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Mensaje  Helyare Jue 08 Feb 2018, 05:44

Ya no había vuelta atrás. Llevaba varios días en un barco en dirección al Norte. Desde el momento en que había zarpado, había notado cómo le arrancaban el corazón a trozos y parte de ella se quedaba en el Sur. Ya no podría hacer más, había huido. Se había alejado de todo lo que había formado su vida.

Había llegado a Baslodia, donde se tendría que reunir con la dragona. Pero apenas habían hablado. Ese ajetreo de gente en el puerto subiendo y bajando de los barcos, había sido demasiado saturador para la elfa.

Se había planteado seriamente el no montar en el barco pero… al final lo había hecho. Incluso había llegado a arrepentirse de subir, pero ya era demasiado tarde para volver atrás. El ver cómo el galeón se alejaba de la tierra era un mazazo muy fuerte para ella. Ni siquiera quiso hablar con Ingela. La vio el primer día, le saludó y se fue a buscar el camarote que le correspondía. Apenas le había dicho “al final he venido” a su amiga antes de desaparecer. Y así pasó los días, sentada en la cama y con la puerta completamente cerrada. No quería ver ni hablar con nadie, ni siquiera con a su amiga. Salvo alguna que otra vez que se encontraban, y era porque la dragona iba a ver qué tal se encontraba su amiga, le traía comida… Se preocupaba por ella.
Nillë, también salía con Ingela casi todos los días, tratando de darle espacio a su compañera, a quien veía consumirse día tras día. Se preocupaba, pero un hada tan pequeña poco podía hacer, salvo acompañar a la joven del norte y a la elfa cuando estaba sola.

Y ahí, en el camarote, pasaba los días. A veces entendía por qué se había tenido que ir, otras veces no. Sus emociones eran un revoltijo incapaz de ser controlado. Algunas noches, salía a cubierta y se quedaba apoyada en el barandal, mirando el oscuro y tranquilo mar. Parecía no tener fin. En ocasiones, soñaba que flotaba en medio del océano, sin moverse. Simplemente se dejaba mecer por el tenue oleaje. Eso cuando no se despertaba de golpe, soñando con que habían descubierto la mentira que había armado Ingela para intentar salvarla, y que iban a ajusticiar a Aran. Esas y otras pesadillas hacían que acabase encogida en un rincón de la cama, asustada. Ella estaba huyendo y había dejado a su amigo a su suerte, enfrentándose al resto de su clan. ¿Y si le pasaba algo?

Una de esas noches se despertó de golpe, presa del miedo. Necesitaba a la dragona. Sabía dónde estaba, a pesar de apenas haber hablado con ella. Necesitaba estar sola, pero ahora no. Ahora quería a su amiga cerca. Sentía que el camarote se hacía cada vez más pequeño, le faltaba el aire. No sabía exactamente si era de día o de noche, su camarote siempre estaba a oscuras. Corrió por el pasillo, apoyándose en las estrechas paredes de madera del barco. Se tambaleaba con el bamboleo de las olas, pero quería avanzar. No era capaz de calmarse. Tenía miedo por lo que pudiera pasarle a Aran en su ausencia. Estaba ayudando a una traidora. Todos los días pensaba en eso, si a quien querían era a ella, ¿por qué estaba huyendo? Su corazón parecía salírsele del pecho, le faltaba el aire. Tenía que ver a la dragona ya. La necesitaba.

Empujó a unos cuantos pasajeros en su camino, pero poco le importó. En cuanto llegó al camarote donde se supone que estaba alojada su amiga llamó, al principio tímidamente. Luego golpeó un par de veces más fuerte. Esperaba que abriese ella.
De hecho, se había olvidado completamente que Ingela estaba acompañada de un hombre bestia. No se acordaba para nada. Tal vez se lo hubiera dicho, o tal vez no. Durante esos días solo la había visto a ella. Y tampoco es que tuviera ganas de ver a nadie más, y menos a un ser antinatural como eran los de esa raza, que eran experimentos fallidos de humanos. Nerviosa como estaba, el tiempo que tardó la dragona, se le hizo eterno.

¿Ingela? –Era la primera vez que ella salía de su camarote. Su voz parecía temblarle, aunque lo intentaba disimular. Mas con su amiga ya no hacía falta tratar de parecer otra cosa. – ¿puedo quedarme hoy contigo?

Ella creía que estaría sola, o con Nillë. Pero no acompañada de alguien más. Miró para todos lados, viendo como el pasillo también se estrechaba desde el final hasta donde estaba ella. No pasaban los segundos hasta que se abriese la puerta.


Última edición por Helyare el Vie 19 Oct 2018, 01:44, editado 1 vez
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Mensaje  Ingela Miér 21 Feb 2018, 08:49

Golpes en la puerta del camarote despertó a Fëanor. Estaba entrada la noche y hacía rato había logrado conciliar el sueño, acompañado de Thunderbolt y Nillë; el hada y el dragoncito habían hecho buenas migas y estaban inseparables, jugaban todo el día y dormían juntos hechos un ovillo, aprovechando la tibia naturaleza del cuerpo del pequeño dragón. Thunderbolt encendió con una chispa la vela y el camarote se iluminó. El joven elfo caminó pesadamente hacia la puerta, fregándose los ojos con los dorsos de las manos.

Abrió y se encontró de frente con una elfa. La miró unos instantes, notando que temblaba. ¿Sería de frío? No sabría decirlo, seguía bastante adormilado como para pensar y ser acertivo -¿Helyare?- atinó a preguntar. Nillë salió volando, también medio dormida, y se abrazó a la elfa -...chiri... chiri...- saludó contenta, con voz de dormida. Thunderbolt se había acomodado en la cabeza del pequeño elfo y dormía roncando. 

Fëanor observó a la mujer, delgada, pálida, cabello rojizo, una de sus orejas cortadas... sí, era la amiga de Inge, la elfa que tanto cuidaba. La vio una sola vez, al abordar el barco, pero iba encapuchada y no logró verle el rostro, apenas el perfil de su nariz. -Ven... pasa... Ingela, pues... no está- soltó despreocupado. Algo hizo que Nillë se despabilara, eso fue lo que llamó la atención de Fëanor, quien cayó en cuenta de lo que había dicho. -¡Oh! ¡No! ¡No está con Zatch!- exclamó, agitando las manos en el aire en negación.

Se mordió el labio inferior y se rascó la nuca -Vaya... creo que no te lo ha contado... sí, será mejor que entres, es una larga historia la que te tengo que contar- le dijo con suavidad, tomando una de sus manos para guiarla dentro del camarote. Nillë hizo lo mismo, tomando la otra mano de la elfa y jalándola dentro con todo el cuidado. 

Al entrar, Fëanor se sentó en el catre e indicó a la elfa que hiciera lo mismo -Verás... Inge está en el agua, en el mar- comenzó a contar -Hace tiempo que recibió una maldición. Pensamos que la habíamos curado pero... la primera noche en el barco supimos que solamente la habíamos logrado detener. Desde que estamos navegando, todas las noches se transforma en sirena y tiene que meterse al mar- explicó -Lo malo... es que cada vez se transforma más temprano y regresa a su estado normal más tarde, cada día luce más como sirena... temo que si no lo detenemos pronto, se convertirá por completo...- confesó, mirando al suelo. Después de aquello, solo se escuchó el sonido de las olas contra el casco del barco. 

*****

McEwan entró al comedor pensativo. Allí estaban Dorcel y Amron comiendo su ración antes de comenzar su turno. -¿Qué tienes en mente?- preguntó Amron con la boca llena -Tienes cara de estar pensando, eso es preocupante- bromeó, escupiendo algo de comida pues no terminaba de masticar. -...¿sabían que una de las pasajeros es sirena?- preguntó a sus compañeros. Los marineros se miraron uno al otro, extrañados. -No- respondió Dorcel. Amron negaba con la cabeza.

Luego de mirarse en silencio, los ojos de los tres marineros se iluminaron -Las escamas de sirena son caras en el mercado negro- comentó McEwan -¿Se imaginan vender la sirena completa?- finalizó, hablando en voz baja para sus compañeros. De inmediato, la avaricia llenó la cabeza de los tres hombres. -Pues... serían tantos aeros como para comprar un barco propio- añadió Dorcel, tragando por fin el bocado de comida.
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Mensaje  Zatch Miér 21 Feb 2018, 09:54


El horizonte era del color de la obsidiana y titilantes estrellas adornaban en el cielo, reflejándose en el vasto mar. Los ojos ambarinos del zorro recorrían el oleaje con somnoliento hastío, buscando el rumor de la silueta femenina que emergía ocasionalmente por sobre las gélidas aguas. Estaba harto del mar, que parecía ser un compañero recurrente desde su mismísima estadía en prisión, en cuya celda era el único paisaje que pudo observar durante meses. Necesitaba urgentemente llegar a tierra firme y quedarse allí durante mucho tiempo.

Los párpados le pesaban y el viento traspasaba sin tregua tanto su capa como su grueso pelaje. Aunque se había acostumbrado al incómodo vaivén del barco, jamás lograría adaptarse al frío, que era cada vez más inmisericorde a medida que se acercaban al norte. Pestañeó con cierta dificultad y bostezó, abriendo las fauces tanto como podía antes de dejarse caer hacia adelante en un cabeceo involuntario. El ya de por sí negro paisaje se tornó más oscuro cuando sus párpados se cerraron. Tras minutos que parecieron horas, lo despertó el helado metal del balaustre contra su mejilla. Atolondrado, alzó la mirada al cielo y calculó, por la posición de las estrellas, que ya era muy entrada la noche.

Miró una vez más a las aguas antes de levantarse y murmurar un Nos vemos mañana, pese a que sabía que no sería oído por la sirena. Ese era el ritual de todas las noches; se quedaba haciéndole compañía todo el tiempo que aguantara, cuidándola desde las alturas del navío hasta que el cansancio y el dolor de espalda lo obligaban a marcharse arrastrando las patas hasta la habitación.

Ceñudo y deseando la comodidad de su catre, recorrió los pasillos en búsqueda de la puerta que le correspondía... tanto a él como a la pandilla de inadaptados que la rubia insistía en llevar con ella a todas partes. Aunque de alguna manera había conseguido llevarse bien con el irritante niño elfo -si “bien” significa contenerse de lanzarlo por la borda- seguía odiando profundamente tener que compartir habitación con él. Zatch, acostumbrado a la soledad, necesitaba más que nadie tener su maldita privacidad. Para empeorar la situación, entre la maldición de Ingela y la presencia del mocoso, sentía que no habían tenido más que escasos momentos de intimidad entre ellos; ya fuese el crío, la lagartija alada o el hada, siempre había alguien que estaba allí para romper el ambiente. Tanto la había extrañado y aún no conseguía pasar tiempo con ella... que comenzaba a ser desesperante.

Y no podía olvidar la nueva incorporación al grupo: Una elfa depresiva que Ingela insistía en cuidar con más mimo que a él. No es que estuviera celoso, ¡claro que no! Sólo que jamás entendería la necesidad de la dragona por dar cobijo a todo ser desvalido que se cruzaba en su camino. Para él, las almas en pena como aquella mujer no merecían el esfuerzo; nada de lo que uno hiciera parecía ser suficiente para ellas. Y, a fin de cuentas, quien no puede encontrar la fuerza por sí solo, tarde o temprano terminará enfrentándose a su merecida perdición. Así era y siempre sería la selección natural que balanceaba al mundo.

Dejó de cavilar cuando su mirada, ya media velada por los párpados, dio con la puerta del camarote indicado. Sin intentar ser silencioso, la abrió y caminó pesadamente hacia el interior. Sin embargo no se encontró al elfo durmiendo, sino que éste estaba despierto y acompañado por la repelente mujer... sentados en el catre que le correspondía a él. Parecían estar conversando.

Zatch no era tonto; pudo percibir perfectamente que a la orejona le ocurría algo. Pero tampoco era empático ni amable, por lo cual sencillamente se limitó a señalar con voz áspera y tosca:

-Están sentados en mi catre. Apártense.
-Y entonces, dirigiendo una mirada de desprecio a la mujer, gruñó- Ingela no está aquí, si es a quien buscas. La encontrarás en el mar. ¿Por qué no vas y te tiras con ella, así me dejan dormir de una vez?
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Mensaje  Helyare Jue 22 Feb 2018, 17:52

Moralidad del hada:


Quien abrió la puerta no fue la dragona, sino el elfito que la acompañaba. No le caía excesivamente mal. De hecho, de toda la tropa que iba con Ingela, era quien mejor le caía. El otro dragoncito le era más bien indiferente. Nillë, depende del día. Era su compañera, la seguía a todas partes y, había que reconocerlo, era un amor de hadita. Pero a veces tenía el día cruzado y si no le parecía bien lo que Helyare hacía tenía una forma de demostrarlo bastante dolorosa. Pero, durante los días de viaje, se había ido con Ingela y su séquito, con ellos se divertía. Además, sabía que su compañera quería estar sola. ¡Y vaya si lo había estado! Salvo alguna vez que la dragona iba a verla a su camarote, ella no salía de allí para nada, no se relacionaba con nadie. Seguía dándole vueltas a todo su mundo.

Fëanor, el elfillo, le dijo que su amiga no estaba, pero que podía pasar. Aunque intentó disimular por haber dejado escapar que podía estar con Zatch. Ese odioso zorro que acompañaba a la joven. ¡A ese sí que le tenía cruzado! Era un ser antinatural, como el resto de hombres bestia. ¿Quién sería el degenerado que se dedicaba a crear bestias mitad animales mitad humanos? Era una aberración contra natura. Y, para más inri, era un delincuente antipático. Lo tenía todo… ¿Qué le veía Ingela a ese ser? Rodó los ojos y resopló cuando se enteró que había ido a pasar la noche con él. Aunque, Fëanor, rápido se adelantó a confesar el paradero de la dragona… o de la sirena, mejor dicho.

Helyare se quedó boquiabierta cuando descubrió dónde estaba realmente su amiga: en el mar. O sea, dentro del mar. Se había transformado en sirena por una maldición. Al instante, la elfa quiso saberlo todo: ¿Cuándo ocurrió? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Quién fue? Y, lo que más la asustó, fue lo último. Según el elfo, cada vez pasaba más tiempo en ese estado, no conseguían detener la maldición. Helyare no sabía nada de eso. Posiblemente, porque apenas hablaba con Ingela desde que embarcaron. O si se lo había contado, no había prestado atención suficiente. Seguía ensimismada en su mundo y no tenía, siquiera, conciencia sobre el tiempo.

Quiso ir a buscarla. De hecho, no había salido siquiera a pasear por las noches a la cubierta. Tal vez la hubiese visto.

En ese momento, la puerta se abrió y todos miraron a ver quién era. Por desgracia, era Zatch. A Helyare le cambió la cara y le dirigió una mirada bastante dura. En cuanto el zorro abrió la boca le dieron ganas de lanzarle la daga y clavársela en la lengua. Pero no podía, no había traído el arma. Encima, borde. La elfa se levantó con aire desafiante –los animales duermen en el suelo –respondió de forma seca cuando el hombre bestia reclamó su catre. Pero no quedó ahí la cosa, no iba a callarse ante las palabras del muchacho – ¿y por qué no te tiras tú y pruebas a ahogarte? –respondió de mala gana frente a la atónita mirada de los tres que estaban ahí. El pequeño dragón se había despertado cuando el zorro había entrado en el cuarto, y ahora miraba ojiplático la escena. Nillë, al escuchar las palabras del muchacho, empezó a emitir un brillo azul intenso, y su mirada se volvió desafiante. Muchos ya habían descubierto lo que sucedía si el pequeño ser se enfadaba. La última, Huracán. Pero a este sí que no iba a tratar de curarle las heridas si Nillë le hacía algo. Le caía muy, muy mal. Aparte de su raza y la antipatía del chico, tenía la atención de Ingela, que antes era en totalidad para ella. Y eso le gustaba bastante poco.

Me marcho a ver a mi amiga –remarcó esas dos últimas palabras –aquí empieza a oler mal –iba por Zatch, por supuesto.
Chicos… –Fëanor intentó apaciguar un poco el ambiente. Pasó la vista por ambos y se fijó en el zorro –nos quitaremos de tu catre –tanto él como el pequeño dragón se movieron de sitio. Nillë revoloteaba cerca de la elfa, quien empezó a avanzar hacia la puerta, esquivando muy deliberadamente a Zatch, pero sin quitar su gesto de asco.
Cuidado con las garrapatas –les advirtió a los dos niños y salió del camarote dando zancadas. Seguía teniendo miedo, el pasillo seguía encogiéndose a su paso, pero lo disimulaba muy bien. El orgullo era bastante mayor y quería quedar por encima de ese bicho.

Salió a la cubierta y estaba todo oscuro. El suelo estaba helado, los dedos de sus pies se encogían a cada paso que daba. ¡Qué frío! Se colocó mejor la capa que cubría su camisón y continuó caminando, en busca de su amiga. ¡Cómo se notaba que iban al norte! La noche estaba helada. Si bien no había hielo aun, la noche estaba más fría que en Sandorai. El mar era totalmente negro. Sólo lo había visto así cuando pasaba las noches en la playa de los Ancestros. Pero estar completamente rodeada de esa masa negra daba vértigo. Ni un atisbo de tierra, ni un peñón, nada. Sólo una masa negra infinita. Se apoyó en un barandal – ¿Ingela? –se asomó, esperando encontrar respuesta.
Fue al otro lado al no hallarla. Bien, le habían dicho que era sirena y estaba en el mar pero, ¿seguía al barco? Volvió a preguntar por ella en otro de los costados del barco – ¿estás ahí? –Nillë revoloteaba por todos lados, tratando de encontrarse con la dragona-sirena.
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Mensaje  Ingela Vie 23 Feb 2018, 02:10

La reacción de la elfa fue de completa sorpresa y asombro ante lo que Fëanor le contaba acerca de Ingela y su maldición. Quedó atónita, se le veía en la cara; los ojos parecían salírsele de las cuencas. Pero Fëanor había descubierto algo más, hurgando en los rincones de la biblioteca de Baslodia, que no era la magnífica de Beltrexus o la completísima de Lunargenta, pero tenía tomos interesantes de mitos, leyendas, maldiciones y pócimas.

Le iba a contar de su descubrimiento a Helyare cuando entró Zatch al camarote, tan gruñón y malgeniado como de costumbre. Ya no le caía tan mal, de hecho, le estaba agradecido por los cuidados que tenía con Ingela. Sin él, el pequeño elfo no habría podido con todo; la presencia de Zatch le permitía dedicar horas a la investigación y búsqueda de una solución para la maldición de Ingela. Cuando él leía y tomaba apuntes, Zatch estaba junto a la dragona, cuidando de llevarla al mar al anochecer, de sacarla al amanecer y no se despegaba de ella durante el día. ¿Cómo le iba a desagradar si era tan dedicado con su amiga? Lo único malo del zorro, era que se ponía cariñoso con ella, demasiado.

Aunque la verdad era que su dedicación con Ingela no le quitaba lo antipático que llegaba a ser. Pero lo más sorprendente fue la respuesta de Helyare. ¡Esa mujer también era de armas tomar! -Parece ser que comos los únicos amigos amables que Inge se ha encontrado, ¿no es cierto, Thunder?- comentó el elfo al dragoncito, quien asintió lentamente, mirando asombrado no solo a Helyare, sino a Nillë que se cubría de luz azul y volaba con cara de pocos amigos, dispuesta a atacar al zorro. -Chicos...- interrumpió antes de que las cosas se pasaran a rojo oscuro -Nos quitaremos de tu catre, Zatch, disculpa...- le dijo a su compañero, mirando como Helyare salía del camarote, indignada por la presencia del hombre bestia.

Al quedar solos, Fëanor se acercó a Zatch con una sonrisa en los labios -Creo que he encontrado una solución para Ingelita- le dijo, estirando hacia el zorro un libro abierto. -Mira, lee... ahí hablan de la historia de un marinero que fue maldito y se curó con la pócima hecha de una planta marina, por el dibujo, creo saber cuál es, pero...- la cara del niño cambió de alegría a preocupación -Si es la que creo que es, no es fácil de conseguir y crece bajo el agua- dijo finalmente, apretando los labios.

*****************

¡El mar era tan fantástico! A Ingela le encantaba sumergirse hasta lo más profundo y jugar con los maravillosos peces que brillaban en la oscuridad. ¡Cuánto anhelaba poder nadar con las ballenas! Pero en la profunda oscuridad de la noche, no las veía, solo las sentía y escuchaba cantar. A lo lejos sentía que la llamaban, pero no atendía a ello. No le interesaba salir del agua, ¿para qué? Si se hallaba tan a gustito en el agua. Pero era Helyare. ¿Estará bien la elfa flaca? Bah, qué importa, desde que la conoció que la estaba cuidando, que le pregunte a Fëanor, a Zatch... o mejor, que se las arregle sola.
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Mensaje  Zatch Dom 25 Feb 2018, 05:18


Una carcajada gutural, cínica y que nada contenía de gracia, escapó de la garganta del zorro cuando la elfa comenzó a hablarle. ¿Quién mierda se creía? Él la veía de la misma forma que ella a él: como una criatura infame, despreciable y que consumía el oxígeno de los demás en vano. Sin embargo, su odio no se basaba en la raza ajena sino, simplemente, en su repelente personalidad.

-¿Por qué me cuentas dónde duermes? No te lo pregunté.
-Contestó con sorna, para luego simplemente despacharla con un ademán despectivo de la mano- Blah, blah, blah. Sal de aquí y no vuelvas, que quiero dormir. ¡Y llévate al bicho ese! -Le increpó, señalando al hada con un cabeceo. Estaba acostumbrado a los “ladradores” como ella; muchos insultos y poca acción. Y estaba demasiado cansado como para aguantarla. Por eso, en vez de seguir contestándole, se sentó sobre su catre una vez Fëanor y el pequeño reptil se apartaron.

Luego de que la elfa se fuera, en la habitación volvió a reinar la precaria paz que tanto el zorro como el joven rubio habían aprendido a construir. Nada ganaban peleándose todo el día, era más fácil dejarse en paz mutuamente y ya. Además, aunque “agradar” era una palabra muy fuerte, al menos podía decir que comenzaba a tolerar al crío. Después de todo, solía ser bastante útil y demostraba inteligencia, cualidad respetada por el ladrón. Muy en lo profundo Zatch apreciaba lo poco que tenían en común, y era que a ambos les gustaba leer. Incluso una que otra vez habían conversado escuetamente sobre algún libro.

Estaba masajeándose las sienes, intentando apartar el dolor de cabeza causado por el frío al que se había expuesto durante gran parte de la noche, cuando Fëanor le extendió un libro y dijo esas palabras que Zatch había soñado escuchar día y noche desde que supo de la maldición de Ingela.

-¿¡Hablas en serio!? -Exclamó, dejando atrás el malhumor para cambiar radicalmente a un desmedido entusiasmo. Sus ojos brillaron con renovadas esperanzas, casi quiso abrazarlo, pero se contuvo- ¡Eso es genial! ¿Y cuál es el problema? Si crece bajo el agua, sólo debemos pedirle a Ingela que la busque mañana en la noche, ¿no? -Se encogió de hombros y, tras esbozar una sonrisa sardónica, añadió: -O que la busque la elfa, seguro que una zambullida de agua helada le ayudará a aclarar las ideas, ¡ja ja ja!
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Mensaje  Helyare Miér 28 Feb 2018, 19:39

Sin encontrar las respuestas que quería, marchó a buscar a Ingela por sí misma. No podía estar ahí con ese engendro peludo. ¿Qué le había visto Ingela? En principio pensó que irían al norte las dos, y al llegar a Baslodia se encontró con la ristra de pintorescos seres que la dragona traía consigo.

Continuó buscando, tratando de ver a su amiga en el oscuro mar. Miró hacia el cielo, la luna no estaba esa noche, ¿Isil velaría por ellos? Torció el gesto y continuó su búsqueda, pasando las manos por el barandal del barco, helado. Nillë también notaba el frío, así que no tardó en posarse sobre la elfa en busca de socorrido calor. No la encontraban. ¿Dónde se había metido? – ¡Ingela! –Se asomó un poco más – ¿dónde estás? –musitó con cierta desgana. Se frotó las manos por sus brazos, buscando algo de calor. A pesar del frío, quería ver a su amiga, no quería que se transformase en ese ser marino. La quería de dragona pesada y habladora. Suspiró y volvió a dar otra vuelta para intentar localizarla. Aunque esta vez no estaba sola.

Tres hombres aparecieron de entre la oscuridad, atentos a lo que hacía la joven. Ella, ignorando su presencia, siguió caminando por la borda, tratando de buscar a Ingela, aunque con disimulo. No sabía qué pintaban esos tres ahí, y no quería preguntas. Mas, aun así, las hubo. Los tres hombres se acercaron a ella, quien les dedicó una mirada seria. –Buenas noches, señorita… –esperaban que continuase ella diciendo su nombre, pero la elfa no abrió la boca. El que había hablado carraspeó. – ¿Habla nuestra lengua? –De nuevo, Helyare permaneció en silencio, aunque asintió con la cabeza sutilmente. –Bien. ¿Qué hace por aquí a estas horas?
Contemplar el mar –por una extraña razón, no quiso decirles que estaba buscando a su amiga. Bueno, la elfa no se caracterizaba por ser confiada y tampoco quería que nadie se inmiscuyera en sus asuntos. Estaba buscando a Ingela porque quería hablar con ella, y punto. Esos tres hombres sobraban en la ecuación, completos desconocidos que podían seguir su camino y no interrumpir. No les dijo nada sobre la dragona-sirena.
Daba la sensación de que estaba buscando algo. ¿Ha perdido algo… o a alguien? –inquirió y la elfa enarcó una ceja.
No.
Entonces, ¿a quién llamaba?
A mi hada –el brillo azul de Nillë apareció en el hombro de Helyare y levantó el vuelo sobre su cabeza –, se había alejado. – ¡Qué hombres tan impertinentes! Humanos, seguramente…
Lo bueno es que la excusa pareció convencerles. Se miraron mutuamente sin saber qué decir a eso. – ¿Y qué hacen aquí?
Verá…
Hemos venido a buscar a una sirena –los dos miraron a quien había hablado con mirada sentenciante. ¿¡Para qué tenía que contarle nada a esa desconocida!? ¿¡Y si había que repartir el botín con ella!? Bueno, siempre podrían tirarla por la borda si se iba de la lengua. No parecía más que una pasajera normal, parecía muy joven y bastante débil, posiblemente estuviese enferma, así que no costaría mucho echarla al mar.
Una sirena que era nuestra y se cayó al mar –prosiguió el primero, intentando arreglar la liada de su amigo. Si acaso reclamaba algún tipo de botín, podían decir que era propiedad de ellos.
Ya veo… –les miró la elfa, con desprecio – La sirena no es “vuestra”. Podéis volver a vuestros camarotes o a donde sea que estéis –recriminó en tono serio.
No lo creo –uno de ellos se lanzó hacia la elfa, pero no llegó a hacerle nada. En cuanto avanzó, Nillë voló hacia él y el brillo azul lo envolvió. Sólo se podían escuchar sus gritos y el chirrido del hada al volar. Después, cayó desplomado al suelo, ante la atónita mirada de sus compañeros. Al instante, Nillë desapareció, escondiéndose en algún sitio inalcanzable. Estaba muerto. Durante unos segundos, los amigos intentaron que hiciera caso, pero nada. No respondió.
¿¡Qué le has hecho, zorra!? –el que había mencionado a la sirena salió hacia ella, seguido de su otro colega. El primero agarró a Helyare de los brazos, quien no quería irse de allí por si le hacían algo a la sirena.
Suéltame –le dedicó una mala mirada.
¡Vas a dar de comer a los peces, hija de puta! –gruñó mientras trataba de empujarla por la borda, pero en cuanto lo intentó, una luz salió del cuerpo de la elfa, provocando quemaduras en los brazos y parte del cuerpo del segundo hombre. El tercero pudo apartarse a tiempo, mirando atónito a la mujer. Quien la agarraba cayó al suelo, presa del dolor.
Fuera de aquí –miró la joven al que quedaba en pie, pero su voz era ocultada por las quejas del segundo hombre, insistiendo a su compañero en que la matase.

Nillë voló hacia el camarote donde estaban el resto de amigos de Ingela e intentó tocar a la puerta, aunque con su pequeño tamaño no se podía oír tan bien –chiri, chiri…

Quería avisarles de que esos hombres buscaban a la sirena, aunque no supiera para qué. Pero tenían que saberlo.


Off: Uso habilidad de nivel 1: nova de luz
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Mensaje  Ingela Jue 08 Mar 2018, 00:30

El comentario de Zatch hizo que Fëanor volteara los ojos. Era bastante obvio que Zatch no aguantaba a Helyare y viceversa. Bueno, no culpaba al zorruno, ni siquiera los elfos aguantaban a los miembros del clan al que había pertenecido Helyare. Ingela le había contado toda la historia de cuando fue Kaeltha y de Aranarth, la sentencia, el plan de escape, en fin, sin haber cruzado muchas palabras con la mujer en cuestión, le sabía media vida. Parte de convivir con Ingela era no solo conocer a fondo su vida, también la de aquellos que ella conocía.

-Todos buscaremos esa planta. Sobre todo porque no se sabe a ciencia cierta dónde está- dijo el pequeño elfo, haciéndo énfasis en la primera palabra. Tenía muy claro que para lograr el éxito de la misión, tendría que conseguir que elfa y hombre bestia trabajaran juntos en equipo, que colaboraran y... que tendría que hacer un milagro. Pero Ingela lo valía, sí, por la dragona lo logr... intentaría.

Estaba cansado, la elfa los había despertado y aún quedaba un buen trecho de noche para poder descansar. Se disponía a comodarse cuando la puerta sonó con los pequeños golpes de Nillë y sus chillidos urgentes. Thunderbolt, que se entendía a la perfección con la hadita, como si hablaran el mismo idioma, dio un salto y voló raudo a la puerta, haciendo fulgurar su cuerpo, como cuando sabe que hay peligro. Bien conocía Fëanor esa reacción en el pequeño dragón como para ignorarla. -¿Qué ocurre? ¿Es Ingela? ¿Está en peligro? ¿De nuevo?- exclamó el niño. Se calzó las babuchas y corrió abrió la puerta, Nillé lucía tan angustiada como había sonado y, apenas lo vio, voló hacia cubierta con Thunderbolt atrás, botando chispas de la furia, literalmente.

Al salir a cubierta, vio a Helyare forcejeando con uno de los marineros del barco y dos tendidos en el piso; uno completamente inmóvil y otro retorciéndose de dolor. -¡Eh! ¡Déjala quieta!- gritó el chico, quien no dudó en lanzarle a la espalda un certero golpe de puño, seguido de otro, y otro. Ingela le enseñaba a pelear, -porque hasta los ratones de biblioteca necesitan saber pelear- solía decirle.

El marinero al sentir los golpes, soltó a Helyare y se dio vuelta para atacar a Fëanor, pero vio a Nillë, quien fulguraba envuelta en luz azul, junto a Thunderbolt que chasqueaba haciendo chispas cada vez más grandes. Ambos, a pesar de su pequeño tamaño, lucían terroríficos. Y bien sabía el hombre bestia lo peligrosa que era la hada. -Malditos... ¡Ya verán! ¡Esto no se quedará así!- exclamó echándose a su amigo al hombro, al que aún seguía con vida.

Fëanor lo miró con la misma ferocidad que los pequeños acompañantes y esperó hasta que desapareció en la oscuridad del fondo del barco para ir junto a Helyare -¿Estás bien? Ven, vamos al camarote, te sanaré las heridas- le dijo, tomándola de las manos y guiándola de vuelta, aunque Zatch estuviera allí y no le gustara la idea de tenerlos a ambos juntos. Pero presentía que aquella noche ninguno de ellos descansaría.
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Mensaje  Zatch Sáb 17 Mar 2018, 22:44


Zatch gruñó por lo bajo cuando el jovencito insistió en que era menester unir fuerzas para encontrar la planta. A él, que antes de conocer a Ingela nunca se había preocupado por nadie más que por sí mismo, todavía le costaba horrores mover el culo en pos de terceros, y más si eso conllevaba colaborar con la otra odiosa orejona. Sin embargo, constantemente se repetía para sus adentros que, por su querida, debía hacer acopio de su escasa tolerancia e intentarlo.

Su finísimo sentido del oído captó sin problemas los golpeteos en la puerta. No obstante, ya estaba acostándose y era evidente que no pensaba levantarse a abrir; no le importaba lo que quien fuese que estuviera afuera tuviera para decir. Para su disgusto, fue el rubio quien se apresuró a atender.

Bastó oír el nombre de la dragona para que se pusiera de pie de un salto y la mueca somnolienta abandonara sus facciones. ¿¡Cómo que estaba en peligro!? Nunca dejaría de preguntarse cómo podía meterse en tantos problemas. Si Ingela era la bondad y la alegría encarnadas, ¿acaso el destino no estaba obligado a depararle felicidad infinita? Por eso siempre pensaría que ser malo era mejor; la vida le daría los mismos disgustos que a un buen samaritano, pero al menos no tenía que estar atado a estúpidas obligaciones morales.

Corrió a toda prisa tras el trío de inadaptados, sin la capa y con su fiel puñal en mano dispuesto a deshacerse de quien se interpusiera en su camino, pero se detuvo abruptamente cuando, al llegar a cubierta, no vio a Ingela sino a su amiga siendo atacada por un hombre.

-¡Pffft! ¿Para esto me hacen correr? -Exclamó con sorna antes de exhalar un suspiro de alivio. Le importaba un rábano qué ocurriese con esa mujer. Aunque, pensándolo mejor, no le gustaba la idea de que estuviesen viajando junto a aquellos sospechosos sujetos.

El zorro pasó junto a la elfa sin siquiera mirarla para detenerse a observar al que seguía chamuscado en el suelo. Estaba muerto. Se asomó al barandal para echar un vistazo al agua; no había ni rastros de la dragona-sirena. Inhaló profusamente y, avanzando hasta caminar junto a Fëanor y compañía, se dignó a preguntar:

-¿Qué hacían esos tipos en cubierta a estas horas? -Habló mirando al frente, sin dejar entrever a quién exactamente iba dirigida la pregunta- ¿Los has provocado tú, orejona? -Inquirió con desdén.
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Mensaje  Helyare Lun 19 Mar 2018, 22:20

El hombre parecía cabreado por lo que había supuesto la pelea con esa muchacha: dos de sus amigos en el  suelo de la cubierta de apenas un solo golpe. Estaba fuera de sí, pero tampoco sirvió de mucho forcejear para intentar tirarla al agua. A los pocos minutos aparecieron unos críos que acabaron echándolo de allí, cargando con su amigo. Quien aún vivía. Al otro, muerto como estaba, tuvo que dejarlo ahí. Fëanor tomó las manos de la elfa y la intentó llevar al camarote para sanar sus heridas, pero rehusó.
Estoy bien, no estoy herida –informó, mirando al elfito –. Quieren a Ingela –recorrió con la vista a los demás y se detuvo en el zorro, de forma sentenciante. –No he provocado nada, bicho infecto. Vinieron a por ella, estaban buscando a “la sirena” –volvió hacia el resto. –No sé para que la buscan, pero no voy a moverme de aquí si pueden volver.

El frío o la humedad poco importaban ya. Después de haber visto que esos tres hombres se habían levantado de madrugada para intentar atrapar a su amiga, no pensaba moverse de ahí. ¡Y ella no aparecía! Tan solo desapareció unos segundos para volver al camarote y coger su arco. No iba a dejar que se acercaran, no esta vez. Volvió a paso rápido con el arma y el carcaj, apenas les dio tiempo a decir nada antes de regresar con la panda que acompañaba a la dragona.
¿Qué hacemos? –La pregunta era abierta, pero solo miraba a Fëanor, era al único al que consideraba un igual. A fin de cuentas era elfo. Al pequeño dragón lo veía demasiado niño para participar en nada y Zatch… si podía tirarse por la borda les haría un gran favor a todos. No podía soportar a ese idiota. Pero ahora no podía estar segregando, así que tenía que tragar con él sí o sí. Aparte del arco se había echado la capa que se había comprado por encima, era más gruesa y de pelos, para mantenerse calentita, aunque seguía haciendo bastante frío.
Helyare desconocía cualquier descubrimiento que hubieran hecho en el camarote; sólo había ido a ver a Ingela y ya. Al ver que no estaba… Y por suerte había salido a cubierta al ver que no estaba en su cuarto. ¿Qué hubiera pasado si hubiera dejado a esos hombres ahí, libres? Estarían buscándola aún, posiblemente.

Se asomó por el barandal y seguía sin haber ni rastro de la sirena. Volvió a mirar a Fëanor – ¿de verdad está aquí? –Le angustió la idea de que hubiera dejado de seguir al barco y se hubiera perdido en la inmensidad de ese océano negro. Al instante volvió a asomarse, apresurada, esperando ver algún rastro entre las leves olas, de su amiga. – ¿Por qué la maldijeron? ¿No se le puede quitar? –mordió su labio, casi esforzándose por encontrarla bajo el agua. Miró de soslayo al zorro –A lo mejor la maldijeron por adoptar a esta aberración antinatural –murmuró con cierto deje de asco en la voz. Aunque no le dio tiempo a mucho más. Al instante, un intenso brillo azul la rodeó y notó el calor intenso que había notado en alguna que otra ocasión. Y cómo cortaban su piel, o la quemaban, o… ¡no sabía! El dolor era tan intenso que trató de gritar pero no pudo. Su cuerpo se venció hacia adelante, cayéndose al agua con un sonoro ruido.

Primero el calor intenso, abrasaba, dolía tanto… y luego llegó el frío cortante. Tan doloroso como las heridas que Nillë había hecho en su piel. No sabía si era por el dolor del ataque de su hada, por la sal del mar en sus heridas o por la temperatura helada del agua, pero sentía los músculos paralizados. Entreabrió los ojos y no era capaz de ver nada, todo negro, salvo sus manos blanquecinas, las cuales veía borrosas. Salía sangre, o eso parecía. Pero ella seguía hundiéndose, inmóvil. La sombra de la carena del barco empezaba a vislumbrarse sobre ella como un gigante. ¿Qué había pasado? El brillo azul que la rodeaba, el agua congelada… intentó cerrar una de sus manos pero estaba entumecida, no era capaz de agarrar nada, se sentía flotar en un vacío que no le parecía ni agua: todo estaba negro, no era capaz de ver más allá de escasos centímetros.

Desde la cubierta del barco, Nillë se elevó un poco, tratando de buscarla, pero tardó poco en esconderse entre los huecos de unos tablones que había en la parte del vigía, quien dormía sobre el borde de su puesto, ajeno a todo lo que había pasado minutos atrás con aquellos hombres.

Helyare intentó mover las piernas para tratar de subir a la superficie, ¡tenía que dejar de hundirse! Apenas podía aguantar ya sin respirar. Pero era inútil, sentía su cuerpo totalmente entumecido y adolorido. Sentía que pesaba más, que se hundiría sin remedio. Esa maldita capa… si no se la hubiera puesto le resultaría más fácil salir, pero era tan gruesa y pesada… ¿O eran las heridas? Los que habían sufrido los ataques del hada habían acabado tirados en el suelo, sin remedio. Presos del dolor y sin poder tenerse en pie siquiera. Si no hubiera estado ella para intentar ayudarles… ¿Y ahora? No podía salir sola. Volvió a intentar bracear para salir, pero como si no pasase nada. La sangre se diluía en el agua negra, tanto, que no se veía.

No podía aguantar más, por más que intentaba subir era imposible. Su cuerpo estaba inmóvil, aunque ya parecía no bajar más, ¿o sí? No sabía si seguía hundiéndose o estaba saliendo a flote. Le dolía todo y tampoco podía respirar, pero sentía que ya le era imposible contener la respiración. Todo se tornó negro.


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Mensaje  Ingela Jue 29 Mar 2018, 01:12

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Cuando no existe nada que te amarra, no hay preocupaciones, no hay dolores, ni tristezas. Cuando la felicidad te embriaga y olvidas a todo y a todos, incluso a ti misma. Cuando te despojas hasta de tu identidad. ¿Cómo se puede llamar a aquello? Ella ni siquiera sabía qué nombre ponerle, pero libertad era lo más parecido.

En el agua, ella era libre. Así como lo era en el aire al volar. Paradójico. Solamente cuando no era ella, podía sentirse libre. Se puede decir, entonces, que Ingela, la mujer, la rubia de mirada inocente y dulce sonrisa, es una esclava, que está presa. No sabía de qué, pero lo estaba. Quizás por eso le costaba volver a ser humana al amanecer. Tal vez por eso cuando era dragona a veces se olvidaba de que era mujer.

Un enorme tiburón nadó frente a ella. Ni siquiera prestó atención a la sirena. El escualo nadaba en línea recta hacia una presa herida que se movía espasmódica en el agua, hundiéndose bajo el peso de su ropa y cuerpo. La sirena miraba aquello como un espectador, era un espectáculo digno de admirar. El tiburón comenzó a nadar en círculos al rededor de su presa, círculos cada vez más pequeños. La sirena se acercó despacio para apreciar mejor. Algo en la presa llamó su atención.

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Aquellos cabellos rojos, la oreja mutilada, la cara de hambre... -¡Helyare!- en su mente retumbó el nombre de la elfa y una exhalación de burbujas rodeó a la sirena, quien al recordar quién era la presa, recordó quién era ella misma. Nadó lo más rápido que pudo y golpeó al tiburón en su costado, empujándolo lejos. Sabía que volvería, así que tenía poco tiempo para actuar.

Agarró a Helyare, que se había desvanecido, y la abrazó. Nadó hacia la superficie, sin mirar atrás. Sabía que vería un montón de dientes en unas enormes fauces que se abrían para engullirlas. El barco estaba allí, se veía su fondo, estaba cerca. -Aguanta elfita- rogaba Ingela apretando a su amiga contra su pecho. Nadaba lo más rápido que podía, batiendo su cola con todas sus fuerzas.

Salió del agua en un salto, con la velocidad y fuerza que llevaba. A pesar de no poder respirar el aire, comenzó a gritar, pidiendo ayuda -¡Pronto! ¡Pronto! ¡Nos comen!- gritaba mientras se acercaba al barco.
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Mensaje  Zatch Lun 02 Abr 2018, 01:31


Poco se sorprendió el zorro al oír la motivación de aquellos hombres. Cómo no, una vez más todo giraba en torno a la dragona-sirena que, con su mala suerte, seguía siendo un imán de problemas. En otros tiempos Zatch se habría cuestionado si valía la pena permanecer junto a la joven, dado que su vida antes de conocerla era, aunque fuera difícil de creer, bastante más tranquila. Pero ahora, por alguna extraña razón, esto ni se le pasaba por la cabeza. ¿Era por el amor que sentía por ella... o por la imperceptible influencia de cierto objeto que le hacía imposible alejarse?

Aunque no había sido un pensamiento consciente, súbitamente se llevó las manos a la cadera para tantear el sitio donde solía llevar sus más valiosas pertenencias, percatándose de que, con el apuro, había dejado en la habitación tanto su pequeño morral como su capa. Si bien no era ni por asomo su pertenencia más valiosa, su corazón se aceleró al pensar que no llevaba encima al cuerno del calypse.

Cuando la elfa desapareció para buscar sus armas, Zatch hizo lo mismo en dirección a su camarote, dejando a Fëanor solo sin explicación alguna durante los breves minutos que tardó en regresar con el cuerno de Nuddih colgando del cuello con una cadena que se había encargado de ponerle a los pocos días de obtenerlo. Se le veía notablemente más tranquilo. Para cuando volvió, estaban todos reunidos preguntándose qué hacer. Iba a dignarse a dejar sus diferencias de lado y decir algo cuando la orejona se atrevió a insultarle.

-¿Adoptar? ¿Cómo que adoptar? Deja que tu rostro “adopte” mi puño, pedazo de... -Pero antes de darle tiempo a empujarla por la borda, de súbito la elfa empezó a... ¿brillar? Para luego caer al agua como un inerte saco de patatas- ...Dioses, ¿la maté con mi mente? -Exclamó el zorro, sorprendido y risueño a partes iguales- ¡Genial! -Entonces se asomó por la barandilla y, llevándose las patas delanteras al hocico para ampliar su voz, gritó entre risas:

-¡Ya que estás allí búscanos las plantas!

Sonriendo de oreja a oreja, buscó instintivamente al elfillo echándole una mirada cómplice; siempre era agradable tener a alguien con quien compartir las risas. Sin embargo, como era de esperarse, el gesto de Fëanor era de horror y de enfado a partes iguales. Echando las orejas hacia atrás, Zatch refunfuñó y se dio la media vuelta. No pensaba lanzarse al agua helada para salvar a aquella odiosa mujer, ¡ni muerto! No obstante, sabía que Ingela le echaría la bronca del siglo si no hacía nada al respecto. A paso tranquilo, saboreando con malicia esos largos segundos en que cada músculo de la elfa se agarrotaría por la hipotermia, avanzó hasta uno de los botes salvavidas que aguardaba firmemente asegurado a un costado del barandal.

Estaba tomándose su tiempo para desatar la cuerda que sujetaba las poleas cuando escuchó, tras un chapoteo inicial, los gritos de la dragona. En ese instante toda calma encontró su fin; luego de echar una mirada hacia abajo y vislumbrar a ambas féminas, Zatch cortó el nudo asegurador de un zarpazo y dejó caer el bote a toda velocidad, que se estampó contra el agua.

-¡Rápido! ¡Suban! -Bramó al tiempo en que comenzaba a jalar del sistema de poleas para subirlas, tal como hacía con Ingela cada amanecer cuando la recibía en cubierta. Dado que durante la transición ella seguía necesitando agua para poder “respirar”, subía el bote con bastante agua en su interior. Claro que ésto aumentaba significativamente su peso y el esfuerzo era evidente en la mueca de Zatch. Bastó lanzarle una mirada urgida a Fëanor para indicarle que necesitaba ayuda. Para ser un saco de huesos, esa elfa pesaba mucho.
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Mensaje  Helyare Jue 05 Abr 2018, 16:59

Notaba la presión en su pecho y la sensación de no poder respirar, ¡lo necesitaba! Ya no era consciente de qué estaba pasando a su alrededor. Ni sentía el dolor, ni el frío, ni nada. Apenas pudo notar que alguien o algo la agarraba y tiraba de ella hacia arriba. Tampoco notó el frío y el aire al salir del agua. Nada. Estaba en un estado de semiinconsciencia que impedía que pudiera moverse siquiera.

Fëanor corrió a ayudar a Zatch a levantar el bote cuando ambas estuvieron sobre él, y el pequeño dragón también se dispuso a ofrecer su ayuda, era poca, pero ayuda, a fin de cuentas. El tiburón sacó la mandíbula fuera del agua, en un intento desesperado de atrapar a sus presas, pero solo consiguió chocar sus fauces contra las tablillas de la barcaza, meciéndola violentamente de un lado para otro y haciéndola estamparse contra el casco del navío. Por suerte, éste era demasiado grande para sufrir importantes daños por el choque de un pequeño bote. Pero a los tres que intentaban alzarlo les costaría un poco más si éste se iba balanceando. ¡Por poco! Realmente habían sobrevivido por una intervención divina de los dioses… o porque Ingela había estado rápida.

Nillë seguía escondida, observando la escena con preocupación. Incapaz de moverse, Helyare seguía siendo una especie de muñeco de trapo. La voz de su fuero interno se iba apagando y estaba sumiéndose en la misma oscuridad en la que antes estaba sumido su cuerpo. Borrosas, aparecían imágenes en su mente. Pero se disipaban rápidamente.

¡Thunderbolt! ¡Ve a por unas mantas y algo de abrigo! ¡Corre! –ordenó Fëanor al pequeño, mientras éste tiraba de la cuerda, junto a Zatch. Obviamente no iba a mandar al zorro, contaba con su fuerza para seguir levantando la barcaza; llena de agua pesaba mucho más y si alguien tenía que dejar de tirar, ese tenía que ser el pequeño dragón. Obediente, Thunderbolt salió corriendo como una saeta hacia el camarote donde dormían y se llevó consigo varias mantas de los camastros y la primera ropa de abrigo que encontró para las dos muchachas. Ingela, en algún momento, se convertiría en humana y necesitaría estar protegida del frío. O eso pensaba el pequeño. A los pocos minutos salió de nuevo, a cubierta, con todo lo que había cogido.
Quería ser de ayuda y por eso fue lo más rápido posible. La barca estaba ya casi subida. Al menos, estaban fuera del alcance de las fauces del tiburón; mas el tiempo apremiaba si querían ayudar a la elfa. Ésta, con la cabeza apoyada en uno de los bordes de la barca, de lado, sufría espasmos que servirían para intentar expulsar el agua. Fëanor amarró su parte de la cuerda y rápidamente trató de acercarla para poder rescatar a las dos amigas.
¡Rápido! ¡Suban! –Thunderbolt corrió a ayudar a su compañero y ambos sacaron a la elfa de la barcaza. Estaba llena de agua, posiblemente sirviera para que Ingela descansase ahí un rato más. Y también esperaba que Zatch no dejase caer la cuerda o la hubiera afianzado bien a algún lugar. No querían volver a ofrecerle “comida” al escualo.

Helyare acabó tumbada en el suelo de la cubierta, completamente empapada. Por suerte, y gracias a los dioses, Fëanor era un chico leído y rápido movió a la elfa a una posición mejor para que expulsara el agua. Poco a poco lo fue consiguiendo, aunque seguía semiinconsciente. Thunderbolt no sabía bien qué hacer y sólo miraba a todos, con cara de aprensión. ¡Quería ayudar! Pero no sabía cómo. –Trae las mantas, Thunderbolt, pero guarda la mitad para Ingelita –le dedicó una mirada cómplice a la sirena y luego se puso a despojar a la elfa de la gruesa capa, que estaba empapadísima, y del camisón que llevaba. –Lo siento, lo siento –musitaba al ver que tenía que desnudar a la joven. Si no lo hacía así, acabaría congelándose, aparte que estaba perdiendo sangre por las heridas que Nillë le había hecho. Con la misma ropa limpió sus heridas y comenzó a pasar sus manos por las mismas, susurrando las plegarias a los dioses para que sanasen a la joven. Helyare pudo notar el tenue calor que la arropaba y trató de abrir los ojos, pero le era imposible aún.

¡Ahí están! ¡Esos son! –Gritó un hombre, señalando al grupito –¡Ellos fueron los que nos atacaron!

Todos quedaron estupefactos. No por el ataque en sí, sino por la sirena. Así que, después de todo, sí era verdad que había una sirena. Algunos se fijaron en el cuerpo sin vida de uno de los maleantes que había quedado tirado en el suelo, otros en el pequeño grupo tan pintoresco. Y la mayoría, en la sirena, a la cual miraban con ojos brillantes, pensando en la cantidad de aeros que ganarían por ella. Esos tres cafres estaban en lo cierto y ahora podían hacerse con un buen motín. Eran un grupo de unos cinco o seis hombres, y solo uno de ellos era ya “conocido” por los acompañantes de la dragona. Faltaba su otro amigo, el que había sufrido la electricidad. Ese, seguramente, se quedaría sin botín. ¡Más para el resto!  

Poco tardaron en desenfundar los sables, listos para atrapar a la sirena por las buenas, o por las malas. Y también estaban preparados para tomar venganza por lo que les había sucedido a sus compañeros. Con Nillë oculta y Helyare semiinconsciente, la lucha se podría llegar a complicar más.
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Mensaje  Ingela Jue 03 Mayo 2018, 20:49

La transición de vuelta a la normalidad no era dolorosa, solamente incómoda. Era como si todo el cuerpo estuviera en una posición antinatural, torcida, y se enderezara lentamente. Luego pasaba un buen rato con dolor de cabeza, algo de mareo y sedienta, muy sedienta. Eso último tal vez por estar en el agua salada tanto tiempo. Paradójicamente, salía del agua, deshidratada. Sí que tomaba un minuto o dos en terminar, dependiendo también del ánimo de Ingela. Le daba un poco de fiebre y de ser posible, le gustaba estar quieta y recostada para hacerlo.

Lamentablemente, en aquel momento, ninguna de las condiciones óptimas para su transformación se daban y para más inri, habían seis bribones que no tenían mucha intención de generar un ambiente calmado y tranquilo para la jovencita. Todo lo contrario. Fëanor se quedó quieto, considerando las opciones que tenían en ese momento. Ellos eran dos y medio -Zatch, él y Thunderbolt- contra seis. Helyare e Ingela estaban fuera de combate y de Nillë, literalmente, ni las luces. No importaba cuanta energía pudiera dispararles, ni cuan bien pudiera pelear Zatch, o cuantas bolitas de fuego les tirara Thunderbolt, seguían siendo más que ellos. El chico miró a Zatch buscando una respuesta, porque a él no se le estaba ocurriendo solución alguna.

Atrás, dentro del bote, Ingela se incorporaba para mirar lo que pasaba. Estaba cansada y le costaba respirar. En medio del proceso, ella no era ni humana ni sirena, mucho menos dragona, era un ser entremedio que tenía algo de conciencia sobre sí misma, a veces. En aquel instante, tenía la vaga impresión de estar en peligro pero no sabía por qué ni cuál era. Aunque las miradas extrañas del grupo de marineros le daban una fuerte idea de que eran ellos de quienes debía cuidarse. Junto a ella estaba la chica que había salvado del escualo gigante, estaba inconsciente y peligrosamente helada. Pues bueno, no sabía qué harían el niño pequeño y aquel salvajemente sensual hombre zorro, pero ella protegería a la chica.

Thunderbolt lo tenía muy claro. Aquellos malditos debían morir. Por eso no lo pensó dos veces y se lanzó sobre ellos, tirando bolitas de fuego a discreción, prendiendo sus cabellos, barbas y ropas. El alboroto no se hizo esperar. Los hombres comenzaron a dar gritos y a intentar apagar el fuego de su cuerpo o a atrapar al dragoncito que los sobrevolaba, bombardeándolos sin misericordia. Aquel caos lo aprovechó Fëanor para lanzar sus proyectiles de energía también, tomándolos desprevenidos. -¿Qué esperas? ¡Haz algo!- gritó el pequeño elfo a Zatch. -¡Tómalas!- dijo -¡Hay que sacarlas de aquí!- indicó.

Ingela cubría con su cuerpo al de Helyare. Poco a poco iba volviendo más en si misma, recordando quién era quién en aquel lugar y sobre todo, quién era ella. Cuando fue completamente consciente de la situación, sus amigos se enfrentaban a los marineros -¿Pero qué cojones está pasando aquí?- exclamó.
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Mensaje  Zatch Miér 09 Mayo 2018, 05:06


Con ayuda del pequeño tropel personal de Ingela, subir el bote pronto se convirtió en una tarea más sencilla. El tiburón estaba ya bastante más abajo, girando en el agua con sus pequeños ojos clavados en la embarcación, hirviendo de furia. ¿Cómo demonios hacía Ingela para nadar junto a esos animales durante toda la noche? Zatch nunca dejaría de preguntarse cómo podía atraer todos los problemas habidos y por haber, pero aún así siempre salir ilesa de ellos. O, bueno, casi siempre.

Una vez el bote estuvo bien asegurado en cubierta, el zorro se abalanzó sobre la sirena para estrecharla fuertemente entre sus brazos. Poco le importaba lo que ocurría con la elfa y en ningún momento se prestó a ayudar; su única preocupación era Ingela, a quien estrechaba y besaba en el rostro pese a que en el proceso su pelaje se empapara de agua helada. Poco duró la bienvenida, pues pronto volvieron a tener compañía a sus espaldas.

-¡Vaya que son insistentes! -Se quejó mientras, poniéndose de pie, encaraba a los hombres al tiempo que desenfundaba esa fiel daga que parecía poca cosa, pero que tan hábilmente sabía blandir. No era la primera vez que estaba en desventaja numérica y la situación ya no le amedrentaba; con su arma, sus garras y sus colmillos, tenía plena confianza en que podría deshacerse de esa caterva de humanos sin demasiadas complicaciones. Sin embargo, la lagartija alada y el mocoso decidieron adelantársele y disfrutar ellos solos de la diversión. Zatch rodó los ojos ante la orden del elfillo, pero no se rehusó a acatarla. Al final, mientras ellos dos se ocupaban de los enemigos, él era el único que quedaba con las manos libres para acelerar el escape.

Levantó en vilo a Helyare. Ese cuerpo flaco, desnudo, mojado y horriblemente lampiño le causaba tanta aversión que no se molestó en disimular un gesto de disgusto al tenerla entre sus brazos. Para ese entonces Ingela comenzaba a reaccionar y Zatch, intentando moderar su tono con ella, le dijo tan amablemente como pudo:

-Tenemos que irnos. ¡Agárrate! -Indicó, agachándose para permitirle aferrarse a su espalda. El zorro no era tan fuerte como para cargarlas a ambas, una delante y otra detrás, con la facilidad de un peso pesado. Sus músculos se quejaban con fuertes punzadas y se vio obligado a andar encorvado y arrastrando las patas con la certeza de que al día siguiente le dolería horrores levantarse de la cama. Pero ahora, con la lucha a sus espaldas, era menester salir de allí cuanto antes sin pensarlo demasiado, pese a que en el proceso tuviera que aguantarse unos cuantos gemidos causados por el esfuerzo.

Los camarotes estaban demasiado lejos y refugiarse en la sala del capitán no era una opción, dado que a esas alturas no sabía si él también estaba asociado con aquellos hombres. Lo primero que se le ocurrió fue abrir una trampilla que conducía al depósito de alimentos, una bodega oscura y húmeda oculta tras los mástiles principales. Si nadie los había visto, entonces era un buen sitio para esconderse. El zorro dejó a la elfa sobre un costal de patatas y ayudó a Ingela a bajar las escalinatas antes de regresar a la superficie. Asomándose por la trampilla, susurró: -Quédense aquí y no hagan ruido. Regresaré pronto. -Y cerró, dejándolas sumidas en la penumbra.

Regresó trotando hacia la afrenta. A esas alturas sólo quedaban en pie tres de los seis hombres. Sosteniendo la daga con la mano derecha y enseñando las zarpas de la izquierda, el zorro sonrió y, antes de saltar hacia la batalla, dijo con sorna:

-Ya llegué, niños. Se terminó el juego.
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Mensaje  Helyare Sáb 12 Mayo 2018, 23:13

Los hombres no iban a dejar escapar a su apreciada sirena. El botín que tendrían con ella en el mercado negro era infinitamente mayor que el que podrían sacar vendiendo baratijas o productos derivados de plantas. Además, no iban a dejar pasar el hecho de que, entre sus compañeros, había bajas. Esos desgraciados se habían cargado a varios de sus amigos, y eso requería un castigo. Podría parecer sencillo: una sirena que no podía defenderse en el agua, un par de niños, una mujer herida y sólo quedaba un hombre animal. Del único que tendrían que preocuparse… ¡y se estaba yendo!

A pesar de que los enanos trataban de mantenerlos a raya, el grupo los subestimaba. Eran niños, y ellos bárbaros guerreros.

La elfa pasó a ser llevada a algún lugar del barco por los brazos de Zatch. De haber estado consciente se habría negado en rotundo a que su piel fuese tocada por ese pulgoso. Pero no podía quejarse, no estando así. Sobre un costal de patatas descansaba en la oscuridad del cuarto donde estaban. En concreto, era un almacén, pero tampoco podría verlo. Allí estaba, con su amiga, sin poder hablar con ella. Su fuero interno trataba de sacar su consciencia a flote, que volviera en sí. Pero era difícil. Por suerte, Fëanor había curado sus heridas, al menos, la mayoría de ellas, aunque aún había sangre manchando su cuerpo.

Tosió de forma involuntaria otro poco, acabando de echar agua, aunque una minucia comparado con el agua que había expulsado en la borda. Su cabeza se volteó hacia un lado, producto de los movimientos espasmódicos. Poco a poco fue moviendo los dedos, de forma muy sutil. Volvía en sí. Aunque tardó varios minutos en poder abrir los ojos y entornar la vista. Volvió a cerrarlos un momento antes de abrirlos de nuevo para poder verificar dónde se encontraba. –Mmhhh… –se sentía pesada, como si algo impidiera que pudiera moverse. Con lentitud movió la cabeza para tratar de ver algo. En la oscuridad apenas pudo ver unos bultos que se asemejaban a cajas de madera, barriles y otras cosas tapadas con lonas. Olía a comida: pescado en sal, fruta poniéndose mala… Volvió a parpadear y miró a quien estaba a su lado: Ingela. Aunque su aspecto era bastante extraño. Esperaba que fuese causa de la oscuridad, aunque ella no veía tan mal sin luz, y ese aspecto no era exactamente el que tenía su amiga cuando la conoció. –¿Ingela? –preguntó, tratando de incorporarse, aunque aún notaba sus músculos muy pesados. –¿Dónde estamos? ¿Y los demás? –Sólo recordaba que se había caído al agua y ese intenso dolor de los ataques de su hada. Ya los había tenido que sufrir un par de veces y era inconfundible cuando las heridas estaban hechas por la magia de Nïlle.

Ella no había visto a Fëanor curar sus heridas, ni luchar contra los malos… nada. Se tocó la zona de las costillas y, extrañada, hizo un gesto de dolor. ¿Contra qué se había golpeado? Notaba un poco de humedad ahí. Posiblemente aún tuviese alguna herida sangrante. El elfo había hecho mucho ayudándola, pero esos maleantes le habían dado poco tiempo para acabar de sanar a la muchacha. El brillo del hada tampoco estaba, por más que Helyare intentaba buscarlo.

Despacio, intentó acercarse a la dragona. Apenas habían tenido tiempo de estar juntas un par de ocasiones desde que había empezado el viaje. No quería ver a nadie y ese zorro maldito le quitaba tiempo con su amiga. Y ahora… el aspecto que tenía… esa maldición que la convertía en una sirena… Había intentado buscarla esa misma noche, hablar con ella para ver cómo estaba. Y ahora la tenía muy cerca. –Ingela, hay unos hombres que te buscan. Por eso te estuve llamando. No quiero que te pase nada –le comentó mientras trataba de sentarse en el costal.Ella no había visto a los que habían aparecido cuando subían en la barca. Apoyó los brazos en sus piernas, encogiéndose porque tenía frío. Por suerte, les habían dado un par de mantas, y ella se arropó, sin saber que se las habían traído los acompañantes de la dragona. –¿Tú me sacaste del agua? –preguntó con curiosidad, suponiendo que su amiga había sido quien había impedido que se ahogara.

Mientras tanto, en cubierta, esos hombres no iban a dejar escapar a los que les habían destrozado sus riquezas. Habían visto cómo el zorro se llevaba a las chicas y, rápido, un par de ellos salieron corriendo para intentar dar con ellas, así podrían obtener su apreciado tesoro. ¿Dónde podrían estar? El primer lugar a donde fueron, el más obvio, los camarotes.
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Mensaje  Ingela Sáb 19 Mayo 2018, 02:49

Fëanor y Thunderbolt se enfrentaban con valentía a los marinos cuando vieron regresar a Zatch. -¿Las has dejado a salvo?- inquirió el pequeño elfo al chico zorro con desconfianza. -Debiste quedarte con ellas- refunfuñó. Hubiese preferido encargarse él solo de esos tipos, podía haberlo hecho, a que Ingela y Helyare se quedaran a merced de otros desalmados que pretendieran echar mano sobre ellas. 

En la bodega, Ingela despertaba. Su cuerpo era de nuevo el de ella y su mente también. Miró a su alrededor, apenas y entraba luz por las hendijas de la madera. La silueta de una Helyare hecha un ovillito, acurrucada bajo una manta, le enterneció por completo. -Amiguita...- dijo bajito y fue a abrazarla. Ella también sentía frío, pero estaba acostumbrada a eso y la manta que le habían dejado lo mitigaba bastante bien, así que cubrió a la elfa con su cuerpo y manta a la vez. 

Así quedaron un rato, abrazadas en silencio, hasta que un ruido las alarmó. Ingela volteó hacia donde había salido el sonido, agudizando la mirada -¿Quién está allí?- preguntó en forma defensiva. Helyare estaba muy maltrecha, tendría que defenderla. -Tranquila- escuchó. Era una voz frágil, femenina, de una anciana. Una luz se encendió e iluminó el rostro ajado de una viejecita flaca y encorvada. La luz se elevó sobre la cabeza de la anciana, haciéndose más intensa. Le iluminó el cuerpo, su vestido de muchos y vivos colores, su gato negro que se le pegaba a las piernas.

Ingela no sabía si aquello que veía era real o una ilusión de su cabeza confundida. -Soy real, no te preocupes- le dijo, encendiendo un extraño atado de hojas secas de peculiar aroma. -Así que tú eres la sirena- continuó hablando, exhalando una bocanada de humo -No te ves muy sirenosa en este momento- comentó, acercándose más a las muchachas y observando con más detenimiento a la rubia. 

-No, si no soy sirena...- dijo tímidamente Ingela -Soy dragona- informó. La vieja, rodeada por su perfumada nube de humo, seguida por su gato, tomó un mechón de cabello de Ingela y lo olfateó -Ah sí, de fuego, hueles a ceniza- dijo. Soltó su cabello y extendió su mano huesuda, de uñas largas -A ver, levántate- pidió. Ingela, obediente, porque no podía evitar hacerle caso a los viejitos, se levantó, cubriéndose con la manta. La bruja, porque esa lumbre que flotaba sobre la cabeza empañoletolada de la viejita no podía ser natural, se inclinó y entrecerró los ojos -Maldición sirénide- sentenció. -Estás de suerte, yo te puedo curar- dijo enderezándose y dando una calada a su cigarro.

Ingela dio un respingo, mirándola con incredulidad -Imposible, si la cura es con una planta que está en lo más profundo del océano- dijo. La viejiecilla se encogió de hombros -Lo sé- dijo y se giró. Dándole la espalda, habló de nuevo -Puedes intentarlo conmigo o quedarte así para siempre, es cosa tuya- dijo mientras la lumbre se apagaba y volvían a las penumbras, no sin antes ver cómo el gato mostraba su lengua bífida de serpiente.

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Mensaje  Zatch Jue 24 Mayo 2018, 00:31


-¿Puedes estar un minuto sin decirle a la gente qué hacer?
-Gruñó Zatch, apartando a Fëanor hacia atrás para encarar él solo a los hombres. Aunque parecía que lo hacía por orgullo, en realidad sabía que si le pasaba algo al mocoso luego Ingela se lo recriminaría hasta el cansancio. -Están a salvo. Estos idiotas no las encontrarán. -Al decir esto, el zorro dedicó a los tres hombres que quedaban una sonrisa mordaz. Éstos se le echaron encima de inmediato, enarbolando sus sables entre gritos de furia. Humanos, ¡siempre tan fáciles de ofender!

Últimamente el zorro había tenido que vérselas con gentuza de lo más variada, desde vampiros y bestias hasta los más duros biocibernéticos. Tras eso, lidiar con unos hijos de Odín de carne blanda y reflejos lentos era casi un juego de niños. En la diestra, su daga cortó el aire con un silbido y fue a parar al pescuezo de uno de los hombres mientras, dando un grácil giro sobre sí mismo, las garras de la zurda descamisaron a otro de un zarpazo.

El primero cayó redondo al suelo con el acero incrustado en su cuello y el segundo se llevó las manos al abdomen, tanteando los cuatro arañazos superficiales que lo cruzaban de lado a lado. Iracundo, se le echó encima y Zatch lo esquivó a último momento, girándose para empujarlo y hacerlo caer de bruces al suelo. Estuvo a punto de saltarle sobre la espalda cuando un fuerte tirón en la cola se lo impidió; había descuidado al tercer humano, un hombre con la piel del color del ébano, quien dejó caer su sable para rebanarle la cabeza pero, haciéndose hacia atrás velozmente, el zorro logró que el corte fuera a parar a su muslo izquierdo. Aulló de dolor y echó una significativa mirada a Fëanor; quizás había subestimado a esos tipos.

-El de el suelo es tuyo, ¡de nada! -Exclamó, demasiado orgulloso como para pedirle ayuda directamente. A sabiendas de que tenía la espalda cubierta, enfocó toda su atención en el desgraciado de piel obsidiana y se abalanzó sobre él como un animal rabioso, abriendo las fauces para perforarle el cuello de un bocado.

-¡Puaj, puaj, puaj! -Cuando el humano se desplomó, Zatch hizo un buche sanguinoliento y lo escupió hacia un costado. Contrario a lo que su apariencia podría sugerir, odiaba sentir el cálido y espeso líquido vital en la boca, más aún si pertenecía a un sucio humano que quién sabía hacía cuánto que no tomaba un maldito baño. Se limpió la boca con el antebrazo y caminó hacia el primer abatido para extraerle la daga del cuello con un fuerte tirón. Cojeaba y de su pierna chorreaba sangre sin parar, así que se detuvo a cortar con el arma una tira de tela de la ropa del que había mordido en la yugular para hacerse un torniquete. No pensaba detenerse para pedirle a Fëanor que lo curase; no había tiempo para esas mariconadas.

-Vamos, niño, rápido. -Le instó, cojeando hacia la bodega donde, rogaba, debían estar esperándolos.
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Mensaje  Helyare Miér 20 Jun 2018, 16:05

El frío calaba sus huesos a pesar de la manta, que se estaba empapando por la zona de su cabeza y cuello, a causa de su pelo mojado. A su lado, Ingela, su gran amiga. Quien la había salvado de morir ahogada y de ser devorada por un ser marino. Su compañía era lo que más la reconfortaba. Estaba preocupada por ella, pues la había visto de sirena y llegó a pensar que la perdería. Sin la dragona no pintaba nada en el norte, no podría vivir si perdía a la única persona que le quedaba a su lado. La abrazó con fuerza y apoyó la cabeza en su hombro –¡Menos mal que estás bien! –por lo menos no tenía cola de pez.

Sus ojos fueron adaptándose mejor a la oscuridad y pudo vislumbrar que, en efecto, la dragona se parecía más a una adolescente que a un ser de las profundidades. Pero su reencuentro se vio truncado por la tenue voz de alguien. Provenía de una de las esquinas, allá donde la oscuridad era más intensa. Nillë no estaba junto a ellas y aún notaba el dolor que su hada le había provocado. No se acordaba de nada más. Pero tuvo fuerzas para incorporarse un poco y quedarse alerta por lo que pudiera pasar. ¿Estaría la mujer compinchada con esos maleantes? También había preguntado por “la sirena”. Helyare intentó responder, de forma borde, pero Ingela se adelantó, admitiendo que ya no era sirena, sino dragona.

Una llama de fuego apareció sobre su cabeza y por fin se la pudo ver tal y como era: una bruja. Era una hechicera de avanzada edad, con un gato y que estaba fumando. La elfa frunció el ceño y resopló, molesta.

¿También hay brujos aquí? –masculló de mala gana, cruzándose de brazos. Pero la anciana comenzó a mirar a su amiga, quien se había levantado también. Le propuso a la rubia acabar con su maldición, esa que la convertía en sirena. Y sin usar la planta de la que Fëanor le había hablado. –¡Eh! –intervino, aun con sus malas formas –. ¿Acaso tiene la planta? Y aunque la tuviera, ¿por qué quiere ayudar a mi amiga? –se giró hacia Ingela –no me fío. Es una bruja, y ya sabes cómo son… no quiero que te haga nada –y deslizó la mirada hacia la mujer, de forma dura. Ella ya estaba, de nuevo, en penumbras. De nuevo, miró a su amiga con cara de circunstancia, defensiva ante la presencia de una hechicera en el barco. ¿Y si sus intenciones no eran buenas? No era muy dada a confiar en brujas… a pesar de lo sucedido antes de emprender el viaje hacia el norte. –Ingela, Fëanor dijo que había una planta en el fondo. Puedes ir a por ella cuando te transformes, y ya nunca más volverás a ser una sirena. Pero… ¿y si esta bruja te transforma en una para siempre? –comentó la pelirroja en voz baja. Sabía que la dragona confiaba más que ella en la gente, pero, si sólo había una manera y esa bruja le ofrecía otra… no se fiaba mucho. Y, dejando a un lado la raza, la elfa no era dada a confiar en nadie más aparte de en Ingela.

Mientras tanto, en la cubierta, los malhechores que habían tratado de atrapar a la sirena, seguían luchando contra el peculiar grupo. Parecía que podían ganar, ellos se creían bravos guerreros y, enfrentarse contra críos les resultaba fácil. Aunque fuera la segunda vez que iban, después de haber tenido que retirarse tras la pérdida de varios de sus hombres. Al menos, hasta que la puerta del almacén se abrió y un brillo azulado entró volando, dejando una estela de luz a su paso. –Nillë –la llamó la elfa. Tras ella aparecieron los demás. Un alivio para Helyare, ya que podrían echar por tierra la supuesta ayuda de la bruja entre todos. No llegaba a entender que la hechicera quisiera ayudarla gratuitamente, y menos en un mundo donde había visto que todo debía pagarse. Poco a poco se iba acostumbrando, aunque no le gustase nada. Aparte, claro, de las malas intenciones que parecía tener todo ser viviente. –Esta bruja dice que puede ayudar a Ingela sin usar la planta –miró al pequeño elfo, buscando su apoyo ante su escepticismo. Tal vez, la desesperación de la dragona por dejar de ser una sirena podría conducirla a hacerle caso a esa malnacida. Volvió a mirar a la anciana, preguntándose qué hacía ahí, escondida, y hacia dónde iba. ¿Sería algún tipo de fugitiva? Suficiente con su raza para ser juzgada por la elfa, pero no parecía importarle los comentarios que ésta hacía, solamente sonreía, dándoles la espalda a los presentes, y acariciaba a su extraño gato.
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Mensaje  Ingela Mar 24 Jul 2018, 02:45

Ingela escuchó a su amiga con la boca apretada, estaba indecisa -Sí, pero ¿y si es que ella tiene esa planta? No se puede confiar en mí estando como sirena, Hely, que a veces se me olvida que yo soy yo...- reconoció en un susurro. La miró preocupada, echó un vistazo sobre el hombro hacia la ancianita y luego volvió a mirar a Hely -Siento como si cada vez que me transformo, me pierdo un poco más. Se me va la cabeza y me cuesta mucho volver. No, no puedo confiar en que yo pueda encontrar esa planta, ni siquiera sabemos dónde está- suspiró, tenía una expresión de angustia -Creo que es más seguro confiar en la brujita que mandarme a mí por esa planta; con la primera opción cabe la duda, pero con la segunda, bien me puedo dar por perdida- confesó.

Se mordió el labio y cubrió el rostro con sus manos, aquello era desesperante: Helyare de nuevo la veía desnuda.

Afuera, en la cubierta, el pequeño elfo quedó petrificado con la actuación de Zatch. ¡Es que había olvidado que era mitad bestia! Pero bien le venía recordarlo ahora y para siempre, que a pesar de ser tan humano, esa bola de pelo con cola frondosa tenía colmillos y garras mortales que no dudaría en usar de ser necesario. Afortunadamente le tenía de su lado. -Zatch, estás herido- dijo, señalando lo obvio. Pero no se detuvieron para poderlo sanar, más bien corrieron hasta la bodega, donde estaban Ingela y Helyare. Al entrar, Fëanor corrió a abrazar a Ingela, que era completamente ella, sin rastros de la sirena.

Ingela estrechó fuertemente al pequeño elfo y luego fue a ayudar a Zatch a sentarse, el zorro cojeaba y se notaba que le dolía -Deja, deja... ya me encargo yo de eso- le calmó Fëanor y, frotándose las manos, comenzó a rezar en ese idioma enredado que es el de los elfos para luego colocarlas sobre la herida. Las manitas del niño emitían una tibieza reconfortante que mitigaba el dolor y la magia élfica cerraba la herida, curando la piel de Zatch.

Al acercarse a ellos, Helyare manifestó su desconfianza ante la propuesta de la bruja. Fëanor hizo un gesto de sorpresa y confusión -¿Qué bruja?- preguntó con espontaneidad. -¡Yo misma aquí!- respondió desde su rincón la anciana y su lumbre brilló con fuerza, iluminando la bodega. -Haces bien en desconfiar, elfa desterrada- dijo, haciendo un gesto con la mano sobre su cabeza, junto a su oreja. Rió, le hacía gracia cómo los jóvenes le daban tanta importancia a todo, tantísima trascendentalidad a cosas triviales -Yo dije que la podía ayudar, ustedes me pueden preguntar qué quiero a cambio por la ayuda y hacemos un pacto que ninguno puede romper, así nos aseguramos que cada quién cumpla con su parte- dijo y acarició la cabeza de su gato antes de soltarlo.

-Verán, yo necesito un favor que ustedes podrían hacerme y en forma de pago, yo curo a su dragona. O al contrario, yo curo a su dragona y como pago, me hacen ese favor. Ambos necesitamos algo, y lo mío es muy importante, tanto como para ustedes que su chica deje de salirle cola de pescado por las noches... estoy segura que al galán peludo no le hace gracia el olorcito a marisco al besar a su noviecita, ¿cierto? ¿O acaso a los elfos les gusta la idea de que su amiguita una mañana no aparezca más?- preguntó desde su rincón.

La anciana guardó silencio y esperó la respuesta de los jovencitos con calma aunque estaba ansiosa, esa oportunidad la había estado esperando por mucho, muchísimo tiempo.

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Mensaje  Zatch Mar 21 Ago 2018, 05:22


Mientras se acercaban a la bodega, el corazón de Zatch latía con más y más fuerza. ¿Y si alguno de los tipejos se le había escapado? ¿Y si Ingela ya no estaba tras esa puerta? ¿Y si, por su culpa, habían...? La guardilla fue abierta y, espantando a todos sus miedos en un segundo, encontró la paz de inmediato al ver que las mujeres seguían exactamente donde las había dejado... junto a una anciana que, habría jurado, antes no estaba allí.

Bajó a tropezones la escalinata y se derrumbó sobre la dragona para estrecharla en un abrazo urgido. Reticente pero callado, permitió que lo ayudara a sentarse y dejó mansamente que el elfillo hiciera lo que tenía que hacer con su herida. Obviamente no se dignó a darle las gracias. No era la primera vez que era curado por un elfo, pero probablemente nunca se acostumbraría a ese extraño cosquilleo cálido y al escozor de la piel cicatrizando a una velocidad antinatural. En su expresión, no obstante, intentaba evitar traslucir la más mínima incomodidad; al contrario, no hacía más que mirar con fijeza y desconfianza a la anciana que los observaba desde el lado opuesto del habitáculo.

Aunque la presencia de la bruja suscitó en él tanta sospecha como en Helyare, el zorro se tomó un momento de mutismo para permitirle explayar su propuesta. A esas alturas, cualquier posible solución merecía ser tomada en cuenta. No respondió en voz alta, pero sí que la anciana tenía razón en decir que el olor a marisco resultaba bastante desagradable, y más aún contando con un olfato tan desarrollado como el suyo. Pero lo que más le molestaba era que, noche a noche, perdía un poco más a Ingela. Cada vez pasaban más tiempo separados... y cada vez era más difícil para la dragona recordar su verdadera identidad. Se negaba a depositar toda esperanza en unas plantas que quién sabía si realmente estaban justamente en esa zona del mar.

No confiaba en esa bruja, pero la realidad era que estaban quedándose sin opciones.

-¿Cuál es ese favor? -Intervino, poniéndose de pie una vez que Fëanor hubo terminado de cerrar la herida- Quizás lo tomemos en cuenta. -Miró de reojo a la elfa y frunció el entrecejo antes de repetir: -Quizás.
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Mensaje  Helyare Dom 02 Sep 2018, 04:33

La elfa se apresuró a taparse con el pelo y, seguidamente, se colocó la manta de tal forma que también cubriera un poco su cabeza, sin dejar de mirar de mala gana a la bruja asquerosa esa.

Ingela se había dejado influir por las peticiones de la hechicera. Posiblemente, desde la desesperación, era más fácil acceder a lo que tuviera que decir esa mujer. Zatch y los demás aparecieron también. Helyase se cubrió más con la manta, dejando apenas que se vieran sus pies, y le dio la espalda al zorro. Ella no sabía que había sido él quien la había llevado al almacén ese, así que intentaba proteger su cuerpo de miradas ajenas. Nadie más tenía que ver todas las marcas que recorrían su piel, y menos esa aberración de la naturaleza que Ingela se había echado como… ¿amante? Se le revolvía el estómago de pensarlo. ¡Era anti natural! Informó a los recién llegados de la intención de la mujer, pensando que iba a contar con los apoyos del resto…
Pero Zatch también dijo “quizás” a la propuesta de la hechicera. La elfa resopló, hastiada.

¿Y qué dios nos asegura que esta bruja nos ayudará? –repitió, obcecada en no escuchar a la bruja. Esta vez no se movió, contemplaba a la anciana de mala gana, como había hecho hasta ahora –¿Y si la convierte en sirena para siempre? –su prejuicio contra los brujos era demasiado grande para dejarlo estar y confiar en ella. Pero no parecía haber otra opción, ya que todos se estaban posicionando.

Helyare retrocedió hasta quedarse apoyada en una de las paredes de madera del cuarto, enfadada. ¡Claro que quería recuperar a su amiga! Pero en su cabeza había multitud de situaciones en las que la bruja les podía engañar. De hecho, no confiaba en que cumpliera su palabra, era una hechicera, esa gente no cumplía sus palabras… al menos, no todos. Apretó los labios, contemplando a los demás. Todos querían saber, pero ella esperaba algún tipo de artimaña propia de su especie.

Captada la atención de todos, la susodicha habló.
Yo puedo ayudar a su dragona… como bien he dicho –empezó, creando expectación. Y poniendo a la elfa más nerviosa, si cabía –, pero necesito recuperar mi barco.
La elfa la miró con extrañeza y no pudo evitar preguntar, incorporándose desde su rincón.
¿Qué barco?
¡Este barco, elfa! –alzó sus huesudos brazos, mostrando sólo sus manos ajadas por el paso de los años. Seguía extrañando a la pelirroja –, este barco es mío. Pero… lo perdí. ¡A ver si piensan que estoy aquí por gusto! En este almacén cochambroso –se quejó, volviendo a tomar a su gato entre sus brazos para acariciarlo.

Helyare miró al resto, en especial a Ingela, aunque se dirigió a la anciana –¿y cómo podemos saber que el barco es tuyo, bruja?
¡Ay! ¡Pero qué desconfiada eres, elfa desterrada! –Helyare torció el gesto y ella enarcó una ceja, haciendo que se apreciaran más sus arrugas–, el trato implica confiar.  Si quieren ver a su amiga sin cola de pescado, recuperen mi barco.
Al revés: si quieres tu barco, ayudas a mi amiga. Y hasta que no esté demostrado que ella no volverá jamás –remarcó esa palabra – a ser una sirena, entonces, sólo entonces, haremos por recuperar tu barco. No me fío de tus trucos. Ninguno de los tuyos es buena gente.
¿Ninguno? –soltó una risita, clavando su mirada en la joven que tanta guerra daba –si fuéramos tan mala gente, no habrías…
Silencio –interrumpió a la mujer y rápido se giró hacia los demás. La anciana sonrió de lado. Era muy fácil “controlar” a alguien tan voluble como la elfa. Y los demás se habían mostrado más receptivos a sus peticiones. Por fin podría conseguir lo que tanto ansiaba. Helyare miró a los demás –¿y si no es su barco? ¿O si no le quita a Ingela la maldición?
Siempre podrán probar a hacer que su amiga, la “dragona” vaya a buscar la planta y deje de ser dragona –contempló –. Yo siempre cumplo mis promesas, pero tengo que asegurarme que también las cumplen.

¿Cómo se asegurará? –preguntó Fëanor, tratando de centrar la conversación en buscar una solución y relajar un poco el ambiente, dentro de lo posible.
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Mensaje  Ingela Mar 04 Sep 2018, 01:26

Ingela estaba entrando en un estado de desesperación tan grande, que la desconfianza no era una opción para ella en ese momento. No iba a hacer caso del recelo de sus amigos, ellos no eran quienes noche a noche, perdían su consciencia, su memoria, su ser completo, en un mar profundo y oscuro; era ella quien luchaba con cada aurora por recuperar su vida y cada amanecer era más y más difícil. Las constantes réplicas de Helyare la hastiaron, ella sabía que su amiga la quería ayudar, que no quería que la situación empeorara, pero, ¿acaso podría ser peor que el destino que la dragona ya presentía?

-¡Basta!- espetó, mirando a Hely con seriedad. -Ya tomé una decisión. Sí, te ayudaré a recuperar tu barco, dime, ¿qué tengo que hacer?- exclamó, dando un paso adelante con firmeza, a pesar de la expresión de angustia en su rostro. Fëanor miró horrorizado a su resuelta amiga e intentó en vano decir algo, pero la mirada severa de la dragona lo detuvo. Se mordió el labio inferior y arrugó la frente con angustia -Si no hay otra solución, pues... entonces yo te ayudo, Inge- fue lo que dijo, en voz bajita, resignado a su suerte.

-Oh, creedme, no la hay- comentó la bruja, sacando una pulga de entre los pelos de su gato y matándola entre sus largas uñas, con total despreocupación. Si Ingela era un manojo de nervios, esta señora era todo lo contrario, una fresca lechuga. -Mira, si tanto desconfían de mi palabra, podemos hacer un pacto sacro...- comentó. Ante la mirada confundida de los adolescentes, explicó -Eso es un hechizo de nudo, cada parte dice su compromiso agarrando el extremo de una cuerda anudada, se recitan las palabras mágicas y ya está. Si alguna de las partes no cumple con su promesa, el nudo se amarrará al rededor de su cuello y morirá- dijo tranquilamente, incluso sonrió.

Ingela ni siquiera volteó a mirar a sus amigos, solo apretó los puños un instante en el que respiró hondo. -Hagámoslo- respondió e inmediatamente buscó con la mirada alguna cuerda, en una bodega de barco debía haber alguna. Pero no fue sino hasta que sus ojos pasaron por donde la bruja, que la vio presta, con una en la mano -Yo ya estoy lista- dijo, esbozando una amplia sonrisa que mostraba sus encías desdentadas.

La viejecilla, que ya sostenía la cuerda por un extremo, la sacudió levemente y esta automáticamente se anudó por la mitad. El otro extremo flotaba a la espera de Ingela. Temerosa, pues aquel truco de magia la había intimidado un poco, tomó la punta que le correspondía. -Prometo terminar con tu maldición de sirena, dragona Ingela- aseveró la bruja. -Prometo recuperar tu barco, bruja de la bodega- se comprometió la chica.

Inmediatamente la cuerda brilló y desapareció en una nube de virutitas, pero en los cuellos de la bruja y de la dragona, apareció un hilo grueso. -¡Ya está!- cantó feliz la anciana. -Necesitaré ayuda para la pócima, creo que el pequeño elfo servirá- dijo haciendo gestos con las manos para que Fëanor se acercara a ella. -Dime cómo recupero tu barco- interrumpió la dragona.

La añosa bruja miró de reojo a la chica -Mata al capitán- susurró con una media sonrisa.
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[Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare] Empty Re: [Cerrado] La noche de la sirena del Norte [Ingela/Zatch/Helyare]

Mensaje  Zatch Mar 18 Sep 2018, 03:59


Aunque Zatch rodó los ojos y gruñó con hastío ante la insistencia de la elfa, no pudo evitar que sus palabras permanecieran resonando en su mente durante varios segundos. ¿Y si...? Era, realmente, una decisión demasiado difícil. El zorro nunca había tenido que preocuparse ni mucho menos decidir sobre el bienestar de alguien más. Ahora se sentía atrapado y asfixiado por semejante responsabilidad. Dejó caer su mirada sobre Fëanor, quien, aunque no le gustara admitirlo, resultaba soler dar opiniones bastante sensatas, pero el joven de orejas en punta no omitió ningún juicio. Todos, entonces, escucharon expectantes las palabras de la bruja.

Una sonrisa cargada de escepticismo torció su mueca al oír la estrafalaria petición. Hubiese hecho un chiste de mal gusto al respecto, mas la elfa se adelantó y comenzó un tira y afloja con su contraparte racial. Que tú nos das, que nosotros te damos, que sí, que no... Como si Ingela no fuera más que una mera mercancía, al igual que el barco. El zorro comenzaba a enfadarse por no tener lugar para dar su opinión aunque, a decir verdad, aún no sabía bien cuál era. Quería que la dragona estuviera bien, no confiaba en la bruja, pero... Se sorprendió al darse cuenta de que estaba dispuesto a dar un salto de fe para conseguir, de una vez por todas, volver a tener entre sus brazos a una Ingela normal, a esa de la que se había enamorado, y no a la extraña sirena que noche a noche lo olvidaba un poco más.

La susodicha puso fin a la discusión al dar su punto de vista y Zatch suspiró con secreto alivio. Al final, aunque hubiera mucho en juego, estaba de acuerdo con ella. Dio un paso adelante y apoyó sus patas sobre los hombros de la dragona para hacerle sentir su apoyo aunque, ante el truco de magia, tragó saliva y se preguntó si acaso todo aquello estaba bien. Tampoco es que importara mucho; lo hecho, hecho estaba.

Ahora “solo” tenían que apoderarse de una embarcación entera, con todos sus tripulantes y viajeros a bordo. Y, cómo no, nadie más indicado que él para hacer el trabajo sucio.

-Yo lo haré. -Decretó con frialdad, clavando sus pequeñas pupilas en los inquisitivos ojos de la bruja. Nunca le había contado a Ingela respecto a las cosas poco honorables que hacía en su día a día y dudaba que esa fuera la mejor manera de enterarse. Bah. ¿Qué más daba? Algún día lo iba a saber- Yo mataré al capitán. Ustedes -añadió volteando para observar directamente a la elfa- me ayudarán a llegar hasta él.
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Mensaje  Helyare Jue 20 Sep 2018, 04:14

La discusión pareció terminar cuando Ingela alzó la voz, mirando a su amiga –no… Ingela.
El susurro quedó ahogado con las palabras de la joven del norte mientas decía que iba a ayudar a la bruja. No se fiaba. Claro que quería ayudar a su amiga, más que nada, pero no quería que acabase peor por hacer caso a una sucia hechicera. Mas no pudo hacer nada, la decisión de la dragona era firme, y no parecía que los demás quisieran oponerse. El ambiente estaba tenso, la elfa hubiera lanzado por la borda a esa anciana de haber podido.

Pronto, cerraron el trato.

El nudo no estaba en la cuerda, sino en la garganta de Helyare al ver cómo hacían ese pacto irrompible. Se hubiera puesto ella en su lugar. Pero temblaba por dentro al pensar que Ingela había hecho ese juramento con la bruja.
Más te vale cumplir, bruja –masculló, con tono enfadado. La anciana sólo hizo un gesto sonriente y volvió a prestar atención al elfito, quien también había aceptado las decisiones de Ingela hasta tal punto que él ayudaría a la señora con las pociones.

Tenían que matar al capitán y Zatch se adelantó a decir que lo haría él. La elfa miró fijamente al zorro. No era de su agrado, pero sí que era mejor que se encargase él de finiquitar al conductor del barco antes de que la dragona tuviera que mancharse las manos. ¿Y si lo mataban y el barco quedaba a la deriva? Además, ya se habían tenido que enfrentar a otros hombres que estaban por ahí, ¿quién les aseguraría que estarían bien? ¿Qué nadie les intentaría atacar? O, incluso, ¿quién podía asegurar que no eran aliados de esa mujer? Cuando se trataba de una hechicera, Helyare siempre pensaba mal.

Sin perder mucho tiempo, se colocó la manta que la cubría y subió las escaleras hasta la cubierta del barco. Esperaba que Zatch y Nillë la siguieran. Hizo una mueca al tocar la madera con su pie descalzo. ¡Estaba helada! Se abrazó más para cubrirse todo lo posible con la manta. Se estaban acercando al norte, por lo visto. ¿Cuántos días habían pasado navegando? El vaho que salía de su boca confirmaba que las temperaturas no eran las del sur. Y porque había caído semiinconsciente al agua, pero sí había notado cómo esta calaba sus huesos, helándolos.

¡Qué frío! –se mordió el labio inferior y miró hacia todos los lados. Parte de la manta también tapaba su cabeza, tal y como lo hacía la capucha de su capa, que a saber dónde estaba. A su derecha estaba el mar, en concreto la popa del barco. A su izquierda, la zona donde se alojaban los pasajeros y la tripulación –vamos –ordenó seria y empezó a caminar hacia las partes interiores del barco.

No esperaba a Ingela.  De hecho, no esperaba que subiera y prefería que no lo hiciera. Cuanto menos estuviera involucrada, mejor. Sobre todo, si hablaban de una muerte. Cargarse a otra persona por el trato con una maga… ¡increíble! No estaba de buen humor pensando eso, ni siquiera tenía nada preparado. Es más, en esta ocasión, sí agradecía que Zatch estuviera dispuesto a hacer el trabajo sucio.

Helyare había matado. Pero no a gente inocente. Había matado a una hechicera que se dedicaba a cazar elfos, a unos brujos que aterrorizaron a un clan de Sandorai… pero nunca sin motivo. Y esto no dejaba de parecerle una sucia treta de esa vieja.
¿Cómo sabremos quién es el capitán? –preguntó al aire, en bajo. Suponía que era quien estaba al mando del navío, en el timón. Pero, ¿y si no era él? Al ser de noche, tal vez, estuviera durmiendo y lo llevase otra persona. O no sabía con certeza si un barco lo conducía un capitán u otra persona. Así que tuvo que preguntar, pese a dar a entender la poca idea que tenía sobre asuntos marítimos.

Aun así, su recientemente recuperado don de la magia estaba disponible para hacer cumplir el trato que salvaría a su amiga. Y el destello azul de Nillë la acompañaba.
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