Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
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Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Cuando regresó a la habitación, la dragona seguía durmiendo. No tenía motivos para sorprenderse, después de todo, su ausencia no podía haber durado mucho más de una hora. Aquel trabajo había resultado más sencillo que el de Lunargenta, sin duda, aunque era mejor no cantar victoria demasiado pronto, aún podían pasar muchas cosas antes de que regresase a Beltrexus y entregase el pequeño paquete que descansaba en sus manos.
Hacía calor en la habitación y Valeria notaba el ambiente algo cargado. La bañera que descansaba en un rincón de la sala seguía llena, aunque hacía horas que el agua se había enfriado. En la mesa del centro, aún quedaban los platos de la cena, con los restos del asado, y se percibía el aroma del vino especiado, a pesar de que la jarra y los dos vasos estaban ya vacíos. La fragancia de Reivy coronaba el panorama olfativo del dormitorio. Era un perfume particularmente evocativo, pero el contraste con el aire fresco del exterior hacía que resultase demasiado intenso para su gusto.
La bruja dejó las botas y la capa junto a la puerta, avanzó hasta el armario, donde metió el paquete que acababa de recoger (ya decidiría más tarde si averiguaba o no qué contenía antes de entregarlo) y, cerrando la puerta del mueble con una mano, hizo un gesto con la otra que abrió, poco a poco, uno de los vanos de la ventana. El aire fresco de la madrugada se filtró en la habitación, aligerando el ambiente. Valeria oyó un suave gemido y se volvió hacia la cama. La dragona, tumbada de espaldas a la ventana, debía haber sentido frío y se había encogido ligeramente bajo las mantas, pero daba la impresión de que seguía durmiendo.
Val observó indecisa a Reivy durante un momento. Debía haber estado realmente fatigada para no haber notado ni su partida ni su regreso. No era para menos: por lo que le había contado, llevaba todo el día cortando y cargando madera. El combate con las arañas, y el que vino después, debían haberse notado también. Valeria sabía que la transformación de los dragones también consumía energía y, que ella supiera, se había transformado al menos dos veces aquel día. Una persona comprensiva y generosa, la dejaría dormir tranquila. Pero la bruja no era conocida por su generosidad y su comprensión; tampoco por dormir acompañada. Después de todo, si dormir fuera lo que quería hacer la mujer, tenía una bonita casa donde hacerlo tranquila.
Se desvistió sin hacer ruido y, con un gesto casi perezoso, hizo que las mantas se fueran retirando, revelando a la luz de la luna la piel de la dragona, que se erizó ligeramente ante el contacto con el aire fresco de la noche. Valeria no podía dejar de maravillarse ante el espectáculo: pareciera que todos los miembros de aquella raza eran altos y fuertes, al contrario que en la propia.
Se arrodilló con cuidado en la cama, detrás de Reivy y, apoyando suavemente una mano en su cadera, se acercó para depositar un ligero beso en la parte superior de la misma. Sin levantar la mano, avanzó un poco, rozando apenas con los labios la piel que separaba un punto del otro, y depositó otro beso un poco más cerca de la cintura de la dragona. Siguió avanzando por su costado, sin prisa.
Cuando llegó a la parte más estrecha de la cintura, empezó a desviarse ligeramente, hasta dar con la columna, que se convirtió en su guía de ascenso por la espalda de Reivy. Con una mano, se apoyaba en el colchón, la otra acarició ligeramente la cadera de la dragona para acomodarse en el arco de su cintura.
Sus labios alcanzaron la nuca de Reivy y su mano dejó atrás la cintura para seguir avanzando ligera por su costado. Valeria se acomodó detrás de la dragona y besó suavemente su cuello hasta dar con el inicio de su mandíbula. Su mano agarró, osada, uno se sus pechos y dio un suave apretón.
—Si todavía sigues durmiendo —susurró, sin que su voz pudiera ocultar la sonrisa divertida que se abría en sus labios—, va a ser un duro golpe para mi orgullo.
Sólo entonces se dio cuenta de que su cabello debía estar húmedo de rocío.
Hacía calor en la habitación y Valeria notaba el ambiente algo cargado. La bañera que descansaba en un rincón de la sala seguía llena, aunque hacía horas que el agua se había enfriado. En la mesa del centro, aún quedaban los platos de la cena, con los restos del asado, y se percibía el aroma del vino especiado, a pesar de que la jarra y los dos vasos estaban ya vacíos. La fragancia de Reivy coronaba el panorama olfativo del dormitorio. Era un perfume particularmente evocativo, pero el contraste con el aire fresco del exterior hacía que resultase demasiado intenso para su gusto.
La bruja dejó las botas y la capa junto a la puerta, avanzó hasta el armario, donde metió el paquete que acababa de recoger (ya decidiría más tarde si averiguaba o no qué contenía antes de entregarlo) y, cerrando la puerta del mueble con una mano, hizo un gesto con la otra que abrió, poco a poco, uno de los vanos de la ventana. El aire fresco de la madrugada se filtró en la habitación, aligerando el ambiente. Valeria oyó un suave gemido y se volvió hacia la cama. La dragona, tumbada de espaldas a la ventana, debía haber sentido frío y se había encogido ligeramente bajo las mantas, pero daba la impresión de que seguía durmiendo.
Val observó indecisa a Reivy durante un momento. Debía haber estado realmente fatigada para no haber notado ni su partida ni su regreso. No era para menos: por lo que le había contado, llevaba todo el día cortando y cargando madera. El combate con las arañas, y el que vino después, debían haberse notado también. Valeria sabía que la transformación de los dragones también consumía energía y, que ella supiera, se había transformado al menos dos veces aquel día. Una persona comprensiva y generosa, la dejaría dormir tranquila. Pero la bruja no era conocida por su generosidad y su comprensión; tampoco por dormir acompañada. Después de todo, si dormir fuera lo que quería hacer la mujer, tenía una bonita casa donde hacerlo tranquila.
Se desvistió sin hacer ruido y, con un gesto casi perezoso, hizo que las mantas se fueran retirando, revelando a la luz de la luna la piel de la dragona, que se erizó ligeramente ante el contacto con el aire fresco de la noche. Valeria no podía dejar de maravillarse ante el espectáculo: pareciera que todos los miembros de aquella raza eran altos y fuertes, al contrario que en la propia.
Se arrodilló con cuidado en la cama, detrás de Reivy y, apoyando suavemente una mano en su cadera, se acercó para depositar un ligero beso en la parte superior de la misma. Sin levantar la mano, avanzó un poco, rozando apenas con los labios la piel que separaba un punto del otro, y depositó otro beso un poco más cerca de la cintura de la dragona. Siguió avanzando por su costado, sin prisa.
Cuando llegó a la parte más estrecha de la cintura, empezó a desviarse ligeramente, hasta dar con la columna, que se convirtió en su guía de ascenso por la espalda de Reivy. Con una mano, se apoyaba en el colchón, la otra acarició ligeramente la cadera de la dragona para acomodarse en el arco de su cintura.
Sus labios alcanzaron la nuca de Reivy y su mano dejó atrás la cintura para seguir avanzando ligera por su costado. Valeria se acomodó detrás de la dragona y besó suavemente su cuello hasta dar con el inicio de su mandíbula. Su mano agarró, osada, uno se sus pechos y dio un suave apretón.
—Si todavía sigues durmiendo —susurró, sin que su voz pudiera ocultar la sonrisa divertida que se abría en sus labios—, va a ser un duro golpe para mi orgullo.
Sólo entonces se dio cuenta de que su cabello debía estar húmedo de rocío.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
El frio amenaza con despertarme y yo respondo con molestia cobijándome más en las sabanas, pero el frio gélido era persistente y de alguna manera consiguió quietarme mi ligera y cálida coraza, me replegué más sobre mi misma intentando retener el calor.
Fruncí el ceño molesta y frustrada sin saber porque sucedía todo aquello, hacia unos segundo estaba tomando el sol en la orilla del lago Tymer ¿De dónde salía aquel frio invernal? ¿Y porque me acariciaba el cuerpo una ninfa?
El sueño se alejaba y difuminaba rápidamente con cada estimulo que Reike me proporcionaba, había estirado de nuevo el cuerpo y relajado mi rostro, para cuando la bruja hubo apretado mi pecho yo ya estaba despierta, pero me resistía a abrir los ojos.
-No lo sé... -Comenté con la voz algo ronca. -creo que aún estoy dormida. -Carraspee aclarando la garganta. -A ver, prueba de nuevo. -Esperé a que la mujer repitiera alguna acción o hiciera otra nueva. -Mmm si, ya estoy despierta. -Sentencie con una sonrisa juguetona dándome la vuelta. -¿Te escapaste a aullarle a la luna? -Busqué divertida sus ojos amarillos con los míos y con los dedos de la mano más cercana recogí la húmeda cabellera de la bruja tras su oreja. -Pensaba que eso era cosa de los licántropos.
Ahora que reposaba de cara a la ventana pude entender el frio repentino que había sentido, seguro que la bruja era la causante del nuevo fenómeno climático del cuarto.
Apoyé el codo sobre la almohada recostando la cabeza en la mano y miré desvergonzada el cuerpo de Reike, cualquiera esperaría que la población de una isla bañada por el sol durante todo el año tuviera la piel oscura, pero Valeria la tenía pálida y regada de pecas. Extendí el brazo libre hasta el muslo de la maga y fui subiendo la mano hacia la cadera en busca de una perturbación con forma de media luna que había percibido antes de caer noqueada en la cama.
-¿Cuál es su historia? -Pregunté mientras pasaba las yemas de los dedos por la cicatriz. -Te peleaste con un gato grande, fue un conjuro que salió mal o una pelea de bar...
Levanté una ceja sarcástica, Reike no parecía de las que se metían en peleas de borrachos. Había dejado la mano alrededor de la vieja herida y la acariciaba con el pulgar, notando como se estrechaba en los extremos y se ensanchaba en el centro dejando un suave y liso tejido cicatrizal.
Fruncí el ceño molesta y frustrada sin saber porque sucedía todo aquello, hacia unos segundo estaba tomando el sol en la orilla del lago Tymer ¿De dónde salía aquel frio invernal? ¿Y porque me acariciaba el cuerpo una ninfa?
El sueño se alejaba y difuminaba rápidamente con cada estimulo que Reike me proporcionaba, había estirado de nuevo el cuerpo y relajado mi rostro, para cuando la bruja hubo apretado mi pecho yo ya estaba despierta, pero me resistía a abrir los ojos.
-No lo sé... -Comenté con la voz algo ronca. -creo que aún estoy dormida. -Carraspee aclarando la garganta. -A ver, prueba de nuevo. -Esperé a que la mujer repitiera alguna acción o hiciera otra nueva. -Mmm si, ya estoy despierta. -Sentencie con una sonrisa juguetona dándome la vuelta. -¿Te escapaste a aullarle a la luna? -Busqué divertida sus ojos amarillos con los míos y con los dedos de la mano más cercana recogí la húmeda cabellera de la bruja tras su oreja. -Pensaba que eso era cosa de los licántropos.
Ahora que reposaba de cara a la ventana pude entender el frio repentino que había sentido, seguro que la bruja era la causante del nuevo fenómeno climático del cuarto.
Apoyé el codo sobre la almohada recostando la cabeza en la mano y miré desvergonzada el cuerpo de Reike, cualquiera esperaría que la población de una isla bañada por el sol durante todo el año tuviera la piel oscura, pero Valeria la tenía pálida y regada de pecas. Extendí el brazo libre hasta el muslo de la maga y fui subiendo la mano hacia la cadera en busca de una perturbación con forma de media luna que había percibido antes de caer noqueada en la cama.
-¿Cuál es su historia? -Pregunté mientras pasaba las yemas de los dedos por la cicatriz. -Te peleaste con un gato grande, fue un conjuro que salió mal o una pelea de bar...
Levanté una ceja sarcástica, Reike no parecía de las que se metían en peleas de borrachos. Había dejado la mano alrededor de la vieja herida y la acariciaba con el pulgar, notando como se estrechaba en los extremos y se ensanchaba en el centro dejando un suave y liso tejido cicatrizal.
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Con una suave carcajada y sin soltar el pecho que aún tenía aprisionado, la bruja se apretó contra la espalda de Reivy y le dio un par de mordisquitos en el hombro y el cuello. Aún reía cuando la dragona se dio la vuelta.
—Bueno, los brujos también tenemos nuestros rituales —respondió, entre divertida y misteriosa.
Mientras se acomodaba en su nueva posición, frente a Reivy, ésta empezó a jugar con la cicatriz que tenía en la cadera. Así que era el momento de compartir batallitas. Bueno, no es que se tratara de un gran secreto o de una historia vergonzante, más bien, al contrario.
—Nada de bares —rió con ironía—, ni conjuros. —Calló por un par de segundos, para aumentar la expectación, mientras acercaba el pie hacia la dragona y acariciaba su pierna distraídamente— Fue un ataque pirata. En realidad, ya se estaban replegando, creo que no esperaban encontrar tanta resistencia. —Valeria bajó la vista hacia su pie, como si acabara de darse cuenta de lo que éste estaba haciendo, pero no paró— Uno de ellos siguió atacando mientras se retiraba y a mí se me ocurrió la brillante idea de interponerme entre su garfio y mi jefe. —Alzó de nuevo la vista hasta encontrarse con los ojos azules de la dragona— Ignoro si el tipo sobrevivió a aquella noche, pero tanto su garfio, como la mano que lo sostenía, los dejó atrás.
La bruja obvió el hecho de que no fue ella quien cercenó aquella mano y se movió más cerca de la dragona, con intención de cambiar el foco de la conversación. Había visto morir a casi todos los tripulantes de aquel barco, incluyendo al marinero que le quitó de encima al pirata del garfio, y no era una imagen que quisiese evocar en aquel momento. Con ayuda de su pierna, atrajo a Reivy hacia sí y aprovechó para llevar la vista y su propia mano hacia una enorme cicatriz que comenzaba en su hombro.
—¿Qué hay de su historia? —preguntó. Fue siguiendo con el dedo el recorrido de la antigua herida hasta situar la mano por detrás de la espalda de Reivy. Alzó de nuevo la vista hacia los ojos de ella y se acercó para depositar un beso en la delicada piel—. ¿Una batalla memorable? —murmuró y depositó otro beso en el cuello de la dragona—, ¿o, quizá, una pelea de bar? —Depositó un último beso en el mentón de la dragona y se separó un poco, dedicándole una sonrisa traviesa.
—Bueno, los brujos también tenemos nuestros rituales —respondió, entre divertida y misteriosa.
Mientras se acomodaba en su nueva posición, frente a Reivy, ésta empezó a jugar con la cicatriz que tenía en la cadera. Así que era el momento de compartir batallitas. Bueno, no es que se tratara de un gran secreto o de una historia vergonzante, más bien, al contrario.
—Nada de bares —rió con ironía—, ni conjuros. —Calló por un par de segundos, para aumentar la expectación, mientras acercaba el pie hacia la dragona y acariciaba su pierna distraídamente— Fue un ataque pirata. En realidad, ya se estaban replegando, creo que no esperaban encontrar tanta resistencia. —Valeria bajó la vista hacia su pie, como si acabara de darse cuenta de lo que éste estaba haciendo, pero no paró— Uno de ellos siguió atacando mientras se retiraba y a mí se me ocurrió la brillante idea de interponerme entre su garfio y mi jefe. —Alzó de nuevo la vista hasta encontrarse con los ojos azules de la dragona— Ignoro si el tipo sobrevivió a aquella noche, pero tanto su garfio, como la mano que lo sostenía, los dejó atrás.
La bruja obvió el hecho de que no fue ella quien cercenó aquella mano y se movió más cerca de la dragona, con intención de cambiar el foco de la conversación. Había visto morir a casi todos los tripulantes de aquel barco, incluyendo al marinero que le quitó de encima al pirata del garfio, y no era una imagen que quisiese evocar en aquel momento. Con ayuda de su pierna, atrajo a Reivy hacia sí y aprovechó para llevar la vista y su propia mano hacia una enorme cicatriz que comenzaba en su hombro.
—¿Qué hay de su historia? —preguntó. Fue siguiendo con el dedo el recorrido de la antigua herida hasta situar la mano por detrás de la espalda de Reivy. Alzó de nuevo la vista hacia los ojos de ella y se acercó para depositar un beso en la delicada piel—. ¿Una batalla memorable? —murmuró y depositó otro beso en el cuello de la dragona—, ¿o, quizá, una pelea de bar? —Depositó un último beso en el mentón de la dragona y se separó un poco, dedicándole una sonrisa traviesa.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Observaba a Valeria con interés mientras contaba su historia. A sí que piratas, pensaba al tiempo que arrugaba las cejas. Malditos carniceros, los primeros casi me dejan sin brazo y los segundos casi me dejan sin hija... Solté un leve gruñido. A la próxima los envío al fondo del mar.
Como no podía ser de otra manera, me dejé atraer por las caricias y las sugerentes guías que el cuerpo de Reike me daba. Me sentía agotada después de todo el trajín de la mañana y la noche, tenía que admitir que nunca había caído tan rápido en la cama... en el momento en que sus manos dejaron de acariciarme me adentré en un sueño profundo y no desperté hasta que la bruja tocó de nuevo mi piel.
Realmente dudaba de que pudiera dar para algo más que una charla, pero de alguna manera cada vez que sentía su tacto mi cuerpo se reactivaba.
-¿Me pregunto cuál era? -Respondí haciéndome la interesante y bajando la vista hacia la cicatriz. -Si esto hubiera sido en una pelea de bar, hubiera sido una pelea memorable ¿no crees?
Repliqué la sonrisa de la mujer y terminé el ciclo de besos que ella había empezado, besé aquella sonrisa traviesa con picardía y rodeando la cintura de la bruja con los brazos la inste a subir sobre mi cuerpo.
-Esta señorita me la hice en una batalla caótica. -Expliqué señalando con la punta del dedo el inicio de la cicatriz. -Fue en ciudad Lagarto, la noche anterior a que la locura del nirana se extendiera por Dundarak...
Aparté la mano de mi herida y busqué la de la bruja para, seguidamente, recorrer de manera distraída las pecas de su tripa hasta llegar al obligo.
-Hubo de todo, una estampida humana, guardias de Lunargenta raptando niñas, -Bajé la vista hacia mi mano y seguí su recorrido por la línea alba de la bruja. -bios peleando contra hombres-bestia, chuchos que disparaban a grifos, una loca que me tiraba del pelo... otra loca que me dio un mandoble en el hombro.
Guardé silencio por un instante al llegar al valle que formaban los pechos de la menuda bruja, sonreí con sorna cuando mis dedos rozaron sus bases y pasé de largo como si aquello no fuera conmigo.
-Después vinieron los elfos, una mujer dragón... yo no, otra, una amiga mía. -Levanté las cejas con ironía al percatarme que aquellas palabras eran las típicas que se pronunciaban cuando tienes un problema y no quieres decir que te ha pasado a ti. -Se tragó una piedra y estalló en llamas.
Reike tenía un flequillo rebelde. Hacía nada que se lo había colocado tras la oreja y ya estaba otra vez sobra su rostro, volví a apartarle el mechón de pelo y descendí con mis uñas por su pálida espalda. Sin hacer presión, tan solo un leve roce que provocaba un cómodo cosquilleo.
-¡Oh! y toda la ciudad ardió y se convirtió en cenizas.
Aquella caótica guerra de una sola noche había sido mucho más cruda que las despreocupadas y entretenidas palabras que mi boca soltaba. Aquel grifo derribado había sido mi hija, la cual estuve a punto de perder, aquel chucho que prendió fuego a media ciudad era un centinela, el mandoble en mi hombro me dejó moribunda y la dragona que se prendió fuego era mi mejor amiga... la batalla de las cenizas había sido cruenta y barbárica, pero todos aquellos detalles no eran necesarios ahora, a menos que quisiera helar el ambiente, entonces serian detalles esplendidos.
Como no podía ser de otra manera, me dejé atraer por las caricias y las sugerentes guías que el cuerpo de Reike me daba. Me sentía agotada después de todo el trajín de la mañana y la noche, tenía que admitir que nunca había caído tan rápido en la cama... en el momento en que sus manos dejaron de acariciarme me adentré en un sueño profundo y no desperté hasta que la bruja tocó de nuevo mi piel.
Realmente dudaba de que pudiera dar para algo más que una charla, pero de alguna manera cada vez que sentía su tacto mi cuerpo se reactivaba.
-¿Me pregunto cuál era? -Respondí haciéndome la interesante y bajando la vista hacia la cicatriz. -Si esto hubiera sido en una pelea de bar, hubiera sido una pelea memorable ¿no crees?
Repliqué la sonrisa de la mujer y terminé el ciclo de besos que ella había empezado, besé aquella sonrisa traviesa con picardía y rodeando la cintura de la bruja con los brazos la inste a subir sobre mi cuerpo.
-Esta señorita me la hice en una batalla caótica. -Expliqué señalando con la punta del dedo el inicio de la cicatriz. -Fue en ciudad Lagarto, la noche anterior a que la locura del nirana se extendiera por Dundarak...
Aparté la mano de mi herida y busqué la de la bruja para, seguidamente, recorrer de manera distraída las pecas de su tripa hasta llegar al obligo.
-Hubo de todo, una estampida humana, guardias de Lunargenta raptando niñas, -Bajé la vista hacia mi mano y seguí su recorrido por la línea alba de la bruja. -bios peleando contra hombres-bestia, chuchos que disparaban a grifos, una loca que me tiraba del pelo... otra loca que me dio un mandoble en el hombro.
Guardé silencio por un instante al llegar al valle que formaban los pechos de la menuda bruja, sonreí con sorna cuando mis dedos rozaron sus bases y pasé de largo como si aquello no fuera conmigo.
-Después vinieron los elfos, una mujer dragón... yo no, otra, una amiga mía. -Levanté las cejas con ironía al percatarme que aquellas palabras eran las típicas que se pronunciaban cuando tienes un problema y no quieres decir que te ha pasado a ti. -Se tragó una piedra y estalló en llamas.
Reike tenía un flequillo rebelde. Hacía nada que se lo había colocado tras la oreja y ya estaba otra vez sobra su rostro, volví a apartarle el mechón de pelo y descendí con mis uñas por su pálida espalda. Sin hacer presión, tan solo un leve roce que provocaba un cómodo cosquilleo.
-¡Oh! y toda la ciudad ardió y se convirtió en cenizas.
Aquella caótica guerra de una sola noche había sido mucho más cruda que las despreocupadas y entretenidas palabras que mi boca soltaba. Aquel grifo derribado había sido mi hija, la cual estuve a punto de perder, aquel chucho que prendió fuego a media ciudad era un centinela, el mandoble en mi hombro me dejó moribunda y la dragona que se prendió fuego era mi mejor amiga... la batalla de las cenizas había sido cruenta y barbárica, pero todos aquellos detalles no eran necesarios ahora, a menos que quisiera helar el ambiente, entonces serian detalles esplendidos.
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
La bruja saboreó su pequeño triunfo ampliando su sonrisa cuando la mujer dragón se acercó para besarla. Se dejó llevar por los brazos fuertes y hábiles de Reivy y, en un momento, estaba sentada sobre ella, con las rodillas apoyadas en la cama, a ambos lados de su cintura. Volvió a sonreír: siempre le gustó más estar encima.
La dragona le hablaba acerca de una batalla caótica y encarnecida en Ciudad Lagarto. No era la primera vez que Valeria oía hablar sobre aquel lugar. Por lo que le habían contado, no parecía la clase de ciudad a la que iría de visita una madre trabajadora. Pero no le cabía duda de que la mujer que tenía delante era mucho más que eso. Aquello sólo aumentaba su interés.
Las palabras de Reivy contrastaban con el tono despreocupado que empleaba la dragona para hablar, así como con las acciones de aquella mano que, de forma suave y distraída, iba causando pequeñas ráfagas de placer allí por donde pasaba. Cuando el cosquilleo se extendió por sus pechos, buscó, con un destello en los ojos, la mirada de su acompañante. «¿Quién provoca a quién ahora?», decía su gesto sin palabras.
Se recordó a sí misma que no había ninguna prisa, que faltaban aún varias horas para el amanecer, «deja que termine su historia», y se mordió el labio para no precipitarse de nuevo sobre los de ella. El premio a su paciencia fue el delicioso cosquilleo que descendió por su espalda momentos después haciendo que se entreabriera su boca y se entrecerraran sus ojos.
La mujer sabía lo que hacía y eso a Valeria le encantaba. Abrió de nuevo los ojos para mirar a la dragona. Se preguntaba qué edad tendría. Aparentaba ser una mujer joven, puede que más de lo que lo era ella, pero la bruja sabía bien que los dragones podían vivir muchísimos años y envejecían muy lentamente. Aquello era algo que siempre la había fascinado acerca de su raza, casi tanto como su capacidad para transformarse a placer en aquellas terribles y hermosas criaturas.
—Lunargenta, Ciudad Lagarto… Me pregunto a cuántas batallas más has sobrevivido —murmuró y, sin ocultar la excitación que le producía la idea, se inclinó para besarla, esta vez, sin juegos. Fue un beso lento, largo, satisfactorio. Cuando terminó, se incorporó sólo a medias. Le gustaba sentir el cuerpo atlético de Reivy contra el suyo—. Hagamos que valga la pena tanta lucha —«Aunque sea por una noche».
Con un guiño y una nueva sonrisa, la bruja se inclinó para volver a besar el mentón de la dragona. Luego descendió por un lado de su mandíbula, sin prisa, buscando la piel suave de su cuello. Con ayuda de manos y rodillas y procurando no despegarse demasiado del cuerpo de su amante, fue retrocediendo poco a poco en la cama, dejando espacio para que sus labios saboreasen con calma aquella piel pálida y suave que cubría los bien torneados músculos de la mujer dragón. De vez en cuando, se detenía en algún punto y, dejando que su lengua saliera también a pasear, se deleitaba con las sensaciones que provocaba en la presa que yacía bajo ella.
La dragona le hablaba acerca de una batalla caótica y encarnecida en Ciudad Lagarto. No era la primera vez que Valeria oía hablar sobre aquel lugar. Por lo que le habían contado, no parecía la clase de ciudad a la que iría de visita una madre trabajadora. Pero no le cabía duda de que la mujer que tenía delante era mucho más que eso. Aquello sólo aumentaba su interés.
Las palabras de Reivy contrastaban con el tono despreocupado que empleaba la dragona para hablar, así como con las acciones de aquella mano que, de forma suave y distraída, iba causando pequeñas ráfagas de placer allí por donde pasaba. Cuando el cosquilleo se extendió por sus pechos, buscó, con un destello en los ojos, la mirada de su acompañante. «¿Quién provoca a quién ahora?», decía su gesto sin palabras.
Se recordó a sí misma que no había ninguna prisa, que faltaban aún varias horas para el amanecer, «deja que termine su historia», y se mordió el labio para no precipitarse de nuevo sobre los de ella. El premio a su paciencia fue el delicioso cosquilleo que descendió por su espalda momentos después haciendo que se entreabriera su boca y se entrecerraran sus ojos.
La mujer sabía lo que hacía y eso a Valeria le encantaba. Abrió de nuevo los ojos para mirar a la dragona. Se preguntaba qué edad tendría. Aparentaba ser una mujer joven, puede que más de lo que lo era ella, pero la bruja sabía bien que los dragones podían vivir muchísimos años y envejecían muy lentamente. Aquello era algo que siempre la había fascinado acerca de su raza, casi tanto como su capacidad para transformarse a placer en aquellas terribles y hermosas criaturas.
—Lunargenta, Ciudad Lagarto… Me pregunto a cuántas batallas más has sobrevivido —murmuró y, sin ocultar la excitación que le producía la idea, se inclinó para besarla, esta vez, sin juegos. Fue un beso lento, largo, satisfactorio. Cuando terminó, se incorporó sólo a medias. Le gustaba sentir el cuerpo atlético de Reivy contra el suyo—. Hagamos que valga la pena tanta lucha —«Aunque sea por una noche».
Con un guiño y una nueva sonrisa, la bruja se inclinó para volver a besar el mentón de la dragona. Luego descendió por un lado de su mandíbula, sin prisa, buscando la piel suave de su cuello. Con ayuda de manos y rodillas y procurando no despegarse demasiado del cuerpo de su amante, fue retrocediendo poco a poco en la cama, dejando espacio para que sus labios saboreasen con calma aquella piel pálida y suave que cubría los bien torneados músculos de la mujer dragón. De vez en cuando, se detenía en algún punto y, dejando que su lengua saliera también a pasear, se deleitaba con las sensaciones que provocaba en la presa que yacía bajo ella.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Con la experiencia una aprende a ser versátil, a desenvolverse de diferentes maneras para encontrar siempre el placer dual, pero cuando te encuentras a una persona que usa el mismo juego que tú, que disfruta sabiendo que harás lo mismo, que espera el momento en que le devuelvas la jugada... Esos encuentros, este encuentro, son únicos.
Reike destilaba picardía, coqueteo, sus ojos brillaban desafiantes, pero al mismo tiempo apaciguaban, decían "Estoy aquí, pero aun no es el momento"; "juguemos un rato más al gato y el ratón".
Sonreí de medio lado tras el beso, sus labios bajaban y yo inclinaba la cabeza hacia atrás, mostrando más el cuello y entreabriendo los labios.
La piel de la bruja rozaba mi piel, sus manos acariciaban casualmente mi costado, como si la evidente provocación fuera solo una mera ilusión, como si aquellas uñas que se clavaban en mi piel fueran tan solo el resultado de un error inocente.
Me recosté sobre los codos despegando la espalda de la cama cuando Valeria llegó a mi vientre. Los besos picaros y los labios coquetos se abrían paso como si fueran una llave maestra, la lengua desvergonzada hacía las veces de ganzúa cuando la cerradura se resistía. Mis piernas se movían solas y se abrían lentamente ante el imparable avance de la mujer, se me erizó la piel al sentir la fría humedad del cabello de Reike contra mi rodilla.
-Esto es porque antes no te deje estar encima, -Miré aquellos ojos amarillos con diversión. -o por que el ambiente de la calle te enfrió las hormonas. -Levanté una ceja y sonreí desafiante a la morena, me encantaba lo que estaba haciendo... pero no sería yo misma si no intentara provocarla. -Porque si estas cansada puedo volver a ponerte debajo.
Estiré los brazos y cambie el peso del cuerpo de los codos a las manos, ahora estaba prácticamente sentada había recuperado el equilibro y podía mantener la posición sin apoyarme en las manos. Incliné el cuerpo hacia delante, dejé caer el antebrazo en la rodilla que tenía levantada y con la mano libre recorrí la columna de la bruja sin dejar de observar los gestos de su rostro.
Reike destilaba picardía, coqueteo, sus ojos brillaban desafiantes, pero al mismo tiempo apaciguaban, decían "Estoy aquí, pero aun no es el momento"; "juguemos un rato más al gato y el ratón".
Sonreí de medio lado tras el beso, sus labios bajaban y yo inclinaba la cabeza hacia atrás, mostrando más el cuello y entreabriendo los labios.
La piel de la bruja rozaba mi piel, sus manos acariciaban casualmente mi costado, como si la evidente provocación fuera solo una mera ilusión, como si aquellas uñas que se clavaban en mi piel fueran tan solo el resultado de un error inocente.
Me recosté sobre los codos despegando la espalda de la cama cuando Valeria llegó a mi vientre. Los besos picaros y los labios coquetos se abrían paso como si fueran una llave maestra, la lengua desvergonzada hacía las veces de ganzúa cuando la cerradura se resistía. Mis piernas se movían solas y se abrían lentamente ante el imparable avance de la mujer, se me erizó la piel al sentir la fría humedad del cabello de Reike contra mi rodilla.
-Esto es porque antes no te deje estar encima, -Miré aquellos ojos amarillos con diversión. -o por que el ambiente de la calle te enfrió las hormonas. -Levanté una ceja y sonreí desafiante a la morena, me encantaba lo que estaba haciendo... pero no sería yo misma si no intentara provocarla. -Porque si estas cansada puedo volver a ponerte debajo.
Estiré los brazos y cambie el peso del cuerpo de los codos a las manos, ahora estaba prácticamente sentada había recuperado el equilibro y podía mantener la posición sin apoyarme en las manos. Incliné el cuerpo hacia delante, dejé caer el antebrazo en la rodilla que tenía levantada y con la mano libre recorrí la columna de la bruja sin dejar de observar los gestos de su rostro.
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Descendía con calma por el cuerpo de Reivy. «Despacio», se decía, «no hay prisa». Cuando llegó a la línea de la cintura, acomodó su cuerpo entre las piernas de la dragona y, apoyando el peso del tronco en un codo, junto a su cadera, se dispuso a jugar un poco con la suave piel del vientre. Había algo en esa zona del cuerpo tan delicada, tan expuesta, que la atraía especialmente.
Describiendo círculos en torno al ombligo, alternaba suaves caricias, en las que los dedos de su mano libre apenas rozaban la piel de su compañera de juegos, con besos más demandantes, un mordisco aquí o allá, el húmedo cosquilleo de su lengua.
Los besos se alejaron poco a poco del ombligo de la dragona y empezaron a dibujar la línea de su pubis. La bruja levantó la vista, hacia Reivy. «¿Quieres que siga?», decían sus ojos. «Aún no», respondían ellos mismos. Y con una caricia casual en el interior de su muslo, que sirvió para reacomodar su brazo y el peso de su cuerpo, fue desviando sus labios hacia la cadera, la ingle y el muslo de la dragona.
Aquella provocación le arrancó a Valeria una carcajada, y le costó a Reivy un mordisco en aquel muslo tan apetecible. La bruja se divertía teniendo el cuerpo de la mujer en sus manos, pero sólo por aquello, se sintió tentada de pasarle el testigo en aquel momento. Adelante, morena, veamos qué energía te queda. Se incorporó ligeramente apoyando el peso del cuerpo sobre las rodillas y, acariciando distraídamente la parte externa del muslo de Reivy y sin dejar de mirarle a los ojos, depositó un beso suave, un leve roce en la parte interna antes de responder.
—No soy yo la que se quedó dormida como una viejita. ¿La señora se hace mayor para quedarse despierta hasta tarde?
Sonrió con picardía mientras volvía a su tarea, pero apenas se había acercado de vuelta a la ingle cuando la dragona dio con su punto débil. Aquella caricia por su columna hizo que su cuerpo se estremeciera de gusto y se olvidara por completo de lo que estaba haciendo, y de todo el tiempo que tenían por delante. Tan pronto como recuperó el control de sus miembros, se incorporó por completo. De rodillas frente a la dragona, para contrarrestar la diferencia de alturas, la besó de nuevo. Con insistencia, con hambre; demandando, exigiendo respuesta; como si necesitase el aire de sus pulmones para respirar.
Describiendo círculos en torno al ombligo, alternaba suaves caricias, en las que los dedos de su mano libre apenas rozaban la piel de su compañera de juegos, con besos más demandantes, un mordisco aquí o allá, el húmedo cosquilleo de su lengua.
Los besos se alejaron poco a poco del ombligo de la dragona y empezaron a dibujar la línea de su pubis. La bruja levantó la vista, hacia Reivy. «¿Quieres que siga?», decían sus ojos. «Aún no», respondían ellos mismos. Y con una caricia casual en el interior de su muslo, que sirvió para reacomodar su brazo y el peso de su cuerpo, fue desviando sus labios hacia la cadera, la ingle y el muslo de la dragona.
Aquella provocación le arrancó a Valeria una carcajada, y le costó a Reivy un mordisco en aquel muslo tan apetecible. La bruja se divertía teniendo el cuerpo de la mujer en sus manos, pero sólo por aquello, se sintió tentada de pasarle el testigo en aquel momento. Adelante, morena, veamos qué energía te queda. Se incorporó ligeramente apoyando el peso del cuerpo sobre las rodillas y, acariciando distraídamente la parte externa del muslo de Reivy y sin dejar de mirarle a los ojos, depositó un beso suave, un leve roce en la parte interna antes de responder.
—No soy yo la que se quedó dormida como una viejita. ¿La señora se hace mayor para quedarse despierta hasta tarde?
Sonrió con picardía mientras volvía a su tarea, pero apenas se había acercado de vuelta a la ingle cuando la dragona dio con su punto débil. Aquella caricia por su columna hizo que su cuerpo se estremeciera de gusto y se olvidara por completo de lo que estaba haciendo, y de todo el tiempo que tenían por delante. Tan pronto como recuperó el control de sus miembros, se incorporó por completo. De rodillas frente a la dragona, para contrarrestar la diferencia de alturas, la besó de nuevo. Con insistencia, con hambre; demandando, exigiendo respuesta; como si necesitase el aire de sus pulmones para respirar.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Ahogué un gemido y observé a Reike con toda la tranquilidad que se podía tener en un momento como este. Esperando una respuesta, un movimiento... esperando cualquier cosa que me hiciera vislumbrar el siguiente paso.
¿Vieja? vieja, ¿Yo? Parpadee desconcertada y un segundo después reí con fuerza mientras me acomodaba. Estaba en la flor de la vida, al menos desde la perspectiva de mi raza, porque si fuera humana ya estaría asentada en una casa esperando ver a mis nietos. Reí una vez más, pero esta vez entre dientes.
-A esta vieja aún le queda mucha guerra que dar.
Respondí, al tiempo que mi dedo bajaba por la columna de mi amante, sonriendo triunfal al ver el cuerpo de Valeria parar en seco presa de un placer inesperado.
La vi levantarse sobre sus patas traseras como una tigresa que se lanza a por su presa, sentí su rápido ataque sobre mis labios, desesperada, famélica.
Abracé su cuerpo atrayéndolo hacia el mío, pegando piel con piel, apretando como si quisiera que fuéramos una. Con una mano presionaba la nalga derecha de la bruja y con la otra bajaba de nuevo por la columna de la mujer, pero esta vez con las uñas.
El beso se intensifico al momento, yo respiraba con fuerza abriendo las aletas de la nariz, ella me invadía y devoraba.
Sin darme cuenta la piel se me hizo más pálida, mis manos dejaron de hacer presión y por un segundo todo se volvió blanco. Me separé, sin pretenderlo, de los labios que seguían exigiendo más, abrí los ojos y miré con pupilas dilatadas los absorbentes iris de la bruja.
-Val... -Susurre entre jadeos recuperando el aire. Parpadee algo aturdida y antes de que la bruja pudiera besarme de nuevo bajé hacia su estilizado cuello. -Val.
Volví a repetir, antes de apretar de nuevo su cuerpo contra el mío, resoplando mientras mis dientes se cerraban en la base de su cuello. Mis uñas bajaban por su espalda, se movían por los costados, rodeando las caderas y adentrándose en la entrepierna de la bruja.
Rozando todo y no tocando nada mis dedos se colocaron en la cara interna de los pecosos muslos, apretando para que Reike se abriera.
Descendía con mi boca por los pechos que antes había pasado de largo, jugaba con uno y otro, a la vez que movía mis piernas y encorvaba la espalda por la diferencia de altura que estaba surgiendo.
Al igual que Valeria yo también estaba ahora de rodillas, pero poco me duro, aquel estado fue solo una transición para poder pasar mis piernas entre el espacio que dejaban las de Reike.
Dejé estar aquellos tersos pechos y seguí camino al tiempo que deslizaba el cuerpo por la cama. Los pies se salieron al llegar al final y las rodillas quedaron contra el borde del lecho.
Los besos dejaron atrás el monte de venus, la cabeza estaba contra las sabanas y mis codos ya no eran un punto de apoyo. Ascendí con las manos por los muslos de la bruja y cuando llegué a sus nalgas las encerré contra mis palmas en una silenciosa demanda para que bajara el cuerpo.
Desde aquella posición Valeria se alzaba imponente, dominante, magistral.
Podía verlo todo sin moverme: el brillo húmedo y el brillo de sus ojos, la marcada mandíbula sobre el cuello, el mechón rebelde que volvía a estar fuera del sitio y sus rojizos labios a través del canal de sus pechos.
¿Vieja? vieja, ¿Yo? Parpadee desconcertada y un segundo después reí con fuerza mientras me acomodaba. Estaba en la flor de la vida, al menos desde la perspectiva de mi raza, porque si fuera humana ya estaría asentada en una casa esperando ver a mis nietos. Reí una vez más, pero esta vez entre dientes.
-A esta vieja aún le queda mucha guerra que dar.
Respondí, al tiempo que mi dedo bajaba por la columna de mi amante, sonriendo triunfal al ver el cuerpo de Valeria parar en seco presa de un placer inesperado.
La vi levantarse sobre sus patas traseras como una tigresa que se lanza a por su presa, sentí su rápido ataque sobre mis labios, desesperada, famélica.
Abracé su cuerpo atrayéndolo hacia el mío, pegando piel con piel, apretando como si quisiera que fuéramos una. Con una mano presionaba la nalga derecha de la bruja y con la otra bajaba de nuevo por la columna de la mujer, pero esta vez con las uñas.
El beso se intensifico al momento, yo respiraba con fuerza abriendo las aletas de la nariz, ella me invadía y devoraba.
Sin darme cuenta la piel se me hizo más pálida, mis manos dejaron de hacer presión y por un segundo todo se volvió blanco. Me separé, sin pretenderlo, de los labios que seguían exigiendo más, abrí los ojos y miré con pupilas dilatadas los absorbentes iris de la bruja.
-Val... -Susurre entre jadeos recuperando el aire. Parpadee algo aturdida y antes de que la bruja pudiera besarme de nuevo bajé hacia su estilizado cuello. -Val.
Volví a repetir, antes de apretar de nuevo su cuerpo contra el mío, resoplando mientras mis dientes se cerraban en la base de su cuello. Mis uñas bajaban por su espalda, se movían por los costados, rodeando las caderas y adentrándose en la entrepierna de la bruja.
Rozando todo y no tocando nada mis dedos se colocaron en la cara interna de los pecosos muslos, apretando para que Reike se abriera.
Descendía con mi boca por los pechos que antes había pasado de largo, jugaba con uno y otro, a la vez que movía mis piernas y encorvaba la espalda por la diferencia de altura que estaba surgiendo.
Al igual que Valeria yo también estaba ahora de rodillas, pero poco me duro, aquel estado fue solo una transición para poder pasar mis piernas entre el espacio que dejaban las de Reike.
Dejé estar aquellos tersos pechos y seguí camino al tiempo que deslizaba el cuerpo por la cama. Los pies se salieron al llegar al final y las rodillas quedaron contra el borde del lecho.
Los besos dejaron atrás el monte de venus, la cabeza estaba contra las sabanas y mis codos ya no eran un punto de apoyo. Ascendí con las manos por los muslos de la bruja y cuando llegué a sus nalgas las encerré contra mis palmas en una silenciosa demanda para que bajara el cuerpo.
Desde aquella posición Valeria se alzaba imponente, dominante, magistral.
Podía verlo todo sin moverme: el brillo húmedo y el brillo de sus ojos, la marcada mandíbula sobre el cuello, el mechón rebelde que volvía a estar fuera del sitio y sus rojizos labios a través del canal de sus pechos.
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Reivy respondió a aquel beso con similar o mayor empeño que la bruja, alimentando su deseo. Su cuerpo se vio atrapado en brazos de la dragona y Valeria se recreaba en sus caricias. A través de sus lenguas enredadas, parecía abrirse paso una corriente de energía que no hacía sino acrecentar su avidez. Pero, entonces, la dragona se apartó de repente y la bruja la miró desconcertada durante un momento. ¿Por qué parar ahora?
Afortunadamente, aquel instante duró poco y pronto fue Reivy la que hacía descender su lengua por el cuerpo de su amante. Val se dejó hacer. Se sentía flotar, más despierta que nunca. Cerró los ojos y su piel pareció expandirse por toda la habitación. Si estiraba y movía los dedos, podía hacer tintinear los fraquitos que descansaban en su baúl de ingredientes. Las escudillas y cubiertos que descansaban sobre la mesa se tambalearon, provocando una vibración que ascendía por la espalda de la bruja. Hasta le pareció que, si extendía el pie, notaría el agua fría de la bañera.
Pero lo realmente excitante era esa corriente de energía que parecía rodear a las dos amantes. Valeria podía percibir esa chispeante vibración en el éter. ¿La provocaba la dragona de viento o acaso ella misma? ¿O se trataba de la combinación de ambas? Como los ingredientes de una poción, que provocaban reacciones que iban más allá de sus propias propiedades individuales. De cualquier manera, y con el poder del rayo casi al alcance de su mano, los besos de Reivy parecían añadir más potencia a toda aquella energía. Por un instante, la bruja se preguntó cómo experimentarían el sexo todas aquellas personas que no tienen contacto con el éter y le pareció que ella no podría soportar aquel vacío.
Abrió los ojos y los volvió hacia los de la dragona que, desde el hueco entre sus piernas, demandaba de la bruja que bajase el cuerpo hacia ella. Un maravilloso compromiso entre una posición activa y otra dominante. Valeria obedeció sonriente y dejó que Reivy explorase a su gusto mientras sus propias manos acariciaban aquellos rincones de su cuerpo que la mujer había ido dejando atrás.
Afortunadamente, aquel instante duró poco y pronto fue Reivy la que hacía descender su lengua por el cuerpo de su amante. Val se dejó hacer. Se sentía flotar, más despierta que nunca. Cerró los ojos y su piel pareció expandirse por toda la habitación. Si estiraba y movía los dedos, podía hacer tintinear los fraquitos que descansaban en su baúl de ingredientes. Las escudillas y cubiertos que descansaban sobre la mesa se tambalearon, provocando una vibración que ascendía por la espalda de la bruja. Hasta le pareció que, si extendía el pie, notaría el agua fría de la bañera.
Pero lo realmente excitante era esa corriente de energía que parecía rodear a las dos amantes. Valeria podía percibir esa chispeante vibración en el éter. ¿La provocaba la dragona de viento o acaso ella misma? ¿O se trataba de la combinación de ambas? Como los ingredientes de una poción, que provocaban reacciones que iban más allá de sus propias propiedades individuales. De cualquier manera, y con el poder del rayo casi al alcance de su mano, los besos de Reivy parecían añadir más potencia a toda aquella energía. Por un instante, la bruja se preguntó cómo experimentarían el sexo todas aquellas personas que no tienen contacto con el éter y le pareció que ella no podría soportar aquel vacío.
Abrió los ojos y los volvió hacia los de la dragona que, desde el hueco entre sus piernas, demandaba de la bruja que bajase el cuerpo hacia ella. Un maravilloso compromiso entre una posición activa y otra dominante. Valeria obedeció sonriente y dejó que Reivy explorase a su gusto mientras sus propias manos acariciaban aquellos rincones de su cuerpo que la mujer había ido dejando atrás.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Sonreí satisfecha al ver el cuerpo descender, entreabrí la boca lamiendo el corte lentamente, dejando que el aroma de la bruja inunde mis sentidos, abriéndome paso entre los pliegues hasta llegar al sensible receptor y sintiendo en cada movimiento el sabor de su sexo. Con la vista puesta al frente, observando las manos de Reike auto complaciéndose.
Fue entonces cuando llegaron a mis oídos el tintineo de los cubiertos sobre la mesa, desvié la mirada hacia el sonido y al instante recibí un toque de atención por parte de mi amante, al parecer no me estaba permitido cambiar el foco de atención.
En respuesta a la represalia retiré la lengua al interior de mi boca y mordí, no, rocé con los dientes la excitada esfera. Apenas hubo presión entre una mandíbula y otra, no era necesario ni aconsejable... amenos que buscaras provocar un dolor angustioso.
Succioné aquel nervio a flor de piel y jugué con él dejándome llevar por las respuesta de Valeria. Cerré los ojos concentrándome en aquella única acción, sintiendo cada roce, cada movimiento, extendiendo mi placer hacia la punta de la lengua, conectando un extremo del cuerpo con el otro.
Abrí de nuevo los ojos, alejándome de la intimidad lo justo para dar unas bocanadas de aire y recuperar la respiración que sentía que me faltaba.
Observo a la mujer sin decir nada. Mientras mi pecho se mueve desbocado consuelo a mi amante con las manos, con los dedos, adentrándolos en el lugar más íntimo de una dama, provocando el instintivo vaivén de las caderas ajenas.
Mi boca quiere volver a sentir la feminidad de la bruja y la busca hasta conseguirla, mi mano sube el ritmo obligando a Reike a aumentar la cadencia de sus movimientos hasta lograr la sincronía para, seguidamente, dar una sacudida brusca y parar en seco en interior, saliendo lentamente y entrando veloz hasta hacer tope.
Mis ojos se clavan en los de la mujer que está encima, deleitándose en el placer, en su placer y en las exigencias de los orbes amarillos.
Fue entonces cuando llegaron a mis oídos el tintineo de los cubiertos sobre la mesa, desvié la mirada hacia el sonido y al instante recibí un toque de atención por parte de mi amante, al parecer no me estaba permitido cambiar el foco de atención.
En respuesta a la represalia retiré la lengua al interior de mi boca y mordí, no, rocé con los dientes la excitada esfera. Apenas hubo presión entre una mandíbula y otra, no era necesario ni aconsejable... amenos que buscaras provocar un dolor angustioso.
Succioné aquel nervio a flor de piel y jugué con él dejándome llevar por las respuesta de Valeria. Cerré los ojos concentrándome en aquella única acción, sintiendo cada roce, cada movimiento, extendiendo mi placer hacia la punta de la lengua, conectando un extremo del cuerpo con el otro.
Abrí de nuevo los ojos, alejándome de la intimidad lo justo para dar unas bocanadas de aire y recuperar la respiración que sentía que me faltaba.
Observo a la mujer sin decir nada. Mientras mi pecho se mueve desbocado consuelo a mi amante con las manos, con los dedos, adentrándolos en el lugar más íntimo de una dama, provocando el instintivo vaivén de las caderas ajenas.
Mi boca quiere volver a sentir la feminidad de la bruja y la busca hasta conseguirla, mi mano sube el ritmo obligando a Reike a aumentar la cadencia de sus movimientos hasta lograr la sincronía para, seguidamente, dar una sacudida brusca y parar en seco en interior, saliendo lentamente y entrando veloz hasta hacer tope.
Mis ojos se clavan en los de la mujer que está encima, deleitándose en el placer, en su placer y en las exigencias de los orbes amarillos.
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Desde el momento en que la lengua de la dragona se adentró entre sus piernas, cualquier vestigio del mundo exterior se apagó para Valeria. Sólo el placer importaba, y la búsqueda de un placer aún más intenso. No admitiría ninguna distracción hasta el momento en que obtuviese lo que anhelaba. Y sabía que Reivy se lo daría.
La vajilla continuó con su tintineo, pero la bruja ya no la sentía. Tampoco era probable que nadie más la oyera por debajo de los gemidos que no podía ni quería reprimir. Sus manos descendieron por sus costados para aferrarse con fuerza a las sábanas mientras sus caderas marcaban el ritmo de su deseo. No tomó mucho tiempo, la dragona sabía lo que hacía y, en un maravilloso instante, justo antes de que todo estallara, sus pupilas se clavaron en las de su amante y su cuerpo se sintió tan ligero que pareciera que iba a salir flotando a la menor corriente de aire.
Lo siguiente fue una oleada del placer más intenso sacudiendo cualquier control que pudiera tener sobre su cuerpo. Para cuando su mente volvió a tomar conciencia, se encontraba tumbada junto a Reivy, con la respiración todavía acelerada. Se concedió un par de segundos para reponerse antes de volver la vista hacia la dragona y reír divertida; no podía negar que había sido un número realmente entretenido.
—En fin —dijo como quien acaba de sufrir una breve interrupción—, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí!
Haciendo como que recordaba de repente, la bruja se incorporó, sin perder por completo el contacto con la piel de Reivy, y, aprovechando que las piernas de la mujer se salían del borde de la cama, bajó ella misma del colchón para arrodillarse en el suelo, entre sus piernas. Mientras acariciaba distraídamente con sus manos la parte externa de sus muslos y caderas, sus labios y su lengua volvieron a la tarea que la morena había interrumpido momentos antes. En esa ocasión, no hubo nada que detuviese su avance por el interior de los muslos de la dragona hasta la humedad que yacía en medio.
Del mismo modo que Reivy se había concentrado en explorar cada pliegue de su intimidad, era ahora Valeria quien pagaba a la mujer con la misma moneda. Sus dedos avanzaban por el vientre de la dragona, tan lejos como daban sus brazos, su boca lamía y succionaba y sus ojos buscaban los de su amante con una mirada que decía: Ahora estás en mis manos.
La vajilla continuó con su tintineo, pero la bruja ya no la sentía. Tampoco era probable que nadie más la oyera por debajo de los gemidos que no podía ni quería reprimir. Sus manos descendieron por sus costados para aferrarse con fuerza a las sábanas mientras sus caderas marcaban el ritmo de su deseo. No tomó mucho tiempo, la dragona sabía lo que hacía y, en un maravilloso instante, justo antes de que todo estallara, sus pupilas se clavaron en las de su amante y su cuerpo se sintió tan ligero que pareciera que iba a salir flotando a la menor corriente de aire.
Lo siguiente fue una oleada del placer más intenso sacudiendo cualquier control que pudiera tener sobre su cuerpo. Para cuando su mente volvió a tomar conciencia, se encontraba tumbada junto a Reivy, con la respiración todavía acelerada. Se concedió un par de segundos para reponerse antes de volver la vista hacia la dragona y reír divertida; no podía negar que había sido un número realmente entretenido.
—En fin —dijo como quien acaba de sufrir una breve interrupción—, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí!
Haciendo como que recordaba de repente, la bruja se incorporó, sin perder por completo el contacto con la piel de Reivy, y, aprovechando que las piernas de la mujer se salían del borde de la cama, bajó ella misma del colchón para arrodillarse en el suelo, entre sus piernas. Mientras acariciaba distraídamente con sus manos la parte externa de sus muslos y caderas, sus labios y su lengua volvieron a la tarea que la morena había interrumpido momentos antes. En esa ocasión, no hubo nada que detuviese su avance por el interior de los muslos de la dragona hasta la humedad que yacía en medio.
Del mismo modo que Reivy se había concentrado en explorar cada pliegue de su intimidad, era ahora Valeria quien pagaba a la mujer con la misma moneda. Sus dedos avanzaban por el vientre de la dragona, tan lejos como daban sus brazos, su boca lamía y succionaba y sus ojos buscaban los de su amante con una mirada que decía: Ahora estás en mis manos.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
-¿En fin? -Repetí el comienzo de la bruja levantando una ceja y relamiéndome los labios. -Creo que ibas por ahí. -Alcé un brazo y señalé con el dedo índice en dirección a mis piernas.
Seguí los movimientos de Reike y fui levantándome de la cama hasta quedar sentada sobre el borde. Aquella posición, con la bruja de rodillas, mirando desde abajo con picardía, con sus manos recorriendo mis piernas de manera juguetona, aquella posición... tenía algo que me generaba superioridad, supremacía, una sensación de control que me excitaba con tan solo contemplar la situación.
Y aun así, aun teniendo esas sensaciones, la realidad era otra. Aquel control, aquella supremacía, eran falsas, yo no controlaba nada, era ella, era Valeria la que decía que hacer y cómo, era la bruja la que dominaba la situación. Con sus manos, sus ojos, su boca... Yo tan solo era una mera espectadora con la errada sensación de poseer el control, una mujer de sonrisa soberbia que miraba a otra mujer esperando que esta le diera lo que deseaba.
Una dragona que aguantaba la respiración al sentir los dedos subir por su vientre, que sin recibir orden alguna abría más las piernas, que jadeaba y gemía deleitándose en las sensaciones que la otra le proporcionaba. Una amante que aguantó la mirada tanto tiempo como pudo y que cuando ya no pudo hacerlo, dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos extasiada por el placer.
Había algo extraño en todo aquello, y es, que cuanto más placer recibía más cansada me encontraba, la energía se me escapaba cada vez que una corriente de embriaguez recorría mi espalda. Pero poco me importaba eso, ahora solo me importaban los espasmos que sacudían mi interior, el temblor que recorría mis piernas y las tres letras que salían por mi boca.
Me dejé caer sobre la cama sintiendo los latidos de mi pecho retumbar en mis tímpanos, notando el cambio de presión sobre el colchón y el calor de un cuerpo junto al mío.
-¿Cuando dices que vuelves a Ulmer?-Comenté girando la cabeza hacia la bruja. -Lo digo por ir a buscarte el muelle. Por qué no pienso perderme la oportunidad de volver a pasar la noche contigo. -Me acomodé sobre las sabanas para estirar la mano y poner el mechón rebelde de Reike en su lugar, tras la oreja. -Una no se encuentra todos los días, con alguien tan... versátil. -Sonreí guiñándole un ojo a la morena.
Seguí los movimientos de Reike y fui levantándome de la cama hasta quedar sentada sobre el borde. Aquella posición, con la bruja de rodillas, mirando desde abajo con picardía, con sus manos recorriendo mis piernas de manera juguetona, aquella posición... tenía algo que me generaba superioridad, supremacía, una sensación de control que me excitaba con tan solo contemplar la situación.
Y aun así, aun teniendo esas sensaciones, la realidad era otra. Aquel control, aquella supremacía, eran falsas, yo no controlaba nada, era ella, era Valeria la que decía que hacer y cómo, era la bruja la que dominaba la situación. Con sus manos, sus ojos, su boca... Yo tan solo era una mera espectadora con la errada sensación de poseer el control, una mujer de sonrisa soberbia que miraba a otra mujer esperando que esta le diera lo que deseaba.
Una dragona que aguantaba la respiración al sentir los dedos subir por su vientre, que sin recibir orden alguna abría más las piernas, que jadeaba y gemía deleitándose en las sensaciones que la otra le proporcionaba. Una amante que aguantó la mirada tanto tiempo como pudo y que cuando ya no pudo hacerlo, dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos extasiada por el placer.
Había algo extraño en todo aquello, y es, que cuanto más placer recibía más cansada me encontraba, la energía se me escapaba cada vez que una corriente de embriaguez recorría mi espalda. Pero poco me importaba eso, ahora solo me importaban los espasmos que sacudían mi interior, el temblor que recorría mis piernas y las tres letras que salían por mi boca.
Me dejé caer sobre la cama sintiendo los latidos de mi pecho retumbar en mis tímpanos, notando el cambio de presión sobre el colchón y el calor de un cuerpo junto al mío.
-¿Cuando dices que vuelves a Ulmer?-Comenté girando la cabeza hacia la bruja. -Lo digo por ir a buscarte el muelle. Por qué no pienso perderme la oportunidad de volver a pasar la noche contigo. -Me acomodé sobre las sabanas para estirar la mano y poner el mechón rebelde de Reike en su lugar, tras la oreja. -Una no se encuentra todos los días, con alguien tan... versátil. -Sonreí guiñándole un ojo a la morena.
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Valeria siempre había sentido fascinación por los dragones, la raza bendecida por los antiguos. No se trataba únicamente de su capacidad para transformarse en esas hermosas y temibles criaturas aladas. Incuso en su forma más humana había algo en ellos que la llamaba. Su primera visita a Dundarak había sido todo un viaje de descubrimiento y es que, por más que probara allá donde iba (y no se puede decir que fuera una mujer tímida), nada podía compararse a la experiencia de encontrarse piel con piel con un miembro de aquella raza.
No tenía sentido ninguno, si se paraba a analizarlo fríamente. No era más que otro cuerpo al que aferrarse, después de todo. ¿Qué más daba dragón que brujo, humano incluso, puestos a ello? Aún así, hasta el más mediocre de sus amantes, tratándose de un dragón, traía consigo aquel cosquilleo que iba más allá del simple goce sexual. Puede que estuviese todo en su mente, pero tener a Reivy en sus manos lo había traído de vuelta. ¿Cuánto hacía que no se dejaba caer por Dundarak? La plaga. No, mejor no pensar en eso teniendo a una mujer temblando de placer frente a ella.
Permaneció aún unos momentos entre las piernas de la dragona, provocando más estremecimientos. Cada sacudida del cuerpo de Reivy venía acompañada de una vibración en el éter que hacía chispear la piel de la bruja con el contacto. Finalmente, se incorporó para recostarse de nuevo al lado de su amante, viendo su pecho alzarse y descender mientras recuperaba el aliento. Ella, por su parte, se sentía deliciosamente relajada en aquel momento, tumbada de costado, con el codo apoyado en el colchón para recostar la cabeza en su mano.
—No lo he dicho —respondió con una sonrisa pícara a la pregunta de la dragona. Lo cierto era que Ulmer no se contaba entre los destinos predilectos de la bruja. Al menos, hasta aquel momento—, pero si vas a recibirme siempre así, tendré que reservar un hueco para los reinos del este la próxima vez que viaje al continente.
Se inclinó hacia Reivy para besarla, despacio, tornando completamente inútil el gesto de la dragona, pues su cabello volvió a caer hacia delante, formando una cortina que oscurecía para ellas la luz de la luna que entraba por la ventana abierta. Sonrió, con los labios de Reivy aún entre los suyos, se detuvo de repente y alzó de nuevo el rostro para mirar a los ojos a la dragona, con gesto fingidamente serio.
—Sólo para que quede claro: me refiero a este recibimiento, no a la pelea con las arañas.
No tenía sentido ninguno, si se paraba a analizarlo fríamente. No era más que otro cuerpo al que aferrarse, después de todo. ¿Qué más daba dragón que brujo, humano incluso, puestos a ello? Aún así, hasta el más mediocre de sus amantes, tratándose de un dragón, traía consigo aquel cosquilleo que iba más allá del simple goce sexual. Puede que estuviese todo en su mente, pero tener a Reivy en sus manos lo había traído de vuelta. ¿Cuánto hacía que no se dejaba caer por Dundarak? La plaga. No, mejor no pensar en eso teniendo a una mujer temblando de placer frente a ella.
Permaneció aún unos momentos entre las piernas de la dragona, provocando más estremecimientos. Cada sacudida del cuerpo de Reivy venía acompañada de una vibración en el éter que hacía chispear la piel de la bruja con el contacto. Finalmente, se incorporó para recostarse de nuevo al lado de su amante, viendo su pecho alzarse y descender mientras recuperaba el aliento. Ella, por su parte, se sentía deliciosamente relajada en aquel momento, tumbada de costado, con el codo apoyado en el colchón para recostar la cabeza en su mano.
—No lo he dicho —respondió con una sonrisa pícara a la pregunta de la dragona. Lo cierto era que Ulmer no se contaba entre los destinos predilectos de la bruja. Al menos, hasta aquel momento—, pero si vas a recibirme siempre así, tendré que reservar un hueco para los reinos del este la próxima vez que viaje al continente.
Se inclinó hacia Reivy para besarla, despacio, tornando completamente inútil el gesto de la dragona, pues su cabello volvió a caer hacia delante, formando una cortina que oscurecía para ellas la luz de la luna que entraba por la ventana abierta. Sonrió, con los labios de Reivy aún entre los suyos, se detuvo de repente y alzó de nuevo el rostro para mirar a los ojos a la dragona, con gesto fingidamente serio.
—Sólo para que quede claro: me refiero a este recibimiento, no a la pelea con las arañas.
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
-Siempre que quieras. Aunque con diversas variantes.
Amplié la sonrisa antes de ser besada, notaba como la luz se atenuaba a través de mis parpados. Tenía los ojos cerrados por simple placer y disfrute, pero ahora los sentía pesados y se resistían a abrirse, estaba claro que el cansancio comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.
-Vaya... -Respondí con fingida tristeza. -Y yo que iba a encerrar un puñado de arañas para dártelas de mascotas. Tendré que cambiar el plan y hacerte un broche para el pelo. -Mientras decía aquello mi mano acariciaba la mejilla de la morena y volvía a colocar el mechón del flequillo tras la oreja de la bruja. -¿Que te gus...
Aun no había dicho tres palabras y el flequillo de Reike volvió a salirse del sitio. Aunque juraría que esta vez fue provocado, sí, estoy casi segura de que esa inclinación de cabeza no fue casual.
Miré a Valeria a los ojos y entrecerré los míos de manera acusadora soltando un leve gruñido.
-Creo que mejor te lo pegare a la oreja con resina. -En esta ocasión la mano que tocó el rostro de la telequinetica no recolocó el negro pelo, sino que atrajo a la mujer para besarla lentamente. Un beso carnoso y pausado, intenso, pero desprovisto de lujuria. -Aunque te mentiría si te dijera que no me gusta pelearme con tu flequillo. -Esta vez sople el pelo en lugar de recolocarlo y reí con complicidad. -¿Tu barco zarpa hoy?
Amplié la sonrisa antes de ser besada, notaba como la luz se atenuaba a través de mis parpados. Tenía los ojos cerrados por simple placer y disfrute, pero ahora los sentía pesados y se resistían a abrirse, estaba claro que el cansancio comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.
-Vaya... -Respondí con fingida tristeza. -Y yo que iba a encerrar un puñado de arañas para dártelas de mascotas. Tendré que cambiar el plan y hacerte un broche para el pelo. -Mientras decía aquello mi mano acariciaba la mejilla de la morena y volvía a colocar el mechón del flequillo tras la oreja de la bruja. -¿Que te gus...
Aun no había dicho tres palabras y el flequillo de Reike volvió a salirse del sitio. Aunque juraría que esta vez fue provocado, sí, estoy casi segura de que esa inclinación de cabeza no fue casual.
Miré a Valeria a los ojos y entrecerré los míos de manera acusadora soltando un leve gruñido.
-Creo que mejor te lo pegare a la oreja con resina. -En esta ocasión la mano que tocó el rostro de la telequinetica no recolocó el negro pelo, sino que atrajo a la mujer para besarla lentamente. Un beso carnoso y pausado, intenso, pero desprovisto de lujuria. -Aunque te mentiría si te dijera que no me gusta pelearme con tu flequillo. -Esta vez sople el pelo en lugar de recolocarlo y reí con complicidad. -¿Tu barco zarpa hoy?
Reivy Abadder
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Tu barco. Aquella forma tan usual de expresarse arrancó a la bruja una sonrisa entre divertida e irónica. No estaría mal tener su propio barco, listo para llevarla a cualquier rincón de Aerandir en el momento que ella quisiera. Aunque, evidentemente, el tipo de barco que ella requería para esos menesteres necesitaría una tripulación y, como bien sabía Valeria, los marineros no trabajan gratis.
Lo que sí sabía, era qué barcos tenían intenciones de zarpar de Ulmer durante la mañana y uno de ellos, lo haría hacia Lunargenta. Desde allí, sería mucho más sencillo encontrar otro barco que la llevase hasta su isla. Para alguien a quien apenas nadie espera de vuelta en el hogar, Valeria le tenía un gran apego a su tierra. Quizá fuera el hecho de que, para alguien acostumbrado a las mágicas comodidades del país de los brujos, hasta las más grandes ciudades del continente palidecían en comparación.
—Así es —respondió—. A lo largo de la mañana, en cuanto lo permita el viento. —Por supuesto, si hubiese sido un barco brujo, no le hubiese faltado algún tensai de viento que les ahorrase la espera, pero no todos los barcos humanos contaban con aquel puesto indispensable en su tripulación. La bruja giró la cabeza para besar suavemente la palma de la mano de la dragona antes de que terminase de apartarla— Aunque, primero, tendré que poner todo esto en orden —dijo moviendo levemente la cabeza en la dirección general en la que descansaban sus cosas.
Un nuevo beso, esta vez más corto y ligero y ya estaba lista para ponerse en marcha. Se sentía energizada después del encuentro con la dragona y daba la impresión de que Reivy estaba por caer dormida de nuevo. No se lo reprochaba, en realidad. Llevaba todo el día trabajando y, muy probablemente, le esperaba otra jornada de trabajo con toda esa madera que ella y su hija habían estado recogiendo.
Valeria se levantó, tras un último mordisco juguetón en la cintura de su acompañante a modo de despedida, y se acercó a la bañera. Había viajado por el continente lo suficiente como para saber que tardarían una eternidad si pedía que les calentaran el agua. Era una de las cosas que solía echar en falta cuando viajaba al continente: los baños allí se hacían eternos. Aún así, con ayuda de un paño, asearse con agua fría no causaría mayor problema.
Por más que se hubiese desperdigado por la habitación en tan poco tiempo, recoger sus cosas no le llevó más de un par de minutos. Para una bruja con su dominio de la telequinesis, tal tarea era un juego de niños. De hecho, solía practicar así cuando era niña, cuando era eso o dejar que la casa se convirtiese en una pocilga porque nadie más lo haría. El sol empezaba a asomar por el horizonte cuando estuvo lista para partir. Antes de abandonar la habitación, Valeria dirigió una última mirada, una última sonrisa a la dragona y, a modo de despedida, hizo que la ventana se cerrara para permitirle descansar en paz, aislada de la luz y los sonidos matutinos.
Lo que sí sabía, era qué barcos tenían intenciones de zarpar de Ulmer durante la mañana y uno de ellos, lo haría hacia Lunargenta. Desde allí, sería mucho más sencillo encontrar otro barco que la llevase hasta su isla. Para alguien a quien apenas nadie espera de vuelta en el hogar, Valeria le tenía un gran apego a su tierra. Quizá fuera el hecho de que, para alguien acostumbrado a las mágicas comodidades del país de los brujos, hasta las más grandes ciudades del continente palidecían en comparación.
—Así es —respondió—. A lo largo de la mañana, en cuanto lo permita el viento. —Por supuesto, si hubiese sido un barco brujo, no le hubiese faltado algún tensai de viento que les ahorrase la espera, pero no todos los barcos humanos contaban con aquel puesto indispensable en su tripulación. La bruja giró la cabeza para besar suavemente la palma de la mano de la dragona antes de que terminase de apartarla— Aunque, primero, tendré que poner todo esto en orden —dijo moviendo levemente la cabeza en la dirección general en la que descansaban sus cosas.
Un nuevo beso, esta vez más corto y ligero y ya estaba lista para ponerse en marcha. Se sentía energizada después del encuentro con la dragona y daba la impresión de que Reivy estaba por caer dormida de nuevo. No se lo reprochaba, en realidad. Llevaba todo el día trabajando y, muy probablemente, le esperaba otra jornada de trabajo con toda esa madera que ella y su hija habían estado recogiendo.
Valeria se levantó, tras un último mordisco juguetón en la cintura de su acompañante a modo de despedida, y se acercó a la bañera. Había viajado por el continente lo suficiente como para saber que tardarían una eternidad si pedía que les calentaran el agua. Era una de las cosas que solía echar en falta cuando viajaba al continente: los baños allí se hacían eternos. Aún así, con ayuda de un paño, asearse con agua fría no causaría mayor problema.
Por más que se hubiese desperdigado por la habitación en tan poco tiempo, recoger sus cosas no le llevó más de un par de minutos. Para una bruja con su dominio de la telequinesis, tal tarea era un juego de niños. De hecho, solía practicar así cuando era niña, cuando era eso o dejar que la casa se convirtiese en una pocilga porque nadie más lo haría. El sol empezaba a asomar por el horizonte cuando estuvo lista para partir. Antes de abandonar la habitación, Valeria dirigió una última mirada, una última sonrisa a la dragona y, a modo de despedida, hizo que la ventana se cerrara para permitirle descansar en paz, aislada de la luz y los sonidos matutinos.
Reike
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Re: Choque de Reis [Privado] [+18] [Cerrado]
Sonreí con los ojos cerrados al sentir el mordisco coqueto en mi piel, casi se me quedaron los parpados cerrados, pero haciendo un esfuerzo logré abrirlos y dar un vistazo al dormitorio. Los platos y cubiertos habían terminado en el suelo y la bañera parecía haber tenido una pelea con un crio de tres años, había más agua fuera que dentro.
Recuerdo bostezar y estar mirando a Reike mientras se aseaba, recuerdo la sensación de cuando el aire dejó de entrar en la habitación y después... nada. Era como si hubiera perdido el conocimiento y puede que así fuera. Durante todo el tiempo que estuve en la cama, no me moví del sitio, tampoco soñé nada.
Cuando me desperté la habitación estaba vacía y la ventana cerrada, notaba la boca pastosa y me dolía todo el cuerpo, seguramente por haber dormido en la misma posición. Estiré los músculos al bajar de la cama y tras adecentarme y vestirme bajé al salón de la posada, con suerte igual encontraba a Reike desayunando.
-Ya iba siendo hora. -Bramó pulga desde detrás de la barra. -Llevo todo el día intentando sacarte de ahí.
-¿Todo el día? -Estaba claro que a este perro le gustaba exagerar. Me senté en la barra con una sonrisa despreocupada. -No seas dramático y ponme el desayuno, Pulga.
-¿Desayuno? Espabila, Escamas. En unas horas ya servimos la cena. -El licántropo agarro una jarra y sirvió vino en ella. -Anda toma, y a la próxima me pagas dos días por adelantado.
-¿Las pulgas te han llegado al cerebro? -Pregunté tomando la bebida y mirando a través de las ventanas. Aunque estaban tan sucias que no sabría decir si el sol estaba subiendo o bajando. -¿En serio, la cena? Dioses, no pensé que estuviera tan exhausta... Abra sido por las arañas y la madera.
-Sí, claro. -Pulga remarco las palabras con ironía. -Las arañas...
Recuerdo bostezar y estar mirando a Reike mientras se aseaba, recuerdo la sensación de cuando el aire dejó de entrar en la habitación y después... nada. Era como si hubiera perdido el conocimiento y puede que así fuera. Durante todo el tiempo que estuve en la cama, no me moví del sitio, tampoco soñé nada.
Cuando me desperté la habitación estaba vacía y la ventana cerrada, notaba la boca pastosa y me dolía todo el cuerpo, seguramente por haber dormido en la misma posición. Estiré los músculos al bajar de la cama y tras adecentarme y vestirme bajé al salón de la posada, con suerte igual encontraba a Reike desayunando.
-Ya iba siendo hora. -Bramó pulga desde detrás de la barra. -Llevo todo el día intentando sacarte de ahí.
-¿Todo el día? -Estaba claro que a este perro le gustaba exagerar. Me senté en la barra con una sonrisa despreocupada. -No seas dramático y ponme el desayuno, Pulga.
-¿Desayuno? Espabila, Escamas. En unas horas ya servimos la cena. -El licántropo agarro una jarra y sirvió vino en ella. -Anda toma, y a la próxima me pagas dos días por adelantado.
-¿Las pulgas te han llegado al cerebro? -Pregunté tomando la bebida y mirando a través de las ventanas. Aunque estaban tan sucias que no sabría decir si el sol estaba subiendo o bajando. -¿En serio, la cena? Dioses, no pensé que estuviera tan exhausta... Abra sido por las arañas y la madera.
-Sí, claro. -Pulga remarco las palabras con ironía. -Las arañas...
Reivy Abadder
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