Mi reino por un recuerdo [Evento Objetos del 19]
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Mi reino por un recuerdo [Evento Objetos del 19]
Barbarubia se despertó, abriendo los ojos cuando los primeros rayos de sol llegaron a su ventana, su pereza desvaneciéndose inmediatamente sin entender muy bien porque. Se sentó sobre la cama, y sacó un pequeño espejo de mano, mirándose la cara.
Eso era importante, un ritual, para recordar quien era. No entendía porque, ni como, pero sabía que estaba olvidando cosas. Por lo que dedico quince minutos a memorizar su cara, cada arruga y pelo, una sensación de alivio recorriendo su cuerpo cuando no encontró nada nuevo o inesperado, era tal como la recordaba. Guardó el espejo con cuidado. Sabía que era importante, de alguien importante, aunque había olvidado quien.
Se levantó, con una módica brizna de control recuperado, y se dispuso a ponerse la armadura. Y se quedó mirando las diferentes hebillas y correas, inseguro de como ponérsela. Con un gritó de furia, la armadura salió disparada por la ventana y su antiguo dueño salió de la habitación, cruzándose con otros hombres y mujeres. Lo peor era que él era de los que estaba más… ¿sano? ¿cuerdo? Ni siquiera podía recordar porque estaban así, ni siquiera su nombre. Fue al comedor, donde alguien había tenido la idea unos días atrás de llenar de comida de las diversas despensas. ¿Había sido él? No estaba seguro. Pero muchos estaban teniendo problemas para encontrar esa enorme sala con las mesas a rebosar de comida, así que haber encontrado las despensas habría sido imposible. Unos pocos hombres habían decidido dormir allí mismo, en el suelo, temerosos de no poder encontrar la comida al día siguiente.
¿Ese era el futuro que le esperaba? ¿Pasar su día buscando comida, hasta que algún día olvidara como caminar, como comer? La visión de esos hombres lo llenaba de tristeza y desesperación, así que cogió una hogaza de pan y se fue, buscando un lugar, cualquier lugar, en el que comer tranquilo.
Sus pasos lo llevaron ante la puerta del fuerte, completamente destrozada, los… las cosas que aguantaban las puertas descolocadas, haciendo que las planchas de madera hubieran caído. No estaba seguro de que había pasado, pero un pequeño sentimiento de orgullo le decía que había sido él. ¿Ellos? Muchos llevaban ropas iguales, así que eran… un grupo… ¿hermanos? O puede que amigos…
Lo que hizo aún más rara su actitud cuando vio a uno de los hombres, medio dormido, sacársela para hacer pis ante un palo con un trapo. Pero la furia que le vino cuando vio esa tela con el pájaro gris mancillarse era tan… genuina, tan natural, que no pudo contenerse, se abalanzó hacia el hombre, asestándole un puñetazo que lo mando derrapando por la nieve que se había acumulado la noche anterior. Y cuando se levantó, ya completamente despierto, lleno de furia por el golpe y lo miró, pudo ver un destello de reconocimiento en sus ojos, por un segundo, que cambio su cara de la furia a la vergüenza, y luego la confusión.
-Lo siento…- murmuró el hombre, aunque no entendía muy bien el porqué, teniendo en cuenta que había sido él quien había recibido el puñetazo.
-¿Me conoces? ¿Cuál es mi nombre?- preguntó de inmediato, puede que de manera algo más desesperada de la que había pretendido en un principio.
-Yo… si, pero… lo siento…- y el hombre se alejó de él, con patéticos pasos, tardando casi diez pasos más en recordar que aún tenía que metérsela en los pantalones. Sin duda el frío ayudó.
Solo… seguro que todo se solucionaba. No recordaba si era un hombre religioso, pero allí en el patio, con copos de nieve empezando a caer otra vez, le rezó a cualquiera que escuchara.
Bienvenido al evento del collar de cuencas. La compañía del Halcón Gris, los encargados de asegurar el objeto han sufrido un pequeño percance, por lo que el objeto esta vulnerable. Más o menos. El objeto está bajo llave en la habitación más segura de Colmillo de Dragón. Sea cual sea. ¿Y la llave? A saber, nadie se acuerda.
La misión en este post es… hacerles recordar. Como un ovillo de lana, necesitas sacar la punta y el afectado estará tan desesperado por agarrarse a cualquier recuerdo que cada memoria será más fácil que el anterior. Aunque no entienden su significado, muchos soldados mantienen recuerdos personales, por lo que con un poco de imaginación y la ayuda de una mente cuerda, podréis ayudar a unos cuantos al menos.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] tenéis el link correspondiente al objeto.
Eso era importante, un ritual, para recordar quien era. No entendía porque, ni como, pero sabía que estaba olvidando cosas. Por lo que dedico quince minutos a memorizar su cara, cada arruga y pelo, una sensación de alivio recorriendo su cuerpo cuando no encontró nada nuevo o inesperado, era tal como la recordaba. Guardó el espejo con cuidado. Sabía que era importante, de alguien importante, aunque había olvidado quien.
Se levantó, con una módica brizna de control recuperado, y se dispuso a ponerse la armadura. Y se quedó mirando las diferentes hebillas y correas, inseguro de como ponérsela. Con un gritó de furia, la armadura salió disparada por la ventana y su antiguo dueño salió de la habitación, cruzándose con otros hombres y mujeres. Lo peor era que él era de los que estaba más… ¿sano? ¿cuerdo? Ni siquiera podía recordar porque estaban así, ni siquiera su nombre. Fue al comedor, donde alguien había tenido la idea unos días atrás de llenar de comida de las diversas despensas. ¿Había sido él? No estaba seguro. Pero muchos estaban teniendo problemas para encontrar esa enorme sala con las mesas a rebosar de comida, así que haber encontrado las despensas habría sido imposible. Unos pocos hombres habían decidido dormir allí mismo, en el suelo, temerosos de no poder encontrar la comida al día siguiente.
¿Ese era el futuro que le esperaba? ¿Pasar su día buscando comida, hasta que algún día olvidara como caminar, como comer? La visión de esos hombres lo llenaba de tristeza y desesperación, así que cogió una hogaza de pan y se fue, buscando un lugar, cualquier lugar, en el que comer tranquilo.
Sus pasos lo llevaron ante la puerta del fuerte, completamente destrozada, los… las cosas que aguantaban las puertas descolocadas, haciendo que las planchas de madera hubieran caído. No estaba seguro de que había pasado, pero un pequeño sentimiento de orgullo le decía que había sido él. ¿Ellos? Muchos llevaban ropas iguales, así que eran… un grupo… ¿hermanos? O puede que amigos…
Lo que hizo aún más rara su actitud cuando vio a uno de los hombres, medio dormido, sacársela para hacer pis ante un palo con un trapo. Pero la furia que le vino cuando vio esa tela con el pájaro gris mancillarse era tan… genuina, tan natural, que no pudo contenerse, se abalanzó hacia el hombre, asestándole un puñetazo que lo mando derrapando por la nieve que se había acumulado la noche anterior. Y cuando se levantó, ya completamente despierto, lleno de furia por el golpe y lo miró, pudo ver un destello de reconocimiento en sus ojos, por un segundo, que cambio su cara de la furia a la vergüenza, y luego la confusión.
-Lo siento…- murmuró el hombre, aunque no entendía muy bien el porqué, teniendo en cuenta que había sido él quien había recibido el puñetazo.
-¿Me conoces? ¿Cuál es mi nombre?- preguntó de inmediato, puede que de manera algo más desesperada de la que había pretendido en un principio.
-Yo… si, pero… lo siento…- y el hombre se alejó de él, con patéticos pasos, tardando casi diez pasos más en recordar que aún tenía que metérsela en los pantalones. Sin duda el frío ayudó.
Solo… seguro que todo se solucionaba. No recordaba si era un hombre religioso, pero allí en el patio, con copos de nieve empezando a caer otra vez, le rezó a cualquiera que escuchara.
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La misión en este post es… hacerles recordar. Como un ovillo de lana, necesitas sacar la punta y el afectado estará tan desesperado por agarrarse a cualquier recuerdo que cada memoria será más fácil que el anterior. Aunque no entienden su significado, muchos soldados mantienen recuerdos personales, por lo que con un poco de imaginación y la ayuda de una mente cuerda, podréis ayudar a unos cuantos al menos.
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Othel
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Re: Mi reino por un recuerdo [Evento Objetos del 19]
La nieve caía como una cortina que distanciaba el final del camino en el que Eilydh se había aventurado, días antes. La elfa no podía dejar de fascinarse ante la fragilidad de las huellas de su montura en el mismo lo suficientemente efímeras como para consumirse en el blanco impasible de la nieve tan solo minutos después de que su tigre hubiese posado allí su pata. La visión, sin embargo pacifica del paisaje que dejaban atrás en la ladera de aquella montaña no servía para borrar del todo el objetivo por el que se había aventurado a aquella cruzada.
Envolvió sus manos entre el pelaje de Ash'alá mientras se agarraba a él en un intento de mantenerlas cálidas. El tigre tomó aquello como una invitación para ir más rápido y aunque se quejó, seguramente pensando que su dueña se había olvidado que llevaban días cabalgando y aquello era una colina inclinada, aceleró el paso de inmediato. Eilydh estaba lo suficientemente ensimismada en sus pensamientos como para percatarse de aquella molestia momentánea en la inquietud de su compañero. Y no era para menos.
Si era cierto lo que había oído de aquel objeto particular... Bueno, digamos que si era cierto que aquel objet, aunque maldito, conseguía borrar los recuerdos más dañinos de una mente herida, entonces Eilydh estaba dispuesta a compartir el peso de una maldición de la que había oido poco o nada. Si bien era cierto que el nombre del hombre muerto no iba ligado normalmente a condiciones emocionantes y beneficiosas, pero hacía apenas 2 meses que había luchado contra buena parte de su orgullo y su ira en una batalla para defender aquello que le hacía daño, y menos de dos semanas que había sido al menos medio consciente de que su mayor vulnerabilidad era su aparente fortaleza.
Sí... en aquel momento su alma habría sido un precio seguramente justo si los elfectos de aquel collar quitaban de su cabeza un mínimo de recuerdos dañinos.
Cerró los ojos acercando su nariz congelada al pelaje de Ash'alá y camuflando una caricia intentando poner en orden todo lo que había oido de aquel lugar. El castillo en si era imponente. Aquello no era nada nuevo, sin embargo, en construcciones alrededor de aquella zona. La propia Eilydh había estado a punto de morir en una mansión de infinitas habitaciones al fin y al cabo. No. Lo interesante de aquel lugar era sin duda la estrategia en la que se había emplazado. El sudor mismo de las personas que lo habían construido, la fama de salvaje de sus defensores que feroces habían luchado contra cualquier enemigo que se aventurase a poner un pie dentro de lo que consideraban su territorio sin una explicación lógica.
La sensación de libertad de la que se habían enorgullecido hablar los dos o tres transeuntes con los que se había topado en varias posadas a lo largo del camino y el deje de tristeza que los tres habían compartido al terminar sus relatos de gloria, pelea y victorias con un sorbo amargo de licor y el mismo tono nostálgico que acompañaba a las palabras: "Ya no es lo mismo"
Pero... ¿Por qué?
Eilydh no iba a negar que había camuflado el objetivo de su visita con la inocente iexcusa de acompañar a una cuadrilla de enviados del rey que decían hacer aquel viaje debido a una carta de índole "Presumibemente" preocupante de un tal Lans Murelli. Lo cierto era que en las dos semanas que la elfa llevaba viajando con aquellos hombres ( o al menos compartiendo camino con ellos) No les había oído ni siquiera una vez mostrar preocupación alguna por el estado de aquel hombre que firmaba la carta. Es más, no era poco común que en las noches y tras beber dos o más copas de vino Lunargentés, aquel escuadrón de Eruditos y dos soldados enviados por el rey parecían felices de mencionar como de exagerado solía ser Lans y cuestionar su valía y su posición por ser hijo o hermano de granjeros y personas sin poder o títulos.
Patético.
Pero la elfa no iba a quejarse. Al fin y al cabo ella había entendido que la preocupación de los aldeanos de alrededor de aquella cordillera ciertamente era algo más que una pataleta de alguien mimado o hambriento de atención. Algunos aldeanos incluso parecían los suficientemente ansiosos como para haber olvidado qué había pasado allí. Stres post traumático, pensó la elfa, y se seguró de que al menos ella usase el collar con la prudencia necesaria que evitase aquello.
-JÁ... Qué os dije, Roncesvalles!- dijo la voz de Irleun, el segundo de los dos guardias que había mandado el rey en aquella cuadrilla de 5- Nada...
El hombre hizo dar vueltas a su caballo una vez que había alcanzado la puerta principal de aquella muralla que separaba el castillo del resto de la ladera de la montaña.
-Dudo siquiera que ese Lans este por aquí- dijo el hombre acercándose a uno de los habitantes del castillo que apilaba paja en una de las esquinas de la entrada principal- ¡Por orden del rey exijo que nos lleves frente a tu jefe!- dijo Irleun.
-..jefe...- musitó el hombre que apilaba la paja con los ojos perdidos en la mirada del guerrero pero sin decir nada más.
-Aquí todo parece normal- dijo uno de los eruditos que había mandado el rey- todos están... bueno atareados- dijo señalando a otro hombre que parecía estar posicionando la montura a un caballo- Yo.. bueno. La noche se nos echa encima, Roncesvalles. Y... definitivamente no hay nada aquí que nos corra la suficientemente prisa como para no dejarlo para mañana. Estos pobres hombres llevan el día trabajando y hacerles ahora que vayan a buscar a Lans... Además... Eugene esta enferma... estoy preocupado por ella. La dejamos en la posada sin saber muy bien qué tenía. Yo creo que debemos descansar y volver mañan...- dijo el hombre atusando su caballo para salir de aquel lugar.
Eilydh había estado observando como la cuadrilla que la había estado guiando a aquel lugar había pasado por alto varios matices de los hombres con los que habían estado hablando. El hombre del montón de paja llevaba tan solo un zapato. Su camisa estaba abierta y a medio abotonar y aunque amontonaba paja con un rastrillo lo hacía de manera mecánica y con la mirada perdida. La elfa estaba segura de que lo había visto pasar paja del montón al suelo de nuevo un par de veces.
Por su parte el hombre de las monturas no había abrochado las mismas a los caballos y claramente no sabía lo que hacía. Una de las monturas estaba posicionada en el abdomen del caballo y musitaba palabras sin sentido que se apresuraba a esconder con una risita ida.
-Vienes, elfa?- dijo Iracun- mientras ordenaba a su caballo a dar la vuelta.
Eilydh se pensó por un segundo la excusa que iba a poner para quedarse allí. Necesitaba encontrar el objeto antes que la guardia del rey. Necesitaba usarlo antes incluso que ninguno de ellos se diese cuenta. Ninguna de las acciones de aquellos hombres era reconfortante y todas indicaban que entre los muros de aquel castillo había algo más de lo que se veía.
-Necesito...- dijo pensativa- Excusarme y encontrar los aseos antes de retomar mi viaje- le dijo con una sonrisa- No es necesario que me espere- dijo viendo las intenciones del hombre- Cosas... cosas de mujeres- indicó
Eilydh sabía que aquello era la guinda que culminaba el pastel para que aquel guerrero se decidiese a irse sin ella.
-No te preocupes... mi montura se sabe el camino- y atusó a Ash'alá que rugió en respuesta.
El hombre se fue y Eilydh se bajó del tigre. El hombre que amontonaba paja se le acercó y la miró por unos segundos con la misma mirada vacía de quien no sabe a donde dirigirse. Le sonrió y le tendió el rastrillo que la elfa agarró antes de encaminarse sin rumbo hasta la torre principal del lugar.
La elfa soltó el rastrillo y lo siguió, apresurada. Llamándolo varias veces de las cuales, ninguna el hombre atendió. Estaba empezando a frustrarse cuando el salón principal se abrió ante ella.
Había varias personas caminando de aquí a allá sin rumbo con la misma expresión vacía que el hombre de la paja. Eilydh se acercó a varias e intentó preguntarles cosas tan sencillas como sus nombres o donde estaba Lans y aunque algunas tenían la expresión confusa de alguien quien intenta pensar con ganas acerca de como contestar, la mayoría balbuceaban palabras sin sentido y volvían a caminar de aquí a allá sin responderle.
Algunos iban desnudos, para la sorpresa de Eilydh. La elfa se asustó al descubrir que no eran conscientes de aquello y que otros muchos aún conservaban un grado más alto de consciencia y cuando se daban cuenta de la desnudez de sus compañeros intentaban taparlos con cosas como tapetes de crochet, fundas de cojines o incluso servilletas zurcidas con los apellidos de los señores feudales.
Eilydh caminó de aquí a allá sin saber muy bien a donde dirigirse pero segura de que aquello era la consecuencia inequívoca del objeto maldito que aquel castillo custodiaba. No tenía la mayor idea de por donde empezar a buscarlo, o arreglar la situación... y entonces lo vió.
Sus compañeros de camino lo habían criticado tan al detalle que Eilydh no tuvo duda de que el hombre alto fuerte, de melena media con trenzas y ascendencia vikinga era Lans. Se acercó a él y el hombre la miró extrañado. Por un momento parecía que iba a decirle algo que la hiciese entender qué era lo que pasaba en aquel lugar y ayudarlo. Pero de nuevo... la chica comenzó a entender que aquello no era exactamente tan sencillo.
-Tienes orejas puntiagudas- dijo Lans de manera solemne y se llevó sus propias manos a sus orejas.
Eilydh se ruborizó por un segundo.
-Así es.. las tengo. Soy una elfa al fin y al cabo...- dijo- Vengo a...
-Una elfa... - dijo el hombre sorprendido- Yo también soy elfo.
Eilydh lo miró contrariada.
-No... me tomes el pelo, Lans... no creas que porque soy elfa no se que eres uno de los humanos más famosos dentro de la guardia.-dijo molesta y sin entender si aquello era una broma o no.
-Humano... La.. Guardia... LANS!- Dijo el hombre con una chispa de luz en sus ojos- Ese es mi nombre y estoy aquí porque..- pero volvió a enmudecer.
Eilydh empezó a entender la macabra realidad de aquello. Miró a su alrededor y de pronto vio la mitad de las armaduras tiradas aquí y allá. Las armas en el suelo y en lugares donde no correspondía que estuviese. La falta de caballos en todo lo que había visto hasta ahora del castillo, o de funcionalidad. La barba de días en el rostro atractivo de aquel hombre.
Lo miró y llevó su mano al hombro de Lans, entendiendo el efecto mismo de aquel objeto maldito y odiándose un poco por haber pensado siquiera usarlo en su beneficio.
-Lans Murelli- dijo la elfa y posicionó en su mano un trozo de la bandera que habían encontrado mientras subían a través de la ladera- Yo no te conozco Lans.. pero estoy segura que bueno... estoy segura de que ambos podemos descubrir tu historia.-
El hombre la miró con una sonrisa dócil y Eilydh comenzó a sentir pena de aquel guerrero.
-¿Qué arma quieres?- dijo desenfundando a Karma-
El hombre la miró contrariado.
-Si... lo que oyes. Voy a batirme a un duelo contigo. Necesito saber con qué arma quieres que te haga probar el polvo de este castillo. ¡Vamos Lans!- dijo Eilydh.
El hombre, aunque dubitativo comenzó a rebuscar aquí y allá y finalmente alcanzó una espada cerca de él. Eilydh embestió y el hombre se defendió por sorpresa como pudo. Tres estocadas más de la elfa, y el hombre pareció recordar algún que otro movimiento.
-¿Ves? Ya lo vas entendiendo, Sir Lans... estoy seguro que tus padres estarían muy orgullosos de ver que su hijo es la verdadera prueba de que la sangre guerrera no va ligada a los títulos- Eilydh estocó de nuevo intentando esta vez hacerle daño pues el hombre había ganado confianza y poco a poco se batía mejor contra ella.- La ferocidad sale del corazón y el arte de batirse en duelo es tan solo... bueno... tan solo la demostración de los latidos- dijo.
Lans la paró en seco. El hombre blandió su espada de manera que la hoja de Karma quedó cerca de la cara de la elfa y agarró su cintura como si fuese a estrellarla contra la pared. Eilydh ahogó un suspiro algo temerosa, pues aún no sabía a qué atenerse.
-Para ser una elfa te defiendes bastante bien con la espada- Dijo entonces Lans. Tiró la suya al suelo y rebuscó en un montón de armas hasta que dió con un hacha- Por suerte para ti, siempre se me ha dado mejor el hacha - djo. Sorprendiendose a si mismo con aquella afirmación.
Eilydh se compuso.y sonrió finalmente entendiendo que el hombre comenzaba a recordar algo.
-Pero qué demonios...- dijo como despertando poco a poco de un sueño.- Esto no está bien... ¿Dónde están mis hombres?- comenzó a mirar a su alrededor y a comprender todo lo que estaba pasando.
Las siguientes horas, Eilydh y el casi recuperado Lans comenzaron a intentar recuperar los recuerdos de sus hombres de manera paulatina. Comenzaron con nimiedades que Lans comenzaba a contar a Eilydh y que a la vez lo ayudaban a él a recordar; El color del escudo de armas de su escuadrón. El vino que bebían al celebrar la victoria. La cantidad de veces que cierto guardia se había caído del caballo al recorrer aquel camino nevado. La de veces que otro soldado en particular había hablado de su prometida a medida que avanzaban al castillo... y como aquello había cansado a dos o tres de los guardias que acabaron cerrándole la boca con uno de los calcetines usados de Lans...
A medida que uno y otros comenzaban a parecer más lúcidos, ellos mismos se avergonzaban de su comportamiento y se apresuraban a recomponerse. Había algunos que estaban sumidos demasiado en la oscuridad del objeto y de los que Lans y Eilydh apenas consiguieron sacar dos frases antes de que volviesen a olvidar. Entre ellos el chico que acumulaba paja en montones. Miró a Eilydh con la dulzura de alguien ajeno a todo lo que pasaba mientras sus compañeros se recomponían. Eilydh intentó hacerlo recordar pero fue en vano.
-Deberías salir de este lugar tú que aún conservas tu bonito cerebro- le dijo en un momento de cordura. Después de aquello volvió a su interminable tarea con el rastrillo.
Eilydh compuso un gesto serio, en parte apenada. Sintió la mano de Lans sobre su hombro urgiéndola a ayudarlo pues aún quedaban bastantes por "despertar" Se apresuró a ayudarlo mientras el parecía exaltado y feliz de haber recobrado parte de su ser.
Ella lo miró con desconfianza. Él parecía creer que había ganado la guerra. Ella tenía la impresión de que si el hombre muerto era tan peligroso como había oido... aquello tan solo era el comienzo de una larga batalla.
Envolvió sus manos entre el pelaje de Ash'alá mientras se agarraba a él en un intento de mantenerlas cálidas. El tigre tomó aquello como una invitación para ir más rápido y aunque se quejó, seguramente pensando que su dueña se había olvidado que llevaban días cabalgando y aquello era una colina inclinada, aceleró el paso de inmediato. Eilydh estaba lo suficientemente ensimismada en sus pensamientos como para percatarse de aquella molestia momentánea en la inquietud de su compañero. Y no era para menos.
Si era cierto lo que había oído de aquel objeto particular... Bueno, digamos que si era cierto que aquel objet, aunque maldito, conseguía borrar los recuerdos más dañinos de una mente herida, entonces Eilydh estaba dispuesta a compartir el peso de una maldición de la que había oido poco o nada. Si bien era cierto que el nombre del hombre muerto no iba ligado normalmente a condiciones emocionantes y beneficiosas, pero hacía apenas 2 meses que había luchado contra buena parte de su orgullo y su ira en una batalla para defender aquello que le hacía daño, y menos de dos semanas que había sido al menos medio consciente de que su mayor vulnerabilidad era su aparente fortaleza.
Sí... en aquel momento su alma habría sido un precio seguramente justo si los elfectos de aquel collar quitaban de su cabeza un mínimo de recuerdos dañinos.
Cerró los ojos acercando su nariz congelada al pelaje de Ash'alá y camuflando una caricia intentando poner en orden todo lo que había oido de aquel lugar. El castillo en si era imponente. Aquello no era nada nuevo, sin embargo, en construcciones alrededor de aquella zona. La propia Eilydh había estado a punto de morir en una mansión de infinitas habitaciones al fin y al cabo. No. Lo interesante de aquel lugar era sin duda la estrategia en la que se había emplazado. El sudor mismo de las personas que lo habían construido, la fama de salvaje de sus defensores que feroces habían luchado contra cualquier enemigo que se aventurase a poner un pie dentro de lo que consideraban su territorio sin una explicación lógica.
La sensación de libertad de la que se habían enorgullecido hablar los dos o tres transeuntes con los que se había topado en varias posadas a lo largo del camino y el deje de tristeza que los tres habían compartido al terminar sus relatos de gloria, pelea y victorias con un sorbo amargo de licor y el mismo tono nostálgico que acompañaba a las palabras: "Ya no es lo mismo"
Pero... ¿Por qué?
Eilydh no iba a negar que había camuflado el objetivo de su visita con la inocente iexcusa de acompañar a una cuadrilla de enviados del rey que decían hacer aquel viaje debido a una carta de índole "Presumibemente" preocupante de un tal Lans Murelli. Lo cierto era que en las dos semanas que la elfa llevaba viajando con aquellos hombres ( o al menos compartiendo camino con ellos) No les había oído ni siquiera una vez mostrar preocupación alguna por el estado de aquel hombre que firmaba la carta. Es más, no era poco común que en las noches y tras beber dos o más copas de vino Lunargentés, aquel escuadrón de Eruditos y dos soldados enviados por el rey parecían felices de mencionar como de exagerado solía ser Lans y cuestionar su valía y su posición por ser hijo o hermano de granjeros y personas sin poder o títulos.
Patético.
Pero la elfa no iba a quejarse. Al fin y al cabo ella había entendido que la preocupación de los aldeanos de alrededor de aquella cordillera ciertamente era algo más que una pataleta de alguien mimado o hambriento de atención. Algunos aldeanos incluso parecían los suficientemente ansiosos como para haber olvidado qué había pasado allí. Stres post traumático, pensó la elfa, y se seguró de que al menos ella usase el collar con la prudencia necesaria que evitase aquello.
-JÁ... Qué os dije, Roncesvalles!- dijo la voz de Irleun, el segundo de los dos guardias que había mandado el rey en aquella cuadrilla de 5- Nada...
El hombre hizo dar vueltas a su caballo una vez que había alcanzado la puerta principal de aquella muralla que separaba el castillo del resto de la ladera de la montaña.
-Dudo siquiera que ese Lans este por aquí- dijo el hombre acercándose a uno de los habitantes del castillo que apilaba paja en una de las esquinas de la entrada principal- ¡Por orden del rey exijo que nos lleves frente a tu jefe!- dijo Irleun.
-..jefe...- musitó el hombre que apilaba la paja con los ojos perdidos en la mirada del guerrero pero sin decir nada más.
-Aquí todo parece normal- dijo uno de los eruditos que había mandado el rey- todos están... bueno atareados- dijo señalando a otro hombre que parecía estar posicionando la montura a un caballo- Yo.. bueno. La noche se nos echa encima, Roncesvalles. Y... definitivamente no hay nada aquí que nos corra la suficientemente prisa como para no dejarlo para mañana. Estos pobres hombres llevan el día trabajando y hacerles ahora que vayan a buscar a Lans... Además... Eugene esta enferma... estoy preocupado por ella. La dejamos en la posada sin saber muy bien qué tenía. Yo creo que debemos descansar y volver mañan...- dijo el hombre atusando su caballo para salir de aquel lugar.
Eilydh había estado observando como la cuadrilla que la había estado guiando a aquel lugar había pasado por alto varios matices de los hombres con los que habían estado hablando. El hombre del montón de paja llevaba tan solo un zapato. Su camisa estaba abierta y a medio abotonar y aunque amontonaba paja con un rastrillo lo hacía de manera mecánica y con la mirada perdida. La elfa estaba segura de que lo había visto pasar paja del montón al suelo de nuevo un par de veces.
Por su parte el hombre de las monturas no había abrochado las mismas a los caballos y claramente no sabía lo que hacía. Una de las monturas estaba posicionada en el abdomen del caballo y musitaba palabras sin sentido que se apresuraba a esconder con una risita ida.
-Vienes, elfa?- dijo Iracun- mientras ordenaba a su caballo a dar la vuelta.
Eilydh se pensó por un segundo la excusa que iba a poner para quedarse allí. Necesitaba encontrar el objeto antes que la guardia del rey. Necesitaba usarlo antes incluso que ninguno de ellos se diese cuenta. Ninguna de las acciones de aquellos hombres era reconfortante y todas indicaban que entre los muros de aquel castillo había algo más de lo que se veía.
-Necesito...- dijo pensativa- Excusarme y encontrar los aseos antes de retomar mi viaje- le dijo con una sonrisa- No es necesario que me espere- dijo viendo las intenciones del hombre- Cosas... cosas de mujeres- indicó
Eilydh sabía que aquello era la guinda que culminaba el pastel para que aquel guerrero se decidiese a irse sin ella.
-No te preocupes... mi montura se sabe el camino- y atusó a Ash'alá que rugió en respuesta.
El hombre se fue y Eilydh se bajó del tigre. El hombre que amontonaba paja se le acercó y la miró por unos segundos con la misma mirada vacía de quien no sabe a donde dirigirse. Le sonrió y le tendió el rastrillo que la elfa agarró antes de encaminarse sin rumbo hasta la torre principal del lugar.
La elfa soltó el rastrillo y lo siguió, apresurada. Llamándolo varias veces de las cuales, ninguna el hombre atendió. Estaba empezando a frustrarse cuando el salón principal se abrió ante ella.
Había varias personas caminando de aquí a allá sin rumbo con la misma expresión vacía que el hombre de la paja. Eilydh se acercó a varias e intentó preguntarles cosas tan sencillas como sus nombres o donde estaba Lans y aunque algunas tenían la expresión confusa de alguien quien intenta pensar con ganas acerca de como contestar, la mayoría balbuceaban palabras sin sentido y volvían a caminar de aquí a allá sin responderle.
Algunos iban desnudos, para la sorpresa de Eilydh. La elfa se asustó al descubrir que no eran conscientes de aquello y que otros muchos aún conservaban un grado más alto de consciencia y cuando se daban cuenta de la desnudez de sus compañeros intentaban taparlos con cosas como tapetes de crochet, fundas de cojines o incluso servilletas zurcidas con los apellidos de los señores feudales.
Eilydh caminó de aquí a allá sin saber muy bien a donde dirigirse pero segura de que aquello era la consecuencia inequívoca del objeto maldito que aquel castillo custodiaba. No tenía la mayor idea de por donde empezar a buscarlo, o arreglar la situación... y entonces lo vió.
Sus compañeros de camino lo habían criticado tan al detalle que Eilydh no tuvo duda de que el hombre alto fuerte, de melena media con trenzas y ascendencia vikinga era Lans. Se acercó a él y el hombre la miró extrañado. Por un momento parecía que iba a decirle algo que la hiciese entender qué era lo que pasaba en aquel lugar y ayudarlo. Pero de nuevo... la chica comenzó a entender que aquello no era exactamente tan sencillo.
-Tienes orejas puntiagudas- dijo Lans de manera solemne y se llevó sus propias manos a sus orejas.
Eilydh se ruborizó por un segundo.
-Así es.. las tengo. Soy una elfa al fin y al cabo...- dijo- Vengo a...
-Una elfa... - dijo el hombre sorprendido- Yo también soy elfo.
Eilydh lo miró contrariada.
-No... me tomes el pelo, Lans... no creas que porque soy elfa no se que eres uno de los humanos más famosos dentro de la guardia.-dijo molesta y sin entender si aquello era una broma o no.
-Humano... La.. Guardia... LANS!- Dijo el hombre con una chispa de luz en sus ojos- Ese es mi nombre y estoy aquí porque..- pero volvió a enmudecer.
Eilydh empezó a entender la macabra realidad de aquello. Miró a su alrededor y de pronto vio la mitad de las armaduras tiradas aquí y allá. Las armas en el suelo y en lugares donde no correspondía que estuviese. La falta de caballos en todo lo que había visto hasta ahora del castillo, o de funcionalidad. La barba de días en el rostro atractivo de aquel hombre.
Lo miró y llevó su mano al hombro de Lans, entendiendo el efecto mismo de aquel objeto maldito y odiándose un poco por haber pensado siquiera usarlo en su beneficio.
-Lans Murelli- dijo la elfa y posicionó en su mano un trozo de la bandera que habían encontrado mientras subían a través de la ladera- Yo no te conozco Lans.. pero estoy segura que bueno... estoy segura de que ambos podemos descubrir tu historia.-
El hombre la miró con una sonrisa dócil y Eilydh comenzó a sentir pena de aquel guerrero.
-¿Qué arma quieres?- dijo desenfundando a Karma-
El hombre la miró contrariado.
-Si... lo que oyes. Voy a batirme a un duelo contigo. Necesito saber con qué arma quieres que te haga probar el polvo de este castillo. ¡Vamos Lans!- dijo Eilydh.
El hombre, aunque dubitativo comenzó a rebuscar aquí y allá y finalmente alcanzó una espada cerca de él. Eilydh embestió y el hombre se defendió por sorpresa como pudo. Tres estocadas más de la elfa, y el hombre pareció recordar algún que otro movimiento.
-¿Ves? Ya lo vas entendiendo, Sir Lans... estoy seguro que tus padres estarían muy orgullosos de ver que su hijo es la verdadera prueba de que la sangre guerrera no va ligada a los títulos- Eilydh estocó de nuevo intentando esta vez hacerle daño pues el hombre había ganado confianza y poco a poco se batía mejor contra ella.- La ferocidad sale del corazón y el arte de batirse en duelo es tan solo... bueno... tan solo la demostración de los latidos- dijo.
Lans la paró en seco. El hombre blandió su espada de manera que la hoja de Karma quedó cerca de la cara de la elfa y agarró su cintura como si fuese a estrellarla contra la pared. Eilydh ahogó un suspiro algo temerosa, pues aún no sabía a qué atenerse.
-Para ser una elfa te defiendes bastante bien con la espada- Dijo entonces Lans. Tiró la suya al suelo y rebuscó en un montón de armas hasta que dió con un hacha- Por suerte para ti, siempre se me ha dado mejor el hacha - djo. Sorprendiendose a si mismo con aquella afirmación.
Eilydh se compuso.y sonrió finalmente entendiendo que el hombre comenzaba a recordar algo.
-Pero qué demonios...- dijo como despertando poco a poco de un sueño.- Esto no está bien... ¿Dónde están mis hombres?- comenzó a mirar a su alrededor y a comprender todo lo que estaba pasando.
Las siguientes horas, Eilydh y el casi recuperado Lans comenzaron a intentar recuperar los recuerdos de sus hombres de manera paulatina. Comenzaron con nimiedades que Lans comenzaba a contar a Eilydh y que a la vez lo ayudaban a él a recordar; El color del escudo de armas de su escuadrón. El vino que bebían al celebrar la victoria. La cantidad de veces que cierto guardia se había caído del caballo al recorrer aquel camino nevado. La de veces que otro soldado en particular había hablado de su prometida a medida que avanzaban al castillo... y como aquello había cansado a dos o tres de los guardias que acabaron cerrándole la boca con uno de los calcetines usados de Lans...
A medida que uno y otros comenzaban a parecer más lúcidos, ellos mismos se avergonzaban de su comportamiento y se apresuraban a recomponerse. Había algunos que estaban sumidos demasiado en la oscuridad del objeto y de los que Lans y Eilydh apenas consiguieron sacar dos frases antes de que volviesen a olvidar. Entre ellos el chico que acumulaba paja en montones. Miró a Eilydh con la dulzura de alguien ajeno a todo lo que pasaba mientras sus compañeros se recomponían. Eilydh intentó hacerlo recordar pero fue en vano.
-Deberías salir de este lugar tú que aún conservas tu bonito cerebro- le dijo en un momento de cordura. Después de aquello volvió a su interminable tarea con el rastrillo.
Eilydh compuso un gesto serio, en parte apenada. Sintió la mano de Lans sobre su hombro urgiéndola a ayudarlo pues aún quedaban bastantes por "despertar" Se apresuró a ayudarlo mientras el parecía exaltado y feliz de haber recobrado parte de su ser.
Ella lo miró con desconfianza. Él parecía creer que había ganado la guerra. Ella tenía la impresión de que si el hombre muerto era tan peligroso como había oido... aquello tan solo era el comienzo de una larga batalla.
Eilydh
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Re: Mi reino por un recuerdo [Evento Objetos del 19]
Lans había estado acompañando la elfa un buen rato, incluso cuando dejo de centrarse en él y se puso a trabajar en sus compañeros. Sus hombres, porque estaba al mando. Habían asaltado esa fortaleza y guardado algo muy, muy importante. Pero algo había salido mal.
Mientras la mujer ayudaba a sus hombres, con algún comentario por su parte, él se había centrado en intentar recordar. Sabía que estaba pasando allí, en algún lugar de su memoria, lo sabía, aunque no podía ubicar el recuerdo.
Empezó sobre quién lo había mandado allí. Su señor. No recordaba el rango, pero intentaba recordar su cara. Era alguien importante, muy importante en Lunargenta, y recordaba un desfile, cuando era pequeño, con caballos y soldados, con ese hombre delante, aunque la cara… se le escapaba. Puede que nunca le hubiera visto la cara en ese recuerdo en concreto, por eso le costaba tanto…era muy pequeño al fin y al cabo, y había tenido que turnarse los hombros de su padre con su hermanita…
La mente de Lans frenó bruscamente, quedándose parada durante lo que le pareció un minuto entero. ¿Qué acababa de pensar? ¿Hermana? Una imagen de una chiquilla paso por su mente, pequeña, muy pequeña, como de cinco años. Ahora sería más grande, sin duda, aunque no podía recordar nada más reciente e intentarlo le estaba empezando a dar dolor de cabeza. Más, necesitaba más. ¿Padre? ¿Madre? Todo el mundo tenia de eso. Murmuró distraídamente una anécdota del tipo que tenía delante para echarle una mano a la elfa, una vez casi había decapitado a su capitán entrenando con la espada por culpa de unas manos sudorosas. No era tan espectacular como la otra que recordaba, pero era mucho menos asquerosa.
Tan tan tantarantán.
Alguno de sus hombres parecía estar mejor, puesto que podía oír tambores en un ritmo pegadizo. Perfecto, todo mejoraba por momentos, pero tenía que centrarse. ¿Por dónde iba? Sus padres.
No, sus padres podían esperar, el recuerdo no salía y empezaba a darle dolor de cabeza, tenía un trabajo que hacer, evitar que todo eso volviera a pasar, lo único peor que no recordar sería volver a olvidar, no creía que aguantara volver a como era antes, pero recordando que había recordado. Habían asaltado la fortaleza, eso lo recordaba bien, la batalla fluyendo por su mente sin interrupciones, hasta casi el final. Y habían atacado para asegurar algo. ¿Lo habían conseguido? Si, recordaba vagamente encerrarlo en algún lado. ¿Y la llave? Era plateada, tenía la imagen claramente en la cabeza. ¿Pero dónde estaba? Volvió a la realidad, ante otro de sus hombres. No tenía ninguna anécdota para ese, pero la elfa parecía habérselas arreglado sin problemas. Bien, mejor, porque el dolor de cabeza empezaba a matarlo.
Tan tan tantarantán.
La verdad es que era pegadizo, pero no ayudaba mucho con su concentración.
-Ah.- como un dique reventado, su mente se estaba llenando de recuerdos. Sus esfuerzos habían valido la pena, habían sido recompensados. Contuvo las lágrimas, llamando la atención de la elfa. Ella había sido de gran ayuda, así que tenía que ser la primera en saberlo. –Ya recuerdo.- decretó. –Fuimos enviados a asegurar un artefacto de gran poder, antes de que pudiera ser usado contra nuestro señor, el rey de Lunargenta… Randall Flagg. No te preocupes, pues triunfamos, y pronto nos uniremos a él para una gloriosa batalla contra las fuerzas que buscan nuestra destrucción.- claramente los malvados brujos que habían custodiado primero el artefacto habían hecho algún tipo de ritual para hacerles fracasar en su misión, pero había sido en vano, pues por fin recordaba.
Tan tan tantarantán.
Bienvenida a la segunda ronda. Después de todo lo que te has esforzado en ayudar a esas pobres almas descarriadas, llega alguien malvado y se aprovecha de tu esfuerzo para sus propios finesjusto como en la vida real. La buena noticia es que los tambores despiertan recuerdos, por lo que tu trabajo se volvió de repente mucho más fácil. La mala, que los recuerdos están manipulados para que los afectados sirvan al Hombre Muerto. Al haberte centrado sobretodo en Lans, te das cuenta antes de que afecte a los otros en exceso, lo que es bueno, te da tiempo de actuar, pues aún no es hostil contigo. Pero llevas mucho tiempo aquí Eilydh, sin saber cuánto se necesita exactamente para empezar a perder recuerdos. Sin saber si te darías cuenta siquiera, ahora que están siendo sustituidos.
Tu misión es acabar con los tambores y los cuatro hombres que los están tocando, lo más rápido posible. Cada uno en una dirección diferente, al menos sus túnicas negras destacaran en la nieve, mientras haya sol al menos. Finalmente, debes empezar a plantearte si quieres dejar un artefacto tan peligroso a la Guardia, puesto que hasta el momento, no han hecho un trabajo estelar precisamente. Puede que estuviera mejor en las manos de alguien más sabio, que hubiera sido testigo de los peligros que puede desatar. Seguro que la comitiva a la que acompañas ni se daría cuenta si te das prisa, y Lans te estará muy agradecido cuando le salves otra vez…
Mientras la mujer ayudaba a sus hombres, con algún comentario por su parte, él se había centrado en intentar recordar. Sabía que estaba pasando allí, en algún lugar de su memoria, lo sabía, aunque no podía ubicar el recuerdo.
Empezó sobre quién lo había mandado allí. Su señor. No recordaba el rango, pero intentaba recordar su cara. Era alguien importante, muy importante en Lunargenta, y recordaba un desfile, cuando era pequeño, con caballos y soldados, con ese hombre delante, aunque la cara… se le escapaba. Puede que nunca le hubiera visto la cara en ese recuerdo en concreto, por eso le costaba tanto…era muy pequeño al fin y al cabo, y había tenido que turnarse los hombros de su padre con su hermanita…
La mente de Lans frenó bruscamente, quedándose parada durante lo que le pareció un minuto entero. ¿Qué acababa de pensar? ¿Hermana? Una imagen de una chiquilla paso por su mente, pequeña, muy pequeña, como de cinco años. Ahora sería más grande, sin duda, aunque no podía recordar nada más reciente e intentarlo le estaba empezando a dar dolor de cabeza. Más, necesitaba más. ¿Padre? ¿Madre? Todo el mundo tenia de eso. Murmuró distraídamente una anécdota del tipo que tenía delante para echarle una mano a la elfa, una vez casi había decapitado a su capitán entrenando con la espada por culpa de unas manos sudorosas. No era tan espectacular como la otra que recordaba, pero era mucho menos asquerosa.
Tan tan tantarantán.
Alguno de sus hombres parecía estar mejor, puesto que podía oír tambores en un ritmo pegadizo. Perfecto, todo mejoraba por momentos, pero tenía que centrarse. ¿Por dónde iba? Sus padres.
No, sus padres podían esperar, el recuerdo no salía y empezaba a darle dolor de cabeza, tenía un trabajo que hacer, evitar que todo eso volviera a pasar, lo único peor que no recordar sería volver a olvidar, no creía que aguantara volver a como era antes, pero recordando que había recordado. Habían asaltado la fortaleza, eso lo recordaba bien, la batalla fluyendo por su mente sin interrupciones, hasta casi el final. Y habían atacado para asegurar algo. ¿Lo habían conseguido? Si, recordaba vagamente encerrarlo en algún lado. ¿Y la llave? Era plateada, tenía la imagen claramente en la cabeza. ¿Pero dónde estaba? Volvió a la realidad, ante otro de sus hombres. No tenía ninguna anécdota para ese, pero la elfa parecía habérselas arreglado sin problemas. Bien, mejor, porque el dolor de cabeza empezaba a matarlo.
Tan tan tantarantán.
La verdad es que era pegadizo, pero no ayudaba mucho con su concentración.
-Ah.- como un dique reventado, su mente se estaba llenando de recuerdos. Sus esfuerzos habían valido la pena, habían sido recompensados. Contuvo las lágrimas, llamando la atención de la elfa. Ella había sido de gran ayuda, así que tenía que ser la primera en saberlo. –Ya recuerdo.- decretó. –Fuimos enviados a asegurar un artefacto de gran poder, antes de que pudiera ser usado contra nuestro señor, el rey de Lunargenta… Randall Flagg. No te preocupes, pues triunfamos, y pronto nos uniremos a él para una gloriosa batalla contra las fuerzas que buscan nuestra destrucción.- claramente los malvados brujos que habían custodiado primero el artefacto habían hecho algún tipo de ritual para hacerles fracasar en su misión, pero había sido en vano, pues por fin recordaba.
Tan tan tantarantán.
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Bienvenida a la segunda ronda. Después de todo lo que te has esforzado en ayudar a esas pobres almas descarriadas, llega alguien malvado y se aprovecha de tu esfuerzo para sus propios fines
Tu misión es acabar con los tambores y los cuatro hombres que los están tocando, lo más rápido posible. Cada uno en una dirección diferente, al menos sus túnicas negras destacaran en la nieve, mientras haya sol al menos. Finalmente, debes empezar a plantearte si quieres dejar un artefacto tan peligroso a la Guardia, puesto que hasta el momento, no han hecho un trabajo estelar precisamente. Puede que estuviera mejor en las manos de alguien más sabio, que hubiera sido testigo de los peligros que puede desatar. Seguro que la comitiva a la que acompañas ni se daría cuenta si te das prisa, y Lans te estará muy agradecido cuando le salves otra vez…
Othel
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Re: Mi reino por un recuerdo [Evento Objetos del 19]
Por unos momentos intensos, los ojos de Lans se llenaro de vida a medida que comenzaba a recordar tal y cual parte importante de su vida. El hombre parecía animado y Eilydh vio como caminaba de aquí para allá intentando contagiar a sus compañeros de la certeza de saberse de vuelta en su propia mente.
Eilydh se mantuvo prudente y oteó el horizonte en busca del incremento de éter que estaba sintiendo a su alrededor. Todo estaba... demasiado callado. Todo... estaba saliendo... demasiado bien.
Los copos de nieve comenzaron a acumularse en la punta de su nariz, derritiéndose en contacto con la calidez de su piel y despertándola de un sueño que duró menos de 5 segundos pero que la trajo de vuelta a si misma rodeada del sonido de los tambores. Lans, frente a ella, parecí haber tomado la decisión basada en una suposición... errónea de que habían salido victoriosos de aquella aventura. El hombre comenzó a hablar de manera tímida y la intensidad de sus palabras, como la de los tambores que parecían haber salido de la nada, se volvía más rápida y patente cada vez.
Eilydh caminó de un lado a otro, buscando el origen de aquellos tambores mientras Lans, en su cruzada personal a favor de aquellos recuerdos claramente falsos, la seguía trazando un plan de victoria.
Necesitaba... Necesitaba pensar. Su mente se volvió espesa como la nieve bajo sus pies, Lans se acumulaba en ella como si no fuese suficiente maldición el retumbar de aquellos tambores qué...
Y entonces los vio.
4 figuras altas, ataviadas de ropajes oscuros. Una en cada esquina de aquella fortificación todas con el rostro lo suficientemente oculto como para parecer el mismo y distinto como los 4 corners en los que se amparaban. Eilydh comprendió entonces que aquellos tambores no habían aparecido de la nada y que... claramente tenían algo en común con los recuerdos enloquecidos de Lans.
Se giró hasta el hombre, que por alguna razón se había sumido en detalles exactos de cierta celebración de la victoria inexistente. Le tapó la boca con uno de sus dedos mandándolo callar, con gesto inescrutable. Se llevó la mano al bolsillo y rebuscó en este un pequeño collar. Lo sacó y se lo ofreció a Lans. Este lo agarró por un segundo y se lo puso alrededor del cuello como Eilydh le instó a hacer.
-Frótalo- dijo la chica. El hombre aunque confuso, obedeció aquella acción [1]- Ahora, si no me equivoco estarás volviendo a ti y dándote cuenta de la... cantidad de sandeces que estás diciendo - su cabeza se sentía pesada por momentos- Nunca... nunca ganasteis la guerra, de hecho... de hecho estáis perdidos en la derrota. Ahora... no tenemos mucho tiempo. Necesito que me digas exactamente dónde está esa llave y cómo puedo llegar hasta ella. Pero antes necesito que me ayudes a acabar con ese molesto sonido de tambores... si no quieres que tus hombres acaben intentando matarte- añadió. Lans la siguió.
Eilydh comenzó a caminar guiada por el sonido de los tambores.
-VUESTRO LÍDER OS NECESITA- gritó Eilydh.- Esos encapuchados nos retienen en esta fotaleza muerta. Debemos deshacernos de ellos.
Algunos de los hombres que habían recobrado la memoria fueron capaces de seguir a Eilydh tras un gesto de asentimiento de Lans. Lo cierto es que de los que se le unieron, casi una tercera parte olvidaron de inmediato qué debían hacer y un cuarto del resto pensó que nadie los retenía y tenían que regresar a sus quehaceres. Eilydh se hizo con un grupo de ellos y el resto siguió a Lans en dirección contraria a ella misma.
Eilydh se despidió de él con un gesto cómplice, y la siguiente vez que lo vió, el guerrero alzaba su hacha contra uno de los tamborileros. Eilydh no pudo quedar a observarlo en demasía, pero aquel hombre era un caballero valeroso, no dudaba por un momento que pudiese al menos deshacerse al menos de uno de aquellos músicos malditos.
Por su parte, ella guió al grupo de hombres que Lans le había cedido escaleras arriba hasta las dos esquinas opuestas. La elfa tuvo que pararse un segundo mientras recordaba el nombre de su espada al desenfundarlas. Necesitaba salir de allí cuanto antes. Los tambores comenzaban a apoderarse de su mente y por momentos no podía identificar qué era música y qué realidad.
Cuando estuvo a menos de dos metros de su primer enemigo, pensó por dos minutos la palabra exacta [2] Aiya.
Ash'alá acudió pronto a su llamado. El tigre apareció como de la nada y el salto frente a su dueña tumbó al tamborilero que tenía enfrente, dejándolo caer durante los minutos necesarios para que Eilydh se hiciese con aquel tambor y... bueno, Karma hizo el resto.
Tan solo quedaron pedazos del instrumento, y por un momento el repliqueo de aquella música se hizo más liviana. Como si todo aquello le diese fuerzas para avanzar. No tuvo que decirle mucho más a Ash'alá. El tigre se fundió en una pelea con aquel hombre de negro de la que Eilydh no tuvo duda alguna que el seguidor del hombre muerto no acabaría de una pieza.
Se movió tan rápida como pudo hasta el otro rincón de la fortaleza, donde la esperaba el siguiente hombre de negro. Sus movimientos se hicieron lentos en dos o tres ocasiones pues tuvo que recordar exactamente el nombre del hombre al que acababa de darle el collar. No le venía a la memoria. Seguro que no era importante...
Se giró y vió la victoria de aquel hombre sobre otro de los tamborileros. El sonido de tambores se volvió más liviano, y con ello el avance de aquellos que la habían seguido, como si liberasen cadenas que los ataban a aquel lugar en cuestión. Había perdido algunos hombres que se olvidaron de lo que hacían, pero cuando alcanzó al siguiente, su espada no titubeó, y unida a los seguidores de Lans que aún la seguían, Eilydh se ocupó de que el tambor de aquel hombre siguiese la suerte del anterior.
Tomó aires unos segundos, antes de unirse a los hombres de Lans, tiraron al tercer hombre de negro, muralla abajo hasta la nada que eran los 5 metros bajo ellos. Se agarró al resto de la muralla. Como adormecida por un segundo. ¿Cómo se llamaba aquel lugar? Ella tenía un tigre... pero ¿Cómo lo había conseguido?.
Ash'alá le dio un golpe leve con su cabeza en la cadera, ayudándola a avanzar. El sonido del único tambor presente era tan leve que la mayoría de los hombres que habían estado dudando hasta ahora sobre qué era cierto y que no se habían decidido a seguir a Lans pues era quien mantenía su cabeza más cuerda gracias al collar.
El último tamborilero parecía sonreir bajo la capa liviana que le hacía arrugas en sus facciones. A medida que el pelotón compuesto por la elfa, el tigre y Lans y sus hombres se acercaban, el músico maldito tamborileaba más fuerte, como retándolos a acercarse. Algunos de los hombres se cuestionaron qué hacían allí mientras avanzaban, otros perdieron las ganas de seguirlos con aquel cambio brusco en la música y su compás.
Eilydh se percató que no recordaba el nombre de su madre. Ni siquiera de todos sus hermanos. Avanzó cómo pudo sintiendo como si con cada TARÁN TARÁN del tambor recuerdos importantes desapareciesen. El paso... helado. Un pirata Denau... Una... sirena. Apenas si recordaba leve detalles de las aventuras que tuvo en todas aquellas situaciones.
Lans dio una patada al tambor que rodó por los aires. El hombres esperaba que la música dejase de sonar en aquel acto. Pero aún sin tambor, la macabra sonrisa del hombre se ensanchó pues siguió tocando una y otra vez de manera perenne. Le sonaba la palabra Ciudad Lagarto... ¿Pero... de qué?
Ash'alá rugió a Lans, confundido y pensando que quizás era a él a quien debía atacar. Eilydh lo guió con sus manos. ¿Acaso aquel objeto maldito también lo afectaba a él? Y si... ¿y si se olvidaba de quién era Eilydh? Sus ojos llenos del peso de las lágrimas contenidas.
-Tan... solo un poco más- se dijo y acarició al tigre con la delicadeza de quien cree que va a perder algo valiosoy lo quiere retener en sus manos..
Agarró a Karma y se dio cuenta de que su mente había olvidado cómo la obtuvo. Quién la forjó. Cuánto había estado con ella.
Estocó aprovechando que aquel hombre de túnica oscura estaba lo suficientemente distraído con el ataque de Lans. Con el movimiento veloz y grave de aquella estocada certera, Eilydh se dio cuenta de que había olvidado el color de las hojas del árbol madre, la forma de su corteza y el lugar exacto donde se encontraba. Las lágrimas se vertieron por sus mejillas como culmen de aquella batalla fría. Lágrimas de dolor y rabia, de vacío y... miedo.
... y el sonido de los tambores desapareció de su cabeza. Dejando un silencio del que no había sido consciente hasta ahora. Un silencio que simulaba la paz de la nieve que la rodeaba y el fin de aquella batalla con el rojo de la sangre sobre el blanco del tiempo.
Lans le puso la mano en el hombro, como haciéndola volver en si. Eilydh lo miró con ojos que comenzaban a estar algo vacíos, ansiosa porque aquel hombre la llevase al lugar exacto donde se encontraba la llave a aquel objeto maldito... antes de que fuese demasiado tarde.
----
[1] le doy a Lans el Amuleto de Imbar para que lo use: [Joya, 3 cargas] Al sostener este amuleto firmemente contra tu pecho, ignoras todos los efectos de maldiciones por un turno.
[2] Uso la habilidad que tenía aprobada y mantengoEilydh se mantuvo prudente y oteó el horizonte en busca del incremento de éter que estaba sintiendo a su alrededor. Todo estaba... demasiado callado. Todo... estaba saliendo... demasiado bien.
Los copos de nieve comenzaron a acumularse en la punta de su nariz, derritiéndose en contacto con la calidez de su piel y despertándola de un sueño que duró menos de 5 segundos pero que la trajo de vuelta a si misma rodeada del sonido de los tambores. Lans, frente a ella, parecí haber tomado la decisión basada en una suposición... errónea de que habían salido victoriosos de aquella aventura. El hombre comenzó a hablar de manera tímida y la intensidad de sus palabras, como la de los tambores que parecían haber salido de la nada, se volvía más rápida y patente cada vez.
Eilydh caminó de un lado a otro, buscando el origen de aquellos tambores mientras Lans, en su cruzada personal a favor de aquellos recuerdos claramente falsos, la seguía trazando un plan de victoria.
Necesitaba... Necesitaba pensar. Su mente se volvió espesa como la nieve bajo sus pies, Lans se acumulaba en ella como si no fuese suficiente maldición el retumbar de aquellos tambores qué...
Y entonces los vio.
4 figuras altas, ataviadas de ropajes oscuros. Una en cada esquina de aquella fortificación todas con el rostro lo suficientemente oculto como para parecer el mismo y distinto como los 4 corners en los que se amparaban. Eilydh comprendió entonces que aquellos tambores no habían aparecido de la nada y que... claramente tenían algo en común con los recuerdos enloquecidos de Lans.
Se giró hasta el hombre, que por alguna razón se había sumido en detalles exactos de cierta celebración de la victoria inexistente. Le tapó la boca con uno de sus dedos mandándolo callar, con gesto inescrutable. Se llevó la mano al bolsillo y rebuscó en este un pequeño collar. Lo sacó y se lo ofreció a Lans. Este lo agarró por un segundo y se lo puso alrededor del cuello como Eilydh le instó a hacer.
-Frótalo- dijo la chica. El hombre aunque confuso, obedeció aquella acción [1]- Ahora, si no me equivoco estarás volviendo a ti y dándote cuenta de la... cantidad de sandeces que estás diciendo - su cabeza se sentía pesada por momentos- Nunca... nunca ganasteis la guerra, de hecho... de hecho estáis perdidos en la derrota. Ahora... no tenemos mucho tiempo. Necesito que me digas exactamente dónde está esa llave y cómo puedo llegar hasta ella. Pero antes necesito que me ayudes a acabar con ese molesto sonido de tambores... si no quieres que tus hombres acaben intentando matarte- añadió. Lans la siguió.
Eilydh comenzó a caminar guiada por el sonido de los tambores.
-VUESTRO LÍDER OS NECESITA- gritó Eilydh.- Esos encapuchados nos retienen en esta fotaleza muerta. Debemos deshacernos de ellos.
Algunos de los hombres que habían recobrado la memoria fueron capaces de seguir a Eilydh tras un gesto de asentimiento de Lans. Lo cierto es que de los que se le unieron, casi una tercera parte olvidaron de inmediato qué debían hacer y un cuarto del resto pensó que nadie los retenía y tenían que regresar a sus quehaceres. Eilydh se hizo con un grupo de ellos y el resto siguió a Lans en dirección contraria a ella misma.
Eilydh se despidió de él con un gesto cómplice, y la siguiente vez que lo vió, el guerrero alzaba su hacha contra uno de los tamborileros. Eilydh no pudo quedar a observarlo en demasía, pero aquel hombre era un caballero valeroso, no dudaba por un momento que pudiese al menos deshacerse al menos de uno de aquellos músicos malditos.
Por su parte, ella guió al grupo de hombres que Lans le había cedido escaleras arriba hasta las dos esquinas opuestas. La elfa tuvo que pararse un segundo mientras recordaba el nombre de su espada al desenfundarlas. Necesitaba salir de allí cuanto antes. Los tambores comenzaban a apoderarse de su mente y por momentos no podía identificar qué era música y qué realidad.
Cuando estuvo a menos de dos metros de su primer enemigo, pensó por dos minutos la palabra exacta [2] Aiya.
Ash'alá acudió pronto a su llamado. El tigre apareció como de la nada y el salto frente a su dueña tumbó al tamborilero que tenía enfrente, dejándolo caer durante los minutos necesarios para que Eilydh se hiciese con aquel tambor y... bueno, Karma hizo el resto.
Tan solo quedaron pedazos del instrumento, y por un momento el repliqueo de aquella música se hizo más liviana. Como si todo aquello le diese fuerzas para avanzar. No tuvo que decirle mucho más a Ash'alá. El tigre se fundió en una pelea con aquel hombre de negro de la que Eilydh no tuvo duda alguna que el seguidor del hombre muerto no acabaría de una pieza.
Se movió tan rápida como pudo hasta el otro rincón de la fortaleza, donde la esperaba el siguiente hombre de negro. Sus movimientos se hicieron lentos en dos o tres ocasiones pues tuvo que recordar exactamente el nombre del hombre al que acababa de darle el collar. No le venía a la memoria. Seguro que no era importante...
Se giró y vió la victoria de aquel hombre sobre otro de los tamborileros. El sonido de tambores se volvió más liviano, y con ello el avance de aquellos que la habían seguido, como si liberasen cadenas que los ataban a aquel lugar en cuestión. Había perdido algunos hombres que se olvidaron de lo que hacían, pero cuando alcanzó al siguiente, su espada no titubeó, y unida a los seguidores de Lans que aún la seguían, Eilydh se ocupó de que el tambor de aquel hombre siguiese la suerte del anterior.
Tomó aires unos segundos, antes de unirse a los hombres de Lans, tiraron al tercer hombre de negro, muralla abajo hasta la nada que eran los 5 metros bajo ellos. Se agarró al resto de la muralla. Como adormecida por un segundo. ¿Cómo se llamaba aquel lugar? Ella tenía un tigre... pero ¿Cómo lo había conseguido?.
Ash'alá le dio un golpe leve con su cabeza en la cadera, ayudándola a avanzar. El sonido del único tambor presente era tan leve que la mayoría de los hombres que habían estado dudando hasta ahora sobre qué era cierto y que no se habían decidido a seguir a Lans pues era quien mantenía su cabeza más cuerda gracias al collar.
El último tamborilero parecía sonreir bajo la capa liviana que le hacía arrugas en sus facciones. A medida que el pelotón compuesto por la elfa, el tigre y Lans y sus hombres se acercaban, el músico maldito tamborileaba más fuerte, como retándolos a acercarse. Algunos de los hombres se cuestionaron qué hacían allí mientras avanzaban, otros perdieron las ganas de seguirlos con aquel cambio brusco en la música y su compás.
Eilydh se percató que no recordaba el nombre de su madre. Ni siquiera de todos sus hermanos. Avanzó cómo pudo sintiendo como si con cada TARÁN TARÁN del tambor recuerdos importantes desapareciesen. El paso... helado. Un pirata Denau... Una... sirena. Apenas si recordaba leve detalles de las aventuras que tuvo en todas aquellas situaciones.
Lans dio una patada al tambor que rodó por los aires. El hombres esperaba que la música dejase de sonar en aquel acto. Pero aún sin tambor, la macabra sonrisa del hombre se ensanchó pues siguió tocando una y otra vez de manera perenne. Le sonaba la palabra Ciudad Lagarto... ¿Pero... de qué?
Ash'alá rugió a Lans, confundido y pensando que quizás era a él a quien debía atacar. Eilydh lo guió con sus manos. ¿Acaso aquel objeto maldito también lo afectaba a él? Y si... ¿y si se olvidaba de quién era Eilydh? Sus ojos llenos del peso de las lágrimas contenidas.
-Tan... solo un poco más- se dijo y acarició al tigre con la delicadeza de quien cree que va a perder algo valiosoy lo quiere retener en sus manos..
Agarró a Karma y se dio cuenta de que su mente había olvidado cómo la obtuvo. Quién la forjó. Cuánto había estado con ella.
Estocó aprovechando que aquel hombre de túnica oscura estaba lo suficientemente distraído con el ataque de Lans. Con el movimiento veloz y grave de aquella estocada certera, Eilydh se dio cuenta de que había olvidado el color de las hojas del árbol madre, la forma de su corteza y el lugar exacto donde se encontraba. Las lágrimas se vertieron por sus mejillas como culmen de aquella batalla fría. Lágrimas de dolor y rabia, de vacío y... miedo.
... y el sonido de los tambores desapareció de su cabeza. Dejando un silencio del que no había sido consciente hasta ahora. Un silencio que simulaba la paz de la nieve que la rodeaba y el fin de aquella batalla con el rojo de la sangre sobre el blanco del tiempo.
Lans le puso la mano en el hombro, como haciéndola volver en si. Eilydh lo miró con ojos que comenzaban a estar algo vacíos, ansiosa porque aquel hombre la llevase al lugar exacto donde se encontraba la llave a aquel objeto maldito... antes de que fuese demasiado tarde.
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[1] le doy a Lans el Amuleto de Imbar para que lo use: [Joya, 3 cargas] Al sostener este amuleto firmemente contra tu pecho, ignoras todos los efectos de maldiciones por un turno.
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Re: Mi reino por un recuerdo [Evento Objetos del 19]
Ese collar era… mágico. Es decir, sin duda era mágico, no, milagroso era la palabra que estaba buscando. ¿Era eso de lo que eran capaces los artesanos elficos? Dejaba a los humanos como niños jugando con palos y piedras.
Los recuerdos no se habían ido, pero eso era objetivamente mejor. Recordaba las falsas imágenes, como si fueran un sueño, en flashes breves y llenos de incongruencias, recordándole lo que había estado a punto de perder…otra vez, aunque seguramente habría sido para siempre.
La elfa estaba organizando a sus hombres sin ella, lo que era bueno, pero él seguía distraído, no por sus recuerdos, sino por el collar. La falta de este en la elfa, concretamente. Que no fueran comunes lo hacía peor, la deuda más profunda. Se estaba arriesgando por su bien y el de sus hombres, sacrificando algo que, ahora que lo había experimentado en sus propias carnes, no estaba seguro de que hubiera arriesgado a perder de nuevo. Tenía que centrarse, ahora no era momento de regocijarse por sus memorias, apareciendo rápidamente ante su mente como si fueran de ayer mismo, era peligroso adentrarse a una batalla distraído, y el brujo estaba cerca.
Su espada se hundió en el cuerpo de uno de esos brujos, y con un giro, casi lo partió en dos antes de decapitarlo. El instrumento consumió algo más de su tiempo, principalmente debido a que no estaba muy seguro de como de destrozado tenía que dejarlo para que dejara de funcionar.
Ante la duda, la respuesta era “muy”, y por si acaso, dejo a unos cuantos hombres atizándole antes de ir a por el siguiente. Un corte horizontal rebano la mano derecha del tamborilero y su arma se quedó atascada en la izquierda, por lo que en vez de intentar cortarla del todo, o desatascar el arma, la hundió hasta la empuñadura en el pecho del brujo, prácticamente clavándolo en la pared, al menos se aguantaba derecho a pesar de tener el corazón atravesado. Arrancó el tambor de sus ya muertas manos y lo estampo contra el suelo. No bastó, pero al menos sus hombres seguían teniendo armas, y entendieron lo que intentaba, empezando a destrozar el tambor. Una mirada confirmó lo que sus orejas le decían, la elfa se había encargado del resto y finalmente la música había parado.
Y en algún momento, el efecto del collar se había desvanecido, pero allí seguía. Sus memorias no estaban tan claras y vividas como hacía unos minutos…pero seguía siendo el, solo que con lagunas, que retrocedían lentamente cuando se fijaba en ellas. Y recordaba lo importante.
Ordenó a sus hombres que montaran una guardia en condiciones, ahora que parecían menos perdidos, y se fue a buscar la llave. Dio un par de pasos, y se dio cuenta de que se dejaba la espada, por lo que tuvo que desclavarla de la pared.
Ahora sí, la llave. Estaba en el pozo de la fortaleza, pero no donde uno miraría primero al oír eso. Ni debajo, ni en el cubo que uno bajaba para recoger agua. No, estaba en una de las piedras que construían el pozo. Miró la fortaleza, dándole la espalda al foso y busco su habitación, colocándose justo delante, luego se giró y le dio una patadita a la segunda piedra empezando por el suelo.
Esa no era.
La tercera sí que estaba algo suelta, menos mal, ya empezaba a entrar en pánico. Quitó la piedra y allí estaba, una pequeña y bonita llave plateada. Hizo llamar a la elfa y la llevo directamente a la habitación, completamente normal, uno podría haber pensado, puesto que la puerta era de simple madera, pero allí era donde, en algún momento, se había guardado la tesorería, y cualquiera que intentara partirla en pedazos se encontraría acero tras uno o dos dedos de madera. Y mejor no pensar en que hacían esas runas. En cualquier caso, la habitación ya había estado casi vacía cuando habían conquistado la fortaleza, por lo que había más bien poco que ofrecer aparte del collar. Había vino antes, pero la celebración se les fue un poco de las manos. –Aquí esta.- dijo, triunfante, extendiendo los brazos hacia una mesa, con un sencillo collar encima. Que a pesar del polvo acumulado por la…ausencia, el collar estuviera impoluto no le gustó lo más mínimo. –Llévatelo, por favor.- cuando antes cumpliera su misión y alejara ese collar de sus hombres, mejor. –Se supone que la Guardia iba a venir a recogerlo.- dejó caer, como una advertencia. No estaba muy seguro de que fueran la mejor opción, dadas las circunstancias, y confiaba con que la elfa haría lo correcto, aunque no fuera necesariamente lo que sus superiores creyeran que fuera correcto.
Felicidades, has acabado la primera parte del evento, por lo que recibes 50 aeros y 5 puntos de experiencia.
También te llevas el collar, decide sabiamente a quien entregarlo en la segunda parte, no vaya a repetirse lo que ha pasado aquí.
En cuanto a las secuelas, son temporales, tanto tu como muchos de los soldados tendréis problemas recordando cosas concretas, como si no recordaras como se llama una palabra en un idioma, y te viene tres días más tarde. En cualquier caso, todo lo importante está en su sitio, y la falta de memoria es más bien una inconveniencia que un problema real.
Los recuerdos no se habían ido, pero eso era objetivamente mejor. Recordaba las falsas imágenes, como si fueran un sueño, en flashes breves y llenos de incongruencias, recordándole lo que había estado a punto de perder…otra vez, aunque seguramente habría sido para siempre.
La elfa estaba organizando a sus hombres sin ella, lo que era bueno, pero él seguía distraído, no por sus recuerdos, sino por el collar. La falta de este en la elfa, concretamente. Que no fueran comunes lo hacía peor, la deuda más profunda. Se estaba arriesgando por su bien y el de sus hombres, sacrificando algo que, ahora que lo había experimentado en sus propias carnes, no estaba seguro de que hubiera arriesgado a perder de nuevo. Tenía que centrarse, ahora no era momento de regocijarse por sus memorias, apareciendo rápidamente ante su mente como si fueran de ayer mismo, era peligroso adentrarse a una batalla distraído, y el brujo estaba cerca.
Su espada se hundió en el cuerpo de uno de esos brujos, y con un giro, casi lo partió en dos antes de decapitarlo. El instrumento consumió algo más de su tiempo, principalmente debido a que no estaba muy seguro de como de destrozado tenía que dejarlo para que dejara de funcionar.
Ante la duda, la respuesta era “muy”, y por si acaso, dejo a unos cuantos hombres atizándole antes de ir a por el siguiente. Un corte horizontal rebano la mano derecha del tamborilero y su arma se quedó atascada en la izquierda, por lo que en vez de intentar cortarla del todo, o desatascar el arma, la hundió hasta la empuñadura en el pecho del brujo, prácticamente clavándolo en la pared, al menos se aguantaba derecho a pesar de tener el corazón atravesado. Arrancó el tambor de sus ya muertas manos y lo estampo contra el suelo. No bastó, pero al menos sus hombres seguían teniendo armas, y entendieron lo que intentaba, empezando a destrozar el tambor. Una mirada confirmó lo que sus orejas le decían, la elfa se había encargado del resto y finalmente la música había parado.
Y en algún momento, el efecto del collar se había desvanecido, pero allí seguía. Sus memorias no estaban tan claras y vividas como hacía unos minutos…pero seguía siendo el, solo que con lagunas, que retrocedían lentamente cuando se fijaba en ellas. Y recordaba lo importante.
Ordenó a sus hombres que montaran una guardia en condiciones, ahora que parecían menos perdidos, y se fue a buscar la llave. Dio un par de pasos, y se dio cuenta de que se dejaba la espada, por lo que tuvo que desclavarla de la pared.
Ahora sí, la llave. Estaba en el pozo de la fortaleza, pero no donde uno miraría primero al oír eso. Ni debajo, ni en el cubo que uno bajaba para recoger agua. No, estaba en una de las piedras que construían el pozo. Miró la fortaleza, dándole la espalda al foso y busco su habitación, colocándose justo delante, luego se giró y le dio una patadita a la segunda piedra empezando por el suelo.
Esa no era.
La tercera sí que estaba algo suelta, menos mal, ya empezaba a entrar en pánico. Quitó la piedra y allí estaba, una pequeña y bonita llave plateada. Hizo llamar a la elfa y la llevo directamente a la habitación, completamente normal, uno podría haber pensado, puesto que la puerta era de simple madera, pero allí era donde, en algún momento, se había guardado la tesorería, y cualquiera que intentara partirla en pedazos se encontraría acero tras uno o dos dedos de madera. Y mejor no pensar en que hacían esas runas. En cualquier caso, la habitación ya había estado casi vacía cuando habían conquistado la fortaleza, por lo que había más bien poco que ofrecer aparte del collar. Había vino antes, pero la celebración se les fue un poco de las manos. –Aquí esta.- dijo, triunfante, extendiendo los brazos hacia una mesa, con un sencillo collar encima. Que a pesar del polvo acumulado por la…ausencia, el collar estuviera impoluto no le gustó lo más mínimo. –Llévatelo, por favor.- cuando antes cumpliera su misión y alejara ese collar de sus hombres, mejor. –Se supone que la Guardia iba a venir a recogerlo.- dejó caer, como una advertencia. No estaba muy seguro de que fueran la mejor opción, dadas las circunstancias, y confiaba con que la elfa haría lo correcto, aunque no fuera necesariamente lo que sus superiores creyeran que fuera correcto.
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Felicidades, has acabado la primera parte del evento, por lo que recibes 50 aeros y 5 puntos de experiencia.
También te llevas el collar, decide sabiamente a quien entregarlo en la segunda parte, no vaya a repetirse lo que ha pasado aquí.
En cuanto a las secuelas, son temporales, tanto tu como muchos de los soldados tendréis problemas recordando cosas concretas, como si no recordaras como se llama una palabra en un idioma, y te viene tres días más tarde. En cualquier caso, todo lo importante está en su sitio, y la falta de memoria es más bien una inconveniencia que un problema real.
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