El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
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El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Christian Bracknell observaba a Zack Egdecomb desde una distancia prudencial. La risa del brujo se había truncado en una línea de diferente que parecía estar a punto de estallar en una rabieta infantil. Bracknell hizo ademán de caminar hacia él y poner su mano en su hombro en señal de apoyo. No te preocupes, Él está en camino. Bracknell rretrocedió el paso que había avanzado y quedó repostado en el marco de la puerta de la habitación, lo más lejos del brujo posible. Zack Egdecomb o Discordia, como se hacía llamar, no le caía en gracia. Poseía una esencia maldita distorsionada con actitudes infantiles que le ponía de los nervios. Ridiculizaba el arte de la guerra con muñecos de trapos y juegos de palabras con los que solamente él se reía. Bracknell no veía razón para dar su mano amiga a alguien que no lo era.
Egdecomb miró a sus brujos asistentes como si les estuviera hablando con los ojos en un idioma que Christian Bracknell, como humano, era incapaz de entender. Egdecomb barrió con el brazo los muñecos que había organizado en la alfombra. Bracknell se fijó cuenta que algunos de los juguetes guardaban cierta similitud con los dragones que había conocido y con los aliados de Eltrant. Acto seguido, Egdecomb golpeó con la mano cerrada la terciopelada alfombra de juegos. Los asistentes, los cuales vestían como si fueran los sirvientes de un castillo, recogieron los muñecos y los introdujeron con mimo en el cofre sin fondo.
Bracknell no supo a qué se debía el cambio de actitud del brujo, de la risa al más puro enfado. En primera instancia, sospechó que podría tratarse de Elen Calhoun. Su poder como centinela superaba con creces a cualquiera de los brujos que se encontraban en la sala de juegos de Egdecomb. El juguete con la tez pálida, ojos verdes y el pelo cenizo correspondía a Elen Calhoun. Otra posibilidad era que se tratase de los brujos del Hekshold, dos académicos se encontraban entre la guarnición que llegó del Este: los maestros Heck Hartem y Adda Lovelace. Discordia tenía una cuenta pendiente con el Hekshold; lejos de ser una amenaza, eran rivales deseados. Descartando a estos últimos, Bracknell miró sus manos. También es posible que fuera por la inminente llegada de El Hombre Muerto. Pensó con una sonrisa carente de simpatia. Discordia genera discordia, no admite que otro suplante su lugar.
Una vez se hubo quedado sin muñecos que lanzar, Egdecomb se puso en pie y cerró el baúl sin dejar de farfullar para sí mismo. El juego ha terminado. Bracknell observaba los movimientos del brujo desde su segura posición.
—Él llegará de un momento a otro — dijo Bracknell mirando sus rosadas manos (de carne y hueso, no solo de hueso) — y cuando lo haga, querrá verte en primera línea de batalla, junto al resto de hombres. —Egdecomb fingió ignorarle. Dio la espalda a Bracknell e hizo como si hablase con su sombra —Eres un cobarde de manual. ¿Vas a marcharte, sin más? Reconozco que no me sorprende de ti.
—Te ha mentido — la voz de Discordia quedaba desfigurada por una risa nerviosa — No va a venir. Quiere que creas que sí lo hará. Quiere que guardes un abismo de esperanza, que pienses que Eltrant está muerto y que todavía puedas hacerte con la copa que mi hermanito hechizó. Esa misma esperanza es la que te hace creer que podrás enfrentarte contra una centinela y salir ileso en combate. ¿Te das cuenta? Sería muy fácil extorsionarte con amenazas y maldiciones, pero no tendría el mismo efecto que prometerte ayuda.
Egdecomb se dio la vuelta y se presentó como Discordia. El brujo y la habitación cambiaron por completo. Vestía una túnica de algodón decorada con ornamentos de oro y plata, era la indumentaria que Bracknell podría esperar de un rey. Las paredes de la habitación se tiñeron de todos los colores del arcoíris. Tras las ventanas no se veían las calles de Dundarak, sino la tierra de ensueño que el brujo ideó para convertirse en rey y utilizaba como escondrijo particular.
— ¿A qué viene esa cara de rata? ¿Te molesta que te haya chafado la sorpresa? — el collar de cuencas se desató mágicamente del cinturón de Bracknell, Discordia lo hizo flotar hasta la altura de los ojos del humano — Tranquilo por ello, puedo hacer que lo olvides en un periquete. — agitó las cuencas haciéndolas sonar como si fuera un sonajero — Presta atención a mis palabras….
Bracknell se despertó en una mesa de El Dragón de Madera, una taberna de Dundarak. Tenía un vaso de whisky en una mano y una petaca con esencia de Nirana en la otra. Creyó haber estado bebiendo alcohol endulzado con Nirana hasta suavizar el odio que Eltrant le provocaba. Bebió del vaso de whisky y, sin llegar a tragar su contenido, dio un sorbo a la petaca. El agotamiento de la batalla y la flojera de la vejez desaparecieron por completo. Se levantó de la silla sin esfuerzo. Sacó unas monedas de la bolsa, la suma era superior al precio del whisky, y las dejó en la mesa tapadas con un trapo de tela. La posibilidad de que un espabilado cogiera los aeros era nula. Todos los presentes en El Dragón de Madera eran heridos de guerra: dragones y humanos en su mayoría. La gente del Hekshold los atendía con pócimas, trapos húmedos y hechizos que se escapaban a la compresión de Bracknell. A él debieron tratar igual que al resto, teorizó. Lo vieron agotado, echado en la calle y expuesto al veneno de euforia. Lo recogieron, sin saber a qué bando pertenecía. Le quitaron la armadura, le vendaron las heridas del vientre y le sirvieron un vaso de whisky frío para que descansase tranquilo. Para ellos, Christian Bracknell era un viejo exhausto; demasiado anciano para la guerra.
¡El collar! Llevó su mano derecha al cinturón. No estaba allí. ¿Los brujos del Hekshold se han….? Revisó los bolsillos del pantalón y la capa y las bolsas que llevaba colgadas del cinturón. Bufó pesadamente al encontrar el collar de cuentas. Estaba escondido en el interior de sus calzones. No recordaba haberlo puesto allí, quizás lo hizo para que Eltrant no se hiciera con él. Pasó el collar de cuencas de una mano a otra como si fuera un mercader examinando el valor de un objeto desclasificado. Incalculable.
El Hombre Muerto llegaría en un momento a otro. Bracknell se encontraba completamente sola en un lugar en el que no estaba acostumbrado pelear y acorralado por potenciales enemigos. Tenía una orden que cumplir: hacerse con la copa de la clarividencia. Zack Egdecomb le daría cobertura desde las sombras. Otro punto a favor era que sus potenciales enemigos también eran enemigos entre ellos. Los orgullosos dragones rechazaban la salvaguardia de los brujos; creían no necesitar ayuda de ninguna clase. Desconfiaban de aquellos que obtuvieron sus dones y no les rendían misericordia por ello. Los brujos, por su parte, tramaban a expensas de los dragones. No les querían contar la verdadera razón de su llegada a Dundarak: la copa de la clarividencia. El grupo de Eltrant, débil y falto de práctica, era el peor de los tres. Tanto los dragones como los brujos creían saber quiénes eran: mercenarios y guerreros sin gloria, los principales sospechosos de propagar la euforia. Para colmo, el grupo era de lo más variopinto: humanos, elfos, cibernéticos, hombres bestias y, ¿por qué no?, también podrían haber un monstruo vampiro y un brujo que invocase perros rabiosos con alas de murciélago.
El Hombre Muerto llegaría de un momento a otro y, cuando lo hiciera, Bracknell tendría la copa de la clarividencia en sus manos.
Ancestrales. El nombre se podría considerar una blasfemia, los primeros dragones murieron hacía muchos años, más de los que Friddel sabía contar; sin embargo, era el nombre que se utilizaba por aproximación. Se decía que eran descendientes directos de los hijos de los primeros dragones, otra blasfemia de menos acertada pues la abuela de Friddel contaba que todos los dragones descendían de los mismos primeros dragones. También se decía que los Ancestrales conocían los secretos de la meditación que sus antepasados; dichos secretos les habría concedido un tamaño tres veces superior a los dragones comunes y un poder mágico que superaría con creces a cualquiera que se hubiera visto antes en Dundarak. Los Ancestrales vivían en las altas montañas y no descendían de ellas de no ser que fuera estrictamente necesario.
Había quienes dudaban de la existencia de los Ancestrales, eran cuentos infantiles. La abuela de Friddel los narraba con voces de fantasía. Ella nunca había visto ninguno, sus historias eran relatos de generaciones pasadas, abuelas de las abuelas. Friddel se refregó los ojos. Los Ancestrales no descendieron cuando la pirámide estalló liberando una enfermedad corrupta que diezmó la población de Dundarak ni cuando los nigromantes asolaron las tierras de Verisar. Tendrían que venir hoy, el día que un único y enclenque humano, Eltrant Tale, amenazaba la ciudad.
Según los cuentos de la abuela de Friddel, existían numerosos Ancestrales. Ninguno de ellos se enfocaba en unas habilidades concretas. Fueron tres los que aterrizaron en la plaza de Dundarak, echando abajo con el aleteo de sus alas las tiendas de campaña de los brujos del Hekshold. El primero tenía una armadura férrica manchada con carbón mineral que se deshacía, lentamente, por los primeros rayos del día. El segundo tenía plumas blancas como las de una paloma en lugar de escamas. Su cuerpo se dividía en un torso donde se hallaban sus cuatro pequeñas patas y un larguísimo cuello de serpiente emplumada que terminaba en unas feroces fauces. El último era el más pequeño de los tres, y aun así era un gigante en comparación a los dragones comunes. Tenía un cuerpo de reptil con armadura de zafiro y alas con plumas de colores cálidos: rojo, amarillos y naranjas. Dos de sus seis patas eran similares a los brazos de un humano.
Los Ancestrales hablaron al unísono en la lengua común sin abrir la boca.
—Reikiavik —el dragón con armadura férrica. —Akrannes — el blanco y cuello de serpiente. —Oulu. — el reptil azul con alas de pájaro.
Con decir sus nombres bastó para explicar quiénes eran.
— Eltrant Tale. Le hacemos venir. Demandamos Juicio. Presentad testimonio. Presentad acusaciones. Eltrant Tale. Demandamos juicio…
— Eltrant Tale. Demandamos juicio. Exigimos explicaciones. Notamos una fisura en Aerandir. Tu nombre está escrito en ella. La fisura avanza, la tierra tiembla y Aerandir se quiebra. Eltrant Tale. Demandamos juicio.
Christian Bracknell observaba a los dragones desde una distancia prudencial. Sentía el mismo rechazo hacia ellos que, por el hechizo del collar de cuencuas, no recordaba haber sentido hacia Discordia.
Cogió el collar. Las cuencas enredaban en sus dedos como si fueran gusanos. Bracknell no recordaba que lo hubiera hecho con anterioridad. Los 19 objetos de Ian Egdecomb tenían vida propia, pero no la mostraban abiertamente por no revelar su magia.
—No obedezcáis. Los dragones no son reales — habló en voz baja, como si estuviera rezando, mientras apuntaba el collar a los brujos del Hekshold. —Olvidad que existen y olvidad sus leyendas — el hechizo que invocaba no tuvo efecto.
La cuerda del collar se quebró y las cuencas se desperdigaron por el suelo. Bracknell las recogió y las observó de cerca. Culpó a Eltrant Tale. Sin darse cuenta, en la batalla, debió de haber intercambiado los objetos. Las cuencas que le había dejado estaban encantadas con runas arcanas. Cogió un par y las lanzó a los pies de los Ancestrales. Éstas estallaron como si fueran fruto de las artes elementales de los brujos. Otro par a las tiendas del Hekshold aplastadas por los dragones; éstas parecían ser la respuesta en forma de rugidos por parte de los dragones. Las que sobraron, las lanzó al aire. Eran el ataque sorpresivo del grupo de Eltrant Tale.
El Hombre Muerto llegaría de un momento a otro y, cuando lo hiciera, Bracknell se haría con el poder de la copa de la clarividencia en sus manos y recuperaría el collar de cuencas robado.
* General: Este es el tercero de los tres (eran cuatro pero lo he reducido a 3, ya lo expliqué) temas de “El significado de la palabra lealtad”. Transcurre en las primeras horas del amanecer.
Suceden muchas cosas en este evento y es mejor que las explique despacio, para que no haya ninguna duda. Además, se introduce una nueva leyenda y una nueva mecánica de juego de cara al último turno.
Por orden: Zack Egdecomb ha huido con el collar de cuencas. Christian Bracknell está dispuesto a luchar hasta el final porque está seguro que Discordia y El Hombre Muerto le aguardan. Los Ancestrales forman parte del folclore de los dragones de Dundarak, intervienen en una última instancia para solucionar los problemas que solo ellos pueden entrever.
Bracknell utiliza los recursos para incrementar la rivalidad entre los dragones, los brujos y Los Buscones. Él se mantiene en las sombras. Su plan consiste en enfrentar los tres bandos y, cuando se derroten entre ellos, hacerse con el poder de los objetos malditos. Cree que Eltrant le ha robado el collar de cuencas, cuando, en realidad, sabemos que ha sido Discordia.
El último turno del tema será UN JUICIO. Cada uno de vosotros deberá mostrar su voto a favor o en contra de Eltrant Tale. Los dragones conceden voz y voto a los hombres y mujeres con títulos honoríficos: los catedráticos del Hekshold, los centinelas y ellos mismos.
Como somos muchos usuarios en el evento, lo haremos de la siguiente manera: en cada capítulo seleccionaré a uno o varios de vosotros y diré: “se decidirá la continuación o final de este personaje”. Esto quiere decir que es posible, según el daño recibido y las acciones tomadas durante el tema. De ser “final”, este usuario quedará noqueada por el resto del capítulo (tal vez aparezca en el capítulo de Dag o Oromë) dando paso a un siguiente personaje. Lo mismo diré con algunos npcs más poderosos e importantes que otros.
El orden de turnos de posteo será el marcado a continuación. No está de más decir que quién se lo salte será penalizado. Igual que será penalizado el metarol y las faltas de respeto hacia otros usuarios.
Cabe señalar que, aunque haya mencionado los personajes principales de cada grupo, podéis inventaros todo un ejército de hombres de La Guardia de Bracknell y dragones malditos. Estos personajes servirán como carne de cañón (salvo en los casos que diga lo contrario). Carecerán de nivel y especialización y no formarán parte relevante de la trama. El grupo de Buscones son, estrictamente, el que se muestra.
Tenéis un máximo de 2 a 4 turnos de combate. Una vez finalizado los 4 turnos, cerraré el tema. Aunque no hayáis cumplido los objetivos, daré la resolución y empezaremos el siguiente. Tranquilos. Es normal no cumplir los objetivos ya que si digo que X debe de hacer algo e Y debe impedir que X haga ese algo, es imposible que los dos tengan éxito en su empresa.
El pvp corre de vuestra cuenta. Demando lógica y respeto. La suerte que Eltrant ha sacado en el oráculo no influye en el pvp. En este evento, a ser los enemigos de Eltrant de un nivel muy diferente al suyo, he creído conveniente poner la condición de los “turnos” para organizar mejor el pvp.
1. Eltrant Tale: seré rápida, deberás elegir:
*Utilizar tus tres turnos previos al juicio para refrenar la batalla entre los tres bandos, garantizar la seguridad de tus aliados, explicar lo sucedido y defender tu inocencia.
*Utilizar tres de los cuatro turnos, siendo el último el juicio, para enfrentarte y matar a Christian Bracknell.
*Reprimir tus deseos de violencia infundidos por el veneno de euforia. Recuerda que Taliesin te contagió.
No podrás realizar las tres posibilidades a la vez. Si le das más importancia al combate de Bracknell que a la seguridad de tus amigos…. Tú mismo. Si llegas a combatir, fuera por el bando que fuera, lo harás hasta el final.
He de señalar que los efectos del veneno hacen que, pese a tus muchas heridas, te sientas vigorizado.
Consecuencia de la suerte del Oráculo: en el último turno tendrás el honor de utilizar a al maestro Heck Hartem, Thundermaul, para dar su voto en el juicio. Con esto quiero decir: aunque tú quieras que Eltrant quede exento de sus delitos, deberás dar hablar conforme el maestro Hartem lo haría.
2. Jeannie Fawkes: Conseguiste sanar las cuatro torres. Friddel contará con 10 dragones de nivel 5 más entre sus filas. Deberás darles nombre y utilizar durante la batalla. (Entre unas grandes comillas, tú y yo sabemos que no es lo que ha sucedido): “Los brujos están atacando a los dragones y los dragones a los brujos. Escondidos en sus agujeros de rata, Los Buscones están haciendo de las suyas. Toma un bando y lucha contra los demás”. No viste a Christian Bracknell.
Durante el tema, deberás convencer a los dragones que Eltrant debe de ser castigado.
En el cuarto turno, deberás utilizar a Friddel. Como representante de la guarnición de Dundarak, su voz y voto contará en el juicio. Recuerda lo que he dicho a Eltrant: es el voto de Friddel, no el de Jeannie.
3. Elen Calhoun: tu participación en este tema es la más complicada por el simple hecho que se ha hecho de día: deberás permanecer en las sombras. En esta posición donde tendrás que refrenar los últimos restos de la enfermedad de Nirana.
Eres centinela, los Ancestrales te respetan, sin embargo, también tienes relación con el Hekshold por tu pasado en Dundarak. Deberás convencer a los dragones que tu opinión es imparcial. En tus manos queda si mostrarles o no la copa de la clarividencia.
En el cuarto turno, durante el juicio, darás tu voto como Centinela que eres.
4. Demian: sigues escondido en la sombras en la que te dejé en el primer tema. Sigues a Bracknell y eres el único testigo de sus acciones. Deberás convencer a los Ancestrales de que él es el auténtico culpable y Eltrant es inocente. Cuéntales la historia que conoces. Utiliza la historia de tus compañeros en la partida para rellenar los huecos que pueda tener tu personaje.
En el cuarto turno, deberás utilizar a Adda Lovelace. Como catedrática del Hekshold, su voz y voto contará en el juicio. Recuerda lo que he dicho a Eltrant: es el voto de la maestra, no el de Demian.
5. Asher Daregan: entras en la partida sin saber lo que sucede. Vardagen te explica lo que vieron sus pájaros, lo cual es escaso de detalles. Sabes que ha habido una guerra, una enfermedad y varias personas importantes de Dundarak han puesto su hocico en ella. Se acusa a Eltrant Tale, tu amigo, de cometer importantes delitos contra Aerandir. Tus objetivos, en este tema, son similares a los de Elen Calhoun. Resuelve la batalla entre dragones, brujos y Buscones y lucha por tu amigo.
En el cuarto turno, durante el juicio, darás tu voto como Centinela que eres.
El veneno de euforia contagiado por Taliesin tiene 2 turnos de duración en este evento. Los personajes afectados son:
Kristen Vahid (a quien, además, convierte en vampiro) , Hont, Menelwie, Lian-Chu, Gwizdo, Eltrant Tale, Valeska
En este tema se decidirá el final o continuación de los siguientes personajes:
TODOS EXCEPTO LOS ANCESTRALES Y LOS CATEDRÁTICOS DEL HEKSHOLD
Los otros personajes y npcs principales mencionados, por muchos ataques que les arremetéis, no serán derrotados en este tema, sino, que al ser importantes en la trama, merece la pena que participen en un par de temas más. Recordad que los personajes que sí he mencionado no podéis matarlos. El resultado de la posible vida o muerte de cada uno, sean npcs o personajes de usuarios, lo daré en el cierre del tema.
Egdecomb miró a sus brujos asistentes como si les estuviera hablando con los ojos en un idioma que Christian Bracknell, como humano, era incapaz de entender. Egdecomb barrió con el brazo los muñecos que había organizado en la alfombra. Bracknell se fijó cuenta que algunos de los juguetes guardaban cierta similitud con los dragones que había conocido y con los aliados de Eltrant. Acto seguido, Egdecomb golpeó con la mano cerrada la terciopelada alfombra de juegos. Los asistentes, los cuales vestían como si fueran los sirvientes de un castillo, recogieron los muñecos y los introdujeron con mimo en el cofre sin fondo.
Bracknell no supo a qué se debía el cambio de actitud del brujo, de la risa al más puro enfado. En primera instancia, sospechó que podría tratarse de Elen Calhoun. Su poder como centinela superaba con creces a cualquiera de los brujos que se encontraban en la sala de juegos de Egdecomb. El juguete con la tez pálida, ojos verdes y el pelo cenizo correspondía a Elen Calhoun. Otra posibilidad era que se tratase de los brujos del Hekshold, dos académicos se encontraban entre la guarnición que llegó del Este: los maestros Heck Hartem y Adda Lovelace. Discordia tenía una cuenta pendiente con el Hekshold; lejos de ser una amenaza, eran rivales deseados. Descartando a estos últimos, Bracknell miró sus manos. También es posible que fuera por la inminente llegada de El Hombre Muerto. Pensó con una sonrisa carente de simpatia. Discordia genera discordia, no admite que otro suplante su lugar.
Una vez se hubo quedado sin muñecos que lanzar, Egdecomb se puso en pie y cerró el baúl sin dejar de farfullar para sí mismo. El juego ha terminado. Bracknell observaba los movimientos del brujo desde su segura posición.
—Él llegará de un momento a otro — dijo Bracknell mirando sus rosadas manos (de carne y hueso, no solo de hueso) — y cuando lo haga, querrá verte en primera línea de batalla, junto al resto de hombres. —Egdecomb fingió ignorarle. Dio la espalda a Bracknell e hizo como si hablase con su sombra —Eres un cobarde de manual. ¿Vas a marcharte, sin más? Reconozco que no me sorprende de ti.
—Te ha mentido — la voz de Discordia quedaba desfigurada por una risa nerviosa — No va a venir. Quiere que creas que sí lo hará. Quiere que guardes un abismo de esperanza, que pienses que Eltrant está muerto y que todavía puedas hacerte con la copa que mi hermanito hechizó. Esa misma esperanza es la que te hace creer que podrás enfrentarte contra una centinela y salir ileso en combate. ¿Te das cuenta? Sería muy fácil extorsionarte con amenazas y maldiciones, pero no tendría el mismo efecto que prometerte ayuda.
Egdecomb se dio la vuelta y se presentó como Discordia. El brujo y la habitación cambiaron por completo. Vestía una túnica de algodón decorada con ornamentos de oro y plata, era la indumentaria que Bracknell podría esperar de un rey. Las paredes de la habitación se tiñeron de todos los colores del arcoíris. Tras las ventanas no se veían las calles de Dundarak, sino la tierra de ensueño que el brujo ideó para convertirse en rey y utilizaba como escondrijo particular.
— ¿A qué viene esa cara de rata? ¿Te molesta que te haya chafado la sorpresa? — el collar de cuencas se desató mágicamente del cinturón de Bracknell, Discordia lo hizo flotar hasta la altura de los ojos del humano — Tranquilo por ello, puedo hacer que lo olvides en un periquete. — agitó las cuencas haciéndolas sonar como si fuera un sonajero — Presta atención a mis palabras….
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Bracknell se despertó en una mesa de El Dragón de Madera, una taberna de Dundarak. Tenía un vaso de whisky en una mano y una petaca con esencia de Nirana en la otra. Creyó haber estado bebiendo alcohol endulzado con Nirana hasta suavizar el odio que Eltrant le provocaba. Bebió del vaso de whisky y, sin llegar a tragar su contenido, dio un sorbo a la petaca. El agotamiento de la batalla y la flojera de la vejez desaparecieron por completo. Se levantó de la silla sin esfuerzo. Sacó unas monedas de la bolsa, la suma era superior al precio del whisky, y las dejó en la mesa tapadas con un trapo de tela. La posibilidad de que un espabilado cogiera los aeros era nula. Todos los presentes en El Dragón de Madera eran heridos de guerra: dragones y humanos en su mayoría. La gente del Hekshold los atendía con pócimas, trapos húmedos y hechizos que se escapaban a la compresión de Bracknell. A él debieron tratar igual que al resto, teorizó. Lo vieron agotado, echado en la calle y expuesto al veneno de euforia. Lo recogieron, sin saber a qué bando pertenecía. Le quitaron la armadura, le vendaron las heridas del vientre y le sirvieron un vaso de whisky frío para que descansase tranquilo. Para ellos, Christian Bracknell era un viejo exhausto; demasiado anciano para la guerra.
¡El collar! Llevó su mano derecha al cinturón. No estaba allí. ¿Los brujos del Hekshold se han….? Revisó los bolsillos del pantalón y la capa y las bolsas que llevaba colgadas del cinturón. Bufó pesadamente al encontrar el collar de cuentas. Estaba escondido en el interior de sus calzones. No recordaba haberlo puesto allí, quizás lo hizo para que Eltrant no se hiciera con él. Pasó el collar de cuencas de una mano a otra como si fuera un mercader examinando el valor de un objeto desclasificado. Incalculable.
El Hombre Muerto llegaría en un momento a otro. Bracknell se encontraba completamente sola en un lugar en el que no estaba acostumbrado pelear y acorralado por potenciales enemigos. Tenía una orden que cumplir: hacerse con la copa de la clarividencia. Zack Egdecomb le daría cobertura desde las sombras. Otro punto a favor era que sus potenciales enemigos también eran enemigos entre ellos. Los orgullosos dragones rechazaban la salvaguardia de los brujos; creían no necesitar ayuda de ninguna clase. Desconfiaban de aquellos que obtuvieron sus dones y no les rendían misericordia por ello. Los brujos, por su parte, tramaban a expensas de los dragones. No les querían contar la verdadera razón de su llegada a Dundarak: la copa de la clarividencia. El grupo de Eltrant, débil y falto de práctica, era el peor de los tres. Tanto los dragones como los brujos creían saber quiénes eran: mercenarios y guerreros sin gloria, los principales sospechosos de propagar la euforia. Para colmo, el grupo era de lo más variopinto: humanos, elfos, cibernéticos, hombres bestias y, ¿por qué no?, también podrían haber un monstruo vampiro y un brujo que invocase perros rabiosos con alas de murciélago.
El Hombre Muerto llegaría de un momento a otro y, cuando lo hiciera, Bracknell tendría la copa de la clarividencia en sus manos.
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Ancestrales. El nombre se podría considerar una blasfemia, los primeros dragones murieron hacía muchos años, más de los que Friddel sabía contar; sin embargo, era el nombre que se utilizaba por aproximación. Se decía que eran descendientes directos de los hijos de los primeros dragones, otra blasfemia de menos acertada pues la abuela de Friddel contaba que todos los dragones descendían de los mismos primeros dragones. También se decía que los Ancestrales conocían los secretos de la meditación que sus antepasados; dichos secretos les habría concedido un tamaño tres veces superior a los dragones comunes y un poder mágico que superaría con creces a cualquiera que se hubiera visto antes en Dundarak. Los Ancestrales vivían en las altas montañas y no descendían de ellas de no ser que fuera estrictamente necesario.
Había quienes dudaban de la existencia de los Ancestrales, eran cuentos infantiles. La abuela de Friddel los narraba con voces de fantasía. Ella nunca había visto ninguno, sus historias eran relatos de generaciones pasadas, abuelas de las abuelas. Friddel se refregó los ojos. Los Ancestrales no descendieron cuando la pirámide estalló liberando una enfermedad corrupta que diezmó la población de Dundarak ni cuando los nigromantes asolaron las tierras de Verisar. Tendrían que venir hoy, el día que un único y enclenque humano, Eltrant Tale, amenazaba la ciudad.
Según los cuentos de la abuela de Friddel, existían numerosos Ancestrales. Ninguno de ellos se enfocaba en unas habilidades concretas. Fueron tres los que aterrizaron en la plaza de Dundarak, echando abajo con el aleteo de sus alas las tiendas de campaña de los brujos del Hekshold. El primero tenía una armadura férrica manchada con carbón mineral que se deshacía, lentamente, por los primeros rayos del día. El segundo tenía plumas blancas como las de una paloma en lugar de escamas. Su cuerpo se dividía en un torso donde se hallaban sus cuatro pequeñas patas y un larguísimo cuello de serpiente emplumada que terminaba en unas feroces fauces. El último era el más pequeño de los tres, y aun así era un gigante en comparación a los dragones comunes. Tenía un cuerpo de reptil con armadura de zafiro y alas con plumas de colores cálidos: rojo, amarillos y naranjas. Dos de sus seis patas eran similares a los brazos de un humano.
Los Ancestrales hablaron al unísono en la lengua común sin abrir la boca.
—Reikiavik —el dragón con armadura férrica. —Akrannes — el blanco y cuello de serpiente. —Oulu. — el reptil azul con alas de pájaro.
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Con decir sus nombres bastó para explicar quiénes eran.
— Eltrant Tale. Le hacemos venir. Demandamos Juicio. Presentad testimonio. Presentad acusaciones. Eltrant Tale. Demandamos juicio…
- Dragones y miembros del Hekshold:
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Especialización: Monje dragona (maestría combate bestial)
Dragón maldito por flor de Nirana
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Estudiante del Helkshold (casa Hartem)
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- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Ambos envenenados por euforia.
Gwido nivel 0
Especialización: Elocuencia (maestría en carisma)
Lian-Chu nivel 5
Especialización: Bárbaro (maestría en armas cortantes a dos manos)
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— Eltrant Tale. Demandamos juicio. Exigimos explicaciones. Notamos una fisura en Aerandir. Tu nombre está escrito en ella. La fisura avanza, la tierra tiembla y Aerandir se quiebra. Eltrant Tale. Demandamos juicio.
Christian Bracknell observaba a los dragones desde una distancia prudencial. Sentía el mismo rechazo hacia ellos que, por el hechizo del collar de cuencuas, no recordaba haber sentido hacia Discordia.
Cogió el collar. Las cuencas enredaban en sus dedos como si fueran gusanos. Bracknell no recordaba que lo hubiera hecho con anterioridad. Los 19 objetos de Ian Egdecomb tenían vida propia, pero no la mostraban abiertamente por no revelar su magia.
—No obedezcáis. Los dragones no son reales — habló en voz baja, como si estuviera rezando, mientras apuntaba el collar a los brujos del Hekshold. —Olvidad que existen y olvidad sus leyendas — el hechizo que invocaba no tuvo efecto.
La cuerda del collar se quebró y las cuencas se desperdigaron por el suelo. Bracknell las recogió y las observó de cerca. Culpó a Eltrant Tale. Sin darse cuenta, en la batalla, debió de haber intercambiado los objetos. Las cuencas que le había dejado estaban encantadas con runas arcanas. Cogió un par y las lanzó a los pies de los Ancestrales. Éstas estallaron como si fueran fruto de las artes elementales de los brujos. Otro par a las tiendas del Hekshold aplastadas por los dragones; éstas parecían ser la respuesta en forma de rugidos por parte de los dragones. Las que sobraron, las lanzó al aire. Eran el ataque sorpresivo del grupo de Eltrant Tale.
El Hombre Muerto llegaría de un momento a otro y, cuando lo hiciera, Bracknell se haría con el poder de la copa de la clarividencia en sus manos y recuperaría el collar de cuencas robado.
- Personajes Randall Flagg:
Es obligatorio que aparezcan o se nombren los personajes:
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Especialización: Duelsita (maestría en armas cortantes a una mano)
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Especialización: Paladín (maestría en escudos)
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Especialización: Amo de bestias (maestría en aves rapaces)
- Personajes destacables:
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Especialización: Amo de las bestias (maestría en mascotas)
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* General: Este es el tercero de los tres (eran cuatro pero lo he reducido a 3, ya lo expliqué) temas de “El significado de la palabra lealtad”. Transcurre en las primeras horas del amanecer.
Suceden muchas cosas en este evento y es mejor que las explique despacio, para que no haya ninguna duda. Además, se introduce una nueva leyenda y una nueva mecánica de juego de cara al último turno.
Por orden: Zack Egdecomb ha huido con el collar de cuencas. Christian Bracknell está dispuesto a luchar hasta el final porque está seguro que Discordia y El Hombre Muerto le aguardan. Los Ancestrales forman parte del folclore de los dragones de Dundarak, intervienen en una última instancia para solucionar los problemas que solo ellos pueden entrever.
Bracknell utiliza los recursos para incrementar la rivalidad entre los dragones, los brujos y Los Buscones. Él se mantiene en las sombras. Su plan consiste en enfrentar los tres bandos y, cuando se derroten entre ellos, hacerse con el poder de los objetos malditos. Cree que Eltrant le ha robado el collar de cuencas, cuando, en realidad, sabemos que ha sido Discordia.
El último turno del tema será UN JUICIO. Cada uno de vosotros deberá mostrar su voto a favor o en contra de Eltrant Tale. Los dragones conceden voz y voto a los hombres y mujeres con títulos honoríficos: los catedráticos del Hekshold, los centinelas y ellos mismos.
Como somos muchos usuarios en el evento, lo haremos de la siguiente manera: en cada capítulo seleccionaré a uno o varios de vosotros y diré: “se decidirá la continuación o final de este personaje”. Esto quiere decir que es posible, según el daño recibido y las acciones tomadas durante el tema. De ser “final”, este usuario quedará noqueada por el resto del capítulo (tal vez aparezca en el capítulo de Dag o Oromë) dando paso a un siguiente personaje. Lo mismo diré con algunos npcs más poderosos e importantes que otros.
El orden de turnos de posteo será el marcado a continuación. No está de más decir que quién se lo salte será penalizado. Igual que será penalizado el metarol y las faltas de respeto hacia otros usuarios.
Cabe señalar que, aunque haya mencionado los personajes principales de cada grupo, podéis inventaros todo un ejército de hombres de La Guardia de Bracknell y dragones malditos. Estos personajes servirán como carne de cañón (salvo en los casos que diga lo contrario). Carecerán de nivel y especialización y no formarán parte relevante de la trama. El grupo de Buscones son, estrictamente, el que se muestra.
Tenéis un máximo de 2 a 4 turnos de combate. Una vez finalizado los 4 turnos, cerraré el tema. Aunque no hayáis cumplido los objetivos, daré la resolución y empezaremos el siguiente. Tranquilos. Es normal no cumplir los objetivos ya que si digo que X debe de hacer algo e Y debe impedir que X haga ese algo, es imposible que los dos tengan éxito en su empresa.
El pvp corre de vuestra cuenta. Demando lógica y respeto. La suerte que Eltrant ha sacado en el oráculo no influye en el pvp. En este evento, a ser los enemigos de Eltrant de un nivel muy diferente al suyo, he creído conveniente poner la condición de los “turnos” para organizar mejor el pvp.
1. Eltrant Tale: seré rápida, deberás elegir:
*Utilizar tus tres turnos previos al juicio para refrenar la batalla entre los tres bandos, garantizar la seguridad de tus aliados, explicar lo sucedido y defender tu inocencia.
*Utilizar tres de los cuatro turnos, siendo el último el juicio, para enfrentarte y matar a Christian Bracknell.
*Reprimir tus deseos de violencia infundidos por el veneno de euforia. Recuerda que Taliesin te contagió.
No podrás realizar las tres posibilidades a la vez. Si le das más importancia al combate de Bracknell que a la seguridad de tus amigos…. Tú mismo. Si llegas a combatir, fuera por el bando que fuera, lo harás hasta el final.
He de señalar que los efectos del veneno hacen que, pese a tus muchas heridas, te sientas vigorizado.
Consecuencia de la suerte del Oráculo: en el último turno tendrás el honor de utilizar a al maestro Heck Hartem, Thundermaul, para dar su voto en el juicio. Con esto quiero decir: aunque tú quieras que Eltrant quede exento de sus delitos, deberás dar hablar conforme el maestro Hartem lo haría.
2. Jeannie Fawkes: Conseguiste sanar las cuatro torres. Friddel contará con 10 dragones de nivel 5 más entre sus filas. Deberás darles nombre y utilizar durante la batalla. (Entre unas grandes comillas, tú y yo sabemos que no es lo que ha sucedido): “Los brujos están atacando a los dragones y los dragones a los brujos. Escondidos en sus agujeros de rata, Los Buscones están haciendo de las suyas. Toma un bando y lucha contra los demás”. No viste a Christian Bracknell.
Durante el tema, deberás convencer a los dragones que Eltrant debe de ser castigado.
En el cuarto turno, deberás utilizar a Friddel. Como representante de la guarnición de Dundarak, su voz y voto contará en el juicio. Recuerda lo que he dicho a Eltrant: es el voto de Friddel, no el de Jeannie.
3. Elen Calhoun: tu participación en este tema es la más complicada por el simple hecho que se ha hecho de día: deberás permanecer en las sombras. En esta posición donde tendrás que refrenar los últimos restos de la enfermedad de Nirana.
Eres centinela, los Ancestrales te respetan, sin embargo, también tienes relación con el Hekshold por tu pasado en Dundarak. Deberás convencer a los dragones que tu opinión es imparcial. En tus manos queda si mostrarles o no la copa de la clarividencia.
En el cuarto turno, durante el juicio, darás tu voto como Centinela que eres.
4. Demian: sigues escondido en la sombras en la que te dejé en el primer tema. Sigues a Bracknell y eres el único testigo de sus acciones. Deberás convencer a los Ancestrales de que él es el auténtico culpable y Eltrant es inocente. Cuéntales la historia que conoces. Utiliza la historia de tus compañeros en la partida para rellenar los huecos que pueda tener tu personaje.
En el cuarto turno, deberás utilizar a Adda Lovelace. Como catedrática del Hekshold, su voz y voto contará en el juicio. Recuerda lo que he dicho a Eltrant: es el voto de la maestra, no el de Demian.
5. Asher Daregan: entras en la partida sin saber lo que sucede. Vardagen te explica lo que vieron sus pájaros, lo cual es escaso de detalles. Sabes que ha habido una guerra, una enfermedad y varias personas importantes de Dundarak han puesto su hocico en ella. Se acusa a Eltrant Tale, tu amigo, de cometer importantes delitos contra Aerandir. Tus objetivos, en este tema, son similares a los de Elen Calhoun. Resuelve la batalla entre dragones, brujos y Buscones y lucha por tu amigo.
En el cuarto turno, durante el juicio, darás tu voto como Centinela que eres.
El veneno de euforia contagiado por Taliesin tiene 2 turnos de duración en este evento. Los personajes afectados son:
Kristen Vahid (a quien, además, convierte en vampiro) , Hont, Menelwie, Lian-Chu, Gwizdo, Eltrant Tale, Valeska
En este tema se decidirá el final o continuación de los siguientes personajes:
TODOS EXCEPTO LOS ANCESTRALES Y LOS CATEDRÁTICOS DEL HEKSHOLD
Los otros personajes y npcs principales mencionados, por muchos ataques que les arremetéis, no serán derrotados en este tema, sino, que al ser importantes en la trama, merece la pena que participen en un par de temas más. Recordad que los personajes que sí he mencionado no podéis matarlos. El resultado de la posible vida o muerte de cada uno, sean npcs o personajes de usuarios, lo daré en el cierre del tema.
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Tranquilizar a Hont, a Menelwie y a Valeska no había sido realmente complicado.
Era cierto que a nadie de los presentes le gustaba verles maniatados, pero era lo único que podían hacer para que sus instintos, mermados por la flor de Nirana, no saliesen a flote y se pusiesen a atacar a lo primero que viesen.
Eltrant, por otro lado, estaba encerrado en una de las tantas habitaciones de aquel almacén abandonado en el que habían optado por esconderse. Lyn, cruzada de brazos, miraba desde la entrada a dicha estancia como su amigo giraba sobre sí mismo, sin levantarse.
El nombre de Bracknell se repetía entre los gritos del castaño.
Lyn se mordió el labio inferior y jugueteó con su flequillo, oyendo, bajo la voz de Eltrant, las distantes palabras de los demás Buscones al otro lado del almacén. Si bien la ojiazul no pudo captar claramente lo que decían, la vampiresa era capaz de intuir que los ánimos no estaban precisamente altos.
Suspiró, Gardian y Gol’then se había llevado algún directo que otro por parte de Eltrant cuando lo arrastraron hasta aquella suerte de prisión y, de ninguna forma, habían podido poderle los grilletes que habían preparado para ello.
Era una suerte que Eltrant, quizás por su terquedad, no estaba perdiendo el control por completo. Lo máximo que hacía era pedir que le soltase que debía ir a matar a Bracknell y parar la guerra que reinaba en la ciudad.
Al menos por el momento, se limitaba a ser una petición bastante agresiva.
- ¡Callaos de una vez! – El exmercenario se dio un cabezazo contra la pared con cada palabra que dijo, cada cual más fuerte que el anterior.
Se golpeó lo suficiente como para tambalearse y caer sentado contra la pared contraria, murmurando cosas ahora en voz baja, ignorante a su vez el hecho de que, ahora, tenía una brecha nueva en mitad de la frente.
La vampiresa, después de presenciar eso, cerró la entrada tras de sí y se agachó frente al castaño. ¿Qué podía hacer? Los Buscones más optimistas habían afirmado que todos los problemas habrían desaparecido por la mañana, que aquella guerra a pequeña escala habría terminado.
Pero estaba muy lejos de ser así; Lo último que habían oído era que los brujos de Beltrexus y las fuerzas de Dundarak estaban enfrentándose los unos contra los otros.
Nadie sabía realmente, como actuar.
- Lyn… Lyn… - Los gritos habían cesado, y aunque sus ojos seguían igual de erráticos. – Tengo que ir… - Parecía que Eltrant había recobrado un poco su cordura. – La ciudad está… - Y lo había hecho a cabezazos, Lyn sonrió con un deje de tristeza.
Aquello era… muy Eltrant.
- Elt… - dijo la vampiresa llevando su mano derecha hasta la mejilla del castaño. – Mírame a los ojos - El hecho de que pudiese tocarle le dijo que el sol debía de estar ya alto. – Mírame… - Los ojos de Lyn, momentáneamente, se clavaron en los del castaño y adquirieron un suave tono carmesí. – Relájate – Ordenó de forma solemne, forzando a su magia a penetrar en lo más profundo de la mente del castaño. [1]
Con la conciencia debilitada por el veneno, Eltrant obedeció a su amiga.
No le gustaba hacerle eso, pero no veía otra forma de calmarle.
- ¿Lyn? – Eltrant parpadeó repetidamente, mirando a su alrededor con cuidado. – Dejadme irme. – dijo ahora de forma más coherente, sin gritos, sin amenazas: con su tono de voz usual. – Tengo que matar a Bracknell – La vampiresa suspiró y, sin apartar la mano de dónde la tenía colocada, acarició la cara del hombre.
Seguía con los instintos asesinos de la flor, pero ahora era capaz de pensar fríamente.
No sabía si eso era una mejora.
- Elt… estas herido… - Aun cuando estaba bastante… mal, Eltrant seguía contando con una energía considerable, Lyn tenía la sensación de que la flor tenía que ver con eso. Pero que no sintiese las heridas no significaba que no existiesen, su cuerpo acabaría derrumbándose si seguía así. – No tienes armadura, Olvido está… - El castaño alargó su mano y sujetó a Lyn de un hombro.
- Podemos acabar con Bracknell. – Eltrant frunció el ceño, cerrando la mano con suavidad en dónde la había colocado. – Lyanna, escúchame. – Sacudió la cabeza, tratando de centrar sus pensamientos. – Tenemos que cortarle la cabeza a la serpiente, así acabamos con esto. – dijo – Voy a parar esta masacre, como sea. – La decisión de los ojos del castaño era preocupante, lo conocía lo suficiente como para saber que no iba a detenerlo una puerta cerrada ni un veneno.
Suspiró profundamente.
- Pero… - Eltrant impidió a Lyn seguir hablando al hacer más presión en su hombro.
- Matarlo… - Parecía estar luchando consigo mismo, con sus propias ideas. – Matarlo… - Ante la atónita mirada de la ojiazul, Eltrant se propinó a sí mismo una fuerte bofetada. – Matarlo no es… necesario. – Articuló, con esfuerzo. – Pero dudo… - Se le escapó una risotada un tanto macabra - …dudo que necesite piernas para admitir lo que ha hecho. – Soltó después, incapaz de contener la ira que le consumía. – Y si lo mato por algún casual… - Volvió a agitar la cabeza. Lyn, de nuevo, miró a Eltrant a los ojos con intención de controlarle, pero este los cerró rápidamente. – Tú… hablas con los muertos. – La vampiresa se separó de su compañero momentáneamente y le lanzó una mirada incrédula. – Podemos sacarle una confesión a su cadáver si hace falta. – Eltrant sonrió, aparentemente, imaginando aquello sucediendo en aquel mismo momento.
La vampiresa se levantó por completo y analizó la expresión del castaño; no le gustaba admitirlo, pero tenía… sentido. Sentido para ser Eltrant y para estar drogado, claro. Algo le decía que, incluso si se negaba, iba a seguir con su plan igualmente.
Las voces de los demás Buscones, mientras tanto, se filtraban en la habitación.
Todos seguían igual de nerviosos.
Lyn abrió y cerró las correas de sus botas de forma intermitente, contagiada por los nervios del lugar. Aquello no era un refugio, no tardarían en darles caza y, en aquel lugar, incluso contando con Elen y Alister, morirían todos.
A lo largo de sus cien años había visto aquello muchas veces, demasiadas para cualquiera.
Si querían sobrevivir tenían que encontrar una forma de que los dos ejércitos que dominaban la ciudad comprendiesen que ellos no eran los culpables, necesitaban respuestas que, de algún modo u otro, solo podía dar Bracknell.
Jugueteó con su flequillo unos instantes.
Por supuesto, no iba a dejar que Eltrant fuese solo a pelear contra un tipo que apenas unas horas atrás le había derrotado con relativa facilidad, no cuando, además, no era más que un amasijo de instintos y sed de sangre.
Volvió a agacharse frente a él.
- Esta bien, Mortal. – Le dijo volviendo a sujetar su cara, esta vez con ambas manos, sonriendo. – Vamos a parar esto. – Agregó después, según mordía en el cuello a su acompañante.
Lyn se convirtió en una nube de humo negro, una que comenzó a revolotear alrededor del castaño. Ya había sucedido varias veces, ya conocía la sensación que le proporcionaba Lyn al “unirse” con él. [2]
Aquella vez, no obstante, no hubo dolor, no como recordaba; probablemente el néctar que recorría sus venas se encargó de aplacarlo. Fue la conciencia de Lyn, uniéndose a la suya propia, el cambio más significativo que sintió, los instintos cesaron, su necesidad de matar mermó.
Se volvió a sentir, en parte, él mismo.
Aun cuando sus ojos, ahora, eran de un brillante color azul y su color de pelo había quedado ennegrecido hasta adoptar la misma tonalidad que el Lyn.
Eltrant, apoyándose en la pared más cercana, se levantó por completo y asintió.
Salió de la habitación, momento en el que muchas miradas se centraron en su persona. Cosa que no era de extrañar, pues recordaba lo mucho que habían luchado todos para, en primer lugar, encerrarle y que no hiciese daño a nadie.
- Estoy… - Tragó saliva, miró una a uno a todos los Buscones que había en el almacén; según lo hacía, sintió como Lyn continuaba aplacando sus instintos más primarios. – Estoy mejor. – Afirmó, Elen ya le había visto así, debía de saber que acababa de hacer.
La Centinela ya había cumplido una vez con su palabra y sabía que volvería a hacerlo. Sonrió a la mujer y, tras pasar junto a Gardian, que le dio una palmada en el hombro amistosa, Eltrant bajó ambas manos hasta su cintura.
- Tengo… un plan. – dijo, tratando de buscar palabras más o menos coherentes. - Voy a atrapar a Bracknell. – Le dijo – Él es el culpable de todo esto. – Miró a los demás. – Limpiaré nuestro nombre, lo llevaré a los dragones, vivo o muerto y se terminará todo. – Aquello quedó, quizás, algo más solemne de lo que le habría gustado.
Volvió a sonreír a Elen.
- Oh, sí. – Negó con la cabeza. – Lyn viene conmigo. – Aseguró, la vampiresa le había dicho que mientras estuviese dentro de él, podría salir al exterior, pero también le había advertido de que debía de darse mucha prisa. – Cuida de ellos. ¿Vale? – Le dijo a la peliblanca, agitándola con suavidad tras sujetarla de un hombro. – Y tú cuida de ella. – Le dijo a continuación a Alister, sin perder la sonrisa, señalando a la Centinela con el pulgar. - Confiad en mí. – dijo al final – Por una vez sé lo que hago. – Agregó al final, encaminándose a la salida.
Bracknell tenía las horas contadas.
- Eltrant. – Gardian le sujetó antes de que pudiese salir del almacén. – Si vas a buscarle… - Entrecerró los ojos. – El chaval… que dice que es tu amigo. – Eltrant enarcó una ceja. – Sí, hombre, ese así que tiene mirada de querer matar a to… -
- Ah, Demian. – dijo comprendiendo rápidamente a quien se refiera el Buscón.
¿Estaría bien? No le veía desde el comienzo de la noche, pero había supuesto que con la habilidad del brujo para pasar desapercibido no le habría sido muy difícil ocultarse o salir de la ciudad.
- Sí… creo que se llamaba así... – Gardian negó con la cabeza. – No sé cómo lo ha hecho exactamente, pero sabemos dónde está Bracknell gracias a él. – dijo entregándole a Eltrant un pequeño papel en el que había garabateado una serie de palabras.
La conciencia de Lyn vaciló dentro de su cabeza cuando Eltrant alzó la mirada hasta el firmamento. Sintió que el instinto se volvía a apoderar de él durante apenas un segundo, durante el breve periodo de tiempo hasta que escuchó la voz de la vampiresa en su cabeza.
Eltrant mantuvo su mirada fija en el manto de nubes grisáceas que se deslizaban con suavidad sobre la urbe. Estaba bastante seguro de que casi todo aquello era humo, lo que quedaba de los incendios que habían asolado la ciudad durante la noche.
Pero seguían siendo inusualmente brillante.
El exmercenario, sin moverse de dónde estaba, continuó mirando hacia el cielo y sonrió.
- Claro –
Acabó en la mansión Raymond.
Gracias a Demian sabía dónde estaba Bracknell, pero con la armadura como la tenía enfrentarse a él en aquel estado era una ridiculez. Lyn se aseguraba de repetírselo cada vez que sus instintos afloraban y Eltrant decidía que necesitaba matarle rápidamente y obligar a su cadáver a hablar.
Afortunadamente para el enemigo número uno de la sociedad las calles estaban desiertas, si bien ahora no había demasiados afectados por la flor de Nirana, sí que había varios núcleos de peleas en varias calles entre lo que parecían ser dragones de Dundarak y gentes de Beltrexus.
Como era de esperar, la entrada principal estaba bloqueada. La aporreó varias veces, con insistencia, con su puño derecho; pero nadie respondió.
Entrecerrando los ojos, Eltrant golpeó la puerta de la forma en la que Asher había dicho que lo hiciesen si, por alguna razón, tenían que identificarse en mitad de problemas. Tras varios minutos de amarga espera, el fuerte cerrojo que mantenía la entrada de la mansión firmemente cerrada se abrió.
- ¿Tale? – Kothán miró al exterior desde por la pequeña hendidura, lo único que había abierto de la puerta. Oshu no estaba muy lejos de él. - ¿Se puede saber qué te ha pasado? – Preguntó abriéndo la entrada algo más, mirando a todas partes de forma cauta, casi como si esperase que Eltrant atrajese los problemas consigo.
- ¡TALE! –
Aquella voz, aquella maldita voz.
Sin pensárselo demasiado tiró de la puerta y la cerró de nuevo dejando a los Nómadas con la palabra en la boca.
- ¡Eres bastante más difícil de matar de lo que aparentas! ¡Incluso has podido robarme…! ¡A MI! – Al final, no había tenido que ir a buscarle. Bracknell y dos de sus lacayos le habían seguido a él. - ¿Te ha hecho tu monstruito algo para que sobrevivas? – Mencionó, advirtiendo el nuevo color de pelo de Eltrant y las sombras que, con suavidad, bailaban a su alrededor.
Eltrant sonrió ante la visión que tenía frente a él y, tras desenvainar a Olvido, hizo a la espada de aire bailar entre sus manos de forma ligeramente acrobática.
El instinto de venganza, la flor de Nirana se volvía más fuerte, clamaba la vida del hombre que tenía delante de él y, incluso con Lyn en su interior, se lanzó a por él.
Las espadas entrechocaron una vez más, el sonido del metal resonó en el lugar, se unió al sinfín de sonidos de peleas que recorrían la ciudad. Con la fuerza de Lyn, con la agilidad que sus sombras le proporcionaban no le era muy difícil anteponerse a los movimientos del hombre.
Además, apenas le quedaba armadura encima.
- ¡Mírate! ¡Convertido en la marioneta de un monstruo! - Bramó el lacayo del Hombre-Muerto retrocediendo momentáneamente, sin ver la ironía que rezumaban aquellas palabras. - ¡Te estoy haciendo un favor al matarte, Tale! – Independientemente de la edad de Bracknell, este mostraba ser increíblemente veloz con su espada y capaz, no tardó en acertar varias veces con la misma.
Parecía incluso ignorar la magia que estaba usando. En cierto modo, era admirable, de ser veinte años más joven estaría en un problema.
Pero todavía no había demostrado todo lo que era capaz de hacer junto a Lyn.
Pensándolo instintivamente, Eltrant invocó un muro de sombras a su espalda y alejó al subalterno de Bracknell, el que portaba un pesado escudo con un fuerte golpe en el mismo. Después de eso creó un escudo de oscuridad en su brazo izquierdo y evitó, por muy poco, que el veterano le atravesase la cabeza como si esta fuese un melón maduro.
El espadón de Eltrant, entonces, desvió la espada de Bracknell con relativa facilidad.
[1] Habilidad de Lyn de nivel 3: Control Mental Moderado.
[2] Habilidad de Lyn de nivel 7: Simbiosis. (1 turno de 3)
¡Resumen de mi turno! :'D
- Me convierto en el Mecha de Lyn para suplir los efectos de la flor.
- Primer turno enfrentando a Bracknell con la intención de llevarlo frente a las autoridades para que los combates paren y nadie haga daño a los Buscones. (El número de extremidades que posea al final puede variar)
Era cierto que a nadie de los presentes le gustaba verles maniatados, pero era lo único que podían hacer para que sus instintos, mermados por la flor de Nirana, no saliesen a flote y se pusiesen a atacar a lo primero que viesen.
Eltrant, por otro lado, estaba encerrado en una de las tantas habitaciones de aquel almacén abandonado en el que habían optado por esconderse. Lyn, cruzada de brazos, miraba desde la entrada a dicha estancia como su amigo giraba sobre sí mismo, sin levantarse.
El nombre de Bracknell se repetía entre los gritos del castaño.
Lyn se mordió el labio inferior y jugueteó con su flequillo, oyendo, bajo la voz de Eltrant, las distantes palabras de los demás Buscones al otro lado del almacén. Si bien la ojiazul no pudo captar claramente lo que decían, la vampiresa era capaz de intuir que los ánimos no estaban precisamente altos.
Suspiró, Gardian y Gol’then se había llevado algún directo que otro por parte de Eltrant cuando lo arrastraron hasta aquella suerte de prisión y, de ninguna forma, habían podido poderle los grilletes que habían preparado para ello.
Era una suerte que Eltrant, quizás por su terquedad, no estaba perdiendo el control por completo. Lo máximo que hacía era pedir que le soltase que debía ir a matar a Bracknell y parar la guerra que reinaba en la ciudad.
Al menos por el momento, se limitaba a ser una petición bastante agresiva.
- ¡Callaos de una vez! – El exmercenario se dio un cabezazo contra la pared con cada palabra que dijo, cada cual más fuerte que el anterior.
Se golpeó lo suficiente como para tambalearse y caer sentado contra la pared contraria, murmurando cosas ahora en voz baja, ignorante a su vez el hecho de que, ahora, tenía una brecha nueva en mitad de la frente.
La vampiresa, después de presenciar eso, cerró la entrada tras de sí y se agachó frente al castaño. ¿Qué podía hacer? Los Buscones más optimistas habían afirmado que todos los problemas habrían desaparecido por la mañana, que aquella guerra a pequeña escala habría terminado.
Pero estaba muy lejos de ser así; Lo último que habían oído era que los brujos de Beltrexus y las fuerzas de Dundarak estaban enfrentándose los unos contra los otros.
Nadie sabía realmente, como actuar.
- Lyn… Lyn… - Los gritos habían cesado, y aunque sus ojos seguían igual de erráticos. – Tengo que ir… - Parecía que Eltrant había recobrado un poco su cordura. – La ciudad está… - Y lo había hecho a cabezazos, Lyn sonrió con un deje de tristeza.
Aquello era… muy Eltrant.
- Elt… - dijo la vampiresa llevando su mano derecha hasta la mejilla del castaño. – Mírame a los ojos - El hecho de que pudiese tocarle le dijo que el sol debía de estar ya alto. – Mírame… - Los ojos de Lyn, momentáneamente, se clavaron en los del castaño y adquirieron un suave tono carmesí. – Relájate – Ordenó de forma solemne, forzando a su magia a penetrar en lo más profundo de la mente del castaño. [1]
Con la conciencia debilitada por el veneno, Eltrant obedeció a su amiga.
No le gustaba hacerle eso, pero no veía otra forma de calmarle.
- ¿Lyn? – Eltrant parpadeó repetidamente, mirando a su alrededor con cuidado. – Dejadme irme. – dijo ahora de forma más coherente, sin gritos, sin amenazas: con su tono de voz usual. – Tengo que matar a Bracknell – La vampiresa suspiró y, sin apartar la mano de dónde la tenía colocada, acarició la cara del hombre.
Seguía con los instintos asesinos de la flor, pero ahora era capaz de pensar fríamente.
No sabía si eso era una mejora.
- Elt… estas herido… - Aun cuando estaba bastante… mal, Eltrant seguía contando con una energía considerable, Lyn tenía la sensación de que la flor tenía que ver con eso. Pero que no sintiese las heridas no significaba que no existiesen, su cuerpo acabaría derrumbándose si seguía así. – No tienes armadura, Olvido está… - El castaño alargó su mano y sujetó a Lyn de un hombro.
- Podemos acabar con Bracknell. – Eltrant frunció el ceño, cerrando la mano con suavidad en dónde la había colocado. – Lyanna, escúchame. – Sacudió la cabeza, tratando de centrar sus pensamientos. – Tenemos que cortarle la cabeza a la serpiente, así acabamos con esto. – dijo – Voy a parar esta masacre, como sea. – La decisión de los ojos del castaño era preocupante, lo conocía lo suficiente como para saber que no iba a detenerlo una puerta cerrada ni un veneno.
Suspiró profundamente.
- Pero… - Eltrant impidió a Lyn seguir hablando al hacer más presión en su hombro.
- Matarlo… - Parecía estar luchando consigo mismo, con sus propias ideas. – Matarlo… - Ante la atónita mirada de la ojiazul, Eltrant se propinó a sí mismo una fuerte bofetada. – Matarlo no es… necesario. – Articuló, con esfuerzo. – Pero dudo… - Se le escapó una risotada un tanto macabra - …dudo que necesite piernas para admitir lo que ha hecho. – Soltó después, incapaz de contener la ira que le consumía. – Y si lo mato por algún casual… - Volvió a agitar la cabeza. Lyn, de nuevo, miró a Eltrant a los ojos con intención de controlarle, pero este los cerró rápidamente. – Tú… hablas con los muertos. – La vampiresa se separó de su compañero momentáneamente y le lanzó una mirada incrédula. – Podemos sacarle una confesión a su cadáver si hace falta. – Eltrant sonrió, aparentemente, imaginando aquello sucediendo en aquel mismo momento.
La vampiresa se levantó por completo y analizó la expresión del castaño; no le gustaba admitirlo, pero tenía… sentido. Sentido para ser Eltrant y para estar drogado, claro. Algo le decía que, incluso si se negaba, iba a seguir con su plan igualmente.
Las voces de los demás Buscones, mientras tanto, se filtraban en la habitación.
Todos seguían igual de nerviosos.
Lyn abrió y cerró las correas de sus botas de forma intermitente, contagiada por los nervios del lugar. Aquello no era un refugio, no tardarían en darles caza y, en aquel lugar, incluso contando con Elen y Alister, morirían todos.
A lo largo de sus cien años había visto aquello muchas veces, demasiadas para cualquiera.
Si querían sobrevivir tenían que encontrar una forma de que los dos ejércitos que dominaban la ciudad comprendiesen que ellos no eran los culpables, necesitaban respuestas que, de algún modo u otro, solo podía dar Bracknell.
Jugueteó con su flequillo unos instantes.
Por supuesto, no iba a dejar que Eltrant fuese solo a pelear contra un tipo que apenas unas horas atrás le había derrotado con relativa facilidad, no cuando, además, no era más que un amasijo de instintos y sed de sangre.
Volvió a agacharse frente a él.
- Esta bien, Mortal. – Le dijo volviendo a sujetar su cara, esta vez con ambas manos, sonriendo. – Vamos a parar esto. – Agregó después, según mordía en el cuello a su acompañante.
Lyn se convirtió en una nube de humo negro, una que comenzó a revolotear alrededor del castaño. Ya había sucedido varias veces, ya conocía la sensación que le proporcionaba Lyn al “unirse” con él. [2]
Aquella vez, no obstante, no hubo dolor, no como recordaba; probablemente el néctar que recorría sus venas se encargó de aplacarlo. Fue la conciencia de Lyn, uniéndose a la suya propia, el cambio más significativo que sintió, los instintos cesaron, su necesidad de matar mermó.
Se volvió a sentir, en parte, él mismo.
Aun cuando sus ojos, ahora, eran de un brillante color azul y su color de pelo había quedado ennegrecido hasta adoptar la misma tonalidad que el Lyn.
“Vamos a darnos prisa, Mortal.”
Eltrant, apoyándose en la pared más cercana, se levantó por completo y asintió.
“No puedo estar aquí dentro eternamente.”
Salió de la habitación, momento en el que muchas miradas se centraron en su persona. Cosa que no era de extrañar, pues recordaba lo mucho que habían luchado todos para, en primer lugar, encerrarle y que no hiciese daño a nadie.
- Estoy… - Tragó saliva, miró una a uno a todos los Buscones que había en el almacén; según lo hacía, sintió como Lyn continuaba aplacando sus instintos más primarios. – Estoy mejor. – Afirmó, Elen ya le había visto así, debía de saber que acababa de hacer.
La Centinela ya había cumplido una vez con su palabra y sabía que volvería a hacerlo. Sonrió a la mujer y, tras pasar junto a Gardian, que le dio una palmada en el hombro amistosa, Eltrant bajó ambas manos hasta su cintura.
- Tengo… un plan. – dijo, tratando de buscar palabras más o menos coherentes. - Voy a atrapar a Bracknell. – Le dijo – Él es el culpable de todo esto. – Miró a los demás. – Limpiaré nuestro nombre, lo llevaré a los dragones, vivo o muerto y se terminará todo. – Aquello quedó, quizás, algo más solemne de lo que le habría gustado.
Volvió a sonreír a Elen.
“Vamos, no vas, Mortal.”
- Oh, sí. – Negó con la cabeza. – Lyn viene conmigo. – Aseguró, la vampiresa le había dicho que mientras estuviese dentro de él, podría salir al exterior, pero también le había advertido de que debía de darse mucha prisa. – Cuida de ellos. ¿Vale? – Le dijo a la peliblanca, agitándola con suavidad tras sujetarla de un hombro. – Y tú cuida de ella. – Le dijo a continuación a Alister, sin perder la sonrisa, señalando a la Centinela con el pulgar. - Confiad en mí. – dijo al final – Por una vez sé lo que hago. – Agregó al final, encaminándose a la salida.
Bracknell tenía las horas contadas.
- Eltrant. – Gardian le sujetó antes de que pudiese salir del almacén. – Si vas a buscarle… - Entrecerró los ojos. – El chaval… que dice que es tu amigo. – Eltrant enarcó una ceja. – Sí, hombre, ese así que tiene mirada de querer matar a to… -
- Ah, Demian. – dijo comprendiendo rápidamente a quien se refiera el Buscón.
¿Estaría bien? No le veía desde el comienzo de la noche, pero había supuesto que con la habilidad del brujo para pasar desapercibido no le habría sido muy difícil ocultarse o salir de la ciudad.
- Sí… creo que se llamaba así... – Gardian negó con la cabeza. – No sé cómo lo ha hecho exactamente, pero sabemos dónde está Bracknell gracias a él. – dijo entregándole a Eltrant un pequeño papel en el que había garabateado una serie de palabras.
[…]
La conciencia de Lyn vaciló dentro de su cabeza cuando Eltrant alzó la mirada hasta el firmamento. Sintió que el instinto se volvía a apoderar de él durante apenas un segundo, durante el breve periodo de tiempo hasta que escuchó la voz de la vampiresa en su cabeza.
“¿Podemos…?”
Eltrant mantuvo su mirada fija en el manto de nubes grisáceas que se deslizaban con suavidad sobre la urbe. Estaba bastante seguro de que casi todo aquello era humo, lo que quedaba de los incendios que habían asolado la ciudad durante la noche.
Pero seguían siendo inusualmente brillante.
“¿Podemos hacer esto… otra vez… más adelante?”
El exmercenario, sin moverse de dónde estaba, continuó mirando hacia el cielo y sonrió.
- Claro –
[…]
Acabó en la mansión Raymond.
Gracias a Demian sabía dónde estaba Bracknell, pero con la armadura como la tenía enfrentarse a él en aquel estado era una ridiculez. Lyn se aseguraba de repetírselo cada vez que sus instintos afloraban y Eltrant decidía que necesitaba matarle rápidamente y obligar a su cadáver a hablar.
Afortunadamente para el enemigo número uno de la sociedad las calles estaban desiertas, si bien ahora no había demasiados afectados por la flor de Nirana, sí que había varios núcleos de peleas en varias calles entre lo que parecían ser dragones de Dundarak y gentes de Beltrexus.
Como era de esperar, la entrada principal estaba bloqueada. La aporreó varias veces, con insistencia, con su puño derecho; pero nadie respondió.
“El patrón, Mortal”
Entrecerrando los ojos, Eltrant golpeó la puerta de la forma en la que Asher había dicho que lo hiciesen si, por alguna razón, tenían que identificarse en mitad de problemas. Tras varios minutos de amarga espera, el fuerte cerrojo que mantenía la entrada de la mansión firmemente cerrada se abrió.
- ¿Tale? – Kothán miró al exterior desde por la pequeña hendidura, lo único que había abierto de la puerta. Oshu no estaba muy lejos de él. - ¿Se puede saber qué te ha pasado? – Preguntó abriéndo la entrada algo más, mirando a todas partes de forma cauta, casi como si esperase que Eltrant atrajese los problemas consigo.
- ¡TALE! –
Aquella voz, aquella maldita voz.
Sin pensárselo demasiado tiró de la puerta y la cerró de nuevo dejando a los Nómadas con la palabra en la boca.
- ¡Eres bastante más difícil de matar de lo que aparentas! ¡Incluso has podido robarme…! ¡A MI! – Al final, no había tenido que ir a buscarle. Bracknell y dos de sus lacayos le habían seguido a él. - ¿Te ha hecho tu monstruito algo para que sobrevivas? – Mencionó, advirtiendo el nuevo color de pelo de Eltrant y las sombras que, con suavidad, bailaban a su alrededor.
“Lord Obviedades está hoy en racha.”
Eltrant sonrió ante la visión que tenía frente a él y, tras desenvainar a Olvido, hizo a la espada de aire bailar entre sus manos de forma ligeramente acrobática.
“¿…dónde has aprendido a hacer eso?”
El instinto de venganza, la flor de Nirana se volvía más fuerte, clamaba la vida del hombre que tenía delante de él y, incluso con Lyn en su interior, se lanzó a por él.
Las espadas entrechocaron una vez más, el sonido del metal resonó en el lugar, se unió al sinfín de sonidos de peleas que recorrían la ciudad. Con la fuerza de Lyn, con la agilidad que sus sombras le proporcionaban no le era muy difícil anteponerse a los movimientos del hombre.
Además, apenas le quedaba armadura encima.
- ¡Mírate! ¡Convertido en la marioneta de un monstruo! - Bramó el lacayo del Hombre-Muerto retrocediendo momentáneamente, sin ver la ironía que rezumaban aquellas palabras. - ¡Te estoy haciendo un favor al matarte, Tale! – Independientemente de la edad de Bracknell, este mostraba ser increíblemente veloz con su espada y capaz, no tardó en acertar varias veces con la misma.
Parecía incluso ignorar la magia que estaba usando. En cierto modo, era admirable, de ser veinte años más joven estaría en un problema.
Pero todavía no había demostrado todo lo que era capaz de hacer junto a Lyn.
“¡Detrás de ti!”
Pensándolo instintivamente, Eltrant invocó un muro de sombras a su espalda y alejó al subalterno de Bracknell, el que portaba un pesado escudo con un fuerte golpe en el mismo. Después de eso creó un escudo de oscuridad en su brazo izquierdo y evitó, por muy poco, que el veterano le atravesase la cabeza como si esta fuese un melón maduro.
“Contrataca”
El espadón de Eltrant, entonces, desvió la espada de Bracknell con relativa facilidad.
“¡Córtale el brazo de la espada!”
_________________________________________________________________
[1] Habilidad de Lyn de nivel 3: Control Mental Moderado.
[2] Habilidad de Lyn de nivel 7: Simbiosis. (1 turno de 3)
¡Resumen de mi turno! :'D
- Me convierto en el Mecha de Lyn para suplir los efectos de la flor.
- Primer turno enfrentando a Bracknell con la intención de llevarlo frente a las autoridades para que los combates paren y nadie haga daño a los Buscones. (El número de extremidades que posea al final puede variar)
Eltrant Tale
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Todo había terminado por fin, y en principio parecía que había acabado bien. O eso pensaba en aquellos momentos. No tardaron en surgir nuevas tareas por parte de esa... ese monstruo llamado Friddel. Que en realidad era mi mejor amiga del mundo, pero eso ella no lo sabía todavía. Esperaba el momento perfecto para poder declararle mi amistad. Sin duda se emocionaría, intercambiaríamos amor y pulseritas hechas a mano. No podía esperar a verla de nuevo.
En cambio, en lugar de aparecer la dragona, lo que había ante Clarice y yo eran... Diez de sus súbditos. Según mi prometida eran algunos de los que habíamos curado anteriormente. Pero me parecía raro, estos estaban impolutos, con sus armaduras y prestos al combate. No tenía nada que ver con los andrajosos esperpentos que tuvimos que curar porque fueron lo bastante estúpidos para beber veneno. No esperaba grandes cosas de ellos, pero allí estaban.
- Señorita Fawkes, nos envía Friddel para asistirlas en la misión que deben llevar a cabo. - Hizo una pequeña reverencia delante mía. Aunque soy lo suficientemente bajita como para no haber apreciado la diferencia.
- ¡Es Comandante Fawkes para usted, soldado! Espero que tenga mejores modales en el campo de batalla que los que está demostrando ahora mismo. -Crucé las manos a la espalda mientras paseaba por delante de la fila de hombres. - Nuestra misión es de crucial importancia para el imperio. Debemos acabar con Eltrant Tale, el malechor. - Hice una pausa dramática, siempre me dijeron que era lo mejor para subir la moral de las tropas. - Se dice que lo han visto comiendo bebés. Envenenando agua, aunque bueno, esto ya lo sabeis... -Carraspeé un poco al darme cuenta de que me estaba yendo por las ramas. Otra vez. - El plan es el siguiente, yo, montaré en ti -Señalo al más apuesto de los dragones. - A partir de ahora te llamaré, líder rojo.
- Soy más bien azul, comandante.
- ... Líder azul... Entonces. -Parpadeé un par de veces por la inesperada interrupción. -El caso es que queréis venganza, no solo por vuestra ciudad, por vuestras familias y amigos. No. También por vosotros. -Los señalé uno por uno. -Vosotros, que habéis sufrido los efectos de su maldad en vuestras propias carnes. Más que nadie sabéis de la perversidad de ese hombre. Debemos terminar esto, debemos hacer algo para que el desastre de Dundarak, no vuelva a repetirse. - Terminé de pasear. Tras un gesto mio los dragones comenzaron a transformarse.
Me preguntaba por qué aquellos hombres me seguían sin rechistar, no podía ser porque Friddel se lo hubiera ordenado o simplemente por agradecimiento por curarles. Tenía que ser algo más. Tal vez todavía siguiesen sedientos de sangre, pero esta vez no por ningún tipo de veneno... O si, pero uno llamado venganza. Podía aprovecharme de eso. Me monté en Líder Azul, a mis lados, Rojo uno y Azul uno. Denominados así por sus colores, parecía que les sentaba mal de otra forma.
- Señores, nuestra misión será calcinar la ciudad hasta los cimientos.
- ¿Qué? ¡No vamos a hacer algo así, hay gente inocente y esta es nuestra ciudad! -El dragón intentó tirarme de su espalda.
- Claro que sí. Míralo de este modo. Observa la ciudad, ya está casi en sus cimientos, ahora mismo los aliados de Eltrant Tale están escondidos como ratas, entre los deshechos y las alcantarillas. -Hago una pequeña pausa. - La ciudad ya está en ruinas, prácticamente y necesita reconstrucción. En cambio, si dejamos a los insectos ayudantes de Tale pululando por sus calles, quien sabe cuándo volverá a suceder algo así. Esta amenaza no puede quedar sin su apropiado castigo. Un montón de piedras es un sacrificio nimio comparado con las vidas que se han perdido aquí.
Los dragones se quedaron callados, indecisos y pensando en mis palabras. Era hora de poner la pequeña guinda final al pastel.
- Ahora bien, si quereis quedaros de brazos cruzados mientras todo arde y vuestros conocidos se matan entre ellos, es cosa vuestra. Podemos quedarnos comiendo galletas en aquella esquina con Clarice y Leónidas. -Señalé a mis dos amigas con el dedo mientras la caballero dragón se atraganta con una galleta por la repentina mirada de los soldados.
Tras unos instantes de titubeos y miradas entre ellos, Líder Azul volvió a hablar.
- Cuenta con nosotros.
Sin más que decir, despegamos del suelo. Un pequeño escuadrón volador de diez dragones. Desde el suelo debía ser una imagen bastante imponente. Le di unos toquecitos en el costado izquierdo a Líder Azul. Comenzaríamos nuestra destrucción ígnea desde el Sur de la ciudad, haríamos varias pasadas hasta diezmar todos los edificios y derrumbar todas las estructuras.
- Antes de irnos... Derribad la torre.
El calor de las llamas me subió desde los pies hasta la cabeza. No esperaba tanta potencia. Pero aún así, podía disfrutar de la destrucción. Lo único que esperaba es que Leónidas pusiera a salvo a Clarice.
------En cambio, en lugar de aparecer la dragona, lo que había ante Clarice y yo eran... Diez de sus súbditos. Según mi prometida eran algunos de los que habíamos curado anteriormente. Pero me parecía raro, estos estaban impolutos, con sus armaduras y prestos al combate. No tenía nada que ver con los andrajosos esperpentos que tuvimos que curar porque fueron lo bastante estúpidos para beber veneno. No esperaba grandes cosas de ellos, pero allí estaban.
- Señorita Fawkes, nos envía Friddel para asistirlas en la misión que deben llevar a cabo. - Hizo una pequeña reverencia delante mía. Aunque soy lo suficientemente bajita como para no haber apreciado la diferencia.
- ¡Es Comandante Fawkes para usted, soldado! Espero que tenga mejores modales en el campo de batalla que los que está demostrando ahora mismo. -Crucé las manos a la espalda mientras paseaba por delante de la fila de hombres. - Nuestra misión es de crucial importancia para el imperio. Debemos acabar con Eltrant Tale, el malechor. - Hice una pausa dramática, siempre me dijeron que era lo mejor para subir la moral de las tropas. - Se dice que lo han visto comiendo bebés. Envenenando agua, aunque bueno, esto ya lo sabeis... -Carraspeé un poco al darme cuenta de que me estaba yendo por las ramas. Otra vez. - El plan es el siguiente, yo, montaré en ti -Señalo al más apuesto de los dragones. - A partir de ahora te llamaré, líder rojo.
- Soy más bien azul, comandante.
- ... Líder azul... Entonces. -Parpadeé un par de veces por la inesperada interrupción. -El caso es que queréis venganza, no solo por vuestra ciudad, por vuestras familias y amigos. No. También por vosotros. -Los señalé uno por uno. -Vosotros, que habéis sufrido los efectos de su maldad en vuestras propias carnes. Más que nadie sabéis de la perversidad de ese hombre. Debemos terminar esto, debemos hacer algo para que el desastre de Dundarak, no vuelva a repetirse. - Terminé de pasear. Tras un gesto mio los dragones comenzaron a transformarse.
Me preguntaba por qué aquellos hombres me seguían sin rechistar, no podía ser porque Friddel se lo hubiera ordenado o simplemente por agradecimiento por curarles. Tenía que ser algo más. Tal vez todavía siguiesen sedientos de sangre, pero esta vez no por ningún tipo de veneno... O si, pero uno llamado venganza. Podía aprovecharme de eso. Me monté en Líder Azul, a mis lados, Rojo uno y Azul uno. Denominados así por sus colores, parecía que les sentaba mal de otra forma.
- Señores, nuestra misión será calcinar la ciudad hasta los cimientos.
- ¿Qué? ¡No vamos a hacer algo así, hay gente inocente y esta es nuestra ciudad! -El dragón intentó tirarme de su espalda.
- Claro que sí. Míralo de este modo. Observa la ciudad, ya está casi en sus cimientos, ahora mismo los aliados de Eltrant Tale están escondidos como ratas, entre los deshechos y las alcantarillas. -Hago una pequeña pausa. - La ciudad ya está en ruinas, prácticamente y necesita reconstrucción. En cambio, si dejamos a los insectos ayudantes de Tale pululando por sus calles, quien sabe cuándo volverá a suceder algo así. Esta amenaza no puede quedar sin su apropiado castigo. Un montón de piedras es un sacrificio nimio comparado con las vidas que se han perdido aquí.
Los dragones se quedaron callados, indecisos y pensando en mis palabras. Era hora de poner la pequeña guinda final al pastel.
- Ahora bien, si quereis quedaros de brazos cruzados mientras todo arde y vuestros conocidos se matan entre ellos, es cosa vuestra. Podemos quedarnos comiendo galletas en aquella esquina con Clarice y Leónidas. -Señalé a mis dos amigas con el dedo mientras la caballero dragón se atraganta con una galleta por la repentina mirada de los soldados.
Tras unos instantes de titubeos y miradas entre ellos, Líder Azul volvió a hablar.
- Cuenta con nosotros.
Sin más que decir, despegamos del suelo. Un pequeño escuadrón volador de diez dragones. Desde el suelo debía ser una imagen bastante imponente. Le di unos toquecitos en el costado izquierdo a Líder Azul. Comenzaríamos nuestra destrucción ígnea desde el Sur de la ciudad, haríamos varias pasadas hasta diezmar todos los edificios y derrumbar todas las estructuras.
- Antes de irnos... Derribad la torre.
El calor de las llamas me subió desde los pies hasta la cabeza. No esperaba tanta potencia. Pero aún así, podía disfrutar de la destrucción. Lo único que esperaba es que Leónidas pusiera a salvo a Clarice.
Resumen del turno: Convencidos dragones. Comenzada destrucción. Jeannie Fawkes, out.
Irinnil Fawkes
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Tras el relativamente sencillo rescate de Ohm y Toriel, la de cabellos cenicientos tuvo que enfrentarse a otra dificultad, tres de los Buscones habían sido infectados por el vampiro y actuaban por puro instinto, deseando lanzarse al combate y complicándoles la tarea de pasar desapercibidos. - Kano, Gol’then, haced que se callen o nos delatarán. - pidió Elen, mientras se acercaba Valeska para ocuparse de ella. No era de su agrado tratarlos casi como prisioneros pero si dejaba que revelasen la posición del grupo estarían en serios problemas.
Ya con la situación bajo control, la señora de sombras utilizó su desarrollado olfato para seguir el rastro de Eltrant y Lyn hasta un apartado almacén, donde finalmente se reencontraron con ambos, aunque ninguno de los dos se encontraba en las mejores condiciones para seguir adelante. El mercenario estaba herido y también había sido infectado con el veneno, mientras su compañera seguía luchando con aquella incorporeidad que la asemejaba a un espíritu y limitaba sus acciones.
- Atadles las manos y que no hagan ruido. - ordenó, señalando a Hont, Menelwie y a la propia Valeska, pero era por su propio bien. Kano se ocupó de sus amigos, mientras Gardian y Gol’then lidiaban con el alterado guerrero, cosa que no resultó nada fácil y por la que recibieron más de un golpe. - ¿Y ahora qué haremos? No contábamos con esto. - musitó la centinela, viendo como las fuerzas de su bando mermaban a causa de la Nirana. - Necesitamos que Eltrant reaccione pero por lo que tengo entendido acerca del veneno pasarán horas antes de que deje de hacerle efecto. - respondió Ohm desde un rincón de la sala, donde se mantenía sentado junto a Toriel.
¿Habría algún antídoto que pudiese elaborar para ellos? Probablemente, pero tardaría mucho en estudiar los ingredientes que habían provocado aquello y buscar la fórmula opuesta, a lo que había que sumar que no llevaba consigo equipo de alquimia, solo algunas botellas con remedios ya preparados. Ese pensamiento le dio una idea, arriesgada sí, pero que podría facilitarles el traslado cuando tuviesen que abandonar el almacén, lugar poco práctico para defender en caso de ataque.
Sin decir nada, la otrora hechicera extrajo de su bolsa un recipiente que había marcado con un cordel dorado, lo abrió y se acercó a los Buscones para obligarles a dar un trago de la infusión de Inhibis, que debería ser suficiente para calmar sus ánimos, aunque solo fuese un poco. - Esto debería tranquilizarlos, iré a ver si puedo dárselo a Eltrant también. - indicó, pero para cuando llegó a la habitación en que retenían al mercenario Lyn ya se estaba encargando de él.
Con la espalda apoyada en la pared del pasillo, Elen escuchó la conversación que mantenían, convencida de que si Tale abandonaba el edificio para ir a por Bracknell Lyn lo acompañaría, no se equivocaba. Minutos más tarde, el espadachín abandonó la que había sido su celda y se presentó ante el resto, pero técnicamente no era él, la vampiresa también estaba presente, no hacía falta más que mirar sus negros cabellos y el vibrante tono azul de sus ojos para saber que se habían fusionado.
Aquello no era nuevo para la centinela, ya lo había visto antes y en cierto modo la tranquilizaba que la morena pudiese calmar sus ansias de luchar desde dentro.
El plan era simple, atrapar a Bracknell y llevarlo ante los dragones para dejar al descubierto sus crímenes y limpiar de ese modo tanto el nombre del guerrero como la reputación de los Buscones. - Tened cuidado, pronto saldrá el sol y no podré ayudaros. - replicó Elen al escuchar las palabras de Tale. Por suerte tenían una pista que seguir, una que los conduciría directamente hacia su objetivo gracias al aviso de un aliado, ya solo podían confiar en que aquello funcionase y terminase de una vez por todas.
- Bien, nosotros también tenemos que movernos y rápido, este lugar no es seguro, necesitamos un refugio mejor. - soltó en cuanto sus amigos se marcharon, apremiando al resto para que se pusiesen en marcha antes de que la luz del día la dejase encerrada entre aquellas cuatro paredes. - Conozco un sitio, no está lejos y su estructura es mucho más resistente. - intervino Alister, tomando la iniciativa de inmediato. Nadie se opuso al cambio, así que sin perder ni un instante, todo el grupo se preparó y abandonó el almacén para regresar a las destrozadas callejuelas de Dundarak.
El trayecto fue corto, tal como había indicado el norteño, y nada más echar una ojeada al edificio en cuestión supieron que habían hecho bien en ir hasta allí, sus gruesos muros de piedra los protegerían, pero no solo eso, aquel lugar tenía mucho que ofrecerles. - Entrad, deprisa, tenemos que cerrar la puerta y sellar las ventanas. - instó el dragón, preocupado por la seguridad de su amada. Los muebles del salón se convirtieron al instante en barricadas y tablones para tapiar las entradas de luz, pero aquel piso no era el más interesante de la construcción.
- Este lugar se construyó como refugio para catástrofes, bajo el suelo hay un sótano reforzado y si no recuerdo mal, también tiene un túnel de escape. - explicó, mientras caminaba por la estancia hasta dar con la puerta que daba al subsuelo. - Kano, Gardian, llevaos a los infectados y a Toriel e Inga, Ohm y Gol’then se quedarán con nosotros aquí arriba por si acaso. - dijo Elen, que ya empezaba a sentirse algo inútil por culpa del sol, no podría salir ni exponerse hasta que atardeciese.
Sin más que hacer aparte de esperar, la señora de sombras tomó asiento en una de las sillas que habían quedado intactas y echó mano a su cinturón para reponer fuerzas con uno de los frasquitos de sangre que traía preparados. Si las cosas se ponían feas no podría hacer demasiado, como mucho daría tiempo al resto para que huyesen por el túnel, y quien se atreviese a entrar sufriría no solo su ira y la del alado, también la de las almas del medallón, que seguían sedientas de sangre.
¿Qué pasaría? ¿lograrían Eltrant y Lyn su objetivo? La incertidumbre era odiosa, más sabiendo que a escasos metros tenía un objeto capaz de mostrarle las distintas posibilidades, aunque solo fuesen eso, posibilidades. Pensar en la copa hizo que abandonase la silla para bajar al sótano, y con disimulo, se acercó a Valeska para arrebatarle el artefacto, aprovechando que el Inhibis había surtido efecto en la muchacha y parecía mucho más tranquila. No pensaba usarlo, solo quería tenerlo a buen recaudo y mientras el veneno de Nirana corriese por las venas de la embarazada, dejarla en sus manos no parecía la mejor idea.
Ya con el caliz en su bolsa, donde podría protegerlo mucho mejor, la criatura de la noche regresó al salón y se acomodó junto al cazador, apoyando la cabeza sobre su hombro y dejando que la rodease con uno de los brazos por la espalda. - Todo saldrá bien, estamos lejos del centro de la ciudad y del conflicto. - susurró Alister para darle ánimos, consciente de lo incómoda que se sentía cuando no podía hacer nada a causa de sus limitaciones raciales. - Eso espero. - contestó la benjamina de los Calhoun, quien habría preferido mil veces estar en mitad de la batalla a esconderse.
Off: Resumen del post
- Nos despedimos de Eltrant y Lyn
- Elen usa una infusión de Inhibis para calmar a los infectados
- Alister guía al grupo hasta un refugio seguro antes de que salga el sol
- Elen se hace con la copa de clarividencia para mantenerla a salvo
Ya con la situación bajo control, la señora de sombras utilizó su desarrollado olfato para seguir el rastro de Eltrant y Lyn hasta un apartado almacén, donde finalmente se reencontraron con ambos, aunque ninguno de los dos se encontraba en las mejores condiciones para seguir adelante. El mercenario estaba herido y también había sido infectado con el veneno, mientras su compañera seguía luchando con aquella incorporeidad que la asemejaba a un espíritu y limitaba sus acciones.
- Atadles las manos y que no hagan ruido. - ordenó, señalando a Hont, Menelwie y a la propia Valeska, pero era por su propio bien. Kano se ocupó de sus amigos, mientras Gardian y Gol’then lidiaban con el alterado guerrero, cosa que no resultó nada fácil y por la que recibieron más de un golpe. - ¿Y ahora qué haremos? No contábamos con esto. - musitó la centinela, viendo como las fuerzas de su bando mermaban a causa de la Nirana. - Necesitamos que Eltrant reaccione pero por lo que tengo entendido acerca del veneno pasarán horas antes de que deje de hacerle efecto. - respondió Ohm desde un rincón de la sala, donde se mantenía sentado junto a Toriel.
¿Habría algún antídoto que pudiese elaborar para ellos? Probablemente, pero tardaría mucho en estudiar los ingredientes que habían provocado aquello y buscar la fórmula opuesta, a lo que había que sumar que no llevaba consigo equipo de alquimia, solo algunas botellas con remedios ya preparados. Ese pensamiento le dio una idea, arriesgada sí, pero que podría facilitarles el traslado cuando tuviesen que abandonar el almacén, lugar poco práctico para defender en caso de ataque.
Sin decir nada, la otrora hechicera extrajo de su bolsa un recipiente que había marcado con un cordel dorado, lo abrió y se acercó a los Buscones para obligarles a dar un trago de la infusión de Inhibis, que debería ser suficiente para calmar sus ánimos, aunque solo fuese un poco. - Esto debería tranquilizarlos, iré a ver si puedo dárselo a Eltrant también. - indicó, pero para cuando llegó a la habitación en que retenían al mercenario Lyn ya se estaba encargando de él.
Con la espalda apoyada en la pared del pasillo, Elen escuchó la conversación que mantenían, convencida de que si Tale abandonaba el edificio para ir a por Bracknell Lyn lo acompañaría, no se equivocaba. Minutos más tarde, el espadachín abandonó la que había sido su celda y se presentó ante el resto, pero técnicamente no era él, la vampiresa también estaba presente, no hacía falta más que mirar sus negros cabellos y el vibrante tono azul de sus ojos para saber que se habían fusionado.
Aquello no era nuevo para la centinela, ya lo había visto antes y en cierto modo la tranquilizaba que la morena pudiese calmar sus ansias de luchar desde dentro.
El plan era simple, atrapar a Bracknell y llevarlo ante los dragones para dejar al descubierto sus crímenes y limpiar de ese modo tanto el nombre del guerrero como la reputación de los Buscones. - Tened cuidado, pronto saldrá el sol y no podré ayudaros. - replicó Elen al escuchar las palabras de Tale. Por suerte tenían una pista que seguir, una que los conduciría directamente hacia su objetivo gracias al aviso de un aliado, ya solo podían confiar en que aquello funcionase y terminase de una vez por todas.
- Bien, nosotros también tenemos que movernos y rápido, este lugar no es seguro, necesitamos un refugio mejor. - soltó en cuanto sus amigos se marcharon, apremiando al resto para que se pusiesen en marcha antes de que la luz del día la dejase encerrada entre aquellas cuatro paredes. - Conozco un sitio, no está lejos y su estructura es mucho más resistente. - intervino Alister, tomando la iniciativa de inmediato. Nadie se opuso al cambio, así que sin perder ni un instante, todo el grupo se preparó y abandonó el almacén para regresar a las destrozadas callejuelas de Dundarak.
El trayecto fue corto, tal como había indicado el norteño, y nada más echar una ojeada al edificio en cuestión supieron que habían hecho bien en ir hasta allí, sus gruesos muros de piedra los protegerían, pero no solo eso, aquel lugar tenía mucho que ofrecerles. - Entrad, deprisa, tenemos que cerrar la puerta y sellar las ventanas. - instó el dragón, preocupado por la seguridad de su amada. Los muebles del salón se convirtieron al instante en barricadas y tablones para tapiar las entradas de luz, pero aquel piso no era el más interesante de la construcción.
- Este lugar se construyó como refugio para catástrofes, bajo el suelo hay un sótano reforzado y si no recuerdo mal, también tiene un túnel de escape. - explicó, mientras caminaba por la estancia hasta dar con la puerta que daba al subsuelo. - Kano, Gardian, llevaos a los infectados y a Toriel e Inga, Ohm y Gol’then se quedarán con nosotros aquí arriba por si acaso. - dijo Elen, que ya empezaba a sentirse algo inútil por culpa del sol, no podría salir ni exponerse hasta que atardeciese.
Sin más que hacer aparte de esperar, la señora de sombras tomó asiento en una de las sillas que habían quedado intactas y echó mano a su cinturón para reponer fuerzas con uno de los frasquitos de sangre que traía preparados. Si las cosas se ponían feas no podría hacer demasiado, como mucho daría tiempo al resto para que huyesen por el túnel, y quien se atreviese a entrar sufriría no solo su ira y la del alado, también la de las almas del medallón, que seguían sedientas de sangre.
¿Qué pasaría? ¿lograrían Eltrant y Lyn su objetivo? La incertidumbre era odiosa, más sabiendo que a escasos metros tenía un objeto capaz de mostrarle las distintas posibilidades, aunque solo fuesen eso, posibilidades. Pensar en la copa hizo que abandonase la silla para bajar al sótano, y con disimulo, se acercó a Valeska para arrebatarle el artefacto, aprovechando que el Inhibis había surtido efecto en la muchacha y parecía mucho más tranquila. No pensaba usarlo, solo quería tenerlo a buen recaudo y mientras el veneno de Nirana corriese por las venas de la embarazada, dejarla en sus manos no parecía la mejor idea.
Ya con el caliz en su bolsa, donde podría protegerlo mucho mejor, la criatura de la noche regresó al salón y se acomodó junto al cazador, apoyando la cabeza sobre su hombro y dejando que la rodease con uno de los brazos por la espalda. - Todo saldrá bien, estamos lejos del centro de la ciudad y del conflicto. - susurró Alister para darle ánimos, consciente de lo incómoda que se sentía cuando no podía hacer nada a causa de sus limitaciones raciales. - Eso espero. - contestó la benjamina de los Calhoun, quien habría preferido mil veces estar en mitad de la batalla a esconderse.
Off: Resumen del post
- Nos despedimos de Eltrant y Lyn
- Elen usa una infusión de Inhibis para calmar a los infectados
- Alister guía al grupo hasta un refugio seguro antes de que salga el sol
- Elen se hace con la copa de clarividencia para mantenerla a salvo
Elen Calhoun
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
30 minutos antes...
La figura de Bracknell escabulléndose entre las calles, como una sombra o un animal que sabe que está en problemas, casi podía confundirse con la de tantos otros que buscaban algo de seguridad entre todo el caos.
No para Demian.
El chico le llevaba la pista al sujeto con una cautela que le costaba controlar. No es que hubiera sufrido los extraños efectos de esa agua, sino simplemente el hecho de que sabía que aquel hombre era el causante de básicamente todos los problemas de ese momento, para él, mas sobre todo para su amigo Eltrant. Per un asesino de la Daga Negra sabe esperar el momento correcto. O al menos eso siempre decía su maestro.
Bracknell se había detenido. Demian no estaba seguro del por qué, pero al menos era un buen momento para tomar decisiones tácticas. Se escondió en un callejón.
Sabía que el refugio de los Buscones no estaba lejos, por tanto era su mejor oportunidad. Se sentó en el suelo y cerró sus ojos. No podía tomarse mucho tiempo en ello, así que fue directo al grano.
El Éter respondió a su llamado sin falta. Lo que intentaba hacer era sencillo, algo que había hecho ya numerosas veces, sólo se trataba de transmitir un mensaje. No se concentró en alguien en particular, sino en el refugio de los Buscones. En su interior esperaba que hubiera alguien para recibir el mensaje.
* * *
Ahora...
Un grupo de brujos y dragones discutía acaloradamente. Era evidente que habían llegado a atacarse, había heridos en ambos lados, pero de momento parecían tener una pequeña tregua. Daba la impresión de que no iba a durar mucho.
Las insultos y acusaciones iban y venían, convirtiéndose en una especie de barrera de ruido el siquiera acercarse. Y todos sabemos cuánto Demian odia el ruido de la gente.
No había tenido tiempo de seguir a Bracknell hasta el final. Sabía que la situación iba empeorando y que las perspectivas no sólo para Eltrant, sino incluso para la vida de dos pueblos, el de Dundarak y los Brujos, estaba en juego. Debía hacer algo.
Un león fue lo que cambió el escenario. No era un león cualquiera, sino que medía unos tres metros de alto y su rugido… oh, su rugido era aterrador, como si resonara en el corazón de cada uno de los presentes.
La sorpresa detuvo en seco las palabras y hubo quienes se prepararon para el ataque, otros simplemente retrocedieron y otros tantos ni siquiera sabían realmente qué hacer y se encontraban aún tratando de procesar lo que veían sus ojos. Tan pronto como el león había aparecido, desapareció. En su lugar sólo quedaba un chico, apenas un púber.
Demian miró a su alrededor aprovechando la impresión que había causado su ilusión. Sabía que no duraría para siempre, así que debía aprovechar cada segundo para establecer una posición de autoridad. No era fácil, considerando su tamaño, pero su tiempo al mando de los refugiados de Ámbar le habían enseñado una cosa o dos sobre el manejo de este tipo de situaciones.
–¡NO! –gritó, aunque había algo especial en su voz. No era su voz de siempre, sino que estaba amplificada (y con su tartamudez convenientemente cubierta) por medio de su magia ilusoria.
Sus piernas luchaban por mantenerse firmes, mientras las miradas se depositaban en él.
–No es así como terminará esto –continuó con firmeza. De alguna manera parecía más alto, o quizás sólo era el contexto que causaba tal impresión–, no pueden ponerse a pelear cuando un mal verdadero está entre nosotros.
Algunos lo miraron dando algo de crédito a sus palabras. Otros estaban claramente escépticos e incluso había quienes simplemente parecían querer sacarla a un lado de un empujón y continuar con sus asuntos. No iba a ser fácil.
–Esto es lo que en verdad ha pasado –añadió el chico estirando su mano.
En una pared cercana apareció una imagen. En ella se veía claramente a Bracknell realizando su truco explosivo. Algunos podían reconocer su propia figura en el fondo de la ilusión y sus comportamientos coincidían a la perfección con lo que habían hecho.
–¿Cómo sabemos que no es un sucio truco de los brujos? –preguntó uno de los presentes.
–Porque somos amigos, querido –dijo una mujer de aspecto mayor, sin llegar a ser plenamente anciana, al tiempo que deslizaba una mano bondadosa por la mejilla derecha de Demian.
La maestra Adda Lovelace parecía ser respetada por los brujos presentes, quienes le hicieron espacio para que pudiera expresarse.
–La amistad que une a nuestros pueblos es tan antigua como las leyendas. Ambas razas tenemos afinidad por los elementos, conocemos la importancia de la armonía del Éter y recibimos dones de los dragones antiguos. No sólo eso, sino que tenemos historia de ayudarnos mutuamente. Beltrexus no tiene hostilidades con Dundarak.
Demian se paró a su lado y su ilusión se enfocó en el rostro de Bracknell. El semblante de la bruja irradiaba un aire bondadoso que hacía difícil ver mala intención en ella.
–Él es el verdadero c-culpable, él es quien ha causado todos estos problemas y d-debe ser enjuiciado. –dijo con su voz normal.
Las voces murmurando eran buena señal, o al menos eso le decía su experiencia al frente de los refugiados de Ámbar. Significaba que al menos había debate. A pesar de todo, era claro que no había un consenso y que las hostilidades podían retornar en cualquier minuto.
Otras voces sonaron más fuerte.
“¡La ciudad, queman la ciudad!” Se oyó un grito a la distancia.
–Apuesto a que es ese maldito de Eltrant –exclamó un dragón.
Demian tuvo intenciones de contestar, de decirle que se iba a tener que tragar sus palabras envueltas en un rollo hecho de la piel de su trasero, pero se contuvo. No iba a ayudar a su causa que le vieran atacar, aunque fuera verbalmente, a uno de los locales. Por otro lado, aquella situación, dentro de lo horrible que era, le presentaba una enorme oportunidad.
–Maestra Adda, si ayudamos puede que…
–No tienes que decirlo, amor –contestó ella con su mejor sonrisa de abuela querendona–, tampoco es como si fuéramos a quedarnos de brazos cruzados.
Demian asintió con una sonrisa, aunque ésta no duró demasiado.
* * *
10 minutos después…
El corazón de Demian estaba acelerado y no era a causa del posible combate, ni siquiera era por temor a las consecuencias que se avecinaban o a un posible juicio sobre su amigo Eltrant. No. Su temor era más visceral, privado, interno y difícil de discernir.
Querostraza.
Las circunstancias del destino convergían misteriosamente para situarle en un escenario muy parecido a lo que había pasado en Lunargenta. De ese encuentro aún tenía pesadillas y no era para menos. No recordaba algún otro momento de su vida en que hubiera estado tan cerca de la muerte.
El tiempo le había permitido sanar su alma y poco a poco había recuperado la confianza perdida, pero verse allí, realizando las mismas maniobras que antes hubiera hecho con Querostraza, los mismos preparativos, dispuesto a correr el mismo riesgo… todo ello le aterraba.
Sacó los brazos de las mangas de su camisa y amarró en ellas sus dagas, tal como hubiera hecho ese fatídico día, generando así un arnés improvisado. La experiencia le decía que, aunque efectivo, aquello no le garantizaba que no acabara cayendo y ahora no había un océano para recibirlo.
–No los ataquen a m-m-menos que sea completamente necesario –dijo el chico con un aire de mando que había ido aprendiendo a tener en las últimas semanas–, no queremos que los dragones piensen que est-t-amos en guerra –dijo a las fuerzas de Beltexus.
Adda Lovelace dio su aprobación.
–Proteged la ciudad como prioridad número uno. Usad vuestra magia como escudo, proteged a los ciudadanos, traed a los heridos conmigo, pero ¡por ningún motivo hagáis correr sangre!
Demian se asomó al borde. Estaba en una de las torres más altas de la ciudad y ya sólo esa imagen le causaba terror. Habían decidido que allí es donde tendrían las mejores posibilidades. Todo parecía tan pequeño desde allí…
–Es el momento, allí vienen –indicó un joven brujo de rostro casi infantil en comparación al resto de su cuerpo.
Demian saltó.
Esos breves segundos fueron eternos. Le costaba respirar por la presión del aire y en un instante pensó que se iba a desmayar, pero concentró su Éter como pudo. Confió en el vacío y cerró sus ojos.
Y el vacío respondió.
Al abrir sus ojos, se encontraba sobre el lomo de la bestia que parecía liderar el grupo. Su magia de teletransportación se mostraba más confiable a cada día. Iba allí montada también una joven.(1)
Demian se apresuró a incrustar las dagas entre las escamas del dragón, aquellas que estaban amarradas en las mangas sueltas de su camisa. No lo hizo con intención de hacer daño, sino simplemente de afirmarse para no caer. Hizo su mejor esfuerzo para no causar sangrado.
–¡Detén esta locura! –gritó.
Demian se aferró a su lugar, intentando quedar lo más firme posible. Puso sus ilusiones a trabajar de inmediato, generando el aspecto de lo que se asemejaban a escamas de dragón en su espalda. El camuflaje sería inútil contra la persona que estaba frente a él, ya que sólo funcionaba como una capa.
–¡¿No ves que todo esto es obra de alguien que intenta m-m-manipular los eventos para sus fines?! –gritó, mezclando su intento por ser oído a pesar del viento con el miedo que le implicaba repetir el escenario de Querostraza.
El chico se concentró en la elfa y dejó que se desataran sus recuerdos, transmitiendo la imagen de Bracknell lanzando las explosiones y escabulléndose en la oscuridad. No se trataba de una ilusión destinada a impedirle percibir su entorno, ni para causarle problemas, sino para traspasar información.
–Detengamos esta locura antes de que mueran más inocentes –dijo casi suplicante.
Estaba atento a lo que pasaba alrededor suyo. Intentaba solucionar las cosas de una manera pacífica, evitar un derramamiento innecesario de sangre, pero estaba dispuesto a luchar ante la mínima señal de hostilidad.
Más abajo un grupo de brujos generaba escudos de agua y piedra sobre los lugares a los que pareciera ser que un dragon fuese a atacar.
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(1) Demian ha usado su Paso del Espectro para teletransportarse a los lomos del dragón.
(*) El turno de Demian se puede resumir en que ha pasado información a los Buscones para darles la ubicación de Bracknell y luego ha vuelto al lugar del conflicto entre Brujos y Dragones. Intenta convencer a éstos de que no deben pelear y de la culpabilidad de Bracknell, pero entonces llegan las noticias de la destrucción causada por los dragones de Jeannie y acude para intentar detenerla. Se sube al dragón que ella monta con su Paso del Espectro y ahora intenta convencerla de detener lo que está pasando.
Demian
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
-No podemos esperar más.- advertí. Teníamos que volver a Dundarak, y de forma urgente. Pero Balmayel aún no aparecía. Ni los leónicos ni los otros Nómadas le habían visto desde que salimos de Ciudad Lagarto. Habíamos esperado que volviese al punto de encuentro, pero no había ni rastro de él.
Syl terminó de vendar la herida de mi brazo. [1] No tardaría en curarse, gracias a la medicina que tantas veces había cerrado mis heridas. Me quedé sentado, aún pensativo. Los leónicos no habían tenido bajas considerables, y se habían ofrecido a ayudar. Eran buenos soldados. Finalmente, fue Irirgo quien habló.
-Id sin mi. Trataré de sobrevolar la zona, para ver si lo encuentro.- sugirió. Me pregunté si tan sólo era eso. Quizás no querría volver a Dundarak aún.
-Ten cuidado.- dije, asintiendo. Me preparé. Era probable que hubiese problemas al apenas llegar, según lo que explicó Vardagen. -Acercaos.- Los leónicos, Syl, y el hombre búho se cerraron en círculo. Tras levantarme, comencé a leer la página del libro que había preparado. Las runas se iluminaron con mi voz y una luz nos envolvió a todos.
[. . .]
La habitación estaba oscura. Decenas de olores distintos me asaltaron a la vez. La desorientación se manifestó al instante. Estabamos en Dundarak, en el sótano de la mansión de Irirgo. El círculo rúnico había funcionado bien, por fortuna.
-Sentaos si lo necesitais.- dije, adelantándome. -La armadura de tu hermano está en el segundo piso.- añadí. El hombre ave parecía estar más familiarizado con ese método de transporte. -Nos vemos fuera.- dije, ascendiendo por las escaleras.
No tardé en encontrarme con Kothán y Oshu. El zorro me miraba a mi, mientras que el guerrero tenía la mirada clavada en la puerta.
-Que dramáticamente oportuno.- dijo. -Tale está fuera. Peleando contra alguien, creo.- Fruncí el ceño. ¿Cuanto había sido? ¿Dos semanas que estaba fuera? Dos semanas y pasaba aquello. Me dirigí hacia la puerta. -Te echábamos de menos.-
-Oshu. Tenemos leónicos en el sótano. Están a tu cargo.- avisé, poniéndole una mano en el hombro al hombre perro. Me miró, visiblemente confundido, pero acabó haciéndome caso.
Tomé aire.
[. . .]
Abrí la puerta de una patada. Efectivamente, Eltrant estaba allí, rodeado por dos hombres. Reconocía a uno de ellos. Bracknell. La energía de la corona me rodeó en aquel breve instante. [2] Todo mi cuerpo se tensó. Las runas de mis piernas me llevaron a la espalda de aquel lacayo del Hombre Muerto. [3]
-Fuera de mi territorio.-
Mi pierna impactó contra su costado, lanzando al duelista desprevenido por el suelo de la calle. Si el impulso del artefacto no hubiese potenciado mi ataque, quizás me habría dolido. No iba a parar ahí. Ignorando a Eltrant, me lancé hacia el guerrero del escudo, invocando a Brillo a mitad del ataque para atravesar su armadura.
La magia de la Corona Astada se agotó en ese momento. Y, aunque el tipo del escudo no se levantaría de nuevo, Bracknell era más duro de lo que parecía.
-No sabes lo bien que sienta eso.- sonreí, poniéndome en posición. -Hola, Elt.-
-Daregan. Intenté convencerte.- El veterano escupió sangre al suelo. Tenía sed de sangre en su mirada. Y a decir verdad, Eltrant también parecía un poco fuera de sí. -Deberías haber escuchado. Tu también morirás aquí.-
Se lanzó a la carga. Primero fue contra mí. Ambas espadas entrechocaron. El tipo era más fuerte de lo que pensaba, y eso consiguió desequilibrarme. Retrocedí de un paso. El viejo no pudo seguir su asalto: Eltrant aprovechó aquello para atacar. Tras recobrar la compostura, rodeé a Bracknell. Si le flanqueábamos, no tendría ninguna oportunidad.
El chillido de un ave sobre mi cabeza me interrumpió. Un águila con garras metálicas se lanzaba hacia mi. Sin embargo, algo la interceptó. Un virote. Syl recargó, y centró su atención en otra parte.
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El arbalista buscó su siguiente objetivo con la mirada. Vardagen estaba a su lado, enfundado en la armadura de Hibou. Él no luchaba. Solo oía. Los pájaros se habían alejado de esa zona, excepto por unos pocos. Aquellos no cantaban, sino que daban gritos de guerra antes de lanzarse sobre sus presas.
Le explicó al hombre gato que estaban amaestradas. Si encontraba a quien les daba órdenes, dejarían de luchar por el instigador.
La capucha de Syl le facilitó la tarea. La escasa luz también lo hacía más simple. Veía las aves, y veía las siluetas de aquellos cercanos. Familias asustadas. Asher, Eltrant, y Bracknell. Los leónicos, Oshu y Kothán. Y alguien más.
-Se acercan guardias desde abajo. Avisa a los leónicos.- dijo Syl, señalando una dirección. El búho cooperó, y los guerreros no tardaron en salir de la mansión. Si aquellos que llegaban eran aliados de Bracknell, debían detenerlos. Su trabajo era acabar con aquel que usaba las aves.
No tardó en distinguir una figura demasiado alejada de cualquier otra. Alzaba una mano por delante de su cuerpo, y miraba al cielo. El arquero preparó su ballesta. Sabía donde disparar.
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Llego a la mansión de Irirgo con Syl, los leónicos y Vardagen. Ayudo a Eltrant contra Bracknell, y dejo fuera de combate a Kristen Vahid. Syl lucha contra Elsa Wenceslaus y sus águilas. Oshu y los leónicos se enfrentan a refuerzos anónimos de Bracknell.
[1] Objetos Limitados: Vendaje reforzado y Pasta curativa superior
[2] Objeto: La Corona Astada
[3] Habilidad: Impulso
Asher Daregan
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Soltó una risotada cuando Asher hizo su aparición y, de un fuerte puntapié, lanzó por los aires a Bracknell y a uno de sus lacayos. Había visto muchas veces al Centinela entrar en escena y nunca solía ser necesariamente sutil al hacerlo, aquella vez, sin embargo, se le antojó increíblemente satisfactorio.
Parpadeó repetidamente y se centró en la voz de Lyn. Las heridas de su cuerpo le dolían algo más y, aunque seguía perdiendo la concentración de cuando en cuando, aquello solo podía significar que el efecto de la flor se desvanecía.
- Hola, Asher. – Respondió Eltrant, sonriendo al recién llegado, aprovechando aquel breve momento para recuperar el aliento. – ¿Qué te trae por aquí? – La voz de Bracknell, cargante como de costumbre, interrumpió el reencuentro.
Frunciendo el ceño, afianzando sus manos alrededor del pomo de Olvido, Eltrant siguió al lobo de cerca y se aseguró de intervenir en el momento en el que Bracknell, de nuevo presumiendo de habilidades, consiguió desequilibrar a Asher.
Intuyendo lo que pasaba por la mente de su amigo intercambió varios golpes con el lacayo del hombre-muerto y aguardó a que el Centinela se posicionase en el flanco opuesto del veterano. Sin escapatoria, sin lugar al que retroceder, Bracknell no tendría muchas probabilidades.
Pero, de nuevo, Eltrant había olvidado que su oponente no estaba solo y un águila, amaestrada por el otro subalterno que seguía en pie, acudió rápidamente a frenar el avance del lobo.
Sin tiempo para pensar una nueva estrategia, se decidió por lanzarse definitivamente contra Bracknell, que bloqueó a Olvido con la misma facilidad que lo había hecho antes y continuó evitando que el espadón de Eltrant le acertase en ningún momento.
Asher, después de que un virote hubiese dado muerte al ave que había tratado de detenerle, no tardó en recuperar los breves segundos que había pasado distraído y alejó, de nuevo, a Bracknell del cuerpo de Eltrant.
Chasqueando la lengua, el seguidor del nigromante retrocedió aún más, ante los insistentes ataques de la pareja asegurándose de que ninguno de los dos terminaba de alcanzarle de forma definitiva.
¿Cómo demonios aquel viejo podía estar encarándole a los dos?
Ese fue el momento en el que una explosión que sacudió los cimientos de la ciudad al completo.
No podía creer lo que estaba viendo. Dragones, dragones sobrevolaban la urbe y la estaban derruyendo. ¿Era por la flor? No, no tenía sentido, la flor te obligaba a atacar a lo que tuvieses enfrente, te volvía loco, visceral.
Aquellos eran caballeros dragón.
¿Es que no eran conscientes de que había gente viviendo, escondiéndose de todo lo que estaba pasando, en las casas que estaban derruyendo? ¡La misma gente que habían jurado proteger!
Bracknell pareció comprender que era lo que estaba pasando por el rostro del castaño.
- ¡Sí, Tale! ¡Mira eso! ¡Mírales! –
Continuó reculando, tratando de zafarse de los insistentes ataques de Asher, cosa que, al hacerlo, al tratar de evitar otro de los ataques de la espada de Asher, descubrió su costado, lugar que el lobo aprovechó para propinarle otra patada que lo lanzó a un lado.
Escupiendo más de la sangre que se acumulaba en su boca miró a los que les enfrentaban.
- ¡Sois tan fáciles de manipular! – Exclamó, según recuperaba el aliento. - ¡Peones en un tablero que os viene grande! – Miró al cielo. - ¡No sabéis a que os enfrentáis! - Aquel escuadrón de dragones iba a destruir la ciudad si no se daban prisa.
Aquellas palabras fueron como un bálsamo para él.
Le temblaban las manos, una parte de su ser se veía incapaz de controlar los instintos, la ira, la necesidad de matar a Bracknell.
- Estoy más cerca de los sesenta de lo que me gustaría. – dijo Bracknell según se levantaba, tomando la espada del tipo al que Asher había dejado fuera de combate hacia unos instantes. – Me sorprendéis, a decir verdad. – Con un arma en cada mano, el hombre encaró a la pareja. – Pero ni aun siendo dos estáis a mi nivel. – Eltrant entrecerró los ojos, toda la arrogancia de la que jactaba iba a costarle cara.
Esta vez fue él quien tomó la iniciativa. Con los ojos inyectados en sangre y amparado por las sombras de Lyn se abrió paso hasta estar relativamente cerca de Bracknell, instante en el que las dos espadas que esgrimía en aquel momento se interpusieron en su camino.
Teniendo en cuenta la situación en la que se encontraban, era una proposición realmente difícil. Las explosiones, los gritos, el néctar de Nirana que recorría sus venas: todo parecía estar en su contra.
Fue, quizás Lyn, la que logró que su cuerpo se convirtiese en una voluta de humo y atravesase a Bracknell para acabar a la espalda del mismo. [1] Momento en el que, tras materializarse, Eltrant alzó a Olvido con la intención de cortar al hombre en dos de un único tajo.
Pero, una vez más, había menospreciado las habilidades del veterano. Apretando los dientes, sintiendo una súbita sensación de dolor, contempló como una de las espadas de Bracknell atravesaba su muñeca derecha limpiamente, imposibilitándole movimiento alguno.
- ¿De verdad pensabas que nunca me he enfrentado a ningún vampiro, Tale? –
Pero Eltrant no había acabado, de hecho, estaba muy lejos de hacerlo.
Se decidió por usar el guantelete que tenía en su brazo izquierdo, el vapor blanco se hizo presente en cuanto la idea de abrirle la cabeza a Bracknell de un directo se apareció en sus pensamientos.
Pero, por muy fuerte que fuese la necesidad de golpear al hombre en mitad del tabique nasal con un objeto mágico capaz de abrir agujeros en muros, no lanzó el directo a la cara del veterano.
Lo hizo a sus pies. [2]
- ¡Asher! -
Maldiciendo en voz alta, previendo otra vez lo que estaba pasando por la cabeza del séptimo Tale, Bracknell extrajo su espada de la muñeca de Eltrant con la misma facilidad con la que la había introducido.
Pero ya era demasiado tarde, la explosión sacudió el lugar y lanzó, relativamente ileso entre un centenar de trozos de granito, al secuaz del Hombre-Muerto por aires.
[1] Gracias a Simbiosis Eltrant puede usar la Habilidad de Lyn de nivel 1: forma espectral.
[2] Habilidad de Eltrant de nivel 8: Seísmo.
Turno 2/3 Usando Simbiosis.
Resumen de mi turno:
- Ayudado por Asher me sigo pegando con Bracknell.
- Abro un nuevo túnel para el metro de Dundarak. (?)
“Mantén la cabeza fría, Mortal”
Parpadeó repetidamente y se centró en la voz de Lyn. Las heridas de su cuerpo le dolían algo más y, aunque seguía perdiendo la concentración de cuando en cuando, aquello solo podía significar que el efecto de la flor se desvanecía.
- Hola, Asher. – Respondió Eltrant, sonriendo al recién llegado, aprovechando aquel breve momento para recuperar el aliento. – ¿Qué te trae por aquí? – La voz de Bracknell, cargante como de costumbre, interrumpió el reencuentro.
Frunciendo el ceño, afianzando sus manos alrededor del pomo de Olvido, Eltrant siguió al lobo de cerca y se aseguró de intervenir en el momento en el que Bracknell, de nuevo presumiendo de habilidades, consiguió desequilibrar a Asher.
Intuyendo lo que pasaba por la mente de su amigo intercambió varios golpes con el lacayo del hombre-muerto y aguardó a que el Centinela se posicionase en el flanco opuesto del veterano. Sin escapatoria, sin lugar al que retroceder, Bracknell no tendría muchas probabilidades.
Pero, de nuevo, Eltrant había olvidado que su oponente no estaba solo y un águila, amaestrada por el otro subalterno que seguía en pie, acudió rápidamente a frenar el avance del lobo.
Sin tiempo para pensar una nueva estrategia, se decidió por lanzarse definitivamente contra Bracknell, que bloqueó a Olvido con la misma facilidad que lo había hecho antes y continuó evitando que el espadón de Eltrant le acertase en ningún momento.
Asher, después de que un virote hubiese dado muerte al ave que había tratado de detenerle, no tardó en recuperar los breves segundos que había pasado distraído y alejó, de nuevo, a Bracknell del cuerpo de Eltrant.
Chasqueando la lengua, el seguidor del nigromante retrocedió aún más, ante los insistentes ataques de la pareja asegurándose de que ninguno de los dos terminaba de alcanzarle de forma definitiva.
¿Cómo demonios aquel viejo podía estar encarándole a los dos?
Ese fue el momento en el que una explosión que sacudió los cimientos de la ciudad al completo.
“Elt, arriba.”
No podía creer lo que estaba viendo. Dragones, dragones sobrevolaban la urbe y la estaban derruyendo. ¿Era por la flor? No, no tenía sentido, la flor te obligaba a atacar a lo que tuvieses enfrente, te volvía loco, visceral.
Aquellos eran caballeros dragón.
¿Es que no eran conscientes de que había gente viviendo, escondiéndose de todo lo que estaba pasando, en las casas que estaban derruyendo? ¡La misma gente que habían jurado proteger!
Bracknell pareció comprender que era lo que estaba pasando por el rostro del castaño.
- ¡Sí, Tale! ¡Mira eso! ¡Mírales! –
Continuó reculando, tratando de zafarse de los insistentes ataques de Asher, cosa que, al hacerlo, al tratar de evitar otro de los ataques de la espada de Asher, descubrió su costado, lugar que el lobo aprovechó para propinarle otra patada que lo lanzó a un lado.
Escupiendo más de la sangre que se acumulaba en su boca miró a los que les enfrentaban.
- ¡Sois tan fáciles de manipular! – Exclamó, según recuperaba el aliento. - ¡Peones en un tablero que os viene grande! – Miró al cielo. - ¡No sabéis a que os enfrentáis! - Aquel escuadrón de dragones iba a destruir la ciudad si no se daban prisa.
“Respira hondo, Elt. No estás solo, no te tires a por él, espera a Asher.”
Aquellas palabras fueron como un bálsamo para él.
Le temblaban las manos, una parte de su ser se veía incapaz de controlar los instintos, la ira, la necesidad de matar a Bracknell.
- Estoy más cerca de los sesenta de lo que me gustaría. – dijo Bracknell según se levantaba, tomando la espada del tipo al que Asher había dejado fuera de combate hacia unos instantes. – Me sorprendéis, a decir verdad. – Con un arma en cada mano, el hombre encaró a la pareja. – Pero ni aun siendo dos estáis a mi nivel. – Eltrant entrecerró los ojos, toda la arrogancia de la que jactaba iba a costarle cara.
Esta vez fue él quien tomó la iniciativa. Con los ojos inyectados en sangre y amparado por las sombras de Lyn se abrió paso hasta estar relativamente cerca de Bracknell, instante en el que las dos espadas que esgrimía en aquel momento se interpusieron en su camino.
“Concéntrate.”
Teniendo en cuenta la situación en la que se encontraban, era una proposición realmente difícil. Las explosiones, los gritos, el néctar de Nirana que recorría sus venas: todo parecía estar en su contra.
Fue, quizás Lyn, la que logró que su cuerpo se convirtiese en una voluta de humo y atravesase a Bracknell para acabar a la espalda del mismo. [1] Momento en el que, tras materializarse, Eltrant alzó a Olvido con la intención de cortar al hombre en dos de un único tajo.
Pero, una vez más, había menospreciado las habilidades del veterano. Apretando los dientes, sintiendo una súbita sensación de dolor, contempló como una de las espadas de Bracknell atravesaba su muñeca derecha limpiamente, imposibilitándole movimiento alguno.
- ¿De verdad pensabas que nunca me he enfrentado a ningún vampiro, Tale? –
Pero Eltrant no había acabado, de hecho, estaba muy lejos de hacerlo.
Se decidió por usar el guantelete que tenía en su brazo izquierdo, el vapor blanco se hizo presente en cuanto la idea de abrirle la cabeza a Bracknell de un directo se apareció en sus pensamientos.
Pero, por muy fuerte que fuese la necesidad de golpear al hombre en mitad del tabique nasal con un objeto mágico capaz de abrir agujeros en muros, no lanzó el directo a la cara del veterano.
Lo hizo a sus pies. [2]
- ¡Asher! -
Maldiciendo en voz alta, previendo otra vez lo que estaba pasando por la cabeza del séptimo Tale, Bracknell extrajo su espada de la muñeca de Eltrant con la misma facilidad con la que la había introducido.
Pero ya era demasiado tarde, la explosión sacudió el lugar y lanzó, relativamente ileso entre un centenar de trozos de granito, al secuaz del Hombre-Muerto por aires.
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[1] Gracias a Simbiosis Eltrant puede usar la Habilidad de Lyn de nivel 1: forma espectral.
[2] Habilidad de Eltrant de nivel 8: Seísmo.
Turno 2/3 Usando Simbiosis.
Resumen de mi turno:
- Ayudado por Asher me sigo pegando con Bracknell.
- Abro un nuevo túnel para el metro de Dundarak. (?)
Eltrant Tale
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
El plan estaba saliendo adelante sin contratiempos, poco a poco iban cayendo todos los edificios restantes. Seguramente habríamos conseguido acabar con alguno de los ayudantes de Eltrant Tale. Pero para asegurarnos debíamos continuar con nuestra tarea. Aparte, volar en dragón estaba siendo sumamente divertido. Lo que no me esperaba era que alguien me gritase desde la espalda. ¡Estábamos a una altura descomunal! todos parecían pequeñas ardillitas allá abajo, pero alguien me había gritado desde atrás. Casi se me para el corazón del susto. Me giré lentamente para encarar a la persona que había aparecido de repente de Isil sabe dónde. Al parecer me instaba a dejar mi misión de purga y castigo, ¿sería alguno de los amigos de Eltrant? No, imposible, de ser así trataría de derribarnos, acribillarnos o... directamente matarme en ese momento. Había llegado hasta allí, no era descabellado que tuviera mucho poder... o que estuviera loco y hubiera saltado desde algún sitio muy alto solo para venir a hablar conmigo.
Parecía un niño, aunque tenía escamas de dragón por encima, lo que me hizo ladear la cabeza un poco confusa. Me encogí de hombros y seguí observando, no parecía tener malas intenciones, aparte, claro está, de haber abordado un dragón en pleno vuelo. De un segundo a otro apareció ante mis ojos la visión de un humano lanzando explosiones y desapareciendo en la nada.
- Vaya, eso ha sido... Intenso. -Parpadeé varias veces para volver a la realidad. Tras la súplica del joven le di unos toques en el costado a Líder Azul, que giró el cuello para mirarme, le hice un gesto con la cabeza en dirección a una torre cercana. El dragón asintió y nos posamos delicadamente sobre ella.
Bajé del lomo del lagarto de un salto. Pasear por la torre me ayudaba a pensar, los demás dragones seguían incendiando los alrededores, así que no pensé que tuviera mucho más tiempo para cavilar acerca de lo que había visto y lo que decía aquel pequeño humano. Finalmente tomé aire y me acerqué.
- Vale, tienes razón, detendremos esto. -Miré hacia el dragón. -Líder Azul, haz que vengan aquí los demás. -Tras un largo y poderoso rugido, el resto del escuadrón de la muerte se posó también sobre la torre.- Líder Azul, lleva a ese chico a donde quiera ir. En cuanto lo hayas hecho, reúnete con nosotros, estaremos en... -Un pequeño temblor me cortó las palabras de la boca. -Si vosotros estáis aquí eso es que... - Me asomé a los bordes de la torre para observar los alrededores. Una pequeña humareda se levantaba en las afueras.
Di un salto para subirme a Rojo Dos. - Rápido, vamos en aquella dirección, es posible que podamos ayudar. Si Eltrant no es culpable, seguramente le hayan tendido una emboscada. Debemos ir en su ayuda. -Hice un gesto con la cabeza al chico y alzamos el vuelo. -¡Reúnete con nosotros cuando termines, Líder Azul!
Sin más dilación partimos al origen del terremoto. No sabía quien era aquel chico pero algo a su alrededor me daba mala espina. No podía confiar en las palabras y las ilusiones de un brujo, por lo que sabía hasta ahora podría ser todo al contrario de lo que me había contado. Y aquellas imágenes podrían tranquilamente deberse a alguien defendiéndose de los cobardes ataques de Eltrant Tale o alguno de sus amigos. No, no podía fiarme, tenía que verlo por mi misma.
Llegamos en tan solo un par de minutos, sobrevolamos la zona a gran altura, en círculos para intentar comprender qué pasaba. Por un lado, Asher Daregan, que estuviera aquel hombre allí sin duda era algo malo. Acaricié las recientes cicatrices fruto de nuestro encuentro y suspiré para mis adentros. No quería repetir aquella monstruosa escena. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Tenía que ser fuerte, las locuras que había visto en aquella ciudad merecían su justo castigo y allí abajo estaba el culpable, Eltrant Tale, cuyo nombre ya estaba demasiado desgastado. Si supiera escribir, iría haciendo su lápida, o más bien un tarro, lo íbamos a convertir en cenizas.
Un nuevo gesto con la cabeza fue suficiente para hacer descender a los dragones. Era demasiado pronto para chamuscarlos, primero quería tener unas palabras con el humano. Pero sin ninguna orden por mi parte, Rojo Dos suelta una enorme llamarada, seguido de sus compañeros. Según pude entrever, habían fijado como objetivo a una mujer con un águila en el brazo.
- ¡Eh! No he dicho que ataquéis... - El dragón gira la cabeza para mirarme.
- Odio la gente que usa animales para luchar.
- Oh. Haced una segunda pasada, solo por si acaso.
Rojo Dos, tras lo que parece una sonrisa de satisfacción gira de nuevo en el aire para atacar de nuevo. Nueve llamaradas tan potentes como las anteriores caen de nuevo sobre la posición de la mujer. No pude ver debido al humo de la explosión anterior si se encontraba todavía allí, pero dadas las circunstancias, seguramente necesitase otro tarro.
Tras una vuelta más, descendemos poco a poco en el lugar donde tiene lugar la lucha entre Eltrant y un hombre de avanzada edad, el mismo de la ilusión de aquel pequeño brujo. El aterrizaje fue pesado, levantando una pequeña humareda bajo las enormes patas de los lagartos voladores. Bajo del lomo de Rojo Dos de un salto.
- ¡Eltrant Lucious Tale! ¡Tú mataste a mi padre, prepárate a morir!
La pata delantera del dragón se interpone en mi camino, echándome gentilmente hacia atrás.
- Mi querida elfina, por mucho que me guste tu impetuosidad y mal genio... Friddel requiere a ese humano con vida para llevarlo a juicio.
Acaricio la patita del dragón.
- Oh, si mi mejor amiga Friddel lo requiere así, esperaremos a que termine el duelo con ese humano. ¿Te parece bien así? -El dragón me sonríe, me siento en el suelo, acurrucada entre sus patas delanteras. Rojo Dos baja la cabeza para estar cerca de la mía.
-Observemos pues cómo se desarrolla esta historia. Atiende bien, deberás contarle a Friddel todo lo que veas.
Fijo mi mirada en el combate, no sabía quien ganaría, parecía que aquel anciano tenía más poder del que se podría pensar a simple vista.
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Resumen: Ofrezco a Demian un drago-taxi con un viaje de ida. Llegamos a donde Eltrant y Asher. Quemamos una mujer con un pájaro de camino con 18 llamaradas y quedamos a la espera de que termine Eltrant su duelo para llevarlo a ver a Friddel.
Parecía un niño, aunque tenía escamas de dragón por encima, lo que me hizo ladear la cabeza un poco confusa. Me encogí de hombros y seguí observando, no parecía tener malas intenciones, aparte, claro está, de haber abordado un dragón en pleno vuelo. De un segundo a otro apareció ante mis ojos la visión de un humano lanzando explosiones y desapareciendo en la nada.
- Vaya, eso ha sido... Intenso. -Parpadeé varias veces para volver a la realidad. Tras la súplica del joven le di unos toques en el costado a Líder Azul, que giró el cuello para mirarme, le hice un gesto con la cabeza en dirección a una torre cercana. El dragón asintió y nos posamos delicadamente sobre ella.
Bajé del lomo del lagarto de un salto. Pasear por la torre me ayudaba a pensar, los demás dragones seguían incendiando los alrededores, así que no pensé que tuviera mucho más tiempo para cavilar acerca de lo que había visto y lo que decía aquel pequeño humano. Finalmente tomé aire y me acerqué.
- Vale, tienes razón, detendremos esto. -Miré hacia el dragón. -Líder Azul, haz que vengan aquí los demás. -Tras un largo y poderoso rugido, el resto del escuadrón de la muerte se posó también sobre la torre.- Líder Azul, lleva a ese chico a donde quiera ir. En cuanto lo hayas hecho, reúnete con nosotros, estaremos en... -Un pequeño temblor me cortó las palabras de la boca. -Si vosotros estáis aquí eso es que... - Me asomé a los bordes de la torre para observar los alrededores. Una pequeña humareda se levantaba en las afueras.
Di un salto para subirme a Rojo Dos. - Rápido, vamos en aquella dirección, es posible que podamos ayudar. Si Eltrant no es culpable, seguramente le hayan tendido una emboscada. Debemos ir en su ayuda. -Hice un gesto con la cabeza al chico y alzamos el vuelo. -¡Reúnete con nosotros cuando termines, Líder Azul!
Sin más dilación partimos al origen del terremoto. No sabía quien era aquel chico pero algo a su alrededor me daba mala espina. No podía confiar en las palabras y las ilusiones de un brujo, por lo que sabía hasta ahora podría ser todo al contrario de lo que me había contado. Y aquellas imágenes podrían tranquilamente deberse a alguien defendiéndose de los cobardes ataques de Eltrant Tale o alguno de sus amigos. No, no podía fiarme, tenía que verlo por mi misma.
Llegamos en tan solo un par de minutos, sobrevolamos la zona a gran altura, en círculos para intentar comprender qué pasaba. Por un lado, Asher Daregan, que estuviera aquel hombre allí sin duda era algo malo. Acaricié las recientes cicatrices fruto de nuestro encuentro y suspiré para mis adentros. No quería repetir aquella monstruosa escena. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Tenía que ser fuerte, las locuras que había visto en aquella ciudad merecían su justo castigo y allí abajo estaba el culpable, Eltrant Tale, cuyo nombre ya estaba demasiado desgastado. Si supiera escribir, iría haciendo su lápida, o más bien un tarro, lo íbamos a convertir en cenizas.
Un nuevo gesto con la cabeza fue suficiente para hacer descender a los dragones. Era demasiado pronto para chamuscarlos, primero quería tener unas palabras con el humano. Pero sin ninguna orden por mi parte, Rojo Dos suelta una enorme llamarada, seguido de sus compañeros. Según pude entrever, habían fijado como objetivo a una mujer con un águila en el brazo.
- ¡Eh! No he dicho que ataquéis... - El dragón gira la cabeza para mirarme.
- Odio la gente que usa animales para luchar.
- Oh. Haced una segunda pasada, solo por si acaso.
Rojo Dos, tras lo que parece una sonrisa de satisfacción gira de nuevo en el aire para atacar de nuevo. Nueve llamaradas tan potentes como las anteriores caen de nuevo sobre la posición de la mujer. No pude ver debido al humo de la explosión anterior si se encontraba todavía allí, pero dadas las circunstancias, seguramente necesitase otro tarro.
Tras una vuelta más, descendemos poco a poco en el lugar donde tiene lugar la lucha entre Eltrant y un hombre de avanzada edad, el mismo de la ilusión de aquel pequeño brujo. El aterrizaje fue pesado, levantando una pequeña humareda bajo las enormes patas de los lagartos voladores. Bajo del lomo de Rojo Dos de un salto.
- ¡Eltrant Lucious Tale! ¡Tú mataste a mi padre, prepárate a morir!
La pata delantera del dragón se interpone en mi camino, echándome gentilmente hacia atrás.
- Mi querida elfina, por mucho que me guste tu impetuosidad y mal genio... Friddel requiere a ese humano con vida para llevarlo a juicio.
Acaricio la patita del dragón.
- Oh, si mi mejor amiga Friddel lo requiere así, esperaremos a que termine el duelo con ese humano. ¿Te parece bien así? -El dragón me sonríe, me siento en el suelo, acurrucada entre sus patas delanteras. Rojo Dos baja la cabeza para estar cerca de la mía.
-Observemos pues cómo se desarrolla esta historia. Atiende bien, deberás contarle a Friddel todo lo que veas.
Fijo mi mirada en el combate, no sabía quien ganaría, parecía que aquel anciano tenía más poder del que se podría pensar a simple vista.
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Resumen: Ofrezco a Demian un drago-taxi con un viaje de ida. Llegamos a donde Eltrant y Asher. Quemamos una mujer con un pájaro de camino con 18 llamaradas y quedamos a la espera de que termine Eltrant su duelo para llevarlo a ver a Friddel.
Irinnil Fawkes
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
El ambiente que se respiraba dentro del refugio era tenso, casi esperaban que de un momento a otro algo tratase de tumbar la puerta para ir a por ellos, pero no fue el caso, los minutos pasaron y lejos de recibir un ataque por parte de los secuaces del Hombre Muerto o de los enemigos de Eltrant, solo escucharon lejanas explosiones y derrumbamientos. - Esto es… frustrante. - soltó la vampira, clavando la mirada en el suelo mientras maldecía interiormente al astro rey por limitarla de aquella forma.
- Sé que preferirías estar ahí fuera peleando junto a ellos pero nuestro sitio está aquí con los Buscones, debemos protegerlos. - le susurró el dragón, acariciando su hombro mientras posaba suavemente los labios contra la cenicienta melena de la joven. Por mucho que le costase aceptarlo, Alister tenía razón, no podían dejar a sus aliados en aquel momento, mucho menos después de que tres de ellos hubiesen sido infectados con el veneno de euforia.
Tampoco era sensato exponer la copa que ahora guardaba consigo, muchos codiciaban aquel objeto, Randall Flagg entre ellos, y si podía hacer algo en su contra estaba claro que lo haría, manteniendo el artefacto lejos de su alcance. Poco a poco la benjamina de los Calhoun empezó a dar cada vez más vueltas a la posibilidad de utilizar el poder del cáliz para “ver” lo que estaba pasando con sus amigos, pero no dejaba de repetirse que era una mala idea, en primer lugar no quería que nadie supiese que estaba en sus manos y en segundo, no podía fiarse de las imágenes que le ofreciese ya que el futuro dependía de muchos factores que no estaban bajo su control.
Un fuerte estruendo, seguido de un temblor que puso en peligro los pocos muebles que aún no formaban parte de las defensas, hizo que se levantase de su asiento y empezase a andar por la estancia con cierto nerviosismo, algo grande acababa de derrumbarse y más cerca de lo que le habría gustado. - No podemos permanecer aquí sin saber qué está pasando. - comentó, y justo entonces recordó que tenía algo que podía ayudarles. Rápidamente, la criatura de la noche rebuscó entre sus cosas hasta dar con una figura de madera que había encontrado en la playa poco después de asistir al Midsummarbolt.
Tenía forma de dragón y después de preguntar a un par de personas sabía para qué servía la escultura, así que sin decir nada la lanzó al aire, instante en que pareció cobrar vida y comenzó a aletear en mitad de la sala. - Inspecciona el exterior. - ordenó la centinela, e inmediatamente, el pequeño ser voló hacia la chimenea para ascender a través de ella y salir del edificio.
La visión de la señora de sombras cambió al momento, dejando atrás la habitación en que se encontraba para recorrer el oscuro y sucio conducto, y más tarde, recibir un desolador plano de la ciudad desde las alturas. La mayor parte de Dundarak estaba en llamas o derruida, pocas estructuras permanecían intactas, y pronto pudo saber por qué… un escuadrón de dragones lo estaba destrozando todo a su paso, curiosamente liderados por la muchacha con la que se había cruzado en la torre prisión.
Inesperadamente, algo detuvo a la chica, consiguiendo que dejase en paz la zona, aunque poco quedaba ya de lo que era. Desde la relativa seguridad del refugio, Elen envió a la escultura tras aquella extraña y siguió observando, llegando a descubrir dónde se encontraban Eltrant y Lyn en aquel instante, luchando para no variar con un tipo que a todas luces debía ser Bracknell. En otra situación se habría preocupado por ambos, pero no estaban solos, Asher y Syl también se encontraban en la ciudad y sin dudarlo, habían entrado en la pelea para dar apoyo al ex mercenario.
Eso le bastaba, ya podía sentirse algo mejor consigo misma a pesar de su situación, pero no se quedó ahí, quería encontrar a Flagg y acabar con él, así que rastreó media Dundarak en su busca, lamentablemente sin éxito. Lo que sí alcanzó a ver fue la imponente silueta de tres dragones inmensos, comparables al Inquisidor o a Querostraza, puede que incluso fuesen más grandes que ellos. - Vuelve. - susurró, haciendo girar a la figura para que regresase antes de ser detectada.
- ¿Qué has visto? - preguntó Alister, colocándose a su lado. - Nos hemos salvado por poco, un grupo de dragones venía hacia aquí destruyéndolo todo pero han cambiado de dirección. - explicó, tratando de centrarse en la conversación a pesar de seguir viendo a través de los ojos de la escultura. - Eltrant y Lyn están peleando contra un hombre algo mayor… - continuó, bajo la atenta mirada de Ohm y Gol’then. - Bracknell. - intervino el elefante, casi escupiendo el nombre de aquel odiado individuo. - Sí, pero no debemos preocuparnos por ellos, Asher y Syl los están ayudando. - reveló, para tranquilidad de los presentes.
- Entonces solo tenemos que esperar a que se ocupen de él y se acabó, podremos irnos. - tomó la palabra el cazador, pero la benjamina de los Calhoun no lo tenía tan claro. - No creo que vaya a ser tan fácil, he visto otra cosa… - musitó, girando el rostro hacia el norteño a pesar de no verle. - Eran enormes Alister, y su aura… como podría explicarlo, son poderosos pero no solo eso… tienen algo diferente al resto. - dijo, aunque con ello no aclaraba demasiado. - ¿Quiénes? - inquirió el alado, frunciendo ligeramente el ceño.
- Tres dragones, tan grandes como Querostraza o quizá más, uno con las escamas del color del carbón, otro cubierto de plumas blancas y el tercero con una coraza azul zafiro. - describió, agradeciendo que su pequeño espía hubiese regresado ya a través de la chimenea. En cuanto la figura tocó el suelo volvió a su estado original, y la de cabellos cenicientos volvió a recuperar la imagen de la sala, junto con la de la sorprendida expresión de su amado. - Ancestrales… - fue lo único que pronunció, en un susurro apenas audible. Si estaba en lo cierto algo iba mal, realmente mal, solo de esa forma habrían dejado su hogar en las montañas para visitar Dundarak.
La vampira quiso preguntar, pero antes de poder hacerlo alguien golpeó con fuerza la puerta principal, los habían descubierto. Fuera, y movidos por el veneno que corría por sus venas, Gwido y Lian-Chu trataban de echar abajo la barrera que los separaba de lo que según ellos, engañados por la visión de la escultura, debía ser un escondrijo de dragones.
- Preparaos. - instó Elen, situándose en mitad de la sala y dejando que las sombras envolviesen su cuerpo para hacer frente a quien se atreviese a cruzar el umbral, los cazadores no lo sabían pero se estaban metiendo en la boca del lobo, adentrarse en el refugio podría compararse a ser encerrado en una jaula con una Manticore cabreada, iban a lamentarlo.
Off: Resumen del post
- Elen utiliza el objeto máster figura de dragón para ver qué ocurre en la ciudad.
- Los cazadores encuentran el refugio y lo atacan.
- Sé que preferirías estar ahí fuera peleando junto a ellos pero nuestro sitio está aquí con los Buscones, debemos protegerlos. - le susurró el dragón, acariciando su hombro mientras posaba suavemente los labios contra la cenicienta melena de la joven. Por mucho que le costase aceptarlo, Alister tenía razón, no podían dejar a sus aliados en aquel momento, mucho menos después de que tres de ellos hubiesen sido infectados con el veneno de euforia.
Tampoco era sensato exponer la copa que ahora guardaba consigo, muchos codiciaban aquel objeto, Randall Flagg entre ellos, y si podía hacer algo en su contra estaba claro que lo haría, manteniendo el artefacto lejos de su alcance. Poco a poco la benjamina de los Calhoun empezó a dar cada vez más vueltas a la posibilidad de utilizar el poder del cáliz para “ver” lo que estaba pasando con sus amigos, pero no dejaba de repetirse que era una mala idea, en primer lugar no quería que nadie supiese que estaba en sus manos y en segundo, no podía fiarse de las imágenes que le ofreciese ya que el futuro dependía de muchos factores que no estaban bajo su control.
Un fuerte estruendo, seguido de un temblor que puso en peligro los pocos muebles que aún no formaban parte de las defensas, hizo que se levantase de su asiento y empezase a andar por la estancia con cierto nerviosismo, algo grande acababa de derrumbarse y más cerca de lo que le habría gustado. - No podemos permanecer aquí sin saber qué está pasando. - comentó, y justo entonces recordó que tenía algo que podía ayudarles. Rápidamente, la criatura de la noche rebuscó entre sus cosas hasta dar con una figura de madera que había encontrado en la playa poco después de asistir al Midsummarbolt.
Tenía forma de dragón y después de preguntar a un par de personas sabía para qué servía la escultura, así que sin decir nada la lanzó al aire, instante en que pareció cobrar vida y comenzó a aletear en mitad de la sala. - Inspecciona el exterior. - ordenó la centinela, e inmediatamente, el pequeño ser voló hacia la chimenea para ascender a través de ella y salir del edificio.
La visión de la señora de sombras cambió al momento, dejando atrás la habitación en que se encontraba para recorrer el oscuro y sucio conducto, y más tarde, recibir un desolador plano de la ciudad desde las alturas. La mayor parte de Dundarak estaba en llamas o derruida, pocas estructuras permanecían intactas, y pronto pudo saber por qué… un escuadrón de dragones lo estaba destrozando todo a su paso, curiosamente liderados por la muchacha con la que se había cruzado en la torre prisión.
Inesperadamente, algo detuvo a la chica, consiguiendo que dejase en paz la zona, aunque poco quedaba ya de lo que era. Desde la relativa seguridad del refugio, Elen envió a la escultura tras aquella extraña y siguió observando, llegando a descubrir dónde se encontraban Eltrant y Lyn en aquel instante, luchando para no variar con un tipo que a todas luces debía ser Bracknell. En otra situación se habría preocupado por ambos, pero no estaban solos, Asher y Syl también se encontraban en la ciudad y sin dudarlo, habían entrado en la pelea para dar apoyo al ex mercenario.
Eso le bastaba, ya podía sentirse algo mejor consigo misma a pesar de su situación, pero no se quedó ahí, quería encontrar a Flagg y acabar con él, así que rastreó media Dundarak en su busca, lamentablemente sin éxito. Lo que sí alcanzó a ver fue la imponente silueta de tres dragones inmensos, comparables al Inquisidor o a Querostraza, puede que incluso fuesen más grandes que ellos. - Vuelve. - susurró, haciendo girar a la figura para que regresase antes de ser detectada.
- ¿Qué has visto? - preguntó Alister, colocándose a su lado. - Nos hemos salvado por poco, un grupo de dragones venía hacia aquí destruyéndolo todo pero han cambiado de dirección. - explicó, tratando de centrarse en la conversación a pesar de seguir viendo a través de los ojos de la escultura. - Eltrant y Lyn están peleando contra un hombre algo mayor… - continuó, bajo la atenta mirada de Ohm y Gol’then. - Bracknell. - intervino el elefante, casi escupiendo el nombre de aquel odiado individuo. - Sí, pero no debemos preocuparnos por ellos, Asher y Syl los están ayudando. - reveló, para tranquilidad de los presentes.
- Entonces solo tenemos que esperar a que se ocupen de él y se acabó, podremos irnos. - tomó la palabra el cazador, pero la benjamina de los Calhoun no lo tenía tan claro. - No creo que vaya a ser tan fácil, he visto otra cosa… - musitó, girando el rostro hacia el norteño a pesar de no verle. - Eran enormes Alister, y su aura… como podría explicarlo, son poderosos pero no solo eso… tienen algo diferente al resto. - dijo, aunque con ello no aclaraba demasiado. - ¿Quiénes? - inquirió el alado, frunciendo ligeramente el ceño.
- Tres dragones, tan grandes como Querostraza o quizá más, uno con las escamas del color del carbón, otro cubierto de plumas blancas y el tercero con una coraza azul zafiro. - describió, agradeciendo que su pequeño espía hubiese regresado ya a través de la chimenea. En cuanto la figura tocó el suelo volvió a su estado original, y la de cabellos cenicientos volvió a recuperar la imagen de la sala, junto con la de la sorprendida expresión de su amado. - Ancestrales… - fue lo único que pronunció, en un susurro apenas audible. Si estaba en lo cierto algo iba mal, realmente mal, solo de esa forma habrían dejado su hogar en las montañas para visitar Dundarak.
La vampira quiso preguntar, pero antes de poder hacerlo alguien golpeó con fuerza la puerta principal, los habían descubierto. Fuera, y movidos por el veneno que corría por sus venas, Gwido y Lian-Chu trataban de echar abajo la barrera que los separaba de lo que según ellos, engañados por la visión de la escultura, debía ser un escondrijo de dragones.
- Preparaos. - instó Elen, situándose en mitad de la sala y dejando que las sombras envolviesen su cuerpo para hacer frente a quien se atreviese a cruzar el umbral, los cazadores no lo sabían pero se estaban metiendo en la boca del lobo, adentrarse en el refugio podría compararse a ser encerrado en una jaula con una Manticore cabreada, iban a lamentarlo.
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- Elen utiliza el objeto máster figura de dragón para ver qué ocurre en la ciudad.
- Los cazadores encuentran el refugio y lo atacan.
Elen Calhoun
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Demian estaba dispuesto a luchar y morir.
Ya estaba en los cielos, ya había tenido el coraje de enfrentar un nuevo escenario de Querostraza y todo le hacía pensar que debían ser personas peligrosas y fanáticas las que estuvieran detrás de incendiar una ciudad. Estaba dispuesto a caer, si fuese necesario.
“Cómo me gustaría tener alas” pensó, mientras miraba atentamente a la chica que parecía estar a cargo. Se acercó ligeramente, elaborando planes de ataque en su mente tan rápido que podía decirse que habían pasado varios minutos.
Pero no fue necesario combatir.
La chica que dirigía aquello pareció convencerse de que al menos las cosas no eran tan claras y accedió a detener el ataque. Una esperanza de sentido común brillaba entre todas las locuras de aquellas fatídicas horas.
El vuelo que siguió fue tranquilo.
Demian se encontraba tenso, vigilando las acciones de esos dragones y la elfa. No sabía si de pronto iban a volver a atacar de manera desenfrenada o si de verdad había logrado pacificarles. Los dragones al menos parecían aliviados, lo que era bueno. Finalmente se convenció de que por ahora no había una amenaza inminente y tuvo que tomar una nueva decisión.
Sabía que Eltrant estaba en la dirección a la que iban los dragones y aquello podía terminar mal, pero también sabía que las cosas en la ciudad no estaban calmadas y que aún había muchos inocentes en peligro.
¿Por qué se preocupaba de ellos? Esa ni siquiera esa su propia ciudad. Se abofeteó a sí mismo de siquiera pensar en ello. Un asesino de la Daga Negra no está para hacer las cosas por gusto, sino por deber. De poco importaban sus sentimientos hacia ese lugar, debía simplemente cumplir con su deber. Incluso si eso significaba dejar a Eltrant a su suerte.
Con un gesto, hizo que el dragón que le llevaba girase sobre sí mismo.
* * *
Descendió entre los dos bandos. Esta vez no hubo leones gigantes, ni ruidos estruendosos. Era sólo un chiquillo, cubierto de sudor, con la piel manchada por el humo y el polvo de la destrucción y el cabello revuelto por el viento.
–Tenemos un problema, la ciud-d-dad se incendia y aún quedan mucho af-afectados por las aguas. Vamos, no hay tiempo que perder –dijo con voz cansada, pero de mando.
Entonces se percató del altercado. Adda Lovelace se encontraba herida, protegida por un séquito de brujos que se enfrentaban a unos guardias dragones.
–¡Es su culpa, ella sobrepasó sus límites! –bramó uno de los guardias.
–¡Sólo intentaba ayudar! Si no hubiera intervenido esos locos habrían matado a los civiles –contestó uno de los brujos, luciendo sendas llamas en sus manos.
–Debió dejarnos eso a los dragones, no hemos pedido ayuda a los brujos.
Pronto fue evidente para el chico que los aires estaban demasiado tensos aquel día como para pensar en intimidar mediante sus ilusiones. En el peor de los casos sólo encendería aún más la discordia. Debía hacer algo, algo distinto, algo que dejara en claro que las intenciones de todos eran buenas.
Comenzó con las dagas amarradas a las mangas. Siguió con los cuchillos que escondía en las botas y hasta el frasco con veneno. Lanzó incluso parte de su armadura encantada, dejando lucir las valiosas runas que un día Asher le encantara. Todo fue arrojado a los pies de los imponentes dragones, que por ahora parecían mantenerse al margen de las disputas entre brujos y su gente, aparentemente esperando solemnes el cumplimiento de sus órdenes.
–Pongo m-m-mis armas a sus pies como signo de buenas intenciones –dijo con voz fuerte.
–Y nadie las tocará hasta que las reclames con las mismas intenciones –contestaron los dragones al unísono.
Por unos instantes pareció que nada había cambiado, hasta que un joven dragón hizo lo mismo. El siguiente fue un brujo mayor, casi anciano y así se inició una chispa de esperanza. Pronto había dos grupos de personas desarmadas, mirando atentamente al joven del que ya corrían rumores sobre lo que había hecho en el cielo. Había versiones diversas, pero coincidían en que los ataques habían cesado.
Otros tantos aún seguían en disputa, discutiendo, amenazándose o incluso un par de duelos se habían iniciado. Demian no tenía tiempo para lidiar con ellos.
–Vamos, la ciudad no t-tiene tiempo para esperarnos –dijo solemne.
* * *
Las ilusiones no servían de mucho en el escenario en que se encontraba, ni tenía grandes músculos, ni siquiera tenía experiencia lidiando con incendios, pero allí estaba, más sucio que antes, rescatando personas junto a un grupo que ya no eran dos, sino una mezcla de dragones con brujos.
–Detente, sientes paz –repitió nuevamente, dejando que sus ilusiones entraran en la mente del sujeto que corría hacia ellos con lo que parecía un trozo de madera en las manos, dispuesto a luchar.
Se detuvo unos instantes. Demian imaginaba un escenario tranquilo, la ciudad en paz, las calles limpias y personas compartiendo, niños jugando, perros moviendo la cola y pajaritos cantando. Su magia comenzaba a debilitarse con todo lo que la había usado y parecía ser menos efectiva, pero al menos dio el tiempo suficiente a que un guardia dragón lanzara una cuerda en torno al desenfrenado afectado y le sujetara firmemente.
–Grupo agua, el edificio a la d-derecha, grupo tierra, generen puentes para que las personas escapen... grupo f-fuego, al frente, las llamas no pueden avanzar más. Grupo aire, busquen personas en peligro. –instruyó.
Los grupos, mixtos entre dragones afines a esos elementos y brujos de magia elemental, se movilizaron con rapidez. Ya habían dejado a sus espaldas un barrio completo, pero aún quedaba mucho trabajo por hacer.
Demian se apresuró a recibir a un grupo de heridos traídos por los dragones. Se trataba de cuatro personas, probablemente una familia, a juzgar por su parecido. Un anciano, dos adultos de distinto sexo y un chico de no más de cuatro años. Tenían quemaduras, sobre todo los adultos. La espalda de los que bien podían ser los padres del pequeño bien daban a entender que le había escudado de las llamas.
–No pudimos salvar a la niña –dijo con pesar una dragona volviendo a su forma humana. Había profusas lágrimas en su rostro.
Demian se arrodilló junto a los quemados y sacó su kit de medicina. Ya había consumido muchos de sus remedios, pero aún quedaba algo. Miró primero al chico y, para su alivio, constató de que no parecía muy grave. Era probable que sus pulmones estuvieran afectados por el calor y el humo, pero no tenía heridas evidentes. Seguramente había perdido el conocimiento, pero aún respiraba. Miró al anciano y su rostro se arrugó. Las quemaduras eran demasiado graves. Había carne expuesta hasta en su cuello y uno de sus ojos parecía literalmente haberse derretido con el fuego.
Tragó saliva. Por más que quisiera, no podía hacer ya nada por él. Sólo Niniel podría haberle salvado, pero ella no estaba cerca. Se concentró en los dos que parecían ser los padres del niño.
Los tuvo que girar para aplicar la mezcla herbal sobre las zonas más lastimadas de sus espaldas y removió un poco de tejido con su escalpelo. Vació lo poco de aceite de un frasco con la esperanza de sellar ante infecciones y procedió con la limpieza de manera frenética.(1)
Mientras realizaba estas maniobras el anciano dejó escapar su último aliento y falleció con una sonrisa, observando cómo lo que quedaba de su familia parecía tener una esperanza.
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(1) Demian ha usado su profesión de Medicina.
(*) Resumen del turno: Demian usa el vuelo entregado por Jeannie para volver donde los dragones ancestrales y el enfrentamiento entre brujos y dragones. Si bien las cosas están más calmas, aún hay disputas y Adda Lovelace parece haber sido alcanzada en una de ellas. No está grave, pero ello ha despertado aún más las desavenencias.
Demian entrega sus armas y armadura encantada a los dragones ancestrales como gesto de paz y toma un grupo de ambos bandos con ideas afines para ir en rescate de la ciudad.
Finalmente, usa su profesión de medicina para ayudar a los heridos.
Demian
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Me lancé una vez más a por el hombre.
Debía admitirlo. Los seguidores del Hombre Muerto eran fuertes. Aún no había acabado con aquel cibernético de la máscara tras dos enfrentamientos, y ese tipo entrado en años era mucho más fuerte de lo que debía ser. Lo suficiente como para mantenernos a Eltrant y a mi a ralla.
Pero poco a poco, ganábamos terreno. Con cada estocada y cada bloqueo, su equilibrio flaqueaba más. Debía seguir presionando.
Eltrant se desvaneció, apareciendo a la espalda del hombre de forma similar a mi entrada. Aunque el ataque principal no tuvo éxito, el héroe cambió de táctica justo a tiempo. Aquel guantelete suyo golpeó el suelo, abriendo una brecha en la defensa del viejo.
No iba a desaprovechar aquella oportunidad.
Salté, abriendo la garra del guantelete. El metal se hundió en su armadura, atravesando el cuero y su piel. Solo yo llegué a notar el destello carmesí que brotó de mi mano. [1] La explosión envió al humano por los aires, y le hizo rodar pesadamente por el suelo a varios metros de distancia.
Volví al suelo, arrastrándo los pies para frenar el impulso que había tomado. Un leve rastro humo escapaba de mi mano.
-Se acabó.- dije. Entre todo el polvo y los escombros, era difícil estar seguro, pero ningún ser humano podía haber recibido una explosión de ese tipo de cerca y seguir luchando. Miré entonces a los dragones que habían aparecido cerca. Los había ignorado hasta el momento, pero debían haber venido a por Tale. ¿Guardias de Dundarak? Gruñí. ¿De qué estaban...?
-Eltrant Tale. Demandámos juicio.- La voz de los dragones volvió a resonar, esta vez por toda la ciudad.
-Tienes que tomarme el pelo.- dije. Miré al humano con cierta preocupación. Aquello iba a ser un problema. -Los ancestrales.- Solo había dos formas de lidiar con aquello. O huía y no volvía nunca a Dundarak, o iba a juicio. No. Huir sería como admitir culpa de todo lo que había ocurrido. Sabía de sobra que mi amigo no era responsable.
Solo había una solución.
-Eltrant. Creo que deberías ir.- dije. No estaba contento con aquello, pero teníamos pocas salidas. -...No te estoy diciendo que te rindas. Confía en mi. Soy el Centinela de este reino. Haré que me escuchen.- dije seriamente. -Saldrás libre aunque sea lo último que haga.-
-¡TAAAAAAAALE!- vociferó Bracknell. Contra todo pronóstico, el hombre se había levantado. Un líquido rojo goteaba de sus labios. No era sangre. El olor era dulce. Los ojos de ese tipo... eran los de alguien en Frenesí. Estaba desquiciado. Y, de alguna forma, sus heridas habían desaparecido, aunque la mayor parte de su armadura había quedado destrozada.
Un virote voló hacia su cabeza. Y, sin embargo, el proyectil chocó contra sus espadas con un chasquido metálico. ¿Que demonios había bebido?
-Lo necesitamos vivo.- dije, poniéndome en guardia de nuevo. -Ve a por las manos.-
Demasiado tarde. Una esfera voló hacia nosotros, mostrando unos símbolos rúnicos demasiado familiares. No tuve tiempo para pensar. Casi moviéndome por instinto, alcé a Brillo hacia el proyectil, atravesándolo. La bola de fuego que aquello debía haber creado fue absorbida por la espada en un remolino naranja. [2] El fuego se extendió por mi cuerpo, y el breve momento de pánico se convirtió en confianza.
No duró. Una segunda esfera se lanzó hacia mi, esta vez explotando antes de que pudiese reaccionar, y lanzándome por el aire hasta caer dolorosamente de nuevo.
Me levanté del suelo. ¿Que era aquello, justicia kármica? Mi hombro sangraba, pero el fuego me había protegido de la explosión. Tenía que ayudar a Eltrant. El duelista había aprovechado para combatir contra su objetivo principal.
Pero algo lo detuvo.
La hoja del brazal de Syl había impactado contra una de sus armas. El gato había abandonado su posición, y estaba ahora apoyando a Eltrant desde el suelo. Se mantuvo a la ofensiva, lanzándose una y otra vez contra el anciano mientras Tale atacaba por el otro costado.
El ballestero no tenía tanta fuerza física como Eltrant o yo, pero su velocidad era envidiable. Saltó, atacó, esquivó un ataque y atacó de nuevo, llegando finalmente a herir el brazo del humano.
Bracknell rugió. No importaba lo que se enfadase. No le dejaríamos respirar.
Me lancé a la carga, invocando a la espada gemela de Brillo. [3] Destello hizo su aparición en mi otra mano. Atacaría con luz y fuego. Pero una vez más, aquel maníaco hizo gala de unos reflejos y fuerza inhumana, bloqueando ambas armas con una sola espada.
Brillo desapareció. Y en un instante, volvió a aparecer, por debajo de su guardia. La espada cortó en diagonal por su pecho. Y a pesar de todo, logró contraatacar, aprovechando mi ataque. Su espada mandó a Destello volando, y la bestia se lanzó contra mi, derribándome en un placaje. Uno de mis bolsillos se abrió, desperdigando algunas piedras rúnicas por el suelo.
Lo tenía encima de mi. Alzó ambas espadas, dispuesto a bajarlas sobre mi cuello. Brillo reapareció en mi mano justo a tiempo, evitando en el último segundo que consiguiese acabar conmigo. Pese al fuego que amenazaba con quemar su cuerpo, no iba a soltarme. Mis brazos temblaron. No tenía mucho tiempo.
Debía admitirlo. Los seguidores del Hombre Muerto eran fuertes. Aún no había acabado con aquel cibernético de la máscara tras dos enfrentamientos, y ese tipo entrado en años era mucho más fuerte de lo que debía ser. Lo suficiente como para mantenernos a Eltrant y a mi a ralla.
Pero poco a poco, ganábamos terreno. Con cada estocada y cada bloqueo, su equilibrio flaqueaba más. Debía seguir presionando.
Eltrant se desvaneció, apareciendo a la espalda del hombre de forma similar a mi entrada. Aunque el ataque principal no tuvo éxito, el héroe cambió de táctica justo a tiempo. Aquel guantelete suyo golpeó el suelo, abriendo una brecha en la defensa del viejo.
No iba a desaprovechar aquella oportunidad.
Salté, abriendo la garra del guantelete. El metal se hundió en su armadura, atravesando el cuero y su piel. Solo yo llegué a notar el destello carmesí que brotó de mi mano. [1] La explosión envió al humano por los aires, y le hizo rodar pesadamente por el suelo a varios metros de distancia.
Volví al suelo, arrastrándo los pies para frenar el impulso que había tomado. Un leve rastro humo escapaba de mi mano.
-Se acabó.- dije. Entre todo el polvo y los escombros, era difícil estar seguro, pero ningún ser humano podía haber recibido una explosión de ese tipo de cerca y seguir luchando. Miré entonces a los dragones que habían aparecido cerca. Los había ignorado hasta el momento, pero debían haber venido a por Tale. ¿Guardias de Dundarak? Gruñí. ¿De qué estaban...?
-Eltrant Tale. Demandámos juicio.- La voz de los dragones volvió a resonar, esta vez por toda la ciudad.
-Tienes que tomarme el pelo.- dije. Miré al humano con cierta preocupación. Aquello iba a ser un problema. -Los ancestrales.- Solo había dos formas de lidiar con aquello. O huía y no volvía nunca a Dundarak, o iba a juicio. No. Huir sería como admitir culpa de todo lo que había ocurrido. Sabía de sobra que mi amigo no era responsable.
Solo había una solución.
-Eltrant. Creo que deberías ir.- dije. No estaba contento con aquello, pero teníamos pocas salidas. -...No te estoy diciendo que te rindas. Confía en mi. Soy el Centinela de este reino. Haré que me escuchen.- dije seriamente. -Saldrás libre aunque sea lo último que haga.-
-¡TAAAAAAAALE!- vociferó Bracknell. Contra todo pronóstico, el hombre se había levantado. Un líquido rojo goteaba de sus labios. No era sangre. El olor era dulce. Los ojos de ese tipo... eran los de alguien en Frenesí. Estaba desquiciado. Y, de alguna forma, sus heridas habían desaparecido, aunque la mayor parte de su armadura había quedado destrozada.
Un virote voló hacia su cabeza. Y, sin embargo, el proyectil chocó contra sus espadas con un chasquido metálico. ¿Que demonios había bebido?
-Lo necesitamos vivo.- dije, poniéndome en guardia de nuevo. -Ve a por las manos.-
Demasiado tarde. Una esfera voló hacia nosotros, mostrando unos símbolos rúnicos demasiado familiares. No tuve tiempo para pensar. Casi moviéndome por instinto, alcé a Brillo hacia el proyectil, atravesándolo. La bola de fuego que aquello debía haber creado fue absorbida por la espada en un remolino naranja. [2] El fuego se extendió por mi cuerpo, y el breve momento de pánico se convirtió en confianza.
No duró. Una segunda esfera se lanzó hacia mi, esta vez explotando antes de que pudiese reaccionar, y lanzándome por el aire hasta caer dolorosamente de nuevo.
Me levanté del suelo. ¿Que era aquello, justicia kármica? Mi hombro sangraba, pero el fuego me había protegido de la explosión. Tenía que ayudar a Eltrant. El duelista había aprovechado para combatir contra su objetivo principal.
Pero algo lo detuvo.
La hoja del brazal de Syl había impactado contra una de sus armas. El gato había abandonado su posición, y estaba ahora apoyando a Eltrant desde el suelo. Se mantuvo a la ofensiva, lanzándose una y otra vez contra el anciano mientras Tale atacaba por el otro costado.
El ballestero no tenía tanta fuerza física como Eltrant o yo, pero su velocidad era envidiable. Saltó, atacó, esquivó un ataque y atacó de nuevo, llegando finalmente a herir el brazo del humano.
Bracknell rugió. No importaba lo que se enfadase. No le dejaríamos respirar.
Me lancé a la carga, invocando a la espada gemela de Brillo. [3] Destello hizo su aparición en mi otra mano. Atacaría con luz y fuego. Pero una vez más, aquel maníaco hizo gala de unos reflejos y fuerza inhumana, bloqueando ambas armas con una sola espada.
Brillo desapareció. Y en un instante, volvió a aparecer, por debajo de su guardia. La espada cortó en diagonal por su pecho. Y a pesar de todo, logró contraatacar, aprovechando mi ataque. Su espada mandó a Destello volando, y la bestia se lanzó contra mi, derribándome en un placaje. Uno de mis bolsillos se abrió, desperdigando algunas piedras rúnicas por el suelo.
Lo tenía encima de mi. Alzó ambas espadas, dispuesto a bajarlas sobre mi cuello. Brillo reapareció en mi mano justo a tiempo, evitando en el último segundo que consiguiese acabar conmigo. Pese al fuego que amenazaba con quemar su cuerpo, no iba a soltarme. Mis brazos temblaron. No tenía mucho tiempo.
____________________________________
Le hago kaboom a Bracknell. Como todo buen boss con varias fases, se bebe una poción que cura sus heridas y le vuelve más frenético por la flor de Nirvana (no afecta a los turnos, es sólo para justificar que le peguemos tanto). Bracknell me hace kaboom a mi, Syl se queda sin munición y entra cuerpo a cuerpo.
Dejo algunas runas de Descarga y a Destello (espada de luz copia de Brillo) en el suelo. Por si alguien quiere usarlas este turno.
[1] Habilidad: Estallido
[2] Habilidad: Absorber
[3] Brillo - Runa de Oshu
Asher Daregan
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Dragones, Jeannie, un juicio…
¿Por qué nada podía ser mínimamente simple?
Las sombras que tenía a su alrededor oscilaban, se volvían erráticas: Lyn se quedaba sin fuerzas y su cuerpo comenzaba a rechazar a la vampiresa. El dolor que producía la habilidad de la ojiazul crecía progresivamente, si seguía con Lyn en su interior pronto no podría moverse.
- ¡Lo sé! – Golpeó con el envés de Olvido a Bracknell en el pecho, que forcejaba con Asher, y lo alejó del lobo para dejarle a este un segundo para recuperar el aliento. - ¡No vas a ganar! – Bramó, tratando de buscar esta vez una de las extremidades del anciano.
Bracknell, por su parte, no respondió de forma coherente, dejó escapar otro grito acompañando el apellido de Eltrant y comenzó a encadenar espadazos contra el mismo.
Si el efecto de la flor de Nirana se había esfumado de la mente de Eltrant completamente, esta había nublado completamente la del subalterno del Hombre-Muerto.
En aquel momento, cuando todas las heridas de su cuerpo comenzaron a palpitar al mismo tiempo, mostrando que la noche anterior no había sido una pesadilla increíblemente vívida, empezó a echar de menos la euforia y la fuerza bruta que había poseído segundos atrás.
Aun cuando consiguió detener la mayor parte de los ataques de Bracknell con la ayuda de la pareja de Hombres-Bestia, el veterano se había convertido en un autómata imparable que solo buscaba matarle.
Estaba bastante seguro que aquel último golpe debía de haberle roto, al menos, un par de costillas. Pero parecía haberle frenarle ni un ápice, era como si no sintiese dolor.
Afortunadamente, como Lyn le recordaba cada vez que se alejaba lo suficiente de las espadas del duelista, no estaba solo. Continuaron cercando a un oponente increíblemente capaz de mantener el tipo frente a tres oponentes con habilidades muy distintas.
Empezó a creer, por unos instantes, que Bracknell no era humano.
Las sombras se expandieron y se contrajeron por si solas, varias veces, estaba llevando a la vampiresa a su límite. Comenzaron a fluctuar con más violencia, Lyn luchaba con todas sus fuerzas por no salir despedida de su cuerpo.
Alzó la mirada, rápidamente, aprovechando la fracción de segundo que Syl consiguió tras atraer la atención sobre él. Seguía nublado, si Lyn salía allí acabaría muy, muy mal. Miró a su alrededor, buscó lugares en los que internarse rápidamente.
Bracknell, mientras tanto, intercambiaba golpes con Asher. Las cuatro espadas que ambos portaban chasqueaban una y otra vez, casi parecía coreografiado. La espada de luz “Destello” parecía centellar con cada impacto, iluminando con suavidad los alrededores.
Las sombras se volvieron a contraer, se acumularon en torno a su cuerpo. Ignorando momentáneamente a Bracknell, Eltrant corrió hacia la mansión Raymond comprendiendo que estaba a punto de pasar.
Pero, como bien le habían enseñado en aquel rápido adiestramiento que le dieron en la guardia:
Nunca des la espalda a tus enemigos en mitad de un combate.
Su cuerpo se tensó cuando la espada de Bracknell se le clavó en la espalda, incluso abriéndose a los posibles ataques de Asher y Syl el veterano se lanzó contra él sin pensar en las posibles consecuencias que podría tener.
Frunció el ceño y, girándose sobre sí mismo, lanzó un tajo en diagonal que apartó al veterano durante unos instantes. Uno de los virotes elementales de Syl distrajeron a Bracknell el tiempo suficiente como para que Asher pudiese volver a tomar el relevo.
Tenía que llegar a la mansión.
Rápido.
¿Por qué era tan lento?
Lyn cayó a su lado, justo frente a la puerta de la mansión.
Con los ojos inyectados en sangre, Eltrant contempló como la vampiresa gritaba de dolor cuando su piel se vio expuesta a la luz solar. Sin pensárselo dos veces, ignorando al mundo volverse más pesado al carecer de la fuerza de la vampiresa en su interior, tomó a la ojiazul en brazos y embistió la puerta de la mansión.
- Ya estamos aquí. – Le dijo colocándola en el suelo, con cuidado. – Ya estás bien. – Agregó, con la voz rota, como si aquellas palabras, de alguna forma, remediasen lo que acababa de suceder.
No había sido demasiado grave. Respiró agitado comprobando el estado de la vampiresa: parte de sus manos, parte de su cara. Pero no había quedado reducida a cenizas.
Había sido rápido, había sido rápido.
Allí no había nada de sol.
- ¡KOTHÁN! – Gritó, la pelea se seguía produciendo en el exterior, de pronto se le antojó distante. - ¡OSHU! - Clavó a Olvido en el suelo levantando varias de las losas de mármol en el proceso.
Lyn le dijo algo, levantó su mano derecha hasta el rostro del castaño, pero no la escuchó; Eltrant llevó dicha mano hasta el pomo del gigantesco mandoble plateado y forzó a que el viento de la hoja curase de las heridas de la vampiresa. [1]
Sonrió, algo más aliviado, al ver que surtía efecto.
El zorro llegó a los pocos segundos a toda prisa, Eltrant estaba bastante seguro de que, de no estar cubierto de pelaje, podría haber vislumbrado a la palidez que probablemente se habría apoderado de su rostro.
- ¡Cuida de ella! – Ordenó, levándose y dejando a la espada curativa junto a su compañera. - ¡No te alejes de ella! – Repitió, incapaz de contener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
Ya habían peleado demasiado por él.
Cargó hacia el exterior, desenvainando a Recuerdo.
- ¡BRACKNELL! –
Corrió hacia él, sin detenerse, de frente. Asher y Syl lo habían mantenido ocupado, pero no podía dejarles más tiempo solos, había estado distraído, les había hecho cargar con un peso que era solo suyo.
Los dragones seguían mirando.
¿Por qué no hacían nada? ¿Por qué no se movían?
El veterano, tras evitar acabar decapitado por Asher, se separó un par de metros del perro y lanzó una estocada frente a él previendo la ruta que iba a tomar Eltrant, quien, si bien consiguió bloquear una de las espadas con Recuerdo, la segunda logró hundirse en su hombro.
Eltrant, sin embargo, no se paró. Continuó corriendo y embistió al veterano, cargó con el hombre hasta que alcanzó la pared del edificio al otro lado de la calle, dónde se aseguró de que Bracknell se golpeaba con ella usando todo el peso de su cuerpo. [2]
El anciano, eufórico por la flor, fue capaz de hacerle soltar a Recuerdo con un rápido corte de sus espadas. Pero no podía detenerse, no en aquel momento.
Había estado en situaciones como aquella en muchas ocasiones y aquella no iba a ser la última.
Se negaba a detenerse a morir en manos de un hombre como aquel. [3]
- ¡No necesito una espada para partirte los brazos! -
Le propinó un cabezazo a Bracknell y, sobreponiéndose al dolor que este le había causado con la última estocada [4], Eltrant sujetó el brazo derecho del veterano y lo forzó hasta que un sonoro “crack” se hizo perfectamente audible.
Contra todo pronóstico, el anciano no gritó, estaba demasiado drogado para sentir dolor siquiera. Si bien había dejado caer el arma a un lado, Eltrant notó como este trató de buscar su cuerpo con el arma que blandía en su mano izquierda.
Pero no se lo permitió.
Había recibido el numero cortes suficientes en lo que iba de noche por parte de aquel hombre como para saber que Bracknell era un maestro con la espada, pero que nunca había tenido una pelea mano a mano.
Lo que tenía que hacer era estar pegado a él hasta el punto de poder sentir, literalmente, su aliento. Le volvió a propinar un cabezazo, y otro más cuando el veterano pareció recuperar el equilibrio.
Lo sujetó por la camisa y lo mantuvo contra la pared, sacó al Eltrant Tale que se había ganado una cantidad apreciable de Aeros peleando en los barrios bajos de Lunargenta hacía años y comenzó a propinarle golpes en la cara, uno tras otro.
Se acordó de Nadia, por alguna razón.
Se preguntó qué pensaría de él si le viese en aquel momento.
Cinceló el tabique nasal del Bracknell hasta que este estuvo prácticamente hinchado e irreconocible. Se alejó de él lo justo para evitar la tosca estocada que intentó darle y, cuando el arma estuvo de nuevo abajo, acometió contra el anciano de nuevo.
Quizás la flor le hiciese no sentir dolor, pero su cuerpo seguía estando igualmente herido.
Evitó otro tajo, esta vez sujetó el brazo izquierdo y, sobreponiéndose a los mareos que sentía y a la necesidad de desplomarse allí mismo, le desencajó el hombro opuesto de un fuerte tirón.
Más puñetazos, los suficientes como para que el finalmente, se deslizase, contra la pared. Estaba seguro que, si Asher y Syl no lo hubiesen herido con anterioridad, no le hubiesen ayudado, aquella escena estaría siendo muy diferente.
Parecía que no se iba a mover más.
¿Había ganado?
Tragó saliva, el sabor metálico de la sangre se había vuelto una desagradable constante en su vida.
Miró a Bracknell, aunque no se moviese demasiado seguía estando consciente. Llevándose ambas manos hasta los cortes de su torso entrecerró los ojos.
Con tipos como aquel nunca se podía estar demasiado seguro.
Pateó con decisión varias veces la rodilla del veterano hasta que esta, también, dejó escapar un crujido. De aquel modo, por mucho que quisiese, no podría salir de allí pon su propio pie.
- Es una lástima que estés drogado. – Escupió, le habría gustado escucharle gritar, al menos en aquel momento.
El peso del mundo se le vino encima, sintió, de golpe, la mirada del enorme número de dragones que se acumulaba a su alrededor. Pero aquello era bueno. ¿No? Ahora solo tenían que llevar a Bracknell a juicio.
Pensamientos contradictorios, sentimientos conflictivos. No sabía qué hacer, se tambaleó hasta Asher y le sujetó de ambos brazos.
- Ve a ver… que tal esta Lyn. – Le pidió. – Por favor. – Asher tenía razón, la mejor forma de probar su inocencia era un juicio. Ahora que tenían a Bracknell era la mejor oportunidad que podían esperar.
Sabía que el sistema estaba corrompido por los lacayos del Hombre-Muerto, pero llegados a aquel punto… no podía hacer realmente otra cosa. En cualquier caso, los supuestos jueces, los dragones ancestrales parecían ser… ¿Solemnes? Prefería pensar que seres de aquel tipo no tenían nada que ver con nigromantes ni conspiraciones.
Pero le habían sorprendido demasiadas veces.
- Voy… - Señaló con el pulgar al lugar en el que estaba Jeannie y los caballeros, le dio una palmada en el hombro al lobo. – Gracias por todo, Asher. – Aquello quizás sonó ligeramente derrotista, casi como una despedida, pero estaba demasiado cansado para notarlo siquiera.
Se acercó a los caballeros dragón, miró a la elfa durante unos instantes.
¿Qué hacía allí? ¿La habrían mantenido a salvo de lo que había sucedido durante toda la noche? ¿Le había llamado Lucious?
- Soy Eltrant Tale. – dijo a los presentes. Se le nublaba la vista. – Me entrego por mi propia voluntad. – Agregó a continuación, esperando que le colocasen alguna variable de los grilletes que todos los caballeros del lugar solían llevar a la cintura.
Volvió a depositar sus ojos el Jeannie. Solo había coincidido con ella una vez, pero era alguien fácil de recordar, principalmente por lo que habían vivido aquella noche.
Se alegraba que estuviese bien.
- Hola Jeannie. - Alargó la mano para revolverle el pelo a la muchacha, no obstante, se detuvo antes de hacerlo, al darse cuenta de que la tenía empapada en sangre. Se decidió por ofrecerle una sonrisa cansada. - ¿Te has… vuelto a meter en líos con gigantes? – Preguntó casualmente, antes de desplomarse frente a ellos.
[1] Tercera Habilidad Olvido: Regeneración.
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 5: Embestir
[3] Habilidad de Eltrant de Nivel 0: Adrenalina
[4] Habilidad de Eltrant de Nivel 2: Karma.
Simbiosis de Lyn (3/3)
Resumen de mi turno:
- Tercer turno pegandome con Bracknell, lo noqueo para que Asher lo lleve al juicio.
- Me entrego voluntariamente a las fuerzas de Dundarak.
¿Por qué nada podía ser mínimamente simple?
“¡Elt! ¡No voy a poder aguantar mucho más!”
Las sombras que tenía a su alrededor oscilaban, se volvían erráticas: Lyn se quedaba sin fuerzas y su cuerpo comenzaba a rechazar a la vampiresa. El dolor que producía la habilidad de la ojiazul crecía progresivamente, si seguía con Lyn en su interior pronto no podría moverse.
- ¡Lo sé! – Golpeó con el envés de Olvido a Bracknell en el pecho, que forcejaba con Asher, y lo alejó del lobo para dejarle a este un segundo para recuperar el aliento. - ¡No vas a ganar! – Bramó, tratando de buscar esta vez una de las extremidades del anciano.
Bracknell, por su parte, no respondió de forma coherente, dejó escapar otro grito acompañando el apellido de Eltrant y comenzó a encadenar espadazos contra el mismo.
Si el efecto de la flor de Nirana se había esfumado de la mente de Eltrant completamente, esta había nublado completamente la del subalterno del Hombre-Muerto.
En aquel momento, cuando todas las heridas de su cuerpo comenzaron a palpitar al mismo tiempo, mostrando que la noche anterior no había sido una pesadilla increíblemente vívida, empezó a echar de menos la euforia y la fuerza bruta que había poseído segundos atrás.
Aun cuando consiguió detener la mayor parte de los ataques de Bracknell con la ayuda de la pareja de Hombres-Bestia, el veterano se había convertido en un autómata imparable que solo buscaba matarle.
Estaba bastante seguro que aquel último golpe debía de haberle roto, al menos, un par de costillas. Pero parecía haberle frenarle ni un ápice, era como si no sintiese dolor.
Afortunadamente, como Lyn le recordaba cada vez que se alejaba lo suficiente de las espadas del duelista, no estaba solo. Continuaron cercando a un oponente increíblemente capaz de mantener el tipo frente a tres oponentes con habilidades muy distintas.
Empezó a creer, por unos instantes, que Bracknell no era humano.
“El…Eltrant.”
Las sombras se expandieron y se contrajeron por si solas, varias veces, estaba llevando a la vampiresa a su límite. Comenzaron a fluctuar con más violencia, Lyn luchaba con todas sus fuerzas por no salir despedida de su cuerpo.
Alzó la mirada, rápidamente, aprovechando la fracción de segundo que Syl consiguió tras atraer la atención sobre él. Seguía nublado, si Lyn salía allí acabaría muy, muy mal. Miró a su alrededor, buscó lugares en los que internarse rápidamente.
Bracknell, mientras tanto, intercambiaba golpes con Asher. Las cuatro espadas que ambos portaban chasqueaban una y otra vez, casi parecía coreografiado. La espada de luz “Destello” parecía centellar con cada impacto, iluminando con suavidad los alrededores.
“Lo… siento, Elt.”
Las sombras se volvieron a contraer, se acumularon en torno a su cuerpo. Ignorando momentáneamente a Bracknell, Eltrant corrió hacia la mansión Raymond comprendiendo que estaba a punto de pasar.
Pero, como bien le habían enseñado en aquel rápido adiestramiento que le dieron en la guardia:
Nunca des la espalda a tus enemigos en mitad de un combate.
Su cuerpo se tensó cuando la espada de Bracknell se le clavó en la espalda, incluso abriéndose a los posibles ataques de Asher y Syl el veterano se lanzó contra él sin pensar en las posibles consecuencias que podría tener.
Frunció el ceño y, girándose sobre sí mismo, lanzó un tajo en diagonal que apartó al veterano durante unos instantes. Uno de los virotes elementales de Syl distrajeron a Bracknell el tiempo suficiente como para que Asher pudiese volver a tomar el relevo.
Tenía que llegar a la mansión.
Rápido.
¿Por qué era tan lento?
“No… no puedo.”
Lyn cayó a su lado, justo frente a la puerta de la mansión.
Con los ojos inyectados en sangre, Eltrant contempló como la vampiresa gritaba de dolor cuando su piel se vio expuesta a la luz solar. Sin pensárselo dos veces, ignorando al mundo volverse más pesado al carecer de la fuerza de la vampiresa en su interior, tomó a la ojiazul en brazos y embistió la puerta de la mansión.
- Ya estamos aquí. – Le dijo colocándola en el suelo, con cuidado. – Ya estás bien. – Agregó, con la voz rota, como si aquellas palabras, de alguna forma, remediasen lo que acababa de suceder.
No había sido demasiado grave. Respiró agitado comprobando el estado de la vampiresa: parte de sus manos, parte de su cara. Pero no había quedado reducida a cenizas.
Había sido rápido, había sido rápido.
Allí no había nada de sol.
- ¡KOTHÁN! – Gritó, la pelea se seguía produciendo en el exterior, de pronto se le antojó distante. - ¡OSHU! - Clavó a Olvido en el suelo levantando varias de las losas de mármol en el proceso.
Lyn le dijo algo, levantó su mano derecha hasta el rostro del castaño, pero no la escuchó; Eltrant llevó dicha mano hasta el pomo del gigantesco mandoble plateado y forzó a que el viento de la hoja curase de las heridas de la vampiresa. [1]
Sonrió, algo más aliviado, al ver que surtía efecto.
El zorro llegó a los pocos segundos a toda prisa, Eltrant estaba bastante seguro de que, de no estar cubierto de pelaje, podría haber vislumbrado a la palidez que probablemente se habría apoderado de su rostro.
- ¡Cuida de ella! – Ordenó, levándose y dejando a la espada curativa junto a su compañera. - ¡No te alejes de ella! – Repitió, incapaz de contener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
Ya habían peleado demasiado por él.
Cargó hacia el exterior, desenvainando a Recuerdo.
- ¡BRACKNELL! –
Corrió hacia él, sin detenerse, de frente. Asher y Syl lo habían mantenido ocupado, pero no podía dejarles más tiempo solos, había estado distraído, les había hecho cargar con un peso que era solo suyo.
Los dragones seguían mirando.
¿Por qué no hacían nada? ¿Por qué no se movían?
El veterano, tras evitar acabar decapitado por Asher, se separó un par de metros del perro y lanzó una estocada frente a él previendo la ruta que iba a tomar Eltrant, quien, si bien consiguió bloquear una de las espadas con Recuerdo, la segunda logró hundirse en su hombro.
Eltrant, sin embargo, no se paró. Continuó corriendo y embistió al veterano, cargó con el hombre hasta que alcanzó la pared del edificio al otro lado de la calle, dónde se aseguró de que Bracknell se golpeaba con ella usando todo el peso de su cuerpo. [2]
El anciano, eufórico por la flor, fue capaz de hacerle soltar a Recuerdo con un rápido corte de sus espadas. Pero no podía detenerse, no en aquel momento.
Había estado en situaciones como aquella en muchas ocasiones y aquella no iba a ser la última.
Se negaba a detenerse a morir en manos de un hombre como aquel. [3]
- ¡No necesito una espada para partirte los brazos! -
Le propinó un cabezazo a Bracknell y, sobreponiéndose al dolor que este le había causado con la última estocada [4], Eltrant sujetó el brazo derecho del veterano y lo forzó hasta que un sonoro “crack” se hizo perfectamente audible.
Contra todo pronóstico, el anciano no gritó, estaba demasiado drogado para sentir dolor siquiera. Si bien había dejado caer el arma a un lado, Eltrant notó como este trató de buscar su cuerpo con el arma que blandía en su mano izquierda.
Pero no se lo permitió.
Había recibido el numero cortes suficientes en lo que iba de noche por parte de aquel hombre como para saber que Bracknell era un maestro con la espada, pero que nunca había tenido una pelea mano a mano.
Lo que tenía que hacer era estar pegado a él hasta el punto de poder sentir, literalmente, su aliento. Le volvió a propinar un cabezazo, y otro más cuando el veterano pareció recuperar el equilibrio.
Lo sujetó por la camisa y lo mantuvo contra la pared, sacó al Eltrant Tale que se había ganado una cantidad apreciable de Aeros peleando en los barrios bajos de Lunargenta hacía años y comenzó a propinarle golpes en la cara, uno tras otro.
Se acordó de Nadia, por alguna razón.
Se preguntó qué pensaría de él si le viese en aquel momento.
Cinceló el tabique nasal del Bracknell hasta que este estuvo prácticamente hinchado e irreconocible. Se alejó de él lo justo para evitar la tosca estocada que intentó darle y, cuando el arma estuvo de nuevo abajo, acometió contra el anciano de nuevo.
Quizás la flor le hiciese no sentir dolor, pero su cuerpo seguía estando igualmente herido.
Evitó otro tajo, esta vez sujetó el brazo izquierdo y, sobreponiéndose a los mareos que sentía y a la necesidad de desplomarse allí mismo, le desencajó el hombro opuesto de un fuerte tirón.
Más puñetazos, los suficientes como para que el finalmente, se deslizase, contra la pared. Estaba seguro que, si Asher y Syl no lo hubiesen herido con anterioridad, no le hubiesen ayudado, aquella escena estaría siendo muy diferente.
Parecía que no se iba a mover más.
¿Había ganado?
Tragó saliva, el sabor metálico de la sangre se había vuelto una desagradable constante en su vida.
Miró a Bracknell, aunque no se moviese demasiado seguía estando consciente. Llevándose ambas manos hasta los cortes de su torso entrecerró los ojos.
Con tipos como aquel nunca se podía estar demasiado seguro.
Pateó con decisión varias veces la rodilla del veterano hasta que esta, también, dejó escapar un crujido. De aquel modo, por mucho que quisiese, no podría salir de allí pon su propio pie.
- Es una lástima que estés drogado. – Escupió, le habría gustado escucharle gritar, al menos en aquel momento.
El peso del mundo se le vino encima, sintió, de golpe, la mirada del enorme número de dragones que se acumulaba a su alrededor. Pero aquello era bueno. ¿No? Ahora solo tenían que llevar a Bracknell a juicio.
Pensamientos contradictorios, sentimientos conflictivos. No sabía qué hacer, se tambaleó hasta Asher y le sujetó de ambos brazos.
- Ve a ver… que tal esta Lyn. – Le pidió. – Por favor. – Asher tenía razón, la mejor forma de probar su inocencia era un juicio. Ahora que tenían a Bracknell era la mejor oportunidad que podían esperar.
Sabía que el sistema estaba corrompido por los lacayos del Hombre-Muerto, pero llegados a aquel punto… no podía hacer realmente otra cosa. En cualquier caso, los supuestos jueces, los dragones ancestrales parecían ser… ¿Solemnes? Prefería pensar que seres de aquel tipo no tenían nada que ver con nigromantes ni conspiraciones.
Pero le habían sorprendido demasiadas veces.
- Voy… - Señaló con el pulgar al lugar en el que estaba Jeannie y los caballeros, le dio una palmada en el hombro al lobo. – Gracias por todo, Asher. – Aquello quizás sonó ligeramente derrotista, casi como una despedida, pero estaba demasiado cansado para notarlo siquiera.
Se acercó a los caballeros dragón, miró a la elfa durante unos instantes.
¿Qué hacía allí? ¿La habrían mantenido a salvo de lo que había sucedido durante toda la noche? ¿Le había llamado Lucious?
- Soy Eltrant Tale. – dijo a los presentes. Se le nublaba la vista. – Me entrego por mi propia voluntad. – Agregó a continuación, esperando que le colocasen alguna variable de los grilletes que todos los caballeros del lugar solían llevar a la cintura.
Volvió a depositar sus ojos el Jeannie. Solo había coincidido con ella una vez, pero era alguien fácil de recordar, principalmente por lo que habían vivido aquella noche.
Se alegraba que estuviese bien.
- Hola Jeannie. - Alargó la mano para revolverle el pelo a la muchacha, no obstante, se detuvo antes de hacerlo, al darse cuenta de que la tenía empapada en sangre. Se decidió por ofrecerle una sonrisa cansada. - ¿Te has… vuelto a meter en líos con gigantes? – Preguntó casualmente, antes de desplomarse frente a ellos.
_______________________________________________________________
[1] Tercera Habilidad Olvido: Regeneración.
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 5: Embestir
[3] Habilidad de Eltrant de Nivel 0: Adrenalina
[4] Habilidad de Eltrant de Nivel 2: Karma.
Simbiosis de Lyn (3/3)
Resumen de mi turno:
- Tercer turno pegandome con Bracknell, lo noqueo para que Asher lo lleve al juicio.
- Me entrego voluntariamente a las fuerzas de Dundarak.
Eltrant Tale
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Me habían dicho que tenía que estar pendiente de todos los sucesos para realizar un informe para Friddel. Seguro que la mujer estaría complacida con todos los Kaboom, pioum y punch que conseguí recolectar para ella. Aunque debía encontrar una palabra mejor para el entrechocar de las espadas que chonc, con ese sonido sería difícil diferenciar entre los ataques de Asher (ugh, Asher), el malvado Tale y el héroe vegestorio de otra época.
Afortunadamente allí sentada entre las garras del dragón se estaba bastante a gusto. Había conseguido olvidar parte de los peores sucesos. Aunque también debo decir que tenía una gran habilidad para olvidar cosas importantes. Creo que tuve otros compañeros aparte de Clarice... Bueno, le preguntaría a ella cuando volviésemos a vernos. Mi mente vagaba fugazmente intentando reconectar fragmentos de pequeños recuerdos cuando me di cuenta de que estaba perdiéndome gran parte de lo que sucedía a mi alrededor.
El perro supervitaminado estaba luchando al lado del gato supervitaminado para vencer al viejo supervitaminado sin que Eltrant resultase más herido todavía. Y yo que pensaba que mi tarea de curar dragones a lo largo de las torres de Dundarak había sido pesada. Sin duda a Asher Daregan le gustaban las tareas imposibles.
- Oye Rojo Dos, creo que ya hemos visto suficientes onomatopeyas por hoy, ¿Y si le decimos a Friddel que se han partido la cara entre todos y ya está? -Le acaricio la patita.
- Pues... En vista de que eso es exactamente lo que están haciendo... Me parece razonable. - El dragón suelta pequeñas llamitas entre los dientes.
- ¿Todos os reís con llamas en la boca? ¡Es fascinante!
El dragón gira la cabeza avergonzado. Seguramente no les pasase a todos, pero yo no podía saberlo con seguridad en aquel momento. Era sin duda otra de las cosas que le preguntaría a Clarice cuando volviese a verla.
En aquel punto parecía que ya estaba casi todo decidido, Eltrant emprendió una huida como un auténtico cobarde hacia la mansión. Todo eso mientras dejaba vendido ante las espadas del viejo a Asher Daregan. Lancé un largo suspiro, tras lo que me habían contado, me esperaba ese tipo de comportamiento. Y también me esperaba la puñalada por la espalda del viejo. Un señor tan mayor no puede tener miramientos con respecto al honor de los jóvenes. Seguramente en sus tiempos se hicieran las cosas de aquel modo.
Pero Asher había mantenido bien la línea y Eltrant volvía a salir, esta vez con menos energías, eso estaba claro. Con una puñalada como aquella encima tampoco me extrañaba. Yo ni siquiera habría vuelto a salir. O sí, pero en un ataúd, podría deslizarme colina abajo y huir a mucha velocidad dentro de uno de esos ataúdes humanos. Apunté mentalmente la idea, podría ser divertido hacerlo más adelante.
El dragón de repente se dirigió a mi de nuevo.
- Es Kalhen, por cierto.
- ¿El qué? No deberías insultar a Asher en idioma dragón.
Volvió a asomar fuego entre los dientes que se apagó casi al instante.
- No debería reírme de que trates así al Centinela del Norte.
- Pues ya que es tanto Centinela del Norte, podría seguir ese camino a ver si se cae por el borde del mundo, o algo.
Rojo Dos suelta un suspiro.
- Me refería a mi nombre. Me llamo Kalhen. Lamento no haberme presentado antes y que me pusieras el nombre de Rojo Dos.
Le di algunas caricias más en la patita.
- Lo siento Kalhen, el tiempo apremiaba... - Le dediqué una sonrisa. - Cuando esto termine podemos pasar un rato hablando, si quieres.
El dragón asiente y volvemos a poner la vista sobre Eltrant, que parece haber dejado atrás todo tipo de estrategia para lanzarse contra el pobre viejo cuerpo a cuerpo. Bueno, eso siempre había sido una opción...
Al parecer no había sido mala elección, estaba remontando, poco a poco el viejo estaba cada vez más ensangrentado, magullado y tenía uno de los brazos girados en un ángulo extraño. Bueno, ahora dos, y una rodilla. Todo había terminado por fin...
- Esperemos un segundo a ver qué hace Eltrant Tale, señorita Fawkes. Si se entrega voluntariamente puede que Friddel se muestre más... Predispuesta a escuchar.
Me deshice del abrazo del dragón.
- Me salvó la vida una vez... Así que como mínimo le debo eso.
Me puse en pie al lado de Kalhen, esperando. Eltrant estaba dedicándole unas palabras a Asher. Eltrant señala hacia mi posición, parece que el dragón tenía razón después de todo y planeaba entregarse pacíficamente. Tampoco es que en aquel estado tuviera muchas más opciones.
El humano se acercaba poco a poco, llegó a nuestra posición y saludó a los dragones. Acto seguido a mi, acercó una mano para acariciarme el pelo como había hecho anteriormente. Por instinto me retiré un poco... Pero el muy bestia se me cayó encima.
- ¡Kalhen!¿Un poco de ayuda aquí?
- ¡Uy! A veces olvido lo pequeñaja que eres.
La pata del dragón levanta a Tale y lo posa sobre su lomo. Subo de un salto y comienzo a sanar sus heridas. El tatuaje de su brazo izquierdo estaba brillando intensamente, cuando posé mis manos sobre una de sus heridas para sanarlo la luz se intensificó volviéndose más estable y nítida a su vez. Los cortes se cerraban más rápido de lo que yo era capaz de curar normalmente. El humano tenía más trucos de los que parecía.
- Vámonos, iremos en busca de Friddel, le curaré de camino.
Otro de los dragones se acerca a nosotros.
- ¿Qué hacemos con el humano herido, mi señora?
- Quemadlo. -Tras un segundo de pensarlo bien. - No, bueno, es un héroe, pero míralo, parece un trapo roto. ¿Qué importa un humano más? Tenemos al que buscábamos. Dejadlo ahí y ya que se salve a sí mismo.
Tras unos instantes de duda por parte del dragón, asiente y se aleja hacia donde se encontraba Asher. Si lo que había dicho Kalhen era cierto, y el perro era el Centinela del Norte, seguramente iría a ofrecerse para llevarlo a algún sitio, o presentarle sus respetos. Sea como fuere, tenía cosas más importantes que hacer, como curar a mi antiguo amigo. Todos necesitábamos explicaciones. Más vale que fuesen buenas...
Solté un pequeño grito cuando el dragón echó a volar.
No tardamos en encontrar a Friddel, estaba dándole órdenes a algunos caballeros dragón para ayudar a sacar gente de debajo de un edificio derruído.
- ¡Maldita elfa demoníaca! ¡Y tú Kalhen, pedazo de asno! ¿se puede saber por qué demonios la habeis ayudado a quemar media ciudad?
Como siempre la mujer tenía las venas del cuello hinchadas, aunque antes de que descendiéramos parecía bastante tranquila. El dragón mira hacia otro lado, evitando los ojos de Friddel.
- En mi defensa debo decir que la íbamos a quemar entera, pero nos hemos desviado un poco del plan original.
Los ojos de la mujer perdieron el color, la ira se apoderaba de su cerebro y sus puños se cerraron con fuerza. Volví a hablar antes de que acabasen impactando sin querer en mi cara.
- Tenemos a Eltrant Tale.
La dragona pareció relajarse un poco y se asomó a observar el estado del humano. Seguía con mi tratamiento de curación, aunque aquel tatuaje extraño me estaba ayudando todavía quedaba mucho que hacer.
- Termina de curar a ese traidor, en cuanto despierte tiene un juicio al que asistir.
- ¿Yo también?
Friddel se gira a ambos lados con los brazos abiertos.
- ¿Tú qué crees?
Me quedé mirándola pensativa.
- Que deberías tomarte un té, estás muy nerviosa.
Jamás una colleja había resonado tan fuertemente entre las calles de Dundarak.
Afortunadamente allí sentada entre las garras del dragón se estaba bastante a gusto. Había conseguido olvidar parte de los peores sucesos. Aunque también debo decir que tenía una gran habilidad para olvidar cosas importantes. Creo que tuve otros compañeros aparte de Clarice... Bueno, le preguntaría a ella cuando volviésemos a vernos. Mi mente vagaba fugazmente intentando reconectar fragmentos de pequeños recuerdos cuando me di cuenta de que estaba perdiéndome gran parte de lo que sucedía a mi alrededor.
El perro supervitaminado estaba luchando al lado del gato supervitaminado para vencer al viejo supervitaminado sin que Eltrant resultase más herido todavía. Y yo que pensaba que mi tarea de curar dragones a lo largo de las torres de Dundarak había sido pesada. Sin duda a Asher Daregan le gustaban las tareas imposibles.
- Oye Rojo Dos, creo que ya hemos visto suficientes onomatopeyas por hoy, ¿Y si le decimos a Friddel que se han partido la cara entre todos y ya está? -Le acaricio la patita.
- Pues... En vista de que eso es exactamente lo que están haciendo... Me parece razonable. - El dragón suelta pequeñas llamitas entre los dientes.
- ¿Todos os reís con llamas en la boca? ¡Es fascinante!
El dragón gira la cabeza avergonzado. Seguramente no les pasase a todos, pero yo no podía saberlo con seguridad en aquel momento. Era sin duda otra de las cosas que le preguntaría a Clarice cuando volviese a verla.
En aquel punto parecía que ya estaba casi todo decidido, Eltrant emprendió una huida como un auténtico cobarde hacia la mansión. Todo eso mientras dejaba vendido ante las espadas del viejo a Asher Daregan. Lancé un largo suspiro, tras lo que me habían contado, me esperaba ese tipo de comportamiento. Y también me esperaba la puñalada por la espalda del viejo. Un señor tan mayor no puede tener miramientos con respecto al honor de los jóvenes. Seguramente en sus tiempos se hicieran las cosas de aquel modo.
Pero Asher había mantenido bien la línea y Eltrant volvía a salir, esta vez con menos energías, eso estaba claro. Con una puñalada como aquella encima tampoco me extrañaba. Yo ni siquiera habría vuelto a salir. O sí, pero en un ataúd, podría deslizarme colina abajo y huir a mucha velocidad dentro de uno de esos ataúdes humanos. Apunté mentalmente la idea, podría ser divertido hacerlo más adelante.
El dragón de repente se dirigió a mi de nuevo.
- Es Kalhen, por cierto.
- ¿El qué? No deberías insultar a Asher en idioma dragón.
Volvió a asomar fuego entre los dientes que se apagó casi al instante.
- No debería reírme de que trates así al Centinela del Norte.
- Pues ya que es tanto Centinela del Norte, podría seguir ese camino a ver si se cae por el borde del mundo, o algo.
Rojo Dos suelta un suspiro.
- Me refería a mi nombre. Me llamo Kalhen. Lamento no haberme presentado antes y que me pusieras el nombre de Rojo Dos.
Le di algunas caricias más en la patita.
- Lo siento Kalhen, el tiempo apremiaba... - Le dediqué una sonrisa. - Cuando esto termine podemos pasar un rato hablando, si quieres.
El dragón asiente y volvemos a poner la vista sobre Eltrant, que parece haber dejado atrás todo tipo de estrategia para lanzarse contra el pobre viejo cuerpo a cuerpo. Bueno, eso siempre había sido una opción...
Al parecer no había sido mala elección, estaba remontando, poco a poco el viejo estaba cada vez más ensangrentado, magullado y tenía uno de los brazos girados en un ángulo extraño. Bueno, ahora dos, y una rodilla. Todo había terminado por fin...
- Esperemos un segundo a ver qué hace Eltrant Tale, señorita Fawkes. Si se entrega voluntariamente puede que Friddel se muestre más... Predispuesta a escuchar.
Me deshice del abrazo del dragón.
- Me salvó la vida una vez... Así que como mínimo le debo eso.
Me puse en pie al lado de Kalhen, esperando. Eltrant estaba dedicándole unas palabras a Asher. Eltrant señala hacia mi posición, parece que el dragón tenía razón después de todo y planeaba entregarse pacíficamente. Tampoco es que en aquel estado tuviera muchas más opciones.
El humano se acercaba poco a poco, llegó a nuestra posición y saludó a los dragones. Acto seguido a mi, acercó una mano para acariciarme el pelo como había hecho anteriormente. Por instinto me retiré un poco... Pero el muy bestia se me cayó encima.
- ¡Kalhen!¿Un poco de ayuda aquí?
- ¡Uy! A veces olvido lo pequeñaja que eres.
La pata del dragón levanta a Tale y lo posa sobre su lomo. Subo de un salto y comienzo a sanar sus heridas. El tatuaje de su brazo izquierdo estaba brillando intensamente, cuando posé mis manos sobre una de sus heridas para sanarlo la luz se intensificó volviéndose más estable y nítida a su vez. Los cortes se cerraban más rápido de lo que yo era capaz de curar normalmente. El humano tenía más trucos de los que parecía.
- Vámonos, iremos en busca de Friddel, le curaré de camino.
Otro de los dragones se acerca a nosotros.
- ¿Qué hacemos con el humano herido, mi señora?
- Quemadlo. -Tras un segundo de pensarlo bien. - No, bueno, es un héroe, pero míralo, parece un trapo roto. ¿Qué importa un humano más? Tenemos al que buscábamos. Dejadlo ahí y ya que se salve a sí mismo.
Tras unos instantes de duda por parte del dragón, asiente y se aleja hacia donde se encontraba Asher. Si lo que había dicho Kalhen era cierto, y el perro era el Centinela del Norte, seguramente iría a ofrecerse para llevarlo a algún sitio, o presentarle sus respetos. Sea como fuere, tenía cosas más importantes que hacer, como curar a mi antiguo amigo. Todos necesitábamos explicaciones. Más vale que fuesen buenas...
Solté un pequeño grito cuando el dragón echó a volar.
No tardamos en encontrar a Friddel, estaba dándole órdenes a algunos caballeros dragón para ayudar a sacar gente de debajo de un edificio derruído.
- ¡Maldita elfa demoníaca! ¡Y tú Kalhen, pedazo de asno! ¿se puede saber por qué demonios la habeis ayudado a quemar media ciudad?
Como siempre la mujer tenía las venas del cuello hinchadas, aunque antes de que descendiéramos parecía bastante tranquila. El dragón mira hacia otro lado, evitando los ojos de Friddel.
- En mi defensa debo decir que la íbamos a quemar entera, pero nos hemos desviado un poco del plan original.
Los ojos de la mujer perdieron el color, la ira se apoderaba de su cerebro y sus puños se cerraron con fuerza. Volví a hablar antes de que acabasen impactando sin querer en mi cara.
- Tenemos a Eltrant Tale.
La dragona pareció relajarse un poco y se asomó a observar el estado del humano. Seguía con mi tratamiento de curación, aunque aquel tatuaje extraño me estaba ayudando todavía quedaba mucho que hacer.
- Termina de curar a ese traidor, en cuanto despierte tiene un juicio al que asistir.
- ¿Yo también?
Friddel se gira a ambos lados con los brazos abiertos.
- ¿Tú qué crees?
Me quedé mirándola pensativa.
- Que deberías tomarte un té, estás muy nerviosa.
Jamás una colleja había resonado tan fuertemente entre las calles de Dundarak.
Irinnil Fawkes
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Rápidamente, Ohm y Gol’then tomaron posiciones a ambos lados de la puerta, listos para entrar en acción en cuanto sus enemigos cruzasen el umbral, pero esto tardó unos minutos en suceder, no en vano habían puesto una barricada tras la entrada. Elen observó la chimenea con impotencia, le habría gustado transformarse en amasijo de murciélagos y salir a través de ella para sorprender a los cazadores por la espalda pero no era posible, mientras el sol estuviese en lo alto ella no podría moverse con libertad.
Así pues, aguardó con resignación hasta que los alterados extraños lograron romper el cerrojo, momento en que decidió retirar ella misma la defensa para adelantar los acontecimientos antes de perder la poca paciencia que le quedaba. Las sombras se alargaron y apartaron los muebles del camino de los recién llegados, un tipo menudo y otro considerablemente más grande, pero ninguno de ellos tenía nada que hacer, habían entrado en el peor lugar posible y aunque la centinela no interviniese, perderían igualmente frente al par de hombres bestia que custodiaban la puerta.
Una vez dentro, Gwizdo y Lian-Chu se detuvieron en seco, observando con cierta preocupación a Ohm y Gol’then, quienes les ganaban en tamaño y por supuesto, también en fuerza. Quedaba claro que aquellos no eran dragones, pero las otras dos personas de la sala podían serlo, o eso quisieron creer para no perder la motivación que los había llevado hasta allí.
- ¡Morid bestias! - bramó el único de los dos que podía ser considerado como una amenaza, echando mano a su mandoble e ignorando al elefante y al toro para ir directamente hacia la de cabellos cenicientos. Aquel sería su primer error, no solo por dar la espalda al enemigo sino por ir a por la persona más peligrosa de la estancia, quien sin dudarlo se envolvió con su oscuro elemento y se lanzó a encararlo. En cuestión de segundos, una red de sombríos lazos inmovilizó al fortachón, arrebatándole el arma y dejándolo completamente a merced de la vampira mientras su pequeño amigo recibía un duro golpe de manos de Gol’then, que lo dejó inconsciente en el acto.
- ¿Gwizdo? ¡Gwizdo! - volvió a gritar el tipo, tras escuchar como el cuerpo de su compañero se desplomaba sobre el suelo. Fue entonces cuando los efectos del veneno empezaron a remitir, causando un fuerte dolor de cabeza al espadachín mientras se daba cuenta del agujero en que se había metido. - ¿Quiénes sois vosotros? - alcanzó a preguntar, todavía revolviéndose contra las negras ataduras que lo retenían. - ¿Dónde están los dragones? Tú no puedes ser una de ellos pero sé lo que vi, uno de esos animales entró por la chimenea. - aseguró, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun se llevase una mano al rostro y riese por lo bajo.
- ¿No te das cuenta de la estupidez que estás soltando por esa boca? - inquirió, recortando la distancia que los separaba y apretando las ligaduras en torno a las extremidades del cazador. - ¿Has visto a alguno de verdad en tu vida? Si lo hubieses hecho te darías cuenta de que no caben por un hueco tan estrecho. - continuó Elen, volviendo a extraer de su bolsa la figura de madera para mostrársela al extraño. - Esto es lo que has visto imbécil, pero ya no importa, has dejado al descubierto nuestra posición y me da igual a qué bando pertenezcas, no puedo permitir que salgas de aquí. - sentenció con frialdad.
- Mira sus ojos, creo que ha sido infectado… como los demás. - intervino Alister, que hasta el momento se había mantenido en silencio, tratando de controlar las ganas que tenía de partirle la cara a aquel individuo por atreverse a dar caza a sus congéneres. - Puede ser, pero aun así nos han visto, como poco serán un estorbo. - replicó la señora de sombras, cruzando los brazos sobre el pecho. - Podríamos encerrarlos abajo. - propuso Gol’then, agachándose para tomar uno de los brazos de Gwizdo y arrastrarlo hasta el sótano.
A diferencia de la criatura de la noche, los Buscones no estaban tan acostumbrados a matar para eliminar los problemas, así que, sin querer llevarlos por la misma senda que ella recorría, decidió aceptar la opción del hombre bestia. - Está bien, pero debemos asegurarnos de que no despierten hasta dentro de unas horas. - comentó, deslizando uno de sus oscuros lazos hacia el cuello de Lian-Chu para cortar su suministro de aire y que perdiese el sentido.
- Deja que yo me encargue. - pidió el norteño, colocando una de sus manos sobre el hombro de la joven. Acto seguido, y en cierto modo para desquitarse, Alister propinó al prisionero un contundente puñetazo en la sien, seguido de otros dos igual de certeros, con los que lo dejó fuera de combate. La de ojos verdes no hizo preguntas al respecto, entendía perfectamente que su compañero sintiese rabia hacia aquellos hombres, así que se limitó a retirar sus sombras y buscar algo con que atarlos de pies y manos antes de llevarlos al piso inferior.
- ¡Elen! ¡Los efectos del veneno están remitiendo! - informó Toriel en cuanto vio bajar al grupo, aunque su rostro pronto se tornó confuso al ver al par de extraños que traían. - Una buena noticia, ya era hora… esto, es una larga historia, tenemos que movernos, el refugio ya no es seguro. - soltó, avanzando hacia Hont, Menelwie y Valeska para examinarlos antes de nada. Los tres estaban mucho más tranquilos y la embarazada incluso empezó a preguntar por el estado de su bebé, razón por la cual se decidió a liberarlos y depositar su confianza nuevamente en ellos.
- Pero, ¿cómo lo haremos? No puedes exponerte al sol. - le recordó la mujer, visiblemente preocupada por éxito del plan si perdían a una de sus protectoras. - Lo discutiremos arriba. - fue lo único que la joven pudo decir al respecto, instando a los Buscones a reunirse en el salón y dejar allí solo al par de cazadores.
- ¿Y el dragón? - preguntó Valeska al echar en falta a uno de sus defensores. - Alister ha salido a ver cómo está la situación, no te preocupes, no tardará en volver. - contestó la vampira, aunque a juzgar por la rapidez con que se había marchado podía traerles malas noticias.
Así pues, aguardó con resignación hasta que los alterados extraños lograron romper el cerrojo, momento en que decidió retirar ella misma la defensa para adelantar los acontecimientos antes de perder la poca paciencia que le quedaba. Las sombras se alargaron y apartaron los muebles del camino de los recién llegados, un tipo menudo y otro considerablemente más grande, pero ninguno de ellos tenía nada que hacer, habían entrado en el peor lugar posible y aunque la centinela no interviniese, perderían igualmente frente al par de hombres bestia que custodiaban la puerta.
Una vez dentro, Gwizdo y Lian-Chu se detuvieron en seco, observando con cierta preocupación a Ohm y Gol’then, quienes les ganaban en tamaño y por supuesto, también en fuerza. Quedaba claro que aquellos no eran dragones, pero las otras dos personas de la sala podían serlo, o eso quisieron creer para no perder la motivación que los había llevado hasta allí.
- ¡Morid bestias! - bramó el único de los dos que podía ser considerado como una amenaza, echando mano a su mandoble e ignorando al elefante y al toro para ir directamente hacia la de cabellos cenicientos. Aquel sería su primer error, no solo por dar la espalda al enemigo sino por ir a por la persona más peligrosa de la estancia, quien sin dudarlo se envolvió con su oscuro elemento y se lanzó a encararlo. En cuestión de segundos, una red de sombríos lazos inmovilizó al fortachón, arrebatándole el arma y dejándolo completamente a merced de la vampira mientras su pequeño amigo recibía un duro golpe de manos de Gol’then, que lo dejó inconsciente en el acto.
- ¿Gwizdo? ¡Gwizdo! - volvió a gritar el tipo, tras escuchar como el cuerpo de su compañero se desplomaba sobre el suelo. Fue entonces cuando los efectos del veneno empezaron a remitir, causando un fuerte dolor de cabeza al espadachín mientras se daba cuenta del agujero en que se había metido. - ¿Quiénes sois vosotros? - alcanzó a preguntar, todavía revolviéndose contra las negras ataduras que lo retenían. - ¿Dónde están los dragones? Tú no puedes ser una de ellos pero sé lo que vi, uno de esos animales entró por la chimenea. - aseguró, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun se llevase una mano al rostro y riese por lo bajo.
- ¿No te das cuenta de la estupidez que estás soltando por esa boca? - inquirió, recortando la distancia que los separaba y apretando las ligaduras en torno a las extremidades del cazador. - ¿Has visto a alguno de verdad en tu vida? Si lo hubieses hecho te darías cuenta de que no caben por un hueco tan estrecho. - continuó Elen, volviendo a extraer de su bolsa la figura de madera para mostrársela al extraño. - Esto es lo que has visto imbécil, pero ya no importa, has dejado al descubierto nuestra posición y me da igual a qué bando pertenezcas, no puedo permitir que salgas de aquí. - sentenció con frialdad.
- Mira sus ojos, creo que ha sido infectado… como los demás. - intervino Alister, que hasta el momento se había mantenido en silencio, tratando de controlar las ganas que tenía de partirle la cara a aquel individuo por atreverse a dar caza a sus congéneres. - Puede ser, pero aun así nos han visto, como poco serán un estorbo. - replicó la señora de sombras, cruzando los brazos sobre el pecho. - Podríamos encerrarlos abajo. - propuso Gol’then, agachándose para tomar uno de los brazos de Gwizdo y arrastrarlo hasta el sótano.
A diferencia de la criatura de la noche, los Buscones no estaban tan acostumbrados a matar para eliminar los problemas, así que, sin querer llevarlos por la misma senda que ella recorría, decidió aceptar la opción del hombre bestia. - Está bien, pero debemos asegurarnos de que no despierten hasta dentro de unas horas. - comentó, deslizando uno de sus oscuros lazos hacia el cuello de Lian-Chu para cortar su suministro de aire y que perdiese el sentido.
- Deja que yo me encargue. - pidió el norteño, colocando una de sus manos sobre el hombro de la joven. Acto seguido, y en cierto modo para desquitarse, Alister propinó al prisionero un contundente puñetazo en la sien, seguido de otros dos igual de certeros, con los que lo dejó fuera de combate. La de ojos verdes no hizo preguntas al respecto, entendía perfectamente que su compañero sintiese rabia hacia aquellos hombres, así que se limitó a retirar sus sombras y buscar algo con que atarlos de pies y manos antes de llevarlos al piso inferior.
- ¡Elen! ¡Los efectos del veneno están remitiendo! - informó Toriel en cuanto vio bajar al grupo, aunque su rostro pronto se tornó confuso al ver al par de extraños que traían. - Una buena noticia, ya era hora… esto, es una larga historia, tenemos que movernos, el refugio ya no es seguro. - soltó, avanzando hacia Hont, Menelwie y Valeska para examinarlos antes de nada. Los tres estaban mucho más tranquilos y la embarazada incluso empezó a preguntar por el estado de su bebé, razón por la cual se decidió a liberarlos y depositar su confianza nuevamente en ellos.
- Pero, ¿cómo lo haremos? No puedes exponerte al sol. - le recordó la mujer, visiblemente preocupada por éxito del plan si perdían a una de sus protectoras. - Lo discutiremos arriba. - fue lo único que la joven pudo decir al respecto, instando a los Buscones a reunirse en el salón y dejar allí solo al par de cazadores.
- ¿Y el dragón? - preguntó Valeska al echar en falta a uno de sus defensores. - Alister ha salido a ver cómo está la situación, no te preocupes, no tardará en volver. - contestó la vampira, aunque a juzgar por la rapidez con que se había marchado podía traerles malas noticias.
***
Batiendo las alas con fuerza, el reptil cruzó media ciudad en apenas unos minutos, ansioso por confirmar sus sospechas acerca de los Ancestrales. Las voces de aquellas leyendas vivientes fueron suficiente para guiarlo y comprender mejor el lío en que Eltrant se encontraba, uno del que no podría salir ileso sin algo de apoyo ya que se iba a exponer a un juicio.
Cuando finalmente pudo atisbar las imponentes siluetas de sus congéneres supo que era cierto, Elen se había quedado corta al describirlos, eran ellos sin duda, habían descendido de las montañas para acabar con el asunto que sumía Dundarak en el más puro caos. - Esto es demasiado. - pensó, viendo desde las alturas como el mercenario se entregaba voluntariamente e iniciaba la marcha hacia el lugar en que se le juzgaría. - Tengo que avisar a los demás. - se dijo interiormente, dando la vuelta para regresar al refugio y poner a la centinela y a los Buscones al tanto de las novedades.
Off: Resumen del post
- Mandamos a dormir a Gwizdo y Lian-Chu.
- Los infectados vuelven poco a poco a la normalidad.
- Alister se entera del juicio y vuelve para informar a los demás, que están planeando su siguiente movimiento.
Cuando finalmente pudo atisbar las imponentes siluetas de sus congéneres supo que era cierto, Elen se había quedado corta al describirlos, eran ellos sin duda, habían descendido de las montañas para acabar con el asunto que sumía Dundarak en el más puro caos. - Esto es demasiado. - pensó, viendo desde las alturas como el mercenario se entregaba voluntariamente e iniciaba la marcha hacia el lugar en que se le juzgaría. - Tengo que avisar a los demás. - se dijo interiormente, dando la vuelta para regresar al refugio y poner a la centinela y a los Buscones al tanto de las novedades.
Off: Resumen del post
- Mandamos a dormir a Gwizdo y Lian-Chu.
- Los infectados vuelven poco a poco a la normalidad.
- Alister se entera del juicio y vuelve para informar a los demás, que están planeando su siguiente movimiento.
Elen Calhoun
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Un trueno rugió.
El círculo de hechiceros ya mostraba un par de desmayos, pero parecía que estaban por terminar el ritual, a juzgar por los oscuros nubarrones que se formaban sobre la ciudad. Estaba compuesto por brujos elementales de agua y aire, además de algunos dragones voluntarios de elementos similares que aportaban con su afinidad natural.
La primera gota de lluvia cayó justo en la nariz de Demian, sintiéndose como una satisfactoria bendición entre todo lo que había ocurrido durante las últimas horas.
–El grupo fuego informa que han logrado controlar el avance de las llamas. Es cosa de tiempo para que la lluvia, si el ritual logra mantenerla, permita al fin tener un alivio –informó la dragona, que ahora ya Demian conocía por su nombre, Lydia.
–La prioridad está ahora en los heridos –dijo el chico con voz cansada.
El agua no tardó en manifestarse con más intensidad, ayudando al joven a limpiarse del exceso de sangre y humo que le volvía irreconocible. Terminó de realizar las curaciones primarias a una joven que podía notarse era muy bella, pero que ahora tendría que lidiar con una cara desfigurada por las quemaduras. ¿Cuántos más en la ciudad verían sus vidas cambiadas para siempre por aquel estúpido conflicto?
Se dejó caer sentado en el lugar. Había gastado el último de los insumos de medicina de sus reservas y ya, aunque tuviera la voluntad de ayudar, no podría hacer mucho con sólo sus manos. Otros sanadores a su lado también estaban enfrentando dilemas similares.
–Debemos transportar a los heridos a un lugar seguro, d-d-donde puedan recibir más cuidados –dijo en voz fuerte.
Los guardias dragones asintieron, así como algunos brujos. No fueron necesarias demasiadas instrucciones, todos aportaron su grano de arena, ya sea generando improvisadas camillas, o bien usando la magia, o bien cargando heridos en forma de dragón, dependiendo de las habilidades de cada uno. La tarea no iba a ser sencilla, ni se iba a terminar de inmediato.
–Yo te llevaré de vuelta con los dragones ancestrales, joven brujo –ofreció Lydia hincándose a su lado.
–No, no... hay herid-dos que lo requieren más –contestó el chico con un movimiento de su mano.
–Entiendo tu punto, pero debo insistir. La ciudad entera está en un desastre y querrán saber qué ha pasado. Además, hace unos instantes he oído la voz de los ancestrales resonar, como si estuviera en toda la ciudad. Has dicho antes que Eltrant Tale es inocente, ¿no? No se si tengas o no razón, pero te has ganado el derecho, a mis ojos, de hablar a su favor –insistió ella y ahora Demian asintió.
* * *
Demian cayó de bruces cerca de los dragones ancestrales. Su cuerpo se había esforzado más de lo común y necesitaba descansar. Se giró para quedar de espaldas, dejando que la lluvia le refrescara el rostro.
–Los dragones y el Hekshold, t-t-trabajando juntos –dijo desde esa misma posición a los dragones.
Adda Lovelace se acercó al chico y le dio de beber de un vaso. Demian no estaba completamente seguro de qué es lo que era, incluso luego de tomarse más de la mitad, pero podía afirmar que al menos contenía una buena cantidad de licor, a juzgar por el ardor en su garganta que le llevó a toser.
–Has hecho bastante hoy, jovencito –dijo ella en tono dulce.
Demian sintió que aquella infusión le daba nuevos bríos, si bien su cuerpo aún estaba agotado. Se acomodó hasta sentarse en la posición de la flor de loto y respiró con calma. Los rumores decían que Eltrant llegaría pronto y debía estar preparado. Se hablaba de un juicio y ya habían asignado a la maestra Adda como miembro del colegiado que debería dar un veredicto.
–Maestra, conozco a Eltrant d-desde hace mucho tiempo y se que es capaz de arrojarse de un pu-puente para salvar a una persona en peligro. También he visto las maneras de Bracknell y no me cabe duda que él es quien ha estado detrás de todo este asunto. Los propios B-Buscones han sido afectados por esto, lo he visto, no es algo que ellos hayan causado. Puedo mostrarle.
Demian se concentró para transmitir algunas imágenes desde sus recuerdos para respaldar sus dichos. Sabía que aquello no eran pruebas definitivas, pero también sabía que la maestra Adda era una persona comprensiva y de buen corazón. Confiaba en que ella entendería. En el Hekshold le llamaban con cariño la “abuela de todos”.
Se puso de pie, caminando hasta estar frente a frente con los dragones.
–Hoy ha habido dos grupos, estamos aquellos que hemos luchado por la paz, por ayudar a los afectados por aq-q-quella maldita esencia o por detener lo que pasa... y han estado aquellos que han intentado causar dolor, discordia y daño a esta ciudad –dijo con la frente en alto.
La evidencia de que al menos de su parte eran ciertas sus intenciones era evidente. A sus espaldas llegaban los brujos y dragones cargando heridos, muchos de ellos guerreros que habían arrojado antes sus armas a los pies de los ancestrales en señal de paz.
–Y pu-puedo decir con c... confianza que Eltrant Tale, ni nadie de los que nos paramos a su lado, ha estado en el segundo grupo –continuó.
Los ancestrales eran todo un misterio, en ocasiones hablaban con total autoridad y en otras parecían caer en un silencio casi letárgico. Demian no estaba siquiera seguro de si le habían escuchado o no.
–El juicio aún no comienza, corazón, aprovecha de descansar –dijo la maestra en tono dulce.
Descansar. Los hechos habían transcurrido de manera tan frenética que no estaba seguro si habían pasado horas o minutos desde que había visto a Bracknell causar tal caos.
Se sentó en la posición de la flor de loto. Desde muy pequeño había aprendido a utilizar la meditación, no sólo para su magia, sino para controlar sus impulsos y sed de sangre.
–Mi señor Demian no se encuentra disponible en estos momentos –informó Artyhom, su pequeño mecánico asistente, asumiendo una postura erguida junto al joven brujo, parándose en actitud defensiva–. Cuando inicia su meditación no le gusta ser molestado y no contestará preguntas.
Era reconfortante conectarse con el Éter nuevamente. La lluvia parecía ayudarle a concentrarse, eliminando las distracciones, sumiéndole en un estado de neutralidad de estímulos, hasta que su mente se encontró en el Vacío.
Se puso de pie, o más bien su imagen mental de sí mismo lo hizo, en medio de un plano de oscuridad absoluta, pero no estaba solo. Los Ancestrales estaban allí también, majestuosos en su calma. Giraron sus cabezas para mirarle.
–¿Qué quieres, joven brujo? –escuchó su voz imponente, sin estar seguro de si era el único que la oía.
–Dicen que pronto llegará Eltrant Tale aquí –dijo Demian, o más bien sus ilusiones.
–Hemos demando un juicio en su contra. Se le acusa de graves crímenes. La ciudad está sumida en el desastre.
–Las acusaciones son mentira, nada de eso es obra de Eltrant.
–Eso lo decidiremos cuando sea el juicio –resonó la voz de los dragones aún más fuerte en su mente.
–Permítanme mostrarles algo –continuó el joven.
El mundo dejó de ser negro. En la vastedad de la nada se dibujó la figura de Bracknell.
–Seres tan sabios podrán reconocer si miento –afirmó Demian, dejando que su mente se liberara en aquella ilusión.
Los actos de Bracknell fueron patentes en lo que bien podía ser llamado una visión, tanto su intento de causar un conflicto entre los dragones y los brujos, como los actos que le había visto cometer en su camino a aquella mansión en que se encontraría con Eltrant, con un esfuerzo de parte del muchacho de no cambiar nada, de ser completamente fiel a la verdad. Era la fortaleza que el saberse en lo correcto daba.
De pronto las imágenes cambiaron y mostraron los esfuerzos de Eltrant, el daño causado entre sus propios aliados por aquel veneno y cómo lucharon por detener aquello.
Demian dejó que sus recuerdos fueran incluso más allá, que mostraran los esfuerzos de Eltrant por proteger a los demás, su heroísmo, aventuras que vivieron juntos.
En la mente de Demian el tiempo dejó de transcurrir y se sintió en una especie de bolsillo del tiempo, un espacio carente de todo, al mismo tiempo sentado en el mundo como completamente fuera de él.
Pensó entonces en Eltrant, imaginó su presencia en aquel infinito vacío, su esencia.
La imagen de los dragones ancestrales se diluyó, pero la del humano capaz de soportar más castigo que había conocido se dibujó allí. No estaba seguro de si Eltrant de verdad estaba en su ilusión o si sólo era su imaginación, su deseo de compartir su conocimiento, lo que le engañaba. Como fuera, no perdía nada con intentarlo.
Las imágenes de Bracknell se repitieron.
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(*) Resumen del turno: Demian termina de ayudar a los afectados por las llamas mientras comienza a llover. Luego es transportado de vuelta con los ancestrales. Una vez allí, usa sus ilusiones para propagar sus recuerdos, tanto en Ada Lovelace como en los ancestrales. Finalmente, intenta transferir la información a Eltrant. Si resulta o no, dependerá de Eltrant y su cercanía física.
Demian
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Había acabado.
Bracknell no se movía. Eltrant estaba herido. Y tan rápido como empezó, se entregó a la guardia, siguiendo mi consejo. No pude evitar preguntarme si yo habría hecho lo mismo. Probablemente no. No después de todo lo que había pasado. Jamás volverían a encadenarme.
El humano estaba cansado, y yo también. Pero aún quedaba mucho por hacer. Uno de los dragones se acercó a mi. Inclinó la cabeza en lo que suponía que era una reverencia y comenzó a hablar.
-Centinela. El juicio comenzará pronto.- dijo. -Si necesita un transporte, sería un honor ayudar.- aseguró. Le miré, algo sorprendido. A decir verdad, aquello me venía bien. Necesitaba una forma segura de llevar al prisionero. Asentí, agradecido.
-Necesito prepararme primero. ¿Puedes esperar aquí?- pregunté. La sierpe asintió, y volví a la mansión. Aún tenía que asegurarme de algunas cosas. Lo primero era lo primero. Necesitaba impedir que Bracknell se moviese. Afortunadamente, los caballeros dragón venían preparados. Una larga cadena metálica colgaba de una alforja que el dragón llevaba. Tras pedir permiso, la cogí y comencé a atarla con fuerza en torno a los brazos de Bracknell, dejandole sin movimiento alguno hasta las muñecas.
Si por mi fuera, la habría atado en torno a su cuello también.
Lo llevé al interior de la mansión, dejándolo caer en el pasillo a la vista de todos. Después, me acerqué a Lyn.
A pesar de las quemaduras que debía haber sufrido, parecía estar razonablemente bien. Tenía los ojos cerrados y respiraba lentamente. Kothán la había tendido sobre una alfombra. ¿Estaba dormida, o inconsciente?
-Está bien, creo.- dijo el zorro. -Solo algunas quemaduras pequeñas. Creo que Eltrant le curó con su espada mágica o algo.- añadió, encogiéndose de hombros. -¿Por qué tiene todo el mundo algo mágico?-
-Es práctico.- Aseguré. Una gota de sangre golpeó el suelo. Miré mi brazo. La herida de mi hombro había manchado la mayor parte de mi brazo. Maldije entre dientes, buscando las vendas que me quedaban. Me detuve un instante, asegurándome de que nadie las necesitaba más. Aquella vez fue Oshu el que me ayudó a tratar la herida. Respiré hondo.
A mitad de aquello, Lyn se despertó con un sobresalto.
-¡¿Elt?!- llamó, mirando alrededor. Tras no encontrarlo, me miró a mi. -¿Donde está Elt?- preguntó.
-Tranquila.- intervino Syl. -Está bien. Hemos ganado.- dijo, tratando de calmarla. Me mantuve callado. No estaba muy seguro de como explicarlo bien. -Vamos a demostrar que es inocente para que esté a salvo.-
-¿Qué? ¿Es... lo del juicio?- preguntó, mordiéndose el labio.
-Soy el Centinela del Norte. Me escucharán.- afirmé. -Por ahora, descansa. ¿Necesitas sangre?-
-No, estoy...- rebuscó entre sus bolsillos y sacó un frasco de ellos. -Estoy bien.- dijo, antes de abrirlo y comenzar a beber.
Suspiré. La pelea había acabado, pero aún faltaba una parte de igual importancia.
-Vale. ¿Cual es el plan?- preguntó Oshu. Resoplé. Interesante pregunta. Iba a necesitar algo brillante.
-Depende. Si me escuchan, demostraré que Eltrant es inocente.- dije.
-¿Y si no?- preguntó Lyn. La vampiresa me miró con preocupación.
-Haré que me escuchen.- aseguré. -Pero necesito saber más. Todo lo que ha pasado desde el ataque.- dije. Necesitaba información, y solo ella lo había visto todo.
La "joven" respiró hondo. Y entonces, comenzó a explicar. Todo lo que sucedió desde que Wanda enloqueció, incluyendo la carrera por los refugios, el rescate de los Buscones, y el encuentro con Elen Calhoun. Era mucha información a la vez. Pero empezaba a hacerme la idea: Bracknell era quien había envenenado el agua de Dundarak e incriminado a Eltrant. Encajaba perfectamente con lo que el humano me había contado.
El bastardo seguía ido. Parecía entrar y salir de la inconsciencia. Esbocé una mueca. Pensé en cortarle las manos, para que nunca más fuese a ser una amenaza, pero si aquello iba bien, moriría pronto de todos modos.
El tenerlo en el juicio ayudaba, pero no sería suficiente. Si quería demostrar algo cuando toda la ciudad estaba convencida de que Eltrant era el culpable, necesitaría más. Y aquello incluía testimonios. Necesitaba a los Buscones. En concreto, a algunos viejos conocidos. Si podía asegurar aquello, sería más fácil... pero había un problema. Sabía que estaban en la ciudad, pero no donde específicamente. Chasqueé los dedos. Tenía una idea.
-Vardagen. Necesito la ayuda de tus pájaros. Tengo que enviar un mensaje.- dije. El búho me miró, interesado. -Uno para Elen Calhoun.-
-Lo siento. No hay demasiadas aves, y si es una vampiresa como tu amiga... estará en un lugar cubierto.- se disculpó, bajando la cabeza.
-Alister.- intervino Syl. -Quizás esté volando. Sabrá donde está Elen. Podemos darle el mensaje a él.- dijo. Era cierto. Las veces que lo había visto, parecía estar habituado a explorar desde el aire. No sería el único dragón, por supuesto, pero no eran difíciles de ver desde el suelo.
-Buena idea.- asentí, señalando al gato. -Diles que necesitamos a Ohm, Toriel, y a Hont en el juicio.- expliqué. El hombre búho escribió un mensaje en una hoja de pergamino y, tras inscribir una runa en el borde superior de este, empezó a replicarse por todo el papel. Después, hizo varios cortes, dejando decenas de tiras con el mismo breve mensaje.
-Si unos no llegan, otros lo harán.- dijo el ave, ascendiendo al balcón don los papeles. Supuse que los ataría a los pájaros de Dundarak. Si tan solo uno llegaba a Alister, nos facilitaría el trabajo.
Terminado con eso, era el momento de darle un trabajo a cada uno. No podía sacar a Lyn de allí. Me arrodillé junto a ella, poniéndome a su altura.
-Confía en mi. Le mantendré a salvo, incluso si todo sale mal.- dije, poniéndole una mano en el hombro. -Lo prometo.- afirmé. Después, me levanté.
-Koth, quédate con Lyn. Oshu y Syl, salid. Asegurad la zona del juicio, buscadme un sitio para aterrizar. Que se vea bien. Los leónicos se quedan aquí, de guardias.- ordené, poniendo un tono más autoritario y reforzándolo con gestos. -Yo llevaré a Bracknell.- añadí, mirando con desprecio al anciano. Los hombres bestia comenzaron a moverse.
Poner orden no solía ser mi trabajo. Que tuviese que estabilizar aquella situación era prácticamente una broma. La ciudad estaba en caos. Solo había estado peor durante la plaga. Iban a tener que reconstruir, una vez más.
Comencé a tirar de las cadenas de Bracknell. Vaya lío había provocado. No podía culpar a Eltrant de nada de aquello. Si no hubiese sido él, quizás habría sido yo. No podía considerarme demasiado listo como para no ir a una trampa evidente, después de todo. La presencia de Vardagen era prueba de ello. Aunque quizás habría resuelto las cosas de forma distinta.
Llevé al sirviente del Hombre Muerto hasta el dragón que nos esperaba, subiéndolo a su lomo y asegurándolo. Después, me subí con él, y el dragón despegó.
Encadeno a Bracknell. Lyn (con permiso de Eltrant) me explica lo ocurrido hasta el momento en los temas anteriores. Le envío pájaros mensajeros a Alister para que se los lleve a Elen.
Bracknell no se movía. Eltrant estaba herido. Y tan rápido como empezó, se entregó a la guardia, siguiendo mi consejo. No pude evitar preguntarme si yo habría hecho lo mismo. Probablemente no. No después de todo lo que había pasado. Jamás volverían a encadenarme.
El humano estaba cansado, y yo también. Pero aún quedaba mucho por hacer. Uno de los dragones se acercó a mi. Inclinó la cabeza en lo que suponía que era una reverencia y comenzó a hablar.
-Centinela. El juicio comenzará pronto.- dijo. -Si necesita un transporte, sería un honor ayudar.- aseguró. Le miré, algo sorprendido. A decir verdad, aquello me venía bien. Necesitaba una forma segura de llevar al prisionero. Asentí, agradecido.
-Necesito prepararme primero. ¿Puedes esperar aquí?- pregunté. La sierpe asintió, y volví a la mansión. Aún tenía que asegurarme de algunas cosas. Lo primero era lo primero. Necesitaba impedir que Bracknell se moviese. Afortunadamente, los caballeros dragón venían preparados. Una larga cadena metálica colgaba de una alforja que el dragón llevaba. Tras pedir permiso, la cogí y comencé a atarla con fuerza en torno a los brazos de Bracknell, dejandole sin movimiento alguno hasta las muñecas.
Si por mi fuera, la habría atado en torno a su cuello también.
Lo llevé al interior de la mansión, dejándolo caer en el pasillo a la vista de todos. Después, me acerqué a Lyn.
A pesar de las quemaduras que debía haber sufrido, parecía estar razonablemente bien. Tenía los ojos cerrados y respiraba lentamente. Kothán la había tendido sobre una alfombra. ¿Estaba dormida, o inconsciente?
-Está bien, creo.- dijo el zorro. -Solo algunas quemaduras pequeñas. Creo que Eltrant le curó con su espada mágica o algo.- añadió, encogiéndose de hombros. -¿Por qué tiene todo el mundo algo mágico?-
-Es práctico.- Aseguré. Una gota de sangre golpeó el suelo. Miré mi brazo. La herida de mi hombro había manchado la mayor parte de mi brazo. Maldije entre dientes, buscando las vendas que me quedaban. Me detuve un instante, asegurándome de que nadie las necesitaba más. Aquella vez fue Oshu el que me ayudó a tratar la herida. Respiré hondo.
A mitad de aquello, Lyn se despertó con un sobresalto.
-¡¿Elt?!- llamó, mirando alrededor. Tras no encontrarlo, me miró a mi. -¿Donde está Elt?- preguntó.
-Tranquila.- intervino Syl. -Está bien. Hemos ganado.- dijo, tratando de calmarla. Me mantuve callado. No estaba muy seguro de como explicarlo bien. -Vamos a demostrar que es inocente para que esté a salvo.-
-¿Qué? ¿Es... lo del juicio?- preguntó, mordiéndose el labio.
-Soy el Centinela del Norte. Me escucharán.- afirmé. -Por ahora, descansa. ¿Necesitas sangre?-
-No, estoy...- rebuscó entre sus bolsillos y sacó un frasco de ellos. -Estoy bien.- dijo, antes de abrirlo y comenzar a beber.
Suspiré. La pelea había acabado, pero aún faltaba una parte de igual importancia.
-Vale. ¿Cual es el plan?- preguntó Oshu. Resoplé. Interesante pregunta. Iba a necesitar algo brillante.
-Depende. Si me escuchan, demostraré que Eltrant es inocente.- dije.
-¿Y si no?- preguntó Lyn. La vampiresa me miró con preocupación.
-Haré que me escuchen.- aseguré. -Pero necesito saber más. Todo lo que ha pasado desde el ataque.- dije. Necesitaba información, y solo ella lo había visto todo.
La "joven" respiró hondo. Y entonces, comenzó a explicar. Todo lo que sucedió desde que Wanda enloqueció, incluyendo la carrera por los refugios, el rescate de los Buscones, y el encuentro con Elen Calhoun. Era mucha información a la vez. Pero empezaba a hacerme la idea: Bracknell era quien había envenenado el agua de Dundarak e incriminado a Eltrant. Encajaba perfectamente con lo que el humano me había contado.
El bastardo seguía ido. Parecía entrar y salir de la inconsciencia. Esbocé una mueca. Pensé en cortarle las manos, para que nunca más fuese a ser una amenaza, pero si aquello iba bien, moriría pronto de todos modos.
El tenerlo en el juicio ayudaba, pero no sería suficiente. Si quería demostrar algo cuando toda la ciudad estaba convencida de que Eltrant era el culpable, necesitaría más. Y aquello incluía testimonios. Necesitaba a los Buscones. En concreto, a algunos viejos conocidos. Si podía asegurar aquello, sería más fácil... pero había un problema. Sabía que estaban en la ciudad, pero no donde específicamente. Chasqueé los dedos. Tenía una idea.
-Vardagen. Necesito la ayuda de tus pájaros. Tengo que enviar un mensaje.- dije. El búho me miró, interesado. -Uno para Elen Calhoun.-
-Lo siento. No hay demasiadas aves, y si es una vampiresa como tu amiga... estará en un lugar cubierto.- se disculpó, bajando la cabeza.
-Alister.- intervino Syl. -Quizás esté volando. Sabrá donde está Elen. Podemos darle el mensaje a él.- dijo. Era cierto. Las veces que lo había visto, parecía estar habituado a explorar desde el aire. No sería el único dragón, por supuesto, pero no eran difíciles de ver desde el suelo.
-Buena idea.- asentí, señalando al gato. -Diles que necesitamos a Ohm, Toriel, y a Hont en el juicio.- expliqué. El hombre búho escribió un mensaje en una hoja de pergamino y, tras inscribir una runa en el borde superior de este, empezó a replicarse por todo el papel. Después, hizo varios cortes, dejando decenas de tiras con el mismo breve mensaje.
"EC, lleva a Ohm, Toriel y Hont al juicio. -A".
-Si unos no llegan, otros lo harán.- dijo el ave, ascendiendo al balcón don los papeles. Supuse que los ataría a los pájaros de Dundarak. Si tan solo uno llegaba a Alister, nos facilitaría el trabajo.
Terminado con eso, era el momento de darle un trabajo a cada uno. No podía sacar a Lyn de allí. Me arrodillé junto a ella, poniéndome a su altura.
-Confía en mi. Le mantendré a salvo, incluso si todo sale mal.- dije, poniéndole una mano en el hombro. -Lo prometo.- afirmé. Después, me levanté.
-Koth, quédate con Lyn. Oshu y Syl, salid. Asegurad la zona del juicio, buscadme un sitio para aterrizar. Que se vea bien. Los leónicos se quedan aquí, de guardias.- ordené, poniendo un tono más autoritario y reforzándolo con gestos. -Yo llevaré a Bracknell.- añadí, mirando con desprecio al anciano. Los hombres bestia comenzaron a moverse.
Poner orden no solía ser mi trabajo. Que tuviese que estabilizar aquella situación era prácticamente una broma. La ciudad estaba en caos. Solo había estado peor durante la plaga. Iban a tener que reconstruir, una vez más.
Comencé a tirar de las cadenas de Bracknell. Vaya lío había provocado. No podía culpar a Eltrant de nada de aquello. Si no hubiese sido él, quizás habría sido yo. No podía considerarme demasiado listo como para no ir a una trampa evidente, después de todo. La presencia de Vardagen era prueba de ello. Aunque quizás habría resuelto las cosas de forma distinta.
Llevé al sirviente del Hombre Muerto hasta el dragón que nos esperaba, subiéndolo a su lomo y asegurándolo. Después, me subí con él, y el dragón despegó.
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Encadeno a Bracknell. Lyn (con permiso de Eltrant) me explica lo ocurrido hasta el momento en los temas anteriores. Le envío pájaros mensajeros a Alister para que se los lleve a Elen.
Asher Daregan
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Llovía.
O eso le parecía.
No tenía idea alguna de lo que estaba pasando a su alrededor, mucho menos de dónde estaba exactamente.
Sabía que estaba volando a lomos de uno de los dragones que le habían apresado, también tenía la sensación de que le estaban curando las heridas, poco a poco. Pero se limitó a quedarse con los ojos cerradores, dejándose llevar, saliendo y entrando de forma intermitente en aquel extraño estado de semi-inconsciencia que se había apoderado de él.
Supuso que le llevarían a prisión, que le encerrarían para evitar que continuase destruyendo la ciudad y después le juzgarían. ¿Eso era todo? ¿Allí acababa? ¿Tan peligroso era que los dragones se habían dedicado a derruir media ciudad para acabar con él? Pensó en Lyn momentáneamente, la había dejado con Kothán, era consciente de que el zorro se preocupaba por ella.
Estaría bien, se obligó a pensarlo con las pocas fuerzas que tenía.
Se centró en la calidez que recorría su cuerpo y aplacaba, suavemente, el dolor que le había acompañado durante toda la noche. El vaivén de las alas del dragón le relajaban, le instaban a dormirse aún más.
Pero no consiguió hacerlo.
Una sola imagen centelleó en su cabeza en primer lugar.
¿Había abierto los ojos? No, los tenía aun cerrados. Y tampoco estaba soñando, pues podía sentir el agua de lluvia caerle en la cara, la helada brisa del norte enfriarlas las pequeñas gotitas que resbalaban por su cara.
Pero, incluso así, más imágenes comenzaron a sucederse frente a él. Vio a Demian, al pequeño brujo, quien estaba intercediendo por él frente a los llamados Dragones Ancestrales, defendiéndole, exponiendo todo lo que había sucedido la noche anterior.
También contempló como muchas personas, todas con diferentes atuendos y cargos, se preparaban y tomaban sus posiciones en lo que parecía ser un amplio auditorio de granito, lo suficientemente grande como para que los tres inmensos dragones entrasen de forma holgada y coronasen la sala de forma majestuosa.
Estaban preparando su juicio, lo comprendió inmediatamente, no iban a esperar siquiera a que terminase de recobrar la consciencia ni a que sus heridas sanasen.
Agradeció mentalmente a Demian todo lo que estaba haciendo por él, toda la información que le había proporcionado. No estaba seguro de si podría el brujo podría oír algo de lo que estaba pensando, pero tenía claro que este sí que se había comunicado con él, que aquello no eran imaginaciones suyas ni delirios por las heridas.
Cuando la última imagen desapareció de su mente, el dragón tomo tierra de golpe.
Estuvo a punto de caerse del mismo, pero algo le sujetó. Abrió los ojos y observó cómo dos caballeros dragón, armados, se acercaban hasta Jeannie y él y, de malas maneras, le instaban a bajar de su inesperado medio de transporte.
- Manos. – dijo uno de los hombres sin siquiera mirarle directamente a la cara, según envainaba su espada y tomaba las cadenas que pendían de su cintura.
Eltrant, consciente de que no tenía demasiadas posibilidades de elegir, levantó las extremidades lo suficiente como para que el norteño pudiese colocarle los grilletes sin demasiado esfuerzo. Era evidente que no iban a dejarle a hablar con los dragones ancestrales sin tomar precauciones.
Estaba exhausto, mucho, pero la elfa se había asegurado de que al menos podría tenerse en pie para el juicio.
- Gracias, Jeannie. Me has salvado. – Le dijo a la elfa, girándose sobre sí mismo lo suficiente como para poder mirarla a la cara, esbozando lo más parecido a una sonrisa que pudo reproducir en aquel momento.
– Vamos. – dijo el otro guardia, levantándose después de haberle colocado otro par de grilletes en sus tobillos. ¿De verdad creían que iba a salir corriendo? – Te están esperando. – Afirmó tomando a Eltrant del hombro y empujándole hacía la entrada del imponente edificio que tenía delante.
Caminó a paso lento, dejando Jeannie con el dragón atrás, . Lo hizo más rápido que le permitían las cadenas que tenía en los pies y, aun así, la travesía se le hizo eterna.
Un largo pasillo, inusualmente extenso, se interponía entre él y la amplia sala que había visto en las visiones de Demian. No se cruzó a nadie, aparentemente lo habían preparado todo para su llegada.
¿Cuánto tiempo había pasado fuera de combate en el dragón? O habían preparado todo muy rápido o llevaba más tiempo inconsciente del que creía.
Respiró profundamente, deteniéndose de nuevo cuando se lo ordenaron. Una puerta fabricada del mismo material que las paredes que tenía alrededor era lo único que le separaba del juicio que estaba a punto de celebrarse.
Voces apagadas, susurros irreconocibles, llegaban hasta sus oídos a través del granito. No debía faltar demasiado para que le hicieran pasar, sí que habría agradecido al menos un taburete en el que sentarse.
Quince minutos pasaron antes de que la puerta se abriese despacio, de forma casi orquestada, y dejase paso al castaño a la sala en al que se iban a juzgar sus supuestos crímenes.
Caminó hasta el pequeño atril en el centro de la sala. Las voces se apagaron, el único sonido audible era el tintineo de las cadenas que le mantenían prisionero; notó como más de un centenar de ojos se posaban sobre su figura, juzgándole en silencio.
Estaba mareado, aturdido, y no solo era por las heridas: no sabía que decir, estaba abrumado, sentía que todo estaba en su contra, que no iba a salir de allí bien parado. Incluso cuando los dragones hablaron con aquel tono de voz que parecía incluir más de un centenar de voces se quedó en silencio, mirando a su alrededor.
¿Querían que expusiese lo que había pasado desde su punto de vista o directamente querían que suplicase por clemencia? Por cómo le miraban, no eran pocas las personas que parecían esperar eso.
Pudo distinguir a Friddel entre el público, a Hartem también y, finalmente, trató de buscar a Asher deseando que hubiese llevado a Barcknell allí. Pero no llegó a localizarle antes de que le volviesen a ordenar que hablase, sí que vislumbró a Demian, cosa que le tranquilizó algo.
Se apoyó en el atril con ambas manos, las cadenas volvieron a tintinear, volvió a escuchar de lo que se le acusaba. Asesinatos, conspiración, envenenar toda una ciudad…
- Yo… - Se aclaró la garganta, nervioso. – Soy Eltrant Tale. – Empezó por lo evidente, no era lo que se decía un gran orador, nunca se había considerado un líder o alguien capaz de dar discursos convincentes. – Hace… meses que soy un fugitivo de la justicia por... negarme a tratar con los verdaderos culpables de lo que ha sucedido hoy. – Mencionó, mirando a su alrededor, buscando caras conocidas. – Soy alguien que tiende a… meterse dónde no le llaman. No soy un estratega, no he derruido la ciudad hasta… - Se detuvo, no estaba empezando por el buen camino ¿Hablaba de los objetos? Allí había muchos brujos, probablemente sabrían que era ya, no necesitaría dar demasiadas explicaciones.
Murmullos, lo que estaba diciendo sonaba más a excusa que a hechos, tenía que cambiar de estrategia.
Podría ser peligroso, podría poner a los Buscones en una situación difícil. Tenía que centrarse en culpabilizar a Bracknell, lo diría todo tal y como había pasado.
- He luchado toda la noche para detener a Christian Bracknell, por proteger la ciudad. – Afirmó, frunciendo el ceño, cerrando sus manos con fuerza en torno al mueble que le habían colocado delante. - ¡Él es quien se ha aprovechado de Dundarak para su propio beneficio! ¡Para el de su señor! – Exclamó, retomando parte de su espíritu de lucha, acordándose de que Demian ya le había allanado el terreno en ese sentido. – Todo ha sido un juego para él, nos hemos movido como quería que lo hiciésemos, hemos sido una distracción para sus planes. Nos ha hecho pelear mientras él movía los hilos en la sombra. – Tensó los músculos, sacudió la cabeza. – He conseguido apresarlo, tengo pruebas de ello. Sé que… todo está en mi contra… – Indicó después. – …gente a la que aprecio ha muerto esta noche y ha acabado herida por tratar de defender esta ciudad de ese hombre. – Expuso recordando a Tino, pensando fugazmente en el estado de Lyn. – Y… aun si tengo que acabar entre rejas… o peor. – Miró a los dragones. ¿Cómo se hablaba con seres considerados “ancestrales”? Llamarles “Lord” sonaba incluso irrespetuoso, pero necesitaba ser asertivo, no podía suplicarles, no podía esperar compasión. – Por favor, escuchadme con esto, juzgad a Bracknell. – Indicó al final, antes de quedarse en silencio. – Es un alto cargo de la guardia, tiene los medios y los hombres para envenenar las fuentes de agua de la ciudad. ¡También los motivos! – Golpeó la mesa con ambos puños, su cuerpo se estremeció al hacerlo. - ¡Él mismo lleva encima ese veneno para tomárselo y ser…! – Se detuvo, acordándose del monstruo en el que se había convertido tras consumir una versión tan pura del néctar de la flor. - …un monstruo. – dijo al final.
Más murmullos se sucedieron en la sala, los dragones no tuvieron que decir nada al respecto, miraron a la sala y todos se callaron de inmediato. Eltrant apretó los dientes, no parecía haber muchas convencidas, pero si caía tenía que llevarse a Bracknell consigo.
- Christian Bracknell controla un sector de la guardia de Lunargenta que esta completamente corrupto. – Expuso. – Lanzó a la guardia tras de mi tras despues de culpabilizarme de haber hecho lo mismo en una posada de Verisar, en “El Principe de Baslodia”. Todo esto es un castigo por negarme a convertirme en un asesino a sueldo para su señor. – Señaló a Thundermaul. – Querían matar a ese hombre por alguna razón. - Miró al brujo herrero durante varios largos segundos, la expresión de este no cambió ni un ápice durante todo el tiempo.
Mas susurros, algunas palabras lo suficientemente altas. ¿Estaría Bracknell en la sala con Asher en aquel momento? ¿Habría algún Buscón? Respiró de forma entrecortada, no sabía que más decir, estaba demasiado agotado como para tratar de ser mínimamente elocuente.
Podía gritarles a todos. Por unos segundos le pareció una forma adecuada de darse a entender.
- No es culpable. – La severa voz de Heck Hartem se alzó sobre el resto de voces. El brujo, de brazos cruzado, fue el objetivo de numerosas miradas, incluidas la de Eltrant.
¿Aquel imbécil tenía voto para decidir su veredicto? ¿Y le había declarado inocente?
Las posibilidades de por qué había dicho algo así se sucedieron en su cabeza. Podía esperar un favor de vuelta, o podía estar pagándoselo por el mensaje de advertencia que le mando; aunque nunca supo realmente si llegó a recibirlo.
Fuese como fuese, el brujo no tardó en añadir un par de frases más a su veredicto, levantándose en el proceso.
- Tiempo atrás no cumplió con una sentencia que ya había sido declarada y decidió dejar con vida a un criminal que me vi obligado a ejecutar yo mismo. – dijo mirando a Eltrant con dureza. – Alguien así es incapaz de realizar algo como lo que ha sucedido hoy. Tampoco de tomar decisiones realistas. – dijo con el mismo tono de voz. – Tiene el corazón… demasiado blando. – Mencionó antes de volver a sentarse sin dejar de mirar al castaño, dando como concluida su explicación.
Eltrant casi podía leerle el pensamiento, a Hartem le faltó añadir “Así nunca llegaras a nada” para que el discursito fuese similar al que dio cuando ejecutó a aquel niño a sangre fría.
¿Debía de darle las gracias por aquello? Tenía que admitir que Thundermaul, por muy imbécil que fuese, era al menos era un hombre acorde a sus creencias: no había medias verdades, nada era gris, o eras culpable o eras inocente… y había decidido que él era inocente.
Agachó la cabeza, ahora solo tenía que esperar a que el juicio continuase.
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Perdón por el retraso, he tenido problemas familiares y he andado algo ocupado ; - ;
¡Resumen de mi post!
- Empieza el juicio y Elt culpa a Bracknell de lo que ha pasado en Dundarak.
- El voto de Hartem es: No culpable. El motivo es por que el propio Hartem vio como Elt perdonó la vida a un muchacho que había cometido un crimen (casi logró asesinar a los alumnos de Hartem) y le maldijo por tener el corazon "Demasiado Blando" y darle una segunda oportunidad al chico. No le cree capaz de envenenar a una ciudad entera despues de eso.
O eso le parecía.
No tenía idea alguna de lo que estaba pasando a su alrededor, mucho menos de dónde estaba exactamente.
Sabía que estaba volando a lomos de uno de los dragones que le habían apresado, también tenía la sensación de que le estaban curando las heridas, poco a poco. Pero se limitó a quedarse con los ojos cerradores, dejándose llevar, saliendo y entrando de forma intermitente en aquel extraño estado de semi-inconsciencia que se había apoderado de él.
Supuso que le llevarían a prisión, que le encerrarían para evitar que continuase destruyendo la ciudad y después le juzgarían. ¿Eso era todo? ¿Allí acababa? ¿Tan peligroso era que los dragones se habían dedicado a derruir media ciudad para acabar con él? Pensó en Lyn momentáneamente, la había dejado con Kothán, era consciente de que el zorro se preocupaba por ella.
Estaría bien, se obligó a pensarlo con las pocas fuerzas que tenía.
Se centró en la calidez que recorría su cuerpo y aplacaba, suavemente, el dolor que le había acompañado durante toda la noche. El vaivén de las alas del dragón le relajaban, le instaban a dormirse aún más.
Pero no consiguió hacerlo.
Una sola imagen centelleó en su cabeza en primer lugar.
¿Había abierto los ojos? No, los tenía aun cerrados. Y tampoco estaba soñando, pues podía sentir el agua de lluvia caerle en la cara, la helada brisa del norte enfriarlas las pequeñas gotitas que resbalaban por su cara.
Pero, incluso así, más imágenes comenzaron a sucederse frente a él. Vio a Demian, al pequeño brujo, quien estaba intercediendo por él frente a los llamados Dragones Ancestrales, defendiéndole, exponiendo todo lo que había sucedido la noche anterior.
También contempló como muchas personas, todas con diferentes atuendos y cargos, se preparaban y tomaban sus posiciones en lo que parecía ser un amplio auditorio de granito, lo suficientemente grande como para que los tres inmensos dragones entrasen de forma holgada y coronasen la sala de forma majestuosa.
Estaban preparando su juicio, lo comprendió inmediatamente, no iban a esperar siquiera a que terminase de recobrar la consciencia ni a que sus heridas sanasen.
Agradeció mentalmente a Demian todo lo que estaba haciendo por él, toda la información que le había proporcionado. No estaba seguro de si podría el brujo podría oír algo de lo que estaba pensando, pero tenía claro que este sí que se había comunicado con él, que aquello no eran imaginaciones suyas ni delirios por las heridas.
Cuando la última imagen desapareció de su mente, el dragón tomo tierra de golpe.
Estuvo a punto de caerse del mismo, pero algo le sujetó. Abrió los ojos y observó cómo dos caballeros dragón, armados, se acercaban hasta Jeannie y él y, de malas maneras, le instaban a bajar de su inesperado medio de transporte.
- Manos. – dijo uno de los hombres sin siquiera mirarle directamente a la cara, según envainaba su espada y tomaba las cadenas que pendían de su cintura.
Eltrant, consciente de que no tenía demasiadas posibilidades de elegir, levantó las extremidades lo suficiente como para que el norteño pudiese colocarle los grilletes sin demasiado esfuerzo. Era evidente que no iban a dejarle a hablar con los dragones ancestrales sin tomar precauciones.
Estaba exhausto, mucho, pero la elfa se había asegurado de que al menos podría tenerse en pie para el juicio.
- Gracias, Jeannie. Me has salvado. – Le dijo a la elfa, girándose sobre sí mismo lo suficiente como para poder mirarla a la cara, esbozando lo más parecido a una sonrisa que pudo reproducir en aquel momento.
– Vamos. – dijo el otro guardia, levantándose después de haberle colocado otro par de grilletes en sus tobillos. ¿De verdad creían que iba a salir corriendo? – Te están esperando. – Afirmó tomando a Eltrant del hombro y empujándole hacía la entrada del imponente edificio que tenía delante.
Caminó a paso lento, dejando Jeannie con el dragón atrás, . Lo hizo más rápido que le permitían las cadenas que tenía en los pies y, aun así, la travesía se le hizo eterna.
Un largo pasillo, inusualmente extenso, se interponía entre él y la amplia sala que había visto en las visiones de Demian. No se cruzó a nadie, aparentemente lo habían preparado todo para su llegada.
¿Cuánto tiempo había pasado fuera de combate en el dragón? O habían preparado todo muy rápido o llevaba más tiempo inconsciente del que creía.
Respiró profundamente, deteniéndose de nuevo cuando se lo ordenaron. Una puerta fabricada del mismo material que las paredes que tenía alrededor era lo único que le separaba del juicio que estaba a punto de celebrarse.
Voces apagadas, susurros irreconocibles, llegaban hasta sus oídos a través del granito. No debía faltar demasiado para que le hicieran pasar, sí que habría agradecido al menos un taburete en el que sentarse.
Quince minutos pasaron antes de que la puerta se abriese despacio, de forma casi orquestada, y dejase paso al castaño a la sala en al que se iban a juzgar sus supuestos crímenes.
Caminó hasta el pequeño atril en el centro de la sala. Las voces se apagaron, el único sonido audible era el tintineo de las cadenas que le mantenían prisionero; notó como más de un centenar de ojos se posaban sobre su figura, juzgándole en silencio.
Estaba mareado, aturdido, y no solo era por las heridas: no sabía que decir, estaba abrumado, sentía que todo estaba en su contra, que no iba a salir de allí bien parado. Incluso cuando los dragones hablaron con aquel tono de voz que parecía incluir más de un centenar de voces se quedó en silencio, mirando a su alrededor.
¿Querían que expusiese lo que había pasado desde su punto de vista o directamente querían que suplicase por clemencia? Por cómo le miraban, no eran pocas las personas que parecían esperar eso.
Pudo distinguir a Friddel entre el público, a Hartem también y, finalmente, trató de buscar a Asher deseando que hubiese llevado a Barcknell allí. Pero no llegó a localizarle antes de que le volviesen a ordenar que hablase, sí que vislumbró a Demian, cosa que le tranquilizó algo.
Se apoyó en el atril con ambas manos, las cadenas volvieron a tintinear, volvió a escuchar de lo que se le acusaba. Asesinatos, conspiración, envenenar toda una ciudad…
- Yo… - Se aclaró la garganta, nervioso. – Soy Eltrant Tale. – Empezó por lo evidente, no era lo que se decía un gran orador, nunca se había considerado un líder o alguien capaz de dar discursos convincentes. – Hace… meses que soy un fugitivo de la justicia por... negarme a tratar con los verdaderos culpables de lo que ha sucedido hoy. – Mencionó, mirando a su alrededor, buscando caras conocidas. – Soy alguien que tiende a… meterse dónde no le llaman. No soy un estratega, no he derruido la ciudad hasta… - Se detuvo, no estaba empezando por el buen camino ¿Hablaba de los objetos? Allí había muchos brujos, probablemente sabrían que era ya, no necesitaría dar demasiadas explicaciones.
Murmullos, lo que estaba diciendo sonaba más a excusa que a hechos, tenía que cambiar de estrategia.
Podría ser peligroso, podría poner a los Buscones en una situación difícil. Tenía que centrarse en culpabilizar a Bracknell, lo diría todo tal y como había pasado.
- He luchado toda la noche para detener a Christian Bracknell, por proteger la ciudad. – Afirmó, frunciendo el ceño, cerrando sus manos con fuerza en torno al mueble que le habían colocado delante. - ¡Él es quien se ha aprovechado de Dundarak para su propio beneficio! ¡Para el de su señor! – Exclamó, retomando parte de su espíritu de lucha, acordándose de que Demian ya le había allanado el terreno en ese sentido. – Todo ha sido un juego para él, nos hemos movido como quería que lo hiciésemos, hemos sido una distracción para sus planes. Nos ha hecho pelear mientras él movía los hilos en la sombra. – Tensó los músculos, sacudió la cabeza. – He conseguido apresarlo, tengo pruebas de ello. Sé que… todo está en mi contra… – Indicó después. – …gente a la que aprecio ha muerto esta noche y ha acabado herida por tratar de defender esta ciudad de ese hombre. – Expuso recordando a Tino, pensando fugazmente en el estado de Lyn. – Y… aun si tengo que acabar entre rejas… o peor. – Miró a los dragones. ¿Cómo se hablaba con seres considerados “ancestrales”? Llamarles “Lord” sonaba incluso irrespetuoso, pero necesitaba ser asertivo, no podía suplicarles, no podía esperar compasión. – Por favor, escuchadme con esto, juzgad a Bracknell. – Indicó al final, antes de quedarse en silencio. – Es un alto cargo de la guardia, tiene los medios y los hombres para envenenar las fuentes de agua de la ciudad. ¡También los motivos! – Golpeó la mesa con ambos puños, su cuerpo se estremeció al hacerlo. - ¡Él mismo lleva encima ese veneno para tomárselo y ser…! – Se detuvo, acordándose del monstruo en el que se había convertido tras consumir una versión tan pura del néctar de la flor. - …un monstruo. – dijo al final.
Más murmullos se sucedieron en la sala, los dragones no tuvieron que decir nada al respecto, miraron a la sala y todos se callaron de inmediato. Eltrant apretó los dientes, no parecía haber muchas convencidas, pero si caía tenía que llevarse a Bracknell consigo.
- Christian Bracknell controla un sector de la guardia de Lunargenta que esta completamente corrupto. – Expuso. – Lanzó a la guardia tras de mi tras despues de culpabilizarme de haber hecho lo mismo en una posada de Verisar, en “El Principe de Baslodia”. Todo esto es un castigo por negarme a convertirme en un asesino a sueldo para su señor. – Señaló a Thundermaul. – Querían matar a ese hombre por alguna razón. - Miró al brujo herrero durante varios largos segundos, la expresión de este no cambió ni un ápice durante todo el tiempo.
Mas susurros, algunas palabras lo suficientemente altas. ¿Estaría Bracknell en la sala con Asher en aquel momento? ¿Habría algún Buscón? Respiró de forma entrecortada, no sabía que más decir, estaba demasiado agotado como para tratar de ser mínimamente elocuente.
Podía gritarles a todos. Por unos segundos le pareció una forma adecuada de darse a entender.
- No es culpable. – La severa voz de Heck Hartem se alzó sobre el resto de voces. El brujo, de brazos cruzado, fue el objetivo de numerosas miradas, incluidas la de Eltrant.
¿Aquel imbécil tenía voto para decidir su veredicto? ¿Y le había declarado inocente?
Las posibilidades de por qué había dicho algo así se sucedieron en su cabeza. Podía esperar un favor de vuelta, o podía estar pagándoselo por el mensaje de advertencia que le mando; aunque nunca supo realmente si llegó a recibirlo.
Fuese como fuese, el brujo no tardó en añadir un par de frases más a su veredicto, levantándose en el proceso.
- Tiempo atrás no cumplió con una sentencia que ya había sido declarada y decidió dejar con vida a un criminal que me vi obligado a ejecutar yo mismo. – dijo mirando a Eltrant con dureza. – Alguien así es incapaz de realizar algo como lo que ha sucedido hoy. Tampoco de tomar decisiones realistas. – dijo con el mismo tono de voz. – Tiene el corazón… demasiado blando. – Mencionó antes de volver a sentarse sin dejar de mirar al castaño, dando como concluida su explicación.
Eltrant casi podía leerle el pensamiento, a Hartem le faltó añadir “Así nunca llegaras a nada” para que el discursito fuese similar al que dio cuando ejecutó a aquel niño a sangre fría.
¿Debía de darle las gracias por aquello? Tenía que admitir que Thundermaul, por muy imbécil que fuese, era al menos era un hombre acorde a sus creencias: no había medias verdades, nada era gris, o eras culpable o eras inocente… y había decidido que él era inocente.
Agachó la cabeza, ahora solo tenía que esperar a que el juicio continuase.
_______________________________________________________________________
Perdón por el retraso, he tenido problemas familiares y he andado algo ocupado ; - ;
¡Resumen de mi post!
- Empieza el juicio y Elt culpa a Bracknell de lo que ha pasado en Dundarak.
- El voto de Hartem es: No culpable. El motivo es por que el propio Hartem vio como Elt perdonó la vida a un muchacho que había cometido un crimen (casi logró asesinar a los alumnos de Hartem) y le maldijo por tener el corazon "Demasiado Blando" y darle una segunda oportunidad al chico. No le cree capaz de envenenar a una ciudad entera despues de eso.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
La dragona estaba revisando una última vez los datos recopilados sobre el humano Eltrant Tale. No quería llegar al juicio con información a medias y todavía no había decidido qué hacer. Sin duda Eltrant había...
Algo llama la atención de Friddel e interrumpe su línea de pensamiento. La elfa y Kalhen habían llegado tan solo hacía unos instantes, la dragona levantó la mirada unos segundos de los papeles que tenía entre manos y no le había dado importancia, asumiendo que tendrían más cuidado de no hacer de las suyas en un lugar como aquel. Al parecer se había equivocado y aquellos dos estaban a puntito de terminar de una vez por todas con su paciencia.
Los guardias se acercaron para apresar al humano, hasta ahí todo bien, normal y habitual. Lo que no era tan normal es que una joven elfa con habilidades para liarla allá donde pisa, ponga una flecha elemental en el arco y apunte mientras increpa a los guardias porque no había terminado de curar a Eltrant.
A grandes zancadas Friddel se acerca a Kalhen y Jeannie y propina una buena colleja a esta última.
- ¿Se puede saber qué demonios tienes en esa cabeza? ¿Bellotas? -Notaba cómo se le hinchaban las venas, fruto de la desesperación.
- Pero no había terminado, ¿cómo va a defenderse en un juicio si apenas se tiende en pie? -La elfa frunce el ceño pero guarda la flecha en el carcaj.
- Eso es su problema, no el mío. Kalhen, te culparé personalmente de cualquier muerte accidental por... -Hace un ademán hacia Jeannie con la mano. -Causas élficas.
El dragón, nuevamente transformado, hace una reverencia en señal de aceptación.
El juicio estaba por comenzar, ya había leído demasiadas historias acerca de las "hazañas" de aquel hombre, pareciera que por allá donde pasara siempre había alguien agradecido con él. La dragona suspiró y se encaminó al lugar que personalmente consideraba demasiado pomposo. Ancestrales juzgando a un simple humano, qué pérdida más absurda de tiempo.
Le da el fajo de papeles a uno de sus subordinados, era hora de escuchar de primera mano la defensa del humano.
Eltrant Tale se acerca al atril, con unas pintas desastrosas. "A juego con el resto de la ciudad" pensó la dragona.
- ¿Ves? Les dije que todavía no estaba curado.
Las palabras de la elfa la sobresaltan. ¿Qué demonios hacía ella allí? ¿Y cómo había logrado colarse? Decidió no pensar mucho en ello, aquella muchacha lograba sacarla de sus casillas. De todas formas si estaba cerca podría al menos evitar que hiciera alguna otra estupidez, como reunir un grupo de dragones enviados para protegerla como agradecimiento por llevarles la cura para quemar media ciudad.
- Tú tienes que ir después, así que ve preparándote. -Le dijo la dragona, metiéndose con la elfa. La cual puso morritos y se puso a mordisquear una galleta.
No solo se colaba en un juicio con los dragones ancestrales, si no que aún por encima se ponía a hacer ruido comiendo. La dragona se giró al escuchar el mismo ruido procediente del lado contrario.
- ¡Kalhen! Tienes que estar de broma. -El dragón tenía los mofletes hinchados y la boca llena de galletas.
- Me has dicho que la cuidara, ¿sabes lo difícil que es evitar que ese monstruito haga lo que le pides? -Contesta con la boca llena.
Tras apretar los puños y suspirar profundamente la dragona se concentró en las palabras de Eltrant. Lo mejor era ignorar a aquellos lunáticos y centrarse en lo verdaderamente importante. Y eso hizo después de quitarle la bolsa de comida a la elfa un segundo antes de que se pusiese a repartirla entre los asistentes.
El humano decía haber ido a la ciudad a salvarla, enfrentarse al verdadero enemigo que intentaba destruirla e incriminarle. La dragona se lleva una mano al mentón, pensativa. ¿Podría aquello ser cierto? No parecía que Tale tuviera pruebas para defenderse de las acusaciones más que su propia palabra. Escuchar al tal Bracknell sería una pérdida de tiempo, simplemente negaría lo que el humano había dicho hasta el momento y estarían en un callejón sin salida. En el mismo punto de partida con información que no podrían contrastar. Por otro lado, aquel hombre era un alto cargo de la guardia de Lunargenta, pero... ¿por qué sus hombres lo seguirían para envenenar una ciudad? ¿Solo para incriminar a Tale? Demasiadas preguntas, pocas respuestas. No podría juzgar con tan pocos datos.
Tras escuchar "El príncipe de Baslodia" Friddel hace un gesto a su subordinado, que le acerca rápidamente los informes. Las únicas notas con respecto a esto trataban sobre un altercado en una taberna de Lunargenta.
Tale había terminado su relato de los hechos. La dragona salió entonces de entre los asistentes y se dirigió al estrado. Quería terminar cuanto antes con aquello. Dar su opinión al respecto y obviar el hecho de que una escuadra de dragones habían comenzado una purga en la ciudad.
Posó las manos sobre el atril y tomó aire. Miró hacia donde se encontraba tan solo unos segundos atrás para confirmar que Kalhen y Jeannie seguían en el sitio. Tras asentir, habló.
- No tengo pruebas para refutar las palabras del humano, de hecho los informes que tenemos sobre un altercado hace un tiempo en la ciudad de Lunargenta parecen respaldar sus palabras. -Hace una pequeña pausa. -Sin embargo... -Mira hacia Tale. -Declaro a Eltrant Tale, culpable. -Se queda callada de nuevo, armando las palabras en su mente cuidadosamente. Alza la voz finalmente. -Culpable por haber traído sus problemas personales a la ciudad de Dundarak. Tras lo que hemos escuchado de sus propios labios son sus actos los que han desencadenado esta situación. Él es quien ha traído la desgracia a nuestras tierras, dejando una pila de cadáveres a su paso. -Da un golpe en el atril. -¡Si se hubiera entregado a la justicia podría haber explicado sus actos! En cambio decidió vagar por el mundo, esconderse cual rata y forzar a un enemigo a sacarlo a la luz envenenando toda una ciudad. -Levanta la mirada hacia los presentes. -Puede que no los haya envenenado directamente, pero sí es en parte culpable de esta situación. Y como tal, debe pagar.
Tras sus palabras, se da la vuelta para irse.
- ¿Y eso es todo? Mira que llegas a ser cutre.
Tropieza con la elfa mientras se encamina a la zona del público.
- Anda tira, que la lías. -La agarra del cuello de la camisa y se la lleva a rastras. Tendría más tarde unas palabras con Kalhen sobre el significado de la palabra "cuidar".
-----Algo llama la atención de Friddel e interrumpe su línea de pensamiento. La elfa y Kalhen habían llegado tan solo hacía unos instantes, la dragona levantó la mirada unos segundos de los papeles que tenía entre manos y no le había dado importancia, asumiendo que tendrían más cuidado de no hacer de las suyas en un lugar como aquel. Al parecer se había equivocado y aquellos dos estaban a puntito de terminar de una vez por todas con su paciencia.
Los guardias se acercaron para apresar al humano, hasta ahí todo bien, normal y habitual. Lo que no era tan normal es que una joven elfa con habilidades para liarla allá donde pisa, ponga una flecha elemental en el arco y apunte mientras increpa a los guardias porque no había terminado de curar a Eltrant.
A grandes zancadas Friddel se acerca a Kalhen y Jeannie y propina una buena colleja a esta última.
- ¿Se puede saber qué demonios tienes en esa cabeza? ¿Bellotas? -Notaba cómo se le hinchaban las venas, fruto de la desesperación.
- Pero no había terminado, ¿cómo va a defenderse en un juicio si apenas se tiende en pie? -La elfa frunce el ceño pero guarda la flecha en el carcaj.
- Eso es su problema, no el mío. Kalhen, te culparé personalmente de cualquier muerte accidental por... -Hace un ademán hacia Jeannie con la mano. -Causas élficas.
El dragón, nuevamente transformado, hace una reverencia en señal de aceptación.
El juicio estaba por comenzar, ya había leído demasiadas historias acerca de las "hazañas" de aquel hombre, pareciera que por allá donde pasara siempre había alguien agradecido con él. La dragona suspiró y se encaminó al lugar que personalmente consideraba demasiado pomposo. Ancestrales juzgando a un simple humano, qué pérdida más absurda de tiempo.
Le da el fajo de papeles a uno de sus subordinados, era hora de escuchar de primera mano la defensa del humano.
Eltrant Tale se acerca al atril, con unas pintas desastrosas. "A juego con el resto de la ciudad" pensó la dragona.
- ¿Ves? Les dije que todavía no estaba curado.
Las palabras de la elfa la sobresaltan. ¿Qué demonios hacía ella allí? ¿Y cómo había logrado colarse? Decidió no pensar mucho en ello, aquella muchacha lograba sacarla de sus casillas. De todas formas si estaba cerca podría al menos evitar que hiciera alguna otra estupidez, como reunir un grupo de dragones enviados para protegerla como agradecimiento por llevarles la cura para quemar media ciudad.
- Tú tienes que ir después, así que ve preparándote. -Le dijo la dragona, metiéndose con la elfa. La cual puso morritos y se puso a mordisquear una galleta.
No solo se colaba en un juicio con los dragones ancestrales, si no que aún por encima se ponía a hacer ruido comiendo. La dragona se giró al escuchar el mismo ruido procediente del lado contrario.
- ¡Kalhen! Tienes que estar de broma. -El dragón tenía los mofletes hinchados y la boca llena de galletas.
- Me has dicho que la cuidara, ¿sabes lo difícil que es evitar que ese monstruito haga lo que le pides? -Contesta con la boca llena.
Tras apretar los puños y suspirar profundamente la dragona se concentró en las palabras de Eltrant. Lo mejor era ignorar a aquellos lunáticos y centrarse en lo verdaderamente importante. Y eso hizo después de quitarle la bolsa de comida a la elfa un segundo antes de que se pusiese a repartirla entre los asistentes.
El humano decía haber ido a la ciudad a salvarla, enfrentarse al verdadero enemigo que intentaba destruirla e incriminarle. La dragona se lleva una mano al mentón, pensativa. ¿Podría aquello ser cierto? No parecía que Tale tuviera pruebas para defenderse de las acusaciones más que su propia palabra. Escuchar al tal Bracknell sería una pérdida de tiempo, simplemente negaría lo que el humano había dicho hasta el momento y estarían en un callejón sin salida. En el mismo punto de partida con información que no podrían contrastar. Por otro lado, aquel hombre era un alto cargo de la guardia de Lunargenta, pero... ¿por qué sus hombres lo seguirían para envenenar una ciudad? ¿Solo para incriminar a Tale? Demasiadas preguntas, pocas respuestas. No podría juzgar con tan pocos datos.
Tras escuchar "El príncipe de Baslodia" Friddel hace un gesto a su subordinado, que le acerca rápidamente los informes. Las únicas notas con respecto a esto trataban sobre un altercado en una taberna de Lunargenta.
Tale había terminado su relato de los hechos. La dragona salió entonces de entre los asistentes y se dirigió al estrado. Quería terminar cuanto antes con aquello. Dar su opinión al respecto y obviar el hecho de que una escuadra de dragones habían comenzado una purga en la ciudad.
Posó las manos sobre el atril y tomó aire. Miró hacia donde se encontraba tan solo unos segundos atrás para confirmar que Kalhen y Jeannie seguían en el sitio. Tras asentir, habló.
- No tengo pruebas para refutar las palabras del humano, de hecho los informes que tenemos sobre un altercado hace un tiempo en la ciudad de Lunargenta parecen respaldar sus palabras. -Hace una pequeña pausa. -Sin embargo... -Mira hacia Tale. -Declaro a Eltrant Tale, culpable. -Se queda callada de nuevo, armando las palabras en su mente cuidadosamente. Alza la voz finalmente. -Culpable por haber traído sus problemas personales a la ciudad de Dundarak. Tras lo que hemos escuchado de sus propios labios son sus actos los que han desencadenado esta situación. Él es quien ha traído la desgracia a nuestras tierras, dejando una pila de cadáveres a su paso. -Da un golpe en el atril. -¡Si se hubiera entregado a la justicia podría haber explicado sus actos! En cambio decidió vagar por el mundo, esconderse cual rata y forzar a un enemigo a sacarlo a la luz envenenando toda una ciudad. -Levanta la mirada hacia los presentes. -Puede que no los haya envenenado directamente, pero sí es en parte culpable de esta situación. Y como tal, debe pagar.
Tras sus palabras, se da la vuelta para irse.
- ¿Y eso es todo? Mira que llegas a ser cutre.
Tropieza con la elfa mientras se encamina a la zona del público.
- Anda tira, que la lías. -La agarra del cuello de la camisa y se la lleva a rastras. Tendría más tarde unas palabras con Kalhen sobre el significado de la palabra "cuidar".
Resumen: Friddel declara culpable a Eltrant por desencadenar los eventos de Dundarak.
Irinnil Fawkes
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Ausencia de Elen Calhoun. Espera contestar a lo largo de este fin de semana.
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
- ¡Elen! ¡Elen! - la grave voz del reptil interrumpió la conversación que tenía lugar dentro del refugio, donde se discutía que estrategia debían seguir a continuación para mantener a los Buscones fuera del conflicto y a salvo. - Abridle. - ordenó la benjamina de los Calhoun, con los brazos cruzados sobre el pecho y sus verdes ojos clavados en un pedazo de pergamino que mostraba las calles de Dundarak.
Para cuando Gardian y Kano retiraron la barricada que había tras la puerta Alister ya había regresado a su forma humana, y visiblemente alterado, cruzó el umbral para ir directamente hacia ella. - Esto es grave, Eltrant se ha entregado, va a ser juzgado por los Ancestrales… ¡tenemos que hacer algo! - instó nada más llegar a su lado, preocupado por el destino del mercenario. - Maldición, justo en el peor momento. - masculló la joven, consciente de que en el exterior reinaba su peor enemigo, el brillante astro rey.
Para una criatura de la noche exponerse al sol suponía un riesgo importante, la de cabellos cenicientos ya había sufrido en sus carnes el dolor de las quemaduras, pero quedarse escondida allí dentro no era una opción, no para alguien como ella. - Está bien, acudiremos al juicio, si esos dragones han venido para arreglar este lío escucharán la palabra de quienes defendemos estas tierras. - anunció, dando por hecho que su cargo como Centinela del Sur y sus múltiples participaciones en conflictos como Terpoli, Roilkat o la mismísima guerra de Lunargenta servirían para que la tuviesen en cuenta.
- Pero Elen, no puedes salir… - comenzó a replicar el norteño, quien tenía en mente algo diferente, utilizar el testimonio de los Buscones en favor de Eltrant. - Tendrás que cubrirme, me transformaré para ponértelo más fácil. - le cortó la vampira, con un tono de voz del que se desprendía que nada ni nadie la haría cambiar de opinión. Alister guardó silencio durante unos segundos, la conocía y sabía perfectamente que si una idea se le metía entre ceja y ceja no podía hacer nada al respecto, solo restaba poner en marcha el plan, aunque primero quedaba un asunto pendiente.
- Hay algo más, un pájaro me entregó esto mientras volaba. - reveló el alado, tendiendo una tira de papel hacia su compañera. Elen lo sostuvo y leyó detenidamente el escueto mensaje que contenía, aspirando el aroma de quien lo había escrito, aunque no era difícil adivinar de dónde provenía. - Debe ser cosa de Asher, nos está pidiendo apoyo, debemos darnos prisa. - soltó la señora de sombras, girándose hacia los demás. - Ohm, Toriel, Hont, preparaos, vendréis con nosotros. - indicó, recorriendo con la mirada al resto hasta toparse con los inquisitivos ojos de Valeska.
Pasados los efectos del veneno, la embarazada se había dado cuenta de algo importante, ya no portaba la copa de clarividencia, y teniendo en cuenta lo reservada que había sido sobre el tema solo quedaba una explicación, Elen se la había quitado. ¿Era seguro que un objeto como aquel quedase en manos de la centinela? Sí, probablemente sí, aunque no le gustase aceptarlo. De todos modos no podía mencionar el asunto delante del grupo, no después de lo sucedido durante el banquete en que se había hecho con el artefacto.
- Manteneos juntos y fuera de la vista hasta que esto acabe, si es necesario utilizad el túnel, abandonad la ciudad y buscad un nuevo refugio, Alister podrá rastrearos luego para que nos reunamos. - comentó la joven, respirando profundamente antes de buscar el rostro del norteño. - No perdamos más tiempo. - musitó, mientras las sombras rodeaban su cuerpo y lo oscurecían hasta ocultar su figura. - Contadme todo lo que sepáis por el camino, llegado el momento tendré que intervenir y quiero estar al tanto de lo que os ha pasado. - fue lo último que pidió, poco antes de quedar convertida en una sombría bestia.
Ohm y Toriel fueron los primeros en abandonar el edificio, seguidos de Hont y del dragón, que nada más traspasar el marco de la puerta comenzó a cambiar de forma para cubrir con una de las alas la salida de su compañera, cosa que haría durante todo el trayecto hasta el lugar del juicio.
Para cuando Gardian y Kano retiraron la barricada que había tras la puerta Alister ya había regresado a su forma humana, y visiblemente alterado, cruzó el umbral para ir directamente hacia ella. - Esto es grave, Eltrant se ha entregado, va a ser juzgado por los Ancestrales… ¡tenemos que hacer algo! - instó nada más llegar a su lado, preocupado por el destino del mercenario. - Maldición, justo en el peor momento. - masculló la joven, consciente de que en el exterior reinaba su peor enemigo, el brillante astro rey.
Para una criatura de la noche exponerse al sol suponía un riesgo importante, la de cabellos cenicientos ya había sufrido en sus carnes el dolor de las quemaduras, pero quedarse escondida allí dentro no era una opción, no para alguien como ella. - Está bien, acudiremos al juicio, si esos dragones han venido para arreglar este lío escucharán la palabra de quienes defendemos estas tierras. - anunció, dando por hecho que su cargo como Centinela del Sur y sus múltiples participaciones en conflictos como Terpoli, Roilkat o la mismísima guerra de Lunargenta servirían para que la tuviesen en cuenta.
- Pero Elen, no puedes salir… - comenzó a replicar el norteño, quien tenía en mente algo diferente, utilizar el testimonio de los Buscones en favor de Eltrant. - Tendrás que cubrirme, me transformaré para ponértelo más fácil. - le cortó la vampira, con un tono de voz del que se desprendía que nada ni nadie la haría cambiar de opinión. Alister guardó silencio durante unos segundos, la conocía y sabía perfectamente que si una idea se le metía entre ceja y ceja no podía hacer nada al respecto, solo restaba poner en marcha el plan, aunque primero quedaba un asunto pendiente.
- Hay algo más, un pájaro me entregó esto mientras volaba. - reveló el alado, tendiendo una tira de papel hacia su compañera. Elen lo sostuvo y leyó detenidamente el escueto mensaje que contenía, aspirando el aroma de quien lo había escrito, aunque no era difícil adivinar de dónde provenía. - Debe ser cosa de Asher, nos está pidiendo apoyo, debemos darnos prisa. - soltó la señora de sombras, girándose hacia los demás. - Ohm, Toriel, Hont, preparaos, vendréis con nosotros. - indicó, recorriendo con la mirada al resto hasta toparse con los inquisitivos ojos de Valeska.
Pasados los efectos del veneno, la embarazada se había dado cuenta de algo importante, ya no portaba la copa de clarividencia, y teniendo en cuenta lo reservada que había sido sobre el tema solo quedaba una explicación, Elen se la había quitado. ¿Era seguro que un objeto como aquel quedase en manos de la centinela? Sí, probablemente sí, aunque no le gustase aceptarlo. De todos modos no podía mencionar el asunto delante del grupo, no después de lo sucedido durante el banquete en que se había hecho con el artefacto.
- Manteneos juntos y fuera de la vista hasta que esto acabe, si es necesario utilizad el túnel, abandonad la ciudad y buscad un nuevo refugio, Alister podrá rastrearos luego para que nos reunamos. - comentó la joven, respirando profundamente antes de buscar el rostro del norteño. - No perdamos más tiempo. - musitó, mientras las sombras rodeaban su cuerpo y lo oscurecían hasta ocultar su figura. - Contadme todo lo que sepáis por el camino, llegado el momento tendré que intervenir y quiero estar al tanto de lo que os ha pasado. - fue lo último que pidió, poco antes de quedar convertida en una sombría bestia.
Ohm y Toriel fueron los primeros en abandonar el edificio, seguidos de Hont y del dragón, que nada más traspasar el marco de la puerta comenzó a cambiar de forma para cubrir con una de las alas la salida de su compañera, cosa que haría durante todo el trayecto hasta el lugar del juicio.
***
Cuando finalmente llegaron ya había allí congregada una pequeña multitud, dragones, brujos del Hekshold, guardias de la ciudad, hombres bestia, muchos habían llegado para participar en el proceso, tanto a favor como en contra del ex mercenario. Con su apariencia animal, la benjamina de los Calhoun no pudo evitar que un gruñido de desaprobación saliese de su garganta al escuchar las acusaciones que se estaban haciendo contra Tale, había llegado la hora de que su voz se alzase para defenderlo.
Lentamente, las sombras que formaban su cuerpo se retorcieron y alargaron hasta devolverle su aspecto normal, obligando al Alister a levantar un poco el ala para seguir manteniéndola fuera del alcance del sol. - ¿Por qué perdéis el tiempo juzgando a un inocente cuando el verdadero culpable de todo esto sigue campando a sus anchas por todo Aerandir? - exclamó a viva voz, tratando de llamar la atención de los Ancestrales. - Mi nombre es Elen Calhoun, soy la Centinela del Sur y llevo años protegiendo estas tierras, la persona que teneis delante no es una amenaza sino una víctima, una de tantas que aquel a quien muchos temen nombrar ha dejado a su paso. - continuó con tono serio, basándose en lo que los Buscones le habían contado acerca de la relación de Bracknell y Randall Flagg.
- Sí, el Hombre Muerto es quien se esconde detrás de todo este caos, detrás de los conflictos y del veneno, es él a quien deberíais detener, y no al hombre que combate a sus adláteres. - prosiguió, pronunciando con determinación cada una de las palabras que salían de su boca. - Eltrant Tale es inocente, esta noche lo han perseguido y atacado sin tregua solo por negarse a obedecer las órdenes de ese indeseable, pues todo aquel que se interpone en sus planes es castigado, yo misma soy prueba de ello. - reveló, mirando en todo momento a los Ancestrales, como si al igual que Tarivius, pudiesen comprobar la veracidad de lo que decía con algún tipo de magia.
- Con la idea de un mundo dominado por el odio, Randall Flagg se presentó ante mí para que me uniese a sus filas, y cuando rehusé hacerlo optó por maldecirme, es un ser vengativo y ahora busca arruinar la reputación de este hombre con mentiras, culpándolo de desgracias que él mismo crea a través de sus seguidores. - justo ahí entraba Bracknell, quien tendría que rendir cuentas tarde o temprano por sus actos.
- Conozco a Tale desde hace bastante tiempo, lo he visto defender Verisar en muchas ocasiones y sé que no ha causado este desastre, él mismo ha sufrido los efectos del veneno, ¿qué lógica tendría eso si de verdad lo hubiese extendido? - siguió hablando, intentando que los presentes se diesen cuenta del error que estaban cometiendo al dudar del guerrero. - Si queréis llegar al fondo de este asunto debéis interrogar a Christian Bracknell y arrancarle una confesión sobre lo sucedido aquí esta noche, pero si aún no me creéis, traigo testigos. - indicó, haciendo un gesto a los Buscones para que se adelantasen y relatasen todo por lo que habían pasado.
Ohm y Toriel habían sido apresados y retenidos a la fuerza hasta hacía apenas una hora en una de las torres de los dragones infectados, mientras que Hont había caído en manos de Tarina, otra de las servidoras del Hombre Muerto, sus vivencias tenían que servir para decantar la balanza, de otro modo Asher no le habría pedido que los llevase hasta allí.
Off: Resumen del post
- Alister regresa al refugio con el mensaje de Asher.
- Elen cambia de forma y salen hacia el juicio (ella se mantiene bajo el ala del dragón para que no le de el sol)
- Interviene en el proceso para defender a Eltrant, su voto es inocente.
- Da paso a los Buscones para que tomen la palabra.
Asher, dejo el alegato de Ohm, Toriel y Hont en tus manos.
Perdón por la tardanza, mi compañera de trabajo está de vacaciones y eso se traduce en doble de trabajo y turnos para mí.
Lentamente, las sombras que formaban su cuerpo se retorcieron y alargaron hasta devolverle su aspecto normal, obligando al Alister a levantar un poco el ala para seguir manteniéndola fuera del alcance del sol. - ¿Por qué perdéis el tiempo juzgando a un inocente cuando el verdadero culpable de todo esto sigue campando a sus anchas por todo Aerandir? - exclamó a viva voz, tratando de llamar la atención de los Ancestrales. - Mi nombre es Elen Calhoun, soy la Centinela del Sur y llevo años protegiendo estas tierras, la persona que teneis delante no es una amenaza sino una víctima, una de tantas que aquel a quien muchos temen nombrar ha dejado a su paso. - continuó con tono serio, basándose en lo que los Buscones le habían contado acerca de la relación de Bracknell y Randall Flagg.
- Sí, el Hombre Muerto es quien se esconde detrás de todo este caos, detrás de los conflictos y del veneno, es él a quien deberíais detener, y no al hombre que combate a sus adláteres. - prosiguió, pronunciando con determinación cada una de las palabras que salían de su boca. - Eltrant Tale es inocente, esta noche lo han perseguido y atacado sin tregua solo por negarse a obedecer las órdenes de ese indeseable, pues todo aquel que se interpone en sus planes es castigado, yo misma soy prueba de ello. - reveló, mirando en todo momento a los Ancestrales, como si al igual que Tarivius, pudiesen comprobar la veracidad de lo que decía con algún tipo de magia.
- Con la idea de un mundo dominado por el odio, Randall Flagg se presentó ante mí para que me uniese a sus filas, y cuando rehusé hacerlo optó por maldecirme, es un ser vengativo y ahora busca arruinar la reputación de este hombre con mentiras, culpándolo de desgracias que él mismo crea a través de sus seguidores. - justo ahí entraba Bracknell, quien tendría que rendir cuentas tarde o temprano por sus actos.
- Conozco a Tale desde hace bastante tiempo, lo he visto defender Verisar en muchas ocasiones y sé que no ha causado este desastre, él mismo ha sufrido los efectos del veneno, ¿qué lógica tendría eso si de verdad lo hubiese extendido? - siguió hablando, intentando que los presentes se diesen cuenta del error que estaban cometiendo al dudar del guerrero. - Si queréis llegar al fondo de este asunto debéis interrogar a Christian Bracknell y arrancarle una confesión sobre lo sucedido aquí esta noche, pero si aún no me creéis, traigo testigos. - indicó, haciendo un gesto a los Buscones para que se adelantasen y relatasen todo por lo que habían pasado.
Ohm y Toriel habían sido apresados y retenidos a la fuerza hasta hacía apenas una hora en una de las torres de los dragones infectados, mientras que Hont había caído en manos de Tarina, otra de las servidoras del Hombre Muerto, sus vivencias tenían que servir para decantar la balanza, de otro modo Asher no le habría pedido que los llevase hasta allí.
- Bestia sombría:
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Off: Resumen del post
- Alister regresa al refugio con el mensaje de Asher.
- Elen cambia de forma y salen hacia el juicio (ella se mantiene bajo el ala del dragón para que no le de el sol)
- Interviene en el proceso para defender a Eltrant, su voto es inocente.
- Da paso a los Buscones para que tomen la palabra.
Asher, dejo el alegato de Ohm, Toriel y Hont en tus manos.
Perdón por la tardanza, mi compañera de trabajo está de vacaciones y eso se traduce en doble de trabajo y turnos para mí.
Elen Calhoun
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Las figuras se fueron, las imágenes se borraron y Demian se encontró solo. El vacío ni siquiera era oscuridad, porque la oscuridad es algo, esto era menos que algo, menos que oscuridad, o al menos eso sintió.
El propio paso del tiempo pareció estirarse, o bien contraerse, o quizás osciló como las ondas a través de las que se mueve el Éter… hasta que vio aquellos ojos fieros.
–Sigues aquí –comentó tranquilo.
–Lo mismo puedo decir de ti, joven brujo –contestó la imponente voz del ancestral– ¿No deberías levantarte, presentar testimonio a favor de tu amigo, usar tu poder para influir sobre las mentes de los presentes?
–No puedo. No ahora.
La figura del dragón se movió a través de las sombras hasta estar muy cerca.
–Me intrigas, joven hechicero. Dime, ¿Por qué no puedes?
Demian mostró sus manos. A pesar de que estaba dentro de su ilusión y bien podía modificar su apariencia, en este momento fue sincero, dejando que su cuerpo ilusorio tuviera los mismos rasgos que el real… y las mismas manchas.
Estaba sucio, tanto por el humo como por la sangre, con manchas que estaban tan pegadas que haría falta refregar muy fuerte para sacarlas. Una y otra vez ese día había tenido que untar sus manos y el resto de su cuerpo con la sangre de los heridos.
–Me… me perturba cuando veo tanta sangre –dice en tono de confesión.
–A la mayoría de las personas no les gusta ver sangre –contesta el dragón con un tono de sabiduría.
–No, no… el problema no es que me moleste. El problema es que me gusta ver sangre.
–Cuando veías a los heridos, ¿Pensabas realmente en matarlos?
–Sí –dice el chico sin mover siquiera un músculo de su rostro.
–Y… ¿Por qué no lo hiciste?, ¿Por qué ayudaste a tantas personas si sólo pensabas en hacerles daño? –dijo el dragón acercando su enorme cabeza al joven hasta casi tocarlo.
–Porque era mi deber –contesta con convicción–, porque a veces hay que hacer lo contrario a lo que uno quiere, o lo que uno necesita, incluso si la pasas mal por eso, cuando es tu deber hacerlo. Eltrant… Eltrant está aquí por cumplir con su deber, por ayudar a la gente aunque a cambio otros le quieran matar o destruir su nombre. No puedo ser menos y matar por diversión, él me ha enseñado a poner a otros en primer lugar.
El dragón no dijo nada más, simplemente retrocedió hasta que su figura pareció diluirse en la nada y Demian volvió a estar completamente solo.
Frente a su figura real, a la aún pequeña figura de un chico mojado, sucio y sentado en un rincón, fuera de las miradas que se centraban en un juicio sin precedentes… allí estaba Artyhom guardando su meditación.
* * *
Se dice que los brujos son ambiciosos, que siempre elaboran planes e intrigas para obtener poder, o para triunfar sobre el resto. Se dice que no hay que confiar en uno de ellos… pero no se dice lo mismo de la maestra Adda Lovelace.
Su figura parecía emanar esa calma que logra un pie de manzana caliente enfriándose en la ventana. Quizás eran las arrugas, o quizás era su sonrisa casi perpetuamente dibujada en su pálido rostro, pero se generó un respetuoso silencio cuando ella tomó la palabra.
–Hoy el odio se ha tomado las calles de esta majestuosa ciudad. He visto el dolor en las calles, el sufrimiento de los heridos, el pavor de aquellos que contemplan cómo el caos irracional les quita aquello por lo que han trabajado toda su vida –dijo de manera lenta, poniendo una emoción real detrás de cada palabra.
Se giró entonces hacia el maltrecho Eltrant y emitió un leve suspiro. Se tomó su tiempo, como si sus ojos estuvieran examinando al hombre al que apuntaban como la causa de todo aquello.
–Lo que no he visto es, mis queridos, ninguna prueba de que este hombre esté detrás de todos estos males –dijo finalmente, lo que fue seguido de un murmullo general.
Uno de los ancestrales movió su cabeza como saliendo de un sueño y extendió también su mirada a Eltrant Tale.
–Sí he visto a la gente que le sigue no sólo defenderle, ponerse en riesgo por limpiar su nombre, sino que, incluso más que eso, luchar por los que han sufrido. Ellos han sido una luz de esperanza y parece que para ellos Eltrant Tale es un símbolo positivo. No puedo poner las manos al fuego por este joven, no soy tan ingenua, pero sí puedo decir con la frente bien en alto que no tengo motivos para creer que él sea el culpable. Mi voto es “inocente”.
Pareció a punto de caminar para volver a su lugar, pero entonces se detuvo. Su mano acomodó su propio cabello, mientras los presentes aún mostraban un casi instintivo respeto.
–Mi gente está aquí para ayudar, vamos a salir adelante, porque los dragones sois un pueblo fuerte. Cuenten con nuestra magia.
* * *
Los pasos de Artyhom eran suaves para alguien hecho de metal, o quizás sólo era el ruido natural de tanta gente en una situación tensa lo que le hacía pasar desapercibido. El pequeño mecánico intentaba lograr un buen lugar para observar los hechos, pero sólo se encontraba con piernas hostiles.
Demian lo levantó hasta ponerlo sobre sus hombros.
–Tamp-p-poco soy muy alto, pero al menos de aquí verás un poco mejor –dijo el chico buscando algo sobre lo que pararse.
–Luces tranquilo, Demian –comentó el mecánico. A pesar de su naturaleza sintética, Artyhom había aprendido a reconocer los estados de su dueño, algo que hacía incluso mejor que la mayoría de las personas.
–Oh, meditar siempre ayuda… ¿sabes?, deberías intentar aprender a meditar –dijo Demian logrando pararse sobre la base de una estatua.
–No está eso en mi programación. Tampoco lo está dormir, ni otros estados alterados de conciencia –confesó Arty en lo que parecía un dejo de tristeza. Tal vez Demian sólo imaginó que había una emoción allí.
–Deberías intentarlo de todas maneras. Cuando lo hagas, yo cuidaré de ti.
–¿Lo intento ahora mismo? –preguntó Artyhom con el tono con que tomaría una orden.
–Vale, pero dame un minuto… primero hay algo que tengo que hacer.
Los ojos del chico ya se habían topado con la cabeza peluda e inconfundible de Asher Daregan. El hombre bestia parecía a punto de tomar la palabra.
Demian cerró sus ojos.
La ilusión era simple. Total oscuridad y Demian de pie en frente a él. No era una imposición forzada, bastaría una resistencia mental para deshacerla, pero el chico confiaba en que el perro aceptaría su contacto.
–No creo que puedas contestar este mensaje, los dragones tienen su propias maneras de comunicarse, tú no… pero seré breve –dijo la figura ilusoria de Demian, aquella que sólo podría ver Asher.
A sus espaldas apareció la figura de Bracknell, pero no estaba interactuando con ellos. Estaba recorriendo un campamento con heridos.
–No se si esto te sea útil, pero te mostraré lo que mis ojos han visto sobre este asunto –continuó el chico.
La figura de Demian se desvaneció en el aire, pero las imágenes continuaron. La ilusión parecía doblar la percepción del tiempo, permitiendo una gran cantidad de información ocurriendo en lo que sería para los demás un tiempo muy breve.
Finalmente Demian abrió los ojos.
–Bien, lo primero que debes hacer es cerrar tus ojos y respirar de… oh, espera, tenemos que encontrar algo que reemplace lo de la parte de respirar. Comencemos por la manera de sentarse, ¿vale?
Artyhom asintió e imitó a la perfección la manera de sentarse de Demian cuando meditaba. Lo había visto varios centenares de veces..
Demian sonrió.
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(*) Resumen del Post: Demian interactúa un poco con un dragón. Paralelamente, Adda Lovelace da su voto a favor de Eltrant. Ella no ha visto ninguna prueba concreta en contra de Eltrant y sí es testigo de las cosas positivas que se han dicho y hecho en su nombre. Finalmente, Demian transmite por Bluetooth lo que ha visto a Asher Daregan.
Demian
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Llegaba tarde. El juicio ya había comenzado. Lamentablemente, no parecía haber un buen lugar donde aterrizar, al menos por el momento. No había visto ni a Syl ni a Oshu. Le pedí al dragón que sobrevolase la zona. Había llegado a escuchar el voto de Elen. La Centinela había hecho lo que le había pedido, pero no podía dejar que los Buscones hablasen aún. No era su momento. Debía hacer algo. El corazón me latió con fuerza, y sonreí. Iba a hacer las cosas bien. Tendría los oídos de todo Dundarak. Me aseguraría de tener también los ojos.
-Voy a saltar. Baja a Bracknell.- dije.
-¿Que vas a...?- preguntó el dragón, girando la cabeza. Demasiado tarde. Me separé del dragón, comenzando a caer libremente. Mi armadura comenzó a iluminarse, mucho más de lo que había hecho antes. [1] Como si se tratase de una estrella fugaz, empezó a resplandecer, llamando la atención de cualquiera que estuviese mirando.
-¡UN MOMENTO!- interrumpí.
Usando las runas de mis piernas, me impulsé hacia el suelo, [2] perdiendo toda la velocidad de caída apenas un metro sobre este y acabando de pie en mitad del auditorio.
-Soy Asher Dáregan, el Centinela del Norte. Este reino está bajo mi protección.- declaré en voz alta. Miré de reojo a Eltrant. Era casi como la primera vez que nos vimos. Casi. -Soy miembro del Hekshold, conocido de los Buscones, y en mayor medida, de Eltrant Tale.- aseguré. -Nadie tiene más jurisdicción para hablar de los sucesos que yo mismo. Por el bien de Dundarak y de Aerandir, diré toda la verdad sobre lo que ha ocurrido.-
El silencio era ensordecedor. Y de repente, todo se volvió oscuro. Demian apareció delante de mi. Parecía que el brujo había estado ocupado. Varias ilusiones de Bracknell empezaron a aparecer entre ambos. Sus actos en Dundarak. Quizás podría usarlo. Cuando la ilusión se desvaneció, exhalé. No iba a dejar que me temblase la voz en un momento como aquel.
-He capturado y traído a Christian Bracknell. Este no es su juicio, pero su relevancia está clara... y en unos momentos, eliminaré toda duda al respecto.- dije. El dragón que me había acompañado aterrizó en la zona que había despejado, aún con Bracknell a su espalda. Saqué al prisionero del lomo del dragón para dejarlo bien a la vista de todos, justo delante de los Ancestrales. Brillo apareció en mi mano, para disuadir cualquier intento de huida por parte del humano. Dejé que desapareciese. Lo primero era lo primero. -Comenzaré mostrando lo que sé sobre Eltrant Tale.-
-Eltrant está acusado de de envenenar los pozos de Dundarak con una flor, llamada Euforia. Esta planta no es común. Crece principalmente en los Acantilados de la Muerte, en las Islas Illidenses. Para envenenar toda la reserva de agua de una ciudad como Dundarak sin que el efecto quedase diluido, se necesitarian enormes cantidades de esta.- declaré. Había investigado la flor cuando Eltrant me habló de lo sucedido en la posada, y parecía algo realmente dificil de manejar con éxito. -Sólo un buen alquimista podría elaborar un veneno eficiente con esta flor. Sin embargo, Eltrant Tale no posee los recursos, conocimientos ni la sutileza para esto.- dije, señalando al humano. -Eltrant ha sido un granjero, un mercenario, un guardia, y por ahora... un trotamundos. No tiene el dinero suficiente para conseguir un cargamento de Euforia y traerlo hasta Dundarak sin levantar sospechas. Nunca lo ha tenido. Aparte de su propio equipamiento, la única posesión de renombre que tiene es un viñedo cerca de Roilkat que no le otorga ningún beneficio monetario. Lo he visto con mis propios ojos. No hay nada fuera de lugar allí, ni ningún cultivo secreto.-
Tragué saliva. No solía dar discursos largos. Pero aún quedaba mucho.
-Eltrant Tale no sabe prácticamente nada de alquimia. Nada más allá de lo que uno aprende siendo envenenado repetidas veces. Sin los métodos necesarios, hacer una mezcla lo suficientemente potente de Nirana es imposible. No basta con lanzar flores enteras al agua. Si bien podría tener aliados que le ayudasen en ese tema, la falta de recursos y el riesgo de revelar el plan habrían sido problemáticos.- expliqué. -Además, Eltrant no tiene acceso a la mayoría de reservas de agua de la ciudad. No sabría ni donde encontrarlas sin ayuda. Por último... incluso con los conocimientos y recursos necesarios, sigue siendo, esencialmente, un bruto. No tiene la discreción para llevar a cabo un plan como este y pasar desapercibido.- Negué con la cabeza. Realmente, acusar a Tale no tenía el más mínimo sentido. -Envenenar un río no es fácil. El agua siempre fluye. Tendría que contaminarlo directamente desde el inicio de este, por las montañas. Con dragones sobrevolando la zona a menudo, hacerlo sin que nadie de la voz de alarma es prácticamente imposible.
-Pero supongamos, por un segundo, que Eltrant tiene la astucia, recursos y conocimientos para todo esto. Aún falta una parte vital. Sus motivos. Como los maestros Hartem y Lovelace han dicho, Eltrant es alguien blando. Demasiado bondadoso, sin avaricia o ambición que lo corrompan. Son innumerables los testigos que pueden afirmar esto. ¿Que podría llevar a alguien como Eltrant Tale a envenenar toda una ciudad? Una ciudad en la que además se está refugiando. ¿Por qué quedarse aquí tras envenenar todo el agua? ¿Que gana él?- pregunté. -No recibe nada por hacer sufrir a la gente en vano. Va en contra de sus principios. No puede ser una razón de dinero, incluso si alguien le hubiese ofrecido pago. Como he dicho, no tiene la avaricia suficiente como para traicionar a su carácter.-
-Sin embargo, hay alguien que sí posee el dinero, poder, motivación y astucia para haber llevado todo esto a cabo. Alguien que ya ha sido nombrado. Christian Bracknell.- declaré, señalándole con la mano. -Es alguien determinado a su causa. No conseguiremos ninguna confesión por su parte. Pero no hará falta.- Esbocé media sonrisa. Para algo había traído a los testigos clave. Pero aún quedaba mucho por decir. -Cuando encontré a Bracknell, estaba combatiendo abiertamente contra Eltrant Tale. Su intención era matar, no capturarlo, pese a la llamada de los Ancestrales. Esto deja claro que su interés no es llevarlo a la justicia. Pero comencemos por el principio.-
-Eltrant Tale conoció a Bracknell en una posada, la misma noche en el que un anciano apareció en todas las tabernas de Aerandir. Christian Bracknell intentó simpatizar con él, y manipularlo para enfrentarlo contra el maestro Hartem.- comencé. -Sé esto porque el mismo Eltrant me advirtió al respecto, antes incluso de que todo esto empezase. Salvo que hubiese planeado esto desde hace un año y tuviese motivos para mentirme a mi, no tengo la menor duda de que esto es cierto. Y la prueba está en una nota. Una nota que Eltrant dejó publicamente, advirtiendo a Heck Hartem de que alguien intentaba destruirlo, firmada por un "Corazón Blando".- dije, mirando al maestro de la fragua. Estaba seguro de que debía haberla leído en su momento.
Las heridas bajo mis vendas empezaron a picar. Empezaba a cansarme, pero no podía flaquear. Respiré hondo. No descansaría hasta acorralarle del todo.
-Avancemos hasta "el Principe de Baslodia". La posada ya mencionada por Eltrant. Pero no seré yo quien hable al respecto, sino Ohm, Toriel y Hont. Los tres son Buscones, pero tanto yo como Elen Calhoun podemos garantizar que dirán sólo la verdad.- dije, señalando al otro lado del auditorio. Los tres hombres bestia se miraron entre sí. Toriel asintió con determinación. -Decid lo que recordais.-
La mujer vaca dio un paso adelante. Era su momento.
-Me encontré con Bracknell en un momento dificil de mi vida.- comenzó. -Mi exmarido, Gol'then, estaba pasando por algo horrible. Heck Hartem convirtió su cuerpo en arena. Sufría mucho... Y yo no lo aguantaba. Bracknell encontró un sitio en el que mantenerlo, sin que hiciese daño a nadie. Esa posada, el Principe de Baslodia.- comenzó. Ohm le cogió de la mano, y tomó la palabra.
-Le usaron como a un animal, para espantar a cualquier cliente que molestase. Y un día, Bracknell trajo a Eltrant Tale a la posada. Nos tenía convencidos de que era lo mejor. De que, como se había negado a matar a Hartem, debía tomar responsabilidad. Le encerró en una celda con Gol'them. Esperaba...- hizo una pausa. Tragó saliva, pero alzó la voz. -Esperábamos que lo matase. Estaba sufriendo demasiado.
-Un momento.- pedí, alzando la mano. -Creo que hace falta mencionar la especialidad de esta posada. ¿Como se llamaba?- pregunté. Los ojos de Ohm se abrieron. Asintió. Sabía lo que le pedía.
-Suma. Es una bebida alcohólica. Está hecha con Euforia.- recordó. -Era lo que le daban a Gol'then. Le mantenian drogado y peligroso. No lo sabíamos hasta después.- dijo. Sonreí. Aquello era suficiente para comenzar a atar cosas.
-Tras dejar a Eltrant en la celda, Bracknell me llevó al salón principal. Y... me dio algo. No lo recuerdo del todo... pero me quedé inconsciente.- dijo Toriel. Su voz seguía firme. Era probablemente la persona más fuerte del auditorio. -Y dejé de ser yo misma. No lo recuerdo bien, pero... estoy segura de que me hizo tomar Euforia.-
-Eltrant fue capaz de curar a Gol'then, y salieron de la celda. Se encontraron a Toriel, atada y rodeada de flores de Nirana. No fue la única. Todos los clientes del local, incluso yo mismo, habíamos sido drogados. Aquello fue una masacre.- dijo Ohm, negando con la cabeza. -Y entonces, llegaron la guardia... y Hont.-
Le cedió la palabra al hombre zarigüeya. Este se adelanto. No se subió a nadie. Aquello era importante. Eltrant era su amigo, después de todo, y debía hablar enfrente de todo el mundo.
-Sabíamos que clase de persona era Bracknell desde hace mucho tiempo. Pero no podíamos contar con la guardia. Tenía demasiada influencia. No había lugar en Lunargenta que no pudiese controlar.- comenzó, mirando al hombre encadenado. -Teníamos que actuar nosotros. Cuando vimos todo lo que sucedía en la posada...- bajó la voz. Sin embargo, volvió a alzarla. -Era obra suya. Él debió llamar a los guardias para culpar a Eltrant. Pero cualquiera sabe que no es cierto. Eltrant es un héroe.- aseguró.
Bien. Eso bastaba. Al menos, para cambiar la situación. Era hora de presionar.
-Y aquí lo tenemos. Christian Bracknell tenía todo lo necesario para cometer los actos de los que se acusan a Eltrant Tale. La Euforia requisada por la guardia, los motivos para atacar a Eltrant, y el dinero para llevar a cabo todo el plan. Varios testigos estaban presentes cuando culpó a Tale de sus crímenes.- dije en voz alta. -Eltrant es completamente inocente. El verdadero peligro aquí es Christian Bracknell.- finalicé.
[1] Habilidad de Santuario: Forma de Ra'lios
[2] Habilidad: Impulso
Resumen del turno:
1- ¡PROTESTO!
3- Voto a favor de Eltrant Tale.
-Voy a saltar. Baja a Bracknell.- dije.
-¿Que vas a...?- preguntó el dragón, girando la cabeza. Demasiado tarde. Me separé del dragón, comenzando a caer libremente. Mi armadura comenzó a iluminarse, mucho más de lo que había hecho antes. [1] Como si se tratase de una estrella fugaz, empezó a resplandecer, llamando la atención de cualquiera que estuviese mirando.
-¡UN MOMENTO!- interrumpí.
Usando las runas de mis piernas, me impulsé hacia el suelo, [2] perdiendo toda la velocidad de caída apenas un metro sobre este y acabando de pie en mitad del auditorio.
-Soy Asher Dáregan, el Centinela del Norte. Este reino está bajo mi protección.- declaré en voz alta. Miré de reojo a Eltrant. Era casi como la primera vez que nos vimos. Casi. -Soy miembro del Hekshold, conocido de los Buscones, y en mayor medida, de Eltrant Tale.- aseguré. -Nadie tiene más jurisdicción para hablar de los sucesos que yo mismo. Por el bien de Dundarak y de Aerandir, diré toda la verdad sobre lo que ha ocurrido.-
El silencio era ensordecedor. Y de repente, todo se volvió oscuro. Demian apareció delante de mi. Parecía que el brujo había estado ocupado. Varias ilusiones de Bracknell empezaron a aparecer entre ambos. Sus actos en Dundarak. Quizás podría usarlo. Cuando la ilusión se desvaneció, exhalé. No iba a dejar que me temblase la voz en un momento como aquel.
-He capturado y traído a Christian Bracknell. Este no es su juicio, pero su relevancia está clara... y en unos momentos, eliminaré toda duda al respecto.- dije. El dragón que me había acompañado aterrizó en la zona que había despejado, aún con Bracknell a su espalda. Saqué al prisionero del lomo del dragón para dejarlo bien a la vista de todos, justo delante de los Ancestrales. Brillo apareció en mi mano, para disuadir cualquier intento de huida por parte del humano. Dejé que desapareciese. Lo primero era lo primero. -Comenzaré mostrando lo que sé sobre Eltrant Tale.-
-Eltrant está acusado de de envenenar los pozos de Dundarak con una flor, llamada Euforia. Esta planta no es común. Crece principalmente en los Acantilados de la Muerte, en las Islas Illidenses. Para envenenar toda la reserva de agua de una ciudad como Dundarak sin que el efecto quedase diluido, se necesitarian enormes cantidades de esta.- declaré. Había investigado la flor cuando Eltrant me habló de lo sucedido en la posada, y parecía algo realmente dificil de manejar con éxito. -Sólo un buen alquimista podría elaborar un veneno eficiente con esta flor. Sin embargo, Eltrant Tale no posee los recursos, conocimientos ni la sutileza para esto.- dije, señalando al humano. -Eltrant ha sido un granjero, un mercenario, un guardia, y por ahora... un trotamundos. No tiene el dinero suficiente para conseguir un cargamento de Euforia y traerlo hasta Dundarak sin levantar sospechas. Nunca lo ha tenido. Aparte de su propio equipamiento, la única posesión de renombre que tiene es un viñedo cerca de Roilkat que no le otorga ningún beneficio monetario. Lo he visto con mis propios ojos. No hay nada fuera de lugar allí, ni ningún cultivo secreto.-
Tragué saliva. No solía dar discursos largos. Pero aún quedaba mucho.
-Eltrant Tale no sabe prácticamente nada de alquimia. Nada más allá de lo que uno aprende siendo envenenado repetidas veces. Sin los métodos necesarios, hacer una mezcla lo suficientemente potente de Nirana es imposible. No basta con lanzar flores enteras al agua. Si bien podría tener aliados que le ayudasen en ese tema, la falta de recursos y el riesgo de revelar el plan habrían sido problemáticos.- expliqué. -Además, Eltrant no tiene acceso a la mayoría de reservas de agua de la ciudad. No sabría ni donde encontrarlas sin ayuda. Por último... incluso con los conocimientos y recursos necesarios, sigue siendo, esencialmente, un bruto. No tiene la discreción para llevar a cabo un plan como este y pasar desapercibido.- Negué con la cabeza. Realmente, acusar a Tale no tenía el más mínimo sentido. -Envenenar un río no es fácil. El agua siempre fluye. Tendría que contaminarlo directamente desde el inicio de este, por las montañas. Con dragones sobrevolando la zona a menudo, hacerlo sin que nadie de la voz de alarma es prácticamente imposible.
-Pero supongamos, por un segundo, que Eltrant tiene la astucia, recursos y conocimientos para todo esto. Aún falta una parte vital. Sus motivos. Como los maestros Hartem y Lovelace han dicho, Eltrant es alguien blando. Demasiado bondadoso, sin avaricia o ambición que lo corrompan. Son innumerables los testigos que pueden afirmar esto. ¿Que podría llevar a alguien como Eltrant Tale a envenenar toda una ciudad? Una ciudad en la que además se está refugiando. ¿Por qué quedarse aquí tras envenenar todo el agua? ¿Que gana él?- pregunté. -No recibe nada por hacer sufrir a la gente en vano. Va en contra de sus principios. No puede ser una razón de dinero, incluso si alguien le hubiese ofrecido pago. Como he dicho, no tiene la avaricia suficiente como para traicionar a su carácter.-
-Sin embargo, hay alguien que sí posee el dinero, poder, motivación y astucia para haber llevado todo esto a cabo. Alguien que ya ha sido nombrado. Christian Bracknell.- declaré, señalándole con la mano. -Es alguien determinado a su causa. No conseguiremos ninguna confesión por su parte. Pero no hará falta.- Esbocé media sonrisa. Para algo había traído a los testigos clave. Pero aún quedaba mucho por decir. -Cuando encontré a Bracknell, estaba combatiendo abiertamente contra Eltrant Tale. Su intención era matar, no capturarlo, pese a la llamada de los Ancestrales. Esto deja claro que su interés no es llevarlo a la justicia. Pero comencemos por el principio.-
-Eltrant Tale conoció a Bracknell en una posada, la misma noche en el que un anciano apareció en todas las tabernas de Aerandir. Christian Bracknell intentó simpatizar con él, y manipularlo para enfrentarlo contra el maestro Hartem.- comencé. -Sé esto porque el mismo Eltrant me advirtió al respecto, antes incluso de que todo esto empezase. Salvo que hubiese planeado esto desde hace un año y tuviese motivos para mentirme a mi, no tengo la menor duda de que esto es cierto. Y la prueba está en una nota. Una nota que Eltrant dejó publicamente, advirtiendo a Heck Hartem de que alguien intentaba destruirlo, firmada por un "Corazón Blando".- dije, mirando al maestro de la fragua. Estaba seguro de que debía haberla leído en su momento.
Las heridas bajo mis vendas empezaron a picar. Empezaba a cansarme, pero no podía flaquear. Respiré hondo. No descansaría hasta acorralarle del todo.
-Avancemos hasta "el Principe de Baslodia". La posada ya mencionada por Eltrant. Pero no seré yo quien hable al respecto, sino Ohm, Toriel y Hont. Los tres son Buscones, pero tanto yo como Elen Calhoun podemos garantizar que dirán sólo la verdad.- dije, señalando al otro lado del auditorio. Los tres hombres bestia se miraron entre sí. Toriel asintió con determinación. -Decid lo que recordais.-
La mujer vaca dio un paso adelante. Era su momento.
-Me encontré con Bracknell en un momento dificil de mi vida.- comenzó. -Mi exmarido, Gol'then, estaba pasando por algo horrible. Heck Hartem convirtió su cuerpo en arena. Sufría mucho... Y yo no lo aguantaba. Bracknell encontró un sitio en el que mantenerlo, sin que hiciese daño a nadie. Esa posada, el Principe de Baslodia.- comenzó. Ohm le cogió de la mano, y tomó la palabra.
-Le usaron como a un animal, para espantar a cualquier cliente que molestase. Y un día, Bracknell trajo a Eltrant Tale a la posada. Nos tenía convencidos de que era lo mejor. De que, como se había negado a matar a Hartem, debía tomar responsabilidad. Le encerró en una celda con Gol'them. Esperaba...- hizo una pausa. Tragó saliva, pero alzó la voz. -Esperábamos que lo matase. Estaba sufriendo demasiado.
-Un momento.- pedí, alzando la mano. -Creo que hace falta mencionar la especialidad de esta posada. ¿Como se llamaba?- pregunté. Los ojos de Ohm se abrieron. Asintió. Sabía lo que le pedía.
-Suma. Es una bebida alcohólica. Está hecha con Euforia.- recordó. -Era lo que le daban a Gol'then. Le mantenian drogado y peligroso. No lo sabíamos hasta después.- dijo. Sonreí. Aquello era suficiente para comenzar a atar cosas.
-Tras dejar a Eltrant en la celda, Bracknell me llevó al salón principal. Y... me dio algo. No lo recuerdo del todo... pero me quedé inconsciente.- dijo Toriel. Su voz seguía firme. Era probablemente la persona más fuerte del auditorio. -Y dejé de ser yo misma. No lo recuerdo bien, pero... estoy segura de que me hizo tomar Euforia.-
-Eltrant fue capaz de curar a Gol'then, y salieron de la celda. Se encontraron a Toriel, atada y rodeada de flores de Nirana. No fue la única. Todos los clientes del local, incluso yo mismo, habíamos sido drogados. Aquello fue una masacre.- dijo Ohm, negando con la cabeza. -Y entonces, llegaron la guardia... y Hont.-
Le cedió la palabra al hombre zarigüeya. Este se adelanto. No se subió a nadie. Aquello era importante. Eltrant era su amigo, después de todo, y debía hablar enfrente de todo el mundo.
-Sabíamos que clase de persona era Bracknell desde hace mucho tiempo. Pero no podíamos contar con la guardia. Tenía demasiada influencia. No había lugar en Lunargenta que no pudiese controlar.- comenzó, mirando al hombre encadenado. -Teníamos que actuar nosotros. Cuando vimos todo lo que sucedía en la posada...- bajó la voz. Sin embargo, volvió a alzarla. -Era obra suya. Él debió llamar a los guardias para culpar a Eltrant. Pero cualquiera sabe que no es cierto. Eltrant es un héroe.- aseguró.
Bien. Eso bastaba. Al menos, para cambiar la situación. Era hora de presionar.
-Y aquí lo tenemos. Christian Bracknell tenía todo lo necesario para cometer los actos de los que se acusan a Eltrant Tale. La Euforia requisada por la guardia, los motivos para atacar a Eltrant, y el dinero para llevar a cabo todo el plan. Varios testigos estaban presentes cuando culpó a Tale de sus crímenes.- dije en voz alta. -Eltrant es completamente inocente. El verdadero peligro aquí es Christian Bracknell.- finalicé.
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[1] Habilidad de Santuario: Forma de Ra'lios
[2] Habilidad: Impulso
Resumen del turno:
1- ¡PROTESTO!
- Protesta:
3- Voto a favor de Eltrant Tale.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
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Re: El significado de la lealtad [Tema 3/3 Evento Captura y Castigo Eltrant]
Mantuvo la boca cerrada durante el juicio de dragones. Estaba convencido de que Él vendría con un ejército de no-muertos, dragones y brujos nigromantes. El Hekshold, los Centinelas, los pequeños héroes sin patria ni bandera ni tan siquiera los dragones locales podrían hacer frente a aquello que se Bracknell creía que se avecinaba. Llegó a pensar que Los Ancestrales era un truco de su maestro. La existencia de estos dragones venía de leyendas más ancianas que difuntos abuelos. No había razón para considerar que fueran ciertas. Podrían ser, en la cabeza de Bracknell tenía sentido que así lo fueran, un hechizo de Discordia o quizás, el recuerdo revivido por la magia oscura del mismísimo Hombre Muerto. Más valía interpretar el papel de humano desvalido. Ellos debían pensar que han ganado. No se hacían la menor idea. ¡Él vendría! Bracknell sonreía ensimismado en su locura. Jamás necesitó un trago de suma con tanta urgencia como en éste momento. ¡Él vendría y su ejército de no-muertos acabaría con todo aquel que se hubiera posicionado al lado de Eltrant Tale!
No lo hará. Dijo una voz burlona en su cabeza. Has cumplido con la función que te tenía reservada y, ahora, careces de ningún valor. Hizo intención gritar una caterva de insultos a la voz burlona, pero no le salía la voz. Si antes no había querido hablar cuando se le concedió la oportunidad, los Ancestrales no se lo permitirían ahora.
En un último esfuerzo por sentir la vieja gloria de sus años jóvenes, se arrodilló frente al hombre perro (el que estaba presentado su testimonio en aquel momento) y lamió el pavimento en busca de cualquier resto de suma que pudiera haber. Lo encontró. Terminó besando el suelo como si fuera una meretriz del barrio pobre de Lunargenta.
El dragón de carbón engulló a Bracknell. No lo mató. Su castigo estaba reservado para otro momento y sería mucho más cruel que matarle de una zampada. El dragón de zafiro desplegó sus alas y alzó el vuelo de nuevo al norte, por donde hubieron llegado. Los otros dos lo siguieron. El dragón de carbón volaba ligeramente más lento por el peso que almacenaba en el buche.
El maestro Hartem se estremeció. No tenía la capacidad verbal para expresar cómo se sentía. ¿Enfadado? Debería estarlo. Eltrant Tale había provocado esta masacre al atraer las hordas de El Hombre Muerto. Dundarak estaba hecha añicos. Era una de las capitales más poderosas, tanto económica como históricamente, de Aerandir y, a pesar de ello, El Hombre Muerto consiguió ponerla someterla con una facilidad abismal. Todo por una copa. ¿Qué haría si hubiera dos objetos de Egdecomb en una misma ciudad? ¿Cuántos de sus discípulos más fieles mandaría a hacerse con ella? Sí, debería estar enfadado. Debería estar tan cabreado que haría temblar la piedra que pisaba con cada paso. Lo que había ocurrido no era una victoria, para nada. El Hombre Muerto había hecho una demostración de poder y fue tan eficaz que llamó la atención de Los Ancestrales. ¿Qué haría entonces contra El Hekshold? No quiso pensar porque entonces reconocería que, lo que sentía realmente, no era enfado sino miedo.
Friddel hizo reunir a Los Centinelas y a los catedráticos del Hekshold a las puertas de una torre en ruinas que utilizó como base de operaciones. No se anduvo con rodeos, preguntó directamente dónde estaba el cáliz de la clarividencia.
—En un lugar seguro, es lo único que debemos saber. — se adelantó a contestar la maestra Lovelace. Sus ojos fueron a parar, por un segunda, a una sombra que no debía estar presente — Llevamos un año estudiando estos objetos, ha sido una labor muy costosa. Ian Egdecomb se encuentra en nuestra Escuela, pero no nos sirve de ninguna ayuda. Todo cuánto hemos podido averiguar es que nos conviene destruirlos y, a la vez, alejarnos de ellos. Los objetos enloquecen a sus portadores. Eltrant Tale nos dijo que Bracknell poseía un collar de cuencas que utilizaba para manipular los recuerdos de sus enemigos. Ya lo habéis visto. Lamió el suelo buscando un poco suma con la que poder callar su consciencia. Estaba enfermo. Quería olvidar lo que había sucedido. Quería que le hicieran aquello que él había hecho a muchos otros. — guardó un momento de silencio de silencio para hacerse la idea de lo que iba a decir. Ella no era tan buen oradora como el maestro Rutherford. — Hay una chica que padece de la misma enfermedad que Bracknell. Utilizó la copa más veces de la que dragones han muerto en esta noche. Ha visto lo que pasará: qué camino tomará mañana, quién la persigue, dónde se tiene que esconder para que no la encuentren y cuando ha de volver a utilizar el objeto maldito. Elen Calhoun nos ha hablado de ella. No pronunciaré el nombre de la chica para salvaguardia su seguridad. La Centinela será la única persona que sepa dónde se encuentra.
Hubo protestas. Friddel argumentó, no sin razón, que Los Ancestrales debían ser los portadores de los objetos malditos. No había lugar en el mundo dónde estuvieran más a salvo que junto a ellos. La maestra Lovelace la hizo callar. Sí que había un lugar más seguro que la guarida de los dragones Ancestrales, la chica lo había visto en la copa. Al contrario de lo que la maestra había esperado, el maestro Hartem estaba de acuerdo con ella. No quería estar cerca de otro de esos objetos malditos.
La bruja relató a su maestro lo que había visto en Dundarak. La mujer comadreja que le acompañaba estaba fuera de sí. Sus ojos carecían de pupilas. Era como estar durmiendo. Cuando despertase, sería incapaz de recordar quién era la persona que se había reunido con su amiga y cómo le había mandado a dormir con un sencillo chasquido de dedos.
El maestro se interesó por Los Ancestrales. Él era mucho más viejo que los difuntos abuelos de Bracknell. Conocía de buena mano la existencia de los dragones Ancestrales. Se decía que poseían la misma sangre que los primeros dragones y pasaban los años ocultos en las grandes montañas. Las leyendas aseguraban que tan solo descendían de su hogar para prestar servicio y protección a Dundarak. No aparecieron durante la enfermedad que diezmó a la población de los dragones ni en el momento en el que portales se abrieron provocando la guerra de las máquinas. Los dragones Ancestrales bajaron de sus helados santuarios para prestar juicio a un simple humano mortal.
El maestro quiso saber cómo eran y cómo utilizaban su magia. Su discípula dijo todo lo que había podido averiguar: muy poco, lo suficiente.
* General: De las tres series, ésta es la única que vemos un resultado donde El Hombre Muerto ha sido derrotado. Los Ancestrales, dignos aliados (o rivales), han decidido condenar a Bracknell gracias a vuestros testimonios y honradez. El Hombre Muerto ha perdido uno de sus hombres más fieles y la posibilidad de adquirir uno de los objetos malditos.
La copa de la clarividencia ha sido entregada a Valeska. Ella está enferma por la maldición del objeto. No aparta los ojos de la copa. Ve el futuro: sabe dónde estará segura.
La mujer que vemos con El Hombre Muerto es Mina Harker. Recordamos que, por Cenizas en La Ciudad Lagarto, Mina fue llevada con El Hombre Muerto quien la hizo su discípula.
En conclusión: habéis logrado un buen trabajo en equipo y vencido a Christian Bracknell.
Más adelante os relataré los resultados de manera individual.
Las recompensas se ordenarán de esta manera: una recompensa por tema participado de calidad común-épica (o habilidades o objeto o receta o cualquier premio de mismo valor…) excepto para los tres protagonistas (Dag, Orome y Eltrant) los cuales recibirán, además de estas 3 recompensas, una recompensa adicional de calidad épica-legendaria. No cuento maldiciones.
Los puntos de experiencia se ordenarán 15 puntos, 5 de base + 6 de originalidad + 4 de calidad del texto para todos los usuarios excepto para los tres protagonistas que será de 20 puntos, 10 de base + 6 de originalidad + 4 de calidad.
Referente a los aeros, todos recibís 200 aeros.
1. Eltrant Tale : has recuperado el respeto y la consideración en Aerandir. El maestro Hartem ha cambiado su punto de vista con respecto a tu imagen: blando, sí, pero de buen corazón. Los dragones te responsabilizan de haber traído los problemas a su ciudad, pero no de causarlos. Mereces ser castigado, como dijo Friddel, y ella se encargará que lo cumplas (lo verás). No hay más que decir: no has salido maldecido. Es mucho más de lo que Dag y Oromë han logrado.
Recompensas:
* +10 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 20 ptos totales de experiencia
200 aeros
* Mejora en Olvido, arma cortante a un dos manos de calidad LegendariaMaldición/Bendición: el acero la espada de Bracknell se funde junto al de la espada Olvido. A medida que más se utilice la espada, más crece tu ira interior. Sientes un vital deseo de seguir luchando. Notarás como crece tu fuerza en combate mientras que tus otros atributos disminuyen proporcionalmente.
Por embrujo de El Hombre Muerto: la espada reluce cuando se encuentra cerca de uno de los objetos mágicos (incluido los 19 objetos malditos de Egdecomb).
* Indulto de Los Ancestrales
Como muestra de tu buena fe, el siguiente tema que habrás deberá ser un privado en Dundarak donde repares los destrozos que se han causado en esta guerra. Friddel insiste que son por tu culpa y que deberás ayudarla. El tema, un privado, lo deberás abrir en conjunto con un usuario cuyo personaje sea un dragón. Al tratarse de una "reprimenda" por parte de Friddel, no obtendrás 5 puntos de experiencia adicionales como en los otros casos que mandé tema privado.
Friddel estará presente en dicho tema.
* Mascota: Pájaro de Piedra
2. Jeannie Fawkes: una elfa combatiendo codo con codo junto a los dragones, ¿dónde se ha visto eso? Pues en Aerandir. Aquí sucede de todo. Hacemos referencias a Star Wars y La princesa prometida mientras nos divertidos de buena gana. Empezamos a lo serio: tienes a los dragones a tu favor. Si te encuentras de nuevo con ellos, te presentarán sus respetos. Tu ayuda con la búsqueda de una cura contra el veneno de Nirana ha sido de vital importancia. El Hekshold difundirán la receta entre los mejores alquimistas.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto.
(Presta atención a las faltas de ortografía. No puedo concederte todos los puntos por culpa de las faltas.)
* +5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 14 ptos totales de experiencia
200 aeros
Arco de calidad superior
NPC: Clarice
Le has prometido una boda y tendrás que cumplirá. Habrá dos temas donde tendrás que celebrar el matrimonio: un post en una zona de culto propia de la religión de los dragones y otra en una zona de culto que tu personaje considere (Habanuk, supongo). En ambos temas lanzarás La Voluntad de los Dioses. La suma de ambas suertes decidirá el bienestar de la unión (y la maldad de los Masters en sucesivos temas).
Objeto: pendiente de Kalhen
3. Elen Calhoun: Eltrant te debe un favor, el Hekshold te debe un favor, Dundarak te debe un favor, Valeska te debe la vida y Aerandir te debe su salvación.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
200 aeros
Sangre de Anastassia Bosson
Al dar la la sangre de Huracán a cualquiera de los vampiros de Habak, éste adquirirá la forma de la cazadora y obtendrá una réplica de su equipamiento actual, el cual se considerará de calidad pobre. El vampiro no tendrá las habilidades de Huracán, solo su aspecto.
2 cargas. Solo podrás utilizarla una vez por tema.
Tributo de Habak
Podrás deshacerte de tus maldiciones actuales (incluyendo la que te hace ser una vampira) entregando un sacrificio al Dios Vampiro en su zona de culto. Dicho tributo es el que has venido a buscar a Dundarak: algo tan sagrado como Habak. El próximo tema que abras será en el macizo nevado. Es una expedición persiguiendo a los dragones ancestrales. Deseas acerté con una de sus esquemas. Evita el contacto con los Ancestrales. Verás, desde la distancia, el castigo que Los Ancestrales infligen a Bracknell. Cualquier información adicional que incluyas sobre estos dragones sagrados se añadirá en el apartado correspondiente.
Deberá acompañarte un miembro de este evento (se entiende que en los capítulos que hayas participado: Sangre y Sombras o Significado de la Lealtad), el cual tenga un nivel inferior o igual a 3. Además, contarás con la ayuda de Los cazadores de dragones: Gwido y Lian-Chun.
El tema deberá ser un privado y será premiado con +5 puntos adiciones a los correspondientes.
Defensor de Dundarak, armadura de calidad superior
4. Demian: es irónico que el personaje que menos capacidad verbal posee es quién ha prestado sus servicios de oratoria a los dragones Ancestrales. Más irónico es que un asesino de las sombras preste su honestidad a los Ancestrales y su honor a los maestros del Hekshold.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
200 aeros
* Mejora en Dagas negras a calidad superior.
Al recoger las armas que has ofrecida a los dragones notas algo raro: su peso y tacto son diferentes. Jurarías que los dragones han cambiado las armas de no ser porque no apartaste el ojo de ellas. La calidad de las dagas ha mejorada además obtienen una habilidad especial.
Podrás variar el tamaño de las dagas a voluntad. Los límites serían: tan grande como una espada convencional y tan pequeño como la punta de un grano de arroz.
* Nueva habilidad
Intercambio: Demian intercambia la posición por su mascota. La habilidad es eficaz cuando ambos se encuentran a menos de cinco metros de distancia.
5. Asher Daregan: llegaste a Dundarak porque te lo dijo un pajarito que tu amigo estaba en apuros y ese mismo pajarito te dice lo que ha sucedido en La Ciudad Lagarto después de tu partida. Aerandir parece haberse vuelto loca. Podría haberse evitado, piensas y te lamentas. No hablas de Lagarto ni de Dundarak; estás pensando en la guerra entre razas y sus diferencias raciales. Podrían evitarse con juicios como el de hoy.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
200 aeros
Mascota: Cuervo Blanco.
Maldición por las heridas en Cenizas: deberás tomar una medicina de calidad superior en tu próximo tema. De no poseer ninguna, deberás acudir al taller de un médico a que te la fabrique.
6. Taleisin Skatha: esto es una aclaración sobre lo que ha sucedido en este tema. Ves a Los Ancestrales desde tu lugar seguro, oculto de la luz solar. No llegas a comprender qué son. Tu cuerpo sufre espasmos debido a la gran cantidad de Nirana que has ingerido. Los brujos del Hekshold te encuentran horas después. Sanan el veneno con una pócima llamada coloquialmente Fawkes. Te llevan al cuartel general donde otros heridos, brujos y dragones en su mayoría. Nadie parece reconocerte. No tienes la apariencia del monstruo que fuiste. Para más inri, no desvela tu identidad. Dices que eres un humano engañado por las órdenes de Bracknell.
7. Mina Harker: esto es una aclaración sobre lo que ha sucedido en este tema. El Hombre Muerto te utilizó como espía. Le has contado todo lo que has visto: la identidad de Los Buscones, los planes de Gardian, los nombres de los brujos del Hekshold y la magia de Los Ancestrales. El Hombre Muerto ha perdido un humano valioso en sus filas, pero recibe una bruja de mayor calibre.
Personajes que han fallecido en este último tema. He de decir que la vida o la muerte de los personajes no dependen de la suerte que os haya salido resultado, sino de vuestras acciones en el rol. La suerte es un adicional en caso de duda.
Kristen Vahid , Elsa Wenceslaus ,
Importante, y voy a ser muy pesada con esto: quiero que me digáis vuestras opiniones acerca del Evento(La de Jeannie ya la tengo, se me adelantó jajaja). No tengáis miedo en criticar. Seguramente, todos los puntos negativos que me digáis, ya me los habré dicho yo. Tengo la sensación que he pensado en algo demasiado “grande” que ni yo misma he sabido abarcar. No quiero hablar más de la cuenta hasta que no terminemos todos los eventos. Me explayaré cuando toque (me estoy mordiendo mucho la lengua). Ahora mismo, decidme qué os ha gustado, que no, con qué os he sorprendido…. Compartid, si queréis, vuestras teorías del futuro de la trama. Y, lo más importante, ayudadme a que el siguiente evento sea mejor que éste.
No lo hará. Dijo una voz burlona en su cabeza. Has cumplido con la función que te tenía reservada y, ahora, careces de ningún valor. Hizo intención gritar una caterva de insultos a la voz burlona, pero no le salía la voz. Si antes no había querido hablar cuando se le concedió la oportunidad, los Ancestrales no se lo permitirían ahora.
En un último esfuerzo por sentir la vieja gloria de sus años jóvenes, se arrodilló frente al hombre perro (el que estaba presentado su testimonio en aquel momento) y lamió el pavimento en busca de cualquier resto de suma que pudiera haber. Lo encontró. Terminó besando el suelo como si fuera una meretriz del barrio pobre de Lunargenta.
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El dragón de carbón engulló a Bracknell. No lo mató. Su castigo estaba reservado para otro momento y sería mucho más cruel que matarle de una zampada. El dragón de zafiro desplegó sus alas y alzó el vuelo de nuevo al norte, por donde hubieron llegado. Los otros dos lo siguieron. El dragón de carbón volaba ligeramente más lento por el peso que almacenaba en el buche.
El maestro Hartem se estremeció. No tenía la capacidad verbal para expresar cómo se sentía. ¿Enfadado? Debería estarlo. Eltrant Tale había provocado esta masacre al atraer las hordas de El Hombre Muerto. Dundarak estaba hecha añicos. Era una de las capitales más poderosas, tanto económica como históricamente, de Aerandir y, a pesar de ello, El Hombre Muerto consiguió ponerla someterla con una facilidad abismal. Todo por una copa. ¿Qué haría si hubiera dos objetos de Egdecomb en una misma ciudad? ¿Cuántos de sus discípulos más fieles mandaría a hacerse con ella? Sí, debería estar enfadado. Debería estar tan cabreado que haría temblar la piedra que pisaba con cada paso. Lo que había ocurrido no era una victoria, para nada. El Hombre Muerto había hecho una demostración de poder y fue tan eficaz que llamó la atención de Los Ancestrales. ¿Qué haría entonces contra El Hekshold? No quiso pensar porque entonces reconocería que, lo que sentía realmente, no era enfado sino miedo.
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Friddel hizo reunir a Los Centinelas y a los catedráticos del Hekshold a las puertas de una torre en ruinas que utilizó como base de operaciones. No se anduvo con rodeos, preguntó directamente dónde estaba el cáliz de la clarividencia.
—En un lugar seguro, es lo único que debemos saber. — se adelantó a contestar la maestra Lovelace. Sus ojos fueron a parar, por un segunda, a una sombra que no debía estar presente — Llevamos un año estudiando estos objetos, ha sido una labor muy costosa. Ian Egdecomb se encuentra en nuestra Escuela, pero no nos sirve de ninguna ayuda. Todo cuánto hemos podido averiguar es que nos conviene destruirlos y, a la vez, alejarnos de ellos. Los objetos enloquecen a sus portadores. Eltrant Tale nos dijo que Bracknell poseía un collar de cuencas que utilizaba para manipular los recuerdos de sus enemigos. Ya lo habéis visto. Lamió el suelo buscando un poco suma con la que poder callar su consciencia. Estaba enfermo. Quería olvidar lo que había sucedido. Quería que le hicieran aquello que él había hecho a muchos otros. — guardó un momento de silencio de silencio para hacerse la idea de lo que iba a decir. Ella no era tan buen oradora como el maestro Rutherford. — Hay una chica que padece de la misma enfermedad que Bracknell. Utilizó la copa más veces de la que dragones han muerto en esta noche. Ha visto lo que pasará: qué camino tomará mañana, quién la persigue, dónde se tiene que esconder para que no la encuentren y cuando ha de volver a utilizar el objeto maldito. Elen Calhoun nos ha hablado de ella. No pronunciaré el nombre de la chica para salvaguardia su seguridad. La Centinela será la única persona que sepa dónde se encuentra.
Hubo protestas. Friddel argumentó, no sin razón, que Los Ancestrales debían ser los portadores de los objetos malditos. No había lugar en el mundo dónde estuvieran más a salvo que junto a ellos. La maestra Lovelace la hizo callar. Sí que había un lugar más seguro que la guarida de los dragones Ancestrales, la chica lo había visto en la copa. Al contrario de lo que la maestra había esperado, el maestro Hartem estaba de acuerdo con ella. No quería estar cerca de otro de esos objetos malditos.
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La bruja relató a su maestro lo que había visto en Dundarak. La mujer comadreja que le acompañaba estaba fuera de sí. Sus ojos carecían de pupilas. Era como estar durmiendo. Cuando despertase, sería incapaz de recordar quién era la persona que se había reunido con su amiga y cómo le había mandado a dormir con un sencillo chasquido de dedos.
El maestro se interesó por Los Ancestrales. Él era mucho más viejo que los difuntos abuelos de Bracknell. Conocía de buena mano la existencia de los dragones Ancestrales. Se decía que poseían la misma sangre que los primeros dragones y pasaban los años ocultos en las grandes montañas. Las leyendas aseguraban que tan solo descendían de su hogar para prestar servicio y protección a Dundarak. No aparecieron durante la enfermedad que diezmó a la población de los dragones ni en el momento en el que portales se abrieron provocando la guerra de las máquinas. Los dragones Ancestrales bajaron de sus helados santuarios para prestar juicio a un simple humano mortal.
El maestro quiso saber cómo eran y cómo utilizaban su magia. Su discípula dijo todo lo que había podido averiguar: muy poco, lo suficiente.
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* General: De las tres series, ésta es la única que vemos un resultado donde El Hombre Muerto ha sido derrotado. Los Ancestrales, dignos aliados (o rivales), han decidido condenar a Bracknell gracias a vuestros testimonios y honradez. El Hombre Muerto ha perdido uno de sus hombres más fieles y la posibilidad de adquirir uno de los objetos malditos.
La copa de la clarividencia ha sido entregada a Valeska. Ella está enferma por la maldición del objeto. No aparta los ojos de la copa. Ve el futuro: sabe dónde estará segura.
La mujer que vemos con El Hombre Muerto es Mina Harker. Recordamos que, por Cenizas en La Ciudad Lagarto, Mina fue llevada con El Hombre Muerto quien la hizo su discípula.
En conclusión: habéis logrado un buen trabajo en equipo y vencido a Christian Bracknell.
Más adelante os relataré los resultados de manera individual.
Las recompensas se ordenarán de esta manera: una recompensa por tema participado de calidad común-épica (o habilidades o objeto o receta o cualquier premio de mismo valor…) excepto para los tres protagonistas (Dag, Orome y Eltrant) los cuales recibirán, además de estas 3 recompensas, una recompensa adicional de calidad épica-legendaria. No cuento maldiciones.
Los puntos de experiencia se ordenarán 15 puntos, 5 de base + 6 de originalidad + 4 de calidad del texto para todos los usuarios excepto para los tres protagonistas que será de 20 puntos, 10 de base + 6 de originalidad + 4 de calidad.
Referente a los aeros, todos recibís 200 aeros.
1. Eltrant Tale : has recuperado el respeto y la consideración en Aerandir. El maestro Hartem ha cambiado su punto de vista con respecto a tu imagen: blando, sí, pero de buen corazón. Los dragones te responsabilizan de haber traído los problemas a su ciudad, pero no de causarlos. Mereces ser castigado, como dijo Friddel, y ella se encargará que lo cumplas (lo verás). No hay más que decir: no has salido maldecido. Es mucho más de lo que Dag y Oromë han logrado.
Recompensas:
* +10 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 20 ptos totales de experiencia
200 aeros
* Mejora en Olvido, arma cortante a un dos manos de calidad LegendariaMaldición/Bendición: el acero la espada de Bracknell se funde junto al de la espada Olvido. A medida que más se utilice la espada, más crece tu ira interior. Sientes un vital deseo de seguir luchando. Notarás como crece tu fuerza en combate mientras que tus otros atributos disminuyen proporcionalmente.
Por embrujo de El Hombre Muerto: la espada reluce cuando se encuentra cerca de uno de los objetos mágicos (incluido los 19 objetos malditos de Egdecomb).
* Indulto de Los Ancestrales
Como muestra de tu buena fe, el siguiente tema que habrás deberá ser un privado en Dundarak donde repares los destrozos que se han causado en esta guerra. Friddel insiste que son por tu culpa y que deberás ayudarla. El tema, un privado, lo deberás abrir en conjunto con un usuario cuyo personaje sea un dragón. Al tratarse de una "reprimenda" por parte de Friddel, no obtendrás 5 puntos de experiencia adicionales como en los otros casos que mandé tema privado.
Friddel estará presente en dicho tema.
* Mascota: Pájaro de Piedra
- Pájaro de Piedra:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Eres propenso en meterte en líos. El catedrático Hartem piensa que merece la pena vigilarte de cerca. Convoca un pájaro de piedra que te seguirá allá donde vayas.
El animal no tiene ninguna utilidad en combate. Permite comunicarte con el maestro Hartem. Lo que vea y oiga el pajarito, el maestro también lo hará.
2. Jeannie Fawkes: una elfa combatiendo codo con codo junto a los dragones, ¿dónde se ha visto eso? Pues en Aerandir. Aquí sucede de todo. Hacemos referencias a Star Wars y La princesa prometida mientras nos divertidos de buena gana. Empezamos a lo serio: tienes a los dragones a tu favor. Si te encuentras de nuevo con ellos, te presentarán sus respetos. Tu ayuda con la búsqueda de una cura contra el veneno de Nirana ha sido de vital importancia. El Hekshold difundirán la receta entre los mejores alquimistas.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto.
(Presta atención a las faltas de ortografía. No puedo concederte todos los puntos por culpa de las faltas.)
* +5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 14 ptos totales de experiencia
200 aeros
Arco de calidad superior
- Arco:
- [/size][Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
El arco obedece a su dueña. Puedes atraerlo a tus manoscomo si fuera la espada de un caballero jedi.
NPC: Clarice
Le has prometido una boda y tendrás que cumplirá. Habrá dos temas donde tendrás que celebrar el matrimonio: un post en una zona de culto propia de la religión de los dragones y otra en una zona de culto que tu personaje considere (Habanuk, supongo). En ambos temas lanzarás La Voluntad de los Dioses. La suma de ambas suertes decidirá el bienestar de la unión (y la maldad de los Masters en sucesivos temas).
Objeto: pendiente de Kalhen
- Pendiente:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Kalhen te regala su pendiente después del juicio como símbolo de vuestra amistad. Al hacerlo tintinear, concede a la elfa las alas del dragón por dos turnos. Solo se puede utilizar una vez por tema. (3 cargas).
3. Elen Calhoun: Eltrant te debe un favor, el Hekshold te debe un favor, Dundarak te debe un favor, Valeska te debe la vida y Aerandir te debe su salvación.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
200 aeros
Sangre de Anastassia Bosson
Al dar la la sangre de Huracán a cualquiera de los vampiros de Habak, éste adquirirá la forma de la cazadora y obtendrá una réplica de su equipamiento actual, el cual se considerará de calidad pobre. El vampiro no tendrá las habilidades de Huracán, solo su aspecto.
2 cargas. Solo podrás utilizarla una vez por tema.
Tributo de Habak
Podrás deshacerte de tus maldiciones actuales (incluyendo la que te hace ser una vampira) entregando un sacrificio al Dios Vampiro en su zona de culto. Dicho tributo es el que has venido a buscar a Dundarak: algo tan sagrado como Habak. El próximo tema que abras será en el macizo nevado. Es una expedición persiguiendo a los dragones ancestrales. Deseas acerté con una de sus esquemas. Evita el contacto con los Ancestrales. Verás, desde la distancia, el castigo que Los Ancestrales infligen a Bracknell. Cualquier información adicional que incluyas sobre estos dragones sagrados se añadirá en el apartado correspondiente.
Deberá acompañarte un miembro de este evento (se entiende que en los capítulos que hayas participado: Sangre y Sombras o Significado de la Lealtad), el cual tenga un nivel inferior o igual a 3. Además, contarás con la ayuda de Los cazadores de dragones: Gwido y Lian-Chun.
El tema deberá ser un privado y será premiado con +5 puntos adiciones a los correspondientes.
Defensor de Dundarak, armadura de calidad superior
- Armadura:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Desaparece mágicamente durante la transformación a dragón. De vuelta a la apariencia humana, la armadura reaparece de nuevo.
4. Demian: es irónico que el personaje que menos capacidad verbal posee es quién ha prestado sus servicios de oratoria a los dragones Ancestrales. Más irónico es que un asesino de las sombras preste su honestidad a los Ancestrales y su honor a los maestros del Hekshold.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
200 aeros
* Mejora en Dagas negras a calidad superior.
Al recoger las armas que has ofrecida a los dragones notas algo raro: su peso y tacto son diferentes. Jurarías que los dragones han cambiado las armas de no ser porque no apartaste el ojo de ellas. La calidad de las dagas ha mejorada además obtienen una habilidad especial.
Podrás variar el tamaño de las dagas a voluntad. Los límites serían: tan grande como una espada convencional y tan pequeño como la punta de un grano de arroz.
* Nueva habilidad
Intercambio: Demian intercambia la posición por su mascota. La habilidad es eficaz cuando ambos se encuentran a menos de cinco metros de distancia.
5. Asher Daregan: llegaste a Dundarak porque te lo dijo un pajarito que tu amigo estaba en apuros y ese mismo pajarito te dice lo que ha sucedido en La Ciudad Lagarto después de tu partida. Aerandir parece haberse vuelto loca. Podría haberse evitado, piensas y te lamentas. No hablas de Lagarto ni de Dundarak; estás pensando en la guerra entre razas y sus diferencias raciales. Podrían evitarse con juicios como el de hoy.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
200 aeros
Mascota: Cuervo Blanco.
- Cuervo Blanco:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Hibou pone a tu disposición una de sus mejores aves: un cuervo blanco. El principal motivo es para mantener en contacto contigo; es lo que él te dice en público. Pronto, recuerdas el lenguaje de las aves. Has visto a Hibou comunicarse con ellas. Descubres que la auténtica función: puedes comunicarte con cualquier pájaro (u hombre-pájaro) del foro desde cualquier rincón de Aerandir utilizando al cuervo blanco.
Las noticias que envíes a cada personaje deberán ser puestas en el tablón el bardo.
A diferencia del pájaro de piedra de Elentrar, el cual es un mero observador, el cuervo blanco podrá servirte en batalla.
Maldición por las heridas en Cenizas: deberás tomar una medicina de calidad superior en tu próximo tema. De no poseer ninguna, deberás acudir al taller de un médico a que te la fabrique.
6. Taleisin Skatha: esto es una aclaración sobre lo que ha sucedido en este tema. Ves a Los Ancestrales desde tu lugar seguro, oculto de la luz solar. No llegas a comprender qué son. Tu cuerpo sufre espasmos debido a la gran cantidad de Nirana que has ingerido. Los brujos del Hekshold te encuentran horas después. Sanan el veneno con una pócima llamada coloquialmente Fawkes. Te llevan al cuartel general donde otros heridos, brujos y dragones en su mayoría. Nadie parece reconocerte. No tienes la apariencia del monstruo que fuiste. Para más inri, no desvela tu identidad. Dices que eres un humano engañado por las órdenes de Bracknell.
7. Mina Harker: esto es una aclaración sobre lo que ha sucedido en este tema. El Hombre Muerto te utilizó como espía. Le has contado todo lo que has visto: la identidad de Los Buscones, los planes de Gardian, los nombres de los brujos del Hekshold y la magia de Los Ancestrales. El Hombre Muerto ha perdido un humano valioso en sus filas, pero recibe una bruja de mayor calibre.
Personajes que han fallecido en este último tema. He de decir que la vida o la muerte de los personajes no dependen de la suerte que os haya salido resultado, sino de vuestras acciones en el rol. La suerte es un adicional en caso de duda.
Kristen Vahid , Elsa Wenceslaus ,
Importante, y voy a ser muy pesada con esto: quiero que me digáis vuestras opiniones acerca del Evento
Sigel
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