El último deseo [Desafío]
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El último deseo [Desafío]
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¡Pobre mortal! Sigmund, ese viejo bandolero había sido capturado tras una batalla por unos tesoros y, al final, iba a ser condenado por acabar con varios guerreros. ¡Y era bueno! A pesar de su edad, la espada era una extensión de su brazo, aunque le pesase ya demasiado. Y había podido dar muerte a tres mozuelos que pensaban que su juventud iba a otorgarles la victoria. ¡Ilusos! Pero ahora él pecaría de iluso al confiarse después de haber acabado con la vida de esos tres chavales.
- Sigmund:
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Encadenado en un granero estaba el hombre a la espera de su sacrificio. Manchado de sangre, con cortes por todo su cuerpo, con una brecha en la cabeza y una evisceración en el abdomen. Sí, su armadura de cuero no había aguantado el embiste de ese berserker… aunque bien había fallado él mismo al pensar que no le haría falta protegerse más. Medio recostado contra la pared, se intentaba presionar en el estómago para evitar que se le salieran las tripas. Respiraba entrecortadamente, probablemente tuviera una infección que le estuviera comiendo los órganos. Un chiquillo iba, a veces, con un cuenco de agua y un muslo de pollo. Le tenían que atender bien, querían sacrificarlo para ofrendárselo a los dioses, no dejarlo que muriera sin más. Era el premio a una ardua batalla, no podían dejarlo escapar.
– Joven… no me dejes ir así al Valhalla. Odin me tiene que ver decente – se quejaba cada vez que venía el mozo. Le costaba hablar ya, se sentía débil. Y es por ello que, días antes a esa noche, la del sacrificio, habían intentado contactar con curanderos y sanadores que pudieran curarle para que, cuando las puertas del Valhalla se abrieran para él, pudiera presentarse ante los dioses con su mejor aspecto.
Los captores, también fervientes seguidores del dios, le concederían su último deseo. Era un buen luchador, pese a que había aniquilado a tres de sus soldados. Y, puesto que le iban a ofrecer su sangre a los dioses, querían que no fuera derramada en un triste granero.
– Esperaremos unas horas más a que venga un sanador. – comentó el chaval cuando acabó de limpiarle la cara. Atado y débil como estaba, no había problemas de que pudiera escapar. Dudaban que pudiera tenerse en pie.
– Y si no viene…
– Odin entenderá que tus heridas fueron hechas en batalla. – Sigmund no pudo evitar reírse.
– He sido capturado por los contrincantes. ¡Odin se debe estar riendo de mí! – empezó a toser, manchándose las manos de sangre, y también la barba, aunque ésta ya tenía un color amarronado por la acumulación de sangre seca.
– Es un dios sabio. Te está viendo. – A pesar de ser del bando contrario, el mozuelo admiraba a Sigmund. Había escuchado algunas historias de él y quería llegar a viejo como ese hombre. Pero, claro, debían sacrificarlo. Había acabado con varios de los suyos y eso era imperdonable.
Multitud de curanderos y sanadores se habían acercado a la villa, obnubilados por el saquito de aeros que les podrían pagar si hacían bien su trabajo. Tan solo había que adecentar a un viejo guerrero para que pasase al Valhalla en buena presencia, nada más. Y el dinero era suculento. Pero no todos contaban con las habilidades adecuadas. Y otros tantos eran charlatanes que se inventaban fórmulas para intentar convencer a las gentes de que eran los mejores. Realmente, a los aldeanos les importaba poco que Sigmund acabase bien o mal. Iban a cumplir su voluntad, sí, les convenía de cara a los dioses. Pero tampoco era necesario que le devolvieran a su estado sano y vigoroso. Con que no se desangrase antes de que llegase la noche, suficiente.
El chaval que se había encargado de Sigmund salió a recibir a los nuevos sanadores. El hombre estaba muriendo antes de que su cabeza se separase de su cuerpo y ofrecer a un muerto a los dioses era una ofensa. Querían a alguien eficiente y lo necesitaban ya. De no ser así, serían ellos los que sufrirían la ira de los dioses.
Por su lado, el viejo guerrero respiraba con dificultad, lento, mientras trataba de disculparse ante Odin por su aspecto. – Sé que no soy el valeroso soldado de brillante armadura que esperas ver en tu hogar, oh, Odin. Pero espérame unas horas, iré contigo. Te honraré. Pero… por favor, no me cierres las puertas del Valhalla aunque no haya muerto en batalla – tosió. – Quiero estar junto a ti, junto a Thor, junto a Freyja, junto a Frigg… Quiero que mi sangre bañe las cosechas y dé fertilidad a los campos. No quiero morir aquí, entre estiércol y paja… no es lugar para un guerrero.
_________________________
Bienvenido/a: Rifirrafes entre pueblos siempre ha habido y siempre habrá. Eso ya lo sabemos, los mortales son propensos a liarse a golpes con sus vecinos. Pero esta vez, uno de los guerreros más valerosos de una de las villas ha acabado siendo capturado por sus enemigos. Y van a acabar con su vida. Tradiciones de pueblos, por lo que se ve.
Tu objetivo en este turno será presentarte y presentar tus habilidades como curandero o curandera. Si tienes buen palmarés, te creerán sin dudarlo y te encargarán el último deseo de ese hombre. Pero, por ahora, deberás centrarte en venderte bien, podrás ganar una suculenta cantidad de aeros.
Podrás usar al joven que se encarga de cuidar al viejo Sigmund. Dale nombre si así lo deseas. Déjame aclarar que es un mero humano.
No estás ahí para juzgar si estás de acuerdo o no con el sacrificio. Simplemente, el encargo es de sanación de heridas. Lo que pase después…
Buena suerte, mortal.
Fehu
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Re: El último deseo [Desafío]
Supongo que las largas semanas en el norte, sumadas a las de viaje de ida y vuelta habrán bastado para que se tranquilicen las cosas.. me rasco el mentón mientras observo descuidado el paisaje que voy dejando atrás. Más que suficiente para que los guardias olviden un rostro que vieron fugazmente... frunzo los labios y le doy una patada a una pequeña piedra del camino. Tengo que ver a Neil... no ha sido buena idea estar tanto tiempo fuera...
El cantar de los pájaros y los golpeteos de mi bastón son los únicos sonidos que me acompañan. Me detengo y cierro los ojos intentando disfrutar del momento. No soy muy dado a estas cosas, pero la verdad es que comienzo a sentirme bastante a gusto. Pero un elevado murmullo de fondo me inoportuna. Abro los ojos molesto.
Para una vez que consigo mantenerme en relativa paz, sin querer quemar nada, tiene que existir algún grupo de imbéciles pegando gritos.
Curioso, y enfadado, me acerco al lugar del que provienen las voces. Al poco tiempo el camino me muestra una pequeña aldea, que presenta signos de haber sido atacada no hace mucho.
-¡Yo soy al que buscáis! - gritaba uno de entre los desarrapados reunidos en lo que parecía ser una pequeña plaza. -Un sólo sorbo del agua del pantano misterioso y ese hombre sanará!
¿Agua de un pantano? me aproximo más para averiguar a que vienen esas tonterías. Parece que están repartiendo dulces... Y a mi me encantan los dulces.
-¡Tonterías! - gritó otro, este con un aspecto algo más digno. -¡Con mis sanguijuelas del Tymer su sangre se purificará!
¿Sanguijuelas? reprimo una pequeña arcada. No conozco de nada al enfermo, y tampoco es que me despierte ninguna simpatía, pero en cierto modo le compadezco si le ponen esos bichos encima. Me interno dentro del grupo de gente intentado averiguar que ocurre en ese lugar.
-¡No hagáis caso a esos charlatanes! - salta un tercero en discordia. -¡Lo mejor que podéis hacer es invertir esos aeros en mi! ¡Con mi pócima secreta conseguiré que vuelva a ser el de antes!
¿Aeros? Mi menté capta al instante la palabra y se centra en obtener información el doble de rápido.
-¡Haber! ¡Un poco de orden! - los gritos de un hombre anciano y fornido, situado en medio de aquel corrillo, consiguen callar a la multitud. -Sólo queremos a alguien que le permita sobrevivir hasta esta noche de una forma digna; para luego ser sacrificado.
Volvieron a estallar los gritos y las voces de aquellos matasanos intentándose llevarse el premio.
No es que sea curandero pero... miro de arriba abajo a los supuestos curanderos que están ociosos por vender sus servicios. No creo que pueda hacerlo peor que alguien que confía en agua o en bichos para curar a alguien... me muerdo el pulgar mientras esbozo lentamente una sonrisa. Y sólo tengo que dar unas horas más de vida a un pobre desgraciado... comienzo a reírme.
Mi risa comienza a elevar su tono haciendo que la gente a mi alrededor se detenga a mirarme. Pronto, sólo mi risa rompe el silencio.
-¿De qué se ríe viajero? - el anciano me increpa algo ofendido. - ¿Le parecen graciosas nuestras tradiciones o el ultimo deseo de un guerrero?
El ambiente se tensa, pero no me importa. He creado el escenario perfecto para hablar.
-¡Oh! De eso nunca me atrevería reírme. - me detengo llevando la mano al vientre. ¿O igual sí? - Me hacen gracia los métodos... Si en algo apreciáis al herido, bien mejor deberíais matarlo ya y ahorrarle un sufrimiento innecesario a él y un gasto a vos.
-¿Osáis juzgar nuestros métodos, pordiosero? - el del agua se atreve a hablarme.
Siento unos increíbles deseos de calcinarlo ahí mismo, pero debo de controlarme...
Por los aeros...
-Bueno... puede que tengáis razón... - el hombre comienza a sonreír pensando que ha ganado. -Pero...- achino los ojos disfrutando el momento - Sólo digo que si lo que dijerais fuera verdad, hace siglos que ese lago se hubiese secado y no nos harían falta los cementerios.
Suenan unas pequeñas carcajadas de fondo.
-¡Seras...!
-¡Os dije que era un farsante! - el de las sanguijuelas le corta. - ¡Yo soy a...!
-¡Tú cállate! - pero a su vez le corto yo apuntándole con el bastón, que ejerce cierta autoridad. - Me das asco por llevar esos bichos... ¡Agg! - simulo un pequeño espasmo. -¿Aunque sois tal para cual verdad? - me acercó a él con una mirada asesina. - Ellos le chupan la sangre a los pacientes hasta que están tan débiles que mueren, mientras vos le chupáis los aeros... Sin duda eres una despreciable sanguijuela. - me encaró al anciano. - Vos señor, ¿alguna vez habéis presenciado que algún guerrero se haya curado por perder sangre? -
Entre el grupo comienzan a sonar unos murmullos que gradualmente son más fuertes. Esgrimo el bastón hasta el tercero de ellos a los que había escuchado.
- ¡Y a ti ni se te ocurra decir nada!- le miro de soslayo entonando una voz furiosa, como si estuviera indignado por aquella falta de profesionalidad que en verdad me daba igual. - Eres simplemente otro papanatas que vende agua con azúcar como si fuera la sangre de los dioses.
Los murmullos son totalmente audibles, nadie esperaba esa irrupción tan descarada atacando a los principales candidatos.
Bueno ahora o me muelen a palos o me creen. Los dados están echados. Todo tiene un precio. intento no sonreír para mantener mi figura autoritaria sobre el resto.
-¿Y quién se supone que eres tu desgraciado?
Una pregunta que es música para mis oídos; toda la jugada había sido llevada para acabar en ese punto.
-Me llaman señor Gold, soy brujo. - hago que de mis manos salgan esas llamas carmesí1 que me caracterizan. -Un estudiante aventajado de la prestigiosa Academia Hekshold en medicina y alquimia. - sonrío cargado de orgullo No hay nada mejor que una mentira a medias - Me se de memoria los ensayos de la maestra Lovelance; sus intensos estudios sobre anatomía, inmunología y histología, entre muchos otros. -Seguro que no tienen ni idea de que significan los nombres, prácticamente como yo. Mis recuerdos de aquella época son muy vagos, pero al menos supongo que suenan bien. -¿Quiere que siga? Porque también podría citarte sus principales obras sobre herbología y alquimia.
Eso bastó para que volviera a reinar el silencio.
- Y bien señor... ¿A quién prefiere? - me apoyo en el bastón, y me vuelvo de nuevo hacía el anciano. Ladeo la cabeza y le dirijo una mirada cargada de confianza.- ¿Al descubridor de la fuente de la juventud, al chupasangres, al tendedero de zumos o a un brujo que sabe lo que debe de hacer? Dependerá de su verdadero interés para que el paciente al menos llegue a esta noche.
Off rol: Uso mi habilidad de nivel 0 "Fuego carmesí"
El cantar de los pájaros y los golpeteos de mi bastón son los únicos sonidos que me acompañan. Me detengo y cierro los ojos intentando disfrutar del momento. No soy muy dado a estas cosas, pero la verdad es que comienzo a sentirme bastante a gusto. Pero un elevado murmullo de fondo me inoportuna. Abro los ojos molesto.
Para una vez que consigo mantenerme en relativa paz, sin querer quemar nada, tiene que existir algún grupo de imbéciles pegando gritos.
Curioso, y enfadado, me acerco al lugar del que provienen las voces. Al poco tiempo el camino me muestra una pequeña aldea, que presenta signos de haber sido atacada no hace mucho.
-¡Yo soy al que buscáis! - gritaba uno de entre los desarrapados reunidos en lo que parecía ser una pequeña plaza. -Un sólo sorbo del agua del pantano misterioso y ese hombre sanará!
¿Agua de un pantano? me aproximo más para averiguar a que vienen esas tonterías. Parece que están repartiendo dulces... Y a mi me encantan los dulces.
-¡Tonterías! - gritó otro, este con un aspecto algo más digno. -¡Con mis sanguijuelas del Tymer su sangre se purificará!
¿Sanguijuelas? reprimo una pequeña arcada. No conozco de nada al enfermo, y tampoco es que me despierte ninguna simpatía, pero en cierto modo le compadezco si le ponen esos bichos encima. Me interno dentro del grupo de gente intentado averiguar que ocurre en ese lugar.
-¡No hagáis caso a esos charlatanes! - salta un tercero en discordia. -¡Lo mejor que podéis hacer es invertir esos aeros en mi! ¡Con mi pócima secreta conseguiré que vuelva a ser el de antes!
¿Aeros? Mi menté capta al instante la palabra y se centra en obtener información el doble de rápido.
-¡Haber! ¡Un poco de orden! - los gritos de un hombre anciano y fornido, situado en medio de aquel corrillo, consiguen callar a la multitud. -Sólo queremos a alguien que le permita sobrevivir hasta esta noche de una forma digna; para luego ser sacrificado.
Volvieron a estallar los gritos y las voces de aquellos matasanos intentándose llevarse el premio.
No es que sea curandero pero... miro de arriba abajo a los supuestos curanderos que están ociosos por vender sus servicios. No creo que pueda hacerlo peor que alguien que confía en agua o en bichos para curar a alguien... me muerdo el pulgar mientras esbozo lentamente una sonrisa. Y sólo tengo que dar unas horas más de vida a un pobre desgraciado... comienzo a reírme.
Mi risa comienza a elevar su tono haciendo que la gente a mi alrededor se detenga a mirarme. Pronto, sólo mi risa rompe el silencio.
-¿De qué se ríe viajero? - el anciano me increpa algo ofendido. - ¿Le parecen graciosas nuestras tradiciones o el ultimo deseo de un guerrero?
El ambiente se tensa, pero no me importa. He creado el escenario perfecto para hablar.
-¡Oh! De eso nunca me atrevería reírme. - me detengo llevando la mano al vientre. ¿O igual sí? - Me hacen gracia los métodos... Si en algo apreciáis al herido, bien mejor deberíais matarlo ya y ahorrarle un sufrimiento innecesario a él y un gasto a vos.
-¿Osáis juzgar nuestros métodos, pordiosero? - el del agua se atreve a hablarme.
Siento unos increíbles deseos de calcinarlo ahí mismo, pero debo de controlarme...
Por los aeros...
-Bueno... puede que tengáis razón... - el hombre comienza a sonreír pensando que ha ganado. -Pero...- achino los ojos disfrutando el momento - Sólo digo que si lo que dijerais fuera verdad, hace siglos que ese lago se hubiese secado y no nos harían falta los cementerios.
Suenan unas pequeñas carcajadas de fondo.
-¡Seras...!
-¡Os dije que era un farsante! - el de las sanguijuelas le corta. - ¡Yo soy a...!
-¡Tú cállate! - pero a su vez le corto yo apuntándole con el bastón, que ejerce cierta autoridad. - Me das asco por llevar esos bichos... ¡Agg! - simulo un pequeño espasmo. -¿Aunque sois tal para cual verdad? - me acercó a él con una mirada asesina. - Ellos le chupan la sangre a los pacientes hasta que están tan débiles que mueren, mientras vos le chupáis los aeros... Sin duda eres una despreciable sanguijuela. - me encaró al anciano. - Vos señor, ¿alguna vez habéis presenciado que algún guerrero se haya curado por perder sangre? -
Entre el grupo comienzan a sonar unos murmullos que gradualmente son más fuertes. Esgrimo el bastón hasta el tercero de ellos a los que había escuchado.
- ¡Y a ti ni se te ocurra decir nada!- le miro de soslayo entonando una voz furiosa, como si estuviera indignado por aquella falta de profesionalidad que en verdad me daba igual. - Eres simplemente otro papanatas que vende agua con azúcar como si fuera la sangre de los dioses.
Los murmullos son totalmente audibles, nadie esperaba esa irrupción tan descarada atacando a los principales candidatos.
Bueno ahora o me muelen a palos o me creen. Los dados están echados. Todo tiene un precio. intento no sonreír para mantener mi figura autoritaria sobre el resto.
-¿Y quién se supone que eres tu desgraciado?
Una pregunta que es música para mis oídos; toda la jugada había sido llevada para acabar en ese punto.
-Me llaman señor Gold, soy brujo. - hago que de mis manos salgan esas llamas carmesí1 que me caracterizan. -Un estudiante aventajado de la prestigiosa Academia Hekshold en medicina y alquimia. - sonrío cargado de orgullo No hay nada mejor que una mentira a medias - Me se de memoria los ensayos de la maestra Lovelance; sus intensos estudios sobre anatomía, inmunología y histología, entre muchos otros. -Seguro que no tienen ni idea de que significan los nombres, prácticamente como yo. Mis recuerdos de aquella época son muy vagos, pero al menos supongo que suenan bien. -¿Quiere que siga? Porque también podría citarte sus principales obras sobre herbología y alquimia.
Eso bastó para que volviera a reinar el silencio.
- Y bien señor... ¿A quién prefiere? - me apoyo en el bastón, y me vuelvo de nuevo hacía el anciano. Ladeo la cabeza y le dirijo una mirada cargada de confianza.- ¿Al descubridor de la fuente de la juventud, al chupasangres, al tendedero de zumos o a un brujo que sabe lo que debe de hacer? Dependerá de su verdadero interés para que el paciente al menos llegue a esta noche.
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Rumpel
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Re: El último deseo [Desafío]
El chico que se encargaba de Sigmund estaba al borde de un ataque de jaqueca al escuchar a tamaños charlatanes hablar y hablar de sus métodos. Uno con sanguijuelas, el otro con agua de un pantano y el tercero, una pócima. No querían que se revitalizara. Sigmund, pese a su edad, era un habilidoso guerrero nombrado por su fuerza. Si lo revitalizaban y le devolvían sus energías, ¿quién les aseguraba que no iba a tomar venganza? Necesitaban, solo, sanación. El de las sanguijuelas llamó un poco su atención. Leyendas antiguas ensalzaban la labor de esos bichos, que acababan con el exceso de sangre que causaba enfermedades. Pero, Sigmund no estaba enfermo, sino herido en combate. Así que lo descartó.
Ayudó mucho a su decisión la verborrea de ese brujo que decía haber estado en el Heckshold. Esa palabra captó su atención inmediata, más aún sabiendo que conocía a la maestra Lovelace. La escuela de magia era reconocida en todo el continente y, si ese hombre decía la verdad, podría sanar las heridas del guerrero. Esperó con paciencia a que todos terminasen su disputa y, seguidamente, eligió al último. Realmente le parecía un presumido, pero era el que mejor se ajustaba a lo que buscaban: sanar heridas y ya.
– Tú. – se dirigió al que se hacía llamar “señor Gold” y se giró sin decirle nada más. Ese mozo tenía cierta admiración por Sigmund, así que quería el mejor trato para él a pesar de que su vida estuviera destinada a acabar esa misma noche. Mientras caminaban volvió a hablar. – Tu trabajo será sanar a nuestro prisionero. Ya sabes. Está débil y herido. Sólo queremos que sanes sus heridas para el sacrificio de esta noche. – No dijo más. Se detuvo ante la puerta del granero donde estaba encerrado y la abrió, haciéndose a un lado para que el brujo pudiera entrar. – Espero que tus habilidades del Heckshold sean válidas. Si no, tú serás su acompañante, por farsante. – Advirtió, llevándose la mano a la empuñadura de su hacha. Los demás habían sido unos charlatanes, y cabía la posibilidad de que este también lo fuera. Estaba advertido. – Viene un brujo del Heckshold, Sigmund.
Dicho esto, se fue. Demasiados preparativos tenían que hacer para esa noche, no podía quedarse ahí.
Dentro del granero, Sigmund seguía tirado en el suelo, atado y con la sangre corriéndole por la piel hasta acabar en el suelo. Alzó la mirada cuando escuchó la puerta y tosió varias veces, expulsando borbotones por la boca. – Chico – su voz era áspera y ahogada. A pesar de llamarle “chico”, quien había entrado era un hombre, mas él creía que era el mozo. – ¿Eres tú el curandero? ¿Vas a venir a limpiar mis heridas para cuando me reciba Odin? ¿Qué les has prometido que sabes hacer? – rió amargamente. Su aspecto era muy deplorable, sucio y con sangre por todos lados. Suspiró. – Sólo quiero que limpies mis heridas y… que me saques de aquí. No voy a entrar en el Valhalla así, no he muerto en batalla y esos desgraciados me van a quitar el derecho a una muerte digna. Me dejé capturar y, por ese error, no quiero perder mi entrada en el Gran Salón. He sido un guerrero toda mi vida. – Parecía agobiado ante su inevitable sacrificio, algo lógico para los mortales, quienes tenían que despedir, en algún momento, su vida terrenal. – Tú puedes ayudarme a que Odin me guarde. Cura mis heridas y ayúdame a salir. O… al menos, dame un arma. – Pidió. Volvió a toser y a esputar sangre, que cayó sobre sus pantalones. – Quiero que la sangre derramada sea por una batalla, no por estar aquí atado en un sucio granero.
Echó la cabeza hacia atrás, exhalando sonoramente. – Los brujos creéis en Odin, ¿verdad? – preguntó. Esperaba que no fueran como esos cristianos, que creían en falsos dioses, o como los elfos, que rezaban a simples árboles. Todos esos iban a acabar en compañía de la diosa Hel, envenenados por multitud de serpientes, por su locura de adorar a dioses que no existían. Él era un hombre de férreas creencias, y así lo iba a demostrar hasta el último día. Un mortal bastante testarudo.
Rumpel: Te has ganado la “confianza” del mozo que ayuda a Sigmund, por tanto, te ha llevado con él. En este turno te tocará sanar las heridas del hombre, como objetivo principal. Dejarlo preparado para su sacrificio en la noche. Con esto, si tus profesiones son de medicina o alquimia, ganarás puntos de profesión.
Como objetivo adicional, podrás dejarlo ahí, simplemente, o hacerle caso. Eso ya… como tú veas. Tus decisiones marcarán las consecuencias.
Pero, si decides desobedecer tu encargo y ayudar a Sigmund a escapar, deberás dejar que los dioses decidan tu destino:
• Runa muy mala/mala: Te atraparán mientras intentas ayudar al hombre en su escapada. Te quedas sin recompensa y tu destino será un tanto... oscuro.
• Runa media: no te atrapan a ti ayudándolo; sino a él escapando. Por tanto, es sacrificado.
• Runa buena/muy buena: escapa sin problemas y lo descubrirán después de que hayas ganado tu recompensa y te hayas ido.
En cambio, si decides cumplir tu objetivo a rajatabla, obtendrás tu recompensa, pero Sigmund será sacrificado.
Ayudó mucho a su decisión la verborrea de ese brujo que decía haber estado en el Heckshold. Esa palabra captó su atención inmediata, más aún sabiendo que conocía a la maestra Lovelace. La escuela de magia era reconocida en todo el continente y, si ese hombre decía la verdad, podría sanar las heridas del guerrero. Esperó con paciencia a que todos terminasen su disputa y, seguidamente, eligió al último. Realmente le parecía un presumido, pero era el que mejor se ajustaba a lo que buscaban: sanar heridas y ya.
– Tú. – se dirigió al que se hacía llamar “señor Gold” y se giró sin decirle nada más. Ese mozo tenía cierta admiración por Sigmund, así que quería el mejor trato para él a pesar de que su vida estuviera destinada a acabar esa misma noche. Mientras caminaban volvió a hablar. – Tu trabajo será sanar a nuestro prisionero. Ya sabes. Está débil y herido. Sólo queremos que sanes sus heridas para el sacrificio de esta noche. – No dijo más. Se detuvo ante la puerta del granero donde estaba encerrado y la abrió, haciéndose a un lado para que el brujo pudiera entrar. – Espero que tus habilidades del Heckshold sean válidas. Si no, tú serás su acompañante, por farsante. – Advirtió, llevándose la mano a la empuñadura de su hacha. Los demás habían sido unos charlatanes, y cabía la posibilidad de que este también lo fuera. Estaba advertido. – Viene un brujo del Heckshold, Sigmund.
Dicho esto, se fue. Demasiados preparativos tenían que hacer para esa noche, no podía quedarse ahí.
Dentro del granero, Sigmund seguía tirado en el suelo, atado y con la sangre corriéndole por la piel hasta acabar en el suelo. Alzó la mirada cuando escuchó la puerta y tosió varias veces, expulsando borbotones por la boca. – Chico – su voz era áspera y ahogada. A pesar de llamarle “chico”, quien había entrado era un hombre, mas él creía que era el mozo. – ¿Eres tú el curandero? ¿Vas a venir a limpiar mis heridas para cuando me reciba Odin? ¿Qué les has prometido que sabes hacer? – rió amargamente. Su aspecto era muy deplorable, sucio y con sangre por todos lados. Suspiró. – Sólo quiero que limpies mis heridas y… que me saques de aquí. No voy a entrar en el Valhalla así, no he muerto en batalla y esos desgraciados me van a quitar el derecho a una muerte digna. Me dejé capturar y, por ese error, no quiero perder mi entrada en el Gran Salón. He sido un guerrero toda mi vida. – Parecía agobiado ante su inevitable sacrificio, algo lógico para los mortales, quienes tenían que despedir, en algún momento, su vida terrenal. – Tú puedes ayudarme a que Odin me guarde. Cura mis heridas y ayúdame a salir. O… al menos, dame un arma. – Pidió. Volvió a toser y a esputar sangre, que cayó sobre sus pantalones. – Quiero que la sangre derramada sea por una batalla, no por estar aquí atado en un sucio granero.
Echó la cabeza hacia atrás, exhalando sonoramente. – Los brujos creéis en Odin, ¿verdad? – preguntó. Esperaba que no fueran como esos cristianos, que creían en falsos dioses, o como los elfos, que rezaban a simples árboles. Todos esos iban a acabar en compañía de la diosa Hel, envenenados por multitud de serpientes, por su locura de adorar a dioses que no existían. Él era un hombre de férreas creencias, y así lo iba a demostrar hasta el último día. Un mortal bastante testarudo.
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Rumpel: Te has ganado la “confianza” del mozo que ayuda a Sigmund, por tanto, te ha llevado con él. En este turno te tocará sanar las heridas del hombre, como objetivo principal. Dejarlo preparado para su sacrificio en la noche. Con esto, si tus profesiones son de medicina o alquimia, ganarás puntos de profesión.
Como objetivo adicional, podrás dejarlo ahí, simplemente, o hacerle caso. Eso ya… como tú veas. Tus decisiones marcarán las consecuencias.
Pero, si decides desobedecer tu encargo y ayudar a Sigmund a escapar, deberás dejar que los dioses decidan tu destino:
• Runa muy mala/mala: Te atraparán mientras intentas ayudar al hombre en su escapada. Te quedas sin recompensa y tu destino será un tanto... oscuro.
• Runa media: no te atrapan a ti ayudándolo; sino a él escapando. Por tanto, es sacrificado.
• Runa buena/muy buena: escapa sin problemas y lo descubrirán después de que hayas ganado tu recompensa y te hayas ido.
En cambio, si decides cumplir tu objetivo a rajatabla, obtendrás tu recompensa, pero Sigmund será sacrificado.
Fehu
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Re: El último deseo [Desafío]
Al final fue un joven chico el que me eligió, ¿honrado o decepcionado? No sabría que decir. Lo importante era la bolsa de monedas. El resto de asuntos como sacrificios y todo lo demás no me importaba en absoluto. El contrato era claro, hacer que el herido llegará por su propio pie hasta el lugar destinado a aquel rito. El chico era valiente y estaba armado; de no ser un niño me hubiera tomado esas palabras de otra forma menos amable.
-¿Sí no te fías de mi para qué me has elegido? - miro el hacha. - Eso no va a ayudar al herido...
El joven me presenta y se marcha, dejándome a solas con el paciente; un hombre de avanzada edad desaliñado y cubierto de sangre. Me percato que no toda es suya, no cuenta con grandes heridas salvo una en el bajo vientre, que muestra un poco de sus intestinos.
-Este sitio da asco... Me sorprende que sigas vivo... - ignoro parcialmente sus palabras, mientras busco en la cabaña algo que me sea útil. -Dioses... Cada vez me asombro más de tu vitalidad... No hay ningún tipo de material quirúrgico, ni medico y ni siquiera te han lavado las heridas...
-¡No me ignores brujo! - el llamado Sigmund rompe en húmedas toses rojas. -¿Vas a ignorar el ultimo deseo de un moribundo?
-Chu chu chu. - niego con el dedo. - Nos ha cerrado un trato. Y los tratos no se rompen. Son sagrados. Siguiendo tu misma lógica, ¿en que puesto honroso quedaría nos si rompiera su palabra? Nos no tiene ningún deseo de ir a Helhaim, sería el peor lugar para mi... te lo aseguro... - me acerco a un cubo con agua, puede servir. Lo levanto y lo coloco en una mesa cercana. - Además, creo que mi presencia aquí ya ha respondido al ultimo deseo de un moribundo, al que si sano y libero dejará de serlo, por lo que carecería de todo sentido...
No siento ninguna pena por el humano, para mi cuantos menos existan mejor... Son una raza sucia e inferior, cómplices en el delito de mi mujer en dejar de amarme y en separarse de su hijo. Eran culpables...
-No tengo todo el material necesario... He de salir.
-Por piedad... -nuevos estertores. Debo de darme prisa si quiero sacar algo beneficioso de toda esta perdida de tiempo y necesito que el paciente colabore.
-Conozco brevemente la religión de los humanos. No soy ningún experto pero... ¿De verdad estás pidiendo que te ayude a huir? ¿A Odín le gustan los cobardes que huyen como cobardes?- me acerco para examinar mejor su herida. Gran estado de putrefacción en el abdomen, infección severa, corte profundo... Es un milagro que siga vivo. - Tus dioses te hablan Sigmund, deberías escucharles... ¿Has visto tus heridas? Cualquier mortal hubiera muerto ya en estas condiciones. Te han dado la resistencia suficiente como para llegar decentemente ante ellos. ¿Rechazaras su llamado al Gran Salón?
Me llevo la mano a los labios mientras pienso que poción puede alargar la vida de este hombre, ya que sólo un medico experto, de un nivel similar a Lovelance, podría salvarle la vida; algo que no se puede encontrar en una aldea como esta.
-Temes al Helhaim, temes el frío abrazo de Hel. Un destino reservado sólo ha paganos, cobardes, enfermos, muertos por vejez en la cama y sacrílegos. ¿Perteneces a alguno de esos grupos? De no ser así tu destino es el Fólkvangr en Vanaheim con Freya.
-No me vale... No puedes entenderlo brujo... Soy un guerrero...- la sangre le corre por la comisura de sus labios, se está muriendo; aunque al dejar de moverse violentamente a alargado su vida. -Debo morir en batalla...
-Deseas el Valhalla, vivir en Asgard y deleitarte con sus torres doradas. Pero no llegarás muy lejos. Nos Te lo dirá sin rodeos. Vas a morir hoy. Sólo una maestra medica como Lovelace podría salvarte, humano. Y nos no cree que venga a salvar tu vida. -lo miro fijamente señalando su herida, espero que con eso quede bastante claro el diagnostico, y deje de pensar en una gloría que no puede alcanzar con su plan. -Puedo darte unas horas de vida. Puedes escapar, ¿y luego qué? ¿Morir desangrado en el bosque como un animal? ¿O enfrentarte moribundo a los hombres de la aldea para caer ante cualquier chiquillo con un cuchillo? ¿Así esperas alcanzar el Valhalla?
-Pero...
-De peros nada. - corto autoritario. No puedo perder más tiempo con esto. Aunque comienza a conmoverme en cierto modo los deseos del hombre. - Nos ya te ha dicho que los dioses te están hablando. Te están ofreciendo la posibilidad de llegar al Gran Salón de una forma decente. Nos se encargara de eso, pero el honor debes de obtenerlo tú. - me levanto y me alejo del moribundo. - Odín requiere de sacrificios humanos, sólo llama a los mejores guerreros a sus tropas en el Valhalla, para poder convocarlos en el Ragnarok. Deberás ganarte ese honor. Deberás de realizar tu ultimo y verdadero deseo. - Sigmund guarda silencio.- Ser un sacrificio voluntario a Odín. Sólo así podrás entrar en el Gran Salón.
Ahí acaba la conversación, y no puede alargarse más.
-Espera aquí y no te mueras antes de tiempo.
Ojala el chico se hubiera quedado para ayudarme a conseguir ciertas cosas. El tiempo corre en mi contra y necesito objetos básicos.
-¡Eh! ¿Por qué no estás con el prisionero?
-Mira tu que bien... - me acerco al muchacho. -¿De verdad queréis que siga vivo? ¡Malditasea! ¡Nos ha visto ratas en mejores condiciones de vida!
-¿Qué? - el chico vuelve a llevar la mano al pomo de su hacha.
-Que nos necesita varias cosas si queréis tener algo que sacrificar en vez de un conejo. ¿Queréis la furia de Odín? Pues muévete y lleva a la cabaña, paños limpios, aguja, hilo, un buen ron, un chuchillo y dos frascos de cristal- doy dos palmadas. -¡Vamos! ¡Tenemos mucho trabajo!
El chico se mueve, aunque con cierta ira rojiza mostrada en sus mofletes; algo que me importa menos que sus costumbres. Se muy bien lo que necesito. No salvaré la vida del hombre, eso me sería imposible, pero si que seré capaz de alargar su vida.
Corro al bosque, espero no tardar mucho en encontrar hojas del rey1 y algún boldori2. La primera es una planta muy simple y fácil de encontrar, pero la segunda... podía confundirme con otro tipo de hongo.
Las hojas del rey no me suponen ningún problema, sólo con andar unos metros encuentro una rama bastante interesante. Para el hongo debo de buscar una zona húmeda junto a los arboles o alguna cueva, y no debo confundirme con sus hermanos Tahni y Berdagah. El primer es del mismo color azulado al Boldori, la diferencia radica en la salvia que expulsa el ultimo, de un color marrón oscuro muy potente, característica que comparte con su segundo hermano. Encuentro algunos candidatos, pero la imagen del hongo es tan clara en mi mente que me impide equivocarme. Al final encuentro al que necesito a los pies de un árbol centenario de anchas y altas ramas.
Ya con todo conseguido, vuelvo corriendo a la cabaña. Al llegar me encuentro con el mozo con lo solicitado.
-Muy bien, Henry. Vamos dentro.
-No me llamo Henry, mi nombre es Oleg.
-Perfecto. -Pero no me importa abro la puerta- Pasa, déjalo sobre la mesa. Nos se alegra de seguir viéndote con vida Sigmund.
Este sólo tose, como producto de un estertor.
-No tenemos mucho tiempo... Dame el ron.
El chico obedece y me acerca la botella. La tomo y le pego un largo trago.
-¡Eh! ¡No me digas que era para eso! - de vuelta la mano al hacha.
-¡Por supuesto que no! - ¿O si? - El alcohol es un buen desinfectante y... bueno me ayuda a relajarme.
Cojo uno de los paños limpios que ha traído el muchacho y lo humedezco con el alcohol. Se lo entrego al chico.
-Limpia la herida con esto. - mi tono se vuelve serio, comienza el trabajo. -Usa todos los paños que necesites. Cuando veas que el blanco del paño es sustituido por un rojo muy oscuro cambia de paño. Su piel tiene que quedar totalmente limpia. ¡Vamos! Puede que aprendas algo que le vendrá muy bien a tu pueblo.
-¿Y tú que vas a hacer mientras? - bel chico comienza a obedecer para el infortunio de Sigmund que comienza a aullar de dolor.
-Nos va a hacer la magia...- le sonrío al muchacho mientras me remango y me acerco al cubo con agua. - Y dale un trago a nuestro hombre, se lo ha ganado. A parte, le ayudara a llevar el dolor.- el chico acerca la botella a los labios del paciente, que bebe de ella como si fuera la ultima vez, cosa que no es desacertada.
Meto la mano en el cubo y el influyo el suficiente calor como para que el agua comience a hervir 3. Meto el filo del cuchillo y lo dejo un rato dentro. Por otro lado comienzo a extender la hoja del rey y el boldori por la mesa. Vuelvo a coger el cuchillo y comienzo a cortar las hojas del rey en pequeños trozos. El hongo me lleva más tiempo prepararlo. Los gritos de Sigmund comienzan a retumbar entre las paredes. Mis manos deben de ser rápidas y hábiles, no sólo una vida humana depende de mi, sino toda una bolsa de aeros. Comienzo sacando la savia del boldori, no sólo no me sirve para nada, sino que estropearía la poción. Estrujo el hongo con mis manos para que supure toda la savia posible. Una vez hechos los preambulos vuelvo a tomar el cuchillo y lo corto en rodajas; aún quedan restos de la savia. Recojo los trozos y los lavo concienzudamente en el cubo con agua caliente; cuando los saco no queda ni resto de la misma, pero ese agua no me servirá más.
-Brujo, ya he terminado.
-Bien. - dejo las plantas y me acerco a Sigmund que se encuentras desfallecido por el dolor. El chico ha hecho un gran trabajo con la limpieza. La herida prácticamente está limpia, salvo por la podredumbre que no puede eliminar el alcohol. -Necesito más agua limpia y paños. Hazte cargo Oleg.
-¡Eh! ¡Que no soy tu esclavo! ¡Te hemos contratado para que trabajes tú!
-Mira chico... - me enfrento de nuevo al joven, ignorando por completo como vuelve a llevar su mano hacia su arma. - Nos tiene muy poco tiempo para realizar vuestro encargo. Habéis acudido a mi demasiado tarde. Si quieres un sacrificio que contente a Odín y que no haga que descargue su furia sobre tu aldea, es mejor que hagas lo que te digo sin rechistar. Paños y agua limpia. ¡YA! - señalo la puerta tal y como una madre regaña a su hijo mandándolo a su cuarto.
Al final el chico obedece y me deja a solas con el herido.
-Eres duro...
-Me recuerda a cierta persona... -cojo la agua y el hilo. -Me disculpo por adelantado. No soy un gran tejedor. - me arrodillo junto a Sigmund e hilvano la aguja.
-Ahora mismo siento la zona adormecida...
-Eso es bueno y malo a la vez... - penetró la piel y comienzo a coser para unir ambas partes de la herida con tal de dejar dentro del cuerpo el intestino que amenaza con salirse.
El guerrero no grita, pero si esboza muecas de dolor; algo que no deja de agradarme. Mi trabajo no es muy fino, más bien es un desastre, pero valdrá por ahora. Al menos cumple el objetivo de unir ambas partes.
El chico vuelve con los paños y con un nuevo cubo de agua. Le libero del cubo y lo llevo hasta la mesa. Aparto el otro sucio y vuelvo a calentar el agua como antes. Con el mango del cuchillo comienzo a machacar las hojas del rey y las rodajas del boldori hasta que tengo una masa viscosa e uniforme. En uno de los frascos vierto un poco del ron y otro tanto de agua. Coloco un poco de la pasta viscosa en uno de los paños y lo meto también dentro del frasco y con mis habilidades de tensai lo caliento hasta que el liquido toma el color de la mezcla. Saco el paño y lo estrujo para que deje de soltar toda su esencia. Lo tapo y lo muevo enérgicamente. Una improvisada poción con un material muy rudimentario
-Dáselo a beber. Le ayudara. - le entrego el frasco al chico y este se lo hace beber a Sigmund.
Mientras tanto, cojo el cuchillo y lo limpio a conciencia con uno de los paños.
-Ahora viene la parte más dolorosa. - me quito el cinturón y lo enrollo. Me acerco a Sigmund y se lo meto en la boca. -Esto evitará que te hagas daño.
-¿Qué vas a hacer?
-Mmmm...
-Purificar la herida. - prendo una de mis manos con mis características llamas carmesí4. No puedo dejar de disfrutar el momento, aunque lo disimulo todo lo mejor que puedo,
Coloco la hoja del cuchillo encima y la dejo ahí hasta que se pon al rojo. No espero mucho pues mi fuego es más potente que el normal.
-¡Estas loco!
-¡Mmmm....!
-¡Sujétalo bien! - el chico obedece aunque no sabe muy bien porqué.
La hoja entra en contacto con la piel carbonizando la herida y la carne putrefacta, fundiendo ambos lados de la herida cerrándola en un instante acompañado de un gran dolor sentido en los ahogados gritos de Sigmund. Alejo el cuchillo y vuelvo a ponerlo al rojo, para terminar el trabajo. El guerrero no puede evitar desmayarse por el dolor que se suma a su terrible estado. El aire se ha inundado con un potente olor a carne chamuscada que no deja de traerme gratos recuerdos.
-¡Lo has matado! - esta vez el muchacho abraza con sus dedos la totalidad del mango del hacha.
-Sigue vivo. Mira como su pecho se infla. - le señalo el torso de Sigmund, haciéndole notar que aún respira, aunque debilmente. - Simplemente el dolor y la poción han hecho su efecto. Ya puedes irte, puedo seguir sólo. Hemos pasado lo peor.
-Espero por tu bien que estés en lo cierto... Sino el jefe de la aldea te hará pagar tus errores, brujo.
-Bien...- ruedo los ojos y vuelvo a la mesa para realizar una pócima más.
El muchacho no dice nada más y se va.
Vuelvo a realizar la improvisada formula y pasan las horas. Con los restos de esa pasta, la coloco en uno de los paños y lo fijo a la herida con un nudo, con la esperanza que los efectos de las plantas también sirvieran como cataplasma. Llegando el atardecer Sigmund vuelve a tomar conciencia algo adormilado.
-¿Qué... me has.. hecho...? Por Odín...
-Nos te ha aplicado un fuerte analgesico, con funciones sedantes y cicatrizadoras. Por eso seguramente te encuentras un poco mejor. De estar sano, esto te hubiera hecho combatir ignorando todo dolor. Bebe. - le acercó el frasco y el guerrero obedece vaciando el contenido. -También se te ha aplicado un cataplasma con lo que ha sobrado de las plantas que nos ha utilizado en las pócimas. Nos no está seguro de sus efectos en este modo, pero menos es nada. Al menos es seguro que no infectaran la herida.
-¿No lo sabes...? No eres un curandero...
-Nos nunca dijo que lo fuera... Nos prometio que alagaría tu vida hasta el sacrificio y que te presentaría decentemente a tus dioses. - me levanto y me dirijo al cubo con agua aún limpia para lavarme las manos. -Nos ha cumplido con su promesa. Ahora te toca decidir si deseas morir honrosamente según tus propias tradiciones. ¿Seras un honroso sacrificio voluntario y te presentaras como un guerrero que no teme a la muerte ante Odín? ¿O huirás como un cobarde de tu destino? ¿Cuál de las dos te acerca a tu Valhalla?
Off rol:
1- Uso de planta del herbolario [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
2- Uso de planta del herbolario[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
3- Uso de mis habilidades de tensai de fuego.
4- Mención de mi habilidad-rasgo Fuego carmesí.
Subrayado dónde hago uso de mis conocimientos de alquimia para superar la misión.
-¿Sí no te fías de mi para qué me has elegido? - miro el hacha. - Eso no va a ayudar al herido...
El joven me presenta y se marcha, dejándome a solas con el paciente; un hombre de avanzada edad desaliñado y cubierto de sangre. Me percato que no toda es suya, no cuenta con grandes heridas salvo una en el bajo vientre, que muestra un poco de sus intestinos.
-Este sitio da asco... Me sorprende que sigas vivo... - ignoro parcialmente sus palabras, mientras busco en la cabaña algo que me sea útil. -Dioses... Cada vez me asombro más de tu vitalidad... No hay ningún tipo de material quirúrgico, ni medico y ni siquiera te han lavado las heridas...
-¡No me ignores brujo! - el llamado Sigmund rompe en húmedas toses rojas. -¿Vas a ignorar el ultimo deseo de un moribundo?
-Chu chu chu. - niego con el dedo. - Nos ha cerrado un trato. Y los tratos no se rompen. Son sagrados. Siguiendo tu misma lógica, ¿en que puesto honroso quedaría nos si rompiera su palabra? Nos no tiene ningún deseo de ir a Helhaim, sería el peor lugar para mi... te lo aseguro... - me acerco a un cubo con agua, puede servir. Lo levanto y lo coloco en una mesa cercana. - Además, creo que mi presencia aquí ya ha respondido al ultimo deseo de un moribundo, al que si sano y libero dejará de serlo, por lo que carecería de todo sentido...
No siento ninguna pena por el humano, para mi cuantos menos existan mejor... Son una raza sucia e inferior, cómplices en el delito de mi mujer en dejar de amarme y en separarse de su hijo. Eran culpables...
-No tengo todo el material necesario... He de salir.
-Por piedad... -nuevos estertores. Debo de darme prisa si quiero sacar algo beneficioso de toda esta perdida de tiempo y necesito que el paciente colabore.
-Conozco brevemente la religión de los humanos. No soy ningún experto pero... ¿De verdad estás pidiendo que te ayude a huir? ¿A Odín le gustan los cobardes que huyen como cobardes?- me acerco para examinar mejor su herida. Gran estado de putrefacción en el abdomen, infección severa, corte profundo... Es un milagro que siga vivo. - Tus dioses te hablan Sigmund, deberías escucharles... ¿Has visto tus heridas? Cualquier mortal hubiera muerto ya en estas condiciones. Te han dado la resistencia suficiente como para llegar decentemente ante ellos. ¿Rechazaras su llamado al Gran Salón?
Me llevo la mano a los labios mientras pienso que poción puede alargar la vida de este hombre, ya que sólo un medico experto, de un nivel similar a Lovelance, podría salvarle la vida; algo que no se puede encontrar en una aldea como esta.
-Temes al Helhaim, temes el frío abrazo de Hel. Un destino reservado sólo ha paganos, cobardes, enfermos, muertos por vejez en la cama y sacrílegos. ¿Perteneces a alguno de esos grupos? De no ser así tu destino es el Fólkvangr en Vanaheim con Freya.
-No me vale... No puedes entenderlo brujo... Soy un guerrero...- la sangre le corre por la comisura de sus labios, se está muriendo; aunque al dejar de moverse violentamente a alargado su vida. -Debo morir en batalla...
-Deseas el Valhalla, vivir en Asgard y deleitarte con sus torres doradas. Pero no llegarás muy lejos. Nos Te lo dirá sin rodeos. Vas a morir hoy. Sólo una maestra medica como Lovelace podría salvarte, humano. Y nos no cree que venga a salvar tu vida. -lo miro fijamente señalando su herida, espero que con eso quede bastante claro el diagnostico, y deje de pensar en una gloría que no puede alcanzar con su plan. -Puedo darte unas horas de vida. Puedes escapar, ¿y luego qué? ¿Morir desangrado en el bosque como un animal? ¿O enfrentarte moribundo a los hombres de la aldea para caer ante cualquier chiquillo con un cuchillo? ¿Así esperas alcanzar el Valhalla?
-Pero...
-De peros nada. - corto autoritario. No puedo perder más tiempo con esto. Aunque comienza a conmoverme en cierto modo los deseos del hombre. - Nos ya te ha dicho que los dioses te están hablando. Te están ofreciendo la posibilidad de llegar al Gran Salón de una forma decente. Nos se encargara de eso, pero el honor debes de obtenerlo tú. - me levanto y me alejo del moribundo. - Odín requiere de sacrificios humanos, sólo llama a los mejores guerreros a sus tropas en el Valhalla, para poder convocarlos en el Ragnarok. Deberás ganarte ese honor. Deberás de realizar tu ultimo y verdadero deseo. - Sigmund guarda silencio.- Ser un sacrificio voluntario a Odín. Sólo así podrás entrar en el Gran Salón.
Ahí acaba la conversación, y no puede alargarse más.
-Espera aquí y no te mueras antes de tiempo.
Ojala el chico se hubiera quedado para ayudarme a conseguir ciertas cosas. El tiempo corre en mi contra y necesito objetos básicos.
-¡Eh! ¿Por qué no estás con el prisionero?
-Mira tu que bien... - me acerco al muchacho. -¿De verdad queréis que siga vivo? ¡Malditasea! ¡Nos ha visto ratas en mejores condiciones de vida!
-¿Qué? - el chico vuelve a llevar la mano al pomo de su hacha.
-Que nos necesita varias cosas si queréis tener algo que sacrificar en vez de un conejo. ¿Queréis la furia de Odín? Pues muévete y lleva a la cabaña, paños limpios, aguja, hilo, un buen ron, un chuchillo y dos frascos de cristal- doy dos palmadas. -¡Vamos! ¡Tenemos mucho trabajo!
El chico se mueve, aunque con cierta ira rojiza mostrada en sus mofletes; algo que me importa menos que sus costumbres. Se muy bien lo que necesito. No salvaré la vida del hombre, eso me sería imposible, pero si que seré capaz de alargar su vida.
Corro al bosque, espero no tardar mucho en encontrar hojas del rey1 y algún boldori2. La primera es una planta muy simple y fácil de encontrar, pero la segunda... podía confundirme con otro tipo de hongo.
Las hojas del rey no me suponen ningún problema, sólo con andar unos metros encuentro una rama bastante interesante. Para el hongo debo de buscar una zona húmeda junto a los arboles o alguna cueva, y no debo confundirme con sus hermanos Tahni y Berdagah. El primer es del mismo color azulado al Boldori, la diferencia radica en la salvia que expulsa el ultimo, de un color marrón oscuro muy potente, característica que comparte con su segundo hermano. Encuentro algunos candidatos, pero la imagen del hongo es tan clara en mi mente que me impide equivocarme. Al final encuentro al que necesito a los pies de un árbol centenario de anchas y altas ramas.
Ya con todo conseguido, vuelvo corriendo a la cabaña. Al llegar me encuentro con el mozo con lo solicitado.
-Muy bien, Henry. Vamos dentro.
-No me llamo Henry, mi nombre es Oleg.
-Perfecto. -Pero no me importa abro la puerta- Pasa, déjalo sobre la mesa. Nos se alegra de seguir viéndote con vida Sigmund.
Este sólo tose, como producto de un estertor.
-No tenemos mucho tiempo... Dame el ron.
El chico obedece y me acerca la botella. La tomo y le pego un largo trago.
-¡Eh! ¡No me digas que era para eso! - de vuelta la mano al hacha.
-¡Por supuesto que no! - ¿O si? - El alcohol es un buen desinfectante y... bueno me ayuda a relajarme.
Cojo uno de los paños limpios que ha traído el muchacho y lo humedezco con el alcohol. Se lo entrego al chico.
-Limpia la herida con esto. - mi tono se vuelve serio, comienza el trabajo. -Usa todos los paños que necesites. Cuando veas que el blanco del paño es sustituido por un rojo muy oscuro cambia de paño. Su piel tiene que quedar totalmente limpia. ¡Vamos! Puede que aprendas algo que le vendrá muy bien a tu pueblo.
-¿Y tú que vas a hacer mientras? - bel chico comienza a obedecer para el infortunio de Sigmund que comienza a aullar de dolor.
-Nos va a hacer la magia...- le sonrío al muchacho mientras me remango y me acerco al cubo con agua. - Y dale un trago a nuestro hombre, se lo ha ganado. A parte, le ayudara a llevar el dolor.- el chico acerca la botella a los labios del paciente, que bebe de ella como si fuera la ultima vez, cosa que no es desacertada.
Meto la mano en el cubo y el influyo el suficiente calor como para que el agua comience a hervir 3. Meto el filo del cuchillo y lo dejo un rato dentro. Por otro lado comienzo a extender la hoja del rey y el boldori por la mesa. Vuelvo a coger el cuchillo y comienzo a cortar las hojas del rey en pequeños trozos. El hongo me lleva más tiempo prepararlo. Los gritos de Sigmund comienzan a retumbar entre las paredes. Mis manos deben de ser rápidas y hábiles, no sólo una vida humana depende de mi, sino toda una bolsa de aeros. Comienzo sacando la savia del boldori, no sólo no me sirve para nada, sino que estropearía la poción. Estrujo el hongo con mis manos para que supure toda la savia posible. Una vez hechos los preambulos vuelvo a tomar el cuchillo y lo corto en rodajas; aún quedan restos de la savia. Recojo los trozos y los lavo concienzudamente en el cubo con agua caliente; cuando los saco no queda ni resto de la misma, pero ese agua no me servirá más.
-Brujo, ya he terminado.
-Bien. - dejo las plantas y me acerco a Sigmund que se encuentras desfallecido por el dolor. El chico ha hecho un gran trabajo con la limpieza. La herida prácticamente está limpia, salvo por la podredumbre que no puede eliminar el alcohol. -Necesito más agua limpia y paños. Hazte cargo Oleg.
-¡Eh! ¡Que no soy tu esclavo! ¡Te hemos contratado para que trabajes tú!
-Mira chico... - me enfrento de nuevo al joven, ignorando por completo como vuelve a llevar su mano hacia su arma. - Nos tiene muy poco tiempo para realizar vuestro encargo. Habéis acudido a mi demasiado tarde. Si quieres un sacrificio que contente a Odín y que no haga que descargue su furia sobre tu aldea, es mejor que hagas lo que te digo sin rechistar. Paños y agua limpia. ¡YA! - señalo la puerta tal y como una madre regaña a su hijo mandándolo a su cuarto.
Al final el chico obedece y me deja a solas con el herido.
-Eres duro...
-Me recuerda a cierta persona... -cojo la agua y el hilo. -Me disculpo por adelantado. No soy un gran tejedor. - me arrodillo junto a Sigmund e hilvano la aguja.
-Ahora mismo siento la zona adormecida...
-Eso es bueno y malo a la vez... - penetró la piel y comienzo a coser para unir ambas partes de la herida con tal de dejar dentro del cuerpo el intestino que amenaza con salirse.
El guerrero no grita, pero si esboza muecas de dolor; algo que no deja de agradarme. Mi trabajo no es muy fino, más bien es un desastre, pero valdrá por ahora. Al menos cumple el objetivo de unir ambas partes.
El chico vuelve con los paños y con un nuevo cubo de agua. Le libero del cubo y lo llevo hasta la mesa. Aparto el otro sucio y vuelvo a calentar el agua como antes. Con el mango del cuchillo comienzo a machacar las hojas del rey y las rodajas del boldori hasta que tengo una masa viscosa e uniforme. En uno de los frascos vierto un poco del ron y otro tanto de agua. Coloco un poco de la pasta viscosa en uno de los paños y lo meto también dentro del frasco y con mis habilidades de tensai lo caliento hasta que el liquido toma el color de la mezcla. Saco el paño y lo estrujo para que deje de soltar toda su esencia. Lo tapo y lo muevo enérgicamente. Una improvisada poción con un material muy rudimentario
-Dáselo a beber. Le ayudara. - le entrego el frasco al chico y este se lo hace beber a Sigmund.
Mientras tanto, cojo el cuchillo y lo limpio a conciencia con uno de los paños.
-Ahora viene la parte más dolorosa. - me quito el cinturón y lo enrollo. Me acerco a Sigmund y se lo meto en la boca. -Esto evitará que te hagas daño.
-¿Qué vas a hacer?
-Mmmm...
-Purificar la herida. - prendo una de mis manos con mis características llamas carmesí4. No puedo dejar de disfrutar el momento, aunque lo disimulo todo lo mejor que puedo,
Coloco la hoja del cuchillo encima y la dejo ahí hasta que se pon al rojo. No espero mucho pues mi fuego es más potente que el normal.
-¡Estas loco!
-¡Mmmm....!
-¡Sujétalo bien! - el chico obedece aunque no sabe muy bien porqué.
La hoja entra en contacto con la piel carbonizando la herida y la carne putrefacta, fundiendo ambos lados de la herida cerrándola en un instante acompañado de un gran dolor sentido en los ahogados gritos de Sigmund. Alejo el cuchillo y vuelvo a ponerlo al rojo, para terminar el trabajo. El guerrero no puede evitar desmayarse por el dolor que se suma a su terrible estado. El aire se ha inundado con un potente olor a carne chamuscada que no deja de traerme gratos recuerdos.
-¡Lo has matado! - esta vez el muchacho abraza con sus dedos la totalidad del mango del hacha.
-Sigue vivo. Mira como su pecho se infla. - le señalo el torso de Sigmund, haciéndole notar que aún respira, aunque debilmente. - Simplemente el dolor y la poción han hecho su efecto. Ya puedes irte, puedo seguir sólo. Hemos pasado lo peor.
-Espero por tu bien que estés en lo cierto... Sino el jefe de la aldea te hará pagar tus errores, brujo.
-Bien...- ruedo los ojos y vuelvo a la mesa para realizar una pócima más.
El muchacho no dice nada más y se va.
Vuelvo a realizar la improvisada formula y pasan las horas. Con los restos de esa pasta, la coloco en uno de los paños y lo fijo a la herida con un nudo, con la esperanza que los efectos de las plantas también sirvieran como cataplasma. Llegando el atardecer Sigmund vuelve a tomar conciencia algo adormilado.
-¿Qué... me has.. hecho...? Por Odín...
-Nos te ha aplicado un fuerte analgesico, con funciones sedantes y cicatrizadoras. Por eso seguramente te encuentras un poco mejor. De estar sano, esto te hubiera hecho combatir ignorando todo dolor. Bebe. - le acercó el frasco y el guerrero obedece vaciando el contenido. -También se te ha aplicado un cataplasma con lo que ha sobrado de las plantas que nos ha utilizado en las pócimas. Nos no está seguro de sus efectos en este modo, pero menos es nada. Al menos es seguro que no infectaran la herida.
-¿No lo sabes...? No eres un curandero...
-Nos nunca dijo que lo fuera... Nos prometio que alagaría tu vida hasta el sacrificio y que te presentaría decentemente a tus dioses. - me levanto y me dirijo al cubo con agua aún limpia para lavarme las manos. -Nos ha cumplido con su promesa. Ahora te toca decidir si deseas morir honrosamente según tus propias tradiciones. ¿Seras un honroso sacrificio voluntario y te presentaras como un guerrero que no teme a la muerte ante Odín? ¿O huirás como un cobarde de tu destino? ¿Cuál de las dos te acerca a tu Valhalla?
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1- Uso de planta del herbolario [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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