La Liebre Marina [Minievento, LMM]
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La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Las últimas horas habían sido una mierda.
Haber sido usado de carnada en un pantano. Haber ido a Sacrestic para buscar información. Haber quedado marcado en Sacrestic como otro criminal y unirme al juego de la caza, pero como la presa. Haber salido por patas, tan, pero tan rápido, que todavía no sabía si habíamos pirado por derecha o izquierda.
El viaje mismo fue de por si horrible, conmigo vomitando a cada instante por los movimientos de la embarcación. Uno creería que las cosas mejorarían al llegar a tierra, pero no, eso sólo fue el comienzo. Al llegar a Sevindel durante el amanecer en busca de un refugio la ciudad resultó estar en un estado de alarma del nivel "la calle está llena de muertos", infectados por una enfermedad que empezaba a extenderse y de seguir así, alcanzaría el estado de epidemia. Es que no podía ser la isla de al lado, no, esta.
Guiarse por rumores era difícil. Unos decían que ya tenían así cuatro días. Otros, cinco. Algunos, seis y siete. La verdad es que en ese momento poco importaba, fue una experiencia de esas que fortalecen lazos a las malas, eso de no poder tocar a nada ni nadie en el lugar por miedo a ser infectado. Debía admitir que aunque eran cuestionables algunos métodos del espadachín, sabía moverse mejor de lo que yo en este tipo de escenarios, así que por una buena parte de la navegación en la ciudad. Por otro lado, no estaba seguro de que me esperaba de un hombre que había escapado de prisión encadenado y se había puesto un vestido, lo de que era bueno moviéndose debió ser previsible.
Era una persona bastante complicada. Todavía no sabía bien que pensar de él: festivo y risueño, pero horriblemente pragmático peleando; pero en su pragmatismo, benigno. «Determinado a sobrevivir» era lo único que tenía claro de Tatsuya.
Y por esa misma determinación hicimos lo lógico. Alejarnos de la infección. Descubrimos que ante toda lógica y por alguna razón—de la que ciertamente no me quejé—los puertos seguían funcionales. En los últimos días decenas partiendo rumbo a Verisar, y para suerte mía y del brujo, para la noche del mismo día que arribamos quedaban exactamente dos navíos por abandonar la costa de Sevindel. Apurándonos, alcanzamos el puerto a tiempo, y es que la imagen del barco no podría haber sido más hermosa.
Como un rayo de luz entre la oscuridad... sus tablones eran de una madera oscura que claramente había sido sacada de los mejores robles. Sus mástiles eran altos; con dos o tres grumetes en cada uno haciendo su labor de limpiarlos, y las velas, perfectamente limpias, el más puro blanco. Su proa estaba decorada con la figura de una mujer preciosa, una obra de arte separada a la que ya era el barco, una en su propio derecho. Si hacer el barco había tomado el trabajo de muchas manos y mentes increíbles en albañilería marina, entonces había tomado un número igual de manos de mentes increíbles en escultura para aquella figura.
El problema es que ese ya estaba alejándose del puerto, y el que se reveló detrás de ese, si bien no era una menor obra de arquitectura, si era inferior en su pulcro. Los tablones bien o eran de una madera rojiza o se había teñido de sangre tantas veces que había adquirido un aspecto medianamente carmesí. En algún lugar se podía apreciar tablones menos oscuros, lo que demostraba reparaciones hechas al barco. Patrones decoraban sus costados, y para aquellos que nos tomábamos la molestia de ver mucho más arriba, encontrábamos que había aves descansando en el palo mayor, lo cual significaba una sola cosa: mierda de ave. Las velas del barco eran cuadradas, con dos de ellas de un color marrón claro, cosa que viendo el resto del barco seguramente era más bien "blanco sucio". Y el castillo de proa, se las habían arreglado para hacer que luciera como un conejo.
Fue bastante evidente saber quién era el capitán: la persona bajo el sombrero negro, falta del pie izquierdo y la mano derecha, un hombre de edad, barba blanca, y vistiendo una camisa negra, sobre la cual llevaba lo que parecían restos de una gabardina del mismo color.
Para su apariencia, era relativamente afable, dándonos la bienvenida a su embarcación sólo por mostrar iniciativa de ayudar a meter la mercancía que faltaba por cargar.
Eso y una serie de medias verdades que nos inventamos al momento... ¡Pero había sido más por la iniciativa mostrada!
Una vez estuvo todo arriba me permití curiosear por encima el barco, la cubierta no lucía muy diferente a los costados del barco sino peor, allí si se había derramado sangre de una forma u otra, tanto en babor como estribor habían tres balistas descansando y apuntando afueras, con un par más tanto en el castillo de proa como en el castillo de popa.
No pasó demasiado tiempo desde que estuvimos en el mismo que abandonó la costa. El olor a sal golpeaba la cara desde el viento, tanto como lo hacia la calma de que al final todo había terminado bien.
Frente del palo mayor se encontraba un grupo de tripulantes del barco sentados en círculo alrededor de un hombre de aproximadamente metro y medio de altura, de piel tostada y un ojo cerrado por una enorme cicatriz vertical corriendo por su cara, penetrando incluso sus labios y deteniéndose muy cerca de la barbilla. Llevaba una camisa blanca holgada con una manga arrancada, pantalones negros abombados e iba descalzo, su ojo sano era de color verde, y sus cabellos eran algo rizados y oscuros. El pequeño hombre estaba de pie en la baranda de una escalera que daba hacia el interior del barco. Agitaba un hacha corta y danzaba, dando saltos con un evidente equilibrio por la manera en la que caía y no se tambaleaba.
—Entonces le estoy preguntando a Barry, "¿Cómo perdiste esa pierna?", y me responde "un vampiro con muy malas leches y mucha hambre", le pregunto cómo perdió su mano izquierda y me dice "una pelea contra una tripulación de Isla Tortuga", y veo el parche de su ojo y pue’, ¡me pega la curiosidad! También le pregunto, ¿y saben que me responde?
El grupo que le rodeaba calló, esperando la respuesta.
—"Un cuervo me cagó en la cara" y pues le digo que esa no es tan gloriosa como las otras dos, y viene y dice… "es que era mi primer día con el garfio".
Los que le rodeaban estallaron de risa, golpeándose las piernas o al que tuviesen al lado, mientras el que había contado la historia se agachaba riéndose fuertemente también y tomaba un jarrón de la baranda, dando un profundo trago a su bebida.
Yo también me estaba riendo un poco, seguro, pero lejos del grupo. Me había tocado pasar coleto, a fin de cuentas, era uno de los nuevos de la tripulación, y parecía ser tradición que cuando el capitán Slaven se retiraba a su cabina y dejaba de vigilar, la mayoría se relajaba y terminaban pasando así el rato. Que fuese tan tarde por la noche ayudaba bastante.
Así fue un rato más, hasta que todos se pararon para ir a sus respectivos dormitorios a excepción de los que les tocaba vigilar durante la noche. Bjorn, el pequeño hombre que contaba la historia fue el mismo quien sirvió de guía a Tatsuya y a mí, haciéndonos bajar por las escaleras como todos. La vista desde la escalera era encontrarse primero con una serie de cuatro cajas de madera rectangulares una al lado de la otra arrimadas a la pared. La escalera nos dejaba casi a paso de un “pasillo” por el cual avanzaban tripulantes hacia a una puerta, que como Bjorn comentó, era un primer camarote relativamente espacioso, con cuatro literas de dos pisos.
Por detrás de la escalera también había más de estas cajas rectangulares y un segundo “pasillo”, que como el primero termina en un camarote con la misma cantidad de literas. Entre un pasillo y otro se encontraba una “pared” gruesa de por medio, que en realidad, era un tercer pasillo al cual se accedía pasando por una puerta debajo de la escalera. Bastante estrecho, como para que sólo pasará uno a la vez por allí. No es que nos permitiera entrar a ese lugar, mandándonos más bien al lado opuesto a la escalera, que era, a efectos prácticos, exactamente lo mismo pero sin el “tercer pasillo”.
Pasamos por uno de estos, terminando en un camarote. Menos espacioso de lo que se veían los otros, aguantando apenas unas cuatro personas. Nos tocaría dormir allí, con un par de personas más. Por mí parte me acomodé en la última cama sobrante, no sin una pequeña discusión con uno de ellos de que lo que me acompañaba no era una cosa, era un golem. Me tocaría dormir con eso encima, pero en fin. Los vientos soplaban a nuestro favor.
Sólo serían unos días para llegar a Baslodia.
Haber sido usado de carnada en un pantano. Haber ido a Sacrestic para buscar información. Haber quedado marcado en Sacrestic como otro criminal y unirme al juego de la caza, pero como la presa. Haber salido por patas, tan, pero tan rápido, que todavía no sabía si habíamos pirado por derecha o izquierda.
El viaje mismo fue de por si horrible, conmigo vomitando a cada instante por los movimientos de la embarcación. Uno creería que las cosas mejorarían al llegar a tierra, pero no, eso sólo fue el comienzo. Al llegar a Sevindel durante el amanecer en busca de un refugio la ciudad resultó estar en un estado de alarma del nivel "la calle está llena de muertos", infectados por una enfermedad que empezaba a extenderse y de seguir así, alcanzaría el estado de epidemia. Es que no podía ser la isla de al lado, no, esta.
Guiarse por rumores era difícil. Unos decían que ya tenían así cuatro días. Otros, cinco. Algunos, seis y siete. La verdad es que en ese momento poco importaba, fue una experiencia de esas que fortalecen lazos a las malas, eso de no poder tocar a nada ni nadie en el lugar por miedo a ser infectado. Debía admitir que aunque eran cuestionables algunos métodos del espadachín, sabía moverse mejor de lo que yo en este tipo de escenarios, así que por una buena parte de la navegación en la ciudad. Por otro lado, no estaba seguro de que me esperaba de un hombre que había escapado de prisión encadenado y se había puesto un vestido, lo de que era bueno moviéndose debió ser previsible.
Era una persona bastante complicada. Todavía no sabía bien que pensar de él: festivo y risueño, pero horriblemente pragmático peleando; pero en su pragmatismo, benigno. «Determinado a sobrevivir» era lo único que tenía claro de Tatsuya.
Y por esa misma determinación hicimos lo lógico. Alejarnos de la infección. Descubrimos que ante toda lógica y por alguna razón—de la que ciertamente no me quejé—los puertos seguían funcionales. En los últimos días decenas partiendo rumbo a Verisar, y para suerte mía y del brujo, para la noche del mismo día que arribamos quedaban exactamente dos navíos por abandonar la costa de Sevindel. Apurándonos, alcanzamos el puerto a tiempo, y es que la imagen del barco no podría haber sido más hermosa.
Como un rayo de luz entre la oscuridad... sus tablones eran de una madera oscura que claramente había sido sacada de los mejores robles. Sus mástiles eran altos; con dos o tres grumetes en cada uno haciendo su labor de limpiarlos, y las velas, perfectamente limpias, el más puro blanco. Su proa estaba decorada con la figura de una mujer preciosa, una obra de arte separada a la que ya era el barco, una en su propio derecho. Si hacer el barco había tomado el trabajo de muchas manos y mentes increíbles en albañilería marina, entonces había tomado un número igual de manos de mentes increíbles en escultura para aquella figura.
El problema es que ese ya estaba alejándose del puerto, y el que se reveló detrás de ese, si bien no era una menor obra de arquitectura, si era inferior en su pulcro. Los tablones bien o eran de una madera rojiza o se había teñido de sangre tantas veces que había adquirido un aspecto medianamente carmesí. En algún lugar se podía apreciar tablones menos oscuros, lo que demostraba reparaciones hechas al barco. Patrones decoraban sus costados, y para aquellos que nos tomábamos la molestia de ver mucho más arriba, encontrábamos que había aves descansando en el palo mayor, lo cual significaba una sola cosa: mierda de ave. Las velas del barco eran cuadradas, con dos de ellas de un color marrón claro, cosa que viendo el resto del barco seguramente era más bien "blanco sucio". Y el castillo de proa, se las habían arreglado para hacer que luciera como un conejo.
Fue bastante evidente saber quién era el capitán: la persona bajo el sombrero negro, falta del pie izquierdo y la mano derecha, un hombre de edad, barba blanca, y vistiendo una camisa negra, sobre la cual llevaba lo que parecían restos de una gabardina del mismo color.
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Para su apariencia, era relativamente afable, dándonos la bienvenida a su embarcación sólo por mostrar iniciativa de ayudar a meter la mercancía que faltaba por cargar.
Eso y una serie de medias verdades que nos inventamos al momento... ¡Pero había sido más por la iniciativa mostrada!
Una vez estuvo todo arriba me permití curiosear por encima el barco, la cubierta no lucía muy diferente a los costados del barco sino peor, allí si se había derramado sangre de una forma u otra, tanto en babor como estribor habían tres balistas descansando y apuntando afueras, con un par más tanto en el castillo de proa como en el castillo de popa.
No pasó demasiado tiempo desde que estuvimos en el mismo que abandonó la costa. El olor a sal golpeaba la cara desde el viento, tanto como lo hacia la calma de que al final todo había terminado bien.
[…]
Frente del palo mayor se encontraba un grupo de tripulantes del barco sentados en círculo alrededor de un hombre de aproximadamente metro y medio de altura, de piel tostada y un ojo cerrado por una enorme cicatriz vertical corriendo por su cara, penetrando incluso sus labios y deteniéndose muy cerca de la barbilla. Llevaba una camisa blanca holgada con una manga arrancada, pantalones negros abombados e iba descalzo, su ojo sano era de color verde, y sus cabellos eran algo rizados y oscuros. El pequeño hombre estaba de pie en la baranda de una escalera que daba hacia el interior del barco. Agitaba un hacha corta y danzaba, dando saltos con un evidente equilibrio por la manera en la que caía y no se tambaleaba.
—Entonces le estoy preguntando a Barry, "¿Cómo perdiste esa pierna?", y me responde "un vampiro con muy malas leches y mucha hambre", le pregunto cómo perdió su mano izquierda y me dice "una pelea contra una tripulación de Isla Tortuga", y veo el parche de su ojo y pue’, ¡me pega la curiosidad! También le pregunto, ¿y saben que me responde?
El grupo que le rodeaba calló, esperando la respuesta.
—"Un cuervo me cagó en la cara" y pues le digo que esa no es tan gloriosa como las otras dos, y viene y dice… "es que era mi primer día con el garfio".
Los que le rodeaban estallaron de risa, golpeándose las piernas o al que tuviesen al lado, mientras el que había contado la historia se agachaba riéndose fuertemente también y tomaba un jarrón de la baranda, dando un profundo trago a su bebida.
Yo también me estaba riendo un poco, seguro, pero lejos del grupo. Me había tocado pasar coleto, a fin de cuentas, era uno de los nuevos de la tripulación, y parecía ser tradición que cuando el capitán Slaven se retiraba a su cabina y dejaba de vigilar, la mayoría se relajaba y terminaban pasando así el rato. Que fuese tan tarde por la noche ayudaba bastante.
Así fue un rato más, hasta que todos se pararon para ir a sus respectivos dormitorios a excepción de los que les tocaba vigilar durante la noche. Bjorn, el pequeño hombre que contaba la historia fue el mismo quien sirvió de guía a Tatsuya y a mí, haciéndonos bajar por las escaleras como todos. La vista desde la escalera era encontrarse primero con una serie de cuatro cajas de madera rectangulares una al lado de la otra arrimadas a la pared. La escalera nos dejaba casi a paso de un “pasillo” por el cual avanzaban tripulantes hacia a una puerta, que como Bjorn comentó, era un primer camarote relativamente espacioso, con cuatro literas de dos pisos.
Por detrás de la escalera también había más de estas cajas rectangulares y un segundo “pasillo”, que como el primero termina en un camarote con la misma cantidad de literas. Entre un pasillo y otro se encontraba una “pared” gruesa de por medio, que en realidad, era un tercer pasillo al cual se accedía pasando por una puerta debajo de la escalera. Bastante estrecho, como para que sólo pasará uno a la vez por allí. No es que nos permitiera entrar a ese lugar, mandándonos más bien al lado opuesto a la escalera, que era, a efectos prácticos, exactamente lo mismo pero sin el “tercer pasillo”.
Pasamos por uno de estos, terminando en un camarote. Menos espacioso de lo que se veían los otros, aguantando apenas unas cuatro personas. Nos tocaría dormir allí, con un par de personas más. Por mí parte me acomodé en la última cama sobrante, no sin una pequeña discusión con uno de ellos de que lo que me acompañaba no era una cosa, era un golem. Me tocaría dormir con eso encima, pero en fin. Los vientos soplaban a nuestro favor.
Sólo serían unos días para llegar a Baslodia.
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Bienvenido a bordo. (?)
Anders
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 278
Nivel de PJ : : 2
Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
La vida le había dado demasiadas vueltas últimamente. De las Islas Illidenses, mendigó para regresar al continente. De allí, se quedó estancado en una prisión de máxima seguridad en Sacrestic Ville, donde le dio caza ferozmente un poderoso grupo de cazarrecompensas, al que a duras penas sobrevivió con la ayuda de su nuevo compañero orejudo y algún que otro interviniente.
El espadachín parecía tener una gran afinidad por los elfos: se llevaba bien con Mefisto, con Yorha, y ahora con Anders. La diferencia estaba en que él y este último eran diametralmente opuestos: el elfo era noble, alegre, tranquilo y con agudo sentido de la "justicia", o lo que normalmente podría definirse como "ser un cabezota", y todo esto sin mencionar la palabra "torpe" -sus numerosos ataques de náuseas sobre la embarcación podrían corroborar lo último-. A pesar de esto, era innegable que tenían un aspecto muy en común: ambos eran criminales famosos, y sus nombres resonaban desde la costa occidental hasta el oeste del Tymer. Esta situación de emergencia los llevó a abordar la embarcación de Tobías Pharra* para resguardarse en el archipiélago Illidense, donde más tardaría en esparcirse la noticia. Como medida preventiva, evitaron la eminente ciudad de Beltrexus y tomaron asilo en Sevindel.
Desde el primer momento, ya algo iba mal.
En cuanto puso su pie sobre el muelle, una inmenso hedor a putrefacción penetró por su nariz: no a muchos metros del puerto, había una fosa común donde arrojaban pilas de cadáveres para cremarlos. Todos tenían algo en común: un ojo lechoso y manifestaban delirios antes de reunirse con el Dios del viento. Mal asunto. Tobías tenía "asuntos que era mejor resolver solo", por lo que se negó a trasladarlos a otro sitio y se marchó. Por suerte, a pesar de que ya había emergido la lobreguez de la noche, un gran número de barcos zarpaban. El clima no era en lo absoluto favorable: el aquilón entorpecería el viaje marítimo enormemente, y cualquier capitán sabría eso... lo cual dejaba en evidencia que había cierta desesperación y premura por escapar de la epidemia. De hecho, largas filas se acumulaban en el muelle para abordar las últimas naves. Por suerte, el estatus de Tatsuya como brujo de viento le serviría para abordar alguno de los navíos.
Posó su mirada sobre el barco más cercano: la cosa más espantosa que conocerían los mares. Aquél barco habría sobrevivido innumerables guerras, cosa que se evidenciaba por sus "cicatrices": rastros de sangre seca que tapizaban la madera en el costado a estribor; tablones de madera oscura que sobresalían por encima de enormes orificios; velas ornamentadas con excrementos de aves... está de más decir que no le sobraban los lujos. Su nombre era, al menos, imaginativo: "¡La Liebre Marina!".
Al volverse a su compañero élfico, lo notó ensimismado, observando fijamente a un navío que se perdía en el horizonte.
—¡Arr, pirata! ¡Despierta de una vez! — exclamó entre aplausos — ¿O debería decirte camarada? En fin. Vamos a abordar este de aquí — señaló a La Liebre Marina — así que ya puedes ir moviéndote.
Fueron recibidos jovialmente por el capitán de la tripulación, quien se vio interesado en Tatsuya, el "Famoso Tensai de Viento" y les permitió abordar. Por supuesto, a pesar de la buena impresión del capitán, esto no los exoneró de las numerosas labores, y por las siguientes horas el brujo quedó relegado a la punta de la mesana, desde donde tendría que inspeccionar el panorama, avisarle a la tripulación de sus hallazgos y manipular las corrientes de aire hacia el este. Tras varias horas en el ejercicio, el mercenario se sentía débil por la falta de éter, y apenas y se podía mantener en pie. Para su infortunio, el segundo al mando de La Liebre Marina le hacía compañía y se aseguraba de que siguiera trabajando "o lo arrojaría a alta mar". Este era un fornido hombre-bestia, de apariencia felina y sorprendentemente buen mozo: una áurea melena descendía desde sus sienes hasta su espalda, ondeando al compás de la brisa marina; sus ojos color oliva, vívidos, podían expresar tanto gentileza como ferocidad, dependiendo de la perspectiva. Llevaba su torso al descubierto, y numerosas cicatrices recorrían su pecho transversalmente.
—¡Dame un respiro! — clamó entre jadeos — Mis capacidades tienen un límite. Si utilizo demasiado éter, podría morir.
—Si en verdad eres un gran tensai de viento del Hekshold, creo que podrías durar aquí toda la noche, sin sudar una gota. — replicó el felino en seco.
—Hablas como si conocieras mi oficio. Debes de tener cierto control sobre el viento, porque cada vez que abres el morro huele como si soltaras un pedo. — dijo con un tono burlesco antes de tambalearse sobre la barandilla de la plataforma.
El tigre ni siquiera se inmutó por el comentario de Tatsuya; permaneció impasible, observando el reflejo de la luna sobre el mar, y sus múltiples destellos en el horizonte. En su rostro habían ciertas matices de preocupación: fruncía los labios, y a menudo un tic nervioso se hacía notar en su ojo derecho. El brujo recobró su compostura y se detuvo para contemplar la vista.
—Puedes descansar por hoy, pero mañana no tendré compasión contigo. — concluyó con una voz calmada, antes de volverse hacia su acompañante y extenderle sus garras — Soy Rasim. Lamento haber sido tan duro contigo, tenemos algo de prisa por llegar.
—¿Prisa? — inquirió — ¿Por qué? Ya estamos a salvo de la peste de Sevindel. En unas cuantas semanas estaremos en Baslodia.
—No tiene nada que ver con lo de Sevindel. Tenemos algunos asuntos que resolver lo más pronto posible, es todo. — le dio una palmada en el hombro al brujo, y le esbozó una gentil sonrisa — Deberías ir a dormir ya. Mañana será un día difícil, y si te duermes muy tarde, tendrás pesadillas.
Rasim descendió por las mallas del mástil, abandonando la escena. Tatsuya hizo lo mismo poco después, y se integró con Anders en su camarote.
A pesar de su naturaleza honesta, a menudo reflejada en su tono de voz tranquilo y sus claros ojos, Rasim había mentido por primera vez. No había nada que resolver en Baslodia, pues no viajaban con fines comerciales, sino que huían de la terrible enfermedad que asolaba el archipiélago. Entonces, ¿qué impulsaría su premura? La verdad yacía en lo más recóndito de su camarote privado: debajo de su cama, yacía una trampilla, y bajo a esta una angosta habitación donde lo esperaba un hombre pálido y tembloroso, de un ojo azul y otro completamente blanco. Cuando Rasim se asomó por la trapilla, este se orinó encima de la emoción, vociferando algunos delirios sobre haber visto fantasmas.
—¡Los he visto! ¡Te lo juro por los Dioses! — chilló desde la habitación, generando eco. El felino se le acercó y lo tomó por los hombros, acariciándole el rostro y siseándole para que hiciera silencio. — Discúlpame, Rasim... ojalá hubieras estado aquí para verlos. Me hacen compañía cuando no estás. ¿Te acuerdas de ellos? ¡Erick y Carmen! Aquellos eran los buenos tiempos, cuando éramos libres y viajábamos por todo el mundo.
—Debió de ser maravilloso. — respondió con una mirada triste — Estamos viajando viento en popa. Con algo de suerte, en menos de una semana estaremos en Verisar. Encontraré una cura para tu enfermedad, te lo prometo.
—Siempre estuviste allí para cuidarme, Rasim. ¿Recuerdas aquella vez que me dio la viruela? Joder, creí que iba a morir. Entonces trajiste a un alquimista del Hekshold, tuviste que trabajar por años para pagar aquella deuda, pero lo hiciste. y... y... solo desearía que esta vez fuera así. — una lágrimas recorrió su mejilla, y su compañero la limpió con una de sus garras.
—Ya deja de decir tonterías, Ulrich. Mejorarás, ya lo verás. — le plantó con delicadeza un beso en la frente — A donde tú vayas, yo iré.
Poco sabía que su acción insensata, por amor, le costaría caro a la tripulación del barco.
Off rol: Menciono a Tobías, con su debido permiso, para explicar nuestro viaje desde Sacrestic Ville a Sevindel
El espadachín parecía tener una gran afinidad por los elfos: se llevaba bien con Mefisto, con Yorha, y ahora con Anders. La diferencia estaba en que él y este último eran diametralmente opuestos: el elfo era noble, alegre, tranquilo y con agudo sentido de la "justicia", o lo que normalmente podría definirse como "ser un cabezota", y todo esto sin mencionar la palabra "torpe" -sus numerosos ataques de náuseas sobre la embarcación podrían corroborar lo último-. A pesar de esto, era innegable que tenían un aspecto muy en común: ambos eran criminales famosos, y sus nombres resonaban desde la costa occidental hasta el oeste del Tymer. Esta situación de emergencia los llevó a abordar la embarcación de Tobías Pharra* para resguardarse en el archipiélago Illidense, donde más tardaría en esparcirse la noticia. Como medida preventiva, evitaron la eminente ciudad de Beltrexus y tomaron asilo en Sevindel.
Desde el primer momento, ya algo iba mal.
En cuanto puso su pie sobre el muelle, una inmenso hedor a putrefacción penetró por su nariz: no a muchos metros del puerto, había una fosa común donde arrojaban pilas de cadáveres para cremarlos. Todos tenían algo en común: un ojo lechoso y manifestaban delirios antes de reunirse con el Dios del viento. Mal asunto. Tobías tenía "asuntos que era mejor resolver solo", por lo que se negó a trasladarlos a otro sitio y se marchó. Por suerte, a pesar de que ya había emergido la lobreguez de la noche, un gran número de barcos zarpaban. El clima no era en lo absoluto favorable: el aquilón entorpecería el viaje marítimo enormemente, y cualquier capitán sabría eso... lo cual dejaba en evidencia que había cierta desesperación y premura por escapar de la epidemia. De hecho, largas filas se acumulaban en el muelle para abordar las últimas naves. Por suerte, el estatus de Tatsuya como brujo de viento le serviría para abordar alguno de los navíos.
Posó su mirada sobre el barco más cercano: la cosa más espantosa que conocerían los mares. Aquél barco habría sobrevivido innumerables guerras, cosa que se evidenciaba por sus "cicatrices": rastros de sangre seca que tapizaban la madera en el costado a estribor; tablones de madera oscura que sobresalían por encima de enormes orificios; velas ornamentadas con excrementos de aves... está de más decir que no le sobraban los lujos. Su nombre era, al menos, imaginativo: "¡La Liebre Marina!".
Al volverse a su compañero élfico, lo notó ensimismado, observando fijamente a un navío que se perdía en el horizonte.
—¡Arr, pirata! ¡Despierta de una vez! — exclamó entre aplausos — ¿O debería decirte camarada? En fin. Vamos a abordar este de aquí — señaló a La Liebre Marina — así que ya puedes ir moviéndote.
Fueron recibidos jovialmente por el capitán de la tripulación, quien se vio interesado en Tatsuya, el "Famoso Tensai de Viento" y les permitió abordar. Por supuesto, a pesar de la buena impresión del capitán, esto no los exoneró de las numerosas labores, y por las siguientes horas el brujo quedó relegado a la punta de la mesana, desde donde tendría que inspeccionar el panorama, avisarle a la tripulación de sus hallazgos y manipular las corrientes de aire hacia el este. Tras varias horas en el ejercicio, el mercenario se sentía débil por la falta de éter, y apenas y se podía mantener en pie. Para su infortunio, el segundo al mando de La Liebre Marina le hacía compañía y se aseguraba de que siguiera trabajando "o lo arrojaría a alta mar". Este era un fornido hombre-bestia, de apariencia felina y sorprendentemente buen mozo: una áurea melena descendía desde sus sienes hasta su espalda, ondeando al compás de la brisa marina; sus ojos color oliva, vívidos, podían expresar tanto gentileza como ferocidad, dependiendo de la perspectiva. Llevaba su torso al descubierto, y numerosas cicatrices recorrían su pecho transversalmente.
- Apariencia de Rasim:
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—¡Dame un respiro! — clamó entre jadeos — Mis capacidades tienen un límite. Si utilizo demasiado éter, podría morir.
—Si en verdad eres un gran tensai de viento del Hekshold, creo que podrías durar aquí toda la noche, sin sudar una gota. — replicó el felino en seco.
—Hablas como si conocieras mi oficio. Debes de tener cierto control sobre el viento, porque cada vez que abres el morro huele como si soltaras un pedo. — dijo con un tono burlesco antes de tambalearse sobre la barandilla de la plataforma.
El tigre ni siquiera se inmutó por el comentario de Tatsuya; permaneció impasible, observando el reflejo de la luna sobre el mar, y sus múltiples destellos en el horizonte. En su rostro habían ciertas matices de preocupación: fruncía los labios, y a menudo un tic nervioso se hacía notar en su ojo derecho. El brujo recobró su compostura y se detuvo para contemplar la vista.
—Puedes descansar por hoy, pero mañana no tendré compasión contigo. — concluyó con una voz calmada, antes de volverse hacia su acompañante y extenderle sus garras — Soy Rasim. Lamento haber sido tan duro contigo, tenemos algo de prisa por llegar.
—¿Prisa? — inquirió — ¿Por qué? Ya estamos a salvo de la peste de Sevindel. En unas cuantas semanas estaremos en Baslodia.
—No tiene nada que ver con lo de Sevindel. Tenemos algunos asuntos que resolver lo más pronto posible, es todo. — le dio una palmada en el hombro al brujo, y le esbozó una gentil sonrisa — Deberías ir a dormir ya. Mañana será un día difícil, y si te duermes muy tarde, tendrás pesadillas.
Rasim descendió por las mallas del mástil, abandonando la escena. Tatsuya hizo lo mismo poco después, y se integró con Anders en su camarote.
[…]
A pesar de su naturaleza honesta, a menudo reflejada en su tono de voz tranquilo y sus claros ojos, Rasim había mentido por primera vez. No había nada que resolver en Baslodia, pues no viajaban con fines comerciales, sino que huían de la terrible enfermedad que asolaba el archipiélago. Entonces, ¿qué impulsaría su premura? La verdad yacía en lo más recóndito de su camarote privado: debajo de su cama, yacía una trampilla, y bajo a esta una angosta habitación donde lo esperaba un hombre pálido y tembloroso, de un ojo azul y otro completamente blanco. Cuando Rasim se asomó por la trapilla, este se orinó encima de la emoción, vociferando algunos delirios sobre haber visto fantasmas.
—¡Los he visto! ¡Te lo juro por los Dioses! — chilló desde la habitación, generando eco. El felino se le acercó y lo tomó por los hombros, acariciándole el rostro y siseándole para que hiciera silencio. — Discúlpame, Rasim... ojalá hubieras estado aquí para verlos. Me hacen compañía cuando no estás. ¿Te acuerdas de ellos? ¡Erick y Carmen! Aquellos eran los buenos tiempos, cuando éramos libres y viajábamos por todo el mundo.
—Debió de ser maravilloso. — respondió con una mirada triste — Estamos viajando viento en popa. Con algo de suerte, en menos de una semana estaremos en Verisar. Encontraré una cura para tu enfermedad, te lo prometo.
—Siempre estuviste allí para cuidarme, Rasim. ¿Recuerdas aquella vez que me dio la viruela? Joder, creí que iba a morir. Entonces trajiste a un alquimista del Hekshold, tuviste que trabajar por años para pagar aquella deuda, pero lo hiciste. y... y... solo desearía que esta vez fuera así. — una lágrimas recorrió su mejilla, y su compañero la limpió con una de sus garras.
—Ya deja de decir tonterías, Ulrich. Mejorarás, ya lo verás. — le plantó con delicadeza un beso en la frente — A donde tú vayas, yo iré.
Poco sabía que su acción insensata, por amor, le costaría caro a la tripulación del barco.
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Off rol: Menciono a Tobías, con su debido permiso, para explicar nuestro viaje desde Sacrestic Ville a Sevindel
Tatsuya Suō
Experto
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
"... ...ten."
"... ... ...pierten."
Abrí lentamente los ojos con cierta pereza, pestañeando y viendo una figura difuminada al frente a duras penas. Me levanté dolorosamente, sintiendo la espalda hecha trizas por la posición en la que pase las últimas horas antes de dormir. Eso y el golem, claro... no me queje simplemente porque si yo estaba así, no podía imaginar al brujo, considerando como ayer lo vi entrar casi arrastrándose hasta el camarote por la falta de éter.
Cuando mi vista logro centrarse observé a un hombre calvo de casi dos metros de altura y tez oscura, vistiendo nada más chaleco amarillo oscuro abierto y pantalones blancos abombados. Aplaudía muy suavemente, a un ritmo muy definido, demasiado definido. Dos aplausos, hablar. Dos aplausos. Hablar. Su mirada era algo vacía, del tipo que portaban las personas que habían visto cosas que no debían ver... o que habían visto de más.
—Despierten —repitió una vez más, la última, dejando descansar sus brazos al lado.
—Qué... —me lleve una mano a la boca, bostezando—. ¿Quuua ras...?
—Cuatro —respondió, habiendo descifrado mi pregunta sobre la hora de alguna manera.
Miré por un par de segundos a la figura, con los ojos cansados de un elfo en sus últimos años, aunque estuviese en mis primeros. El hombre no se inmutó en esto para nada, tan sólo corrió su mirada sobre todos y viendo cumplido que estuviésemos despiertos, se dio vuelta y salió del camarote, cerrando la puerta.
—Ese es Reloj, un bio. Es uno de los oficiales de Slaven, junto a Rasim —comentó uno de los marineros con los que compartimos habitación, el tipo más terriblemente promedio que jamás había visto. Ante mi cara de completo sueño e incomprendimiento, abrió la boca, buscando palabras para explicarse—. El... hombre tigre que subió con Oroshi al mástil, ayer.
—Ah... ¿Ah? —enarqué una ceja—. ¿Oroshi?
—Tu amiguete —hizo un movimiento con la cabeza, señalando a Tatsuya.
—Aah...
En realidad no estaba entendiendo absolutamente nada. ¿Por qué alguien se llamaría "Reloj"? ¿Y por qué ahora Tatsuya resultaba llamarse "Oroshi"? Mientras pensaba empezaba a recostarme suavemente en la cama de nuevo sin notarlo, bostezando débilmente.
—Eh, eh, Barrepisos, nada de volver a dormir, el día ya empezó —chasqueó los dedos frente a mi cara para intentar despertarme—, si Rasim pasa por aquí y te encuentra dormido, vas a desear que te hagan caminar por el tablón, desde lo de Ul...
Un rugido, pequeño y contenido, pero a fin de cuentas un rugido se hizo sonar en la habitación.
Eso bastó para espabilarme. No solo me hizo levantarme de la cama de un salto, cosa que me proporcionó un golpe en la cabeza por la cama que yacía arriba de la mía. Escuché las risas entremezclarse mientras me llevaba las manos a la cabeza acariciarme, inseguro si entre ellas estaba la de "Oroshi" mismo. Cuando los ojos se posaron en Rasim, a medio asomar en la puerta, callaron bastante rápido.
—¿Desde qué, Willy? —preguntó con el ceño a medio fruncir.
—Na-nada.
Rasim bufó, enseñando los dientes apretados un momento. Normalmente, eso era lo que uno llamaba una "sonrisa", pero viniendo de hombres bestia podía significar más una amenaza.
—Muévanse, la comida estará lista en un par de horas —desvió sus ojos del grumete hacia Tatsuya, suavizando su mirada un poco—. Ya sabes donde te quiero, tensai.
Después de decir eso se retiró, y ahí fue cuando hice click. Reloj y Oroshi eran apodos.
...Barrepisos también. Cuando iba a quejarme sobre el mío la otra persona con la que compartíamos habitación iba de salida y me tiró encima su almohada, empezando a reír otra vez sobre el golpe ahora que el tigre no estaba. Tan sólo la hice a un lado, refunfuñando un poco antes de considerar mi situación desde afuera y reírme también, lanzando la almohada sobre la cama donde ese había dormido.
Las primeras horas del día habían resultado improductivas de mi parte. Despertar tan temprano había tenido un efecto horrible en... en todo. Reaccionaba más lento de lo usual, lo que quería decir que prácticamente no reaccionaba, tardaba demasiado en limpiar cualquier parte por pequeña que fuera...
Por suerte la hora del desayuno llego, moviéndonos a la mayoría al comedor. Sopa de tortuga, o como le estaban diciendo la mayoría, 'sopa de Chef', Chef era un hombre tortuga, que resultaba ser el cocinero de la tripulación... cocinando sopa de tortuga... era una especie de chiste cruel hacia sí mismo o algo así.
Estuve escéptico al principio. Muchísimo. Al final, resultó estar deliciosa, considerando los pocos ingredientes que parecía llevar. Tatsuya tenía derecho a más repeticiones por orden de Rasim, porque, en sus palabras, "iba a exprimirlo más" en cuanto terminará de comer y reposar. Normalmente uno no podía ir por ahí diciendo que iba a exprimir a ningún hombre, pero cuando tus manitas tenían garras, pesabas como treinta kilogramos más que el tipo promedio; y eras el segundo al mando, nadie iba a traer eso a mesa.
Rasim por su propio lado tomó dos cuencos y se retiró del comedor para irse a desayunar por su cuenta. Suspiré un poco, jugando distraído con mi comida. Pretendía hablarle, pero parecía difícil acercarse a él fuera de una relación "segundo al mando - grumete".
—Entonces... ¿Rasim es su nombre o es otro mote? —pregunté golpeando suavemente con el reverso de la palma el pecho de Bjorn.
—¿Eh? Nombre, nombre. Mote era... Mordisquitos —sonrió.
Sonreí de vuelta ante eso. "Mordisquitos", qué adorable.
—Se lo pusimos cuando le arrancó medio cuello a un hombre de un mordisco.
Deje de sonreír.
—¿Y siempre es tan difícil...?
—Bueno... —empezó, viendo hacia Willy unos segundos para después echar un vistazo hacia la salida, asegurandose de que Rasim realmente se había ido. Me vio la cara y se encorvó sobre la mesa, hablando en voz baja—. Poco, de hecho. Verás... Ra se unió a esta tripulación hace... uff, ¿años? Le doy unos tres o cuatro. No se unió solo, vino con alguien llamado Ulrich, y pues... como tú, como todos, desde abajo, aprendiendo los oficios del barco y tal, y Rasim terminó como un hombre confiable para el capitán. Ulrich era un poco más... eh —se encogió de hombros—, ¿promedio? Hacía lo suyo, y ya, Rasim hacía el trabajo de tres o cuatro hombres, dentro y fuera del barco.
—Ya, se volvió difícil cuando alcanzó el puesto, la responsabilidad...supongo que hay que ser duro para ser jefe, o algo.
—¿Qué? No no, que va... bueno sí, pero no es por eso realmente. Ulrich... —hizo una mueca con la cara para darse a entender.
—...Oh —baje la cabeza, suspirando—, ¿una pelea?
—La infección —respondió Willy—, teníamos días en Sevindel cuando empezó, íbamos a partir hace casi una semana ya; pero... —negó con la cabeza—. Ulrich desapareció, Rasim nos organizó y nos mandó a buscar por todos lados, pasamos como cuatro días en eso... no dimos con él, ni con su cadáver. Sólo podemos pensar que es uno de los tantos cuerpos tirados en la fosa.
—Es un tema delicado para él todavía, es mejor que no digan nada, a este Willy le dio un puñetazo que se cayó del barco. Pero es buen tipo. Tigre. Ustedes entienden.
Miré hacia la salida del comedor en silencio, y en silencio me terminé la comida. Volví a trabajar, pensando en todo lo que había hablado durante la comida. Era curioso pensar que por los días que pasaron buscando a su compañero fueron los últimos en partir... cosa que nos salvó a mi y a Tatsuya, metafóricamente. Quizá, literal.
Mientras limpiaba una de las balistas escuché una voz atrás, haciéndome pegar un salto del susto por lo absorbido que estaba en mi cabeza.
—Así no se limpia.
—C-Capitán —me puse de pie, tambaleándome un poco.
—Prefiero que dejes sin pulir las palancas, no vayas a disparar un proyectil, no tenemos tantos para andar gastando.
—Está... bien —dije recogiendo el brazo, y viendo hacia el arma. Apreté un poco los labios y volteé a ver al capitán seguir andando—, e-eh.
—¿Hmm?
—Cuando... hablamos con usted ayer y eso, ¿no dijo qué el barco es comercial? Quiero decir, se dedica a eso, y... eso.
—No entiendo a que quieres lleg... —calló un momento, asintiendo levemente para sí mismo—. Las necesitamos. No porque no seamos piratas significa que no peleemos, en el peor de los casos, nos atacan más justo por llevar mercancía.
Asentí ante la explicación, tenía sentido, me había resultado raro desde que abordé el navío que hubiese tanto olor a muerte en el lugar y que ni disimulase estar armado. Fije la vista con la de el capitán un par de segundos, un par de segundos en los que un tic se hizo en su ojo izquierdo y desvió la mirada a un lado, como si tuviese a alguien atrás. Volteé, sin ver a nadie. Para cuando miré al frente, el hombre ya seguía andando, y yo me dediqué a continuar con mi labor de limpieza.
Al anochecer Slaven se había retirado a su cabina. El hombre se lanzó sobre una silla, haciendo resonar decenas de pequeñas monedas que cayeron al suelo rodando, una deteniéndose al chocar con el pie descalzo de Reloj.
—¿...Cuantos?
—Wesley, Bert, Índice, Pipote... —empezó a listar con la mano, Slaven levantó la mirada, viéndolo directo a los ojos—. La mitad al menos, señor. Es muy temprano para confirmarlo.
—No —dijo solemne—, confio en ti. Si dices la mitad... la mitad es. ¿Qué hay de ti y de Rasim?
—Negativo. Sospecho que mi estatus me impide contraer enfermedades con tanta facilidad. No he observado síntomas en Rasim.
Slaven bajó la mirada, con sus músculos faciales tensándose. Esto normalmente hubiese sido imperceptible para cualquiera; pero frente a él se encontraba un bio médico. Slaven acarició su garfio y lentamente llevo su mano a la empañadura de su sable, descansando frente a una mesa a su lado.
—¿Hace tan obvio su ataque, capitán?
—¿Piensas resistirte?
—No.
Slaven dejo de apretar el arma y relajo su postura, viendo al techo y pestañeando lentamente.
—Eres un buen amigo, Rey.
—Gracias, capitán.
El hombre bajo la mirada, viendo de nuevo al bio.
—...Jorunn.
—Eso está mejor.
El silencio se asentó en el lugar, tanto como la oscuridad de la noche sobre el navío. Bajo el suave sonido de la madera haciéndose paso entre el agua, se dio paso al siguiente día...
"... ... ...pierten."
Abrí lentamente los ojos con cierta pereza, pestañeando y viendo una figura difuminada al frente a duras penas. Me levanté dolorosamente, sintiendo la espalda hecha trizas por la posición en la que pase las últimas horas antes de dormir. Eso y el golem, claro... no me queje simplemente porque si yo estaba así, no podía imaginar al brujo, considerando como ayer lo vi entrar casi arrastrándose hasta el camarote por la falta de éter.
Cuando mi vista logro centrarse observé a un hombre calvo de casi dos metros de altura y tez oscura, vistiendo nada más chaleco amarillo oscuro abierto y pantalones blancos abombados. Aplaudía muy suavemente, a un ritmo muy definido, demasiado definido. Dos aplausos, hablar. Dos aplausos. Hablar. Su mirada era algo vacía, del tipo que portaban las personas que habían visto cosas que no debían ver... o que habían visto de más.
—Despierten —repitió una vez más, la última, dejando descansar sus brazos al lado.
—Qué... —me lleve una mano a la boca, bostezando—. ¿Quuua ras...?
—Cuatro —respondió, habiendo descifrado mi pregunta sobre la hora de alguna manera.
Miré por un par de segundos a la figura, con los ojos cansados de un elfo en sus últimos años, aunque estuviese en mis primeros. El hombre no se inmutó en esto para nada, tan sólo corrió su mirada sobre todos y viendo cumplido que estuviésemos despiertos, se dio vuelta y salió del camarote, cerrando la puerta.
—Ese es Reloj, un bio. Es uno de los oficiales de Slaven, junto a Rasim —comentó uno de los marineros con los que compartimos habitación, el tipo más terriblemente promedio que jamás había visto. Ante mi cara de completo sueño e incomprendimiento, abrió la boca, buscando palabras para explicarse—. El... hombre tigre que subió con Oroshi al mástil, ayer.
—Ah... ¿Ah? —enarqué una ceja—. ¿Oroshi?
—Tu amiguete —hizo un movimiento con la cabeza, señalando a Tatsuya.
—Aah...
En realidad no estaba entendiendo absolutamente nada. ¿Por qué alguien se llamaría "Reloj"? ¿Y por qué ahora Tatsuya resultaba llamarse "Oroshi"? Mientras pensaba empezaba a recostarme suavemente en la cama de nuevo sin notarlo, bostezando débilmente.
—Eh, eh, Barrepisos, nada de volver a dormir, el día ya empezó —chasqueó los dedos frente a mi cara para intentar despertarme—, si Rasim pasa por aquí y te encuentra dormido, vas a desear que te hagan caminar por el tablón, desde lo de Ul...
Un rugido, pequeño y contenido, pero a fin de cuentas un rugido se hizo sonar en la habitación.
Eso bastó para espabilarme. No solo me hizo levantarme de la cama de un salto, cosa que me proporcionó un golpe en la cabeza por la cama que yacía arriba de la mía. Escuché las risas entremezclarse mientras me llevaba las manos a la cabeza acariciarme, inseguro si entre ellas estaba la de "Oroshi" mismo. Cuando los ojos se posaron en Rasim, a medio asomar en la puerta, callaron bastante rápido.
—¿Desde qué, Willy? —preguntó con el ceño a medio fruncir.
—Na-nada.
Rasim bufó, enseñando los dientes apretados un momento. Normalmente, eso era lo que uno llamaba una "sonrisa", pero viniendo de hombres bestia podía significar más una amenaza.
—Muévanse, la comida estará lista en un par de horas —desvió sus ojos del grumete hacia Tatsuya, suavizando su mirada un poco—. Ya sabes donde te quiero, tensai.
Después de decir eso se retiró, y ahí fue cuando hice click. Reloj y Oroshi eran apodos.
...Barrepisos también. Cuando iba a quejarme sobre el mío la otra persona con la que compartíamos habitación iba de salida y me tiró encima su almohada, empezando a reír otra vez sobre el golpe ahora que el tigre no estaba. Tan sólo la hice a un lado, refunfuñando un poco antes de considerar mi situación desde afuera y reírme también, lanzando la almohada sobre la cama donde ese había dormido.
[...]
Las primeras horas del día habían resultado improductivas de mi parte. Despertar tan temprano había tenido un efecto horrible en... en todo. Reaccionaba más lento de lo usual, lo que quería decir que prácticamente no reaccionaba, tardaba demasiado en limpiar cualquier parte por pequeña que fuera...
Por suerte la hora del desayuno llego, moviéndonos a la mayoría al comedor. Sopa de tortuga, o como le estaban diciendo la mayoría, 'sopa de Chef', Chef era un hombre tortuga, que resultaba ser el cocinero de la tripulación... cocinando sopa de tortuga... era una especie de chiste cruel hacia sí mismo o algo así.
Estuve escéptico al principio. Muchísimo. Al final, resultó estar deliciosa, considerando los pocos ingredientes que parecía llevar. Tatsuya tenía derecho a más repeticiones por orden de Rasim, porque, en sus palabras, "iba a exprimirlo más" en cuanto terminará de comer y reposar. Normalmente uno no podía ir por ahí diciendo que iba a exprimir a ningún hombre, pero cuando tus manitas tenían garras, pesabas como treinta kilogramos más que el tipo promedio; y eras el segundo al mando, nadie iba a traer eso a mesa.
Rasim por su propio lado tomó dos cuencos y se retiró del comedor para irse a desayunar por su cuenta. Suspiré un poco, jugando distraído con mi comida. Pretendía hablarle, pero parecía difícil acercarse a él fuera de una relación "segundo al mando - grumete".
—Entonces... ¿Rasim es su nombre o es otro mote? —pregunté golpeando suavemente con el reverso de la palma el pecho de Bjorn.
—¿Eh? Nombre, nombre. Mote era... Mordisquitos —sonrió.
Sonreí de vuelta ante eso. "Mordisquitos", qué adorable.
—Se lo pusimos cuando le arrancó medio cuello a un hombre de un mordisco.
Deje de sonreír.
—¿Y siempre es tan difícil...?
—Bueno... —empezó, viendo hacia Willy unos segundos para después echar un vistazo hacia la salida, asegurandose de que Rasim realmente se había ido. Me vio la cara y se encorvó sobre la mesa, hablando en voz baja—. Poco, de hecho. Verás... Ra se unió a esta tripulación hace... uff, ¿años? Le doy unos tres o cuatro. No se unió solo, vino con alguien llamado Ulrich, y pues... como tú, como todos, desde abajo, aprendiendo los oficios del barco y tal, y Rasim terminó como un hombre confiable para el capitán. Ulrich era un poco más... eh —se encogió de hombros—, ¿promedio? Hacía lo suyo, y ya, Rasim hacía el trabajo de tres o cuatro hombres, dentro y fuera del barco.
—Ya, se volvió difícil cuando alcanzó el puesto, la responsabilidad...supongo que hay que ser duro para ser jefe, o algo.
—¿Qué? No no, que va... bueno sí, pero no es por eso realmente. Ulrich... —hizo una mueca con la cara para darse a entender.
—...Oh —baje la cabeza, suspirando—, ¿una pelea?
—La infección —respondió Willy—, teníamos días en Sevindel cuando empezó, íbamos a partir hace casi una semana ya; pero... —negó con la cabeza—. Ulrich desapareció, Rasim nos organizó y nos mandó a buscar por todos lados, pasamos como cuatro días en eso... no dimos con él, ni con su cadáver. Sólo podemos pensar que es uno de los tantos cuerpos tirados en la fosa.
—Es un tema delicado para él todavía, es mejor que no digan nada, a este Willy le dio un puñetazo que se cayó del barco. Pero es buen tipo. Tigre. Ustedes entienden.
Miré hacia la salida del comedor en silencio, y en silencio me terminé la comida. Volví a trabajar, pensando en todo lo que había hablado durante la comida. Era curioso pensar que por los días que pasaron buscando a su compañero fueron los últimos en partir... cosa que nos salvó a mi y a Tatsuya, metafóricamente. Quizá, literal.
Mientras limpiaba una de las balistas escuché una voz atrás, haciéndome pegar un salto del susto por lo absorbido que estaba en mi cabeza.
—Así no se limpia.
—C-Capitán —me puse de pie, tambaleándome un poco.
—Prefiero que dejes sin pulir las palancas, no vayas a disparar un proyectil, no tenemos tantos para andar gastando.
—Está... bien —dije recogiendo el brazo, y viendo hacia el arma. Apreté un poco los labios y volteé a ver al capitán seguir andando—, e-eh.
—¿Hmm?
—Cuando... hablamos con usted ayer y eso, ¿no dijo qué el barco es comercial? Quiero decir, se dedica a eso, y... eso.
—No entiendo a que quieres lleg... —calló un momento, asintiendo levemente para sí mismo—. Las necesitamos. No porque no seamos piratas significa que no peleemos, en el peor de los casos, nos atacan más justo por llevar mercancía.
Asentí ante la explicación, tenía sentido, me había resultado raro desde que abordé el navío que hubiese tanto olor a muerte en el lugar y que ni disimulase estar armado. Fije la vista con la de el capitán un par de segundos, un par de segundos en los que un tic se hizo en su ojo izquierdo y desvió la mirada a un lado, como si tuviese a alguien atrás. Volteé, sin ver a nadie. Para cuando miré al frente, el hombre ya seguía andando, y yo me dediqué a continuar con mi labor de limpieza.
[...]
Al anochecer Slaven se había retirado a su cabina. El hombre se lanzó sobre una silla, haciendo resonar decenas de pequeñas monedas que cayeron al suelo rodando, una deteniéndose al chocar con el pie descalzo de Reloj.
—¿...Cuantos?
—Wesley, Bert, Índice, Pipote... —empezó a listar con la mano, Slaven levantó la mirada, viéndolo directo a los ojos—. La mitad al menos, señor. Es muy temprano para confirmarlo.
—No —dijo solemne—, confio en ti. Si dices la mitad... la mitad es. ¿Qué hay de ti y de Rasim?
—Negativo. Sospecho que mi estatus me impide contraer enfermedades con tanta facilidad. No he observado síntomas en Rasim.
Slaven bajó la mirada, con sus músculos faciales tensándose. Esto normalmente hubiese sido imperceptible para cualquiera; pero frente a él se encontraba un bio médico. Slaven acarició su garfio y lentamente llevo su mano a la empañadura de su sable, descansando frente a una mesa a su lado.
—¿Hace tan obvio su ataque, capitán?
—¿Piensas resistirte?
—No.
Slaven dejo de apretar el arma y relajo su postura, viendo al techo y pestañeando lentamente.
—Eres un buen amigo, Rey.
—Gracias, capitán.
El hombre bajo la mirada, viendo de nuevo al bio.
—...Jorunn.
—Eso está mejor.
El silencio se asentó en el lugar, tanto como la oscuridad de la noche sobre el navío. Bajo el suave sonido de la madera haciéndose paso entre el agua, se dio paso al siguiente día...
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Introducido Reloj, un bio-cibernético de nivel 3. Máquina Terapeuta con Maestría en Terapia Cibernética.
Oroshi significa "viento descendiente" en japonés (o algo así, creo), el término se usa para referirse a los vientos fuertes que soplan por la ladera de una montaña y a veces causan daño. Básicamente, viene a ser un viento catabático. El por qué de ese apodo es que como Tatsuya nació en un poblado pesquero de las islas illidenses y estos vienen a ser comerciantes marítimos con claras conexiones al lugar, supuse que no serían ajenos a saber de gente con rasgos faciales similares a los de Tatsuya y le clavaron un término relacionado al viento a nivel de esas culturas. Si no te gusta o parece, me dices por Dis y edito con uno de tu preferencia ^^
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Después de que Rasim abandonara el mástil, los recuerdos del resto de la noche estaban fragmentados y le llegaban a la mente como lagunas borrosas conforme recuperaba la consciencia: apenas recordaba haberse arrastrado hasta el camarote con ayuda de algunos grumetes y haber sido arrojado sobre la litera, perdiendo el conocimiento casi de inmediato y alcanzando la paz... momentáneamente, pues para él apenas y pasó un segundo antes de escuchar los ecos de una monótona voz articulando un par de palabras para luego dar dos aplausos y repetir la secuencia: «Despierten. Clap, clap. Despierten. Clap, clap. Despierten. Clap, clap»
Tatsuya se balanceaba en ese breve interín de "conciencia no consciente" que hay entre el sueño y la vigilia, donde se oye pero no se escucha y se ve pero no se observa, por lo que no entendía qué quería decir la voz. Solo deseaba silenciarla de alguna manera.
—Ya se va a enterar ese hideputa, cuando lo agarre... — dijo para sí mismo y abrió los ojos, vislumbrando una oscura mancha con matices amarillos en la puerta. — Allí voy, allí voy, cabrón... argh, qué pereza.
Cerró sus ojos y desistió de la idea de atacar. Tuvo un sueño tremendamente placentero: una morena lo abrazaba y sembraba en su frente algunos besos juguetones; acariciaba su rostro con la calidez y suavidad de sus palmas, y le susurraba a su oído melifluos sonidos, que tan solo el más afortunado de los hombres podría escuchar. Finalmente, la moza tomó su mentón y acercó sus labios a los suyos, a apenas milímetros de juntarlos, y de pronto... una húmeda y fría sensación invadió al brujo, quien aulló y dio un brinco, acompañado del sonoro "crack" que hicieron sus huesos al unísono. Frente a él, dos grumetes sostenían un balde vacío. Al descender su mirada, notó que tanto su vestimenta como su camastro estaban empapados. Dirigió sus ojos a los grumetes, luego al camastro, luego a los grumetes, y luego al camastro... hasta que finalmente comprendió.
—¿Agua de mar? Ya verán lo que es agua de mar. Les juro que los voy a arrojar por la borda. — dijo con desdén, casi entre balbuceos.
—¡No te duermas, Oroshi! ¡Ale! ¡Despierta! — exclamó uno de los grumetes antes de darle una bofetada — ¡Rasim ya viene! ¡Más te vale estar despierto!
El nombre "Rasim" provocó una reacción inmediata en el espadachín, quien abrió los ojos y se tensó inmediatamente. Un amenazador rugido se escuchó del otro lado de la puerta, seguido del golpe en seco que dio Anders con el techo de la cama. La tripulación carcajeó sonoramente y calló por igual cuando la fornida figura del felino emergió por la puerta. Se le notaba consternado, incluso si trataba de ocultarlo entre bufidos y órdenes. Acabó por dirigirse a Tatsuya con un tono imperativo, indicándole que regresara a sus labores y abandonó la habitación.
—El gatito parece un buen tipo en el fondo. ¿Le ocurrió algo recientemente? — inquirió el brujo.
—Ahórrate hacer esa clase de preguntas en voz alta. Vivirás más. — replicó su compañero de habitación mientras se dirigía a la salida. El brujo le pidió que se detuviera, a lo que el sujeto accedió.
Pudo detallar su rostro en cuanto el marinero se volvió: la piel en su parte derecha era de color vinotinto y algunos quistes se asomaban por su mejilla, indicando que probablemente sufrió quemaduras. Al hablar, sus encías se mostraban blancas y le faltaban algunos dientes. Las palmas de sus manos estaban llenas de ampollas y magulladuras, y el dorso de algunas extensas cicatrices, similares a las del rostro.
—Qué hijo de puta más feo eres. — comentó con un tono burlón — ¿Cómo te hiciste eso?
—Trabajando con los cañones. Alguien tiene que mantener tu culo a salvo. — levantó su dedo medio — ¿Qué querías de mí?
—Nada, olvídalo. Solo quería verte de cerca.
—¡Chef! Tengo que aceptar que esta mierda está bastante buena. — alzó la escudilla de barro a la tortuga, indicándole que le sirviera otra porción — Me recuerda a los estofados que solíamos hacer en Kanpai. No hay nada como recordar tu hogar de cuando en cuando.
La primera alegría del mes fue la hora del desayuno. Después de la cadena de infortunios que siguieron a Sacrestic Ville, era el primer momento en que el brujo y su compañero orejudo podían descansar sin sentir la aspereza de una soga apretándoles el cuello. La tripulación de La Liebre Marina era jovial en exceso: por el comedor fluía la mezcla entre risas, canciones vulgares, chistes y anécdotas de todo tipo, nada que ver con la tripulación de Tobías Pharra.
Uno de los ayudantes del cocinero dejó una senda jarra de ron junto a la escudilla de Tatsuya y le dio una palmada en el hombro. "Te ayudará a mantener el calor", dijo antes de regresar a la cocina. Chef le sonrió lentamente al brujo desde la distancia, tomándole cinco segundos mostrar sus dientes.
—Considéralo un regalo de mi parte. — dijo la tortuga serenamente, marcando grandes espacios entre palabra y palabra— No se ve a un hijo del viento todos los días, mucho menos a un Suou.
—¿Conoces... Kanpai? — preguntó Tatsuya
—Hace mucho tiempo, mi tribu vivía en las profundidades del lago Inawashiro. Convivimos con el clan Suou durante siglos, hasta que a uno de sus descendientes dejó de gustarle el tenernos cerca. Aún recuerdo aquél día: convocaron un inmenso trueno que golpeó el lago y mató a los ancianos, a los niños, a las mujeres... tan solo los jóvenes que salíamos a comerciar sobrevivimos al incidente. — concluir la anécdota le tomó más de diez minutos.
Tatsuya ladeó la cabeza, algo escéptico ante las afirmaciones de Chef.
—No lo sé, me cuesta creerte. Mi padre se aseguró de que conociera la historia de nuestra aldea y el clan. ¿Cómo es posible que no supiera nada sobre ustedes?
—Aquello fue hace cientos de años, muchacho. Las tortugas envejecemos mucho más lento que ustedes. Con el tiempo, la gente nos olvidó. — hizo una pausa más prolongada de lo normal, como si quisiera decir algo pero las palabras se le escapasen— Ten cuidado con Rasim, muchacho. Su presencia emana tristeza e ira, y las personas que sucumben ante tales emociones pocas veces son racionales. Lo he visto cientos de veces; los ojos de un anciano rara vez se equivocan.
—No es mi problema. — cortó en seco — Estoy aquí para salvarme el pellejo, no para perder el tiempo con los asuntos de otras personas. — dejó algunos restos del estofado sobre la mesa y se levantó.
—Tú emanas la misma aura, Tatsuya Suou.
—Cierra el pico, anciano. — gruñó antes de darle la espalda y retomar sus labores.
El brujo reposaba sobre el barandal del mástil mientras la brisa marina acariciaba su rostro y agitaba las velas del barco. Para entretenerse, silbaba unas cuantas canciones y daba un generoso trago a su jarra de ron cuando sentía ganas de dar un cabezazo contra el tronco de madera. No tenía a nadie para hacerle compañía en la soledad de la mesana y encontraba decepcionante y aburrida a la inmensidad del mar de la que tanto hablaban los poetas y cuentistas de Kanpai cuando era joven. Resulta que "los rutilantes mares, del color del zafiro, que se expanden hasta donde alcanza la vista" no eran más que una superflua llanura de color azul de proporciones exageradas: cuarenta kilómetros al norte y la seguirías viendo; otros cuarenta al sur, y más de lo mismo. Y ni hablar del este y el oeste. No importa a dónde quisieras dirigir la mirada, verías más de la misma mierda.
Por suerte -o infortunio- unas afiladas garras se aferraron a las tablas de madera y seguidamente se asomaron las orejas de Rasim. El brujo le tendió la mano y el tigre se incorporó a la plataforma. Ambos se miraron fijamente, sin intercambiar palabras.
—Quiero hacer una pregunta, tensai. — el felino miró hacia todas las direcciones, asegurándose de que no hubiera nadie cerca y siguió hablando casi entre susurros — ¿De qué lado luchas?
—Del que me pague mejor. — afirmó Tatsuya tras un bufido.
—¿Qué harías si te pidiera que envíes una carta? Una de la que Slaven no podría enterarse.
—Eres pésimo en esto de insinuar, ¿sabes? Se supone que si quieres sugerirle a alguien que cometa un crimen por ti, lo dices en tercera persona. — el brujo sonrió burlonamente, a lo que Rasim frunció el ceño. Para apaciguar la tensión del momento, le dio una palmada en la espalda. — Tranquilo. No creo que estés acostumbrado a hacer este tipo de cosas. Como respuesta a tu pregunta, te diría que depende de cuánto me pagues.
El tigre parpadeó un par de veces y tragó saliva. En su interior había un gran conflicto entre el deber y el amor. Sospechaba que Ulrich no tenía cura y sabía que Slaven tarde o temprano se enteraría de que había desacatado una orden... en cuanto notase que algo iba mal entre sus subordinados: los primeros síntomas ya habían aparecido entre los marineros, y en un espacio tan cerrado, sería cuestión de días hasta que más de la mitad estuviera infectada. Conociendo al capitán y su sentido de la moral tan bien como él lo hacía, sabía que no permitiría a La Liebre Marina anclar nunca más en un muelle. Antes de que eso ocurriera, tendría que mover unas fichas para conseguir aliados y sublevarse. No podía creer que, tras tantos años de confianza, estuviera por darle la espalda a su capitán, pero como dicen algunos... "el amor es la muerte del deber".
—Necesito que le envíes una carta al capitán Aarón, de "El Kraken". Lo haría yo mismo, pero no puedo arriesgarme a que Slaven me vea enviando un cuervo sin su permiso. Hazlo, y dejarás de trabajar por el resto del viaje. Además, te pagaré bien cuando lleguemos a Baslodia.
—No sé escribir. — se encogió de hombros.
—Eso no es lo que te estoy pidiendo, imbécil. Tan solo quiero que envíes la carta. — refunfuñó mientras mascaba una hoja de tabaco. Al tragar, le extendió la carta. — Envíalo cuando caiga el sol y el cuervo se camufle con la noche. De como leas el contenido de la carta, te arrojaré por la borda con unos grilletes atados a tus tobillos. ¿Queda claro?
Tatsuya replicó con un corte de mangas. El tigre lo ignoró y abandonó la mesana. Las siguientes horas transcurrieron con tranquilidad, y al ocultarse el sol, el mercenario procedió según lo acordado. Como recompensa, pudo descansar a gusto por los días siguientes, sin detenerse a pensar en el contenido de aquella carta.
Off rol: A partir de este turno, el capitán Aaron y su tripulación se acercan, lento pero seguro, a la posición de La Liebre Marina. Lo que es casi seguro es que sus intenciones son hostiles, pero aún se mantiene como un misterio el contenido de la carta que envió Rasim.
Paralelamente, se introduce a "Jack", el cañonero del barco: un brujo de nivel 1. Escuela Tensai con maestría en control de fuego.
Tatsuya se balanceaba en ese breve interín de "conciencia no consciente" que hay entre el sueño y la vigilia, donde se oye pero no se escucha y se ve pero no se observa, por lo que no entendía qué quería decir la voz. Solo deseaba silenciarla de alguna manera.
—Ya se va a enterar ese hideputa, cuando lo agarre... — dijo para sí mismo y abrió los ojos, vislumbrando una oscura mancha con matices amarillos en la puerta. — Allí voy, allí voy, cabrón... argh, qué pereza.
Cerró sus ojos y desistió de la idea de atacar. Tuvo un sueño tremendamente placentero: una morena lo abrazaba y sembraba en su frente algunos besos juguetones; acariciaba su rostro con la calidez y suavidad de sus palmas, y le susurraba a su oído melifluos sonidos, que tan solo el más afortunado de los hombres podría escuchar. Finalmente, la moza tomó su mentón y acercó sus labios a los suyos, a apenas milímetros de juntarlos, y de pronto... una húmeda y fría sensación invadió al brujo, quien aulló y dio un brinco, acompañado del sonoro "crack" que hicieron sus huesos al unísono. Frente a él, dos grumetes sostenían un balde vacío. Al descender su mirada, notó que tanto su vestimenta como su camastro estaban empapados. Dirigió sus ojos a los grumetes, luego al camastro, luego a los grumetes, y luego al camastro... hasta que finalmente comprendió.
—¿Agua de mar? Ya verán lo que es agua de mar. Les juro que los voy a arrojar por la borda. — dijo con desdén, casi entre balbuceos.
—¡No te duermas, Oroshi! ¡Ale! ¡Despierta! — exclamó uno de los grumetes antes de darle una bofetada — ¡Rasim ya viene! ¡Más te vale estar despierto!
El nombre "Rasim" provocó una reacción inmediata en el espadachín, quien abrió los ojos y se tensó inmediatamente. Un amenazador rugido se escuchó del otro lado de la puerta, seguido del golpe en seco que dio Anders con el techo de la cama. La tripulación carcajeó sonoramente y calló por igual cuando la fornida figura del felino emergió por la puerta. Se le notaba consternado, incluso si trataba de ocultarlo entre bufidos y órdenes. Acabó por dirigirse a Tatsuya con un tono imperativo, indicándole que regresara a sus labores y abandonó la habitación.
—El gatito parece un buen tipo en el fondo. ¿Le ocurrió algo recientemente? — inquirió el brujo.
—Ahórrate hacer esa clase de preguntas en voz alta. Vivirás más. — replicó su compañero de habitación mientras se dirigía a la salida. El brujo le pidió que se detuviera, a lo que el sujeto accedió.
Pudo detallar su rostro en cuanto el marinero se volvió: la piel en su parte derecha era de color vinotinto y algunos quistes se asomaban por su mejilla, indicando que probablemente sufrió quemaduras. Al hablar, sus encías se mostraban blancas y le faltaban algunos dientes. Las palmas de sus manos estaban llenas de ampollas y magulladuras, y el dorso de algunas extensas cicatrices, similares a las del rostro.
—Qué hijo de puta más feo eres. — comentó con un tono burlón — ¿Cómo te hiciste eso?
—Trabajando con los cañones. Alguien tiene que mantener tu culo a salvo. — levantó su dedo medio — ¿Qué querías de mí?
—Nada, olvídalo. Solo quería verte de cerca.
[...]
—¡Chef! Tengo que aceptar que esta mierda está bastante buena. — alzó la escudilla de barro a la tortuga, indicándole que le sirviera otra porción — Me recuerda a los estofados que solíamos hacer en Kanpai. No hay nada como recordar tu hogar de cuando en cuando.
La primera alegría del mes fue la hora del desayuno. Después de la cadena de infortunios que siguieron a Sacrestic Ville, era el primer momento en que el brujo y su compañero orejudo podían descansar sin sentir la aspereza de una soga apretándoles el cuello. La tripulación de La Liebre Marina era jovial en exceso: por el comedor fluía la mezcla entre risas, canciones vulgares, chistes y anécdotas de todo tipo, nada que ver con la tripulación de Tobías Pharra.
Uno de los ayudantes del cocinero dejó una senda jarra de ron junto a la escudilla de Tatsuya y le dio una palmada en el hombro. "Te ayudará a mantener el calor", dijo antes de regresar a la cocina. Chef le sonrió lentamente al brujo desde la distancia, tomándole cinco segundos mostrar sus dientes.
—Considéralo un regalo de mi parte. — dijo la tortuga serenamente, marcando grandes espacios entre palabra y palabra— No se ve a un hijo del viento todos los días, mucho menos a un Suou.
—¿Conoces... Kanpai? — preguntó Tatsuya
—Hace mucho tiempo, mi tribu vivía en las profundidades del lago Inawashiro. Convivimos con el clan Suou durante siglos, hasta que a uno de sus descendientes dejó de gustarle el tenernos cerca. Aún recuerdo aquél día: convocaron un inmenso trueno que golpeó el lago y mató a los ancianos, a los niños, a las mujeres... tan solo los jóvenes que salíamos a comerciar sobrevivimos al incidente. — concluir la anécdota le tomó más de diez minutos.
Tatsuya ladeó la cabeza, algo escéptico ante las afirmaciones de Chef.
—No lo sé, me cuesta creerte. Mi padre se aseguró de que conociera la historia de nuestra aldea y el clan. ¿Cómo es posible que no supiera nada sobre ustedes?
—Aquello fue hace cientos de años, muchacho. Las tortugas envejecemos mucho más lento que ustedes. Con el tiempo, la gente nos olvidó. — hizo una pausa más prolongada de lo normal, como si quisiera decir algo pero las palabras se le escapasen— Ten cuidado con Rasim, muchacho. Su presencia emana tristeza e ira, y las personas que sucumben ante tales emociones pocas veces son racionales. Lo he visto cientos de veces; los ojos de un anciano rara vez se equivocan.
—No es mi problema. — cortó en seco — Estoy aquí para salvarme el pellejo, no para perder el tiempo con los asuntos de otras personas. — dejó algunos restos del estofado sobre la mesa y se levantó.
—Tú emanas la misma aura, Tatsuya Suou.
—Cierra el pico, anciano. — gruñó antes de darle la espalda y retomar sus labores.
[...]
El brujo reposaba sobre el barandal del mástil mientras la brisa marina acariciaba su rostro y agitaba las velas del barco. Para entretenerse, silbaba unas cuantas canciones y daba un generoso trago a su jarra de ron cuando sentía ganas de dar un cabezazo contra el tronco de madera. No tenía a nadie para hacerle compañía en la soledad de la mesana y encontraba decepcionante y aburrida a la inmensidad del mar de la que tanto hablaban los poetas y cuentistas de Kanpai cuando era joven. Resulta que "los rutilantes mares, del color del zafiro, que se expanden hasta donde alcanza la vista" no eran más que una superflua llanura de color azul de proporciones exageradas: cuarenta kilómetros al norte y la seguirías viendo; otros cuarenta al sur, y más de lo mismo. Y ni hablar del este y el oeste. No importa a dónde quisieras dirigir la mirada, verías más de la misma mierda.
Por suerte -o infortunio- unas afiladas garras se aferraron a las tablas de madera y seguidamente se asomaron las orejas de Rasim. El brujo le tendió la mano y el tigre se incorporó a la plataforma. Ambos se miraron fijamente, sin intercambiar palabras.
—Quiero hacer una pregunta, tensai. — el felino miró hacia todas las direcciones, asegurándose de que no hubiera nadie cerca y siguió hablando casi entre susurros — ¿De qué lado luchas?
—Del que me pague mejor. — afirmó Tatsuya tras un bufido.
—¿Qué harías si te pidiera que envíes una carta? Una de la que Slaven no podría enterarse.
—Eres pésimo en esto de insinuar, ¿sabes? Se supone que si quieres sugerirle a alguien que cometa un crimen por ti, lo dices en tercera persona. — el brujo sonrió burlonamente, a lo que Rasim frunció el ceño. Para apaciguar la tensión del momento, le dio una palmada en la espalda. — Tranquilo. No creo que estés acostumbrado a hacer este tipo de cosas. Como respuesta a tu pregunta, te diría que depende de cuánto me pagues.
El tigre parpadeó un par de veces y tragó saliva. En su interior había un gran conflicto entre el deber y el amor. Sospechaba que Ulrich no tenía cura y sabía que Slaven tarde o temprano se enteraría de que había desacatado una orden... en cuanto notase que algo iba mal entre sus subordinados: los primeros síntomas ya habían aparecido entre los marineros, y en un espacio tan cerrado, sería cuestión de días hasta que más de la mitad estuviera infectada. Conociendo al capitán y su sentido de la moral tan bien como él lo hacía, sabía que no permitiría a La Liebre Marina anclar nunca más en un muelle. Antes de que eso ocurriera, tendría que mover unas fichas para conseguir aliados y sublevarse. No podía creer que, tras tantos años de confianza, estuviera por darle la espalda a su capitán, pero como dicen algunos... "el amor es la muerte del deber".
—Necesito que le envíes una carta al capitán Aarón, de "El Kraken". Lo haría yo mismo, pero no puedo arriesgarme a que Slaven me vea enviando un cuervo sin su permiso. Hazlo, y dejarás de trabajar por el resto del viaje. Además, te pagaré bien cuando lleguemos a Baslodia.
—No sé escribir. — se encogió de hombros.
—Eso no es lo que te estoy pidiendo, imbécil. Tan solo quiero que envíes la carta. — refunfuñó mientras mascaba una hoja de tabaco. Al tragar, le extendió la carta. — Envíalo cuando caiga el sol y el cuervo se camufle con la noche. De como leas el contenido de la carta, te arrojaré por la borda con unos grilletes atados a tus tobillos. ¿Queda claro?
Tatsuya replicó con un corte de mangas. El tigre lo ignoró y abandonó la mesana. Las siguientes horas transcurrieron con tranquilidad, y al ocultarse el sol, el mercenario procedió según lo acordado. Como recompensa, pudo descansar a gusto por los días siguientes, sin detenerse a pensar en el contenido de aquella carta.
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Off rol: A partir de este turno, el capitán Aaron y su tripulación se acercan, lento pero seguro, a la posición de La Liebre Marina. Lo que es casi seguro es que sus intenciones son hostiles, pero aún se mantiene como un misterio el contenido de la carta que envió Rasim.
Paralelamente, se introduce a "Jack", el cañonero del barco: un brujo de nivel 1. Escuela Tensai con maestría en control de fuego.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Pasé las últimas horas de aquel día observando el agua, tomándome un descanso después de comer la cena antes de irme al camarote a dormir. Junté las manos, dejando un pequeño espacio entre mis dedos y pegando los labios a los nudillos de los pulgares, antes de empezar a soplar aire para hacer algo de mi propia música en la noche en una ocarina "de mano".
La música llamo la atención de algunos grumetes que les tocaba en las horas de la noche a la mañana, que no tardaron en empezar a acompañar con sus propios instrumentos, ya fuesen aplausos, canto, o algún que otro que tenía un instrumento en regla. En la oscuridad y ruido de todo, apenas alcancé a ver a Tatsuya, casi al final del barco, en proa.
Sólo por la vista privilegiada de parte de la sangre que corría en mis venas pude notar al hombre en primer lugar. Ladeé la cabeza, dejando de tocar y encaminándome hacia donde estaba para hacerle compañía.
—Hola, Oroshi —dije sonriendo con cierto tono irónico, sabiendo que lo llamase como lo llamase me atacaría con Barrepisos, o algo peor—. Luces mejor que ayer... ¿te adaptaste tan rápido? A mí me está matando la espalda, siento que tuviera... no sé —me encogí de hombros, inseguro si usar un número que indicase viejo en años humanos o viejo en años elfos. Volteé atrás unos segundos antes de verle la cara de nuevo al brujo—. Rasim hoy no te hizo compañía. Bueno, casi, estuvo dando vueltas por el barco, luce inquieto —añadí girando el índice—, me preocupa eso que dijo Chef, lo de que está triste; aunque... no lo parece.
Volviendo a lo del hombre tortuga, estaba pegándome curiosidad de preguntarle sobre lo que escuché de su conversación con la tortuga. Recordaba muy poco, ya de por sí me costaba una pizca absorber información, y la manera de hablar de Chef lo hacía infinitamente más difícil; pero recordaba menciones de su clan, algo que no había mencionado casi nada en su tiempo conmigo.
Bueno, tampoco teníamos tanto juntos, considerando que el viaje anterior lo pase vomitando, enfermo, y tirado en cama. Sería mejor no atropellarlo respecto a su vida. Deje pasar otro rato más hasta que el sueño realmente se hizo indomable, y me dirigí al camarote a dormir.
El siguiente día vino con violencia. Casi literalmente. Se escuchaban rugidos, inevitablemente, todos sabían de quien, incluso en el típico estado que se encontraba una persona recién despierta. Me levanté casi de último, todavía encontrando las mañanas pesadas, y corrí afuera. No era el único, cantidad de grumetes más subían a la cubierta.
Al salir me tapé los ojos del sol, abriéndome paso entre varios que solo estaban estáticos, todos observando hacia el mismo lugar: el palo mayor, donde Rasim discutía fuertemente contra Slaven.
—¿¡Perdiste la cabeza!? —rugió en la típica manera de un tigre, a centímetros de la cara del capitán. El hombre ni se inmutó, esperando que Rasim se detuviera para responder.
—No tenemos opción, Rasim.
—¿Haz buscado? —preguntó en un gruñido, cerrando la ya corta distancia en dos pasos.
—Rasim —interrumpió, metiéndose entre él y Slaven, empujando al tigre atrás. Rasim no se resistió demasiado durante unos segundos, empujando la mano del hombre abajo violentamente.
Se miraron las caras, fijamente a los ojos. Siendo parte de la mayoría en ese momento hice lo mismo que más de media tripulación hizo: apretar el culo. ¿Se iban a agarrar a golpes?
—¿Qué sucede? ¿Qué es este alboroto? —quebró el silencio la voz de Bjorn, demostrando tener las bolas más grandes de lo que cualquiera sospecharía por el tamaño de su cuerpo.
Rasim iba a responder, pero Slaven dio un par de pasos adelante, encarando al pequeño hombre.
—Tus ojos, Bjorn —varios se tensaron visiblemente—. Úsalos. ¡Todos, véanse a los ojos! Algunos de ustedes solo verán lo que hay: este viejo navío, agua, y a la tripulación de La Liebre. Otros de nosotros... otros de nosotros vemos viejos amigos —dijo, decayendo su voz en esas últimas palabras—. La enfermedad nos ha alcanzado...
Hubo atención a las palabras de Slaven. Varios permanecían tensos, otros escondían su mirada, otros bajaban la suya... algunos sólo asentían levemente, otros empezaban a alejarse lentamente disimuladamente de los suyos. Fue claro para todos quienes estaban infectados y quienes no: aquellos con los síntomas tenían un ojo ligeramente más claro que el otro. Había casos más notables, algunos menos; pero a fin de cuentas, era fácil saber, sólo había que observar.
—...Ya conversé esto con Rey —escuchar el nombre real de Reloj fue como una especie de hacha descendiendo en varios cuellos. Una señal de que no podía seguir nada bueno, algo que todos excepto miembros más recientes comprendían dentro del barco—, no hay cura.
—¿Q-Qué? ¿Dice qué... vamos...? —empezó uno, con su voz quebrándose.
—¿¡Y qué pasa conmigo!?
—¿¡Y los qué no estamos infectados!?
Así como esas voces, se sumó otra, y otra, y otra, y otra. Se desató el caos, si bien algo tarde, con todos hablando a la vez, gente deteniendo si disimulo y comenzando a alejarse los unos de los otros para no verse infectados también.
—Silencio.
—¡Tengo una familia!
—Es Ulrich, vino por nosotros... vino por nosotros.
—Si igual nos vamos a morir, ¿te acuestas conmigo, Sirena?
—¿Qué te pasa, imbécil?
—SILENCIO.
Como si fuese el más terrible de los Señores de la Voz, esa única palabra de Slaven bastó para asentar el silencio en la cubierta de nuevo.
—Soy Jorunn Slaven, el capitán de este barco. Si tanto quieren vivir, les dejaré saber lo primero para hacer eso: no cuestionarme. —dijo con énfasis, desenvainando su sable para apoyar la punta del suelo—. No sois los únicos son sueños. No sois los únicos con seres amados. Yo también tengo sueños y una familia, y resta en ustedes, mi tripulación. No permitiré que lo último que mi familia haga sea llevar muerte a más familias y sueños por algo tan trivial como miedo. No tengo ni tendré cobardes en este barco, si debemos morir para salvar a otros, que así sea. Enfermedad, maldición u obra de los Dioses, la soportaremos hasta nuestros últimos días con honor. Hay males peores que la muerte, y este es uno de ellos —apuntó a su ojo blanquecino con su garfío—. No permitiremos que ponga sus malditas garras en Verisar, esta cosa no va a arrastrarnos. Nosotros la vamos a arrastrar a ella.
Rasim trago saliva y dio un paso adelante, listo para protestar. Su voz, sin embargo; se vio aplastada bajo una ovación por parte de la tripulación. Lo que hace unos segundos habían sido voces cargadas de miedo y duda ahora eran voces, irónicamente, esperanzadas. El tigre vio de un lado a otro, pasando de enfurecido a preocupado, aún había caras llenas de duda y angustia. Aún tenía aliados.
Pero las palabras de Slaven le había ganado de vuelta más a él.
Detestaba eso. Especialmente porque quizá era lo que más admiraba del hombre al que planeaba traicionar. Apretó los dientes y los puños, permitiendo sus garras penetrar en la piel de sus palmas.
—Procede con lo dicho, Rey —ordenó al bio, dándose vuelta y entregándole su espada, tras ello se quedo viendo a Rasim por un largo momento, y finalmente suspiró, poniendo su mano en su hombro—. Rasim…
—No me toques —exigió empujando la mano de Slaven fuera de su hombro y dándole la espalda.
—Sé cómo te debes sentir, primero Ulrich —eso erizó el pelo de Rasim, desacelerando sus pasos—, y ahora esto. Eres más fuerte que cualquiera en esas tierras, y aún así… la desesperación en los días que lo buscamos. La realización de que ya estaba… —suspiró—. No podemos llevar eso a Verisar. Espero sepas comprenderme.
—… —se detuvo, dándose vuelta «Es… ¿Es culpa de Ulrich?» tragó saliva, «…No. Es mía».
—Y quizá, antes de que perezca, sepas perdonarme —terminó, empezando su camino hacia su cabina.
—Jorunn, yo—
—Este no es mi primer fallo como capitán… he tenido muchos, decenas, quizá cientos... pero siempre me has perdonado, igual que todos los demás. Este… este, será el último —volteó a ver al tigre, con una sonrisa gentil—. No necesito oírte decírmelo, Rasim. Solo desearía que esta vez fuera así.
Al resonar de esas palabras, algo murió dentro de Rasim. La pequeña duda que se había asentado en su mente se desvaneció con la misma velocidad que se había formado. Podía perdonar a Slaven; pero jamás podría perdonarse a sí mismo. Vio hacia el brujo del viento y bajo su mirada, triste. Era tarde… ya había invocado a El Kraken. Ya le había fallado a Jorunn.
—No… Jorunn, espero tú sepas perdonarme.
No le fallaría también a Ulrich.
Rasim se fue lentamente, mientras Reloj gritaba ordenes: que Chef y el resto de los cocineros preparasen el banquete más grande que habían hecho jamás para vivir lo mejor en los últimos días. Que nadie entrase más al cuarto de derrota. Que se plegaran las velas. No habría responsabilidad por los siguientes días hasta que el destino les alcanzara. Era una probada del Valhalla, no en tierra, sino en agua.
Lentamente varios; aunque no todos, empezaron a moverse y a hacer los que les era dicho. Me mantuve paralizado unos segundos. Sopesar la idea de que iba a morir no estaba resultando sencillo.
¿Iba?
Las opciones eran llegar a Verisar y arriesgar que la enfermedad se expandiera, matando más gente… o permanecer aquí, y morir los que estábamos.
Me gustaba ir por ahí pensando que podía llevarme bien con el mundo si sólo mataba cuando lucía estrictamente necesario para evitar que murieran más o muriese yo. Alguna estupidez de que cada quien podía decidir morir si lo deseaba mientras no arrastrase a los demás. Que el que iba a matar, aceptase que podían matarlo de vuelta.
Pero nunca imaginé verme en la situación de fuese alguien más que decidiera por mí.
—¿Nuevo? —dijo uno dándome palmadas en la espalda. Tartamudeé algo, volviendo en mí, viendo dentro de su ojo. Uno pálido, uno que se haría blanco al cabo de poco tiempo.
—¿…Sí? —pregunté alejándome un paso por reflejo. Ver su expresión pasar de preocupación a seriedad, casi tristeza, me hizo consciente de lo que hice—. A-Ah. No… siento… siento eso, no quería.
—No te preocupes… —dijo en un tono que daba poca fe a que no me preocupase—. Reloj dice que bajemos a la bodega a subir los barriles con comida y eso…
Siendo incapaz de no ver al ojo del grumete este claramente se sintió incomodado. Había quedado marcado como un criminal en Sacrestic. Se había acumulado mucha más saliva de la que acostumbraba a tener en la boca.
La tragué. No confirmaría esas acusaciones, permitiendo a la maldición expandirse en Verisar. Tenía amigos allí. Y si alcanzaba Sandorai, también podía terminar por matar a la familia que me quedaba. «No es la decisión de el capitán… es mía» me repetía en mente, intentando aceptar el destino impuesto. Creo que entendía lo que había dicho aquel hombre, prefería morir que provocarle muerte gratuita a cientos. No sería como gente de la tribu a la que no pertenecía. No impondría muerte en otros que no habían intentado matarme. Si era una maldición, no daría gusto a ningún dios. Vi hacia el sol, especialmente, no a la luz de ese.
No quería pensar en el asunto. Mis ideas no estaban en ningún lugar, nunca lo estaban; pero esta vez lo sabía.
Mala suerte. Solo había tenido eso. Podía vivir con ello, igual… sonreí débilmente, «No serán muchos días».
—Voy contigo —dije colocándole el brazo por encima de los hombros al grumete.
—¿Eh? ¿No te da miedo? —preguntó, moviendo una mano levemente, haciendo una clara señala su ojo.
—No.
Intentando mantener la sonrisa acompañé al grumete dos pisos abajo dentro del barco. Cuando empujo una puerta una vez bajamos por unas escaleras esta relincho y el polvo nos golpeó la nariz. Nada más poner un paso dentro del lugar tuve una mala impresión, juré haber visto una sombra moverse. ¿Había bajado alguien más antes? El grumete con el que baje se me adelantó, yendo a cargar un pequeño barril por su cuenta, a duras penas. Suspiré, llevándome una mano al cuello para acariciármelo, debía ser mi cabeza jugándome bromas. Puede que no fuese a admitirlo; pero era un hecho que le había mentido. Si tenía miedo.
Para la noche, a diferencia de las otras, la moral en el comedor había empezado baja. Varios enfermos parecían haber hecho paz con la idea, otros todavía estaban en ello, los que no lo estaban, en su mayoría, parecían algo escépticos. La paz era un delicado hilo entre infectados y no infectados, morir todos en camaradería, o mostrar un lado más feo y abandonar a los enfermos, más la inseguridad de los números de ambos lados. Los que querían rebelarse sólo podían creer esperar sufrir una muerte violenta a manos del resto después de todo el apoyo que se le había mostrado a Slaven aquella mañana.
Por mucho que se pudiese sentir la tensión nadie se atrevía a decir nada. En esos momentos era que el poder del alcohol y la comida brillaba. Pasadas pocas horas el comedor y parte de afuera era todo una mezcla absurda de risas, cantos y lágrimas. Era la alegría más fúnebre que jamás había presenciado.
Bastaría una pequeña gota de sangre para tirar todo eso por la borda, y Rasim lo sabía.
Pero no era el único.
La música llamo la atención de algunos grumetes que les tocaba en las horas de la noche a la mañana, que no tardaron en empezar a acompañar con sus propios instrumentos, ya fuesen aplausos, canto, o algún que otro que tenía un instrumento en regla. En la oscuridad y ruido de todo, apenas alcancé a ver a Tatsuya, casi al final del barco, en proa.
Sólo por la vista privilegiada de parte de la sangre que corría en mis venas pude notar al hombre en primer lugar. Ladeé la cabeza, dejando de tocar y encaminándome hacia donde estaba para hacerle compañía.
—Hola, Oroshi —dije sonriendo con cierto tono irónico, sabiendo que lo llamase como lo llamase me atacaría con Barrepisos, o algo peor—. Luces mejor que ayer... ¿te adaptaste tan rápido? A mí me está matando la espalda, siento que tuviera... no sé —me encogí de hombros, inseguro si usar un número que indicase viejo en años humanos o viejo en años elfos. Volteé atrás unos segundos antes de verle la cara de nuevo al brujo—. Rasim hoy no te hizo compañía. Bueno, casi, estuvo dando vueltas por el barco, luce inquieto —añadí girando el índice—, me preocupa eso que dijo Chef, lo de que está triste; aunque... no lo parece.
Volviendo a lo del hombre tortuga, estaba pegándome curiosidad de preguntarle sobre lo que escuché de su conversación con la tortuga. Recordaba muy poco, ya de por sí me costaba una pizca absorber información, y la manera de hablar de Chef lo hacía infinitamente más difícil; pero recordaba menciones de su clan, algo que no había mencionado casi nada en su tiempo conmigo.
Bueno, tampoco teníamos tanto juntos, considerando que el viaje anterior lo pase vomitando, enfermo, y tirado en cama. Sería mejor no atropellarlo respecto a su vida. Deje pasar otro rato más hasta que el sueño realmente se hizo indomable, y me dirigí al camarote a dormir.
[...]
El siguiente día vino con violencia. Casi literalmente. Se escuchaban rugidos, inevitablemente, todos sabían de quien, incluso en el típico estado que se encontraba una persona recién despierta. Me levanté casi de último, todavía encontrando las mañanas pesadas, y corrí afuera. No era el único, cantidad de grumetes más subían a la cubierta.
Al salir me tapé los ojos del sol, abriéndome paso entre varios que solo estaban estáticos, todos observando hacia el mismo lugar: el palo mayor, donde Rasim discutía fuertemente contra Slaven.
—¿¡Perdiste la cabeza!? —rugió en la típica manera de un tigre, a centímetros de la cara del capitán. El hombre ni se inmutó, esperando que Rasim se detuviera para responder.
—No tenemos opción, Rasim.
—¿Haz buscado? —preguntó en un gruñido, cerrando la ya corta distancia en dos pasos.
—Rasim —interrumpió, metiéndose entre él y Slaven, empujando al tigre atrás. Rasim no se resistió demasiado durante unos segundos, empujando la mano del hombre abajo violentamente.
Se miraron las caras, fijamente a los ojos. Siendo parte de la mayoría en ese momento hice lo mismo que más de media tripulación hizo: apretar el culo. ¿Se iban a agarrar a golpes?
—¿Qué sucede? ¿Qué es este alboroto? —quebró el silencio la voz de Bjorn, demostrando tener las bolas más grandes de lo que cualquiera sospecharía por el tamaño de su cuerpo.
Rasim iba a responder, pero Slaven dio un par de pasos adelante, encarando al pequeño hombre.
—Tus ojos, Bjorn —varios se tensaron visiblemente—. Úsalos. ¡Todos, véanse a los ojos! Algunos de ustedes solo verán lo que hay: este viejo navío, agua, y a la tripulación de La Liebre. Otros de nosotros... otros de nosotros vemos viejos amigos —dijo, decayendo su voz en esas últimas palabras—. La enfermedad nos ha alcanzado...
Hubo atención a las palabras de Slaven. Varios permanecían tensos, otros escondían su mirada, otros bajaban la suya... algunos sólo asentían levemente, otros empezaban a alejarse lentamente disimuladamente de los suyos. Fue claro para todos quienes estaban infectados y quienes no: aquellos con los síntomas tenían un ojo ligeramente más claro que el otro. Había casos más notables, algunos menos; pero a fin de cuentas, era fácil saber, sólo había que observar.
—...Ya conversé esto con Rey —escuchar el nombre real de Reloj fue como una especie de hacha descendiendo en varios cuellos. Una señal de que no podía seguir nada bueno, algo que todos excepto miembros más recientes comprendían dentro del barco—, no hay cura.
—¿Q-Qué? ¿Dice qué... vamos...? —empezó uno, con su voz quebrándose.
—¿¡Y qué pasa conmigo!?
—¿¡Y los qué no estamos infectados!?
Así como esas voces, se sumó otra, y otra, y otra, y otra. Se desató el caos, si bien algo tarde, con todos hablando a la vez, gente deteniendo si disimulo y comenzando a alejarse los unos de los otros para no verse infectados también.
—Silencio.
—¡Tengo una familia!
—Es Ulrich, vino por nosotros... vino por nosotros.
—Si igual nos vamos a morir, ¿te acuestas conmigo, Sirena?
—¿Qué te pasa, imbécil?
—SILENCIO.
Como si fuese el más terrible de los Señores de la Voz, esa única palabra de Slaven bastó para asentar el silencio en la cubierta de nuevo.
—Soy Jorunn Slaven, el capitán de este barco. Si tanto quieren vivir, les dejaré saber lo primero para hacer eso: no cuestionarme. —dijo con énfasis, desenvainando su sable para apoyar la punta del suelo—. No sois los únicos son sueños. No sois los únicos con seres amados. Yo también tengo sueños y una familia, y resta en ustedes, mi tripulación. No permitiré que lo último que mi familia haga sea llevar muerte a más familias y sueños por algo tan trivial como miedo. No tengo ni tendré cobardes en este barco, si debemos morir para salvar a otros, que así sea. Enfermedad, maldición u obra de los Dioses, la soportaremos hasta nuestros últimos días con honor. Hay males peores que la muerte, y este es uno de ellos —apuntó a su ojo blanquecino con su garfío—. No permitiremos que ponga sus malditas garras en Verisar, esta cosa no va a arrastrarnos. Nosotros la vamos a arrastrar a ella.
Rasim trago saliva y dio un paso adelante, listo para protestar. Su voz, sin embargo; se vio aplastada bajo una ovación por parte de la tripulación. Lo que hace unos segundos habían sido voces cargadas de miedo y duda ahora eran voces, irónicamente, esperanzadas. El tigre vio de un lado a otro, pasando de enfurecido a preocupado, aún había caras llenas de duda y angustia. Aún tenía aliados.
Pero las palabras de Slaven le había ganado de vuelta más a él.
Detestaba eso. Especialmente porque quizá era lo que más admiraba del hombre al que planeaba traicionar. Apretó los dientes y los puños, permitiendo sus garras penetrar en la piel de sus palmas.
—Procede con lo dicho, Rey —ordenó al bio, dándose vuelta y entregándole su espada, tras ello se quedo viendo a Rasim por un largo momento, y finalmente suspiró, poniendo su mano en su hombro—. Rasim…
—No me toques —exigió empujando la mano de Slaven fuera de su hombro y dándole la espalda.
—Sé cómo te debes sentir, primero Ulrich —eso erizó el pelo de Rasim, desacelerando sus pasos—, y ahora esto. Eres más fuerte que cualquiera en esas tierras, y aún así… la desesperación en los días que lo buscamos. La realización de que ya estaba… —suspiró—. No podemos llevar eso a Verisar. Espero sepas comprenderme.
—… —se detuvo, dándose vuelta «Es… ¿Es culpa de Ulrich?» tragó saliva, «…No. Es mía».
—Y quizá, antes de que perezca, sepas perdonarme —terminó, empezando su camino hacia su cabina.
—Jorunn, yo—
—Este no es mi primer fallo como capitán… he tenido muchos, decenas, quizá cientos... pero siempre me has perdonado, igual que todos los demás. Este… este, será el último —volteó a ver al tigre, con una sonrisa gentil—. No necesito oírte decírmelo, Rasim. Solo desearía que esta vez fuera así.
Al resonar de esas palabras, algo murió dentro de Rasim. La pequeña duda que se había asentado en su mente se desvaneció con la misma velocidad que se había formado. Podía perdonar a Slaven; pero jamás podría perdonarse a sí mismo. Vio hacia el brujo del viento y bajo su mirada, triste. Era tarde… ya había invocado a El Kraken. Ya le había fallado a Jorunn.
—No… Jorunn, espero tú sepas perdonarme.
No le fallaría también a Ulrich.
Rasim se fue lentamente, mientras Reloj gritaba ordenes: que Chef y el resto de los cocineros preparasen el banquete más grande que habían hecho jamás para vivir lo mejor en los últimos días. Que nadie entrase más al cuarto de derrota. Que se plegaran las velas. No habría responsabilidad por los siguientes días hasta que el destino les alcanzara. Era una probada del Valhalla, no en tierra, sino en agua.
Lentamente varios; aunque no todos, empezaron a moverse y a hacer los que les era dicho. Me mantuve paralizado unos segundos. Sopesar la idea de que iba a morir no estaba resultando sencillo.
¿Iba?
Las opciones eran llegar a Verisar y arriesgar que la enfermedad se expandiera, matando más gente… o permanecer aquí, y morir los que estábamos.
Me gustaba ir por ahí pensando que podía llevarme bien con el mundo si sólo mataba cuando lucía estrictamente necesario para evitar que murieran más o muriese yo. Alguna estupidez de que cada quien podía decidir morir si lo deseaba mientras no arrastrase a los demás. Que el que iba a matar, aceptase que podían matarlo de vuelta.
Pero nunca imaginé verme en la situación de fuese alguien más que decidiera por mí.
—¿Nuevo? —dijo uno dándome palmadas en la espalda. Tartamudeé algo, volviendo en mí, viendo dentro de su ojo. Uno pálido, uno que se haría blanco al cabo de poco tiempo.
—¿…Sí? —pregunté alejándome un paso por reflejo. Ver su expresión pasar de preocupación a seriedad, casi tristeza, me hizo consciente de lo que hice—. A-Ah. No… siento… siento eso, no quería.
—No te preocupes… —dijo en un tono que daba poca fe a que no me preocupase—. Reloj dice que bajemos a la bodega a subir los barriles con comida y eso…
Siendo incapaz de no ver al ojo del grumete este claramente se sintió incomodado. Había quedado marcado como un criminal en Sacrestic. Se había acumulado mucha más saliva de la que acostumbraba a tener en la boca.
La tragué. No confirmaría esas acusaciones, permitiendo a la maldición expandirse en Verisar. Tenía amigos allí. Y si alcanzaba Sandorai, también podía terminar por matar a la familia que me quedaba. «No es la decisión de el capitán… es mía» me repetía en mente, intentando aceptar el destino impuesto. Creo que entendía lo que había dicho aquel hombre, prefería morir que provocarle muerte gratuita a cientos. No sería como gente de la tribu a la que no pertenecía. No impondría muerte en otros que no habían intentado matarme. Si era una maldición, no daría gusto a ningún dios. Vi hacia el sol, especialmente, no a la luz de ese.
No quería pensar en el asunto. Mis ideas no estaban en ningún lugar, nunca lo estaban; pero esta vez lo sabía.
Mala suerte. Solo había tenido eso. Podía vivir con ello, igual… sonreí débilmente, «No serán muchos días».
—Voy contigo —dije colocándole el brazo por encima de los hombros al grumete.
—¿Eh? ¿No te da miedo? —preguntó, moviendo una mano levemente, haciendo una clara señala su ojo.
—No.
Intentando mantener la sonrisa acompañé al grumete dos pisos abajo dentro del barco. Cuando empujo una puerta una vez bajamos por unas escaleras esta relincho y el polvo nos golpeó la nariz. Nada más poner un paso dentro del lugar tuve una mala impresión, juré haber visto una sombra moverse. ¿Había bajado alguien más antes? El grumete con el que baje se me adelantó, yendo a cargar un pequeño barril por su cuenta, a duras penas. Suspiré, llevándome una mano al cuello para acariciármelo, debía ser mi cabeza jugándome bromas. Puede que no fuese a admitirlo; pero era un hecho que le había mentido. Si tenía miedo.
[…]
Para la noche, a diferencia de las otras, la moral en el comedor había empezado baja. Varios enfermos parecían haber hecho paz con la idea, otros todavía estaban en ello, los que no lo estaban, en su mayoría, parecían algo escépticos. La paz era un delicado hilo entre infectados y no infectados, morir todos en camaradería, o mostrar un lado más feo y abandonar a los enfermos, más la inseguridad de los números de ambos lados. Los que querían rebelarse sólo podían creer esperar sufrir una muerte violenta a manos del resto después de todo el apoyo que se le había mostrado a Slaven aquella mañana.
Por mucho que se pudiese sentir la tensión nadie se atrevía a decir nada. En esos momentos era que el poder del alcohol y la comida brillaba. Pasadas pocas horas el comedor y parte de afuera era todo una mezcla absurda de risas, cantos y lágrimas. Era la alegría más fúnebre que jamás había presenciado.
Bastaría una pequeña gota de sangre para tirar todo eso por la borda, y Rasim lo sabía.
Pero no era el único.
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Una vez entregada la carta, lo invadió una reconfortante sensación de tranquilidad: ya libre de su deber, podía descansar cuanto quisiera y disfrutar algo de tiempo a solas sin la oprimente mirada del felino vigilándole por encima de los hombros. Para celebrar, tomó un barril de ron de la polvorienta bodega y la llevó a proa, asegurándose de que nadie lo viera, pues no tenía intención de compartir. Una vez cumplió el objetivo, se dedicó por las siguientes dos horas a catar el magnífico elixir pirata del que tanto se habla en las ciudades portuarias: era basura, pero la mejor basura que había probado en el último año.
Cuando se aburrió de tomar, le echó un vistazo a una canasta cercana donde almacenaban algunas armas y se acercó para examinarlas: le llamó especialmente la atención un sable ornamentado de mango dorado, con la firma "Jorunn Slaven" en el cilindro recto. «¿Esta basura alguna vez le perteneció al capitán?», musitó mientras la sopesaba: ligera y elegante, pero a la vez tétrica: sobre su hoja curva, carcomida por el salitre, se extendían manchas rojizas, como marcas de guerra que de alguna manera conectaban con el pasado de Slaven.
«Tuvo que ser un hombre aguerrido para dejar el arma en estas condiciones...»
Apuntó la hoja preciosa hacia la luna, reflejando su rostro con ayuda de la tenue luz argenta. Inhaló profundamente y tamborileó sus dedos sobre la empuñadura del arma, formando una fina película de viento sobre el metal oxidado. Cerró sus ojos y escuchó el mar y sus cantos: la música de una ocarina a la distancia, el fluir del agua bajo el navío, la brisa marina arrastrando las olas... aquél equilibrio de elementos lo impulsaron a moverse: separó sus piernas, ocultó su mano izquierda tras su espalda, y dio un par de brincos hacia adelante y hacia atrás, luego deslizó las plantas de sus pies sobre la madera, dando una media vuelta y asestando un tajo vertical al final de la misma. A este punto, se deslizó de regreso, ondeando su espada con gracia en el aire, trazando circunferencias con su filo. Se detuvo abruptamente con un molinete y empujó la punta del arma hacia adelante, "atacando" a la nada con puñaladas superficiales. En ningún momento separó sus párpados, ya que no lo necesitaba: el viento, que nos envuelve a todos, era la única visión que le hacía falta.
Al culminar su sesión de entrenamiento, se fijó en el reluciente sable, libre de salitre, que ahora emitía una imagen nítida de la luna. Sin embargo, las manchas de sangre se negaban a desaparecer. Sea como fuere, se sintió tan orgulloso de su trabajo que bautizó al arma como "Rompejuramentos Mk. II" y la escondió bajo unas frágiles tablas justo antes de que llegara Anders.
—Hola, caraculo. — le respondió con una sonrisa de medio lado — ¿Sabes lo que significa "Oroshi"? Casi diría que es una buena proposición para llamar a mi hijo... si es que tengo. — hizo una pausa para dejar al elfo continuar al conversación — El tigre se dio cuenta de que no soy ningún "tensai legendario", así que me relegó de mi puesto a... procrastinador profesional. Digamos que me tomé unas vacaciones. — respondió a su pregunta — A saber qué estará pensando Rasim. Parece un buen tipo, pero de esos que están a punto de dejar de serlo. Yo tendría cuidado con él, de ser tú.
Tras estas últimas palabras, permanecieron conversando por un rato sobre temas triviales. Notó al elfo algo ensimismado, como si sopesara sus palabras pero no reuniera el valor para pronunciarlas, y no lo hizo, dando a entender que lo que pensaba no era demasiado importante. Llegada cierta hora, su acompañante se despidió y se dirigió al camarote, dejando una vez más al brujo en la soledad. Luego de practicar un rato más con la espada, reposó junto al balaustre y se quedó dormido.
Cuando se aburrió de tomar, le echó un vistazo a una canasta cercana donde almacenaban algunas armas y se acercó para examinarlas: le llamó especialmente la atención un sable ornamentado de mango dorado, con la firma "Jorunn Slaven" en el cilindro recto. «¿Esta basura alguna vez le perteneció al capitán?», musitó mientras la sopesaba: ligera y elegante, pero a la vez tétrica: sobre su hoja curva, carcomida por el salitre, se extendían manchas rojizas, como marcas de guerra que de alguna manera conectaban con el pasado de Slaven.
«Tuvo que ser un hombre aguerrido para dejar el arma en estas condiciones...»
Apuntó la hoja preciosa hacia la luna, reflejando su rostro con ayuda de la tenue luz argenta. Inhaló profundamente y tamborileó sus dedos sobre la empuñadura del arma, formando una fina película de viento sobre el metal oxidado. Cerró sus ojos y escuchó el mar y sus cantos: la música de una ocarina a la distancia, el fluir del agua bajo el navío, la brisa marina arrastrando las olas... aquél equilibrio de elementos lo impulsaron a moverse: separó sus piernas, ocultó su mano izquierda tras su espalda, y dio un par de brincos hacia adelante y hacia atrás, luego deslizó las plantas de sus pies sobre la madera, dando una media vuelta y asestando un tajo vertical al final de la misma. A este punto, se deslizó de regreso, ondeando su espada con gracia en el aire, trazando circunferencias con su filo. Se detuvo abruptamente con un molinete y empujó la punta del arma hacia adelante, "atacando" a la nada con puñaladas superficiales. En ningún momento separó sus párpados, ya que no lo necesitaba: el viento, que nos envuelve a todos, era la única visión que le hacía falta.
Al culminar su sesión de entrenamiento, se fijó en el reluciente sable, libre de salitre, que ahora emitía una imagen nítida de la luna. Sin embargo, las manchas de sangre se negaban a desaparecer. Sea como fuere, se sintió tan orgulloso de su trabajo que bautizó al arma como "Rompejuramentos Mk. II" y la escondió bajo unas frágiles tablas justo antes de que llegara Anders.
—Hola, caraculo. — le respondió con una sonrisa de medio lado — ¿Sabes lo que significa "Oroshi"? Casi diría que es una buena proposición para llamar a mi hijo... si es que tengo. — hizo una pausa para dejar al elfo continuar al conversación — El tigre se dio cuenta de que no soy ningún "tensai legendario", así que me relegó de mi puesto a... procrastinador profesional. Digamos que me tomé unas vacaciones. — respondió a su pregunta — A saber qué estará pensando Rasim. Parece un buen tipo, pero de esos que están a punto de dejar de serlo. Yo tendría cuidado con él, de ser tú.
Tras estas últimas palabras, permanecieron conversando por un rato sobre temas triviales. Notó al elfo algo ensimismado, como si sopesara sus palabras pero no reuniera el valor para pronunciarlas, y no lo hizo, dando a entender que lo que pensaba no era demasiado importante. Llegada cierta hora, su acompañante se despidió y se dirigió al camarote, dejando una vez más al brujo en la soledad. Luego de practicar un rato más con la espada, reposó junto al balaustre y se quedó dormido.
[...]
Como cada noche, el tigre tenía problemas para conciliar el sueño, escuchando la mezcla de gemidos y delirios de Ulrich justo bajo su cama. Y aún encima de eso, había una imagen que lo incomodaba de sobremanera: N, uno de los grumetes bajo su mando, llevaba el ojo derecho más claro de lo normal. En un principio quiso creer que era por la luz del sol, pero confirmó sus sospechas al conversar con él una vez caída la noche: algunas manchas translúcidas de asomaban en sus orbes castaños. ¿Había sido su culpa? ¿Ulrich? No podía ser...
—¿Rasim? ¿Estás ahí? Está todo demasiado oscuro aquí dentro... — graznó Ulrich con algo de eco desde la trampilla.
—Haz silencio. — siseó, para arrepentirse instantáneamente — Lo siento... es que ha sido un día difícil. He visto cosas que no debí ver.
El humano balbuceó algunas cosas ininteligibles, como si hablara con una tercera persona, y se reincorporó a la conversación rápidamente.
—¿Cosas que no debiste ver? ¡¿Quieres decir que ya puedes ver a Erick y Carmen?! — dio un brinco de la emoción, golpeando su cabeza contra una tabla de madera. Rasim siseó, esta vez aún más irritado. — Perdona.
—No, aún no he podido verlos. Ya incluso me es difícil ver de frente el rostro de los vivos... de mi propia gente. — tragó saliva, meditando sobre el recado que le pidió a Tatsuya: aquella carta que ya habría recibido El Kraken para aquél momento. El capitán Aaron tenía fama de ser un saqueador despiadado, cuyas habilidades en combate se igualaban a las de Slaven. Al menos había asegurado el salvoconducto de su amado, pero, ¿bajo qué costo? — He cometido un error, Ulrich.
—Déjame verte, querido.
El felino asintió, aún si el humano aún no podía verlo y empujó a un lado su cama, descubriendo la trampilla. Al abrirla, lo recibió la tierna sonrisa de Ulrich, que aún conservaba su característico fulgor. Con sus delgados brazos, rodeó su cuello peludo y apretó fuertemente, contagiándole algo de su calidez. El tigre derramó algunas lágrimas sobre el hombro de su pareja, conforme su pecho se calentaba y su corazón latía con mayor fuerza... los escalofríos de felicidad que recorrían su cuerpo, la reconfortante sensación de pertenencia desvanecían paulatinamente el sufrimiento que lo corroía cada vez que abandonaba la habitación.
Deseaba seguir viendo aquella sonrisa, deseaba que momentos como aquél perdurasen hasta el fin de sus siete vidas... incluso si eso significaba sacrificar a todos sus amigos.
—Sabes que no me gusta que aguantes tanto para parecer más fuerte. — le susurró junto a algunas caricias sobre su pecho — A veces está bien depender de alguien, creí haberte explicado eso. Cuando dudo si sigues siendo el mismo, te veo llorar, y recuerdo al tierno cachorro que conocí en mi infancia, y cómo lloraba cada noche entre mis brazos, recordando a su difunta madre.
—Eras lo único que tenía... quizás eres lo único que alguna vez tuve. — respondió con una voz ahogada.
—Te prometí ser tuyo por siempre, ¿no es así? — añadió.
Con un gesto melifluo, masajeó las sienes del felino y lo haló, juntando sus labios con los suyos. Mientras Tatsuya encontraba la calma bajo la luz de la luna, Rasim volaba junto a la luna.
—Por favor, sálvame. — le suplicó.
—¿Rasim? ¿Estás ahí? Está todo demasiado oscuro aquí dentro... — graznó Ulrich con algo de eco desde la trampilla.
—Haz silencio. — siseó, para arrepentirse instantáneamente — Lo siento... es que ha sido un día difícil. He visto cosas que no debí ver.
El humano balbuceó algunas cosas ininteligibles, como si hablara con una tercera persona, y se reincorporó a la conversación rápidamente.
—¿Cosas que no debiste ver? ¡¿Quieres decir que ya puedes ver a Erick y Carmen?! — dio un brinco de la emoción, golpeando su cabeza contra una tabla de madera. Rasim siseó, esta vez aún más irritado. — Perdona.
—No, aún no he podido verlos. Ya incluso me es difícil ver de frente el rostro de los vivos... de mi propia gente. — tragó saliva, meditando sobre el recado que le pidió a Tatsuya: aquella carta que ya habría recibido El Kraken para aquél momento. El capitán Aaron tenía fama de ser un saqueador despiadado, cuyas habilidades en combate se igualaban a las de Slaven. Al menos había asegurado el salvoconducto de su amado, pero, ¿bajo qué costo? — He cometido un error, Ulrich.
—Déjame verte, querido.
El felino asintió, aún si el humano aún no podía verlo y empujó a un lado su cama, descubriendo la trampilla. Al abrirla, lo recibió la tierna sonrisa de Ulrich, que aún conservaba su característico fulgor. Con sus delgados brazos, rodeó su cuello peludo y apretó fuertemente, contagiándole algo de su calidez. El tigre derramó algunas lágrimas sobre el hombro de su pareja, conforme su pecho se calentaba y su corazón latía con mayor fuerza... los escalofríos de felicidad que recorrían su cuerpo, la reconfortante sensación de pertenencia desvanecían paulatinamente el sufrimiento que lo corroía cada vez que abandonaba la habitación.
Deseaba seguir viendo aquella sonrisa, deseaba que momentos como aquél perdurasen hasta el fin de sus siete vidas... incluso si eso significaba sacrificar a todos sus amigos.
—Sabes que no me gusta que aguantes tanto para parecer más fuerte. — le susurró junto a algunas caricias sobre su pecho — A veces está bien depender de alguien, creí haberte explicado eso. Cuando dudo si sigues siendo el mismo, te veo llorar, y recuerdo al tierno cachorro que conocí en mi infancia, y cómo lloraba cada noche entre mis brazos, recordando a su difunta madre.
—Eras lo único que tenía... quizás eres lo único que alguna vez tuve. — respondió con una voz ahogada.
—Te prometí ser tuyo por siempre, ¿no es así? — añadió.
Con un gesto melifluo, masajeó las sienes del felino y lo haló, juntando sus labios con los suyos. Mientras Tatsuya encontraba la calma bajo la luz de la luna, Rasim volaba junto a la luna.
—Por favor, sálvame. — le suplicó.
[...]
Un violento rugido le hizo abrir los ojos como platos, junto con un brinco, que casi lo hizo caer por la borda. Miró en todas las direcciones y se fijó en la fornida silueta de Rasim, discutiendo con el capitán. Escupió hacia el mar y se dirigió hacia la querella, con ademán de investigador.
Un grupo de marineros se congregaba alrededor de ambos líderes, que se señalaban el uno al otro y se gritaban con furia, casi a punto de estallar en un conflicto violento. El felino, que sucumbía a sus instintos de depredador, no paraba de gruñir y rugir. Cuando se acercó demasiado al capitán para iniciar una pelea, intervino Reloj, añadiéndole una pincelada extra de tensión a la escena: los tres altos mandos del barco se congregaban en un solo sitio, tomando bandos distintos... y lo peor es que nadie parecía enterarse del motivo por el que estalló el conflicto en primer lugar. Tatsuya se cruzó de brazos y reposó junto al mástil, escuchando atentamente la conversación.
—¿Suele ser así por aquí? — inquirió a nadie en especial, sin esperar una respuesta concreta.
—El capitán y Rasim ya habían tenido problemas anteriormente, pero nada como esto... — replicó la grave voz de Jack, el cañonero feucho con el que compartía habitación — No puede ser nada bueno. — aseveró.
No pudo responder, ya que Slaven se adelantó con una incómoda revelación: la epidemia que asoló a Sevindel había brotado entre algunos de los tripulantes, contagiándose a un ritmo alarmante... incluyendo entre los infectados al mismo capitán. Por unos segundos, se hizo un silencio fúnebre, donde se podía distinguir cómo algunos tiritaban, otros permanecían cabizbajo, otros se alejaban y algunos derramaban lágrimas desde un ojo blanquecino. Toda esa tensión se acumulaba como un barril de pólvora, a punto de reventar. Bastó con que el humano pronunciara las últimas palabras para colmar el vaso que desataría el caos: la enfermedad no tenía cura.
El brujo tragó saliva y retrocedió, restregándose las manos por los brazos para evitar cualquier contacto con un infectado. Jorunn, por su parte, desenvainó su sable y apuntó la punta contra el suelo, instando el silencio con un tono amenazante. A continuación, expuso con grandilocuencia cómo era necesario sacrificarse para mantener a salvo a Aerandir y evitar la propagación de la enfermedad... un motivo tanto noble como estúpido: condenar a la mitad de tu tripulación a la muerte tan solo porque la otra mitad fue demasiado descuidada como para mantenerse a salvo era una injusticia, o así lo veía Tatsuya, que permanecía taciturno, vigilando a Rasim y advirtiendo cada una de sus expresiones: se notaba furioso, probablemente a la espera de intervenir en el discurso de su camarada.
Sin embargo, no tuvo oportunidad de hacerlo: el tumulto aplaudió con una magnífica ovación el discurso de su capitán, ondeando la bandera de La Liebre Marina en el aire y silbando con cierto orgullo idiosincrásico... o "idiotasincrásico", como le gustaba decir al brujo. Al menos algo era seguro: no todos estaban de acuerdo con la decisión, y bastaba con reunir a los pocos para formar a los muchos.
«Aquella carta... ¿anticipaste esto, Rasim?» — murmuró, viendo desde la distancia cómo el tigre se desvanecía tras conversar con su compañero.
Un grupo de marineros se congregaba alrededor de ambos líderes, que se señalaban el uno al otro y se gritaban con furia, casi a punto de estallar en un conflicto violento. El felino, que sucumbía a sus instintos de depredador, no paraba de gruñir y rugir. Cuando se acercó demasiado al capitán para iniciar una pelea, intervino Reloj, añadiéndole una pincelada extra de tensión a la escena: los tres altos mandos del barco se congregaban en un solo sitio, tomando bandos distintos... y lo peor es que nadie parecía enterarse del motivo por el que estalló el conflicto en primer lugar. Tatsuya se cruzó de brazos y reposó junto al mástil, escuchando atentamente la conversación.
—¿Suele ser así por aquí? — inquirió a nadie en especial, sin esperar una respuesta concreta.
—El capitán y Rasim ya habían tenido problemas anteriormente, pero nada como esto... — replicó la grave voz de Jack, el cañonero feucho con el que compartía habitación — No puede ser nada bueno. — aseveró.
No pudo responder, ya que Slaven se adelantó con una incómoda revelación: la epidemia que asoló a Sevindel había brotado entre algunos de los tripulantes, contagiándose a un ritmo alarmante... incluyendo entre los infectados al mismo capitán. Por unos segundos, se hizo un silencio fúnebre, donde se podía distinguir cómo algunos tiritaban, otros permanecían cabizbajo, otros se alejaban y algunos derramaban lágrimas desde un ojo blanquecino. Toda esa tensión se acumulaba como un barril de pólvora, a punto de reventar. Bastó con que el humano pronunciara las últimas palabras para colmar el vaso que desataría el caos: la enfermedad no tenía cura.
El brujo tragó saliva y retrocedió, restregándose las manos por los brazos para evitar cualquier contacto con un infectado. Jorunn, por su parte, desenvainó su sable y apuntó la punta contra el suelo, instando el silencio con un tono amenazante. A continuación, expuso con grandilocuencia cómo era necesario sacrificarse para mantener a salvo a Aerandir y evitar la propagación de la enfermedad... un motivo tanto noble como estúpido: condenar a la mitad de tu tripulación a la muerte tan solo porque la otra mitad fue demasiado descuidada como para mantenerse a salvo era una injusticia, o así lo veía Tatsuya, que permanecía taciturno, vigilando a Rasim y advirtiendo cada una de sus expresiones: se notaba furioso, probablemente a la espera de intervenir en el discurso de su camarada.
Sin embargo, no tuvo oportunidad de hacerlo: el tumulto aplaudió con una magnífica ovación el discurso de su capitán, ondeando la bandera de La Liebre Marina en el aire y silbando con cierto orgullo idiosincrásico... o "idiotasincrásico", como le gustaba decir al brujo. Al menos algo era seguro: no todos estaban de acuerdo con la decisión, y bastaba con reunir a los pocos para formar a los muchos.
«Aquella carta... ¿anticipaste esto, Rasim?» — murmuró, viendo desde la distancia cómo el tigre se desvanecía tras conversar con su compañero.
[...]
Una vez el sol descendió por poniente, el tigre le dio una visita a Tatsuya en proa, mientras todos estaban ocupados por la organización del banquete. La ansiedad ardía en su abdomen, llevándolo a acariciarse la melena para tranquilizarse: tenía presente que lo que estaba a punto de hacer no tenía perdón alguno.
—Necesito tu ayuda. — farfulló de la nada, rompiendo los pensamientos del brujo— Jorunn---
—Woa, calma ahí. Creí dejar en claro que no hago favores de gratis.
—Eres un interesado de mierda, ¿sabes? — gruñó, entreabriendo su morro para mostrar sus filosos colmillos — Ladra, y que sea rápido.
—Algo de dinero para tomarme unas buenas vacaciones en el este de Verisar me vendría bien. — aclaró — Y un salvoconducto para cuando el "capitán Aaron, de El Kraken" venga a darnos una visita.
—¿Cómo lo supiste? ¿Leíste la carta? — sus dientes rechinaron con furia, deseosos por clavarse en el cuello del mercenario.
—Me lo dijiste tú mismo, imbécil. El resto lo deduje yo mismo. Jugaste bien tus turnos, gatito — elevó su tono a uno amenazador —
pero sería una lástima que me acercara al camarote del capitán y le contara sobre tus planes.
Rasim se cruzó de brazos y zapateó algunas veces, exteriorizando su nerviosismo. Hizo mal en subestimar la sagacidad del brujo, y estaba a punto de pagarlo caro. Por los momentos, sería conveniente seguirle el juego:
—Quinientos aeros y un salvoconducto... a cambio de la vida de Jorrun Slaven. ¿Trato? — extendió la mano hacia su contrario, que la reprochó con desdén y elevó el costo del trabajo a mil aeros. — ¡¿Mil?! ¡Me tienes que estar jodiendo!
—Tómalo o déjalo, gatito.
Cuando cayó la noche, ambos estrecharon las manos bajo la condición de 850 aeros. El brujo bajó las escaleras con cierto aire de satisfacción, sosteniendo la Rompejuramentos Mk.II en el cinturón de su kimono.
El comedor estaba en un estado lúgubre, distante de aquél recinto jovial que había conocido las noches anteriores. Era una mezcla heterogénea entre lágrimas y risas; bullicio y silencio. Los pocos marineros que conservaban sus ojos intactos se reunían hacia la periferia de la habitación, evitando el contacto con aquellos que estaban marcados y se aglomeraban en un anillo en el centro de la habitación, riéndose con los bailes de "personas" que para Tatsuya eran invisibles.
Slaven se veía bastante relajado, conversando con Reloj y algunos otros grumetes y disfrutando con un tarro en la mano. Paralelamente, no había ni rastro de Rasim. Según lo acordado, el mercenario tenía que esperar a una señal del felino para actuar... el punto es que no se especificó cuál sería el detonador.
El vice-capitán hizo una aparición estelar, portando un pomposo saco de seda, de color carmín, bajo el cual se asomaba un jubón de color mostaza. La estrafalaria indumentaria del tigre, eso sin contar lo pésimo que combinaba con su pelaje, llamó la atención de todos los presentes, que no tardaron en hacer sus comentarios:
—¡Rasim! ¡¿En qué momento pasaste a ser un animal de circo?! — vociferó uno, entre carcajadas ahogadas.
—¡Un marinero con ropa de gente terrestre! ¡Menudo desperdicio!
—Yo no sé, pero yo sí que le daba...
A todo esto, no le prestó ni la menor atención, sino que esperó por unos segundos para desencadenar un estruendoso rugido, que sacudió el comedor y silenció hasta el zumbido de las moscas.
Entiendo por qué a muchos puede parecerle extraño que vista así esta noche, pero encontré este viejo traje dentro de mi armario, de los tiempos en los que trabajaba en un circo, y pensé: "¿por qué no?... — hasta este punto, su monólogo transcurrió con cierta parsimonia. Sin embargo, a partir de allí, engrosó su voz hacia la severidad — ... Si no se me ocurre mejor manera de presentarme a una broma tan ridícula como esta, que vistiéndome como un payaso".
Un nubarrón de tensión se arremolinó entre las cuatro paredes del comedor, erizando los pelos del brujo conforme Rasim cautivaba aún más a los marineros de La Liebre Marina.
»Quiero decir, una terrible enfermedad se cuela dentro de NUESTRO barco, por culpa de un descuido de NUESTRO capitán, y todos tenemos que pagar por su error, y no satisfechos con esto, le aplaudimos sus fallas y nos compadecemos de él, ¡incluso hay quienes se ponen de su lado, solo porque dio un discurso de lo más elocuente!. ¡No sean ridículos! ¡Es ahora más que nunca que deberían sentir miedo! Porque si no es eso, ¿qué más es lo que nos mantiene vivos? ¡Miren a su capitán, maldita sea! ¿De cuántas batallas creen que ha huido? ¡Incontables! ¿Cuántas veces creen que ha hecho cosas deshonrosas, para salvarse el pellejo? ¡Incontables! ¿Van a dejar que un hombre así les diga que deben sacrificar sus vidas por una causa perdida? Yo les voy a decir la verdad: en realidad, Jorunn tiene miedo de morir solo, por eso quiere vernos a todos perecer ante esta enfermedad. ¡Si él estuviera sano, ya habría arrojado a los infectados desde la mesana! ¡Yo propongo que lo matemos a él, a todos los infectados y los tiremos al mar!
Los grumetes que de la periferia tomaron algunos utensilios de cocina: cuchillos, cucharones e incluso tenedores y se lanzaron contra los infectados, apuñalándolos o golpeándolos hasta la muerte.. El discurso de Slaven fue reconfortante, pero era suficiente con jugar con el temor del populacho para sembrar la histeria sobre un grupo pavoroso.
El brujo actuó según lo acordado, desenvainando su sable y blandiéndolo contra la espalda del capitán. Este reaccionó a último segundo, anclándose a la hoja de la espada con la concavidad de su garfio y eludiendo el golpe con gracia. Al ver el rostro de Tatsuya, no dudó en desenfundar y apoyarse sobre su espada cual bastón.
—"Tensai de viento". Desde un principio supe que no eras más que un mercenario de pacotilla.
—Eres bastante duro para ser manco. Debí cobrar al menos 300 Aeros más.
—Necesito tu ayuda. — farfulló de la nada, rompiendo los pensamientos del brujo— Jorunn---
—Woa, calma ahí. Creí dejar en claro que no hago favores de gratis.
—Eres un interesado de mierda, ¿sabes? — gruñó, entreabriendo su morro para mostrar sus filosos colmillos — Ladra, y que sea rápido.
—Algo de dinero para tomarme unas buenas vacaciones en el este de Verisar me vendría bien. — aclaró — Y un salvoconducto para cuando el "capitán Aaron, de El Kraken" venga a darnos una visita.
—¿Cómo lo supiste? ¿Leíste la carta? — sus dientes rechinaron con furia, deseosos por clavarse en el cuello del mercenario.
—Me lo dijiste tú mismo, imbécil. El resto lo deduje yo mismo. Jugaste bien tus turnos, gatito — elevó su tono a uno amenazador —
pero sería una lástima que me acercara al camarote del capitán y le contara sobre tus planes.
Rasim se cruzó de brazos y zapateó algunas veces, exteriorizando su nerviosismo. Hizo mal en subestimar la sagacidad del brujo, y estaba a punto de pagarlo caro. Por los momentos, sería conveniente seguirle el juego:
—Quinientos aeros y un salvoconducto... a cambio de la vida de Jorrun Slaven. ¿Trato? — extendió la mano hacia su contrario, que la reprochó con desdén y elevó el costo del trabajo a mil aeros. — ¡¿Mil?! ¡Me tienes que estar jodiendo!
—Tómalo o déjalo, gatito.
Cuando cayó la noche, ambos estrecharon las manos bajo la condición de 850 aeros. El brujo bajó las escaleras con cierto aire de satisfacción, sosteniendo la Rompejuramentos Mk.II en el cinturón de su kimono.
El comedor estaba en un estado lúgubre, distante de aquél recinto jovial que había conocido las noches anteriores. Era una mezcla heterogénea entre lágrimas y risas; bullicio y silencio. Los pocos marineros que conservaban sus ojos intactos se reunían hacia la periferia de la habitación, evitando el contacto con aquellos que estaban marcados y se aglomeraban en un anillo en el centro de la habitación, riéndose con los bailes de "personas" que para Tatsuya eran invisibles.
Slaven se veía bastante relajado, conversando con Reloj y algunos otros grumetes y disfrutando con un tarro en la mano. Paralelamente, no había ni rastro de Rasim. Según lo acordado, el mercenario tenía que esperar a una señal del felino para actuar... el punto es que no se especificó cuál sería el detonador.
El vice-capitán hizo una aparición estelar, portando un pomposo saco de seda, de color carmín, bajo el cual se asomaba un jubón de color mostaza. La estrafalaria indumentaria del tigre, eso sin contar lo pésimo que combinaba con su pelaje, llamó la atención de todos los presentes, que no tardaron en hacer sus comentarios:
—¡Rasim! ¡¿En qué momento pasaste a ser un animal de circo?! — vociferó uno, entre carcajadas ahogadas.
—¡Un marinero con ropa de gente terrestre! ¡Menudo desperdicio!
—Yo no sé, pero yo sí que le daba...
A todo esto, no le prestó ni la menor atención, sino que esperó por unos segundos para desencadenar un estruendoso rugido, que sacudió el comedor y silenció hasta el zumbido de las moscas.
Entiendo por qué a muchos puede parecerle extraño que vista así esta noche, pero encontré este viejo traje dentro de mi armario, de los tiempos en los que trabajaba en un circo, y pensé: "¿por qué no?... — hasta este punto, su monólogo transcurrió con cierta parsimonia. Sin embargo, a partir de allí, engrosó su voz hacia la severidad — ... Si no se me ocurre mejor manera de presentarme a una broma tan ridícula como esta, que vistiéndome como un payaso".
Un nubarrón de tensión se arremolinó entre las cuatro paredes del comedor, erizando los pelos del brujo conforme Rasim cautivaba aún más a los marineros de La Liebre Marina.
»Quiero decir, una terrible enfermedad se cuela dentro de NUESTRO barco, por culpa de un descuido de NUESTRO capitán, y todos tenemos que pagar por su error, y no satisfechos con esto, le aplaudimos sus fallas y nos compadecemos de él, ¡incluso hay quienes se ponen de su lado, solo porque dio un discurso de lo más elocuente!. ¡No sean ridículos! ¡Es ahora más que nunca que deberían sentir miedo! Porque si no es eso, ¿qué más es lo que nos mantiene vivos? ¡Miren a su capitán, maldita sea! ¿De cuántas batallas creen que ha huido? ¡Incontables! ¿Cuántas veces creen que ha hecho cosas deshonrosas, para salvarse el pellejo? ¡Incontables! ¿Van a dejar que un hombre así les diga que deben sacrificar sus vidas por una causa perdida? Yo les voy a decir la verdad: en realidad, Jorunn tiene miedo de morir solo, por eso quiere vernos a todos perecer ante esta enfermedad. ¡Si él estuviera sano, ya habría arrojado a los infectados desde la mesana! ¡Yo propongo que lo matemos a él, a todos los infectados y los tiremos al mar!
Los grumetes que de la periferia tomaron algunos utensilios de cocina: cuchillos, cucharones e incluso tenedores y se lanzaron contra los infectados, apuñalándolos o golpeándolos hasta la muerte.. El discurso de Slaven fue reconfortante, pero era suficiente con jugar con el temor del populacho para sembrar la histeria sobre un grupo pavoroso.
El brujo actuó según lo acordado, desenvainando su sable y blandiéndolo contra la espalda del capitán. Este reaccionó a último segundo, anclándose a la hoja de la espada con la concavidad de su garfio y eludiendo el golpe con gracia. Al ver el rostro de Tatsuya, no dudó en desenfundar y apoyarse sobre su espada cual bastón.
—"Tensai de viento". Desde un principio supe que no eras más que un mercenario de pacotilla.
—Eres bastante duro para ser manco. Debí cobrar al menos 300 Aeros más.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Ante la entrada de Rasim en el lugar con tal indumentaria me tensé. El tigre no había dicho ni una palabra todavía, pero en mi cabeza se hicieron resonar las que Tatsuya me había compartido antes: «Parece un buen tipo, pero de esos que están a punto de dejar de serlo. Yo tendría cuidado con él, de ser tú».
—…Esto no está bien —mascullé con un escalofrío en cuanto su tono de voz. Por instinto los ojos se me movieron hacia los límites del comedor, donde se juntaban aquellos no infectados.
Por cada palabra más que abandonaba la boca de Rasim resonaba con claridad una cucharilla, un tenedor, un cuchillo. Resonaba algo chocando contra los delicados envases que servían como cuencos para poner la comida. A ese punto, sabía que a las lágrimas derramadas esa noche se les acompañaría con sangre.
No actué hasta escuchar la última de sus oraciones, poniéndome de pie rápidamente, con mi golem ya escalado por mi cuerpo. Cubrí mi brazo con la masa y la endurecí casi al punto del acero, bloqueando lo que habría sido una puñalada de uno de los grumetes.
—¡No! —exclamé. No era una advertencia para el que había intentado ponerme fin allí, sino a todos en el lugar.
Claro que en lo que se había transformado en un campo de batalla del peor tipo que podía haber—uno cerrado—nadie te oía. Desesperadamente busqué con la mirada al brujo, mientras me deshacía de mi contrincante clavándole el envase de comida en la cara para derribarlo.
—¡Tatsuya…! —deje ir al verlo, antes de procesar la imagen completa y ver a quien estaba encarando.
Slaven. Una segunda inseguridad me invadió de golpe al cuerpo, observando cómo con valentía, o una desbordante confianza en sus habilidades propias, estaban a rango de sus armas. Tragué saliva, temiéndome algo que en el fondo me esperaba: una ciudad no había podido con él para atraparlo, ni para amedrentarlo a aceptar su muerte.
No sería distinto en el barco. Quizá había oído cosas absurdas sobre la habilidad de Slaven estos días en el barco, pero había visto las del brujo. Si había alguien que podía matar al hombre uno a uno en el barco, seguramente era él.
—¡Tatsuya, no! —iba a correr hacia donde estaba para intentar detenerlo. Un rugido me detuvo, no había que tener más de medio cerebro para saber a quién le pertenecía.
Rasim estaba haciendo gala de una agilidad estúpida que no debería tener nadie con los músculos de ese maldito tamaño. Saltando de un punto a otro, propinando ataques tan contundentes como letales a grumetes infectados, en lo que parecía la más pura furia animal en la que podía caer. Reloj apareció frente a Rasim como una sombra, con el ceño fruncido. Más bien, debía decir, con una expresión.
«¡Esto no está bien!» me repetí, observando al bio-cibernético revelar que sus dedos de la mano derecha eran en realidad una serie de herramientas extrañas: el índice era como una especie de aguja, demasiado larga para mi gusto, el medio un pequeño puñal, el siguiente era una terminal eléctrica; aunque esto último no lo sabía.
Extendí del golem en mi mano varios látigos espinados y empecé dar golpes de un lado a otro, impidiendo que cualquiera se me aproximara y haciendo blanco de mis ataques a aquellos lastimando y matando a los enfermos. Con mi mano libre blandí el hacha, manteniéndola como defensa para que cualquiera que pudiera cruzar más allá de los látigos no me encontrase indefenso. Aún así, sangre ya había sido derramada. Habían unos tres o cuatro muertos ya, más quien sabe cuántos heridos intentando defenderse — matando de vuelta.
Llegué metiéndome entre Rasim y Reloj, cubriendo a este último con el golem hecho un brazal, de una palmada que casi me arranca el brazo a la vez que me había dos o tres pasos atrás. Al ver el lugar de impacto sobre el golem, se extendían las marcas de la garra de Rasim.
—¡Grr! —dio un paso que fue pesado, rápido y furtivo; todo a la vez, antes de ver dentro de mis ojos—. ¡Tú no estás infectado, muévete, orejas! —gruñó, abriendo los brazos.
—No —gruñí de vuelta, expandiendo al golem sobre mi brazo como si fuera un escudo.
—Esto es entre Rasim y yo, nue…
—¡Cállate y ve a atender al resto! ¿No eres el maldito oficial médico del barco!? —exclamé molesto, dándole un codazo al bio—. ¡Yo me haré cargo!
Reloj abrió los ojos un poco, sólo por unos instantes, demasiado leves como para ser notados.
—No estoy para recibir órdenes de nadie que no sea el capitán —dijo en un tono que rozaba la molestia. Sin embargo; vio a Rasim, y tanteando sus movimientos, saltó atrás y corrió rápidamente a socorrer a los heridos.
Rasim por su lado abrió los ojos de par en par, pero sus pupilas sólo parecían reducirse en tamaño, como si empezará a bloquear todo lo que había en el lugar menos mi persona.
—…Hacerte cargo —sonrió repitiéndoselo, apretando los dedos de su mano para hacer crujir sus nudillos antes de extender sus garras fuera de nuevo—. ¿Tú? —rugió fuertemente, saltando hacia adelante, desviando de un golpe un envase que le lancé cuanto saltó—. ¡Tienes suerte de que tu amíguele esté del lado correcto, orejón!
Después de sus últimas palabras cargó adelante con una enorme fuerza, pateando violentamente lo que tenía que resultarle un chiste de cuerpo—el mío—contra una barra del comedor, haciéndome caer del otro lado con un violento impacto que incluso la había hundido levemente.
Acto seguido desvió su camino, lanzándose hacia donde Reloj, quien se encontraba cauterizando heridas abiertas de los enfermos con las palma de su mano izquierda, aumentada a una temperatura elevada para ese propósito, mientras que de su boca liberaba lo que parecía ser un enjambre de pequeños cimërborg que intentaban coser apresuradamente las heridas más leves de otro par.
—¡REY! —rugió mientras saltaba sobre el hombre, cayendo violentamente al suelo de cara en cuanto algo le ató la pierna. Al voltear atrás me observó, jalándolo con el golem atado a misma. Al notarse que fue amarrado durante la patada apretó sus dientes entre sí, rugiendo de vuelta y decidiendo lo obvio—: ¡Maldito elfo de…! —más sencillo matarme que tenerme estorbando, fuese compañero del brujo o no.
—¡Sigue curándolos! —grité al bio, intentando jalar atrás a Rasim.
El tigre palmeó el suelo con ambas manos, empujándose todo su cuerpo más de un metro arriba, antes de girar en el aire y cortar al golem de un garrazo, cayendo con la digna agilidad de un gato sobre sus pies. Se pasó las garras por el cuerpo, deshaciéndose del resto de la ropa ridícula que le quedaba, y rugió.
Ahora, como alguien a que le costaban hacer flexiones, comprendí bastante rápido al verlo haber saltado más de un metro con solo sus brazos que bien podía haber agarrado un oponente menos difícil, como contra los que Bjorn estaba peleando, haciendo uso de su tamaño y agilidad para evitar ataques y desarmar gente; desarmar, por algunos dedos y manos en el suelo, pronto literalmente.
—Bjoy —dijo con la molesta serenidad que hablaban varios bio—. No tengo para reemplazar miembros grandes, ten cuidado.
—¡Me cuesta desarmar gente sin herirlos, joder! ¡Hago lo qué puedo! —exclamó de vuelta, antes de que una explosión a sus espaldas casi lo alcanzase, derribándole.
A sus espaldas estaba Jack, preparando una bola de fuego más en sus manos.
Estaba bastante seguro de que Bjorn no era uno de los infectados, pero por el contrario quienes peleaba, estaba luchando del lado de Jorunn. Lo malo es que el tipo que podía generar pelotas explosivas de fuego no lo estaba. Viendo el lugar, empezaba a creer que ya varios estaban simplemente atacando casi al azar, el ataque preciso fue al inicio, porque los grupos eran claros: enfermos centro, no enfermos alrededores.
Ahora era caos.
Iba a terminar más gente muerta que sólo los enfermos o sólo los saludables a este paso.
Empuje un barril pequeño de detrás de la barra con todo el cuerpo, lanzándolo hacia Rasim. El tigre saltó ágilmente por sobre el barril, pasando su garra sobre el mismo. El barril girando y abierto por las garras del tigre no dio muchas vueltas más antes de abrirse y derramar su contenido sobre el suelo del lugar, provocando que varios que se estaban enfrentando vieran su equilibrio comprometido.
Recogí el golem en la forma de una espada para intentar darle una mísera estocada que Tatsuya, Bjorn o Jorunn hubiesen criticado. A Rasim le bastó con desviarla, devolviendo un zarpazo que me alcanzó la mejilla al mismo tiempo que había intentado clavarle el hacha.
Con el tigre montado encima intenté darle un hachazo que no encontró su blanco, siendo desviado con tanta fuerza como dejarme sin el arma. Complaciente devolvió el ataque, marcando su zarpa en mi mejilla. En su frenética carga que no paraba adelante volvió a saltar, intentando clavarme las garras de los hombros para presionarme contra la barra y morderme el cuello, momento en que corrió en una fracción de segundo su apodo por mi mente.
Acumulé rápidamente el golem sobre mi cuello, lastimando sus colmillos cuando se encontraron con la masa endurecida. Aproveché el momento en que se hizo atrás con un colmillo roto para tomar al golem y latiguear hacia la pata de una mesa, jalándola fuertemente hacía mí para que me quedase encima y protegerme del siguiente garrazo de Rasim. La mesa no dio para más de dos y ya estaba completamente destrozada; pero yo ya no estaba abajo, habiendo rodado lejos por mi maldita vida.
—¡Vuelve, maldito cobarde!
—¿¡Yo—eso me había tocado una vena, había volteado atrás, agachando la cabeza justo a tiempo para evitar que me terminara de arrancar la mejilla del rostro, si bien eso no impidió que me alcanzase por la frente y salpicase sangre. Me lancé al suelo desesperadamente para evitar más zarpazos, patadas, golpes y mordiscos del hombre tigre que parecía no tener que tomar aire entre golpes.
Mi cuerpo patino por el suelo mojado hasta donde estaba mi hacha, tomándola y girando a tiempo para escuchar el sonido del acero chocando contra las garras de Rasim más cerca de lo que quería. Cambié el golem a la forma de una cola de escorpión abandonando mi mano y perseguí el rostro y pecho del tigre con el aguijón. Demasiado rápido para darle, sólo cuando Rasim choco contra una pared que había olvidado tener flanqueándolo iba a recibir su primera herida.
Haciendo uso de su enorme fuerza física apretó con ambas manos la cola, deteniéndola en seco. Avancé adelante, recogiendo el golem desde mi lado a la vez que lo suavizaba entre manos de Rasim para hacer que se colase entre el espacio y estirar más el aguijón al punto de que ya parecía una mera agujita.
Mientras el tigre veía eso distraído e intentaba frenar el avance, el exceso de golem acumulado lo deje caer sobre mi pie, sacando espinas por debajo de la suela de la bota y aplastando el pie del tigre. Siguió un rugido dolido del tigre, y una técnica altamente especializada por su parte, conocida sólo por los guerreros más avanzados…
Un cabezazo.
Caí al suelo aturdido con el impacto, antes de sentir una rodilla clavarse en mi estómago, haciéndome escupir sangre. No pude doblarme ni siquiera del dolor, viéndome inmovilizado por el tigre, sosteniéndome el cuello y un brazo con sus garras.
—¿Últimas palabras, elfo? —preguntó en medio gruñido. Cuando se le manchó la cara entre la desagradable mezcla de salida y sangre de un escupitajo presionó más en el suelo.
—¡Tú eres el cobarde! —respiré ahogado por falta de aire, agarrando el brazo del tigre y empujándolo hacia arriba inútilmente—. ¡Estás huyendo de la muerte, ¿n—apretó más fuerte contra el suelo, sentía que a poco el suelo iba a ceder y caeríamos abajo, inútilmente intenté agitar las piernas contra él—. ¡Mandando a matar a la mitad para salvarte TÚ pellejo! ¡El qué tiene miedo de morir solo aquí no es Jorunn, es…!
Allí las pupilas de Rasim se recogieron, como si temiera que de alguna forma brotase de la nada la palabra “Ulrich” fuera de mi boca. Empujó el brazo que me sostenía a un lado, cortándolo con su garra, y procedió a clavarla sobre mi pecho para intercalar lo que fuese que fuera a decir con un grito. Deje ir una última queja ahogada con todo escureciéndose lentamente, ese líquido rojo, “vida”, escapándose caliente…
Nunca hubiese imaginado que encontraría mi fin en un barco.
Fue entonces que dos sonidos se entrelazaron. El de un trueno quebrando en dos el cielo, señalando junto a un diluvio la tormenta que se avecinaba; y la voz de un marinero:
—…Esto no está bien —mascullé con un escalofrío en cuanto su tono de voz. Por instinto los ojos se me movieron hacia los límites del comedor, donde se juntaban aquellos no infectados.
Por cada palabra más que abandonaba la boca de Rasim resonaba con claridad una cucharilla, un tenedor, un cuchillo. Resonaba algo chocando contra los delicados envases que servían como cuencos para poner la comida. A ese punto, sabía que a las lágrimas derramadas esa noche se les acompañaría con sangre.
No actué hasta escuchar la última de sus oraciones, poniéndome de pie rápidamente, con mi golem ya escalado por mi cuerpo. Cubrí mi brazo con la masa y la endurecí casi al punto del acero, bloqueando lo que habría sido una puñalada de uno de los grumetes.
—¡No! —exclamé. No era una advertencia para el que había intentado ponerme fin allí, sino a todos en el lugar.
Claro que en lo que se había transformado en un campo de batalla del peor tipo que podía haber—uno cerrado—nadie te oía. Desesperadamente busqué con la mirada al brujo, mientras me deshacía de mi contrincante clavándole el envase de comida en la cara para derribarlo.
—¡Tatsuya…! —deje ir al verlo, antes de procesar la imagen completa y ver a quien estaba encarando.
Slaven. Una segunda inseguridad me invadió de golpe al cuerpo, observando cómo con valentía, o una desbordante confianza en sus habilidades propias, estaban a rango de sus armas. Tragué saliva, temiéndome algo que en el fondo me esperaba: una ciudad no había podido con él para atraparlo, ni para amedrentarlo a aceptar su muerte.
No sería distinto en el barco. Quizá había oído cosas absurdas sobre la habilidad de Slaven estos días en el barco, pero había visto las del brujo. Si había alguien que podía matar al hombre uno a uno en el barco, seguramente era él.
—¡Tatsuya, no! —iba a correr hacia donde estaba para intentar detenerlo. Un rugido me detuvo, no había que tener más de medio cerebro para saber a quién le pertenecía.
Rasim estaba haciendo gala de una agilidad estúpida que no debería tener nadie con los músculos de ese maldito tamaño. Saltando de un punto a otro, propinando ataques tan contundentes como letales a grumetes infectados, en lo que parecía la más pura furia animal en la que podía caer. Reloj apareció frente a Rasim como una sombra, con el ceño fruncido. Más bien, debía decir, con una expresión.
«¡Esto no está bien!» me repetí, observando al bio-cibernético revelar que sus dedos de la mano derecha eran en realidad una serie de herramientas extrañas: el índice era como una especie de aguja, demasiado larga para mi gusto, el medio un pequeño puñal, el siguiente era una terminal eléctrica; aunque esto último no lo sabía.
Extendí del golem en mi mano varios látigos espinados y empecé dar golpes de un lado a otro, impidiendo que cualquiera se me aproximara y haciendo blanco de mis ataques a aquellos lastimando y matando a los enfermos. Con mi mano libre blandí el hacha, manteniéndola como defensa para que cualquiera que pudiera cruzar más allá de los látigos no me encontrase indefenso. Aún así, sangre ya había sido derramada. Habían unos tres o cuatro muertos ya, más quien sabe cuántos heridos intentando defenderse — matando de vuelta.
Llegué metiéndome entre Rasim y Reloj, cubriendo a este último con el golem hecho un brazal, de una palmada que casi me arranca el brazo a la vez que me había dos o tres pasos atrás. Al ver el lugar de impacto sobre el golem, se extendían las marcas de la garra de Rasim.
—¡Grr! —dio un paso que fue pesado, rápido y furtivo; todo a la vez, antes de ver dentro de mis ojos—. ¡Tú no estás infectado, muévete, orejas! —gruñó, abriendo los brazos.
—No —gruñí de vuelta, expandiendo al golem sobre mi brazo como si fuera un escudo.
—Esto es entre Rasim y yo, nue…
—¡Cállate y ve a atender al resto! ¿No eres el maldito oficial médico del barco!? —exclamé molesto, dándole un codazo al bio—. ¡Yo me haré cargo!
Reloj abrió los ojos un poco, sólo por unos instantes, demasiado leves como para ser notados.
—No estoy para recibir órdenes de nadie que no sea el capitán —dijo en un tono que rozaba la molestia. Sin embargo; vio a Rasim, y tanteando sus movimientos, saltó atrás y corrió rápidamente a socorrer a los heridos.
Rasim por su lado abrió los ojos de par en par, pero sus pupilas sólo parecían reducirse en tamaño, como si empezará a bloquear todo lo que había en el lugar menos mi persona.
—…Hacerte cargo —sonrió repitiéndoselo, apretando los dedos de su mano para hacer crujir sus nudillos antes de extender sus garras fuera de nuevo—. ¿Tú? —rugió fuertemente, saltando hacia adelante, desviando de un golpe un envase que le lancé cuanto saltó—. ¡Tienes suerte de que tu amíguele esté del lado correcto, orejón!
Después de sus últimas palabras cargó adelante con una enorme fuerza, pateando violentamente lo que tenía que resultarle un chiste de cuerpo—el mío—contra una barra del comedor, haciéndome caer del otro lado con un violento impacto que incluso la había hundido levemente.
Acto seguido desvió su camino, lanzándose hacia donde Reloj, quien se encontraba cauterizando heridas abiertas de los enfermos con las palma de su mano izquierda, aumentada a una temperatura elevada para ese propósito, mientras que de su boca liberaba lo que parecía ser un enjambre de pequeños cimërborg que intentaban coser apresuradamente las heridas más leves de otro par.
—¡REY! —rugió mientras saltaba sobre el hombre, cayendo violentamente al suelo de cara en cuanto algo le ató la pierna. Al voltear atrás me observó, jalándolo con el golem atado a misma. Al notarse que fue amarrado durante la patada apretó sus dientes entre sí, rugiendo de vuelta y decidiendo lo obvio—: ¡Maldito elfo de…! —más sencillo matarme que tenerme estorbando, fuese compañero del brujo o no.
—¡Sigue curándolos! —grité al bio, intentando jalar atrás a Rasim.
El tigre palmeó el suelo con ambas manos, empujándose todo su cuerpo más de un metro arriba, antes de girar en el aire y cortar al golem de un garrazo, cayendo con la digna agilidad de un gato sobre sus pies. Se pasó las garras por el cuerpo, deshaciéndose del resto de la ropa ridícula que le quedaba, y rugió.
Ahora, como alguien a que le costaban hacer flexiones, comprendí bastante rápido al verlo haber saltado más de un metro con solo sus brazos que bien podía haber agarrado un oponente menos difícil, como contra los que Bjorn estaba peleando, haciendo uso de su tamaño y agilidad para evitar ataques y desarmar gente; desarmar, por algunos dedos y manos en el suelo, pronto literalmente.
—Bjoy —dijo con la molesta serenidad que hablaban varios bio—. No tengo para reemplazar miembros grandes, ten cuidado.
—¡Me cuesta desarmar gente sin herirlos, joder! ¡Hago lo qué puedo! —exclamó de vuelta, antes de que una explosión a sus espaldas casi lo alcanzase, derribándole.
A sus espaldas estaba Jack, preparando una bola de fuego más en sus manos.
Estaba bastante seguro de que Bjorn no era uno de los infectados, pero por el contrario quienes peleaba, estaba luchando del lado de Jorunn. Lo malo es que el tipo que podía generar pelotas explosivas de fuego no lo estaba. Viendo el lugar, empezaba a creer que ya varios estaban simplemente atacando casi al azar, el ataque preciso fue al inicio, porque los grupos eran claros: enfermos centro, no enfermos alrededores.
Ahora era caos.
Iba a terminar más gente muerta que sólo los enfermos o sólo los saludables a este paso.
Empuje un barril pequeño de detrás de la barra con todo el cuerpo, lanzándolo hacia Rasim. El tigre saltó ágilmente por sobre el barril, pasando su garra sobre el mismo. El barril girando y abierto por las garras del tigre no dio muchas vueltas más antes de abrirse y derramar su contenido sobre el suelo del lugar, provocando que varios que se estaban enfrentando vieran su equilibrio comprometido.
Recogí el golem en la forma de una espada para intentar darle una mísera estocada que Tatsuya, Bjorn o Jorunn hubiesen criticado. A Rasim le bastó con desviarla, devolviendo un zarpazo que me alcanzó la mejilla al mismo tiempo que había intentado clavarle el hacha.
Con el tigre montado encima intenté darle un hachazo que no encontró su blanco, siendo desviado con tanta fuerza como dejarme sin el arma. Complaciente devolvió el ataque, marcando su zarpa en mi mejilla. En su frenética carga que no paraba adelante volvió a saltar, intentando clavarme las garras de los hombros para presionarme contra la barra y morderme el cuello, momento en que corrió en una fracción de segundo su apodo por mi mente.
Acumulé rápidamente el golem sobre mi cuello, lastimando sus colmillos cuando se encontraron con la masa endurecida. Aproveché el momento en que se hizo atrás con un colmillo roto para tomar al golem y latiguear hacia la pata de una mesa, jalándola fuertemente hacía mí para que me quedase encima y protegerme del siguiente garrazo de Rasim. La mesa no dio para más de dos y ya estaba completamente destrozada; pero yo ya no estaba abajo, habiendo rodado lejos por mi maldita vida.
—¡Vuelve, maldito cobarde!
—¿¡Yo—eso me había tocado una vena, había volteado atrás, agachando la cabeza justo a tiempo para evitar que me terminara de arrancar la mejilla del rostro, si bien eso no impidió que me alcanzase por la frente y salpicase sangre. Me lancé al suelo desesperadamente para evitar más zarpazos, patadas, golpes y mordiscos del hombre tigre que parecía no tener que tomar aire entre golpes.
Mi cuerpo patino por el suelo mojado hasta donde estaba mi hacha, tomándola y girando a tiempo para escuchar el sonido del acero chocando contra las garras de Rasim más cerca de lo que quería. Cambié el golem a la forma de una cola de escorpión abandonando mi mano y perseguí el rostro y pecho del tigre con el aguijón. Demasiado rápido para darle, sólo cuando Rasim choco contra una pared que había olvidado tener flanqueándolo iba a recibir su primera herida.
Haciendo uso de su enorme fuerza física apretó con ambas manos la cola, deteniéndola en seco. Avancé adelante, recogiendo el golem desde mi lado a la vez que lo suavizaba entre manos de Rasim para hacer que se colase entre el espacio y estirar más el aguijón al punto de que ya parecía una mera agujita.
Mientras el tigre veía eso distraído e intentaba frenar el avance, el exceso de golem acumulado lo deje caer sobre mi pie, sacando espinas por debajo de la suela de la bota y aplastando el pie del tigre. Siguió un rugido dolido del tigre, y una técnica altamente especializada por su parte, conocida sólo por los guerreros más avanzados…
Un cabezazo.
Caí al suelo aturdido con el impacto, antes de sentir una rodilla clavarse en mi estómago, haciéndome escupir sangre. No pude doblarme ni siquiera del dolor, viéndome inmovilizado por el tigre, sosteniéndome el cuello y un brazo con sus garras.
—¿Últimas palabras, elfo? —preguntó en medio gruñido. Cuando se le manchó la cara entre la desagradable mezcla de salida y sangre de un escupitajo presionó más en el suelo.
—¡Tú eres el cobarde! —respiré ahogado por falta de aire, agarrando el brazo del tigre y empujándolo hacia arriba inútilmente—. ¡Estás huyendo de la muerte, ¿n—apretó más fuerte contra el suelo, sentía que a poco el suelo iba a ceder y caeríamos abajo, inútilmente intenté agitar las piernas contra él—. ¡Mandando a matar a la mitad para salvarte TÚ pellejo! ¡El qué tiene miedo de morir solo aquí no es Jorunn, es…!
Allí las pupilas de Rasim se recogieron, como si temiera que de alguna forma brotase de la nada la palabra “Ulrich” fuera de mi boca. Empujó el brazo que me sostenía a un lado, cortándolo con su garra, y procedió a clavarla sobre mi pecho para intercalar lo que fuese que fuera a decir con un grito. Deje ir una última queja ahogada con todo escureciéndose lentamente, ese líquido rojo, “vida”, escapándose caliente…
Nunca hubiese imaginado que encontraría mi fin en un barco.
Fue entonces que dos sonidos se entrelazaron. El de un trueno quebrando en dos el cielo, señalando junto a un diluvio la tormenta que se avecinaba; y la voz de un marinero:
«¡KRAKEEEEEEEEEEN!»
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
- Un poco de música:
Si se le podía reprochar un hábito a Tatsuya en combate, era su tendencia a subestimar el oponente. Había aprendido que, en comparación con la técnica de esgrima que le enseñaron, la mayoría de "espadachines" en el continente sacudían sus espadas como sacos de patata, esperando golpear algo con suerte, por lo que resultaba tanto extraño como intrigante toparse con un sujeto como Jorunn Slaven.
El pirata se dio el lujo de fanfarronear, apoyándose serenamente sobre su espada, para crispar de forma infalible los nervios del brujo, que en respuesta respiró profundamente e intentó concentrar el filo de Suou sobre el acero. Este se manifestó de manera tenue, a consecuencia de la inquietud de su portador. «Solo un corazón tranquilo puede blandir la espada con destreza», era el principio de tal técnica.
Tatsuya arremetió con un tajo horizontal contra el adversario, quien se defendió una vez más con su garfio. Esta vez, el espadachín inhaló profundamente y densificó la capa de viento sobre su espada, otorgándole el poder necesario para partir el garfio a la mitad y dibujar una fina línea carmesí sobre la mejilla del pirata, que bien pudo llevarse parte de la nariz y el ojo izquierdo de no ser por un ágil reflejo de último momento.
Jorrun retrocedió y se llevó las manos al rostro, tiñiendo sus dedos de sangre. Al observarlos, esbozó una extraña sonrisa, que costaría catalogar entre "sádica" y "masoquista":
—Justo cuando creí que moriría de viejo, con Rey oliéndome los pedos cada vez que me doliera algo, llega un guerrero que me puede dar la talla, ¡y uno illidense!— declaró con pasión — Si me matas me estarás haciendo un favor, Oroshi. Pero es mi deber como capitán luchar hasta que se hunda este barco.
El pirata se dio el lujo de fanfarronear, apoyándose serenamente sobre su espada, para crispar de forma infalible los nervios del brujo, que en respuesta respiró profundamente e intentó concentrar el filo de Suou sobre el acero. Este se manifestó de manera tenue, a consecuencia de la inquietud de su portador. «Solo un corazón tranquilo puede blandir la espada con destreza», era el principio de tal técnica.
Tatsuya arremetió con un tajo horizontal contra el adversario, quien se defendió una vez más con su garfio. Esta vez, el espadachín inhaló profundamente y densificó la capa de viento sobre su espada, otorgándole el poder necesario para partir el garfio a la mitad y dibujar una fina línea carmesí sobre la mejilla del pirata, que bien pudo llevarse parte de la nariz y el ojo izquierdo de no ser por un ágil reflejo de último momento.
Jorrun retrocedió y se llevó las manos al rostro, tiñiendo sus dedos de sangre. Al observarlos, esbozó una extraña sonrisa, que costaría catalogar entre "sádica" y "masoquista":
—Justo cuando creí que moriría de viejo, con Rey oliéndome los pedos cada vez que me doliera algo, llega un guerrero que me puede dar la talla, ¡y uno illidense!— declaró con pasión — Si me matas me estarás haciendo un favor, Oroshi. Pero es mi deber como capitán luchar hasta que se hunda este barco.
Dio un brinco y se posicionó al pie de las escaleras, flexionando los dedos en su dirección con un ademán provocador. Acto seguido, subió hasta la cubierta con una impresionante velocidad para alguien de su edad. El brujo le pisaba los talones; mas el problema de caminar con premura es que se tiene la guardia baja. En cuanto emergió al exterior, el capitán le pateó el pliegue de la rodilla, comprometiendo su equilibrio para dirigirle el sable a su garganta. Tatsuya desvió el golpe con el filo e hirió sus "partes blandas" con el codo libre, esperando la reacción natural de todo hombre, mas su adversario ni siquiera tembló. Aquél ataque insensato pudo servirle de condena, pero por acción de la providencia divina, el choque contra una ola de gran tamaño generó una leve turbulencia que le dio la oportunidad para zafarse del agarre y posicionarse con la espada en alto.
«¿Qué carajos? ¿Será tan siquiera humano?» — se preguntó, escudriñando el "espacio" donde debería haber un bulto.
—Una pequeña cicatriz de guerra. El hijo de perra se lo llevó con todo y pelotas. — dijo, señalando sus partes bajas.
En este momento, el brujo sufrió uno de esos "dolores fantasma", de los que padece cualquier hombre cuando escucha una historia que compromete la integridad de las gónadas. En concordancia, arrugó el rostro y se llevó inconscientemente las manos hacia su entrepierna, situación que no desaprovecharía el oponente. El acero de sus espadas resonó con cada choque, despidiendo chispas que iluminaron la penumbra de la noche. Tatsuya adoptó su característica "posición de paraguas", con la punta mirando hacia el suelo y el pomo hacia el cielo. En cuanto Slaven dirigió su golpe hacia la hoja oblicua del contrario, su espada se deslizó a lo largo del filo de esta, instante que aprovechó el brujo para golpearle el abdomen con el mango y rajarle la gabardina.
Jorunn desvió su mirada hacia el mástil y se impulsó con gracia entre las mallas -aún pese a su discapacidad- hasta alcanzar la verga mayor. Tatsuya repitió el ejercicio para alcanzar el otro extremo de la angosta plataforma, donde apenas y cabía un tercio de ambos pies. Poco parecía importarle al capitán la condición; por el contrario, se aprovechaba de ella, pues se balanceaba con la destreza de un payaso, mientras que Tatsuya... no tenía la misma facilidad.
La brecha entre ambos se acortó, dando paso al eco del tintinar de los aceros. Debido a las dificultades que ofrecía el terreno, los movimientos eran muy limitados. Ambos espadachines permanecían a distancias muy cortas, en un baile de espadas, donde los filos cortaban el viento y se encontraban con tal fuerza que rebotaban, llevando a repetir el ciclo al unísono.
Así como el austro de la noche soplaba con furia, al compás del mar bravío, sus sables colisionaban con frenesí, acrecentando la velocidad del brujo, alrededor de cuya arma se condensaba una capa de aire muy densa, superficie lisa sobre la que el roce entre los metales no emitía chispas, sino gélidos silbidos que contribuían, de alguna forma, a decorar la atmósfera de tragedia que reinaba sobre el barco. Asimismo resultó favorable, ya que el sable se hizo más ligero y formidable en presencia de viento.
Con un tajo diagonal, la espada de Slaven se rompió en mil pedazos. El brujo le extendió la palma izquierda hacia su pecho, aglomerando una cierta cantidad de éter en una masa de aire, que al ser liberada empujó al pirata hacia el mar. En contraataque, este extendió los restos de su garfio hacia el punto más alto del mástil y lo disparó junto con una cuerda, ensartándolo en la madera para permitirle colgar y darle la fuerza suficiente para columpiarse contra el mercenario, en el ángulo perfecto para soltarle una patada en el rostro, que lo empujaría hacia el vacío.
El brujo, siempre dispuesto a aferrarse a la vida, hizo un ademán y manipuló el éter a su alrededor, soltando las ataduras de la vela mayor. Por una fracción de segundo, consiguió aferrarse a la tela y descendió a la cubierta, quemándose un poco las manos en el proceso. Estaba por prepararse para el contraataque, cuando la presencia de un segundo navío, con el símbolo de un kraken ondeando en sus velas, llamó la atención del par.
—Mierda, Rasim, qué has hecho... — masculló, por primera vez temeroso — ¡KRAKEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN
«¿Qué carajos? ¿Será tan siquiera humano?» — se preguntó, escudriñando el "espacio" donde debería haber un bulto.
—Una pequeña cicatriz de guerra. El hijo de perra se lo llevó con todo y pelotas. — dijo, señalando sus partes bajas.
En este momento, el brujo sufrió uno de esos "dolores fantasma", de los que padece cualquier hombre cuando escucha una historia que compromete la integridad de las gónadas. En concordancia, arrugó el rostro y se llevó inconscientemente las manos hacia su entrepierna, situación que no desaprovecharía el oponente. El acero de sus espadas resonó con cada choque, despidiendo chispas que iluminaron la penumbra de la noche. Tatsuya adoptó su característica "posición de paraguas", con la punta mirando hacia el suelo y el pomo hacia el cielo. En cuanto Slaven dirigió su golpe hacia la hoja oblicua del contrario, su espada se deslizó a lo largo del filo de esta, instante que aprovechó el brujo para golpearle el abdomen con el mango y rajarle la gabardina.
Jorunn desvió su mirada hacia el mástil y se impulsó con gracia entre las mallas -aún pese a su discapacidad- hasta alcanzar la verga mayor. Tatsuya repitió el ejercicio para alcanzar el otro extremo de la angosta plataforma, donde apenas y cabía un tercio de ambos pies. Poco parecía importarle al capitán la condición; por el contrario, se aprovechaba de ella, pues se balanceaba con la destreza de un payaso, mientras que Tatsuya... no tenía la misma facilidad.
La brecha entre ambos se acortó, dando paso al eco del tintinar de los aceros. Debido a las dificultades que ofrecía el terreno, los movimientos eran muy limitados. Ambos espadachines permanecían a distancias muy cortas, en un baile de espadas, donde los filos cortaban el viento y se encontraban con tal fuerza que rebotaban, llevando a repetir el ciclo al unísono.
Así como el austro de la noche soplaba con furia, al compás del mar bravío, sus sables colisionaban con frenesí, acrecentando la velocidad del brujo, alrededor de cuya arma se condensaba una capa de aire muy densa, superficie lisa sobre la que el roce entre los metales no emitía chispas, sino gélidos silbidos que contribuían, de alguna forma, a decorar la atmósfera de tragedia que reinaba sobre el barco. Asimismo resultó favorable, ya que el sable se hizo más ligero y formidable en presencia de viento.
Con un tajo diagonal, la espada de Slaven se rompió en mil pedazos. El brujo le extendió la palma izquierda hacia su pecho, aglomerando una cierta cantidad de éter en una masa de aire, que al ser liberada empujó al pirata hacia el mar. En contraataque, este extendió los restos de su garfio hacia el punto más alto del mástil y lo disparó junto con una cuerda, ensartándolo en la madera para permitirle colgar y darle la fuerza suficiente para columpiarse contra el mercenario, en el ángulo perfecto para soltarle una patada en el rostro, que lo empujaría hacia el vacío.
El brujo, siempre dispuesto a aferrarse a la vida, hizo un ademán y manipuló el éter a su alrededor, soltando las ataduras de la vela mayor. Por una fracción de segundo, consiguió aferrarse a la tela y descendió a la cubierta, quemándose un poco las manos en el proceso. Estaba por prepararse para el contraataque, cuando la presencia de un segundo navío, con el símbolo de un kraken ondeando en sus velas, llamó la atención del par.
—Mierda, Rasim, qué has hecho... — masculló, por primera vez temeroso — ¡KRAKEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Rasim volteó ante el fuerte aviso de Jorunn. Habían llegado.
Fue en ese descuido que Reloj se abalanzó sobre él, empujándolo fuertemente de una patada en el pecho. Vi los labios del bio moverse sin lograr escuchar demasiado, «¿A… aguanta…? ¿Qué cosa…?»
Mis ojos se abrieron como platos ante la realización apenas sentí el ardor de la mano de Reloj en mi pecho, cauterizando las heridas. Se me escapó el gemido menos placentero que debía haber escuchado el moreno jamás, antes de apretar los dientes con todo lo que tenía.
Igual necesite ayuda en la forma de una rodilla clavada en mi brazo para sostenerlo y a otro marinero sosteniéndome el otro brazo. No impedía que literalmente pataleara y se me escapasen gritos entre dientes. Cuando la sesión terminó tenía saliva escapándoseme de la boca y los ojos levemente llorosos, sólo entonces me resultaba peor el dolor de estar vivo que de haber muerto.
—Cúrate, y pronto. Necesitaré que me ayudes cuando tú estés listo —comentó mientras me llevaba una mano al pecho y la otra a la frente. Seguía atolondrado del dolor, pero entendí que debía hacer: comencé a emitir una luz muy tenue.
No recordaba recibir una paliza así desde hace meses.
—Rasim… —se acercó a lo que era una expresión de verdadera molestia y quizá angustia, viendo al tigre levantarse lentamente. La tensión en los músculos de su frente y cara estaban tan bien disimulados como siempre, sólo que en esa ocasión, se notaba que era un disimulo—. Quiero una explicación, ya.
El tigre frunció el ceño de vuelta.
—¿Te crees capitán ahora, Rey? Quizá si Aaron mata a Jorunn, ¡pero por los momentos a ti no te voy a-
—Entonces preguntaré antes de que eso suceda —intervino Slaven, entrando a la cocina y viendo furtivamente al tigre—. Rasim… ¿Fuiste tú?
—…
—¡Respóndeme, mierda! —golpeó la pared de la entrada—. ¿¡Primero empiezas un ataque para matar a mi tripulación y ahora nos vendes con una de las peores plagas del mar!?
—¡TÚ no tienes derecho a hablar sobre matar esta tripulación!
—…Entonces si fuiste —murmuró con un leve suspiro.
El tigre se alzó y se movió lentamente, antes de dar una carrera hacia la salida del lugar, como si cargase hacia Jorunn.
—¡RASIM NOS VENDIÓ! —alzó la voz molesto; una sorpresa, tanto como el hecho de que el tigre hubiese traicionado a la tripulación—. ¡Los vendió a ustedes! ¡AGÁRRENLO! —apuntó a varios hombres, específicamente, una panda de no infectados.
Los mismos no tardaron en dirigir su furia hacia el tigre y corrieron en dirección a la salida a agarrarlo. Jorunn levantó lo que había sobrado de su espada, haciéndola más bien un chistoso intento de cuchillo, algo que no sería un problema, de no estar blandido por un hombre hábil.
Rasim parecía dispuesto a volar sobre Jorunn y hacerlo a un lado a la fuerza si tenía que, pero no llego a alcanzarlo. En su vista periférica vislumbró un brillo anaranjado, y para cuando iba a reaccionar, tenía encima una explosión.
Parte de la pared de la cocina salió volando hecha trizas y quemada, junto al cuerpo de Rasim rodando por el suelo. Entre el humo quien se asomó fue Jack, viendo con una bola más entre manos al tigre.
—Maldito bueno para nada… ¿Al Kraken? ¿¡Al puto Kraken en serio!? ¡Te voy a matar, infeliz de…!
Cuando Jack alzaba sus manos concentrando una bola aún más grande el brazo de Jorunn se atravesó, negando con la cabeza.
—¿¡Qué haces, Slaven!?
—¡No tenemos tiempo! —exclamó viendo al hombre, antes de que su expresión se relajase y viese al cielo, ahora que era posible gracias al hueco que Jack había abierto—, esa tormenta acercándose no es natural… —frunció el ceño, con cierto tono preocupado en su voz—. Es Albert, están viniendo con todo. Necesitaremos a Rasim.
Desde la comodidad del suelo observé como varios hombres se miraron las caras, ningún rostro transmitiendo nada bueno. No sabía si era por la paliza o no; pero que dolor de culo era ser el nuevo.
—¿Quien…? —tosí, intentando ponerme de pie con ayuda de Bjorn—. ¿Quién es Albert?
—Segundo a mando de los hombres de El Kraken. Es un dragón… crea tormentas y diluvios sobre barcos para confundir y permitir que embarcaciones pequeñas y más rápidas con marineros pasen desapercibidas y puedan abordar. Sus tormentas suele ser lo último que ve cualquier perro desafortunado que este alrededor de Isla Tortuga.
—El Kraken… ¿tiene… tiene una flota? —pregunté con una mano en la frente, ya no tanto por curarme como por la preocupación.
—Numerosos barcos pequeños, acercándose de todas direcciones a la vez como tentáculos, alzándose sobre los barcos más grandes y destruyéndolos para que se inunden si no pueden tomarlos. No conocen a Aarón así por nada...
—¿…Tenemos oportunidad de escapar de ellos?
—No —aseguró Reloj—. Es tarde, ya están encima, quizá podamos alejarnos del barco madre, pero los pequeños nos alcanzarán y eventualmente llegara a nosotros. Recuerda, cuando Albert-
—Cuando el maldito de Albert —corrigió Jack.
—…cuando el maldito de Albert nos alcance —continuó Reloj—, tendremos que navegar contra viento y marea. Literalmente. Ellos en cambio...
No sabía demasiado de navegación ni barcos ni ninguna basura, es decir, mi apodo era Barrepisos. Sin embargo; podía hacerme idea de a que se referían, las teníamos negras, muy en contra.
—Si tenemos suerte van a matarnos.
—Creo que te falto un no...
—Sus víctimas suelen acabar violadas, esclavizadas y vendidas. A veces no en ese orden.
—…
—Debemos detener esta absurda pelea que inicio este… —vio a Rasim fuertemente—. Que inicio el vice-capitán —varias caras enseñaron que no estaban precisamente de acuerdo con que Jorunn se refiriese así al tigre por lo hecho—. Rasim, levántate, y deja esta pelea estúpida, o dejaré que Jack te calciné vivo.
El tigre no se movió de su lugar. Apretó los dientes, quizá Jorunn – y todos los demás ahora sabían que él había traído a El Kraken, pero no sabían que tenía un salvoconducto, y más importante, que Ulrich tenía uno.
—¡Quiero a todos los tripulantes de este maldito barco cooperando! ¡Enfermedad o no, El Kraken es un destino peor qué cualquiera! ¡Si alguien quiere seguir peleando qué lo diga ya, NO estoy de humor!
—El enemigo de mi enemigo es mi amigo, huh… —Jack deshizo la bola de fuego, no sin dejar de ver molesto a Rasim—. Slaven, no creas que porque el tigrecito traidor este te haga caso para disculparse yo voy a aceptar la mierda esta de mor-
—Arreglaremos eso después de que nos deshagamos de Aarón, Jack —interrumpió—, la mayor de tus preocupaciones ahora debería ser terminar de esclavo en la puta Isla Tortuga.
—…Bien.
Le vi la cara a Jorunn antes de moverme hacia Tatsuya, iba a matar al maldito. Luego de revisarlo e intentar curarlo. Como la vela mayor había quedado desatada varios marineros empezaron a moverse a órdenes de Jorunn y Reloj a sus posiciones, era cuestión de minutos para el fin, y nadie parecía aceptar en particular el de terminar en manos de El Kraken.
—R…Rasim… Rasim —sollozó Ulrich, observando tapado con una sábana desde la escalera disimuladamente al tigre herido de quemaduras en el suelo y la situación que se estaba dando en la cubierta—. Esto le está pasando por mi culpa… Debo ¡Debo..:!
Nadie.
—Tú no vas a hacer nada —aseveró una voz detrás de él, dándole un fuerte jalón abajo. Ulrich cayó golpeándose fuertemente, pero ningún sonido pareció abandonar el lugar bajo una cúpula ilusionaría.
—Qui… T-Tú… ¿Q-Quién eres? —preguntó, arrastrándose atrás, viendo entre la que portaba capucha quien le acompañaba el ojo más blanco de todo el barco, la más obvia señal de la maldición posada sobre La Liebre Marina—. ¡R-Rasim! ¡Un brujo! ¡Rasim!
—¡Cállate! —le tiró un espejo, quebrándolo sobre su cabeza. Ulrich se encogió sangrante, observando como la la figura alzaba la mirada y se acercaba retirándose la capucha, enseñando el rostro de un hombre en sus sesenta, con parte de la cara desfigurada por quemaduras y el pelo desordenado, su barba se notaba descuidada desde hace días, cubierta de mugre como sus uñas en dedos y pies—. Voy a llegar a Verisar… voy a curarme… —le puso una mano en el lateral de un hombro a Ulrich, sonriendo—, ¿o debería decir…
El hombre tragó saliva, a punto de llorar creyéndose muerto. Intentó alejarse del agarré del brujo antes de que su mano tocase la propia sangre que había derramado en el suelo por el golpe. Al ver su reflejo, notó una anomalía: su ojo no estaba blanco. Se llevo una mano a la cara balbuceando cosas, sin comprender, antes de que la mano del brujo se deslizara sobre su rostro, pintando su oojo de blanco en el reflejo. Cuando Ulrich volteó, encontró una más ensanchada sonrisa a la vez que se formaban las imágenes de Erick y Carmen.
—...”Curarte”?
Del ahora supuesto ojo enfermo de Ulrich escaparon unas lágrimas, acompañando a la sangre que se colaba de su frente. Su grito fue ahogado por la barrera ilusoria del brujo, quien procedió a dejar al hombre inconsciente. Daba igual si tenía que manipular también a toda la tripulación de El Kraken, en ambos bandos, había una sola vida que valía:
La suya.
Fue en ese descuido que Reloj se abalanzó sobre él, empujándolo fuertemente de una patada en el pecho. Vi los labios del bio moverse sin lograr escuchar demasiado, «¿A… aguanta…? ¿Qué cosa…?»
Mis ojos se abrieron como platos ante la realización apenas sentí el ardor de la mano de Reloj en mi pecho, cauterizando las heridas. Se me escapó el gemido menos placentero que debía haber escuchado el moreno jamás, antes de apretar los dientes con todo lo que tenía.
Igual necesite ayuda en la forma de una rodilla clavada en mi brazo para sostenerlo y a otro marinero sosteniéndome el otro brazo. No impedía que literalmente pataleara y se me escapasen gritos entre dientes. Cuando la sesión terminó tenía saliva escapándoseme de la boca y los ojos levemente llorosos, sólo entonces me resultaba peor el dolor de estar vivo que de haber muerto.
—Cúrate, y pronto. Necesitaré que me ayudes cuando tú estés listo —comentó mientras me llevaba una mano al pecho y la otra a la frente. Seguía atolondrado del dolor, pero entendí que debía hacer: comencé a emitir una luz muy tenue.
No recordaba recibir una paliza así desde hace meses.
—Rasim… —se acercó a lo que era una expresión de verdadera molestia y quizá angustia, viendo al tigre levantarse lentamente. La tensión en los músculos de su frente y cara estaban tan bien disimulados como siempre, sólo que en esa ocasión, se notaba que era un disimulo—. Quiero una explicación, ya.
El tigre frunció el ceño de vuelta.
—¿Te crees capitán ahora, Rey? Quizá si Aaron mata a Jorunn, ¡pero por los momentos a ti no te voy a-
—Entonces preguntaré antes de que eso suceda —intervino Slaven, entrando a la cocina y viendo furtivamente al tigre—. Rasim… ¿Fuiste tú?
—…
—¡Respóndeme, mierda! —golpeó la pared de la entrada—. ¿¡Primero empiezas un ataque para matar a mi tripulación y ahora nos vendes con una de las peores plagas del mar!?
—¡TÚ no tienes derecho a hablar sobre matar esta tripulación!
—…Entonces si fuiste —murmuró con un leve suspiro.
El tigre se alzó y se movió lentamente, antes de dar una carrera hacia la salida del lugar, como si cargase hacia Jorunn.
—¡RASIM NOS VENDIÓ! —alzó la voz molesto; una sorpresa, tanto como el hecho de que el tigre hubiese traicionado a la tripulación—. ¡Los vendió a ustedes! ¡AGÁRRENLO! —apuntó a varios hombres, específicamente, una panda de no infectados.
Los mismos no tardaron en dirigir su furia hacia el tigre y corrieron en dirección a la salida a agarrarlo. Jorunn levantó lo que había sobrado de su espada, haciéndola más bien un chistoso intento de cuchillo, algo que no sería un problema, de no estar blandido por un hombre hábil.
Rasim parecía dispuesto a volar sobre Jorunn y hacerlo a un lado a la fuerza si tenía que, pero no llego a alcanzarlo. En su vista periférica vislumbró un brillo anaranjado, y para cuando iba a reaccionar, tenía encima una explosión.
Parte de la pared de la cocina salió volando hecha trizas y quemada, junto al cuerpo de Rasim rodando por el suelo. Entre el humo quien se asomó fue Jack, viendo con una bola más entre manos al tigre.
—Maldito bueno para nada… ¿Al Kraken? ¿¡Al puto Kraken en serio!? ¡Te voy a matar, infeliz de…!
Cuando Jack alzaba sus manos concentrando una bola aún más grande el brazo de Jorunn se atravesó, negando con la cabeza.
—¿¡Qué haces, Slaven!?
—¡No tenemos tiempo! —exclamó viendo al hombre, antes de que su expresión se relajase y viese al cielo, ahora que era posible gracias al hueco que Jack había abierto—, esa tormenta acercándose no es natural… —frunció el ceño, con cierto tono preocupado en su voz—. Es Albert, están viniendo con todo. Necesitaremos a Rasim.
Desde la comodidad del suelo observé como varios hombres se miraron las caras, ningún rostro transmitiendo nada bueno. No sabía si era por la paliza o no; pero que dolor de culo era ser el nuevo.
—¿Quien…? —tosí, intentando ponerme de pie con ayuda de Bjorn—. ¿Quién es Albert?
—Segundo a mando de los hombres de El Kraken. Es un dragón… crea tormentas y diluvios sobre barcos para confundir y permitir que embarcaciones pequeñas y más rápidas con marineros pasen desapercibidas y puedan abordar. Sus tormentas suele ser lo último que ve cualquier perro desafortunado que este alrededor de Isla Tortuga.
—El Kraken… ¿tiene… tiene una flota? —pregunté con una mano en la frente, ya no tanto por curarme como por la preocupación.
—Numerosos barcos pequeños, acercándose de todas direcciones a la vez como tentáculos, alzándose sobre los barcos más grandes y destruyéndolos para que se inunden si no pueden tomarlos. No conocen a Aarón así por nada...
—¿…Tenemos oportunidad de escapar de ellos?
—No —aseguró Reloj—. Es tarde, ya están encima, quizá podamos alejarnos del barco madre, pero los pequeños nos alcanzarán y eventualmente llegara a nosotros. Recuerda, cuando Albert-
—Cuando el maldito de Albert —corrigió Jack.
—…cuando el maldito de Albert nos alcance —continuó Reloj—, tendremos que navegar contra viento y marea. Literalmente. Ellos en cambio...
No sabía demasiado de navegación ni barcos ni ninguna basura, es decir, mi apodo era Barrepisos. Sin embargo; podía hacerme idea de a que se referían, las teníamos negras, muy en contra.
—Si tenemos suerte van a matarnos.
—Creo que te falto un no...
—Sus víctimas suelen acabar violadas, esclavizadas y vendidas. A veces no en ese orden.
—…
—Debemos detener esta absurda pelea que inicio este… —vio a Rasim fuertemente—. Que inicio el vice-capitán —varias caras enseñaron que no estaban precisamente de acuerdo con que Jorunn se refiriese así al tigre por lo hecho—. Rasim, levántate, y deja esta pelea estúpida, o dejaré que Jack te calciné vivo.
El tigre no se movió de su lugar. Apretó los dientes, quizá Jorunn – y todos los demás ahora sabían que él había traído a El Kraken, pero no sabían que tenía un salvoconducto, y más importante, que Ulrich tenía uno.
—¡Quiero a todos los tripulantes de este maldito barco cooperando! ¡Enfermedad o no, El Kraken es un destino peor qué cualquiera! ¡Si alguien quiere seguir peleando qué lo diga ya, NO estoy de humor!
—El enemigo de mi enemigo es mi amigo, huh… —Jack deshizo la bola de fuego, no sin dejar de ver molesto a Rasim—. Slaven, no creas que porque el tigrecito traidor este te haga caso para disculparse yo voy a aceptar la mierda esta de mor-
—Arreglaremos eso después de que nos deshagamos de Aarón, Jack —interrumpió—, la mayor de tus preocupaciones ahora debería ser terminar de esclavo en la puta Isla Tortuga.
—…Bien.
Le vi la cara a Jorunn antes de moverme hacia Tatsuya, iba a matar al maldito. Luego de revisarlo e intentar curarlo. Como la vela mayor había quedado desatada varios marineros empezaron a moverse a órdenes de Jorunn y Reloj a sus posiciones, era cuestión de minutos para el fin, y nadie parecía aceptar en particular el de terminar en manos de El Kraken.
—R…Rasim… Rasim —sollozó Ulrich, observando tapado con una sábana desde la escalera disimuladamente al tigre herido de quemaduras en el suelo y la situación que se estaba dando en la cubierta—. Esto le está pasando por mi culpa… Debo ¡Debo..:!
Nadie.
—Tú no vas a hacer nada —aseveró una voz detrás de él, dándole un fuerte jalón abajo. Ulrich cayó golpeándose fuertemente, pero ningún sonido pareció abandonar el lugar bajo una cúpula ilusionaría.
—Qui… T-Tú… ¿Q-Quién eres? —preguntó, arrastrándose atrás, viendo entre la que portaba capucha quien le acompañaba el ojo más blanco de todo el barco, la más obvia señal de la maldición posada sobre La Liebre Marina—. ¡R-Rasim! ¡Un brujo! ¡Rasim!
—¡Cállate! —le tiró un espejo, quebrándolo sobre su cabeza. Ulrich se encogió sangrante, observando como la la figura alzaba la mirada y se acercaba retirándose la capucha, enseñando el rostro de un hombre en sus sesenta, con parte de la cara desfigurada por quemaduras y el pelo desordenado, su barba se notaba descuidada desde hace días, cubierta de mugre como sus uñas en dedos y pies—. Voy a llegar a Verisar… voy a curarme… —le puso una mano en el lateral de un hombro a Ulrich, sonriendo—, ¿o debería decir…
El hombre tragó saliva, a punto de llorar creyéndose muerto. Intentó alejarse del agarré del brujo antes de que su mano tocase la propia sangre que había derramado en el suelo por el golpe. Al ver su reflejo, notó una anomalía: su ojo no estaba blanco. Se llevo una mano a la cara balbuceando cosas, sin comprender, antes de que la mano del brujo se deslizara sobre su rostro, pintando su oojo de blanco en el reflejo. Cuando Ulrich volteó, encontró una más ensanchada sonrisa a la vez que se formaban las imágenes de Erick y Carmen.
—...”Curarte”?
Del ahora supuesto ojo enfermo de Ulrich escaparon unas lágrimas, acompañando a la sangre que se colaba de su frente. Su grito fue ahogado por la barrera ilusoria del brujo, quien procedió a dejar al hombre inconsciente. Daba igual si tenía que manipular también a toda la tripulación de El Kraken, en ambos bandos, había una sola vida que valía:
La suya.
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Introducido Miodrag, brujo de nivel 4, Escuela del Ilusionismo.
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Jorunn no tardó en incorporarse a la cubierta, con su rostro sudoroso y las manos temblorosas. En sus ojos ya no se reflejaba el fulgor de la batalla, por lo que el brujo supuso que aquello sería el fin de las hostilidades. Se encogió de hombros y envainó el sable, deteniéndose antes de que el mango tocase la vaina: una sensación de inquietud le comprimía el pecho y los vientos le silbaban irregularmente al oído. Se había equivocado, y ya era demasiado tarde para enmendar su error.
Cayó en cuenta de que, en realidad, el conflicto entre Slaven y Rasim no era más que el mal menor; todo el tiempo el verdadero problema acechó a cientos de kilómetros de distancia, y ahora apenas algunos metros sobre el mar los separaban de este insaciable depredador: El Kraken, y todo gracias a él y a su compañero felino.
—No se ven muy amigables. — señaló el brujo, observando el enjambre de navíos dirigiéndose a su posición — ¿Crees que me otorguen salvoconducto, de pedirlo? — le preguntó desvergonzadamente al capitán.
—¿Por qué no te quedas a averiguarlo? — replicó antes de desaparecer en la cocina.
Conforme se acercaba la flota enemiga, divisó a algunos hombrecitos asomarse desde la cubierta de sus naves, mostrándole el dedo medio y vociferando insultos incomprensibles dada la lejanía. «Menuda gente encantadora...», musitó. Al poco tiempo, una poderosa tormenta redujo el campo de visión drásticamente y sacudió violentamente el barco. Tambaleándose, el brujo se aferró al barandal y se arrastró como pudo tras los pasos del pirata.
—... Terminar de esclavo en la puta isla tortuga — concluyó Slaven en el pequeño fragmento que Tatsuya alcanzó a escuchar.
—¿Esclavos? — cuestionó arqueando una ceja — La mayoría aquí están enfermos, dudo que puedan servir... al menos no por mucho.
—Esclavos sexuales, entonces. Ya te digo yo que son bien conocidos por gozar más de la espada que de la funda.
Pese al extraño símil, la reacción fue inmediata: su rostro petrificado y el subsiguiente "oh" que se le escapó de la boca fueron las expresiones más honestas que compartiría en el último mes.
—¿Contamos contigo, tensai? ¿O tendremos que atarte al mástil, a merced de su apetito? Te advierto que la vida en el mar puede ser muy solitaria...
—Ya entendí, mierda. Deja de aleccionarme. — gruñó — Pero antes de eso, voy a confesar que fui yo quien llamó a El Kraken, a petición de Rasim.
Se hizo un silencio fúnebre en la habitación, seguido de una ráfaga de chispas emergentes de la mano de Jack, que con un tick nervioso en su ojo derecho anunciaban la furia que estaba a punto de desatar. No obstante, un ligero ademán del capitán, acompañado de su mirada firme, sirvieron para tranquilizarlo.
—Ahora mismo no es tiempo de pelear entre nosotros, sino de colaborar — sentenció con tenacidad — ¡Salid a la cubierta! ¡Quiero ver las velas abiertas, a los arqueros en proa y popa! ¡Y tú, Oroshi, a trabajar con esos vientos! — instó y se dirigió al timón jugueteando con los restos de su espada.
El brujo se recuperó de las quemaduras en sus manos con la ayuda de Anders y se decidió a trepar nuevamente a la cola de la mesana junto al vigía, invocando los vientos en dirección a la popa. Sin embargo, estos fueron desviados en su mayoría por la tormenta mágica. Tras un breve instante de reflexión, dedujo que la única solución sería matar a Albert y así cesar el asedio. Restaba la cuestión de en qué barco se escondería.
—¿Lo ves? — le preguntó al vigía.
—Con esta lluvia no hay quien vea ni mierdas, pero creo distinguir a un cabronazo ostentoso, vestido con toga y con sus brazos sospechosamente extendidos en el navío de... allá. — le extendió el catalejo, señalando el objetivo con su dedo índice.
Le arrancó la herramienta y observó a través del lente empañado lo indicado. Se distinguía poca cosa, pero a juzgar por su vestimenta y por la cercanía, era posible suponer que aquél sería el dragón. No había tiempo para cerciorarse, y en tales circunstancias, debía arriesgarse o sufrir la derrota. Al finalizar, le regresó el catalejo a su compañero y descendió velozmente hacia la proa.
—No hay quien avance de esta manera. Los arqueros ni siquiera saben a qué le están disparando y el viento no puede guiarnos con esta tormenta. El dragón debe morir.
—No arriesgaré la vida de más hombres para encontrar una aguja en un pajar. — replicó mientras se aferraba al indomable timón.
—El hideputa está cerca. Lo vi desde la mesana. Puedo colarme en su barco y asesinarlo, pero necesitaré a su hombre más discreto y... a Anders.
Sin decir ni una palabra, le dirigió la mirada al más canijo de los arqueros y, señalando con los labios, lo refirió al brujo mientras guiaba a otro de sus grumetes en dirección al elfo. El navegante en cuestión resultó ser nada más ni nada menos que Bjorn, quien a regañadientes se acercó con el arco en mano.
—Qué dicha la mía. Prefiero que me metan el mástil por el culo a trabajar para un traidor. — berreó a su llegada.
—Si te niegas a colaborar, entonces eres tan traidor como yo. Quizás hasta compartamos puesto en el mástil. — añadió al berrinche — O quizá sea Albert quien ocupe nuestro puesto. Sea cual sea el resultado, todo depende de tu colaboración y de tu... sigilo. — masculló esto último viendo de arriba a abajo a su contrario, comprendiendo por qué había sido escogido para la labor.
Blasfemando, Bjorn asintió y guió al traidor a la balsa, con la oportuna incorporación de un poco complacido Anders, cuya boca agonizaba por gritar la palabra "traidor". Estos tres hombres, desdeñosos los unos de los otros, se sumergirían en las fauces del kraken sin intenciones de regresar.
Cayó en cuenta de que, en realidad, el conflicto entre Slaven y Rasim no era más que el mal menor; todo el tiempo el verdadero problema acechó a cientos de kilómetros de distancia, y ahora apenas algunos metros sobre el mar los separaban de este insaciable depredador: El Kraken, y todo gracias a él y a su compañero felino.
—No se ven muy amigables. — señaló el brujo, observando el enjambre de navíos dirigiéndose a su posición — ¿Crees que me otorguen salvoconducto, de pedirlo? — le preguntó desvergonzadamente al capitán.
—¿Por qué no te quedas a averiguarlo? — replicó antes de desaparecer en la cocina.
Conforme se acercaba la flota enemiga, divisó a algunos hombrecitos asomarse desde la cubierta de sus naves, mostrándole el dedo medio y vociferando insultos incomprensibles dada la lejanía. «Menuda gente encantadora...», musitó. Al poco tiempo, una poderosa tormenta redujo el campo de visión drásticamente y sacudió violentamente el barco. Tambaleándose, el brujo se aferró al barandal y se arrastró como pudo tras los pasos del pirata.
—... Terminar de esclavo en la puta isla tortuga — concluyó Slaven en el pequeño fragmento que Tatsuya alcanzó a escuchar.
—¿Esclavos? — cuestionó arqueando una ceja — La mayoría aquí están enfermos, dudo que puedan servir... al menos no por mucho.
—Esclavos sexuales, entonces. Ya te digo yo que son bien conocidos por gozar más de la espada que de la funda.
Pese al extraño símil, la reacción fue inmediata: su rostro petrificado y el subsiguiente "oh" que se le escapó de la boca fueron las expresiones más honestas que compartiría en el último mes.
—¿Contamos contigo, tensai? ¿O tendremos que atarte al mástil, a merced de su apetito? Te advierto que la vida en el mar puede ser muy solitaria...
—Ya entendí, mierda. Deja de aleccionarme. — gruñó — Pero antes de eso, voy a confesar que fui yo quien llamó a El Kraken, a petición de Rasim.
Se hizo un silencio fúnebre en la habitación, seguido de una ráfaga de chispas emergentes de la mano de Jack, que con un tick nervioso en su ojo derecho anunciaban la furia que estaba a punto de desatar. No obstante, un ligero ademán del capitán, acompañado de su mirada firme, sirvieron para tranquilizarlo.
—Ahora mismo no es tiempo de pelear entre nosotros, sino de colaborar — sentenció con tenacidad — ¡Salid a la cubierta! ¡Quiero ver las velas abiertas, a los arqueros en proa y popa! ¡Y tú, Oroshi, a trabajar con esos vientos! — instó y se dirigió al timón jugueteando con los restos de su espada.
El brujo se recuperó de las quemaduras en sus manos con la ayuda de Anders y se decidió a trepar nuevamente a la cola de la mesana junto al vigía, invocando los vientos en dirección a la popa. Sin embargo, estos fueron desviados en su mayoría por la tormenta mágica. Tras un breve instante de reflexión, dedujo que la única solución sería matar a Albert y así cesar el asedio. Restaba la cuestión de en qué barco se escondería.
—¿Lo ves? — le preguntó al vigía.
—Con esta lluvia no hay quien vea ni mierdas, pero creo distinguir a un cabronazo ostentoso, vestido con toga y con sus brazos sospechosamente extendidos en el navío de... allá. — le extendió el catalejo, señalando el objetivo con su dedo índice.
Le arrancó la herramienta y observó a través del lente empañado lo indicado. Se distinguía poca cosa, pero a juzgar por su vestimenta y por la cercanía, era posible suponer que aquél sería el dragón. No había tiempo para cerciorarse, y en tales circunstancias, debía arriesgarse o sufrir la derrota. Al finalizar, le regresó el catalejo a su compañero y descendió velozmente hacia la proa.
—No hay quien avance de esta manera. Los arqueros ni siquiera saben a qué le están disparando y el viento no puede guiarnos con esta tormenta. El dragón debe morir.
—No arriesgaré la vida de más hombres para encontrar una aguja en un pajar. — replicó mientras se aferraba al indomable timón.
—El hideputa está cerca. Lo vi desde la mesana. Puedo colarme en su barco y asesinarlo, pero necesitaré a su hombre más discreto y... a Anders.
Sin decir ni una palabra, le dirigió la mirada al más canijo de los arqueros y, señalando con los labios, lo refirió al brujo mientras guiaba a otro de sus grumetes en dirección al elfo. El navegante en cuestión resultó ser nada más ni nada menos que Bjorn, quien a regañadientes se acercó con el arco en mano.
—Qué dicha la mía. Prefiero que me metan el mástil por el culo a trabajar para un traidor. — berreó a su llegada.
—Si te niegas a colaborar, entonces eres tan traidor como yo. Quizás hasta compartamos puesto en el mástil. — añadió al berrinche — O quizá sea Albert quien ocupe nuestro puesto. Sea cual sea el resultado, todo depende de tu colaboración y de tu... sigilo. — masculló esto último viendo de arriba a abajo a su contrario, comprendiendo por qué había sido escogido para la labor.
Blasfemando, Bjorn asintió y guió al traidor a la balsa, con la oportuna incorporación de un poco complacido Anders, cuya boca agonizaba por gritar la palabra "traidor". Estos tres hombres, desdeñosos los unos de los otros, se sumergirían en las fauces del kraken sin intenciones de regresar.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Me detuve en seco ante la confesión del espadachín sobre haber sido el causante de esto, en parte. Casi como si me hubiese golpeado un relámpago mismo de la tormenta sentí varios músculos propios contraerse y arder. Por un momento se me había ido la consciencia por la borda y me encontraba avanzando al brujo, ahora con intenciones contrarias a tender sus heridas.
Entre las sonoras chispas de mano de Jack y el ademán de Jorunn logré detenerme a mí mismo, por los momentos. Terminé de aproximarme a él, tomándolo de un apretón en el antebrazo con el rostro inexpresivo. Por un momento fue más una escena que dictaría el inicio de una pelea; pero intenté enfocarme de nuevo, suspirando levemente para revisarle la mano y comenzar a curar las quemaduras que tenía con magia.
Las razones falsas por las que lo habían condenado y las verdaderas por las que podrían haberlo hecho.
—…Te recuerdo que sé que fue Eltrant quien te dejo ir en Sacrestic. Si sigues haciendo esto sólo te vas a hacer más enemigos y un día vas a encontrar algo a lo que no podrás sobrevivir por ti solo… y vas a estarlo. Después de que todo esto termine no cuentes conmigo —dije sin verlo a la cara, intentando sonar tan rudo como pudiese.
En realidad me sentía terrible y estaba obligándome en gran medida a decir algo así; pero era algo que tenía que aceptar, Tatsuya era alguien determinado a sobrevivir… sobre la vida de cualquier más, sin importar quién o qué, y puede que las más fáciles de entregar fuesen la de sus “compañeros”. En ese caso… no podría ser uno.
Solté al brujo una vez ya estaba sanado y me aparté hacia otros marineros heridos, viendo que podía hacer para al menos remover la posibilidad de muerte de ciertas heridas. Ya se habían dispersado varios a las ballestas sobre la cubierta, el brujo se movió con el vigía, Rasim estaba por su lado, claramente vigilado por Reloj y el capitán.
Atendí apenas a unos cinco o seis hombres para que cuanto menos pudiesen movilizarse y pelear, en caso de. Las cosas en cubierta no lucían bien, apenas los ballesteros lograban derribar algo por la pura maldita potencia que tenían las armas; pero los arqueros la tenían levemente más difícil, los proyectiles más pequeños hacían una pesadilla apuntar, y eso era cuando apuntar ya lo era por sí solo en la tormenta.
Iba a dar un paso antes de que un grumete me tomase, «¿Qué? ¿Ir con Tatsuya?»
—Ni lo pienses, voy a…
Terminé mi queja con un boqueo al recibir una fuerte palmada en la espalda, empujándome adelante.
—Yo me encargo del resto. El tensai no tiene una mala idea, quizá sea la única posibilidad para salir vivos de esta.
—Ugh… bien…
—¡Yo también voy!
—No, tú te quedas.
—¿¡Qué!? ¿Y por qué diablos debería? ¡Albert me las debe!
El capitán hizo un leve movimiento de cabeza, guiando la mirada de Jack. Incluso en la tormenta se distinguía el barco madre, más que nada por el hecho de que era el único realmente grande.
—Necesitaremos poder de fuego para acabar con Aaron si nos alcanza.
—Grrr… ¿qué, crees que entre tú y Rasim no pueden matarlo?
Slaven y el tigre se miraron. Reloj, como un tercero, disimuladamente vio en dirección a ambos también, igual que puede que lo hicieran otros marineros.
¿Esos dos de verdad podrían pelear juntos? En ese momento sólo podía creer una cosa, y era que el tigre apuñalaría por la espalda a Slaven.
—¡Muévete, Barrepisos, muévete! —exclamó Bjorn. Era cierto que no teníamos tiempo.
Corrí hacía el enano y Tatsuya, titubeando en los labios al ver a este último. Mínimo, mínimo, esto no era un plan para intentar huir en el basal del navío y dejar la embarcación a su suerte.
Una vez adentro y abajo en la balsa, admitiría que la idea parecía tentadora, sin embargo; no era siquiera posible: las violenta actitud del agua, un viento que parecía no se dejaría dominar ni siquiera por el mismo Tatsuya, y por supuesto, teniendo que atravesar decenas de otras embarcaciones pequeñas.
…Se sentía como una misión suicida.
—¿QUÉ?
Lo era.
—¿¡Cómo qué nuestro objetivo está en el barco más cercano al del Kraken!? ¿¡La mejor idea qué tenemos es ir y matarlo frente a ojos del grueso de su tripulación!?
—¡Cállate, nos van a ver es por tus gritos! —replicó molestó Bjorn. Apreté dientes y labios, notando que era cierto; pero era difícil no estar irritable en esta situación, dudaba que alguien no lo estuviese.
Bueno, excepto Tatsuya, pero empezaba a sospechar que también era tensai de tierra, por cara dura, más dura que una maldita roca.
—¿Acaso TÚ tienes una idea mejor? —inquirió, claramente de forma retórica. Los dos sabíamos que no—. Es absurdo… pero igual quedarnos y esperar que la tormenta de Albert nos coja no indica mejor destino que el que estamos tomando. Hasta los malditos de El Kraken tendrían problemas para notarnos en su propia tormenta.
Fruncí el ceño viendo a Bjorn, antes de desviar la mirada a Tatsuya y volver a ver al enano.
—No tenemos otra opción que usar su tormenta como podamos a nuestro favor. Es lo único en lo que estaría de acuerdo con este… y sólo porque es un tensai de viento —añadió en alusión al brujo, pareciendo haberlo hecho sólo por la oportunidad de hacer un comentario sagaz en su contra—. Ya estamos en esta mierda, es tarde. A remar.
Bjorn tomó un par de remos y comenzó a dar como podía, no estaba dándolo absolutamente todo, era absurdo gastar toda su fuerza antes de que fuese realmente vital necesitarla. Permanecí varios segundos sin hacer nada, corriendo dientes contra sí mismos.
—No…
—¡Yo tampoco estoy contento con esto y este maldito brujo, pero es lo qué hay! ¡Deja de ser tan…!
Cubrí la boca del hombre con una mano de arcilla, disparando otras cinco de mi torso, donde estaba acomodando el golem. Tomé los remos que correspondían a Bjorn y a Tatsuya con las extremidades, para los propias use mis manos cubiertas de una leve capa de arcilla, y con los dos sobrantes simule otro par de remos más que introduje en el agua, moviendo todos a la vez por cuenta propia.
Obviamente por la sincronización que ahora había de “todos a la vez” y tener dos remos más, el basal estaba avanzando ridículamente rápido. También era obvio que el esfuerzo para ir a esa velocidad lo pagaría caro cuando me agotase más adelante y no fuese capaz de pelear; pero si las cosas se terminaban en una pelea, estaríamos perdiendo.
—Tú ve en guardia con el arco y mata a los que hombres de El Kraken que nos noten y se acerquen. Tatsuya debería poder hacer lo mismo con su espada y manejo del viento.
Le puse más ganas aún al remo, yendo al punto de jalar y empujar mis propios brazos manipulando la capa sobre ellos para forzarlos y mantener el ritmo aunque los músculos suplicaran descanso. No iba a decirlo, por mucho que yo estuviese peleando por la tripulación y él por su vida, ambas guardaban un interés en común que se traducía en lo mismo: Albert debía morir, y por eso, si el asesinato fallaba y las cosas terminaban en una pelea, todavía en desventaja, sabía que ese mismo maldito infeliz determinado a vivir se aseguraría de matar a Albert aunque tuviese que ser de frente y aunque yo y Bjorn cayéramos de por medio.
No importaba. Por esta vez, aunque pudiese ser la última, estaría de acuerdo con eso.
Entre las sonoras chispas de mano de Jack y el ademán de Jorunn logré detenerme a mí mismo, por los momentos. Terminé de aproximarme a él, tomándolo de un apretón en el antebrazo con el rostro inexpresivo. Por un momento fue más una escena que dictaría el inicio de una pelea; pero intenté enfocarme de nuevo, suspirando levemente para revisarle la mano y comenzar a curar las quemaduras que tenía con magia.
Las razones falsas por las que lo habían condenado y las verdaderas por las que podrían haberlo hecho.
—…Te recuerdo que sé que fue Eltrant quien te dejo ir en Sacrestic. Si sigues haciendo esto sólo te vas a hacer más enemigos y un día vas a encontrar algo a lo que no podrás sobrevivir por ti solo… y vas a estarlo. Después de que todo esto termine no cuentes conmigo —dije sin verlo a la cara, intentando sonar tan rudo como pudiese.
En realidad me sentía terrible y estaba obligándome en gran medida a decir algo así; pero era algo que tenía que aceptar, Tatsuya era alguien determinado a sobrevivir… sobre la vida de cualquier más, sin importar quién o qué, y puede que las más fáciles de entregar fuesen la de sus “compañeros”. En ese caso… no podría ser uno.
Solté al brujo una vez ya estaba sanado y me aparté hacia otros marineros heridos, viendo que podía hacer para al menos remover la posibilidad de muerte de ciertas heridas. Ya se habían dispersado varios a las ballestas sobre la cubierta, el brujo se movió con el vigía, Rasim estaba por su lado, claramente vigilado por Reloj y el capitán.
Atendí apenas a unos cinco o seis hombres para que cuanto menos pudiesen movilizarse y pelear, en caso de. Las cosas en cubierta no lucían bien, apenas los ballesteros lograban derribar algo por la pura maldita potencia que tenían las armas; pero los arqueros la tenían levemente más difícil, los proyectiles más pequeños hacían una pesadilla apuntar, y eso era cuando apuntar ya lo era por sí solo en la tormenta.
Iba a dar un paso antes de que un grumete me tomase, «¿Qué? ¿Ir con Tatsuya?»
—Ni lo pienses, voy a…
Terminé mi queja con un boqueo al recibir una fuerte palmada en la espalda, empujándome adelante.
—Yo me encargo del resto. El tensai no tiene una mala idea, quizá sea la única posibilidad para salir vivos de esta.
—Ugh… bien…
—¡Yo también voy!
—No, tú te quedas.
—¿¡Qué!? ¿Y por qué diablos debería? ¡Albert me las debe!
El capitán hizo un leve movimiento de cabeza, guiando la mirada de Jack. Incluso en la tormenta se distinguía el barco madre, más que nada por el hecho de que era el único realmente grande.
—Necesitaremos poder de fuego para acabar con Aaron si nos alcanza.
—Grrr… ¿qué, crees que entre tú y Rasim no pueden matarlo?
Slaven y el tigre se miraron. Reloj, como un tercero, disimuladamente vio en dirección a ambos también, igual que puede que lo hicieran otros marineros.
¿Esos dos de verdad podrían pelear juntos? En ese momento sólo podía creer una cosa, y era que el tigre apuñalaría por la espalda a Slaven.
—¡Muévete, Barrepisos, muévete! —exclamó Bjorn. Era cierto que no teníamos tiempo.
Corrí hacía el enano y Tatsuya, titubeando en los labios al ver a este último. Mínimo, mínimo, esto no era un plan para intentar huir en el basal del navío y dejar la embarcación a su suerte.
Una vez adentro y abajo en la balsa, admitiría que la idea parecía tentadora, sin embargo; no era siquiera posible: las violenta actitud del agua, un viento que parecía no se dejaría dominar ni siquiera por el mismo Tatsuya, y por supuesto, teniendo que atravesar decenas de otras embarcaciones pequeñas.
…Se sentía como una misión suicida.
—¿QUÉ?
Lo era.
—¿¡Cómo qué nuestro objetivo está en el barco más cercano al del Kraken!? ¿¡La mejor idea qué tenemos es ir y matarlo frente a ojos del grueso de su tripulación!?
—¡Cállate, nos van a ver es por tus gritos! —replicó molestó Bjorn. Apreté dientes y labios, notando que era cierto; pero era difícil no estar irritable en esta situación, dudaba que alguien no lo estuviese.
Bueno, excepto Tatsuya, pero empezaba a sospechar que también era tensai de tierra, por cara dura, más dura que una maldita roca.
—¿Acaso TÚ tienes una idea mejor? —inquirió, claramente de forma retórica. Los dos sabíamos que no—. Es absurdo… pero igual quedarnos y esperar que la tormenta de Albert nos coja no indica mejor destino que el que estamos tomando. Hasta los malditos de El Kraken tendrían problemas para notarnos en su propia tormenta.
Fruncí el ceño viendo a Bjorn, antes de desviar la mirada a Tatsuya y volver a ver al enano.
—No tenemos otra opción que usar su tormenta como podamos a nuestro favor. Es lo único en lo que estaría de acuerdo con este… y sólo porque es un tensai de viento —añadió en alusión al brujo, pareciendo haberlo hecho sólo por la oportunidad de hacer un comentario sagaz en su contra—. Ya estamos en esta mierda, es tarde. A remar.
Bjorn tomó un par de remos y comenzó a dar como podía, no estaba dándolo absolutamente todo, era absurdo gastar toda su fuerza antes de que fuese realmente vital necesitarla. Permanecí varios segundos sin hacer nada, corriendo dientes contra sí mismos.
—No…
—¡Yo tampoco estoy contento con esto y este maldito brujo, pero es lo qué hay! ¡Deja de ser tan…!
Cubrí la boca del hombre con una mano de arcilla, disparando otras cinco de mi torso, donde estaba acomodando el golem. Tomé los remos que correspondían a Bjorn y a Tatsuya con las extremidades, para los propias use mis manos cubiertas de una leve capa de arcilla, y con los dos sobrantes simule otro par de remos más que introduje en el agua, moviendo todos a la vez por cuenta propia.
Obviamente por la sincronización que ahora había de “todos a la vez” y tener dos remos más, el basal estaba avanzando ridículamente rápido. También era obvio que el esfuerzo para ir a esa velocidad lo pagaría caro cuando me agotase más adelante y no fuese capaz de pelear; pero si las cosas se terminaban en una pelea, estaríamos perdiendo.
—Tú ve en guardia con el arco y mata a los que hombres de El Kraken que nos noten y se acerquen. Tatsuya debería poder hacer lo mismo con su espada y manejo del viento.
Le puse más ganas aún al remo, yendo al punto de jalar y empujar mis propios brazos manipulando la capa sobre ellos para forzarlos y mantener el ritmo aunque los músculos suplicaran descanso. No iba a decirlo, por mucho que yo estuviese peleando por la tripulación y él por su vida, ambas guardaban un interés en común que se traducía en lo mismo: Albert debía morir, y por eso, si el asesinato fallaba y las cosas terminaban en una pelea, todavía en desventaja, sabía que ese mismo maldito infeliz determinado a vivir se aseguraría de matar a Albert aunque tuviese que ser de frente y aunque yo y Bjorn cayéramos de por medio.
No importaba. Por esta vez, aunque pudiese ser la última, estaría de acuerdo con eso.
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Conforme descendía el bote, virulentos retazos del pasado brotaban de la mente del brujo, transportándolo de vuelta a Sacrestic Ville. Rememoró al errante que lo puso en libertad: Eltrant Tale, y sus últimas palabras antes de liberarlo: «un puñado de monedas no te va a comprar una cabeza nueva. Segunda oportunidad, Suou. Aprovéchala bien».
Viajó a varios meses atrás, en el palacio de Suou, donde en un sueño observó a su padre en el jardín de los difuntos, mirando a su hijo con profunda melancolía y lágrimas recorriendo sus mejillas; extendiéndole la mano hacia una nueva oportunidad: un futuro distinto. Akira sabía que su hijo no era realmente malvado, sino que en su interior el bien y el mal yacían en eterno conflicto, donde el último tenía todas las de ganar.
Estos dos admirables sujetos, pese a sus diferencias con el mercenario, le extendieron la mano, como símbolo de una nueva oportunidad. Sin embargo, ¿realmente la merecía?
Probablemente no.
Lo despertó el chapotear de la balsa contra el agua y el histérico pandemónium que convocaron Anders y Bjorn. Cada uno chillaba y berreaba a su manera por formar parte de la expedición y especialmente por contar con la compañía del traidor. Tatsuya se limitó a fruncir el ceño y mantener su cara más dura, mientras los demás elementos lo señalaban e intercambiaban quejas y resentimientos.
—Silencio. — instó con su cara más seria y su voz más severa — Estamos juntos en esto, sean cuales sean nuestros motivos. Por mí, yo solo quiero salir vivo de esta mierda, y estoy seguro de que ustedes quieren lo mismo para la tripulación. — sentenció, señalando a La Liebre Marina, desde una perspectiva donde se evidenciaba el tambalear del barco y el retumbar de su agonía cada vez que lo sacudían las olas. El poder de la imagen sirvió para hacer a Bjorn comprender y tomar los remos. — A remar.
El enano y el brujo sincronizaron sus movimientos para impulsarse, pero el elfo se negó a colaborar. En cuanto el primero se dignó a regañarlo, fue silenciado inmediatamente. Haciendo uso de su gólem, Anders simuló cuatro manos de arcilla, dando un total de seis y dos remos extra. En completo silencio, les arrancó las herramientas y procedió a remar como una pieza de maquinaria.
Se desplazaron a una velocidad vertiginosa, ignorando por completo la absurda cantidad de navíos que acrecentaban en número a sus costados. Con suerte, la tormenta les impediría escuchar el bullicio, y la mayoría estarían tan concentrados persiguiendo a su presa que no le prestarían atención a lo que tenían debajo.
Anders no tardaría en mostrar los primeros signos de fatiga. El esfuerzo que hacía para desplazarlos era tanto admirable como sobrehumano. A juzgar por la ingurgitación de sus venas y sus expresiones faciales, estaría a apenas minutos de colapsar.
Mientras tanto, sobre la cubierta de "La Mulata", una de las más humildes naves de la flota reinaba un ambiente de jovialidad. Los grumetes carcajeaban y se pedorreaban, ignorando por completo la furiosa tormenta y el constante chapoteo de la balsa que navegaba frente a sus narices.
—¡Tenías que ver la cara del tipo! He visto mozos feos como una patada en los cojones, pero este era otra cosa. Llevaba los ojos cerrados, barba de pordiosero y ropa de payaso. — ladró el capitán — Y va que me asomo y le muestro el dedo, y el cabronazo se me queda mirando medio confundido. ¡Y cuando cae la tormenta, se caga encima y sale corriendo a la cocina! — carcajeó al unísono con sus subordinados — Y pensar que esto es lo que queda de la gran Liebre Marina.
—Ya van veinte minutos, y todavía no nos han atacado. Jorunn debe de estar demasiado ocupado limpiándole el culo a sus grumetes como para responder de vuelta.
Otra carcajada. Uno de los tripulantes, bajo los efectos del ron, retrocedió entre tambaleos para alcanzar el barandal, dispuesto a expulsar por la boca los pocos restos de su dignidad. De pura casualidad vislumbró una gran tabla de madera deslizándose sobre el mar. Se frotó el ojo un par de veces y consiguió identificarlo con mayor claridad: una balsa, y tres personas dentro...
—¡Eh! ¡Aquí hay unos que quieren colarse!
Los arqueros y ballesteros se dirigieron a sus posiciones ordenadamente, como autómatas, a corroborar lo observado. A órdenes del capitán, sonaron la alarma, alertando a todas las naves adyacentes. A continuación, tensaron sus armas y apuntaron a los tres sujetos.
El invaluable apoyo de Anders los guió a las cercanías de su objetivo. Los vientos fueron favorables, y la infiltración transcurrió a su conveniencia. Sin embargo, la fatiga ya afectaba a las capacidades del elfo, por lo que decidió reservar su estamina. Empujados por el vaivén de las olas, presenciaron frente a frente la imponente figura de El Kraken: un barco decrépito, de cuyos costados emergían unos rígidos tentáculos de madera podrida, donde colgaban numerosos cadáveres putrefactos, algunos ya reducidos a esqueletos, que cumplían las veces de ornamentos. Aún pese a la tormenta y el aroma del mar, la bestia cubría todo aquello dentro de su rango con putrefacción.
—Mi... er... da... — murmuró el enano, extinguiendo por completo cualquier rastro de su reciente histeria — Es mucho peor de lo que imaginaba.
—Dicen que los peores monstruos son los que nosotros creamos. Jamás creí que alguien lo tomaría tan literal. — comentó con una voz ligeramente temblorosa — Creí que ustedes los piratas intercambiaban información sobre estas cosas. ¿Cómo es que nunca te lo habías imaginado?
—Nadie que haya visto El Kraken ha sobrevivido para contarlo, más allá de sus tripulantes y los esclavistas de Isla Tortuga.
A estribor se podía distinguir el barco objetivo, separado por escasos metros de mar. Sería cuestión de segundos alcanzarlo.
Sin embargo, el silbido de una flecha despertó los instintos del brujo, que velozmente desenfundó su sable y desvió el proyectil. Alzó la mirada para encontrarse con un enjambre de arqueros apuntando a su cabeza, y la posterior lluvia de flechas que estaría próxima a sepultarlo.
Inhaló fervientemente e imbuyó el arma con el gélido viento hasta hacerla tan ligera como una pluma. Seguidamente, tensó los músculos de sus extremidades y adoptó la postura de paraguas, canalizando el éter en la punta de sus dedos. Cuando las flechas lo alcanzaron, blandió la espada impetuosamente. Cada tajo desvió con precisión las numerosas hordas de proyectiles que lo amenazaban, haciendo hincapié en su técnica de telequinesis. Sin embargo, a breves instantes de haber comenzado el combate, ya sentía el espasmo en sus músculos y la incesante necesidad de descansar. Ni siquiera sabía por qué se esforzaba en proteger a sus compañeros, si en otra circunstancia se habría arrojado al mar para salvar su vida. En vez de eso, allí estaba, sirviendo de escudo para sus compañeros.
Bjorn aprovechó la cobertura del brujo para alzar el arco y devolver el fuego. Su infalible precisión con el arma resultó ser impresionante, pero sirvió de nula utilidad frente al numeroso enemigo.
Finalmente, una de las flechas rozó la mejilla de Tatsuya, evidenciando que su escudo había cedido ante al asedio inquebrantable.
—¡Salten! — exclamó el brujo antes de arrojarse al mar y recibir un segundo flechazo en la espalda.
Sus músculos dejaron de responder en cuanto intentó nadar. Sus pulmones ardieron en sofoco, deseosos por aire, pero su cuerpo se negó a responder. Paulatinamente se sumergió hacia la penumbra del océano, rebosante de arrepentimientos. La oscuridad extendió sus brazos hacia el brujo, y una ráfaga de recuerdos pasó frente a sus ojos. Al fin lo entendía; en su búsqueda por llenar el vacío, carcomido por la culpa de haber asesinado a su hermano, dependió del dinero y la fama. Llegó a los puntos más recónditos de Aerandir, asesinó a cientos de personas y se las arregló para sobrevivir, perpetuando así el miasma de odio que crecía dentro de él.
Numerosas personas le extendieron la mano, ofreciéndole una segunda oportunidad. Aquellas manos que no cortó, las declinó entre insultos, pues tenía miedo de algún día tener que confrontarse a sí mismo, redimirse, y con ello darse cuenta de todo lo que había hecho mal.
Había llegado el día, pero esta vez sin redención. Lo único que le quedaba era el creciente vacío ante sus ojos, pena y remordimientos.
Hasta que alguien tiró de su kimono, de vuelta a la superficie.
Viajó a varios meses atrás, en el palacio de Suou, donde en un sueño observó a su padre en el jardín de los difuntos, mirando a su hijo con profunda melancolía y lágrimas recorriendo sus mejillas; extendiéndole la mano hacia una nueva oportunidad: un futuro distinto. Akira sabía que su hijo no era realmente malvado, sino que en su interior el bien y el mal yacían en eterno conflicto, donde el último tenía todas las de ganar.
Estos dos admirables sujetos, pese a sus diferencias con el mercenario, le extendieron la mano, como símbolo de una nueva oportunidad. Sin embargo, ¿realmente la merecía?
Probablemente no.
Lo despertó el chapotear de la balsa contra el agua y el histérico pandemónium que convocaron Anders y Bjorn. Cada uno chillaba y berreaba a su manera por formar parte de la expedición y especialmente por contar con la compañía del traidor. Tatsuya se limitó a fruncir el ceño y mantener su cara más dura, mientras los demás elementos lo señalaban e intercambiaban quejas y resentimientos.
—Silencio. — instó con su cara más seria y su voz más severa — Estamos juntos en esto, sean cuales sean nuestros motivos. Por mí, yo solo quiero salir vivo de esta mierda, y estoy seguro de que ustedes quieren lo mismo para la tripulación. — sentenció, señalando a La Liebre Marina, desde una perspectiva donde se evidenciaba el tambalear del barco y el retumbar de su agonía cada vez que lo sacudían las olas. El poder de la imagen sirvió para hacer a Bjorn comprender y tomar los remos. — A remar.
El enano y el brujo sincronizaron sus movimientos para impulsarse, pero el elfo se negó a colaborar. En cuanto el primero se dignó a regañarlo, fue silenciado inmediatamente. Haciendo uso de su gólem, Anders simuló cuatro manos de arcilla, dando un total de seis y dos remos extra. En completo silencio, les arrancó las herramientas y procedió a remar como una pieza de maquinaria.
Se desplazaron a una velocidad vertiginosa, ignorando por completo la absurda cantidad de navíos que acrecentaban en número a sus costados. Con suerte, la tormenta les impediría escuchar el bullicio, y la mayoría estarían tan concentrados persiguiendo a su presa que no le prestarían atención a lo que tenían debajo.
Anders no tardaría en mostrar los primeros signos de fatiga. El esfuerzo que hacía para desplazarlos era tanto admirable como sobrehumano. A juzgar por la ingurgitación de sus venas y sus expresiones faciales, estaría a apenas minutos de colapsar.
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Mientras tanto, sobre la cubierta de "La Mulata", una de las más humildes naves de la flota reinaba un ambiente de jovialidad. Los grumetes carcajeaban y se pedorreaban, ignorando por completo la furiosa tormenta y el constante chapoteo de la balsa que navegaba frente a sus narices.
—¡Tenías que ver la cara del tipo! He visto mozos feos como una patada en los cojones, pero este era otra cosa. Llevaba los ojos cerrados, barba de pordiosero y ropa de payaso. — ladró el capitán — Y va que me asomo y le muestro el dedo, y el cabronazo se me queda mirando medio confundido. ¡Y cuando cae la tormenta, se caga encima y sale corriendo a la cocina! — carcajeó al unísono con sus subordinados — Y pensar que esto es lo que queda de la gran Liebre Marina.
—Ya van veinte minutos, y todavía no nos han atacado. Jorunn debe de estar demasiado ocupado limpiándole el culo a sus grumetes como para responder de vuelta.
Otra carcajada. Uno de los tripulantes, bajo los efectos del ron, retrocedió entre tambaleos para alcanzar el barandal, dispuesto a expulsar por la boca los pocos restos de su dignidad. De pura casualidad vislumbró una gran tabla de madera deslizándose sobre el mar. Se frotó el ojo un par de veces y consiguió identificarlo con mayor claridad: una balsa, y tres personas dentro...
—¡Eh! ¡Aquí hay unos que quieren colarse!
Los arqueros y ballesteros se dirigieron a sus posiciones ordenadamente, como autómatas, a corroborar lo observado. A órdenes del capitán, sonaron la alarma, alertando a todas las naves adyacentes. A continuación, tensaron sus armas y apuntaron a los tres sujetos.
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El invaluable apoyo de Anders los guió a las cercanías de su objetivo. Los vientos fueron favorables, y la infiltración transcurrió a su conveniencia. Sin embargo, la fatiga ya afectaba a las capacidades del elfo, por lo que decidió reservar su estamina. Empujados por el vaivén de las olas, presenciaron frente a frente la imponente figura de El Kraken: un barco decrépito, de cuyos costados emergían unos rígidos tentáculos de madera podrida, donde colgaban numerosos cadáveres putrefactos, algunos ya reducidos a esqueletos, que cumplían las veces de ornamentos. Aún pese a la tormenta y el aroma del mar, la bestia cubría todo aquello dentro de su rango con putrefacción.
—Mi... er... da... — murmuró el enano, extinguiendo por completo cualquier rastro de su reciente histeria — Es mucho peor de lo que imaginaba.
—Dicen que los peores monstruos son los que nosotros creamos. Jamás creí que alguien lo tomaría tan literal. — comentó con una voz ligeramente temblorosa — Creí que ustedes los piratas intercambiaban información sobre estas cosas. ¿Cómo es que nunca te lo habías imaginado?
—Nadie que haya visto El Kraken ha sobrevivido para contarlo, más allá de sus tripulantes y los esclavistas de Isla Tortuga.
A estribor se podía distinguir el barco objetivo, separado por escasos metros de mar. Sería cuestión de segundos alcanzarlo.
Sin embargo, el silbido de una flecha despertó los instintos del brujo, que velozmente desenfundó su sable y desvió el proyectil. Alzó la mirada para encontrarse con un enjambre de arqueros apuntando a su cabeza, y la posterior lluvia de flechas que estaría próxima a sepultarlo.
Inhaló fervientemente e imbuyó el arma con el gélido viento hasta hacerla tan ligera como una pluma. Seguidamente, tensó los músculos de sus extremidades y adoptó la postura de paraguas, canalizando el éter en la punta de sus dedos. Cuando las flechas lo alcanzaron, blandió la espada impetuosamente. Cada tajo desvió con precisión las numerosas hordas de proyectiles que lo amenazaban, haciendo hincapié en su técnica de telequinesis. Sin embargo, a breves instantes de haber comenzado el combate, ya sentía el espasmo en sus músculos y la incesante necesidad de descansar. Ni siquiera sabía por qué se esforzaba en proteger a sus compañeros, si en otra circunstancia se habría arrojado al mar para salvar su vida. En vez de eso, allí estaba, sirviendo de escudo para sus compañeros.
Bjorn aprovechó la cobertura del brujo para alzar el arco y devolver el fuego. Su infalible precisión con el arma resultó ser impresionante, pero sirvió de nula utilidad frente al numeroso enemigo.
Finalmente, una de las flechas rozó la mejilla de Tatsuya, evidenciando que su escudo había cedido ante al asedio inquebrantable.
—¡Salten! — exclamó el brujo antes de arrojarse al mar y recibir un segundo flechazo en la espalda.
Sus músculos dejaron de responder en cuanto intentó nadar. Sus pulmones ardieron en sofoco, deseosos por aire, pero su cuerpo se negó a responder. Paulatinamente se sumergió hacia la penumbra del océano, rebosante de arrepentimientos. La oscuridad extendió sus brazos hacia el brujo, y una ráfaga de recuerdos pasó frente a sus ojos. Al fin lo entendía; en su búsqueda por llenar el vacío, carcomido por la culpa de haber asesinado a su hermano, dependió del dinero y la fama. Llegó a los puntos más recónditos de Aerandir, asesinó a cientos de personas y se las arregló para sobrevivir, perpetuando así el miasma de odio que crecía dentro de él.
Numerosas personas le extendieron la mano, ofreciéndole una segunda oportunidad. Aquellas manos que no cortó, las declinó entre insultos, pues tenía miedo de algún día tener que confrontarse a sí mismo, redimirse, y con ello darse cuenta de todo lo que había hecho mal.
Había llegado el día, pero esta vez sin redención. Lo único que le quedaba era el creciente vacío ante sus ojos, pena y remordimientos.
Hasta que alguien tiró de su kimono, de vuelta a la superficie.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Aún bajo la inclemente y fría lluvia sabía diferenciar perfectamente mi sudor de las gotas que nos golpeaban. Habían sido meses…
No. Habían sido años desde que experimentaba este vacío de éter, donde sentía que le estaba dando vida a algo más con la propia.
Apreté los dientes varias veces, el sonido de la madera chocando contra el agua y la lluvia se hicieron indiferentes, cosas de fondo. Estaba totalmente bloqueado al camino y al movimiento del remo, era lo único que importaba.
Fue a alrededores del barco, más allá de la buena mayoría de embarcaciones menores que tuve que detenerme—más bien, cuando pude detenerme al volver en mí por un olor putrefacto. El agotamiento físico y mágico se asentaron a la vez, siendo más que suficiente para despertarme.
Apenas iba a expresar mi más pura y asqueada confusión al ver el barco de El Kraken cerré la boca, limpiándome la baba que colgaba desde un costado de mis labios y corría por mi barbilla hasta el vacío más abajo. No había notado el momento en el que empecé a babear, pero para mi mala suerte… si noté el momento en que la boca se me inundó de saliva y el creciente revolvimiento de mi estómago.
El olor sólo hubiese bastado; pero la imagen ayudó, definitivamente. Mientras Tatsuya y Bjorn decían algo que ni siquiera podía terminar de entender por como estaba, yo hablaba con el mar en la forma de vomitarle encima.
—¿Estás bien? —se dio vuelta, alzándome la cara y buscando mi vista—. Si no puedes más sólo rememos todos, unos pocos metros de distancia rodeándolos y…
Aún en ese estado al menos pude entender que la expresión que se dibujo en la cara del hombre era algo malo, no tardó en voltear, pero no había tardado sólo porque Tatsuya fue infinitamente más rápido y ya había desviado la flecha.
—¡Nos… nos vieron! —fue lo único que pudo decir al visualizar arriba. Eché el cuello atrás, permitiéndome ver todos aquellos arcos y flechas apuntándonos.
No lo pensé. No habría tenido tiempo. Simplemente comprendí: no tenía los segundos ni la energía para levantar un muro del golem y cubrirnos. No tenía la fuerza para saltar y luego nadar donde no pudiesen darme. Nuestra misión había sido una apuesta desde el principio, y acabábamos de perderla.
En cuanto los arqueros dejaron ir las flechas sentí el impulso de cerrar los ojos ante el miedo; pero me aguante, quise ver el cielo antes de morir.
Si lo hubiese hecho.
La primera horda fue hecha a un lado por lo que lucía de a momentos entre tajos como una peor tormenta que la que había traído Albert, esta proveniente de la espada del Suō. Aunque no estaba cortando "nada", tenía la perfecta seguridad de que si tuviese a alguien al frente…
«Cortado a la mitad…»
Atrapado atónito ante la escena no hice mucho. Bjorn a diferencia se había recuperado rápido de la impresión pasada la primera horda de flechas y estaba disparando de vuelta, atinando a dos, tres. Todos cuerpos que indicaban su caída al agua por el chapoteo.
En lo que parecía una perfecta coreografía por parte de los arqueros, el tensai y el enano, destacó aquello que fue diferente. Uno de los hombres arriba notando inútil atravesar el muro que suponía el brujo estaba alterando sus tiempos de disparo, y la primera flecha ya había dado resultados en la forma de una leve marca en la mejilla de Tatsuya.
La señal del hombre y la segunda flecha vinieron casi a la vez. Por estarla esperando, recogí las extremidades de arcilla a la vez que estiraba el golem sobre él. Demasiada rápida la flecha, y demasiada débil la arcilla, no logró frenarla, sólo reducir un poco su impactó.
Fue justo cuando sentí el cuerpo de Bjorn empujándome con toda su fuerza en un placaje, arrojándome junto a él al mar. Decenas de flechas se clavaron sobre el basal, siendo acompañadas de aullidos celebratorios por parte de los enemigos.
Bjorn me empujo con su cuerpo todo lo que pudo para hundirme, insistente. Alguien observándolo podría creer que intentaba ahogarme, pero estaba lejos de eso. El asalto continuaba incesante, con flechas impactando en distintos puntos del agua y yendo más allá.
Una vino a rozar su hombro. La imagen de la sangre disolviéndose en el agua me trajeron atención en el pánico del momento, suficiente para reaccionar rápido y estirar el golem por debajo del agua, jalando el basal hacia donde estábamos y que hiciera de escudo contra la lluvia de flechas.
«… ¡…!» golpeó en mi mente el momento que pude observar tan sólo por breves instantes, el de la flecha que no había detenido impactando en la espalda de Tatsuya. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba?
«¿¡Dónde mierda está!?» volteé dentro del agua de un lado a otro, buscándolo. En cuanto ubiqué un leve tinte de rojo y lo seguí con la mirada di con el cuerpo del hombre, cayendo sin parar abajo.
Alcé la cabeza por encima del agua unos segundos para tomar aire y me lancé debajo de nuevo, nadando tras él para intentar alcanzarlo. En mi intento sólo se hacía cada vez más obvio que su cuerpo descendía tan rápido como a mí se me agotaba el aire en los pulmones. Me sentía pesado, demasiado pesado para poder ir más abajo.
No iba a llegar a él, y aún así, estiré la mano intentando alcanzarlo.
En La Liebre la batalla apenas se estaba dando. Los ruidos de la tormenta y el cielo negruzco encima del navío significaban una sola cosa:
—Fallaron —comentó Rasim en voz baja y entre dientes. Resultaba difícil discernir de que era su sonrisa, alegría o furia—, la tormenta ya está justo sobre nosotros, Albert nos alcanzó. Huir ahora es imposible.
Reloj vio de reojo hacia el tigre, mientras vendaba las heridas en el brazo de un hombre. Tras terminar se puso de pie y vio hacia Slaven.
—No puedo decir que me sorprenda…
—¿Qué hacemos?
La mirada de Jorunn se desvío, viendo únicamente al frente. Pestañeó unas dos o tres veces con fuerza, y ambos—Reloj y Rasim—supieron inmediatamente que el capitán estaba viendo muertos, y no los porvenires, sino pasados.
—Si no puedes, yo…
—Aguantare. ¡Sirena! ¡Reporte!
—¡Nos estamos quedando sin proyectiles para las ballestas ya! ¡Hemos derribado basales y algunos han atinado directo en cuerpos, pero…!
—¡Señor! —se acercó corriendo uno de los hombres que estaba en las ballestas, jadeando.
—¿¡Qué haces fuera de tu posición!? ¡Vuelve ya mi-!
—Hay… algunos... algunos de los-los barcos que se acercan vienen vacíos.
—¿…Qué dices? —arrugó el morro, frunciendo el ceño.
Los tres al mando del barco se vieron las caras entre sí. Slaven entrecerró lentamente el ojo, viendo todavía a fantasmas que le hablaban al oído pero eran acallados por la lluvia y el choque de las olas sobre el barco.
—…Mierda. ¡Mierda! ¡CESEN FUEGO! ¡CESEN EL FUEGO!
—¿¡Qué!? —preguntó alarmado—. ¿¡Y dejar qué nos aborden!?
—Esto es… —apretó los dientes, sosteniendo el timón con fuerza—. Aaron y Albert nos la jugaron… grr…
—… —volteó a verle la cara a Rasim, pestañeando lentamente. Cuando cayó en cuenta, abrió los ojos de par en par.
Nadie en su sano juicio podría sonreír mientras sentía como la última gota de aire que guardaba se desvanecía, pero yo lo estaba, al menos por ver como una mano lo alcanzaba.
Aunque no fuese mía.
Chef tomó al guerrero del kimono, jalándolo arriba. Aunque sólo estaba usando sus patas traseras, se movía con mucha libertad y velocidad. Para lo que yo esperaba de una tortuga, al menos.
En su nado arriba también me “agarró”, en la simple forma de chocarme y dejarme sostenerme de su caparazón. Estando colgado pude ver la presencia de al menos unas siete flechas clavadas en el, señales de que lo habían atacado y notado a este punto. Parecía estar planeando alejarse antes de emerger, pero señalé arriba, a donde estaba Bjorn, y al notarlo se dirigió al hombrezuelo, quien se encontraba con las mejillas infladas bajo el basal, evitando salir para que no lo cargaran a flechazos.
Chef lentamente emergió a un costado del basal, alzándolo. Fueron pocos segundos de que su caparazón se asomase para que llovieran flechas en su dirección, pero la coraza que suponía su defensa era, a efectos prácticos, indiferente a esos ataques. En el pequeño puente que hacia el basal y el caparazón de la tortuga pude sacar la cabeza para agarrar aire, sosteniendo al tensai, al menos su cabeza, por encima del agua y dándole suaves cachetadas para ver si reaccionaba.
—¡Tatsuya! ¡Tatsuya! —le di un par más—. ¡Reacciona! ¡Reac... ¡¡No está respirando!!
—¡Cálmate! —dijo sosteniéndome la mano con el brazo que tenía bien, agarrándose de mi y apoyándose del caparazón para no hundirse mientras se incorporaba bajo el basal—. ¡Primero debemos salirnos de aq—la cabeza de una flecha atravesó parte del basal, no alcanzando a Bjorn por el simple hecho de ser pequeño—…uí!
Vi arriba el basal deslizándose por la inclinación, y claro, el agua golpeándolo. Saqué el golem fuera del agua e intenté ponerlo… pegajoso. Usualmente podía hacerlo mucho mejor que esto, pero la situación no me estaba dejando precisamente descansar o concentrarme. Mientras la tortuga no nadase muy rápido, al menos, el basal no se despegaría de él.
La tortuga nadó lentamente, alejándonos del lugar de fuego. Aún así, era obvio que solamente necesitaban correr tras nosotros para seguir el incesante asalto, y despertar a Tatsuya así no sería posible, ni tampoco curar muy bien
—Imaginé que estarían en problemas... un mal presentimiento —alzó su cabeza por encima del agua—, justo como aquel día que un Suou mató a mi clan. Encárguense del hijo del viento. Justo como yo cuando era joven... no puede morir todavía —empezó a hundirse de nuevo, sacándose del caparazón al golem—. Déjenle los arqueros a este viejo hijo del agua…
Chef nos abandonó, dejándonos a que nos montásemos sobre el basal nuevamente, y nadó lejos, y veloz, para levantar agua y llamar claramente la atención. En su nado se molestó incluso de chocar embarcaciones enemigas por debajo para alzarlas y derribar a sus navegantes en el agua, donde tenía una ventaja tan elevada que simplemente era ganadora.
Lo habría tenido por una vieja y amable tortuga, de no ser porque donde caían hombres al agua pronto empezaba a mancharse de sangre.
—…
—Anders, ¡Anders! —chasqueó los dedos frente a mí cara.
—¡V-Voy!
Le coloqué las manos en el hombro, no había sido una cortada profunda. Al menos curar no era tan costoso como animar el golem. Mientras yo hacía eso, Bjorn est…
—¿Q-… q-qué… haces? —pregunté completamente atónito, ¿estaba golpeándole el pecho?
—¡No sé! ¡Reloj nos enseñó esto! Si así no respira... uno de los dos tendrá que...
Volteo, viéndome con horror en su cara.
—...Besarlo.
No. Habían sido años desde que experimentaba este vacío de éter, donde sentía que le estaba dando vida a algo más con la propia.
Apreté los dientes varias veces, el sonido de la madera chocando contra el agua y la lluvia se hicieron indiferentes, cosas de fondo. Estaba totalmente bloqueado al camino y al movimiento del remo, era lo único que importaba.
Fue a alrededores del barco, más allá de la buena mayoría de embarcaciones menores que tuve que detenerme—más bien, cuando pude detenerme al volver en mí por un olor putrefacto. El agotamiento físico y mágico se asentaron a la vez, siendo más que suficiente para despertarme.
Apenas iba a expresar mi más pura y asqueada confusión al ver el barco de El Kraken cerré la boca, limpiándome la baba que colgaba desde un costado de mis labios y corría por mi barbilla hasta el vacío más abajo. No había notado el momento en el que empecé a babear, pero para mi mala suerte… si noté el momento en que la boca se me inundó de saliva y el creciente revolvimiento de mi estómago.
El olor sólo hubiese bastado; pero la imagen ayudó, definitivamente. Mientras Tatsuya y Bjorn decían algo que ni siquiera podía terminar de entender por como estaba, yo hablaba con el mar en la forma de vomitarle encima.
—¿Estás bien? —se dio vuelta, alzándome la cara y buscando mi vista—. Si no puedes más sólo rememos todos, unos pocos metros de distancia rodeándolos y…
Aún en ese estado al menos pude entender que la expresión que se dibujo en la cara del hombre era algo malo, no tardó en voltear, pero no había tardado sólo porque Tatsuya fue infinitamente más rápido y ya había desviado la flecha.
—¡Nos… nos vieron! —fue lo único que pudo decir al visualizar arriba. Eché el cuello atrás, permitiéndome ver todos aquellos arcos y flechas apuntándonos.
No lo pensé. No habría tenido tiempo. Simplemente comprendí: no tenía los segundos ni la energía para levantar un muro del golem y cubrirnos. No tenía la fuerza para saltar y luego nadar donde no pudiesen darme. Nuestra misión había sido una apuesta desde el principio, y acabábamos de perderla.
En cuanto los arqueros dejaron ir las flechas sentí el impulso de cerrar los ojos ante el miedo; pero me aguante, quise ver el cielo antes de morir.
Si lo hubiese hecho.
La primera horda fue hecha a un lado por lo que lucía de a momentos entre tajos como una peor tormenta que la que había traído Albert, esta proveniente de la espada del Suō. Aunque no estaba cortando "nada", tenía la perfecta seguridad de que si tuviese a alguien al frente…
«Cortado a la mitad…»
Atrapado atónito ante la escena no hice mucho. Bjorn a diferencia se había recuperado rápido de la impresión pasada la primera horda de flechas y estaba disparando de vuelta, atinando a dos, tres. Todos cuerpos que indicaban su caída al agua por el chapoteo.
En lo que parecía una perfecta coreografía por parte de los arqueros, el tensai y el enano, destacó aquello que fue diferente. Uno de los hombres arriba notando inútil atravesar el muro que suponía el brujo estaba alterando sus tiempos de disparo, y la primera flecha ya había dado resultados en la forma de una leve marca en la mejilla de Tatsuya.
La señal del hombre y la segunda flecha vinieron casi a la vez. Por estarla esperando, recogí las extremidades de arcilla a la vez que estiraba el golem sobre él. Demasiada rápida la flecha, y demasiada débil la arcilla, no logró frenarla, sólo reducir un poco su impactó.
Fue justo cuando sentí el cuerpo de Bjorn empujándome con toda su fuerza en un placaje, arrojándome junto a él al mar. Decenas de flechas se clavaron sobre el basal, siendo acompañadas de aullidos celebratorios por parte de los enemigos.
Bjorn me empujo con su cuerpo todo lo que pudo para hundirme, insistente. Alguien observándolo podría creer que intentaba ahogarme, pero estaba lejos de eso. El asalto continuaba incesante, con flechas impactando en distintos puntos del agua y yendo más allá.
Una vino a rozar su hombro. La imagen de la sangre disolviéndose en el agua me trajeron atención en el pánico del momento, suficiente para reaccionar rápido y estirar el golem por debajo del agua, jalando el basal hacia donde estábamos y que hiciera de escudo contra la lluvia de flechas.
«… ¡…!» golpeó en mi mente el momento que pude observar tan sólo por breves instantes, el de la flecha que no había detenido impactando en la espalda de Tatsuya. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba?
«¿¡Dónde mierda está!?» volteé dentro del agua de un lado a otro, buscándolo. En cuanto ubiqué un leve tinte de rojo y lo seguí con la mirada di con el cuerpo del hombre, cayendo sin parar abajo.
Alcé la cabeza por encima del agua unos segundos para tomar aire y me lancé debajo de nuevo, nadando tras él para intentar alcanzarlo. En mi intento sólo se hacía cada vez más obvio que su cuerpo descendía tan rápido como a mí se me agotaba el aire en los pulmones. Me sentía pesado, demasiado pesado para poder ir más abajo.
No iba a llegar a él, y aún así, estiré la mano intentando alcanzarlo.
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En La Liebre la batalla apenas se estaba dando. Los ruidos de la tormenta y el cielo negruzco encima del navío significaban una sola cosa:
—Fallaron —comentó Rasim en voz baja y entre dientes. Resultaba difícil discernir de que era su sonrisa, alegría o furia—, la tormenta ya está justo sobre nosotros, Albert nos alcanzó. Huir ahora es imposible.
Reloj vio de reojo hacia el tigre, mientras vendaba las heridas en el brazo de un hombre. Tras terminar se puso de pie y vio hacia Slaven.
—No puedo decir que me sorprenda…
—¿Qué hacemos?
La mirada de Jorunn se desvío, viendo únicamente al frente. Pestañeó unas dos o tres veces con fuerza, y ambos—Reloj y Rasim—supieron inmediatamente que el capitán estaba viendo muertos, y no los porvenires, sino pasados.
—Si no puedes, yo…
—Aguantare. ¡Sirena! ¡Reporte!
—¡Nos estamos quedando sin proyectiles para las ballestas ya! ¡Hemos derribado basales y algunos han atinado directo en cuerpos, pero…!
—¡Señor! —se acercó corriendo uno de los hombres que estaba en las ballestas, jadeando.
—¿¡Qué haces fuera de tu posición!? ¡Vuelve ya mi-!
—Hay… algunos... algunos de los-los barcos que se acercan vienen vacíos.
—¿…Qué dices? —arrugó el morro, frunciendo el ceño.
Los tres al mando del barco se vieron las caras entre sí. Slaven entrecerró lentamente el ojo, viendo todavía a fantasmas que le hablaban al oído pero eran acallados por la lluvia y el choque de las olas sobre el barco.
—…Mierda. ¡Mierda! ¡CESEN FUEGO! ¡CESEN EL FUEGO!
—¿¡Qué!? —preguntó alarmado—. ¿¡Y dejar qué nos aborden!?
—Esto es… —apretó los dientes, sosteniendo el timón con fuerza—. Aaron y Albert nos la jugaron… grr…
—… —volteó a verle la cara a Rasim, pestañeando lentamente. Cuando cayó en cuenta, abrió los ojos de par en par.
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Nadie en su sano juicio podría sonreír mientras sentía como la última gota de aire que guardaba se desvanecía, pero yo lo estaba, al menos por ver como una mano lo alcanzaba.
Aunque no fuese mía.
Chef tomó al guerrero del kimono, jalándolo arriba. Aunque sólo estaba usando sus patas traseras, se movía con mucha libertad y velocidad. Para lo que yo esperaba de una tortuga, al menos.
En su nado arriba también me “agarró”, en la simple forma de chocarme y dejarme sostenerme de su caparazón. Estando colgado pude ver la presencia de al menos unas siete flechas clavadas en el, señales de que lo habían atacado y notado a este punto. Parecía estar planeando alejarse antes de emerger, pero señalé arriba, a donde estaba Bjorn, y al notarlo se dirigió al hombrezuelo, quien se encontraba con las mejillas infladas bajo el basal, evitando salir para que no lo cargaran a flechazos.
Chef lentamente emergió a un costado del basal, alzándolo. Fueron pocos segundos de que su caparazón se asomase para que llovieran flechas en su dirección, pero la coraza que suponía su defensa era, a efectos prácticos, indiferente a esos ataques. En el pequeño puente que hacia el basal y el caparazón de la tortuga pude sacar la cabeza para agarrar aire, sosteniendo al tensai, al menos su cabeza, por encima del agua y dándole suaves cachetadas para ver si reaccionaba.
—¡Tatsuya! ¡Tatsuya! —le di un par más—. ¡Reacciona! ¡Reac... ¡¡No está respirando!!
—¡Cálmate! —dijo sosteniéndome la mano con el brazo que tenía bien, agarrándose de mi y apoyándose del caparazón para no hundirse mientras se incorporaba bajo el basal—. ¡Primero debemos salirnos de aq—la cabeza de una flecha atravesó parte del basal, no alcanzando a Bjorn por el simple hecho de ser pequeño—…uí!
Vi arriba el basal deslizándose por la inclinación, y claro, el agua golpeándolo. Saqué el golem fuera del agua e intenté ponerlo… pegajoso. Usualmente podía hacerlo mucho mejor que esto, pero la situación no me estaba dejando precisamente descansar o concentrarme. Mientras la tortuga no nadase muy rápido, al menos, el basal no se despegaría de él.
La tortuga nadó lentamente, alejándonos del lugar de fuego. Aún así, era obvio que solamente necesitaban correr tras nosotros para seguir el incesante asalto, y despertar a Tatsuya así no sería posible, ni tampoco curar muy bien
—Imaginé que estarían en problemas... un mal presentimiento —alzó su cabeza por encima del agua—, justo como aquel día que un Suou mató a mi clan. Encárguense del hijo del viento. Justo como yo cuando era joven... no puede morir todavía —empezó a hundirse de nuevo, sacándose del caparazón al golem—. Déjenle los arqueros a este viejo hijo del agua…
Chef nos abandonó, dejándonos a que nos montásemos sobre el basal nuevamente, y nadó lejos, y veloz, para levantar agua y llamar claramente la atención. En su nado se molestó incluso de chocar embarcaciones enemigas por debajo para alzarlas y derribar a sus navegantes en el agua, donde tenía una ventaja tan elevada que simplemente era ganadora.
Lo habría tenido por una vieja y amable tortuga, de no ser porque donde caían hombres al agua pronto empezaba a mancharse de sangre.
—…
—Anders, ¡Anders! —chasqueó los dedos frente a mí cara.
—¡V-Voy!
Le coloqué las manos en el hombro, no había sido una cortada profunda. Al menos curar no era tan costoso como animar el golem. Mientras yo hacía eso, Bjorn est…
—¿Q-… q-qué… haces? —pregunté completamente atónito, ¿estaba golpeándole el pecho?
—¡No sé! ¡Reloj nos enseñó esto! Si así no respira... uno de los dos tendrá que...
Volteo, viéndome con horror en su cara.
—...Besarlo.
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Los segundos subsiguientes se conservaron como visiones tenues de una tortuga arrastrándolo por el océano. «¿Un hijo del agua? ¿Por qué?». La oscuridad consumió su consciencia poco después, sumiéndolo en un sueño profundo, donde las horas parecían días y los días meses; meses vagando en las profundidades de un abismo, sin nada que sentir, ver, oír u olfatear. Quiso creer que soñaba consciente y que, al abrir los ojos, despertaría en el palacio Suou. Sin embargo, de ser así, ¿de quién eran aquellos terribles recuerdos? ¿Formaban parte del mal sueño, o eran de él mismo?
Sintió la suavidad de unos labios posándose sobre los suyos, insuflándole vida con un par de soplidos. Paulatinamente, el brujo fue recuperando sus facultades: primero distinguió un golpeteo sobre su pecho, luego escuchó un «¡Ahora!» y repitió la primera sensación, que disipó las tinieblas en el horizonte cual relámpago. Sus ojos se abrieron como platos y de inmediato reconoció la madera podrida del basal, el miasma pestilente que provenía del Kraken y... a Anders.
Se llevó las manos a los labios y notó algunos restos de saliva, que no tuvo reparo en limpiar con el dorso de la muñeca. Se percató de que la herida en su espalda ya no dolía. Por su parte, no había rastro de los arqueros y en el ambiente imperaba el inexorable mar, zarandeando violentamente el basal. Vigiló con aprensión tanto al enano como al elfo mientras se arrastraba hacia la espada.
—¿Quién fue? — inquirió al aferrarse a su arma
—Lo hizo Barrepisos. Era la única forma de salvarte. — el elfo arrugó el rostro al recordar la escena y desvió la mirada.
Tatsuya chasqueó la lengua y examinó sus alrededores. La flota continuaba su marcha para abordar a La Liebre Marina. En consecuencia, la nave objetivo se erguía imponentemente por estribor, a escasos metros del basal. Desafortunadamente, tras la batalla, los remos se perdieron en las profundidades del mar. El resto de la operación corría a expensas del ingenio del trío.
—Anders, ¿recuerdas cómo escapamos de Sacrestic Ville? — extendió su mano hacia el elfo, sin dirigirle la mirada directamente — Volveremos a intentarlo.
El orejudo obedeció y le confirió a su masa la forma de una cuerda con un extremo de gancho. El brujo la tomó y le imprimió un movimiento de circunducción, para luego arrojarla y anclarla al barandal de proa, controlando la dirección con telequinesis. A fin de asegurarse, tiró de ella fuertemente, pues la madera podía ceder ante su peso.
—Está estable. ¿Necesitas ayuda, pequeño? — el enano respondió con un corte de manga.
Trepó cautelosamente hasta asomarse por la cubierta. No había ni un alma. Desenvainó la espada y adoptó la postura de paraguas, desplazándose lentamente entre algunas cajas que servían de barricada, mas no descubrió a ninguno de los tripulantes, como si se hubieran desvanecido con la tormenta.
—Deben de haberse caído con el ataque de Chef. — afirmó luego de revisar la bodega — No hay ni rastro de ellos en los pisos inferiores.
—Si es así, ¿qué fue de Albert? La tormenta aún nos toca las pelotas.
Un pesado proyectil cayó desde el cielo, abriendo un cráter sobre la cubierta. La magnitud del impacto abrió fisuras en las paredes de madera, entre las cuales se filtraron corrientes de agua. Lo que en un principio se creyó que era una bala de cañón resultó ser Chef, cubierto de flechas en sus partes blandas y un mordisco en el cuello, de donde fluía una hemorragia profusa. Al alzar la mirada, Tatsuya divisó al dragón, con sus alas extendidas y gotas de sangre cayendo desde los colmillos.
—¡Anders! ¡Échale una mano a la tortuga! — comandó mientras adoptaba la postura de ataque.
Bjorn alzó el arco y le arrojó una flecha que impactó en el ojo izquierdo. Tras algunos berreos de dolor, el enemigo se abalanzó en su dirección; instante que el brujo aprovechó para asestar un tajo vertical a una de las alas, rajándola superficialmente. No obstante, aunque tambaleó, Albert tomó al enano con sus pezuñas y lo elevó hacia la verga de mesana.
Canalizó el éter y convocó un ventarrón que sacudiría al monstruo, aún si suponía que Bjorn pudiera caer y darse un buen golpe, seguía siendo preferible a terminar como Chef. En cualquier caso, el hijo del viento nunca había sido muy ducho con la magia, y sabía que aquél ataque le valdría por unos pocos segundos, a expensas de una buena parte de su energía. Si Albert no lo soltaba pronto, tendría que sacrificar a su compañero.
Un gran proyectil de fuego incendió al enemigo y lo tumbó, obligándolo a restregarse sobre la humedad de la madera. Bjorn aprovechó para zafarse y correr hacia la cobertura más cercana. El brujo volteó y reconoció a Jack sobre la proa, moldeando un orbe de fuego con ambas manos.
—¡¿A qué esperas, imbécil?! ¡Mátalo! — vociferó, posando su rabiosos orbes sobre el brujo.
Sintió la suavidad de unos labios posándose sobre los suyos, insuflándole vida con un par de soplidos. Paulatinamente, el brujo fue recuperando sus facultades: primero distinguió un golpeteo sobre su pecho, luego escuchó un «¡Ahora!» y repitió la primera sensación, que disipó las tinieblas en el horizonte cual relámpago. Sus ojos se abrieron como platos y de inmediato reconoció la madera podrida del basal, el miasma pestilente que provenía del Kraken y... a Anders.
Se llevó las manos a los labios y notó algunos restos de saliva, que no tuvo reparo en limpiar con el dorso de la muñeca. Se percató de que la herida en su espalda ya no dolía. Por su parte, no había rastro de los arqueros y en el ambiente imperaba el inexorable mar, zarandeando violentamente el basal. Vigiló con aprensión tanto al enano como al elfo mientras se arrastraba hacia la espada.
—¿Quién fue? — inquirió al aferrarse a su arma
—Lo hizo Barrepisos. Era la única forma de salvarte. — el elfo arrugó el rostro al recordar la escena y desvió la mirada.
Tatsuya chasqueó la lengua y examinó sus alrededores. La flota continuaba su marcha para abordar a La Liebre Marina. En consecuencia, la nave objetivo se erguía imponentemente por estribor, a escasos metros del basal. Desafortunadamente, tras la batalla, los remos se perdieron en las profundidades del mar. El resto de la operación corría a expensas del ingenio del trío.
—Anders, ¿recuerdas cómo escapamos de Sacrestic Ville? — extendió su mano hacia el elfo, sin dirigirle la mirada directamente — Volveremos a intentarlo.
El orejudo obedeció y le confirió a su masa la forma de una cuerda con un extremo de gancho. El brujo la tomó y le imprimió un movimiento de circunducción, para luego arrojarla y anclarla al barandal de proa, controlando la dirección con telequinesis. A fin de asegurarse, tiró de ella fuertemente, pues la madera podía ceder ante su peso.
—Está estable. ¿Necesitas ayuda, pequeño? — el enano respondió con un corte de manga.
Trepó cautelosamente hasta asomarse por la cubierta. No había ni un alma. Desenvainó la espada y adoptó la postura de paraguas, desplazándose lentamente entre algunas cajas que servían de barricada, mas no descubrió a ninguno de los tripulantes, como si se hubieran desvanecido con la tormenta.
—Deben de haberse caído con el ataque de Chef. — afirmó luego de revisar la bodega — No hay ni rastro de ellos en los pisos inferiores.
—Si es así, ¿qué fue de Albert? La tormenta aún nos toca las pelotas.
Un pesado proyectil cayó desde el cielo, abriendo un cráter sobre la cubierta. La magnitud del impacto abrió fisuras en las paredes de madera, entre las cuales se filtraron corrientes de agua. Lo que en un principio se creyó que era una bala de cañón resultó ser Chef, cubierto de flechas en sus partes blandas y un mordisco en el cuello, de donde fluía una hemorragia profusa. Al alzar la mirada, Tatsuya divisó al dragón, con sus alas extendidas y gotas de sangre cayendo desde los colmillos.
—¡Anders! ¡Échale una mano a la tortuga! — comandó mientras adoptaba la postura de ataque.
Bjorn alzó el arco y le arrojó una flecha que impactó en el ojo izquierdo. Tras algunos berreos de dolor, el enemigo se abalanzó en su dirección; instante que el brujo aprovechó para asestar un tajo vertical a una de las alas, rajándola superficialmente. No obstante, aunque tambaleó, Albert tomó al enano con sus pezuñas y lo elevó hacia la verga de mesana.
Canalizó el éter y convocó un ventarrón que sacudiría al monstruo, aún si suponía que Bjorn pudiera caer y darse un buen golpe, seguía siendo preferible a terminar como Chef. En cualquier caso, el hijo del viento nunca había sido muy ducho con la magia, y sabía que aquél ataque le valdría por unos pocos segundos, a expensas de una buena parte de su energía. Si Albert no lo soltaba pronto, tendría que sacrificar a su compañero.
Un gran proyectil de fuego incendió al enemigo y lo tumbó, obligándolo a restregarse sobre la humedad de la madera. Bjorn aprovechó para zafarse y correr hacia la cobertura más cercana. El brujo volteó y reconoció a Jack sobre la proa, moldeando un orbe de fuego con ambas manos.
—¡¿A qué esperas, imbécil?! ¡Mátalo! — vociferó, posando su rabiosos orbes sobre el brujo.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
En retrospectiva, debería haber acordado con Bjorn que si yo le besaba al brujo, él tenía que decir que lo hizo él.
«Ew» volteé a un lado cuando le vi la cara a Tatsuya, en una mezcla de asco y pena. Más lo segundo, algo así como un 40-60.
—Sí, lo recuerdo. Necesito... necesito un descanso, ¿esto de las oraciones? Tengo mis dudas, porque yo soy el que se agota por curar, no veo a los dioses agotándose, y si no, qué lástima de dioses.
—Deja de quejarte Anders, por amor al mar, llevas todo el día quejándote.
Abrí los brazos, como para señalizar la situación.
—Ok, buen punto. ¿Oroshi dice qué abordaron un barco? ¿Cómo? ¿Para qué?
Larga historia, pero la subida fue suficiente camino para contarla, por encima. Quizás saltándome las partes de que Tatsuya era un prófugo, y puede que yo también. Era una forma.. lista de subir, pero la detestaba, tenía que concentrarme en mantener la constitución a lo largo de toda la subida o podíamos caer bien abajo.
Porque eso era justo lo que necesitaba, más presión. Ni siquiera iba a mencionar que sentía que iba a perder la maldita nariz, pero creo que ya había dejado ir la última comida hace rato.
Las cosas estaban más tranquilas de lo que podría esperar. Vi a Tatsuya deslizarse cuidadosamente y le hice una seña, por su respuesta, no estaba tranquila nada más. No había nadie.Tragué saliva y caminé lentamente, aprovechando de recubrirme del golem; triste que yo fuese el que tuviese más 'armadura' en esta stiuación.
—¡Ah! —retrocedí un par de pasos al ver algo caer frente a mí. Vi a la distancia, en busca de un barco disparando, no había forma, los navíos grandes eran este y la Liebr- ¿Chef...? Vi arriba, y observé un dragón.
Albert.
Atendí a la petición de Tatsuya y me moví hacia la tortuga, confiando en que Bjorn y Tatsuya pudiesen hacerse cargo del dragón. Chef intentó hablar, pero lo interrumpí, poniendo las manos sobre su cuello. No tenía que decirlo tampoco, comprendia a lo que iba a ir la tortuga. Si este navío estaba vacío...
—Aa...ron... —tosió débilmente—... aborda la Liebre...
—No hables —interrumpí—. Esto... esto es-
La tortuga pestañeó una vez. Echó la cabeza atrás, y cerró serenamente los ojos.
—...No te preocupes.
—¿¡Cómo qué no!?
Presioné las manos más, viendo la momentanea rabia de la aceptación de la tortuga pasar a desesperación, y luego, impotencia. La herida era demasiado grande, «mierda, mierda, ¡mierda!» ¿Por qué no cerraba? «¿¡Por qué. No. Cierras!?»
El débil brillo blanco que emitían mis manos se vio sobrecogido por el rojo sangre que abandonaba el cuello de Chef. Algunas lágrimas recorrieron mis mejillas, pero no me enteraría por la lluvia. Vi hacia el dragón, turbio, y dejé de respirar al mismo tiempo que la tortuga.
—Vienen con señuelos —dijo, sonriendo con los dientes apretados—. Nos hacen gastar munición en barcas con un hombre o dos con siluetas que hacen parecer que hay más para que gastásemos todo. Les cubre la marea y el viento, que como cae hacia nosotros impide nuestra vista, y junto al hecho que es de noche... Le daré crédito, sabe trabajar…
—Rasim.
—Calla, Reloj. Ya sé. Ya… sé…
—… —no respondió nada, limitándose a verlo de reojo. Intercambio mirada con Slaven un momento, y vio al frente.
El tigre frunció el ceño, visualizando el primero gracias a su privilegiada vista nocturna, a barcas donde de hecho, si se acercaban hombres. El resto los fue viendo también a medida que se acercaban, y al final de todos, se divisó mejor la enorme sombra que suponía la nave madre de la flota.
—A este punto es inevitable... ¡Hombres, preparen sus armas! ¡Ballestero-AGH… cierto.
Sirena había dicho que ya no tenían nada. Todos entendieron la situación, con más fiereza al ver que el “cañonero” del barco se había retirado. Sin las bolas de fuego de Jack, se habían quedado sin proyectiles con gran validez a distancia. Les quedaban flechas normales, pero las flechas normales podían ser detenidas por los escudos que portaban aquellos que remaban los barcos en sus espaldas, y los que iban de pie al frente, escudos en alto para detenerlas.
—Más te vale no intentar nada raro, o no será Aaron quien te mate —dijo, dándose vuelta. Rasim lo vio mientras Reloj se apresuraba a buscar cosas para preparar su defensa.
Slaven gritaba órdenes y pedía números, considerando incluso en la posibilidad de tomar algunos de los barriles donde levaban comida y simplemente dejarlos caer sobre la cabeza de los hombres mientras intentaban subir el barco, pero de poco serviría sobrevivir la pelea y luego estar demasiado débiles en altamar, para morir de todas maneras. Se podría llegar al lugar más cercano, seguro… pero hacer una parada en Isla Tortuga para tomar provisiones sonaba como un chiste especialmente agrio en estos momentos.
Una voz se alzó sobre la tormenta llamando no a Slaven, sino a la misma Liebre Marina. Varios en la embarcación se congelaron, y todos voltearon a ver hacia afuera. Todos esperaban que Aaron estuviese en el barco principal, pero no.
El Kraken se había satisfecho con un barco relativamente pequeño. Era impensable que un capitán se arriesgase de esa manera, poniendose en una posición inferior, y aún así, había inundado de un leve pánico la cubierta de La Liebre. Algunos hombres se quejaron del brillo sobrenatural de sus ojos, otros, de que tenía más armadura de lo que ellos podrían soñar jamás con comprarse. Otros gritaron "vampiro" al ver un humo negro procediendo de su cuerpo.
—¡Quietos! ¡No se dejen llevar, ya nos engañó una vez! Aaron es un humano, es de carne y hueso, sin ninguna magia corriendo en sus venas, sin embargo...
—¡Hay brujos en su tripulación! ¡Acaben con ellos!
El marinero que gritó esas palabras las acompañó con una flecha. Slaven pensó en interponerse, pero al menos ahora era seguro de que estaban atacando a un buen grueso de sus fuerzas. No serviría de nada intentar advertir sobre lo trucos de Aaron, porque ni él mismo estaba seguro de que tenía bajo la manga esta vez. Tampoco es que fuese mala idea eliminar a los usuarios de magia, traían versatilidad y problemas a la mesa, el metal, no es que no lo hiciera, pero este no valía demasiado a la distancia.
Rasim esperaba, que fuese el salvoconducto. Daba igual si ahora estaba quemado, agotado, herido. Daba igual si llegaba a morir en los próximos minutos. Puede que le hubiese fallado a todos, pero nunca le fallaría a Ulrich. El tigre se retiró al piso inferior del barco, buscándolo, y sintió el pánico que estaría sintiendo el resto al ver a Aaron, cuando no lo halló.
—¿Ulrich? ¿Ulrich? —se dio vuelta, olfateando. Mierda, ¿sin rastro? No… peor. No solo faltaba el suyo, no había ni un olor—. ¡ULRICH!
El pelo del tigre se erizó, y con un gruñido como sólo lo podía dar un hombre bestia, se dio vuelta. Atrapó en su palma un cuchillo que la penetró gustosamente, pero no hizo más que empujar adelante al culpable sin siquiera parecer inmutado, presionando su cuello con su garra libre contra una de las paredes del interior del barco.
—Creí que serías algún imbécil que está enojado conmigo… pero no te conozco —musitó, sus pupilas encogiéndose—. ¿Qué quier—el tigre olfateó una vez, los olores habían vuelto, y el polisonte olía a uno que buscaba—… tú… —apretó más fuerte—. ¿Dónde está Ulrich?
—E-Esper—boqueó por aire—ra. Espera —gimió, en cuanto el tigre aflojó un poco el agarré. Cayó al suelo, débil—. Queremos... queremos lo mismo. Podemos escapar todos juntos de esto. Escapar a Verisar...
—...Acabas de intentar apuñalarme —se limitó a decir.
—¡Fue un reflejo! ¡Podría haber sido cualquiera! —alzó la mirada y Rasim retrocedió un par de pasos, por cautela. Notó que él también tenía un ojo de blanco—. Ulrich, Ulrich... dile, por favor.
—¿Ulrich? —sus orejas se pararon, interesado. Miró a un lado cuando escuchó un paso y vio a Ulrich acercarse. Corrió a él.
Miodrag sonrió por lo bajo. La enfermedad había debilitado su cuerpo demasiado, no podía moverse a gusto, si salía de ahí vivo, tendría que salir siendo inteligente. Usar gente como puente para sus ilusiones, de uno a otro... daba igual lo que sucediese arriba, al final, fuese Slaven, fuese Aaron, o fuesen ambos, todos estarían bajo su control. Justo como lo estaría Rasim cuando viese a su amado a los ojos.
Escalé el mástil central del barco de El Kraken mientras Tatsuya libraba una furiosa batalla contra Albert, eran dignos de ver, puede que más el primero, era una brisa contra una tormenta en la que Bjorn y Jack también se habían visto atrapados. Me pregunté como el último se las había arreglado para llegar aquí hasta que lo vi haciendo estallar la planta de sus pies para impulsarse por el aire, su control era bruto y claramente no sabía hacerlo con una precisión grande. Pero eso bien le bastaba para ser su propia bola de fuego humana.
Estaba usando al golem para sostenerme, claro, y clavando el hacha tanto como podía para empujarme arriba. A veces, sonaba algún grito de los brujos, o del enano, o del dragón, pero no escuchaba ninguno. No pude salvar a Chef. Gruñí, apretando los dientes al llegar a la cima, con lágrimas todavía corriendo mi cara. O puede que ahora sí, fuese solo la lluvia.
Alcé el hacha, listo para cortar las cuerdas de la vela. Era una idea tomada en un momento de desesperación e irracionalidad: las desgarraría, una por una, les quitaría el barco, no llegarían lejos en botes tan pequeños, no la mayoría de ellos, no... la mayoría moriría en alta mar.
Pero me detuve al bajar la mirada y ver a esos tres peleando. Chef me había comentado la realidad, había derribado muchos, sí, pero la mayoría de las fuerzas de El Kraken todas habían tomados botes pequeños para abordar La Liebre, por la simple razón de que sería impensable. Si Slaven y sus hombres eran cautelosos en guardar recursos la cantidad los sobrecogería y terminarían abordados.
Si no eran cautelosos y gastaban lo que les restaba para eliminar a los primeros, estaban todos los demás atrás. Aaron había movido, y había movido para tenerlos a todos en jaque. Vi al frente y las decenas de barcos cerrando distancia sobre La Liebre, algunos hombres incluso ya estaban subiendo, y la batalla arriba indicaba que unos pocos ya habían pisado la cubierta. Ser un elfo aquí me ayudaba, aunque usualmente me desagradaba tener buena vista. Con la creciente debilidad de Albert, también se debilitaba su tormenta, dejándome ver más. La claridad de vista se tradujo en claridad de mente por unos momentos.
Si esto había empezado por un salvoconducto, podía terminar por uno también. Esta noche fue la segunda vez que abordaba un barco con Tatsuya.
También sería la tercera, y con suerte, la última.
—¡TATSUYA! ¡No lo mates! —grité, esperando que pudiese oírme sobre todo el quilombo y la lluvia—. ¡Vamos a usarlo! —dije, apuntando al frente mientras veía abajo.
«Ew» volteé a un lado cuando le vi la cara a Tatsuya, en una mezcla de asco y pena. Más lo segundo, algo así como un 40-60.
—Sí, lo recuerdo. Necesito... necesito un descanso, ¿esto de las oraciones? Tengo mis dudas, porque yo soy el que se agota por curar, no veo a los dioses agotándose, y si no, qué lástima de dioses.
—Deja de quejarte Anders, por amor al mar, llevas todo el día quejándote.
Abrí los brazos, como para señalizar la situación.
—Ok, buen punto. ¿Oroshi dice qué abordaron un barco? ¿Cómo? ¿Para qué?
Larga historia, pero la subida fue suficiente camino para contarla, por encima. Quizás saltándome las partes de que Tatsuya era un prófugo, y puede que yo también. Era una forma.. lista de subir, pero la detestaba, tenía que concentrarme en mantener la constitución a lo largo de toda la subida o podíamos caer bien abajo.
Porque eso era justo lo que necesitaba, más presión. Ni siquiera iba a mencionar que sentía que iba a perder la maldita nariz, pero creo que ya había dejado ir la última comida hace rato.
Las cosas estaban más tranquilas de lo que podría esperar. Vi a Tatsuya deslizarse cuidadosamente y le hice una seña, por su respuesta, no estaba tranquila nada más. No había nadie.Tragué saliva y caminé lentamente, aprovechando de recubrirme del golem; triste que yo fuese el que tuviese más 'armadura' en esta stiuación.
—¡Ah! —retrocedí un par de pasos al ver algo caer frente a mí. Vi a la distancia, en busca de un barco disparando, no había forma, los navíos grandes eran este y la Liebr- ¿Chef...? Vi arriba, y observé un dragón.
Albert.
Atendí a la petición de Tatsuya y me moví hacia la tortuga, confiando en que Bjorn y Tatsuya pudiesen hacerse cargo del dragón. Chef intentó hablar, pero lo interrumpí, poniendo las manos sobre su cuello. No tenía que decirlo tampoco, comprendia a lo que iba a ir la tortuga. Si este navío estaba vacío...
—Aa...ron... —tosió débilmente—... aborda la Liebre...
—No hables —interrumpí—. Esto... esto es-
La tortuga pestañeó una vez. Echó la cabeza atrás, y cerró serenamente los ojos.
—...No te preocupes.
—¿¡Cómo qué no!?
Presioné las manos más, viendo la momentanea rabia de la aceptación de la tortuga pasar a desesperación, y luego, impotencia. La herida era demasiado grande, «mierda, mierda, ¡mierda!» ¿Por qué no cerraba? «¿¡Por qué. No. Cierras!?»
El débil brillo blanco que emitían mis manos se vio sobrecogido por el rojo sangre que abandonaba el cuello de Chef. Algunas lágrimas recorrieron mis mejillas, pero no me enteraría por la lluvia. Vi hacia el dragón, turbio, y dejé de respirar al mismo tiempo que la tortuga.
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—Vienen con señuelos —dijo, sonriendo con los dientes apretados—. Nos hacen gastar munición en barcas con un hombre o dos con siluetas que hacen parecer que hay más para que gastásemos todo. Les cubre la marea y el viento, que como cae hacia nosotros impide nuestra vista, y junto al hecho que es de noche... Le daré crédito, sabe trabajar…
—Rasim.
—Calla, Reloj. Ya sé. Ya… sé…
—… —no respondió nada, limitándose a verlo de reojo. Intercambio mirada con Slaven un momento, y vio al frente.
El tigre frunció el ceño, visualizando el primero gracias a su privilegiada vista nocturna, a barcas donde de hecho, si se acercaban hombres. El resto los fue viendo también a medida que se acercaban, y al final de todos, se divisó mejor la enorme sombra que suponía la nave madre de la flota.
—A este punto es inevitable... ¡Hombres, preparen sus armas! ¡Ballestero-AGH… cierto.
Sirena había dicho que ya no tenían nada. Todos entendieron la situación, con más fiereza al ver que el “cañonero” del barco se había retirado. Sin las bolas de fuego de Jack, se habían quedado sin proyectiles con gran validez a distancia. Les quedaban flechas normales, pero las flechas normales podían ser detenidas por los escudos que portaban aquellos que remaban los barcos en sus espaldas, y los que iban de pie al frente, escudos en alto para detenerlas.
—Más te vale no intentar nada raro, o no será Aaron quien te mate —dijo, dándose vuelta. Rasim lo vio mientras Reloj se apresuraba a buscar cosas para preparar su defensa.
Slaven gritaba órdenes y pedía números, considerando incluso en la posibilidad de tomar algunos de los barriles donde levaban comida y simplemente dejarlos caer sobre la cabeza de los hombres mientras intentaban subir el barco, pero de poco serviría sobrevivir la pelea y luego estar demasiado débiles en altamar, para morir de todas maneras. Se podría llegar al lugar más cercano, seguro… pero hacer una parada en Isla Tortuga para tomar provisiones sonaba como un chiste especialmente agrio en estos momentos.
Una voz se alzó sobre la tormenta llamando no a Slaven, sino a la misma Liebre Marina. Varios en la embarcación se congelaron, y todos voltearon a ver hacia afuera. Todos esperaban que Aaron estuviese en el barco principal, pero no.
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El Kraken se había satisfecho con un barco relativamente pequeño. Era impensable que un capitán se arriesgase de esa manera, poniendose en una posición inferior, y aún así, había inundado de un leve pánico la cubierta de La Liebre. Algunos hombres se quejaron del brillo sobrenatural de sus ojos, otros, de que tenía más armadura de lo que ellos podrían soñar jamás con comprarse. Otros gritaron "vampiro" al ver un humo negro procediendo de su cuerpo.
—¡Quietos! ¡No se dejen llevar, ya nos engañó una vez! Aaron es un humano, es de carne y hueso, sin ninguna magia corriendo en sus venas, sin embargo...
—¡Hay brujos en su tripulación! ¡Acaben con ellos!
El marinero que gritó esas palabras las acompañó con una flecha. Slaven pensó en interponerse, pero al menos ahora era seguro de que estaban atacando a un buen grueso de sus fuerzas. No serviría de nada intentar advertir sobre lo trucos de Aaron, porque ni él mismo estaba seguro de que tenía bajo la manga esta vez. Tampoco es que fuese mala idea eliminar a los usuarios de magia, traían versatilidad y problemas a la mesa, el metal, no es que no lo hiciera, pero este no valía demasiado a la distancia.
Rasim esperaba, que fuese el salvoconducto. Daba igual si ahora estaba quemado, agotado, herido. Daba igual si llegaba a morir en los próximos minutos. Puede que le hubiese fallado a todos, pero nunca le fallaría a Ulrich. El tigre se retiró al piso inferior del barco, buscándolo, y sintió el pánico que estaría sintiendo el resto al ver a Aaron, cuando no lo halló.
—¿Ulrich? ¿Ulrich? —se dio vuelta, olfateando. Mierda, ¿sin rastro? No… peor. No solo faltaba el suyo, no había ni un olor—. ¡ULRICH!
El pelo del tigre se erizó, y con un gruñido como sólo lo podía dar un hombre bestia, se dio vuelta. Atrapó en su palma un cuchillo que la penetró gustosamente, pero no hizo más que empujar adelante al culpable sin siquiera parecer inmutado, presionando su cuello con su garra libre contra una de las paredes del interior del barco.
—Creí que serías algún imbécil que está enojado conmigo… pero no te conozco —musitó, sus pupilas encogiéndose—. ¿Qué quier—el tigre olfateó una vez, los olores habían vuelto, y el polisonte olía a uno que buscaba—… tú… —apretó más fuerte—. ¿Dónde está Ulrich?
—E-Esper—boqueó por aire—ra. Espera —gimió, en cuanto el tigre aflojó un poco el agarré. Cayó al suelo, débil—. Queremos... queremos lo mismo. Podemos escapar todos juntos de esto. Escapar a Verisar...
—...Acabas de intentar apuñalarme —se limitó a decir.
—¡Fue un reflejo! ¡Podría haber sido cualquiera! —alzó la mirada y Rasim retrocedió un par de pasos, por cautela. Notó que él también tenía un ojo de blanco—. Ulrich, Ulrich... dile, por favor.
—¿Ulrich? —sus orejas se pararon, interesado. Miró a un lado cuando escuchó un paso y vio a Ulrich acercarse. Corrió a él.
Miodrag sonrió por lo bajo. La enfermedad había debilitado su cuerpo demasiado, no podía moverse a gusto, si salía de ahí vivo, tendría que salir siendo inteligente. Usar gente como puente para sus ilusiones, de uno a otro... daba igual lo que sucediese arriba, al final, fuese Slaven, fuese Aaron, o fuesen ambos, todos estarían bajo su control. Justo como lo estaría Rasim cuando viese a su amado a los ojos.
[...]
Escalé el mástil central del barco de El Kraken mientras Tatsuya libraba una furiosa batalla contra Albert, eran dignos de ver, puede que más el primero, era una brisa contra una tormenta en la que Bjorn y Jack también se habían visto atrapados. Me pregunté como el último se las había arreglado para llegar aquí hasta que lo vi haciendo estallar la planta de sus pies para impulsarse por el aire, su control era bruto y claramente no sabía hacerlo con una precisión grande. Pero eso bien le bastaba para ser su propia bola de fuego humana.
Estaba usando al golem para sostenerme, claro, y clavando el hacha tanto como podía para empujarme arriba. A veces, sonaba algún grito de los brujos, o del enano, o del dragón, pero no escuchaba ninguno. No pude salvar a Chef. Gruñí, apretando los dientes al llegar a la cima, con lágrimas todavía corriendo mi cara. O puede que ahora sí, fuese solo la lluvia.
Alcé el hacha, listo para cortar las cuerdas de la vela. Era una idea tomada en un momento de desesperación e irracionalidad: las desgarraría, una por una, les quitaría el barco, no llegarían lejos en botes tan pequeños, no la mayoría de ellos, no... la mayoría moriría en alta mar.
Pero me detuve al bajar la mirada y ver a esos tres peleando. Chef me había comentado la realidad, había derribado muchos, sí, pero la mayoría de las fuerzas de El Kraken todas habían tomados botes pequeños para abordar La Liebre, por la simple razón de que sería impensable. Si Slaven y sus hombres eran cautelosos en guardar recursos la cantidad los sobrecogería y terminarían abordados.
Si no eran cautelosos y gastaban lo que les restaba para eliminar a los primeros, estaban todos los demás atrás. Aaron había movido, y había movido para tenerlos a todos en jaque. Vi al frente y las decenas de barcos cerrando distancia sobre La Liebre, algunos hombres incluso ya estaban subiendo, y la batalla arriba indicaba que unos pocos ya habían pisado la cubierta. Ser un elfo aquí me ayudaba, aunque usualmente me desagradaba tener buena vista. Con la creciente debilidad de Albert, también se debilitaba su tormenta, dejándome ver más. La claridad de vista se tradujo en claridad de mente por unos momentos.
Si esto había empezado por un salvoconducto, podía terminar por uno también. Esta noche fue la segunda vez que abordaba un barco con Tatsuya.
También sería la tercera, y con suerte, la última.
—¡TATSUYA! ¡No lo mates! —grité, esperando que pudiese oírme sobre todo el quilombo y la lluvia—. ¡Vamos a usarlo! —dije, apuntando al frente mientras veía abajo.
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Tiro runa para ver decidir a medias parte de los resultados de la batalla mientras alcanzamos La Liebre.
- Muy mala: Aaron y sus hombres están ganando, con la mayoría de la tripulación de La Liebre deshabilitada o muerta. Slaven casi al borde de la muerte de no ser por Reloj.
- Mala: Algunos hombres de Aaron han caído, pero obviamente está aventajado. Él mismo no ha recibido heridas y ha lastimado moderadamente a Slaven, pero este se mantiene en pie.
- Neutra: Las partes están más o menos igual, hay casi tantos caidos de La Liebre como de Aaron. Slaven está defendiéndose bien, con solo heridas leves.
- Buena: Los de La Liebre estan dando una clase de sobrevivmiento, no están todo vivos, pero han derribado varios hombres más de lo que los de Aaron han derribado de ellos. Aaron comparte heridas leves con Slaven.
- Muy buena: Aaron tiene una herida moderada, Slaven ligeras. Por el momento los de La Liebre se siente el lado que va ganando.
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
El miembro 'Anders' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Para cuando imbuyó el filo de su espada con magia de viento(1), solo restaban ascuas sobre las raídas alas del dragón. No obstante, su esfuerzo por extinguir las llamas le habría costado una buena parte de su energía y, en consecuencia, escampaba en el panorama. La bestia sacudió sus alas y levitó a escasos centímetros del suelo, mas el brujo se deslizó sobre la cubierta y arremetió contra su ala derecha con un tajo horizontal, llevándolo de vuelta al suelo.
El retintineo al chocar la espada y las garras hizo eco entre los estragos de la tormenta. Pese a su tamaño, la bestia era hábil en evadir las fintas del brujo y contraatacar. Cada vez que se encontraban los aceros, el filo de Rompejuramentos se abría paso entre sus escamas, debilitando los tendones más superficiales de sus miembros.
Tatsuya evadió el zarpazo de su adversario con una media vuelta y olvidó completamente que los dragones tienen cola; ya tendría el culo en el suelo antes de advertir el barrido bajo sus talones. Cuando la bestia abrió el morro a pocos centímetros de su cara, pudo examinar de cerca los colmillos que decoraban sus fauces y percibir su pestilente aliento. No tuvo reparo en alzar la espada y enterrarla en su lengua, casi de forma instintiva. Como si aquello fuera un malvadisco, Albert trituró el acero con la mandíbula y escupió los restos al mar, dejando al brujo con nada más que un trozo de acero de punta roma.
A sus espaldas, Jack se impulsó como un cañón y canalizó el éter sobre su puño derecho, convirtiéndolo en un orbe de fuego, que golpearía inclementemente la nuca de la bestia. Tatsuya se valió de los restos de su espada y gritó vehementemente, apuñalándole el ojo sano repetidas veces. Forcejearon por varios segundos, hasta que Albert cayó.
—Si el bastardo sangra, puede morir. — comentó entre jadeos.
—Aún respira. ¿Quieres que haga los honores por ti? — respondió, preparando un segundo proyectil.
En ese momento, la voz del barrepisos les opacó desde el mástil, pidiéndoles que no lo mataran. El brujo, casi a punto de rematarle, arqueó una ceja y se mantuvo a la ofensiva por algunos segundos, hasta que arrojó el arma al mar. Ahora con su atención sobre el muchacho, no pudo evitar notar su mirada melancólica, y las diminutas lágrimas que escurrían por sus mejillas. Supuso que las heridas de Chef eran demasiado graves, incluso para la magia élfica.
—Tienes mi atención, genio.
(1) Uso de habilidad "Filo de Suou"
El retintineo al chocar la espada y las garras hizo eco entre los estragos de la tormenta. Pese a su tamaño, la bestia era hábil en evadir las fintas del brujo y contraatacar. Cada vez que se encontraban los aceros, el filo de Rompejuramentos se abría paso entre sus escamas, debilitando los tendones más superficiales de sus miembros.
Tatsuya evadió el zarpazo de su adversario con una media vuelta y olvidó completamente que los dragones tienen cola; ya tendría el culo en el suelo antes de advertir el barrido bajo sus talones. Cuando la bestia abrió el morro a pocos centímetros de su cara, pudo examinar de cerca los colmillos que decoraban sus fauces y percibir su pestilente aliento. No tuvo reparo en alzar la espada y enterrarla en su lengua, casi de forma instintiva. Como si aquello fuera un malvadisco, Albert trituró el acero con la mandíbula y escupió los restos al mar, dejando al brujo con nada más que un trozo de acero de punta roma.
A sus espaldas, Jack se impulsó como un cañón y canalizó el éter sobre su puño derecho, convirtiéndolo en un orbe de fuego, que golpearía inclementemente la nuca de la bestia. Tatsuya se valió de los restos de su espada y gritó vehementemente, apuñalándole el ojo sano repetidas veces. Forcejearon por varios segundos, hasta que Albert cayó.
—Si el bastardo sangra, puede morir. — comentó entre jadeos.
—Aún respira. ¿Quieres que haga los honores por ti? — respondió, preparando un segundo proyectil.
En ese momento, la voz del barrepisos les opacó desde el mástil, pidiéndoles que no lo mataran. El brujo, casi a punto de rematarle, arqueó una ceja y se mantuvo a la ofensiva por algunos segundos, hasta que arrojó el arma al mar. Ahora con su atención sobre el muchacho, no pudo evitar notar su mirada melancólica, y las diminutas lágrimas que escurrían por sus mejillas. Supuso que las heridas de Chef eran demasiado graves, incluso para la magia élfica.
—Tienes mi atención, genio.
___________________
—Capitán... puedo verlos. — afirmó el grumete con una voz apagada.
Cientos de cosas podían estar pasando por la cabeza de Jorunn Slaven al unísono: la terrible pandemia que asolaba al navío, la traición de Rasim, la invasión de Aaron... pero lo único que tenía lugar en su cabeza era la historia del joven sobre sus brazos: un humilde campesino que perdió el rumbo de su vida tras la muerte de su padre. Con su madre enferma y el entrenamiento militar de un mozo de cuadra, no había quien protegiera los sembradíos, ni mucho menos quien supiera cómo plantarlos. La necesidad lo llevó a los pies de Slaven, suplicando piedad, luego de fracasar en asaltar su caravana.
En ese instante de reflexión, su pregunta fue: "¿realmente fui piadoso al permitirle unirse a la tripulación?"
—Lo sé. Están por todas partes, pero los mantenemos a raya. Resulta que esos bastardos no son tan temibles como dicen. — desvió su mirada hacia Reloj, tratando de encontrar alguna expresión en su rostro que le afirmara que aquél muchacho saldría con vida. — Te pondrás bien.
Por lo general, poco ruido hacen las palabras cuando se tienen de frente los hechos. En este caso, el hecho es que una rastrera puñalada le había atravesado la arteria axilar y la mayor parte del plexo braquial. En consecuencia, el joven no sentía dolor y trataba de hacer hincapié en eso para creer en el discurso de Slaven, pero sus párpados pesaban, y sus padres le acariciaban los cabellos.
—Está muerto. — declaró al bajarle los párpados
—¿Cuál era su nombre?
—Alan.
—Si esto acaba y estoy muerto para entonces, no lo cremes. Entiérralo en alguna pradera. El mar no tuvo piedad con él.
Una cosa fue cierta en su discurso: la tripulación se las arreglaba para sobrevivir. En vista de la escasez de municiones y la superioridad numérica de El Kraken, los hombres de Slaven se atrincheraron en los angostos pasillos de los dormitorios, improvisando barricadas con las literas. Puesto que solo se podía entrar desde la escotilla de la cubierta, el enemigo no tenía más opción que adentrarse en este corredor de la muerte, uno detrás de otro, para ser atravesados por lanzas y flechas. De esta forma, haría valer a cada uno de sus hombres por diez, temporalmente.
—Ten. — depositó un silbato sobre las manos del autómata, que no tuvo reparo en advertir el líquido carmesí que brotaba bajo su manga — Cuando esos bastardos derriben las primeras barricadas, hazlo sonar. Le ordené al gnomo que se escondiera en la punta de mesana y la hiciera caer al escuchar la señal.
—Entiendo, pero déjame tratar esa herida primero. — intentó descubrir la fuente de la hemorragia, pero Slaven apartó la mano y retrocedió.
—Entiendo tu preocupación, mas no nos queda mucho tiempo. Debo encontrar a Rasim. — sentenció antes de darle la espalda — Te prohibo morir.
Cientos de cosas podían estar pasando por la cabeza de Jorunn Slaven al unísono: la terrible pandemia que asolaba al navío, la traición de Rasim, la invasión de Aaron... pero lo único que tenía lugar en su cabeza era la historia del joven sobre sus brazos: un humilde campesino que perdió el rumbo de su vida tras la muerte de su padre. Con su madre enferma y el entrenamiento militar de un mozo de cuadra, no había quien protegiera los sembradíos, ni mucho menos quien supiera cómo plantarlos. La necesidad lo llevó a los pies de Slaven, suplicando piedad, luego de fracasar en asaltar su caravana.
En ese instante de reflexión, su pregunta fue: "¿realmente fui piadoso al permitirle unirse a la tripulación?"
—Lo sé. Están por todas partes, pero los mantenemos a raya. Resulta que esos bastardos no son tan temibles como dicen. — desvió su mirada hacia Reloj, tratando de encontrar alguna expresión en su rostro que le afirmara que aquél muchacho saldría con vida. — Te pondrás bien.
Por lo general, poco ruido hacen las palabras cuando se tienen de frente los hechos. En este caso, el hecho es que una rastrera puñalada le había atravesado la arteria axilar y la mayor parte del plexo braquial. En consecuencia, el joven no sentía dolor y trataba de hacer hincapié en eso para creer en el discurso de Slaven, pero sus párpados pesaban, y sus padres le acariciaban los cabellos.
—Está muerto. — declaró al bajarle los párpados
—¿Cuál era su nombre?
—Alan.
—Si esto acaba y estoy muerto para entonces, no lo cremes. Entiérralo en alguna pradera. El mar no tuvo piedad con él.
Una cosa fue cierta en su discurso: la tripulación se las arreglaba para sobrevivir. En vista de la escasez de municiones y la superioridad numérica de El Kraken, los hombres de Slaven se atrincheraron en los angostos pasillos de los dormitorios, improvisando barricadas con las literas. Puesto que solo se podía entrar desde la escotilla de la cubierta, el enemigo no tenía más opción que adentrarse en este corredor de la muerte, uno detrás de otro, para ser atravesados por lanzas y flechas. De esta forma, haría valer a cada uno de sus hombres por diez, temporalmente.
—Ten. — depositó un silbato sobre las manos del autómata, que no tuvo reparo en advertir el líquido carmesí que brotaba bajo su manga — Cuando esos bastardos derriben las primeras barricadas, hazlo sonar. Le ordené al gnomo que se escondiera en la punta de mesana y la hiciera caer al escuchar la señal.
—Entiendo, pero déjame tratar esa herida primero. — intentó descubrir la fuente de la hemorragia, pero Slaven apartó la mano y retrocedió.
—Entiendo tu preocupación, mas no nos queda mucho tiempo. Debo encontrar a Rasim. — sentenció antes de darle la espalda — Te prohibo morir.
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Según las últimas palabras de Chef, Aaron ya había invadido a La Liebre, y con ello sus esfuerzos quedaban en vano, dejándolos lejos del campo de batalla, casi sin energías y con un dragón moribundo como rehén. Por muy legendario que fuera Slaven, no sobreviviría a aquél asalto... al menos no sin un milagro.
Un milagro, eso es lo que iban a hacer.
Anders traía entre manos un plan sumamente arriesgado que, si no diezmaba a las fuerzas enemigas, lo dejaría tanto a él como al brujo como una pulpa irreconocible mezclada con agua de mar. En cualquier caso, era preferible a huir y arriesgarse a ser capturados.
—Despierta, bastardo. — se posó frente al orbe rojizo de Albert — No tenemos por qué ser enemigos si compartimos intereses en común: nosotros queremos llegar a la Liebre, y tú no quieres que Jack haga una parrilla con tu culo escamoso. ¿Qué dices? ¿Nos echas una mano?
La pupila de la bestia se encogió y de sus fauces se escapó un estruendoso rugido. En concordancia, Tatsuya se volvió hacia Jack y asintió, dándole permiso de rostizar su retaguardia.
—Detente. — instó tras disfrutar por breves segundos los quejidos del monstruo — Créeme, te detesto tanto como tú me detestas a mí, pero ahora mismo valoro otras cosas mucho más que mi orgullo. ¿Qué hay de ti? ¿Puede tan siquiera un pirata tener algo de orgullo? — su contrario calló y se limitó a mirarlo con cierto recelo — El trato es sencillo: combinando mi viento con tu tormenta, nos impulsaremos en dirección a La Liebre, y nos lanzaremos a una muerte segura. Momentos antes de estrellarnos, te liberaremos y podrás olvidarte de esta vida de mierda y empezar de nuevo. ¿Qué dices?
Albert asintió ligeramente y las olas comenzaron a golpear la popa, mientras el brujo hacía lo mismo con los vientos. En cuestión de segundos, la nave alcanzaba una velocidad vertiginosa. En el mismo instante, Jack arrojaba proyectiles de fuego en todas las direcciones, convirtiendo la mitad delantera del barco en una antorcha gigante.
—Viejo, esta mierda es casi poética.
Un milagro, eso es lo que iban a hacer.
Anders traía entre manos un plan sumamente arriesgado que, si no diezmaba a las fuerzas enemigas, lo dejaría tanto a él como al brujo como una pulpa irreconocible mezclada con agua de mar. En cualquier caso, era preferible a huir y arriesgarse a ser capturados.
—Despierta, bastardo. — se posó frente al orbe rojizo de Albert — No tenemos por qué ser enemigos si compartimos intereses en común: nosotros queremos llegar a la Liebre, y tú no quieres que Jack haga una parrilla con tu culo escamoso. ¿Qué dices? ¿Nos echas una mano?
La pupila de la bestia se encogió y de sus fauces se escapó un estruendoso rugido. En concordancia, Tatsuya se volvió hacia Jack y asintió, dándole permiso de rostizar su retaguardia.
—Detente. — instó tras disfrutar por breves segundos los quejidos del monstruo — Créeme, te detesto tanto como tú me detestas a mí, pero ahora mismo valoro otras cosas mucho más que mi orgullo. ¿Qué hay de ti? ¿Puede tan siquiera un pirata tener algo de orgullo? — su contrario calló y se limitó a mirarlo con cierto recelo — El trato es sencillo: combinando mi viento con tu tormenta, nos impulsaremos en dirección a La Liebre, y nos lanzaremos a una muerte segura. Momentos antes de estrellarnos, te liberaremos y podrás olvidarte de esta vida de mierda y empezar de nuevo. ¿Qué dices?
Albert asintió ligeramente y las olas comenzaron a golpear la popa, mientras el brujo hacía lo mismo con los vientos. En cuestión de segundos, la nave alcanzaba una velocidad vertiginosa. En el mismo instante, Jack arrojaba proyectiles de fuego en todas las direcciones, convirtiendo la mitad delantera del barco en una antorcha gigante.
—Viejo, esta mierda es casi poética.
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(1) Uso de habilidad "Filo de Suou"
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
—Cesen el asalto —dijo Aaron, recostado del mástil central del barco, varios de sus hombres voltearon a verlo, confusos. Su capitán jamás había mostrado piedad en alguna cosa, si podía matar gente de Slaven matando a los suyos propios, entonces no estaba “gastando gente.”
La sonrisa que se formó en su rostro decía que efectivamente no tendría ninguna.
—¿¡Se esconderán por siempre, cobardes!? —gritó, separándose del palo y abriendo los brazos, invitando a los hombres que no estaban a atacarlo—. ¡Inténtelo! Hombres. Aseguren las provisiones, tomen el nivel más bajo de esta porquería de barco, y cuando las gallinas estén muriendo de hambre… vendrán a mí…
En ese mismo instante una cabeza cayó al suelo, llamando la atención del aquel monstruo marino y los suyos. Slaven acababa de abandonar una de las trincheras. Varios hombres de Aaron alzaron sus armas, pero el hombre llamó porque las bajasen. Estaba confidente de que podía derrotar a Jorunn ahí y ahora en el segundo round: a más rotos y con menos moral quedase la tripulación de La Liebre, más rápida sería su transición a mentalidad de esclavos.
Y si no resultaba rival para él, siempre podía decirle a sus arqueros que acabasen con él. Nada de eso era un asunto de honor, de todas maneras.
Las lenguas naranjas consumiendo el frente del barco me susurraban junto a toda esa brisa golpeándome la cara que quizá empujar una embarcación prendida en fuego en proa para estrellarla contra otra y empujar las pequeñas fuera del camino no había sido el mejor de mis planes.
Pero no era como si pudiésemos apagar la proa a estas alturas.
Vi el cuerpo de Chef para recordarme porque estaba haciendo esto. “Haciendo”. El trabajo lo estaban realizando los brujos y el dragón, el último obligado por los primeros, porque a mí parecer había aceptado más para poder morir tranquilo que morir con algo quemándole el culo. Tomé aire, observando a Jack y Tatsuya. Hacían buena pareja: el calor de las llamas de Jack ayudaba a empujar la brisa de Tatsuya para que no hiciera todo el trabajo solo y se cansase, y la brisa avivaba a su vez las llamas de Jack.
Verlos hacia que la arcilla se me antojase levemente inútil. Centré la vista al frente y apreté una manta que había recogido de un camarote al bajar, antes de volver a subir el mástil. Me giré hacia Jack, Bjorn y Tatsuya.
—…Espero que sobrevivan.
Jack estuvo a punto de decir algo, seguramente de naturaleza sardónica o cínica. No tuvo tiempo. Salté.
Y el Kraken chocó contra La Liebre en ese instante. En el aire extendí la manta, expandiendo el golem desde mis pies como un muro. Contaba con que el sacaría de balance a todo maldito arquero en la cubierta de La Liebre—o más bien, a toda persona en La Liebre, de forma que pudiésemos aterrizar.
No significaba que me arriesgaría a que me matasen antes de llegar al suelo.
Claro que bien podía morir apenas llegase. No espere el choque de la brisa al saltar y se me corrió un poco una esquina de la manta, desviándome de mi trayectoria original. Eso, junto al peso extra de la arcilla al frente y abajo de mi cuerpo no me dejaban como el semielfo más aerodinámico de Aerandir. Estaba cayendo rápido, iba a dolerme.
Pero les dolería más a ellos.
Deje ir la manta cuando apenas faltaban unos cuatro metros, terminando de recubrir mi cuerpo de arcilla por donde alcanzaba, aplastando a tres malditos de Aaron nada más llegar. No hubo tiempo a que nadie reaccionase, la mayoría estaban en el suelo, yo estaba en el suelo. Vi a los ojos a uno de los hombres de Aaron, volviendo arriba apoyado en su espada.
Sin embargo; Jack venía.
—¡Hijo de perra! —exclamó descendiendo violentamente como un misil sobre el hombre. Su impacto fue algo más violento que el mío propio, incluso, deslizándose por la cubierta rodando. Provoco llamas de uno solo de sus pies, girando para levantarse—. ¡No puedes distraer a las personas justo antes de chocar!
…Entonces el “hijo de perra” me lo había dicho a mí…
El Kraken había impactado el estribor de La Liebre, así que ese lado estaba en buena parte destrozado. La cubierta y el nivel de abajo correspondiendo a los camarotes agarrarían fuego pronto, y más con Jack aquí arriba. Por la forma curva de los barcos la bodega estando más abajo no agarraría llamas inmediatamente, pero era cuestión de tiempo. Bjorn cayó mucho más amablemente y no exactamente al centro de la cubierta sino a proa, que estaba más alta al hacer de techo para la habitación del capitán y el comedor. Desenvainó su espada, raudo, y corrió matando un par de hombres de Aaron.
Este último tenía una gota de sudor en la frente. La sorpresa se borró de su cara, reemplazada por furia. Slaven tenía cara de no entender que cojones pasaba, así que ambos hablaron al mismo tiempo:
—¡Mátenlos!
—¿¡Siguen vivos!?
—¿¡Algún problema!?
—¡Bjorn, diles a todos!
La cubierta era caos. Apenas me puse de pie salté sobre Aaron intentando darle un hachazo, pero resbalé antes de llegar a él porque el lugar estaba mojado. Un gruñido de dolor me aviso que no falle del todo; pero podía darme. No lo hizo. Me recubrí del golem bañándome de espinas antes de sentir algo empujándome al lado, alguien había sido atravesado por correr sobre una.
Choqué contra un extremo del barco y extendí más la capa de arcilla, haciendo más espinas para comprarme tiempo de levantarme, al costo de no poder ver al otro lado. Era un costo pequeño, desde que caí, sabía que no podría ver demasiado, como el no haber visto quién impidió que Aaron me apuñalase al resbalar. Slaven, Jack, o Tatsuya. Daba igual quién o cómo.
Lo mataríamos, a él y a los suyos en todo el caos, mientras asegurábamos el escape.
Bjorn corrió escotilla abajo, encontrándose con la desagradable sorpresa de que una lanza casi le atravesé la pierna. Solo cortó, fue profundo, pero no había tocado un tendón. El hombrecillo se quejó y tiró unas cuatro maldiciones que bastó para que lo reconocieran.
—¿¡Bjorn!? ¿¡Q-
—¡Pedazo d- ¡No hay tiempo! ¡Todos! ¡A la bodega, tenemos qué asegurar comida!
—¿¡Q-Q —balbuceó—. ¿¡Qué pasa!?
—¡Dije qué no hay tiempo, si quieren vivir muevan el culo, ya ya ya!
No es que en los pasillos de los dormitorios ya no hubiese caos con eso de que parte de las malditas paredes se habían hundido tras el impacto y que nadie supiese lo que pasaba arriba, pero el hecho de que Bjorn siguiera vivo y hubiese vuelto con lo que había salido a hacer indicaba que, sucediese lo que sucediese, para ellos parecía ser bueno.
Varios hombres corrieron automáticamente abajo con el, aunque Bjorn tuvo que parar luego de solo unos pasos, algunos hicieron el amago de detenerse, pero gritó que siguieran. Reloj se acercó a él.
—Bjorn.
—¡No bajen todos, algunos suban! ¡Están peleando contra Aaron y sus ho-
—Bjorn —repitió, agachándose, con una mano brillando del calor. No entendía bien que pasaba, pero había oído suficiente—. ¡Ya lo oyeron, pasamos a la ofensiva, suban!
El enano chilló como un cerdo y apretó los dientes, era mejor que desangrarse. Jaló a Reloj de la camisa, apretando los dientes, dejando ir pequeños gritos. Cuando el Bio separó la mano, tomó aire, llorando.
—Lo-Los... los... ¡los barcos pequeños en los qué llegaron! ¡Debemos agarrar los barcos, los usaremos para huir...!
Reloj abrió un poco los ojos y vio a algunos tripulantes que no se habían movido por lo rápido que estaba sucediendo todo, pero las piezas se juntaron en la camisa del Bio. Así que era eso. Reloj abrió su otra mano y se lo llevó a la boca.
Había sonado el silbato.
Jack reía como lo haría un maniático, disfrutando demasiado el asunto. Se disparaba con fuego de sus pies atrás y respondía con bolas de fuego abajo, dándole bien o a piratas o al suelo, generando más llamas, más llamas que luego podía mover y usar para arrinconar gente y acabarla. En cualquier otra situación era estúpido porque eso sería a costa del barco. Igual lo sacrificaríamos.
Yo ni siquiera había tenido tiempo de sorprenderme, la puta mesana acababa de caer, aplastando a varios desafortunados. Slaven y otros tripulantes de La Liebre que subían carrera arriba lograron evitarla como si supieran que iba a pasar. Yo la evité porque no me extrañó en ningún momento la idea que los mástiles cayeran.
Portaba la arcilla sobre el área superior del cuerpo y en piel, endurecido en toda área que no necesitase flexión o movimiento como los codos u hombros para hacer una cota de malla algo sobre glorificada, diría que mejor, era menos resistente que acero real, pero cubría también mis brazos. Me había ahorrado ya unos seis cortes, igual los sufría, pero resultaban leves en comparación a lo que me producirían de otra manera. Había tirado ya unos cuatro hombres al suelo: nadie se esperaba un contraataque de un tipo al que le habías dado un espadazo por la espalda, pero pronto no podía contar con el truco de que no viesen que tenía la piel protegida por roca. Mi túnica estaba reducida a harapos luego de tantos cortes.
Aaron se las veía contra Slaven, las cosas no lucían bien para el último: Aaron tenía alguna mierda en su espada, cada vez que daba un tajo o la movía quedaban sombras atrás, impidiendo la vista del oponente. ¿Encantamiento? ¿Era brujo él mismo? ¿Alguien estaba haciendo eso con ilusiones? ¿Vampiro de sombras?
—¡Tatsuya! —llamé la atención del brujo, sin en realidad verlo o saber donde mierda estaba—. ¡Vamos por el maldito!
Era una cosa de lógica: si Slaven le había pateado el culo a Tatsuya, quién me podía patear el culo a mí, entonces Aaron podía patearnos el culo a amb…
No- así no funcionaban los números.
El viento en la espada de Tatsuya. No actuaría bien contra eso. Lancé el hacha hacia Aaron, quien sonriente se salió del camino del arma dejándola impactada contra una pared. Habría significado que estaba desarmado —porque ni de coña iba a usar al golem de arma cuando apreciaba tanto que no me añadieran cicatrices a mi ya extensa lista— pero, una cubierta llena de muertos era una cubierta llena de armas, y las hachas siempre habían sido más baratas y sencillas de hacer que las espadas.
Tomé un par cualquiera en mi carrera y salté sobre Aaron, intentando arrancarle la cabeza del cuerpo. Se hizo a un lado ágil e inteligente, dejando a Slaven posicionado entre mi y su persona, pero no tendría chance de hacer nada, no cuando teníamos apoyo del brujo. Calculé un espacio y momento en que no diese a Tatsuya y volví a lanzar otra hacha, desclavando de la pared la que ya había lanzado y volviendo a cargar por él.
No importaba cuantas veces se quitase a uno de encima, el otro volvería por él. Di un par de hachazos buscando su cuello, removiendo tajos de su barba y parte del cabello arriba. Al llegar a fallar un corte descendiente baje la cabeza, no para evitar que él me volase la misma, era para que no lo hiciera Tatsuya.
El hacha había parado a cortar medio antebrazo de un tipo que estaba muerto en el suelo. Al escuchar metal chocando contra metal y ver los pies del brujo y el capitán avanzando, siendo lo único que podría ver con la cabeza gacha, moví el hacha a un lado, separando el miembro segado del cadáver, antes de batearlo con la otra por el suelo. El medio antebrazo se deslizó, chocando contra un pie de Aaron e interrumpiendo la ya complicada proeza de no perder el balance en una cubierta llena de sangre y agua.
Una de sus rodillas impactó el suelo y aunque la umbra de su espada en ese momento hubiese oscurecido su cuerpo, tenía al brujo encima. Cuanto el viento del sable empujo la sombras al lado y vi a mi blanco el movimiento fue instintivo.
Un latido después la muñeca de Aaron ya no estaba pegada a su cuerpo. Sólo quedaba una cosa por hacer.
—¡ACÁBALO!
La sonrisa que se formó en su rostro decía que efectivamente no tendría ninguna.
—¿¡Se esconderán por siempre, cobardes!? —gritó, separándose del palo y abriendo los brazos, invitando a los hombres que no estaban a atacarlo—. ¡Inténtelo! Hombres. Aseguren las provisiones, tomen el nivel más bajo de esta porquería de barco, y cuando las gallinas estén muriendo de hambre… vendrán a mí…
En ese mismo instante una cabeza cayó al suelo, llamando la atención del aquel monstruo marino y los suyos. Slaven acababa de abandonar una de las trincheras. Varios hombres de Aaron alzaron sus armas, pero el hombre llamó porque las bajasen. Estaba confidente de que podía derrotar a Jorunn ahí y ahora en el segundo round: a más rotos y con menos moral quedase la tripulación de La Liebre, más rápida sería su transición a mentalidad de esclavos.
Y si no resultaba rival para él, siempre podía decirle a sus arqueros que acabasen con él. Nada de eso era un asunto de honor, de todas maneras.
[...]
Las lenguas naranjas consumiendo el frente del barco me susurraban junto a toda esa brisa golpeándome la cara que quizá empujar una embarcación prendida en fuego en proa para estrellarla contra otra y empujar las pequeñas fuera del camino no había sido el mejor de mis planes.
Pero no era como si pudiésemos apagar la proa a estas alturas.
Vi el cuerpo de Chef para recordarme porque estaba haciendo esto. “Haciendo”. El trabajo lo estaban realizando los brujos y el dragón, el último obligado por los primeros, porque a mí parecer había aceptado más para poder morir tranquilo que morir con algo quemándole el culo. Tomé aire, observando a Jack y Tatsuya. Hacían buena pareja: el calor de las llamas de Jack ayudaba a empujar la brisa de Tatsuya para que no hiciera todo el trabajo solo y se cansase, y la brisa avivaba a su vez las llamas de Jack.
Verlos hacia que la arcilla se me antojase levemente inútil. Centré la vista al frente y apreté una manta que había recogido de un camarote al bajar, antes de volver a subir el mástil. Me giré hacia Jack, Bjorn y Tatsuya.
—…Espero que sobrevivan.
Jack estuvo a punto de decir algo, seguramente de naturaleza sardónica o cínica. No tuvo tiempo. Salté.
Y el Kraken chocó contra La Liebre en ese instante. En el aire extendí la manta, expandiendo el golem desde mis pies como un muro. Contaba con que el sacaría de balance a todo maldito arquero en la cubierta de La Liebre—o más bien, a toda persona en La Liebre, de forma que pudiésemos aterrizar.
No significaba que me arriesgaría a que me matasen antes de llegar al suelo.
Claro que bien podía morir apenas llegase. No espere el choque de la brisa al saltar y se me corrió un poco una esquina de la manta, desviándome de mi trayectoria original. Eso, junto al peso extra de la arcilla al frente y abajo de mi cuerpo no me dejaban como el semielfo más aerodinámico de Aerandir. Estaba cayendo rápido, iba a dolerme.
Pero les dolería más a ellos.
Deje ir la manta cuando apenas faltaban unos cuatro metros, terminando de recubrir mi cuerpo de arcilla por donde alcanzaba, aplastando a tres malditos de Aaron nada más llegar. No hubo tiempo a que nadie reaccionase, la mayoría estaban en el suelo, yo estaba en el suelo. Vi a los ojos a uno de los hombres de Aaron, volviendo arriba apoyado en su espada.
Sin embargo; Jack venía.
—¡Hijo de perra! —exclamó descendiendo violentamente como un misil sobre el hombre. Su impacto fue algo más violento que el mío propio, incluso, deslizándose por la cubierta rodando. Provoco llamas de uno solo de sus pies, girando para levantarse—. ¡No puedes distraer a las personas justo antes de chocar!
…Entonces el “hijo de perra” me lo había dicho a mí…
El Kraken había impactado el estribor de La Liebre, así que ese lado estaba en buena parte destrozado. La cubierta y el nivel de abajo correspondiendo a los camarotes agarrarían fuego pronto, y más con Jack aquí arriba. Por la forma curva de los barcos la bodega estando más abajo no agarraría llamas inmediatamente, pero era cuestión de tiempo. Bjorn cayó mucho más amablemente y no exactamente al centro de la cubierta sino a proa, que estaba más alta al hacer de techo para la habitación del capitán y el comedor. Desenvainó su espada, raudo, y corrió matando un par de hombres de Aaron.
Este último tenía una gota de sudor en la frente. La sorpresa se borró de su cara, reemplazada por furia. Slaven tenía cara de no entender que cojones pasaba, así que ambos hablaron al mismo tiempo:
—¡Mátenlos!
—¿¡Siguen vivos!?
—¿¡Algún problema!?
—¡Bjorn, diles a todos!
La cubierta era caos. Apenas me puse de pie salté sobre Aaron intentando darle un hachazo, pero resbalé antes de llegar a él porque el lugar estaba mojado. Un gruñido de dolor me aviso que no falle del todo; pero podía darme. No lo hizo. Me recubrí del golem bañándome de espinas antes de sentir algo empujándome al lado, alguien había sido atravesado por correr sobre una.
Choqué contra un extremo del barco y extendí más la capa de arcilla, haciendo más espinas para comprarme tiempo de levantarme, al costo de no poder ver al otro lado. Era un costo pequeño, desde que caí, sabía que no podría ver demasiado, como el no haber visto quién impidió que Aaron me apuñalase al resbalar. Slaven, Jack, o Tatsuya. Daba igual quién o cómo.
Lo mataríamos, a él y a los suyos en todo el caos, mientras asegurábamos el escape.
Bjorn corrió escotilla abajo, encontrándose con la desagradable sorpresa de que una lanza casi le atravesé la pierna. Solo cortó, fue profundo, pero no había tocado un tendón. El hombrecillo se quejó y tiró unas cuatro maldiciones que bastó para que lo reconocieran.
—¿¡Bjorn!? ¿¡Q-
—¡Pedazo d- ¡No hay tiempo! ¡Todos! ¡A la bodega, tenemos qué asegurar comida!
—¿¡Q-Q —balbuceó—. ¿¡Qué pasa!?
—¡Dije qué no hay tiempo, si quieren vivir muevan el culo, ya ya ya!
No es que en los pasillos de los dormitorios ya no hubiese caos con eso de que parte de las malditas paredes se habían hundido tras el impacto y que nadie supiese lo que pasaba arriba, pero el hecho de que Bjorn siguiera vivo y hubiese vuelto con lo que había salido a hacer indicaba que, sucediese lo que sucediese, para ellos parecía ser bueno.
Varios hombres corrieron automáticamente abajo con el, aunque Bjorn tuvo que parar luego de solo unos pasos, algunos hicieron el amago de detenerse, pero gritó que siguieran. Reloj se acercó a él.
—Bjorn.
—¡No bajen todos, algunos suban! ¡Están peleando contra Aaron y sus ho-
—Bjorn —repitió, agachándose, con una mano brillando del calor. No entendía bien que pasaba, pero había oído suficiente—. ¡Ya lo oyeron, pasamos a la ofensiva, suban!
El enano chilló como un cerdo y apretó los dientes, era mejor que desangrarse. Jaló a Reloj de la camisa, apretando los dientes, dejando ir pequeños gritos. Cuando el Bio separó la mano, tomó aire, llorando.
—Lo-Los... los... ¡los barcos pequeños en los qué llegaron! ¡Debemos agarrar los barcos, los usaremos para huir...!
Reloj abrió un poco los ojos y vio a algunos tripulantes que no se habían movido por lo rápido que estaba sucediendo todo, pero las piezas se juntaron en la camisa del Bio. Así que era eso. Reloj abrió su otra mano y se lo llevó a la boca.
Había sonado el silbato.
Jack reía como lo haría un maniático, disfrutando demasiado el asunto. Se disparaba con fuego de sus pies atrás y respondía con bolas de fuego abajo, dándole bien o a piratas o al suelo, generando más llamas, más llamas que luego podía mover y usar para arrinconar gente y acabarla. En cualquier otra situación era estúpido porque eso sería a costa del barco. Igual lo sacrificaríamos.
Yo ni siquiera había tenido tiempo de sorprenderme, la puta mesana acababa de caer, aplastando a varios desafortunados. Slaven y otros tripulantes de La Liebre que subían carrera arriba lograron evitarla como si supieran que iba a pasar. Yo la evité porque no me extrañó en ningún momento la idea que los mástiles cayeran.
Portaba la arcilla sobre el área superior del cuerpo y en piel, endurecido en toda área que no necesitase flexión o movimiento como los codos u hombros para hacer una cota de malla algo sobre glorificada, diría que mejor, era menos resistente que acero real, pero cubría también mis brazos. Me había ahorrado ya unos seis cortes, igual los sufría, pero resultaban leves en comparación a lo que me producirían de otra manera. Había tirado ya unos cuatro hombres al suelo: nadie se esperaba un contraataque de un tipo al que le habías dado un espadazo por la espalda, pero pronto no podía contar con el truco de que no viesen que tenía la piel protegida por roca. Mi túnica estaba reducida a harapos luego de tantos cortes.
Aaron se las veía contra Slaven, las cosas no lucían bien para el último: Aaron tenía alguna mierda en su espada, cada vez que daba un tajo o la movía quedaban sombras atrás, impidiendo la vista del oponente. ¿Encantamiento? ¿Era brujo él mismo? ¿Alguien estaba haciendo eso con ilusiones? ¿Vampiro de sombras?
—¡Tatsuya! —llamé la atención del brujo, sin en realidad verlo o saber donde mierda estaba—. ¡Vamos por el maldito!
Era una cosa de lógica: si Slaven le había pateado el culo a Tatsuya, quién me podía patear el culo a mí, entonces Aaron podía patearnos el culo a amb…
No- así no funcionaban los números.
El viento en la espada de Tatsuya. No actuaría bien contra eso. Lancé el hacha hacia Aaron, quien sonriente se salió del camino del arma dejándola impactada contra una pared. Habría significado que estaba desarmado —porque ni de coña iba a usar al golem de arma cuando apreciaba tanto que no me añadieran cicatrices a mi ya extensa lista— pero, una cubierta llena de muertos era una cubierta llena de armas, y las hachas siempre habían sido más baratas y sencillas de hacer que las espadas.
Tomé un par cualquiera en mi carrera y salté sobre Aaron, intentando arrancarle la cabeza del cuerpo. Se hizo a un lado ágil e inteligente, dejando a Slaven posicionado entre mi y su persona, pero no tendría chance de hacer nada, no cuando teníamos apoyo del brujo. Calculé un espacio y momento en que no diese a Tatsuya y volví a lanzar otra hacha, desclavando de la pared la que ya había lanzado y volviendo a cargar por él.
No importaba cuantas veces se quitase a uno de encima, el otro volvería por él. Di un par de hachazos buscando su cuello, removiendo tajos de su barba y parte del cabello arriba. Al llegar a fallar un corte descendiente baje la cabeza, no para evitar que él me volase la misma, era para que no lo hiciera Tatsuya.
El hacha había parado a cortar medio antebrazo de un tipo que estaba muerto en el suelo. Al escuchar metal chocando contra metal y ver los pies del brujo y el capitán avanzando, siendo lo único que podría ver con la cabeza gacha, moví el hacha a un lado, separando el miembro segado del cadáver, antes de batearlo con la otra por el suelo. El medio antebrazo se deslizó, chocando contra un pie de Aaron e interrumpiendo la ya complicada proeza de no perder el balance en una cubierta llena de sangre y agua.
Una de sus rodillas impactó el suelo y aunque la umbra de su espada en ese momento hubiese oscurecido su cuerpo, tenía al brujo encima. Cuanto el viento del sable empujo la sombras al lado y vi a mi blanco el movimiento fue instintivo.
Un latido después la muñeca de Aaron ya no estaba pegada a su cuerpo. Sólo quedaba una cosa por hacer.
—¡ACÁBALO!
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Si alguien hubiera empujado la puerta entrecerrada, le habrían llegado a la vista los aposentos de Rasim: una cama matrimonial bajo el ventanal, con su extremo izquierdo descobijado y el derecho hábilmente tendido; un escritorio de madera de roble con algunas manchas de tinta recientes sobre su corteza -probablemente de cuando le escribió el mensaje a Aaron- y varios de sus efectos personales desperdigados sin un orden específico. Quizás un tanto pretencioso para un pirata, pero nada de esto salía fuera de lo común... hasta que se arrimaba el lecho a un costado.
De esta manera, quedaba al descubierto una trampilla, ideal para conservar las exquisitas cosechas de vino que el tigre ocasionalmente degustaba y, dado el caso, sus dimensiones eran las adecuadas para ocultar al menos a cinco personas, bien agazapadas.
Si alguien se hubiera tomado la molestia de levantar la trampilla, se habría topado con tres hombres: uno de pelos tan canosos como su ojo enfermizo; un felino y su amante, estos últimos encogidos entre sus propios brazos, sollozando torpemente de pena y alegría. A escasos metros en la superficie, quienes otrora fueron sus camaradas eran masacrados brutalmente por el enemigo, mientras ellos en la hondura de su refugio se mimaban inocentemente, como si fueran las únicas almas del navío.
–Tus ojos... aún no puedo creerlo. – posó sus orbes sobre los de su amado y se los frotó, cerciorándose una vez más de que, en efecto, la confluencia blanquecina se hubiera marchado, dejando solo el tono castaño. – Insistí en que no era demasiado tarde para curarte, ¡y esos bastardos no me escucharon! – rugió esto último, provocando que Ulrich se aferrara con aún más ganas a su pelaje pardo – Lo siento, es solo que...
–Está bien. Lo importante es que estoy mejor. – afirmó con una voz suave, volviéndose a Miodrag – Se lo debemos a este hombre.
Rasim miró al brujo con desconfianza. Más allá de su apariencia nauseabunda y del hecho de que minutos antes hubiera intentado apuñalarle, algo en su presencia le resultaba oprimente. Y lo que era más importante, ¿desde cuándo la magia brujeril ha sido capaz de curar pandemias?
–Hay algo que no me convence. A menos que tengas un vial escondido en alguna parte de esos harapos, ¿cómo lo curaste? – frunció el ceño, haciendo notar su severidad en cada una de sus palabras – Peor aún, ¿cómo es que no has hecho lo mismo contigo?
De allí en adelante, imperó la taciturnia en la bodega. Miodrag no tenía intenciones de responder a la brevedad, y Rasim temía demasiado por la vida de Ulrich como para desafiar a su poderoso contrario.
–Fácil. Sencillamente no lo hice. – concluyó – Contrarresté la maldición con una potente ilusión que hace a su portador asintomático.
–¿Me estás tomando el pelo? ¡Eso significa que aún se puede transmitir! – replicó, haciendo notar esta vez sus colmillos.
–Se transmite, sí, pero su huésped no siente ninguno de sus efectos. ¿Te importa realmente lo que le ocurra a los demás, si tu querido Ulrich está a salvo? – tras esbozar una sonrisa, florecieron rosas donde ocupaba espacio la paja; y las paredes del cuchitril se difuminaron hasta renacer de un color cerúleo, imitando el cielo del valle, sobre cuyo pasto se erguía una colorida granja – Ya va siendo hora de asentar cabeza. Vivir juntos a las orillas de un riachuelo, alejados de la civilización.
De repente, las dudas dejaron de caber en su corazón. Entrelazó sus dedos con los de su amado y, en silencio, se limitaron a observar el vasto mundo que se abría frente a sus ojos y la voluptuosidad que traería a sus vidas... a cambio de un precio muy alto. ¿Merecía la pena sacrificar todas esas vidas, a cambio de las suyas?
Si alguien hubiera empujado la puerta, su cadáver yacería a un lado de la sala, con el tórax rasgado de extremo a extremo... tal como lo harían el resto de hombres a bordo.
De esta manera, quedaba al descubierto una trampilla, ideal para conservar las exquisitas cosechas de vino que el tigre ocasionalmente degustaba y, dado el caso, sus dimensiones eran las adecuadas para ocultar al menos a cinco personas, bien agazapadas.
Si alguien se hubiera tomado la molestia de levantar la trampilla, se habría topado con tres hombres: uno de pelos tan canosos como su ojo enfermizo; un felino y su amante, estos últimos encogidos entre sus propios brazos, sollozando torpemente de pena y alegría. A escasos metros en la superficie, quienes otrora fueron sus camaradas eran masacrados brutalmente por el enemigo, mientras ellos en la hondura de su refugio se mimaban inocentemente, como si fueran las únicas almas del navío.
–Tus ojos... aún no puedo creerlo. – posó sus orbes sobre los de su amado y se los frotó, cerciorándose una vez más de que, en efecto, la confluencia blanquecina se hubiera marchado, dejando solo el tono castaño. – Insistí en que no era demasiado tarde para curarte, ¡y esos bastardos no me escucharon! – rugió esto último, provocando que Ulrich se aferrara con aún más ganas a su pelaje pardo – Lo siento, es solo que...
–Está bien. Lo importante es que estoy mejor. – afirmó con una voz suave, volviéndose a Miodrag – Se lo debemos a este hombre.
Rasim miró al brujo con desconfianza. Más allá de su apariencia nauseabunda y del hecho de que minutos antes hubiera intentado apuñalarle, algo en su presencia le resultaba oprimente. Y lo que era más importante, ¿desde cuándo la magia brujeril ha sido capaz de curar pandemias?
–Hay algo que no me convence. A menos que tengas un vial escondido en alguna parte de esos harapos, ¿cómo lo curaste? – frunció el ceño, haciendo notar su severidad en cada una de sus palabras – Peor aún, ¿cómo es que no has hecho lo mismo contigo?
De allí en adelante, imperó la taciturnia en la bodega. Miodrag no tenía intenciones de responder a la brevedad, y Rasim temía demasiado por la vida de Ulrich como para desafiar a su poderoso contrario.
–Fácil. Sencillamente no lo hice. – concluyó – Contrarresté la maldición con una potente ilusión que hace a su portador asintomático.
–¿Me estás tomando el pelo? ¡Eso significa que aún se puede transmitir! – replicó, haciendo notar esta vez sus colmillos.
–Se transmite, sí, pero su huésped no siente ninguno de sus efectos. ¿Te importa realmente lo que le ocurra a los demás, si tu querido Ulrich está a salvo? – tras esbozar una sonrisa, florecieron rosas donde ocupaba espacio la paja; y las paredes del cuchitril se difuminaron hasta renacer de un color cerúleo, imitando el cielo del valle, sobre cuyo pasto se erguía una colorida granja – Ya va siendo hora de asentar cabeza. Vivir juntos a las orillas de un riachuelo, alejados de la civilización.
De repente, las dudas dejaron de caber en su corazón. Entrelazó sus dedos con los de su amado y, en silencio, se limitaron a observar el vasto mundo que se abría frente a sus ojos y la voluptuosidad que traería a sus vidas... a cambio de un precio muy alto. ¿Merecía la pena sacrificar todas esas vidas, a cambio de las suyas?
Si alguien hubiera empujado la puerta, su cadáver yacería a un lado de la sala, con el tórax rasgado de extremo a extremo... tal como lo harían el resto de hombres a bordo.
[...]
El brujo esbozó una sonrisa complaciente: el barco se deslizaba con gracia sobre el mar, el viento avivaba las llamas que consumían la proa y Albert chirriaba una mezcla de dolor y temor. A escasos segundos del impacto, Anders se cubrió con una manta y se posicionó en el mástil, probablemente anticipando una de sus tantas maniobras suicidas. Por mientras, Tatsuya tenía un pequeño asunto que resolver.
–Si te dejo vivir, nada me asegura que no arremetas en nuestra contra. Eres un dragón de agua, a fin de cuentas. – señaló a su rehén con una voz sardónica – Tal como dice la voz popular: no confíes ni en un mercenario ni en un pirata.
En sus últimos estertores, Albert alcanzó a liberar un poderoso rugido, acallado por la punta roma de una media espada sobre su ojo sano. No fue lo acordado, pero la idea de jugar limpio no era compatible con sobrevivir a semejante asedio. En el tiempo sobrante, el brujo abrazó la mesana y oró por lo mejor.
La cubierta se estremeció en medio de la colisión; numerosos fragmentos de madera y astillas volaron hacia las honduras del mar, incendiándose aquellas que no terminaron de ser desprendidas. Una vez se hubo estabilizado, el brujo brincó a la nueva plataforma, siendo recibido por un fúnebre escenario: la cubierta se había teñido de una mezcla de sangre burdeos y escarlata; pilas de cadáveres yacían sobre el terreno, con sus miembros deslizándose de manera aleatoria cada vez que la nave se zarandeaba. Sin embargo, pese a las bajas, seguía en marcha la encarnizada querella entre los capitanes.
Inclinó su mirada ligeramente hasta toparse con una cimitarra, que resultó sencilla de recoger, en comparación con reunir la gallardía para enfrentar a tales hombres. Por un lado, estaba el misterioso Aaron que, pese a que combatía de una forma desenfrenada, portaba gran destreza y vigor en sus golpes, bastando apenas uno para romper la guardia de su adversario; eso sin sumar la estela umbría que seguía sus cortes y que le otorgaba cobijo cada vez que su adversario estaba por rematarlo. Y por el otro, tenía muy presentes los fragmentos de su contienda con Slaven, a quien solo le faltaba un brazo para conquistar los mares.
¿Qué era él, contra unos seres tan legendarios?
Previo a que esa pregunta pudiera obnubilar su razón, el grito del elfo lo despertó: "¡Vamos a por el maldito!", exclamaba. Puede que no fuera el mozo más fortachón del barco, pero su ingenio y agallas los había llevado hasta allí y, de cierta manera, el brujo confiaba en él más que en nadie.
Cargó hacia el flanco contrario al que su compañero se dirigía. Debía proceder sagazmente: Aaron desconocía los poderes de viento del mercenario, lo cual podrían usar a su favor... una sola vez.
Anders se armó de coraje para luchar, arrojando una mezcla de tajos y tropezones aleatorios hasta atorarse con el antebrazo de un cadáver. El tiempo transcurrió a cámara lenta a los ojos de Tatsuya, quien se deslizó sobre la borda y desplazó la hoja horizontalmente, rasgando superficialmente la armadura de Aaron. En medio de la confusión, este último trastabilló con una mano sesgada y cayó de bruces al suelo.
La adrenalina fluyó por las arterias del brujo, guiándolo a asestar el corte descendente que despejaría la cortina que estaba por cubrir al oponente. El filo no tuvo reparo en distinguir entre sombra y carne, y en el proceso voló la mano diestra del capitán por la borda.
En el breve interín de tiempo después de eso, el sable de Slaven le atravesó la garganta, disipando por completo el extraño fulgor de sus ojos y reemplazándolos con tinieblas. El cuerpo inanimado de Aaron se inclinó hacia delante, reposando sus labios sobre el filo del arma. «Esos ojos... he visto a mucha gente morir, pero nada como eso. ¿Podrá ser...?».
–¡Es una ilusión! ¡Slaven! – vociferó una vez las piezas encajaron en su cabeza; justo cuando unas pupilas felinas se asomaban sobre los hombros del capitán, acompañadas por garras que resbalaban sobre el dorso de su gollete.
Sus ojos se tornaron opacos, conforme el torrente de sangre que brotaba desde su cuello manchaba el rostro horrorizado de Tatsuya; tal sería la última imagen que apreciaría Jorunn Slaven. Sin embargo, lo más inquietante fue la familiaridad de aquella sensación: aquellas manos, cubiertas de pelos naranjas y rayas oscuras, eran las de su hombre de mayor confianza, que otrora estrechó proclamando lealtad, y que ahora se empapaban con el estigma de la traición.
–Si te dejo vivir, nada me asegura que no arremetas en nuestra contra. Eres un dragón de agua, a fin de cuentas. – señaló a su rehén con una voz sardónica – Tal como dice la voz popular: no confíes ni en un mercenario ni en un pirata.
En sus últimos estertores, Albert alcanzó a liberar un poderoso rugido, acallado por la punta roma de una media espada sobre su ojo sano. No fue lo acordado, pero la idea de jugar limpio no era compatible con sobrevivir a semejante asedio. En el tiempo sobrante, el brujo abrazó la mesana y oró por lo mejor.
La cubierta se estremeció en medio de la colisión; numerosos fragmentos de madera y astillas volaron hacia las honduras del mar, incendiándose aquellas que no terminaron de ser desprendidas. Una vez se hubo estabilizado, el brujo brincó a la nueva plataforma, siendo recibido por un fúnebre escenario: la cubierta se había teñido de una mezcla de sangre burdeos y escarlata; pilas de cadáveres yacían sobre el terreno, con sus miembros deslizándose de manera aleatoria cada vez que la nave se zarandeaba. Sin embargo, pese a las bajas, seguía en marcha la encarnizada querella entre los capitanes.
Inclinó su mirada ligeramente hasta toparse con una cimitarra, que resultó sencilla de recoger, en comparación con reunir la gallardía para enfrentar a tales hombres. Por un lado, estaba el misterioso Aaron que, pese a que combatía de una forma desenfrenada, portaba gran destreza y vigor en sus golpes, bastando apenas uno para romper la guardia de su adversario; eso sin sumar la estela umbría que seguía sus cortes y que le otorgaba cobijo cada vez que su adversario estaba por rematarlo. Y por el otro, tenía muy presentes los fragmentos de su contienda con Slaven, a quien solo le faltaba un brazo para conquistar los mares.
¿Qué era él, contra unos seres tan legendarios?
Previo a que esa pregunta pudiera obnubilar su razón, el grito del elfo lo despertó: "¡Vamos a por el maldito!", exclamaba. Puede que no fuera el mozo más fortachón del barco, pero su ingenio y agallas los había llevado hasta allí y, de cierta manera, el brujo confiaba en él más que en nadie.
Cargó hacia el flanco contrario al que su compañero se dirigía. Debía proceder sagazmente: Aaron desconocía los poderes de viento del mercenario, lo cual podrían usar a su favor... una sola vez.
Anders se armó de coraje para luchar, arrojando una mezcla de tajos y tropezones aleatorios hasta atorarse con el antebrazo de un cadáver. El tiempo transcurrió a cámara lenta a los ojos de Tatsuya, quien se deslizó sobre la borda y desplazó la hoja horizontalmente, rasgando superficialmente la armadura de Aaron. En medio de la confusión, este último trastabilló con una mano sesgada y cayó de bruces al suelo.
La adrenalina fluyó por las arterias del brujo, guiándolo a asestar el corte descendente que despejaría la cortina que estaba por cubrir al oponente. El filo no tuvo reparo en distinguir entre sombra y carne, y en el proceso voló la mano diestra del capitán por la borda.
En el breve interín de tiempo después de eso, el sable de Slaven le atravesó la garganta, disipando por completo el extraño fulgor de sus ojos y reemplazándolos con tinieblas. El cuerpo inanimado de Aaron se inclinó hacia delante, reposando sus labios sobre el filo del arma. «Esos ojos... he visto a mucha gente morir, pero nada como eso. ¿Podrá ser...?».
–¡Es una ilusión! ¡Slaven! – vociferó una vez las piezas encajaron en su cabeza; justo cuando unas pupilas felinas se asomaban sobre los hombros del capitán, acompañadas por garras que resbalaban sobre el dorso de su gollete.
Sus ojos se tornaron opacos, conforme el torrente de sangre que brotaba desde su cuello manchaba el rostro horrorizado de Tatsuya; tal sería la última imagen que apreciaría Jorunn Slaven. Sin embargo, lo más inquietante fue la familiaridad de aquella sensación: aquellas manos, cubiertas de pelos naranjas y rayas oscuras, eran las de su hombre de mayor confianza, que otrora estrechó proclamando lealtad, y que ahora se empapaban con el estigma de la traición.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
Si alguien se hubiese tomado la molestia de advertir sobre no pisar Beltrexus, no estaría maldito.
Que Ulrich se perdiera había resultado beneficioso, en cierta forma. La búsqueda dirigida por Rasim para dar con él había comprado invaluable tiempo, tiempo que de no haber pasado buscando habrían pasado zarpando, lejos del conflicto, quizá, lejos antes de que la infección se hiciese en el barco. Ante tales acontecimientos, no habría habido forma de retirarme de la isla.
Daba tristeza pensar en tal claro ejemplo de la desdicha de uno siendo la fortuna de otro– mía. Una oportunidad para salvarse, aunque había tenido que trabajar por ella. Usar al enemigo, si se le podía decir así sin conocerlo de nada... de esa forma... fue cruel. Pero fue necesario. No había otras opciones en el momento. O de eso me quería convencer.
Solo tres para ir y tomar el barco, con todo el desastre que no sabía que estaba ocurriendo en cubierta, Habría sido buen plan de saber todo esto, de saber lo que iba a acontecer, de, al menos, imaginármelo, pero al ver la sangre supe que era tarde. Y todo solo porque ellos dos estaban en el barco.
Paré de respirar, observando como el arma de Tatsuya descendía sobre nuestro blanco. Mi mente grito tres, cuatro movimientos más, pero no tendría tiempo de ninguno antes de que Aaron hiciera algo. No sabía qué, sólo lo esperaba, como un mal presentimiento. Eran la sensación que te producía gente así: que nunca estaban acabados.
Él, especialmente, no lo parecía. No sólo su apariencia ya temible y que parecía querer evocar un muerto o un fantasma —fuese por inspirar miedo en otros o porque realmente luciera así— sino porque... aún se movía.
El brujo gritó la realidad tras el movimiento antes que pudiese entender que estaba pasando. Los noté en ese momento, «¿cuánd...?»
Y no llegué a hacerme la pregunta. El cuerpo de Slaven se derribó hacia adelante, chocando sobre el Aaron, terminando de penetrar su pecho con lo que yacía del sable aún sin traspasarlo. El naranja ahora manchado de rojo. ¿Cuándo...? ¿En qué maldito momento?
—...Tú... —musitó una voz detrás, serena.
Al verlo dar unos pasos al frente con pies y manos cubiertos de llamas fue que supe era Jack. En cierta forma, el tiempo se había detenido poco después del último golpe de Tatsuya, un capitán había caído, y el otro había caído con él. En el momento que Jack cruzaba a un lado pude ver un leve rastro de saliva en la esquina de su boca. No estaba sereno, estaba muy, muy enojad-
El misil humano precipitó contra el tigre, chocando de lleno y clavándole un puñetazo en la cara. El sonido del impacto entre ambos volvió el tiempo a la normalidad, y la batalla reanudó para todos los demás.
Pero Jack seguía a un lado mío.
—Reloj... —murmuré, inmerso en la brutalidad que se estaba desatando; los gritos del bio que apenas hablaba, golpeando, haciendo saltar sangre con cada golpe sobre la cara de Rasim. Lo pensé, y Jack también lo hizo. Creo que todos lo pensamos, y todos estuvimos seguros de lo mismo:
«Va a matarlo».
Excepto uno. Un hombre tembloroso y pálido, corriendo hacia el bio y el hombre-bestia. Escuché un "¡No!", sin entender del todo que se supone que ahora pasaba.
Habría sido víctima de algún ataque en esa situación, pero alguien me hizo a un lado de una tacleada. Al posicionar mis ojos en quién y volver en mí, vi los labios de Bjorn moviéndose mientras retiraba su espada del torso de un pirata y empujaba a Jack para luego darme una a mí. Me tomó varios segundos focalizarme y empezar a entender lo que estaba diciendo.
"...amonos!"
—¡Oroshi! ¡Reloj...! ¡Mierda! —dijo, tornándose al ver que el bio no respondía. Había un par de grumetes intentando acercarse a él y Rasim, pero la mayoría no insistía demasiado ante los arrebatos de violencia, excepto uno—. ¡Vámonos, hay qué pirar! ¡Jack!
Él se disparó nuevamente por los aires con sus pies, quejándose audiblemente como si le hubiesen impactado. Cuando no los tenía cubierto de llamas se notaba el resultado de generar esas explosiones. Ampollas. En ciertas partes su piel parecía... carbonizada.
Avivó las llamas, extendiéndolas allí donde no habían llegado. El maldito tenía rodeado a un buen número de los de Aaron con muros de fuego previos que no convenía cruzar. Ahora, simplemente no podrían hacerlo. Era fácil distinguir entre enemigo y amigo en estos momentos, los que habían subido a cubierta eran aliados y subieron luego de que Jack encerrase gente entre paredes en llamas.
El resto estaba abajo, entonces... todos estos, en ese momento, eran enemigos. Morirían, junto al barco, y el cadáver de Aaron, y de Jorunn.
Y de Rasim.
Me puse de pie con ayuda de Bjorn y empezamos a andar, casi a rastras, al punto de que no sabía quién llevaba a quién. Puede que saber todo estaba acabado o acabaría hiciera que las fuerzas en las que estaba andando se fuesen, justo como huellas sobre la arena cuando la azotase viento o agua. Un par de grumetes lograron separar a Reloj del ensangrentado cuerpo del hombre-bestia. La imagen era... tan rara. Aunque... aunque diría que ahora estaba desfigurado, tenía una sonrisa en el rostro. Como si hubiese sido feliz en un momento tan horrendo.
Una explosión hizo trizas parte de la cubierta y lo que debía ser el cuerpo de un decenar de hombres. Miré a un lado, a Jack corriendo también con dificultades, y busqué con la mirada a Tatsuya para asegurarme de que él también estuviese escapando. Todos estábamos huyendo.
Excepto uno.
El mismo que había corrido hacía Rasim mientras Reloj lo apaliaba violentamente. El mismo que no había parado de insistir en separar al bio del hombre-bestia, aunque estuviese en medio de los codazos y arrebatos violentos del hombre. El mismo al que un segundo hombre, canoso y, por su ojo, maldito, intentaba separarlo. Con las llamas sobre el lugar, y sobre ellos, no entendía porqué el primero no estaría corriendo.
Ni tampoco por qué no dejaba correr al segundo.
Tomaría el control a través de Aaron o de Jorunn, pero cuando salió, el primero estaba muerto. La cubierta llena de muertos, ninguno que sirviera de juguete. El barco en caos. Por eso tuve que ir por el segundo, aniquilarlo... luego usaría el resto, ambos lados, con una ilusión de Slaven, y otra de El Kraken, tomaría todos sus hombres, los de ambos, e iría a Verisar. No me detendría una sorpresa de la que no avisaron.
...Quizá ese mi momento de debilidad, la ira.
O quizá fue un momento de fuerza de Ulrich a ver un bio violentar a la persona que amaba.
Fue una cosa o la otra, lo cierto es que Ulrich había quebrado mi control para correr en ayuda de Rasim, casi sin pensarlo. Como algo automático. Caí al suelo, sin fuerzas para moverme por cuenta propia, gritándole "¡No!" al maldito para que volviera a recogerme. Los intentos del imbécil fueron banales, pero los míos por arrastrarme no resultaban mejores. Al menos, en el caos, nadie reconocería una cara pendiente de conocer.
Un enano gritaba que había que retirarse... al brujo de viento. Golpeando al elfo, gritando ordenes al cañonero del barco. Las llamas crecieron, dios, que-... que estaban planeando. ¿Quemarlo todo? ¿Hundir el barco?
Aún maldito, temí por mi vida, y me arrastré más fuerte.
—ULRICH. ¡Está muerto! ¡Hay qué irnos, estos dementes...!
El hombre se dio vuelta. Igual de escuálido, igual de pálido, llorando y luciendo igual de asustado que siempre. Pero ya no temblaba.
Vi a las espaldas del brujo de viento y del elfo de mierda. Si hubiese sabido que esos dos se habían metido al barco... de que las cosas iban a salir de esta manera, hubiese optado por otros juguetes. El Kraken no habría muerto, y yo no estaría a punto de morir porque el renacuajo débil e inútil que nunca sirvió para nada, ahora no me soltaba.
Observé los últimos de mis fantasmas. Puede que los Dioses no hubiesen tenido, desde el principio, misericordia conmigo dándome tiempo de abordar el barco. Tuvo misericordia con ellos. Ahorcado, en una última amarga risa, entendí que todo este tiempo estuvo decidido. La desdicha siempre fue mía.
Y la fortuna siempre fue de ellos.
…
…
Abrí los ojos lentamente ante una pintura completamente de negra y un ruido repetitivo y suave. Intenté alzar la cabeza sin ningún éxito, volviéndola atrás y golpeándome contra algo fuerte. Poco a poco la pintura se volvió azul, con un raro difuminado blanco. Todo el cuerpo me picaba y ardía.
…
«¡Ah!» levanté el tronco rápidamente en cuanto el ardor me hizo visualizar llamas. Vi a los lados, con un par de pequeñas cajas tiradas aquí y ya, algunos barriles. Un trapo mojado en la frente, y cintas en el cuerpo.
Estaba en un drakkar. Uno de los drakkar de Aaron. Jack estaba sentado en una caja, mascando carne, con los pies completamente vendados. Bjorn remaba, junto a varios hombres más. Reloj y Tatsuya…
—Tu amiguito está allá —comentó Jack, haciendo un movimiento con la cabeza. Arriba
Lo seguí con la mirada, viendo al final del mástil. Sonreí e hice un leve movimiento de cabeza también para saludar, aunque dude que lo viera. A los lados iban dos o tres drakkar, todos con los… tripulantes vivos de la liebre. Intenté pararme para saludar, pero el dolor me mantuvo en el suelo.
—¡A-…! A-Ay… que carajo…
—No te muevas, imbécil. Colapsaste por no sé cuentas putas heridas que pensamos que estiraste la pata y Reloj te hizo de sus magias raras de bio-cibérnetico como a otros pendejos.
Le vi los pies. No dije nada sobre eso.
—¿…Besarme?
Bjorn estalló en risa. Jack alzó una ceja, sonriendo, y siguió comiendo tranquilo. Eran muy duros los malditos para estar como si nada luego de… todo eso. Me preguntaba cuántos días había pasado inconsciente.
Inconsciente, pero seguía vivo. Seguíamos vivos.
Con el pasar de las horas y Reloj revisándome pude moverme algo más. Al parecer fueron un par de días así, completamente ido en fiebre alta, pero eso no era nada. Las cosas habían salido bien: la mayoría saltaron al agua y arpearon estos barcos con que Aaron atacó en primer lugar, montaron suministros, más que nada comida, aunque alguien había hecho el conteo y no alcanzaría para dos al día sino una y poco más de aquí hasta que llegáramos a Verisar.
Los infectados y los no infectados estaban separados en su mayoría, al parecer, ocupando distintos barcos para evitarse problemas, era la medida de contención de turno hasta que… se llegase a algún lugar, sí… existía alguna cura. Eran necesarios hombres sanos porque los enfermos difícilmente podían hacer algo cuando estaban avanzados de más. Si el viento nos favorecía – y lo hacía, porque teníamos a Tatsuya, quizá llegaríamos a algún lugar a tiempo para salvarlos.
Si no, tendría que despedirme de gente como Bjorn…
Durante el transcurso del día me entere de otras cosas. Bjorn tuvo que lanzarme como un maldito saco de patatas agua abajo y otros hombres tuvieron que pescarme, muy literalmente, lo que explicaba porque tenía una herida de un corte raro que no recordaba me hubieran hecho. A Jack al final tuvieron que arrastrarlo también junto a otro par de hombres. Al final… sólo había quedado atrás el cuerpo de Aaron, sus hombres, el de otros hombres de la liebre, el de Rasim y el de Jorunn, aunque había rumores de algunos grumetes jurando, que también habían visto a Ulrich.
Quizá por eso Rasim tenía esa expresión en un rostro al morir. Puede que en sus últimos momentos él también lo hubiese visto entre las llamas. Yo… no recordaba haber visto algo, los últimos momentos estaban borrosos en mi cabeza, lo último claro era haber lanzado el hacha y ver a Tatsuya cortándole una mano a Aaron.
Tener eso en mi memoria y ver el ahora… las cosas no habían ido mal.
Tampoco bien. Demasiados muertos. Demasiadas heridas.
Lo único medianamente bueno de forma totalmente objetiva… habían salvado unos cofres de Jorunn, y se repartiría dinero bajo el código que ellos llevaban, solo que… no había capitanes esta vez. Quizá Reloj, pero lucía… no serio. Ahora sólo lucía roto.
Al menos Tatsuya, con quien me metí en todo esto en primer lugar, seguía vivo, pero tendría que recortar caminos con él cuando pisásemos suelo. No tardó en recordarme que éramos criminales en tierra, puta mierda, Dioses. El agua casi parecía más segura a este punto, pero luego de todo eso… prefería no hallar un kraken real, y si lo hacía… que fuese historia de otro día.
Que Ulrich se perdiera había resultado beneficioso, en cierta forma. La búsqueda dirigida por Rasim para dar con él había comprado invaluable tiempo, tiempo que de no haber pasado buscando habrían pasado zarpando, lejos del conflicto, quizá, lejos antes de que la infección se hiciese en el barco. Ante tales acontecimientos, no habría habido forma de retirarme de la isla.
Daba tristeza pensar en tal claro ejemplo de la desdicha de uno siendo la fortuna de otro– mía. Una oportunidad para salvarse, aunque había tenido que trabajar por ella. Usar al enemigo, si se le podía decir así sin conocerlo de nada... de esa forma... fue cruel. Pero fue necesario. No había otras opciones en el momento. O de eso me quería convencer.
Solo tres para ir y tomar el barco, con todo el desastre que no sabía que estaba ocurriendo en cubierta, Habría sido buen plan de saber todo esto, de saber lo que iba a acontecer, de, al menos, imaginármelo, pero al ver la sangre supe que era tarde. Y todo solo porque ellos dos estaban en el barco.
[...]
Paré de respirar, observando como el arma de Tatsuya descendía sobre nuestro blanco. Mi mente grito tres, cuatro movimientos más, pero no tendría tiempo de ninguno antes de que Aaron hiciera algo. No sabía qué, sólo lo esperaba, como un mal presentimiento. Eran la sensación que te producía gente así: que nunca estaban acabados.
Él, especialmente, no lo parecía. No sólo su apariencia ya temible y que parecía querer evocar un muerto o un fantasma —fuese por inspirar miedo en otros o porque realmente luciera así— sino porque... aún se movía.
El brujo gritó la realidad tras el movimiento antes que pudiese entender que estaba pasando. Los noté en ese momento, «¿cuánd...?»
Y no llegué a hacerme la pregunta. El cuerpo de Slaven se derribó hacia adelante, chocando sobre el Aaron, terminando de penetrar su pecho con lo que yacía del sable aún sin traspasarlo. El naranja ahora manchado de rojo. ¿Cuándo...? ¿En qué maldito momento?
—...Tú... —musitó una voz detrás, serena.
Al verlo dar unos pasos al frente con pies y manos cubiertos de llamas fue que supe era Jack. En cierta forma, el tiempo se había detenido poco después del último golpe de Tatsuya, un capitán había caído, y el otro había caído con él. En el momento que Jack cruzaba a un lado pude ver un leve rastro de saliva en la esquina de su boca. No estaba sereno, estaba muy, muy enojad-
El misil humano precipitó contra el tigre, chocando de lleno y clavándole un puñetazo en la cara. El sonido del impacto entre ambos volvió el tiempo a la normalidad, y la batalla reanudó para todos los demás.
Pero Jack seguía a un lado mío.
—Reloj... —murmuré, inmerso en la brutalidad que se estaba desatando; los gritos del bio que apenas hablaba, golpeando, haciendo saltar sangre con cada golpe sobre la cara de Rasim. Lo pensé, y Jack también lo hizo. Creo que todos lo pensamos, y todos estuvimos seguros de lo mismo:
«Va a matarlo».
Excepto uno. Un hombre tembloroso y pálido, corriendo hacia el bio y el hombre-bestia. Escuché un "¡No!", sin entender del todo que se supone que ahora pasaba.
Habría sido víctima de algún ataque en esa situación, pero alguien me hizo a un lado de una tacleada. Al posicionar mis ojos en quién y volver en mí, vi los labios de Bjorn moviéndose mientras retiraba su espada del torso de un pirata y empujaba a Jack para luego darme una a mí. Me tomó varios segundos focalizarme y empezar a entender lo que estaba diciendo.
"...amonos!"
—¡Oroshi! ¡Reloj...! ¡Mierda! —dijo, tornándose al ver que el bio no respondía. Había un par de grumetes intentando acercarse a él y Rasim, pero la mayoría no insistía demasiado ante los arrebatos de violencia, excepto uno—. ¡Vámonos, hay qué pirar! ¡Jack!
Él se disparó nuevamente por los aires con sus pies, quejándose audiblemente como si le hubiesen impactado. Cuando no los tenía cubierto de llamas se notaba el resultado de generar esas explosiones. Ampollas. En ciertas partes su piel parecía... carbonizada.
Avivó las llamas, extendiéndolas allí donde no habían llegado. El maldito tenía rodeado a un buen número de los de Aaron con muros de fuego previos que no convenía cruzar. Ahora, simplemente no podrían hacerlo. Era fácil distinguir entre enemigo y amigo en estos momentos, los que habían subido a cubierta eran aliados y subieron luego de que Jack encerrase gente entre paredes en llamas.
El resto estaba abajo, entonces... todos estos, en ese momento, eran enemigos. Morirían, junto al barco, y el cadáver de Aaron, y de Jorunn.
Y de Rasim.
Me puse de pie con ayuda de Bjorn y empezamos a andar, casi a rastras, al punto de que no sabía quién llevaba a quién. Puede que saber todo estaba acabado o acabaría hiciera que las fuerzas en las que estaba andando se fuesen, justo como huellas sobre la arena cuando la azotase viento o agua. Un par de grumetes lograron separar a Reloj del ensangrentado cuerpo del hombre-bestia. La imagen era... tan rara. Aunque... aunque diría que ahora estaba desfigurado, tenía una sonrisa en el rostro. Como si hubiese sido feliz en un momento tan horrendo.
Una explosión hizo trizas parte de la cubierta y lo que debía ser el cuerpo de un decenar de hombres. Miré a un lado, a Jack corriendo también con dificultades, y busqué con la mirada a Tatsuya para asegurarme de que él también estuviese escapando. Todos estábamos huyendo.
Excepto uno.
El mismo que había corrido hacía Rasim mientras Reloj lo apaliaba violentamente. El mismo que no había parado de insistir en separar al bio del hombre-bestia, aunque estuviese en medio de los codazos y arrebatos violentos del hombre. El mismo al que un segundo hombre, canoso y, por su ojo, maldito, intentaba separarlo. Con las llamas sobre el lugar, y sobre ellos, no entendía porqué el primero no estaría corriendo.
Ni tampoco por qué no dejaba correr al segundo.
[...]
Tomaría el control a través de Aaron o de Jorunn, pero cuando salió, el primero estaba muerto. La cubierta llena de muertos, ninguno que sirviera de juguete. El barco en caos. Por eso tuve que ir por el segundo, aniquilarlo... luego usaría el resto, ambos lados, con una ilusión de Slaven, y otra de El Kraken, tomaría todos sus hombres, los de ambos, e iría a Verisar. No me detendría una sorpresa de la que no avisaron.
...Quizá ese mi momento de debilidad, la ira.
O quizá fue un momento de fuerza de Ulrich a ver un bio violentar a la persona que amaba.
Fue una cosa o la otra, lo cierto es que Ulrich había quebrado mi control para correr en ayuda de Rasim, casi sin pensarlo. Como algo automático. Caí al suelo, sin fuerzas para moverme por cuenta propia, gritándole "¡No!" al maldito para que volviera a recogerme. Los intentos del imbécil fueron banales, pero los míos por arrastrarme no resultaban mejores. Al menos, en el caos, nadie reconocería una cara pendiente de conocer.
Un enano gritaba que había que retirarse... al brujo de viento. Golpeando al elfo, gritando ordenes al cañonero del barco. Las llamas crecieron, dios, que-... que estaban planeando. ¿Quemarlo todo? ¿Hundir el barco?
Aún maldito, temí por mi vida, y me arrastré más fuerte.
—ULRICH. ¡Está muerto! ¡Hay qué irnos, estos dementes...!
El hombre se dio vuelta. Igual de escuálido, igual de pálido, llorando y luciendo igual de asustado que siempre. Pero ya no temblaba.
Vi a las espaldas del brujo de viento y del elfo de mierda. Si hubiese sabido que esos dos se habían metido al barco... de que las cosas iban a salir de esta manera, hubiese optado por otros juguetes. El Kraken no habría muerto, y yo no estaría a punto de morir porque el renacuajo débil e inútil que nunca sirvió para nada, ahora no me soltaba.
Observé los últimos de mis fantasmas. Puede que los Dioses no hubiesen tenido, desde el principio, misericordia conmigo dándome tiempo de abordar el barco. Tuvo misericordia con ellos. Ahorcado, en una última amarga risa, entendí que todo este tiempo estuvo decidido. La desdicha siempre fue mía.
Y la fortuna siempre fue de ellos.
[...]
…
…
Abrí los ojos lentamente ante una pintura completamente de negra y un ruido repetitivo y suave. Intenté alzar la cabeza sin ningún éxito, volviéndola atrás y golpeándome contra algo fuerte. Poco a poco la pintura se volvió azul, con un raro difuminado blanco. Todo el cuerpo me picaba y ardía.
…
«¡Ah!» levanté el tronco rápidamente en cuanto el ardor me hizo visualizar llamas. Vi a los lados, con un par de pequeñas cajas tiradas aquí y ya, algunos barriles. Un trapo mojado en la frente, y cintas en el cuerpo.
Estaba en un drakkar. Uno de los drakkar de Aaron. Jack estaba sentado en una caja, mascando carne, con los pies completamente vendados. Bjorn remaba, junto a varios hombres más. Reloj y Tatsuya…
—Tu amiguito está allá —comentó Jack, haciendo un movimiento con la cabeza. Arriba
Lo seguí con la mirada, viendo al final del mástil. Sonreí e hice un leve movimiento de cabeza también para saludar, aunque dude que lo viera. A los lados iban dos o tres drakkar, todos con los… tripulantes vivos de la liebre. Intenté pararme para saludar, pero el dolor me mantuvo en el suelo.
—¡A-…! A-Ay… que carajo…
—No te muevas, imbécil. Colapsaste por no sé cuentas putas heridas que pensamos que estiraste la pata y Reloj te hizo de sus magias raras de bio-cibérnetico como a otros pendejos.
Le vi los pies. No dije nada sobre eso.
—¿…Besarme?
Bjorn estalló en risa. Jack alzó una ceja, sonriendo, y siguió comiendo tranquilo. Eran muy duros los malditos para estar como si nada luego de… todo eso. Me preguntaba cuántos días había pasado inconsciente.
Inconsciente, pero seguía vivo. Seguíamos vivos.
Con el pasar de las horas y Reloj revisándome pude moverme algo más. Al parecer fueron un par de días así, completamente ido en fiebre alta, pero eso no era nada. Las cosas habían salido bien: la mayoría saltaron al agua y arpearon estos barcos con que Aaron atacó en primer lugar, montaron suministros, más que nada comida, aunque alguien había hecho el conteo y no alcanzaría para dos al día sino una y poco más de aquí hasta que llegáramos a Verisar.
Los infectados y los no infectados estaban separados en su mayoría, al parecer, ocupando distintos barcos para evitarse problemas, era la medida de contención de turno hasta que… se llegase a algún lugar, sí… existía alguna cura. Eran necesarios hombres sanos porque los enfermos difícilmente podían hacer algo cuando estaban avanzados de más. Si el viento nos favorecía – y lo hacía, porque teníamos a Tatsuya, quizá llegaríamos a algún lugar a tiempo para salvarlos.
Si no, tendría que despedirme de gente como Bjorn…
Durante el transcurso del día me entere de otras cosas. Bjorn tuvo que lanzarme como un maldito saco de patatas agua abajo y otros hombres tuvieron que pescarme, muy literalmente, lo que explicaba porque tenía una herida de un corte raro que no recordaba me hubieran hecho. A Jack al final tuvieron que arrastrarlo también junto a otro par de hombres. Al final… sólo había quedado atrás el cuerpo de Aaron, sus hombres, el de otros hombres de la liebre, el de Rasim y el de Jorunn, aunque había rumores de algunos grumetes jurando, que también habían visto a Ulrich.
Quizá por eso Rasim tenía esa expresión en un rostro al morir. Puede que en sus últimos momentos él también lo hubiese visto entre las llamas. Yo… no recordaba haber visto algo, los últimos momentos estaban borrosos en mi cabeza, lo último claro era haber lanzado el hacha y ver a Tatsuya cortándole una mano a Aaron.
Tener eso en mi memoria y ver el ahora… las cosas no habían ido mal.
Tampoco bien. Demasiados muertos. Demasiadas heridas.
Lo único medianamente bueno de forma totalmente objetiva… habían salvado unos cofres de Jorunn, y se repartiría dinero bajo el código que ellos llevaban, solo que… no había capitanes esta vez. Quizá Reloj, pero lucía… no serio. Ahora sólo lucía roto.
Al menos Tatsuya, con quien me metí en todo esto en primer lugar, seguía vivo, pero tendría que recortar caminos con él cuando pisásemos suelo. No tardó en recordarme que éramos criminales en tierra, puta mierda, Dioses. El agua casi parecía más segura a este punto, pero luego de todo eso… prefería no hallar un kraken real, y si lo hacía… que fuese historia de otro día.
_____________________________
Y con eso el último post en el tema, ¡con todo y los 200 aeros excusados por los cofres de Jorunn! ¿Nos pasamos un poquito con el tema? *ve a Tatsuya*
*ve a Sigel*
*ve a Tatsuya*
Anders
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
El brujo se llevó el dorso de la mano a la quijada, removiendo los restos de sangre que goteaban con un ademán cauteloso. En sus escasas pupilas se reflejaba una cierta incredulidad: ¿así de fácil, Slaven se había desplomado frente a sus ojos?. De pronto, se vio a sí mismo junto a Rasim, apuñalando el corazón del capitán con sus manos frías e indolentes; la sensación de culpa le bajó por la garganta con la amargura del ron fermentado, carcomiendo sus entrañas con virulencia. La culpa era tan suya como lo era del hombre-bestia.
«Slaven, jodido idiota... tu bondad fue lo único que te detuvo de ser invencible», su voz interior resonó en su cabeza como si forcejeara para salir.
A sus ojos, nada más importaba. El navío ahora era una cortina de oscuridad, ocupada por él y Rasim, separados por el cadáver del capitán. Apretó firmemente la guarnición del sable, a sabiendas de que alguien más tendría que ocupar ese lugar. Cuando hubo levantado la hoja para asestar un mandoble, un tercer elemento incursionó como un misil, derribando al traidor en el acto. En ese momento, el escenario volvió a teñirse de gris y matices azules filtrándose entre los nubarrones fenestrados.
–¿Reloj? – sus labios se movieron sin pronunciar ni una palabra – ¿Reloj? – dijo con una voz átona. En su breve estadía, había visto las luces del amable bio, ahora solo quedaban sus sombras. – ¡¿Ese quién es?! ¡Sáquénlo de ahí! – instó a la vista del joven desahuciado, aferrándose al moribundo cuerpo del felino. Uno de los grumetes tiró de su hombro, y lo soltó con un mugido de dolor cuando el primero contraatacó con un salvaje mordisco.
»Mierda. ¡Espérenme, maldición! – respondió a Bjorn, apoyándose sobre la espada para ponerse en pie. Los moretones le ardían bajo la pesadez de su ropa, y su piel palidecía debido a la falta de éter.
Uno de los tripulantes le ayudó a ponerse en pie, y antes de poder agradecerle, el golpe de un hacha entre los omóplatos le privó de su capacidad para oir. Tatsuya pateó la canilla del agresor y asestó un vigoroso mandoble sobre su cuello, dejando la hoja atascada a mitad de camino. Se inclinó sobre el cadáver de su ayudante, removió el hacha y se tambaleó por el resto del camino.
–¡Agh! ¡Responde, maldita sea! – vociferó el cañonero desde el suelo, sacudiendo violentamente su pie chamuscado – ¡Muévete de una maldita vez, desgraciado!
–¿Te volviste loco, Jack? Dame la mano, maldición. – el olor a carne putrefacta era aún peor que la perspectiva. Amplias ampollas cubrían la superficie del pie izquierdo, pero el derecho se había calcinado hasta exponer el plano óseo. – Joder, pesas lo que una gorda. Necesitaré que me ayudes con tu pie sano.
–Debes de estar muy contento, desgraciado. Lo lograste. Mataste al capitán de La Liebre Marina. – sentenció con un tono colérico, casi ronco, como si su garganta se hubiese irritado en el menester de pronunciarlo.
–Guarda tus berrinches para cuando te hayas recuperado, porque en este momento nada me detiene de arrojarte a la hoguera más cercana. – cortó en seco mientras se tambaleaba detrás de Anders y Bjorn. Una explosión sacudió la plataforma por babor, inclinando exageradamente al barco en la dirección contraria. El brujo se aferró a un barandal próximo, tomando con el resto de sus fuerzas la muñeca de Jack, que ahora pendía sobre el mar. – ¡No puedo sostenerte!
–¡No me dejes caer, hijo de puta!
Una segunda explosión acabó el trabajo de la primera, arrojando a los brujos a las profundidades del mar. Tatsuya rebuscó a su alrededor, tratando de identificar al cañonero, aún si la sal le ardía endemoniadamente. «Vamos, desgraciado, vamos... ¿dónde estás? ¡¿dónde estás?!». Ascendió a la superficie y tomó bocanadas de aire desesperadas, chapoteando en su intento por no hundirse.
–¡Necesito ayuda! ¡Jack está hundiéndose en alguna parte! – exclamó con una voz agitada, que acrecentó en intensidad al notar que nadie se animaba a ayudar – ¡Hagan algo, inútiles!
–Que estoy aquí, imbécil. – una voz conocida posó la mano sobre su hombro, y al voltear para reconocerlo, le asestó un puñetazo sordo – Y eso es por dejarme caer.
Tatsuya contemplaba el panorama cerúleo desde el mástil, perdiéndose en la plenitud de los matices azulados, claros como el diamante y oscuros como el zafiro, en el contraste del cielo con el océano. Se había acostumbrado al bullicio de la cubierta, a las incesantes órdenes de Reloj y al olor a salitre que arrastraba el viento directo a su cara. Llevaba ya algunas semanas a la deriva, rumbo a Verisar.
Se volvió a babor, hacia el drakkar vecino. Ondeó su mano al vigía del mástil, el cual estaba ensimismado en arropar su ojo lechoso con el cabello. «Si tan solo fuera así de fácil, querido amigo.»
–Oroshi. – una voz imponente despertó al brujo de sus pensamientos. Se trataba de Reloj, que desde su ascenso al mando, hablaba y gesticulaba con carácter autoritario.
–Reloj. No sé nada sobre distancias, pero sí que puedo decirte que hoy hemos avanzado bastante. Calculo que dentro de una semana llegaremos a tierra firme. – respondió de manera automática, como si se tratase de un discurso memorizado. Ya era rutinario que el capitán apareciera a esas horas a demandar un informe.
–No es por eso que he venido. Necesito hablar contigo. – se reclinó sobre la balaustrada, haciendo una pausa para escudriñar el horizonte. – Es sobre la muerte de Slaven.
Tatsuya arqueó una ceja. Desde los eventos de la Liebre Marina, Reloj se negaba a conversar al respecto, hasta el punto que se rumoreaba que había "borrado su base de datos", a fin de detener el tormento.
»Aún me pregunto por qué no te mató cuando tuvo la oportunidad. Colaboraste con Rasim para traicionarlo y, sin embargo, les permitió campar a sus anchas, hasta que inevitablemente murió.
Encaró el rostro del brujo, hincando sus orbes inexpresivos sobre los de su contrario. Pese a la pesadumbre del discurso, las pupilas de Reloj no temblaban, dando la apariencia de verdaderos lagos de vacío existencial. Tatsuya apartó la mirada al suelo, sintiéndose genuinamente incómodo.
»Y aún no sé por qué no debería matarte yo. – concluyó.
–No puedes. – respondió finalmente – Soy el único capaz de llevarlos a Verisar antes de que la plaga los mate.
–Sin embargo, no sabes cuánto deseo mandar todo eso a la mierda solo para vengar a mi capitán. – dijo con una voz ahogada – Todo aquello por lo que luché murió en ese barco, junto con una parte de mí. Cada día me pregunto por qué no debería matarte y acabar de una buena vez. – el brujo alzó la vista nuevamente, topándose con sus labios temblorosos de melancolía, y sus ojos cristalinos. Ahora tenía más de bio que de cibernético. – ¿Acaso no es eso para lo que sobreviví?
–Tu gente te necesita. ¿O prefieres que Jack se encargue de la tripulación? ¿Quizá Bjorn? – su contrario no supo responder – Ahí tienes tu respuesta. Si quieres matarme, de la misma forma que hiciste con Rasim, adelante. Si te hizo sentir bien, no te prives del placer. Nadie hará nada para detenerte. – Reloj permaneció en silencio, con un rostro adusto, sin apartar la mirada. Daba la impresión de ser una estatua, aún si algunas lágrimas le caían por las mejillas. – Yo maté a mi padre, y no me hizo sentir mejor.
Finalmente, el biocibernético dio media vuelta y descendió por la escalera de mano, deteniéndose luego de dos pasos para advertir de su presencia al brujo.
–Si en una semana no hemos llegado, reconsideraré mi decisión.
El final de la conversación hizo que Tatsuya apreciara de sobremanera la soledad de su trabajo. Sin embargo, Reloj había sembrado la semilla de la culpa sobre el brujo, y de ese momento en adelante no pararía de meditar al respecto. Akira, Genichiro, Jorunn; todos ellos fueron personas de buen corazón que murieron en su lugar, y él no había aprendido nada de esas experiencias. Le inspiraba verdadero terror mirar dentro de sí y que aquello que viera fuera demasiado para él; encarar al cretino en el que se había convertido y reformarse.
Pero no era demasiado tarde. Aún podía cambiar.
«Slaven, jodido idiota... tu bondad fue lo único que te detuvo de ser invencible», su voz interior resonó en su cabeza como si forcejeara para salir.
A sus ojos, nada más importaba. El navío ahora era una cortina de oscuridad, ocupada por él y Rasim, separados por el cadáver del capitán. Apretó firmemente la guarnición del sable, a sabiendas de que alguien más tendría que ocupar ese lugar. Cuando hubo levantado la hoja para asestar un mandoble, un tercer elemento incursionó como un misil, derribando al traidor en el acto. En ese momento, el escenario volvió a teñirse de gris y matices azules filtrándose entre los nubarrones fenestrados.
–¿Reloj? – sus labios se movieron sin pronunciar ni una palabra – ¿Reloj? – dijo con una voz átona. En su breve estadía, había visto las luces del amable bio, ahora solo quedaban sus sombras. – ¡¿Ese quién es?! ¡Sáquénlo de ahí! – instó a la vista del joven desahuciado, aferrándose al moribundo cuerpo del felino. Uno de los grumetes tiró de su hombro, y lo soltó con un mugido de dolor cuando el primero contraatacó con un salvaje mordisco.
»Mierda. ¡Espérenme, maldición! – respondió a Bjorn, apoyándose sobre la espada para ponerse en pie. Los moretones le ardían bajo la pesadez de su ropa, y su piel palidecía debido a la falta de éter.
Uno de los tripulantes le ayudó a ponerse en pie, y antes de poder agradecerle, el golpe de un hacha entre los omóplatos le privó de su capacidad para oir. Tatsuya pateó la canilla del agresor y asestó un vigoroso mandoble sobre su cuello, dejando la hoja atascada a mitad de camino. Se inclinó sobre el cadáver de su ayudante, removió el hacha y se tambaleó por el resto del camino.
–¡Agh! ¡Responde, maldita sea! – vociferó el cañonero desde el suelo, sacudiendo violentamente su pie chamuscado – ¡Muévete de una maldita vez, desgraciado!
–¿Te volviste loco, Jack? Dame la mano, maldición. – el olor a carne putrefacta era aún peor que la perspectiva. Amplias ampollas cubrían la superficie del pie izquierdo, pero el derecho se había calcinado hasta exponer el plano óseo. – Joder, pesas lo que una gorda. Necesitaré que me ayudes con tu pie sano.
–Debes de estar muy contento, desgraciado. Lo lograste. Mataste al capitán de La Liebre Marina. – sentenció con un tono colérico, casi ronco, como si su garganta se hubiese irritado en el menester de pronunciarlo.
–Guarda tus berrinches para cuando te hayas recuperado, porque en este momento nada me detiene de arrojarte a la hoguera más cercana. – cortó en seco mientras se tambaleaba detrás de Anders y Bjorn. Una explosión sacudió la plataforma por babor, inclinando exageradamente al barco en la dirección contraria. El brujo se aferró a un barandal próximo, tomando con el resto de sus fuerzas la muñeca de Jack, que ahora pendía sobre el mar. – ¡No puedo sostenerte!
–¡No me dejes caer, hijo de puta!
Una segunda explosión acabó el trabajo de la primera, arrojando a los brujos a las profundidades del mar. Tatsuya rebuscó a su alrededor, tratando de identificar al cañonero, aún si la sal le ardía endemoniadamente. «Vamos, desgraciado, vamos... ¿dónde estás? ¡¿dónde estás?!». Ascendió a la superficie y tomó bocanadas de aire desesperadas, chapoteando en su intento por no hundirse.
–¡Necesito ayuda! ¡Jack está hundiéndose en alguna parte! – exclamó con una voz agitada, que acrecentó en intensidad al notar que nadie se animaba a ayudar – ¡Hagan algo, inútiles!
–Que estoy aquí, imbécil. – una voz conocida posó la mano sobre su hombro, y al voltear para reconocerlo, le asestó un puñetazo sordo – Y eso es por dejarme caer.
[...]
Tatsuya contemplaba el panorama cerúleo desde el mástil, perdiéndose en la plenitud de los matices azulados, claros como el diamante y oscuros como el zafiro, en el contraste del cielo con el océano. Se había acostumbrado al bullicio de la cubierta, a las incesantes órdenes de Reloj y al olor a salitre que arrastraba el viento directo a su cara. Llevaba ya algunas semanas a la deriva, rumbo a Verisar.
Se volvió a babor, hacia el drakkar vecino. Ondeó su mano al vigía del mástil, el cual estaba ensimismado en arropar su ojo lechoso con el cabello. «Si tan solo fuera así de fácil, querido amigo.»
–Oroshi. – una voz imponente despertó al brujo de sus pensamientos. Se trataba de Reloj, que desde su ascenso al mando, hablaba y gesticulaba con carácter autoritario.
–Reloj. No sé nada sobre distancias, pero sí que puedo decirte que hoy hemos avanzado bastante. Calculo que dentro de una semana llegaremos a tierra firme. – respondió de manera automática, como si se tratase de un discurso memorizado. Ya era rutinario que el capitán apareciera a esas horas a demandar un informe.
–No es por eso que he venido. Necesito hablar contigo. – se reclinó sobre la balaustrada, haciendo una pausa para escudriñar el horizonte. – Es sobre la muerte de Slaven.
Tatsuya arqueó una ceja. Desde los eventos de la Liebre Marina, Reloj se negaba a conversar al respecto, hasta el punto que se rumoreaba que había "borrado su base de datos", a fin de detener el tormento.
»Aún me pregunto por qué no te mató cuando tuvo la oportunidad. Colaboraste con Rasim para traicionarlo y, sin embargo, les permitió campar a sus anchas, hasta que inevitablemente murió.
Encaró el rostro del brujo, hincando sus orbes inexpresivos sobre los de su contrario. Pese a la pesadumbre del discurso, las pupilas de Reloj no temblaban, dando la apariencia de verdaderos lagos de vacío existencial. Tatsuya apartó la mirada al suelo, sintiéndose genuinamente incómodo.
»Y aún no sé por qué no debería matarte yo. – concluyó.
–No puedes. – respondió finalmente – Soy el único capaz de llevarlos a Verisar antes de que la plaga los mate.
–Sin embargo, no sabes cuánto deseo mandar todo eso a la mierda solo para vengar a mi capitán. – dijo con una voz ahogada – Todo aquello por lo que luché murió en ese barco, junto con una parte de mí. Cada día me pregunto por qué no debería matarte y acabar de una buena vez. – el brujo alzó la vista nuevamente, topándose con sus labios temblorosos de melancolía, y sus ojos cristalinos. Ahora tenía más de bio que de cibernético. – ¿Acaso no es eso para lo que sobreviví?
–Tu gente te necesita. ¿O prefieres que Jack se encargue de la tripulación? ¿Quizá Bjorn? – su contrario no supo responder – Ahí tienes tu respuesta. Si quieres matarme, de la misma forma que hiciste con Rasim, adelante. Si te hizo sentir bien, no te prives del placer. Nadie hará nada para detenerte. – Reloj permaneció en silencio, con un rostro adusto, sin apartar la mirada. Daba la impresión de ser una estatua, aún si algunas lágrimas le caían por las mejillas. – Yo maté a mi padre, y no me hizo sentir mejor.
Finalmente, el biocibernético dio media vuelta y descendió por la escalera de mano, deteniéndose luego de dos pasos para advertir de su presencia al brujo.
–Si en una semana no hemos llegado, reconsideraré mi decisión.
El final de la conversación hizo que Tatsuya apreciara de sobremanera la soledad de su trabajo. Sin embargo, Reloj había sembrado la semilla de la culpa sobre el brujo, y de ese momento en adelante no pararía de meditar al respecto. Akira, Genichiro, Jorunn; todos ellos fueron personas de buen corazón que murieron en su lugar, y él no había aprendido nada de esas experiencias. Le inspiraba verdadero terror mirar dentro de sí y que aquello que viera fuera demasiado para él; encarar al cretino en el que se había convertido y reformarse.
Pero no era demasiado tarde. Aún podía cambiar.
Tatsuya Suō
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Re: La Liebre Marina [Minievento, LMM]
La Libre Marina
A diferencia de Sistema de Correo Aéreo, este minievento es autoconclusivo, es decir. La historia de Sevindel empieza y termina en este mismo minievento. No habrá consecuencias para temas futuros. Estas consecuencias podéis utilizarlas en vuestras tramas personales. Por lo que a mí respeta, mi trabajo acaba aquí.
Consecuencias:
* Después de 9 días vagando a la deriva, teniendo una vaga sensación de impulso por la magia elemental de Tatsuya, los marineros divisaron un albatros. Señalaron al ave y clamaron que estaban salvados. El brujo cumplió su promesa: les había llevado a Verisar.
* Durante el trayecto fallecieron la mayor parte de los enfermos. Aunque nadie dijo nada, cada uno interiorizó la culpa de sus muertes.
* Reloj heredó el título de capitán del difunto capitán Slaven, aunque careciese de navío. Fue recibido en Baslodia con los mismos honores que le darían a un anciano capitán.
* Los pocos enfermos que llegaron con vida a Baslodia sanaron misteriosamente. Quizás fuera debido porque unos valientes héroes lograron matar al demonio Nuck o porque el Hekshold encontró al paciente cero y pudo realizar un hechizo de sanación. Fuera como fuese, ellos dejaron de ver a los muertos que les perseguían: Rasim, el capitán Slave, el capitán Aaron, Miodrag.
* Yo también quiero ponerle música a este tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Recompensas:
* 12 puntos de experiencia
* 200 aeros.
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