La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
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La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
La encrucijada era, como su nombre indicaba, un cruce más en la miríada de caminos que componía Aerandir.
Una señal, en mitad de la calzada, indicaba que hacia el norte se encontraba el camino que llevaba a Ulmer y, por extensión, a Dundarak, y que hacía el sur se encontraba Verisar y el conjunto de ciudades de la península.
No era un lugar increíblemente transitado, pero tampoco pasaba los días desierto. Mercaderes y viajeros cruzaban la encrucijada de cuando en cuando, uno cada varias horas, aproximadamente.
Era por esto último por lo que había aparecido una posada en el lugar, por necesidad. Lo extraño había sido, no obstante, que otro edificio prácticamente idéntico había aparecido poco después justo frente a este.
Dos posadas, una frente a la otra.
Eltrant y Lyn se hospedaban en la que se encontraba más al norte. Era relativamente acogedora, regentada por una mujer que podría haber pasado perfectamente por una noble de Lunargenta, tanto por su forma de hablar como sus manierismos.
- Mírale… - dijo la dueña del local, tras la barra, oteando por una ventana desde la cual veía su competencia directa en su máximo esplendor. – ¿Qué tramas Stark? – Rosa levantó la mano derecha, la misma con la que en aquel momento sujetaba una botella de vino, y la agitó enfurecida. - ¿¡Qué tramas?! – Los pocos clientes del local de Rosa se giraron hacía la rubia de amplio pecho sin saber exactamente cómo reaccionar.
- Creo que ha salido a regar las plantas. – Comentó Lyn, casualmente, mirando divertida la reacción de la mujer. – Es raro que riegue de noche, pero eh, cada uno tiene sus costumbres. – dijo a continuación, desviando su atención hacía Eltrant, que estaba demasiado ocupado metiéndose un trozo de filete obscenamente grande en la boca.
- ¿Qué fijdes? – Pronunció el castaño, que no prestaba atención a las palabras de la posadera y continuaba comiendo. - No te metas en líos. – Le dijo después de tragar, momento en el que se dio un par de golpecitos en el pecho y le dio un largo trago a la jarra que tenía a su derecha.
- Que poca confianza tienes en mí. – Musitó Lyn, jugueteando con su flequillo, desviando la mirada. Cosa a lo que Eltrant simplemente respondió asistiendo, pues acababa de morder la hogaza de pan que le habían ofrecido con la comida. – Acabamos de llegar… - Le dijo la ojiazul. – No nos ha dado tiempo ni a ver las habitaciones y… -
- ¡Míralo! – Rosa tiró la botella a un lado, aparentemente furiosa, y, a paso firme, se dirigió hacia la salida. - ¡Si es que lo sabía! – Exclamó haciendo aspavientos, cuidándose con que su vestido no se enredaba con ninguna de las mesas. - ¡Voy a averigüar que está haciendo! – Agregó más enfadada, cosa que no parecía ser del todo posible.
Frunciendo el ceño, sin soltar el muslo de pollo que tenía en la mano en aquel momento, Eltrant siguió a la mujer con la mirada y Lyn, por su parte, se levantó de su asiento y la siguió personalmente.
Algo que obligó a que Eltrant hiciese lo mismo.
- No nos deberíamos meter en lo que no nos incumbe… - dijo el errante suspirando.
- No eres quien para hablar de eso. – Respondió Lyn dejando escapar una risita.
Una vez en el exterior el castaño comprobó que él y Lyn no habían sido los únicos en seguir a la elfa, también había allí varios de sus clientes y el tipo al que, muy probablemente, Rosa Edén pagaba para mantener la seguridad de su posada.
- ¡Eusebio Stark! – Gritó, bajando ambas manos hasta la cintura. - ¡Stark! – El hombre continuó regando casualmente, como si no escuchase a Rosa. - ¡Qué no me ignores, sucio humano! – Exclamó, dando varios saltitos en el sitio en el que estaba, perdiendo la paciencia, alcanzando un tono de voz que probablemente solo Asher y sus congéneres podrían haber llegado a oír.
Stark, que continuaba regando las plantas tranquilamente, se levantó y miró con cierto desagrado a la elfa. Después sonrió.
- ¡Edén! – dijo saludando con simpleza. – No te había oído. – dijo dejando la regadera a un lado. – Bonita noche. ¿No es verdad? – Amplió la sonrisa, cosa que propició la aparición de un tick en el ojo derecho de la elfa. - ¿Qué te trae por aquí? He oído que tienes una posada o algo así. – Mencionó bostezando, estirando ambos brazos por encima de su cabeza.
- ¡¿Y tú sigues con… con… !? – La mujer se pensó detenidamente que decir, después sacudió la cabeza centrándose en lo que verdaderamente quería decirle. - ¡Sé que tramas algo! – Le dijo, señalándole acusadoramente. – Siempre tramas algo, humano. – Le dijo a continuación.
- ¿Yo? – Se señaló a sí mismo. - ¿Tramar algo? – Negó con la cabeza. – Me confundes querida Rosa. – Señaló a la mujer. – ¡Lo único que tramo es una atención al cliente sin precedentes, comida de primera calidad y las mejores camas de la encrucijada! – Eusebio dijo aquello con tanta efusividad que algunos de los clientes de Rosa aplaudieron entre susurros.
Lyn, por su parte, dejó escapar un “Woooh”, realmente estaba disfrutando aquello.
- ¡Pues yo tengo! – Rosa se señaló con el pulgar - ¡Yo tengo…! – Miró a sus clientes frenéticamente, sus ojos se detuvieron cuando analizaron a Eltrant. - ¡Pollo! – Señaló el muslo que el castaño mordisqueaba de vez en cuando, a quien todos se quedaron mirando durante varios segundos, esperando que dijese algo.
- El pollo… es bueno. – Comentó al final, al cabo de unos segundos, levantando el muslo tímidamente.
- ¡Bah! – Eusebio dio un aspaviento. – Un mercenario bruto, sin gusto culinario alguno. ¡He visto mesas más inteligentes! – Gritó, Lyn estalló en carcajadas. - ¡Mesas! – Agregó cruzándose de brazos, mirando a Eltrant con el mismo desprecio con el que había mirado a Rosa.
- Yo… yo solo quiero comer tranquilo… -
- ¡Tú eres quien no sabe nada, Euse-! ¡Digo! ¡Humano! – Comentó Rosa de vuelta, avanzado un par de pasos hacía el hombre con las manos en las caderas. - ¡Voy a hundirte el negocio! ¡Yo estaba aquí antes! – Exclamó.
- ¡Já! – Respondió el hombre – ¡Si tienes clientes es por qué mi posada está llena! – Respondió, antes de dar por finalizada la conversación e internándose de vuelta en su local, junto a los pocos de sus clientes que habían salido atraídos por el ruido.
Dejando escapar varios improperios, la mujer también volvió a su posada.
Eltrant, terminándose el muslo de pollo, dejó caer el hueso a un lado y volvió al lugar en el que se hospedaban junto a Lyn dejando escapar un largo suspiro. Pensaba que Dundarak había sido lo más intenso que había vivido últimamente, era evidente que no iban a dejarle descansar por mucho que quisiese.
- ¿Podremos dormir algo? –
- ¿Quieres jugar a las cartas? –
La encrucijada descansaba.
A pesar de las peleas, de los ruidos.
Por las noches siempre parecía lo hacía.
No obstante, en aquel momento, algo acechaba en las sombras; en los arboles de alrededor.
Una señal, en mitad de la calzada, indicaba que hacia el norte se encontraba el camino que llevaba a Ulmer y, por extensión, a Dundarak, y que hacía el sur se encontraba Verisar y el conjunto de ciudades de la península.
No era un lugar increíblemente transitado, pero tampoco pasaba los días desierto. Mercaderes y viajeros cruzaban la encrucijada de cuando en cuando, uno cada varias horas, aproximadamente.
Era por esto último por lo que había aparecido una posada en el lugar, por necesidad. Lo extraño había sido, no obstante, que otro edificio prácticamente idéntico había aparecido poco después justo frente a este.
Dos posadas, una frente a la otra.
Eltrant y Lyn se hospedaban en la que se encontraba más al norte. Era relativamente acogedora, regentada por una mujer que podría haber pasado perfectamente por una noble de Lunargenta, tanto por su forma de hablar como sus manierismos.
- Mírale… - dijo la dueña del local, tras la barra, oteando por una ventana desde la cual veía su competencia directa en su máximo esplendor. – ¿Qué tramas Stark? – Rosa levantó la mano derecha, la misma con la que en aquel momento sujetaba una botella de vino, y la agitó enfurecida. - ¿¡Qué tramas?! – Los pocos clientes del local de Rosa se giraron hacía la rubia de amplio pecho sin saber exactamente cómo reaccionar.
- Creo que ha salido a regar las plantas. – Comentó Lyn, casualmente, mirando divertida la reacción de la mujer. – Es raro que riegue de noche, pero eh, cada uno tiene sus costumbres. – dijo a continuación, desviando su atención hacía Eltrant, que estaba demasiado ocupado metiéndose un trozo de filete obscenamente grande en la boca.
- ¿Qué fijdes? – Pronunció el castaño, que no prestaba atención a las palabras de la posadera y continuaba comiendo. - No te metas en líos. – Le dijo después de tragar, momento en el que se dio un par de golpecitos en el pecho y le dio un largo trago a la jarra que tenía a su derecha.
- Que poca confianza tienes en mí. – Musitó Lyn, jugueteando con su flequillo, desviando la mirada. Cosa a lo que Eltrant simplemente respondió asistiendo, pues acababa de morder la hogaza de pan que le habían ofrecido con la comida. – Acabamos de llegar… - Le dijo la ojiazul. – No nos ha dado tiempo ni a ver las habitaciones y… -
- ¡Míralo! – Rosa tiró la botella a un lado, aparentemente furiosa, y, a paso firme, se dirigió hacia la salida. - ¡Si es que lo sabía! – Exclamó haciendo aspavientos, cuidándose con que su vestido no se enredaba con ninguna de las mesas. - ¡Voy a averigüar que está haciendo! – Agregó más enfadada, cosa que no parecía ser del todo posible.
Frunciendo el ceño, sin soltar el muslo de pollo que tenía en la mano en aquel momento, Eltrant siguió a la mujer con la mirada y Lyn, por su parte, se levantó de su asiento y la siguió personalmente.
Algo que obligó a que Eltrant hiciese lo mismo.
- No nos deberíamos meter en lo que no nos incumbe… - dijo el errante suspirando.
- No eres quien para hablar de eso. – Respondió Lyn dejando escapar una risita.
Una vez en el exterior el castaño comprobó que él y Lyn no habían sido los únicos en seguir a la elfa, también había allí varios de sus clientes y el tipo al que, muy probablemente, Rosa Edén pagaba para mantener la seguridad de su posada.
- ¡Eusebio Stark! – Gritó, bajando ambas manos hasta la cintura. - ¡Stark! – El hombre continuó regando casualmente, como si no escuchase a Rosa. - ¡Qué no me ignores, sucio humano! – Exclamó, dando varios saltitos en el sitio en el que estaba, perdiendo la paciencia, alcanzando un tono de voz que probablemente solo Asher y sus congéneres podrían haber llegado a oír.
Stark, que continuaba regando las plantas tranquilamente, se levantó y miró con cierto desagrado a la elfa. Después sonrió.
- ¡Edén! – dijo saludando con simpleza. – No te había oído. – dijo dejando la regadera a un lado. – Bonita noche. ¿No es verdad? – Amplió la sonrisa, cosa que propició la aparición de un tick en el ojo derecho de la elfa. - ¿Qué te trae por aquí? He oído que tienes una posada o algo así. – Mencionó bostezando, estirando ambos brazos por encima de su cabeza.
- ¡¿Y tú sigues con… con… !? – La mujer se pensó detenidamente que decir, después sacudió la cabeza centrándose en lo que verdaderamente quería decirle. - ¡Sé que tramas algo! – Le dijo, señalándole acusadoramente. – Siempre tramas algo, humano. – Le dijo a continuación.
- ¿Yo? – Se señaló a sí mismo. - ¿Tramar algo? – Negó con la cabeza. – Me confundes querida Rosa. – Señaló a la mujer. – ¡Lo único que tramo es una atención al cliente sin precedentes, comida de primera calidad y las mejores camas de la encrucijada! – Eusebio dijo aquello con tanta efusividad que algunos de los clientes de Rosa aplaudieron entre susurros.
Lyn, por su parte, dejó escapar un “Woooh”, realmente estaba disfrutando aquello.
- ¡Pues yo tengo! – Rosa se señaló con el pulgar - ¡Yo tengo…! – Miró a sus clientes frenéticamente, sus ojos se detuvieron cuando analizaron a Eltrant. - ¡Pollo! – Señaló el muslo que el castaño mordisqueaba de vez en cuando, a quien todos se quedaron mirando durante varios segundos, esperando que dijese algo.
- El pollo… es bueno. – Comentó al final, al cabo de unos segundos, levantando el muslo tímidamente.
- ¡Bah! – Eusebio dio un aspaviento. – Un mercenario bruto, sin gusto culinario alguno. ¡He visto mesas más inteligentes! – Gritó, Lyn estalló en carcajadas. - ¡Mesas! – Agregó cruzándose de brazos, mirando a Eltrant con el mismo desprecio con el que había mirado a Rosa.
- Yo… yo solo quiero comer tranquilo… -
- ¡Tú eres quien no sabe nada, Euse-! ¡Digo! ¡Humano! – Comentó Rosa de vuelta, avanzado un par de pasos hacía el hombre con las manos en las caderas. - ¡Voy a hundirte el negocio! ¡Yo estaba aquí antes! – Exclamó.
- ¡Já! – Respondió el hombre – ¡Si tienes clientes es por qué mi posada está llena! – Respondió, antes de dar por finalizada la conversación e internándose de vuelta en su local, junto a los pocos de sus clientes que habían salido atraídos por el ruido.
Dejando escapar varios improperios, la mujer también volvió a su posada.
Eltrant, terminándose el muslo de pollo, dejó caer el hueso a un lado y volvió al lugar en el que se hospedaban junto a Lyn dejando escapar un largo suspiro. Pensaba que Dundarak había sido lo más intenso que había vivido últimamente, era evidente que no iban a dejarle descansar por mucho que quisiese.
- ¿Podremos dormir algo? –
- ¿Quieres jugar a las cartas? –
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La encrucijada descansaba.
A pesar de las peleas, de los ruidos.
Por las noches siempre parecía lo hacía.
No obstante, en aquel momento, algo acechaba en las sombras; en los arboles de alrededor.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Cuando hacía memoria, habían pasado años desde la última vez que viajó por estos bosques hacia el norte sin que Ulmer fuera nada más que un latente potencial. Las nuevas rutas comerciales la mareaban cuando debía hacer trabajos de proteger mercancía o ir de un lugar a otro. Se sentía, precisamente, como esos abuelos roñosos que se quejan todo el día de la juventud, de que todo antes era mejor, que en sus tiempos no habían Bios para hacer los trabajos pesados (bueno, si, pero ese no es el punto).
En un día cualquiera, nuestra hermosa, fuerte y valiente Alexandra, decidió marchar hacia tierras más necesitadas de mercenarios o trabajadores. Había tenido unos trabajos en Vulwulfar y otros en Lunargenta, pero algunos de ellos terminaron con sus compañeros dejandola sola o con sus trabajos en fracasos. Eso ocasionó que apenas tuviera el dinero suficiente para moverse dentro de las ciudades. Y cuando no era posible conseguir buenos trabajos, siempre estaba la opción de vagar por el mundo para buscar algo qué hacer.
Solo esperaba no tener que trabajar de mucama o algo así.
Comenzó a caminar hacia el norte, solo con algunas pertenencias encima de ella: su fiel lanza, algunas manzanas y algo de queso que adquirió por bajar un gato de un árbol. Gracias a esos dos alimentos, su viaje pudo mantenerse firme y sereno. El problema es que eso solo le duró hasta la hora de almuerzo, y Alexandra era una persona cuyo humor viajaba en una curva muy amigablemente cercana a la de su saciedad. Y cuando la curva de saciedad comenzaba a viajar hacia el suelo, la curva de humor aceleraba en modo suicida a acompañar a su amiga.
Así que con el suicido de ambas, la noche fue muy dura para nuestra hermosa Alexandra. Siguió caminando sin problemas gracias a su visión, pero sentía que quería enterrarle su lanza a una vaca o a un animal así, comerse una pierna, asar el resto y dormir como una persona realizada en la vida. El problema… es que no era cazadora, nunca desarrolló talentos de caza y cada intento que realizó de cazar brambos terminó en fracaso. Las frutas de los árboles del camino apenas podían saciarla algunos segundos antes que volviera a sentirse malhumorada.
Fue entonces cuando escuchó esas palabras mágicas y sabrosas, aquellas que levantaron sus orejas y la hicieron prestar atención a la situación que estaba delante de ella.
- ¡Pollo!
De solo pensar en su sabor, la mujer apenas podía controlar la saliva que comenzaba a nacer de su boca. Su lengua comenzaba a imaginarse los sabores mientras su mandíbula parecía prepararse para sentir la textura siendo rasgada cientos de veces. ¿Qué condimentos tendría? ¿La gallina acaso había sido criada con comida natural o aquella harina de pescado que se volvió tan popular?
Probablemente le dio cierta impresión a más de uno, siendo más alta que el resto, su expresión de querer asaltar la presa del joven mercenario no pasaba muy desapercibida. Afortunadamente (para ella), todavía tenía cierto control sobre sus actos, pero dudaba que eso pudiera continuar por más minutos de los que tenía.
Nuestra hermosa Alexandra entró a la posada norte, donde la dueña había entrado, cuando la gente comenzó a entrar. Casi por accidente, cuando entró y se sentó en una de las mesas, quedó cerca del joven mercenario y modelo de pollos, por lo que, cuando notó que estaba cerca, lo miró a los ojos y, con una mezcla de calma y expectativa, le habló.
- … confiarré en uzted y en zu ze crriterrio de polloz.
Una carga más para el pobre Eltrant.
Cuando llegó la mujer a atender a la nueva clienta, no tardó en encontrarse con una mujer de pocas palabras y mucho apetito. Antes que pudiera siquiera decir alguna palabra, ya tenía conocimiento de las intenciones de la joven bien claras.
- Pollo. Doz ze prrezaz – dejó el dinero ordenado en una pequeña e improvisada torre.
Pronto se quitó el sombrero de su lugar, mostrando los cabellos plateados de la joven. Si fuera en una situación normal, la gente podría fijarse en los hermosos y delicados tratos físicos que poseía. Su pelaje se encontraba muy bien cuidado, más que muchos hombre-bestia, su fino hocico demostraba su feminidad natural y podía notarse cómo era de delgada en su cuello. Sus orejas también eran otro detalle, los cuales daban ganas de tocar y sentir su algodonada textura.
Todo eso se podría haber notado, pero su humor peligrosamente bajo, su ansiedad que se notaba hasta en el pie que subía y bajaba bajo la mesa, el cómo movía sus dedos intentando calmarse para luego las manos ser cerradas en puños y golpearse entre si levemente… todo eso más bien daban la impresión de que su ansiedad la dominaba.
En un día cualquiera, nuestra hermosa, fuerte y valiente Alexandra, decidió marchar hacia tierras más necesitadas de mercenarios o trabajadores. Había tenido unos trabajos en Vulwulfar y otros en Lunargenta, pero algunos de ellos terminaron con sus compañeros dejandola sola o con sus trabajos en fracasos. Eso ocasionó que apenas tuviera el dinero suficiente para moverse dentro de las ciudades. Y cuando no era posible conseguir buenos trabajos, siempre estaba la opción de vagar por el mundo para buscar algo qué hacer.
Solo esperaba no tener que trabajar de mucama o algo así.
Comenzó a caminar hacia el norte, solo con algunas pertenencias encima de ella: su fiel lanza, algunas manzanas y algo de queso que adquirió por bajar un gato de un árbol. Gracias a esos dos alimentos, su viaje pudo mantenerse firme y sereno. El problema es que eso solo le duró hasta la hora de almuerzo, y Alexandra era una persona cuyo humor viajaba en una curva muy amigablemente cercana a la de su saciedad. Y cuando la curva de saciedad comenzaba a viajar hacia el suelo, la curva de humor aceleraba en modo suicida a acompañar a su amiga.
Así que con el suicido de ambas, la noche fue muy dura para nuestra hermosa Alexandra. Siguió caminando sin problemas gracias a su visión, pero sentía que quería enterrarle su lanza a una vaca o a un animal así, comerse una pierna, asar el resto y dormir como una persona realizada en la vida. El problema… es que no era cazadora, nunca desarrolló talentos de caza y cada intento que realizó de cazar brambos terminó en fracaso. Las frutas de los árboles del camino apenas podían saciarla algunos segundos antes que volviera a sentirse malhumorada.
Fue entonces cuando escuchó esas palabras mágicas y sabrosas, aquellas que levantaron sus orejas y la hicieron prestar atención a la situación que estaba delante de ella.
- ¡Pollo!
De solo pensar en su sabor, la mujer apenas podía controlar la saliva que comenzaba a nacer de su boca. Su lengua comenzaba a imaginarse los sabores mientras su mandíbula parecía prepararse para sentir la textura siendo rasgada cientos de veces. ¿Qué condimentos tendría? ¿La gallina acaso había sido criada con comida natural o aquella harina de pescado que se volvió tan popular?
Probablemente le dio cierta impresión a más de uno, siendo más alta que el resto, su expresión de querer asaltar la presa del joven mercenario no pasaba muy desapercibida. Afortunadamente (para ella), todavía tenía cierto control sobre sus actos, pero dudaba que eso pudiera continuar por más minutos de los que tenía.
Nuestra hermosa Alexandra entró a la posada norte, donde la dueña había entrado, cuando la gente comenzó a entrar. Casi por accidente, cuando entró y se sentó en una de las mesas, quedó cerca del joven mercenario y modelo de pollos, por lo que, cuando notó que estaba cerca, lo miró a los ojos y, con una mezcla de calma y expectativa, le habló.
- … confiarré en uzted y en zu ze crriterrio de polloz.
Una carga más para el pobre Eltrant.
Cuando llegó la mujer a atender a la nueva clienta, no tardó en encontrarse con una mujer de pocas palabras y mucho apetito. Antes que pudiera siquiera decir alguna palabra, ya tenía conocimiento de las intenciones de la joven bien claras.
- Pollo. Doz ze prrezaz – dejó el dinero ordenado en una pequeña e improvisada torre.
Pronto se quitó el sombrero de su lugar, mostrando los cabellos plateados de la joven. Si fuera en una situación normal, la gente podría fijarse en los hermosos y delicados tratos físicos que poseía. Su pelaje se encontraba muy bien cuidado, más que muchos hombre-bestia, su fino hocico demostraba su feminidad natural y podía notarse cómo era de delgada en su cuello. Sus orejas también eran otro detalle, los cuales daban ganas de tocar y sentir su algodonada textura.
Todo eso se podría haber notado, pero su humor peligrosamente bajo, su ansiedad que se notaba hasta en el pie que subía y bajaba bajo la mesa, el cómo movía sus dedos intentando calmarse para luego las manos ser cerradas en puños y golpearse entre si levemente… todo eso más bien daban la impresión de que su ansiedad la dominaba.
Alexandra Whiskers
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Era raro ver a Helena viajar sola. Normalmente, si se iba de Ciudad Lagarto era expresamente por un objetivo que el virrey le hubiere encargado, pero en este caso era diferente. Simplemente quiso desaparecer unos días de la ciudad, y despejar su mente de lo que pasó la semana anterior; el intento de asesinato de Matthew Owens.
Así llegó al lugar conocido como "La Encrucijada", en los Reinos del Este, cerca de Ulmer; tierra de licántropos. Le daba igual dónde estar, mientras que tuviera un techo, una cama cómoda y algo de comida para pasar los días que tuviese que estar lejos de su "hogar".
Se encontraba en la posada en la posada norte, cerca de la barra donde se atendía a los clientes que tan solo buscasen algo de aperitivo o una bebida, en el caso de la bruja, la segunda opción era la suya. Agarraba con una mano una jarra de cerveza llena hasta la mitad y con marcas de espuma por el vaso, marcando el recorrido que la bebida hacía cada vez que la Rhodes tomaba un trago.
Estaba absorta en sus pensamientos, con la mirada perdida. De pronto, una voz en alto la sacó de su ensimismamiento. Era la propietaria de la posada, que vociferaba como una loca cosas que la bruja no entendía del todo. No le pillaba el sentido a las frases, ya que no había estado atenta, pero lo poco que pudo captar era que alguien la estaba molestando con algo.
Frunció el ceño. No le gustaba que la paz se perturbara a su alrededor cuando la cosa ni siquiera iba con ella. Pudo ver cómo bastante gente, liderada por dicha tabernera elfa, salían afuera. Acto seguido, con la jarra aún agarrada, se volteó en su taburete y centró su atención en la ventana más próxima a la puerta, por la cual se podía ver toda la escena que había montada. Habían muchas voces y murmullos que no podía llegar a discernir debido a la distancia, pero sin duda no se trataba de un intercambio de palabras amables, y la mujer la tomó con un hombre que estaba justo en la posada contraria.
"Peleas por competencia", pensó. Nada que la incumbiese.
Cuando la discusión acabó, la mujer volvió a entrar en la posada, y tras de sí, todos aquellos que habían salido para curiosear.
¿A qué había venido montar aquella escena? ¿Acaso había algo más escondido que simple "competencia"? En cierta forma, le molestaba. No había ido allí para escuchar gritos por doquier, sino para relajarse y descansar. En todo momento, una discreta y reprobatoria mirada por parte de la bruja siguió a la elfa.
Pudo ver cómo se acercaba a una clienta nueva que había entrado. Era una mujer bestia bastante peculiar, y bien acicalada para lo que estaba acostumbrada a ver. Tampoco es que los hombres bestia de Ciudad Lagarto fuesen ningún ejemplo a seguir en cuanto a aspecto y forma de actuar, pero sin duda, aquella presencia de esta le impresionó. También desvió la mirada a la mesa contigua a la de aquella mujer bestia, en la cual se encontraban una chica joven de ojos azules y un hombre castaño. En cuanto cruzó la mirada con este último, frunció el ceño y le dedicó una mirada tosca. Acto seguido, dejó de prestar atención a la gente del lugar y bebió el último gran sorbo de su jarra, para así dejarla con cierta fuerza en la barra, haciendo que el golpe sonara y fuese notable.
Suspiró.
-Creo que me voy a ir ya a dormir...-Susurró en voz alta para sí
Así llegó al lugar conocido como "La Encrucijada", en los Reinos del Este, cerca de Ulmer; tierra de licántropos. Le daba igual dónde estar, mientras que tuviera un techo, una cama cómoda y algo de comida para pasar los días que tuviese que estar lejos de su "hogar".
Se encontraba en la posada en la posada norte, cerca de la barra donde se atendía a los clientes que tan solo buscasen algo de aperitivo o una bebida, en el caso de la bruja, la segunda opción era la suya. Agarraba con una mano una jarra de cerveza llena hasta la mitad y con marcas de espuma por el vaso, marcando el recorrido que la bebida hacía cada vez que la Rhodes tomaba un trago.
Estaba absorta en sus pensamientos, con la mirada perdida. De pronto, una voz en alto la sacó de su ensimismamiento. Era la propietaria de la posada, que vociferaba como una loca cosas que la bruja no entendía del todo. No le pillaba el sentido a las frases, ya que no había estado atenta, pero lo poco que pudo captar era que alguien la estaba molestando con algo.
Frunció el ceño. No le gustaba que la paz se perturbara a su alrededor cuando la cosa ni siquiera iba con ella. Pudo ver cómo bastante gente, liderada por dicha tabernera elfa, salían afuera. Acto seguido, con la jarra aún agarrada, se volteó en su taburete y centró su atención en la ventana más próxima a la puerta, por la cual se podía ver toda la escena que había montada. Habían muchas voces y murmullos que no podía llegar a discernir debido a la distancia, pero sin duda no se trataba de un intercambio de palabras amables, y la mujer la tomó con un hombre que estaba justo en la posada contraria.
"Peleas por competencia", pensó. Nada que la incumbiese.
Cuando la discusión acabó, la mujer volvió a entrar en la posada, y tras de sí, todos aquellos que habían salido para curiosear.
¿A qué había venido montar aquella escena? ¿Acaso había algo más escondido que simple "competencia"? En cierta forma, le molestaba. No había ido allí para escuchar gritos por doquier, sino para relajarse y descansar. En todo momento, una discreta y reprobatoria mirada por parte de la bruja siguió a la elfa.
Pudo ver cómo se acercaba a una clienta nueva que había entrado. Era una mujer bestia bastante peculiar, y bien acicalada para lo que estaba acostumbrada a ver. Tampoco es que los hombres bestia de Ciudad Lagarto fuesen ningún ejemplo a seguir en cuanto a aspecto y forma de actuar, pero sin duda, aquella presencia de esta le impresionó. También desvió la mirada a la mesa contigua a la de aquella mujer bestia, en la cual se encontraban una chica joven de ojos azules y un hombre castaño. En cuanto cruzó la mirada con este último, frunció el ceño y le dedicó una mirada tosca. Acto seguido, dejó de prestar atención a la gente del lugar y bebió el último gran sorbo de su jarra, para así dejarla con cierta fuerza en la barra, haciendo que el golpe sonara y fuese notable.
Suspiró.
-Creo que me voy a ir ya a dormir...-Susurró en voz alta para sí
Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Sonrió a la recién llegada, alzando tímidamente la jarra.
Era… ¿Una mujer-bestia? No se parecía a ninguno que hubiese visto antes, aunque quizás fuese en parte can o algún tipo de roedor que no terminaba de identificar. El fuerte acento que poseía delataba, no obstante, que no era de la zona.
Fuese como fuese, parecía nerviosa, por lo que decidió no agobiarla más de lo necesario y dejarla cenar tranquila, cosa que Lyn no pareció compartir pues, tras saludar a la mujer efusivamente desde su silla se encargó de acercarse a ella.
- ¿¡Cómo te llamas!? – Preguntó la vampiresa acercándose algo más a la mujer, lo suficiente como para que esta se percatase de su presencia aun si no quería.
A pesar de su jovialidad característica se mantuvo, no obstante, a una distancia prudente de la desconocida para ocultar que al caer la noche se volvía intangible debido a la curiosa maldición que poseía.
No quería que nadie la atravesase al alargar la mano; principalmente por las explicaciones que conllevaban a aquella acción. Si los vampiros ya eran odiados de por sí desde lo de Lunargenta uno que era intocable levantaba aún más sospechas.
- ¡Siéntate con nosotros! – Afirmó a continuación - ¡Vamos! ¡No seas tímida! – Insistió, indicándole con un gesto que se sentase en una de las dos sillas vacías que había junto a ellos.
- No seas pesada, Lyn. – dijo Eltrant a su compañera dejando escapar un suspiro. – Perdónala, es muy... así – Dijo Eltrant, sonriendo, viendo como la camarera traía los platos para la mujer y, después, se llevaba los que él tenía delante.
Si tanto Lyn como la desconocida llegaron a responderle no se enteró, pues no tardó en captar los ojos de una mujer rubia que le miraba desde la barra. La expresión de esta no tardó en desvelarle que la presencia del castaño no era precisamente de su agrado.
Frunció levemente el ceño, extrañado.
¿La conocía de algo?
Por su aspecto parecía… noble. Vestía bien, ropas aparentemente caras y cuidadas, así como su piel era palida, digna de los barrios altos de cualquier ciudad importante. Había conocido a muchas personas adineradas y aquella posada, por muy acogedora que fuese, no era precisamente conocida por su trato a personas de alta alcurnia. Le pareció extraño que estuviese allí bebiendo sola, a simple vista no parecía una viajera… pero no podía juzgar a nadie por su aspecto.
Justo en ese momento, cuando iba a saludar a aquella mujer, la puerta de la posada se abrió de par en par.
Una silueta, en un principio apenas visible debido a la oscuridad del exterior, se tambaleó hasta el interior de la posada y se desveló a sí mismo como un hombre de mediana edad, un granjero por sus ropajes.
Estaba cubierto de sangre, tanta que era imposible adivinar si era suya o de otra persona.
- Oscuridad… - dijo cayendo de rodillas, ante una multitud de miradas de sorpresa, salpicando a las mesas cercanas. – Estamos rodeados… el bosque… se acerca… - Fue lo último que dijo antes de desplomarse completamente frente a los presentes. – …la encrucijada… - Susurró, instantes antes de callarse definitivamente.
Ninguno de los presentes parecía saber qué hacer, todos se miraban los unos a los otros, murmurando; Eltrant compartió una larga mirada de circunstancia con Lyn e instintivamente se aseguró de que las correas de su armadura estaban bien atadas.
¿Estaban rodeados de oscuridad?
Lo primero en lo que pensó Eltrant fue vampiros. ¿Era posible que hubiese algunos por la zona? Pero de darse el caso… Lyn los habría… percibido, y esta estaba tan sorprendida como él mismo.
¿Qué acababa de pasar?
Rosa Edén, la dueña del local, estaba tan pálida que podría haber pasado por una vampiresa en aquel momento. La mujer salió a toda prisa al exterior sorteando el cadáver y, sin decirle nada a nadie, todos pudieron ver a través de las ventanas como se internaba en la posada rival.
Tras ver esto algunos de los presentes se fueron a sus habitaciones, temerosos de lo que podía pasarles si salían al exterior y trataban de marcharse a aquellas horas de la noche.
Comprensible, de hecho, era lo que él mismo les habría aconsejado.
Tras lanzar una rápida mirada a la mujer-bestia e indicar a Lyn que se quedase dónde estaba Eltrant se agachó junto al cadáver: como era evidente para todos, la sangre procedía de sus propias heridas.
Pero lo extraño eran los cortes.
Tenía una infinidad de ellos, en todo su cuerpo; Se habían ensañado con aquel tipo.
Él y sus hermanos solo conocían una única cosa desde hacía incontables lunas.
Otro pequeño faro de luz en la oscuridad de la noche.
Dos casitas separadas por un camino.
Tenían que pagar por lo que habían recibido.
Con sangre.
Era… ¿Una mujer-bestia? No se parecía a ninguno que hubiese visto antes, aunque quizás fuese en parte can o algún tipo de roedor que no terminaba de identificar. El fuerte acento que poseía delataba, no obstante, que no era de la zona.
Fuese como fuese, parecía nerviosa, por lo que decidió no agobiarla más de lo necesario y dejarla cenar tranquila, cosa que Lyn no pareció compartir pues, tras saludar a la mujer efusivamente desde su silla se encargó de acercarse a ella.
- ¿¡Cómo te llamas!? – Preguntó la vampiresa acercándose algo más a la mujer, lo suficiente como para que esta se percatase de su presencia aun si no quería.
A pesar de su jovialidad característica se mantuvo, no obstante, a una distancia prudente de la desconocida para ocultar que al caer la noche se volvía intangible debido a la curiosa maldición que poseía.
No quería que nadie la atravesase al alargar la mano; principalmente por las explicaciones que conllevaban a aquella acción. Si los vampiros ya eran odiados de por sí desde lo de Lunargenta uno que era intocable levantaba aún más sospechas.
- ¡Siéntate con nosotros! – Afirmó a continuación - ¡Vamos! ¡No seas tímida! – Insistió, indicándole con un gesto que se sentase en una de las dos sillas vacías que había junto a ellos.
- No seas pesada, Lyn. – dijo Eltrant a su compañera dejando escapar un suspiro. – Perdónala, es muy... así – Dijo Eltrant, sonriendo, viendo como la camarera traía los platos para la mujer y, después, se llevaba los que él tenía delante.
Si tanto Lyn como la desconocida llegaron a responderle no se enteró, pues no tardó en captar los ojos de una mujer rubia que le miraba desde la barra. La expresión de esta no tardó en desvelarle que la presencia del castaño no era precisamente de su agrado.
Frunció levemente el ceño, extrañado.
¿La conocía de algo?
Por su aspecto parecía… noble. Vestía bien, ropas aparentemente caras y cuidadas, así como su piel era palida, digna de los barrios altos de cualquier ciudad importante. Había conocido a muchas personas adineradas y aquella posada, por muy acogedora que fuese, no era precisamente conocida por su trato a personas de alta alcurnia. Le pareció extraño que estuviese allí bebiendo sola, a simple vista no parecía una viajera… pero no podía juzgar a nadie por su aspecto.
Justo en ese momento, cuando iba a saludar a aquella mujer, la puerta de la posada se abrió de par en par.
Una silueta, en un principio apenas visible debido a la oscuridad del exterior, se tambaleó hasta el interior de la posada y se desveló a sí mismo como un hombre de mediana edad, un granjero por sus ropajes.
Estaba cubierto de sangre, tanta que era imposible adivinar si era suya o de otra persona.
- Oscuridad… - dijo cayendo de rodillas, ante una multitud de miradas de sorpresa, salpicando a las mesas cercanas. – Estamos rodeados… el bosque… se acerca… - Fue lo último que dijo antes de desplomarse completamente frente a los presentes. – …la encrucijada… - Susurró, instantes antes de callarse definitivamente.
Ninguno de los presentes parecía saber qué hacer, todos se miraban los unos a los otros, murmurando; Eltrant compartió una larga mirada de circunstancia con Lyn e instintivamente se aseguró de que las correas de su armadura estaban bien atadas.
¿Estaban rodeados de oscuridad?
Lo primero en lo que pensó Eltrant fue vampiros. ¿Era posible que hubiese algunos por la zona? Pero de darse el caso… Lyn los habría… percibido, y esta estaba tan sorprendida como él mismo.
¿Qué acababa de pasar?
Rosa Edén, la dueña del local, estaba tan pálida que podría haber pasado por una vampiresa en aquel momento. La mujer salió a toda prisa al exterior sorteando el cadáver y, sin decirle nada a nadie, todos pudieron ver a través de las ventanas como se internaba en la posada rival.
Tras ver esto algunos de los presentes se fueron a sus habitaciones, temerosos de lo que podía pasarles si salían al exterior y trataban de marcharse a aquellas horas de la noche.
Comprensible, de hecho, era lo que él mismo les habría aconsejado.
Tras lanzar una rápida mirada a la mujer-bestia e indicar a Lyn que se quedase dónde estaba Eltrant se agachó junto al cadáver: como era evidente para todos, la sangre procedía de sus propias heridas.
Pero lo extraño eran los cortes.
Tenía una infinidad de ellos, en todo su cuerpo; Se habían ensañado con aquel tipo.
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Él y sus hermanos solo conocían una única cosa desde hacía incontables lunas.
Otro pequeño faro de luz en la oscuridad de la noche.
Dos casitas separadas por un camino.
Tenían que pagar por lo que habían recibido.
Con sangre.
Eltrant Tale
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
El hambre cambia mucho las circunstancias de una persona. En algún tiempo pasado, la mujer hubiera ignorado completamente las palabras de la vampiresa, aunque no por una mala voluntad sino por no pensar que le conversaba a ella. Después de todo, no se consideraba lo suficiente interesante como para que otros comenzaran a hablarle de la nada. Más el repentino saludo que salió la hizo saltar muy ligeramente de su silla por el susto. Era normal que, para los animales hambrientos, sus sentidos estuvieran más potenciados para encontrar posibles presas. Es por eso que el llamado pudo sentirlo como si lo hubiera hecho pegada a su oído.
Lentamente se dio vuelta, mostrando una cara de cansancio equivalente a si fuera una atea siendo sermoneada por un obispo sermoneando por un dios que no le interesaba conocer. Lo peor es que el golpe de la jarra de otra clienta hizo que hiciera otro pequeño leve salto que la mostró más despierta al inicio, pero apenas pasó el susto volvió a ser la cara cansada de antes.
- Uh… mi ze nombrre ez Alexandra – dijo con cierta incomodidad. No sabía exactamente qué decir, ¿se suponía que debía preguntarle de vuelta por su nombre? Pero eso se daba naturalmente, pensaba. O quizás debía darle la mano, como antes de un combate para desearse buena suerte. Pero eso, además de no pertenecer al contexto adecuado, correspondía más a hombre con hombre, o hombre con mujer si es que esta fuera muy competente físicamente (cosa que era cierta, pero sentía que fallaría en su humildad si lo reconocía). De mujer a mujer correspondía un beso en la mejilla, pero ya tenía la experiencia pasada de que pensaba que ella transmitía enfermedades o algo así.
De tanto pensar que la mujer terminó invitandola a la mesa donde estaban ellos. Aquello la complicó más ya que, además de sentir que le faltaba cumplir un protocolo anterior, ahora otro protocolo se avecinaba. Como decía una antigua novela, “Ser o no ser, he ahí el dilema”. Entonces recordó el incidente que había ocurrido en las afueras de la posada.
Cuando conversaban sobre el pollo, recordó específicamente al sujeto del otro lado y las palabras que denostaban la dignidad de él. Aunque creció bajo el manto de un caballero de Lunargenta, el querer decidir su propio destino la llevó por el camino de los mercenarios. Era cierto que muchos simplemente se vendían al mejor postor, por trabajos que poco importaban si eran inmorales o no. Pero lo cierto es que sentía cierta camaradería hacia otros que llevaban el oficio. Muchos se trataban de gente que necesitaban llevar el plato de comida al final del día, mientras que otros intentaban hacer la diferencia fuera de la indiferencia de la guardia.
Es por eso que decidió sentarse en la misma mesa, extendiendole la mano a Eltrant mientras se disculpaba. Y, curiosamente, recordar lo de la guardia hizo que pudiera zafarse de su dilema original: a modo de saludo, cerró el puño de su mano derecha y la llevó hasta su hombro izquierdo, en un saludo que era muy reminiscente a tiempos pasados de los caballeros de la guardia de Lunargenta, mientras bajaba levemente la cabeza. Lo había visto en otros caballeros para saludar a las mujeres, en uno de los pocos ejemplos aceptables que decidió adoptar (los otros son muy indecorosos para contarlos ahora).
Pero antes que pudiera abrir la boca, o notar cómo su acompañante se perdía ante los ojos de una de las personas que lo veían desde el otro lado de la posada, sus sentidos la paralizaron. Delante de ella se alzaron dos bellezas hechas carne y hueso, perfectamente hechas al punto, con un sabor que incluso podía olerse por la nariz.
Probablemente fue lo mejor para la primera impresión de Alexandra por parte de Eltrant, aunque Lyn tuvo que quedarse viendo cómo la mujer perdió los estribos con la primera presa de pollo. No escatimó en orgullo y modales, tomó con ambas manos, desgarrando la carne tan fácil como si fuera hecha de crema. Pero no quedó ahí, puesto que sus dientes rompieron con fuerza el hueso, como si fuera un montadientes que fácilmente se rompía con la mínima presión.
No quedó rastro de que alguna vez esa presa existió.
Iba por la mitad de la segunda presa, pero cuando sus sentidos volvieron en si y su instinto volvió a hibernar en su cuerpo, se dio cuenta de lo que había pasado. La pérdida de compostura era algo que se tomó muy en serio y con cuidado volvió a colocar lo que quedaba de la segunda presa en el plato, algo avergonzada.
- Lo ziento… no he comido nada dezde haze ze ocho horra y… bueno…
Sabía que no podía arreglar más el asunto, así que se limitó a comer la mitad de presa con la educación que correspondía.
Pronto dejó de importar, puesto que una persona moribunda llegó con un mensaje a la taberna. Cayendo rendido ante la muerte, la reacción de la gente fue inmediata: mientras algunos se encerraban en sus habitaciones, la dueña del lugar salió del lugar para perderse en la otra posada. De pronto, solo quedaron cuatro personas en el lugar, cuatro extranjeros a las circunstancias que se vieron envueltos en algo que no terminaban de entender.
El instinto de la mujer bestia la llevó a colocarse su sombrero de nuevo y agarrar su lanza mientras avanzaba hacia el cadáver. Aunque conocía el arte de la batalla como duelista, estas heridas eran algo que pocas veces había visto, sobre todo con este ensañamiento. Se giró hacia la tercera persona que quedó en esto, una persona rubia de ojos azules, haciéndole una seña para que se acercara al grupo.
- Ez mejorr que ze eztemoz juntoz.
Se quedó pensando en las palabras del tipo. Había dicho “encrucijada”. ¿Acaso ese no era como se le denominaba al cruce? Y el bosque “se acercaba”. Sintió el deseo de salir de la posada para verificar lo que estaba afuera, pero su instinto le decía que era mala idea. Era posible que la causa de la muerte de la persona estuviera afuera a la espera. Quizás esperaba a la dueña de este lugar, o…
De pronto, pensó en por qué había corrido hacia quién parecía su enemigo. Lo lógico hubiera sido averiguar qué lo mató, el por qué y reunir las fuerzas que tenía a mano para enfrentar lo que se avecinaba. Pero ella corrió. El resto se escondió. Si asumía que el resto que estaba en el lugar también venía por primera vez, eso significaba… que solo las personas que se habían quedado por primera vez no habían escapado.
- … ez la prrimerra vez que eztán en ezta ze pozada, ¿no? - apretó un poco más fuerte su lanza, mientras sus sentidos se intensificaban, prestando atención a su alrededor por sonidos que pudieran delatar alguna pista – Tengo la ze imprrezión… de que ezta no ez la prrimerra vez que ocurrre ezto.
Lentamente se dio vuelta, mostrando una cara de cansancio equivalente a si fuera una atea siendo sermoneada por un obispo sermoneando por un dios que no le interesaba conocer. Lo peor es que el golpe de la jarra de otra clienta hizo que hiciera otro pequeño leve salto que la mostró más despierta al inicio, pero apenas pasó el susto volvió a ser la cara cansada de antes.
- Uh… mi ze nombrre ez Alexandra – dijo con cierta incomodidad. No sabía exactamente qué decir, ¿se suponía que debía preguntarle de vuelta por su nombre? Pero eso se daba naturalmente, pensaba. O quizás debía darle la mano, como antes de un combate para desearse buena suerte. Pero eso, además de no pertenecer al contexto adecuado, correspondía más a hombre con hombre, o hombre con mujer si es que esta fuera muy competente físicamente (cosa que era cierta, pero sentía que fallaría en su humildad si lo reconocía). De mujer a mujer correspondía un beso en la mejilla, pero ya tenía la experiencia pasada de que pensaba que ella transmitía enfermedades o algo así.
De tanto pensar que la mujer terminó invitandola a la mesa donde estaban ellos. Aquello la complicó más ya que, además de sentir que le faltaba cumplir un protocolo anterior, ahora otro protocolo se avecinaba. Como decía una antigua novela, “Ser o no ser, he ahí el dilema”. Entonces recordó el incidente que había ocurrido en las afueras de la posada.
Cuando conversaban sobre el pollo, recordó específicamente al sujeto del otro lado y las palabras que denostaban la dignidad de él. Aunque creció bajo el manto de un caballero de Lunargenta, el querer decidir su propio destino la llevó por el camino de los mercenarios. Era cierto que muchos simplemente se vendían al mejor postor, por trabajos que poco importaban si eran inmorales o no. Pero lo cierto es que sentía cierta camaradería hacia otros que llevaban el oficio. Muchos se trataban de gente que necesitaban llevar el plato de comida al final del día, mientras que otros intentaban hacer la diferencia fuera de la indiferencia de la guardia.
Es por eso que decidió sentarse en la misma mesa, extendiendole la mano a Eltrant mientras se disculpaba. Y, curiosamente, recordar lo de la guardia hizo que pudiera zafarse de su dilema original: a modo de saludo, cerró el puño de su mano derecha y la llevó hasta su hombro izquierdo, en un saludo que era muy reminiscente a tiempos pasados de los caballeros de la guardia de Lunargenta, mientras bajaba levemente la cabeza. Lo había visto en otros caballeros para saludar a las mujeres, en uno de los pocos ejemplos aceptables que decidió adoptar (los otros son muy indecorosos para contarlos ahora).
Pero antes que pudiera abrir la boca, o notar cómo su acompañante se perdía ante los ojos de una de las personas que lo veían desde el otro lado de la posada, sus sentidos la paralizaron. Delante de ella se alzaron dos bellezas hechas carne y hueso, perfectamente hechas al punto, con un sabor que incluso podía olerse por la nariz.
Probablemente fue lo mejor para la primera impresión de Alexandra por parte de Eltrant, aunque Lyn tuvo que quedarse viendo cómo la mujer perdió los estribos con la primera presa de pollo. No escatimó en orgullo y modales, tomó con ambas manos, desgarrando la carne tan fácil como si fuera hecha de crema. Pero no quedó ahí, puesto que sus dientes rompieron con fuerza el hueso, como si fuera un montadientes que fácilmente se rompía con la mínima presión.
No quedó rastro de que alguna vez esa presa existió.
Iba por la mitad de la segunda presa, pero cuando sus sentidos volvieron en si y su instinto volvió a hibernar en su cuerpo, se dio cuenta de lo que había pasado. La pérdida de compostura era algo que se tomó muy en serio y con cuidado volvió a colocar lo que quedaba de la segunda presa en el plato, algo avergonzada.
- Lo ziento… no he comido nada dezde haze ze ocho horra y… bueno…
Sabía que no podía arreglar más el asunto, así que se limitó a comer la mitad de presa con la educación que correspondía.
Pronto dejó de importar, puesto que una persona moribunda llegó con un mensaje a la taberna. Cayendo rendido ante la muerte, la reacción de la gente fue inmediata: mientras algunos se encerraban en sus habitaciones, la dueña del lugar salió del lugar para perderse en la otra posada. De pronto, solo quedaron cuatro personas en el lugar, cuatro extranjeros a las circunstancias que se vieron envueltos en algo que no terminaban de entender.
El instinto de la mujer bestia la llevó a colocarse su sombrero de nuevo y agarrar su lanza mientras avanzaba hacia el cadáver. Aunque conocía el arte de la batalla como duelista, estas heridas eran algo que pocas veces había visto, sobre todo con este ensañamiento. Se giró hacia la tercera persona que quedó en esto, una persona rubia de ojos azules, haciéndole una seña para que se acercara al grupo.
- Ez mejorr que ze eztemoz juntoz.
Se quedó pensando en las palabras del tipo. Había dicho “encrucijada”. ¿Acaso ese no era como se le denominaba al cruce? Y el bosque “se acercaba”. Sintió el deseo de salir de la posada para verificar lo que estaba afuera, pero su instinto le decía que era mala idea. Era posible que la causa de la muerte de la persona estuviera afuera a la espera. Quizás esperaba a la dueña de este lugar, o…
De pronto, pensó en por qué había corrido hacia quién parecía su enemigo. Lo lógico hubiera sido averiguar qué lo mató, el por qué y reunir las fuerzas que tenía a mano para enfrentar lo que se avecinaba. Pero ella corrió. El resto se escondió. Si asumía que el resto que estaba en el lugar también venía por primera vez, eso significaba… que solo las personas que se habían quedado por primera vez no habían escapado.
- … ez la prrimerra vez que eztán en ezta ze pozada, ¿no? - apretó un poco más fuerte su lanza, mientras sus sentidos se intensificaban, prestando atención a su alrededor por sonidos que pudieran delatar alguna pista – Tengo la ze imprrezión… de que ezta no ez la prrimerra vez que ocurrre ezto.
Alexandra Whiskers
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Sin más, se levantó, con la intención de subir las escaleras que le conducirían hasta su habitación, la cual había pagado nada más entrar a aquel sitio. Cuando llegó era de día, y ya el sol hacía bastante que se había escondido. Siempre se pegaba demasiadas horas bebiendo en una barra, a solas, y más aún cuando no tenía "nada que hacer". No estaba ebria, pues hacía falta mucho más para que siquiera pillara el "puntillo".
Aquella jornada había acabado, así que no tenía mucho sentido seguir allí abajo por más tiempo... Pero ocurrió un giro dramático en sus planes, y en general, en los acontecimientos que se desarrollaban en el lugar.
Las puertas de la posada se abrieron de forma abrupta, llamando la atención de todo aquel que allí se encontraba. Era un granjero, lleno de sangre. La bruja detuvo su camino, cerca del primer escalón que la conducía hasta la planta superior. No llegó a poner un pie en este. Centró toda su atención, por curiosidad, en el recién llegado.
Este balbuceaba cosas sin sentido, o la menos para ella no lo tenían, ¿Sería algún borracho o bromista de la posada contraria? Era posible, ya que gañanes sobraban en el mundo.
En primera instancia, Helena no le dio mucha importancia, e incluso apoyó una mano en la barandilla con la intención de subir, pero parecía que la cosa iba en serio. La dueña del lugar se fue corriendo, como poseída, afuera de la posada. El resto de clientes, salvo unos pocos que se contaban con los dedos de una mano, se escondieron en donde podían, algunos subieron la escalera, llegando a empujar a la Rhodes. En una situación normal, Helena le habría partido la cara a cualquiera que la hubiera siquiera tocado, pero al ver tanta aglomeración de gente huyendo como animales asustados, el modo de reaccionar le cambió, y se quedó fijamente observando al hombre que había llegado, el cual pareció sucumbir súbitamente.
Allí quedaron el hombre junto a la joven de ojos claros, la mujer-bestia que antes había podido observar y ella misma... Una extraña casualidad. La medio animal le indicó que se acercara, aunque no habría hecho falta tal ofrecimiento, ya que la rubia ya se estaba encaminando hacia donde el cadáver yacía.
Examinó el cuerpo junto al castaño barbado. Tenía demasiado cortes, y parece que lo hicieron sufrir.
-Se han ensañado con él-Dijo-Parece que lo han torturado-Siguió mirando por debajo de la ropa, viendo todas las heridas. No era algo de su agrado ver cosas así, pero tenía que saber a qué se enfrentaban y la causa de tal alboroto-...¿Mercenarios?-Levantó la vista, mirando al hombre. Era la respuesta más lógica.
Suspiró. No podía tener un solo día de descanso, y eso le molestaba en demasía. Si algún mercenario se dignaba a aparecer aquella noche y tuviera la oportunidad de enfrentarse a él, ella descargaría toda su ira y rabia acumuladas por días.
Miró hacia la puerta, que estaba ahora cerrada.
-¿¡Y por qué esa fulana ha salido corriendo a la otra posada!?-Dijo, refiriéndose a la dueña del lugar. Antes parecía querer matar al dueño del edificio contiguo, y ahora se refugiaba en él... ¿Por qué? Entrecerró un poco los ojos, pensando, pero no le encontró respuesta alguna.
La mujer-bestia lanzó una pregunta general. Helena entonces la miró y asintió, poniéndose en pie y sacudiéndose sus negros ropajes de cuero.
-...Pues como vengan a saquear, voy a mandar a esas alimañas de vuelta a su madriguera con el rabo entre las patas-Apretó la mandíbula y se cruzó de brazos, realmente tenía ganas de que eso sucediera. Podría ser una buena terapia para todo lo que llevaba acumulado emocionalmente. Suspiró, el silencio que ahora inundaba la Encrucijada era sepulcral.-Tal vez deberíamos de escondernos y esperar a ver qué pasa. O salir a pedirle explicaciones a la elfa fulana-Desvió su atención a la puerta.-En cualquier caso...-Se detuvo para bajarse la capucha y así tapar gran parte de su rostro-...No dormiré tranquila hasta que no sepa qué mierda ocurre-Acto seguido, se ajustó el brazal en su muñeca izquierda, y con un leve espasmo de muñeca, descubrió la daga que llevaba oculta en esta. Tras asegurarse de que funcionaba, volvió a esconderla y miró a los presentes, para ver qué decidían. No le gustaba trabajar en equipo, pero quizás en esa ocasión era lo más inteligente al tener que enfrentarse a... No sabía ni el qué.
Aquella jornada había acabado, así que no tenía mucho sentido seguir allí abajo por más tiempo... Pero ocurrió un giro dramático en sus planes, y en general, en los acontecimientos que se desarrollaban en el lugar.
Las puertas de la posada se abrieron de forma abrupta, llamando la atención de todo aquel que allí se encontraba. Era un granjero, lleno de sangre. La bruja detuvo su camino, cerca del primer escalón que la conducía hasta la planta superior. No llegó a poner un pie en este. Centró toda su atención, por curiosidad, en el recién llegado.
Este balbuceaba cosas sin sentido, o la menos para ella no lo tenían, ¿Sería algún borracho o bromista de la posada contraria? Era posible, ya que gañanes sobraban en el mundo.
En primera instancia, Helena no le dio mucha importancia, e incluso apoyó una mano en la barandilla con la intención de subir, pero parecía que la cosa iba en serio. La dueña del lugar se fue corriendo, como poseída, afuera de la posada. El resto de clientes, salvo unos pocos que se contaban con los dedos de una mano, se escondieron en donde podían, algunos subieron la escalera, llegando a empujar a la Rhodes. En una situación normal, Helena le habría partido la cara a cualquiera que la hubiera siquiera tocado, pero al ver tanta aglomeración de gente huyendo como animales asustados, el modo de reaccionar le cambió, y se quedó fijamente observando al hombre que había llegado, el cual pareció sucumbir súbitamente.
Allí quedaron el hombre junto a la joven de ojos claros, la mujer-bestia que antes había podido observar y ella misma... Una extraña casualidad. La medio animal le indicó que se acercara, aunque no habría hecho falta tal ofrecimiento, ya que la rubia ya se estaba encaminando hacia donde el cadáver yacía.
Examinó el cuerpo junto al castaño barbado. Tenía demasiado cortes, y parece que lo hicieron sufrir.
-Se han ensañado con él-Dijo-Parece que lo han torturado-Siguió mirando por debajo de la ropa, viendo todas las heridas. No era algo de su agrado ver cosas así, pero tenía que saber a qué se enfrentaban y la causa de tal alboroto-...¿Mercenarios?-Levantó la vista, mirando al hombre. Era la respuesta más lógica.
Suspiró. No podía tener un solo día de descanso, y eso le molestaba en demasía. Si algún mercenario se dignaba a aparecer aquella noche y tuviera la oportunidad de enfrentarse a él, ella descargaría toda su ira y rabia acumuladas por días.
Miró hacia la puerta, que estaba ahora cerrada.
-¿¡Y por qué esa fulana ha salido corriendo a la otra posada!?-Dijo, refiriéndose a la dueña del lugar. Antes parecía querer matar al dueño del edificio contiguo, y ahora se refugiaba en él... ¿Por qué? Entrecerró un poco los ojos, pensando, pero no le encontró respuesta alguna.
La mujer-bestia lanzó una pregunta general. Helena entonces la miró y asintió, poniéndose en pie y sacudiéndose sus negros ropajes de cuero.
-...Pues como vengan a saquear, voy a mandar a esas alimañas de vuelta a su madriguera con el rabo entre las patas-Apretó la mandíbula y se cruzó de brazos, realmente tenía ganas de que eso sucediera. Podría ser una buena terapia para todo lo que llevaba acumulado emocionalmente. Suspiró, el silencio que ahora inundaba la Encrucijada era sepulcral.-Tal vez deberíamos de escondernos y esperar a ver qué pasa. O salir a pedirle explicaciones a la elfa fulana-Desvió su atención a la puerta.-En cualquier caso...-Se detuvo para bajarse la capucha y así tapar gran parte de su rostro-...No dormiré tranquila hasta que no sepa qué mierda ocurre-Acto seguido, se ajustó el brazal en su muñeca izquierda, y con un leve espasmo de muñeca, descubrió la daga que llevaba oculta en esta. Tras asegurarse de que funcionaba, volvió a esconderla y miró a los presentes, para ver qué decidían. No le gustaba trabajar en equipo, pero quizás en esa ocasión era lo más inteligente al tener que enfrentarse a... No sabía ni el qué.
Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
La taberna se quedó vacía.
Solo quedaban, además de él mismo, Lyn, la mujer-bestia y la rubia, quien no tardó en demostrar que estaba lejos de ser una damisela indefensa. Asintió escuetamente a la proposición de la mujer bestia de quedarse juntos y, sin levantarse de dónde estaba, continuó examinando el cadáver.
- No creo que hayan sido mercenarios. – Comentó casualmente, atusándose la barba, pensativo, sin apartar sus ojos del muerto. – Los mercenarios no se ensañan así. – dijo señalando los extraños cortes que cubrían el cadáver. – No normalmente, al menos. – Agregó a continuación, obviando al muerto y levantándose.
No obstante, la rubia tenía razón, era una posibilidad de que fuesen mercenarios. Por cómo había reaccionado la dueña del lugar podía saber algo al respecto; o quizás, simplemente, esta pensase que su “oponente” tenía la culpa de aquello.
- Bueno… - Un silencio sepulcral se había apoderado de la amplia sala en la que se encontraban. – Me llamo Eltrant. – dijo como toda presentación. – Y ella es Lyn – Añadió señalando a la vampiresa, que se había agacho junto al cadáver y lo miraba fijamente.
Probablemente para hablar con él.
El segundo “efecto” de la maldición de la ojiazul era la capacidad para hablar con los muertos. Algo de lo que, a la vampiresa, irónicamente, nunca le apetecía hablar. Cosa que comprendía completamente, Lyn había vivido muchos años y, por lo que él sabía, no quería revivir conversaciones ya terminadas.
Lo único que había conseguido sacarle al respecto era.
“He conocido a mucha gente, Mortal. Y ya me despedí de ellos.”
Aseguró de forma instintiva las correas que mantenían sujeta la armadura a su cuerpo, después tomó sus armas, que descansaban apoyadas en la mesa en la que había cenado, y las ató a su cuerpo como de costumbre.
- Es la primera vez que estamos aquí, sí. – dijo mirando por la ventana, viendo como tanto Rosa como el dueño de la posada de enfrente salían de la misma y se encaminaban hacía dónde se encontraban ellos. – Y también creo que traman algo… - Musito en voz baja, rascándose la barba, sintiendo la presencia de Lyn justo a su lado.
- No ha visto nada. – Le dijo simplemente. – Algo por la espalda, oscuro, que le ha dado alcance por mucho que corría. Nada más. – Eltrant asintió y no ahondó más en la conversación que Lyn podía haber tenido con el muerto.
- ¿Vampiro? - Aquello sonaba realmente a un vampiro… pero Lyn se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
- No lo creo. – dijo simplemente, justo en el momento en el que la pareja de hosteleros entró por la puerta principal y se encontraron ambos, de nuevo, con el granjero sin vida.
Ambos parecían igual de agitados, era evidente que no esperaban encontrarse con un cadáver en la Encrucijada, sobre todo uno en aquel estado.
- ¿Cómo ha podido pasar esto? – Preguntó Stark llevándose ambas manos hasta los ojos, frotándoselos al mismo tiempo que dejaba escapar un suspiro.
- ¡Eso es lo que estoy intentando…! – Rosa se detuvo y miró a los presentes, después se detuvo y se llevó la mano izquierda hasta la punta de una de sus orejas. - ¿No os habéis ido con todos arriba? – Inquirió algo indecisa, como si le hubiese costado pronunciar cada una de las palabras que acababa de decir.
Cruzándose de brazos, Eltrant alternó entre los dos posaderos.
- ¿Tenéis algo que ver con esto? – Preguntó entrecerrando los ojos; era básicamente lo que todos tenían en la cabeza. - ¿Vuestra… competitividad ha llegado demasiado lejos? – Aquello pareció ofender a la pareja, que atravesó con la mirada al castaño.
- ¡¿Qué?! – Preguntó inmediatamente Rosa, torciendo el gesto. – ¡No! – Respondió a continuación, dándole la mano a Stark. - ¡Esto es terrible para los negocios! – dijo – ¿Qué vamos a hacer, cariño? – Preguntó ahora, girándose hacía el hombre.
- Esperamos hasta mañana y vamos a la guardia de Ulmer y… - El hombre se detuvo antes de terminar de hablar y miró a los presentes. – Sí, estamos casados. – Admitió. – “La Encrucijada”, las posadas que compiten entre ellas y todo lo demás es un espectáculo que da mucho, mucho dinero. – Aseguró – Pero esto… - Miró el cadáver. – No hay dinero en el mundo que valga esto. – Tomando aire profundamente miró hacia el exterior, dónde la misma noche parecía haberse tragado la posada de enfrente. - ¿Has apagado las antorchas, Rosa? – Preguntó acercándose a la ventana, la mujer negó con la cabeza.
Eltrant, inmediatamente, se acercó hasta la ventana con la mano apoyada en la empuñadura de Olvido, a su espalda.
- Alejaos de las ventanas. – Ordenó. Había algo ahí afuera.
Solo quedaban, además de él mismo, Lyn, la mujer-bestia y la rubia, quien no tardó en demostrar que estaba lejos de ser una damisela indefensa. Asintió escuetamente a la proposición de la mujer bestia de quedarse juntos y, sin levantarse de dónde estaba, continuó examinando el cadáver.
- No creo que hayan sido mercenarios. – Comentó casualmente, atusándose la barba, pensativo, sin apartar sus ojos del muerto. – Los mercenarios no se ensañan así. – dijo señalando los extraños cortes que cubrían el cadáver. – No normalmente, al menos. – Agregó a continuación, obviando al muerto y levantándose.
No obstante, la rubia tenía razón, era una posibilidad de que fuesen mercenarios. Por cómo había reaccionado la dueña del lugar podía saber algo al respecto; o quizás, simplemente, esta pensase que su “oponente” tenía la culpa de aquello.
- Bueno… - Un silencio sepulcral se había apoderado de la amplia sala en la que se encontraban. – Me llamo Eltrant. – dijo como toda presentación. – Y ella es Lyn – Añadió señalando a la vampiresa, que se había agacho junto al cadáver y lo miraba fijamente.
Probablemente para hablar con él.
El segundo “efecto” de la maldición de la ojiazul era la capacidad para hablar con los muertos. Algo de lo que, a la vampiresa, irónicamente, nunca le apetecía hablar. Cosa que comprendía completamente, Lyn había vivido muchos años y, por lo que él sabía, no quería revivir conversaciones ya terminadas.
Lo único que había conseguido sacarle al respecto era.
“He conocido a mucha gente, Mortal. Y ya me despedí de ellos.”
Aseguró de forma instintiva las correas que mantenían sujeta la armadura a su cuerpo, después tomó sus armas, que descansaban apoyadas en la mesa en la que había cenado, y las ató a su cuerpo como de costumbre.
- Es la primera vez que estamos aquí, sí. – dijo mirando por la ventana, viendo como tanto Rosa como el dueño de la posada de enfrente salían de la misma y se encaminaban hacía dónde se encontraban ellos. – Y también creo que traman algo… - Musito en voz baja, rascándose la barba, sintiendo la presencia de Lyn justo a su lado.
- No ha visto nada. – Le dijo simplemente. – Algo por la espalda, oscuro, que le ha dado alcance por mucho que corría. Nada más. – Eltrant asintió y no ahondó más en la conversación que Lyn podía haber tenido con el muerto.
- ¿Vampiro? - Aquello sonaba realmente a un vampiro… pero Lyn se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
- No lo creo. – dijo simplemente, justo en el momento en el que la pareja de hosteleros entró por la puerta principal y se encontraron ambos, de nuevo, con el granjero sin vida.
Ambos parecían igual de agitados, era evidente que no esperaban encontrarse con un cadáver en la Encrucijada, sobre todo uno en aquel estado.
- ¿Cómo ha podido pasar esto? – Preguntó Stark llevándose ambas manos hasta los ojos, frotándoselos al mismo tiempo que dejaba escapar un suspiro.
- ¡Eso es lo que estoy intentando…! – Rosa se detuvo y miró a los presentes, después se detuvo y se llevó la mano izquierda hasta la punta de una de sus orejas. - ¿No os habéis ido con todos arriba? – Inquirió algo indecisa, como si le hubiese costado pronunciar cada una de las palabras que acababa de decir.
Cruzándose de brazos, Eltrant alternó entre los dos posaderos.
- ¿Tenéis algo que ver con esto? – Preguntó entrecerrando los ojos; era básicamente lo que todos tenían en la cabeza. - ¿Vuestra… competitividad ha llegado demasiado lejos? – Aquello pareció ofender a la pareja, que atravesó con la mirada al castaño.
- ¡¿Qué?! – Preguntó inmediatamente Rosa, torciendo el gesto. – ¡No! – Respondió a continuación, dándole la mano a Stark. - ¡Esto es terrible para los negocios! – dijo – ¿Qué vamos a hacer, cariño? – Preguntó ahora, girándose hacía el hombre.
- Esperamos hasta mañana y vamos a la guardia de Ulmer y… - El hombre se detuvo antes de terminar de hablar y miró a los presentes. – Sí, estamos casados. – Admitió. – “La Encrucijada”, las posadas que compiten entre ellas y todo lo demás es un espectáculo que da mucho, mucho dinero. – Aseguró – Pero esto… - Miró el cadáver. – No hay dinero en el mundo que valga esto. – Tomando aire profundamente miró hacia el exterior, dónde la misma noche parecía haberse tragado la posada de enfrente. - ¿Has apagado las antorchas, Rosa? – Preguntó acercándose a la ventana, la mujer negó con la cabeza.
Eltrant, inmediatamente, se acercó hasta la ventana con la mano apoyada en la empuñadura de Olvido, a su espalda.
- Alejaos de las ventanas. – Ordenó. Había algo ahí afuera.
Eltrant Tale
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Las cejas de la joven mostraban su enojo al intentar entender y encajar las piezas que lentamente se acomodaban en el tablero: por un lado, la forma en que murió no esclarecía los motivos ni por qué e ensañamiento. También estaba la confesión del teatro por parte de la pareja de posaderos, un teatro que era bien innecesario e idiota a la mente de Alexandra, porque pensaba que, en vez de tener dos posadas, una sola con un burdel al frente hubieran tenido mayor éxito. O al menos mayor variedad de negocios.
Por otro lado, la acompañante del mercenario parecía tener cierto contacto con los muertos que no comprendía, o quizás tenía la habilidad de ver los últimos minutos de vida de los muertos. En un punto de la posada, la persona que estaba sola se manifestaba bastante agresiva frente a toda la situación mientras que, en el otro lado de la situación, Eltrant se mantenía calmo y se sentía como la única persona responsable del grupo (sin ofender a Helena).
- … eza no ez toda la ze hiztorria, ¿no? - la mujer, al igual que la bruja, carecía de la paciencia de sus otros dos acompañantes. No era muy inteligente, ni podía darse cuenta de ciertas cosas, como las mentiras, pero cuando su instinto sentía que había algo que le ocultaban, su malhumor y agresividad se dejaban ver. Sobre todo con la mujer, quedando delante de ella y, con la diferencia de altura, sus ojos cobraban cierta presión que hacía cobrar miedo. No se sentía como si fuera a amenazarte con daño físico o ser agresivo. Más bien… se sentía como si fuera alguien que fuera a agarrar tu alma con su mano, lentamente estrujártela fuera de tu cuerpo y penetrar tu consciencia hasta confesar todo – Dime… ¿que loz perrzigue?
Antes de obtener una respuesta, algo atrajo la atención de los presentes. Era un viento que comenzó a escucharse por todo el exterior que rodeaba la posada. Podía sentirse como las hojas de los árboles aledaños danzaban ante un viento extraño, diferente, innatural, que en vez de seguir un camino que atravesaba bosques y montañas, este rodeaba la posada como si quisieran algo de ella, como si quisieran a alguien.
Casi como alguien manejada por su instinto, la mujer bestia tomó tomó el primer artefacto de metal que tenía, algo que usaban para mover el fuego de la chimenea y caldera, y trabó la puerta del frente con ella. Dobló lo que pudo con su fuerza y se alejó, quedando cerca del resto.
Entonces se escucho un crujido de la madera. Provenía del segundo piso, al costado derecho de las escaleras. No venía del interior, sino más bien… parecía apretar la madera desde el exterior, como si quisiera encontrar una forma de entrar. Era como retorciera la estructura con sus garras, tan fácil como si se tratara de un animal destrozando un hueso.
Se detuvo.
Se dieron cuenta de que el viento había dejado de rodear la posada, mientras la oscuridad cubría por completo la noche con su manto. La luna carecía de existencia, así como las estrellas, el bosque y casi todo lo vivo. Pronto se dieron cuenta que no había ningún sonido más que sus propias respiraciones. Incluso un sonido tan imperceptible como la suave pisada de una persona se sentía por todo el lugar.
Estaban solos.
Un crujido llamó la atención de todos. Esta vez era en el techo, justo donde estaban. El silencio hacía que se sintiera aún más fuerte de lo que realmente era. Casi se sentía como si una criatura estuviera fuera de la posada, como si estuviera jugando a gusto con sus presas en el interior. Algo enorme, que se alimentaba del miedo de sus presas. Se sentía como una criatura que simplemente necesitaba extender su brazo para escoger con sus uñas a una presa, apretarla solo un poco para hacer que sus entrañas explotaran y escaparan de su cuerpo de forma violenta y sangrienta.
Silencio.
¿Que era lo que había afuera? ¿Que era lo que disfrutaba con la angustia y el miedo de los presentes? La pareja parecía caer en aquella vertiginosa amalgama de sentimientos. Mientras la mujer se aferraba a la espalda de Alexandra, ocultando su rostro despavorido mientras se aferraba a las ropas de la mujer, rogando que hiciera algo para detener a aquella criatura. Stark, por otro lado, solo quería largarse de ahí, golpeando violentamente la puerta e intentando destrabarla del improvisado candado que hizo la mujer bestia hizo. No era un cerrojo difícil de sacar, pero su desesperación le impidió pensar y más bien actuaba como un animal encerrado con su depredador en el mismo cuarto. Esa misma desesperación hizo que la mujer corriera en dirección contraria a donde estaban reunida la gente, hacia una de las ventanas. Apenas se dio cuenta, Alexandra salió detrás de ella.
Desobedecer a Eltrant fue el primer error.
La mujer no se dio cuenta. Pudo sentir cómo la ventana se destrozaba desde fuera hacia adentro, pero nunca se dio cuenta de como la oscuridad avanzó hacia ella. Parecía una mano, carente de piedad y sedienta de tributo. Podía sentirse como había esperado demasiado para obtener lo que quería y solo estaba a pocos segundos de obtener lo que deseaba.
El destino deseó otra cosa.
El cuerpo de la mujer esquivó la mano que la codiciaba. No fue a propósito. Fue gracias a un golpe colocado en su cintura, un ataque hecho con el costado sin filo de la lanza de la mujer bestia, haciendo que el impulso la llevara hacia una de las mesas del local, esquivando a la inminente muerte que la buscaba. Sin embargo, la oscuridad no se fue con las manos vacías, pues en su poder el cuerpo de la mujer bestia se encontró atrapado.
Intentó evitar ser arrastrada fuera de la posada, tomandose del marco de la ventana rota, más los vidrios que quedaron cortaron su mano, solo consiguiendo que comenzara a desangrarse por el corte en la palma de su mano. Aquello, sumado al dolor, evitó que pudiera sostenerse el suficiente tiempo para ser ayudada por el resto, siendo arrastrada inevitablemente hacia el bosque, mientras la oscuridad parecía marcharse con ella.
Forcejeó lo que más pudo, pero aquella esencia era inmaterial y a la vez tangible, haciendo que su lucha fuera inútil. Aun con la mano lastimada intentara golpear algo, la sangre solo terminaba salpicandose entre los árboles que quedaban atrás.
La taberna volvió en si, bañada bajo la luz de la luna y las estrellas.
Alexandra, sin embargo, se encontraba envuelta en la oscuridad.
La sangre caía a gotas desde la lanza, mientras la sostenía con ambas manos. Su respiración era agitada, podía sentirse el vaho que salía de su boca, sus pelos erizados frente al peligro.
Pero había algo con lo que no contaba la oscuridad. Sus ojos.
- … no me temes – susurró, con una voz de niño, una voz que no le pertenecía. Era un susurro que erizaba la espalda de cualquiera que la escuchaba, pudiendo sentirse las intenciones que habían detrás, más inundaban las dudas de lo que realmente haría - … tu también has visto el abismo, ¿cierto?
No hubo respuesta. Los ojos de la mujer parecían clavados al frente, sin dejar de prestar atención a su alrededor, en posición defensiva, sin prestarle atención a nada más que a la voz. Sentía angustia, ansiedad, incomodidad y podía sentir una presión en su espalda, como si miles de manos tomaran su espina dorsal y estuvieran presionando para todas las direcciones imaginables.
Pero no tenía miedo. Porque la sensación no era ajena para ella.
- … Quiero conocer... el sabor de tus lágrimas...
Por otro lado, la acompañante del mercenario parecía tener cierto contacto con los muertos que no comprendía, o quizás tenía la habilidad de ver los últimos minutos de vida de los muertos. En un punto de la posada, la persona que estaba sola se manifestaba bastante agresiva frente a toda la situación mientras que, en el otro lado de la situación, Eltrant se mantenía calmo y se sentía como la única persona responsable del grupo (sin ofender a Helena).
- … eza no ez toda la ze hiztorria, ¿no? - la mujer, al igual que la bruja, carecía de la paciencia de sus otros dos acompañantes. No era muy inteligente, ni podía darse cuenta de ciertas cosas, como las mentiras, pero cuando su instinto sentía que había algo que le ocultaban, su malhumor y agresividad se dejaban ver. Sobre todo con la mujer, quedando delante de ella y, con la diferencia de altura, sus ojos cobraban cierta presión que hacía cobrar miedo. No se sentía como si fuera a amenazarte con daño físico o ser agresivo. Más bien… se sentía como si fuera alguien que fuera a agarrar tu alma con su mano, lentamente estrujártela fuera de tu cuerpo y penetrar tu consciencia hasta confesar todo – Dime… ¿que loz perrzigue?
Antes de obtener una respuesta, algo atrajo la atención de los presentes. Era un viento que comenzó a escucharse por todo el exterior que rodeaba la posada. Podía sentirse como las hojas de los árboles aledaños danzaban ante un viento extraño, diferente, innatural, que en vez de seguir un camino que atravesaba bosques y montañas, este rodeaba la posada como si quisieran algo de ella, como si quisieran a alguien.
Casi como alguien manejada por su instinto, la mujer bestia tomó tomó el primer artefacto de metal que tenía, algo que usaban para mover el fuego de la chimenea y caldera, y trabó la puerta del frente con ella. Dobló lo que pudo con su fuerza y se alejó, quedando cerca del resto.
Entonces se escucho un crujido de la madera. Provenía del segundo piso, al costado derecho de las escaleras. No venía del interior, sino más bien… parecía apretar la madera desde el exterior, como si quisiera encontrar una forma de entrar. Era como retorciera la estructura con sus garras, tan fácil como si se tratara de un animal destrozando un hueso.
Se detuvo.
Se dieron cuenta de que el viento había dejado de rodear la posada, mientras la oscuridad cubría por completo la noche con su manto. La luna carecía de existencia, así como las estrellas, el bosque y casi todo lo vivo. Pronto se dieron cuenta que no había ningún sonido más que sus propias respiraciones. Incluso un sonido tan imperceptible como la suave pisada de una persona se sentía por todo el lugar.
Estaban solos.
Un crujido llamó la atención de todos. Esta vez era en el techo, justo donde estaban. El silencio hacía que se sintiera aún más fuerte de lo que realmente era. Casi se sentía como si una criatura estuviera fuera de la posada, como si estuviera jugando a gusto con sus presas en el interior. Algo enorme, que se alimentaba del miedo de sus presas. Se sentía como una criatura que simplemente necesitaba extender su brazo para escoger con sus uñas a una presa, apretarla solo un poco para hacer que sus entrañas explotaran y escaparan de su cuerpo de forma violenta y sangrienta.
Silencio.
¿Que era lo que había afuera? ¿Que era lo que disfrutaba con la angustia y el miedo de los presentes? La pareja parecía caer en aquella vertiginosa amalgama de sentimientos. Mientras la mujer se aferraba a la espalda de Alexandra, ocultando su rostro despavorido mientras se aferraba a las ropas de la mujer, rogando que hiciera algo para detener a aquella criatura. Stark, por otro lado, solo quería largarse de ahí, golpeando violentamente la puerta e intentando destrabarla del improvisado candado que hizo la mujer bestia hizo. No era un cerrojo difícil de sacar, pero su desesperación le impidió pensar y más bien actuaba como un animal encerrado con su depredador en el mismo cuarto. Esa misma desesperación hizo que la mujer corriera en dirección contraria a donde estaban reunida la gente, hacia una de las ventanas. Apenas se dio cuenta, Alexandra salió detrás de ella.
Desobedecer a Eltrant fue el primer error.
La mujer no se dio cuenta. Pudo sentir cómo la ventana se destrozaba desde fuera hacia adentro, pero nunca se dio cuenta de como la oscuridad avanzó hacia ella. Parecía una mano, carente de piedad y sedienta de tributo. Podía sentirse como había esperado demasiado para obtener lo que quería y solo estaba a pocos segundos de obtener lo que deseaba.
El destino deseó otra cosa.
El cuerpo de la mujer esquivó la mano que la codiciaba. No fue a propósito. Fue gracias a un golpe colocado en su cintura, un ataque hecho con el costado sin filo de la lanza de la mujer bestia, haciendo que el impulso la llevara hacia una de las mesas del local, esquivando a la inminente muerte que la buscaba. Sin embargo, la oscuridad no se fue con las manos vacías, pues en su poder el cuerpo de la mujer bestia se encontró atrapado.
Intentó evitar ser arrastrada fuera de la posada, tomandose del marco de la ventana rota, más los vidrios que quedaron cortaron su mano, solo consiguiendo que comenzara a desangrarse por el corte en la palma de su mano. Aquello, sumado al dolor, evitó que pudiera sostenerse el suficiente tiempo para ser ayudada por el resto, siendo arrastrada inevitablemente hacia el bosque, mientras la oscuridad parecía marcharse con ella.
Forcejeó lo que más pudo, pero aquella esencia era inmaterial y a la vez tangible, haciendo que su lucha fuera inútil. Aun con la mano lastimada intentara golpear algo, la sangre solo terminaba salpicandose entre los árboles que quedaban atrás.
La taberna volvió en si, bañada bajo la luz de la luna y las estrellas.
Alexandra, sin embargo, se encontraba envuelta en la oscuridad.
La sangre caía a gotas desde la lanza, mientras la sostenía con ambas manos. Su respiración era agitada, podía sentirse el vaho que salía de su boca, sus pelos erizados frente al peligro.
Pero había algo con lo que no contaba la oscuridad. Sus ojos.
- … no me temes – susurró, con una voz de niño, una voz que no le pertenecía. Era un susurro que erizaba la espalda de cualquiera que la escuchaba, pudiendo sentirse las intenciones que habían detrás, más inundaban las dudas de lo que realmente haría - … tu también has visto el abismo, ¿cierto?
No hubo respuesta. Los ojos de la mujer parecían clavados al frente, sin dejar de prestar atención a su alrededor, en posición defensiva, sin prestarle atención a nada más que a la voz. Sentía angustia, ansiedad, incomodidad y podía sentir una presión en su espalda, como si miles de manos tomaran su espina dorsal y estuvieran presionando para todas las direcciones imaginables.
Pero no tenía miedo. Porque la sensación no era ajena para ella.
- … Quiero conocer... el sabor de tus lágrimas...
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Levantó la mirada de su muñeca en cuanto el castaño reveló su nombre y el de la jovencita pálida.
-Mi nombre es Helena-Se presentó
Vio como la chica de ojos azules se quedó mirando fijamente al cadáver, bastante concentrada. Era un tanto extraña ese modo de actuar, sin siquiera decir nada y examinándolo a conciencia, aunque más que interesarse por él estaba mirándolo en un punto fijo... Era horripilante. Acto seguido, esta se puso en pie y aseguró saber que el muerto no sabía ni había visto nada en lo relativo a los sucesos que estaban allí aconteciendo... ¿¡Se había comunicado con él!? Más horripilante todavía.
No interrumpió la conversación que esta tenía con su compañero, tan solo se limitó a observarlos de brazos cruzados.
Luego, entraron los dueños de las dos posadas de la Encrucijada, agitados y sin esperarse que nadie siguiera allí, pero allí se encontraban cuatro personas, contando con la Rhodes.
-¿Por qué nos íbamos a ir?-Preguntó, con recelo en su mirada-¿Acaso esperáis que suceda algo?
De otra forma más directa, Eltrant también les preguntó si sabían o tenían algo que ver con lo ocurrido. Lo negaron rotundamente, y dieron sus razones. Eran convincentes, de eso no cabía duda, pero ahora la situación se volvía más difusa e incomprensible.
Helena aún tenía la idea de los mercenarios en la mente, o bandidos. No podía ser otra cosa, al menos no que entrara en su lógica.
También, ambos posaderos reconocieron estar casados y que todos sus conflictos no era más que una forma de hacer publicidad para la Encrucijada y sus negocios. Era extraño, pero en el mundo de los negocios todo valía con tal de conseguir clientes, y por ende; dinero. No los juzgaría, a cualquiera se le podría haber ocurrido aquella idea. Lo que sí dejó escapar fue una sonrisilla de burla por haber, sin querer, descubierto aquella farsa y haberlos puesto en un compromiso... ¿Qué pasaría si alguien se fuera de la lengua y decidiera contar la verdad? Sería divertido, din duda.
De pronto, todo ese fugaz ambiente de burla por parte de la bruja fue cortado por una orden que el llamado Eltrant dio. Helena desvió la mirada hacia él y notó que iba en serio.
Empezó a notar algo; un leve dolor de cabeza incipiente por el lado izquierdo, el cual de vez en cuando pasaba a forma de punzadas hacia su derecho. Notaba una presencia, algo sobrenatural. No sabría decir con exactitud dónde, cierto temor empezó a apoderarse de ella, pero no lo manifestaba, nunca manifestaría tal cosa. Tensó todos los músculos de su cuerpo y se puso en alerta. Se notaba un aire cargado, le costaba hasta respirar. Todo estaba a oscuras, si antes sin las antorchas se veía poco, ahora menos, era como si la oscuridad se extendiese por toda la Encrucijada y la bañara por completo.
Escuchó golpes y pasos en el piso superior. Alzó la vista, aterrorizada. Se separó el grupo, pero no fue a ninguna ventana, más bien buscaba refugio. El temor era real, y había tomado el control de ella, paralizándola.
Nadie parecía hacerle caso, era como si solo estuviera en su mente, pero no, esa amenaza era real, no podía ser una ilusión, ¡Tenía que estar allí, seguro! Empezó a temblar, y bajó la mirada, aún refugiada y encogida. Aquellos malditos gritos perforaban su cabeza, esos lamentos y súplicas la envolvían e intentaban enloquecerla.
Rosa corrió hacia una ventana, y algo casi la atrapa. La mujer-bestia se interpuso y ella fue agarrada. Helena levantó la cabeza, podía hacer nada, una fuerza superior le impedía moverse. El corazón le iba a mil, y su cara se volvió pálida. Entonces, pudo ver algo más, una figura se presentó ante ella, por su anatomía parecía masculina. Aquella presencia la hizo estar aún más asustada, tanto que acabó por caer al suelo y arrastrarse un par de metros atrás, intentando evitar que aquella silueta, la cual avanzaba hacia ella, le diese alcance.
Al final, "algo" logró llevarse a la mujer-bestia, y con ella, la figura desapareció y los gritos cesaron.
La Rhodes se quedó en shock al principio, no sabiendo qué había pasado, ni por qué había reaccionado así, ¡Había mostrado debilidad! Se sentía tremendamente avergonzada. Pero lo cierto es que las piernas aún le temblaban.
Una vez más calmada, se puso en pie y corrió hacia la salida, la cual estaba con aún con el improvisado candado que la mujer ahora secuestrada le había hecho. Sin detenerse un solo momento, apuntó ambas manos hacia esta y de ellas salió un torrente de agua con tal fuerza que derribó ambas puertas que daban lugar a la entrada y salida de la posada.
El estruendoso sonido de las puertas volando y cayendo a un par de metros de donde deberían estar fue lo que rompió abruptamente todo el silencio en el que la Encrucijada estaba sumido.
La bruja salió, y se paró justo en mitad del camino, a la misma distancia entre una posada y otra. Tras eso, solo pudo escuchar el sonido de su propia y agitada respiración. Los vellos se le ponían de punta, y de alguna forma se sentía observada, no sabía si por la gente que estaba refugiada en la posada o de aquello que colindaba el bosque...
¿Por qué había salido? No lo sabía, fue el instinto. Y ahora se había arrepentido de hacer aquel acto. Estaba asustada y nerviosa, pero en su parte externa mostraba enfurecimiento y agresividad, llegando a morderse el labio mientras miraba a todas direcciones, intentando discernir algo entre tanta oscuridad... La pregunta era, ¿Y ahora qué?
-Mi nombre es Helena-Se presentó
Vio como la chica de ojos azules se quedó mirando fijamente al cadáver, bastante concentrada. Era un tanto extraña ese modo de actuar, sin siquiera decir nada y examinándolo a conciencia, aunque más que interesarse por él estaba mirándolo en un punto fijo... Era horripilante. Acto seguido, esta se puso en pie y aseguró saber que el muerto no sabía ni había visto nada en lo relativo a los sucesos que estaban allí aconteciendo... ¿¡Se había comunicado con él!? Más horripilante todavía.
No interrumpió la conversación que esta tenía con su compañero, tan solo se limitó a observarlos de brazos cruzados.
Luego, entraron los dueños de las dos posadas de la Encrucijada, agitados y sin esperarse que nadie siguiera allí, pero allí se encontraban cuatro personas, contando con la Rhodes.
-¿Por qué nos íbamos a ir?-Preguntó, con recelo en su mirada-¿Acaso esperáis que suceda algo?
De otra forma más directa, Eltrant también les preguntó si sabían o tenían algo que ver con lo ocurrido. Lo negaron rotundamente, y dieron sus razones. Eran convincentes, de eso no cabía duda, pero ahora la situación se volvía más difusa e incomprensible.
Helena aún tenía la idea de los mercenarios en la mente, o bandidos. No podía ser otra cosa, al menos no que entrara en su lógica.
También, ambos posaderos reconocieron estar casados y que todos sus conflictos no era más que una forma de hacer publicidad para la Encrucijada y sus negocios. Era extraño, pero en el mundo de los negocios todo valía con tal de conseguir clientes, y por ende; dinero. No los juzgaría, a cualquiera se le podría haber ocurrido aquella idea. Lo que sí dejó escapar fue una sonrisilla de burla por haber, sin querer, descubierto aquella farsa y haberlos puesto en un compromiso... ¿Qué pasaría si alguien se fuera de la lengua y decidiera contar la verdad? Sería divertido, din duda.
De pronto, todo ese fugaz ambiente de burla por parte de la bruja fue cortado por una orden que el llamado Eltrant dio. Helena desvió la mirada hacia él y notó que iba en serio.
Empezó a notar algo; un leve dolor de cabeza incipiente por el lado izquierdo, el cual de vez en cuando pasaba a forma de punzadas hacia su derecho. Notaba una presencia, algo sobrenatural. No sabría decir con exactitud dónde, cierto temor empezó a apoderarse de ella, pero no lo manifestaba, nunca manifestaría tal cosa. Tensó todos los músculos de su cuerpo y se puso en alerta. Se notaba un aire cargado, le costaba hasta respirar. Todo estaba a oscuras, si antes sin las antorchas se veía poco, ahora menos, era como si la oscuridad se extendiese por toda la Encrucijada y la bañara por completo.
Escuchó golpes y pasos en el piso superior. Alzó la vista, aterrorizada. Se separó el grupo, pero no fue a ninguna ventana, más bien buscaba refugio. El temor era real, y había tomado el control de ella, paralizándola.
Oyó algo en la lejanía, como unos gritos; unos lamentos que le eran conocidos. Abrió los ojos como platos, y se puso de cuclillas, protegiendo su cabeza ante una amenaza que ella notaba muy real -...¿El agua?-Preguntó en voz baja-¿¡AGUA!?-Dijo encogiendo aún más su postura | Gritos |
Nadie parecía hacerle caso, era como si solo estuviera en su mente, pero no, esa amenaza era real, no podía ser una ilusión, ¡Tenía que estar allí, seguro! Empezó a temblar, y bajó la mirada, aún refugiada y encogida. Aquellos malditos gritos perforaban su cabeza, esos lamentos y súplicas la envolvían e intentaban enloquecerla.
Rosa corrió hacia una ventana, y algo casi la atrapa. La mujer-bestia se interpuso y ella fue agarrada. Helena levantó la cabeza, podía hacer nada, una fuerza superior le impedía moverse. El corazón le iba a mil, y su cara se volvió pálida. Entonces, pudo ver algo más, una figura se presentó ante ella, por su anatomía parecía masculina. Aquella presencia la hizo estar aún más asustada, tanto que acabó por caer al suelo y arrastrarse un par de metros atrás, intentando evitar que aquella silueta, la cual avanzaba hacia ella, le diese alcance.
Al final, "algo" logró llevarse a la mujer-bestia, y con ella, la figura desapareció y los gritos cesaron.
La Rhodes se quedó en shock al principio, no sabiendo qué había pasado, ni por qué había reaccionado así, ¡Había mostrado debilidad! Se sentía tremendamente avergonzada. Pero lo cierto es que las piernas aún le temblaban.
Una vez más calmada, se puso en pie y corrió hacia la salida, la cual estaba con aún con el improvisado candado que la mujer ahora secuestrada le había hecho. Sin detenerse un solo momento, apuntó ambas manos hacia esta y de ellas salió un torrente de agua con tal fuerza que derribó ambas puertas que daban lugar a la entrada y salida de la posada.
El estruendoso sonido de las puertas volando y cayendo a un par de metros de donde deberían estar fue lo que rompió abruptamente todo el silencio en el que la Encrucijada estaba sumido.
La bruja salió, y se paró justo en mitad del camino, a la misma distancia entre una posada y otra. Tras eso, solo pudo escuchar el sonido de su propia y agitada respiración. Los vellos se le ponían de punta, y de alguna forma se sentía observada, no sabía si por la gente que estaba refugiada en la posada o de aquello que colindaba el bosque...
¿Por qué había salido? No lo sabía, fue el instinto. Y ahora se había arrepentido de hacer aquel acto. Estaba asustada y nerviosa, pero en su parte externa mostraba enfurecimiento y agresividad, llegando a morderse el labio mientras miraba a todas direcciones, intentando discernir algo entre tanta oscuridad... La pregunta era, ¿Y ahora qué?
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Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
“Algo.”
Era incapaz de describir que era lo que había en el exterior de la posada. Pero no era bueno, sabía lo suficiente como para poder afirmar eso. También sabía que estaba ahí, observándoles, viendo todos y cada uno de los movimientos de los que estaban en la planta inferior de la posada.
Estudiándoles.
Una sensación extraña se apoderó de su cuerpo; en cierto modo le recordaba a Térpoli: a los muertos con vida que unos nigromantes habían convocado para repeler las tropas que Lunargenta enviaba para detenerles.
Se estremeció al pensarlo, al volver a recordar momentáneamente los proyectiles de color esmeralda alzarse sobre la empalizada de madera y caer sobre las tropas que se disponían a asaltar la población.
Pero no era eso, lo habría reconocido; Ese tipo de oscuridad nunca se olvidaba.
Por mucho que quisiera.
Frunció el ceño, indicó a Lyn que se mantuviese alerta con un gesto y retrocedió un par de pasos, levantó la mirada, trató de captar más atentamente los sonidos que tenía a su alrededor.
La noche, o lo que habitaba en la misma, les hablaba directamente. Parecía querer atemorizarles, alimentarse de sus emociones; hablaba como si conociese a los presentes. Por eso mismo descartó que aquello fuese algún repentino ataque de los Jinetes, ellos simplemente mataban, si no eras un Centinelas no eras siquiera digno de mención.
Lo cual era, irónicamente, una suerte. De ser Jinetes acabarían todos muertos sin un Centinela.
Lo que les daba caza era, o bien enorme, o más de un solo ser. No encontraba explicación alguna al hecho de que lo sintiese en todo el lugar, en el techo, en el piso superior, en las paredes.
En las ventanas.
- ¡Rosa! –
Como había predicho, una de ellas estalló en más centenar de pedazos de cristal y madera, momento en el que las luces se apagaron y una mano, o algo similar, logró apresar a la tabernera. Y aun cuando Alexandra luchó por repeler a lo que fuese que acababa de secuestrar a la mujer, ambas desaparecieron en la noche.
¿Qué acababa de suceder?
Había sido muy repentino, demasiado.
Como también lo fue la actitud de la rubia, la cual desveló que era una bruja en el momento en el cual un fuerte torrente de agua brotó de sus manos e hizo que la puerta principal de la posada volase por los aires, la arrancó de cuajo del marco al que estaba sujeta.
- ¡Helena, espera! – La bruja se perdió en la oscuridad, haciendo caso omiso a sus palabras - ¿¡Por qué nunca nadie me hace caso!? – Se giró hacía Lyn. – Lyn, quédate aquí, protege este sitio – Había ya tres personas en el exterior, no podían esperar a planear nada.
- Esta oscuridad… - Lyn, con el ceño fruncido, se acercó al exmercenario antes de que este abandonase la taberna. – Es… rara. – Afirmó. – No la reconozco… te puedo asegurar que no es un vampiro. – dijo severamente, conjurando sus propias sombras a su alrededor. – Con cuidado, Mortal. Grita fuerte y salgo a ayudar. – Eltrant asintió rápidamente y, tras dedicarle una sonrisa a su acompañante, se encaminó al exterior, tras la bruja.
El exterior estaba en calma.
Un silencio sobrecogedor reinaba en el lugar, uno que solo era roto por la respiración de la rubia que aguardaba a pocos metros frente a él y el sonido que producía su propia armadura al moverse.
- ¿Estás bien? – Le dijo mirando la oscuridad que se extendía frente a ellos. – ¿Vienes a buscarlas? – Preguntó a continuación. – Lyn se ha quedado en la posada, cuidando de los demás, puedes quedarte con ella si quieres. - Era evidente que lo que acababan de presenciar no era remotamente normal, era comprensible que estuviese aterrorizada, pero conocía a pocos brujos de agua capaces de derribar una puerta con su agua. – No voy a negar que me vendría tu ayu… - Se detuvo, frunció el ceño y llevó la mano hasta su espalda, hasta la empuñadura de Olvido. – Prepárate. Viene algo. - Advirtió desenvainando el gigantesco espadón plateado de un fuerte tirón.
El viento inextinguible que recorría la hoja de su arma les rodeó a él y a la mujer durante unos segundos, indicando, quizás, que estaba preparada para lo que se ocultase en las sombras. Después, tras pasarse la espada a su mano izquierda, la alzó por encima de su cabeza.
El metal del mandoble reaccionó inmediatamente al guantelete mágico del que nunca se separaba y se iluminó, alumbrando inmediatamente todo lo que la pareja tenía a su alrededor.
Figuras, siluetas; muchas, todas distintas entre sí.
- ¿Qué es…? –
- Dos más son parte… lo serán… pronto… –
Las voces hablaban a la vez, se superponían, casi como si todas aquellas figuras fuesen un solo ente. Tensando los músculos, Eltrant asió su espada con ambas manos y frunció el ceño, con cada paso que daban las siluetas, más reconocibles eran sus rasgos.
- Más… sacrificios… -
Eran personas normales, o lo habían sido tiempo atrás; pues algunos sangraban por los ojos, otros tenían los brazos en posiciones extrañas y unos tenían lo que parecían ser hojas o armas contundentes tan negras como la misma noche dónde deberían de tener una extremidad.
Hombres, mujeres, algún hombre-bestia; todos ellos… humeaban oscuridad.
- ¿…sois dignos…? –
Aquello estaba escapando a su control.
Tenía que hacer algo.
- Helena… – Tomó a la mujer por el brazo y, con cuidado, la empujó a la posada. No estaba dispuesto a dejar a Alexandra y a Rosa a su suerte, pero no veía otro curso de acción. – Vuelve adentro y dile a… - No llegó a terminar de hablar, tan pronto como el castaño hizo un movimiento, una de las figuras se abalanzó sobre él y le dio un golpe en el pecho a una velocidad que solo podía ser descrita como “absurda”.
Surcó los aires durante una fracción de segundo y acabó impactando contra la misma posada en la que había imaginado que pasaría la noche. Maldiciendo en voz alta, se levantó inmediatamente, ignorando la brecha que tenía ahora en la frente e instó al viento de su espada que cortase con toda la fuerza que pudo reunir.
Dio un tajo frente a él, a la nada, y como había pronosticado una media luna de aire emergió del arma y atravesó la distancia que le separaba de las figuras, segando todo lo que encontró en su camino, árboles, arbustos, parte de un carromato y a tres de las siluetas. [1]
- Eso está mejor. - Aquellas cosas sangraban, a pesar de su fuerza descomunal y su extraña apariencia, podían morir.
Aunque seguian hablandole, los escuchaba en el interior de su cabeza intentando reclutarle. Se adelantó un par de pasos y se colocó junto a la bruja.
- No pueden habérselas llevado muy lejos. – Le dijo, preparando la espada. - ¿Tienes alguna idea para encontrarlas? - Las siluetas comenzaron a danzar a su alrededor, pronto, si no hacían nada, los rodearían por completo y no podrían volver a la posada de una carrera.
Él se conformaba con proteger a Helena, aunque se le diese bien golpear cosas sus conocimientos de magia eran limitados, no iba a averiguar dónde estaba Alexandra. Sacudió la cabeza y se preparó para acabar con cualquiera de aquellos seres que se acercase a la bruja. [2]
[1] Habilidad Olvido: Cortaviento.
[2] Habilidad Eltrant nivel 6: Muro de Acero. (Podeis controlar a Elt para que ataque si alguien intenta atacar a Helena. ^^)
Off: ¡Por fin se desvela a que nos enfrentamos! Son un puñado de: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que han poseido a sus huespedes desde hace mucho, mucho tiempo y ahora vagan por ahí intentando agrandar su club.
Era incapaz de describir que era lo que había en el exterior de la posada. Pero no era bueno, sabía lo suficiente como para poder afirmar eso. También sabía que estaba ahí, observándoles, viendo todos y cada uno de los movimientos de los que estaban en la planta inferior de la posada.
Estudiándoles.
Una sensación extraña se apoderó de su cuerpo; en cierto modo le recordaba a Térpoli: a los muertos con vida que unos nigromantes habían convocado para repeler las tropas que Lunargenta enviaba para detenerles.
Se estremeció al pensarlo, al volver a recordar momentáneamente los proyectiles de color esmeralda alzarse sobre la empalizada de madera y caer sobre las tropas que se disponían a asaltar la población.
Pero no era eso, lo habría reconocido; Ese tipo de oscuridad nunca se olvidaba.
Por mucho que quisiera.
Frunció el ceño, indicó a Lyn que se mantuviese alerta con un gesto y retrocedió un par de pasos, levantó la mirada, trató de captar más atentamente los sonidos que tenía a su alrededor.
La noche, o lo que habitaba en la misma, les hablaba directamente. Parecía querer atemorizarles, alimentarse de sus emociones; hablaba como si conociese a los presentes. Por eso mismo descartó que aquello fuese algún repentino ataque de los Jinetes, ellos simplemente mataban, si no eras un Centinelas no eras siquiera digno de mención.
Lo cual era, irónicamente, una suerte. De ser Jinetes acabarían todos muertos sin un Centinela.
Lo que les daba caza era, o bien enorme, o más de un solo ser. No encontraba explicación alguna al hecho de que lo sintiese en todo el lugar, en el techo, en el piso superior, en las paredes.
En las ventanas.
- ¡Rosa! –
Como había predicho, una de ellas estalló en más centenar de pedazos de cristal y madera, momento en el que las luces se apagaron y una mano, o algo similar, logró apresar a la tabernera. Y aun cuando Alexandra luchó por repeler a lo que fuese que acababa de secuestrar a la mujer, ambas desaparecieron en la noche.
¿Qué acababa de suceder?
Había sido muy repentino, demasiado.
Como también lo fue la actitud de la rubia, la cual desveló que era una bruja en el momento en el cual un fuerte torrente de agua brotó de sus manos e hizo que la puerta principal de la posada volase por los aires, la arrancó de cuajo del marco al que estaba sujeta.
- ¡Helena, espera! – La bruja se perdió en la oscuridad, haciendo caso omiso a sus palabras - ¿¡Por qué nunca nadie me hace caso!? – Se giró hacía Lyn. – Lyn, quédate aquí, protege este sitio – Había ya tres personas en el exterior, no podían esperar a planear nada.
- Esta oscuridad… - Lyn, con el ceño fruncido, se acercó al exmercenario antes de que este abandonase la taberna. – Es… rara. – Afirmó. – No la reconozco… te puedo asegurar que no es un vampiro. – dijo severamente, conjurando sus propias sombras a su alrededor. – Con cuidado, Mortal. Grita fuerte y salgo a ayudar. – Eltrant asintió rápidamente y, tras dedicarle una sonrisa a su acompañante, se encaminó al exterior, tras la bruja.
El exterior estaba en calma.
Un silencio sobrecogedor reinaba en el lugar, uno que solo era roto por la respiración de la rubia que aguardaba a pocos metros frente a él y el sonido que producía su propia armadura al moverse.
- ¿Estás bien? – Le dijo mirando la oscuridad que se extendía frente a ellos. – ¿Vienes a buscarlas? – Preguntó a continuación. – Lyn se ha quedado en la posada, cuidando de los demás, puedes quedarte con ella si quieres. - Era evidente que lo que acababan de presenciar no era remotamente normal, era comprensible que estuviese aterrorizada, pero conocía a pocos brujos de agua capaces de derribar una puerta con su agua. – No voy a negar que me vendría tu ayu… - Se detuvo, frunció el ceño y llevó la mano hasta su espalda, hasta la empuñadura de Olvido. – Prepárate. Viene algo. - Advirtió desenvainando el gigantesco espadón plateado de un fuerte tirón.
El viento inextinguible que recorría la hoja de su arma les rodeó a él y a la mujer durante unos segundos, indicando, quizás, que estaba preparada para lo que se ocultase en las sombras. Después, tras pasarse la espada a su mano izquierda, la alzó por encima de su cabeza.
El metal del mandoble reaccionó inmediatamente al guantelete mágico del que nunca se separaba y se iluminó, alumbrando inmediatamente todo lo que la pareja tenía a su alrededor.
Figuras, siluetas; muchas, todas distintas entre sí.
- ¿Qué es…? –
- Dos más son parte… lo serán… pronto… –
Las voces hablaban a la vez, se superponían, casi como si todas aquellas figuras fuesen un solo ente. Tensando los músculos, Eltrant asió su espada con ambas manos y frunció el ceño, con cada paso que daban las siluetas, más reconocibles eran sus rasgos.
- Más… sacrificios… -
Eran personas normales, o lo habían sido tiempo atrás; pues algunos sangraban por los ojos, otros tenían los brazos en posiciones extrañas y unos tenían lo que parecían ser hojas o armas contundentes tan negras como la misma noche dónde deberían de tener una extremidad.
Hombres, mujeres, algún hombre-bestia; todos ellos… humeaban oscuridad.
- ¿…sois dignos…? –
Aquello estaba escapando a su control.
Tenía que hacer algo.
- Helena… – Tomó a la mujer por el brazo y, con cuidado, la empujó a la posada. No estaba dispuesto a dejar a Alexandra y a Rosa a su suerte, pero no veía otro curso de acción. – Vuelve adentro y dile a… - No llegó a terminar de hablar, tan pronto como el castaño hizo un movimiento, una de las figuras se abalanzó sobre él y le dio un golpe en el pecho a una velocidad que solo podía ser descrita como “absurda”.
Surcó los aires durante una fracción de segundo y acabó impactando contra la misma posada en la que había imaginado que pasaría la noche. Maldiciendo en voz alta, se levantó inmediatamente, ignorando la brecha que tenía ahora en la frente e instó al viento de su espada que cortase con toda la fuerza que pudo reunir.
Dio un tajo frente a él, a la nada, y como había pronosticado una media luna de aire emergió del arma y atravesó la distancia que le separaba de las figuras, segando todo lo que encontró en su camino, árboles, arbustos, parte de un carromato y a tres de las siluetas. [1]
- Eso está mejor. - Aquellas cosas sangraban, a pesar de su fuerza descomunal y su extraña apariencia, podían morir.
Aunque seguian hablandole, los escuchaba en el interior de su cabeza intentando reclutarle. Se adelantó un par de pasos y se colocó junto a la bruja.
- No pueden habérselas llevado muy lejos. – Le dijo, preparando la espada. - ¿Tienes alguna idea para encontrarlas? - Las siluetas comenzaron a danzar a su alrededor, pronto, si no hacían nada, los rodearían por completo y no podrían volver a la posada de una carrera.
Él se conformaba con proteger a Helena, aunque se le diese bien golpear cosas sus conocimientos de magia eran limitados, no iba a averiguar dónde estaba Alexandra. Sacudió la cabeza y se preparó para acabar con cualquiera de aquellos seres que se acercase a la bruja. [2]
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[1] Habilidad Olvido: Cortaviento.
[2] Habilidad Eltrant nivel 6: Muro de Acero. (Podeis controlar a Elt para que ataque si alguien intenta atacar a Helena. ^^)
Off: ¡Por fin se desvela a que nos enfrentamos! Son un puñado de: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que han poseido a sus huespedes desde hace mucho, mucho tiempo y ahora vagan por ahí intentando agrandar su club.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Sus orejas se movieron al sentir la pequeña vibración en el viento. Casi como si fuera un reflejo de toda la vida, giró su cuerpo hacia su espalda, sosteniendo fuerte su lanza. Solo porque el destino y los dioses le sonreían que el filo de una de las puntas chocó contra algo que no pudo discernir al inicio. Solo pudo hacerse la idea de que era tangible, aunque cuando cayó al suelo, pudo notar que tenía la forma de una daga con la forma de la oscuridad. Parecía como si fuera una daga normal envuelta en lo mismo que la atacaba, cayendo después de su infructuoso ataque y desapareciendo en la oscuridad de la noche.
La segunda vez que sus orejas escucharon el viento siendo cortado, fue delante suyo, avanzando peligrosamente hacia cada una de sus piernas. Solo un salto impulsado por su inconsciente evitó que las cuchillas atravesaran su carne. Nuevamente se clavaron en el suelo para perderse en el mar de oscuridad que la rodeaba. Aunque a su alrededor existía aquella sensación que privaba su presencia del resto del mundo, sus ojos conocían la oscuridad y podía distinguir lo que existía más allá de la sensación.**
No podía ver qué era, más sabía que estaba ahí. Podía sentir cómo era observada, como si se sintieran miles de ojos que podían ver cada verdad de tu pasado, cada mentira, cada odio, cada rencor, cada sensación… cada miedo.
Esta vez pudo sentir las sensaciones viajar en cada punto cardinal. Como un acto reflejo, se agachó para acabar con cuatro cuchillas pasando por encima de su cabeza. Antes que pudiera levantarse para prepararse al próximo ataque, una cuchilla fue directo a su pie derecho, lo que la obligó a mover su pie y perder el equilibrio, evitando caer gracias a su mano izquierda, la cual se encontró con una cuchilla que la estaba esperando. Apenas pudo mover para evitar que atravesara la carne, pero un corte dejó en su dedo índice, aunque el evitar dos dagas hacia su cuerpo evitaron que notara su daño. Terminó rodando en el suelo, deteniendose antes que otras dos dagas se clavaran en el punto exacto donde cayeron, levantándose en el acto para ser bienvenida por dos dagas que viajaban hacia su rostro. Su lanza los repelió de un ataque horizontal, dejandolos en el suelo.
Primero fue una daga. Luego dos. Cuatro se avalanzaron y ocho llegaron en rápida sucesión. Todavía no adivinaba de donde podían venir, o cómo podían venir. Solo sabía que el número parecía duplicarse cada vez. Se dio cuenta que, si seguía así, estaría en más problemas de los que podía manejar.
- Se siente muy… impotente, ¿no?
El silencio se hizo nuevamente, como si una tregua se diera a lugar entre las dos entidades. Algo que no esperaba y, sin embargo, le reveló lo que lentamente en su cabeza pasaba.
- Imagina si tuvieras más… poder. Más… velocidad. Más… resistencia.
Sus orejas se alzaron al escucharlas, su corazón se paralizó y su mente quedó en blanco. Su instinto de supervivencia tomó control de su cuerpo y, dando un impulso con sus piernas, llegó hacia el árbol más cercano que tenía. Su espalda chocó contra este, guardando su espalda y, cuando vio como las dagas se dirigían hacia ella, un rápido movimiento la hizo girar hacia el costado contrario del árbol, dejando que las armas se incrustaran contra la madera. Pudo sentir cómo las cuchillas se detenían ante el grueso material, pero a la vez se dio cuenta de lo que podía pasarle si recibía un impacto directo de ellas.
Fue entonces cuando sintió como el dolor la paralizó por completo.
Se había confiado conque el árbol detendría las dagas, pero no se fijó en el como una de ellas pasó por el costado del árbol, rozando y haciendole un corte en el tobillo. Carecía de profundidad, pero con solo apoyar su pie podía sentir cómo el dolor recorría por completo su cuerpo.
- ¿Te hace recordar no? Los viejos tiempos…
Aquellos tiempos marcados por la soledad, la hambruna, el dolor. Sellados en su mente, chocando contra aquel muro que ella misma construyó hace muchos años. Para olvidar. Pero el alma nunca olvida. Por más que uno quiera, los recuerdos están ahí, latentes, esperando a salir nuevamente, para recordarle a la persona el por qué es así, por qué sus odios tenían explicación, el por qué a veces solo deseaba lastimar, castigar, tomar venganza.
Venganza por esos años. Venganza por su hambruna. Venganza por todo su dolor.
- Te gustaría sacar ese odio que tienes… el hacer algo por esas cicatrices que todavía duelen en la noche…
Sintió como su voz cambió a una más… seductora. Más, en vez de prometer placeres carnales, lo que parecía prometer era lo que en su mente sentía atracción.
- Puedo ayudarte a que cada una de esas sensaciones pueda ser completada. Imagina satisfacerte todas las noches con un buen descanso, el de que tus enemigos fueron torturados… que pidieron clemencia, perdón, compasión… y que tu los miraste desde arriba, con tu lanza en la mano… y les dijiste… “No”. Imagina cuanto…
- ¡¿QUIERREZ ZE CALLARRTE DE UNA VEZ, HIJO DE PUTA?!
Por primera vez, el silencio marcó una nueva pauta. Ya no era la voluntad de la sombra la que obligaba al viento a callar todos los sonidos ni la oscuridad el envolver todo de desesperación. Los roles habían cambiado, por solo unos segundos, pero lo suficiente para que la voz de la mujer bestia fuera la que, esta vez, dominaba por sobre otros.
- Vienez a hablarrme de ze ozcurridad, de ze odio, de ze venganza. ¿Acazo no querríaz prrobarr miz ze lágrrimaz prrimerro, maldito bipolarr? - aun con las heridas en su cuerpo, se mantuvo erguida, decidida, como si todo el miedo y duda que había experimentado antes se había desvanecido. Se mantenía de pie con un orgullo que solo se equiparaba a su odio contra la sombra - ¿Tu acazo qué zabez de la ozcurridad? Zolo errez un ze baztarrdo que nazió de ella. Zolo haz vivido cómodamente de ze ella. ¡Jamáz haz ze cueztionado nada! ¡Jamáz haz ze luchado porr ella!
- … jamáz haz tenido que mirrarr a la ozcurridad de frrente. Jamáz haz tenido que levantarrte y continuarr. Jamáz haz tenido que vivirr con ello.
- Zolo errez como otrro cualquierr zerrdo burrguéz. Viviendo con lo que te dierron al nazerr. Algo como tú jamáz podrrá darrme lo que ze quierro.
El silencio quedó, la mujer sin respuesta. Pero la oscuridad se movía, inquieta, alrededor de ella como si fuera un pequeño tornado que amenazaba con llevarse todo lo que conocía. Era inquieto, como si no pudiera calmar su propio odio interno, como si cada palabra de Alexandra le hubiera dañado el orgullo.
- Tú…
De la oscuridad forjada, cientos y cientos de cuchillos se forjaron a algunos metros de ella, rodeandola desde todos los puntos inimaginables. Era como si la sombra hubiera perdido el control de su voluntad. ¿Había sido porque la oscuridad sabía que era una presa con un sabor asqueroso? ¿Que vomitaría si intentaba consumirla?
El odio escondido dentro de la mujer bestia era tan apetecible para la bestia y, sin embargo, se sentía asqueado de ella al mismo tiempo.
Fue así que cientos de hojas viajaron hacia ella, sin importarle nada. Se clavaron en todo el árbol que estaba detrás de ella, rompiendo cada pedazo de su corteza, cada rama y cada hoja que existía. Luego se clavaron en la armadura de Alexandra, enterrándose en cada zona que albergaba metal y cuero que la ayudaba a evitar un daño mortal en las peleas. Luego en las partes intermedias de las placas, donde se podía llegar a la carne, a las zonas sensibles. Luego su sombrero, quedando atravesado por decenas de cuchillos.
Las ropas quedaron completamente incrustadas en la madera, con cientos de cuchillos incrustados. La sombra se acercó, queriendo descubrir cuál era el cuchillo que se había incrustado en el corazón de la mujer bestia, para retorcerlo y destrozar aquel músculo.
Fue entonces cuando la lanza viajó hacia él, encontrando su forma material y enterrándose con fuerza y violencia. Un grito de dolor se escuchó por los bosques hasta las mismas posadas. Un grito innatural, como si fuera de una criatura que no pertenecía al plano de los mortales.
Cuando la criatura tomó parte de la lanza de la mujer, notó como las ropas se movieron a un lado, mostrando a la mujer con diversas heridas en todo su cuerpo. Y sin embargo, ninguna daga la había atravesado.
- Pero… tú…
Fue cuando se dio cuenta. Cegado en su odio, no se dio cuenta cuando la mujer se quitó las ropas que contenían su armadura, colocandolas delante de ella junto con su sombrero, logrando hacer un improvisado escudo que atajó la mayor parte del daño. Y para evitar que aquellas dagas la lastimaran, usó su lanza para crear un espacio que evitaba que las dagas que atravesaban sus ropas llegaran a su cuerpo.
La criatura forzó la remoción de la lanza en su cuerpo y, casi como si ahora fuera ella la que temiera a la mujer bestia, tomó la oscuridad que los rodeaba, las dagas, todo, y escapó del lugar como si supiera que su supervivencia dependiera de ello.
La joven estuvo a punto de seguirla, pero todo el dolor llegó de golpe una vez que la adrenalina comenzara a bajar y cayó de rodillas en el lugar, solo evitando el caer por completo gracias a que usó su arma como soporte.
----
**: Uso de habilidad: Caza Nocturna (Rasgo)
La segunda vez que sus orejas escucharon el viento siendo cortado, fue delante suyo, avanzando peligrosamente hacia cada una de sus piernas. Solo un salto impulsado por su inconsciente evitó que las cuchillas atravesaran su carne. Nuevamente se clavaron en el suelo para perderse en el mar de oscuridad que la rodeaba. Aunque a su alrededor existía aquella sensación que privaba su presencia del resto del mundo, sus ojos conocían la oscuridad y podía distinguir lo que existía más allá de la sensación.**
No podía ver qué era, más sabía que estaba ahí. Podía sentir cómo era observada, como si se sintieran miles de ojos que podían ver cada verdad de tu pasado, cada mentira, cada odio, cada rencor, cada sensación… cada miedo.
Esta vez pudo sentir las sensaciones viajar en cada punto cardinal. Como un acto reflejo, se agachó para acabar con cuatro cuchillas pasando por encima de su cabeza. Antes que pudiera levantarse para prepararse al próximo ataque, una cuchilla fue directo a su pie derecho, lo que la obligó a mover su pie y perder el equilibrio, evitando caer gracias a su mano izquierda, la cual se encontró con una cuchilla que la estaba esperando. Apenas pudo mover para evitar que atravesara la carne, pero un corte dejó en su dedo índice, aunque el evitar dos dagas hacia su cuerpo evitaron que notara su daño. Terminó rodando en el suelo, deteniendose antes que otras dos dagas se clavaran en el punto exacto donde cayeron, levantándose en el acto para ser bienvenida por dos dagas que viajaban hacia su rostro. Su lanza los repelió de un ataque horizontal, dejandolos en el suelo.
Primero fue una daga. Luego dos. Cuatro se avalanzaron y ocho llegaron en rápida sucesión. Todavía no adivinaba de donde podían venir, o cómo podían venir. Solo sabía que el número parecía duplicarse cada vez. Se dio cuenta que, si seguía así, estaría en más problemas de los que podía manejar.
- Se siente muy… impotente, ¿no?
El silencio se hizo nuevamente, como si una tregua se diera a lugar entre las dos entidades. Algo que no esperaba y, sin embargo, le reveló lo que lentamente en su cabeza pasaba.
- Imagina si tuvieras más… poder. Más… velocidad. Más… resistencia.
Sus orejas se alzaron al escucharlas, su corazón se paralizó y su mente quedó en blanco. Su instinto de supervivencia tomó control de su cuerpo y, dando un impulso con sus piernas, llegó hacia el árbol más cercano que tenía. Su espalda chocó contra este, guardando su espalda y, cuando vio como las dagas se dirigían hacia ella, un rápido movimiento la hizo girar hacia el costado contrario del árbol, dejando que las armas se incrustaran contra la madera. Pudo sentir cómo las cuchillas se detenían ante el grueso material, pero a la vez se dio cuenta de lo que podía pasarle si recibía un impacto directo de ellas.
Fue entonces cuando sintió como el dolor la paralizó por completo.
Se había confiado conque el árbol detendría las dagas, pero no se fijó en el como una de ellas pasó por el costado del árbol, rozando y haciendole un corte en el tobillo. Carecía de profundidad, pero con solo apoyar su pie podía sentir cómo el dolor recorría por completo su cuerpo.
- ¿Te hace recordar no? Los viejos tiempos…
Aquellos tiempos marcados por la soledad, la hambruna, el dolor. Sellados en su mente, chocando contra aquel muro que ella misma construyó hace muchos años. Para olvidar. Pero el alma nunca olvida. Por más que uno quiera, los recuerdos están ahí, latentes, esperando a salir nuevamente, para recordarle a la persona el por qué es así, por qué sus odios tenían explicación, el por qué a veces solo deseaba lastimar, castigar, tomar venganza.
Venganza por esos años. Venganza por su hambruna. Venganza por todo su dolor.
- Te gustaría sacar ese odio que tienes… el hacer algo por esas cicatrices que todavía duelen en la noche…
Sintió como su voz cambió a una más… seductora. Más, en vez de prometer placeres carnales, lo que parecía prometer era lo que en su mente sentía atracción.
- Puedo ayudarte a que cada una de esas sensaciones pueda ser completada. Imagina satisfacerte todas las noches con un buen descanso, el de que tus enemigos fueron torturados… que pidieron clemencia, perdón, compasión… y que tu los miraste desde arriba, con tu lanza en la mano… y les dijiste… “No”. Imagina cuanto…
- ¡¿QUIERREZ ZE CALLARRTE DE UNA VEZ, HIJO DE PUTA?!
Por primera vez, el silencio marcó una nueva pauta. Ya no era la voluntad de la sombra la que obligaba al viento a callar todos los sonidos ni la oscuridad el envolver todo de desesperación. Los roles habían cambiado, por solo unos segundos, pero lo suficiente para que la voz de la mujer bestia fuera la que, esta vez, dominaba por sobre otros.
- Vienez a hablarrme de ze ozcurridad, de ze odio, de ze venganza. ¿Acazo no querríaz prrobarr miz ze lágrrimaz prrimerro, maldito bipolarr? - aun con las heridas en su cuerpo, se mantuvo erguida, decidida, como si todo el miedo y duda que había experimentado antes se había desvanecido. Se mantenía de pie con un orgullo que solo se equiparaba a su odio contra la sombra - ¿Tu acazo qué zabez de la ozcurridad? Zolo errez un ze baztarrdo que nazió de ella. Zolo haz vivido cómodamente de ze ella. ¡Jamáz haz ze cueztionado nada! ¡Jamáz haz ze luchado porr ella!
- … jamáz haz tenido que mirrarr a la ozcurridad de frrente. Jamáz haz tenido que levantarrte y continuarr. Jamáz haz tenido que vivirr con ello.
- Zolo errez como otrro cualquierr zerrdo burrguéz. Viviendo con lo que te dierron al nazerr. Algo como tú jamáz podrrá darrme lo que ze quierro.
El silencio quedó, la mujer sin respuesta. Pero la oscuridad se movía, inquieta, alrededor de ella como si fuera un pequeño tornado que amenazaba con llevarse todo lo que conocía. Era inquieto, como si no pudiera calmar su propio odio interno, como si cada palabra de Alexandra le hubiera dañado el orgullo.
- Tú…
De la oscuridad forjada, cientos y cientos de cuchillos se forjaron a algunos metros de ella, rodeandola desde todos los puntos inimaginables. Era como si la sombra hubiera perdido el control de su voluntad. ¿Había sido porque la oscuridad sabía que era una presa con un sabor asqueroso? ¿Que vomitaría si intentaba consumirla?
El odio escondido dentro de la mujer bestia era tan apetecible para la bestia y, sin embargo, se sentía asqueado de ella al mismo tiempo.
Fue así que cientos de hojas viajaron hacia ella, sin importarle nada. Se clavaron en todo el árbol que estaba detrás de ella, rompiendo cada pedazo de su corteza, cada rama y cada hoja que existía. Luego se clavaron en la armadura de Alexandra, enterrándose en cada zona que albergaba metal y cuero que la ayudaba a evitar un daño mortal en las peleas. Luego en las partes intermedias de las placas, donde se podía llegar a la carne, a las zonas sensibles. Luego su sombrero, quedando atravesado por decenas de cuchillos.
Las ropas quedaron completamente incrustadas en la madera, con cientos de cuchillos incrustados. La sombra se acercó, queriendo descubrir cuál era el cuchillo que se había incrustado en el corazón de la mujer bestia, para retorcerlo y destrozar aquel músculo.
Fue entonces cuando la lanza viajó hacia él, encontrando su forma material y enterrándose con fuerza y violencia. Un grito de dolor se escuchó por los bosques hasta las mismas posadas. Un grito innatural, como si fuera de una criatura que no pertenecía al plano de los mortales.
Cuando la criatura tomó parte de la lanza de la mujer, notó como las ropas se movieron a un lado, mostrando a la mujer con diversas heridas en todo su cuerpo. Y sin embargo, ninguna daga la había atravesado.
- Pero… tú…
Fue cuando se dio cuenta. Cegado en su odio, no se dio cuenta cuando la mujer se quitó las ropas que contenían su armadura, colocandolas delante de ella junto con su sombrero, logrando hacer un improvisado escudo que atajó la mayor parte del daño. Y para evitar que aquellas dagas la lastimaran, usó su lanza para crear un espacio que evitaba que las dagas que atravesaban sus ropas llegaran a su cuerpo.
La criatura forzó la remoción de la lanza en su cuerpo y, casi como si ahora fuera ella la que temiera a la mujer bestia, tomó la oscuridad que los rodeaba, las dagas, todo, y escapó del lugar como si supiera que su supervivencia dependiera de ello.
La joven estuvo a punto de seguirla, pero todo el dolor llegó de golpe una vez que la adrenalina comenzara a bajar y cayó de rodillas en el lugar, solo evitando el caer por completo gracias a que usó su arma como soporte.
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**: Uso de habilidad: Caza Nocturna (Rasgo)
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Eltrant salió tras ella. La bruja lo miró por un solo instante, y luego devolvió su mirada a la oscuridad del bosque.
El hombre le preguntó si se encontraba bien. Asintió sin apartar la mirada del bosque, era la única respuesta que Eltrant obtendría. La postura de la Rhodes era tensa, como si se esperase algo.
Notó que algo se acercaba, era un presentimiento. Algo hizo que su corazón se encogiera. Eltrant también lo notó, y afirmó dicho presentimiento avisando a la bruja de que se preparase. Quizás era demasiado tarde para escoger la vía del no hacer nada y quedarse en la posada hasta el día siguiente. Se había metido de lleno en ese asunto, y no tenía pinta de que pudiera volver atrás en su decisión. Se mordió el labio inferior, de haberlo sabido, seguramente ni siquiera se hubiese quedado allí a pasar la noche, o hubiera subido las escaleras al piso superior tan rápido como sus piernas se lo permitiesen.
Algo hizo que saliese de sus cavilaciones, una brisa que se levantó de pronto y la rodeó. Miró a Eltrant, él también estaba rodeado por dicha brisa. Luego, uno de los guanteletes que portaba se iluminó, arrojando luz a todo a su alrededor y mejorando notablemente el campo de visión, cosa que era de agradecer.
-¿Eres brujo?-Preguntó. Todo ese repertorio tendría que ser obra de uno, si no, no se explicaba cómo podía suceder.
Posó de nuevo su mirada en el frente. Lo que vio aumentó aún más su asombro: extrañas figuras y siluetas sacadas de un cuento de fantasmas para asustar a niños.
Apretó la mandíbula y tensó aún más su pose. Por si no diese el suficiente horror la mera aparición de estas criaturas, las susodichas empezaron a hablar, todas al unísono, como un único ente. Un escalofrío recorrió toda la espalda de la bruja.
Helena entonces notó que le agarraban del brazo, era Eltrant. Frunció el ceño e intentó zafarse del agarre, pero antes de que la acción llegase totalmente a desarrollarse, el castaño fue embestido por una de las criaturas y enviado, literalmente, volando hasta la posada de la que habían salido. Esto dejó a la Rhodes atónita, ahora una especie de muerto viviente ensombrecido estaba a su lado. Este giró la cabeza de una forma poco ortodoxa y depositó su sangrienta mirada en la rubia.
Como acto reflejo, Helena le propinó un puñetazo en toda la cara. Iba con tantas ganas y fuerza que hizo que la criatura se volteara.
-Somos... inevitables.-Es última voz pudo escucharla desde detrás de ella. Se giró y pudo ver que otra de las criaturas había avanzado hasta su lado-Imposible resistirse.-Dos más aparecieron por los dos flancos que quedaban, ahora la bruja estaba rodeada-Aceptad... el sacrificio...
El ser al que le había dado el puñetazo volvió a voltearse mirando hacia la Rhodes.
Helena entonces se concentró y sus dos brazos empezaron a adquirir un tono azulado y pálido, con las venas marcándose en ambos y ramificándose por ellos. Las criaturas empezaron a caminar hacia ella, pero no iba a tolerar ni un paso más; la bruja estiró sus brazos hacia izquierda y derecha respectivamente, quedándose en cruz y extendiendo las palmas de sus manos, de estas salieron dos estacas afiladas de hielo que impactaron en las cabezas de dos de las criaturas. Luego, se abalanzó sobre una de ellas, dio un rápido espasmo con su muñeca izquierda y dejó al descubierto la daga que escondía el brazalete, lo siguiente fue clavarla en el cuello de su oponente. Este calló fulminante como sus otros dos compañeros [1].
Para el enemigo que quedaba, Helena se abalanzó hacia él, pero esta vez pegando un pequeño salto y con la rodilla izquierda por delante, haciendo que esta impactara en el pecho de la criatura y la hiciera caer al suelo. La Rhodes quedó encima de esta, y tan solo le bastó clavar su daga de nuevo, esta vez en la cabeza, de dicha criatura para que esta dejara de moverse.
No sabría decir con certeza si estaban o no muertas, ya que en un principio tenían ese aspecto decrépito y horrible que tienen los cadáveres, y ahora llevaban ese mismo semblante, solo que sin moverse... Terrorífico, sin duda.
Eltrant entonces llegó a su lado. Estaba sangrando en la frente, una brecha se le había abierto. Después del ataque que sufrió, realmente le sorprendía que siguiera entero.
-¿"Encontrarlas..."?-Preguntó, pero enseguida se dio cuenta de a qué se refería-¿¡Cómo voy a pensar en eso mientras me juego el cuello, idiota!?-Le contestó
Pudo ver cómo el resto de criaturas que quedaban en pie les empezaban a rodear. Tenía la sensación de que eran cientas y que sería imposible acabar con todas. Apretó la mandíbula, con rabia. Entonces, miró a Eltrant
-¡Pégate a mi espalda!-Le ordenó. Poco le importaría si le haría caso o no, peor para él.
De pronto, levantó a poco más de un metro de distancia un pequeño semi muro de agua que brotó de la nada del suelo, el cual la rodeaba formando un círculo perfecto. La bruja ordenó, con un movimiento de sus manos, a esta masa de agua elevarse con potencia y expandirse de forma violenta, arrasando con todo lo que había alrededor. El choque sería tan brutal como el de un mismo dragón al embestir [2].
Cuando su hechizo cesó, la bruja hincó una rodilla en el suelo, apoyando sus brazos en esta e intentando recuperar el aliento. Había hecho mucho en muy poco tiempo, y eso le pasaba factura, ya que no dominaba del todo sus habilidades como bruja tensai.
Poco a poco, las venas dejaban de marcarse en sus brazos y estos recuperaban su tono normal de piel.
___________________________________________________________________
Off:
-Habilidad usada [1]: Estaca de Hielo
-Habilidad usada [2]: Ola de Poder
El hombre le preguntó si se encontraba bien. Asintió sin apartar la mirada del bosque, era la única respuesta que Eltrant obtendría. La postura de la Rhodes era tensa, como si se esperase algo.
Notó que algo se acercaba, era un presentimiento. Algo hizo que su corazón se encogiera. Eltrant también lo notó, y afirmó dicho presentimiento avisando a la bruja de que se preparase. Quizás era demasiado tarde para escoger la vía del no hacer nada y quedarse en la posada hasta el día siguiente. Se había metido de lleno en ese asunto, y no tenía pinta de que pudiera volver atrás en su decisión. Se mordió el labio inferior, de haberlo sabido, seguramente ni siquiera se hubiese quedado allí a pasar la noche, o hubiera subido las escaleras al piso superior tan rápido como sus piernas se lo permitiesen.
Algo hizo que saliese de sus cavilaciones, una brisa que se levantó de pronto y la rodeó. Miró a Eltrant, él también estaba rodeado por dicha brisa. Luego, uno de los guanteletes que portaba se iluminó, arrojando luz a todo a su alrededor y mejorando notablemente el campo de visión, cosa que era de agradecer.
-¿Eres brujo?-Preguntó. Todo ese repertorio tendría que ser obra de uno, si no, no se explicaba cómo podía suceder.
Posó de nuevo su mirada en el frente. Lo que vio aumentó aún más su asombro: extrañas figuras y siluetas sacadas de un cuento de fantasmas para asustar a niños.
Apretó la mandíbula y tensó aún más su pose. Por si no diese el suficiente horror la mera aparición de estas criaturas, las susodichas empezaron a hablar, todas al unísono, como un único ente. Un escalofrío recorrió toda la espalda de la bruja.
Helena entonces notó que le agarraban del brazo, era Eltrant. Frunció el ceño e intentó zafarse del agarre, pero antes de que la acción llegase totalmente a desarrollarse, el castaño fue embestido por una de las criaturas y enviado, literalmente, volando hasta la posada de la que habían salido. Esto dejó a la Rhodes atónita, ahora una especie de muerto viviente ensombrecido estaba a su lado. Este giró la cabeza de una forma poco ortodoxa y depositó su sangrienta mirada en la rubia.
Como acto reflejo, Helena le propinó un puñetazo en toda la cara. Iba con tantas ganas y fuerza que hizo que la criatura se volteara.
-Somos... inevitables.-Es última voz pudo escucharla desde detrás de ella. Se giró y pudo ver que otra de las criaturas había avanzado hasta su lado-Imposible resistirse.-Dos más aparecieron por los dos flancos que quedaban, ahora la bruja estaba rodeada-Aceptad... el sacrificio...
El ser al que le había dado el puñetazo volvió a voltearse mirando hacia la Rhodes.
Helena entonces se concentró y sus dos brazos empezaron a adquirir un tono azulado y pálido, con las venas marcándose en ambos y ramificándose por ellos. Las criaturas empezaron a caminar hacia ella, pero no iba a tolerar ni un paso más; la bruja estiró sus brazos hacia izquierda y derecha respectivamente, quedándose en cruz y extendiendo las palmas de sus manos, de estas salieron dos estacas afiladas de hielo que impactaron en las cabezas de dos de las criaturas. Luego, se abalanzó sobre una de ellas, dio un rápido espasmo con su muñeca izquierda y dejó al descubierto la daga que escondía el brazalete, lo siguiente fue clavarla en el cuello de su oponente. Este calló fulminante como sus otros dos compañeros [1].
Para el enemigo que quedaba, Helena se abalanzó hacia él, pero esta vez pegando un pequeño salto y con la rodilla izquierda por delante, haciendo que esta impactara en el pecho de la criatura y la hiciera caer al suelo. La Rhodes quedó encima de esta, y tan solo le bastó clavar su daga de nuevo, esta vez en la cabeza, de dicha criatura para que esta dejara de moverse.
No sabría decir con certeza si estaban o no muertas, ya que en un principio tenían ese aspecto decrépito y horrible que tienen los cadáveres, y ahora llevaban ese mismo semblante, solo que sin moverse... Terrorífico, sin duda.
Eltrant entonces llegó a su lado. Estaba sangrando en la frente, una brecha se le había abierto. Después del ataque que sufrió, realmente le sorprendía que siguiera entero.
-¿"Encontrarlas..."?-Preguntó, pero enseguida se dio cuenta de a qué se refería-¿¡Cómo voy a pensar en eso mientras me juego el cuello, idiota!?-Le contestó
Pudo ver cómo el resto de criaturas que quedaban en pie les empezaban a rodear. Tenía la sensación de que eran cientas y que sería imposible acabar con todas. Apretó la mandíbula, con rabia. Entonces, miró a Eltrant
-¡Pégate a mi espalda!-Le ordenó. Poco le importaría si le haría caso o no, peor para él.
De pronto, levantó a poco más de un metro de distancia un pequeño semi muro de agua que brotó de la nada del suelo, el cual la rodeaba formando un círculo perfecto. La bruja ordenó, con un movimiento de sus manos, a esta masa de agua elevarse con potencia y expandirse de forma violenta, arrasando con todo lo que había alrededor. El choque sería tan brutal como el de un mismo dragón al embestir [2].
Cuando su hechizo cesó, la bruja hincó una rodilla en el suelo, apoyando sus brazos en esta e intentando recuperar el aliento. Había hecho mucho en muy poco tiempo, y eso le pasaba factura, ya que no dominaba del todo sus habilidades como bruja tensai.
Poco a poco, las venas dejaban de marcarse en sus brazos y estos recuperaban su tono normal de piel.
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Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Su vida se había vuelto tan abrumadoramente peligrosa que se permitía pedirle ayuda a personas como Helena en situaciones como aquella sin apenas pensar en que estos podían estar realmente asustados por lo que estaba sucediendo.
Tenía razón en llamarle idiota. Aunque, por supuesto, toda persona que le conocía le llamaba de ese modo en algún momento u otro; era una especie de rito de paso para él.
Eltrant se acercó a la bruja cuando esta se lo ordenó y alzó la espada, preparándose para lo que viniese. Por mucho que la rubia afirmase estar jugándose su cuello, el siguiente ataque de agua que lanzó fue impresionante.
Todos los caminantes sombríos fueron arrastrados con relativa facilidad.
Era evidente que se trataba de una Tensai de agua.
Respiró, aliviado, al ver como las figuras habían dejado de moverse, al menos la mayor parte de estas y se giró hacía la mujer, algo como aquello parecía haberla dejado comprensiblemente exhausta.
- ¿Puedes moverte? – Le preguntó, ofreciéndole la mano, dispuesto a ayudarla levantarse. – Impresionante. – dijo a continuación, ofreciéndole una sonrisa. – Gracias por la ayuda. - Por mucho que continuase viajando por Aerandir seguía conociendo personas realmente capaces, había sido una suerte coincidir con ella allí.
Después de asegurarse de que Helena estaba ilesa, se incorporó completamente y clavó firmemente a Olvido en el cuello de uno de los pocos seres sombríos que aún se movían, el cual, aun en el suelo, dejó escapar un sonido gutural, tras lo cual dejó de moverse definitivamente.
Estaba seguro de que vislumbró a algo parecido a una sombra fantasmal emerger del cadáver y perderse en el bosque. ¿Eran… algo similar a lo que vivió en el lago sombrío? Si fuese así… la última vez que presenció algo similar todo un pueblo acabó en ruinas.
- Voy a seguir hacia adelante. No te preocupes y vuelve si lo necesitas. – Afirmó mirando directamente al lugar en el que había desaparecido la sombra, unos arbustos en la linde del bosque. – No creo que esto haya acabado. – Señaló hacía el bosque - ¿Lo oyes? - Frunció el ceño, conseguía escuchar... el sonido de una pelea, una voz relativamente distante. – Oh, y no soy brujo. – dijo después, girándose hacía la mujer, respondiendo la pregunta que no había tenido tiempo de responder antes.
Envainó a Olvido a su espalda, al menos durante unos momentos, la recuperaría de nuevo de llegar a necesitarla; desde los eventos de Dundarak si la empuñaba durante mucho tiempo… era extraño, su fuerza crecía, su armadura se volvía más ligera…
Pero también se enfadaba.
Mucho.
Llegados a aquel punto aún no lo había sentido, la necesidad de acabar la pelea cuanto antes no se había apoderado de él. Pero era mejor prevenir y, además, contaba con una segunda espada que podía servir de antorcha.
Llevando su mano útil hasta la cintura, se hizo con Recuerdo; la espada de hielo imitó a su hermana e iluminó todo el camino que tenía frente a él con su fantasmagórico brillo azulado.
Quizás aquella espada no fuese “poderosa” como la que acababa de envainar, pero bastaba para cercenar en dos a cualquiera de aquellos seres que se colocasen delante de él. Y, a unas malas, también tenía el pesado martillo que colgaba de su espalda.
Lyn tenía razón, cada día que pasaba más parecía una herrería ambulante.
Avanzó entre los arbustos, de forma algo tosca, pues nunca se había caracterizado por ser precisamente sigiloso y acabó en un claro aparentemente vacío. No sabía si Helena se había decidido por acompañarle, pero se encargó de hacer una seña con la espada de hielo para que se parase si le seguía.
Aun cuando parecían estar solos, no lo estaban realmente.
En el centro de aquel claro estaba… Alexandra, su figura era difícil de ver debido al remolino de sombras que esta tenía alrededor, a los cuerpos que se movían lentamente, entre convulsiones, hacía dónde estaba la mujer-bestia.
Las sombras parecían hablarle además de atacarla.
Estaba herida.
- Dioses… - Masculló en voz baja, frunciendo el ceño, al notar que, todas las siluetas que habían estado siguiendo, las que habían salido de los cuerpos que acababan de derrotar, se internaban en los que había allí arremolinados, alrededor de Alexandra.
De forma que estos cambiaban aún más de forma, se volvían más voluminosos y amenazadores.
No era esos, sin embargo, los que atacaban a Alexandra; si no otra figura que apenas podía reconocer Eltrant desde dónde estaba pero que, de alguna forma, había conseguido concentrar la mayor parte de las sombras fugitivas.
¿Qué eran aquellas cosas?
¿Y cómo iban a derrotarlas?
Fuese como fuese, no iba a dejar a Alexandra a su suerte.
- ¡Eh! – Gritó, con toda la fuerza de sus pulmones, saliendo a campo abierto desde su escondite. – ¡No está sola! – Automáticamente, muchos de los poseídos se giraron hacía el castaño. – Exacto. – Tras clavar a Recuerdo en el suelo se hizo con el Martillo que colgaba de su espalda, las runas de la cabeza del mismo se iluminaron en tonalidades rojizas inmediatamente.
Aún si no conseguía atraer la atención del grande… tenía la de los “pequeños”.
Después de haberles visto pelear… no le sería muy difícil despachar a la mayor parte de ellos. Aunque no era muy difícil interpretar, después de lo visto que cada lacayo que mataban se internaba en su líder.
- Venid a por mí. –
Haciéndole más y más fuerte progresivamente.
Tenía razón en llamarle idiota. Aunque, por supuesto, toda persona que le conocía le llamaba de ese modo en algún momento u otro; era una especie de rito de paso para él.
Eltrant se acercó a la bruja cuando esta se lo ordenó y alzó la espada, preparándose para lo que viniese. Por mucho que la rubia afirmase estar jugándose su cuello, el siguiente ataque de agua que lanzó fue impresionante.
Todos los caminantes sombríos fueron arrastrados con relativa facilidad.
Era evidente que se trataba de una Tensai de agua.
Respiró, aliviado, al ver como las figuras habían dejado de moverse, al menos la mayor parte de estas y se giró hacía la mujer, algo como aquello parecía haberla dejado comprensiblemente exhausta.
- ¿Puedes moverte? – Le preguntó, ofreciéndole la mano, dispuesto a ayudarla levantarse. – Impresionante. – dijo a continuación, ofreciéndole una sonrisa. – Gracias por la ayuda. - Por mucho que continuase viajando por Aerandir seguía conociendo personas realmente capaces, había sido una suerte coincidir con ella allí.
Después de asegurarse de que Helena estaba ilesa, se incorporó completamente y clavó firmemente a Olvido en el cuello de uno de los pocos seres sombríos que aún se movían, el cual, aun en el suelo, dejó escapar un sonido gutural, tras lo cual dejó de moverse definitivamente.
Estaba seguro de que vislumbró a algo parecido a una sombra fantasmal emerger del cadáver y perderse en el bosque. ¿Eran… algo similar a lo que vivió en el lago sombrío? Si fuese así… la última vez que presenció algo similar todo un pueblo acabó en ruinas.
- Voy a seguir hacia adelante. No te preocupes y vuelve si lo necesitas. – Afirmó mirando directamente al lugar en el que había desaparecido la sombra, unos arbustos en la linde del bosque. – No creo que esto haya acabado. – Señaló hacía el bosque - ¿Lo oyes? - Frunció el ceño, conseguía escuchar... el sonido de una pelea, una voz relativamente distante. – Oh, y no soy brujo. – dijo después, girándose hacía la mujer, respondiendo la pregunta que no había tenido tiempo de responder antes.
Envainó a Olvido a su espalda, al menos durante unos momentos, la recuperaría de nuevo de llegar a necesitarla; desde los eventos de Dundarak si la empuñaba durante mucho tiempo… era extraño, su fuerza crecía, su armadura se volvía más ligera…
Pero también se enfadaba.
Mucho.
Llegados a aquel punto aún no lo había sentido, la necesidad de acabar la pelea cuanto antes no se había apoderado de él. Pero era mejor prevenir y, además, contaba con una segunda espada que podía servir de antorcha.
Llevando su mano útil hasta la cintura, se hizo con Recuerdo; la espada de hielo imitó a su hermana e iluminó todo el camino que tenía frente a él con su fantasmagórico brillo azulado.
Quizás aquella espada no fuese “poderosa” como la que acababa de envainar, pero bastaba para cercenar en dos a cualquiera de aquellos seres que se colocasen delante de él. Y, a unas malas, también tenía el pesado martillo que colgaba de su espalda.
Lyn tenía razón, cada día que pasaba más parecía una herrería ambulante.
Avanzó entre los arbustos, de forma algo tosca, pues nunca se había caracterizado por ser precisamente sigiloso y acabó en un claro aparentemente vacío. No sabía si Helena se había decidido por acompañarle, pero se encargó de hacer una seña con la espada de hielo para que se parase si le seguía.
Aun cuando parecían estar solos, no lo estaban realmente.
En el centro de aquel claro estaba… Alexandra, su figura era difícil de ver debido al remolino de sombras que esta tenía alrededor, a los cuerpos que se movían lentamente, entre convulsiones, hacía dónde estaba la mujer-bestia.
Las sombras parecían hablarle además de atacarla.
Estaba herida.
- Dioses… - Masculló en voz baja, frunciendo el ceño, al notar que, todas las siluetas que habían estado siguiendo, las que habían salido de los cuerpos que acababan de derrotar, se internaban en los que había allí arremolinados, alrededor de Alexandra.
De forma que estos cambiaban aún más de forma, se volvían más voluminosos y amenazadores.
No era esos, sin embargo, los que atacaban a Alexandra; si no otra figura que apenas podía reconocer Eltrant desde dónde estaba pero que, de alguna forma, había conseguido concentrar la mayor parte de las sombras fugitivas.
¿Qué eran aquellas cosas?
¿Y cómo iban a derrotarlas?
Fuese como fuese, no iba a dejar a Alexandra a su suerte.
- ¡Eh! – Gritó, con toda la fuerza de sus pulmones, saliendo a campo abierto desde su escondite. – ¡No está sola! – Automáticamente, muchos de los poseídos se giraron hacía el castaño. – Exacto. – Tras clavar a Recuerdo en el suelo se hizo con el Martillo que colgaba de su espalda, las runas de la cabeza del mismo se iluminaron en tonalidades rojizas inmediatamente.
Aún si no conseguía atraer la atención del grande… tenía la de los “pequeños”.
Después de haberles visto pelear… no le sería muy difícil despachar a la mayor parte de ellos. Aunque no era muy difícil interpretar, después de lo visto que cada lacayo que mataban se internaba en su líder.
- Venid a por mí. –
Haciéndole más y más fuerte progresivamente.
Eltrant Tale
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Desconocía cuantas de esas armas rozaron con su cuerpo, pero podía sentir cada una de sus partes del cuerpo pulsando y concentrando cada rincón de su cerebro con dolor. Carecían de profundidad, todavía sentía que sus ropas no se empapaban de su sangre como para preocuparse, solo el corte en la mano derecha, sintiendo que lentamente le costaba más cerrar la mano en un puño. Su armadura acabó siendo destrozada, por lo que solo le quedaba su lanza en sus manos.
Y, sin embargo, sus manos afirmaban con fuerza su arma. Sus ojos eran decididos, calmos ante la adversidad, observando su objetivo como si los roles lentamente comenzaran lentamente a cambiar. Era como si en su alma comenzara a sentir que dejaba de ser la presa rodeada de depredadores para ser ella la cazadora buscando su presa entre un montón de crías que lloraban y gritaban por defender a su madre.
Claro está, el instinto te llega hasta cierto punto cuando te distraes y comienzas a notar a tu alrededor.
El grito del joven mercenario la trajo en si, sacudiendo las sensaciones en su cuerpo y haciendola notar en donde estaba y en qué situación. Lentamente las sombras se ampliaban para envolver a ambos en un círculo lleno de las sombras que alguna vez la atacaron. Desconocía si volverían atacar con el mismo patrón, si cambiarían o si las voces terminarían invadiendo la cabeza de ambos lo suficiente como para afectarlos en la batalla.
Lo que siguió fue algo que probablemente nadie se esperaba: lentamente la joven comenzaba a caminar hacia Eltrant, de manera calmada y llevando su arma hacia su hombro derecho, en un estilo muy clásico de aquellos que llevaban armas hasta cuando eran matones de barrio. Aquella tranquilidad era muy irregular y podía entenderse a mal, considerando además cómo las sombras se volvían inquietas y giraban más rápidamente alrededor de ambos.
Sin embargo, solo dijo una cosa que pareció descolocar su ritmo:
- Ya ya, máz trranquilaz, mierrdaz – parecía bastante enojada, y es que tenía sus razones. Tontas, pero las tenía – Uztedez andan “ze ozcurridad, ze ozcurridad”, “ze, zomoz uno lalala etc” girrando y peleando muchoz contrra uno. Zenzillo ze lez haze azí, ze trrampozoz.
Y es que Alexandra siempre había sido alguien que disfrutaba del combate de uno contra uno, por lo que el tener tantos oponentes acorralándolos cobardemente y lanzando dagas la hacía sentir que quería romperles los dientes a golpes. Si es que tenían.
- Zieloz… como me moleztan los trrampozoz – murmuró mientras se colocaba detrás de Eltrant como si nada hubiera ocurrido. O al menos, no sintiendo que había hecho algo que no ocurría muchas veces en combates donde se jugaba la vida – Oh, porr zierrto, grraziaz por venirr a ayudarrme – tocó su hombro y volvió a darle la espalda para cubrir sus puntos ciegos. Segunda irregularidad, queda ver si Alexandra llegaba a la tercera - ¿He de prrezumirr que el rezto de la gente eztá bien? ¿La dama Lyn? ¿La pozaderra también? - le había caído bien Lyn en el breve intervalo que la conocía, por lo que planeaba seguir conversando con ella. En cuanto a la posadera, no se dio cuenta que también había sido arrastrada – No ze preocupe, me ziento ze… bien – no con mucho convencimiento pero no mentía – Puedo ze zoporrtarr el dolorr mientrraz valga la pena terrminarr con eztoz ze imbézilez.
Aquella escena pareció afectar el humor de los enemigos, puesto que ahora parecían más agresivos en su girar. Alexandra sentía la enorme tentación de volver a insultarlos, diciendo cosas como “Ze, ¿vienen a pelearr o a zecarr la rropa?”, pero sentía que estaba empujando demasiado su suerte. Y es que si, había un límite en donde podías molestar a tu enemigo. Pero ella sentía que el que estuvieran invadiéndote la cabeza con pensamientos y tentaciones les hacía ganadores de insultos.
Cuando vinieron los primeros ataques por detrás, los ojos de la mujer le permitían ver entre la oscuridad, logrando que pudiera detener sus garras golpeando a las sombras con la parte no filosa de su arma, repeliendo y haciendo que algunos volvieran hacia atrás. Uno de los enemigos lanzó sus garras hacia su costado, pero la mujer consiguió verlo y dio un paso atrás, dejando que la garra pasara frente suyo para, con el mango de su lanza, golpear la mano de su enemigo y apegandola contra su cuerpo, logrando que se echara para atrás unos centímetros, aunque los necesarios para patear a la criatura para que cayera hacia el suelo.
No faltó la otra que, al ver como atacaba, aprovechó su flanco izquierdo para atacar, pero la mujer contaba con ese punto débil, moviendose al tiempo para esquivar el ataque, aunque solo lo suficiente para que solo quedara en un roce que rompió parte de sus ropas. Casi como si maniobrara su lanza como si fuera un bastón, hizo que hiciera muchos giros alrededor de su brazo para pasar de un hombro a otro y, con la fuerza del giro, golpear su cabeza con una de las partes sin filo, dejando uno de los enemigos en el suelo debido al golpe.
En ningún momento decidió matarlos. Su instinto le decía que no debía hacerlo. En su mente, conscientemente, no terminaba de cuadrar la idea, pero sentía que si habían cambiado de tácticas, de pasar a lanzar lanzas a intentar golpear en rango cercano, debía existir una razón.
Entonces, cuando se dio cuenta que algo iba directo a ella, alzó su lanza para dejar a la criatura en el suelo. Pero antes de asestar el golpe, pudo notar una cara humana, una que apenas había reconocido por el poco tiempo que la había visto, pero era inconfundible entre tanta oscuridad.
Era la posadera. O más bien, el rostro horrorizado de ella se encontraba delante, tomando la forma de una de las criaturas. Su rostro se mostraba vivo, intentando gritar por encima de la oscuridad que tapaba su boca como si fuera una venda hecha de oscuridad que envolvía su cuerpo como si fuera una momia. Sus ojos eran lo único que probaba su existencia, los cuales pestañeaban y se mostraban vivos, llenos de miedo y confusión.
Pero aunque tenía la cara de la mujer, el resto del cuerpo se lanzó al ataque, tomando la lanza de la mujer e intentando hacer presión para llegar a ella. Alexandra intentó mantenerla a raya, pero se hacía más difícil con la presión de la oscuridad.
- Eltrrant… tengo un ze ligerro prroblema en miz ze manoz.
Y, sin embargo, sus manos afirmaban con fuerza su arma. Sus ojos eran decididos, calmos ante la adversidad, observando su objetivo como si los roles lentamente comenzaran lentamente a cambiar. Era como si en su alma comenzara a sentir que dejaba de ser la presa rodeada de depredadores para ser ella la cazadora buscando su presa entre un montón de crías que lloraban y gritaban por defender a su madre.
Claro está, el instinto te llega hasta cierto punto cuando te distraes y comienzas a notar a tu alrededor.
El grito del joven mercenario la trajo en si, sacudiendo las sensaciones en su cuerpo y haciendola notar en donde estaba y en qué situación. Lentamente las sombras se ampliaban para envolver a ambos en un círculo lleno de las sombras que alguna vez la atacaron. Desconocía si volverían atacar con el mismo patrón, si cambiarían o si las voces terminarían invadiendo la cabeza de ambos lo suficiente como para afectarlos en la batalla.
Lo que siguió fue algo que probablemente nadie se esperaba: lentamente la joven comenzaba a caminar hacia Eltrant, de manera calmada y llevando su arma hacia su hombro derecho, en un estilo muy clásico de aquellos que llevaban armas hasta cuando eran matones de barrio. Aquella tranquilidad era muy irregular y podía entenderse a mal, considerando además cómo las sombras se volvían inquietas y giraban más rápidamente alrededor de ambos.
Sin embargo, solo dijo una cosa que pareció descolocar su ritmo:
- Ya ya, máz trranquilaz, mierrdaz – parecía bastante enojada, y es que tenía sus razones. Tontas, pero las tenía – Uztedez andan “ze ozcurridad, ze ozcurridad”, “ze, zomoz uno lalala etc” girrando y peleando muchoz contrra uno. Zenzillo ze lez haze azí, ze trrampozoz.
Y es que Alexandra siempre había sido alguien que disfrutaba del combate de uno contra uno, por lo que el tener tantos oponentes acorralándolos cobardemente y lanzando dagas la hacía sentir que quería romperles los dientes a golpes. Si es que tenían.
- Zieloz… como me moleztan los trrampozoz – murmuró mientras se colocaba detrás de Eltrant como si nada hubiera ocurrido. O al menos, no sintiendo que había hecho algo que no ocurría muchas veces en combates donde se jugaba la vida – Oh, porr zierrto, grraziaz por venirr a ayudarrme – tocó su hombro y volvió a darle la espalda para cubrir sus puntos ciegos. Segunda irregularidad, queda ver si Alexandra llegaba a la tercera - ¿He de prrezumirr que el rezto de la gente eztá bien? ¿La dama Lyn? ¿La pozaderra también? - le había caído bien Lyn en el breve intervalo que la conocía, por lo que planeaba seguir conversando con ella. En cuanto a la posadera, no se dio cuenta que también había sido arrastrada – No ze preocupe, me ziento ze… bien – no con mucho convencimiento pero no mentía – Puedo ze zoporrtarr el dolorr mientrraz valga la pena terrminarr con eztoz ze imbézilez.
Aquella escena pareció afectar el humor de los enemigos, puesto que ahora parecían más agresivos en su girar. Alexandra sentía la enorme tentación de volver a insultarlos, diciendo cosas como “Ze, ¿vienen a pelearr o a zecarr la rropa?”, pero sentía que estaba empujando demasiado su suerte. Y es que si, había un límite en donde podías molestar a tu enemigo. Pero ella sentía que el que estuvieran invadiéndote la cabeza con pensamientos y tentaciones les hacía ganadores de insultos.
Cuando vinieron los primeros ataques por detrás, los ojos de la mujer le permitían ver entre la oscuridad, logrando que pudiera detener sus garras golpeando a las sombras con la parte no filosa de su arma, repeliendo y haciendo que algunos volvieran hacia atrás. Uno de los enemigos lanzó sus garras hacia su costado, pero la mujer consiguió verlo y dio un paso atrás, dejando que la garra pasara frente suyo para, con el mango de su lanza, golpear la mano de su enemigo y apegandola contra su cuerpo, logrando que se echara para atrás unos centímetros, aunque los necesarios para patear a la criatura para que cayera hacia el suelo.
No faltó la otra que, al ver como atacaba, aprovechó su flanco izquierdo para atacar, pero la mujer contaba con ese punto débil, moviendose al tiempo para esquivar el ataque, aunque solo lo suficiente para que solo quedara en un roce que rompió parte de sus ropas. Casi como si maniobrara su lanza como si fuera un bastón, hizo que hiciera muchos giros alrededor de su brazo para pasar de un hombro a otro y, con la fuerza del giro, golpear su cabeza con una de las partes sin filo, dejando uno de los enemigos en el suelo debido al golpe.
En ningún momento decidió matarlos. Su instinto le decía que no debía hacerlo. En su mente, conscientemente, no terminaba de cuadrar la idea, pero sentía que si habían cambiado de tácticas, de pasar a lanzar lanzas a intentar golpear en rango cercano, debía existir una razón.
Entonces, cuando se dio cuenta que algo iba directo a ella, alzó su lanza para dejar a la criatura en el suelo. Pero antes de asestar el golpe, pudo notar una cara humana, una que apenas había reconocido por el poco tiempo que la había visto, pero era inconfundible entre tanta oscuridad.
Era la posadera. O más bien, el rostro horrorizado de ella se encontraba delante, tomando la forma de una de las criaturas. Su rostro se mostraba vivo, intentando gritar por encima de la oscuridad que tapaba su boca como si fuera una venda hecha de oscuridad que envolvía su cuerpo como si fuera una momia. Sus ojos eran lo único que probaba su existencia, los cuales pestañeaban y se mostraban vivos, llenos de miedo y confusión.
Pero aunque tenía la cara de la mujer, el resto del cuerpo se lanzó al ataque, tomando la lanza de la mujer e intentando hacer presión para llegar a ella. Alexandra intentó mantenerla a raya, pero se hacía más difícil con la presión de la oscuridad.
- Eltrrant… tengo un ze ligerro prroblema en miz ze manoz.
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Helena respiraba muy seguido, tratando de llenar sus pulmones lo más rápido y efectivamente que pudiera. Antes, aquel ataque seguramente la habría dejado inconsciente o, como mínimo, con las fuerzas tan bajas que seguramente tuviese que haber ido a la taberna a recuperarse, pero ya no. Sentía que podía dar más de sí, sentía que, aunque poco, había evolucionado. Y no se iba a quedar a medias, iba a entrar en ese bosque y a acabar con quien quiera que fuese aquel que estaba aterrorizando La Encrucijada aquella noche, no por un acto de heroísmo, si no como forma de demostrarse a sí misma que era fuerte.
Levantó una de sus manos con la palma extendida, como señal de que no quería la ayuda de Eltrant para levantarse. Desde su posición baja, seguramente el castaño pudo ver la mirada seria y decidida que la rubia tenía debajo de aquella capucha negra.
La Rhodes hizo caso omiso al agradecimiento del hombre ante la ayuda, estaba demasiado preocupada en recuperar el aliento y ponerse firmemente en pie, cosa que al final logró. Además, Helena se sentía incómoda en ese tipo de situaciones, por lo que no les daba importancia o simplemente se preocupaba de otro asunto.
-No voy a volver-Le contestó-Te sigo
Eltrant contestó la pregunta que ella le había hecho antes, justo antes de que todo se convirtiera en una batalla caótica, lo cual pilló de sorpresa a la bruja. "No soy brujo", afirmó. Helena tan solo asintió. Si no era brujo, quizás podría ser un dragón, un humano o... ¿Un vampiro? Casi que daba por descartado eso último, pero quién podría saberlo...
El castaño sacó otra espada que también emitía una luz, pero esta vez azulada y pálida. Quizás porque era de su elemento, pero Helena sentía una calma y un agradable estado de plenitud con esta nueva arma.
-Es... "curioso" el cómo puedes moverte con tanta cosa encima...-Comentó, extrañada
Siguió a Eltrant para internarse en el bosque. Cada paso que daba el castaño era como si alertara a todas las criaturas del bosque en un radio bastante extenso de su presencia, lo que ponía de los nervios a la bruja.
-...-Un paso-....-Otro paso-.....-OTRO PASO-......-Suspiró, tan molesta que parecía que la yugular le iba a explotar en su cuello-...Por todos los dioses...-Le miró con una mirada asesina-¿¡Por qué no vas gritando a los cuatro vientos dónde nos encontramos!?-Quiso contenerse, pero al final no pudo evitar alzar la voz más de lo debido. Si lo que querían era llegar en sigilo, no lo habían conseguido, ni por una parte ni por otra.
Llegaron a una especie de claro, en el cual parecía estar la mujer-bestia de la posada, parecía estar pasándolo algo mal.
-Vale, estas cosas parecen peligrosas. Es mejor que tracemos un plan o algo...-Eso lo había aprendido de antes, cuando salió de la posada como una furia buscando pelea. Sobrevivió a eso aún no sabe ni cómo, así que lo más inteligente en ese momento era mantener la calma y pensar sus movimientos. Casi se sentía como una idiota por su actuación de antes, su parálisis, su miedo... No volvería a ocurrir, no se podía permitir que volviese a ocurrir, no por nadie, sino por ella.
Eltrant no pareció escuchar a la bruja, ya que salió de esos arbustos directamente al claro y llamando la atención de todas las criaturas que podía. Helena se quedó por unos instantes sin saber cómo reaccionar, apretando la mandíbula y deseando estampar su puño contra aquel tipo que iba de héroe por la vida.
-...Maldito imbécil...-Masculló, rechinando tanto los dientes que cualquiera diría que estaban a punto de partirse.
En efecto, Eltrant logró llamar la atención de aquellas cosas, pero quizás lo que no sabía es que aquellas "cosas" no solo estaban en ese claro. La Rhodes pudo ver como algunas de estas venían del propio bosque o desde las copas de los árboles. De pronto, rodearon a tanto al castaño como a la mujer-bestia en una especie de "círculo de sombras" que giraba más y cada vez más rápido.
- HELENA, ¿CONOCES EL SIGNIFICADO DEL VERDADERO "TERROR"?
La voz de aquella criatura era ronca y parecía reverberar por todo el bosque... O quizás fuese solo dentro de su cabeza, ya que no parecía mover los labios al hablar, solamente jadeaba todo el tiempo con la boca abierta.
La bruja intentó zafarse de los "latigos" o "tentáculos" que aquella cosa le había lanzado, pero era inútil, era demasiado fuerte. Estaba sola, aislada por el círculo de sombras y frente a una criatura que la devoraría de un solo bocado, por mucha resistencia que pusiera.
_____________________________________________________________
Off: Siento mucho mi retraso >_<' , estoy aquí de nuevo! =D
Levantó una de sus manos con la palma extendida, como señal de que no quería la ayuda de Eltrant para levantarse. Desde su posición baja, seguramente el castaño pudo ver la mirada seria y decidida que la rubia tenía debajo de aquella capucha negra.
La Rhodes hizo caso omiso al agradecimiento del hombre ante la ayuda, estaba demasiado preocupada en recuperar el aliento y ponerse firmemente en pie, cosa que al final logró. Además, Helena se sentía incómoda en ese tipo de situaciones, por lo que no les daba importancia o simplemente se preocupaba de otro asunto.
-No voy a volver-Le contestó-Te sigo
Eltrant contestó la pregunta que ella le había hecho antes, justo antes de que todo se convirtiera en una batalla caótica, lo cual pilló de sorpresa a la bruja. "No soy brujo", afirmó. Helena tan solo asintió. Si no era brujo, quizás podría ser un dragón, un humano o... ¿Un vampiro? Casi que daba por descartado eso último, pero quién podría saberlo...
El castaño sacó otra espada que también emitía una luz, pero esta vez azulada y pálida. Quizás porque era de su elemento, pero Helena sentía una calma y un agradable estado de plenitud con esta nueva arma.
-Es... "curioso" el cómo puedes moverte con tanta cosa encima...-Comentó, extrañada
Siguió a Eltrant para internarse en el bosque. Cada paso que daba el castaño era como si alertara a todas las criaturas del bosque en un radio bastante extenso de su presencia, lo que ponía de los nervios a la bruja.
-...-Un paso-....-Otro paso-.....-OTRO PASO-......-Suspiró, tan molesta que parecía que la yugular le iba a explotar en su cuello-...Por todos los dioses...-Le miró con una mirada asesina-¿¡Por qué no vas gritando a los cuatro vientos dónde nos encontramos!?-Quiso contenerse, pero al final no pudo evitar alzar la voz más de lo debido. Si lo que querían era llegar en sigilo, no lo habían conseguido, ni por una parte ni por otra.
Llegaron a una especie de claro, en el cual parecía estar la mujer-bestia de la posada, parecía estar pasándolo algo mal.
-Vale, estas cosas parecen peligrosas. Es mejor que tracemos un plan o algo...-Eso lo había aprendido de antes, cuando salió de la posada como una furia buscando pelea. Sobrevivió a eso aún no sabe ni cómo, así que lo más inteligente en ese momento era mantener la calma y pensar sus movimientos. Casi se sentía como una idiota por su actuación de antes, su parálisis, su miedo... No volvería a ocurrir, no se podía permitir que volviese a ocurrir, no por nadie, sino por ella.
Eltrant no pareció escuchar a la bruja, ya que salió de esos arbustos directamente al claro y llamando la atención de todas las criaturas que podía. Helena se quedó por unos instantes sin saber cómo reaccionar, apretando la mandíbula y deseando estampar su puño contra aquel tipo que iba de héroe por la vida.
-...Maldito imbécil...-Masculló, rechinando tanto los dientes que cualquiera diría que estaban a punto de partirse.
En efecto, Eltrant logró llamar la atención de aquellas cosas, pero quizás lo que no sabía es que aquellas "cosas" no solo estaban en ese claro. La Rhodes pudo ver como algunas de estas venían del propio bosque o desde las copas de los árboles. De pronto, rodearon a tanto al castaño como a la mujer-bestia en una especie de "círculo de sombras" que giraba más y cada vez más rápido.
Ya no había marcha atrás, debía actuar. Salió de su escondrijo y corrió en dirección hacia el círculo. No sabía qué eran exactamente aquellas criaturas, por lo que iba a optar por la vía más bruta y primigenia; los golpes. Pero, a mitad de camino, algo la detuvo, notó como si una especie de látigos oscuros la rodearan por los hombros y los muslos. Hacía fuerza por avanzar, tensaba todos los músculos de su cuerpo para ello, pero algo tiraba de ella. Finalmente, se rindió tan solo un segundo y esa fuerza, esos "látigos", la sumieron de rodillas al suelo. Se volteó como pudo, y vio una criatura proveniente de las pesadillas más profundas de cualquier mortal, una criatura casi sombría no diferente al resto, pero con más apéndices y robusta, y un rostro tan deforme que incitaba terror tan solo recordarlo; una larga lengua que parecía más bien una especie de serpiente y una boca tan grande que cabría una persona entera por sus fauces. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
La voz de aquella criatura era ronca y parecía reverberar por todo el bosque... O quizás fuese solo dentro de su cabeza, ya que no parecía mover los labios al hablar, solamente jadeaba todo el tiempo con la boca abierta.
La bruja intentó zafarse de los "latigos" o "tentáculos" que aquella cosa le había lanzado, pero era inútil, era demasiado fuerte. Estaba sola, aislada por el círculo de sombras y frente a una criatura que la devoraría de un solo bocado, por mucha resistencia que pusiera.
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Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Bien… había funcionado.
- Lyn está con los demás. En la posada. – Le dijo, aunque no negaba que les vendría bien su ayuda en aquel momento.
Su plan de ir directamente a por aquellos engendros de la noche estaba en marcha. Lamentablemente, no había calculado el número de ellos que había; Los suficientes como para rodearles tanto a él como a la mujer-bestia en apenas unos instantes, desde luego.
Por si aquello no fuese suficiente, un grupo de látigos oscuros, similares a los que conjuraba Lyn, se extendieron por todo el lugar y consiguieron atrapar a la bruja, que ahora forcejaba inútilmente por tratar de zafarse del agarre de las enredaderas.
Asió el martillo con fuerza al ver como un ente ligeramente distinto a los demás salía al encuentro de la rubia, mirándola directamente, abriendo unas fauces repletas de más de un centenar de dientes.
- Sujétate a algo. – Le ordenó a Alexandra según levantaba el arma, mirando fijamente a Helena tras él.
Era un completo imbécil, tenía que haberla obligado a quedarse atrás, o al menos haber planificado mejor aquello. No todo el mundo era tan estúpido como él a la hora de afrontar seres como aquellos.
Las runas del martillo se desdibujaron y adquirieron tonalidades rojizas en cuanto Eltrant enarboló el arma por encima de su cabeza. Gritando, al mismo tiempo que dejaba escapar todo el aire que tenía en sus pulmones, bajó el pesado artefacto con todas sus fuerzas golpeando a sus pies, justo frente a él. [1]
Una enorme sacudida, cuando el martillo impactó con el suelo, agitó a todos los presentes y lanzó a la gran mayoría de las sombras por los aires. Trozos de granito volaron por todas partes, acompañando a la espesa nube de polvo que no pareció tardar en formarse.
- ¡Acaba con los que estén aturdidos y sígueme! – Ordenó a Alexandra mientras él dejaba caer el arma a un lado y se hacía, de nuevo, con Olvido. – Vamos a por Helena. – A toda prisa, cortando en pedazos a los seres de sombra que salían en su camino, se acercó hasta las enredaderas.
- ¿HELENA, CONOCES EL SIGNIFICADO DEL VERDADERO “TERROR”?
- ¿¡Lo conoces tú!? – dijo instantes antes de propinarle un directo con el guantelete mágico.
La pieza de armadura siseaba con fuerza, liberando la ya conocida nube de vapor blanquecina mientras su puño izquierdo se hundía tímidamente en el cuerpo del ser que tenía apresado a Helena y lo lanzaba directamente contra los arboles al fondo del claro, haciéndole estallar en un cumulo de oscuridad en el proceso. [2]
- Eso pensaba. – Murmuró, agitando la mano con la que había golpeado al ser.
La simple sacudida bastó para que las criaturas más cercanas a Helena y a él, a su vez, cayesen al suelo perdiendo el equilibrio. Todavía no les había demostrado lo que era capaz de hacer, ya había sido bastante prudente con aquellas cosas.
Aldeanos poseídos o no, si no los detenían iban a causar estragos más adelante. Solo los dioses sabían que podía suceder si aquella… plaga acababa a las puertas de Ulmer o de cualquier aldea mínimamente grande.
Cortó las ataduras que, todavía, mantenían sujeta a la bruja con relativa facilidad.
- Lo siento. – dijo lanzando un tajo con Olvido hacia otro de los tantos monstruos más cercanos. – No volverá a pasar. – Prometió seriamente, desencajando la espada del ente de sombras, el cual siseó con una intensidad abrumadora antes de caer al suelo inerte.
Si aquellos seres habían sido… personas alguna vez, hacía años que habían dejado de serlo.
- ELTRANT TALE. –
La voz ahora se dirigió a él, el castaño se colocó frente a sus compañeras. Encaró a la criatura que parecía tener el control de todas las demás. Daba igual si no sabía lo que era, lo único importante era que podía morir.
Tenía que conseguirlo.
- ¿QUÉ ES LO QUÉ MÁS TEMES, ERRANTE? –
Muchas de las sombras más pequeñas convulsionaron con suavidad y dejaron de moverse, le dieron más energía, de ser posible, a la criatura de la noche que estaba delante de él.
- NO PUEDES SALVARLOS A TODOS –
Alzó su espada frente a él, ladeándola ligeramente, pretendiendo bloquear cualquier ataque.
- ¿A CUÁNTAS PERSONAS HAS MATADO EN NOMBRE DE TU “JUSTICIA”? ¿CUANTOS PROBLEMAS HAS OCASIONADO A LOS QUE QUIERES? –
El colgante que pedía de su cinturón, el que le había hecho Asher vibró con suavidad al mismo tiempo que se iluminaba.
- NO TIENES HOGAR. NO TIENES FAMILIA. -
La voz de Lyn resonó en sus pensamientos, acallando la voz del ser que parecía arrastrarse por el aire. La vampiresa no debía de andar demasiado lejos si el colgante funcionaba. [3]
- NO ERES MÁS QUE UN MERCENARIO -
Retrocedió un par de pasos cuando la criatura de sombras, del tamaño de un gigante, avanzó hacía ellos haciendo temblar la tierra en el proceso.
Pensó frenéticamente que hacer. Había recibido entrenamiento en la guardia para encarar cosas como aquella, muchos enemigos, inferioridad numérica. Normalmente era el solo contra muchos, no podía descuidarse, no podía dejar que los demás pagasen por su imprudencia.
- Alex – dijo a la mujer-bestia rápidamente. – Que los demás no se acerquen. – Señaló con la espada a las sombras pequeña que seguían moviéndose, las cuales trataban de rodearlos.
- Helena. – Miró a la cara de la criatura, que seguía avanzando. - ¿Puedes repetir lo que hiciste antes? ¿Lo del agua? – Le temblaba ligeramente la mano con la que blandía a Olvido. – Avísame cuando lo tengas listo, por favor. - Empezaba a perder a paciencia.
Mientras blandiese a la espada de viento su fuerza aumentaba de forma lenta pero constante, no obstante, sabía que también le volvía más pasional, más directo. Mucho menos prudente.
En aquel caso… una fuerza abrumadora le venía bien.
Y con eso, la voz de Lyn se esfumó de sus pensamientos.
- SOLO TRAES PROBLEMAS -
Sonrió para sí, Eltrant depositó la punta de Olvido en el suelo, preparándose para contratacar de ser necesario.
[1] Objeto Master: Martillo Atronador.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 8: Seísmo.
[3] Objeto Taller: Vínculo de Sangre Superior.
Off: Perdonadme muy muy mucho el retraso ; - ;
- Lyn está con los demás. En la posada. – Le dijo, aunque no negaba que les vendría bien su ayuda en aquel momento.
Su plan de ir directamente a por aquellos engendros de la noche estaba en marcha. Lamentablemente, no había calculado el número de ellos que había; Los suficientes como para rodearles tanto a él como a la mujer-bestia en apenas unos instantes, desde luego.
Por si aquello no fuese suficiente, un grupo de látigos oscuros, similares a los que conjuraba Lyn, se extendieron por todo el lugar y consiguieron atrapar a la bruja, que ahora forcejaba inútilmente por tratar de zafarse del agarre de las enredaderas.
Asió el martillo con fuerza al ver como un ente ligeramente distinto a los demás salía al encuentro de la rubia, mirándola directamente, abriendo unas fauces repletas de más de un centenar de dientes.
- Sujétate a algo. – Le ordenó a Alexandra según levantaba el arma, mirando fijamente a Helena tras él.
Era un completo imbécil, tenía que haberla obligado a quedarse atrás, o al menos haber planificado mejor aquello. No todo el mundo era tan estúpido como él a la hora de afrontar seres como aquellos.
Las runas del martillo se desdibujaron y adquirieron tonalidades rojizas en cuanto Eltrant enarboló el arma por encima de su cabeza. Gritando, al mismo tiempo que dejaba escapar todo el aire que tenía en sus pulmones, bajó el pesado artefacto con todas sus fuerzas golpeando a sus pies, justo frente a él. [1]
Una enorme sacudida, cuando el martillo impactó con el suelo, agitó a todos los presentes y lanzó a la gran mayoría de las sombras por los aires. Trozos de granito volaron por todas partes, acompañando a la espesa nube de polvo que no pareció tardar en formarse.
- ¡Acaba con los que estén aturdidos y sígueme! – Ordenó a Alexandra mientras él dejaba caer el arma a un lado y se hacía, de nuevo, con Olvido. – Vamos a por Helena. – A toda prisa, cortando en pedazos a los seres de sombra que salían en su camino, se acercó hasta las enredaderas.
- ¿HELENA, CONOCES EL SIGNIFICADO DEL VERDADERO “TERROR”?
- ¿¡Lo conoces tú!? – dijo instantes antes de propinarle un directo con el guantelete mágico.
La pieza de armadura siseaba con fuerza, liberando la ya conocida nube de vapor blanquecina mientras su puño izquierdo se hundía tímidamente en el cuerpo del ser que tenía apresado a Helena y lo lanzaba directamente contra los arboles al fondo del claro, haciéndole estallar en un cumulo de oscuridad en el proceso. [2]
- Eso pensaba. – Murmuró, agitando la mano con la que había golpeado al ser.
La simple sacudida bastó para que las criaturas más cercanas a Helena y a él, a su vez, cayesen al suelo perdiendo el equilibrio. Todavía no les había demostrado lo que era capaz de hacer, ya había sido bastante prudente con aquellas cosas.
Aldeanos poseídos o no, si no los detenían iban a causar estragos más adelante. Solo los dioses sabían que podía suceder si aquella… plaga acababa a las puertas de Ulmer o de cualquier aldea mínimamente grande.
Cortó las ataduras que, todavía, mantenían sujeta a la bruja con relativa facilidad.
- Lo siento. – dijo lanzando un tajo con Olvido hacia otro de los tantos monstruos más cercanos. – No volverá a pasar. – Prometió seriamente, desencajando la espada del ente de sombras, el cual siseó con una intensidad abrumadora antes de caer al suelo inerte.
Si aquellos seres habían sido… personas alguna vez, hacía años que habían dejado de serlo.
- ELTRANT TALE. –
La voz ahora se dirigió a él, el castaño se colocó frente a sus compañeras. Encaró a la criatura que parecía tener el control de todas las demás. Daba igual si no sabía lo que era, lo único importante era que podía morir.
Tenía que conseguirlo.
- ¿QUÉ ES LO QUÉ MÁS TEMES, ERRANTE? –
Muchas de las sombras más pequeñas convulsionaron con suavidad y dejaron de moverse, le dieron más energía, de ser posible, a la criatura de la noche que estaba delante de él.
- NO PUEDES SALVARLOS A TODOS –
Alzó su espada frente a él, ladeándola ligeramente, pretendiendo bloquear cualquier ataque.
- ¿A CUÁNTAS PERSONAS HAS MATADO EN NOMBRE DE TU “JUSTICIA”? ¿CUANTOS PROBLEMAS HAS OCASIONADO A LOS QUE QUIERES? –
El colgante que pedía de su cinturón, el que le había hecho Asher vibró con suavidad al mismo tiempo que se iluminaba.
- NO TIENES HOGAR. NO TIENES FAMILIA. -
“Mi querido y pueblerino Mortal…”
La voz de Lyn resonó en sus pensamientos, acallando la voz del ser que parecía arrastrarse por el aire. La vampiresa no debía de andar demasiado lejos si el colgante funcionaba. [3]
- NO ERES MÁS QUE UN MERCENARIO -
Retrocedió un par de pasos cuando la criatura de sombras, del tamaño de un gigante, avanzó hacía ellos haciendo temblar la tierra en el proceso.
“¿Has sido tú el que ha hecho temblar el bosque? No respondas, los dos sabemos la respuesta.”
Pensó frenéticamente que hacer. Había recibido entrenamiento en la guardia para encarar cosas como aquella, muchos enemigos, inferioridad numérica. Normalmente era el solo contra muchos, no podía descuidarse, no podía dejar que los demás pagasen por su imprudencia.
“Como sé que no puedes vivir sin mí. He decidido venir a ayudaros.”
- Alex – dijo a la mujer-bestia rápidamente. – Que los demás no se acerquen. – Señaló con la espada a las sombras pequeña que seguían moviéndose, las cuales trataban de rodearlos.
“No me des las gracias. Solo cómprame más capas.”
- Helena. – Miró a la cara de la criatura, que seguía avanzando. - ¿Puedes repetir lo que hiciste antes? ¿Lo del agua? – Le temblaba ligeramente la mano con la que blandía a Olvido. – Avísame cuando lo tengas listo, por favor. - Empezaba a perder a paciencia.
Mientras blandiese a la espada de viento su fuerza aumentaba de forma lenta pero constante, no obstante, sabía que también le volvía más pasional, más directo. Mucho menos prudente.
En aquel caso… una fuerza abrumadora le venía bien.
“Ya os veo. Déjame enseñarle a esta cosa… lo que es de verdad la oscuridad.”
Y con eso, la voz de Lyn se esfumó de sus pensamientos.
- SOLO TRAES PROBLEMAS -
Sonrió para sí, Eltrant depositó la punta de Olvido en el suelo, preparándose para contratacar de ser necesario.
__________________________________________________________________
[1] Objeto Master: Martillo Atronador.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 8: Seísmo.
[3] Objeto Taller: Vínculo de Sangre Superior.
Off: Perdonadme muy muy mucho el retraso ; - ;
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Con una patada había alejado al ser que tenía encima de ella, y un corte vertical que terminó clavandose en el suelo partió a la criatura por la mitad. Y tal como se había dado cuenta, la criatura se deshacía en el aire, esparciendose como si fueran las cenizas de una fogata. Pero había algo que llamaba su atención. Por alguna razón, las cenizas se perdían en cierta dirección, ignorando el viento de la noche.
Más, por mucho que lo deseaba, no estaba entre sus opciones el sentarse a pensar el por qué sucedía esto. Solo podía blandir su lanza y sacarse de encima a los que podía. Apenas pudo notar como unas especies de látigos oscuros se extendieron hasta llegar a un punto en común. Sus ojos se encontraban impedidos debido a una de las sombras que la atacaba, pero sus oídos acusaron de como la oscuridad se concentraba en un solo lugar. Perdiendo la paciencia, se sacó la sombra de encima enterrando la punta de su lanza en el torso de la criatura y alejandola de ella.
Cuando giró su cabeza, pudo fijarse en la situación de Helena, la tercera persona que se encontraba en la escena cuando los espíritus atacaron la posada. No se había percatado hasta ese momento, pero al igual que Eltrant, la siguió hasta el bosque, ya sea porque quería seguir pateando traseros oscuros, o porque, por alguna razón, le importaba lo que le había pasado a ella y a la posadera.
Solo aquello hizo que la mujer dejara de lado cualquier cinismo que tenía frente a ella y decidiera que tenía que ir a su lado a ayudarla. Afortunadamente, su compañero de armas tenía un plan, porque le solicitó que se aferrara a lo que pudiera.
Aunque nuestra Alexandra fuera hermosa, felpuda y susceptible a recibir cientos de cortes por espíritus malvados, no tenía la inteligencia de otras personas que hubieran encontrado una forma más ortodoxa de haber abordado la orden de su compañero. Pero habían dos cosas que lo compensaban:
Una era su instinto de combate.
Las tres puntas de su lanza se encontraron con el suelo, de forma violenta al grado de enterrar sus hojas en este. No se quedó solo con eso, puesto que sus manos se aferraron fuertemente a la mitad del bastón, mientras lo torcía, consiguiendo que las hojas enterradas hicieran una fuerte presión hacia alrededor de la tierra. De esta forma, cuando el artefacto golpeó el suelo, aun cuando la tierra alrededor de él crujió y se levantó, su lanza aguantó la presión.
Pero aun así, aquella fuerza que mandó a volar al resto podría haber fácilmente levantado a cualquier humano que estuviera cerca. Y era en esos momentos en donde la segunda cosa compensaba sus faltas:
Su testarudez.
Desde el momento que el destino quiso que sus caminos se cruzaran en aquel bosque, decidió que no quedaría atrás. Ni ella ni ninguno de los dos. Es por eso que no iba a permitirse avasallar por la fuerza de nadie, ni de sus aliados ni de sus enemigos.
También ayudó a que no estuviera peligrosamente cerca de Eltrant, pero omitiremos esa parte porque le quita mucha epicidad a esta historia.
Después de sacudir sus oídos, dejó de hacer presión con su arma, permitiendo que pudiera salir con la facilidad que la mujer bestia le negó. Asintiendo a las palabras de su compañero, blandió su lanza para acabar a tres que se encontraban en el suelo y corrió hacia la dirección de Helena. Mientras corría, las hojas de su lanza se encontraban con dos sombras adicionales que habían recuperado su forma y comenzaban a perseguirlos.
Lo único que la detuvo fue el ver como la criatura salía despedida con solo el golpe de su compañero. Tuvo que pestañear repetidas veces para asegurarse de que la sangre no se le había acabo de su cuerpo y solo estaba alucinando cosas. En su vida había visto alguien hacer algo como lo que había conseguido hacer, solo quizás su padre había mandado a volar a alguien en una práctica de entrenamiento, pero no a este nivel. El que él pudiera hacerlo y le diera tiempo para hacer promesas dejaba una muy fuerte impresión en ella.
Su atención volvió a detenerse cuando se fijó como la voz de antes volvía a armarse frente a ellos. No solo parecía recuperarse del daño ocasionado, sino que algunas de las sombras más pequeñas convulsionaban, como si dejaran su energía para entregarla al ser que los lideraba. A diferencia de sus dos compañeros, ella mantuvo su arma al frente, con sus ojos fijos en la dirección donde provenía la voz. La única diferencia con lo de antes era que ya no se concentraba en ella y ahora era visible, bastante visible. Algunos metros de diferencia de visibilidad, diría.
Cuando Eltrant le dirigió la palabra, no le entregó una respuesta a sus palabras. Más bien, no una verbal. El que le diera esa orden significaba que tenía un plan para encargarse de esa monstruosidad de una vez por todas, siéndose más segura de ello cuando le pidió a Elena lo del agua, aunque no podía entenderlo del todo.
Su respuesta fue darles la espalda, cerrar fuertemente sus puños para sujetar su lanza y, antes que alguna de las criaturas tomara la iniciativa, se aseguró que, uno a uno, conocieran la hoja de su arma.
Con un corte vertical, dividió a una en dos y, sin que descansara, giró el filo de su tridente para que un golpe vertical alcanzara a otro espíritu que iba directo a ella. Agachó la cabeza al ver como una de las extremidades iba directo hacia ella, y con su mano desnuda, solo pudo alejarlo propinándole un puñetazo en todo lo que se le parecía en cara. Pero las criaturas se recuperaban de sus aturdimientos y debilitamientos. Comenzaban a ser tan fuertes y rápidas como antes, por lo que Alexandra no pudo evitar que dos nuevos cortes nacieran del brazo que usó para el puñetazo, más aquello no la detuvo, puesto que, apenas pudo, su lanza se enterró en el responsable de esas nuevas heridas.
Más no se detuvo. Tomó la lanza nuevamente con sus dos manos y bloqueó dos látigos que venían hacia ella justo como alguna vez vinieron por Helena. Aquellos eran más débiles, puesto que eran de uno de los espectros, por lo que la mujer bestia terminó doblegandolo en fuerza y, trayendolo violentamente hacia ella, una patada terminó en el torso de la criatura, dejándola entre varios caídos. Más otra criatura aprovecho el momento en que se distrajo con la sombra golpeada para quitarle su arma con látigos y dejandola fuera de su alcance. Eso no detuvo a la mujer, la que, al quedar desarmada, comenzó a lo que se conoce en muchos lugares de Aerandir como “repartir ostias”: su rodilla conoció a muchos espectros, al igual que sus puños, codos, pies, garras, todo lo que significara “arma cuerpo a cuerpo”, aun cuando no se especializara en ella.
Pero algo que había ocultado tanto a sus enemigos como a sus aliados era el que su cuerpo le dolía como el mismísimo infierno. Por los cortes que había recibido antes de que sus dos compañeros llegaran y todas las heridas que le sucedieron. Pero no solo eso. La sangre que había derramado comenzaba a surtir efecto en su consciencia, en su rapidez. Lentamente dejaba de lado ese ser racional que la llevaba y dejaba que su instinto de supervivencia fuera la que dominara sus movimientos. Pero por más que todo estaba en contra, seguía luchando como si no dudara de la victoria.
Y es en realidad no tenía dudas.
Durante muchos años, el único lenguaje que conoció era el del poder, aunque no el que muchos conocen o entienden. No solo era la fuerza física, sino también la voluntad y la decisión, la capacidad de qué hacer con el poder, el de impactar a otros y como hacerlo. Siempre encontró que las personas más fuertes que conoció, más que un inmenso poder, tenían la inmensa capacidad de saber qué hacer con él y de como impactar a otros. Y, aunque fuera por algunos momentos, se había dado cuenta de esa capacidad de Eltrant y de Helena, la capacidad de no echarse hacia atrás frente a la oscuridad y a la adversidad, el capaz de hacerles frente sin importar cuán en contra de todo se encontraban, y por sobre todo, de no abandonar a otros que necesitaban ayudar.
Y ella… siempre quiso bañarse en esa sensación. Siempre quiso, en cierto sentido, ser una persona fuerte.
Y aquella noche decidió que sería una persona fuerte. Y si no podía serlo, quería que al menos el resto pudiera serlo.
Más, por mucho que lo deseaba, no estaba entre sus opciones el sentarse a pensar el por qué sucedía esto. Solo podía blandir su lanza y sacarse de encima a los que podía. Apenas pudo notar como unas especies de látigos oscuros se extendieron hasta llegar a un punto en común. Sus ojos se encontraban impedidos debido a una de las sombras que la atacaba, pero sus oídos acusaron de como la oscuridad se concentraba en un solo lugar. Perdiendo la paciencia, se sacó la sombra de encima enterrando la punta de su lanza en el torso de la criatura y alejandola de ella.
Cuando giró su cabeza, pudo fijarse en la situación de Helena, la tercera persona que se encontraba en la escena cuando los espíritus atacaron la posada. No se había percatado hasta ese momento, pero al igual que Eltrant, la siguió hasta el bosque, ya sea porque quería seguir pateando traseros oscuros, o porque, por alguna razón, le importaba lo que le había pasado a ella y a la posadera.
Solo aquello hizo que la mujer dejara de lado cualquier cinismo que tenía frente a ella y decidiera que tenía que ir a su lado a ayudarla. Afortunadamente, su compañero de armas tenía un plan, porque le solicitó que se aferrara a lo que pudiera.
Aunque nuestra Alexandra fuera hermosa, felpuda y susceptible a recibir cientos de cortes por espíritus malvados, no tenía la inteligencia de otras personas que hubieran encontrado una forma más ortodoxa de haber abordado la orden de su compañero. Pero habían dos cosas que lo compensaban:
Una era su instinto de combate.
Las tres puntas de su lanza se encontraron con el suelo, de forma violenta al grado de enterrar sus hojas en este. No se quedó solo con eso, puesto que sus manos se aferraron fuertemente a la mitad del bastón, mientras lo torcía, consiguiendo que las hojas enterradas hicieran una fuerte presión hacia alrededor de la tierra. De esta forma, cuando el artefacto golpeó el suelo, aun cuando la tierra alrededor de él crujió y se levantó, su lanza aguantó la presión.
Pero aun así, aquella fuerza que mandó a volar al resto podría haber fácilmente levantado a cualquier humano que estuviera cerca. Y era en esos momentos en donde la segunda cosa compensaba sus faltas:
Su testarudez.
Desde el momento que el destino quiso que sus caminos se cruzaran en aquel bosque, decidió que no quedaría atrás. Ni ella ni ninguno de los dos. Es por eso que no iba a permitirse avasallar por la fuerza de nadie, ni de sus aliados ni de sus enemigos.
También ayudó a que no estuviera peligrosamente cerca de Eltrant, pero omitiremos esa parte porque le quita mucha epicidad a esta historia.
Después de sacudir sus oídos, dejó de hacer presión con su arma, permitiendo que pudiera salir con la facilidad que la mujer bestia le negó. Asintiendo a las palabras de su compañero, blandió su lanza para acabar a tres que se encontraban en el suelo y corrió hacia la dirección de Helena. Mientras corría, las hojas de su lanza se encontraban con dos sombras adicionales que habían recuperado su forma y comenzaban a perseguirlos.
Lo único que la detuvo fue el ver como la criatura salía despedida con solo el golpe de su compañero. Tuvo que pestañear repetidas veces para asegurarse de que la sangre no se le había acabo de su cuerpo y solo estaba alucinando cosas. En su vida había visto alguien hacer algo como lo que había conseguido hacer, solo quizás su padre había mandado a volar a alguien en una práctica de entrenamiento, pero no a este nivel. El que él pudiera hacerlo y le diera tiempo para hacer promesas dejaba una muy fuerte impresión en ella.
Su atención volvió a detenerse cuando se fijó como la voz de antes volvía a armarse frente a ellos. No solo parecía recuperarse del daño ocasionado, sino que algunas de las sombras más pequeñas convulsionaban, como si dejaran su energía para entregarla al ser que los lideraba. A diferencia de sus dos compañeros, ella mantuvo su arma al frente, con sus ojos fijos en la dirección donde provenía la voz. La única diferencia con lo de antes era que ya no se concentraba en ella y ahora era visible, bastante visible. Algunos metros de diferencia de visibilidad, diría.
Cuando Eltrant le dirigió la palabra, no le entregó una respuesta a sus palabras. Más bien, no una verbal. El que le diera esa orden significaba que tenía un plan para encargarse de esa monstruosidad de una vez por todas, siéndose más segura de ello cuando le pidió a Elena lo del agua, aunque no podía entenderlo del todo.
Su respuesta fue darles la espalda, cerrar fuertemente sus puños para sujetar su lanza y, antes que alguna de las criaturas tomara la iniciativa, se aseguró que, uno a uno, conocieran la hoja de su arma.
Con un corte vertical, dividió a una en dos y, sin que descansara, giró el filo de su tridente para que un golpe vertical alcanzara a otro espíritu que iba directo a ella. Agachó la cabeza al ver como una de las extremidades iba directo hacia ella, y con su mano desnuda, solo pudo alejarlo propinándole un puñetazo en todo lo que se le parecía en cara. Pero las criaturas se recuperaban de sus aturdimientos y debilitamientos. Comenzaban a ser tan fuertes y rápidas como antes, por lo que Alexandra no pudo evitar que dos nuevos cortes nacieran del brazo que usó para el puñetazo, más aquello no la detuvo, puesto que, apenas pudo, su lanza se enterró en el responsable de esas nuevas heridas.
Más no se detuvo. Tomó la lanza nuevamente con sus dos manos y bloqueó dos látigos que venían hacia ella justo como alguna vez vinieron por Helena. Aquellos eran más débiles, puesto que eran de uno de los espectros, por lo que la mujer bestia terminó doblegandolo en fuerza y, trayendolo violentamente hacia ella, una patada terminó en el torso de la criatura, dejándola entre varios caídos. Más otra criatura aprovecho el momento en que se distrajo con la sombra golpeada para quitarle su arma con látigos y dejandola fuera de su alcance. Eso no detuvo a la mujer, la que, al quedar desarmada, comenzó a lo que se conoce en muchos lugares de Aerandir como “repartir ostias”: su rodilla conoció a muchos espectros, al igual que sus puños, codos, pies, garras, todo lo que significara “arma cuerpo a cuerpo”, aun cuando no se especializara en ella.
Pero algo que había ocultado tanto a sus enemigos como a sus aliados era el que su cuerpo le dolía como el mismísimo infierno. Por los cortes que había recibido antes de que sus dos compañeros llegaran y todas las heridas que le sucedieron. Pero no solo eso. La sangre que había derramado comenzaba a surtir efecto en su consciencia, en su rapidez. Lentamente dejaba de lado ese ser racional que la llevaba y dejaba que su instinto de supervivencia fuera la que dominara sus movimientos. Pero por más que todo estaba en contra, seguía luchando como si no dudara de la victoria.
Y es en realidad no tenía dudas.
Durante muchos años, el único lenguaje que conoció era el del poder, aunque no el que muchos conocen o entienden. No solo era la fuerza física, sino también la voluntad y la decisión, la capacidad de qué hacer con el poder, el de impactar a otros y como hacerlo. Siempre encontró que las personas más fuertes que conoció, más que un inmenso poder, tenían la inmensa capacidad de saber qué hacer con él y de como impactar a otros. Y, aunque fuera por algunos momentos, se había dado cuenta de esa capacidad de Eltrant y de Helena, la capacidad de no echarse hacia atrás frente a la oscuridad y a la adversidad, el capaz de hacerles frente sin importar cuán en contra de todo se encontraban, y por sobre todo, de no abandonar a otros que necesitaban ayudar.
Y ella… siempre quiso bañarse en esa sensación. Siempre quiso, en cierto sentido, ser una persona fuerte.
Y aquella noche decidió que sería una persona fuerte. Y si no podía serlo, quería que al menos el resto pudiera serlo.
Alexandra Whiskers
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Eltrant y la mujer bestia a la que, en un principio, intentaban rescatar aparecieron, como si de las figuras estelares de un héroe y heroína salvadores se tratarna. Helena ya se temía lo peor, pero le habían dado una segunda oportunidad en aquella batalla, una que no desaprovecharía. Ahora sí, toda la adrenalina posible corría por su cuerpo, su furia podría convertirse en un arma de utilidad en ese momento.
La bruja fue parcialmente liberada, lo suficiente como para moverse. De pronto, una de las tantas criaturas que había por el lugar se abalanzó hacia Helena por la espalda, pero esta era demasiado perspicaz como para no percatarse de aquello, y más ahora que todos sus sentidos estaban afinados al máximo. Con un simple giro sobre su propio eje, fintó a la "sombra" y la apresó, haciéndola caer al suelo y, una vez que estaba a su merced, le clavó su daga oculta en la cabeza, y no contenta con eso, deslizó la hoja hacia abajo del todo para abrir al oponente en canal. Se cortaba cual gelatina viscosa, finalmente, la criatura quedó partida en dos. La bruja no supo bien si estaba "muerta", pero al menos se había encargado parcialmente de ella.
Fue entonces cuando una especie de onda expansiva hizo volar por los aires a todas la sombras, haciendo que la propia Rhodes también se tambalease.
De total imprevisto, una de las criaturas había quedado cerca de Helena y se levantó dispuesta a atacar a la bruja, pero antes de que llegase a impactar cualquier parte del cuerpo con ella, la Rhodes le propinó una fuerte patada en la mandíbula de su oponente que hizo un recorrido vertical de abajo hacia arriba. Antes de que cayese al suelo, la bruja sacó de nuevo su daga oculta con un simple espasmo de muñeca y clavó su arma en la susodicha criatura. Ya cuando esta cayó al suelo, le aplastó la cabeza con su propia bota, no sin antes llevarse una mirada de desprecio.
Helena sintió que en su otra pierna aún había uno de esos extraños tentáculos. No sabía con certeza si eran los de antes o simplemente se habían adherido en ese momento. De nuevo, Eltrant apareció, esta vez para cortar dicho apéndice. Tras eso, el castaño se disculpó, a lo que Helena respondió con una breve mirada acusadora, frunciendo el ceño.
-Preocúpate por mantener tu propia cabeza entre los hombros-Fue la única y seca respuesta que obtuvo
En ese momento, la criatura monstruosa y horripilante que la había apresado escasos segundos atrás habló de nuevo. Esta vez directamente hacia Eltrant. En ese momento llegó la mujer bestia al lado de la bruja. Esta última le asintió con una mirada de total seguridad, afirmándole a aquella chica que sería su más fiel aliada en ese combate, esperando así el mismo trato para ella misma.
El castaño dio una orden a la mujer bestia, refiriéndose a ella como "Alex". Esta la cumplió sin pudor alguno. Ahora, la siguiente orden del hombre fue a parar directamente hacia la bruja. Odiaba que le diesen orden, y su anterior enfado para con Eltrant no había desaparecido, aunque eso ya lo arreglarían más tarde.
Y, en ese entonces, pudo escuchar aquello que le transmitía tanto paz como locura.
Los gritos seguían, aquel silencio tenso también, sus latidos la ponían aún más nerviosa... Eltrant le había pedido algo que sabía que podría acabar con todas sus energías al tener que usarlo dos veces consecutivas, y quizás con su vida. ¿Estaría dispuesta a hacerlo? ¿No sería más fácil huir de allí y actuar como si nada hubiese pasado...? Después de todo, ese era su estilo. ¿Qué le impedía volver a hacerlo? Ella no era una heroína, no era Eltrant, no era Alex... Realmente no era nadie, tan solo el perrito faldero de un virrey al que le era útil por su simple predisposición a mancharse las manos.
...
Tenía que hacerlo. Tenía que demostrarse a sí misma que era capaz de ello.
...
Y, de pronto, los latidos cesaron, los gritos se acallaron y el silencio se rompió con la inevitable sucesión de hechos que confirmaba que el tiempo volvía a correr. No sabía qué había pasado en mitad de su trance, ni cuánto tiempo había estado allí parada en mitad de todo ese caos, pero estaba decidida. Invocaría al agua.
Frunció el ceño y empezó a concentrarse. Era vital que tanto Alex como Eltrant la mantuvieran protegida de todo daño; hacer aquel hechizo por segunda vez para alguien como ella no era fácil.
Puso sus brazos firmes en un ángulo de 45 grados con respecto al suelo y, como si ella misma sacara el agua de las entrañas de la tierra, levantó con mucho esfuerzo los brazos hasta dejarlos a media altura, entonces una ola permanente de agua empezó a brotar de sus pies y se mantuvo allí como si de una fuente se tratara. Entonces, aún con más esfuerzo intentó levantar aún más sus brazos hasta finalmente dejarlos lo más altos posible, haciendo que la ola a su alrededor creciera más y más hasta alcanzar una altura de diez metros. Tras eso, volvió a bajar sus brazos a la media altura, y como si de una danza se tratara, empezó a dar sutiles vueltas sobre su eje, una y otra vez, una y otra vez, haciendo que el agua siguiese el baile y ritmo de sus manos, generando movimiento y, con este, fuerza, todo contenido en ese círculo de agua que se había tragado por completo a la rubia.
Una vez que creyó estar lista, paró su danza y, sin más, empujó con fuerza hacia los lados creando la gigantesca ola que pretendía, la cual se esparcía en todas direcciones desde su posición y se tragaba todo aquello que encontraba a su paso, haciendo que posteriormente fueran lanzados con fuerza [1]. Llegó incluso a arrancar algunos árboles pequeños y débiles.
Aquel virulento ataque no conocería la diferencia entre aliados o enemigos, por lo que esperaba que Eltrant y Alex se hubiesen puesto a salvo. Fue un error suyo el no avisar previamente, pero no tenía mucho tiempo para pensar.
Cuando el hechizo cesó, quedó desorientada. No sabiendo muy bien si había acabado con todo el peligro, o si de sus aliados seguían allí. Para ella, todo quedó en silencio nuevamente, se encontraba exhausta y con la respiración muy pesada. Se había exigido demasiado y lo iba a pagar. Hincó sus dos rodillas en el suelo y acto seguido seguido cayó inconsciente.
________________________________________________________________________
Off:
Habilidad usada: -Ola de poder [1]. Gracias a la petición de Eltrant, quedo en la mierda y para el arrastre al usar la habilidad demasiado seguida. Me debes otro descuento en tu tienda, Elt (???).
La bruja fue parcialmente liberada, lo suficiente como para moverse. De pronto, una de las tantas criaturas que había por el lugar se abalanzó hacia Helena por la espalda, pero esta era demasiado perspicaz como para no percatarse de aquello, y más ahora que todos sus sentidos estaban afinados al máximo. Con un simple giro sobre su propio eje, fintó a la "sombra" y la apresó, haciéndola caer al suelo y, una vez que estaba a su merced, le clavó su daga oculta en la cabeza, y no contenta con eso, deslizó la hoja hacia abajo del todo para abrir al oponente en canal. Se cortaba cual gelatina viscosa, finalmente, la criatura quedó partida en dos. La bruja no supo bien si estaba "muerta", pero al menos se había encargado parcialmente de ella.
Fue entonces cuando una especie de onda expansiva hizo volar por los aires a todas la sombras, haciendo que la propia Rhodes también se tambalease.
De total imprevisto, una de las criaturas había quedado cerca de Helena y se levantó dispuesta a atacar a la bruja, pero antes de que llegase a impactar cualquier parte del cuerpo con ella, la Rhodes le propinó una fuerte patada en la mandíbula de su oponente que hizo un recorrido vertical de abajo hacia arriba. Antes de que cayese al suelo, la bruja sacó de nuevo su daga oculta con un simple espasmo de muñeca y clavó su arma en la susodicha criatura. Ya cuando esta cayó al suelo, le aplastó la cabeza con su propia bota, no sin antes llevarse una mirada de desprecio.
Helena sintió que en su otra pierna aún había uno de esos extraños tentáculos. No sabía con certeza si eran los de antes o simplemente se habían adherido en ese momento. De nuevo, Eltrant apareció, esta vez para cortar dicho apéndice. Tras eso, el castaño se disculpó, a lo que Helena respondió con una breve mirada acusadora, frunciendo el ceño.
-Preocúpate por mantener tu propia cabeza entre los hombros-Fue la única y seca respuesta que obtuvo
En ese momento, la criatura monstruosa y horripilante que la había apresado escasos segundos atrás habló de nuevo. Esta vez directamente hacia Eltrant. En ese momento llegó la mujer bestia al lado de la bruja. Esta última le asintió con una mirada de total seguridad, afirmándole a aquella chica que sería su más fiel aliada en ese combate, esperando así el mismo trato para ella misma.
El castaño dio una orden a la mujer bestia, refiriéndose a ella como "Alex". Esta la cumplió sin pudor alguno. Ahora, la siguiente orden del hombre fue a parar directamente hacia la bruja. Odiaba que le diesen orden, y su anterior enfado para con Eltrant no había desaparecido, aunque eso ya lo arreglarían más tarde.
El castaño había tomado el liderazgo en aquella campaña improvisada, y le pidió algo que hizo que el mundo de la Rhodes se detuviera en un instante. Todo quedó en un silencio tenso. Aquella sensación era indescriptible pero de verdad sintió como si el tiempo se parase y tuviera todo el momento del mundo para pensar, solo pudiendo escuchar los latidos de su propio corazón. | Ambiente |
Y, en ese entonces, pudo escuchar aquello que le transmitía tanto paz como locura.
Los gritos... Lamentos, súplicas, llamadas... ¿El agua la reclamaba o simplemente era un engaño más de aquellos seres que se alimentaban con los miedos ajenos? Estaba asustada, ¿De verdad nadie más podía oír aquello? Nunca lo preguntó. ¿Se estaba volviendo definitivamente loca? Podría ser. | Gritos |
Los gritos seguían, aquel silencio tenso también, sus latidos la ponían aún más nerviosa... Eltrant le había pedido algo que sabía que podría acabar con todas sus energías al tener que usarlo dos veces consecutivas, y quizás con su vida. ¿Estaría dispuesta a hacerlo? ¿No sería más fácil huir de allí y actuar como si nada hubiese pasado...? Después de todo, ese era su estilo. ¿Qué le impedía volver a hacerlo? Ella no era una heroína, no era Eltrant, no era Alex... Realmente no era nadie, tan solo el perrito faldero de un virrey al que le era útil por su simple predisposición a mancharse las manos.
...
Tenía que hacerlo. Tenía que demostrarse a sí misma que era capaz de ello.
...
Y, de pronto, los latidos cesaron, los gritos se acallaron y el silencio se rompió con la inevitable sucesión de hechos que confirmaba que el tiempo volvía a correr. No sabía qué había pasado en mitad de su trance, ni cuánto tiempo había estado allí parada en mitad de todo ese caos, pero estaba decidida. Invocaría al agua.
Frunció el ceño y empezó a concentrarse. Era vital que tanto Alex como Eltrant la mantuvieran protegida de todo daño; hacer aquel hechizo por segunda vez para alguien como ella no era fácil.
Puso sus brazos firmes en un ángulo de 45 grados con respecto al suelo y, como si ella misma sacara el agua de las entrañas de la tierra, levantó con mucho esfuerzo los brazos hasta dejarlos a media altura, entonces una ola permanente de agua empezó a brotar de sus pies y se mantuvo allí como si de una fuente se tratara. Entonces, aún con más esfuerzo intentó levantar aún más sus brazos hasta finalmente dejarlos lo más altos posible, haciendo que la ola a su alrededor creciera más y más hasta alcanzar una altura de diez metros. Tras eso, volvió a bajar sus brazos a la media altura, y como si de una danza se tratara, empezó a dar sutiles vueltas sobre su eje, una y otra vez, una y otra vez, haciendo que el agua siguiese el baile y ritmo de sus manos, generando movimiento y, con este, fuerza, todo contenido en ese círculo de agua que se había tragado por completo a la rubia.
Una vez que creyó estar lista, paró su danza y, sin más, empujó con fuerza hacia los lados creando la gigantesca ola que pretendía, la cual se esparcía en todas direcciones desde su posición y se tragaba todo aquello que encontraba a su paso, haciendo que posteriormente fueran lanzados con fuerza [1]. Llegó incluso a arrancar algunos árboles pequeños y débiles.
Aquel virulento ataque no conocería la diferencia entre aliados o enemigos, por lo que esperaba que Eltrant y Alex se hubiesen puesto a salvo. Fue un error suyo el no avisar previamente, pero no tenía mucho tiempo para pensar.
Cuando el hechizo cesó, quedó desorientada. No sabiendo muy bien si había acabado con todo el peligro, o si de sus aliados seguían allí. Para ella, todo quedó en silencio nuevamente, se encontraba exhausta y con la respiración muy pesada. Se había exigido demasiado y lo iba a pagar. Hincó sus dos rodillas en el suelo y acto seguido seguido cayó inconsciente.
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Habilidad usada: -Ola de poder [1]. Gracias a la petición de Eltrant, quedo en la mierda y para el arrastre al usar la habilidad demasiado seguida. Me debes otro descuento en tu tienda, Elt (???).
Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Cortó en dos a una de las criaturas que se acercaba a Helena.
El ente siseó y comenzó a convulsionar en el suelo, dejando escapar aquella especie de líquido viscoso de su interior, hasta que este se quedó completamente inmóvil al cabo de unos segundos.
Eltrant frunció el ceño y tensó su cuerpo, quedándose en la misma posición, esperando que alguno de los seres de oscuridad se acercase a ellos con la misma intención. La bruja, entretanto, se estaba concentrando tras él, haciendo lo que parecía ser una pequeña danza; si no conociese a los suficientes Tensais el castaño habría imaginado que la mujer se había vuelto loca, pero podía ver que había un significado más importante detrás de aquel baile.
Incluso la gigantesca criatura que tenía delante podía verlo.
- CONDUCES A TODOS A LA MUERTE, TALE. –
Por eso tenía que dedicar todas sus fuerzas a defender a Helena, lanzó un tajo a otra criatura y mantuvo la posición; no le había hecho una promesa a la rubia para faltarla a los cinco minutos.
- LOS CONDUCES A MI. –
Afortunadamente para él, Alexandra también estaba de su parte; si bien no podía ver exactamente la forma de pelear de la mujer-bestia, sí que veía caer el número suficiente de sombras como para saber que tenía una habilidad con aquella lanza que esgrimía digna de elogio.
Definitivamente había sido una suerte haberse topado con las dos mujeres, él lo habría pasado bastante mal para encarar a aquella criatura por su propia cuenta.
- ¿CREES QUE PODÉIS MATARME? -
Entonces, de la nada, Helena pareció responder a la criatura. Pues se detuvo y, tras alzar sus manos, convocó una cantidad absurda de agua en todas direcciones.
Apretando los dientes, Eltrant clavó a Olvido en el suelo y a largó su mano izquierda hasta Alexandra, a quien sujetó por el cuello de sus ropajes.
Sin llegar a decir nada a la mujer-bestia, temiendo que el torrente de agua se los tragase como al resto de las sombras más pequeñas incluso cuando estaba depositando todas sus fuerzas en mantenerse firme, Eltrant desencajó el espadón plateado del suelo y, justo antes de ser arrastrado por la corriente, lo alzó para invocar una cúpula de viento alrededor de él y su compañera. [1]
Las aguas que había convocado Helena impactaron contra el muro y se agolparon contra este, pero no llegaron a atravesarlo.
Jadeando, sacudió la cabeza y se giró hacia la lancera.
- ¿Estás bien? – Preguntó a Alexandria, tragando saliva.
Había sido sorprendente, Helena había invocado la suficiente agua como para que la que se había quedado atrapada en el interior de la cúpula les llegase hasta la cintura. ¿Pero a qué precio? Magia de aquel calibre nunca era completamente gratis, no normalmente.
Lo comprobó cuando, al deshacer la cúpula, vio como la rubia caía de rodillas.
- ESO… ESO NO HA SIDO… -
La bestia acababa de… ¿Vacilar? Estaba al otro lado del claro, recomponiéndose lentamente.
- HELENA RHODES, ALEXANDRA WHISKERS… -
Eltrant, aprovechando el pequeño momento de tranquilidad que habían conseguido con el agua, se agachó frente a la rubia y la sujetó del hombro para que no se desplomase contra el suelo.
- Buen trabajo, Helena. – dijo dedicándole una sonrisa a la mujer instantes antes de que, aparentemente, perdiese completamente la consciencia.
- ¿CÓMO PODEIS…? -
Tras eso, la dejó con cuidado en el suelo y se volvió hacia Alexandra.
- ¡SOY INEVITABLE! –
- ¿Puedes cuidar de ella? – Preguntó pasando junto a ella y dándole una pequeña palmada en el hombro. – Voy a terminar el trabajo. – dijo seguidamente, superando a la mujer-bestia, dirigiéndose directamente hacia el monstruo. - No voy a tardar mucho – Sentenció.
Aun caminando, llevó su mano izquierda hasta el nudo con el que mantenía sujeta la capa que pendía de su cuello y dio un pequeño tirón; La capa, inmediatamente, cayó al suelo debido al peso del agua que la empapaba.
- ¡SOY INMORTAL! –
Tocaba terminar con aquello de una vez por todas.
Colocó a Olvido frente a su cara. El aire que rodeaba la hoja envolvió su cuerpo durante unos segundos, momento en el que notó como su armadura se volvía más ligera, como el espadón pesaba mucho menos. [2]
Emprendió la carrera hacia la criatura.
- ¡SOY ETERNO! –
Sujetó la espada con ambas manos, sin detenerse.
Se centró en depositar toda la fuerza que tenía en aquella estocada, ignoró las pequeñas figuras que se recomponían a su alrededor; no eran tantas, si no habían acabado troceadas por Alexandra el agua de Helena las había hecho estallar al chocarse contra los árboles.
Se acercaba, lo hacía rápido, pero no lo suficiente como para que aquel ser no se hubiese recompuesto a la mitad. Varios tentáculos salieron en su encuentro, cortó uno de ellos, pero dos se anclaron a su hombrera derecha, arrancándola de cuajo con una facilidad inusitada.
Continuó corriendo.
Sabía que no podía alcanzar la cabeza de la criatura; era en momentos como aquel en los que envidiaba la facilidad con la que Asher podía alcanzar sitios elevados. Pero no importaba: tenia ayuda.
Plantó el pie derecho frente a criatura, con fuerza, hundiéndolo en el barro.
- ¡LYANNA! -
Pivotó sobre dicha pierna y, con toda la fuerza que había acumulado, lanzó una estocada en horizontal frente a él, una repleta de una ira que no era suya y que procedía, más bien, de la propia espada que blandía. [3]
La sombra del ente de sombras, por irónico que fuese, se extendió hasta alzarse sobre la criatura y la empujó contra el suelo con violencia, lo suficientemente fuerte como para que el lugar temblase en el proceso.
- ¿QUÉ ES…? –
“Me parecía un dato interesante que dar. Ya que no preguntas si me ha arrastrado la corriente y todo eso.”
Iba a matar a aquella cosa.
Seguía sin alcanzar lo que era más parecido a la cabeza de la criatura, pero la ayuda de Lyn había bastado para poner la cintura de aquella cosa a su alcance. Notó como su espada vibraba entre sus manos al impactar contra la carne a la vez que una cantidad irreal de sangre negruzca salia de la herida.
Pero no pensaba detenerse: cortarla en dos, un único tajo, no necesitaba más.
Tampoco pensaba rendirse.
[1] Habilidad Nivel 9: Inamovible.
[2] Primera habilidad de Olvido: Resolución.
[3] Habilidad Nivel 3: Hoja Cargada.
El ente siseó y comenzó a convulsionar en el suelo, dejando escapar aquella especie de líquido viscoso de su interior, hasta que este se quedó completamente inmóvil al cabo de unos segundos.
Eltrant frunció el ceño y tensó su cuerpo, quedándose en la misma posición, esperando que alguno de los seres de oscuridad se acercase a ellos con la misma intención. La bruja, entretanto, se estaba concentrando tras él, haciendo lo que parecía ser una pequeña danza; si no conociese a los suficientes Tensais el castaño habría imaginado que la mujer se había vuelto loca, pero podía ver que había un significado más importante detrás de aquel baile.
Incluso la gigantesca criatura que tenía delante podía verlo.
- CONDUCES A TODOS A LA MUERTE, TALE. –
Por eso tenía que dedicar todas sus fuerzas a defender a Helena, lanzó un tajo a otra criatura y mantuvo la posición; no le había hecho una promesa a la rubia para faltarla a los cinco minutos.
- LOS CONDUCES A MI. –
Afortunadamente para él, Alexandra también estaba de su parte; si bien no podía ver exactamente la forma de pelear de la mujer-bestia, sí que veía caer el número suficiente de sombras como para saber que tenía una habilidad con aquella lanza que esgrimía digna de elogio.
Definitivamente había sido una suerte haberse topado con las dos mujeres, él lo habría pasado bastante mal para encarar a aquella criatura por su propia cuenta.
- ¿CREES QUE PODÉIS MATARME? -
Entonces, de la nada, Helena pareció responder a la criatura. Pues se detuvo y, tras alzar sus manos, convocó una cantidad absurda de agua en todas direcciones.
Apretando los dientes, Eltrant clavó a Olvido en el suelo y a largó su mano izquierda hasta Alexandra, a quien sujetó por el cuello de sus ropajes.
Sin llegar a decir nada a la mujer-bestia, temiendo que el torrente de agua se los tragase como al resto de las sombras más pequeñas incluso cuando estaba depositando todas sus fuerzas en mantenerse firme, Eltrant desencajó el espadón plateado del suelo y, justo antes de ser arrastrado por la corriente, lo alzó para invocar una cúpula de viento alrededor de él y su compañera. [1]
Las aguas que había convocado Helena impactaron contra el muro y se agolparon contra este, pero no llegaron a atravesarlo.
Jadeando, sacudió la cabeza y se giró hacia la lancera.
- ¿Estás bien? – Preguntó a Alexandria, tragando saliva.
Había sido sorprendente, Helena había invocado la suficiente agua como para que la que se había quedado atrapada en el interior de la cúpula les llegase hasta la cintura. ¿Pero a qué precio? Magia de aquel calibre nunca era completamente gratis, no normalmente.
Lo comprobó cuando, al deshacer la cúpula, vio como la rubia caía de rodillas.
- ESO… ESO NO HA SIDO… -
La bestia acababa de… ¿Vacilar? Estaba al otro lado del claro, recomponiéndose lentamente.
- HELENA RHODES, ALEXANDRA WHISKERS… -
Eltrant, aprovechando el pequeño momento de tranquilidad que habían conseguido con el agua, se agachó frente a la rubia y la sujetó del hombro para que no se desplomase contra el suelo.
- Buen trabajo, Helena. – dijo dedicándole una sonrisa a la mujer instantes antes de que, aparentemente, perdiese completamente la consciencia.
- ¿CÓMO PODEIS…? -
Tras eso, la dejó con cuidado en el suelo y se volvió hacia Alexandra.
- ¡SOY INEVITABLE! –
- ¿Puedes cuidar de ella? – Preguntó pasando junto a ella y dándole una pequeña palmada en el hombro. – Voy a terminar el trabajo. – dijo seguidamente, superando a la mujer-bestia, dirigiéndose directamente hacia el monstruo. - No voy a tardar mucho – Sentenció.
Aun caminando, llevó su mano izquierda hasta el nudo con el que mantenía sujeta la capa que pendía de su cuello y dio un pequeño tirón; La capa, inmediatamente, cayó al suelo debido al peso del agua que la empapaba.
- ¡SOY INMORTAL! –
Tocaba terminar con aquello de una vez por todas.
Colocó a Olvido frente a su cara. El aire que rodeaba la hoja envolvió su cuerpo durante unos segundos, momento en el que notó como su armadura se volvía más ligera, como el espadón pesaba mucho menos. [2]
Emprendió la carrera hacia la criatura.
- ¡SOY ETERNO! –
Sujetó la espada con ambas manos, sin detenerse.
Se centró en depositar toda la fuerza que tenía en aquella estocada, ignoró las pequeñas figuras que se recomponían a su alrededor; no eran tantas, si no habían acabado troceadas por Alexandra el agua de Helena las había hecho estallar al chocarse contra los árboles.
Se acercaba, lo hacía rápido, pero no lo suficiente como para que aquel ser no se hubiese recompuesto a la mitad. Varios tentáculos salieron en su encuentro, cortó uno de ellos, pero dos se anclaron a su hombrera derecha, arrancándola de cuajo con una facilidad inusitada.
Continuó corriendo.
Sabía que no podía alcanzar la cabeza de la criatura; era en momentos como aquel en los que envidiaba la facilidad con la que Asher podía alcanzar sitios elevados. Pero no importaba: tenia ayuda.
Plantó el pie derecho frente a criatura, con fuerza, hundiéndolo en el barro.
- ¡LYANNA! -
Pivotó sobre dicha pierna y, con toda la fuerza que había acumulado, lanzó una estocada en horizontal frente a él, una repleta de una ira que no era suya y que procedía, más bien, de la propia espada que blandía. [3]
“Ya iba siendo hora, Mortal. Estaba harta de esperar en este arbusto.”
La sombra del ente de sombras, por irónico que fuese, se extendió hasta alzarse sobre la criatura y la empujó contra el suelo con violencia, lo suficientemente fuerte como para que el lugar temblase en el proceso.
- ¿QUÉ ES…? –
“Me acaba de atravesar una cantidad absurda de agua, por cierto.”
“Me parecía un dato interesante que dar. Ya que no preguntas si me ha arrastrado la corriente y todo eso.”
Iba a matar a aquella cosa.
Seguía sin alcanzar lo que era más parecido a la cabeza de la criatura, pero la ayuda de Lyn había bastado para poner la cintura de aquella cosa a su alcance. Notó como su espada vibraba entre sus manos al impactar contra la carne a la vez que una cantidad irreal de sangre negruzca salia de la herida.
Pero no pensaba detenerse: cortarla en dos, un único tajo, no necesitaba más.
Tampoco pensaba rendirse.
_____________________________________________________________
[1] Habilidad Nivel 9: Inamovible.
[2] Primera habilidad de Olvido: Resolución.
[3] Habilidad Nivel 3: Hoja Cargada.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Había perdido la noción del tiempo a medida que la adrenalina del cuerpo la animaba a combatir. Solo habían pasado segundos, pero su percepción la había hecho sentir como si el tiempo fuera al menos tres veces más lento. Y el que pensara antes de lanzar cada golpe no ayudaba a que el tiempo volviera a la normalidad. Pero Alexandra era una mortal, al final del día. Cada corte que había sufrido anteriormente tomó el peso que le correspondía, las heridas volvieron a doler y su cansancio era palpable. El tiempo volvió a ser como el de antes, su arma no se encontraba a mano y, de una forma que rompía con la seriedad del ambiente, el hambre volvió a atacarla.
Y a momentos, lo principal que la empujaba a seguir golpeando a esas criaturas era volver a comer de ese pollo tan delicioso con Eltrant, Lyn y Helena en la misma mesa. O quizás en mesas distintas si es eran muy pequeñas para tener a los cuatro.
Al principio no notó cuando las criaturas se quedaron estupefactas, al igual que la gran bestia que las comandaba. Fue cuando sintió instintivamente en su espalda un escalofrío que la hizo mirar hacia donde se encontraba la bruja. Una gran columna de agua se había alzado donde estaba y parecía danzar junto con los mandados de su ama. Jamás había visto el agua moverse de esa forma, siquiera en las tormentas en altamar. Solo la fortuna de tener a Eltrant cerca evitó que su impresión terminara por llevarsela junto con el resto de las criaturas. El tirón en las ropas la volvió en si y solo por instinto se cubrió con los brazos esperando aguantar la ola que se abalanzaba hacia ellos. Solo cuando la protección mágica de Eltrant actuó es que pudo darse cuenta que había sido salvada por su compañero de armas nuevamente.
No pudo evitar pensar si las damas en aprietos se sentían de esta forma de manera constante.
- Ze eztoy mejorr de lo que eztarría afuerra… - y no se sentía especialmente curiosa como para imaginarse qué hubiera pasado si no la hubiera ayudado.
Se agachó al lado de Helena apenas Eltrant la dejó en el suelo, verificando si estaba bien. Desconocía como la había afectado ese hechizo, más allá del desmayo que implicaba cansancio. Jamás había entrenado hasta caer casi desfallecida del cansancio, siempre le enseñaron a ponerse de pie y continuar. Pero aquello no era comparable. En cierto sentido, ella solo aprendió a mover un bastón, mientras que lo que la bruja hizo era algo que jamás podría comprender o esperar controlarlo.
- Eltrrant – le dijo muy seriamente mientras se volvía a poner de pie – Eztoy ze mojada, grraziaz a eza ze crriaturra – para ella, si esa criatura no hubiera aparecido esa noche, estaría durmiendo plácidamente en una cama confortable y no semimojada debido al hechizo de Helena, por lo que esa criatura tenía toda la culpa para ella – Enzeñale a eze ze maleducado una leczión porr hazerr que damaz como nozotrraz ze mojen en mitad del ze bozque.
Cuando lo pensaba, era la única forma que podía alentar a Eltrant a momentos de enfrentar a la bestia. No fue algo que aprendió en sus entrenamientos ni en la guardia, sino de su padre. A veces, el enemigo más fuerte de los guerreros era el mismo espíritu de ellos. El no poder dar el todo en una pelea porque piensas que no tiene sentido pelear contra algo tan fuerte. Que no tiene sentido levantar la espada. Que diera igual si se estaba ahí o no.
Incluso en esos momentos, Alexandra pensaba en si alguna vez podría ser tan confiable y fuerte como su compañero. El como conseguía que las sombras pelearan contra las sombras, doblegando la criatura para ponerla de rodillas… no podía evitar preguntarse si alguna vez lograría ser así de fuerte.
Pero aún cuando su confianza se doblegaba frente a la fuerza de los titanes, había algo que podía hacer.
“¿Puedes cuidar de ella?”
Aquella sensación del deber sobrepasaba sus dudas y sus miedos. La sensación de que le habían encomendado algo que solo ella podía hacer. La hacía sentir que, sin importar si era apta para la misión o no, si era lo suficientemente fuerte o si podría llevarla a cabo. El que alguien confiara en ella la hacía sentir que esa confianza no podía desvanecerse en el olvido.
Incluso si tenía que golpear a las criaturas con sus manos, lo iba a conseguir.
Y a momentos, lo principal que la empujaba a seguir golpeando a esas criaturas era volver a comer de ese pollo tan delicioso con Eltrant, Lyn y Helena en la misma mesa. O quizás en mesas distintas si es eran muy pequeñas para tener a los cuatro.
Al principio no notó cuando las criaturas se quedaron estupefactas, al igual que la gran bestia que las comandaba. Fue cuando sintió instintivamente en su espalda un escalofrío que la hizo mirar hacia donde se encontraba la bruja. Una gran columna de agua se había alzado donde estaba y parecía danzar junto con los mandados de su ama. Jamás había visto el agua moverse de esa forma, siquiera en las tormentas en altamar. Solo la fortuna de tener a Eltrant cerca evitó que su impresión terminara por llevarsela junto con el resto de las criaturas. El tirón en las ropas la volvió en si y solo por instinto se cubrió con los brazos esperando aguantar la ola que se abalanzaba hacia ellos. Solo cuando la protección mágica de Eltrant actuó es que pudo darse cuenta que había sido salvada por su compañero de armas nuevamente.
No pudo evitar pensar si las damas en aprietos se sentían de esta forma de manera constante.
- Ze eztoy mejorr de lo que eztarría afuerra… - y no se sentía especialmente curiosa como para imaginarse qué hubiera pasado si no la hubiera ayudado.
Se agachó al lado de Helena apenas Eltrant la dejó en el suelo, verificando si estaba bien. Desconocía como la había afectado ese hechizo, más allá del desmayo que implicaba cansancio. Jamás había entrenado hasta caer casi desfallecida del cansancio, siempre le enseñaron a ponerse de pie y continuar. Pero aquello no era comparable. En cierto sentido, ella solo aprendió a mover un bastón, mientras que lo que la bruja hizo era algo que jamás podría comprender o esperar controlarlo.
- Eltrrant – le dijo muy seriamente mientras se volvía a poner de pie – Eztoy ze mojada, grraziaz a eza ze crriaturra – para ella, si esa criatura no hubiera aparecido esa noche, estaría durmiendo plácidamente en una cama confortable y no semimojada debido al hechizo de Helena, por lo que esa criatura tenía toda la culpa para ella – Enzeñale a eze ze maleducado una leczión porr hazerr que damaz como nozotrraz ze mojen en mitad del ze bozque.
Cuando lo pensaba, era la única forma que podía alentar a Eltrant a momentos de enfrentar a la bestia. No fue algo que aprendió en sus entrenamientos ni en la guardia, sino de su padre. A veces, el enemigo más fuerte de los guerreros era el mismo espíritu de ellos. El no poder dar el todo en una pelea porque piensas que no tiene sentido pelear contra algo tan fuerte. Que no tiene sentido levantar la espada. Que diera igual si se estaba ahí o no.
Incluso en esos momentos, Alexandra pensaba en si alguna vez podría ser tan confiable y fuerte como su compañero. El como conseguía que las sombras pelearan contra las sombras, doblegando la criatura para ponerla de rodillas… no podía evitar preguntarse si alguna vez lograría ser así de fuerte.
Pero aún cuando su confianza se doblegaba frente a la fuerza de los titanes, había algo que podía hacer.
“¿Puedes cuidar de ella?”
Aquella sensación del deber sobrepasaba sus dudas y sus miedos. La sensación de que le habían encomendado algo que solo ella podía hacer. La hacía sentir que, sin importar si era apta para la misión o no, si era lo suficientemente fuerte o si podría llevarla a cabo. El que alguien confiara en ella la hacía sentir que esa confianza no podía desvanecerse en el olvido.
Incluso si tenía que golpear a las criaturas con sus manos, lo iba a conseguir.
Alexandra Whiskers
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Su cuerpo estaba rígido, frío, se sentía como un cadáver, o mejor dicho, ni siquiera llegaba a sentirlo. Su conciencia dejó de estar en aquel lúgubre bosque para pasar a un espacio vacío y negro, un espacio en el que caía cual piedra hacia la nada.
Abrió los ojos, ahora si se veía, sí se sentía, pero seguía en aquella inmensidad oscura, cayendo, hasta que, de pronto, toda su realidad dio un vuelco y de la nada apareció una enorme plataforma flotante. Las veces que había tenido estas extrañas experiencias, había ido a parar a su lugar "especial", o al menos a la imagen que tenía la bruja de este, pero ahora se encontraba en un sitio demasiado psicodélico.
El suelo de la plataforma estaba compuesto de vidrieras de toda la gama de colores existente. La Rhodes echó un vistazo al suelo y quedó maravillada ante tanta belleza. Volvió a mirar al frente y entonces pudo ver una figura sombría, similar con las que había luchado hacía escasos minutos, y con las que seguramente Eltrant y Alexandra estarían lidiando sin cesar. Esperaba que les fuese bien, después de todo ella seguía allí... El pensar eso, le dio un repentino dolor de cabeza incipiente. Se llevó la mano a la zona afectada y pasado más de diez segundos, logró desaparecer.
-Y esto es lo que pasa cuando me desobedeces, querida Helena-La voz era femenina, es más... Incluso podría jurar que era su propia voz, pero distorsionada y más grave-Lo que te ha pasado es un simple aviso
Helena entrecerró los ojos para poder fijarse mejor en aquella figura. No podía distinguirla del todo, así que se acercó a esta, y a su vez, la sombra también lo hizo, hasta que ambas quedaron frente a frente. Lo que la bruja vio a continuación le heló los mismísimos huesos; era ella misma, con su contorno, su pelo, su figura... No podía verle el rostro con totalidad porque estaba cubierto de negro, al igual que todo su cuerpo, pero tenía el presentimiento de que estaba ante ella misma.
La rubia dio un paso atrás, pero la figura sombría no se inmutó.
-...¿Quién...-No le dio tiempo a responder, cuando ya le cortó
-Soy tu. Me preocupo por ti, y me obligas a hacerte cosas que no me gustan, pero es por tu bien... Por nuestro bien
-...Debo de estar volviéndome loca...-Pensó en voz alta, con acongoje.
-Para nada-Negó con la cabeza-Todo el mundo tiene miedo a algo. Es lo más natural que puedes tener.
-...
-He tenido que intervenir personalmente para que no acabe pasándote nada. No te preocupes, solo quiero lo mejor para nosotras
-¡...No entiendo nada...!
-Ni tienes que hacerlo. Simplemente sigue mi consejo: no te esfuerces, no te pongas en peligro, vive segura y no confíes en nadie más que en ti. Es la única forma de evitar las cosas malas que puede ofrecerte la vida
-...
Aquella figura se dio media vuelta y empezó a caminar en dirección contraria a Helena, disipándose con cada paso que daba, dejando allí a solas a la Rhodes.
Poco a poco, todo se iba distorsionando a su alrededor, como si de un sismo que traspasaba las barreras del propio suelo se tratara. Entonces, todo el espacio vacío y negro empezó a brillar y a cambiar a un color blanco que acabó por cegar a la bruja...
Abrió los ojos, de nuevo en el bosque. Se incorporó rápidamente sentada en el suelo, tosiendo y respirando con cortas pausas, agitada. No sabía quién estaba a su lado, ni siquiera si aquellas cosas habían desaparecido... Necesitaba unos segundos para volver completamente en sí.
________________________________________________________
Off: Perdonad la introspección, pero me parecía justo dejarme fuera de combate un post por haber abusado de habilidad xD
Abrió los ojos, ahora si se veía, sí se sentía, pero seguía en aquella inmensidad oscura, cayendo, hasta que, de pronto, toda su realidad dio un vuelco y de la nada apareció una enorme plataforma flotante. Las veces que había tenido estas extrañas experiencias, había ido a parar a su lugar "especial", o al menos a la imagen que tenía la bruja de este, pero ahora se encontraba en un sitio demasiado psicodélico.
El suelo de la plataforma estaba compuesto de vidrieras de toda la gama de colores existente. La Rhodes echó un vistazo al suelo y quedó maravillada ante tanta belleza. Volvió a mirar al frente y entonces pudo ver una figura sombría, similar con las que había luchado hacía escasos minutos, y con las que seguramente Eltrant y Alexandra estarían lidiando sin cesar. Esperaba que les fuese bien, después de todo ella seguía allí... El pensar eso, le dio un repentino dolor de cabeza incipiente. Se llevó la mano a la zona afectada y pasado más de diez segundos, logró desaparecer.
-Y esto es lo que pasa cuando me desobedeces, querida Helena-La voz era femenina, es más... Incluso podría jurar que era su propia voz, pero distorsionada y más grave-Lo que te ha pasado es un simple aviso
Helena entrecerró los ojos para poder fijarse mejor en aquella figura. No podía distinguirla del todo, así que se acercó a esta, y a su vez, la sombra también lo hizo, hasta que ambas quedaron frente a frente. Lo que la bruja vio a continuación le heló los mismísimos huesos; era ella misma, con su contorno, su pelo, su figura... No podía verle el rostro con totalidad porque estaba cubierto de negro, al igual que todo su cuerpo, pero tenía el presentimiento de que estaba ante ella misma.
La rubia dio un paso atrás, pero la figura sombría no se inmutó.
-...¿Quién...-No le dio tiempo a responder, cuando ya le cortó
-Soy tu. Me preocupo por ti, y me obligas a hacerte cosas que no me gustan, pero es por tu bien... Por nuestro bien
-...Debo de estar volviéndome loca...-Pensó en voz alta, con acongoje.
-Para nada-Negó con la cabeza-Todo el mundo tiene miedo a algo. Es lo más natural que puedes tener.
-...
-He tenido que intervenir personalmente para que no acabe pasándote nada. No te preocupes, solo quiero lo mejor para nosotras
-¡...No entiendo nada...!
-Ni tienes que hacerlo. Simplemente sigue mi consejo: no te esfuerces, no te pongas en peligro, vive segura y no confíes en nadie más que en ti. Es la única forma de evitar las cosas malas que puede ofrecerte la vida
-...
Aquella figura se dio media vuelta y empezó a caminar en dirección contraria a Helena, disipándose con cada paso que daba, dejando allí a solas a la Rhodes.
Poco a poco, todo se iba distorsionando a su alrededor, como si de un sismo que traspasaba las barreras del propio suelo se tratara. Entonces, todo el espacio vacío y negro empezó a brillar y a cambiar a un color blanco que acabó por cegar a la bruja...
Abrió los ojos, de nuevo en el bosque. Se incorporó rápidamente sentada en el suelo, tosiendo y respirando con cortas pausas, agitada. No sabía quién estaba a su lado, ni siquiera si aquellas cosas habían desaparecido... Necesitaba unos segundos para volver completamente en sí.
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Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
La criatura cayó al suelo, muerta.
Jadeando, apoyándose sobre su espada, Eltrant miró durante varios segundos el ser de sombras que, ahora, humeaba y se deshacía lentamente frente a él, dejando escapar un siseo similar al que liberaba su guantelete al activarse.
Estaba algo impresionado: había logrado partir en dos a aquella cosa. Aunque el trabajo más duro lo habían hecho Helena y Alexandra, él lidiaba con criaturas como aquella prácticamente todos los días. No era lo normal encontrar a gente capaz de reunir el valor suficiente para encarar lo que habían encontrado aquella noche en la Encrucijada.
Empezaba a pensar que atraía aquellos problemas de alguna forma.
Tragó saliva y, tras incorporarse, pasó su mano izquierda sobre la hoja de Olvido, arrastrando toda la masa oscura y pegajosa que se había quedado adherida a esta y que, como el cuerpo de la criatura, se estaba deshaciendo en una nube de gas grisácea.
Cuando tuvo el metal limpio lo zarandeó frente a él con un suave movimiento de muñeca y envainó el gigantesco mandoble a su espalda.
Una calma distinta a la que había reinado en el bosque durante todo aquel acontecimiento se había apoderado de este. Ahora podía oír el susurro del aire, el ulular de los distantes búhos… todo parecía haber vuelto, por el momento, a la normalidad.
Se giró sobre sí mismo y comenzó a caminar hacia dónde esperaban sus aliadas, agachándose durante el trayecto a recuperar su martillo, el cual yacía tirado junto a uno de los numerosos charcos de líquido negruzco que se vaporizaba.
No veía nada remotamente parecido a una persona entre los restos de los monstruos.
- Buen trabajo, equipo. – Al llegar ante las mujeres, se colocó de cuclillas frente a Helena y le dedicó la mejor sonrisa que pudo esbozar. – ¿Cómo te encuentras, Tensai? – Le preguntó, ofreciéndole la mano para ayudarla a incorporarse un poco. – No creo que se vaya a levantar. - Comentó a continuación, señalando tras de sí a los dos trozos de criatura. – Hemos ganado. - Por la velocidad a la que desaparecían, seguirían allí hasta el amanecer.
Suspiró, durante unos segundos trató de figurarse que acababa de matar y cuales habían eran sus intenciones. Pero decidió pensar en lo importante de todo: fuese lo que fuese lo había matado.
- Habéis… salvado muchas vidas esta noche. – dijo Eltrant a las mujeres, esta vez sin girarse a mirarlas, analizando desde la distancia la criatura y las palabras que esta había dedicado al grupo. – Gracias. – Agregó a continuación tomando a Alexandria del hombro durante unos instantes, permitiéndose, por primera vez en toda la noche, cerrar los ojos y tomar algo de aire tranquilamente.
¿Qué habría pasado si aquella cosa hubiese alcanzado Ulmer? ¿O si hubiese seguido hacía el sur? La ciudad de los licántropos tenía guardas, murallas… ¿Pero las aldeas? ¿Todas las granjas? El número de figuras sombrías que había acompañado a la criatura le decía que, como mínimo, ya se había cruzado con un número significativo de personas antes de acabar allí.
Sacudió la cabeza, dando por zanjado el asunto, y volvió a centrarse en lo que tenía entre manos. Helena parecía haber recuperado un mínimo de consciencia, pero, por supuesto, no iba a hacerle andar después de lo que había pasado, por lo que decidió tomarla en brazos y cargarla a su espalda.
Aun si esta se quejaba pretendía hacer oídos sordos.
- Vamos de vuelta. –
Antes de abandonar el claro, no obstante, se encontraron con un solitario cuerpo sobre uno de los charcos de podredumbre; el de la dueña de una de las posadas: Rosa.
Tras agacharse junto a la elfa comprobó que estaba… viva, respiraba agotada, pero lo hacía.
Por algún motivo también tenía muñones dónde deberían de haber estado su pierna izquierda y su brazo derecho. Unos que, además, no sangraban, no parecían más peligrosos que las viejas cicatrices que recorrían su cuerpo.
Era… mejor que estar muerto, supuso. Con el suficiente dinero podría pagarse un a un elfo que le ayudase a regenerar las extremidades.
Sin pesarlo demasiado tomó a la mujer bajo el brazo, cual saco de patatas, y continuó el trayecto de vuelta hasta la posada.
- En nada podéis descansar como os merecéis. – dijo cuándo las primeras luces de las posadas, ahora completamente iluminadas, comenzaron a entreverse a través de los árboles.
Jadeando, apoyándose sobre su espada, Eltrant miró durante varios segundos el ser de sombras que, ahora, humeaba y se deshacía lentamente frente a él, dejando escapar un siseo similar al que liberaba su guantelete al activarse.
Estaba algo impresionado: había logrado partir en dos a aquella cosa. Aunque el trabajo más duro lo habían hecho Helena y Alexandra, él lidiaba con criaturas como aquella prácticamente todos los días. No era lo normal encontrar a gente capaz de reunir el valor suficiente para encarar lo que habían encontrado aquella noche en la Encrucijada.
Empezaba a pensar que atraía aquellos problemas de alguna forma.
Tragó saliva y, tras incorporarse, pasó su mano izquierda sobre la hoja de Olvido, arrastrando toda la masa oscura y pegajosa que se había quedado adherida a esta y que, como el cuerpo de la criatura, se estaba deshaciendo en una nube de gas grisácea.
Cuando tuvo el metal limpio lo zarandeó frente a él con un suave movimiento de muñeca y envainó el gigantesco mandoble a su espalda.
Una calma distinta a la que había reinado en el bosque durante todo aquel acontecimiento se había apoderado de este. Ahora podía oír el susurro del aire, el ulular de los distantes búhos… todo parecía haber vuelto, por el momento, a la normalidad.
Se giró sobre sí mismo y comenzó a caminar hacia dónde esperaban sus aliadas, agachándose durante el trayecto a recuperar su martillo, el cual yacía tirado junto a uno de los numerosos charcos de líquido negruzco que se vaporizaba.
No veía nada remotamente parecido a una persona entre los restos de los monstruos.
- Buen trabajo, equipo. – Al llegar ante las mujeres, se colocó de cuclillas frente a Helena y le dedicó la mejor sonrisa que pudo esbozar. – ¿Cómo te encuentras, Tensai? – Le preguntó, ofreciéndole la mano para ayudarla a incorporarse un poco. – No creo que se vaya a levantar. - Comentó a continuación, señalando tras de sí a los dos trozos de criatura. – Hemos ganado. - Por la velocidad a la que desaparecían, seguirían allí hasta el amanecer.
Suspiró, durante unos segundos trató de figurarse que acababa de matar y cuales habían eran sus intenciones. Pero decidió pensar en lo importante de todo: fuese lo que fuese lo había matado.
- Habéis… salvado muchas vidas esta noche. – dijo Eltrant a las mujeres, esta vez sin girarse a mirarlas, analizando desde la distancia la criatura y las palabras que esta había dedicado al grupo. – Gracias. – Agregó a continuación tomando a Alexandria del hombro durante unos instantes, permitiéndose, por primera vez en toda la noche, cerrar los ojos y tomar algo de aire tranquilamente.
¿Qué habría pasado si aquella cosa hubiese alcanzado Ulmer? ¿O si hubiese seguido hacía el sur? La ciudad de los licántropos tenía guardas, murallas… ¿Pero las aldeas? ¿Todas las granjas? El número de figuras sombrías que había acompañado a la criatura le decía que, como mínimo, ya se había cruzado con un número significativo de personas antes de acabar allí.
Sacudió la cabeza, dando por zanjado el asunto, y volvió a centrarse en lo que tenía entre manos. Helena parecía haber recuperado un mínimo de consciencia, pero, por supuesto, no iba a hacerle andar después de lo que había pasado, por lo que decidió tomarla en brazos y cargarla a su espalda.
Aun si esta se quejaba pretendía hacer oídos sordos.
- Vamos de vuelta. –
Antes de abandonar el claro, no obstante, se encontraron con un solitario cuerpo sobre uno de los charcos de podredumbre; el de la dueña de una de las posadas: Rosa.
Tras agacharse junto a la elfa comprobó que estaba… viva, respiraba agotada, pero lo hacía.
Por algún motivo también tenía muñones dónde deberían de haber estado su pierna izquierda y su brazo derecho. Unos que, además, no sangraban, no parecían más peligrosos que las viejas cicatrices que recorrían su cuerpo.
Era… mejor que estar muerto, supuso. Con el suficiente dinero podría pagarse un a un elfo que le ayudase a regenerar las extremidades.
Sin pesarlo demasiado tomó a la mujer bajo el brazo, cual saco de patatas, y continuó el trayecto de vuelta hasta la posada.
- En nada podéis descansar como os merecéis. – dijo cuándo las primeras luces de las posadas, ahora completamente iluminadas, comenzaron a entreverse a través de los árboles.
Eltrant Tale
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Se había preocupado de cuidar de Helena, ayudarla a sentarse en el momento que había recuperado la conciencia e intentaba darse cuenta de su alrededor. La fuerza del hechizo había conseguido que casi ninguno de las criaturas que sobrevivieron se pudiera acercar lo suficiente antes que Eltrant asestara el golpe final, consumiendo la oscuridad con oscuridad y lentamente otorgando a la noche su debido dominio sobre sus cabezas.
Y, sin embargo, no se sentía especialmente feliz. Conocía a muchas personas que probablemente estarían saltando de la alegría, insultando a los restos de las criaturas que los habían atacado o con reacciones similares. Claramente sentía un alivio por sus compañeros, ya que estaban fuera de peligro, pero cuando pensaba en ella misma, no es que estuviera especialmente preocupada. Claro, había sufrido heridas de aquí a allá, siendo la de la mano la que era la más grave por el momento, pero no sentía nada en especial sobre su bienestar.
Y aquello era porque, aunque estuvo dispuesta a darlo todo por sus compañeros en la batalla, no era alguien que pensaba que saldría viva al final de una pelea. La intensidad con la que batallaba tenía su equivalente en pensar que algún día moriría peleando o quizás, en el mejor de los casos, de las heridas que recibía de ellas. No es que fuera especialmente depresiva, pero desde hace mucho asumió que blandir un arma y pelear contra los obstáculos de la vida solo podía tener un fin.
Eso no quitaba el alivio de ver a sus compañeros vivos.
No sabía decir si había salvado vidas aquella noche, aún cuando Eltrant se lo había dicho. Cuando se imaginaba a las personas que conocía que, para ella, salvaban vidas, se le venían recuerdos de personas con una entereza monumental, con agallas, nervios de acero, pero por sobre todo, por la necesidad de hacer lo correcto, de marcar la diferencia y ser lo suficientemente fuertes para ello. Para ella, solo había reaccionado ante un ataque de aquel ser para, quizás algo orgullosa, joderle la paciencia lo suficiente como para que vinieran a rescatarla, cosa que tampoco contaba que hicieran.
Para ella, los héroes de verdad estaban a su lado: helena por su demostración de coraje y poder, y Eltran, quién le hizo frente a una criatura de ese tipo, haciendola caer salvando el día. O la noche.
- … - hubiera deseado decirle algo a sus palabras de agradecimiento, pero sentía que aquello le quedaba grande.
Dejó que el mercenario se encargara de la bruja y, manteniendo un reflexivo silencio, se mantuvo caminando al lado de ambos. Pudo recuperar su arma cuando iban de camino junto con su vestimenta roja, aunque se encontraba llena de agujeros que difícilmente la abrigarían frente a la nieve. Aunque sentía que debía estar agradecida por no estar en el norte, solo podía pensar en que le costaría encontrar un sastre que recompusiera su atuendo de color escarlata. Dejó de lado esos pensamientos al ver que la dueña del lugar seguía viva, aunque con unas extremidades menos. No pudo evitar preguntarse si aquello fue el resultado de la pelea que tuvo contra las criaturas o si había sido otro tipo de situación lo que originó eso. No lo sabía, pero compartía ese sentimiento con Eltrant de “mejor viva que muerta”.
- … antez de entrrarr a la ze pozada…
Se había quedado en silencio la mayor parte del trayecto, un poco por el estado posterior a la batalla, otro poco por pensar en todo lo que había ocurrido, y otro poco por pensar en qué exactamente quería decir.
- … yo… puez… - cerraba sus puños mientras movía sus manos leve pero inquietamente, intentando encontrar las palabras precisas que quería decir - … ezperren. Zé que dirrán que no ez ze nezezarrio o algo azí, pero… ze quierro…
Quería decirles muchas cosas. Quería decirles que se sentía sumamente agradecida por no haberla dejado sola en el momento que más lo necesitaba, por no haberla abandonado cuando la situación más normal y lógica hubiera sido dejarla a su suerte, por haberle dado el honor de pelear a su lado, de ser personas fuertes que tienen la entereza para no ceder ante el mal, sin importar la forma que tomara. Por enseñarle que todavía tenía un largo camino que recorrer, que, aunque todavía no tenía la fuerza para marcar la diferencia, podía seguir aprendiendo de mucha gente, sin importar si eran hechiceros o guerreros.
Más, no podía encontrar las palabras que pudieran encapsular lo que sentía.
- … ziento que quedo corrta con zolo ze dezirr algo como “lez agrradezco lo que hizierron porr mi”, perro tampoco quierro parezer exagerrada…
Y es que si, había un límite de agradecimiento en donde pasabas de estar realmente agradecido a ser un lamebotas. Por fortuna, se dio cuenta que podía hacer un gesto que podía equivaler a lo que sentía, por lo que tomó su lanza, la empuñó con fuerza, aterrizando su mano hacia su pecho y bajando su cabeza hacia sus dos compañeros de batalla.
- No ez ze mucho, perro tienen mi lealtad y mi lanza.
Quizás para muchos no significaba mucho, pero la promesa de lealtad hacia otra persona era la capacidad más noble de un guerrero hacia una persona. Les debía la vida, hubiera sido imposible para ella el haber lidiado con esa situación, y por ello solo podía pagarles haciendo lo único que, para ella, sabía hacer: estar a su lado en el campo de batalla.
Quizás no sería mucho para alguno de los dos, no es que pareciera que lo necesitaran, y también sentía que solo podía entregarles algo pequeño a cambio, pero deseaba hacerlo de todas formas.
Y, sin embargo, no se sentía especialmente feliz. Conocía a muchas personas que probablemente estarían saltando de la alegría, insultando a los restos de las criaturas que los habían atacado o con reacciones similares. Claramente sentía un alivio por sus compañeros, ya que estaban fuera de peligro, pero cuando pensaba en ella misma, no es que estuviera especialmente preocupada. Claro, había sufrido heridas de aquí a allá, siendo la de la mano la que era la más grave por el momento, pero no sentía nada en especial sobre su bienestar.
Y aquello era porque, aunque estuvo dispuesta a darlo todo por sus compañeros en la batalla, no era alguien que pensaba que saldría viva al final de una pelea. La intensidad con la que batallaba tenía su equivalente en pensar que algún día moriría peleando o quizás, en el mejor de los casos, de las heridas que recibía de ellas. No es que fuera especialmente depresiva, pero desde hace mucho asumió que blandir un arma y pelear contra los obstáculos de la vida solo podía tener un fin.
Eso no quitaba el alivio de ver a sus compañeros vivos.
No sabía decir si había salvado vidas aquella noche, aún cuando Eltrant se lo había dicho. Cuando se imaginaba a las personas que conocía que, para ella, salvaban vidas, se le venían recuerdos de personas con una entereza monumental, con agallas, nervios de acero, pero por sobre todo, por la necesidad de hacer lo correcto, de marcar la diferencia y ser lo suficientemente fuertes para ello. Para ella, solo había reaccionado ante un ataque de aquel ser para, quizás algo orgullosa, joderle la paciencia lo suficiente como para que vinieran a rescatarla, cosa que tampoco contaba que hicieran.
Para ella, los héroes de verdad estaban a su lado: helena por su demostración de coraje y poder, y Eltran, quién le hizo frente a una criatura de ese tipo, haciendola caer salvando el día. O la noche.
- … - hubiera deseado decirle algo a sus palabras de agradecimiento, pero sentía que aquello le quedaba grande.
Dejó que el mercenario se encargara de la bruja y, manteniendo un reflexivo silencio, se mantuvo caminando al lado de ambos. Pudo recuperar su arma cuando iban de camino junto con su vestimenta roja, aunque se encontraba llena de agujeros que difícilmente la abrigarían frente a la nieve. Aunque sentía que debía estar agradecida por no estar en el norte, solo podía pensar en que le costaría encontrar un sastre que recompusiera su atuendo de color escarlata. Dejó de lado esos pensamientos al ver que la dueña del lugar seguía viva, aunque con unas extremidades menos. No pudo evitar preguntarse si aquello fue el resultado de la pelea que tuvo contra las criaturas o si había sido otro tipo de situación lo que originó eso. No lo sabía, pero compartía ese sentimiento con Eltrant de “mejor viva que muerta”.
- … antez de entrrarr a la ze pozada…
Se había quedado en silencio la mayor parte del trayecto, un poco por el estado posterior a la batalla, otro poco por pensar en todo lo que había ocurrido, y otro poco por pensar en qué exactamente quería decir.
- … yo… puez… - cerraba sus puños mientras movía sus manos leve pero inquietamente, intentando encontrar las palabras precisas que quería decir - … ezperren. Zé que dirrán que no ez ze nezezarrio o algo azí, pero… ze quierro…
Quería decirles muchas cosas. Quería decirles que se sentía sumamente agradecida por no haberla dejado sola en el momento que más lo necesitaba, por no haberla abandonado cuando la situación más normal y lógica hubiera sido dejarla a su suerte, por haberle dado el honor de pelear a su lado, de ser personas fuertes que tienen la entereza para no ceder ante el mal, sin importar la forma que tomara. Por enseñarle que todavía tenía un largo camino que recorrer, que, aunque todavía no tenía la fuerza para marcar la diferencia, podía seguir aprendiendo de mucha gente, sin importar si eran hechiceros o guerreros.
Más, no podía encontrar las palabras que pudieran encapsular lo que sentía.
- … ziento que quedo corrta con zolo ze dezirr algo como “lez agrradezco lo que hizierron porr mi”, perro tampoco quierro parezer exagerrada…
Y es que si, había un límite de agradecimiento en donde pasabas de estar realmente agradecido a ser un lamebotas. Por fortuna, se dio cuenta que podía hacer un gesto que podía equivaler a lo que sentía, por lo que tomó su lanza, la empuñó con fuerza, aterrizando su mano hacia su pecho y bajando su cabeza hacia sus dos compañeros de batalla.
- No ez ze mucho, perro tienen mi lealtad y mi lanza.
Quizás para muchos no significaba mucho, pero la promesa de lealtad hacia otra persona era la capacidad más noble de un guerrero hacia una persona. Les debía la vida, hubiera sido imposible para ella el haber lidiado con esa situación, y por ello solo podía pagarles haciendo lo único que, para ella, sabía hacer: estar a su lado en el campo de batalla.
Quizás no sería mucho para alguno de los dos, no es que pareciera que lo necesitaran, y también sentía que solo podía entregarles algo pequeño a cambio, pero deseaba hacerlo de todas formas.
Alexandra Whiskers
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
Encontró a Alexandra a su lado, había estado protegiéndola de todo peligro mientras ella se había mantenido ausente. Era de agradecer, e incluso impresionó a la tensai. No se esperaba tal bondad de una completa desconocida.
Centró su mirada en el frente. Parecía que Eltrant le había dado el golpe de gracia a aquella horrorosa criatura que parecía sacada de sus mismísimas pesadillas. Soltó una gran espiración de alivio, dejando ir toda la tensión acumulada vivida en las últimas horas.
Eltrant se le acercó. Esbozó media sonrisa ante su pregunta.
-Como si me hubiera pasado un dragón por encima-Contestó, con un tono bromista. Aceptó la mano tendida del guerrero y se puso en pie, aunque se tambaleó, pudo mantenerse sola.
Observó todo el campo de batalla y los restos que este había generado. Aún no se podía creer que hubiese luchado contra criaturas así.
-¿Qué... Eran esas cosas?-Preguntó. Quizás nadie podía darle una respuesta que fuese totalmente verdadera.
"Habéis salvado muchas vidas esta noche, gracias", fueron las palabras del castaño. Eso no hizo más que alimentar el ego de Helena, que se asió el pelo, dejando salir una sonrisilla. Realmente, no lo había hecho por nadie en especial. Su objetivo no había sido salvar a Alexandra, Eltrant o cualquier otra vida que no fuera la suya. El motivo de la Rhodes para haber luchado hasta el final era más personal y más íntimo.
La bruja se seguía sintiendo débil, y pensar que tendría que hacer toda la caminata de vuelta no hacía más que minar su moral.
Eltrant se acercó, para ofrecerle ayuda. El rostro de la bruja denotaba mucho cansancio y quizás el humano se había percatado de que no estaba para muchos más trotes aquella noche. Aunque, la forma en que este le ofreció ayuda la pilló un poco por sorpresa... Toda su cara adoptó un tono rojizo, y con los dientes apretados y la mirada apartada del hombre, renunció expresamente.
-¡Ni hablar!-Dio un par de pasos para alejarse de él, pero entonces dio un traspié, debido a una falla en sus fuerzas, e hincó una rodilla en el suelo. Cerró los ojos y, con mucha fuerza de voluntad, se puso de nuevo en pie. Sabía que así no podría llegar muy lejos y miró al castaño, resignada, aunque con cierto desdén-...Está bien...
También tuvieron la suerte de poder encontrar con vida, aunque con una extremidad menos, a Rosa, la dueña de una de las dos posadas de la Encrucijada.
Una vez que regresaron a las posadas, se bajó de la espalda de Eltrant de un pequeño salto.
-¿Cómo puedes aguantar con todo el peso que llevas encima?-Se cruzó de brazos, mirándolo de arriba a abajo-Aunque bueno, yo no peso tanto, así que tampoco habrá sido nada del otro mundo, ¿Verdad?-Sonrió y le dio un golpe en el hombro. Como se le ocurriera decir que sí que pesaba, seguramente se llevaría un puñetazo en el mentón.
La Rhodes recuperó algo de fuerzas en el trayecto, pero aún estaba cansada. Estiró sus brazos hacia arriba, y por ende toda la espalda.
-Estoy deseando de tumbarme en una cama...-Comentó, aunque empezaba a amanecer.
Antes de entrar en la posada, Alexandra les detuvo. La bruja se giró, con una mueca de extrañeza en su rostro. La mujer bestia parecía dubitativa.
-No tengo todo el día, Alex...-Dijo cruzada de brazos y dando pequeños golpes con su pie en el suelo, mostrando impaciencia.
La mujer bestia, finalmente se decidió por escoger las palabras que mejor representaban lo que quería decir tanto titubeo, y estas impresionaron bastante a la Rhodes, hasta tal punto de sentirse incómoda o culpable.
-¡No, no, no, no!-Negó mientras le acompañaba un gesto con sus manos-¡No me debes nada!-Se acercó a esta y le puso la mano sobre un hombro-Los tres nos hemos visto envuelto en esa situación y hemos salido de ella lo mejor que hemos sabido. Yo también os debo mucho, pero no por eso voy a jurar mi lealtad y mis servicios de forma incondicional al idiota con más armadura que cuerpo-Señaló con su pulgar a Eltrant, con un tono bromista-¡Lo que debemos hacer es celebrarlo!-Se apartó de Alexandra y se encaminó hacia la entrada a la posada, en ese momento, le entraron ganas de bostezar-...Pero...-Bostezó-Primero voy a descansar. Cuando me despierte, si seguís aquí, me uno a unas rondas de cerveza con vosotros-Les guiñó un ojo
Sin mucho más, entró en la posada para descansar.
Centró su mirada en el frente. Parecía que Eltrant le había dado el golpe de gracia a aquella horrorosa criatura que parecía sacada de sus mismísimas pesadillas. Soltó una gran espiración de alivio, dejando ir toda la tensión acumulada vivida en las últimas horas.
Eltrant se le acercó. Esbozó media sonrisa ante su pregunta.
-Como si me hubiera pasado un dragón por encima-Contestó, con un tono bromista. Aceptó la mano tendida del guerrero y se puso en pie, aunque se tambaleó, pudo mantenerse sola.
Observó todo el campo de batalla y los restos que este había generado. Aún no se podía creer que hubiese luchado contra criaturas así.
-¿Qué... Eran esas cosas?-Preguntó. Quizás nadie podía darle una respuesta que fuese totalmente verdadera.
"Habéis salvado muchas vidas esta noche, gracias", fueron las palabras del castaño. Eso no hizo más que alimentar el ego de Helena, que se asió el pelo, dejando salir una sonrisilla. Realmente, no lo había hecho por nadie en especial. Su objetivo no había sido salvar a Alexandra, Eltrant o cualquier otra vida que no fuera la suya. El motivo de la Rhodes para haber luchado hasta el final era más personal y más íntimo.
La bruja se seguía sintiendo débil, y pensar que tendría que hacer toda la caminata de vuelta no hacía más que minar su moral.
Eltrant se acercó, para ofrecerle ayuda. El rostro de la bruja denotaba mucho cansancio y quizás el humano se había percatado de que no estaba para muchos más trotes aquella noche. Aunque, la forma en que este le ofreció ayuda la pilló un poco por sorpresa... Toda su cara adoptó un tono rojizo, y con los dientes apretados y la mirada apartada del hombre, renunció expresamente.
-¡Ni hablar!-Dio un par de pasos para alejarse de él, pero entonces dio un traspié, debido a una falla en sus fuerzas, e hincó una rodilla en el suelo. Cerró los ojos y, con mucha fuerza de voluntad, se puso de nuevo en pie. Sabía que así no podría llegar muy lejos y miró al castaño, resignada, aunque con cierto desdén-...Está bien...
También tuvieron la suerte de poder encontrar con vida, aunque con una extremidad menos, a Rosa, la dueña de una de las dos posadas de la Encrucijada.
Una vez que regresaron a las posadas, se bajó de la espalda de Eltrant de un pequeño salto.
-¿Cómo puedes aguantar con todo el peso que llevas encima?-Se cruzó de brazos, mirándolo de arriba a abajo-Aunque bueno, yo no peso tanto, así que tampoco habrá sido nada del otro mundo, ¿Verdad?-Sonrió y le dio un golpe en el hombro. Como se le ocurriera decir que sí que pesaba, seguramente se llevaría un puñetazo en el mentón.
La Rhodes recuperó algo de fuerzas en el trayecto, pero aún estaba cansada. Estiró sus brazos hacia arriba, y por ende toda la espalda.
-Estoy deseando de tumbarme en una cama...-Comentó, aunque empezaba a amanecer.
Antes de entrar en la posada, Alexandra les detuvo. La bruja se giró, con una mueca de extrañeza en su rostro. La mujer bestia parecía dubitativa.
-No tengo todo el día, Alex...-Dijo cruzada de brazos y dando pequeños golpes con su pie en el suelo, mostrando impaciencia.
La mujer bestia, finalmente se decidió por escoger las palabras que mejor representaban lo que quería decir tanto titubeo, y estas impresionaron bastante a la Rhodes, hasta tal punto de sentirse incómoda o culpable.
-¡No, no, no, no!-Negó mientras le acompañaba un gesto con sus manos-¡No me debes nada!-Se acercó a esta y le puso la mano sobre un hombro-Los tres nos hemos visto envuelto en esa situación y hemos salido de ella lo mejor que hemos sabido. Yo también os debo mucho, pero no por eso voy a jurar mi lealtad y mis servicios de forma incondicional al idiota con más armadura que cuerpo-Señaló con su pulgar a Eltrant, con un tono bromista-¡Lo que debemos hacer es celebrarlo!-Se apartó de Alexandra y se encaminó hacia la entrada a la posada, en ese momento, le entraron ganas de bostezar-...Pero...-Bostezó-Primero voy a descansar. Cuando me despierte, si seguís aquí, me uno a unas rondas de cerveza con vosotros-Les guiñó un ojo
Sin mucho más, entró en la posada para descansar.
Helena Rhodes
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Re: La Encrucijada [3/3] [Interpretativo] [Libre]
- Alex… - Sacudió la cabeza, esbozando una sonrisa, notando como Helena se baja de su espalda con un rápido salto. – Nos has ayudado tanto como nosotros a ti. – Le dijo, completando las palabras que había dicho Helena. – No te preocupes. – Le dijo – …pero si necesitas ayuda, puedes contar con mi espada cuando la necesites. – dijo de vuelta, dándose un golpecito en el pecho, haciendo honor a las palabras que había dicho la mujer-bestia.
Helena, por su parte, se limitó a comportarse de la misma forma que lo había hecho hasta el momento, sin ocultar, además el buen humor que parecía acompañarla por el momento.
Comenzaba a entender, en parte, a la rubia. O eso creía; sabía que había visto muchas personas como ella en sus viajes: dura por fuera, pero incapaz de ocultar que, muy a su pesar, tenían un corazoncito más grande de lo que creían.
Aunque también era cierto que podía estar pecando de inocente.
Suspiró, sonriendo al oír a Helena llamarle “idiota con armadura” y miró tras de sí, centrándose durante unos instantes en la oscuridad de la que habían salido. ¿Qué se suponía que era esa cosa? La había matado, pero eso no quería decir que la comprendiese.
Se pasó la mano por el pelo y apartó aquellos pensamientos de su cabeza. Independientemente de cual fuese el caso, la bruja tenía razón, se merecían una celebración por lo que acababan de hacer.
Siguió a Helena al interior de la posada y, una vez dentro y bajo la atenta mirada de una decena de personas todavía aterradas, dejó el cuerpo de la posadera, que aun dormía, en un amplió sofá al fondo de la estancia.
- Ya está solucionado. – dijo Eltrant a un posadero que no le miró siquiera antes de agacharse, comprensiblemente, junto a la persona que amaba. – Lo que había ahí fuera está muerto. – El hombre sollozó un par de palabras que el castaño no llegó a entender y se giró hacia sus compañeras.
Helena y Alexandria…
Eran interesantes, valientes y, cada una a su manera, fuertes.
Probablemente ni ellas mismas fuesen realmente conscientes de ello. Pero, supuso, que eso era lo que les hacía especiales entre la miríada de aventureros y mercenario a los que solía encontrar. Habían encarado a una figura salida de las pesadillas de un loco cuando muchos habrían huido y, ahora estaban allí, asimilándolo todo.
Estaba bastante seguro de que volvería a cruzárselas en algún momento, Aerandir, con todo lo amplio que era, tendría a reunir a personas como las que se habían enfrentado al ser de sombras aquella noche.
- Voy a dormir un poco antes del amanecer. – Les dijo rápidamente, bostezando. – Pedid lo que queráis, yo invito. – Aseveró, aunque dudaba mucho que ninguno de los dueños de la encrucijada quisiese cobrar algo a ninguno de los tres.
Tras decir eso, Eltrant alzó una mano como despedida y se perdió escaleras arriba.
- ¡Menuda noche! – Lyn ya esperaba en el interior de la habitación, sentada sobre una de las dos camas. Habría entrado, por alguna razón que al castaño se le escapaba, por la ventana del segundo piso. – Menos mal que tenías a tu inseparable ama y señora a tu lado para ayudarte, Mortal. – dijo dejándose caer sobre la cama, clavando su mirada en el techo de la habitación.
Eltrant sonrió y, metódicamente, procedió a quitarse la armadura y su equipo.
- Vaya, te has superado a ti mismo. – Dijo Lyn, apreciando las piezas de metal que su compañero iba dejando en el suelo. - ¡Ni un solo corte de grave…! – Se detuvo al ver el gigantesco moratón que Eltrant tenía en la espalda, justo bajo el tatuaje mágico que tenía en el omoplato. - ¡Casi! – Aseveró la vampiresa. - ¡La próxima vez seguro que lo consigues! – Exclamó, bostezando, girándose sobre si misma sin levantarse.
- La próxima vez… - Suspiró Eltrant, calzándose una camisa limpia y empujando un pesado armario hasta bloquear la ventana de la habitación.
- Te he enseñado bien, Mortal. – Afirmó entonces la ojiazul, asintiendo al ver aquello, cruzándose de brazos.
- Duérmete, anda. – Musitó Eltrant. – No me hagas apartar el mueble. – Agregó tumbándose bocabajo en su cama y hundiendo su cara en la almohada.
- ¡No te atreverías! – dijo está girándose hacía su acompañante, fingiendo sorpresa. - ¡Te maldigo, pérfida bola de fuego! – Gritó Lyn, agitando el puño en dirección a la ventana. - ¡Te maldigo! – Eltrant dejó escapar algo parecido a un quejido agónico y cubrió su cabeza con la almohada.
Al menos la calidez del tatuaje curativo de su brazo le ayudaba a dormir.
Helena, por su parte, se limitó a comportarse de la misma forma que lo había hecho hasta el momento, sin ocultar, además el buen humor que parecía acompañarla por el momento.
Comenzaba a entender, en parte, a la rubia. O eso creía; sabía que había visto muchas personas como ella en sus viajes: dura por fuera, pero incapaz de ocultar que, muy a su pesar, tenían un corazoncito más grande de lo que creían.
Aunque también era cierto que podía estar pecando de inocente.
Suspiró, sonriendo al oír a Helena llamarle “idiota con armadura” y miró tras de sí, centrándose durante unos instantes en la oscuridad de la que habían salido. ¿Qué se suponía que era esa cosa? La había matado, pero eso no quería decir que la comprendiese.
Se pasó la mano por el pelo y apartó aquellos pensamientos de su cabeza. Independientemente de cual fuese el caso, la bruja tenía razón, se merecían una celebración por lo que acababan de hacer.
Siguió a Helena al interior de la posada y, una vez dentro y bajo la atenta mirada de una decena de personas todavía aterradas, dejó el cuerpo de la posadera, que aun dormía, en un amplió sofá al fondo de la estancia.
- Ya está solucionado. – dijo Eltrant a un posadero que no le miró siquiera antes de agacharse, comprensiblemente, junto a la persona que amaba. – Lo que había ahí fuera está muerto. – El hombre sollozó un par de palabras que el castaño no llegó a entender y se giró hacia sus compañeras.
Helena y Alexandria…
Eran interesantes, valientes y, cada una a su manera, fuertes.
Probablemente ni ellas mismas fuesen realmente conscientes de ello. Pero, supuso, que eso era lo que les hacía especiales entre la miríada de aventureros y mercenario a los que solía encontrar. Habían encarado a una figura salida de las pesadillas de un loco cuando muchos habrían huido y, ahora estaban allí, asimilándolo todo.
Estaba bastante seguro de que volvería a cruzárselas en algún momento, Aerandir, con todo lo amplio que era, tendría a reunir a personas como las que se habían enfrentado al ser de sombras aquella noche.
- Voy a dormir un poco antes del amanecer. – Les dijo rápidamente, bostezando. – Pedid lo que queráis, yo invito. – Aseveró, aunque dudaba mucho que ninguno de los dueños de la encrucijada quisiese cobrar algo a ninguno de los tres.
Tras decir eso, Eltrant alzó una mano como despedida y se perdió escaleras arriba.
- ¡Menuda noche! – Lyn ya esperaba en el interior de la habitación, sentada sobre una de las dos camas. Habría entrado, por alguna razón que al castaño se le escapaba, por la ventana del segundo piso. – Menos mal que tenías a tu inseparable ama y señora a tu lado para ayudarte, Mortal. – dijo dejándose caer sobre la cama, clavando su mirada en el techo de la habitación.
Eltrant sonrió y, metódicamente, procedió a quitarse la armadura y su equipo.
- Vaya, te has superado a ti mismo. – Dijo Lyn, apreciando las piezas de metal que su compañero iba dejando en el suelo. - ¡Ni un solo corte de grave…! – Se detuvo al ver el gigantesco moratón que Eltrant tenía en la espalda, justo bajo el tatuaje mágico que tenía en el omoplato. - ¡Casi! – Aseveró la vampiresa. - ¡La próxima vez seguro que lo consigues! – Exclamó, bostezando, girándose sobre si misma sin levantarse.
- La próxima vez… - Suspiró Eltrant, calzándose una camisa limpia y empujando un pesado armario hasta bloquear la ventana de la habitación.
- Te he enseñado bien, Mortal. – Afirmó entonces la ojiazul, asintiendo al ver aquello, cruzándose de brazos.
- Duérmete, anda. – Musitó Eltrant. – No me hagas apartar el mueble. – Agregó tumbándose bocabajo en su cama y hundiendo su cara en la almohada.
- ¡No te atreverías! – dijo está girándose hacía su acompañante, fingiendo sorpresa. - ¡Te maldigo, pérfida bola de fuego! – Gritó Lyn, agitando el puño en dirección a la ventana. - ¡Te maldigo! – Eltrant dejó escapar algo parecido a un quejido agónico y cubrió su cabeza con la almohada.
Al menos la calidez del tatuaje curativo de su brazo le ayudaba a dormir.
Eltrant Tale
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