[Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
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[Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Un bostezo escapó de sus labios, mientras se tallaba los ojos perezosamente. Sus aventuras a bordo del Mary habían terminado, pero nuevamente se encontraba de camino en una embarcación rumbo a Beltrexus, aunque esta vez sin la agradable compañía del joven que la había cautivado en aquel diminuto armario y cuyo recuerdo era capaz de dispararle los latidos del corazón a niveles insospechables. Todo el trayecto la pasó suspirando y ruborizándose, evocando constantemente los momentos que había pasado junto al muchacho, y preguntándose cuánto tiempo pasaría antes de volverlo a ver. Su desconcentración era tal que Manuela se vio en la necesidad de picarle la frente en más de una ocasión para llamar su atención, haciendo que a la rubia se le cayese la cara de vergüenza.
Afortunadamente la bruja tuvo la suficiente paciencia como para darle los detalles de la tarea que tendría que realizar, pese a las incontables repeticiones que tuvo que hacer para que la elfa entendiese. La pequeña princesa de los Elaynor no estaba muy segura de querer cooperar con aquello, ese era un trabajo para Frederick o Bio, considerando que ambos eran más fuertes y rápidos que ella para realizar una tarea como guardaespaldas; aun así, terminó accediendo y en un par de horas se vio caminando hasta la taberna donde se encontraría con la dichosa jovencita. No había entendido muy bien el trasfondo de la misión, solo le quedaba claro que un hombre fabulosamente rico había solicitado que alguien escoltase a su flamante y joven prometida desde Beltrexus hasta la hacienda donde él residía a las afueras de Lunargenta.
La descripción que tenía de la susodicha era muy vaga, aunque por el momento no había nadie que se asemejara en lo más mínimo, por lo que optó por sentarse en uno de los taburetes de la barra, solicitando una cerveza de mantequilla al cantinero. Por unos instantes se permitió volver a echar andar su imaginación, trayendo a su mente el recuerdo de la piel del joven cuando estuvieron tan cerca en aquel armario. Nunca había experimentado una atracción similar, de hecho, ahora que lo pensaba Frederick no tuvo reparos en moler los sentimientos que ella tenía por él, al punto de hacerle olvidar que ella era una chica con todos los derechos para enamorarse y entregarse a alguien. Esta idea la sonrojó nuevamente, no es que estuviese diciendo que deseaba ‘‘eso’’ con alguien, pero no sería precisamente malo si llegaba a pasar, ¿no? Después de todo pronto cumpliría dieciocho, prácticamente se convertiría en toda una mujer, así que…
Afortunadamente aquellas alborotadas ideas fueron interrumpidas por las coquetas palabras que una señorita le dirigía a un apuesto caballero, quien apenas si se había adentrado a la taberna cuando ya se encontraba acosado por aquella damisela. La de orbes azulados parpadeó confundida, escudriñando con atención a la insolente muchacha que contorneaba sus caderas de manera impropia y llamativa. Por otro lado, el joven simplemente no parecía encajar con las demás caras masculinas del lugar. Tenía el porte y los modales de un príncipe de cuentos. Inclusive la elfita tuvo que dejar en la barra su cerveza de mantequilla para evitar que se le cayera al suelo. Nunca había visto a un caballero con aquella peculiar aura de galantería. Le sorprendía, claro que sí, era como estar frente a un personaje de uno de los libros que tanto adoraba leer y eso le causó un tremendo impacto. Al menos hasta que la ingrata jovencita volvió a interrumpir con una de sus jugarretas para con el caballero. ¿Acaso así se veía ella cuando acosaba a Frederick? Porque aquella escena era sencillamente nauseabunda, al punto que se sintió en la obligación de intervenir.
—Disculpe —se levantó de su asiento, acercándose a la susodicha—. ¿Miss Park?
— ¿Qué deseas? —Le dirigió una mirada despectiva, tomando el brazo del hombre—. ¿No ves que estoy ocupada?
—Soy Ashryn Elaynor —habló con cortesía—. Su prometido me ha pedido que la acompañe a su destino —la muchacha soltó un enorme bufido afianzándose al caballero.
— ¡Ese viejo! —Hizo una rabieta—. No quiero que tú me escoltes —la rubia infló las mejillas—. Quiero que lo haga él.
Con una risita coqueta señaló al varón de los cuentos, haciendo que la ojiazul tuviese que contar mentalmente para no jalarla de las orejas y arrastrarla hasta la dichosa mansión en Lunargenta. Ni siquiera su pequeña Iliaki le hacía semejantes berrinches, no podía comprender como es que alguien podía ser tan malcriada. Menos mal que era novata en eso de ser madre o ya se le habría visto regañando a la supuesta novia. Ahora solo tendría que encontrar un modo de llevarla con su prometido, aunque sospechaba que la dichosa Miss Clarissa Park no se la pondría tan fácil.
Afortunadamente la bruja tuvo la suficiente paciencia como para darle los detalles de la tarea que tendría que realizar, pese a las incontables repeticiones que tuvo que hacer para que la elfa entendiese. La pequeña princesa de los Elaynor no estaba muy segura de querer cooperar con aquello, ese era un trabajo para Frederick o Bio, considerando que ambos eran más fuertes y rápidos que ella para realizar una tarea como guardaespaldas; aun así, terminó accediendo y en un par de horas se vio caminando hasta la taberna donde se encontraría con la dichosa jovencita. No había entendido muy bien el trasfondo de la misión, solo le quedaba claro que un hombre fabulosamente rico había solicitado que alguien escoltase a su flamante y joven prometida desde Beltrexus hasta la hacienda donde él residía a las afueras de Lunargenta.
La descripción que tenía de la susodicha era muy vaga, aunque por el momento no había nadie que se asemejara en lo más mínimo, por lo que optó por sentarse en uno de los taburetes de la barra, solicitando una cerveza de mantequilla al cantinero. Por unos instantes se permitió volver a echar andar su imaginación, trayendo a su mente el recuerdo de la piel del joven cuando estuvieron tan cerca en aquel armario. Nunca había experimentado una atracción similar, de hecho, ahora que lo pensaba Frederick no tuvo reparos en moler los sentimientos que ella tenía por él, al punto de hacerle olvidar que ella era una chica con todos los derechos para enamorarse y entregarse a alguien. Esta idea la sonrojó nuevamente, no es que estuviese diciendo que deseaba ‘‘eso’’ con alguien, pero no sería precisamente malo si llegaba a pasar, ¿no? Después de todo pronto cumpliría dieciocho, prácticamente se convertiría en toda una mujer, así que…
Afortunadamente aquellas alborotadas ideas fueron interrumpidas por las coquetas palabras que una señorita le dirigía a un apuesto caballero, quien apenas si se había adentrado a la taberna cuando ya se encontraba acosado por aquella damisela. La de orbes azulados parpadeó confundida, escudriñando con atención a la insolente muchacha que contorneaba sus caderas de manera impropia y llamativa. Por otro lado, el joven simplemente no parecía encajar con las demás caras masculinas del lugar. Tenía el porte y los modales de un príncipe de cuentos. Inclusive la elfita tuvo que dejar en la barra su cerveza de mantequilla para evitar que se le cayera al suelo. Nunca había visto a un caballero con aquella peculiar aura de galantería. Le sorprendía, claro que sí, era como estar frente a un personaje de uno de los libros que tanto adoraba leer y eso le causó un tremendo impacto. Al menos hasta que la ingrata jovencita volvió a interrumpir con una de sus jugarretas para con el caballero. ¿Acaso así se veía ella cuando acosaba a Frederick? Porque aquella escena era sencillamente nauseabunda, al punto que se sintió en la obligación de intervenir.
—Disculpe —se levantó de su asiento, acercándose a la susodicha—. ¿Miss Park?
— ¿Qué deseas? —Le dirigió una mirada despectiva, tomando el brazo del hombre—. ¿No ves que estoy ocupada?
—Soy Ashryn Elaynor —habló con cortesía—. Su prometido me ha pedido que la acompañe a su destino —la muchacha soltó un enorme bufido afianzándose al caballero.
— ¡Ese viejo! —Hizo una rabieta—. No quiero que tú me escoltes —la rubia infló las mejillas—. Quiero que lo haga él.
Con una risita coqueta señaló al varón de los cuentos, haciendo que la ojiazul tuviese que contar mentalmente para no jalarla de las orejas y arrastrarla hasta la dichosa mansión en Lunargenta. Ni siquiera su pequeña Iliaki le hacía semejantes berrinches, no podía comprender como es que alguien podía ser tan malcriada. Menos mal que era novata en eso de ser madre o ya se le habría visto regañando a la supuesta novia. Ahora solo tendría que encontrar un modo de llevarla con su prometido, aunque sospechaba que la dichosa Miss Clarissa Park no se la pondría tan fácil.
- Clarissa Park:
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Ashryn Elaynor
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Se suponía que era un trabajo sencillo. Un dinero fácil de ganar. Y cómo no iba a pensar de ese modo, si solamente tenía que acompañar a una noble de las islas Illidenses hasta el continente. Un apacible y tranquilo viaje en barco desde el archipiélago hasta la cosmopolita Lunargenta.
En eso consistía su misión. En una escolta, que significaba poco más de una travesía por mar, así como por las calles de Beltrexus y la ciudad de destino. Por los dioses, hasta se ahorraría tener que comprar un pasaje para volver a Lunargenta. Pues la protección de la muchacha traía consigo su billete para ir con ella hasta allí.
Ese trabajo había sido creado para él. Era imposible tener más dicha o fortuna, al menos así pensaba hasta que conoció a Clarissa Park.
Una tarea sencilla… Ja, los dioses se mofaban de él. Pero como no picar en el anzuelo, cuando se lo había adornado tan bonito. Demasiado hermoso para ser cierto. Tenía que haber sospechado por ello. Sí, las cosas son más fáciles de decir, que de hacer. Siempre era así, por supuesto, más no esperaba tener tanto mal fario con un trabajo que aparentaba tal facilidad.
El padre de la joven era el típico noble. Orgulloso y poderoso, y con el carácter autoritario que se adueñaba de todo hombre con poder. O de casi todo hombre. Un brujo que había hecho fortuna con la seda, y que también era ducho en el manejo de su magia. Un perfecto illidense por tanto. Un perfecto brujo.
No obstante, el hombre tenía el porte que todo noble tenía, y albergaba un buen corazón después de todo. Y un sentido de la justicia que siempre era importante tener. Por lo menos así lo consideraba él. Mercenario que más de una vez se había envuelto en problemas por su sentido de la justicia, y no tanto por el dinero que movía los hilos de los bien llamados soldados de fortuna.
Pero así era el padre de Clarissa. La propia Clarissa… era otro cantar.
No dudaba que tenía el mismo buen corazón que su padre. No la conocía lo suficiente para saberlo con certeza, aunque lo cierto es que a su padre tampoco, más era lo que sentía cuando conoció a ambos. Pero desgraciadamente, ahí terminaba el posible parecido con su progenitor. Ya que la bondad de la joven estaba enterrada bajo una montaña de deseos, caprichos, y un sinfín de requerimientos que soterraban demasiado una virtud tan destacable.
- ¿Por qué debemos ir a esa taberna? Me gustaría comprarme un vestido nuevo, pues la ocasión lo merece-, comentó la chica, con cierto fastidio.
- Es deseo de su padre. Según sus palabras, allí estará parte de su escolta, lady Clarissa-, contestó a la joven. De forma bastante educada, dadas las circunstancias. ¿Cuántas veces se lo había dicho ya? Realmente había perdido la cuenta. - No sé de quién se trata. Ni su padre sabía exactamente, pues parece que se trata de una petición a una amiga personal y de confianza. Pero la persona que nos espera ha sido informada y la reconocerá nada más verla-, explicó. - Así que podrá comprar ese bonito vestido después, señorita Park. Seguro que a su prometido le gustará el detalle de que se compre uno para verle-, sonrió a la chica.
- ¿Para ese tonto? No, la ocasión que lo merece no es el encuentro con ese patán-, comentó, con una voz provocadora y con cierto tinte sensual.
Sin olvidar la mirada pícara que le dedicó la muchacha que rondaba los diecisiete años. Todo en su conjunto fue suficiente para quebrar la sonrisa del rubio.
- Eh. Sí claro. Que diga. No. No-, se corrigió después de recuperar el tino. Esa chica lo había descolocado completamente. - Su prometido no es ningún patán, miladi. Tengo entendido que es todo un caballero-, respondió, antes de abrir la puerta de la posada para dejarle el paso franco a la dama.
Ella por su parte solamente bufó, y se encaminó hacia el marco de la puerta.
- Menudo local. Espero que no perdamos mucho el tiempo aquí dentro-, comentó la joven, entrando al establecimiento.
Vinc hizo rodar los ojos en cuanto la mujer entró, para evitar que lo viera, y seguidamente entró tras ella.
La taberna, que tan poca cosa le parecía a la dama, era en realidad un buen establecimiento. No de los mejores de la ciudad, pero sí estaba bastante bien. Un local de categoría media, por definirlo de alguna forma. No le cabía duda, de que habían peores posadas por el mundo, y en más de una había tenido que hospedarse durante sus viajes por el continente. No le costaba mucho imaginar, la reacción y el rostro que pondría la señorita Park, si hubiera visto alguno de aquellos tugurios.
- Debe ser la persona con la que debemos encontrarnos, señorita Clarissa-, explicó, a la vez que intentaba obviar las palabras que había usado la noble, y retiraba el brazo que le había tomado con delicadeza. - Es parte de su escolta, tal como acordó su padre-, le recordó, pues su padre tenía suficiente autoridad para aplacar a su hija.
A él le haría caso. Ya fuera a regañadientes. Y así era, pues la escuchó bufar nuevamente, pero antes de que la joven dijera algo inapropiado, se adelantó a esta para saludar a la rubia que se había acercado hasta ellos.
- Encantados de conocerla, señorita Ashryn-, dijo, usando el plural para incluir a lady Park, aunque esta seguramente no estaría nada encantada de ello. - Mi nombre es Vincent Calhoun-, sonrió a la chica. - Soy parte de la escolta de la dama Clarissa. Igual que vos. Y la joven que me acompaña es la señorita Clarissa Park.
La señorita Park suspiró resignada, ante de vovler a hablar.
- Así es. Soy lady Clarissa-, se presentó formalmente. - Y terminadas las presentaciones. Me gustaría poder proseguir con mis quehaceres. Quisiera comprar aquel vestido que le comenté, Vincent-, dijo, antes de sonreírle. - Verás que bien me queda-, mantuvo la sonrisa, y giró sobre sus talones para dirigirse hacia la salida.
En eso consistía su misión. En una escolta, que significaba poco más de una travesía por mar, así como por las calles de Beltrexus y la ciudad de destino. Por los dioses, hasta se ahorraría tener que comprar un pasaje para volver a Lunargenta. Pues la protección de la muchacha traía consigo su billete para ir con ella hasta allí.
Ese trabajo había sido creado para él. Era imposible tener más dicha o fortuna, al menos así pensaba hasta que conoció a Clarissa Park.
Una tarea sencilla… Ja, los dioses se mofaban de él. Pero como no picar en el anzuelo, cuando se lo había adornado tan bonito. Demasiado hermoso para ser cierto. Tenía que haber sospechado por ello. Sí, las cosas son más fáciles de decir, que de hacer. Siempre era así, por supuesto, más no esperaba tener tanto mal fario con un trabajo que aparentaba tal facilidad.
El padre de la joven era el típico noble. Orgulloso y poderoso, y con el carácter autoritario que se adueñaba de todo hombre con poder. O de casi todo hombre. Un brujo que había hecho fortuna con la seda, y que también era ducho en el manejo de su magia. Un perfecto illidense por tanto. Un perfecto brujo.
No obstante, el hombre tenía el porte que todo noble tenía, y albergaba un buen corazón después de todo. Y un sentido de la justicia que siempre era importante tener. Por lo menos así lo consideraba él. Mercenario que más de una vez se había envuelto en problemas por su sentido de la justicia, y no tanto por el dinero que movía los hilos de los bien llamados soldados de fortuna.
Pero así era el padre de Clarissa. La propia Clarissa… era otro cantar.
No dudaba que tenía el mismo buen corazón que su padre. No la conocía lo suficiente para saberlo con certeza, aunque lo cierto es que a su padre tampoco, más era lo que sentía cuando conoció a ambos. Pero desgraciadamente, ahí terminaba el posible parecido con su progenitor. Ya que la bondad de la joven estaba enterrada bajo una montaña de deseos, caprichos, y un sinfín de requerimientos que soterraban demasiado una virtud tan destacable.
- ¿Por qué debemos ir a esa taberna? Me gustaría comprarme un vestido nuevo, pues la ocasión lo merece-, comentó la chica, con cierto fastidio.
- Es deseo de su padre. Según sus palabras, allí estará parte de su escolta, lady Clarissa-, contestó a la joven. De forma bastante educada, dadas las circunstancias. ¿Cuántas veces se lo había dicho ya? Realmente había perdido la cuenta. - No sé de quién se trata. Ni su padre sabía exactamente, pues parece que se trata de una petición a una amiga personal y de confianza. Pero la persona que nos espera ha sido informada y la reconocerá nada más verla-, explicó. - Así que podrá comprar ese bonito vestido después, señorita Park. Seguro que a su prometido le gustará el detalle de que se compre uno para verle-, sonrió a la chica.
- ¿Para ese tonto? No, la ocasión que lo merece no es el encuentro con ese patán-, comentó, con una voz provocadora y con cierto tinte sensual.
Sin olvidar la mirada pícara que le dedicó la muchacha que rondaba los diecisiete años. Todo en su conjunto fue suficiente para quebrar la sonrisa del rubio.
- Eh. Sí claro. Que diga. No. No-, se corrigió después de recuperar el tino. Esa chica lo había descolocado completamente. - Su prometido no es ningún patán, miladi. Tengo entendido que es todo un caballero-, respondió, antes de abrir la puerta de la posada para dejarle el paso franco a la dama.
Ella por su parte solamente bufó, y se encaminó hacia el marco de la puerta.
- Menudo local. Espero que no perdamos mucho el tiempo aquí dentro-, comentó la joven, entrando al establecimiento.
Vinc hizo rodar los ojos en cuanto la mujer entró, para evitar que lo viera, y seguidamente entró tras ella.
La taberna, que tan poca cosa le parecía a la dama, era en realidad un buen establecimiento. No de los mejores de la ciudad, pero sí estaba bastante bien. Un local de categoría media, por definirlo de alguna forma. No le cabía duda, de que habían peores posadas por el mundo, y en más de una había tenido que hospedarse durante sus viajes por el continente. No le costaba mucho imaginar, la reacción y el rostro que pondría la señorita Park, si hubiera visto alguno de aquellos tugurios.
- Debe ser la persona con la que debemos encontrarnos, señorita Clarissa-, explicó, a la vez que intentaba obviar las palabras que había usado la noble, y retiraba el brazo que le había tomado con delicadeza. - Es parte de su escolta, tal como acordó su padre-, le recordó, pues su padre tenía suficiente autoridad para aplacar a su hija.
A él le haría caso. Ya fuera a regañadientes. Y así era, pues la escuchó bufar nuevamente, pero antes de que la joven dijera algo inapropiado, se adelantó a esta para saludar a la rubia que se había acercado hasta ellos.
- Encantados de conocerla, señorita Ashryn-, dijo, usando el plural para incluir a lady Park, aunque esta seguramente no estaría nada encantada de ello. - Mi nombre es Vincent Calhoun-, sonrió a la chica. - Soy parte de la escolta de la dama Clarissa. Igual que vos. Y la joven que me acompaña es la señorita Clarissa Park.
La señorita Park suspiró resignada, ante de vovler a hablar.
- Así es. Soy lady Clarissa-, se presentó formalmente. - Y terminadas las presentaciones. Me gustaría poder proseguir con mis quehaceres. Quisiera comprar aquel vestido que le comenté, Vincent-, dijo, antes de sonreírle. - Verás que bien me queda-, mantuvo la sonrisa, y giró sobre sus talones para dirigirse hacia la salida.
Vincent Calhoun
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Nada le hubiese gustado más que llevarse a esa insolente jovencita de las orejas y así enseñarle unos cuantos modales, más era consciente que ella solo estaba ahí para asegurarse de que la susodicha llegase con su prometido sin ningún tipo de contratiempo. Claro que ella tampoco de la ponía fácil, y es que nada bueno resultaba cuando dos personalidades infantiles y caprichosas se encontraban frente a frente. Lo único resaltable de aquel encuentro sería el caballero que acompañaba a la odiosa muchachita. Aparentemente no solo parecía un príncipe, sino que además se comportaba como uno. Bueno, por ahora no mataría a Lady Clarissa, pero no prometía que esa idea los acompañase el resto del viaje, considerando que la muy ingrata pasaba de ella como si su presencia fuese totalmente irrelevante.
Rogándole paciencia a los Dioses y contando mentalmente, para no cometer una masacre en ese lugar, trató de mantener la boca cerrada. Después de ver la cantidad de insinuaciones que la señorita le hacía al caballero, Ashy tuvo que esconder una mueca de fastidio, pues, ciertamente le incomodaba aquella situación. El hombre parecía ser una persona sensata y amable, al menos lo que se veía a simple vista. La rubia no era capaz de imaginar lo difícil que sería para él tener que soportar a esa coqueta, altanera e insoportable chica; considerando que en ese par de minutos en los que la conoció ya deseaba arrastrarla por el piso de la taberna, seguramente Vincent tendría la peor parte al tener a la susodicha revoloteando a su alrededor con jocosa insistencia.
—No —sentenció la de orbes azulados, frunciendo el ceño con molestia—. Las instrucciones son muy claras, Miss Park. No hay tiempo que perder, su prometido la está esperando.
— ¿Quién eres tú para venir a darme ordenes? —Replicó la muchacha—. Quiero ese vestido y lo quiero ahora.
Ni siquiera dio tiempo a que la de orbes azulados le respondiese, ya que jaló al caballero, arrastrándolo fuera de aquella taberna. Ashy parpadeó un par de veces en un intento por asimilar lo que había sucedido. Sí, bueno, ella también había sido criada de manera sobreprotegida, pero jamás había llegado a comportarse de semejante forma tan caprichosa y consentida. Infló las mejillas con molestia y salió de la taberna, siguiendo a la insolente fulana que había osado pasar de su persona como si de un champiñón se tratase. Ahora comprendía porque el prometido de Miss Park se encontraba tan preocupado de que esta llegase a Lunargenta. Con un carácter como ese cualquiera se sentiría intranquilo de que la dichosa novia escapara por ahí con el primero que se le viniese enfrente, aunque debía admitir que ella tenía malos ratos, pero no malos gustos.
Caminaba detrás de su compañero y de la odiosa señorita, tratando de mantenerse al margen de las muchas insinuaciones que esta le hacía al pobre. Casi sentía pena por él, aunque también le admiraba la infinita paciencia que mostraba ante aquella terrible situación. Después de un rato de vagar por ahí sin un rumbo fijo, la presuntuosa jovencita se detuvo frente a las puertas de una lujosa tienda de ropa, a lo que la rubia solo pudo atinar a parpadear confundida. Aquel local fácilmente podría considerarse lujoso y lo que ahí se vendiese no debía ser nada barato, ¿realmente pensaba entrar a comprar un vestido ahí? Lo peor no fue la confirmación a esa pregunta, sino la insistencia de Miss Park en que Vincent entrara con ella. A la de orbes azulados no le sorprendería que también buscase arrastrarlo hasta los vestidores. Definitivamente eso no presagiaba nada bueno.
— ¿Qué te parece si aguardamos aquí afuera? —Puso una mano en el hombro de su compañero—. Así podemos vigilar mejor que lady Clarissa se encuentre a salvo y le daremos privacidad, para hacer sus compras tranquilamente.
— ¡¿Qué dices?! —Refunfuñó la muchacha, tomando a Vincent del brazo—. ¡No! ¡Yo quiero que Vincent entre conmigo!
—Nuestro deber es garantizar su seguridad, Miss Park —sentenció la rubia, tomando al caballero del otro brazo—. Vincent y yo no somos damos de compañía, somos sus escoltas, así que debe quedarse aquí conmigo a vigilar.
— ¿Y si me pasa algo? —Jaló al hombre hacia su lado—. ¿Qué tal si hay un peligro ahí adentro?
—Le aseguro que las perchas no son tan aterradoras —Ashy por su parte jaló a su compañero en su dirección, inflando las mejillas—. Solo hay una entrada y una salida del local, si nos quedamos aquí le aseguro que no dejaremos que nadie la moleste.
Seguramente la escena sería un tanto cómica, considerando que dos jovencitas se encontraban a mitad de la calle, peleándose por un apuesto caballero. La ojiazul no se dejaba intimidar por aquel carácter caprichoso, mientras que lady Clarissa hacía todo lo posible por parecer una víctima ante Vincent. Finalmente, y con ayuda de los dioses, la muchachita soltó al caballero, adentrándose de mala gana a la tienda, mientras la rubia soltaba por fin a su compañero con un suspiro de fastidio. Si alguna vez llegaba a tener otra hija, rogaba que no fuese igual que esa chiquilla maleducada. ¡Ni siquiera ella que había crecido sin su madre llegaba a ese extremo! Además, no es como que crecer en el Clan Elaynor fuese una gran suerte. Ella había tenido que escaparse del bosque para conocer el mundo, de lo contrario seguiría escondida en Sandorai sin permiso si quiera para soñar con salir.
—Lo siento —se disculpó con su compañero—. No me agradan las personas como ella —hizo un puchero infantil—. ¿Te encuentras bien? —Ahora se sentía culpable de haberle hecho aquella escenita—. Tal vez no me recuerdes, yo presenté los Oscares de Aerandir hace un año —soltó una risita nerviosa al recordar aquel terrible incidente, donde media población del mundo terminó odiándola—. Me preguntaste si tenía lazos con el Clan Thenidiel…
Había pasado bastante tiempo desde aquella funesta noche, pero muchas de las caras, que tuvieron el infortunio de ser interrogadas por ella, no se le borraban de la mente. Solo esperaba que revelar aquella información de golpe no le supusiera un disgusto al caballero, considerando que esa dichosa gala casi terminaba en una masacre.
Rogándole paciencia a los Dioses y contando mentalmente, para no cometer una masacre en ese lugar, trató de mantener la boca cerrada. Después de ver la cantidad de insinuaciones que la señorita le hacía al caballero, Ashy tuvo que esconder una mueca de fastidio, pues, ciertamente le incomodaba aquella situación. El hombre parecía ser una persona sensata y amable, al menos lo que se veía a simple vista. La rubia no era capaz de imaginar lo difícil que sería para él tener que soportar a esa coqueta, altanera e insoportable chica; considerando que en ese par de minutos en los que la conoció ya deseaba arrastrarla por el piso de la taberna, seguramente Vincent tendría la peor parte al tener a la susodicha revoloteando a su alrededor con jocosa insistencia.
—No —sentenció la de orbes azulados, frunciendo el ceño con molestia—. Las instrucciones son muy claras, Miss Park. No hay tiempo que perder, su prometido la está esperando.
— ¿Quién eres tú para venir a darme ordenes? —Replicó la muchacha—. Quiero ese vestido y lo quiero ahora.
Ni siquiera dio tiempo a que la de orbes azulados le respondiese, ya que jaló al caballero, arrastrándolo fuera de aquella taberna. Ashy parpadeó un par de veces en un intento por asimilar lo que había sucedido. Sí, bueno, ella también había sido criada de manera sobreprotegida, pero jamás había llegado a comportarse de semejante forma tan caprichosa y consentida. Infló las mejillas con molestia y salió de la taberna, siguiendo a la insolente fulana que había osado pasar de su persona como si de un champiñón se tratase. Ahora comprendía porque el prometido de Miss Park se encontraba tan preocupado de que esta llegase a Lunargenta. Con un carácter como ese cualquiera se sentiría intranquilo de que la dichosa novia escapara por ahí con el primero que se le viniese enfrente, aunque debía admitir que ella tenía malos ratos, pero no malos gustos.
Caminaba detrás de su compañero y de la odiosa señorita, tratando de mantenerse al margen de las muchas insinuaciones que esta le hacía al pobre. Casi sentía pena por él, aunque también le admiraba la infinita paciencia que mostraba ante aquella terrible situación. Después de un rato de vagar por ahí sin un rumbo fijo, la presuntuosa jovencita se detuvo frente a las puertas de una lujosa tienda de ropa, a lo que la rubia solo pudo atinar a parpadear confundida. Aquel local fácilmente podría considerarse lujoso y lo que ahí se vendiese no debía ser nada barato, ¿realmente pensaba entrar a comprar un vestido ahí? Lo peor no fue la confirmación a esa pregunta, sino la insistencia de Miss Park en que Vincent entrara con ella. A la de orbes azulados no le sorprendería que también buscase arrastrarlo hasta los vestidores. Definitivamente eso no presagiaba nada bueno.
— ¿Qué te parece si aguardamos aquí afuera? —Puso una mano en el hombro de su compañero—. Así podemos vigilar mejor que lady Clarissa se encuentre a salvo y le daremos privacidad, para hacer sus compras tranquilamente.
— ¡¿Qué dices?! —Refunfuñó la muchacha, tomando a Vincent del brazo—. ¡No! ¡Yo quiero que Vincent entre conmigo!
—Nuestro deber es garantizar su seguridad, Miss Park —sentenció la rubia, tomando al caballero del otro brazo—. Vincent y yo no somos damos de compañía, somos sus escoltas, así que debe quedarse aquí conmigo a vigilar.
— ¿Y si me pasa algo? —Jaló al hombre hacia su lado—. ¿Qué tal si hay un peligro ahí adentro?
—Le aseguro que las perchas no son tan aterradoras —Ashy por su parte jaló a su compañero en su dirección, inflando las mejillas—. Solo hay una entrada y una salida del local, si nos quedamos aquí le aseguro que no dejaremos que nadie la moleste.
Seguramente la escena sería un tanto cómica, considerando que dos jovencitas se encontraban a mitad de la calle, peleándose por un apuesto caballero. La ojiazul no se dejaba intimidar por aquel carácter caprichoso, mientras que lady Clarissa hacía todo lo posible por parecer una víctima ante Vincent. Finalmente, y con ayuda de los dioses, la muchachita soltó al caballero, adentrándose de mala gana a la tienda, mientras la rubia soltaba por fin a su compañero con un suspiro de fastidio. Si alguna vez llegaba a tener otra hija, rogaba que no fuese igual que esa chiquilla maleducada. ¡Ni siquiera ella que había crecido sin su madre llegaba a ese extremo! Además, no es como que crecer en el Clan Elaynor fuese una gran suerte. Ella había tenido que escaparse del bosque para conocer el mundo, de lo contrario seguiría escondida en Sandorai sin permiso si quiera para soñar con salir.
—Lo siento —se disculpó con su compañero—. No me agradan las personas como ella —hizo un puchero infantil—. ¿Te encuentras bien? —Ahora se sentía culpable de haberle hecho aquella escenita—. Tal vez no me recuerdes, yo presenté los Oscares de Aerandir hace un año —soltó una risita nerviosa al recordar aquel terrible incidente, donde media población del mundo terminó odiándola—. Me preguntaste si tenía lazos con el Clan Thenidiel…
Había pasado bastante tiempo desde aquella funesta noche, pero muchas de las caras, que tuvieron el infortunio de ser interrogadas por ella, no se le borraban de la mente. Solo esperaba que revelar aquella información de golpe no le supusiera un disgusto al caballero, considerando que esa dichosa gala casi terminaba en una masacre.
Ashryn Elaynor
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
El encuentro con el otro miembro de la escolta no fue… lo que podríamos definir como una situación placentera, o agradable. Y no porque la joven que los esperara tuviera la culpa. No nada de eso.
Porque sí, la persona que los esperaba se se trataba de una dama, y se había presentado de una forma acorde y correcta. Lo que uno esperaría en un momento así. Nada más y nada menos.
Sin embargo, la señorita Park era cuanto menos una joven peculiar. Si con peculiar se podía delimitar a una persona caprichosa, y con una mente proclive a solamente pensar en sí misma. Así era la dama que debía escoltar. Una mujer que era la personificación del egoísmo, y de la ambición por conseguir los más exquisitos y variopintos objetos materiales. Y para su desgracia, él se podría considerar uno de esos artículos deseables.
Sí. A las cualidades de egoísmo y capricho se le podía sumar claramente la de excelsa coquetería. Una aptitud que igual que las otras, no perdía un segundo en relucir y sacar a la luz. Nuevamente para su desgracia.
Pero no me confundan. La hija menor de lord Park, no era una mala persona. Al contrario, se notaba que tenía un buen corazón como su padre. Dentro de lo que ya había dicho anteriormente de que no conocía demasiado los Park. Pero era lo que les trasmitía, y no solía equivocarse con las personas. Sin embargo, la jovencita era demasiado corta de miras para mostrar una mejor versión de si misma. Demasiado preocupada por banalidades y objetos carentes de verdadera importancia, así como demasiado acostumbrada a tener siempre lo que quería.
Y en este caso era un vestido. Pero si solamente fuera el vestido podría estar más tranquilo. No habría problema en ello, salvo en la aparente realidad en la que acabaría inmerso. Primero sería el vestido, y luego sería la siguiente excusa pertinente para tenerlo de acá para allá, hasta el momento en el que tuvieran que ir hasta el barco, para zarpas de la isla rumbo al continente.
No obstante, para su otra vez renovada desgracia, el asunto no terminaba ahí. La señorita Park quería el vestido para lucirte ante él. Precisamente para que lo viera él con ese vestido puesto, en un acto totalmente descarado de cortejo.
Pero la joven Clarissa había olvidado, o mejor dicho había obviado que estaba prometida con otro hombre. Y para más señas, la chica no había tenido en cuenta en ningún momento lo que pensara so sintiera el caballero de rubios cabellos. Caballero que, en ese sentido, tenía la mente puesta en otra mujer. Poco podía hacer para complacer a la dama del modo en que ella quería, y mucho menos deseaba hacerlo.
-Creo que no pasa nada por ir a ver esa tienda-, comentó siendo arrastrado al exterior de la taberna.
Tenía fuerza más que suficiente para detener a la menor de los Park. Pero, sinceramente, no tenía ganas de escuchar una queja innecesaria, y que seguramente sería ruidosa. Había tiempo para ir a ver ese vestido, y luego embarcar. Se dejaría llevar por ahora.
En fin. Quizás si hubiera sido mejor idea frenar a la mujer, para evitar verse involucrado en el espectáculo fuera de la tienda. Haber escuchado un rapapolvo de lady Park hubiera sido una bendición, comparada con una situación, donde a punto estaba de ser partido en dos, por el enfrentamiento de dos mujeres.
Desde que fuera un mozalbete todo el mundo sabía cómo moriría. Su padre, su madre, su hermana. Leonora y sus padres. Todos sus amigos, compañeros de clase o profesores. Incluida su propia persona. Absolutamente todo el mundo sabía que el bueno de Vincent no moriría en una guerra, ni luchando contra un dragón, manticora o cualquier otra bestia imaginable y peligrosa. No. Eso parecía lo probable, más aún después de crecer y hacerse mercenario. Pero no, ese no era su destino. Todos sabían que el carácter del brujo le haría encontrar la muerte por culpa de las faldas de una mujer.
¡Pero maldita sea! ¡No pensaba que fuera a ser de este modo tan lamentable y lastimero!
Que se le iba a hacer. La gente exageraba bastante. Era mujeriego más por romántico que por deseo carnal. Y el tiempo le dio la razón, cuando se enamoró de su querida elfa. Y con respecto a la actualidad… de peores situaciones había salido. O eso creía. No estaba muy seguro de ello.
- Me parece que lo mejor sería que me quedara fuera, señorita Clarissa-, comentó en un momento en el que la rubia tiraba de él con más fuerza hacia ella. - Bueno, pensándolo mejor, tampoco es mala idea que entre a la tienda…-, dijo, sintiendo ahora la fuerza de del lado del brazo del que jalaba la benjamina de los Park. - La joven Ashryn tiene razón, lady Park. Este barrio es seguro y en el interior de la tienda no albergará peligro alguno. Es mejor que nos quedemos fuera y controlemos quien entre-, volvió a sentir como tiraban de él hacia el otro extremo. - Aunque no es mala idea revisar el interior por si hay peligro-, matizó, después de sentir la fuerza hacia la otra dirección nuevamente.
Menuda pesadilla. No se libraría de esa siendo condescendiente con las dos. Tendría que ponerse firme y…
- ¡Qué tontería! -, dijo Clarissa, para luego gruñir y soltar al brujo. - Vamos a lastimar al bueno de Vincent con este espectáculo lamentable. Entraré sola, si tan importante es para usted. Igualmente saldré con mi bonito vestido. Para su gusto, Vincent-, sonrió con picardía al rubio,
Después echó una mirada furibunda a la joven que había impedido llevarse el gato al agua. O mejor dicho, al brujo. Luego se volteó con un movimiento rápido y fuerte que hizo girar con brusquedad su capa, y se encaminó hacia el interior de la tienda con paso firme y duro, que denotaba su enfado.
Aunque en esos instantes, el enfado de lady no era importante para él. Lo único realmente importante era que de buena se había librado.
- Oh, no se preocupe-, comentó, alisándose la camisa y la chaqueta de cuero. - Me extrañaba que lord Park no mandara a alguno de sus hombres como escolta de su hija. Pero empiezo a intuir, que quería para el trabajo a alguien que no conociera a la dama. Y que mi misión en realidad consiste en controlar los caprichos de lady Clarissa-. En ese momento se paró en seco para rectificar. - Bueno, nuestra misión-, rió levemente. - Estamos juntos en esto, aunque me da la sensación que no desearía tener esta trabajo. Si quiere puede huir. Aún está a tiempo-, volvió a reír.
No obstante, dejó rápidamente de arreglarse la ropa cuando escuchó el comentario que había dicho la joven en ese momento.
- ¿Clan Thenidiel? - preguntó confundido, intentado hilar sus recuerdos, y colocándolos en orden poco a poco. - ¡Claro! - chasqueó los dedos. - Eres la chica de la gala. La presentadora. Ya decía que me resultabas familiar-, comentó animado. - Sí, en aquel momento lo dije porque te pareces mucho a una amiga mía. Bueno, en realidad es mi pareja-, carraspeó, porque seguro que a la chica le resultaría raro que un brujo frecuentara a una dama de su raza.
Seguramente por eso había dicho amiga en primer lugar. No le gustaba que la gente pensara mal de Níniel por estar con un brujo. Siempre intentaba protegerla, y no solamente de las flechas y las espadas.
- No me había fijado hasta ahora. Mi mente le estuvo dando vueltas a esa idea. De donde podría conocerte, y por qué me resultabas tan familiar. Pero ya sabe-, hizo un movimiento con la cabeza al interior de la tienda. - Lady Park no deja mucho tiempo para pensar-, rió y le guiñó un ojo. - Creo que no pude reconocerte de primeras, por tus orejas. Así que llevas una bonitas orejas puntiagudas debajo de esa melena, eh. Que conste que me has engañado, pensaba que serías nativa de aquí-, bromeó, dibujando una media sonrisa.
Porque sí, la persona que los esperaba se se trataba de una dama, y se había presentado de una forma acorde y correcta. Lo que uno esperaría en un momento así. Nada más y nada menos.
Sin embargo, la señorita Park era cuanto menos una joven peculiar. Si con peculiar se podía delimitar a una persona caprichosa, y con una mente proclive a solamente pensar en sí misma. Así era la dama que debía escoltar. Una mujer que era la personificación del egoísmo, y de la ambición por conseguir los más exquisitos y variopintos objetos materiales. Y para su desgracia, él se podría considerar uno de esos artículos deseables.
Sí. A las cualidades de egoísmo y capricho se le podía sumar claramente la de excelsa coquetería. Una aptitud que igual que las otras, no perdía un segundo en relucir y sacar a la luz. Nuevamente para su desgracia.
Pero no me confundan. La hija menor de lord Park, no era una mala persona. Al contrario, se notaba que tenía un buen corazón como su padre. Dentro de lo que ya había dicho anteriormente de que no conocía demasiado los Park. Pero era lo que les trasmitía, y no solía equivocarse con las personas. Sin embargo, la jovencita era demasiado corta de miras para mostrar una mejor versión de si misma. Demasiado preocupada por banalidades y objetos carentes de verdadera importancia, así como demasiado acostumbrada a tener siempre lo que quería.
Y en este caso era un vestido. Pero si solamente fuera el vestido podría estar más tranquilo. No habría problema en ello, salvo en la aparente realidad en la que acabaría inmerso. Primero sería el vestido, y luego sería la siguiente excusa pertinente para tenerlo de acá para allá, hasta el momento en el que tuvieran que ir hasta el barco, para zarpas de la isla rumbo al continente.
No obstante, para su otra vez renovada desgracia, el asunto no terminaba ahí. La señorita Park quería el vestido para lucirte ante él. Precisamente para que lo viera él con ese vestido puesto, en un acto totalmente descarado de cortejo.
Pero la joven Clarissa había olvidado, o mejor dicho había obviado que estaba prometida con otro hombre. Y para más señas, la chica no había tenido en cuenta en ningún momento lo que pensara so sintiera el caballero de rubios cabellos. Caballero que, en ese sentido, tenía la mente puesta en otra mujer. Poco podía hacer para complacer a la dama del modo en que ella quería, y mucho menos deseaba hacerlo.
-Creo que no pasa nada por ir a ver esa tienda-, comentó siendo arrastrado al exterior de la taberna.
Tenía fuerza más que suficiente para detener a la menor de los Park. Pero, sinceramente, no tenía ganas de escuchar una queja innecesaria, y que seguramente sería ruidosa. Había tiempo para ir a ver ese vestido, y luego embarcar. Se dejaría llevar por ahora.
En fin. Quizás si hubiera sido mejor idea frenar a la mujer, para evitar verse involucrado en el espectáculo fuera de la tienda. Haber escuchado un rapapolvo de lady Park hubiera sido una bendición, comparada con una situación, donde a punto estaba de ser partido en dos, por el enfrentamiento de dos mujeres.
Desde que fuera un mozalbete todo el mundo sabía cómo moriría. Su padre, su madre, su hermana. Leonora y sus padres. Todos sus amigos, compañeros de clase o profesores. Incluida su propia persona. Absolutamente todo el mundo sabía que el bueno de Vincent no moriría en una guerra, ni luchando contra un dragón, manticora o cualquier otra bestia imaginable y peligrosa. No. Eso parecía lo probable, más aún después de crecer y hacerse mercenario. Pero no, ese no era su destino. Todos sabían que el carácter del brujo le haría encontrar la muerte por culpa de las faldas de una mujer.
¡Pero maldita sea! ¡No pensaba que fuera a ser de este modo tan lamentable y lastimero!
Que se le iba a hacer. La gente exageraba bastante. Era mujeriego más por romántico que por deseo carnal. Y el tiempo le dio la razón, cuando se enamoró de su querida elfa. Y con respecto a la actualidad… de peores situaciones había salido. O eso creía. No estaba muy seguro de ello.
- Me parece que lo mejor sería que me quedara fuera, señorita Clarissa-, comentó en un momento en el que la rubia tiraba de él con más fuerza hacia ella. - Bueno, pensándolo mejor, tampoco es mala idea que entre a la tienda…-, dijo, sintiendo ahora la fuerza de del lado del brazo del que jalaba la benjamina de los Park. - La joven Ashryn tiene razón, lady Park. Este barrio es seguro y en el interior de la tienda no albergará peligro alguno. Es mejor que nos quedemos fuera y controlemos quien entre-, volvió a sentir como tiraban de él hacia el otro extremo. - Aunque no es mala idea revisar el interior por si hay peligro-, matizó, después de sentir la fuerza hacia la otra dirección nuevamente.
Menuda pesadilla. No se libraría de esa siendo condescendiente con las dos. Tendría que ponerse firme y…
- ¡Qué tontería! -, dijo Clarissa, para luego gruñir y soltar al brujo. - Vamos a lastimar al bueno de Vincent con este espectáculo lamentable. Entraré sola, si tan importante es para usted. Igualmente saldré con mi bonito vestido. Para su gusto, Vincent-, sonrió con picardía al rubio,
Después echó una mirada furibunda a la joven que había impedido llevarse el gato al agua. O mejor dicho, al brujo. Luego se volteó con un movimiento rápido y fuerte que hizo girar con brusquedad su capa, y se encaminó hacia el interior de la tienda con paso firme y duro, que denotaba su enfado.
Aunque en esos instantes, el enfado de lady no era importante para él. Lo único realmente importante era que de buena se había librado.
- Oh, no se preocupe-, comentó, alisándose la camisa y la chaqueta de cuero. - Me extrañaba que lord Park no mandara a alguno de sus hombres como escolta de su hija. Pero empiezo a intuir, que quería para el trabajo a alguien que no conociera a la dama. Y que mi misión en realidad consiste en controlar los caprichos de lady Clarissa-. En ese momento se paró en seco para rectificar. - Bueno, nuestra misión-, rió levemente. - Estamos juntos en esto, aunque me da la sensación que no desearía tener esta trabajo. Si quiere puede huir. Aún está a tiempo-, volvió a reír.
No obstante, dejó rápidamente de arreglarse la ropa cuando escuchó el comentario que había dicho la joven en ese momento.
- ¿Clan Thenidiel? - preguntó confundido, intentado hilar sus recuerdos, y colocándolos en orden poco a poco. - ¡Claro! - chasqueó los dedos. - Eres la chica de la gala. La presentadora. Ya decía que me resultabas familiar-, comentó animado. - Sí, en aquel momento lo dije porque te pareces mucho a una amiga mía. Bueno, en realidad es mi pareja-, carraspeó, porque seguro que a la chica le resultaría raro que un brujo frecuentara a una dama de su raza.
Seguramente por eso había dicho amiga en primer lugar. No le gustaba que la gente pensara mal de Níniel por estar con un brujo. Siempre intentaba protegerla, y no solamente de las flechas y las espadas.
- No me había fijado hasta ahora. Mi mente le estuvo dando vueltas a esa idea. De donde podría conocerte, y por qué me resultabas tan familiar. Pero ya sabe-, hizo un movimiento con la cabeza al interior de la tienda. - Lady Park no deja mucho tiempo para pensar-, rió y le guiñó un ojo. - Creo que no pude reconocerte de primeras, por tus orejas. Así que llevas una bonitas orejas puntiagudas debajo de esa melena, eh. Que conste que me has engañado, pensaba que serías nativa de aquí-, bromeó, dibujando una media sonrisa.
Vincent Calhoun
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Con muchos esfuerzos consiguió que la insolente Miss Park soltara a su compañero, algo que la rubia agradeció a los dioses, ya que su escasa paciencia estaba llegando a limites insospechables y poco faltaría para que desgreñara a la susodicha. Aunque el hecho de que la caprichosa lady soltara al caballero no evitó que la ojiazul inflara las mejillas en señal de molestia. Esa chica le hacía desear sacar su lado de heredera caprichosa y así mostrarle quién mandaba en ese lugar, pese a que, tristemente, la mocosa berrinchuda fuese la de la batuta en tan penosa situación. Afortunadamente su compañero había sobrevivido, quedándose libre de la jovencita durante unos breves y placenteros minutos. Ashy parpadeó confundida y no dudó en soltar una risita graciosa a la forma tan diplomática en la que se refería a ella.
—Si no estuviese segura de que mi jefa me mataría por desertar —habló con cierta gracia—, con todo gusto le tomaría la palabra y huiría de aquí —le guiñó un ojo mostrando que estaba bromeando—. Más bien temo por usted —soltó un pequeño suspiro—. En cualquier momento terminaré arrastrándola de los pelos de escoba por toda la plaza… —rápidamente se llevó las manos a los labios, sintiendo como sus mejillas se coloreaban—. N-No quise decir eso…yo…bueno yo…
El rostro de porcelana se tiñó de un bonito color carmesí, mientras que la pobre ojiazul paseaba su mirada por el suelo, rogándole a los dioses que la enterraran en un hoyo muy profundo, donde pudiese evitar decir lo que pensaba en vez de pensar lo que decía. Afortunadamente su compañero no tardó en reconocerla, desviando el tema de conversación hacia su participación en la gala del año pasado, recibiendo una revelación que la dejó un poco sorprendida. Pobrecillo, no quería saber lo que le pasaría cuando su novia se enterase de que la dichosa Miss Park buscaba echarle el lazo a como diese lugar. Con un aire de vergüenza tapó sus orejas bajo el cabello, sonriendo con cierta vergüenza a la afirmación que Vincent le hizo sobre su linaje.
—Casi logro engañarte, ¿no? —bromeó con ánimo—. Mi padre era un humano, aunque mi hermano y yo heredamos los rasgos de mi madre —hizo una pausa, reflexionando en lo que el joven había dicho—. ¿Así que estás saliendo con una compatriota? —Los orbes azulados obtuvieron un tono de ensoñación—. Eso suena genial.
Nuevamente le sonrió con amabilidad. La ojiazul era la persona menos indicada para hablar de amor interracial, especialmente cuando Allen y ella eran el resultado de una relación así. Le hubiese encantado tener una mejor conversación con su compañero, considerando que era de las escasas personas con las que la rubia se sentía cómoda, pero para su desgracia Lady Clarissa ya había terminado la compra de su vestido, saliendo de la tienda para presumirlo ante el rubio. Ashy casi sintió como una venita se le saltaba de la frente, mientras intentaba mantener la escasa paciencia que le quedaba. Claro que esto habría sido más fácil si la fulana no hubiese insistido en dar un recorrido por los establecimientos cercanos y no hubo poder en la tierra que la hiciese cambiar de parecer.
Ya había perdido la cuenta de cuántas tiendas habían visitado y la ojiazul se sentía bastante cansada, pues, para colmo, Miss Park se adelantaba con Vincent, lo que ocasionaba que la elfina tuviese que correr en más de una ocasión para no perderlos de vista. Definitivamente aquello era planeado, Ashy no era tan tonta como lo parecía, pero tampoco se dejaría ganar por una chiquilla malcriada y coqueta, mejores adversarios habían intentado deshacerse de ella; se necesitaría más que hormonas para derrotarla. No es que ella quisiera algo con su compañero, al contrario, por alguna extraña razón le gustaba imaginar que su padre era igual de galante y amable; solo no le agradaba la idea de ser ignorada y molestada por la doncella. Tras un largo rato de dar vueltas y más vueltas, la ojiazul llegó a la conclusión de que era hora de hacer todo lo que estuviese en sus manos para llevar a Miss Park al puerto, quisiera o no.
—Lady Clarissa —la joven volvió a bufar, mirándola con fastidio.
— ¿Ahora qué quieres? —Ashy se forzó a mantener un gesto amable—. ¿No te dije que te quedaras detrás de mí?
—Comienza a hacerse tarde —sentenció con seriedad—. El barco que nos llevará a Lunargenta nos espera.
—Esa no es decisión tuya —contraatacó—. Aun no quiero ir, no he terminado mis compras, ¿verdad, Vincent?
—Tiene razón, no es decisión mía —la chica sonrió victoriosa—. Es decisión de su padre, así que si desea desobedecer con todo gusto la llevaré ante él, para que sea él quien personalmente se encargue de llevarla hasta Lunargenta.
Ambas miradas cristalinas se encontraron de frente, logrando que el ambiente se tensara por completo. La muchachita insolente echaba chispas, mientras que la rubia mantenía un semblante tranquilo, disfrutando su victoria temporal. A regañadientes Lady Clarissa aceptó ir hasta el puerto, siempre dejando en claro que no quería la presencia de la rubia cerca de ella, aunque esto último poco le importaría a la elfina. Ahora solo tendrían que llegar hasta el puerto y podría dar inicio a su verdadero trabajo, además, tenía ganas de volver a Lunargenta, especialmente porque así podría deshacerse de la chiquilla berrinchuda.
—Si no estuviese segura de que mi jefa me mataría por desertar —habló con cierta gracia—, con todo gusto le tomaría la palabra y huiría de aquí —le guiñó un ojo mostrando que estaba bromeando—. Más bien temo por usted —soltó un pequeño suspiro—. En cualquier momento terminaré arrastrándola de los pelos de escoba por toda la plaza… —rápidamente se llevó las manos a los labios, sintiendo como sus mejillas se coloreaban—. N-No quise decir eso…yo…bueno yo…
El rostro de porcelana se tiñó de un bonito color carmesí, mientras que la pobre ojiazul paseaba su mirada por el suelo, rogándole a los dioses que la enterraran en un hoyo muy profundo, donde pudiese evitar decir lo que pensaba en vez de pensar lo que decía. Afortunadamente su compañero no tardó en reconocerla, desviando el tema de conversación hacia su participación en la gala del año pasado, recibiendo una revelación que la dejó un poco sorprendida. Pobrecillo, no quería saber lo que le pasaría cuando su novia se enterase de que la dichosa Miss Park buscaba echarle el lazo a como diese lugar. Con un aire de vergüenza tapó sus orejas bajo el cabello, sonriendo con cierta vergüenza a la afirmación que Vincent le hizo sobre su linaje.
—Casi logro engañarte, ¿no? —bromeó con ánimo—. Mi padre era un humano, aunque mi hermano y yo heredamos los rasgos de mi madre —hizo una pausa, reflexionando en lo que el joven había dicho—. ¿Así que estás saliendo con una compatriota? —Los orbes azulados obtuvieron un tono de ensoñación—. Eso suena genial.
Nuevamente le sonrió con amabilidad. La ojiazul era la persona menos indicada para hablar de amor interracial, especialmente cuando Allen y ella eran el resultado de una relación así. Le hubiese encantado tener una mejor conversación con su compañero, considerando que era de las escasas personas con las que la rubia se sentía cómoda, pero para su desgracia Lady Clarissa ya había terminado la compra de su vestido, saliendo de la tienda para presumirlo ante el rubio. Ashy casi sintió como una venita se le saltaba de la frente, mientras intentaba mantener la escasa paciencia que le quedaba. Claro que esto habría sido más fácil si la fulana no hubiese insistido en dar un recorrido por los establecimientos cercanos y no hubo poder en la tierra que la hiciese cambiar de parecer.
Ya había perdido la cuenta de cuántas tiendas habían visitado y la ojiazul se sentía bastante cansada, pues, para colmo, Miss Park se adelantaba con Vincent, lo que ocasionaba que la elfina tuviese que correr en más de una ocasión para no perderlos de vista. Definitivamente aquello era planeado, Ashy no era tan tonta como lo parecía, pero tampoco se dejaría ganar por una chiquilla malcriada y coqueta, mejores adversarios habían intentado deshacerse de ella; se necesitaría más que hormonas para derrotarla. No es que ella quisiera algo con su compañero, al contrario, por alguna extraña razón le gustaba imaginar que su padre era igual de galante y amable; solo no le agradaba la idea de ser ignorada y molestada por la doncella. Tras un largo rato de dar vueltas y más vueltas, la ojiazul llegó a la conclusión de que era hora de hacer todo lo que estuviese en sus manos para llevar a Miss Park al puerto, quisiera o no.
—Lady Clarissa —la joven volvió a bufar, mirándola con fastidio.
— ¿Ahora qué quieres? —Ashy se forzó a mantener un gesto amable—. ¿No te dije que te quedaras detrás de mí?
—Comienza a hacerse tarde —sentenció con seriedad—. El barco que nos llevará a Lunargenta nos espera.
—Esa no es decisión tuya —contraatacó—. Aun no quiero ir, no he terminado mis compras, ¿verdad, Vincent?
—Tiene razón, no es decisión mía —la chica sonrió victoriosa—. Es decisión de su padre, así que si desea desobedecer con todo gusto la llevaré ante él, para que sea él quien personalmente se encargue de llevarla hasta Lunargenta.
Ambas miradas cristalinas se encontraron de frente, logrando que el ambiente se tensara por completo. La muchachita insolente echaba chispas, mientras que la rubia mantenía un semblante tranquilo, disfrutando su victoria temporal. A regañadientes Lady Clarissa aceptó ir hasta el puerto, siempre dejando en claro que no quería la presencia de la rubia cerca de ella, aunque esto último poco le importaría a la elfina. Ahora solo tendrían que llegar hasta el puerto y podría dar inicio a su verdadero trabajo, además, tenía ganas de volver a Lunargenta, especialmente porque así podría deshacerse de la chiquilla berrinchuda.
Nota: Subrayada la primera complicación: La rutina de la joven es tediosa, recorriendo muchos lugares y con mucha gente.
Ashryn Elaynor
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Gracias a los dioses que la señorita Park lo había soltado, y se había decido, al fin, por ingresar a la tienda en solitario. De otro modo, no habría tenido la posibilidad de hablar de forma más amena y cercana con su compañera escolta. Sobre todo teniendo en cuenta como se estaba desarrollando la escena anterior a la partida de Clarissa. En aquellos instantes había tenido más parecido con un muñeco de trapo, que con una persona con la que se pudiera tener una conversación. Más concretamente, un desgraciado muñeco de trapo a punto de ser destruido por dos niñas con deseos de apoderarse de él.
Al menos esa era la sensación que había sentido, cuando su cuerpo se bamboleaba en distintas direcciones, cada vez que una de las dos damas insistía en que su idea era la más adecuada. Y para su fortuna, la pequeña de los Park había sido la primera en ceder en los planes que tenía para él. Probablemente se había librado de una situación, aunque lo correcto sería decir que seguramente solo lo había aplazado.
En cualquier caso, ese tiempo de paz había servido para precisar concretamente de que le resultaba familiar la compañera que le había tocado en ese tedioso trabajo.
La chica de la gala. Claro. La presentadora que tenía un cierto parecido con Níniel. Y la que, por ese mismo motivo, lo había dejado sin palabras durante unos instantes de la ceremonia.
- Una jefa un tanto dura tiene usted, señorita Ashryn-, sonrió. - Aunque la entiendo perfectamente. Por esa misma razón soy un soldado de fortuna. Sin jefes. No hay muertes por deserción-, rió levemente después de su broma.
La chica claramente bromeaba, pero no estaba de más responder con otra broma. Había que aprovechar el momento de soledad. Estaba seguro de que no tendría muchas situaciones tranquilas cuando la señorita Clarissa volviera.
- Vaya. Eso sería una forma interesante de continuar nuestra jornada laboral-, volvió a bromear. - No se preocupe. Es comprensible. La señorita…-, dejó la frase en el aire durante unos instantes. - Bueno, ya ha tenido tiempo de conocerla un poco. Puede destruir la paciencia del más templado y tranquilo de los habitantes de este mundo-, sonrió a la joven con una ceja ligeramente alzada.
Sí. Así era la joven Park. Y para su desgracia se había convertido en el nuevo juguete de ella. O mejor dicho, lo pretendía. Pero al menos no todo en la vida le jugaba una mala pasada. Las personas como ella, no solían durar mucho con sus caprichos. Ya se aburría, y estaba seguro de que sería más pronto que tarde.
- Casi no. Lo ha logrado. Tengo buena memoria para los rostros conocidos. O eso pensaba-, rió. - Pero su vil ocultamiento de las orejas me ha despistado completamente. Bien jugado-, le guiñó un ojo. - Así que su padre era humano. Eso me hace comprender mejor, que no le suponga un problema saber que un brujo ama a una elfa-, comentó sincero. - Últimamente los elfos que me encuentro, intentan llenarme el cuerpo de flechas. Deben de gustarle mucho los erizos-, bromeó nuevamente. Aunque lo cierto, es que no dejaba de ser un comentario tan sincero como el anterior. - Y eso sin llegar a realizar referencia alguna sobre mi relación. Bueno, sin hacer referencia alguna, más bien-, se encogió de hombros. - Que puedo decir. Nadie le puede caer bien a todo el mundo. ¿No es así? -, sonrió, quitándole hierro al asunto.
Le hubiera gustado hablar más con su compañera, sin duda. No obstante, el destino había querido que esa conversación tuviera que esperar para otro momento más propicio.
La joven Clarissa salió del establecimiento, con un bello vestido color carmesí puesto. Muy liviano y hermoso. De suave tela, y con una gran abertura en su espalda. La dama estaba tan encantada con la nueva prenda, que no dudó en hacer un delicado giro sobre si misma, nada más llegar hasta donde él se encontraba.
En fin. Era lo que le tocaba aguantar con el mayor estoicismo posible. Pues, no en vano, la mujer se había comprado el vestido para lucirlo ante él. Y bueno, más allá del detalle de que amara a otra mujer que no se trataba de ella. No iba a ser poco cortés y caballeroso.
El vestido era bonito y le quedaba bien. Así que se lo hizo saber con buenas y comedidas palabras. Desgraciadamente, referencia que no dejaba de ocurrirle desde que conociera a la señorita Park, la joven no estaba tan encantada con su vestido como para no ir a ver más.
Ello provocó una tediosa marcha de tienda en tienda. Mirando vestidos y demás prendas. Cuando no eran vestidos, eran zapatos, orfebrería, o todo aquello que pudiera servir para que una dama se engalanase de la mejor y más bonita forma posible.
La verdad. Más allá del aburrimiento de estar tanto tiempo de compras, la situación no era grave. Pero su compañera en la escolta tenía razón. La hora de embarcar se aproximaba, y aunque le permitiera todo los lujos que deseara la hija de los Park, no iba a permitir que los distrajera hasta el punto de hacerles perder el barco.
- La señorita Ashryn tiene razón, lady Clarissa. Debemos ir a puerto si no queremos perder el pasaje-, intercedió para que la situación no fuera a mayores. - Debemos ir al muelle, Y nos queda un buen trecho hasta él-, sonrió a la dama, para intentar calmarla.
Lo bueno de ser su nuevo juguete, era que le gustaba complacerle hasta cierto punto. Así que entre los comentarios de las elfa y los suyos propios, fue relativamente fácil convencerla de partir hacia el navío.
- Además, en Lunargenta también hay bonitos vestidos. Se divertirá explorando nuevas tiendas-, terminó de decir, manteniendo la sonrisa.
Y bien difícil era mantener el gesto sonriente. No había pasado más que un instante desde que soltara dicha frase, y ya se estaba arrepintiendo de hacerlo. Ya podía imaginar un nuevo viaje hacia diversos establecimientos. Un nuevo y largo viaje.
- Hum. Tienes razón-, comentó pensativa. - Me complace la idea. Marchemos al muelle, pues-, dijo finalmente, dirigiéndose por fin hacia el puerto.
Al menos el sacrificio no sería en vano. Aguantar ese nuevo y aburrido tiempo de compras con la señorita Park, al menos la había animado a ir al barco. No hay victoria sin sangre, o eso se solía decir.
En cualquier caso, nada más llegar hasta el navío, la señorita Clarissa se encontró, por fin, lo suficientemente cansada para darle otro tiempo a solas. Otro tiempo tranquilo. Por ello la dama se retiró hasta sus aposentos. Aunque con ella no todo era tan fácil.
- Insisto-, dijo por enésima vez. - En mi camarote hay sitio para alguien más. Este barco de pasajeros es de lo mejor, y está...-, lo miró de arriba abajo. - Muy bien equipado.
El brujo no pudo evitar carraspear, ante el descaro de la fémina. Estaba acostumbrado a lidiar con mujeres de todo tipo y carácter. Pero tratándose de una joven a la que debía escoltar, a veces no podía evitar ser pillado a contra pie con sus insinuaciones. No esperaba recibir tales palabras, de una mujer que debía proteger por sus honorarios.
- No. Por favor. Estará más cómoda en solitario. Yo tengo mi propio camarote-, respondió amable, obviando y pasando por alto la insinuación, y recobrando al compostura.
- Pero el tuyo es un cuchitril al lado del mio. Si descansas conmigo. Estaré más vigilada y protegida-, contraatacó, con un argumento parecido al que ya había usado en la primera tienda.
- Oh, en ese caso. La señorita Ashryn podría acompañarla-, le lanzó una mirada de complicidad a la elfa. - Con una mujer se sentirá más a gusto que con un…
- Descuida. Está bien. Solo era una idea. No debería pasar peligro en alta mar-, le cortó. - O eso espero. De todos modos, por si acaso, no se aleje de su dormitorio contiguo. Me sentiré más segura así-, sonrió con picardía, y se marchó hacia sus aposentos.
Vinc pudo permitirse en ese momento, cuando la dama ya se había alejado lo suficiente, un suspiro de alivio. Esperaba poder llevarla junto a su prometido, manteniendo buenas formas, y sin tener que llegar a ser más directo o cortante. Pero con lady Clarissa nada era sencillo.
- Fue una buena estratagema. Antes. La de mencionar a su padre-, habló a la rubia. - Un plan inteligente-, le guiñó el ojo. - Mucho me temo, que vamos a necesitar todo un repertorio contra ella. En el barco será fácil controlarla, pero en cuanto lleguemos a la capital de los humanos…-, el brujo no terminó la frase. - Allí no tendremos la amenaza de un padre, para hacerla obedecernos-, dijo finalmente.
No. Con ella nunca era sencillo. Y cada vez iba a serlo menos.
Al menos esa era la sensación que había sentido, cuando su cuerpo se bamboleaba en distintas direcciones, cada vez que una de las dos damas insistía en que su idea era la más adecuada. Y para su fortuna, la pequeña de los Park había sido la primera en ceder en los planes que tenía para él. Probablemente se había librado de una situación, aunque lo correcto sería decir que seguramente solo lo había aplazado.
En cualquier caso, ese tiempo de paz había servido para precisar concretamente de que le resultaba familiar la compañera que le había tocado en ese tedioso trabajo.
La chica de la gala. Claro. La presentadora que tenía un cierto parecido con Níniel. Y la que, por ese mismo motivo, lo había dejado sin palabras durante unos instantes de la ceremonia.
- Una jefa un tanto dura tiene usted, señorita Ashryn-, sonrió. - Aunque la entiendo perfectamente. Por esa misma razón soy un soldado de fortuna. Sin jefes. No hay muertes por deserción-, rió levemente después de su broma.
La chica claramente bromeaba, pero no estaba de más responder con otra broma. Había que aprovechar el momento de soledad. Estaba seguro de que no tendría muchas situaciones tranquilas cuando la señorita Clarissa volviera.
- Vaya. Eso sería una forma interesante de continuar nuestra jornada laboral-, volvió a bromear. - No se preocupe. Es comprensible. La señorita…-, dejó la frase en el aire durante unos instantes. - Bueno, ya ha tenido tiempo de conocerla un poco. Puede destruir la paciencia del más templado y tranquilo de los habitantes de este mundo-, sonrió a la joven con una ceja ligeramente alzada.
Sí. Así era la joven Park. Y para su desgracia se había convertido en el nuevo juguete de ella. O mejor dicho, lo pretendía. Pero al menos no todo en la vida le jugaba una mala pasada. Las personas como ella, no solían durar mucho con sus caprichos. Ya se aburría, y estaba seguro de que sería más pronto que tarde.
- Casi no. Lo ha logrado. Tengo buena memoria para los rostros conocidos. O eso pensaba-, rió. - Pero su vil ocultamiento de las orejas me ha despistado completamente. Bien jugado-, le guiñó un ojo. - Así que su padre era humano. Eso me hace comprender mejor, que no le suponga un problema saber que un brujo ama a una elfa-, comentó sincero. - Últimamente los elfos que me encuentro, intentan llenarme el cuerpo de flechas. Deben de gustarle mucho los erizos-, bromeó nuevamente. Aunque lo cierto, es que no dejaba de ser un comentario tan sincero como el anterior. - Y eso sin llegar a realizar referencia alguna sobre mi relación. Bueno, sin hacer referencia alguna, más bien-, se encogió de hombros. - Que puedo decir. Nadie le puede caer bien a todo el mundo. ¿No es así? -, sonrió, quitándole hierro al asunto.
Le hubiera gustado hablar más con su compañera, sin duda. No obstante, el destino había querido que esa conversación tuviera que esperar para otro momento más propicio.
La joven Clarissa salió del establecimiento, con un bello vestido color carmesí puesto. Muy liviano y hermoso. De suave tela, y con una gran abertura en su espalda. La dama estaba tan encantada con la nueva prenda, que no dudó en hacer un delicado giro sobre si misma, nada más llegar hasta donde él se encontraba.
En fin. Era lo que le tocaba aguantar con el mayor estoicismo posible. Pues, no en vano, la mujer se había comprado el vestido para lucirlo ante él. Y bueno, más allá del detalle de que amara a otra mujer que no se trataba de ella. No iba a ser poco cortés y caballeroso.
El vestido era bonito y le quedaba bien. Así que se lo hizo saber con buenas y comedidas palabras. Desgraciadamente, referencia que no dejaba de ocurrirle desde que conociera a la señorita Park, la joven no estaba tan encantada con su vestido como para no ir a ver más.
Ello provocó una tediosa marcha de tienda en tienda. Mirando vestidos y demás prendas. Cuando no eran vestidos, eran zapatos, orfebrería, o todo aquello que pudiera servir para que una dama se engalanase de la mejor y más bonita forma posible.
La verdad. Más allá del aburrimiento de estar tanto tiempo de compras, la situación no era grave. Pero su compañera en la escolta tenía razón. La hora de embarcar se aproximaba, y aunque le permitiera todo los lujos que deseara la hija de los Park, no iba a permitir que los distrajera hasta el punto de hacerles perder el barco.
- La señorita Ashryn tiene razón, lady Clarissa. Debemos ir a puerto si no queremos perder el pasaje-, intercedió para que la situación no fuera a mayores. - Debemos ir al muelle, Y nos queda un buen trecho hasta él-, sonrió a la dama, para intentar calmarla.
Lo bueno de ser su nuevo juguete, era que le gustaba complacerle hasta cierto punto. Así que entre los comentarios de las elfa y los suyos propios, fue relativamente fácil convencerla de partir hacia el navío.
- Además, en Lunargenta también hay bonitos vestidos. Se divertirá explorando nuevas tiendas-, terminó de decir, manteniendo la sonrisa.
Y bien difícil era mantener el gesto sonriente. No había pasado más que un instante desde que soltara dicha frase, y ya se estaba arrepintiendo de hacerlo. Ya podía imaginar un nuevo viaje hacia diversos establecimientos. Un nuevo y largo viaje.
- Hum. Tienes razón-, comentó pensativa. - Me complace la idea. Marchemos al muelle, pues-, dijo finalmente, dirigiéndose por fin hacia el puerto.
Al menos el sacrificio no sería en vano. Aguantar ese nuevo y aburrido tiempo de compras con la señorita Park, al menos la había animado a ir al barco. No hay victoria sin sangre, o eso se solía decir.
En cualquier caso, nada más llegar hasta el navío, la señorita Clarissa se encontró, por fin, lo suficientemente cansada para darle otro tiempo a solas. Otro tiempo tranquilo. Por ello la dama se retiró hasta sus aposentos. Aunque con ella no todo era tan fácil.
- Insisto-, dijo por enésima vez. - En mi camarote hay sitio para alguien más. Este barco de pasajeros es de lo mejor, y está...-, lo miró de arriba abajo. - Muy bien equipado.
El brujo no pudo evitar carraspear, ante el descaro de la fémina. Estaba acostumbrado a lidiar con mujeres de todo tipo y carácter. Pero tratándose de una joven a la que debía escoltar, a veces no podía evitar ser pillado a contra pie con sus insinuaciones. No esperaba recibir tales palabras, de una mujer que debía proteger por sus honorarios.
- No. Por favor. Estará más cómoda en solitario. Yo tengo mi propio camarote-, respondió amable, obviando y pasando por alto la insinuación, y recobrando al compostura.
- Pero el tuyo es un cuchitril al lado del mio. Si descansas conmigo. Estaré más vigilada y protegida-, contraatacó, con un argumento parecido al que ya había usado en la primera tienda.
- Oh, en ese caso. La señorita Ashryn podría acompañarla-, le lanzó una mirada de complicidad a la elfa. - Con una mujer se sentirá más a gusto que con un…
- Descuida. Está bien. Solo era una idea. No debería pasar peligro en alta mar-, le cortó. - O eso espero. De todos modos, por si acaso, no se aleje de su dormitorio contiguo. Me sentiré más segura así-, sonrió con picardía, y se marchó hacia sus aposentos.
Vinc pudo permitirse en ese momento, cuando la dama ya se había alejado lo suficiente, un suspiro de alivio. Esperaba poder llevarla junto a su prometido, manteniendo buenas formas, y sin tener que llegar a ser más directo o cortante. Pero con lady Clarissa nada era sencillo.
- Fue una buena estratagema. Antes. La de mencionar a su padre-, habló a la rubia. - Un plan inteligente-, le guiñó el ojo. - Mucho me temo, que vamos a necesitar todo un repertorio contra ella. En el barco será fácil controlarla, pero en cuanto lleguemos a la capital de los humanos…-, el brujo no terminó la frase. - Allí no tendremos la amenaza de un padre, para hacerla obedecernos-, dijo finalmente.
No. Con ella nunca era sencillo. Y cada vez iba a serlo menos.
Vincent Calhoun
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Por un momento la ojiazul se permitió saborear su victoria sobre la insolente Clarissa Park, esbozando una sonrisa tranquila, mientras se dirigían a los muelles. Aun trataba de digerir un poco lo que su compañero había dicho, acerca de los elfos con los que se había topado últimamente. Ashy sabía que su raza no era distinguida por ser amables o al menos tolerantes, pero hasta ese momento se había planteado aquello como una lejana posibilidad. Le costaba trabajo creer que alguien tan amable pudiese ser tratado mal, especialmente por sus compatriotas, y no pudo evitar preguntarse si acaso su padre habría llegado a sufrir los mismos infortunios, considerando que era un joven mestizo quien, desgraciadamente, no había heredado las cualidades mágicas ni los rasgos de la raza elfica.
Se quedó con esa idea en la mente, mientras continuaba con el trayecto que los llevaría hasta la embarcación alquilada para su transporte, sorprendiéndose de la enorme paciencia con la que su compañero cargaba, como para aguantar que la insolente jovencita le revoloteara con semejante descaro. Ashy se mantuvo en silencio, siguiéndolos a una distancia prudencial, pues sentía que si se acercaba más terminaría por jalar de los pelos a la susodicha y no podía permitirse perder los estribos. Parpadeó confundida cuando la joven le ofreció a Vincent quedarse en sus aposentos, replanteándose la idea de arrastrarla por toda la cubierta del barco. Su pobre compañero carraspeó con cierta confusión, tratando de librarse de la lujuriosa insistencia de la lady, haciendo que la ojiazul contuviera la risa en más de una ocasión. Al menos hasta que se le ocurrió la genial idea de incluirla a ella en aquel enredo.
— ¿Qué yo qué?
Preguntó la rubia con espanto, ante la propuesta de que ella se quedase a hacerle compañía a la fulana. No, ni de chiste, primero se lanzaría por la cubierta del barco. Afortunadamente la señorita no tenía en sus planes que la de orbes azulados fuese su acompañante, por lo que no dudó en ponerse en marcha hacia sus sagrados aposentos. Ashy soltó un leve suspiro de alivio, notando que había estado conteniendo la respiración durante los últimos segundos, y es que no era de esperarse, semejante propuesto casi le provocaba un infarto. Sonrió cuando su compañero elogió su ingenio para conseguir que Miss Park accediera a continuar con el viaje, cosa que la rubia agradeció con un ligero asentimiento de cabeza, tratando de disfrutar los escasos momentos de paz que tenían sin la señorita.
—Lo sé… —comentó con cierto desánimo—. Ella no nos lo pondrá fácil —se llevó un dedo al mentón, como si formulase algun plan maestro—. Siempre puedo ofrecerte como carnada —le guiñó un ojo, mostrando que solo bromeaba—. Realmente necesitaremos de un milagro para llevarla con su prometido…
Se lamentó. Desafortunadamente tenían razón y la excusa del padre no les serviría cuando llegasen a Lunargenta, así que correría por cuenta de ambos arrastrar a Miss Park hasta su destino, aunque conociendo a la joven ya podían por perdida esa misión. Ashy se sentó en una de las sillas del comedor, apoyando su frente en la mesa con un aire derrotado. Estaba exhausta y aun le faltaba un largo día por delante. Solo rogaba a los Dioses que le brindasen la paciencia suficiente para sobrevivir a ese trabajo sin matar a la señorita en el intento, porque, por como veía la situación, no tardaría en descuartizarla o algo peor. No todo era tan malo, al menos tenía la agradable compañía del brujo y eso era un alivio, considerando que ya habría renunciado de haberle tocado escoltar a la joven ella solita.
—Espero que tu novia no sea celosa —intentó sacar algo de platica—. A esa chica poco le falta para saltarte encima —se tapó la boca con las manos, notando que nuevamente había hablado de más—. Imagino que una relación interracial es complicada… —levantó la cabeza pensando en sus padres, acariciando el collar del clan Elaynor con sus dedos—. ¿Tus padres son igual de amables que tú? —Preguntó con una sonrisa, seguro deberían ser buenas personas—. Yo no conocí a los míos...los asesinaron cuando éramos unos bebés —siempre se preguntó si sus diferencias habían sido las causantes de su muerte—; pero seguro que con el tiempo tú y tu novia no tendrán más oposiciones —le regaló una sonrisa radiante—. ¡Y tendrán dos hermosos gemelos! ¡Un niño y una niña! ¡Como Allen y yo! —Rio con emoción—. Porque, déjame decirte, los gemelos somos los mejores —le guiñó un ojo—. ¿Tienes hermanos?
Debía aprovechar ahora que tenían ese tiempo a solas, pues una vez que pusieran los pies en tierra estaba segura de que Miss Park buscaría deshacerse de ella, a fin de quedarse a solas con Vincent. Claro que esta idea sería suplantada por el tremendo grito que resonaría en todo el barco y cuya voz sería bastante conocida para ellos. Debía darle crédito, esa chica no se rendía tan fácilmente. Ojalá su compañero tampoco terminase sucumbiendo….
Se quedó con esa idea en la mente, mientras continuaba con el trayecto que los llevaría hasta la embarcación alquilada para su transporte, sorprendiéndose de la enorme paciencia con la que su compañero cargaba, como para aguantar que la insolente jovencita le revoloteara con semejante descaro. Ashy se mantuvo en silencio, siguiéndolos a una distancia prudencial, pues sentía que si se acercaba más terminaría por jalar de los pelos a la susodicha y no podía permitirse perder los estribos. Parpadeó confundida cuando la joven le ofreció a Vincent quedarse en sus aposentos, replanteándose la idea de arrastrarla por toda la cubierta del barco. Su pobre compañero carraspeó con cierta confusión, tratando de librarse de la lujuriosa insistencia de la lady, haciendo que la ojiazul contuviera la risa en más de una ocasión. Al menos hasta que se le ocurrió la genial idea de incluirla a ella en aquel enredo.
— ¿Qué yo qué?
Preguntó la rubia con espanto, ante la propuesta de que ella se quedase a hacerle compañía a la fulana. No, ni de chiste, primero se lanzaría por la cubierta del barco. Afortunadamente la señorita no tenía en sus planes que la de orbes azulados fuese su acompañante, por lo que no dudó en ponerse en marcha hacia sus sagrados aposentos. Ashy soltó un leve suspiro de alivio, notando que había estado conteniendo la respiración durante los últimos segundos, y es que no era de esperarse, semejante propuesto casi le provocaba un infarto. Sonrió cuando su compañero elogió su ingenio para conseguir que Miss Park accediera a continuar con el viaje, cosa que la rubia agradeció con un ligero asentimiento de cabeza, tratando de disfrutar los escasos momentos de paz que tenían sin la señorita.
—Lo sé… —comentó con cierto desánimo—. Ella no nos lo pondrá fácil —se llevó un dedo al mentón, como si formulase algun plan maestro—. Siempre puedo ofrecerte como carnada —le guiñó un ojo, mostrando que solo bromeaba—. Realmente necesitaremos de un milagro para llevarla con su prometido…
Se lamentó. Desafortunadamente tenían razón y la excusa del padre no les serviría cuando llegasen a Lunargenta, así que correría por cuenta de ambos arrastrar a Miss Park hasta su destino, aunque conociendo a la joven ya podían por perdida esa misión. Ashy se sentó en una de las sillas del comedor, apoyando su frente en la mesa con un aire derrotado. Estaba exhausta y aun le faltaba un largo día por delante. Solo rogaba a los Dioses que le brindasen la paciencia suficiente para sobrevivir a ese trabajo sin matar a la señorita en el intento, porque, por como veía la situación, no tardaría en descuartizarla o algo peor. No todo era tan malo, al menos tenía la agradable compañía del brujo y eso era un alivio, considerando que ya habría renunciado de haberle tocado escoltar a la joven ella solita.
—Espero que tu novia no sea celosa —intentó sacar algo de platica—. A esa chica poco le falta para saltarte encima —se tapó la boca con las manos, notando que nuevamente había hablado de más—. Imagino que una relación interracial es complicada… —levantó la cabeza pensando en sus padres, acariciando el collar del clan Elaynor con sus dedos—. ¿Tus padres son igual de amables que tú? —Preguntó con una sonrisa, seguro deberían ser buenas personas—. Yo no conocí a los míos...los asesinaron cuando éramos unos bebés —siempre se preguntó si sus diferencias habían sido las causantes de su muerte—; pero seguro que con el tiempo tú y tu novia no tendrán más oposiciones —le regaló una sonrisa radiante—. ¡Y tendrán dos hermosos gemelos! ¡Un niño y una niña! ¡Como Allen y yo! —Rio con emoción—. Porque, déjame decirte, los gemelos somos los mejores —le guiñó un ojo—. ¿Tienes hermanos?
Debía aprovechar ahora que tenían ese tiempo a solas, pues una vez que pusieran los pies en tierra estaba segura de que Miss Park buscaría deshacerse de ella, a fin de quedarse a solas con Vincent. Claro que esta idea sería suplantada por el tremendo grito que resonaría en todo el barco y cuya voz sería bastante conocida para ellos. Debía darle crédito, esa chica no se rendía tan fácilmente. Ojalá su compañero tampoco terminase sucumbiendo….
Ashryn Elaynor
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
El miembro 'Ashryn Elaynor' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Quizás no había sido una buena idea comprometer a su compañera, para que esta fuera la escolta nocturna de la señorita Park. Pues sólo tuvo que echarle un ojo por encima, para notar que lo había pasado francamente mal. Ese suspiro de alivio… era toda una declaración.
Pero la verdad, aunque sentía haber puesto en un aprieto a Ashryn, no tenía muchas opciones de escurrir el bulto. Por lo menos no mejores. Si no hubiera usado a su compañera de escudo, hubiese tenido que darle una negativa tajante a la dama. Y eso solamente hubiera complicado aún más las cosas con ella.
De todos modos, había calculado todos los pros y los contras de su plan, antes de llevarlo a cabo. Sí, se le había ocurrido de un momento a otro, pero aún así había sopesado su idea, y había analizado si de verdad metería a Ash en un problema.
Y había supuesto que no sería el caso, y que por tanto, usarla serviría para reconducir la situación. Imaginaba que la elfa no pasaría ningún apuro esa noche. Pues era más que evidente el propósito real que tenía Clarissa. La joven prometida sólo quería “jugar” con él, por lo que cambiarse por Ashryn, la haría desistir de tales intentos.
Para su alivio, la idea resultó, y la joven que debía escoltar se marchó a su cuarto sin más peticiones indecentes por su parte.
Que fastidio. Llevaba una tarde escoltando a esa dama. Tiempo más que suficiente para tener claro lo que le esperaba por delante. Maldito el momento en el que había aceptado ese trabajo. Era una pesadilla.
- Sí, nada fácil-, contestó, observando como la silueta de la joven de la que hablaban, se perdía por las escaleras que conducían a su camarote. - Vaya, señorita Ashryn. Es toda una caja de sorpresas. Veo que es sumamente inteligente. Tanto como para usarme de cebo para salvarse-, rió, pues ante la adversidad, nada como mantener el buen humor. - Necesitaremos que este barco zarpe lo más pronto posible, antes de que esta mujer cambia de idea y se baje. Y una vez en alta mar, no tendrá más remedio que quedarse con nosotros. Luego, cuando lleguemos a la ciudad…-, dejó la frase suspendida en el aire.
No hacía falta terminar de decirlo. Estaba bastante claro, que los volvería locos durante la travesía por mar. Pero al menos durante ese tiempo, no podría bajarse del navío, y tendría que conformarse con quejarse. Sin embargo, una vez llegaran a Lunargenta, tenía la sensación que se volvería extremadamente rebelde y desobediente. Más si cabe.
Estar en el barco los ayudaría a que no fuera a ninguna parte. Pero tanto tiempo en él, ocasionaría que la joven estuviera mucho más alterada cuando bajaran a tierra. Eso era lo que se temía. Esperaba que sus pensamientos no se hicieran realidad.
- No, no es celosa. Aunque seguramente se disgustaría enormemente con la señorita Park. No creo que sea plato de buen gusto para nadie, que acosen a tu pareja-, rió nuevamente.
Níniel no era celosa, ni tenía motivos para ponerse así porque le conocía lo suficientemente bien para saber que él no haría nada con otra mujer que no fuera ella. Pero… contemplar tal escena no debía ser divertido. Incluso para él, era difícil mantener la compostura antes las insinuaciones de la joven. Por lo que era fácil imaginar cómo se sentiría la elfa que le amaba, si tuviera que presenciar tales actos.
- En fin. Por suerte para lady Park, mi pareja no está aquí. Si no… la situación sería más complicada aún-, vaticinó, acariciándose la barba, mientras pensaba en las consecuencias de un posible enfrentamiento entre la hija de los Park y Níniel. - Sí, mejor para Clarissa-, volvió a reír.
Suerte que la joven se había ido a dormir. Era un placer poder tener un tiempo sin una acosadora observando cada uno de sus movimientos. Se sentía libre, después de un día complicado. Y como sabía que al día siguiente volvería a tener el mismo drama… le gustaba poder aprovechar el poco tiempo que tendría sin la presencia de lady Park.
Aunque no toda la conversación giraría en algo tierno o alegre.
- Oh lo siento. Te doy el pésame. Debió ser duro criarte sin tus padres-, respondió, cambiando su temperamento del anteriormente alegre, a uno serio. - Yo me crié una temporada por amigos de mis padres. Los considero directamente como padres adoptivos-, se sinceró. - Fue en un tiempo, en el cual mis progenitores fueron a una expedición peligrosa al Norte. En busca de una magia antigua. Y evidentemente no podían llevar a sus hijos a un viaje tan arriesgado-, comenzó a explicar. - Allí perdí a mi padre. Una desgracia. Algunos monstruos de las montañas del territorio de los dragones pueden llegar a ser muy peligrosos-, terminó de decir.
Sí, fue una desgracia. Pero al menos, después de su travesía al Norte con Elen, en busca del paradero de sus padres, encontraron que al menos su madre seguía viva.
- Mi madre sobrevivió. Y sí, tanto ella como mi padre eran muy amables y pacientes. Aunque tengo que decir, que este brujo que contempla, no es tan simpático como aparenta-, sonrió, devolviendo un poco de ánimo a la conversación. - Qué puedo decir. Era un chico bastante pillo. Y eso traía de cabeza a mis padres-, rió levemente. - Ah. Era todo un rebelde en mi tierna juventud. Bueno, todavía lo soy-, sonrió de forma afectuosa a la elfa. - Eso sí. Todo no es por mi culpa. Mi madre siempre ha sido bastante irónica, y parece ser que de tal palo…
Sí, por definirse de algún modo. Él tenía la galantería y el sentido de la justicia de su padre Geralt, el sarcasmo de su madre, y la simpatía de ambos. El misticismo que alberga su madre Yenn, ya se lo quedó su hermana Elen. Para su desgracia, y los dolores de cabeza que ello conllevaba. Esas mujeres casi nunca le contaban nada.
- Aún así siento tu pérdida. No es el mismo caso que mi padre. Perder a tus padres tan pronto, te arrebató la oportunidad de conocerlos en persona. Lo lamento-, dijo sincero. - Pero veo que tenemos algo en común. Ambos tenemos hermanos. Sí, tengo una hermana menor. Se llama Elen, y a su corta edad ya es una bruja muy poderosa-, comentó con orgullo.
Sin duda, la magia fluía por las venas de su hermana con sumo poder. Era casi innata, la capacidad que tenía la peliblanca para aprender nuevos hechizos y aumentar su fuerza mágica. Era una rival a tener en cuenta, para todo el que osara enfrentarse a ella.
- Y ojalá tengas razón. He estado con diversas mujeres, pero esto...-, se calló unos instantes. - Nunca lo había sentido. ¿Sabes ese momento, cuando notas que la persona que está a tu lado, te acompañará para siempre? Así me siento con Níniel. Con ella siento que estoy con parte de mi familia. Como si estuviera con mi hermana o mi madre, pero con un tipo de amor distinto a ellas, claro-, reconoció. - Por cierto, ¿por casualidad no conocerá al clan Thenidiel? Mi pareja es sacerdotisa de dicho clan-, sonrió.
Sabía que había un gran número de clanes en Sandorai, así que le era imposible conocer de antemano, cuales conocía cada elfo que se encontraba. Sentía curiosidad por la cultura élfica, y ahora que había conocido a otra elfa que no lo intentaba matar, tenía más posibilidades de aprender más cosas de sus forestales vecinos.
Una pena que con Clarissa todo siempre se tuviera que complicar.
- Maldita sea. Seguramente sea alguna tontería, pero debemos ir a ver qué pasa-, dijo. Algo molesto por tener que dejar la conversación a medias.
Esa chica se estaba convirtiendo en todo un incordio. Pero de todos modos debía ir a su auxilio. Lo más probable es que fuera otro intento de llamar la atención, y de que fuera a su habitación. No obstante, bien podría haber sucedido algo grave. ¿Quizás un marinero se sobrepasara con la chica? Era un dolor de cabeza, pero igualmente era bonita, y puede que alguien tuviera las manos demasiado largas. Debía ir y asegurarse de que todo estuviera en orden, y de que el grito sólo fuera una tontería más.
Por supuesto, no pensaba ir solo. Si era otra estrategia para engatusarle, la presencia de Ashryn la obligaría a olvidar esa nueva tetra.
Sin embargo, después de moverse a toda velocidad escaleras abajo, y ver a la joven subida a la silla del escritorio de su camarote, no podía sino pasar de la molestia a la confusión.
- ¿Qué ocurre? ¿Por qué ha gritado? - preguntó. - ¿Y qué demonios hace ahí subida?
- Un monstruo. Un animal infernal ha entrado en mi cuarto-, contestó muy alterada. - Se ha metido bajo la cama.
- Señorita Clarissa, ¿no puede ser un poco más precisa? - dijo, acercándose a la cama, con la mano sobre la empuñadura de su espada.
Desgraciadamente para él, demasiado cerca de donde se encontraba la silla de la mujer. Pues esta no tuvo otra ocurrencia que saltar a sus brazos cuando pasaba su lado, justo en el momento en el que un animalillo salió corriendo de debajo de la cama Para luego corretear en círculos por el cuarto, asustado por los gritos de lady Park.
- Señorita Park, cálmese. Solamente es una rata-, intentaba decir, a la vez que la mujer en sus brazos se movía, y lo hacía desequilibrarse con su locura. - Señorita, es normal que hayan ratas en los barcos y los muelles. Se cuelan en las mercancías. Pare. Por favor-, decía mientras a duras penas mantenía el equilibrio.
Por supuesto, su sinceridad no hizo sino empeorar la situación. Pues ahora la joven estaba mucho más nerviosa, imaginando que estaba en un barco atestado de animales adoradores del queso. Todos y cada uno, acechando en las sombras para… comer queso.
Por los dioses. Menuda estupidez. Esos animales por supuesto eran peligrosos, en el sentido de que podían contagiar enfermedades, que podían llevar a una persona a la muerte. Pero, ninguna rata se comía o mordía a una persona porque sí. Eran animales cobardes, y solamente lo hacían si se veían acorralados. Así que asustarlo con gritos, era lo peor que podía hacer la joven que sostenía en brazos.
En fin, tan enajenada estaba la fémina, que tuvo que dejarla caer en la cama, y agarrarla por los brazos para que dejara de gritar. Tan alterada estaba, que no había visto como la rata había huído de la habitación por la puerta abierta.
- Lady Clarissa-, dijo. - ¡Señorita Clarissa! - gritó, zarandeándola un poco, consiguiendo captar su atención. - Ya pasó. La rata se ha marchado-, comentó, alejándose poco a poco, para que pudiera centrar su mirada en el resto de la habitación.
- ¿Se ha ido? - comentó dubitativa. –Y si vuelve-, se puso nerviosa de nuevo. - Quédese conmigo. Por favor, me portaré bien. Pero no quiero que esa rata vuelva a entrar.
- Tranquila. Mantenga la puerta cerrada y no lo hará-, mintió,
Porque la rata bien podría entrar por la rendija bajo la puerta, ya que esos animales eran extremadamente adaptables a espacios pequeños. Bien parecía que no tenían huesos. Además, quizás tuviera otra entrada secreta. Sin contar que podría roer la madera como si fuera mantequilla.
El caso es que la rata no volvería. Ella solo quería algo a lo que hincarle el diente, y una mujer gritona no entraba dentro de su menú. Y como decirle la verdad no ayudaría en nada a que Clarissa se calmase… tocaba mentir.
- Yo me encargaré de la rata. La perseguiré y la mataré, antes de lanzarla al mar-, siguió mintiendo.
- ¿Lo promete? -, preguntó la chica, con cierto tono temeroso.
- Lo prometo-, comentó, con la seguridad que solo tienen los leales o los buenos mentirosos. - Tranquila. Usted limítese a descansar, del resto nos encargamos nosotros-, sonrió para ayudar a calmarla, y salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí.
De esta forma, volvió a quedarse a solas con Ashryn.
- Bueno, el barco pronto zarpará, pero eso ya es trabajo de los marineros. A nosotros nos toca dormir-, susurró. - Que diga, cazar ratas-, bromeó en el mismo tono bajo. - Que tenga buen descanso, señorita Ashryn. Nos vemos al amanecer-, terminó de susurrar, como despedida.
Nada más terminar de hablar, se giró, y comenzó a dirigirse a su camarote. Uno pequeño, y contiguo al mucho más espacioso de la señorita Park.
Puf. Cazador de ratones. ¿A esto había llegado?
Pero la verdad, aunque sentía haber puesto en un aprieto a Ashryn, no tenía muchas opciones de escurrir el bulto. Por lo menos no mejores. Si no hubiera usado a su compañera de escudo, hubiese tenido que darle una negativa tajante a la dama. Y eso solamente hubiera complicado aún más las cosas con ella.
De todos modos, había calculado todos los pros y los contras de su plan, antes de llevarlo a cabo. Sí, se le había ocurrido de un momento a otro, pero aún así había sopesado su idea, y había analizado si de verdad metería a Ash en un problema.
Y había supuesto que no sería el caso, y que por tanto, usarla serviría para reconducir la situación. Imaginaba que la elfa no pasaría ningún apuro esa noche. Pues era más que evidente el propósito real que tenía Clarissa. La joven prometida sólo quería “jugar” con él, por lo que cambiarse por Ashryn, la haría desistir de tales intentos.
Para su alivio, la idea resultó, y la joven que debía escoltar se marchó a su cuarto sin más peticiones indecentes por su parte.
Que fastidio. Llevaba una tarde escoltando a esa dama. Tiempo más que suficiente para tener claro lo que le esperaba por delante. Maldito el momento en el que había aceptado ese trabajo. Era una pesadilla.
- Sí, nada fácil-, contestó, observando como la silueta de la joven de la que hablaban, se perdía por las escaleras que conducían a su camarote. - Vaya, señorita Ashryn. Es toda una caja de sorpresas. Veo que es sumamente inteligente. Tanto como para usarme de cebo para salvarse-, rió, pues ante la adversidad, nada como mantener el buen humor. - Necesitaremos que este barco zarpe lo más pronto posible, antes de que esta mujer cambia de idea y se baje. Y una vez en alta mar, no tendrá más remedio que quedarse con nosotros. Luego, cuando lleguemos a la ciudad…-, dejó la frase suspendida en el aire.
No hacía falta terminar de decirlo. Estaba bastante claro, que los volvería locos durante la travesía por mar. Pero al menos durante ese tiempo, no podría bajarse del navío, y tendría que conformarse con quejarse. Sin embargo, una vez llegaran a Lunargenta, tenía la sensación que se volvería extremadamente rebelde y desobediente. Más si cabe.
Estar en el barco los ayudaría a que no fuera a ninguna parte. Pero tanto tiempo en él, ocasionaría que la joven estuviera mucho más alterada cuando bajaran a tierra. Eso era lo que se temía. Esperaba que sus pensamientos no se hicieran realidad.
- No, no es celosa. Aunque seguramente se disgustaría enormemente con la señorita Park. No creo que sea plato de buen gusto para nadie, que acosen a tu pareja-, rió nuevamente.
Níniel no era celosa, ni tenía motivos para ponerse así porque le conocía lo suficientemente bien para saber que él no haría nada con otra mujer que no fuera ella. Pero… contemplar tal escena no debía ser divertido. Incluso para él, era difícil mantener la compostura antes las insinuaciones de la joven. Por lo que era fácil imaginar cómo se sentiría la elfa que le amaba, si tuviera que presenciar tales actos.
- En fin. Por suerte para lady Park, mi pareja no está aquí. Si no… la situación sería más complicada aún-, vaticinó, acariciándose la barba, mientras pensaba en las consecuencias de un posible enfrentamiento entre la hija de los Park y Níniel. - Sí, mejor para Clarissa-, volvió a reír.
Suerte que la joven se había ido a dormir. Era un placer poder tener un tiempo sin una acosadora observando cada uno de sus movimientos. Se sentía libre, después de un día complicado. Y como sabía que al día siguiente volvería a tener el mismo drama… le gustaba poder aprovechar el poco tiempo que tendría sin la presencia de lady Park.
Aunque no toda la conversación giraría en algo tierno o alegre.
- Oh lo siento. Te doy el pésame. Debió ser duro criarte sin tus padres-, respondió, cambiando su temperamento del anteriormente alegre, a uno serio. - Yo me crié una temporada por amigos de mis padres. Los considero directamente como padres adoptivos-, se sinceró. - Fue en un tiempo, en el cual mis progenitores fueron a una expedición peligrosa al Norte. En busca de una magia antigua. Y evidentemente no podían llevar a sus hijos a un viaje tan arriesgado-, comenzó a explicar. - Allí perdí a mi padre. Una desgracia. Algunos monstruos de las montañas del territorio de los dragones pueden llegar a ser muy peligrosos-, terminó de decir.
Sí, fue una desgracia. Pero al menos, después de su travesía al Norte con Elen, en busca del paradero de sus padres, encontraron que al menos su madre seguía viva.
- Mi madre sobrevivió. Y sí, tanto ella como mi padre eran muy amables y pacientes. Aunque tengo que decir, que este brujo que contempla, no es tan simpático como aparenta-, sonrió, devolviendo un poco de ánimo a la conversación. - Qué puedo decir. Era un chico bastante pillo. Y eso traía de cabeza a mis padres-, rió levemente. - Ah. Era todo un rebelde en mi tierna juventud. Bueno, todavía lo soy-, sonrió de forma afectuosa a la elfa. - Eso sí. Todo no es por mi culpa. Mi madre siempre ha sido bastante irónica, y parece ser que de tal palo…
Sí, por definirse de algún modo. Él tenía la galantería y el sentido de la justicia de su padre Geralt, el sarcasmo de su madre, y la simpatía de ambos. El misticismo que alberga su madre Yenn, ya se lo quedó su hermana Elen. Para su desgracia, y los dolores de cabeza que ello conllevaba. Esas mujeres casi nunca le contaban nada.
- Aún así siento tu pérdida. No es el mismo caso que mi padre. Perder a tus padres tan pronto, te arrebató la oportunidad de conocerlos en persona. Lo lamento-, dijo sincero. - Pero veo que tenemos algo en común. Ambos tenemos hermanos. Sí, tengo una hermana menor. Se llama Elen, y a su corta edad ya es una bruja muy poderosa-, comentó con orgullo.
Sin duda, la magia fluía por las venas de su hermana con sumo poder. Era casi innata, la capacidad que tenía la peliblanca para aprender nuevos hechizos y aumentar su fuerza mágica. Era una rival a tener en cuenta, para todo el que osara enfrentarse a ella.
- Y ojalá tengas razón. He estado con diversas mujeres, pero esto...-, se calló unos instantes. - Nunca lo había sentido. ¿Sabes ese momento, cuando notas que la persona que está a tu lado, te acompañará para siempre? Así me siento con Níniel. Con ella siento que estoy con parte de mi familia. Como si estuviera con mi hermana o mi madre, pero con un tipo de amor distinto a ellas, claro-, reconoció. - Por cierto, ¿por casualidad no conocerá al clan Thenidiel? Mi pareja es sacerdotisa de dicho clan-, sonrió.
Sabía que había un gran número de clanes en Sandorai, así que le era imposible conocer de antemano, cuales conocía cada elfo que se encontraba. Sentía curiosidad por la cultura élfica, y ahora que había conocido a otra elfa que no lo intentaba matar, tenía más posibilidades de aprender más cosas de sus forestales vecinos.
Una pena que con Clarissa todo siempre se tuviera que complicar.
- Maldita sea. Seguramente sea alguna tontería, pero debemos ir a ver qué pasa-, dijo. Algo molesto por tener que dejar la conversación a medias.
Esa chica se estaba convirtiendo en todo un incordio. Pero de todos modos debía ir a su auxilio. Lo más probable es que fuera otro intento de llamar la atención, y de que fuera a su habitación. No obstante, bien podría haber sucedido algo grave. ¿Quizás un marinero se sobrepasara con la chica? Era un dolor de cabeza, pero igualmente era bonita, y puede que alguien tuviera las manos demasiado largas. Debía ir y asegurarse de que todo estuviera en orden, y de que el grito sólo fuera una tontería más.
Por supuesto, no pensaba ir solo. Si era otra estrategia para engatusarle, la presencia de Ashryn la obligaría a olvidar esa nueva tetra.
Sin embargo, después de moverse a toda velocidad escaleras abajo, y ver a la joven subida a la silla del escritorio de su camarote, no podía sino pasar de la molestia a la confusión.
- ¿Qué ocurre? ¿Por qué ha gritado? - preguntó. - ¿Y qué demonios hace ahí subida?
- Un monstruo. Un animal infernal ha entrado en mi cuarto-, contestó muy alterada. - Se ha metido bajo la cama.
- Señorita Clarissa, ¿no puede ser un poco más precisa? - dijo, acercándose a la cama, con la mano sobre la empuñadura de su espada.
Desgraciadamente para él, demasiado cerca de donde se encontraba la silla de la mujer. Pues esta no tuvo otra ocurrencia que saltar a sus brazos cuando pasaba su lado, justo en el momento en el que un animalillo salió corriendo de debajo de la cama Para luego corretear en círculos por el cuarto, asustado por los gritos de lady Park.
- Señorita Park, cálmese. Solamente es una rata-, intentaba decir, a la vez que la mujer en sus brazos se movía, y lo hacía desequilibrarse con su locura. - Señorita, es normal que hayan ratas en los barcos y los muelles. Se cuelan en las mercancías. Pare. Por favor-, decía mientras a duras penas mantenía el equilibrio.
Por supuesto, su sinceridad no hizo sino empeorar la situación. Pues ahora la joven estaba mucho más nerviosa, imaginando que estaba en un barco atestado de animales adoradores del queso. Todos y cada uno, acechando en las sombras para… comer queso.
Por los dioses. Menuda estupidez. Esos animales por supuesto eran peligrosos, en el sentido de que podían contagiar enfermedades, que podían llevar a una persona a la muerte. Pero, ninguna rata se comía o mordía a una persona porque sí. Eran animales cobardes, y solamente lo hacían si se veían acorralados. Así que asustarlo con gritos, era lo peor que podía hacer la joven que sostenía en brazos.
En fin, tan enajenada estaba la fémina, que tuvo que dejarla caer en la cama, y agarrarla por los brazos para que dejara de gritar. Tan alterada estaba, que no había visto como la rata había huído de la habitación por la puerta abierta.
- Lady Clarissa-, dijo. - ¡Señorita Clarissa! - gritó, zarandeándola un poco, consiguiendo captar su atención. - Ya pasó. La rata se ha marchado-, comentó, alejándose poco a poco, para que pudiera centrar su mirada en el resto de la habitación.
- ¿Se ha ido? - comentó dubitativa. –Y si vuelve-, se puso nerviosa de nuevo. - Quédese conmigo. Por favor, me portaré bien. Pero no quiero que esa rata vuelva a entrar.
- Tranquila. Mantenga la puerta cerrada y no lo hará-, mintió,
Porque la rata bien podría entrar por la rendija bajo la puerta, ya que esos animales eran extremadamente adaptables a espacios pequeños. Bien parecía que no tenían huesos. Además, quizás tuviera otra entrada secreta. Sin contar que podría roer la madera como si fuera mantequilla.
El caso es que la rata no volvería. Ella solo quería algo a lo que hincarle el diente, y una mujer gritona no entraba dentro de su menú. Y como decirle la verdad no ayudaría en nada a que Clarissa se calmase… tocaba mentir.
- Yo me encargaré de la rata. La perseguiré y la mataré, antes de lanzarla al mar-, siguió mintiendo.
- ¿Lo promete? -, preguntó la chica, con cierto tono temeroso.
- Lo prometo-, comentó, con la seguridad que solo tienen los leales o los buenos mentirosos. - Tranquila. Usted limítese a descansar, del resto nos encargamos nosotros-, sonrió para ayudar a calmarla, y salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí.
De esta forma, volvió a quedarse a solas con Ashryn.
- Bueno, el barco pronto zarpará, pero eso ya es trabajo de los marineros. A nosotros nos toca dormir-, susurró. - Que diga, cazar ratas-, bromeó en el mismo tono bajo. - Que tenga buen descanso, señorita Ashryn. Nos vemos al amanecer-, terminó de susurrar, como despedida.
Nada más terminar de hablar, se giró, y comenzó a dirigirse a su camarote. Uno pequeño, y contiguo al mucho más espacioso de la señorita Park.
Puf. Cazador de ratones. ¿A esto había llegado?
Vincent Calhoun
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Escuchó con atención las palabras que el brujo le dirigía, haciendo un mohín con la mano, restándole importancia a la muerte de sus padres con una sonrisa amable. Había pasado mucho tiempo de eso y su corazón había aprendido a asimilarlo, pese a que no negaría que le hubiese gustado tener la oportunidad de convivir con ellos. Claro que ella no se sentía incompleta, tenía a su hermano y a su padre, aunque este último en realidad fuese su tío, siempre sería la única figura paterna que ella reconocería en su vida. Lamentablemente para su compañero las cosas habían sido completamente distintas. Debía ser mucho más difícil perder a tus seres queridos una vez que has convivido con ellos, que no haberlos tenido nunca. Sin quererlo, un nudo se le formó en el corazón, escuchando atentamente la historia que el caballero le contaba, envidiándole secretamente por esa fortaleza que mostraba.
Soltó una pequeña risita a la descripción que este le daba sobre su pasado, imaginándoselo como un chiquillo travieso y aventurero. Instintivamente comenzó a preguntarse si su curiosidad habría sido heredada de su madre o de su padre biológico. Erlan no hablaba mucho de eso, aunque le hubiese gustado saberlo. Después de todo, Allen y ella serían idénticos físicamente, pero por dentro eran tan diferentes como el día y la noche. Nuevamente sonrió a la idea de tener más en común con su compañero de lo que se podría notar a simple vista. Una luz se encendió en su cabeza. ¿Elen Calhoun? ¿Sería la misma que era tan mencionada por Manuela en el gremio de informantes? Eso significaría que se encontraba en presencia de alguien sumamente poderoso.
—Yo también soy la mayor —dijo con orgullo—, por un minuto y veintitrés segundos —sonrió como si eso fuese una gran diferencia—. Allen y yo somos muy diferentes…pero cuando estamos separados…me siento vacía. Papá siempre decía que él y yo somos un alma fragmentada en dos cuerpos —miró el suelo por un instante, sintiendo una gran nostalgia al estar tan lejos de su otra mitad—. Nee, Vinnie… —ahí estaba de nuevo su afán por ponerle apodos a las personas—. ¿Clan Thenidiel? —Se vio interrumpida por la pregunta del brujo—. Sí, lejanamente… —analizó sus palabras con cuidado—. En mi familia los sanadores somos escasos, tanto en la rama principal como en la rama secundaria…así que no es de sorprender que el Clan Elaynor sepa de ellos —se llevó un dedo al mentón—. Son bastante famosos en Sandorai.
Lamentablemente no pudieron continuar con su charla, puesto que la dichosa Miss Park no dudaría en interrumpirles nuevamente, con otro de sus bien conocidos berrinches. Ashy siguió al brujo, tratando de reprimir las ganas de lanzar a la señorita por la borda, aunque a esas alturas ya no creía que solo ella perdiese la paciencia con la joven. Ashy se golpeó la frente con la mano al ver que tanto alboroto había sido ocasionado por un simple roedor. Lo peor del caso fue que la susodicha aprovechó el drama para saltar a los brazos del caballero, gimoteando y chillando como si eso fuese el fin del mundo. Jaloneó del brazo a Vinnie, tratando de brindarle un poco de equilibrio al pobre hombre. Finalmente, y tras una larga odisea por hacer que Miss Park se calmara, el caballero prometió cazar al ‘‘feroz’’ animal, dejando —relativamente— tranquila a la devoradora.
Ashy se despidió de su compañero, pero ni siquiera logró llegar a sus aposentos, cuando un revuelo captó su atención. Esta vez no era la Srita. Park, en realidad se trataba de un ataque al barco en el que viajaban. No de nuevo. Esto debía ser una muy mala broma de parte de los dioses, pues era la segunda vez que le pasaba aquello. Solo esperaba que no fuese el mismo ‘‘cara de asterisco’’, quien los estuviese atacando en busca de queleas, porque eso ya sería rayar en la mala suerte. Corrió con todas sus fuerzas a la cubierta del barco, encontrando a la tripulación envuelta en una pequeña batalla con lo que parecían ser piratas…para variar. Gruñó con fastidio, buscando por todos lados un arma con la cual defenderse. Solo esperaba que su compañero se encontrase bien, pues no lo veía por ninguna parte.
Soltó una pequeña risita a la descripción que este le daba sobre su pasado, imaginándoselo como un chiquillo travieso y aventurero. Instintivamente comenzó a preguntarse si su curiosidad habría sido heredada de su madre o de su padre biológico. Erlan no hablaba mucho de eso, aunque le hubiese gustado saberlo. Después de todo, Allen y ella serían idénticos físicamente, pero por dentro eran tan diferentes como el día y la noche. Nuevamente sonrió a la idea de tener más en común con su compañero de lo que se podría notar a simple vista. Una luz se encendió en su cabeza. ¿Elen Calhoun? ¿Sería la misma que era tan mencionada por Manuela en el gremio de informantes? Eso significaría que se encontraba en presencia de alguien sumamente poderoso.
—Yo también soy la mayor —dijo con orgullo—, por un minuto y veintitrés segundos —sonrió como si eso fuese una gran diferencia—. Allen y yo somos muy diferentes…pero cuando estamos separados…me siento vacía. Papá siempre decía que él y yo somos un alma fragmentada en dos cuerpos —miró el suelo por un instante, sintiendo una gran nostalgia al estar tan lejos de su otra mitad—. Nee, Vinnie… —ahí estaba de nuevo su afán por ponerle apodos a las personas—. ¿Clan Thenidiel? —Se vio interrumpida por la pregunta del brujo—. Sí, lejanamente… —analizó sus palabras con cuidado—. En mi familia los sanadores somos escasos, tanto en la rama principal como en la rama secundaria…así que no es de sorprender que el Clan Elaynor sepa de ellos —se llevó un dedo al mentón—. Son bastante famosos en Sandorai.
Lamentablemente no pudieron continuar con su charla, puesto que la dichosa Miss Park no dudaría en interrumpirles nuevamente, con otro de sus bien conocidos berrinches. Ashy siguió al brujo, tratando de reprimir las ganas de lanzar a la señorita por la borda, aunque a esas alturas ya no creía que solo ella perdiese la paciencia con la joven. Ashy se golpeó la frente con la mano al ver que tanto alboroto había sido ocasionado por un simple roedor. Lo peor del caso fue que la susodicha aprovechó el drama para saltar a los brazos del caballero, gimoteando y chillando como si eso fuese el fin del mundo. Jaloneó del brazo a Vinnie, tratando de brindarle un poco de equilibrio al pobre hombre. Finalmente, y tras una larga odisea por hacer que Miss Park se calmara, el caballero prometió cazar al ‘‘feroz’’ animal, dejando —relativamente— tranquila a la devoradora.
Ashy se despidió de su compañero, pero ni siquiera logró llegar a sus aposentos, cuando un revuelo captó su atención. Esta vez no era la Srita. Park, en realidad se trataba de un ataque al barco en el que viajaban. No de nuevo. Esto debía ser una muy mala broma de parte de los dioses, pues era la segunda vez que le pasaba aquello. Solo esperaba que no fuese el mismo ‘‘cara de asterisco’’, quien los estuviese atacando en busca de queleas, porque eso ya sería rayar en la mala suerte. Corrió con todas sus fuerzas a la cubierta del barco, encontrando a la tripulación envuelta en una pequeña batalla con lo que parecían ser piratas…para variar. Gruñó con fastidio, buscando por todos lados un arma con la cual defenderse. Solo esperaba que su compañero se encontrase bien, pues no lo veía por ninguna parte.
Ashryn Elaynor
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
Por supuesto, no iba a perseguir una rata en un barco que seguramente estaba lleno de ellas. Y no, esta vez no se refería a las personas, que podían llegar a ser los peores animales sobre Aerandir, sino al pequeño roedor que había causado estupor en la mente de la joven Clarissa.
Tenía cosas mejores que hacer. Dormir. Una noche de paz y tranquilidad. Era lo único que necesitaba. Lo único que necesitaría cualquier hombre que se encontrara en una situación similar a la suya.
Ya fuera una habitación con una buena puerta, un abismo, o una jodida pared de fuego, lo único que deseaba era poder estar un tiempo sin la compañía de la señorita Park.
Pensar en ello mientras se internaba en su cuarto para dormir, le hizo reconsiderar sus opciones. No tardó mucho en clavar su mirada en el pestillo de la puerta, y mucho menos en pasarlo por el ojal del marco, y así trancar el acceso al cuarto. De este modo se aseguraba de que nadie entrara mientras descansaba en los brazos de su tan ansiada paz. Y sobre todo, se aseguraba no despertarse de repente, atado de brazos y piernas, mientras una obsesiva pirada lo violaba.
Con la seguridad de poder preservar su integridad física, por lo menos hasta alba, pudo encaminarse hacia el camastro con relativa tranquilidad. El cuarto, un ridículo habitáculo más estrecho que la hoja de una espada, era todo lo que necesitaba. Tenía una cama, y con eso bastaba. Además, estaba justo al lado de la habitación de la dama Clarissa, por lo que estaba cerca, si esta precisaba su presencia de nuevo. Una circunstancia que espera que tardase en llegar, y la cercanía, un motivo más que suficiente para haber cerrado la puerta a cal y canto.
Imaginaba que como su habitación estaba pegada a la de la señorita Park, la joven estaría tentada de volver a ver su gallardo caballero. Así que la verdad, no había pecado de sobreprotector al pasar el cerrojo.
Vinc se echó sobre la cama de bruces, justo después de quitarse el cinto con las armas aún enganchadas a este, y lo dejó caer a un su lado, sobre el suelo, mientras enterraba la cabeza en la comodidad de su lecho y se dejaba llevar por la tranquilidad reinante. Se quedó quieto durante un rato, descansando de un día tan movido. No tanto por caminar de tienda en tienda siendo escolta de la noble, sino por lo insistente y caprichosa que podía llegar a ser Clarissa.
Por fin un poquito de paz. Eso pensó. Un pensamiento que no duró mucho.
No tardó en escuchar el bullicio sobre las tablas del techo. Sobre la cubierta, por tanto.
- Joder-, se dijo, aún con la cabeza enterrada en la cama.
Aún no se había descalzado las botas, y la guerra volvía a llamar a su puerta. No es que considerara desconsiderados a los dioses, pero debían tener en cuenta que todo hombre necesitaba su merecido descanso. No sería una mala idea que lo tuvieran presente para futuras ocasiones. Por blasfemo que sonase.
El ruido sobre su cabeza no presagiaba nada bien, y el golpe sordo que se escuchó contra la pared del barco, era la señal que le advertía que debía moverse rápido.
Por cansado que estuviera, por mal que le sentara tener que volver a la acción tan pronto, la vida de muchas personas estaba en juego, y no iba a quedarse de brazos cruzados. No era de los que podían dormir bien mientras hombres y mujeres morían a su alrededor.
Agarró el cinto en el suelo, y se enderezó hasta sentarse sobre la cama. Se levantó como un resorte a la vez que se volvía a colocar el cinto con las armas, en el mismo sitio en el que estuviera al entrar al cuarto, y se dirigió a la puerta. Quitó el pasador de la madera tan rápido como se le había ocurrido anteriormente cerrarlo, y abrió la puerta.
No esperaba menos al hacerlo. El bullicio cada vez se hacía más notable, cuando pasajeros comenzaban a entender el problema que se les venían encima. Sólo había que ver el ajetreo de los marinos para entenderlo, así que tampoco había que ser muy listo para alarmarse en ese momento.
Pero alarmarse era cosa de otros. Él ya había vivido demasiadas batallas como para que le pusiera nervioso una más, así que avanzó por el pasillo con la seguridad característica del veterano.
Directo y con paso firme hacia una madera. Una puerta, que no tardó en abrirse después de tocar sobre ella.
- ¡Qué está pasando! - preguntó con un grito la dama que debía proteger. La mujer que le habían encargado llevar sana y salvo a Lunargenta.
- Problemas sociales-, dijo, restándole importancia a la batalla campal que se estaba comenzando a desarrollar en la cubierta. - Digamos que hay personas con distintos puntos de vista en este mundo, y que creen que ahora mismo es el mejor momento para discutirlos-, siguió hablando serio, pero a la vez con tono amable.
Agarró las manos de Lady Park, y la llevó hasta su cama, donde sus movimientos la ayudaron a que se sentara.
- Pero no se preocupe. Pronto se calmarán-, aseguró sonriente, alejándose de la joven.
- Pero, pero, pero…-, comenzó a decir Clarissa, con la normal confusión que debía albergar ahora mismo. - ¿Cómo que están discutiendo puntos de vista? Parece una batalla.
- Oh, querida Clarissa-, comentó, girando sobre si mismo, bajo el umbral de la puerta del cuarto. - En este mundo en el que vivimos, precisamente una batalla sólo es una acalorada discusión-, sonrió al salir y cerró la puerta tras de sí.
Lo hizo con un movimiento rápido que no permitió réplica a la joven. Y no con menos rapidez hizo girar la llave de la cerradura. La misma que obtuviera de la mesita de noche de la señorita Park, mientras la distraía con la parafernalia de sus palabras.
Ahora que estaba encerrada la joven entendió de qué iba toda aquella historia, pero ya era demasiado tarde. Sus puños golpeaba sobre la madera de la puerta con el sonido propio de la banalidad, y sus palabras soltabas maldiciones y deseos de sumarse a la refriega que eran aún más banas.
Vincent se permitió sonreír un momento después de engañar a la noble, guardando la llave en uno de sus bolsillos, pero no mantuvo mucho tiempo la sonrisa dibujada en los labios. El tiempo justo para enganchar un marinero de la pechera de su blanca camisa, y hacerlo chocar de espaldas contra la puerta de Clarissa.
- Muchacho. Montarás vigilancia aquí-, comenzó a decirle, clavándole una fría y dura mirada. - Nadie entrará en este cuarto-, pegó su rostro al del marinero. - Y mucho menos nadie saldrá. Por mucho que te supliquen. ¿Ha quedado claro?
- Sí, sí-, comentó con cierto temor, el imberbe muchacho, aunque su voz estaba más tintada por la confusión que por el miedo. - Pero debo ayudar a mis compañeros en la refriega.
- Hijo, eres demasiado joven para yacer con una mujer-, le dio dos cariñosos bofetones en el rostro, a la vez que se despegaba de él. - Mucho más para morir, ¿no te parece? - sonrió al muchacho, al mismo tiempo que sacaba sus guantes de combate del bolsillo.
El marinero, que podría ser su hijo, asintió con la cabeza. Estaba asustado, más por la batalla que por cualquier cosa que le hubiera dicho el brujo, agarrando un hacha corta con ambas manos, de un modo que dejaba claro que lo único que conseguiría con esa arma era que lo mataran nada más salir a la cubierta. Casi se podía ver como temblaba su alma bajo esa capa de carne y piel llamada cuerpo.
- Yo me encargaré de tu parte en la batalla-, le guiñó un ojo, enfundándose el guante de su mano diestra.
Comenzó a caminar por el pasillo, hacia la escalera que lo llevaría a la cubierta. Ya estaba colocándose el otro guante, cuando pisó el primer escalón que lo llevaría a una nueva batalla.
No sabía dónde estaba Ashryn, pero intuía que estaría bien si no estaba en la cubierta superior. La batalla de momento sólo se desarrollaba allí. Tampoco sabía si sabría usar la misma magia que Níniel, que tanto lo ayudaba en combate. Suponía que sí. Ash no tenía pinta de guerrera, pero los elfos eran unos dotados para la magia, así que por descarte pensó que debía ser buena con la magia. Estaba seguro de que la rubia tendría sus ases bajo la manga. De otro modo la chica no se habría ofrecido para un trabajo de escolta.
Quizás pudiera ayudarlo en la futura batalla. Quizás fuera mejor idea ir a buscarla. Pero la realidad es que sobre es navío la sangre se derramaba, y no había tiempo que perder.
Por eso hizo lo que creyó más correcto, subir los escalones sin esperar por nadie. Afrontar la batalla sin perder más tiempo.
Tenía cosas mejores que hacer. Dormir. Una noche de paz y tranquilidad. Era lo único que necesitaba. Lo único que necesitaría cualquier hombre que se encontrara en una situación similar a la suya.
Ya fuera una habitación con una buena puerta, un abismo, o una jodida pared de fuego, lo único que deseaba era poder estar un tiempo sin la compañía de la señorita Park.
Pensar en ello mientras se internaba en su cuarto para dormir, le hizo reconsiderar sus opciones. No tardó mucho en clavar su mirada en el pestillo de la puerta, y mucho menos en pasarlo por el ojal del marco, y así trancar el acceso al cuarto. De este modo se aseguraba de que nadie entrara mientras descansaba en los brazos de su tan ansiada paz. Y sobre todo, se aseguraba no despertarse de repente, atado de brazos y piernas, mientras una obsesiva pirada lo violaba.
Con la seguridad de poder preservar su integridad física, por lo menos hasta alba, pudo encaminarse hacia el camastro con relativa tranquilidad. El cuarto, un ridículo habitáculo más estrecho que la hoja de una espada, era todo lo que necesitaba. Tenía una cama, y con eso bastaba. Además, estaba justo al lado de la habitación de la dama Clarissa, por lo que estaba cerca, si esta precisaba su presencia de nuevo. Una circunstancia que espera que tardase en llegar, y la cercanía, un motivo más que suficiente para haber cerrado la puerta a cal y canto.
Imaginaba que como su habitación estaba pegada a la de la señorita Park, la joven estaría tentada de volver a ver su gallardo caballero. Así que la verdad, no había pecado de sobreprotector al pasar el cerrojo.
Vinc se echó sobre la cama de bruces, justo después de quitarse el cinto con las armas aún enganchadas a este, y lo dejó caer a un su lado, sobre el suelo, mientras enterraba la cabeza en la comodidad de su lecho y se dejaba llevar por la tranquilidad reinante. Se quedó quieto durante un rato, descansando de un día tan movido. No tanto por caminar de tienda en tienda siendo escolta de la noble, sino por lo insistente y caprichosa que podía llegar a ser Clarissa.
Por fin un poquito de paz. Eso pensó. Un pensamiento que no duró mucho.
No tardó en escuchar el bullicio sobre las tablas del techo. Sobre la cubierta, por tanto.
- Joder-, se dijo, aún con la cabeza enterrada en la cama.
Aún no se había descalzado las botas, y la guerra volvía a llamar a su puerta. No es que considerara desconsiderados a los dioses, pero debían tener en cuenta que todo hombre necesitaba su merecido descanso. No sería una mala idea que lo tuvieran presente para futuras ocasiones. Por blasfemo que sonase.
El ruido sobre su cabeza no presagiaba nada bien, y el golpe sordo que se escuchó contra la pared del barco, era la señal que le advertía que debía moverse rápido.
Por cansado que estuviera, por mal que le sentara tener que volver a la acción tan pronto, la vida de muchas personas estaba en juego, y no iba a quedarse de brazos cruzados. No era de los que podían dormir bien mientras hombres y mujeres morían a su alrededor.
Agarró el cinto en el suelo, y se enderezó hasta sentarse sobre la cama. Se levantó como un resorte a la vez que se volvía a colocar el cinto con las armas, en el mismo sitio en el que estuviera al entrar al cuarto, y se dirigió a la puerta. Quitó el pasador de la madera tan rápido como se le había ocurrido anteriormente cerrarlo, y abrió la puerta.
No esperaba menos al hacerlo. El bullicio cada vez se hacía más notable, cuando pasajeros comenzaban a entender el problema que se les venían encima. Sólo había que ver el ajetreo de los marinos para entenderlo, así que tampoco había que ser muy listo para alarmarse en ese momento.
Pero alarmarse era cosa de otros. Él ya había vivido demasiadas batallas como para que le pusiera nervioso una más, así que avanzó por el pasillo con la seguridad característica del veterano.
Directo y con paso firme hacia una madera. Una puerta, que no tardó en abrirse después de tocar sobre ella.
- ¡Qué está pasando! - preguntó con un grito la dama que debía proteger. La mujer que le habían encargado llevar sana y salvo a Lunargenta.
- Problemas sociales-, dijo, restándole importancia a la batalla campal que se estaba comenzando a desarrollar en la cubierta. - Digamos que hay personas con distintos puntos de vista en este mundo, y que creen que ahora mismo es el mejor momento para discutirlos-, siguió hablando serio, pero a la vez con tono amable.
Agarró las manos de Lady Park, y la llevó hasta su cama, donde sus movimientos la ayudaron a que se sentara.
- Pero no se preocupe. Pronto se calmarán-, aseguró sonriente, alejándose de la joven.
- Pero, pero, pero…-, comenzó a decir Clarissa, con la normal confusión que debía albergar ahora mismo. - ¿Cómo que están discutiendo puntos de vista? Parece una batalla.
- Oh, querida Clarissa-, comentó, girando sobre si mismo, bajo el umbral de la puerta del cuarto. - En este mundo en el que vivimos, precisamente una batalla sólo es una acalorada discusión-, sonrió al salir y cerró la puerta tras de sí.
Lo hizo con un movimiento rápido que no permitió réplica a la joven. Y no con menos rapidez hizo girar la llave de la cerradura. La misma que obtuviera de la mesita de noche de la señorita Park, mientras la distraía con la parafernalia de sus palabras.
Ahora que estaba encerrada la joven entendió de qué iba toda aquella historia, pero ya era demasiado tarde. Sus puños golpeaba sobre la madera de la puerta con el sonido propio de la banalidad, y sus palabras soltabas maldiciones y deseos de sumarse a la refriega que eran aún más banas.
Vincent se permitió sonreír un momento después de engañar a la noble, guardando la llave en uno de sus bolsillos, pero no mantuvo mucho tiempo la sonrisa dibujada en los labios. El tiempo justo para enganchar un marinero de la pechera de su blanca camisa, y hacerlo chocar de espaldas contra la puerta de Clarissa.
- Muchacho. Montarás vigilancia aquí-, comenzó a decirle, clavándole una fría y dura mirada. - Nadie entrará en este cuarto-, pegó su rostro al del marinero. - Y mucho menos nadie saldrá. Por mucho que te supliquen. ¿Ha quedado claro?
- Sí, sí-, comentó con cierto temor, el imberbe muchacho, aunque su voz estaba más tintada por la confusión que por el miedo. - Pero debo ayudar a mis compañeros en la refriega.
- Hijo, eres demasiado joven para yacer con una mujer-, le dio dos cariñosos bofetones en el rostro, a la vez que se despegaba de él. - Mucho más para morir, ¿no te parece? - sonrió al muchacho, al mismo tiempo que sacaba sus guantes de combate del bolsillo.
El marinero, que podría ser su hijo, asintió con la cabeza. Estaba asustado, más por la batalla que por cualquier cosa que le hubiera dicho el brujo, agarrando un hacha corta con ambas manos, de un modo que dejaba claro que lo único que conseguiría con esa arma era que lo mataran nada más salir a la cubierta. Casi se podía ver como temblaba su alma bajo esa capa de carne y piel llamada cuerpo.
- Yo me encargaré de tu parte en la batalla-, le guiñó un ojo, enfundándose el guante de su mano diestra.
Comenzó a caminar por el pasillo, hacia la escalera que lo llevaría a la cubierta. Ya estaba colocándose el otro guante, cuando pisó el primer escalón que lo llevaría a una nueva batalla.
No sabía dónde estaba Ashryn, pero intuía que estaría bien si no estaba en la cubierta superior. La batalla de momento sólo se desarrollaba allí. Tampoco sabía si sabría usar la misma magia que Níniel, que tanto lo ayudaba en combate. Suponía que sí. Ash no tenía pinta de guerrera, pero los elfos eran unos dotados para la magia, así que por descarte pensó que debía ser buena con la magia. Estaba seguro de que la rubia tendría sus ases bajo la manga. De otro modo la chica no se habría ofrecido para un trabajo de escolta.
Quizás pudiera ayudarlo en la futura batalla. Quizás fuera mejor idea ir a buscarla. Pero la realidad es que sobre es navío la sangre se derramaba, y no había tiempo que perder.
Por eso hizo lo que creyó más correcto, subir los escalones sin esperar por nadie. Afrontar la batalla sin perder más tiempo.
Vincent Calhoun
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
La elfita se apresuró rápidamente por los camerinos cercanos en busca de algo con lo cual defenderse. Ya venía siendo hora de hacerse con una propia, pues eso de robar armas ajenas se estaba convirtiendo en una mala costumbre. Afortunadamente no tuvo que inspeccionar tantos aposentos ajenos, pues pronto encontró una bonita espada sobre la encimera de uno de ellos y, sin dudarlo un segundo, se dirigió a toda velocidad hacia la cubierta, donde la batalla apenas se cocinaba. La tripulación se defendía bastante bien, pero debía admitir que los bandidos eran bastante buenos, eso sin mencionar que les superaban en número. De un momento a otro se vio asediada por dos de ellos, quienes intercambiaron sonrisas maliciosas al verla con aquella apariencia frágil y delicada, animándola a bajar el arma y entregarse a ellos, a fin de evitar que dañaran su ‘‘precioso rostro’’.
Ashy infló las mejillas con fastidio, empuñando la espada con destreza, retando a sus oponentes a acercarse. La primera sesión vino acompañada por una serie de ataques sincronizados, mismos que con esfuerzos pudo resistir. Estaba algo falta de práctica, pero sus habilidades como miembro del Clan Elaynor seguían palpables. Haciendo uso de su magia, comenzó a fortalecer sus articulaciones a fin de aumentar su agilidad y resistencia, lo cual fue decisivo para que acabase con esos dos mastodontes que habían osado amenazarla. Tomó una bocanada de aire, mientras buscaba a su compañero con la mirada. No lo había visto en un buen rato y esperaba que se encontrase con bien, aunque, a juzgar por el porte del caballero, dudaba mucho que alguien pudiese ser un contrincante digno para derrotarlo.
Recorrió la cubierta, defendiéndose con todas sus fuerzas frente a aquellos despiadados piratas. No sabía cómo, pero parecía que cada vez aparecían más piratas, brotando de quién sabe donde cual margaritas. Secó el sudor de su rostro, sintiendo como su cuerpo comenzaba a sucumbir ante los efectos del uso reiterado de su magia. Su visión se tornaba borrosa durante unos breves instantes y poco a poco las fuerzas la abandonaban, dejando en su lugar una inmensa sensación de dolor. Enfundó la espada y la ató al cinturón que llevaba sobre su vestido, apoyando su espalda contra uno de los mástiles del barco, buscando recuperar el aliento perdido. Pese a su formidable habilidad no logró salir completamente ilesa. Afortunadamente no había usado su magia prohibida o de lo contrario ya se encontraría en el suelo. Finalmente —y por milagro divino— vislumbró la silueto de Vincent a un par de metros de ella, derrotando a su atacante casi sin esfuerzo.
— ¡Vinnie! —Exclamó con una mezcla de alivio y alegría por verlo en una sola pieza—. ¡Que alegría me da verte! —Rasgó un pedacito de tela de su vestido, atándolo en su hombro para detener la sangre que no paraba de brotar—. ¿Miss Park se encuentra bien?
— ¡¿Qué pasa, inútiles?! ¡¿A esto llaman saqueo?! —Aquella voz logró que el rostro de la ojiazul palideciera un par de tonos—. ¡¿Quién rayos los nombró piratas?!
—El cara de asterisco…
Susurró con desdén, recordando cómo ese hombre había hecho todo lo posible por convertirla en su esposa, gracias a las benditas mentiras de Bio. No supo de dónde le surgieron fuerzas, pero de un momento a otro frunció el ceño, se arremango las mangas del vestido y posó su mano en el mango de la espada, dispuesta a mandar a ese sucio pirata al más allá con todo y su asqueroso quelea. Avanzó con paso decidido, concentrando su magia restante en sus lastimadas articulaciones, en un último esfuerzo que le supondría varios días de tortuoso agotamiento, mismos que pagaría con gusto por ver a ese horrible sujeto muy lejos de las aguas de Aerandir. Nunca olvidaría ese feo rostro y el asqueroso aroma a quelea que infestaba el ambiente. ¿Decidida? Mucho. El problema es que no contó con que había subestimado a los marineros y para cuando despertó de su enojo vio a los piratas restantes huir hasta su barco y no volver jamás.
—Eso estuvo cerca —suspiró de alivio, dejándose caer en el suelo con cansancio—. Necesito vacaciones… —notó cómo el torniquete de su hombro se empapaba en sangre—. Sí…definitivamente necesito vacaciones…
El resto del viaje continuó sin contratiempos, luego de tratar su lesión y de atender a todos los marineros heridos. Fue una tarea agotadora, considerando que su magia se hallaba en niveles alarmantemente bajos. No sabía cuánto tiempo le tomaría reponerse de tan grave esfuerzo, pues para cuando arribaron en tierra todavía estaba débil, aunque podía mantenerse en pie lo suficiente como para andar por su cuenta. Para su mala suerte, su estado caótico no fue tomado en cuenta por la señorita a la que debían escoltar, quien no dudaba en continuar con su acoso para con el agradable caballero. Ashy le habría sacado los ojos de no ser por el hecho de que no estaba en condiciones de hacerlo y que, además de eso, debían mantenerse alerta mientras atravesaban los peligrosos caminos que los llevarían hasta Lunargenta. Y lo peor vendría cuando una extraña sensación de peligro le recorrió la espalda.
Ashy infló las mejillas con fastidio, empuñando la espada con destreza, retando a sus oponentes a acercarse. La primera sesión vino acompañada por una serie de ataques sincronizados, mismos que con esfuerzos pudo resistir. Estaba algo falta de práctica, pero sus habilidades como miembro del Clan Elaynor seguían palpables. Haciendo uso de su magia, comenzó a fortalecer sus articulaciones a fin de aumentar su agilidad y resistencia, lo cual fue decisivo para que acabase con esos dos mastodontes que habían osado amenazarla. Tomó una bocanada de aire, mientras buscaba a su compañero con la mirada. No lo había visto en un buen rato y esperaba que se encontrase con bien, aunque, a juzgar por el porte del caballero, dudaba mucho que alguien pudiese ser un contrincante digno para derrotarlo.
Recorrió la cubierta, defendiéndose con todas sus fuerzas frente a aquellos despiadados piratas. No sabía cómo, pero parecía que cada vez aparecían más piratas, brotando de quién sabe donde cual margaritas. Secó el sudor de su rostro, sintiendo como su cuerpo comenzaba a sucumbir ante los efectos del uso reiterado de su magia. Su visión se tornaba borrosa durante unos breves instantes y poco a poco las fuerzas la abandonaban, dejando en su lugar una inmensa sensación de dolor. Enfundó la espada y la ató al cinturón que llevaba sobre su vestido, apoyando su espalda contra uno de los mástiles del barco, buscando recuperar el aliento perdido. Pese a su formidable habilidad no logró salir completamente ilesa. Afortunadamente no había usado su magia prohibida o de lo contrario ya se encontraría en el suelo. Finalmente —y por milagro divino— vislumbró la silueto de Vincent a un par de metros de ella, derrotando a su atacante casi sin esfuerzo.
— ¡Vinnie! —Exclamó con una mezcla de alivio y alegría por verlo en una sola pieza—. ¡Que alegría me da verte! —Rasgó un pedacito de tela de su vestido, atándolo en su hombro para detener la sangre que no paraba de brotar—. ¿Miss Park se encuentra bien?
— ¡¿Qué pasa, inútiles?! ¡¿A esto llaman saqueo?! —Aquella voz logró que el rostro de la ojiazul palideciera un par de tonos—. ¡¿Quién rayos los nombró piratas?!
—El cara de asterisco…
Susurró con desdén, recordando cómo ese hombre había hecho todo lo posible por convertirla en su esposa, gracias a las benditas mentiras de Bio. No supo de dónde le surgieron fuerzas, pero de un momento a otro frunció el ceño, se arremango las mangas del vestido y posó su mano en el mango de la espada, dispuesta a mandar a ese sucio pirata al más allá con todo y su asqueroso quelea. Avanzó con paso decidido, concentrando su magia restante en sus lastimadas articulaciones, en un último esfuerzo que le supondría varios días de tortuoso agotamiento, mismos que pagaría con gusto por ver a ese horrible sujeto muy lejos de las aguas de Aerandir. Nunca olvidaría ese feo rostro y el asqueroso aroma a quelea que infestaba el ambiente. ¿Decidida? Mucho. El problema es que no contó con que había subestimado a los marineros y para cuando despertó de su enojo vio a los piratas restantes huir hasta su barco y no volver jamás.
—Eso estuvo cerca —suspiró de alivio, dejándose caer en el suelo con cansancio—. Necesito vacaciones… —notó cómo el torniquete de su hombro se empapaba en sangre—. Sí…definitivamente necesito vacaciones…
El resto del viaje continuó sin contratiempos, luego de tratar su lesión y de atender a todos los marineros heridos. Fue una tarea agotadora, considerando que su magia se hallaba en niveles alarmantemente bajos. No sabía cuánto tiempo le tomaría reponerse de tan grave esfuerzo, pues para cuando arribaron en tierra todavía estaba débil, aunque podía mantenerse en pie lo suficiente como para andar por su cuenta. Para su mala suerte, su estado caótico no fue tomado en cuenta por la señorita a la que debían escoltar, quien no dudaba en continuar con su acoso para con el agradable caballero. Ashy le habría sacado los ojos de no ser por el hecho de que no estaba en condiciones de hacerlo y que, además de eso, debían mantenerse alerta mientras atravesaban los peligrosos caminos que los llevarían hasta Lunargenta. Y lo peor vendría cuando una extraña sensación de peligro le recorrió la espalda.
Ashryn Elaynor
Honorable
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Cantidad de envíos : : 291
Nivel de PJ : : 2
Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
La vida era una cadena llena de eslabones creados con las decisiones que tomábamos durante nuestra existencia, pero en la que de vez en cuando acababa enganchada una argolla fabricada por el puro azar, donde los mortales tenían poco o nada que ver en su creación.
Esta era la forma más sencilla de explicar cómo una batalla se cernía una vez más sobre el rubio, o por lo menos, la mejor que a este se le ocurría. Pues, aunque sabía que una travesía en barco podía ser peligrosa, con esos mares infectados de piratas, nunca lo era tanto como los bosques que tantas veces había recorrido a lo largo de su vida. En los caminos era muy probable un ataque de bandidos, pero en alta mar lo era mucho menos, sobre todo si se viajaba en un barco que ondeaba un pabellón de las islas Illidenses.
¿Quién en su sano juicio asaltaba un barco donde podría haber varios brujos, con la significativa ventaja que ello conllevaba en una batalla naval?
Un capitán que estaba del todo loco, o uno que estaba en perfectos cabales, y que tenía una tripulación compuesta con un gran número de los susodichos brujos. Esa segunda opción parecía la más lógica. Y era la idea que rondaba por su cabeza mientras ascendía por los peldaños que lo llevaban hasta la cubierta.
La verdad es que esto complicaría la batalla, y era preferible que fuera solamente un loco con más ambición que seso. No obstante, debía prepararse para lo peor, ya que era la única forma de sobrevivir al combate. El exceso de confianza era mal consejero, y en muchas ocasiones, la perdición del guerrero.
No deseaba reunirse con sus antepasados todavía, así pues, tocaba ponerse en el peor de los escenarios posibles.
El viento golpeó el rostro del brujo nada más alcanzar la cubierta. La fría brisa marina se clavaba en su mejilla como afiladas agujas, en el preciso momento que su vista podía alcanzar a contemplar la siempre dantesco panorama de la guerra. El sonido del metal entrechocando, y de los gritos de agonía y dolor, habían sido un prólogo de lo que le esperaba. No necesitaba verlo para saber lo que estaba pasando, en muchas ocasiones había tenido que lidiar con situaciones similares, más siempre se sentía distinto al verlo, que al escucharlo o sentirlo.
Pero cómo no sentirse de un modo diferente, cómo no sentir esa mezcolanza especial de melancolía y pesar, cuando estaba en el punto de no retorno, ese momento en el que ya no había vuelta atrás y debía volver a luchar. Una vez más.
Pronto, el brujo se sumó a la refriega, usando su acero y sus poderes, más teniendo cuidado con el fuego para no acabar calcinando su propio barco. Había sobrevivido a más de mil batallas a lo largo y ancho de Aerandir, cómo para ahora acabar muerto por una negligencia. Y bueno, tampoco había que ser muy listo, para saber que no había que usar el fuego de forma descuidada cuando se estaba encima de un cascarón de madera.
La batalla sobre la cubierta estaba siendo equilibrada, aunque al principio los piratas tenían las de ganar y una leve ventaja sobre los defensores, sin embargo, poco a poco las tornas se fueron cambiando, y los bandidos del mar se encontraban en una situación cada vez más desfavorable, y seguramente del todo inesperada.
Los bucaneros solían asaltar navíos con todas las de ganar, y sabiendo que se llevarían un buen botín para casa, más, en esta ocasión, era evidente que habían subestimado a los tripulantes y pasajeros de su actual objetivo.
Fue entonces cuando escuchó la voz de su compañera de escolta. La dulce Ashryn apareció en escena para demostrarles a todos que ella también sabía desenvolverse en mitad de un combate, y en cierta manera, aunque a él no tenía que demostrarle nada, mostraba que tenía las cualidades necesarias para proteger a la señorita Park en el caso de que fuera necesario.
- Pues…-, dijo dubitativo, pensando si debería contarte la verdad a Ashryn, o al menos toda la verdad. - Lo cierto es que la he encerrado en su camarote, y he dejado un muchacho de la tripulación haciendo escolta en su puerta-, se atrevió a confesarlo.
Vincent miró a la elfa sin sabe que más decir, y se encogió de hombros, mientras buscaba las palabras adecuadas para explicarse.
- Bueno, digamos que la joven Park no suele hacer demasiado caso a los demás, y como no estaría segura en mitad de una refriega, consideré oportuno encerrarla por el momento-, comenzó a explicarse. - Hasta que todo pase, claro-, respondió, terminando de exponer su mala excusa.
No sabía cómo se lo tomaría Ashryn, pero la verdad es que no tenían muchas opciones. Tratándose de Clarissa, aún estaría discutiendo con ella, en vez de ayudando en la batalla, o directamente la hubiera tenido que arrojar al mar. Dentro de estas posibilidades, encerrarla parecía la menos mala.
- Cara de asterisco...-, contestó, esta vez, con un tono lleno de confusión.
No obstante, en cuanto la elfa espantó al desgraciado capitán pirata, comprendió lo que pasaba.
- Veo que ya os conocíais. No me lo digas, ¿pero no es la primera vez que te asalta un barco pirata? - comentó en tono de chanza, para luego ponerse más serio al observar su herida. - ¿Estás bien? Ha sido una maniobra espectacular la que has realizado. Se nota que estás acostumbrada a luchar.
O eso creía. Al menos es lo que parecía, después haberla visto enfrentándose a esos marineros con malas pulgas.
En cualquier caso, tuvo la tentación de explotar el costado del barco pirata al desamarrarse del navío de pasajeros, y alejarse un poco. Podía haberlos hundido, pero consideró que ya habían muerto suficientes personas por esa noche. De momento, habían perdido muchos hombres, y no volvería a molestar a nadie en mucho tiempo, y con eso se conformaba. Además, la herida de Ashryn le preocupaba mucho más, aunque pronto la chica se encontró mejor y regresó a su camarote.
El resto del viaje es una historia tranquila hasta Lunargenta, donde una mañana soleada los recibió el día que atracaron en los muelles de la bella capital de los humanos. Bueno, todo lo tranquila que podría ser una travesía con Miss Park, con su berrinche por haber sido encerrada, y con sus renovados intentos por seducir al brujo, cuando se le pasó el enfado.
- Ah, que bien. ¡Por fin podré pisar tierra firme y lucir mis zapatos nuevos! - dijo, asomándose por la barandilla de la cubierta, observando cómo los mozos del puerto ultimaban los últimos detalles de su labor atando los cabos del barco al muelle, y cómo los tripulantes del navío preparaban la pasarela de desembarque. - Estoy deseando poder estirar las piernas lejos de este inmundo cascarón. Aunque...-, la noble hizo un mohín con la nariz. - Lunargenta. Dicen que es bella, pero dudo que sea tan hermosa como Beltrexus. ¿Qué opinas; Vincent? Creo que conoces esta ciudad. ¿Seremos felices en ella? - preguntó, dejándolo caer de un modo que sus destinos parecían unidos de forma inequívoca.
- Lo será. Lo será, Miss Park-, se aseguró de separar dichos destinos. Él vivía en esa misma ciudad, más no era tan tonto como para no darse cuenta del juego de palabras de la noble. - Hay pocas ciudades más hermosas que Lunargenta, ya lo podrá comprobar con sus propios ojos-, le explicó con pragmatismo y sinceridad por partes igual.
- Mmmm, interesante. Veremos si eso es cierto-, dijo, encaminándose hacia la pasarela. Vamos, vamos Ashryn, debemos movernos con premura-, dio unas palmadas, apremiando a la elfa a que tomara las bolsas y mercancías que había traído de las islas. - Me gustaría ver la calidad de las mercancías en esta ciudad-, fue su justificación.
El brujo contempló la escena, y la impaciencia de Park, que nada más bajarse del barco, y ya sobre los tablones del muelle, se cruzó de brazos y comenzó a taconear impaciente con una de sus piernas.
- Te ayudaré-, le comentó a la dama de los bosques. - Lo cierto, es que necesitaríamos la ayuda de una mula para poder llevar todo esto-, comentó bromista, cogiendo parte de los paquetes y bajando hacia el muelle.
Una vez abajo, no tardó en aparecer una comitiva de guardias y sirvientes, sin duda, el recibimiento que merecía toda noble, y que su futuro prometido no había olvidado mandar como era debido, después de que una carta le fuera enviada a este por medio de ave mensajera, en cuanto el barco había arribado a puerto.
Entre los preparativos de amarre del navío, la colocación de la pasarela, y la bajada de equipaje de la dama, había pasado tiempo más que suficiente para que el prometido de la joven leyera la carta y se personara junto al barco que había traído a su amada.
Su trabajo había concluido, salvo por algunos pequeños detalles. Pero la parte importante, que era asegurarse de que la joven llegara hasta su prometido sana y salvo, había concluido. Más, aún estando tan cerca de su objetivo y del final de su misión, algo en su fuero interior lo llamaba con intensidad. Sentía que su misión distaba bastante en acabar, y que, para su desgracia, aún le quedaban más problemas que resolver, y más tiempo en el que aguantar las insinuaciones de la joven.
Esta era la forma más sencilla de explicar cómo una batalla se cernía una vez más sobre el rubio, o por lo menos, la mejor que a este se le ocurría. Pues, aunque sabía que una travesía en barco podía ser peligrosa, con esos mares infectados de piratas, nunca lo era tanto como los bosques que tantas veces había recorrido a lo largo de su vida. En los caminos era muy probable un ataque de bandidos, pero en alta mar lo era mucho menos, sobre todo si se viajaba en un barco que ondeaba un pabellón de las islas Illidenses.
¿Quién en su sano juicio asaltaba un barco donde podría haber varios brujos, con la significativa ventaja que ello conllevaba en una batalla naval?
Un capitán que estaba del todo loco, o uno que estaba en perfectos cabales, y que tenía una tripulación compuesta con un gran número de los susodichos brujos. Esa segunda opción parecía la más lógica. Y era la idea que rondaba por su cabeza mientras ascendía por los peldaños que lo llevaban hasta la cubierta.
La verdad es que esto complicaría la batalla, y era preferible que fuera solamente un loco con más ambición que seso. No obstante, debía prepararse para lo peor, ya que era la única forma de sobrevivir al combate. El exceso de confianza era mal consejero, y en muchas ocasiones, la perdición del guerrero.
No deseaba reunirse con sus antepasados todavía, así pues, tocaba ponerse en el peor de los escenarios posibles.
El viento golpeó el rostro del brujo nada más alcanzar la cubierta. La fría brisa marina se clavaba en su mejilla como afiladas agujas, en el preciso momento que su vista podía alcanzar a contemplar la siempre dantesco panorama de la guerra. El sonido del metal entrechocando, y de los gritos de agonía y dolor, habían sido un prólogo de lo que le esperaba. No necesitaba verlo para saber lo que estaba pasando, en muchas ocasiones había tenido que lidiar con situaciones similares, más siempre se sentía distinto al verlo, que al escucharlo o sentirlo.
Pero cómo no sentirse de un modo diferente, cómo no sentir esa mezcolanza especial de melancolía y pesar, cuando estaba en el punto de no retorno, ese momento en el que ya no había vuelta atrás y debía volver a luchar. Una vez más.
Pronto, el brujo se sumó a la refriega, usando su acero y sus poderes, más teniendo cuidado con el fuego para no acabar calcinando su propio barco. Había sobrevivido a más de mil batallas a lo largo y ancho de Aerandir, cómo para ahora acabar muerto por una negligencia. Y bueno, tampoco había que ser muy listo, para saber que no había que usar el fuego de forma descuidada cuando se estaba encima de un cascarón de madera.
La batalla sobre la cubierta estaba siendo equilibrada, aunque al principio los piratas tenían las de ganar y una leve ventaja sobre los defensores, sin embargo, poco a poco las tornas se fueron cambiando, y los bandidos del mar se encontraban en una situación cada vez más desfavorable, y seguramente del todo inesperada.
Los bucaneros solían asaltar navíos con todas las de ganar, y sabiendo que se llevarían un buen botín para casa, más, en esta ocasión, era evidente que habían subestimado a los tripulantes y pasajeros de su actual objetivo.
Fue entonces cuando escuchó la voz de su compañera de escolta. La dulce Ashryn apareció en escena para demostrarles a todos que ella también sabía desenvolverse en mitad de un combate, y en cierta manera, aunque a él no tenía que demostrarle nada, mostraba que tenía las cualidades necesarias para proteger a la señorita Park en el caso de que fuera necesario.
- Pues…-, dijo dubitativo, pensando si debería contarte la verdad a Ashryn, o al menos toda la verdad. - Lo cierto es que la he encerrado en su camarote, y he dejado un muchacho de la tripulación haciendo escolta en su puerta-, se atrevió a confesarlo.
Vincent miró a la elfa sin sabe que más decir, y se encogió de hombros, mientras buscaba las palabras adecuadas para explicarse.
- Bueno, digamos que la joven Park no suele hacer demasiado caso a los demás, y como no estaría segura en mitad de una refriega, consideré oportuno encerrarla por el momento-, comenzó a explicarse. - Hasta que todo pase, claro-, respondió, terminando de exponer su mala excusa.
No sabía cómo se lo tomaría Ashryn, pero la verdad es que no tenían muchas opciones. Tratándose de Clarissa, aún estaría discutiendo con ella, en vez de ayudando en la batalla, o directamente la hubiera tenido que arrojar al mar. Dentro de estas posibilidades, encerrarla parecía la menos mala.
- Cara de asterisco...-, contestó, esta vez, con un tono lleno de confusión.
No obstante, en cuanto la elfa espantó al desgraciado capitán pirata, comprendió lo que pasaba.
- Veo que ya os conocíais. No me lo digas, ¿pero no es la primera vez que te asalta un barco pirata? - comentó en tono de chanza, para luego ponerse más serio al observar su herida. - ¿Estás bien? Ha sido una maniobra espectacular la que has realizado. Se nota que estás acostumbrada a luchar.
O eso creía. Al menos es lo que parecía, después haberla visto enfrentándose a esos marineros con malas pulgas.
En cualquier caso, tuvo la tentación de explotar el costado del barco pirata al desamarrarse del navío de pasajeros, y alejarse un poco. Podía haberlos hundido, pero consideró que ya habían muerto suficientes personas por esa noche. De momento, habían perdido muchos hombres, y no volvería a molestar a nadie en mucho tiempo, y con eso se conformaba. Además, la herida de Ashryn le preocupaba mucho más, aunque pronto la chica se encontró mejor y regresó a su camarote.
El resto del viaje es una historia tranquila hasta Lunargenta, donde una mañana soleada los recibió el día que atracaron en los muelles de la bella capital de los humanos. Bueno, todo lo tranquila que podría ser una travesía con Miss Park, con su berrinche por haber sido encerrada, y con sus renovados intentos por seducir al brujo, cuando se le pasó el enfado.
- Ah, que bien. ¡Por fin podré pisar tierra firme y lucir mis zapatos nuevos! - dijo, asomándose por la barandilla de la cubierta, observando cómo los mozos del puerto ultimaban los últimos detalles de su labor atando los cabos del barco al muelle, y cómo los tripulantes del navío preparaban la pasarela de desembarque. - Estoy deseando poder estirar las piernas lejos de este inmundo cascarón. Aunque...-, la noble hizo un mohín con la nariz. - Lunargenta. Dicen que es bella, pero dudo que sea tan hermosa como Beltrexus. ¿Qué opinas; Vincent? Creo que conoces esta ciudad. ¿Seremos felices en ella? - preguntó, dejándolo caer de un modo que sus destinos parecían unidos de forma inequívoca.
- Lo será. Lo será, Miss Park-, se aseguró de separar dichos destinos. Él vivía en esa misma ciudad, más no era tan tonto como para no darse cuenta del juego de palabras de la noble. - Hay pocas ciudades más hermosas que Lunargenta, ya lo podrá comprobar con sus propios ojos-, le explicó con pragmatismo y sinceridad por partes igual.
- Mmmm, interesante. Veremos si eso es cierto-, dijo, encaminándose hacia la pasarela. Vamos, vamos Ashryn, debemos movernos con premura-, dio unas palmadas, apremiando a la elfa a que tomara las bolsas y mercancías que había traído de las islas. - Me gustaría ver la calidad de las mercancías en esta ciudad-, fue su justificación.
El brujo contempló la escena, y la impaciencia de Park, que nada más bajarse del barco, y ya sobre los tablones del muelle, se cruzó de brazos y comenzó a taconear impaciente con una de sus piernas.
- Te ayudaré-, le comentó a la dama de los bosques. - Lo cierto, es que necesitaríamos la ayuda de una mula para poder llevar todo esto-, comentó bromista, cogiendo parte de los paquetes y bajando hacia el muelle.
Una vez abajo, no tardó en aparecer una comitiva de guardias y sirvientes, sin duda, el recibimiento que merecía toda noble, y que su futuro prometido no había olvidado mandar como era debido, después de que una carta le fuera enviada a este por medio de ave mensajera, en cuanto el barco había arribado a puerto.
Entre los preparativos de amarre del navío, la colocación de la pasarela, y la bajada de equipaje de la dama, había pasado tiempo más que suficiente para que el prometido de la joven leyera la carta y se personara junto al barco que había traído a su amada.
Su trabajo había concluido, salvo por algunos pequeños detalles. Pero la parte importante, que era asegurarse de que la joven llegara hasta su prometido sana y salvo, había concluido. Más, aún estando tan cerca de su objetivo y del final de su misión, algo en su fuero interior lo llamaba con intensidad. Sentía que su misión distaba bastante en acabar, y que, para su desgracia, aún le quedaban más problemas que resolver, y más tiempo en el que aguantar las insinuaciones de la joven.
Vincent Calhoun
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Re: [Trabajo] La devoradora de hombres [Ashryn+Vincent]
PAUSADO
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Ansur
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