez) estemos ante un punto de no retorno.
Leonor de Mendoza y corso de Baslodia confían en ti.
Cochise y los nativos no confían en ti.
Puedes utilizar a Leonor.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
-Solo deme un segundo, señorita Leonor. Subiré en seguida-.
Antes de subir a un navío de la señorita Leonor, hizo que Nereida hiciera venir a cuantos marineros del Promesa Enardecida encontrase. No quería subir a un barco ajeno sin antes sentirse, de alguna forma, protegido. Imaginaba La Golondrina con millares de caras desconocidas que le observaban y le juzgaban escondidos detrás de los toneles y debajo de los tablones. La Guardia conocía los delitos del Capitán Werner, los verdaderos y los que Leónidas Drisköll se hubo inventado en sus difamaciones; le buscaban por cada uno de ellos. Un marinero de la capitana Leonor, más osado y desventurado que los demás, podría tomarse la justicia por su mano, coger un cuchillo y clavárselo en el cuello del Capitán. No lo echarían por la borda como castigo, sino que el mismo Disköll usaría todo su poder económico para asegurarse de que el infeliz marinero fuera coronado como un rey. Wes Fungai, fiel hasta el último momento, acudió ipso facto al llamado de la pequeña elfa. Segundos después, vino Roger Buraun. El hombre canguro daba saltitos en lugar de caminar. En su mano derecha, tenía una jarra de espada que la batía al aire como si fuera una espada. Estaba ebrio, su aliento apestaba a una mezcla de ron y orina. ¿Nadie más? Se encogió de hombros, parecía que no. El resto de su tripulación disfrutaba de las labores de los piratas en la isla Curaçao.
El Capitán Werner se encogió de hombros. Clavó la vista en sus tres acompañantes, especialmente en Roger Baraun. Más valía que sus hombres (y su elfa) le escuchasen con atención; lo que iba a decir, no lo repetiría una segunda vez.
-He mandado a Allan Poe al Promesa Enardecida a avisar a Abdulah que estaré fuera unos días; lo que dure nuestra aventura con la señorita Leonor- según el Capitán Werner, la mujer era demasiado joven y bonita como para haberse ganado el nombre de “capitana” - Confío que cuidará del navío en mi ausencia-.
-Lo peor que puede hacer ese meapilas es encender una ramita de incienso- dijo Baraun a la vez que daba un saltito. El Capitán le hizo callar con un gesto con su pinza.
-A bordo del Golondrina quiero disciplina y seguridad. No conocemos a esos hombres, puede ser una trampa bien elaborada- Wes Fungai se llevó rápido, como el viento del invierno, la mano en la empuñadura de su espada- Dudo que lo sea,- Wes Fungai soltó la empuñadura- sin embargo, no regalaré mi confianza a la primera de cambio; vosotros debéis hacer lo mismo. Manteneos siempre unidos, vigilad vuestras espaldas y comportaos de la mejor manera con la tripulación de La Golondrina- Roger Baraun brindó con su jarra ya vacía- Nuestra misión será detener a un brujo llamado Capitán Ronaldo de Trastámara, pirata. Si pertenecía a la antigua hermandad o iba por libre es algo que ignoro. Al parecer, el Capitán Trastámara ha estado causando graves problemas en Curaçao y en otras islas colindantes. Saqueos, secuestros y violaciones están a la orden del día. A su rastro, quedan las cenizas de las ciudades que ha quemado y las tablas de madera de los barcos que ha hundido. Vamos a hacerle frente y terminar con él- hubo un segundo de silencio. Los tres marineros asintieron, Nereida Nyere lo hizo en primer lugar.
Los cuatro, los cinco contando al cuervo que había regresado del Promesa Enardecida con un mensaje de respuesta de Abdulah (a sus órdenes mi Capitán), se embarcaron a La Golondrina. Arriba, les esperaba la capitana Leonor con los brazos cruzados. Seguramente, estaría extrañada de ver al elenco que constituía la tripulación del Capitán: un hombre con púas en la cara como si fuera un erizo, un hombre canguro con un sombrero de cazador y barba de chivo, la pequeña elfa que ya conocía y, el más raro de todos, Alfred Werner.
Wes Fungai se presentó a la capitana con un gesto de asentimiento con la cabeza. Nereida Nyere le estrechó, con ambas manitas, la mano derecha. Roger Baraun caminó como una persona normal, sin dar saltos, hacia la capitana Leonor y le besó la mejilla. Dijo que así se presentaban las gentes de Roilkat, que era parte de su cultura. Para haber bebido por encima de sus posibilidades, se encontraba muy lúcido para la mentira.
-¿Son de tu tripulación? No esperaba otra cosa. Había oído grandes historias sobre los piratas, fieros, valientes y peligrosos como una gaviota hambrienta. Pensaba que….-
-Pensabas que todos tendríamos un aspecto relacionado con el mar, que vestiríamos con telas oscuras y que tendríamos una cara de amargura como la del viejo- Baraun dio un lametón al borde de la jarra y la dejó caer contra los tablones del barco – Supongo que, mientras estemos a bordo de tu barco, podemos pedir todo lo que queramos. Para mí, una jarra de buen ron, dejad el aguado para aquí nuestro amigo espinoso, y unas aceitunas para acompañar-.
-Silencio- Wes fungai era un hombre de pocas y poderosas palabras. En seguida consiguió que Roger Baraun callase.
-Discúlpale; me temo que Baraun es muy joven, todavía tiene mucho que aprender-.
-Bip, bip Rogie- dijo Nereida riéndose, sabía que Baraun le molestaba que se riesen de él y todavía más que hicieran ese tonto sonido de bocina: “bip, bip”.
Antes de subir a un navío de la señorita Leonor, hizo que Nereida hiciera venir a cuantos marineros del Promesa Enardecida encontrase. No quería subir a un barco ajeno sin antes sentirse, de alguna forma, protegido. Imaginaba La Golondrina con millares de caras desconocidas que le observaban y le juzgaban escondidos detrás de los toneles y debajo de los tablones. La Guardia conocía los delitos del Capitán Werner, los verdaderos y los que Leónidas Drisköll se hubo inventado en sus difamaciones; le buscaban por cada uno de ellos. Un marinero de la capitana Leonor, más osado y desventurado que los demás, podría tomarse la justicia por su mano, coger un cuchillo y clavárselo en el cuello del Capitán. No lo echarían por la borda como castigo, sino que el mismo Disköll usaría todo su poder económico para asegurarse de que el infeliz marinero fuera coronado como un rey. Wes Fungai, fiel hasta el último momento, acudió ipso facto al llamado de la pequeña elfa. Segundos después, vino Roger Buraun. El hombre canguro daba saltitos en lugar de caminar. En su mano derecha, tenía una jarra de espada que la batía al aire como si fuera una espada. Estaba ebrio, su aliento apestaba a una mezcla de ron y orina. ¿Nadie más? Se encogió de hombros, parecía que no. El resto de su tripulación disfrutaba de las labores de los piratas en la isla Curaçao.
El Capitán Werner se encogió de hombros. Clavó la vista en sus tres acompañantes, especialmente en Roger Baraun. Más valía que sus hombres (y su elfa) le escuchasen con atención; lo que iba a decir, no lo repetiría una segunda vez.
-He mandado a Allan Poe al Promesa Enardecida a avisar a Abdulah que estaré fuera unos días; lo que dure nuestra aventura con la señorita Leonor- según el Capitán Werner, la mujer era demasiado joven y bonita como para haberse ganado el nombre de “capitana” - Confío que cuidará del navío en mi ausencia-.
-Lo peor que puede hacer ese meapilas es encender una ramita de incienso- dijo Baraun a la vez que daba un saltito. El Capitán le hizo callar con un gesto con su pinza.
-A bordo del Golondrina quiero disciplina y seguridad. No conocemos a esos hombres, puede ser una trampa bien elaborada- Wes Fungai se llevó rápido, como el viento del invierno, la mano en la empuñadura de su espada- Dudo que lo sea,- Wes Fungai soltó la empuñadura- sin embargo, no regalaré mi confianza a la primera de cambio; vosotros debéis hacer lo mismo. Manteneos siempre unidos, vigilad vuestras espaldas y comportaos de la mejor manera con la tripulación de La Golondrina- Roger Baraun brindó con su jarra ya vacía- Nuestra misión será detener a un brujo llamado Capitán Ronaldo de Trastámara, pirata. Si pertenecía a la antigua hermandad o iba por libre es algo que ignoro. Al parecer, el Capitán Trastámara ha estado causando graves problemas en Curaçao y en otras islas colindantes. Saqueos, secuestros y violaciones están a la orden del día. A su rastro, quedan las cenizas de las ciudades que ha quemado y las tablas de madera de los barcos que ha hundido. Vamos a hacerle frente y terminar con él- hubo un segundo de silencio. Los tres marineros asintieron, Nereida Nyere lo hizo en primer lugar.
Los cuatro, los cinco contando al cuervo que había regresado del Promesa Enardecida con un mensaje de respuesta de Abdulah (a sus órdenes mi Capitán), se embarcaron a La Golondrina. Arriba, les esperaba la capitana Leonor con los brazos cruzados. Seguramente, estaría extrañada de ver al elenco que constituía la tripulación del Capitán: un hombre con púas en la cara como si fuera un erizo, un hombre canguro con un sombrero de cazador y barba de chivo, la pequeña elfa que ya conocía y, el más raro de todos, Alfred Werner.
Wes Fungai se presentó a la capitana con un gesto de asentimiento con la cabeza. Nereida Nyere le estrechó, con ambas manitas, la mano derecha. Roger Baraun caminó como una persona normal, sin dar saltos, hacia la capitana Leonor y le besó la mejilla. Dijo que así se presentaban las gentes de Roilkat, que era parte de su cultura. Para haber bebido por encima de sus posibilidades, se encontraba muy lúcido para la mentira.
-¿Son de tu tripulación? No esperaba otra cosa. Había oído grandes historias sobre los piratas, fieros, valientes y peligrosos como una gaviota hambrienta. Pensaba que….-
-Pensabas que todos tendríamos un aspecto relacionado con el mar, que vestiríamos con telas oscuras y que tendríamos una cara de amargura como la del viejo- Baraun dio un lametón al borde de la jarra y la dejó caer contra los tablones del barco – Supongo que, mientras estemos a bordo de tu barco, podemos pedir todo lo que queramos. Para mí, una jarra de buen ron, dejad el aguado para aquí nuestro amigo espinoso, y unas aceitunas para acompañar-.
-Silencio- Wes fungai era un hombre de pocas y poderosas palabras. En seguida consiguió que Roger Baraun callase.
-Discúlpale; me temo que Baraun es muy joven, todavía tiene mucho que aprender-.
-Bip, bip Rogie- dijo Nereida riéndose, sabía que Baraun le molestaba que se riesen de él y todavía más que hicieran ese tonto sonido de bocina: “bip, bip”.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
La capitana Mendoza recibió, uno a uno al pie de pasarela, a los distintos miembros que formaban parte de la tripulación del Capitán Werner. Seria y con confianza, mirando de reojo a cada uno de ellos, a tal cual más variopinto, incluso a ese hombre canguro ebrio cuyo olor le causaba náuseas. – Bien, bien. Adelante. Podéis pasar, pero aquí guardamos cierta disciplina que espero ustedes respeten. – informó como advertencia a los cuatro nuevos polizones.
Una vez se hallaron dentro, la capitana perdió su vista en el sol que dominaba el horizonte. - ¡Levad anclas! – pidió a gritos, y se acercó al timón en la parte superior de la cubierta. Allí estaba su contramaestre, un hombre de avanzada edad, engalonado con medallas reales que aseguraban su amplia experiencia en el mar. Se acercó a ella.
Leonor se recolocó en sombrero y, de reojo, le sonrió.
-Nos ayudarán. Conocen las tretas del Capitán Ronaldo. – respondió.
-¿Y no traen su propio barco? – cuestionó el hombre mientras el canguro Roger derramaba el ron sobre uno de los marineros de la Guardia de Lunargenta, elegantemente uniformado.
-Parece que no han querido. – desde lo alto, miró al frente y el barco comenzó a navegar. – Pero mejor, lo último que deseamos es una traición en alta mar. Aquí los tendremos controlados. - desde lo alto, el contramaestre miró al capitán pulpo.
-Señorita Leonor, ¿está usted al tanto de todos los delitos contra la guardia cometidos por el capitán Alfred Werner y el Promesa Enardecida? – el contramaestre no parecía demasiado convencido y miró al capitán desde la distancia. El hombre calamar perfectamente podría ver los cuchicheos de ambos, mas no podría escuchar a menos que
-Lo estoy, contramaestre. Mas nuestra prioridad es capturar al capitán Trastámara. – giró la cabeza hacia Gibbs y le sonrió. – Luego, veremos qué pasa con el capitán Werner. Por ahora, demuéstreles que en la Guardia somos gente muy hospitalaria. – y rió con ironía, ordenando a Gibbs que atendiera al grupo de hombres bestia y elfa con todas las necesidades que requiriesen.
Tras varias horas navegando, Isla de Corvo Preto parecía más cercana. Esta isla era, visiblemente, mucho más pequeña que Curaçao. Su tamaño real es de aproximadamente un cuarto de ésta. Y excluyendo insectos, moluscos o aves, poco más se podía encontrar en ella. Uno de los parajes más inexplorados del mundo.
Por medio de Billy Gibbs, la capitana Leonor hizo llamar a Alfred Werner al puesto de mando. Leonor era una mujer metódica que jamás soltaba el timón tal y como su padre, gran marinero, le había enseñado. Billy Gibbs, no tardaría en contarle una historia acerca de la misteriosa isla en la que sucedían los naufragios.
-La contaré una historia, capitán. – dijo con sonrisa de hombre entrañable, al bueno de Billy siempre le gustaba contar historias. - Este es uno de los parajes más misteriosos del mundo. – mostró con su brazo la misma, cuya costa no estaba a más de un par de millas. - Por tratarse de una isla llana, cuando sube la marea, la isla se oculta bajo el mar y resurge cada cierto tiempo, en el verano. ¿No le parece increíble el poder de la naturaleza, capitán Werner? – se apoyó en la barandilla del bote. – En mis tiempos jóvenes, cuando no era más que un grumete, mi capitán, Simon Turner, me contó maravillas de esta isla. Explicándome que incluso cambiaba su posición. – rió incrédulo, entrecerrando la vista, con añoranza. - ¿Quién podría creerse esas barbaridades?
Leonor carraspeó forzadamente para detener la conversación entre ambos. Poco le apasionaban las historias o leyendas. Era pragmática. Iba a lo que iba, que no era otra cosa que descubrir quién estaba causando estragos en la isla. -Capitán, estamos en la zona en la que tienen lugar los naufragios. - miró en todas las direcciones. Hacía un día bonito y soleado. – Pero no he visto ningún barco en las proximidades. ¿Ha detectado usted algo, capitán? – le preguntó.
Pero, de repente, el soleado día empezó a cambiar y todo comenzó a nublarse. Una densa niebla comenzó a elevarse del mar. – Espere, ¿qué es esta bruma que se ha levantado? – Era tan densa, tan espesa, que se antojaba imposible ver el otro extremo delantero del barco. Los hombres de la guardia comenzaron a asustarse. Pero nada comparado con el gutural sonido de las profundidades que, poco después, se escucharía. - ¿Qué es? ¿Es esto obra del capitán Trastámara?– y enarcó la vista hacia el contramaestre.
Billy Gibbs había visto muchas cosas en el mar, pero nunca vio el tentáculo de alguna especie de cefalópodo emerger del mar para partir en dos uno de los mástiles de una excepcional nave como era la Golondrina. - ¡Por los dioses! – gritó el viejo Billy, todavía impresionado por el shock. Leonor agarraba el timón con fuerza. Habían combatido piratas, pero… ¿criaturas de aquella envergadura? Ellos nunca.
Tal vez Werner sí.
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
Capitán Werner: Has hecho bien en no llevar tu barco, mira en el lío en el que estarías metido ahora mismo. El cuervo muerto que describí en el anterior post era un mal presagio de ello, aunque veo que ni lo has avertido (me encanta introducir este tipo de “pistas”).
Tendrás que describir el combate. Yo pongo el escenario y tú tienes la completa libertad. No por nada soy el master de las escenas épicas. ¿Tendrá que ver el capitán Trastámara algo que ver? Poco a poco iremos descubriéndolo. Puedes tratar de huir a la isla confiando en que os abandone o tratar de asustar al kraken. Recuerda que la pólvora no es una posibilidad. Tendrás que tirar una runa, la cual determinará lo siguiente:
• Runa mala: La Golondrina naufragará, y durante el mismo, uno de los dos: Leonor de Mendoza o Billy Gibbs, se ahogarán, junto a la gran parte de la tripulación. Tus tres NPC’s se perderán por un tiempo (tranquilo, ellos no morirán). ¿Es este el final de la misión? Ni mucho menos. No todo está tan mal. ¡Piensa que ésta era la opción que tenía pensada para tu barco si lo hubieses traído!
• Runa media: La golondrina sufrirá daños severos durante el combate y, a duras penas, podréis llegar a la isla de Corvo Preto de una manera “especial”. Muchos hombres se caerán por la borda pero el barco llegará a la costa. Perderás a dos hombres de los tres.
• Runa buena: Tendrás éxito en tu acción y llegaréis a la isla con daños leves en los mástiles por vuestros propios medios. Uno de tus hombres se perderá por medio de una runa.
Puedes utilizar cualquiera de los personajes del Golondrina.
Una vez se hallaron dentro, la capitana perdió su vista en el sol que dominaba el horizonte. - ¡Levad anclas! – pidió a gritos, y se acercó al timón en la parte superior de la cubierta. Allí estaba su contramaestre, un hombre de avanzada edad, engalonado con medallas reales que aseguraban su amplia experiencia en el mar. Se acercó a ella.
- Billy Gibbs:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Leonor se recolocó en sombrero y, de reojo, le sonrió.
-Nos ayudarán. Conocen las tretas del Capitán Ronaldo. – respondió.
-¿Y no traen su propio barco? – cuestionó el hombre mientras el canguro Roger derramaba el ron sobre uno de los marineros de la Guardia de Lunargenta, elegantemente uniformado.
-Parece que no han querido. – desde lo alto, miró al frente y el barco comenzó a navegar. – Pero mejor, lo último que deseamos es una traición en alta mar. Aquí los tendremos controlados. - desde lo alto, el contramaestre miró al capitán pulpo.
-Señorita Leonor, ¿está usted al tanto de todos los delitos contra la guardia cometidos por el capitán Alfred Werner y el Promesa Enardecida? – el contramaestre no parecía demasiado convencido y miró al capitán desde la distancia. El hombre calamar perfectamente podría ver los cuchicheos de ambos, mas no podría escuchar a menos que
-Lo estoy, contramaestre. Mas nuestra prioridad es capturar al capitán Trastámara. – giró la cabeza hacia Gibbs y le sonrió. – Luego, veremos qué pasa con el capitán Werner. Por ahora, demuéstreles que en la Guardia somos gente muy hospitalaria. – y rió con ironía, ordenando a Gibbs que atendiera al grupo de hombres bestia y elfa con todas las necesidades que requiriesen.
Tras varias horas navegando, Isla de Corvo Preto parecía más cercana. Esta isla era, visiblemente, mucho más pequeña que Curaçao. Su tamaño real es de aproximadamente un cuarto de ésta. Y excluyendo insectos, moluscos o aves, poco más se podía encontrar en ella. Uno de los parajes más inexplorados del mundo.
Por medio de Billy Gibbs, la capitana Leonor hizo llamar a Alfred Werner al puesto de mando. Leonor era una mujer metódica que jamás soltaba el timón tal y como su padre, gran marinero, le había enseñado. Billy Gibbs, no tardaría en contarle una historia acerca de la misteriosa isla en la que sucedían los naufragios.
-La contaré una historia, capitán. – dijo con sonrisa de hombre entrañable, al bueno de Billy siempre le gustaba contar historias. - Este es uno de los parajes más misteriosos del mundo. – mostró con su brazo la misma, cuya costa no estaba a más de un par de millas. - Por tratarse de una isla llana, cuando sube la marea, la isla se oculta bajo el mar y resurge cada cierto tiempo, en el verano. ¿No le parece increíble el poder de la naturaleza, capitán Werner? – se apoyó en la barandilla del bote. – En mis tiempos jóvenes, cuando no era más que un grumete, mi capitán, Simon Turner, me contó maravillas de esta isla. Explicándome que incluso cambiaba su posición. – rió incrédulo, entrecerrando la vista, con añoranza. - ¿Quién podría creerse esas barbaridades?
Leonor carraspeó forzadamente para detener la conversación entre ambos. Poco le apasionaban las historias o leyendas. Era pragmática. Iba a lo que iba, que no era otra cosa que descubrir quién estaba causando estragos en la isla. -Capitán, estamos en la zona en la que tienen lugar los naufragios. - miró en todas las direcciones. Hacía un día bonito y soleado. – Pero no he visto ningún barco en las proximidades. ¿Ha detectado usted algo, capitán? – le preguntó.
Pero, de repente, el soleado día empezó a cambiar y todo comenzó a nublarse. Una densa niebla comenzó a elevarse del mar. – Espere, ¿qué es esta bruma que se ha levantado? – Era tan densa, tan espesa, que se antojaba imposible ver el otro extremo delantero del barco. Los hombres de la guardia comenzaron a asustarse. Pero nada comparado con el gutural sonido de las profundidades que, poco después, se escucharía. - ¿Qué es? ¿Es esto obra del capitán Trastámara?– y enarcó la vista hacia el contramaestre.
- Kraken:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Billy Gibbs había visto muchas cosas en el mar, pero nunca vio el tentáculo de alguna especie de cefalópodo emerger del mar para partir en dos uno de los mástiles de una excepcional nave como era la Golondrina. - ¡Por los dioses! – gritó el viejo Billy, todavía impresionado por el shock. Leonor agarraba el timón con fuerza. Habían combatido piratas, pero… ¿criaturas de aquella envergadura? Ellos nunca.
Tal vez Werner sí.
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
Capitán Werner: Has hecho bien en no llevar tu barco, mira en el lío en el que estarías metido ahora mismo. El cuervo muerto que describí en el anterior post era un mal presagio de ello, aunque veo que ni lo has avertido (me encanta introducir este tipo de “pistas”).
Tendrás que describir el combate. Yo pongo el escenario y tú tienes la completa libertad. No por nada soy el master de las escenas épicas. ¿Tendrá que ver el capitán Trastámara algo que ver? Poco a poco iremos descubriéndolo. Puedes tratar de huir a la isla confiando en que os abandone o tratar de asustar al kraken. Recuerda que la pólvora no es una posibilidad. Tendrás que tirar una runa, la cual determinará lo siguiente:
• Runa mala: La Golondrina naufragará, y durante el mismo, uno de los dos: Leonor de Mendoza o Billy Gibbs, se ahogarán, junto a la gran parte de la tripulación. Tus tres NPC’s se perderán por un tiempo (tranquilo, ellos no morirán). ¿Es este el final de la misión? Ni mucho menos. No todo está tan mal. ¡Piensa que ésta era la opción que tenía pensada para tu barco si lo hubieses traído!
• Runa media: La golondrina sufrirá daños severos durante el combate y, a duras penas, podréis llegar a la isla de Corvo Preto de una manera “especial”. Muchos hombres se caerán por la borda pero el barco llegará a la costa. Perderás a dos hombres de los tres.
• Runa buena: Tendrás éxito en tu acción y llegaréis a la isla con daños leves en los mástiles por vuestros propios medios. Uno de tus hombres se perderá por medio de una runa.
Puedes utilizar cualquiera de los personajes del Golondrina.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
La capitana Mendoza insistió en lo importante que era la disciplina, se dirigió únicamente al Capitán Werner, al ser el representante de su tripulación era él al primero que tenía que hablar. Alfred, por el rabillo del ojo, vigilaba con una mirada adversa a Baraun. Antes de entrar al Golondrina, había hecho gala de sus peores dotes hablando a la capitana Mendoza como si fuera una vulgar camarera de una mala taberna. Todo se resumía en una palabra: disciplina.
El siguiente al presentarse a la tripulación de El Promesa Enardecida fue el contramaestre, Billy Gibbs; un hombre que aparentaba doblar en edad a la capitana Mendoza. ¿Estaría recelo porque una niña luciera el sombrero del capitán en lugar de un viejo y experimentado hombre como él? Fue lo primero que se preguntó el Capitán Werner. Él, al igual que Leonor Mendoza, fue nombrado capitán a una edad sumamente temprana. En su caso, fue por salvarle la vida de morir envenado al que era fue su capitán por aquellos años. Durante mucho tiempo, hasta que la piel se le arrugó por el cansancio y la vejez, tuvo que tolerar miradas descaradas de los viejos marineros que no le aceptaban como capitán. Era muy probable que Mendoza sufriera los mismos problemas que Werner pasó, incluso, podían ser peores teniendo en cuenta que ella era una mujer bien dotada.
La voz de Gibbs sacó al Capitán Werner de su trance. Le llamó para que le acompañase a hablar, Alfred le contestó con un sutil movimiento afirmativo con la cabeza.
-Nyére vendrá conmigo. Fungai y Baraun, quedaos a un lado y no habléis con nadie a no ser que os hablen a vosotros primeros-.
-A sus órdenes, mi capitán- Roger Baraun habló por los tres.
Nereida caminó a un paso a distancia del Capitán, pareciese que estuviera sosteniéndole la capa para que no tropezase. Al llegar a donde estaba Gibbs, al borde de la barandilla, el contramaestre le tomó del brazo mientas que señalaba con los ojos y la mano libre la tan famosa Isla Corvo.
-¿Y qué ocurre con los animales y las plantas cuando la isla se hunde?- preguntó Nereida. –Es imposible, se morirán. La Isla Corvo debe de ser una piedra gris y sucia-.
-¡Jajajaja es graciosa tu niña!- tendió a Nereide un catalejo- Míralo por ti misma, la isla está llena de vida. Hay palmeras por todas partes y helechos que te triplican en tamaño. ¿Animales? Si te refieres a ratas, no verás a ninguna. Sin embargo, cada vez que la Isla Corvo asoma la cabeza, centenares de pájaros de todo Aerandir realizan una pequeña parada en la isla. Como dije, está llena de vida-.
-Creéis que el capitán Trastámara se esconde en algún lugar de esa isla-
-Así es- no era una pregunta, pero Gibbs lo escuchó como tal.
-¿Entre palmeras y helechos?-
-Seguramente, sepa más sobre los piratas que nosotros; no lo pongo en duda. Pero debe saber que llevamos años persiguiendo a Trastámara, sabemos bien por donde se mueve-.
-Estarás de acuerdo conmigo en que una isla que no hay más alimento del que se puede sacar de los árboles no es la mejor guarida. ¿Acaso os habéis parado a pensar en que una persona necesita comer algo más que helechos y cocos?-
Nereida, ya sea por respeto, recelo por la turbidez que había tomado la conversación o simple disciplina, plegó el catalejo y se lo devolvió a su dueño.
-Aquí tiene señor- con su sonrisa devolvió la amabilidad que por un momento Billy Gibbs estuvo a punto de perder.
-Hay algo en esa isla y en lo que le envuelve no me gusta- el Capitán se quedó apoyado en la barandilla mirando el mar que rodeaba a la Isla Corvo- incluso el agua parece más oscura-.
-Yo también lo veo, es del color de una sombra- La elfa se puso al lado del Capitán e imitó su pose. – Viene hacia nosotros-.
-Contramaestre, mande recoger las velas-
-¿Disculpe?-
-No hay tiempo- apartó a Gibbs con el brazo de la pinza y gritó la orden a todo pulmón. -¡RECOGED LAS VELAS!-
Wes Fungai y Baraun obedecieron ciegamente. Hicieron lo propio de un pirata, lo mismo que había hecho el Capitán Werner con el contramaestre, empujaron a los marineros del Golondrina y tomar el control de las cuerdas.
Tarde. Un tentáculo, el más grande que el Capitán Werner vio jamás, surgió de babor y, con la facilidad con la que un niño rompe una astilla, derribó el asta mayor. La tela de la vela cayó desplegada por toda la cubierta, justo lo que Werner intentó evitar. El combate sería más dificultoso si, además de esquivar tentáculos gigantes, tenían que andar con ojo por no tropezar con la tela.
Otro tentáculo asomó por popa, un tercero proa; ambos hacían fuerza por los extremos del barco como si lo estuvieran aplastando. Éstos eran los más peligrosos, los que había que detener a toda costa; sin embargo, la tripulación del Golondrina centraba sus ataques en defenderse de los tentáculos que venían de los laterales del barco. Le dispararon con flechas y arpones, un par de marineros lanzaron sus cuchillos para probar suerte si herían los tentáculos. La tripulación de El Promesa, los piratas, demostró ser más apta para el combate marinero de lo que lo eran los guardias del Golondrina. Wes Fungai desenvainó su delgada espada y se colocó enfrente de los tentáculos que emergían buscando la cabeza de éstos para rebanarla de un tajo. Nereida se ocupaba de los marineros que caían heridos o habían sido aplastados por el hasta mayor, llevó a todos éstos al centro de la cubierta, lejos del alcance y los tentáculos, y se preocupó por que sus heridas estuvieran limpias y sanasen lo más rápidamente posible. Baraun fue una sorpresa para todos, se dirigió a popa, a la zona del timón donde estaba la capitana Mendoza; a ella, le dio un golpe con las patas como solían hacer los canguros convencionales para alejarla del tentáculo, desenvainó su sable y buscó, entre el tejido de la criatura, las zonas donde la piel fuera más blanda.
A lo que el Capitán Werner se refería, él hizo el papel más importante: tomar el control. Los marineros del Golondrina no le conocían, pero aquello no importó para que obedecieran cualquier cosa que pedía. Después del primer error que habían tenido, no se atrevieron a desobedecer o retrasarse en ninguna orden. A los que estaban lanzando cuchillos y tenedores al mar, el Capitán les mandó que dejasen de jugar y que reparasen las fisuras del barco; a los que disparaban con el arco les dijo que fueran a la armería y subieran las pesadas ballestas y, por último, a los que se encontraban perdidos sin saber qué hacer, les ordenó coger todo el alcohol que dispusieran.
-¡La criatura se esconde bajo el casco del Golondrina, puedo notar su cabeza dando golpes, Vamos a hacer que salga!-
-Sí mi capitán- dijeron los tres miembros de El Promesa Enardecida, los otros callaron.
La criatura había conseguido flexionar el Golondrina como si fuera un barco. La madera se empezaba a quebrajarse por el centro.
-¡Nereida!-
-¡Ya voy!-
La elfa lo entendió lo que el Capitán le quiso decir, rápidamente, apartó a los heridos del centro; los separó por zonas, los puntos más resistentes cubierta. Ella fue a ponerse al lado del Capitán.
El centro se dejó para los toneles de alcohol. Whisky y Cerveza, los gustos de la guardia eran más caros que el de los piratas. Cada tonel, obedeciendo las órdenes del Capitán, estaba dispuesto de un trapo que servía como mecha. El fuego, lo puso Alfred Werner. Tomó sus cerillas y las encendió haciéndolas centellear con la pinza.
-¡Lanzad los toneles al mar!-
Dicho y hecho. Desde el fondo del agua se escucharon los golpes de las explosiones; eran escuchar al océano rugir de dolor.
La cabeza de la criatura emergió por estribor tiempo después. Su cabeza era gris y negra, minutos atrás, antes de las explosiones, hubiera sido del color del musgo. El Capitán Werner se alegró al verla. Los cuatro piratas se pusieron juntos, Baraun y Wes Fungai en los extremos. Miraban a la criatura como si se estuviera presentando ante ella. Aquí los piratas de El Promesa Enardecida, aquellos que te han dado muerte.
-¡Disparad!-
Las ballestas sonaron; decenas de arpones volaron a la vez directos a la enorme cabeza.
Offrol: La pólvora no es una posibilidad, pero debes saber que hablas con un químico ^^ Hago explotar cosas.
Dejo a decisión de los Dioses si la idea del Capitán, primero de hacer salir a la criatura y luego dispararla ha tenido éxito.
El siguiente al presentarse a la tripulación de El Promesa Enardecida fue el contramaestre, Billy Gibbs; un hombre que aparentaba doblar en edad a la capitana Mendoza. ¿Estaría recelo porque una niña luciera el sombrero del capitán en lugar de un viejo y experimentado hombre como él? Fue lo primero que se preguntó el Capitán Werner. Él, al igual que Leonor Mendoza, fue nombrado capitán a una edad sumamente temprana. En su caso, fue por salvarle la vida de morir envenado al que era fue su capitán por aquellos años. Durante mucho tiempo, hasta que la piel se le arrugó por el cansancio y la vejez, tuvo que tolerar miradas descaradas de los viejos marineros que no le aceptaban como capitán. Era muy probable que Mendoza sufriera los mismos problemas que Werner pasó, incluso, podían ser peores teniendo en cuenta que ella era una mujer bien dotada.
La voz de Gibbs sacó al Capitán Werner de su trance. Le llamó para que le acompañase a hablar, Alfred le contestó con un sutil movimiento afirmativo con la cabeza.
-Nyére vendrá conmigo. Fungai y Baraun, quedaos a un lado y no habléis con nadie a no ser que os hablen a vosotros primeros-.
-A sus órdenes, mi capitán- Roger Baraun habló por los tres.
Nereida caminó a un paso a distancia del Capitán, pareciese que estuviera sosteniéndole la capa para que no tropezase. Al llegar a donde estaba Gibbs, al borde de la barandilla, el contramaestre le tomó del brazo mientas que señalaba con los ojos y la mano libre la tan famosa Isla Corvo.
-¿Y qué ocurre con los animales y las plantas cuando la isla se hunde?- preguntó Nereida. –Es imposible, se morirán. La Isla Corvo debe de ser una piedra gris y sucia-.
-¡Jajajaja es graciosa tu niña!- tendió a Nereide un catalejo- Míralo por ti misma, la isla está llena de vida. Hay palmeras por todas partes y helechos que te triplican en tamaño. ¿Animales? Si te refieres a ratas, no verás a ninguna. Sin embargo, cada vez que la Isla Corvo asoma la cabeza, centenares de pájaros de todo Aerandir realizan una pequeña parada en la isla. Como dije, está llena de vida-.
-Creéis que el capitán Trastámara se esconde en algún lugar de esa isla-
-Así es- no era una pregunta, pero Gibbs lo escuchó como tal.
-¿Entre palmeras y helechos?-
-Seguramente, sepa más sobre los piratas que nosotros; no lo pongo en duda. Pero debe saber que llevamos años persiguiendo a Trastámara, sabemos bien por donde se mueve-.
-Estarás de acuerdo conmigo en que una isla que no hay más alimento del que se puede sacar de los árboles no es la mejor guarida. ¿Acaso os habéis parado a pensar en que una persona necesita comer algo más que helechos y cocos?-
Nereida, ya sea por respeto, recelo por la turbidez que había tomado la conversación o simple disciplina, plegó el catalejo y se lo devolvió a su dueño.
-Aquí tiene señor- con su sonrisa devolvió la amabilidad que por un momento Billy Gibbs estuvo a punto de perder.
-Hay algo en esa isla y en lo que le envuelve no me gusta- el Capitán se quedó apoyado en la barandilla mirando el mar que rodeaba a la Isla Corvo- incluso el agua parece más oscura-.
-Yo también lo veo, es del color de una sombra- La elfa se puso al lado del Capitán e imitó su pose. – Viene hacia nosotros-.
-Contramaestre, mande recoger las velas-
-¿Disculpe?-
-No hay tiempo- apartó a Gibbs con el brazo de la pinza y gritó la orden a todo pulmón. -¡RECOGED LAS VELAS!-
Wes Fungai y Baraun obedecieron ciegamente. Hicieron lo propio de un pirata, lo mismo que había hecho el Capitán Werner con el contramaestre, empujaron a los marineros del Golondrina y tomar el control de las cuerdas.
Tarde. Un tentáculo, el más grande que el Capitán Werner vio jamás, surgió de babor y, con la facilidad con la que un niño rompe una astilla, derribó el asta mayor. La tela de la vela cayó desplegada por toda la cubierta, justo lo que Werner intentó evitar. El combate sería más dificultoso si, además de esquivar tentáculos gigantes, tenían que andar con ojo por no tropezar con la tela.
Otro tentáculo asomó por popa, un tercero proa; ambos hacían fuerza por los extremos del barco como si lo estuvieran aplastando. Éstos eran los más peligrosos, los que había que detener a toda costa; sin embargo, la tripulación del Golondrina centraba sus ataques en defenderse de los tentáculos que venían de los laterales del barco. Le dispararon con flechas y arpones, un par de marineros lanzaron sus cuchillos para probar suerte si herían los tentáculos. La tripulación de El Promesa, los piratas, demostró ser más apta para el combate marinero de lo que lo eran los guardias del Golondrina. Wes Fungai desenvainó su delgada espada y se colocó enfrente de los tentáculos que emergían buscando la cabeza de éstos para rebanarla de un tajo. Nereida se ocupaba de los marineros que caían heridos o habían sido aplastados por el hasta mayor, llevó a todos éstos al centro de la cubierta, lejos del alcance y los tentáculos, y se preocupó por que sus heridas estuvieran limpias y sanasen lo más rápidamente posible. Baraun fue una sorpresa para todos, se dirigió a popa, a la zona del timón donde estaba la capitana Mendoza; a ella, le dio un golpe con las patas como solían hacer los canguros convencionales para alejarla del tentáculo, desenvainó su sable y buscó, entre el tejido de la criatura, las zonas donde la piel fuera más blanda.
A lo que el Capitán Werner se refería, él hizo el papel más importante: tomar el control. Los marineros del Golondrina no le conocían, pero aquello no importó para que obedecieran cualquier cosa que pedía. Después del primer error que habían tenido, no se atrevieron a desobedecer o retrasarse en ninguna orden. A los que estaban lanzando cuchillos y tenedores al mar, el Capitán les mandó que dejasen de jugar y que reparasen las fisuras del barco; a los que disparaban con el arco les dijo que fueran a la armería y subieran las pesadas ballestas y, por último, a los que se encontraban perdidos sin saber qué hacer, les ordenó coger todo el alcohol que dispusieran.
-¡La criatura se esconde bajo el casco del Golondrina, puedo notar su cabeza dando golpes, Vamos a hacer que salga!-
-Sí mi capitán- dijeron los tres miembros de El Promesa Enardecida, los otros callaron.
La criatura había conseguido flexionar el Golondrina como si fuera un barco. La madera se empezaba a quebrajarse por el centro.
-¡Nereida!-
-¡Ya voy!-
La elfa lo entendió lo que el Capitán le quiso decir, rápidamente, apartó a los heridos del centro; los separó por zonas, los puntos más resistentes cubierta. Ella fue a ponerse al lado del Capitán.
El centro se dejó para los toneles de alcohol. Whisky y Cerveza, los gustos de la guardia eran más caros que el de los piratas. Cada tonel, obedeciendo las órdenes del Capitán, estaba dispuesto de un trapo que servía como mecha. El fuego, lo puso Alfred Werner. Tomó sus cerillas y las encendió haciéndolas centellear con la pinza.
-¡Lanzad los toneles al mar!-
Dicho y hecho. Desde el fondo del agua se escucharon los golpes de las explosiones; eran escuchar al océano rugir de dolor.
La cabeza de la criatura emergió por estribor tiempo después. Su cabeza era gris y negra, minutos atrás, antes de las explosiones, hubiera sido del color del musgo. El Capitán Werner se alegró al verla. Los cuatro piratas se pusieron juntos, Baraun y Wes Fungai en los extremos. Miraban a la criatura como si se estuviera presentando ante ella. Aquí los piratas de El Promesa Enardecida, aquellos que te han dado muerte.
-¡Disparad!-
Las ballestas sonaron; decenas de arpones volaron a la vez directos a la enorme cabeza.
Offrol: La pólvora no es una posibilidad, pero debes saber que hablas con un químico ^^ Hago explotar cosas.
Dejo a decisión de los Dioses si la idea del Capitán, primero de hacer salir a la criatura y luego dispararla ha tenido éxito.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2235
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
En principio, a Leonor de Mendoza no le había gustado demasiado que el capitán Werner asumiera el mando del barco. Y mucho menos que su contramaestre, Billy Gibbs, respondiera tan rápido a las órdenes del capitán, sin consultarle nada. La lúcida acción del hombre calamar, primero lanzando los bidones de ron y whiskey al mar y haciéndolos explotar, y posteriormente ordenando acribillar la cabeza de la bestia una vez salió fuera, resultó ser efectiva, y la capitana no tardó en unirse al grito unánime de acribillar la cabeza de la bestia. - ¡Disparad! - Sujetándose de uno de los cordajes laterales y apuntando con su sable hacia ella.
La cabeza de la bestia se volvió a hundir en el agua con decenas de armas clavadas en la misma. Cientos de hemorragias bañaban la cabeza y tentáculos del kraken, que rápidamente destensionó sus músculos, liberó el barco haciendo éste un fuerte vaivén en la mar por la pérdida de presión y se introdujo del nuevo en el mar en un estruendoso y gutural sonido.
-¡Victoria! ¡Victoria! – gritaron los hombres de la Golondrina al unísono, celebrándolo por todo lo alto. Aunque pronto se darían cuenta de que no tendrían con qué pues habían utilizado los bidones de ron para conseguir salir ilesos. Volviendo a sumirse en la decepción.
-A veces debes perder una mosca para ganar una trucha. – comentó el sabio y refranero Billy Gibbs para reponer el ánimo de sus hombres, tan eufóricos como decepcionados. Tomó el hombre de Werner y con una sonrisa de abuelo entrañable. – Parece que la diosa de la fortuna ha estado de nuestro lado, capitán. – y sonrió cariñosamente.
-Se nota vuestra amplia experiencia en el mar. Gracias, capitán. – Leonor también se acercó para felicitar al capitán, aunque de manera más seria.
El barco no había sufrido muchos daños. Llegar a la isla era cuestión de horas. No estaba demasiado lejos.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Los tripulantes de la Golondrina por fin parecían haber llegado a tierra. Pero la isla estaba lejos de ser tranquila y pacífica como Curaçao pese a su relativa proximidad. Corvo Preto era escarpada, con precipicios altos y muy erosionados, y repleta de salientes rocosos que parecían aguijones tratando de poner fin a la marcha de la Golondrina. Para colmo de males, la isla estaba envuelta por una espesa bruma que no parecía marchar. Al menos el mar estaba muerto. Casi parecía un estanque.
-En calma de mar nunca creas, por sereno que lo veas. – comentó a Werner guardando su catalejo tras ver hacia donde se dirigía la capitana. Los salientes rocosos cada vez estaban más próximos. Aunque Mendoza guiaba el barco con prudencia y habilidad entre las intrincadas curvas de la isla, Billy Gibbs consideraba que estaba pecando de imprudencia. – Debemos avisar a la capitana. – advirtió el viejo y le instó a ir con él. – Es una mujer tozuda que a veces no me escucha, quizás con sus palabras podamos advertirla la peligrosidad de estas maniobras. – invitó.
En el timón había posado un cuervo. Aunque a la capitana no parecía importarle demasiado. ¿Recordaría el Capitán Werner aquel que en la playa yacía en los dientes del gato de la capitana? Se trataba de uno parecido, aunque no el mismo. Miró fijamente al capitán y a Billy Gibbs, pero huyó volando por los riscos en cuanto el minino de la capitana se abalanzó contra él, tratando de darle caza. El ave fue más rápido. Billy Gibbs no dio mayor importancia a este hecho y se dirigió al menester.
-Capitana, estamos muy cerca de los precipicios. Desconocemos la profundidad de calado y si la senda tiene fin. – opinó el contramaestre. – Considero que debemos anclar el barco y explorar a pie. Si seguimos por aquí estamos poniendo en peligro el buque.
-No se preocupe, contramaestre. – Restó importancia la mujer, muy seria, al comentario del hombre de la barba. - El camino se estrechará unos metros más. Poco después, encontraremos el Lunargentés Errante y al capitán Ronaldo. – Aquella seguridad descolocó a Billy, que miró a Werner a pensar qué le había llevado a deducir aquello.
-¿Cómo puede estar tan segura, capitana? – preguntó incrédulo.
-Me lo ha dicho el cuervo. – y giró la manera hacia un animal que graznaba en uno de los riscos. El animal miraba a Billy Gibbs y a Werner. - ¿Además, no ves la niebla que hay? Ir a pie es una locura. El interior de la isla está lleno de peligros.
-Pero… - el viejo Gibbs estaba literalmente alucinando con tan rotunda aseveración. El animal no dejaba de graznar una y otra vez sin un motivo propósito.
La elfa Nereida Nyére apareció en escena para tomar de la mano al capitán Werner. - ¡Mi capitán! Leonor dice la verdad. Probablemente encontremos al capitán Ronaldo cuando lleguemos a esta isla. – el cuerno graznaba en dirección a Nereida. – ¡Tengo un presentimiento que me dice que daremos con el capitán Ronaldo! Confíe en mi instinto, Capitán.– comentó convencida, a pesar de que.
El canguro Roger Baraun, que había escuchado las conversaciones, también se acercó al timón. – Pues yo creo que las dos están como una cabra. O como un cuervo. Paremos el barco que por aquí no vamos a ninguna parte. – opinó el indisciplinado canguro tratando de tomar los mandos del navío.
-¡Quieto, animal! – gritó furiosa la capitana. Dispuesta a seguir la ruta sin escuchar a nadie más.
-¡Bip, bip, Roger! ¡Para! – Nereida se echó sobre el canguro para tratar de alejarlo del timón.
¡Oh! Soy un hombre de palabra, en los comentarios anteriores dije que uno de tus hombres se “perdería” si salías ileso del combate (podría haber sido peor). Le ha tocado a Nereida, según la decisión de los dioses [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Si decides quedarte: Continuaréis todos en el barco, entre riscos y precipicios, encomendados a la pericia de la capitana Leonor.
Si te bajas en busca del cuervo: Irás con Billy Gibbs, Roger Baraun y (opcionalmente) Wes Fungái. Nereida no se bajará del barco.
La cabeza de la bestia se volvió a hundir en el agua con decenas de armas clavadas en la misma. Cientos de hemorragias bañaban la cabeza y tentáculos del kraken, que rápidamente destensionó sus músculos, liberó el barco haciendo éste un fuerte vaivén en la mar por la pérdida de presión y se introdujo del nuevo en el mar en un estruendoso y gutural sonido.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¡Victoria! ¡Victoria! – gritaron los hombres de la Golondrina al unísono, celebrándolo por todo lo alto. Aunque pronto se darían cuenta de que no tendrían con qué pues habían utilizado los bidones de ron para conseguir salir ilesos. Volviendo a sumirse en la decepción.
-A veces debes perder una mosca para ganar una trucha. – comentó el sabio y refranero Billy Gibbs para reponer el ánimo de sus hombres, tan eufóricos como decepcionados. Tomó el hombre de Werner y con una sonrisa de abuelo entrañable. – Parece que la diosa de la fortuna ha estado de nuestro lado, capitán. – y sonrió cariñosamente.
-Se nota vuestra amplia experiencia en el mar. Gracias, capitán. – Leonor también se acercó para felicitar al capitán, aunque de manera más seria.
El barco no había sufrido muchos daños. Llegar a la isla era cuestión de horas. No estaba demasiado lejos.
* * * * * * * * * * * * *
Costa de Isla de Corvo Preto. - Dos horas después
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Los tripulantes de la Golondrina por fin parecían haber llegado a tierra. Pero la isla estaba lejos de ser tranquila y pacífica como Curaçao pese a su relativa proximidad. Corvo Preto era escarpada, con precipicios altos y muy erosionados, y repleta de salientes rocosos que parecían aguijones tratando de poner fin a la marcha de la Golondrina. Para colmo de males, la isla estaba envuelta por una espesa bruma que no parecía marchar. Al menos el mar estaba muerto. Casi parecía un estanque.
-En calma de mar nunca creas, por sereno que lo veas. – comentó a Werner guardando su catalejo tras ver hacia donde se dirigía la capitana. Los salientes rocosos cada vez estaban más próximos. Aunque Mendoza guiaba el barco con prudencia y habilidad entre las intrincadas curvas de la isla, Billy Gibbs consideraba que estaba pecando de imprudencia. – Debemos avisar a la capitana. – advirtió el viejo y le instó a ir con él. – Es una mujer tozuda que a veces no me escucha, quizás con sus palabras podamos advertirla la peligrosidad de estas maniobras. – invitó.
En el timón había posado un cuervo. Aunque a la capitana no parecía importarle demasiado. ¿Recordaría el Capitán Werner aquel que en la playa yacía en los dientes del gato de la capitana? Se trataba de uno parecido, aunque no el mismo. Miró fijamente al capitán y a Billy Gibbs, pero huyó volando por los riscos en cuanto el minino de la capitana se abalanzó contra él, tratando de darle caza. El ave fue más rápido. Billy Gibbs no dio mayor importancia a este hecho y se dirigió al menester.
-Capitana, estamos muy cerca de los precipicios. Desconocemos la profundidad de calado y si la senda tiene fin. – opinó el contramaestre. – Considero que debemos anclar el barco y explorar a pie. Si seguimos por aquí estamos poniendo en peligro el buque.
-No se preocupe, contramaestre. – Restó importancia la mujer, muy seria, al comentario del hombre de la barba. - El camino se estrechará unos metros más. Poco después, encontraremos el Lunargentés Errante y al capitán Ronaldo. – Aquella seguridad descolocó a Billy, que miró a Werner a pensar qué le había llevado a deducir aquello.
-¿Cómo puede estar tan segura, capitana? – preguntó incrédulo.
-Me lo ha dicho el cuervo. – y giró la manera hacia un animal que graznaba en uno de los riscos. El animal miraba a Billy Gibbs y a Werner. - ¿Además, no ves la niebla que hay? Ir a pie es una locura. El interior de la isla está lleno de peligros.
-Pero… - el viejo Gibbs estaba literalmente alucinando con tan rotunda aseveración. El animal no dejaba de graznar una y otra vez sin un motivo propósito.
La elfa Nereida Nyére apareció en escena para tomar de la mano al capitán Werner. - ¡Mi capitán! Leonor dice la verdad. Probablemente encontremos al capitán Ronaldo cuando lleguemos a esta isla. – el cuerno graznaba en dirección a Nereida. – ¡Tengo un presentimiento que me dice que daremos con el capitán Ronaldo! Confíe en mi instinto, Capitán.– comentó convencida, a pesar de que.
El canguro Roger Baraun, que había escuchado las conversaciones, también se acercó al timón. – Pues yo creo que las dos están como una cabra. O como un cuervo. Paremos el barco que por aquí no vamos a ninguna parte. – opinó el indisciplinado canguro tratando de tomar los mandos del navío.
-¡Quieto, animal! – gritó furiosa la capitana. Dispuesta a seguir la ruta sin escuchar a nadie más.
-¡Bip, bip, Roger! ¡Para! – Nereida se echó sobre el canguro para tratar de alejarlo del timón.
* * * * * * * * * *
Capitán Werner: ¡Enhorabuena! Has llegado a Isla de Corvo Preto con el barco casi en perfecto estado tras sobrevivir a la batalla contra el Kraken. Eso es importante pues te permitirá evitar el tener que explorar la isla a pie, con toda la niebla que tiene y los peligros que (seguramente) habría. Ahora puedes atravesarla en barco para… ¿encontrar al capitán Ronaldo? ¡Quién sabe! Tal vez sea bueno hacer caso al cuervo, pero si no te gusta o quieres saber qué demonios pasa con él, siempre puedes bajar del barco e ir tras él. La Golondrina no se detendrá.¡Oh! Soy un hombre de palabra, en los comentarios anteriores dije que uno de tus hombres se “perdería” si salías ileso del combate (podría haber sido peor). Le ha tocado a Nereida, según la decisión de los dioses [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Si decides quedarte: Continuaréis todos en el barco, entre riscos y precipicios, encomendados a la pericia de la capitana Leonor.
Si te bajas en busca del cuervo: Irás con Billy Gibbs, Roger Baraun y (opcionalmente) Wes Fungái. Nereida no se bajará del barco.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Por mucho que se acercase como un amigo y charlase como tal, seguía sin confiar en Gibbs. Como contramaestre, su obligación debería ser cuidar que su capitana tuviera todo lo que necesitase tener; no la de hablar sobre el clima de la isla Corvo de Preto a un desconocido. Era obvio que el lugar encerraba múltiples peligros, acababan de combatir contra una horrible bestia de tentáculos gigantes. Hasta un niño podía deducir que alguien, quizás el famoso capitán Ronaldo, no quería que estuviesen rondado la isla. No era bien recibidos, ni por los monstruos ni por el clima. El señor Gibbs no tenía razón para vanagloriarse ante el Capitán Werner de sus no-descubrimientos. Entonces, ¿por qué lo hacía? Mientras el humano hablaba, Alfred se rascaba la barba pensando en qué hacía Billy Gibbs hablando con él. ¿Por qué se pegaba a su espalda como si fuera una garrapata? Llegó a la conclusión de que solo podía ser por dos motivos: porque estaba cansado de trabajar con la capitana Mendoza y buscaba otro Capitán más acorde a su estatus o porque le estaba espiando. La segunda opción era la que más posibilidades de ser la correcta. No tenía pruebas para sospechar de él, solamente su viejo instinto de marinero. Gibbs tenía un extraño comportamiento.
El Capitán presenció la pequeña disputa entre Gibbs y Mendoza tan callado como Wes Fungai. ¿Desembarcar e ir caminando entre la selva o continuar navegando por medio de los precipicios? Ambos tenían sus buenos argumentos. La niebla era fruto de la magia de Ronaldo, la podría estar usando para ocultar un nuevo peligro o esconderse a sí mismo. Desembarcar en la isla de Corvo Preto no parecía ser una mejor opción. Lo poca información que tenían sobre ella venía de las leyendas y las palabras en el idioma gutural de los hombres salvajes; no tenían manera de saber qué les esperaba en su interior. ¿Y si la isla decidiera volver a sumergirse en mitad de la expedición? Por el Capitán Werner no había problema, su parte marina le permitía respirar bajo el agua; el resto de la tripulación, donde se incluía Nereida, Baraun y Fungai, morirían a ahogados. El mismo trágico final sucedería si las rocas del precipicio tomasen vida y se estampasen contra el Golondrina.
Terminada la discusión, el Capitán Werner se reunió a solas con su tripulación. Roger Baraun había conseguido de algún lugar que el Capitán no se imaginaba una jarra de cerámica y la rellenó de vino de cocina. Bebía con una sonrisa triunfal como si estuviese celebrando la pequeña victoria que habían logrado. Nereida Nyére, muy distinta, estaba con las manos unidas sobre el vientre; sabía que no tenía motivos para celebrar nada hasta que no pisase la madera del Promesa. Entre las rasgaduras de su camisa se podía ver tramos de tela púrpura del corsé que había robado. Para el último, Wes Fungai, la mejor manera de describirlo era decir que estaba como siempre: rígido y helado como un poste de metal en Dundarak.
-Seguid el tono de mi voz. Hablad como si nuestras palabras fueran irrelevantes. Baraun ríete. Nyére sonríe. ¿Entendido?-
- No quieres que nadie nos escuche- dijo Baraun tapándose los labios con la jarra de cerámica - muy inteligente, Capi-.
-Fungai saldrás del círculo en unos minutos, darás varias vueltas por cubierta y luego te nos volverás a unir. Nyére te contará lo que hemos hablado en tu ausencia-.
El hombre erizo obedeció sin poner ninguna objeción; Nereida y Roger no hubieran hecho lo mismo.
-Si no estamos juntos, no tendrán manera de saber quién sabe qué. A partir de este momento, no podemos estar los cuatro juntos en un mismo lugar. Usaremos a Edgar como mensajero-.
-Cuervo. Mensajero. Wes- el cuervo parecía saber que hablaban de él.
-Pero a Wes le has dicho que hablaré yo con él-.
-Sé bien lo que te he dicho. Estoy siendo muy cuidadoso con mis palabras. Quizás demasiado cuidadoso – negó levemente con la cabeza- tengo motivos para pensar que alguien de este barco está siendo manipulado por el Capitán Ronaldo-.
-Eso explicaría por qué la Mendoza habla con los cuervos- soltó una carcajada. Roger era único en no crear sospechas.
-Voy a hacerme con el control del Golondrina. Los marineros ya han sido capitaneados por mí. Solo nos queda tomar el timón. Dejaremos que la capitana Mendoza nos conduzca por el risco. Nyére ve al extremo contrario que Fungai y trata a los heridos, con naturalidad, ahora.- la última frase la dijo sin cambiar el tono de voz, como si formase parte de la misma conversación. Cuando Nereida hubo marchado retomó el tema- cuando Mendoza pierda el control, cosa que pasará, tomaré el Golondrina e iremos a por Ronaldo a mí manera-.
-En calma del capitán pirata nunca creas, por sereno que lo veas- dijo imitando la voz de Gibbs.
-Bip bip, Baraun-
-Tú también no, Capitán- contestó en enormes risotadas - suficiente tengo con soportar que una pequeña elfita me mande callar-.
-Bip. Baraun. Bip- el cuervo también se quiso unir.
Los tres, Edgar Allan Poe incluido, rieron juntos. El abordaje ya había empezado. La garrapata de mar que era Gibbs y la chiflada de la capitana Mendoza no tenían motivos para sospechar que los piratas harían lo que mejor sabían hacer: abordar un navío de la Guardia.
El Capitán presenció la pequeña disputa entre Gibbs y Mendoza tan callado como Wes Fungai. ¿Desembarcar e ir caminando entre la selva o continuar navegando por medio de los precipicios? Ambos tenían sus buenos argumentos. La niebla era fruto de la magia de Ronaldo, la podría estar usando para ocultar un nuevo peligro o esconderse a sí mismo. Desembarcar en la isla de Corvo Preto no parecía ser una mejor opción. Lo poca información que tenían sobre ella venía de las leyendas y las palabras en el idioma gutural de los hombres salvajes; no tenían manera de saber qué les esperaba en su interior. ¿Y si la isla decidiera volver a sumergirse en mitad de la expedición? Por el Capitán Werner no había problema, su parte marina le permitía respirar bajo el agua; el resto de la tripulación, donde se incluía Nereida, Baraun y Fungai, morirían a ahogados. El mismo trágico final sucedería si las rocas del precipicio tomasen vida y se estampasen contra el Golondrina.
Terminada la discusión, el Capitán Werner se reunió a solas con su tripulación. Roger Baraun había conseguido de algún lugar que el Capitán no se imaginaba una jarra de cerámica y la rellenó de vino de cocina. Bebía con una sonrisa triunfal como si estuviese celebrando la pequeña victoria que habían logrado. Nereida Nyére, muy distinta, estaba con las manos unidas sobre el vientre; sabía que no tenía motivos para celebrar nada hasta que no pisase la madera del Promesa. Entre las rasgaduras de su camisa se podía ver tramos de tela púrpura del corsé que había robado. Para el último, Wes Fungai, la mejor manera de describirlo era decir que estaba como siempre: rígido y helado como un poste de metal en Dundarak.
-Seguid el tono de mi voz. Hablad como si nuestras palabras fueran irrelevantes. Baraun ríete. Nyére sonríe. ¿Entendido?-
- No quieres que nadie nos escuche- dijo Baraun tapándose los labios con la jarra de cerámica - muy inteligente, Capi-.
-Fungai saldrás del círculo en unos minutos, darás varias vueltas por cubierta y luego te nos volverás a unir. Nyére te contará lo que hemos hablado en tu ausencia-.
El hombre erizo obedeció sin poner ninguna objeción; Nereida y Roger no hubieran hecho lo mismo.
-Si no estamos juntos, no tendrán manera de saber quién sabe qué. A partir de este momento, no podemos estar los cuatro juntos en un mismo lugar. Usaremos a Edgar como mensajero-.
-Cuervo. Mensajero. Wes- el cuervo parecía saber que hablaban de él.
-Pero a Wes le has dicho que hablaré yo con él-.
-Sé bien lo que te he dicho. Estoy siendo muy cuidadoso con mis palabras. Quizás demasiado cuidadoso – negó levemente con la cabeza- tengo motivos para pensar que alguien de este barco está siendo manipulado por el Capitán Ronaldo-.
-Eso explicaría por qué la Mendoza habla con los cuervos- soltó una carcajada. Roger era único en no crear sospechas.
-Voy a hacerme con el control del Golondrina. Los marineros ya han sido capitaneados por mí. Solo nos queda tomar el timón. Dejaremos que la capitana Mendoza nos conduzca por el risco. Nyére ve al extremo contrario que Fungai y trata a los heridos, con naturalidad, ahora.- la última frase la dijo sin cambiar el tono de voz, como si formase parte de la misma conversación. Cuando Nereida hubo marchado retomó el tema- cuando Mendoza pierda el control, cosa que pasará, tomaré el Golondrina e iremos a por Ronaldo a mí manera-.
-En calma del capitán pirata nunca creas, por sereno que lo veas- dijo imitando la voz de Gibbs.
-Bip bip, Baraun-
-Tú también no, Capitán- contestó en enormes risotadas - suficiente tengo con soportar que una pequeña elfita me mande callar-.
-Bip. Baraun. Bip- el cuervo también se quiso unir.
Los tres, Edgar Allan Poe incluido, rieron juntos. El abordaje ya había empezado. La garrapata de mar que era Gibbs y la chiflada de la capitana Mendoza no tenían motivos para sospechar que los piratas harían lo que mejor sabían hacer: abordar un navío de la Guardia.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Billy Gibbs se había quedado embobado mirando al cuervo que graznaba. Apoyado en la rama de uno de los árboles tropicales de la isla. Pero bajar del barco y explorar a pie no entraba en los planes ni del capitán ni del contramaestre. Hecho acertado pues a la capitana Mendoza sin duda no le haría gracia que le abandonasen estando, como según ella estaban, tan cerca de dar por fin caza al capitán Trastámara. Pero no lo hicieron por miedo a las represalias. Billy Gibbs ni siquiera se planteaba desobedecer a la capitana. Y Werner tenía una ambición mayor: Quería hacerse con el control de la Golondrina.
La capitana quizás no gozase del carisma o la determinación de Werner. Era indecisa en la decisión, e insegura en la determinación. Algo que no gustaba nada a sus marineros. Quizás lo único que la salvaba era su pericia y habilidad al timón del barco. Medía perfectamente las distancias sin hacer un mínimo rasguño por entre los riscos y manejaba con habilidad el mismo. Y por ello consiguieron atravesar aquellos estrechos peñones.
-¡Qué manejo de la capitana! ¿Verdad? Buen marinero debe saber, capitán, que a piloto diestro, no hay siniestro. – espetó Billy Gibbs con amabilidad uno de esos refranes suyos que tanto desagradaban al capitán Werner, con su sonrisa de abuelo, y ese aliento, a ron añejo.
Poco a poco, los precipicios que rodeaban la Golondrina iban abriéndose. Y pronto comenzaron a ver, de lejos, el mástil de una bandera pirata, que sobresalía por encima de la última roca. A Leonor comenzó a latirle fuerte el corazón y comenzó a mostrarse visiblemente nerviosa. Pero en ningún momento dudó. Siguió avanzando a su destino.
Un barco permanecía anclado en una cala interior. Estaba destartalado prácticamente, y con las velas raídas. - ¡El Lunargentés! – celebró la capitana Mendoza que identificó al barco que en tantos dibujos había visto pintado. Por fin se encontraba con él. Era decepcionante, y para nada tan temible como temía. Era más pequeño que la Golondrina, la madera que lo constituía era negra, aparentemente quemada. Y aún así, seguía en pie. Había muchos piratas en la playa sentados, parecían estar haciendo algún tipo de expedición por la isla.
–Por fin te encuentro, maldito bastardo. – musitó la capitana señalando el barco, varado en la cala. - ¡Contramaestre, izad la bandera de la Guardia de Lunargenta! – ordenó alzando su alfanje. - ¡Hombres, a las armas! ¡Tenemos un pirata que encarcelar! ¡Ataquen al mástil mayor! – pidió la capitana a sus hombres.
-¡Eso! ¡A velas partidas, sálveles Dios y Santa María! – confirmó Gibbs, de nuevo junto al capitán, cediéndole el catalejo para que mirara a los presentes piratas de la isla. – Vamos, capitán. Navío parado, no gana flete. – relató el anciano.
Estaba a punto de desatarse una batalla naval entre dos titanes del mar.
En la cálida y de momento tranquila arena de la playa, el capitán Ronaldo de Trastámara permanecía incrédulo estirando el catalejo y contemplando la bandera del barco que se aproximaba. – ¡La guardia de Lunargenta! ¡Es imposible! ¿Cómo han dado con nosotros aquí? – preguntó incrédulo a un hombre que lo acompañaba.
El hombre era un nativo, de raza negra, inspiraba miedo y terror sólo con la mirada. El capitán Werner o su grupo podrían verlos de ahí. Le sacaba más de media cabeza al capitán Ronaldo y llevaba un sombrero también. Destacaba por la cruz que llevaba en la frente. No parecía excesivamente hablador, como el primer nativo. Pero, en cualquier caso, este nativo asumiría un papel de mero espectador en el combate, si es que se llegaba a dar.
-Ella los ha traído. Trata de detener asalto a isla. Que sólo un barco viva. Ha intentado destruir barco de Guardia. Si no pudo, destruirá ahora uno. – contestó en alusión a una mujer. – Ella ganará. Siempre gana. – El nativo alzó la vista, perdiendo la vista en un cuervo negro que graznaba y sobrevolaba el sol, dando vueltas alrededor del combate.
En cualquier caso, el capitán Ronaldo no se dejaría intimidar y no hizo mucho caso a éste comentario. Nunca había perdido un combate en mar. Él y su tripulación eran tensáis de agua, y podían hacer cosas francamente increíbles: Como ocultar el barco, generar olas imposibles, o crear remolinos. Sus hombres ya estaban en el barco, listos para la batalla.
-¡Sumergid el barco! – ordenó Ronaldo mientras subía por la pasarela, liberando su espada y corriendo. Les habían pillado de improviso, pero aún confiaban en suplir esta desventaja
El nativo permaneció en la arena, inmóvil como una estatua.
Capitán Werner: ¿Vas descubriendo por dónde va el misterio de la Isla? Has tenido múltiples oportunidades para averiguarlo, y sigo dejando pistas. Aunque aún te falta un poco para encontrarte con el misterioso nativo de la playa y resolver tus dudas. Ahora os habéis encontrado tal y como asegurabael cuervo la capitana Mendoza, con el Lunargentés Errante y el Capitán Trastámara. ¡Por fin! Lo que viene ahora es un combate en una amplia bahía.
Tendrás que tirar una runa. Soy un máster legal, y tal y como plantee la misión, llegado a este punto por la senda inicial (Capitana Mendoza), decisiones y suerte que has tenido (Golondrina intacta), cuentas con el “factor sorpresa”. Por lo que para ganar el combate únicamente necesitarás una suerte media o buena. Eso siempre que sigas fiel a la capitana Mendoza y te enfrentes a los piratas. Pero tienes otra opción, ¿no querías tomar el control de la Golondrina? La capitana Mendoza también está distraída, puede ser un buen momento. Ella se defenderá, pero la runa media servirá para asumir el control de la Golondrina.
Pista de máster simpático: En este turno, el Lunargentés Errante os atacará, independientemente de tu decisión. Si distraes a la capitana Mendoza, no podrá defenderse.
Una mala runa te condenará en cualquiera de tus intenciones. Tú y el bando con el que te “alíes”, perderá.
Sabes que soy el máster de la épica, así que espero un combate a la altura. Tienes toda la tecnología punta y esplendor del Reino de Lunargenta, contra la magia de agua de los Piratas, que puede ser tan amplia como se te ocurra. Puedes utilizar a cualquier personaje y barco.
La capitana quizás no gozase del carisma o la determinación de Werner. Era indecisa en la decisión, e insegura en la determinación. Algo que no gustaba nada a sus marineros. Quizás lo único que la salvaba era su pericia y habilidad al timón del barco. Medía perfectamente las distancias sin hacer un mínimo rasguño por entre los riscos y manejaba con habilidad el mismo. Y por ello consiguieron atravesar aquellos estrechos peñones.
-¡Qué manejo de la capitana! ¿Verdad? Buen marinero debe saber, capitán, que a piloto diestro, no hay siniestro. – espetó Billy Gibbs con amabilidad uno de esos refranes suyos que tanto desagradaban al capitán Werner, con su sonrisa de abuelo, y ese aliento, a ron añejo.
Poco a poco, los precipicios que rodeaban la Golondrina iban abriéndose. Y pronto comenzaron a ver, de lejos, el mástil de una bandera pirata, que sobresalía por encima de la última roca. A Leonor comenzó a latirle fuerte el corazón y comenzó a mostrarse visiblemente nerviosa. Pero en ningún momento dudó. Siguió avanzando a su destino.
Un barco permanecía anclado en una cala interior. Estaba destartalado prácticamente, y con las velas raídas. - ¡El Lunargentés! – celebró la capitana Mendoza que identificó al barco que en tantos dibujos había visto pintado. Por fin se encontraba con él. Era decepcionante, y para nada tan temible como temía. Era más pequeño que la Golondrina, la madera que lo constituía era negra, aparentemente quemada. Y aún así, seguía en pie. Había muchos piratas en la playa sentados, parecían estar haciendo algún tipo de expedición por la isla.
–Por fin te encuentro, maldito bastardo. – musitó la capitana señalando el barco, varado en la cala. - ¡Contramaestre, izad la bandera de la Guardia de Lunargenta! – ordenó alzando su alfanje. - ¡Hombres, a las armas! ¡Tenemos un pirata que encarcelar! ¡Ataquen al mástil mayor! – pidió la capitana a sus hombres.
-¡Eso! ¡A velas partidas, sálveles Dios y Santa María! – confirmó Gibbs, de nuevo junto al capitán, cediéndole el catalejo para que mirara a los presentes piratas de la isla. – Vamos, capitán. Navío parado, no gana flete. – relató el anciano.
Estaba a punto de desatarse una batalla naval entre dos titanes del mar.
* * * * * * * * * * * * *
- Se acerca la Golondrina entre los precipicios...:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- ... y aguarda el Lunargentés Errante:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
En la cálida y de momento tranquila arena de la playa, el capitán Ronaldo de Trastámara permanecía incrédulo estirando el catalejo y contemplando la bandera del barco que se aproximaba. – ¡La guardia de Lunargenta! ¡Es imposible! ¿Cómo han dado con nosotros aquí? – preguntó incrédulo a un hombre que lo acompañaba.
El hombre era un nativo, de raza negra, inspiraba miedo y terror sólo con la mirada. El capitán Werner o su grupo podrían verlos de ahí. Le sacaba más de media cabeza al capitán Ronaldo y llevaba un sombrero también. Destacaba por la cruz que llevaba en la frente. No parecía excesivamente hablador, como el primer nativo. Pero, en cualquier caso, este nativo asumiría un papel de mero espectador en el combate, si es que se llegaba a dar.
- Capitán Ronaldo:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Nativo misterioso:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Ella los ha traído. Trata de detener asalto a isla. Que sólo un barco viva. Ha intentado destruir barco de Guardia. Si no pudo, destruirá ahora uno. – contestó en alusión a una mujer. – Ella ganará. Siempre gana. – El nativo alzó la vista, perdiendo la vista en un cuervo negro que graznaba y sobrevolaba el sol, dando vueltas alrededor del combate.
En cualquier caso, el capitán Ronaldo no se dejaría intimidar y no hizo mucho caso a éste comentario. Nunca había perdido un combate en mar. Él y su tripulación eran tensáis de agua, y podían hacer cosas francamente increíbles: Como ocultar el barco, generar olas imposibles, o crear remolinos. Sus hombres ya estaban en el barco, listos para la batalla.
-¡Sumergid el barco! – ordenó Ronaldo mientras subía por la pasarela, liberando su espada y corriendo. Les habían pillado de improviso, pero aún confiaban en suplir esta desventaja
El nativo permaneció en la arena, inmóvil como una estatua.
* * * * * * * * * * * * *
Capitán Werner: ¿Vas descubriendo por dónde va el misterio de la Isla? Has tenido múltiples oportunidades para averiguarlo, y sigo dejando pistas. Aunque aún te falta un poco para encontrarte con el misterioso nativo de la playa y resolver tus dudas. Ahora os habéis encontrado tal y como aseguraba
Tendrás que tirar una runa. Soy un máster legal, y tal y como plantee la misión, llegado a este punto por la senda inicial (Capitana Mendoza), decisiones y suerte que has tenido (Golondrina intacta), cuentas con el “factor sorpresa”. Por lo que para ganar el combate únicamente necesitarás una suerte media o buena. Eso siempre que sigas fiel a la capitana Mendoza y te enfrentes a los piratas. Pero tienes otra opción, ¿no querías tomar el control de la Golondrina? La capitana Mendoza también está distraída, puede ser un buen momento. Ella se defenderá, pero la runa media servirá para asumir el control de la Golondrina.
Pista de máster simpático: En este turno, el Lunargentés Errante os atacará, independientemente de tu decisión. Si distraes a la capitana Mendoza, no podrá defenderse.
Una mala runa te condenará en cualquiera de tus intenciones. Tú y el bando con el que te “alíes”, perderá.
Sabes que soy el máster de la épica, así que espero un combate a la altura. Tienes toda la tecnología punta y esplendor del Reino de Lunargenta, contra la magia de agua de los Piratas, que puede ser tan amplia como se te ocurra. Puedes utilizar a cualquier personaje y barco.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Gibbs no se equivocaba. Hasta el momento, la capitana Leonor Mendoza había demostrado tener un gran dominio de El Golondrina. Era necesario hacer especial énfasis en las palabras “hasta el momento”. Si bien había conseguido esquivar los riscos del estrecho, nada aseguraba que iba a ser igual en el combate contra el capitán Trastámara. El Lunargentés era ligeramente más grande que El Golondrina y, seguramente, también estaría mejor armado. Fue un buen movimiento por parte del capitán Trastámara mandar primero a su mascota, el monstruo de tentáculos, a vaciar los arcones de proyectiles de El Golondrina. Mendoza no había pensado en lo peligroso que era entablar combate contra un navío más grande que el suyo cuando la mitad de sus proyectiles se han perdido en el mar y la otra mitad están partidos por la mitad.
Hablar con la capitana Mendoza sería una pérdida de tiempo. El Capitán Werner había tratado con otros guardias con el mismo título que ella; conocía a la perfección la testarudez de los suyos. Para salvar El Golondrina y su tripulación tenía que hacerse con el control de ésta. En definitiva, tenía que hacer lo que mejor se le daba: ser un pirata.
Werner subió las escaleras que le llevaban al puesto del timón. Gibbs, que se encontraba detrás de la capitana Mendoza como un perro faldero, le recibió estrechándole la pinza con las dos manos.
-Ahora verá el verdadero poder de El Golondrina. Ha de saber que la capitana Mendoza no ha perdido nunca un combate-.
-Ni lo perderé- sonrió Leonor sin soltar el timón- Señor Gibbs, mande izar la mayor-.
-A sus órdenes mi capitana- camino hasta la barandilla que asomaba a cubierta- ¡IZAD…!-
Antes que fuera a hablar, el Capitán Werner dejó descansar la pinza sobre el hombro derecho de Gibbs a la vez que apretaba la punta de su sable a la cintura en son de amenaza.
-¡Replegad las velas!-, corrigió el Capitán.
Cada miembro de la tripulación del Promesa Enardecida había cumplido su parte del plan. Ninguno, ni siquiera el cuervo, sabía qué era lo que estaba haciendo el otro. El Capitán Werner era el único que conocía los secretos de cada jugada; sonreía al ver que estaba siendo un éxito.
Roger Baraun estaba sacando las cajas de comida a cubierta. Abría las latas de conserva escampaba por cubierta como si estuviera fregando con ellas. El cocinero estaba realmente furioso, sus gritos eran mayores que los de Gibbs y los marineros hacían más caso a sus órdenes. El trabajo de Baraun era el más sencillo, distraer a los guardias, tenerlos entretenidos para que, cuando Mendoza diera la señal de navegar hacia El Lunargentés, no hubiera nadie para obedecerla.
Nereida Nyêre había cambiado la bandera de El Golondrina por una bandera pirata improvisada con el corsé que robó. La elfa estaba en el nido del vigía junto con Edgar Allan Poe. En un papel escribía qué era lo que veía, vigilaba el Lunargentés y El Golondrina al mismo tiempo. Una vez había recogido suficiente información, enredaba la nota en la pata del cuervo y éste se la pasaba al Capitán Werner.
Wes Fungai, como una sombra, se había puesto detrás de la capitana Mendoza, en la misma posición que antes tomaba Gibbs. Había atado con una gruesa cuerda las manos y pies de la capitana. Ella no se resistió, quizás porque creyó que si se llegaba a mover, el Capitán Werner mataría a Gibbs.
-Tripulación de El Golondrina, oídme todos: vuestra capitana ha sufrido un incidente por beber demasiada agua de mar. En su ausencia, tomaré su lugar como capitán del Golondrina-.
Gibbs fue a decir algo. El Capitán Werner le golpeó con la pinza en la cara antes de que fuera a decir palabra.
Desde el nido del vigía, Nyêre hizo una señal al Capitán con el reflejo de un trozo de cristal. Werner dio un empujón a Gibbs lanzándolo por la barandilla. Por las escaleras, un puñado de marineros subieron para vengar a su capitana. El Capitán Werner y Wes Fungai les hicieron frente con la espada. Les derrotaron muy fácilmente. En cuanto caían al suelo, se rendían, no volvían a levantarse. Pobres infelices, el Capitán Werner casi sentía pena por ellos. Un cambio de bandera era suficiente para cambiarles de bando.
Una vez se hizo la victoria, hizo falta que dos marineros de El Golondrina cayesen al mar (el Capitán los subió después de la batalla), toda la tripulación quedó bajo el control del Capitán Werner.
-Cuando terminemos con esto me lo agradecerás, te estoy salvando la vida- dijo el Capitán Werner al oído de Leonor Mendoza- Ahora escúchame bien: te vamos a atar en lo alto del mástil. A Gibbs le ataremos en el mascarón, será nuestra sirena de madera. Trastámara creerá que te hemos derrotado, que no eres una amenaza para él. Lo mejor, es que no se equivoca. Eso nos permitirá acercarnos al Lunargentés sin peligro. Una vez estemos a su mera, cuando me haya ganado su confianza…- golpeó la pinza con su puño de tentáculos.
Leonor Mendoza escupió en la cara del Capitán Werner. Aunque estuviera callada, con sus ojos gritaba todas las maldiciones que conocía. Quien no estaba callado era Gibbs. Él no conocía la estrategia, y era mejor que siguiera sin conocer nada. Roger Baraun, en compañía de dos marineros, estaban atando a Gibbs en el mascarón. A Baraun le hizo gracia la comparación que Werner hizo de Gibbs con una sirena de madera. Disfrazó al antiguo contramaestre de sirena: le desnudo, le puso un par de trapos amarillos como peluca y le puso un sostén de cocos que él mismo había confeccionado.
-Colgadla del mástil-ordenó Werner a Wes Fungai y unos pocos marineros que seguían al erizo.
Lo más peligroso, ahora, era que la tripulación de El Golondrina se amotinase, toda al mismo tiempo en contra del Capitán Werner. Ese miedo lo había solucionado con la comida. La que Baraun había dejado intacta, la hizo llevar al camarote principal. Cerró las puertas con llave y entregó la llave al cuervo. Si se amotinasen, si algún insensato conseguiría matar al Capitán Werner, Edgar Allan Poe se marcharía volando a la Isla Curaçao; sin la llave del camarote, todos estarían condenados a morir de hambre.
-¡A media vela!- el Capitán Werner tomó el timón de El Golondrina- Ya es hora que conozcamos al capitán Trastámara-.
Offrol: Mi intención es engañar a Trastámara para coger su confianza y luego acabar con él.
Hablar con la capitana Mendoza sería una pérdida de tiempo. El Capitán Werner había tratado con otros guardias con el mismo título que ella; conocía a la perfección la testarudez de los suyos. Para salvar El Golondrina y su tripulación tenía que hacerse con el control de ésta. En definitiva, tenía que hacer lo que mejor se le daba: ser un pirata.
Werner subió las escaleras que le llevaban al puesto del timón. Gibbs, que se encontraba detrás de la capitana Mendoza como un perro faldero, le recibió estrechándole la pinza con las dos manos.
-Ahora verá el verdadero poder de El Golondrina. Ha de saber que la capitana Mendoza no ha perdido nunca un combate-.
-Ni lo perderé- sonrió Leonor sin soltar el timón- Señor Gibbs, mande izar la mayor-.
-A sus órdenes mi capitana- camino hasta la barandilla que asomaba a cubierta- ¡IZAD…!-
Antes que fuera a hablar, el Capitán Werner dejó descansar la pinza sobre el hombro derecho de Gibbs a la vez que apretaba la punta de su sable a la cintura en son de amenaza.
-¡Replegad las velas!-, corrigió el Capitán.
Cada miembro de la tripulación del Promesa Enardecida había cumplido su parte del plan. Ninguno, ni siquiera el cuervo, sabía qué era lo que estaba haciendo el otro. El Capitán Werner era el único que conocía los secretos de cada jugada; sonreía al ver que estaba siendo un éxito.
Roger Baraun estaba sacando las cajas de comida a cubierta. Abría las latas de conserva escampaba por cubierta como si estuviera fregando con ellas. El cocinero estaba realmente furioso, sus gritos eran mayores que los de Gibbs y los marineros hacían más caso a sus órdenes. El trabajo de Baraun era el más sencillo, distraer a los guardias, tenerlos entretenidos para que, cuando Mendoza diera la señal de navegar hacia El Lunargentés, no hubiera nadie para obedecerla.
Nereida Nyêre había cambiado la bandera de El Golondrina por una bandera pirata improvisada con el corsé que robó. La elfa estaba en el nido del vigía junto con Edgar Allan Poe. En un papel escribía qué era lo que veía, vigilaba el Lunargentés y El Golondrina al mismo tiempo. Una vez había recogido suficiente información, enredaba la nota en la pata del cuervo y éste se la pasaba al Capitán Werner.
Wes Fungai, como una sombra, se había puesto detrás de la capitana Mendoza, en la misma posición que antes tomaba Gibbs. Había atado con una gruesa cuerda las manos y pies de la capitana. Ella no se resistió, quizás porque creyó que si se llegaba a mover, el Capitán Werner mataría a Gibbs.
-Tripulación de El Golondrina, oídme todos: vuestra capitana ha sufrido un incidente por beber demasiada agua de mar. En su ausencia, tomaré su lugar como capitán del Golondrina-.
Gibbs fue a decir algo. El Capitán Werner le golpeó con la pinza en la cara antes de que fuera a decir palabra.
Desde el nido del vigía, Nyêre hizo una señal al Capitán con el reflejo de un trozo de cristal. Werner dio un empujón a Gibbs lanzándolo por la barandilla. Por las escaleras, un puñado de marineros subieron para vengar a su capitana. El Capitán Werner y Wes Fungai les hicieron frente con la espada. Les derrotaron muy fácilmente. En cuanto caían al suelo, se rendían, no volvían a levantarse. Pobres infelices, el Capitán Werner casi sentía pena por ellos. Un cambio de bandera era suficiente para cambiarles de bando.
Una vez se hizo la victoria, hizo falta que dos marineros de El Golondrina cayesen al mar (el Capitán los subió después de la batalla), toda la tripulación quedó bajo el control del Capitán Werner.
-Cuando terminemos con esto me lo agradecerás, te estoy salvando la vida- dijo el Capitán Werner al oído de Leonor Mendoza- Ahora escúchame bien: te vamos a atar en lo alto del mástil. A Gibbs le ataremos en el mascarón, será nuestra sirena de madera. Trastámara creerá que te hemos derrotado, que no eres una amenaza para él. Lo mejor, es que no se equivoca. Eso nos permitirá acercarnos al Lunargentés sin peligro. Una vez estemos a su mera, cuando me haya ganado su confianza…- golpeó la pinza con su puño de tentáculos.
Leonor Mendoza escupió en la cara del Capitán Werner. Aunque estuviera callada, con sus ojos gritaba todas las maldiciones que conocía. Quien no estaba callado era Gibbs. Él no conocía la estrategia, y era mejor que siguiera sin conocer nada. Roger Baraun, en compañía de dos marineros, estaban atando a Gibbs en el mascarón. A Baraun le hizo gracia la comparación que Werner hizo de Gibbs con una sirena de madera. Disfrazó al antiguo contramaestre de sirena: le desnudo, le puso un par de trapos amarillos como peluca y le puso un sostén de cocos que él mismo había confeccionado.
-Colgadla del mástil-ordenó Werner a Wes Fungai y unos pocos marineros que seguían al erizo.
Lo más peligroso, ahora, era que la tripulación de El Golondrina se amotinase, toda al mismo tiempo en contra del Capitán Werner. Ese miedo lo había solucionado con la comida. La que Baraun había dejado intacta, la hizo llevar al camarote principal. Cerró las puertas con llave y entregó la llave al cuervo. Si se amotinasen, si algún insensato conseguiría matar al Capitán Werner, Edgar Allan Poe se marcharía volando a la Isla Curaçao; sin la llave del camarote, todos estarían condenados a morir de hambre.
-¡A media vela!- el Capitán Werner tomó el timón de El Golondrina- Ya es hora que conozcamos al capitán Trastámara-.
Offrol: Mi intención es engañar a Trastámara para coger su confianza y luego acabar con él.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Se me olvidó la runa wee!!!!!
Ce Mamut
Ce Mamut
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2235
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
La capitana Leonor había perdido el control del barco. El bueno de Billy Gibbs acabó haciendo de sirena sobre el bauprés y la capitana amordazada en cubierta. Todo parecía estar de su lado, parecía que Werner iba a tomar el control del barco.
Pero la fortuna no estuvo a su lado. La Golondrina no estaba tripulada por piratas cualquiera, era un barco de la Guardia Real de Lunargenta. Sus hombres eran padres honrados que luchaban por traer los honorarios a casa: A sus mujeres e hijos. No bandidos marrulleros movidos por la codicia, la lujuria o la gula de ron por las noches. Abuchearon al capitán Werner en su discurso de proclamación de nuevo capitán y alzaron sus espadas contra él.
Ahora, todo por los marinos se simplificaba en olvidar el Lunargentés y a reducir el motín del capitán Werner y sus tres fieles, para devolver el timón a la capitana Mendoza. No tardarían en acorralar al capitán, a Wes Fungai y a Roger Baraun contra uno de los lugares del barco. Nereida, desde el nido de vigía, tampoco tardaría en recibir visita. Otro fiel guardia, desató a la capitana Mendoza, que fue la primera en tomar su sable contra el capitán. En cuanto a Billy Gibbs, por más que gritaba nadie parecía acordarse de que el pobre seguía haciendo de sireno.
-Nunca debí haber confiado en un pirata. – clamó la corsaria, decepcionada, cuando recuperó el control. – Retenedlos. Por ahora os libráis, ya que tengo otro pirata que capturar. – comentó esbozando una sonrisa y dándose la vuelta. - ¿Dónde está el Lunargentés? – se apoyó sobre la barandilla. Ante una bahía pacífica teñida de rojo por el crepúsculo de un sol que comenzaba a coultarse tras el horizonte.
-Ha… Ha desaparecido, capitana. – comentó un marinero.
¿Desaparecido? Esto descolocó a Mendoza. ¿Dónde diablos se había…?
No tardaría en saber la respuesta...
Billy Gibbs fue espectador de lujo para ver de primera mano la espectacular emersión de El Lunargentés desde lo más profundo de la bahía. En un periquito, el barco de los piratas estaba al lado de la Golondrina, todavía sumida en medio del caos y el motín. No habían tenido tiempo a atacar o a preparar una defensa.
-¡Piratas! ¡Sacad los cañones y abrid agua! – ordenó el capitán Ronaldo, intercambiando miradas con Leonor, que lo miraba con odio.
Ronaldo no lo había dicho mal. Efectivamente, el Lunargentés abriría agua contra la Golondrina. Y es que el navío se había sumergido para recargar sus cañones de agua. De ellos, impulsados por la magia de los tensái de agua, de los cañones comenzarían a salir chorros de agua a alta presión que reventarían la madera de la Golondrina al impactar. Dejando el barco severamente herido.
Mendoza, como había demostrado a la largo de la aventura, era una joven habilidosa, pero bastante indecisa. Fue el veterano capitán Ronaldo quien, sable en mano, abordó el barco de la guardia junto con el resto de piratas. Para enfrentarse a ella en un duelo. Mendoza desenvainó su sable reflejando miedo en su rostro.
-¿Tenéis miedo, milady? – preguntó Ronaldo. – Un capitán debe mostrar determinación. Decisión. Valor. Aunque sepa que todo está perdido.
-¡No mientras yo tenga algo que decir! – protestó Mendoza, ahora con odio. Y lanzó un golpe transversal a Ronaldo que este detuvo con su sable y un gran juego de pies. Ella luchaba con la espada a dos manos. Ronaldo, sólo una. Ambos comenzaron un intenso duelo en el timonel.
Con la Golondrina sumida en un abordaje, el capitán Werner y sus hombres ya no tenían a la guardia encima, ahora ocupada de hacer frente a los piratas que saltaban al barco. Ellos podían ser el factor que decantara la balanza a favor de alguno de los dos bandos.
Consecuencia: Tu mala fortuna impide que el resto de marineros de la Golondrina se posicionen a tu favor. La Golondrina no tiene tiempo para defenderse y el barco es abordado.
Capitán Werner: En medio de una Golondrina sumida en un abordaje, tú y tus hombres tenéis varios frentes abiertos:
➩ El duelo entre la Capitana Mendoza y el Capitán Trastámara en los timones. Tu ayuda a uno u otro decantará la balanza a su favor.
➩ La Golondrina está sufriendo grandes destrozos en el casco por los chorros de agua a presión: Puedes ayudar a evitar que sufra más daños buscando una manera imaginativa de detener los chorros de agua. O bien ayudar al Lunargentés a destrozarla aún más de alguna manera.
Te conozco. Antes de que lo pienses: No. No puedes atacar el Lunargentés y hacerte con su control. Hay demasiados hombres allí. Era posible, pero tu oportunidad de hacerlo ya pasó.
Son dos frentes y cuatro opciones. Uno para decidir quién gobierna el barco, otro para determinar si se hunde la Golondrina. En el frente que decidas salvar, podrás decantarlo a favor o en contra simplemente con tus acciones. El otro, lo decantaremos por medio de una runa que tendrás que tirar.
Recuerda cuidar tus decisiones. A estas alturas de la misión serán vitales.
Pero la fortuna no estuvo a su lado. La Golondrina no estaba tripulada por piratas cualquiera, era un barco de la Guardia Real de Lunargenta. Sus hombres eran padres honrados que luchaban por traer los honorarios a casa: A sus mujeres e hijos. No bandidos marrulleros movidos por la codicia, la lujuria o la gula de ron por las noches. Abuchearon al capitán Werner en su discurso de proclamación de nuevo capitán y alzaron sus espadas contra él.
Ahora, todo por los marinos se simplificaba en olvidar el Lunargentés y a reducir el motín del capitán Werner y sus tres fieles, para devolver el timón a la capitana Mendoza. No tardarían en acorralar al capitán, a Wes Fungai y a Roger Baraun contra uno de los lugares del barco. Nereida, desde el nido de vigía, tampoco tardaría en recibir visita. Otro fiel guardia, desató a la capitana Mendoza, que fue la primera en tomar su sable contra el capitán. En cuanto a Billy Gibbs, por más que gritaba nadie parecía acordarse de que el pobre seguía haciendo de sireno.
-Nunca debí haber confiado en un pirata. – clamó la corsaria, decepcionada, cuando recuperó el control. – Retenedlos. Por ahora os libráis, ya que tengo otro pirata que capturar. – comentó esbozando una sonrisa y dándose la vuelta. - ¿Dónde está el Lunargentés? – se apoyó sobre la barandilla. Ante una bahía pacífica teñida de rojo por el crepúsculo de un sol que comenzaba a coultarse tras el horizonte.
-Ha… Ha desaparecido, capitana. – comentó un marinero.
¿Desaparecido? Esto descolocó a Mendoza. ¿Dónde diablos se había…?
No tardaría en saber la respuesta...
Billy Gibbs fue espectador de lujo para ver de primera mano la espectacular emersión de El Lunargentés desde lo más profundo de la bahía. En un periquito, el barco de los piratas estaba al lado de la Golondrina, todavía sumida en medio del caos y el motín. No habían tenido tiempo a atacar o a preparar una defensa.
-¡Piratas! ¡Sacad los cañones y abrid agua! – ordenó el capitán Ronaldo, intercambiando miradas con Leonor, que lo miraba con odio.
Ronaldo no lo había dicho mal. Efectivamente, el Lunargentés abriría agua contra la Golondrina. Y es que el navío se había sumergido para recargar sus cañones de agua. De ellos, impulsados por la magia de los tensái de agua, de los cañones comenzarían a salir chorros de agua a alta presión que reventarían la madera de la Golondrina al impactar. Dejando el barco severamente herido.
Mendoza, como había demostrado a la largo de la aventura, era una joven habilidosa, pero bastante indecisa. Fue el veterano capitán Ronaldo quien, sable en mano, abordó el barco de la guardia junto con el resto de piratas. Para enfrentarse a ella en un duelo. Mendoza desenvainó su sable reflejando miedo en su rostro.
-¿Tenéis miedo, milady? – preguntó Ronaldo. – Un capitán debe mostrar determinación. Decisión. Valor. Aunque sepa que todo está perdido.
-¡No mientras yo tenga algo que decir! – protestó Mendoza, ahora con odio. Y lanzó un golpe transversal a Ronaldo que este detuvo con su sable y un gran juego de pies. Ella luchaba con la espada a dos manos. Ronaldo, sólo una. Ambos comenzaron un intenso duelo en el timonel.
Con la Golondrina sumida en un abordaje, el capitán Werner y sus hombres ya no tenían a la guardia encima, ahora ocupada de hacer frente a los piratas que saltaban al barco. Ellos podían ser el factor que decantara la balanza a favor de alguno de los dos bandos.
* * * * * * * * * * * * * * *
Consecuencia: Tu mala fortuna impide que el resto de marineros de la Golondrina se posicionen a tu favor. La Golondrina no tiene tiempo para defenderse y el barco es abordado.
Capitán Werner: En medio de una Golondrina sumida en un abordaje, tú y tus hombres tenéis varios frentes abiertos:
➩ El duelo entre la Capitana Mendoza y el Capitán Trastámara en los timones. Tu ayuda a uno u otro decantará la balanza a su favor.
➩ La Golondrina está sufriendo grandes destrozos en el casco por los chorros de agua a presión: Puedes ayudar a evitar que sufra más daños buscando una manera imaginativa de detener los chorros de agua. O bien ayudar al Lunargentés a destrozarla aún más de alguna manera.
Te conozco. Antes de que lo pienses: No. No puedes atacar el Lunargentés y hacerte con su control. Hay demasiados hombres allí. Era posible, pero tu oportunidad de hacerlo ya pasó.
Son dos frentes y cuatro opciones. Uno para decidir quién gobierna el barco, otro para determinar si se hunde la Golondrina. En el frente que decidas salvar, podrás decantarlo a favor o en contra simplemente con tus acciones. El otro, lo decantaremos por medio de una runa que tendrás que tirar.
Recuerda cuidar tus decisiones. A estas alturas de la misión serán vitales.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El Capitán Werner, Roger Baraun y Wes Fungai se encontraban a una esquina de cubierta, rodeado de espadas de diferentes dueños: por la derecha, los fieles a Mendoza y, a la izquierda, la tripulación de Ronaldo Trastámara. Roger Baraun dio un paso hacia delante dispuesto a tomar partido en la batalla. El Capitán Werner lo detuvo cogiéndole del hombro. Wes Fungai, con la espalda pegada a la del Capitán, miraba a todas direcciones como si en cualquier momento tuviera que saltar a pelear. Alfred era el único de los tres que no había desenvainado la espada; no había necesidad para hacerlo. Tenía más fe en su plan que los humanos en sus Dioses.
-Esperad a que os lo diga- prueba de que el Capitán estaba nervioso es que el acento que producía los tentáculos de la barba fue mucho más notable. “Espedag a que og lo diga”.
Aquello no tenía que haber sucedido. En plan era sencillo: hacer pensar al capitán Trastámara que Leonor había caído, que un pirata se había adueñado del bardo. Una vez se lo hubiera creído, ambos capitanes se habrían sentado a parlamentar. Podría conocer, de buena mano, sus intenciones. Comprender al enemigo es el primer paso para poder vencerle. Si hubieran obedecido a Leonor Mendoza, hubiera sido el fin de El Golondrina. Solamente había que ver los cañones de agua para darse cuenta de ello. El Lunargentés escondía mil y un ases bajo la manga. El monstruo anterior fue el primero y los cañones de agua el segundo; quedaban otros novecientos noventa y ocho ases por descubrir. Si Mendoza hubiera controlado sus ansias por ganar, el Capitán Werner los hubiera descubierto todos, antes de que Trastámara los mostrase. Ahora ya era tarde para ella. Debía de haber obedecido, quedarse quietecita (quiegtegita) sin armar ningún alboroto. Sin embargo, todavía quedaba una oportunidad para el Golondrina.
El cuervo Poe volaba en círculos a dos metros por encima de la cabeza de los hombres del Promesa Enardecida. El Capitán tenía un ojo fijo en el cuervo y el otro en la batalla entre Mendoza y Trastámara. Wes Fungai se encargaba de vigilar las espadas de los guardias y los piratas y Baraun de anunciar lo que era obvio para los tres:
-Deberían haber provisto a El Golondrina de más botes salvavidas. ¡Esa ha dolido!- a cada cañonazo de agua soltaba una frase ingeniosa - Espero que los humanos sean lentos nadando. Así, cuando nos hundamos, podré llegar primero a la isla-.
-Bip, bip. Baraun- sonó como: “Big, big. Baraun”.
Dos piratas, o quizás dos guardias, trepaban el hasta mayor. Nereida Nyére, desde el nido, les tiraba arenilla y pelusa de sus bolsillos a los ojos. El Capitán sintió una inmensa ternura por la chiquilla. Si bien el polvo de la ropa no era suficiente para detener a los piratas, lo fue para hacer una señal al cuervo Poe. El pájaro abandonó el vuelo en círculos y fue hacia los hombres que trepaban por el asta. Les molestó, les picó la cabeza y les insultó con las palabrotas que aprendió del Capitán hasta que estos cayeron. Para que el cuervo no sintiera daño, Nereida lo protegía con un pequeño escudo de luz.
-¡Pum! Preparados para el zambullido-.
Cuatro hombres (imposible reconocer el bando de cada uno) se acercaron al grupo. Wes Fungai se hizo cargo del primero cortándole la cabeza. Baraun saltó, apoyándose con las manos, sobre el pecho del segundo. El Capitán detuvo la espada del tercero con la pinza y la redirigió a la frente del cuarto; luego, lanzó al tercero al mar.
-Ese ha sido el más listo, ha saltado al mar antes que nos hundamos. Será el primero en llegar a la playa-.
-Baraun. Silencio- se sabía cuándo Wes Fungai perdía la paciencia porque empezaba a hablar.
El cuervo Poe volvió a su posición, dando vueltas sobre la cabeza de los tres hombres. Una aureola blanca le envolvía, era lo que el Capitán Werner esperaba.
-Baraun, despliega las cuerdas de abordaje. Fungai, rompe las puertas del camarote de Mendoza y lanzarás al mar. Poe, aprovecha el escudo de Nyére para recibir los impactos del Lunargentés-.
-Recordad que al hundirnos, debemos quedar bajo de aquel cocotero-.
El Capitán sonrió por el comentario de Baraun, fue el único que le hizo gracia.
-El único de nosotros que va a zambullirse- sonó: zumbugtirge- seré yo. Ahora, obedeced-.
La parte del Capitán Werner era la más difícil de los tres. Tenía que arrastrar al mar a Trastámara y Mendonza. Las puertas que ordenó a Fungai lanzar al agua, les servirían como tablas. El Capitán no necesitaba tabla alguna, su parte marina le proporcionaba la habilidad de flotar. Además, en el agua, el calamar era mucho más fuerte y ágil. Esto no lo hacía por él, sino por los trucos de Trastámara; principalmente, por el monstruo. Sería una desgracia para el capitán del Lunargentés que su criatura se equivocase de tabla y le comiese por error. Por no hablar de las olas que causaban aquellos grandes tentáculos, en un abrir y cerrar de ojos, las tablas de hundirían. Como diría Baraun: “Hay quedarse prisa y llegar primero a la playa”.
Alfred se metió de fondo en la batalla. Esta vez, sí desenvainó su sable. Así fue más rápido abrirse camino. Pronto, los hombres le consideraron una amenaza. Ya fueran piratas y guardias, tomar batalla contra él. Los ataques del Capitán fueron diestros, precisos y poco elegantes. Al llegar frente a Mendoza y Trastámara, la gabardina y la pinza del Capitán chorreaban sangre.
-Tengo por costumbre no combatir contra personas que no conozco. Hoy, haré una excepción-.
Las cuerdas de abordaje se desplegaron, parecían lianas en un bosque. Los hombres de Mendoza y los de Trastámara serían los árboles. El Capitán Werner se cogió de una de las lianas y se impulsó contra Trastámara. Baraun le siguió e hizo lo mismo en contra de Mendoza. Ambos cayeron al mar; en seguida encontraron las puertas que lanzó Fungai.
-¡Al agua patos y calamares!-
El Capitán Werner saltó al mar. Con la pinza, se sujetó de la tabla de Mendoza para no ir a la deriva. Con la mano izquierda, daba espadazos a los pies de Trastámara. Como había predicho, el agua incrementaba las habilidades del Capitán. Allí era más rápido y diestro. Muy bueno tenía que ser Trastámara como para poder esquivar los espadazos del Capitán. Con buena suerte, le cortaría un pie. Entonces sí que hablaría, descubriría todos sus ases.
Offrol: Uso mi habilidad de nivel 2 que me incrementa mucho los atributos si estoy en el agua
-Esperad a que os lo diga- prueba de que el Capitán estaba nervioso es que el acento que producía los tentáculos de la barba fue mucho más notable. “Espedag a que og lo diga”.
Aquello no tenía que haber sucedido. En plan era sencillo: hacer pensar al capitán Trastámara que Leonor había caído, que un pirata se había adueñado del bardo. Una vez se lo hubiera creído, ambos capitanes se habrían sentado a parlamentar. Podría conocer, de buena mano, sus intenciones. Comprender al enemigo es el primer paso para poder vencerle. Si hubieran obedecido a Leonor Mendoza, hubiera sido el fin de El Golondrina. Solamente había que ver los cañones de agua para darse cuenta de ello. El Lunargentés escondía mil y un ases bajo la manga. El monstruo anterior fue el primero y los cañones de agua el segundo; quedaban otros novecientos noventa y ocho ases por descubrir. Si Mendoza hubiera controlado sus ansias por ganar, el Capitán Werner los hubiera descubierto todos, antes de que Trastámara los mostrase. Ahora ya era tarde para ella. Debía de haber obedecido, quedarse quietecita (quiegtegita) sin armar ningún alboroto. Sin embargo, todavía quedaba una oportunidad para el Golondrina.
El cuervo Poe volaba en círculos a dos metros por encima de la cabeza de los hombres del Promesa Enardecida. El Capitán tenía un ojo fijo en el cuervo y el otro en la batalla entre Mendoza y Trastámara. Wes Fungai se encargaba de vigilar las espadas de los guardias y los piratas y Baraun de anunciar lo que era obvio para los tres:
-Deberían haber provisto a El Golondrina de más botes salvavidas. ¡Esa ha dolido!- a cada cañonazo de agua soltaba una frase ingeniosa - Espero que los humanos sean lentos nadando. Así, cuando nos hundamos, podré llegar primero a la isla-.
-Bip, bip. Baraun- sonó como: “Big, big. Baraun”.
Dos piratas, o quizás dos guardias, trepaban el hasta mayor. Nereida Nyére, desde el nido, les tiraba arenilla y pelusa de sus bolsillos a los ojos. El Capitán sintió una inmensa ternura por la chiquilla. Si bien el polvo de la ropa no era suficiente para detener a los piratas, lo fue para hacer una señal al cuervo Poe. El pájaro abandonó el vuelo en círculos y fue hacia los hombres que trepaban por el asta. Les molestó, les picó la cabeza y les insultó con las palabrotas que aprendió del Capitán hasta que estos cayeron. Para que el cuervo no sintiera daño, Nereida lo protegía con un pequeño escudo de luz.
-¡Pum! Preparados para el zambullido-.
Cuatro hombres (imposible reconocer el bando de cada uno) se acercaron al grupo. Wes Fungai se hizo cargo del primero cortándole la cabeza. Baraun saltó, apoyándose con las manos, sobre el pecho del segundo. El Capitán detuvo la espada del tercero con la pinza y la redirigió a la frente del cuarto; luego, lanzó al tercero al mar.
-Ese ha sido el más listo, ha saltado al mar antes que nos hundamos. Será el primero en llegar a la playa-.
-Baraun. Silencio- se sabía cuándo Wes Fungai perdía la paciencia porque empezaba a hablar.
El cuervo Poe volvió a su posición, dando vueltas sobre la cabeza de los tres hombres. Una aureola blanca le envolvía, era lo que el Capitán Werner esperaba.
-Baraun, despliega las cuerdas de abordaje. Fungai, rompe las puertas del camarote de Mendoza y lanzarás al mar. Poe, aprovecha el escudo de Nyére para recibir los impactos del Lunargentés-.
-Recordad que al hundirnos, debemos quedar bajo de aquel cocotero-.
El Capitán sonrió por el comentario de Baraun, fue el único que le hizo gracia.
-El único de nosotros que va a zambullirse- sonó: zumbugtirge- seré yo. Ahora, obedeced-.
La parte del Capitán Werner era la más difícil de los tres. Tenía que arrastrar al mar a Trastámara y Mendonza. Las puertas que ordenó a Fungai lanzar al agua, les servirían como tablas. El Capitán no necesitaba tabla alguna, su parte marina le proporcionaba la habilidad de flotar. Además, en el agua, el calamar era mucho más fuerte y ágil. Esto no lo hacía por él, sino por los trucos de Trastámara; principalmente, por el monstruo. Sería una desgracia para el capitán del Lunargentés que su criatura se equivocase de tabla y le comiese por error. Por no hablar de las olas que causaban aquellos grandes tentáculos, en un abrir y cerrar de ojos, las tablas de hundirían. Como diría Baraun: “Hay quedarse prisa y llegar primero a la playa”.
Alfred se metió de fondo en la batalla. Esta vez, sí desenvainó su sable. Así fue más rápido abrirse camino. Pronto, los hombres le consideraron una amenaza. Ya fueran piratas y guardias, tomar batalla contra él. Los ataques del Capitán fueron diestros, precisos y poco elegantes. Al llegar frente a Mendoza y Trastámara, la gabardina y la pinza del Capitán chorreaban sangre.
-Tengo por costumbre no combatir contra personas que no conozco. Hoy, haré una excepción-.
Las cuerdas de abordaje se desplegaron, parecían lianas en un bosque. Los hombres de Mendoza y los de Trastámara serían los árboles. El Capitán Werner se cogió de una de las lianas y se impulsó contra Trastámara. Baraun le siguió e hizo lo mismo en contra de Mendoza. Ambos cayeron al mar; en seguida encontraron las puertas que lanzó Fungai.
-¡Al agua patos y calamares!-
El Capitán Werner saltó al mar. Con la pinza, se sujetó de la tabla de Mendoza para no ir a la deriva. Con la mano izquierda, daba espadazos a los pies de Trastámara. Como había predicho, el agua incrementaba las habilidades del Capitán. Allí era más rápido y diestro. Muy bueno tenía que ser Trastámara como para poder esquivar los espadazos del Capitán. Con buena suerte, le cortaría un pie. Entonces sí que hablaría, descubriría todos sus ases.
Offrol: Uso mi habilidad de nivel 2 que me incrementa mucho los atributos si estoy en el agua
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2235
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
La capitan Mendoza no se rendiría. Ella era una hábil espadachina y, por mucho que el capitán Trastámara tuviese más experiencia. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer para derrotarlo. Había estudiado mucho sus combates y se había preparado para aquel duelo mucho tiempo, de la mano de Billy Gibbs. Pero Ronaldo también sabía qué tenía que hacer. Y con su ágil movimiento de pies parecía estar jugando con la capitana, que sableaba a la ofensiva, más con corazón que con habilidad.
La aparición de Roger Baraun y del Capitán Werner en el timón, por el contrario, provocó un traspiés en la cubierta. El canguro arrastró a la capitana, y el capitán hizo lo propio con Trastámara. Mendoza, en un ataque de rabia por ver interrumpido su combate, desde el agua, se revolvió hasta conseguir clavar su sable en el abdomen del canguro, luego nadó hasta la orilla con gran esfuerzo. El Capitán Werner, más ducho en el agua, sí que mantuvo un intenso duelo en el que consiguió herir a Ronaldo. Aunque éste era un tensái de agua y supo generar pequeños remolinos para separarse de su rival. Se envolvió en un remolino que lo elevó hasta el Lunargentés, dejando a su rastro una mancha de sangre que el capitán Werner le había ocasionado con la pinza.
¿Y la Golondrina? Después del maquiavélico plan del Capitán y de los cañonazos de agua del Lunargentés, el barco de la Guardia no tardaría en acabar en lo más profundo de la bahía. Y con ello, la moral de los hombres de Mendoza a derrumbarse, y los de Ronaldo, a saborear el dulce placer de la victoria. Los pocos supervivientes de la guardia, nadaron hasta la playa. Otros se hundieron tras ser acribillados por los piratas del capitán Ronaldo.
Mendoza, ya en la arena, totalmente empapada y acariciada por los últimos rayos de sol del día, y con Roger Baraun herido de gravedad a su lado. Vio como se iban a pique su navío y con él todas las esperanzas de detener a Ronaldo. Desde el barco, éste mantuvo una intensa mirada, llena de tensión. La proa del barco estaba hundiéndose, con Billy Gibbs, sireno del mástil frontal, suplicando ser rescatado.
-Gibbs… - susurró Leonor ensimismada como una estatua, viendo como el viejo Billy Gibbs se hundía con su barco.
-¡Capitanes! Habéis perdido vuestro barco y vuestra tripulación. – le gritó el furioso Trastámara, con una mano en el abdomen por el daño del Capitán Werner y sujetándose de un cabo con la otra. – Hay un tesoro escondido en la arena de esa playa y voy a bombardearla antes de que ésta maldita isla se hunda, porque lo hará.
Daba igual lo que dijera, Leonor no le escuchaba. Estaba en shock, con la boca abierta. Mirando lentamente a su alrededor. En la playa algunos de sus hombres, unos mejores que otros. Varios cadáveres flotando sobre el mar, Roger Baraun herido a su lado y, al otro, el Capitán Alfred Werner y sus acompañantes, que también habían llegado a la arena.
-Gibbs… - la joven miró a Werner y a sus grumetes, alzando su alfanje contra él, en posición de guardia. – Habéis matado a Gibbs… - espetó aún en shock, antes de decir la palabra que dejaría a todo el mundo boquiabierto. - … Gracias. – se sinceró paralizada. Nadie sabía por qué se había alegrado de la muerte del contramaestre.
El nativo de tez negra que estaba en la playa se alejó del grupo y de la arena. Riéndose y, mostrando su dentadura, que alternaba huecos vacíos y dientes de oro postizos en pésimo estado. Poco después de que éste desapareciera, un fuerte temblor sacudió la isla. Y un gutural sonido de una enorme bestia submarina, muy lejano, comenzó a sonar durante unos instantes.
-¡La isla! ¡Se va a hundir al último rayo de sol! – clamó Ronaldo. - ¡Apartaos maldita de la arena, maldita sea! Voy a conseguir ese tesoro como sea. – ordenó el capitán.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
"Al caer el último rayo de sol. La isla de hundirá".
Leonor, ajena a todo tipo de comentarios, clavó su alfanje en señal de paz en la arena. Y estiró su mano para acariciar la del Capitán Werner. – Werner, debo confesaros algo. Si muero hoy, alguien debe saberlo. – le revelaría entonces, su gran misterio: El misterio que ahora, pasaría a ser uno más de los muchos secretos de Isla de Corvo Preto.
---
Cuando aún era una adolescente, una mera aprendiz del ya por aquel entonces contramaestre de la Golondrina, Billy Gibbs. Él se acercó al camarote de su aprendiz, la pequeña Leonor, de dieciséis años, en solitario, como hacía siempre. "Nunca se lo prohibí. Pero aquel día, venía pasado de alcohol. Diciendo refranes, como siempre. No dudé. Alcé mi espada contra él.".
-¿Alzas tu espada contra mí, Leonor? Ningún malagradecido, siente el favor recibido. – preguntó Billy Gibbs cuando la vio a ella alzar su alfanje. - ¿Quieres que todo el mundo nos oiga gritar? ¿Qué todos descubran nuestro secreto? – Billy Gibbs hizo como que no pasaba nada.
"Billy Gibbs sabía que no tendría valor ni determinación para hacer lo que debería haber hecho aquel mismo momento."
-¡No! Esto es denigrante. – clamó sin soltar la espada, cada vez más amenazante. – Si me vuelves a poner la mano encima, te denunciaré a la guardia.
-¡Oh! Puedes hacerlo. – rió atusándose la barba, acariciando la suave tez de Leonor. – Pero pronto conseguirás tu licencia de corso, pequeña. Estás pasando todas las pruebas. Y no querrás que deje de invertir en ti y en tus padres enfermos que, como sabes, no tienen dinero. – Leonor lloró. Billy Gibbs acarició la mejilla de la adolescente y se acercó. – Recuerda: El gran pescador, no es aquel que se contenta con ver el mar y ver que los peces están ahí, sino el que captura el pez más grande. – refranes, como de costumbre. - Sabes que yo te daré todo el oro que necesitas para poder salvarlos si capturamos a Trastámara. Estamos juntos en esto, ¿verdad? - comenzó acercándose, cada vez más.
---
La historia que la capitana contó concluyó ahí. de lágrimas que caían en su rostro. - Soy libre. - Lo era. Por primera vez en su vida, era una mujer libre.
Sin embargo, el Capitán Trastámara, por su distancia, no había escuchado la historia, y se había hartado de esperar. - ¡Bombardead la playa! – ordenó el pirata.
En lo más alto de una de las palmeras. Un cuervo. Nuevamente un cuervo, contemplaba la escena.
* * * * * * * * * * *
Werner: Entramos en el clímax final de la aventura. Sin saberlo, has matado a Billy Gibbs. Su muerte ha servido para que Leonor quede en shock y te confiese su trágica historia. Venías toda la misión sospechando del bueno de Billy. Tenías razón. No era un tipo de fiar.
¿Qué injusto hubiese sido que por otras circunstancias hubiera muerto ella y no Gibbs, y hubieses descubierto la historia al revés, verdad? Felicito tu intuición.
Sin embargo, que ella esté ajena no significa que el tiempo no pase. La isla comienza a moverse. Pronto se hundirá. Y hay un tesoro bajo la arena de la playa que Trastámara y sus piratas de agua, con quien te has ganado la enemistad (no podrás buscar el diálogo por tus acciones contra el mismo), está dispuesto a sacar a cañonazos.
En este turno tendrás que desenvolverte en el bombardeo de la playa. Roger Baraun, que no puede ir por su propio pie, y Leonor de Mendoza, en shock, no se irán por su propio pie si no los ayudas. Aún así, no te servirá de mucho quedarte en una isla que pronto se hundirá, quizás sea buena idea seguir al nativo, que a algún sitio irá (¿bueno o malo?). Ese cuervo que reposa en una palmera, has visto que es el mismo que os lleva siguiendo toda la misión, tal vez pueda ser alguien a quien te convenga pedirle algo (¡a un burdo animal! ¡Já!), pero para ello te expondrás a los bombardeos de Trastámara. ¿Tal vez motivar a la capitana Mendoza?
Tienes muchas posibilidades y la isla, por tiempo, comenzará a hundirse en el próximo turno. Así que no te pediré que tires runa esta vez, elige sabiamente y tal vez aciertes… O falles. Y las consecuencias pueden ser nefastas. Al menos, Leonor sabe que Gibbs ha muerto.
Evaluación final de la batalla de barcos (en función de decisiones y suerte):
Barcos:
La Golondrina ha terminado en el fondo de la bahía.
El Lunargentés está intacto.
Tripulaciones:
La tripulación del Golondrina tiene heridas graves.
La tripulación del Lunargentés tiene heridas leves.
La tripulación de Werner: Roger Baraun está muy herido. Nereida Nyére tiene heridas leves. Wes Fungai tiene heridas leves.
Personajes importantes:
El capitán Werner tiene heridas leves, permanece en la playa.
La capitana Leonor de Mendoza no tiene heridas (por atacarla con el canguro y runa media), permanece en la playa.
El capitán Ronaldo de Trastámara tiene heridas leves, está en el Lunargentés.
Billy Gibbs ha muerto., su alma descansará en el infierno.
El nativo permanece ileso, está en el interior de la selva.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
A la historia de Leonor Mendoza le acompañó un coro de gritos de auxilio y la melodía de los bombarderos de El Lunargentés. El Capitán se cruzó de brazos e hizo lo posible para prestar a Mendoza toda la atención que le fuera posible. Era un relato de abusos y maltratos que confirmaba la regla del Capitán Werner: “los hombres aparentemente honorables esconden una faceta repugnante”. Una vez Leonor terminó de hablar, el Capitán se permitió el lujo de escupir una mezcla de tinta negra y sangre, la sombra de un vomito que hacía fuerza por salir.
-¿Se encuentra bien?- Leonor llamó a Nyére con la mano. La elfa no le contestó, estaba ocupada atendiendo a Roger.
El Capitán tenía la espalda arqueada, la mano izquierda palpaba en el lugar de su barriga donde creía que se encontraba el bazo y con la pinza se sujetaba al hombro de la chica para no caerse de rodillas.
-Si me hubieras escuchado estaría mucho mejor- negó con la cabeza. Sin darse cuenta, estaba utilizando un tono de voz amenazante; un error para quien acababa de confesar su secreto más profundo. Suspiró con sonoridad. Lo siguiente, lo dijo con un tono de voz más lento, casi paternal- Mi intención era hablar con el capitán Trastámara, cara a cara. Fingir que “El Golondrina” había sufrido un motín y que, ahora, yo era su capitán. De esta forma, me hubiera acercado a Trastámara sin peligro- con la pinza, acarició un mechón del cabello de Leonor. Estaba sucio de sangre y arena. – nadie hubiera sufrido ningún daño. Como ves, no tienes nada que agradecerme. Mi plan fracasó – sonrió sin ganas- Gibbs es despreciable y, aunque quise fregar la cubierta con su cráneo nada más ver como se galardonaba de su honra, murió porque me equivoqué. Graba a fuego este momento, nunca antes un pirata se había disculpado ante una capitana de la guardia- los dos sonrieron.
Tardó unos minutos para reincorporarse por completo; un tiempo valioso que jamás volvería. Una vez pudo volver a mantenerse en pie sin necesidad de ningún sostén, hizo un examen visual de los daños sufridos. El Golondrina había sido tocado y hundido. La tripulación no había sufrido un mejor destino. En la playa, bajo el cocotero que señaló Baraun, había cinco hombres del Golondrina. Uno con una herida en la cabeza en la que se le veía parte de su masa gris, a otro le faltaba un brazo, el tercero tenía una pierna rígida como un poste de hierra, seguramente estuviera rota. Los dos restantes no parecían tener ninguna herida sobresaliente, aun así, no tenían ningún aspecto. Un punto en común en los cinco hombres era la forma en la que miraban al Capitán Werner. Ellos también se habían equivocado. Debieron haber obedecido las órdenes que le fueron asignadas.
La tripulación de El Promesa estaba a tres pies de separación de los hombres de El Golondrina. Roger Baraun, en el suelo, chillaba por atención médica, además de señalar lo que era obvio para todos: Trastámara amenazaba la isla desde el Lunargentés. Wes Fungai caminaba haciendo círculos. En los momentos difíciles, si no tenía órdenes que obedecer, el hombre erizo dejaba escapar un ligero aire de nerviosismo. Nereida Nyére era la más sensata del lugar. Trataba las heridas de Roger Baraun tan bien como era capaz. Estaba desnuda de cintura para arriba; sus prendas las había hecho servir como vendaje para los heridos. Un dato triste, el Capitán sabía lo mucho que a la joven elfa le había gustado el corsé morado. Si conseguían volver al puerto, el Capitán le compraría un corsé del mismo color. Era una promesa.
Los protagonistas del escenario eran los cuervos. Edgar había traído a uno de sus amigos, quizás fueron los mismo que les llevaban acompañando desde que subió a El Golondrina. El Capitán miró al pájaro desconocido con curiosidad. Se preguntó quién era el observado y quién el observador.
-Akunnittarfimmi sialuk- se descubrió susurrando.
Un tesoro en una isla, un pirata que desea hundirlo a base de cañonazos de agua salada, un barco con la capacidad de sumergirse (tal vez para hacerse con dicho tesoro), una monstruosa criatura, un cuervo que vigila y unos nativos que ignoraron a Leonor cuando ella les presentó sus servicios. El Capitán sonrió al cuervo.
-¿Nos llevarás hasta a los habitantes de la isla? ¿O acaso tú eres uno de ellos?-
-Capitán, aquí no vive nadie. Lo recuerda: la isla emerge a la superficie pocas veces al año; el resto del tiempo permanece bajo el agua-.
-Si es así, le reto a que me explique qué interés hay en sumergir una isla que se sumergir sola- el Capitán señaló al Lunargentés- Aquí hay más de lo que vemos. Puede ser habitantes, un arma mágica o unas cuántas monedas de plata. Y Me jugaría el cuello que no se trata de estas dos últimas opciones.- se humedeció los labios, era hora de formar un nuevo plan, y estaba vez tenía que funcionar. Habló lo suficientemente alto para que la tripulación de El Promesa le pudiera escuchar – Siga a ese cuervo, él le enseñará lo que nosotros no somos capaces de ver. Mis hombres irán con usted. Confío en usted. ¿Se atreve?-
-Yo…-
Baraun cojeó hacia Leonor Mendoza. Puso la parte plana de su espada en el hombro de la chica.
-Estaremos con usted, capitana- gloria a las habilidades de seducción del hombre canguro.
-¡Claro que sí!- Nyére acompañó su grito con un saltito.
-A sus órdenes, capitana- era increíble que Wes Fungai estuviera hablando.
-Lo haré-.
-Me alegra oírlo-.
-¿Y usted, Capitán? ¿Qué va a hacer?-
-Voy a hacer lo que mejor se me da: ser un pirata- contestó a la vez que desenvainaba el alfanje.
El Capitán Werner se plantó a orillas del mar. La blanca espuma de la marea le bañaba los pies. Un cangrejo, ingenuo de lo que estaba sucediendo, rebuscaba con, las pinzas, comida entre las botas del Capitán. Al frente, tenía al Lunargentés, imponente navío. Los cañones zumbaban estallidos agua. Daba la impresión que era capaz de dominar los mares. Nada impresionante. El Capitán Werner también sabía dominar los mares, no por nada era considerado por los humanos un engendro marino.
-Capitán Ronaldo Trastámara, maldito bastardo, sé un hombre y mátame en persona-.
-Bastardo. Bastardo.- repitió Edgar a un palmo por encima del sombrero del Capitán.
La vieja confiable: sacrificar a la reina mientras las demás piezas toman la partida. Enfrentarse, cara a cara contra la muerte, mientras Leonor Mendoza encuentra el tesoro. Entretener a Trastámara, ganar tiempo, hasta que venga la ayuda; hasta que un peón se convierta en reina.
-¿Se encuentra bien?- Leonor llamó a Nyére con la mano. La elfa no le contestó, estaba ocupada atendiendo a Roger.
El Capitán tenía la espalda arqueada, la mano izquierda palpaba en el lugar de su barriga donde creía que se encontraba el bazo y con la pinza se sujetaba al hombro de la chica para no caerse de rodillas.
-Si me hubieras escuchado estaría mucho mejor- negó con la cabeza. Sin darse cuenta, estaba utilizando un tono de voz amenazante; un error para quien acababa de confesar su secreto más profundo. Suspiró con sonoridad. Lo siguiente, lo dijo con un tono de voz más lento, casi paternal- Mi intención era hablar con el capitán Trastámara, cara a cara. Fingir que “El Golondrina” había sufrido un motín y que, ahora, yo era su capitán. De esta forma, me hubiera acercado a Trastámara sin peligro- con la pinza, acarició un mechón del cabello de Leonor. Estaba sucio de sangre y arena. – nadie hubiera sufrido ningún daño. Como ves, no tienes nada que agradecerme. Mi plan fracasó – sonrió sin ganas- Gibbs es despreciable y, aunque quise fregar la cubierta con su cráneo nada más ver como se galardonaba de su honra, murió porque me equivoqué. Graba a fuego este momento, nunca antes un pirata se había disculpado ante una capitana de la guardia- los dos sonrieron.
Tardó unos minutos para reincorporarse por completo; un tiempo valioso que jamás volvería. Una vez pudo volver a mantenerse en pie sin necesidad de ningún sostén, hizo un examen visual de los daños sufridos. El Golondrina había sido tocado y hundido. La tripulación no había sufrido un mejor destino. En la playa, bajo el cocotero que señaló Baraun, había cinco hombres del Golondrina. Uno con una herida en la cabeza en la que se le veía parte de su masa gris, a otro le faltaba un brazo, el tercero tenía una pierna rígida como un poste de hierra, seguramente estuviera rota. Los dos restantes no parecían tener ninguna herida sobresaliente, aun así, no tenían ningún aspecto. Un punto en común en los cinco hombres era la forma en la que miraban al Capitán Werner. Ellos también se habían equivocado. Debieron haber obedecido las órdenes que le fueron asignadas.
La tripulación de El Promesa estaba a tres pies de separación de los hombres de El Golondrina. Roger Baraun, en el suelo, chillaba por atención médica, además de señalar lo que era obvio para todos: Trastámara amenazaba la isla desde el Lunargentés. Wes Fungai caminaba haciendo círculos. En los momentos difíciles, si no tenía órdenes que obedecer, el hombre erizo dejaba escapar un ligero aire de nerviosismo. Nereida Nyére era la más sensata del lugar. Trataba las heridas de Roger Baraun tan bien como era capaz. Estaba desnuda de cintura para arriba; sus prendas las había hecho servir como vendaje para los heridos. Un dato triste, el Capitán sabía lo mucho que a la joven elfa le había gustado el corsé morado. Si conseguían volver al puerto, el Capitán le compraría un corsé del mismo color. Era una promesa.
Los protagonistas del escenario eran los cuervos. Edgar había traído a uno de sus amigos, quizás fueron los mismo que les llevaban acompañando desde que subió a El Golondrina. El Capitán miró al pájaro desconocido con curiosidad. Se preguntó quién era el observado y quién el observador.
-Akunnittarfimmi sialuk- se descubrió susurrando.
Un tesoro en una isla, un pirata que desea hundirlo a base de cañonazos de agua salada, un barco con la capacidad de sumergirse (tal vez para hacerse con dicho tesoro), una monstruosa criatura, un cuervo que vigila y unos nativos que ignoraron a Leonor cuando ella les presentó sus servicios. El Capitán sonrió al cuervo.
-¿Nos llevarás hasta a los habitantes de la isla? ¿O acaso tú eres uno de ellos?-
-Capitán, aquí no vive nadie. Lo recuerda: la isla emerge a la superficie pocas veces al año; el resto del tiempo permanece bajo el agua-.
-Si es así, le reto a que me explique qué interés hay en sumergir una isla que se sumergir sola- el Capitán señaló al Lunargentés- Aquí hay más de lo que vemos. Puede ser habitantes, un arma mágica o unas cuántas monedas de plata. Y Me jugaría el cuello que no se trata de estas dos últimas opciones.- se humedeció los labios, era hora de formar un nuevo plan, y estaba vez tenía que funcionar. Habló lo suficientemente alto para que la tripulación de El Promesa le pudiera escuchar – Siga a ese cuervo, él le enseñará lo que nosotros no somos capaces de ver. Mis hombres irán con usted. Confío en usted. ¿Se atreve?-
-Yo…-
Baraun cojeó hacia Leonor Mendoza. Puso la parte plana de su espada en el hombro de la chica.
-Estaremos con usted, capitana- gloria a las habilidades de seducción del hombre canguro.
-¡Claro que sí!- Nyére acompañó su grito con un saltito.
-A sus órdenes, capitana- era increíble que Wes Fungai estuviera hablando.
-Lo haré-.
-Me alegra oírlo-.
-¿Y usted, Capitán? ¿Qué va a hacer?-
-Voy a hacer lo que mejor se me da: ser un pirata- contestó a la vez que desenvainaba el alfanje.
El Capitán Werner se plantó a orillas del mar. La blanca espuma de la marea le bañaba los pies. Un cangrejo, ingenuo de lo que estaba sucediendo, rebuscaba con, las pinzas, comida entre las botas del Capitán. Al frente, tenía al Lunargentés, imponente navío. Los cañones zumbaban estallidos agua. Daba la impresión que era capaz de dominar los mares. Nada impresionante. El Capitán Werner también sabía dominar los mares, no por nada era considerado por los humanos un engendro marino.
-Capitán Ronaldo Trastámara, maldito bastardo, sé un hombre y mátame en persona-.
-Bastardo. Bastardo.- repitió Edgar a un palmo por encima del sombrero del Capitán.
La vieja confiable: sacrificar a la reina mientras las demás piezas toman la partida. Enfrentarse, cara a cara contra la muerte, mientras Leonor Mendoza encuentra el tesoro. Entretener a Trastámara, ganar tiempo, hasta que venga la ayuda; hasta que un peón se convierta en reina.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Werner, en medio del bombardeo, salió a paso firme del cocotero tras el que se escondía y caminó firme. Calmado. Hacia el Lunargentés. No le importaban las bombas de agua que, sin ser certeras, explotaban a su lado levantando altas columnas de arena. Se postró delante del barco para desafiar al Capitán Ronaldo de Trastámara, quien mandó cesar el bombardeo. Con los últimos rayos del sol ocultándose tras el casco del Lunargentés, el capitán Werner se detuvo frente al coloso del mar. La brisa mecía su gabardina. Miraba con los ojos entrecerrabas a su homónimo, esperando una respuesta.
-¿Me estás desafiando? ¡¿A mí?! – se señaló a sí mismo. Muy enfadado. – Bajad el puente.
-Pero Capitán… - intentó decir un marinero. El tiempo corría contra los piratas. Pero el tiempo
-¡Te he dado una orden! - se giró violentamente al valiente que había osado refutar su mandato. – Seguid bombardeando la playa. No donde nos encontramos nosotros. – miró a Werner. – Si el tesoro no sale a flote, es que está en la zona sobre la que zozobrarán los restos del Capitán Alfred Werner.
Trastámara bajó calmado. Y se remangó. Hizo una reverencia al hombre calamar y se postró frente a éste. Con un sable en una mano y con la otra cubierta con agua, poderes que no dudaría en utilizar. Todo valía en aquel combate.
Dos de los capitanes más temidos del mar, frente a frente en una playa sobre la que caían los últimos rayos de sol del día.
Mendoza, Wes Fungái y Nereida Nyére tuvieron que dejar atrás a Roger Baraun. El canguro no podía moverse por las heridas. Siguieron al cuervo al interior de la isla. Metiéndose entre la espesura de la selva.
-¿A dónde nos lleva este pajarraco? – preguntó molesta Mendoza, saltando entre un mar de lianas y troncos. La isla parecía estar desierta, no había criatura extraña en ella. Lógico por otra parte ya que ésta se sumergía una vez al año.
El cuervo se unió a un amasijo de otros muchos que lucían sobre un claro. Giraban en círculos, como si esperaran algo. Leonor hizo una señal al resto del grupo para que mirasen aquella curiosidad. El cuervo se había unido a un grupo importante de figuras.
Éstas aves descendieron cuando Mendoza, Wes y Nereida llegaron. Formaban con cada giro un círculo que cada vez se cerraba más. Como si fuera un tornado. Finalmente se materializaron en forma de una figura humana. Una mujer que apareció cubierta por plumas negras, de espaldas a ellos. Mendoza ordenó a los acompañantes del Capitán permanecer alerta.
-¡Alto! ¿Quién va? – preguntó Leonor de Mendoza, levantando su espada contra ella. Escuchaba los bombardeos de la playa. Le temblaba el pulso. No había tiempo que perder. Tenían que conseguir el tesoro de la Isla de Corvo Preto.
Como si la cosa no fuera con ella, la mujer se acercó tranquila, a una distancia prudencial. Sonrió tenuemente. Tenía al cuervo de Werner, Edgar Alan Poe, en sus manos. Lo acariciaba. Poco después, se presentó.
-Puedes bajar tu arma. No me harás nada con ella. – La mujer estaba tapada por una máscara, pero se podían ver sus ojos azules tras ésta. Su peinado consistía en un intercambio de pelo corriente con plumas negras. También llevaba un pañuelo con las mismas plumas de cuervo, con el que tapaba su cara. – Es difícil explicaros quién soy. Pero podéis llamarme Koran. – se presentó. – Soy la dueña de la isla del cuervo negro (corvo preto), que sólo emerge una vez al año, y que está muy cerca de volver a sumergirse.
-¿Y esperas que me lo crea? – preguntó Leonor, extrañada. Sin envainar su espada.
-¡Oh, no! Claro que no lo espero. – Koran sonrió. – Pero puedes creerte que yo os he traído hasta aquí. También fui yo quien envió el kraken que casi hunde vuestro barco. Pero mi hermana, Adelheid, frustró mis planes [1]– Koran sonrió y ladeó la cabeza. –
-Entonces dime sólo una palabra para no matarte. Mujer. Ave o lo que quiera que seas. – Mendoza no se amedrentó nada.
–Cuida tus palabras, joven. Yo sólo quiero mantener a las gentes alejadas de la isla las dos semanas del año que permanece en superficie. Hago un pacto con los nativos de Curaçao para que la protegieran. Pero uno de ellos, el que permanecía en la playa, me ha traicionado por unos tristes aeros del susodicho Trastámara [2]. – hizo una pausa decepcionada. – Y lo hago porque la fuente de mi gran poder se esconde en esta isla: Un núcleo de energía ancestral. Está enterrado en la playa. Con él, alimento el núcleo de la gran pirámide oscura que se postró en los páramos de Dundarak. Si Ronaldo lo roba, la pirámide quedará indefensa. [3] – comentó. – Debe permanecer aquí. A la isla le falta poco tiempo para volver a hundirse. – Koran ató una pequeña nota a la pata de Edgar Allan Poe y lo liberó. Dejando que éste volara. Volvía a la playa.
-¿Entonces eres tú quién desató la peste sobre Dundarak? – preguntó sorprendida. - ¿Por qué debería ayudarte?
-¡Oh, no deberías! Pero lamentablemente, vas a hacerlo. - Koran sonrió sobrada. - Nunca jamás mires a los cuervos. Todos ellos son míos. Todos ellos soy yo misma.
Koran apretó sus manos. Nereida Nyére y Leonor de Mendoza comenzarían a sentir una fuerte jaqueca en la cabeza que las haría terminar de rodillas. Wes Fungái, por su parte, no sentiría nada [4]. – Volveréis a la playa y acabaréis con el traidor. – Concluyó. Antes de volver a convertirse en un amasijo de cuervos que iría, de nuevo, a la zona de playa.
Leonor y Nereida sintieron como que nada podían hacer. De momento, sentían como si tuviesen que conseguir ese núcleo ancestral, y llevarlo al lugar que Koran les ordenaba.
Capitán Werner: Has sido muy osado desafiando al Capitán Ronaldo de Trastámara. ¿Quieres un duelo sobre la arena? Lo tendrás. Pero debes saber que Trastámara es un rival formidable. Admiro tu valentía, pero debes saber que de valientes está el cementerio lleno. Tus opciones de derrotarle pasan por obtener una runa buena o muy buena.
Leonor de Mendoza y Nereida: ¿De verdad nunca sospechaste quién era el "malo" del tema de los cuervos? He puesto muchísimas referencias a este animal. Y encima... Has enviado a Leonor y Nereida a perseguir al cuervo. ¡Justo a las dos bajo la influencia de la Diosa! Por los hechizos de Koran, se verán obligadas a defender el núcleo de la playa. Tendrás que encargarte de describir su odisea durante el bombardeo. Atacarán y darán caza al nativo traidor que se encuentra detrás de ti. Tú no estás bajo la influencia de Koran, por lo que tal vez puedas hacerte con la pieza en el próximo turno, que será el penúltimo.
Algunas explicaciones para que entiendas el por qué de algunas cosas:
[1] Mira el gif de la destrucción del Kraken.
[2] Si hubieses elegido el camino de los nativos, habrías conocido la historia de traición del nativo.
[3] Si has seguido la historia del Capitán Trastámara desde el Retrato del Capitán Ronaldo, éste siempre luchó por descubrir el poder de Adelheid y Koran.
[4] ¿Recuerdas la runa que lancé posts atrás, la que afectó a Nereida? ¿Qué Leonor de Mendoza ya estaba influenciada y hacía caso a los cuervos? Las has llevado las dos ante Koran.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Al principio de la misión, dije que cada una de las tres facciones tenía un objetivo. Ahora todos están claros.
- Leonor de Mendoza: Detener a Trastámara.
- Ronaldo de Trastámara: Conseguir el núcleo ancestral de la Isla de Corvo Preto.
- Nativos & Koran: Proteger el núcleo ancestral de la Isla de Corvo Preto.
-¿Me estás desafiando? ¡¿A mí?! – se señaló a sí mismo. Muy enfadado. – Bajad el puente.
-Pero Capitán… - intentó decir un marinero. El tiempo corría contra los piratas. Pero el tiempo
-¡Te he dado una orden! - se giró violentamente al valiente que había osado refutar su mandato. – Seguid bombardeando la playa. No donde nos encontramos nosotros. – miró a Werner. – Si el tesoro no sale a flote, es que está en la zona sobre la que zozobrarán los restos del Capitán Alfred Werner.
Trastámara bajó calmado. Y se remangó. Hizo una reverencia al hombre calamar y se postró frente a éste. Con un sable en una mano y con la otra cubierta con agua, poderes que no dudaría en utilizar. Todo valía en aquel combate.
Dos de los capitanes más temidos del mar, frente a frente en una playa sobre la que caían los últimos rayos de sol del día.
* * * * * * * * * * *
Mendoza, Wes Fungái y Nereida Nyére tuvieron que dejar atrás a Roger Baraun. El canguro no podía moverse por las heridas. Siguieron al cuervo al interior de la isla. Metiéndose entre la espesura de la selva.
-¿A dónde nos lleva este pajarraco? – preguntó molesta Mendoza, saltando entre un mar de lianas y troncos. La isla parecía estar desierta, no había criatura extraña en ella. Lógico por otra parte ya que ésta se sumergía una vez al año.
El cuervo se unió a un amasijo de otros muchos que lucían sobre un claro. Giraban en círculos, como si esperaran algo. Leonor hizo una señal al resto del grupo para que mirasen aquella curiosidad. El cuervo se había unido a un grupo importante de figuras.
Éstas aves descendieron cuando Mendoza, Wes y Nereida llegaron. Formaban con cada giro un círculo que cada vez se cerraba más. Como si fuera un tornado. Finalmente se materializaron en forma de una figura humana. Una mujer que apareció cubierta por plumas negras, de espaldas a ellos. Mendoza ordenó a los acompañantes del Capitán permanecer alerta.
-¡Alto! ¿Quién va? – preguntó Leonor de Mendoza, levantando su espada contra ella. Escuchaba los bombardeos de la playa. Le temblaba el pulso. No había tiempo que perder. Tenían que conseguir el tesoro de la Isla de Corvo Preto.
Como si la cosa no fuera con ella, la mujer se acercó tranquila, a una distancia prudencial. Sonrió tenuemente. Tenía al cuervo de Werner, Edgar Alan Poe, en sus manos. Lo acariciaba. Poco después, se presentó.
-Puedes bajar tu arma. No me harás nada con ella. – La mujer estaba tapada por una máscara, pero se podían ver sus ojos azules tras ésta. Su peinado consistía en un intercambio de pelo corriente con plumas negras. También llevaba un pañuelo con las mismas plumas de cuervo, con el que tapaba su cara. – Es difícil explicaros quién soy. Pero podéis llamarme Koran. – se presentó. – Soy la dueña de la isla del cuervo negro (corvo preto), que sólo emerge una vez al año, y que está muy cerca de volver a sumergirse.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
La peligrosa Diosa Koran
-¿Y esperas que me lo crea? – preguntó Leonor, extrañada. Sin envainar su espada.
-¡Oh, no! Claro que no lo espero. – Koran sonrió. – Pero puedes creerte que yo os he traído hasta aquí. También fui yo quien envió el kraken que casi hunde vuestro barco. Pero mi hermana, Adelheid, frustró mis planes [1]– Koran sonrió y ladeó la cabeza. –
-Entonces dime sólo una palabra para no matarte. Mujer. Ave o lo que quiera que seas. – Mendoza no se amedrentó nada.
–Cuida tus palabras, joven. Yo sólo quiero mantener a las gentes alejadas de la isla las dos semanas del año que permanece en superficie. Hago un pacto con los nativos de Curaçao para que la protegieran. Pero uno de ellos, el que permanecía en la playa, me ha traicionado por unos tristes aeros del susodicho Trastámara [2]. – hizo una pausa decepcionada. – Y lo hago porque la fuente de mi gran poder se esconde en esta isla: Un núcleo de energía ancestral. Está enterrado en la playa. Con él, alimento el núcleo de la gran pirámide oscura que se postró en los páramos de Dundarak. Si Ronaldo lo roba, la pirámide quedará indefensa. [3] – comentó. – Debe permanecer aquí. A la isla le falta poco tiempo para volver a hundirse. – Koran ató una pequeña nota a la pata de Edgar Allan Poe y lo liberó. Dejando que éste volara. Volvía a la playa.
-¿Entonces eres tú quién desató la peste sobre Dundarak? – preguntó sorprendida. - ¿Por qué debería ayudarte?
-¡Oh, no deberías! Pero lamentablemente, vas a hacerlo. - Koran sonrió sobrada. - Nunca jamás mires a los cuervos. Todos ellos son míos. Todos ellos soy yo misma.
Koran apretó sus manos. Nereida Nyére y Leonor de Mendoza comenzarían a sentir una fuerte jaqueca en la cabeza que las haría terminar de rodillas. Wes Fungái, por su parte, no sentiría nada [4]. – Volveréis a la playa y acabaréis con el traidor. – Concluyó. Antes de volver a convertirse en un amasijo de cuervos que iría, de nuevo, a la zona de playa.
Leonor y Nereida sintieron como que nada podían hacer. De momento, sentían como si tuviesen que conseguir ese núcleo ancestral, y llevarlo al lugar que Koran les ordenaba.
* * * * * * * * * * *
Capitán Werner: Has sido muy osado desafiando al Capitán Ronaldo de Trastámara. ¿Quieres un duelo sobre la arena? Lo tendrás. Pero debes saber que Trastámara es un rival formidable. Admiro tu valentía, pero debes saber que de valientes está el cementerio lleno. Tus opciones de derrotarle pasan por obtener una runa buena o muy buena.
Leonor de Mendoza y Nereida: ¿De verdad nunca sospechaste quién era el "malo" del tema de los cuervos? He puesto muchísimas referencias a este animal. Y encima... Has enviado a Leonor y Nereida a perseguir al cuervo. ¡Justo a las dos bajo la influencia de la Diosa! Por los hechizos de Koran, se verán obligadas a defender el núcleo de la playa. Tendrás que encargarte de describir su odisea durante el bombardeo. Atacarán y darán caza al nativo traidor que se encuentra detrás de ti. Tú no estás bajo la influencia de Koran, por lo que tal vez puedas hacerte con la pieza en el próximo turno, que será el penúltimo.
Algunas explicaciones para que entiendas el por qué de algunas cosas:
[1] Mira el gif de la destrucción del Kraken.
[2] Si hubieses elegido el camino de los nativos, habrías conocido la historia de traición del nativo.
[3] Si has seguido la historia del Capitán Trastámara desde el Retrato del Capitán Ronaldo, éste siempre luchó por descubrir el poder de Adelheid y Koran.
[4] ¿Recuerdas la runa que lancé posts atrás, la que afectó a Nereida? ¿Qué Leonor de Mendoza ya estaba influenciada y hacía caso a los cuervos? Las has llevado las dos ante Koran.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Al principio de la misión, dije que cada una de las tres facciones tenía un objetivo. Ahora todos están claros.
- Leonor de Mendoza: Detener a Trastámara.
- Ronaldo de Trastámara: Conseguir el núcleo ancestral de la Isla de Corvo Preto.
- Nativos & Koran: Proteger el núcleo ancestral de la Isla de Corvo Preto.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El primer ataque fue por parte de la espada del Capitán Alfred Werner. No llegó a ninguna parte, el capitán Ronaldo Trastámara pudo esquivarlo fácilmente; justo como Werner tenía pensado. La estrategia del Capitán consistía en entretener al capitán Trastámara, ganar tiempo mientras Leonor Mendoza averiguaba los secretos que isla Corvo Preto escondía en su interior. Con un poco de suerte, en el centro de isla habitaban unos hombres, brujos a poder ser, que les ayudasen a derrotar a Trastámara y volver a Verisar sanos y salvos.
El segundo espadazo fue por parte de Trastámara, apuntó al pecho del Capitán Werner. Éste, en defensa, interpuso su pinza como si se tratase de un escudo de quitina. Acto seguido, hizo un tajo al aire con el alfanje para deshacerse de la ventaja que ganó Trastámara al acercarse. El brujo era más rápido que el hombre calamar, sabía aprovechar sus movimientos de pies para saltar hacia delante y hacia atrás conforme le viniera en gana. La distancia perfecta, por parte de Werner, era la media. Si Trastámara se colocaba muy cerca, podía conjurar un ataque imposible de detener con la pinza, y si estaba demasiado lejos, tenía vía libre de usar sus habilidades mágicas, dirigir los cañonazos de agua (por ejemplo), en contra del Capitán. La distancia perfecta era la media, ahí jugaba con ventaja. Werner podía frenar la espada de Trastámara sin apenas dificultad e interrumpir sus hechizos antes de que fueran conjurados.
Los ataques que vinieron fueron clónicos a los primeros. Si uno atacaba, el otro se defendía o esquivaba el golpe con pequeño salto hacia atrás.
-Reconozco que tienes coraje,- dijo Trastámara entreabriendo la boca – pero no te servirá. Estás muerto. Estoy luchando con un cadáver que retrasa su muerte-.
-Si fuera un cadáver, no me prestarías interés-.
Ya fuera porque el Capitán le había debatido en su injuria o porque estaba cansado de perder el tiempo, el capitán Trastámara hizo un rápido movimiento de la espada. El Capitán adoptó una posición de defensa con el alfanje; craso error. El ataque de Trastámara era un falsete, parecía estar dirigido hacia el pecho cuando, en realidad, tenía como objetivo cortar el brazo izquierdo del Capitán. Perdió una posición vital en rectificar el error, girar su cuerpo de tal forma que el tajo de Trastámara golpease la quitina del brazo derecho y no la blanda piel del brazo izquierdo.
Ahora, Trastámara tenía ventaja. Aunque su ataque se redujo en un rasguño en la quitina, el brujo había ganado dos pasos de distancia. Su mano izquierda se rodeó de agua de mar, la impulsó en contra del Capitán Werner. Otro hombre, se ahogaría en el hechizo. El pirata, gracias a su parte marina, solo tenía que preocuparse de no caer al suelo.
-Capi…- se escuchó la voz de Roger Baraun detrás de los árboles.
El Capitán Werner, por instinto, cometió el error de girar la cabeza en dirección a la voz. El agua de Trastámara terminó la faena. Alfred Werner tropezó y su espalda chocó contra la arena de la mar.
En un momento, el Capitán fue consciente, por la cara de susto que ponía Baraun, de que algo malo había sucedido en el centro de la Corvo Preto y, por el brillo de la espada de Trastámara, de que iba a morir.
-Capitán- insistía Roger Baraun mientas cojeaba hacia la playa.
¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban Mendoza, Fungia y Nyére? Tenía un mal presentimiento. Los tentáculos de su barba eran prueba de su nerviosismo, se movían como si fueran gusanos alterados por la amenaza de un pájaro acechante (un cuervo, si les parece).
Werner encerró el filo de la espada de Trastámara en la pinza antes de que ésta cayera sobre su pecho.
-Baraun- susurró a la espada de Trastámara mientras hacía fuerza por levantármela.
-Te lo dije pirata, eres un cadáver- con las dos manos, el brujo empujaba su espada hacia abajo.
-Cadáver o no, mi tripulación depende de lo que haga-.
Werner escupió una masa de tinta en la cara de Trastámara. En el mismo segundo, Roger Baraun cayó de boca contra la arena.
-Errr- gruñó Werner sin palabras.
La estrategia se fue por la borda. Tras liberarse de la amenaza de Trastámara. El Capitán se puso en pie y corrió hacia donde estaba el hombre canguro. Ignoró a su rival, cosa que podría tener graves consecuencias: desde un espada atravesando su espalda hasta un cañonazo de agua. Más importante que su propia vida, era la de sus tripulantes. Como Trastámara dijo, Werner era un cadáver que prolongaba su muerte. En cambio, sus hombres, estaban llenos de vida. Nereida Nyére, Roger Baraun, Wes Fungai y Leonor Mendoza no tenían por qué sufrir los males de la paranoia del Capitán.
-Baraun- levantó la cabeza del hombre canguro de la arena- ¿te encuentras bien? Háblame-.
-Bip, bip- respondió Roger tosiendo sangre.
-Está bien, muy bien. No te fuerces si es que no puedes hablar. Descansa. Todo irá bien. ¿Me escuchas?- Baraun asintió con la cabeza- Te has ganado un buen descanso. Bip, bip Baraun- el canguro pareció sonreír.
A varios metros de distancia, Trastámara se acercaba hacia donde estaban Werner y Baraun. El agua del mar se levantaba a su espalda formando grandes torbellinos en forma de torres que parecían derrumbarse encima de Werner y Baraun.
-¡Estoy preparado!-
A la vez que las torres caían, el Capitán corría espada en mano en contra de Trastámara. El plan principal había cambiado. Ahora, era proteger a Roger Baraun y al resto de su tripulación desaparecida. El secundario, seguía siendo entretener a Trastámara hasta que Mendoza volviera. El Capitán Werner rezó a los dioses que no creía para que ella, y todos los demás, estuvieran a salvo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
El segundo espadazo fue por parte de Trastámara, apuntó al pecho del Capitán Werner. Éste, en defensa, interpuso su pinza como si se tratase de un escudo de quitina. Acto seguido, hizo un tajo al aire con el alfanje para deshacerse de la ventaja que ganó Trastámara al acercarse. El brujo era más rápido que el hombre calamar, sabía aprovechar sus movimientos de pies para saltar hacia delante y hacia atrás conforme le viniera en gana. La distancia perfecta, por parte de Werner, era la media. Si Trastámara se colocaba muy cerca, podía conjurar un ataque imposible de detener con la pinza, y si estaba demasiado lejos, tenía vía libre de usar sus habilidades mágicas, dirigir los cañonazos de agua (por ejemplo), en contra del Capitán. La distancia perfecta era la media, ahí jugaba con ventaja. Werner podía frenar la espada de Trastámara sin apenas dificultad e interrumpir sus hechizos antes de que fueran conjurados.
Los ataques que vinieron fueron clónicos a los primeros. Si uno atacaba, el otro se defendía o esquivaba el golpe con pequeño salto hacia atrás.
-Reconozco que tienes coraje,- dijo Trastámara entreabriendo la boca – pero no te servirá. Estás muerto. Estoy luchando con un cadáver que retrasa su muerte-.
-Si fuera un cadáver, no me prestarías interés-.
Ya fuera porque el Capitán le había debatido en su injuria o porque estaba cansado de perder el tiempo, el capitán Trastámara hizo un rápido movimiento de la espada. El Capitán adoptó una posición de defensa con el alfanje; craso error. El ataque de Trastámara era un falsete, parecía estar dirigido hacia el pecho cuando, en realidad, tenía como objetivo cortar el brazo izquierdo del Capitán. Perdió una posición vital en rectificar el error, girar su cuerpo de tal forma que el tajo de Trastámara golpease la quitina del brazo derecho y no la blanda piel del brazo izquierdo.
Ahora, Trastámara tenía ventaja. Aunque su ataque se redujo en un rasguño en la quitina, el brujo había ganado dos pasos de distancia. Su mano izquierda se rodeó de agua de mar, la impulsó en contra del Capitán Werner. Otro hombre, se ahogaría en el hechizo. El pirata, gracias a su parte marina, solo tenía que preocuparse de no caer al suelo.
-Capi…- se escuchó la voz de Roger Baraun detrás de los árboles.
El Capitán Werner, por instinto, cometió el error de girar la cabeza en dirección a la voz. El agua de Trastámara terminó la faena. Alfred Werner tropezó y su espalda chocó contra la arena de la mar.
En un momento, el Capitán fue consciente, por la cara de susto que ponía Baraun, de que algo malo había sucedido en el centro de la Corvo Preto y, por el brillo de la espada de Trastámara, de que iba a morir.
-Capitán- insistía Roger Baraun mientas cojeaba hacia la playa.
¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban Mendoza, Fungia y Nyére? Tenía un mal presentimiento. Los tentáculos de su barba eran prueba de su nerviosismo, se movían como si fueran gusanos alterados por la amenaza de un pájaro acechante (un cuervo, si les parece).
Werner encerró el filo de la espada de Trastámara en la pinza antes de que ésta cayera sobre su pecho.
-Baraun- susurró a la espada de Trastámara mientras hacía fuerza por levantármela.
-Te lo dije pirata, eres un cadáver- con las dos manos, el brujo empujaba su espada hacia abajo.
-Cadáver o no, mi tripulación depende de lo que haga-.
Werner escupió una masa de tinta en la cara de Trastámara. En el mismo segundo, Roger Baraun cayó de boca contra la arena.
-Errr- gruñó Werner sin palabras.
La estrategia se fue por la borda. Tras liberarse de la amenaza de Trastámara. El Capitán se puso en pie y corrió hacia donde estaba el hombre canguro. Ignoró a su rival, cosa que podría tener graves consecuencias: desde un espada atravesando su espalda hasta un cañonazo de agua. Más importante que su propia vida, era la de sus tripulantes. Como Trastámara dijo, Werner era un cadáver que prolongaba su muerte. En cambio, sus hombres, estaban llenos de vida. Nereida Nyére, Roger Baraun, Wes Fungai y Leonor Mendoza no tenían por qué sufrir los males de la paranoia del Capitán.
-Baraun- levantó la cabeza del hombre canguro de la arena- ¿te encuentras bien? Háblame-.
-Bip, bip- respondió Roger tosiendo sangre.
-Está bien, muy bien. No te fuerces si es que no puedes hablar. Descansa. Todo irá bien. ¿Me escuchas?- Baraun asintió con la cabeza- Te has ganado un buen descanso. Bip, bip Baraun- el canguro pareció sonreír.
A varios metros de distancia, Trastámara se acercaba hacia donde estaban Werner y Baraun. El agua del mar se levantaba a su espalda formando grandes torbellinos en forma de torres que parecían derrumbarse encima de Werner y Baraun.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¡Estoy preparado!-
A la vez que las torres caían, el Capitán corría espada en mano en contra de Trastámara. El plan principal había cambiado. Ahora, era proteger a Roger Baraun y al resto de su tripulación desaparecida. El secundario, seguía siendo entretener a Trastámara hasta que Mendoza volviera. El Capitán Werner rezó a los dioses que no creía para que ella, y todos los demás, estuvieran a salvo.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2235
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
Trastámara impulsó ambos brazos hacia arriba y a su paso de elevó un enorme tentáculo de mar. Parecía uno de los muchos del capitán Werner, pero este era sin duda mucho más dañino y peligroso. Al bajar los brazos, el mar descendió con él. Y mientras en el Lunargentés Errante todos miraban con incredulidad la increíble magia del capitán sobre la arena, el Capitán Werner y Roger Baraun sentirían como el agua caía sobre ellos y golpeaba con fuerza.
El impacto sobre la playa fue tal que a la propia Mendoza, Nereida y Wes Fungái les llegó parte del agua de la ola que se formó, adentrándose en la selva. Volvían corriendo en dirección a la playa, bajo la mirada de Koran, quien volaba sobre ellos, convertida en cuervo.
La ola generada por el golpe de Trastámara hizo bambolearse a su propio barco. Algunos marineros tendrían que sujetarse para no acabar contra la madera de cubierta. Pero también hizo lo propio con la arena. La cual barrió. Dejando a la vista de todos un objeto reluciente. Circular. Claramente llamativo.
-¡El núcleo de Energía Ancestral! – clamó Trastámara. Sus ojos brillaban. Parecía como si estuviese vislumbrando una aparición divina. Werner pasó entonces a un segundo plano.
En ese preciso momento, Leonor de Mendoza llegó a la playa y, bajo el control de la diosa Koran. Atravesó sin piedad alguna con su alfanje al nativo que, desde la distancia, observaba la lucha entre Werner y Trastámara. Él había vendido a su tribu y dirigido a los piratas a la playa para entregarles el objeto.
El orbe brilló a la vista de todos los presentes. El tesoro de la Isla de Corvo Preto: El gran secreto, veía, por fin, la luz.
Y como si todo estuviera relacionado. Se produjo un fuerte temblor en la isla. Este tambaleó provocó que todo el agua de alrededor saltase. Creándose una especie de llovizna o neblina tétrica que, ya mezclada con la práctica oscuridad del crepúsculo. Impedía ver cualquier cosa. Todos quedaron empapados y sin poder ver a escasos metros.
Lo que sí podrían ver (y escuchar) era una figura fantasmagórica en el cielo. Acompañada de un gutural sonido. Quién sabe, tal vez fruto de la imaginación o los caprichos de las olas. Una extensa figura de una especie de calamar gigante en el cielo, justo en la posición que Koran volaba. Parecía haber acabado de despegar y, con él, dio comienzo el hundimiento de la isla. Como podrían notar por como el agua calaba en sus pies.
Nereida, que también estaba bajo la influencia de la diosa, corrió hacia el núcleo, era más rápida que Mendoza. Tomó el núcleo ancestral como Koran le había pedido. Y corrió a la otra cala. El Capitán Werner vería a su pupila correr con el objeto hacia la otra playa vecina.
-¡Acribillad a esa elfa! – ordenó el capitán Trastámara al Lunargentés. Que rápidamente dio lugar a un bombardeo de cañones de agua sobre la playa mientras Nereida corría con el núcleo a un lugar vecino. La isla se hundía y cada vez se le hacía más costoso moverse. ¿A dónde podría llegar? ¿Qué escondería aquel núcleo?
Mendoza y Wes Fungái llegaron hasta la posición de Roger Baraun y el capitán Werner, para tratar de ayudarles a levantarse. El agua les llegaba ya por las rodillas. Roger Baraun tomó a Werner del brazo, tumbado a su lado. No se podía mover. Estaba gravemente herido.
-¡No podemos llevarlo, capitán! – dijo Mendoza. Que volvía a ser normal cuando Koran no concentraba en ella su fuerza. Ahora estaba con Nereida.
Baraun apechugó a Werner por su chaqueta. –Escúcheme, maldito sea. Déjeme aquí, capitán. – Pidió el canguro. – Proteja a la pequeña. A ella aún puede salvarla. – agonizaba un Roger Baraun.
-Está bajo el control de la mujer cuervo. Iré a por ella. – dijo Wes Fungái. Saliendo como una exhalación tras Nereida que corría, o ya casi nadaba, hacia el lugar indicado por la diosa.
Una pequeña canoa donde Cochise (el hombre negro que el capitán encontró al principio) junto a varios nativos la esperaban al otro lado.
* * * * * * * * * * * * *Consecuencias: La runa media te hace terminar en tablas con Trastámara. Todas las cartas están encima de la mesa. La isla se hunde y el núcleo ha salido a la luz. Por tus decisiones y suerte, Nereida Nyére es quien tiene el Secreto de la Isla de Corvo Preto. Por orden de Koran, corre hacia el otro lado de la playa. Trastámara, desde la playa, tratará de conseguir el núcleo a toda costa mientras el Lunargentés intentará derribarla. Koran observa la escena, pero no participa.
Capitán Werner: En el último turno tendrás que tomar la decisión definitiva:
--> Ir tras Nereida Nyére (y en consecuencia tras el Secreto de Corvo Preto) y Wes Fungái. Terminaréis en manos de los nativos que, dependiendo de la runa, serán mejores o peores con vosotros.
--> Quedarte con Leonor de Mendoza y salvar a Roger Baraun, tratando de tomar el mando del Lunargentés, ahora que quedan pocos hombres y están despistados. Koran se quedará el objeto, pero al menos salvarás a Nereida y a Wes Fungái con seguridad.
Trastámara está en medio de la playa. La ambición le puede terminar llevando al traste.
Tendrás que lanzar una runa, que determinará uno de los múltiples finales que tenía la misión.
El impacto sobre la playa fue tal que a la propia Mendoza, Nereida y Wes Fungái les llegó parte del agua de la ola que se formó, adentrándose en la selva. Volvían corriendo en dirección a la playa, bajo la mirada de Koran, quien volaba sobre ellos, convertida en cuervo.
La ola generada por el golpe de Trastámara hizo bambolearse a su propio barco. Algunos marineros tendrían que sujetarse para no acabar contra la madera de cubierta. Pero también hizo lo propio con la arena. La cual barrió. Dejando a la vista de todos un objeto reluciente. Circular. Claramente llamativo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¡El núcleo de Energía Ancestral! – clamó Trastámara. Sus ojos brillaban. Parecía como si estuviese vislumbrando una aparición divina. Werner pasó entonces a un segundo plano.
En ese preciso momento, Leonor de Mendoza llegó a la playa y, bajo el control de la diosa Koran. Atravesó sin piedad alguna con su alfanje al nativo que, desde la distancia, observaba la lucha entre Werner y Trastámara. Él había vendido a su tribu y dirigido a los piratas a la playa para entregarles el objeto.
El orbe brilló a la vista de todos los presentes. El tesoro de la Isla de Corvo Preto: El gran secreto, veía, por fin, la luz.
Y como si todo estuviera relacionado. Se produjo un fuerte temblor en la isla. Este tambaleó provocó que todo el agua de alrededor saltase. Creándose una especie de llovizna o neblina tétrica que, ya mezclada con la práctica oscuridad del crepúsculo. Impedía ver cualquier cosa. Todos quedaron empapados y sin poder ver a escasos metros.
Lo que sí podrían ver (y escuchar) era una figura fantasmagórica en el cielo. Acompañada de un gutural sonido. Quién sabe, tal vez fruto de la imaginación o los caprichos de las olas. Una extensa figura de una especie de calamar gigante en el cielo, justo en la posición que Koran volaba. Parecía haber acabado de despegar y, con él, dio comienzo el hundimiento de la isla. Como podrían notar por como el agua calaba en sus pies.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Nereida, que también estaba bajo la influencia de la diosa, corrió hacia el núcleo, era más rápida que Mendoza. Tomó el núcleo ancestral como Koran le había pedido. Y corrió a la otra cala. El Capitán Werner vería a su pupila correr con el objeto hacia la otra playa vecina.
-¡Acribillad a esa elfa! – ordenó el capitán Trastámara al Lunargentés. Que rápidamente dio lugar a un bombardeo de cañones de agua sobre la playa mientras Nereida corría con el núcleo a un lugar vecino. La isla se hundía y cada vez se le hacía más costoso moverse. ¿A dónde podría llegar? ¿Qué escondería aquel núcleo?
Mendoza y Wes Fungái llegaron hasta la posición de Roger Baraun y el capitán Werner, para tratar de ayudarles a levantarse. El agua les llegaba ya por las rodillas. Roger Baraun tomó a Werner del brazo, tumbado a su lado. No se podía mover. Estaba gravemente herido.
-¡No podemos llevarlo, capitán! – dijo Mendoza. Que volvía a ser normal cuando Koran no concentraba en ella su fuerza. Ahora estaba con Nereida.
Baraun apechugó a Werner por su chaqueta. –Escúcheme, maldito sea. Déjeme aquí, capitán. – Pidió el canguro. – Proteja a la pequeña. A ella aún puede salvarla. – agonizaba un Roger Baraun.
-Está bajo el control de la mujer cuervo. Iré a por ella. – dijo Wes Fungái. Saliendo como una exhalación tras Nereida que corría, o ya casi nadaba, hacia el lugar indicado por la diosa.
Una pequeña canoa donde Cochise (el hombre negro que el capitán encontró al principio) junto a varios nativos la esperaban al otro lado.
* * * * * * * * * * * * *
Capitán Werner: En el último turno tendrás que tomar la decisión definitiva:
--> Ir tras Nereida Nyére (y en consecuencia tras el Secreto de Corvo Preto) y Wes Fungái. Terminaréis en manos de los nativos que, dependiendo de la runa, serán mejores o peores con vosotros.
--> Quedarte con Leonor de Mendoza y salvar a Roger Baraun, tratando de tomar el mando del Lunargentés, ahora que quedan pocos hombres y están despistados. Koran se quedará el objeto, pero al menos salvarás a Nereida y a Wes Fungái con seguridad.
Trastámara está en medio de la playa. La ambición le puede terminar llevando al traste.
Tendrás que lanzar una runa, que determinará uno de los múltiples finales que tenía la misión.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
En un mismo segundo, Leonor Mendoza mató a uno de los hombres del Lunargentés, el gigante tentáculo de mar impactaba contra la isla, Nereida Nyére corrió hacia un orbe brillante que emergió de la arena, la imagen de un monstruo amenazante apareció en el cielo, el silencioso asesino Fungai gritó en dirección a la elfa y Roger Baraun tomó el brazo del Capitán Werner y suplicó que fuera a rescatar a Nereida, que no se preocupase por sus heridas y que estaría él estaría bien.
El Capitán Werner estaba confuso. Tenía la boca entre abierta, ahogaba un grito de desesperación. Sus ojos brillaban con el tenue resplandor de la espuma de mar. Con la mano izquierda sujetaba la cabeza de Roger Baraun y la derecha la tenía apoyada en la arena. Su posición era la de un guerrero desesperado; alguien que ha abandonado la sensatez y sigue luchando por un orgullo. Werner erró como capitán. Roger Baraun estaba tendido en la arena con una herida sangrante en la pierna, Nereida Nyére se dirigía a la muerte del orbe de luz, Wes Fungai, quien siempre se mantuvo callado incluso en los peores momentos, gritaba historias sobre una bruja con forma de cuervo y Leonor Mendoza había matado al hombre que parecía conocer todas las respuestas sobre la isla Corvo Preto. ¿Por qué lo hizo? El Capitán estaba nervioso, no podía pensar con claridad. Su mayor preocupación eran sus hombres; ellos eran casi como sus hijos.
Dejó, con cuidado, la cabeza de Baraun en la blanda arena y se puso de pie. Dedicó una mirada de frustración al capitán Trastámara. Ese hombre tenía la mitad de la culpa de lo que estaba sucediendo. La otra mitad, la tenía el propio Capitán Werner.
-Capitán- la voz de Mendoza sonó en la espalda de Werner – debemos hacer por…-
Con la tenaza, hizo un gesto a Mendoza para que se callase. Era de mala educación interrumpir a los capitanes piratas mientras hablaban sin palabras. ¿Tregua? Pedían los ojos del Capitán Werner: “Estoy enfadado. No entiendo nada. Quiero que mi familia viva”. Terminó señalando a Nereida.
No lo soportó más. El desespero del Capitán explotó en unas palabras rápidas, casi incomprensibles por el acento extraño de Werner.
-Por favor, sálvala. Corriendo yo no llegaría. Tú tienes la magia del mar, puedes impedir que suceda una catástrofe. Quédate el orbe, la luz y la isla. Todo es tuyo. Pero no dejes que nadie más muera.-
-No va a ayudarnos. Es un pirata-.
-¡Maldita sea! ¡Yo también lo soy!-
Mendoza se enmudeció. ¿Estaría aprendiendo el valor de ser un pirata? Werner lo dudaba, pero no había tiempo de dar más explicaciones.
El Capitán corrió pese a saber que no llegaría a tiempo. Estaba casado por la batalla que había tenido con Trastámara y debilitado por el impacto del tentáculo del mar. Era imposible correr más que una joven elfa; no la alcanzaría.
En su camino, se topó con Wes Fungai. Agarró su cuello con la tenaza y lo apartó de un empujón. Todo sin dejar de correr en dirección hacia Nereida. No confiaba en la nueva palabrería de Fungai. Si era cierto que existía una bruja cuervo que hipnotizó a sus tripulantes; explicaría por qué había adquirido nuevas palabras a sus diccionario personal. De estar hipnotizado, el empujón serviría para que se quedase quieto sin molestar. Si, por el contrario, estaba en pleno uso de sus facultades mentales, serviría como castigo por haber permitido que una bruja controlase a Nereida.
Una barcaza desembarcó en la playa. Eran los nativos que discutieron con Mendoza al inicio de la aventura. Werner no les prestó atención; el sentimiento fue mutuo. Ellos atendían a la criatura con más y mayores tentáculos de los que tenía el Capitán Werner. Lo mismo sucedía con la tripulación del Lunargentés.
A pocos metros de llegar al orbe de luz, Werner saltó con los brazos extendidos para coger a Nereida Nyére. Su cabeza sabía que no iba a llegar, que había sido muy lento y que la pequeña iba a morir quemada por la luz. Su corazón, en cambio, ordenaba que lo intentase.
El Capitán Werner estaba confuso. Tenía la boca entre abierta, ahogaba un grito de desesperación. Sus ojos brillaban con el tenue resplandor de la espuma de mar. Con la mano izquierda sujetaba la cabeza de Roger Baraun y la derecha la tenía apoyada en la arena. Su posición era la de un guerrero desesperado; alguien que ha abandonado la sensatez y sigue luchando por un orgullo. Werner erró como capitán. Roger Baraun estaba tendido en la arena con una herida sangrante en la pierna, Nereida Nyére se dirigía a la muerte del orbe de luz, Wes Fungai, quien siempre se mantuvo callado incluso en los peores momentos, gritaba historias sobre una bruja con forma de cuervo y Leonor Mendoza había matado al hombre que parecía conocer todas las respuestas sobre la isla Corvo Preto. ¿Por qué lo hizo? El Capitán estaba nervioso, no podía pensar con claridad. Su mayor preocupación eran sus hombres; ellos eran casi como sus hijos.
Dejó, con cuidado, la cabeza de Baraun en la blanda arena y se puso de pie. Dedicó una mirada de frustración al capitán Trastámara. Ese hombre tenía la mitad de la culpa de lo que estaba sucediendo. La otra mitad, la tenía el propio Capitán Werner.
-Capitán- la voz de Mendoza sonó en la espalda de Werner – debemos hacer por…-
Con la tenaza, hizo un gesto a Mendoza para que se callase. Era de mala educación interrumpir a los capitanes piratas mientras hablaban sin palabras. ¿Tregua? Pedían los ojos del Capitán Werner: “Estoy enfadado. No entiendo nada. Quiero que mi familia viva”. Terminó señalando a Nereida.
No lo soportó más. El desespero del Capitán explotó en unas palabras rápidas, casi incomprensibles por el acento extraño de Werner.
-Por favor, sálvala. Corriendo yo no llegaría. Tú tienes la magia del mar, puedes impedir que suceda una catástrofe. Quédate el orbe, la luz y la isla. Todo es tuyo. Pero no dejes que nadie más muera.-
-No va a ayudarnos. Es un pirata-.
-¡Maldita sea! ¡Yo también lo soy!-
Mendoza se enmudeció. ¿Estaría aprendiendo el valor de ser un pirata? Werner lo dudaba, pero no había tiempo de dar más explicaciones.
El Capitán corrió pese a saber que no llegaría a tiempo. Estaba casado por la batalla que había tenido con Trastámara y debilitado por el impacto del tentáculo del mar. Era imposible correr más que una joven elfa; no la alcanzaría.
En su camino, se topó con Wes Fungai. Agarró su cuello con la tenaza y lo apartó de un empujón. Todo sin dejar de correr en dirección hacia Nereida. No confiaba en la nueva palabrería de Fungai. Si era cierto que existía una bruja cuervo que hipnotizó a sus tripulantes; explicaría por qué había adquirido nuevas palabras a sus diccionario personal. De estar hipnotizado, el empujón serviría para que se quedase quieto sin molestar. Si, por el contrario, estaba en pleno uso de sus facultades mentales, serviría como castigo por haber permitido que una bruja controlase a Nereida.
Una barcaza desembarcó en la playa. Eran los nativos que discutieron con Mendoza al inicio de la aventura. Werner no les prestó atención; el sentimiento fue mutuo. Ellos atendían a la criatura con más y mayores tentáculos de los que tenía el Capitán Werner. Lo mismo sucedía con la tripulación del Lunargentés.
A pocos metros de llegar al orbe de luz, Werner saltó con los brazos extendidos para coger a Nereida Nyére. Su cabeza sabía que no iba a llegar, que había sido muy lento y que la pequeña iba a morir quemada por la luz. Su corazón, en cambio, ordenaba que lo intentase.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2235
Nivel de PJ : : 0
Re: El secreto de Isla de Corvo Preto [Mastereado] [Werner]
El Capitán Trastámara podía ser un pirata duro y de moral inquebrantable. Un hombre que luchaba por sus objetivos. Pero era también una persona justa y honrada. Conocía bien el código de los piratas. Sabía que éste impedía desatender una decisión de necesidad con un compañero de profesión. Y Werner le había pedido aquello. Sabiendo que el orbe estaba perdido, en manos de un cuervo. Ese cuervo que llevaba tiempo observándolos y sobrevolaba sus cabezas. Ronaldo lo miraba con impotencia, pero sabía que no podía hacer nada por detenerlo. – Koran quiere muertes. – dijo. – Pues eso no será lo que encontrará.
E inmediatamente tendió su ayuda a un malherido Roger Baraun, a Leonor de Mendoza y los pocos supervivientes que quedaban de la Golondrina y también a Wes Fungái. Puso a salvo a los tres con ayuda de sus hombres en el Lunargentés Errante, pero no podría hacer lo mismo con los demás.
Por otra parte, el Capitán Werner sólo tenía ojos para una persona: Nereida Nyére. Su pequeña. Su segunda hija, después de Ulaarena. Corrió como pudo a por ella. Saltó a por los pies y…
La salvó.
El orbe de energía cayó al suelo. Fue tomado por los nativos de la Isla. A ellos no les importaba ni el Capitán, ni tampoco Nereida Nyére. Eran siervos de Koran y estaban controlados por ella. Uno de ellos se echó a la mar. Nadó como pudo hasta el orbe, lo tomó y volvió a la canoa. Pronto, partieron como pudieron.
Cuando perdió el orbe, Nereida recuperó el control en sus actos, pero la Isla seguía hundiéndose. - ¡Capitán! ¡¿Dónde estamos?! – exclamó como pudo, haciendo esfuerzos por mantener la cabeza en el agua. Al hundirse, esta formaba un enorme sumidero. Como cuando se abre el tapón de una bañera. Werner y Nereida hacían lo posible por seguir a flote. ¿Su esperanza? Alcanzar la canoa del nativo traidor. Aquel que había quedado con el Capitán Trastámara en la isla y que había sido apuñalado por Leonor de Mendoza. No estaba demasiado lejos.
Trastámara tenía que ordenar a su barco salir si no quería que éste sufriera graves daños estructurales que ya tenía de su anterior batalla con la Golondrina. Sumergió el Lunargentés y poco se sabría más.
Werner consiguió llegar al bote que se hundió, pero Nereida no. Creyendo que era su muerte definitiva. Pero gracias a que la Isla llegó al fondo del mar, el efecto embudo cesó, y la barca afloró en superficie. Con un capitán inconsciente, casi ahogado, pero todavía vivo.
Cuando despertó. Horas más tarde. Vería a lo lejos la otra isla, Curaçao. Y un reconocido barco acercándose. Era el Promesa Enardecida, capitaneado por Abdullah, quien viendo los incidentes desde la otra isla, decidirían ver qué demonios había ocurrido y si había supervivientes. Lo había. Únicamente el Capitán apareció vivo.
En cuanto a las consecuencias…
La batalla de buques ha terminado con el Golondrina hundido y con el Lunargentés Errante y el Promesa Enardecida a flote. Tu barco podría haberse hundido, te di la opción al principio de la misión llevarlo, pero astutamente no lo hiciste.
El nativo falleció. Era un vil traidor y murió como un perro atravesado por la alfanje de Mendoza. No merece desperdiciar más de una línea de esta escoria humana.
Billy Gibbs ha muerto. Has descubierto su gran secreto. El viejo de los refranero era, en realidad, un acosador de niñas que siempre soñó con ser alguien importante en el mar. Aprovechándose del talento de Leonor y su necesidad de dinero para conseguir llegar a su actual puesto de Contramaestre de la Guardia.
El Capitán Trastámara ha sobrevivido. Tras dejar a los huéspedes de Werner a salvo en Lunargenta, continúa sus labores de piratería y la búsqueda de reliquias de mar poderosas (como corsario a sueldo para la Logia) por el mundo en su barco, el Lunargentés Errante.
Leonor de Mendoza ha sobrevivido. Ha retornado a Verisar, y vive en Baslodia. Tras la destrucción del Golondrina y haberse deshecho de Gibbs ya no quiere saber nada más de la Guardia y todo lo que le supuso. Ahora, con el dinero ahorrado, ha abierto una tienda de ultramarinos en Baslodia. Aunque si Werner sigue vivo y se reencuentra con ella, se unirá sin duda a su causa. Para agradecerle todo lo que hizo por ella.
Roger Baraun terminó gravemente herido por el propio Capitán Trastámara. Su propia herida le hizo perder una pierna y un ojo. Se puso un parche y una pata de palo y se dedicó a gastarse su dinero en el juego y en putas. Se unió a la banda de Lazid y poco más se supo de él. El capitán podría volver a convencerle de unirse.
Nereida Niére ha sobrevivido. Pero a Koran le parecía una mujer servicial, hábil y útil y decidió convertirla en su sierva más fiel. Ahora, Nereida pasará a ser un NPC de uso máster hasta que la malvada Koran sea derrotada… O hasta que el Capitán reúna a su tripulación y decida hacerle frente. Sus ojos son ahora color carmesí y es su mano derecha en sus malévolos planes para Aerandir.
Wes Fungái sobrevivió, pero no superó nunca el haber fallado al Capitán y el haber perdido a su “hermana”, Nereida. Ahoga sus penas en alcohol, volviéndose un borracho adicto. Sólo la aparición del capitán, antes del próximo mes, hará que el hombre erizo no termine ahorcándose. Lamentando el haber perdido al Capitán y a Nereida.
Koran consiguió el Orbe de Energía gracias a los fieles nativos. El cual llevó a la pirámide de Dundarak. Ahora ésta volvía a tener suficiente energía para realizar un nuevo traslado. La nueva Nereida Nyére fue la encargada de colocar el orbe en la misma. Le llevaría unas semanas pero la pirámide pronto se elevaría sobre el cielo y abandonaría Dundarak.
¿El destino? Lunargenta. La pirámide miraría, frente a frente, a aquella misteriosa nube huracanada y gigantesca, que se había quedado permanente sobre la ciudad.
Sí. Aquella que parecía tener la forma de unos jinetes.
Capitán Werner: Has completado la misión. ¡Espero que te lo hayas pasado tan bien como yo! Hay demasiados finales, pero tal vez hayas desbloqueado uno intermedio tirando a “malo”. Ya que no conseguiste el orbe, tu tripulación sobrevivió pero acabó dispersa y tú, si bien no acabaste maldito, terminas con una preocupación mayor. La recompensa que obtienes son las siguientes:
Edgar Allan Poe adquiere el rasgo “buscador de tesoros”. (¿Porque has visto que los cuervos esconden tesoros, no?). En los próximos tres temas que hagas, deberás lanzar una runa a la vez. Con la peor de ellas, el cuervo encontrará una maldición (para ti y para los usuarios que participen), la intermedia dará un cofre con 500 monedas a cada uno de los participantes, pero… ¿y la mejor? En el mejor de los temas conseguiréis un arma de calidad legendaria. ¡Pero sólo una! Por lo que tendrás que avisarme a mí y os propondré un reto para que uno de los usuarios la consiga.
Pero máster… ¿esto tiene truco? Sí. Porque además…
El capitán Werner adquiere el rasgo “Amigo de amigos” “(llámalo “maldición” si quieres): Antes de poder abrir otro tema, tendrás que participar en tres eventos creados por mí (de tres turnos máximo). Destinados a recuperar a los miembros perdidos en la Isla: Leonor de Mendoza (Baslodia), Roger Baraun (Catacumbas) y Wes Fungái (Lunargenta). En cada evento propondré una pequeña trama y vosotros tendréis que resolverla como si fuera un tema libre, sin intervención mía. Y tendrá recompensa clásica (con 5 ptos de experiencia, pero serán sólo de tres turnos), además, será durante estos temas en los que tengas que utilizar la habilidad de Buscador de Tesoros de Edgar Allan Poe. Por lo que mira bien con quién te juntas. Algunos usuarios acabarán malditos, pero otros podrán luchar por un arma única.
Busca compañeros para los eventos e infórmame cuando estés disponible. ¿Quién está dispuesto a ser maldecido por conseguir un arma legendaria?
Además, has obtenido 15 puntos de experiencia por tu buen hacer.
E inmediatamente tendió su ayuda a un malherido Roger Baraun, a Leonor de Mendoza y los pocos supervivientes que quedaban de la Golondrina y también a Wes Fungái. Puso a salvo a los tres con ayuda de sus hombres en el Lunargentés Errante, pero no podría hacer lo mismo con los demás.
Por otra parte, el Capitán Werner sólo tenía ojos para una persona: Nereida Nyére. Su pequeña. Su segunda hija, después de Ulaarena. Corrió como pudo a por ella. Saltó a por los pies y…
La salvó.
El orbe de energía cayó al suelo. Fue tomado por los nativos de la Isla. A ellos no les importaba ni el Capitán, ni tampoco Nereida Nyére. Eran siervos de Koran y estaban controlados por ella. Uno de ellos se echó a la mar. Nadó como pudo hasta el orbe, lo tomó y volvió a la canoa. Pronto, partieron como pudieron.
Cuando perdió el orbe, Nereida recuperó el control en sus actos, pero la Isla seguía hundiéndose. - ¡Capitán! ¡¿Dónde estamos?! – exclamó como pudo, haciendo esfuerzos por mantener la cabeza en el agua. Al hundirse, esta formaba un enorme sumidero. Como cuando se abre el tapón de una bañera. Werner y Nereida hacían lo posible por seguir a flote. ¿Su esperanza? Alcanzar la canoa del nativo traidor. Aquel que había quedado con el Capitán Trastámara en la isla y que había sido apuñalado por Leonor de Mendoza. No estaba demasiado lejos.
Trastámara tenía que ordenar a su barco salir si no quería que éste sufriera graves daños estructurales que ya tenía de su anterior batalla con la Golondrina. Sumergió el Lunargentés y poco se sabría más.
Werner consiguió llegar al bote que se hundió, pero Nereida no. Creyendo que era su muerte definitiva. Pero gracias a que la Isla llegó al fondo del mar, el efecto embudo cesó, y la barca afloró en superficie. Con un capitán inconsciente, casi ahogado, pero todavía vivo.
Cuando despertó. Horas más tarde. Vería a lo lejos la otra isla, Curaçao. Y un reconocido barco acercándose. Era el Promesa Enardecida, capitaneado por Abdullah, quien viendo los incidentes desde la otra isla, decidirían ver qué demonios había ocurrido y si había supervivientes. Lo había. Únicamente el Capitán apareció vivo.
* * * * * * * * * * *
En cuanto a las consecuencias…
La batalla de buques ha terminado con el Golondrina hundido y con el Lunargentés Errante y el Promesa Enardecida a flote. Tu barco podría haberse hundido, te di la opción al principio de la misión llevarlo, pero astutamente no lo hiciste.
El nativo falleció. Era un vil traidor y murió como un perro atravesado por la alfanje de Mendoza. No merece desperdiciar más de una línea de esta escoria humana.
Billy Gibbs ha muerto. Has descubierto su gran secreto. El viejo de los refranero era, en realidad, un acosador de niñas que siempre soñó con ser alguien importante en el mar. Aprovechándose del talento de Leonor y su necesidad de dinero para conseguir llegar a su actual puesto de Contramaestre de la Guardia.
El Capitán Trastámara ha sobrevivido. Tras dejar a los huéspedes de Werner a salvo en Lunargenta, continúa sus labores de piratería y la búsqueda de reliquias de mar poderosas (como corsario a sueldo para la Logia) por el mundo en su barco, el Lunargentés Errante.
Leonor de Mendoza ha sobrevivido. Ha retornado a Verisar, y vive en Baslodia. Tras la destrucción del Golondrina y haberse deshecho de Gibbs ya no quiere saber nada más de la Guardia y todo lo que le supuso. Ahora, con el dinero ahorrado, ha abierto una tienda de ultramarinos en Baslodia. Aunque si Werner sigue vivo y se reencuentra con ella, se unirá sin duda a su causa. Para agradecerle todo lo que hizo por ella.
Roger Baraun terminó gravemente herido por el propio Capitán Trastámara. Su propia herida le hizo perder una pierna y un ojo. Se puso un parche y una pata de palo y se dedicó a gastarse su dinero en el juego y en putas. Se unió a la banda de Lazid y poco más se supo de él. El capitán podría volver a convencerle de unirse.
Nereida Niére ha sobrevivido. Pero a Koran le parecía una mujer servicial, hábil y útil y decidió convertirla en su sierva más fiel. Ahora, Nereida pasará a ser un NPC de uso máster hasta que la malvada Koran sea derrotada… O hasta que el Capitán reúna a su tripulación y decida hacerle frente. Sus ojos son ahora color carmesí y es su mano derecha en sus malévolos planes para Aerandir.
Wes Fungái sobrevivió, pero no superó nunca el haber fallado al Capitán y el haber perdido a su “hermana”, Nereida. Ahoga sus penas en alcohol, volviéndose un borracho adicto. Sólo la aparición del capitán, antes del próximo mes, hará que el hombre erizo no termine ahorcándose. Lamentando el haber perdido al Capitán y a Nereida.
Koran consiguió el Orbe de Energía gracias a los fieles nativos. El cual llevó a la pirámide de Dundarak. Ahora ésta volvía a tener suficiente energía para realizar un nuevo traslado. La nueva Nereida Nyére fue la encargada de colocar el orbe en la misma. Le llevaría unas semanas pero la pirámide pronto se elevaría sobre el cielo y abandonaría Dundarak.
¿El destino? Lunargenta. La pirámide miraría, frente a frente, a aquella misteriosa nube huracanada y gigantesca, que se había quedado permanente sobre la ciudad.
Sí. Aquella que parecía tener la forma de unos jinetes.
* * * * * * * * * *
Capitán Werner: Has completado la misión. ¡Espero que te lo hayas pasado tan bien como yo! Hay demasiados finales, pero tal vez hayas desbloqueado uno intermedio tirando a “malo”. Ya que no conseguiste el orbe, tu tripulación sobrevivió pero acabó dispersa y tú, si bien no acabaste maldito, terminas con una preocupación mayor. La recompensa que obtienes son las siguientes:
Edgar Allan Poe adquiere el rasgo “buscador de tesoros”. (¿Porque has visto que los cuervos esconden tesoros, no?). En los próximos tres temas que hagas, deberás lanzar una runa a la vez. Con la peor de ellas, el cuervo encontrará una maldición (para ti y para los usuarios que participen), la intermedia dará un cofre con 500 monedas a cada uno de los participantes, pero… ¿y la mejor? En el mejor de los temas conseguiréis un arma de calidad legendaria. ¡Pero sólo una! Por lo que tendrás que avisarme a mí y os propondré un reto para que uno de los usuarios la consiga.
Pero máster… ¿esto tiene truco? Sí. Porque además…
El capitán Werner adquiere el rasgo “Amigo de amigos” “(llámalo “maldición” si quieres): Antes de poder abrir otro tema, tendrás que participar en tres eventos creados por mí (de tres turnos máximo). Destinados a recuperar a los miembros perdidos en la Isla: Leonor de Mendoza (Baslodia), Roger Baraun (Catacumbas) y Wes Fungái (Lunargenta). En cada evento propondré una pequeña trama y vosotros tendréis que resolverla como si fuera un tema libre, sin intervención mía. Y tendrá recompensa clásica (con 5 ptos de experiencia, pero serán sólo de tres turnos), además, será durante estos temas en los que tengas que utilizar la habilidad de Buscador de Tesoros de Edgar Allan Poe. Por lo que mira bien con quién te juntas. Algunos usuarios acabarán malditos, pero otros podrán luchar por un arma única.
Busca compañeros para los eventos e infórmame cuando estés disponible. ¿Quién está dispuesto a ser maldecido por conseguir un arma legendaria?
Además, has obtenido 15 puntos de experiencia por tu buen hacer.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
» [Mastereado] Secreto en la montaña [Cassandra C. Harrowmont]
» Tú secreto, mi secreto [Trabajo] [Uriel]
» El Secreto de la Fuerza (Libre)
» El secreto del tabernero [Libre][CERRADO]
» [Mastereado] Secreto en la montaña [Cassandra C. Harrowmont]
» Tú secreto, mi secreto [Trabajo] [Uriel]
» El Secreto de la Fuerza (Libre)
» El secreto del tabernero [Libre][CERRADO]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 16:45 por Meraxes
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 22:19 por Bio
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 21:42 por Tyr
» Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Ayer a las 21:39 por Zagreus
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Ayer a las 12:58 por Reike
» Conocidos por error [Solitario]
Ayer a las 12:16 por Eberus
» El secreto del Ahogado [Privado] [Noche]
Sáb 23 Nov 2024, 11:56 por Thomas J. Hidalgo
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Sáb 23 Nov 2024, 11:15 por Thomas J. Hidalgo
» Una sombra sobre Lunargenta: 2ª parte. [Privado]
Jue 21 Nov 2024, 23:03 por Níniel Thenidiel
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Jue 21 Nov 2024, 16:35 por Cohen
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Jue 21 Nov 2024, 15:16 por Seraphine Valaryon
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Jue 21 Nov 2024, 11:30 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Miér 20 Nov 2024, 14:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Miér 20 Nov 2024, 11:18 por Mina Harker
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun 18 Nov 2024, 07:29 por Tyr