Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
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Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Tan bello como fugaz el oasis que nos había concedido el destino desapareció. Pronto, volvimos a nuestro taraná habitual.
Las noches de verano, hacían de los tramos a vuelo una experiencia sencilla y agradable. El aire helado del norte no congelaba las pestañas ni siquiera a la altitud que tomábamos, y, la claridad de la luna y las estrellas hacía de orientarse una tarea fácil, y nos ofrecían un hermoso paisaje para amenizar el viaje.
Por contra, nos tocaba lidiar con días más largos, y paradas más frecuentes. Además, en las llanuras era difícil conseguir un buen refugio apto y seguro para Víctor, y, con lo friolero que era, no me daba el corazón el hacerlo dormir en alguna madriguera. Por más que fuera verano, el norte seguía siendo poco amable para los sureños.
Por azar del destino tomé la pésima decisión de aterrizar en una aldeucha. De esas tan pequeñas que no aparecen en los mapas, y cuyo nombre no se conoce a más que unas pocas leguas. Una granja que por próspera había atraído a un par de artesanos más que servían a esta, o se servían de la misma. Võhma con el tiempo, había crecido hasta la friolera cantidad de nueve casas.
No había posada, pero en la quesería tenían un salón que usaban de taberna. Allí nos prestaron una habitación, que hasta hacía poco utilizaban de trastero, a cambio de algunos aéreos y un par de animales que había cazado de más por gula y diversión, y que no había podido terminarme. Por suerte, no pertenecían a nadie del pueblo.
Habríamos partido y olvidado aquel lugar, de no haber pecado de ingenua.
La primera mañana, poco después de acostarnos, un mocoso llegó gritando desaforadamente que había un lobo. Buscando que no despertase a mi compañero le prometí ayuda a cambio de que dejase de hacer escándalo. Tras todo un día de rastreo, no conseguí una mierda. Avergonzada de mis escuetos resultados, me excusé con que había dormido mal y pedí de quedarnos un día más. Para evitar volver al horario diurno me forcé en mantenerme despierta, y, cuando por fin salió el sol y me tumbaba de nuevo...
—¡El lobooooo!
“Mierda”
Y así la segunda mañana se repitió el cuento.
El tercer día los puñeteros gritos del lobo volvieron a sacarme del lecho. Esta vez busqué solo hasta el mediodía antes de arrastrarme junto al vampiro y caer rendida de agotamiento.
No conseguí descansar demasiado, y esta vez no por culpa de los gritos de Pablito.
—Víctor...— Musite tímidamente.— ¿Estás despierto?
Note algo de movimiento en la oscuridad contra mi cuerpo.
—No creo que podamos viajar hoy tampoco.— titubeé.— La verdad es que los aldeanos tienen problemas y he intentado ayudarlos por mi cuenta… Pero no me ha salido. — Tome aire profundamente. — Hay un lobo asustando al pastorcillo y no consiguen encontrarlo... Y el niño deja las ovejas para gritar, y todos tienen que para lo que hacen para asegurarse de que él y el ganado están a salvo… y eso. Me pidieron ayuda y como que dije que ayudaría, pero no encuentro el bicho.— A medida que hablaba iba perdiendo fuerza en la voz. Resultaba humillante. Yo, un enorme dragón, capaz de zamparme una zarigüeya adulta y rechoncha de un bocado, incapaz de rastrear y cazar un lobo. — Llevo todos estos días buscando...
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Y ahí estaba otra vez, volando junto a Arygos, surcando el cielo con mis grandes alas bajo el radiante sol del mediodía -Un momento, aquí algo no cuadra- Dije al recordar que los vampiros no tienen alas, así que las que tenía se desaparecieron cuando mi subconsciente recordó esa terrible verdad, aunque lo del sol ya era otra cosa, era la más viva expresión de mis instintos suicidas cobrando vida, así que caí desde el cielo ardiendo en llamas como una estrella en la mañana.
Y en medio de mi caída, desde luego, desperté -De nuevo ese sueño- Dije para mí mismo, ya que Arygos no estaba. El viaje había sido largo y ambos estábamos bastante cansados, yo caí en la cama como un saco de patatas y no hubo fuerza en el mundo capaz de despertarme hasta el otro día. Considerando que el pequeño… caserío al que habíamos ido a parar era bastante chico y casi que podía verlo todo desde las ventanas, y que la luz del sol me evitaba salir, me limité a entretenerme bajando un rato a la posada mientras esperaba el regreso de Arygos.
Mientras bajaba las escaleras de caracol de aquella descuidada estructura, me dije a mí mismo -Mí mismo, ella seguro fue a comer, ya volverá pronto para irnos de acá- Así que mientras tanto, mí mismo y yo nos íbamos a entretener charlando con la gente del pueblo. Me resultaban bastante simpáticos todos, el encargado de la improvisada taberna era Marco, que cada que alguien gritaba su nombre, respondía “Polo”, una manía un poco extraña pero graciosa.
Luego estaba el viejo Falacio, en apenas dos horas repitió tres veces la historia de cuando pescó el pez más grande que se hubiera visto jamás, lo gracioso es que la misma historia era contada por él mismo con diferentes finales y acontecimientos tan variados que se podría pensar que se trataba de historias completamente diferentes. Y por último, el más curioso de todos, ese sujeto que aparentemente nadie conocía, pero por alguna razón, todos confiaban en él, como si no fuera su primera vez en ese lugar.
Estoy seguro que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Dijo el hombre recién entrando al lugar con la ropa rasgada y la respiración agitada. Aquello llamó la atención de los presentes que acudieron a ofrecerle ayuda y alimentos -Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo- Añadió mientras acariciaba su larga barba, una barba con mucho pelo en comparación con su cabeza calva, tanto que parecía una barba falsa, pero quién soy para juzgar.
Que casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una luz anti-lobos- Mostró uno de los presentes su frasco con mucho orgullo, pero su cara se volvería de tragedia ante la declaración del barbudo -Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco.
Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi loción anti-lobos- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco que no dudaría en ofrecer a los presentes -A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine de bolsillo, digo, a mí no me sirve- Señaló su cabeza brillante. Justo cuando pensaba que nadie iba a comprarle nada, todos los presentes enloquecieron y le llenaron los bolsillos de dinero a cambio de la loción anti-lobos.
Tras un largo rato y algunas historias de los habitantes de aquel lugar, me sentí tan aburrido que me fui a dormir. Al día siguiente, de nuevo Arygos no estaba, así que bajé de nuevo a la taberna para seguir conversando con los residentes, seguro alguno tendría alguna buena historia que contar, o quizá les contara esta vez alguna de las mías. No había pasado una hora cuando apareció un sujeto bastante parecido al del día anterior, pero ahora no tenía barba, y su cabello largo se veía sospechosamente falso.
Estoy seguro que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Dijo el hombre recién entrando al lugar con la ropa rasgada y la respiración agitada. Aquello llamó la atención de los presentes que acudieron a ofrecerle ayuda y alimentos -Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo- Añadió mientras acariciaba su larga melena, una melena con mucho pelo en comparación con su rostro sin rastro de barba, tanto que parecía una cabellera falsa, pero quién soy para juzgar.
Que casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una loción anti-lobos- Mostró uno de los presentes su frasco con mucho orgullo, pero su cara se volvería de tragedia ante la declaración del barbudo -Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco.
Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi bebida anti-lobos- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco que no dudaría en ofrecer a los presentes -A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine para barbas, digo, a mí no me sirve- Señaló su cara sin barba. Justo cuando pensaba que nadie iba a comprarle nada, todos los presentes enloquecieron y le llenaron los bolsillos de dinero a cambio de la loción anti-lobos.
Aquí está pasando algo muy raro- Le dije a mi buen amigo el Falacio -Creo que alguien se quiere hacer millonario vendiendo agua colorada- El viejo miró la situación con seria desconfianza y dijo -Meh, he pescado cosas más grandes- Sin más, volvió a estrellar su cabeza contra la mesa y se durmió -Bueno, es su dinero, no soy quién para juzgar- Tras aquel aburrido encuentro volví a la habitación y de nuevo me quedé dormido de aburrimientos antes que Arygos volviera.
No fue sino hasta el tercer día cuando Arygos me contó lo sucedido y la historia del lobo comenzó a tener sentido -¿Has pensado que quizá el lobo no existe? Tal vez son sus padres- Dije en tono serio, muchas veces los padres inventaban historias para traumar a los hijos y asegurar su obediencia -Eres muy buena rastreando, y muy lista, quizá debamos buscar otro tipo de lobo- Dije un poco escéptico -Vamos abajo, quiero que conozcas a alguien- Le dije a la joven mientras me desperezaba y me preparaba para bajar otra vez a la taberna.
Bajé esta vez acompañado por la joven peliblanca y al cabo de un rato pasó lo que tenía que pasar, volvió a entrar el mismo sujeto con la ropa rasgada y la respiración agitada -Estoy seguro que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Aquello llamó la atención de los presentes que, otra vez, acudieron a ofrecerle ayuda y alimentos -Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo- Añadió mientras acariciaba su larga melena y su prominente barba, una melena con mucho pelo aunque de un color diferente al de su barba, tanto que parecían falsas, pero quién soy para juzgar.
Que casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una bebida anti-lobos- Mostró de nuevo uno de los presentes su frasco con mucho orgullo, pero su cara se volvería de tragedia ante la declaración del barbudo -Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco.
Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi líquido de invisibilidad anti-lobos- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco que no dudaría en ofrecer a los presentes -A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine para calvos, digo, a mí no me sirve- Señaló su cabeza sin cabello. Justo cuando pensaba que nadie iba a comprarle nada, todos los presentes enloquecieron y le llenaron los bolsillos de dinero a cambio de la loción anti-lobos.
¿Qué opinas?- Le pregunté a la dragona -A mí me parece que alguien se está haciendo rico con la historia del supuesto lobo- Y claro, estaba siendo bastante escéptico con todo esto, pero un lobo que no aparecía cuando lo buscaban, y un hombre que se disfrazaba para vender a diario el mismo líquido, me sonaba bastante sospechoso.
Y en medio de mi caída, desde luego, desperté -De nuevo ese sueño- Dije para mí mismo, ya que Arygos no estaba. El viaje había sido largo y ambos estábamos bastante cansados, yo caí en la cama como un saco de patatas y no hubo fuerza en el mundo capaz de despertarme hasta el otro día. Considerando que el pequeño… caserío al que habíamos ido a parar era bastante chico y casi que podía verlo todo desde las ventanas, y que la luz del sol me evitaba salir, me limité a entretenerme bajando un rato a la posada mientras esperaba el regreso de Arygos.
Mientras bajaba las escaleras de caracol de aquella descuidada estructura, me dije a mí mismo -Mí mismo, ella seguro fue a comer, ya volverá pronto para irnos de acá- Así que mientras tanto, mí mismo y yo nos íbamos a entretener charlando con la gente del pueblo. Me resultaban bastante simpáticos todos, el encargado de la improvisada taberna era Marco, que cada que alguien gritaba su nombre, respondía “Polo”, una manía un poco extraña pero graciosa.
Luego estaba el viejo Falacio, en apenas dos horas repitió tres veces la historia de cuando pescó el pez más grande que se hubiera visto jamás, lo gracioso es que la misma historia era contada por él mismo con diferentes finales y acontecimientos tan variados que se podría pensar que se trataba de historias completamente diferentes. Y por último, el más curioso de todos, ese sujeto que aparentemente nadie conocía, pero por alguna razón, todos confiaban en él, como si no fuera su primera vez en ese lugar.
Estoy seguro que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Dijo el hombre recién entrando al lugar con la ropa rasgada y la respiración agitada. Aquello llamó la atención de los presentes que acudieron a ofrecerle ayuda y alimentos -Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo- Añadió mientras acariciaba su larga barba, una barba con mucho pelo en comparación con su cabeza calva, tanto que parecía una barba falsa, pero quién soy para juzgar.
Que casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una luz anti-lobos- Mostró uno de los presentes su frasco con mucho orgullo, pero su cara se volvería de tragedia ante la declaración del barbudo -Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco.
Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi loción anti-lobos- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco que no dudaría en ofrecer a los presentes -A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine de bolsillo, digo, a mí no me sirve- Señaló su cabeza brillante. Justo cuando pensaba que nadie iba a comprarle nada, todos los presentes enloquecieron y le llenaron los bolsillos de dinero a cambio de la loción anti-lobos.
Tras un largo rato y algunas historias de los habitantes de aquel lugar, me sentí tan aburrido que me fui a dormir. Al día siguiente, de nuevo Arygos no estaba, así que bajé de nuevo a la taberna para seguir conversando con los residentes, seguro alguno tendría alguna buena historia que contar, o quizá les contara esta vez alguna de las mías. No había pasado una hora cuando apareció un sujeto bastante parecido al del día anterior, pero ahora no tenía barba, y su cabello largo se veía sospechosamente falso.
Estoy seguro que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Dijo el hombre recién entrando al lugar con la ropa rasgada y la respiración agitada. Aquello llamó la atención de los presentes que acudieron a ofrecerle ayuda y alimentos -Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo- Añadió mientras acariciaba su larga melena, una melena con mucho pelo en comparación con su rostro sin rastro de barba, tanto que parecía una cabellera falsa, pero quién soy para juzgar.
Que casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una loción anti-lobos- Mostró uno de los presentes su frasco con mucho orgullo, pero su cara se volvería de tragedia ante la declaración del barbudo -Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco.
Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi bebida anti-lobos- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco que no dudaría en ofrecer a los presentes -A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine para barbas, digo, a mí no me sirve- Señaló su cara sin barba. Justo cuando pensaba que nadie iba a comprarle nada, todos los presentes enloquecieron y le llenaron los bolsillos de dinero a cambio de la loción anti-lobos.
Aquí está pasando algo muy raro- Le dije a mi buen amigo el Falacio -Creo que alguien se quiere hacer millonario vendiendo agua colorada- El viejo miró la situación con seria desconfianza y dijo -Meh, he pescado cosas más grandes- Sin más, volvió a estrellar su cabeza contra la mesa y se durmió -Bueno, es su dinero, no soy quién para juzgar- Tras aquel aburrido encuentro volví a la habitación y de nuevo me quedé dormido de aburrimientos antes que Arygos volviera.
No fue sino hasta el tercer día cuando Arygos me contó lo sucedido y la historia del lobo comenzó a tener sentido -¿Has pensado que quizá el lobo no existe? Tal vez son sus padres- Dije en tono serio, muchas veces los padres inventaban historias para traumar a los hijos y asegurar su obediencia -Eres muy buena rastreando, y muy lista, quizá debamos buscar otro tipo de lobo- Dije un poco escéptico -Vamos abajo, quiero que conozcas a alguien- Le dije a la joven mientras me desperezaba y me preparaba para bajar otra vez a la taberna.
Bajé esta vez acompañado por la joven peliblanca y al cabo de un rato pasó lo que tenía que pasar, volvió a entrar el mismo sujeto con la ropa rasgada y la respiración agitada -Estoy seguro que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Aquello llamó la atención de los presentes que, otra vez, acudieron a ofrecerle ayuda y alimentos -Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo- Añadió mientras acariciaba su larga melena y su prominente barba, una melena con mucho pelo aunque de un color diferente al de su barba, tanto que parecían falsas, pero quién soy para juzgar.
Que casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una bebida anti-lobos- Mostró de nuevo uno de los presentes su frasco con mucho orgullo, pero su cara se volvería de tragedia ante la declaración del barbudo -Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco.
Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi líquido de invisibilidad anti-lobos- Dijo mientras sacaba un pequeño frasco que no dudaría en ofrecer a los presentes -A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine para calvos, digo, a mí no me sirve- Señaló su cabeza sin cabello. Justo cuando pensaba que nadie iba a comprarle nada, todos los presentes enloquecieron y le llenaron los bolsillos de dinero a cambio de la loción anti-lobos.
¿Qué opinas?- Le pregunté a la dragona -A mí me parece que alguien se está haciendo rico con la historia del supuesto lobo- Y claro, estaba siendo bastante escéptico con todo esto, pero un lobo que no aparecía cuando lo buscaban, y un hombre que se disfrazaba para vender a diario el mismo líquido, me sonaba bastante sospechoso.
Bio
Aerandiano de honor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Suspire con alivio. Sentí uno como había desaparecido un peso sobre mis hombros. Aunque Víctor no era la clase de persona que se burlaría por ese tipo de fracasos, la cercanía al segundo pico hacía que sintiese una creciente presión de hacerlo todo bien.
—¿Has pensado que quizá el lobo no existe? Tal vez son sus padres— Ladee la cabeza. No era tan descabellado. Es decir, no era descabellado padres que se convirtiesen en lobos, aunque si ese fuera el caso, el niño no debería asustarse… y si se asustaba era porque no lo sabía ¿Por qué le harian sus padres aquello?
—Hm....-Fruncí los labios, intentando sacar algo en limpio de aquella posibilidad.— Podrías ir por buen camino.- Asentí un par de veces. Nunca dejaría de asombrarme la brillantez de mi compañero.— Eres muy listo.
—Eres muy buena rastreando, y muy lista, quizá debamos buscar otro tipo de lobo—. Asentí otra vez. Había buscado concretamente lobos, por lo que los rastros demasiado grandes o pequeños no les había prestado atención. Cada vez todo tenía más sentido.
—Vamos abajo, quiero que conozcas a alguien.
Y abajo fuimos.
El pequeño salón estaba lleno de los aldeanos dando buena cuenta su “almuerzo”. Un engrudo a base de grano sobre hervido, huevo, y tocino que olía muy fuerte. Todos daban cuenta de ello como si fuese un manjar, y a mí me revolvía el estómago. Empecé a respirar por la boca para evitar hechar la ardilla sobre la mesa y que mi comida saludase a la de ellos.
Antes de que pudiera preguntarle a Víctor quién me quería presentar, alguien abrió las puertas con tanta violencia que golpeo sordamente contra la pared. Un hombre entró dramáticamente al lugar, con las ropas hechas un desastre. —Estoy seguro de que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Pese al estado paupérrimo de sus atavíos, no pude observar ningún rasguño o mordisco que justificase su estado. Parecía que el lobo en cuestión se había ensañado solo con los arapos mientras el sujeto no los llevaba puestos. Como los perros que se la juraban a los zapatos de sus dueños.
—Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo.
—Qué casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una bebida anti-lobos.
—Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva. Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi líquido de invisibilidad anti-lobos. A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine para calvos, digo, a mí no me sirve.
—¿Qué opinas?.-Habían muchas cosas que no me cuadraban.
—...Que los calvos no necesitan peine, es decir, la calvicie no se enreda....
—A mí me parece que alguien se está haciendo rico con la historia del supuesto lobo.
—Puede ser... no tiene ningún sentido lo del elixir... o el hombre es un poco bobo.
Uno de los comensales, que estaba a punto de levantarse y comprar, se sento de nuevo cuando escucho mi comentario, y se inclinó hacia un costado de la silla, interrumpiendo nuestra conversación.
—¿Cómo que no tiene sentido el elixir? ¿Estás segura?.
—Si el elixir le vuelve invisible ante los lobos ¿Porque no lo puso también en la ropa? La tiene toda rota. Y si le mordió la ropa, ¿No la llevaba puesta entonces? El no tiene mordiscos…
-¡Ja, eso es lo que diría alguien que no se ha enfrentado con el lobo!.— Nos acusó el vendedor, que, tenía toda la razón. Aunque no porque no lo hubiese intentado.
—Me volví invisible, lance mi ropa para que no me pudiese oler, y cuando se cansó de morderla la recupere. Quedo mi ropa maltrecha, pero salve la vida. Vosotros también podéis salvar la vida si compráis mi líquido de invisibilidad anti-lobos.
Ahora tenía algo más de sentido, así que, curiosa, le hice un gesto a Bio para que me siguiese y me acerque a ver su misterioso elixir. No porque necesitase alejar lobos, sino por curiosidad profesional.
Lo primero que note al acercarme es que el pelo le olía a oveja, y la barba le olía a perro mojado, me incline hacia el vampiro y le susurre en el oído.— Creo que su pelo y su barba son falsos...- Había leído que algunos hombres relacionaban la falta de vello con la falta de hombría, y por eso había tantos tratados alquímicos sobre soluciones crece-pelo.
Tras atender a uno de los campesinos que compro una botella para sí, una para su mujer, y otras dos para sus hijos, se giró hacia nosotros intentando convencernos de que comprásemos su “fabuloso” elixir.
—No van a poner en riesgo sus vidas cuando tienen la solución al alcance de la mano, y de unos pocos aeros, claro.
—No quiero la poción, pero también soy alquimista, y le pagaría porque me enseñe a hacerla.— Quizás aprendiendo sobre que servía para esconderse de la criatura, podíamos encontrar algo para llamar su atención.
El hombre torció el gesto. Claramente había comido engrudo cuando no mirábamos y le estaba sentado mal.
—Eh... Me encantaría, claro, pero eso es muuucho más caro, además, los ingredientes son difíciles de conseguir. Hay que ir de noche en el territorio del lobo para hallarlos, peligroso, muy peligroso. Ojalá pudiera enseñarles, pero no quisiera poner en riesgo sus vidas.
—¿Has pensado que quizá el lobo no existe? Tal vez son sus padres— Ladee la cabeza. No era tan descabellado. Es decir, no era descabellado padres que se convirtiesen en lobos, aunque si ese fuera el caso, el niño no debería asustarse… y si se asustaba era porque no lo sabía ¿Por qué le harian sus padres aquello?
—Hm....-Fruncí los labios, intentando sacar algo en limpio de aquella posibilidad.— Podrías ir por buen camino.- Asentí un par de veces. Nunca dejaría de asombrarme la brillantez de mi compañero.— Eres muy listo.
—Eres muy buena rastreando, y muy lista, quizá debamos buscar otro tipo de lobo—. Asentí otra vez. Había buscado concretamente lobos, por lo que los rastros demasiado grandes o pequeños no les había prestado atención. Cada vez todo tenía más sentido.
—Vamos abajo, quiero que conozcas a alguien.
Y abajo fuimos.
El pequeño salón estaba lleno de los aldeanos dando buena cuenta su “almuerzo”. Un engrudo a base de grano sobre hervido, huevo, y tocino que olía muy fuerte. Todos daban cuenta de ello como si fuese un manjar, y a mí me revolvía el estómago. Empecé a respirar por la boca para evitar hechar la ardilla sobre la mesa y que mi comida saludase a la de ellos.
Antes de que pudiera preguntarle a Víctor quién me quería presentar, alguien abrió las puertas con tanta violencia que golpeo sordamente contra la pared. Un hombre entró dramáticamente al lugar, con las ropas hechas un desastre. —Estoy seguro de que han escuchado la historia del malvado y feroz lobo que acecha las cercanías de este lugar- Pese al estado paupérrimo de sus atavíos, no pude observar ningún rasguño o mordisco que justificase su estado. Parecía que el lobo en cuestión se había ensañado solo con los arapos mientras el sujeto no los llevaba puestos. Como los perros que se la juraban a los zapatos de sus dueños.
—Acabo de sobrevivir a ese terrible lobo.
—Qué casualidad, ayer vino un hombre que nos dijo eso mismo, por suerte nos vendió una bebida anti-lobos.
—Olviden eso, esa cosa es falsa, yo también la compré y no sirvió de nada, pero es su día de suerte, porque acá les traigo la solución definitiva. Casi que no la cuento, pero me salvé gracias a mi líquido de invisibilidad anti-lobos. A cambio de algunos aeros les puede salvar la vida, y si lo ordenan ya, les voy a incluir este peine para calvos, digo, a mí no me sirve.
—¿Qué opinas?.-Habían muchas cosas que no me cuadraban.
—...Que los calvos no necesitan peine, es decir, la calvicie no se enreda....
—A mí me parece que alguien se está haciendo rico con la historia del supuesto lobo.
—Puede ser... no tiene ningún sentido lo del elixir... o el hombre es un poco bobo.
Uno de los comensales, que estaba a punto de levantarse y comprar, se sento de nuevo cuando escucho mi comentario, y se inclinó hacia un costado de la silla, interrumpiendo nuestra conversación.
—¿Cómo que no tiene sentido el elixir? ¿Estás segura?.
—Si el elixir le vuelve invisible ante los lobos ¿Porque no lo puso también en la ropa? La tiene toda rota. Y si le mordió la ropa, ¿No la llevaba puesta entonces? El no tiene mordiscos…
-¡Ja, eso es lo que diría alguien que no se ha enfrentado con el lobo!.— Nos acusó el vendedor, que, tenía toda la razón. Aunque no porque no lo hubiese intentado.
—Me volví invisible, lance mi ropa para que no me pudiese oler, y cuando se cansó de morderla la recupere. Quedo mi ropa maltrecha, pero salve la vida. Vosotros también podéis salvar la vida si compráis mi líquido de invisibilidad anti-lobos.
Ahora tenía algo más de sentido, así que, curiosa, le hice un gesto a Bio para que me siguiese y me acerque a ver su misterioso elixir. No porque necesitase alejar lobos, sino por curiosidad profesional.
Lo primero que note al acercarme es que el pelo le olía a oveja, y la barba le olía a perro mojado, me incline hacia el vampiro y le susurre en el oído.— Creo que su pelo y su barba son falsos...- Había leído que algunos hombres relacionaban la falta de vello con la falta de hombría, y por eso había tantos tratados alquímicos sobre soluciones crece-pelo.
Tras atender a uno de los campesinos que compro una botella para sí, una para su mujer, y otras dos para sus hijos, se giró hacia nosotros intentando convencernos de que comprásemos su “fabuloso” elixir.
—No van a poner en riesgo sus vidas cuando tienen la solución al alcance de la mano, y de unos pocos aeros, claro.
—No quiero la poción, pero también soy alquimista, y le pagaría porque me enseñe a hacerla.— Quizás aprendiendo sobre que servía para esconderse de la criatura, podíamos encontrar algo para llamar su atención.
El hombre torció el gesto. Claramente había comido engrudo cuando no mirábamos y le estaba sentado mal.
—Eh... Me encantaría, claro, pero eso es muuucho más caro, además, los ingredientes son difíciles de conseguir. Hay que ir de noche en el territorio del lobo para hallarlos, peligroso, muy peligroso. Ojalá pudiera enseñarles, pero no quisiera poner en riesgo sus vidas.
Última edición por Arygos Valnor el Mar Oct 10 2023, 20:43, editado 1 vez
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Tras lanzar las insinuaciones de que realmente no había un lobo, nos dirigimos a la improvisada taberna para que la dragona conociera al misterioso vendedor, aunque el primer gran desafío fue notar a Arygos a punto de reembolsar su desayuno. La abracé con cuidado acercando su cara a mi pecho para distraerla un poco de aquella comida que seguramente le resultaba asquerosa.
Por suerte nuestro amigo el vendedor no tardó mucho en llegar y resultó ser, como esperaba, una distracción más efectiva para la dragona -Exacto, que los calvos no necesitan… espera, no- Respondí intrigado -Bueno, de hecho, sí, eso es muy cierto, pero aparte, el resto de su discurso es muy curioso- Añadí siendo ahora más específico en lo que quería que Arygos enfocara su atención.
Viene todos los días exactamente con el mismo discurso, aunque cambia algunos detalles para vender un producto diferente- Dije a mi compañera entre susurros -No sé cómo no se dan cuenta que es la misma persona- Miré con decepción a los presentes, y me senté al lado de Arygos dejando caer mi mano en su hombro -Yo en cambio, reconozco a alguien con sólo tocarlo- Retiré de prisa mi mano al notar que estaba en el hombro del viejo Falacio, pues Arygos ya se había adelantado a inspeccionar el elixir.
Retiré la mano de prisa y me levanté para seguir a Arygos, que increpó sin piedad al vendedor, aunque éste parecía tener respuestas para todo -Yo creo que todo en él, es falso- Respondí susurrando a mi compañera, con claras dudas acerca de aquel sujeto. Arygos intentó que le enseñara a fabricarla, pero claramente aquel sujeto no entregaría a su gallina de los huevos de oro, así que opté por una mejor estrategia para tratar de desmentirlo -De acuerdo, me convenciste, no voy a poner en riesgo mi vida por tacaño- Con aquellas palabras, le di unos aeros y no solo tomé una de las botellas para mí, sino que además la destapé, olí su contenido y la ingerí sin cuidado.
¿Ya soy invisible o todavía no?- Pregunté con tono burlón haciendo que el sujeto se pusiera pálido al ver que a los lados todos comenzaban a esperar el efecto de invisibilidad -Ya eres invisible, pero solo para los lobos, nosotros sí te vemos normalmente- Con aquella rápida e ingeniosa respuesta se había librado del momento incómodo, pero por mi parte, había descubierto que efectivamente la fulana bebida no era más que agua mezclada con zumo de algunas frutas para darle color.
Al ver que la situación se le estaba saliendo de las manos, el hombrecito decidió tomar el dinero que había podido sacar de aquellos ingenuos y retirarse, murmurando algunas cosas para sí mismo que no logré entender, así finalmente se marchó, y a su barco le llamó Libertad, igual y no tenía barco, pero era un buen nombre.
De cualquier forma, con todo lo que había vendido y el tamaño de su bolso, seguramente se había quedado sin provisiones, y considerando que seguro pensaba regresar al día siguiente, tendría que dedicarse a buscar nuevos ingredientes para las pociones del día siguiente -Esta noche iremos de cacería- Le dije a la dragona en tono malicioso y con una sonrisa perversa -Encontraremos al “lobo” y resolveremos este misterio- Dije haciendo énfasis en la palabra: lobo.
Por suerte nuestro amigo el vendedor no tardó mucho en llegar y resultó ser, como esperaba, una distracción más efectiva para la dragona -Exacto, que los calvos no necesitan… espera, no- Respondí intrigado -Bueno, de hecho, sí, eso es muy cierto, pero aparte, el resto de su discurso es muy curioso- Añadí siendo ahora más específico en lo que quería que Arygos enfocara su atención.
Viene todos los días exactamente con el mismo discurso, aunque cambia algunos detalles para vender un producto diferente- Dije a mi compañera entre susurros -No sé cómo no se dan cuenta que es la misma persona- Miré con decepción a los presentes, y me senté al lado de Arygos dejando caer mi mano en su hombro -Yo en cambio, reconozco a alguien con sólo tocarlo- Retiré de prisa mi mano al notar que estaba en el hombro del viejo Falacio, pues Arygos ya se había adelantado a inspeccionar el elixir.
Retiré la mano de prisa y me levanté para seguir a Arygos, que increpó sin piedad al vendedor, aunque éste parecía tener respuestas para todo -Yo creo que todo en él, es falso- Respondí susurrando a mi compañera, con claras dudas acerca de aquel sujeto. Arygos intentó que le enseñara a fabricarla, pero claramente aquel sujeto no entregaría a su gallina de los huevos de oro, así que opté por una mejor estrategia para tratar de desmentirlo -De acuerdo, me convenciste, no voy a poner en riesgo mi vida por tacaño- Con aquellas palabras, le di unos aeros y no solo tomé una de las botellas para mí, sino que además la destapé, olí su contenido y la ingerí sin cuidado.
¿Ya soy invisible o todavía no?- Pregunté con tono burlón haciendo que el sujeto se pusiera pálido al ver que a los lados todos comenzaban a esperar el efecto de invisibilidad -Ya eres invisible, pero solo para los lobos, nosotros sí te vemos normalmente- Con aquella rápida e ingeniosa respuesta se había librado del momento incómodo, pero por mi parte, había descubierto que efectivamente la fulana bebida no era más que agua mezclada con zumo de algunas frutas para darle color.
Al ver que la situación se le estaba saliendo de las manos, el hombrecito decidió tomar el dinero que había podido sacar de aquellos ingenuos y retirarse, murmurando algunas cosas para sí mismo que no logré entender, así finalmente se marchó, y a su barco le llamó Libertad, igual y no tenía barco, pero era un buen nombre.
De cualquier forma, con todo lo que había vendido y el tamaño de su bolso, seguramente se había quedado sin provisiones, y considerando que seguro pensaba regresar al día siguiente, tendría que dedicarse a buscar nuevos ingredientes para las pociones del día siguiente -Esta noche iremos de cacería- Le dije a la dragona en tono malicioso y con una sonrisa perversa -Encontraremos al “lobo” y resolveremos este misterio- Dije haciendo énfasis en la palabra: lobo.
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Observe con horror como Víctor se tragaba aquel mejunje, que había declarado entre susurros como una falsedad, de un solo trago. Si tenía razón, a saber que acababa de meterse entre pecho y espalda.
—¿Te... ... Te sientes bien?— Le susurré, intentando ser discreta. El vendedor no se preocupó por nosotros, huyendo del salón con su botín. Los campesinos que se habían hecho con las pociones siguieron, en su mayoría, el ejemplo del vampiro, vaciando sus botellines del líquido torvo que acababan de adquirir.
—Esta noche iremos de cacería. Encontraremos al “lobo” y resolveremos este misterio.— Yo no lo veía tan claro, pero no queriendo desanimarle ni bien empezar. Me limité a sonreír.
Tras el vendedor marcharon los aldeanos, según su rutina habitual, dispuestos a seguir su día. La estancia quedó casi desierta.
Los padres de Pablito le dieron no una sino dos de esas botellitas. Aun así, el muchacho parecía no tener suficiente, porque se dedicó a chupar los restos de las botellitas que otros dejaban abandonadas sobre sus mesas.
Pablito no parecía muy avispado normalmente, pero con la lengua metida en los tarros aún menos. Tenía los ojos almendrados, y una pulgada de más separados entre sí. Se esforzaba tanto en atrapar los restos del líquido misterioso que se ponía bizco. Sus padres lo miraban con una mezcla de preocupación y ternura que iba más allá del lobo o el ganado que les había estado perdiendo los últimos días.
Cuando consideraron que podían quitarle los botellines sin que rompiese a llorar, se lo llevaron a que le diese un poco el aire.
El viejo Falacio se retiró cerca de la lumbre a desanudar algunas de sus redes en el calor del fuego, lejos de nosotros, sin duda para evitar que Bio siguiese usándolo como apoyabrazos.
Polo, a quien todos llamaban erróneamente Marco, tomó los cuencos, echo los restos sin comer a la olla del guiso eterno, y paso un trapo de higiene cuestionable para quitar los restos grasientos antes de apilarlos para la próxima comida.
Como aún faltaban algunas horas para que anocheciese, me hice con un pedazo de carbonilla de los restos del hogar, ignorando la invitación de Falacio a escuchar la magnífica historia de como había conseguido tres deseos al pescar el pez más grande que hubiese visto jamás. Historia que en otro momento me habría interesado muchísimo, y por la que me prometí preguntar más tarde.
Guíe a Víctor hasta la mesa más alejada de las cocinas y me puse a dibujar.
—Esto es lo que he estado viendo estos días.— Sobre la irregular madera dibujé una casita grande para marcar la aldea. Luego, a su alrededor, con pequeñas líneas apenas curvas los montículos en los que intentaban cultivar, y a su alrededor, unos garabatos marcando los pastizales y bosques por los que se pastaba el ganado.
— He ido revisando en círculos el terreno lindante … Por aquí el bosque es más denso…-Garabatee con más fuerza una parte del improvisado mapa.— Por ahí hay el sendero a la ciudad, y pasa bastante gente…— marqué con una flecha el sendero que se alejaba del lugar.— Y aquí está el campamento de ovejeros.— Puse un par de conos para marcar sus tiendas.— Ellos también tienen ovejas, pero no han sabido nada de ningún lobo, o nadie ha asustado a los suyos. Aunque con lo armados que van, no creo que ningún lobo falso o no se les quiera acercar, y además no tienen el ganado suelto.— Finalmente, marque con una cruz los sitios desde los que Pablito había estado viendo al lobo.
—¿Te... ... Te sientes bien?— Le susurré, intentando ser discreta. El vendedor no se preocupó por nosotros, huyendo del salón con su botín. Los campesinos que se habían hecho con las pociones siguieron, en su mayoría, el ejemplo del vampiro, vaciando sus botellines del líquido torvo que acababan de adquirir.
—Esta noche iremos de cacería. Encontraremos al “lobo” y resolveremos este misterio.— Yo no lo veía tan claro, pero no queriendo desanimarle ni bien empezar. Me limité a sonreír.
Tras el vendedor marcharon los aldeanos, según su rutina habitual, dispuestos a seguir su día. La estancia quedó casi desierta.
Los padres de Pablito le dieron no una sino dos de esas botellitas. Aun así, el muchacho parecía no tener suficiente, porque se dedicó a chupar los restos de las botellitas que otros dejaban abandonadas sobre sus mesas.
Pablito no parecía muy avispado normalmente, pero con la lengua metida en los tarros aún menos. Tenía los ojos almendrados, y una pulgada de más separados entre sí. Se esforzaba tanto en atrapar los restos del líquido misterioso que se ponía bizco. Sus padres lo miraban con una mezcla de preocupación y ternura que iba más allá del lobo o el ganado que les había estado perdiendo los últimos días.
Cuando consideraron que podían quitarle los botellines sin que rompiese a llorar, se lo llevaron a que le diese un poco el aire.
El viejo Falacio se retiró cerca de la lumbre a desanudar algunas de sus redes en el calor del fuego, lejos de nosotros, sin duda para evitar que Bio siguiese usándolo como apoyabrazos.
Polo, a quien todos llamaban erróneamente Marco, tomó los cuencos, echo los restos sin comer a la olla del guiso eterno, y paso un trapo de higiene cuestionable para quitar los restos grasientos antes de apilarlos para la próxima comida.
Como aún faltaban algunas horas para que anocheciese, me hice con un pedazo de carbonilla de los restos del hogar, ignorando la invitación de Falacio a escuchar la magnífica historia de como había conseguido tres deseos al pescar el pez más grande que hubiese visto jamás. Historia que en otro momento me habría interesado muchísimo, y por la que me prometí preguntar más tarde.
Guíe a Víctor hasta la mesa más alejada de las cocinas y me puse a dibujar.
—Esto es lo que he estado viendo estos días.— Sobre la irregular madera dibujé una casita grande para marcar la aldea. Luego, a su alrededor, con pequeñas líneas apenas curvas los montículos en los que intentaban cultivar, y a su alrededor, unos garabatos marcando los pastizales y bosques por los que se pastaba el ganado.
— He ido revisando en círculos el terreno lindante … Por aquí el bosque es más denso…-Garabatee con más fuerza una parte del improvisado mapa.— Por ahí hay el sendero a la ciudad, y pasa bastante gente…— marqué con una flecha el sendero que se alejaba del lugar.— Y aquí está el campamento de ovejeros.— Puse un par de conos para marcar sus tiendas.— Ellos también tienen ovejas, pero no han sabido nada de ningún lobo, o nadie ha asustado a los suyos. Aunque con lo armados que van, no creo que ningún lobo falso o no se les quiera acercar, y además no tienen el ganado suelto.— Finalmente, marque con una cruz los sitios desde los que Pablito había estado viendo al lobo.
- mapita de arygos:
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Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Me hizo gracia que Arygos preguntara sí estaba bien, y es que quizá sí había sido un poco imprudente tomarme el líquido de buenas a primeras, pero el estafador no tenía pinta de poder fabricar un veneno ni por accidente, aquello era solo agua con colorante -Estoy bien- Respondí posando mi mano en su hombro para calmarla.
Quien no se calmó resultó ser el vendedor, que ofendido y enojado decidió marcharse del lugar, tomó sus mejunjes con aires de diva y se marchó, y a su bolso llamó Libertad. Los aldeanos no tardaron mucho en salir también, hoy la fiesta había terminado temprano gracias a la situación con el vendedor de hoy y ya nadie tenía ánimos de seguir ahí, salvo por Marco, ya que era su hogar, y el viejo Falacio porque no tenía a donde ir.
Pablito y sus padres también se quedaron un rato, con el niño hurgando con la lengua entre los frascos, y dando un espectáculo que era una mezcla entre grotesco y tragicómico. Sacudí la cabeza y me moví para seguir a Arygos a una mesa que decidió tomar como su centro de operaciones.
Estaba seguro que a Marco no le haría mucha gracia ver su mesa rayada, pero por suerte una súbita vomitada de Falacio nos sirvió como distracción para que la dragona me mostrara sus hallazgos, y vaya que se había dedicado a explorar el terreno con bastante dedicación, por lo que era bastante extraño que no hubiera encontrado nada -Esta parte, ¿solo la viste desde el cielo o bajaste?- Pregunté señalando los lugares en donde se había visto al lobo.
Podríamos ir ahí, y explorar el terreno con cuidado, aunque esos conos me resultan un poco sospechosos- Dije señalando el campamento de ovejeros -Si algo le pasa a las ovejas de Pablito, son los más beneficiados- No podía hacer conjeturas, al menos no sin alguna prueba, pero todo aquello daba mucho en qué pensar.
Marco- Dije en voz alta, a lo que el hombre me respondió como acto reflejo -Polo- Reí ante la extraña manera de responder y continué con mi petición -Necesitaremos una antorcha, un clavo grande de metal, un martillo, una soga y un gomejo, todo es absolutamente necesario- Enfaticé la seriedad de la petición, a lo que Marco respondió con una rápida carrera para buscar cada uno de los materiales que le había pedido.
¿Has visto de cerca a los ovejeros?- Le pregunté a Arygos mientras daba tiempo de que Marco terminara de encontrar los materiales, pero también de que el sol se escondiera para poder salir libremente. Pasó un largo rato, sobre la barra podía ver la mayoría de los elementos que le había pedido a Marco aunque faltaba uno de los más importantes y que de hecho, necesitaba con más prisa: el gomejo.
Finalmente tras una larga espera apareció el hombre con el gomejo y todos los demás elementos solicitados -Muchas gracias, Marco- Le dije con una sonrisa mientras me preparaba -Con la antorcha veremos mejor el lugar, con lo demás haremos una trampa, y el gomejo es para entretenerme mientras nos vamos- Tras explicar me senté en una silla y me dediqué a lanzar el gomejo contra la pared para atraparlo en el aire cuando rebotaba de regreso.
Tras un largo rato de lanzar y atrapar al gomejo estuvimos listos para partir, salimos del lugar para ser recibidos por una noche fría y nublada, había luna en algún lugar, pero la niebla no dejaba ver muy lejos, así que la antorcha resultaría de gran ayuda, el buen Marco nos había dado también un pequeño bolso en el que metimos todos los objetos que llevábamos a la exploración, para que fuera fácil transportarlos.
Habíamos salido con la antorcha encendida, y de momento nos ayudaba a iluminar una parte del camino -Si ves en el piso algunas huellas que se vean, diferentes o raras, las podríamos seguir también- Si Arygos se enfocaba en buscar huellas cercanas, yo podría usar mi visión para alcanzar un poco más lejos, tanto como la niebla me permitiera ver, lo que no era mucho -¿No crees que esta niebla está un poco rara?- Le pregunté a mi compañera, ante la sospecha de que algo nos quitaba la visibilidad intencionalmente.
Quien no se calmó resultó ser el vendedor, que ofendido y enojado decidió marcharse del lugar, tomó sus mejunjes con aires de diva y se marchó, y a su bolso llamó Libertad. Los aldeanos no tardaron mucho en salir también, hoy la fiesta había terminado temprano gracias a la situación con el vendedor de hoy y ya nadie tenía ánimos de seguir ahí, salvo por Marco, ya que era su hogar, y el viejo Falacio porque no tenía a donde ir.
Pablito y sus padres también se quedaron un rato, con el niño hurgando con la lengua entre los frascos, y dando un espectáculo que era una mezcla entre grotesco y tragicómico. Sacudí la cabeza y me moví para seguir a Arygos a una mesa que decidió tomar como su centro de operaciones.
Estaba seguro que a Marco no le haría mucha gracia ver su mesa rayada, pero por suerte una súbita vomitada de Falacio nos sirvió como distracción para que la dragona me mostrara sus hallazgos, y vaya que se había dedicado a explorar el terreno con bastante dedicación, por lo que era bastante extraño que no hubiera encontrado nada -Esta parte, ¿solo la viste desde el cielo o bajaste?- Pregunté señalando los lugares en donde se había visto al lobo.
Podríamos ir ahí, y explorar el terreno con cuidado, aunque esos conos me resultan un poco sospechosos- Dije señalando el campamento de ovejeros -Si algo le pasa a las ovejas de Pablito, son los más beneficiados- No podía hacer conjeturas, al menos no sin alguna prueba, pero todo aquello daba mucho en qué pensar.
Marco- Dije en voz alta, a lo que el hombre me respondió como acto reflejo -Polo- Reí ante la extraña manera de responder y continué con mi petición -Necesitaremos una antorcha, un clavo grande de metal, un martillo, una soga y un gomejo, todo es absolutamente necesario- Enfaticé la seriedad de la petición, a lo que Marco respondió con una rápida carrera para buscar cada uno de los materiales que le había pedido.
¿Has visto de cerca a los ovejeros?- Le pregunté a Arygos mientras daba tiempo de que Marco terminara de encontrar los materiales, pero también de que el sol se escondiera para poder salir libremente. Pasó un largo rato, sobre la barra podía ver la mayoría de los elementos que le había pedido a Marco aunque faltaba uno de los más importantes y que de hecho, necesitaba con más prisa: el gomejo.
Finalmente tras una larga espera apareció el hombre con el gomejo y todos los demás elementos solicitados -Muchas gracias, Marco- Le dije con una sonrisa mientras me preparaba -Con la antorcha veremos mejor el lugar, con lo demás haremos una trampa, y el gomejo es para entretenerme mientras nos vamos- Tras explicar me senté en una silla y me dediqué a lanzar el gomejo contra la pared para atraparlo en el aire cuando rebotaba de regreso.
Tras un largo rato de lanzar y atrapar al gomejo estuvimos listos para partir, salimos del lugar para ser recibidos por una noche fría y nublada, había luna en algún lugar, pero la niebla no dejaba ver muy lejos, así que la antorcha resultaría de gran ayuda, el buen Marco nos había dado también un pequeño bolso en el que metimos todos los objetos que llevábamos a la exploración, para que fuera fácil transportarlos.
Habíamos salido con la antorcha encendida, y de momento nos ayudaba a iluminar una parte del camino -Si ves en el piso algunas huellas que se vean, diferentes o raras, las podríamos seguir también- Si Arygos se enfocaba en buscar huellas cercanas, yo podría usar mi visión para alcanzar un poco más lejos, tanto como la niebla me permitiera ver, lo que no era mucho -¿No crees que esta niebla está un poco rara?- Le pregunté a mi compañera, ante la sospecha de que algo nos quitaba la visibilidad intencionalmente.
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Él hablaba y ellos obedecían. Pasaba así siempre. Las personas humildes servían desde que nacían, y había cierto tono, ciertas formas para las que parecían condicionadas a obedecer. Unas que Víctor manejaba con una naturalidad fascinante. Conociendo sus orígenes, asumí que así como unos se les educa para servir, a otros se los cría para mandar, pero no podía dejar de preguntarme hasta qué punto era consciente de ello, o era un reflejo tan natural como respirar.
En cualquier caso, Polo fue a buscar todo lo que le había pedido, no sin antes corregirlo una vez más cuando le llamo Marco.
—¿Has visto de cerca a los ovejeros?.
—Sí, hable con ellos para preguntarles si habían tenido problemas con los lobos. Pero me dijeron que no. No son muchos, pero parecían contentos de responder a mis preguntas.— Aun con el carboncillo en la mano seguí garabateando la mesa.— Esta Cuchillas, que parece un huevo, no una cuchilla. El cuerdas, Zángano… y como era el otro, algo con M, no me acuerdo bien.— Mientras hablaba, se los ilustre sobre la mesa. Tanto pintarle bigotes y barba sobre los carteles de se busca, habían ido puliendo mis dotes artísticas.
—Les pregunté por qué pastaban donde había un lobo, y me dijeron que no había buen pastoreo cerca de su granja, y que total cuando no comían dejaban las ovejas en las jaulas, y que de ahí ni salían ellas ni entraban lobos. Además, las vigilan bien. Van bien armados para defenderse de las bestias salvajes.
Parecían mucho más curtidos que los campesinos del villorrio en el que estábamos, y quizás por eso ellos no perdían oveja alguna, mientras que los aldeanos, que dejaban a su hijo con problemas a cargo del ganado, cada vez tenían menos animales.
Polo nos trajo las cosas, y como aún faltaba para anochecer, nos dedicamos al incansable y siempre entretenido juego de arrojar al gomero a la pared hasta que anocheció. Yo habría ido a escuchar la fascinante historia de Falacio, pero cuando me dispuse a buscarlo tras decidir nuestro plan de acción, no estaba por ninguna parte. Quizás se hubiera ido a pescar con sus redes, o a seguir vomitando con privacidad en las letrinas.
La noche llego y salimos a la caza.
El pueblo desapareció tras la niebla a los pocos minutos de caminar, y no solo porque fuera minúsculo, y estuviera todo oscuro. La bruma era tan densa que hacía perderse la luna, y volvía espeso el aire. La humedad hacía del frío algo pegajoso, como un sudor helado que la noche te respiraba encima. Las luces de la posada se difuminaban tanto que parecían fuegos fatuos.
—Va a costar orientarse así…-Resollé, y el vaho de mis palabras se unió a la neblina que nos rodeaba.
Gracias a la luz de la antorcha podíamos avanzar sin meter el pie en la madriguera de algún ratón de campo, o tropezarnos con alguna zarza, pero poco más. Las huellas, si las había, se confundían con los rastros de la fauna del lugar ante mis ojos. Pare un par de veces al ver césped pisado, antes de darme cuenta de que habíamos hecho una vuelta en círculo, o se trataba solo de algún zorro bien alimentado.
—Esto es una mi…-Iba a quejarme, cuando un rastro llego a mí. Un olor particular a oveja y perro mojado. Me detuve, cerré los ojos y me centré en ese hedor, olfateando el aire.
—Creo que el alquimista está cerca.— Susurre a mi compañero, señalando hacia la oscuridad.
Me concentré en mi cuerpo, en la niebla, en la humedad que nos rodeaba, de modo que la piel se me escamase por completo, y el vaho del entorno se pegase sobre su superficie para disminuir su retractación, de modo que mi cuerpo se mimetizase fácilmente con el entorno. *
Me agazapé, y avance en la vanguardia, persiguiendo el hedor del vendedor ambulante, buscando quedar fuera de la luz de la antorcha de Víctor.
Lo encontramos. El mismo hombre que horas antes había llenado el salón con su palabrería se encontraba ahora sentado a la vera de una charca. Baja y oscura, con poca agua, una de esas que se forman cuando los arroyuelos del deshielo toman un desvío poco habitual, y que no duran mucho. Se veía diferente, pero era indudablemente el mismo. No tenía pelo en ningún lado, ni en las cejas, ni en la cara, ni, evidentemente, en la cabeza. A su lado había un petate con las pieles/peluca que solía usar apiladas, aireandose.
El hombre remojaba en el agua unos pies feos y con la piel rugosa, llenos de cicatrices de quemaduras no muy viejas. Al mismo tiempo, llenaba una ristra de botellines vacíos, idénticos a los que había utilizado para vender sus pócimas. Tenía al costado algunos hierbajos, de esos que cuando los arrancas te dejan teñidas todas las manos.
No hacía falta ser muy listo para entender los ingredientes de su próxima poción, y para aventurarse a adivinar los de la que había vendido esta mañana.
Mi mirada buscó en la oscuridad hacia donde Víctor debía encontrarse.
Offrol:
* Habilidad de nivel 0: Sigilo de cazador (vinculo de agua 4)
Mis escamas se empañan con un tenue vapor haciendo que reflejen menos la luz, confiriéndome una bonificación a mis acciones de ocultación y emboscada.
En cualquier caso, Polo fue a buscar todo lo que le había pedido, no sin antes corregirlo una vez más cuando le llamo Marco.
—¿Has visto de cerca a los ovejeros?.
—Sí, hable con ellos para preguntarles si habían tenido problemas con los lobos. Pero me dijeron que no. No son muchos, pero parecían contentos de responder a mis preguntas.— Aun con el carboncillo en la mano seguí garabateando la mesa.— Esta Cuchillas, que parece un huevo, no una cuchilla. El cuerdas, Zángano… y como era el otro, algo con M, no me acuerdo bien.— Mientras hablaba, se los ilustre sobre la mesa. Tanto pintarle bigotes y barba sobre los carteles de se busca, habían ido puliendo mis dotes artísticas.
—Les pregunté por qué pastaban donde había un lobo, y me dijeron que no había buen pastoreo cerca de su granja, y que total cuando no comían dejaban las ovejas en las jaulas, y que de ahí ni salían ellas ni entraban lobos. Además, las vigilan bien. Van bien armados para defenderse de las bestias salvajes.
Parecían mucho más curtidos que los campesinos del villorrio en el que estábamos, y quizás por eso ellos no perdían oveja alguna, mientras que los aldeanos, que dejaban a su hijo con problemas a cargo del ganado, cada vez tenían menos animales.
Polo nos trajo las cosas, y como aún faltaba para anochecer, nos dedicamos al incansable y siempre entretenido juego de arrojar al gomero a la pared hasta que anocheció. Yo habría ido a escuchar la fascinante historia de Falacio, pero cuando me dispuse a buscarlo tras decidir nuestro plan de acción, no estaba por ninguna parte. Quizás se hubiera ido a pescar con sus redes, o a seguir vomitando con privacidad en las letrinas.
La noche llego y salimos a la caza.
El pueblo desapareció tras la niebla a los pocos minutos de caminar, y no solo porque fuera minúsculo, y estuviera todo oscuro. La bruma era tan densa que hacía perderse la luna, y volvía espeso el aire. La humedad hacía del frío algo pegajoso, como un sudor helado que la noche te respiraba encima. Las luces de la posada se difuminaban tanto que parecían fuegos fatuos.
—Va a costar orientarse así…-Resollé, y el vaho de mis palabras se unió a la neblina que nos rodeaba.
Gracias a la luz de la antorcha podíamos avanzar sin meter el pie en la madriguera de algún ratón de campo, o tropezarnos con alguna zarza, pero poco más. Las huellas, si las había, se confundían con los rastros de la fauna del lugar ante mis ojos. Pare un par de veces al ver césped pisado, antes de darme cuenta de que habíamos hecho una vuelta en círculo, o se trataba solo de algún zorro bien alimentado.
—Esto es una mi…-Iba a quejarme, cuando un rastro llego a mí. Un olor particular a oveja y perro mojado. Me detuve, cerré los ojos y me centré en ese hedor, olfateando el aire.
—Creo que el alquimista está cerca.— Susurre a mi compañero, señalando hacia la oscuridad.
Me concentré en mi cuerpo, en la niebla, en la humedad que nos rodeaba, de modo que la piel se me escamase por completo, y el vaho del entorno se pegase sobre su superficie para disminuir su retractación, de modo que mi cuerpo se mimetizase fácilmente con el entorno. *
Me agazapé, y avance en la vanguardia, persiguiendo el hedor del vendedor ambulante, buscando quedar fuera de la luz de la antorcha de Víctor.
Lo encontramos. El mismo hombre que horas antes había llenado el salón con su palabrería se encontraba ahora sentado a la vera de una charca. Baja y oscura, con poca agua, una de esas que se forman cuando los arroyuelos del deshielo toman un desvío poco habitual, y que no duran mucho. Se veía diferente, pero era indudablemente el mismo. No tenía pelo en ningún lado, ni en las cejas, ni en la cara, ni, evidentemente, en la cabeza. A su lado había un petate con las pieles/peluca que solía usar apiladas, aireandose.
El hombre remojaba en el agua unos pies feos y con la piel rugosa, llenos de cicatrices de quemaduras no muy viejas. Al mismo tiempo, llenaba una ristra de botellines vacíos, idénticos a los que había utilizado para vender sus pócimas. Tenía al costado algunos hierbajos, de esos que cuando los arrancas te dejan teñidas todas las manos.
No hacía falta ser muy listo para entender los ingredientes de su próxima poción, y para aventurarse a adivinar los de la que había vendido esta mañana.
Mi mirada buscó en la oscuridad hacia donde Víctor debía encontrarse.
Offrol:
* Habilidad de nivel 0: Sigilo de cazador (vinculo de agua 4)
Mis escamas se empañan con un tenue vapor haciendo que reflejen menos la luz, confiriéndome una bonificación a mis acciones de ocultación y emboscada.
- Dibujo de Arygos:
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Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Un tic nervioso invadió mi ojo izquierdo a medida que Arygos iba describiendo a los ovejeros, relataba de manera tan dulce lo que yo imaginaba como un montón de matones o mercenarios y que ciertamente sus dibujos no colaboraban mucho para minimizar dicha impresión -No parecen muy ovejeros que digamos, pero no sé, no soy ovejerólogo- Dije con una risa nerviosa. Tan concentrado me encontraba en la conversación con mi compañera que ni cuenta me di cuando el viejo Falacio se nos perdió de vista.
Al salir del refugio la niebla nos había tomado completamente por sorpresa, incluso la llama de la antorcha parecía tiritar de frío, queriendo esconderse a cada rato, y extrañamente a pesar de no soplar el viento, el aire se sentía gélido, al punto que a ratos sentía que me costaba un poco respirar, por lo que no era difícil que la vista comenzara a engañarnos, haciéndonos dar vueltas en círculos.
Cuando ya parecíamos a punto de rendirnos, Arygos descubrió algo, en apenas un instante se mimetizó con el ambiente haciéndose difícil de ver, lo que sumado a la niebla le daba una mayor ventaja de sigilo. Había encontrado algo importante, por lo que traté de clavar la antorcha al suelo en el centro del camino de modo que nos diera una pista de por dónde volver a encontrarnos y caminé silencioso en dirección opuesta para rodear al objetivo por el lado contrario a donde iba la dragona.
Mientras me acerco escucho otros pasos que se aproximan con violencia a donde se encuentra el estafador -¿Qué carajos fue lo de esta mañana?- Le reclamó el recién llegado, la voz tenía algo llamativo y particular, aunque no lograba descubrir lo que era -Todo estaba bajo control hasta que esos dos…- El estafador intentó excusarse pero sus palabras fueron interrumpidas con severidad -Esos dos solo están de paso, seguro ya se habrían ido de no ser por tu estúpida ambición- El misterioso sujeto cuyo rostro no llegaba a ver parecía bastante molesto.
He trabajado muy duro y por muchos años para lograr lo que llevo hasta ahora, ese pueblo entero será mío, estoy muy cerca y no dejaré que nadie se interponga- Ante las palabras de aquel hombre, el estafador se mostraba cada vez más nervioso -Yo lo resolveré, me encargaré de ellos- Dijo con la respiración agitada pero sus palabras solo encontraron un gesto de reproche -Ya hiciste suficiente, Malgo se encargará- Sentenció para comenzar a alejarse.
No, por favor, Malgo no, ese perro está loco- Expresó con preocupación el estafador mientras comenzaba a recoger sus cosas, con las manos temblorosas y dejando caer más de lo que tomaba -Maldita sea, tenía que ser Malgo, maldición- El miedo en su voz era muy evidente, no tenía idea de quién era Malgo, pero si podía causar ese efecto en él, sin duda debía ser bastante temible.
Repentinamente el aire se tornó más frío y el ambiente tomó un aire tenebroso -Hay que irnos- [1] Usé mi magia de voz para susurrar aquella frase en dirección a Arygos, tan cerca que solo ella pudiera oírla. Para mi sorpresa, no fue así, sino que mi voz resonó desde todas partes como un eco que se anidaba en la noche -¡Arygos!- Grité con fuerza al sentirme descubierto, aunque de nuevo aquel grito acabó repitiéndose infinitamente.
La densa niebla que antes nos cobijaba comenzó a transmutarse a un negro manto de humo espeso. Busqué con la mirada la luz de la antorcha y la encontré sin mucho esfuerzo, la encontré una y otra vez en diferentes puntos -¿Pero qué rayos es esto?- Pregunté antes de caer en cuenta que se trataba de algún tipo de ilusión, aunque la sensación de humo en mis pulmones, y antes el frío en la piel se sentían bastante reales, no había visto ilusiones como esa antes, haciendo que esta vez sintiera un extraño y desconcertante miedo a lo que estábamos enfrentando ahora.
[1] Uso mi Habilidad de Nivel 1: El que acecha en el umbral, para usar una voz mágica que sale de un punto distante a donde estoy Al salir del refugio la niebla nos había tomado completamente por sorpresa, incluso la llama de la antorcha parecía tiritar de frío, queriendo esconderse a cada rato, y extrañamente a pesar de no soplar el viento, el aire se sentía gélido, al punto que a ratos sentía que me costaba un poco respirar, por lo que no era difícil que la vista comenzara a engañarnos, haciéndonos dar vueltas en círculos.
Cuando ya parecíamos a punto de rendirnos, Arygos descubrió algo, en apenas un instante se mimetizó con el ambiente haciéndose difícil de ver, lo que sumado a la niebla le daba una mayor ventaja de sigilo. Había encontrado algo importante, por lo que traté de clavar la antorcha al suelo en el centro del camino de modo que nos diera una pista de por dónde volver a encontrarnos y caminé silencioso en dirección opuesta para rodear al objetivo por el lado contrario a donde iba la dragona.
Mientras me acerco escucho otros pasos que se aproximan con violencia a donde se encuentra el estafador -¿Qué carajos fue lo de esta mañana?- Le reclamó el recién llegado, la voz tenía algo llamativo y particular, aunque no lograba descubrir lo que era -Todo estaba bajo control hasta que esos dos…- El estafador intentó excusarse pero sus palabras fueron interrumpidas con severidad -Esos dos solo están de paso, seguro ya se habrían ido de no ser por tu estúpida ambición- El misterioso sujeto cuyo rostro no llegaba a ver parecía bastante molesto.
He trabajado muy duro y por muchos años para lograr lo que llevo hasta ahora, ese pueblo entero será mío, estoy muy cerca y no dejaré que nadie se interponga- Ante las palabras de aquel hombre, el estafador se mostraba cada vez más nervioso -Yo lo resolveré, me encargaré de ellos- Dijo con la respiración agitada pero sus palabras solo encontraron un gesto de reproche -Ya hiciste suficiente, Malgo se encargará- Sentenció para comenzar a alejarse.
No, por favor, Malgo no, ese perro está loco- Expresó con preocupación el estafador mientras comenzaba a recoger sus cosas, con las manos temblorosas y dejando caer más de lo que tomaba -Maldita sea, tenía que ser Malgo, maldición- El miedo en su voz era muy evidente, no tenía idea de quién era Malgo, pero si podía causar ese efecto en él, sin duda debía ser bastante temible.
Repentinamente el aire se tornó más frío y el ambiente tomó un aire tenebroso -Hay que irnos- [1] Usé mi magia de voz para susurrar aquella frase en dirección a Arygos, tan cerca que solo ella pudiera oírla. Para mi sorpresa, no fue así, sino que mi voz resonó desde todas partes como un eco que se anidaba en la noche -¡Arygos!- Grité con fuerza al sentirme descubierto, aunque de nuevo aquel grito acabó repitiéndose infinitamente.
La densa niebla que antes nos cobijaba comenzó a transmutarse a un negro manto de humo espeso. Busqué con la mirada la luz de la antorcha y la encontré sin mucho esfuerzo, la encontré una y otra vez en diferentes puntos -¿Pero qué rayos es esto?- Pregunté antes de caer en cuenta que se trataba de algún tipo de ilusión, aunque la sensación de humo en mis pulmones, y antes el frío en la piel se sentían bastante reales, no había visto ilusiones como esa antes, haciendo que esta vez sintiera un extraño y desconcertante miedo a lo que estábamos enfrentando ahora.
[*]Primera complicación: Caímos en una trampa, una ilusión en la que cada uno verá que está solo y perdido en una densa niebla que funcionará como una especie de laberinto, el no poder encontrar escapatoria nos podría llevar a sentir angustia, desesperación y miedo inexplicables.
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
No lograba distinguir a Víctor, y el no parecía hacerse presente. Comenzaba a dudar de si me había adelantado de más, cuando escuché los pasos de alguien acercarse al vendedor.
—¿Qué carajos fue lo de esta mañana?— La voz me resultaba familiar, pero no era la de Víctor. A no ser que hubiese estado aprendiendo a poner voces… lo cual no sería totalmente descabellado siendo él.
—Todo estaba bajo control hasta que esos dos…— Me moví despacito entre la maleza alta del pastizal, entrecerrando los ojos para fijarme en la dirección en la que debía de estar la silueta oculta, pero el ángulo en el que me hallaba lo hacía imposible sin salir de mi escondite.
—Esos dos solo están de paso, seguro ya se habrían ido de no ser por tu estúpida ambición— Ahora estaba segura de que no era Bio poniendo voces... Mayormente. Porque a decir verdad, más de una vez había improvisado guiones muy imaginativos... — He trabajado muy duro y por muchos años para lograr lo que llevo hasta ahora, ese pueblo entero será mío, estoy muy cerca y no dejaré que nadie se interponga— Definitivamente no era el vampiro.
Suspire largamente, despacio, intentando no hacer ruido. Malgo, ese era el nombre. Contuve el impulso de chasquear la lengua y resollar con fuerza. Lo había tenido toda la tarde en la punta de la lengua.
Un chapoteo hizo que volviese mi atención al estafador una vez más. Había sacado sus feas patas de la charca, e intentaba recolectar las nuevas pócimas con tanto apuro que estas se le escurrían entre los brazos, y un par de ellas ahora reposaban sumergidas entre el limo.
La misteriosa presencia se fue, acompañada por el sonido de sus pisadas cada vez más lejanas, y una última advertencia para aquel que dejaba atrás.
—Date prisa. No hará una excepción contigo.
Otra botella se resbaló de entre las manos del estafador. Esta vez impacto contra un pedrusco, y se deshizo en un montón de esquirlas. El tintineo de cristales se desdobló y esparció, como las ondas de movimiento del agua, hasta que vino de todos lados, incluso desde detrás de mí.
Miré a mi alrededor, desorientada, pero la neblina se cerró alrededor de mi campo de visión, oscureciéndolo aún más.
—Hay que irnos— Me llamo Víctor entre susurros, desde todas las direcciones. —¡Arygos!— Grito su voz, como si hubiera muchos Bios escondidos a la redonda, y nada me permitía discernir cuál era el mío.
Sentí como se me cerraba el estómago. Se contrajo hasta volverse una bola de hielo, fría y prieta.
Cerré los ojos, presione los dientes, y recordé lo más vívidamente que pude lo que hace poco tenía ante mí, luego, me lance hacia adelante. Hacia el lugar donde hacía poco estaba el estafador remojándose los pies.
Mis piernas se hundieron hasta la mitad de las pantorrillas en el agua, y el chapoteo se hizo eco.
Intente ignorar la sensación de estar atrapada en esa burbuja de sonido y aire denso.
Di otra larga zancada, y otra más. Me golpeé con el borde de la charca, y entonces me abalancé hacia adelante.
—Piedad.— Grito el calvo. Pero cuando abrí los ojos, no había nada, solo humo. Arremolinándose, casi sólido entre mis manos. Un vapor compacto que hacía que la voz del estafador llenase las tinieblas.
—Te daré todo el dinero Malgo, incluso podrás quedarte con mis pelucas. Nunca más volveréis a verme, pero ten piedad.— La negrura se revolvía entre mis manos.
El hombre tampoco podía verme.
—Usa las manos.— Grite a la noche, esperando que Víctor pudiera oírme, y sobre todo entenderme. —Las manos y… La nariz.— Me sonreí, porque el olor oveja y perro mojado solo venían de un lugar.
—Tú no eres Malgo...-El cuerpo del hombre se relajó y deshincho con un suspiro.
—No.
—Tienes que sacarme de aquí...
—¿Cómo?
Esta vez de todos lados lo que vino fue el silencio. En las palmas pude notar el temblor del sujeto. Le temía a ese tal Malgo, tanto como para no querer revelarme sus secretos. Y a mí no se me daba bien sacarlos, pero a Víctor sí.
No había podido oler las hediondas pelucas de mi prisionero, pero había algo que quizás si sería capaz de oler, e identificar. Erice las púas de la cola, y retire las escamas en una pequeña pulgada del brazo, antes de hendir la piel.
—Tengo a uno.— le advertí, esperando que aquello fuera suficiente como para que nos encontrase.
—¿Qué carajos fue lo de esta mañana?— La voz me resultaba familiar, pero no era la de Víctor. A no ser que hubiese estado aprendiendo a poner voces… lo cual no sería totalmente descabellado siendo él.
—Todo estaba bajo control hasta que esos dos…— Me moví despacito entre la maleza alta del pastizal, entrecerrando los ojos para fijarme en la dirección en la que debía de estar la silueta oculta, pero el ángulo en el que me hallaba lo hacía imposible sin salir de mi escondite.
—Esos dos solo están de paso, seguro ya se habrían ido de no ser por tu estúpida ambición— Ahora estaba segura de que no era Bio poniendo voces... Mayormente. Porque a decir verdad, más de una vez había improvisado guiones muy imaginativos... — He trabajado muy duro y por muchos años para lograr lo que llevo hasta ahora, ese pueblo entero será mío, estoy muy cerca y no dejaré que nadie se interponga— Definitivamente no era el vampiro.
Suspire largamente, despacio, intentando no hacer ruido. Malgo, ese era el nombre. Contuve el impulso de chasquear la lengua y resollar con fuerza. Lo había tenido toda la tarde en la punta de la lengua.
Un chapoteo hizo que volviese mi atención al estafador una vez más. Había sacado sus feas patas de la charca, e intentaba recolectar las nuevas pócimas con tanto apuro que estas se le escurrían entre los brazos, y un par de ellas ahora reposaban sumergidas entre el limo.
La misteriosa presencia se fue, acompañada por el sonido de sus pisadas cada vez más lejanas, y una última advertencia para aquel que dejaba atrás.
—Date prisa. No hará una excepción contigo.
Otra botella se resbaló de entre las manos del estafador. Esta vez impacto contra un pedrusco, y se deshizo en un montón de esquirlas. El tintineo de cristales se desdobló y esparció, como las ondas de movimiento del agua, hasta que vino de todos lados, incluso desde detrás de mí.
Miré a mi alrededor, desorientada, pero la neblina se cerró alrededor de mi campo de visión, oscureciéndolo aún más.
—Hay que irnos— Me llamo Víctor entre susurros, desde todas las direcciones. —¡Arygos!— Grito su voz, como si hubiera muchos Bios escondidos a la redonda, y nada me permitía discernir cuál era el mío.
Sentí como se me cerraba el estómago. Se contrajo hasta volverse una bola de hielo, fría y prieta.
Cerré los ojos, presione los dientes, y recordé lo más vívidamente que pude lo que hace poco tenía ante mí, luego, me lance hacia adelante. Hacia el lugar donde hacía poco estaba el estafador remojándose los pies.
Mis piernas se hundieron hasta la mitad de las pantorrillas en el agua, y el chapoteo se hizo eco.
Intente ignorar la sensación de estar atrapada en esa burbuja de sonido y aire denso.
Di otra larga zancada, y otra más. Me golpeé con el borde de la charca, y entonces me abalancé hacia adelante.
—Piedad.— Grito el calvo. Pero cuando abrí los ojos, no había nada, solo humo. Arremolinándose, casi sólido entre mis manos. Un vapor compacto que hacía que la voz del estafador llenase las tinieblas.
—Te daré todo el dinero Malgo, incluso podrás quedarte con mis pelucas. Nunca más volveréis a verme, pero ten piedad.— La negrura se revolvía entre mis manos.
El hombre tampoco podía verme.
—Usa las manos.— Grite a la noche, esperando que Víctor pudiera oírme, y sobre todo entenderme. —Las manos y… La nariz.— Me sonreí, porque el olor oveja y perro mojado solo venían de un lugar.
—Tú no eres Malgo...-El cuerpo del hombre se relajó y deshincho con un suspiro.
—No.
—Tienes que sacarme de aquí...
—¿Cómo?
Esta vez de todos lados lo que vino fue el silencio. En las palmas pude notar el temblor del sujeto. Le temía a ese tal Malgo, tanto como para no querer revelarme sus secretos. Y a mí no se me daba bien sacarlos, pero a Víctor sí.
No había podido oler las hediondas pelucas de mi prisionero, pero había algo que quizás si sería capaz de oler, e identificar. Erice las púas de la cola, y retire las escamas en una pequeña pulgada del brazo, antes de hendir la piel.
—Tengo a uno.— le advertí, esperando que aquello fuera suficiente como para que nos encontrase.
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Me encontraba atrapado en una densa niebla. Todo a mi alrededor era blanco y gris, y apenas podía ver mis manos frente a mi cara. Me tambaleé un poco, tratando de mantener el equilibrio, pero tropecé con algo y caí al suelo. Me levanté con cuidado, tocándome el cuerpo para ver si estaba herido. No tenía ningún daño, pero me sentía mareado y confundido. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?
Intenté dar un paso adelante, pero la niebla me envolvió y me hizo tropezar de nuevo. El aire estaba lleno de humo, que me picaba la garganta y me hacía toser. Al respirar, sentí un ardor en los pulmones -¡Pero esto qué es!- Me dije. Intenté alejarme del humo, pero parecía que me seguía a todas partes.
Me sentí atrapado. La niebla me rodeaba por todas partes, y el humo me impedía respirar. Comencé a sentir miedo, aunque no sabía exactamente de qué, algo en el aire transmitía una sensación de peligro, de muerte. Pero entonces, algo cambió. Me di cuenta de que no estaba solo. A lo lejos, vi una figura moviéndose entre la niebla.
Corrí hacia la figura, tratando de llamar su atención. Pero cuando me acerqué, me di cuenta de que se alejaba, como un mero espejismo que trataba de alejarme. Decidí no dejarme vencer. Me armé de valor y decidí concentrarme para salir de aquella ilusión. Caminaba con cuidado, tratando de no tropezar con nada cuando escuché la voz de Arygos.
Estaba ahí, estaba cerca, pero no lograba ver de dónde venía su voz, parecía venir de todos lados y de ninguno a la vez -Conque así se siente- Dije imaginando lo que sentían otras personas cuando yo hacía el truco de mis voces. La voz de Arygos, sin embargo, me dio una pista que me ayudaría a encontrarla, quizá las manos no fueran de tanta ayuda, pero la nariz sí, pues aquel olor era muy fácil de reconocer, olía a sangre.
Era poca, apenas perceptible pero suficiente para guiarme hasta donde un par de figuras forcejaban en el piso, cerré mis ojos por un instante, sacudí la cabeza y me di una fuerte cachetada para tratar de deshacer el efecto de aquella ilusión, [1] al abrir los ojos estaba ahí mi compañera, sujetando al estafador que intentaba desesperadamente escapar.
Coloqué mi mano en la frente de la dragona y le dije con firmeza -Me verás como realmente soy, y ninguna ilusión podrá cambiar eso- [2] Añadí en aquellas palabras una sugestión hipnótica con mi magia de voz para contrarrestar la ilusión con mi magia y así lograr eliminar la ilusión sobreponiendo la mía, o que se cancelaran ambas, de cualquier manera, era un ganar-ganar -Jamás me había sentido tan inteligente- Me dije a mí mismo.
Ahora solo nos quedaba una cosa pendiente -¿Quién rayos es Malgo?- Le pregunté al prisionero de Arygos mientras acercaba mi cara hacia él para tratar de intimidarlo con mi magia pero algo se me adelantó, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y hizo estragos en los nervios de aquel sujeto -Es muy tarde, es muy tarde, nos matará a todos- El hombre estaba completamente aterrado ante ese tal Malgo, y no teníamos idea de al menos dónde estaba, todo parecía jugarnos en contra esta vez pero una idea vino a mi mente.
Arygos, vuela lo más alto que puedas y vigila desde lo alto- Le dije a la dragona -Crees que esto es miedo- Dije para llamar la atención del ilusionista pero también para dar tiempo de que Arygos se alejara lo suficiente, y luego dejé escapar un grito tan fuerte como pude cargado con mucha magia de voz -¡¡ESTO ES MIEDO!!- [3] La onda de sonido se extendió de prisa esparciendo una sensación de pánico y un dolor corporal inexplicable pero tan fuerte que la concentración del ilusionista se desvaneció por un instante y toda la ilusión se vino abajo.
La niebla de disipó junto con la ilusión y una silueta no muy lejos al saberse expuesta intentó escapar, aunque sus piernas no lograron responder tan rápido como hubiese querido -¡Ahí estás!- Grité a la silueta que seguro debía ser Malgo pero también para asegurarme de que Arygos lo ubicara y lo neutralizara desde arriba usando su ventaja aérea -Muy bien, ahora es tu turno de… Ahí vamos de nuevo- Apenas me había distraído un instante y ya el estafador intentaba escapar en dirección contraria a donde estaba Malgo.
Sus piernas temblaban y parecía desplomarse a cada paso que daba, pero si lo perdía de vista podría escaparse de alguna manera, aquello suponía un nuevo problema, enfrentar al peligroso Malgo junto con Arygos o perseguir al estafador, miré en ambas direcciones intentando decidir rápido lo más conveniente antes que fuera demasiado tarde.
[1] Uso mi Habilidad de Nivel 9: Morador de las tinieblas, para darme una cachetada y escapar de la ilusión Intenté dar un paso adelante, pero la niebla me envolvió y me hizo tropezar de nuevo. El aire estaba lleno de humo, que me picaba la garganta y me hacía toser. Al respirar, sentí un ardor en los pulmones -¡Pero esto qué es!- Me dije. Intenté alejarme del humo, pero parecía que me seguía a todas partes.
Me sentí atrapado. La niebla me rodeaba por todas partes, y el humo me impedía respirar. Comencé a sentir miedo, aunque no sabía exactamente de qué, algo en el aire transmitía una sensación de peligro, de muerte. Pero entonces, algo cambió. Me di cuenta de que no estaba solo. A lo lejos, vi una figura moviéndose entre la niebla.
Corrí hacia la figura, tratando de llamar su atención. Pero cuando me acerqué, me di cuenta de que se alejaba, como un mero espejismo que trataba de alejarme. Decidí no dejarme vencer. Me armé de valor y decidí concentrarme para salir de aquella ilusión. Caminaba con cuidado, tratando de no tropezar con nada cuando escuché la voz de Arygos.
Estaba ahí, estaba cerca, pero no lograba ver de dónde venía su voz, parecía venir de todos lados y de ninguno a la vez -Conque así se siente- Dije imaginando lo que sentían otras personas cuando yo hacía el truco de mis voces. La voz de Arygos, sin embargo, me dio una pista que me ayudaría a encontrarla, quizá las manos no fueran de tanta ayuda, pero la nariz sí, pues aquel olor era muy fácil de reconocer, olía a sangre.
Era poca, apenas perceptible pero suficiente para guiarme hasta donde un par de figuras forcejaban en el piso, cerré mis ojos por un instante, sacudí la cabeza y me di una fuerte cachetada para tratar de deshacer el efecto de aquella ilusión, [1] al abrir los ojos estaba ahí mi compañera, sujetando al estafador que intentaba desesperadamente escapar.
Coloqué mi mano en la frente de la dragona y le dije con firmeza -Me verás como realmente soy, y ninguna ilusión podrá cambiar eso- [2] Añadí en aquellas palabras una sugestión hipnótica con mi magia de voz para contrarrestar la ilusión con mi magia y así lograr eliminar la ilusión sobreponiendo la mía, o que se cancelaran ambas, de cualquier manera, era un ganar-ganar -Jamás me había sentido tan inteligente- Me dije a mí mismo.
Ahora solo nos quedaba una cosa pendiente -¿Quién rayos es Malgo?- Le pregunté al prisionero de Arygos mientras acercaba mi cara hacia él para tratar de intimidarlo con mi magia pero algo se me adelantó, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y hizo estragos en los nervios de aquel sujeto -Es muy tarde, es muy tarde, nos matará a todos- El hombre estaba completamente aterrado ante ese tal Malgo, y no teníamos idea de al menos dónde estaba, todo parecía jugarnos en contra esta vez pero una idea vino a mi mente.
Arygos, vuela lo más alto que puedas y vigila desde lo alto- Le dije a la dragona -Crees que esto es miedo- Dije para llamar la atención del ilusionista pero también para dar tiempo de que Arygos se alejara lo suficiente, y luego dejé escapar un grito tan fuerte como pude cargado con mucha magia de voz -¡¡ESTO ES MIEDO!!- [3] La onda de sonido se extendió de prisa esparciendo una sensación de pánico y un dolor corporal inexplicable pero tan fuerte que la concentración del ilusionista se desvaneció por un instante y toda la ilusión se vino abajo.
La niebla de disipó junto con la ilusión y una silueta no muy lejos al saberse expuesta intentó escapar, aunque sus piernas no lograron responder tan rápido como hubiese querido -¡Ahí estás!- Grité a la silueta que seguro debía ser Malgo pero también para asegurarme de que Arygos lo ubicara y lo neutralizara desde arriba usando su ventaja aérea -Muy bien, ahora es tu turno de… Ahí vamos de nuevo- Apenas me había distraído un instante y ya el estafador intentaba escapar en dirección contraria a donde estaba Malgo.
Sus piernas temblaban y parecía desplomarse a cada paso que daba, pero si lo perdía de vista podría escaparse de alguna manera, aquello suponía un nuevo problema, enfrentar al peligroso Malgo junto con Arygos o perseguir al estafador, miré en ambas direcciones intentando decidir rápido lo más conveniente antes que fuera demasiado tarde.
[2] Uso mi Habilidad de Nivel 4: El demonio de la perversidad, para sacar a Arygos de la ilusión a través de mi propia magia =O
[3] Uso mi Habilidad de Nivel 10: El caos reptante, para causar terror y dolor físico a todos los que se encuentren cerca (espero que Arygos alcance a volar por encima de 7 metros)
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Lo olí antes de sentirlo, y por eso no me asuste cuando tocó mi frente. Entorne los ojos, intentando centrarme en el resto de sentidos para percibirlo bien y alcanzarle a mi prisionero, pero no hizo falta.
—Me verás como realmente soy, y ninguna ilusión podrá cambiar eso— Con esa sencilla oración, logró hacer obedecer la magia que nos confundía, y lo vi. Contenta, cerré las garras, olvidándome por un momento del tembloroso sujeto que sostenía. Él no se olvidó para nada, y suelto algunos quejidos en protesta. Me habría disculpado, pero era un timador oloroso, y no se merecía esa deferencia.
—Jamás me había sentido tan inteligente.
—Tú siempre eres muy inteligente.— Chasquee la lengua. Y, ratificando mi declaración, se puso a interrogar al prisionero, como si supiera exactamente para qué era que lo había llamado. Claro que eso podía deberse a que, después de tanto tiempo juntos, había un entendimiento implícito, pero no eran excluyentes. —¿Quién rayos es Malgo?.
—Es muy tarde, es muy tarde, nos matará a todos.
—Arygos, vuela lo más alto que puedas y vigila desde lo alto.— Asentí y solté al pelón. Con un par de zancadas me alejé lo suficiente para volver a mi forma de dragón, y emprendí el vuelo al tiempo que una especie de onda sacudía los restos de neblina y la hacía desaparecer.
La figura de Malgo se recortaba claramente entre el pastizal. Se hallaba en una parte medio rala, donde la vegetación apenas le llegaba a la cadera, medio encorvado y sosteniéndose las sienes con ambas manos.
Era un hombre de complexión robusta. El pelo, oscuro y en corte de tazón, se veía despeinado por el nudo del parche que sabía le cubría el ojo, aunque desde donde me hallaba, no podía verle bien el rostro. Conocía el resto de sus rasgos, la nariz ancha y ganchuda, que parecía aplastada de un golpe contra su cara, la boca en una mueca perenne de desagrado, la barba desprolija que le crecía solo en el cuello. Su fea fachada era una de las que había plasmado en la mesa antes de salir. Malgo.
A él no le resultó tan fácil reconocerme, o si lo hizo, no dio muestra alguna de detener su ofensiva, más bien lo contrario. Tenía la sensación de que había algo que se me escapaba, algo a lo que prestaría atención cuando no nos sintiese amenazados. Eso no iba a ser pronto.
Malgo se recuperó del shock inicial. Su ojo, afilado y penetrante, se clavó sobre mí, y extendió las manos.
Volé hacia él, tan rápido como daban mis alas. Sabía lo que venía ahora, lo veía en su ojo, como lo había visto cientos de veces antes en las miradas de mis presas u adversarios. La serie de sucesos que decidirían en manos de quien quedaba la vida del otro.
Me lancé hacia él.
Le clavé las zarpas en los hombros, que se engancharon en el duro cuero trabajado de sus ropajes, y alzé el vuelo [1] . Malgo se peleó con las hebillas de sus ropas. No fue lo suficientemente rapido. Cuando consiguió soltar la primera, ya se hallaba a más de un metro del suelo y subiendo.
Esperaba que gritase, se retorciese, me maldijese o quizás suplicase. En vez de eso, se agarró de mis patas, como si fuera él quien me mantuviese prisionera, en silencio.
Un presentimiento ominoso me erizo las púas de la espalda. Miré hacia abajo, y vi como movía apenas los labios, pero el viento y mi propio aletear ahogaban sus palabras. De alguna manera, sentía que no eran para mí.
Pronto, las sombras corroboraron mis sospechas. Unas figuras informes, tan oscuras que parecían tragarse la luz de la luna nos rodearon. No las sentía en el viento, pero parecían de una solidez opaca. Mire hacia abajo, intentando advertir si estaba lo suficientemente alta como para desnucar al mago si lo soltaba, pero el cielo se había espejado a mis pies.
Si me limitaba a planear, tarde o temprano, aterrizaría a salvo, pero eso, le daba a Malgo la ventaja. Si seguia hacia arriba, me lanzaba directa a las sombras. Si dejaba ir a mi presa… era una apuesta a ciegas, aunque sabía en que dirección estaba el suelo, no tenía ni idea de a que distancia nos hallábamos del mismo.
Me decidí por la opción cuatro, sacudir al mago hasta que estuviera tan confundido como yo, si de esa forma no se rompía el hechizo, esperaba ganar una pequeña ventana de tiempo para soltarlo y aterrizar sin percances.
Subí hacia una de las lunas, girando sobre mí misma, y después di un mortal hacia atrás. Malgo trazo un arco en el aire, y varias de sus pertenencias se precipitaron al vacío, chocando contra mi cuerpo en su descenso. Las sombras se echaron hacia mí. Instintivamente, empecé a esquivarlas, retorciéndome en el aire, virando velozmente a ciegas, en cielo medio falso [2] . Una de ellas casi me alcanza en el costado, di un giro brusco y… Boom.
Algo me golpeo violentamente la cabeza y me sentí caer. O mejor dicho, yo me había estampado contra algo. Aleteé, pero mis alas se enredaron en las estrellas, que crujían y me rasguñaban el cuerpo, en mi accidentado descenso.
Malgo se soltó, y rodó sobre una nube baja, que cada vez parecía más una pendiente llena de hojarasca. Un instante después, choque contra el suelo.
A medida que la ilusión se desvanecía, y el bosquecito que rodeaba el prado se dibujaba a mi alrededor, la figura del hechicero se perdía entre los árboles. El brujo había usado sus ilusiones como las anteojeras de un caballo para regresar hacia sus compañeros, y yo había caído en su trampa.
Me alcé y me sacudí, intentando reponerme del fuerte golpe, pronto su cuadrilla vendría a buscarme.
Mi unico consuelo era el penetrante olor a sangre. Estaba herido.
⋆⊹˚₊---------------------------₊˚⊹⋆
En el pequeño campamento del bosque, crepitaba una pequeña fogata, semi escondida en una improvisada estructura de piedra, hecha con los cantos del camino y la arboleda, para que la luz no se viera en la distancia, y el humo se dispersara al salir.
Los bandidos vagueaban alrededor de la lumbre, con las panzas llenas, y rechupeteaban los huesos, ya casi blancos, de lo que antaño había sido una oveja. Sus hermanas, apelotonadas en un jaulón que no estaba previsto para contener tantas de ellas, balaban ronca y lastimeramente, como si temieran ser las siguientes, o ganarse la ira de la bota de alguno de sus captores.
Los tres hombres se hallaban enzarzados en un concurso de a ver quién eructaba mejor. El cuerdas fue proclamado vencedor indiscutible cuando deleito a su audiencia con un eructo que duró seis penínsulas de Verisar, locación que habían decidido usar, arbitrariamente, para contar la longitud de las ventosidades.
Zángano se quitó la piel de lobo que venía usando como capa y capuchón, y se la entrego al vencedor de la gesta de la velada. Se la había ganado la noche anterior, cuando se había alzado con la victoria en la competencia de quien meaba más lejos, y por dentro se reafirmaba en recuperarla para el día siguiente, fuese cual fuese la gesta que se les ocurriera en el momento.
Vaguear en el pastizal les aburría más que asaltar carretas, pero era menos riesgoso y les había dado provecho. Por suerte para la pequeña banda, asustar al pequeño retrasado de la aldea les hacía tanta gracia, que entre aquello y sus pequeños torneos nocturnos, se mantenían entretenidos y no se peleaban entre ellos. Malgo, les había convencido que no podían ir todos a asustar al mocoso, además, solo tenían una piel de lobo, así que se jugaban con mucho entusiasmo el papel de la bestia.
El sogas se estaba acomodando la cabeza del lobo sobre la pelada, cuando Malgo entro en el campamento, con dos regueros de sangre que manaban generosamente de los hombres, donde varios agujeros perforaban el cuero y lo que había más allá de este.
Off-rol:
[1] Uso de mi habilidad de nivel 3: Jinete del viento (Tacticas aereas 4)
Mis alas son grandes, y se moverme con el viento, puedo cargar hasta 100kg sobre mi mientras surco los cielos, y mi maniobravilidad se ve afectada casi unicamente por el volumen de mi carga.
[2] Uso de mi habilidad de nivel 4: Inalcanzable (Tacticas aereas lvl 4)La agilidad y destreza con la que me muevo hace casi imposible alcanzarme con proyectiles.
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Arygos había ascendido a los cielos en busca de la silueta de lo que pensábamos que era Malgo y estaba seguro de que podría atraparlo, yo por mi parte debería ser capaz de atrapar al otro sujeto, sus pasos erráticos y su voluntad mermada por el miedo eran ingredientes de una captura fácil, emprendí la marcha detrás de él, sin apresurarme más de la cuenta, pues aproximarme despacio acrecentaba la sensación de angustia en la víctima.
Esperaba que, al llegar, entre la magia y la dramatización del momento hicieran mella la voluntad de aquel pobre sujeto, pero para mi sorpresa todo resultó mucho peor de lo que esperaba. El hombre trastabilló un par de veces antes de desplomarse al piso aparatosamente para comenzar a convulsionar. Corrí de prisa para alcanzarlo y temí lo peor cuando lo vi convulsionar mientras se apretaba con fuerza el pecho.
No, no, no, no, no- Repetí mientras lo sostenía en mis brazos, lo acosté en el piso y le di un par de cachetadas para sacarlo del trance y del miedo, pero todo esfuerzo fue en vano, con su último aliento apenas alcanzó a decir “Salva a Martha”. Aquello me había dejado con más preguntas que respuestas, no tenía idea de quién era Martha o de qué la tenía que salvar, pero con aquella frase se le había ido la vida a nuestra principal fuente de información, ante esto solo quedaba una vía, capturar al otro sujeto.
Para mi sorpresa, la batalla de Arygos no había sido tan fácil como yo pensaba, pues cuando pude notarlo, la dragona volaba erráticamente con el brujo entre las patas, y nunca mejor dicho, pues como si no pudiera ver a donde iba, se acabó estrellando contra los árboles. Corrí hasta el lugar donde había caído, salté los arbustos y me abrí paso a través de la maleza buscando a la dragona detrás de cada árbol hasta que finalmente la pude encontrar, aunque sin rastros de su presa.
Salté sobre la jovencita para tomar su cabeza en mis manos y ponerla entre mis piernas -¿Arygos? ¿Estás bien?- Pregunté alarmado sabiendo que no estaba bien, nadie puede estar bien después de estrellarse tan aparatosamente. Dejarnos llevar por el juego de aquellos bandidos había sido una pésima idea, nos habían tendido una trampa y aunque no les había salido exactamente de acuerdo al plan, nos habían causado bastantes problemas, unos de los que aún no salíamos.
Tenemos que volver a la aldea, tengo un presentimiento- Le dije a Arygos -Estos no parecen bandidos comunes- Aclaré -Hay que prepararnos mejor y luego volver, pero esta vez, seremos nosotros quienes llevaremos la delantera- Añadí con tono serio -Creo que alguien de la aldea nos vendió, descubriremos quién es y le cortaremos las pelotas, no literalmente- Aclaré eso último antes que la dragona se lo tomara al pie de la letra.
Habiendo perdido al brujo y al estafador, el informante en la aldea, si es que lo había, era nuestra única esperanza para sacar un poco de información que nos pusiera en ventaja contra aquellos bandidos. Después de una rápida inspección de heridas, pegué mi frente a la de Arygos para animarla antes de ponernos en marcha -Lo hiciste bien, pero ahora ha llegado el momento de actuar- Y en ese caso sí lo decía de manera literal.
Volveremos a la aldea, y tú debes parecer herida e incapaz de pelear- Señalé en dirección al cadáver del estafador -Y él hará parte del plan, lo llevaremos, y haré parecer que está herido pero vivo, así descubriremos al espía, y lo atraparemos cuando intente deshacerse de él- En mi mente parecía un buen plan, en la realidad era un terrible plan, pero en mi mente se veía de maravilla.
Caminamos hasta la aldea, yo llevaba en brazos el cadáver para que Arygos pudiera fingir sus heridas -Estaremos en la habitación, que nadie nos moleste, debemos salvar a este hombre- Dije en voz alta al llegar a la posada donde nos esperaban algunos curiosos, detallé sus rostros en busca de pistas pero desde luego que no me la iban a poner tan fácil -Ayudaaa, por favooor- [1] Dije con una voz mágica que sonaba como la del estafador, para hacer parecer que seguía vivo, y subimos de prisa las escaleras hasta refugiarnos en la habitación que nos habían rentado.
Lancé el cuerpo al piso para simular que le estaba ayudando de alguna manera -Ahora solo debemos esperar- Le dije a Arygos -Estoy seguro que si creen que está vivo, alguien vendrá a terminar el trabajo, y en cuanto llegue lo atraparemos- Si pensaban que la dragona estaba fuera de combate, era más seguro que se animaran a atacar al amanecer, cuando el vampiro no pudiera seguirlos o actuar con libertad.
[1] Habilidad de Nivel 1: El que acecha en el umbral - Para hablar con la voz del estafador. Esperaba que, al llegar, entre la magia y la dramatización del momento hicieran mella la voluntad de aquel pobre sujeto, pero para mi sorpresa todo resultó mucho peor de lo que esperaba. El hombre trastabilló un par de veces antes de desplomarse al piso aparatosamente para comenzar a convulsionar. Corrí de prisa para alcanzarlo y temí lo peor cuando lo vi convulsionar mientras se apretaba con fuerza el pecho.
No, no, no, no, no- Repetí mientras lo sostenía en mis brazos, lo acosté en el piso y le di un par de cachetadas para sacarlo del trance y del miedo, pero todo esfuerzo fue en vano, con su último aliento apenas alcanzó a decir “Salva a Martha”. Aquello me había dejado con más preguntas que respuestas, no tenía idea de quién era Martha o de qué la tenía que salvar, pero con aquella frase se le había ido la vida a nuestra principal fuente de información, ante esto solo quedaba una vía, capturar al otro sujeto.
Para mi sorpresa, la batalla de Arygos no había sido tan fácil como yo pensaba, pues cuando pude notarlo, la dragona volaba erráticamente con el brujo entre las patas, y nunca mejor dicho, pues como si no pudiera ver a donde iba, se acabó estrellando contra los árboles. Corrí hasta el lugar donde había caído, salté los arbustos y me abrí paso a través de la maleza buscando a la dragona detrás de cada árbol hasta que finalmente la pude encontrar, aunque sin rastros de su presa.
Salté sobre la jovencita para tomar su cabeza en mis manos y ponerla entre mis piernas -¿Arygos? ¿Estás bien?- Pregunté alarmado sabiendo que no estaba bien, nadie puede estar bien después de estrellarse tan aparatosamente. Dejarnos llevar por el juego de aquellos bandidos había sido una pésima idea, nos habían tendido una trampa y aunque no les había salido exactamente de acuerdo al plan, nos habían causado bastantes problemas, unos de los que aún no salíamos.
Tenemos que volver a la aldea, tengo un presentimiento- Le dije a Arygos -Estos no parecen bandidos comunes- Aclaré -Hay que prepararnos mejor y luego volver, pero esta vez, seremos nosotros quienes llevaremos la delantera- Añadí con tono serio -Creo que alguien de la aldea nos vendió, descubriremos quién es y le cortaremos las pelotas, no literalmente- Aclaré eso último antes que la dragona se lo tomara al pie de la letra.
Habiendo perdido al brujo y al estafador, el informante en la aldea, si es que lo había, era nuestra única esperanza para sacar un poco de información que nos pusiera en ventaja contra aquellos bandidos. Después de una rápida inspección de heridas, pegué mi frente a la de Arygos para animarla antes de ponernos en marcha -Lo hiciste bien, pero ahora ha llegado el momento de actuar- Y en ese caso sí lo decía de manera literal.
Volveremos a la aldea, y tú debes parecer herida e incapaz de pelear- Señalé en dirección al cadáver del estafador -Y él hará parte del plan, lo llevaremos, y haré parecer que está herido pero vivo, así descubriremos al espía, y lo atraparemos cuando intente deshacerse de él- En mi mente parecía un buen plan, en la realidad era un terrible plan, pero en mi mente se veía de maravilla.
Caminamos hasta la aldea, yo llevaba en brazos el cadáver para que Arygos pudiera fingir sus heridas -Estaremos en la habitación, que nadie nos moleste, debemos salvar a este hombre- Dije en voz alta al llegar a la posada donde nos esperaban algunos curiosos, detallé sus rostros en busca de pistas pero desde luego que no me la iban a poner tan fácil -Ayudaaa, por favooor- [1] Dije con una voz mágica que sonaba como la del estafador, para hacer parecer que seguía vivo, y subimos de prisa las escaleras hasta refugiarnos en la habitación que nos habían rentado.
Lancé el cuerpo al piso para simular que le estaba ayudando de alguna manera -Ahora solo debemos esperar- Le dije a Arygos -Estoy seguro que si creen que está vivo, alguien vendrá a terminar el trabajo, y en cuanto llegue lo atraparemos- Si pensaban que la dragona estaba fuera de combate, era más seguro que se animaran a atacar al amanecer, cuando el vampiro no pudiera seguirlos o actuar con libertad.
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
El mullido regazo de Víctor sustituyo la picazón de la maleza reseca clavándose en mi mejilla. El mundo fue dejando de dar vueltas, y se limitó a latir con la cadencia de mi corazón, presionándome las sienes desde todos lados. — Estoy bien.— Masculle, arrastrando las palabras, y me puse en pie con toda la firmeza de la que fui capaz.
Confiada en las argucias de mi compañero, le seguí con paso tambaleante hacia Võhma.
Las luces de las casas nos guiaron en el último trecho, visibles ahora que la niebla se había disipado. Las ventanas de la quesería relucían con la viveza del fuego de su hogar, y mostraban las siluetas recortadas de los campesinos, curiosos, que se habían refugiado de la ominosa niebla en el comedor.
Para los labriegos, un fenómeno como aquel propiciaba toda clase de imaginaciones nefastas, y en grupo se sentían más seguros, como las ovejas que pastoreaban.
Cuando entramos en el salón, algunos paisanos despegaron las mejillas de los cristales para observar como entrabamos y de quien íbamos acompañados. La luz me cegó, y trastabillé un poco, aguantándome de los marcos de las mesas ocupadas, y el respaldo de las sillas. La gente se apelotonó cerca de nosotros, sin barrarnos el paso. Sus voces quedaban parcialmente enmudecidas por los pálpitos de mi cabeza magullada, pero por lo poco que pude entender, ninguno de ellos parecía reconocer a nuestro cautivo.
Tras un momento que se me antojo inusitadamente largo llegamos a nuestra alcoba. Me tambaleé hasta la pared opuesta, de piedra, y me dejé caer contra esta, apoyando la sien sobre la piedra fresca.
En una taberna normal seguramente el dueño se habría afanado a preguntar si necesitábamos ayuda o un médico. Pero aquello no era un dormitorio, sino un pequeño almacén, no en una posada, sino en una quesería, y si por algún casual el pueblucho había albergado un médico en algún momento, seguro que se había ido a prados más verdes.
El frío de la piedra, y poderme sentar me ayudaron a irme reponiendo.
—¿Estás seguro de que vendrá alguien?.— Me forcé en enfocar bien la vista y sacudirme el aturdimiento. Durante un buen rato me permití descansar sin cerrar los ojos. No quería correr el riesgo de dormirme. La estancia, pequeña y polvorienta, llena de trastos, no era lo suficientemente espaciosa como para transformarme completamente. Ya más respuesta preparé mis manos como garras y me envolví en escamas para volverme más resistente.
Los aldeanos se fueron marchando, y sus sonidos ahogados por los tablones del suelo enmudecieron cuando les venció el sueño, vieron que no íbamos a bajar con noticias, o la amenaza de amanecerse y tener que faenar sin dormir les azuzo hacia el lecho. Cuando las voces se volvieron tan tenues como para asumir que todos habían vuelto a sus respectivas casas, tome lugar al lado de la puerta, y me agazapé, a la espera.
Era una pena que no nos hubiéramos traído al gomejo.
Estaba tan cerca de conseguir lo que se proponía que le hormigueaban las manos. Pero debía contenerse. Durante demasiado tiempo había mantenido su fachada como para cometer un desliz ahora delante de los aldeanos.
Había esperado que Malgo se hiciera cargo de los forasteros. Pero ni en sus peores estimaciones se le había ocurrido que estos pudiesen volver con uno de los suyos de rehen, aunque ese fuera el más prescindible de todos ellos.
Sus secuaces no los perseguirían hasta a la aldea. Todo habría sido en vano si se dejaban ver.
Espero, pacientemente, a que se vaciase el lugar, fingiendo dormir sobre una de las mesas. A nadie le sorprendería.
Polo pasó de largo, como había previsto, dejo de avivar el fuego y cerro las contraventanas. El engrasado trapo del quesero dio una última pulida al comedor, y se retiró a dormir. Le conocía desde hacía demasiado tiempo como para preocuparse de que fuera a robarle, más del que recordaba.
Aguardo hasta que la fina línea entre los pórticos y los marcos de las ventanas empezó a clarear, y entonces se levantó. Silencioso, calculado. Subió la escalera y se detuvo delante de la puerta. Saco con lentitud el cuchillo de la caña de la bota y escucho el silencio.
Parte de cazar era la espera, y no era ajena a mantenerme en el mismo estado mucho tiempo, percibiendo cada pequeño cambio en el ambiente. Había estado esperando el crujir de los escalones, un paso en falso, un bostezo. Pero fue el hedor, el olor a vómito.
—Falacio.— musite con sorpresa, en un tono tan bajo que apenas escuche mi propia voz. Pero estaba segura de que el vampiro me había escuchado.
Sin darnos tiempo a comentar al respecto, el pomo de la puerta se empezó a mover, muy lentamente.
Confiada en las argucias de mi compañero, le seguí con paso tambaleante hacia Võhma.
Las luces de las casas nos guiaron en el último trecho, visibles ahora que la niebla se había disipado. Las ventanas de la quesería relucían con la viveza del fuego de su hogar, y mostraban las siluetas recortadas de los campesinos, curiosos, que se habían refugiado de la ominosa niebla en el comedor.
Para los labriegos, un fenómeno como aquel propiciaba toda clase de imaginaciones nefastas, y en grupo se sentían más seguros, como las ovejas que pastoreaban.
Cuando entramos en el salón, algunos paisanos despegaron las mejillas de los cristales para observar como entrabamos y de quien íbamos acompañados. La luz me cegó, y trastabillé un poco, aguantándome de los marcos de las mesas ocupadas, y el respaldo de las sillas. La gente se apelotonó cerca de nosotros, sin barrarnos el paso. Sus voces quedaban parcialmente enmudecidas por los pálpitos de mi cabeza magullada, pero por lo poco que pude entender, ninguno de ellos parecía reconocer a nuestro cautivo.
Tras un momento que se me antojo inusitadamente largo llegamos a nuestra alcoba. Me tambaleé hasta la pared opuesta, de piedra, y me dejé caer contra esta, apoyando la sien sobre la piedra fresca.
En una taberna normal seguramente el dueño se habría afanado a preguntar si necesitábamos ayuda o un médico. Pero aquello no era un dormitorio, sino un pequeño almacén, no en una posada, sino en una quesería, y si por algún casual el pueblucho había albergado un médico en algún momento, seguro que se había ido a prados más verdes.
El frío de la piedra, y poderme sentar me ayudaron a irme reponiendo.
—¿Estás seguro de que vendrá alguien?.— Me forcé en enfocar bien la vista y sacudirme el aturdimiento. Durante un buen rato me permití descansar sin cerrar los ojos. No quería correr el riesgo de dormirme. La estancia, pequeña y polvorienta, llena de trastos, no era lo suficientemente espaciosa como para transformarme completamente. Ya más respuesta preparé mis manos como garras y me envolví en escamas para volverme más resistente.
Los aldeanos se fueron marchando, y sus sonidos ahogados por los tablones del suelo enmudecieron cuando les venció el sueño, vieron que no íbamos a bajar con noticias, o la amenaza de amanecerse y tener que faenar sin dormir les azuzo hacia el lecho. Cuando las voces se volvieron tan tenues como para asumir que todos habían vuelto a sus respectivas casas, tome lugar al lado de la puerta, y me agazapé, a la espera.
Era una pena que no nos hubiéramos traído al gomejo.
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Estaba tan cerca de conseguir lo que se proponía que le hormigueaban las manos. Pero debía contenerse. Durante demasiado tiempo había mantenido su fachada como para cometer un desliz ahora delante de los aldeanos.
Había esperado que Malgo se hiciera cargo de los forasteros. Pero ni en sus peores estimaciones se le había ocurrido que estos pudiesen volver con uno de los suyos de rehen, aunque ese fuera el más prescindible de todos ellos.
Sus secuaces no los perseguirían hasta a la aldea. Todo habría sido en vano si se dejaban ver.
Espero, pacientemente, a que se vaciase el lugar, fingiendo dormir sobre una de las mesas. A nadie le sorprendería.
Polo pasó de largo, como había previsto, dejo de avivar el fuego y cerro las contraventanas. El engrasado trapo del quesero dio una última pulida al comedor, y se retiró a dormir. Le conocía desde hacía demasiado tiempo como para preocuparse de que fuera a robarle, más del que recordaba.
Aguardo hasta que la fina línea entre los pórticos y los marcos de las ventanas empezó a clarear, y entonces se levantó. Silencioso, calculado. Subió la escalera y se detuvo delante de la puerta. Saco con lentitud el cuchillo de la caña de la bota y escucho el silencio.
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Parte de cazar era la espera, y no era ajena a mantenerme en el mismo estado mucho tiempo, percibiendo cada pequeño cambio en el ambiente. Había estado esperando el crujir de los escalones, un paso en falso, un bostezo. Pero fue el hedor, el olor a vómito.
—Falacio.— musite con sorpresa, en un tono tan bajo que apenas escuche mi propia voz. Pero estaba segura de que el vampiro me había escuchado.
Sin darnos tiempo a comentar al respecto, el pomo de la puerta se empezó a mover, muy lentamente.
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
20 años atrás…
Un par de niños regresaban corriendo a la pequeña aldea en la que muchos citadinos, cansados de vivir entre murallas, habían decidido fundar un pequeño pueblo en la llanura nevada, los niños traían con ellos con pequeño pero apetecible conejo que habían logrado cazar entre ambos, aunque al llegar, solo uno de ellos recibió el crédito, el padre de Marco tomó el conejo en una mano y a su hijo en la otra, y anunció al pueblo que su heredero había conseguido cazar un conejo, él solo, sin ayuda de nadie, por lo que el otro chico sin poder defender su mérito, se vio marginado.
Y aquella no era la primera vez que eso sucedía, siempre que Fabio salía con otros niños, los logros que conseguían siempre eran para los demás, siendo él un simple huérfano olvidado por todos, al que solo habían llevado por lástima, o quizá para tener a alguien que cargara maletas e hiciera el trabajo pesado, era alguien prescindible y fácil de olvidar.
Esto sucedió por muchos años, hasta que un día realizó una hazaña que jamás debió completar. Desde varios años atrás, las personas del pueblo denunciaban que algunas de sus joyas desaparecían misteriosamente, se sospechaba que había un ladrón, pero no había manera de descubrirlo pues no dejaba ninguna huella, entraba a las casas y salía sin forzar cerraduras ni causar ningún daño, y las víctimas no se daban cuenta del robo hasta que habían pasado varios días.
Pero en aquella noche lluviosa, Fabio se refugió en la quesería, en un viejo salón que usaban de taberna, y que pertenecía al padre de Marco. El pequeño Fabio se había escondido entre las mesas, y desde ahí, tras el velo de los manteles, observó como el padre de Marco entraba en silencio cargando una bolsa llena de joyas y objetos valiosos, el hombre levantó una de las placas de madera del piso y dejó caer los objetos que brillaban alegremente.
Estaba listo para marcharse a dormir cuando una de las mesas se movió bruscamente, poniendo en alerta al ladrón, el cual tomó el palo largo con el que amedrentaba a los borrachos que se ponían impertinentes, pero mientras avanzaba hasta el mostrador, Fabio aprovechó la oportunidad para llegar hasta el agujero y tomar un par de copas de oro antes de salir huyendo.
El ladrón corrió tras él gritando el nombre del niño, haciendo que todos los habitantes despertaran y salieran a ver, rodearon al niño con las joyas en sus manos, y cuando estaba a punto de gritar que había descubierto al ladrón, éste se le adelantó -Ahí lo tienen, es el ladrón, lo sorprendí huyendo con su botín- Dijo el padre de Marco, quien al ser un hombre bastante respetado y admirado, le creyeron de inmediato -Atrapen al ladrón, maten al ladrón- Comenzó a gritar la turba enfurecida, mientras se acercaban a Fabio quien no podía más que tartamudear y retroceder.
En un último acto, más por instinto de supervivencia que por voluntad propia, Fabio lanzó los objetos que llevaba como evidencias del robo y corrió lejos de ese lugar, corrió lejos para nunca más volver, al menos hasta que todos olvidaran el nombre de Fabio Palacio… Aunque años más tarde volvería con una nueva identidad, el viejo y confiable Falacio. Su meta sería vengarse de todos los que lo acusaron injustamente, y quedarse con el botín que el padre de Marco había robado y que aún permanecía escondido bajo el suelo de la pequeña taberna.
De vuelta a la actualidad…
Te aseguro que vendrá- Le dije a Arygos con total certeza, aunque no tenía idea de si vendrían o no, más bien solo esperaba que así fuera o todo se iría al traste. Desde luego, nos tocó esperar por un par de horas hasta que todos se fueran a sus casas y fue cuando finalmente sucedió.
La alerta susurrante de Arygos me hizo ir a mi posición, sentado en el piso al lado del cadáver, haciéndome el dormido, pero con mi pie cerca de su mano para empujarla y simular que estaba vivo. Era Falacio, lo supe de inmediato, ese olor, esa silueta, y que lo estaba viendo, más que todo eso último. Abrió la puerta despacio para no hacer ruido, y se lanzó con una destreza que no era propia de un hombre de su edad.
Su daga se incrustó en el cadáver y pateé su mano para hacer que la soltara de inmediato, pero no fue así, la sujetó con más fuerza y retrocedió de un salto -¿Qué eres?- Pregunté intrigado -Miserables intrusos, he planeado esto por años, no me van a arrebatar todo cuando estoy más cerca- Habló con una voz más joven y diferente a la que usaba en la taberna para despistar a todos.
Amigo, créeme, no quieres hacer esto- Dije mientras sacaba mis dagas y me preparaba para neutralizarlo rápidamente, pero para mi sorpresa se movía con más fuerza y velocidad de la que habría esperado, al punto que solo pude defenderme -Arygos, atrápalo- Le dije a mi compañera que hasta ahora era mi arma secreta para poner la batalla a nuestro favor.
El objetivo era capturar a Falacio con vida, pero el muy miserable no estaba colaborando en lo más mínimo. Aunque la presencia de Arygos como una nueva amenaza seguramente lo haría replantearse sus prioridades, más sabiendo que el sujeto en el piso ya estaba muerto y no nos iba a revelar nada de sus planes, unos planes que se nos iban a venir encima dentro de poco.
[1] Falacio es el culpable, menudo giro de guión que ni yo me esperaba =O Un par de niños regresaban corriendo a la pequeña aldea en la que muchos citadinos, cansados de vivir entre murallas, habían decidido fundar un pequeño pueblo en la llanura nevada, los niños traían con ellos con pequeño pero apetecible conejo que habían logrado cazar entre ambos, aunque al llegar, solo uno de ellos recibió el crédito, el padre de Marco tomó el conejo en una mano y a su hijo en la otra, y anunció al pueblo que su heredero había conseguido cazar un conejo, él solo, sin ayuda de nadie, por lo que el otro chico sin poder defender su mérito, se vio marginado.
Y aquella no era la primera vez que eso sucedía, siempre que Fabio salía con otros niños, los logros que conseguían siempre eran para los demás, siendo él un simple huérfano olvidado por todos, al que solo habían llevado por lástima, o quizá para tener a alguien que cargara maletas e hiciera el trabajo pesado, era alguien prescindible y fácil de olvidar.
Esto sucedió por muchos años, hasta que un día realizó una hazaña que jamás debió completar. Desde varios años atrás, las personas del pueblo denunciaban que algunas de sus joyas desaparecían misteriosamente, se sospechaba que había un ladrón, pero no había manera de descubrirlo pues no dejaba ninguna huella, entraba a las casas y salía sin forzar cerraduras ni causar ningún daño, y las víctimas no se daban cuenta del robo hasta que habían pasado varios días.
Pero en aquella noche lluviosa, Fabio se refugió en la quesería, en un viejo salón que usaban de taberna, y que pertenecía al padre de Marco. El pequeño Fabio se había escondido entre las mesas, y desde ahí, tras el velo de los manteles, observó como el padre de Marco entraba en silencio cargando una bolsa llena de joyas y objetos valiosos, el hombre levantó una de las placas de madera del piso y dejó caer los objetos que brillaban alegremente.
Estaba listo para marcharse a dormir cuando una de las mesas se movió bruscamente, poniendo en alerta al ladrón, el cual tomó el palo largo con el que amedrentaba a los borrachos que se ponían impertinentes, pero mientras avanzaba hasta el mostrador, Fabio aprovechó la oportunidad para llegar hasta el agujero y tomar un par de copas de oro antes de salir huyendo.
El ladrón corrió tras él gritando el nombre del niño, haciendo que todos los habitantes despertaran y salieran a ver, rodearon al niño con las joyas en sus manos, y cuando estaba a punto de gritar que había descubierto al ladrón, éste se le adelantó -Ahí lo tienen, es el ladrón, lo sorprendí huyendo con su botín- Dijo el padre de Marco, quien al ser un hombre bastante respetado y admirado, le creyeron de inmediato -Atrapen al ladrón, maten al ladrón- Comenzó a gritar la turba enfurecida, mientras se acercaban a Fabio quien no podía más que tartamudear y retroceder.
En un último acto, más por instinto de supervivencia que por voluntad propia, Fabio lanzó los objetos que llevaba como evidencias del robo y corrió lejos de ese lugar, corrió lejos para nunca más volver, al menos hasta que todos olvidaran el nombre de Fabio Palacio… Aunque años más tarde volvería con una nueva identidad, el viejo y confiable Falacio. Su meta sería vengarse de todos los que lo acusaron injustamente, y quedarse con el botín que el padre de Marco había robado y que aún permanecía escondido bajo el suelo de la pequeña taberna.
De vuelta a la actualidad…
Te aseguro que vendrá- Le dije a Arygos con total certeza, aunque no tenía idea de si vendrían o no, más bien solo esperaba que así fuera o todo se iría al traste. Desde luego, nos tocó esperar por un par de horas hasta que todos se fueran a sus casas y fue cuando finalmente sucedió.
La alerta susurrante de Arygos me hizo ir a mi posición, sentado en el piso al lado del cadáver, haciéndome el dormido, pero con mi pie cerca de su mano para empujarla y simular que estaba vivo. Era Falacio, lo supe de inmediato, ese olor, esa silueta, y que lo estaba viendo, más que todo eso último. Abrió la puerta despacio para no hacer ruido, y se lanzó con una destreza que no era propia de un hombre de su edad.
Su daga se incrustó en el cadáver y pateé su mano para hacer que la soltara de inmediato, pero no fue así, la sujetó con más fuerza y retrocedió de un salto -¿Qué eres?- Pregunté intrigado -Miserables intrusos, he planeado esto por años, no me van a arrebatar todo cuando estoy más cerca- Habló con una voz más joven y diferente a la que usaba en la taberna para despistar a todos.
Amigo, créeme, no quieres hacer esto- Dije mientras sacaba mis dagas y me preparaba para neutralizarlo rápidamente, pero para mi sorpresa se movía con más fuerza y velocidad de la que habría esperado, al punto que solo pude defenderme -Arygos, atrápalo- Le dije a mi compañera que hasta ahora era mi arma secreta para poner la batalla a nuestro favor.
El objetivo era capturar a Falacio con vida, pero el muy miserable no estaba colaborando en lo más mínimo. Aunque la presencia de Arygos como una nueva amenaza seguramente lo haría replantearse sus prioridades, más sabiendo que el sujeto en el piso ya estaba muerto y no nos iba a revelar nada de sus planes, unos planes que se nos iban a venir encima dentro de poco.
Última edición por Bio el Miér Abr 17 2024, 04:15, editado 1 vez
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
El olor metálico y rancio de la sangre coagulada, demasiado densa para manar del cadáver, lleno la habitación. Una puñalada, dos, pronto se dio cuenta de que no necesitaba silenciar a un hombre más frío que un témpano. Ahora solo quedábamos nosotros entre él y su plan.
Sí nos sacaba de en medio los paisanos no sospecharían de él. ¿Como culparlos? Yo tampoco había sospechado del viejo Falacio hasta que reconocí su olor en el rellano.
En la penumbra las siluetas de los dos hombres saltaban la una sobre la otra, esquivando las cuchilladas que se intentaban propinar mutuamente. Espere la señal de Víctor, y salté hacia Falacio. Mi pie se apoyó unos centímetros más a la derecha de lo que pretendía, la pierna del hombre muerto se interpuso entre mis piernas, intenté saltar, si caía, al menos me llevaría al sujeto conmigo.
El blando cuerpo del estafador amortiguo el golpe en algunos lados, por contra, se me clavo su rodilla en las costillas, y perdí el aire. Falacio aprovechó que mi cuerpo lo retenía para intentar apuñalarme en el cuello, pero el filo de su cuchillo solo logro rallarme la mejilla antes de que le mordiese la mano.
Con un empujón fuerte, usando el suelo para hacer palanca, se me sacó de encima, haciéndome chocar contra unas cajas, levantando nubes de polvo. Podía sentir las volutas pegándose en la caliente humedad que se resbalaba por mi rostro.
Escupí a un costado el pedazo de dedo que había quedado atrapado entre mis dientes. Habría apostado a que el pulgar, pero no era el momento de comprobarlo.
Falacio se lanzó hacia la puerta, escapando hacia el pasillo. Lo perseguí sin pensarlo, sin apartar la mirada de mi presa. La mejor forma de conseguir respuestas era haciendo lo que había dicho Víctor, atraparlo. Además, después de que alzara su arma contra el vampiro, no pensaba permitirle ni siquiera la fantasía de escaparse exitosamente.
El pequeño trecho hasta las escaleras se me hizo largo y lento al mismo tiempo, probablemente por el golpe en la cabeza y ese pálpito constante en las sienes y detrás de los ojos que me entorpecía.
Falacio no miró atrás, tiro de las cortinas del pasillo al pasar, haciendo que un haz de luz bañase el corredor, y empujó el mueble esquinero al borde de la escalera para ralentizarme el paso. Pero calculó mal. Con un crujido se le partió una pata, y en vez de desmoronarse hacia mí, le cayó encima.
No alcanzó a girarse ni a protegerse con las manos. Empujado por su propio truco sucio, el falso viejo Falacio se precipitó escaleras abajo.
Una expresión de incredulidad se pintó en el rostro de Fabio. Tanto trabajo, tantos años, tanto esfuerzo. Le había costado mucho rehacerse al huir del pueblo, allí era un huérfano, pero nunca le había faltado de comer. Lejos de Võhma había conocido el hambre y una miseria mucho peor que el menosprecio de sus vecinos. Cuando no había pan se alimentaba de resentimiento. El odio lo mantenía caliente por las noches. Encontró en otros seres, igual de abandonados a sus sentimientos más oscuros, la familia que sentía le había sido negada al huir de la aldea.
Para cuando había regresado al pueblo con su banda, las joyas no eran suficiente. Quería el pueblo entero, quería que los campesinos dependiesen de el tanto como el había dependido de ellos, tener su vulnerabilidad en sus manos, y después destruirlos desde dentro.
Durante meses se había ganado un lugar entre sus gentes, y, cuando había descubierto sus vulnerabilidades, había llamado a sus compañeros.
Robarles el ganado, hacer que se dejaran los aéreos en las pócimas para defenderse del lobo, para cuando se dieran cuenta de que necesitaban el dinero para comprar animales nuevos, ya no les quedaría nada. Podría comprar sus granjas, volverse su señor, y nadie cuestionaría el origen del dinero, a fin de cuentas, todos sabían que a Falacio nunca se le podía sacar en claro nada con sus historias, y era un viejo lo suficientemente inofensivo. No desconfiarían de él. Estaban tan a punto, tan a punto de terminar la primera parte del plan.
Ingravido, Fabio trazo un arco por encima de las escaleras. Cada pequeño paso que había tomado en esa dirección pasaba por delante de sus ojos. Su larga amistad con Malgo, como el cuchillas y su hermano se habían unido a ellos un invierno en el que el pillaje por mar era muy malo, incluso el calvo estafador que habían encontrado desudo y atado a un árbol cuando su última treta había fallado.
El hombre cerro los ojos. Quizás Malgo aún estuviera a tiempo de completar la venganza. En Võhma apenas quedaban ovejas, y se habían dejado ya casi todos sus aéreos. Si se hacía con el alijo de joyas de la quesería... y si no... Fabio sonrió. Si no, Malgo lo quemaría todo.
Un golpe seco en la nuca y todo se volvió negro.
El anciano, que no se veía tan viejo con la tenue luz que se colaba por la ventana, yacía inmóvil a los pies de la escalera. El mueble, roto, le aprisionaba la mitad del cuerpo. Vivo o muerto, no podría escaparse.
Sin perder un momento cerré las contraventanas y las cortinas, extinguiendo la luz del sol que se había colado en el pasillo.
-Víctor... lo tenemos.
Sí nos sacaba de en medio los paisanos no sospecharían de él. ¿Como culparlos? Yo tampoco había sospechado del viejo Falacio hasta que reconocí su olor en el rellano.
En la penumbra las siluetas de los dos hombres saltaban la una sobre la otra, esquivando las cuchilladas que se intentaban propinar mutuamente. Espere la señal de Víctor, y salté hacia Falacio. Mi pie se apoyó unos centímetros más a la derecha de lo que pretendía, la pierna del hombre muerto se interpuso entre mis piernas, intenté saltar, si caía, al menos me llevaría al sujeto conmigo.
El blando cuerpo del estafador amortiguo el golpe en algunos lados, por contra, se me clavo su rodilla en las costillas, y perdí el aire. Falacio aprovechó que mi cuerpo lo retenía para intentar apuñalarme en el cuello, pero el filo de su cuchillo solo logro rallarme la mejilla antes de que le mordiese la mano.
Con un empujón fuerte, usando el suelo para hacer palanca, se me sacó de encima, haciéndome chocar contra unas cajas, levantando nubes de polvo. Podía sentir las volutas pegándose en la caliente humedad que se resbalaba por mi rostro.
Escupí a un costado el pedazo de dedo que había quedado atrapado entre mis dientes. Habría apostado a que el pulgar, pero no era el momento de comprobarlo.
Falacio se lanzó hacia la puerta, escapando hacia el pasillo. Lo perseguí sin pensarlo, sin apartar la mirada de mi presa. La mejor forma de conseguir respuestas era haciendo lo que había dicho Víctor, atraparlo. Además, después de que alzara su arma contra el vampiro, no pensaba permitirle ni siquiera la fantasía de escaparse exitosamente.
El pequeño trecho hasta las escaleras se me hizo largo y lento al mismo tiempo, probablemente por el golpe en la cabeza y ese pálpito constante en las sienes y detrás de los ojos que me entorpecía.
Falacio no miró atrás, tiro de las cortinas del pasillo al pasar, haciendo que un haz de luz bañase el corredor, y empujó el mueble esquinero al borde de la escalera para ralentizarme el paso. Pero calculó mal. Con un crujido se le partió una pata, y en vez de desmoronarse hacia mí, le cayó encima.
No alcanzó a girarse ni a protegerse con las manos. Empujado por su propio truco sucio, el falso viejo Falacio se precipitó escaleras abajo.
⋆⊹˚₊---------------------------₊˚⊹⋆
Una expresión de incredulidad se pintó en el rostro de Fabio. Tanto trabajo, tantos años, tanto esfuerzo. Le había costado mucho rehacerse al huir del pueblo, allí era un huérfano, pero nunca le había faltado de comer. Lejos de Võhma había conocido el hambre y una miseria mucho peor que el menosprecio de sus vecinos. Cuando no había pan se alimentaba de resentimiento. El odio lo mantenía caliente por las noches. Encontró en otros seres, igual de abandonados a sus sentimientos más oscuros, la familia que sentía le había sido negada al huir de la aldea.
Para cuando había regresado al pueblo con su banda, las joyas no eran suficiente. Quería el pueblo entero, quería que los campesinos dependiesen de el tanto como el había dependido de ellos, tener su vulnerabilidad en sus manos, y después destruirlos desde dentro.
Durante meses se había ganado un lugar entre sus gentes, y, cuando había descubierto sus vulnerabilidades, había llamado a sus compañeros.
Robarles el ganado, hacer que se dejaran los aéreos en las pócimas para defenderse del lobo, para cuando se dieran cuenta de que necesitaban el dinero para comprar animales nuevos, ya no les quedaría nada. Podría comprar sus granjas, volverse su señor, y nadie cuestionaría el origen del dinero, a fin de cuentas, todos sabían que a Falacio nunca se le podía sacar en claro nada con sus historias, y era un viejo lo suficientemente inofensivo. No desconfiarían de él. Estaban tan a punto, tan a punto de terminar la primera parte del plan.
Ingravido, Fabio trazo un arco por encima de las escaleras. Cada pequeño paso que había tomado en esa dirección pasaba por delante de sus ojos. Su larga amistad con Malgo, como el cuchillas y su hermano se habían unido a ellos un invierno en el que el pillaje por mar era muy malo, incluso el calvo estafador que habían encontrado desudo y atado a un árbol cuando su última treta había fallado.
El hombre cerro los ojos. Quizás Malgo aún estuviera a tiempo de completar la venganza. En Võhma apenas quedaban ovejas, y se habían dejado ya casi todos sus aéreos. Si se hacía con el alijo de joyas de la quesería... y si no... Fabio sonrió. Si no, Malgo lo quemaría todo.
Un golpe seco en la nuca y todo se volvió negro.
⋆⊹˚₊---------------------------₊˚⊹⋆
El anciano, que no se veía tan viejo con la tenue luz que se colaba por la ventana, yacía inmóvil a los pies de la escalera. El mueble, roto, le aprisionaba la mitad del cuerpo. Vivo o muerto, no podría escaparse.
Sin perder un momento cerré las contraventanas y las cortinas, extinguiendo la luz del sol que se había colado en el pasillo.
-Víctor... lo tenemos.
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Y como era de esperarse, Falacio puso resistencia, aunque con una destreza y velocidad mayor a la esperada, la intervención de Arygos fue más que oportuna para hacer que la superioridad numérica lo ahuyentara, aunque por suerte la dragona era muy buena cazadora y consiguió superarlo en cada intento. Escuché varios golpes escaleras abajo y para cuando salí de la habitación ya había un mueble de madera cayendo sobre el viejo.
Un golpe en la cabeza bastó para silenciarlo por un buen rato y sonreí a la dragona abrazándola para aprovechar de tocarla y ver que estuviera bien -Buen trabajo- Le dije con una sonrisa -¿Pero qué ha sido todo eso? ¿Qué le hicieron a Falacio?- Preguntó Marco sin terminar de entender lo que había sucedido -Pues, que desenmascaramos al lobo, ayúdenme a sacarlo de ahí- Dije mientras hacía fuerza para levantar un poco el mueble para poder sacar a aquel hombre -Marco, trae una cuerda, vamos a resolver esto hoy mismo- Ordené en tono muy serio.
Unos minutos más tarde, un chorro de agua en la cara despertó al viejo Falacio mientras que Marco contemplaba la escena con incredulidad y desconfianza -No entiendo qué es todo esto ¿Por qué sospechan de Falacio?- Preguntó Marco -Porque Falacio no es quien dice ser, pero hoy lo vamos a desenmascarar- Y lo desenmascaramos, literalmente, agarré la barba del viejo para arrancarla pero para mi sorpresa, parte de la piel de su cara también se vino con la barba, descubriendo debajo a un hombre mucho más joven -Estaba a punto de lograr mi objetivo, de no ser por estos entrometidos y su perro- Balbuceó el viejo.
Ciertamente, aquello me había tomado por sorpresa, la barba me lo esperaba, pero aquella máscara tan elaborada no parecía obra de novatos ni de simples bandidos, aunque nadie en la habitación se veía tan sorprendido como Marco, que tartamudeaba mientras retrocedía aterrado -¿Fa-Fa-Fabio? ¿Eres tú?- Preguntó lleno de indignación y miedo -Cla-Cla-Claro que soy yo- Dijo el ya no viejo -¿Pensaste que tendrían un final feliz después de lo que hicieron? ¿Qué vivirían felices por siempre en este maldito pueblo?- Miré a Arygos tratando de entender lo que sucedía, claramente esos dos tenían historias, y había partes de esa historia que no conocíamos.
Marco, cuéntanos ¿Quién es realmente este hombre?- Pregunté lleno de curiosidad pero la expresión de Marco parecía no dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo -No-no lo sé, no lo recuerdo- Dijo con dudas mientras se sentaba en una de las sillas en un rincón de la sala -Esto apenas comienza, no tienen idea de nada, todos en este pueblo van a pagar por lo que hicieron- Dijo Falacio, dejándome cada vez con más preguntas que respuestas -Pues, ahora dinos, yo quiero tener idea- Le dije al viejo con calma pero tomando su cuello con fuerza.
No podrán hacer nada- Dijo Falacio con soberbia -Al caer la noche, tendremos este miserable pueblo, o lo destruiremos- Aquellas palabras me hicieron mirar a Arygos de inmediato -¡¡Marco!! Hay que preparar a la gente del pue… ¿Marco?- Busqué al hombre con la mirada pero ya no quedaba rastro alguno de él -Arygos ¿A dónde se fue Marco?- Pregunté intrigado, pues las palabras de Falacio no auguraban nada bueno -Hay que preparar al pueblo, si hay más como el de anoche, esto se va a poner feo- Le dije a mi compañera con mucha preocupación.
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[1] Tenemos una complicación moral, Falacio ya no parece tan culpable, el pueblo esconde algo que no nos dicen y ahora estamos en medio de cosas que no entendemos... ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Un golpe en la cabeza bastó para silenciarlo por un buen rato y sonreí a la dragona abrazándola para aprovechar de tocarla y ver que estuviera bien -Buen trabajo- Le dije con una sonrisa -¿Pero qué ha sido todo eso? ¿Qué le hicieron a Falacio?- Preguntó Marco sin terminar de entender lo que había sucedido -Pues, que desenmascaramos al lobo, ayúdenme a sacarlo de ahí- Dije mientras hacía fuerza para levantar un poco el mueble para poder sacar a aquel hombre -Marco, trae una cuerda, vamos a resolver esto hoy mismo- Ordené en tono muy serio.
Unos minutos más tarde, un chorro de agua en la cara despertó al viejo Falacio mientras que Marco contemplaba la escena con incredulidad y desconfianza -No entiendo qué es todo esto ¿Por qué sospechan de Falacio?- Preguntó Marco -Porque Falacio no es quien dice ser, pero hoy lo vamos a desenmascarar- Y lo desenmascaramos, literalmente, agarré la barba del viejo para arrancarla pero para mi sorpresa, parte de la piel de su cara también se vino con la barba, descubriendo debajo a un hombre mucho más joven -Estaba a punto de lograr mi objetivo, de no ser por estos entrometidos y su perro- Balbuceó el viejo.
Ciertamente, aquello me había tomado por sorpresa, la barba me lo esperaba, pero aquella máscara tan elaborada no parecía obra de novatos ni de simples bandidos, aunque nadie en la habitación se veía tan sorprendido como Marco, que tartamudeaba mientras retrocedía aterrado -¿Fa-Fa-Fabio? ¿Eres tú?- Preguntó lleno de indignación y miedo -Cla-Cla-Claro que soy yo- Dijo el ya no viejo -¿Pensaste que tendrían un final feliz después de lo que hicieron? ¿Qué vivirían felices por siempre en este maldito pueblo?- Miré a Arygos tratando de entender lo que sucedía, claramente esos dos tenían historias, y había partes de esa historia que no conocíamos.
Marco, cuéntanos ¿Quién es realmente este hombre?- Pregunté lleno de curiosidad pero la expresión de Marco parecía no dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo -No-no lo sé, no lo recuerdo- Dijo con dudas mientras se sentaba en una de las sillas en un rincón de la sala -Esto apenas comienza, no tienen idea de nada, todos en este pueblo van a pagar por lo que hicieron- Dijo Falacio, dejándome cada vez con más preguntas que respuestas -Pues, ahora dinos, yo quiero tener idea- Le dije al viejo con calma pero tomando su cuello con fuerza.
No podrán hacer nada- Dijo Falacio con soberbia -Al caer la noche, tendremos este miserable pueblo, o lo destruiremos- Aquellas palabras me hicieron mirar a Arygos de inmediato -¡¡Marco!! Hay que preparar a la gente del pue… ¿Marco?- Busqué al hombre con la mirada pero ya no quedaba rastro alguno de él -Arygos ¿A dónde se fue Marco?- Pregunté intrigado, pues las palabras de Falacio no auguraban nada bueno -Hay que preparar al pueblo, si hay más como el de anoche, esto se va a poner feo- Le dije a mi compañera con mucha preocupación.
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Última edición por Bio el Mar Sep 10 2024, 01:01, editado 1 vez
Bio
Aerandiano de honor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Una oleada fría repto por mi columna, acompañando los complicados pensamientos que intentaban formar una imagen con todas las piezas que teníamos de lo ocurrido, y que se negaban a encajar del todo.
Las manos de Víctor arrancaron esa sensación de mis huesos. Me giré hacia él, y lo revisé en la penumbra del pasillo, palpándolo a su vez. No olía a sangre, así que estaba segura de que Falacio no había conseguido apuñalarle, y todo me decía que aquel anciano, por sorprendente que fuera para un humano, no habría podido herir de gravedad a mi amigo. Aun así, deje que mis dedos se presionaran contra sus extremidades, asegurándome de que no tenía nada desencajado.
—Buen trabajo
—La mitad del trabajo lo ha hecho él.— Admití en un murmullo, girando la cabeza para ver por encima del hombro al viejo tendido y el propietario de los pasos que se acercaban a él.
—¿Pero qué ha sido todo eso? ¿Qué le hicieron a Falacio?— Víctor bajó, y yo lo seguí, alerta ante la reacción que pudiese suscitar la escena en el propietario de la quesería.
—Pues, que desenmascaramos al lobo, ayúdenme a sacarlo de ahí.— Entre ambos sacaron el mueble cojo, lo apoyaron a un costado y comprobaron que Falacio no estaba muerto. Quizás aún llegáramos a obtener respuestas.
—Marco, trae una cuerda, vamos a resolver esto hoy mismo.— Como ya había observado tantas otras veces, el hombre obedeció. Algún día le pediría que me enseñara a usar ese tono, esa autoridad llena de convencimiento que hacía que las gentes humildes le obedecieran con tanta naturalidad como si lo llevasen en la sangre.
Mientras ataban a Falacio fui a por un cubo de agua del pozo.
Los aldeanos empezaban a despertarse. Las chimeneas escupían volutas de humo interrumpidas, como si tosieran para desperezarse de una noche de brasas y descanso. Pronto las gentes de la aldea saldrían a trabajar, o se apearían a la quesería a por algo que llevarse al estómago. Por ahora, las cuatro calles del villorrio seguían vacías, y me apuré en volver antes de que fuese de otro modo.
Con Falacio atado, Víctor erguido ante él con suficiencia, y un Polo visiblemente desorientado, arroje el agua encima de nuestro cautivo.
—No entiendo qué es todo esto ¿Por qué sospechan de Falacio?
—¡Porque Falacio no es quien dice ser, pero hoy lo vamos a desenmascarar!
—¿A no?.— Musité algo confusa, viendo como agarraba de la barba al viejo.
Iba a avisarle al vampiro que el hombre de las barbas falsas era el que estaba muerto en nuestra alcoba, cuando se quedó con media cara de Falacio en la mano... Media cara postiza, por suerte.
—Estaba a punto de lograr mi objetivo, de no ser por estos entrometidos y su perro.
—¿Qué perro?.— Hablando de perros, aún no había desayunado, ni cenado... un perro sonaba bien.
—¿Fa-Fa-Fabio? ¿Eres tú?
—Cla-Cla-Claro que soy yo— La cara debajo de la cara, es decir, su verdadera cara, era la de un hombre no más mayor que el propio Polo. Tenía restos debajo de los pómulos de lo que fuera la sustancia que había estado usando para pegarse la máscara. Su rostro estaba fruncido en una mueca de desprecio y otras cosas que no pude identificar, pero que no lo hacían más amable.
—¿Pensaste que tendrían un final feliz después de lo que hicieron? ¿Qué vivirían felices por siempre en este maldito pueblo?
—Esto es como abrir un libro por la mitad.— Le susurre a Víctor, esperando que él hubiese conseguido hilar lo que estaba ocurriendo mejor que yo, porque iba a necesitar de sus explicaciones, y si no, por lo menos, de sus teorías.
—Pues, ahora dinos, yo quiero tener idea. — Una explicación también servía.
—No podrán hacer nada. Al caer la noche, tendremos este miserable pueblo, o lo destruiremos.— Al menos había tomado la pésima idea de esperar a la noche.
—¡¡Marco!! Hay que preparar a la gente del pue… ¿Marco?
—Polo.— le corregí ante el silencio del quesero, que parecía que había renunciado a corregir al vampiro.
—Arygos ¿A dónde se fue Marco?.— Bueno, quizás no había renunciado a corregir al vampiro, quizás solo se había ido como un cobarde abandonando a toda su gente. Por el rabillo del ojo capté la claridad de la puerta de la entrada al ser cerrada silenciosamente.
—Ha huido.
—Hay que preparar al pueblo, si hay más como el de anoche, esto se va a poner feo.
—¿Y a ustedes qué les importa? ¿Van a arriesgar sus vidas por una panda de ladrones desagradecidos, mentirosos e hipócritas?.— Espeto amargamente el cautivo Fabio.
Ahí tenía que admitir que tenía un poco de razón. Es decir, una cosa era librarles de un lobo, y la otra defender la aldea. Vale, nos habían dado cobijo, pero nos lo habían cobrado como cualquiera que vende un servicio o una mercancía. Lleve mi mirada hacia el vampiro. Él no los iba a abandonar… Como nunca abandonaba a alguien desvalido. No sin una buena razón. Pase mi peso de una pierna a la otra.
—¿Y por qué no deberíamos? ¿Qué han hecho para merecer todo esto?
Fabio afiló la mirada y alzo el mentón con la soberbia de quien se cree poseedor de la verdad y la razón. Como él tampoco tenía nada que hacer hasta la noche, comenzó una relación.
Nos contó como habían fundado el pueblo, como él, siendo de las calles y el único que antaño había tenido que forrajear por alimentos, les enseño a poner trampas de conejos y se encargó de que todos tuviesen de comer. Como cada mérito y ayuda que lograba para la comunidad le era arrebatado sin misericordia. Como, una vez construida la aldea, solo recibía las sobras y un espacio cerca del fuego, pero nadie nunca lo tomó como uno de los suyos, relegándolo a poco más que el perro callejero de la villa.
Mi estomago gruño, pero todos lo ignoramos.
Hablo de las primeras fortunas de la aldea, de como la gente prefirió comprarse alagas a darle un hogar digno, o siquiera comprarle una cama, de su conformidad ante su trato por no compartir su sangre. De los robos, del padre de Polo, de las joyas y su traición.
De golpe ya no me apetecía tanto ayudar a los pueblerinos.
—Y no han cambiado nada.— Añadió con desdén.— ¿Por qué piensan que me estaba siendo todo tan fácil? ¡En cuanto Marco vio que los granjeros perdían su ganado, que el niño tenía miedo del lobo, se frotó las manos! Como menos tengan los demás, más van a necesitar de él, y al final, él iba a comprarlo todo con el tesoro, sin saber que no iba a disponer de él. — Escupió a un costado, con un desprecio profundo y visceral.— Cuando los padres del muchacho no escuchaban le contaba cosas terribles de los lobos. Cuando venía mi mercader, era de los primeros en comprarle sus potingues y aumentar el miedo.
Vale, el quesero era un tipo de mierda también. Eso no hacía mucho mejor a Fabio. Mientras meditaba sobre su historia y sus palabras, fui hacia la parte trasera de la quesería, en las cocinas que estaban siempre fuera del alcance de cualquiera que no fuera su dueño, y, si no hubiese estado mirando el suelo, habría metido el pie en el agujero que habían dejado dos tablones. Polo se había llevado tanto del tesoro como había podido. En el borde mellado del agujero, un trozo de cordel y un par de perlas habían quedado atrapados. Algunos otros de los dijes del collar habían rodado en los márgenes más oscuros del escondite. En su prisa por huir, había preferido no recuperarlos.
Volví a colocar los tablones para que nadie se accidentase, y regresé hacia mi compañero, mostrándole en la palma de mi mano el hallazgo.
—Víctor ¿Qué quieres hacer?
Las manos de Víctor arrancaron esa sensación de mis huesos. Me giré hacia él, y lo revisé en la penumbra del pasillo, palpándolo a su vez. No olía a sangre, así que estaba segura de que Falacio no había conseguido apuñalarle, y todo me decía que aquel anciano, por sorprendente que fuera para un humano, no habría podido herir de gravedad a mi amigo. Aun así, deje que mis dedos se presionaran contra sus extremidades, asegurándome de que no tenía nada desencajado.
—Buen trabajo
—La mitad del trabajo lo ha hecho él.— Admití en un murmullo, girando la cabeza para ver por encima del hombro al viejo tendido y el propietario de los pasos que se acercaban a él.
—¿Pero qué ha sido todo eso? ¿Qué le hicieron a Falacio?— Víctor bajó, y yo lo seguí, alerta ante la reacción que pudiese suscitar la escena en el propietario de la quesería.
—Pues, que desenmascaramos al lobo, ayúdenme a sacarlo de ahí.— Entre ambos sacaron el mueble cojo, lo apoyaron a un costado y comprobaron que Falacio no estaba muerto. Quizás aún llegáramos a obtener respuestas.
—Marco, trae una cuerda, vamos a resolver esto hoy mismo.— Como ya había observado tantas otras veces, el hombre obedeció. Algún día le pediría que me enseñara a usar ese tono, esa autoridad llena de convencimiento que hacía que las gentes humildes le obedecieran con tanta naturalidad como si lo llevasen en la sangre.
Mientras ataban a Falacio fui a por un cubo de agua del pozo.
Los aldeanos empezaban a despertarse. Las chimeneas escupían volutas de humo interrumpidas, como si tosieran para desperezarse de una noche de brasas y descanso. Pronto las gentes de la aldea saldrían a trabajar, o se apearían a la quesería a por algo que llevarse al estómago. Por ahora, las cuatro calles del villorrio seguían vacías, y me apuré en volver antes de que fuese de otro modo.
Con Falacio atado, Víctor erguido ante él con suficiencia, y un Polo visiblemente desorientado, arroje el agua encima de nuestro cautivo.
—No entiendo qué es todo esto ¿Por qué sospechan de Falacio?
—¡Porque Falacio no es quien dice ser, pero hoy lo vamos a desenmascarar!
—¿A no?.— Musité algo confusa, viendo como agarraba de la barba al viejo.
Iba a avisarle al vampiro que el hombre de las barbas falsas era el que estaba muerto en nuestra alcoba, cuando se quedó con media cara de Falacio en la mano... Media cara postiza, por suerte.
—Estaba a punto de lograr mi objetivo, de no ser por estos entrometidos y su perro.
—¿Qué perro?.— Hablando de perros, aún no había desayunado, ni cenado... un perro sonaba bien.
—¿Fa-Fa-Fabio? ¿Eres tú?
—Cla-Cla-Claro que soy yo— La cara debajo de la cara, es decir, su verdadera cara, era la de un hombre no más mayor que el propio Polo. Tenía restos debajo de los pómulos de lo que fuera la sustancia que había estado usando para pegarse la máscara. Su rostro estaba fruncido en una mueca de desprecio y otras cosas que no pude identificar, pero que no lo hacían más amable.
—¿Pensaste que tendrían un final feliz después de lo que hicieron? ¿Qué vivirían felices por siempre en este maldito pueblo?
—Esto es como abrir un libro por la mitad.— Le susurre a Víctor, esperando que él hubiese conseguido hilar lo que estaba ocurriendo mejor que yo, porque iba a necesitar de sus explicaciones, y si no, por lo menos, de sus teorías.
—Pues, ahora dinos, yo quiero tener idea. — Una explicación también servía.
—No podrán hacer nada. Al caer la noche, tendremos este miserable pueblo, o lo destruiremos.— Al menos había tomado la pésima idea de esperar a la noche.
—¡¡Marco!! Hay que preparar a la gente del pue… ¿Marco?
—Polo.— le corregí ante el silencio del quesero, que parecía que había renunciado a corregir al vampiro.
—Arygos ¿A dónde se fue Marco?.— Bueno, quizás no había renunciado a corregir al vampiro, quizás solo se había ido como un cobarde abandonando a toda su gente. Por el rabillo del ojo capté la claridad de la puerta de la entrada al ser cerrada silenciosamente.
—Ha huido.
—Hay que preparar al pueblo, si hay más como el de anoche, esto se va a poner feo.
—¿Y a ustedes qué les importa? ¿Van a arriesgar sus vidas por una panda de ladrones desagradecidos, mentirosos e hipócritas?.— Espeto amargamente el cautivo Fabio.
Ahí tenía que admitir que tenía un poco de razón. Es decir, una cosa era librarles de un lobo, y la otra defender la aldea. Vale, nos habían dado cobijo, pero nos lo habían cobrado como cualquiera que vende un servicio o una mercancía. Lleve mi mirada hacia el vampiro. Él no los iba a abandonar… Como nunca abandonaba a alguien desvalido. No sin una buena razón. Pase mi peso de una pierna a la otra.
—¿Y por qué no deberíamos? ¿Qué han hecho para merecer todo esto?
Fabio afiló la mirada y alzo el mentón con la soberbia de quien se cree poseedor de la verdad y la razón. Como él tampoco tenía nada que hacer hasta la noche, comenzó una relación.
Nos contó como habían fundado el pueblo, como él, siendo de las calles y el único que antaño había tenido que forrajear por alimentos, les enseño a poner trampas de conejos y se encargó de que todos tuviesen de comer. Como cada mérito y ayuda que lograba para la comunidad le era arrebatado sin misericordia. Como, una vez construida la aldea, solo recibía las sobras y un espacio cerca del fuego, pero nadie nunca lo tomó como uno de los suyos, relegándolo a poco más que el perro callejero de la villa.
Mi estomago gruño, pero todos lo ignoramos.
Hablo de las primeras fortunas de la aldea, de como la gente prefirió comprarse alagas a darle un hogar digno, o siquiera comprarle una cama, de su conformidad ante su trato por no compartir su sangre. De los robos, del padre de Polo, de las joyas y su traición.
De golpe ya no me apetecía tanto ayudar a los pueblerinos.
—Y no han cambiado nada.— Añadió con desdén.— ¿Por qué piensan que me estaba siendo todo tan fácil? ¡En cuanto Marco vio que los granjeros perdían su ganado, que el niño tenía miedo del lobo, se frotó las manos! Como menos tengan los demás, más van a necesitar de él, y al final, él iba a comprarlo todo con el tesoro, sin saber que no iba a disponer de él. — Escupió a un costado, con un desprecio profundo y visceral.— Cuando los padres del muchacho no escuchaban le contaba cosas terribles de los lobos. Cuando venía mi mercader, era de los primeros en comprarle sus potingues y aumentar el miedo.
Vale, el quesero era un tipo de mierda también. Eso no hacía mucho mejor a Fabio. Mientras meditaba sobre su historia y sus palabras, fui hacia la parte trasera de la quesería, en las cocinas que estaban siempre fuera del alcance de cualquiera que no fuera su dueño, y, si no hubiese estado mirando el suelo, habría metido el pie en el agujero que habían dejado dos tablones. Polo se había llevado tanto del tesoro como había podido. En el borde mellado del agujero, un trozo de cordel y un par de perlas habían quedado atrapados. Algunos otros de los dijes del collar habían rodado en los márgenes más oscuros del escondite. En su prisa por huir, había preferido no recuperarlos.
Volví a colocar los tablones para que nadie se accidentase, y regresé hacia mi compañero, mostrándole en la palma de mi mano el hallazgo.
—Víctor ¿Qué quieres hacer?
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
La situación se estaba haciendo cada vez más complicada, incluso cada vez que pensaba que había resuelto todos los misterios, otros más aparecían sin previo aviso, ahora un furioso y resentido Falacio, o Fabio, como lo había llamado Marco, mostraba un desprecio que seguramente no era reciente, parecía un odio que se había añejado por mucho tiempo, un veneno concentrado que había esperado el momento de salir a flote.
Un libro que tiene otros libros adentro- Le respondí a la dragona bastante confundido por todo lo que estaba pasando, pero aquella advertencia de que algo pasaría a la noche me había encendido las alarmas, por el despliegue del sujeto de la noche anterior, si atacaban varios la tendríamos difícil siendo solamente la dragona y yo, más ahora que Marco se había desaparecido sin aviso.
Pero si algo me inquietaba en todo este misterio era descubrir las razones que tenía Falac… Fabio, para hacer todo esto, la pregunta de la dragona hizo que por fin el ex viejo nos contara toda la trágica historia que tenía con el pueblo y sus razones, a este punto parecía que él era la víctima en busca de justicia y todo el pueblo estaba lleno de villanos, pero no era posible que todos ellos fueran culpables -Hay niños ¿qué culpa tienen ellos? ¿van a pagar las culpas de sus padres?- Protesté, haciendo que de momento Fabio se quedara en silencio -Ya no importa, ya nada importa- Dijo con ligeros rastros de arrepentimiento.
Las perlas en la mano de Arygos daban veracidad a la historia de Falacio, y a pesar de todo, me sentía bastante tentado a creerle, había conocido a muchos mentirosos en la vida para notar a alguien que decía la verdad -Lo que quiero hacer es irme- Le dije a la dragona -Pero lo que debo hacer, es ayudar a esta gente- Dije con algo de resignación al no saber exactamente cómo salvarlos, ni siquiera estaba seguro de que merecieran ser salvados, pero ¿Cómo decidimos a quién salvar y a quién dejar morir?
Arygos, ayúdame a reunir a la gente del pueblo acá en este local, será difícil mantenerlos a salvo si están dispersos- Le dije a la dragona mientras me sentaba en una de las mesas a pensar qué hacer -Y luego ¿puedes buscar cazar a Marco y traerlo de vuelta? Si ha escapado con su botín, irá pesado y lento, no llegará lejos- Dije mientras me presionaba la barbilla con los dedos índice y pulgar pensando en cómo salir de semejante embrollo. Estaba completamente seguro que Arygos lo traería de vuelta, y lo convertiríamos en la carta del triunfo -Y no olvides traer el botín- Aquello último era quizás lo más importante.
Al cabo de un rato, las personas del pueblo comenzaron a llegar al negocio de Marco, los que visitaban el lugar con frecuencia eligieron las mejores mesas, mientras que los menos frecuentes se acomodaron en los lugares que les resultaron cómodos. Una vez que todos estaban ahí les expliqué la situación -Muy bien, la situación es esta, el lobo no existe, son los enemigos que hicimos en el camino- Comencé la explicación con aquella enigmática frase -Este hombre, a quien algunos llaman Falacio, es en realidad Fabio Palacio, el niño que acusaron de ladrón injustamente- Dije con los ojos cerrados antes de agregar una palabra que llenaría sus conciencias de culpa -Marranos.
Ahora, sus secuaces, que han estado asustando al pueblo con el cuento del lobo, vienen en camino a romper todo en busca de un tesoro, pero el tesoro se lo ha llevado Marco, quien los estuvo manipulando todo este tiempo para robarles, porque el tesoro son cosas que les robaron a todos ustedes- Repetí -Marranos- No tenía ningún propósito más que desahogar el asco y rabia que me causaban aquellos -Marranos- Bueno, ya con eso debería calmarme -Tengo un plan para hacerles frente, pero voy a necesitar su ayuda, son ustedes quienes tendrán que proteger su pueblo… y a sus hijos- Estaba a punto de decirles marranitos pero ya estaba fuerte con eso.
Quienes puedan pelear, deben estar preparados a mi señal, quienes no puedan pelear se quedarán acá con los niños, si todo sale bien, no será necesario que peleen, y nadie saldrá herido- Aquello último quizá sirviera para tranquilizar a los aldeanos, pues ninguno de ellos parecía ser un guerrero, pero a la vez era una jugada bastante arriesgada, si el mismo los dominaba la estrategia no funcionaría.
Y así entre preparativos, cayó la noche… y nos aplastó. Ok, mal chiste, no nos aplastó, pero sí llegó con la noche el terror, el nerviosismo en la cara de los presentes era evidente, y Falacio que se había mantenido en silencio, parecía ligeramente arrepentido al notar las caras de miedo de los niños, pues maliciosamente los había colocado cerca de él justamente para torturarlo y sembrarle algo de culpa.
Así finalmente salí del punto de reunión, miré a las casas de los lados donde algunos de los aldeanos se habían escondido de acuerdo a mis instrucciones, y también había dejado una instrucción especial para Arygos que esperaba que recibiera a tiempo. Caminé lentamente por el largo camino que llevaba justo hacia la entrada del pueblo cuando de pronto aparecieron aquellos bandidos.
Apenas tres de ellos venían por la entrada principal, pero estaba seguro que debía haber más de ellos esperando, acechando, necesitaba llamar su atención y hacer que todos se acercaran a la vez -Nos rendimos, les entregaremos el tesoro a cambio de que nos dejen en paz- Dije levantando mis dos manos como señal para que Arygos comenzara con su parte del plan.
[1] Tenemos un plan para resolverlo todo sin que nadie salga herido, pero como el plan es de Bio, que no haya heridos quizá significa que todos terminarán muertos =) Un libro que tiene otros libros adentro- Le respondí a la dragona bastante confundido por todo lo que estaba pasando, pero aquella advertencia de que algo pasaría a la noche me había encendido las alarmas, por el despliegue del sujeto de la noche anterior, si atacaban varios la tendríamos difícil siendo solamente la dragona y yo, más ahora que Marco se había desaparecido sin aviso.
Pero si algo me inquietaba en todo este misterio era descubrir las razones que tenía Falac… Fabio, para hacer todo esto, la pregunta de la dragona hizo que por fin el ex viejo nos contara toda la trágica historia que tenía con el pueblo y sus razones, a este punto parecía que él era la víctima en busca de justicia y todo el pueblo estaba lleno de villanos, pero no era posible que todos ellos fueran culpables -Hay niños ¿qué culpa tienen ellos? ¿van a pagar las culpas de sus padres?- Protesté, haciendo que de momento Fabio se quedara en silencio -Ya no importa, ya nada importa- Dijo con ligeros rastros de arrepentimiento.
Las perlas en la mano de Arygos daban veracidad a la historia de Falacio, y a pesar de todo, me sentía bastante tentado a creerle, había conocido a muchos mentirosos en la vida para notar a alguien que decía la verdad -Lo que quiero hacer es irme- Le dije a la dragona -Pero lo que debo hacer, es ayudar a esta gente- Dije con algo de resignación al no saber exactamente cómo salvarlos, ni siquiera estaba seguro de que merecieran ser salvados, pero ¿Cómo decidimos a quién salvar y a quién dejar morir?
Arygos, ayúdame a reunir a la gente del pueblo acá en este local, será difícil mantenerlos a salvo si están dispersos- Le dije a la dragona mientras me sentaba en una de las mesas a pensar qué hacer -Y luego ¿puedes buscar cazar a Marco y traerlo de vuelta? Si ha escapado con su botín, irá pesado y lento, no llegará lejos- Dije mientras me presionaba la barbilla con los dedos índice y pulgar pensando en cómo salir de semejante embrollo. Estaba completamente seguro que Arygos lo traería de vuelta, y lo convertiríamos en la carta del triunfo -Y no olvides traer el botín- Aquello último era quizás lo más importante.
Al cabo de un rato, las personas del pueblo comenzaron a llegar al negocio de Marco, los que visitaban el lugar con frecuencia eligieron las mejores mesas, mientras que los menos frecuentes se acomodaron en los lugares que les resultaron cómodos. Una vez que todos estaban ahí les expliqué la situación -Muy bien, la situación es esta, el lobo no existe, son los enemigos que hicimos en el camino- Comencé la explicación con aquella enigmática frase -Este hombre, a quien algunos llaman Falacio, es en realidad Fabio Palacio, el niño que acusaron de ladrón injustamente- Dije con los ojos cerrados antes de agregar una palabra que llenaría sus conciencias de culpa -Marranos.
Ahora, sus secuaces, que han estado asustando al pueblo con el cuento del lobo, vienen en camino a romper todo en busca de un tesoro, pero el tesoro se lo ha llevado Marco, quien los estuvo manipulando todo este tiempo para robarles, porque el tesoro son cosas que les robaron a todos ustedes- Repetí -Marranos- No tenía ningún propósito más que desahogar el asco y rabia que me causaban aquellos -Marranos- Bueno, ya con eso debería calmarme -Tengo un plan para hacerles frente, pero voy a necesitar su ayuda, son ustedes quienes tendrán que proteger su pueblo… y a sus hijos- Estaba a punto de decirles marranitos pero ya estaba fuerte con eso.
Quienes puedan pelear, deben estar preparados a mi señal, quienes no puedan pelear se quedarán acá con los niños, si todo sale bien, no será necesario que peleen, y nadie saldrá herido- Aquello último quizá sirviera para tranquilizar a los aldeanos, pues ninguno de ellos parecía ser un guerrero, pero a la vez era una jugada bastante arriesgada, si el mismo los dominaba la estrategia no funcionaría.
Y así entre preparativos, cayó la noche… y nos aplastó. Ok, mal chiste, no nos aplastó, pero sí llegó con la noche el terror, el nerviosismo en la cara de los presentes era evidente, y Falacio que se había mantenido en silencio, parecía ligeramente arrepentido al notar las caras de miedo de los niños, pues maliciosamente los había colocado cerca de él justamente para torturarlo y sembrarle algo de culpa.
Así finalmente salí del punto de reunión, miré a las casas de los lados donde algunos de los aldeanos se habían escondido de acuerdo a mis instrucciones, y también había dejado una instrucción especial para Arygos que esperaba que recibiera a tiempo. Caminé lentamente por el largo camino que llevaba justo hacia la entrada del pueblo cuando de pronto aparecieron aquellos bandidos.
Apenas tres de ellos venían por la entrada principal, pero estaba seguro que debía haber más de ellos esperando, acechando, necesitaba llamar su atención y hacer que todos se acercaran a la vez -Nos rendimos, les entregaremos el tesoro a cambio de que nos dejen en paz- Dije levantando mis dos manos como señal para que Arygos comenzara con su parte del plan.
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Aerandiano de honor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
No me sorprendió la decisión de Víctor de ayudar a los aldeanos, se mereciesen o no el auxilio.
Aunque en mi opinión estaban cosechando lo que habían sembrado, al vampiro no le faltaba razón. Los niños no tenían ninguna culpa.
Repasamos el plan muy por encima, y, pese a que me generaba algunas dudas, ahogue las mismas en la confianza que le tenía a su creador.
Cuando emergí de la quesería de Võhma, la gente comenzaba a abandonar sus casas, somnolienta por el escaso sueño que se habían granjeado por cotillas la noche anterior. Temía tener que ir corriendo de un lado a otro para aglomerar a la gente, pero me equivoque. La curiosidad que los tenía ahora cansados y ojerosos también hizo que nada más verme alterasen sus caminos para ir a mi encuentro.
—Oh, ¿se encuentra bien? Ayer a la noche tenía mal aspecto...-Me asaltó una mujer con un cántaro vacío a medio camino del pozo, recorriéndome con los ojos como si esperase encontrar en mi aspecto la respuesta a todas las preguntas que aún no había formulado.
Un labriego nos vio y apuro el paso, codeado por su esposa, para escuchar la respuesta y enterarse del cotilleo.
—Eh, sí, es decir, mejor que anoche...
—¿Y el hombre que trajeron? Ese sí que tenía mal aspecto.— Otro aldeano más se unió al grupo, atrayendo a aquellos que iban pasando.
—¿El vendedor?.— ¿Se asustarían de saber que había un muerto? Seguramente si… a fin de cuentas les asustaba el lobo.
—¿Qué vendedor?
—¿Llego el buhonero?.— Un recién llegado acotó, claramente sin haber escuchado casi nada de lo anterior. Otros empezaron a hacer sus propias preguntas, unas encima de las otras, no todas con sentido para mí. Respiré hondo, ahogue el impulso de rugirles para que me cedieran un poco de espacio, y dejaran de rodearme, e intente emular uno de los tonos de Bío al hablar con gente, el que tenía identificado como amable.
—La verdad, mi compañero esta esperándolos en la quesería para hacerles la relación de todo lo acontecido.— A mí no se me daba tan bien como a él, porque había miradas dudosas que vagaban hacia sus lugares de trabajo. Tenía que hacer la oferta más atractiva, y no había nada más atractivo en una historia que un inesperado giro de guion. Por suerte o por desgracia, esta historia tenía unos cuantos, y los habitantes de Võhma no se los esperaban más que yo.— Incluso tiene un trozo del tesoro para mostrarles.
—¿Tesoro?.— Preguntaron a coro varios de ellos.
—Y la traición de ... Bueno, él se los contará.— La gente se emocionó aún más. No había arado que pudiese competir con un misterio y un tesoro. Disfrute con ligera culpa de la curiosidad que había despertado en los aldeanos. Estos, cuando vieron que no iban a sacar nada más en claro de mi persona, se encaminaron hacia el salón donde los esperaba Víctor, jalando consigo a cuanto vecino se cruzaban, hasta que el pueblo por entero se hallaba refugiado en la quesería.
Libre de los paisanos me encaminé donde tenían las bestias de tiro. No faltaba ninguna, así que Polo se había marchado a pie. Busque sus huellas en las calles de tierra, pero estas habían quedado perdidas en el mar de pisadas del resto de aldeanos. Resople con frustración e intente olfatear el aroma de mi presa, sin éxito, el tiempo y el aire libre me jugaban en contra.
A punto estaba de volver a mi forma draconiana para buscarlo desde las alturas, cuando un reflejo capto mi atención en la periferia de mi visión. Una perla, semi escondida en una mata al margen de la calle que salía de la aldea.
Sali de Võhma por el este, en uno de los caminos que llevaban a la ciudad, serpenteando alrededor de un bosquecito, pero no me quedé en el mucho tiempo. Polo había intentado acortar camino bosque a través, o quizás solo prefería ocultarse de cualquier mercader que pudiera cruzarse, y en su intento por ser más sigiloso, había logrado justo lo contrario. Un sendero de maleza pisada me indicó claramente el momento en el que cambio la ruta por la foresta. Los abroles, densos y juntos, habrian dificultado mi forma mas voluminosa, y las copas espesas lo hubiesen ocultado desd el aire, así que seguí a pié.
Lo seguí, convencida de que lo agarraría rápido, y pasado medio día me tocó admitir que aquel hombre poseía una determinación envidiable, porque no me sentía más cerca de alcanzarlo. Quizás se hubiera salido con la suya de haber abandonado parte de su carga, porque al final, fue el peso de la misma lo que lo condenó.
Primero lo olí, queso. No hay queso en medio del bosque. Me agazapé y me moví silenciosamente, intentando rodearlo. Luego lo escuche, resollar con esfuerzo, respirar agitadamente. Cuando lo vi, estaba rojo, empapado en sudor, la camisa se le pegaba a la espalda como si acabase de salir de un riachuelo. Las manos le temblaban, afirmando un fardo enorme contra el pecho, improvisado y precario. Daba la sensación de que, si aflojaba la presión con los dedos, iba a desmoronarse ante si y derramar todo su contenido sobre la hojarasca. Sus pies empezaban a tener dificultad para encontrar terreno firme y evitar las raíces.
Me agazapé, esperé, y le embestí. Aunque era un hombre robusto, cayó de bruces con facilidad, y sin apenas gritar.
—No me...— resolló.— No me mates— Jadeó. Lo que me tomó un poco por sorpresa.
—No voy a matarte... Solo voy a llevarte de vuelta a la aldea.
—No, la aldea no, puedes… toma, toma una parte del tesoro… es tuyo, pero déjame ir.— Parecía realmente alarmado de lo que pudiera pasarle si volvía a Võhma. Lo miré, fijamente, contemplando que hacer con él. Mi silencio pareció calmar al hombre, que me hizo un gesto, aun sin soltar el fardo, reafirmando su propuesta, ignorando que no tenía la menor intención de aceptarla. Fruncí los labios, intentando pensar como convencerlo o llevarlo de forma fácil, la caminata me había cansado, y nos había llevado casi todo el día, pronto empezaría a oscurecer. ¿Qué haría Víctor?
—Está bien, ¿ibas a la ciudad no? Te llevaré volando y venderemos el tesoro, entonces me darás la mitad.
Polo suspiró con alivio, hizo ademán de ir a apartar una mano del fardo para estrechármela, pero este se empezó a desarmar, y tuvo que retraer el gesto.
—No te preocupes, tú agarra bien el tesoro, y yo te agarraré bien a ti.
—¿Quizás si acampamos… o buscamos algo para transportar mejor el tesoro?
—No hay tiempo.— Volví a mentir.— Seguro que el resto de aldeanos están también tras nuestra pista.
Eso pareció alarmarle lo suficiente como para no caer en la rareza de mi tono. O quizás solo yo me daba cuenta de como me pesaba la lengua al mentir, o la cadencia extraña que tomaba mi voz al hacerlo.
—¿Lo saben? ¿Me están siguiendo?
—Nos están siguiendo, pero yo nos sacaré de aquí. Agarra bien el tesoro.— Ordené al ladrón.
Polo pesaba más que Víctor, y se movía más, además, no lo llevaba en el lomo, sino que le sostenía las piernas con las patas traseras y el torso con las delanteras. Era honestamente muy incómodo llevarlo de aquella manera, pero no se balanceaba, y podía sostener bien el fardo.
Cada tanto alguna alaja se escurria entre los pliegues del paquete, y se precipitaba hacia el bosque, el blasfemaba y me pedia aterrizar, yo lo ignoraba descaradamente. Gracias al esfuerzo que tenía que dedicarle a mantener el tesoro, y a las energías que gastaba discutiendo con el viento sobre la importancia de bajar a buscar la copa esta, o los pendientes aquellos, solo se percató de que estábamos yendo en la dirección errónea cuando los tejados de la villa estuvieron casi bajo nosotros. Entonces empezó a blasfemar, sacudirse, amenazar con soltar el tesoro y que nos quedáramos todos sin nada, y otras muchas cosas a las que hice oídos sordos. Él quería demasiado su botín para soltarlo, y a mi no podía importarme menos.
Bajo el amparo de la noche llegamos a la aldea, las calles parecían vacías, a excepción de tres figuras que se acercaban por el camino principal, y la inconfundible figura del vampiro. Empecé a descender. Los insultos de Marco se volvieron rezos entre dientes, y se sacudió como una lagartija, escurriéndose de mis zarpas. Bío levanto los brazos, y lleno las calles con su voz. había llegado justo a tiempo.
—Nos rendimos, les entregaremos el tesoro a cambio de que nos dejen en paz.
Abrí las patas y solté a Polo.
Pof. Un golpe seco, el crujir de los huesos al impactar sobre la calle de tierra. El grito dolorido de Marco se hizo eco en la plazoleta. El quesero quedó tumbado con una de las piernas doblada en un ángulo antinatural. El fardo del tesoro se abrió, y todo su contenido salto y reboto por el suelo, esparciéndose en la plaza con el repiqueteo metálico de las piezas chocar entre sí.
Aterricé al lado del vampiro y me senté sobre las patas traseras, observando al trío que se había detenido, mirando estupefacto la escena. Malgo, inconfundible, lideraba la marcha, el resto eran los “ovejeros” el Zángano y su compinche el cuerdas, al cuchillas no se lo veía por ningún lado.
Aunque en mi opinión estaban cosechando lo que habían sembrado, al vampiro no le faltaba razón. Los niños no tenían ninguna culpa.
Repasamos el plan muy por encima, y, pese a que me generaba algunas dudas, ahogue las mismas en la confianza que le tenía a su creador.
Cuando emergí de la quesería de Võhma, la gente comenzaba a abandonar sus casas, somnolienta por el escaso sueño que se habían granjeado por cotillas la noche anterior. Temía tener que ir corriendo de un lado a otro para aglomerar a la gente, pero me equivoque. La curiosidad que los tenía ahora cansados y ojerosos también hizo que nada más verme alterasen sus caminos para ir a mi encuentro.
—Oh, ¿se encuentra bien? Ayer a la noche tenía mal aspecto...-Me asaltó una mujer con un cántaro vacío a medio camino del pozo, recorriéndome con los ojos como si esperase encontrar en mi aspecto la respuesta a todas las preguntas que aún no había formulado.
Un labriego nos vio y apuro el paso, codeado por su esposa, para escuchar la respuesta y enterarse del cotilleo.
—Eh, sí, es decir, mejor que anoche...
—¿Y el hombre que trajeron? Ese sí que tenía mal aspecto.— Otro aldeano más se unió al grupo, atrayendo a aquellos que iban pasando.
—¿El vendedor?.— ¿Se asustarían de saber que había un muerto? Seguramente si… a fin de cuentas les asustaba el lobo.
—¿Qué vendedor?
—¿Llego el buhonero?.— Un recién llegado acotó, claramente sin haber escuchado casi nada de lo anterior. Otros empezaron a hacer sus propias preguntas, unas encima de las otras, no todas con sentido para mí. Respiré hondo, ahogue el impulso de rugirles para que me cedieran un poco de espacio, y dejaran de rodearme, e intente emular uno de los tonos de Bío al hablar con gente, el que tenía identificado como amable.
—La verdad, mi compañero esta esperándolos en la quesería para hacerles la relación de todo lo acontecido.— A mí no se me daba tan bien como a él, porque había miradas dudosas que vagaban hacia sus lugares de trabajo. Tenía que hacer la oferta más atractiva, y no había nada más atractivo en una historia que un inesperado giro de guion. Por suerte o por desgracia, esta historia tenía unos cuantos, y los habitantes de Võhma no se los esperaban más que yo.— Incluso tiene un trozo del tesoro para mostrarles.
—¿Tesoro?.— Preguntaron a coro varios de ellos.
—Y la traición de ... Bueno, él se los contará.— La gente se emocionó aún más. No había arado que pudiese competir con un misterio y un tesoro. Disfrute con ligera culpa de la curiosidad que había despertado en los aldeanos. Estos, cuando vieron que no iban a sacar nada más en claro de mi persona, se encaminaron hacia el salón donde los esperaba Víctor, jalando consigo a cuanto vecino se cruzaban, hasta que el pueblo por entero se hallaba refugiado en la quesería.
Libre de los paisanos me encaminé donde tenían las bestias de tiro. No faltaba ninguna, así que Polo se había marchado a pie. Busque sus huellas en las calles de tierra, pero estas habían quedado perdidas en el mar de pisadas del resto de aldeanos. Resople con frustración e intente olfatear el aroma de mi presa, sin éxito, el tiempo y el aire libre me jugaban en contra.
A punto estaba de volver a mi forma draconiana para buscarlo desde las alturas, cuando un reflejo capto mi atención en la periferia de mi visión. Una perla, semi escondida en una mata al margen de la calle que salía de la aldea.
Sali de Võhma por el este, en uno de los caminos que llevaban a la ciudad, serpenteando alrededor de un bosquecito, pero no me quedé en el mucho tiempo. Polo había intentado acortar camino bosque a través, o quizás solo prefería ocultarse de cualquier mercader que pudiera cruzarse, y en su intento por ser más sigiloso, había logrado justo lo contrario. Un sendero de maleza pisada me indicó claramente el momento en el que cambio la ruta por la foresta. Los abroles, densos y juntos, habrian dificultado mi forma mas voluminosa, y las copas espesas lo hubiesen ocultado desd el aire, así que seguí a pié.
Lo seguí, convencida de que lo agarraría rápido, y pasado medio día me tocó admitir que aquel hombre poseía una determinación envidiable, porque no me sentía más cerca de alcanzarlo. Quizás se hubiera salido con la suya de haber abandonado parte de su carga, porque al final, fue el peso de la misma lo que lo condenó.
Primero lo olí, queso. No hay queso en medio del bosque. Me agazapé y me moví silenciosamente, intentando rodearlo. Luego lo escuche, resollar con esfuerzo, respirar agitadamente. Cuando lo vi, estaba rojo, empapado en sudor, la camisa se le pegaba a la espalda como si acabase de salir de un riachuelo. Las manos le temblaban, afirmando un fardo enorme contra el pecho, improvisado y precario. Daba la sensación de que, si aflojaba la presión con los dedos, iba a desmoronarse ante si y derramar todo su contenido sobre la hojarasca. Sus pies empezaban a tener dificultad para encontrar terreno firme y evitar las raíces.
Me agazapé, esperé, y le embestí. Aunque era un hombre robusto, cayó de bruces con facilidad, y sin apenas gritar.
—No me...— resolló.— No me mates— Jadeó. Lo que me tomó un poco por sorpresa.
—No voy a matarte... Solo voy a llevarte de vuelta a la aldea.
—No, la aldea no, puedes… toma, toma una parte del tesoro… es tuyo, pero déjame ir.— Parecía realmente alarmado de lo que pudiera pasarle si volvía a Võhma. Lo miré, fijamente, contemplando que hacer con él. Mi silencio pareció calmar al hombre, que me hizo un gesto, aun sin soltar el fardo, reafirmando su propuesta, ignorando que no tenía la menor intención de aceptarla. Fruncí los labios, intentando pensar como convencerlo o llevarlo de forma fácil, la caminata me había cansado, y nos había llevado casi todo el día, pronto empezaría a oscurecer. ¿Qué haría Víctor?
—Está bien, ¿ibas a la ciudad no? Te llevaré volando y venderemos el tesoro, entonces me darás la mitad.
Polo suspiró con alivio, hizo ademán de ir a apartar una mano del fardo para estrechármela, pero este se empezó a desarmar, y tuvo que retraer el gesto.
—No te preocupes, tú agarra bien el tesoro, y yo te agarraré bien a ti.
—¿Quizás si acampamos… o buscamos algo para transportar mejor el tesoro?
—No hay tiempo.— Volví a mentir.— Seguro que el resto de aldeanos están también tras nuestra pista.
Eso pareció alarmarle lo suficiente como para no caer en la rareza de mi tono. O quizás solo yo me daba cuenta de como me pesaba la lengua al mentir, o la cadencia extraña que tomaba mi voz al hacerlo.
—¿Lo saben? ¿Me están siguiendo?
—Nos están siguiendo, pero yo nos sacaré de aquí. Agarra bien el tesoro.— Ordené al ladrón.
Polo pesaba más que Víctor, y se movía más, además, no lo llevaba en el lomo, sino que le sostenía las piernas con las patas traseras y el torso con las delanteras. Era honestamente muy incómodo llevarlo de aquella manera, pero no se balanceaba, y podía sostener bien el fardo.
Cada tanto alguna alaja se escurria entre los pliegues del paquete, y se precipitaba hacia el bosque, el blasfemaba y me pedia aterrizar, yo lo ignoraba descaradamente. Gracias al esfuerzo que tenía que dedicarle a mantener el tesoro, y a las energías que gastaba discutiendo con el viento sobre la importancia de bajar a buscar la copa esta, o los pendientes aquellos, solo se percató de que estábamos yendo en la dirección errónea cuando los tejados de la villa estuvieron casi bajo nosotros. Entonces empezó a blasfemar, sacudirse, amenazar con soltar el tesoro y que nos quedáramos todos sin nada, y otras muchas cosas a las que hice oídos sordos. Él quería demasiado su botín para soltarlo, y a mi no podía importarme menos.
Bajo el amparo de la noche llegamos a la aldea, las calles parecían vacías, a excepción de tres figuras que se acercaban por el camino principal, y la inconfundible figura del vampiro. Empecé a descender. Los insultos de Marco se volvieron rezos entre dientes, y se sacudió como una lagartija, escurriéndose de mis zarpas. Bío levanto los brazos, y lleno las calles con su voz. había llegado justo a tiempo.
—Nos rendimos, les entregaremos el tesoro a cambio de que nos dejen en paz.
Abrí las patas y solté a Polo.
Pof. Un golpe seco, el crujir de los huesos al impactar sobre la calle de tierra. El grito dolorido de Marco se hizo eco en la plazoleta. El quesero quedó tumbado con una de las piernas doblada en un ángulo antinatural. El fardo del tesoro se abrió, y todo su contenido salto y reboto por el suelo, esparciéndose en la plaza con el repiqueteo metálico de las piezas chocar entre sí.
Aterricé al lado del vampiro y me senté sobre las patas traseras, observando al trío que se había detenido, mirando estupefacto la escena. Malgo, inconfundible, lideraba la marcha, el resto eran los “ovejeros” el Zángano y su compinche el cuerdas, al cuchillas no se lo veía por ningún lado.
Arygos Valnor
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Re: Pablito y el "Lobo" [Trabajo]
Levanté las manos y como era de esperarse, no pasó nada. Levanté una ceja y levanté aún más los brazos esperando que algo pasara y aún no pasó nada -Un momento, problemas técnicos, estoy seguro que ya está a punto de- Antes que terminara la frase, Polo cayó del cielo aparatosamente, quedando su cuerpo en una posición que resultaba incluso dolorosa con solo verla -Bueno, ya cayó- Dije finalmente con una risa nerviosa.
Malgo, quien lideraba la marcha de aquellos bandidos, con su cuerpo cubierto en varias partes por algunos vendajes, se acercó hasta Polo y le dio una patada con desprecio -¿Qué te hace pensar que queremos esas baratijas?- Dijo con determinación, cambiando drásticamente mis planes, la negociación ya no parecía una opción válida -Nosotros tenemos nuestros propios planes, eso era solo la parte de Marco- Dijo con sorna -Polo- Respondió el otro desde el piso.
Era una suerte que Arygos hubiera aterrizado justo a mi lado, lo que ayudaba a mantener a Malgo un poco a la defensiva y atento ante cualquier amenaza, aunque era un hombre astuto y no nos atacaría de frente, menos aún después de mirar en todas direcciones y darse cuenta que había varios de los habitantes de aquel lugar, observando desde las ventanas, sabía que tramábamos algo, pero él tenía sus propios planes -Ahora, muchachos- Dijo mientras daba un salto hacia atrás y comenzaba a cubrir toda la escena en una espesa niebla.
Ah no, no de nuevo, amiguito- dije mientras tomaba una de mis dagas, la que tenía encantamiento de Piedad, y se la arrojé en un veloz movimiento que logró impactarla en su pierna antes de caer al piso -Fallaste, y no tendrás otra oportunidad como esta- Con aquellas palabras desapareció su silueta dejando tan solo el eco de su risa de villano -Muy bien, hora del plan B- Dije en voz alta para que aquellos bandidos -Arygos, que no lleguen a la quesería- Le dije a mi compañera -Aldeanos, apéguense al plan y estará todo bien- Dije para que pareciera que ellos sabrían que hacer, la verdad, solo esperaba que se quedaran escondidos y confundidos.
Escuché a Arygos alejarse aunque podía verla aún a mi lado, incluso, a ambos lados -Aquí vamos de nuevo- Corrí hacia la posición a la que lancé mi daga para herir a Malgo, una herida que él aún no notaba, pero que estaba muy presente en su pierna y que lo hacía incluso sangrar sin que él fuera consciente del daño o sintiera dolor alguno, algo que me venía muy bien para que actuara con naturalidad sin sospechar que el olor de su sangre me serviría para ubicarlo si se acercaba lo suficiente.
Mi olfato no podía competir contra el de un sabueso, pero sin duda el olor a sangre me era bastante familiar y fácil de reconocer y ubicar, no era solo mi olfato, era todo mi cuerpo, mi instinto, mi naturaleza, me llevaban a ubicar una dirección, se acercaba de prisa pero mi cuerpo casi reaccionaba por cuenta propia -Aquí vamos- [1] [2] Tensé todo mi cuerpo para dejar salir toda mi fuerza y me moví de prisa hacia un lado y luego hacia el frente para flanquear al brujo mientras mi imagen se quedaba rezagada un instante.
Por un momento me concentré y lo tuve a la vista, [3] un instante fuera de la ilusión me había bastado para ubicarlo y ahora solo era cuestión de tiempo, apoyé mi pierna en el piso con fuerza y me impulsé al frente ahora en modo perseguidor y le di al pobre Malgo un golpe en la espalda con todas mis fuerzas, un golpe que el cuerpo de un brujo, débil por naturaleza y acostumbrado a esconderse detrás de las ilusiones, no estaba preparado para recibir.
Las piernas de Malgo flaquearon y su cuerpo de desplomó aparatosamente al piso, rebotando varias veces antes de terminar estrellado con la puerta de una casa, de la que varios hombres salieron para atarlo y someterlo -Uno menos, quedan dos- Me giré sobre mí mismo en busca de los otros dos secuaces aunque no tardaron en hacerse presentes, uno de ellos, el que supongo que era “El cuerdas” consiguió atrapar una de mis piernas con una soga, evitando que pudiera defenderme del Zángano, quien se acercó a toda prisa y saltó sobre mí llevándome al piso -¡Basta!- [4] Dije con fuerza, haciendo que mi magia le causara un fuerte dolor mental y aproveché el momento para echarlo a un lado.
El cuerdas era el siguiente, desde luego, y ahora su propia soga había delatado su ubicación. Me lancé hacia él mientras los aldeanos se acercaban para atar y someter al Zángano -No, no, basta, por favor, nos rendimos, nos iremos, no nos maten- Dijo El Cuerdas soltando su soga y levantando las manos. Ante sus palabras giré hacia los ciudadanos que habían comenzado a golpear violentamente a los bandidos -Esperen, no los maten, no es eso lo que somos, somos mejores, matar no es la solución, ellos ya se han rendido, no pueden hacer nada- Sentencié buscando un camino que no implicara matar a nadie.
No podía estar más lejos de la realidad en mi tonta idea de no matar, y El Cuerdas me haría entenderlo por las malas -¡Hazlo ahora, Cuchillas!- Gritó dando una señal a su compañero. Una helada sensación de espasmo recorrió mi cuerpo mientras giraba para ver como una serie de cuchillas volaban y se incrustaban violentamente en varios de los habitantes. Dos cayeron heridos al piso, pero el tercero llegó al suelo sin vida, la cuchilla le había atravesado el cráneo.
Silencio, un profundo y completo silencio invadió mi ser, el mundo parecía detenido, la culpa se incrustaba en mi corazón como una lluvia de cuchillas, mi corazón se aceleraba estrepitosamente al tiempo que apretaba los puños con fuerza [5] El Cuerdas no tuvo tiempo de reaccionar, antes que se diera cuenta ya tenía mi mano en su cuello y la otra golpeando su rostro repetidas veces hasta que la cara perdió la forma.
Apreté el cuello del hombre hasta que el crujir de sus huesos me hizo apuntar al siguiente objetivo, alcé mi mano para tomar por el filo una cuchilla que volaba a mi cara mientras otra se incrustó el mi hombro, ninguna de las dos heridas me importó ni un poco, toda mi atención estaba enfocada en el Cuchillas, que en lo alto de un tejado retrocedió para buscar su escape.
Para su desgracia, el tejado le traicionó, haciéndole resbalar y deslizarse hasta caer al piso, varias de sus chuchillas quedaron desparramadas en su camino hasta el piso, el sudor rodaba por su cabeza calva que ciertamente parecía un huevo. Estaba a punto de iniciar una vertiginosa carrera para separarle la cabeza del cuerpo cuando alguien se me adelantó de manera inesperada.
De la nada, repentinamente, el pequeño Pablito, después de ver como su padre era asesinado por una cuchilla, saltó furioso sobre el hombre caído y por sin sucedió, para sorpresa de todos, Pablito clavó un clavito en la calva del calvito. Aquello no mataría al bandido, pero sí lo dejó bastante tocado y confundido como para que los ciudadanos le cayeran encima para masacrarlo.
De todas las personas en ese lugar, el último que habría querido que buscara la venganza era Pablito, era apenas un niño, así que tomé una decisión, matar estaba mal, pero a veces había que hacerlo, y cuando llegara el momento, sería yo quien cargara con ese peso, para que nadie más tuviera que perder su humanidad y ser consumido por el odio.
Mientras el pueblo celebraba su victoria, me dejé caer al piso de rodillas, con las manos llenas de la sangre del Cuerdas, una herida en la palma de la mano con que atrapé una cuchilla y otra en el hombro, aunque realmente el dolor de sentir que por no tomar la decisión correcta había muerto una buena persona, era algo que me dejaría una marca para toda la vida. A veces hay que hacer lo necesario, pocos deben morir para que muchos puedan vivir.
[1] Uso mi Habilidad de Nivel 3: Del más allá para elevar la potencia física. Malgo, quien lideraba la marcha de aquellos bandidos, con su cuerpo cubierto en varias partes por algunos vendajes, se acercó hasta Polo y le dio una patada con desprecio -¿Qué te hace pensar que queremos esas baratijas?- Dijo con determinación, cambiando drásticamente mis planes, la negociación ya no parecía una opción válida -Nosotros tenemos nuestros propios planes, eso era solo la parte de Marco- Dijo con sorna -Polo- Respondió el otro desde el piso.
Era una suerte que Arygos hubiera aterrizado justo a mi lado, lo que ayudaba a mantener a Malgo un poco a la defensiva y atento ante cualquier amenaza, aunque era un hombre astuto y no nos atacaría de frente, menos aún después de mirar en todas direcciones y darse cuenta que había varios de los habitantes de aquel lugar, observando desde las ventanas, sabía que tramábamos algo, pero él tenía sus propios planes -Ahora, muchachos- Dijo mientras daba un salto hacia atrás y comenzaba a cubrir toda la escena en una espesa niebla.
Ah no, no de nuevo, amiguito- dije mientras tomaba una de mis dagas, la que tenía encantamiento de Piedad, y se la arrojé en un veloz movimiento que logró impactarla en su pierna antes de caer al piso -Fallaste, y no tendrás otra oportunidad como esta- Con aquellas palabras desapareció su silueta dejando tan solo el eco de su risa de villano -Muy bien, hora del plan B- Dije en voz alta para que aquellos bandidos -Arygos, que no lleguen a la quesería- Le dije a mi compañera -Aldeanos, apéguense al plan y estará todo bien- Dije para que pareciera que ellos sabrían que hacer, la verdad, solo esperaba que se quedaran escondidos y confundidos.
Escuché a Arygos alejarse aunque podía verla aún a mi lado, incluso, a ambos lados -Aquí vamos de nuevo- Corrí hacia la posición a la que lancé mi daga para herir a Malgo, una herida que él aún no notaba, pero que estaba muy presente en su pierna y que lo hacía incluso sangrar sin que él fuera consciente del daño o sintiera dolor alguno, algo que me venía muy bien para que actuara con naturalidad sin sospechar que el olor de su sangre me serviría para ubicarlo si se acercaba lo suficiente.
Mi olfato no podía competir contra el de un sabueso, pero sin duda el olor a sangre me era bastante familiar y fácil de reconocer y ubicar, no era solo mi olfato, era todo mi cuerpo, mi instinto, mi naturaleza, me llevaban a ubicar una dirección, se acercaba de prisa pero mi cuerpo casi reaccionaba por cuenta propia -Aquí vamos- [1] [2] Tensé todo mi cuerpo para dejar salir toda mi fuerza y me moví de prisa hacia un lado y luego hacia el frente para flanquear al brujo mientras mi imagen se quedaba rezagada un instante.
Por un momento me concentré y lo tuve a la vista, [3] un instante fuera de la ilusión me había bastado para ubicarlo y ahora solo era cuestión de tiempo, apoyé mi pierna en el piso con fuerza y me impulsé al frente ahora en modo perseguidor y le di al pobre Malgo un golpe en la espalda con todas mis fuerzas, un golpe que el cuerpo de un brujo, débil por naturaleza y acostumbrado a esconderse detrás de las ilusiones, no estaba preparado para recibir.
Las piernas de Malgo flaquearon y su cuerpo de desplomó aparatosamente al piso, rebotando varias veces antes de terminar estrellado con la puerta de una casa, de la que varios hombres salieron para atarlo y someterlo -Uno menos, quedan dos- Me giré sobre mí mismo en busca de los otros dos secuaces aunque no tardaron en hacerse presentes, uno de ellos, el que supongo que era “El cuerdas” consiguió atrapar una de mis piernas con una soga, evitando que pudiera defenderme del Zángano, quien se acercó a toda prisa y saltó sobre mí llevándome al piso -¡Basta!- [4] Dije con fuerza, haciendo que mi magia le causara un fuerte dolor mental y aproveché el momento para echarlo a un lado.
El cuerdas era el siguiente, desde luego, y ahora su propia soga había delatado su ubicación. Me lancé hacia él mientras los aldeanos se acercaban para atar y someter al Zángano -No, no, basta, por favor, nos rendimos, nos iremos, no nos maten- Dijo El Cuerdas soltando su soga y levantando las manos. Ante sus palabras giré hacia los ciudadanos que habían comenzado a golpear violentamente a los bandidos -Esperen, no los maten, no es eso lo que somos, somos mejores, matar no es la solución, ellos ya se han rendido, no pueden hacer nada- Sentencié buscando un camino que no implicara matar a nadie.
No podía estar más lejos de la realidad en mi tonta idea de no matar, y El Cuerdas me haría entenderlo por las malas -¡Hazlo ahora, Cuchillas!- Gritó dando una señal a su compañero. Una helada sensación de espasmo recorrió mi cuerpo mientras giraba para ver como una serie de cuchillas volaban y se incrustaban violentamente en varios de los habitantes. Dos cayeron heridos al piso, pero el tercero llegó al suelo sin vida, la cuchilla le había atravesado el cráneo.
Silencio, un profundo y completo silencio invadió mi ser, el mundo parecía detenido, la culpa se incrustaba en mi corazón como una lluvia de cuchillas, mi corazón se aceleraba estrepitosamente al tiempo que apretaba los puños con fuerza [5] El Cuerdas no tuvo tiempo de reaccionar, antes que se diera cuenta ya tenía mi mano en su cuello y la otra golpeando su rostro repetidas veces hasta que la cara perdió la forma.
Apreté el cuello del hombre hasta que el crujir de sus huesos me hizo apuntar al siguiente objetivo, alcé mi mano para tomar por el filo una cuchilla que volaba a mi cara mientras otra se incrustó el mi hombro, ninguna de las dos heridas me importó ni un poco, toda mi atención estaba enfocada en el Cuchillas, que en lo alto de un tejado retrocedió para buscar su escape.
Para su desgracia, el tejado le traicionó, haciéndole resbalar y deslizarse hasta caer al piso, varias de sus chuchillas quedaron desparramadas en su camino hasta el piso, el sudor rodaba por su cabeza calva que ciertamente parecía un huevo. Estaba a punto de iniciar una vertiginosa carrera para separarle la cabeza del cuerpo cuando alguien se me adelantó de manera inesperada.
De la nada, repentinamente, el pequeño Pablito, después de ver como su padre era asesinado por una cuchilla, saltó furioso sobre el hombre caído y por sin sucedió, para sorpresa de todos, Pablito clavó un clavito en la calva del calvito. Aquello no mataría al bandido, pero sí lo dejó bastante tocado y confundido como para que los ciudadanos le cayeran encima para masacrarlo.
De todas las personas en ese lugar, el último que habría querido que buscara la venganza era Pablito, era apenas un niño, así que tomé una decisión, matar estaba mal, pero a veces había que hacerlo, y cuando llegara el momento, sería yo quien cargara con ese peso, para que nadie más tuviera que perder su humanidad y ser consumido por el odio.
Mientras el pueblo celebraba su victoria, me dejé caer al piso de rodillas, con las manos llenas de la sangre del Cuerdas, una herida en la palma de la mano con que atrapé una cuchilla y otra en el hombro, aunque realmente el dolor de sentir que por no tomar la decisión correcta había muerto una buena persona, era algo que me dejaría una marca para toda la vida. A veces hay que hacer lo necesario, pocos deben morir para que muchos puedan vivir.
[2] Uso mi Habilidad de Nivel 5: La sombra fuera del tiempo para que la imagen de Bio se vea retrasada con respecto a su posición real
[3] Uso mi Habilidad de Nivel 9: Morador de las tinieblas para ver a través de la ilusión y encontrar la ubicación exacta de Malgo.
[4] Uso mi Habilidad de Nivel 2: El que susurra en la oscuridad para causar daño mental a el Zángano y sacármelo de encima.
[5] Uso mi Habilidad Racial Maldición Desatada, para ser aún más fuerte, violento y aterrador.
[x] Una complicación emocional que causará estragos en la mente de Bio por mucho tiempo, alguien a quien quería dejar vivir terminó causando la muerte de un inocente, aunque los malos cayeron, Bio tardará varios temas en asimilar eso, a veces matar es necesario.
Bio
Aerandiano de honor
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