[Mastereado] La elfa de SchrödinWyn [Jeannie Fawkes]

No había sido sencillo llegar hasta allí, la insistencia de Leónidas por guiarme por los caminos erróneos comenzaba a ser desesperante. Muchos dirían que seguir los caminos marcados por una ardilla, por muy inteligente que esta pareciese, es una auténtica insenstez. Pero... Al fin y al cabo, tampoco tenía nada mejor que hacer ni un sitio concreto en el que estar. Así que, en esta situación, lo mejor es agarrar bien tus cosas, llenarte de flechas y seguir a tu mejor amiga del mundo por los caminos que le apetezcan seguir. Que normalmente son los que tienen más bellotas... Maldita ardilla glotona...

Aunque no pasa mucho tiempo hasta que por fin podemos ver algo de vida.

- Oh, al final tenías razón, mi querida Leónidas, no esperaba que encontrásemos civilización. - La ardilla voladora se sube a mi hombro. - ¡Pero me has traído nada más y nada menos que a una fiesta!

Mis ojos se iluminan con ilusión. Doy algunos saltitos y vamos corriendo por uno de los caminos en dirección a la ciudad y al festival.

Nada más llegar al umbral de la ciudad un hombre vestido con ropas vistosas y de colores se nos acerca.

- Bienvenida, joven muchacha -Hace una reverencia leve y pícara. - Bienvenida al Festival de las Almas. Aquí encontrarás cosas maravillosas... Pero cuidado. Podrías encontrarte con los terrores más antiguos y con las mayores pesadillas del mundo. - Su cara se vuelve sombría. - Adéntrate en la ciudad y descúbrelo por ti misma.

- Oh, no se preocupe señor, somos muy fuertes, ¿verdad Leónidas? - Le choco la patita a la ardilla sobre mi hombro. - Podemos con cualquier terrorífico terror que nos aterrorice.

Sonrío a nuestro nuevo amigo y me adentro en la ciudad rápidamente. Cuanto antes entremos antes podremos encontrar los puestos de dulces. Se me hace la boca agua tan solo de pensarlo. Dicen que en el sur son más de bebidas dulces y alcoholes que de galletas y pastitas.

Incapaz de seguir los carteles debo fiarme de mi sentido del olfato para encontrar la zona de puestos de comida. ¡Hay tantas lucecitas! Adoro los festivales con luces y música. Son de lo más alegre. Gente danzando por todas partes, niños jugando y hombres bebiendo animadamente en todas las esquinas.

Llegamos a la plaza de la ciudad, donde hay una multitud bailando alrededor de una hoguera enorme. Parece que varias personas se van acercando para depositar objetos en la base de las llamas. Algún tipo de ofrenda quizás. No llevo nada encima que pueda ofrecer, así que decido unirme al baile. Mientras tanto Leónidas se va saltando, probablemente en busca de algún fruto seco que robar. No importa, siempre acaba encontrándome de nuevo. Tiene un sexto sentido para rastrear a su elfa.

"Odio las multitudes, ya lo sabes, y siempre te las arreglas para traerme a este tipo de sitios."

- Oh, vamos, no seas así, debemos divertirnos de vez en cuando. - Me contesto a mi misma mientras giro y tomo de las manos a una muchacha local entre sonrisas.

"Nunca sabes de dónde va a salir un puñal."

Suspiro profundamente. - Será solo por un par de horas, después saldremos de la ciudad y dormiremos de camino a la siguiente.

Tras bailar durante un buen rato es hora de salir del centro de la plaza. Comienzan a llegar ya los borrachos y babosos a intentar llevarse a la cama alguna chica desprevenida. Lo mejor será apartarse un poco para evitar cualquier altercado. Por una de las callejuelas se acerca gente disfrazada. Traen cabezas de carnero y cuervos. No tiene buena pinta. Recurro a la magia y subo de un salto a uno de los techos bajos de la casa más próxima. No sé cómo no se me ha ocurrido antes. Nunca nadie suele mirar hacia arriba cuando camina por la calle.

Salgo de la ciudad por el lado contrario al que llegamos. Eso es bueno, es justo a donde quería llegar. Lo cual no suele ocurrir demasiado a menudo, parece que mi suerte está mejorando. Primero una fiesta, y después encuentro la salida yo sola. Sonrío para mis adentros. Leónidas todavía no ha vuelto, seguro que ha encontrado un buen alijo de castañas. Había varios asadores en el lugar.

Bajo de los tejados de un salto hacia el empedrado de la calle. Un cuervo pasa volando en ese momento y casi se me clava en la cara.

- ¡Oye, ten más cuidado por dónde vuelas, las elfas también tenemos derecho a ocupar el espacio aéreo!

"Ahora resulta que hablamos también con los cuervos."

Cruzo un arco de piedra que lleva a un puente de madera. Han puesto calaveras con velitas para iluminarlo, una forma curiosa y un poco tenebrosa de dar ambiente para el festival. Tenía razón aquel hombre, hay cosas que sí dan un poco de miedo. El fondo del puente está demasiado oscuro y lúgubre. Comienzo a respirar un poco más acelerada y miro hacia los lados.

"Maldita sea, corre."

Algo me tapa la nariz y la boca. Siento una fuerte opresión en los brazos. Y, al final, el puente sombrío se desvanece en bruma y, lentamente... como una de las velas al terminarse la mecha... se apaga.

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off: Qué nervios! Espero haberlo hecho bien... Y tengo muchas muchas ganas de seguir. Muchas gracias por la oportunidad de estar en tu mundo en lugar de algo más leve :3 Ahora... Voluntad de los dioses según entiendo...

Queridos lectores:

¿Cuántos traseros he pateado por no seguir al pie de la letra las instrucciones? ¿Cómo olvidar aquel internado maldito, donde Huracán tuvo que enfrentarse niños caníbales por desobedecer?

Ojalá la sensatez fuese una cualidad inherente en las almas mortales, pues desperdiciar una runa de ese calibre debería ser considerado una pena capital.

Por supuesto, sin suicidas no habría historia, y sin historia no habría burlas; ese sería un destino aún más cruel que el hecho de que la elfita ignorase lo que se le dice.

Espero que estéis preparados para lo que está a punto de acontecer y os insto a no abandonar vuestros asientos, ya que el destino de nuestra heroína cambiaría drásticamente a partir de estos momentos.

¡Oh, si pudiese traeros un relato lleno de unicornios que vomitan arcoíris!

Más he aquí que mi humilde labor no es elaborar finales felices donde no los hay y esto quedará plasmado la próxima vez que Jeannie se encontrase en los dominios de una deidad.

¿Cuántas horas pasarían desde que su mente se nubló en aquel festival?

No lo sabría.

El frío piso y un cosquilleo en su mejilla bastarían para despertarle de lo que sea que Morfeo le plantease durante su sueño, aunque para su sorpresa ya no se encontraría en el mundo exterior.

La pequeña y desgastada celda de piedra tendría como residentes una calavera vieja, una rata y a una elfa. Bastante acogedor, ¿no lo creéis? Pero la exótica compañía no sería lo único que Jeannie disfrutaría, pues una voz retumbaría en el lugar, haciendo temblar los viejos barrotes que le mantenían cautiva.

- ¡Mi preciosa adquisición! -Exclamaría con una voz tétrica, aunque la elfa no vería a nadie-. Espero estés cómoda en tu nuevo hogar -rio macabramente-. Si deseas escapar, debes saber que he dejado un pequeño regalo dentro de ti; una mutación especial de la peste que acabó con gran parte de la población -haría una pequeña pausa-. He escondido la cura dentro de las infinitas piezas de este lugar. Si deseas salvarte tendrás que encontrarlas…si sobrevives para ello.

Las maniáticas carcajadas volverían a resonar, pero su captor no le dirigiría ni una sola palabra más.

Ahora la elfa tenía dos opciones: morir en esa celda o morir intentando salvarse.

Al menos la segunda parecía un poco más valerosa.

Las bisagras oxidadas que sujetaban los barrotes de la celda terminarían por caerse, permitiendo que la joven saliese de su cautiverio. Al menos por el momento.

El escenario siguiente sería todo, menos alentador.


Seguía encerrada, medio libre, pero encerrada al fin y al cabo.

Una interminable hilera de piezas y celdas se alzarían frente a ella, en medio de polvorientos y poco seguros pisos de piedra. Las paredes lucirían viejas y la iluminación sería proporcionada por algunas antorchas, mismas que arderían de forma tenue.

Todo en ese sitio expedía el aroma a peligro, pero no era momento para hacerse bolita y llorar como una niña, pues la enfermedad haría su primera aparición en el cuerpo de Jeannie con un mareo que conseguiría mandarla al suelo durante unos instantes.

El tiempo corría y con ella la vida de la pequeña Jeannie Fawkes.

¿Sería capaz de sobrevivir a los peligros a los que se había metido?

Seguid sintonizando Wyn News para más noticias sobre las almas suicidas de aerandir…

Me despierto un poco dolorida. ¿Qué ha ocurrido? Tengo todavía la mente un poco embotada, sigo tirada en el suelo de piedra de... Ay. Me incorporo lentamente. Espero un par de segudos a que la vista vuelva e enfocarse de nuevo. Me llevo las manos a la cabeza. Bueno, parece que esta vez no hay sangre. Es... Cuanto menos un alivio, lo que menos necesito ahora es que se me vuelva a desdoblar el alma.

- Ay... Ay, ay, ay... ¿Una celda? ¿De verdad? ¿Se puede saber qué has hecho esta vez?

"¿Yo? a mi no me culpes, esta vez no he sido yo, estoy tan sorprendida como tú."

Suelto un pequeño bufido y me levanto del suelo. En una de las esquinas de la celda hay una vieja calavera. Oh, con decoración del festival. Cuanta consideración...

- Oh, ¿quien eres tú?

En el otro rinconcito hay una pequeña ardilla de ciudad. Me acerco lentamente.

- Tú no estás aquí cautiva, puedes salir en cualquier momento entre los barrotes.

Me agacho y le doy unas caricias detrás de la oreja. Dulce animalito. Si tuviera mis galletas sin duda las compartiría con ella. Suelto el aire lentamente.

"¿Salimos de este vertedero o qué?"

Una voz tétrica retumba entre las piedras de la celda. Me acerco corriendo a los barrotes para intentar localizar el origen de la voz. Me lanzo con un poco de fuerza de más contra los hierros, o eso supongo, porque tras el salto, tanto los barrotes como yo comenzamos a deslizarnos lentamente hacia el suelo.

- Oh, no, no, no no nonono... - Caemos con un estruendo metálico.

"Bueno, salir... lo que se dice salir... hemos salido. Así que una mutación de una peste. No suena precisamente a un regalo. Busquemos la maldita cura y acabemos con la vida del ser demoníaco que nos ha metido en esto."

Sigo tendida sobre los barrotes. Me incorporo poco a poco. - Yo con la cura simplemente me conformo... -No termino de levantarme cuando un mareo me hace caer de nuevo, dándome con la cabeza contra uno de ellos. Tras una cantidad de tiempo que no sé identificar, intento levantarme de nuevo. Me paso una mano por el borde. Sangre. Ahora sí. Suspiro profundamente. Me acerco a una de las paredes más cercanas y me apoyo en ella unos segundos.

Se me aclara la vista por fin. Rodeada de piedras, barrotes, óxido y una enfermedad dentro que poco a poco me corroe la vida. Me pongo una mano en el pecho. Tengo la respiración acelerada. Sí, no es solo la enfermedad. Es miedo, ansiedad. Sola, siempre estoy sola. Esta vez ni siquiera tengo a Leónidas conmigo.

Voy avanzando poco a poco, paso a paso, sin fijarme en qué dirección.

No voy atenta al entorno, ni dónde piso. Los acontecimientos recientes de mi vida no han sido los mejores para sentirme querida ni acompañada. Nadie de los que me encuentro por el camino decide quedarse mucho tiempo. Tarde o temprano deciden irse o... me invitan a irme directamente. Me llevo la mano al pecho de nuevo y me siento en el suelo, apoyada en la pared. La ansiedad crece poco a poco. Hundiéndome lentamente en mis propios pensamientos.

Un pequeño titilar, una pequeña luz en la mirada, casi imperceptible, símbolo inequívoco del cambio. La elfa levanta la mirada, anteriormente fija en las piedras del suelo. Mirada decidida, renovada. Seca las lágrimas de los ojos y se levanta rápidamente.

Se mueve hacia el centro de la sala. Mira a su alrededor. Retrocede. Unas escaleras que suben. Avanza de nuevo. Esas de nuevo hacia abajo. Se fija en la forma del pasillo. Una cruz. Forma curiosa para un calabozo.

- Parece que está el tema entre subir o bajar. ¿Estamos en un sótano, subsótano o en algún piso superior? - La elfa se agacha en el suelo, acerca la oreja. Ni un solo sonido proveniente de abajo, ni corriente de aire, nada. Revisa el techo y las paredes. Ninguna entrada de luz. Nada que le indique su posición. - Tsk.

"La ardilla."

La pequeña vuelve corriendo a la celda, atrapa a la rata y la lanza al medio de la sala. Agarra una piedra del suelo y se la lanza a la cabeza, no muy fuerte, no pretende matarla. Tal como pensaba, el animal huye a toda prisa. Tomando la salida sur.

- Escaleras abajo será, entonces.

No pierde el tiempo y sale corriendo detrás del roedor.

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Off: Jolines, siempre la termino liando... (Al menos ahora ya sé dónde está el buscador del foro ) Bueno, ahora que ya la he liado, ya podemos relajarnos y disfrutar :3 Gracias por todo Wyn, me está encantando. ¡¡Qué emoción!! <3 <3

He conocido muchos métodos de toma de decisiones en mis siglos como Diosa, pero he de admitir que ninguno con semejante practicidad.

Jamás he sido partidaria del maltrato animal, así que ese acto tan atroz en contra de una indefensa rata sería castigado a posteriori, especialmente por lo que la elfa estaba a punto de hacer.

No sé quién le dijo que podría ir para abajo, considerando que no había un ‘‘abajo’’ como tal y lo descubriría al ver que el lugar por donde se había colado la rata no era más que un pequeño y dudoso agujero.

Mientras la joven elfa veía con decepción que su plan no había dado frutos. ¿Quién podría culparla por ir en contra de las leyes de la ambientación?

Exacto: una deidad a la que no le gusta que le cambien sus escenarios.

Las paredes alrededor de Jeannie comenzarían a temblar, derrumbándose sin piedad alguna y ocasionándole uno que otro magullón en el brazo y pierna derechos, así como unos cuantos rasguños en su bonito abdomen de avispa.

¡Qué bueno que sólo fue ese pequeño pedacito! ¿Qué sería de ella si todo el calabozo se hubiese derrumbado? Seguramente ya estaría saludando a sus ancestros.

Con un brazo inútil y una pierna coja, la valiente elfita se adentraría en la primera cámara que yacía a su izquierda, siendo recibida por un misterioso ataque que casi le asesta en el hombro, seguido por una seductora voz femenina.

-La fortuna nos sonríe a los necios… -se relamió los labios, observando a la elfa con lascivia-. Esto me va a gustar -bajó sus manos un momento, acercándose a la hermosa jovencita que había tenido la desdicha de cruzar en su portal y del cual, posiblemente, no conseguiría salir-. Llegaste al lugar equivocado, niña -le atrajo hacia sí con un fuerte movimiento, aprovechando para deslizar la mano que tenía sobre su cintura hacia el trasero de la contraria-. Casi parece una pena tener que matarte -la besó con fiereza, paseando sus manos por el delicado cuerpo de Jeannie, aprovechando para profanar con sus dedos esa ‘‘delicada zona’’ durante unos instantes-. ¿Y bien, tesoro? ¿Ya decidiste con qué jugarás? -separó sus labios de los femeninos, sin dejar de acariciar el bajo vientre de su oponente, buscando derretirla con el placer de sus dedos-. No tenemos todo el día -ronroneó, separándose de ella finalmente- y si pierdes, mi recompensa no será únicamente tu cuerpo -sonrió-. También tomaré tu vida.

A su izquierda, Jeannie podría ver cuatro frascos de distintas formas y colores, depositados en un pequeño taburete de madera. Tendría que decidir pronto cuál de ellos tomaría, pues la pelirroja ya había materializado un par de bolas de fuego en sus manos, lanzándolas justo hacia donde la elfa se hallaba; una de ellas, incluso, había conseguido quemarle el muslo.

Los frascos contenían un hechizo elemental que permitiría a quien lo ingiriese, obtener algunas habilidades del elemento en cuestión. Por supuesto, la selección era azarosa y el tiempo no era el mejor aliado de una jovencita ingenua, así que tendría que apresurarse y contraatacar o, por el contrario, convencer a su atacante de otras maneras…

La decisión sería suya, el único problema es que ya no podría regresar por donde había llegado, pues la puerta ahora se encontraba sellada.

¿Su cuerpo o su vida?

¿Lograría salir de ahí con ambas intactas?