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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Sep 11, 2017 10:50 pm

Flashback de una historia del pasado entre Huracán y Cassandra. 8 años antes del presente.

[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] 2850450.main_image

El último año había sido especialmente duro. Era nuestro último año lectivo y faltaban apenas unas semanas para la graduación del curso. Desde que conseguí junto a Cass el pergamino del Acantilado de la Muerte, que nadie salvo Mortagglia había conseguido, nuestra vida había cambiado considerablemente. De eso ya había transcurrido un año. Y desde entonces comenzamos a entrenar para convertirnos, algún día, en peligrosas cazadoras de vampiros que a la postre seríamos. Ahora no sólo teníamos que entrenar la mente para sacar las mejores notas, sino también el cuerpo. Muchas horas de ejercicio físico, gimnasio y entrenamiento con la ballesta. Muchísimas horas de desarrollo total de los poderes enfocado al combate.

Con tanto trabajo, me había costado mucho mantener las notas de cursos anteriores. Quería mantenerme para terminar aspirando también a las pruebas de Maestra Tensái, como mi madre. Pero por el entrenamiento había bajado la media algo, pero a cambio, era una temible adversaria en combate. Al menos para mis compañeros de clase. Hacía un año que, en aquella fiesta, los amigos de Cassandra me habían dado una paliza que aún tenía que vengar. Mi carácter se había curtido y ahora era más fría, más seria, y más adulta. Una versión más próxima a lo que sería en el futuro. De hecho ya vestía los ropajes oscuros que llevaba, mi habitual atuendo de caza.

Tras aquel duro año, estábamos impacientes por empezar una vez acabásemos el Colegio, pero el maestro Dorian creía que aún teníamos que pasar una prueba para comprobar si ya estábamos preparadas para el combate. Teníamos que enfrentarnos a un chupasangres de verdad. Un duro entrenamiento que serviría para ver si estábamos ya preparadas para desarrollar nuestra actividad profesional como cazadoras.

Las instrucciones del simulacro eran sencillas: Los maestros habían llevado a un vampiro de la Hermandad que mi madre y Cyrilo habían capturado hasta Isla Lunar. Teníamos que llegar hasta allí y traerles la cabeza. El entrenamiento reunía todas las condiciones de un contrato: Cooperación, búsqueda de transporte para llegar al objetivo, rastreo en un entorno, eso sí, “cerrado” como era el peñón, pues no dejaba de ser un simulacro, y lo divertido: Darle caza. Era lo más parecido a un caso real sin llegar a serlo.

A partir de ahí, teníamos libertad absoluta para desarrollar la actividad. Pero Cassandra y yo no iríamos solas. Sino acompañadas de otra aspirante: Annelise Wilkins, la pelirroja estúpida amiguita de Cass, también había entrenado duro con las ballestas. Para ser una simple “escudera” lametraseros de Harrowmont, a veces parecía incluso mostrar una mejor puntería. Al menos cazando conejos, que era con lo que hasta el momento habíamos practicado.
Annelise:

El cuarto aspirante no era un brujo, sino un humano. Un buen amigo mío, más concretamente, el único que podía decirse que tenía: Mortdecái. Un habilidoso y solitario joven, bastante rarito, tímido y reservado con las mujeres. Era bastante tímido y entre tres mujeres apenas se atrevía a hablar. Por su condición de no brujo, no pertenecía al Hekshold, pero el maestro Dorian insistía en que había otras habilidades más allá de la caza que también eran muy importantes, como el ingenio y la supervivencia. Y en ello, Mortdecái era el mejor. De él había sido la idea de llevar a "Randy Mandy". Su traducción literal era bastante grosera, pero estaba tan salido que daba ese tipo de nombre a sus invenciones.

Mortdecái:

Así, avanzábamos los cuatro hacia Isla Lunar, en la improvisada galera de Mortdecái  Y no podía hacer peor día, de hecho. Una extraña bruma se había levantado en torno a la misteriosa isla. ¿Mas qué problema había? Éramos la nueva generación de cazadores, como el Maestro Dorian en tono bromista nos solía denominar, extinta desde que el gremio desapareció hacía casi veinte años, tras la traición de la Dama Mortagglia.

-Encended alguna antorcha. – ordené. Annelise era una tensái de fuego, no debería tener problema con ello, como así fue. sin abrir la boca hizo tres y nos dio una a cada una.
-Mierda, no veo nada y soy incapaz de orientarme. ¿A dónde dirijo a Randy Mandy? – Mortdecáillevaba la dirección del barco, pero con tanta.
-Sigue recto. No deberíamos tardar mucho en llegar. – indiqué tratando de apaciguar la evidente tensión.
-Mejor que diga Cass por donde ir, me fío más de su orientación que de la de la mestiza. – aportó Annelise, a la cual la miré con enfado. Llevaba todo el camino lanzando puñaladas a favor de su amiga, y me estaba hartando.
-Cass no tiene ni puta idea de nada. – grité mirando a la Harrowmont de reojo y señalándola. - Mírala, si está que se va a hacer pis en los pantalones.
-¡Basta! No empecéis otra vez. – trató de calmar entonces Mortdecái. Tenía muchas rencillas con ambas compañeras. Aún tenía reciente todos sus insultos que, cada día, me dedicaban. - ¡Randy, vámonos a la derecha! - gritó en un atisbo de infantilismo haciendo girar el timón con toda su fuerza.
-¿Por qué hablas con el bote, imbécil? - preguntó con desprecio Annelise.

El mar comenzó a ponerse cada vez más y más bravo. – ¡Sujetaos! – la canoa parecía que iba a volcar, pero Mortdecái, gracias a su gran habilidad, consiguió mantenerla en pie, hasta que una estrepitosa ola la desplazó contra una roca. Chillamos y terminamos encallados.

-¡Hemos varado! ¡Menuda mierda de barco! – gritó Annelise asustada, sacudiéndole a Mortdecái un golpe.
-¡Annelise, basta! - y aparté la mano de la bruja de la cabeza de nuestro compañero. Teníamos que hacer algo.
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[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] Empty Re: [Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury]

Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Vie Sep 22, 2017 9:17 pm

Después de haber encontrado el pergamino, no sin dificultades, no volvíamos a ser las mismas. Un año después habíamos pegado un gran cambio. Tan solo unos meses y el resultado era como ver a dos personas diferentes. Posiblemente no hubiésemos cambiado mucho de aspecto, al menos yo no lo veía, pese a que mis padres me lo recordasen bastante, pero sí que se había notado el cambio en nuestro cuerpo y en nuestra madurez.
Nos habíamos librado de la expulsión después de intentar mover influencias de nuestros padres, pero se habían enterado y yo me había quedado sin salir un tiempo. Algo que me fastidió bastante, pero que sirvió como precedente para que me pusiera a entrenar en serio. La motivación: convertirme en cazadora. Desde el momento en que mis padres me habían prohibido volver a las fiestas nocturnas con mis compañeros y a salir por las tardes había aprovechado ese tiempo en entrenarme duro para lo que estaba por venir. El maestro Dorian había cumplido su promesa y, durante un año, nos había puesto a prueba a Anastasia y a mí para conseguir entrar en el gremio. ¡Por fin podríamos lucir los trajes!

Un año jodidamente duro. Si bien se dice que quien algo quiere algo le cuesta, pero no pensé que nos iba a costar tanto. Teníamos que entrenar nuestro cuerpo hasta el límite, nuestra forma física había cambiado, sobre todo la mía después de dejar de lado el hidromiel y resto de bebidas que circulaban por las fiestas  que nos montábamos. Había tenido que sacrificar mi vida social, aunque había conseguido más admiración de la que ya tenía, cuando se supo que entraría en el gremio. Incluso una de mis amigas, Annelise, había entrenado con nosotras para entrar. Eso me hacía mucha ilusión, pues entrenar solo con Anastasia era un truño. Aunque era bueno siempre y cuando mi amiga no me superase.
Y solo podíamos entrenar y realizar las pruebas si nuestras calificaciones no bajaban, así que, después de todo el esfuerzo físico, llegaba el mental para estudiar y pasar los exámenes. Y yo no quería bajar ni una décima de mis notas. Ya lo había dicho mi madre, que si no conseguía mantener mis calificaciones académicas, haría porque no pudiera entrar en el gremio. Y así estuve un año, esforzándome y dando lo mejor de mí en todo. Era, también, la recta final del curso. Pronto nos graduaríamos.

También estábamos en la recta final del entrenamiento del gremio, era la última prueba: cazar a un vampiro real. De eso sí que tenía ganas. Desde Thaddeus no habíamos encontrado otro igual y, si eran todos así, sería pan comido el llevar la cabeza ante el maestro Dorian. Teníamos que ir hasta Isla Lunar y capturarlo, junto a dos personas más. Una de ellas era Annelise y otra un humano bastante más rarito que Anastasia. De este último no me esperaba que fuera a hacer nada grande, la verdad, aparte de ponerle nombres raros y obscenos a sus objetos.

Y ahí estábamos los cuatro en la galera de extraño nombre, tratando de avanzar hacia Isla Lunar. Y la verdad es que hubiese preferido ir cualquier otro día en lugar de este, pues el mar estaba embravecido y una extraña neblina cubría todo, impidiéndonos avanzar. Por más que Annelise dijera que se fiaba de mí no podía hacer mucho. Yo también hubiese dicho de seguir recto. O habría tirado a Mortdecái al agua y así no le tendría que escuchar hablar con su bote una vez más.
- ¡Que te jodan, Anastasia! - Le grité cuando se dirigió hacia mí y le hice una peineta. Estuve bastante callada en el viaje, la excusa era que estaba tratando de ver por dónde ir, de orientarme. Pero la realidad es que no era muy afín al agua, y menos si estaba picada. Y eso era un problema cuando vivíamos en una isla. No me quedaba otro remedio que seguir disimulando. Pero tuve que hacer un gran acopio de todas mis fuerzas cuando las olas se hicieron más grandes y el mar se enfureció más aún, haciendo que encallásemos. Junto al resto, también chillé. El no ver tierra firme me agobiaba, pero si la barca se mantenía a flote aún, podíamos buscar una forma de llegar a la isla. Annelise estaba nerviosa y la entendía, pero no iba a quedarme en la barca mucho tiempo, yo también quería que parase.
Empecé a respirar más rápido que antes, buscando una forma de salida. - Anastasia, despeja las nubes. - Ordené mientras me acercaba al lugar donde habíamos encallado para intentar ver algo, acercando la antorcha. Me estaba agobiando bastante por más que intentaba mantener la calma. Estábamos varados en entre unas rocas, pero no sabía si serían ya parte de la costa o simplemente eran un peñasco aparte. - Annie, prueba a hacer una antorcha más grande que nos permita ver. - Mi amiga asintió y trató de hacer una gran llamarada en alto para intentar iluminar el lugar. Si Anastasia apartaba las nubes podríamos ver dónde nos encontrábamos.

El mar estaba embravecido y el ruido que hacían las olas al chocar contra la barca me atacaban los nervios. Cuanto antes saliéramos de aquí, mejor. Yo estaba más a gusto en tierra firme, no en medio de la nada. - Puedo hacer que la barca vuelva al mar, pero al haber chocado contra una roca, tendrá daños en el casco. - Comenté mientras seguía agachada mirando la roca, con la antorcha en alto para que las olas no la apagasen. Lo bueno de la niebla es que impedía que se viera mi cara, pálida como la piel de un vampiro. - Podemos ver si podemos avanzar a pie, o tenemos que seguir navegando. - Entre mis planes no estaba el hacer que Mortdecái intentase arreglar la galera, para mí era un humano inútil. Se suponía que debíamos trabajar en equipo y, si ya me costaba trabajar con Anastasia, más aún con ese estúpido. No acababa de convencerme mucho, me faltaba algo.

Estábamos muy cerca de la isla, el reflejo de las llamas de Annelise parecía mostrar tímidamente la costa. - Tengo una idea mejor. - Comenté con alegría inesperada. ¡Íbamos a salir de ahí! - Cuando yo te diga "ya", usas tus corrientes para mover la barca. Una... Dos... - Comencé a contar sin esperar más opiniones, me gustaba mandar y quería salir de ahí cuanto antes. -¡Y tres! -En ese momento hice que la roca sobre la que había encallado la barca se hunidera hacia el fondo, dejando, de nuevo, la quilla bajo la superficie. Con las manos extendidas hacia abajo hice que esa roca desapareciera, haciendo tremendo estruendo. - ¡Ya! ¡Hacia la derecha! - Si al final iba a tener razón Annelise. ¡La que tenía que guiar era yo! Si Anastasia lo hacía bien podríamos salir de ahí antes de que los daños fuesen mayores.
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Mensaje  Anastasia Boisson Sáb Sep 30, 2017 4:13 pm

Cassandra con cara de pocos amigos me insultó y me sacó la peineta cuando escuchó mi comentario. Había conseguido mi objetivo, que era sacarla de quicio. Con aquel triunfo me giré con una media sonrisa y estiré los brazos para seguir sus indicaciones de despejar las nubes. El fuerte oleaje me estaban poniendo cada vez más nerviosa. Cassandra no pasaba de dar indicaciones como si fuera la capitana del barco y Annelise parecía tener también bastante pánico.

Los nervios estaban a flor de piel, pero cuando encallamos Mortdecái cambió sus comentarios chistosos por gritos de miedo y pánico. - ¡Joder! – grité agachándome y agarrándome a una de las barandillas para evitar caer por la borda por el impacto. Una ola irrumpió entonces con fuerza en la cubierta, pasándonos a todos por encima y empapándonos.
-¡Haced algo! ¡Que sois vosotras las brujas! – Mortdecái pedía una pronta actuación por nuestra parte, y Cass rápidamente asumió el mando y hundió la roca bajo la que habíamos tropezado, pidiéndome que generara una corriente de aire para hacer que la barcaza volviera a navegar.
-¡Lo conseguimos! – celebró Annelise, que colocada en la proa de la nave alumbraba con sus manos lo que teníamos por delante. Giró su cabeza hacia Mortdecái. - ¡Sigue avanzando!
-Randy está muy dañada. ¿No notáis que estamos hundidos de un lado? – preguntó claramente agitado Mortdecái. - ¡No llegaremos a la costa!
-Tranquilízate, por favor. – respondí tratando de parecer serena. – Eres tú quien sabe llevar este barco hasta la costa. – me coloqué a la popa del mismo para generar corrientes de aire que ayudaran al bote a mantenerse a flote.

A duras penas conseguimos surcar el mar durante cinco minutos más. Entonces los caprichosos dioses del océano decidieron enviarnos una ola gigante por detrás que elevó el barco. Nos arrastró durante un buen trecho para, poco después, hacer salir el navío volando e impactando fuertemente contra la arena de una playa. Los dioses habían sido condescendientes con nosotros. Pero la barcaza había quedado hecha trizas.

-¡Ay! – Annelise, en la parte delantera del mismo, se había llevado la peor parte. Y yo había saltado justo al ver la arena me encontraba perfectamente. Estaba muy cerca de la costa, por lo que me acerqué a ella. A saber dónde habían acabado Cass y Mortdecái. - ¡Tranquila, te ayudo! – la llamé cariñosamente, algo raro en mí, para tranquilizarla. Era increíble ver cómo cuando el miedo nos invadía, mostrábamos nuestro lado más humano. Se había hecho daño en la pierna, por lo que la cogí y la arrastré hacia el interior de la costa. - ¡Vayamos arriba! – pedí ayudándola a levantarse y a correr.

Isla Lunar no era un lugar paradisíaco lleno de palmeras como Beltrexus. Lejos de ello, era un peñón rocoso, de escasa vegetación, poca comida y con bastante pendiente. Nuestros víveres se habían perdido con la barca, y para colmo estábamos encerrados con un vampiro que a saber dónde se encontraba.

-Con lo bien que estaba yo trasteando con mis inventos en mi casa… - se lamentó Mortdecái sentándose con resignación en uno de los riscos de aquella isla. El mar irrumpía con fuerza en la tierra y ante el diluvio sólo pudimos escondernos bajo unas rocas en medio del precipicio. – De noche y diluviando, Annelise herida, con un vampiro rondando por la isla y con mi querida Randy hecha trizas sin poder escapar. – Todo lo que había dicho Mortdecái no era nada que no supiéramos los que estábamos allí presentes, no era algo que fuese necesario dejar claro. Annelise pareció sentir el comentario de Mortdecái como una ofensa a su orgullo y, mostrando signos de dolencia, se levantó y le dio un empujón fuerte, fruto de la tensión, con el que casi lo tira por el precipicio.
-Estoy perfectamente, payaso. – le insultó. – Tu mierda de barco ha sido lo que nos ha hecho terminar así. – culpabilizó a Mortdecái. - Y con tus poderes mestizos has sido incapaz de reconducir la barca y evitar que chocáramos. - continuó hacia mí con tremenda injusticia, y miró a Cass y nos señaló con la palma de la mano, enfadada. – No deberíamos haber venido con este imbécil y la mestiza. No aportan una mierda más que problemas.
-¡Eh! Sé un poco más comprensiva. Hice lo que pude.– grité poniéndome en medio y empujando a la bruja, defendiendo al inventor. – Si puedes lloriquear como ahora es porque he evitado que te ahogaras en el mar. Así que dame las gracias y no vuelvas a insultarnos. - La pelirroja ni siquiera se dignó a escucharme, o lo ignoró por completo.
-Vayámonos a buscar al vampiro, Cassie. Dejémoslos aquí. – trató de convencerla para que nos abandonara. – Vayámonos a ver cuánto tardan en suplicarnos ayuda.

Fruncí el ceño con molestia por las palabras de Annelise, era una gilipollas, igual que Cassandra, y todos estábamos con los nervios a flor de piel, pero no era el momento de dividirnos. No cuando había un vampiro suelto y no sabíamos quién era ni el peligro que suponía.

-Cassandra… - sólo alcancé a decir con tristeza, pidiendo cordura en Harrowmont, algo difícil cuanto menos, mientras Annelise la agarraba del brazo para intentar tirar de ella. Si querían irse no se lo iba a prohibir, pero yo opinaba que lo más sensato era permanecer unidos pese a nuestras más que evidentes diferencias.
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[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] Empty Re: [Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury]

Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Jue Oct 19, 2017 10:54 pm

El mar cada vez estaba peor y habíamos encallado en las rocas. ¿Qué más podía salir mal? Pregunta retórica que le encantaba a los dioses. Al poco tiempo, cuando parecía que  estábamos encauzando el bote, una gran ola nos empujó hasta la orilla, desde la parte trasera del barco, y hizo que chocásemos en tierra. Todos salimos volando sin poder remediarlo, pero yo hice acopio de mis poderes para cambiar la roca contra la que iba a chocar y  convirtiéndola en tierra. Bastante más blanda que la piedra, sin duda. Mis poderes habían mejorado considerablemente de un año para acá. Siempre me había considerado buena, pero ahora mucho más. Había sido  capaz de cambiar la textura de una roca en cuestión de segundos. Y, por suerte, caí en blando, aunque no evitó que el golpe fuera fuerte y fijo que acabaría con otro moratón más en mi piel. ¡Odiaba eso!
Con esfuerzo me incorporé, un tanto desorientada, y traté de buscar a los demás. Mortdecái estaba a unos metros de mí, y también algo confuso, sentado en el suelo. Anastasia estaba ayudando a Annelise a levantarse y rápidamente agarré yo al humano y fui a ver a mi amiga. Simplemente me llevé al muchacho para que no se quedase ahí, solo. Pero mis verdaderas intenciones eran ir con Annie y ver si estaba bien. La lluvia dificultaba todo bastante, y eso sin olvidar que había un vampiro rondando por ahí. - ¿¿Estás bien?? - Grité preocupada.

El encontronazo entre mi amiga y el extravagante humano era de esperar, no se llevaban bien. Bueno, es que sólo Anastasia era capaz de aguantar a Mortdecái  y sus tonterías, posiblemente porque él era el único que la aguantaba a ella. En la escuela teníamos la coña de que estaban juntos, o de que él pretendía algo con ella. Obviamente tenía un gusto horrible, pero era humano y no se podía esperar mucho más de él. Menudo rarito el tipo…

Y, claro, para Anastasia también hubo bronca. En eso sí tenía que darle la razón a Annie, los poderes de nuestra tercera acompañante eran de mestiza. Al igual que con Mortdecái, no podíamos pedirle mucho más a ella tampoco. De donde no hay no se puede sacar. Teníamos una pareja bastante nefasta.

Annelise estaba que echaba humo e insistía en que teníamos que largarnos y dejarlos solos, pero Anastasia me miró tratando de que no hiciera caso a mi amiga.
- Annie, baja la voz. - le hice un gesto con la mano para que no gritase. Si teníamos que intentar dar caza y esquivar a un vampiro íbamos mal si dábamos gritos. - Estamos en una isla con un vampiro. ¡Shhh! - A regañadientes me hizo caso, pero se cruzó de brazos mostrándome su inconformidad.
- Vámonos, Cass.

Pasé la vista por ella y luego por Anastasia. Esta última era la persona a quien menos ganas tenía de ver, pero no podíamos separarnos, no en esos momentos. Me dirigí hacia Annie y la tomé de los brazos. - Tranquilízate, por favor. Mira… odio tanto más que tu a Anastasia, pero no podemos irnos. - Susurré.- El maestro Dorian lleva un año insistiéndonos en la colaboración. Si cada uno va por su lado no superaremos la prueba. Y tenemos que hacerlo aunque tengamos que tragar con la mestiza. - Las caras de mi amiga lo decían todo sin necesidad de hablar. - Además, hay un  vampiro. Si nos dividimos estaremos en peligro.
- No esperaba esto de ti, Cassandra. ¿En serio? ¿Prefieres quedarte con la mestiza y el raro este a venir conmigo? - Se notaba muy irritada. - ¿En serio? ¡No me lo puedo creer!  ¡Desde que nos contaste lo de la cueva estás rara! ¿¡Desde cuándo prefieres irte con ella!? - Le había fastidiado el hecho de no salirse con la suya para convencerme de irnos por nuestra cuenta. Y yo de verdad prefería irme con ella, pero no en esa situación: estábamos sin barco, en una isla bastante peligrosa y con un vampiro rondando por ahí. ¿Acaso era un buen momento para individualismos? Aparte, que si nos veíamos en peligro y tenía que sacrificar a alguien el humano y Anastasia iban a ser los primeros, en ese orden. Si me iba sola con Annie… éramos ella o yo, y no quería poner en peligro a mi amiga.
Además, obvio que estaba "rara" desde lo de la cueva, casi morimos aquel día. O esa fue la sensación que me dio. Encima nos encontramos con nuestro primer vampiro.

- Annelise, por favor. Tenemos que estar juntas. No podemos desperdigarnos, bastante jodidas estamos ya como para encima irnos por nuestro lado. Piensa un poco. - Refunfuñó ante mis constantes negativas y, de hecho pensé que se iría, pero recapacitó y volvió a las rocas donde estábamos, ignorándome y empujando a Mortdecái a su paso. Solté un suspiro y me giré, para volver a la cuevecilla. Rara vez había peleado con Annelise, y me sentaba mal. Sobre todo porque la discusión había sido por intentar defender la postura de la gilipollas de la mestiza.

Avancé despacio hasta quedar bajo las rocas y me senté. - Bien, ¿y ahora? ¿Cuál es el plan? Tenemos una isla con niebla, lluvia y un chupasangres acechando. Podemos hacer fuego para pasar la noche, - miré a Annie - como hay tanta niebla el humo no se verá y posiblemente tampoco el fuego si lo hacemos aquí. ¿Qué provisiones tenemos y para cuánto tiempo?

No sabíamos dónde estaba ese vampiro, si era fácil o difícil de cazar, y si tendríamos que quedarnos más o menos días en la isla. Yo esperaba lo segundo, cuanto antes nos fuéramos, mejor. Aunque estaba la incógnita del barco, que estaba destrozado. ¿Cómo volveríamos a Beltrexus? Porque eso de meterme en el agua no lo contemplaba ni por asomo. Alcé la vista hacia los presentes.
- Pues nada, de campamento todos juntitos. - La mirada que les echó Annie a Anastasia y a Mortdecái, mientras echaba la pulla en tono sarcástico, fue de odio total.

- Sí, bueno, no son nuestros ideales para pasar la noche, pero… - traté de hacer una broma para intentar apaciguar los nervios de mi amiga, aunque me miró raro y resopló.

- Ni de coña, está claro. - Los miró con desprecio, pero se sentó a mi lado aunque un poco distante aún. - Bueno, quiero pasar el menor tiempo con vosotros dos, par de payasos, así que vamos pensando la forma de cargarnos a ese vampiro cuanto antes.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Dic 13, 2017 2:30 pm

Me senté y comencé a escuchar la fuerte discusión entre Cassandra y Annelise. La Harrowmont se la llevó lejos y comenzó a cuchichear sobre mí. ¡Estúpidas! Estábamos en una cueva. ¿Acaso creía que no las escuchaba? Pese a que trataba de hacerla entrar en razón, lo hacía a costa de meterse conmigo. - ¡Os estoy escuchando! - les grité enfadada. Aún con sus cuestionables formas, qué raro se me hacía que Cass mostrara más cabeza y sentido común que su amiga pelirroja. Cuando terminó su conversación, ésta empujó a Mortdecái y se sentó. Comenzaba a estar harta de los comportamientos infantiles si no de Cassandra, de Annelise, y viceversa.

La Harrowmont ordenó a su compañera tranquilizarse y pidió congeniar un plan de organización. Pero había mucha niebla, llovía y salir a cazar podía ser demasiado peligroso para unos novatos como nosotros. Cassandra creía que lo mejor sería encender un fuego, algo que resultaría útil, sin duda, dado el frío que hacía en aquella cueva.

-Precisamente mientras vosotras discutíais he estado reuniendo algo de madera por los alrededores. – le comentó Mort a Cass. Apoyando así su idea de prender el fuego.

Pero entonces Annelise volvió a soltar una de sus perlas y a insultarnos a Mort y a mí, llamándonos payasos. Estaba cansada de su comportamiento infantil. Tenía ganas de darle un moquete, pero le dolaría más si utilizaba técnicas rastreras al más puro “estilo Harrowmont”. -Ya basta, Annelise. – le dije, seria y miré a Cass. - Tú te libras por lo que te libras. - le dije de aquella manera, y señalé a Annelise, mirándola a los ojos, con enfado. – Pero tú no te olvides que la maestra cazadora es mi madre. Un solo insulto más. ¡Uno! Y despídete de pertenecer al gremio en tu puñetera vida.– le mostré el dedo índice para hacer más énfasis en mis palabras. ¿Ellas siempre me amenazaban, no? La bruja me miró con odio, pero se contuvo. - Ahora haz el favor y enciende el fuego. – indiqué señalando al conjunto de palitos que había reunido Mortdecái.

Aguardé para ver si Cassandra se atrevía a rematirme algo. Y es que esa amenaza era válida para Annelise, lamentablemente a Cass no se la podía hacer ya que su padre, aunque no cazaba, era el principal socio capitalista. El que ponía el dinero, en otras palabras. Por lo tanto, podría decirse que Isabella y James tenían un peso similar en la hipotética estructura que aún no era más que una utopía. Y es que nuestros padres habían pospuesto esperando a que nosotras nos hiciéramos mayores para hacerla realidad.

Pasaron unos segundos de silencio absoluto hasta que la refunfuñona Annelise decidió ceder y apoyar su mano en el montoncito de leña. La madera comenzó a calentarse y pronto las ascuas comenzarían a verse y el fuego a encenderse. La pelirroja retiró entonces la mano. – Gracias. – agradecí. Pero ella no contestó, rodeó las rodillas de los brazos y mantuvo su cara de enfado y frustración. – Bien, esperaremos a mañana. El vampiro estará escondido en alguna cueva y...
-Esperemos que no en esta. – interrumpió el pesimista Mortdecái, nervioso.
-¡Que no me interrumpas! – exclamé seria, apretando el puño por haberme cortado el diálogo. – Decía que si estuviésemos en el continente, tendríamos que perseguirlo de noche, pero como la isla es cerrada y pequeña, tendremos tiempo durante el día de revisar las cuevas con seguridad de no ser atacados a la luz del día y sin que éste pueda abandonarla. Así tendremos un mejor conocimiento del terreno, que por ahora nos es desconocido. – expliqué. El maestro Dorian siempre insistía en la importancia de hacer un reconocimiento previo durante la fase de rastreo. – En cualquier caso, tenemos que pasar la noche. Deberíamos cenar algo y después descansar. – Miré a Cassandra con una sonrisa pícara, sabía que a ella más que a nadie le fastidiaba dormir a la intemperie. Seguramente lejos de su colchón enorme y pasando frío. – Tranquila, Cass, en un par de días vuelves a dormir calentita. – comenté en tono bromista. - Yo me ofrezco la primera para hacer guardia. Mort, ¿trajiste comida?

-Por supuesto, Anastasia. – sonrió abriendo su mochila. – He traído una larga ristra de ajos. He leído en los libros que van bien contra los vampiros. – Cuando lo vimos ninguna nos lo podíamos creer. Con toda la ilusión del mundo comenzó a distribuirlos formando un círculo alrededor nuestra. Le sobraron cuatro, se quedó con uno y lanzó uno a cada una. – Ahí os van.

-Anastasia, no me eches por lo que voy a decir. – pidió Annelise levantando la mano, tras haber cogido el mismo. - ¿Tú eres gilipollas, no? ¡Quién cojones se cree esos cuentos más que un humano! - inquirió muy enfadada. Por ese comentario no iba a decirle nada. Estaba claro que Mortdecái la había cagado pero bien. Era un mito eso de los ajos espantaban a los vampiros.

-¿O sea, que sólo tenemos ajos? – pedí pidiendo calma. – Será mejor que no le contemos al maestro Dorian que hemos traído ajos para combatir los vampiros. – resoplé junto a Cass, cruzándome de brazos.

-Bueno, también he traído también herramientas para hacer algún cacharro que pueda ser necesario o reparar vuestras armas, pero eso no se puede comer. – se excusó el humano. – Como ingeniero siempre me enseñaron que en la vida hay que ser práctico. Supuestamente los ajos hacían una doble función alimenticia y anti-vampiros.

-Pues te los vas a comer todos tú, por payaso. – Annie volvía a estar fuera de sí, pero en este caso no me parecía mal. Todos los palos eran merecidos. – Dejan un sabor de boca asqueroso. ¡Y encima crudos! – y le lanzó con fuerza el alimento. Mirando después a Cassandra. - ¿Qué hacemos, Cass?
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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Miér Dic 20, 2017 2:39 pm

Lo primero que hice en cuanto escuché la voz de Anastasia quejarse fue levantar la mano para sacarle el dedo medio, sin voltearme ni siquiera a mirarla. Me hubiese gustado decirle que cerrara la boca pero estaba hablando con Annelise. Ya bastante me estaba costando convencerla como para que la tonta de la mestiza nos interrumpiese. Pero, afortunadamente, pude conseguirlo, aun a riesgo del enfado de mi amiga.

Cuando regresamos a donde estaba nuestra otra compañera vimos que Mortdecái volvía con unas ramitas, muy alegre. Le ignoré, para una cosa que hacía bien tampoco le íbamos a festejar nada, tan solo había traído ramitas. A la que sí que presté atención fue a Anastasia cuando se encaró con Annelise y me metió a mí en el saco. En un instante ya estaba yo frente a ella para evitar que se viniera muy arriba. - ¡Eh! ¡Relájate! - le aparté la mano con la que señalaba. - ¡Que tu madre no es la única que pincha en el gremio! ¡Así que menos amenazas! ¡Que no tienes voz para echar a nadie! - grité. No iba a permitir que se pusiera tan crecidita, y menos con mi amiga. Este año le había servido para motivarse demasiado y no se lo iba a consentir, que por mucho que su madre fuese cabecilla del gremio, no dejaba de ser una asquerosa mestiza en un mundo de brujos, así que debía estar más relajadita, que solo estaba en el gremio por su madre. ¡A ver qué cazadores querrían tenerla de compañera! Y entre ella y el humano… parecían un dúo de actores ambulantes.

Mortdecái, por su parte, nos miraba con una cara que no se podía definir bien qué era y, después de refunfuñar, Annie se puso a hacer el fuego. Yo miré a Anastasia con recelo y me giré para sentarme junto a mi amiga, resoplando. Si íbamos a pasar una “noche de campamento” con ellos, mal empezábamos. ¡Pero es que era imposible estar de buenas con Anastasia ahí! Era insoportable. Y tampoco parecía ser agradable con su amigo, a quien gritó cuando interrumpió su frase. Ella era taaaan simpática…

- Pues como no se vaya la niebla esta para el amanecer estamos jodidos. - Apuntó Annelise, aún de morros con la Boisson. Pero era cierto, había bastante niebla y confiaba en que se dispersase al día siguiente, porque si no todo se nos iba a complicar bastante. Lo siguiente que dijo Anastasia me hizo volver a refunfuñar. ¡Teníamos que pasar la noche en esa sucia cueva! La volví a mirar con enfado porque parecía estar mofándose de que nos tocase dormir en el suelo. ¿Era tonta? ¿Cómo se podía tomar a risa que nos tocase dormir en una cueva llena de mierda de murciélago y con gente tan indeseable como su amiguito? Volteé los ojos, cansada de todo… ¡y apenas llevábamos una hora en la cueva! Esto era lo que más rabia me daba del trabajo. Tenía muchas ganas de convertirme en cazadora, la fama era muy bonita pero eso de dormir en el suelo, con humedad, frío y suciedad no lo llevaba nada bien. Sabía que tenía que dormir, pues en unas horas nos tocaría dar caza a un vampiro, pero ahí… me resistía a que fuera verdad.

¡Pero eso no fue todo! Si parecía que los dioses se estaban mofando de nosotros, en ese momento lo comprobé: éramos sus dianas. ¿Nos podía salir algo peor? Nos habíamos estrellado con el barco, nos tocaba pasar la noche con Anastasia y Mortdecái, íbamos a dormir en el suelo lleno de guano de una cueva… ¡Y el inútil del humano traía ajos! ¡¡AJOS!! Para comer  y para combatir a los vampiros. Mi cara en ese momento debió ser monumental, casi podía verme reflejada en la de Annelise, a quien se le estaba desencajando.

Yo no me creía lo que estaba diciendo y de primeras pensé que era coña. Pero no. Lo peor es que el tonto estaba contento por su “grandioso plan”.
- Mortdecái, yo me pregunto dónde está tu nivel de retraso. ¿¡Cómo se te ocurre traer ajos!? ¡¡Y crudos!! - Miré a mi compañera - ¿No lo había más tonto? Tus posibilidades de encontrar novio son escasas, ¿pero este tenía que ser?  No sí… no podemos pedirle inteligencia a un humano, menudo estúpido. ¡¡Ajos para combatir a un vampiro!! - Resoplé, pateando una piedrilla. - Yo no lo sé, ahora mismo solo pienso en ofrecerle de comida al vampiro, así al menos sirve de algo: como cebo. - Respondí a Annie. Estaba muy enfadada, no paraba de dar vueltas de un lado para otro de la cueva. ¡No teníamos comida! Y eso sumado al hecho de que la cueva no se iba a transformar en una posada, pues estaba con un cabreo bastante grande.

- ¡Después de esto ya nos pueden hacer maestras! ¡Porque con lo que nos está tocando aguantar…! - farfullé. Todavía no sabía lo que nos esperaba, pero en ese momento y a mis dieciocho años esto era un mundo.

Annelise tampoco estaba muy por la labor de dormir en el suelo y se acercó a mí. - Te lo dije, tendríamos que habernos ido y que se quedasen aquí.
- ¿Te lo repito? Si no permanecemos juntos no pasaremos la prueba y estaremos en peligro. Por desgracia nos toca aguantar a este par… - resoplé de nuevo, sentándome en una roca al lado de la pared. - ¿Y bien, ahora qué? Como no comamos murciélagos… seguro que a Anastasia le encantan. - Como era de esperar, Annie me rió la gracia mientras trataba de avivar el fuego un poco más. - Se los podemos cocinar con los ajos que ha traído su novio.
- Podríamos salir a cazar algo. - Comentó Annelise. - O aquí dentro de la cueva, a lo mejor tenemos la suerte de que haya algún animal. - Sin esperar la respuesta de nadie hizo una antorcha con una rama de las que había traído Mortdecái y se adentró más en la cueva.
- ¡Annelise!
- ¡Que ahora vengo! ¡No te alteres! - gritó.

Miré a los otros dos sin saber bien qué hacer. Después de todo, era culpa del humano por ser tan inútil y traernos míseros ajos. Sin duda, la noche más maravillosa de mi vida. Estábamos en una cueva llena de murciélagos y la isla estaba cubierta de niebla, estuviéramos donde estuviéramos el vampiro que habían traído Isabella y el maestro Dorian podía estar oculto sin que lo supiéramos. ¿Alguien sabía la diferencia entre murciélagos normales y la transformación de un vampiro? Mis cábalas fueron interrumpidas por el grito de mi amiga. Apenas habían pasado unos minutos desde que se había ido.  
Sin pensar, agarré mi arco y salí corriendo hacia el interior de la cueva.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Ene 03, 2018 8:49 pm

¿Cuáles eran los niveles de obsesión de Cassandra conmigo? Parecían ser infinitos. Incluso cuando Mortdecái la había cagado de manera tan evidente, tenía que dedicarme palabras a mí. – Que no es mi novio. – Le espeté cruzándome de brazos. Por favor, Mortedecái no era más que un humano con el que me llevaba bien. Ni se me ocurriría intentar nada con ese chico. - ¿Te digo yo acaso si tú y Annelise estáis liadas? Porque vosotras sí que estáis todo el día juntas. – le espeté de mala cara.

Su discurso no acabó ahí. Y después de que su perrita faldera volviera a hacer caso a su “dueña”, volvió a meterse conmigo. Esta vez para decir si me gustaban los murciélagos. Crítica que siempre iba encaminada a la particular forma de vestir de mi familia. Envié una mirada sentenciante pero preferí no responderle. Si lo hacía iba a ser para sacarle los dientes de un puñetazo.

Fuera como fuera. Había que cenar algo. Y Annelise parecía dispuesta a ir a buscarlo. Por lo que hizo una pequeña antorcha con sus habilidades sobre una rama de las que había traído Mort y se adentró en la cueva. Cassandra intentó impedírselo, pero la bruja no le hizo caso y se adentró. Yo estaba tan enfadada que ni siquiera traté de decirle nada. Pues seguro que salían con otra faltosada. Que hiciera lo que quisiera.

-Parece que no te escucha. ¿Estás perdiendo influencia, Cass? – pregunté con una sonrisa pícara. Sabía que a Cassandra lo que más le hundía era no ser la más “guay” de su pandilla.

Sin embargo la situación se tornaría preocupante cuando Annelise profirió un gritó de susto que retumbó en toda la cueva. Cassandra fue la primera en tomar su arma e ir tras su amiga. Yo tomé una antorcha improvisada y salí detrás de ella mientras que Mordecái, por el contrario, quedó petrificado, pero también optó por ir detrás de nosotros. Quedarse solo en la cueva no entraba en sus planes.

No se veía nada en el interior de la misma a excepción de con la antorcha que llevaba. Si el vampiro estaba allí, seríamos presa fácil para él. Grité varias veces el nombre de la joven. Afortunadamente, ella respondía. - ¡Estoy aquí! ¡Socorro! – pidió varias veces.

No tardamos en llegar a su posición. La pelirroja había resbalado y caído por un pequeño saliente que no había visto, pero se encontraba estable dentro de lo que cabría esperar.
-Annelise, ¿estás bien? – pregunté viendo como la amiga de Cass hacía esfuerzos inútiles por subir. La piedra estaba mojada y musgosa y resultaba difícil de escalar.
Ayudadme a subir de aquí. El suelo es irregular, blando y huele fatal. Me da miedo estar pisando cucarachas. – Decía ella. Había perdido la antorcha. Por lo que Mortdecái. – Ay. Cubridme mientras doy algo de luz para ver.

Annelise generó una pequeña llamita en su mano. Y, nosotros desde arriba, con la luz de Mordecái, pudimos ver el trágico panorama que había abajo. Macabro a más no poder.

Pingüinos. Annelise se encontraba en un foso lleno de pingüinos. Muertos y ensangrentados. - ¡¡Pero me cago en la puta!! – gritó a toda la cueva. ¿Qué no subía? Vaya si subió. Más por supervivencia que por habilidad. Haciendo ejemplo literal de la frase que siempre decía mi madre - Intelectus apretatus, discurre qui rabiat. – o cómo el talento puede ser concebido por la necesidad. Dije esbozando una sonrisa al ver que el peligro había sido menor.
-Chicas, ¿vosotras sois conscientes de que alguien trajo esos pingüinos? – preguntó Mortdecái con voz temblorosa. - ¿De que alguien se los come y los caza?
-No seas estúpido, Mordecái. Si no vive nadie en esta isla… - respondí sobrada.  Justo tras estas palabras, escuché un pingüino chillar de dolor moribundo, justo a la entrada de la cueva, donde habíamos dejado prendido el fuego. – ¡Oh, mierda!

Estábamos bastante en el interior y, por el momento no seríamos vistas. Agarré a Mortdecái y me tiré a un lateral, tras unas rocas.
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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Jue Ene 11, 2018 5:12 pm

Volteé los ojos cuando Anastasia dijo lo de Annelise y yo, pasé de responder si no tenía nada mejor que decirnos. Al final, desesperada y aburrida como estaba, Annie decidió ir a buscar comida pese a mis intentos de que no se moviera de la cueva, algo que también pareció ser motivo de pulla por parte de la otra bruja. Esta vez, como única respuesta, recibió una peineta por mi parte, antes de salir a buscar a mi amiga cuando gritó.

Otra vez en una cueva, como la primera vez que vimos a un vampiro. A ver, si iba a ser igual de idiota, no me importaba cazarlo. Pero este no parecía ser tan parguelas como el que vimos un año atrás. Corrí hacia donde se podía oír la voz de mi amiga, quien se había caído por un desnivel hasta una especie de agujero. Apenas se podía ver nada, aunque Anastasia y yo llevábamos antorchas.
- Tranquila, Annie, ¡ahora te sacamos! - le dije mientras trataba de elevar parte del suelo para poder ayudarla a subir, pero no era capaz de mover un ápice. ¿Qué pasaba? Mosqueada, esperé a que ella misma diera luz al lugar donde estaba, que había dicho que olía mal y era blando. Seguramente lleno de mierda de murciélago.
Pero… no. Cuando ella usó su habilidad para iluminar la zona pudimos ver pingüinos. Pingüinos masacrados, llenos de sangre, muertos…
Me dieron hasta náuseas al ver eso y mi amiga subió como si, de pronto, pudiera volar.

No nos dio ni tiempo a asumir lo que estábamos viendo cuando el chillido de otro pingüino nos hizo girarnos. Venía de la entrada de la cueva, justo donde habíamos montado el campamento para pasar la noche.
- Ehh… creo que no estamos solos. - Comenté mientras agarraba a mi amiga del brazo y tiraba de ella hacia el lado contrario a Anastasia y Mortdecái. Me llevé el dedo índice a los labios para pedir silencio, sobre todo por parte del humano tembloroso, que esperaba que se acordase de sus ajos en estos momentos.

Miré a Annie y le hice un gesto con la mano para que mantuviese la calma. ¡Había llegado el momento de lucirnos! Íbamos a demostrar que éramos perfectas para ser, no solo cazadoras, sino maestras cazadoras. Yo tenía el pensamiento de que iba a ser igual de inútil que Thaddeus, si así fuera no habría problema alguno en ir, arrancarle la cabeza y dársela al maestro Dorian, así que iba bastante de sobrada. Y mucho más, estando en una cueva, donde estaba totalmente rodeada de mi elemento. Nada podía salirme mal.

Unos pasos empezaron a escucharse en la cueva, sonaban cada vez más fuertes y el eco los hacía más escalofriantes. En esos momentos parecía que hacía más frío en la cueva y podía notar cómo mi amiga me apretaba la muñeca, nerviosa. Cierto, ella no se había encontrado con un vampiro. Yo me ceñí a escuchar sus pasos, quería pillarlo en el momento justo y hacer que cayeran estalactitas sobre él. Iba a usar mis habilidades para derrotarlo.

De pronto, un ruido seco y muy fuerte se escuchó por toda la cueva: el cadáver del pingüino había caído al borde del saliente por donde antes había caído Annie. El sonido fue tan desagradable que incluso ella y yo cerramos los ojos con cierto asco. Al final, el cuerpo cayó, produciendo otro sonido seco igual o más desagradable que el anterior. Tenía que estar cerca, aunque ya sus pasos no se oían, pero… si había lanzado al animal no tendría que estar muy lejos de nosotras y Mortdecái. Estaba decidida a salir y darle caza. Con Thaddeus había funcionado eso de intentar causarle miedo, a ver si con este…

Despacio, empecé a mostrar mis dedos hasta llegar a tres, haciendo que los vieran para que supieran que iba a salir. Quería sorprender al vampiro y que no tuviera oportunidad de hacernos nada. - Una… dos… y tres… - musité para mí mientras enseñaba los dedos, aunque mi amiga movía la cabeza de forma negativa, ella sí estaba asustada. En ese momento, y haciendo arraigo de mi soberbia, salí para coronarme como la cazadora que había matado al vampiro… Salvo por un pequeño problema: no había vampiro. En ese momento, y gracias a mi habilidad con la tierra, cayeron a un par de metros varias estalactitas, pero chocaron contra el suelo de forma estruendosa. Miré para todos lados, asustada. Mi plan había fallado.
"Valiente hijo de puta", pensé.

Mosqueada por haber perdido a ese ser empecé a deshacer mis pasos hasta la entrada, con intención de acabar con lo que había empezado y haciendo volar las piedras rotas de las estalactitas a mi alrededor, a modo de amenaza. ¡Quería la cabeza de ese maldito ser! Pero no conseguía verlo, no había nada aparte del humo de la hoguera, aún encendida, y la densa niebla que se colaba por la abertura de la cueva. Miraba para todos lados, tratando de encontrarlo, sin darme cuenta que otra niebla, más tenue y negra que la que cubría la isla, estaba esparciéndose por donde se encontraban Annelise, Anastasia y Mortdecái, y que la oscuridad del lugar impedía que se pudiera ver bien.



Off: uso la habilidad de tensái de tierra
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Ene 17, 2018 10:56 pm

Estaba claro que algo venía, pero Cassandra no tardó en soltar la obviedad del día. – Gracias por la aclaración, Cass, si no lo dices no me doy cuenta. – Espeté mirándola con los ojos abiertos y frunciendo ceño y boca, en un claro gesto irónico. Pues claro que no estábamos solos, so merluza. Y es que un pingüino no entra solo con la cabeza colgando en una cueva.

Tiré de Mortdecái con fuerza para atraerlo detrás de unas rocas. Cassandra hizo lo propio con Annelise, pero yo tuve que calmar al humano, que estaba literalmente acongojado, colocando mi mano en su boca para que no hiciera ruido. Si seguía gimiendo el vampiro iba a acabar descubriendo nuestra posición. Y esa no era una buena idea.

Cuando se tranquilizó un poco le indiqué con el dedo que se quedara escondido tras las rocas, haciéndole un gesto con el índice para que guardara silencio. Una vez conseguí tranquilizar al chico, giré la cabeza y miré donde se habían escondido el par de cazadoras para ver qué diantres hacían. Annelise, nerviosa, no dejaba de susurrar el nombre de Cassandra, que había decidido hacerse la heroína de la noche y salir de frente a por el vampiro. ¡Pero serás estúpida!

A parte de hacer caer unas estalactitas al duro suelo rocoso, y de hacer que éstas se desplazasen por el aire, no pareció acabar con nuestro vampiro. Cassandra Harrowmont en estado puro: Hacerse el macho alfa de la manada para no conseguir hacer nada más que el ridículo. Estaba muy cabreada. Si el hablar no delatara nuestra posición no tardaría en reprenderle el hecho de brindarnos otro de “sus planes de mierda”, así era como ella misma definía sus absurdas y circenses actuaciones.

O tal vez sí que consiguiera algo, concretamente que el vampiro supiese que no estábamos solos. Una niebla comenzó a subir por nuestros pies. Y Mortdecái y Annelise pusieron a ponerse nerviosos. Yo, viendo que la niebla había salido ya, fui a comerme a Cassandra.

-¡Bravo, Cassandra! – al llegar a su altura le di un empujón en el hombro. - ¿En qué demonios pensabas? Has jodido nuestro factor sorpresa. – la niebla seguía volviéndose más y más espesa a nuestros pies.

Pronto, sería tanto que habríamos perdido por completo la visión. Perdería de vista a Mortdecái, también a Annelise, que estaban más en el interior de la caverna. Pronto, también comenzaría a perder de vista a Cassandra, que estaba más cerca de mí. Pero antes de que desapareciera, la cogí pos los brazos.

-¡Cass! – grité, sumida en la niebla. – Es un hechizo, tenemos que salir de aquí. ¡Annie, Mort! Tened cuidado. – el nombrar a todos mis compañeros recortando sus nombres parecía hacerme sentir como más segura. Pero era falso, temblaba como la gelatina.
-No podéis. – se escuchó a una voz. – No os había escuchado, pero gracias a la valiente que salió a saludar con las estalactitas, pude saber que estabais allí. – desenfundé la ballesta pesada y apunté a cualquier sitio entre la espesa niebla. Siempre con la mira a la altura de mi ojo. - Estáis sumidas en un hechizo de ilusión. No podéis ver nada. Pero yo sí os veo a vosotras. ¿Os apetece cenar conmigo esta noche? Porque vais a ser mi cena. Estoy ya un poco cansado de comer pingüinos. – gritó. Y, rápidamente, sentí como algo nos tomaba por los hombros. Pude sentir un aliento muy cerca de nuestro cuello. Ya sentía como algo tiraba de mí. Grité. Pero estaba tan asustada que no tuve tiempo a reaccionar. Cassandra la había cagado, pero esta vez, de verdad.
-¡Ay! – se escuchó. ¿Qué había pasado? ¿Nos había mordido? Ni mucho menos. A mis pies después de rebotar en algo cayó…
- ¿Un ajo? – pregunté, alzando una ceja extrañada.

El vampiro comenzó a exclamar otra vez, y dejé de sentir sus heladas manos acariciando mi cuello. - ¡Ah! – decía una y otra vez, alejándose. La niebla comenzó entonces a disiparse. Y al fondo pude ver a Mortdecái lanzándole, uno a uno, los ajos que había reunido.

-¡Nosotros también estamos aquí, vampiro! ¡Déjalas en paz! – el chupasangres nos había visto a mí y a Cassandra, que habíamos atraído su atención, pero se había olvidado por completo de nuestros dos compañeros. Curioso que los “secundarios” fuesen quienes nos iban a salvar. Quizás fuera una buena idea que Cassandra y yo pensásemos cada vez más en colaborar. - Para que luego digan que los ajos no valen para asustar vampiros. - clamó un orgulloso Mortdecái.

Annelise le dio un coscorrón. -¡Cállate y sigue alejándolo, ciruelo. Si salen de su trayectoria podré disparar! – reprendió Annelise, que con su ballesta apuntaba hacia nosotros pero no disparaba, por miedo a alcanzarnos. - ¡Cass! ¡Anastasia! ¡Venid, vamos! – nos dijo haciendo un gesto con la mano para ir hacia ellos.

Aquello había pillado de improvisto al vampiro, por lo que rápidamente aproveché para alejarme. Corrí agachada por si a Annelise se le ocurría disparar y los últimos metros los hice deslizándome con ayuda del viento sobre mi rodilla y pivotando sobre ésta hasta llegar con una rodilla en el suelo a la posición de Annelise. Si Cassandra salía de nuestra trayectoria podríamos comenzar el festival de flechas. Ahora el vampiro estaba a tiro y, aunque tenía la opción de volver a hechizarnos, en un sitio tan cerrado sería difícil que nos sorprendiera por la espalda.
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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Miér Ene 24, 2018 7:36 pm

Vale, mi plan había sido una completa mierda. En cuanto las estalactitas cayeron al suelo y me vi sola en medio de la cueva me di cuenta de que la había cagado de forma gloriosa. Pero, ¿por qué si con el vampiro del año pasado había funcionado con este no? ¡Éramos cazadoras! No íbamos a estar escondiéndonos de quien teníamos que cazar… O sí. Porque visto lo visto, era la mejor opción.

Anastasia llegó hasta mí gritando. - Que te jodan, subnormal. - Espeté, incómoda. No me gustaba nada haber fallado, me gustaba mucho menos que me restregaran que había fallado y lo que ya odiaba y tocaba el sumun de todo eso es que Anastasia viniera a reprenderme por haber fallado. - Ya no está el… -dije antes de que la niebla empezase a subirme por las piernas. En ese momento agarré también a Anastasia de los brazos con fuerza. No quería que se separase de mí, mientras nos iba engullendo la niebla. - ¡Mierda! - A los pocos minutos ya no podíamos ver nada. Apreté con fuerza sus brazos, medio abrazada a ella. Si ahora la perdía no podríamos encontrarnos mientras ese chupasangres podía darse un festín con nosotras. Cerré los ojos con fuerza un momento sin saber qué hacer. Ahora sí que me estaba arrepintiendo de mi plan de mierda…

Con lo inútil que había sido Thaddeus y ahora nos enfrentábamos a uno “de verdad”. Volví a abrir los ojos pensando que la niebla se habría disipado, pero nada. No podía ver nada, pese a tener a Anastasia cerca, tampoco la veía. Sólo la estaba tocando, era la única seguridad de que no estaba sola, aparte de su voz… y la del vampiro. Miré hacia todos lados cuando este habló tratando de saber dónde estaba. Si pudiera ver las rocas…
Noté cuando algo me tocó el hombro, y también escuché el grito de mi compañera. Nos estaba intentando separar. - ¡No, no, no! ¡Anastasia! - grité mientras trataba de sujetar a mi compañera lo más fuerte que podía. Quería atacarle, pero no sabía dónde estaba como para apuntar hacia él. El aliento se notaba tan cerca de mi cuello… Traté de golpearle, pero nada. Estaba muy nerviosa, temblando y pensando qué me había llevado a meterme en estos líos. ¡Iba a ser la cena de un jodido vampiro! No sabía qué hacer.

De pronto escuché un grito, pero no era capaz de adivinar de dónde venía. Luego otro, y otro… hasta que Anastasia reveló lo que era: los ajos de Mortdecái. El humano era gilipollas, sí. Pero sus ajos nos estaban ayudando. La niebla empezó a disiparse y por fin pude ver la cueva de nuevo. El vampiro estaba retrocediendo y mirando con odio a Annelise y a Mortdecái. - ¡Estúpidas niñatas! ¡También me cenaré a vuestros amigos! - Se había olvidado de que estaban ahí y se había venido directamente a por nosotras. Respiré aliviada mientras corría tras Anastasia para dejarle vía libre a Annie para disparar. ¡Por qué poco! En ese momento me dieron ganas de darle un buen achuchón a mi amiga… e incluso al tonto de nuestro compañero. Pero eso no iba a pasar. Cogí el arco y apunté también al vampiro. Ahora sí que estábamos dispuestas a todo. Pero, eso sí, el susto aún lo tenía en el cuerpo.
Annelise disparó y, de primeras, su flecha atravesó el abdomen del chupasangres. La siguiente sería mía. Sin pensarlo dos veces cargué el arco, apunté y disparé directamente a su cabeza aunque, por suerte o por desgracia, impactó en su cuello, haciendo que soltase un grito ahogado y cayera al suelo, retorciéndose. ¡Y lo que le quedaba! Annie no paraba de disparar y estaba segura que Anastasia también le iba a dar lo suyo. Mientras, por detrás Mortdecái animaba.

Mi flecha le había dado en el cuello, por casi en la cabeza.
¿Y ya? ¿Iba a ser tan fácil? Bueno, fácil, fácil… pero en ese momento me vine arriba. Si sólo era clavarles una flecha en la cabeza, estaba todo hecho. Simplemente no teníamos que dejar que nos pillase y ya. Esto solo había sido un fallito de coordinación… aunque esa era la versión de mi cabeza. En realidad lo habíamos pasado muy mal al ver lo poquito que había faltado para ser su cena. Pero ahora, ¿qué? Sólo había que ver cómo se retorcía en el suelo de la cueva. Había que pulir algún que otro fallito pero lo habíamos conseguido. ¡Ya podíamos ser cazadoras!  Nos estábamos deshaciendo de esa sanguijuela, así que ya estaba todo hecho. En cuanto le finiquitásemos, entregaríamos el cuerpo a los maestros y listo. No era tan difícil… Yo había aprendido que era mejor jugar al factor sorpresa, así que ya lo tenía todo para ser cazadora.

Se veía cómo el vampiro trataba de convertirse, de nuevo, en niebla. Aunque esta vez le costaba bastante más. Cargué otra flecha, apuntando hacia él. Pero estaba siendo víctima de una buena dosis de virotes. Yo estaba muy orgullosa de haberle atinado en el cuello, aunque hubiera sido muchísimo mejor en la cabeza. Tal vez podríamos arreglar eso…
Volví a soltar la cuerda para que la flecha fuese proyectada hacia él.

Me coloqué algunos mechones de pelo tras la oreja y sonreí levemente, como quien no quiere la cosa. - ¡Uff! Esta vez ha sido más complicado.
Como si todo fuera tan fácil y no tuviéramos que salir de la isla… Desde luego, mi vida de adolescente no se basaba en preocupación alguna. Annie hizo una mueca. - Menos mal que estás bien. ¡Qué susto!

- No celebréis tanto... - empezó a comentar Mortdecái. Todavía teníamos que ver qué íbamos a hacer con el vampiro y cómo íbamos a salir de la isla. Si es que pensábamos salir de noche con el mar tal y como estaba. Por un momento se me ocurrió pensar que Isabella o el Maestro Dorian podrían venir a buscarnos. ¿Vendrían? No estaba yo del todo segura... así que no, no habíamos acabado la misión por muy rápida que me hubiese parecido a mí (evitando, claro, pensar en que casi nos mata, que habíamos pasado la estancia en la cueva discutiendo y que habíamos destrozado la barca que nos habían dado. Sí... todo muy fácil).- Quedan algunas cosas por hacer.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Ene 31, 2018 8:33 pm

Cassandra no tardó en escapar de las garras del vampiro y unirse a la descarga de virotes sobre el chupasangres. Nuestra técnica era nula. ¿La estrategia? ¿La unión de sinergias? No existían. No había ni rastro de esos conceptos que madre y Dorian nos inculcaban tanto. ¿Y el plan? No había plan. El plan era disparar a discreción. Cada una con lo suyo, y al mismo objetivo. Algunas veces fallábamos, otras acertábamos. Por ejemplo, Cass le dio en la cabeza, yo en la pierna. Nuestro nivel de sincronización era nulo. Aquello más que una caza organizada y seria, parecía un paredón de fusilamiento.

El vampiro acabó mordiendo polvo. – Ha quedado hecho un colador. – dijo Mortdecái, acercándose al cadáver, pero de lejos, con bastante cara de asco.

Mientras Annelise y Cass celebraban, yo me acerqué a la criatura para comprobar que, efectivamente estaba muerta. Y lo hice clavándole la bayoneta de la ballesta en el abdomen. No estaba haciéndose el muerto. En silencio, me arrodillé para examinar las heridas del cadáver. Y los rasgos de un vampiro, con curiosidad. Además, habría que llevar una prueba de que le habíamos derrotado. Así que aproveché que una de sus manos estaban rotas por un virote y la guardé cuidadosamente en una mochila.

Mientras realizaba esta operación, Cassandra, Annelise y Mortdecái debatían cómo podríamos volver a la isla. Estábamos sin canoa. Sin comida. Y con una larga noche a la intemperie. – Annelise podría comenzar por cocinarnos algo. - propuso.
-Te creerás que voy a cocinar para ti… - replicó Annie, cruzándose de brazos. – En mi casa cocina mi madre.

Después de los bramidos de Annelise, Mortdecái parecía que iba a dirigirse a Cass para hacerle la misma petición. Yo aparecí a su lado y bajé su mano antes de que abriera el pico. No era justo que recibiera otro berrido por parte de Harrowmont. ¿Cass cocinando? Eso sería gracioso. Si tenía sirvientas que hasta le preparaban el baño y le hacían las uñas. ¡Joder! Si ni siquiera calibraba su arco. Y es que como ella misma decía, “ella era la cazadora”. Su aportación al grupo era su “exquisita precisión” y su “don innato para alcanzar sus objetivos”. El concepto de “preparación para la caza”, para ella significaba alisarse el pelo y pintarse las uñas. Debía ser para los vampiros, claro. Pero es que hasta para eso tenía criados. Supongo que deberíamos darle las gracias por sus planes de mierda.

-Déjalo, Mort. Yo preparo algo. – indiqué, mirando a Cassandra. – Y no, no serán murciélagos. – Le dije seria, tras el comentario que había dicho antes. Pedí a Annelise que al menos hiciera un fuego no muy lejos de la entrada, para poder evitar el olor a fétido que había en el interior de aquella cueva.

Me acerqué al pingüino que el vampiro había arrastrado con sus garras y le corté una de las aletas. Era grande. Sería suficiente para cenar los cuatro. No era un manjar, pero sería lo suficiente para no desfallecer. Luego le fui dando varias vueltas sobre el fuego hasta que quedó hecha. Me encargué de pasar bien la carne. Aunque luego Mortdecái se encargó de reprenderme por haber dejado la carne más dura que la suela de un zapato. Él decía que estaba más jugosa cruda. - La carne cruda la comen los bárbaros. Yo soy una señorita. – repliqué tranquila, cerrando los ojos y disfrutando de la aleta del animal.

La velada transcurrió sin demasiada tranquilidad. Ninguno queríamos dormirnos por si aparecía otro chupasangres… ¡O resucitaba! Por lo que las horas pasarían. Aún quedaba mucho para amanecer.

-¿Y cómo volveremos? – preguntó Annelise, mirando al ingeniero.
-Tendremos que esperar a que amanezca. Con suerte hará buen día y podré reconstruir la barcaza. Pero me llevará unas horas, desde luego. – Mortdecái por muy bocazas que fuera, era todo un manitas. Desde luego, podíamos fiarnos de sus habilidades. – Mientras amanece, ¿por qué no contamos anécdotas? – el humano me miró y me dio un golpe en el hombro. Estaba sentada en torno a la hoguera. Pero había permanecido en silencio todo el rato. – Empieza tú, Anastasia, que no has dicho nada en toda la cena.
-¿Qué quieres que diga? – pregunté aborrecida.
-No sé. ¡Lo que se te ocurra! – exclamó el ingeniero contento. – Algún rumor, o chismorreo del colegio.
- ¿Rumores? Hmm. - Me quedé pensativa. Mirando a Cassandra. Luego me reí. Ya sabía lo que iba a decir. Levanté el índice en señal de iluminación y con mirada de zorra mala toqué la rodilla de Annelise y me dirigí a ella. - ¿Sabes que hace quince días vi a Cass morreándose con Reinauldt al salir de Herbología? – comenté graciosa. Si yo sabía perfectamente que Annelise estaba colada por él, su mejor amiga Cassandra – Pero imagino que como es tu amiga, ya te lo habrá contado. – Dije haciéndome la loca. Annelise abrió los ojos.
-Cassandra, capulla. ¿Hiciste eso de verdad? – pidió explicaciones la bruja haciendo un gesto de fastidio con los brazos. - ¡Si sabías que me gustaba, tía!

Mortdecái y yo reímos a carcajadas. Era divertido ver a Annie encarándose con su mejor amiga. Después de que se tranquilizase. Seguro que la pija millonaria echaba mierda sobre algo que había hecho en lo que ahora no caía. Pero yo no era tan puta como ella. No me liaba con nadie, así que por esa parte estaba salvada.
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[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] Empty Re: [Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury]

Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Jue Feb 08, 2018 2:37 pm

Vale, el cuerpo del vampiro había quedado hecho un colador, como decía el humano. Pero… había muerto, ¿no? Esa era la idea, cazar a un vampiro. Nos decían que teníamos que coordinarnos, que no había que hacerles sufrir, tiros limpios… Podíamos decir que eso no era del todo lo que habíamos hecho, más bien lo contrario. Habíamos disparado sin piedad y sin control. Pero el objetivo estaba: el vampiro había muerto. O eso creíamos y ni de coña íbamos a dormir esa noche, por si acaso.
Anastasia y yo sólo habíamos visto un vampiro y no era como ese, así que yo no me fiaba de que no resucitase, o algo así. Aún así, no pude evitar celebrar con Annie el hecho de haberle dado caza y haber conseguido acabar con él. Estábamos abrazadas, muy contentas, mientras los otros dos inspeccionaban al ser de la noche.

No sentó muy bien eso de que Mortdecái le dijera a mi amiga que cocinase algo. ¿Qué se pensaba el tipo ese? ¿Que éramos doncellas? ¡Por favor! En casa de Annelise cocinaba su madre. En la mía, ni siquiera mi madre. Teníamos un servicio específico para prepararnos la comida, ¿y pensaba que podíamos cocinar para él? ¡Já! Menos mal que a mí no me preguntó, le hubiera mandado a comerse el guano de los murciélagos. Aunque Anastasia se ofreció, si ella quería… No nos íbamos a quejar, aunque no pude evitar sonreír ladinamente cuando remarcó lo de los murciélagos. Iba a soltarle el comentario, pero ya sabía lo que iba a decir.

Junto con Annie, nos pusimos a hacer una hoguera para que se cocinara lo que trajo Anastasia: una aleta de un pingüino. No me hacía ni pizca de gracia, y eso de comer con las manos, menos. Pero no podíamos hacer nada, no teníamos más donde elegir.
Hice una mueca de asco cuando Mortdecái dijo de dejar la carne más cruda. ¡Ni de coña! Aunque esta estaba seca, porque no estaba condimentada ni nada, prefería eso a algo crudo. Humanos… En eso sí coincidía con Anastasia: la carne cruda la comían los bárbaros.

Comimos, yo poco a poco. No acostumbraba a usar mis manos para comer nada, así que iba lenta. Y también, que me entretenía a hablar con mi amiga. Así que tardamos en cenar. Después, empezó el tema de la vuelta a casa. Eso era lo que más nos preocupaba. Sin barca, sin saber qué podríamos encontrar en la isla que nos sirviera… Era bastante deprimente pensar que nos tocaba quedarnos toda la noche ahí y mañana, si podíamos, teníamos que intentar construir otra. Esperaba que el humano fuera suficientemente listo como para construir una barca segura. Según decían los maestros, era bastante eficiente. Pero yo no sabía si confiar bien en sus inventos. Tan solo nos quedaba esperar, no podíamos hacer más, y eso me estresaba. ¡Con lo bien que podía estar en mi cama calentita! Y no, aquí en una cueva, entre pingüinos desangrados, comiendo carne seca y aguantando a Anastasia y Mortdecái. Aún así, me alegraba el hecho de poder conseguir un lugar en el gremio. Era lo que deseaba.

Luego, el muchacho, instó a hablar de temas más alegres, chismorreos, rumores. ¡Pff! ¡Yo me sabía muchos! Al final acababa enterándome de todo lo que pasaba en la academia; lo bueno de conocer a tanta gente. Pero empezaba Anastasia. ¿Esa se enteraba de algo? Por desgracia para mí, sí. Valiente zorra. En cuanto empezó a hablar le dediqué una mirada sentenciante. ¡Hija de puta! ¡Chivata de mierda! Me dieron ganas de taparle la boca a la mestiza para que se callase, pero miré a Annelise, mejor, para intentar que no se creyera lo que había dicho Anastasia.

- ¿Qué? - me hice la sorprendida. - ¡No! ¿¡Qué dices!? ¡Es mentira! Te está engañando. Mírala, si se está riendo y todo. ¡Ni caso! - Me defendí, señalando a los otros, que se estaban partiendo. Annie no parecía muy convencida. Sabía del historial que tenía, pero tenía que intentar hacer que me creyera. - ¡Es un rumor! ¡No hice nada! Además, si esta ni sabe lo que es un morreo, porque no se ha besado con nadie, ni ha... - Traté de chinchar, enarcando las cejas y haciendo un gesto de evidencia con la cara. Ya estaba yo pensando algo que decir sobre Anastasia para vengarme por haberse chivado. ¡Qué zorra mala! Encima parecía disfrutarlo. Volví a soltarle una mirada de odio a la mestiza y me quedé pensando algo.  ¿Qué podía decir de ella? ¡Hasta para buscarle rumores era odiosa! No se liaba con nadie, la muy sosa. Bueno, también era comprensible. No le atraía a ningún chico. A lo mejor a Mortdecái, pero al resto de la academia, no. Estando yo, era obvio que no podrían prestarle atención a alguien como Anastasia.

Pero, claro, siendo tan sosa en ese aspecto era imposible buscarle un ligue. ¡Qué aburrida! Encima sacaba buenas notas…
- A quien sí le gustaría besar es a Einar Herleifr - Miré a Anastasia, picada. - ¡Anda que no tiene notitas para él! Un día encontré unas en su cuaderno, cuando se le olvidó en la clase de Historia - comenté jocosa. - Si salimos de esta, ¿se lo puedo decir? - reí con un deje de malicia. Podía ser una buena venganza. - Aunque ya te digo que… - negué, haciendo una mueca.
Annelise soltó una risita al enterarse. Al menos trataba de que se olvidase de lo que había dicho Anastasia, que la muy zorra casi hace que mi amiga se enfadase conmigo.

- ¡Hala, Anastasia! ¿Te gusta un chico? - quiso saber Mortdecái para que lo confirmase o desmintiera.
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[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] Empty Re: [Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury]

Mensaje  Anastasia Boisson Dom Mar 18, 2018 12:07 pm

Era divertido burlarse de Cassandra. Por momentos creí que Annelise le arrearía un buen y merecido guantazo a la bruja. La pelirroja incluso detuvo su comida para levantarse y encararse con ella, pero finalmente Cassandra logró reducir el entusiasmo de su amiga a base de exculparse. Nosotros nos reímos por lo bajo, pero tampoco quisimos seguir echando más leña al fuego. - Un rumor. Ya… - dijo Mortdecái sonriendo y dando un mordisco a su alimento. Dejando pasar el tema.

Luego sería Cassandra la que “contraatacaría”, aseverando que me gustaría besar a Einar Herleifr. La miré de reojo mientras daba un bocado a la carne. ¡Será puta! ¿Se había dedicado a mirar mis cosas?

-¡¿Qué haces cotilleando mis cosas?! – reproché de mal humor. – ¿A ti qué te importa con quién me quiero besar yo o no? – pregunté de malos modos. - Métete en tus asuntos, Harrowmont. Eres un incordio permanente. - Me había parecido muy mal que cuchichearan acerca de mi vida privada, que no me gustaba compartir para nada. Prefería seguir siendo la chica misteriosa y que no tendía a relacionarse con nadie. Las relaciones son cansinas.

Aún así, era cierto. Escribía cartas para Einar, pero jamás se las enviaba. Era ese amor platónico que nunca podrías tener. Ya que él prefería a las chicas más crecidas y malas de la clase. Gente del estilo de Cassandra. Y yo no era de ese perfil, precisamente. Mortdecái pareció interesado en saber más. Información que, por supuesto, no estaba interesada en compartir con él.

-Te digo lo mismo que a ella. – Contesté seca, sin mirarle, mostrando mi disconformidad con la deriva de la conversación. Annelise reía por cómo me había picado. Y es que no estaba dispuesta a hablar de mis amoríos, que eran nulos. – Me voy a dormir. Que os den. A los tres. – aseveré con rotundidad, metiéndome al interior de la cueva y preparando una improvisada cama con mi parte de las provisiones y mantas que había traído Mortdecái y que habíamos conseguido rescatar del naufragio.

--

Ya estaba levantada al primer rayo de sol. Era la única que estaba en pie. Llevaba más de media hora, cuando aún era de noche, durante la que permanecí sentada en una roca, fuera de la cueva. Contemplaba el amanecer rojizo en la solitaria isla. La brisa soplaba fuerte y ondeaba mi melena cobriza. Era un día maravilloso y despejado, primaveral. Olía a tierra mojada por el temporal del día anterior.

Si por mi fuera, me quedaría contemplando aquella escena durante todo el día. Pensando en mis tareas como cazadora. El secretismo de mi madre y sus campañas en la el continente. En cómo superar las pruebas para convertirme en maestra que tenía a final de curso… Había tantas y tantas cosas que hacer. ¡Era tan inmenso el mundo! Y tenía la mano del vampiro a mi lado. Aquella había sido mi primera cacería oficial, aunque hubiese sido un ensayo planeado por mi madre y Dorian. Fuera como fuera, lo habíamos conseguido. Y en el fondo había sido gracias al trabajo en equipo. Era increíble ver como enemigos naturales, nos habíamos unido para conseguir un objetivo.

Si por mi fuera, me quedaría allí reflexionando en aquellos temas tan interesantes. Pero no podía ser. Teníamos que salir en la isla. Llegué a donde estaba Mortdecái y me puse en cuclillas para despertarle delicadamente con un pequeño meneo en el hombro.

-Mort, despierta. – susurré.
-Déjame dormir un poco más, mamá. – El humano se hizo el remolón. Puse una mueca de sorpresa y me incliné ligeramente hacia atrás. El mecánico era una persona muy apegada a sus padres. Ojalá yo pudiera decir lo mismo en muchas ocasiones.
-Tienes que levantarte. Recuerda que tienes que reparar la embarcación. – recordé al humano, con tranquilidad.
-Uf. – resopló con fastidio, abriendo los ojos. – Es verdad. Que estamos encerrados en la dichosa isla. – dio un amplio bostezo y se estiró. – Ya voy. Ya voy. Pero necesitaré un tiempo para repararla bien. - protestó.

Luego me levanté y me acerqué a donde dormía Cassandra. Le pegué una patada en el costado. De mala manera. No demasiado fuerte, pero sí lo suficiente para despertarla de manera abrupta.

-Es la hora. – indiqué dedicándole una rápida mirada por encima del hombro, de pasada. Mi delicadeza con la bruja había sido muy inferior a la que había demostrado con el humano.

Mortdecái, que ya estaba en pie rió. Y poco después salió para dirigirse a donde se encontraba la canoa. Le dije que si necesitaba algo me lo pidiera, pero el hombre con aquella especie de llave horcada y un poco de material y repuestos de madera cercana, se veía capaz de arreglar el destrozo que tenía la barcaza en su parte inferior.

Por lo tanto, me dediqué a recoger todo del interior de la cueva y me dirigí a donde se encontraba el humano, en la parte inferior de la isla, sentándome sin decir nada. Allí, Mortdecái reparaba la embarcación. Yo me senté en un pequeño asiento situado al lado de la misma. El mar irrumpía con delicadeza. Era un buen día para navegar. Pero parecía que aquello iba para largo.

Imaginaba que Annelise y Cassandra no tardarían en unirse.
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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Mar Mar 20, 2018 1:20 pm

Reí cuando la bruja empezó a picarse. ¿No quería rumores? Se iba a enterar…
Por más que se enfadase me daba igual, que no se hubiera chivado a Annelise de con quién me liaba o me dejaba de liar. Levanté una ceja y sonreí de medio lado ante su bronca, como si me importase poco, y así era. - Lo mismo te digo, Boisson. ¿Quién ha empezado con esto? - Le hice un gesto mostrando la evidencia - Además, tú te olvidaste el cuaderno de las notitas, yo no hice nada. - sonreí. - Pero si quieres puedo seguir contando más cosas que sé… ¿Te suena Oleg Frey? - solté una risita. No sólo conocía sus notas románticas y pedantes. Cuando las encontré me hizo gracia, pensaba que a Anastasia no le gustaba nadie, pero si seguía contando chismes sobre mí iba a seguir contraatacando. Por suerte, no. La miré con gesto de superioridad al ver que se iba a dormir, picada. ¡Já! ¡Gané! Aunque no lo reconociese, yo también me había picado muchísimo pora haberse chivado delante de mi amiga.

- ¡No me lo creo de Anastasia! - comentó ésta entre risas. Años atrás y en varias ocasiones hacíamos apuestas en el grupo sobre  temas un poco íntimos de la joven: ¿se habría besado alguna vez? Los aeros volaban y tratábamos de apostar con quién. ¿Habría llegado a “algo más”? No le conocíamos ninguna relación seria, así que solo cavilábamos. Por eso, Annie también se entendía a base de risas conmigo. ¡Mira que no habíamos pensado nunca en Einar! ¡Lástima no haberlo sabido antes para poder apostar!

Los tres nos quedamos un rato más pero, debido a que mi amiga y yo hablábamos de cosas nuestras, Mortdecái se acabó aburriendo y se fue. Ya estábamos nosotras dos solas. En principio íbamos a estar de charla toda la noche, así vigilaríamos, pero no tardamos en irnos a dormir. Alguien podría haberse quedado vigilando pero… estábamos demasiado cansadas. Llamé al humano para que lo hiciese pero luego me desentendí de él, no supe si se había quedado despierto o si no. Posiblemente seguiría durmiendo. Había sido un día muy agotador.

¡Qué mal se dormía ahí! ¡Yo quería mi cama! Di muchas vueltas, usé mi mochila como almohada, también a Annie, luego trataba colocar bien la manta, aunque no era para nada suave. Hasta que empecé a ablandar un poco el suelo de la cueva donde estábamos mi amiga y yo, en un intento de hacerlo más confortable. Poco, pero sirvió. O quizás es que estábamos tan cansadas que cualquier cosa nos servía.

Desperté de golpe, de forma brusca, ante el golpe que me dio Anastasia. ¿¡Qué forma de despertar a alguien era esa!? Hija de puta…
- ¡Eh! - Me quejé - ¿¡Eres gilipollas o qué!? - me incorporé de mala gana, tirándole una piedra. Por suerte para ella fallé. Resoplé y me levanté, sacudiéndome la arenilla del traje y recogiendo nuestras cosas, incluido el horrible cadáver del vampiro. ¡Qué asco!
Annie y yo salimos para contemplar qué estaban haciendo. Mortdecái, por fin servía para algo y estaba arreglando el barco. La isla hoy parecía diferente a como la vimos anoche, hoy parecía primavera. Y era más pequeña de lo que nos pareció al llegar, aunque con tanta niebla... Suspiré y me quedé sentada. Obviamente yo no iba a trabajar. Esto era cosa suya, su aporte. Nosotras la magia, él las manos.

Para cuando lo tuvo reparado habían pasado ya varias horas, el sol estaba muy alto. - ¡Ya está! - Dijo, por fin. Bueno, sí, podríamos salir de la isla, pero lo de volver a cruzar el mar no lo llevaba del todo bien. Era la parte más complicada para mí, incluso más que cazar al chupasangres.
- Vale… Anastasia, vuelve a usar tus corrientes para guiar el barco, pero no te pases esta vez - comenté con cansancio. Más bien era reparo en volver a estar en el agua. ¡Odiaba el mar!
Ayudé a cargar todo lo que teníamos y pronto zarpamos. De nuevo, el viaje lo pasé agarrada al barandal, tenía que estar bien afianzada a algo para intentar contrarrestar el movimiento de las olas, o eso me pensaba yo. Temía que si me soltaba caería al agua y ¡no! Eso sí que no.

Un poco más y llegaríamos a casa, con mi bañera de agua calentita, mi cama mullida y un techo sin guano ni humedad. Además, volvería con el rango de cazadora. ¡Por fin!
- Lo hemos conseguido - dije después de un rato de navegación y sufrimiento por mi parte, cuando empecé a vislumbrar algo de tierra. Había estado callada todo el viaje, rezando a los dioses porque acabase pronto la travesía. - seremos cazadoras. - con Mortdecái no contaba, él no iba a cazar nada si a las misiones se traía ristras de ajos.
- ¡¡Síiii!! ¡¡Tenemos que celebrarlo!! - Annie casi saltaba de alegría.
Nosotras ya estábamos pensando en que íbamos a entrar en el gremio por la puerta grande. Pero aun nos quedaba encontrarnos con el Maestro Dorian y la Maestra Boisson y contarles la historia. Cómo habíamos cazado al vampiro, las técnicas usadas… - Ah, por cierto. ¿Cómo explicaremos que hemos atravesado al chupasangres este por todos lados? - pregunté echando una mirada de desprecio hacia las mantas donde estaba envuelto el cadáver y luego miré a todos. Se suponía que teníamos que trabajar en equipo y sincronía, y el cuerpo de ese monstruo mostraba que lo habíamos acribillado a flechazos. - Se resistió o algo así. - Dudé bastante, esperando alguna historia creíble para no restarnos puntos en cuanto a nuestro futuro ingreso en el Gremio de Cazadores.
- Si mientras esté muerto… - Annie era la de las soluciones fáciles. - ¿Qué más da? Nos dijeron que les teníamos que cazar al vampiro, pues aquí lo tienen. Muerto.

No nos quedaba mucho de viaje para pensar en qué les contaríamos a nuestra llegada a Beltrexus. Miré a Anastasia esperando alguna mejora de las ideas que teníamos. A fin de cuentas, ella también tendría que contar ante el Maestro Dorian y su madre lo que había pasado y cómo habíamos capturado a esa sanguijuela. Aunque claro, ella ya tenía algunos puntos extras por ser hija de quien nos evaluaría, la muy estúpida.

Cuando nos acercamos a la isla ya podíamos ver a ambos maestros allí, esperándonos.
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[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] Empty Re: [Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury]

Mensaje  Anastasia Boisson Jue Mar 22, 2018 10:56 pm

Mortedecái terminó reparando el barco y yo lo puse en funcionamiento con las corrientes de aire, como me había indicado Cass. El mar estaba tranquilo y relajado, así que el viaje de vuelta sería, por fortuna, mucho más calmado.

Dos horas nos costaría llegar hasta la isla principal ¡Pero sí, por fin éramos cazadoras! – ¡Lo logramos! – por una vez, estaba de acuerdo con Cassandra. Y estaba tan animada de conseguir, por fin, el propósito que llevaba persiguiendo tantos años.¡ Toda mi vida! Que incluso propuse chocar los cinco dedos de mi mano con las del resto del grupo grupo, incluyendo Cassandra.

-Eso es lo de menos. Conozco a mi madre. – dije sobrada, ante la preocupación de Cassandra en buscar una explicación a que habíamos dejado el cadáver como un queso, de esos que tenían agujeros. – Pasa de todo. Si apenas he compartido infancia con ella. Siempre está por el mundo, cazando chupasangres. Con que le llevemos al vampiro bastará. – comenté relajada, observando el cadáver del monstruo, tapado por una tela para evitar que quemara a plena luz del sol. – Mañana seremos cazadoras. – aseveré.

-Mi madre quiere refundar el gremio para combatir a la Hermandad. Cada vez es más fuerte y poderosa y anda haciendo estragos en el continente. – suspiré mirando al mar. – Sueño con poder viajar por Aerandir cazando vampiros. Nunca he salido de las islas. Conocer Lunargenta… Tiene que ser maravilloso. - Y es que si bien el gremio de cazadores aún no existía como tal, comenzaban a establecerse las primeras piedras para su refundación. Aún tendrían que pasar seis años en reaparecer como tal. Miré cabizbaja al suelo.
-Y que lo digas, tiene que ser la leche. – replicó Mortdecái.

Cass dio la señal. Allí estaban mi madre, como si me hubiese visto venir, cerca del puerto, y junto a ella el maestro Dorian, esperaba a su lado. El Palacio de los Vientos se veía a lo lejos, en lo alto del acantilado de la muerte. Ellos esperaban abajo.

La mera presencia de Isabella, mirándonos, de brazos cruzados, esperando que dijéramos algo, me imponía respeto hasta a mí. ¿Qué no impondría para mis tres acompañantes? Apenas esperó a que bajáramos al vampiro.

-Madre. – saludé haciéndole una ligera reverencia con la cabeza.
-Maestra Boisson. – me siguieron al unísono, al menos Annelise y Mortdecái. Repitiendo el gesto con la maestra cazadora. Que nos miraba de brazos cruzados, ladeando un poco la cabeza y con una tímida sonrisa.
-Chicos. – contestó ella. - ¡Qué sorpresa! Habéis tardado. - No era una mujer de demasiadas palabras. Y esa sonrisa falsa que siempre llevaba en su rostro… - ¿Qué traéis? – se recostó un poco para ver el cadáver del vampiro.
-El cadáver del vampiro que nos ordenasteis cazar, madre. – inquirí, haciéndome a un lado para que pasara.
-Bien. Veamos. – dijo mi madre bajando las escaleras.

Se puso en cuclillas junto al cadáver de la criatura. Observó detenidamente cada herida, tocando lo justo y necesario, siempre sin mancharse, del mismo modo cuidadoso con el que un médico examina a sus pacientes.

-Esta herida fue provocada por tu ballesta. Un calibre único. Tres pulgadas y media con forma de estrella en la salida. Tu abuela tenía su sello de personalidad. – señaló un agujero sin mirarme. – Y ésta también. Ambas en un costado. No has estado demasiado precisa. O tal vez disparaste desde un mal ángulo. ¿Un lateral? Quizás. Me sorprendería que tú errases dos tiros, Anastasia. – siseó un poco la maestra. Yo no me pronuncié. Luego se levantó. – Cass, bonita. Déjame ver… - se acercó con una sonrisa al carcaj de Cassandra y tomó una de sus flechas. La llevó con ambas manos, y la colocó con delicadeza junto a unas heridas. – Coinciden con las heridas de los otros costados. Annelise lideró la descarga. – miró para Cass y para mí. - ¿Falta de determinación, jovencitas? ¿O quizás atrapadas de improviso en una nueva discusión? – resopló.

No dijimos nada. Miré a Cassandra. Nuestra cara lo dijo todo. Era increíble como había examinado el cuerpo. La maestra se tomó unos segundos de brazos cruzados, esperando una respuesta que no hubo.

-Nueve flechas para abatir a un vampiro. Nosotros no sólo cazamos, tenemos estilo. No se entrega un cuerpo así a ningún cliente. Amén de que perderéis munición en una contienda mayor. – alzó las cejas y descolgó su ballesta, mucho más pequeña que la mía. – Una flecha. Un chupasangres. Suficiente. – y disparó casi sin mirar a un muñeco que había en el lugar, en el que solíamos practicar el tiro.

Acertó en el corazón.

-Entonces, ¿podemos ser cazadores? – preguntó Annelise tras unos segundos de dubitación.
-¡Claro! – sonrió. – Tenéis margen de mejora, pero por algo se empieza. Venid al palacio conmigo, os daré las insignias.

Y se dio la vuelta. Guiñé un ojo a mis compañeras y apreté el puño con felicidad. Habíamos conseguido nuestro objetivo. Anda que no iba a molar estrenar en clase la horquilla plateada con el logotipo del gremio.

-¡Oh, no! Vosotras no, queridas. Sólo Mortdecái y Annelise. – rectificó Isabella con una sonrisa. Me detuvo en seco, y fruncí el seño.
-Pero madre, ¿por qué nosotras no? – pregunté muy molesta. Sonrió.
-¡Claro que sí, hija mía! Vosotras mañana. – se acercó a nosotras y nos tomó individualmente del hombro. - Después de tres horas con Dorian de magia cooperativa contra los maniquís del Hekshold. Para que vayáis aprendiendo qué es eso de cooperar entre vosotras. – Nos dio una caricia a ambas en la cara.

Cassandra y yo quedamos de palmos cruzados en el jardín. Annelise y Mortdecái no pudieron evitar reír. Así fue como Annelise y Mortdecái, una cazadora y el otro soporte, ingresaron antes que nosotras. Que éramos las verdaderas protagonistas. A nosotras, nos daría el ingreso Dorian, al día siguiente. Ya que mi madre volvería a partir al día siguiente al continente en otra de sus cacerías.

Daba igual, ¿de qué servía? Annelise y Mortdecái siempre nos recodarían que ellos ingresaron antes que nosotras.

Una nueva lección de Isabella. Miré entonces a Cassandra. Sentenciante.

-Por tu puta culpa.
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[Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury] Empty Re: [Enfrentamiento] Nueva generación de cazadores [Cass & Hury]

Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Miér Mar 28, 2018 12:02 am

La verdad es que me había alegrado mucho que Anastasia dijera que su madre sudaba de todo y que con llevarle al chupasangres estaba todo hecho. ¡Menos mal! El cuerpo estaba como un colador pero, como decía Annie, con llevar al vampiro debería bastar. Así que no tardé en tranquilizarme y en pensar que esa mañana llegaría a mi casa feliz de poder darles la noticia a mis padres. ¡Qué ganitas! Y estaba más que claro que esa noche íbamos a ir a celebrarlo con el resto de nuestros amigos, Annelise y yo. ¡Nos lo merecíamos!

Llegamos a la costa y pudimos ver cómo los maestros Isabella y Dorian nos esperaban. Miré de reojo a Anastasia y susurré: - ¿a ti no te da mal rollo tu madre? - estábamos todos un poco acongojados ante la presencia de los dos, sobre todo, de la primera. Bajamos del barco y fuimos a saludar con una ligera reverencia con la cabeza. - Maestra Boisson.
Estábamos delante del cadáver del vampiro, envuelto en mantas. Dejamos que pasase y se pusiera a examinarlo. Yo ya estaba nerviosa, aunque trataba de confiar en las palabras de Anastasia sobre que pasaba de todo y que nos convertiría en cazadoras. Aun así… esa mujer imponía demasiado y me sentía como cuando nos presentábamos a los exámenes finales. O peor. Me quedé súper tensa mirándola.

No pude evitar soltar una risita nerviosa, y muda porque me tapé la boca con la mano, al escuchar lo que decía de su hija. Aunque al momento me detuve. Si decía eso de su hija… ¿qué no diría de mí o de los otros? Pues, pronto me tocó a mí. Justo después de decapitar a su propia hija,  vino hacia mí y tomó una de mis flechas. Yo no dije nada, estuve en silencio todo el rato, sintiendo cómo se me helaba la sangre al verla comparar mis saetas con los agujeros del chupasangres.

Al final determinó que no habíamos sido nosotras quienes habíamos liderado la carga. ¡Pfff! ¡Puta Anastasia! ¡Y eso que iba a pasar de nosotras! La miré de reojo con un gesto sentenciante, maldiciendo a toda su familia por habernos engañado de ese modo.
Nos tenía caladas. No sabía qué cara poner ni qué decir ante las palabras de la maestra. Estaba hablando de una discusión y… estaba en lo correcto. Ese vampiro nos había pillado cuando había salido a intentar cazarlo, y Anastasia detrás de mí. De no haber sido por Annelise y por los estúpidos ajos de Mortdecái, probablemente estaríamos desangradas en la cueva aún. Yo me dediqué a mirar a la maestra Boisson, sin decir ni una palabra. La demostración de tiro que nos hizo me dejó ligeramente impresionada. ¡Apenas había apuntado! Por los dioses…
Mis ideas de convertirme en cazadora ese mismo día se estaban apagando. Iba a decir algo, pedir otra oportunidad, viendo que nos había echado por tierra la caza del vampiro, pero Anastasia se adelantó, diciendo en voz alta lo que yo quería preguntar, también: a pesar de todo, ¿podríamos ser cazadoras? Habíamos acabado con ese ser, ¿no? Esa era la idea. Luego ya habría tiempo para depurar la técnica. Pero la parte importante estaba hecha.

Por suerte para mí, dijo que sí. Sonreí a los tres y aplaudí un par de veces en silencio, de la emoción, con las manos casi pegadas a mi barbilla. Me faltaba saltar de alegría. Todos estábamos muy contentos… hasta que quisimos ir tras ella y a Anastasia y a mí nos dijo que no. ¿¡Que no!?
- Pero… ¡Maestra! - Se acercó a nosotras y nos dijo el motivo por el que no seríamos condecoradas ese mismo día con las insignias. - No puede hacernos esto, maestra, ¡hemos cooperado! ¡Mire cómo está esa sanguijuela! ¡Entre todos conseguimos cazarlo! No puede dejarnos aquí, así, ¡sin entrar en el gremio! ¡Ya hemos cooperado suficiente! - me quejé, pero no sirvió de nada. ¿A eso se refería Anastasia cuando había dicho que su madre pasaba de todo? Pasaba de lo que le importaba una mierda, como el hecho de qué iba a decirles a mis padres al llegar a casa sin haber entrado en el gremio. ¡Por los dioses! ¡Qué vergüenza! Traté de volver a quejarme, pero el maestro Dorian se adelantó a mis réplicas.
- No servirán de nada tus quejas, jovencita. Sólo ten paciencia, mañana serán unas pocas horas. Si lo hacéis bien, entraréis. - Dicho esto, él también se fue, quedándome atónita. ¿¡Es que nadie me entendía!? ¡Cómo me repateaba que Annelise y Mortdecái entraran antes al gremio que yo! ¡¡No había nada peor!! Aunque ahora entrásemos, ellos ya lo habían hecho antes. ¡¡Ahhgg!! - ¿¡Por mi culpa!? ¡Por la tuya, zorra embustera! ¡Dijiste que tu madre pasaba de todo! “Con que le llevemos al vampiro bastará” - Intenté imitar la voz de Anastasia pero con tono de burla y haciendo muecas. - ¡Pues gracias a ti ahora mira cómo estamos! - resoplé.

Estaba claro que la cooperación iba a ser complicada… pero teníamos que tragar con ello. Otro día más aguantando a la Boisson, ¡genial!
- Qué vergüenza, tía, ese estúpido humano y Annelise van a entrar antes que nosotras, que tenemos familia en el gremio - suspiré, ya resignada. No quedaba de otra. - Yo me voy… ¡pff! No sé a dónde ir ahora mismo, creo que necesito un poco de hidromiel. ¿Te vienes? Total, aquí no vas a hacer nada y como no quieras ir a tu casa y ver cómo les nombran cazadores… - sin esperarla siquiera, tomé mi arco, el carcaj y avancé hacia Beltrexus, tratando de contener la rabia que me daba todo. Sí o sí, no nos quedaba otra que aguantar con lo que nos habían dicho y, por más ganas que tuviera de ir al Palacio de los Vientos y tirarles la puerta abajo, sabía que no iba a conseguir nada si me ponía a intentar conseguir mi objetivo por las malas. Teníamos que pasar por el aro de lo que nos habían dicho. Pues nada… al día siguiente a entrenar la cooperación con Anastasia, qué bien, otro día más aguantándola. Y también a soportar a Annie y a Mortdecái luciendo sus horquillas con el logo del gremio. Al final nosotras, las protagonistas, habíamos recibido un buen golpe de parte de nuestros maestros para que aprendiésemos a colaborar y a hacer las cosas bien.
Cassandra C. Harrowmont
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