El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
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El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Maldito frio... mis dientes castañetean. No me atrevo ni a hablar para que no se me congele la saliva. Maldita nieve. Maldito norte. intento abrigarme con las manos para compensar de alguna forma mi falta de previsión en mi vestuario respecto al ambiente. Esta ha sido la peor de mis ideas... No hacía falta huir hasta tan lejos... estornudo por vigésima vez en ese día cuando sólo han pasado unas horas desde la salida del sol.
Ya no puedo producir el fuego necesario para calentar mi cuerpo. La noche anterior tuve que pasarla despierto usando durante horas mi magia para no morir congelado.
Estoy al limite... Si uso magia... Será mi final... pero... me miró las manos temblando y con el inicio de una pequeña capa de escarcha que se expande por ellas. Extraño tanto el calor... el fuego...
Cometo el error de lamerme los labios y mi lengua se queda rápidamente helada. La meto antes de que se quede pegada a mis labios.
¡Maldita sea! quiero estallar en llamas, pero me reprimo todo lo que puedo, si pierdo el control todo habrá acabado.
Mis ojos comienzan a vislumbrar a lo lejos unas pequeñas luces, no se si fruta de la realidad o de la imaginación. Pero es lo único que tengo, la única llama a la cual aferrarme. Me dirijo hacía allí, pero mis pasos cada vez son más cortos. Mis ojos me pesan, tengo sueño pese a que me he despertado no hace mucho. Los parpadeos cada vez son más largos... Primero cae un parpado...
Puedo ir turnando... descanso un ojo y luego el otro... Pero eso sólo hace que el otro parpado pese más.
Pesa tanto que una de mis rodillas cae para clavarse en la tierra. Pesa tanto que hace que mi cuerpo se tumbe sobre la nieve. Y finalmente se cierra.
Ya no puedo producir el fuego necesario para calentar mi cuerpo. La noche anterior tuve que pasarla despierto usando durante horas mi magia para no morir congelado.
Estoy al limite... Si uso magia... Será mi final... pero... me miró las manos temblando y con el inicio de una pequeña capa de escarcha que se expande por ellas. Extraño tanto el calor... el fuego...
Cometo el error de lamerme los labios y mi lengua se queda rápidamente helada. La meto antes de que se quede pegada a mis labios.
¡Maldita sea! quiero estallar en llamas, pero me reprimo todo lo que puedo, si pierdo el control todo habrá acabado.
Mis ojos comienzan a vislumbrar a lo lejos unas pequeñas luces, no se si fruta de la realidad o de la imaginación. Pero es lo único que tengo, la única llama a la cual aferrarme. Me dirijo hacía allí, pero mis pasos cada vez son más cortos. Mis ojos me pesan, tengo sueño pese a que me he despertado no hace mucho. Los parpadeos cada vez son más largos... Primero cae un parpado...
Puedo ir turnando... descanso un ojo y luego el otro... Pero eso sólo hace que el otro parpado pese más.
Pesa tanto que una de mis rodillas cae para clavarse en la tierra. Pesa tanto que hace que mi cuerpo se tumbe sobre la nieve. Y finalmente se cierra.
Última edición por Rumpel el Lun 3 Sep - 21:35, editado 1 vez
Rumpel
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
El reino del norte, la ciudad en donde el eterno frío envolvía a los seres vivos durante todo el año. Normalmente reclamaba las vidas de los inadaptados, los débiles, quienes se rehusaban a escuchar a la naturaleza, envolviéndolos en un abrazo que, para muchos, significaba el no volver a despertar. Los dragones se acostumbraron a los arrebatos del clima, logrando crear una ciudad que se nutrió de las esperanzas de su gente, criando una comunidad fuerte y grande.
Sin embargo, todavía existían seres que menospreciaban el egoísmo de la dama blanca de las montañas. Y usualmente, cuando no había dragones cercanos cuya misericordia fuera algo que se diera en sus corazones, aquella imprudencia significaba pagar con la vida.
Y como es de esperarse, la historia del brujo no acabaría bajo el manto blanco de las montañas.
Un gran Yak, de dos metros y medio de alto y gran cantidad de gruesos cabellos, llevaba encima de su espalda algunos víveres, pieles y telas que el mercado recibiría en forma de intercambio para facilitar el largo viaje que realizaría hasta las tierras más cálidas de Aerandir. Su prioridad era conseguir los suficientes insumos, como alimentos y agua, para pasar los días en la estepa, y aunque el abrigo podía hacerse corto, los años viviendo en la pradera, atendiendo animales y los pocos cultivos que podían hacerse, hacía de los dragones más resistentes de lo normal al frío.
Y también estuvo muy acostumbrada a encontrar viajeros inexpertos a las pericias del clima. Como en aquel día, encontraría uno más.
Su andar fue interrumpido al ver a aquella persona siendo derrotada por la inclemencia de la nieve. Se acercó y se detuvo para sentir si todavía seguía vivo, colocando su cabeza en su pecho. Su corazón todavía latía, y sus pulmones se llenaban de aire, pero eran débiles, y de seguir así, el desenlace era obvio.
- …
Tomó varias prendas que tenía, y con cuidado, envolvió el cuerpo del aventurero en telas gruesas que impedían el avance del helado viento en su cuerpo. Una gruesa bufanda, que llevaba la joven consigo, cambió de dueño para proteger el aire que entraba en sus pulmones.
- Momo, siéntate - le habló al Yak, mientras le hacía una seña para que obedeciera. Sin embargo, el animal se quedó mirándola por unos segundos, y procedió a bostezar, ignorando sus comandos - Vamos, Momo. No te asienta ser desobediente a tu edad - proseguía, pero la bestia simplemente ignoraba a su ama.
Suspiró , mientras se acercó a su ayudante animal, y lo tomó de las grandes mejillas, agarrándose del cuello, e incluso intentó engañarlo con comida, pero nada.
- No me obligues a transformarme en dragón.
No fue hasta que dijo esas palabras que el animal accedió. Y con ello, pudo dejar al inconsciente viajero al lado del Yak para proporcionarle el calor que necesitaba para reanimarse. Pero sabía que aquello no sería suficiente, así que tomó algunas ramas de la madera que llevaba el animal de carga, un poco de aceite y dos piedras fueron lo suficiente para crear una débil y tímida fogata en el suelo helado. La nieve alrededor comenzó a derretirse y a darle un poco de más espacio.
Fue entonces cuando pensó que algo lo haría entrar en calor mucho más rápido y de manera más agradable
- ¡Un té, lógico!
Así, una pequeña tetera de metal comenzó a calentarse encima de la fogata, para darle la bienvenida al viajero con un suave aroma que lo traería desde el mundo de los casi-muertos-por-viajar-sin-la-ropa-adecuada.
Sin embargo, todavía existían seres que menospreciaban el egoísmo de la dama blanca de las montañas. Y usualmente, cuando no había dragones cercanos cuya misericordia fuera algo que se diera en sus corazones, aquella imprudencia significaba pagar con la vida.
Y como es de esperarse, la historia del brujo no acabaría bajo el manto blanco de las montañas.
Un gran Yak, de dos metros y medio de alto y gran cantidad de gruesos cabellos, llevaba encima de su espalda algunos víveres, pieles y telas que el mercado recibiría en forma de intercambio para facilitar el largo viaje que realizaría hasta las tierras más cálidas de Aerandir. Su prioridad era conseguir los suficientes insumos, como alimentos y agua, para pasar los días en la estepa, y aunque el abrigo podía hacerse corto, los años viviendo en la pradera, atendiendo animales y los pocos cultivos que podían hacerse, hacía de los dragones más resistentes de lo normal al frío.
Y también estuvo muy acostumbrada a encontrar viajeros inexpertos a las pericias del clima. Como en aquel día, encontraría uno más.
Su andar fue interrumpido al ver a aquella persona siendo derrotada por la inclemencia de la nieve. Se acercó y se detuvo para sentir si todavía seguía vivo, colocando su cabeza en su pecho. Su corazón todavía latía, y sus pulmones se llenaban de aire, pero eran débiles, y de seguir así, el desenlace era obvio.
- …
Tomó varias prendas que tenía, y con cuidado, envolvió el cuerpo del aventurero en telas gruesas que impedían el avance del helado viento en su cuerpo. Una gruesa bufanda, que llevaba la joven consigo, cambió de dueño para proteger el aire que entraba en sus pulmones.
- Momo, siéntate - le habló al Yak, mientras le hacía una seña para que obedeciera. Sin embargo, el animal se quedó mirándola por unos segundos, y procedió a bostezar, ignorando sus comandos - Vamos, Momo. No te asienta ser desobediente a tu edad - proseguía, pero la bestia simplemente ignoraba a su ama.
Suspiró , mientras se acercó a su ayudante animal, y lo tomó de las grandes mejillas, agarrándose del cuello, e incluso intentó engañarlo con comida, pero nada.
- No me obligues a transformarme en dragón.
No fue hasta que dijo esas palabras que el animal accedió. Y con ello, pudo dejar al inconsciente viajero al lado del Yak para proporcionarle el calor que necesitaba para reanimarse. Pero sabía que aquello no sería suficiente, así que tomó algunas ramas de la madera que llevaba el animal de carga, un poco de aceite y dos piedras fueron lo suficiente para crear una débil y tímida fogata en el suelo helado. La nieve alrededor comenzó a derretirse y a darle un poco de más espacio.
Fue entonces cuando pensó que algo lo haría entrar en calor mucho más rápido y de manera más agradable
- ¡Un té, lógico!
Así, una pequeña tetera de metal comenzó a calentarse encima de la fogata, para darle la bienvenida al viajero con un suave aroma que lo traería desde el mundo de los casi-muertos-por-viajar-sin-la-ropa-adecuada.
Siria
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Siento como algo corta el viento que azota mi cuerpo. Percibo un tenue calor humano a mi lado, muy pequeño casi imperceptible por el clima, pero con un gran contraste con mi temperatura corporal. Mi cuello es cubierto por una suave y cálido textil que conserva un olor femenino... Aún así todo comienza a tornarse más borroso... Siento un calor algo más fuerte, pero ya es tarde, mi cerebro se niebla cada vez más dejando un espacio blanco en mi memoria...
La pequeña presencia de un cálido y frecuente conocido me da unos instantes más de lucidez. Puedo sentir un pequeño fuego a mi lado, mi mano intenta acercarse inconscientemente a él... deseo tocarlo.. fundirme con él... Expulsar el hielo que ha anidado en mi cuerpo... Pero todos mis inconscientes esfuerzos son en vano... Mi cuerpo comienza a sufrir pequeños espasmos por el frío al mismo tiempo que siento como un cálido y dulce aroma llega a mi...
¿Será este el olor de la muerte?
Consigo abrir un poco los ojos y visualizo a la persona que tengo delante, una mujer de tez pálida y cabello oscuro.
Ha venido a por mi... No he podido cumplir la promesa que le hice a Neil.
Termino por desmayarme aceptando que aquella dama de la muerte me llevará a su lugubre reino.
La pequeña presencia de un cálido y frecuente conocido me da unos instantes más de lucidez. Puedo sentir un pequeño fuego a mi lado, mi mano intenta acercarse inconscientemente a él... deseo tocarlo.. fundirme con él... Expulsar el hielo que ha anidado en mi cuerpo... Pero todos mis inconscientes esfuerzos son en vano... Mi cuerpo comienza a sufrir pequeños espasmos por el frío al mismo tiempo que siento como un cálido y dulce aroma llega a mi...
¿Será este el olor de la muerte?
Consigo abrir un poco los ojos y visualizo a la persona que tengo delante, una mujer de tez pálida y cabello oscuro.
Ha venido a por mi... No he podido cumplir la promesa que le hice a Neil.
Termino por desmayarme aceptando que aquella dama de la muerte me llevará a su lugubre reino.
Rumpel
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
El calor lentamente inundaba el ambiente, mientras el aroma del té le daba una naturalidad hogareña muy usual de los reinos de más al sur. Aun cuando la situación hubiera sido grave a los ojos de cualquier transeúnte que no conociera estas tierras, la dragona se lo tomaba con una naturalidad que hubiera espantado, o en el mejor de los casos hubiera hecho que más de una ceja se hubiera levantado. Pero, curiosamente o no, muchos viajeros se encontraron en las mismas condiciones que el afectado. Lo suficiente como para pensar que era una epidemia mortal entre los extranjeros. Desde pequeña que veía cómo si padre, cada vez que llevaba sus artículos para vender en el mercado, salía a atender a uno que otro viajero desmayado por el frío, o con apenas las condiciones para mover algún músculo. Casi nunca era lo suficientemente grave como para alarmarse por algún riesgo vital, por lo que nunca se lo tomaba de una forma alarmante.
Cuando escuchó las primeras palabras de aquel hombre, pensaba darle una bienvenida acompañada de un té que pudiera saborear. Pero no demoró en que sus ojos se cerraran. Dejando la fogata a un lado, y su preciado té, se acercó a el para asegurarse que su corazón siguiera latiendo y sus pulmones siguieran recibiendo aire. Aun cuando era muy poco lo que trabajaban, continuaban realizando sus labores, por lo que, aun inconsciente, continuaba con vida.
Fue entonces cuando cayó en sus palabras.
Y no pudo evitar ofenderse.
- Sabe, tengo carne en mi cuerpo, es de mala educación confundir a alguien con la muerte - le dijo, aun inconsciente, mientras se arremangaba un poco el brazo derecho de su abrigo y le mostraba cómo su piel se estiraba. No tardó en arrepentirse cuando el frío comenzó a colarse por aquella parte, eso sí.
Se quedó mirándolo un rato. Luego el té. Luego a él de nuevo. Luego de nuevo al té.
- No puedo dejarlo inconsciente acá. Pero el té… - sentía una lástima tremenda, el equivalente al sollozo de alguien adicto al té viendo cómo se desperdicia un té - … pero este viajero… pero este té…
Cerró sus ojos por unos minutos, suspiró, y tomó la decisión más difícil que tuvo que tomar aquella mañana…
-----
Aquel día el negocio era lento. Algunos altercados habían hecho que la gente evitara la zona comercial por el momento, y aunque no era algo que durara demasiado, si afectaba las ventas del día. Poca gente se encontraba en la posada, y las personas que más llegaban era para consultar los precios de las habitaciones del segundo piso. Algunas decidían quedarse, otras buscaban un precio, para ellos, más justo.
Nada de aquello era fuera de lo que estaba acostumbrado a ver. Siquiera ver aquella cara familiar que se asomaba por la puerta del lugar.
- Oi, ¿si no es Siria?
El dueño del lugar era un dragón de estatura media, con ya algunas canas que se asomaban por toda su cabeza, y con una panza que delataba su sedentarismo de estar detrás de una barra.
- ¿Me trajiste una nueva presa para este día?
- Es algo feo llamarlo así. Al menos podrías decirle “cliente”, o “gastador de dinero”.
- La última vez no me trajiste a alguien que exactamente tuviera algo más que pelusas en sus bolsillos.
- No es necesario que me lo recuerdes de nuevo…
Se encargó de transportar al viajero de manera cómoda y cuidadosa en el lomo de Momo, el Yak con el que se había criado. Cuando llegaron a la posada, el dueño se encargó de llevarlo a una habitación de manera cuidadosa, remarcando su condición de “princeso” por cómo lo llevaba. Dejándolo en la cama, la joven se encargó de mantenerlo lo suficientemente tapado como para que recuperara su temperatura, y sus fuerzas de paso, pero no lo suficiente como para hacer que la temperatura le jugara en contra. Dejando un incienso quemándose, ambos salieron del cuarto, y bajaron hasta donde el dueño se encargaba de recibir a la gente que venía.
- Ya estás grandecita como para andar cuidando de niños extraviados, sabes.
- No los trates así, no tienen la culpa de no saber cómo es el tiempo en el norte
- No me molestaría si no fuera porque… - interrumpiéndola conversación, tomó sorpresivamente de las manos a la joven, quien no tuvo tiempo de reacción para evitarlo - … te congelas hasta más no poder para ayudarlos.
- Eres exagerado - la joven minimizó la gravedad del asunto, y es que no se sentía mal como para hablar de “daños”, más allá de sentir frío en su cuerpo - No es más de lo que se siente cuando estás a las 8 de la noche arriando Yaks para que vuelvan al corral.
- La vida en las estepas es dura, ¿eh? - murmuró.
- No es más dura que cualquier trabajo honesto - contestó, mientras se apoyaba en el mueble con sus codos.
Cuando escuchó las primeras palabras de aquel hombre, pensaba darle una bienvenida acompañada de un té que pudiera saborear. Pero no demoró en que sus ojos se cerraran. Dejando la fogata a un lado, y su preciado té, se acercó a el para asegurarse que su corazón siguiera latiendo y sus pulmones siguieran recibiendo aire. Aun cuando era muy poco lo que trabajaban, continuaban realizando sus labores, por lo que, aun inconsciente, continuaba con vida.
Fue entonces cuando cayó en sus palabras.
Y no pudo evitar ofenderse.
- Sabe, tengo carne en mi cuerpo, es de mala educación confundir a alguien con la muerte - le dijo, aun inconsciente, mientras se arremangaba un poco el brazo derecho de su abrigo y le mostraba cómo su piel se estiraba. No tardó en arrepentirse cuando el frío comenzó a colarse por aquella parte, eso sí.
Se quedó mirándolo un rato. Luego el té. Luego a él de nuevo. Luego de nuevo al té.
- No puedo dejarlo inconsciente acá. Pero el té… - sentía una lástima tremenda, el equivalente al sollozo de alguien adicto al té viendo cómo se desperdicia un té - … pero este viajero… pero este té…
Cerró sus ojos por unos minutos, suspiró, y tomó la decisión más difícil que tuvo que tomar aquella mañana…
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Aquel día el negocio era lento. Algunos altercados habían hecho que la gente evitara la zona comercial por el momento, y aunque no era algo que durara demasiado, si afectaba las ventas del día. Poca gente se encontraba en la posada, y las personas que más llegaban era para consultar los precios de las habitaciones del segundo piso. Algunas decidían quedarse, otras buscaban un precio, para ellos, más justo.
Nada de aquello era fuera de lo que estaba acostumbrado a ver. Siquiera ver aquella cara familiar que se asomaba por la puerta del lugar.
- Oi, ¿si no es Siria?
El dueño del lugar era un dragón de estatura media, con ya algunas canas que se asomaban por toda su cabeza, y con una panza que delataba su sedentarismo de estar detrás de una barra.
- ¿Me trajiste una nueva presa para este día?
- Es algo feo llamarlo así. Al menos podrías decirle “cliente”, o “gastador de dinero”.
- La última vez no me trajiste a alguien que exactamente tuviera algo más que pelusas en sus bolsillos.
- No es necesario que me lo recuerdes de nuevo…
Se encargó de transportar al viajero de manera cómoda y cuidadosa en el lomo de Momo, el Yak con el que se había criado. Cuando llegaron a la posada, el dueño se encargó de llevarlo a una habitación de manera cuidadosa, remarcando su condición de “princeso” por cómo lo llevaba. Dejándolo en la cama, la joven se encargó de mantenerlo lo suficientemente tapado como para que recuperara su temperatura, y sus fuerzas de paso, pero no lo suficiente como para hacer que la temperatura le jugara en contra. Dejando un incienso quemándose, ambos salieron del cuarto, y bajaron hasta donde el dueño se encargaba de recibir a la gente que venía.
- Ya estás grandecita como para andar cuidando de niños extraviados, sabes.
- No los trates así, no tienen la culpa de no saber cómo es el tiempo en el norte
- No me molestaría si no fuera porque… - interrumpiéndola conversación, tomó sorpresivamente de las manos a la joven, quien no tuvo tiempo de reacción para evitarlo - … te congelas hasta más no poder para ayudarlos.
- Eres exagerado - la joven minimizó la gravedad del asunto, y es que no se sentía mal como para hablar de “daños”, más allá de sentir frío en su cuerpo - No es más de lo que se siente cuando estás a las 8 de la noche arriando Yaks para que vuelvan al corral.
- La vida en las estepas es dura, ¿eh? - murmuró.
- No es más dura que cualquier trabajo honesto - contestó, mientras se apoyaba en el mueble con sus codos.
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Me encuentro en un mundo cubierto por la nieve, una nieve que me alcanza hasta las rodillas. Me resulta difícil avanzar, me cuesta respirar y la visión es reducida debido a la poderosa ventisca. Avanzo por ese páramo blanco, sin destino, sin más esperanza que la de soportar el frió. Intento usar mi fuego, pero no puedo, no sale. El frío me lo ha quitado todo. No hay nada peor para un amante del fuego que el encontrarse en un mundo de hielo.
-¿¡Por qué cojones vendría al norte!?- hablar no fue una buena idea... sólo hizo que tuviera más frío. A la próxima me voy con los mosquitos...
Pero la tormenta va perdiendo intensidad, cada vez la nieve cubre menos mis piernas, incluso puedo ver algún rayo de sol...
Sol...
Intento de nuevo usar mi fuego, sin éxito, pero persisto. Lo vuelvo a intentar, me concentro hasta que noto ese agradable escozor en la mano que busca expulsar al frío. Cada vez es más potente, hasta que...
-¡FUEGO! - me reincorporó bruscamente en un lecho desconocido con mis manos prendidas. - ¡¿Pero qué... -mira la habitación. Esta muy lejos de ser el desierto helado de hace un momento. Un tenue olor cálido edulcora el ambiente. Me relajo. Mis llamas desaparecen, no quiero quemar nada antes de saber dónde me encuentro, y más importante aún, sin saber si debería pagarlas. -¿Dónde cuernos estoy?
Intento levantarme, pero es inútil, mi cuerpo está atrofiado, está frío... Pero soy persistente y cabezón, me alzo de la cama para caer directamente al suelo de madera.
-Maldita sea... - miro mis piernas frustrado. Las toco. ¿Por qué están tan frías?
En mi mente se forma una imagen fugaz, un páramo helado mucho más real del que acababa de salir, el rostro de una mujer... ¿La muerte? Había escuchado de las tradiciones nórdicas, el Helheim, el infierno helado de la diosa Hel. ¿Pero acaso estaba allí? Pese a lo acontecido, la habitación era bastante acogedora y calurosa.
Vamos Rumpel... tu no crees en esas cosas... Eso me digo aunque la perspectiva de morir e ir a un sitio frío el resto de la eternidad hace que se me revuelvan mis vacías tripas.
Algo preocupado y paranoico, caliento mis manos y las coloco en mis frías piernas, intentando reactivarlas. Comienzo a sentir un irracionable deseo por poder moverme y saber dónde me encuentro.
-¿¡Por qué cojones vendría al norte!?- hablar no fue una buena idea... sólo hizo que tuviera más frío. A la próxima me voy con los mosquitos...
Pero la tormenta va perdiendo intensidad, cada vez la nieve cubre menos mis piernas, incluso puedo ver algún rayo de sol...
Sol...
Intento de nuevo usar mi fuego, sin éxito, pero persisto. Lo vuelvo a intentar, me concentro hasta que noto ese agradable escozor en la mano que busca expulsar al frío. Cada vez es más potente, hasta que...
-¡FUEGO! - me reincorporó bruscamente en un lecho desconocido con mis manos prendidas. - ¡¿Pero qué... -mira la habitación. Esta muy lejos de ser el desierto helado de hace un momento. Un tenue olor cálido edulcora el ambiente. Me relajo. Mis llamas desaparecen, no quiero quemar nada antes de saber dónde me encuentro, y más importante aún, sin saber si debería pagarlas. -¿Dónde cuernos estoy?
Intento levantarme, pero es inútil, mi cuerpo está atrofiado, está frío... Pero soy persistente y cabezón, me alzo de la cama para caer directamente al suelo de madera.
-Maldita sea... - miro mis piernas frustrado. Las toco. ¿Por qué están tan frías?
En mi mente se forma una imagen fugaz, un páramo helado mucho más real del que acababa de salir, el rostro de una mujer... ¿La muerte? Había escuchado de las tradiciones nórdicas, el Helheim, el infierno helado de la diosa Hel. ¿Pero acaso estaba allí? Pese a lo acontecido, la habitación era bastante acogedora y calurosa.
Vamos Rumpel... tu no crees en esas cosas... Eso me digo aunque la perspectiva de morir e ir a un sitio frío el resto de la eternidad hace que se me revuelvan mis vacías tripas.
Algo preocupado y paranoico, caliento mis manos y las coloco en mis frías piernas, intentando reactivarlas. Comienzo a sentir un irracionable deseo por poder moverme y saber dónde me encuentro.
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
- No te lo puedes sacar de la cabeza, ¿eh?
- ¿Ah? ¿De qué hablas?
La joven no entendió a lo que se refería inicialmente, y aunque quisiera dedicarle un par de segundos a su cabeza para analizar esa frase, el destilamiento de las hojas de té era algo tan especial para ella que necesitaba su concentración para que saliera como a ella le encantaba.
- Pues, eso. Estás tan concentrada en el té que me hace pensar en si acaso el tipo es de tu tipo.
La dragona no pudo evitar revolear sus ojos, como si en su mente un pasajero “aquí vamos de nuevo” pudiera escucharse.
- No se trata de eso. Es un tema de hacer lo correcto, sobre todo cuando viene tanta gente a congelarse al norte sin saber su clima, ni cómo sobrevivir.
- Está bien, cada uno verá donde encuentra marido - el sujeto bromeaba con el asunto, aunque manteniendo respeto frente a la persona que le traía clientes cada cierto tiempo -. Al menos, deberías tener cuidado, uno nunca sabe cuándo rescatará un psicópata de las tierras de los humanos, o un chalado de la cabeza de la isla de los brujos, ya sabes.
En ese sentido, le concedía algo de razón al posadero. El salvar a una persona no significaba que esta estaría agradecida, ni garantizaba que fuera una buena persona. Siempre existía el riesgo de que algo sucediera, como un robo, un asalto, o cosas peores. Pero por mucho riesgo que pasara, ella era de la mentalidad de que no podía darle la espalda a otros por el riesgo de salir lastimada. Aquello no era lo que había aprendido ni lo que deseaba practicar el resto de su vida.
Y no comenzaría hoy.
Con cuidado, subió las escaleras del segundo piso, dejando el delicioso olor del té como rastro a medida que llegaba hasta la última parte de las escaleras. Ahí, giró hacia la derecha y dejó pasar un par de puertas hasta llegar a la tercera, donde tocó antes de girar la perilla y asomar solo la cara hasta el interior de la habitación.
- Heeeeey, ¿ya despertó el “bello durmiente”? - dijo con un buen ánimo detrás de sus palabras, mientras asomaba también el té para que apareciera junto con su cabeza - ¿Te animas a un tecito para despertar ese cuerpo adormilado por el frío?
- ¿Ah? ¿De qué hablas?
La joven no entendió a lo que se refería inicialmente, y aunque quisiera dedicarle un par de segundos a su cabeza para analizar esa frase, el destilamiento de las hojas de té era algo tan especial para ella que necesitaba su concentración para que saliera como a ella le encantaba.
- Pues, eso. Estás tan concentrada en el té que me hace pensar en si acaso el tipo es de tu tipo.
La dragona no pudo evitar revolear sus ojos, como si en su mente un pasajero “aquí vamos de nuevo” pudiera escucharse.
- No se trata de eso. Es un tema de hacer lo correcto, sobre todo cuando viene tanta gente a congelarse al norte sin saber su clima, ni cómo sobrevivir.
- Está bien, cada uno verá donde encuentra marido - el sujeto bromeaba con el asunto, aunque manteniendo respeto frente a la persona que le traía clientes cada cierto tiempo -. Al menos, deberías tener cuidado, uno nunca sabe cuándo rescatará un psicópata de las tierras de los humanos, o un chalado de la cabeza de la isla de los brujos, ya sabes.
En ese sentido, le concedía algo de razón al posadero. El salvar a una persona no significaba que esta estaría agradecida, ni garantizaba que fuera una buena persona. Siempre existía el riesgo de que algo sucediera, como un robo, un asalto, o cosas peores. Pero por mucho riesgo que pasara, ella era de la mentalidad de que no podía darle la espalda a otros por el riesgo de salir lastimada. Aquello no era lo que había aprendido ni lo que deseaba practicar el resto de su vida.
Y no comenzaría hoy.
Con cuidado, subió las escaleras del segundo piso, dejando el delicioso olor del té como rastro a medida que llegaba hasta la última parte de las escaleras. Ahí, giró hacia la derecha y dejó pasar un par de puertas hasta llegar a la tercera, donde tocó antes de girar la perilla y asomar solo la cara hasta el interior de la habitación.
- Heeeeey, ¿ya despertó el “bello durmiente”? - dijo con un buen ánimo detrás de sus palabras, mientras asomaba también el té para que apareciera junto con su cabeza - ¿Te animas a un tecito para despertar ese cuerpo adormilado por el frío?
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Suenan unos leves golpes en la puerta a mi espalda, y me giro para ver como está se abre poco a poco. Al poco tiempo, aparece una cabeza flotante y bajo ella una bandeja con una tetera y dos tazas.
-Gracias por lo de bello; aunque la impresión es mutua. - Nunca está demás aceptar piropos. Además, el rostro y la voz de aquella mujer me son terriblemente familiares. -Nos no podría decir que no a un buen té, y más aún en las circunstancias en las que me hallo.
Dándole el permiso para su incursión en aquel cuarto, comienzo a sumergirme en mi memoria para recordar de que me suena su cara. Recuerdo haberla visto hace poco, hace muy muy poco, pero las posibilidades son algo irracionales..
-Mientras degustamos vuestro té, ¿podrías hacernos consciente del porque de mi presencia en este lugar inhóspito? - intento reincorporarme pero es inútil, mi cuerpo aún sigue rebelándose a mis ordenes. -Los recuerdos de nos son muy confusos... La ultima imagen que nos tiene es la de un páramo helado entre las montañas...
Miro a la mujer que comienzan a colocar los aparejos; persistiendo en el deseo de reconocerla. Pero tampoco olvido la rigidez de mis piernas, por lo que continuo calentándolas con mi fuego para poder recuperar la movilidad.
-Gracias por lo de bello; aunque la impresión es mutua. - Nunca está demás aceptar piropos. Además, el rostro y la voz de aquella mujer me son terriblemente familiares. -Nos no podría decir que no a un buen té, y más aún en las circunstancias en las que me hallo.
Dándole el permiso para su incursión en aquel cuarto, comienzo a sumergirme en mi memoria para recordar de que me suena su cara. Recuerdo haberla visto hace poco, hace muy muy poco, pero las posibilidades son algo irracionales..
-Mientras degustamos vuestro té, ¿podrías hacernos consciente del porque de mi presencia en este lugar inhóspito? - intento reincorporarme pero es inútil, mi cuerpo aún sigue rebelándose a mis ordenes. -Los recuerdos de nos son muy confusos... La ultima imagen que nos tiene es la de un páramo helado entre las montañas...
Miro a la mujer que comienzan a colocar los aparejos; persistiendo en el deseo de reconocerla. Pero tampoco olvido la rigidez de mis piernas, por lo que continuo calentándolas con mi fuego para poder recuperar la movilidad.
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
La joven no demoró en entrar a la habitación, mostrando un atuendo singular para muchos extranjeros. Incluso con los dragones que viajaban mucho por el mundo, el diseño de sus ropas era algo que se comportaba más como una costumbre local entre los granjeros y campesinos que trabajaban en las estepas. Lo único seguro que podía saberse es que se veían muy confortables y gruesas, ideales para estar en el día a día en las tierras del norte.
Dejó una taza de té al lado de la cama del brujo, mientras se sentaba a los pies de la cama. Se sintió halagada por el cumplido, más no lo tomó más allá que eso. Mientras le conversaba, le dio un par de palmadas a sus piernas, para que se tranquilizara
- Pues, si se refiere a esta cama, es porque, mientras viajaba al mercado a intercambiar cosas, me lo encontré botado en el suelo debido a la tormenta que había - bebió un poco de té en una pausa corta, para retomar mirándolo a los ojos - Ahora, si la pregunta iba de por qué vino al norte, pues… - no pudo ocultar poner una cara de desconocimiento en esa información - … mucha gente viene por oportunidades de trabajo, otras por una revelación religiosa, y hay bastante gente por un largo etcétera. No sabría decirlo, y esa parte tendrá que contármela usted
Aquella era una forma indirecta-directa de darle a entender que deseaba saber más de su persona, y de por qué su viaje.
- Ah, por cierto - dijo, antes de que su invitado respondiera -, al estar tanto tiempo en el frío, el cuerpo prioriza el tronco para sobrevivir, lo que hace que las extremidades se debiliten. Pero es temporal, a casi todo el mundo se le pasa al rato, pero debe permanecer mejor abrigado
En un momento, se le vio una sonrisa de sabionda. Más bien, estaba contenta de recordar un dato útil para estos momentos, usualmente no era tan buena en los estudios como para recordar algo así.
Dejó una taza de té al lado de la cama del brujo, mientras se sentaba a los pies de la cama. Se sintió halagada por el cumplido, más no lo tomó más allá que eso. Mientras le conversaba, le dio un par de palmadas a sus piernas, para que se tranquilizara
- Pues, si se refiere a esta cama, es porque, mientras viajaba al mercado a intercambiar cosas, me lo encontré botado en el suelo debido a la tormenta que había - bebió un poco de té en una pausa corta, para retomar mirándolo a los ojos - Ahora, si la pregunta iba de por qué vino al norte, pues… - no pudo ocultar poner una cara de desconocimiento en esa información - … mucha gente viene por oportunidades de trabajo, otras por una revelación religiosa, y hay bastante gente por un largo etcétera. No sabría decirlo, y esa parte tendrá que contármela usted
Aquella era una forma indirecta-directa de darle a entender que deseaba saber más de su persona, y de por qué su viaje.
- Ah, por cierto - dijo, antes de que su invitado respondiera -, al estar tanto tiempo en el frío, el cuerpo prioriza el tronco para sobrevivir, lo que hace que las extremidades se debiliten. Pero es temporal, a casi todo el mundo se le pasa al rato, pero debe permanecer mejor abrigado
En un momento, se le vio una sonrisa de sabionda. Más bien, estaba contenta de recordar un dato útil para estos momentos, usualmente no era tan buena en los estudios como para recordar algo así.
Siria
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
La mujer pasa directamente y deja una taza de té en la mesita, fuera de mi alcance, para luego sentarse en la cama. La miro algo extrañado desde mi posición en el suelo.
¿Se está riendo de mi?
Al menos, me muevo usando mis brazos apoyo mi espalda en la estructura del lecho. Desde está posición, consigo alcanzar el té con grandes dificultades. Y espero que la teoría de mi anfitriona se cumpla en mis piernas.
A lo mejor es costumbre aquí que los invitados o los hombres beban el té en el suelo... comienzo a teorizar sobre las costumbres de los dragones. -Así que usted mi salvó. - la vuelvo a mirar y viene a mi mente la imagen de aquella mujer del sueño; eran idénticas. - Debo agradecerle eso, morir congelado sería la peor de las maldiciones... -
La mujer no ocultaba su curiosidad sobre mi, o al menos eso interpreto. Me gusta encontrarme con una mujer bella y curiosa, sin duda creo que es lo mejor que puedo encontrar en el norte vistas las expectativas.
-Mmm... Nos huyó del sur buscando la prometida tranquilidad del norte. Nos pensó que le vendría bien algo de paz para decidir sus nuevos pasos en el mundo. - obviamente no voy a contarle que huía de la justicia de Lunargenta. -Aunque, si nos llega a saber que esa paz era la supuesta paz eterna puede que me hubiera replanteado el viaje. - le dirijo una media sonrisa ladina.
Miro desorientado por la habitación, sin los datos que necesito saber, así que deposito mis ojos sobre mi anfitriona.
-¿En que lugar me hallo? - pego un sorbo de té. -¡Ohh vaya! ¡Está delicioso! ¿Lo recolecta y hace usted?
Todo ese trato me hace pensar en que es todo demasiado bonito, falta que salté la trampa, y cuanto antes lo haga mejor.
- Mmm... sin duda nos ha contraído una deuda involuntaria con vos, ¿qué requiere como pago? - mi sonrisa se borra al tratar aquellos asuntos serios; pues se de buena tinta que en esta vida todo tiene un precio.
¿Se está riendo de mi?
Al menos, me muevo usando mis brazos apoyo mi espalda en la estructura del lecho. Desde está posición, consigo alcanzar el té con grandes dificultades. Y espero que la teoría de mi anfitriona se cumpla en mis piernas.
A lo mejor es costumbre aquí que los invitados o los hombres beban el té en el suelo... comienzo a teorizar sobre las costumbres de los dragones. -Así que usted mi salvó. - la vuelvo a mirar y viene a mi mente la imagen de aquella mujer del sueño; eran idénticas. - Debo agradecerle eso, morir congelado sería la peor de las maldiciones... -
La mujer no ocultaba su curiosidad sobre mi, o al menos eso interpreto. Me gusta encontrarme con una mujer bella y curiosa, sin duda creo que es lo mejor que puedo encontrar en el norte vistas las expectativas.
-Mmm... Nos huyó del sur buscando la prometida tranquilidad del norte. Nos pensó que le vendría bien algo de paz para decidir sus nuevos pasos en el mundo. - obviamente no voy a contarle que huía de la justicia de Lunargenta. -Aunque, si nos llega a saber que esa paz era la supuesta paz eterna puede que me hubiera replanteado el viaje. - le dirijo una media sonrisa ladina.
Miro desorientado por la habitación, sin los datos que necesito saber, así que deposito mis ojos sobre mi anfitriona.
-¿En que lugar me hallo? - pego un sorbo de té. -¡Ohh vaya! ¡Está delicioso! ¿Lo recolecta y hace usted?
Todo ese trato me hace pensar en que es todo demasiado bonito, falta que salté la trampa, y cuanto antes lo haga mejor.
- Mmm... sin duda nos ha contraído una deuda involuntaria con vos, ¿qué requiere como pago? - mi sonrisa se borra al tratar aquellos asuntos serios; pues se de buena tinta que en esta vida todo tiene un precio.
Rumpel
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Antes de darse a la comodidad de entregarse al sabor del té, se dio cuenta que se había confundido en entregar los recipientes: el té que se supone que iría a las manos del invitado estaba en sus manos, y el té que estaba en la pequeña mesa era de ella, el cuál tomaría una vez más acomodada. Solo se dio cuenta cuando miró sus manos con dos vasos al mismo tiempo, lo que le causó que se sonrojara automáticamente. Rápidamente le pasó un té en las manos al brujo, mientras que al poco rato comenzó a beber el que le correspondía.
No podía evitar que había perdido toda su genialidad construida hasta entonces. ¿Cómo es que la gente “en onda” lograba mantenerse genial en todo momento? Es por eso que necesitaba salir al exterior y acaparar un sinfín de experiencias, para mantener la “esencia genial” en todo momento.
Hizo un gesto humilde frente a su agradecimiento ante salvarlo, ella no consideraba que fuera algo notorio, aun cuando realmente lo era. Más estaba atenta a su relato, el cual no le traía mucha sorpresa. Mucha gente venía al norte por las mismas promesas de un futuro más tranquilo, pero lo cierto es que las tierras congeladas trataban muy mal a cualquiera que no pudiera adaptarse a ellas. Era por eso que muchos, desde pequeños, aprendían lo que era el dolor de los huesos congelados en las noches de invierno más heladas, sentir cada respiración como un suplicio de dolor, y extraer los alimentos en la más profunda forma de inhospitalidad.
“No es tan malo”, la mayoría terminaba diciendo.
- Muchas veces lo consigo desde el mismo mercado, que trae varias plantas y especias de casi todos los lugares de los reinos - comentó contenta ante su comentario sobre las hojas de té -. Este en especial es de Lastia. Lo mueles un poco, hasta dejar un polvillo, y lo dejas en un colador pequeño por 3 minutos. Solo recomiendo un poco, ya que el sabor es muy dulce y puede que se sienta que estás tomando azúcar adulzada con agua
Se interrumpió un momento cuando se dio cuenta que no había respondido la primera pregunta del viajero.
- Pues, esta es una posada de Dundarak. Es llamada “El descanso del unicornio” - la joven miró hacia el techo un momento, algo pensativa - Supongo que su dueño pensó que atraería más clientes con ese nombre - desestimó esa idea, volviéndolo a mirar a los ojos - En realidad, si quieres saldar una cuenta con alguien, es con él quién deberías hablar, ya que esta habitación es parte de sus pertenencias - le hizo un gesto con su mano para que no se preocupara - El acepta otros tipos de trabajo, he visto que mantiene a la gente trabajando con la limpieza por un plato de comida, pero te advierto que él es bastante hombrecito para sus cosas, así que si intentas seducirlo, no te va a funcionar
Rió de buena gana ante su broma, aunque si era cierto que algunas mujeres conseguían ciertos favores con él por otros favores. A veces, la necesidad obligaba.
- Ahora, si es por un tema de deuda conmigo, pues… - se cruzó de brazos, y pensó por algunos segundos en vano - … la verdad no tengo idea. No se me ocurren muchas cosas como para “saldar alguna deuda” - y tampoco pensaba que había alguna deuda que saldar -, pero si insistes, puedes enfocarte en descansar un rato y de ahí piensas qué se te ocurre.
No podía evitar que había perdido toda su genialidad construida hasta entonces. ¿Cómo es que la gente “en onda” lograba mantenerse genial en todo momento? Es por eso que necesitaba salir al exterior y acaparar un sinfín de experiencias, para mantener la “esencia genial” en todo momento.
Hizo un gesto humilde frente a su agradecimiento ante salvarlo, ella no consideraba que fuera algo notorio, aun cuando realmente lo era. Más estaba atenta a su relato, el cual no le traía mucha sorpresa. Mucha gente venía al norte por las mismas promesas de un futuro más tranquilo, pero lo cierto es que las tierras congeladas trataban muy mal a cualquiera que no pudiera adaptarse a ellas. Era por eso que muchos, desde pequeños, aprendían lo que era el dolor de los huesos congelados en las noches de invierno más heladas, sentir cada respiración como un suplicio de dolor, y extraer los alimentos en la más profunda forma de inhospitalidad.
“No es tan malo”, la mayoría terminaba diciendo.
- Muchas veces lo consigo desde el mismo mercado, que trae varias plantas y especias de casi todos los lugares de los reinos - comentó contenta ante su comentario sobre las hojas de té -. Este en especial es de Lastia. Lo mueles un poco, hasta dejar un polvillo, y lo dejas en un colador pequeño por 3 minutos. Solo recomiendo un poco, ya que el sabor es muy dulce y puede que se sienta que estás tomando azúcar adulzada con agua
Se interrumpió un momento cuando se dio cuenta que no había respondido la primera pregunta del viajero.
- Pues, esta es una posada de Dundarak. Es llamada “El descanso del unicornio” - la joven miró hacia el techo un momento, algo pensativa - Supongo que su dueño pensó que atraería más clientes con ese nombre - desestimó esa idea, volviéndolo a mirar a los ojos - En realidad, si quieres saldar una cuenta con alguien, es con él quién deberías hablar, ya que esta habitación es parte de sus pertenencias - le hizo un gesto con su mano para que no se preocupara - El acepta otros tipos de trabajo, he visto que mantiene a la gente trabajando con la limpieza por un plato de comida, pero te advierto que él es bastante hombrecito para sus cosas, así que si intentas seducirlo, no te va a funcionar
Rió de buena gana ante su broma, aunque si era cierto que algunas mujeres conseguían ciertos favores con él por otros favores. A veces, la necesidad obligaba.
- Ahora, si es por un tema de deuda conmigo, pues… - se cruzó de brazos, y pensó por algunos segundos en vano - … la verdad no tengo idea. No se me ocurren muchas cosas como para “saldar alguna deuda” - y tampoco pensaba que había alguna deuda que saldar -, pero si insistes, puedes enfocarte en descansar un rato y de ahí piensas qué se te ocurre.
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
El lío del té es interesante. Primero había bebido del que tenía en sus manos y yo había que tenido que tomar el de la mesita. Pero tras haber pegado yo también un sorbo, la joven vuelve a intercambiar las tazas para mi sorpresa.
Es una forma interesante de intercambiar fluidos. Pienso mientras observo el té. Aunque prefiero el método tradicional de los labios. Me encojo de hombros y pego un sorbo al nuevo té que se me ofrece con la supuesta esencia de mi salvadora, a la cual no quiero ofender pese a no entender sus costumbres. -Mmmm... es interesante como el comercio hace que puedas estar cerca de otros aspectos que en tu ámbito de origen sería imposible.- pego otro sorbo. -Algo de lo que nos ahora mismo ha salido beneficiado, sin duda. - dirijo la taza hacia la joven y la levanto en señal de agradecimiento.
Comienzo a sentir la sensibilidad en mis piernas, y pequeño y desagradable cosquilleo que es recibido con gran alegría.
-A nos no le interesa realizar dichas actividades tan impropia de nuestra persona. - llevo la mano a mi cinturón mientras acaricio con mimo mi bolsa de aeros. - El pago no será un problema. - le dedico una sonrisa a la joven, esa frase en otras tabernas y con otro tipo de mujer hubiese podido tener otro significado. -Nos no gusta de seducir a hombres, los gustos de nos están muy bien definidos hacia las hembras.
La chica se ríe ella sola para algo que para mi es el pan de cada día. Sin embargo, lo que dice tras sus risas me descoloca más.
-Nos no está acostumbrado a que le digan que quiere pagar, o si quiere pagar algo por una deuda. Tenéis unas costumbres muy raras aquí en el norte... - me rasco el mentón. - Lo normal es solicitar algo en consonancia a lo ofrecido, es decir, ¿que tarea podrías tener en la que un tensai de fuego os fuera de vital importancia?
Por fin puedo levantarme y colocarme sentado por mi mismo en la cama; al menos puedo tener una postura más digna mientras la chica se decide, aunque si no quiere nada a cambio no seré yo quien insista.
Es una forma interesante de intercambiar fluidos. Pienso mientras observo el té. Aunque prefiero el método tradicional de los labios. Me encojo de hombros y pego un sorbo al nuevo té que se me ofrece con la supuesta esencia de mi salvadora, a la cual no quiero ofender pese a no entender sus costumbres. -Mmmm... es interesante como el comercio hace que puedas estar cerca de otros aspectos que en tu ámbito de origen sería imposible.- pego otro sorbo. -Algo de lo que nos ahora mismo ha salido beneficiado, sin duda. - dirijo la taza hacia la joven y la levanto en señal de agradecimiento.
Comienzo a sentir la sensibilidad en mis piernas, y pequeño y desagradable cosquilleo que es recibido con gran alegría.
-A nos no le interesa realizar dichas actividades tan impropia de nuestra persona. - llevo la mano a mi cinturón mientras acaricio con mimo mi bolsa de aeros. - El pago no será un problema. - le dedico una sonrisa a la joven, esa frase en otras tabernas y con otro tipo de mujer hubiese podido tener otro significado. -Nos no gusta de seducir a hombres, los gustos de nos están muy bien definidos hacia las hembras.
La chica se ríe ella sola para algo que para mi es el pan de cada día. Sin embargo, lo que dice tras sus risas me descoloca más.
-Nos no está acostumbrado a que le digan que quiere pagar, o si quiere pagar algo por una deuda. Tenéis unas costumbres muy raras aquí en el norte... - me rasco el mentón. - Lo normal es solicitar algo en consonancia a lo ofrecido, es decir, ¿que tarea podrías tener en la que un tensai de fuego os fuera de vital importancia?
Por fin puedo levantarme y colocarme sentado por mi mismo en la cama; al menos puedo tener una postura más digna mientras la chica se decide, aunque si no quiere nada a cambio no seré yo quien insista.
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Incluso para algunos dragones de Dundarak, la joven era bastante peculiar, por lo que la extrañeza del brujo tenía un impacto multiplicado que desconocía. Por alguna razón, no bajaba su sonrisa ni su buen ánimo. No eran cosas que podían imitarse o fingirse, ya que para eso, los pequeños detalles siempre salían a luz. Lo más cercano que su carácter podía parecerse era de las personas que trabajaban la tierra y vivían de sus cultivos, pero se le sumaba un aire de nómada que vivía aisladamente de la sociedad y que, a diferencia de muchos ermitaños, se alegraba de ver caras que podían tener semejanza humana.
Probablemente nadie lo sabía, pero algo tenía de verdad el que las únicas caras que veías en las estepas eran las de los animales. Y no eran precisamente muy receptivos que digamos.
- Creo que agradecerá más los Aeros, considerando que la economía está algo mala y los coqueteos no llevan comida a la mesa - cerró su broma, quedando en su cabeza el que se tratara constantemente de “nos”.
Aquel era un detalle que no veía normalmente en las personas. ¿A qué se refería con “nos”? No sabía adivinarlo, ya que podía referirse a su raza, cualesquiera que fuera, o quizás se refería a algo o alguien que le acompañaba y con quién no se había topado. O quizás tenía que ver con su cabeza. En sus viajes, había conocido gente muy rara, por lo que si decía que en las cavidades de su cabeza existía otra persona, le sorprendería y le impactaría, pero no sería lo suficientemente raro como para descartarlo.
- En todo caso, es broma - intentó calmar el aire, solo por si acaso - A veces leemos demasiadas de esas novelas románticas en donde una chica conoce a un joven de la taberna, no puede pagar su estadía, trabaja como moza, blablabla… lo que lee la gente cuando está aburrida, ya sabe
En la realidad, debía descartar al resto de los dragones en su generalización, pues la única culpable de ello era ella.
Se levantó un poco de donde estaba para no estorbar el paso de las sábanas mientras el brujo podía sentarse en la cama por si solo. Se quedó pensando en sus palabras, mientras se cruzaba de brazos.
- No diría que es una costumbre propiamente tal del norte - más que preocuparse de lo que podía ofrecer, estaba más pensativa por lo que había dicho antes de eso - En realidad, como consejo, no deberías esperar que sea común en estas tierras, ya que es como cualquier otro lugar. Podrías haberte desmayado en los bosques de Sandorai, en alguna playa, cerca de Lunargenta, y podrías haber sido salvado por un anciano, un viajero, una mujer cuidando 3 hijos… o quizás no, y un asaltante hubiera robado tus pertenencias de tu cuerpo - su tono de voz parecía mucho más serio de lo que había demostrado cuando bromeaba - Probablemente suene muy religioso lo que voy a decir, pero probablemente todavía no era su hora
La joven no sabía qué añadir, pues sabía que los extranjeros no se tomaban muy bien los temas valóricos o religosos que a ella le encantaba pensar. Y no necesitaba que alguien prendiera con sus comentarios
- Aunque si quiere agradecerme de alguna forma, puede ayudarme en el mercado. No sé si es algo que un… ehmm….. - intentó recordar la palabra varios segundos - ¿tensai de fuego? Pues, no se si es algo que aprenden a hacer, pero la verdad es que tengo mucha mercancía que necesito intercambiar para mi viaje, ya sabe… obtener una cosa por otra, pero usualmente es un martirio lidiar con mercaderes. Siempre quieren bajarle el precio a tus cosas y subir las de ellos, y pelearle los precios es un dolor de cabeza - cerró sus ojos mientras se cruzaba de brazos, pues el tema la irritaba bastante. Si fuera algo anecdótico de las tierras del norte, sería mucho más soportable una vez saliendo de estas murallas, pero el problema era en todos lados. Estaba multiplicado como si fuera una enfermedad, y lidiar con ello era agotador.
Probablemente nadie lo sabía, pero algo tenía de verdad el que las únicas caras que veías en las estepas eran las de los animales. Y no eran precisamente muy receptivos que digamos.
- Creo que agradecerá más los Aeros, considerando que la economía está algo mala y los coqueteos no llevan comida a la mesa - cerró su broma, quedando en su cabeza el que se tratara constantemente de “nos”.
Aquel era un detalle que no veía normalmente en las personas. ¿A qué se refería con “nos”? No sabía adivinarlo, ya que podía referirse a su raza, cualesquiera que fuera, o quizás se refería a algo o alguien que le acompañaba y con quién no se había topado. O quizás tenía que ver con su cabeza. En sus viajes, había conocido gente muy rara, por lo que si decía que en las cavidades de su cabeza existía otra persona, le sorprendería y le impactaría, pero no sería lo suficientemente raro como para descartarlo.
- En todo caso, es broma - intentó calmar el aire, solo por si acaso - A veces leemos demasiadas de esas novelas románticas en donde una chica conoce a un joven de la taberna, no puede pagar su estadía, trabaja como moza, blablabla… lo que lee la gente cuando está aburrida, ya sabe
En la realidad, debía descartar al resto de los dragones en su generalización, pues la única culpable de ello era ella.
Se levantó un poco de donde estaba para no estorbar el paso de las sábanas mientras el brujo podía sentarse en la cama por si solo. Se quedó pensando en sus palabras, mientras se cruzaba de brazos.
- No diría que es una costumbre propiamente tal del norte - más que preocuparse de lo que podía ofrecer, estaba más pensativa por lo que había dicho antes de eso - En realidad, como consejo, no deberías esperar que sea común en estas tierras, ya que es como cualquier otro lugar. Podrías haberte desmayado en los bosques de Sandorai, en alguna playa, cerca de Lunargenta, y podrías haber sido salvado por un anciano, un viajero, una mujer cuidando 3 hijos… o quizás no, y un asaltante hubiera robado tus pertenencias de tu cuerpo - su tono de voz parecía mucho más serio de lo que había demostrado cuando bromeaba - Probablemente suene muy religioso lo que voy a decir, pero probablemente todavía no era su hora
La joven no sabía qué añadir, pues sabía que los extranjeros no se tomaban muy bien los temas valóricos o religosos que a ella le encantaba pensar. Y no necesitaba que alguien prendiera con sus comentarios
- Aunque si quiere agradecerme de alguna forma, puede ayudarme en el mercado. No sé si es algo que un… ehmm….. - intentó recordar la palabra varios segundos - ¿tensai de fuego? Pues, no se si es algo que aprenden a hacer, pero la verdad es que tengo mucha mercancía que necesito intercambiar para mi viaje, ya sabe… obtener una cosa por otra, pero usualmente es un martirio lidiar con mercaderes. Siempre quieren bajarle el precio a tus cosas y subir las de ellos, y pelearle los precios es un dolor de cabeza - cerró sus ojos mientras se cruzaba de brazos, pues el tema la irritaba bastante. Si fuera algo anecdótico de las tierras del norte, sería mucho más soportable una vez saliendo de estas murallas, pero el problema era en todos lados. Estaba multiplicado como si fuera una enfermedad, y lidiar con ello era agotador.
Siria
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
-Todo el mundo aprecia más los aeros... - acaricio mi bolsa con una ternura mezclada con cierto rencor. -Aunque el coqueteo tampoco es un elemento desdeñable. - sonrío a su broma.
Noto las dudas en su semblante ante mi excéntrica forma de hablar. El producirle la curiosidad o al menos sentir como se trastoca me hace sentir cierto orgullo, aunque no es que pueda evitar hablar de esa forma.
-La lectura romántica es interesante, no cabe duda, pero en este caso faltaría un elemento fundamental para recrear sus novelas señorita Siria. El hecho de que yo no fuera un hombre o que el posadero fuera una mujer. - hago una pausa. - Aunque es posible que la literatura haya dado muchas otras versiones con el tiempo...
Nuevas tribulaciones pueden percibirse en su rostro; en cierto me alegra no ser el único personaje raro en esta sala. Pero dejo de darle importancia cuando me acomodo en la cama y puedo notar como mis piernas comienzan a recuperar su sensibilidad.
-Nos nunca espera de nadie que le ofrezca una buena acción, de hecho todo lo contrario. - miro a la joven con cierto agradecimiento. - Por ello ha sido una sorpresa inesperada sus acciones. Lo usual es aprovecharse siempre de las situaciones de debilidad que tienen otros. El mundo es así, y así seguirá hasta que... - guardo silencio, no es momento ni lugar para hablar de esas cosas con una desconocida, aunque pensándolo bien no lo haría ni aunque la conociera. -Tiene razón, la vida siempre es peligrosa.
Al final sale la propuesta del pago, más esperanzadora y divertida de lo que hubiese podido esperar en un principio. ¿Regatear? ¿Timar? ¿Convencer? ¿Debatir? Eso siempre resultaba interesante. El mundo normalmente combatía siempre con los puños, pocos combates se hacían con el cerebro, y eso era algo en lo que buscaba obtener cierta especialidad, por lo que las conversaciones con mercaderes se convertía en un ejercicio más que necesario.
-Para un tensai de fuego, puede que no, pero para alguien como nos es una petición más que recomendada, será divertido. - me pongo en pie animado por la actividad. - Vamos, deberás enseñar a nos la mercancía, que esperas recibir por ella y el mínimo que quieres obtener de la misma. - me termino la taza de té de un largo sorbo y me dirijo a la puerta. La abro y me giro. - Ten el placer de guiar a nos hasta vuestra mercancía.
Noto las dudas en su semblante ante mi excéntrica forma de hablar. El producirle la curiosidad o al menos sentir como se trastoca me hace sentir cierto orgullo, aunque no es que pueda evitar hablar de esa forma.
-La lectura romántica es interesante, no cabe duda, pero en este caso faltaría un elemento fundamental para recrear sus novelas señorita Siria. El hecho de que yo no fuera un hombre o que el posadero fuera una mujer. - hago una pausa. - Aunque es posible que la literatura haya dado muchas otras versiones con el tiempo...
Nuevas tribulaciones pueden percibirse en su rostro; en cierto me alegra no ser el único personaje raro en esta sala. Pero dejo de darle importancia cuando me acomodo en la cama y puedo notar como mis piernas comienzan a recuperar su sensibilidad.
-Nos nunca espera de nadie que le ofrezca una buena acción, de hecho todo lo contrario. - miro a la joven con cierto agradecimiento. - Por ello ha sido una sorpresa inesperada sus acciones. Lo usual es aprovecharse siempre de las situaciones de debilidad que tienen otros. El mundo es así, y así seguirá hasta que... - guardo silencio, no es momento ni lugar para hablar de esas cosas con una desconocida, aunque pensándolo bien no lo haría ni aunque la conociera. -Tiene razón, la vida siempre es peligrosa.
Al final sale la propuesta del pago, más esperanzadora y divertida de lo que hubiese podido esperar en un principio. ¿Regatear? ¿Timar? ¿Convencer? ¿Debatir? Eso siempre resultaba interesante. El mundo normalmente combatía siempre con los puños, pocos combates se hacían con el cerebro, y eso era algo en lo que buscaba obtener cierta especialidad, por lo que las conversaciones con mercaderes se convertía en un ejercicio más que necesario.
-Para un tensai de fuego, puede que no, pero para alguien como nos es una petición más que recomendada, será divertido. - me pongo en pie animado por la actividad. - Vamos, deberás enseñar a nos la mercancía, que esperas recibir por ella y el mínimo que quieres obtener de la misma. - me termino la taza de té de un largo sorbo y me dirijo a la puerta. La abro y me giro. - Ten el placer de guiar a nos hasta vuestra mercancía.
Rumpel
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Fue casi coincidencia que terminara el té junto con él, pues normalmente el té era un entremés tan delicioso para ella que tomaba las sensaciones de sus sentidos para acariciarlas lo más que podía. Aquello conllevaba un precio, y es que parecía un poco más “cabeza hueca” de lo que aparentaba normalmente, aunque en hombres esto se veía más como un rasgo de ser risueña. Es por eso que, cuando se levantó de la cama y marchó de la habitación, parecía que estaba más recolectada de sus sentidos que antes, irguiéndose y mostrando una altura que era mayor a la media de las mujeres que habitaban en los poblados humanos o de brujos.
Bajó las escaleras marcando el camino, no sin antes detenerse delante del dueño del lugar, quien se encontraba barriendo innecesariamente el poco polvo que había en el lugar. A veces, la vida de un dueño de posada carecía de emociones aventurescas, lo que hacía que cosas mundanas y repetitivas se hicieran casi inconscientemente, casi para evitar estar aburrido.
- Una pena por ti, tendrás que renacer como mujer para llamar su atención
- Tsk, ¿crees que tendría una pocilga como esta si fuera una mujer? - aunque planeaba seguir con la broma, se detuvo y pensó seriamente - … aunque un burdel sería una buena inversión, ahora que lo pienso. Me traerías a los clientes gratis, serías como mi compañera de inversiones
- Paso. Conociendote, tendría que traerlos y llevarlos de vuelta a sus casas
Ambos rieron de buena gana mientras la joven se adelantaba para buscar a su enorme acompañante, mientras el dueño del lugar arregló los asuntos financieros que quedaban pendientes con el brujo. Un poco por respeto, y porque aunque ella lo trajo, más bien sentía que las deudas entre dos hombres se solucionaban entre dos hombres. El precio no era la gran cosa, levemente menos de lo que normalmente las tarifas que se podían encontrar a lo largo de estas tierras, quizás intentando incentivar la economía deteriorada por la plaga y eventos relacionados con Lunargenta.
El Yak de la dragona era enorme animal, como era de esperar de las bestias de la estepa. Su carga consistía de diferentes enseres que incluso no eran exclusivas de las tierras del norte. Algunas ropas y telas de los elfos de Sandorai, algunos inciensos y brebajes de las islas de los brujos, alguno que otro pendiente de Lunargenta… lo que se podía intuir es que, o había adquirido esos productos en la misma Dundarak y terminó coleccionando involuntariamente debido a los intercambios, o ella misma había adquirido esos productos en sus viajes. No había nada particularmente destacable, a excepción quizás de las finas telas hechas con el pelaje de los bisontes y los Yak. Era el mismo material con el que sus ropas estaban hechas, y podía notarse que el trabajo excepcional podía pertenecer a un excéntrico adinerado, o alguien de clase media que quisiera aparentar con sus prendas.
- Este es Momo - le comentó cuando se acercó a ambos - Lo crié desde que mediamos lo mismo, ahora necesitaría 17 de mis para llegar a pesar lo que pesa esta bola rica de amor - dijo mientras lo abrazaba fuerte. Podía notarse un tipo de amor parecido al de otros humanos con sus mascotas viajeras. Por su parte, Momo no podía devolverle el abrazo por razones obvias, pero se mantenía bien manso a su lado, lo que indicaba buena crianza por parte de la dragona. Momo era uno de esos animales que daba la impresión de que podía romperte la cabeza con el peso de su pata delantera
- El mercado no está muy lejos - dijo, mientras ajustaba alguna de las cargas que llevaba el animal - Lo importante es conseguir… Tomates, Lechugas, algunos alimentos que duren un buen tiempo. Ah, arroz y harina también. Y que no se me olvide un compás, ir a ciegas intentando adivinar el norte es un martirio - mencionó mientras sus ojos parecían cansados, como si tuviera una anécdota de algo realmente agotador que contar -, y la idea es llegar a la ciudad de los humanos. Necesitaríamos algo que valga poco acá, pero que sea valioso en las tierras del sur, para poder cambiarlo por alimentos más frescos.
Parecía un buen plan, y a ratos parecía ser una persona experta en aventuras, pero en la realidad, no hacía nada más que seguir los consejos que constantemente le decía Wood cuando viajaban juntas. De hecho, su último comentario era algo que podía decir la licántropo fácilmente, lo que hacía que sintiera que debía darle los créditos cuando esto terminara.
Bajó las escaleras marcando el camino, no sin antes detenerse delante del dueño del lugar, quien se encontraba barriendo innecesariamente el poco polvo que había en el lugar. A veces, la vida de un dueño de posada carecía de emociones aventurescas, lo que hacía que cosas mundanas y repetitivas se hicieran casi inconscientemente, casi para evitar estar aburrido.
- Una pena por ti, tendrás que renacer como mujer para llamar su atención
- Tsk, ¿crees que tendría una pocilga como esta si fuera una mujer? - aunque planeaba seguir con la broma, se detuvo y pensó seriamente - … aunque un burdel sería una buena inversión, ahora que lo pienso. Me traerías a los clientes gratis, serías como mi compañera de inversiones
- Paso. Conociendote, tendría que traerlos y llevarlos de vuelta a sus casas
Ambos rieron de buena gana mientras la joven se adelantaba para buscar a su enorme acompañante, mientras el dueño del lugar arregló los asuntos financieros que quedaban pendientes con el brujo. Un poco por respeto, y porque aunque ella lo trajo, más bien sentía que las deudas entre dos hombres se solucionaban entre dos hombres. El precio no era la gran cosa, levemente menos de lo que normalmente las tarifas que se podían encontrar a lo largo de estas tierras, quizás intentando incentivar la economía deteriorada por la plaga y eventos relacionados con Lunargenta.
El Yak de la dragona era enorme animal, como era de esperar de las bestias de la estepa. Su carga consistía de diferentes enseres que incluso no eran exclusivas de las tierras del norte. Algunas ropas y telas de los elfos de Sandorai, algunos inciensos y brebajes de las islas de los brujos, alguno que otro pendiente de Lunargenta… lo que se podía intuir es que, o había adquirido esos productos en la misma Dundarak y terminó coleccionando involuntariamente debido a los intercambios, o ella misma había adquirido esos productos en sus viajes. No había nada particularmente destacable, a excepción quizás de las finas telas hechas con el pelaje de los bisontes y los Yak. Era el mismo material con el que sus ropas estaban hechas, y podía notarse que el trabajo excepcional podía pertenecer a un excéntrico adinerado, o alguien de clase media que quisiera aparentar con sus prendas.
- Este es Momo - le comentó cuando se acercó a ambos - Lo crié desde que mediamos lo mismo, ahora necesitaría 17 de mis para llegar a pesar lo que pesa esta bola rica de amor - dijo mientras lo abrazaba fuerte. Podía notarse un tipo de amor parecido al de otros humanos con sus mascotas viajeras. Por su parte, Momo no podía devolverle el abrazo por razones obvias, pero se mantenía bien manso a su lado, lo que indicaba buena crianza por parte de la dragona. Momo era uno de esos animales que daba la impresión de que podía romperte la cabeza con el peso de su pata delantera
- El mercado no está muy lejos - dijo, mientras ajustaba alguna de las cargas que llevaba el animal - Lo importante es conseguir… Tomates, Lechugas, algunos alimentos que duren un buen tiempo. Ah, arroz y harina también. Y que no se me olvide un compás, ir a ciegas intentando adivinar el norte es un martirio - mencionó mientras sus ojos parecían cansados, como si tuviera una anécdota de algo realmente agotador que contar -, y la idea es llegar a la ciudad de los humanos. Necesitaríamos algo que valga poco acá, pero que sea valioso en las tierras del sur, para poder cambiarlo por alimentos más frescos.
Parecía un buen plan, y a ratos parecía ser una persona experta en aventuras, pero en la realidad, no hacía nada más que seguir los consejos que constantemente le decía Wood cuando viajaban juntas. De hecho, su último comentario era algo que podía decir la licántropo fácilmente, lo que hacía que sintiera que debía darle los créditos cuando esto terminara.
Siria
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Una de las deudas había sido pagada, ahora faltaba la otra que se me antoja más interesante y divertida de lo esperado. Observo la conexión entre la mujer y el animal, una unión casi mística e inmortal en el caso de que creas en esas cosas, para mi es más que la chica le da de comer a la mole de grasa y si esta no se porta bien sabrá que no podrá llenar el buche. Pero en fin, cada cual con lo suyo.
Rodeo al enorme animal valorando las mercancías de la joven. Había cosas interesantes y algunas algo inútiles. Pero era un cargamento que iba a dar para mucho más que lo que la chica pedía.
-Creo que no sois consciente de lo que aquí portáis. - cogí las telas de los elfos. -Esto deberíais guardarlo para el camino. Pese a que puedan ser un producto exótico nadie en el norte se taparía con unas telas tan finas. Hacedme caso se de que hablo. - siento un escalofrió que me hace convulsionar el cuerpo. -En la península de Verisar obtendréis un mayor precio, sobretodo si os encontrar con algún coleccionista o interesado en lo elfico. -suelto la tela y tomo los inciensos y otros brebajes que no tardo en reconocer. -Estos deberíais venderlos aquí. Buen aroma, aportan calor con los que lleváis podríais conseguir las provisiones que requerís para unas cuatro semanas. Las joyas que tengas podrían doblar la cantidad de semanas de suministros, aunque al ser un valor más fijo te recomiendo guardarlas para más adelante; siempre y cuando cuentes con una escolta adecuada para proteger todo el cargamento.
Sigo rodeando a la bestia en mi acción de perito examinando e intentando evaluar de la mejor forma posible el precio de cada cosa en cada mercado.
-Estas telas tan finas de bisonte podrías venderlas en la mismísima Lunargenta a un buen precio. Son un producto exótico de una hermosa factura y que al ser finos son aptas para el clima de la capital,- me giro y miro a la joven intentando averiguar en su rostro de dónde ha sacado tal producto; sin duda aquella chica podía ser una excelente fuente de información para un futuro negocio. - sin duda obtendrás un buen precio que te permita comprar los suministros de vuelta y el montante necesario como para que vuestra empresa resulte positiva económicamente. El resto de abolorios tienen poca importancia pero sin duda ayudaran de forma mínima a tu causa.
Me aparto del animal y palmeo mis piernas ansioso por terminar con aquello cuanto antes, no por que me desagradara la compañía, más bien porque estoy ansioso por desplumar a aquellos mercaderes norteños y devolverle el golpe al norte.
-Muy bien. ¿Entonces que deseas vender y guardar? Cuando lo decidas llévame al mercado y comenzarán las transacciones. - le sonrío y le guiño un ojo cargado de confianza; los mercaderes podían tener distintas procedencias pero al final todos pertenecían a la misma raza.
Rodeo al enorme animal valorando las mercancías de la joven. Había cosas interesantes y algunas algo inútiles. Pero era un cargamento que iba a dar para mucho más que lo que la chica pedía.
-Creo que no sois consciente de lo que aquí portáis. - cogí las telas de los elfos. -Esto deberíais guardarlo para el camino. Pese a que puedan ser un producto exótico nadie en el norte se taparía con unas telas tan finas. Hacedme caso se de que hablo. - siento un escalofrió que me hace convulsionar el cuerpo. -En la península de Verisar obtendréis un mayor precio, sobretodo si os encontrar con algún coleccionista o interesado en lo elfico. -suelto la tela y tomo los inciensos y otros brebajes que no tardo en reconocer. -Estos deberíais venderlos aquí. Buen aroma, aportan calor con los que lleváis podríais conseguir las provisiones que requerís para unas cuatro semanas. Las joyas que tengas podrían doblar la cantidad de semanas de suministros, aunque al ser un valor más fijo te recomiendo guardarlas para más adelante; siempre y cuando cuentes con una escolta adecuada para proteger todo el cargamento.
Sigo rodeando a la bestia en mi acción de perito examinando e intentando evaluar de la mejor forma posible el precio de cada cosa en cada mercado.
-Estas telas tan finas de bisonte podrías venderlas en la mismísima Lunargenta a un buen precio. Son un producto exótico de una hermosa factura y que al ser finos son aptas para el clima de la capital,- me giro y miro a la joven intentando averiguar en su rostro de dónde ha sacado tal producto; sin duda aquella chica podía ser una excelente fuente de información para un futuro negocio. - sin duda obtendrás un buen precio que te permita comprar los suministros de vuelta y el montante necesario como para que vuestra empresa resulte positiva económicamente. El resto de abolorios tienen poca importancia pero sin duda ayudaran de forma mínima a tu causa.
Me aparto del animal y palmeo mis piernas ansioso por terminar con aquello cuanto antes, no por que me desagradara la compañía, más bien porque estoy ansioso por desplumar a aquellos mercaderes norteños y devolverle el golpe al norte.
-Muy bien. ¿Entonces que deseas vender y guardar? Cuando lo decidas llévame al mercado y comenzarán las transacciones. - le sonrío y le guiño un ojo cargado de confianza; los mercaderes podían tener distintas procedencias pero al final todos pertenecían a la misma raza.
Rumpel
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
La joven lentamente comenzó a tomar notas mentales de todo lo que le conversaba su nuevo acompañante. Llevar las telas hacia el sur no sería mucho problema, sobre todo si usaba una carreta para llevarlas por las estepas, el lugar más difícil para ella al menos de llevar. Se desharía de los incensos y brebajes, sabría de alguno que podría quererlos, sobre todo porque su manía con los té le habían hecho una reputación de erudita en relación a los bebestibles
- Que de algo sirva tomar tés – murmuró, mientras veía los objetos desde donde estaba
Su acompañante animal, mientras tanto, miraba cómo el sujeto lo rodeaba, sin dejar de dedicarle una mirada de desconfianza. Volvía a mirar a su dueña, quien no parecía muy preocupada de todo ello. Y claro, no era a ella quién la miraban de reojo con las cosas que cargaba.
- Vamos, Momo, ni que te estuviera evaluando para venderte por pedazos – como respuesta, recibió un resoplo de su grande nariz, visiblemente molesto – No es mi culpa que te guste comer y que por ello te pongas nervioso con los extraños que pueden verte con hambre
La relación del animal con la joven era singular, aunque no más distinta que de aquellas personas que amaban sus gatos o perros lo suficiente como para considerarlos como parte de la familia, y hablarles como si fueran personas normales. Aunque tenía algo de chiste que fuera así con alguien que probablemente la superaba en peso al menos 10 veces como mínimo
- Entonces, me interesa que vendamos tanto las joyas como el incienso, las hierbas y esos brebajes – le respondió la joven, mientras tomaba la correa que llevaba el animal alrededor de su cabeza y cuello – Si es un precio fijo, no tengo problemas en venderlo ahora, puesto que no dispongo de pagarle más de una semana a alguien para que me acompañe, y no creo que la recompensa sea lo suficiente como para que valga la pena. Además… - colocó su mano en el mentón, mientras lentamente el animal comenzaba su marcha – hay un tema de cómo ha afectado los conflictos y la peste a la gente. Prefiero no mantener este tipo de joyas valiosas conmigo por el momento. Solo las telas, puesto que muchos ladrones prefieren obviarlas, o venderlas desesperadamente
Mientras caminaban hacia el lugar, la joven dragona le conversaba al brujo de la ciudad y sus puntos más importantes. El gremio de herreros, por ejemplo, se encontraba al oeste de la posada donde se encontraban, y poseía a un montón de gente necesitando ayudantes debido a la guerra próxima que se avecinaba. Quizás podría encontrar algo entre los metales y el fuego que le podría traer algo de dinero rápido y fácil mientras se quedaba, le explicó. También le habló de cosas relacionadas con los templos que existían en el lugar, y que se erigían desde tiempos inmemoriales, desde incluso antes que muchas paredes de la ciudad tuvieran memoria.
No tardaron en llegar a la parte más habitada por mercaderes: el mercado. No solo habían casa en donde cada uno podía ofrecer sus servicios más sofisticados, sino también gente en las calles, usando el espacio que pudieran usar sin ser un estorbo para el tránsito de la gran cantidad de personas que pasaban por ahí. Y gente con Yaks de mascotas, por supuesto
- ¡Eh, Héctor! - gritó la joven cuando se detuvo en un puesto
- Oh, miren a quien tengo delante de mi, una vez más – se podía sentir cierta sorna en su voz, pero el rostro de la joven no parecía cambiar frente a sus arrebatos
- Oh, vamos, vas a comenzar a extrañarme cuando ya no vuelva a traerte tés para tu dolor de espalda
- … ¿los trajiste por cierto?
No hubo respuesta más que un lanzamiento de una pequeña bolsa que se encontraba en uno de los costados del animal de carga. A diferencia de lo que se podía pensar, fue muy diligente al atajarla y acariciarla contra su cara
- Ahh, deliciosa panacea de mi vida
- Lindo reencuentro romántico – le devolvió la misma sorna que le dirigió el tipo la primera vez – pero estamos por negocio. Luego podrás tomarte los té que quieras con eso
- Si… tés… - miro por un momento a otro lado, y volvió su mirada a la joven – ¿En qué te puedo ayudar en el día de hoy?
- Tengo algunos incensos que conseguí de los elfos. “De la buena”, como le dices a tus clientes. Estoy interesada en deshacerme de una buena cantidad contigo, si es que me ofreces algo bueno
El sujeto salió de su lugar para acercarse al animal, y hasta el momento no se había topado con el brujo, puesto que pensó que era alguien que miraba ocasionalmente y nada más, pero al ver que no se marchaba ni dejaba de estar ahí, miró a sus ojos, y luego a los de la joven
- …. ¿viene contigo?
- ¿Y qué si viene conmigo? ¿Te va a dejar sin olfato y no podrás oler el incenso que quiero venderte?
No parecía muy animado frente a él, pero prosiguió
- Hmmm…. Por el olor, parece de buena cepa, y lo suficientemente fresca como para durar algunos días más en venta – se rascó la barbilla, y pensó por unos momentos - … 75 areos por cada 100 gramos.
- Pff, con eso ni alcanzo a darle de comer a Momo por la molestia de venir hasta acá – negó con su cabeza – Sé que les vendes caro estas cosas a la gente, no seas tan codicidioso, y dejemoslo en 120 aeros
- Absolutamente no – negó con la cabeza – no puedo irme con un margen tan bajo. Si quieres negociar mejor, te daré 80 y nada más
Siria sabía que se metería nuevamente en disgustos y peleas por algo que al final llegarían a buen acuerdo si es que él le diera un precio justo desde el inicio. Es por eso que miró a Rumpel, y dejó que el hablara, puesto que parecía el tipo de persona que sabía los tratos que necesitaba un mercader, y sobre todo, parecía sobre los productos y de lo que hablaba, por lo que no era alguien que podía ser tan fácilmente engañado
Off: Si quieres puedes avanzar en esta y en otras compras, para no tomar tanto tiempo en las ventas
- Que de algo sirva tomar tés – murmuró, mientras veía los objetos desde donde estaba
Su acompañante animal, mientras tanto, miraba cómo el sujeto lo rodeaba, sin dejar de dedicarle una mirada de desconfianza. Volvía a mirar a su dueña, quien no parecía muy preocupada de todo ello. Y claro, no era a ella quién la miraban de reojo con las cosas que cargaba.
- Vamos, Momo, ni que te estuviera evaluando para venderte por pedazos – como respuesta, recibió un resoplo de su grande nariz, visiblemente molesto – No es mi culpa que te guste comer y que por ello te pongas nervioso con los extraños que pueden verte con hambre
La relación del animal con la joven era singular, aunque no más distinta que de aquellas personas que amaban sus gatos o perros lo suficiente como para considerarlos como parte de la familia, y hablarles como si fueran personas normales. Aunque tenía algo de chiste que fuera así con alguien que probablemente la superaba en peso al menos 10 veces como mínimo
- Entonces, me interesa que vendamos tanto las joyas como el incienso, las hierbas y esos brebajes – le respondió la joven, mientras tomaba la correa que llevaba el animal alrededor de su cabeza y cuello – Si es un precio fijo, no tengo problemas en venderlo ahora, puesto que no dispongo de pagarle más de una semana a alguien para que me acompañe, y no creo que la recompensa sea lo suficiente como para que valga la pena. Además… - colocó su mano en el mentón, mientras lentamente el animal comenzaba su marcha – hay un tema de cómo ha afectado los conflictos y la peste a la gente. Prefiero no mantener este tipo de joyas valiosas conmigo por el momento. Solo las telas, puesto que muchos ladrones prefieren obviarlas, o venderlas desesperadamente
Mientras caminaban hacia el lugar, la joven dragona le conversaba al brujo de la ciudad y sus puntos más importantes. El gremio de herreros, por ejemplo, se encontraba al oeste de la posada donde se encontraban, y poseía a un montón de gente necesitando ayudantes debido a la guerra próxima que se avecinaba. Quizás podría encontrar algo entre los metales y el fuego que le podría traer algo de dinero rápido y fácil mientras se quedaba, le explicó. También le habló de cosas relacionadas con los templos que existían en el lugar, y que se erigían desde tiempos inmemoriales, desde incluso antes que muchas paredes de la ciudad tuvieran memoria.
No tardaron en llegar a la parte más habitada por mercaderes: el mercado. No solo habían casa en donde cada uno podía ofrecer sus servicios más sofisticados, sino también gente en las calles, usando el espacio que pudieran usar sin ser un estorbo para el tránsito de la gran cantidad de personas que pasaban por ahí. Y gente con Yaks de mascotas, por supuesto
- ¡Eh, Héctor! - gritó la joven cuando se detuvo en un puesto
- Oh, miren a quien tengo delante de mi, una vez más – se podía sentir cierta sorna en su voz, pero el rostro de la joven no parecía cambiar frente a sus arrebatos
- Oh, vamos, vas a comenzar a extrañarme cuando ya no vuelva a traerte tés para tu dolor de espalda
- … ¿los trajiste por cierto?
No hubo respuesta más que un lanzamiento de una pequeña bolsa que se encontraba en uno de los costados del animal de carga. A diferencia de lo que se podía pensar, fue muy diligente al atajarla y acariciarla contra su cara
- Ahh, deliciosa panacea de mi vida
- Lindo reencuentro romántico – le devolvió la misma sorna que le dirigió el tipo la primera vez – pero estamos por negocio. Luego podrás tomarte los té que quieras con eso
- Si… tés… - miro por un momento a otro lado, y volvió su mirada a la joven – ¿En qué te puedo ayudar en el día de hoy?
- Tengo algunos incensos que conseguí de los elfos. “De la buena”, como le dices a tus clientes. Estoy interesada en deshacerme de una buena cantidad contigo, si es que me ofreces algo bueno
El sujeto salió de su lugar para acercarse al animal, y hasta el momento no se había topado con el brujo, puesto que pensó que era alguien que miraba ocasionalmente y nada más, pero al ver que no se marchaba ni dejaba de estar ahí, miró a sus ojos, y luego a los de la joven
- …. ¿viene contigo?
- ¿Y qué si viene conmigo? ¿Te va a dejar sin olfato y no podrás oler el incenso que quiero venderte?
No parecía muy animado frente a él, pero prosiguió
- Hmmm…. Por el olor, parece de buena cepa, y lo suficientemente fresca como para durar algunos días más en venta – se rascó la barbilla, y pensó por unos momentos - … 75 areos por cada 100 gramos.
- Pff, con eso ni alcanzo a darle de comer a Momo por la molestia de venir hasta acá – negó con su cabeza – Sé que les vendes caro estas cosas a la gente, no seas tan codicidioso, y dejemoslo en 120 aeros
- Absolutamente no – negó con la cabeza – no puedo irme con un margen tan bajo. Si quieres negociar mejor, te daré 80 y nada más
Siria sabía que se metería nuevamente en disgustos y peleas por algo que al final llegarían a buen acuerdo si es que él le diera un precio justo desde el inicio. Es por eso que miró a Rumpel, y dejó que el hablara, puesto que parecía el tipo de persona que sabía los tratos que necesitaba un mercader, y sobre todo, parecía sobre los productos y de lo que hablaba, por lo que no era alguien que podía ser tan fácilmente engañado
Off: Si quieres puedes avanzar en esta y en otras compras, para no tomar tanto tiempo en las ventas
Siria
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
-Como guste. Vayamos. - hago un gesto como la mano dejándola pasar caballerosamente. - Por detrás de usted.
Mientras caminamos la mujer opta por hacerme una especie de ruta turística por la villa de los dragones, que salvo por el frío me gusta más que las de los humanos; hay menos gente molesta.
-El crédito no es un problema para nos actualmente. Y mi especialidad son los arcanos y la alquimia, por eso puedo catalogar bien lo que lleva en este animal... Momo dijo, ¿verdad? - sonrío ante la oferta de la muchacha para hacer negocios, pero las armas no entra dentro de mis especialidades, aún... -Aún así gracias por la información, seguro que le saco beneficio.
La chica entonces comienza a hablarme sobre los templos de la ciudad, los cuales observo por la maravilla de su factura arquitectónica más que por el elemento teológico; el fuego es lo único en lo que uno puede creer... en el fuego y los contratos.
Al fin llegamos a la calle de los mercaderes, dónde estos como pescadores atentos lanzaban constantemente sus redes para intentar pescar a cualquier pescadito desprevenido. La chica se acerca a uno de estos al que denomina "Hector" que no tarda en crear el típico juego del mercader con sus capturas, el hacerte ver que le necesitas y no al reves.
Hoy aprenderás a ser más amable... Hector. sonrío colocándome detrás de la chica fingiendo admirar sus productos pero sin perderme nada de su conversación.
La chica le regala una bolsa que parece ser "te" sin cobrarle nada, eso era una mala señal para los negocios... Lo que no se tarda en constatar con el irrisorio precio que le ofrece, eso sin contar con el que la chica le contraataca. Comienzo a ser consciente de que la mujer no sabe ni lo que lleva encima del yak.
-¡JA! - interrumpo la conversación sin poder aguantarme la risa. - ¿Y esa miseria? Perdone señorita Siria, ¿de verdad está es la calle de los mercaderes? ¿No se habrá confundido y me ha traído a la de los ladrones?
-¿¡Pero como osas...!?
-¡Silencio! - le cortó con un grito y un gesto tajante con la mano. - Estaba hablando con la señorita. ¿Quiere que hable con usted? Pues bien. - me arregló el cuello del jubón. - Usted mismo se contradice diciendo que son productos de buena calidad y que durarán bastante tiempo hasta su venta. Eso como minimo nos pone un precio de 200 aeros, ni de broma 75 o 80.
-¿¡200 aeros!? - el hombre se jacta como si hubiese contado un chiste, pero yo me quedo impasible. - ¿Estás bromeando verdad?
-No es ninguna broma, señor estafador. - esta vez sonrío, ponerlo en evidencia hará que más gente se acerque y pierda su credibilidad comercial y se que lo sabe.
-Eres un necio si piensas que alguien lo va a comprar por ese precio. Pero por mi amistad con Siria le ofreceré 100 aeros, así que...
-¿Qué no podré? - le corto de nuevo con una sonrisa de autosuficiencia. - ¿Acaso quiere apostarse esos 200 aeros? Lo he visto muy seguro de su afirmación, no tiene nada que temer, ¿verdad? . - saco un saco con mis aeros y se los muestro. - ¿Probamos?
El tal Hector termina refunfuñando para sus adentros y suelta la bolsa con la cantidad exigida.
-Esta vez iré a lo seguro... Trato hecho... - se mordió la lengua y fue a descargar la que ahora era su carga. No podía sentirme mal por él, no por nada iba a sacar prácticamente el doble.
Hago una pequeña reverencia y me giro hacia Siria.
-Bien, ¿quien sigue? - sonrío disfrutando el momento vivido. No hay mejor forma de recuperarse de la muerte que joder a un mercader.
Seguimos nuestra ruta en busca de la venta del resto de objetos: joyas, hierbas y brebajes. La primera dejaría buenos aeros, las dos siguientes una cantidad mucho mejor a lo obtenido, pero sin dejar de ser importante.
Puedo comprobar que la calidad negociadora de la señorita brilla por su ausencia, al parecer no le gusta discutir y esa faceta no es compatible con los negocios, no si no quieres morirte de hambre o trabajar más que el sol. La chica se pone a exigir por las joyas lo mismo que lo que acababa de adquirir por el incienso, cuando podía venderlas por el doble sin problemas, la factura de las mismas no era del lugar por lo que aumentaba su valor. Para su suerte intervengo antes de que cometa el error de venderlas por 150, realizando una táctica similar a la empleada por Hector, pero abriéndome más a la negociación, empezando por 600 hasta obtener 450, más de lo estimado en un principio.
Con las hierbas y los brebajes no tuve tanta suerte, sólo pude sacarlas por unos 50 aeros, pero así eran los negocios.
-Bueno... en total una suma de setecientos aeros... No ha sido un día del todo malo. - la miro y le sonrío inflando el pecho con cierto orgullo. - Debería saber que en el comercio no hay amigos, sólo enemigos y que no se debe ser blando, pues si lo es la engañaran hasta el fin de sus días y se aprovecharan de usted. Para que os hagáis un símil, vos tratáis mejor a vuestra mascota que vuestros "amigos" mercaderes a usted. Ellos sólo miran por su ombligo, no lo olvidéis nunca.
Mientras caminamos la mujer opta por hacerme una especie de ruta turística por la villa de los dragones, que salvo por el frío me gusta más que las de los humanos; hay menos gente molesta.
-El crédito no es un problema para nos actualmente. Y mi especialidad son los arcanos y la alquimia, por eso puedo catalogar bien lo que lleva en este animal... Momo dijo, ¿verdad? - sonrío ante la oferta de la muchacha para hacer negocios, pero las armas no entra dentro de mis especialidades, aún... -Aún así gracias por la información, seguro que le saco beneficio.
La chica entonces comienza a hablarme sobre los templos de la ciudad, los cuales observo por la maravilla de su factura arquitectónica más que por el elemento teológico; el fuego es lo único en lo que uno puede creer... en el fuego y los contratos.
Al fin llegamos a la calle de los mercaderes, dónde estos como pescadores atentos lanzaban constantemente sus redes para intentar pescar a cualquier pescadito desprevenido. La chica se acerca a uno de estos al que denomina "Hector" que no tarda en crear el típico juego del mercader con sus capturas, el hacerte ver que le necesitas y no al reves.
Hoy aprenderás a ser más amable... Hector. sonrío colocándome detrás de la chica fingiendo admirar sus productos pero sin perderme nada de su conversación.
La chica le regala una bolsa que parece ser "te" sin cobrarle nada, eso era una mala señal para los negocios... Lo que no se tarda en constatar con el irrisorio precio que le ofrece, eso sin contar con el que la chica le contraataca. Comienzo a ser consciente de que la mujer no sabe ni lo que lleva encima del yak.
-¡JA! - interrumpo la conversación sin poder aguantarme la risa. - ¿Y esa miseria? Perdone señorita Siria, ¿de verdad está es la calle de los mercaderes? ¿No se habrá confundido y me ha traído a la de los ladrones?
-¿¡Pero como osas...!?
-¡Silencio! - le cortó con un grito y un gesto tajante con la mano. - Estaba hablando con la señorita. ¿Quiere que hable con usted? Pues bien. - me arregló el cuello del jubón. - Usted mismo se contradice diciendo que son productos de buena calidad y que durarán bastante tiempo hasta su venta. Eso como minimo nos pone un precio de 200 aeros, ni de broma 75 o 80.
-¿¡200 aeros!? - el hombre se jacta como si hubiese contado un chiste, pero yo me quedo impasible. - ¿Estás bromeando verdad?
-No es ninguna broma, señor estafador. - esta vez sonrío, ponerlo en evidencia hará que más gente se acerque y pierda su credibilidad comercial y se que lo sabe.
-Eres un necio si piensas que alguien lo va a comprar por ese precio. Pero por mi amistad con Siria le ofreceré 100 aeros, así que...
-¿Qué no podré? - le corto de nuevo con una sonrisa de autosuficiencia. - ¿Acaso quiere apostarse esos 200 aeros? Lo he visto muy seguro de su afirmación, no tiene nada que temer, ¿verdad? . - saco un saco con mis aeros y se los muestro. - ¿Probamos?
El tal Hector termina refunfuñando para sus adentros y suelta la bolsa con la cantidad exigida.
-Esta vez iré a lo seguro... Trato hecho... - se mordió la lengua y fue a descargar la que ahora era su carga. No podía sentirme mal por él, no por nada iba a sacar prácticamente el doble.
Hago una pequeña reverencia y me giro hacia Siria.
-Bien, ¿quien sigue? - sonrío disfrutando el momento vivido. No hay mejor forma de recuperarse de la muerte que joder a un mercader.
Seguimos nuestra ruta en busca de la venta del resto de objetos: joyas, hierbas y brebajes. La primera dejaría buenos aeros, las dos siguientes una cantidad mucho mejor a lo obtenido, pero sin dejar de ser importante.
Puedo comprobar que la calidad negociadora de la señorita brilla por su ausencia, al parecer no le gusta discutir y esa faceta no es compatible con los negocios, no si no quieres morirte de hambre o trabajar más que el sol. La chica se pone a exigir por las joyas lo mismo que lo que acababa de adquirir por el incienso, cuando podía venderlas por el doble sin problemas, la factura de las mismas no era del lugar por lo que aumentaba su valor. Para su suerte intervengo antes de que cometa el error de venderlas por 150, realizando una táctica similar a la empleada por Hector, pero abriéndome más a la negociación, empezando por 600 hasta obtener 450, más de lo estimado en un principio.
Con las hierbas y los brebajes no tuve tanta suerte, sólo pude sacarlas por unos 50 aeros, pero así eran los negocios.
-Bueno... en total una suma de setecientos aeros... No ha sido un día del todo malo. - la miro y le sonrío inflando el pecho con cierto orgullo. - Debería saber que en el comercio no hay amigos, sólo enemigos y que no se debe ser blando, pues si lo es la engañaran hasta el fin de sus días y se aprovecharan de usted. Para que os hagáis un símil, vos tratáis mejor a vuestra mascota que vuestros "amigos" mercaderes a usted. Ellos sólo miran por su ombligo, no lo olvidéis nunca.
Rumpel
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Re: El fervor y la calma. [Privado - Siria] [Cerrado]
Dundarak se distanciaba de muchas ciudades de Aerandir por su gente, sus costumbres, su religión y la forma de ver la vida de las personas. Aquello no quitaba que el mercado, con la plenitud de mercaderes que podía verse de principio a fin, era muy parecido a otros mercados de otras ciudades lejanas. Negociar precios, regatear ofertas, revisar si los objetos eran genuinos, muchas de aquellas costumbres eran casi una plaga que azotaba los bolsillos de la gente.
Por la misma razón, el negociar como lo hacía Rumpel no tenía una dificultad agregada por estar en las tierras del norte. Cuando Siria conversó con él sobre la mercancía a llevar, inicialmente no sabía si tenía un pasado mercantil, si había lidiado con ellos anteriormente, o siquiera si sabía contar. Ella misma no sabía leer, no tenía por donde recriminarle. Pero al ver que se manejaba en la economía local y de otros lados, se sorprendió gratamente y dejó que tomara las riendas de las ventas cuando indirectamente le dejó defenderla de la actitud tacaña de Henry, el mercader.
Ella inicialmente llevaba las conversaciones de los productos, pero su acompañante parecía muy bien versado, por lo que decidió no entrometerse más de la cuenta. No fue hasta cuando pudieron detenerse, aunque más bien ella estaba más pensando en donde obtener un poco de agua para su bestia acompañante, que la joven pudo contemplar las ganancias que habían adquirido durante el día.
- Je, la bolsa esta más pesada de lo que planeaba – fue una de las primeras cosas que contestó, mientras dejaba un pocillo con agua en el suelo, la cual no fue demorada en ser absorbida por el animal.
No le sorprendía que tuviera esas palabras con ella, por lo que no parecía muy ofendida al respecto. En una pequeña parte, porque no quitaba que fuera verdad: ella nunca tendría una actitud como la de él ante un mercader por temas de dinero. Pero aquello tenía un sentido mucho más personal y sentimental: desde pequeña, los viajes para vender las mercancías que su familia producía eran constantes y muchas veces tomaba todo el día. Para ella, cada uno de los mercaderes tenía una historia que ella conocía, y de la misma forma, cada uno de ellos la conocía desde pequeña. Ya fuera porque arruinaba una venta, chocaba contra las cosas, botandolas al suelo, o porque jugaba con los hijos de mercaderes, había una relación con ellos que no era fácil de olvidar.
No lo era para ella, ni para quienes vendían en aquella plaza.
- En realidad, tengo claro cómo funcionan ellos – le respondió, mientras abrazaba a su animal desde el cuello – El negocio mercantil lo he vivido desde pequeña, desde que mi papá me traía a cambiar las telas que teníamos por aeros, comida o lo que fuera. Y, bueno… - revoleó los ojos hacia otro lado mientras continuaba con la conversación - … siendo justos, no es que prestara toda la atención como para heredar el negocio. Era bastante aburrido para una niña de 11 años.
La joven sacó algunos aeros del interior de la bolsa, el resultado de las ventas, y le dejó en una bolsa más pequeñas unos 150 aeros al mago, lo cual al menos le darían un par de noches más de alojamiento si regateaba bien, cosa que no dudaba que haría.
- Creo que la vida de mercader es demasiado para mi. No podría estar atenta a estas cosas, de como sube un precio, de como baja, que si las nubes están de mal humor y que por eso la comida sube de precio, etcétera, etcétera. Creo que me ha ido mejor como “bardo” por los lugares - hizo el gesto con los dedos de las comillas al decir eso, probablemente dando la impresión de que ella no se consideraba como tal aun cuando la gente en general si lo hacía -, así que creo que me mantendré al margen de estas cosas. Al menos, por el momento, me puedo dar el lujo de hacerlo sin tener que pensar si me alcanzará para comer una rebanada de pan.
La joven hizo una reverencia, y tomo de las riendas al animal que la acompañaba.
- Sé que me va a decir cosas por ese tema del rescate, pero le agradezco de todas formas que me haya acompañado en la venta de mi mercancía. Esperemos que, si nos vemos una próxima vez, no sea para pasar malos ratos con los mercaderes.
Por la misma razón, el negociar como lo hacía Rumpel no tenía una dificultad agregada por estar en las tierras del norte. Cuando Siria conversó con él sobre la mercancía a llevar, inicialmente no sabía si tenía un pasado mercantil, si había lidiado con ellos anteriormente, o siquiera si sabía contar. Ella misma no sabía leer, no tenía por donde recriminarle. Pero al ver que se manejaba en la economía local y de otros lados, se sorprendió gratamente y dejó que tomara las riendas de las ventas cuando indirectamente le dejó defenderla de la actitud tacaña de Henry, el mercader.
Ella inicialmente llevaba las conversaciones de los productos, pero su acompañante parecía muy bien versado, por lo que decidió no entrometerse más de la cuenta. No fue hasta cuando pudieron detenerse, aunque más bien ella estaba más pensando en donde obtener un poco de agua para su bestia acompañante, que la joven pudo contemplar las ganancias que habían adquirido durante el día.
- Je, la bolsa esta más pesada de lo que planeaba – fue una de las primeras cosas que contestó, mientras dejaba un pocillo con agua en el suelo, la cual no fue demorada en ser absorbida por el animal.
No le sorprendía que tuviera esas palabras con ella, por lo que no parecía muy ofendida al respecto. En una pequeña parte, porque no quitaba que fuera verdad: ella nunca tendría una actitud como la de él ante un mercader por temas de dinero. Pero aquello tenía un sentido mucho más personal y sentimental: desde pequeña, los viajes para vender las mercancías que su familia producía eran constantes y muchas veces tomaba todo el día. Para ella, cada uno de los mercaderes tenía una historia que ella conocía, y de la misma forma, cada uno de ellos la conocía desde pequeña. Ya fuera porque arruinaba una venta, chocaba contra las cosas, botandolas al suelo, o porque jugaba con los hijos de mercaderes, había una relación con ellos que no era fácil de olvidar.
No lo era para ella, ni para quienes vendían en aquella plaza.
- En realidad, tengo claro cómo funcionan ellos – le respondió, mientras abrazaba a su animal desde el cuello – El negocio mercantil lo he vivido desde pequeña, desde que mi papá me traía a cambiar las telas que teníamos por aeros, comida o lo que fuera. Y, bueno… - revoleó los ojos hacia otro lado mientras continuaba con la conversación - … siendo justos, no es que prestara toda la atención como para heredar el negocio. Era bastante aburrido para una niña de 11 años.
La joven sacó algunos aeros del interior de la bolsa, el resultado de las ventas, y le dejó en una bolsa más pequeñas unos 150 aeros al mago, lo cual al menos le darían un par de noches más de alojamiento si regateaba bien, cosa que no dudaba que haría.
- Creo que la vida de mercader es demasiado para mi. No podría estar atenta a estas cosas, de como sube un precio, de como baja, que si las nubes están de mal humor y que por eso la comida sube de precio, etcétera, etcétera. Creo que me ha ido mejor como “bardo” por los lugares - hizo el gesto con los dedos de las comillas al decir eso, probablemente dando la impresión de que ella no se consideraba como tal aun cuando la gente en general si lo hacía -, así que creo que me mantendré al margen de estas cosas. Al menos, por el momento, me puedo dar el lujo de hacerlo sin tener que pensar si me alcanzará para comer una rebanada de pan.
La joven hizo una reverencia, y tomo de las riendas al animal que la acompañaba.
- Sé que me va a decir cosas por ese tema del rescate, pero le agradezco de todas formas que me haya acompañado en la venta de mi mercancía. Esperemos que, si nos vemos una próxima vez, no sea para pasar malos ratos con los mercaderes.
Siria
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