[Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
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[Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Era consciente de lo que estaba a punto de hacer, de todo lo que estaba en juego. No había un alma en la ciudad que no temiese lo que se avecinaba. Un silencioso viento arrastraba consigo el sonido de tambores de guerra, el olor a sangre humeda impregnaba el ambiente, aun cuando todavía no había muerto nadie.
Corrían rumores en las calles de Roilkat, entre la nobleza y el pueblo llano; Rumores de que se avecinaba una guerra, una de unas proporciones nunca vistas en años, se decían que iban a necesitar todos los soldados posibles.
Nadie sobraba.
Incluso se decía que los Nórgedos, las aterradoras huestes del desierto, iban a luchar del lado de la supuesta alianza que se había formado. Las tropas de Bashira bajo el mismo estandarte que los soldados bajo el mando de los Roiland.
O sería así si Lord Roiland no estuviese negándose a tomar parte alguna en el conflicto.
Había tardado mucho tiempo en reaccionar, demasiado, incluso. Sabía cómo era Lord Roiland, lo había sabido desde siempre. Incluso cuando Bashira tomó el poder se negaba a ver la realidad, se negaba a abrir rutas comerciales, a cooperar con el nuevo gobierno.
“Todos esos barbaros son iguales, ladrones y expatriados, no merecen más que la arena de la que están rodeados”
Podía oír la voz del noble resonar en su cabeza cada vez que cerraba los ojos, hablaba con altivez, como si los habitantes del arenal no fueran poco más que animales que debían de ser sacrificados.
Por culpa del cabeza de familia de la casa Roiland, en ese mismo instante, el regimiento de Roilkat no iba a movilizarse, no iban a tomar partido en la guerra. Los tenía estancados: “Para proteger la ciudad de los salvajes y sus puñaladas traperas” Suspiró profundamente según se adentraba en el angosto edificio que había en el callejón, hasta el más inocente de los niños de la ciudad sabía que la guerra había acabado.
Masculló un par de insultos en voz baja según atravesaba la escueta taberna, estaba prácticamente vacía, solo un camarero con un parche en el ojo y, quizás, cinco personas más.
No podía evitarlo, la paranoia de Roiland estaba llegando demasiado lejos. Tenían un regimiento repleto de veteranos curtidos, de las mejores tropas de todo Verisar, incapaces de hacer nada por la paranoia de un líder cruel y asustadizo que no era capaz de ajustarse a los tiempos.
¿Cuántos regimientos de Lunargenta habrían aguantado la fiereza de todo un pueblo durante décadas? ¿Cuántos habían mantenido la posición bajo el insistente asedio de un enemigo rápido y eficaz?
Ninguno. Solo las Tropas de Choque de Roilkat lo habían conseguido.
De haber estado la guardia de Lunargenta en la posición de las tropas Roilkat, en aquel momento, un estandarte Nórgedo estaría ondeando sobre los muros de la ciudad de Siegfried y ningún vampiro merodearía por sus calles como si tal cosa.
Eso era algo que los soldados que tiempo atrás habían estado en bandos diferentes sabían, eso era algo que incluso él sabía. La relación que tenían los soldados de Roilkat y los Nórgedos era interesante, tenía que admitirlo. Tras tantos años de guerra, tras batallas campales repletas de bajas en ambos bandos, se había formado una especie de respeto por el rival, cierto reconocimiento de las habilidades del contrario.
Había intentado que, durante el reinado de Bashira, eso fuese a más. Y estaba a punto de conseguirlo, apenas necesitaba un último empujón para lograr lo que siempre había deseado.
Y se iba a encargar de darlo al anochecer del día siguiente.
Se dejó caer sobre una mesa vacía y colocó algo que solamente podía ser llamado como: “Pila de papeles” delante de él, comenzó a ordenarlos pobremente.
Había convocado a todo el que había pensado que podía ayudarle, se había informado lo suficiente y había conseguido una lista de nombres. Ahora solo tenía que esperar.
Suspiró profundamente y se llevó la mano con al que sujetaba la pluma hasta la cara, llevaba días sin dormir, días que a él se le antojaban como semanas.
Sólo quería verla a ella.
Negó con la cabeza, primero tenía que lidiar con cosas más importantes. Respiró hondo y clavó su mirada en la puerta, según esta se abría.
Apartó la insistente voz que le decía, en su cabeza, que tenía un encargo que cumplir. Sabía que lo tenía que hacer, por eso había ido hasta allí, por eso estaba en Roilkat.
Por eso y por la carta anónima que le acababa de llegar.
- Vamos a una trampa. – Dijo Lyn llevándose ambas manos hasta la nuca como si fuese algo de sentido común, sin dejar de caminar junto a su compañero. - ¿Sabes que vamos a una trampa verdad? – Preguntó a continuación - ¿Te he comentado que creo que vamos hacía una trampa? – Añadió enseguida. – A la gente le gusta clavarte espadas, Mortal. Vamos a una trampa. – Agregó, al final, a la vez que una sonrisita se apoderaba de su expresión.
- Sí, yo también lo creo. – dijo Eltrant, mirando durante varios largos segundos, la puerta que tenía frente a él. – Pero eso lo hace más interesante. ¿No? - Los mensajes anónimos que solicitaban una reunión en un lugar apartado y oscuro nunca parecían significar nada bueno.
Pero había algo en el mensaje que le resultaba extrañamente conocido.
- Vamos. – dijo indicándole a la vampiresa que le siguiese.
- Vamos a moriiiiir. – dijo Lyn sin dejar de sonreír, siguiendo de cerca a su acompañante y adentrándose en el minúsculo edificio. Eltrant puso los ojos en blanco al oír a su amiga y, siempre en cabeza, se internó en el lugar en el que le habían citado. Se estaba tomando con demasiado humor el hecho de que podían estar en peligro mortal.
Analizó el lugar, el local estaba prácticamente vacío, apenas había diez personas contando al tabernero y ninguna estaba armada. Frunció el ceño, una parte de él estaba ligeramente decepcionada, esperaba al menos a un matón pidiéndole la bolsa de Aeros o algo por el estilo.
- Vaya… - Lyn se cruzó de brazos – Espero que el vino sea bueno. – Cuando terminó de hablar, un hombre encapuchado justo al otro lado del local alzó la mano, invitándoles a acercarse. Enarcando una ceja, aceptó la invitación, ninguno de los presentes salvo el encapuchado se percató, aparentemente, de su presencia. Estaban demasiado borrachos o cansados para fijarse en una persona que, muy probablemente, entraba a aquel lugar porque estaba demasiado borracha o cansada.
- Eltrant Tale. – dijo el hombre de la capucha bajando la mirada hasta un papel amarillento que tenía sobre la mesa. – Suponía que serías de los primeros en llegar, gracias por aceptar mi invitación. – Eltrant entornó los ojos y se cruzó de brazos. ¿A que venía todo aquel secretismo? – “Tale es una buena punta de lanza…” – Dijo con los ojos aun depositados sobre el papel, leyendo lo que había escrito en él. – “… según lo han descrito los que le han visto pelear: es un yunque inamovible. Lánzalo contra una pared y la echará abajo si cree que al otro lado hay una familia moribunda. Lo has visto en acción, sabes lo que es capaz de hacer. Aprovéchalo.” – Eltrant llevó su mano hasta Recuerdo, aquello era raro. Miró a su alrededor esperando ver a alguien más armado – “…va acompañado de una joven de habilidades inciertas y sin nombre en ningún registro conocido.” – El desconocido miró fugazmente a Lyn – “Se sospecha que es una señora de las sombras. Se cauto.” – La vampiresa imitó a su acompañante y frunció el ceño. – “Grandes opciones para la misión, tenlos en cuenta.” – Fue lo último que leyó antes de volver a alzar la mirada, aun así, algo le decía que había mucho texto que el hombre había evitado decir.
Quizás aquello no fuese exactamente una trampa, pero se seguía pareciendo bastante a una.
- ¿Qué quieres de nosotros? – Preguntó Eltrant molesto, pudo entrever una sonrisa en los labios del hombre que, lentamente, se descubrió la cara.
Soltó el pomo de su espada y alzó ambas cejas, sorprendido. ¿Qué estaba haciendo él…? Lyn miró confusa al castaño y se peinó pobremente el flequillo, sin terminar de entender que estaba pasando.
- Quiero que mates a mi padre, Eltrant. – dijo Flint Roiland.
- ¡¿Flint?! – La última vez que vio a Flint fue cuando le “otorgó” el viñedo que estaba a las afueras de la ciudad. Parpadeó repetidamente cuando el joven se llevó el dedo índice a los labios e indicó con una rápida cabezada que no estaban solos. Algunos clientes se habían girado hacía ellos al oír aquel nombre. - Pero… ¿Qué se supone que…? – El noble negó con la cabeza y suspiró con suavidad.
- Eltrant… - Bajó la mirada. – Es lo único que podemos hacer. Por la paz. – Desvió su mirada hacia la entrada. – Te contaré más cuando llegue el resto. – Aseguró. – Ten paciencia, por favor. – dijo.
- Doy por hecho que… os conocéis. – dijo al final Lyn sentándose junto a Flint. Momento en el que comenzó a curiosear curioseando entre los papeles sobre los que este estaba escribiendo. - ¡Oh! ¡Aquí pone que soy: “Metódica y calculadora”! ¿Quién ha escrito esto? ¡Parece inteligente! – Se giró hacía los hombres, Eltrant suspiró.
- Alguien que no te conoce. – Contestó Eltrant con una sonrisa, la vampiresa infló los mofletes y, cruzándose de brazos, giró la cabeza. Eltrant dejó escapar una carcajada corta y miró la puerta del local, que volvía a abrirse emitiendo un sonoro crujido.
- Oh, Verónica te manda recuerdos, Flint. Por lo que sé está aprendiendo a escribir. –
Corrían rumores en las calles de Roilkat, entre la nobleza y el pueblo llano; Rumores de que se avecinaba una guerra, una de unas proporciones nunca vistas en años, se decían que iban a necesitar todos los soldados posibles.
Nadie sobraba.
Incluso se decía que los Nórgedos, las aterradoras huestes del desierto, iban a luchar del lado de la supuesta alianza que se había formado. Las tropas de Bashira bajo el mismo estandarte que los soldados bajo el mando de los Roiland.
O sería así si Lord Roiland no estuviese negándose a tomar parte alguna en el conflicto.
Había tardado mucho tiempo en reaccionar, demasiado, incluso. Sabía cómo era Lord Roiland, lo había sabido desde siempre. Incluso cuando Bashira tomó el poder se negaba a ver la realidad, se negaba a abrir rutas comerciales, a cooperar con el nuevo gobierno.
“Todos esos barbaros son iguales, ladrones y expatriados, no merecen más que la arena de la que están rodeados”
Podía oír la voz del noble resonar en su cabeza cada vez que cerraba los ojos, hablaba con altivez, como si los habitantes del arenal no fueran poco más que animales que debían de ser sacrificados.
Por culpa del cabeza de familia de la casa Roiland, en ese mismo instante, el regimiento de Roilkat no iba a movilizarse, no iban a tomar partido en la guerra. Los tenía estancados: “Para proteger la ciudad de los salvajes y sus puñaladas traperas” Suspiró profundamente según se adentraba en el angosto edificio que había en el callejón, hasta el más inocente de los niños de la ciudad sabía que la guerra había acabado.
Masculló un par de insultos en voz baja según atravesaba la escueta taberna, estaba prácticamente vacía, solo un camarero con un parche en el ojo y, quizás, cinco personas más.
No podía evitarlo, la paranoia de Roiland estaba llegando demasiado lejos. Tenían un regimiento repleto de veteranos curtidos, de las mejores tropas de todo Verisar, incapaces de hacer nada por la paranoia de un líder cruel y asustadizo que no era capaz de ajustarse a los tiempos.
¿Cuántos regimientos de Lunargenta habrían aguantado la fiereza de todo un pueblo durante décadas? ¿Cuántos habían mantenido la posición bajo el insistente asedio de un enemigo rápido y eficaz?
Ninguno. Solo las Tropas de Choque de Roilkat lo habían conseguido.
De haber estado la guardia de Lunargenta en la posición de las tropas Roilkat, en aquel momento, un estandarte Nórgedo estaría ondeando sobre los muros de la ciudad de Siegfried y ningún vampiro merodearía por sus calles como si tal cosa.
Eso era algo que los soldados que tiempo atrás habían estado en bandos diferentes sabían, eso era algo que incluso él sabía. La relación que tenían los soldados de Roilkat y los Nórgedos era interesante, tenía que admitirlo. Tras tantos años de guerra, tras batallas campales repletas de bajas en ambos bandos, se había formado una especie de respeto por el rival, cierto reconocimiento de las habilidades del contrario.
Había intentado que, durante el reinado de Bashira, eso fuese a más. Y estaba a punto de conseguirlo, apenas necesitaba un último empujón para lograr lo que siempre había deseado.
Y se iba a encargar de darlo al anochecer del día siguiente.
Se dejó caer sobre una mesa vacía y colocó algo que solamente podía ser llamado como: “Pila de papeles” delante de él, comenzó a ordenarlos pobremente.
Había convocado a todo el que había pensado que podía ayudarle, se había informado lo suficiente y había conseguido una lista de nombres. Ahora solo tenía que esperar.
Suspiró profundamente y se llevó la mano con al que sujetaba la pluma hasta la cara, llevaba días sin dormir, días que a él se le antojaban como semanas.
Sólo quería verla a ella.
Negó con la cabeza, primero tenía que lidiar con cosas más importantes. Respiró hondo y clavó su mirada en la puerta, según esta se abría.
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Apartó la insistente voz que le decía, en su cabeza, que tenía un encargo que cumplir. Sabía que lo tenía que hacer, por eso había ido hasta allí, por eso estaba en Roilkat.
Por eso y por la carta anónima que le acababa de llegar.
- Vamos a una trampa. – Dijo Lyn llevándose ambas manos hasta la nuca como si fuese algo de sentido común, sin dejar de caminar junto a su compañero. - ¿Sabes que vamos a una trampa verdad? – Preguntó a continuación - ¿Te he comentado que creo que vamos hacía una trampa? – Añadió enseguida. – A la gente le gusta clavarte espadas, Mortal. Vamos a una trampa. – Agregó, al final, a la vez que una sonrisita se apoderaba de su expresión.
- Sí, yo también lo creo. – dijo Eltrant, mirando durante varios largos segundos, la puerta que tenía frente a él. – Pero eso lo hace más interesante. ¿No? - Los mensajes anónimos que solicitaban una reunión en un lugar apartado y oscuro nunca parecían significar nada bueno.
Pero había algo en el mensaje que le resultaba extrañamente conocido.
- Vamos. – dijo indicándole a la vampiresa que le siguiese.
- Vamos a moriiiiir. – dijo Lyn sin dejar de sonreír, siguiendo de cerca a su acompañante y adentrándose en el minúsculo edificio. Eltrant puso los ojos en blanco al oír a su amiga y, siempre en cabeza, se internó en el lugar en el que le habían citado. Se estaba tomando con demasiado humor el hecho de que podían estar en peligro mortal.
Analizó el lugar, el local estaba prácticamente vacío, apenas había diez personas contando al tabernero y ninguna estaba armada. Frunció el ceño, una parte de él estaba ligeramente decepcionada, esperaba al menos a un matón pidiéndole la bolsa de Aeros o algo por el estilo.
- Vaya… - Lyn se cruzó de brazos – Espero que el vino sea bueno. – Cuando terminó de hablar, un hombre encapuchado justo al otro lado del local alzó la mano, invitándoles a acercarse. Enarcando una ceja, aceptó la invitación, ninguno de los presentes salvo el encapuchado se percató, aparentemente, de su presencia. Estaban demasiado borrachos o cansados para fijarse en una persona que, muy probablemente, entraba a aquel lugar porque estaba demasiado borracha o cansada.
- Eltrant Tale. – dijo el hombre de la capucha bajando la mirada hasta un papel amarillento que tenía sobre la mesa. – Suponía que serías de los primeros en llegar, gracias por aceptar mi invitación. – Eltrant entornó los ojos y se cruzó de brazos. ¿A que venía todo aquel secretismo? – “Tale es una buena punta de lanza…” – Dijo con los ojos aun depositados sobre el papel, leyendo lo que había escrito en él. – “… según lo han descrito los que le han visto pelear: es un yunque inamovible. Lánzalo contra una pared y la echará abajo si cree que al otro lado hay una familia moribunda. Lo has visto en acción, sabes lo que es capaz de hacer. Aprovéchalo.” – Eltrant llevó su mano hasta Recuerdo, aquello era raro. Miró a su alrededor esperando ver a alguien más armado – “…va acompañado de una joven de habilidades inciertas y sin nombre en ningún registro conocido.” – El desconocido miró fugazmente a Lyn – “Se sospecha que es una señora de las sombras. Se cauto.” – La vampiresa imitó a su acompañante y frunció el ceño. – “Grandes opciones para la misión, tenlos en cuenta.” – Fue lo último que leyó antes de volver a alzar la mirada, aun así, algo le decía que había mucho texto que el hombre había evitado decir.
Quizás aquello no fuese exactamente una trampa, pero se seguía pareciendo bastante a una.
- ¿Qué quieres de nosotros? – Preguntó Eltrant molesto, pudo entrever una sonrisa en los labios del hombre que, lentamente, se descubrió la cara.
Soltó el pomo de su espada y alzó ambas cejas, sorprendido. ¿Qué estaba haciendo él…? Lyn miró confusa al castaño y se peinó pobremente el flequillo, sin terminar de entender que estaba pasando.
- Quiero que mates a mi padre, Eltrant. – dijo Flint Roiland.
- ¡¿Flint?! – La última vez que vio a Flint fue cuando le “otorgó” el viñedo que estaba a las afueras de la ciudad. Parpadeó repetidamente cuando el joven se llevó el dedo índice a los labios e indicó con una rápida cabezada que no estaban solos. Algunos clientes se habían girado hacía ellos al oír aquel nombre. - Pero… ¿Qué se supone que…? – El noble negó con la cabeza y suspiró con suavidad.
- Eltrant… - Bajó la mirada. – Es lo único que podemos hacer. Por la paz. – Desvió su mirada hacia la entrada. – Te contaré más cuando llegue el resto. – Aseguró. – Ten paciencia, por favor. – dijo.
- Doy por hecho que… os conocéis. – dijo al final Lyn sentándose junto a Flint. Momento en el que comenzó a curiosear curioseando entre los papeles sobre los que este estaba escribiendo. - ¡Oh! ¡Aquí pone que soy: “Metódica y calculadora”! ¿Quién ha escrito esto? ¡Parece inteligente! – Se giró hacía los hombres, Eltrant suspiró.
- Alguien que no te conoce. – Contestó Eltrant con una sonrisa, la vampiresa infló los mofletes y, cruzándose de brazos, giró la cabeza. Eltrant dejó escapar una carcajada corta y miró la puerta del local, que volvía a abrirse emitiendo un sonoro crujido.
- Oh, Verónica te manda recuerdos, Flint. Por lo que sé está aprendiendo a escribir. –
Última edición por Eltrant Tale el Mar Mayo 29 2018, 22:30, editado 2 veces
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Las cosas se estaban poniendo serias.
Si Irirgo se había comunicado conmigo, es que necesitaba algo de verdad. El dragón había hecho un buen trabajo reclutando gente para la causa. Hasta el momento, seis nuevos Nómadas habían salido del arenal y asentado en distintas zonas de la Peninsula. No era ninguna fuerza de asalto, por supuesto, pero la información era una parte importante.
Y, cuando eso no bastaba... me tocaba a mi. Según decía su carta, había conocido a alguien con un plan que me interesaría. No había sido muy detallado. Imaginaba que por precaución, claro. Los rumores de guerra... no eran ninguna broma. Se avecinaban tiempos peligrosos. Sin embargo, confiaba en él. Si decía que me interesaba, yo iba.
El volver a Roilkat me ponía algo nervioso. Había más tensión en el ambiente de lo habitual. Syl debía notarlo, también. Podía verlo. Me obligué a tranquilizarme y suspiré, poniendo una mano sobre su hombro.
-Tranquilo. Todo saldrá bien.- prometí. El felino asintió levemente. -Además, tengo ganas de ver a Irirgo. Han pasado meses.-
Examiné el interior del local a través de las grandes ventanas del exterior. Se notaba que el cristal era bueno en esa ciudad. El local parecía tranquilo, en general. Salvo por un... oh, espíritus.
-¿Qué?- preguntó Syl, mirando mi expresión. -¿Qué pasa?-
-Esto... va a ser interesante.- dije, dirigiéndome a la puerta y manteniéndola abierta por el felino. Le seguí al interior del local, moviendonos directamente hacia una de las mesas del fondo. La mesa con Flint Roiland, Eltrant Tale y Lyn. Me senté en una silla, bajo la atónita mirada de Flint. -Elt, Lyn. Me alegro de veros.- le dije a la pareja.
-Tu... ¿tu eres el Nómada?- preguntó. No parecía que me hubiese echado mucho de menos. Si no recordaba mal... le había vendido a los Nórgedos. Me sorprendía que hubiese escapado con vida.
-Los Nómadas son varios. Yo soy sólo el primero.- dije, mirándole fijamente. El gato caminó silenciosamente hasta una de las paredes del local, quedándose de pie y apoyándose contra ella. Saludó a Eltrant y a Lyn con un gesto de la cabeza y se quedó quieto, observando. -¿Conoces a Irirgo?- inquirí.
-...Sí.- admitió. -Está en la habitación de atrás, repasando el plan.-
-¿Qué plan?- pregunté, inclinándome hacia adelante. El humano debía haber cambiado en todo ese tiempo. La última vez que lo vi... era un inútil y un idiota. Pero si el dragón me había llevado hasta él, debía ser una buena oportunidad.
-No puedo decir nada sin saber si puedo fiarme de ti.- contestó. Parecía... algo nervioso, incluso. Probablemente no esperaba encontrarme allí. Pero si me conocía como el Nómada, debía saber lo que hacía. No podía culparle por mostrar desconfianza, de todas formas. Ya le había traicionado una vez, incluso si mis motivos eran buenos.
-Imagino que sabes qué opino de los nobles como tu, o como tu padre. Te mataría aquí mismo. ¿Por qué debería yo fiarme de ti?- pregunté, entornando los ojos.
-Tenemos amigos en común. Y un enemigo, también.- respondió. -"Impredecible y peligroso. Sin embargo, muestra un gran pragmatismo, sobrepasado sólo por su desprecio a las clases altas. Letal en combate, considerado incluso un demonio por su uso de runas arcanas. Es eficaz como líder, y sabe tomar buenas decisiones incluso en medio de la batalla. Ex-nórgedo. Muestra compasión hacia hombres bestia, gente exiliada o parias sociales. Búscalo bajo tu propio riesgo."- leyó, mirando uno de los papeles. Arqueé una ceja. Era una descripción un tanto básica. -Quiero aliarme con Bashira. Y para ello... tengo que quitar de en medio a mi padre.-
Analicé las palabras lentamente, poniendo una expresión neutra. Si aquello era cierto, podía beneficiar en gran medida a los Nórgedos. Tal vez, incluso, les daría una oportunidad para salir del arenal y establecerse como una ciudad independiente. Esa guerra presentaba una buena oportunidad. Pero sólo si Flint decía la verdad.
Eltrant estaba allí, lo cual era bueno. Pero... el humano no era exactamente la persona más precavida del continente. Irirgo, por otra parte... no me habría avisado si creyese que iba a ser una trampa. Tendría que confiar en el dragón. Si el "pequeño noble" nos la jugaba, caería justo detrás de su padre.
-Muy bien. Ayudaré. Si hace falta que lo diga... Eltrant confía en mi.- garanticé. Era algo arrogante el que lo dijese yo, pero sabía que era cierto. -Si está él, estaré de su parte.- dije. -Syl. No voy a decidir por ti.- añadí, mirando al felino. Sabía que me iba a acompañar hasta el fin del mundo, pero aquello era algo personal. Si no quería intervenir, no le obligaría. Me levanté, ofreciéndole mi silla al de pelaje pardo.
-¿Que estás haciendo?- preguntó, frunciendo el ceño. Caminé hacia él y le hablé al oído.
-Quiero saber que opinas de todo esto. Habla con él. Estuviste en Dalmasca mucho más tiempo que yo... esto te afecta a ti también.- murmuré. El felino asintió lentamente. -Gracias. Te quiero.- añadí. A continuación, me dirigí a la habitación de atrás. Flint había mencionado que Irirgo debía estar por allí... y la mesa iba a quedar demasiado llena con tanta gente.
-"Tirador y rastreador de élite. Tiene una puntería y agilidad envidiables, siendo capaz de acertar disparos incluso a grandes distancias y en condiciones adversas. Sabe mantener la calma. Ex-nórgedo. Llegó a ser reconocido como Alhayit, un rango en el ejercito nórgedo equivalente al de teniente."- leyó Roiland.
-No funciona así.- le cortó el felino. -Los Alhayit solo protegen la muralla de Dalmasca, y actúan contra amenazas exteriores.-
Hubo una ligera pausa, en la que Roiland asintió levemente y volvió a su papel.
-Aparte de eso... no hay mucho más. Vas con los Nómadas, no hablas demasiado... y, aunque son solo rumores, dicen que mataste a Simas.- dijo, tornando su mirada hacia Syl. -Hay gente que no está muy contenta con eso.-
El Nómada se cruzó de brazos, aún sin decir nada. Era cierto que había acabado con el criminal, pero no esperaba que nadie lo supiera a ciencia cierta. Tenía que ir con cuidado. Fuera como fuese, ese hombre no parecía saber nada más que lo que decían sus papeles. Se había informado, sin duda, pero no los conocía. Podía jugar con ventaja, siempre que lo mantuviese así.
-Voy a participar, si es lo que quieres saber.- dijo finalmente. -¿Es eso todo?-
Si Irirgo se había comunicado conmigo, es que necesitaba algo de verdad. El dragón había hecho un buen trabajo reclutando gente para la causa. Hasta el momento, seis nuevos Nómadas habían salido del arenal y asentado en distintas zonas de la Peninsula. No era ninguna fuerza de asalto, por supuesto, pero la información era una parte importante.
Y, cuando eso no bastaba... me tocaba a mi. Según decía su carta, había conocido a alguien con un plan que me interesaría. No había sido muy detallado. Imaginaba que por precaución, claro. Los rumores de guerra... no eran ninguna broma. Se avecinaban tiempos peligrosos. Sin embargo, confiaba en él. Si decía que me interesaba, yo iba.
El volver a Roilkat me ponía algo nervioso. Había más tensión en el ambiente de lo habitual. Syl debía notarlo, también. Podía verlo. Me obligué a tranquilizarme y suspiré, poniendo una mano sobre su hombro.
-Tranquilo. Todo saldrá bien.- prometí. El felino asintió levemente. -Además, tengo ganas de ver a Irirgo. Han pasado meses.-
Examiné el interior del local a través de las grandes ventanas del exterior. Se notaba que el cristal era bueno en esa ciudad. El local parecía tranquilo, en general. Salvo por un... oh, espíritus.
-¿Qué?- preguntó Syl, mirando mi expresión. -¿Qué pasa?-
-Esto... va a ser interesante.- dije, dirigiéndome a la puerta y manteniéndola abierta por el felino. Le seguí al interior del local, moviendonos directamente hacia una de las mesas del fondo. La mesa con Flint Roiland, Eltrant Tale y Lyn. Me senté en una silla, bajo la atónita mirada de Flint. -Elt, Lyn. Me alegro de veros.- le dije a la pareja.
-Tu... ¿tu eres el Nómada?- preguntó. No parecía que me hubiese echado mucho de menos. Si no recordaba mal... le había vendido a los Nórgedos. Me sorprendía que hubiese escapado con vida.
-Los Nómadas son varios. Yo soy sólo el primero.- dije, mirándole fijamente. El gato caminó silenciosamente hasta una de las paredes del local, quedándose de pie y apoyándose contra ella. Saludó a Eltrant y a Lyn con un gesto de la cabeza y se quedó quieto, observando. -¿Conoces a Irirgo?- inquirí.
-...Sí.- admitió. -Está en la habitación de atrás, repasando el plan.-
-¿Qué plan?- pregunté, inclinándome hacia adelante. El humano debía haber cambiado en todo ese tiempo. La última vez que lo vi... era un inútil y un idiota. Pero si el dragón me había llevado hasta él, debía ser una buena oportunidad.
-No puedo decir nada sin saber si puedo fiarme de ti.- contestó. Parecía... algo nervioso, incluso. Probablemente no esperaba encontrarme allí. Pero si me conocía como el Nómada, debía saber lo que hacía. No podía culparle por mostrar desconfianza, de todas formas. Ya le había traicionado una vez, incluso si mis motivos eran buenos.
-Imagino que sabes qué opino de los nobles como tu, o como tu padre. Te mataría aquí mismo. ¿Por qué debería yo fiarme de ti?- pregunté, entornando los ojos.
-Tenemos amigos en común. Y un enemigo, también.- respondió. -"Impredecible y peligroso. Sin embargo, muestra un gran pragmatismo, sobrepasado sólo por su desprecio a las clases altas. Letal en combate, considerado incluso un demonio por su uso de runas arcanas. Es eficaz como líder, y sabe tomar buenas decisiones incluso en medio de la batalla. Ex-nórgedo. Muestra compasión hacia hombres bestia, gente exiliada o parias sociales. Búscalo bajo tu propio riesgo."- leyó, mirando uno de los papeles. Arqueé una ceja. Era una descripción un tanto básica. -Quiero aliarme con Bashira. Y para ello... tengo que quitar de en medio a mi padre.-
Analicé las palabras lentamente, poniendo una expresión neutra. Si aquello era cierto, podía beneficiar en gran medida a los Nórgedos. Tal vez, incluso, les daría una oportunidad para salir del arenal y establecerse como una ciudad independiente. Esa guerra presentaba una buena oportunidad. Pero sólo si Flint decía la verdad.
Eltrant estaba allí, lo cual era bueno. Pero... el humano no era exactamente la persona más precavida del continente. Irirgo, por otra parte... no me habría avisado si creyese que iba a ser una trampa. Tendría que confiar en el dragón. Si el "pequeño noble" nos la jugaba, caería justo detrás de su padre.
-Muy bien. Ayudaré. Si hace falta que lo diga... Eltrant confía en mi.- garanticé. Era algo arrogante el que lo dijese yo, pero sabía que era cierto. -Si está él, estaré de su parte.- dije. -Syl. No voy a decidir por ti.- añadí, mirando al felino. Sabía que me iba a acompañar hasta el fin del mundo, pero aquello era algo personal. Si no quería intervenir, no le obligaría. Me levanté, ofreciéndole mi silla al de pelaje pardo.
-¿Que estás haciendo?- preguntó, frunciendo el ceño. Caminé hacia él y le hablé al oído.
-Quiero saber que opinas de todo esto. Habla con él. Estuviste en Dalmasca mucho más tiempo que yo... esto te afecta a ti también.- murmuré. El felino asintió lentamente. -Gracias. Te quiero.- añadí. A continuación, me dirigí a la habitación de atrás. Flint había mencionado que Irirgo debía estar por allí... y la mesa iba a quedar demasiado llena con tanta gente.
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-"Tirador y rastreador de élite. Tiene una puntería y agilidad envidiables, siendo capaz de acertar disparos incluso a grandes distancias y en condiciones adversas. Sabe mantener la calma. Ex-nórgedo. Llegó a ser reconocido como Alhayit, un rango en el ejercito nórgedo equivalente al de teniente."- leyó Roiland.
-No funciona así.- le cortó el felino. -Los Alhayit solo protegen la muralla de Dalmasca, y actúan contra amenazas exteriores.-
Hubo una ligera pausa, en la que Roiland asintió levemente y volvió a su papel.
-Aparte de eso... no hay mucho más. Vas con los Nómadas, no hablas demasiado... y, aunque son solo rumores, dicen que mataste a Simas.- dijo, tornando su mirada hacia Syl. -Hay gente que no está muy contenta con eso.-
El Nómada se cruzó de brazos, aún sin decir nada. Era cierto que había acabado con el criminal, pero no esperaba que nadie lo supiera a ciencia cierta. Tenía que ir con cuidado. Fuera como fuese, ese hombre no parecía saber nada más que lo que decían sus papeles. Se había informado, sin duda, pero no los conocía. Podía jugar con ventaja, siempre que lo mantuviese así.
-Voy a participar, si es lo que quieres saber.- dijo finalmente. -¿Es eso todo?-
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Su último contrato le había llevado a Roilkat, la ciudad con vidrios de calidad y arenas peligrosas llenas de nórgedos sedientos de sangre... Bueno, quizás esto último solo sea una visión muy arcaica y racista de aquella gente, que bajo el mando de una tal "Bashira", parecen recobrar el civismo y cordura que hacen falta para que un pueblo prospere y no se dedique solo al sabotaje o guerra continua contra otro. Rumores y más rumores... ¿Qué era cierto y qué no? Alward tenía la cabeza hecha un lío con los últimos acontecimientos de su amada tierra y las ciudades vecinas; que si el Rey era un traidor y un cobarde, que si lo hizo para no extender aquella enfermedad y prepararse para retomar la ciudad, que si los Nórgedos eran gente de fiar, que si no... Sinceramente no sabía qué pensar, tampoco es que tuviese mucho contacto con la realeza o con el pueblo de las arenas.
Tras acabar su contrato regresó a Lunargenta. Mala decisión, ya que habían enviado una carta que requería la presencia de los Stelliazos en Roilkat, ¿Sería un nuevo contrato? Tenía toda la pinta, no podían dejarlo escapar. Rischer decidió enviar a dos emisarios para no mandar a todo el grupo, para así ver lo que se proponía el destinatario de la carta, que solo dejó claro que requería la presencia del grupo, y que dicho destinatario se encontraría en una de las tabernas de la ciudad. Uno de los emisarios que decidió enviar a Roilkat el líder de los Stelliazos fue Alward, junto a su inseparable amigo Emmanuel, el arquero.
-Tío... Más vale que me hubiese quedado aquí-Dijo con resignación-Llevo viajando cuatro o cinco días sin parar...
-¡Pero qué dices, si te paraste a descansar en el Filósofo un día entero!
-No me he recuperado del todo, tengo agujetas de la última movida-Dijo mientras movía uno de sus brazos en forma de estiramiento hacia delante y hacia atrás con la otra mano palpándose el hombro.
-Es lo que tiene ser el segundo al mando, hermano-Dijo con ironía
-Yo no soy el segundo de nada, aquí todos somos iguales-Lanzó una mirada con desdén hacia el arquero.
Alward y Emmanuel caminaban a paso tranquilo por las calles casi deshabitadas de la ciudad, dirigiéndose al punto donde supuestamente les habían convocado. Allí estaban, una taberna destartalada, una de tantas muchas. Nada especial que resaltase y que la hiciera destacar ante las demás. Ambos se quedaron unos minutos mirando la entrada, como esperando a que algo sucediese... Nada pasó, obviamente. De pronto, el arquero soltó un comentario.
-¿Te imaginas que dentro nos esperan mozas de muy buen ver desnudas?
-Sí, claro-Soltó una carcajada. Ese comentario repentino le resultó bastante gracioso. Sabía que Emm era así, un tipo con una chispa espontánea y un humor inesperado, que se reía por y de todo-¡Solo dispuestas para nosotros!-Dijo siguiéndole el juego
-En realidad la invitación era una estratagema de alguna admiradora secreta para llamarnos la atención-Dijo con su característico tono sarcástico
Alward, entre risas, abrió la puerta y, junto a su amigo, se dispuso a entrar en la taberna. Lo que vio dentro poco tenía que ver con lo que ambos habían comentado en la entrada. Un sitio destartalado, medio vacío como la propia ciudad... Un camarero con pocas ganas de estar ahí, tenía un parche en el ojo, por lo que sería un bribón de mucho cuidado, al menos eso aparentaba. Mesas vacías decoraban el lugar, excepto unas pocas que eran la gran excepción. Entre ellas, había una con bastante gente. Gente curiosamente conocida para el joven Sevna. Antes de internarse aún más en la taberna, el arquero le agarró del brazo, mientras le señalaba con la mirada hacia la mesa donde estaba aquella gente conocida para Alward; Lyn, Eltrant y...
-Ese gato, ¿No te resulta familiar?-Dijo bajando la voz
-E-el compañero de Asher...-Dijo también en voz baja-El hombre-bestia que nos ayudó aquella vez
-Si él está aquí, el lobo no debe andar lejos
-También conozco a esos dos-Dijo refiriéndose a Eltrant y Lyn-Los conocí en un... sitio-Dijo sin dar más detalles
Sin más, Alward se dirigió al lugar donde se encontraban tanto el amigo felino de Asher como Eltrant y Lyn, se pasaría a saludar, qué menos. Parecía que también había otro tipo en la mesa junto a ellos, con una buena pila de cartas sobre la mesa, ¿Sería ese quién requirió la presencia del grupo de mercenarios?
Tras acabar su contrato regresó a Lunargenta. Mala decisión, ya que habían enviado una carta que requería la presencia de los Stelliazos en Roilkat, ¿Sería un nuevo contrato? Tenía toda la pinta, no podían dejarlo escapar. Rischer decidió enviar a dos emisarios para no mandar a todo el grupo, para así ver lo que se proponía el destinatario de la carta, que solo dejó claro que requería la presencia del grupo, y que dicho destinatario se encontraría en una de las tabernas de la ciudad. Uno de los emisarios que decidió enviar a Roilkat el líder de los Stelliazos fue Alward, junto a su inseparable amigo Emmanuel, el arquero.
-Tío... Más vale que me hubiese quedado aquí-Dijo con resignación-Llevo viajando cuatro o cinco días sin parar...
-¡Pero qué dices, si te paraste a descansar en el Filósofo un día entero!
-No me he recuperado del todo, tengo agujetas de la última movida-Dijo mientras movía uno de sus brazos en forma de estiramiento hacia delante y hacia atrás con la otra mano palpándose el hombro.
-Es lo que tiene ser el segundo al mando, hermano-Dijo con ironía
-Yo no soy el segundo de nada, aquí todos somos iguales-Lanzó una mirada con desdén hacia el arquero.
Alward y Emmanuel caminaban a paso tranquilo por las calles casi deshabitadas de la ciudad, dirigiéndose al punto donde supuestamente les habían convocado. Allí estaban, una taberna destartalada, una de tantas muchas. Nada especial que resaltase y que la hiciera destacar ante las demás. Ambos se quedaron unos minutos mirando la entrada, como esperando a que algo sucediese... Nada pasó, obviamente. De pronto, el arquero soltó un comentario.
-¿Te imaginas que dentro nos esperan mozas de muy buen ver desnudas?
-Sí, claro-Soltó una carcajada. Ese comentario repentino le resultó bastante gracioso. Sabía que Emm era así, un tipo con una chispa espontánea y un humor inesperado, que se reía por y de todo-¡Solo dispuestas para nosotros!-Dijo siguiéndole el juego
-En realidad la invitación era una estratagema de alguna admiradora secreta para llamarnos la atención-Dijo con su característico tono sarcástico
Alward, entre risas, abrió la puerta y, junto a su amigo, se dispuso a entrar en la taberna. Lo que vio dentro poco tenía que ver con lo que ambos habían comentado en la entrada. Un sitio destartalado, medio vacío como la propia ciudad... Un camarero con pocas ganas de estar ahí, tenía un parche en el ojo, por lo que sería un bribón de mucho cuidado, al menos eso aparentaba. Mesas vacías decoraban el lugar, excepto unas pocas que eran la gran excepción. Entre ellas, había una con bastante gente. Gente curiosamente conocida para el joven Sevna. Antes de internarse aún más en la taberna, el arquero le agarró del brazo, mientras le señalaba con la mirada hacia la mesa donde estaba aquella gente conocida para Alward; Lyn, Eltrant y...
-Ese gato, ¿No te resulta familiar?-Dijo bajando la voz
-E-el compañero de Asher...-Dijo también en voz baja-El hombre-bestia que nos ayudó aquella vez
-Si él está aquí, el lobo no debe andar lejos
-También conozco a esos dos-Dijo refiriéndose a Eltrant y Lyn-Los conocí en un... sitio-Dijo sin dar más detalles
Sin más, Alward se dirigió al lugar donde se encontraban tanto el amigo felino de Asher como Eltrant y Lyn, se pasaría a saludar, qué menos. Parecía que también había otro tipo en la mesa junto a ellos, con una buena pila de cartas sobre la mesa, ¿Sería ese quién requirió la presencia del grupo de mercenarios?
Última edición por Alward Sevna el Miér Mayo 02 2018, 17:35, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant levantó una mano y dio una rápida cabezada cuando Asher se adentró en el local y saludo a los presentes con una escueta frase. ¿También había llamado a Asher? ¿Mediante otra de aquellas notas anónimas? Flint parecía ir en serio con lo de matar a su padre.
Había cambiado bastante en aquellos meses. Cuando le conoció no era más que un joven ingenuo que quería hacer cambiar de idea a su padre. Parecía que el plan principal había fracasado.
Mientras Lyn leía con bastante interés el papel que tenía Flint que la describía, Eltrant se quedó, en un principio, en silencio y dejó los Nómadas y Flint hablasen de la proposición que el noble tenía que hacerles. Sabía el por qué Asher se comportaba de aquel modo, por qué les había saludado de una forma tan escueta; así como también sabía por qué la expresión de Flint se tornó en una mueca nerviosa al ver la figura del lobo aproximarse a la mesa en la que estaban.
Alanna le había hablado de la fugaz aventura que los tres vivieron juntos.
Por supuesto, dicha aventura solo había sido fugaz para Asher. A Alanna y a Flint Eltrant los encontró en una celda Nórgeda, en Dalmasca, semanas después. Tomó aire, Bashira subió al poder ese mismo día. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces, Asher también.
Enarcó una ceja cuando oyó a Flint mencionar que Irirgo estaba allí y que, de hecho, era uno de los planificadores de lo que habían estado preparando. El castaño, de brazos cruzados, miró a Asher esperando ver algo en su rostro que le indicase que pasaba por su cabeza en aquel momento, pero, en un principio, no encontró nada.
Cuando Flint terminó de leer lo que tenía de Asher un tenso silencio, solo roto por los pocos clientes que había allí, se apoderó de la taberna. Finalmente, el líder Nómada decidió hablar.
Ayudaría. No le sorprendió la decisión de su amigo, estaban hablando de acabar con un Roiland. Eltrant también había oído en lo que el gobernador de la ciudad se había convertido. Había que pararle los pies.
Asher también se encargó de señalarle a Flint que Eltrant confiaba en él, quizás para despejar las dudas que el noble pudiese tener acerca de él o para hacerle ver que, en realidad, no estaba de su parte sino de la del humano con predilección por las puñaladas.
Tras oír esto Flint se giró a hacía el errante, evidentemente esperando algo parecido a una confirmación a las palabras del lobo.
- Confío en él, Flint. – dijo Eltrant, el joven noble pareció relajarse un poco al oír aquellas palabras, suspiró. – Si ha dicho que va ayudar, lo va a hacer. – Añadió sonriendo al lobo, el cual se había levantado dando paso a Syl, quien, tras intercambiar unos cuantos susurros con su compañero, se sentó en el mismo lugar en el que había estado Asher momentos atrás.
Apenas instantes después, el gato afirmó que también participaría en lo que fuese que el noble estaba preparando.
Flint cerró los ojos, aliviado, por un instante Eltrant creyó que el noble iba a quedarse dormido allí mismo, pero, tras dejar escapar un bostezo, volvió a abrirlos y, esta vez, miró a Lyn.
- ¿Y usted Señorita…? – Flint no llegó a terminar de hablar, la vampiresa respondió tan rápido como acostumbraba a hacerlo.
- Sí, sí. – Dijo Lyn sin levantar la mirada del papel, moviendo la muñeca. – Si no voy yo. ¿Quién va a guiar al Mortal por el buen…? – Se detuvo un instante y enarcó una ceja. - ¡JÁ! – dijo levantándose y alzando el papel, restregándolo, en el sentido más literal de la palabra, por el rostro de su compañero. – “¡Aproximarse con cautela!” - Exclamó zarandeando la hoja. - ¡No lo digo yo! ¡Lo dice el papel! – Eltrant se llevó la mano a la barba. - ¡Aproxímate a mí con cautela, Mortal! ¡O serás testigo de mis alucinantes pod…! ¡Eh! – Eltrant acalló a la vampiresa arrebatándole el papel de entre las manos. - ¡Devuélveme eso ahora mismo lacayo! – Exigió dando saltos, tratando de alcanzar la hoja que ahora Eltrant tenía levantada sobre su cabeza.
- No, lo último que necesito es que leas estas cosas. – Respondió Eltrant retrocediendo un par de pasos, alejándose aún más del alcance de la vampiresa.
- ¡Envidioso! – Bajó sus manos hasta la cintura. – En el suyo solo ponía algo como: “Le gusta que le peguen.” – dijo mirando a los demás, como si estuviese explicando el evidente motivo por el cual Eltrant le había arrebatado su descripción.
- No ponía eso. – Concluyó suspirando, devolviéndole, al final, las notas de vuelta a su legítimo dueño. Flint enarcó una ceja y, tras tomar miró durante unos instantes a los Nómadas, confuso, después negó con la cabeza.
- ¿De verdad? Siempre que hablan de ti oigo eso -
- Te… te contaré en el grupo también. – dijo el noble bajando la mirada y anotando algo en una hoja de papel distinta a todas las demás, una que parecía nueva. Hecho esto se levantó. – Entonces, seguidme, os llevaré con… - La puerta de la taberna volvió a abrirse, dos personas más se adentraron en la taberna.
Eltrant conocía a una de ellas.
- ¡Al! – Exclamó Lyn desde dónde estaba saludando. Alward Sevna, había coincidido con él semanas atrás, habían peleado contra vampiros juntos y habían salido vivos de aquello. No pensaba verlo en Roilkat.
Pero, a pesar de ello, allí estaba. Eltrant se atusó la barba, creía recordar que Alward había mencionado que pertenecía a un grupo de mercenarios. Miró a Flint, que de nuevo sentado curioseaba entre las diferentes anotaciones que tenía sobre la mesa. ¿A cuántas personas había mandado aquellos mensajes tan crípticos? Seguramente a muchas más de las que se habían presentado finalmente, teniendo en cuenta que eran los únicos allí.
- Supongo que… - Miró a Lyn, después a Eltrant - ¿Ya os conocéis? – Tomó aire, clavó sus ojos en Alward y después miró lo que el exmercenario ya sabía que era la descripción que tenía de la pareja.
– “Alward Sevna. Actualmente rinde lealtad a un grupo que se denomina como los “Stelliazos”. Diestro con la espada, desconocido entre las grandes esferas del mundillo, pero con gran potencial.” – dijo, volvió a mirar al recién llegado y entrecerró levemente los ojos – “Dudosa relación con el dinero, es un mercenario. Contactar con cautela” – Después de esto, Flint se giró hacía la persona que había entrado junto a Alward, el hombre de aspecto recio y tez pálida que portaba un carcaj y un arco a la espalda. – “Emmanuel Castle” – Leyó – “Arquero, competente y leal con los suyos. Co-fundador de los Stelliazos; experiencia suficiente en combate como para ser un candidato óptimo.” – Se cruzó de brazos. – “Dudosa relación con el dinero, es un mercenario. Contactar con cautela” – Pudo ver como Flint tragaba saliva y se levantaba de su asiento.
- El dinero no va a ser un problema, eso os lo puedo prometer. – Les dijo - Aun así... ¿Puedo contar con vosotros? – Preguntó. – Necesito algo más que alguien que vende su espada por un par de Aeros. – Desvió la mirada. – Necesito que os comprometáis. El… - Buscó la palabra exacta con la que describir lo que pasaba – El destino de dos pueblos depende de que esto salga bien – Aseguró.
- Los demás podéis pasar a la habitación de detrás. – dijo señalando tras de sí con el pulgar, el hombre del parche en el ojo, detrás de la barra, lanzó una larga mirada a Flint que acabó en una rápida cabezada – Tengo que ultimar las cosas con los Stelliazos. - Eltrant enarcó una ceja y suspiró, no sabía nada del tal Emmanuel, pero Alward le había demostrado que era más que un mercenario común.
Asintiendo, Eltrant se encaminó, junto con Lyn, hacía el lugar que había señalado el noble.
Al otro lado de la puerta se encontró un largo pasillo acabado en una pequeña habitación en la que había una mesa desproporcionadamente grande en el centro, una con un sinfín de planos, bebidas y notas como las que tenía Flint.
Había cuatro personas ya en aquella habitación. Estaban en primer lugar, Irirgo, que con ambas manos sobre la mesa miraba fijamente el plano que tenía bajo él, haciendo pequeñas anotaciones de vez en cuando y conversaba junto a Asher, que estaba a su lado.
Además de ellos, dos personas que Eltrant no conocía conversaban entre ellas en voz baja a un lado de la habitación. Un hombre corpulento cuya indumentaria gritaba “Nórgedo” tan pronto lo mirabas y una mujer con una armadura similar a la que él vestía con el blasón del ejercito de Roilkat.
- Ahora sí. – dijo acercándose al lobo, antes de saludar a nadie más, dándole una palmada en la espalda - Me alegró de verte, Asher. – afirmó ahora que no estaba Flint para tensar el ambiente y nadie parecía prestarles realmente atención. – Irirgo. – dio una cabezada solemne como todo saludo, Irirgo hizo lo mismo.
Le caía bien el dragón, pero le costaba no sentirse ligeramente empequeñecido a su lado, era como si el hombre desprendiera un aura de autoridad que era incapaz de sortear. Quizás estuviese con los Nórgedos, pero tenía más porte de noble que muchos que había conocido, Flint incluido.
- ¡Hola Asher! – Exclamó Lyn entonces, sentándose en una de las tantas sillas del lugar con total naturalidad, de algún modo volvía a tener aquel dichoso papel entre las manos. – “Tiene… los ojos muy bonitos… “– Susurró apoyándose en la mesa a escribir sobre su descripción.
Flint entró con el resto de las personas que había convocado, todas las cabezas se giraron hacía el. Eltrant alzó una ceja, no pudo evitar notar como cojeaba con suavidad con cada paso que daba. ¿No era esa la pierna que se había roto en Dalmasca? ¿No había sanado bien?
Tras colocarse frente a los mapas, indicó a todos a que se acercasen.
- Muy bien. – Tomó aire. – Todos los que estáis aquí sabéis por qué. Sabéis los que nos jugamos… – Miró a Lyn – Eso creo de todas formas… - Negó con la cabeza y se giró hacía Irirgo. – Las presentaciones que quedan… - Se pasó la mano por el pelo rápidamente y tragó saliva, se le veía nervioso. – Irirgo es un miembro de los Nómadas. – Indicó – Supongo que aquí la mayoría ya le conocéis, pero… - Miró a los que quizás no podían conocerle y asintió, después continuó. – Después están… - señaló al hombre con indumentaria Nórgeda. – Saahir al-Rasul – dijo – Qayid del primer batallón de reconocimiento Nórgedo. Esta aquí junto a sus hombres para ayudarnos, bajo órdenes de Bashira – El hombre, con ambas manos entrelazadas a su espalda, hizo una educada reverencia a los presentes como toda presentación. Flint después se volvió hacía la mujer de la armadura. – Brigitte Lundmark es la actual Comandante de las Tropas de Choque de Roilkat. Representante del ejercito de Roilkat en… nuestra misión. – Brigitte imitó a Saahir y, formalmente, saludó a los presentes de igual forma.
Aquellas dos personas no eran precisamente personas de la calle, tenía que admitir que Flint le estaba sorprendiendo.
Solo con las personas que había en aquella habitación se podía notar que Flint había trabajado de forma incansable en todo aquello, no quería ni imaginarse el esfuerzo necesario para infiltrar a Nórgedos en la ciudad. Aun con la sangre que Flint poseía, aquello era algo que en muchos casos solo conllevaba a una muerte bastante desagradable.
Por no hablar que aproximarse a la oficial al mando del ejército a cargo de su padre para pedirle ayuda en el asesinato de su lider no era mucho más prudente.
- Bien… - Irirgo se inclinó sobre la mesa y miró a los presentes. – Vamos a matar a Roiland… - dijo - ¿Tenéis todos eso claro? Una vez empecemos hay que llegar hasta el final. – Nadie contestó. – Sin dudar. – Todo continuó en silencio, el dragón se llevó la mano hasta el mentón y asintió.
Flint se quitó de dónde estaba y le cedió el lugar al norteño, desde dónde se podía ver mejor el mapa que tenía frente a él.
- Esta es la mansión Roiland. – dijo en un principio, instando a todos a que miraran el plano que tenía delante. – No nos ha sido especialmente difícil hacernos con esto. – Miró a Flint apenas un instante. – Bueno. Lo primero que debéis saber es que nos dividiremos en dos grupos. – Se giró hacía a Asher. – Vosotros sois el primero. – Después depositó sus ojos en Eltrant y en el resto de personas que se habían adentrado en la habitación en último lugar. – Vuestro papel principal es simple. – dijo señalando un único punto en el mapa, uno que tenía una pequeña equis de color carmesí sobre ella. – Entráis en la mansión y matáis a Roiland. En su habitación. – Flint desvió la mirada durante unos segundos, pero volvió a mirar al mapa, con más determinación que antes. – Después, hay más que debéis saber. Solo hay varias entradas, y gracias a varios de los criados de la mansión que se han prestado a ayudarnos, van a estar disponibles mañana. – Eltrant levantó la mano - La entrada delantera está descartada por razones obvias, Tale – Según el castaño bajaba la mano Irirgo tomó un trozo de carboncillo y marcó algunas partes del plano. – Por el sótano, las alcantarillas, o sobre el muro. – Llevó el dedo índice hasta un lugar apartado del mapa. - El tejado es otra opción. Pero no os lo recomiendo por los miembros más… - Señaló a Eltrant con la cabeza. – ...más pesados del grupo. – dijo, Eltrant esbozó una sonrisa cansada y se encogió de hombros. Antes de que nadie pudiese decir nada, Irirgo continuó hablando. – En cualquier otra situación habría mandado a Syl, a un grupo reducido. Entrar, matarlo y salir. Simple y fácil. – Miró a Asher, frunció el ceño y obligó a que todos mirasen las distintas flechas de color amarillo que recorrían el mapa. Patrullas – Pero Roiland está paranoico. Más de lo normal. – afirmó. – Se ha encerrado en su mansión, que es prácticamente una fortaleza, con los fanáticos que siguen de su parte a modo de ejercito personal. – Tomó aire unos segundos, antes de seguir hablando. – Por eso vais Tale y tú, Asher. – afirmó. – Va a haber problemas. – señaló dichas flechas – Estos no son soldados normales. – Alternó su mirada entre los supuestos miembros del primer grupo – Estamos hablando de gente que va a morir por su señor sobre todas las cosas, que cumplirán todas las órdenes, da igual cuales sean. Están bien armados, equipados con todo lo que pueden comprar los Aeros. Va a ser difícil, muy difícil. Así que nada de heroicidades. – Se cruzó de brazos y, tras unos segundos mirando el mapa en silencio, retomó la explicación. – Una vez os hayáis encargado de Roiland… - Posó su dedo indice sobre el cuadrado que reprensentaba la puerta principal, justo al otro lado de los jardines delanteros de la mansión. – Tenéis que abrir la puerta principal de la mansión. – Se giró hacia Brigitte y Saahir. – Ahí es donde entran ellos: el grupo dos. – La pareja asintió. – Una combinación de tropas de Roilkat y Nórgedas se encargará de que no quede nadie leal a Roiland padre antes de que amanezca. – Dio una palmada en la mesa, quizás para dar más asertividad a sus palabras. – Ya sabes. Córtale la cabeza a la serpiente y el resto cuerpo morirá sin apenas oponer resistencia. – dijo al final. – A la mañana siguiente, Lord Roiland habrá fallecido en un lamentable ataque vampírico proveniente de Lunargenta y su hijo tomará el cargo, se abrirán rutas comerciales con Dalmasca... las tensiones terminarán. Todos ganan. – Flint asintió, sin apartar sus ojos del mapa.
De igual forma que lo había estado en un principio, la habitación continuó en el más profundo de los silencio durante varios segundos más.
- El cómo os comportéis dentro de la mansión … - Se giró hacía Asher - Depende de vosotros. Elegid un líder, uno que sea capaz de coordinaros y funcione bien bajo presión. – Volvió al mapa – A partir de ahí, puedo recomendaros dividiros en dos grupos, que uno de ellos vaya directamente a preparar la entrada y otro a por Roiland; pero en ese caso tendréis que idear un modo de comunicaros entre vosotros. Por supuesto, también podéis moveros todos juntos y eliminar los obstáculos que se os presenten poco a poco, pero siempre sin pararos. – Se cruzó de brazos. – Es muy importante que no convirtáis la mansión en un campo de batalla antes de matar a Roiland. – Se llevó, otra vez, la mano hasta el mentón. – Los leales deben pensar tienen las de perder. – Indicó – Sin Roiland de su parte… sin esperanza de ganar… todo su equipo, entrenamiento y posición no servirán de nada aun cuando son superior al nuestro. – dijo al final.
- Si os parece bien, tenéis un día para preparo todo. Aprovechadlo. -
Había cambiado bastante en aquellos meses. Cuando le conoció no era más que un joven ingenuo que quería hacer cambiar de idea a su padre. Parecía que el plan principal había fracasado.
Mientras Lyn leía con bastante interés el papel que tenía Flint que la describía, Eltrant se quedó, en un principio, en silencio y dejó los Nómadas y Flint hablasen de la proposición que el noble tenía que hacerles. Sabía el por qué Asher se comportaba de aquel modo, por qué les había saludado de una forma tan escueta; así como también sabía por qué la expresión de Flint se tornó en una mueca nerviosa al ver la figura del lobo aproximarse a la mesa en la que estaban.
Alanna le había hablado de la fugaz aventura que los tres vivieron juntos.
Por supuesto, dicha aventura solo había sido fugaz para Asher. A Alanna y a Flint Eltrant los encontró en una celda Nórgeda, en Dalmasca, semanas después. Tomó aire, Bashira subió al poder ese mismo día. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces, Asher también.
Enarcó una ceja cuando oyó a Flint mencionar que Irirgo estaba allí y que, de hecho, era uno de los planificadores de lo que habían estado preparando. El castaño, de brazos cruzados, miró a Asher esperando ver algo en su rostro que le indicase que pasaba por su cabeza en aquel momento, pero, en un principio, no encontró nada.
Cuando Flint terminó de leer lo que tenía de Asher un tenso silencio, solo roto por los pocos clientes que había allí, se apoderó de la taberna. Finalmente, el líder Nómada decidió hablar.
Ayudaría. No le sorprendió la decisión de su amigo, estaban hablando de acabar con un Roiland. Eltrant también había oído en lo que el gobernador de la ciudad se había convertido. Había que pararle los pies.
Asher también se encargó de señalarle a Flint que Eltrant confiaba en él, quizás para despejar las dudas que el noble pudiese tener acerca de él o para hacerle ver que, en realidad, no estaba de su parte sino de la del humano con predilección por las puñaladas.
Tras oír esto Flint se giró a hacía el errante, evidentemente esperando algo parecido a una confirmación a las palabras del lobo.
- Confío en él, Flint. – dijo Eltrant, el joven noble pareció relajarse un poco al oír aquellas palabras, suspiró. – Si ha dicho que va ayudar, lo va a hacer. – Añadió sonriendo al lobo, el cual se había levantado dando paso a Syl, quien, tras intercambiar unos cuantos susurros con su compañero, se sentó en el mismo lugar en el que había estado Asher momentos atrás.
Apenas instantes después, el gato afirmó que también participaría en lo que fuese que el noble estaba preparando.
Flint cerró los ojos, aliviado, por un instante Eltrant creyó que el noble iba a quedarse dormido allí mismo, pero, tras dejar escapar un bostezo, volvió a abrirlos y, esta vez, miró a Lyn.
- ¿Y usted Señorita…? – Flint no llegó a terminar de hablar, la vampiresa respondió tan rápido como acostumbraba a hacerlo.
- Sí, sí. – Dijo Lyn sin levantar la mirada del papel, moviendo la muñeca. – Si no voy yo. ¿Quién va a guiar al Mortal por el buen…? – Se detuvo un instante y enarcó una ceja. - ¡JÁ! – dijo levantándose y alzando el papel, restregándolo, en el sentido más literal de la palabra, por el rostro de su compañero. – “¡Aproximarse con cautela!” - Exclamó zarandeando la hoja. - ¡No lo digo yo! ¡Lo dice el papel! – Eltrant se llevó la mano a la barba. - ¡Aproxímate a mí con cautela, Mortal! ¡O serás testigo de mis alucinantes pod…! ¡Eh! – Eltrant acalló a la vampiresa arrebatándole el papel de entre las manos. - ¡Devuélveme eso ahora mismo lacayo! – Exigió dando saltos, tratando de alcanzar la hoja que ahora Eltrant tenía levantada sobre su cabeza.
- No, lo último que necesito es que leas estas cosas. – Respondió Eltrant retrocediendo un par de pasos, alejándose aún más del alcance de la vampiresa.
- ¡Envidioso! – Bajó sus manos hasta la cintura. – En el suyo solo ponía algo como: “Le gusta que le peguen.” – dijo mirando a los demás, como si estuviese explicando el evidente motivo por el cual Eltrant le había arrebatado su descripción.
- No ponía eso. – Concluyó suspirando, devolviéndole, al final, las notas de vuelta a su legítimo dueño. Flint enarcó una ceja y, tras tomar miró durante unos instantes a los Nómadas, confuso, después negó con la cabeza.
- ¿De verdad? Siempre que hablan de ti oigo eso -
- Te… te contaré en el grupo también. – dijo el noble bajando la mirada y anotando algo en una hoja de papel distinta a todas las demás, una que parecía nueva. Hecho esto se levantó. – Entonces, seguidme, os llevaré con… - La puerta de la taberna volvió a abrirse, dos personas más se adentraron en la taberna.
Eltrant conocía a una de ellas.
- ¡Al! – Exclamó Lyn desde dónde estaba saludando. Alward Sevna, había coincidido con él semanas atrás, habían peleado contra vampiros juntos y habían salido vivos de aquello. No pensaba verlo en Roilkat.
Pero, a pesar de ello, allí estaba. Eltrant se atusó la barba, creía recordar que Alward había mencionado que pertenecía a un grupo de mercenarios. Miró a Flint, que de nuevo sentado curioseaba entre las diferentes anotaciones que tenía sobre la mesa. ¿A cuántas personas había mandado aquellos mensajes tan crípticos? Seguramente a muchas más de las que se habían presentado finalmente, teniendo en cuenta que eran los únicos allí.
- Supongo que… - Miró a Lyn, después a Eltrant - ¿Ya os conocéis? – Tomó aire, clavó sus ojos en Alward y después miró lo que el exmercenario ya sabía que era la descripción que tenía de la pareja.
– “Alward Sevna. Actualmente rinde lealtad a un grupo que se denomina como los “Stelliazos”. Diestro con la espada, desconocido entre las grandes esferas del mundillo, pero con gran potencial.” – dijo, volvió a mirar al recién llegado y entrecerró levemente los ojos – “Dudosa relación con el dinero, es un mercenario. Contactar con cautela” – Después de esto, Flint se giró hacía la persona que había entrado junto a Alward, el hombre de aspecto recio y tez pálida que portaba un carcaj y un arco a la espalda. – “Emmanuel Castle” – Leyó – “Arquero, competente y leal con los suyos. Co-fundador de los Stelliazos; experiencia suficiente en combate como para ser un candidato óptimo.” – Se cruzó de brazos. – “Dudosa relación con el dinero, es un mercenario. Contactar con cautela” – Pudo ver como Flint tragaba saliva y se levantaba de su asiento.
- El dinero no va a ser un problema, eso os lo puedo prometer. – Les dijo - Aun así... ¿Puedo contar con vosotros? – Preguntó. – Necesito algo más que alguien que vende su espada por un par de Aeros. – Desvió la mirada. – Necesito que os comprometáis. El… - Buscó la palabra exacta con la que describir lo que pasaba – El destino de dos pueblos depende de que esto salga bien – Aseguró.
- Los demás podéis pasar a la habitación de detrás. – dijo señalando tras de sí con el pulgar, el hombre del parche en el ojo, detrás de la barra, lanzó una larga mirada a Flint que acabó en una rápida cabezada – Tengo que ultimar las cosas con los Stelliazos. - Eltrant enarcó una ceja y suspiró, no sabía nada del tal Emmanuel, pero Alward le había demostrado que era más que un mercenario común.
Asintiendo, Eltrant se encaminó, junto con Lyn, hacía el lugar que había señalado el noble.
Al otro lado de la puerta se encontró un largo pasillo acabado en una pequeña habitación en la que había una mesa desproporcionadamente grande en el centro, una con un sinfín de planos, bebidas y notas como las que tenía Flint.
Había cuatro personas ya en aquella habitación. Estaban en primer lugar, Irirgo, que con ambas manos sobre la mesa miraba fijamente el plano que tenía bajo él, haciendo pequeñas anotaciones de vez en cuando y conversaba junto a Asher, que estaba a su lado.
Además de ellos, dos personas que Eltrant no conocía conversaban entre ellas en voz baja a un lado de la habitación. Un hombre corpulento cuya indumentaria gritaba “Nórgedo” tan pronto lo mirabas y una mujer con una armadura similar a la que él vestía con el blasón del ejercito de Roilkat.
- Ahora sí. – dijo acercándose al lobo, antes de saludar a nadie más, dándole una palmada en la espalda - Me alegró de verte, Asher. – afirmó ahora que no estaba Flint para tensar el ambiente y nadie parecía prestarles realmente atención. – Irirgo. – dio una cabezada solemne como todo saludo, Irirgo hizo lo mismo.
Le caía bien el dragón, pero le costaba no sentirse ligeramente empequeñecido a su lado, era como si el hombre desprendiera un aura de autoridad que era incapaz de sortear. Quizás estuviese con los Nórgedos, pero tenía más porte de noble que muchos que había conocido, Flint incluido.
- ¡Hola Asher! – Exclamó Lyn entonces, sentándose en una de las tantas sillas del lugar con total naturalidad, de algún modo volvía a tener aquel dichoso papel entre las manos. – “Tiene… los ojos muy bonitos… “– Susurró apoyándose en la mesa a escribir sobre su descripción.
Flint entró con el resto de las personas que había convocado, todas las cabezas se giraron hacía el. Eltrant alzó una ceja, no pudo evitar notar como cojeaba con suavidad con cada paso que daba. ¿No era esa la pierna que se había roto en Dalmasca? ¿No había sanado bien?
Tras colocarse frente a los mapas, indicó a todos a que se acercasen.
- Muy bien. – Tomó aire. – Todos los que estáis aquí sabéis por qué. Sabéis los que nos jugamos… – Miró a Lyn – Eso creo de todas formas… - Negó con la cabeza y se giró hacía Irirgo. – Las presentaciones que quedan… - Se pasó la mano por el pelo rápidamente y tragó saliva, se le veía nervioso. – Irirgo es un miembro de los Nómadas. – Indicó – Supongo que aquí la mayoría ya le conocéis, pero… - Miró a los que quizás no podían conocerle y asintió, después continuó. – Después están… - señaló al hombre con indumentaria Nórgeda. – Saahir al-Rasul – dijo – Qayid del primer batallón de reconocimiento Nórgedo. Esta aquí junto a sus hombres para ayudarnos, bajo órdenes de Bashira – El hombre, con ambas manos entrelazadas a su espalda, hizo una educada reverencia a los presentes como toda presentación. Flint después se volvió hacía la mujer de la armadura. – Brigitte Lundmark es la actual Comandante de las Tropas de Choque de Roilkat. Representante del ejercito de Roilkat en… nuestra misión. – Brigitte imitó a Saahir y, formalmente, saludó a los presentes de igual forma.
Aquellas dos personas no eran precisamente personas de la calle, tenía que admitir que Flint le estaba sorprendiendo.
Solo con las personas que había en aquella habitación se podía notar que Flint había trabajado de forma incansable en todo aquello, no quería ni imaginarse el esfuerzo necesario para infiltrar a Nórgedos en la ciudad. Aun con la sangre que Flint poseía, aquello era algo que en muchos casos solo conllevaba a una muerte bastante desagradable.
Por no hablar que aproximarse a la oficial al mando del ejército a cargo de su padre para pedirle ayuda en el asesinato de su lider no era mucho más prudente.
- Bien… - Irirgo se inclinó sobre la mesa y miró a los presentes. – Vamos a matar a Roiland… - dijo - ¿Tenéis todos eso claro? Una vez empecemos hay que llegar hasta el final. – Nadie contestó. – Sin dudar. – Todo continuó en silencio, el dragón se llevó la mano hasta el mentón y asintió.
Flint se quitó de dónde estaba y le cedió el lugar al norteño, desde dónde se podía ver mejor el mapa que tenía frente a él.
- Esta es la mansión Roiland. – dijo en un principio, instando a todos a que miraran el plano que tenía delante. – No nos ha sido especialmente difícil hacernos con esto. – Miró a Flint apenas un instante. – Bueno. Lo primero que debéis saber es que nos dividiremos en dos grupos. – Se giró hacía a Asher. – Vosotros sois el primero. – Después depositó sus ojos en Eltrant y en el resto de personas que se habían adentrado en la habitación en último lugar. – Vuestro papel principal es simple. – dijo señalando un único punto en el mapa, uno que tenía una pequeña equis de color carmesí sobre ella. – Entráis en la mansión y matáis a Roiland. En su habitación. – Flint desvió la mirada durante unos segundos, pero volvió a mirar al mapa, con más determinación que antes. – Después, hay más que debéis saber. Solo hay varias entradas, y gracias a varios de los criados de la mansión que se han prestado a ayudarnos, van a estar disponibles mañana. – Eltrant levantó la mano - La entrada delantera está descartada por razones obvias, Tale – Según el castaño bajaba la mano Irirgo tomó un trozo de carboncillo y marcó algunas partes del plano. – Por el sótano, las alcantarillas, o sobre el muro. – Llevó el dedo índice hasta un lugar apartado del mapa. - El tejado es otra opción. Pero no os lo recomiendo por los miembros más… - Señaló a Eltrant con la cabeza. – ...más pesados del grupo. – dijo, Eltrant esbozó una sonrisa cansada y se encogió de hombros. Antes de que nadie pudiese decir nada, Irirgo continuó hablando. – En cualquier otra situación habría mandado a Syl, a un grupo reducido. Entrar, matarlo y salir. Simple y fácil. – Miró a Asher, frunció el ceño y obligó a que todos mirasen las distintas flechas de color amarillo que recorrían el mapa. Patrullas – Pero Roiland está paranoico. Más de lo normal. – afirmó. – Se ha encerrado en su mansión, que es prácticamente una fortaleza, con los fanáticos que siguen de su parte a modo de ejercito personal. – Tomó aire unos segundos, antes de seguir hablando. – Por eso vais Tale y tú, Asher. – afirmó. – Va a haber problemas. – señaló dichas flechas – Estos no son soldados normales. – Alternó su mirada entre los supuestos miembros del primer grupo – Estamos hablando de gente que va a morir por su señor sobre todas las cosas, que cumplirán todas las órdenes, da igual cuales sean. Están bien armados, equipados con todo lo que pueden comprar los Aeros. Va a ser difícil, muy difícil. Así que nada de heroicidades. – Se cruzó de brazos y, tras unos segundos mirando el mapa en silencio, retomó la explicación. – Una vez os hayáis encargado de Roiland… - Posó su dedo indice sobre el cuadrado que reprensentaba la puerta principal, justo al otro lado de los jardines delanteros de la mansión. – Tenéis que abrir la puerta principal de la mansión. – Se giró hacia Brigitte y Saahir. – Ahí es donde entran ellos: el grupo dos. – La pareja asintió. – Una combinación de tropas de Roilkat y Nórgedas se encargará de que no quede nadie leal a Roiland padre antes de que amanezca. – Dio una palmada en la mesa, quizás para dar más asertividad a sus palabras. – Ya sabes. Córtale la cabeza a la serpiente y el resto cuerpo morirá sin apenas oponer resistencia. – dijo al final. – A la mañana siguiente, Lord Roiland habrá fallecido en un lamentable ataque vampírico proveniente de Lunargenta y su hijo tomará el cargo, se abrirán rutas comerciales con Dalmasca... las tensiones terminarán. Todos ganan. – Flint asintió, sin apartar sus ojos del mapa.
De igual forma que lo había estado en un principio, la habitación continuó en el más profundo de los silencio durante varios segundos más.
- El cómo os comportéis dentro de la mansión … - Se giró hacía Asher - Depende de vosotros. Elegid un líder, uno que sea capaz de coordinaros y funcione bien bajo presión. – Volvió al mapa – A partir de ahí, puedo recomendaros dividiros en dos grupos, que uno de ellos vaya directamente a preparar la entrada y otro a por Roiland; pero en ese caso tendréis que idear un modo de comunicaros entre vosotros. Por supuesto, también podéis moveros todos juntos y eliminar los obstáculos que se os presenten poco a poco, pero siempre sin pararos. – Se cruzó de brazos. – Es muy importante que no convirtáis la mansión en un campo de batalla antes de matar a Roiland. – Se llevó, otra vez, la mano hasta el mentón. – Los leales deben pensar tienen las de perder. – Indicó – Sin Roiland de su parte… sin esperanza de ganar… todo su equipo, entrenamiento y posición no servirán de nada aun cuando son superior al nuestro. – dijo al final.
- Si os parece bien, tenéis un día para preparo todo. Aprovechadlo. -
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Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Syl miró fijamente a la pareja que entró por la puerta, antes de centrarse de nuevo en Flint. No dijo nada, pero estableció un par de notas mentales en cuanto el noble dijo lo que sabía de ellos. Después, siguió a Eltrant y a Lyn a la habitación a la que se había dirigido Asher.
-¿Me has echado de menos?- le pregunté al dragón. -Koth ha estado muy aburrido. Estaba pensando en traertelo aquí. Que sea otro el que lo soporte.- El dragón dejó escapar una pequeña risa. Después, puso una mano en mi hombro.
-Se me ha hecho raro, la verdad. ¿Que tal ha ido lo de Áruent?- preguntó, bajando la voz hasta un murmullo. -Te noto... algo distinto.-
-Te lo contaré en otro momento.- respondí, cruzándome de brazos. Había más oídos en esa habitación. No era un lugar en el que quisiera hablar de algo tan personal. -Por ahora... explícame esto. ¿Cómo has encontrado a este tipo? Sabes que lo conocía, ¿verdad? Esos informes que tiene...-
-En realidad, él me encontró a mi.- explicó. -Ya sabes. Hay rumores de que "alguien" ha estado sacando exiliados del arenal. Se arriesgó mucho para verme, y lo que hizo fue... pedir ayuda. Iba a conseguirlo conmigo o sin mi, pero era mejor no arriesgarse. No creo que haya invertido tanto sólo para controlar él mismo la ciudad, Asher. No será un tirano.- suspiró. A continuación tomó aire. -Y sí. Escribí parte de los informes. Pero no sabe nada que no pudiese averiguar coleccionando historias. Ni siquiera sabía tu nombre.-
Escuché atentamente las palabras del veterano. No quería implicar que nos hubiese traicionado, o algo parecido. Confiaba en él y en su juicio. Pero siempre era mejor preguntar. Finalmente, asentí decididamente. Había hecho bien.
Fue entonces cuando Eltrant, Lyn y Syl entraron en la habitación. Le devolví el saludo al humano, y le dediqué una pequeña sonrisa a la vampiresa. Me alegraba tenerlos en esa misión. Eran prácticamente Nómadas, después de todo. Sin embargo, Syl no parecía del todo contento. Algo debía de preocuparle.
-Asher. Los verduleros están aquí.- dijo al acercarse. Hice algo de memoria... y alcé ambas cejas, sorprendido. ¿Que hacían allí? ¿Había Flint invitado a cualquiera que se cruzase? ...No, probablemente era buena idea tener mercenarios. Si algo salía mal, siempre podían ser prescindibles. Gruñí ligeramente tras asimilar la noticia. Después, Syl se acercó al dragón, cerrando ligeramente los ojos. -Bienvenido de vuelta.- le dijo, esforzándose en esbozar lo que parecía una sonrisa disimulada.
Acabadas las reuniones, era hora de centrarse en el tema importante. La misión. Todo el mundo escuchó cuidadosamente la explicación de Irirgo. Se notaba que había repasado ese plan decenas de veces. Era apropiado, supuse. Seguía siendo un estratega. Un general. Cada detalle debía estar meticulosamente comprobado. Una vez terminó él, hablé yo, aún repasando los planos con la mirada.
-Un ataque por tres flancos funcionará mejor. El único riesgo es que el grupo de la entrada sea descubierto y rodeado antes de llegar a abrir el camino para las fuerzas de choque.- dije, trazando una linea con el dedo entre el sótano y la entrada. -El grupo que vaya a por Roiland no puede ser descubierto. Es demasiado impredecible. Si se ha vuelto tan paranoico, es probable que haya tomado medidas para desaparecer en caso de ataque. Tienen que ser rápidos y eficaces. Syl y Lyn son los mejores candidatos para esto.- dije, alzando la mirada hacia los dos. -Esto también resolvería otro problema. Lyn. ¿Crees que puedes comunicarte con Eltrant, incluso sin verle?
La vampiresa se quedó pensativa unos instantes.
-Puedo hacerlo, aunque puede que no funcione a larga distancia.- dijo finalmente. -Mientras no le apuñalen demasiado, creo que irá bien...-
-Bien. Por si acaso, creo que convendría tener a dos salvaguardas. Uno con cada equipo. Se mantendrán a una distancia prudente, en un sitio seguro, y ayudarán en caso de que algo salga mal. Creo que los mercenarios vendrían bien para esto.- dije. Honestamente, era reticente a darles un objetivo demasiado delicado o complejo. Pero tenía que estar preparado para cualquier cosa... y ahora estaban en mi bando. Tendría que confiar en ellos. -El segundo grupo tiene un acceso más rápido desde el tejado. No tardarán en llegar a la habitación de Roiland. Una vez lleguen ahí, no importa que el otro grupo sea descubierto, mientras consigan abrir la puerta principal.-
A continuación, Irirgo empezó a señalar las rutas posibles. Primero, el sótano. -El sótano es una ruta rápida, pero peligrosa. Da directamente a la cocina, pero... es probable que aún haya gente ahí. Criados, cocineros o patrullas. Las alcantarillas no son agradables, pero son seguras. Llevan directamente al patio trasero. Las patrullas solo llegan hasta ahí cada quince minutos. Desde ahí, se puede acceder a través de cualquier ventana abierta. El muro puede usarse como entrada o salida rápida, pero eso depende de la agilidad de cada uno. - explicó.
-No parece un plan demasiado seguro.- observé. -Pero es lo mejor que tenemos.-
-Y lo mejor que vamos a tener. No habrá una oportunidad como esta si descubre un intento de asesinato.- dijo. -Pase lo que pase... debe morir.-
Una vez terminada la reunión, todos los presentes se relajaron un tanto. Algunos salieron de la sala. Necesitaban preparaciones, después de todo. Me pasé la mano por la cara. Aquella era más presión de la que había imaginado.
-Alhayit Syl. Es un placer volver a trabajar contigo.- dijo el Nórgedo. Reconocía su nombre... debía haberlo oído en Dalmasca. -Esperemos que todo salga bien.-
-Qayid. No esperaba verte aquí.- admitió. -Haré todo lo que esté en mi mano.-
-Que el Tigre guíe tus flechas. Y a ti, también.- declaró con un gesto de cabeza.
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-¿Me has echado de menos?- le pregunté al dragón. -Koth ha estado muy aburrido. Estaba pensando en traertelo aquí. Que sea otro el que lo soporte.- El dragón dejó escapar una pequeña risa. Después, puso una mano en mi hombro.
-Se me ha hecho raro, la verdad. ¿Que tal ha ido lo de Áruent?- preguntó, bajando la voz hasta un murmullo. -Te noto... algo distinto.-
-Te lo contaré en otro momento.- respondí, cruzándome de brazos. Había más oídos en esa habitación. No era un lugar en el que quisiera hablar de algo tan personal. -Por ahora... explícame esto. ¿Cómo has encontrado a este tipo? Sabes que lo conocía, ¿verdad? Esos informes que tiene...-
-En realidad, él me encontró a mi.- explicó. -Ya sabes. Hay rumores de que "alguien" ha estado sacando exiliados del arenal. Se arriesgó mucho para verme, y lo que hizo fue... pedir ayuda. Iba a conseguirlo conmigo o sin mi, pero era mejor no arriesgarse. No creo que haya invertido tanto sólo para controlar él mismo la ciudad, Asher. No será un tirano.- suspiró. A continuación tomó aire. -Y sí. Escribí parte de los informes. Pero no sabe nada que no pudiese averiguar coleccionando historias. Ni siquiera sabía tu nombre.-
Escuché atentamente las palabras del veterano. No quería implicar que nos hubiese traicionado, o algo parecido. Confiaba en él y en su juicio. Pero siempre era mejor preguntar. Finalmente, asentí decididamente. Había hecho bien.
Fue entonces cuando Eltrant, Lyn y Syl entraron en la habitación. Le devolví el saludo al humano, y le dediqué una pequeña sonrisa a la vampiresa. Me alegraba tenerlos en esa misión. Eran prácticamente Nómadas, después de todo. Sin embargo, Syl no parecía del todo contento. Algo debía de preocuparle.
-Asher. Los verduleros están aquí.- dijo al acercarse. Hice algo de memoria... y alcé ambas cejas, sorprendido. ¿Que hacían allí? ¿Había Flint invitado a cualquiera que se cruzase? ...No, probablemente era buena idea tener mercenarios. Si algo salía mal, siempre podían ser prescindibles. Gruñí ligeramente tras asimilar la noticia. Después, Syl se acercó al dragón, cerrando ligeramente los ojos. -Bienvenido de vuelta.- le dijo, esforzándose en esbozar lo que parecía una sonrisa disimulada.
Acabadas las reuniones, era hora de centrarse en el tema importante. La misión. Todo el mundo escuchó cuidadosamente la explicación de Irirgo. Se notaba que había repasado ese plan decenas de veces. Era apropiado, supuse. Seguía siendo un estratega. Un general. Cada detalle debía estar meticulosamente comprobado. Una vez terminó él, hablé yo, aún repasando los planos con la mirada.
-Un ataque por tres flancos funcionará mejor. El único riesgo es que el grupo de la entrada sea descubierto y rodeado antes de llegar a abrir el camino para las fuerzas de choque.- dije, trazando una linea con el dedo entre el sótano y la entrada. -El grupo que vaya a por Roiland no puede ser descubierto. Es demasiado impredecible. Si se ha vuelto tan paranoico, es probable que haya tomado medidas para desaparecer en caso de ataque. Tienen que ser rápidos y eficaces. Syl y Lyn son los mejores candidatos para esto.- dije, alzando la mirada hacia los dos. -Esto también resolvería otro problema. Lyn. ¿Crees que puedes comunicarte con Eltrant, incluso sin verle?
La vampiresa se quedó pensativa unos instantes.
-Puedo hacerlo, aunque puede que no funcione a larga distancia.- dijo finalmente. -Mientras no le apuñalen demasiado, creo que irá bien...-
-Bien. Por si acaso, creo que convendría tener a dos salvaguardas. Uno con cada equipo. Se mantendrán a una distancia prudente, en un sitio seguro, y ayudarán en caso de que algo salga mal. Creo que los mercenarios vendrían bien para esto.- dije. Honestamente, era reticente a darles un objetivo demasiado delicado o complejo. Pero tenía que estar preparado para cualquier cosa... y ahora estaban en mi bando. Tendría que confiar en ellos. -El segundo grupo tiene un acceso más rápido desde el tejado. No tardarán en llegar a la habitación de Roiland. Una vez lleguen ahí, no importa que el otro grupo sea descubierto, mientras consigan abrir la puerta principal.-
A continuación, Irirgo empezó a señalar las rutas posibles. Primero, el sótano. -El sótano es una ruta rápida, pero peligrosa. Da directamente a la cocina, pero... es probable que aún haya gente ahí. Criados, cocineros o patrullas. Las alcantarillas no son agradables, pero son seguras. Llevan directamente al patio trasero. Las patrullas solo llegan hasta ahí cada quince minutos. Desde ahí, se puede acceder a través de cualquier ventana abierta. El muro puede usarse como entrada o salida rápida, pero eso depende de la agilidad de cada uno. - explicó.
-No parece un plan demasiado seguro.- observé. -Pero es lo mejor que tenemos.-
-Y lo mejor que vamos a tener. No habrá una oportunidad como esta si descubre un intento de asesinato.- dijo. -Pase lo que pase... debe morir.-
[. . .]
Una vez terminada la reunión, todos los presentes se relajaron un tanto. Algunos salieron de la sala. Necesitaban preparaciones, después de todo. Me pasé la mano por la cara. Aquella era más presión de la que había imaginado.
-Alhayit Syl. Es un placer volver a trabajar contigo.- dijo el Nórgedo. Reconocía su nombre... debía haberlo oído en Dalmasca. -Esperemos que todo salga bien.-
-Qayid. No esperaba verte aquí.- admitió. -Haré todo lo que esté en mi mano.-
-Que el Tigre guíe tus flechas. Y a ti, también.- declaró con un gesto de cabeza.
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Off: Dialogo de Lyn otorgado por EltrantAsher Daregan
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-¡Buenas!-Saludó levantando su brazo derecho a media altura con la palma extendida hacia arriba seguida de una leve sonrisa-Curiosa coincidencia el encontrarnos aquí, ¿Eh?-Dijo repasando con la mirada a cada uno de los presentes que conocía, incluido el compañero de Asher. Cuando Emmanuel llegó, no dijo nada, simplemente miró de reojo hacia el felino que ya conocía.
El extraño encapuchado empezó a relatar información escueta y general sobre los dos mercenarios, cosa que sorprendió a ambos.
-¿Y tú quién eres?-Dijo con los ojos abiertos como platos
-¡Ey, somos famosos!-Soltó una carcajada zarandeando con suavidad el hombro izquierdo de Alward, quien le devolvió una rápida sonrisa.
El hombre sabía por ende que eran mercenarios, y les propuso que el dinero no era problema. Nunca era problema en realidad, tampoco es que se desviviesen por ello, pero de algo tenían que vivir. El descaperuzado indicó a los demás presentes que se fuesen hacia una habitación que tenían tras la barra, parecía que la situación era tensa y bastante comedida.
-¿Eres quien mandó aquella carta?-Se cruzó de brazos con un tono y semblante más serio-Hemos decidido venir de emisarios, pero si necesitas más gente podemos llamarlos... Aunque tardarán en venir-Se pausó unos segundos, asegurándose de que no hablaba más de la cuenta-Porque... Esto es un contrato... ¿Verdad?
-¿Qué es eso de que "El destino de dos pueblos, bla bla bla"?-Intervino el arquero para aclarar sus dudas
-Si requieres nuestros servicios, claro que puedes contar con nosotros.-Afrimó-Pero nos gustaría saber dónde nos metemos, no solo estamos aquí por el dinero. Nuestro código ético nos obliga a actuar solo en causas justas y honradas-Aclaró mirando hacia su amigo esperando a que le respaldara, cosa que hizo asintiendo con la cabeza
Junto con aquel hombre cruzaron la puerta, pues el objetivo que les había dado y las explicaciones les convencieron como para seguir adelante con el "contrato". Esta vez no trabajarían solos, no era la primera vez que lo hacían, pero no a una escala tan grande, organizada y secreta. Allí estaba efectivamente Asher, acompañado por su felino amigo que no se había presentado aún, Eltrant y Lyn por otro lado, y finalmente el hombre que les hizo llamar, un Nórgedo muy apegado a Bashira, un tipo que se hace llamar perteneciente a los "Nómadas" y la comandante de las tropas de Roilkat. Personalidades de lo más importantes y variopintas, con un solo objetivo; matar a Lord Roiland.
El plan parecía bastante más serio de lo que en un principio creían, e involucraba más de lo que podían pensar.
El "Nómada" empezó a explicar el plan. Se notaba que era un experto, al menos eso deducía Alward, pues el desarrollo de este lo explicó a la perfección, con todos los puntos a tener en cuenta, distintas posibilidades, distintos contratiempos... "Un profesional", es lo que sacó en claro el mercenario.
No conocían a ninguno de los que parecían importantes por allí, por lo que ambos mercenarios decidieron quedarse callados escuchando aquel plan, para ver qué se les encargaba y qué debían hacer. No estaban allí después de todo por caridad o contactos, sino por sus habilidades que llegaron a oídos de terceros.
Asher tomó la palabra después de que el Nómada explicase con todo lujo de detalles el plan. Finalmente le dieron uso a los mercenarios; salvaguardar la integridad de los dos grupos que se iban a formar, uno para cada grupo.
Tras eso, el Nómada dio el permiso para que los que quisiesen, se retirasen de la sala, para concentrarse, planear su actuación o simplemente para relajarse. Después de todo tendrían un día de descanso para prepararse bien.
-Tío... Esto es grande-Susurró hacia su compañero
-¿Nervioso?-Dijo también susurrando, dibujando una media sonrisa pícara
-¡Para nada!-Dijo otra vez en voz baja, pero con énfasis
Cuando se estaban dirigiendo a la salida de aquel lugar, se toparon con Asher. Todo un muro infranqueable de casi dos metros. Emmanuel se intimidó un poco, Alward pasó al lado suya seguido entonces por el arquero. El joven Sevna lanzó una mirada hacia el hombre-bestia.
-Muy buenas, Asher-Saludó levantando la mano a media altura con la palma extendida hacia arriba-Confía en nosotros, salvaguardaremos tu culo-Dijo con una sonrisa enseñando los dientes y con un tono bromista.
-B-buenas...
Dicho esto, ambos procedieron la marcha para salir del lugar. Necesitaban refrescarse el gaznate, y estaban en el sitio indicado para ello, al menos cuando cruzasen la puerta. Alward no era mucho de cerveza, pero bebería lo que fuese con tal de saciar la imperiosa sed que le había entrado repentinamente.
El extraño encapuchado empezó a relatar información escueta y general sobre los dos mercenarios, cosa que sorprendió a ambos.
-¿Y tú quién eres?-Dijo con los ojos abiertos como platos
-¡Ey, somos famosos!-Soltó una carcajada zarandeando con suavidad el hombro izquierdo de Alward, quien le devolvió una rápida sonrisa.
El hombre sabía por ende que eran mercenarios, y les propuso que el dinero no era problema. Nunca era problema en realidad, tampoco es que se desviviesen por ello, pero de algo tenían que vivir. El descaperuzado indicó a los demás presentes que se fuesen hacia una habitación que tenían tras la barra, parecía que la situación era tensa y bastante comedida.
-¿Eres quien mandó aquella carta?-Se cruzó de brazos con un tono y semblante más serio-Hemos decidido venir de emisarios, pero si necesitas más gente podemos llamarlos... Aunque tardarán en venir-Se pausó unos segundos, asegurándose de que no hablaba más de la cuenta-Porque... Esto es un contrato... ¿Verdad?
-¿Qué es eso de que "El destino de dos pueblos, bla bla bla"?-Intervino el arquero para aclarar sus dudas
-Si requieres nuestros servicios, claro que puedes contar con nosotros.-Afrimó-Pero nos gustaría saber dónde nos metemos, no solo estamos aquí por el dinero. Nuestro código ético nos obliga a actuar solo en causas justas y honradas-Aclaró mirando hacia su amigo esperando a que le respaldara, cosa que hizo asintiendo con la cabeza
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Junto con aquel hombre cruzaron la puerta, pues el objetivo que les había dado y las explicaciones les convencieron como para seguir adelante con el "contrato". Esta vez no trabajarían solos, no era la primera vez que lo hacían, pero no a una escala tan grande, organizada y secreta. Allí estaba efectivamente Asher, acompañado por su felino amigo que no se había presentado aún, Eltrant y Lyn por otro lado, y finalmente el hombre que les hizo llamar, un Nórgedo muy apegado a Bashira, un tipo que se hace llamar perteneciente a los "Nómadas" y la comandante de las tropas de Roilkat. Personalidades de lo más importantes y variopintas, con un solo objetivo; matar a Lord Roiland.
El plan parecía bastante más serio de lo que en un principio creían, e involucraba más de lo que podían pensar.
El "Nómada" empezó a explicar el plan. Se notaba que era un experto, al menos eso deducía Alward, pues el desarrollo de este lo explicó a la perfección, con todos los puntos a tener en cuenta, distintas posibilidades, distintos contratiempos... "Un profesional", es lo que sacó en claro el mercenario.
No conocían a ninguno de los que parecían importantes por allí, por lo que ambos mercenarios decidieron quedarse callados escuchando aquel plan, para ver qué se les encargaba y qué debían hacer. No estaban allí después de todo por caridad o contactos, sino por sus habilidades que llegaron a oídos de terceros.
Asher tomó la palabra después de que el Nómada explicase con todo lujo de detalles el plan. Finalmente le dieron uso a los mercenarios; salvaguardar la integridad de los dos grupos que se iban a formar, uno para cada grupo.
Tras eso, el Nómada dio el permiso para que los que quisiesen, se retirasen de la sala, para concentrarse, planear su actuación o simplemente para relajarse. Después de todo tendrían un día de descanso para prepararse bien.
-Tío... Esto es grande-Susurró hacia su compañero
-¿Nervioso?-Dijo también susurrando, dibujando una media sonrisa pícara
-¡Para nada!-Dijo otra vez en voz baja, pero con énfasis
Cuando se estaban dirigiendo a la salida de aquel lugar, se toparon con Asher. Todo un muro infranqueable de casi dos metros. Emmanuel se intimidó un poco, Alward pasó al lado suya seguido entonces por el arquero. El joven Sevna lanzó una mirada hacia el hombre-bestia.
-Muy buenas, Asher-Saludó levantando la mano a media altura con la palma extendida hacia arriba-Confía en nosotros, salvaguardaremos tu culo-Dijo con una sonrisa enseñando los dientes y con un tono bromista.
-B-buenas...
Dicho esto, ambos procedieron la marcha para salir del lugar. Necesitaban refrescarse el gaznate, y estaban en el sitio indicado para ello, al menos cuando cruzasen la puerta. Alward no era mucho de cerveza, pero bebería lo que fuese con tal de saciar la imperiosa sed que le había entrado repentinamente.
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Todos parecían conformes con el plan que acababan de oír, tampoco se opuso nadie a la rápida participación que hizo Asher en el mismo. Después de que Irirgo informase a los presentes que tenían un día para prepararse antes de que pusiesen todo en marcha, Eltrant, llevándose la mano hasta la cara, volvió a analizar el plano que seguía teniendo delante de él.
¿Cuántos guardias habría ahí adentro? Por lo que ponía en el mapa, Irirgo y Flint estimaban que, como mínimo, un centenar de almas protegían el baluarte de Roiland. Respiró hondo y se giró hacía Lyn que, en aquel momento volvía a ojear la hoja de papel que le había arrebatado al joven Roiland.
- ¿Estás segura de esto? – Le preguntó en apenas un susurro, aquello que habían planeado era, básicamente, un asesinato; quizás el de una persona horrible, pero no dejaba de ser uno – No quiero que te sientas obligada a… - La vampiresa levantó la mirada del papel en el que seguía garabateando y asintió con una sonrisa.
- Mortal, Mortalito, mi querido Mortalete… Mi joven e ingenuo Motalillo, mi amigo de corta vida y corta inteligencia … - Eltrant enarcó una ceja y, esbozando una sonrisa, negó con la cabeza al mismo tiempo que notaba como su compañera se levantaba de su asiento y le daba varias palmadas en la espalda, de forma casi maternal. – … no es la primera vez que me cuelo en casa de un tipo importante sin que se dé cuenta. – Aseguró ampliando la sonrisa, quitándole importancia al asunto. Eltrant suspiró con suavidad y asintió. – No te preocupes. – Afirmó después. – Sé por qué hacemos esto. – Indicó bajando la mirada. – No… tenemos más remedio. – dijo en voz algo más baja, volviendo de nuevo a los papeles que tenía en su poder.
Eltrant enarcó una ceja, la vampiresa tenía más papeles entre sus manos. ¿Cuándo los había conseguido? ¿Se los había quitado todos a Flint? Tras unos segundos observándola escribir decidió no decirle nada más y la dejó tranquila, no sabía exactamente qué estaba haciendo, pero parecía bastante centrada en ello. Incluso cuando comenzaron a caminar hacía la salida continuó enfrascada en todas aquellas descripciones.
- Tale. – Brigitte, la mujer de la armadura, le detuvo antes de salir al exterior. – Ten esto. Tu también, chiquilla. – Eltrant aceptó uno de los pequeños frascos repletos de líquido carmesí que portaba la mujer. Tras agitarlo con suavidad miró a la comandante, ella y Saahir se los estaban entregando a todos los miembros del primer grupo que abandonaban la habitación. – Cuando abráis la puerta principal, rompedlo contra el suelo. – Indicó – Libera humo rojo, nos dirá cuando ir a echaros una mano. Cortesía de nuestros amigos Nórgedos. – Informó dándole un manotazo en la espalda a Eltrant, con una sonrisa. – Oh, y Flint me ha hablado maravillas de ti. Estoy deseando verte ahí afuera. – dijo cruzándose de brazos, volviéndose hacía Saahir.
¿Le habría contado Flint lo de Kagzilla? Enarcando una ceja, sin decir nada a lo que la mujer le había dicho, Eltrant se guardó el frasco en uno de los tantos bolsillos que cubrían su armadura y se encaminó hacía la salida.
Había trabajo que hacer.
Al rato se quedaron a solas en la habitación en lo habían planificado todo, después de aquello solo tenían que volver con sus hombres, con las tropas que habían seleccionado para aquel trabajo.
Por fin comenzaba. Era el principio del fin.
Ninguno de los dos habría imaginado, años atrás, que se encontrarían trabajando uno junto al otro. Era una sensación extraña, una que ambos habían compartido desde el principio.
Aunque, por supuesto, esa extrañeza inicial acabó diluyéndose poco a poco, durante los meses que habían estado trabajando en aquel plan con Flint. La desconfianza se había convertido una singular forma de compañerismo que solo podían conocer las personas que habían estado en bandos opuestos.
Sabían las debilidades del contrario, pero también sabían sus fortalezas. Se complementaban.
A ojos de muchos, la relación entre Saahir al-Rasul y Brigitte Lundmark era el ejemplo perfecto de como con dedicación y con ganas se podían dejar los prejuicios a un lado. De cómo el pueblo Nórgedo y la ciudad de Roilkat estaba preparada para dar aquel paso de una vez por todas y poner fin a una guerra que tanto civiles como soldados pensaban que había durado demasiado.
La mujer se ajustó su armadura y se acercó al Nórgedo.
- ¡Solo un día más, Rasul! ¡Por fin! ¡Vamos a darle dónde más les duele! – Dijo Brigitte cerrando el puño delante de su cara, esbozando una sonrisa orgullosa. El hombre, sin perder la compostura, se encendió la larga pipa que llevaba consigo a todas partes y sonrió de igual forma.
- Tus tácticas siempre me han causado muchos dolores de cabeza, Comandante Lundmark. Estos meses he entendido el por qué – Afirmó dándole una tímida calada a la pipa.
- ¡¿Por qué dices eso?! – Exclamó la comandante riendo sonoramente - ¡Pero si siempre ibas un paso por delante de mí! – afirmó la rubia zarandeando al Qayid. El hombre rio por lo bajo.
- ¿Se puede ir un paso por delante de alguien que nunca tiene un plan? -
Ayudado por un largo bastón de madera llegó hasta el escritorio de su habitación y se dejó caer sobre la desvencijada silla que yacía a su lado. Llevaba meses escondiéndose en aquel lugar, en aquel cuartucho destartalado del piso superior de la taberna, y su padre ni siquiera se había percatado de su ausencia.
Después de todo él, según su padre, era “Otro amante de esos salvajes”. Si no había hecho todavía oficial el hecho de que planeaba desheredarle era, en un principio, porque pensaba que el nombre de la familia Roiland quería manchado por un percance como aquel.
¿Más manchado de lo que ya estaba? Flint apretó los dientes, furioso. Había conseguido tanto y, a la vez, podía hacer tan poco que se sentía impotente. Cada hora que pasaba estaba más nervioso, pero se consoló pensando como había llegado hasta allí: no lo había hecho solo, y ahora tampoco lo estaba.
Podía seguir adelante, sin mirar atrás, sin dudar.
Masculló algunos insultos en voz baja y palpó su rodilla derecha con ambas manos; Aquella noche le dolía bastante más de lo normal. ¿Se avecinaba una tormenta? De ser así, sería incluso poético. La calma antes de la tempestad, era lo que estaban viviendo en aquel momento.
Ignorando el suave pero insistente dolor causado por la vieja herida que se granjeó en Dalmasca al intentar imitar a Eltrant, Flint abrió un pequeño cajón del que extrajo casi más de un centenar de pequeñas hojas de papel de tonalidades suaves: rosas, moradas… todas ellas estaban impregnadas con el característico olor de una de las flores del desierto con la que compartían color. Bashira le había mandado todas aquellas cartas y él, siempre, siempre había respondido.
Sin dudarlo solo un segundo.
Las releyó, una detrás de otra, de forma metódica. Se recordó a sí mismo, otra noche más, la última noche, por lo que peleaba, por el futuro que quería conseguir para todos.
Se vendó el brazo izquierdo, justo sobre las pequeñas marcas que los incisivos de Lyn acababan de causarle. La vampiresa, sentada a su lado, se limpió la sangre que resbalaba por la comisura de su labio con la manga de su camisa y respiró hondo.
- ¿Todo bien? – Preguntó Eltrant comenzando a calzarse de nuevo su armadura. Lyn, sin contestar inmediatamente, tomó uno de los varios frascos repletos de líquido rojo que tenía junto a ella y los miró a contraluz.
- Cosecha Tale, Puñalada de primavera. – Dijo dejando caer los frascos en un bolso que llevaba atado a la cintura. – No está mal, Mortal. No está mal. – dijo cruzándose de brazos, asintiendo con una sonrisa. – Prefiero la cosecha de verano, tiene más aroma a metal. Pero esta no está mal. – Eltrant se ajustó el guantelete derecho y, incapaz de evitar sonreír contagiado por el optimismo de su compañera, se ató a Olvido a la espalda.
- ¿Vamos? – Preguntó Eltrant acercándose a la puerta de la habitación.
La vampiresa, antes de salir, cubrió la armadura de Eltrant con varias telas negras, las cuales pronto sustituyeron las tonalidades rojizas que el castaño solía vestir sobre el metal. Su aspecto no cambiaba demasiado en aquel momento, pero amparado por las sombras, probablemente, sería algo más difícil de ver.
Aunque seguía siendo un tipo enfundado en una pesada armadura de metal.
- Vamos. – dijo Lyn cuando, al final, asintió tras comprobar que la armadura de su compañero estaba oculta totalmente bajo la tela.
Ya estaban todos, se habían reunido en el punto en el que habían decidido, una entrada a las alcantarillas oculta en uno de los muchos callejones de la ciudad.
Repasó el plan mentalmente, si la información con la que contaba Irirgo era cierta acabarían en el patio trasero de la mansión y, a partir de ahí, se dividirían en dos grupos. Syl, Lyn y uno de los Stelliazos irían a por Roiland; mientras que Asher, él mismo y el segundo mercenario se dirigiría hacía la puerta.
Miró a la vampiresa que le dedicó una sonrisa. Entablarían aquella especie de comunicación una vez estuviesen dentro, cuando se separasen, Lyn le había comentado que podía ser agotador mantener la concentración tanto tiempo. Pero habían tenido tiempo para prepararse, los tres frascos de sangre que la vampiresa llevaba en su cintura no eran simplemente por si tenía hambre en mitad de todo aquello.
La voz del fantasma con el que había hecho el pacto resonó en su cabeza, de nuevo, le dio ánimos. Parecía casi tan emocionado con todo aquello como con el trabajo que había aceptado el castaño hacer para él.
- Gracias. – susurró. No era de extrañar que se comportase así, el muerto al que había decidido ayudar aquella vez era un Nórgedo después de todo. Se giró hacía los presentes. - ¿Todos preparados? – Levantó, con cuidado, la tapa que les conduciría hacía el subsuelo y la dejó a un lado. – Estoy justo detrás de ti. – Le dijo a Asher con una sonrisa, después se giró hacia los Stelliazos. - Contamos con vosotros. – Respiró hondo y se acomodó la tela que cubría su armadura antes de bajar tras los demás.
La luna apenas acababa de alzarse sobre los muros de la ciudad, tenían toda la noche por delante.
¿Cuántos guardias habría ahí adentro? Por lo que ponía en el mapa, Irirgo y Flint estimaban que, como mínimo, un centenar de almas protegían el baluarte de Roiland. Respiró hondo y se giró hacía Lyn que, en aquel momento volvía a ojear la hoja de papel que le había arrebatado al joven Roiland.
- ¿Estás segura de esto? – Le preguntó en apenas un susurro, aquello que habían planeado era, básicamente, un asesinato; quizás el de una persona horrible, pero no dejaba de ser uno – No quiero que te sientas obligada a… - La vampiresa levantó la mirada del papel en el que seguía garabateando y asintió con una sonrisa.
- Mortal, Mortalito, mi querido Mortalete… Mi joven e ingenuo Motalillo, mi amigo de corta vida y corta inteligencia … - Eltrant enarcó una ceja y, esbozando una sonrisa, negó con la cabeza al mismo tiempo que notaba como su compañera se levantaba de su asiento y le daba varias palmadas en la espalda, de forma casi maternal. – … no es la primera vez que me cuelo en casa de un tipo importante sin que se dé cuenta. – Aseguró ampliando la sonrisa, quitándole importancia al asunto. Eltrant suspiró con suavidad y asintió. – No te preocupes. – Afirmó después. – Sé por qué hacemos esto. – Indicó bajando la mirada. – No… tenemos más remedio. – dijo en voz algo más baja, volviendo de nuevo a los papeles que tenía en su poder.
Eltrant enarcó una ceja, la vampiresa tenía más papeles entre sus manos. ¿Cuándo los había conseguido? ¿Se los había quitado todos a Flint? Tras unos segundos observándola escribir decidió no decirle nada más y la dejó tranquila, no sabía exactamente qué estaba haciendo, pero parecía bastante centrada en ello. Incluso cuando comenzaron a caminar hacía la salida continuó enfrascada en todas aquellas descripciones.
- Tale. – Brigitte, la mujer de la armadura, le detuvo antes de salir al exterior. – Ten esto. Tu también, chiquilla. – Eltrant aceptó uno de los pequeños frascos repletos de líquido carmesí que portaba la mujer. Tras agitarlo con suavidad miró a la comandante, ella y Saahir se los estaban entregando a todos los miembros del primer grupo que abandonaban la habitación. – Cuando abráis la puerta principal, rompedlo contra el suelo. – Indicó – Libera humo rojo, nos dirá cuando ir a echaros una mano. Cortesía de nuestros amigos Nórgedos. – Informó dándole un manotazo en la espalda a Eltrant, con una sonrisa. – Oh, y Flint me ha hablado maravillas de ti. Estoy deseando verte ahí afuera. – dijo cruzándose de brazos, volviéndose hacía Saahir.
¿Le habría contado Flint lo de Kagzilla? Enarcando una ceja, sin decir nada a lo que la mujer le había dicho, Eltrant se guardó el frasco en uno de los tantos bolsillos que cubrían su armadura y se encaminó hacía la salida.
Había trabajo que hacer.
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Al rato se quedaron a solas en la habitación en lo habían planificado todo, después de aquello solo tenían que volver con sus hombres, con las tropas que habían seleccionado para aquel trabajo.
Por fin comenzaba. Era el principio del fin.
Ninguno de los dos habría imaginado, años atrás, que se encontrarían trabajando uno junto al otro. Era una sensación extraña, una que ambos habían compartido desde el principio.
Aunque, por supuesto, esa extrañeza inicial acabó diluyéndose poco a poco, durante los meses que habían estado trabajando en aquel plan con Flint. La desconfianza se había convertido una singular forma de compañerismo que solo podían conocer las personas que habían estado en bandos opuestos.
Sabían las debilidades del contrario, pero también sabían sus fortalezas. Se complementaban.
A ojos de muchos, la relación entre Saahir al-Rasul y Brigitte Lundmark era el ejemplo perfecto de como con dedicación y con ganas se podían dejar los prejuicios a un lado. De cómo el pueblo Nórgedo y la ciudad de Roilkat estaba preparada para dar aquel paso de una vez por todas y poner fin a una guerra que tanto civiles como soldados pensaban que había durado demasiado.
La mujer se ajustó su armadura y se acercó al Nórgedo.
- ¡Solo un día más, Rasul! ¡Por fin! ¡Vamos a darle dónde más les duele! – Dijo Brigitte cerrando el puño delante de su cara, esbozando una sonrisa orgullosa. El hombre, sin perder la compostura, se encendió la larga pipa que llevaba consigo a todas partes y sonrió de igual forma.
- Tus tácticas siempre me han causado muchos dolores de cabeza, Comandante Lundmark. Estos meses he entendido el por qué – Afirmó dándole una tímida calada a la pipa.
- ¡¿Por qué dices eso?! – Exclamó la comandante riendo sonoramente - ¡Pero si siempre ibas un paso por delante de mí! – afirmó la rubia zarandeando al Qayid. El hombre rio por lo bajo.
- ¿Se puede ir un paso por delante de alguien que nunca tiene un plan? -
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Ayudado por un largo bastón de madera llegó hasta el escritorio de su habitación y se dejó caer sobre la desvencijada silla que yacía a su lado. Llevaba meses escondiéndose en aquel lugar, en aquel cuartucho destartalado del piso superior de la taberna, y su padre ni siquiera se había percatado de su ausencia.
Después de todo él, según su padre, era “Otro amante de esos salvajes”. Si no había hecho todavía oficial el hecho de que planeaba desheredarle era, en un principio, porque pensaba que el nombre de la familia Roiland quería manchado por un percance como aquel.
¿Más manchado de lo que ya estaba? Flint apretó los dientes, furioso. Había conseguido tanto y, a la vez, podía hacer tan poco que se sentía impotente. Cada hora que pasaba estaba más nervioso, pero se consoló pensando como había llegado hasta allí: no lo había hecho solo, y ahora tampoco lo estaba.
Podía seguir adelante, sin mirar atrás, sin dudar.
Masculló algunos insultos en voz baja y palpó su rodilla derecha con ambas manos; Aquella noche le dolía bastante más de lo normal. ¿Se avecinaba una tormenta? De ser así, sería incluso poético. La calma antes de la tempestad, era lo que estaban viviendo en aquel momento.
Ignorando el suave pero insistente dolor causado por la vieja herida que se granjeó en Dalmasca al intentar imitar a Eltrant, Flint abrió un pequeño cajón del que extrajo casi más de un centenar de pequeñas hojas de papel de tonalidades suaves: rosas, moradas… todas ellas estaban impregnadas con el característico olor de una de las flores del desierto con la que compartían color. Bashira le había mandado todas aquellas cartas y él, siempre, siempre había respondido.
Sin dudarlo solo un segundo.
Las releyó, una detrás de otra, de forma metódica. Se recordó a sí mismo, otra noche más, la última noche, por lo que peleaba, por el futuro que quería conseguir para todos.
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Se vendó el brazo izquierdo, justo sobre las pequeñas marcas que los incisivos de Lyn acababan de causarle. La vampiresa, sentada a su lado, se limpió la sangre que resbalaba por la comisura de su labio con la manga de su camisa y respiró hondo.
- ¿Todo bien? – Preguntó Eltrant comenzando a calzarse de nuevo su armadura. Lyn, sin contestar inmediatamente, tomó uno de los varios frascos repletos de líquido rojo que tenía junto a ella y los miró a contraluz.
- Cosecha Tale, Puñalada de primavera. – Dijo dejando caer los frascos en un bolso que llevaba atado a la cintura. – No está mal, Mortal. No está mal. – dijo cruzándose de brazos, asintiendo con una sonrisa. – Prefiero la cosecha de verano, tiene más aroma a metal. Pero esta no está mal. – Eltrant se ajustó el guantelete derecho y, incapaz de evitar sonreír contagiado por el optimismo de su compañera, se ató a Olvido a la espalda.
- ¿Vamos? – Preguntó Eltrant acercándose a la puerta de la habitación.
La vampiresa, antes de salir, cubrió la armadura de Eltrant con varias telas negras, las cuales pronto sustituyeron las tonalidades rojizas que el castaño solía vestir sobre el metal. Su aspecto no cambiaba demasiado en aquel momento, pero amparado por las sombras, probablemente, sería algo más difícil de ver.
Aunque seguía siendo un tipo enfundado en una pesada armadura de metal.
- Vamos. – dijo Lyn cuando, al final, asintió tras comprobar que la armadura de su compañero estaba oculta totalmente bajo la tela.
[…]
Ya estaban todos, se habían reunido en el punto en el que habían decidido, una entrada a las alcantarillas oculta en uno de los muchos callejones de la ciudad.
Repasó el plan mentalmente, si la información con la que contaba Irirgo era cierta acabarían en el patio trasero de la mansión y, a partir de ahí, se dividirían en dos grupos. Syl, Lyn y uno de los Stelliazos irían a por Roiland; mientras que Asher, él mismo y el segundo mercenario se dirigiría hacía la puerta.
Miró a la vampiresa que le dedicó una sonrisa. Entablarían aquella especie de comunicación una vez estuviesen dentro, cuando se separasen, Lyn le había comentado que podía ser agotador mantener la concentración tanto tiempo. Pero habían tenido tiempo para prepararse, los tres frascos de sangre que la vampiresa llevaba en su cintura no eran simplemente por si tenía hambre en mitad de todo aquello.
La voz del fantasma con el que había hecho el pacto resonó en su cabeza, de nuevo, le dio ánimos. Parecía casi tan emocionado con todo aquello como con el trabajo que había aceptado el castaño hacer para él.
- Gracias. – susurró. No era de extrañar que se comportase así, el muerto al que había decidido ayudar aquella vez era un Nórgedo después de todo. Se giró hacía los presentes. - ¿Todos preparados? – Levantó, con cuidado, la tapa que les conduciría hacía el subsuelo y la dejó a un lado. – Estoy justo detrás de ti. – Le dijo a Asher con una sonrisa, después se giró hacia los Stelliazos. - Contamos con vosotros. – Respiró hondo y se acomodó la tela que cubría su armadura antes de bajar tras los demás.
La luna apenas acababa de alzarse sobre los muros de la ciudad, tenían toda la noche por delante.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Me crucé de brazos mientras los mercenarios se acercaban a la salida. Solo tenía que aclarar algunas cosas con ellos. Habían cambiado muchas cosas desde nuestro último encuentro. Al menos, para mí. Arqueé una ceja al oir la expresión de Alward, pero la dejé pasar.
-No os arriesguéis demasiado. Esto es mucho más grande que nosotros.- declaré, dedicándoles una larga mirada. -Contamos con vosotros dos. No quiero bajas en nuestro bando.- Era consciente de que, si la situación se torcía, podría ser inevitable el perder a alguien. Aquello se estaba convirtiendo en una guerra, después de todo. El asesinato de la cabeza de una de las familias más importantes de Verisar. Iba a pasar a la historia.
Me acerqué de nuevo a la mesa, apoyándome sobre el mapa. Tenía que memorizar cada acción. Cada momento. El estratega era Irirgo, pero llevar esa operación al éxito podía depender de mi. Syl se quedó a mi lado.
-¿Como te sientes?- pregunté. Su rostro estaba neutral, como de costumbre, pero intuía que había partes de todo aquello que no le iban a gustar.
-No me gusta la idea de separarnos, ni de ir con mercenarios. Pero... matar a Roiland es algo grande.- suspiró. -No creía que fuese a llegar ese día. Espero no estar poniendo a alguien peor en su lugar.-
-Flint es de fiar. Es... amigo de Bashira. Yo también tenia mis dudas, pero si el Qayid está aquí...- el felino asintió levemente. No había más opción que confiar en que saliese bien. Me preguntaba como estaría Irirgo. Era un caso distinto. Con Syl, sabía que obtendría una respuesta sincera. Pero el veterano... estaba siendo un general. El mismo puesto que había abandonado hace tanto tiempo.
Pasamos una hora repasando el plan, las patrullas y los puntos estratégicos. Pero finalmente, los tres abandonamos la habitación. Irirgo fue directamente a dormir, lo cual no era de extrañar. Debía haberse pasado todo el día trabajando. Por mi parte, decidí pedir una habitación para compartir con el gato. Tenía que calmar los nervios. Faltaba muy poco.
-En el mismo instante... quizás no. Pero la gente no tardará en saberlo.- murmuré. Me erguí, sentándome junto a él, y froté el pelaje de su espalda con cariño. -Sé lo que quieres decir. Solo parece uno de tantos, ¿eh?- Nos quedamos en silencio durante unos instantes. Le cogí de la mano. Syl alzó la mirada y suspiró ligeramente. -Si los humanos... y los Nórgedos pierden la guerra... si no consiguen recuperar Lunargenta, y la cosa va a peor... nos iremos.- prometí.
-¿Hmm?- el pardo me miró directamente, sorprendido. -¿Irnos?-
-Los dos. Junto a los Nómadas. Lo que ocurra aquí... no será cosa nuestra. Volveremos a los bosques y me olvidaré de todo esto.- dije. -Es verdad que quiero... ser responsable. Quiero cambiar las cosas para mejor. Pero si varios ejercitos no pueden... es algo que estará fuera de mi alcance.- admití. -Y... tu eres más importante para mi. Entre vivir rezagado contigo y morir como un héroe por una causa imposible... sabes lo que voy a elegir.-
Pasé mi brazo por su hombro y le abracé de lado. El gato devolvió el gesto, aferrandose a mi costado, y emitiendo un ligero ronroneo.
-Gracias, Asher.- exhaló. -Pero... Me preocupa el ser una carga. No quiero alejarte de tu meta... de lo que te hace feliz. Tu sueño...-
-Eres el único motivo por el que he podido tener esa meta.- repliqué. -Tú eres lo que me hace feliz, Syl.- dije, besandole suavemente en la frente.
Syl aplicó cuidadosamente el veneno sobre la punta de tres de sus virotes. Lo iba a necesitar más que yo, después de todo. El resto de cosas ya estaban listas. Brillo recién afilado, la ballesta de Syl calibrada, armaduras ajustadas. Subí la capucha de mi capa, ocultando mis orejas, y salimos de la habitación
Nos reencontramos con el grupo a la entrada de la alcantarilla. Había preferido usar cualquier otra entrada. El hedor me recordaba al de las catacumbas. Pero no iba a quejarme.
-Lyn. Contacta con Eltrant cada cinco minutos. Tale, Si los mensajes dejan de llegarte, avísame. Vuestro grupo no debe bajar del segundo piso, salvo que haya una emergencia.- ordené. -Si alguno se encuentra con algo que lo comprometa todo... algo grande, un problema de vida o muerte... que rompa un cristal. Si oís un cristal rompiéndose, id a ayudar. Las excepciones sois Eltrant y Syl. Bajo ningún concepto debéis separaros de vuestro objetivo principal.- declaré. La puerta, en el caso de Elt, y Roiland en el de Syl. Eran lo mejor en lo suyo, respectivamente.
Cada uno sabía lo que tenía que hacer. Atravesamos las alcantarillas sin ningún percance hasta que, finalmente, llegamos a la zona marcada por los Nórgedos. Ascendí por la escalerilla el primero, escuchando atentamente al llegar arriba. Pasos... alejandose. Me quedé quieto unos instantes hasta que dejaron de oirse, calculando mentalmente la distancia, y empujé la tapa.
Era el momento.
-No os arriesguéis demasiado. Esto es mucho más grande que nosotros.- declaré, dedicándoles una larga mirada. -Contamos con vosotros dos. No quiero bajas en nuestro bando.- Era consciente de que, si la situación se torcía, podría ser inevitable el perder a alguien. Aquello se estaba convirtiendo en una guerra, después de todo. El asesinato de la cabeza de una de las familias más importantes de Verisar. Iba a pasar a la historia.
Me acerqué de nuevo a la mesa, apoyándome sobre el mapa. Tenía que memorizar cada acción. Cada momento. El estratega era Irirgo, pero llevar esa operación al éxito podía depender de mi. Syl se quedó a mi lado.
-¿Como te sientes?- pregunté. Su rostro estaba neutral, como de costumbre, pero intuía que había partes de todo aquello que no le iban a gustar.
-No me gusta la idea de separarnos, ni de ir con mercenarios. Pero... matar a Roiland es algo grande.- suspiró. -No creía que fuese a llegar ese día. Espero no estar poniendo a alguien peor en su lugar.-
-Flint es de fiar. Es... amigo de Bashira. Yo también tenia mis dudas, pero si el Qayid está aquí...- el felino asintió levemente. No había más opción que confiar en que saliese bien. Me preguntaba como estaría Irirgo. Era un caso distinto. Con Syl, sabía que obtendría una respuesta sincera. Pero el veterano... estaba siendo un general. El mismo puesto que había abandonado hace tanto tiempo.
Pasamos una hora repasando el plan, las patrullas y los puntos estratégicos. Pero finalmente, los tres abandonamos la habitación. Irirgo fue directamente a dormir, lo cual no era de extrañar. Debía haberse pasado todo el día trabajando. Por mi parte, decidí pedir una habitación para compartir con el gato. Tenía que calmar los nervios. Faltaba muy poco.
[. . .]
-¿Crees que cambiará algo?- preguntó el gato, sentado al borde de la cama. -Cuando acabemos con Roiland. Sigue siendo solo un hombre.--En el mismo instante... quizás no. Pero la gente no tardará en saberlo.- murmuré. Me erguí, sentándome junto a él, y froté el pelaje de su espalda con cariño. -Sé lo que quieres decir. Solo parece uno de tantos, ¿eh?- Nos quedamos en silencio durante unos instantes. Le cogí de la mano. Syl alzó la mirada y suspiró ligeramente. -Si los humanos... y los Nórgedos pierden la guerra... si no consiguen recuperar Lunargenta, y la cosa va a peor... nos iremos.- prometí.
-¿Hmm?- el pardo me miró directamente, sorprendido. -¿Irnos?-
-Los dos. Junto a los Nómadas. Lo que ocurra aquí... no será cosa nuestra. Volveremos a los bosques y me olvidaré de todo esto.- dije. -Es verdad que quiero... ser responsable. Quiero cambiar las cosas para mejor. Pero si varios ejercitos no pueden... es algo que estará fuera de mi alcance.- admití. -Y... tu eres más importante para mi. Entre vivir rezagado contigo y morir como un héroe por una causa imposible... sabes lo que voy a elegir.-
Pasé mi brazo por su hombro y le abracé de lado. El gato devolvió el gesto, aferrandose a mi costado, y emitiendo un ligero ronroneo.
-Gracias, Asher.- exhaló. -Pero... Me preocupa el ser una carga. No quiero alejarte de tu meta... de lo que te hace feliz. Tu sueño...-
-Eres el único motivo por el que he podido tener esa meta.- repliqué. -Tú eres lo que me hace feliz, Syl.- dije, besandole suavemente en la frente.
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Syl aplicó cuidadosamente el veneno sobre la punta de tres de sus virotes. Lo iba a necesitar más que yo, después de todo. El resto de cosas ya estaban listas. Brillo recién afilado, la ballesta de Syl calibrada, armaduras ajustadas. Subí la capucha de mi capa, ocultando mis orejas, y salimos de la habitación
Nos reencontramos con el grupo a la entrada de la alcantarilla. Había preferido usar cualquier otra entrada. El hedor me recordaba al de las catacumbas. Pero no iba a quejarme.
-Lyn. Contacta con Eltrant cada cinco minutos. Tale, Si los mensajes dejan de llegarte, avísame. Vuestro grupo no debe bajar del segundo piso, salvo que haya una emergencia.- ordené. -Si alguno se encuentra con algo que lo comprometa todo... algo grande, un problema de vida o muerte... que rompa un cristal. Si oís un cristal rompiéndose, id a ayudar. Las excepciones sois Eltrant y Syl. Bajo ningún concepto debéis separaros de vuestro objetivo principal.- declaré. La puerta, en el caso de Elt, y Roiland en el de Syl. Eran lo mejor en lo suyo, respectivamente.
Cada uno sabía lo que tenía que hacer. Atravesamos las alcantarillas sin ningún percance hasta que, finalmente, llegamos a la zona marcada por los Nórgedos. Ascendí por la escalerilla el primero, escuchando atentamente al llegar arriba. Pasos... alejandose. Me quedé quieto unos instantes hasta que dejaron de oirse, calculando mentalmente la distancia, y empujé la tapa.
Era el momento.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Se relajaron, tenían medio día para hacerlo. A la mañana siguiente irían directos a cumplir su nuevo trabajo. Este era diferente, más grande, involucraba a mucha gente, y no solo eso... ¡Iban a matar a Lord Roiland! El máximo dirigente de la ciudad de Roilkat. Todo esto traía de cabeza a Emmanuel, que, sentado junto a su amigo Alward en una de las mesas de la taberna donde entraron en un principio, junto a una jarra de cerveza llena hasta la mitad tras haberse bebido la otra, simplemente calló y, pensativo, bajó la mirada hasta la mesa de madera que ocupaban. El arquero estaba descapuchado, pero actuaba como si lo estuviese, algo distraído y como quisiéndose ocultar en ese preciso instante.
Alward notó este comportamiento de su amigo, y agarrando un vaso de vino tosco que le habían proporcionado, tomando un sorbo, le preguntó a su amigo por su comportamiento.
-Te noto... Distraído-Puntualizó
Emmanuel no dijo nada en un principio, agarró con fuerza la jarra y levantó un poco la mirada hacia Alward.
-Este trabajo...-Calló un par de segundos-¿No te parece demasiado? Nunca hemos asesinado a nadie... Y menos que todo un pueblo dependa de nosotros, no sé, ¿No estás ni un poco nervioso?
Alward soltó su copa y desvió la mirada hacia una ventana por la cual se podía ver el exterior. Estaba atardeciendo y la luz anaranjada del crepúsculo entraba por esta dando un toque melancólico al lugar.
-Claro que sí...-Volvió a mirar al arquero-Pero es nuestro trabajo-Dijo con un tono seguridad-Además, Lord Roiland es un vil hijo de perra que no mira más allá de su nariz. Se dice que su obsesión por acabar con los Nórgedos llega a ser insana
-Nunca imaginé que oiría eso de ti-Esbozó una leve risa-Siempre has odiado a los que están al margen de la ley
-En estos tiempos, todo es relativo...-Se mordió el labio-Ya no sé ni a quién creer
-¿Seguirías viendo con buenos ojos la supuesta llegada de Siegfried? Si es que ocurre...-Dijo esto último con muchas dudas
-Claro-Tomó un sorbo de su copa-Solo quiero que todo vuelva a la tranquilidad de antes...-Dijo con un tono melancólico
A la mañana siguiente, Alward y Emmanuel salieron de la taberna dirección al punto de encuentro con sus nuevos y temporales compañeros de trabajo. Iban serios, callados y totalmente concentrados. Su lado amistoso, alegre y despreocupado lo habían dejado a un lado, al menos en ese instante y se encaminaban directos hacia la entrada a las alcantarillas con decisión.
Allí se encontraron con todos. Los grupos estaban decididos; Alward acompañaría a Asher y Eltrant, mientras que Emmanuel lo haría con Lyn y Syl.
Cuando ambos grupos se iban a separar, Alward y Emmanuel se quitaron cada uno un guantelete y dejaron sus manos desnudas. Acto seguidos se las estrecharon y se dieron un abrazo cordial y fraternal.
-Suerte, hermano
-Gracias... Aunque no la necesito-Esbozó una sonrisa irónica-Suerte también para ti
Los dos grupos se separaron preparados para cumplir cada uno con su cometido. Asher destapó la tapa y empezaron a entrar. Alward se quedó el último y suspiró muy profundo cerrando los ojos. Con sus dos armas listas, su armadura bien puesta, sus guanteletes en su sitio y sus objetos preparados, el mercenario se dispuso a bajar junto a sus compañeros.
-Allá vamos...
Alward notó este comportamiento de su amigo, y agarrando un vaso de vino tosco que le habían proporcionado, tomando un sorbo, le preguntó a su amigo por su comportamiento.
-Te noto... Distraído-Puntualizó
Emmanuel no dijo nada en un principio, agarró con fuerza la jarra y levantó un poco la mirada hacia Alward.
-Este trabajo...-Calló un par de segundos-¿No te parece demasiado? Nunca hemos asesinado a nadie... Y menos que todo un pueblo dependa de nosotros, no sé, ¿No estás ni un poco nervioso?
Alward soltó su copa y desvió la mirada hacia una ventana por la cual se podía ver el exterior. Estaba atardeciendo y la luz anaranjada del crepúsculo entraba por esta dando un toque melancólico al lugar.
-Claro que sí...-Volvió a mirar al arquero-Pero es nuestro trabajo-Dijo con un tono seguridad-Además, Lord Roiland es un vil hijo de perra que no mira más allá de su nariz. Se dice que su obsesión por acabar con los Nórgedos llega a ser insana
-Nunca imaginé que oiría eso de ti-Esbozó una leve risa-Siempre has odiado a los que están al margen de la ley
-En estos tiempos, todo es relativo...-Se mordió el labio-Ya no sé ni a quién creer
-¿Seguirías viendo con buenos ojos la supuesta llegada de Siegfried? Si es que ocurre...-Dijo esto último con muchas dudas
-Claro-Tomó un sorbo de su copa-Solo quiero que todo vuelva a la tranquilidad de antes...-Dijo con un tono melancólico
_______________________________________________________________________
A la mañana siguiente, Alward y Emmanuel salieron de la taberna dirección al punto de encuentro con sus nuevos y temporales compañeros de trabajo. Iban serios, callados y totalmente concentrados. Su lado amistoso, alegre y despreocupado lo habían dejado a un lado, al menos en ese instante y se encaminaban directos hacia la entrada a las alcantarillas con decisión.
Allí se encontraron con todos. Los grupos estaban decididos; Alward acompañaría a Asher y Eltrant, mientras que Emmanuel lo haría con Lyn y Syl.
Cuando ambos grupos se iban a separar, Alward y Emmanuel se quitaron cada uno un guantelete y dejaron sus manos desnudas. Acto seguidos se las estrecharon y se dieron un abrazo cordial y fraternal.
-Suerte, hermano
-Gracias... Aunque no la necesito-Esbozó una sonrisa irónica-Suerte también para ti
Los dos grupos se separaron preparados para cumplir cada uno con su cometido. Asher destapó la tapa y empezaron a entrar. Alward se quedó el último y suspiró muy profundo cerrando los ojos. Con sus dos armas listas, su armadura bien puesta, sus guanteletes en su sitio y sus objetos preparados, el mercenario se dispuso a bajar junto a sus compañeros.
-Allá vamos...
Alward Sevna
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Cerró su brazo izquierdo en torno al cuello del solitario guarda.
El hombre no tardó en comenzar a forcejear llevando ambas manos hasta el brazo de Eltrant. No pasó demasiado tiempo hasta que, al final, después de que su cuello dejase escapar un sonoro crujido, el soldado dejara de moverse en los brazos de Eltrant.
- Te vienes conmigo - susurró tirando de la pierna de aquel tipo y arrastrándolo a lo largo del pasillo, ocultándolo tras lo que parecía ser un sofá desproporcionadamente grande.
Sin pensárselo demasiado, le arrancó una pequeña llave que tenía atada en el cinturón.
Tras asentir con suavidad a Asher para indicarle que se había deshecho de otro obstáculo más dejó la llave que acababa de tomar entre sus manos y, a continuación, se posicionó tras Alward.
Continuaron avanzando por el piso inferior de la mansión.
Desafortunadamente el grupo que se iba a encargar de abrir la puerta se había visto obligado a ir por aquel camino por su culpa, trataba de no pensar demasiado en el tema, pero el muro que separaba el patio trasero del principal era demasiado alto para él, era un hecho que no iba a poder saltarlo, no con su armadura sobre él.
Respiró profundamente y, sin detenerse, siempre en la retaguardia tras Asher y Alward, imitó los movimientos que el lobo realizaba frente a él: se enfocó en moverse lentamente, sin sacudidas, ocupándose de que su armadura emitiese el menor ruido posible.
Él era el más voluminoso después de todo, que fuese delante era un sinsentido, tanto por el sonido que dejaba escapar al moverse como por su tamaño. Los guardias solo podían verle con un único motivo, y ese, por lo pronto, se había reducido a obedecer a Asher y a despachar a los tipos más grandes con sus manos.
Atravesaron otra amplia habitación completamente vacía, repleta de camas sin dueño.
Irirgo tenía razón, Roiland estaba completamente paranoico, aquel lugar parecía más una fortaleza que el hogar de una persona. Todas las puertas con las que se cruzaban estaban cerradas y todos los guardas contaban con distintas llaves para abrirlas dependiendo de dónde se encontrasen.
Tensó los músculos y se giró con suavidad al notar parecido a un ruido tras él. Respiró con suavidad al descubrir que no había sido nada, el viento que se filtraba con suavidad por una de las tantas ventanas del corredor.
Estaban prácticamente solos en aquella parte de la mansión. Por lo que se podía evidenciar por el mobiliario y las distintas habitaciones que se encontraban, aquella zona de la mansión estaba reservada para los criados.
Por el momento, la suerte estaba de su parte. Cómo había indicado el dragón la mayor parte de las patrullas se concentraban en las zonas delanteras de la vivienda y en el piso superior. Pero eso también significaba que, con cada paso que daban, estaban más cerca del lugar en el que estaban prácticamente todos los guardias apostados.
Apenas avanzaron una veintena más de pasos antes de que otro soldado de Roiland cayese al suelo, muerto, presa de la daga de unos compañeros.
El tipo, que parecía estar vigilando una ostentosa puerta con más de un centenar de grabados, no dejó escapar más que un gruñido gutural cuando el puñal se hundió en su cuello.
No era muy difícil adivinar que la llave que pendía de su cinturón abría la misma puerta que estaba encargado de custodiar, la cual, como todas las que se habían cruzado antes, estaba cerrada.
Examinó el cadáver del soldado mientras Asher y Alward se encargaban de usar las distintas llaves que habían reunido “cazando” a los solitarios guardas que patrullaban la zona y abrían con mucha delicadeza la entrada a la siguiente ala de la mansión.
Prácticamente todos los guardias con los que se cruzaban iban perfectamente equipados, armaduras de color negro de una calidad envidiable y armas de confección similar.
Parecían hechas a medida para cada soldado.
- “¿Cómo vais?” – Dejó de pensar, trató de poner la mente en blanco esperando una respuesta de la vampiresa. Los segundos entre los que pensaba algo y los que recibía una respuesta se le antojaban extraños, casi como si estuviese loco y hablase consigo mismo. Aunque, por supuesto, también escuchaba las voces de los muertos.
Que hubiese una voz más en su cabeza no cambiaba demasiado las cosas.
- “Se supone que tengo que avisar yo. Y Syl y Emmy están vaciando el piso superior.” – La voz de Lyn se apareció en su cabeza. - “¿Crees que puedo pedirle a Syl que me enseñe a usar el arco? Aunque él usa una ballesta...” – Añadió después. – “Pero eso, por ahora todo en orden” – Añadió al final, tras varios segundos de silencio.
- “¿Emmy?” – Eltrant se detuvo en mitad del pasillo cuando el lobo levantó la mano indicándole a sus compañeros que lo hiciesen.
Era un gesto que este realizaba cada vez que avanzaban un determinado número de pasos, cada vez que Asher olía algo que no le terminaba de gustar, o cuando oía los distantes pasos de otro guarda. A Eltrant no le avergonzaba decir que envidaba los sentidos del lobo, no era la primera vez que lo veía en acción, pero aparentemente Asher podía saber con relativa facilidad dónde se encontraba cada soldado con el que se iban cruzando y, lo que era aún más sorprendente, su peso por el ruido que hacían las grebas de los mismos cuando se movían.
Finalmente, cuando la patrulla de tres soldados que vigilaba la zona se alejó lo suficiente, continuaron su pequeña travesía hasta el portón que separaba aquella suerte de fortaleza con el exterior.
- Creo que ya hemos superado el muro. – dijo Eltrant, en apenas un susurro, a sus compañeros. - ¿Creéis que podemos bajar al jardín por alguna ventana? – Preguntó – La puerta principal de la mansión debe de estar repleta de soldados. – dijo asomándose tímidamente por una esquina, tratando de vislumbrar si había algún guarda al otro lado.
El hombre cayó al suelo, llevándose ambas manos hasta la garganta, incapaz de pronunciar palabra alguna mientras se ahogaba con su propia sangre. Lyn se mordió el labio inferior al verle revolverse en el suelo y desvió la mirada, pero no dijo nada, ellos habían tomado una decisión y ella también lo había hecho.
“Los Nórgedos se merecen ser libres”.
Aquella era una frase que había oído muchas veces a lo largo de su vida, y había sido una vida bastante larga. Ahora que tenía la oportunidad de hacer algo para ayudar no podía dejarla pasar, era lo que ella hubiese querido hacer.
Continuaron avanzando. No escondieron el cuerpo, no hacía falta, en aquel ala de la mansión no quedaba nadie que fuese a encontrarlo.
El grupo “sombras” como lo había apodado Lyn tenía un objetivo claro, y estaban concentrándose en hacerlo lo más rápido y silenciosamente posible.
En primera instancia no estaba siendo realmente difícil, básicamente era ella la que iba en cabeza. Lo único que tenía que hacer era distraer ligeramente a los guardas para que Syl y Emmanuel se encargasen de ellos y, de vez en cuando, informar al Mortal de que estaba todo bien.
No era muy complicado, ya había hecho aquello muchas veces antes y, aunque aquella vez estaba robando menos candelabros de oro, sabía cómo aprovechar las sombras de un entorno tan oscuro como aquel para ocultarse.
Ni siquiera la veían aun cuando estaba prácticamente delante de ellos.
Quizás un cuadro se descolgase de golpe, o puede que una extraña y fuerte ráfaga de viento que parecía haber aparecido de la nada obligase a un soldado a que desviase su atención hasta las cortinas que tenía justo a su derecha. El caso era que, siempre que el guarda desviaba su mirada hacía el lugar que ella quería, una flecha se hundía en su cuello.
Tras comentarle al Mortal, de nuevo, la situación en la que se encontraban, continuó avanzando por el largo pasillo que estaban recorriendo.
El segundo piso era raro. Por lo que habían podido ver hasta el momento, aquel sitio estaba construido como un castillo: paredes anchas capaces de resistir un asedio, pasillos laberinticos que recorrían todo el edificio, muchos soldados y ventanas pequeñas, algunas de ellas con barrotes.
Pero aquel lugar era ligeramente diferente, según avanzaban, según se adentraban más y más en el corazón de la mansión Roiland, la vivienda se iba convirtiendo en lo que era, el hogar de un noble.
- Que mal gusto tiene… - dijo a sus compañeros, en apenas un susurro, cruzándose de brazos frente a un enorme cuadro de lo que parecía ser un caballo alado que era cabalgado por una mujer semidesnuda.
Hecho ese comentario, sonrió al felino y al mercenario y, tras encogerse de hombros, volvió a envolverse en sombras y a avanzar. Cada vez había más guardias, y esto significaba que, cada vez, se acercaban más a su objetivo.
Se detuvo cuando contempló como, a mitad del corredor en el que se acababan de internar había una puerta, una única puerta, custodiada por dos hombres corpulentos ataviados en lo que parecía ser el sueño húmedo de un herrero, o del Mortal.
Frunció el ceño y se giró a mirar a al gato y al humano, buscando la aprobación de lo que iba a hacer en sus miradas. Cuando encontró algo parecido a lo que buscaba, respiro hondo y cerró los ojos unos instantes.
Saltó de una cobertura a otra y se colocó justo al otro lado de dónde se encontraba la pareja de soldados. Sobre los muebles, por las paredes, las sombras danzaban alrededor de ella casi como si fuesen una extensión de su persona.
- ¡Hola! – Los guardas junto al que se acababa de posicionar se giraron casi inmediatamente hacía ella armas en mano buscando la voz que, de algún modo, acababa susurrarles un saludo.
Justo cuando los ojos de aquellos hombres se cruzaron con los brillantes ojos azules que le miraban desde las tinieblas, cayeron al suelo, muertos. Una saeta para cada una de las nucas que trataban de atacar a la vampiresa.
- Creo que es aquí. – comentó Lyn a sus compañeros, sin levantar la voz, mirando la amplia puerta que habían estado vigilando los soldados.
El hombre no tardó en comenzar a forcejear llevando ambas manos hasta el brazo de Eltrant. No pasó demasiado tiempo hasta que, al final, después de que su cuello dejase escapar un sonoro crujido, el soldado dejara de moverse en los brazos de Eltrant.
- Te vienes conmigo - susurró tirando de la pierna de aquel tipo y arrastrándolo a lo largo del pasillo, ocultándolo tras lo que parecía ser un sofá desproporcionadamente grande.
Sin pensárselo demasiado, le arrancó una pequeña llave que tenía atada en el cinturón.
Tras asentir con suavidad a Asher para indicarle que se había deshecho de otro obstáculo más dejó la llave que acababa de tomar entre sus manos y, a continuación, se posicionó tras Alward.
Continuaron avanzando por el piso inferior de la mansión.
Desafortunadamente el grupo que se iba a encargar de abrir la puerta se había visto obligado a ir por aquel camino por su culpa, trataba de no pensar demasiado en el tema, pero el muro que separaba el patio trasero del principal era demasiado alto para él, era un hecho que no iba a poder saltarlo, no con su armadura sobre él.
Respiró profundamente y, sin detenerse, siempre en la retaguardia tras Asher y Alward, imitó los movimientos que el lobo realizaba frente a él: se enfocó en moverse lentamente, sin sacudidas, ocupándose de que su armadura emitiese el menor ruido posible.
Él era el más voluminoso después de todo, que fuese delante era un sinsentido, tanto por el sonido que dejaba escapar al moverse como por su tamaño. Los guardias solo podían verle con un único motivo, y ese, por lo pronto, se había reducido a obedecer a Asher y a despachar a los tipos más grandes con sus manos.
Atravesaron otra amplia habitación completamente vacía, repleta de camas sin dueño.
Irirgo tenía razón, Roiland estaba completamente paranoico, aquel lugar parecía más una fortaleza que el hogar de una persona. Todas las puertas con las que se cruzaban estaban cerradas y todos los guardas contaban con distintas llaves para abrirlas dependiendo de dónde se encontrasen.
Tensó los músculos y se giró con suavidad al notar parecido a un ruido tras él. Respiró con suavidad al descubrir que no había sido nada, el viento que se filtraba con suavidad por una de las tantas ventanas del corredor.
Estaban prácticamente solos en aquella parte de la mansión. Por lo que se podía evidenciar por el mobiliario y las distintas habitaciones que se encontraban, aquella zona de la mansión estaba reservada para los criados.
Por el momento, la suerte estaba de su parte. Cómo había indicado el dragón la mayor parte de las patrullas se concentraban en las zonas delanteras de la vivienda y en el piso superior. Pero eso también significaba que, con cada paso que daban, estaban más cerca del lugar en el que estaban prácticamente todos los guardias apostados.
Apenas avanzaron una veintena más de pasos antes de que otro soldado de Roiland cayese al suelo, muerto, presa de la daga de unos compañeros.
El tipo, que parecía estar vigilando una ostentosa puerta con más de un centenar de grabados, no dejó escapar más que un gruñido gutural cuando el puñal se hundió en su cuello.
No era muy difícil adivinar que la llave que pendía de su cinturón abría la misma puerta que estaba encargado de custodiar, la cual, como todas las que se habían cruzado antes, estaba cerrada.
Examinó el cadáver del soldado mientras Asher y Alward se encargaban de usar las distintas llaves que habían reunido “cazando” a los solitarios guardas que patrullaban la zona y abrían con mucha delicadeza la entrada a la siguiente ala de la mansión.
Prácticamente todos los guardias con los que se cruzaban iban perfectamente equipados, armaduras de color negro de una calidad envidiable y armas de confección similar.
Parecían hechas a medida para cada soldado.
- “¿Cómo vais?” – Dejó de pensar, trató de poner la mente en blanco esperando una respuesta de la vampiresa. Los segundos entre los que pensaba algo y los que recibía una respuesta se le antojaban extraños, casi como si estuviese loco y hablase consigo mismo. Aunque, por supuesto, también escuchaba las voces de los muertos.
Que hubiese una voz más en su cabeza no cambiaba demasiado las cosas.
- “Se supone que tengo que avisar yo. Y Syl y Emmy están vaciando el piso superior.” – La voz de Lyn se apareció en su cabeza. - “¿Crees que puedo pedirle a Syl que me enseñe a usar el arco? Aunque él usa una ballesta...” – Añadió después. – “Pero eso, por ahora todo en orden” – Añadió al final, tras varios segundos de silencio.
- “¿Emmy?” – Eltrant se detuvo en mitad del pasillo cuando el lobo levantó la mano indicándole a sus compañeros que lo hiciesen.
Era un gesto que este realizaba cada vez que avanzaban un determinado número de pasos, cada vez que Asher olía algo que no le terminaba de gustar, o cuando oía los distantes pasos de otro guarda. A Eltrant no le avergonzaba decir que envidaba los sentidos del lobo, no era la primera vez que lo veía en acción, pero aparentemente Asher podía saber con relativa facilidad dónde se encontraba cada soldado con el que se iban cruzando y, lo que era aún más sorprendente, su peso por el ruido que hacían las grebas de los mismos cuando se movían.
Finalmente, cuando la patrulla de tres soldados que vigilaba la zona se alejó lo suficiente, continuaron su pequeña travesía hasta el portón que separaba aquella suerte de fortaleza con el exterior.
- Creo que ya hemos superado el muro. – dijo Eltrant, en apenas un susurro, a sus compañeros. - ¿Creéis que podemos bajar al jardín por alguna ventana? – Preguntó – La puerta principal de la mansión debe de estar repleta de soldados. – dijo asomándose tímidamente por una esquina, tratando de vislumbrar si había algún guarda al otro lado.
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El hombre cayó al suelo, llevándose ambas manos hasta la garganta, incapaz de pronunciar palabra alguna mientras se ahogaba con su propia sangre. Lyn se mordió el labio inferior al verle revolverse en el suelo y desvió la mirada, pero no dijo nada, ellos habían tomado una decisión y ella también lo había hecho.
“Los Nórgedos se merecen ser libres”.
Aquella era una frase que había oído muchas veces a lo largo de su vida, y había sido una vida bastante larga. Ahora que tenía la oportunidad de hacer algo para ayudar no podía dejarla pasar, era lo que ella hubiese querido hacer.
Continuaron avanzando. No escondieron el cuerpo, no hacía falta, en aquel ala de la mansión no quedaba nadie que fuese a encontrarlo.
El grupo “sombras” como lo había apodado Lyn tenía un objetivo claro, y estaban concentrándose en hacerlo lo más rápido y silenciosamente posible.
En primera instancia no estaba siendo realmente difícil, básicamente era ella la que iba en cabeza. Lo único que tenía que hacer era distraer ligeramente a los guardas para que Syl y Emmanuel se encargasen de ellos y, de vez en cuando, informar al Mortal de que estaba todo bien.
No era muy complicado, ya había hecho aquello muchas veces antes y, aunque aquella vez estaba robando menos candelabros de oro, sabía cómo aprovechar las sombras de un entorno tan oscuro como aquel para ocultarse.
Ni siquiera la veían aun cuando estaba prácticamente delante de ellos.
Quizás un cuadro se descolgase de golpe, o puede que una extraña y fuerte ráfaga de viento que parecía haber aparecido de la nada obligase a un soldado a que desviase su atención hasta las cortinas que tenía justo a su derecha. El caso era que, siempre que el guarda desviaba su mirada hacía el lugar que ella quería, una flecha se hundía en su cuello.
Tras comentarle al Mortal, de nuevo, la situación en la que se encontraban, continuó avanzando por el largo pasillo que estaban recorriendo.
El segundo piso era raro. Por lo que habían podido ver hasta el momento, aquel sitio estaba construido como un castillo: paredes anchas capaces de resistir un asedio, pasillos laberinticos que recorrían todo el edificio, muchos soldados y ventanas pequeñas, algunas de ellas con barrotes.
Pero aquel lugar era ligeramente diferente, según avanzaban, según se adentraban más y más en el corazón de la mansión Roiland, la vivienda se iba convirtiendo en lo que era, el hogar de un noble.
- Que mal gusto tiene… - dijo a sus compañeros, en apenas un susurro, cruzándose de brazos frente a un enorme cuadro de lo que parecía ser un caballo alado que era cabalgado por una mujer semidesnuda.
Hecho ese comentario, sonrió al felino y al mercenario y, tras encogerse de hombros, volvió a envolverse en sombras y a avanzar. Cada vez había más guardias, y esto significaba que, cada vez, se acercaban más a su objetivo.
Se detuvo cuando contempló como, a mitad del corredor en el que se acababan de internar había una puerta, una única puerta, custodiada por dos hombres corpulentos ataviados en lo que parecía ser el sueño húmedo de un herrero, o del Mortal.
Frunció el ceño y se giró a mirar a al gato y al humano, buscando la aprobación de lo que iba a hacer en sus miradas. Cuando encontró algo parecido a lo que buscaba, respiro hondo y cerró los ojos unos instantes.
Saltó de una cobertura a otra y se colocó justo al otro lado de dónde se encontraba la pareja de soldados. Sobre los muebles, por las paredes, las sombras danzaban alrededor de ella casi como si fuesen una extensión de su persona.
- ¡Hola! – Los guardas junto al que se acababa de posicionar se giraron casi inmediatamente hacía ella armas en mano buscando la voz que, de algún modo, acababa susurrarles un saludo.
Justo cuando los ojos de aquellos hombres se cruzaron con los brillantes ojos azules que le miraban desde las tinieblas, cayeron al suelo, muertos. Una saeta para cada una de las nucas que trataban de atacar a la vampiresa.
- Creo que es aquí. – comentó Lyn a sus compañeros, sin levantar la voz, mirando la amplia puerta que habían estado vigilando los soldados.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant despachó al tercer guardia de esa noche en relativo silencio. De momento, el plan estaba saliendo bien. Si acababamos con los guardias de uno en uno, podíamos despejar la mansión entera incluso antes de abrir la puerta. Pero por supuesto, no era tan sencillo. Solo unos pocos de los guardias iban sin compañero, y el resto no tardaría demasiado en darse cuenta de que faltaba gente.
Tras atravesar otra habitación, detuve al grupo. Otro guardia. Llevé la mano izquierda a mi bolsillo y lancé una de las pequeñas piedras que había en su interior al otro lado de la sala, haciendo que impactase contra el suelo con el ruido característico que le acompañaba. Solo necesitaba que girase la cabeza... y así lo hizo. Aproveché el momento para activar las runas de mis extremidades, impulsándome hacia adelante a gran velocidad solo para detenerme justo al lado del guardia. El breve ruido de la corriente de aire que había traído conmigo no fue suficiente para advertirle antes de que hundiese mi daga en su garganta y le tapase la boca con mi mano libre.
Sujeté el cuerpo mientras lo depositaba en el suelo lentamente, silenciando el ruido. La sangre iba a ser un problema. En cuanto el siguiente grupo se acercase lo suficiente, darían la alerta, y no teníamos ninguna forma de remediar aquello. Arranqué la llave de su cinturón y abrí la puerta, arrastrando el cadaver a través de ella. Limpié la daga con su ropa, y le hice un gesto al resto para que continuasen.
La siguiente sala era la daba con la puerta principal. Demasiado fácil. O lo sería, si no estuviese protegida. Incluso en los momentos en los que no se acercaba ninguna patrulla, siempre había alguien vigilando. Y eso suponiendo que no hubiesen colocado medidas mágicas. Dejar una trampa arcana para que se activase cuando alguien tocase la puerta era relativamente sencillo. Por suerte, tenía mis recursos.
-Quedaos aquí.- murmuré. -Cuando oigáis la alarma, esperad veinte segundos a que se despeje la habitación. Y luego, abrís la puerta.- ordené. Confiaba en que Eltrant sabía que no iba a sacrificarme o algo así. Si quería que aquello saliese bien, necesitaba que escuchase y siguiese el plan.
Salí de la relativa seguridad de ese pasillo y me adentré en el salón, manteniéndome siempre detrás de alguna columna o mueble. Tenía que ser rápido. Y al mismo tiempo, evitar hacer ruido. Respiré pesadamente, tanteando el frasco incendiario que llevaba escondido. Esperaba que el resto hubiese encontrado a Roiland.
Syl suspiró y recargó la ballesta, asegurándose de no tocar la parte recién encerada. Aquella solución con la que había impregnado la cuerda era lo único que impedía que alertase a todo guardia en esa ala al disparar.
Tenía que admitir que el grupo estaba siendo competente. Por el momento, todo había salido bien. Pero tenía que concentrarse para que siguiese así. Los trucos de la vampiresa aún le ponian algo nervioso. En cierta forma, resultaba casi injusto. Era como si las normas de la realidad no se aplicasen a ella. Podía seguir hacia adelante sin miedo, y nadie la vería. Podía desaparecer y aparecer en un instante. Él sabía esconderse, claro, pero al menos no desobedecía las leyes del mundo.
Aun así, tenían que usar todo lo que tuviesen a mano. Aquello era importante. Siguió avanzando en silencio, impasible ante cualquier comentario de sus acompañantes. No estaba ahí para hablar.
Después de que matasen a los guardias de la que, según el plano, era la puerta de Roiland, Syl tomó la iniciativa y se aproximó a la puerta, examinando la rendija junto a la cerradura. Negó con la cabeza, haciendole un gesto al resto para que se detuviesen. Tenian la llave, seguramente, pero usarla podría alertar a quien estuviese en el interior. El felino calculó sus opciones. Podía intentar encaramarse al exterior y entrar por la ventana, pero dudaba de que un noble paranoico hubiese descuidado algo así.
La única otra opción era derribar la puerta lo suficientemente rápido como para reaccionar. Pero eso alertaría a cualquiera con oidos. No. Solo podían usar alguna de las llaves. La introdujo en la cerradura y giró, escuchando el "click" a cada vuelta. Y finalmente, la puerta se abrió.
Vacía.
La habitación era, claramente, un dormitorio. Espacioso, bien decorado, con una enorme cama y varios armarios. Pero a primera vista, no había nadie más que ellos tres. El pardo gruñó, molesto, acercándose al escritorio. El bastardo había estado escribiendo una carta. La tinta seguía humeda y aún brillaba bajo la luz de las velas.
Había estado allí hace muy poco. El olor era reciente.
El gato echó las orejas atrás, moviendose lentamente. Era posible que siguiese allí. Un grito proveniente del primer piso le interrumpió antes de que diese un paso más.
-¡FUEGO!-
Usado objeto: Poción de Fuego concentrada
Tras atravesar otra habitación, detuve al grupo. Otro guardia. Llevé la mano izquierda a mi bolsillo y lancé una de las pequeñas piedras que había en su interior al otro lado de la sala, haciendo que impactase contra el suelo con el ruido característico que le acompañaba. Solo necesitaba que girase la cabeza... y así lo hizo. Aproveché el momento para activar las runas de mis extremidades, impulsándome hacia adelante a gran velocidad solo para detenerme justo al lado del guardia. El breve ruido de la corriente de aire que había traído conmigo no fue suficiente para advertirle antes de que hundiese mi daga en su garganta y le tapase la boca con mi mano libre.
Sujeté el cuerpo mientras lo depositaba en el suelo lentamente, silenciando el ruido. La sangre iba a ser un problema. En cuanto el siguiente grupo se acercase lo suficiente, darían la alerta, y no teníamos ninguna forma de remediar aquello. Arranqué la llave de su cinturón y abrí la puerta, arrastrando el cadaver a través de ella. Limpié la daga con su ropa, y le hice un gesto al resto para que continuasen.
La siguiente sala era la daba con la puerta principal. Demasiado fácil. O lo sería, si no estuviese protegida. Incluso en los momentos en los que no se acercaba ninguna patrulla, siempre había alguien vigilando. Y eso suponiendo que no hubiesen colocado medidas mágicas. Dejar una trampa arcana para que se activase cuando alguien tocase la puerta era relativamente sencillo. Por suerte, tenía mis recursos.
-Quedaos aquí.- murmuré. -Cuando oigáis la alarma, esperad veinte segundos a que se despeje la habitación. Y luego, abrís la puerta.- ordené. Confiaba en que Eltrant sabía que no iba a sacrificarme o algo así. Si quería que aquello saliese bien, necesitaba que escuchase y siguiese el plan.
Salí de la relativa seguridad de ese pasillo y me adentré en el salón, manteniéndome siempre detrás de alguna columna o mueble. Tenía que ser rápido. Y al mismo tiempo, evitar hacer ruido. Respiré pesadamente, tanteando el frasco incendiario que llevaba escondido. Esperaba que el resto hubiese encontrado a Roiland.
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Syl suspiró y recargó la ballesta, asegurándose de no tocar la parte recién encerada. Aquella solución con la que había impregnado la cuerda era lo único que impedía que alertase a todo guardia en esa ala al disparar.
Tenía que admitir que el grupo estaba siendo competente. Por el momento, todo había salido bien. Pero tenía que concentrarse para que siguiese así. Los trucos de la vampiresa aún le ponian algo nervioso. En cierta forma, resultaba casi injusto. Era como si las normas de la realidad no se aplicasen a ella. Podía seguir hacia adelante sin miedo, y nadie la vería. Podía desaparecer y aparecer en un instante. Él sabía esconderse, claro, pero al menos no desobedecía las leyes del mundo.
Aun así, tenían que usar todo lo que tuviesen a mano. Aquello era importante. Siguió avanzando en silencio, impasible ante cualquier comentario de sus acompañantes. No estaba ahí para hablar.
Después de que matasen a los guardias de la que, según el plano, era la puerta de Roiland, Syl tomó la iniciativa y se aproximó a la puerta, examinando la rendija junto a la cerradura. Negó con la cabeza, haciendole un gesto al resto para que se detuviesen. Tenian la llave, seguramente, pero usarla podría alertar a quien estuviese en el interior. El felino calculó sus opciones. Podía intentar encaramarse al exterior y entrar por la ventana, pero dudaba de que un noble paranoico hubiese descuidado algo así.
La única otra opción era derribar la puerta lo suficientemente rápido como para reaccionar. Pero eso alertaría a cualquiera con oidos. No. Solo podían usar alguna de las llaves. La introdujo en la cerradura y giró, escuchando el "click" a cada vuelta. Y finalmente, la puerta se abrió.
Vacía.
La habitación era, claramente, un dormitorio. Espacioso, bien decorado, con una enorme cama y varios armarios. Pero a primera vista, no había nadie más que ellos tres. El pardo gruñó, molesto, acercándose al escritorio. El bastardo había estado escribiendo una carta. La tinta seguía humeda y aún brillaba bajo la luz de las velas.
Había estado allí hace muy poco. El olor era reciente.
El gato echó las orejas atrás, moviendose lentamente. Era posible que siguiese allí. Un grito proveniente del primer piso le interrumpió antes de que diese un paso más.
-¡FUEGO!-
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Usada habilidad: ImpulsoUsado objeto: Poción de Fuego concentrada
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
El grupo integrado por Alward, Asher y Eltrant avanzaba con relativa facilidad por los pasillos de la mansión, intentaban hacer el menor ruido posible y pasar lo más desapercibido que estaba a su alcance, cosa que sorprendentemente lograron incluso sin ser los más adecuados para el sigilo. Mientras Eltrant y Asher se encargaban de eliminar a los guardias a su paso, el mercenario se ocuparía de los que puedan llegar por la espalda.
Por suerte, hasta el momento en que llegaron a las puertas del salón principal, Alward no tuvo mucho trabajo. Una vez ahí, Asher entró dejando en el pasillo y en cada uno de los extremos de la puerta a los dos humanos. La orden era clara; después de oír la alarma, tendrían que entrar. El mercenario no sabía si era para dar apoyo o simplemente el hombre-bestia se encargaría de todo y limpiaría de verdad y por completo la sala.
-Hey Elt, no he tenido tiempo de preguntarte, ¿Cómo te va? ¿Sigues recibiendo muchas palizas tú solo?-Dijo esto último con ironía y dejando escapar una sonrisilla
Mientras esperaban, escucharon un grito de alerta, pero no provenía del salón principal, sino de su retaguardia. Un hombre desde el inicio del pasillo llamó la atención de ambos, totalmente extrañado y agresivo.
-¡Eh, vosotros!
El mercenario echó la vista rápidamente hacia donde provenía la voz, sin evitar asustarse por la repentina aparición de dicho sujeto. Miró a Eltrant y le extendió la palma de su manos indicándole que se esperase
-Me toca a mí-Dijo con confianza. Acto seguido, se encamino despacio y sin aparentar sospechoso hacia el hombre
-¿Quiénes sois?-Dijo con un tono autoritario
El sujeto era un guardia convencional, no muy grande y de aspecto poco feroz. No sería un problema el derribarlo en cuestión de un minuto. Con rapidez y agilidad, Alward se llevó sus manos hacia sus dos espadas y las desenvainó a la vez que echó a correr hacia el hombre. En un instante, se colocó frente a él y, con el impulso de la carrera, pegó un salto que, con un rodillazo a la altura del estómago, derribó a aquel sujeto. Alward quedó por encima y, como si de un acto reflejo se tratase, pegó un fuerte y seco golpe en la cabeza del guardia con la empuñadura de una de sus armas lo suficientemente duro para dejarlo inconsciente. No llevaba casco, por suerte para el mercenario.
Tras eso, escuchó la alarma y se dirigió de nuevo junto a Eltrant. Era la señal para que ambos entrasen después de medio minuto, ¿Se habría ocupado Asher de todo? Pronto lo sabría.
El grupo de Emmanuel, Lyn y el compañero de Asher también lo tuvieron bastante fácil y todo fue relativamente rápido. La agilidad de los tres les permitía avanzar a buen ritmo y eliminar con la mayor discreción a los guardias que se encontraban. El arquero no podía usar su arco en un espacio tan cerrado y con la agilidad y rapidez que requería la situación. Una contrariedad bastante curiosa, pero por suerte, tenía una daga que siempre portaba consigo que conseguía hacer su trabajo y tapar su carencia ofensiva en ese momento. el felino con la ballesta, Lyn en las sombras y él mismo moviéndose sigilosamente cual asesino eran un trío letal y silencioso.
-¡Me tengo que conseguir una de esas!-Le dijo al felino tras haber disparado un virote certero en un guardia-Por cierto, tu nombre era...
El felino no parecía muy amistoso y no se le veían con ganas de establecer ningún tipo de contacto con, en ese momento, sus compañeros. Cosa que Emmanuel no entendió pero dejó pasar, no era momento de discutir nada. Sin embargo, la vampiresa se veía y mostraba más amistosa y alegre, alguien en quien confiar y sin maldad. A uno de los comentarios que soltó la chica sobre un cuadro extravagante sobre una mujer que cabalgaba un caballo alado semidesnuda, el arquero soltó una risilla y le contestó.
-Tampoco está tan mal...-Dijo con una sonrisa pícara y un tono irónico.
Finalmente consiguieron llegar a la habitación de Roiland, la tensión antes de entrar era incluso palpitante en el ambiente. El mercenario casi no se podía creer que lo hubiesen conseguido.
Los tres entraron. Lo que se encontraron dentro impactó incluso más de lo esperado al arquero; nada, ¡No había nadie! ¿Cómo era posible? ¿Acaso se habían enterado de su presencia? ¿Los habían pillado? Estas preguntas rondaban la cabeza de Emmanuel en bucle, mientras examinaba la habitación exhaustivamente por si encontraba alguna pista. Harto de buscar y no encontrar nada, optó por sentarse a los pies de la cama mientras observaba a Lyn y al felino
-¿Y ahora qué?
De pronto, sonó una alarma que se escuchó desde el primer piso. De forma instantánea, el arquero se puso en pie, mirando de nuevo a sus dos compañeros para ver cómo procedían a continuación, ¿Deberían bajar o seguir buscando a Roiland? No era decisión suya, ya que él solamente se prestaba a obedecer órdenes. Era un mercenario después de todo.
Por suerte, hasta el momento en que llegaron a las puertas del salón principal, Alward no tuvo mucho trabajo. Una vez ahí, Asher entró dejando en el pasillo y en cada uno de los extremos de la puerta a los dos humanos. La orden era clara; después de oír la alarma, tendrían que entrar. El mercenario no sabía si era para dar apoyo o simplemente el hombre-bestia se encargaría de todo y limpiaría de verdad y por completo la sala.
-Hey Elt, no he tenido tiempo de preguntarte, ¿Cómo te va? ¿Sigues recibiendo muchas palizas tú solo?-Dijo esto último con ironía y dejando escapar una sonrisilla
Mientras esperaban, escucharon un grito de alerta, pero no provenía del salón principal, sino de su retaguardia. Un hombre desde el inicio del pasillo llamó la atención de ambos, totalmente extrañado y agresivo.
-¡Eh, vosotros!
El mercenario echó la vista rápidamente hacia donde provenía la voz, sin evitar asustarse por la repentina aparición de dicho sujeto. Miró a Eltrant y le extendió la palma de su manos indicándole que se esperase
-Me toca a mí-Dijo con confianza. Acto seguido, se encamino despacio y sin aparentar sospechoso hacia el hombre
-¿Quiénes sois?-Dijo con un tono autoritario
El sujeto era un guardia convencional, no muy grande y de aspecto poco feroz. No sería un problema el derribarlo en cuestión de un minuto. Con rapidez y agilidad, Alward se llevó sus manos hacia sus dos espadas y las desenvainó a la vez que echó a correr hacia el hombre. En un instante, se colocó frente a él y, con el impulso de la carrera, pegó un salto que, con un rodillazo a la altura del estómago, derribó a aquel sujeto. Alward quedó por encima y, como si de un acto reflejo se tratase, pegó un fuerte y seco golpe en la cabeza del guardia con la empuñadura de una de sus armas lo suficientemente duro para dejarlo inconsciente. No llevaba casco, por suerte para el mercenario.
Tras eso, escuchó la alarma y se dirigió de nuevo junto a Eltrant. Era la señal para que ambos entrasen después de medio minuto, ¿Se habría ocupado Asher de todo? Pronto lo sabría.
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El grupo de Emmanuel, Lyn y el compañero de Asher también lo tuvieron bastante fácil y todo fue relativamente rápido. La agilidad de los tres les permitía avanzar a buen ritmo y eliminar con la mayor discreción a los guardias que se encontraban. El arquero no podía usar su arco en un espacio tan cerrado y con la agilidad y rapidez que requería la situación. Una contrariedad bastante curiosa, pero por suerte, tenía una daga que siempre portaba consigo que conseguía hacer su trabajo y tapar su carencia ofensiva en ese momento. el felino con la ballesta, Lyn en las sombras y él mismo moviéndose sigilosamente cual asesino eran un trío letal y silencioso.
-¡Me tengo que conseguir una de esas!-Le dijo al felino tras haber disparado un virote certero en un guardia-Por cierto, tu nombre era...
El felino no parecía muy amistoso y no se le veían con ganas de establecer ningún tipo de contacto con, en ese momento, sus compañeros. Cosa que Emmanuel no entendió pero dejó pasar, no era momento de discutir nada. Sin embargo, la vampiresa se veía y mostraba más amistosa y alegre, alguien en quien confiar y sin maldad. A uno de los comentarios que soltó la chica sobre un cuadro extravagante sobre una mujer que cabalgaba un caballo alado semidesnuda, el arquero soltó una risilla y le contestó.
-Tampoco está tan mal...-Dijo con una sonrisa pícara y un tono irónico.
Finalmente consiguieron llegar a la habitación de Roiland, la tensión antes de entrar era incluso palpitante en el ambiente. El mercenario casi no se podía creer que lo hubiesen conseguido.
Los tres entraron. Lo que se encontraron dentro impactó incluso más de lo esperado al arquero; nada, ¡No había nadie! ¿Cómo era posible? ¿Acaso se habían enterado de su presencia? ¿Los habían pillado? Estas preguntas rondaban la cabeza de Emmanuel en bucle, mientras examinaba la habitación exhaustivamente por si encontraba alguna pista. Harto de buscar y no encontrar nada, optó por sentarse a los pies de la cama mientras observaba a Lyn y al felino
-¿Y ahora qué?
De pronto, sonó una alarma que se escuchó desde el primer piso. De forma instantánea, el arquero se puso en pie, mirando de nuevo a sus dos compañeros para ver cómo procedían a continuación, ¿Deberían bajar o seguir buscando a Roiland? No era decisión suya, ya que él solamente se prestaba a obedecer órdenes. Era un mercenario después de todo.
Alward Sevna
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Asintió a Asher y, sin añadir nada, dejó que se marchase. Esperaba que no fuese a hacer nada especialmente contraproducente dada la situación en la que se encontraban, pero conocía a su amigo, tenía un plan.
- Esperamos veinte segundos y avanzamos. – dijo para sí, según el lobo se alejaba, forzándose a no olvidar las palabras que les había dicho este.
Cuando se Alward y él se quedaron a solas todo se sumió en el más absoluto de los silencios durante unos segundos, solo roto por las distantes voces de los guardas y la respiración de ambos humanos quienes, sin moverse del escondite en el que estaban, aguardaban la señal del can.
Hasta que, al cabo de unos minutos, el mercenario rompió dicho silencio con poco más que un susurro formulando una pregunta que hizo que Eltrant se riese por lo bajo, tras negar con la cabeza, dedicó sonrisa al Stelliazo y depositó su mano derecha en su hombro.
-Estoy aquí – Le dijo sin perder la sonrisa. - ¿Tú que crees? – Agregó justo después.
Se le detuvo el corazón cuando escuchó como alguien al otro lado del pasillo se percataba de la presencia de los humanos y se interesaba, en primer lugar, por saber quiénes eran y que hacían allí. Por supuesto esto lo hizo según desenvainaba su propia arma.
Suspiró, se iba Asher unos segundos y les descubrían, no estaban hechos precisamente para ser ladrones o algo por el estilo. Sin dudarlo un instante llevó su mano derecha hasta el pomo de Recuerdo en su cintura y se incorporó levemente, dispuesto a acabar con aquel tipo antes de que alterase a toda la mansión.
Pero Alward le indicó que aquel guardia era su responsabilidad.
Tras unos instantes mirando el rostro del mercenario asintió y soltó su propia espada. Observó, mientras vigilaba que no se apareciesen más guardas, cómo su compañero esgrimiendo una espada en cada mano se hacía cargo de la situación de una forma bastante contundente.
Al ver caer el cadáver del hombre que les había visto, pesadamente, presa de las afiladas hojas de Alward rememoró durante unos instantes las palabras de Flint.
“Gran potencial”
Esperaba que los Stelliazos no acabasen como la mayoría de los grupos mercenarios que había tenido la suerte, o el infortunio, de conocer. Parecían ser lo que él, tiempo atrás, había tratado de construir con su propia compañía mercenaria.
- Luna Invernal… - susurró pasándose la mano por la cara, suspirando, viendo al Stelliazo volver con él. – Buen trabaj… - La alarma saltó antes de que pudiese decirle nada a su compañero. Frunció el ceño y le indicó al mercenario que se posicionase tras él.
- ¡FUEGO! –
Los guardas del lugar corrían de un lado a otro, evidentemente con bastante prisa. ¿Aquello era parte del plan? Aguardó los veinte segundos que el lobo le había pedido, confiando en que el fuego era algo que su amigo pretendía y que no era un síntoma de que le habían descubierto.
- ¡Vosotros dos! ¡No os alejéis de la puerta! – vociferó un hombre antes de marcharse escaleras arriba. - ¡Esto no es ningún entrenamiento! ¡No os alejéis! – La voz del hombre continuó escuchándose según esta se alejaba.
- “Mortal, Roiland no está en su habitación” – La voz de Lyn se abrió paso entre la ingente cantidad de pensamientos que recorrían su cabeza en aquel instante. Más problemas, – “Pero estaba aquí hace poco y… espera un momento, viene alguien” – Frunció el ceño y se giró hacía Alward.
- “¡Lyn! ¡¿Va todo bien?!” – No obtuvo respuesta alguna. – “¡Contéstame!” - Algo iba mal, algo iba muy muy mal. Se tranquilizó pensando que la vampiresa estaba con Syl y con Emmanuel, podía ser peor.
Frunció el ceño, ya habían pasado más de veinte segundos y dos guardias seguían apostados en la puerta. No podían esperar más, la mansión estaba alerta, quizás no por la presencia de intrusos, pero el fuego les estaba obligando a adoptar posiciones defensivas.
Tenían que actuar ya.
- Alward, no te alejes de mí. – Le dijo sin girarse a mirarle, tenían que salir al jardín, tenían que abrir la puerta. – Quédate detrás mía, voy a abrir un hueco. – Señaló a la puerta. – No te pares. – Indicó. – Confía en mí. – dijo al final con una sonrisa.
Tan pronto como Eltrant terminó de hablar salió de su escondite y comenzó a correr hacía los dos últimos guardas que quedaban en la amplia antesala de la mansión, no desenvainó sus armas, no iban a ser necesarias.
No tardaron en verle, no era difícil hacerlo. Quizás no fuese un lobo de dos metros de altura, pero seguía siendo un tipo enfundado en metal corriendo a través de una sala con bastante poco mobiliario.
El primero de los soldados no llegó a desenvainar la espada a tiempo, Eltrant lo lanzó a un lado tan pronto le alcanzó, le placó en el pecho con todas sus fuerzas. El hombre no pudo hacer nada salvo respirar con dificultad, tratando de encontrar el aire que el exmercenario le había sacado de sus pulmones. [1]
- ¡Encárgate de ese antes de que se levante! – Exclamó Eltrant a Alward sin detenerse.
El otro guardia sí que llegó a desenvainar su espada, pero no le sirvió de gran cosa pues este acabó empotrado contra la pared incapaz de detener a Eltrant, quien presionó con más fuerza al notar como el hombre al que acababa de embestir trataba de zafarse de su agarre.
Cuando el cuerpo de aquel hombre resbaló inerte por la pared contra la que le había golpeado de forma repetida, Eltrant se giró hacia Alward buscando ver como estaba. Una vez hecho esto abrió las amplias puertas de la mansión y se adentró en el jardín.
Allí estaba, su objetivo, una imponente puerta metálica, similar a las de las distintas fortificaciones que podías encontrarte a lo largo y ancho de Aerandir; Justo al otro lado de un camino empedrado sorteado por flores que, tiempo atrás, habría sido incluso hermoso de ver.
Pero, desafortunadamente para los humanos, no todos los soldados se habían ido en busca del incendio que, en aquel momento, se estaba produciendo en alguna parte de la mansión.
Cinco soldados les miraban desde el otro lado del jardín.
Apretó los dientes y frunció el ceño, llevó su mano útil hasta la empuñadura de Olvido. Por mucho que le costase admitirlo, esperaba aquello, era impensable que dejasen sin protección alguna la puerta principal.
Un hombre joven, ataviado con una armadura de color oscuro con tonalidades rojizas, se colocó en cabeza de aquel grupo.
- ¿Vosotros habéis iniciado el fuego? – Preguntó, ladeó levemente la cabeza - Hasta aquí habéis llegado. – dijo con un tono de voz completamente monótono, dejando descansar a su lado la lanza que blandía.
Solo había oído una frase salir de la boca de aquel tipo, pero por su expresión casi parecía que no estaba sintiendo nada en aquel momento, que carecía de emociones. Había visto a cibernéticos con más efusividad.
- Prepárate Alward. – dijo apenas en un susurro, los soldados que acompañaban al rubio comenzaron a posicionarse en torno al que parecía ser su líder.
¿Dónde estaba Asher? Esperaba que estuviese bien. Distantes avisos, lejanas menciones al fuego que parecía estar consumiendo la mansión seguían sucediéndose en la distancia. Cómo había hecho con Lyn momentos atrás, se obligó a pensar que estaba causando estragos en el lugar, Asher era alguien perfectamente capaz de defenderse solo.
Una sucesión de lo que parecían ser runas se iluminaron en la lanza del rubio.
- Nadie va a abrir el portón esta noche. –
Se mordió el labio inferior, la habitación estaba completamente vacía.
¿Les habrían descubierto?
Pero Syl tenía razón, afortunadamente, no llevaba mucho tiempo de aquel modo. No solo la carta con la tinta húmeda probaba aquello, el olor de la habitación, podía notarlo, la esencia del hombre que había estado allí apenas segundos atrás o que podía seguir allí escondido.
Como Syl, adoptó cierta prudencia a la hora de moverse, con movimiento casi felinos, tratando de no producir sonido alguno con cada movimiento que realizaba.
- Tiene que haber un pasadizo o algo por aquí… - dijo a los presentes al cabo de unos segundos pensativa. – No ha salido por la puerta principal porque… bueno, estábamos nosotros. – Sonrió. – Y dudo mucho que se haya tirado por la ventana. – Indicó a continuación. La ventana, aun así, estaba cerrada a cal y canto con una serie de cerrojos a cada cual más vistoso. Era obvio que no la había usado nadie.
Alguien en el piso inferior dio la alarma, en algún punto del edificio se había producido un fuego. Frunció el ceño y miró la entrada del dormitorio esperando ver aparecer algún guardia, pero, en un principio, no pasó nada.
Avisó mentalmente a Eltrant, casi se le había olvidado hacerlo por culpa de la desaparición de Roiland.
Pero no llegó a acabar de hablar con él, una silueta apareció en la puerta y esta no estaba sola. Entornó los ojos y retrocedió un par de pasos, buscó tanto a Syl como a Emmanuel con la mirada, las sombras del lugar comenzaron a deslizarse hasta sus pies.
- ¡Vamos, vamos! – dijo el hombre de la armadura oscura de tonos carmesíes sacudiendo las manos de forma conciliadora, con una sonrisa. – Es muy tarde y tengo sueño. ¿De verdad es necesario pelear? ¿Por qué no me hacéis un favor y os rendís? – Amplió la sonrisa a la vez que se internaba lentamente en la habitación. – …Al parecer los miedos de mi buen señor no eran infundados. – Miró a Syl y desenvainó muy lentamente la espada que pendía de su cinturón, se llevó la mano libre hasta la barba corta y la atusó con suavidad. – Las gentes del desierto ya usan hasta a gentes de la noche… – Negó con la cabeza, algunos soldados más se quedaron en la puerta, esperando que el hombre que, evidentemente era el líder, terminase de lidiar con los intrusos. - ¿Tanto os cuesta saber el lugar al que pertenecéis? – Cerró los ojos unos instantes y suspiró. – Bueno, no es mi culpa si os hago daño. – Añadió al final sin perder la sonrisa. – Que conste que yo solo quiero tener una noche de sueño sin interrupciones. – Aseveró volviendo a mostrarse a afable a los presentes.
Una serie de runas comenzaron a iluminarse en la espada del recién llegado.
[1]: Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
- Esperamos veinte segundos y avanzamos. – dijo para sí, según el lobo se alejaba, forzándose a no olvidar las palabras que les había dicho este.
Cuando se Alward y él se quedaron a solas todo se sumió en el más absoluto de los silencios durante unos segundos, solo roto por las distantes voces de los guardas y la respiración de ambos humanos quienes, sin moverse del escondite en el que estaban, aguardaban la señal del can.
Hasta que, al cabo de unos minutos, el mercenario rompió dicho silencio con poco más que un susurro formulando una pregunta que hizo que Eltrant se riese por lo bajo, tras negar con la cabeza, dedicó sonrisa al Stelliazo y depositó su mano derecha en su hombro.
-Estoy aquí – Le dijo sin perder la sonrisa. - ¿Tú que crees? – Agregó justo después.
Se le detuvo el corazón cuando escuchó como alguien al otro lado del pasillo se percataba de la presencia de los humanos y se interesaba, en primer lugar, por saber quiénes eran y que hacían allí. Por supuesto esto lo hizo según desenvainaba su propia arma.
Suspiró, se iba Asher unos segundos y les descubrían, no estaban hechos precisamente para ser ladrones o algo por el estilo. Sin dudarlo un instante llevó su mano derecha hasta el pomo de Recuerdo en su cintura y se incorporó levemente, dispuesto a acabar con aquel tipo antes de que alterase a toda la mansión.
Pero Alward le indicó que aquel guardia era su responsabilidad.
Tras unos instantes mirando el rostro del mercenario asintió y soltó su propia espada. Observó, mientras vigilaba que no se apareciesen más guardas, cómo su compañero esgrimiendo una espada en cada mano se hacía cargo de la situación de una forma bastante contundente.
Al ver caer el cadáver del hombre que les había visto, pesadamente, presa de las afiladas hojas de Alward rememoró durante unos instantes las palabras de Flint.
“Gran potencial”
Esperaba que los Stelliazos no acabasen como la mayoría de los grupos mercenarios que había tenido la suerte, o el infortunio, de conocer. Parecían ser lo que él, tiempo atrás, había tratado de construir con su propia compañía mercenaria.
- Luna Invernal… - susurró pasándose la mano por la cara, suspirando, viendo al Stelliazo volver con él. – Buen trabaj… - La alarma saltó antes de que pudiese decirle nada a su compañero. Frunció el ceño y le indicó al mercenario que se posicionase tras él.
- ¡FUEGO! –
Los guardas del lugar corrían de un lado a otro, evidentemente con bastante prisa. ¿Aquello era parte del plan? Aguardó los veinte segundos que el lobo le había pedido, confiando en que el fuego era algo que su amigo pretendía y que no era un síntoma de que le habían descubierto.
- ¡Vosotros dos! ¡No os alejéis de la puerta! – vociferó un hombre antes de marcharse escaleras arriba. - ¡Esto no es ningún entrenamiento! ¡No os alejéis! – La voz del hombre continuó escuchándose según esta se alejaba.
- “Mortal, Roiland no está en su habitación” – La voz de Lyn se abrió paso entre la ingente cantidad de pensamientos que recorrían su cabeza en aquel instante. Más problemas, – “Pero estaba aquí hace poco y… espera un momento, viene alguien” – Frunció el ceño y se giró hacía Alward.
- “¡Lyn! ¡¿Va todo bien?!” – No obtuvo respuesta alguna. – “¡Contéstame!” - Algo iba mal, algo iba muy muy mal. Se tranquilizó pensando que la vampiresa estaba con Syl y con Emmanuel, podía ser peor.
Frunció el ceño, ya habían pasado más de veinte segundos y dos guardias seguían apostados en la puerta. No podían esperar más, la mansión estaba alerta, quizás no por la presencia de intrusos, pero el fuego les estaba obligando a adoptar posiciones defensivas.
Tenían que actuar ya.
- Alward, no te alejes de mí. – Le dijo sin girarse a mirarle, tenían que salir al jardín, tenían que abrir la puerta. – Quédate detrás mía, voy a abrir un hueco. – Señaló a la puerta. – No te pares. – Indicó. – Confía en mí. – dijo al final con una sonrisa.
Tan pronto como Eltrant terminó de hablar salió de su escondite y comenzó a correr hacía los dos últimos guardas que quedaban en la amplia antesala de la mansión, no desenvainó sus armas, no iban a ser necesarias.
No tardaron en verle, no era difícil hacerlo. Quizás no fuese un lobo de dos metros de altura, pero seguía siendo un tipo enfundado en metal corriendo a través de una sala con bastante poco mobiliario.
El primero de los soldados no llegó a desenvainar la espada a tiempo, Eltrant lo lanzó a un lado tan pronto le alcanzó, le placó en el pecho con todas sus fuerzas. El hombre no pudo hacer nada salvo respirar con dificultad, tratando de encontrar el aire que el exmercenario le había sacado de sus pulmones. [1]
- ¡Encárgate de ese antes de que se levante! – Exclamó Eltrant a Alward sin detenerse.
El otro guardia sí que llegó a desenvainar su espada, pero no le sirvió de gran cosa pues este acabó empotrado contra la pared incapaz de detener a Eltrant, quien presionó con más fuerza al notar como el hombre al que acababa de embestir trataba de zafarse de su agarre.
Cuando el cuerpo de aquel hombre resbaló inerte por la pared contra la que le había golpeado de forma repetida, Eltrant se giró hacia Alward buscando ver como estaba. Una vez hecho esto abrió las amplias puertas de la mansión y se adentró en el jardín.
Allí estaba, su objetivo, una imponente puerta metálica, similar a las de las distintas fortificaciones que podías encontrarte a lo largo y ancho de Aerandir; Justo al otro lado de un camino empedrado sorteado por flores que, tiempo atrás, habría sido incluso hermoso de ver.
Pero, desafortunadamente para los humanos, no todos los soldados se habían ido en busca del incendio que, en aquel momento, se estaba produciendo en alguna parte de la mansión.
Cinco soldados les miraban desde el otro lado del jardín.
Apretó los dientes y frunció el ceño, llevó su mano útil hasta la empuñadura de Olvido. Por mucho que le costase admitirlo, esperaba aquello, era impensable que dejasen sin protección alguna la puerta principal.
Un hombre joven, ataviado con una armadura de color oscuro con tonalidades rojizas, se colocó en cabeza de aquel grupo.
- ¿Vosotros habéis iniciado el fuego? – Preguntó, ladeó levemente la cabeza - Hasta aquí habéis llegado. – dijo con un tono de voz completamente monótono, dejando descansar a su lado la lanza que blandía.
Solo había oído una frase salir de la boca de aquel tipo, pero por su expresión casi parecía que no estaba sintiendo nada en aquel momento, que carecía de emociones. Había visto a cibernéticos con más efusividad.
- Prepárate Alward. – dijo apenas en un susurro, los soldados que acompañaban al rubio comenzaron a posicionarse en torno al que parecía ser su líder.
¿Dónde estaba Asher? Esperaba que estuviese bien. Distantes avisos, lejanas menciones al fuego que parecía estar consumiendo la mansión seguían sucediéndose en la distancia. Cómo había hecho con Lyn momentos atrás, se obligó a pensar que estaba causando estragos en el lugar, Asher era alguien perfectamente capaz de defenderse solo.
Una sucesión de lo que parecían ser runas se iluminaron en la lanza del rubio.
- Nadie va a abrir el portón esta noche. –
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Se mordió el labio inferior, la habitación estaba completamente vacía.
¿Les habrían descubierto?
Pero Syl tenía razón, afortunadamente, no llevaba mucho tiempo de aquel modo. No solo la carta con la tinta húmeda probaba aquello, el olor de la habitación, podía notarlo, la esencia del hombre que había estado allí apenas segundos atrás o que podía seguir allí escondido.
Como Syl, adoptó cierta prudencia a la hora de moverse, con movimiento casi felinos, tratando de no producir sonido alguno con cada movimiento que realizaba.
- Tiene que haber un pasadizo o algo por aquí… - dijo a los presentes al cabo de unos segundos pensativa. – No ha salido por la puerta principal porque… bueno, estábamos nosotros. – Sonrió. – Y dudo mucho que se haya tirado por la ventana. – Indicó a continuación. La ventana, aun así, estaba cerrada a cal y canto con una serie de cerrojos a cada cual más vistoso. Era obvio que no la había usado nadie.
Alguien en el piso inferior dio la alarma, en algún punto del edificio se había producido un fuego. Frunció el ceño y miró la entrada del dormitorio esperando ver aparecer algún guardia, pero, en un principio, no pasó nada.
Avisó mentalmente a Eltrant, casi se le había olvidado hacerlo por culpa de la desaparición de Roiland.
Pero no llegó a acabar de hablar con él, una silueta apareció en la puerta y esta no estaba sola. Entornó los ojos y retrocedió un par de pasos, buscó tanto a Syl como a Emmanuel con la mirada, las sombras del lugar comenzaron a deslizarse hasta sus pies.
- ¡Vamos, vamos! – dijo el hombre de la armadura oscura de tonos carmesíes sacudiendo las manos de forma conciliadora, con una sonrisa. – Es muy tarde y tengo sueño. ¿De verdad es necesario pelear? ¿Por qué no me hacéis un favor y os rendís? – Amplió la sonrisa a la vez que se internaba lentamente en la habitación. – …Al parecer los miedos de mi buen señor no eran infundados. – Miró a Syl y desenvainó muy lentamente la espada que pendía de su cinturón, se llevó la mano libre hasta la barba corta y la atusó con suavidad. – Las gentes del desierto ya usan hasta a gentes de la noche… – Negó con la cabeza, algunos soldados más se quedaron en la puerta, esperando que el hombre que, evidentemente era el líder, terminase de lidiar con los intrusos. - ¿Tanto os cuesta saber el lugar al que pertenecéis? – Cerró los ojos unos instantes y suspiró. – Bueno, no es mi culpa si os hago daño. – Añadió al final sin perder la sonrisa. – Que conste que yo solo quiero tener una noche de sueño sin interrupciones. – Aseveró volviendo a mostrarse a afable a los presentes.
Una serie de runas comenzaron a iluminarse en la espada del recién llegado.
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[1]: Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
- Oponente Eltrant/Alward:
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- Oponente Syl/Lyn/Emmanuel:
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Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Cortinas. Estandartes. Banderas. Alfombras. Muebles de madera. Ese comedor prácticamente pedía a gritos que alguien le prendiese fuego. No se me ocurría lugar mejor para aquello. Fue casi instantáneo. En cuanto el frasco se rompió contra la pared, las llamas se lanzaron hacia todas las superficies vulnerables que las rodeaban.
En cierta forma, era un incendio controlado. La mayor parte del edificio era de piedra, después de todo. Aunque los adornos arderían bastante bien, había poco riesgo de que el fuego se extendiese demasiado. E incluso si lo hacía... no me importaba demasiado. Era la mansión de Roiland, después de todo. Le estaba haciendo un favor, descontaminando ese sitio.
Me agaché, escondiéndome tras una pared mientras los pasos de algún guardia se acercaban, atraídos por el ruido del cristal rompiéndose. No tardó en dar la voz de alarma. En cuestión de segundos, el sonido de al menos una veintena de guardias corriendo empezó a retumbar por distintas partes de la mansión. Hora de moverme. Me apresuré hasta la cocina. Si recordaba bien el plano, podía ocultarme en el sótano y volver al exterior desde allí...
Me coloqué frente a la trampilla que daba con este. Pero, antes de que pudiese si quiera agacharme, esta se abrió. Mi mirada se cruzó con la de un guardia que portaba un saco de arena en brazos. Esbocé una mueca, pero actué deprisa. Debido a que estaba unos escalones por debajo, sólo podía hacer una cosa. Alcé la rodilla, impactando contra su cabeza antes de que pudiese soltar más que una exclamación de alerta. El hombre cayó de espaldas, impactando contra las escaleras.
Demasiado tarde. El ruido había sido suficiente. Me di la vuelta y atravesé la habitación, sólo para encontrarme de cara con un grupo de guardias. Todos desenfundaron sus armas. Yo también. Sin embargo, antes de que ninguno de los dos se lanzase, una figura se abrió paso entre los demás, colocándose al frente. Un hombre mayor enfundado en armadura completa, con un porte similar al de Irirgo y un parche en el ojo.
-Encargaos del fuego. Yo me ocupo del animal.- ordenó, alzando un brazo. Sin dudarlo un instante, el resto obedeció. -Nórgedos bastardos... sabía que esto ocurriría tarde o temprano.- dijo, mirándome con desprecio.
No tenía tiempo para eso. Por divertido que resultase el despedazar a cualquier idiota arrogante que se me cruzase, aquello no era parte del plan. Me di la vuelta y empecé a correr. Un viejo en armadura pesada no podía...
Un horrible chirrido de metal atravesó la habitación. Instintivamente, me lancé hacia un lado, evitando por muy poco una puntiaguda hoja de metal. La seguí con la mirada. Una larga y fina lámina de acero negro se extendía desde la pared hasta la armadura del anciano, en la que brillaban una serie de runas.
-Magia de metal.- mascullé.
-Soy el Capitán Dírvol. No voy a dejar que nadie...- me lancé contra él, espada por delante. No tenía intención de quedarme a escuchar presentaciones. Más lanzas de metal salieron de su armadura, dirigiéndose hacia mí. Repelí la primera con un tajo de Brillo, y salté por encima de la segunda sin dejar de avanzar. Esta vez, fue un cilindro lo que salió de uno de sus guanteletes. No hacia mi, sino hacia el suelo, erigiendo una pequeña columna de acero entre mi espada y él.
La hoja de Brillo rebotó contra el obstaculo. Mostré los dientes con un gruñido. El metal volvió al brazal del brujo, que había quedado expuesto durante unos breves instantes. Era vulnerable al atacar. El veterano me miró fijamente a los ojos. Mi espada vibró ligeramente en mi mano. Estaba intentando controlarla. La agarré con más fuerza, ignorando aquella extraña sensación, y lancé una estocada hacia su pecho que evitó con un salto hacia atrás.
-Eso suele funcionar.- dijo secamente, frunciendo el ceño. -Da igual.- El brujo alzó una mano. Una decena de cuchillos arrojadizos se desprendieron de su armadura, alzándose por encima de ambos. Eché a correr, evitando las primeras puñaladas de lo que parecían casi pájaros de acero. Tenía que apartarme de su vista. Empecé a notar varias punzadas. Algunas en las partes que protegía mi armadura. Otras, rozando el pelaje de mis brazos. Pero finalmente, uno de los puñales encontró mi antebrazo.
Me lancé detrás de una columna, gruñendo mientras notaba la sangre resbalando lentamente por mi brazo. No era una herida seria. Podía lidiar con eso después.
-No puedes esconderte, salvaje.- dijo el viejo. Sus pasos resonaban por toda la habitación. -Este es el dominio de mi señor. ¿Creías que podías colarte aquí sin más?-
-Da igual lo que haga. Ya he ganado. Roiland está muerto.- declaré con seguridad, saliendo de la columna y mirándole con una sonrisa confiada. -¿O creías que había venido sólo?-
-¡MIENTES!- exclamó. Los cuchillos voladores volvieron a manifestarse frente a mi. Todos vinieron a la vez, acercándose a una velocidad vertiginosa. Lancé un tajo al aire, impactando contra los distintos proyectiles... y absorbiéndolos en el aire, haciéndolos desaparecer al fundirse con la hoja de Brillo. Le apunté con la punta, ahora reforzada y con apariencia pesada e intimidante.
Era mi turno.
Había algo raro en todo aquello. En el trayecto hasta la puerta, había habido un rastro con el olor de Roiland. Pero era ligero. Casi camuflado por debajo del sudor y el metal de los guardias. No había atravesado los pasillos en varios minutos, quizás horas. Lyn tenía razón. Si había abandonado la habitación, había sido por alguna otra vía.
Syl se dirigió hacia uno de los grandes armarios, sin bajar su ballesta durante un instante. Pero no llegó a abrirlo. Una figura les había seguido. No era de extrañar. Ante cualquier alarma, al menos un grupo iría a asegurarse de que Roiland siguiese respirando. Sin embargo, la voz de la puerta le sorprendió. Cuando el gato se giró, escudriñó al recién llegado con la mirada.
Le costó unos segundos comprenderlo. La actitud era... casi tranquila.
-¿Qué diría Samir si te viese trabajando para Roiland?- preguntó el felino, mirándole seriamente. El hombre dio unos pasos hacia un lado, ensanchando su sonrisa.
-¿Conoces a mi hermano? ¡Qué pequeño es el mundo!- rió. Algunos hombres de la puerta se agitaron, inquietos, pero permanecieron fuera, unos pocos apartándose. -Pero diría algo como "Siempre has tomado malas decisiones." Lo cual es gracioso, teniendo en cuenta donde acab...-
El guardia no terminó la frase. Un virote envenenado atravesó la habitación. No dirigido hacia él... sino hacia la puerta. La flecha se detuvo en el aire. Y de ella, empezó a brotar sangre. En pocos segundos, la figura de Lord Roiland se materializó, con un virote en el hombro y un frasco de cristal casi vacío en la mano. Una poción de invisibilidad. Aquellas... eran muy caras.
-¡Matadlos a los tres!- ordenó, alejándose y sujetando la herida.
-...vaya. Buen ojo, gato.- dijo el hombre cuyo nombre era, si no recordaba mal, Carper Nihund. -Una pena que tenga órdenes.- Y, con esas palabras, el guardia clavó su espada en el suelo. Las runas se activaron. Unas grandes estacas de hielo salieron de este hacia el pasillo, bloqueando la puerta casi por completo.
El guardia se lanzó hacia los asesinos.
En cierta forma, era un incendio controlado. La mayor parte del edificio era de piedra, después de todo. Aunque los adornos arderían bastante bien, había poco riesgo de que el fuego se extendiese demasiado. E incluso si lo hacía... no me importaba demasiado. Era la mansión de Roiland, después de todo. Le estaba haciendo un favor, descontaminando ese sitio.
Me agaché, escondiéndome tras una pared mientras los pasos de algún guardia se acercaban, atraídos por el ruido del cristal rompiéndose. No tardó en dar la voz de alarma. En cuestión de segundos, el sonido de al menos una veintena de guardias corriendo empezó a retumbar por distintas partes de la mansión. Hora de moverme. Me apresuré hasta la cocina. Si recordaba bien el plano, podía ocultarme en el sótano y volver al exterior desde allí...
Me coloqué frente a la trampilla que daba con este. Pero, antes de que pudiese si quiera agacharme, esta se abrió. Mi mirada se cruzó con la de un guardia que portaba un saco de arena en brazos. Esbocé una mueca, pero actué deprisa. Debido a que estaba unos escalones por debajo, sólo podía hacer una cosa. Alcé la rodilla, impactando contra su cabeza antes de que pudiese soltar más que una exclamación de alerta. El hombre cayó de espaldas, impactando contra las escaleras.
Demasiado tarde. El ruido había sido suficiente. Me di la vuelta y atravesé la habitación, sólo para encontrarme de cara con un grupo de guardias. Todos desenfundaron sus armas. Yo también. Sin embargo, antes de que ninguno de los dos se lanzase, una figura se abrió paso entre los demás, colocándose al frente. Un hombre mayor enfundado en armadura completa, con un porte similar al de Irirgo y un parche en el ojo.
-Encargaos del fuego. Yo me ocupo del animal.- ordenó, alzando un brazo. Sin dudarlo un instante, el resto obedeció. -Nórgedos bastardos... sabía que esto ocurriría tarde o temprano.- dijo, mirándome con desprecio.
No tenía tiempo para eso. Por divertido que resultase el despedazar a cualquier idiota arrogante que se me cruzase, aquello no era parte del plan. Me di la vuelta y empecé a correr. Un viejo en armadura pesada no podía...
Un horrible chirrido de metal atravesó la habitación. Instintivamente, me lancé hacia un lado, evitando por muy poco una puntiaguda hoja de metal. La seguí con la mirada. Una larga y fina lámina de acero negro se extendía desde la pared hasta la armadura del anciano, en la que brillaban una serie de runas.
-Magia de metal.- mascullé.
-Soy el Capitán Dírvol. No voy a dejar que nadie...- me lancé contra él, espada por delante. No tenía intención de quedarme a escuchar presentaciones. Más lanzas de metal salieron de su armadura, dirigiéndose hacia mí. Repelí la primera con un tajo de Brillo, y salté por encima de la segunda sin dejar de avanzar. Esta vez, fue un cilindro lo que salió de uno de sus guanteletes. No hacia mi, sino hacia el suelo, erigiendo una pequeña columna de acero entre mi espada y él.
La hoja de Brillo rebotó contra el obstaculo. Mostré los dientes con un gruñido. El metal volvió al brazal del brujo, que había quedado expuesto durante unos breves instantes. Era vulnerable al atacar. El veterano me miró fijamente a los ojos. Mi espada vibró ligeramente en mi mano. Estaba intentando controlarla. La agarré con más fuerza, ignorando aquella extraña sensación, y lancé una estocada hacia su pecho que evitó con un salto hacia atrás.
-Eso suele funcionar.- dijo secamente, frunciendo el ceño. -Da igual.- El brujo alzó una mano. Una decena de cuchillos arrojadizos se desprendieron de su armadura, alzándose por encima de ambos. Eché a correr, evitando las primeras puñaladas de lo que parecían casi pájaros de acero. Tenía que apartarme de su vista. Empecé a notar varias punzadas. Algunas en las partes que protegía mi armadura. Otras, rozando el pelaje de mis brazos. Pero finalmente, uno de los puñales encontró mi antebrazo.
Me lancé detrás de una columna, gruñendo mientras notaba la sangre resbalando lentamente por mi brazo. No era una herida seria. Podía lidiar con eso después.
-No puedes esconderte, salvaje.- dijo el viejo. Sus pasos resonaban por toda la habitación. -Este es el dominio de mi señor. ¿Creías que podías colarte aquí sin más?-
-Da igual lo que haga. Ya he ganado. Roiland está muerto.- declaré con seguridad, saliendo de la columna y mirándole con una sonrisa confiada. -¿O creías que había venido sólo?-
-¡MIENTES!- exclamó. Los cuchillos voladores volvieron a manifestarse frente a mi. Todos vinieron a la vez, acercándose a una velocidad vertiginosa. Lancé un tajo al aire, impactando contra los distintos proyectiles... y absorbiéndolos en el aire, haciéndolos desaparecer al fundirse con la hoja de Brillo. Le apunté con la punta, ahora reforzada y con apariencia pesada e intimidante.
Era mi turno.
__________________________________________________
Había algo raro en todo aquello. En el trayecto hasta la puerta, había habido un rastro con el olor de Roiland. Pero era ligero. Casi camuflado por debajo del sudor y el metal de los guardias. No había atravesado los pasillos en varios minutos, quizás horas. Lyn tenía razón. Si había abandonado la habitación, había sido por alguna otra vía.
Syl se dirigió hacia uno de los grandes armarios, sin bajar su ballesta durante un instante. Pero no llegó a abrirlo. Una figura les había seguido. No era de extrañar. Ante cualquier alarma, al menos un grupo iría a asegurarse de que Roiland siguiese respirando. Sin embargo, la voz de la puerta le sorprendió. Cuando el gato se giró, escudriñó al recién llegado con la mirada.
Le costó unos segundos comprenderlo. La actitud era... casi tranquila.
-¿Qué diría Samir si te viese trabajando para Roiland?- preguntó el felino, mirándole seriamente. El hombre dio unos pasos hacia un lado, ensanchando su sonrisa.
-¿Conoces a mi hermano? ¡Qué pequeño es el mundo!- rió. Algunos hombres de la puerta se agitaron, inquietos, pero permanecieron fuera, unos pocos apartándose. -Pero diría algo como "Siempre has tomado malas decisiones." Lo cual es gracioso, teniendo en cuenta donde acab...-
El guardia no terminó la frase. Un virote envenenado atravesó la habitación. No dirigido hacia él... sino hacia la puerta. La flecha se detuvo en el aire. Y de ella, empezó a brotar sangre. En pocos segundos, la figura de Lord Roiland se materializó, con un virote en el hombro y un frasco de cristal casi vacío en la mano. Una poción de invisibilidad. Aquellas... eran muy caras.
-¡Matadlos a los tres!- ordenó, alejándose y sujetando la herida.
-...vaya. Buen ojo, gato.- dijo el hombre cuyo nombre era, si no recordaba mal, Carper Nihund. -Una pena que tenga órdenes.- Y, con esas palabras, el guardia clavó su espada en el suelo. Las runas se activaron. Unas grandes estacas de hielo salieron de este hacia el pasillo, bloqueando la puerta casi por completo.
El guardia se lanzó hacia los asesinos.
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Usada habilidad de Asher: Absorber
Veneno mencionado: Veneno Maldito de Constitución: Roiland quedará muy debilitado temporalmente. Sin embargo, hay guardias escoltandole.
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Última edición por Asher el Sáb Mayo 19 2018, 23:03, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Alward corrió tras Eltrant, siguiendo sus espontáneas "órdenes" por llamarlo de alguna forma.
Como un auténtico muro impenetrable andante, el ex-mercenario cargó contra un guardia que se cruzó en su camino, dejando al otro para Alward. Por suerte estaba en el suelo y solo tendría que ejecutarlo, cosa que hizo con facilidad, una estocada directa en el cuello y trabajo completo. No le gustaba matar por las buenas, pero no tenían tiempo y seguramente era la mejor opción.
Finalmente lo lograron, o casi. Llegaron hasta la puerta que tenían que abrir, situada en los alrededores de un hermoso jardín floreciente y lleno de vida, pero no había tiempo para admirar las vistas, tenían trabajo que hacer y parecían que se acercaban problemas. Por desgracia para ellos, les esperaban todo un séquito de guardias que seguían a uno en especial, un hombre rubio, de temple fría que portaba una lanza.
Estaba todo dispuesto para la batalla. Los soldados se posicionaron y Alward desenvainó con decisión sus dos armas mientras estiraba su cuello y se hacía un pequeño ejercicio de auto-concentración para sí mismo.
Ante la advertencia del que parecía el líder, el mercenario sonrió y movió con soltura haciendo pequeñas florituras con sus espadas; girándolas en su muñeca.
-Eso habrá que verlo-Dijo adoptando una pose de combate. Acto seguido, desvió momentáneamente la mirada hacia su compañero-¡Vamos, Elt!
Sin más, tanto los soldados como los dos humanos se lanzaron al combate.
Los soldados "menores" se interpusieron ante el que parecía su líder. Habría que acabar primero con alguno de ellos para poder llegar a él, aunque al fin y al cabo tendrían que derrotarlos a todos para lograr abrir la puerta.
Alward se enzarzó en combate contra dos soldados, armados con una espada y un escudo. Bastante tradicionales, aunque no había que subestimarlos, pues después de todo eran guardias que protegían indirectamente a Lord Roiland y estarían preparados para esto.
Alward atacó a uno de ellos con su diestra, tajo que impactó en el escudo de este, mientras, el otro guardia le atacó por su flanco izquierdo. Por suerte, logró parar el tajo de este último con su espada zurda. Este ataque le desestabilizó un poco, así que para no meterse en mayores problemas asestó una patada al guardia que le atacó por la izquierda para quitárselo de encima.
Ahora dejó su flanco derecho desprotegido, lo que aprovecho el oponente de ese lado para asestarle un golpe duro y seco con el escudo al mercenario que acabó por tirarlo al suelo. El guardia se aproximó a él con rapidez para asestarle el golpe de gracia. Por suerte, Alward interpuso su espada y desvió la trayectoria del descenso de la espada, haciendo que ahora se desestabilizara dicho oponente. El mercenario se zafó del guardia con una patada que lo alejó de él y que le dio el suficiente lapso de tiempo como para poder ponerse en pie y vigilar a sus dos oponentes.
Estaban preparándose para una nueva carga. No tenía tiempo para fijarse en los demás ni en Eltrant, pero estaba seguro de que le iría bien, y si no, tendría que acabar rápido con estos dos para poder ayudarle, si es que necesitaba dicha ayuda.
El felino, la vampiresa y el mercenario estaban rebuscando y poniendo "patas arriba" la habitación de Roiland en busca de alguna pista que les aclarase dónde podría estar dicho Lord. Era imposible que se hubiese escabullido. La ventana estaba bien cerrada, y solo un demente y un loco se atrevería a realizar semejante acto de huida, al menos si no sabe escalar... Pero bueno, después de todo, parecía que Lord Roiland sería capaz de cualquier cosa por mantenerse con vida, no ser capturado y, por supuesto, no dar su brazo a torcer.
Fue bastante sorprendente y, al menos el mercenario, no se esperaba para nada que alguien pudiese aparecer en esa habitación, armado y con claras intenciones de pelear, sabiendo o no que habían asaltado la habitación.
Una cosa estaba clara, el plan no salió como planearon del todo. Les habían pillado y ni siquiera habían podido localizar a Lord Roiland... ¿Un fracaso? Fuese como fuese, como un acto instintivo, Emmanuel se descolgó el arco de su espalda y, con la velocidad de un rayo, agarró una de las flechas de su carcaj y apuntó a los hombres que estaban en la puerta; una acción que había repetido durante la mayor parte de su vida y que siempre solía acabar bien... Esperaba que esta vez también fuese así.
El felino y uno de los guardias tuvieron un charla tensa, parecía que se conocían. Le resultaba una escena un tanto extraña, pero no dudaría en disparar si alguno de los guardias daba un paso en falso. Tenía su arco tensado y listo para disparar.
Entonces, para su sorpresa, el felino disparó un virote y descubrió todo el pastel. Roiland había tomado algo que le había hecho invisible... Ver para creer. De la suma sorpresa, el arquero destensó su arco y abrió sus ojos como platos. Todo el tiempo habían estado con él, y ni siquiera se había percatado.
El Lord se marchó, dando la orden clara de ataque a sus hombres. Emmanuel de nuevo tensó su arco, y uno de los hombres de Roiland entró en la habitación con claros signos ofensivos. Era el momento; disparó su flecha que tanto tiempo llevaba cargada y el disparo fue certero; en todo el ojo. Por suerte, aquel soldado llevaba un casco que solo le cubría la mitad de la cabeza y muy poco el rostro. El guardia cayó sin vida de rodillas y acto seguido se tumbó hacia un lado por el efecto de la gravedad.
Otro de los guardias entró con furia en la habitación, Emmanuel entonces tomó otra flecha y la tensó de nuevo. Esta vez no le dio el suficiente tiempo para tensarla de la forma más óptima ni mucho menos para apuntar bien, así que disparó un poco a ciegas, impactando esta en el hombro de dicho guardia, cosa que no le frenó en su acometida con su espada en alto y dirigiéndose hacia el arquero. Como acto reflejo, desenfundó su daga e interpuso su arco a modo de escudo como le era posible. Era una acción inútil, pero era lo que se le vino a la cabeza y todo lo que podía hacer en esas décimas de segundos. Cerró sus ojos, esperando el golpe y rezando para sí tan rápido que incluso iba a desgastar las oraciones.
Como un auténtico muro impenetrable andante, el ex-mercenario cargó contra un guardia que se cruzó en su camino, dejando al otro para Alward. Por suerte estaba en el suelo y solo tendría que ejecutarlo, cosa que hizo con facilidad, una estocada directa en el cuello y trabajo completo. No le gustaba matar por las buenas, pero no tenían tiempo y seguramente era la mejor opción.
Finalmente lo lograron, o casi. Llegaron hasta la puerta que tenían que abrir, situada en los alrededores de un hermoso jardín floreciente y lleno de vida, pero no había tiempo para admirar las vistas, tenían trabajo que hacer y parecían que se acercaban problemas. Por desgracia para ellos, les esperaban todo un séquito de guardias que seguían a uno en especial, un hombre rubio, de temple fría que portaba una lanza.
Estaba todo dispuesto para la batalla. Los soldados se posicionaron y Alward desenvainó con decisión sus dos armas mientras estiraba su cuello y se hacía un pequeño ejercicio de auto-concentración para sí mismo.
Ante la advertencia del que parecía el líder, el mercenario sonrió y movió con soltura haciendo pequeñas florituras con sus espadas; girándolas en su muñeca.
-Eso habrá que verlo-Dijo adoptando una pose de combate. Acto seguido, desvió momentáneamente la mirada hacia su compañero-¡Vamos, Elt!
Sin más, tanto los soldados como los dos humanos se lanzaron al combate.
Los soldados "menores" se interpusieron ante el que parecía su líder. Habría que acabar primero con alguno de ellos para poder llegar a él, aunque al fin y al cabo tendrían que derrotarlos a todos para lograr abrir la puerta.
Alward se enzarzó en combate contra dos soldados, armados con una espada y un escudo. Bastante tradicionales, aunque no había que subestimarlos, pues después de todo eran guardias que protegían indirectamente a Lord Roiland y estarían preparados para esto.
Alward atacó a uno de ellos con su diestra, tajo que impactó en el escudo de este, mientras, el otro guardia le atacó por su flanco izquierdo. Por suerte, logró parar el tajo de este último con su espada zurda. Este ataque le desestabilizó un poco, así que para no meterse en mayores problemas asestó una patada al guardia que le atacó por la izquierda para quitárselo de encima.
Ahora dejó su flanco derecho desprotegido, lo que aprovecho el oponente de ese lado para asestarle un golpe duro y seco con el escudo al mercenario que acabó por tirarlo al suelo. El guardia se aproximó a él con rapidez para asestarle el golpe de gracia. Por suerte, Alward interpuso su espada y desvió la trayectoria del descenso de la espada, haciendo que ahora se desestabilizara dicho oponente. El mercenario se zafó del guardia con una patada que lo alejó de él y que le dio el suficiente lapso de tiempo como para poder ponerse en pie y vigilar a sus dos oponentes.
Estaban preparándose para una nueva carga. No tenía tiempo para fijarse en los demás ni en Eltrant, pero estaba seguro de que le iría bien, y si no, tendría que acabar rápido con estos dos para poder ayudarle, si es que necesitaba dicha ayuda.
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El felino, la vampiresa y el mercenario estaban rebuscando y poniendo "patas arriba" la habitación de Roiland en busca de alguna pista que les aclarase dónde podría estar dicho Lord. Era imposible que se hubiese escabullido. La ventana estaba bien cerrada, y solo un demente y un loco se atrevería a realizar semejante acto de huida, al menos si no sabe escalar... Pero bueno, después de todo, parecía que Lord Roiland sería capaz de cualquier cosa por mantenerse con vida, no ser capturado y, por supuesto, no dar su brazo a torcer.
Fue bastante sorprendente y, al menos el mercenario, no se esperaba para nada que alguien pudiese aparecer en esa habitación, armado y con claras intenciones de pelear, sabiendo o no que habían asaltado la habitación.
Una cosa estaba clara, el plan no salió como planearon del todo. Les habían pillado y ni siquiera habían podido localizar a Lord Roiland... ¿Un fracaso? Fuese como fuese, como un acto instintivo, Emmanuel se descolgó el arco de su espalda y, con la velocidad de un rayo, agarró una de las flechas de su carcaj y apuntó a los hombres que estaban en la puerta; una acción que había repetido durante la mayor parte de su vida y que siempre solía acabar bien... Esperaba que esta vez también fuese así.
El felino y uno de los guardias tuvieron un charla tensa, parecía que se conocían. Le resultaba una escena un tanto extraña, pero no dudaría en disparar si alguno de los guardias daba un paso en falso. Tenía su arco tensado y listo para disparar.
Entonces, para su sorpresa, el felino disparó un virote y descubrió todo el pastel. Roiland había tomado algo que le había hecho invisible... Ver para creer. De la suma sorpresa, el arquero destensó su arco y abrió sus ojos como platos. Todo el tiempo habían estado con él, y ni siquiera se había percatado.
El Lord se marchó, dando la orden clara de ataque a sus hombres. Emmanuel de nuevo tensó su arco, y uno de los hombres de Roiland entró en la habitación con claros signos ofensivos. Era el momento; disparó su flecha que tanto tiempo llevaba cargada y el disparo fue certero; en todo el ojo. Por suerte, aquel soldado llevaba un casco que solo le cubría la mitad de la cabeza y muy poco el rostro. El guardia cayó sin vida de rodillas y acto seguido se tumbó hacia un lado por el efecto de la gravedad.
Otro de los guardias entró con furia en la habitación, Emmanuel entonces tomó otra flecha y la tensó de nuevo. Esta vez no le dio el suficiente tiempo para tensarla de la forma más óptima ni mucho menos para apuntar bien, así que disparó un poco a ciegas, impactando esta en el hombro de dicho guardia, cosa que no le frenó en su acometida con su espada en alto y dirigiéndose hacia el arquero. Como acto reflejo, desenfundó su daga e interpuso su arco a modo de escudo como le era posible. Era una acción inútil, pero era lo que se le vino a la cabeza y todo lo que podía hacer en esas décimas de segundos. Cerró sus ojos, esperando el golpe y rezando para sí tan rápido que incluso iba a desgastar las oraciones.
Alward Sevna
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Alward se lanzó contra dos de los secuaces del rubio con sus dos espadas por delante: la pelea acababa de comenzar. Sin perder un solo segundo, Eltrant imitó a su compañero y desenvainó a Olvido, el espeso viento que rodeaba el espadón no tardó en hacer acto de presencia y comenzó a rodearle, a deslizarse por sus brazos.
No tuvo tiempo de disfrutar aquella sensación, uno de los guardas que parecía proteger al rubio se lanzó contra él espada en mano, no obstante, a Eltrant no le fue muy difícil apartarlo de su camino con una fuerte estocada del arma encantada.
Pudo notar la atenta mirada del rubio fija en él. El hombre no se había movido y aguardaba frente al portón sin moverse, observando como los intrusos se desenvolvían en combate, como el soldado que había atacado en primer lugar a Eltrant no volvía a levantarse después de aquel golpe, como Alward era capaz de mantenerle el ritmo a los otros dos con prácticamente la misma facilidad que lo estaba consiguiendo Eltrant.
Le parecía ver que su expresión cambiaba por un instante.
- Theresa… - El rubio hizo algunas florituras con su lanza. – Encárgate del de las dos espadas. – dijo simplemente avanzando un par de pasos hacía Eltrant. La monotonía era una constante en su forma de hablar, Eltrant era incapaz de leer a aquel tipo. – Déjame este a mí - El último de los lacayos de aquel tipo desvió su mirada hacía su señor y, tras varios segundos sin hacer ningún movimiento, asintió y se quitó el casco, descubriendo su rostro. – Tienes solo una oportunidad, niña. No me decepciones. – Dijo el rubio. Eltrant enarcó una ceja y se mantuvo en guardia.
- No lo haré Lord Conhord – dijo antes de encaminarse, a paso lento, hacía donde peleaba Alward con el resto de los soldados, los cuales ahora habían retrocedido y esperaban su momento para volver a acometer contra el Stelliazo.
Antes de hacer nada más, Eltrant analizó a la joven, por prudencia principalmente. ¿Qué tenía ella de especial? En un principio poseía la misma indumentaria que el grueso de las tropas de Roiland, la misma armadura y equipamiento. No parecía ser, a simple vista, nadie importante; Pero, a su vez, había algo diferente en ella. ¿Quizás era su armadura? Le pareció ver alguna runa que otra recorrer el metal que protegía a la mujer.
Independientemente del motivo por el que aquella mujer se le antojaba diferente, no pudo hacer nada al respecto. El rubio ya estaba frente a él, atacándole.
Tensó los músculos y se apartó del camino de la lanza saltando pobremente a un lado, no dudo en atacar en cuanto tuvo la oportunidad de hacerlo, pero, como esperaba, se encontró con el acero del rubio, que detuvo a Olvido sin demasiados problemas.
Frunció el ceño, sintió como su espada vibraba entre sus manos con cada golpe que asestaba o, por el contrario, bloqueaba. No era normal, Olvido no solía resentirse de aquella forma, nunca lo había hecho después de haber sido encantada.
Incapaz de escapar de la acometida inicial del rubio se quedó atrapado en un rápido intercambios de golpes con el susodicho y, al final, ambos acabaron como habían empezado, forcejeando con ambas armas a pocos centímetros de sus respectivos cuerpos.
Viéndose de nuevo atrapado en aquel forcejeo trató de deslizar a Olvido sobre el mástil de la lanza, buscando una de las manos con las que sujetaba el arma.
Ese fue el momento en el que comprendió porqué a pesar de tener una lanza el rubio había optado por acercarse tanto a él cuando evidentemente le colocaba en una posición desventajosa.
Con un rápido movimiento de muñeca, la pica del rubio se dividió en dos.
Chasqueó la lengua al contemplar como una de las dos espadas que el hombre blandía de forma similar a Alward se hundía en su coraza con relativa facilidad. Apretó los dientes y lanzó un tajo en diagonal obligando al guarda a que se alejase de él.
De nuevo lo suficiente alejado de Eltrant como para encontrarse fuera del rango de Olvido, el guarda alzó ambas espadas. El exmercenario, por otro lado, se limitó a entornar los ojos y mirar a su oponente: seguía igual de inescrutable que siempre, no parecía siquiera estar cansado.
- Mira tú que bien… - Masculló llevándose la mano hasta el vientre, el lugar por el cual la espada del llamado Conhord había penetrado su coraza. Al menos no le había dejado el tiempo suficiente como para que llegase a cortarle.
Tomó aire y miró justo el portón que aguardaba, paciente, tras Conhord. Tenía que tomar la iniciativa, no estaba defendiendo nada, estaba atacando. El noble no tenía motivo alguno para moverse de dónde estaba, él sí.
- Vamos a seguir. – Musitó entre dientes, asiendo a Olvido entre sus manos con fuerza.
Cargó contra el rubio, con Olvido por delante. Era un movimiento predecible, demasiado incluso para sus estándares. Pero no tenía ninguna otra alternativa en la posición que se encontraba, estaba demasiado lejos de su oponente como para trazar algún plan brillante su cabeza con el que acercarse. Tenía que, simple y llanamente, atacar.
Lejos de moverse de dónde estaba, Conhord se quedó estático, mirando como Eltrant embestía en su contra. No tenía la lanza en aquel instante, Eltrant sabía que eso le garantizaría una ventaja importante, Olvido tenía más alcance que aquellas dos espadas, el suficiente como para asestarle un golpe antes de que el rubio pudiese contraatacar. Pero, como de costumbre, el séptimo de los Tale se equivocaba.
Conhord lanzó una de sus hojas como si de un cuchillo arrojadizo se tratase, al mismo tiempo, un número indeterminado de runas se iluminaron en el dorso del acero según esta se deslizaba por el aire.
La espada ganó velocidad y, en lo que dura un suspiro, acabó irremediablemente hundida en el pecho de Eltant con la misma fuerza que si la hubiese disparado desde una ballesta.
Se detuvo en seco debido a la fuerza del impacto, tosió repetidamente y se tambaleó un poco, trató de mantenerse de pie. Aun cuando la espada había atravesado la coraza, Eir se estaba comportando como era debido aquella noche, la hoja no llegó a tocar su carne. Pero muy a su pesar aquella serie de ataques estaba lejos de haber terminado, no tardó en ver como las runas de la hoja que tenía firmemente anclada al pecho comenzaban a iluminarse, así como, en la distancia, las runas de la otra espada que seguía en manos del rubio la imitaba.
Apretó los dientes y, sin soltar su arma en ningún momento, llevó una de sus manos hasta la hoja que tenía clavada en la armadura y trató inútilmente desencajarla. Fuese lo que fuese lo que estaba a punto de pasar, no podía ser bueno.
No lo llegó a ver, el rubio avanzó hasta dónde estaba rodeado de una suave capa de aire azulado en apenas lo que dura un parpadeo y, antes de que Eltrant se pudiese dar cuenta de lo que sucedía, el arma de Conhord volvió a ser una lanza, una que tenía clavada en mitad de su torso.
Se habían vuelto a unir, desde la distancia.
Ahora sí que estaba herido. Podía, literalmente, saborear el metal de la sangre que se acumulaba tenía en su boca. Notó como todos los músculos de su cuerpo se resentían, pero se obligó a soportar el dolor, también sintió la suave calidez que, en su brazo izquierdo, le indicaba que el tatuaje que mágico que le ayudaba a sanar las distintas heridas que se hacía en combate comenzaba a activarse.
Era la primera herida de la noche, sabía que iba a llegar tarde o temprano. ¿De verdad había sido tan ingenuo como para pensar que iba a salir de allí totalmente ileso? Sin soltar la hoja de la lanza, que seguía firmemente anclada a su pecho, miró el inescrutable rostro de su rival y escupió la sangre que tenía entre sus labios a un lado.
- Tengo un amigo al que le gustaría echarle un vistazo a esas runas. – dijo entre dientes. Cerrando su mano derecha, firmemente, en torno al pomo de Olvido, se concentró en el viento que rodeaba su espada.
Conhord no respondió, no parecía sorprendido, ni tampoco aliviado de haberle asestado un golpe a su rival. Simplemente estaba allí, sujetando su arma con ambas manos, tratando de hundirla más y más en el cuerpo del castaño.
Pero Eltrant no iba a permitir que aquella suerte de humano sin emociones le parase, iba a abrir el portón.
Demasiadas personas, demasiadas personas encerradas en una habitación tan pequeña.
Alternó rápidamente entre todos los presentes. Había un soldado muerto y varios vivos, también estaba estaba el tipo importante de la armadura que haría que al Mortal le diese un ataque de envidia y, por último, Roiland con una saeta clavada en su hombro.
Pensó, pensó con todas sus fuerzas.
Levantó un muro de sombras frente a ellos cuando el tipo que había conversado con Syl se lanzó contra ellos buscaron los cuerpos
del felino y del mercenario, las sombras aguantaron la primera embestida, pero no resistió el hielo que el hombre invocó. ¿Era un brujo? El muro se fragmentó en un centenar de pedazos, chaqueando como si de un cristal se tratase.
Se mordió el labio inferior e instó a sus sombras a que se deslizasen por la habitación como si de enredaderas se tratasen, consiguió que estas atasen, al menos, a los soldados que acompañaban a Roiland.
- ¡¿Por qué no vamos todos de uno en uno?! – Exclamó, saltando hacía atrás, cuando una estaca de hielo se apareció del suelo y trató de buscar su vientre. – Sé que soy encantadora, pero no puedo prestaros atención a todos, chicos. - No podía permitirse desconcentrarse, no podía permitir que sus sombras se desvaneciesen, no todavía.
Esperaba que Emmy o Syl se encargasen de abatir a alguno de los guardas que en aquel momento no se podían mover.
- Lo siento guapa. Pero me gustan las mujeres con menos interés por alimentarse de mi sangre. – Contestó el hombre formando lo que parecía ser un escudo de hielo en su brazo izquierdo, uno con el que se encargó de bloquear algunas de las flechas que iban en su dirección.
La vampiresa sabía que estaban en desventaja, quizás los espacios estrechos con mucho mobiliario fuesen como un segundo hogar para ella, pero era consciente de que tanto Syl como Emmanuel necesitaban distancia para pelear, distancia que en aquel momento no tenían.
Tenía que hacer un Mortal.
Ágilmente se posicionó delante de Syl y, con las sombras, nubló momentáneamente la visión del tipo del hielo que en aquel momento había optado por ir a por el único que había conseguido herir a Roiland. La espada del hombre pasó peligrosamente cerca de la cara de la vampiresa, en sí, estaba bastante segura de que ahora su flequillo era bastante más corto.
- ¡Casi, pero no! – Exclamó retrocediendo. – ¡¿A dónde se supone que estas mirando?! ¡Estoy aquí! – dijo Lyn a continuación, sonriendo, cuando saltó hacía a un lado y evitó de nuevo que la espada del hombre encontrase su carne.
- ¡¿Sabes que los que son como tú suelen ser más bien callados!? – Respondió el guarda de vuelta. – ¡Es por cosas como esta! – dijo bloqueando más flechas que buscaban su cuello con el circulo de hielo que salía de su brazo.
- ¡Lo que deberías hacer es preocuparte por tu paga! – dijo Lyn como toda respuesta, volviendo a acumular sombras entre sus manos y lanzándolas, esta vez, en dirección al noble que habían ido allí a asesinar.
El tipo de la armadura ostentosa dijo algo en voz baja y colocó su escudo de hielo entre las sombras y Roiland, las sombras, como si fuesen algún tipo de fuego oscuro, engulleron dicho escudo y comenzaron a deformarlo lentamente.
Aquel era el momento que estaba esperando. Saltó de nuevo hacia atrás, junto a sus aliados.
- ¡Esto va a ser un poco raro! – Les dijo - ¡Perdonadme! - Eran dos, pero podía hacerlo, estaba bastante segura de que incluso juntos pesaban menos que el Mortal con su armadura completa. Sujetó al humano por un brazo y agarró la mano del felino. - ¡Y ahora es cuando todos vosotros decís “Oh”! – Dijo Lyn mirando a Roiland y a sus soldados con una sonrisa.
Las sombras que se acumulaban a sus pies se convirtieron en humo, un humo que rodeó a los tres intrusos de aquella habitación como si de un torbellino se tratase. Cerró los ojos, se concentró en que no estaban allí, en que no los podían ver, en que eran etéreos.
Y así, se convirtieron en parte del humo.
Miró su objetivo y se encaminó hacia él, el humo negruzco se deslizó a través de la habitación y se internó por los recovecos del muro de hielo que había levantado el supuesto soldado al que encaraba con su espada. Cuando estuvo al otro lado, volvió a aparecerse y, junto a ella, también lo hicieron Syl y Emmanuel. [1]
Ahora no estaban atrapados en ningún lugar.
Se tambaleó, estaba mareada, el esfuerzo había sido más grande del que había predicho en un principio, respirando con dificultad se apoyó en la pared más cercana que tenía a ella y sonrió a sus compañeros.
- Aquí… tenéis más espacio. – dijo jadeando a la vez que echaba mano de uno de los tres frascos que llevaba atados a su cintura y se lo bebía de un solo trago. Cerró los ojos y se concentró en la sangre que se deslizaba por su garganta, en las fuerzas que esta le daba.
Mientras tanto, el hielo que les había mantenido encerrados en la habitación comenzaba a deshacerse. ¿Tenían intención de perseguirles? Mejor, Roiland solo tenía una salida y ahora eran ellos los tenían ventaja.
Tomó aire, recobrando mínimamente la compostura, y miró a los demás, esperando ver que decidían hacer estos.
[1] Habilidad Lyn Nivel 1: Forma Espectral.
No tuvo tiempo de disfrutar aquella sensación, uno de los guardas que parecía proteger al rubio se lanzó contra él espada en mano, no obstante, a Eltrant no le fue muy difícil apartarlo de su camino con una fuerte estocada del arma encantada.
Pudo notar la atenta mirada del rubio fija en él. El hombre no se había movido y aguardaba frente al portón sin moverse, observando como los intrusos se desenvolvían en combate, como el soldado que había atacado en primer lugar a Eltrant no volvía a levantarse después de aquel golpe, como Alward era capaz de mantenerle el ritmo a los otros dos con prácticamente la misma facilidad que lo estaba consiguiendo Eltrant.
Le parecía ver que su expresión cambiaba por un instante.
- Theresa… - El rubio hizo algunas florituras con su lanza. – Encárgate del de las dos espadas. – dijo simplemente avanzando un par de pasos hacía Eltrant. La monotonía era una constante en su forma de hablar, Eltrant era incapaz de leer a aquel tipo. – Déjame este a mí - El último de los lacayos de aquel tipo desvió su mirada hacía su señor y, tras varios segundos sin hacer ningún movimiento, asintió y se quitó el casco, descubriendo su rostro. – Tienes solo una oportunidad, niña. No me decepciones. – Dijo el rubio. Eltrant enarcó una ceja y se mantuvo en guardia.
- No lo haré Lord Conhord – dijo antes de encaminarse, a paso lento, hacía donde peleaba Alward con el resto de los soldados, los cuales ahora habían retrocedido y esperaban su momento para volver a acometer contra el Stelliazo.
Antes de hacer nada más, Eltrant analizó a la joven, por prudencia principalmente. ¿Qué tenía ella de especial? En un principio poseía la misma indumentaria que el grueso de las tropas de Roiland, la misma armadura y equipamiento. No parecía ser, a simple vista, nadie importante; Pero, a su vez, había algo diferente en ella. ¿Quizás era su armadura? Le pareció ver alguna runa que otra recorrer el metal que protegía a la mujer.
Independientemente del motivo por el que aquella mujer se le antojaba diferente, no pudo hacer nada al respecto. El rubio ya estaba frente a él, atacándole.
Tensó los músculos y se apartó del camino de la lanza saltando pobremente a un lado, no dudo en atacar en cuanto tuvo la oportunidad de hacerlo, pero, como esperaba, se encontró con el acero del rubio, que detuvo a Olvido sin demasiados problemas.
Frunció el ceño, sintió como su espada vibraba entre sus manos con cada golpe que asestaba o, por el contrario, bloqueaba. No era normal, Olvido no solía resentirse de aquella forma, nunca lo había hecho después de haber sido encantada.
Incapaz de escapar de la acometida inicial del rubio se quedó atrapado en un rápido intercambios de golpes con el susodicho y, al final, ambos acabaron como habían empezado, forcejeando con ambas armas a pocos centímetros de sus respectivos cuerpos.
Viéndose de nuevo atrapado en aquel forcejeo trató de deslizar a Olvido sobre el mástil de la lanza, buscando una de las manos con las que sujetaba el arma.
Ese fue el momento en el que comprendió porqué a pesar de tener una lanza el rubio había optado por acercarse tanto a él cuando evidentemente le colocaba en una posición desventajosa.
Con un rápido movimiento de muñeca, la pica del rubio se dividió en dos.
Chasqueó la lengua al contemplar como una de las dos espadas que el hombre blandía de forma similar a Alward se hundía en su coraza con relativa facilidad. Apretó los dientes y lanzó un tajo en diagonal obligando al guarda a que se alejase de él.
De nuevo lo suficiente alejado de Eltrant como para encontrarse fuera del rango de Olvido, el guarda alzó ambas espadas. El exmercenario, por otro lado, se limitó a entornar los ojos y mirar a su oponente: seguía igual de inescrutable que siempre, no parecía siquiera estar cansado.
- Mira tú que bien… - Masculló llevándose la mano hasta el vientre, el lugar por el cual la espada del llamado Conhord había penetrado su coraza. Al menos no le había dejado el tiempo suficiente como para que llegase a cortarle.
Tomó aire y miró justo el portón que aguardaba, paciente, tras Conhord. Tenía que tomar la iniciativa, no estaba defendiendo nada, estaba atacando. El noble no tenía motivo alguno para moverse de dónde estaba, él sí.
- Vamos a seguir. – Musitó entre dientes, asiendo a Olvido entre sus manos con fuerza.
Cargó contra el rubio, con Olvido por delante. Era un movimiento predecible, demasiado incluso para sus estándares. Pero no tenía ninguna otra alternativa en la posición que se encontraba, estaba demasiado lejos de su oponente como para trazar algún plan brillante su cabeza con el que acercarse. Tenía que, simple y llanamente, atacar.
Lejos de moverse de dónde estaba, Conhord se quedó estático, mirando como Eltrant embestía en su contra. No tenía la lanza en aquel instante, Eltrant sabía que eso le garantizaría una ventaja importante, Olvido tenía más alcance que aquellas dos espadas, el suficiente como para asestarle un golpe antes de que el rubio pudiese contraatacar. Pero, como de costumbre, el séptimo de los Tale se equivocaba.
Conhord lanzó una de sus hojas como si de un cuchillo arrojadizo se tratase, al mismo tiempo, un número indeterminado de runas se iluminaron en el dorso del acero según esta se deslizaba por el aire.
La espada ganó velocidad y, en lo que dura un suspiro, acabó irremediablemente hundida en el pecho de Eltant con la misma fuerza que si la hubiese disparado desde una ballesta.
Se detuvo en seco debido a la fuerza del impacto, tosió repetidamente y se tambaleó un poco, trató de mantenerse de pie. Aun cuando la espada había atravesado la coraza, Eir se estaba comportando como era debido aquella noche, la hoja no llegó a tocar su carne. Pero muy a su pesar aquella serie de ataques estaba lejos de haber terminado, no tardó en ver como las runas de la hoja que tenía firmemente anclada al pecho comenzaban a iluminarse, así como, en la distancia, las runas de la otra espada que seguía en manos del rubio la imitaba.
Apretó los dientes y, sin soltar su arma en ningún momento, llevó una de sus manos hasta la hoja que tenía clavada en la armadura y trató inútilmente desencajarla. Fuese lo que fuese lo que estaba a punto de pasar, no podía ser bueno.
No lo llegó a ver, el rubio avanzó hasta dónde estaba rodeado de una suave capa de aire azulado en apenas lo que dura un parpadeo y, antes de que Eltrant se pudiese dar cuenta de lo que sucedía, el arma de Conhord volvió a ser una lanza, una que tenía clavada en mitad de su torso.
Se habían vuelto a unir, desde la distancia.
Ahora sí que estaba herido. Podía, literalmente, saborear el metal de la sangre que se acumulaba tenía en su boca. Notó como todos los músculos de su cuerpo se resentían, pero se obligó a soportar el dolor, también sintió la suave calidez que, en su brazo izquierdo, le indicaba que el tatuaje que mágico que le ayudaba a sanar las distintas heridas que se hacía en combate comenzaba a activarse.
Era la primera herida de la noche, sabía que iba a llegar tarde o temprano. ¿De verdad había sido tan ingenuo como para pensar que iba a salir de allí totalmente ileso? Sin soltar la hoja de la lanza, que seguía firmemente anclada a su pecho, miró el inescrutable rostro de su rival y escupió la sangre que tenía entre sus labios a un lado.
- Tengo un amigo al que le gustaría echarle un vistazo a esas runas. – dijo entre dientes. Cerrando su mano derecha, firmemente, en torno al pomo de Olvido, se concentró en el viento que rodeaba su espada.
Conhord no respondió, no parecía sorprendido, ni tampoco aliviado de haberle asestado un golpe a su rival. Simplemente estaba allí, sujetando su arma con ambas manos, tratando de hundirla más y más en el cuerpo del castaño.
Pero Eltrant no iba a permitir que aquella suerte de humano sin emociones le parase, iba a abrir el portón.
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Demasiadas personas, demasiadas personas encerradas en una habitación tan pequeña.
Alternó rápidamente entre todos los presentes. Había un soldado muerto y varios vivos, también estaba estaba el tipo importante de la armadura que haría que al Mortal le diese un ataque de envidia y, por último, Roiland con una saeta clavada en su hombro.
Pensó, pensó con todas sus fuerzas.
Levantó un muro de sombras frente a ellos cuando el tipo que había conversado con Syl se lanzó contra ellos buscaron los cuerpos
del felino y del mercenario, las sombras aguantaron la primera embestida, pero no resistió el hielo que el hombre invocó. ¿Era un brujo? El muro se fragmentó en un centenar de pedazos, chaqueando como si de un cristal se tratase.
Se mordió el labio inferior e instó a sus sombras a que se deslizasen por la habitación como si de enredaderas se tratasen, consiguió que estas atasen, al menos, a los soldados que acompañaban a Roiland.
- ¡¿Por qué no vamos todos de uno en uno?! – Exclamó, saltando hacía atrás, cuando una estaca de hielo se apareció del suelo y trató de buscar su vientre. – Sé que soy encantadora, pero no puedo prestaros atención a todos, chicos. - No podía permitirse desconcentrarse, no podía permitir que sus sombras se desvaneciesen, no todavía.
Esperaba que Emmy o Syl se encargasen de abatir a alguno de los guardas que en aquel momento no se podían mover.
- Lo siento guapa. Pero me gustan las mujeres con menos interés por alimentarse de mi sangre. – Contestó el hombre formando lo que parecía ser un escudo de hielo en su brazo izquierdo, uno con el que se encargó de bloquear algunas de las flechas que iban en su dirección.
La vampiresa sabía que estaban en desventaja, quizás los espacios estrechos con mucho mobiliario fuesen como un segundo hogar para ella, pero era consciente de que tanto Syl como Emmanuel necesitaban distancia para pelear, distancia que en aquel momento no tenían.
Tenía que hacer un Mortal.
Ágilmente se posicionó delante de Syl y, con las sombras, nubló momentáneamente la visión del tipo del hielo que en aquel momento había optado por ir a por el único que había conseguido herir a Roiland. La espada del hombre pasó peligrosamente cerca de la cara de la vampiresa, en sí, estaba bastante segura de que ahora su flequillo era bastante más corto.
- ¡Casi, pero no! – Exclamó retrocediendo. – ¡¿A dónde se supone que estas mirando?! ¡Estoy aquí! – dijo Lyn a continuación, sonriendo, cuando saltó hacía a un lado y evitó de nuevo que la espada del hombre encontrase su carne.
- ¡¿Sabes que los que son como tú suelen ser más bien callados!? – Respondió el guarda de vuelta. – ¡Es por cosas como esta! – dijo bloqueando más flechas que buscaban su cuello con el circulo de hielo que salía de su brazo.
- ¡Lo que deberías hacer es preocuparte por tu paga! – dijo Lyn como toda respuesta, volviendo a acumular sombras entre sus manos y lanzándolas, esta vez, en dirección al noble que habían ido allí a asesinar.
El tipo de la armadura ostentosa dijo algo en voz baja y colocó su escudo de hielo entre las sombras y Roiland, las sombras, como si fuesen algún tipo de fuego oscuro, engulleron dicho escudo y comenzaron a deformarlo lentamente.
Aquel era el momento que estaba esperando. Saltó de nuevo hacia atrás, junto a sus aliados.
- ¡Esto va a ser un poco raro! – Les dijo - ¡Perdonadme! - Eran dos, pero podía hacerlo, estaba bastante segura de que incluso juntos pesaban menos que el Mortal con su armadura completa. Sujetó al humano por un brazo y agarró la mano del felino. - ¡Y ahora es cuando todos vosotros decís “Oh”! – Dijo Lyn mirando a Roiland y a sus soldados con una sonrisa.
Las sombras que se acumulaban a sus pies se convirtieron en humo, un humo que rodeó a los tres intrusos de aquella habitación como si de un torbellino se tratase. Cerró los ojos, se concentró en que no estaban allí, en que no los podían ver, en que eran etéreos.
Y así, se convirtieron en parte del humo.
Miró su objetivo y se encaminó hacia él, el humo negruzco se deslizó a través de la habitación y se internó por los recovecos del muro de hielo que había levantado el supuesto soldado al que encaraba con su espada. Cuando estuvo al otro lado, volvió a aparecerse y, junto a ella, también lo hicieron Syl y Emmanuel. [1]
Ahora no estaban atrapados en ningún lugar.
Se tambaleó, estaba mareada, el esfuerzo había sido más grande del que había predicho en un principio, respirando con dificultad se apoyó en la pared más cercana que tenía a ella y sonrió a sus compañeros.
- Aquí… tenéis más espacio. – dijo jadeando a la vez que echaba mano de uno de los tres frascos que llevaba atados a su cintura y se lo bebía de un solo trago. Cerró los ojos y se concentró en la sangre que se deslizaba por su garganta, en las fuerzas que esta le daba.
Mientras tanto, el hielo que les había mantenido encerrados en la habitación comenzaba a deshacerse. ¿Tenían intención de perseguirles? Mejor, Roiland solo tenía una salida y ahora eran ellos los tenían ventaja.
Tomó aire, recobrando mínimamente la compostura, y miró a los demás, esperando ver que decidían hacer estos.
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- Theresa, Rival Alward:
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[1] Habilidad Lyn Nivel 1: Forma Espectral.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Me lancé hacia adelante, esquivando las afiladas estacas de metal que el brujo enviaba a por mi. Aquello era magia seria. Su armadura parecía casi estar viva. Pero tenía ventaja. Partes del metal de su coraza estaban ahora unidas a Brillo... por lo que tenía que estar expuesta por alguna parte. Su defensa no era impenetrable.
Desvié una estocada tras otra, enviando trozos de metal rotos a distintas zonas de la habitación. Los fragmentos que salían despedidos no tardaban en volver a acercarse al brujo, intentando fundirse de nuevo con su armadura una vez más. Un brujo poderoso, sin duda. Pero el cansancio no tardaría en alcanzarle. A juzgar por su expresión, aquello le estaba costando más de lo que le gustaría.
Solo tenía que presionar más, y se rompería.
No tardé demasiado en volver a acercarme. Con cada tajo o estocada que lanzaba, una pica de metal lo interceptaba. Yo también comenzaba a notar la extenuación después de tantos golpes fallidos. Pero su defensa comenzaba a flaquear. Tal vez fuese eso lo que le obligó a cambiar de estrategia. Empezó a alterar su armadura, reforzando los guanteletes hasta hacerlos mucho más gruesos y pesados, y comenzó a bloquear.
Pero no iba a detenerme. Ataqué una y otra vez. El anillo de mi espada empezó a brillar, haciéndome más fuerte. Más rápido. [1] Ataqué hasta que vi un punto flaco. Una parte más fina de la coraza. Y entonces, rompí el patrón. Dí un paso a la derecha y lancé una estocada hacia la brecha. El metal cedió ante mi espada... y la hoja encontró carne. Esbocé una ligera sonrisa al escuchar el gruñido del brujo.
La satisfacción no duró mucho. Un pilar de acero salió de la coraza a gran velocidad, impactando en mi estómago y derribándome. Rodé por el suelo torpemente con un ladrido de dolor. Hasta que frené. Me apoyé en Brillo, usándola para levantarme, y miré al viejo.
-Los salvajes como tú nunca aprendéis.- dijo. Un hilo de sangre resbaló de su boca. Su mano fue hacia la herida del costado. -¡Aquí!- ordenó, dirigiéndose a la cocina. Un par de soldados salieron de la habitación, firmes y dispuestos. Pero no atacaron. En su lugar, se arrodillaron en el suelo. El metal de sus armaduras empezó a fluir en el aire, rodeando al brujo.
Syl se agachó, evitando el tajo de Carper, y se levantó con un gancho de daga que el hombre bloqueó. Seguía estando en desventaja. Si no hubiese sido por las sombras de Lyn, habría tenido que saltar por la venta... opción que aún se le antojaba como posible. Roiland estaba fuera de la habitación, y ellos estaban atrapados.
Saltó hacia atrás, recuperando su ballesta, y disparó hacia la cabeza de uno de los soldados aparentemente inmovilizados. Fue rápido. El virote atravesó el craneo y el cadaver cayó al suelo sin mayor ceremonia. Sin embargo, cuando intentó hacer lo mismo con su conocido, este se protegió usando el mismo elemento que había visto en su arma. Un encantamiento potente. Pero no podía durar mucho, si se guiaba por lo que solía asegurar Asher.
Fue entonces cuando la vampiresa tomó a Syl de la mano. No. ¿Que estaba...?
Los siguientes instantes fueron desorientadores y confusos. No podía moverse, pero estaba atravesando la sala... y el hielo. Cuando estuvieron a salvo, sus piernas volvieron a responder. El gato se tambaleó, algo aturdido. Necesitaba un momento.
-¡Malditos inútiles!- exclamó la voz de Roiland. El hombre estaba apoyado casi por completo sobre uno de sus guardias y bajaba las escaleras con cierta dificultad. Apenas se habían podido mover gran cosa. El veneno funcionaba. -¡Más deprisa! ¿Donde demonios está Dírvol?-
La visión de Syl volvió a enfocarse. Aún sentía escalofríos. Aquella magia no era natural. Pero no tenía tiempo para quejarse. El gato empezó a correr, persiguiendo al noble. El hielo de la habitación se rompió por completo, mostrando de nuevo a Carver, que emitió un suspiro.
-Y ahora me haceis correr...- dijo, empuñando su espada. El pardo no dudó un instante. En carrera, se dirigió al balcón que había junto a las escaleras, y saltó por encima, asegurándose de calcular bien la caída. Aterrizó con una voltereta y siguió corriendo, parándose solo cuando tenía ventaja. Apuntó a Roiland y disparó, pero el guardia que le escoltaba se interpuso. El virote se quedó clavado en su pecho. Incluso a través de la coraza, sospechaba que le había herido.
-¡DÍRVOL!- gritó Lord Roiland. Un fuerte chirrido metálico sonó por toda la mansión. Procedía de una de las salas cercanas.
Una muralla de metal se interponía entre el brujo y yo. La voz que acababa de oir era, sin duda, la del noble que debía estar muerto. Esperaba que Syl estuviese bien. Corrí hacia la otra puerta. Me había memorizado el plano, conocía una ruta alternativa. Las salas que había atravesado estaban, por suerte, vacías de personas.
Entré en el salón a toda prisa. La situación era más caótica de lo que había planeado. Syl estaba allí. Roiland, a medio tramo de las escaleras, con una flecha en el hombro. Más guardias arriba. Gruñí. Iba a tener que lidiar con aquello. Varias estacas de hierro amenazaban con atravesar a mi compañero.
-Llevo queriendo hacer esto mucho tiempo.- dije, mirando al noble. Lancé una pequeña piedra con una runa inscrita hacia él. [2] No llegó a encontrarle. Un tentáculo de metal se interpuso, rompiendo la piedra... y detonando la descarga, enviando toda la electricidad generada a través del metal. El brujo gritó.
Llegó mi oportunidad. Me impulsé hacia él, atravesando la sala en apenas un pestañeo y acabando a su espalda. [3] Alcé a Brillo... y la hundí en el punto más flaco, atravesando su lomo y destrozando su columna.
En ese tiempo, Syl había disparado dos veces más. La primera flecha acabó en la mano de uno de los guardias de élite, que había quedado paralizado en el suelo [4]. La segunda, había acertado a Roiland en el pie. Sin un guardia en el que apoyarse, el noble había rodado por las escaleras con un fuerte estrépito y había acabado en el suelo.
Syl se acercó a él y presionó la ballesta contra su cabeza. Miró al noble con frialdad. El gato murmuró unas palabras que solo él alcanzó a oír... y disparó, acabando con la vida del tirano.
[1] Usado objeto: Brillo Lunar (Potenciar)
[2] Habilidad de Asher: Runa Elemental - Descarga
[3] Habilidad de Asher: Impulso
[4] Habilidad de Syl: Virote envenenado
Roiland está muerto. Dírvol está muerto. Carper está paralizado.
Desvié una estocada tras otra, enviando trozos de metal rotos a distintas zonas de la habitación. Los fragmentos que salían despedidos no tardaban en volver a acercarse al brujo, intentando fundirse de nuevo con su armadura una vez más. Un brujo poderoso, sin duda. Pero el cansancio no tardaría en alcanzarle. A juzgar por su expresión, aquello le estaba costando más de lo que le gustaría.
Solo tenía que presionar más, y se rompería.
No tardé demasiado en volver a acercarme. Con cada tajo o estocada que lanzaba, una pica de metal lo interceptaba. Yo también comenzaba a notar la extenuación después de tantos golpes fallidos. Pero su defensa comenzaba a flaquear. Tal vez fuese eso lo que le obligó a cambiar de estrategia. Empezó a alterar su armadura, reforzando los guanteletes hasta hacerlos mucho más gruesos y pesados, y comenzó a bloquear.
Pero no iba a detenerme. Ataqué una y otra vez. El anillo de mi espada empezó a brillar, haciéndome más fuerte. Más rápido. [1] Ataqué hasta que vi un punto flaco. Una parte más fina de la coraza. Y entonces, rompí el patrón. Dí un paso a la derecha y lancé una estocada hacia la brecha. El metal cedió ante mi espada... y la hoja encontró carne. Esbocé una ligera sonrisa al escuchar el gruñido del brujo.
La satisfacción no duró mucho. Un pilar de acero salió de la coraza a gran velocidad, impactando en mi estómago y derribándome. Rodé por el suelo torpemente con un ladrido de dolor. Hasta que frené. Me apoyé en Brillo, usándola para levantarme, y miré al viejo.
-Los salvajes como tú nunca aprendéis.- dijo. Un hilo de sangre resbaló de su boca. Su mano fue hacia la herida del costado. -¡Aquí!- ordenó, dirigiéndose a la cocina. Un par de soldados salieron de la habitación, firmes y dispuestos. Pero no atacaron. En su lugar, se arrodillaron en el suelo. El metal de sus armaduras empezó a fluir en el aire, rodeando al brujo.
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Syl se agachó, evitando el tajo de Carper, y se levantó con un gancho de daga que el hombre bloqueó. Seguía estando en desventaja. Si no hubiese sido por las sombras de Lyn, habría tenido que saltar por la venta... opción que aún se le antojaba como posible. Roiland estaba fuera de la habitación, y ellos estaban atrapados.
Saltó hacia atrás, recuperando su ballesta, y disparó hacia la cabeza de uno de los soldados aparentemente inmovilizados. Fue rápido. El virote atravesó el craneo y el cadaver cayó al suelo sin mayor ceremonia. Sin embargo, cuando intentó hacer lo mismo con su conocido, este se protegió usando el mismo elemento que había visto en su arma. Un encantamiento potente. Pero no podía durar mucho, si se guiaba por lo que solía asegurar Asher.
Fue entonces cuando la vampiresa tomó a Syl de la mano. No. ¿Que estaba...?
Los siguientes instantes fueron desorientadores y confusos. No podía moverse, pero estaba atravesando la sala... y el hielo. Cuando estuvieron a salvo, sus piernas volvieron a responder. El gato se tambaleó, algo aturdido. Necesitaba un momento.
-¡Malditos inútiles!- exclamó la voz de Roiland. El hombre estaba apoyado casi por completo sobre uno de sus guardias y bajaba las escaleras con cierta dificultad. Apenas se habían podido mover gran cosa. El veneno funcionaba. -¡Más deprisa! ¿Donde demonios está Dírvol?-
La visión de Syl volvió a enfocarse. Aún sentía escalofríos. Aquella magia no era natural. Pero no tenía tiempo para quejarse. El gato empezó a correr, persiguiendo al noble. El hielo de la habitación se rompió por completo, mostrando de nuevo a Carver, que emitió un suspiro.
-Y ahora me haceis correr...- dijo, empuñando su espada. El pardo no dudó un instante. En carrera, se dirigió al balcón que había junto a las escaleras, y saltó por encima, asegurándose de calcular bien la caída. Aterrizó con una voltereta y siguió corriendo, parándose solo cuando tenía ventaja. Apuntó a Roiland y disparó, pero el guardia que le escoltaba se interpuso. El virote se quedó clavado en su pecho. Incluso a través de la coraza, sospechaba que le había herido.
-¡DÍRVOL!- gritó Lord Roiland. Un fuerte chirrido metálico sonó por toda la mansión. Procedía de una de las salas cercanas.
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Una muralla de metal se interponía entre el brujo y yo. La voz que acababa de oir era, sin duda, la del noble que debía estar muerto. Esperaba que Syl estuviese bien. Corrí hacia la otra puerta. Me había memorizado el plano, conocía una ruta alternativa. Las salas que había atravesado estaban, por suerte, vacías de personas.
Entré en el salón a toda prisa. La situación era más caótica de lo que había planeado. Syl estaba allí. Roiland, a medio tramo de las escaleras, con una flecha en el hombro. Más guardias arriba. Gruñí. Iba a tener que lidiar con aquello. Varias estacas de hierro amenazaban con atravesar a mi compañero.
-Llevo queriendo hacer esto mucho tiempo.- dije, mirando al noble. Lancé una pequeña piedra con una runa inscrita hacia él. [2] No llegó a encontrarle. Un tentáculo de metal se interpuso, rompiendo la piedra... y detonando la descarga, enviando toda la electricidad generada a través del metal. El brujo gritó.
Llegó mi oportunidad. Me impulsé hacia él, atravesando la sala en apenas un pestañeo y acabando a su espalda. [3] Alcé a Brillo... y la hundí en el punto más flaco, atravesando su lomo y destrozando su columna.
En ese tiempo, Syl había disparado dos veces más. La primera flecha acabó en la mano de uno de los guardias de élite, que había quedado paralizado en el suelo [4]. La segunda, había acertado a Roiland en el pie. Sin un guardia en el que apoyarse, el noble había rodado por las escaleras con un fuerte estrépito y había acabado en el suelo.
Syl se acercó a él y presionó la ballesta contra su cabeza. Miró al noble con frialdad. El gato murmuró unas palabras que solo él alcanzó a oír... y disparó, acabando con la vida del tirano.
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[1] Usado objeto: Brillo Lunar (Potenciar)
[2] Habilidad de Asher: Runa Elemental - Descarga
[3] Habilidad de Asher: Impulso
[4] Habilidad de Syl: Virote envenenado
Roiland está muerto. Dírvol está muerto. Carper está paralizado.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Otro oponente más, por si los dos que tenía enfrente no eran suficientes.
El mercenario partía con clara desventaja numérica, pero eso no le hizo retroceder. Confiaban en él y cumpliría con su papel, después de todo esa era su vida; vivir apegado al acero, fuese como fuese.
Echó un vistazo hacia su nuevo oponente; era una mujer castaña, la cual portaba una espada y un escudo, al igual que sus compañeros. No se le veía nada en especial, excepto su mirada; unod ojos azules verdosos llenos de odio, pesar y con los que te podía atravesar el alma con ella.
Alward hizo juego con sus muñecas y las espadas, haciéndolas girar mientras alternaba la vista entre los tres guardias, que esperaban y recobraban el aliento como él.
-Caerás, guerrero de las dos espadas-Advirtió mientras se ponía un casco que le tapaba todo el rostro
-Un nombre bastante largo-Dijo tensando su pose-Prefiero que me llamen Alward-En ese momento, los dos guardias de antes se abalanzaron al unísono hacia el mercenario, mientras este dibujaba media sonrisa en su rostro-Y hoy no caeré-Respondió hacia la mujer
Uno de ellos llegó primero para asestar un tajo contra Alward, cosa que contrarrestó interponiendo sus armas en cruz y empujando hacia adelante con estas a dicho oponente. El otro guardia llegó, pero este asestó un golpe de escudo que el mercenario intentó parar con su espada zurda, pero que irremediablemente no pudo. Con el impacto, dicha armas se le resbaló de entre las manos y cayó al suelo. El guardia intentó otro tajo contra Alward pero este se agachó con buenos reflejos y agilidad, haciendo un barrido con su pierna derecha y concentrando toda su fuerza y potencia en ese golpe. Dicho acto tuvo sus frutos; el guardia cayó al suelo, Alward se reincorporó con rapidez y, con un rápido juego de muñeca: haciendo que su espada girase unos 270 grados y, con una rápida bajada de todo su cuerpo hasta hincar una de sus rodillas en el suelo, hundiéndola con toda su fuerza en el estómago del guardia; desgarrando y abriendo su carne, haciendo que este escupiese charcos de sangre y entrase en una agonía mortal.
No le dio tiempo a acabar piadosamente con su vida, pues su compañero se abalanzó hacia el mercenario y le intentó asestar un golpe tajante en su cuello, con intención de decapitarlo. Por suerte, y con altos reflejos, Alward interpuso el brazo izquierdo, el cual le quedaba libre, ante el tajo. El golpe se le llevó su brazo, pero gracias a que llevaba bastante protección en este, el metal no hizo más que chocarse con el metal, hiriendo dicha extremidad, pero no incapacitándola ni mucho menos decapitándole.
Alward hizo claros signos de dolor y cerró los ojos, cansado y casi cediendo a que el guardia le pudiese dar el golpe de gracia, pero el arma quedó atascada entre el metal del brazo del mercenario y su oponente optó por intentar sacarlo en vez de seguir hundiendo la hoja. Ese pequeño error para el guardia y ese pequeño golpe de fortuna hizo que Alward se pusiese en pie y, con la inercia de desestabilizar al guardia, lo que el mercenario aprovechó para realizar una estocada; ataque que fue parado por el escudo de este... Casi, pero no podía dejarlo pasar. El joven Sevna pegó un manotazo con su brazo izquierdo, haciendo que la espada del guardia cayese al suelo. Este último pegó un golpe de escudo contra el mercenario, cosa de la que Alward logró zafarse echándose un poco hacia atrás, y cuando vio el momento perfecto, se abalanzó en carrera hacia su oponente, con la espada por delante, realizando la estocada más potente de su vida, utilizando la fuerza de todo su cuerpo y la inercia de la carrera. Lo logró. Logró hincarle su espada en el vientre. Con la fuerza y la inercia de la carrera, llegó incluso a levantar del suelo a su objetivo y a tirarlo con fuerza contra el suelo, todo incluso con la espada clavada y sujetándola con fuerza con la mano derecha.
Respiraba rápido y con cansancio, sacó su arma del guardia, yaciente sin vida en el suelo y miró hacia la mujer que le había retado con anterioridad, la cual había estado de brazos cruzados observando toda la pelea anterior. El escudo del guardia que acababa de abatir llegó rodando con suavidad hacia los pies de dicha mujer, la cual se agachó para agarrar y acariciar el escudo de su compañero caído
-John...-Dijo soltando el escudo en el suelo y reincorporándose. Acto seguido miró hacia el mercenario-¡LAMENTARÁS ESTO!-Dijo con un tono desgarrador. No se le podía ver nada del rostro, pues este estaba envuelto en su casco, pero por la expresión de su cuerpo y sus extremidades, toda rígidas, se podía notar que su furia había aumentado, a la cual se le añadió una sed de venganza
Fue un milagro... ¿Obra de los dioses? No, más bien gracias a la pericia y rapidez de Lyn.
Las sombras atraparon a todos los enemigos y los redujeron, en ese instante solo podía hacer una cosa: atacar. No se lo pensó demasiado, más allá de los segundos en shock que mantuvo por el espectáculo que ofreció la vampiresa. Saco varias flechas de su carcaj y las iba lanzando directamente a las cabezas de los guardias del lugar, todos tiros certeros; eran blancos inmóviles, eran sus presas.
Poco le iba a durar esta ventaja, ya que de manera inexplicable, Lyn agarró a Emmanuel y el felino, y los sacó de la habitación. El arquero no entendió muy bien ese cambio repentino de tácticas... ¿Acaso la vampiresa se había agotado y las sombras cederían? ¿O alguno de los guardias había conseguido liberarse?
Lyn estaba agotada, parecía necesitar algo de tiempo para volver a la acción, y los guardias se les echaban de nuevo encima rompiendo el extraño muro de hielo, también venían refuerzos de la dirección en la que se marchó el Lord. Emmanuel no paraba de disparar, pero ahora estos si estaban en movimiento y más de un tiro se desviaba o simplemente no acertaba; una posición difícil, además de que se encontraban en un pasillo en el cual podrían flanquearles por dos lados.
El felino corrió detrás de Lord Roiland y un guardia que le custodiaba, precisamente este último era el que tuvo la conversación con el hombre-bestia... No podía ir tras ellos, ya que no era tan rápido como el felino y estaba en una posición complicada, rodeado de guardias. Decidió encargarse de entretener a los guardias A su lado se suponía que estaba Lyn, aunque no sabía si se había marchado, no tenía tiempo para echar la vista atrás.
-¡Lyn, si quieres marcharte, yo te cubro!-Dijo rápidamente volviendo a colocar una flecha en el carcaj y disparándola. Esta vez si fue un disparo certero hacia un guardia que se les había acercado bastante-¡Pero me temo que no podré hacerlo por mucho tiempo!-Dijo sin apartar la vista de sus objetivos.
Y era cierto, por más rápido o habilidoso que fuese un arquero, él solo no iba a poder con la oleada que se les acercaba. Por suerte, no había ningún otro arquero enemigo, así que tenían unos segundos más de margen, pero no mucho.
Si Lyn decidía marcharse tenía una salida, que esperaba que no estuviese flanqueada, que era la dirección opuesta de donde se marchó Roiland. Si, por el contrario, la vampiresa decidía quedarse, podrían tener más ventanas de salida e incluso acabar con ellos. Después de todo, al ver los poderes de la señora de la noche se podía creer cualquier cosa.
La mujer se abalanzó como una furia, mientras pegaba un grito ahogado y desgarrador, hacia Alward. El mercenario había recuperado ya su espada zurda, por lo que estaba listo para el combate. El tajo que dio la mujer fue repelido por las dos espadas del mercenario colocadas en cruz a modo de protección.
Quiso hacer la misma táctica que antes, con su fuerza echar hacia atrás a la mujer para poder asestarle algún que otro golpe. Pero esta vez no funcionó. Al echar hacia atrás a la guardia, esta asestó un golpe fiero con su escudo que desestabilizó a Alward. En ese instante, la mujer cortó el ataque del mercenario. Esta se echó unos pasos hacia atrás, mientras observaba con cautela al mercenario. Este último hizo lo mismo, mientras se recuperaba del golpe y tomaba aire. Sin duda, la alumna del rubio era buena.
-"Theresa", ¿No?-Dijo recordando cómo el rubio la había llamado antes-Eres buena
-De poco te servirán tus cumplidos cuando acabe contigo-Dijo ahora más calmada
-Al fin te calmaste-Dijo con una pose ralajada, aunque con sus armas desenvainadas y con sus sentidos alerta para cualquier movimiento extraño-Esto no tiene por qué acabar con uno de los dos muerto
-¿¡Eso dices ahora!?-Dijo acentuando su enojo-¿DESPUÉS DE HABER MATADO A MIS COMPAÑEROS?-Dijo volviendo a alzar la voz
-¡No me dieron opción!-Intentó excusarse
-¡CÁLLATE Y PREPÁRATE PARA LA SIGUIENTE RONDA!
El mercenario partía con clara desventaja numérica, pero eso no le hizo retroceder. Confiaban en él y cumpliría con su papel, después de todo esa era su vida; vivir apegado al acero, fuese como fuese.
Echó un vistazo hacia su nuevo oponente; era una mujer castaña, la cual portaba una espada y un escudo, al igual que sus compañeros. No se le veía nada en especial, excepto su mirada; unod ojos azules verdosos llenos de odio, pesar y con los que te podía atravesar el alma con ella.
Alward hizo juego con sus muñecas y las espadas, haciéndolas girar mientras alternaba la vista entre los tres guardias, que esperaban y recobraban el aliento como él.
-Caerás, guerrero de las dos espadas-Advirtió mientras se ponía un casco que le tapaba todo el rostro
-Un nombre bastante largo-Dijo tensando su pose-Prefiero que me llamen Alward-En ese momento, los dos guardias de antes se abalanzaron al unísono hacia el mercenario, mientras este dibujaba media sonrisa en su rostro-Y hoy no caeré-Respondió hacia la mujer
Uno de ellos llegó primero para asestar un tajo contra Alward, cosa que contrarrestó interponiendo sus armas en cruz y empujando hacia adelante con estas a dicho oponente. El otro guardia llegó, pero este asestó un golpe de escudo que el mercenario intentó parar con su espada zurda, pero que irremediablemente no pudo. Con el impacto, dicha armas se le resbaló de entre las manos y cayó al suelo. El guardia intentó otro tajo contra Alward pero este se agachó con buenos reflejos y agilidad, haciendo un barrido con su pierna derecha y concentrando toda su fuerza y potencia en ese golpe. Dicho acto tuvo sus frutos; el guardia cayó al suelo, Alward se reincorporó con rapidez y, con un rápido juego de muñeca: haciendo que su espada girase unos 270 grados y, con una rápida bajada de todo su cuerpo hasta hincar una de sus rodillas en el suelo, hundiéndola con toda su fuerza en el estómago del guardia; desgarrando y abriendo su carne, haciendo que este escupiese charcos de sangre y entrase en una agonía mortal.
No le dio tiempo a acabar piadosamente con su vida, pues su compañero se abalanzó hacia el mercenario y le intentó asestar un golpe tajante en su cuello, con intención de decapitarlo. Por suerte, y con altos reflejos, Alward interpuso el brazo izquierdo, el cual le quedaba libre, ante el tajo. El golpe se le llevó su brazo, pero gracias a que llevaba bastante protección en este, el metal no hizo más que chocarse con el metal, hiriendo dicha extremidad, pero no incapacitándola ni mucho menos decapitándole.
Alward hizo claros signos de dolor y cerró los ojos, cansado y casi cediendo a que el guardia le pudiese dar el golpe de gracia, pero el arma quedó atascada entre el metal del brazo del mercenario y su oponente optó por intentar sacarlo en vez de seguir hundiendo la hoja. Ese pequeño error para el guardia y ese pequeño golpe de fortuna hizo que Alward se pusiese en pie y, con la inercia de desestabilizar al guardia, lo que el mercenario aprovechó para realizar una estocada; ataque que fue parado por el escudo de este... Casi, pero no podía dejarlo pasar. El joven Sevna pegó un manotazo con su brazo izquierdo, haciendo que la espada del guardia cayese al suelo. Este último pegó un golpe de escudo contra el mercenario, cosa de la que Alward logró zafarse echándose un poco hacia atrás, y cuando vio el momento perfecto, se abalanzó en carrera hacia su oponente, con la espada por delante, realizando la estocada más potente de su vida, utilizando la fuerza de todo su cuerpo y la inercia de la carrera. Lo logró. Logró hincarle su espada en el vientre. Con la fuerza y la inercia de la carrera, llegó incluso a levantar del suelo a su objetivo y a tirarlo con fuerza contra el suelo, todo incluso con la espada clavada y sujetándola con fuerza con la mano derecha.
Respiraba rápido y con cansancio, sacó su arma del guardia, yaciente sin vida en el suelo y miró hacia la mujer que le había retado con anterioridad, la cual había estado de brazos cruzados observando toda la pelea anterior. El escudo del guardia que acababa de abatir llegó rodando con suavidad hacia los pies de dicha mujer, la cual se agachó para agarrar y acariciar el escudo de su compañero caído
-John...-Dijo soltando el escudo en el suelo y reincorporándose. Acto seguido miró hacia el mercenario-¡LAMENTARÁS ESTO!-Dijo con un tono desgarrador. No se le podía ver nada del rostro, pues este estaba envuelto en su casco, pero por la expresión de su cuerpo y sus extremidades, toda rígidas, se podía notar que su furia había aumentado, a la cual se le añadió una sed de venganza
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Fue un milagro... ¿Obra de los dioses? No, más bien gracias a la pericia y rapidez de Lyn.
Las sombras atraparon a todos los enemigos y los redujeron, en ese instante solo podía hacer una cosa: atacar. No se lo pensó demasiado, más allá de los segundos en shock que mantuvo por el espectáculo que ofreció la vampiresa. Saco varias flechas de su carcaj y las iba lanzando directamente a las cabezas de los guardias del lugar, todos tiros certeros; eran blancos inmóviles, eran sus presas.
Poco le iba a durar esta ventaja, ya que de manera inexplicable, Lyn agarró a Emmanuel y el felino, y los sacó de la habitación. El arquero no entendió muy bien ese cambio repentino de tácticas... ¿Acaso la vampiresa se había agotado y las sombras cederían? ¿O alguno de los guardias había conseguido liberarse?
Lyn estaba agotada, parecía necesitar algo de tiempo para volver a la acción, y los guardias se les echaban de nuevo encima rompiendo el extraño muro de hielo, también venían refuerzos de la dirección en la que se marchó el Lord. Emmanuel no paraba de disparar, pero ahora estos si estaban en movimiento y más de un tiro se desviaba o simplemente no acertaba; una posición difícil, además de que se encontraban en un pasillo en el cual podrían flanquearles por dos lados.
El felino corrió detrás de Lord Roiland y un guardia que le custodiaba, precisamente este último era el que tuvo la conversación con el hombre-bestia... No podía ir tras ellos, ya que no era tan rápido como el felino y estaba en una posición complicada, rodeado de guardias. Decidió encargarse de entretener a los guardias A su lado se suponía que estaba Lyn, aunque no sabía si se había marchado, no tenía tiempo para echar la vista atrás.
-¡Lyn, si quieres marcharte, yo te cubro!-Dijo rápidamente volviendo a colocar una flecha en el carcaj y disparándola. Esta vez si fue un disparo certero hacia un guardia que se les había acercado bastante-¡Pero me temo que no podré hacerlo por mucho tiempo!-Dijo sin apartar la vista de sus objetivos.
Y era cierto, por más rápido o habilidoso que fuese un arquero, él solo no iba a poder con la oleada que se les acercaba. Por suerte, no había ningún otro arquero enemigo, así que tenían unos segundos más de margen, pero no mucho.
Si Lyn decidía marcharse tenía una salida, que esperaba que no estuviese flanqueada, que era la dirección opuesta de donde se marchó Roiland. Si, por el contrario, la vampiresa decidía quedarse, podrían tener más ventanas de salida e incluso acabar con ellos. Después de todo, al ver los poderes de la señora de la noche se podía creer cualquier cosa.
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La mujer se abalanzó como una furia, mientras pegaba un grito ahogado y desgarrador, hacia Alward. El mercenario había recuperado ya su espada zurda, por lo que estaba listo para el combate. El tajo que dio la mujer fue repelido por las dos espadas del mercenario colocadas en cruz a modo de protección.
Quiso hacer la misma táctica que antes, con su fuerza echar hacia atrás a la mujer para poder asestarle algún que otro golpe. Pero esta vez no funcionó. Al echar hacia atrás a la guardia, esta asestó un golpe fiero con su escudo que desestabilizó a Alward. En ese instante, la mujer cortó el ataque del mercenario. Esta se echó unos pasos hacia atrás, mientras observaba con cautela al mercenario. Este último hizo lo mismo, mientras se recuperaba del golpe y tomaba aire. Sin duda, la alumna del rubio era buena.
-"Theresa", ¿No?-Dijo recordando cómo el rubio la había llamado antes-Eres buena
-De poco te servirán tus cumplidos cuando acabe contigo-Dijo ahora más calmada
-Al fin te calmaste-Dijo con una pose ralajada, aunque con sus armas desenvainadas y con sus sentidos alerta para cualquier movimiento extraño-Esto no tiene por qué acabar con uno de los dos muerto
-¿¡Eso dices ahora!?-Dijo acentuando su enojo-¿DESPUÉS DE HABER MATADO A MIS COMPAÑEROS?-Dijo volviendo a alzar la voz
-¡No me dieron opción!-Intentó excusarse
-¡CÁLLATE Y PREPÁRATE PARA LA SIGUIENTE RONDA!
Alward Sevna
Honorable
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Para ser un tipo de casi sesenta años de edad con una flecha clavada en su cuerpo Roiland era bastante rápido; Más de lo que aparentaba ser, al menos.
Frunció el ceño y tomando aire volvió a hacer danzar las distintas sombras del entorno a su alrededor como buenamente pudo, se centró en tratar de recuperar las fuerzas que acababa de perder al huir del dormitorio de Roiland.
Se mordió el labio inferior, le gustase o no, todo parecía indicar que iba a necesitarlas.
Dejó que fuese Syl el que diese caza al noble, enfocándose ella en tratar de evitar que los distintos soldados que comenzaban a internarse en el pasillo siguiesen al felino. De aquel modo el pardo solo tendría que alcanzar al herido y acabar con su vida, sin distracciones, podrían salir de allí antes de que todo aquello empeorase más.
Había visto a Syl trabajar, no iba a resultarle difícil.
Haciendo acopio de las fuerzas que acababa de renovar con la sangre del Mortal, volvió a hacer deslizar las sombras por el pasillo, intentando ralentizar a todo aquel que tratase de ir tras Syl, respirando con dificultad, se concentró en que ninguno de los presentes pasase de dónde estaban ella y Emmanuel.
- ¡No tengo tiempo para jugar con vosotros! -
Apretó los dientes al ver como una gigantesca estaca de hielo emergía a sus pies y le obligaba apartarse del camino del soldado de elite, que corrió veloz junto a ella y, ignorando tanto a la vampiresa como al mercenario, desapareció por el mismo lugar que Roiland y Syl lo habían hecho apenas segundos atrás.
En cierto modo no le extrañó, aún estaba cansada, demasiado como para conjurar las sombras que necesitaba para bloquear las distintas estacas de hielo que usaba para abrirse paso entre sus sombras.
Pero eso no significaba que pretendiese dejarlo ir.
Se giró rápidamente y clavó sus ojos en la espalda de aquel tipo instantes antes de que se marchase totalmente. A su lado, mientras tanto, el suave chasquido que producía el arco de Emmanuel al dispararse se repetía de forma constante; el Stelliazo disparaba una flecha cada pocos segundos y aun así era incapaz de mantener a todos los guardias de Roiland a raya.
Aquello era justamente lo que Irirgo había mencionado que no podía pasar
Fue en ese momento, mientras se mordía el labio inferior pensaba frenéticamente que podía hacer cuando escuchó la voz del mercenario, casi pareció oír la voz del Mortal brotar de sus labios cuando dijo aquellas frases.
Torció el gesto.
- ¡Vamos! – Agarró al hombre de la muñeca y tiró de él, comenzó a correr hacia el final del pasillo que defendían. - ¡Ni se te ocurra quejarte! ¡El equipo sombra permanece unido! ¡Hasta el final! - Eran demasiados para ellos dos y, aunque respetaba el gesto de Emmanuel, dudaba mucho que este tuviese la misma capacidad para aguantar golpes que Eltrant.
Corrió, tiró del Stelliazo con todas sus fuerzas, solo soltandolo cuando creyó que este había captado la indirecta de que no iba a permitir de que se quedase atrás.
Continuó avanzando sin mirar atrás, saltó sobre varios muebles, volcó algunas estanterías con sus sombras tras ella, se encargó de confundir lo máximo posible a sus perseguidores con todo lo que tenía a su alcance. Se le escapó una corta carcajada, sonrió y aceleró el ritmo.
Aquello se le antojaba nostálgico. Incluso estuvo tentada de robar algún cuadro que otro en el proceso.
- ¡No te quedes atrás Emmy! – Exclamó la vampiresa cuando, al final, atravesó la puerta que les esperaba al final del laberintico corredor que acababan de recorrer a toda prisa. - ¡Vamos! - Espero a que el arquero la cruzase tras ella y cerró tras de sí cuando este se colocó a su lado.
Miró a ambos lados de la puerta, buscando algo con que bloquearla, no había absolutamente nada. Así que al final hecho mano de la diminuta llave que portaba en uno de las tantas bolsitas que colgaban de su cintura y, con un rápido movimiento de muñeca, echó el pestillo.
“BLAM”
El sonido de alguien dándose de bruces contra el portón, al otro lado del mismo, le hizo sonreír.
- ¡Han cerrado la puerta! ¡¿Alguien tiene la llave?!– Una voz apagada por el amasijo de madera y metal que tenía frente a ella llegó hasta sus oídos.
- ¡La tenían los guardas de la habitación de Lord Roiland! – Contestó otra voz enseguida.
- ¡Dejad de discutir y derribadla, maldita sea! – Cuando la tercera voz se apagó una sucesión de golpes informó a Lyn de que estaban tratando de abrirse paso mediante la fuerza.
- Mira por dónde, al final tantas puertas nos han venido bien… - Susurró Lyn con una sonrisa. Cuando se giró a examinar la habitación en la que se acababan de internar se encontraron con dos figuras conocidas en pie y tres de los habitantes de la mansión en el suelo.
Analizó la estancia, suspiró profundamente al ver que uno de los cadáveres era Roiland y se acercó hasta Asher y Syl. Habían cumplido lo que habían ido a hacer allí.
- Nos persigue gente muy enfadada por algún motivo. ¿Sabéis por qué? – Señaló el portón fortificado con el dedo pulgar, sin perder la sonrisa. – Son los admiradores más violentos que he tenido. – Añadió desviando su mirada hasta al guarda que había hablado con Syl en los aposentos del noble y que, antes, había evitado pelear con ella y con Emmanuel para llegar hasta allí.
Ahora yacía en el suelo, parecía seguir con vida, pero no se movía. Al final no había sido tan buena idea el seguir directamente al gato.
- Oh, sí. Se me olvidaba – Sin añadir nada más, se bebió la segunda botellita de sangre de la noche para, a continuación, cerrar los ojos y respirar con suavidad, tenía que recuperar la conexión y, sin ningún tipo de contacto visual, era bastante más complicado.
– “Mortal, Roiland está muerto” –
- “Mortal, Roiland está muerto” –
Clavando a Olvido en el suelo, respirando con dificultad, se incorporó levemente y asintió para sí.
El otro grupo había cumplido su parte, tenía que abrir la maldita entrada.
Le había costado muchos golpes, muchas embestidas y acometidas habían acabado con un doloroso lanzazo en alguna parte de su cuerpo, partes de su armadura ahora yacían desperdigadas por el jardín, trozos de metal doblados como si fuesen hojas de papel.
Pero había entendido aproximadamente cómo funcionaba el arma del rubio.
Tragó saliva y, sin soltar su espada, llevó la mano izquierda hasta su hombro, donde se encargó de arrancar el trozo de metal que hacía apenas unos segundos había constituido su hombrera y que ahora, debido a la extraña forma que poseía, limitaba enormemente sus movimientos.
Ese era el último golpe que el rubio conseguía acertarle.
Podía notarlo, aun cuando su rostro no dejaba entrever un atisbo de duda, un ápice de cansancio, Eltrant podía ver que Conhord estaba cansado, podía ver en sus movimientos como las distintas heridas que el exmercenario le había proporcionado empezaban a pasarle factura.
Olvido, después de todo, no era un arma que pudiese ser tomada a la ligera, dónde antes había estado la bella coraza del lancero ahora había una herida sangrante.
Se incorporó completamente y estiró el brazo derecho a la vez que hacía círculos con el hombro que conectaba dicho miembro a su cuerpo, asegurándose de este modo que ese último lanzazo no le había incapacitado la extremidad más de lo que creía en un principio.
Era ligeramente más lento, pero podía hacerlo.
- ¿Seguimos? – El rubio dividió su arma en dos como toda respuesta. Eltrant preparó a Olvido, ignoró la sangre que resbalaba por su brazo derecho y que, tras filtrarse por su guantelete, goteaba con suavidad a través del metal.
Volvieron a enfrentarse.
Saltó hacía un lado, rodó por el suelo, cuando las runas de la espada principal se activaron al poco de ser lanzada. Consiguió evitar el acero, la hoja se clavó en el suelo a escasos metros a su espalda.
Como había predicho Eltrant, apenas instantes después, Conhord se encontró con la lanza al completo en el lugar en el que había estado clavada la hoja.
Se giró sobre sí mismo, con Olvido a la altura de su cintura, y le atacó ayudándose de la inercia con la que contaba la espada. La lanza del rubio salió al encuentro de la claymore plateada de nuevo, tras un estruendoso chasquido metálico inicial, intercambiaron varios golpes, algunos de ellos acertaron.
- Te noto más lento. – Comentó Eltrant, apartándose de su oponente al mismo tiempo que este. - ¿Estás cansado? – Se arrancó la otra hombrera de un fuerte tirón.
Después de los primeros golpes, cada vez que recibía un impacto de aquella lanza, Eir se resentía enormemente, era casi como si estuviese fragmentándola poco a poco, abriéndose paso hasta Eltrant de forma lenta, pero sin pausa.
A pesar de ello, esta vez sí que vio cierto malestar en la mirada del noble.
- Tengo que admitir que eres una… alimaña difícil de matar. – dijo el rubio, siempre de forma inalterable, de haber oído solo su tono de voz Eltrant jamás habría interpretado que estaba herido.
- Gracias – Asentó ambos pies en la tierra que había bajo sus pies y cerró ambas manos firmemente en torno la empuñadura Olvido, Conhord, por su parte, dividió la lanza en dos.
El noble lanzó de nuevo su arma hacía él.
Tomó aire, las runas que estaban dibujadas en el arma comenzaron a iluminarse según se deslizaba a través del jardín. Clavó su mirada en el arma, el tiempo pareció ralentizarse por unos segundos, podía escuchar cómo, de fondo, Alward seguía intercambiando golpes con los demás soldados.
No tenía intención de esquivarla, no tenía intención de defenderse. Lo había entendido bien desde el principio, aunque no lo hubiese terminado de ver. En aquel caso solo tenía un camino, tenía que atacar.
La hoja se clavó firmemente en su pecho con la fuerza de una balista pequeña, retrocedió un par de pasos, dejó escapar un grito de dolor, la potencia de aquel golpe le devolvió, por unos instantes, a las ruinas del Arenal dónde encaró a aquel extraño artilugio cibernético.
No terminaba de comprender con exactitud cómo funcionaba Olvido, como el viento que rodeaba la hoja respondía a lo que él quería. Pero solo tenía que pensarlo, con solo hacerlo, el espadón comenzaba a vibrar con suavidad, el espeso viento que rodeaba la espada comenzaba a acumularse sobre la hoja.
- “Corta” –
En sí, Eltrant solo conocía a una persona que usase runas en su arma. Por mucho que lo negase, lo primero que le venía a la cabeza cuando debía usar todo lo que Olvido podía dar de sí era ese ataque había visto realizar al lobo una y otra vez.
- “¡Corta!” -
Conhord se apareció sobre él como tantas otras veces. La lanza, nuevamente formada sobre su pecho, le hizo retroceder varios pasos más. Apretó los dientes, ignoró el sabor de la sangre en su boca, tensó los músculos, sintió como el acero de la pica se hundía lentamente en su torso.
- “¡¡Corta!!” -
Más viento se acumuló en torno a la espada. Una gruesa capa de aire perfectamente visible a simple vista alertó al noble de que algo estaba a punto de suceder, trató de zafarse, pero era demasiado tarde, tan pronto como el rubio desencajó la lanza del pecho de Eltrant este lanzó un tajo directamente a la cintura de Conhord con todas las fuerzas que pudo reunir en aquel momento. Un tajo que, tras golpear al hombre, liberó algo parecido a una media luna de energía que atravesó el patio en su totalidad, segando todas las plantas del jardín con las que se cruzó hasta que se disolvió a escasos metros de la puerta que estaba encargado de abrir.
[1]
Se tambaleó, jadeando copiosamente empujó el cuerpo del guarda de Elite de Roiland a un lado, apenas le dedicó una rápida mirada a la expresión de confusión que se había apoderado del rostro del rubio.
No sabía si Alward seguía peleando o no, pero poco importaba, cuando abriese la puerta le ayudarían, tenía que darse prisa.
Tragó saliva y, tras conseguir envainar a Olvido al tercer intento, cerró las manos en torno a la cadena que mantenía la cancela bajada. Comenzó a tirar.
- ¡Arriba! – Gritó. Instó a su cuerpo a que se moviese, a que respondiese a sus órdenes y, después de varios segundos que, más bien, se le antojaron como horas.
El portón estaba totalmente abierto.
Tragando saliva se apoyó en la pared hasta que estuvo totalmente sentado y rompió el frasco de líquido rojo le había entregado Brigitte, cerró los ojos y respiró aliviado cuando contempló como la espesa y brillante nube de humo rojo comenzaba ascender hacía a los cielos.
Un fuerte estruendo metálico le despertó.
¿Cuánto había estado fuera de combate? Por el aspecto que tenía el jardín no podía haber sido más de unos minutos. Miró frente a él, ahora había más soldados de Roiland en escena, bastantes más.
Se acercaban lentamente, cautos, mirando fijamente la puerta abierta que Eltrant tenía directamente a su izquierda. Era evidente que el humo rojo los había atraído hasta allí.
- ¿Alward? – No lo veía. ¿Había retrocedido? ¿Estaba junto a él? Fuese como fuese, antes de que pudiese buscarlo más, un alarido, un grito de una voz conocida le hizo, como mínimo, respirar aliviado.
- ¡¡Enseñadles a esos cobardes de que están hecho los verdaderos soldados de Roilkat!! – Brigitte entró en el jardín, corriendo, sola, enarbolando una pesada maza como si apenas pesase nada. - ¡¡Por la Alianza!! - Cargó en un principio contra toda la primera línea de defensa de Roiland, escudo por delante, llevándose a todo aquel lo bastante insensato como para no apartarse de su camino. - ¡¿Cómo no podéis conmigo?! ¡Solo soy una mujer indefensa! ¡Echadle ganas! – Gritó dándole un escudazo en la cara a un pobre diablo que estaba lo suficiente cerca de ella.
Eltrant se levantó lentamente, ayudándose con la pared, mirando como la comandante aplastaba cabezas, ayudada con su escudo, de la forma más literal que podía tener aquella palabra.
Tras ella no tardaron en cargar a través de la entrada un numeroso grupo de soldados ataviados con armaduras pesadas, gritando consignas parecidas a las de la mujer, no tardaron en unirse a la pelea de su comandante.
- Siempre ha sido una mujer con mucha energía. - dijo sonriendo - La envidio. – El Qayid Rasul entró en el jardín seguido por sus tropas de cerca.
Con una mano a la espalda y otra sujetando la pipa que tenía siempre en la boca analizó durante apenas unos instantes la batalla que tenía frenta a sus ojos y, tras ello, sonrió a Eltrant.
– Buen trabajo. – dijo sencillamente, hecho esto se giró hacia sus hombres. – Rodeadles. – dijo señalando con la cabeza a las huestes de Roiland. – Yunque y Martillo – Añadió después, los hombres de Rasul desenvainaron sus armas y se deslizaron a través del patio prácticamente como si estuviesen caminando sobre el aire. – Descansa, Tale. – Dijo el Nórgedo sin perder aquella sonrisa educada que parecía ser tan integra de su persona como la pipa. – Ahora nos ocupamos nosotros. – Aseguró, severamente, al mismo tiempo que caminaba hacía la pelea y desenvainaba una larga espada curva adornada con un sinfín de runas.
[1] Uso Segunda habilidad "Olvido". Espada de Eltrant: Cortaviento. La segunda habilidad permite cortar el aire y dañar a cualquier criatura mortal o no con una fuerte ventisca de largo alcance (Máximo 20 metros) siendo un ataque inesquivable e inbloqueable. (Uso 1 vez por tema)
Frunció el ceño y tomando aire volvió a hacer danzar las distintas sombras del entorno a su alrededor como buenamente pudo, se centró en tratar de recuperar las fuerzas que acababa de perder al huir del dormitorio de Roiland.
Se mordió el labio inferior, le gustase o no, todo parecía indicar que iba a necesitarlas.
Dejó que fuese Syl el que diese caza al noble, enfocándose ella en tratar de evitar que los distintos soldados que comenzaban a internarse en el pasillo siguiesen al felino. De aquel modo el pardo solo tendría que alcanzar al herido y acabar con su vida, sin distracciones, podrían salir de allí antes de que todo aquello empeorase más.
Había visto a Syl trabajar, no iba a resultarle difícil.
Haciendo acopio de las fuerzas que acababa de renovar con la sangre del Mortal, volvió a hacer deslizar las sombras por el pasillo, intentando ralentizar a todo aquel que tratase de ir tras Syl, respirando con dificultad, se concentró en que ninguno de los presentes pasase de dónde estaban ella y Emmanuel.
- ¡No tengo tiempo para jugar con vosotros! -
Apretó los dientes al ver como una gigantesca estaca de hielo emergía a sus pies y le obligaba apartarse del camino del soldado de elite, que corrió veloz junto a ella y, ignorando tanto a la vampiresa como al mercenario, desapareció por el mismo lugar que Roiland y Syl lo habían hecho apenas segundos atrás.
En cierto modo no le extrañó, aún estaba cansada, demasiado como para conjurar las sombras que necesitaba para bloquear las distintas estacas de hielo que usaba para abrirse paso entre sus sombras.
Pero eso no significaba que pretendiese dejarlo ir.
Se giró rápidamente y clavó sus ojos en la espalda de aquel tipo instantes antes de que se marchase totalmente. A su lado, mientras tanto, el suave chasquido que producía el arco de Emmanuel al dispararse se repetía de forma constante; el Stelliazo disparaba una flecha cada pocos segundos y aun así era incapaz de mantener a todos los guardias de Roiland a raya.
Aquello era justamente lo que Irirgo había mencionado que no podía pasar
Fue en ese momento, mientras se mordía el labio inferior pensaba frenéticamente que podía hacer cuando escuchó la voz del mercenario, casi pareció oír la voz del Mortal brotar de sus labios cuando dijo aquellas frases.
Torció el gesto.
- ¡Vamos! – Agarró al hombre de la muñeca y tiró de él, comenzó a correr hacia el final del pasillo que defendían. - ¡Ni se te ocurra quejarte! ¡El equipo sombra permanece unido! ¡Hasta el final! - Eran demasiados para ellos dos y, aunque respetaba el gesto de Emmanuel, dudaba mucho que este tuviese la misma capacidad para aguantar golpes que Eltrant.
Corrió, tiró del Stelliazo con todas sus fuerzas, solo soltandolo cuando creyó que este había captado la indirecta de que no iba a permitir de que se quedase atrás.
Continuó avanzando sin mirar atrás, saltó sobre varios muebles, volcó algunas estanterías con sus sombras tras ella, se encargó de confundir lo máximo posible a sus perseguidores con todo lo que tenía a su alcance. Se le escapó una corta carcajada, sonrió y aceleró el ritmo.
Aquello se le antojaba nostálgico. Incluso estuvo tentada de robar algún cuadro que otro en el proceso.
- ¡No te quedes atrás Emmy! – Exclamó la vampiresa cuando, al final, atravesó la puerta que les esperaba al final del laberintico corredor que acababan de recorrer a toda prisa. - ¡Vamos! - Espero a que el arquero la cruzase tras ella y cerró tras de sí cuando este se colocó a su lado.
Miró a ambos lados de la puerta, buscando algo con que bloquearla, no había absolutamente nada. Así que al final hecho mano de la diminuta llave que portaba en uno de las tantas bolsitas que colgaban de su cintura y, con un rápido movimiento de muñeca, echó el pestillo.
“BLAM”
El sonido de alguien dándose de bruces contra el portón, al otro lado del mismo, le hizo sonreír.
- ¡Han cerrado la puerta! ¡¿Alguien tiene la llave?!– Una voz apagada por el amasijo de madera y metal que tenía frente a ella llegó hasta sus oídos.
- ¡La tenían los guardas de la habitación de Lord Roiland! – Contestó otra voz enseguida.
- ¡Dejad de discutir y derribadla, maldita sea! – Cuando la tercera voz se apagó una sucesión de golpes informó a Lyn de que estaban tratando de abrirse paso mediante la fuerza.
- Mira por dónde, al final tantas puertas nos han venido bien… - Susurró Lyn con una sonrisa. Cuando se giró a examinar la habitación en la que se acababan de internar se encontraron con dos figuras conocidas en pie y tres de los habitantes de la mansión en el suelo.
Analizó la estancia, suspiró profundamente al ver que uno de los cadáveres era Roiland y se acercó hasta Asher y Syl. Habían cumplido lo que habían ido a hacer allí.
- Nos persigue gente muy enfadada por algún motivo. ¿Sabéis por qué? – Señaló el portón fortificado con el dedo pulgar, sin perder la sonrisa. – Son los admiradores más violentos que he tenido. – Añadió desviando su mirada hasta al guarda que había hablado con Syl en los aposentos del noble y que, antes, había evitado pelear con ella y con Emmanuel para llegar hasta allí.
Ahora yacía en el suelo, parecía seguir con vida, pero no se movía. Al final no había sido tan buena idea el seguir directamente al gato.
- Oh, sí. Se me olvidaba – Sin añadir nada más, se bebió la segunda botellita de sangre de la noche para, a continuación, cerrar los ojos y respirar con suavidad, tenía que recuperar la conexión y, sin ningún tipo de contacto visual, era bastante más complicado.
– “Mortal, Roiland está muerto” –
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- “Mortal, Roiland está muerto” –
Clavando a Olvido en el suelo, respirando con dificultad, se incorporó levemente y asintió para sí.
El otro grupo había cumplido su parte, tenía que abrir la maldita entrada.
Le había costado muchos golpes, muchas embestidas y acometidas habían acabado con un doloroso lanzazo en alguna parte de su cuerpo, partes de su armadura ahora yacían desperdigadas por el jardín, trozos de metal doblados como si fuesen hojas de papel.
Pero había entendido aproximadamente cómo funcionaba el arma del rubio.
Tragó saliva y, sin soltar su espada, llevó la mano izquierda hasta su hombro, donde se encargó de arrancar el trozo de metal que hacía apenas unos segundos había constituido su hombrera y que ahora, debido a la extraña forma que poseía, limitaba enormemente sus movimientos.
Ese era el último golpe que el rubio conseguía acertarle.
Podía notarlo, aun cuando su rostro no dejaba entrever un atisbo de duda, un ápice de cansancio, Eltrant podía ver que Conhord estaba cansado, podía ver en sus movimientos como las distintas heridas que el exmercenario le había proporcionado empezaban a pasarle factura.
Olvido, después de todo, no era un arma que pudiese ser tomada a la ligera, dónde antes había estado la bella coraza del lancero ahora había una herida sangrante.
Se incorporó completamente y estiró el brazo derecho a la vez que hacía círculos con el hombro que conectaba dicho miembro a su cuerpo, asegurándose de este modo que ese último lanzazo no le había incapacitado la extremidad más de lo que creía en un principio.
Era ligeramente más lento, pero podía hacerlo.
- ¿Seguimos? – El rubio dividió su arma en dos como toda respuesta. Eltrant preparó a Olvido, ignoró la sangre que resbalaba por su brazo derecho y que, tras filtrarse por su guantelete, goteaba con suavidad a través del metal.
Volvieron a enfrentarse.
Saltó hacía un lado, rodó por el suelo, cuando las runas de la espada principal se activaron al poco de ser lanzada. Consiguió evitar el acero, la hoja se clavó en el suelo a escasos metros a su espalda.
Como había predicho Eltrant, apenas instantes después, Conhord se encontró con la lanza al completo en el lugar en el que había estado clavada la hoja.
Se giró sobre sí mismo, con Olvido a la altura de su cintura, y le atacó ayudándose de la inercia con la que contaba la espada. La lanza del rubio salió al encuentro de la claymore plateada de nuevo, tras un estruendoso chasquido metálico inicial, intercambiaron varios golpes, algunos de ellos acertaron.
- Te noto más lento. – Comentó Eltrant, apartándose de su oponente al mismo tiempo que este. - ¿Estás cansado? – Se arrancó la otra hombrera de un fuerte tirón.
Después de los primeros golpes, cada vez que recibía un impacto de aquella lanza, Eir se resentía enormemente, era casi como si estuviese fragmentándola poco a poco, abriéndose paso hasta Eltrant de forma lenta, pero sin pausa.
A pesar de ello, esta vez sí que vio cierto malestar en la mirada del noble.
- Tengo que admitir que eres una… alimaña difícil de matar. – dijo el rubio, siempre de forma inalterable, de haber oído solo su tono de voz Eltrant jamás habría interpretado que estaba herido.
- Gracias – Asentó ambos pies en la tierra que había bajo sus pies y cerró ambas manos firmemente en torno la empuñadura Olvido, Conhord, por su parte, dividió la lanza en dos.
El noble lanzó de nuevo su arma hacía él.
Tomó aire, las runas que estaban dibujadas en el arma comenzaron a iluminarse según se deslizaba a través del jardín. Clavó su mirada en el arma, el tiempo pareció ralentizarse por unos segundos, podía escuchar cómo, de fondo, Alward seguía intercambiando golpes con los demás soldados.
No tenía intención de esquivarla, no tenía intención de defenderse. Lo había entendido bien desde el principio, aunque no lo hubiese terminado de ver. En aquel caso solo tenía un camino, tenía que atacar.
La hoja se clavó firmemente en su pecho con la fuerza de una balista pequeña, retrocedió un par de pasos, dejó escapar un grito de dolor, la potencia de aquel golpe le devolvió, por unos instantes, a las ruinas del Arenal dónde encaró a aquel extraño artilugio cibernético.
No terminaba de comprender con exactitud cómo funcionaba Olvido, como el viento que rodeaba la hoja respondía a lo que él quería. Pero solo tenía que pensarlo, con solo hacerlo, el espadón comenzaba a vibrar con suavidad, el espeso viento que rodeaba la espada comenzaba a acumularse sobre la hoja.
- “Corta” –
En sí, Eltrant solo conocía a una persona que usase runas en su arma. Por mucho que lo negase, lo primero que le venía a la cabeza cuando debía usar todo lo que Olvido podía dar de sí era ese ataque había visto realizar al lobo una y otra vez.
- “¡Corta!” -
Conhord se apareció sobre él como tantas otras veces. La lanza, nuevamente formada sobre su pecho, le hizo retroceder varios pasos más. Apretó los dientes, ignoró el sabor de la sangre en su boca, tensó los músculos, sintió como el acero de la pica se hundía lentamente en su torso.
- “¡¡Corta!!” -
Más viento se acumuló en torno a la espada. Una gruesa capa de aire perfectamente visible a simple vista alertó al noble de que algo estaba a punto de suceder, trató de zafarse, pero era demasiado tarde, tan pronto como el rubio desencajó la lanza del pecho de Eltrant este lanzó un tajo directamente a la cintura de Conhord con todas las fuerzas que pudo reunir en aquel momento. Un tajo que, tras golpear al hombre, liberó algo parecido a una media luna de energía que atravesó el patio en su totalidad, segando todas las plantas del jardín con las que se cruzó hasta que se disolvió a escasos metros de la puerta que estaba encargado de abrir.
[1]
Se tambaleó, jadeando copiosamente empujó el cuerpo del guarda de Elite de Roiland a un lado, apenas le dedicó una rápida mirada a la expresión de confusión que se había apoderado del rostro del rubio.
No sabía si Alward seguía peleando o no, pero poco importaba, cuando abriese la puerta le ayudarían, tenía que darse prisa.
Tragó saliva y, tras conseguir envainar a Olvido al tercer intento, cerró las manos en torno a la cadena que mantenía la cancela bajada. Comenzó a tirar.
- ¡Arriba! – Gritó. Instó a su cuerpo a que se moviese, a que respondiese a sus órdenes y, después de varios segundos que, más bien, se le antojaron como horas.
El portón estaba totalmente abierto.
Tragando saliva se apoyó en la pared hasta que estuvo totalmente sentado y rompió el frasco de líquido rojo le había entregado Brigitte, cerró los ojos y respiró aliviado cuando contempló como la espesa y brillante nube de humo rojo comenzaba ascender hacía a los cielos.
[…]
Un fuerte estruendo metálico le despertó.
¿Cuánto había estado fuera de combate? Por el aspecto que tenía el jardín no podía haber sido más de unos minutos. Miró frente a él, ahora había más soldados de Roiland en escena, bastantes más.
Se acercaban lentamente, cautos, mirando fijamente la puerta abierta que Eltrant tenía directamente a su izquierda. Era evidente que el humo rojo los había atraído hasta allí.
- ¿Alward? – No lo veía. ¿Había retrocedido? ¿Estaba junto a él? Fuese como fuese, antes de que pudiese buscarlo más, un alarido, un grito de una voz conocida le hizo, como mínimo, respirar aliviado.
- ¡¡Enseñadles a esos cobardes de que están hecho los verdaderos soldados de Roilkat!! – Brigitte entró en el jardín, corriendo, sola, enarbolando una pesada maza como si apenas pesase nada. - ¡¡Por la Alianza!! - Cargó en un principio contra toda la primera línea de defensa de Roiland, escudo por delante, llevándose a todo aquel lo bastante insensato como para no apartarse de su camino. - ¡¿Cómo no podéis conmigo?! ¡Solo soy una mujer indefensa! ¡Echadle ganas! – Gritó dándole un escudazo en la cara a un pobre diablo que estaba lo suficiente cerca de ella.
Eltrant se levantó lentamente, ayudándose con la pared, mirando como la comandante aplastaba cabezas, ayudada con su escudo, de la forma más literal que podía tener aquella palabra.
Tras ella no tardaron en cargar a través de la entrada un numeroso grupo de soldados ataviados con armaduras pesadas, gritando consignas parecidas a las de la mujer, no tardaron en unirse a la pelea de su comandante.
- Siempre ha sido una mujer con mucha energía. - dijo sonriendo - La envidio. – El Qayid Rasul entró en el jardín seguido por sus tropas de cerca.
Con una mano a la espalda y otra sujetando la pipa que tenía siempre en la boca analizó durante apenas unos instantes la batalla que tenía frenta a sus ojos y, tras ello, sonrió a Eltrant.
– Buen trabajo. – dijo sencillamente, hecho esto se giró hacia sus hombres. – Rodeadles. – dijo señalando con la cabeza a las huestes de Roiland. – Yunque y Martillo – Añadió después, los hombres de Rasul desenvainaron sus armas y se deslizaron a través del patio prácticamente como si estuviesen caminando sobre el aire. – Descansa, Tale. – Dijo el Nórgedo sin perder aquella sonrisa educada que parecía ser tan integra de su persona como la pipa. – Ahora nos ocupamos nosotros. – Aseguró, severamente, al mismo tiempo que caminaba hacía la pelea y desenvainaba una larga espada curva adornada con un sinfín de runas.
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[1] Uso Segunda habilidad "Olvido". Espada de Eltrant: Cortaviento. La segunda habilidad permite cortar el aire y dañar a cualquier criatura mortal o no con una fuerte ventisca de largo alcance (Máximo 20 metros) siendo un ataque inesquivable e inbloqueable. (Uso 1 vez por tema)
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Los gritos empezaron a resonar por toda la mansión. No eran solo de los guardias. Al parecer, el plan había funcionado, más o menos. Ambos objetivos estaban resueltos. Roiland estaba muerto, y las puertas estaban abiertas. Los que aún quedaban, los que habían intentado controlar el incendio, estaban saliendo del comedor junto a una espesa cortina de humo. Al parecer, un poco de agua y arena no era suficiente como para detener las llamas de ese líquido.
Un escuadrón de soldados Nórgedos les rodeó, liderados por el Qayid. El hombre nos dirigió una breve mirada y asintió, satisfecho. Suficiente.
-Hemos acabado aquí.- declaró Syl. -Vamonos. Estás herido.- dijo, mirando a mi brazo.
-No es nada serio.- aseguré. -Id yendo, aún hay algo que quiero hacer.-
El felino se cruzó de brazos, mirándome. Estaba claro que no se iba a ir a ninguna parte sin mí. Resoplé. No me gustaba tener tanto público para lo que iba a hacer, pero era inevitable. Me acerqué al cuerpo de Roiland. El virote aún estaba clavado en el interior de su frente. Alcé a Brillo y la hundí con toda mi fuerza en el cuello del viejo. Con un solo tajo, la cabeza se separó del cuerpo. Un charco de sangre empezó a formarse debajo. Cogí la cabeza por los pelos, e hice un gesto hacia la puerta, echando a caminar.
Las fuerzas de Roiland no llegaron a molestarnos en nuestra salida. Estaban demasiado ocupados. El ataque era mayor a lo que debían esperar. Finalmente, vi a Eltrant, justo a la salida.
-¡Eh, Elt!- llamé. -Sujétame esto.- sonreí, lanzando la cabeza del noble a sus brazos. Luego, me volví hacia uno de los combatientes aliados que se acercaban a la mansión. -¡Tu! Dejame esa pica.- ordené.
-¿Qué...? Es una lanza.- dijo, mirándome extrañado.
-Calla y dámela. Es por una buena causa.- El hombre frunció el ceño, pero finalmente me cedió su arma. Después, me siguió mientras volvía hacia el camino que llevaba a la mansión. Golpeé la tierra con el asta repetidas veces hasta que, finalmente, quedó firmemente atascada en el suelo. Después, recogí la cabeza. -Syl, ¿quieres hacer los honores?-
-...Creo que no lo decían de forma tan literal.- dijo el pardo, negando con la cabeza. Me encogí de hombros, y hundí la cabeza en la lanza del hombre.
Tomé aire. Y, para terminar, lancé un fuerte aullido triunfal, resonando por encima del ruido de la batalla. Aquello había sido una victoria importante. Miré al resto del grupo, satisfecho.
-Hemos hecho un buen trabajo. La gente de las arenas... ya no tendrá que vivir allí. Podrán... volver a sus hogares. Con sus familias.- sonreí. El pánico inicial tardaría un poco en desaparecer. Después de todo, para los habitantes aquello debería parecer una segunda invasión. A pesar de las llamas, la sangre y los gritos... aquella era una buena escena. Digna de un cuadro.
El soldado que me prestó la lanza silbó, impresionado. Parecía contento con el uso que le había dado.
-Si le echas sal, durará más... espero que haya en la cocina.- dijo, aún admirando la cabeza. No cuestioné el por qué sabía eso, pero era interesante.
Noté una mano sobre mi hombro. Syl presionó firmemente, instandome a que me sentase. Suspiré, pero le hice caso, tendiéndole la horrible pasta embotellada.
-Eltrant está más herido.- refunfuñé. No le había mirado bien, pero estaba seguro de que había acertado. Era una apuesta segura.
-A Eltrant le apuñalan a diario.- replicó. -Además, tiene esa... cosa. La marca. Tu no. ¿Cuantas veces te ha salvado esta cosa de pasarte semanas con heridas?-
No protesté más. La mirada de Syl me dejaba claro que no tendría compasión alguna. Noté el pringue sobre mi pelaje mientras miraba a Eltrant. Esa espada que tenía... Olvido... ¿Estaba emanando viento? Abrí los ojos, sorprendido, y le hice un gesto para que se acercase.
-¿Como puedes mantener secretos así, Eltrant? Y yo que creía que éramos amigos. Déjame verla.- dije, tratando de ocultar la emoción de mi voz. Ese encantamiento parecía potente. Tenía que estudiarlo. Si había runas involucradas, podía aprender algo interesante.
Pero lo que había... era aún más sorprendente. Sujeté la espada cuidadosamente, examinando todas las partes sin tocarla demasiado. Pero no había nada. Ningún grabado, aparte de la palabra "Olvido." Ninguna runa u objeto encantado como en el caso de Brillo. Fruncí el ceño. Ese viento no era ninguna ilusión. Podía notar la brisa contra mi pelaje. Ni el pomo, ni la hoja, la guarda o la empuñadura. Gruñí. Esa cosa me tenía que estar ocultando algo. Tal vez estaban ocultos por el viento... o eran invisibles. Miré a Elt con cara de pocos amigos.
-Está en la vaina, ¿verdad? Tiene que ser en la vaina.- dije. Iba a averiguar sus secretos, sin importar lo que me costase.
Un escuadrón de soldados Nórgedos les rodeó, liderados por el Qayid. El hombre nos dirigió una breve mirada y asintió, satisfecho. Suficiente.
-Hemos acabado aquí.- declaró Syl. -Vamonos. Estás herido.- dijo, mirando a mi brazo.
-No es nada serio.- aseguré. -Id yendo, aún hay algo que quiero hacer.-
El felino se cruzó de brazos, mirándome. Estaba claro que no se iba a ir a ninguna parte sin mí. Resoplé. No me gustaba tener tanto público para lo que iba a hacer, pero era inevitable. Me acerqué al cuerpo de Roiland. El virote aún estaba clavado en el interior de su frente. Alcé a Brillo y la hundí con toda mi fuerza en el cuello del viejo. Con un solo tajo, la cabeza se separó del cuerpo. Un charco de sangre empezó a formarse debajo. Cogí la cabeza por los pelos, e hice un gesto hacia la puerta, echando a caminar.
Las fuerzas de Roiland no llegaron a molestarnos en nuestra salida. Estaban demasiado ocupados. El ataque era mayor a lo que debían esperar. Finalmente, vi a Eltrant, justo a la salida.
-¡Eh, Elt!- llamé. -Sujétame esto.- sonreí, lanzando la cabeza del noble a sus brazos. Luego, me volví hacia uno de los combatientes aliados que se acercaban a la mansión. -¡Tu! Dejame esa pica.- ordené.
-¿Qué...? Es una lanza.- dijo, mirándome extrañado.
-Calla y dámela. Es por una buena causa.- El hombre frunció el ceño, pero finalmente me cedió su arma. Después, me siguió mientras volvía hacia el camino que llevaba a la mansión. Golpeé la tierra con el asta repetidas veces hasta que, finalmente, quedó firmemente atascada en el suelo. Después, recogí la cabeza. -Syl, ¿quieres hacer los honores?-
-...Creo que no lo decían de forma tan literal.- dijo el pardo, negando con la cabeza. Me encogí de hombros, y hundí la cabeza en la lanza del hombre.
Tomé aire. Y, para terminar, lancé un fuerte aullido triunfal, resonando por encima del ruido de la batalla. Aquello había sido una victoria importante. Miré al resto del grupo, satisfecho.
-Hemos hecho un buen trabajo. La gente de las arenas... ya no tendrá que vivir allí. Podrán... volver a sus hogares. Con sus familias.- sonreí. El pánico inicial tardaría un poco en desaparecer. Después de todo, para los habitantes aquello debería parecer una segunda invasión. A pesar de las llamas, la sangre y los gritos... aquella era una buena escena. Digna de un cuadro.
El soldado que me prestó la lanza silbó, impresionado. Parecía contento con el uso que le había dado.
-Si le echas sal, durará más... espero que haya en la cocina.- dijo, aún admirando la cabeza. No cuestioné el por qué sabía eso, pero era interesante.
Noté una mano sobre mi hombro. Syl presionó firmemente, instandome a que me sentase. Suspiré, pero le hice caso, tendiéndole la horrible pasta embotellada.
-Eltrant está más herido.- refunfuñé. No le había mirado bien, pero estaba seguro de que había acertado. Era una apuesta segura.
-A Eltrant le apuñalan a diario.- replicó. -Además, tiene esa... cosa. La marca. Tu no. ¿Cuantas veces te ha salvado esta cosa de pasarte semanas con heridas?-
No protesté más. La mirada de Syl me dejaba claro que no tendría compasión alguna. Noté el pringue sobre mi pelaje mientras miraba a Eltrant. Esa espada que tenía... Olvido... ¿Estaba emanando viento? Abrí los ojos, sorprendido, y le hice un gesto para que se acercase.
-¿Como puedes mantener secretos así, Eltrant? Y yo que creía que éramos amigos. Déjame verla.- dije, tratando de ocultar la emoción de mi voz. Ese encantamiento parecía potente. Tenía que estudiarlo. Si había runas involucradas, podía aprender algo interesante.
Pero lo que había... era aún más sorprendente. Sujeté la espada cuidadosamente, examinando todas las partes sin tocarla demasiado. Pero no había nada. Ningún grabado, aparte de la palabra "Olvido." Ninguna runa u objeto encantado como en el caso de Brillo. Fruncí el ceño. Ese viento no era ninguna ilusión. Podía notar la brisa contra mi pelaje. Ni el pomo, ni la hoja, la guarda o la empuñadura. Gruñí. Esa cosa me tenía que estar ocultando algo. Tal vez estaban ocultos por el viento... o eran invisibles. Miré a Elt con cara de pocos amigos.
-Está en la vaina, ¿verdad? Tiene que ser en la vaina.- dije. Iba a averiguar sus secretos, sin importar lo que me costase.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
La segunda ronda iba a comenzar entre la particular batalla de Alward y aquella mujer de nombre Theresa. Esta última se abalanzó de nuevo hacia el mercenario, dando un tajo lateral con su espada que impactó en la parte del pectoral de la armadura del joven, no llegó a mayores males, pero la mujer encadenó ese ataque con un golpe de escudo que sí dañó al mercenario y lo echó unos pasos hacia un lado.
La mujer volvió a atacar, esta vez con una estocada directa al oblicuo izquierdo del joven. El ataque fue todo un éxito, consiguió hundir su hoja unos centímetros en la carne del mercenario, llegando a dañar minimamente los tejidos musculosos de aquella zona, aunque no penetrándolos, por suerte para él, si no ese combate se hubiese acabado en aquel momento. Como un acto reflejo, Alward se zafó como pudo y se notó como de la zona de impacto se abrió una herida del tamaño de la hoja que blandía la mujer. De aquella herida emanó sangre que humedeció con el color rojizo típico de esta la parte de armadura que cubría esa zona, no era metal, sino cuero verde. Tendría que haber llevado alguna protección inferior para esas ocasiones, un error por su parte.
Con sus armas aún empuñadas, se llevó la mano izquierda hacia esa zona para palmarse; dolía, pero no le impedía moverse, aunque si que podía infectarse si no se trataba con rapidez. Devolvió su vista hacia la mujer, quien se preparaba para un nuevo ataque. Tenía que olvidarse del dolor y continuar con el combate si no quería morir... Costaba, pero debía hacerlo. Luego se preocuparía de vendarse o buscar a alguien que le socorriese.
La mujer se abalanzó hacia Alward otra vez, buscando hacer fuego del árbol caído el cual era el mercenario en este momento.
El joven paró el ataque haciendo su clásico bloqueo interponiendo sus espadas en forma de "X" e intentando hacer fuerza para desbaratar el ataque de su oponente, echándola hacia atrás y tener así una ventana de oportunidad para poder atacar él. No iba a ser tan fácil aquella vez, no iba a ser ni posible. Le faltaban las fuerzas, entre el combate anterior y la herida, hacer ese esfuerzo era toda una tarea titánica. Sin duda no estaba a la altura de una profesional bien entrenada, nunca lo estuvo realmente, ni siquiera cuando intentó ingresar en la guardia de Lunargenta, razón por la cual lo rechazaron. Aún le faltaba experiencia en combate, aunque estos últimos años hubiese ganado fuerza y agilidad. Su resistencia también era un punto débil y unos deberes que el mercenario debería de superar para poder ser mejor luchador, cosa que también se le notaba carente en ese momento.
-¿Ya no te ríes tanto, guerrero?-Se mofó la mujer. No se le podía ver debido al casco, pero seguramente una sonrisa burlona se dibujó en su rostro
-Tsk...-Soltó un gemido de dolor y entrecerró su rostro al mismo tiempo que arrugaba la frente
En ese momento, Alward soltó una patada; al mismo tiempo que una ráfaga de aire producida por un ataque de Eltrant barrió el lugar. Esta breve cadena de acciones hizo que la mujer cayese al suelo. Alward se desestabilizó también un poco, pero logró mantener el equilibrio, aunque se le cayó la espada de su zurda.
Antes de que la mujer pudiese ponerse en pie, se acercó hacia ella rápidamente y pateó su escudo para que se le escurriese de las manos, y lo pateó de nuevo para alejarlo unos metros. Tanto pateo le costó un terrible dolor en el pie derecho, con el cual realizó las dos acciones anteriores, pero no era momento de flaqueza. La mujer intentó reincorporarse de nuevo, pero el mercenario estuvo rápido y, con un rodillazo de su pierna izquierda, cosa que le costó un terrible y punzante dolor en la herida sangrante, la tumbó de nuevo. Con gran agilidad se situó encima de ella, hincando su rodilla izquierda en el brazo derecho de Theresa, impidiéndole movilidad en la susodicha extremidad y así incapacitarla para atacar, ya que blandía la espada con ella.
Alward alzó su brazo derecho, con el que blandía la espada que aún portaba, y con intenciones de clavarla directamente en el lugar más doloroso y mortal del cuerpo de aquella mujer, la miró, mientras esta se retorcía intentando zafarse. Para que no se moviese tanto, con su pie derecho pisó como pudo el antebrazo derecho de la Theresa para evitar que pudiese hacer fuerza con este, dejando únicamente libre sus piernas, pero con todo el peso de Alward en su tren superior, le sería casi inútil e imposible tratar de escapar y lograrlo. De nuevo, el mercenario alzó su espada, con la posición e intención de clavársela a la mujer. Respiraba forzosamente, sentía el dolor de su herida, de sus golpes, de sus piernas doloridas... Por un momento, se quedó estático, con la espada alzada y mirando a su oponente.
-¿A qué esperas?-Dijo aún forcejeando, sin perder la esperanza por si Alward flaqueaba-¡MÁTAME Y DEMUESTRA LA ESCORIA QUE ERES!-Dijo esto último rindiéndose ante el mercenario, sin moverse y esperando a que este terminase por hundirle la hoja en su pecho
Alward alzó la vista, pues el ruido de la puerta abriéndose se hizo evidente en todo el jardín. Hasta ahora no se había dado cuenta, pero Eltrant había acabado con aquel hombre y el objetivo había sido cumplido.
-La puerta...-Dijo con pesadez-...se ha abierto...
La mujer suspiró. Había fracasado, en todo. Si la puerta se había abierto significaba que su maestro había caído, ya pocas esperanzas le quedaban para poder sobrevivir, simplemente se rindió ante el destino, ladeando la cabeza hacia un lado, de nuevo esperando a que de una maldita vez Alward acabara con su trabajo.
-No hay razón... Para pelear... Ya no...-Dijo emblandeciendo su postura y dejando movilidad a Theresa-Es cuestión de horas que Lord Roiland muera, si es que no lo ha hecho ya...-Dijo entre gestos de dolor-Ahora entrarán nuestros refuerzos, y todo habrá acabado... Habéis perdido-Dijo apartándose de la mujer y arrodillándose a su lado, mientras se palpaba la herida
-No... No puede ser...-Dijo reincorporándose sentada, soltando su espada y evidenciando lo sucedido; la puerta abierta, su superior caído... Era cuestión de minutos que los Nórgedos y sus refuerzos llegasen. Se quitó el casco para tener mejor visión-No puede ser...-Repitió. De la rabia e impotencia, tiró su casco con fuerzas hacia adelante, cayendo unos metros alejado.
Alward también tiró su espada y se tapó con ambas manos la herida. Un acto bastante confiado, pero quería hacer ver a la guardia que no era tan malo, no era tan sádico, y por supuesto, no le interesaba pelear ya que poco podían sacar de ello en ese momento, más que sangre derramada sin justificación alguna. Los argumentos del mercenario empezaron a calar en Theresa.
-Vete...-Se pausó, mientras la mujer le devolvía la vista-Huye... O te matarán
Era una decisión de vida o muerte. Si se quedaba, moriría, aunque matase a Alward. Si huía, tendría una ventana de oportunidad para poder salvar la vida. Estaba claro que, con los gritos, el alboroto, el fuego y todo, sumado a los refuerzos que el mercenario advirtió que llegarían, no tendría oportunidad alguna de salir con vida. En ese momento, en ese instante, el instinto de supervivencia se apoderó de la mujer, aunque una parte de ella deseaba quedarse; se puso en pie y, completamente desarmada, corrió hacia la salida, antes de que llegasen los refuerzos. Huiría lejos, se escondería en callejones, alcantarillas... Todo tipo de recovecos le servirían, y huiría de la ciudad.
Cuando finalmente Theresa se marchó, Alward esbozó una sonrisa cansada y dolorida mientras miraba hacia la puerta. Había demostrado que no era un monstruo que solo se movía por dinero, también había demostrado que no era una mera espada de alquiler; tenía principios y valores que respetaba, y un código ético.
Desvió la vista hacia Eltrant, el cual parecía descansar inconsciente sobre una de las murallas cercanas a la puerta. Con dolor y esfuerzo, se puso en pie mientras seguía taponándose la herida con ambas manos. Se dirigió hacia su compañero y, cuando estuvo a su lado, se sentó junto a él mientras respiraba muy forzado. Se taponaba fuerte la herida mientras miraba a su alrededor a ver si venía alguien, pero estaba el jardín completamente vacío. Miró al cielo y suspiró, con pesadez.
Eltrant despertó a los pocos minutos.Este empezó a buscar con la vista al mercenario. Estaba algo conmocionado y desorientado, no se percató de que Alward estaba a su lado.
-Estoy aquí... Amigo-Dijo esbozando una sonrisa-Se ha complicado la cosa-Dijo desviando la mirada hacia su herida, la cual estaba presionando con todas sus fuerzas-Veo que a ti tampoco te ha ido mejor, aunque no es nada nuevo, ¿Eh?-Sonrió forzosamente mientras miraba de reojo las heridas notables de Eltrant.
Al poco tiempo, llegaron refuerzos, pero no los esperados. Eran hombres de Roiland sedientos de sangre. Los dos humanos no estaban en las mejores condiciones para pelear, Alward apartó la mirada de estos y ladeó la cabeza, esperando muy probablemente un posible final... ¿Así acabaría? ¿De verdad?
De pronto, se escuchó griterío, alboroto y demás compases que acompañaban a una batalla, entrar por la puerta del jardín y abalanzarse hacia aquellos soldados de Roiland que estaban amenazando a los dos humanos. Al fin, eran los refuerzos aliados. Esto alivió de sobremanera al mercenario, quien relajado, dibujó una sonrisa placentera mientras seguía sentado, apoyado en aquella pared, ahora en solitario, ya que Eltrant había hecho un esfuerzo por levantarse.
Admiraba al ex-mercenario, bastante además. Todos los golpes y puñaladas que había recibido, y aún seguía en pie. Recordó aquella vez que lo conoció, en aquella mansión, y todos los golpes que recibió y cómo acabó con aquella bestia. Fue increíble. Sin embargo, él había recibido un par de golpes y una sola puñalada, y no podía más. Estaba agotado, casi sin fuerzas y dolorido. Parecía su mismo final, no podía siquiera hacer el esfuerzo por levantarse, así que optó por quedarse allí sentado taponando la herida.
Alzó por un momento la vista y vio cómo llegaron al lugar Asher y su compañero felino. El lobo colocó una pica con la cabeza de alguien... Tendría que ser Roiland, lo habían conseguido: misión cumplida. El mercenario esbozó una sonrisa cuando todos festejaban el cumplimiento de la misión y el fin o casi fin de la batalla que se libraba en la mansión. Parecía que el lobo también sufrió alguna que otra herida y su compañero se la estaba sanando. Eso le hizo recordar... ¿Y su compañero? ¿Dónde estaba Emmanuel cuando se le necesitaba? Él seguro tendría alguna que otra venda para poder al menos parar la hemorragia, luego habría que ver a un profesional, pero al menos sobreviviría unos segundos más si no se desangraba. Asher ahora colocó una pica con la cabeza de alguien... Tendría que ser Roiland, lo habían conseguido: misión cumplida.
Miro hacia todos lados, entre la multitud de soldados, finalmente apareció como una figura emergente. Era inconfundible; ropajes rojos, capucha roja, arco a la espalda... Era el bueno de Emmanuel Castle. Este se acercó con rapidez a su compañero cuando vio que estaba en un estado tan deplorable.
-Tío, ¿Qué has estado haciendo?-Dijo buscando en su zurrón, seguramente los remedios necesarios para tratar a Alward
-Nada, aquí de paseo...-Dijo con sarcasmo y con un tono pesado-Véndame rápido, por favor...-Dijo esta vez con un tono más serio y con gestos de dolor
La mujer volvió a atacar, esta vez con una estocada directa al oblicuo izquierdo del joven. El ataque fue todo un éxito, consiguió hundir su hoja unos centímetros en la carne del mercenario, llegando a dañar minimamente los tejidos musculosos de aquella zona, aunque no penetrándolos, por suerte para él, si no ese combate se hubiese acabado en aquel momento. Como un acto reflejo, Alward se zafó como pudo y se notó como de la zona de impacto se abrió una herida del tamaño de la hoja que blandía la mujer. De aquella herida emanó sangre que humedeció con el color rojizo típico de esta la parte de armadura que cubría esa zona, no era metal, sino cuero verde. Tendría que haber llevado alguna protección inferior para esas ocasiones, un error por su parte.
Con sus armas aún empuñadas, se llevó la mano izquierda hacia esa zona para palmarse; dolía, pero no le impedía moverse, aunque si que podía infectarse si no se trataba con rapidez. Devolvió su vista hacia la mujer, quien se preparaba para un nuevo ataque. Tenía que olvidarse del dolor y continuar con el combate si no quería morir... Costaba, pero debía hacerlo. Luego se preocuparía de vendarse o buscar a alguien que le socorriese.
La mujer se abalanzó hacia Alward otra vez, buscando hacer fuego del árbol caído el cual era el mercenario en este momento.
El joven paró el ataque haciendo su clásico bloqueo interponiendo sus espadas en forma de "X" e intentando hacer fuerza para desbaratar el ataque de su oponente, echándola hacia atrás y tener así una ventana de oportunidad para poder atacar él. No iba a ser tan fácil aquella vez, no iba a ser ni posible. Le faltaban las fuerzas, entre el combate anterior y la herida, hacer ese esfuerzo era toda una tarea titánica. Sin duda no estaba a la altura de una profesional bien entrenada, nunca lo estuvo realmente, ni siquiera cuando intentó ingresar en la guardia de Lunargenta, razón por la cual lo rechazaron. Aún le faltaba experiencia en combate, aunque estos últimos años hubiese ganado fuerza y agilidad. Su resistencia también era un punto débil y unos deberes que el mercenario debería de superar para poder ser mejor luchador, cosa que también se le notaba carente en ese momento.
-¿Ya no te ríes tanto, guerrero?-Se mofó la mujer. No se le podía ver debido al casco, pero seguramente una sonrisa burlona se dibujó en su rostro
-Tsk...-Soltó un gemido de dolor y entrecerró su rostro al mismo tiempo que arrugaba la frente
En ese momento, Alward soltó una patada; al mismo tiempo que una ráfaga de aire producida por un ataque de Eltrant barrió el lugar. Esta breve cadena de acciones hizo que la mujer cayese al suelo. Alward se desestabilizó también un poco, pero logró mantener el equilibrio, aunque se le cayó la espada de su zurda.
Antes de que la mujer pudiese ponerse en pie, se acercó hacia ella rápidamente y pateó su escudo para que se le escurriese de las manos, y lo pateó de nuevo para alejarlo unos metros. Tanto pateo le costó un terrible dolor en el pie derecho, con el cual realizó las dos acciones anteriores, pero no era momento de flaqueza. La mujer intentó reincorporarse de nuevo, pero el mercenario estuvo rápido y, con un rodillazo de su pierna izquierda, cosa que le costó un terrible y punzante dolor en la herida sangrante, la tumbó de nuevo. Con gran agilidad se situó encima de ella, hincando su rodilla izquierda en el brazo derecho de Theresa, impidiéndole movilidad en la susodicha extremidad y así incapacitarla para atacar, ya que blandía la espada con ella.
Alward alzó su brazo derecho, con el que blandía la espada que aún portaba, y con intenciones de clavarla directamente en el lugar más doloroso y mortal del cuerpo de aquella mujer, la miró, mientras esta se retorcía intentando zafarse. Para que no se moviese tanto, con su pie derecho pisó como pudo el antebrazo derecho de la Theresa para evitar que pudiese hacer fuerza con este, dejando únicamente libre sus piernas, pero con todo el peso de Alward en su tren superior, le sería casi inútil e imposible tratar de escapar y lograrlo. De nuevo, el mercenario alzó su espada, con la posición e intención de clavársela a la mujer. Respiraba forzosamente, sentía el dolor de su herida, de sus golpes, de sus piernas doloridas... Por un momento, se quedó estático, con la espada alzada y mirando a su oponente.
-¿A qué esperas?-Dijo aún forcejeando, sin perder la esperanza por si Alward flaqueaba-¡MÁTAME Y DEMUESTRA LA ESCORIA QUE ERES!-Dijo esto último rindiéndose ante el mercenario, sin moverse y esperando a que este terminase por hundirle la hoja en su pecho
Alward alzó la vista, pues el ruido de la puerta abriéndose se hizo evidente en todo el jardín. Hasta ahora no se había dado cuenta, pero Eltrant había acabado con aquel hombre y el objetivo había sido cumplido.
-La puerta...-Dijo con pesadez-...se ha abierto...
La mujer suspiró. Había fracasado, en todo. Si la puerta se había abierto significaba que su maestro había caído, ya pocas esperanzas le quedaban para poder sobrevivir, simplemente se rindió ante el destino, ladeando la cabeza hacia un lado, de nuevo esperando a que de una maldita vez Alward acabara con su trabajo.
-No hay razón... Para pelear... Ya no...-Dijo emblandeciendo su postura y dejando movilidad a Theresa-Es cuestión de horas que Lord Roiland muera, si es que no lo ha hecho ya...-Dijo entre gestos de dolor-Ahora entrarán nuestros refuerzos, y todo habrá acabado... Habéis perdido-Dijo apartándose de la mujer y arrodillándose a su lado, mientras se palpaba la herida
-No... No puede ser...-Dijo reincorporándose sentada, soltando su espada y evidenciando lo sucedido; la puerta abierta, su superior caído... Era cuestión de minutos que los Nórgedos y sus refuerzos llegasen. Se quitó el casco para tener mejor visión-No puede ser...-Repitió. De la rabia e impotencia, tiró su casco con fuerzas hacia adelante, cayendo unos metros alejado.
Alward también tiró su espada y se tapó con ambas manos la herida. Un acto bastante confiado, pero quería hacer ver a la guardia que no era tan malo, no era tan sádico, y por supuesto, no le interesaba pelear ya que poco podían sacar de ello en ese momento, más que sangre derramada sin justificación alguna. Los argumentos del mercenario empezaron a calar en Theresa.
-Vete...-Se pausó, mientras la mujer le devolvía la vista-Huye... O te matarán
Era una decisión de vida o muerte. Si se quedaba, moriría, aunque matase a Alward. Si huía, tendría una ventana de oportunidad para poder salvar la vida. Estaba claro que, con los gritos, el alboroto, el fuego y todo, sumado a los refuerzos que el mercenario advirtió que llegarían, no tendría oportunidad alguna de salir con vida. En ese momento, en ese instante, el instinto de supervivencia se apoderó de la mujer, aunque una parte de ella deseaba quedarse; se puso en pie y, completamente desarmada, corrió hacia la salida, antes de que llegasen los refuerzos. Huiría lejos, se escondería en callejones, alcantarillas... Todo tipo de recovecos le servirían, y huiría de la ciudad.
Cuando finalmente Theresa se marchó, Alward esbozó una sonrisa cansada y dolorida mientras miraba hacia la puerta. Había demostrado que no era un monstruo que solo se movía por dinero, también había demostrado que no era una mera espada de alquiler; tenía principios y valores que respetaba, y un código ético.
Desvió la vista hacia Eltrant, el cual parecía descansar inconsciente sobre una de las murallas cercanas a la puerta. Con dolor y esfuerzo, se puso en pie mientras seguía taponándose la herida con ambas manos. Se dirigió hacia su compañero y, cuando estuvo a su lado, se sentó junto a él mientras respiraba muy forzado. Se taponaba fuerte la herida mientras miraba a su alrededor a ver si venía alguien, pero estaba el jardín completamente vacío. Miró al cielo y suspiró, con pesadez.
Eltrant despertó a los pocos minutos.Este empezó a buscar con la vista al mercenario. Estaba algo conmocionado y desorientado, no se percató de que Alward estaba a su lado.
-Estoy aquí... Amigo-Dijo esbozando una sonrisa-Se ha complicado la cosa-Dijo desviando la mirada hacia su herida, la cual estaba presionando con todas sus fuerzas-Veo que a ti tampoco te ha ido mejor, aunque no es nada nuevo, ¿Eh?-Sonrió forzosamente mientras miraba de reojo las heridas notables de Eltrant.
Al poco tiempo, llegaron refuerzos, pero no los esperados. Eran hombres de Roiland sedientos de sangre. Los dos humanos no estaban en las mejores condiciones para pelear, Alward apartó la mirada de estos y ladeó la cabeza, esperando muy probablemente un posible final... ¿Así acabaría? ¿De verdad?
De pronto, se escuchó griterío, alboroto y demás compases que acompañaban a una batalla, entrar por la puerta del jardín y abalanzarse hacia aquellos soldados de Roiland que estaban amenazando a los dos humanos. Al fin, eran los refuerzos aliados. Esto alivió de sobremanera al mercenario, quien relajado, dibujó una sonrisa placentera mientras seguía sentado, apoyado en aquella pared, ahora en solitario, ya que Eltrant había hecho un esfuerzo por levantarse.
Admiraba al ex-mercenario, bastante además. Todos los golpes y puñaladas que había recibido, y aún seguía en pie. Recordó aquella vez que lo conoció, en aquella mansión, y todos los golpes que recibió y cómo acabó con aquella bestia. Fue increíble. Sin embargo, él había recibido un par de golpes y una sola puñalada, y no podía más. Estaba agotado, casi sin fuerzas y dolorido. Parecía su mismo final, no podía siquiera hacer el esfuerzo por levantarse, así que optó por quedarse allí sentado taponando la herida.
Alzó por un momento la vista y vio cómo llegaron al lugar Asher y su compañero felino. El lobo colocó una pica con la cabeza de alguien... Tendría que ser Roiland, lo habían conseguido: misión cumplida. El mercenario esbozó una sonrisa cuando todos festejaban el cumplimiento de la misión y el fin o casi fin de la batalla que se libraba en la mansión. Parecía que el lobo también sufrió alguna que otra herida y su compañero se la estaba sanando. Eso le hizo recordar... ¿Y su compañero? ¿Dónde estaba Emmanuel cuando se le necesitaba? Él seguro tendría alguna que otra venda para poder al menos parar la hemorragia, luego habría que ver a un profesional, pero al menos sobreviviría unos segundos más si no se desangraba. Asher ahora colocó una pica con la cabeza de alguien... Tendría que ser Roiland, lo habían conseguido: misión cumplida.
Miro hacia todos lados, entre la multitud de soldados, finalmente apareció como una figura emergente. Era inconfundible; ropajes rojos, capucha roja, arco a la espalda... Era el bueno de Emmanuel Castle. Este se acercó con rapidez a su compañero cuando vio que estaba en un estado tan deplorable.
-Tío, ¿Qué has estado haciendo?-Dijo buscando en su zurrón, seguramente los remedios necesarios para tratar a Alward
-Nada, aquí de paseo...-Dijo con sarcasmo y con un tono pesado-Véndame rápido, por favor...-Dijo esta vez con un tono más serio y con gestos de dolor
Alward Sevna
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Con todo lo que estaba sucediendo apenas se había podido dar cuenta de que Alward descansaba junto a él. Estaba herido, sangraba, al parecer ninguno de los dos había salido precisamente bien parado de la captura a la puerta.
Le dedicó una sonrisa al mercenario, sin separarse de la pared, y se quedó junto a él mientras la coalición se encargaba de las fuerzas que aun parecían controlar parte de la mansión.
- Sí… la cosa siempre suele complicarse las cosas cuando estoy yo por medio. – Amplió la sonrisa y se deshizo de algunas piezas más de Eir, las dejó de caer a un lado mientras, con la mano izquierda, presionaba firmemente la herida de mayor tamaño de su pecho.
La gruesa camisa de tela que vestía se había pegado a la sangre que manaban de las diferentes heridas y, gracias al tatuaje que seguía brillando con suavidad en su brazo izquierdo, por el momento había dejado de sangrar.
– Algunos dirían que es una especie de don – Afirmó clavando sus ojos en la batalla que, no muy lejos de ellos, parecía estar tornándose a favor de los invasores.
Los hombres de Roiland retrocedían lentamente hacia el interior de la mansión, tratando de buscar mejores posiciones defensivas al verse incapaces de conseguir detener a las fuerzas conjuntas de Brigitte y Rasul que, sin detenerse, habían roto la formación de los guardas y continuaban avanzando. Las tropas de ambos comandantes se compenetraban bastante bien, lo cual llevó a pensar a Eltrant que, como mínimo, llevaban bastante tiempo practicando aquel asalto.
Fue cuando la batalla se trasladó al interior del edificio cuando Asher, Lyn y resto del equipo que se había encargado de matar al noble salieron al exterior. Sonrió al ver que todos estaban bien, antes de que Eltrant pudiese decir nada, de algún modo, se encontró con la cabeza de Roiland entre sus manos.
- Me lo… ¿Imaginaba más alto? – Fue lo único capaz de decir mientras Asher, que era el que le había dado la cabeza, pedía a uno de los soldados que se habían quedado en la zona la lanza que este llevaba consigo.
- Pues es más rápido de lo que parece. – Lyn se colocó a su lado, con una sonrisa, agarrándole con suavidad del brazo derecho. - ¡Dioses! – exclamó a continuación – Estás hecho un asco, Mortal. – dijo - ¿Es que te has peleado con una caja llena de espadas? – Preguntó la vampiresa analizando más de cerca las distintas heridas que la lanza del rubio había ocasionado en el cuerpo del exguarda. – Pero… - Alzó su mirada unos instantes, bajando un poco la voz. - ¿Te encuentras bien? – Inquirió. – Sé que siempre pregunto lo mismo… pero… - Eltrant le ofreció la mejor sonrisa que podía darle a Lyn en aquel momento y, alzando el brazo izquierdo, señaló el tatuaje que brillaba tenuemente bajo la camisa ensangrentada que vestía.
- Sobreviviré. – dijo, sin modificar un ápice su expresión, al mismo tiempo que le devolvía la cabeza al lobo y contemplaba como este la clavaba sobre la lanza que tenía en su poder. – Aunque duele. – Admitió segundos después.
- Me alegro de que duela. – dijo Lyn cruzándose de brazos, enarcando una ceja. – Es tu castigo por ser un idiota, que lo sepas. – Aseveró la vampiresa segundos después, girándose a mirar la “obra de arte” que había hecho Asher con la pica y la cabeza de Roiland y que, por lo que parecía, estaba gustando a todos los aliados del lugar.
- Duro, pero justo. – dijo Eltrant suspirando profundamente, sin perder la sonrisa. Sacudió la cabeza - ¿Y tú? ¿Estás bien? – Preguntó ahora el castaño.
- ¿Yo? Sí, claro. Me han cortado el flequillo… pero estoy bien. Syl y Emmy me han ayudado mucho. – dijo observando atentamente los ojos sin vida de Roiland. – Ha sido una noche… - Respiró profundamente y se giró hacía Eltrant, se quedó en silencio unos segundos. – Hemos hecho lo que teníamos que hacer… - dijo, desvió su mirada hacía los distintos cadáveres que poblaban el jardín - ¿Verdad? – Eltrant le pasó la mano por encima del hombro.
- Sí. – dijo sin dudarlo, Lyn asintió con suavidad.
- Mi maestra pensaría lo mismo. – dijo al final, cerrando los ojos.
La voz del lobo llegó en ese momento hasta sus oídos. Asher le llamó desde el lugar en el que Syl le estaba aplicando el ungüento verdoso que, por lo que había podido oír, era repugnante al tacto. Enarcando una ceja, dejó a la vampiresa dónde estaba y se acercó al lobo como buenamente pudo, sonriendo al comprobar, cuando llegó hasta él, que se había dado cuenta del viento que rodeaba a Olvido y quería verlo de cerca.
- Claro. – Desenvainó a Olvido y la depositó entre las manos de su amigo. Ensanchó su sonrisa al verle analizar su espada, al ver como su expresión cambiaba lentamente hasta que, al final, preguntó por la vaina en la que mantenía guardada la hoja. – Hablando de eso… - Se llevó una de las manos hasta la barba – Te iba a pedir que me hicieses una nueva… – Admitió mostrándole la vaina en la que solía guardar el espadón plateado, la cual evidentemente había visto mejores días. – Esto es lo que le ha dado ese… ¿Viento?, a la espada. – Tras encogerse de hombros, hurgó en sus bolsillos durante unos segundos hasta que, al cabo de unos segundos, se hizo con el colgante azul que le había entregado Melissa semanas atrás y se lo enseño a Asher. – Antes brillaba más. – Explicó agitándolo con suavidad – Pero se ha ido apagando y… Olvido empezó a hacer esas cosas con el aire. – dijo alzándolo frente a sus ojos, analizándolo de cerca.
El colgante distaba mucho de ser lo que había sido la primera vez que lo tuvo entre sus manos, el brillante fulgor del que había sido dueño ahora no era más que un diminuto puntito de luz en el centro del mismo. Le apenaba verlo así, en cierto modo, era como si lo que quedaba de Melissa estuviese muriendo, muy lentamente, dentro del zafiro.
- Toma, échale un ojo. – dijo entregándoselo, también, al lobo con una sonrisa.
Una sucesión de gritos salió del interior de la mansión, gritos de alegría, de victoria; Las tropas de la Alianza habían tomado la mansión definitivamente, la batalla había terminado.
Se podía mover algo mejor, aunque los vendajes limitaban bastante sus movimientos, al menos ya no dolía tanto como para permanecer en cama todo el tiempo. Tenía que volver a agradecerle a Asher el tatuaje rúnico, era bastante más útil de lo que parecía.
Tras asegurarse de que todo su equipo estaba a los pies de la cama, salió de la angosta habitación en la que se había estado hospedando, en la misma taberna que había servido a Flint como centro de operaciones para todo lo sucedido la noche anterior.
Bajó al piso inferior y, tras pasar la mesa en la que Flint le había reclutado, se internó en el largo pasillo que conducía hasta la sala en la que Irirgo les había informado de todo el plan que, durante varios meses, habían estado formando en secreto.
Era el primero en llegar. Aquello era raro, incluso le había dado tiempo a entregar la carta que el Nórgedo de su cabeza le había pedido.
Cerró los ojos y, con cuidado para no abrir ninguna de sus heridas, se dejó caer sobre una de las tantas sillas que había allí. Una parte de él necesitaba más horas de sueño.
Miró fijamente la pica que alguien había clavado justo en el centro del jardín en el que había crecido tiempo atrás, la mansión que la pica tenía detrás, su hogar, estaba ennegrecida, las llamas lo habían consumido casi todo. La visión era incluso poética, por mucho que le doliera admitirlo.
Avanzó un par de pasos, ayudado por su bastón, hasta que estuvo frente la cabeza de su, ahora, difunto padre.
La residencia, salvo por él y los dos soldados que se habían ofrecido a escoltarle, estaba completamente desierta. El murmullo del viento era lo único audible, la única figura que estaba en el patio, bajo los rayos del enorme y cálido sol que se alzaba sobre Roilkat, era él.
- ¿Qué le parece, padre? – susurró, llevándose la mano con la que no estaba sujetando el bastón hasta sus ojos. – ¿Crees que esto me hace un verdadero Roiland? – Preguntó. - ¿Justifica esto toda tu paranoia? ¿Todas esas muertes que has causado? – Añadió. - ¿La muerte de… madre? – Tras unos segundos en silencio, golpeó la base de la pica con su bastón.
Respiró profundamente, el joven Flint miró fijamente a quien hacía apenas unas horas había sido el cabeza de la familia de la casa Roiland y que, ahora, solo era una cabeza.
¿De verdad estaba preparado para aquello? Tenía por delante mucho trabajo, muchas responsabilidades, muchas horas sin dormir.
- Sé qué piensas que no. – dijo, sin apartar la mirada. – Pero, padre. – Frunció el ceño. – Voy a encargarme de que el apellido Roiland recupere lo que le has quitado, voy a ocuparme de que todos recuperen lo que les has quitado. – Aseguró girándose sobre sí mismo, encaminándose hacía el enorme portón.
Daba igual lo complicado que fuese, iba a merecer la pena. Se había estado mentalizando para aquello durante mucho tiempo y aunque, de alguna forma, seguía creyendo que todo estaba sucediendo demasiado rápido, ya era demasiado tarde para mirar atrás.
Era Flint Roiland, e iba a asegurarse de corregir todos los errores que había cometido su padre.
- Traed a Brigitte y a todos los voluntarios que podáis. – dijo a los dos hombres que esperaban en el exterior de la mansión Roiland. – Destruid la residencia hasta los cimientos, no dejéis nada en pie. – Ordenó. – Nada. – Repitió.
Los hombres se miraron el uno al otro durante unos segundos, ligeramente confusos, y, al final, asintieron conformes. Cuando ambos desaparecieron Flint lanzó una última mirada al hogar en el que había crecido.
Aquel sería un buen lugar para que Bashira levantase una embajada.
Volvió a tomar aire, todavía quedaban algunas cosas que hablar, pero, por el momento, se encaminó, ayudado por su bastón, hasta la taberna en la que había comenzado todo.
Le dedicó una sonrisa al mercenario, sin separarse de la pared, y se quedó junto a él mientras la coalición se encargaba de las fuerzas que aun parecían controlar parte de la mansión.
- Sí… la cosa siempre suele complicarse las cosas cuando estoy yo por medio. – Amplió la sonrisa y se deshizo de algunas piezas más de Eir, las dejó de caer a un lado mientras, con la mano izquierda, presionaba firmemente la herida de mayor tamaño de su pecho.
La gruesa camisa de tela que vestía se había pegado a la sangre que manaban de las diferentes heridas y, gracias al tatuaje que seguía brillando con suavidad en su brazo izquierdo, por el momento había dejado de sangrar.
– Algunos dirían que es una especie de don – Afirmó clavando sus ojos en la batalla que, no muy lejos de ellos, parecía estar tornándose a favor de los invasores.
Los hombres de Roiland retrocedían lentamente hacia el interior de la mansión, tratando de buscar mejores posiciones defensivas al verse incapaces de conseguir detener a las fuerzas conjuntas de Brigitte y Rasul que, sin detenerse, habían roto la formación de los guardas y continuaban avanzando. Las tropas de ambos comandantes se compenetraban bastante bien, lo cual llevó a pensar a Eltrant que, como mínimo, llevaban bastante tiempo practicando aquel asalto.
Fue cuando la batalla se trasladó al interior del edificio cuando Asher, Lyn y resto del equipo que se había encargado de matar al noble salieron al exterior. Sonrió al ver que todos estaban bien, antes de que Eltrant pudiese decir nada, de algún modo, se encontró con la cabeza de Roiland entre sus manos.
- Me lo… ¿Imaginaba más alto? – Fue lo único capaz de decir mientras Asher, que era el que le había dado la cabeza, pedía a uno de los soldados que se habían quedado en la zona la lanza que este llevaba consigo.
- Pues es más rápido de lo que parece. – Lyn se colocó a su lado, con una sonrisa, agarrándole con suavidad del brazo derecho. - ¡Dioses! – exclamó a continuación – Estás hecho un asco, Mortal. – dijo - ¿Es que te has peleado con una caja llena de espadas? – Preguntó la vampiresa analizando más de cerca las distintas heridas que la lanza del rubio había ocasionado en el cuerpo del exguarda. – Pero… - Alzó su mirada unos instantes, bajando un poco la voz. - ¿Te encuentras bien? – Inquirió. – Sé que siempre pregunto lo mismo… pero… - Eltrant le ofreció la mejor sonrisa que podía darle a Lyn en aquel momento y, alzando el brazo izquierdo, señaló el tatuaje que brillaba tenuemente bajo la camisa ensangrentada que vestía.
- Sobreviviré. – dijo, sin modificar un ápice su expresión, al mismo tiempo que le devolvía la cabeza al lobo y contemplaba como este la clavaba sobre la lanza que tenía en su poder. – Aunque duele. – Admitió segundos después.
- Me alegro de que duela. – dijo Lyn cruzándose de brazos, enarcando una ceja. – Es tu castigo por ser un idiota, que lo sepas. – Aseveró la vampiresa segundos después, girándose a mirar la “obra de arte” que había hecho Asher con la pica y la cabeza de Roiland y que, por lo que parecía, estaba gustando a todos los aliados del lugar.
- Duro, pero justo. – dijo Eltrant suspirando profundamente, sin perder la sonrisa. Sacudió la cabeza - ¿Y tú? ¿Estás bien? – Preguntó ahora el castaño.
- ¿Yo? Sí, claro. Me han cortado el flequillo… pero estoy bien. Syl y Emmy me han ayudado mucho. – dijo observando atentamente los ojos sin vida de Roiland. – Ha sido una noche… - Respiró profundamente y se giró hacía Eltrant, se quedó en silencio unos segundos. – Hemos hecho lo que teníamos que hacer… - dijo, desvió su mirada hacía los distintos cadáveres que poblaban el jardín - ¿Verdad? – Eltrant le pasó la mano por encima del hombro.
- Sí. – dijo sin dudarlo, Lyn asintió con suavidad.
- Mi maestra pensaría lo mismo. – dijo al final, cerrando los ojos.
La voz del lobo llegó en ese momento hasta sus oídos. Asher le llamó desde el lugar en el que Syl le estaba aplicando el ungüento verdoso que, por lo que había podido oír, era repugnante al tacto. Enarcando una ceja, dejó a la vampiresa dónde estaba y se acercó al lobo como buenamente pudo, sonriendo al comprobar, cuando llegó hasta él, que se había dado cuenta del viento que rodeaba a Olvido y quería verlo de cerca.
- Claro. – Desenvainó a Olvido y la depositó entre las manos de su amigo. Ensanchó su sonrisa al verle analizar su espada, al ver como su expresión cambiaba lentamente hasta que, al final, preguntó por la vaina en la que mantenía guardada la hoja. – Hablando de eso… - Se llevó una de las manos hasta la barba – Te iba a pedir que me hicieses una nueva… – Admitió mostrándole la vaina en la que solía guardar el espadón plateado, la cual evidentemente había visto mejores días. – Esto es lo que le ha dado ese… ¿Viento?, a la espada. – Tras encogerse de hombros, hurgó en sus bolsillos durante unos segundos hasta que, al cabo de unos segundos, se hizo con el colgante azul que le había entregado Melissa semanas atrás y se lo enseño a Asher. – Antes brillaba más. – Explicó agitándolo con suavidad – Pero se ha ido apagando y… Olvido empezó a hacer esas cosas con el aire. – dijo alzándolo frente a sus ojos, analizándolo de cerca.
El colgante distaba mucho de ser lo que había sido la primera vez que lo tuvo entre sus manos, el brillante fulgor del que había sido dueño ahora no era más que un diminuto puntito de luz en el centro del mismo. Le apenaba verlo así, en cierto modo, era como si lo que quedaba de Melissa estuviese muriendo, muy lentamente, dentro del zafiro.
- Toma, échale un ojo. – dijo entregándoselo, también, al lobo con una sonrisa.
Una sucesión de gritos salió del interior de la mansión, gritos de alegría, de victoria; Las tropas de la Alianza habían tomado la mansión definitivamente, la batalla había terminado.
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Se podía mover algo mejor, aunque los vendajes limitaban bastante sus movimientos, al menos ya no dolía tanto como para permanecer en cama todo el tiempo. Tenía que volver a agradecerle a Asher el tatuaje rúnico, era bastante más útil de lo que parecía.
Tras asegurarse de que todo su equipo estaba a los pies de la cama, salió de la angosta habitación en la que se había estado hospedando, en la misma taberna que había servido a Flint como centro de operaciones para todo lo sucedido la noche anterior.
Bajó al piso inferior y, tras pasar la mesa en la que Flint le había reclutado, se internó en el largo pasillo que conducía hasta la sala en la que Irirgo les había informado de todo el plan que, durante varios meses, habían estado formando en secreto.
Era el primero en llegar. Aquello era raro, incluso le había dado tiempo a entregar la carta que el Nórgedo de su cabeza le había pedido.
Cerró los ojos y, con cuidado para no abrir ninguna de sus heridas, se dejó caer sobre una de las tantas sillas que había allí. Una parte de él necesitaba más horas de sueño.
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Miró fijamente la pica que alguien había clavado justo en el centro del jardín en el que había crecido tiempo atrás, la mansión que la pica tenía detrás, su hogar, estaba ennegrecida, las llamas lo habían consumido casi todo. La visión era incluso poética, por mucho que le doliera admitirlo.
Avanzó un par de pasos, ayudado por su bastón, hasta que estuvo frente la cabeza de su, ahora, difunto padre.
La residencia, salvo por él y los dos soldados que se habían ofrecido a escoltarle, estaba completamente desierta. El murmullo del viento era lo único audible, la única figura que estaba en el patio, bajo los rayos del enorme y cálido sol que se alzaba sobre Roilkat, era él.
- ¿Qué le parece, padre? – susurró, llevándose la mano con la que no estaba sujetando el bastón hasta sus ojos. – ¿Crees que esto me hace un verdadero Roiland? – Preguntó. - ¿Justifica esto toda tu paranoia? ¿Todas esas muertes que has causado? – Añadió. - ¿La muerte de… madre? – Tras unos segundos en silencio, golpeó la base de la pica con su bastón.
Respiró profundamente, el joven Flint miró fijamente a quien hacía apenas unas horas había sido el cabeza de la familia de la casa Roiland y que, ahora, solo era una cabeza.
¿De verdad estaba preparado para aquello? Tenía por delante mucho trabajo, muchas responsabilidades, muchas horas sin dormir.
- Sé qué piensas que no. – dijo, sin apartar la mirada. – Pero, padre. – Frunció el ceño. – Voy a encargarme de que el apellido Roiland recupere lo que le has quitado, voy a ocuparme de que todos recuperen lo que les has quitado. – Aseguró girándose sobre sí mismo, encaminándose hacía el enorme portón.
Daba igual lo complicado que fuese, iba a merecer la pena. Se había estado mentalizando para aquello durante mucho tiempo y aunque, de alguna forma, seguía creyendo que todo estaba sucediendo demasiado rápido, ya era demasiado tarde para mirar atrás.
Era Flint Roiland, e iba a asegurarse de corregir todos los errores que había cometido su padre.
- Traed a Brigitte y a todos los voluntarios que podáis. – dijo a los dos hombres que esperaban en el exterior de la mansión Roiland. – Destruid la residencia hasta los cimientos, no dejéis nada en pie. – Ordenó. – Nada. – Repitió.
Los hombres se miraron el uno al otro durante unos segundos, ligeramente confusos, y, al final, asintieron conformes. Cuando ambos desaparecieron Flint lanzó una última mirada al hogar en el que había crecido.
Aquel sería un buen lugar para que Bashira levantase una embajada.
Volvió a tomar aire, todavía quedaban algunas cosas que hablar, pero, por el momento, se encaminó, ayudado por su bastón, hasta la taberna en la que había comenzado todo.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
-¿Una nueva...? ¿No eres tú el que sabía curtir? Me hiciste una bolsa y todo...- musité, aún mirando el espadón. -Lo que si podría hacer es colocarle algo así como un "sello", para que no hiciese esto dentro de la funda.- añadí, algo pensativo.
Al parecer, el encantamiento salía de un colgante... ¿Encantamiento por proximidad? Sabía que algunos brujos podían mejorar armas temporalmente, sin runas ni nada similar, pero aquello era nuevo. Cogí la joya con cuidado, mirándola de cerca. A diferencia de la espada, esta sí tenía una runa dibujada en la parte de atrás. Una runa que no había visto antes, y, al mismo tiempo...
-Es parecida a Absorber...- musité, prácticamente hipnotizado. El proceso que usaba Brillo para recibir y usar magia era algo complejo. El solo inscribir el símbolo era un trabajo muy complicado, y requería de unas condiciones muy específicas. El de aquel colgante era similar: las mismas formas para recibir energía y para enviarla a otra parte... A la espada, quizás. Pero a diferencia de Brillo, esta requería de un tipo de magia específica... absorbía una cantidad enorme, y la enviaba poco a poco.
¿De donde había sacado Eltrant una cosa así?
No importaba. Me levanté y le devolví las cosas al humano, aún pensativo. Aquello me estaba dando una idea. Algo experimental, por supuesto, pero podía investigarlo.
-Haznos una visita en el claro un día de estos.- dije. -Ahí tengo herramientas. Puedo prepararte la funda, ponerle algo a tu armadura... y tal vez darle más brillo al colgante.- sugerí. No vendría mal recibir visitas de vez en cuando. Pero tras el invierno, quizás era buena idea empezar a viajar de nuevo. Tanto tiempo en un sitio me volvía vago.
Syl me dio un par de palmadas en el hombro, informandome de que ya podía moverme. Apreté su mano con la mía durante un par de segundos. Agradecía tener a alguien que cuidase de mi.
Al parecer todo había salido bien. Y hasta los mercenarios seguían vivos.
-Buen trabajo con la puerta.- dije, dirigiendome a ellos. Sevna parecía herido, pero probablemente sobreviviría. -Sin bajas, por lo que veo.-
-El arquero también lo ha hecho bien. Le vi disparar. Es... decente.- dijo el felino a mi espalda. Asentí lentamente. Definitivamente, Syl sonaba era algo lacónico con gente desconocida, pero su tono era sincero. Incluso si era hacia la misma persona del "plan sin fisuras."
Habíamos acabado. Seguramente el resto iría a por una celebración. Por el momento, volví a la posada junto a Syl. Nos habíamos ganado un descanso.
Desperté, como no, con unos golpes en la puerta de mi habitación. Suspiré, algo molesto. Syl seguía a mi lado. Era evidente que también le había despertado, pero no parecía por la labor de levantarse.
-Abre tú.- dijo, enrollandose con las sábanas mientras me levantaba, resignado. Me apoyé pesadamente contra la puerta, aún sin abrirla. ¿Que hora era?
-¿Qué?- pregunté secamente.
-Reunión. Mismo lugar. No tardeis.- dijo la voz de Irirgo a través de la puerta. Gruñí, molesto. Malditos abuelos madrugadores. ¡Él no había estado matando gente! ¡No tenía derecho a hacer esas cosas!
Me puse los pantalones y tiré de un pie de Syl, urgiendole a levantarse. El gato se restregó contra la cama, cubriendose más con la manta.
-Ve tú. Yo no mando, no hago falta.- murmuró.
Suspiré pesadamente. No me apetecía en absoluto ir, pero decidí hacerlo por mi cuenta. Tal vez le subiría el desayuno al volver. Bajé las escaleras y atravesé los pasillos, sin fijarme en absoluto sobre lo que sucedía alrededor. Para mi sorpresa, cuando volví a la sala donde había comenzado todo, solo Eltrant estaba allí. Solté un sonido gutural como saludo y me senté.
Bostecé, estirándome. Me estaba costando despertarme.
Al parecer, el encantamiento salía de un colgante... ¿Encantamiento por proximidad? Sabía que algunos brujos podían mejorar armas temporalmente, sin runas ni nada similar, pero aquello era nuevo. Cogí la joya con cuidado, mirándola de cerca. A diferencia de la espada, esta sí tenía una runa dibujada en la parte de atrás. Una runa que no había visto antes, y, al mismo tiempo...
-Es parecida a Absorber...- musité, prácticamente hipnotizado. El proceso que usaba Brillo para recibir y usar magia era algo complejo. El solo inscribir el símbolo era un trabajo muy complicado, y requería de unas condiciones muy específicas. El de aquel colgante era similar: las mismas formas para recibir energía y para enviarla a otra parte... A la espada, quizás. Pero a diferencia de Brillo, esta requería de un tipo de magia específica... absorbía una cantidad enorme, y la enviaba poco a poco.
¿De donde había sacado Eltrant una cosa así?
No importaba. Me levanté y le devolví las cosas al humano, aún pensativo. Aquello me estaba dando una idea. Algo experimental, por supuesto, pero podía investigarlo.
-Haznos una visita en el claro un día de estos.- dije. -Ahí tengo herramientas. Puedo prepararte la funda, ponerle algo a tu armadura... y tal vez darle más brillo al colgante.- sugerí. No vendría mal recibir visitas de vez en cuando. Pero tras el invierno, quizás era buena idea empezar a viajar de nuevo. Tanto tiempo en un sitio me volvía vago.
Syl me dio un par de palmadas en el hombro, informandome de que ya podía moverme. Apreté su mano con la mía durante un par de segundos. Agradecía tener a alguien que cuidase de mi.
Al parecer todo había salido bien. Y hasta los mercenarios seguían vivos.
-Buen trabajo con la puerta.- dije, dirigiendome a ellos. Sevna parecía herido, pero probablemente sobreviviría. -Sin bajas, por lo que veo.-
-El arquero también lo ha hecho bien. Le vi disparar. Es... decente.- dijo el felino a mi espalda. Asentí lentamente. Definitivamente, Syl sonaba era algo lacónico con gente desconocida, pero su tono era sincero. Incluso si era hacia la misma persona del "plan sin fisuras."
Habíamos acabado. Seguramente el resto iría a por una celebración. Por el momento, volví a la posada junto a Syl. Nos habíamos ganado un descanso.
___________________________________________
Desperté, como no, con unos golpes en la puerta de mi habitación. Suspiré, algo molesto. Syl seguía a mi lado. Era evidente que también le había despertado, pero no parecía por la labor de levantarse.
-Abre tú.- dijo, enrollandose con las sábanas mientras me levantaba, resignado. Me apoyé pesadamente contra la puerta, aún sin abrirla. ¿Que hora era?
-¿Qué?- pregunté secamente.
-Reunión. Mismo lugar. No tardeis.- dijo la voz de Irirgo a través de la puerta. Gruñí, molesto. Malditos abuelos madrugadores. ¡Él no había estado matando gente! ¡No tenía derecho a hacer esas cosas!
Me puse los pantalones y tiré de un pie de Syl, urgiendole a levantarse. El gato se restregó contra la cama, cubriendose más con la manta.
-Ve tú. Yo no mando, no hago falta.- murmuró.
Suspiré pesadamente. No me apetecía en absoluto ir, pero decidí hacerlo por mi cuenta. Tal vez le subiría el desayuno al volver. Bajé las escaleras y atravesé los pasillos, sin fijarme en absoluto sobre lo que sucedía alrededor. Para mi sorpresa, cuando volví a la sala donde había comenzado todo, solo Eltrant estaba allí. Solté un sonido gutural como saludo y me senté.
Bostecé, estirándome. Me estaba costando despertarme.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Listo. Emmanuel no tardó demasiado en vendarle la herida y asegurarse de que no se infectara, aunque Alward necesitaría una mejor atención y cuidados que los del arquero, aunque esos primeros auxilios podrían haberle salvado la vida.
-Y van...-Dijo haciendo el gesto de contar con los dedos
-...¿Qué?
-Estoy contando las veces que te he salvado el culo, que tendrían que empezarse a traducir en rondas de bebidas en la taberna...-Pensó-¿O puede que en metálico?
-Bueno, TÚ, para pagarme a mí, tendrías que tener siete vidas, como los gatos-Dijo refiriéndose a las veces en las que el joven Sevna había salvado también a Emmanuel. Hizo un gesto de dolor y entonó una respiración pesada y continuada. Ambos rieron.
Naturalmente, todo esto se lo decían en broma y con ironía, era típico entre ellos ese humor. En el fondo se apreciaban bastante y salvarían la vida el uno del otro las veces que hiciesen falta, incluso poniendo en riesgo la propia.
-Ayúdame a levantarme, Emm-Dijo estirando su brazo derecho. Aún se llevaba una de sus manos a la herida, pero no para presionarla, sino por instinto, como si aquello calmase el dolor, pero obviamente era inútil.
-Claro-Agarró a su amigo y, con cuidado, le ayudó a levantarse y a mantenerse en pie
En ese momento llegaron Asher y su acompañante, adulando este primero de forma escueta pero sincera la actuación de los mercenarios. Alward alzó el pulgar de su mano derecha seguido de un guiño amistoso, y como siempre, con una sonrisa jovial. Emmanuel, por su parte, sonrió y asintió con gratitud.
-¡Te dije que salvaguardaríamos tu culo!-Se encogió de hombros mientras reía.
Trabajo terminado, todo hecho, habían logrado hacer algo grande, algo que jamás habían siquiera pensado hacer. Esto definiría el futuro de la ciudad de Roilkat y, según Alward, sería para mejor. Se sabía de sobra que Roiland era un tirano. El mercenario esperaba que aquel que le sucediera tuviera más cordura y fuese una persona más abierta. También aprendió algo sobre los Nórgedos, y es que son tan iguales como cualquier otro habitante de la península. Su visión sobre ellos había cambiado, aunque esperaba que esa visión no fuese errónea y solo fuera una simple fachada.
Todos parecían irse a la posada donde se organizó el plan. Aún no sabía quién era el tipo que le hizo llamar y que les ofreció el contrato para ayudar a acabar con Roiland. Alward y Emmanuel decidieron irse también a la posada, para poder descansar después del tan intenso día.
Llamaron a un curandero para poder tratar su herida y que tuviera la mayor y más pronta recuperación posible. Debía descansar y no hacer esfuerzos, por lo que decidió dormirse en su habitación. Le vendaron de nuevo la zona afectada y esta vez mejor y más eficientemente.
Pasadas varias horas, su amigo entró en esta y le despertó.
-Al, deberías de bajar. Parece que va a haber algún tipo de... "Reunión"-Dijo en voz baja-...Al menos eso escuché
El joven Sevna abrió los ojos lentamente mientras bostezaba. Iba vestido con una camisa blanca sencilla de tela, unos pantalones marrones y sus propias botas de la armadura, lo único que conservaba puesto de esta, pues ya que tenía que descansar y no hacer esfuerzo, mejor que se quitase todo el peso que llevaba encima.
-Ve tú, yo paso-Dijo dándose la vuelta y tapándose con la sábana
-¡Eh! ¿Pero no eras tú el líder?
-Yo no soy nada de eso-Dijo indicándole con la mano para que se fuera y tapándose con la sábana
-Allá tú, pero si me dan el pago pienso comprarme un arco nuevo-Dijo dando pasos cortos hacia la salida, incitando a Alward a salir de la cama
Este no puedo evitar reincorporarse con cuidado y mirar con desdén al arquero
-Ni se te ocurra-Dijo con un tono frío
-Jojojo-Soltó entre risas mientras se alejaba de la habitación con las dos manos apoyadas detrás de su cabeza y dando pasos despreocupados
-¡Está bien, iré yo!-Se levantó despacio de la cama y se dirigió a la salida de la habitación
Finalmente, los dos mercenarios fueron a la zona donde surgió el plan; la habitación secreta detrás de la barra de la taberna. Cuando entraron, solo vieron a Eltrant y Asher.
-Buenas noches...-Caminaba despacio y con pequeñas punzadas de dolor. Aunque Emmanuel le hubiese arrastrado hasta ahí, en realidad le interesaba estar.
-¡Hola!
Emmanuel llegó primero y se sentó al lado de Asher, mientras que Alward pasaba de largo y le tocaba el hombro a su amigo, dedicándole una sonrisa burlesca, ya que sabía que al arquero le daba respeto el hombre-bestia y se sentía intimidado ante su presencia. Era lógico, después de todo era un lobo de casi dos metros. El joven Sevna optó por sentarse al lado de Eltrant, mientras que Emmanuel miró a Asher levantando las cejas y dibujando una sonrisa nerviosa a modo de "Hey, ¿Qué pasa?"
Una vez que Alward se sentó, miró a los presentes dubitativo.
-Y... ¿Qué hacemos aquí?
-Y van...-Dijo haciendo el gesto de contar con los dedos
-...¿Qué?
-Estoy contando las veces que te he salvado el culo, que tendrían que empezarse a traducir en rondas de bebidas en la taberna...-Pensó-¿O puede que en metálico?
-Bueno, TÚ, para pagarme a mí, tendrías que tener siete vidas, como los gatos-Dijo refiriéndose a las veces en las que el joven Sevna había salvado también a Emmanuel. Hizo un gesto de dolor y entonó una respiración pesada y continuada. Ambos rieron.
Naturalmente, todo esto se lo decían en broma y con ironía, era típico entre ellos ese humor. En el fondo se apreciaban bastante y salvarían la vida el uno del otro las veces que hiciesen falta, incluso poniendo en riesgo la propia.
-Ayúdame a levantarme, Emm-Dijo estirando su brazo derecho. Aún se llevaba una de sus manos a la herida, pero no para presionarla, sino por instinto, como si aquello calmase el dolor, pero obviamente era inútil.
-Claro-Agarró a su amigo y, con cuidado, le ayudó a levantarse y a mantenerse en pie
En ese momento llegaron Asher y su acompañante, adulando este primero de forma escueta pero sincera la actuación de los mercenarios. Alward alzó el pulgar de su mano derecha seguido de un guiño amistoso, y como siempre, con una sonrisa jovial. Emmanuel, por su parte, sonrió y asintió con gratitud.
-¡Te dije que salvaguardaríamos tu culo!-Se encogió de hombros mientras reía.
Trabajo terminado, todo hecho, habían logrado hacer algo grande, algo que jamás habían siquiera pensado hacer. Esto definiría el futuro de la ciudad de Roilkat y, según Alward, sería para mejor. Se sabía de sobra que Roiland era un tirano. El mercenario esperaba que aquel que le sucediera tuviera más cordura y fuese una persona más abierta. También aprendió algo sobre los Nórgedos, y es que son tan iguales como cualquier otro habitante de la península. Su visión sobre ellos había cambiado, aunque esperaba que esa visión no fuese errónea y solo fuera una simple fachada.
Todos parecían irse a la posada donde se organizó el plan. Aún no sabía quién era el tipo que le hizo llamar y que les ofreció el contrato para ayudar a acabar con Roiland. Alward y Emmanuel decidieron irse también a la posada, para poder descansar después del tan intenso día.
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Llamaron a un curandero para poder tratar su herida y que tuviera la mayor y más pronta recuperación posible. Debía descansar y no hacer esfuerzos, por lo que decidió dormirse en su habitación. Le vendaron de nuevo la zona afectada y esta vez mejor y más eficientemente.
Pasadas varias horas, su amigo entró en esta y le despertó.
-Al, deberías de bajar. Parece que va a haber algún tipo de... "Reunión"-Dijo en voz baja-...Al menos eso escuché
El joven Sevna abrió los ojos lentamente mientras bostezaba. Iba vestido con una camisa blanca sencilla de tela, unos pantalones marrones y sus propias botas de la armadura, lo único que conservaba puesto de esta, pues ya que tenía que descansar y no hacer esfuerzo, mejor que se quitase todo el peso que llevaba encima.
-Ve tú, yo paso-Dijo dándose la vuelta y tapándose con la sábana
-¡Eh! ¿Pero no eras tú el líder?
-Yo no soy nada de eso-Dijo indicándole con la mano para que se fuera y tapándose con la sábana
-Allá tú, pero si me dan el pago pienso comprarme un arco nuevo-Dijo dando pasos cortos hacia la salida, incitando a Alward a salir de la cama
Este no puedo evitar reincorporarse con cuidado y mirar con desdén al arquero
-Ni se te ocurra-Dijo con un tono frío
-Jojojo-Soltó entre risas mientras se alejaba de la habitación con las dos manos apoyadas detrás de su cabeza y dando pasos despreocupados
-¡Está bien, iré yo!-Se levantó despacio de la cama y se dirigió a la salida de la habitación
Finalmente, los dos mercenarios fueron a la zona donde surgió el plan; la habitación secreta detrás de la barra de la taberna. Cuando entraron, solo vieron a Eltrant y Asher.
-Buenas noches...-Caminaba despacio y con pequeñas punzadas de dolor. Aunque Emmanuel le hubiese arrastrado hasta ahí, en realidad le interesaba estar.
-¡Hola!
Emmanuel llegó primero y se sentó al lado de Asher, mientras que Alward pasaba de largo y le tocaba el hombro a su amigo, dedicándole una sonrisa burlesca, ya que sabía que al arquero le daba respeto el hombre-bestia y se sentía intimidado ante su presencia. Era lógico, después de todo era un lobo de casi dos metros. El joven Sevna optó por sentarse al lado de Eltrant, mientras que Emmanuel miró a Asher levantando las cejas y dibujando una sonrisa nerviosa a modo de "Hey, ¿Qué pasa?"
Una vez que Alward se sentó, miró a los presentes dubitativo.
-Y... ¿Qué hacemos aquí?
Alward Sevna
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Re: [Guerra de Lunargenta] La abdicación de un tirano. [Libre][3/3][Cerrado]
Flint entró en la habitación.
Ya estaban allí, no todos los que esperaba, pero los necesarios. Rodeando el mismo mapa que habían usado como referencia para acabar con la vida de su padre, Flint atravesó la estancia en silencio y se colocó frente a los presentes, depositando ambas manos sobre la mesa.
- Gracias. – Fue lo primero que dijo. – A todos. Sé que no os he pedido algo fácil. – Añadió en seguida. – Y todo ha salido… bien. Justo como queríamos. - Bajó la mirada hasta el mapa de su hogar y, después de permanecer callado durante unos instantes, se aclaró la garganta.
Dirigió, entonces, su atención al lobo. Asher no parecía estar muy despierto en aquel momento. Pero no importaba, la reunión acabaría rápido; podría volver a la cama cuando enseguida.
– La primera de las muchas caravanas acaba de salir hacía Dalmasca, repleta de víveres. – Le dijo - La casa Roiland no escatimará en gastos con esto, ya he hablado con el Qayid acerca de los primeros envíos. – Expuso – Las puertas de la ciudad están completamente abiertas para todo habitante del Arenal que lo necesite. – Indicó. – … y los Nómadas, a partir de ahora, sois bien recibidos en la ciudad. – dijo Flint ofreciéndole la mano a Asher.
Enrolló con cuidado el mapa de la Hacienda Roiland, desvelando un mapa de la ciudad de Roilkat justo bajo este. Flint lo examinó durante varios largos segundos y lo enrolló también, dejando la mesa prácticamente vacía.
- Alward Sevna y Emannuel Castle... – dijo después, sonriendo a la pareja de mercenarios. – Los Stelliazos han dado mucho a una causa de la que no conocían nada pidiendo más bien poco. – Flint se asió con fuerza al bastón que le mantenía de pie. – Encontrareis vuestro pago en la habitación en la que os alojáis – Afirmó. – Espero que os parezca suficiente. – Agregó al mismo tiempo que se giraba hacía el último de los miembros del equipo que se había infiltrado en la mansión.
- Ya van dos veces, Eltrant. – El exmercenario se limitó a encogerse de hombros sin levantarse de la silla, sonriendo ligeramente al nuevo líder de la casa Roiland. - ¿Seguro que no quieres nada? – Preguntó Flint pasándose la mano por el pelo.
- Sé cómo son tus recompensas, Flint. – Contestó Eltrant rascándose la barba, ampliando la sonrisa. – Así que mejor déjalo estar, asegúrate de que todo por aquí vaya bien por aquí y ya. – dijo el castaño. – Sí que me vendría bien una cena gratis. – Flint, tras oír aquello, se limitó a asentir sin decir nada.
- Eso era… básicamente todo lo que quería deciros. – dijo moviéndose lentamente hacia la salida. – Si necesitáis algo más, solo tenéis que pedirlo. - Le empezaba a doler la pierna, pero no podía dejar que le afectase demasiado, después de todo, aún tenía muchos lugares a los que ir durante aquel día.
Su trabajo apenas acababa de empezar.
Off: ¡Y se acabó! :'D La recompensa monetaria de Flint es más bien narrativa que otra cosa Sev, lo siento. ; - ;
¡No tengo el poder del banco central Aerindiano! Eso solo lo tienen los masters. (?)
Ya estaban allí, no todos los que esperaba, pero los necesarios. Rodeando el mismo mapa que habían usado como referencia para acabar con la vida de su padre, Flint atravesó la estancia en silencio y se colocó frente a los presentes, depositando ambas manos sobre la mesa.
- Gracias. – Fue lo primero que dijo. – A todos. Sé que no os he pedido algo fácil. – Añadió en seguida. – Y todo ha salido… bien. Justo como queríamos. - Bajó la mirada hasta el mapa de su hogar y, después de permanecer callado durante unos instantes, se aclaró la garganta.
Dirigió, entonces, su atención al lobo. Asher no parecía estar muy despierto en aquel momento. Pero no importaba, la reunión acabaría rápido; podría volver a la cama cuando enseguida.
– La primera de las muchas caravanas acaba de salir hacía Dalmasca, repleta de víveres. – Le dijo - La casa Roiland no escatimará en gastos con esto, ya he hablado con el Qayid acerca de los primeros envíos. – Expuso – Las puertas de la ciudad están completamente abiertas para todo habitante del Arenal que lo necesite. – Indicó. – … y los Nómadas, a partir de ahora, sois bien recibidos en la ciudad. – dijo Flint ofreciéndole la mano a Asher.
Enrolló con cuidado el mapa de la Hacienda Roiland, desvelando un mapa de la ciudad de Roilkat justo bajo este. Flint lo examinó durante varios largos segundos y lo enrolló también, dejando la mesa prácticamente vacía.
- Alward Sevna y Emannuel Castle... – dijo después, sonriendo a la pareja de mercenarios. – Los Stelliazos han dado mucho a una causa de la que no conocían nada pidiendo más bien poco. – Flint se asió con fuerza al bastón que le mantenía de pie. – Encontrareis vuestro pago en la habitación en la que os alojáis – Afirmó. – Espero que os parezca suficiente. – Agregó al mismo tiempo que se giraba hacía el último de los miembros del equipo que se había infiltrado en la mansión.
- Ya van dos veces, Eltrant. – El exmercenario se limitó a encogerse de hombros sin levantarse de la silla, sonriendo ligeramente al nuevo líder de la casa Roiland. - ¿Seguro que no quieres nada? – Preguntó Flint pasándose la mano por el pelo.
- Sé cómo son tus recompensas, Flint. – Contestó Eltrant rascándose la barba, ampliando la sonrisa. – Así que mejor déjalo estar, asegúrate de que todo por aquí vaya bien por aquí y ya. – dijo el castaño. – Sí que me vendría bien una cena gratis. – Flint, tras oír aquello, se limitó a asentir sin decir nada.
- Eso era… básicamente todo lo que quería deciros. – dijo moviéndose lentamente hacia la salida. – Si necesitáis algo más, solo tenéis que pedirlo. - Le empezaba a doler la pierna, pero no podía dejar que le afectase demasiado, después de todo, aún tenía muchos lugares a los que ir durante aquel día.
Su trabajo apenas acababa de empezar.
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Off: ¡Y se acabó! :'D La recompensa monetaria de Flint es más bien narrativa que otra cosa Sev, lo siento. ; - ;
¡No tengo el poder del banco central Aerindiano! Eso solo lo tienen los masters. (?)
Eltrant Tale
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