La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
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La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
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Definitivamente la granja escarlata era cuanto menos la imagen mental que la elfa se había formado al leer los requerimientos y localización de su primer trabajo.
Había pasado varios días caminando tras ver el anuncio en los pergaminos informativos de una de las tabernas que había estado regenteando y justo cuando pensó que no había más camino en aquellos bosques abruptos y llenos de vegetacion, la edificación rodeada de manzanos la recibió como si hubiese estado esperando allí toda una vida para ella. Estaba claro que los dueños de aquellas tierras tenían el suficiente dinero como para pedirle ayuda a constructores bios en la tarea de elaborar una granja. El resultado era atractivo a la vista, pero Eilydh no pudo dejar de preguntarse a medida que avanzaba a través de la construcción la efectividad de los sistemas de riego de la cosecha que inundaba parte de terreno ganadero encharcando el suelo y formando barro que atravesar.
A decir verdad, y a medida que avanzaba dejándo sus pasos en aquella masa de arcilla y arena, Eilydh se fue dando cuenta de que más allá del aspecto novedoso de la construcción, y tras identificar varios terrenos secos y sin cuidar , el lugar no parecía ser muy usado: Las vacas estaban raquíticas, el centeno mojado y verde y alguna que otra cabra pastaba tierra a medio recolectar.
Se acercó hasta la arboleda cercana al edificio principal que supuso que era la casa del granjero. Esperó ver a alguien recolectando manzanas en una ilusión casi infantil de que todo lo que decía en el anuncio se hiciese realidad, pero los árboles que discurrían alrededor del sendero central y principal entrada a la casa estaban cargados de manzanas, alguna de ellas podrida, indicando que hacía tiempo que nadie se preocupaba por recogerlas.
Avanzó hasta la puerta principal y dió tres breves golpes en ella, esperando ser recibida por alguien. Los minutos pasaron y pese a la repetición de aquella acción nadie acudió a su encuentro.
Rodeó la casona, buscando a quién fuera que iba a ayudarla en aquel trabajo. No estaba segura de quien era, pero la carta de aceptación, que había estado leyendo durante el camino hablaba en plural, así que asumió que alguien más había estado lo bastante loco como para enfrascarse en aquella aparentemente fácil aventura.
Encontró una banqueta seguramente usada para ordeñar a las vacas frente a la puerta principal y se sentó a esperar. Llevaba dos ciclos caminando.. que míimo que se diese un respiro esperando a sus poco puntuales compañeros.
Definitivamente la granja escarlata era cuanto menos la imagen mental que la elfa se había formado al leer los requerimientos y localización de su primer trabajo.
Había pasado varios días caminando tras ver el anuncio en los pergaminos informativos de una de las tabernas que había estado regenteando y justo cuando pensó que no había más camino en aquellos bosques abruptos y llenos de vegetacion, la edificación rodeada de manzanos la recibió como si hubiese estado esperando allí toda una vida para ella. Estaba claro que los dueños de aquellas tierras tenían el suficiente dinero como para pedirle ayuda a constructores bios en la tarea de elaborar una granja. El resultado era atractivo a la vista, pero Eilydh no pudo dejar de preguntarse a medida que avanzaba a través de la construcción la efectividad de los sistemas de riego de la cosecha que inundaba parte de terreno ganadero encharcando el suelo y formando barro que atravesar.
A decir verdad, y a medida que avanzaba dejándo sus pasos en aquella masa de arcilla y arena, Eilydh se fue dando cuenta de que más allá del aspecto novedoso de la construcción, y tras identificar varios terrenos secos y sin cuidar , el lugar no parecía ser muy usado: Las vacas estaban raquíticas, el centeno mojado y verde y alguna que otra cabra pastaba tierra a medio recolectar.
Se acercó hasta la arboleda cercana al edificio principal que supuso que era la casa del granjero. Esperó ver a alguien recolectando manzanas en una ilusión casi infantil de que todo lo que decía en el anuncio se hiciese realidad, pero los árboles que discurrían alrededor del sendero central y principal entrada a la casa estaban cargados de manzanas, alguna de ellas podrida, indicando que hacía tiempo que nadie se preocupaba por recogerlas.
Avanzó hasta la puerta principal y dió tres breves golpes en ella, esperando ser recibida por alguien. Los minutos pasaron y pese a la repetición de aquella acción nadie acudió a su encuentro.
Rodeó la casona, buscando a quién fuera que iba a ayudarla en aquel trabajo. No estaba segura de quien era, pero la carta de aceptación, que había estado leyendo durante el camino hablaba en plural, así que asumió que alguien más había estado lo bastante loco como para enfrascarse en aquella aparentemente fácil aventura.
Encontró una banqueta seguramente usada para ordeñar a las vacas frente a la puerta principal y se sentó a esperar. Llevaba dos ciclos caminando.. que míimo que se diese un respiro esperando a sus poco puntuales compañeros.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Un brujo otra vez por los caminos, con su capa de viaje y los bolsillos llenos de sus cachivaches favoritos. Era una escena tan típica que podría considerarse el prólogo por defecto para el mercenario llamado Vincent, y apodado por sus más allegados con el animal que estaba representado en su colgante al cuello.
Oh, sí, ver al bueno del lobo por los caminos no era nada extraño, prácticamente se pasaba más tiempo viajando que en hogar, ya fuese este el que fuese. Al fin y al cabo, para un hombre nacido en Beltrexus, que tenía su casa y su taller en Lunargenta, era asimismo miembro de la Logia de Dundarak y su pareja era oriunda de Sandorai, era genuinamente complicado encontrar un lugar al que pudiera considerar hogar.
La lógica decía que debía tratarse de Lunargenta, de otro modo no tendría su residencia allí, más el tiempo y la experiencia le decía que era de ningún parte y al mismo tiempo de todos.
En cualquier caso, allí estaba, avanzando por ese camino alejado de la mano de los dioses. ¿Qué lo había llevado hasta allí? Pues lo de casi siempre y lo que solía mover al común de sus compañeros de oficio, el tintineante sonido de las monedas.
No había que buscar muchas más explicaciones para que un soldado de fortuna tuviera un motivo para ir a un sitio. Después de todo, de ese modo se ganaban la vida, y bueno, qué carajos, a nadie le gustaba comer piedras, salvo quizás a los estúpidos trols y los goblins.
Por supuesto, a esos imbéciles cortos de mollera, más bien les gustaba chupar los huesos de los desgraciados humanoides que se cruzaran en su camino, pero imaginar trols royendo rocas era una excusa perfecta para divertirse mientras avanzaba por aquel páramo.
Por favor, no golpeen a este humilde narrador, pero es que no había nada como una tontería para alimentar la inquieta y juguetona mente del brujo. Sin ir más lejos, tal estúpido pensamiento le arrancó la primera sonrisa en mucho tiempo. Pues desde hacía un buen rato su historia se podría resumir en paso tras paso.
- Se ve que a algunas personas le gustan la tranquilidad de un buen retiro-, se dijo a sí mismo, ajustándose mejor la capa de viaje, desplazada por tanto movimiento.
“Y no era de extrañar!”, pensó de seguido, después de su corta comunicación consigo mismo. Después de todo, a él, pese a vivir en plena capital de los humanos, también le agradaba la tranquilidad del campo. Hasta cierto punto le recordaba a la casona de su familia a las afueras de Beltrexus.
Pero una cosa eran las afueras y otra cosa era eso. Esa granja estaba tan apartada que le costaba imaginar que fuera rentable. Al menos tan rentable como una cercana a pueblos, aldeas y ciudades. ¿Esa familia se partía el lomo en trayectos tan largos para ganar unas ganancias que obtendrían en cualquier otra granja más cercana a poblaciones?
Era raro, cómo poco. Quizás hubiera alguna población cercana que desconocía de su existencia, pero en todo caso, lo que más le preocupaba a Vincent, era ir tan lejos para nada. Esperaba que esa familia tuviera el dinero para pagar el contrato, y que no fuese la tomadura de pelo de un niñato en un tablón de noticias.
En la taberna del pueblo, donde había recogido el mensaje, le habían comentado que la familia existía y que la propia granja que mencionaba el contrato también. Pero aquello de la abuelita era tan… ¿de verdad le iban a pagar una escolta para que una chiquilla pudiera ver a su abuela? ¿En dónde vivía esa señora, en la isla volcánica?
Aquello olía mal, y después de tanto andar olía mucho peor.
Después de las indicaciones de los lugareños, nuestro rubio se había puesto en marcha, más tras caminar tanto, comenzaba a pensar que todo el pueblo se había reído de él.
De todos modos, el sonido de lo que parecía ser las ruedas de una carreta y los cascos de los caballos que tirarían de ella, sacaron al brujo de sus internos pensamientos y demás preocupaciones. Por fin alguien al que volver a preguntar después de tiempo.
Sí, Vinc no tardó en ver un carro que venía por el camino por el mismo lugar que él anduviera instantes antes, así pues, tardó lo mismo en alza el brazo en señal amistosa y para que el conductor aflojara su marcha.
El susodicho carretero era bien ciego o bien imbécil porque no sólo no detuvo el carro, sino que siguió de largo y con la fuerza su marcha hizo salpicar el agua y el barro de un charco cercano al mercenario, manchando la parte baja de su capa de viaje y sus pantalones.
Una mirada asesina del brujo, unida a un “me cago en tu puta vida” que finalmente se ahogó en su garganta mientras observaba como el conductor del carro aminoraba y se paraba unos metros por delante de él, al mismo tiempo que se disculpaba por el incidente del charco.
- No pasa nada. Son cosas que pasan-, le contestó, cambiando su temple por el de la amabilidad. - La cuestión es que necesito ayuda, ¿no sabrá por casualidad donde se encuentra la granja de la familia Escarlata? Empiezo a pensar que me he perdido.
"O que me han tomado el pelo a base de bien".
El hombre, que ya albergaba varias primaveras en su haber, pero no llegaba a ser un anciano, señaló un estrecho linde junto al camino. Luego hizo un gesto con el sombrero, en seña de despedida, y golpeó con fuerza las correas de los caballos para azuzarlos y ponerlos nuevamente en movimiento.
- ¿Por allí? - contestó con un hilillo de voz, hablando más para sí mismo que para el conductor. - ¿Está seguro? - alzó la voz en dirección hacia el hombre del carro, que ya se marchaba.
La respuesta fue un asentimiento de cabeza.
- Pues por aquí-, musitó nuevamente, encaminándose hacia el camino que le indicara el carretero. - Parece que todo el mundo está empeñado en jorobarme o engañarme-, dijo con fastidio.
No era para menos, ese sendero tenía la típica forma de un camino por el que habían pasado carretas. Dos zonas áridas, o en este caso embarradas, a ambos lados de una zona llena de hierba. No obstante, pese a ello, estaba claro que por allí no había pasado una carreta en años. No había marcas recientes y con tanto barro era fácil que se hubieran dibujado sobre la tierra.
Lo único que Vincent pudo apreciar sobre el lodazal, en que se había convertido el mencionado camino, eran los pasos de lo que parecía ser una persona ligera. Qué podía decir, el que se hacía mercenario, moría mercenario, y no se perdía la costumbre en ningún momento. Gajes del oficio, suponía.
La verdad, daba igual, lo importante es que pasado un trecho del camino, no le extrañó que este estuviera en ese estado de dejadez, ya que en cuánto contempló la granja después de atravesar la zona más boscosa, divisó en el primer claro con el que se tocó la forma inconfundible de una granja.
Una granja completa, que además de zona de ganadería, tenía zona para árboles frutales, y también, Vincent imaginaba, pues desde su posición no lo veía, que también para cultivar alimento para los animales. Era lo lógico, más siendo una granja tan aparta.
O al menos en algún momento fue una granja muy completa y espectacular, pues ahora no era más que un vestigio del pasado, siendo generosos.
- ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? - gritó a viva voz, cuando estuvo más cerca de la granja, y estuvo aún más seguro de que el lugar estaba abandonado.
Allí no podía vivir nadie, Vinc a esas alturas estaba seguro de que le habían tomado el pelo, pero ya que estaba allí, no perdía nada con echar un vistazo y cerciorarse de ello.
Por supuesto, el primer lugar donde mirar era la casona, así que ir a la entrada era lo más lógico. Y vaya, de verdad que no esperaba encontrar a nadie. La sorpresa teñía sus las facciones de su rostro según ese acercaba a la joven.
- Vaya, que alegría ver a alguien. Empezaba a creer que había venido para nada-, comentó, antes de reír con suavidad. La sorpresa había dado paso al alivio. Después de todo, no había perdido el tiempo. - Supongo que pertenece a la familia Escarlata. Mi nombre es Vincent Calhoun y he venido por el trabajo-, dijo seguido, sacando el papel del contrato de uno de sus bolsillos y estirando el brazo para que la chica pudiera recogerlo.
Diablos, que suerte había tenido. Ya daba esos aeros por perdidos.
- Qué lugar tan…-, ¿cómo coño decir algo bonito de ese lugar? - Tranquilo-. Eso, salvando situaciones duras desde que naciera. - Bueno, a dónde debo escoltarla. Aunque parezca poca cosa le aseguro que tengo mis talentos para el arte de la guerra-, comentó finalmente.
Un momento, esa chica tenía como unos veintialgo, ¿cuántos años se suponía que tenía la anciana abuela? Si esa era la nieta que debía escoltar, había conocido árboles más jóvenes que la abuela a lo largo de su vida.
- Siempre y cuando sea a usted a la que deba escoltar-, dijo rápidamente, dando un paso atrás en sus palabras, por si había metido la pata y la había confundido.
Oh, sí, ver al bueno del lobo por los caminos no era nada extraño, prácticamente se pasaba más tiempo viajando que en hogar, ya fuese este el que fuese. Al fin y al cabo, para un hombre nacido en Beltrexus, que tenía su casa y su taller en Lunargenta, era asimismo miembro de la Logia de Dundarak y su pareja era oriunda de Sandorai, era genuinamente complicado encontrar un lugar al que pudiera considerar hogar.
La lógica decía que debía tratarse de Lunargenta, de otro modo no tendría su residencia allí, más el tiempo y la experiencia le decía que era de ningún parte y al mismo tiempo de todos.
En cualquier caso, allí estaba, avanzando por ese camino alejado de la mano de los dioses. ¿Qué lo había llevado hasta allí? Pues lo de casi siempre y lo que solía mover al común de sus compañeros de oficio, el tintineante sonido de las monedas.
No había que buscar muchas más explicaciones para que un soldado de fortuna tuviera un motivo para ir a un sitio. Después de todo, de ese modo se ganaban la vida, y bueno, qué carajos, a nadie le gustaba comer piedras, salvo quizás a los estúpidos trols y los goblins.
Por supuesto, a esos imbéciles cortos de mollera, más bien les gustaba chupar los huesos de los desgraciados humanoides que se cruzaran en su camino, pero imaginar trols royendo rocas era una excusa perfecta para divertirse mientras avanzaba por aquel páramo.
Por favor, no golpeen a este humilde narrador, pero es que no había nada como una tontería para alimentar la inquieta y juguetona mente del brujo. Sin ir más lejos, tal estúpido pensamiento le arrancó la primera sonrisa en mucho tiempo. Pues desde hacía un buen rato su historia se podría resumir en paso tras paso.
- Se ve que a algunas personas le gustan la tranquilidad de un buen retiro-, se dijo a sí mismo, ajustándose mejor la capa de viaje, desplazada por tanto movimiento.
“Y no era de extrañar!”, pensó de seguido, después de su corta comunicación consigo mismo. Después de todo, a él, pese a vivir en plena capital de los humanos, también le agradaba la tranquilidad del campo. Hasta cierto punto le recordaba a la casona de su familia a las afueras de Beltrexus.
Pero una cosa eran las afueras y otra cosa era eso. Esa granja estaba tan apartada que le costaba imaginar que fuera rentable. Al menos tan rentable como una cercana a pueblos, aldeas y ciudades. ¿Esa familia se partía el lomo en trayectos tan largos para ganar unas ganancias que obtendrían en cualquier otra granja más cercana a poblaciones?
Era raro, cómo poco. Quizás hubiera alguna población cercana que desconocía de su existencia, pero en todo caso, lo que más le preocupaba a Vincent, era ir tan lejos para nada. Esperaba que esa familia tuviera el dinero para pagar el contrato, y que no fuese la tomadura de pelo de un niñato en un tablón de noticias.
En la taberna del pueblo, donde había recogido el mensaje, le habían comentado que la familia existía y que la propia granja que mencionaba el contrato también. Pero aquello de la abuelita era tan… ¿de verdad le iban a pagar una escolta para que una chiquilla pudiera ver a su abuela? ¿En dónde vivía esa señora, en la isla volcánica?
Aquello olía mal, y después de tanto andar olía mucho peor.
Después de las indicaciones de los lugareños, nuestro rubio se había puesto en marcha, más tras caminar tanto, comenzaba a pensar que todo el pueblo se había reído de él.
De todos modos, el sonido de lo que parecía ser las ruedas de una carreta y los cascos de los caballos que tirarían de ella, sacaron al brujo de sus internos pensamientos y demás preocupaciones. Por fin alguien al que volver a preguntar después de tiempo.
Sí, Vinc no tardó en ver un carro que venía por el camino por el mismo lugar que él anduviera instantes antes, así pues, tardó lo mismo en alza el brazo en señal amistosa y para que el conductor aflojara su marcha.
El susodicho carretero era bien ciego o bien imbécil porque no sólo no detuvo el carro, sino que siguió de largo y con la fuerza su marcha hizo salpicar el agua y el barro de un charco cercano al mercenario, manchando la parte baja de su capa de viaje y sus pantalones.
Una mirada asesina del brujo, unida a un “me cago en tu puta vida” que finalmente se ahogó en su garganta mientras observaba como el conductor del carro aminoraba y se paraba unos metros por delante de él, al mismo tiempo que se disculpaba por el incidente del charco.
- No pasa nada. Son cosas que pasan-, le contestó, cambiando su temple por el de la amabilidad. - La cuestión es que necesito ayuda, ¿no sabrá por casualidad donde se encuentra la granja de la familia Escarlata? Empiezo a pensar que me he perdido.
"O que me han tomado el pelo a base de bien".
El hombre, que ya albergaba varias primaveras en su haber, pero no llegaba a ser un anciano, señaló un estrecho linde junto al camino. Luego hizo un gesto con el sombrero, en seña de despedida, y golpeó con fuerza las correas de los caballos para azuzarlos y ponerlos nuevamente en movimiento.
- ¿Por allí? - contestó con un hilillo de voz, hablando más para sí mismo que para el conductor. - ¿Está seguro? - alzó la voz en dirección hacia el hombre del carro, que ya se marchaba.
La respuesta fue un asentimiento de cabeza.
- Pues por aquí-, musitó nuevamente, encaminándose hacia el camino que le indicara el carretero. - Parece que todo el mundo está empeñado en jorobarme o engañarme-, dijo con fastidio.
No era para menos, ese sendero tenía la típica forma de un camino por el que habían pasado carretas. Dos zonas áridas, o en este caso embarradas, a ambos lados de una zona llena de hierba. No obstante, pese a ello, estaba claro que por allí no había pasado una carreta en años. No había marcas recientes y con tanto barro era fácil que se hubieran dibujado sobre la tierra.
Lo único que Vincent pudo apreciar sobre el lodazal, en que se había convertido el mencionado camino, eran los pasos de lo que parecía ser una persona ligera. Qué podía decir, el que se hacía mercenario, moría mercenario, y no se perdía la costumbre en ningún momento. Gajes del oficio, suponía.
La verdad, daba igual, lo importante es que pasado un trecho del camino, no le extrañó que este estuviera en ese estado de dejadez, ya que en cuánto contempló la granja después de atravesar la zona más boscosa, divisó en el primer claro con el que se tocó la forma inconfundible de una granja.
Una granja completa, que además de zona de ganadería, tenía zona para árboles frutales, y también, Vincent imaginaba, pues desde su posición no lo veía, que también para cultivar alimento para los animales. Era lo lógico, más siendo una granja tan aparta.
O al menos en algún momento fue una granja muy completa y espectacular, pues ahora no era más que un vestigio del pasado, siendo generosos.
- ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? - gritó a viva voz, cuando estuvo más cerca de la granja, y estuvo aún más seguro de que el lugar estaba abandonado.
Allí no podía vivir nadie, Vinc a esas alturas estaba seguro de que le habían tomado el pelo, pero ya que estaba allí, no perdía nada con echar un vistazo y cerciorarse de ello.
Por supuesto, el primer lugar donde mirar era la casona, así que ir a la entrada era lo más lógico. Y vaya, de verdad que no esperaba encontrar a nadie. La sorpresa teñía sus las facciones de su rostro según ese acercaba a la joven.
- Vaya, que alegría ver a alguien. Empezaba a creer que había venido para nada-, comentó, antes de reír con suavidad. La sorpresa había dado paso al alivio. Después de todo, no había perdido el tiempo. - Supongo que pertenece a la familia Escarlata. Mi nombre es Vincent Calhoun y he venido por el trabajo-, dijo seguido, sacando el papel del contrato de uno de sus bolsillos y estirando el brazo para que la chica pudiera recogerlo.
Diablos, que suerte había tenido. Ya daba esos aeros por perdidos.
- Qué lugar tan…-, ¿cómo coño decir algo bonito de ese lugar? - Tranquilo-. Eso, salvando situaciones duras desde que naciera. - Bueno, a dónde debo escoltarla. Aunque parezca poca cosa le aseguro que tengo mis talentos para el arte de la guerra-, comentó finalmente.
Un momento, esa chica tenía como unos veintialgo, ¿cuántos años se suponía que tenía la anciana abuela? Si esa era la nieta que debía escoltar, había conocido árboles más jóvenes que la abuela a lo largo de su vida.
- Siempre y cuando sea a usted a la que deba escoltar-, dijo rápidamente, dando un paso atrás en sus palabras, por si había metido la pata y la había confundido.
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Empezaba a aburrirse sumida en tanto lugar abandonado. Los pájaros eran la única compañía que tuvo durante por lo menos media hora y después de aquel tiempo, hasta el piar molestaba a la elfa, que se empezó a entretener en adecentar su largo cabello en trenzas.
Cuando creyó que la habían escuchado escuchó una voz proveniente de la casa, o al menos de sus alrededores. El hombre al que pertenecía la voz parecía casi tan confundido como ella misma, tras presentarse se sumió en la tarea de intetar adivinar más sobre aquella particular granja. Eilydh intentó varias veces pararle para explicarle que ella no pertenecía a la granja, y trató de no ofenderse por aquel detalle, dada la riqueza de sus ropajes y elegancia de como iba peinada. Agarró la mano del hombre en un intento de presentarse pero aquel chico no parecía dispuesto a dejarla hablar. Sonrió divertida.
-Encuentro muy halagador que creas que necesito escolta- rió, levantándose de donde se había apoyado- Pero me temo que yo estoy casi tan perdida como tú- dijo sonriendo- Mi nombre es Eilydh, y como tú, también he venido por el trabajo- Señaló al pergamino que el hombre le había estado enseñando.
- Me pregunto dónde se encontrarán los habitantes de..- empezó a decir Eilydh, pero una voz la cortó.
- Agggh... cuando me dijeron que quizás debiese poner un anuncio para el trabajo jamás pensé que los que respondiesen me iban a dar tremendo dolor de cabeza- Una chica, de no más de 18 años apareció casi de la nada claramente recién despierta, con el pelo alborotado y un fuerte olor a alcohol en la garganta.- Bienvenidos a mi granja...- extendió los brazos a modo cómico- Caper Ucita, a su servicio... O al menos en un rato- añadió agarrándose la cabeza mientras daba un sorbo de un contenido en una pequeña cantimplora de piel-
Les abrió la puerta de la cabaña e indicó a ambos que entrasen. La estancia no era muy grande, pero estaba estrategicamente desordenada llena de cestas de manzanas y prensas de las mismas. El olor a licor que inundaba a Caper Ucita envolvía la sala. Aquello no era una granja en si, sino una pequeña presa de manzanas para la creación de sidra... y por lo rudimentario de las técnicas, Eilydh sospechó que poco legal.
-Como veis, no soy una niña inocente. Y mi abuelita no va a hacer tartas con estas manzanas- dijo sonriendo- pero eso no podía ponerlo en la oferta...- Mi padre murió hace varios meses y este nido de serpientes debe ser trasladado al nuevo emplazamiento de mi abuela, donde pueda controlar la producción de sidra- Caper Ucita pronunció la palabra controlar con ira y un deje de molestia. Eilydh podía entender porqué la tal abuelita quería poner control en aquella producción antes de que su nieta se bebiese todo el contenido.
Eilydh caminó de arriba abajo en la sada mirando todo con recelo.
-El sitio no está muy lejos- dijo la chica- Pero ciertos hombres lobo se han enterado que transportamos mercancía de primera calidad y valiosa, no solo las manzanas sino la propia sidra, y ya van 3 veces que me roban durante el camino- agarró una manzana, la mordió y tragó el bocado sin apenas masticarlo- El caso es que necesito ayuda... - sopesó a ambos de arriba a abajo no muy convencida de que ellos fuesen a ser una buena adicción a aquel trabajo.- Podéis comer todas las manzanas que queráis... nada de probar la sidra- dijo mirando de reojo a Vincent y a la chica mientras ponía varias cestas sobre la mesa donde algunas botellas iban camufladas entre las manzanas- Y estoy segura que mi querida abuelita os recompensará bien cuando lleguemos.- dijo como esperando una respuesta de ambos.
Eilydh miró al chico, aquello definitivamente no era lo que esperaba encontrar cuando llegó a aquella granja.
Cuando creyó que la habían escuchado escuchó una voz proveniente de la casa, o al menos de sus alrededores. El hombre al que pertenecía la voz parecía casi tan confundido como ella misma, tras presentarse se sumió en la tarea de intetar adivinar más sobre aquella particular granja. Eilydh intentó varias veces pararle para explicarle que ella no pertenecía a la granja, y trató de no ofenderse por aquel detalle, dada la riqueza de sus ropajes y elegancia de como iba peinada. Agarró la mano del hombre en un intento de presentarse pero aquel chico no parecía dispuesto a dejarla hablar. Sonrió divertida.
-Encuentro muy halagador que creas que necesito escolta- rió, levantándose de donde se había apoyado- Pero me temo que yo estoy casi tan perdida como tú- dijo sonriendo- Mi nombre es Eilydh, y como tú, también he venido por el trabajo- Señaló al pergamino que el hombre le había estado enseñando.
- Me pregunto dónde se encontrarán los habitantes de..- empezó a decir Eilydh, pero una voz la cortó.
- Agggh... cuando me dijeron que quizás debiese poner un anuncio para el trabajo jamás pensé que los que respondiesen me iban a dar tremendo dolor de cabeza- Una chica, de no más de 18 años apareció casi de la nada claramente recién despierta, con el pelo alborotado y un fuerte olor a alcohol en la garganta.- Bienvenidos a mi granja...- extendió los brazos a modo cómico- Caper Ucita, a su servicio... O al menos en un rato- añadió agarrándose la cabeza mientras daba un sorbo de un contenido en una pequeña cantimplora de piel-
Les abrió la puerta de la cabaña e indicó a ambos que entrasen. La estancia no era muy grande, pero estaba estrategicamente desordenada llena de cestas de manzanas y prensas de las mismas. El olor a licor que inundaba a Caper Ucita envolvía la sala. Aquello no era una granja en si, sino una pequeña presa de manzanas para la creación de sidra... y por lo rudimentario de las técnicas, Eilydh sospechó que poco legal.
-Como veis, no soy una niña inocente. Y mi abuelita no va a hacer tartas con estas manzanas- dijo sonriendo- pero eso no podía ponerlo en la oferta...- Mi padre murió hace varios meses y este nido de serpientes debe ser trasladado al nuevo emplazamiento de mi abuela, donde pueda controlar la producción de sidra- Caper Ucita pronunció la palabra controlar con ira y un deje de molestia. Eilydh podía entender porqué la tal abuelita quería poner control en aquella producción antes de que su nieta se bebiese todo el contenido.
Eilydh caminó de arriba abajo en la sada mirando todo con recelo.
-El sitio no está muy lejos- dijo la chica- Pero ciertos hombres lobo se han enterado que transportamos mercancía de primera calidad y valiosa, no solo las manzanas sino la propia sidra, y ya van 3 veces que me roban durante el camino- agarró una manzana, la mordió y tragó el bocado sin apenas masticarlo- El caso es que necesito ayuda... - sopesó a ambos de arriba a abajo no muy convencida de que ellos fuesen a ser una buena adicción a aquel trabajo.- Podéis comer todas las manzanas que queráis... nada de probar la sidra- dijo mirando de reojo a Vincent y a la chica mientras ponía varias cestas sobre la mesa donde algunas botellas iban camufladas entre las manzanas- Y estoy segura que mi querida abuelita os recompensará bien cuando lleguemos.- dijo como esperando una respuesta de ambos.
Eilydh miró al chico, aquello definitivamente no era lo que esperaba encontrar cuando llegó a aquella granja.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Ahora que Vincent se fijaba mejor… Lo cierto es que esa joven no tenía pinta de ser de la zona, menos aún de la granja con toda la apariencia de estar abandonada. No, definitivamente la chica no era de por allí. Con un simple vistazo el rubio pudo percatarse de que sus vestimentas y movimientos no eran los propios de una granjera.
- Bueno, en realidad no me he ofrecido a ser su escoltar porque pensara que lo necesitara-, respondió a la joven, después de sentir el agarre en su mano de la chica, que le hizo recordar que las demás personas también necesitaban turnos para hablar. - La verdad es que…
“Seré estúpido”, fue lo único que pudo pensar el bueno del mercenario al percatarse de su necedad.
- La verdad es que supongo que he caminado demasiado y mi cabeza no está donde debería estar-, le dijo, recuperándose de la confusión y posterior sorpresa, al mismo tiempo que dibujaba una cálida sonrisa en sus labios. - Imagino que la habré perdido en algún punto entre esta granja y el pueblo desde el que vengo-, bromeó, para hacer una ligera reverencia después. - Encantado de conocerla, señorita Eilydh. Si me permite la indiscreción, tiene usted un hermoso nombre. Élfico para más señas, si mis clases de cultura siguen en su sitio a diferencia de mi…-, dijo, terminando su frase con unos gestos, en concreto, tocándose con el dedo índice la cabeza que no hacía falta mencionar con palabras.
Las dotes para la observación de Vincent habían quedado los dioses sabrían donde, más, una vez de regresó al mundo terrenal, podía decir bien alto y claro que no estaba ciego, o al menos que ya no lo estaba. La mujer era personificación de elegancia y belleza unidas en una misma figura, y no, por supuesto que no era necesario ser catedrático de cultura para saber que era elfa. Sin embargo, nunca estaba de más ser cortés y comentarlo en voz alta y respetuosa.
- Mi nombre es Vincent…
No pudo terminar se presentarse. Una jovencita salió de la casa como alma llevada por demonios. Sus pintas, contrastaban con palpable evidencia en relación a Eilydh. Mientras una de las mujeres parecía una chica de clase acomodada, la otra parecía un… ¿espantapájaros?
En cualquier caso, se notaba que se acababa de despertar, como ella misma no tardó en hacer referencia, y que le gustaba darle a la botella como el mejor y más avezado marinero de Lunargenta.
Si no estuviera en mitad de ninguna parte, bien alejado de cualquier costa, hubiese imaginado que era alguna pirata del sur.
¿Lo peor de todo? Que esa sí que era la chica que debía escoltar.
- Caper Ucita, un placer conocerla-, comentó, pese a que de momento no estaba siendo ningún placer.
Es más si Vinc fuera un tipo de los que se asustaban fácilmente, ya estaría marcando su camino con polvareda tras de sí, de la velocidad con la que se alejaría de allí. Pero esa granja estaba en el quinto pino y no le venían mal las monedas. Tendría que aguantar, de todos modos, no estaba allí por placer, sino sólo por negocios.
- El placer es todo mío, guapetón, pero debemos movernos o mi abuela se volverá loca-, respondió la chica, escudriñándolo de arriba abajo. - Bueno, más loca de lo que ya está-, concluyó.
- Ehm, entiendo-, respondió, pues no se le ocurrió otra forma de hacerlo.
Las había visto menos directas en la zona portuaria de la capital de los humanos. ¿Cuándo le había dicho que aceptaba el trabajo? Pensaba hacerlo, pero joder, menudas maneras se gastaba la chica.
- Supongo que tendremos algún carro en el que mover todo esto-, dijo, mirando hacia su alrededor. Lo más visible de la habitación, sin ser la presa y el desorden, era la gran cantidad de cajas con botellas que se encontraban esparcidas por el lugar. - Por cierto, le doy el pésame por el fallecimiento de su padre.
Caper, en respuesta al brujo, se giró y comenzó a caminar hacia el interior de la vivienda, al tiempo que les hacía un gesto por el encima de su hombro para que la siguiera. Vinc miró a la que suponía sería su compañera en aquel rocambolesco trabajo, si es que no salía corriendo como él ya debería haber hecho, y se encogió de hombros.
- Supongo que podría ser peor-, le susurró, dibujando nuevamente una sonrisa. - Vincent Calhoun. Antes no pude presentarme en condiciones-, dijo seguido, sin perder la sonrisa.
- Venga, tortolitos, no tenemos todo el día-, comentó la contratista, mirándolos desde el umbral de la puerta que cruzara instantes antes.
La Ucita estaba zapateando con uno de sus pies, en una clara señal de impaciencia, más ello no le impidió morder otro trozo de la manzana con aparente dejadez.
- En fin, no hagamos perder más tiempo a la “señorita”-, le dijo a Eilydh en un nuevo susurro, marcando con sarcasmo el vocablo señorial.
Vinc no tardó en ponerme en marcha, pese a lo borde que podía llegar a ser su contratista, y avanzó hasta Caper, que se giró y volvió a ponerse en camino cuando vio que se decidían a seguirla.
- Atrás tengo el medio de transporte-, comentó, mientras avanzaban por la polvorienta granja. - Y no te preocupes por la muerte de mi padre, era un hijo de mala madre, cómo yo-, respondió. - Todos tenemos que ganarnos la vida de alguna manera, ¿no es así? Tuvo una buena vida antes de morir, justo la que quiso tener-, remarcó al final.
Pese a sus distantes y desenfadadas palabras, al menos parecía que le tenía más apego a su padre que a su abuela. Por lo menos eso era lo que parecía.
- ¡Tachán! - gritó, en cuánto llegaron al sitio que quería mostrarles. - Rubito guapetón pide carro, y carro ofrece dulce Caper. Si quieres algo más, sólo tienes que decirlo-, comentó con descaro, guiñándole un ojo.
El cuarto era fácilmente reconocible como un establo que se alojaba en la parte trasera de la vivienda. Algo muy cómodo que daba a entender que esa granja, en otro tiempo pasado, había sido harina de otro costal. Sin duda, en ella se había movido dinero a espuertas en otro tiempo.
- ¿En serio? Esos caballos están más cerca de reunirse con sus antepasados que de llevar ninguna carga a ningún lugar-, exclamó, nada más ver los dos animales de tiro.
- Caballo y yegua, don malagradecido. Cómo puedes decir eso de tan mona pareja, si son hermanos y llevan con la familia desde que nacieron, cómo sus padres antes que ellos-, respondió con sorna lo primero, y con aparente seriedad lo segundo. Todo lo serio que esa joven podía decir nada, claro estaba. - Ah, se me olvidaba. Yo no cobro por cargar cajas, así que…-, dejó la frase en al aire.
Pues claro que esos animales habían nacido en el seno familiar, pero en el siglo pasado, ni más ni menos.
- Hey, a mí tampoco me pagan por cargar cajas, sólo por escolta-, contestó con sorna, para inmediatamente después mirar hacia Eilydh. - Pero en fin, iré cargando el carro-, dijo seguido, sin dejar de mirar hacia la rubia y guiñándole un ojo.
- Muy bien, así me gusta. Ya vuelves a ser el guapetón y dejas de ser el malagradecido. Espero que siga siendo así hasta que lleguemos a casa de mi abuela-, mencionó Carper. - Y no te pongas celosa, tú también eres muy hermosa y albergas toda mi atención como el caballero. Nunca digo que no a un cuerpo tan bonito como el tuyo-, dijo, mirando hacia Eilydh y esta vez siendo ella quien le guiñara un ojo a la rubia. Un guiño menos amistoso que el del brujo y más bien coqueto. - Pero si no te importa, donde cargan dos brazos pueden hacerlo cuatro-, demandó en tono más serio. - Ya te sabes el camino-, dijo, finalmente, antes de volver a darle una mordida a la manzana.
Sí, la chica era una descarada y bien podría ser todo una trampa para hacerle llevar todo aquello sin pagarle un solo aero. Sin embargo, teniendo en cuenta que para cobrar un trabajo, más de la mitad de las veces tenía que acabar con un grupo de bandidos, capturar a su cabecilla, o exterminar un nido de goblins o al monstruo de turno, soportar una malcriada no parecía el peor de los males.
Nada en la vida era gratis. Eso estaba claro.
- Bueno, en realidad no me he ofrecido a ser su escoltar porque pensara que lo necesitara-, respondió a la joven, después de sentir el agarre en su mano de la chica, que le hizo recordar que las demás personas también necesitaban turnos para hablar. - La verdad es que…
“Seré estúpido”, fue lo único que pudo pensar el bueno del mercenario al percatarse de su necedad.
- La verdad es que supongo que he caminado demasiado y mi cabeza no está donde debería estar-, le dijo, recuperándose de la confusión y posterior sorpresa, al mismo tiempo que dibujaba una cálida sonrisa en sus labios. - Imagino que la habré perdido en algún punto entre esta granja y el pueblo desde el que vengo-, bromeó, para hacer una ligera reverencia después. - Encantado de conocerla, señorita Eilydh. Si me permite la indiscreción, tiene usted un hermoso nombre. Élfico para más señas, si mis clases de cultura siguen en su sitio a diferencia de mi…-, dijo, terminando su frase con unos gestos, en concreto, tocándose con el dedo índice la cabeza que no hacía falta mencionar con palabras.
Las dotes para la observación de Vincent habían quedado los dioses sabrían donde, más, una vez de regresó al mundo terrenal, podía decir bien alto y claro que no estaba ciego, o al menos que ya no lo estaba. La mujer era personificación de elegancia y belleza unidas en una misma figura, y no, por supuesto que no era necesario ser catedrático de cultura para saber que era elfa. Sin embargo, nunca estaba de más ser cortés y comentarlo en voz alta y respetuosa.
- Mi nombre es Vincent…
No pudo terminar se presentarse. Una jovencita salió de la casa como alma llevada por demonios. Sus pintas, contrastaban con palpable evidencia en relación a Eilydh. Mientras una de las mujeres parecía una chica de clase acomodada, la otra parecía un… ¿espantapájaros?
En cualquier caso, se notaba que se acababa de despertar, como ella misma no tardó en hacer referencia, y que le gustaba darle a la botella como el mejor y más avezado marinero de Lunargenta.
Si no estuviera en mitad de ninguna parte, bien alejado de cualquier costa, hubiese imaginado que era alguna pirata del sur.
¿Lo peor de todo? Que esa sí que era la chica que debía escoltar.
- Caper Ucita, un placer conocerla-, comentó, pese a que de momento no estaba siendo ningún placer.
Es más si Vinc fuera un tipo de los que se asustaban fácilmente, ya estaría marcando su camino con polvareda tras de sí, de la velocidad con la que se alejaría de allí. Pero esa granja estaba en el quinto pino y no le venían mal las monedas. Tendría que aguantar, de todos modos, no estaba allí por placer, sino sólo por negocios.
- El placer es todo mío, guapetón, pero debemos movernos o mi abuela se volverá loca-, respondió la chica, escudriñándolo de arriba abajo. - Bueno, más loca de lo que ya está-, concluyó.
- Ehm, entiendo-, respondió, pues no se le ocurrió otra forma de hacerlo.
Las había visto menos directas en la zona portuaria de la capital de los humanos. ¿Cuándo le había dicho que aceptaba el trabajo? Pensaba hacerlo, pero joder, menudas maneras se gastaba la chica.
- Supongo que tendremos algún carro en el que mover todo esto-, dijo, mirando hacia su alrededor. Lo más visible de la habitación, sin ser la presa y el desorden, era la gran cantidad de cajas con botellas que se encontraban esparcidas por el lugar. - Por cierto, le doy el pésame por el fallecimiento de su padre.
Caper, en respuesta al brujo, se giró y comenzó a caminar hacia el interior de la vivienda, al tiempo que les hacía un gesto por el encima de su hombro para que la siguiera. Vinc miró a la que suponía sería su compañera en aquel rocambolesco trabajo, si es que no salía corriendo como él ya debería haber hecho, y se encogió de hombros.
- Supongo que podría ser peor-, le susurró, dibujando nuevamente una sonrisa. - Vincent Calhoun. Antes no pude presentarme en condiciones-, dijo seguido, sin perder la sonrisa.
- Venga, tortolitos, no tenemos todo el día-, comentó la contratista, mirándolos desde el umbral de la puerta que cruzara instantes antes.
La Ucita estaba zapateando con uno de sus pies, en una clara señal de impaciencia, más ello no le impidió morder otro trozo de la manzana con aparente dejadez.
- En fin, no hagamos perder más tiempo a la “señorita”-, le dijo a Eilydh en un nuevo susurro, marcando con sarcasmo el vocablo señorial.
Vinc no tardó en ponerme en marcha, pese a lo borde que podía llegar a ser su contratista, y avanzó hasta Caper, que se giró y volvió a ponerse en camino cuando vio que se decidían a seguirla.
- Atrás tengo el medio de transporte-, comentó, mientras avanzaban por la polvorienta granja. - Y no te preocupes por la muerte de mi padre, era un hijo de mala madre, cómo yo-, respondió. - Todos tenemos que ganarnos la vida de alguna manera, ¿no es así? Tuvo una buena vida antes de morir, justo la que quiso tener-, remarcó al final.
Pese a sus distantes y desenfadadas palabras, al menos parecía que le tenía más apego a su padre que a su abuela. Por lo menos eso era lo que parecía.
- ¡Tachán! - gritó, en cuánto llegaron al sitio que quería mostrarles. - Rubito guapetón pide carro, y carro ofrece dulce Caper. Si quieres algo más, sólo tienes que decirlo-, comentó con descaro, guiñándole un ojo.
El cuarto era fácilmente reconocible como un establo que se alojaba en la parte trasera de la vivienda. Algo muy cómodo que daba a entender que esa granja, en otro tiempo pasado, había sido harina de otro costal. Sin duda, en ella se había movido dinero a espuertas en otro tiempo.
- ¿En serio? Esos caballos están más cerca de reunirse con sus antepasados que de llevar ninguna carga a ningún lugar-, exclamó, nada más ver los dos animales de tiro.
- Caballo y yegua, don malagradecido. Cómo puedes decir eso de tan mona pareja, si son hermanos y llevan con la familia desde que nacieron, cómo sus padres antes que ellos-, respondió con sorna lo primero, y con aparente seriedad lo segundo. Todo lo serio que esa joven podía decir nada, claro estaba. - Ah, se me olvidaba. Yo no cobro por cargar cajas, así que…-, dejó la frase en al aire.
Pues claro que esos animales habían nacido en el seno familiar, pero en el siglo pasado, ni más ni menos.
- Hey, a mí tampoco me pagan por cargar cajas, sólo por escolta-, contestó con sorna, para inmediatamente después mirar hacia Eilydh. - Pero en fin, iré cargando el carro-, dijo seguido, sin dejar de mirar hacia la rubia y guiñándole un ojo.
- Muy bien, así me gusta. Ya vuelves a ser el guapetón y dejas de ser el malagradecido. Espero que siga siendo así hasta que lleguemos a casa de mi abuela-, mencionó Carper. - Y no te pongas celosa, tú también eres muy hermosa y albergas toda mi atención como el caballero. Nunca digo que no a un cuerpo tan bonito como el tuyo-, dijo, mirando hacia Eilydh y esta vez siendo ella quien le guiñara un ojo a la rubia. Un guiño menos amistoso que el del brujo y más bien coqueto. - Pero si no te importa, donde cargan dos brazos pueden hacerlo cuatro-, demandó en tono más serio. - Ya te sabes el camino-, dijo, finalmente, antes de volver a darle una mordida a la manzana.
Sí, la chica era una descarada y bien podría ser todo una trampa para hacerle llevar todo aquello sin pagarle un solo aero. Sin embargo, teniendo en cuenta que para cobrar un trabajo, más de la mitad de las veces tenía que acabar con un grupo de bandidos, capturar a su cabecilla, o exterminar un nido de goblins o al monstruo de turno, soportar una malcriada no parecía el peor de los males.
Nada en la vida era gratis. Eso estaba claro.
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Eilydh escuchó con atención al tal Vincent, pues parecía ser la única piedra que ponía sentido en aquella rocambolesca situación. Caper Ucita parecía más interesada en su bebida que en cargar las cestas de manzanas en el carro, y Eilydh y Vincent intercambiaron alguna que otra mirada complice en un intento mudo de decidir si aquello valía o no la pena el riesgo.
Eilydh había estado escuchando atenta y callada. Quienes conocían a la elfa sabían que aquello era algo común en ella, y los que no podrían ponerse nerviosos ante tanto silencio aislado. Pero su cabeza iba a una velocidad abismal. Necesitaba el dinero. Aquello al fin y al cabo no era un trabajo difícil. Por otro lado, no estaba muy segura de si quería o no perder una tarde entera rodeada de una chica borracha que intentaba salvar los cimientos de una desmejorada granja. En apariencia parecía justo el tipo de aventura para un domingo lluvioso por la tarde. Sin embargo, Eilydh agradeció que no estuviese lloviendo. Al menos por ahora.
Eilydh compuso una mueca entre incómodidad y repulsión ante los comentarios que la chica hizo sobre su cuerpo, y de pronto pareció sentirse desnuda en medio de ambos. Se movió rápida hacia el carromato y ayudó a Vincent a colocar cajas sobre el medio de transporte.
-No estoy segura de cuánto vayan a aguantar las mascotas de la familia en el camino- Le dijo al chico señalando a los caballos mientras le ayudaba a mover una caja particularmente pesada- Pero espero que el lugar no este muy lejos, o me parece que vamos a tener que tirar ambos del carro- Sonrió.
Al menos no estaba sola en aquella erranda.
Cuando ambos terminaron la tarea de cargar el carro, Avisaron a Caper quien llegó particularmente contenta con un mapa en las manos.
-He pesando que seguro que ustedes tenéis más orientación que yo..- dijo con fingiendo que le limpiaba la camisa a Vincent- Lo digo porque habéis dado con la granja sin problema... así que podríais ir más rápido sin mi entreteniendoos Además ahora que lo pienso, lleváis razoón y no se si los caballos aguantaran el peso de las cajas y de los tres en el camino además mi abuela...-
Eilydh se lo estaba viendo venir. El trabajo en si ya olía a encerrona. El que aquella chica hubiese pensado siquiera en dejarlos solos en el camino en vez de ser simplemente escolta cómo anunciaba el empleo la puso de mal humor. Eso y el olor cada vez menos camuflado a alcohol de la Ucita. Se acercó a la chica sin miramiento alguno a que pudiese pensar su compañero y antes de qué pudiesen saber qué estaba pasando, Eilydh sacó la daga que guardaba en su muslo derecho y la enfundó hasta posicionarla en el cuello de la chica.
-Mi compañero y yo somos gentiles- dijo casi en un susurro- Pero no ingenuos. Tú vienes con nosotros. A no ser que prefieras que despeje al fin la duda que tengo en la mente desde que te conocí: Tienes más porcentaje de sangre o alcohol en tus venas.- dijo la elfa aún posicionando la daga en su cuello y media sonrisa.- Si tu resaca te impide andar, no me importa caminar mientras viajamos. Así los caballos no se cansan tanto.
Dijo aquello como aliviada de poner distancia entre su olor y ella. Deseaba enormemente que el aire hiciese que aquella mujer recuperase su sobriedad. Si es que en algún punto de su vida la tuvo.
La chica tragó saliva y esbozó una carcajada nerviosa.
-Oh.. claro.. claro.. Eso es mucha mejor idea. -se desquitó cuando Eilydh separó un poco la daga de su cuello- .,siempre disfruto de un paseo por el bosque en carromato en la mañana.. jejeje dijo mientras Eilydh la ayudaba a subir al carromato y adecentaba algunas cajas de manzana cerca de ella, asegurándose que en esas en particular no hubiese licor alguno.
Guardó su daga y miró de reojo a Vincent. Esperaba poder guardar su aspecto dulce e inofensivo un poco más, mas que nada para no asustar al chico.No sabía como de expuesto estaba a la cultura elfa, pero si la conocía un mínimo ya se habría dado cuenta que Eilydh desafiaba cualquiera de sus bases.
Mientras Caper ojeaba el mapa y daba indicaciones a medida que salían de los terrenos de la granja Eilydh se acercó a Vincent y le dijo camuflando su voz con las quejas de su patrona sobre que camino sería el mas adecuado seguir en aquella ocasión.
-No se cuánto podemos fiarnos de esta chica- Le dijo al hombre.- Lo mejor será que estipulemos nuestra línea en: Nada, y si resulta no ser tanta carga, entonces eso que nos ganamos- Dijo poniendo los ojos en blanco y molesta por su improvisado trabajo de niñera.
Eilydh había estado escuchando atenta y callada. Quienes conocían a la elfa sabían que aquello era algo común en ella, y los que no podrían ponerse nerviosos ante tanto silencio aislado. Pero su cabeza iba a una velocidad abismal. Necesitaba el dinero. Aquello al fin y al cabo no era un trabajo difícil. Por otro lado, no estaba muy segura de si quería o no perder una tarde entera rodeada de una chica borracha que intentaba salvar los cimientos de una desmejorada granja. En apariencia parecía justo el tipo de aventura para un domingo lluvioso por la tarde. Sin embargo, Eilydh agradeció que no estuviese lloviendo. Al menos por ahora.
Eilydh compuso una mueca entre incómodidad y repulsión ante los comentarios que la chica hizo sobre su cuerpo, y de pronto pareció sentirse desnuda en medio de ambos. Se movió rápida hacia el carromato y ayudó a Vincent a colocar cajas sobre el medio de transporte.
-No estoy segura de cuánto vayan a aguantar las mascotas de la familia en el camino- Le dijo al chico señalando a los caballos mientras le ayudaba a mover una caja particularmente pesada- Pero espero que el lugar no este muy lejos, o me parece que vamos a tener que tirar ambos del carro- Sonrió.
Al menos no estaba sola en aquella erranda.
Cuando ambos terminaron la tarea de cargar el carro, Avisaron a Caper quien llegó particularmente contenta con un mapa en las manos.
-He pesando que seguro que ustedes tenéis más orientación que yo..- dijo con fingiendo que le limpiaba la camisa a Vincent- Lo digo porque habéis dado con la granja sin problema... así que podríais ir más rápido sin mi entreteniendoos Además ahora que lo pienso, lleváis razoón y no se si los caballos aguantaran el peso de las cajas y de los tres en el camino además mi abuela...-
Eilydh se lo estaba viendo venir. El trabajo en si ya olía a encerrona. El que aquella chica hubiese pensado siquiera en dejarlos solos en el camino en vez de ser simplemente escolta cómo anunciaba el empleo la puso de mal humor. Eso y el olor cada vez menos camuflado a alcohol de la Ucita. Se acercó a la chica sin miramiento alguno a que pudiese pensar su compañero y antes de qué pudiesen saber qué estaba pasando, Eilydh sacó la daga que guardaba en su muslo derecho y la enfundó hasta posicionarla en el cuello de la chica.
-Mi compañero y yo somos gentiles- dijo casi en un susurro- Pero no ingenuos. Tú vienes con nosotros. A no ser que prefieras que despeje al fin la duda que tengo en la mente desde que te conocí: Tienes más porcentaje de sangre o alcohol en tus venas.- dijo la elfa aún posicionando la daga en su cuello y media sonrisa.- Si tu resaca te impide andar, no me importa caminar mientras viajamos. Así los caballos no se cansan tanto.
Dijo aquello como aliviada de poner distancia entre su olor y ella. Deseaba enormemente que el aire hiciese que aquella mujer recuperase su sobriedad. Si es que en algún punto de su vida la tuvo.
La chica tragó saliva y esbozó una carcajada nerviosa.
-Oh.. claro.. claro.. Eso es mucha mejor idea. -se desquitó cuando Eilydh separó un poco la daga de su cuello- .,siempre disfruto de un paseo por el bosque en carromato en la mañana.. jejeje dijo mientras Eilydh la ayudaba a subir al carromato y adecentaba algunas cajas de manzana cerca de ella, asegurándose que en esas en particular no hubiese licor alguno.
Guardó su daga y miró de reojo a Vincent. Esperaba poder guardar su aspecto dulce e inofensivo un poco más, mas que nada para no asustar al chico.No sabía como de expuesto estaba a la cultura elfa, pero si la conocía un mínimo ya se habría dado cuenta que Eilydh desafiaba cualquiera de sus bases.
Mientras Caper ojeaba el mapa y daba indicaciones a medida que salían de los terrenos de la granja Eilydh se acercó a Vincent y le dijo camuflando su voz con las quejas de su patrona sobre que camino sería el mas adecuado seguir en aquella ocasión.
-No se cuánto podemos fiarnos de esta chica- Le dijo al hombre.- Lo mejor será que estipulemos nuestra línea en: Nada, y si resulta no ser tanta carga, entonces eso que nos ganamos- Dijo poniendo los ojos en blanco y molesta por su improvisado trabajo de niñera.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Algo en el interior del brujo gritaba a los cuatro vientos que saliera corriendo de allí, que el dinero no importaba y que ya conseguiría un nuevo trabajo en cualquier otro lugar. Y en fin, no había que ser muy listo o avispado para darse cuenta de cuáles eran esas señales que alertaban el yo interior del rubio de aquella manera. Sólo había que oler el pestazo a alcohol que parecía impregnar cada centímetro de la madera de la vivienda, y en especial cada poro de la piel de su residente.
Sí, es cierto que Vinc había estado bien ciego para no darse cuenta de que la joven rubia sentada en el banco no tenía pinta alguna de ser de esa granja, más eso era agua pasada, y el mercenario tendría que estar mucho más ciego que antes para no reconocer que Caper Ucita sí que encajaba a la perfección en tan deplorable estética.
Una joven desaliñada, con el pelo alborotado por estar durmiendo instantes antes y no tener ni el mínimo cuidado de peinarse, aunque fuese con las manos, antes de abrir a sus visitantes pegaba bastante con el estado actual de la granja. Y ahora que sabía de qué iba el trabajo, hasta que tuviera una resaca de órdago casaba con la situación.
Soportar una malcriada no era nada raro, en realidad era lo normal cuando algún noble le pagaba por escoltar a su hija, su esposa o inclusive a él mismo. Por experiencia propia había descubierto que la gente de alta alcurnia solía ser… curiosa, por decirlo de algún modo. Muchas veces eran caprichosos y querían las cosas realizadas al momento de pronunciar sus deseos. Así que sí, solían ser personas complicadas y el pan de cada día en la vida de un errante mercenario como él.
El problema no era ese. El problema era que esa gente, por caprichosa que fuera, vivían enterrados en aeros, y el pago estaba más o menos garantizado al trabajar para ellos. ¿Pero podía decir lo mismo de esa chiquilla y su abuela? Con el estado en el que se encontraba la destilería con la que se ganaban la vida…
Esos pensamientos rondaban la cabeza del rubio mientras movía cajas, más llegado el momento se encontró con una demasiado pesada para moverla él solo. Fue entonces llegó su camarada para rescatarle de su problema de fuerza y ello le hizo pensar que seguramente la joven estaría planteándose las mismas dudas que él.
- Con suerte la casa de la abuela de Carper no estará muy lejos. Porque de lo contrario me temo que las cajas las acabará cargando un servidor, pero directas al fondo del río más cercano-, respondió a la chica, en tono de broma. - Uff, no sé si esté hecho para tirar de carros. Se me dan mejor otros menesteres como beber hidromiel-, siguió en tono bromista. - Pero oye, si quieres puedes salvarte y huir de todo esto. Este trabajo no parece muy seguro que digamos-, comentó en tono más serio, mientras movían la caja pesada hacia el carro. - Esto da mala espina pero un tipo como yo está más que acostumbrado a que se la intenten jugar, así que si quieres no te cortes y…-, terminó la frase justo cuando dejaron la carga en la parte trasera del carro, e inmediatamente después hizo un gesto con los dedos que imitaban unas piernas poniendo pies en polvorosa.
No se lo reprocharía. Él también le había dado vueltas al asunto, y lo cierto es que la joven no tenía que quedarse por darle vergüenza abandonarle con esa pirada o alguna otra idea de esa índole.
En cualquier caso, tanto Vinc como la joven elfa cargaron el carro como les había requerido su contratista. Por supuesto, Carper no ayudó a llevar ninguna, cómo ya había sugerido con palabras que haría, más seguro que no se esperaba la reacción de uno de sus empleados temporales.
La verdad, ni siquiera el rubio mercenario había podido imaginar que la señorita que le ayudara a cargar cajas pudiera llegar a ser tan directa. Más… la realidad es que Eilydh era capaz de ponerse “seria” cuando la situación lo requería. Y sí, aunque amenazar con destilar la sangre de una joven pueda parecer demasiado, la realidad es que a veces con una amenaza a tiempo se solucionaban algunos problemas. Sobre todo con gente como Carper, personas que intentaban sacar partido de todo y todos, y que si podía los estafaría en cuánto le dejaran pasar media.
En la mente de Vinc una idea cobraba fuerza, y no era otra que: de tal palo, tal astilla. Sin duda la muchacha debía ser como su padre, más también intuía que su abuela, sí, esa abuela que destilaba alcohol, debía ser bien parecida a su nieta. Tendrían que andarse con los ojos bien abiertos si querían cobrar.
- Vaya, vaya-, comentó, acercándose a la elfa, después de que esta ayudara a la “patrona” a subir al carro. - Señorita Eilydh, es usted una mujer de armas tomar. Ha conseguido sorprenderme y ya le digo que he visto mucho mundo y por esa razón no es fácil hacerlo-, se sinceró con la chica, acariciándose el lateral del mentón con gesto pensativo. - No es porque una chica blanda una daga con suma facilidad, no soy uno de esos estirados, cómo le decía, ya he visto de casi todo en esta vida. Pero…-, dejó la frase en el aire y clavó la mirada sobre los claros ojos de la chica. - ¿Seguro que usted es del pueblo élfico? No me estará engañando y es una ilusionista cubriendo su aspecto con el cuerpo de una elfa-, comentó divertido, dibujando una sonrisa en los labios.
Sabía que los elfos podían luchar como el que más, e incluso mucho mejor que otros miembros de razas más bélicas, más no era común que fueran tan directos y amenazantes. Eso era extraño. O puede que no tanto.
- Aunque, bueno, una vez casi me queman en el seno de un pueblo élfico-, dijo, recordando ahora ese hecho. - Es una larga historia, ya te la contaré-, cambió de tema, quitándole hierro de repente. Por ahora no quería que la elfa descubriera que era brujo y fuera de estilo de los miembros del clan de Helyare y quisiera darle matarile tan pronto. - Bueno, ya que Carper irá en la parte de atrás, nosotros podemos turnarnos en llevar las riendas de los caballos. Total, tampoco creo que estos caballos se vayan a morir por llevarnos a los tres a la vez, y si vemos que se fatigan demasiado, pues nos turnamos a caminar-, comentó centrándose en el trabajo, y subiéndose al asiento del conductor.
Un golpe de muñeca del brujo y las correas restallaron haciendo que los animales se pusieran en marcha. Los equinos eran viejos, pero al menos eran mansos y estaban bien enseñados, no darían problemas para llevarlos.
- ¡Próximo destino! La horrorosa casa de mi abuela-, comentó Carper desde el hueco que se había hecho entre las manzanas, para luego poner su atención sobre el mapa que llevaba consigo.
Vinc la miró por encima del hombro y negó con la cabeza. Eso sería instantes antes de que Eilydh se acercara a él y le expusiera una idea en la que él también había pensado cuando la chica le limpiaba la camisa con palabras que sugerían que los iba a dejar tirados.
- Yo creo que nada es lo que adecuado-, estuvo de acuerdo con Eilydh. - No podemos fiarnos de ella y me atrevería a decir que en nadie de esta familia-, añadió, en el mismo tono bajo que usara en su primera oración.
Todo aquello tenía tan mala pinta. Que jodido era trabajar para gente en la que no podías confiar. Pero en fin, cómo ya se dijera anteriormente, ya estaba acostumbrado. Uno no podía hacerse mercenario y esperar que todo fuera color de rosa. Tratar con personas así eran gajes de su oficio.
- Pero en fin, qué me puedes contar de ti. No sé si el viaje será largo, pero seguro que dará tiempo para conocernos mejor-, dijo en tono más alto y normal, dejando atrás las cábalas sobre la familia Ucita. - Después de lo de antes no puedes venir y decirme que eres una elfa corriente. ¡Vamos! Seguro que hay una buena historia detrás de todo ello-, comentó animado, en el típico tono de voz que usara con cualquier camarada de la soldadesca.
La verdad, le había picado la curiosidad por saber el trasfondo en tan singular elfa. Aunque si la chica no quería comentarle nada lo entendería, puede que no fuera una historia que quisiera contarle a un recién conocido. Todos teníamos nuestros secretos.
Sí, es cierto que Vinc había estado bien ciego para no darse cuenta de que la joven rubia sentada en el banco no tenía pinta alguna de ser de esa granja, más eso era agua pasada, y el mercenario tendría que estar mucho más ciego que antes para no reconocer que Caper Ucita sí que encajaba a la perfección en tan deplorable estética.
Una joven desaliñada, con el pelo alborotado por estar durmiendo instantes antes y no tener ni el mínimo cuidado de peinarse, aunque fuese con las manos, antes de abrir a sus visitantes pegaba bastante con el estado actual de la granja. Y ahora que sabía de qué iba el trabajo, hasta que tuviera una resaca de órdago casaba con la situación.
Soportar una malcriada no era nada raro, en realidad era lo normal cuando algún noble le pagaba por escoltar a su hija, su esposa o inclusive a él mismo. Por experiencia propia había descubierto que la gente de alta alcurnia solía ser… curiosa, por decirlo de algún modo. Muchas veces eran caprichosos y querían las cosas realizadas al momento de pronunciar sus deseos. Así que sí, solían ser personas complicadas y el pan de cada día en la vida de un errante mercenario como él.
El problema no era ese. El problema era que esa gente, por caprichosa que fuera, vivían enterrados en aeros, y el pago estaba más o menos garantizado al trabajar para ellos. ¿Pero podía decir lo mismo de esa chiquilla y su abuela? Con el estado en el que se encontraba la destilería con la que se ganaban la vida…
Esos pensamientos rondaban la cabeza del rubio mientras movía cajas, más llegado el momento se encontró con una demasiado pesada para moverla él solo. Fue entonces llegó su camarada para rescatarle de su problema de fuerza y ello le hizo pensar que seguramente la joven estaría planteándose las mismas dudas que él.
- Con suerte la casa de la abuela de Carper no estará muy lejos. Porque de lo contrario me temo que las cajas las acabará cargando un servidor, pero directas al fondo del río más cercano-, respondió a la chica, en tono de broma. - Uff, no sé si esté hecho para tirar de carros. Se me dan mejor otros menesteres como beber hidromiel-, siguió en tono bromista. - Pero oye, si quieres puedes salvarte y huir de todo esto. Este trabajo no parece muy seguro que digamos-, comentó en tono más serio, mientras movían la caja pesada hacia el carro. - Esto da mala espina pero un tipo como yo está más que acostumbrado a que se la intenten jugar, así que si quieres no te cortes y…-, terminó la frase justo cuando dejaron la carga en la parte trasera del carro, e inmediatamente después hizo un gesto con los dedos que imitaban unas piernas poniendo pies en polvorosa.
No se lo reprocharía. Él también le había dado vueltas al asunto, y lo cierto es que la joven no tenía que quedarse por darle vergüenza abandonarle con esa pirada o alguna otra idea de esa índole.
En cualquier caso, tanto Vinc como la joven elfa cargaron el carro como les había requerido su contratista. Por supuesto, Carper no ayudó a llevar ninguna, cómo ya había sugerido con palabras que haría, más seguro que no se esperaba la reacción de uno de sus empleados temporales.
La verdad, ni siquiera el rubio mercenario había podido imaginar que la señorita que le ayudara a cargar cajas pudiera llegar a ser tan directa. Más… la realidad es que Eilydh era capaz de ponerse “seria” cuando la situación lo requería. Y sí, aunque amenazar con destilar la sangre de una joven pueda parecer demasiado, la realidad es que a veces con una amenaza a tiempo se solucionaban algunos problemas. Sobre todo con gente como Carper, personas que intentaban sacar partido de todo y todos, y que si podía los estafaría en cuánto le dejaran pasar media.
En la mente de Vinc una idea cobraba fuerza, y no era otra que: de tal palo, tal astilla. Sin duda la muchacha debía ser como su padre, más también intuía que su abuela, sí, esa abuela que destilaba alcohol, debía ser bien parecida a su nieta. Tendrían que andarse con los ojos bien abiertos si querían cobrar.
- Vaya, vaya-, comentó, acercándose a la elfa, después de que esta ayudara a la “patrona” a subir al carro. - Señorita Eilydh, es usted una mujer de armas tomar. Ha conseguido sorprenderme y ya le digo que he visto mucho mundo y por esa razón no es fácil hacerlo-, se sinceró con la chica, acariciándose el lateral del mentón con gesto pensativo. - No es porque una chica blanda una daga con suma facilidad, no soy uno de esos estirados, cómo le decía, ya he visto de casi todo en esta vida. Pero…-, dejó la frase en el aire y clavó la mirada sobre los claros ojos de la chica. - ¿Seguro que usted es del pueblo élfico? No me estará engañando y es una ilusionista cubriendo su aspecto con el cuerpo de una elfa-, comentó divertido, dibujando una sonrisa en los labios.
Sabía que los elfos podían luchar como el que más, e incluso mucho mejor que otros miembros de razas más bélicas, más no era común que fueran tan directos y amenazantes. Eso era extraño. O puede que no tanto.
- Aunque, bueno, una vez casi me queman en el seno de un pueblo élfico-, dijo, recordando ahora ese hecho. - Es una larga historia, ya te la contaré-, cambió de tema, quitándole hierro de repente. Por ahora no quería que la elfa descubriera que era brujo y fuera de estilo de los miembros del clan de Helyare y quisiera darle matarile tan pronto. - Bueno, ya que Carper irá en la parte de atrás, nosotros podemos turnarnos en llevar las riendas de los caballos. Total, tampoco creo que estos caballos se vayan a morir por llevarnos a los tres a la vez, y si vemos que se fatigan demasiado, pues nos turnamos a caminar-, comentó centrándose en el trabajo, y subiéndose al asiento del conductor.
Un golpe de muñeca del brujo y las correas restallaron haciendo que los animales se pusieran en marcha. Los equinos eran viejos, pero al menos eran mansos y estaban bien enseñados, no darían problemas para llevarlos.
- ¡Próximo destino! La horrorosa casa de mi abuela-, comentó Carper desde el hueco que se había hecho entre las manzanas, para luego poner su atención sobre el mapa que llevaba consigo.
Vinc la miró por encima del hombro y negó con la cabeza. Eso sería instantes antes de que Eilydh se acercara a él y le expusiera una idea en la que él también había pensado cuando la chica le limpiaba la camisa con palabras que sugerían que los iba a dejar tirados.
- Yo creo que nada es lo que adecuado-, estuvo de acuerdo con Eilydh. - No podemos fiarnos de ella y me atrevería a decir que en nadie de esta familia-, añadió, en el mismo tono bajo que usara en su primera oración.
Todo aquello tenía tan mala pinta. Que jodido era trabajar para gente en la que no podías confiar. Pero en fin, cómo ya se dijera anteriormente, ya estaba acostumbrado. Uno no podía hacerse mercenario y esperar que todo fuera color de rosa. Tratar con personas así eran gajes de su oficio.
- Pero en fin, qué me puedes contar de ti. No sé si el viaje será largo, pero seguro que dará tiempo para conocernos mejor-, dijo en tono más alto y normal, dejando atrás las cábalas sobre la familia Ucita. - Después de lo de antes no puedes venir y decirme que eres una elfa corriente. ¡Vamos! Seguro que hay una buena historia detrás de todo ello-, comentó animado, en el típico tono de voz que usara con cualquier camarada de la soldadesca.
La verdad, le había picado la curiosidad por saber el trasfondo en tan singular elfa. Aunque si la chica no quería comentarle nada lo entendería, puede que no fuera una historia que quisiera contarle a un recién conocido. Todos teníamos nuestros secretos.
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Vincent no parecía muy convencido de varias cosas: La primera era de que los 5 ( incluyendo a los burros) fuesen a llegar a su destino de una pieza, y por otro lado, la propia Eilydh perteneciese al pueblo elfico.
Aquello la hizo sonreir. Por varios motivos en particular, pero por la propia escinsion de la elfa de sus raíces, como si llevase una eternidad en el exilio y tan solo le quedasen las orejas para testiguar que alguna vez fue elfa. Un vacío inesperado le llenó el estómago, e intentó saciarlo con una de las manzanas del carro, al fin .y al cabo bien podía dar un bocado a la mercancía.
Se arrepintió nada más mordió la manzana y disimuló un gesto de asco con una tos fortuíta haciendo una nota mental sobre evitar el contacto con aquella fruta. Miró de reojo a Caper, que parecía haberse envuelto en la ociosidad del camino y temía y auguraba a partes iguales la llegada a la casa de su abuela.
El hombre volvió a interesarse por el pasado de la elfa. Eilydh era de naturaleza desconfiada así que pensó ser cautelosa qué decir a vicent.
-Digamos que soy la oveja negra de una camada muy blanca- sonrió mientras apartaba su cabello rubio platino de los ojos, que volvía a caer casi tan rápido sobre estos por el traqueteo del carro. Elevó los hombros, componiendo un gesto de desinterés, revelando que aquello no le preocupaba y volviendo a hablar- Aprendí a usar la daga a escondidas cuando era una niña. Siempre pensé que el pensamiento Elfico de que las mujeres deben ser protegidas por los hombres no es más que un cuento para subir el ego del genero másculino.. así que perfeccioné mi técnica poco a poco... hasta que el negro de mi pelaje no pudo ser camuflado por mi padre y bueno... ahora vivo por mi cuenta-sonrió con una de esas sonrisas que decía: No preguntes más.
- Y tú- preguntó la elfa- De dónde vienes? A donde vas? Qué haces por el camino?- dijo interesándose por Vicent.
Caper parecía más despabilada... quizás por el traqueteo del carromato o el hecho de que no se había percatadao que Eilydh había escondido las botellas de licor de % alto de alcohol en la parte más alejada a ella, y había llenado de agua algunas cuantas de otras, las más cercanas a la chica.
En un momento determinado, sin que ni Vicent ni la elfa se diesen cuenta. Caper agarró las riendas de los burros, las apresó sobre ellos instandolos . correr y se desvió del camino por el que Vicent caminaba, dejándolo atrás. Eilydh se quedó muda por un momento, como si no esperase que aquellos animales pudiesen correr mas que su acompañante, pero reaccionó forcejeando con Caper cuando se dio cuenta de que equivocada estaba.
-Para estúpida...- decía Caper mientras mantenía agarrada las riendas- No ves que no hay manera de que puedas pararme? Estoy cansada de que mi abuelita maneje la empresa de mi padre a sus anchas... los lobos siempre me dan un beneficio más alto que mi propia familia... Para ya he dicho! Te voy a pagar de todas maneras... además a nadie le parecería raro que unas cuantas de botellas se perdiesen en el camino... todos saben como de interesados estan los lobos en nuestra mercancía... Estoy segura de que mi abuela os perdonará cuando os vea magullados y heridos casi de muerte... jamás sospechará... todos ganamos- dijo la chica.
Eilydh se quedó paralizada por un momento. Aquello era cierto? Vincent y ella misma tan solo eran una tapadera para ocultar el hecho de que era la propia Caper la que estaba saboteando el negocio familiar vendiendo la mercancía a los lobos...beneficiando tan solo a ella misma mientras arruinaba a su abuela...
Y los unicos a quienes culpar serian vincent y ella misma...
Al menos cuando las figuras altas que esperaban al final del camino se hiciesen con la mercancía.
Aquello la hizo sonreir. Por varios motivos en particular, pero por la propia escinsion de la elfa de sus raíces, como si llevase una eternidad en el exilio y tan solo le quedasen las orejas para testiguar que alguna vez fue elfa. Un vacío inesperado le llenó el estómago, e intentó saciarlo con una de las manzanas del carro, al fin .y al cabo bien podía dar un bocado a la mercancía.
Se arrepintió nada más mordió la manzana y disimuló un gesto de asco con una tos fortuíta haciendo una nota mental sobre evitar el contacto con aquella fruta. Miró de reojo a Caper, que parecía haberse envuelto en la ociosidad del camino y temía y auguraba a partes iguales la llegada a la casa de su abuela.
El hombre volvió a interesarse por el pasado de la elfa. Eilydh era de naturaleza desconfiada así que pensó ser cautelosa qué decir a vicent.
-Digamos que soy la oveja negra de una camada muy blanca- sonrió mientras apartaba su cabello rubio platino de los ojos, que volvía a caer casi tan rápido sobre estos por el traqueteo del carro. Elevó los hombros, componiendo un gesto de desinterés, revelando que aquello no le preocupaba y volviendo a hablar- Aprendí a usar la daga a escondidas cuando era una niña. Siempre pensé que el pensamiento Elfico de que las mujeres deben ser protegidas por los hombres no es más que un cuento para subir el ego del genero másculino.. así que perfeccioné mi técnica poco a poco... hasta que el negro de mi pelaje no pudo ser camuflado por mi padre y bueno... ahora vivo por mi cuenta-sonrió con una de esas sonrisas que decía: No preguntes más.
- Y tú- preguntó la elfa- De dónde vienes? A donde vas? Qué haces por el camino?- dijo interesándose por Vicent.
Caper parecía más despabilada... quizás por el traqueteo del carromato o el hecho de que no se había percatadao que Eilydh había escondido las botellas de licor de % alto de alcohol en la parte más alejada a ella, y había llenado de agua algunas cuantas de otras, las más cercanas a la chica.
En un momento determinado, sin que ni Vicent ni la elfa se diesen cuenta. Caper agarró las riendas de los burros, las apresó sobre ellos instandolos . correr y se desvió del camino por el que Vicent caminaba, dejándolo atrás. Eilydh se quedó muda por un momento, como si no esperase que aquellos animales pudiesen correr mas que su acompañante, pero reaccionó forcejeando con Caper cuando se dio cuenta de que equivocada estaba.
-Para estúpida...- decía Caper mientras mantenía agarrada las riendas- No ves que no hay manera de que puedas pararme? Estoy cansada de que mi abuelita maneje la empresa de mi padre a sus anchas... los lobos siempre me dan un beneficio más alto que mi propia familia... Para ya he dicho! Te voy a pagar de todas maneras... además a nadie le parecería raro que unas cuantas de botellas se perdiesen en el camino... todos saben como de interesados estan los lobos en nuestra mercancía... Estoy segura de que mi abuela os perdonará cuando os vea magullados y heridos casi de muerte... jamás sospechará... todos ganamos- dijo la chica.
Eilydh se quedó paralizada por un momento. Aquello era cierto? Vincent y ella misma tan solo eran una tapadera para ocultar el hecho de que era la propia Caper la que estaba saboteando el negocio familiar vendiendo la mercancía a los lobos...beneficiando tan solo a ella misma mientras arruinaba a su abuela...
Y los unicos a quienes culpar serian vincent y ella misma...
Al menos cuando las figuras altas que esperaban al final del camino se hiciesen con la mercancía.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
¡Y seguro que había una gran historia! Una de esas que son tan importantes que provocaban un cambio en el carácter de una persona y te hacía diferente al resto. Especial.
Sin embargo, no había que ser muy listo para notar en la respuesta de la joven que no deseaba hablar sobre ese tema en particular.
- Ah, entiendo. Supongo que a mi manera yo también soy una oveja negra de mi antiguo hogar-, comentó, dejando pasar el tema.
Probablemente la historia de la elfa era tan importante como personal, así pues, era evidente que Eilydh no quería hablar del tema y él no sería el maleducado que insistiera sobre ello.
- Pues diría que hiciste lo correcto y que tu pensamiento es más cercano a la realidad-, comentó, alabando su actitud. Después de todo, tenía una hermana a la que había enseñado a combatir desde que era una chiquilla, y la cual ya era toda una guerrera y un adversario formidable para cualquiera que se atreviera a enfrentarse ella, inclusive para él mismo. - Las mujeres son capaces de cualquier cosa que se propagan. Mi madre es buena prueba de ello-, comentó medio en broma y dibujando una sonrisa en los labios.
Oh, la madre del brujo, Yennefer, merecía una conversación aparte. Ella era así de particular, tanto que era difícil hablar de ella en pocas palabras. Por ello, Vinc no comentó nada más al respecto sobre ella, y después de bromear le echó un ojo a los animales de tiro. Con una simple mirada decidió que por el momento no sería una mala idea aliviarles de parte del peso de la carga.
- Creo que es buen momento para estirar un poco las piernas-, dijo, al tiempo que se bajaba del carro pero quedando lo suficientemente cerca de Eilydh para seguir con la conversación. - Y bueno, mi historia es más simple. Salí hace mucho tiempo de mi tierra natal y me enamoré de Lunargenta. Allí me asenté igual que los miembros de mi familia que quedan vivos. En cualquier caso, soy medio nómada y siempre ando de viaje de acá para allá, y en esta ocasión venía del sur de paso en mi tránsito hacia el norte. Así que en pocas palabras, vengo de Lunargenta y voy hacia Dundarak por el camino largo a pata en vez del corto en barco. Porque me gano la vida con mi espada y pensé que me vendría bien reunir un par de monedas por el camino.
Aunque si llega a saber que tenía que hacer de niñera de una borracha malcriada, seguramente hubiera pillado un pasaje para un navío.
- Caminar es más barato y dicen que es saludable-, bromeó, aunque no tardó en torcer el gesto de su rostro.
Un gesto que pasó del simpático al confuso, no tardando en alcanzar el molesto y de enfado. Esa maldita arpía con capa roja le había dejado atrás con un golpe de muñeca, un movimiento con el que había azuzado a los animales en un simple instante, dejando al pobre brujo tirado en mitad del camino.
- Eh, eh. ¡Qué demonios haces! - le gritó, echándose a correr tras el carruaje, en cuánto dejó la confusión atrás y se percató de lo que estaba pasando.
De todos modos, gritar le sirvió de poco al brujo, que tuvo que contentarse con seguir la estela del carro a través del camino que se internaba en el bosque.
- Maldita niña. Debí ser más precavido-, se maldijo. - Mierda, algunas de mis cosas siguen en el carro-, comentó para sí mismo, al recordar su morral en la parte trasera del carro que lo había abandonado a su suerte. - Ya verás cuando te pille-, rezongó entre dientes, poniéndole más brío a su carrera persecutoria.
Sí, evidentemente nunca atraparía a un carro en marcha. Más tenía una ventaja, esos animales no llegarían muy lejos, menos aún a ese ritmo. Sólo debía seguir el rastro del carro y en algún momento lo alcanzaría. Toda la ventaja que pudiera ganarle por ir en un carruaje tirado por animales, la perdería cuando tuviera que descargar toda esa mercancía.
- Sí, ya verás cuando te pille-, volvió a decirse el brujo, echando un ojo a las marcas sobre el barro de las ruedas.
Curiosamente, Vinc tardó mucho menos en alcanzar el carro de lo que habría supuesto. Sabía que los animales no durarían mucho a ese ritmo tirando de ese peso, pero… ¿tan rápido se cansarían? Eso no le cuadraba, por ello se salió del camino y siguió avanzando por la floresta del bosque y resguardado de ojos ajenos gracias a la cobertura que le proporcionaba.
Desde esta posición privilegiada, acercándose a hurtadillas, Vincent no tardó en divisar algo más que un carro, dos animales de tiro y dos mujeres sobre este. Habían varias personas, más aunque no podía escuchar bien lo que decían, estaba claro que no estaban allí de casualidad.
- Una emboscada-, susurró, una vez más hablando consigo mismo, agazapado entre los arbustos, y dándose cuenta que eso era lo que pretendía desde un principio Carper con su repentina desbandada.
No podía ser casualidad, que instantes antes de encontrarse con esas personas, la chica hubiera decidido dejarlo atrás.
- Muy inteligente-, se escuchó una voz tras la espalda del brujo. - Exactamente de eso se trata-, manifestó esa misma voz, al mismo tiempo que Vinc notaba el frío metal contra su cuello. - Levántate. Sin movimientos bruscos, y con las manos donde pueda verlas.
El brujo, por su parte, sólo pudo limitarse a suspirar y obedecer al hombre que lo amenazaba con una daga. Por esa razón, se movió lentamente, y comenzó a enderezarse desde su posición en cuclillas entre los arbustos, para finalmente acabar de pie, cómo le había pedido su raptor.
- Juro por los dioses que mi trabajo está muy mal pagado-, comentó con fastidio, a la vez que levantaba las manos para que el hombre que lo amenazaba con su acero pudiera verlas.
Primera complicación colocada por Eilydh en su anterior respuesta, y yo la complico un poco más, colocando un enemigo a mis espaldas a partir de la parte subrayada. No estoy seguro de si este tipo de trabajos también hay que subrayar las complicaciones, pero por si acaso... ahí queda XDDD
Sin embargo, no había que ser muy listo para notar en la respuesta de la joven que no deseaba hablar sobre ese tema en particular.
- Ah, entiendo. Supongo que a mi manera yo también soy una oveja negra de mi antiguo hogar-, comentó, dejando pasar el tema.
Probablemente la historia de la elfa era tan importante como personal, así pues, era evidente que Eilydh no quería hablar del tema y él no sería el maleducado que insistiera sobre ello.
- Pues diría que hiciste lo correcto y que tu pensamiento es más cercano a la realidad-, comentó, alabando su actitud. Después de todo, tenía una hermana a la que había enseñado a combatir desde que era una chiquilla, y la cual ya era toda una guerrera y un adversario formidable para cualquiera que se atreviera a enfrentarse ella, inclusive para él mismo. - Las mujeres son capaces de cualquier cosa que se propagan. Mi madre es buena prueba de ello-, comentó medio en broma y dibujando una sonrisa en los labios.
Oh, la madre del brujo, Yennefer, merecía una conversación aparte. Ella era así de particular, tanto que era difícil hablar de ella en pocas palabras. Por ello, Vinc no comentó nada más al respecto sobre ella, y después de bromear le echó un ojo a los animales de tiro. Con una simple mirada decidió que por el momento no sería una mala idea aliviarles de parte del peso de la carga.
- Creo que es buen momento para estirar un poco las piernas-, dijo, al tiempo que se bajaba del carro pero quedando lo suficientemente cerca de Eilydh para seguir con la conversación. - Y bueno, mi historia es más simple. Salí hace mucho tiempo de mi tierra natal y me enamoré de Lunargenta. Allí me asenté igual que los miembros de mi familia que quedan vivos. En cualquier caso, soy medio nómada y siempre ando de viaje de acá para allá, y en esta ocasión venía del sur de paso en mi tránsito hacia el norte. Así que en pocas palabras, vengo de Lunargenta y voy hacia Dundarak por el camino largo a pata en vez del corto en barco. Porque me gano la vida con mi espada y pensé que me vendría bien reunir un par de monedas por el camino.
Aunque si llega a saber que tenía que hacer de niñera de una borracha malcriada, seguramente hubiera pillado un pasaje para un navío.
- Caminar es más barato y dicen que es saludable-, bromeó, aunque no tardó en torcer el gesto de su rostro.
Un gesto que pasó del simpático al confuso, no tardando en alcanzar el molesto y de enfado. Esa maldita arpía con capa roja le había dejado atrás con un golpe de muñeca, un movimiento con el que había azuzado a los animales en un simple instante, dejando al pobre brujo tirado en mitad del camino.
- Eh, eh. ¡Qué demonios haces! - le gritó, echándose a correr tras el carruaje, en cuánto dejó la confusión atrás y se percató de lo que estaba pasando.
De todos modos, gritar le sirvió de poco al brujo, que tuvo que contentarse con seguir la estela del carro a través del camino que se internaba en el bosque.
- Maldita niña. Debí ser más precavido-, se maldijo. - Mierda, algunas de mis cosas siguen en el carro-, comentó para sí mismo, al recordar su morral en la parte trasera del carro que lo había abandonado a su suerte. - Ya verás cuando te pille-, rezongó entre dientes, poniéndole más brío a su carrera persecutoria.
Sí, evidentemente nunca atraparía a un carro en marcha. Más tenía una ventaja, esos animales no llegarían muy lejos, menos aún a ese ritmo. Sólo debía seguir el rastro del carro y en algún momento lo alcanzaría. Toda la ventaja que pudiera ganarle por ir en un carruaje tirado por animales, la perdería cuando tuviera que descargar toda esa mercancía.
- Sí, ya verás cuando te pille-, volvió a decirse el brujo, echando un ojo a las marcas sobre el barro de las ruedas.
Curiosamente, Vinc tardó mucho menos en alcanzar el carro de lo que habría supuesto. Sabía que los animales no durarían mucho a ese ritmo tirando de ese peso, pero… ¿tan rápido se cansarían? Eso no le cuadraba, por ello se salió del camino y siguió avanzando por la floresta del bosque y resguardado de ojos ajenos gracias a la cobertura que le proporcionaba.
Desde esta posición privilegiada, acercándose a hurtadillas, Vincent no tardó en divisar algo más que un carro, dos animales de tiro y dos mujeres sobre este. Habían varias personas, más aunque no podía escuchar bien lo que decían, estaba claro que no estaban allí de casualidad.
- Una emboscada-, susurró, una vez más hablando consigo mismo, agazapado entre los arbustos, y dándose cuenta que eso era lo que pretendía desde un principio Carper con su repentina desbandada.
No podía ser casualidad, que instantes antes de encontrarse con esas personas, la chica hubiera decidido dejarlo atrás.
- Muy inteligente-, se escuchó una voz tras la espalda del brujo. - Exactamente de eso se trata-, manifestó esa misma voz, al mismo tiempo que Vinc notaba el frío metal contra su cuello. - Levántate. Sin movimientos bruscos, y con las manos donde pueda verlas.
El brujo, por su parte, sólo pudo limitarse a suspirar y obedecer al hombre que lo amenazaba con una daga. Por esa razón, se movió lentamente, y comenzó a enderezarse desde su posición en cuclillas entre los arbustos, para finalmente acabar de pie, cómo le había pedido su raptor.
- Juro por los dioses que mi trabajo está muy mal pagado-, comentó con fastidio, a la vez que levantaba las manos para que el hombre que lo amenazaba con su acero pudiera verlas.
Offrol
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Primera complicación colocada por Eilydh en su anterior respuesta, y yo la complico un poco más, colocando un enemigo a mis espaldas a partir de la parte subrayada. No estoy seguro de si este tipo de trabajos también hay que subrayar las complicaciones, pero por si acaso... ahí queda XDDD
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Miró atrás como deseando ver a su compañero sumido en fuego y directo hacia el carro, en un intento nulo de saber bien exactamente qué hacer luego de aquel contratiempo. Sin embargo, su compañero parecía estar en similar situación poco beneficiosa para ambos.
-Perfecto...- dijo mientras se mordía la lengua para que no la esuchase Caper
La chica, por su parte parecía más sobria que nunca, y agarraba la mano de uno de los fortachones que habían acudido a "secuestrar" la mercancía. A Eilydh le resultaba nauseabundo que aquella chica tuviese tiempo alguno para planear y boicotear su propia empresa, y se pensó muy bien lo que ella misma haría en su lugar. Teniendo en cuenta la situación de su padre.
Uno de los hombres lobo la zarandeó fuera del carro, procurando ser lo menos gentil que pudo y casi divirtiéndose al ver como Eilydh perdía el equilibrio y caía de rodillas. Le dio un codazo a su compañero, entretenido por la voz de Caper que contaba monedas, y finalmente dijo con una sonrisa bobalicona:
- No es necesario que se arrodille, señorita... al menos aún no- Esto desató las carcajadas de su compañero que encontró aquel comentario de lo más gracioso.
Eilydh había tenido suficiente y sus mejillas se llenaron de rabia tiñendose de un rosado intenso a medida que llevaba la mano hacia su muslo buscándo su daga y escondiendola entre sus rodillas.
-Jamás había estado en presencia de hombres lobo- dijo Eilydh, recomponiéndose de la caída y escondiendo su daga entre su manga mientras acicalaba su cabello haciendo uso de sus dotes de seducción más sublimes, al fin y al cabo, ser una elfa tenía sus ventajas.- Se os ve taaaan fuertes... y apuestos... y bueno... interesantes- dijo, mientras se envalentonaba y agarraba uno de los brazos de uno de los hombres aprovechando que Caper seguía contando el dinero que los hombres le habían dado por el cargamento unos metros más alejados de ellos.
Caminaba cual felino al rededor de los hombres, exaltando el movimiento de sus caderas y sonriendo como si aquellos chicos no estuviesen a punto de propinarle una paliza.
Los hombres se habían fijado bien en los rasgos femeninos de Eilydh y en sus caderas anchas, y sus ojos de hielo y quedaron embelesados ante aquel cambio de actitud, como si justo hasta entonces no se hubiesen percatado que era una mujer bonita.
-Podríamos hacer una excepción sabes? -dijo uno de ellos tras buscar la mirada de aceptación de su amigo- Nada de golpes si.. bueno si aceptas acompañarnos a la puesta de sol en el bosque esta noche. Tenemos vino, y tortas de maiz, y alguna que otra música.. nosotros tampoco nunca antes habíamos... conocido a una elfa- Dijo el hombre mientras sonreía enseñando el hueco donde faltaban varios dientes.
El estómago de Eilydh rechinó de asco y decidió que no podía continuar con la falsa. Bordeándo como estaba a ambos hombres aprovechó que aún tenía su mano enlazada en las fustas de los mulos para atar una de las piernas de cada hombre de manera sigilosa mientras caminaba a sus espaldas sonriendo, de manera que ambas estuviesen unidas y que si intentaban correr tropezasen con ellas.
-Una pena... - dijo acercándose ahora al espacio entre ambos, aprovechando aquello para tensar la cuerda en sus piernas, anudándolos finalmente- Una pena que no tenga el mínimo interés en conocer a ningún hombre como ustedes- dijo finalmente, Clavándo finalmente su daga en el cuello de uno de ellos que empezó a sangrar a borbotones.
El otro se quedó en shock por u momento y alcanzó a Eilydh con un puñetazo en la mandíbula que la hizo saltar hacia atrás.
Intentó seguirla, pero el peso muerto del compañero de su mismo peso y altura unido a su pierna lo impedía.
Eilydh aún noqueada en el suelo, aprovechó aquella situación para correr al carro antes de que Caper se diese cuenta de lo que hacía, se subió en uno de los mulos en vez de en el carro, y presionó a este tal y como caper lo había hecho.
Aquello causó exactamente lo que esperaba: El animal gritó de dolor y corrió obedeciendo las órdenes de la chica y tirando con fuerza del otro animal a su lado que asustado comenzó a avanzar también siguiéndolo y con ellos, el carro.
-Al parecer seré yo la que tenga que ir al rescate de Vicent- se dijo mientras veía cómo Caper voceaba a la elfa y como los otros hombres intentaban atrapárla sin éxito.
-Perfecto...- dijo mientras se mordía la lengua para que no la esuchase Caper
La chica, por su parte parecía más sobria que nunca, y agarraba la mano de uno de los fortachones que habían acudido a "secuestrar" la mercancía. A Eilydh le resultaba nauseabundo que aquella chica tuviese tiempo alguno para planear y boicotear su propia empresa, y se pensó muy bien lo que ella misma haría en su lugar. Teniendo en cuenta la situación de su padre.
Uno de los hombres lobo la zarandeó fuera del carro, procurando ser lo menos gentil que pudo y casi divirtiéndose al ver como Eilydh perdía el equilibrio y caía de rodillas. Le dio un codazo a su compañero, entretenido por la voz de Caper que contaba monedas, y finalmente dijo con una sonrisa bobalicona:
- No es necesario que se arrodille, señorita... al menos aún no- Esto desató las carcajadas de su compañero que encontró aquel comentario de lo más gracioso.
Eilydh había tenido suficiente y sus mejillas se llenaron de rabia tiñendose de un rosado intenso a medida que llevaba la mano hacia su muslo buscándo su daga y escondiendola entre sus rodillas.
-Jamás había estado en presencia de hombres lobo- dijo Eilydh, recomponiéndose de la caída y escondiendo su daga entre su manga mientras acicalaba su cabello haciendo uso de sus dotes de seducción más sublimes, al fin y al cabo, ser una elfa tenía sus ventajas.- Se os ve taaaan fuertes... y apuestos... y bueno... interesantes- dijo, mientras se envalentonaba y agarraba uno de los brazos de uno de los hombres aprovechando que Caper seguía contando el dinero que los hombres le habían dado por el cargamento unos metros más alejados de ellos.
Caminaba cual felino al rededor de los hombres, exaltando el movimiento de sus caderas y sonriendo como si aquellos chicos no estuviesen a punto de propinarle una paliza.
Los hombres se habían fijado bien en los rasgos femeninos de Eilydh y en sus caderas anchas, y sus ojos de hielo y quedaron embelesados ante aquel cambio de actitud, como si justo hasta entonces no se hubiesen percatado que era una mujer bonita.
-Podríamos hacer una excepción sabes? -dijo uno de ellos tras buscar la mirada de aceptación de su amigo- Nada de golpes si.. bueno si aceptas acompañarnos a la puesta de sol en el bosque esta noche. Tenemos vino, y tortas de maiz, y alguna que otra música.. nosotros tampoco nunca antes habíamos... conocido a una elfa- Dijo el hombre mientras sonreía enseñando el hueco donde faltaban varios dientes.
El estómago de Eilydh rechinó de asco y decidió que no podía continuar con la falsa. Bordeándo como estaba a ambos hombres aprovechó que aún tenía su mano enlazada en las fustas de los mulos para atar una de las piernas de cada hombre de manera sigilosa mientras caminaba a sus espaldas sonriendo, de manera que ambas estuviesen unidas y que si intentaban correr tropezasen con ellas.
-Una pena... - dijo acercándose ahora al espacio entre ambos, aprovechando aquello para tensar la cuerda en sus piernas, anudándolos finalmente- Una pena que no tenga el mínimo interés en conocer a ningún hombre como ustedes- dijo finalmente, Clavándo finalmente su daga en el cuello de uno de ellos que empezó a sangrar a borbotones.
El otro se quedó en shock por u momento y alcanzó a Eilydh con un puñetazo en la mandíbula que la hizo saltar hacia atrás.
Intentó seguirla, pero el peso muerto del compañero de su mismo peso y altura unido a su pierna lo impedía.
Eilydh aún noqueada en el suelo, aprovechó aquella situación para correr al carro antes de que Caper se diese cuenta de lo que hacía, se subió en uno de los mulos en vez de en el carro, y presionó a este tal y como caper lo había hecho.
Aquello causó exactamente lo que esperaba: El animal gritó de dolor y corrió obedeciendo las órdenes de la chica y tirando con fuerza del otro animal a su lado que asustado comenzó a avanzar también siguiéndolo y con ellos, el carro.
-Al parecer seré yo la que tenga que ir al rescate de Vicent- se dijo mientras veía cómo Caper voceaba a la elfa y como los otros hombres intentaban atrapárla sin éxito.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
La situación no podía ir peor. El intento de Vinc de pasar desapercibido y tomar por sorpresa a sus rivales se había ido al garete de una manera tan estúpida que le daban ganas de darse golpes en la cabeza con una piedra.
Tan estúpida cómo rápida. Porque, francamente, ¿cuánto tiempo llevaba allí?
Acababa de alcanzar la zona, y mientras inspeccionaba el lugar ya lo habían atrapado, era algo impropio de un soldado con su experiencia. Algo que hacía que algo en su interior de retorciera de enfado y le hiciera maldecirse mentalmente.
Si su padre, su mentor o Einar lo viesen en ese momento…
¡Por los dioses! Solo de pensarlo se le caía la cara de vergüenza. Y no, no solo era por el motivo de ser atrapado, al fin y al cabo, estaba en amplia desventaja numérica y era relativamente fácil que alguien pudiera rodearle y tomarlo por la espalda. No, el verdadera razón es que se había confiado con Carper. La había tildado de una muchacha que empinaba demasiado el codo y quería terminar con aquello cuánto antes, y no había sopesado otras posibilidades, como la actual.
Si hubiera pensado un poco cuando lo había dejado en la estacada… Maldita sea, debería haber imaginado que era una trampa.
- Esto me lo quedaré yo, si no te importa-, se escuchó la voz del matón, al tiempo que desabrochaba la hebilla del cinturón de las armas del brujo. - Aunque me pica la curiosidad sobre cuál será tu oficio.
- Por casualidad no pensarás que ese oficio sea puto. Qué prisas por desnudarme. Y yo que pensaba que os gustaría más el cuerpo de la elfa como al resto de tus camaradas-, respondió mordaz, recibiendo a cambio un golpe en la nuca con el codo de su captor.
- Menos bromas insolentes-, respondió el matón, más aún sin mirar hacia detrás, Vinc captó la postura del hombre. Una postura claramente que se había inclinado un poco hacia la izquierda para mirar mejor el espectáculo de la elfa.
¡Y no era para menos! Esa mujer sabía lo que hacía y cómo moverse. Si duda sabía usar las caderas para embelesar a todo hombre o mujer que disfrutase de la “compañía” de otras damas.
El problema radicaba principalmente en que nuestro brujo no conocía a esa joven de toda la vida, más bien al contrario. Por ello no era de extrañar que varias preguntas le rondaran por el interior de su cabeza: ¿Era una estrategia de distracción? ¿Iba en serio con esos tipos? O incluso si fuera una forma de distraerlos para escapar, contaba con ayudarle o simplemente pondría pies en polvorosa, con lo cual su situación no cambiaría en demasía.
Era imposible de saber, pero dadas las circunstancias, al rubio no le quedaba otra que dejarse llevar y esperar lo mejor.
En cualquier caso, la respuesta a tales preguntas no se hizo de rogar, y para fortuna del brujo la joven, entre golpe de cadera y golpe de cadera, se había trabajado un plan bastante bueno para escapar de allí, Y por si no era suficiente con aquello, Vinc pronto pudo observar como la elfa dirigía el carro hacia dónde se encontraba él, por lo cual además de lista, resultaba que era buena persona y no lo había dejado en la estacada.
- Pero qué cojones…-, articuló a medias el tipo que tenía una daga en el cuello del brujo, pues no pudo terminar la frase cuando el propio Vinc se revolvió y le devolvió el codazo que le había propinado antes.
Eso sí, en esta ocasión el codazo del mercenario había ido bien dirigido hacia la nariz del capullo que lo había desarmado, y con el golpe resonó el típico y característico sonido del hueso al romperse.
- Mi trabajo es mercenario, ya que te picaba tanto la curiosidad-, le contestó, agarrando con fuerza su cinturón de armas, aún en la mano de su rival que se iba desmayando por el golpe recibido. Sin embargo, antes de que el tipo cayera al suelo y soltara del todo el cinto le propinó un golpe de viento en el pecho que lo lanzó hacia atrás. - Brujo mercenario, ya que estamos de buenas en este día-, se burló.
No obstante, Vinc no se quedó demasiado tiempo jactándose de su mini victoria, ya que al poco de desplazar con magia a su enemigo, notó más movimiento entre las floresta, lo cual indicaba que había más de un problema en la zona. ¿Cuántos serían? Imposible de decir en esas circunstancias. Así pues, se ató con rapidez el cinto de las armas en su sitio sobre su cadera, y con un impulso de sus piernas, reforzado por su magia de aire, consiguió saltar a la parte trasera del carro que manejaba Eilydh y ya se había acercado lo suficiente.
- ¿Me echabas de menos? Porque yo a ti sí-, saludó y del mismo modo agradeció la ayuda a su compañera. - Parece que la cosa se ha puesto peliaguda, ¿qué demonios ha pasado ahí atrás? Aunque bueno-, comentó por último, rectificando por último, viendo como se acercaban más personas y comenzaban a avanzar hacia el carro. - Supongo que ya podrás decírmelo en cuánto nos larguemos de aquí-, dijo, finalmente, colocando su mano diestra sobre la empuñadura de la espada.
Desgraciadamente, aún con el carro en marcha, algo fue capaz de equiparar la velocidad del vehículo y saltar dentro de su parte trasera, tirando a Vincent al suelo de la parte de atrás del carro en el proceso, antes de que este pudiera desenvainar su espada.
- ¿En serio? ¿Toda esta mierda por una paga tan baja y unas putas botellas de sidra? - dijo, al tiempo que alcanzaba algo que tuviera a mano y se lo metía en la boca al lobo para que no le mordiera.
Quien decía lobo podría decir claramente hombre lobo transformado, pues el perrito de los cojones era bastante más grande que un lobo común, y quien decía cualquier cosa podía decir una botella de sidra. Así que, de esa guisa, el brujo mercenario se defendía, con una botella.
Su día de la vergüenza no mejoraba. No, se veía que no.
Siguiente complicación, mientras intentamos escapar un hombre lobo considera que somos super majos y quiere dar un par de tragos con nosotros.
Tan estúpida cómo rápida. Porque, francamente, ¿cuánto tiempo llevaba allí?
Acababa de alcanzar la zona, y mientras inspeccionaba el lugar ya lo habían atrapado, era algo impropio de un soldado con su experiencia. Algo que hacía que algo en su interior de retorciera de enfado y le hiciera maldecirse mentalmente.
Si su padre, su mentor o Einar lo viesen en ese momento…
¡Por los dioses! Solo de pensarlo se le caía la cara de vergüenza. Y no, no solo era por el motivo de ser atrapado, al fin y al cabo, estaba en amplia desventaja numérica y era relativamente fácil que alguien pudiera rodearle y tomarlo por la espalda. No, el verdadera razón es que se había confiado con Carper. La había tildado de una muchacha que empinaba demasiado el codo y quería terminar con aquello cuánto antes, y no había sopesado otras posibilidades, como la actual.
Si hubiera pensado un poco cuando lo había dejado en la estacada… Maldita sea, debería haber imaginado que era una trampa.
- Esto me lo quedaré yo, si no te importa-, se escuchó la voz del matón, al tiempo que desabrochaba la hebilla del cinturón de las armas del brujo. - Aunque me pica la curiosidad sobre cuál será tu oficio.
- Por casualidad no pensarás que ese oficio sea puto. Qué prisas por desnudarme. Y yo que pensaba que os gustaría más el cuerpo de la elfa como al resto de tus camaradas-, respondió mordaz, recibiendo a cambio un golpe en la nuca con el codo de su captor.
- Menos bromas insolentes-, respondió el matón, más aún sin mirar hacia detrás, Vinc captó la postura del hombre. Una postura claramente que se había inclinado un poco hacia la izquierda para mirar mejor el espectáculo de la elfa.
¡Y no era para menos! Esa mujer sabía lo que hacía y cómo moverse. Si duda sabía usar las caderas para embelesar a todo hombre o mujer que disfrutase de la “compañía” de otras damas.
El problema radicaba principalmente en que nuestro brujo no conocía a esa joven de toda la vida, más bien al contrario. Por ello no era de extrañar que varias preguntas le rondaran por el interior de su cabeza: ¿Era una estrategia de distracción? ¿Iba en serio con esos tipos? O incluso si fuera una forma de distraerlos para escapar, contaba con ayudarle o simplemente pondría pies en polvorosa, con lo cual su situación no cambiaría en demasía.
Era imposible de saber, pero dadas las circunstancias, al rubio no le quedaba otra que dejarse llevar y esperar lo mejor.
En cualquier caso, la respuesta a tales preguntas no se hizo de rogar, y para fortuna del brujo la joven, entre golpe de cadera y golpe de cadera, se había trabajado un plan bastante bueno para escapar de allí, Y por si no era suficiente con aquello, Vinc pronto pudo observar como la elfa dirigía el carro hacia dónde se encontraba él, por lo cual además de lista, resultaba que era buena persona y no lo había dejado en la estacada.
- Pero qué cojones…-, articuló a medias el tipo que tenía una daga en el cuello del brujo, pues no pudo terminar la frase cuando el propio Vinc se revolvió y le devolvió el codazo que le había propinado antes.
Eso sí, en esta ocasión el codazo del mercenario había ido bien dirigido hacia la nariz del capullo que lo había desarmado, y con el golpe resonó el típico y característico sonido del hueso al romperse.
- Mi trabajo es mercenario, ya que te picaba tanto la curiosidad-, le contestó, agarrando con fuerza su cinturón de armas, aún en la mano de su rival que se iba desmayando por el golpe recibido. Sin embargo, antes de que el tipo cayera al suelo y soltara del todo el cinto le propinó un golpe de viento en el pecho que lo lanzó hacia atrás. - Brujo mercenario, ya que estamos de buenas en este día-, se burló.
No obstante, Vinc no se quedó demasiado tiempo jactándose de su mini victoria, ya que al poco de desplazar con magia a su enemigo, notó más movimiento entre las floresta, lo cual indicaba que había más de un problema en la zona. ¿Cuántos serían? Imposible de decir en esas circunstancias. Así pues, se ató con rapidez el cinto de las armas en su sitio sobre su cadera, y con un impulso de sus piernas, reforzado por su magia de aire, consiguió saltar a la parte trasera del carro que manejaba Eilydh y ya se había acercado lo suficiente.
- ¿Me echabas de menos? Porque yo a ti sí-, saludó y del mismo modo agradeció la ayuda a su compañera. - Parece que la cosa se ha puesto peliaguda, ¿qué demonios ha pasado ahí atrás? Aunque bueno-, comentó por último, rectificando por último, viendo como se acercaban más personas y comenzaban a avanzar hacia el carro. - Supongo que ya podrás decírmelo en cuánto nos larguemos de aquí-, dijo, finalmente, colocando su mano diestra sobre la empuñadura de la espada.
Desgraciadamente, aún con el carro en marcha, algo fue capaz de equiparar la velocidad del vehículo y saltar dentro de su parte trasera, tirando a Vincent al suelo de la parte de atrás del carro en el proceso, antes de que este pudiera desenvainar su espada.
- ¿En serio? ¿Toda esta mierda por una paga tan baja y unas putas botellas de sidra? - dijo, al tiempo que alcanzaba algo que tuviera a mano y se lo metía en la boca al lobo para que no le mordiera.
Quien decía lobo podría decir claramente hombre lobo transformado, pues el perrito de los cojones era bastante más grande que un lobo común, y quien decía cualquier cosa podía decir una botella de sidra. Así que, de esa guisa, el brujo mercenario se defendía, con una botella.
Su día de la vergüenza no mejoraba. No, se veía que no.
Offrol
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Siguiente complicación, mientras intentamos escapar un hombre lobo considera que somos super majos y quiere dar un par de tragos con nosotros.
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
El saludo efusivo de Vincent la hizo reir. Estaba claro que el chico había encontrado beneficioso el cambiar la compañía de los lobos por la de la elfa. Eilydh le guiñó el ojo en señal de compenetración, pero se apresuró a tomar las riendas del carro. . Tuvo que hacerlo, no había otra opción disponible si querían salir de aquel claro del bosque y dar por fin con la endiablada casa de la abuelita.
Vincent por su parte estaba entretenido con uno de los hombre lobos al que no le apetecía quedarse rezagado. El hombre blandía su espada con gracia y el lobo tenía sus fauces ocupadas, así que Eilydh no tuvo la menor duda de que las habilidades de aquel.. brujo acabarían por derribarlo. Aún así, decidió ayudarlo un poco e instó a los animales a zarandear el carro.
-Si pierdes el equilibrio, agárrate a mi- dijo la chica, en tono burlón a Vincent, pues sabía que su conducción de vehiculos tirados por animales dejaba mucho que desear y temía que además de perder al lobo, también cayese su compañero.
Afortunadamente y con ayuda de algunas piedras del camino unidas a la espada de Vincent, el lobo fue rematado por una rama baja de un árbol y perdió el conocimiento mientras caía.
-Menos mal... - dijo Eilydh aminorando el paso a medida que dejaban atrás a sus enemigos y se volvían al camino- empezaba a pensar que iban a acompañarnos hasta el final del camino... Por cierto.... ¿Dónde vamos? - dijo, pasándole el mapa que había robado del bolsillo de Caper a Vincent- Espero que se te de bien interpretar mapas.. porque no creo que podamos bajarnos a preguntar.- añadió.
El camino frente a ellos era largo y tedioso, y el repiqueteo de las botellas de licor a medida que avanzaban hizo de pequeña melodía que cortaba el silencio mientras Vincent interpretaba el mapa. A Eilydh, después de la adrenalina vertida en los últimos minutos, aquello le sonaba a música celestial.
Vincent por su parte estaba entretenido con uno de los hombre lobos al que no le apetecía quedarse rezagado. El hombre blandía su espada con gracia y el lobo tenía sus fauces ocupadas, así que Eilydh no tuvo la menor duda de que las habilidades de aquel.. brujo acabarían por derribarlo. Aún así, decidió ayudarlo un poco e instó a los animales a zarandear el carro.
-Si pierdes el equilibrio, agárrate a mi- dijo la chica, en tono burlón a Vincent, pues sabía que su conducción de vehiculos tirados por animales dejaba mucho que desear y temía que además de perder al lobo, también cayese su compañero.
Afortunadamente y con ayuda de algunas piedras del camino unidas a la espada de Vincent, el lobo fue rematado por una rama baja de un árbol y perdió el conocimiento mientras caía.
-Menos mal... - dijo Eilydh aminorando el paso a medida que dejaban atrás a sus enemigos y se volvían al camino- empezaba a pensar que iban a acompañarnos hasta el final del camino... Por cierto.... ¿Dónde vamos? - dijo, pasándole el mapa que había robado del bolsillo de Caper a Vincent- Espero que se te de bien interpretar mapas.. porque no creo que podamos bajarnos a preguntar.- añadió.
El camino frente a ellos era largo y tedioso, y el repiqueteo de las botellas de licor a medida que avanzaban hizo de pequeña melodía que cortaba el silencio mientras Vincent interpretaba el mapa. A Eilydh, después de la adrenalina vertida en los últimos minutos, aquello le sonaba a música celestial.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
¿Por qué demonios los dioses le trataban así?
La verdad, hasta el propio brujo que se hacía esta pregunta sabía que la respuesta era él mismo. Él era el culpable de todo, de la vida que había escogido y que adoraba, pero que hacía que en muchas ocasiones tuviera que tomar trabajos sin conocer bien al contratista.
Vamos, que había elegido una vida un poco perra, y por esa razón ahora se encontraba con un maldito hombre lobo intentando convertirlo en su almuerzo. Si hubiera elegido ser panadero, pues joder, alguien que supiera luchar ya le habría dado matarile para robarle el pan, pero al menos, lo más probable, es que sería una muerte rápida y no a mordiscos cómo estaba a punto de suceder.
Por suerte, la factura de la botella de la destilería de la traicionera Carper era de calidad. Curioso, aunque quizás no tanto, los contrabandistas solían tener lo mejor de lo mejor. No podía ser de otro modo, así de competitivo era el mundo de los bajos fondos.
- El equilibrio está más que jodido en estos instantes-, contestó a su compañera elfa, recordando lo que le había sugerido antes de que el lobo hiciera aparición. Por favor, ¿Vincent perdiendo el humor por estar a punto de morir? No había llegado ese día aún, y con todo a lo que había sobrevivido y vivido, era de esperar que ese carácter tan suyo no cambiara. - Oye, perrito, no está bien apuntarse a fiestas ajenas. Este es nuestro alcohol, búscate tus propias botellas robadas-, mencionó, y aprovechando un bache del camino que hizo saltar al lobo y despegarse un poco de él, metió una de sus piernas bajo el vientre del “animal” y lo empujó para alejarlo más de sí.
Con ello, el brujo había conseguido ganar la suficiente distancia para desenvainar la espada de su cinturón, y sirviéndose de ese movimiento realizó un tajo horizontal para acabar con la mala bestia que lo acosaba. El hombre lobo, o quizás mujer, no había tenido tiempo de mirar sus partes íntimas con todo el ajetreo, saltó por encima del movimiento del acero para así evitar tanto el corte como las llamas de la espada de fuego de Vincent, y… digamos que acabó enramado.
- Eso, hijo de perra, por fin me haces caso y buscas tus propias manzanas. Esta sidra es nuestra-, se burló del lobo estampado contra el árbol y atorado entre sus ramas.
De todos modos, Vinc no se tranquilizó demasiado, y estuvo alerta un buen rato, por lo menos hasta el momento en el que pudo estar seguro de que nadie les seguía. Bueno, digamos que a corta distancia, porque eso de que no les seguían era un decir, estaba convencido que Carper y su tropa no les dejaría irse tan fácilmente.
- Menudo viajecito, casi echo de menos el día que me caí de una montaña. Literalmente-, le dijo a Eilydh, mientras envainaba su espada y tomaba asiento a su lado en los puestos de conductor. - Vaya, a ver que tenemos aquí-, comentó seguido, recogiendo el mapa que la niñata que había querido matarlos se había dejado por allí. - Que bien, debe ser un mapa antiguo que la chica usaba de verdad para llevar las cosas a casa de su abuela y que hoy ha usado para jugársela. Tiene marcado el lugar de “casa de la abuela” justo aquí-, dijo esta vez, colocando el plano delante de la elfa y posando su dedo justo al lado de la marca. - No está lejos, y, pues no sé tú, pero a mí me encantaría que alguien me pagase. Voto por ir hacia allí, es girando a la izquierda en la siguiente bifurcación y luego como unos cincuenta o setenta metros en adelante-, comentó mucho más animado con la idea de poder salir de allí con un buen número de aeros. Aquellos que prometía la ahora ya sabida falsa oferta de trabajo.
La verdad, hasta el propio brujo que se hacía esta pregunta sabía que la respuesta era él mismo. Él era el culpable de todo, de la vida que había escogido y que adoraba, pero que hacía que en muchas ocasiones tuviera que tomar trabajos sin conocer bien al contratista.
Vamos, que había elegido una vida un poco perra, y por esa razón ahora se encontraba con un maldito hombre lobo intentando convertirlo en su almuerzo. Si hubiera elegido ser panadero, pues joder, alguien que supiera luchar ya le habría dado matarile para robarle el pan, pero al menos, lo más probable, es que sería una muerte rápida y no a mordiscos cómo estaba a punto de suceder.
Por suerte, la factura de la botella de la destilería de la traicionera Carper era de calidad. Curioso, aunque quizás no tanto, los contrabandistas solían tener lo mejor de lo mejor. No podía ser de otro modo, así de competitivo era el mundo de los bajos fondos.
- El equilibrio está más que jodido en estos instantes-, contestó a su compañera elfa, recordando lo que le había sugerido antes de que el lobo hiciera aparición. Por favor, ¿Vincent perdiendo el humor por estar a punto de morir? No había llegado ese día aún, y con todo a lo que había sobrevivido y vivido, era de esperar que ese carácter tan suyo no cambiara. - Oye, perrito, no está bien apuntarse a fiestas ajenas. Este es nuestro alcohol, búscate tus propias botellas robadas-, mencionó, y aprovechando un bache del camino que hizo saltar al lobo y despegarse un poco de él, metió una de sus piernas bajo el vientre del “animal” y lo empujó para alejarlo más de sí.
Con ello, el brujo había conseguido ganar la suficiente distancia para desenvainar la espada de su cinturón, y sirviéndose de ese movimiento realizó un tajo horizontal para acabar con la mala bestia que lo acosaba. El hombre lobo, o quizás mujer, no había tenido tiempo de mirar sus partes íntimas con todo el ajetreo, saltó por encima del movimiento del acero para así evitar tanto el corte como las llamas de la espada de fuego de Vincent, y… digamos que acabó enramado.
- Eso, hijo de perra, por fin me haces caso y buscas tus propias manzanas. Esta sidra es nuestra-, se burló del lobo estampado contra el árbol y atorado entre sus ramas.
De todos modos, Vinc no se tranquilizó demasiado, y estuvo alerta un buen rato, por lo menos hasta el momento en el que pudo estar seguro de que nadie les seguía. Bueno, digamos que a corta distancia, porque eso de que no les seguían era un decir, estaba convencido que Carper y su tropa no les dejaría irse tan fácilmente.
- Menudo viajecito, casi echo de menos el día que me caí de una montaña. Literalmente-, le dijo a Eilydh, mientras envainaba su espada y tomaba asiento a su lado en los puestos de conductor. - Vaya, a ver que tenemos aquí-, comentó seguido, recogiendo el mapa que la niñata que había querido matarlos se había dejado por allí. - Que bien, debe ser un mapa antiguo que la chica usaba de verdad para llevar las cosas a casa de su abuela y que hoy ha usado para jugársela. Tiene marcado el lugar de “casa de la abuela” justo aquí-, dijo esta vez, colocando el plano delante de la elfa y posando su dedo justo al lado de la marca. - No está lejos, y, pues no sé tú, pero a mí me encantaría que alguien me pagase. Voto por ir hacia allí, es girando a la izquierda en la siguiente bifurcación y luego como unos cincuenta o setenta metros en adelante-, comentó mucho más animado con la idea de poder salir de allí con un buen número de aeros. Aquellos que prometía la ahora ya sabida falsa oferta de trabajo.
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Eilydh había contemplado las peripecias de su acompañante a medida que peleaba con el hombro lobo. Estaba claro que el chico tenía experiencia con la espada y en menos de 5 minutos se había deshecho de la carga extra y estaba sentado cerca de la chica, que rioó al imaginar a aquel caballero cayendo en picado de una montaña. Quizás lo había malinterpretado y si que tenía un humor satírico, pues no supo cómo imaginar que seguía vivo después de semejante caída.
SIguió las indicaciones de Vincent a medida que avanzaban por el frondoso bosque. La lluvia de los días anteriores había creado barro y charcos en el camino, y el calor de aquel día aumentaba la humedad a medida que se adentraban más y más creando un efecto invernadero bastante molesto. A Eilydh le pesaba su armadura y estaba un tanto molesta de cuánto les estaba tomando encontrar la casita de la abuela.
Se animó un poco al ver humo saliendo de un edificio al final del camino. Al principio un punto .tan solo en el horizonte y poco a poco más y más grande. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para visualizar la forma de aquel edificio Eilydh miró a Vincent confundida:
La casa tenía un color rojo chillón, y podía ver el trajín constante de un sitio bastante bullicioso. De hecho, cuanto más avanzaban más le quedaba claro a Eilydh que aquello no era lo que parecía y el sonido de música melosa salía de aquella cabaña.
-¿Estás seguro que hemos seguido bien las direcciones?- preguntó Eilydh mientras miraba el mapa que sostenía Vincent para cerciorarse que todo estaba en orden- Se de el miedo que tiene el género masculino a preguntar por indicaciones, pero creo que deberías haber hecho una excepción teniendo en cuenta todo lo que nos acaba de pasar con esos lo...- Eilydh se tuvo que comer sus palabras por un momento.
La situación acababa de demostrarle que de hecho, Vincent había seguido el mapa a la perfección justo cuando delante de sus narices y en la bulliciosa puerta llena de hombres borracho rezaba el letrero:
Lupanar: La abuelita.
-Vaya... vaya... - dijo la elfa con ojos como platos- No se cómo no nos vimos venir esto. Teniamos miles de señales en frente... ahora Caper me parece una buena chica. .- puso su mano en el hombro de Vincent como dándole un empujoncito amistoso en señal de sorpresa
SIguió las indicaciones de Vincent a medida que avanzaban por el frondoso bosque. La lluvia de los días anteriores había creado barro y charcos en el camino, y el calor de aquel día aumentaba la humedad a medida que se adentraban más y más creando un efecto invernadero bastante molesto. A Eilydh le pesaba su armadura y estaba un tanto molesta de cuánto les estaba tomando encontrar la casita de la abuela.
Se animó un poco al ver humo saliendo de un edificio al final del camino. Al principio un punto .tan solo en el horizonte y poco a poco más y más grande. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para visualizar la forma de aquel edificio Eilydh miró a Vincent confundida:
La casa tenía un color rojo chillón, y podía ver el trajín constante de un sitio bastante bullicioso. De hecho, cuanto más avanzaban más le quedaba claro a Eilydh que aquello no era lo que parecía y el sonido de música melosa salía de aquella cabaña.
-¿Estás seguro que hemos seguido bien las direcciones?- preguntó Eilydh mientras miraba el mapa que sostenía Vincent para cerciorarse que todo estaba en orden- Se de el miedo que tiene el género masculino a preguntar por indicaciones, pero creo que deberías haber hecho una excepción teniendo en cuenta todo lo que nos acaba de pasar con esos lo...- Eilydh se tuvo que comer sus palabras por un momento.
La situación acababa de demostrarle que de hecho, Vincent había seguido el mapa a la perfección justo cuando delante de sus narices y en la bulliciosa puerta llena de hombres borracho rezaba el letrero:
Lupanar: La abuelita.
-Vaya... vaya... - dijo la elfa con ojos como platos- No se cómo no nos vimos venir esto. Teniamos miles de señales en frente... ahora Caper me parece una buena chica. .- puso su mano en el hombro de Vincent como dándole un empujoncito amistoso en señal de sorpresa
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Dadas las circunstancias que se habían dado y cómo se las gastaba Carper Ucita y su familia, por lo poco que había escuchado sobre ella por boca de la susodicha jovencita, Vincent no creía poder sorprenderse con nada de lo que pudiera encontrarse al llegar a la casa de la abuelita.
No podría haber estado más errado.
De todas las cosas que podría haber imaginado o supuesto que fuera la vivienda de la abuela de Carper, un burdel fue lo único que no había barajado como una posibilidad.
Y ahí estaba él, con cara de imbécil mirando un cártel que no terminaba de creerse.
El negocio de la sidra era una cosa, el que intentaran matarle por esa razón tenía un pase, al fin y al cabo, eso de que intentaran matarlo pasaba más de lo que le gustaría reconocer, pero que la famosa abuela fuera una Madame… Eso sí que no se lo esperaba.
- Seguro. El mapa no podía ser más sencillo de leer-, respondió a Eilydh, aunque él estaba igual de sorprendido que la elfa. - Bueno, mucho me temo que este lupanar es el lugar indicado, hasta las ardillas nos lo confirmarían.
No. Con el nombre que tenía el local estaba bien claro que estaban en el lugar indicado. No había posibilidad de error. Salvo quizás, no salir por patas cómo ya había pensado en una docena de ocasiones, y meterse en aquel antro de mala muerte.
- A estas alturas supongo que tenemos que entrar y que sea lo que los dioses quieran-, comentó a su compañera. - ¡Y por esos mismos dioses! Nos merecemos que nos paguen el doble de lo que rezaba el cartel del contrato. Este trabajo empieza a alcanzar el grado de coñazo-, dijo, antes de ponerse en marcha y avanzar hacia la entrada.
Le llevó poco tiempo avanzar desde el lugar donde habían parado el carro a la entrada atestada de hombres. En realidad, la mayoría hombres ebrios. El estado de los tipos se notaba solo con verlos tambalearse y caminar a duras penas, más el pestazo de alcohol que llegó hasta su nariz nada más acercarse a ellos, dejaba aún más claro lo borrachos que iban.
Vincent se hizo hueco a la fuerza entre los hombres y manoseó la mano delante de su nariz para contrarrestar el tufo. Un olor, por otro lado, la mar de familiar. Sidra, claro, como no.
Así que todo se trataba de eso. De llevar un local de prostitutas y alcohol con el líquido obtenido de la fermentación de las manzanas. Así todo el negocio quedaba en casa de la abuela.
- Empiezo a entender por qué Carper quiso traicionar a su abuela. Me da la impresión que todo lo que pueda proporcionar un beneficio por estos lares está en manos de la famosa abuela-, le dijo a su compañera elfa, nada más entrar el lupanar. - Y bueno, no sé si la abuela sea peor que Carper, al menos esta no ha intentado matarnos. Por ahora-, terminó por decir, avanzando unos pasos hacia el interior.
En el exterior, el burdel era poco más que una gran casa destartalada, pero el interior era otro cantar. Era hermoso, de madera pulida de un color agradable a la vista, ni muy clara ni muy oscura, y las paredes estaban llenas de tapices de color negro y escarlata, fondo negro y bordes y blasón de un rojo intenso. En el suelo lucía una alfombra de un rojo menos intenso y más cálido a la vista, y hombres y mujeres se paseaban por la habitación. Por supuesto, las chicas mostraban sus encantos con descarada coquetería y lencería ligera acorde a la situación.
- Pues sí, aquí se mueve mucho dinero.
- Dinero y sobre todo placer, hombretón-, dijo una chica al escucharle, contoneando sus caderas a cada paso y acariciándole el mentón al brujo. - Oh, que ven mis ojos. Una elfa, no suele ser lo más común de ver por aquí, pero sabemos atender todas las necesidades y gustos-, siguió diciendo la mujer, avanzando hacia Eilydh y ahora acariciando el hombro de la elfa. - ¿Queréis una habitación para cada uno o jugar ambos conmigo? - terminó de decir, para después taparse los labios con un abanico y observándolos con mirada intensa y penetrante.
- La verdad, hoy prefiero el placer del tintineo metálico del oro y las monedas-, le dijo a la prostituta. - Aunque son negocios que debo hablar con la dueña de la casa, resulta que tengo un carro de su propiedad lleno de sidra y su queridísima nieta me envía a traérselo.
- Y dónde está mi queridísima nieta-, se escuchó una voz hablar desde lo alto.
Una mujer mayor, aunque no tanto como para que se pensara en ella como a una abuelita, los contemplaba desde lo alto del rellano de la escalera que subía hacia el segundo piso
- Me encantaría poder verla y darle un abrazo-, mencionó, con una sonrisa encantadora dibujada en el rostro.
Una de esas sonrisas que no sabías si eran sinceras o escondían un puñal tras ellas.
- No ha venido con nosotros, pero me atrevería decir que viene en camino-, respondió sin decir nada, pero al mismo tiempo diciéndolo todo entre líneas.
La mujer que rondaría los cincuenta años de edad asintió más serie y se giró para subir por las escaleras. Luego levantó la mano por encima del hombro y sin mirar hacia ellos y sin dejar de subir los escalones, les indicó por medio de un gesto de dos de sus dedos que subieran.
La prostituta que los había intentado engatusar para ganar unas monedas, y que seguía junto a brujo y elfa, también asintió y estiró el brazo con la palma hacia arriba en dirección hacia la escalera, reforzando las indicaciones de que debían subir.
- Pues parece que los negocios se cerrarán en un lugar más privado-, comentó, adelantándose y avanzando hacia la escalera.
No podría haber estado más errado.
De todas las cosas que podría haber imaginado o supuesto que fuera la vivienda de la abuela de Carper, un burdel fue lo único que no había barajado como una posibilidad.
Y ahí estaba él, con cara de imbécil mirando un cártel que no terminaba de creerse.
El negocio de la sidra era una cosa, el que intentaran matarle por esa razón tenía un pase, al fin y al cabo, eso de que intentaran matarlo pasaba más de lo que le gustaría reconocer, pero que la famosa abuela fuera una Madame… Eso sí que no se lo esperaba.
- Seguro. El mapa no podía ser más sencillo de leer-, respondió a Eilydh, aunque él estaba igual de sorprendido que la elfa. - Bueno, mucho me temo que este lupanar es el lugar indicado, hasta las ardillas nos lo confirmarían.
No. Con el nombre que tenía el local estaba bien claro que estaban en el lugar indicado. No había posibilidad de error. Salvo quizás, no salir por patas cómo ya había pensado en una docena de ocasiones, y meterse en aquel antro de mala muerte.
- A estas alturas supongo que tenemos que entrar y que sea lo que los dioses quieran-, comentó a su compañera. - ¡Y por esos mismos dioses! Nos merecemos que nos paguen el doble de lo que rezaba el cartel del contrato. Este trabajo empieza a alcanzar el grado de coñazo-, dijo, antes de ponerse en marcha y avanzar hacia la entrada.
Le llevó poco tiempo avanzar desde el lugar donde habían parado el carro a la entrada atestada de hombres. En realidad, la mayoría hombres ebrios. El estado de los tipos se notaba solo con verlos tambalearse y caminar a duras penas, más el pestazo de alcohol que llegó hasta su nariz nada más acercarse a ellos, dejaba aún más claro lo borrachos que iban.
Vincent se hizo hueco a la fuerza entre los hombres y manoseó la mano delante de su nariz para contrarrestar el tufo. Un olor, por otro lado, la mar de familiar. Sidra, claro, como no.
Así que todo se trataba de eso. De llevar un local de prostitutas y alcohol con el líquido obtenido de la fermentación de las manzanas. Así todo el negocio quedaba en casa de la abuela.
- Empiezo a entender por qué Carper quiso traicionar a su abuela. Me da la impresión que todo lo que pueda proporcionar un beneficio por estos lares está en manos de la famosa abuela-, le dijo a su compañera elfa, nada más entrar el lupanar. - Y bueno, no sé si la abuela sea peor que Carper, al menos esta no ha intentado matarnos. Por ahora-, terminó por decir, avanzando unos pasos hacia el interior.
En el exterior, el burdel era poco más que una gran casa destartalada, pero el interior era otro cantar. Era hermoso, de madera pulida de un color agradable a la vista, ni muy clara ni muy oscura, y las paredes estaban llenas de tapices de color negro y escarlata, fondo negro y bordes y blasón de un rojo intenso. En el suelo lucía una alfombra de un rojo menos intenso y más cálido a la vista, y hombres y mujeres se paseaban por la habitación. Por supuesto, las chicas mostraban sus encantos con descarada coquetería y lencería ligera acorde a la situación.
- Pues sí, aquí se mueve mucho dinero.
- Dinero y sobre todo placer, hombretón-, dijo una chica al escucharle, contoneando sus caderas a cada paso y acariciándole el mentón al brujo. - Oh, que ven mis ojos. Una elfa, no suele ser lo más común de ver por aquí, pero sabemos atender todas las necesidades y gustos-, siguió diciendo la mujer, avanzando hacia Eilydh y ahora acariciando el hombro de la elfa. - ¿Queréis una habitación para cada uno o jugar ambos conmigo? - terminó de decir, para después taparse los labios con un abanico y observándolos con mirada intensa y penetrante.
- La verdad, hoy prefiero el placer del tintineo metálico del oro y las monedas-, le dijo a la prostituta. - Aunque son negocios que debo hablar con la dueña de la casa, resulta que tengo un carro de su propiedad lleno de sidra y su queridísima nieta me envía a traérselo.
- Y dónde está mi queridísima nieta-, se escuchó una voz hablar desde lo alto.
Una mujer mayor, aunque no tanto como para que se pensara en ella como a una abuelita, los contemplaba desde lo alto del rellano de la escalera que subía hacia el segundo piso
- Me encantaría poder verla y darle un abrazo-, mencionó, con una sonrisa encantadora dibujada en el rostro.
Una de esas sonrisas que no sabías si eran sinceras o escondían un puñal tras ellas.
- No ha venido con nosotros, pero me atrevería decir que viene en camino-, respondió sin decir nada, pero al mismo tiempo diciéndolo todo entre líneas.
La mujer que rondaría los cincuenta años de edad asintió más serie y se giró para subir por las escaleras. Luego levantó la mano por encima del hombro y sin mirar hacia ellos y sin dejar de subir los escalones, les indicó por medio de un gesto de dos de sus dedos que subieran.
La prostituta que los había intentado engatusar para ganar unas monedas, y que seguía junto a brujo y elfa, también asintió y estiró el brazo con la palma hacia arriba en dirección hacia la escalera, reforzando las indicaciones de que debían subir.
- Pues parece que los negocios se cerrarán en un lugar más privado-, comentó, adelantándose y avanzando hacia la escalera.
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Al brujo se le daba bien hablar. Aquello no hacía falta que lo jurase, pues Eilydh lo había visto intercambiar palabras con una de las prostitutas de manera ingeniosa. Pero también había visto la mirada de la chica a ambos, entre curiosa y cautelosa. Eilydh no pasó su gesto por una casualidad. Como tampoco el hecho de que la mujer atrayése con sus palabras a la dueña de la casa. Estaba segura que aquella prostituta no era más que una guardia encubierta.
Vigiló sus pasos a medida que avanzaba junto a Vincent. Lo que había dicho aquella mujer no era falso. Eilydh sentía como los ojos de los clientes de aquel lupanar la comían con la mirada, o era algo extraño, por supuesto, sus orejas siempre traían riesgo anexo al salir de Sandorai, y ella era conocedora de los tejemanejes que se llevaban a cabo en un lugar así, sobre todo porque había pasado buena parte del último año en ciudad lagarto, aún así, aquello no era ciudad lagarto, y Eilydh no pudo olvidar que estaban en terreno extraño, apresuró sus pasos para pegarse mas a Vincent mientras ascendían por las escaleras.
A mitad de las escaleras Eilydh cayó en algo que había estado molestando su cabeza pero de lo que no había podido poner en pie hasta ahora.
-Señora- dijo finalmente hablándole a la abuela de Caper- Espero que no tome esto por una desfachatez, pero temo por la mercancía que hemos dejado fuera. Como le contaremos en unos minutos, ha sido un camino algo complicado, y no creo que sea buena idea abandonar lo que ha pedido que le entreguemos... no sin al menos revisarlo antes- dijo Eilydh parándose en seco.
-Muy bien, señorita... hagamos pues lo que dices. Estoy segura de que mi ayudante Leña Dora no tendrá problema en hacer el conteo de bienes mientras acordamos cuánto voy a pagaros por vuestros servicios- La mujer miró a la prostituta que les había recibido y avanzó con Vincent.
-Estoy segura que mi compañero acordará una cifra honorable y justa para mi- dijo mientras miraba a Vincent de manera significativa y se giraba siguiendo a la prostituta que ya había salido del local apresurada- Será difícil para Leña mover la mercancía sola... si me disculpan voy a ayudarla-
Eilydh salió del local tan rápido como sus pies le permitieron, tranquilizada por el hecho de que al menos fuera estaría al resguardo de las miradas curiosas y podría esperar a Vincent mientras se aseguraba de que Leña hacía un recuento justo.
Pero aquello no fue exactamente como lo había planeado... por supuesto.
Nada más poner el pie fuera del local se dio de bruces con la realidad de que el carro no se encontraba donde lo habían dejado. La elfa buscó alrededor de la zona para cerciorarse de que no lo habían puesto a buen recaudo y es cuando oyó una voz familiar entre árboles cercanos que la obligó a seguir su procedencia escondida entre matorrales.
-.... Esque no se te puede hacer un encargo simple, niña... menos mal que ya estoy yo para hacer las cosas bien. Asegúrate de que esta sidra llega a los lobos como acordamos.No esperes el porcentaje acordado, por supuesto... yo he tenido que hacer el trabajo sucio de deshacerme de la mercancía y ahora tendré que poner cara de loca ante tu abuela para hacerla creer que la elfa y el brujo han robado la sidra...¿¡crees que eso me va a ser fácil, niña borracha!?.. jamás debí involucrarte en nuestros negocios.... CASI LO ARRUINAS TODO... TOOODO... menos mal que estoy yo para salvar el día- la prostituta se sacó un pergamino del escote y escribió algo en el- Asegúrate que esto llega al mandamás lobo. Debemos darle seguridad de que esto no volverá a pasar... sino vete olvidando de nuestros beneficios. VETE vete ya, Caper...- Leña se giró mientras Caper se subía al carro con la mercancía.
Fue entonces cuando Eilydh salió de su escondite poniendose en medio de la trayectoria de Caper y el carro y Leña.
-¿Jugado a ser espía doble...? ya veo Leña... imagino que deberás ser muy mala prostituta para tener que también robarle a tu jefa.... y peor persona para intentar culparnos a los que justo íbamos a salvar tu pellejo -dijo la chica, mientras se subía al carro de Caper a pesar del forcejeo de la niña.
-Jodida elfa... ¿Es que no podías quedarte en Sandorai criando hijos de orejas puntiagudas?- dijo Caper.
-Para tu desgracia... nunca me ha gustado asentarme en la rutina... prefiero la vida llena de aventuras con estúpidas como tu, que roban a la boca que las alimenta- dijo la elfa mientras empujaba a Caper a un lado para desviar la trayectoria del carro.- Sinceramente me da igual que te eches mierda encima... pero no me gusta trabajar de gratis... ¿Sabes?-
Leña dora había dado la voz de alarma y algunas sombras aparecieron en el bosque... sin duda los lobos no habían estado muy lejos.
Vigiló sus pasos a medida que avanzaba junto a Vincent. Lo que había dicho aquella mujer no era falso. Eilydh sentía como los ojos de los clientes de aquel lupanar la comían con la mirada, o era algo extraño, por supuesto, sus orejas siempre traían riesgo anexo al salir de Sandorai, y ella era conocedora de los tejemanejes que se llevaban a cabo en un lugar así, sobre todo porque había pasado buena parte del último año en ciudad lagarto, aún así, aquello no era ciudad lagarto, y Eilydh no pudo olvidar que estaban en terreno extraño, apresuró sus pasos para pegarse mas a Vincent mientras ascendían por las escaleras.
A mitad de las escaleras Eilydh cayó en algo que había estado molestando su cabeza pero de lo que no había podido poner en pie hasta ahora.
-Señora- dijo finalmente hablándole a la abuela de Caper- Espero que no tome esto por una desfachatez, pero temo por la mercancía que hemos dejado fuera. Como le contaremos en unos minutos, ha sido un camino algo complicado, y no creo que sea buena idea abandonar lo que ha pedido que le entreguemos... no sin al menos revisarlo antes- dijo Eilydh parándose en seco.
-Muy bien, señorita... hagamos pues lo que dices. Estoy segura de que mi ayudante Leña Dora no tendrá problema en hacer el conteo de bienes mientras acordamos cuánto voy a pagaros por vuestros servicios- La mujer miró a la prostituta que les había recibido y avanzó con Vincent.
-Estoy segura que mi compañero acordará una cifra honorable y justa para mi- dijo mientras miraba a Vincent de manera significativa y se giraba siguiendo a la prostituta que ya había salido del local apresurada- Será difícil para Leña mover la mercancía sola... si me disculpan voy a ayudarla-
Eilydh salió del local tan rápido como sus pies le permitieron, tranquilizada por el hecho de que al menos fuera estaría al resguardo de las miradas curiosas y podría esperar a Vincent mientras se aseguraba de que Leña hacía un recuento justo.
Pero aquello no fue exactamente como lo había planeado... por supuesto.
Nada más poner el pie fuera del local se dio de bruces con la realidad de que el carro no se encontraba donde lo habían dejado. La elfa buscó alrededor de la zona para cerciorarse de que no lo habían puesto a buen recaudo y es cuando oyó una voz familiar entre árboles cercanos que la obligó a seguir su procedencia escondida entre matorrales.
-.... Esque no se te puede hacer un encargo simple, niña... menos mal que ya estoy yo para hacer las cosas bien. Asegúrate de que esta sidra llega a los lobos como acordamos.No esperes el porcentaje acordado, por supuesto... yo he tenido que hacer el trabajo sucio de deshacerme de la mercancía y ahora tendré que poner cara de loca ante tu abuela para hacerla creer que la elfa y el brujo han robado la sidra...¿¡crees que eso me va a ser fácil, niña borracha!?.. jamás debí involucrarte en nuestros negocios.... CASI LO ARRUINAS TODO... TOOODO... menos mal que estoy yo para salvar el día- la prostituta se sacó un pergamino del escote y escribió algo en el- Asegúrate que esto llega al mandamás lobo. Debemos darle seguridad de que esto no volverá a pasar... sino vete olvidando de nuestros beneficios. VETE vete ya, Caper...- Leña se giró mientras Caper se subía al carro con la mercancía.
Fue entonces cuando Eilydh salió de su escondite poniendose en medio de la trayectoria de Caper y el carro y Leña.
-¿Jugado a ser espía doble...? ya veo Leña... imagino que deberás ser muy mala prostituta para tener que también robarle a tu jefa.... y peor persona para intentar culparnos a los que justo íbamos a salvar tu pellejo -dijo la chica, mientras se subía al carro de Caper a pesar del forcejeo de la niña.
-Jodida elfa... ¿Es que no podías quedarte en Sandorai criando hijos de orejas puntiagudas?- dijo Caper.
-Para tu desgracia... nunca me ha gustado asentarme en la rutina... prefiero la vida llena de aventuras con estúpidas como tu, que roban a la boca que las alimenta- dijo la elfa mientras empujaba a Caper a un lado para desviar la trayectoria del carro.- Sinceramente me da igual que te eches mierda encima... pero no me gusta trabajar de gratis... ¿Sabes?-
Leña dora había dado la voz de alarma y algunas sombras aparecieron en el bosque... sin duda los lobos no habían estado muy lejos.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Vincent no era un hombre que visitara lupanares para colmar sus placeres más íntimos y personales, más sí que había visitado más de uno con el fin de recabar información, buscar a alguien y un largo etcétera de situaciones relacionadas con la parte de su trabajo menos combativa.
Por esa razón, el mercenario no podía estar menos perplejo con el lugar al que el destino le acabara llevando.
Ese lupanar era de todo menos simple. No era un burdel cualquiera en una carretera embarrada de cualquier parte de aquel ancho mundo. No, era un edificio con aspecto deplorable por fuera, como la lógica haría esperable un lupanar de aquella zona de pueblos y granjeros, más por dentro estaba colmado en detalles, estilo y colores perfectamente conjugados, como otra vez la lógica haría entrever, aunque en esta ocasión no haría esperable que fuese un burdel de campesinos, sino todo lo contrario.
En aquel sitio ni siquiera faltaban las prostitutas con exquisita lencería y corteses modales, nada de trapitos de pobre marginada por la sociedad aderezados con falta de educación en sociedad. A aquel local solo le faltaba un poco de riqueza en sus maderas y telas, para que un particular mercenario pensara que se había equivocado tanto leyendo el mapa, que se había perdido hasta tal punto que había regresado a su natal Beltrexus. El lupanar de la Abuelita evocaba lugares mucho más lejanos, hombres y mujeres al servicio de tanto clientes como clientas, lujuria entremezclada en el placer de sus cuerpos, sábanas de seda y, oh, por supuesto, los entresijos de la compleja política de los brujos.
Ese simple recuerdo de los lupanares de su tierra hacía que a Vincent se le erizara la piel y se le tensara cada uno de sus músculos. Se sentía como un gato desamparado en calle de lobos, como cuando era un chico ingenuo en una ciudad llena de peligros.
- Bien, yo ultimaré los detalles de nuestros honorarios por salvar la carga y traerla-, contestó a Eilydh.
Al brujo no le parecía buena idea separarse después de todo lo que había pasado, menos aún cuando sentía y sabía que estaba dentro de una ratonera a punto de saltar, más hacerlo era lo mejor. Por las mismas razones, por la emboscada de Carper y compañía, no era buena idea dejar el carro sin vigilancia, así que no quedaba más remedio que separarse y salir rápidamente de allí.
- ¿Salvar la carga? - dijo la regente del local, entrando a un cuarto que el brujo mercenario no tardó en comprobar que se trataba de la oficina personal de la señora, en cuánto la siguió al interior.
No faltaría decir que otras “prostitutas” velaron la seguridad del cuarto y se colocaron en la entrada en cuánto brujo y abuelita se internaron a este. En realidad, Vinc, en ningún momento había dejado de tener la sensación de que ojos le miraban según avanzaba por el pasillo tras la estela de la dueña del local. Ahora, por supuesto, no iba a ser distinto.
- Pues lo cierto es que la situación se complicó. No sé qué tipo de relación tiene con su nieta, pero ha dado problemas para traer la mercancía-, le comentó a la dama, que no pareció inmutarse ni un ápice con lo dicho por el brujo.
“Curioso”, fue el inevitable pensamiento de Vinc, antes de proseguir con sus explicaciones.
- Ha intentado quedarse con la carga, junto a la ayuda de unos hombres, que diría que son hombres lobos porque al menos uno de ellos nos atacó con esa forma-, terminó por explicarle. - La verdad, eso no me importa, no es asunto mío y luchar es casi el pan de cada día en mi oficio, así que tanto la mujer que me acompaña como yo, nos conformamos con lo que estipulaba el contrato original de transporte-, dijo finalmente, sacando el contrato doblado que había tomado en el tablón del pueblo y dejándolo sobre la mesa.
La dama, que bien parecía de mármol, no dijo nada por un momento, solo se quedó donde estaba, mirando hacia afuera por la ventana, desde el refugio de la sombra de las cortinas.
- La mujer. Te refieres a la elfa que va contigo.
Vincent asintió.
- Por cierto, vuestro local es exquisito, aunque no puedo evitar pensar en el nombre. La abuelita no parece un nombre típico y vos…
- ¿No parezco una abuelita? - preguntó la mujer, marcando su primera sonrisa en los labios desde que entraran en la habitación. - Me lo dicen mucho, Pero Carper es mi nieta, así que sí, soy una abuelita. Tuve a su padre muy joven, aunque digamos que tengo más edad de la que aparento y me conservo bien.
Luego, la señora, después de hablar y de unos instantes más mirando fijamente hacia el exterior, se apartó, se acercó a la mesa y tomó el papel antes de ojearlo.
- Que barato me saldríais-, respondió la mujer, sin perder la sonrisa. - Por tal hazaña os daría el doble a cada uno.
Eso sorprendió al brujo, que no tardó en torcer el gesto al escuchar las siguientes palabras de la dama.
- Os daría gustosamente el doble, en serio, Si de verdad estuviera el carro ahí fuera, tal como me decís-, matizó la mujer, antes de acerar su voz. - Me tomáis por una idiota a la que se puede robar con mentiras tan burdas.
- No entiendo. No la estoy estafando, sería bien idiota decir que estaba ahí el carro, cuando no lo estaba-, intentó excusarse.
“¿De verdad no estaba el carro, o bien era a él a quien estaban estafando?”
No podría comprobarlo con sus propios ojos, pues con las últimas palabras de la señora las mujeres que eran más guardias que prostitutas, por así decirlo, se adentraron en el cuarto poco a poco, pero de modo que lo acorralaban y le obstruían la salida.
El mercenario tomó con telekinesis el tintero de plata de la mesa de la dama y lo lanzó con fuerza contra la ventana para romper sus cristales, antes de salir corriendo y abalanzarse por ella. No pensaba ser la rata muerta de aquella ratonera, y sin saber si estaba de verdad el carro donde lo habían dejado, no podía estar seguro de que no quisieran matarlo para ahorrarse unos aeros.
- Que mal está el gremio de comerciantes. Ya nadie paga como los dioses mandan-, masculló Vinc, aún dolorido por el golpazo contra el tejado de madera de una zona de una planta, sin segundo piso, del lupanar.
Duró unos instantes sobre el tejado. El tiempo justo para darse cuenta de que no le habían mentido, el carro no estaba donde debería, escuchar gritos clamando venganza y su persecución y comprobar que ese lupanar solo era como uno de Beltresux en su decoración interior, porque la madera desvencijada del techo cedió bajo su peso tras el impacto de la caída desde la ventana de la oficina de la abuelita…
Otro golpazo se venía, y el brujo apretó los dientes para mitigar el dolor del golpe, más este no dolió tanto como el primero. Curiosamente, hasta se sintió blando.
Pronto se dio cuenta el brujo que había caído sobre una cama, y menos aún tardó en darse cuenta que no estaba solo. Los primeros gritos de las personas desnudas era más que suficiente para darse cuenta de ello, y si bien, un hombre y una dama salieron corriendo de la habitación, otras dos chicas cambiaron sus iniciales gritos de sorpresa por expresiones de reproche. Expresiones de reproche que no tardaron en tornarse en miradas de odio cuando el trajín y órdenes de la abuelita llegaron hasta allí por medio de otras dos prostitutas. Aunque estas sí que se habían sorprendido antes de ponerse en postura defensa.
Para Vinc era fácil imaginar que las chicas se habían sorprendido al verle allí, cuando instantes antes escapaba por el tejado… Más de lo que no pudo estar seguro es de por qué no le atacaban, cuando eran cuatro contra uno. Qué temían, ¿a él? No lo creía. ¿A la cama?
Fue entonces cuando el mercenario reparó en qué preocupaba a las chicas y miró al cielo, hacia el agujero del techo. Luego al bajar la mirada, ya sabiendo lo que pasaba, bien pareció que a las “jóvenes” les dio igual aparentar ser otra cosa y enseñaron sus colmillos.
- Ah vaya. Tengo más edad de la que aparento y me conservo bien-, recordó las palabras de la abuelita. - Ahora lo entiendo todo.
De todos modos, si Carper era de verdad nieta de la dueña del local, esta no debía ser vampira desde hacía mucho tiempo. No obstante, eso ahora no importaba. En esos instantes a Vinc solo le interesaba escapar de allí, pues si bien por ahora no podían alcanzarle, la luz se iría en algún momento. Eso sin contar que los vampiros solían tener ayudantes de otras razas. Debía salir o estaba bien jodido. Y no como solían joder a la gente en un lupanar, ya que estábamos en uno, no estaba de más mencionarlo.
- Estás atrapado-, prácticamente siseó una de las vampiras, cerrándole el paso hacia la puerta de salida.
Esa parte no estaba iluminada con luz solar, eso sería un problema… Uno para alguien que no fuera un brujo de su condición.
- Chicas, sois tan guapas que encendéis la llama de mi corazón. Pero soy hombre felizmente enamorado de otra mujer, así que si no os importa.
Vincent dejó la frase en el aire, tomó un candelabro encendido que había sobre la mesilla de noche y, nada más bajarse de la cama, con su magia hizo que la llamarada se ampliara y le rodeara por completo antes de correr hacia la entrada. Las vampiras no pudieron hacer nada contra un hombre envuelto en llamas y solo pudieron dejarle pasar entre gritos de rabia y demás maldiciones.
Al rubio poco le importó, digamos que no era sensible ante los insultos cuando su vida pendía de un hilo, así que se centró en su vida y supervivencia. Seguramente más de un cliente quedó con ojos como platos cuando contempló un brujo corriendo rodeado de llamas hacia la salida del lupanar.
En cualquier caso, Vinc dejó de hacer su magia de fuego en cuánto llegó a la entrada del local, pues desde allí el sol le protegería de las vampiras. No así de sus sirvientes, más ya solo tenía que salir corriendo y huir. O quizás no...
El brujo mercenario, nada más salir del local pudo contemplar el carro. ¡El chinchoso y maldito carro de sidra! Después de todo no había ido a parar muy lejos y apreció una cara conocida interrumpiendo el paso de este justo delante.
- Eilydh, tengo un candelabro de plata. Podemos repartírnoslo e ir a medias-, fue la respuesta que expuso como saludo, aún sosteniendo el candelabro con la vela aún encendida. - Digamos, que la política de los vampiros es la única más problemática que la bruja y más vale un candelabro que nada. Pero oye, hay que ser positivos, o eso se suele decir.
- ¡Tú otra vez! - gritó Carper, bastante fastidiada.
- Sí, yo otra vez. Y no te vas a llevar ese carro a ninguna parte. Es nuestro salvoconducto para arreglar los problemas con tu abuela y cobrar.
- Ja, te fastidias. No haber entrado en ese nido de víboras-, le respondió. - Ahora ya sabes por qué prefiero tener tratos con otros, que además pagan mejor.
-Todo muy interesante y muy bonito, casi consigues hacerme llorar. Pero de igual modo sigues fastidiándonos y dándonos problemas. Eso sin contar que mentiste con el contrato solo querías dos fiambres a los que culpar de la pérdida de la carga-, le dijo. - Por lo que no me importa mucho lo que tengas que decir al respecto.
- ¿Y lo que yo tenga que decir? - se escuchó preguntar a una voz masculina desde el bosque.
Un hombre que no tardó en mostrarse, al tiempo que comenzaba a transformarse en hombre lobo.
- Caper Ucita y el lobo, menudo cuento de hadas-, comentó Vinc, soltando el candelabro y llevando la mano diestra a la empuñadura de su espada. - Es mejor que lo olvidéis y os larguéis. Pero si tiene que ser por las malas, será por las malas.
Más complicaciones. Eilydh nos regresa a la querida no tan querida Carper, a la que posteriormente se le une ese lobo (o lobos según quiera la cliente elfa (?) que desea de una vez la sidra prometida por Carper. Y todo esto, no sin antes vivir un: la abuela se cabrea, ea ea ea.
Por esa razón, el mercenario no podía estar menos perplejo con el lugar al que el destino le acabara llevando.
Ese lupanar era de todo menos simple. No era un burdel cualquiera en una carretera embarrada de cualquier parte de aquel ancho mundo. No, era un edificio con aspecto deplorable por fuera, como la lógica haría esperable un lupanar de aquella zona de pueblos y granjeros, más por dentro estaba colmado en detalles, estilo y colores perfectamente conjugados, como otra vez la lógica haría entrever, aunque en esta ocasión no haría esperable que fuese un burdel de campesinos, sino todo lo contrario.
En aquel sitio ni siquiera faltaban las prostitutas con exquisita lencería y corteses modales, nada de trapitos de pobre marginada por la sociedad aderezados con falta de educación en sociedad. A aquel local solo le faltaba un poco de riqueza en sus maderas y telas, para que un particular mercenario pensara que se había equivocado tanto leyendo el mapa, que se había perdido hasta tal punto que había regresado a su natal Beltrexus. El lupanar de la Abuelita evocaba lugares mucho más lejanos, hombres y mujeres al servicio de tanto clientes como clientas, lujuria entremezclada en el placer de sus cuerpos, sábanas de seda y, oh, por supuesto, los entresijos de la compleja política de los brujos.
Ese simple recuerdo de los lupanares de su tierra hacía que a Vincent se le erizara la piel y se le tensara cada uno de sus músculos. Se sentía como un gato desamparado en calle de lobos, como cuando era un chico ingenuo en una ciudad llena de peligros.
- Bien, yo ultimaré los detalles de nuestros honorarios por salvar la carga y traerla-, contestó a Eilydh.
Al brujo no le parecía buena idea separarse después de todo lo que había pasado, menos aún cuando sentía y sabía que estaba dentro de una ratonera a punto de saltar, más hacerlo era lo mejor. Por las mismas razones, por la emboscada de Carper y compañía, no era buena idea dejar el carro sin vigilancia, así que no quedaba más remedio que separarse y salir rápidamente de allí.
- ¿Salvar la carga? - dijo la regente del local, entrando a un cuarto que el brujo mercenario no tardó en comprobar que se trataba de la oficina personal de la señora, en cuánto la siguió al interior.
No faltaría decir que otras “prostitutas” velaron la seguridad del cuarto y se colocaron en la entrada en cuánto brujo y abuelita se internaron a este. En realidad, Vinc, en ningún momento había dejado de tener la sensación de que ojos le miraban según avanzaba por el pasillo tras la estela de la dueña del local. Ahora, por supuesto, no iba a ser distinto.
- Pues lo cierto es que la situación se complicó. No sé qué tipo de relación tiene con su nieta, pero ha dado problemas para traer la mercancía-, le comentó a la dama, que no pareció inmutarse ni un ápice con lo dicho por el brujo.
“Curioso”, fue el inevitable pensamiento de Vinc, antes de proseguir con sus explicaciones.
- Ha intentado quedarse con la carga, junto a la ayuda de unos hombres, que diría que son hombres lobos porque al menos uno de ellos nos atacó con esa forma-, terminó por explicarle. - La verdad, eso no me importa, no es asunto mío y luchar es casi el pan de cada día en mi oficio, así que tanto la mujer que me acompaña como yo, nos conformamos con lo que estipulaba el contrato original de transporte-, dijo finalmente, sacando el contrato doblado que había tomado en el tablón del pueblo y dejándolo sobre la mesa.
La dama, que bien parecía de mármol, no dijo nada por un momento, solo se quedó donde estaba, mirando hacia afuera por la ventana, desde el refugio de la sombra de las cortinas.
- La mujer. Te refieres a la elfa que va contigo.
Vincent asintió.
- Por cierto, vuestro local es exquisito, aunque no puedo evitar pensar en el nombre. La abuelita no parece un nombre típico y vos…
- ¿No parezco una abuelita? - preguntó la mujer, marcando su primera sonrisa en los labios desde que entraran en la habitación. - Me lo dicen mucho, Pero Carper es mi nieta, así que sí, soy una abuelita. Tuve a su padre muy joven, aunque digamos que tengo más edad de la que aparento y me conservo bien.
Luego, la señora, después de hablar y de unos instantes más mirando fijamente hacia el exterior, se apartó, se acercó a la mesa y tomó el papel antes de ojearlo.
- Que barato me saldríais-, respondió la mujer, sin perder la sonrisa. - Por tal hazaña os daría el doble a cada uno.
Eso sorprendió al brujo, que no tardó en torcer el gesto al escuchar las siguientes palabras de la dama.
- Os daría gustosamente el doble, en serio, Si de verdad estuviera el carro ahí fuera, tal como me decís-, matizó la mujer, antes de acerar su voz. - Me tomáis por una idiota a la que se puede robar con mentiras tan burdas.
- No entiendo. No la estoy estafando, sería bien idiota decir que estaba ahí el carro, cuando no lo estaba-, intentó excusarse.
“¿De verdad no estaba el carro, o bien era a él a quien estaban estafando?”
No podría comprobarlo con sus propios ojos, pues con las últimas palabras de la señora las mujeres que eran más guardias que prostitutas, por así decirlo, se adentraron en el cuarto poco a poco, pero de modo que lo acorralaban y le obstruían la salida.
El mercenario tomó con telekinesis el tintero de plata de la mesa de la dama y lo lanzó con fuerza contra la ventana para romper sus cristales, antes de salir corriendo y abalanzarse por ella. No pensaba ser la rata muerta de aquella ratonera, y sin saber si estaba de verdad el carro donde lo habían dejado, no podía estar seguro de que no quisieran matarlo para ahorrarse unos aeros.
- Que mal está el gremio de comerciantes. Ya nadie paga como los dioses mandan-, masculló Vinc, aún dolorido por el golpazo contra el tejado de madera de una zona de una planta, sin segundo piso, del lupanar.
Duró unos instantes sobre el tejado. El tiempo justo para darse cuenta de que no le habían mentido, el carro no estaba donde debería, escuchar gritos clamando venganza y su persecución y comprobar que ese lupanar solo era como uno de Beltresux en su decoración interior, porque la madera desvencijada del techo cedió bajo su peso tras el impacto de la caída desde la ventana de la oficina de la abuelita…
Otro golpazo se venía, y el brujo apretó los dientes para mitigar el dolor del golpe, más este no dolió tanto como el primero. Curiosamente, hasta se sintió blando.
Pronto se dio cuenta el brujo que había caído sobre una cama, y menos aún tardó en darse cuenta que no estaba solo. Los primeros gritos de las personas desnudas era más que suficiente para darse cuenta de ello, y si bien, un hombre y una dama salieron corriendo de la habitación, otras dos chicas cambiaron sus iniciales gritos de sorpresa por expresiones de reproche. Expresiones de reproche que no tardaron en tornarse en miradas de odio cuando el trajín y órdenes de la abuelita llegaron hasta allí por medio de otras dos prostitutas. Aunque estas sí que se habían sorprendido antes de ponerse en postura defensa.
Para Vinc era fácil imaginar que las chicas se habían sorprendido al verle allí, cuando instantes antes escapaba por el tejado… Más de lo que no pudo estar seguro es de por qué no le atacaban, cuando eran cuatro contra uno. Qué temían, ¿a él? No lo creía. ¿A la cama?
Fue entonces cuando el mercenario reparó en qué preocupaba a las chicas y miró al cielo, hacia el agujero del techo. Luego al bajar la mirada, ya sabiendo lo que pasaba, bien pareció que a las “jóvenes” les dio igual aparentar ser otra cosa y enseñaron sus colmillos.
- Ah vaya. Tengo más edad de la que aparento y me conservo bien-, recordó las palabras de la abuelita. - Ahora lo entiendo todo.
De todos modos, si Carper era de verdad nieta de la dueña del local, esta no debía ser vampira desde hacía mucho tiempo. No obstante, eso ahora no importaba. En esos instantes a Vinc solo le interesaba escapar de allí, pues si bien por ahora no podían alcanzarle, la luz se iría en algún momento. Eso sin contar que los vampiros solían tener ayudantes de otras razas. Debía salir o estaba bien jodido. Y no como solían joder a la gente en un lupanar, ya que estábamos en uno, no estaba de más mencionarlo.
- Estás atrapado-, prácticamente siseó una de las vampiras, cerrándole el paso hacia la puerta de salida.
Esa parte no estaba iluminada con luz solar, eso sería un problema… Uno para alguien que no fuera un brujo de su condición.
- Chicas, sois tan guapas que encendéis la llama de mi corazón. Pero soy hombre felizmente enamorado de otra mujer, así que si no os importa.
Vincent dejó la frase en el aire, tomó un candelabro encendido que había sobre la mesilla de noche y, nada más bajarse de la cama, con su magia hizo que la llamarada se ampliara y le rodeara por completo antes de correr hacia la entrada. Las vampiras no pudieron hacer nada contra un hombre envuelto en llamas y solo pudieron dejarle pasar entre gritos de rabia y demás maldiciones.
Al rubio poco le importó, digamos que no era sensible ante los insultos cuando su vida pendía de un hilo, así que se centró en su vida y supervivencia. Seguramente más de un cliente quedó con ojos como platos cuando contempló un brujo corriendo rodeado de llamas hacia la salida del lupanar.
En cualquier caso, Vinc dejó de hacer su magia de fuego en cuánto llegó a la entrada del local, pues desde allí el sol le protegería de las vampiras. No así de sus sirvientes, más ya solo tenía que salir corriendo y huir. O quizás no...
El brujo mercenario, nada más salir del local pudo contemplar el carro. ¡El chinchoso y maldito carro de sidra! Después de todo no había ido a parar muy lejos y apreció una cara conocida interrumpiendo el paso de este justo delante.
- Eilydh, tengo un candelabro de plata. Podemos repartírnoslo e ir a medias-, fue la respuesta que expuso como saludo, aún sosteniendo el candelabro con la vela aún encendida. - Digamos, que la política de los vampiros es la única más problemática que la bruja y más vale un candelabro que nada. Pero oye, hay que ser positivos, o eso se suele decir.
- ¡Tú otra vez! - gritó Carper, bastante fastidiada.
- Sí, yo otra vez. Y no te vas a llevar ese carro a ninguna parte. Es nuestro salvoconducto para arreglar los problemas con tu abuela y cobrar.
- Ja, te fastidias. No haber entrado en ese nido de víboras-, le respondió. - Ahora ya sabes por qué prefiero tener tratos con otros, que además pagan mejor.
-Todo muy interesante y muy bonito, casi consigues hacerme llorar. Pero de igual modo sigues fastidiándonos y dándonos problemas. Eso sin contar que mentiste con el contrato solo querías dos fiambres a los que culpar de la pérdida de la carga-, le dijo. - Por lo que no me importa mucho lo que tengas que decir al respecto.
- ¿Y lo que yo tenga que decir? - se escuchó preguntar a una voz masculina desde el bosque.
Un hombre que no tardó en mostrarse, al tiempo que comenzaba a transformarse en hombre lobo.
- Caper Ucita y el lobo, menudo cuento de hadas-, comentó Vinc, soltando el candelabro y llevando la mano diestra a la empuñadura de su espada. - Es mejor que lo olvidéis y os larguéis. Pero si tiene que ser por las malas, será por las malas.
Offrol
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Más complicaciones. Eilydh nos regresa a la querida no tan querida Carper, a la que posteriormente se le une ese lobo (o lobos según quiera la cliente elfa (?) que desea de una vez la sidra prometida por Carper. Y todo esto, no sin antes vivir un: la abuela se cabrea, ea ea ea.
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
Caper Ucita parecía haberse esfumado de entre las sombras que empezaban a formarse en los alrededores de la cabaña. Eilydh por supuesto tenía muchas otras cosas más en las que pensar en vez de hacer de niñera de una chica malcriada, sin embargo algo en ella sabía que si lograba ir muy lejos aquello pasaría de ser un conflicto que tan solo afectaba a los lobos haciendo guardia alrededor de aquella casa a algo más violento.
Vincent por su parte parecía estar de buen humor. Se ve que el brujo había dispuesto su recompensa en forma de candelabro de plata y aquello era sin duda una pequeña victoria. En el fondo Eilydh casi sentía envidia por la simplicidad de las palabras que decía el brujo y que por supuesto no era nada más que un camuflaje ante la situación tan complicada que tenían encima.
-Sabes, Calhoun... por como has salido de una habitación de mujeres desnudas, por mi puedes quedarte mi parte de ese candelabro. Se ve que te hace falta- Le guiñó un ojo poniéndose en guardia.
Esquivó varias estocadas de Leña mientras Vincent lidiaba con el lider de los hombre lobo.
-No se que conversación has tenido con la abuelita, pero no estoy muy segura de que estos encantadores señores trabajen para ella. Leña les ha traicionado- dijo mientras lo usaba de apoyo para propiciar una patada a uno de los lobos que luchaba contra ella. - Quizás podríamos sacar ventaja de esto, Vincent- dijo señalando al sol que se ponía finalmente.
Aquello pareció ser la señal no escrita que las prostitutas del prostibulo de la abuelita estaban esperando. De todos los recodos de aquella casona comenzaron a salir vampiresas más o menos vestidas con colmillos dispuestos a desangrar a cualquiera que se les pusiese por enfrente.
-Estoy segura que tu sangre es más rica en nutrientes que la mia, brujo- dijo la elfa, desenfundado a Karma como si aquello se hubiese empezado a poner interesante- Digo... más de cien años haciendo pociones y esas cosas...- sonrió, nerviosa. - Así que mejor que seas el primer plato... yo siempre he sido más de postres.
Estaban rodeados. La oscuridad del bosque se iluminó con las luces pequeñas de ojos que comenzaban a salir de entre los árboles transformados en lobos. Por otro lado los vampiros parecían casi tan temibles como sus contrapartes peludo. Eilydh dudó un segundo después de parar a un lobo que se lanzó sobre ella y justo cuando pensó que el agarre de la vampiresa iba a apresarla... pasó.
La mujer la evitó. Pasó de largo demasiado embriagada por la ira que le provocaba la presencia de los hombres lobo a su alrededor. Se alzó a su cuello arremetiendo contra él, que se defendía hasta componer una bola de dos cuerpos, sangre y pelaje. Y todo aquello pasó en el resto de los cuerpos que hasta hacía unos minutos habían puesto en peligro la integridad de ambos Vincent y Eilydh.
-Al parecer... sobramos- dijo la chica mirando al brujo algo confundida.
La abuelita salió entonces de entre la multitud de vampiresas con el gesto frio y lleno de ira y los colmillos que había estado ocultando hasta aquel momento ahora sobresaliendo de sus labios carnosos y rojizos.
-Habéis traído la desgracia a este lugar honorable- grito dirigiéndose directamente a Vincent y Eilydh.-Alterado la paz que con tanto sudor y sangre mis trabajadoras y yo hemos estado fabricando año tras año.., espero que estéis preparados para morir por vuestros errores.
La cara de la abuelita se tornó bestial como sumida en una carcasa arrugada y un gesto macabra. Su cuerpo se fundió con la noche y sus brazos extendidos en el vestido que llevaba casi la hicieron parecer que flotaba a medida que se acercaba a ellos. Eilydh estaba a punto de estocar con Karma cuando un animal gigante uno de los lobos más grandes que había visto hasta ahora saltó posicionándose entre ella y la abuelita.
El animal sacaba a Eilydh dos cabezas y su pelaje erizado parecía contener la rabia misma que guardaba a medida que aullaba y gruñía a la abuelita. Eilydh reconoció parte del abrigo rojizo de Caper Ucita mezclado entre el pelaje de ese lobo enorme.
El claro del bosque donde aquel logar estaba emplazado se había tornado el campo de batalla improvisado de una lucha vaticinada durante muchos años. Eilydh miró a Vincent. En otros momentos quizás aquel brujo hubiese sido la última persona en quien ella hubiese querido confiar por causas sumamente estúpidas. Ahora, Eilydh sentía que Vincent estaba en su misma barca y que de alguna manera tenían que decidir de que lado posicionarse. Hombres lobos o vampiros. Caper o la abuelita. Morir o vivir.
Desvió la mirada un segundo hacia el carro cargado de sidra de manzanas, abandonado en una esquina como si fuese un retazo de algo que hacía mucho tiempo tenía sentido y ahora ya era simplemente un adorno más.
Siempre podían huir.
Como si eso fuese una opción real en la masacre en la que se habían envuelto.
Vincent por su parte parecía estar de buen humor. Se ve que el brujo había dispuesto su recompensa en forma de candelabro de plata y aquello era sin duda una pequeña victoria. En el fondo Eilydh casi sentía envidia por la simplicidad de las palabras que decía el brujo y que por supuesto no era nada más que un camuflaje ante la situación tan complicada que tenían encima.
-Sabes, Calhoun... por como has salido de una habitación de mujeres desnudas, por mi puedes quedarte mi parte de ese candelabro. Se ve que te hace falta- Le guiñó un ojo poniéndose en guardia.
Esquivó varias estocadas de Leña mientras Vincent lidiaba con el lider de los hombre lobo.
-No se que conversación has tenido con la abuelita, pero no estoy muy segura de que estos encantadores señores trabajen para ella. Leña les ha traicionado- dijo mientras lo usaba de apoyo para propiciar una patada a uno de los lobos que luchaba contra ella. - Quizás podríamos sacar ventaja de esto, Vincent- dijo señalando al sol que se ponía finalmente.
Aquello pareció ser la señal no escrita que las prostitutas del prostibulo de la abuelita estaban esperando. De todos los recodos de aquella casona comenzaron a salir vampiresas más o menos vestidas con colmillos dispuestos a desangrar a cualquiera que se les pusiese por enfrente.
-Estoy segura que tu sangre es más rica en nutrientes que la mia, brujo- dijo la elfa, desenfundado a Karma como si aquello se hubiese empezado a poner interesante- Digo... más de cien años haciendo pociones y esas cosas...- sonrió, nerviosa. - Así que mejor que seas el primer plato... yo siempre he sido más de postres.
Estaban rodeados. La oscuridad del bosque se iluminó con las luces pequeñas de ojos que comenzaban a salir de entre los árboles transformados en lobos. Por otro lado los vampiros parecían casi tan temibles como sus contrapartes peludo. Eilydh dudó un segundo después de parar a un lobo que se lanzó sobre ella y justo cuando pensó que el agarre de la vampiresa iba a apresarla... pasó.
La mujer la evitó. Pasó de largo demasiado embriagada por la ira que le provocaba la presencia de los hombres lobo a su alrededor. Se alzó a su cuello arremetiendo contra él, que se defendía hasta componer una bola de dos cuerpos, sangre y pelaje. Y todo aquello pasó en el resto de los cuerpos que hasta hacía unos minutos habían puesto en peligro la integridad de ambos Vincent y Eilydh.
-Al parecer... sobramos- dijo la chica mirando al brujo algo confundida.
La abuelita salió entonces de entre la multitud de vampiresas con el gesto frio y lleno de ira y los colmillos que había estado ocultando hasta aquel momento ahora sobresaliendo de sus labios carnosos y rojizos.
-Habéis traído la desgracia a este lugar honorable- grito dirigiéndose directamente a Vincent y Eilydh.-Alterado la paz que con tanto sudor y sangre mis trabajadoras y yo hemos estado fabricando año tras año.., espero que estéis preparados para morir por vuestros errores.
La cara de la abuelita se tornó bestial como sumida en una carcasa arrugada y un gesto macabra. Su cuerpo se fundió con la noche y sus brazos extendidos en el vestido que llevaba casi la hicieron parecer que flotaba a medida que se acercaba a ellos. Eilydh estaba a punto de estocar con Karma cuando un animal gigante uno de los lobos más grandes que había visto hasta ahora saltó posicionándose entre ella y la abuelita.
El animal sacaba a Eilydh dos cabezas y su pelaje erizado parecía contener la rabia misma que guardaba a medida que aullaba y gruñía a la abuelita. Eilydh reconoció parte del abrigo rojizo de Caper Ucita mezclado entre el pelaje de ese lobo enorme.
El claro del bosque donde aquel logar estaba emplazado se había tornado el campo de batalla improvisado de una lucha vaticinada durante muchos años. Eilydh miró a Vincent. En otros momentos quizás aquel brujo hubiese sido la última persona en quien ella hubiese querido confiar por causas sumamente estúpidas. Ahora, Eilydh sentía que Vincent estaba en su misma barca y que de alguna manera tenían que decidir de que lado posicionarse. Hombres lobos o vampiros. Caper o la abuelita. Morir o vivir.
Desvió la mirada un segundo hacia el carro cargado de sidra de manzanas, abandonado en una esquina como si fuese un retazo de algo que hacía mucho tiempo tenía sentido y ahora ya era simplemente un adorno más.
Siempre podían huir.
Como si eso fuese una opción real en la masacre en la que se habían envuelto.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
¡Por los dioses! No sería el brujo Vincent quien rechazara tan preciado agasajo en forma de plata. Un buen candelabro de noble metal no estaba al alcance de cualquiera y valía un buen pellizco. Suficiente para recuperar gran parte del dinero que le deberían haber pagado por todo aquel entuerto de botellas de sidra y cajas de manzanas.
- Sea. Un mercenario como yo no puede decir que no a tal generosidad, señorita Eilydh-, contestó a la elfa, al tiempo que se hacía a un lado para esquivar la primera arremetida del lobo con malas pulgas. - Qué tipo de caballero sería si fuese un malagradecido-, comentó inmediatamente después del esquive, al tiempo que daba un tajo con su espada desde abajo hacia arriba cortando la carne de la espalda del hombre lobo en cuánto esta se puso en su línea de acción.
El bicharraco soltó un alarido mezclado con el característico aullido de los lobos, pero más allá de herirlo y enfurecerlo, no parecía que el mercenario hubiera logrado ventaja sobre su oponente.
- Genial, este bruto no solo tiene pinta de bruto, sino que realmente lo es-, dijo, con una pinta un tanto estrafalaria difícil de ocultar.
No todos los guerreros luchaban con una espada en la diestra y un maldito candelabro inservible para el combate en la otra.
En cualquier caso, tampoco es que Vincent pudiera centrarse en lo idiota que podría llegar a verse, pues el hombre lobo no perdió el tiempo para arremeter nuevamente contra él. Esta vez el brujo tuvo que usar parte de su magia e impulsarse con viento para alejarse lo suficiente de ese nuevo y feroz ataque. Los ojos del lobo mostraban a las claras el extenso odio que tenía ahora por ese rubito, ese cabroncete espadachín que lograra herirle en su anterior envite. Incluso allí, a escasos metros del lobo, Vinc podía percibir el sentimiento de insolencia que albergaba la bestia por el hombre, que emanaba por sus poros, fruto, sin duda, de que aquel renacuajo se atreviera, no solo a plantarle cara, sino inclusive a hacer brotar su sangre.
- Vamos. No pensarías tampoco que sería tan fácil como llegar y matarme. Cúrratelo un poco-, le dijo, dejando el candelabro en el suelo y tomando su espada con ambas manos, esperando el siguiente ataque de su enemigo.
Nada como una buena pulla para terminar de sacar sus casillas a un hombre lobo. Así, visceral, furioso, más bestia que persona es como lo quería el brujo mercenario. Mientras menos pensase, más débil sería, aunque no había que descuidarse, sus ataques serían muy potentes aunque estuviesen más descontrolados.
Pero claro, por si aquello fuera poco, el día estaba dando por terminado y daba paso a la noche. Si Vincent llega a saber que ese lupanar era un nido de chupópteras y sus aliados hubiera escogido una mejor ocasión para plantar batalla.
- Hey, no soy tan viejo-, respondió a la elfa. - Ya tengo mis tacos, ¿pero cien? No, por los dioses, aún tengo mucha tralla que dar en este mundo, si no me despedazan lobos o vampiras.
El brujo volvió a esquivar a lobo grandote, pero como en la segunda ocasión, sin posibilidad de contraatacar y hacer mella sobre él.
“A este paso me cansará y acabará conmigo aprovechándose de su imponente físico”, pensó el brujo, más, al menos, ya había calibrado la situación y creado un plan de acción para contrarrestar aquello.
- Supongo que hay amores y odios de toda la vida. Ya se sabe, hay pasiones que nunca se olvidan-, contestó medio en broma a Eilydh, que se debatía con sus propios problemas a unos metros de él.
Pero el mercenario no perdió la concentración pese al diálogo. Con la vista centrada en su imponente rival, en cuánto la bestia empezó el movimiento para abalanzarse de nuevo hacia su presa, el brujo, este creó de la “nada” un muro de fuego que se interpuso entre ellos mientras escapaba del alcance de sus garras haciéndose nuevamente a un lado.
- Pues mira, el candelabro encendido tampoco era una mala opción para una guerra-, comentó con sorna, observando como el pelaje del hombre lobo ardía tras atravesar el muro de fuego que había creado a partir de la llama de la vela.
En ese momento, el hombre lobo lo único que pudo hacer fue revolcarse por el suelo para intentar apagar su pelo ardiendo. Un bonito tiempo que el brujo no desaprovechó para aumentar el tamaño del muro hacia ambos lados y en forma de círculo crear una cárcel para todos los que estuvieran lo suficientemente cerca.
Eso sin duda, fue una bonita advertencia para la abuela de Caper, y la propia Ucita, ahora convertida en bestia acosadora de elfas.
- No, no, no-, dijo, mientras movía el índice de su mano izquierda de un lado a otro, en un claro gesto de negación. -Incluso en plena noche, para una vampira no es una buena idea cabrear a un brujo de fuego-, comentó seguido, mirando hacia la dueña del lupanar, y moviéndose a distancia prudencial en semicírculo alrededor de ella. Un rápido vistazo hacia un lado le valió para cerciorarse de que el hombre lobo seguía ocupado con sus propios problemas.
Aquello se había vuelto un problema. Un desastre del que sería difícil escapar de una pieza, tanto para él como para la elfa que lo acompañaba. Pero no todo estaba perdido. Al fin y al cabo, habían cumplido la misión. A su manera, pero lo había hecho
- Nosotros solo venimos por un contrato, del que ahora estoy seguro que puso su nieta por su cuenta-. No de su misma sangre... Aunque quizás si lo fueran, quien sabía, quizás esa abuela vampira no llevara tanto tiempo siendo una dama de la noche. - Un contrato para matarnos, pues aquí las únicas víctimas somos nosotros y después ustedes. Su nieta, su guardia diurna de marca perruna imagino, socios, o los dioses saben qué, han venido a robarles. Seguro que no solo un carro de sidra y manzanas, que allí está-. El brujo creó una ventana en el muro de fuego. Desde allí se podía ver el lugar a donde lo habían movido. - Por un simple carro nadie arma tanto revuelo. Ya se han cansado de obedecer a un cubil de vampiresas-. Vincent, en ese momento se encogió de hombros. - Me da igual, la verdad. Me importa una mierda quien controla el negocio. He visto suficiente mundo para saber que no todo es blanco y negro. Que los guardias no siempre son los buenos y la honrada ley y los contrabandistas los malos. No quiero irme por las ramas, ni contarle mi vida, pero si puedo decirle que hasta esta verdad universal me hizo mercenario.
No era tiempo para filosofías, éticas o formas de vivir la vida. Otro vistazo del brujo a un lado, le valió para saber que ese lobo cada vez estaba más apagado, y por ende, casi preparado para dar sus últimos coletazos.
- Pero lo que sí me importa, es que su nieta nos traicionó y quería matarnos-, comentó finalmente, señalando hacia donde estaba Carper, con un movimiento de su testa. - Así que…
Vincent dejó la frase en el aire, clavó su espada contra la tierra, y después dejó de gastar sus energías en mantener el muro de fuego activo, pues ya no hacía falta conversar más. En vez de seguir con aquella táctica atrajo el fuego hacia sus manos, entre sus dedos, donde creó sus magníficas bombas con forma de ojos de lobo. Una bola de fuego en cada espacio, cuatro en cada mano,
- Supongo que tenemos un trato, señora dueña de lupanares-, comentó, para luego lanzar las bolas de fuego explosivo por donde avanzaba el grueso de las fuerzas de los hombres lobo, desde el bosque cercano. - Y solo tiene que pagarnos lo que nos debe su nieta, la cual además dejaré en sus manos, ya que no es asunto mío. Simplemente su traición y que intentara matarnos me mueve hacia una lado de esta balanza que tan poco me importa. Una avispada comerciante vería un buen negocio nada más verlo-, dijo seguido, haciendo un gesto con la cabeza hacia su derecha. El hombre lobo medio quemado, pero aún vivo, se había levantado. - Seguro que usted lo es.
Porque si la abuelita no era suficientemente inteligente para verlo… Bueno, ya habían visto de lo que eran capaces de hacer. Llevarse por delante medio grupo de lobos y vampiras, a la vez, y llevarse un poco de botín saqueado, tampoco era mala opción.
Una más complicada, eso sí. Pero si no quedaba más remedio, así sería.
Uso mi maestría en viento y fuego para luchar con el lobo y finalmente quemarlo, aunque sea superficialmente y temporalmente para ganar tiempo.
Luego uso mi habilidad nivel 1 para mandar por los aires (CofexplotarCof) a varios hombres lobo que se acercan desde el bosque para apoyar a sus líderes.
- Sea. Un mercenario como yo no puede decir que no a tal generosidad, señorita Eilydh-, contestó a la elfa, al tiempo que se hacía a un lado para esquivar la primera arremetida del lobo con malas pulgas. - Qué tipo de caballero sería si fuese un malagradecido-, comentó inmediatamente después del esquive, al tiempo que daba un tajo con su espada desde abajo hacia arriba cortando la carne de la espalda del hombre lobo en cuánto esta se puso en su línea de acción.
El bicharraco soltó un alarido mezclado con el característico aullido de los lobos, pero más allá de herirlo y enfurecerlo, no parecía que el mercenario hubiera logrado ventaja sobre su oponente.
- Genial, este bruto no solo tiene pinta de bruto, sino que realmente lo es-, dijo, con una pinta un tanto estrafalaria difícil de ocultar.
No todos los guerreros luchaban con una espada en la diestra y un maldito candelabro inservible para el combate en la otra.
En cualquier caso, tampoco es que Vincent pudiera centrarse en lo idiota que podría llegar a verse, pues el hombre lobo no perdió el tiempo para arremeter nuevamente contra él. Esta vez el brujo tuvo que usar parte de su magia e impulsarse con viento para alejarse lo suficiente de ese nuevo y feroz ataque. Los ojos del lobo mostraban a las claras el extenso odio que tenía ahora por ese rubito, ese cabroncete espadachín que lograra herirle en su anterior envite. Incluso allí, a escasos metros del lobo, Vinc podía percibir el sentimiento de insolencia que albergaba la bestia por el hombre, que emanaba por sus poros, fruto, sin duda, de que aquel renacuajo se atreviera, no solo a plantarle cara, sino inclusive a hacer brotar su sangre.
- Vamos. No pensarías tampoco que sería tan fácil como llegar y matarme. Cúrratelo un poco-, le dijo, dejando el candelabro en el suelo y tomando su espada con ambas manos, esperando el siguiente ataque de su enemigo.
Nada como una buena pulla para terminar de sacar sus casillas a un hombre lobo. Así, visceral, furioso, más bestia que persona es como lo quería el brujo mercenario. Mientras menos pensase, más débil sería, aunque no había que descuidarse, sus ataques serían muy potentes aunque estuviesen más descontrolados.
Pero claro, por si aquello fuera poco, el día estaba dando por terminado y daba paso a la noche. Si Vincent llega a saber que ese lupanar era un nido de chupópteras y sus aliados hubiera escogido una mejor ocasión para plantar batalla.
- Hey, no soy tan viejo-, respondió a la elfa. - Ya tengo mis tacos, ¿pero cien? No, por los dioses, aún tengo mucha tralla que dar en este mundo, si no me despedazan lobos o vampiras.
El brujo volvió a esquivar a lobo grandote, pero como en la segunda ocasión, sin posibilidad de contraatacar y hacer mella sobre él.
“A este paso me cansará y acabará conmigo aprovechándose de su imponente físico”, pensó el brujo, más, al menos, ya había calibrado la situación y creado un plan de acción para contrarrestar aquello.
- Supongo que hay amores y odios de toda la vida. Ya se sabe, hay pasiones que nunca se olvidan-, contestó medio en broma a Eilydh, que se debatía con sus propios problemas a unos metros de él.
Pero el mercenario no perdió la concentración pese al diálogo. Con la vista centrada en su imponente rival, en cuánto la bestia empezó el movimiento para abalanzarse de nuevo hacia su presa, el brujo, este creó de la “nada” un muro de fuego que se interpuso entre ellos mientras escapaba del alcance de sus garras haciéndose nuevamente a un lado.
- Pues mira, el candelabro encendido tampoco era una mala opción para una guerra-, comentó con sorna, observando como el pelaje del hombre lobo ardía tras atravesar el muro de fuego que había creado a partir de la llama de la vela.
En ese momento, el hombre lobo lo único que pudo hacer fue revolcarse por el suelo para intentar apagar su pelo ardiendo. Un bonito tiempo que el brujo no desaprovechó para aumentar el tamaño del muro hacia ambos lados y en forma de círculo crear una cárcel para todos los que estuvieran lo suficientemente cerca.
Eso sin duda, fue una bonita advertencia para la abuela de Caper, y la propia Ucita, ahora convertida en bestia acosadora de elfas.
- No, no, no-, dijo, mientras movía el índice de su mano izquierda de un lado a otro, en un claro gesto de negación. -Incluso en plena noche, para una vampira no es una buena idea cabrear a un brujo de fuego-, comentó seguido, mirando hacia la dueña del lupanar, y moviéndose a distancia prudencial en semicírculo alrededor de ella. Un rápido vistazo hacia un lado le valió para cerciorarse de que el hombre lobo seguía ocupado con sus propios problemas.
Aquello se había vuelto un problema. Un desastre del que sería difícil escapar de una pieza, tanto para él como para la elfa que lo acompañaba. Pero no todo estaba perdido. Al fin y al cabo, habían cumplido la misión. A su manera, pero lo había hecho
- Nosotros solo venimos por un contrato, del que ahora estoy seguro que puso su nieta por su cuenta-. No de su misma sangre... Aunque quizás si lo fueran, quien sabía, quizás esa abuela vampira no llevara tanto tiempo siendo una dama de la noche. - Un contrato para matarnos, pues aquí las únicas víctimas somos nosotros y después ustedes. Su nieta, su guardia diurna de marca perruna imagino, socios, o los dioses saben qué, han venido a robarles. Seguro que no solo un carro de sidra y manzanas, que allí está-. El brujo creó una ventana en el muro de fuego. Desde allí se podía ver el lugar a donde lo habían movido. - Por un simple carro nadie arma tanto revuelo. Ya se han cansado de obedecer a un cubil de vampiresas-. Vincent, en ese momento se encogió de hombros. - Me da igual, la verdad. Me importa una mierda quien controla el negocio. He visto suficiente mundo para saber que no todo es blanco y negro. Que los guardias no siempre son los buenos y la honrada ley y los contrabandistas los malos. No quiero irme por las ramas, ni contarle mi vida, pero si puedo decirle que hasta esta verdad universal me hizo mercenario.
No era tiempo para filosofías, éticas o formas de vivir la vida. Otro vistazo del brujo a un lado, le valió para saber que ese lobo cada vez estaba más apagado, y por ende, casi preparado para dar sus últimos coletazos.
- Pero lo que sí me importa, es que su nieta nos traicionó y quería matarnos-, comentó finalmente, señalando hacia donde estaba Carper, con un movimiento de su testa. - Así que…
Vincent dejó la frase en el aire, clavó su espada contra la tierra, y después dejó de gastar sus energías en mantener el muro de fuego activo, pues ya no hacía falta conversar más. En vez de seguir con aquella táctica atrajo el fuego hacia sus manos, entre sus dedos, donde creó sus magníficas bombas con forma de ojos de lobo. Una bola de fuego en cada espacio, cuatro en cada mano,
- Supongo que tenemos un trato, señora dueña de lupanares-, comentó, para luego lanzar las bolas de fuego explosivo por donde avanzaba el grueso de las fuerzas de los hombres lobo, desde el bosque cercano. - Y solo tiene que pagarnos lo que nos debe su nieta, la cual además dejaré en sus manos, ya que no es asunto mío. Simplemente su traición y que intentara matarnos me mueve hacia una lado de esta balanza que tan poco me importa. Una avispada comerciante vería un buen negocio nada más verlo-, dijo seguido, haciendo un gesto con la cabeza hacia su derecha. El hombre lobo medio quemado, pero aún vivo, se había levantado. - Seguro que usted lo es.
Porque si la abuelita no era suficientemente inteligente para verlo… Bueno, ya habían visto de lo que eran capaces de hacer. Llevarse por delante medio grupo de lobos y vampiras, a la vez, y llevarse un poco de botín saqueado, tampoco era mala opción.
Una más complicada, eso sí. Pero si no quedaba más remedio, así sería.
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Uso mi maestría en viento y fuego para luchar con el lobo y finalmente quemarlo, aunque sea superficialmente y temporalmente para ganar tiempo.
Luego uso mi habilidad nivel 1 para mandar por los aires (CofexplotarCof) a varios hombres lobo que se acercan desde el bosque para apoyar a sus líderes.
Vincent Calhoun
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
No había nada que hablase más claro que un muro de fuego y lobos explotando por los aires. Al menos al resto de hombres lobo que parecía no querer asomarse a aquella batalla les llegó el mensaje y la mayoría de ellos recularon sobre sus pasos, dejando en el resto de población vampiresa el sentimiento de satisfacción de una batalla ganada.
Eilydh no estaba de buen humor.
Vincent los había salvado de aquellos hombres lobo, pero no había tenido muy en cuenta hacia qué dirección hacía explotar aquellos lobos- globos y parte de los intestinos y sangre de sus fuegos artificiales la rodearon y llenaron su capa de viaje del intenso rojo de la muerte. Se sacudió cómo pudo y compuso una mueca de asco mientras Vincent hablaba con la jefa del lupanar.
-No se como serás en tus pasiones- le dijo la elfa al brujo mientras retiraba de su pelo parte de carne loba- Y estoy segura de que hay amores que matan... tan solo espero que uses tus sentimientos con mesura, brujo... No pienso estar siempre ahí para recoger los pedazos que dejas tras de ti.- le puso el trozo de carne en el hombro y sonrió divertida.
No sabía si había sido la manera en la que el hombre podía fanfarronear mientras peleaba o la predisposición de ayudar de aquel hombre, pero le caía bien.Y eso no era algo que Eilydh dijese a la ligera en aquellos días.
Ahora la cuestión era inmediata. Los vampiros estaban pletóricos debido a su victoria, y habían apresado a Cape que intentaba deshacerse del agarre de ls mujeres de su abuela y gritaba a los pocos hombres lobos que heridos se apresuraban a huir hacia las profundidades del bosque. La acercaron hasta la abuelita y esta la observó durante unos minutos y después volvió su mirada a Vincent y a Eilydh.
-Gracias- dijo la mujer simplemente- Gracias por desmontarme esta farsa que tenía sobre mi propia nieta. Por proteger la mercancía y traerla...- miró hacia un lado. Parte de aquel carromato estaba incendiado pero las manzanas y la sidra parecían haber sobrevivido en su mayoría- más o menos en buen estado. Gracias por luchar a nuestro lado en esta batalla que era una deuda desde hace mucho tiempo... pero sobre todo gracias por descubrirnos una manera EXTREMADAMENTE eficaz de acabar con la peste que son los hombres lobo.... Creo que usted y yo vamos a hablar de negocios... en privado- le dijo La abuelita a Vincent- Estoy segura que le gustará saber que podríamos comenzar una relación laboral a partir de ahora. Tan solo necesitamos que se pase por el lupanar de cuando en cuándo y... no olvide sus habilidades incandescentes. Estoy segura que los lobos serán más reacios a atacarnos si los recibimos con fuego de vez en cuando- sonrió gentil pero cansada.
Eilydh le dio un codazo a Vincent, divertida.
-No vas a estar a falto de pasiones, brujo- le dijo conteniendo la risa que le daba imaginarse a Vincent rodeado de prostitutas una vez al mes-
La vampiresa se giró luego hasta ella y continuó:
-Con respecto a ti... podríamos hacerte grande y conocida con esas caderas y esos ojos... me aventuro a decir que serías la estrella de nuestro...
Eilydh cambió el semblante al escuchar aquello y su risa se tornó asombro, luego se enrojeció y después rabia. Pero se contuvo y pensó antes de hablar:
-Gracias por el.... ofrecimiento.- dijo mordiéndose los labios para no soltar varias palabras malsonantes- Pero estas caderas tan solo montan caballos de batalla y aventura.- Miró a Vincent. Retándolo a hacer una broma. No sería muy benévola con el si la hiciera. Aquello la había ofendido pero estaba rodeada de vampiresas con las que recién había hecho las paces. Estaba empezando a aprender en que momentos su ira era beneficiosa y en cuales no- Tan sólo páguenos por el trabajo y asegúrese de que su nieta no se meta en más lios. Le vendría bien alguna que otra semana en la montaña para curar esa resaca que lleva teniendo por lo que parece... meses.- dijo simplemente.
-Oh no te preocupes. elfa- dijo la abuelita ahora dirigiéndose a Caper- El destino de mi nieta estaba escrito desde hacía bastante Tan solo necesito que el alcohol desaparezca de su sangre.... No querría embriagar a nadie más en el proceso de... convertirla- Sonrió con malicia.
Eilydh le dedicó una mirada algo temerosa a Vincent. Al menos ya sabían de dónde sacaba Caper su gusto por manipular la vida de los demás.
Las prostitutas vampiresas llevaron a la Caper hasta dentro del lupanar donde poco a poco la música había comenzado a sonar, como si no hubiese pasado nada. Varias de las mujeres limpiaban los destrozos mientras animaban a los clientes a entrar de nuevo en aquella casucha destartalada. Eilydh se quedó mirándolas en parte entristecida por el estilo de vida que llevaban.Como si le leyese la mente, la abuelita miró a Vincent y luego a ella y dijo:
-El espectáculo debe continuar- y sonrió con una de las sonrisas más macabras que Eilydh había visto en una persona de su edad.
Eilydh no estaba de buen humor.
Vincent los había salvado de aquellos hombres lobo, pero no había tenido muy en cuenta hacia qué dirección hacía explotar aquellos lobos- globos y parte de los intestinos y sangre de sus fuegos artificiales la rodearon y llenaron su capa de viaje del intenso rojo de la muerte. Se sacudió cómo pudo y compuso una mueca de asco mientras Vincent hablaba con la jefa del lupanar.
-No se como serás en tus pasiones- le dijo la elfa al brujo mientras retiraba de su pelo parte de carne loba- Y estoy segura de que hay amores que matan... tan solo espero que uses tus sentimientos con mesura, brujo... No pienso estar siempre ahí para recoger los pedazos que dejas tras de ti.- le puso el trozo de carne en el hombro y sonrió divertida.
No sabía si había sido la manera en la que el hombre podía fanfarronear mientras peleaba o la predisposición de ayudar de aquel hombre, pero le caía bien.Y eso no era algo que Eilydh dijese a la ligera en aquellos días.
Ahora la cuestión era inmediata. Los vampiros estaban pletóricos debido a su victoria, y habían apresado a Cape que intentaba deshacerse del agarre de ls mujeres de su abuela y gritaba a los pocos hombres lobos que heridos se apresuraban a huir hacia las profundidades del bosque. La acercaron hasta la abuelita y esta la observó durante unos minutos y después volvió su mirada a Vincent y a Eilydh.
-Gracias- dijo la mujer simplemente- Gracias por desmontarme esta farsa que tenía sobre mi propia nieta. Por proteger la mercancía y traerla...- miró hacia un lado. Parte de aquel carromato estaba incendiado pero las manzanas y la sidra parecían haber sobrevivido en su mayoría- más o menos en buen estado. Gracias por luchar a nuestro lado en esta batalla que era una deuda desde hace mucho tiempo... pero sobre todo gracias por descubrirnos una manera EXTREMADAMENTE eficaz de acabar con la peste que son los hombres lobo.... Creo que usted y yo vamos a hablar de negocios... en privado- le dijo La abuelita a Vincent- Estoy segura que le gustará saber que podríamos comenzar una relación laboral a partir de ahora. Tan solo necesitamos que se pase por el lupanar de cuando en cuándo y... no olvide sus habilidades incandescentes. Estoy segura que los lobos serán más reacios a atacarnos si los recibimos con fuego de vez en cuando- sonrió gentil pero cansada.
Eilydh le dio un codazo a Vincent, divertida.
-No vas a estar a falto de pasiones, brujo- le dijo conteniendo la risa que le daba imaginarse a Vincent rodeado de prostitutas una vez al mes-
La vampiresa se giró luego hasta ella y continuó:
-Con respecto a ti... podríamos hacerte grande y conocida con esas caderas y esos ojos... me aventuro a decir que serías la estrella de nuestro...
Eilydh cambió el semblante al escuchar aquello y su risa se tornó asombro, luego se enrojeció y después rabia. Pero se contuvo y pensó antes de hablar:
-Gracias por el.... ofrecimiento.- dijo mordiéndose los labios para no soltar varias palabras malsonantes- Pero estas caderas tan solo montan caballos de batalla y aventura.- Miró a Vincent. Retándolo a hacer una broma. No sería muy benévola con el si la hiciera. Aquello la había ofendido pero estaba rodeada de vampiresas con las que recién había hecho las paces. Estaba empezando a aprender en que momentos su ira era beneficiosa y en cuales no- Tan sólo páguenos por el trabajo y asegúrese de que su nieta no se meta en más lios. Le vendría bien alguna que otra semana en la montaña para curar esa resaca que lleva teniendo por lo que parece... meses.- dijo simplemente.
-Oh no te preocupes. elfa- dijo la abuelita ahora dirigiéndose a Caper- El destino de mi nieta estaba escrito desde hacía bastante Tan solo necesito que el alcohol desaparezca de su sangre.... No querría embriagar a nadie más en el proceso de... convertirla- Sonrió con malicia.
Eilydh le dedicó una mirada algo temerosa a Vincent. Al menos ya sabían de dónde sacaba Caper su gusto por manipular la vida de los demás.
Las prostitutas vampiresas llevaron a la Caper hasta dentro del lupanar donde poco a poco la música había comenzado a sonar, como si no hubiese pasado nada. Varias de las mujeres limpiaban los destrozos mientras animaban a los clientes a entrar de nuevo en aquella casucha destartalada. Eilydh se quedó mirándolas en parte entristecida por el estilo de vida que llevaban.Como si le leyese la mente, la abuelita miró a Vincent y luego a ella y dijo:
-El espectáculo debe continuar- y sonrió con una de las sonrisas más macabras que Eilydh había visto en una persona de su edad.
Eilydh
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Re: La abuelita y el lobo [Trabajo] [Vincent Calhoun]
En cuánto el brujo escuchó la voz de su compañera de fatigas, echó un rápido vistazo hacia ella, y luego volvió a centrar la mirada sobre los posibles peligros que pudieran acabar con su vida. Los hombres lobos habían sido dispersados, pero aún estarían por las inmediaciones y aún no sabía que harían las vampiras ante el trato que el mercenario depositaba ante ellas.
- Ehm, bueno, calcular donde quiero que exploten mis proyectiles es sencillo, donde caerá lo que explota… Eso ya es más complicado-, comentó serio, aunque por dentro sentía vergüenza y picardía por parte iguales.
Porque, vamos, ¿no era gracioso que todo aquello fuera a caer precisamente encima de una compañera de armas? Con todo el campo y suelo libre, iba y caía encima de Eilydh. Eso siempre daba para una buena chanza de veteranos tras la cerámica de una jarra de hidromiel.
- Hey, cuidado, que eso mancha-, bromeó, ladeando su hombro para que el trozo cayera al suelo. - Me he descubierto sin querer-, contestó seguido, mirando una vez más hacia la elfa y dibujando una sonrisa socarrona. - Soy un hombre intenso. Los dioses bien lo saben-, comentó guasón, antes de clavar una vez la mirada sobre la madame del lupanar. - Me gusta ser sincero con mi propia idiosincrasia.
Y es que de esa vampiresa a la que miraba el brujo dependía todo en esos instantes. En su mente de dama de la noche se retorcía la duda, las posibilidades que tenía para poder salir airosa de todo aquello, los beneficios de una elección, o de la otras posibilidad a su alcance y, sobre todo, de los peligros que conllevaba ir contra el mercenario que la observaba esperando respuesta.
Que las vampiras tenían ventaja estaba fuera de toda duda. Eran más. Un buen grupo contra solo dos personas. Pero un brujo que dominaba el fuego era un problema contra los seres de la noche. Un problema de los gordos. Y aunque ganasen… tendrían que pagar el precio. Nada en esta vida era gratis.
- Hemos hecho lo que hemos podido. Su nieta no se ha mostrado muy colaboradora-, respondió a la madame, relajando un poco su postura y su cuerpo. - Pero bien está lo que bien acaba. Y si puedo ayudarla a liberarla de esa carga de pesadas monedas, no seré yo quien me niegue-, comentó con picardía, mostrando una sonrisa de igual pícara factura.
¿Aceptaría? Quien sabía. Por el momento el brujo solo lo había dicho por mera cortesía, que no venía mal dadas las circunstancias, pero aún no estaba seguro de querer involucrarse en una guerra de bandas. En la guerra siempre sufrían inocentes, personas que pasaban por el lugar incorrecto en el momento incorrecto, y no quería mancharse las manos por algo que no valiera la pena como era un negocio de contrabando y puteríos. Más por otro lado, la plata era la plata, y si tenía cuidado de mantenerse al margen de trabajos que conllevaran peligros para gente ajena, darle una paliza a unos matones no era nada malo. En ese sentido, poco importaba que lo contrataran otros malnacidos.
En cualquier caso, Vincent se alegraba de que la madame fuera inteligente. Podría haber lucha contra ellos, y probablemente ganado, pero conseguía más beneficios sin sacrificios pactando con el dúo de asalariados.
- Qué puedo decirle, bella Eilydh. Nunca he estado falto de pasiones-, bromeó socarrón, envainando la espada al ver como los acontecimientos se encaminaban a buen puerto.
Con un vistazo a su derecha, pudo observar que en el lugar, donde antes estuviera el gigantón, solo quedaban unas briznas de hierba calcinada y aplastada por el peso del cuerpo de un ya desaparecido lobo. Con Carper derrotada, gran parte de su hueste reunida con los dioses, y una alianza vampiro con entro metidos, no le quedaron más opciones que huir con el resto de su banda.
De todas formas, Vincent no pudo evitar sonreír ante la siguiente sugerencia de la dueña del local, más el brujo fue cauteloso e hizo bien en girar el rostro, para que la elfa no pudiera ver que aquel atrevimiento le había hecho gracia.
- Dónde esté un buen semental…-, mencionó si terminar la frase, en cuanto volvió a mirar hacia la madame. Lo dijo en un tono serio pese a lo que podían significar tales palabras, que era realmente el verdadero motivo de haberlas dicho. No obstante, prefirió ocultar su socarronería bajo una falsa capa de seriedad. - No conozco a Eilydh desde hace mucho tiempo, más bien solo la conozco desde esta mañana, más le recomendaría contratarla como guerrera o protectora, más que como… Ya sabe usted. En muy poco tiempo he descubierto que es una mujer muy capaz en el arte de la guerra y conseguir mostrarlo en tan poco tiempo es algo realmente complicado. Créame-, le dijo esta vez a la dueña del lupanar, con unas palabras que albergaban sinceridad.
Una cosa era una broma, y otra una mentira. Sacar punta a comentarios sobre caballos siempre podía ser divertido, más no iba a negarle a la abuelita que se había equivocado por mucho al sopesar las habilidades de la elfa.
En ese momento el brujo sintió una ligera punzada de pena por el destino de Caper, aunque al menos era mejor ser una lacaya más de su abuela que morir. Por ese lado, por lo menos, la traidora viviría para ver un nuevo día. Mejor dicho, una nueva noche. Los días soleados se habían acabado para ella.
Vincent cruzó la mirada con Eilydh y asintió para darle ánimos. La vida fuera de Sandorai podía ser muy dura y cruel, y no sabía cuánto tiempo llevaría la mujer fuera de su tierra. Habían ciertas emociones que solo se podían sentir al ciento por ciento cuando se vivían. Nadie te podía explicar que pasaba por tu mente y por tu cuerpo cuando escuchabas que iban a convertir a tu propia nieta para controlarle mejor.
- Los vampiros lo saben mejor que nadie. Pase lo que pase sobre la faz de Aerandir, el mundo sigue girando-, contestó a la madame.
Sí, ya había sentido su dosis de pena por Caper y no le gustaba el destino de la muchacha, pero no era ninguna mentira que ella se lo había buscado. Una condena de conversión no solía ser lo habitual para un traidor. El desplome de la cabeza por hacha, sí.
En ese instante, una de las vampiras apareció del interior del lupanar y se acercó hasta ellos, antes de lanzar una bolsa hacia el brujo, que este atrapó con facilidad con la palma de su diestra enguantada.
- Ha sido un placer negocios con usted, miladi. Puede que nos volvamos a ver-, le contestó a la abuelita, sopesado el peso del contenido de la bolsa haciéndola botar en su mano.
- Espero que lo considere un pago justo.
- Oh sí, diría que es más de lo que Carper nos prometió-, respondió, vaciando la bolsa en el interior de uno de sus bolsillos de las correas sobre el jubón. - Y consideraré una paga extra el poder irme sin tener que pelear-, comentó socarrón, dibujando una última sonrisa en dirección a la vampiresa.
Luego, justo después de decirle aquello a la dueña del local, el brujo se acercó a Eilydh.
- Ah, bueno. Ha sido un interesante primer día. ¿No cree? - afirmó, en un tono ligero que bien parecía que no hubieran estado a punto de morir de diversas formas. - Para que luego alguien se atreva a decir que con Vincent Calhoun las chicas no se divierten-, dijo una vez más con su propia e inherente socarronería. - En cualquier caso, este dinero me viene muy bien. Seguiré mi viaje hacia tierra de dragones, si su camino la lleva hacia allí podemos ir juntos, más, si no es así, sepa que siempre que quiera verme o saber de mí, puede ir a la Espada Arcana, en la zona portuaria de Lunargenta. Allí me encontrará a mí o a mi socio Sandal.
Vincent le había dijo aquella última parrafada de forma que quedara solo entre ellos dos, no quería dejar puertas abiertas para que asesinas de un clan de vampiros quisieran hacerle una visita por los dioses sabrían qué. No se podía decir que no hubiera una cierta cuota de traición en aquel lupanar.
- Disfrute de la vida, señorita Eiludh. Los pequeños placeres pueden llegar a ser los mejores-, comentó como despedida, dedicándole un guiño de su ojo derecho.
Después se encaminó hacia el carro de las manzanas y la sidra. Allí tomó su morral de viaje, que con toda aquella historia de carromatos que no estaban donde deberían, casi se lo habían robado, y siguió su camino hacia el norte.
- Ehm, bueno, calcular donde quiero que exploten mis proyectiles es sencillo, donde caerá lo que explota… Eso ya es más complicado-, comentó serio, aunque por dentro sentía vergüenza y picardía por parte iguales.
Porque, vamos, ¿no era gracioso que todo aquello fuera a caer precisamente encima de una compañera de armas? Con todo el campo y suelo libre, iba y caía encima de Eilydh. Eso siempre daba para una buena chanza de veteranos tras la cerámica de una jarra de hidromiel.
- Hey, cuidado, que eso mancha-, bromeó, ladeando su hombro para que el trozo cayera al suelo. - Me he descubierto sin querer-, contestó seguido, mirando una vez más hacia la elfa y dibujando una sonrisa socarrona. - Soy un hombre intenso. Los dioses bien lo saben-, comentó guasón, antes de clavar una vez la mirada sobre la madame del lupanar. - Me gusta ser sincero con mi propia idiosincrasia.
Y es que de esa vampiresa a la que miraba el brujo dependía todo en esos instantes. En su mente de dama de la noche se retorcía la duda, las posibilidades que tenía para poder salir airosa de todo aquello, los beneficios de una elección, o de la otras posibilidad a su alcance y, sobre todo, de los peligros que conllevaba ir contra el mercenario que la observaba esperando respuesta.
Que las vampiras tenían ventaja estaba fuera de toda duda. Eran más. Un buen grupo contra solo dos personas. Pero un brujo que dominaba el fuego era un problema contra los seres de la noche. Un problema de los gordos. Y aunque ganasen… tendrían que pagar el precio. Nada en esta vida era gratis.
- Hemos hecho lo que hemos podido. Su nieta no se ha mostrado muy colaboradora-, respondió a la madame, relajando un poco su postura y su cuerpo. - Pero bien está lo que bien acaba. Y si puedo ayudarla a liberarla de esa carga de pesadas monedas, no seré yo quien me niegue-, comentó con picardía, mostrando una sonrisa de igual pícara factura.
¿Aceptaría? Quien sabía. Por el momento el brujo solo lo había dicho por mera cortesía, que no venía mal dadas las circunstancias, pero aún no estaba seguro de querer involucrarse en una guerra de bandas. En la guerra siempre sufrían inocentes, personas que pasaban por el lugar incorrecto en el momento incorrecto, y no quería mancharse las manos por algo que no valiera la pena como era un negocio de contrabando y puteríos. Más por otro lado, la plata era la plata, y si tenía cuidado de mantenerse al margen de trabajos que conllevaran peligros para gente ajena, darle una paliza a unos matones no era nada malo. En ese sentido, poco importaba que lo contrataran otros malnacidos.
En cualquier caso, Vincent se alegraba de que la madame fuera inteligente. Podría haber lucha contra ellos, y probablemente ganado, pero conseguía más beneficios sin sacrificios pactando con el dúo de asalariados.
- Qué puedo decirle, bella Eilydh. Nunca he estado falto de pasiones-, bromeó socarrón, envainando la espada al ver como los acontecimientos se encaminaban a buen puerto.
Con un vistazo a su derecha, pudo observar que en el lugar, donde antes estuviera el gigantón, solo quedaban unas briznas de hierba calcinada y aplastada por el peso del cuerpo de un ya desaparecido lobo. Con Carper derrotada, gran parte de su hueste reunida con los dioses, y una alianza vampiro con entro metidos, no le quedaron más opciones que huir con el resto de su banda.
De todas formas, Vincent no pudo evitar sonreír ante la siguiente sugerencia de la dueña del local, más el brujo fue cauteloso e hizo bien en girar el rostro, para que la elfa no pudiera ver que aquel atrevimiento le había hecho gracia.
- Dónde esté un buen semental…-, mencionó si terminar la frase, en cuanto volvió a mirar hacia la madame. Lo dijo en un tono serio pese a lo que podían significar tales palabras, que era realmente el verdadero motivo de haberlas dicho. No obstante, prefirió ocultar su socarronería bajo una falsa capa de seriedad. - No conozco a Eilydh desde hace mucho tiempo, más bien solo la conozco desde esta mañana, más le recomendaría contratarla como guerrera o protectora, más que como… Ya sabe usted. En muy poco tiempo he descubierto que es una mujer muy capaz en el arte de la guerra y conseguir mostrarlo en tan poco tiempo es algo realmente complicado. Créame-, le dijo esta vez a la dueña del lupanar, con unas palabras que albergaban sinceridad.
Una cosa era una broma, y otra una mentira. Sacar punta a comentarios sobre caballos siempre podía ser divertido, más no iba a negarle a la abuelita que se había equivocado por mucho al sopesar las habilidades de la elfa.
En ese momento el brujo sintió una ligera punzada de pena por el destino de Caper, aunque al menos era mejor ser una lacaya más de su abuela que morir. Por ese lado, por lo menos, la traidora viviría para ver un nuevo día. Mejor dicho, una nueva noche. Los días soleados se habían acabado para ella.
Vincent cruzó la mirada con Eilydh y asintió para darle ánimos. La vida fuera de Sandorai podía ser muy dura y cruel, y no sabía cuánto tiempo llevaría la mujer fuera de su tierra. Habían ciertas emociones que solo se podían sentir al ciento por ciento cuando se vivían. Nadie te podía explicar que pasaba por tu mente y por tu cuerpo cuando escuchabas que iban a convertir a tu propia nieta para controlarle mejor.
- Los vampiros lo saben mejor que nadie. Pase lo que pase sobre la faz de Aerandir, el mundo sigue girando-, contestó a la madame.
Sí, ya había sentido su dosis de pena por Caper y no le gustaba el destino de la muchacha, pero no era ninguna mentira que ella se lo había buscado. Una condena de conversión no solía ser lo habitual para un traidor. El desplome de la cabeza por hacha, sí.
En ese instante, una de las vampiras apareció del interior del lupanar y se acercó hasta ellos, antes de lanzar una bolsa hacia el brujo, que este atrapó con facilidad con la palma de su diestra enguantada.
- Ha sido un placer negocios con usted, miladi. Puede que nos volvamos a ver-, le contestó a la abuelita, sopesado el peso del contenido de la bolsa haciéndola botar en su mano.
- Espero que lo considere un pago justo.
- Oh sí, diría que es más de lo que Carper nos prometió-, respondió, vaciando la bolsa en el interior de uno de sus bolsillos de las correas sobre el jubón. - Y consideraré una paga extra el poder irme sin tener que pelear-, comentó socarrón, dibujando una última sonrisa en dirección a la vampiresa.
Luego, justo después de decirle aquello a la dueña del local, el brujo se acercó a Eilydh.
- Ah, bueno. Ha sido un interesante primer día. ¿No cree? - afirmó, en un tono ligero que bien parecía que no hubieran estado a punto de morir de diversas formas. - Para que luego alguien se atreva a decir que con Vincent Calhoun las chicas no se divierten-, dijo una vez más con su propia e inherente socarronería. - En cualquier caso, este dinero me viene muy bien. Seguiré mi viaje hacia tierra de dragones, si su camino la lleva hacia allí podemos ir juntos, más, si no es así, sepa que siempre que quiera verme o saber de mí, puede ir a la Espada Arcana, en la zona portuaria de Lunargenta. Allí me encontrará a mí o a mi socio Sandal.
Vincent le había dijo aquella última parrafada de forma que quedara solo entre ellos dos, no quería dejar puertas abiertas para que asesinas de un clan de vampiros quisieran hacerle una visita por los dioses sabrían qué. No se podía decir que no hubiera una cierta cuota de traición en aquel lupanar.
- Disfrute de la vida, señorita Eiludh. Los pequeños placeres pueden llegar a ser los mejores-, comentó como despedida, dedicándole un guiño de su ojo derecho.
Después se encaminó hacia el carro de las manzanas y la sidra. Allí tomó su morral de viaje, que con toda aquella historia de carromatos que no estaban donde deberían, casi se lo habían robado, y siguió su camino hacia el norte.
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