Resonancia [Privado] [Cerrado]
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Resonancia [Privado] [Cerrado]
Syl se sentó a mi lado. Era un día agradable, y aquel lugar me gustaba. Puede que estuviese en medio del bosque, pero era un buen momento para descansar un poco de camino a Vulwulfar.
Me sentía algo mejor. El moverme ayudaba, después de todo. A pesar de aquellos momentos de pánico, no estaba sufriendo demasiado. Superar aquello solo era cuestión de tiempo.
-Pareces... contento.- observó Syl. -Para no tener alma, digo.- Pasé mi mano por encima de su hombro, abrazándolo ligeramente. El felino cerró lentamente los ojos, dejando escapar un suave ronroneo. -Sigues oliendo igual.- A juzgar por su expresión, aquello no parecía algo malo.
-No he perdido mi alma, solo está intentando escapar de mi.- dije, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia. Había encontrado dos maneras distintas de suprimirlo, incluso en el peor de los casos. Estaba tan bajo control como podía estar, y si tenía paciencia, el problema desaparecería por completo. O eso esperaba, al menos. -¿Que crees que quiere Melena Blanca?- pregunté. Ambos sabíamos que con aquella corona sobre mi cabeza, la tranquilidad no podía durar demasiado.
-Imagino que no es un Jinete, o habría enviado señales de humo en lugar de una carta.- dijo. Dejé escapar una sonora carcajada ante aquello. El gato sonrió, satisfecho. -Pero imagino que tendrá que ver con lo del ejercito de Dundarak y la Logia.-
-Mmh...- musité. Continuamos juntos unos segundos más, hasta que fue el momento de levantarse. -He estado pensando... te pareces mucho a algunos de sus leónicos.- dije, mientras el gato recogía su ballesta y le ayudaba a ponerse en pie. -¿Crees que... tienes parientes entre ellos?-
-Yo también lo he pensado. No he preguntado, pero... me han confundido con uno más, varias veces.- admitió, bajando la mirada. -Pero incluso si alguno de ellos es mi padre, o algo así... Dejó de serlo cuando me abandonó en el orfanato.- sentenció. -No necesito más familia que la que tengo.- Solté un pequeño "d'aww" y le acaricié la cara, pero a decir verdad, seguía teniendo la sensación de que no estaba tan seguro como mostraba.
Fuera como fuese, quedaba un buen trecho de camino. Continuamos en linea recta hasta salir del bosque. De ahí, decidimos continuar por la carretera. No parecía estar muy ocupada, a pesar de todo. Tampoco era una que reconociese... quizás se tratase de una más secundaria, de aquellas que conectaban pueblos entre sí y no eran tan importantes para el comercio.
Tan solo llegamos a ver un carruaje adelantarnos. Por el tamaño, debía ser un mercader. No se detuvo, aunque no parecía tener demasiada prisa.
Lo interesante llegó un par de minutos después. Gritos, a lo lejos. No tardamos en ver el mismo carruaje plantado en el camino, quieto. Había gente fuera. Aceleramos el paso, corriendo hasta que pudimos ver la escena más claramente. No tardé en comprender lo que estaba pasando, y esbozar una ancha sonrisa.
-¿Están... atracando esa caravana? Hay un par de muertos.- dijo Syl, entrecerrando los ojos. Preparó su ballesta.
A medida que nos aproximábamos, más evidente se hacía. Uno de los tipos estaba gritando. Cuatro personas, más un hombre que debía ser el dueño, y un tipo con una fea herida en la pierna. El cadaver estaba mejor equipado que los atacantes. Debía haber sido un mercenario.
-Esto no es asunto vuestro.- dijo uno de los bandidos, poniéndose en nuestro camino. Frunció el ceño al ver nuestro aspecto. Era evidente que podíamos defendernos. En una situación como aquella, tenía mucho que perder. El mercader alzó la mirada. Había recibido una paliza, y estaba siendo agarrado por el pescuezo por uno de los bandidos.
-Por favor, ayuda... la guardia...- gimió.
-¡Cierra la boca, gusano! ¡Nadie va a salvarte!- gritó su asaltante, tirándolo al suelo y propinándole una patada en las costillas. No tardó en volverse hacia nosotros, aún visiblemente agitado. Tenía una espada en la mano. Ex-soldado, quizás. Parecía mayor. -Perdeos, o acabáis igual.-
-¿Y esa corona? ¿Vale algo?- preguntó uno de los otros. Un arquero. Dejé escapar una ligera risa.
-Hemos venido a reclamar nuestra parte.- dije simplemente. La oportunidad era demasiado buena, y el instinto era difícil de suprimir. Por mucho que fuese un Centinela, no veía por qué tenía que ayudar a cualquiera que se me cruzase por el camino. Además, si las opciones eran salvar a uno o evitar que cinco muriesen de hambre... no era difícil elegir.
No esperé a que reaccionasen. Me impulsé hacia uno de ellos a toda velocidad a la vez que invocaba a Eclipse. Antes de que pudiesen siquiera girarse, estaba a la espalda del arquero, con la hoja de mi arma acariciando su cuello. Syl apuntó a uno de los otros.
-Suelta el arco.- dije a su oído. El tipo musitó una maldición, pero obedeció. -Bueno, vamos a llevarnos bien.- anuncié, dándole un par de palmadas en el hombro. Para entonces, los otros ya habían notado donde estaba... y el arma de mi mano, envuelta en éter puro.
-...Flynn, ¿quieres darle su parte?- preguntó el arquero. -¿Antes de que decida matarnos a todos?-
Me sentía algo mejor. El moverme ayudaba, después de todo. A pesar de aquellos momentos de pánico, no estaba sufriendo demasiado. Superar aquello solo era cuestión de tiempo.
-Pareces... contento.- observó Syl. -Para no tener alma, digo.- Pasé mi mano por encima de su hombro, abrazándolo ligeramente. El felino cerró lentamente los ojos, dejando escapar un suave ronroneo. -Sigues oliendo igual.- A juzgar por su expresión, aquello no parecía algo malo.
-No he perdido mi alma, solo está intentando escapar de mi.- dije, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia. Había encontrado dos maneras distintas de suprimirlo, incluso en el peor de los casos. Estaba tan bajo control como podía estar, y si tenía paciencia, el problema desaparecería por completo. O eso esperaba, al menos. -¿Que crees que quiere Melena Blanca?- pregunté. Ambos sabíamos que con aquella corona sobre mi cabeza, la tranquilidad no podía durar demasiado.
-Imagino que no es un Jinete, o habría enviado señales de humo en lugar de una carta.- dijo. Dejé escapar una sonora carcajada ante aquello. El gato sonrió, satisfecho. -Pero imagino que tendrá que ver con lo del ejercito de Dundarak y la Logia.-
-Mmh...- musité. Continuamos juntos unos segundos más, hasta que fue el momento de levantarse. -He estado pensando... te pareces mucho a algunos de sus leónicos.- dije, mientras el gato recogía su ballesta y le ayudaba a ponerse en pie. -¿Crees que... tienes parientes entre ellos?-
-Yo también lo he pensado. No he preguntado, pero... me han confundido con uno más, varias veces.- admitió, bajando la mirada. -Pero incluso si alguno de ellos es mi padre, o algo así... Dejó de serlo cuando me abandonó en el orfanato.- sentenció. -No necesito más familia que la que tengo.- Solté un pequeño "d'aww" y le acaricié la cara, pero a decir verdad, seguía teniendo la sensación de que no estaba tan seguro como mostraba.
Fuera como fuese, quedaba un buen trecho de camino. Continuamos en linea recta hasta salir del bosque. De ahí, decidimos continuar por la carretera. No parecía estar muy ocupada, a pesar de todo. Tampoco era una que reconociese... quizás se tratase de una más secundaria, de aquellas que conectaban pueblos entre sí y no eran tan importantes para el comercio.
Tan solo llegamos a ver un carruaje adelantarnos. Por el tamaño, debía ser un mercader. No se detuvo, aunque no parecía tener demasiada prisa.
Lo interesante llegó un par de minutos después. Gritos, a lo lejos. No tardamos en ver el mismo carruaje plantado en el camino, quieto. Había gente fuera. Aceleramos el paso, corriendo hasta que pudimos ver la escena más claramente. No tardé en comprender lo que estaba pasando, y esbozar una ancha sonrisa.
-¿Están... atracando esa caravana? Hay un par de muertos.- dijo Syl, entrecerrando los ojos. Preparó su ballesta.
A medida que nos aproximábamos, más evidente se hacía. Uno de los tipos estaba gritando. Cuatro personas, más un hombre que debía ser el dueño, y un tipo con una fea herida en la pierna. El cadaver estaba mejor equipado que los atacantes. Debía haber sido un mercenario.
-Esto no es asunto vuestro.- dijo uno de los bandidos, poniéndose en nuestro camino. Frunció el ceño al ver nuestro aspecto. Era evidente que podíamos defendernos. En una situación como aquella, tenía mucho que perder. El mercader alzó la mirada. Había recibido una paliza, y estaba siendo agarrado por el pescuezo por uno de los bandidos.
-Por favor, ayuda... la guardia...- gimió.
-¡Cierra la boca, gusano! ¡Nadie va a salvarte!- gritó su asaltante, tirándolo al suelo y propinándole una patada en las costillas. No tardó en volverse hacia nosotros, aún visiblemente agitado. Tenía una espada en la mano. Ex-soldado, quizás. Parecía mayor. -Perdeos, o acabáis igual.-
-¿Y esa corona? ¿Vale algo?- preguntó uno de los otros. Un arquero. Dejé escapar una ligera risa.
-Hemos venido a reclamar nuestra parte.- dije simplemente. La oportunidad era demasiado buena, y el instinto era difícil de suprimir. Por mucho que fuese un Centinela, no veía por qué tenía que ayudar a cualquiera que se me cruzase por el camino. Además, si las opciones eran salvar a uno o evitar que cinco muriesen de hambre... no era difícil elegir.
No esperé a que reaccionasen. Me impulsé hacia uno de ellos a toda velocidad a la vez que invocaba a Eclipse. Antes de que pudiesen siquiera girarse, estaba a la espalda del arquero, con la hoja de mi arma acariciando su cuello. Syl apuntó a uno de los otros.
-Suelta el arco.- dije a su oído. El tipo musitó una maldición, pero obedeció. -Bueno, vamos a llevarnos bien.- anuncié, dándole un par de palmadas en el hombro. Para entonces, los otros ya habían notado donde estaba... y el arma de mi mano, envuelta en éter puro.
-...Flynn, ¿quieres darle su parte?- preguntó el arquero. -¿Antes de que decida matarnos a todos?-
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Los bandidos no son gran cosa, tan genéricos como pueden serlo. Puedes manejarlos a tu gusto, luchar contra ellos, etc. Como referencia, están entre nivel 0 y 2 - no son la amenaza del tema en absoluto.
Última edición por Asher Daregan el Miér Mayo 22, 2019 5:23 pm, editado 2 veces
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Soltó un gran bostezo, pasaron bastantes días desde que salió de Lunargenta y aún no había salido de los límites de Verisar, las imprevistas desviaciones que su viaje había tomado, incluso en los inicios, habían afectado al ritmo de este. Iba a lomos de su yegua; Epons. Tiró de las riendas y le dio un par de golpes flojos en el lomo.
-Epons, date un poco de brío-Acarició aquel lugar en el que le había dado los golpecitos, la yegua respondió con un leve relincho y aceleró la marcha, aunque sin llegar a galopar-En unas horas estaremos en Ciudad Lagarto-Acto seguido, se rascó la barba-Aunque, creo que lo mejor será que te deje antes de entrar en la ciudad, ya que te podrían robar...-Musitó-...O comer-Soltó en un tono de broma, aunque realmente podría llegar a creérselo
Se echó mano al colgante que llevaba, se había convertido en algo demasiado importante para él y, de algún modo, en una obsesión que no podía parar de mirar cada diez, quince o viente minutos. Un suspiro de alivio y calma salía de su boca cada vez que veía que brillaba con fuerza el cristal que ostentaba dicho accesorio. La última vez que escuchó su voz, apuntaba hacia el norte, así que no iba mal encaminado, además de que le cogía de paso por Ciudad Lagarto.
De pronto, en el camino pudo escuchar gritos, no podía distinguir de qué clase eran, pero sin duda armaban un gran alboroto en medio de aquel solitario camino. Alward frunció el ceño y tensó su cuerpo, ¿Sería un nuevo peligro? En aquellos lares, se podría encontrar cualquier cosa, y también se lo esperaba, a medida que se iba acercando a Ciudad Lagarto, todo parecía más silencioso, solitario y más tenso de lo normal. Una calma tensa, que no dejaba a uno relajarse del todo.
Realmente faltaba bastante para llegar a Ciudad Lagarto, y Vulwufar y Baslodia quedaban casi a la misma distancia que la ciudad de los ladrones, así que sí, podría decirse que estaba en una encrucijada que podría resultar bastante peligrosa.
Se acercó a dónde provenía el jaleo, en parte porque le pillaba de camino, y en parte por cierta curiosidad.
Cuando llegó, confirmó la situación; parecía una especie de asalto a una caravana, aunque había ya una especie de enfrentamiento empezado, había llegado tarde para aclarar la situación, ahora... ¿Quiénes eran los "malos"?
-¿Estás de coña?-Replicó el tal "Flynn", el castaño no tenía ni idea de a qué se refería, ya que no había escuchado el inicio de dicha conversación-¡Estamos en superioridad numérica!-Tensó su pose para hacer ver que estaba dispuesto a atacar y llevar a cabo aquello que quería
-¡Eh, viajero!-Se percató de la presencia del Sevna-¡Da media vuelta, esto no te ataña!
Alward torció el gesto
-Tengo que pasar, y estáis en medio-Hizo un recorrido con su vista por toda la escena, y entonces se percató de la presencia de alguien a quien conocía-...-No dijo nada, y se quedó mirando hacia Asher, realmente ni sabía cómo reaccionar. Aquello puso en duda si quedarse para encarar a los bandidos o marcharse.
-¡¿Estás sordo?!-Pisó con fuerza el suelo-¡Da media vuelta, gilipollas!
-¡Maldita sea vuestra sangre, ¡¿Queréis dejaros de gilipolleces y hacer lo que el perro dice?!-Dijo el arquero con cierto nerviosismo
-¡Cállate, Ghödd!-Le apuntó con su arma-¡Eres un cobarde!
Allí había un enfrentamiento a dos bandas, y posiblemente a tres si Alward entraba al trapo, cosa que no tenía ni el más mínimo interés en hacer, tan solo quería pasar. Suspiró y miró a uno de los bandidos.
-Escuchadme, claramente tenéis las de perder, ¿Por qué no os piráis y cada uno se va por su cuenta?-Sugirió el Sevna a modo de consejo, realmente sería, bajo su punto de vista, lo mejor para todas las partes
Los cuatro bandidos se miraron entre sí. El arquero de nombre Ghödd rogaba con la mirada que hicieran lo que el castaño había sugerido, después de todo, era el que en peor posición se encontraba. A los otros tres les entró la duda, realmente se lo estaban pensando, quizás se retractarían de su error. Alward, por su parte, los miraba aún a lomos de su montura, con cierta compasión en su mirada.
-...B-bien...-Soltó Flynn-Bajaremos las armas y devolveremos lo robado...-Dijo con cierto tono de arrepentimiento y derrotismo
-Epons, date un poco de brío-Acarició aquel lugar en el que le había dado los golpecitos, la yegua respondió con un leve relincho y aceleró la marcha, aunque sin llegar a galopar-En unas horas estaremos en Ciudad Lagarto-Acto seguido, se rascó la barba-Aunque, creo que lo mejor será que te deje antes de entrar en la ciudad, ya que te podrían robar...-Musitó-...O comer-Soltó en un tono de broma, aunque realmente podría llegar a creérselo
Se echó mano al colgante que llevaba, se había convertido en algo demasiado importante para él y, de algún modo, en una obsesión que no podía parar de mirar cada diez, quince o viente minutos. Un suspiro de alivio y calma salía de su boca cada vez que veía que brillaba con fuerza el cristal que ostentaba dicho accesorio. La última vez que escuchó su voz, apuntaba hacia el norte, así que no iba mal encaminado, además de que le cogía de paso por Ciudad Lagarto.
De pronto, en el camino pudo escuchar gritos, no podía distinguir de qué clase eran, pero sin duda armaban un gran alboroto en medio de aquel solitario camino. Alward frunció el ceño y tensó su cuerpo, ¿Sería un nuevo peligro? En aquellos lares, se podría encontrar cualquier cosa, y también se lo esperaba, a medida que se iba acercando a Ciudad Lagarto, todo parecía más silencioso, solitario y más tenso de lo normal. Una calma tensa, que no dejaba a uno relajarse del todo.
Realmente faltaba bastante para llegar a Ciudad Lagarto, y Vulwufar y Baslodia quedaban casi a la misma distancia que la ciudad de los ladrones, así que sí, podría decirse que estaba en una encrucijada que podría resultar bastante peligrosa.
Se acercó a dónde provenía el jaleo, en parte porque le pillaba de camino, y en parte por cierta curiosidad.
Cuando llegó, confirmó la situación; parecía una especie de asalto a una caravana, aunque había ya una especie de enfrentamiento empezado, había llegado tarde para aclarar la situación, ahora... ¿Quiénes eran los "malos"?
-¿Estás de coña?-Replicó el tal "Flynn", el castaño no tenía ni idea de a qué se refería, ya que no había escuchado el inicio de dicha conversación-¡Estamos en superioridad numérica!-Tensó su pose para hacer ver que estaba dispuesto a atacar y llevar a cabo aquello que quería
-¡Eh, viajero!-Se percató de la presencia del Sevna-¡Da media vuelta, esto no te ataña!
Alward torció el gesto
-Tengo que pasar, y estáis en medio-Hizo un recorrido con su vista por toda la escena, y entonces se percató de la presencia de alguien a quien conocía-...-No dijo nada, y se quedó mirando hacia Asher, realmente ni sabía cómo reaccionar. Aquello puso en duda si quedarse para encarar a los bandidos o marcharse.
-¡¿Estás sordo?!-Pisó con fuerza el suelo-¡Da media vuelta, gilipollas!
-¡Maldita sea vuestra sangre, ¡¿Queréis dejaros de gilipolleces y hacer lo que el perro dice?!-Dijo el arquero con cierto nerviosismo
-¡Cállate, Ghödd!-Le apuntó con su arma-¡Eres un cobarde!
Allí había un enfrentamiento a dos bandas, y posiblemente a tres si Alward entraba al trapo, cosa que no tenía ni el más mínimo interés en hacer, tan solo quería pasar. Suspiró y miró a uno de los bandidos.
-Escuchadme, claramente tenéis las de perder, ¿Por qué no os piráis y cada uno se va por su cuenta?-Sugirió el Sevna a modo de consejo, realmente sería, bajo su punto de vista, lo mejor para todas las partes
Los cuatro bandidos se miraron entre sí. El arquero de nombre Ghödd rogaba con la mirada que hicieran lo que el castaño había sugerido, después de todo, era el que en peor posición se encontraba. A los otros tres les entró la duda, realmente se lo estaban pensando, quizás se retractarían de su error. Alward, por su parte, los miraba aún a lomos de su montura, con cierta compasión en su mirada.
-...B-bien...-Soltó Flynn-Bajaremos las armas y devolveremos lo robado...-Dijo con cierto tono de arrepentimiento y derrotismo
Alward Sevna
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Aquella tensión era de lo más satisfactoria. Sonreí con cierto orgullo. Nunca me cansaría de aquella impresión que causaba. El pánico y la incertidumbre de los bandidos, evidentes por aquel olor a miedo, y la sensación en mi pecho al controlar la situación.
Era algo tan sencillo. Pero un hormigueo bajo mi piel arruinó el momento. Sabía lo que significaba aquello. Iba a tener problemas pronto. Miré a Syl, y señalé el amuleto que colgaba de mi cuello mientras negaba con mi cabeza, indicándole que teníamos poco tiempo. Luego, volví a sujetar al arquero que tenía de rehén.
Si aceleraba las cosas, podíamos estar a una distancia razonable antes de que tuviese que parar.
Pero entonces, Alward Sevna hizo su aparición, a lomos de aquel mismo caballo que había usado para rescatar a la criminal de Ciudad Lagarto. Me sorprendió que no se pusiese a atacar al instante. La última vez que lo veía... no había mantenido la calma, precisamente.
La idea de que creyese que apoyaba todo lo que hacía la Factoría tenía gracia. No, no. Había dicho "mi" Factoría. Quizás pensase que era el líder de esta, o algo por el estilo. No lo recordaba del todo bien, tenía otras preocupaciones en ese momento... Y a decir verdad, casi me había olvidado del asunto.
Sin embargo, decidió entrometerse... más o menos. Y por algún motivo, su palabra fue suficiente para convencer a uno de los hombres que habían estado discutiendo antes.
-¿Devolver lo robado?- pregunté con incredulidad, haciéndome oir. -Esto se os da muy mal. Nadie os ha dicho que hagáis eso. Solo voy a llevarme mi parte.- Mis palabras parecieron devolverles algo de confianza. Al fin y al cabo, no era un enfrentamiento, no del todo. Sólo iba a cobrar unos impuestos y dejar que siguiesen con lo suyo. Todos ganaban. Menos el mercader, por supuesto.
-Eso, Flynn. ¿Eres idiota?- preguntó uno de los bandidos, encarándose a su compañero. Sin embargo, luego se giró hacia Sevna. -¿Qué, le has hechizado? Eres uno de esos ilusionistas, ¿eh?- vociferó, escupiendo al suelo.
-Cerrad la boca de una vez.- gruñó Syl, para sorpresa de todos. -Ni es un brujo ni ha hechizado a nadie.- continuó, acercándose a la carreta. Había varios sacos en el suelo, algunos más pequeños. Debían ser monederos que el propietario había escondido para casos como aquel. Una suerte que no hubiese tenido mucho éxito. Cogió el que parecía más pesado, dejando el resto donde estaban, y lo guardó en uno de sus bolsillos.
-¡Eh! ¿Que estás...?- La cuchilla del brazal de Syl se desplegó al instante, apuntando al hombre que intentaba recriminarle. El felino le miró sin contemplación alguna.
-¿Vale más que tu vida?- preguntó, manteniéndolo a ralla. No hubo respuesta. El hombre gato me hizo un gesto con la cabeza. Solté mi agarre sobre el arquero, dejándolo caer, y puse a Eclipse sobre mi hombro mientras seguía a mi compañero. Hizo un gesto con la mano antes de sujetar su ballesta con ambas, aún sin mirar atrás. Guardia alta. Sospechaba que podían atacar.
-Ha sido un placer trabajar con vosotros.- sonreí, sarcástico, mientras miraba a los tipos de reojo. Mi mirada fue entonces hacia Alward. Ensanché mi sonrisa. -¿Venías a defender también a estos? ¿O solo te gustan los de Ciudad Lagarto?- pregunté.
Esperaba que Syl me reprimiese. Después de todo, era una distracción innecesaria. Pero, pese a todo, no lo hizo. Incluso sabiendo que teníamos poco tiempo, dijo algo completamente distinto.
-No intentes nada, verdulero. Puede que Asher tenga piedad, pero yo no.- declaró, desafiante. Su miraba desbordaba un odio glacial. En cierta forma, era emocionante verlo así. Una idea cruel cruzó mi cabeza. Aquello le haría reaccionar.
-No se lo tomes muy en cuenta, Alward. Odia a los traidores y a la gente sin lealtad.- expliqué, aún sonriente. Le miré a los ojos. Estaba listo.
Era algo tan sencillo. Pero un hormigueo bajo mi piel arruinó el momento. Sabía lo que significaba aquello. Iba a tener problemas pronto. Miré a Syl, y señalé el amuleto que colgaba de mi cuello mientras negaba con mi cabeza, indicándole que teníamos poco tiempo. Luego, volví a sujetar al arquero que tenía de rehén.
Si aceleraba las cosas, podíamos estar a una distancia razonable antes de que tuviese que parar.
Pero entonces, Alward Sevna hizo su aparición, a lomos de aquel mismo caballo que había usado para rescatar a la criminal de Ciudad Lagarto. Me sorprendió que no se pusiese a atacar al instante. La última vez que lo veía... no había mantenido la calma, precisamente.
La idea de que creyese que apoyaba todo lo que hacía la Factoría tenía gracia. No, no. Había dicho "mi" Factoría. Quizás pensase que era el líder de esta, o algo por el estilo. No lo recordaba del todo bien, tenía otras preocupaciones en ese momento... Y a decir verdad, casi me había olvidado del asunto.
Sin embargo, decidió entrometerse... más o menos. Y por algún motivo, su palabra fue suficiente para convencer a uno de los hombres que habían estado discutiendo antes.
-¿Devolver lo robado?- pregunté con incredulidad, haciéndome oir. -Esto se os da muy mal. Nadie os ha dicho que hagáis eso. Solo voy a llevarme mi parte.- Mis palabras parecieron devolverles algo de confianza. Al fin y al cabo, no era un enfrentamiento, no del todo. Sólo iba a cobrar unos impuestos y dejar que siguiesen con lo suyo. Todos ganaban. Menos el mercader, por supuesto.
-Eso, Flynn. ¿Eres idiota?- preguntó uno de los bandidos, encarándose a su compañero. Sin embargo, luego se giró hacia Sevna. -¿Qué, le has hechizado? Eres uno de esos ilusionistas, ¿eh?- vociferó, escupiendo al suelo.
-Cerrad la boca de una vez.- gruñó Syl, para sorpresa de todos. -Ni es un brujo ni ha hechizado a nadie.- continuó, acercándose a la carreta. Había varios sacos en el suelo, algunos más pequeños. Debían ser monederos que el propietario había escondido para casos como aquel. Una suerte que no hubiese tenido mucho éxito. Cogió el que parecía más pesado, dejando el resto donde estaban, y lo guardó en uno de sus bolsillos.
-¡Eh! ¿Que estás...?- La cuchilla del brazal de Syl se desplegó al instante, apuntando al hombre que intentaba recriminarle. El felino le miró sin contemplación alguna.
-¿Vale más que tu vida?- preguntó, manteniéndolo a ralla. No hubo respuesta. El hombre gato me hizo un gesto con la cabeza. Solté mi agarre sobre el arquero, dejándolo caer, y puse a Eclipse sobre mi hombro mientras seguía a mi compañero. Hizo un gesto con la mano antes de sujetar su ballesta con ambas, aún sin mirar atrás. Guardia alta. Sospechaba que podían atacar.
-Ha sido un placer trabajar con vosotros.- sonreí, sarcástico, mientras miraba a los tipos de reojo. Mi mirada fue entonces hacia Alward. Ensanché mi sonrisa. -¿Venías a defender también a estos? ¿O solo te gustan los de Ciudad Lagarto?- pregunté.
Esperaba que Syl me reprimiese. Después de todo, era una distracción innecesaria. Pero, pese a todo, no lo hizo. Incluso sabiendo que teníamos poco tiempo, dijo algo completamente distinto.
-No intentes nada, verdulero. Puede que Asher tenga piedad, pero yo no.- declaró, desafiante. Su miraba desbordaba un odio glacial. En cierta forma, era emocionante verlo así. Una idea cruel cruzó mi cabeza. Aquello le haría reaccionar.
-No se lo tomes muy en cuenta, Alward. Odia a los traidores y a la gente sin lealtad.- expliqué, aún sonriente. Le miré a los ojos. Estaba listo.
Asher Daregan
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Aunque lo que vio y vivió en Ciudad Lagarto le tomara de sorpresa con respecto a la figura de Asher, esta situación seguía haciendo mella en la estima en la que el Sevna tenía en un primer momento al cánido. Se podría decir que era un orgulloso, prepotente o antipático, pero jamás lo tendría como un ladrón; un ser carente de toda moral que roba a los inocentes.
Alward frunció el ceño y se quedó observando el intercambio de palabras entre cada uno de los presentes. Ahora parecía que estaba solo frente a seis, así que no era muy inteligente abrir un conflicto, aunque su propia moral y valores le empujasen a alzar la espada en favor del pobre hombre que estaba siendo maltratado y despojado de sus pertenencias.
Después de que Syl se llevara su parte, los ladrones siguieron su actuación llevándose el resto, en pocos minutos, la caravana quedó despojada, y el mercader llorando a lágrima viva, suplicando clemencia y justicia.
Toda esa injusticia y malas actuaciones dejaba mal cuerpo al castaño, ¿De verdad que hacían eso y no sentían remordimiento? ¿Por qué había gente así en el mundo?
En poco, los ladrones acabaron huyendo lo más rápido que pudieron, dando gracias a todos los dioses de que Asher hubiese actuado tal y como lo había hecho. Quizás para ello sería mejor que el perro jamás hubiese aparecido, pero mejor llevarse algo que nada. Pocas veces se veían cosas así.
"¿Venías a defender también a estos? ¿O solo te gustan los de Ciudad Lagarto?", Una mirada recriminatoria y de puro odio fue lanzada hacia Asher en ese comentario. No sabía qué contestar, ciertamente le entraron solo ganas de partirle esa cara arrogante y prepotente que portaba, si de verdad pudiera, no dudaría en hacerlo.
Epons bufó ante el comentario de Syl. Eso sonaba como una amenaza, y la yegua era demasiado lista como para no percatase que ese tono y sus gestos significaban agresividad. Alward, que a diferencia de la equina, entendía de todo el lenguaje, lo corroboró. Había tanta tensión en el ambiente, que incluso se podría tocar y hacerse material.
-No tengo tiempo para perderlo aquí-Tiró de las riendas de Epons mientras le ordenaba volver a caminar. Mientras pasaba por al lado del carro, miró al mercader con clemencia y tristeza, no había podido hacer nada por ayudarle, y probablemente ni en siete vidas podría haberlo hecho. Eran demasiados a los que hacerles frente, y Asher no era un enemigo para tomárselo a la ligera.
Inconscientemente, se agarró el colgante, el cual seguía brillando, nunca cesaba, y de verdad esperaba que nunca lo hiciese. Ese era su cometido, y cuanto más tardase en llegar, más problemas tendría, y no solo él, sino su hermana; lo último que le quedaba.
Ante el último comentario de Asher, paró a su montura y miró a los ojos al cánido, con desafío, en todo momento manteniéndole la mirada.
-Mi lealtad es hacia mí mismo, los míos y mis valores ¿Y la tuya?
Alward frunció el ceño y se quedó observando el intercambio de palabras entre cada uno de los presentes. Ahora parecía que estaba solo frente a seis, así que no era muy inteligente abrir un conflicto, aunque su propia moral y valores le empujasen a alzar la espada en favor del pobre hombre que estaba siendo maltratado y despojado de sus pertenencias.
Después de que Syl se llevara su parte, los ladrones siguieron su actuación llevándose el resto, en pocos minutos, la caravana quedó despojada, y el mercader llorando a lágrima viva, suplicando clemencia y justicia.
Toda esa injusticia y malas actuaciones dejaba mal cuerpo al castaño, ¿De verdad que hacían eso y no sentían remordimiento? ¿Por qué había gente así en el mundo?
En poco, los ladrones acabaron huyendo lo más rápido que pudieron, dando gracias a todos los dioses de que Asher hubiese actuado tal y como lo había hecho. Quizás para ello sería mejor que el perro jamás hubiese aparecido, pero mejor llevarse algo que nada. Pocas veces se veían cosas así.
"¿Venías a defender también a estos? ¿O solo te gustan los de Ciudad Lagarto?", Una mirada recriminatoria y de puro odio fue lanzada hacia Asher en ese comentario. No sabía qué contestar, ciertamente le entraron solo ganas de partirle esa cara arrogante y prepotente que portaba, si de verdad pudiera, no dudaría en hacerlo.
Epons bufó ante el comentario de Syl. Eso sonaba como una amenaza, y la yegua era demasiado lista como para no percatase que ese tono y sus gestos significaban agresividad. Alward, que a diferencia de la equina, entendía de todo el lenguaje, lo corroboró. Había tanta tensión en el ambiente, que incluso se podría tocar y hacerse material.
-No tengo tiempo para perderlo aquí-Tiró de las riendas de Epons mientras le ordenaba volver a caminar. Mientras pasaba por al lado del carro, miró al mercader con clemencia y tristeza, no había podido hacer nada por ayudarle, y probablemente ni en siete vidas podría haberlo hecho. Eran demasiados a los que hacerles frente, y Asher no era un enemigo para tomárselo a la ligera.
Inconscientemente, se agarró el colgante, el cual seguía brillando, nunca cesaba, y de verdad esperaba que nunca lo hiciese. Ese era su cometido, y cuanto más tardase en llegar, más problemas tendría, y no solo él, sino su hermana; lo último que le quedaba.
Ante el último comentario de Asher, paró a su montura y miró a los ojos al cánido, con desafío, en todo momento manteniéndole la mirada.
-Mi lealtad es hacia mí mismo, los míos y mis valores ¿Y la tuya?
Alward Sevna
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
-¡Un mercenario con valores!- continué, aún burlón. -Los conozco: Si no te pagan, pueden pudrirse, ¿hmm? Como ese desgraciado de allí.- añadí, señalándo al mercader con la cabeza. -¿Por eso defendiste a esa escoria en Ciudad Lagarto, verdad? Te pagaron más que la guardia.-
Mi risa fue interrumpida por un ataque de tos. Una descarga recorrió mi brazo. Ah, se me había acabado el tiempo. Continué riendo, incluso mientras caía de rodillas. Clavé mi espada en el suelo, usándola de soporte. La magia que la rodeaba había desaparecido. Intenté mantenerme firme, pese al dolor, pero no tardé en caer aún más.
Gruñí, retorciéndome y tensando mi cuerpo. Era dificil percibir lo que ocurría a mi alrededor. Los bandidos ya se habían alejado, por lo que estaba relativamente a salvo.
Pensé en utilizar el totem. Aún no. Solo tendría una oportunidad para usarlo. No. Aguantaría el dolor. Mi cuerpo se movía por si sólo, sin llegar a ponerse de pie o arrastrarse demasiado.
Debía calmarme, o entraría en Frenesí.
El espíritu del hombre perro estaba rodeando su cuerpo, apareciendo y desvaneciéndose cada pocos segundos. Syl apretó su mandíbula. Tenía que controlar la situación. Aún quedaban dos personas cerca.
El mercader se levantó, aún ensangrentado y con lágrimas en la cara. Su mirada era de odio absoluto. Empezó a caminar, cojeando. El gato no tardó en apuntarle con su ballesta, pero el hombre no dudaba.
-Bastardos... monstruos, todos vosotros... ¡Los dioses te dan tu merecido, perro!- dijo con amargura, aún acercándose.
-Aléjate.- ordenó Syl. El hombre le miró a los ojos, y escupió sangre al suelo.
-No vas a matarme. Solo sois cobardes.- le desafió. Dio un paso más. Demasiado cerca. Syl se adelantó rápidamente. La palma de su mano derecha impactó en el pecho del humano. Y entonces, un fuerte pulso de fuerza salió del guante de Syl. [1] El hombre salió volando como si le hubiesen golpeado con un martillo de guerra, rodando por el suelo con un grito de dolor.
El crujido fue inconfundible. Había roto al menos un hueso. Probablemente en la caja torácica. No volvería a molestar, si acaso sobrevivía.
-No voy a repetirlo.- advirtió, mirando ahora al jinete. Su ballesta estaba lista.
Un gruñido de su compañero le hizo desviar su atención. Tosía. El gato se arrodilló junto a él, y le empujó hacia atrás, haciéndole caer sobre su espalda. La respiración de Asher aún estaba acelerada, pero empezaba a mejorar. Cuanto más quieto estuviese, mejor.
-Tranquilo.- murmuró al final. -Es Sevna. No hará nada. Incluso si...- No terminó la frase. Solo puso aquella sonrisa lopuna de nuevo. Syl resopló. Incluso cuando era incapaz de moverse, Asher seguía actuando como tuviese todo bajo control. ¿Era sólo orgullo, por la corona? ...No, no lo parecía.
Resopló. Depender de aquel encantamiento era una mala idea. Incluso si funcionaba, no podía simplemente ponerse en peligro de forma innecesaria. A pesar de todo, el arbalista se relajó un poco.
Confianza. Era confianza, por parte de ambos. El arcanista sabía que sus runas funcionarían si todo salía mal. Sabía lo que podía hacer, y hasta donde llegaba su poder. También confiaba en que su compañero le salvaría incluso si la magia no lo hacía. Y Syl confiaba en él. Incluso si a veces era un idiota arrogante, dominaba la situación. De haber peligro real, cambiaría las tornas en un instante. Si no había usado su totem hasta ahora era porque no le había sido necesario.
-...Muy bien.- musitó. Bajó la ballesta, aunque solo un poco, y se apartó unos metros, haciéndole un gesto al humano con la mirada. Podía acercarse, si quería, pero no iba a quitarle los ojos de encima.
[1] Habilidad de Syl: Onda de Choque
Mi risa fue interrumpida por un ataque de tos. Una descarga recorrió mi brazo. Ah, se me había acabado el tiempo. Continué riendo, incluso mientras caía de rodillas. Clavé mi espada en el suelo, usándola de soporte. La magia que la rodeaba había desaparecido. Intenté mantenerme firme, pese al dolor, pero no tardé en caer aún más.
Gruñí, retorciéndome y tensando mi cuerpo. Era dificil percibir lo que ocurría a mi alrededor. Los bandidos ya se habían alejado, por lo que estaba relativamente a salvo.
Pensé en utilizar el totem. Aún no. Solo tendría una oportunidad para usarlo. No. Aguantaría el dolor. Mi cuerpo se movía por si sólo, sin llegar a ponerse de pie o arrastrarse demasiado.
Debía calmarme, o entraría en Frenesí.
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El espíritu del hombre perro estaba rodeando su cuerpo, apareciendo y desvaneciéndose cada pocos segundos. Syl apretó su mandíbula. Tenía que controlar la situación. Aún quedaban dos personas cerca.
El mercader se levantó, aún ensangrentado y con lágrimas en la cara. Su mirada era de odio absoluto. Empezó a caminar, cojeando. El gato no tardó en apuntarle con su ballesta, pero el hombre no dudaba.
-Bastardos... monstruos, todos vosotros... ¡Los dioses te dan tu merecido, perro!- dijo con amargura, aún acercándose.
-Aléjate.- ordenó Syl. El hombre le miró a los ojos, y escupió sangre al suelo.
-No vas a matarme. Solo sois cobardes.- le desafió. Dio un paso más. Demasiado cerca. Syl se adelantó rápidamente. La palma de su mano derecha impactó en el pecho del humano. Y entonces, un fuerte pulso de fuerza salió del guante de Syl. [1] El hombre salió volando como si le hubiesen golpeado con un martillo de guerra, rodando por el suelo con un grito de dolor.
El crujido fue inconfundible. Había roto al menos un hueso. Probablemente en la caja torácica. No volvería a molestar, si acaso sobrevivía.
-No voy a repetirlo.- advirtió, mirando ahora al jinete. Su ballesta estaba lista.
Un gruñido de su compañero le hizo desviar su atención. Tosía. El gato se arrodilló junto a él, y le empujó hacia atrás, haciéndole caer sobre su espalda. La respiración de Asher aún estaba acelerada, pero empezaba a mejorar. Cuanto más quieto estuviese, mejor.
-Tranquilo.- murmuró al final. -Es Sevna. No hará nada. Incluso si...- No terminó la frase. Solo puso aquella sonrisa lopuna de nuevo. Syl resopló. Incluso cuando era incapaz de moverse, Asher seguía actuando como tuviese todo bajo control. ¿Era sólo orgullo, por la corona? ...No, no lo parecía.
Resopló. Depender de aquel encantamiento era una mala idea. Incluso si funcionaba, no podía simplemente ponerse en peligro de forma innecesaria. A pesar de todo, el arbalista se relajó un poco.
Confianza. Era confianza, por parte de ambos. El arcanista sabía que sus runas funcionarían si todo salía mal. Sabía lo que podía hacer, y hasta donde llegaba su poder. También confiaba en que su compañero le salvaría incluso si la magia no lo hacía. Y Syl confiaba en él. Incluso si a veces era un idiota arrogante, dominaba la situación. De haber peligro real, cambiaría las tornas en un instante. Si no había usado su totem hasta ahora era porque no le había sido necesario.
-...Muy bien.- musitó. Bajó la ballesta, aunque solo un poco, y se apartó unos metros, haciéndole un gesto al humano con la mirada. Podía acercarse, si quería, pero no iba a quitarle los ojos de encima.
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[1] Habilidad de Syl: Onda de Choque
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Alward puso una mueca en su cara de desagrado ante las palabras de Asher, estaba a disgusto de que el cánido dijese y, sobretodo, pensara eso. Siempre durante su vida como mercenario había dejado bien claro que él no actuaba expresamente por dinero, sino que lo movía una causa de honestidad y ayuda hacia el prójimo, el dinero era algo secundario, que tan solo le permitía sobrevivir. Negó con la cabeza antes las últimas palabras del hombre bestia.
-Nadie me pagó nada por aquel trabajo. Ni unos ni otros-Aclaró con serenidad
Lo que pasó a continuación pilló de sorpresa al humano; Asher cayó de rodillas al suelo y una extraña aura miasmática lo rodeaba. El Sevna no salía de su asombro, y tuvo incluso que alejar unos pasos a Epons de la escena porque estaba empezando a ponerse nerviosa, llegando incluso a rampar.
-¡Tranquila!-Decía mientras le acariciaba el cuello para tratar de calmarla
Acto seguido, se bajó de la equina, esta se alejó muchos más metros de allí, llegando incluso a internarse en el bosque, perdiéndose así su pista. Realmente no le preocupaba al castaño, ya que volvería a su llamada cuando la necesitara.
El mercader se acercó con agresividad tanto a Asher como a Syl, pero antes de que estuviese lo suficientemente cerca del perro, el gato le propinó tal golpe con su puño que lo mandó rodando varios metros. Alward seguía con la mirada al pobre hombre, sin duda ese no era su día. Se acercó corriendo a él, para atenderlo, parecía inconsciente, pero aún respiraba. Seguramente se hubiese roto alguna costilla, poco podía hacer el Sevna por ayudarle en ese momento, más que lamentarse por el terrible escenario que se encontraba y en cómo se habían desarrollado los acontecimientos, ¿De verdad hacía falta tanta crueldad y tal falta de empatía? No le encontraba una explicación lógica a aquello.
El humano optó por darle una comida al mercader, una que sacó de su zurrón y partió por la mitad. Se la ofreció sin reparo. [1]
-Hará que te sientas mejor...
Syl ahora mandó la advertencia hacia Alward, el cual se alejó del mercader y se acercó lentamente hacia el gato, más que nada por ver más de cerca qué le sucedía al hombre perro.
Asher le dijo algo a Syl, pero el humano no llegó a entender el qué, estaba demasiado lejos. Finalmente, el gato bajó la ballesta y le permitió el paso al Sevna, el cual correspondió a la invitación acercándose hasta ambos. No miró a Syl, su mirada se mantenía fija en el cánido. Se hizo el silencio, realmente era tensa la situación, y un tanto extraña, a punto de convertirse en una escena bélica, pero sin dar el paso definitivo para el enfrentamiento armado. Fueron unos pocos segundos, pero para Alward, el camino que lo separaba de Asher se le hizo eterno. Al fin, llegó hasta él y se agachó, hincando su rodilla derecha en el suelo, mientras que la opuesta la mantenía en alto y apoyaba uno de sus brazos en esta. Miró al hombre perro con un gesto serio y analizador.
-...¿Qué es... Esto?-Dijo haciendo clara reverencia a lo que había sucedido. Suspiró, sintiendo cierta empatía por el dolor y pesar que Asher parecía transportar y esconder-No te conocía mucho, y las veces que me he encontrado contigo te mostraste como un aliado, un poco tosco y arrogante, pero no parecías mal tipo-Se llevó una mano al zurrón, rebuscando entre sus cosas-No sé cuál será el verdadero Asher, pero...-Sacó un dulce de su bolsa un bollo dulce y se lo ofreció al cánido, era la mitad de una parte entera, la cual le había entregado con anterioridad al mercader-No te voy a hacer nada estando así, no sería correcto. En eso se basa el honor... ¿No?-Esbozó una sonrisa-Cómete esto, hará que te sientas mejor.-Asintió con sinceridad-Dicen que es mágico-Aclaró. [2].
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Off:
Objeto máster usado: Dulce de Yule: [1] [2]
-Nadie me pagó nada por aquel trabajo. Ni unos ni otros-Aclaró con serenidad
Lo que pasó a continuación pilló de sorpresa al humano; Asher cayó de rodillas al suelo y una extraña aura miasmática lo rodeaba. El Sevna no salía de su asombro, y tuvo incluso que alejar unos pasos a Epons de la escena porque estaba empezando a ponerse nerviosa, llegando incluso a rampar.
-¡Tranquila!-Decía mientras le acariciaba el cuello para tratar de calmarla
Acto seguido, se bajó de la equina, esta se alejó muchos más metros de allí, llegando incluso a internarse en el bosque, perdiéndose así su pista. Realmente no le preocupaba al castaño, ya que volvería a su llamada cuando la necesitara.
El mercader se acercó con agresividad tanto a Asher como a Syl, pero antes de que estuviese lo suficientemente cerca del perro, el gato le propinó tal golpe con su puño que lo mandó rodando varios metros. Alward seguía con la mirada al pobre hombre, sin duda ese no era su día. Se acercó corriendo a él, para atenderlo, parecía inconsciente, pero aún respiraba. Seguramente se hubiese roto alguna costilla, poco podía hacer el Sevna por ayudarle en ese momento, más que lamentarse por el terrible escenario que se encontraba y en cómo se habían desarrollado los acontecimientos, ¿De verdad hacía falta tanta crueldad y tal falta de empatía? No le encontraba una explicación lógica a aquello.
El humano optó por darle una comida al mercader, una que sacó de su zurrón y partió por la mitad. Se la ofreció sin reparo. [1]
-Hará que te sientas mejor...
Syl ahora mandó la advertencia hacia Alward, el cual se alejó del mercader y se acercó lentamente hacia el gato, más que nada por ver más de cerca qué le sucedía al hombre perro.
Asher le dijo algo a Syl, pero el humano no llegó a entender el qué, estaba demasiado lejos. Finalmente, el gato bajó la ballesta y le permitió el paso al Sevna, el cual correspondió a la invitación acercándose hasta ambos. No miró a Syl, su mirada se mantenía fija en el cánido. Se hizo el silencio, realmente era tensa la situación, y un tanto extraña, a punto de convertirse en una escena bélica, pero sin dar el paso definitivo para el enfrentamiento armado. Fueron unos pocos segundos, pero para Alward, el camino que lo separaba de Asher se le hizo eterno. Al fin, llegó hasta él y se agachó, hincando su rodilla derecha en el suelo, mientras que la opuesta la mantenía en alto y apoyaba uno de sus brazos en esta. Miró al hombre perro con un gesto serio y analizador.
-...¿Qué es... Esto?-Dijo haciendo clara reverencia a lo que había sucedido. Suspiró, sintiendo cierta empatía por el dolor y pesar que Asher parecía transportar y esconder-No te conocía mucho, y las veces que me he encontrado contigo te mostraste como un aliado, un poco tosco y arrogante, pero no parecías mal tipo-Se llevó una mano al zurrón, rebuscando entre sus cosas-No sé cuál será el verdadero Asher, pero...-Sacó un dulce de su bolsa un bollo dulce y se lo ofreció al cánido, era la mitad de una parte entera, la cual le había entregado con anterioridad al mercader-No te voy a hacer nada estando así, no sería correcto. En eso se basa el honor... ¿No?-Esbozó una sonrisa-Cómete esto, hará que te sientas mejor.-Asintió con sinceridad-Dicen que es mágico-Aclaró. [2].
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Alward Sevna
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Aquello olía... dulce. Se lo había ofrecido al otro tipo también, lo cual había despejado cualquier duda que tuviese. Si quisiese envenenarme o algo así, no le haría daño a alguien más, por moribundo que estuviese.
Lo acepté, y tras olisquearlo un poco más, le di un bocado. Un recuerdo surgió en mi cabeza al instante. Aquel bollo sabía igual al que había Merrigan me había traido durante el Yulé. Sonreí. La memoria era vívida. Había sido un día agotador, pero increíblemente productivo. No fue el único regalo que recibí. Por ese momento, recordé la generosidad y la calidez de gente prácticamente desconocida.
Respiré hondo. Mi espíritu se había estabilizado. Di otro bocado. Aquel me recordó al hombre gorila, Harambe, y a sus palabras. Ofreció un sitio donde sería bienvenido. Y pidió ayuda. Recordé mi determinación por salvarlos. Suspiré. Maldito Alward.
-Eres demasiado blando.- suspiré. En cierta forma, admiraba esa clase de bondad, incluso si estaba mal guiada. -Gracias.- dije, mucho más tranquilo.
Había ofrecido aquello incluso cuando me había mostrado hostil. Incluso a mi me era imposible responder con más burlas. Quizás aún hubiese algo de esperanza para él, si podía escucharme. Se merecía algo de información. Tras terminarme el dulce, me levanté y me llevé la mano a la nuca. Parecía que mi cuerpo estaba en su sitio. Hice un gesto con la cabeza hacia el bosque junto al camino, desde donde nos observaba Syl. El gato mantuvo la distancia. No le culpaba.
-Hablemos.- dije. Me senté sobre la hierba. Iba a explicarle todo lo que debía saber. Había dicho que no conocía al verdadero Asher. Lo único que podía hacer era mostrárselo. -La Factoría no es lo que crees que es.- comencé. -Estuve allí cuando se organizó. Empezó como una competición. Cuarenta hombres bestia, agrupados por parejas, debían matarse entre sí y alcanzar una sala. Lo organizaron cuatro de los participantes, llevados a la locura por los objetos del 19.- Maldita sea, iba a ser algo largo. Sobre todo si no sabía de lo que estaba hablando. -Si no los conoces, son 19 objetos malditos. Poderosos, y llevan a sus portadores a la locura. Fue la causa de todo esto.-
-Participé en ese juego. "La Gran Caza", lo llamaron. Syl también. Me negué a matar. No iba a obedecer a nadie sin más.- dije. -Cuando terminó la caza, dos de los culpables habían muerto. Los otros dos: un hombre rana, Nate Halliman, y Jason Bosne. Bosne pidió paz. Ofreció a los que quedabamos... unos veintiocho, creo, quedarnos allí. Quería una comunidad para los hombres bestia. Sin ser vistos como gente inferior. Una ciudad para nosotros, donde enseñar y vivir.- dije. Aún sentía cierta tristeza al respecto. -No un sitio con abominaciones e híbridos. Eso vino después. No me quedé con Bosne. En su momento, no me fiaba. Unos cuantos tampoco lo hicieron. Pero no es mala persona. No lo creo, al menos.-
-Cuando descubrí los experimentos, me sentí traicionado. Y solo fue a peor.- dije, negando con la cabeza. No sabía que hacer con aquello. -Si alguien no hace algo, las cosas irán mal. Quizás intente declarar una guerra. No lo sé. Pero... no puedo dejar que simplemente los masacren a todos. No puedo culparles por haber enloquecido. Y... sé que algunos, incluso dentro de la Factoría, no están de acuerdo tampoco.- continué. -Fui a Ciudad Lagarto por el objeto del 19. Un fuego vivo. Es posible que en él esté la clave para curar esa locura.-
-No eres el único que quiere salvar gente, Alward.- dije. Sujeté la corona de mi cabeza frente a mis ojos, recordando lo que significaba. -A veces, la única forma es hacerlo desde dentro.-
Aquella era toda la verdad. Si me creía o no, dependía de él. Se merecía que lo hubiese intentado, como mínimo. Aunque quizás hubiese hablado demasiado.
-Ah, y lo que has visto... Bueno, no es tan importante. Se me pasará.- aseguré, quitándole importancia con un gesto. -¿Alguna pregunta?
Lo acepté, y tras olisquearlo un poco más, le di un bocado. Un recuerdo surgió en mi cabeza al instante. Aquel bollo sabía igual al que había Merrigan me había traido durante el Yulé. Sonreí. La memoria era vívida. Había sido un día agotador, pero increíblemente productivo. No fue el único regalo que recibí. Por ese momento, recordé la generosidad y la calidez de gente prácticamente desconocida.
Respiré hondo. Mi espíritu se había estabilizado. Di otro bocado. Aquel me recordó al hombre gorila, Harambe, y a sus palabras. Ofreció un sitio donde sería bienvenido. Y pidió ayuda. Recordé mi determinación por salvarlos. Suspiré. Maldito Alward.
-Eres demasiado blando.- suspiré. En cierta forma, admiraba esa clase de bondad, incluso si estaba mal guiada. -Gracias.- dije, mucho más tranquilo.
Había ofrecido aquello incluso cuando me había mostrado hostil. Incluso a mi me era imposible responder con más burlas. Quizás aún hubiese algo de esperanza para él, si podía escucharme. Se merecía algo de información. Tras terminarme el dulce, me levanté y me llevé la mano a la nuca. Parecía que mi cuerpo estaba en su sitio. Hice un gesto con la cabeza hacia el bosque junto al camino, desde donde nos observaba Syl. El gato mantuvo la distancia. No le culpaba.
-Hablemos.- dije. Me senté sobre la hierba. Iba a explicarle todo lo que debía saber. Había dicho que no conocía al verdadero Asher. Lo único que podía hacer era mostrárselo. -La Factoría no es lo que crees que es.- comencé. -Estuve allí cuando se organizó. Empezó como una competición. Cuarenta hombres bestia, agrupados por parejas, debían matarse entre sí y alcanzar una sala. Lo organizaron cuatro de los participantes, llevados a la locura por los objetos del 19.- Maldita sea, iba a ser algo largo. Sobre todo si no sabía de lo que estaba hablando. -Si no los conoces, son 19 objetos malditos. Poderosos, y llevan a sus portadores a la locura. Fue la causa de todo esto.-
-Participé en ese juego. "La Gran Caza", lo llamaron. Syl también. Me negué a matar. No iba a obedecer a nadie sin más.- dije. -Cuando terminó la caza, dos de los culpables habían muerto. Los otros dos: un hombre rana, Nate Halliman, y Jason Bosne. Bosne pidió paz. Ofreció a los que quedabamos... unos veintiocho, creo, quedarnos allí. Quería una comunidad para los hombres bestia. Sin ser vistos como gente inferior. Una ciudad para nosotros, donde enseñar y vivir.- dije. Aún sentía cierta tristeza al respecto. -No un sitio con abominaciones e híbridos. Eso vino después. No me quedé con Bosne. En su momento, no me fiaba. Unos cuantos tampoco lo hicieron. Pero no es mala persona. No lo creo, al menos.-
-Cuando descubrí los experimentos, me sentí traicionado. Y solo fue a peor.- dije, negando con la cabeza. No sabía que hacer con aquello. -Si alguien no hace algo, las cosas irán mal. Quizás intente declarar una guerra. No lo sé. Pero... no puedo dejar que simplemente los masacren a todos. No puedo culparles por haber enloquecido. Y... sé que algunos, incluso dentro de la Factoría, no están de acuerdo tampoco.- continué. -Fui a Ciudad Lagarto por el objeto del 19. Un fuego vivo. Es posible que en él esté la clave para curar esa locura.-
-No eres el único que quiere salvar gente, Alward.- dije. Sujeté la corona de mi cabeza frente a mis ojos, recordando lo que significaba. -A veces, la única forma es hacerlo desde dentro.-
Aquella era toda la verdad. Si me creía o no, dependía de él. Se merecía que lo hubiese intentado, como mínimo. Aunque quizás hubiese hablado demasiado.
-Ah, y lo que has visto... Bueno, no es tan importante. Se me pasará.- aseguré, quitándole importancia con un gesto. -¿Alguna pregunta?
Asher Daregan
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Alward volvió a sonreír, pero esta vez más tranquilo y calmado, sabiendo en ese entonces que, por el tono de Asher y sus gestos, la situación no se desencadenaría en nada beligerante.
El hombre perro, tras acabarse el dulce, se puso en pie, le hizo un gesto a su acompañante, el humano tan solo lo observó callado, mientras también se alzaba y llevaba sus manos a la cadera, adoptando una pose relajada.
Ante el ofrecimiento de Asher a hablar, el Sevna asintió y lo acompañó sentándose frente a él, en la fresca hierba, al lado del camino. Iba a escucharlo, era la primera vez que podría mantener una conversación larga y extendida con el cánido, y sería desafortunado el desaprovecharla. Con gran interés y expectación, se centró en todo lo que tenía que decirle, sin interrumpirle, quería ver hasta dónde podía llegar, que no fue poco, y más sorprendente de lo que el humano se hubiese imaginado en un principio.
La frase; "A veces, la única forma es hacerlo desde dentro", caló realmente hondo en el castaño, era cierto, ¡Por los dioses, y tanto que lo era! Si alguien quiere cambiar el mundo, si alguien quiere cambiar las cosas, deberá hacerlo haciendo frente con sus recursos a aquello que se interponga en el bienestar común, y en algunos casos, cambiando ese obstáculo desde dentro. Lo mismo pasaba con La Guardia, en sí era una organización con valores y un código ético, ambos honorables, pero quienes estaban en el poder eran los que corrompían aquello, los "jefazos" eran los que abusaban de su autoridad para complacer intereses personales, anteponiendo estos al bienestar común.
-Conocía la historia de la Factoría y lo que pretenden, aunque no de una forma tan profunda. Jason Bosne y dos malnacidos más me escupieron sus planes-Juntó los dedos de ambas manos mientras torcía el gesto, mirando siempre a los ojos a Asher-Ningún fin justifica tales medios. Es una venganza que me parece ridícula. Los nuestros hicimos abominaciones con los vuestros, pero eso no justifica que ahora Jason y los suyos quieran convertirnos en "Híbridos"-Relajó su postura y separó los dedos-...Pero encontrar un hogar digno para vosotros me parece bien, todos merecemos eso-Suspiró-Con el paso del tiempo, y más en la profesión a la que me he dedicado los últimos años, aprendes que no hay "Buenos" ni "Malos", solo propósitos, y debes de ser tú el que tome la decisión de a quién unirte-Comentó-Pero eso sí, en todos lados hay mierda, y no te librarás de ella por más que quieras. El mundo da verdadero asco-Sentenció con un último suspiro de resentimiento, esta ves sí, apartando brevemente la mirada del cánido para centrarla en el colgante que él mismo llevaba mientras lo recogía suavemente con una de sus manos. Acto seguido, bajó de nuevo la mano y volvió a centrar su atención en Asher.
Una mueca de extrañeza se le dibujó en el rostro cuando el hombre bestia le restó importancia a lo sucedido
-...Creo que te preguntarás qué hacía yo en Ciudad Lagarto, y en el bando de los ladrones-Suspiró-Y si no, me gustaría aclarártelo-Comentó-La noche en la que los vampiros y los licántropos asaltaron por sorpresa Lunargenta, un jefazo de la Guardia nos contrató para limpiar la ciudad de todos los invasores que nos encontrásemos... Derramamos mucha sangre aquella noche, pero esa gente estaba convirtiendo nuestro hogar en un campo de batalla, y las víctimas eran innumerables...-Suspiró mientras se encogía de hombros, resignado-Así es la guerra-Dijo-La Factoría estaba de nuestro lado, y por casualidad me encontré con Jason Bosne. Ahí es cuando lo conocí, me dijo cosas extrañas que no logré entender en ese momento, pero que luego tras mi experiencia en la ciudad de los ladrones comprendí del todo, todas esas referencias era a los híbridos...-Se pausó un segundo-...Me... Escupió su plan, así, por las buenas... A un completo desconocido.
Tras salir de su propio asombro por aquellas palabras, Alward continuó su explicación.
-Acabé la batalla moribundo y al borde de morir, así que me ofrecieron beber del frasco del no-nato, una bebida "especial" que poseía Bosne-Tragó saliva-Yo y mis compañeros bebimos-Aclaró-Luego de eso, los recuerdos son difusos, pero recuerdo... Volar hasta Ciudad Lagarto...-Frunció el ceño-Quizás me drogaron más de lo debido-Bromeó, relajando el ceño-Allí, montamos un campamento exterior, tanto la Guardia como la Factoría, estábamos a las órdenes de los primeros, pero también respondíamos ante los segundos. -Aclaró-Comenzó el asalto, entre tanta batalla, apareció un grupo de buscadores de uno de esos objetos que has mencionado. Dicho artefacto lo poseía Oromë, como bien sabrás... Esos tipos nos tomaron a mí y a los míos como enemigos, y no tuve más remedio que aliarme temporalmente con la propia Oromë o sufriría otra derrota, y esta vez no creo que viniese Jason Bosne a salvarme...-Esbozó media sonrisa-Oromë me prometió luego de eso que tendríamos nuestro propio espacio para poder luchar en un duelo justo. Yo no sabía nada del objeto, tan solo tenía que llevar el cuerpo de la dragona sin vida a la Guardia.-Se pausó nuevamente-Pero Zafar lo interpretó mal y me acusó de traidor. Me cortó la mano y me arrancó la nariz de un mordisco...-Dijo tocando con la mano contraria la propia afectada-Tras eso, y sumado a lo que había visto por parte de Oromë y los suyos, me pareció que todo aquel asedio estaba mal; estaban sacrificando inocentes, La Factoría se llevaba los cadáveres de los caídos, daba igual de qué bando para convertirlos en híbridos, yo iba a ser uno de ellos, pero gracias a los dioses, aún no había llegado mi hora, así que me escabullí. Oromë me curó con ese fuego-Comentó con cierto pesar-Y entonces... Tú apareciste-Aclaró-Cambié de bando porque vi que lo que estaba ocurriendo en aquel lugar no era justo, era una matanza innecesaria... Esa no era la Guardia a la que yo desde pequeño había aspirado pertenecer... Abrí los ojos, quería alejarme todo lo posible de aquello-Se justificó
Al terminar su gran explicación, exhaló un último suspiro, como si cierta carga que llevaba de forma invisible se hubiera disipado en aquel momento que pudo explicarse y dar a entender todo lo que pasó desde su punto de vista.
-En cierta manera, mi derrota sobre ti me pesa aún-Soltó de pronto, esbozando media sonrisa.
El hombre perro, tras acabarse el dulce, se puso en pie, le hizo un gesto a su acompañante, el humano tan solo lo observó callado, mientras también se alzaba y llevaba sus manos a la cadera, adoptando una pose relajada.
Ante el ofrecimiento de Asher a hablar, el Sevna asintió y lo acompañó sentándose frente a él, en la fresca hierba, al lado del camino. Iba a escucharlo, era la primera vez que podría mantener una conversación larga y extendida con el cánido, y sería desafortunado el desaprovecharla. Con gran interés y expectación, se centró en todo lo que tenía que decirle, sin interrumpirle, quería ver hasta dónde podía llegar, que no fue poco, y más sorprendente de lo que el humano se hubiese imaginado en un principio.
La frase; "A veces, la única forma es hacerlo desde dentro", caló realmente hondo en el castaño, era cierto, ¡Por los dioses, y tanto que lo era! Si alguien quiere cambiar el mundo, si alguien quiere cambiar las cosas, deberá hacerlo haciendo frente con sus recursos a aquello que se interponga en el bienestar común, y en algunos casos, cambiando ese obstáculo desde dentro. Lo mismo pasaba con La Guardia, en sí era una organización con valores y un código ético, ambos honorables, pero quienes estaban en el poder eran los que corrompían aquello, los "jefazos" eran los que abusaban de su autoridad para complacer intereses personales, anteponiendo estos al bienestar común.
-Conocía la historia de la Factoría y lo que pretenden, aunque no de una forma tan profunda. Jason Bosne y dos malnacidos más me escupieron sus planes-Juntó los dedos de ambas manos mientras torcía el gesto, mirando siempre a los ojos a Asher-Ningún fin justifica tales medios. Es una venganza que me parece ridícula. Los nuestros hicimos abominaciones con los vuestros, pero eso no justifica que ahora Jason y los suyos quieran convertirnos en "Híbridos"-Relajó su postura y separó los dedos-...Pero encontrar un hogar digno para vosotros me parece bien, todos merecemos eso-Suspiró-Con el paso del tiempo, y más en la profesión a la que me he dedicado los últimos años, aprendes que no hay "Buenos" ni "Malos", solo propósitos, y debes de ser tú el que tome la decisión de a quién unirte-Comentó-Pero eso sí, en todos lados hay mierda, y no te librarás de ella por más que quieras. El mundo da verdadero asco-Sentenció con un último suspiro de resentimiento, esta ves sí, apartando brevemente la mirada del cánido para centrarla en el colgante que él mismo llevaba mientras lo recogía suavemente con una de sus manos. Acto seguido, bajó de nuevo la mano y volvió a centrar su atención en Asher.
Una mueca de extrañeza se le dibujó en el rostro cuando el hombre bestia le restó importancia a lo sucedido
-...Creo que te preguntarás qué hacía yo en Ciudad Lagarto, y en el bando de los ladrones-Suspiró-Y si no, me gustaría aclarártelo-Comentó-La noche en la que los vampiros y los licántropos asaltaron por sorpresa Lunargenta, un jefazo de la Guardia nos contrató para limpiar la ciudad de todos los invasores que nos encontrásemos... Derramamos mucha sangre aquella noche, pero esa gente estaba convirtiendo nuestro hogar en un campo de batalla, y las víctimas eran innumerables...-Suspiró mientras se encogía de hombros, resignado-Así es la guerra-Dijo-La Factoría estaba de nuestro lado, y por casualidad me encontré con Jason Bosne. Ahí es cuando lo conocí, me dijo cosas extrañas que no logré entender en ese momento, pero que luego tras mi experiencia en la ciudad de los ladrones comprendí del todo, todas esas referencias era a los híbridos...-Se pausó un segundo-...Me... Escupió su plan, así, por las buenas... A un completo desconocido.
Tras salir de su propio asombro por aquellas palabras, Alward continuó su explicación.
-Acabé la batalla moribundo y al borde de morir, así que me ofrecieron beber del frasco del no-nato, una bebida "especial" que poseía Bosne-Tragó saliva-Yo y mis compañeros bebimos-Aclaró-Luego de eso, los recuerdos son difusos, pero recuerdo... Volar hasta Ciudad Lagarto...-Frunció el ceño-Quizás me drogaron más de lo debido-Bromeó, relajando el ceño-Allí, montamos un campamento exterior, tanto la Guardia como la Factoría, estábamos a las órdenes de los primeros, pero también respondíamos ante los segundos. -Aclaró-Comenzó el asalto, entre tanta batalla, apareció un grupo de buscadores de uno de esos objetos que has mencionado. Dicho artefacto lo poseía Oromë, como bien sabrás... Esos tipos nos tomaron a mí y a los míos como enemigos, y no tuve más remedio que aliarme temporalmente con la propia Oromë o sufriría otra derrota, y esta vez no creo que viniese Jason Bosne a salvarme...-Esbozó media sonrisa-Oromë me prometió luego de eso que tendríamos nuestro propio espacio para poder luchar en un duelo justo. Yo no sabía nada del objeto, tan solo tenía que llevar el cuerpo de la dragona sin vida a la Guardia.-Se pausó nuevamente-Pero Zafar lo interpretó mal y me acusó de traidor. Me cortó la mano y me arrancó la nariz de un mordisco...-Dijo tocando con la mano contraria la propia afectada-Tras eso, y sumado a lo que había visto por parte de Oromë y los suyos, me pareció que todo aquel asedio estaba mal; estaban sacrificando inocentes, La Factoría se llevaba los cadáveres de los caídos, daba igual de qué bando para convertirlos en híbridos, yo iba a ser uno de ellos, pero gracias a los dioses, aún no había llegado mi hora, así que me escabullí. Oromë me curó con ese fuego-Comentó con cierto pesar-Y entonces... Tú apareciste-Aclaró-Cambié de bando porque vi que lo que estaba ocurriendo en aquel lugar no era justo, era una matanza innecesaria... Esa no era la Guardia a la que yo desde pequeño había aspirado pertenecer... Abrí los ojos, quería alejarme todo lo posible de aquello-Se justificó
Al terminar su gran explicación, exhaló un último suspiro, como si cierta carga que llevaba de forma invisible se hubiera disipado en aquel momento que pudo explicarse y dar a entender todo lo que pasó desde su punto de vista.
-En cierta manera, mi derrota sobre ti me pesa aún-Soltó de pronto, esbozando media sonrisa.
Alward Sevna
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Sevna tomó su turno para hablar, explicando sus motivos y versión de los hechos. Aún me parecía extraño que cambiase de bando por uno que acabaría siendo peor al final. Suspiré. Al menos podía revelarle un par de cosas.
-Zafar está muerto, y Bosne ha perdido su frasco.- informé. Había aprendido mucho desde que Vardagen me otorgó el cuervo blanco. Los pájaros estaban por todas partes, después de todos. Nada se les escapaba. -Oromë tiene el objeto. Se volverá tan loca como cualquier poseedor.- advertí.
No tenía ninguna duda de que aquello tendría repercusiones. Muchos objetos habían cambiado de manos. Conocía la localización de unos cuantos. Pero había demasiados bandos. Los Buscones, el Hekshold, los Ancestrales, los vampiros, el Hombre Muerto, la Factoría... Demasiada gente involucrada.
Vi ante mi una opción. Gracias a las aves, podía hablar con el mundo. Sabía tantas cosas. Si compartía aquello... quizás la gente pudiese prevenirse. O quizás sembrase el caos y la guerra. El Nigromante los buscaría, sin ninguna duda. No. Todos lo buscarían. Esbocé media sonrisa. Aquello... podía ser un buen arma.
Fue entonces cuando el humano mencionó lo de su derrota. Resoplé.
-Si fuese fácil de vencer, no sería un Centinela.- dije, esbozando media sonrisa. Le di un toque a la Corona Astada sobre mi cabeza. -Déjame que te diga... Tienes potencial. Pero ten cuidado con lo que te enfrentas.- recalqué. Hacía falta estar muy por encima de lo normal para hacerle frente a un ejercito, después de todo. O a un Jinete Oscuro.
Me levanté, inquieto. No estaría cómodo allí durante mucho tiempo. No estaba seguro de cuando tendría otra "recaida", aunque debía ser una de las últimas. Mi alma se había estabilizado un tanto... era posible que me recuperase pronto, aunque no quería hacerme falsas esperanzas.
Un silbido particular llamó mi atención. Syl solo utilizaba aquel para alertar de un peligro inminente. El gato había desaparecido de su lugar. Probablemente estaba acechando cerca, o subido a una de las ramas altas de un árbol cercano.
¿Habrían vuelto los bandidos?
No, aquello era distinto. Le hice una señal a Sevna para que se pusiese en guardia mientras invocaba a Eclipse en mi mano. Olía algo. Me alejé hacia el camino. Desde ahí sería más fácil. Mis ojos se volvieron momentáneamente azules mientras examinaba la zona. Solo había un leve rastro de magia, perteneciente a algún objeto encantado.
Dos grandes lobos aparecieron en carrera desde el bosque, poniéndose delante del camino. Y en sucesión, otros cuatro salieron de ambos flancos, manteniendo cierta distancia pero claramente amenazantes. Licántropos. Un amuleto colgaba del cuello de algunos. Quizás uno similar a los de los caballeros dragón de Dundarak.
-No sabéis donde os estáis metiendo.- dije, invocando mi espada una vez más.
-Tu destruiste Ulmer.- gruñó uno de los más grandes. -Vas a pagarlo.-
-Un Jinete destruyó Ulmer, idiota.- repliqué, exasperado. -Si no fuese por mi, no habría habido supervivientes.- El gruñido del lobo se intensificó. No parecía dispuesto a creerme. Si tomaba un movimiento hostil, aquello acabaría mal. -Piensa por un segundo. Si hubiese destruido ese pueblo, no tendrías ninguna oportunidad, ni siquiera con una manada. ¿Acaso quieres morir?
-Mis hijas murieron en las llamas.- ladró. -Ya no importa nada más.-
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Asher Daregan
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
"Zafar está muerto, y Bosne ha perdido su frasco". Vaya, le pilló totalmente por sorpresa. No supo como reaccionar. En parte, se sentía aliviado y se alegraba por ello, pero por otro lado... Su parte más humana desearía haber sido él mismo quien diese final a la vida de Zafar por lo que le hizo. Bosne se lo tenía merecido, solo cruzó con él un par de palabras.
-Vi a Oromë en Lunargenta-Dijo-Parecía... Consternada-Confesó-Ahora sé el por qué
Todo aquello de los objetos malditos le venía en mal momento, en un muy mal momento. Si le hubiese pillado meses atrás, sin lugar a dudas habría puesto a los suyos a trabajar para ayudar a que las catástrofes que desencadenaban no ocurriese, pero ahora no tenía a nadie a quien recurrir, más que al hombre al que iba a buscar a Ciudad Lagarto, y ni siquiera sabía con certeza si le ayudaría. Estaba solo, y sabía que ese viaje podría ser únicamente de ida.
-¿...Centinela?-Había oído hablar de ellos, era una historia bastante popular-¿Existen?-Abrió los ojos-¡¿Y tú eres uno?!-Alward no salía de su asombro y se cruzó de brazos, pensativo-¿Entonces lo de los Jinetes y todo el apocalipsis que traen consigo también es verdad? Cada vez me cuesta más diferenciar la fantasía de la realidad-Dijo-Creo que los Dioses son más verdaderos de lo que pensaba
Las siguientes palabras del cánido lo dejaron un poco descolocado, ¿Cómo sabía que Alward se enfrentaba a algo bastante superior a él mismo?
-...E-está bien-Dijo como primera e inesperada respuesta-Pero morir no entra en mis planes-Esbozó una sonrisa. En sus adentros, sabía que todas esas palabras de positivismo y ánimo estaban lejos de la realidad, y tenía muchas posibilidades de acabar su vida prematuramente en cualquier combate.
Asher no dijo nada más. Se levantó con cierta prisa, mientras que el humano lo miraba aún sentado y con expectación. El hombre bestia le hizo una señal al Sevna para que entrase en alerta, y este último rápidamente se puso también en pie, mirando hacia todos lados del bosque, pero solo escuchaba el sonido de los pájaros y otros pequeños animales, hasta que de pronto, callaron ellos también.
Alward siguió con la mirada a Asher mientras este se iba hacia el camino. Estaba en alerta, podía notarse la tensión en el ambiente. El humano decidió seguir con cautela al cánido. De pronto, las sospechas del hombre bestia se cumplieron y dos grandes lobos amenazantes más otros cuatro viniendo desde diferentes flancos se acercaron corriendo.
El Sevna desenvainó sus dos espadas mientras barría con la mirada a todas las amenazas. El humano se mantenía callado mientras los demás hablaban. Suponía que estaba ante licántropos.
Al acabar uno de los lobos su última frase, dio un aullido, en claro gesto hacia los demás para que se abalanzaran sobre el humano y el cánido. Fue entonces cuando Alward tensó del todo su pose y se preparó para la pelea inminente.
Dos de los lobos se abalanzaron directamente hacia el humano, los otros iban a por Asher, seguramente por la sed de venganza que recaía sobre la figura de este, ya que Alward era a los ojos de aquellas criaturas un simple desconocido que tenía la mala suerte de estar junto al hombre bestia en el momento equivocado.
Uno de ellos iba directo hacia una posición de más altura en el cuerpo del espadachín, mientras que otro iba a por el perfil bajo, para mantener a este bajo control y sin posibilidad de poder reaccionar. Alward apuntaba ambos filos hacia cada uno respectivamente, no sabía si podría hacer frente al salvaje ataque de esas bestias.
Al del perfil alto le asestó un corte en el lomo, mientras que al otro lo apartó de una patada, ambos vinieron a la vez, por lo que tuvo que moverse con agilidad y entereza. Acto seguido, quiso darle una estocada con ambas espadas al del perfil bajo, pero este esquivó el ataque, y su compañero aprovechó para agarrarse a la espalda de Alward, suerte que tenía la armadura, ya que aquellos mordiscos podrían haber ocasionado un problema. Alward se lo quitó de encima, para entonces, el otro ya volvía a abalanzarse hacia el castaño. Pelear con animales tenía estas dificultades; su resistencia no bajaba tan fácilmente y atacaban sin cesar, era mucho más difícil.
Puso sus espadas en forma de equis para defenderse y activó la runa eléctrica que tenía engarzada a la diestra; la Espada de la Guardia. Por un momento, aquella defensa se convirtió en una barrera voltaica, el animal chocó contra esta y quedó electrocutado, fuera de combate, uno menos.
El otro lobo retrocedió un par de pasos mientras gruñía con un gesto agresivo. Alward volvió a tensar su pose y a estar alerta ante cualquier movimiento del animal, llegando así a fruncir un poco su ceño, intentando concentrarse. Antes estaba en clara desventaja, ahora solo tenía que hacer frente a tan solo un licántropo, por el momento. Esperaba que Asher no tuviese problemas para desenvolverse en combate, después de todo tenía a Syl, era bueno combatiendo y... se trataba de un Centinela, no podía morir allí.
-Vi a Oromë en Lunargenta-Dijo-Parecía... Consternada-Confesó-Ahora sé el por qué
Todo aquello de los objetos malditos le venía en mal momento, en un muy mal momento. Si le hubiese pillado meses atrás, sin lugar a dudas habría puesto a los suyos a trabajar para ayudar a que las catástrofes que desencadenaban no ocurriese, pero ahora no tenía a nadie a quien recurrir, más que al hombre al que iba a buscar a Ciudad Lagarto, y ni siquiera sabía con certeza si le ayudaría. Estaba solo, y sabía que ese viaje podría ser únicamente de ida.
-¿...Centinela?-Había oído hablar de ellos, era una historia bastante popular-¿Existen?-Abrió los ojos-¡¿Y tú eres uno?!-Alward no salía de su asombro y se cruzó de brazos, pensativo-¿Entonces lo de los Jinetes y todo el apocalipsis que traen consigo también es verdad? Cada vez me cuesta más diferenciar la fantasía de la realidad-Dijo-Creo que los Dioses son más verdaderos de lo que pensaba
Las siguientes palabras del cánido lo dejaron un poco descolocado, ¿Cómo sabía que Alward se enfrentaba a algo bastante superior a él mismo?
-...E-está bien-Dijo como primera e inesperada respuesta-Pero morir no entra en mis planes-Esbozó una sonrisa. En sus adentros, sabía que todas esas palabras de positivismo y ánimo estaban lejos de la realidad, y tenía muchas posibilidades de acabar su vida prematuramente en cualquier combate.
Asher no dijo nada más. Se levantó con cierta prisa, mientras que el humano lo miraba aún sentado y con expectación. El hombre bestia le hizo una señal al Sevna para que entrase en alerta, y este último rápidamente se puso también en pie, mirando hacia todos lados del bosque, pero solo escuchaba el sonido de los pájaros y otros pequeños animales, hasta que de pronto, callaron ellos también.
Alward siguió con la mirada a Asher mientras este se iba hacia el camino. Estaba en alerta, podía notarse la tensión en el ambiente. El humano decidió seguir con cautela al cánido. De pronto, las sospechas del hombre bestia se cumplieron y dos grandes lobos amenazantes más otros cuatro viniendo desde diferentes flancos se acercaron corriendo.
El Sevna desenvainó sus dos espadas mientras barría con la mirada a todas las amenazas. El humano se mantenía callado mientras los demás hablaban. Suponía que estaba ante licántropos.
Al acabar uno de los lobos su última frase, dio un aullido, en claro gesto hacia los demás para que se abalanzaran sobre el humano y el cánido. Fue entonces cuando Alward tensó del todo su pose y se preparó para la pelea inminente.
Dos de los lobos se abalanzaron directamente hacia el humano, los otros iban a por Asher, seguramente por la sed de venganza que recaía sobre la figura de este, ya que Alward era a los ojos de aquellas criaturas un simple desconocido que tenía la mala suerte de estar junto al hombre bestia en el momento equivocado.
Uno de ellos iba directo hacia una posición de más altura en el cuerpo del espadachín, mientras que otro iba a por el perfil bajo, para mantener a este bajo control y sin posibilidad de poder reaccionar. Alward apuntaba ambos filos hacia cada uno respectivamente, no sabía si podría hacer frente al salvaje ataque de esas bestias.
Al del perfil alto le asestó un corte en el lomo, mientras que al otro lo apartó de una patada, ambos vinieron a la vez, por lo que tuvo que moverse con agilidad y entereza. Acto seguido, quiso darle una estocada con ambas espadas al del perfil bajo, pero este esquivó el ataque, y su compañero aprovechó para agarrarse a la espalda de Alward, suerte que tenía la armadura, ya que aquellos mordiscos podrían haber ocasionado un problema. Alward se lo quitó de encima, para entonces, el otro ya volvía a abalanzarse hacia el castaño. Pelear con animales tenía estas dificultades; su resistencia no bajaba tan fácilmente y atacaban sin cesar, era mucho más difícil.
Puso sus espadas en forma de equis para defenderse y activó la runa eléctrica que tenía engarzada a la diestra; la Espada de la Guardia. Por un momento, aquella defensa se convirtió en una barrera voltaica, el animal chocó contra esta y quedó electrocutado, fuera de combate, uno menos.
El otro lobo retrocedió un par de pasos mientras gruñía con un gesto agresivo. Alward volvió a tensar su pose y a estar alerta ante cualquier movimiento del animal, llegando así a fruncir un poco su ceño, intentando concentrarse. Antes estaba en clara desventaja, ahora solo tenía que hacer frente a tan solo un licántropo, por el momento. Esperaba que Asher no tuviese problemas para desenvolverse en combate, después de todo tenía a Syl, era bueno combatiendo y... se trataba de un Centinela, no podía morir allí.
Última edición por Alward Sevna el Sáb Mayo 11, 2019 4:55 pm, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Me puse a la defensiva, esquivando la carga del primer lobo. El segundo fue interceptado por un virote que se hundió en su pierna. No sería letal, pero estaba probablemente envenenado. [1] Sabía como pensaba mi compañero. Si no estaba seguro de poder incapacitar de un disparo, como en casos como aquel, los dejaba quietos con el veneno y acertaba donde pudiese.
Aquello solo dejaba tres. Un número mucho más manejable. Quizás más aún por el hecho de que no estaban atacando a la vez. Intentaban embestirme sucesivamente, pero no al mismo tiempo. Cada dentellaba solo encontraba aire. Fruncí el ceño. Eso era raro. Estaban furiosos, desesperados incluso.
¿Por qué no lo daban todo?
No me llevó más de unos segundos darme cuenta de lo que estaba pasando. Gruñí. No les daría lo que querían. Hice desaparecer mi espada y cambié mi postura. Una vez más, uno de los lobos intentó derribarme. Se encontró con mi mano izquierda, protegida por el guantelete. Le tomé del hocico y le empujé de un manotazo, haciéndolo retroceder.
-No van a matar.- aseguré, lanzando una mirada rápida hacia el felino entre los árboles. Uno de los lobos aprovechó para lanzarse contra mi espalda, haciéndome tambalear. Gruñí y me lancé de espaldas contra el suelo, aplastando las piernas del licántropo. No lo suficiente como para romper algo, pero dolería. Me alejé con uno de mis Impulsos, [2] acabando a varios metros a lo largo del camino y dándome el tiempo necesario para levantarme.
No, no iban a matar. Sabían quien era, lo que podía hacer y lo que había hecho. Habían venido allí a morir.
Mientras los animales cargaban hacia mi, saqué el gancho que tenía enrollado a mi cintura. Lo tomé con mi mano derecha. Estaba seguro de que podía darles lo que querían. Con tan solo un movimiento, podía incinerar a uno o dos de los lobos, y degollar al otro con Eclipse. Probablemente era lo más sensato, también. No tenía el riesgo de ser herido y dejaba de perder el tiempo. Sería, incluso, piadoso. Dolería menos que enfrentarse a la realidad.
Pero yo no era alguien excesivamente cauto o piadoso. Y, sobre todo, odiaba que me utilizasen para lidiar con su debilidad.
Irritado, pateé el hocico de uno de los lobos antes de que pudiese morder en cualquier parte, y atravesé su lomo con la afilada punta del gancho. [3] Dejó escapar un gemido lastimero. Tuve que retroceder, pues sus compañeros seguían a la ofensiva, pero el arpón estaba fijo. Cogí la cadena con ambas manos y sacudí al animal, haciéndolo chocar con su congénere. Al menos uno estaba demasiado herido para continuar.
-Hice lo que pude.- dije, mirando fíjamente al único que quedaba ileso. -Habría sido mucho peor si no estuviese. Pero ni siquiera yo puedo controlar el fuego.- aseveré, mientras el otro can me rodeaba. Aquello no lo apaciguó. Dejó escapar un gruñido sordo. Su nariz seguía arrugada.
Había algo más que ira en sus ojos. Había tristeza. Y había...
Culpa.
No era a mi a quien culpaba de que sus hijas muriesen. De que atacaran Ulmer, y tantos hubiesen muerto. Se culpaba a sí mismo. No era simplemente un intento desesperado de una tomar venganza imposible. Sabía que había detenido a la Tármunil. Y que podría matarlo sin problemas. Por eso habían venido.
Vi entonces las cicatrices de su cuerpo, visibles entre el pelaje. Eran numerosas, y recientes. Peleas. Garras y dientes. Suspiré.
-Se acabó.- dije, bajando la guardia. -No voy a matarte. Ni a ti, ni a ninguno de vosotros.- gruñí.
-¿¡POR QUÉ!?- ladró, furioso. -¿¡Qué más te da si vivimos o no!? ¡No podemos seguir! ¡Te he visto mancharte de sangre! ¿¡Por qué no podías...!?- Un gemido. Y lágrimas. Lágrimas de frustración, de ira... y de tristeza. Bajó la cabeza, evitando mirarme.
Me acerqué a él. Le dediqué una mirada a Alward. También le habían atacado, aunque no había visto si los había ejecutado o no. No sabía que era lo mejor para ellos en ese momento. Todos estaban igual de desesperados. Todos habían perdido a alguien.
Por qué. Era una buena pregunta. ¿Porque me negaba a ser utilizado? ¿Porque podía elegir? No podía negarlo. La vida de un puñado de licántropos desesperados no me importaba demasiado. No pesaría sobre mi conciencia. Matarlos sería piedad, pero dejarlos vivos no era necesariamente una crueldad.
-Aún podéis vivir.- dije, acercándome al lobo más herido. Era aquel al que había enganchado. Seguía consciente, pero dolorido. Saqué el gancho de su lomo y comencé a vendarlo, [4] apoyando una rodilla sobre su cuello para que no intentase resistirse. -Aunque duela. Aunque parezca que no vale la pena. Da igual lo mucho que te convenzas. No lo has perdido todo.- dije, aún prestando atención a lo que hacía. Mi voz se hizo oír. Iba para toda la manada. -Seguís vivos. Aún podéis cambiar cosas, aunque sea para vosotros mismos.
Syl continuó observando desde su sitio, en completo silencio.
Sabía que no iba a darles un motivo por el que vivir. No podía cambiarles la vida con una charla motivadora o algo por el estilo. Ni siquiera un Centinela tenía esa clase de poder. Lo que había hecho era darles otra oportunidad. Un pequeño empujón. El resto dependía de ellos.
[1] Habilidad de Syl: Veneno paralizante
[2] Habilidad de Asher: Impulso
[3] Objeto Limitado: Arpón-gancho
[4] Objetos Limitados: Pasta curativa y vendas reforzadas
Aquello solo dejaba tres. Un número mucho más manejable. Quizás más aún por el hecho de que no estaban atacando a la vez. Intentaban embestirme sucesivamente, pero no al mismo tiempo. Cada dentellaba solo encontraba aire. Fruncí el ceño. Eso era raro. Estaban furiosos, desesperados incluso.
¿Por qué no lo daban todo?
No me llevó más de unos segundos darme cuenta de lo que estaba pasando. Gruñí. No les daría lo que querían. Hice desaparecer mi espada y cambié mi postura. Una vez más, uno de los lobos intentó derribarme. Se encontró con mi mano izquierda, protegida por el guantelete. Le tomé del hocico y le empujé de un manotazo, haciéndolo retroceder.
-No van a matar.- aseguré, lanzando una mirada rápida hacia el felino entre los árboles. Uno de los lobos aprovechó para lanzarse contra mi espalda, haciéndome tambalear. Gruñí y me lancé de espaldas contra el suelo, aplastando las piernas del licántropo. No lo suficiente como para romper algo, pero dolería. Me alejé con uno de mis Impulsos, [2] acabando a varios metros a lo largo del camino y dándome el tiempo necesario para levantarme.
No, no iban a matar. Sabían quien era, lo que podía hacer y lo que había hecho. Habían venido allí a morir.
Mientras los animales cargaban hacia mi, saqué el gancho que tenía enrollado a mi cintura. Lo tomé con mi mano derecha. Estaba seguro de que podía darles lo que querían. Con tan solo un movimiento, podía incinerar a uno o dos de los lobos, y degollar al otro con Eclipse. Probablemente era lo más sensato, también. No tenía el riesgo de ser herido y dejaba de perder el tiempo. Sería, incluso, piadoso. Dolería menos que enfrentarse a la realidad.
Pero yo no era alguien excesivamente cauto o piadoso. Y, sobre todo, odiaba que me utilizasen para lidiar con su debilidad.
Irritado, pateé el hocico de uno de los lobos antes de que pudiese morder en cualquier parte, y atravesé su lomo con la afilada punta del gancho. [3] Dejó escapar un gemido lastimero. Tuve que retroceder, pues sus compañeros seguían a la ofensiva, pero el arpón estaba fijo. Cogí la cadena con ambas manos y sacudí al animal, haciéndolo chocar con su congénere. Al menos uno estaba demasiado herido para continuar.
-Hice lo que pude.- dije, mirando fíjamente al único que quedaba ileso. -Habría sido mucho peor si no estuviese. Pero ni siquiera yo puedo controlar el fuego.- aseveré, mientras el otro can me rodeaba. Aquello no lo apaciguó. Dejó escapar un gruñido sordo. Su nariz seguía arrugada.
Había algo más que ira en sus ojos. Había tristeza. Y había...
Culpa.
No era a mi a quien culpaba de que sus hijas muriesen. De que atacaran Ulmer, y tantos hubiesen muerto. Se culpaba a sí mismo. No era simplemente un intento desesperado de una tomar venganza imposible. Sabía que había detenido a la Tármunil. Y que podría matarlo sin problemas. Por eso habían venido.
Vi entonces las cicatrices de su cuerpo, visibles entre el pelaje. Eran numerosas, y recientes. Peleas. Garras y dientes. Suspiré.
-Se acabó.- dije, bajando la guardia. -No voy a matarte. Ni a ti, ni a ninguno de vosotros.- gruñí.
-¿¡POR QUÉ!?- ladró, furioso. -¿¡Qué más te da si vivimos o no!? ¡No podemos seguir! ¡Te he visto mancharte de sangre! ¿¡Por qué no podías...!?- Un gemido. Y lágrimas. Lágrimas de frustración, de ira... y de tristeza. Bajó la cabeza, evitando mirarme.
Me acerqué a él. Le dediqué una mirada a Alward. También le habían atacado, aunque no había visto si los había ejecutado o no. No sabía que era lo mejor para ellos en ese momento. Todos estaban igual de desesperados. Todos habían perdido a alguien.
Por qué. Era una buena pregunta. ¿Porque me negaba a ser utilizado? ¿Porque podía elegir? No podía negarlo. La vida de un puñado de licántropos desesperados no me importaba demasiado. No pesaría sobre mi conciencia. Matarlos sería piedad, pero dejarlos vivos no era necesariamente una crueldad.
-Aún podéis vivir.- dije, acercándome al lobo más herido. Era aquel al que había enganchado. Seguía consciente, pero dolorido. Saqué el gancho de su lomo y comencé a vendarlo, [4] apoyando una rodilla sobre su cuello para que no intentase resistirse. -Aunque duela. Aunque parezca que no vale la pena. Da igual lo mucho que te convenzas. No lo has perdido todo.- dije, aún prestando atención a lo que hacía. Mi voz se hizo oír. Iba para toda la manada. -Seguís vivos. Aún podéis cambiar cosas, aunque sea para vosotros mismos.
Syl continuó observando desde su sitio, en completo silencio.
Sabía que no iba a darles un motivo por el que vivir. No podía cambiarles la vida con una charla motivadora o algo por el estilo. Ni siquiera un Centinela tenía esa clase de poder. Lo que había hecho era darles otra oportunidad. Un pequeño empujón. El resto dependía de ellos.
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[1] Habilidad de Syl: Veneno paralizante
[2] Habilidad de Asher: Impulso
[3] Objeto Limitado: Arpón-gancho
[4] Objetos Limitados: Pasta curativa y vendas reforzadas
Asher Daregan
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
De pronto, y para su sorpresa, la situación se calmó, más o menos. Asher había desistido en seguir peleando, y los lobos que aún quedaban en pie también, incluido el que Alward encaraba, el cual resignado apartó la vista del humano. El Sevna no comprendía nada, ¿Por qué montar todo ese espectáculo por nada?
El castaño se quedó mirando al cánido mientras este ayudaba a uno de los licántropos heridos.
Tras esa charla motivacional y animadora, los lobos, con cierta resignación en su actitud, optaron por cesar el combate. Comprendieron que era inútil seguir peleando para morir a manos de un Centinela. Sin más, se fueron del lugar dejando solos nuevamente al humano y al hombre bestia, además de a Syl, que seguramente seguiría escondido entre los árboles.
Alward envainó sus espadas y se acercó a Asher, con un gesto de duda en su rostro.
-...¿Por qué has hecho eso?-Preguntó-Con el mercader de antes no tuviste muchos miramientos, y sin embargo ahora sí-Se cruzó de brazos-No lo entiendo
Después de lo que le había visto hacer, no es como si tuviese a Asher como a un paladín de la justicia ni nada parecido. Era raro.
-¿Acaso te sientes débil de nuevo? ¿No quieres que te vean débil?
Acto seguido, el humano le dio un golpe amistoso al hombre bestia en el costado, ya que no llegaba del todo al hombro debido a la diferencia del altura entre ambos. A ese gesto le siguió una sonrisa amable.
-De todas formas, me alegro que no haya acabado en un derramamiento de sangre innecesario.
Tras un corto silencio, el Sevna miró de arriba a abajo al cánido, como si estuviese maquinando algo en su mente que estaba apunto de salir a la luz.
-Asher... Me gustaría preguntarte una cosa...-Adoptó un tono más serio-...No te da miedo, ahora que eres quien eres... ¿Morir?-Preguntó, directo-Ya sé que cualquiera de los dos ha vivido suficientes cosas como para haber muerto hace tiempo, pero... Siento que cada vez el peligro se vuelve más frecuente, y las cosas más difíciles... Y no sé si podré con todo...-Apartó la mirada breves segundos, preocupado-¿Cómo lo haces para mantenerte siempre firme?
No es como si Alward alguna vez se hubiese acobardado ante su deber o el miedo le hubiera consumido, pero ahora tenía una tarea importante entre manos del que no solo dependía su vida, sino la de su hermana, y su miedo a fallar era algo que le frecuentaba por la mente. Había fallado en su tierra natal, también había fallado en Ciudad Lagarto... En los momentos justos, no había estado a la altura, y era un milagro que siquiera siguiese con vida.
Tenía mucho que mejorar, y este viaje tenía toda la pinta de ser solo de ida, pero quedarse en casa podría pesar más en su conciencia que la propia muerte, por lo que tenía al menos que intentarlo una vez más; buscar a Erik Vacuum y vengarse por todo el dolor y sufrimiento que le ha causado a los suyos.
Por último, suspiró.
-Necesito volver a tomar la confianza que tenía antes...-Dijo como si fuese un pensamiento en voz alta.
El castaño se quedó mirando al cánido mientras este ayudaba a uno de los licántropos heridos.
Tras esa charla motivacional y animadora, los lobos, con cierta resignación en su actitud, optaron por cesar el combate. Comprendieron que era inútil seguir peleando para morir a manos de un Centinela. Sin más, se fueron del lugar dejando solos nuevamente al humano y al hombre bestia, además de a Syl, que seguramente seguiría escondido entre los árboles.
Alward envainó sus espadas y se acercó a Asher, con un gesto de duda en su rostro.
-...¿Por qué has hecho eso?-Preguntó-Con el mercader de antes no tuviste muchos miramientos, y sin embargo ahora sí-Se cruzó de brazos-No lo entiendo
Después de lo que le había visto hacer, no es como si tuviese a Asher como a un paladín de la justicia ni nada parecido. Era raro.
-¿Acaso te sientes débil de nuevo? ¿No quieres que te vean débil?
Acto seguido, el humano le dio un golpe amistoso al hombre bestia en el costado, ya que no llegaba del todo al hombro debido a la diferencia del altura entre ambos. A ese gesto le siguió una sonrisa amable.
-De todas formas, me alegro que no haya acabado en un derramamiento de sangre innecesario.
Tras un corto silencio, el Sevna miró de arriba a abajo al cánido, como si estuviese maquinando algo en su mente que estaba apunto de salir a la luz.
-Asher... Me gustaría preguntarte una cosa...-Adoptó un tono más serio-...No te da miedo, ahora que eres quien eres... ¿Morir?-Preguntó, directo-Ya sé que cualquiera de los dos ha vivido suficientes cosas como para haber muerto hace tiempo, pero... Siento que cada vez el peligro se vuelve más frecuente, y las cosas más difíciles... Y no sé si podré con todo...-Apartó la mirada breves segundos, preocupado-¿Cómo lo haces para mantenerte siempre firme?
No es como si Alward alguna vez se hubiese acobardado ante su deber o el miedo le hubiera consumido, pero ahora tenía una tarea importante entre manos del que no solo dependía su vida, sino la de su hermana, y su miedo a fallar era algo que le frecuentaba por la mente. Había fallado en su tierra natal, también había fallado en Ciudad Lagarto... En los momentos justos, no había estado a la altura, y era un milagro que siquiera siguiese con vida.
Tenía mucho que mejorar, y este viaje tenía toda la pinta de ser solo de ida, pero quedarse en casa podría pesar más en su conciencia que la propia muerte, por lo que tenía al menos que intentarlo una vez más; buscar a Erik Vacuum y vengarse por todo el dolor y sufrimiento que le ha causado a los suyos.
Por último, suspiró.
-Necesito volver a tomar la confianza que tenía antes...-Dijo como si fuese un pensamiento en voz alta.
Alward Sevna
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Me sorprendía la curiosidad que tenía. O más bien, que preguntase en voz alta. No le debía ninguna respuesta, pero me decidí por darla de todos modos.
-No tiene nada...- me interrumpí. Noté el calambre y apreté la mandíbula, tensando involuntariamente los dedos de la mano. -...que ver.- dije entre dientes. Odiaba que hubiese llegado tan pronto, otra vez. -Podría haberlos matado en segundos.
Incluso en ese estado, estaba lejos de ser inofensivo. Aguanté las "descargas" tan bien como pude. No era tan fuerte como la primera vez. Podía mantenerlo bajo control, sobre todo si me relajaba. Suspiré.
-Ja. No me mires a mi. Fue Syl, no yo.- dije, mirando al felino. Aunque había sido yo el primero en hablar, sabía que Syl había tenido la misma idea, antes que yo.
-Y miramientos para unos es hambre para otros.- intervino Syl. Se había dignado a hablar, al fin. Lo hizo con tono serio, sin siquiera mirar al humano. -Con lo que han ganado los bandidos, podrán seguir viviendo un tiempo. El mercader tenía más dinero, escondido. Suficiente para recuperarse.- explicó.
Podía estar de acuerdo o no, pero la lógica del felino tenía su base. Ganaban los bandidos, y ganábamos nosotros. Solo salía perdiendo una persona, y no era nada que le fuese a matar.
-Pero con lo de los lobos... Porque puedo. Porque odio a la gente que se rinde. Porque matarlos no servía de nada, y odio que me utilicen. Da igual el por qué.- dije, negando con la cabeza. -Ni siquiera era piedad. Habrían sufrido menos.-
La siguiente pregunta de Sevna me hizo reír. Miedo a morir... Había dejado eso atrás hace mucho tiempo.
-Si hubiese tenido miedo a morir, no me enfrentaría a los seres más poderosos de Aerandir.- repliqué. -Soy quien soy precisamente porque no lo tengo.- La única persona a la que no quería ver morir era Syl. El resto... Incluso si tenía amigos o gente cercana, podía llegar a aceptarlo. Todo el mundo estaba en peligro, después de todo. -Pero hay algo más, supongo.-
Me levanté y mostré mi mano derecha. Me alejé unos cuantos pasos. Aquello era definitivamente peligroso, pero la sensación de no tener mi alma en su sitio hacía que valiese la pena usarlo. Invoqué a Eclipse en mi zurda, y con un rápido movimiento, realicé un corte en la palma de mi mano. La extendí, mostrando la sangre mientras esta empezaba a caer al suelo. Y entonces, murmuré una palabra. El amuleto de mi cuello brilló con un tono azul.
Durante un instante, desaparecí de Aerandir. Desde mi punto de vista, todo se había parado, salvo un torrente de éter que me rodeaba como una esfera durante unos momentos. Finalmente, la esfera se expandió, liberando una gran cantidad de magia a mi alrededor.[1]
El suelo estaba cubierto de escarcha y cristales de hielo, mucho más fríos que los picos más altos de Dundarak. Todas las plantas en un radio de tres metros acabaron completamente congeladas. Y en el centro estaba yo. Mi alma se había estabilizado. Mostré mi mano derecha, completamente sana. No quedaba ni un rastro de la herida. Ni la más mínima cicatriz.
-Uno de mis mejores trucos. Da igual lo que me lancen. No puedo morir.- aseguré. No era del todo cierto, por supuesto. Tenía límites, como cualquier otra cosa. Sobre todo, el tiempo entre usos. Pero vender la idea de que era esencialmente inmortal no venía mal. Quizás si se extendía la palabra, dejarían de intentar atacarme. -Nada de lo que he conseguido ha sido gratis. Lo he hecho yo, desde cero. Todo lo que puedo hacer... he sudado y sangrado para conseguirlo.- expliqué. -Por eso lo conozco tan bien. Se mis límites y hasta donde puedo llegar.-
Aquello se reducía a "conócete a ti mismo", supuse. Por supuesto, conocer a tu enemigo solía ser igual de eficaz, pero era mucho más difícil. Era posible jugar con ello, después de todo. En parte, era el motivo de que fuese tan peligroso como era. Pocos se esperaban magia de ese calibre viniendo de un hombre bestia.
_______________________________________
[1] Habilidad: Criogénesis
Asher Daregan
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Se cruzó de brazos ante la explicación de Asher, que fue seguida ante la repentina aparición de Syl, justificando por supuesto sus acciones. En cierto modo, viéndolo desde una perspectiva ajena, era cierto. Pero el Sevna no compartía dicho punto de vista.
-De todas formas, no es justo. Ese mercader quizás se ganó eso con trabajo, y quitárselo así no está justificado-Suspiró-Ese es el problema de este mundo, hace falta una justicia verdadera y universal para todos.-Concluyó
Ante la explicación de los lobos, ahí sí estaba de acuerdo. Llegó incluso a esbozar una sonrisa.
-Ahí sí lo hiciste bien, Asher-Dijo-Eres un Centinela. Debes de comportarte como un ejemplo para el resto de mortales, ¿No crees? ¿No ves eso como parte de tu deber? ¿O simplemente te da igual todo y vas a lo tuyo, sin ni siquiera preocuparte por los demás?-Miró por un momento a Syl, luego volvió a centrar su atención en el cánido-Y no estás solo, eso es una ventaja.
Alward prestó mucha atención a cómo Asher se enfrentaba a su miedo, la respuesta era que no tenía, o que simplemente los trataba de evitar. ¿Era eso realmente recomendable? Siempre se escucha que uno es más fuerte cuando se enfrenta a sus miedos. Da igual si caes derrotado, lo importante es siempre levantarse, como en la vida misma.
Ante la siguiente demostración de las habilidades del Centinela, Alward quedó realmente impresionado. Aunque no se tragaba aquello de que era "inmortal"; ya que todo el mundo tiene un punto débil, incluso los mismos dioses. Pero lo que no podía negar es que el cánido era realmente poderoso, toda una suerte que el propio Sevna hubiera salido con vida en Ciudad Lagarto.
-Trabajar en ti mismo es lo más importante en esta vida, tanto dentro como fuera de la guerra.-Dijo, mientras mostraba una fútil sonrisa-Quizás algún día puedas enseñarme a ser tan duro como tú-Bromeó con cierta parte de sinceridad en sus palabras-...Si no intentas matarme la próxima vez que nos veamos-Mentuvo su tono bromista-Toda esta demostración de poder me hace pensar que debes de ponerte una responsabilidad sobre tus hombros, y actuar de acuerdo a tu posición. Eres un Centinela. Quizás seas un héroe para muchos, y deberías de darles ejemplo, vuelvo a insistir.-Miró el cielo. Ya se había hecho tarde, y debería de encontrar algún lugar donde dormir pronto. Su camino hacia Ciudad Lagarto iba a ser largo, y era mejor llegar a esa ciudad con predisposición a luchar-...Creo que debería de irme-Soltó
-De todas formas, no es justo. Ese mercader quizás se ganó eso con trabajo, y quitárselo así no está justificado-Suspiró-Ese es el problema de este mundo, hace falta una justicia verdadera y universal para todos.-Concluyó
Ante la explicación de los lobos, ahí sí estaba de acuerdo. Llegó incluso a esbozar una sonrisa.
-Ahí sí lo hiciste bien, Asher-Dijo-Eres un Centinela. Debes de comportarte como un ejemplo para el resto de mortales, ¿No crees? ¿No ves eso como parte de tu deber? ¿O simplemente te da igual todo y vas a lo tuyo, sin ni siquiera preocuparte por los demás?-Miró por un momento a Syl, luego volvió a centrar su atención en el cánido-Y no estás solo, eso es una ventaja.
Alward prestó mucha atención a cómo Asher se enfrentaba a su miedo, la respuesta era que no tenía, o que simplemente los trataba de evitar. ¿Era eso realmente recomendable? Siempre se escucha que uno es más fuerte cuando se enfrenta a sus miedos. Da igual si caes derrotado, lo importante es siempre levantarse, como en la vida misma.
Ante la siguiente demostración de las habilidades del Centinela, Alward quedó realmente impresionado. Aunque no se tragaba aquello de que era "inmortal"; ya que todo el mundo tiene un punto débil, incluso los mismos dioses. Pero lo que no podía negar es que el cánido era realmente poderoso, toda una suerte que el propio Sevna hubiera salido con vida en Ciudad Lagarto.
-Trabajar en ti mismo es lo más importante en esta vida, tanto dentro como fuera de la guerra.-Dijo, mientras mostraba una fútil sonrisa-Quizás algún día puedas enseñarme a ser tan duro como tú-Bromeó con cierta parte de sinceridad en sus palabras-...Si no intentas matarme la próxima vez que nos veamos-Mentuvo su tono bromista-Toda esta demostración de poder me hace pensar que debes de ponerte una responsabilidad sobre tus hombros, y actuar de acuerdo a tu posición. Eres un Centinela. Quizás seas un héroe para muchos, y deberías de darles ejemplo, vuelvo a insistir.-Miró el cielo. Ya se había hecho tarde, y debería de encontrar algún lugar donde dormir pronto. Su camino hacia Ciudad Lagarto iba a ser largo, y era mejor llegar a esa ciudad con predisposición a luchar-...Creo que debería de irme-Soltó
Alward Sevna
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
-¿Ejemplo?- repetí, incrédulo. -¿Aún no lo has pillado?- ¿Como de inocente podía ser el chico? Había asumido que se habría dado cuenta llegado a ese punto. Syl y yo suspiramos al unisono.
-Espíritus, es peor que Eltrant.- dijo, negando con la cabeza. Sonreí.
-Me da lo mismo si crees que actúo bien o mal, Sevna. No significa nada para mi. El mercader, los lobos... me son indiferentes. No los volveré a ver. Podría haberlos matado, y habría sido lo mismo. No me va a quitar sueño.- expliqué. ¿Me había tomado por un héroe de cuentos para niños, o algo? -No le debo nada a nadie. No tengo intención de ser un ejemplo a seguir. Mi trabajo es proteger Aerandir, y nada más.- dije, entrecerrando los ojos. -Si hubiese querido matarte, lo habría hecho.-
Al menos tenía razón en algo: era momento de irse. No había más que hacer allí, y no tenía muchas ganas de explicarle al humano como funcionaba el mundo. No. Debía saberlo ya... Quizás se arraigase a esas creencias, por algún motivo.
-Los portadores de los 19 son una amenaza, Sevna. Si vuelves a ver a Oromë, deberías hacer que se libre del objeto.- dije. -Porque si la vuelvo a ver y aún lo tiene, la destriparé para conseguirlo.- No era una exageración. Sabía donde estaba.
Ahora que Bosne no tenía su objeto, nada me impedía ir contra todos los portadores enemigos. Si los eliminaba a todos, el Hekshold podría destruir los objetos con facilidad. Por supuesto, había cosas mayores de las que preocuparme. Era el único motivo por el que aún no había cargado contra todos los portadores que conocía.
Me levanté y me estiré perezosamente. No debía faltar demasiado. Probablemente no encontraríamos más problemas hasta llegar a la ciudad.
-Sólo soy Centinela porque nadie más estaba a la altura. Quizás me tome un descanso cuando los Jinetes desaparezcan. Hasta entonces... acabaré con todo lo que se oponga.- avisé, dejando clara la idea. No era lo que creía que era. Actuaba por instinto y voluntad, no por valores absurdos o una justicia imaginaria. -No intentes detenerme.-
Con eso, nos pusimos de camino. Aún había mucho que hacer. El tiempo pasaba rápido, y tenía que recuperarme antes de llegar a Sandorai.
-Espíritus, es peor que Eltrant.- dijo, negando con la cabeza. Sonreí.
-Me da lo mismo si crees que actúo bien o mal, Sevna. No significa nada para mi. El mercader, los lobos... me son indiferentes. No los volveré a ver. Podría haberlos matado, y habría sido lo mismo. No me va a quitar sueño.- expliqué. ¿Me había tomado por un héroe de cuentos para niños, o algo? -No le debo nada a nadie. No tengo intención de ser un ejemplo a seguir. Mi trabajo es proteger Aerandir, y nada más.- dije, entrecerrando los ojos. -Si hubiese querido matarte, lo habría hecho.-
Al menos tenía razón en algo: era momento de irse. No había más que hacer allí, y no tenía muchas ganas de explicarle al humano como funcionaba el mundo. No. Debía saberlo ya... Quizás se arraigase a esas creencias, por algún motivo.
-Los portadores de los 19 son una amenaza, Sevna. Si vuelves a ver a Oromë, deberías hacer que se libre del objeto.- dije. -Porque si la vuelvo a ver y aún lo tiene, la destriparé para conseguirlo.- No era una exageración. Sabía donde estaba.
Ahora que Bosne no tenía su objeto, nada me impedía ir contra todos los portadores enemigos. Si los eliminaba a todos, el Hekshold podría destruir los objetos con facilidad. Por supuesto, había cosas mayores de las que preocuparme. Era el único motivo por el que aún no había cargado contra todos los portadores que conocía.
Me levanté y me estiré perezosamente. No debía faltar demasiado. Probablemente no encontraríamos más problemas hasta llegar a la ciudad.
-Sólo soy Centinela porque nadie más estaba a la altura. Quizás me tome un descanso cuando los Jinetes desaparezcan. Hasta entonces... acabaré con todo lo que se oponga.- avisé, dejando clara la idea. No era lo que creía que era. Actuaba por instinto y voluntad, no por valores absurdos o una justicia imaginaria. -No intentes detenerme.-
Con eso, nos pusimos de camino. Aún había mucho que hacer. El tiempo pasaba rápido, y tenía que recuperarme antes de llegar a Sandorai.
Asher Daregan
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Re: Resonancia [Privado] [Cerrado]
Esa repentina reprimenda no recayó muy bien sobre el humano. Vio que por más que diera su punto de vista, no haría cambiar de opinión al Centinela. Una lástima, ya que no saber asumir la responsabilidad de tu puesto puede ser el peor de los errores que alguien cometa en su vida, por muy "casi inmortal" que sea.
El Sevna no dijo nada más sobre el tema, tan solo torció un poco el gesto y se mordió internamente la lengua.
-Esos objetos son una maldita maldición. Sin duda es mejor destruirlos.-Asintió. Al menos sí que estaban de acuerdo en algo, o tenían un objetivo común, aunque en realidad poco atañe al castaño el tema de los objetos malditos y la protección de Aerandir.
Son un silbido, Alward llamó a su montura, la cual acudió con paso lento hasta él. Asher también veía que era la hora de irse. Sin duda, había sido un encuentro peculiar, ya que lejos de acabar en desgracia pudieron llegar a un pequeño acuerdo o tregua de no agresión, cosa que agradecía. El humano estaba lejos de hacerle frente a un Centinela, y por el momento su preocupación no estaba en ese mundo, sino en otro mucho más personal y oscuro; debía de cobrar su venganza.
Tras montarse en Epons, Asher volvió a hablarle.
-Mientras nuestros caminos no se crucen y tengamos objetivos opuestos, no te daré problemas-Asintió-Cuídate, Asher. El mundo te necesita
Tras eso, sus caminos se separaron. Alward debía de llegar pronto a Ciudad Lagarto, y encontrar al Jefe cuanto antes. Estaba esperanzado en que él le ayudara, o al menos le diera información. Tras eso, partiría de inmediato en la búsqueda de su hermana. El tiempo apremiaba.
El Sevna no dijo nada más sobre el tema, tan solo torció un poco el gesto y se mordió internamente la lengua.
-Esos objetos son una maldita maldición. Sin duda es mejor destruirlos.-Asintió. Al menos sí que estaban de acuerdo en algo, o tenían un objetivo común, aunque en realidad poco atañe al castaño el tema de los objetos malditos y la protección de Aerandir.
Son un silbido, Alward llamó a su montura, la cual acudió con paso lento hasta él. Asher también veía que era la hora de irse. Sin duda, había sido un encuentro peculiar, ya que lejos de acabar en desgracia pudieron llegar a un pequeño acuerdo o tregua de no agresión, cosa que agradecía. El humano estaba lejos de hacerle frente a un Centinela, y por el momento su preocupación no estaba en ese mundo, sino en otro mucho más personal y oscuro; debía de cobrar su venganza.
Tras montarse en Epons, Asher volvió a hablarle.
-Mientras nuestros caminos no se crucen y tengamos objetivos opuestos, no te daré problemas-Asintió-Cuídate, Asher. El mundo te necesita
Tras eso, sus caminos se separaron. Alward debía de llegar pronto a Ciudad Lagarto, y encontrar al Jefe cuanto antes. Estaba esperanzado en que él le ayudara, o al menos le diera información. Tras eso, partiría de inmediato en la búsqueda de su hermana. El tiempo apremiaba.
Alward Sevna
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