¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
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¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Había estado sobre las ramas, sobre los puentes elevadizos, sobre los huertos, sobre los pequeños veleros, sobre la cabeza de algunos elfos que se enojaron al tenerlo encima. Incluso había entrado en algunas casas. Schnee, mi búhaw albino, voló hacia todos esos lugares sin levantar sospechas más que de algunos paranoicos.. o tal vez yo era el despistado que no notaba que sí sospechaban del ave.
Sea como sea, observó, escuchó, comió de la comida que no era suya, enojando a los verdaderos dueños. Nunca permaneció mucho tiempo en un mismo sitio; un par de minutos y volaba hacia algún otro lugar.
Lo que nadie sabía era que la mente de Schnee y la mía estaban conectadas, permitiéndome saber todo lo que él percibía a través de sus sentidos, aunque estuviéramos separados por una enorme distancia.[1] De ese modo supe cuál era la apariencia de Tharnil Hodlamen y dónde podría encontrarlo.
Pero el búhaw era incapaz de hacer el trabajo completo. El resto requería de mi presencia, a mi pesar.
–Tengo bastante tiempo antes de que partan los veleros –informé a Xana–. Ah, no, Schnee, no te gires. Mira hacia los veleros… ¡No! Deja de mirar eso –exigí, aunque mi voz no llegaría al ave–. Deja a ese insecto en paz, por favor, ¡no te lo comas! –Sentí el sabor de un insecto desconocido, a pesar de que no había nada en mi boca. Estaba preparado para expulsar el almuerzo, pero, para mi sorpresa, no tuve el impulso necesario–. Oh, esto… no sabe tan mal como creí –noté con alivio–. He probado cosas peores.
Me volteé hacia un lado, notando al fin la mirada amenazadora de Xana.
–Rauko –musitó–, concéntrate.
–Vale, vale –asentí antes de soltar un largo suspiro–. Iré de inmediato a hacer lo mío mientras tú haces lo tuyo. –Emprendí mi caminata, alzando una mano para despedirme–. Nos vemos dentro de un rato.
¿Y por qué Xana no me acompañaría? Pues el búhaw volvería al lugar donde nos vio por última vez, así que alguien debía esperarlo. Además, si yo cometía un grave error en mi misión, era mejor que ella no cayera conmigo y tuviera la oportunidad de rescatarme luego, suponiendo que quedara algo que rescatar.
Dado que era un elfo y, a diferencia de la mayoría del tiempo, esta vez me decanté por vestir ropas élficas –aunque con el negro predominando, como de costumbre–, no me resultó complicado infiltrarme dentro de Nytt Hus, y mientras no llamara la atención, todo debería estar bien. De otro modo los driopes me habrían eliminado. Y gracias al previo recorrido de Schnee y a mi memoria, pude desplazarme por el lugar como un habitante más, sin perderme como idiota.
Me parecía sorprendente que lo que alguna vez fue Villaserrín se convirtiera en tan poco tiempo en una ciudad élfica, un lugar donde elfos y humanos vivían en armonía. No obstante, aunque se dijera que todo el cambio transcurrió pacíficamente, en algunas ciudades vecinas se rumoreaba que los elfos fueron más hostiles de lo que admitirían. De hecho, antes de la llegada del Clan Sondve varios humanos murieron por ataques de plantas.
Tal vez si hubiera usado los recursos del gremio de informantes, podría saber si solo eran rumores exagerados o no, pensé, pero de todas formas me resultaba difícil confiar en alguien que decía poder hablar con supuestos dioses élficos cuando ingería drogas.
Cuando llegué a la orilla del río Tymer, vi a unos cuantos humanos llevando cargamento a las embarcaciones, con algunos pocos elfos alrededor supervisando o patrullando. Además, un par de árboles servían como torres de vigilancia, con un arquero en cada uno. A pesar de todo, nadie había notado aún que yo era un intruso. Pero eso era simplemente buena suerte de la que no debía abusar.
Por otro lado, no había rastro de Tharnil, quien debía estar cerca. Probablemente tuvo que ir al baño, supuse. Mientras tanto, me recosté en el árbol a mi costado y, despreocupado, opté por limitarme a observar y comer los dulces guardados en mi bolsa de aeros, bolsa que, como de costumbre, lo que menos tenía era aeros. De modo que sería más apropiado llamarla bolsa de dulces, concluí.
Sea como sea, observó, escuchó, comió de la comida que no era suya, enojando a los verdaderos dueños. Nunca permaneció mucho tiempo en un mismo sitio; un par de minutos y volaba hacia algún otro lugar.
Lo que nadie sabía era que la mente de Schnee y la mía estaban conectadas, permitiéndome saber todo lo que él percibía a través de sus sentidos, aunque estuviéramos separados por una enorme distancia.[1] De ese modo supe cuál era la apariencia de Tharnil Hodlamen y dónde podría encontrarlo.
Pero el búhaw era incapaz de hacer el trabajo completo. El resto requería de mi presencia, a mi pesar.
–Tengo bastante tiempo antes de que partan los veleros –informé a Xana–. Ah, no, Schnee, no te gires. Mira hacia los veleros… ¡No! Deja de mirar eso –exigí, aunque mi voz no llegaría al ave–. Deja a ese insecto en paz, por favor, ¡no te lo comas! –Sentí el sabor de un insecto desconocido, a pesar de que no había nada en mi boca. Estaba preparado para expulsar el almuerzo, pero, para mi sorpresa, no tuve el impulso necesario–. Oh, esto… no sabe tan mal como creí –noté con alivio–. He probado cosas peores.
Me volteé hacia un lado, notando al fin la mirada amenazadora de Xana.
–Rauko –musitó–, concéntrate.
–Vale, vale –asentí antes de soltar un largo suspiro–. Iré de inmediato a hacer lo mío mientras tú haces lo tuyo. –Emprendí mi caminata, alzando una mano para despedirme–. Nos vemos dentro de un rato.
¿Y por qué Xana no me acompañaría? Pues el búhaw volvería al lugar donde nos vio por última vez, así que alguien debía esperarlo. Además, si yo cometía un grave error en mi misión, era mejor que ella no cayera conmigo y tuviera la oportunidad de rescatarme luego, suponiendo que quedara algo que rescatar.
Dado que era un elfo y, a diferencia de la mayoría del tiempo, esta vez me decanté por vestir ropas élficas –aunque con el negro predominando, como de costumbre–, no me resultó complicado infiltrarme dentro de Nytt Hus, y mientras no llamara la atención, todo debería estar bien. De otro modo los driopes me habrían eliminado. Y gracias al previo recorrido de Schnee y a mi memoria, pude desplazarme por el lugar como un habitante más, sin perderme como idiota.
Me parecía sorprendente que lo que alguna vez fue Villaserrín se convirtiera en tan poco tiempo en una ciudad élfica, un lugar donde elfos y humanos vivían en armonía. No obstante, aunque se dijera que todo el cambio transcurrió pacíficamente, en algunas ciudades vecinas se rumoreaba que los elfos fueron más hostiles de lo que admitirían. De hecho, antes de la llegada del Clan Sondve varios humanos murieron por ataques de plantas.
Tal vez si hubiera usado los recursos del gremio de informantes, podría saber si solo eran rumores exagerados o no, pensé, pero de todas formas me resultaba difícil confiar en alguien que decía poder hablar con supuestos dioses élficos cuando ingería drogas.
Cuando llegué a la orilla del río Tymer, vi a unos cuantos humanos llevando cargamento a las embarcaciones, con algunos pocos elfos alrededor supervisando o patrullando. Además, un par de árboles servían como torres de vigilancia, con un arquero en cada uno. A pesar de todo, nadie había notado aún que yo era un intruso. Pero eso era simplemente buena suerte de la que no debía abusar.
Por otro lado, no había rastro de Tharnil, quien debía estar cerca. Probablemente tuvo que ir al baño, supuse. Mientras tanto, me recosté en el árbol a mi costado y, despreocupado, opté por limitarme a observar y comer los dulces guardados en mi bolsa de aeros, bolsa que, como de costumbre, lo que menos tenía era aeros. De modo que sería más apropiado llamarla bolsa de dulces, concluí.
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[1] Habi de mi mascotica Schnee: Conexión.Última edición por Rauko el Dom Sep 29 2019, 22:07, editado 1 vez
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Villaserr… Nytt Hus había cambiado mucho desde la primera vez que la había pisado. Era preciosa, y eso hacía que la invadiera cierto sentimiento de orgullo. Ella había hecho eso. Más o menos. Es decir, los arboles iban a estar allí pasara lo que pasara seguramente, pero esas gentes, trabajando codo con codo con los elfos… Por supuesto que había roces, pero para eso estaba ella aparentemente, y la cosa estaba funcionando razonablemente bien. Quería pensar que había suavizado los… modales, por así decirlo, de sus compatriotas. Una imagen estaba empezando a tomar forma y, aunque sospechaba, no era exactamente la misma que la que tenía Atreyu Santya, estaba empujando todo lo que podía en esa dirección. ¿Hacia mucho? Seguramente no, de momento, pero poco a poco, a medida que ganara importancia… Puede.
Y quería pensar que muchos veían esa imagen también, puesto que aunque había visto muchas caras nuevas en los siguientes días a la conq…eh, “recuperación” de Nytt Hus, estas ya formaban parte del clan con anterioridad, simplemente no habían estado con Atreyu, pero poco a poco, empezaba a ver caras verdaderamente nuevas, con cuentagotas eso sí. Puede que fuera el nuevo pueblo, o las ansias de conquista, de recuperar la gloria pasada o la colaboración y harmonía que se había asegurado de transmitir, aunque esperaba que fuera eso último, era importante por… razones, un proyecto personal podía decirse.
Y absolutamente no estaba haciendo tiempo, pensando en sus cosas, para introducirse al chico nuevo. No, en absoluto. Pero se había quedado sin cosas que meditar y no era como si tuviera miedo escénico, solo quería asegurarse de causar una buena impresión, si, exactamente. De manera que se levantó de la sombra del árbol en la que había estado vagueando, se espolvoreo un poco la ropa y le ofreció una bellota a una ardilla que parecía haber estado extremadamente indignada con que hubiera OSADO apoyar su espalda en el que debía considerar como su árbol. El roedor olisqueo el fruto seco, y se lo quito de los dedos raudo y veloz, refugiándose otra vez a la seguridad de la copa del árbol sin siquiera mirarla. –De nada eh…- protestó, recibiendo como toda respuesta un movimiento de cola.
En fin, daba igual, hora de presentarse. Se acercó al nuevo elfo con su mejor sonrisa. Un tipo con ropa oscura que hacia destacar aún más su pelo blanco. Pero ahora no era el momento de venderle ropa, tenía que separar sus lealtades… -Hola, buenos días, ¿eres nuevo aquí?- Seguro que estaba un poco perdido y necesitaba ayuda, o puede que solo hubiera venido para echar un vistazo, pensando si quería unirse o no, en cualquier caso, un guía amable podía… inclinar la balanza, por así decirlo.
Y quería pensar que muchos veían esa imagen también, puesto que aunque había visto muchas caras nuevas en los siguientes días a la conq…eh, “recuperación” de Nytt Hus, estas ya formaban parte del clan con anterioridad, simplemente no habían estado con Atreyu, pero poco a poco, empezaba a ver caras verdaderamente nuevas, con cuentagotas eso sí. Puede que fuera el nuevo pueblo, o las ansias de conquista, de recuperar la gloria pasada o la colaboración y harmonía que se había asegurado de transmitir, aunque esperaba que fuera eso último, era importante por… razones, un proyecto personal podía decirse.
Y absolutamente no estaba haciendo tiempo, pensando en sus cosas, para introducirse al chico nuevo. No, en absoluto. Pero se había quedado sin cosas que meditar y no era como si tuviera miedo escénico, solo quería asegurarse de causar una buena impresión, si, exactamente. De manera que se levantó de la sombra del árbol en la que había estado vagueando, se espolvoreo un poco la ropa y le ofreció una bellota a una ardilla que parecía haber estado extremadamente indignada con que hubiera OSADO apoyar su espalda en el que debía considerar como su árbol. El roedor olisqueo el fruto seco, y se lo quito de los dedos raudo y veloz, refugiándose otra vez a la seguridad de la copa del árbol sin siquiera mirarla. –De nada eh…- protestó, recibiendo como toda respuesta un movimiento de cola.
En fin, daba igual, hora de presentarse. Se acercó al nuevo elfo con su mejor sonrisa. Un tipo con ropa oscura que hacia destacar aún más su pelo blanco. Pero ahora no era el momento de venderle ropa, tenía que separar sus lealtades… -Hola, buenos días, ¿eres nuevo aquí?- Seguro que estaba un poco perdido y necesitaba ayuda, o puede que solo hubiera venido para echar un vistazo, pensando si quería unirse o no, en cualquier caso, un guía amable podía… inclinar la balanza, por así decirlo.
Valyria
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Puede que el lugar fuera agradable a la vista, pero eso no hacía menos tedioso esperar a Tharnil, que seguía sin aparecer.
Llevé otro caramelo a la boca y cerré los ojos para concentrarme en el sabor. Justo entonces escuché pasos acercándose. «Esto es malo», pensé, «Seguramente sospecha de mí o, peor aún, quiere que comparta mis dulces».
Abrí los ojos, notando con mi visión periférica que la persona era una chica rubia. Lentamente volteé la cabeza a su dirección, con una máscara de serenidad ocultando mis crecientes nervios. Cuando por fin se acercó lo suficiente, me saludó con una sonrisa espléndida. No detecté ningún signo de hostilidad, por el momento, así que me permití tranquilizarme.
–Ah, buenos días, señorita –respondí imitando su sonrisa y separándome del árbol donde me recostaba–. La verdad es que sí, no soy de por aquí… ni de alguna ciudad élfica, de hecho –confesé, ladeando la cabeza–. Es lo que pasa cuando tus padres deciden vivir en ciudades humanas. –Me encogí de hombros–. Y supongo que se nota bastante, ¿no? Ya que vienes a recibirme como si estuviera perdido… Y, bueno, sí que lo estoy un poco. –Aparté la mirada y rasqué la parte posterior de mi cabeza, aparentando estar avergonzado.
–Por favor, apresúrense –pidió un joven elfo que supervisaba a los humanos trabajando–. Debemos subir toda la mercancía antes de… –Hizo una pausa abrupta que me obligó a mirar a su dirección–. Señor Hodlamen, buenos días –saludó cortésmente a quien acababa de aparecer, e hizo una reverencia.
Cabello blanco, largo y descuidado; tez pálida e inusuales ojos plateados. Rasgos característicos de Tharnil Hodlamen.
–No es necesaria tanta formalidad –respondió Tharnil al joven elfo, aburrido, hablando en lenguaje élfico–. Dejen de tratarme así.
En ese momento dos humanos pasaban a su lado sosteniendo una caja de madera. Uno, de unos 40 años y cabeza rapada, perdió el equilibrio y se desplomó junto con la caja.
–¡Gahe! –exclamó su compañero, un chico pelirrojo y rostro decorado de pecas. No tardó en acuclillarse al lado de Gahe, quien estaba empapado de sudor. Tocó su frente–. Estás ardiendo –notó alarmado.
Observé la escena con el ceño fruncido, en silencio.
Tharnil, sin embargo, apenas dándole un vistazo al par de humanos, procedió a continuar su camino como si nada hubiera pasado. Tal indiferencia hizo que un torrente de cólera crispara el rostro del pelirrojo.
–No es nada, Einar –logró articular Gahe–. Esto es mi culpa… por forzarme a seguir. Pero no vale la pena preocuparse.
–¡NO! –gritó Einar en cuanto el joven elfo hizo ademán de acercarse a Gahe, y lo fulminó con la mirada.
–Oye, ¿qué te sucede? –respondió el elfo, indignado–. Yo solo quiero ayudar.
–¿Ayudar, dices? –Einar soltó un sonoro bufido–. Vaya hipocresía. Ustedes apenas nos toleran, y ahora veo que sus líderes ni nos consideran dignos de atención –masculló, lanzando una breve mirada en dirección a Tharnil, quien ya estaba lejos.
–Estás siendo irrazonable, otra vez –musitó Gahe, nervioso al notar que su amigo había llamado la atención de todos–. Por favor, tranquilízate. –Pero sus palabras solo irritaron aún más al pelirrojo.
–¿Irrazonable? –Soltó una carcajada sin humor–. Tal vez, pero tú y los demás son unos patéticos cobardes. Ellos invadieron nuestro hogar, nos obligaron a adoptar sus estúpidas costumbres y a adorar a sus estúpidos dioses mientras decían que todo lo que éramos y hacíamos era un sacrilegio. ¡Y ustedes aceptaron todo con una sumisión asquerosa! –soltó con voz ronca–. Y lo que más aborrezco es que ahora dicen que todos somos «amigos», como si ellos no hubieran venido en primer lugar con la intención de asesinarnos.
–Estás malinterpretando los hechos –intervino del joven elfo–. Nunca vinimos con el propósito de asesinarlos.
–Ah, ¿no? –Emitió otro bufido–. Varios murieron por sus plantas, y uno era mi amigo. Y… –Sus ojos empezaron a humedecerse–. ¡Y su dragón... rosa… atacó al aserradero sin darles ninguna oportunidad a los tres que trabajan ahí en ese momento! John, San, y mi hermana Sara… Ninguno pudo salir –finalizó con un hilo de voz, con su odio transformado en tristeza, frustración e impotencia.
No dijeron más durante los siguientes segundos, hasta que Tharnil regresó.
–Dejen de holgazanear, humanos –dijo con tono monocorde–. Se está haciendo tarde.
Eso hizo que Einar tomara una roca del suelo y la arrojara con fuerza al rostro de Tharnil. El elfo, con una velocidad destacable, la atrapó sin dificultad, la imbuyó de éter y la lanzó devuelta con más fuerza. El pelirrojo interpuso una mano por instinto, en vez de apartarse.
Aquello sucedió tan rápido que apenas pude reaccionar.
Hubo un destello de luz, y al siguiente segundo la mano de Einar estaba cubierta de sangre. No obstante, cuando apenas abrió la boca para gritar de dolor, Tharnil se rodeó de luz y, en un parpadeo, redujo la distancia que había entre ambos. Inmediatamente después toda su luz fue canalizada en su puño derecho, el cual hundió en el abdomen del pelirrojo. Este se dobló hacia adelante, sus ojos abiertos de par en par. Vomitó una mezcla de jugo gástrico y sangre antes de desplomarse.
Con su mirada de indiferencia convertida en una de desprecio, Tharnil transformó la luz en su puño en una cuchilla de energía ardiente. No había duda de que podría cortar como una espada de acero, y su objetivo era evidente.
–No necesitamos humanos que desprecien nuestra hospitalidad –murmuró.
Llevé otro caramelo a la boca y cerré los ojos para concentrarme en el sabor. Justo entonces escuché pasos acercándose. «Esto es malo», pensé, «Seguramente sospecha de mí o, peor aún, quiere que comparta mis dulces».
Abrí los ojos, notando con mi visión periférica que la persona era una chica rubia. Lentamente volteé la cabeza a su dirección, con una máscara de serenidad ocultando mis crecientes nervios. Cuando por fin se acercó lo suficiente, me saludó con una sonrisa espléndida. No detecté ningún signo de hostilidad, por el momento, así que me permití tranquilizarme.
–Ah, buenos días, señorita –respondí imitando su sonrisa y separándome del árbol donde me recostaba–. La verdad es que sí, no soy de por aquí… ni de alguna ciudad élfica, de hecho –confesé, ladeando la cabeza–. Es lo que pasa cuando tus padres deciden vivir en ciudades humanas. –Me encogí de hombros–. Y supongo que se nota bastante, ¿no? Ya que vienes a recibirme como si estuviera perdido… Y, bueno, sí que lo estoy un poco. –Aparté la mirada y rasqué la parte posterior de mi cabeza, aparentando estar avergonzado.
–Por favor, apresúrense –pidió un joven elfo que supervisaba a los humanos trabajando–. Debemos subir toda la mercancía antes de… –Hizo una pausa abrupta que me obligó a mirar a su dirección–. Señor Hodlamen, buenos días –saludó cortésmente a quien acababa de aparecer, e hizo una reverencia.
Cabello blanco, largo y descuidado; tez pálida e inusuales ojos plateados. Rasgos característicos de Tharnil Hodlamen.
–No es necesaria tanta formalidad –respondió Tharnil al joven elfo, aburrido, hablando en lenguaje élfico–. Dejen de tratarme así.
En ese momento dos humanos pasaban a su lado sosteniendo una caja de madera. Uno, de unos 40 años y cabeza rapada, perdió el equilibrio y se desplomó junto con la caja.
–¡Gahe! –exclamó su compañero, un chico pelirrojo y rostro decorado de pecas. No tardó en acuclillarse al lado de Gahe, quien estaba empapado de sudor. Tocó su frente–. Estás ardiendo –notó alarmado.
Observé la escena con el ceño fruncido, en silencio.
Tharnil, sin embargo, apenas dándole un vistazo al par de humanos, procedió a continuar su camino como si nada hubiera pasado. Tal indiferencia hizo que un torrente de cólera crispara el rostro del pelirrojo.
–No es nada, Einar –logró articular Gahe–. Esto es mi culpa… por forzarme a seguir. Pero no vale la pena preocuparse.
–¡NO! –gritó Einar en cuanto el joven elfo hizo ademán de acercarse a Gahe, y lo fulminó con la mirada.
–Oye, ¿qué te sucede? –respondió el elfo, indignado–. Yo solo quiero ayudar.
–¿Ayudar, dices? –Einar soltó un sonoro bufido–. Vaya hipocresía. Ustedes apenas nos toleran, y ahora veo que sus líderes ni nos consideran dignos de atención –masculló, lanzando una breve mirada en dirección a Tharnil, quien ya estaba lejos.
–Estás siendo irrazonable, otra vez –musitó Gahe, nervioso al notar que su amigo había llamado la atención de todos–. Por favor, tranquilízate. –Pero sus palabras solo irritaron aún más al pelirrojo.
–¿Irrazonable? –Soltó una carcajada sin humor–. Tal vez, pero tú y los demás son unos patéticos cobardes. Ellos invadieron nuestro hogar, nos obligaron a adoptar sus estúpidas costumbres y a adorar a sus estúpidos dioses mientras decían que todo lo que éramos y hacíamos era un sacrilegio. ¡Y ustedes aceptaron todo con una sumisión asquerosa! –soltó con voz ronca–. Y lo que más aborrezco es que ahora dicen que todos somos «amigos», como si ellos no hubieran venido en primer lugar con la intención de asesinarnos.
–Estás malinterpretando los hechos –intervino del joven elfo–. Nunca vinimos con el propósito de asesinarlos.
–Ah, ¿no? –Emitió otro bufido–. Varios murieron por sus plantas, y uno era mi amigo. Y… –Sus ojos empezaron a humedecerse–. ¡Y su dragón... rosa… atacó al aserradero sin darles ninguna oportunidad a los tres que trabajan ahí en ese momento! John, San, y mi hermana Sara… Ninguno pudo salir –finalizó con un hilo de voz, con su odio transformado en tristeza, frustración e impotencia.
No dijeron más durante los siguientes segundos, hasta que Tharnil regresó.
–Dejen de holgazanear, humanos –dijo con tono monocorde–. Se está haciendo tarde.
Eso hizo que Einar tomara una roca del suelo y la arrojara con fuerza al rostro de Tharnil. El elfo, con una velocidad destacable, la atrapó sin dificultad, la imbuyó de éter y la lanzó devuelta con más fuerza. El pelirrojo interpuso una mano por instinto, en vez de apartarse.
Aquello sucedió tan rápido que apenas pude reaccionar.
Hubo un destello de luz, y al siguiente segundo la mano de Einar estaba cubierta de sangre. No obstante, cuando apenas abrió la boca para gritar de dolor, Tharnil se rodeó de luz y, en un parpadeo, redujo la distancia que había entre ambos. Inmediatamente después toda su luz fue canalizada en su puño derecho, el cual hundió en el abdomen del pelirrojo. Este se dobló hacia adelante, sus ojos abiertos de par en par. Vomitó una mezcla de jugo gástrico y sangre antes de desplomarse.
Con su mirada de indiferencia convertida en una de desprecio, Tharnil transformó la luz en su puño en una cuchilla de energía ardiente. No había duda de que podría cortar como una espada de acero, y su objetivo era evidente.
–No necesitamos humanos que desprecien nuestra hospitalidad –murmuró.
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- Tharnil Hodlamen:
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Última edición por Rauko el Dom Sep 29 2019, 22:09, editado 1 vez
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
-No pasa nada. Puede que las ciudades humanas huelan mal, pero también tienen sus encantos. Y una cosa llamada murallas.- En serio, no costaba tanto, habían alzado malditos arboles como si nada, y aun no había visto una aldea que se hubiera molestado en alzarlas. –No te preocupes por estar confundido, es bastante única, puedo enseñarte un poco la…ciu…dad…- la bienvenida de la elfa fue interrumpida por la escena.
¿Humanos cargando mercancía? No era nada nuevo, se habían centrado en tareas más físicas debido a…bueno, su incapacidad de usar magia, era una división de trabajos obvia, aunque no fueran algo mejores físicamente que el elfo medio. Pero uno se había desplomado y la cosa estaba degenerando rápidamente y no entendía exactamente porque, pero ya estaba acercándose, y escucho parte del discurso.
Lo podría haber atribuido a una mala comunicación, a alguien explotando por causas a que escapaban a su control, porque no había hablado con nadie al respecto. Pero entonces Tharnil intervino. Violentamente. Cierto, se había defendido, pero sinceramente, eso era irrelevante cuando usabas tanta fuerza.
-¿Qué te crees que estás haciendo?- dijo Valyria, caminado al lado del herido hasta el elfo. –Id a buscar un sanador para ambos. Ahora.- les dijo a dos de los elfos. Y les miró, fijamente, cuando estos no se movieron de inmediato.
–No necesitamos humanos que desprecien nuestra hospitalidad.- Se repitió Tharnil, más fuerte.
-Oh, nuestra hospitalidad. Claro. Excepto que pareces olvidarte de un pequeño detalle. También es su pueblo. Es NUESTRO pueblo ahora, y están sirviendo al clan, igual que tú. Su trabajo no es menos importante porque no puedan usar magia, salvo que te ofrezcas voluntario para hacerlo entero.- había desenfundado su látigo, más como señal de estatus como arma, pero eso solo hizo escalar un poco más la situación. El elfo se acercó un poco más a ella, susurrando para que solo ella la escuchara.
-Podría partirte como una ramita.-
Había ido con mucho cuidado. Nunca luchando. Nunca demostrando su poder. Porque era más bien poco, y su posición era, muy seguramente, superior a la que su poder le habría otorgado por medios usuales en el clan, por lo que un poco de actitud y secretismo habían hecho milagros hasta el momento. Y eso no iba a cambiar ahora, no iba a suicidarse atacándolo… pero tampoco iba a dejar de fingir, no cuando ese tipo parecía representar exactamente lo contrario a lo que buscaba. –Podrías intentarlo, sin duda. Puede que hasta ganar. Y entonces tendrías que explicarle a Atreyu que no solo fallaste en ver que una de las personas bajo tu cargo estaba gravemente enferma, sino que heriste a otra y luego a su protegida. Puede que te perdone estar ciego, ¿pero el resto? Es indigno de un líder.- Había cuidado mucho sus palabras. Protegida. Lo que implicaba cierto grado de protección. No era completamente falso, se había unido por la propia mano de Atreyu Santya, incluido a los humanos en el redil, aunque aparentemente no todos estaban satisfechos con el cambio. Pero Protegida implicaba cierto grado de… aprendizaje, como si fuera su pupila, que no era del todo cierto.
Es decir, por lo que había oído, tenía la…afinidad de Luz correcta, aunque ser incapaz de mantener una triste mariposa de luz la descartaba para la posición, de momento.
Podía decirse que era su pupila, pero aún no lo sabía.
En cualquier caso, por si acaso, había tocado todas las fibras posibles que se le habían ocurrido. “Puede que no sea tan fácil como crees” “Es impropio de un líder” “Te meterás en problemas” “Los considero parte del clan, y estoy conectada con nuestra líder”. Le recordaba a esa vez que padre había pescado tirando una runa de rayo en un lago, pero de la misma manera, necesitaba los peces con cierta urgencia, y con suerte, si bien su actitud seguramente no cambiaría, la de los espectadores si, con suerte, y la posición de Tharnil y los suyos se debilitaría mientras la suya propia se fortalecía.
¿Humanos cargando mercancía? No era nada nuevo, se habían centrado en tareas más físicas debido a…bueno, su incapacidad de usar magia, era una división de trabajos obvia, aunque no fueran algo mejores físicamente que el elfo medio. Pero uno se había desplomado y la cosa estaba degenerando rápidamente y no entendía exactamente porque, pero ya estaba acercándose, y escucho parte del discurso.
Lo podría haber atribuido a una mala comunicación, a alguien explotando por causas a que escapaban a su control, porque no había hablado con nadie al respecto. Pero entonces Tharnil intervino. Violentamente. Cierto, se había defendido, pero sinceramente, eso era irrelevante cuando usabas tanta fuerza.
-¿Qué te crees que estás haciendo?- dijo Valyria, caminado al lado del herido hasta el elfo. –Id a buscar un sanador para ambos. Ahora.- les dijo a dos de los elfos. Y les miró, fijamente, cuando estos no se movieron de inmediato.
–No necesitamos humanos que desprecien nuestra hospitalidad.- Se repitió Tharnil, más fuerte.
-Oh, nuestra hospitalidad. Claro. Excepto que pareces olvidarte de un pequeño detalle. También es su pueblo. Es NUESTRO pueblo ahora, y están sirviendo al clan, igual que tú. Su trabajo no es menos importante porque no puedan usar magia, salvo que te ofrezcas voluntario para hacerlo entero.- había desenfundado su látigo, más como señal de estatus como arma, pero eso solo hizo escalar un poco más la situación. El elfo se acercó un poco más a ella, susurrando para que solo ella la escuchara.
-Podría partirte como una ramita.-
Había ido con mucho cuidado. Nunca luchando. Nunca demostrando su poder. Porque era más bien poco, y su posición era, muy seguramente, superior a la que su poder le habría otorgado por medios usuales en el clan, por lo que un poco de actitud y secretismo habían hecho milagros hasta el momento. Y eso no iba a cambiar ahora, no iba a suicidarse atacándolo… pero tampoco iba a dejar de fingir, no cuando ese tipo parecía representar exactamente lo contrario a lo que buscaba. –Podrías intentarlo, sin duda. Puede que hasta ganar. Y entonces tendrías que explicarle a Atreyu que no solo fallaste en ver que una de las personas bajo tu cargo estaba gravemente enferma, sino que heriste a otra y luego a su protegida. Puede que te perdone estar ciego, ¿pero el resto? Es indigno de un líder.- Había cuidado mucho sus palabras. Protegida. Lo que implicaba cierto grado de protección. No era completamente falso, se había unido por la propia mano de Atreyu Santya, incluido a los humanos en el redil, aunque aparentemente no todos estaban satisfechos con el cambio. Pero Protegida implicaba cierto grado de… aprendizaje, como si fuera su pupila, que no era del todo cierto.
Es decir, por lo que había oído, tenía la…afinidad de Luz correcta, aunque ser incapaz de mantener una triste mariposa de luz la descartaba para la posición, de momento.
Podía decirse que era su pupila, pero aún no lo sabía.
En cualquier caso, por si acaso, había tocado todas las fibras posibles que se le habían ocurrido. “Puede que no sea tan fácil como crees” “Es impropio de un líder” “Te meterás en problemas” “Los considero parte del clan, y estoy conectada con nuestra líder”. Le recordaba a esa vez que padre había pescado tirando una runa de rayo en un lago, pero de la misma manera, necesitaba los peces con cierta urgencia, y con suerte, si bien su actitud seguramente no cambiaría, la de los espectadores si, con suerte, y la posición de Tharnil y los suyos se debilitaría mientras la suya propia se fortalecía.
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
¿Cómo podría interrogar al elfo, si su poder era suficiente para obligarme a convertirme en su perra? Tendría que usar un método diferente al que tenía pensado, y pensar en buenas ideas no era algo muy sencillo para mí.
Presioné mis labios con mi pulgar derecho, pensativo. Mientras tanto, la chica rubia intervino en la escena para confrontar al elfo. Al parecer no todos en el clan compartían la misma ideología. Observé a mi alrededor, notando que no eran pocos los que parecían disgustados con el comportamiento de Tharnil, y una leve sonrisa se asomó en mis labios.
Tharnil también fue consciente de las miradas sobre él. Su cuchilla de luz desapareció. Cerró los ojos, frotando sus cejas con un pulgar e índice, con sus labios convertidos en una línea tensa.
–Irrelevante –dijo al fin, para sí mismo. Luego suspiró por la nariz, cansado. Metió sus manos en los bolsillos y empezó a andar hacia uno de los veleros–. Hagan lo que pide Valyria Wisperbloom –pidió con voz neutra, sin mirar a nadie en concreto. Pero no hacía falta: un par de curanderos ya estaban llegando para tratar al par de humanos–. El resto, sigan trabajando. Ya hemos desperdiciado demasiado tiempo y necesitamos partir antes de que anochezca. Las negociaciones de hoy son muy importantes para el futuro de Nytt Hus. Recuerden eso antes de cometer alguna otra insensatez.
Los humanos, cuando apenas reanudaron sus tareas, recibieron la ayuda de varios elfos que observaron todo lo anterior.
Mientras tanto sopesé mis opciones, y fruncí los labios, frustrado, al no encontrar por mí mismo una vía sencilla.
Antes de irse con los curanderos, Gahe, con una pequeña sonrisa, hizo una leve inclinación frente a Valyria y le susurró algo que no llegó a mis oídos.
Luego de que se marcharan, respiré profundamente y después me acerqué a la elfa.
–A pesar de todo, el lugar es bastante agradable –comenté con una leve sonrisa–. Y mientras sigas esforzándote, este lugar podrá convertirse en algo incluso mejor de lo que es Vulwulfar. Deseo que así sea. –Mi sonrisa desapareció–. Pero ese deseo nunca se hará realidad si Atreyu Santya sigue aferrándose a cierto poder que debe ser destruido –murmuré sin emoción.
Eché un vistazo a mi alrededor, asegurándome de que nadie estuviera escuchando. Saqué de uno de mis bolsillos la carta que recibí días atrás de una fuente desconocida, y se la entregué a Valyria. Aún dudando de mi propia decisión, hice un gesto con la mano para indicarle que leyera.
–Sé que esto es muy repentino, pero no sé qué hacer. Solo sé que ya no puedo continuar solo y no puedo perder mucho tiempo. –Llevé una mano a la cabeza y acaricié el cuero cabelludo, aún considerando planes alternativos–. Vale. –Me di un par de palmaditas en las mejillas para centrarme–. Te explicaré todo, pero no aquí. –Señalé con el pulgar un árbol sin personas alrededor y, más importante, que tenía bastantes manzanas–. Hablemos ahí.
Presioné mis labios con mi pulgar derecho, pensativo. Mientras tanto, la chica rubia intervino en la escena para confrontar al elfo. Al parecer no todos en el clan compartían la misma ideología. Observé a mi alrededor, notando que no eran pocos los que parecían disgustados con el comportamiento de Tharnil, y una leve sonrisa se asomó en mis labios.
Tharnil también fue consciente de las miradas sobre él. Su cuchilla de luz desapareció. Cerró los ojos, frotando sus cejas con un pulgar e índice, con sus labios convertidos en una línea tensa.
–Irrelevante –dijo al fin, para sí mismo. Luego suspiró por la nariz, cansado. Metió sus manos en los bolsillos y empezó a andar hacia uno de los veleros–. Hagan lo que pide Valyria Wisperbloom –pidió con voz neutra, sin mirar a nadie en concreto. Pero no hacía falta: un par de curanderos ya estaban llegando para tratar al par de humanos–. El resto, sigan trabajando. Ya hemos desperdiciado demasiado tiempo y necesitamos partir antes de que anochezca. Las negociaciones de hoy son muy importantes para el futuro de Nytt Hus. Recuerden eso antes de cometer alguna otra insensatez.
Los humanos, cuando apenas reanudaron sus tareas, recibieron la ayuda de varios elfos que observaron todo lo anterior.
Mientras tanto sopesé mis opciones, y fruncí los labios, frustrado, al no encontrar por mí mismo una vía sencilla.
Antes de irse con los curanderos, Gahe, con una pequeña sonrisa, hizo una leve inclinación frente a Valyria y le susurró algo que no llegó a mis oídos.
Luego de que se marcharan, respiré profundamente y después me acerqué a la elfa.
–A pesar de todo, el lugar es bastante agradable –comenté con una leve sonrisa–. Y mientras sigas esforzándote, este lugar podrá convertirse en algo incluso mejor de lo que es Vulwulfar. Deseo que así sea. –Mi sonrisa desapareció–. Pero ese deseo nunca se hará realidad si Atreyu Santya sigue aferrándose a cierto poder que debe ser destruido –murmuré sin emoción.
Eché un vistazo a mi alrededor, asegurándome de que nadie estuviera escuchando. Saqué de uno de mis bolsillos la carta que recibí días atrás de una fuente desconocida, y se la entregué a Valyria. Aún dudando de mi propia decisión, hice un gesto con la mano para indicarle que leyera.
–Sé que esto es muy repentino, pero no sé qué hacer. Solo sé que ya no puedo continuar solo y no puedo perder mucho tiempo. –Llevé una mano a la cabeza y acaricié el cuero cabelludo, aún considerando planes alternativos–. Vale. –Me di un par de palmaditas en las mejillas para centrarme–. Te explicaré todo, pero no aquí. –Señalé con el pulgar un árbol sin personas alrededor y, más importante, que tenía bastantes manzanas–. Hablemos ahí.
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–¿Has oído sobre los 19 objetos malditos? –pregunté tras devorar una manzana–. Da igual –añadí sin darle tiempo de responder–. En resumen, son objetos mágicos de los que sé escasos detalles. Cada uno otorga un poder único, pero todos son igual de peligrosos en las manos equivocadas, es decir, en las manos de cualquiera, pues poseen una maldición que corrompe incluso a los corazones más puros. Y he ahí el problema: no importa si Atreyu usa uno de los objetos o alguien más los usa por ella, al final podrían conducir al clan por un mal camino y convertir Nytt Hus en otro Bosque de Midgard.
Aquello fue lo único que pude recordar de lo que investigué al respecto, hace mucho tiempo, cuando visité la biblioteca del gremio de informantes, y en ese momento taché lo de los 19 objetos como mentiras.
–Tal vez pienses que estoy exagerando o que esos objetos no existen –continué–. De hecho, yo tampoco estoy seguro de que sean reales. Pero… –Exhalé por la nariz–. Hace unos años varios grupos iniciaron una búsqueda de un artefacto mágico. Y yo era parte de uno de ellos. Sin embargo, mi facción se vio obligada a abandonar todo en un punto. Poco después, la búsqueda terminó y… –tragué saliva– lo que fue encontrado desató la terrible pandemia que azotó a Aerandir, llevándose la vida de millones.
Apreté los puños con una sombra de pesar en mis ojos, pensando en todas las pérdidas que tal vez pudieron evitarse.
–No quiero que eso se repita –declaré, serio–. Por eso estoy aquí a pesar de mis dudas. Además, no sé de quién es la carta o quién era el destinatario, pero no iba dirigida a mí. Eso significa que otros están interesados en esa tal Oromë y el objeto que posee, y sus intenciones podrían no ser buenas. Hay que actuar antes que ellos.
Miré hacia los veleros. No faltaba mucho para que partieran.
–Según la carta –proseguí–, Tharnil es de los pocos que saben algo al respecto. Interrogarle es más sencillo y rápido que adentrarme mucho más en la ciudad y buscar a Oromë por mi cuenta; eso sería como buscar una aguja en un pajar. Así que lo interrogaré, hoy mismo. Pero… si tú eres la protegida de Atreyu, tal vez también sepas algo al respecto. –Fijé mi mirada en los ojos azules de Valyria–. De ser así, entonces... por favor. –Incliné mi cabeza.
Deseé que aquella charla no fuera en vano, porque, de ser así, entonces recurriría a usar la espada Retniw en un terrible plan C. Y quería evitar ese plan C.
Aquello fue lo único que pude recordar de lo que investigué al respecto, hace mucho tiempo, cuando visité la biblioteca del gremio de informantes, y en ese momento taché lo de los 19 objetos como mentiras.
–Tal vez pienses que estoy exagerando o que esos objetos no existen –continué–. De hecho, yo tampoco estoy seguro de que sean reales. Pero… –Exhalé por la nariz–. Hace unos años varios grupos iniciaron una búsqueda de un artefacto mágico. Y yo era parte de uno de ellos. Sin embargo, mi facción se vio obligada a abandonar todo en un punto. Poco después, la búsqueda terminó y… –tragué saliva– lo que fue encontrado desató la terrible pandemia que azotó a Aerandir, llevándose la vida de millones.
Apreté los puños con una sombra de pesar en mis ojos, pensando en todas las pérdidas que tal vez pudieron evitarse.
–No quiero que eso se repita –declaré, serio–. Por eso estoy aquí a pesar de mis dudas. Además, no sé de quién es la carta o quién era el destinatario, pero no iba dirigida a mí. Eso significa que otros están interesados en esa tal Oromë y el objeto que posee, y sus intenciones podrían no ser buenas. Hay que actuar antes que ellos.
Miré hacia los veleros. No faltaba mucho para que partieran.
–Según la carta –proseguí–, Tharnil es de los pocos que saben algo al respecto. Interrogarle es más sencillo y rápido que adentrarme mucho más en la ciudad y buscar a Oromë por mi cuenta; eso sería como buscar una aguja en un pajar. Así que lo interrogaré, hoy mismo. Pero… si tú eres la protegida de Atreyu, tal vez también sepas algo al respecto. –Fijé mi mirada en los ojos azules de Valyria–. De ser así, entonces... por favor. –Incliné mi cabeza.
Deseé que aquella charla no fuera en vano, porque, de ser así, entonces recurriría a usar la espada Retniw en un terrible plan C. Y quería evitar ese plan C.
Última edición por Rauko el Dom Sep 29 2019, 22:18, editado 1 vez
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Valyria suspiró internamente cuando Tharnil se retiró. Ninguno de los dos iba a olvidar ese pequeño encuentro. Solo esperaba que no se le ocurriera comprobar su versión con Atreyu… O hacerlo una vez hubiera conseguido ese puesto de protegida de verdad. Bueno… básicamente había chutado el problema un poco hacia el futuro, tendría que pensar algo. Puede que tantear a algún otro de los pesos pesados, mirar si alguno apoyaba su visión para compensar la…negatividad.
Pero daba igual, lo importante era que estaban llegando sanadores, y los humanos y elfos ahora estaban trabajando juntos. Bien, bien, era un progreso. Su pecho se hincho, orgullosa, pero entonces Gahe, el enfermo, hablo, dejándole un sabor agridulce. Sin duda estaba agradecido, pero… No podía estar siempre allí, vigilando, ella tenía su vida.
-¿Sabes? En elfico hay una diferencia entre el mí de propiedad y el de pertenencia. Mi arco. Mi familia. Mi Clan.- susurró para sí misma, mientras el resto trabajaba a su alrededor como ocupadas hormiguitas. Tanto…tantísimo trabajo. Tanto que entrenar, que mejorar… no sabía si tendría tiempo de hacer ambas a la vez sin que le diera un infarto. Oculto su sobresalto cuando el elfo de antes le hablo desde su lado. ¿Había visto todo eso? Qué horror, que vergonzoso…
Al menos no parecía estar teniéndoselo demasiado en cuenta. –Nunca he estado en Vulwulfar creo…- contestó de manera menos ausente. ¿Qué acababa de decir? ¿Qué poder? La elfa cogió la carta, ojeándola rápidamente. No era muy larga, y la leyó por encima. Miro a lado y lado y la plegó, guardándola. Se la iba a devolver, pero no iba a leerla allí en medio.
Bajo el manzanar, escucho la historia. Para ella, eso de los objetos malditos no era tan fantástico como la persona media podía pensar. Es decir, ¿no estaba practicando precisamente eso? Si, era algo diferente que invocar un gato de luz, ¿pero anclar un espíritu o un hada a un objeto para que le diera poderes, uno al que no le hiciera mucha gracia y se vengara? Si, entraba totalmente en el rango de lo que consideraba razonablemente posible.
¿Había usado Atreyu algo que... pudiera clasificarse como eso? Cierto dragon-rosa saltaba a la mente, pero no lucia como algo fuera del nivel de alguien como la líder del Clan. Es decir… era un amasijo de plantas, pero que ella usara básicamente luz no significaba que Atreyu también. Usar plantas debía ser un infierno de moldear, pero mucho, muchísimo más estables que sus horribles mariposas de luz. Exactamente lo contrario de lo que su Luz otorgaba. Saco otra vez la carta, leyéndola esta vez poco a poco, aún más de lo normal debido a estar escuchando también al elfo. Valyria plegó la carta, alzo la cabeza hacia el cielo y suspiró, aun sentada contra el árbol.
-No tengo ni idea de quién es esa Oromë, puede que estuviera aquí antes que yo, puede que no. Y no creo que Atreyu haya…no se, sacrificado a la pobre infeliz a algún dios oscuro y conseguido su poder.- aunque, sin duda, la idea de que tal cosa fuera posible despertaba su interés de una siniestra manera que no le hacía demasiado gracia. -Es un poco… abrasiva, pero con buenas intenciones. Y aunque de alguna manera la controlara… un método indirecto como el control mental seguramente evitaría la maldición. Y la posibilidad de tenerlos bajo control, seguros, es algo que habría que estudiar si son tan peligrosos como dices. Hay… maneras de comprobar eso ahora que lo sé, ahora que aún hay tiempo.- Seguramente. Solo tenía que encontrarlas, inventarlas… tenía que visitar una biblioteca.
Iba a morir con tanto trabajo. –Pero aunque no creo que nada de eso haya pasado… es lo que se cree en el exterior. Puede. Aun no tengo claro que esto no sea una manera rebuscada de convencerte de asaltar a un alto cargo del Clan en algún tipo de… acto de guerra civil. ¿Conoces siquiera a la mujer? ¿O es solo tu relación con los objetos la que te ha llevado aquí?- es decir, podía haber obtenido de alguna manera el poder de Oromë, pero que todo eso no tuviera nada que ver en absoluto con los objetos, una verdad, una mentira. En cualquier caso, era un rumor que habría que confirmar o desmentir internamente, y luego ya pensaría en como difundir la información, de hacerlo. Era su trabajo al fin y al cabo.
Ah… en que se había metido por culpa de ese elfo. Que marrón. Cuanto trabajo. Y aun así… la posibilidad de haberse metido de lleno en una red, en una pequeña conspiración… No podía evitar sonreír como una boba. Claramente, alguien quería jugar. Y vaya si jugaría.
-Vamos a necesitar caballos, no vas a interrogar Tharnil aquí mismo.- ni fuera del pueblo, sinceramente, tendria que hacerlo ella. –Tengo un plan, pero vas a tener que confiar en mí. Y nadie va a morir. Sus subordinados no tienen la culpa. Y puede que Tharnil sea un imbécil, pero es fuerte, necesario para la defensa del Clan… ¿Sabes nadar cierto? Eso es importante.-
Pero daba igual, lo importante era que estaban llegando sanadores, y los humanos y elfos ahora estaban trabajando juntos. Bien, bien, era un progreso. Su pecho se hincho, orgullosa, pero entonces Gahe, el enfermo, hablo, dejándole un sabor agridulce. Sin duda estaba agradecido, pero… No podía estar siempre allí, vigilando, ella tenía su vida.
-¿Sabes? En elfico hay una diferencia entre el mí de propiedad y el de pertenencia. Mi arco. Mi familia. Mi Clan.- susurró para sí misma, mientras el resto trabajaba a su alrededor como ocupadas hormiguitas. Tanto…tantísimo trabajo. Tanto que entrenar, que mejorar… no sabía si tendría tiempo de hacer ambas a la vez sin que le diera un infarto. Oculto su sobresalto cuando el elfo de antes le hablo desde su lado. ¿Había visto todo eso? Qué horror, que vergonzoso…
Al menos no parecía estar teniéndoselo demasiado en cuenta. –Nunca he estado en Vulwulfar creo…- contestó de manera menos ausente. ¿Qué acababa de decir? ¿Qué poder? La elfa cogió la carta, ojeándola rápidamente. No era muy larga, y la leyó por encima. Miro a lado y lado y la plegó, guardándola. Se la iba a devolver, pero no iba a leerla allí en medio.
Bajo el manzanar, escucho la historia. Para ella, eso de los objetos malditos no era tan fantástico como la persona media podía pensar. Es decir, ¿no estaba practicando precisamente eso? Si, era algo diferente que invocar un gato de luz, ¿pero anclar un espíritu o un hada a un objeto para que le diera poderes, uno al que no le hiciera mucha gracia y se vengara? Si, entraba totalmente en el rango de lo que consideraba razonablemente posible.
¿Había usado Atreyu algo que... pudiera clasificarse como eso? Cierto dragon-rosa saltaba a la mente, pero no lucia como algo fuera del nivel de alguien como la líder del Clan. Es decir… era un amasijo de plantas, pero que ella usara básicamente luz no significaba que Atreyu también. Usar plantas debía ser un infierno de moldear, pero mucho, muchísimo más estables que sus horribles mariposas de luz. Exactamente lo contrario de lo que su Luz otorgaba. Saco otra vez la carta, leyéndola esta vez poco a poco, aún más de lo normal debido a estar escuchando también al elfo. Valyria plegó la carta, alzo la cabeza hacia el cielo y suspiró, aun sentada contra el árbol.
-No tengo ni idea de quién es esa Oromë, puede que estuviera aquí antes que yo, puede que no. Y no creo que Atreyu haya…no se, sacrificado a la pobre infeliz a algún dios oscuro y conseguido su poder.- aunque, sin duda, la idea de que tal cosa fuera posible despertaba su interés de una siniestra manera que no le hacía demasiado gracia. -Es un poco… abrasiva, pero con buenas intenciones. Y aunque de alguna manera la controlara… un método indirecto como el control mental seguramente evitaría la maldición. Y la posibilidad de tenerlos bajo control, seguros, es algo que habría que estudiar si son tan peligrosos como dices. Hay… maneras de comprobar eso ahora que lo sé, ahora que aún hay tiempo.- Seguramente. Solo tenía que encontrarlas, inventarlas… tenía que visitar una biblioteca.
Iba a morir con tanto trabajo. –Pero aunque no creo que nada de eso haya pasado… es lo que se cree en el exterior. Puede. Aun no tengo claro que esto no sea una manera rebuscada de convencerte de asaltar a un alto cargo del Clan en algún tipo de… acto de guerra civil. ¿Conoces siquiera a la mujer? ¿O es solo tu relación con los objetos la que te ha llevado aquí?- es decir, podía haber obtenido de alguna manera el poder de Oromë, pero que todo eso no tuviera nada que ver en absoluto con los objetos, una verdad, una mentira. En cualquier caso, era un rumor que habría que confirmar o desmentir internamente, y luego ya pensaría en como difundir la información, de hacerlo. Era su trabajo al fin y al cabo.
Ah… en que se había metido por culpa de ese elfo. Que marrón. Cuanto trabajo. Y aun así… la posibilidad de haberse metido de lleno en una red, en una pequeña conspiración… No podía evitar sonreír como una boba. Claramente, alguien quería jugar. Y vaya si jugaría.
-Vamos a necesitar caballos, no vas a interrogar Tharnil aquí mismo.- ni fuera del pueblo, sinceramente, tendria que hacerlo ella. –Tengo un plan, pero vas a tener que confiar en mí. Y nadie va a morir. Sus subordinados no tienen la culpa. Y puede que Tharnil sea un imbécil, pero es fuerte, necesario para la defensa del Clan… ¿Sabes nadar cierto? Eso es importante.-
Valyria
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Había creído que me tomaría por loco y les pediría a los guardias que se encargaran de mí o, peor aún, confiscaría mis dulces. Y estaba preparado para eso. Sin embargo, ella parecía estar creyendo en mis palabras.
Eso me aliviaba, pero solo un poco.
De nada servía que me creyera si no sabía nada sobre Oromë o sobre el paradero del objeto. Eso significaba que, de todas formas, debía interrogar a Tharnil, lo cual sería demasiado difícil. Tenía que actuar en el momento exacto y en el lugar exacto, amenazarlo con usar el poder de mi espada Retniw para arruinar sus negociaciones y esperar que accediera a soltar la lengua. Si todo salía bien, obtendría la información sin consecuencias desafortunadas para Nytt Hus.
–Ciertamente no la conozco –le respondí, aunque sí había escuchado tiempo atrás de una dragona llamada Oromë, una ladrona peligrosa. Pero tal vez no eran la misma persona, y me era irrelevante–. Estoy aquí solo por el objeto, porque soy un ingenuo que arriesgaría el pellejo para salvar a completos desconocidos de una amenaza que podría ni existir. –Vaya forma de resumirlo todo.
De pronto fui consciente de la expresión en el rostro de Valyria. ¿Acaso estaba emocionada? Fruncí el ceño, preocupado y nervioso.
Y cuando me di cuenta, ella había tomado el mando. Asentí a todo lo que decía, intentado no parecer desconcertado por la situación.
–Por supuesto que sé nadar, señorita –respondí con suficiencia. De pronto un escalofrío recorrió mi espina dorsal–. Espera, ¿por qué necesito saber nadar? –me atreví a preguntar, mirándola con recelo. Negué con la cabeza rápidamente–. No, mejor no me digas. –Pero no escuchar el plan sería una estupidez–. No, olvida lo que dije. Dime qué planeas.
Ya había aceptado trabajar con Valyria. Después de verla defender a los humanos, estaba dispuesto a tomar el riesgo. Además, aunque apenas la conocía, sí me conocía lo suficiente a mí mismo para saber que mi plan probablemente terminaría en un rotundo fracaso.
Eso me aliviaba, pero solo un poco.
De nada servía que me creyera si no sabía nada sobre Oromë o sobre el paradero del objeto. Eso significaba que, de todas formas, debía interrogar a Tharnil, lo cual sería demasiado difícil. Tenía que actuar en el momento exacto y en el lugar exacto, amenazarlo con usar el poder de mi espada Retniw para arruinar sus negociaciones y esperar que accediera a soltar la lengua. Si todo salía bien, obtendría la información sin consecuencias desafortunadas para Nytt Hus.
–Ciertamente no la conozco –le respondí, aunque sí había escuchado tiempo atrás de una dragona llamada Oromë, una ladrona peligrosa. Pero tal vez no eran la misma persona, y me era irrelevante–. Estoy aquí solo por el objeto, porque soy un ingenuo que arriesgaría el pellejo para salvar a completos desconocidos de una amenaza que podría ni existir. –Vaya forma de resumirlo todo.
De pronto fui consciente de la expresión en el rostro de Valyria. ¿Acaso estaba emocionada? Fruncí el ceño, preocupado y nervioso.
Y cuando me di cuenta, ella había tomado el mando. Asentí a todo lo que decía, intentado no parecer desconcertado por la situación.
–Por supuesto que sé nadar, señorita –respondí con suficiencia. De pronto un escalofrío recorrió mi espina dorsal–. Espera, ¿por qué necesito saber nadar? –me atreví a preguntar, mirándola con recelo. Negué con la cabeza rápidamente–. No, mejor no me digas. –Pero no escuchar el plan sería una estupidez–. No, olvida lo que dije. Dime qué planeas.
Ya había aceptado trabajar con Valyria. Después de verla defender a los humanos, estaba dispuesto a tomar el riesgo. Además, aunque apenas la conocía, sí me conocía lo suficiente a mí mismo para saber que mi plan probablemente terminaría en un rotundo fracaso.
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Ya había pasado demasiado tiempo desde que Rauko se marchó. Ahora me encontraba cerca de uno de los pueblos de los licántropos, con el adorable Schnee en mi hombro. Por algún motivo el búhaw no clavaba las garras en mi piel como lo hacía con Rauko. ¿Por qué? Seguramente el elfo se lo merecía. Algunas veces se comportaba como un tonto… y las otras veces también, la mayoría del tiempo sin darse cuenta.
–Pero ¿quién es más tonto? ¿Él, o yo por seguirlo a todos lados y ayudarlo en sus aventuras absurdas? –me cuestioné a mí misma, queriendo reírme de mi propia estupidez.
Y finalmente una aldea estaba frente a mí. Ahora debía buscar un lugar donde dormir –una posada, si es que había– y prepararme para rescatar a Rauko cuando su plan fallara.
–Bueno, ya sabes dónde estoy –le dije al ave, y mis palabras llegarían hasta los oídos de Rauko–. Aquí nos encontraremos si todo sale bien. Si no, mañana iré a rescatarte. –Entorné los ojos, considerando una posibilidad–. Schnee, mejor ve y busca a Rauko –pedí–. Seguramente ya lo atraparon.
El ave emprendió vuelo de inmediato.
–Vale, ahora… –Hice un mohín mientras miraba a mi alrededor–. Me pregunto si habrá un cementerio cerca.
Debía encontrar uno, a mi pesar. De lo contrario, rescatar a Rauko sería una tarea muy difícil.
–Pero ¿quién es más tonto? ¿Él, o yo por seguirlo a todos lados y ayudarlo en sus aventuras absurdas? –me cuestioné a mí misma, queriendo reírme de mi propia estupidez.
Y finalmente una aldea estaba frente a mí. Ahora debía buscar un lugar donde dormir –una posada, si es que había– y prepararme para rescatar a Rauko cuando su plan fallara.
–Bueno, ya sabes dónde estoy –le dije al ave, y mis palabras llegarían hasta los oídos de Rauko–. Aquí nos encontraremos si todo sale bien. Si no, mañana iré a rescatarte. –Entorné los ojos, considerando una posibilidad–. Schnee, mejor ve y busca a Rauko –pedí–. Seguramente ya lo atraparon.
El ave emprendió vuelo de inmediato.
–Vale, ahora… –Hice un mohín mientras miraba a mi alrededor–. Me pregunto si habrá un cementerio cerca.
Debía encontrar uno, a mi pesar. De lo contrario, rescatar a Rauko sería una tarea muy difícil.
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Así que esa chica que podía o podía no haber sido sacrificada a algún dios era una desconocida… si, buena suerte encontrándola sin que alguien de confianza te la señalara. Pero no iba a decirle eso en la cara, era de mala educación. –Bien bien, una persona noble, hum.- dijo en vez de lo anterior.
-Aja, y también un nadador, perfecto, espera aquí, voy a buscar caballos.- prefería no darle demasiadas explicaciones al tipo del establo sobre quién era el elfo con el que viajaría. Especialmente si su plan funcionaba. Es decir, IRÍA enmascarado, pero no estaba muy segura de como de competente era en realidad, así que tenía que vigilar con eso. Así que sola fue, y se agencio dos caballos. Bueno, eso sonaba como si los hubiera robado, por supuesto que pago para alquilarlos unos días, a buen precio. Un pequeño sacrificio a pagar para descubrir la verdad y, muy posiblemente conseguir algo a cambio.
Pero en cualquier caso, no tardo en volver con Rauko con dos adorables caballos de carga, extremadamente peludos. –Estos son Suave y Esponjoso.- En realidad no, pero sus nombres eran horribles, y estaba segura de que apreciaban más el suyo. Es decir, ¿Quién diablos llamaba Jessica a un caballo? Alguien que añoraba a su ex de una manera muy, muy rara. Valyria recogió una manzana del árbol cercano y se lo dio a Esponjoso, que empezó a mordisquearla perezosamente. –Paso uno, caballos, y cabalgamos hasta la siguiente parada.- ¿Sabía cuál era exactamente? Pues no, pero no había tantos pueblos a lo largo del río a aproximadamente un día de marcha. Posiblemente. Igualmente, no sería la primera vez que se hacia esa ruta, así que sin duda podían preguntar al pueblo.
Eran caballos de carga, así que rápidos rápidos no eran, pero era más rápido que caminar, y eran perfectos para una larga jornada, o varias, porque a saber si la siguiente parada seria adecuada.
-Bien, el siguiente paso es esperar a que se haga de noche.- continuo con la explicación de su plan, después de unos minutos de cabalgata, tanto para alejarse de oídos indiscretos como para acostumbrarse al trote. –Te pones mascara, ropa oscura y tal, aspecto total de asesino y subes al barco. Supongo que dormirán en él, no tiene sentido que dejen la mercancía desprotegida, aunque puede que haya menos personas, eso iría bien… ¿A cuántos crees que podrías zurrar, razonablemente? ¿A la vez o por separAYAYAY.- su plan fue interrumpido por unos tirones del pelo, que a la vez la hicieron tirar de las riendas para parar el caballo.
Tenía un atajo de… cosas dándole tirones del pelo. Pequeños hombrecitos flotando, volando con alas que parecían gotas de agua, similares al tono de su piel. Intento coger uno, suavemente, y el desgraciado la mordió. Parecía que habían cabreado a un enjambre de Piskies.
-Aja, y también un nadador, perfecto, espera aquí, voy a buscar caballos.- prefería no darle demasiadas explicaciones al tipo del establo sobre quién era el elfo con el que viajaría. Especialmente si su plan funcionaba. Es decir, IRÍA enmascarado, pero no estaba muy segura de como de competente era en realidad, así que tenía que vigilar con eso. Así que sola fue, y se agencio dos caballos. Bueno, eso sonaba como si los hubiera robado, por supuesto que pago para alquilarlos unos días, a buen precio. Un pequeño sacrificio a pagar para descubrir la verdad y, muy posiblemente conseguir algo a cambio.
Pero en cualquier caso, no tardo en volver con Rauko con dos adorables caballos de carga, extremadamente peludos. –Estos son Suave y Esponjoso.- En realidad no, pero sus nombres eran horribles, y estaba segura de que apreciaban más el suyo. Es decir, ¿Quién diablos llamaba Jessica a un caballo? Alguien que añoraba a su ex de una manera muy, muy rara. Valyria recogió una manzana del árbol cercano y se lo dio a Esponjoso, que empezó a mordisquearla perezosamente. –Paso uno, caballos, y cabalgamos hasta la siguiente parada.- ¿Sabía cuál era exactamente? Pues no, pero no había tantos pueblos a lo largo del río a aproximadamente un día de marcha. Posiblemente. Igualmente, no sería la primera vez que se hacia esa ruta, así que sin duda podían preguntar al pueblo.
Eran caballos de carga, así que rápidos rápidos no eran, pero era más rápido que caminar, y eran perfectos para una larga jornada, o varias, porque a saber si la siguiente parada seria adecuada.
-Bien, el siguiente paso es esperar a que se haga de noche.- continuo con la explicación de su plan, después de unos minutos de cabalgata, tanto para alejarse de oídos indiscretos como para acostumbrarse al trote. –Te pones mascara, ropa oscura y tal, aspecto total de asesino y subes al barco. Supongo que dormirán en él, no tiene sentido que dejen la mercancía desprotegida, aunque puede que haya menos personas, eso iría bien… ¿A cuántos crees que podrías zurrar, razonablemente? ¿A la vez o por separAYAYAY.- su plan fue interrumpido por unos tirones del pelo, que a la vez la hicieron tirar de las riendas para parar el caballo.
Tenía un atajo de… cosas dándole tirones del pelo. Pequeños hombrecitos flotando, volando con alas que parecían gotas de agua, similares al tono de su piel. Intento coger uno, suavemente, y el desgraciado la mordió. Parecía que habían cabreado a un enjambre de Piskies.
Valyria
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Y se fue a buscar caballos. Mientras tanto tarareé una canción infantil y pensé sobre lo fascinante que sería un conjuro arcano para invocar comida de la nada. Si existiera, estaría más que motivado a incrementar mi conocimiento sobre tal magia.
Luego de engullir varias manzanas, finalmente vi regresar a Valyria con dos caballos cuyos nombres, según mi opinión, eran estupendos.
–¡Oh, yo pido a Suave! –dije al instante. Me acerqué para acariciarlo, soltando un gemido cuando mi mano rozó su pelaje–. Ya sé por qué te llamas Suave, Suave –musité. Lo abracé y froté mis manos y rostro en él.
Desafortunadamente Suave no olía muy bien.
La voz de Valyria me trajo de vuelta a la realidad. Me aparté del caballo, recuperando una actitud seria, y asentí.
Sin perder más tiempo, cabalgamos hacia nuestro siguiente destino. Solo cuando estuvimos lo suficientemente lejos de cualquier persona, Valyiria continuó explicando el plan.
En cuanto preguntó sobre mi habilidad para «zurrar», soltó alaridos. Instintivamente llevé una mano a mi espada.
–¡¿Qué sucede?! –exclamé antes de descubrir a las criaturas responsables del alboroto. «¿Cómo es que no los noté antes?», me pregunté mientras examinaba mi alrededor. Había unos pocos, pero estaban llegando más y más que nos rodeaban, riendo como niños traviesos que se merecían unas buenas nalgadas.
Piskies.
Detuve el caballo y me bajé de este. Estábamos en su territorio, supuse, y harían de nuestro viaje algo bastante tedioso. Tal vez hasta podrían impedirnos avanzar más, si eran tan molestos como había escuchado. Con eso en cuenta, solo había una opción.
¡Debía invocar una poderosa tormenta de nieve para matarnos a todos!
Me abofeteé a mí mismo. Aquella idea era irracional.
–Vale, Valy, voy a encargarme de esto –declaré con confianza, con una gran sonrisa y señalándome con un pulgar, mientras un piskie a mi lado me imitaba a la perfección. Lo ignoré– voy a… –intenté continuar. Ahora había todo un grupo imitándome, haciéndome difícil no reírme de ello– voy a… –Y me rendí.
Procedí a mover los brazos, girar, saltar y hacer distintas poses, sonriendo complacido al verlos repetir cada una de mis acciones. Y después de hacer muecas ridículas descubrí que ya no me imitaban; estaban burlándose.
Indignación y decepción. Consecuencias de su traición.
–Hey, ¿qué les sucede? –protesté con los brazos en jarras.
Uno de ellos sacó la lengua. Tal insulto me obligó a sacar mi lengua también para desquitarme. Justo entonces un piskie, habiéndose desplazado por mi punto ciego, golpeó mi mandíbula para hacerme cerrar la boca y, en consecuencia, mordí mi lengua. Luego tiraron de mi cabello y orejas, además de inundar mis oídos con sonoras carcajadas.
Intentando contener la ira, sentencié:
–Acabemos con esto.
Di un enorme salto hacia atrás. Con movimientos fluidos –e innecesariamente teatrales– saqué la ocarina ámbar de mi bolsa y la coloqué en mis labios. Tras cerrar los ojos, inicié la sosegadora melodía que nos liberaría de la agonía, cada nota evocando las nostálgicas reminiscencias de un pasado lejano, un tiempo en el que mi alma descarriada no había conocido el tormento que conlleva vivir en un mundo cruel y despiadado.
En pocas palabras: una canción de cuna que escuchaba en mi infancia.
Abrí los ojos segundos después. Para mi sorpresa, realmente se habían tranquilizado; estaban sentados o acostados en el suelo, meciendo la cabeza al ritmo de la melodía. Temiendo que todo empeorara en cuanto dejase de tocar, le hice un gesto a Valyria para que se alejara con los caballos.
Un par de minutos más tarde, empecé a andar, aún sin dejar de tocar. Ningún piskie me siguió, por fortuna. Así que, cuando estuve relativamente lejos de ellos, corrí hacia Valyria.
Besé la ocarina y le agradecí a la carpintera Reivy por haber confeccionado tan refinado instrumento.
–He vuelto –musité a la elfa cuando la alcancé–. Ahora, tu pregunta. –Monté a Suave y, ahora con un tono normal, expliqué–: Uno a uno, puedo zurrar a unos… diez, por lo menos, mientras ninguno sea el carismático Tharnil; él me dobla en poder. Si hay varios enemigos a la vez, creo poder zurrar a unos cuatro mientras escapo como una gallina. –Tal vez podría con más, sobre todo usando la espada Retniw, pero no sabía qué tan hábiles serían los elfos, así que prefería no subestimarlos.
Y, de pronto, solté un alarido cuando Schnee, tras descender rápidamente, clavó sus garras en mi hombro.
–Valyria, este… pájaro es… Schnee –logré mascullar, conteniendo las lágrimas–. Schnee, esta elfa es… Valy. –Gemí con dolor cuando sacó las uñas. Coloqué una mano cerca de las heridas, envolviéndolas de energía de luz para sanarme–. Ah, y yo… soy Rauko, por cierto.
Luego de engullir varias manzanas, finalmente vi regresar a Valyria con dos caballos cuyos nombres, según mi opinión, eran estupendos.
–¡Oh, yo pido a Suave! –dije al instante. Me acerqué para acariciarlo, soltando un gemido cuando mi mano rozó su pelaje–. Ya sé por qué te llamas Suave, Suave –musité. Lo abracé y froté mis manos y rostro en él.
Desafortunadamente Suave no olía muy bien.
La voz de Valyria me trajo de vuelta a la realidad. Me aparté del caballo, recuperando una actitud seria, y asentí.
Sin perder más tiempo, cabalgamos hacia nuestro siguiente destino. Solo cuando estuvimos lo suficientemente lejos de cualquier persona, Valyiria continuó explicando el plan.
En cuanto preguntó sobre mi habilidad para «zurrar», soltó alaridos. Instintivamente llevé una mano a mi espada.
–¡¿Qué sucede?! –exclamé antes de descubrir a las criaturas responsables del alboroto. «¿Cómo es que no los noté antes?», me pregunté mientras examinaba mi alrededor. Había unos pocos, pero estaban llegando más y más que nos rodeaban, riendo como niños traviesos que se merecían unas buenas nalgadas.
Piskies.
Detuve el caballo y me bajé de este. Estábamos en su territorio, supuse, y harían de nuestro viaje algo bastante tedioso. Tal vez hasta podrían impedirnos avanzar más, si eran tan molestos como había escuchado. Con eso en cuenta, solo había una opción.
¡Debía invocar una poderosa tormenta de nieve para matarnos a todos!
Me abofeteé a mí mismo. Aquella idea era irracional.
–Vale, Valy, voy a encargarme de esto –declaré con confianza, con una gran sonrisa y señalándome con un pulgar, mientras un piskie a mi lado me imitaba a la perfección. Lo ignoré– voy a… –intenté continuar. Ahora había todo un grupo imitándome, haciéndome difícil no reírme de ello– voy a… –Y me rendí.
Procedí a mover los brazos, girar, saltar y hacer distintas poses, sonriendo complacido al verlos repetir cada una de mis acciones. Y después de hacer muecas ridículas descubrí que ya no me imitaban; estaban burlándose.
Indignación y decepción. Consecuencias de su traición.
–Hey, ¿qué les sucede? –protesté con los brazos en jarras.
Uno de ellos sacó la lengua. Tal insulto me obligó a sacar mi lengua también para desquitarme. Justo entonces un piskie, habiéndose desplazado por mi punto ciego, golpeó mi mandíbula para hacerme cerrar la boca y, en consecuencia, mordí mi lengua. Luego tiraron de mi cabello y orejas, además de inundar mis oídos con sonoras carcajadas.
Intentando contener la ira, sentencié:
–Acabemos con esto.
Di un enorme salto hacia atrás. Con movimientos fluidos –e innecesariamente teatrales– saqué la ocarina ámbar de mi bolsa y la coloqué en mis labios. Tras cerrar los ojos, inicié la sosegadora melodía que nos liberaría de la agonía, cada nota evocando las nostálgicas reminiscencias de un pasado lejano, un tiempo en el que mi alma descarriada no había conocido el tormento que conlleva vivir en un mundo cruel y despiadado.
En pocas palabras: una canción de cuna que escuchaba en mi infancia.
Abrí los ojos segundos después. Para mi sorpresa, realmente se habían tranquilizado; estaban sentados o acostados en el suelo, meciendo la cabeza al ritmo de la melodía. Temiendo que todo empeorara en cuanto dejase de tocar, le hice un gesto a Valyria para que se alejara con los caballos.
Un par de minutos más tarde, empecé a andar, aún sin dejar de tocar. Ningún piskie me siguió, por fortuna. Así que, cuando estuve relativamente lejos de ellos, corrí hacia Valyria.
Besé la ocarina y le agradecí a la carpintera Reivy por haber confeccionado tan refinado instrumento.
–He vuelto –musité a la elfa cuando la alcancé–. Ahora, tu pregunta. –Monté a Suave y, ahora con un tono normal, expliqué–: Uno a uno, puedo zurrar a unos… diez, por lo menos, mientras ninguno sea el carismático Tharnil; él me dobla en poder. Si hay varios enemigos a la vez, creo poder zurrar a unos cuatro mientras escapo como una gallina. –Tal vez podría con más, sobre todo usando la espada Retniw, pero no sabía qué tan hábiles serían los elfos, así que prefería no subestimarlos.
Y, de pronto, solté un alarido cuando Schnee, tras descender rápidamente, clavó sus garras en mi hombro.
–Valyria, este… pájaro es… Schnee –logré mascullar, conteniendo las lágrimas–. Schnee, esta elfa es… Valy. –Gemí con dolor cuando sacó las uñas. Coloqué una mano cerca de las heridas, envolviéndolas de energía de luz para sanarme–. Ah, y yo… soy Rauko, por cierto.
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La ocarina refinada que compré [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] finalmente me ha sido de utilidad ='D¡Chúpate esa, Bio!
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Suave y Esponjoso eran buenos caballos. Mansos, aunque suponía que la mayoría de caballos de carga lo eran en menor o mayor medida, así que tolero estoicamente al elfo restregándole la cara. Lo entendía perfectamente, Suave era un nombre muy apropiado.
Agradeció que el elfo no preguntara mientras se alejaban, seguramente entendiendo la importancia del secretismo. Y por supuesto, también agradeció que decidiera encargarse del pequeño y muy, muy molesto problema que eran los Piskies. Es decir, no estaba muy segura de como pretendía hacerlo sin invocar una oleada de…bueno, muerte no, pero algo malo como rayos seguro. Y, la verdad, esa duda se fue expandiendo cuando vio que la manera de solucionar el problema era básicamente saltar, hacer caras raras y en general bailar un poco.
Pero bueno…funcionaba… ¿técnicamente? Al menos ahora le estaban dando la lata a él y no a ella o los caballos, que por más mansos que fueran, tenían un límite a lo mucho que aguantarían a las irritantes hadas sin encabritarse. ¿Cómo se libraría el elfo de esos Piskies traviesos? A saber, pero era su problema, así que condujo a los caballos tranquilamente hacia delante, siguiendo el camino original a un paso relajado hasta que se juzgó lo suficientemente lejos, a duras penas distinguiéndole el pelo blanco al elfo. Lo suficientemente cerca como para escuchar las notas perdidas de la melodía, traídas por algún soplo de viento.- Mmm, nada mal supongo.- no tenía ni idea de si el tipo era capaz de cumplir su parte del plan con fuerza bruta, pero al menos parecía tener recursos para compensar, lo que subía ligeramente las posibilidades del plan.
-Diez… o cuatro, si algo va mal… Es razonable.- podía funcionar si realmente sus capacidades correspondían con su confianza. Es decir, tampoco hacía falta que noqueara a diez, ni a cuatro, la verdad, con un par bastaban, aunque levantó una ceja ante eso de que tenia la mitad de poder que ese monstruo con cuerpo de elfo. Daba igual, lo importante era que saliera de allí después de hacerlo, cuando todo el barco lo perseguía. Iba a continuar con la explicación de su, posiblemente demasiado enrevesado, plan, pero fue interrumpida por un… pájaro. Si, Schnee era nombre de chico. Casi segura. Probablemente. –Hola Schnee.- dijo la elfa. Iba a extender la mano para acariciarlo, o al menos tocarlo, pero Rauko parecía estar sufriendo un poco, y era el propietario, así que no quería llegar a imaginar lo que podían hacerle esas garras si se descuidaba. No, mejor dejar al claramente esponjosos animal en paz por esta vez en contra de todos y cada uno de sus instintos.
-Entonces… llegamos al pueblo que toca, nos aseguramos de que es ese, obviamente, y esperamos a la noche. No debería ser mucho tiempo, la verdad.- Miro al cielo, al sol que ya estaba cayendo, quedaban pocas horas de luz. –No estoy seguro de cuantos de los elfos se quedaran en el barco, puede que todos, puede que solo una guardia reducida, supongo que con paradas habituales y queriendo maximizar la carga que llevan, dormirán en tabernas en su mayoría, pero a saber. Y aunque fuera así, vamos a pretender que no sabemos eso. Luego te cuelas, y atacas, ¡no mates a nadie! Yo te apoyare desde lo lejos, con el arco. Ambos debemos actuar silenciosamente…- ya podía ver unos tejados, y, con las pocas horas de sol que quedaban, siendo generosos, seguramente sería ese pueblo. –Porque no… ¿preguntamos, comemos algo y te cuento el resto del plan mientras esperamos? No sé si va a hacerte mucha gracia, la verdad… Pero es la mejor opción, la más segura.- Había un motivo por el que había alargado la explicación hasta llegar allí, para tener un sitio donde escuchara toda la explicación sin enfadarse, y hacerlo mientras comían sonaba como una muy buena opción para que no se levantara indignado.
Agradeció que el elfo no preguntara mientras se alejaban, seguramente entendiendo la importancia del secretismo. Y por supuesto, también agradeció que decidiera encargarse del pequeño y muy, muy molesto problema que eran los Piskies. Es decir, no estaba muy segura de como pretendía hacerlo sin invocar una oleada de…bueno, muerte no, pero algo malo como rayos seguro. Y, la verdad, esa duda se fue expandiendo cuando vio que la manera de solucionar el problema era básicamente saltar, hacer caras raras y en general bailar un poco.
Pero bueno…funcionaba… ¿técnicamente? Al menos ahora le estaban dando la lata a él y no a ella o los caballos, que por más mansos que fueran, tenían un límite a lo mucho que aguantarían a las irritantes hadas sin encabritarse. ¿Cómo se libraría el elfo de esos Piskies traviesos? A saber, pero era su problema, así que condujo a los caballos tranquilamente hacia delante, siguiendo el camino original a un paso relajado hasta que se juzgó lo suficientemente lejos, a duras penas distinguiéndole el pelo blanco al elfo. Lo suficientemente cerca como para escuchar las notas perdidas de la melodía, traídas por algún soplo de viento.- Mmm, nada mal supongo.- no tenía ni idea de si el tipo era capaz de cumplir su parte del plan con fuerza bruta, pero al menos parecía tener recursos para compensar, lo que subía ligeramente las posibilidades del plan.
-Diez… o cuatro, si algo va mal… Es razonable.- podía funcionar si realmente sus capacidades correspondían con su confianza. Es decir, tampoco hacía falta que noqueara a diez, ni a cuatro, la verdad, con un par bastaban, aunque levantó una ceja ante eso de que tenia la mitad de poder que ese monstruo con cuerpo de elfo. Daba igual, lo importante era que saliera de allí después de hacerlo, cuando todo el barco lo perseguía. Iba a continuar con la explicación de su, posiblemente demasiado enrevesado, plan, pero fue interrumpida por un… pájaro. Si, Schnee era nombre de chico. Casi segura. Probablemente. –Hola Schnee.- dijo la elfa. Iba a extender la mano para acariciarlo, o al menos tocarlo, pero Rauko parecía estar sufriendo un poco, y era el propietario, así que no quería llegar a imaginar lo que podían hacerle esas garras si se descuidaba. No, mejor dejar al claramente esponjosos animal en paz por esta vez en contra de todos y cada uno de sus instintos.
-Entonces… llegamos al pueblo que toca, nos aseguramos de que es ese, obviamente, y esperamos a la noche. No debería ser mucho tiempo, la verdad.- Miro al cielo, al sol que ya estaba cayendo, quedaban pocas horas de luz. –No estoy seguro de cuantos de los elfos se quedaran en el barco, puede que todos, puede que solo una guardia reducida, supongo que con paradas habituales y queriendo maximizar la carga que llevan, dormirán en tabernas en su mayoría, pero a saber. Y aunque fuera así, vamos a pretender que no sabemos eso. Luego te cuelas, y atacas, ¡no mates a nadie! Yo te apoyare desde lo lejos, con el arco. Ambos debemos actuar silenciosamente…- ya podía ver unos tejados, y, con las pocas horas de sol que quedaban, siendo generosos, seguramente sería ese pueblo. –Porque no… ¿preguntamos, comemos algo y te cuento el resto del plan mientras esperamos? No sé si va a hacerte mucha gracia, la verdad… Pero es la mejor opción, la más segura.- Había un motivo por el que había alargado la explicación hasta llegar allí, para tener un sitio donde escuchara toda la explicación sin enfadarse, y hacerlo mientras comían sonaba como una muy buena opción para que no se levantara indignado.
Valyria
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Era más de la media noche. El entorno estaba inusualmente tranquilo, con solo las cigarras, el fluir del agua del río y el silbido del viento impidiendo que el silencio gobernara.
Desplazándose silenciosamente a través de las sombras, una figura cubierta de negro, con solo una rendija en su máscara que dejaba al descubierto sus ojos verdes.
Obviamente esa figura era yo.
Horas atrás, luego de escuchar el plan completo mientras comíamos, pasé los siguientes minutos meditando. Necesitaba pensar muy bien si aceptar o no. Llevar a cabo la tarea que me encomendó suponía un gran riesgo para mí y requería, además, confiar en Valyria más de lo que una persona con sentido común podría.
No tardé demasiado en tomar mi decisión.
Un elfo a la orilla del río, patrullando, haciendo un recorrido de lado a lado del pequeño muelle perezosamente. Un par más en la cubierta principal del velero central y, en la cubierta de los otros dos, apenas uno. Podía verlos a través de Schnee, quien observaba posado sobre la punta del mástil mayor del velero central.
–Vale, aquí voy con el primero –me dije a mí mismo en un susurro, escondido tras un arbusto. Tomé dos piedras del suelo. Luego, con mi mirada fijada en el elfo en tierra, en su cabeza, las lancé con toda mi fuerza.
Y los proyectiles no dieron en el blanco gracias a mi mala puntería.
–¿Uh?... –soltó el elfo al escuchar las piedras chocar en los arbustos al otro lado. Echó un vistazo a sus alrededores y sopesó sus opciones antes de obligarse a caminar hacia ahí, cautelosamente, empuñando una espada corta con la hoja resplandeciendo con magia de luz.
Me encogí de hombros. Que se alejara dándome la espalda también me servía.
Rápidamente me escabullí y subí a uno de los veleros. En la cubierta había ahora un único guardia, en ese momento caminando hacia el alcázar del barco mientras tarareaba. Me acerqué por la espalda, teniendo sumo cuidado de cada movimiento, de cada respiración. Mis pies estaban cubiertos de la misma tela fina de mis pantalones y camisa, así que mis pisadas apenas producían sonido sobre la madera.
De pronto fui consciente de que mis dedos envolvían la empuñadura de mi espada, aún colgando en mi espalda, y aparté la mano de inmediato. Aunque sería mucho más sencillo asesinar a los elfos, debía evitarlo. Quería evitarlo. Gracias a mi tedioso código moral.
La distancia entre ambos ahora era poca. Ya podía neutralizarlo. Así que me preparé mentalmente para actuar, rápido y preciso.
Sin embargo, algo atrajo la mirada del elfo. A su izquierda, en el suelo, advirtió la sombra de dos hombres. Instintivamente se giró llevando una mano al cinto en busca de su alfanje. Pero mi puño cargado de éter encontró su sien justo a tiempo, evitando que se convirtiera en un problema. Atrapé su cuerpo inconsciente antes de que cayera, y lo acomodé en el suelo. Solté un suspiro de alivio para luego subir los escalones.
En la toldilla encontré a un elfo dándome la espalda, convenientemente, apoyando sus brazos en la barandilla y con la mirada perdida en el horizonte. Me acerqué con lentitud, aprovechando aquella grata oportunidad.
Cuando estuve a centímetros del elfo, para mi sorpresa, se giró para golpear mi garganta. Atrapé su puño con mi mano izquierda y contraataqué con mi codo derecho, que fue fácilmente bloqueado por su antebrazo.
–No te…
Lo acallé con un veloz rodillazo en las «nueces». Se desplomó y, estando indefenso en el suelo, un golpe en la sien apagó su consciencia. Entonces me permití sentirme aliviado, una vez más.
Cerré los ojos para ver a través de Schnee, y chasqueé la lengua al descubrir que él observaba la luna. Ese tipo de cosas nunca le sucedían a Elen, pensé.
Sacudí mi cabeza para centrarme en mi misión.
–Y ahora le toca a… –Miré en dirección a la proa, a la nave situada adelante. Reuní energía de luz en las piernas mientras me preparaba para saltar.
Desplazándose silenciosamente a través de las sombras, una figura cubierta de negro, con solo una rendija en su máscara que dejaba al descubierto sus ojos verdes.
Obviamente esa figura era yo.
Horas atrás, luego de escuchar el plan completo mientras comíamos, pasé los siguientes minutos meditando. Necesitaba pensar muy bien si aceptar o no. Llevar a cabo la tarea que me encomendó suponía un gran riesgo para mí y requería, además, confiar en Valyria más de lo que una persona con sentido común podría.
No tardé demasiado en tomar mi decisión.
Un elfo a la orilla del río, patrullando, haciendo un recorrido de lado a lado del pequeño muelle perezosamente. Un par más en la cubierta principal del velero central y, en la cubierta de los otros dos, apenas uno. Podía verlos a través de Schnee, quien observaba posado sobre la punta del mástil mayor del velero central.
–Vale, aquí voy con el primero –me dije a mí mismo en un susurro, escondido tras un arbusto. Tomé dos piedras del suelo. Luego, con mi mirada fijada en el elfo en tierra, en su cabeza, las lancé con toda mi fuerza.
Y los proyectiles no dieron en el blanco gracias a mi mala puntería.
–¿Uh?... –soltó el elfo al escuchar las piedras chocar en los arbustos al otro lado. Echó un vistazo a sus alrededores y sopesó sus opciones antes de obligarse a caminar hacia ahí, cautelosamente, empuñando una espada corta con la hoja resplandeciendo con magia de luz.
Me encogí de hombros. Que se alejara dándome la espalda también me servía.
Rápidamente me escabullí y subí a uno de los veleros. En la cubierta había ahora un único guardia, en ese momento caminando hacia el alcázar del barco mientras tarareaba. Me acerqué por la espalda, teniendo sumo cuidado de cada movimiento, de cada respiración. Mis pies estaban cubiertos de la misma tela fina de mis pantalones y camisa, así que mis pisadas apenas producían sonido sobre la madera.
De pronto fui consciente de que mis dedos envolvían la empuñadura de mi espada, aún colgando en mi espalda, y aparté la mano de inmediato. Aunque sería mucho más sencillo asesinar a los elfos, debía evitarlo. Quería evitarlo. Gracias a mi tedioso código moral.
La distancia entre ambos ahora era poca. Ya podía neutralizarlo. Así que me preparé mentalmente para actuar, rápido y preciso.
Sin embargo, algo atrajo la mirada del elfo. A su izquierda, en el suelo, advirtió la sombra de dos hombres. Instintivamente se giró llevando una mano al cinto en busca de su alfanje. Pero mi puño cargado de éter encontró su sien justo a tiempo, evitando que se convirtiera en un problema. Atrapé su cuerpo inconsciente antes de que cayera, y lo acomodé en el suelo. Solté un suspiro de alivio para luego subir los escalones.
En la toldilla encontré a un elfo dándome la espalda, convenientemente, apoyando sus brazos en la barandilla y con la mirada perdida en el horizonte. Me acerqué con lentitud, aprovechando aquella grata oportunidad.
Cuando estuve a centímetros del elfo, para mi sorpresa, se giró para golpear mi garganta. Atrapé su puño con mi mano izquierda y contraataqué con mi codo derecho, que fue fácilmente bloqueado por su antebrazo.
–No te…
Lo acallé con un veloz rodillazo en las «nueces». Se desplomó y, estando indefenso en el suelo, un golpe en la sien apagó su consciencia. Entonces me permití sentirme aliviado, una vez más.
Cerré los ojos para ver a través de Schnee, y chasqueé la lengua al descubrir que él observaba la luna. Ese tipo de cosas nunca le sucedían a Elen, pensé.
Sacudí mi cabeza para centrarme en mi misión.
–Y ahora le toca a… –Miré en dirección a la proa, a la nave situada adelante. Reuní energía de luz en las piernas mientras me preparaba para saltar.
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Había funcionado sorprendentemente bien. Allí, comiendo el estofado que se había agenciado, le había explicado el plan y había aceptado con bastantes menos problemas de lo que ella habría esperado. Es decir, ella no habría aceptado, no sin fuertes argumentos que, la verdad, no había hecho aún.
Pero allí estaban, de alguna manera, y no iba a quejarse. Es decir, iba a mantener los ojos abiertos, porque haber aceptado algo tan cuestionable era…sospechoso, pero a lo mejor se había agenciado como compañero de fechorías al elfo más confiado que existía. La mayoría de personas en os barcos estarían durmiendo, algunas, al menos, en tabernas cercanas por lo que había podido comprobar. El resto estarían de guardia o durmiendo dentro del barco seguramente.
Al menos Rauko no mentía cuando aseguraba que podía encargarse de los guardias, entre la poca luz que tenían los guardias vio caer a uno, luego otro, y creía haber visto un tercero. Ese era un buen número. La elfa se desperezó, sacando su arco y una flecha. Había un guardia en la cubierta de uno de los barcos, en la que creía que era la dirección contraria al elfo, perpendicular a ella. No podía permitir eso. –Miaaaaau.- dijo desde la orilla, en su mejor imitación de un felino. El guardia se giró levemente, extendiendo la lámpara hacia su dirección. La luz no llegaría hacia ella tristemente, aunque la alzara incluso por encima de la cabeza. –Buena suerte Rauko, no te mueras.- susurró, y soltó la cuerda. La flecha silbo, impactando contra el hombro izquierdo del guardia, fallando el corazón por casi un palmo. Un fallo razonablemente realista, que lo mantendría vivito y coleando. Lo suficiente como para gritar a pleno pulmón dando la alarma.
-ALARMA, INTRUSO, NOS ATACAN.- chilló, mientras otra flecha surcaba la noche, clavándose en un mástil cercano tras haber fallado su cabeza. Es decir, las flechas eran caras cuando eras pobre, no iba a dejar que cayera al agua. Los barcos empezaban a agitarse ahora que la alarma había sonado, repitiéndose, era prácticamente como haber pateado un hormiguero, y alguien estaba golpeando lo que aprecia un escudo metálico a juzgar por el sonido, cual gong. Era solo cuestión de tiempo que los elfos de permiso volvieran al barco a ver qué pasaba. Esperaba al menos, sino subir iba a ser complicado.
Pero allí estaban, de alguna manera, y no iba a quejarse. Es decir, iba a mantener los ojos abiertos, porque haber aceptado algo tan cuestionable era…sospechoso, pero a lo mejor se había agenciado como compañero de fechorías al elfo más confiado que existía. La mayoría de personas en os barcos estarían durmiendo, algunas, al menos, en tabernas cercanas por lo que había podido comprobar. El resto estarían de guardia o durmiendo dentro del barco seguramente.
Al menos Rauko no mentía cuando aseguraba que podía encargarse de los guardias, entre la poca luz que tenían los guardias vio caer a uno, luego otro, y creía haber visto un tercero. Ese era un buen número. La elfa se desperezó, sacando su arco y una flecha. Había un guardia en la cubierta de uno de los barcos, en la que creía que era la dirección contraria al elfo, perpendicular a ella. No podía permitir eso. –Miaaaaau.- dijo desde la orilla, en su mejor imitación de un felino. El guardia se giró levemente, extendiendo la lámpara hacia su dirección. La luz no llegaría hacia ella tristemente, aunque la alzara incluso por encima de la cabeza. –Buena suerte Rauko, no te mueras.- susurró, y soltó la cuerda. La flecha silbo, impactando contra el hombro izquierdo del guardia, fallando el corazón por casi un palmo. Un fallo razonablemente realista, que lo mantendría vivito y coleando. Lo suficiente como para gritar a pleno pulmón dando la alarma.
-ALARMA, INTRUSO, NOS ATACAN.- chilló, mientras otra flecha surcaba la noche, clavándose en un mástil cercano tras haber fallado su cabeza. Es decir, las flechas eran caras cuando eras pobre, no iba a dejar que cayera al agua. Los barcos empezaban a agitarse ahora que la alarma había sonado, repitiéndose, era prácticamente como haber pateado un hormiguero, y alguien estaba golpeando lo que aprecia un escudo metálico a juzgar por el sonido, cual gong. Era solo cuestión de tiempo que los elfos de permiso volvieran al barco a ver qué pasaba. Esperaba al menos, sino subir iba a ser complicado.
Valyria
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
Mi cuerpo se tensó al escuchar los gritos de uno de los guardias y los ruidos que le sucedieron.
–Bueno, se acabó el tiempo –susurré para mí mismo. Miré la punta del mástil, donde descansaba Schnee, y deseé que hubiera entendido su papel–. Sé un buen pájaro esta vez, por favor. –Y corrí para lanzarme al río.
La madera, de pronto, se cubrió de blanco, iluminado por una intensa luz a mi izquierda. Instintivamente me arrojé al suelo, y unos pocos centímetros me separaron de la esfera de energía blanca que pasó por mi cabeza y se estrelló en…
No se estrelló.
Miré a mi derecha, advirtiendo cómo el proyectil trazaba un arco para volver a mí. Emprendí una veloz carrera hacia el alcázar, donde ahora estaba un joven elfo controlando la esfera con los movimientos de sus manos.
Imbuí mis piernas con una alta dosis de éter para ganar velocidad. El elfo, al comprender que yo lo alcanzaría antes que su esfera a mí, la deshizo para después juntar las palmas de sus manos y realizar una rápida plegaria. En respuesta, su cuerpo expulsó cientos de partículas de luz que empezaron a girar a su alrededor como un torbellino.
–Eso no lo protegerá –pensé, esbozando una maliciosa sonrisa que mi máscara no le permitiría ver.
Saqué de un bolsillo una pequeña piedra con una runa grabada en ella y la arrojé a la izquierda del elfo. Cuando impactó, liberó una onda expansiva. El elfo salió disparado hacia un lado y se estrelló contra una de las cajas de madera que cargaba el barco, quedando fuera de combate.[1]
Y entonces pude ver quién estaba saliendo del interior del barco. Tragué saliva, con los latidos de mi corazón acelerando. Inconscientemente retrocedí un paso, reconociendo la amenaza frente a mí.
Sus ojos plateados estaban fijados en los míos. Empuñaba con una mano una espada bastarda, la hoja envuelta por un aura de luz tenue. Empezó a andar hacia mí con pasos lentos, mirándome con aburrimiento.
No aparté la mirada. Hacerlo significaría darle una abertura para atacarme. Aun así, pude notar a los elfos que corrían desde el interior del barco a cubierta. Si no escapaba en ese instante, me atraparían.
Salí disparado hacia un lado, desenvainando la espada Retniw y entregándole de mi energía. Tharnil sacó tres pequeñas dagas negras de su abrigo, las cargó de éter y las lanzó a tres de mis puntos vitales. Los proyectiles, para su sorpresa, se clavaron en un dragón de hielo que se formó frente a mí para protegerme.[2]
Varias grietas se dibujaron a lo largo de mi invocación, pero él podía resistir más. Justo entonces las dagas brillaron con intensidad y explotaron, destruyéndolo. Trozos de hielo volaron en todas direcciones y una nube blanca y gélida quedó en el lugar.
Sin perder tiempo, Tharnil atravesó la nube en un parpadeo, tan veloz como cuando atacó al pelirrojo Einar, y realizó un veloz corte descendente, dibujando un arco con la efímera estela que dejaba el aura de su espada.
Pero solo cortó el aire.
Al instante alzó la vista al cielo, sin embargo, ya era demasiado tarde para saber que yo había dado un enorme salto vertical cuando el dragón explotó. Un rayo de luz cayó en su rostro sin que pudiera esquivarlo o bloquearlo.[3]
Mientras todavía me encontraba en el aire, vi con temor cómo mi rayo no solo no le quemó el rostro, sino que Tharnil lo adsorbió, concentró la mitad de la energía robada en su espada, que brilló con más fuerza, y la otra mitad en sus piernas para saltar a una velocidad terrorífica hacia mí.
También imbuí con éter a Retniw, la cual, a su vez, cubrió mi cuerpo con una delgada coraza de hielo.[4]
Realizó un veloz ataque vertical. Le respondí con mi espada. Las hojas colisionaron y la energía almacenadas en ellas se liberó, desencadenando una explosión centelleante que nos disparó en direcciones opuestas.[5]
Así, el duelo llegó a su final en menos de cinco segundos.
Tharnil rodó en la cubierta y se reincorporó en seguida. Corrió hacia la barandilla y miró al río, sus ojos recorriendo todo sin éxito. Buscarme no solo le era difícil por la oscuridad de la noche, sino también por la leve ceguera producida tras el centellazo anterior. Inconscientemente apretó sus dientes y puños, sintiendo una oleada de frustración, impotencia e ira hacia sí mismo.
Por otro lado, tras hundirme en el agua me obligué a nadar siguiendo la corriente, impulsado por el miedo. Mis brazos ardían y tanto el hielo como la tela negra que los cubrían desaparecieron, dejando al descubierto una piel enrojecida. Mis dedos, además, eran azotados por un dolor relampagueante al moverlos; solo por fuerza de voluntad no solté a Retniw. En cuanto la envainé, concentré energía de luz en mis brazos para sanarlos. La poca energía que aún conservaba.
Salí del río más adelante, donde me esperaba un caballo. Lo monté tan rápido como me fue posible, es decir, con lentitud, y cabalgué hacia la aldea donde esperaba Xana.
Mi trabajo de aquella noche ya estaba hecho, por fin, a pesar del último inconveniente. Ahora únicamente debía esperar que Schnee y Valyria hicieran su parte. De lo contrario, si fallaban, lloraría como un bebé hasta el momento en que me quedase dormido.
–Bueno, se acabó el tiempo –susurré para mí mismo. Miré la punta del mástil, donde descansaba Schnee, y deseé que hubiera entendido su papel–. Sé un buen pájaro esta vez, por favor. –Y corrí para lanzarme al río.
La madera, de pronto, se cubrió de blanco, iluminado por una intensa luz a mi izquierda. Instintivamente me arrojé al suelo, y unos pocos centímetros me separaron de la esfera de energía blanca que pasó por mi cabeza y se estrelló en…
No se estrelló.
Miré a mi derecha, advirtiendo cómo el proyectil trazaba un arco para volver a mí. Emprendí una veloz carrera hacia el alcázar, donde ahora estaba un joven elfo controlando la esfera con los movimientos de sus manos.
Imbuí mis piernas con una alta dosis de éter para ganar velocidad. El elfo, al comprender que yo lo alcanzaría antes que su esfera a mí, la deshizo para después juntar las palmas de sus manos y realizar una rápida plegaria. En respuesta, su cuerpo expulsó cientos de partículas de luz que empezaron a girar a su alrededor como un torbellino.
–Eso no lo protegerá –pensé, esbozando una maliciosa sonrisa que mi máscara no le permitiría ver.
Saqué de un bolsillo una pequeña piedra con una runa grabada en ella y la arrojé a la izquierda del elfo. Cuando impactó, liberó una onda expansiva. El elfo salió disparado hacia un lado y se estrelló contra una de las cajas de madera que cargaba el barco, quedando fuera de combate.[1]
Y entonces pude ver quién estaba saliendo del interior del barco. Tragué saliva, con los latidos de mi corazón acelerando. Inconscientemente retrocedí un paso, reconociendo la amenaza frente a mí.
Sus ojos plateados estaban fijados en los míos. Empuñaba con una mano una espada bastarda, la hoja envuelta por un aura de luz tenue. Empezó a andar hacia mí con pasos lentos, mirándome con aburrimiento.
No aparté la mirada. Hacerlo significaría darle una abertura para atacarme. Aun así, pude notar a los elfos que corrían desde el interior del barco a cubierta. Si no escapaba en ese instante, me atraparían.
Salí disparado hacia un lado, desenvainando la espada Retniw y entregándole de mi energía. Tharnil sacó tres pequeñas dagas negras de su abrigo, las cargó de éter y las lanzó a tres de mis puntos vitales. Los proyectiles, para su sorpresa, se clavaron en un dragón de hielo que se formó frente a mí para protegerme.[2]
Varias grietas se dibujaron a lo largo de mi invocación, pero él podía resistir más. Justo entonces las dagas brillaron con intensidad y explotaron, destruyéndolo. Trozos de hielo volaron en todas direcciones y una nube blanca y gélida quedó en el lugar.
Sin perder tiempo, Tharnil atravesó la nube en un parpadeo, tan veloz como cuando atacó al pelirrojo Einar, y realizó un veloz corte descendente, dibujando un arco con la efímera estela que dejaba el aura de su espada.
Pero solo cortó el aire.
Al instante alzó la vista al cielo, sin embargo, ya era demasiado tarde para saber que yo había dado un enorme salto vertical cuando el dragón explotó. Un rayo de luz cayó en su rostro sin que pudiera esquivarlo o bloquearlo.[3]
Mientras todavía me encontraba en el aire, vi con temor cómo mi rayo no solo no le quemó el rostro, sino que Tharnil lo adsorbió, concentró la mitad de la energía robada en su espada, que brilló con más fuerza, y la otra mitad en sus piernas para saltar a una velocidad terrorífica hacia mí.
También imbuí con éter a Retniw, la cual, a su vez, cubrió mi cuerpo con una delgada coraza de hielo.[4]
Realizó un veloz ataque vertical. Le respondí con mi espada. Las hojas colisionaron y la energía almacenadas en ellas se liberó, desencadenando una explosión centelleante que nos disparó en direcciones opuestas.[5]
Así, el duelo llegó a su final en menos de cinco segundos.
Tharnil rodó en la cubierta y se reincorporó en seguida. Corrió hacia la barandilla y miró al río, sus ojos recorriendo todo sin éxito. Buscarme no solo le era difícil por la oscuridad de la noche, sino también por la leve ceguera producida tras el centellazo anterior. Inconscientemente apretó sus dientes y puños, sintiendo una oleada de frustración, impotencia e ira hacia sí mismo.
Por otro lado, tras hundirme en el agua me obligué a nadar siguiendo la corriente, impulsado por el miedo. Mis brazos ardían y tanto el hielo como la tela negra que los cubrían desaparecieron, dejando al descubierto una piel enrojecida. Mis dedos, además, eran azotados por un dolor relampagueante al moverlos; solo por fuerza de voluntad no solté a Retniw. En cuanto la envainé, concentré energía de luz en mis brazos para sanarlos. La poca energía que aún conservaba.
Salí del río más adelante, donde me esperaba un caballo. Lo monté tan rápido como me fue posible, es decir, con lentitud, y cabalgué hacia la aldea donde esperaba Xana.
Mi trabajo de aquella noche ya estaba hecho, por fin, a pesar del último inconveniente. Ahora únicamente debía esperar que Schnee y Valyria hicieran su parte. De lo contrario, si fallaban, lloraría como un bebé hasta el momento en que me quedase dormido.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
[1] Objeto limitado: Runa de impulso.[2] Tercera habi de Retniw.
[3] Habi level 0 de Rauko: Lente convergente.
[4] Segunda habi de Retniw.
[5] Habi level 4 de Rauko: Choque fulminante.
Rauko
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
La alarma había sido dada, todo parte del plan, y aunque no podía ver a Rauko exactamente entre la distancia y la poca luz, suponía que se estaba escabullendo. Luego hubo un pequeño flash azulado y un elfo salió volando y reconsidero su suposición.
-Oh, venga ya, deja de chulear y sal de allí antes de que te maten.- No pudo evitar decir cuando un maldito dragón de hielo apareció en cubierta. Es decir, no sabía de quien era técnicamente, pero se hacía una idea. Por suerte, el elfo pareció leerle el pensamiento, puesto que el siguiente intercambio de golpes fue el último, y además estaba bastante segura de que había salido con vida, cosa que era un plus. El pajarraco búho-cosa del elfo había empezado a revolotear en círculos encima suyo, cual buitre, y ella extendió la mano, casi por instinto, como cuando extendías la mano a un gato atrapado de un árbol. Gran error, concluyo, en cuando las garras se clavaron en su armadura y arañaron su piel. El bichejo aleteo un par de veces, como pensando en despegar y finalmente empezó a dar pasitos hasta su hombro, donde pareció estar satisfecho, con tirones a algún mechón de pelo de vez en cuando.
Mientras tanto, la conmoción había atraído gente al puerto, concretamente los elfos que habían estado de permiso, que estaban allí, ante el barco como pardillos. –Bueno, ¿vais a poner la escalera o plancha o lo que sea o vais a quedaros mirando?- preguntó Valyria, ya en su papel de diplomática y por lo tanto superior. Seguramente. Actuaba como tal al menos. Eso pareció espabilarlos un poco, y un par de hombres colocaron una plancha con la que subir. Y por supuesto que ella fue primero. Solo entonces parecieron darse cuenta de que no la conocían, pero a media plancha, ella ya había sacado el látigo, que se desenredo hasta el suelo, rozando la madera y serpenteando casi como una serpiente. Y luego hizo un movimiento seco con la muñeca y el látigo restalló, llamando la atención de los tripulantes del barco, que sin duda estaban buscando a los asaltantes, a Rauko en el agua, y a la arquera. –Me alegro de no haber llegado demasiado tarde Tharnil. Y siento lo de la flecha.- le dijo al tipo que había herido, extendiendo la mano. El pobre elfo la miró confundido, luego a su mano, y luego a la flecha, hasta comprender.
-¿Me disparaste TÚ?- dijo indignado.
-Bueno, el ataque ya había empezado, y estaba muy lejos, y no habríais hecho caso a una loca gritando en el puerto… parecía una excelente opción en ese momento.- se olvidó de recuperar la flecha de momento, dedicándose al líder de esa cuadrilla.
-Has tenido suerte de que no parecían saber cómo de fuerte eres exactamente Tharnil, la próxima vez no será tan fácil. Porque habrá una próxima, no lo dudes. Has tenido suerte que uno de mis amigos elficos decidiera confirmarme la veracidad de cierta historia…- dijo, lentamente, mirando la reacción del hombre. –Imagínate mi sorpresa cuando me contó una historia sobre la que no tenía la más mínima idea, a pesar de que ese debería ser mi trabajo, e incluso tenia cartas para demostrar que había gente interesada en saber más… Y esta noche confirma las ganas que tienen de saber, supongo. Dime, ¿Qué diablos sabes de una tal Oromë y el objeto que llevaba? En privado, por favor, ya que parece ser que tendré que pasarme toda la noche escribiendo cartas para sacarnos el maldito gremio de asesinos de encima. O lo que fuera ese tipo. Y no dudes que voy a usar tu camerino, la taberna local no tiene ni una mesa que no huela a cerveza.- y espero, expectante, la reacción del elfo. Es decir, no creía que se la estuviera jugando, no moriría allí, seguramente, pero también podía cerrarse en banda, así que su mejor opción era una mezcla de culpa y ganas de arreglar ese estropicio.
-Oh, venga ya, deja de chulear y sal de allí antes de que te maten.- No pudo evitar decir cuando un maldito dragón de hielo apareció en cubierta. Es decir, no sabía de quien era técnicamente, pero se hacía una idea. Por suerte, el elfo pareció leerle el pensamiento, puesto que el siguiente intercambio de golpes fue el último, y además estaba bastante segura de que había salido con vida, cosa que era un plus. El pajarraco búho-cosa del elfo había empezado a revolotear en círculos encima suyo, cual buitre, y ella extendió la mano, casi por instinto, como cuando extendías la mano a un gato atrapado de un árbol. Gran error, concluyo, en cuando las garras se clavaron en su armadura y arañaron su piel. El bichejo aleteo un par de veces, como pensando en despegar y finalmente empezó a dar pasitos hasta su hombro, donde pareció estar satisfecho, con tirones a algún mechón de pelo de vez en cuando.
Mientras tanto, la conmoción había atraído gente al puerto, concretamente los elfos que habían estado de permiso, que estaban allí, ante el barco como pardillos. –Bueno, ¿vais a poner la escalera o plancha o lo que sea o vais a quedaros mirando?- preguntó Valyria, ya en su papel de diplomática y por lo tanto superior. Seguramente. Actuaba como tal al menos. Eso pareció espabilarlos un poco, y un par de hombres colocaron una plancha con la que subir. Y por supuesto que ella fue primero. Solo entonces parecieron darse cuenta de que no la conocían, pero a media plancha, ella ya había sacado el látigo, que se desenredo hasta el suelo, rozando la madera y serpenteando casi como una serpiente. Y luego hizo un movimiento seco con la muñeca y el látigo restalló, llamando la atención de los tripulantes del barco, que sin duda estaban buscando a los asaltantes, a Rauko en el agua, y a la arquera. –Me alegro de no haber llegado demasiado tarde Tharnil. Y siento lo de la flecha.- le dijo al tipo que había herido, extendiendo la mano. El pobre elfo la miró confundido, luego a su mano, y luego a la flecha, hasta comprender.
-¿Me disparaste TÚ?- dijo indignado.
-Bueno, el ataque ya había empezado, y estaba muy lejos, y no habríais hecho caso a una loca gritando en el puerto… parecía una excelente opción en ese momento.- se olvidó de recuperar la flecha de momento, dedicándose al líder de esa cuadrilla.
-Has tenido suerte de que no parecían saber cómo de fuerte eres exactamente Tharnil, la próxima vez no será tan fácil. Porque habrá una próxima, no lo dudes. Has tenido suerte que uno de mis amigos elficos decidiera confirmarme la veracidad de cierta historia…- dijo, lentamente, mirando la reacción del hombre. –Imagínate mi sorpresa cuando me contó una historia sobre la que no tenía la más mínima idea, a pesar de que ese debería ser mi trabajo, e incluso tenia cartas para demostrar que había gente interesada en saber más… Y esta noche confirma las ganas que tienen de saber, supongo. Dime, ¿Qué diablos sabes de una tal Oromë y el objeto que llevaba? En privado, por favor, ya que parece ser que tendré que pasarme toda la noche escribiendo cartas para sacarnos el maldito gremio de asesinos de encima. O lo que fuera ese tipo. Y no dudes que voy a usar tu camerino, la taberna local no tiene ni una mesa que no huela a cerveza.- y espero, expectante, la reacción del elfo. Es decir, no creía que se la estuviera jugando, no moriría allí, seguramente, pero también podía cerrarse en banda, así que su mejor opción era una mezcla de culpa y ganas de arreglar ese estropicio.
Valyria
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Re: ¿Dónde está Oromë? [Minievento, SCA]
¿Dónde está Oromë?
Pequeñas victorias:
* Tharnil Hodlamen revela a Valyria la situación actual de Oromë. Hodlamen estuve presente el día que Atreyu recogió a la dragona. Los rituales de sanación duraron tres días. Los elfos, bajo las órdenes de Atreyu, recogieron su sangre. La cual usarían para crear a La Dragona de la Rosa Negra. Cuando Oromë despertó, la dejaron marchar. Atreyu pensó que Nytt Hus era un objetivo potencial de El Hombre Muerto (y otras facciones interesadas en el 19) si mantenían a la dragona con ellos. La Nowo Khan aconsejó a Oromë que se escondiese en el norte, allí donde El Hombre Muerto había estado y vencido. Los muertos no buscan entre los cadáveres.
* La relación entre Valyria y Rauko es una incógnita para los elfos del clan Sondve.
* Tharnil Hodlamen no logra descubrir la identidad de su atacante, Rauko
Consecuencias: (se observarán más detalladamente en futuros temas)
* Tharnil Hodlamen cuenta lo ocurrido a Atreyu. El Clan Sondve acusará al Gremio de Asesinos del ataque sufrido.
* Atreyu reconoce un importante error. Nytt Hus es un objetivo de El Hombre Muerto por la información que los elfos poseen respecto a uno de los objetos del 19. Mejorará las defensas de la ciudad y buscará posibles alianzas en las demás facciones.
* Los pájaros de El Hombre Muerto conocen la relación entre Rauko y Valyria. Escucharon la elaboración del plan y las intenciones de ambos.
* Las cartas que Valyria escribe al final del tema llegan, además de Atreyu, a todos los usuarios que posean un ave como mascota. Para ello, Valyria deberá escribir esa carta en el tablón del bardo utilizando la etiqueta [SCA]
Recompensas:
* 12 puntos de experiencia
* 200 aeros.
Sigel
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