Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
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Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Estos sucesos ocurrieron hace 3 años.
Los recorridos que marcaba el mapa de Leo eran extraños, muchas veces no seguían el patrón del viento, otras daba la impresión de que se trazaron desde el suelo. El pergamino esta marcado con lineas de distintos colores y símbolos de diversa índole, desde los característicos blasones y estandartes de las razas hasta extraños señores con palos que recordaban pinturas rupestres. El mapa hubiera sido todo un cubo de sabiduría si tuviera una leyenda de lo que significaba cada cosa, pero por los visto a mi Bisabuela no se le ocurrió esa idea.
El mapa era a simple vista un galimatias que tendría que ir resolviendo poco a poco. Hoy mi propósito era averiguar que significaban las aspas rojas. El punto mas cercano con esta señal se encontraba sobre Midgard y sobre Midgar me encontraba yo, volando por encima de los arboles quemados, que eran escasos casi parecía que tuvieran marcando una ruta, pero estos pocos arboles demostraban su fortaleza ya que eran los únicos supervivientes del gran incendio.
A algunos les empezaba a crecer follaje, otros por mas que lo intentaban seguían pelados y luego estaban los que parecían estar enfermos, les crecían ramas y hojas verdes por aquí y por haya, pero su base estaba llena de estas jóvenes ramas muertas, era como si al árbol le faltaran las fuerzas para sostener la vida, pero al mismo tiempo fuera incapaz de morir.
La escasa vegetación me permitía ver lo que ocurría en el suelo a kilómetros de distancia, el viento me empujaba por la espalda lo que me facilitaba viajar mas rápido con menos esfuerzo, pero aun con esa velocidad tarde toda la mañana y parte de la tarde en llegar a la marca que señalaba el mapa.
Por las horas de vuelo y la altura del sol calculaba que seria media tarde, no muy lejos de mi posición se divisaba un pequeño poblado, desde la distancia se podían contar 10 o 15 casas y se veía una explanada circular en el centro del asentamiento, donde lo mas probable era pensar que seria la plaza del pueblo.
Aterrice en las afueras tome un breve descanso, cambie de forma, me puse ropa y camine hacia el pueblo, o mejor dicho despoblado. El paisaje no ayudaba al lugar, pero es que en las inmediaciones del poblado habían grandes corrimientos de tierra, las piedras que allí yacían daban la impresión de haber sido arrojadas desde el cielo y enromes surcos de tierra muerta recorrían los alrededores, como si un volcán hubiera pasado por allí hace mucho tiempo, pero... en aquel bosque no habían volcanes a la vista.
-¿Que paso aquí?
Sin mas demora me adentre entre las calles del lugar hasta encontrar la posada, la cual tenia un aspecto decrepito. Las tablas de las paredes estaban podridas, en el suelo habían tejas que hacia mucho tiempo habían estado en el techo, al letrero era ilegible y estaba descolgado, apenas se sujetaba por una cadena oxidada.
El interior no era mejor, olía a rancio, el suelo estaba pegajoso y la estancia poco iluminada, los locales se arremolinaban en mesas alargadas y pequeños grupos jugaban a las cartas y los dados en mesas redondas, sentados en taburetes que cojeaban.
En la barra un enorme hombre-bestia de forma osuna miraba mi llegada sin prestar demasiada atención. Al llegar a su altura me hice hueco entre la gente de la barra, sentándome en el único taburete alto que quedaba libre.
-Vino caliente. Por favor.
Por un según dude de mi educación ya que el antro no parecía ser de esos que dieran las gracias al dar propina, pero al final opte por seguir las normas que me habían inculcado y seguí el protocolo. Lo que hizo que el oso tabernero me levantara una ceja y me mirara como si no supiera donde me estaba metiendo.
Última edición por Reivy Abadder el Jue Sep 05 2019, 11:01, editado 2 veces
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Si ella tuviera que recordar como había terminado en Midgar, en el presente te diría que estaba muy ebria para recordarlo, mientras que en realidad solo sería su modo de evitar tener que dar detalles de su vida. La gente entrometida le eran insoportables y si esperaban que ella se sentara en medio de una fogata a contar sus penas o la falta de ellas pues estaban muy equivocados.
Llevaba mucho tiempo en su viaje sin destino. Hasta el momento nadie había tomado a la dragona como "aprendiz" y la realidad era que había aprendido más por su cuenta que en el ejercito aunque tal vez solo exageraba. Las calles de las ciudades y los pequeños pueblos le habían entregado esa libertad para hacer lo que le viniera en gana, los resultados variaban constantemente y ya se había acostumbrado a aquellos que resultaban desastrosos -fuera para ella o para un tercero-.
Para su buena suerte, esta vez todo había salido bien y no es que fuera alguien con dinero para arrojar a diestra y siniestra, pero como un ser vivo con un par de siglos por delante para gastar pues no veía como una mala idea el también vaciar sus bolsillos mientras aún podía. De todos modos, la vida que había elegido no le aseguraba absolutamente nada sin importar cuanto pudiera prevenir o cuan cuidadosa intentara ser.
La realidad no siempre era tan mala aunque el lugar donde se encontrara pareciera que no pudiera ser peor. Al comienzo los mejores lugares donde descansar era encantadores y vestirse con los vestidos mas caros eran un lujo que podía permitirse hasta que unos idiotas quisieron robarle hace unos años y terminó luciendo como si recién hubiera vuelto de entre los muertos. Comprendió demasiado tarde que era bastante difícil el explicar su apariencia aunque fuera demasiado obvio y fue ahí cuando optó por su viejo traje del ejercito y su capa roja. Ella no era nada ni nadie pero viéndose así era como llamaba a los problemas que con tanto placer daba la bienvenida.
La mesa donde se encontraba estaba ocupada por un grupo de hombres que la observaban como si ella fuera la comida del día y en todos los sentidos posibles. El dinero que había dejado de su lado era suficiente para atraer los ojos de cualquier basura y Oromë más que feliz, les sonreía con socarronería a cada uno de ellos.
Llevaba un buen rato jugando, algunas manos buenas, otras eran un horror pero eso realmente no importaba, el truco no consistía en saber como jugar o siquiera cuando rendirse, no. Lo importante era saber como hacer trampa y que nadie lo notara, esa era la verdadera naturaleza del juego y por el momento nada parecía que fuera a explotarle en la cara.
El en preciso instante en que la puerta se abrió y una figura femenina pasó por ella, los ojos de sus compañeros de cartas se giraron a verla y Oromë deslizó una carta dentro de su ropa. Ellos se voltearon y ninguno notó que ella llevaba una menos, unos segundos después cuando la mujer se sentó en la barra, alguien dijo algo obsceno respecto a la parte trasera de la joven y todos se giraron una vez más, dándole el tiempo necesario para colocar una carta nueva en su mano... Aquí no había pasado nada.
-Doblo...- Soltó un par de monedas extras y frunció ligeramente el ceño, una trampa, una pequeña señal que había dejado ver desde el comienzo para que creyeran que tenía una mala mano y estaba disimulando con la esperanza de que se echaran hacía atrás... Claramente si eran lo suficientemente inteligentes -o todo lo contrario- apostarían de regreso esperando llevarse unas monedas fácilmente.
-Lo siento jovencita, pero tu dinero es mio- Soltó una risotada corta de dientes a la vez que mostraba sus cartas y estiraba una mano para tomar el dinero de la dragona. Apenas a un milímetro de distancia lo cortó de tomarlas a la vez que con radiante alegría mostraba sus propias cartas. -Si mi memoria no falla, yo gano esta mano- Oromë no se molestó en acotar algo sobre lo roja que tenían la cara al haber caído de lleno en su mentira, prefería apurarse y largarse tan pronto como fuera necesario pero algo la frenaba y ese algo tenía el cabello oscuro y ojos como el cielo. -Bueno, caballeros ha sido suficiente para mi, fue un placer- "Quitarles su dinero", pensó pero se lo guardó detrás de su sonrisa.
No es que pensara cortejar a la joven pero tenía que ser cosa del destino el que llegara en el momento justo. Con paso firme y veloz se colocó a un lado de la chica. -Quiero lo mismo que ella, yo pago, o mejor dicho ellos pagan- El tabernero le clavó la mirada como si dijera, "He visto lo que has hecho" pero él no era quien para decirle que debería hacer y el como.
Llevaba mucho tiempo en su viaje sin destino. Hasta el momento nadie había tomado a la dragona como "aprendiz" y la realidad era que había aprendido más por su cuenta que en el ejercito aunque tal vez solo exageraba. Las calles de las ciudades y los pequeños pueblos le habían entregado esa libertad para hacer lo que le viniera en gana, los resultados variaban constantemente y ya se había acostumbrado a aquellos que resultaban desastrosos -fuera para ella o para un tercero-.
Para su buena suerte, esta vez todo había salido bien y no es que fuera alguien con dinero para arrojar a diestra y siniestra, pero como un ser vivo con un par de siglos por delante para gastar pues no veía como una mala idea el también vaciar sus bolsillos mientras aún podía. De todos modos, la vida que había elegido no le aseguraba absolutamente nada sin importar cuanto pudiera prevenir o cuan cuidadosa intentara ser.
La realidad no siempre era tan mala aunque el lugar donde se encontrara pareciera que no pudiera ser peor. Al comienzo los mejores lugares donde descansar era encantadores y vestirse con los vestidos mas caros eran un lujo que podía permitirse hasta que unos idiotas quisieron robarle hace unos años y terminó luciendo como si recién hubiera vuelto de entre los muertos. Comprendió demasiado tarde que era bastante difícil el explicar su apariencia aunque fuera demasiado obvio y fue ahí cuando optó por su viejo traje del ejercito y su capa roja. Ella no era nada ni nadie pero viéndose así era como llamaba a los problemas que con tanto placer daba la bienvenida.
La mesa donde se encontraba estaba ocupada por un grupo de hombres que la observaban como si ella fuera la comida del día y en todos los sentidos posibles. El dinero que había dejado de su lado era suficiente para atraer los ojos de cualquier basura y Oromë más que feliz, les sonreía con socarronería a cada uno de ellos.
Llevaba un buen rato jugando, algunas manos buenas, otras eran un horror pero eso realmente no importaba, el truco no consistía en saber como jugar o siquiera cuando rendirse, no. Lo importante era saber como hacer trampa y que nadie lo notara, esa era la verdadera naturaleza del juego y por el momento nada parecía que fuera a explotarle en la cara.
El en preciso instante en que la puerta se abrió y una figura femenina pasó por ella, los ojos de sus compañeros de cartas se giraron a verla y Oromë deslizó una carta dentro de su ropa. Ellos se voltearon y ninguno notó que ella llevaba una menos, unos segundos después cuando la mujer se sentó en la barra, alguien dijo algo obsceno respecto a la parte trasera de la joven y todos se giraron una vez más, dándole el tiempo necesario para colocar una carta nueva en su mano... Aquí no había pasado nada.
-Doblo...- Soltó un par de monedas extras y frunció ligeramente el ceño, una trampa, una pequeña señal que había dejado ver desde el comienzo para que creyeran que tenía una mala mano y estaba disimulando con la esperanza de que se echaran hacía atrás... Claramente si eran lo suficientemente inteligentes -o todo lo contrario- apostarían de regreso esperando llevarse unas monedas fácilmente.
-Lo siento jovencita, pero tu dinero es mio- Soltó una risotada corta de dientes a la vez que mostraba sus cartas y estiraba una mano para tomar el dinero de la dragona. Apenas a un milímetro de distancia lo cortó de tomarlas a la vez que con radiante alegría mostraba sus propias cartas. -Si mi memoria no falla, yo gano esta mano- Oromë no se molestó en acotar algo sobre lo roja que tenían la cara al haber caído de lleno en su mentira, prefería apurarse y largarse tan pronto como fuera necesario pero algo la frenaba y ese algo tenía el cabello oscuro y ojos como el cielo. -Bueno, caballeros ha sido suficiente para mi, fue un placer- "Quitarles su dinero", pensó pero se lo guardó detrás de su sonrisa.
No es que pensara cortejar a la joven pero tenía que ser cosa del destino el que llegara en el momento justo. Con paso firme y veloz se colocó a un lado de la chica. -Quiero lo mismo que ella, yo pago, o mejor dicho ellos pagan- El tabernero le clavó la mirada como si dijera, "He visto lo que has hecho" pero él no era quien para decirle que debería hacer y el como.
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Gire la cabeza atraída e interesada por la voz que acababa de ponerse a mi lado, que no solo pedía la misma bebida sino que también pagaba la ronda. Por las pelotas de Thor. Esta mujer era de lejos la fémina mas atractiva del local y posiblemente del pueblo. ¿Como no me fije en ella al entrar en este tugurio?
Su pelo reluciente como la plata fina y sus ojos dorados como el mas brillante oro destacaban entre la multitud, por no hablar de la roja capa y... un momento. ¿Eso que llevaba era un uniforme militar? El destacamento mas cercano estaba a días de distancia y era raro ver a un soldado sin compañía de algún hermano de armas. ¿A caso seria esta mujer una desertora? ¿O una mercenaria? que se había quedado el equipo de su ultima victima. La respuesta no estaba clara, pero dado el lugar en el que me encontraba tampoco me extrañaría que fuera una mezcla de todas las preguntas.
-Buenas tardes moza. Tendría que darte un premio por ser la mas hermosa del lugar, pero ni con todo el oro del mundo podría conseguir algo a la altura de tu belleza.
El tabernero se fue hacia uno de los barriles rodando los ojos mientras me escuchaba hablar. Lo que iba ser un simple "Hola, gracias por el vino" Se acababa de convertir en toda una declaración de intenciones.
-¿Y que nombre le pusieron a esta nívea flor?
Y otra vez volvían a traicionarme las palabras, realmente no pretendía nada con aquella mujer, pero era ver una figura hermosa y se me descolocaban las hormonas. El tabernero volvió con dos jarras llenas de vino y las coloco enfrente nuestra.
-Si vas a seguir en esa dirección, mejor te vas al burdel. Aquí no tenemos dormitorios.
La voz del hombre-bestia era grave y gutural, los gruñidos se mezclaban con las palabras y costaba entender lo que decía, pero gracias al oso mis hormonas se fueron con viento fresco por la chimenea, en el fondo se lo agradecía, no había venido aquí en busca de una buena noche.
-Ya... -Ahora mi voz sonaba algo cohibida. -En fin, gracias por el vino. -Con cada palabra el tono en mi garganta se iba recuperando. -¿Brindamos a nuestra salud o a la de ellos?
Una sonrisa divertida se acababa de dibujar en mi rostro mientras señalaba con la mano libre a los jugadores de cartas, dando a entender que brindaría por el dinero que habían perdido a manos de la militante.
Las jarras chocaron y algunas gotas salieron volando de los recipientes, entremezclándose en el aire y cayendo sobre el suelo. El liquido caliente entraba rápido por la garganta, casi parecía un bálsamo reparador.
-Nada mejor como una jarra de vino después de un día de viaje.
Su pelo reluciente como la plata fina y sus ojos dorados como el mas brillante oro destacaban entre la multitud, por no hablar de la roja capa y... un momento. ¿Eso que llevaba era un uniforme militar? El destacamento mas cercano estaba a días de distancia y era raro ver a un soldado sin compañía de algún hermano de armas. ¿A caso seria esta mujer una desertora? ¿O una mercenaria? que se había quedado el equipo de su ultima victima. La respuesta no estaba clara, pero dado el lugar en el que me encontraba tampoco me extrañaría que fuera una mezcla de todas las preguntas.
-Buenas tardes moza. Tendría que darte un premio por ser la mas hermosa del lugar, pero ni con todo el oro del mundo podría conseguir algo a la altura de tu belleza.
El tabernero se fue hacia uno de los barriles rodando los ojos mientras me escuchaba hablar. Lo que iba ser un simple "Hola, gracias por el vino" Se acababa de convertir en toda una declaración de intenciones.
-¿Y que nombre le pusieron a esta nívea flor?
Y otra vez volvían a traicionarme las palabras, realmente no pretendía nada con aquella mujer, pero era ver una figura hermosa y se me descolocaban las hormonas. El tabernero volvió con dos jarras llenas de vino y las coloco enfrente nuestra.
-Si vas a seguir en esa dirección, mejor te vas al burdel. Aquí no tenemos dormitorios.
La voz del hombre-bestia era grave y gutural, los gruñidos se mezclaban con las palabras y costaba entender lo que decía, pero gracias al oso mis hormonas se fueron con viento fresco por la chimenea, en el fondo se lo agradecía, no había venido aquí en busca de una buena noche.
-Ya... -Ahora mi voz sonaba algo cohibida. -En fin, gracias por el vino. -Con cada palabra el tono en mi garganta se iba recuperando. -¿Brindamos a nuestra salud o a la de ellos?
Una sonrisa divertida se acababa de dibujar en mi rostro mientras señalaba con la mano libre a los jugadores de cartas, dando a entender que brindaría por el dinero que habían perdido a manos de la militante.
Las jarras chocaron y algunas gotas salieron volando de los recipientes, entremezclándose en el aire y cayendo sobre el suelo. El liquido caliente entraba rápido por la garganta, casi parecía un bálsamo reparador.
-Nada mejor como una jarra de vino después de un día de viaje.
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
La pelinegra la miraba como si fuera a comérsela, y en el buen sentido de la palabra. Oromë por otro lado, no recordaba cuando fue la ultima vez que una mujer la miraba con tanto deseo, tampoco cuando fue que ella devolvió el gesto.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras y la realidad era esa, el tabernero ya las olía a la distancia por el modo en que fruncía no solo el ceño, sino todo su rostro, como si se ahogara en la libido.
Para suerte del hombre bestia, Oromë era muy buena manteniendo la compostura en este tipo de cosas... En otras no tanto, pero todo no se podía. -Vaya, ni a mi se me hubiera ocurrido tal frase. Aunque no sabría decir si eso es un halago o todo lo contrario, si consideramos la clase de gentuza que se reúne aquí- Sonrió de lado, la burla flotando fuera de ella en cada palabra, restando importancia a los intentos de la muchacha de seducirla... Si solo supiera que necesitaba menos que eso para tenerla. -Claro que tu te quedas fuera del resto-
El vino llegó a la mesa y la peliplateada solo puso sus ojos en blanco al cantinero y tomó un sorbo. -¿Mi nombre? Puedes llamarme Cinan- No le importaba que tan bonita fuera, nunca le daba su nombre de buena gana a nadie y menos sin conocerles lo suficiente. -Brindemos por la nuestra, ellos ya no tienen suerte y tampoco dinero- Se rió en voz baja, tratando de no alterar demasiado a aquellos hombres que aún seguían perforándole la nuca con sus miradas de odio... Algo le decía que el juego aún no había terminado para ellos.
-Dime, ¿que te ha traído a este tugurio de mala muerte? Espero sepas que entrar es fácil, pero salir ya es otra historia- Ella lucía tan delicada pero su mirada apuntaba a todo lo contrario, algo que mantuvo a Oromë observándola con detalle, como si se estuviera mirando a si misma. Donde la dragona brillaba como el sol, la joven a su lado era físicamente como la noche. La duda estaba en si ¿sería así de oscura como lo era Oromë por dentro?. La curiosidad le picaba con fuerza y solo había una forma que se le ocurría para conocerla mejor. -¿Sabes jugar a las cartas? Si tu ganas te diré mi nombre verdadero, pero si yo gano... Ya veremos que se me ocurre-
Se levantó de un salto de su asiento y se fue a una mesa del otro lado de la puerta, un borracho medio dormido apoyaba su cabeza y se podía ver como le caía un hilo de baba de su boca. Sin miramientos lo tomó del cuello de su camisa y lo tiró al suelo como si de ropa sucia se tratara y se sentó. Una de sus manos sujetaba un mazo de cartas, la otra, estirándose en dirección a la silla en frente. -Juguemos-
Dicen que una imagen vale más que mil palabras y la realidad era esa, el tabernero ya las olía a la distancia por el modo en que fruncía no solo el ceño, sino todo su rostro, como si se ahogara en la libido.
Para suerte del hombre bestia, Oromë era muy buena manteniendo la compostura en este tipo de cosas... En otras no tanto, pero todo no se podía. -Vaya, ni a mi se me hubiera ocurrido tal frase. Aunque no sabría decir si eso es un halago o todo lo contrario, si consideramos la clase de gentuza que se reúne aquí- Sonrió de lado, la burla flotando fuera de ella en cada palabra, restando importancia a los intentos de la muchacha de seducirla... Si solo supiera que necesitaba menos que eso para tenerla. -Claro que tu te quedas fuera del resto-
El vino llegó a la mesa y la peliplateada solo puso sus ojos en blanco al cantinero y tomó un sorbo. -¿Mi nombre? Puedes llamarme Cinan- No le importaba que tan bonita fuera, nunca le daba su nombre de buena gana a nadie y menos sin conocerles lo suficiente. -Brindemos por la nuestra, ellos ya no tienen suerte y tampoco dinero- Se rió en voz baja, tratando de no alterar demasiado a aquellos hombres que aún seguían perforándole la nuca con sus miradas de odio... Algo le decía que el juego aún no había terminado para ellos.
-Dime, ¿que te ha traído a este tugurio de mala muerte? Espero sepas que entrar es fácil, pero salir ya es otra historia- Ella lucía tan delicada pero su mirada apuntaba a todo lo contrario, algo que mantuvo a Oromë observándola con detalle, como si se estuviera mirando a si misma. Donde la dragona brillaba como el sol, la joven a su lado era físicamente como la noche. La duda estaba en si ¿sería así de oscura como lo era Oromë por dentro?. La curiosidad le picaba con fuerza y solo había una forma que se le ocurría para conocerla mejor. -¿Sabes jugar a las cartas? Si tu ganas te diré mi nombre verdadero, pero si yo gano... Ya veremos que se me ocurre-
Se levantó de un salto de su asiento y se fue a una mesa del otro lado de la puerta, un borracho medio dormido apoyaba su cabeza y se podía ver como le caía un hilo de baba de su boca. Sin miramientos lo tomó del cuello de su camisa y lo tiró al suelo como si de ropa sucia se tratara y se sentó. Una de sus manos sujetaba un mazo de cartas, la otra, estirándose en dirección a la silla en frente. -Juguemos-
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Sonreí permitiendo que la fila superior de dientes se mostrara, la sátira era buena, tenia que reconocerlo. Y la mujer no se había molestado con mis insinuaciones, al contrario, me las devolvió. Pero no era eso lo que buscaba en este día, aunque nunca se sabe como empezara la noche.
-Curioso nombre. ¿Sabias que Cinan significa demonio en draconido? -Ahora tenia la sospecha de que la mujer que brindaba conmigo era tocaya mía, pero no me adelante a los hechos. -A nuestra salud. -Exclame al tiempo que las copas chocaban. -El mio es Reivy, por cierto.
Mientras Cinan hacia sus propias preguntas yo registraba entradas personales en mi cerebro. Entradas sobre ella, en el imaginario de mi mente había un cajón lleno de separadores y en cada separador una lengüeta con un nombre. Ahora se creaba un nuevo archivo con el nombre de la mujer, en su interior hojas comenzaban a escribirse sin tinta ni pluma. Estimaciones de altura y edad, posible raza y gusto sexual, rasgos característicos y pequeñas manías faciales. Como la de elevar la comisura de manera imperceptible cada vez que se reía del daño ajeno.
-Siempre lo es. -Le conteste dando otro trago al vino. -Si quieres salir mas rápido de lo que entras mejor quédate fuera. -Apoye el codo en la barra y deje caer el peso de mi cuerpo sobre una pierna. -Se podría decir que estoy aquí por familia. Un antepasado me dejo una reliquia con una señal en este lugar.
Mire al tabernero esperando que dijera algo al respecto pero siguió igual de estoico que al comienzo, si sabia algo respecto a Leo no lo demostró, aunque tampoco es que yo diera mucha información importante.
-Si no supiera jugar me hubiera muerto de aburrimiento hace mucho, Cinan.
La charla iba a los chistes, pero aquello estaba bien. El hacer reír a otros me gustaba. Cerré la boca un instante y al oír la apuesta y sonreí de medio lado.
-Interesante... Igual me interesa perder. Te sigo.
Como para no seguirla, tenia un culo pa´morirse. Lo bueno de ir detrás es que no te veían, pero nunca se sabe cuando pueden girarse, así que levante la vista y mire la espalda de la moza. En el archivo comenzaron a aparecer nuevas letras.
-Yo reparto.
Dije sentándome en la mesa y ofreciendo la mano para que pasara la baraja. Con la baraja en la mano removí las cartas haciendo florituras sencillas.
-Que gane la mejor, aunque sigo pensando que me conviene perder. -Repartir las cartas y deje la baraja en medio de la mesa. - ¿Descarte?
-Curioso nombre. ¿Sabias que Cinan significa demonio en draconido? -Ahora tenia la sospecha de que la mujer que brindaba conmigo era tocaya mía, pero no me adelante a los hechos. -A nuestra salud. -Exclame al tiempo que las copas chocaban. -El mio es Reivy, por cierto.
Mientras Cinan hacia sus propias preguntas yo registraba entradas personales en mi cerebro. Entradas sobre ella, en el imaginario de mi mente había un cajón lleno de separadores y en cada separador una lengüeta con un nombre. Ahora se creaba un nuevo archivo con el nombre de la mujer, en su interior hojas comenzaban a escribirse sin tinta ni pluma. Estimaciones de altura y edad, posible raza y gusto sexual, rasgos característicos y pequeñas manías faciales. Como la de elevar la comisura de manera imperceptible cada vez que se reía del daño ajeno.
-Siempre lo es. -Le conteste dando otro trago al vino. -Si quieres salir mas rápido de lo que entras mejor quédate fuera. -Apoye el codo en la barra y deje caer el peso de mi cuerpo sobre una pierna. -Se podría decir que estoy aquí por familia. Un antepasado me dejo una reliquia con una señal en este lugar.
Mire al tabernero esperando que dijera algo al respecto pero siguió igual de estoico que al comienzo, si sabia algo respecto a Leo no lo demostró, aunque tampoco es que yo diera mucha información importante.
-Si no supiera jugar me hubiera muerto de aburrimiento hace mucho, Cinan.
La charla iba a los chistes, pero aquello estaba bien. El hacer reír a otros me gustaba. Cerré la boca un instante y al oír la apuesta y sonreí de medio lado.
-Interesante... Igual me interesa perder. Te sigo.
Como para no seguirla, tenia un culo pa´morirse. Lo bueno de ir detrás es que no te veían, pero nunca se sabe cuando pueden girarse, así que levante la vista y mire la espalda de la moza. En el archivo comenzaron a aparecer nuevas letras.
-Yo reparto.
Dije sentándome en la mesa y ofreciendo la mano para que pasara la baraja. Con la baraja en la mano removí las cartas haciendo florituras sencillas.
-Que gane la mejor, aunque sigo pensando que me conviene perder. -Repartir las cartas y deje la baraja en medio de la mesa. - ¿Descarte?
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Oromë sonreía por debajo del vaso, sin quitarle los ojos de encima a la morena. Esta clase de coqueteo poco serio era extrañamente divertido.
Si tenia que sincerarse, no le apetecía en este instante llevarla a la cama. De quererlo ya lo hubiera dicho de primera mano, pero el problema con ello era que la dragona de ojos dorados tendía a usar y luego dejar. No le gustaba compartir la cama con alguien más que no fuera exclusivamente para el sexo; y si de dormir solamente hablaban solo sus mas allegados eran la excepción a la regla.
Oromë deseaba conocer un poco más a la mujer que tenía delante así que dejaría a sus mas bajos instintos hundirse en lo profundo de su mente hasta que dejara de escucharlos.
-Badakit, izen horrekin deitu naute pixka bat geroztik.- No era necesario tener dos dedos de frente después de que Reivy dijera aquello. Honestamente era raro encontrarse un dragón justo allí y Oromë no creía en las casualidades.
-No a menos que estés buscando algo- Y ella siempre quería algo, y más. Las cosas las debía de hacer bien y con tiempo, lo suyo no era entrar y salir, prefería que la recordaran a la perfección. -¿Una reliquia aquí? Dudo que valga la pena y en todo caso yo que tu la doy por perdida. Aquí todo el mundo es mucho mejor que un sabueso cuando a objetos valiosos se trata.- Ella en particular.
-Grandioso entonces porque las opciones eran o cartas o beber hasta desmayar y aún tengo cosas que hacer así que la segunda esta fuera de discusión... También esta pelear...- Enarcó una ceja con una mirada socarrona; no pensaba pelear con Rei, no a menos que ella así lo quisiera, pero había suficientes cabezas de turco a su alrededor como para elegir.
-Créeme, no quieres perder, aún no he dicho lo que quiero- Apenas se sentó estiró la mano para pasarle el maso de cartas. Trató de no sonreír demasiado al verla mezclar la baraja con habilidad, tampoco deseaba que notara cuan bien miraba el movimiento en vez de a su cara. Un juego era un juego y Oromë era muy buena en ello.
La dragona sabía jugar a las cartas, bastante de hecho. En su tiempo en el ejercito cuando no había nada por hacer, se reunían en pequeños grupos a jugar por el simple placer de hacerlo. Allí no habían apuestas salvajes o riñas si alguien perdía... Razón de mas para dejarlos.
Asintió, tomó sus cartas y las miró sin siquiera hacer una mueca: eran una mierda de mano. Levantó la vista hacia Reivy y luego a sus cartas; si descartaba cabía la posibilidad de empeorar lo que ya tenía pero necesitaba algo más con que inclinar la balanza de su lado.
Al diablo, haría trampa.
Badakit, izen horrekin deitu naute pixka bat geroztik : Lo se, me llaman por ese nombre desde que era pequeña.
Si tenia que sincerarse, no le apetecía en este instante llevarla a la cama. De quererlo ya lo hubiera dicho de primera mano, pero el problema con ello era que la dragona de ojos dorados tendía a usar y luego dejar. No le gustaba compartir la cama con alguien más que no fuera exclusivamente para el sexo; y si de dormir solamente hablaban solo sus mas allegados eran la excepción a la regla.
Oromë deseaba conocer un poco más a la mujer que tenía delante así que dejaría a sus mas bajos instintos hundirse en lo profundo de su mente hasta que dejara de escucharlos.
-Badakit, izen horrekin deitu naute pixka bat geroztik.- No era necesario tener dos dedos de frente después de que Reivy dijera aquello. Honestamente era raro encontrarse un dragón justo allí y Oromë no creía en las casualidades.
-No a menos que estés buscando algo- Y ella siempre quería algo, y más. Las cosas las debía de hacer bien y con tiempo, lo suyo no era entrar y salir, prefería que la recordaran a la perfección. -¿Una reliquia aquí? Dudo que valga la pena y en todo caso yo que tu la doy por perdida. Aquí todo el mundo es mucho mejor que un sabueso cuando a objetos valiosos se trata.- Ella en particular.
-Grandioso entonces porque las opciones eran o cartas o beber hasta desmayar y aún tengo cosas que hacer así que la segunda esta fuera de discusión... También esta pelear...- Enarcó una ceja con una mirada socarrona; no pensaba pelear con Rei, no a menos que ella así lo quisiera, pero había suficientes cabezas de turco a su alrededor como para elegir.
-Créeme, no quieres perder, aún no he dicho lo que quiero- Apenas se sentó estiró la mano para pasarle el maso de cartas. Trató de no sonreír demasiado al verla mezclar la baraja con habilidad, tampoco deseaba que notara cuan bien miraba el movimiento en vez de a su cara. Un juego era un juego y Oromë era muy buena en ello.
La dragona sabía jugar a las cartas, bastante de hecho. En su tiempo en el ejercito cuando no había nada por hacer, se reunían en pequeños grupos a jugar por el simple placer de hacerlo. Allí no habían apuestas salvajes o riñas si alguien perdía... Razón de mas para dejarlos.
Asintió, tomó sus cartas y las miró sin siquiera hacer una mueca: eran una mierda de mano. Levantó la vista hacia Reivy y luego a sus cartas; si descartaba cabía la posibilidad de empeorar lo que ya tenía pero necesitaba algo más con que inclinar la balanza de su lado.
Al diablo, haría trampa.
Badakit, izen horrekin deitu naute pixka bat geroztik : Lo se, me llaman por ese nombre desde que era pequeña.
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Quedaba confirmado, Cinan era una compatriota, la primera que encontraba desde que salí de casa de mis abuelos.
Observaba a la mujer con una sonrisa ladeada, mientras esperaba su cambio de cartas por el rabillo del ojo distinguía como se ponía en pie el borracho al cual le acabábamos de quitar la mesa.
-En realidad no estoy segura de que sea una reliquia. -Miraba mis cartas despreocupada, tenia una pareja y números sueltos de los otros palos. -Mi bisabuela me dejó un mapa lleno de marcas, pero no puso ninguna indicación de lo que es cada una de ellas. -Aparté las tres cartas que no me gustaron y saque el mismo numero. Ahora tenia un trió de 5... no era gran cosa, pero al menos mejore la mano. -La verdad es que no se qué pintaría aquí un dragón en aquella época. -No sabia porque le contaba todo aquello a una completa desconocida, pero hacia varios meses que no me cruzaba con nadie. Supongo que necesitaba hablar con alguien. -Antes de salir busque en los registros militares y no encontré nada sobre este lugar.
Paré la conversación por varias razones, porque me puse a beber vino, porque no quería aburrir a la mujer con dilemas familiares y porque el borracho al que Cinan sacó de la mesa se plantó a nuestro lado dando golpes con la mano en el mobiliario. Hablaba a voz en grito y cada tanto soltaba espumarajos por la boca.
-¿Que no pasó nada? ¿QUE NO PASÓ NADA? Este pueblo esta en la ruina por culpa de los dragones, ellos lo arrasaron todo. Vinieron por el cielo como si fueran los amos del mundo, destrozaron todo lo que vieron y se fueron con las manos vacías.
El ambiente en el local se volvió denso de repente, todos dejaron de hablar entre si y ahora miraban hacia nuestra mesa. La taberna estaba dividida, algunos mandaban callar al borracho y otros lo apoyaban.
-Mi tataratataratara... -El individuo se mordió la lengua. -¡Soy descendiente de uno de los que sobrevivió! Las familias aun cuentan la historia. Eran una bandada de diez bestias liderados por un dragón gigantesco, decían que tenia rayas como los tigres de la montaña, que con sus alas arrancaba arboles y creaba huracanes...
Tenia que ser una broma, una de muy mal gusto. Esa descripción encajaba con la de Leonora, pues mi abuelo siempre me contaba que tenia la misma forma y colores de su madre. Sin darme cuenta había borrado la sonrisa de mi cara, fruncido el ceño y apretado tanto la jarra que ahora mis nudillos eran blancos.
-No... ella no era así. Mientes, ¡Estas mintiendo! -Pero todos saben que los borrachos y los niños no mienten. -Leo jamas haría algo así.
Observaba a la mujer con una sonrisa ladeada, mientras esperaba su cambio de cartas por el rabillo del ojo distinguía como se ponía en pie el borracho al cual le acabábamos de quitar la mesa.
-En realidad no estoy segura de que sea una reliquia. -Miraba mis cartas despreocupada, tenia una pareja y números sueltos de los otros palos. -Mi bisabuela me dejó un mapa lleno de marcas, pero no puso ninguna indicación de lo que es cada una de ellas. -Aparté las tres cartas que no me gustaron y saque el mismo numero. Ahora tenia un trió de 5... no era gran cosa, pero al menos mejore la mano. -La verdad es que no se qué pintaría aquí un dragón en aquella época. -No sabia porque le contaba todo aquello a una completa desconocida, pero hacia varios meses que no me cruzaba con nadie. Supongo que necesitaba hablar con alguien. -Antes de salir busque en los registros militares y no encontré nada sobre este lugar.
Paré la conversación por varias razones, porque me puse a beber vino, porque no quería aburrir a la mujer con dilemas familiares y porque el borracho al que Cinan sacó de la mesa se plantó a nuestro lado dando golpes con la mano en el mobiliario. Hablaba a voz en grito y cada tanto soltaba espumarajos por la boca.
-¿Que no pasó nada? ¿QUE NO PASÓ NADA? Este pueblo esta en la ruina por culpa de los dragones, ellos lo arrasaron todo. Vinieron por el cielo como si fueran los amos del mundo, destrozaron todo lo que vieron y se fueron con las manos vacías.
El ambiente en el local se volvió denso de repente, todos dejaron de hablar entre si y ahora miraban hacia nuestra mesa. La taberna estaba dividida, algunos mandaban callar al borracho y otros lo apoyaban.
-Mi tataratataratara... -El individuo se mordió la lengua. -¡Soy descendiente de uno de los que sobrevivió! Las familias aun cuentan la historia. Eran una bandada de diez bestias liderados por un dragón gigantesco, decían que tenia rayas como los tigres de la montaña, que con sus alas arrancaba arboles y creaba huracanes...
Tenia que ser una broma, una de muy mal gusto. Esa descripción encajaba con la de Leonora, pues mi abuelo siempre me contaba que tenia la misma forma y colores de su madre. Sin darme cuenta había borrado la sonrisa de mi cara, fruncido el ceño y apretado tanto la jarra que ahora mis nudillos eran blancos.
-No... ella no era así. Mientes, ¡Estas mintiendo! -Pero todos saben que los borrachos y los niños no mienten. -Leo jamas haría algo así.
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
Las cartas se movían en su mano con parsimonia mientras medio escuchaba la charla de la otra y la observaba en los momentos indicados mientras introducía una carta nueva y desechaba las que no le servían. -¿Estas segura que no se equivocó y te dio la lista de las compras?- La observó a los ojos y soltó una sonrisa engreída. -Tal vez la edad ya estaba haciendo su parte- Se encogió de hombros mientras observaba pensativa su nueva mano: una escalera... de no ser por una suelta que tenía. Había esperado y recibido demasiado de la buena suerte, al final su primer plan seguiría en pie.
Estaba a punto de cambiar esa carta con alguna frase trillada que posiblemente surtiría efecto en ella. Alguna bobada como morderse los labios y sonreirle de forma seductora, pero aquel que había ocupado su mesa prácticamente le escupió en la cara algo que no le importaba.
Una gota de saliva voló a su mejilla y usó una de las cartas para quitarse el pegote mientras fusilaba al hombre con sus dorados ojos. -¿Así que es una historia de tus ancestros? ¿Y que pasó desde entonces que no han arreglado nada? Déjame adivinar, lo dejan tal cual como recuerdo o es que les gusta vivir en la decadencia- Oromë se estaba ganando con intereses que le partieran el rostro por la mitad pero eso tampoco le importaba. Al contrario, eso era lo que esperaba, que le dieran razones para romper huesos y rodar cabezas.
Miró a su compañera de soslayo por un segundo, deteniéndose en sus palabras y como estas le afectaban y podría haberse reído por ello, pero también sentía ganas de golpearla a ella. -Y si no miente, ¿Acaso importa? Es el pasado- Podría decir más pero no tenía la mas mínima idea de quien era Leo.
El hombre volvió a gritar e hizo que los tímpanos de Oromë pitaran con fuerza así que ella se paró poniéndose frente a él. Era más alto que ella, apenas llegaba a ser casi una cabeza, pero eso lo hacía sentirse en ventaja por sobre la peliplateada con su cuerpo delgado y de apariencia frágil. -Muchos dicen que el rasgo que se repite entre los de mi raza es el orgullo. Yo digo que somos bastante engreídos por todo eso de la sangre de los Dragones Ancestrales, pero ¿sabes lo que me caracteriza a mi principalmente?- Sonrió amablemente mientras conectaba su puño con la mandíbula de él haciéndolo trastabillar y chocar con la mesa que había a un lado, llevándose a sus ocupantes con él. -La falta de paciencia... Eso, y que adoro pelear- Ya se había olvidado del juego de cartas y prácticamente de su acompañante ahora que todos la miraban con mala cara y algunos parecían alcanzar cualquier objeto afilado que tuvieran a la mano. Sería divertido.
Estaba a punto de cambiar esa carta con alguna frase trillada que posiblemente surtiría efecto en ella. Alguna bobada como morderse los labios y sonreirle de forma seductora, pero aquel que había ocupado su mesa prácticamente le escupió en la cara algo que no le importaba.
Una gota de saliva voló a su mejilla y usó una de las cartas para quitarse el pegote mientras fusilaba al hombre con sus dorados ojos. -¿Así que es una historia de tus ancestros? ¿Y que pasó desde entonces que no han arreglado nada? Déjame adivinar, lo dejan tal cual como recuerdo o es que les gusta vivir en la decadencia- Oromë se estaba ganando con intereses que le partieran el rostro por la mitad pero eso tampoco le importaba. Al contrario, eso era lo que esperaba, que le dieran razones para romper huesos y rodar cabezas.
Miró a su compañera de soslayo por un segundo, deteniéndose en sus palabras y como estas le afectaban y podría haberse reído por ello, pero también sentía ganas de golpearla a ella. -Y si no miente, ¿Acaso importa? Es el pasado- Podría decir más pero no tenía la mas mínima idea de quien era Leo.
El hombre volvió a gritar e hizo que los tímpanos de Oromë pitaran con fuerza así que ella se paró poniéndose frente a él. Era más alto que ella, apenas llegaba a ser casi una cabeza, pero eso lo hacía sentirse en ventaja por sobre la peliplateada con su cuerpo delgado y de apariencia frágil. -Muchos dicen que el rasgo que se repite entre los de mi raza es el orgullo. Yo digo que somos bastante engreídos por todo eso de la sangre de los Dragones Ancestrales, pero ¿sabes lo que me caracteriza a mi principalmente?- Sonrió amablemente mientras conectaba su puño con la mandíbula de él haciéndolo trastabillar y chocar con la mesa que había a un lado, llevándose a sus ocupantes con él. -La falta de paciencia... Eso, y que adoro pelear- Ya se había olvidado del juego de cartas y prácticamente de su acompañante ahora que todos la miraban con mala cara y algunos parecían alcanzar cualquier objeto afilado que tuvieran a la mano. Sería divertido.
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
El hombre que plantaba cara a Cinan escupió sangre. A los clientes no les hizo gracia descubrir que en la taberna tenían a dos dragones y no tardaron en demostrarlo.
-Sois todos iguales, os creéis los amos del mundo por tener sangre de vuestros dioses. -Los feligreses se acercaban hacia nosotras comenzando a formar un circulo. Meterse con un borracho solía ser un juego de niños, pero meterse con el borracho del pueblo era algo más serio. Sobre todo cuando no era él quien golpeaba primero. -¡Largo de aquí!
El hombre quiso golpear a mujer de cabello plateado y esta en lugar de esquivarlo se aparto de la trayectoria y mientras el borracho caía al suelo le propino un golpe en el estomago. Los gritos y abucheos fueron instantáneos y una jarra salio volando hacia mi cabeza.
-Menudo antro de bárbaros. -Comente parando la jarra con el antebrazo. -No es tu estilo pasar desapercibida ¿Verdad?
Otro hombre se sumó al lanzamiento vajilla tirando un plato de madera a Cinan al tiempo que una mujer atravesaba el cerco y se lanzaba a por mi. Paré el golpe poniendo los brazos en cruz y aprovechando el momento un hombre con cuernos de carnero me empujo por la espalda, mientras el dueño del bar observaba la reyerta limpiando un vaso.
Moví con rapidez el cuerpo para estar el menor tiempo posible en contacto con aquel suelo pegajoso y asqueroso, una vez en pie estire la pierna hacia atrás hasta que impacto en el abdomen del hombre cabra y continuando el golpe pivoté sobre el talón y le atice detrás de la rodilla a la mujer.
-¿Tienes alguna idea? a este ritmo no duraremos mucho. -Podía sacar la espada y llenar la taberna de paletos muertos, pero había una ley no escrita que dictaba que estaban prohibidas las armas en las peleas de taberna. -Fuera la historia cambia pero no creo que quieran salir. -La siguiente ley no escrita de las pelas en las tabernas era que si te sacaban del local perdías y que si alguien salia contigo a fuera ya no era problema del dueño lo que pasara.
-Sois todos iguales, os creéis los amos del mundo por tener sangre de vuestros dioses. -Los feligreses se acercaban hacia nosotras comenzando a formar un circulo. Meterse con un borracho solía ser un juego de niños, pero meterse con el borracho del pueblo era algo más serio. Sobre todo cuando no era él quien golpeaba primero. -¡Largo de aquí!
El hombre quiso golpear a mujer de cabello plateado y esta en lugar de esquivarlo se aparto de la trayectoria y mientras el borracho caía al suelo le propino un golpe en el estomago. Los gritos y abucheos fueron instantáneos y una jarra salio volando hacia mi cabeza.
-Menudo antro de bárbaros. -Comente parando la jarra con el antebrazo. -No es tu estilo pasar desapercibida ¿Verdad?
Otro hombre se sumó al lanzamiento vajilla tirando un plato de madera a Cinan al tiempo que una mujer atravesaba el cerco y se lanzaba a por mi. Paré el golpe poniendo los brazos en cruz y aprovechando el momento un hombre con cuernos de carnero me empujo por la espalda, mientras el dueño del bar observaba la reyerta limpiando un vaso.
Moví con rapidez el cuerpo para estar el menor tiempo posible en contacto con aquel suelo pegajoso y asqueroso, una vez en pie estire la pierna hacia atrás hasta que impacto en el abdomen del hombre cabra y continuando el golpe pivoté sobre el talón y le atice detrás de la rodilla a la mujer.
-¿Tienes alguna idea? a este ritmo no duraremos mucho. -Podía sacar la espada y llenar la taberna de paletos muertos, pero había una ley no escrita que dictaba que estaban prohibidas las armas en las peleas de taberna. -Fuera la historia cambia pero no creo que quieran salir. -La siguiente ley no escrita de las pelas en las tabernas era que si te sacaban del local perdías y que si alguien salia contigo a fuera ya no era problema del dueño lo que pasara.
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
-Error, solo me creo un poquito mejor que ustedes, ademas yo si me baño- Hizo un movimiento con su mano como si despejara el olor de aquellos hombres, prácticamente luciendo de una forma que hacia parecer que aquí mismo no habría una pelea de un momento a otro.
Aquel hombre griton ahora se sujetaba el estomago tratando de respirar o de no vomitar, tal vez ambas, pero ella no tenía tiempo para mirar a otro lado, no mientras un hombre más bajito trataba de propinarle un golpe directo en la cara.
Lo malo de ir de frente es que dejaban muchas aberturas para contraatacar con el mínimo esfuerzo, y Oromë solo tuvo que usar su mano para desviar el golpe y hacerlo trastabillar. -¿Acaso me has visto? Soy lo que llaman imposible de olvidar- Se detuvo apenas un segundo para gritarle aquellas palabras mientras un plato volaba cerca de su cabeza y una copa de vidrio se rompía a pocos centímetros de su cara; algunas esquirlas le cortaron en la mejilla pero apenas eran rasguños. -Tu bien pudiste haber cerrado tu bocaza y no hablar de tu tía abuela Ermelinda o como sea. ¡Estúpida!- Vociferó con enojo, en cierta forma echándole la culpa a ella por hacer que le hirviera la sangre... Y ella que había estado tan tranquila.
Alguien le golpeo en la espalda y eso la hizo caer de cara al suelo, por poco se arrancaba la lengua de un mordisco y recibía un golpe con lo que lucia muy parecido a la pata de una silla; levantó sus piernas tan rápido como pudo y uno de sus talones encajo perfectamente con la nariz del atacante. -¡Tengo una, tal vez dos! Pero yo no puedo hacerlo, no soy demasiado grande ni tengo la habilidad- Gimió mientras se arrastraba por el suelo como un perro para poder pararse. -La primera... cambiar y romper este lugar hasta destruir los cimientos...- Volteó una mesa y se chocó contra la pared atrás suyo cuando una espada atravesó la madera y la obligó a alejarse aun más. -¡Oye!¡Eso no es justo!- Se quejó para luego mostrar sus afiladas garras y dientes por igual. No necesito más que el hombre salió corriendo. -La otra un incendio accidental y huir con el gentío-
De algún modo, tanto al esquivar como devolver los golpes, terminó de espaldas a la morena, ambas rodeadas por tantas personas que era imposible ver la puerta de salida. -¿Sabes comenzar un incendio? Ahí en el bar puede ser un buen comienzo... Dime que manejas el fuego y podría besarte- Bromeó en voz baja sin perder de vista a aquellos que estaban en frente.
Aquel hombre griton ahora se sujetaba el estomago tratando de respirar o de no vomitar, tal vez ambas, pero ella no tenía tiempo para mirar a otro lado, no mientras un hombre más bajito trataba de propinarle un golpe directo en la cara.
Lo malo de ir de frente es que dejaban muchas aberturas para contraatacar con el mínimo esfuerzo, y Oromë solo tuvo que usar su mano para desviar el golpe y hacerlo trastabillar. -¿Acaso me has visto? Soy lo que llaman imposible de olvidar- Se detuvo apenas un segundo para gritarle aquellas palabras mientras un plato volaba cerca de su cabeza y una copa de vidrio se rompía a pocos centímetros de su cara; algunas esquirlas le cortaron en la mejilla pero apenas eran rasguños. -Tu bien pudiste haber cerrado tu bocaza y no hablar de tu tía abuela Ermelinda o como sea. ¡Estúpida!- Vociferó con enojo, en cierta forma echándole la culpa a ella por hacer que le hirviera la sangre... Y ella que había estado tan tranquila.
Alguien le golpeo en la espalda y eso la hizo caer de cara al suelo, por poco se arrancaba la lengua de un mordisco y recibía un golpe con lo que lucia muy parecido a la pata de una silla; levantó sus piernas tan rápido como pudo y uno de sus talones encajo perfectamente con la nariz del atacante. -¡Tengo una, tal vez dos! Pero yo no puedo hacerlo, no soy demasiado grande ni tengo la habilidad- Gimió mientras se arrastraba por el suelo como un perro para poder pararse. -La primera... cambiar y romper este lugar hasta destruir los cimientos...- Volteó una mesa y se chocó contra la pared atrás suyo cuando una espada atravesó la madera y la obligó a alejarse aun más. -¡Oye!¡Eso no es justo!- Se quejó para luego mostrar sus afiladas garras y dientes por igual. No necesito más que el hombre salió corriendo. -La otra un incendio accidental y huir con el gentío-
De algún modo, tanto al esquivar como devolver los golpes, terminó de espaldas a la morena, ambas rodeadas por tantas personas que era imposible ver la puerta de salida. -¿Sabes comenzar un incendio? Ahí en el bar puede ser un buen comienzo... Dime que manejas el fuego y podría besarte- Bromeó en voz baja sin perder de vista a aquellos que estaban en frente.
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
-Si claro, como no. -Replique molesta esquivando un puñetazo. -Échale la culpa a la otra ¿Cómo iba a saber yo que este pueblo son todos una panda de tarados? y estúpida te lo metes en el culo, tramposa.
Los golpes llovían de todas partes, apenas tenía tiempo para devolverlos ¿Desde cuándo las peleas de taberna eran tan abrumadoras? Un hombre salto por la ventana gritando que había visto un demonio y lo envidie mucho, ojala yo pudiera salir así de rápido del local.
-No puedo hacer fuego. -Conteste al chocar mi espalda con la de Cinan. -Pero el beso te lo acepto igual. -Gire la cara para mirar a la mujer y ver si seguía el chiste y en retribución conseguí que un fulano me regalara un puño en la cara. -A la mierda con todo. Plan uno, destrozar la taberna hasta los cimientos. Más te vale ser grande y lanzar pedruscos.
La ley no escrita de las peleas en la taberna también prohibía las transformaciones, pero si no existía taberna ni nadie para contar la reyerta...
Deje de esquivar los puñetazos y los objetos voladores y rápidamente todos los músculos de mi cuerpo se ensancharon y crecieron, los huesos se alargaron y vaciaron, se añadieron vertebras y las escamas cortaron y rompieron la ropa, las alas quedaron totalmente pegadas a un cuerpo que ahora estaba electrificado. Junto a mi había otro dragón más pequeño y blanco.
La pelea por un segundo pareció detenerse para luego romper el silencio con gritos de pánico que anunciaban dragones, demonios blancos y el día del juicio final. Rugí con fuerza y el aire que salió de mis pulmones rompió las ventanas de manera intencionada, movía la cola derribando mesas y personas, los valientes que se atrevían a golpearme con las manos desnudas recibían una descarga y los cobardes se empujaban contra la puerta. Hundía las garras en el suelo destrozando la madera, corneaba a todo el que se me ponía delante y cuando tenía una columna cerca la derribaba con un cabezazo.
Los golpes llovían de todas partes, apenas tenía tiempo para devolverlos ¿Desde cuándo las peleas de taberna eran tan abrumadoras? Un hombre salto por la ventana gritando que había visto un demonio y lo envidie mucho, ojala yo pudiera salir así de rápido del local.
-No puedo hacer fuego. -Conteste al chocar mi espalda con la de Cinan. -Pero el beso te lo acepto igual. -Gire la cara para mirar a la mujer y ver si seguía el chiste y en retribución conseguí que un fulano me regalara un puño en la cara. -A la mierda con todo. Plan uno, destrozar la taberna hasta los cimientos. Más te vale ser grande y lanzar pedruscos.
La ley no escrita de las peleas en la taberna también prohibía las transformaciones, pero si no existía taberna ni nadie para contar la reyerta...
Deje de esquivar los puñetazos y los objetos voladores y rápidamente todos los músculos de mi cuerpo se ensancharon y crecieron, los huesos se alargaron y vaciaron, se añadieron vertebras y las escamas cortaron y rompieron la ropa, las alas quedaron totalmente pegadas a un cuerpo que ahora estaba electrificado. Junto a mi había otro dragón más pequeño y blanco.
La pelea por un segundo pareció detenerse para luego romper el silencio con gritos de pánico que anunciaban dragones, demonios blancos y el día del juicio final. Rugí con fuerza y el aire que salió de mis pulmones rompió las ventanas de manera intencionada, movía la cola derribando mesas y personas, los valientes que se atrevían a golpearme con las manos desnudas recibían una descarga y los cobardes se empujaban contra la puerta. Hundía las garras en el suelo destrozando la madera, corneaba a todo el que se me ponía delante y cuando tenía una columna cerca la derribaba con un cabezazo.
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
-¿Qué acaso no sabes algo de historia?...¿Y como diablos sabes que iba a hacer trampa? Ni siquiera había hecho el cambio de cartas...creo- La observó el tiempo suficiente para mostrar su sorpresa, así como también darle tiempo a alguien para que le diera un bonito puñetazo que hizo vibrar todos los huesos de su cara. ¿Por qué todo el mundo siempre iba a la cara, en especial cuando se trataba de una mujer? Hay zonas más dolorosas como un golpe en la traquea, los riñones... que falta de imaginación que tenían estos pueblerinos.
-Ya te dije que no soy tan grande- Bufó mientras su rostro comenzaba a retorcerse y cambiaba de apariencia. Los huesos se rompían y volvían a soldarse en algo más grande, su ropa cedió en algunas partes pero no se rompió del todo, salvo en su espalda cuando liberó sus alas y las estiraba, tirando al suelo todo lo que tocaba en su camino.
Tal vez Oromë no fuera grande e imponente como la morena, pero definitivamente sabía como asustar a la gente. Tomó una silla con su cola y la arrojó en dirección al idiota que le había dado el ultimo golpe mientras gruñía en lo bajo.
Uno de los pueblerinos se había caído de bruces al suelo y no se había levantado, tampoco se movió mientras Oromë se acercaba a él y posaba su rostro lo más pegado posible al de él. -Tu no hueles mal... serías un buen bocadillo- Al no tener labios su voz era una mezcla entre palabras mal pronunciadas y sonidos sibilantes. Requería de mucha practica no rugir cada vez que abría la boca. Por fin el hombre hizo uso de razón y se arrastró hasta ponerse de pie y salir corriendo por la puerta, no sin antes atropellar a otras personas en el camino. Ella no podría romper todo ese lugar así como así pero podía aterrorizar a los clientes cuanto quisiera, a la espera de que todos huyeran antes de que las cosas se pusieran mas feas... Ademas no tenía tantas ganas de hacer una masacre por el momento.
Claro que las cosas ya eran lo suficientemente malas, para ellos, no para ambas dragonas, pues Oromë se había distraído lo necesario para husmear en las cartas que Reivy había dejado en la mesa, no sin antes propinar un latigazo en medio del rostro a un hombre que venía corriendo desde un costado con un cuchillo de cocina. El pobre infeliz casi se desnuca del golpe mientras su cuerpo giraba un poco después que su cabeza. -Fuera de aquí antes de que decida parar tu corazón- Le enseñó la punta de su cola donde una gota de veneno se asomó y cayó sobre su camisa. -¿Planeas destruir los cimientos de verdad? Porque deberíamos salir antes. No quiero tener el techo de sombrero.-
-Ya te dije que no soy tan grande- Bufó mientras su rostro comenzaba a retorcerse y cambiaba de apariencia. Los huesos se rompían y volvían a soldarse en algo más grande, su ropa cedió en algunas partes pero no se rompió del todo, salvo en su espalda cuando liberó sus alas y las estiraba, tirando al suelo todo lo que tocaba en su camino.
Tal vez Oromë no fuera grande e imponente como la morena, pero definitivamente sabía como asustar a la gente. Tomó una silla con su cola y la arrojó en dirección al idiota que le había dado el ultimo golpe mientras gruñía en lo bajo.
Uno de los pueblerinos se había caído de bruces al suelo y no se había levantado, tampoco se movió mientras Oromë se acercaba a él y posaba su rostro lo más pegado posible al de él. -Tu no hueles mal... serías un buen bocadillo- Al no tener labios su voz era una mezcla entre palabras mal pronunciadas y sonidos sibilantes. Requería de mucha practica no rugir cada vez que abría la boca. Por fin el hombre hizo uso de razón y se arrastró hasta ponerse de pie y salir corriendo por la puerta, no sin antes atropellar a otras personas en el camino. Ella no podría romper todo ese lugar así como así pero podía aterrorizar a los clientes cuanto quisiera, a la espera de que todos huyeran antes de que las cosas se pusieran mas feas... Ademas no tenía tantas ganas de hacer una masacre por el momento.
Claro que las cosas ya eran lo suficientemente malas, para ellos, no para ambas dragonas, pues Oromë se había distraído lo necesario para husmear en las cartas que Reivy había dejado en la mesa, no sin antes propinar un latigazo en medio del rostro a un hombre que venía corriendo desde un costado con un cuchillo de cocina. El pobre infeliz casi se desnuca del golpe mientras su cuerpo giraba un poco después que su cabeza. -Fuera de aquí antes de que decida parar tu corazón- Le enseñó la punta de su cola donde una gota de veneno se asomó y cayó sobre su camisa. -¿Planeas destruir los cimientos de verdad? Porque deberíamos salir antes. No quiero tener el techo de sombrero.-
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
La pelea se había convertido en un caos de gritos y gente corriendo: "Sálvese quien pueda." Gritaba uno. "El dragón a invocado a un demonio blanco." Gritaban otros. "Cuando acaben con nosotros se comerán a nuestros bebes..." Las frases se volvían cada vez más estrambóticas con cada nuevo grito. En pocos minutos el local quedó desalojado y la pelea terminada.
Bajé el cuello para ver al supuesto demonio blanco, le enseñe los dientes y asentí con la cabeza, seguidamente mire el techo y me reí al tiempo que me ponía a dos patas, aunque la risa fue más bien un rugido macabro. Apenas me había levantado del suelo y mi cabeza ya tocaba el techo, conforme ganaba altura las garras derribaron una viga y mis cuernos lanzaron un rayo que comenzó a quemar la paja que impedía que el agua y el sol entrara en el edificio, en cuestión de segundo mi cabeza salía por fuera del tejado. Solo hicieron falta un par de golpes más para agrandar el agujero y salir del edificio mientras este se desmoronaba por la falta de sujeciones.
Cinan estaba ya fuera del local mirándome con cara de pocos amigos, aunque no sabría decir si era su cara habitual o si estaba molesta por haber destruido el techo sin avisarla, me coloque a su lado lanzando un leve rugido de disculpa. Pero la fiesta aun no terminaba, la taberna aun tenia paredes en pie, mire de nuevo a la mujer y con una nueva sonrisa agite las alas hasta formar rachas de viento que golpearon las debilitadas paredes hasta que cedieron y se desmoronaron.
Ahora sí que se había terminado.
Satisfecha con la obra de arte di una vuelta sobre mi misma y me senté sobre mis cuartos traseros y reí observando a la mujer de escamas blancas.
Bajé el cuello para ver al supuesto demonio blanco, le enseñe los dientes y asentí con la cabeza, seguidamente mire el techo y me reí al tiempo que me ponía a dos patas, aunque la risa fue más bien un rugido macabro. Apenas me había levantado del suelo y mi cabeza ya tocaba el techo, conforme ganaba altura las garras derribaron una viga y mis cuernos lanzaron un rayo que comenzó a quemar la paja que impedía que el agua y el sol entrara en el edificio, en cuestión de segundo mi cabeza salía por fuera del tejado. Solo hicieron falta un par de golpes más para agrandar el agujero y salir del edificio mientras este se desmoronaba por la falta de sujeciones.
Cinan estaba ya fuera del local mirándome con cara de pocos amigos, aunque no sabría decir si era su cara habitual o si estaba molesta por haber destruido el techo sin avisarla, me coloque a su lado lanzando un leve rugido de disculpa. Pero la fiesta aun no terminaba, la taberna aun tenia paredes en pie, mire de nuevo a la mujer y con una nueva sonrisa agite las alas hasta formar rachas de viento que golpearon las debilitadas paredes hasta que cedieron y se desmoronaron.
Ahora sí que se había terminado.
Satisfecha con la obra de arte di una vuelta sobre mi misma y me senté sobre mis cuartos traseros y reí observando a la mujer de escamas blancas.
Reivy Abadder
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
No sabía si considerar aquel asentimiento como una contestación al principio pero al poco tiempo bien podría haberle advertido de mejor manera y no solo esperar a que ella saliera como alma que corre el diablo.
El local poco a poco rechinaba más y más, sus cimientos eran incapaces de seguir sosteniéndose ahora que las vigas del techo estaban rotas y como si hubieran soplado suavemente en ellas, esta se derribo como un castillo de naipes.
Oromë había logrado salir por los pelos y ahora miraba enfurruñada a la dragona que se posaba a su lado y lucía como un perrito que espera entusiasmado su recompensa por su buen comportamiento.
-Bueno... tal vez podría darte un chuleton de premio. Realmente la tiraste abajo, pff- Le era imposible contener su rostro amargado por mucho más, y mientras regresaba a su apariencia humana su risa se hizo más notoria. Posó un mano sobre la enorme cabeza de Reivy y acarició suavemente como si solo fuera una niña y ella la madre orgullosa. -Tu ganas, me llamo Oromë- Miró a un costado y pudo ver al gentío encolerizado con palos y picos y cualquier otra cosa que haría un buen trabajo noqueando a alguien hasta dejarlo hecho papilla. -Creo que lo mejor seria largarnos antes de que esto se pongo peor...-
La condujo por una zona resguardada de las vistas indeseadas, llena de arbustos y arboles frondosos no muy lejos del pueblo y una vez estuvo segura que no había nadie más que ellas, metió la mano en un árbol hueco y saco un pequeño bolso con sus pertenencias y rebuscó hasta encontrar un par de pantalones y una camisa. -Creo que somos del mismo talle- Se los lanzó a la cabeza y luego se cruzó de brazos esperando. Tal vez ahora la invitaría a una copa, a ser posible en otro bar y otro pueblo menos decadente.
El local poco a poco rechinaba más y más, sus cimientos eran incapaces de seguir sosteniéndose ahora que las vigas del techo estaban rotas y como si hubieran soplado suavemente en ellas, esta se derribo como un castillo de naipes.
Oromë había logrado salir por los pelos y ahora miraba enfurruñada a la dragona que se posaba a su lado y lucía como un perrito que espera entusiasmado su recompensa por su buen comportamiento.
-Bueno... tal vez podría darte un chuleton de premio. Realmente la tiraste abajo, pff- Le era imposible contener su rostro amargado por mucho más, y mientras regresaba a su apariencia humana su risa se hizo más notoria. Posó un mano sobre la enorme cabeza de Reivy y acarició suavemente como si solo fuera una niña y ella la madre orgullosa. -Tu ganas, me llamo Oromë- Miró a un costado y pudo ver al gentío encolerizado con palos y picos y cualquier otra cosa que haría un buen trabajo noqueando a alguien hasta dejarlo hecho papilla. -Creo que lo mejor seria largarnos antes de que esto se pongo peor...-
La condujo por una zona resguardada de las vistas indeseadas, llena de arbustos y arboles frondosos no muy lejos del pueblo y una vez estuvo segura que no había nadie más que ellas, metió la mano en un árbol hueco y saco un pequeño bolso con sus pertenencias y rebuscó hasta encontrar un par de pantalones y una camisa. -Creo que somos del mismo talle- Se los lanzó a la cabeza y luego se cruzó de brazos esperando. Tal vez ahora la invitaría a una copa, a ser posible en otro bar y otro pueblo menos decadente.
Oromë Vánadóttir
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Re: Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
-Oromë, -Repetí tras cambiar de forma. -lo recordare. Aunque me ha gustado más eso del Demonio Blanco. -La miré nuevamente y reí ante la imaginación del pánico colectivo. -¿Tú crees? -Le pregunté mientras me miraba con ironía a mí misma. -Igual si me ven así consigo, -Comentaba, haciendo referencia a mi desnudez. -que lo tiren todo al suelo.
Reí una última vez y seguí a Oromë por la fronda de matorrales y arbustos, algunos parecían haber crecido con la medida justa para tapar ciertos elementos corporales, de haber tenido que parar detrás de alguno de estos estoy segura que más de uno hubiera pensado estar viendo una ninfa... o una diadre, según la locura de cada uno.
-Así que era aquí donde estaba escondido el tesoro. -Pronuncie aquello con tono divertido, al ver como la mujer de ojos amarillos sacaba su bolsa del hueco de un árbol. -Los guardare como si fueran las enaguas de la reina del norte... -Me puse una mano en la boca para aguantar la risa mientras que con la otra sujetaba el pantalón y metía las piernas en él. -Oye, pues sí que me queda bien.
En ese momento me saqué la mochila de la espalda y me puse una camisa de lino.
Lo que en ese momento no sabía, es que aquel pantalón me seguiría en mis viajes durante mucho tiempo. Ya no recuerdo donde lo perdí, ni porque motivo terminó echo pedacitos. Pero lo que si recuerdo es que tuvo muchos remiendos de tanto que los usé.
Reí una última vez y seguí a Oromë por la fronda de matorrales y arbustos, algunos parecían haber crecido con la medida justa para tapar ciertos elementos corporales, de haber tenido que parar detrás de alguno de estos estoy segura que más de uno hubiera pensado estar viendo una ninfa... o una diadre, según la locura de cada uno.
-Así que era aquí donde estaba escondido el tesoro. -Pronuncie aquello con tono divertido, al ver como la mujer de ojos amarillos sacaba su bolsa del hueco de un árbol. -Los guardare como si fueran las enaguas de la reina del norte... -Me puse una mano en la boca para aguantar la risa mientras que con la otra sujetaba el pantalón y metía las piernas en él. -Oye, pues sí que me queda bien.
En ese momento me saqué la mochila de la espalda y me puse una camisa de lino.
Lo que en ese momento no sabía, es que aquel pantalón me seguiría en mis viajes durante mucho tiempo. Ya no recuerdo donde lo perdí, ni porque motivo terminó echo pedacitos. Pero lo que si recuerdo es que tuvo muchos remiendos de tanto que los usé.
Reivy Abadder
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