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Mensaje  Eltrant Tale Jue Ago 29 2019, 01:51

Salvo por algunos pequeños copos que se deslizaban desde las alturas la noche estaba despejada.

Aunque, por supuesto, aquello no bastaba para que no se le hubiese presentado ciertas complicaciones: el viento de la llanura arrastraba consigo ese frío gélido que calaba hasta los mismos huesos. Daba igual lo grueso que fuese la capa que descansaba sobre sus hombros, siempre había una parte de su cuerpo que se estremecía ligeramente ante el frío norteño.

A un lado del camino, dejando pasar otra de las tantas caravanas de mercaderes, repasó la extraña carta que había vuelto a recibir de forma anónima.

- Edgars Aldemar. – Musitó para sí, frunciendo levemente el ceño.

Uno de los sirvientes del Hombre Muerto que había escapado de lo sucedido en Dundarak, uno que, además, lo había hecho con el dichoso collar que podía modificar los recuerdos de las personas.

Era alguien que indudablemente merecía ser apresado y que, según decía aquella hoja de papel, vagaba por aquellos caminos en aquel momento con algo en mente. Sin descripción alguna del hombre lo que estaba haciendo podía resumirse como una “pérdida de tiempo” fácilmente, poco más que buscar una aguja en un inmenso pajar nevado.

Pero se dirigía hacia el sur por aquellos caminos y, además, no perdía realmente nada intentándolo. No del todo, no eran pocas las personas que le habían reconocido de alguna forma; los rumores que le exculpaban de lo que había sucedido en la ciudad de los dragones viajaban más despacio que los que le culpaban de ello.

En cualquier caso, tenía al menos una pequeña pista. Todo parecía indicar que había sido Aldemar el que había trasladado más flor de Nírana en carretas comerciales hasta Dundarak. ¿Por qué siempre tenía que cruzarse con aquella flor cuando el Hombre Muerto estaba de por medio? Supuso que, en cierto modo, era apropiado. El supuesto Nigromante todo poderoso era alguien que solo podía recurrir a drogar a inocentes para parecer mínimamente competente y peligroso.

Lyn dejó escapar algo parecido a un sonoro escalofrío al mismo tiempo que se frotaba los brazos, captando de este modo la atención de su acompañante; que enarcó una ceja y volvió a guardar el papel en uno de los tantos bolsillos que cubrían su armadura.

Hace un frío horrible. – Añadió, moviéndose a su alrededor sin siquiera dejar pisadas en la nieve. – Quiero decir, no lo siento. – Su expresión se tornó en una algo triste, según trataba de tomar un puñado de nieve del suelo. – Pero… sé que lo hace. – dijo girándose hacía Eltrant.

- Lo solucionaremos, Lyn. – dijo este casi inmediatamente, girándose hacía la ojiazul.

- Lo sé. – Contestó está asintiendo, esbozando una pequeña sonrisa. – Tú limítate a seguir incordiando a mercaderes. – dijo llevando una de sus manos hasta su flequillo y jugando con él. – Quiero ver como alguno te da un puñetazo, Mortal. – Eltrant puso los ojos en blanco y lanzó un puñado de nieve en dirección a la joven de una patada y continuó caminando.

- ¡Eh! Si lo digo por ver como se parten la mano contra tu cara. – Exclamó Lyn riendo, haciendo como evitaba la nieve. – Por cierto, podríamos haber traído a Mohr. – dijo. – Me encanta ese caballo. Y tiene mejor conversación que alguien que conoz… - El errante negó con la cabeza e impidió a vampiresa el seguir hablando.

-  No voy a ir yo subido y dejar que tú vayas andando al lado. -  Afirmó. – No me parece justo. – dijo a continuación, dejando escapar un pequeño suspiro.

- Gracias… - dijo en voz baja, desviando un instante la mirada. – Pero sigues siendo un idiota igualmente. – Completó rápidamente acelerado el paso hasta quedar junto a su compañero y dedicándole una sonrisa jovial.

- Y a mucha honra. – dijo Eltrant, contagiado del buen humor de su acompañante.

La conversación se detuvo cuando una pequeña sucesión de luces en se apareció frente a ellos, casi como si saliesen al encuentro de la pareja. Una modesta posada, que no recordaba haber visto en sus muchos viajes por allí, descansaba a un lado del camino.

Era relativamente pequeña, hecha completamente de madera, incluso el techo que ahora estaba cubierto de nieve había sido construido con aquel material.

Se atusó la barba según trataba de recordarla… ¿La habrían construido en las semanas que había pasado en Dundarak? No parecía especialmente grande, por lo que era una posibilidad.

En cualquier caso, aquella carretera estaba, últimamente, inusualmente transitada; por lo que no sorprendió a Eltrant ver un gran número de carrozas detenidas en la zona. Independientemente de para que te dedicases parecía ser un buen lugar para descansar.

- Vamos. – dijo acercándose más a las luces.

No tuvo que pensarlo demasiado. ¿Qué mejor sitio en el que preguntar por su fugitivo? Era lo ideal, desde luego le ahorraría bastantes problemas y, por encima de todo, podía permitirse parar allí un par de días; no es como si tuviese algún sitio en el que estar urgentemente.

La realidad, por mucho que tratase de ignorarla a veces, era que no estaba especialmente bien visto el detener a un convoy fuertemente custodiado en mitad de la nada y ponerse a hacer preguntas incomodas.

La forma más fácil de hacerlo sería aquella.

- Parece acogedor. – dijo Lyn, mirando el edifico, sin hacer demasiado caso a los visitantes que tenía la posada en aquel momento.

Tras asentir escuetamente a la vampiresa estudió a las personas que caminaban de aquí a allá cargando artículos en los carros y limpiándolos de nueve. Siete era el número de vehiculos había parados en aquel instante frente al edificio, todos con el mismo estandarte verdoso colgando de los laterales de los vehículos.

Por sus símbolos y atuendos, Eltrant no tardó en concluir que se encontraba ante una caravana élfica.

- ¡Moveos! – Gritó una mujer de cabellos cobrizos y armadura ligera, una que portaba una lanza que, tenía que admitir, denostaba la habilidad del herrero que la había forjado a simple vista. – Tenemos que están en Dundarak en dos días. – Agregó, dándole un pequeño empujón a un hombre corpulento de barba grisácea.

Aldemar podía ser humano, pero aquello no significaba que no pudiese viajar con otras razas. Al parecer era lo poco en lo que el Hombre Muerto parecía ser competente, no parecía excluir a ninguna de sus enrevesados planes.

- Buenas noches. – Eltrant alzó una mano, la mujer repasó a los recién llegados con la mirada.

A ambos.

- Eltrant Tale, por lo que veo. – dijo dejando descansar la lanza en su hombro. - ¿Qué asuntos tiene alguien como tú con mercaderes humildes como nosotros? – Una extraña sonrisa se apoderó del rostro de la elfa.

- No demasiados. – dijo - ¿Te suena el nombre de Edgars Aldemar? – La mujer mantuvo la misma expresión en todo momento, si aquel nombre significaba algo para ella no lo demostró, como bien se apresuró a indicar negando con la cabeza.

- ¿Algo más? – Miró al convoy que parecía dirigir. – No es por nada, pero como ves tengo algo de prisa. – Informó, señalando a los demás elfos que trabajaban. – Cuanto antes me marche de este páramo helado, mejor. – Agregó mirando con cierta dureza el horizonte nevado que se extendía a las espaldas del exmercenario.

- ¿Conoces a alguien que comercie con Flor de Nírana? – La mujer arqueó ambas cejas al oír la pregunta y se llevó una mano a un mentón.

- No que yo sepa. – dijo – La flor es… - Negó con la cabeza, viendo lo absurdo de explicar aquello a alguien que había estado en el epicentro de un incidente relacionado con la planta. – Incluso antes de lo de Dundarak te ganabas… cierta reputación llevando la flor de aquí a allá. No lo solían hacer demasiados – dijo – Ahora, obviamente, es peor. – Aseguró. – Cualquiera que lo haga va a negarlo, así que ahórrate la pregunta más adelante. – La mujer se ajustó la bufanda. – Sí que recuerdo el nombre de una compañía que lo hacía bastante… - Hizo memoria. – Bueno. Las siglas, más bien. – Aseveró. – “C.O.N.” Esos cargaban flor de Nírana. – Tomó aire por la nariz y miró a Eltrant con cierta dureza. - Ahora… si me disculpas… - Aseveró marchándose a hablar con sus hombres.

Se cruzó de brazos, viendo a grupo de elfos desde la lejanía.

- ¿Crees que dice la verdad? – Lyn imitó a su compañero.

- Eso creo… podía haberse negado a responder. – Indicó, yendo hacia la puerta de la posada.

“C.O.N.”

Estaría atento a ver alguna carroza con aquellas tres letras.

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Mensaje  Eilydh Lun Sep 02 2019, 23:09

La niebla era tan densa que a Eilydh le sorprendió vislumbrar sus pies uno detrás del otro a medida que avanzaba hacia los adoquines del camino dejando la espesura del bosque nevado tras ella. Se ajustó la capa blanca de viaje, cubriendo parte de su cuello que había quedado expuesto con el movimiento rápido de su caminar. Hacía tanto que el sol no tocaba su piel que su color traslucido era difícil de identificar con el de su capa. Sus cabellos sueltos pero adornado con trenzas hacían a veces de bufanda y volaban alrededor de su cara, congelada por el frío y sonrojada por su paso apresurado.

El hielo que se había acumulado en el camino era igual o más frío que los ojos de la elfa, que vagaban de un lugar a otro curiosos y atentos a las diferentes caravanas de comerciantes que se habían congregado en cierto punto, no muy lejos de donde la chica se encontraba.

Hacía semanas que los caminos no eran seguros. Los intentos de la nobleza y el rey en particular por cambiar aquello no habían sido más que objeto de risas para los bandidos con los que Eilydh había compartido alguna que otra copa de vino. Eilydh había fingido docilidad ante el último grupo en particular pues sabía que una elfa viajando en solitario no estaba menos segura si estaba rodeada de bandidos, pero era aquello o enfrentarse a 16 hombres armados sola.

Todavía no estaba tan loca.

Aquel encuentro fortuito acabó dandole más información de la que hubiese podido necesitar en cualquier otra circunstancia. Hablaron de un juicio, de cierto hombre conocido y asesinado. De otro hombre que escapó y de un tal... hombre muerto. A la elfa aquello le sono a historias de dioses enfurecidos, y hacía tiempo que había dejado de adorar a alguna deidad que no fuese ella misma.

Era, por ello la segunda vez que decidía ampararse en la falsa seguridad del camino en todo su trayecto, prefiriendo los bosques y sus árboles, más conocidos para ella.  La muchedumbre no la asustaba. La asustaba las caravanas cerradas con extra protección y los ojos lascivos de ciertos viandantes, al fin y al cabo, viajaba sola.

El frío dormitaba en su piel, pero no le calaba en los huesos, sin embargo, la elfa decidió que la pequeña posada en el camino era un lugar lo suficientemente interesante como para observar a los mercaderes, sus sistemas de trueques, sus precios, las distintas estratagemas que usaban para aumentar el beneficio que obtenian por la mercancía y sobre todo... la manera de salvaguardar sus ganancias. Al fin y al cabo para ello había ido al norte. Nadie hacía mejor negocios que los norteños.

Obviando a Matt owens, por supuesto.

Había una larga fila que esperaba paciente que el dueño de la posada les atendiese. Eilydh se sentó en un bidón de carga vacío, improvisando un asiento y una caravana en particular llamó su atención.  El carromato principal tenía símbolos que parecían ser elfos, pero las palabras no tenían sentido en su lenguaje.

Se acercó a uno de los carros para examinar mejor a sus dueños y una sonrisa burlona y frustrada se apoderó de ella.

Medio elfos intentando ser hijos de sandorai. La peor clase de medio elfos que podrías encontrar en cualquier sitio fuera del bosque. Todos sabían que los de su raza estaban algo más que obsesionados con la pureza de la sangre, y por lo tanto, cualquier mezcla con alguien que no fuese elfo era una abominación contra los dioses. La prole producto de aqul mestizaje a menudo solía ser repudiado por los clanes y tenían dos opciones: Someterse a leyes del árbol madre y ser considerados ciudadanos de segunda clase, o emigrar y aceptar el hecho de vivir entre dos aguas.

No era la primera vez que Eilydh encontraba a una caravana de medio elfos. Para el ojo poco avispado o acostumbrado a su cultura, aquellos hombres altos rubios y con orejas puntiagudas no eran más que elfos fuera de Sandorai. Para cualquier otro elfo, aquello era un mero intento de captar la atención de negociantes poco avispados que creyesen que una caravana de elfos iba a salir de su amado bosque para intercambiar valiosa mercancía con razas, a su visión, inferiores.

Eilydh no los culpaba. Sus trenzas asemajaban bastante bien los nudos en las trenzas propias de Eilydh. Sus ropajes casi imitaban a la perfección las sedas de algodon de los arboles de Sandorai, Sus letras elficas eran atractivas para cualquier persona que no supiese leer su idioma y sus orejas lo suficientemente puntiagudas para resaltar entre una multitud humana.  Pero no para ella. Ni para nadie que fuese un elfo en su totalidad.  Se entretuvo al ver como una de las mujeres que organizaba la caravana se ponía nerviosa ante unas preguntas de un joven encapado. La mujer tenía ese gesto que decía: sálvame  o madre tierra, pero no sabía pronunciar las palabras adecuadas, y Eilydh dudó que el hombre con el que estaba hablando se hubiese dado cuenta de las señales con las manos que esta hacía a varios de su caravana, urgiendolos a que la rescatasen.

Ninguno lo hizo, y cuando se fue, el ceño del hombre con el que había estado hablando parecía incluso más confuso que antes de empezar a hablar con ella. Eilydh nunca supo a ciencia cierta que es lo que la animó a acercarse a aquel desconocido y advertirle. Quiso pensar que no fue la urgencia de defender su "raza" pues aquello estaba más perdido en ella que en cualquiera de los medio elfos que fingian venir de Sandorai. Se imaginó que fue la necesidad de respuesta a algo en el gesto del hombre lo que la animó.


-Cualquiera que sea la información que esa mestiza te ha vendido...- dijo Eilydh pasando casualmente cerca del humano no mucho después de que al otra mujer se fuese- Espero que no hayas pagado mucho por ella.- finalizó- Yo que tú la comprobaría antes de tomarla como cierta. Esa mujer esta fingiendo ser algo que no es. De ahí a responder a tus preguntas con mentiras no creo que haya mucha moral entre medias- Se retiró el pelo de su cara dejando ver sus orejas, puntiagudas y mucho más alargadas que las de aquella mujer, como si aquello fuese la única prueba que el hombre necesitase- Perdón- dijo, ruborizándose por un momento, al darse cuenta de manera repentina que se había metido en asuntos que no eran sus propios negocios.


Disimuló su rojez apartando su mirada y posándola en la fila que esperaba a pagar su habitación en la posada. El gentío comenzaba a impacientarse, el frío se cernía más y más sobre los mercaderes y la noche no tardaría en posarse en el cielo. El bullicio de enfado debido a la lentitud con la que el hombre lidiaba con los pagos estaba más que justificada.
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El Paso Helado. [Minievento, SCA] Empty Re: El Paso Helado. [Minievento, SCA]

Mensaje  Eltrant Tale Vie Sep 06 2019, 18:16

Una mujer emergió de la noche y advirtió a Eltrant de que confirmase la información que acababa de recibir de la “mestiza”. La idea en si era que, si mentía acerca de su raza, podría estar mintiendo también acerca de eso.

¿Mestiza?

Examinó a los elfos que seguían cargando cosas en sus caravanas. A simple vista era incapaz de ver cuál era la diferencia entre ellos y cualquier otro elfo que había conocido; era cierto que no parecían tan… elfos como Níniel, pero su amiga era una sacerdotisa, era básicamente lo que cualquier granjero como él tenía en mente cuando pensaba acerca de la raza del bosque.

En cualquier caso, la mujer descubrió su rostro relevando que ella también pertenecía a la raza de Sandorai. La mujer no tardó en hacer ver que, ella misma, se había percatado de que acababa de inmiscuirse en los asuntos de un total desconocido.

Eltrant le ofreció, no obstante, una sonrisa. Era raro el no recibir malas miradas en los caminos después de lo que había vivido en Dundarak, pero aún más raro era ver a alguien dispuesto a desviarse de su camino para ayudar a alguien que no conocía.

- Gracias. – Le dijo bajando ambas manos hasta el cinturón. – No te preocupes. Toda ayuda es poca. – Aseveró sacudiendo la cabeza, girándose a mirar la fila hacia la que la mujer había desviado su atención.

Bastante gente aguardaba para hospedarse allí, más de la que esperaba. En el breve intercambio de palabras con su nueva conocida habían llegado hasta cuatro convoys más a la zona y se habían detenido frente a la posada, formando una pequeña ciudad de carretas.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué se estaban deteniendo todos allí de golpe? Una mujer, bio por los brazos metálicos que tenía, parecía estar indicando a todos los que se acercaban por el camino que se detuviesen.

- ¡Hola! – Lyn, que al parecer había estado sufriendo los pocos segundos que no había estado hablando, cortó a Eltrant antes de que este pudiese reanudar la conversación siquiera y se colocó frente a la elfa. - ¿Cómo te llamas? – Preguntó con una sonrisa gigantesca. – Yo soy Lyn. – Mencionó. – Y este de aquí es mi fiel sirviente y seguidor. Háblale despacio por que a veces no entiende cosas bási...   – Eltrant se colocó frente a la muchacha y negó con la cabeza, quitándole importancia a lo que había dicho.  

- Eltrant Tale. – dijo ofreciéndole la mano. – Estoy buscando a una persona… - Frunció el ceño, no sabía cómo describirla. – …peligrosa. – Aseveró tras rendirse y admitir que no iba a encontrar una palabra mejor. – Tengo motivos para sospechar que está tras lo que sucedió en Dundarak hará un par de semanas. – Le explicó rápidamente. – Y por lo que sé se oculta en una de las caravanas que van hacia el norte, por eso estaba preguntándole antes a esa elfa. – Respiró hondo, dejó de nuevo que el frío norteño le aclarase las ideas. – ¿Conoces a alguien llamado Edgars Aldemar? – Preguntó finalmente, vigilando con la mirada a todos los recién llegados.

Cinco caravanas eran las que había en aquel momento frente a la posada.

Cada una con blasones y colores distintos.

Mientras esperaba a que la mujer respondiese repasó los convoys desde la distancia. Todos estaban armados a su manera, era evidente que las noticias de los últimos sucesos habían forzado a los mercaderes a conseguir mejor seguridad y, por el equipo que llevaban todos, más cara.

La caravana cuyo estandarte era de tonalidades verdes y ocres pertenecía a la mujer con la que había conversado antes; por algún motivo habían dejado de cargar materiales en los carromatos y ahora se arremolinaban en torno a su jefa. “Asociación Bosque Salvaje”, era el nombre que rezaba en común en la mayoría de las banderas.

Una caravana cuyos colores característicos eran el azul y el amarillo se había colocado a pocos metros de estos elfos. Aparentaba estar compuesta por gente normal, no había nada realmente destacable en ellos salvo por las pesadas armaduras que vestían los mercenarios que les acompañaban. Respondían al nombre de: “La Estela de Oro.”

La tercera partida más cercana a ellos poseía pálidos colores blanquecinos a juego con un blasón con forma de luna menguante de un brillante azul claro. Sus carros, a diferencia de los demás, eran ostentosos, grandes y bastante numerosos; en definitiva: el sueño húmedo de cualquier asaltante de caminos con mucho tiempo libre.

Sobre todo, porque irónicamente, Eltrant no veía escolta alguna con ellos, no más allá de un par de personas con túnicas ligeras similares a las que había visto vestir a los alumnos de Hekshold. Entornó los ojos al leer “Compañía Orquesta Nívea” en uno de los laterales de los carromatos.

El color predominante en la cuarta caravana era el naranja. Estos no parecían destacar demasiado entre la multitud. Los carromatos eran parecidos a los que había visto en su pueblo natal, pequeños y duraderos, pero nada especialmente llamativo. La escolta que llevaban era bastante genérica, contándose quizás en media decena de mercenarios y solo uno de los vehículos contaba con el nombre de la compañía de mercaderes, uno bastante simple si lo comparaba con el resto: “Productos del Tymer”

Finalmente, los últimos en llegar portaban vivos colores escarlatas y morados. La caravana principal y más grande la tiraba un dragón en lugar de caballos. Uno que pasó a forma humana tan pronto como se detuvieron, desvelando que se trataba de un hombre de mediana edad que, además, estaba a cargo de aquel convoy. “Agrupación Pico Nevado” era lo único que se podía leer en sus estandartes.

Antes de volver a la conversación con la elfa una sonora campanada atrajo su atención. Estaba siendo teñida por la mano de un hombre regordete y de aspecto jovial. Un Bio, por su aspecto.

Sorpresivamente, la campana era bastante ruidosa para el tamaño que tenía.

- ¡Noticias de Dundarak! – Bramó el hombre a todos los presentes después de conversar con una mujer que vestía el uniforme de la guardia de la ciudad norteña de la que venía él. – Toda caravana debe aguardar aquí hasta mañana al amanecer. – dijo, muchos murmullos descontentos se sucedieron por el lugar. - ¡Una tormenta de nieve se avecina! – Se excusó el hombre haciendo aspavientos. - ¡Así que poneos cómodos y sed pacientes! De otra forma el frío os matará antes de que lleguéis al siguiente pueblo. – Más quejas y suspiros agotados, el dueño de la posada los ignoró y volvió a su local.

Por muchos beneficios que tuviesen de ser los primeros en salir, nadie parecía dispuesto a enfrentarse a los elementos y arriesgar la vida por liderar la marcha hasta una ciudad medio derruida.

Observó cómo unos comenzaban a levantar sus campamentos y otros se internaban en la posada.

- Al menos parece acogedora… - Le dijo a la mujer, con una sonrisa, según señalaba la posada.



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Mensaje  Eilydh Lun Sep 16 2019, 23:43

El joven guerrero no era tan inexperto en los caminos como imaginó la elfa en un principio. Hablaba como si conociese exactamente a qué había venido. O incluso más intrigante aún: Como si Eilydh debiese saber por el hecho de que él estaba allí, a qué habían venido.

No me malinterpretes. El hombre no poseía la tozudez y el aplomo de alguien que quiere ser reconocido. No alardeaba con voz alta  intentando llamar la atención de las personas que de pronto se habían congregado alrededor de ambos. No gesticulaba de manera exasperada como si se tratase de un mero actor de troop. No. Aquel hombre  tenía el gesto de quien guarda un secreto a voces e intenta susurrarlo para hacerlo menos obvio.  

La chica que lo acompañaba, sin embargo, tenía el gesto de alguien a quien la vida había tratado bien y lo afable de quien se sabía a salvo en su piel. Aunque Eilydh no prestó demasiada atención a aquello. Estaba segura de que no era la primera vez que un gesto como aquel engañaba a alguien.Ella misma era experta en sonrisas falsas.

Estaba claro que aquellos dos individuos estaban acostumbrados a viajar juntos, o al menos a la presencia de ambos pues a diferencia del espacio de seguridad que habían establecido de manera no verbal las caravanas que se acumulaban en los alrededores, el tal Eltrant y la chica Lyn tenían el don de la complicidad. Aquello relajó a la elfa. No se puede fingir complicidad. Quizás su suerte estuviese a punto de cambiar, al fin y al cabo no estaba muy segura de si aquella era una zona donde sentirse a salvo viajando sola.



-Eille- Mintió mientras estrechaba la mano de Eltrant. De nuevo mención a Dundarak. Se odió por no haber prestado la suficiente atención a los cotilleos de aquellos bandidos alrededor del fuego, hacía unas noches. Quizás su hubiese sido lista aquella información valiosa incluso hubiese tenido un precio. Como todo.- Desafortunadamente desconozco ese nombre- dijo la elfa acomodando su capa de viaje ante una incipiente ráfaga de viento- Pero no es la primera vez que hago de detective- dijo en un intento de broma mientras sonreía con una media sonrisa- Así que si en vuestra pequeña aventura os faltan ojos... contad con dos mas- dijo simplemente.

Quizás fueron las palabras del hombre rechoncho que anunciaba la inminente congregación de más caravanas en aquella zona. O el miedo de saberse demasiado expuesta a ser reconocida de alguna u otra forma, fuese lo que fuese que la impulsó a ser más sociable que de costumbre, Eilydh se dijo a si misma que no perdía nada. Aquellos comerciantes aún serían una fuente inacabable de información provechosa. Lo único diferente era que ahora debía memorizar un nombre y andarse con pies de plomo.

Tres. La elfa se dijo a si misma que sería poco educado olvidar los nombres de aquellas dos figuras. Como para cerrar el trato sacó una botella pequeña de su maleta. El corcho que la cerrraba estaba tallado con un remache de madera en forma de flor de lotus, y el vidrio del cristal surcado de flores grabadas en color azul intenso.

-No creo que el solo hecho de ser acogedora nos mantenga caliente en el frío de la noche- dijo la chica destapando la botella- Sobretodo si tenemos que esperar a pagar por las sobras de lo que los negociantes dejen- sacó unos vasitos de la maleta y vertió el contenido en ellos. Cuando lo tuvo todo dispuesto, y al contrario de lo que hubiesen pensado en algún momento, la elfa se acercó al bio de la campana dejando a sus dos nuevos amigos detrás. Había visto a aquel bio tras el mostrador de la posada minutos antes. Con suerte no se le habían adelantado.

Le susurró algo al oido y le dedicó su sonrisa numero 8: Esa que decía es un placer hacer negocios contigo, mientras el hombrecillo agarraba el contenido del vaso de la chica y se llevaba la mano a su bolsillo.

Eilydh le estrechó la mano por un momento como para despedirse y se acercó de nuevo a Eltrant y Lynn.Se tomó la libertad de agarrar la mano del hombre por un momento y dejar en ella una pequeña llave de metal con el numero 186 en ella.

-Resina del árbol madre- dijo, como contestando a una pregunta que Eltrant no había pronunciado. Alzó su dedo indice, como si estuviese a punto de cortar cualquier interrupcion- 100% pureza. Ni que decir tiene que no se consigue de otra manera que teniendo orejas puntiagudas- sonrió, esta vez de manera sincera- Oro líquido para engrasar los engranajes de los bios- dijo Eilydh- Altamente adictivo, pero eso es un efecto colateral del que no me hago cargo en mis trueques- dijo, distraída volviendo a guardar la pequeña botella en su mochila- No esperéis la mejor habitación de la posada- dijo Eilydh de nuevo refiriéndose a la llavecita que acababa de darle.- Pero el hombre me aseguró que la vuestra tendría suficiente espacio para ambos. Al menos me podéis contarme exactamente por qué buscamos a este hombre sin... orejas planas entrometidos- Sonrió de nuevo, esta vez tan solo por costumbre y esperó que sus acompañantes la aceptasen en su aventura mientras caminaba hacia la posada entre miradas feroces de personas que hacían cola.
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Mensaje  Eltrant Tale Vie Sep 20 2019, 15:11

Ellie decía no conocer aquel nombre.

No le extrañaba encontrar difícil el localizar una simple pista acerca de Aldemar, después de todo el hombre debía de saber cómo mantener un perfil bajo, sobre todo si trabajaba para el Hombre Muerto y cargaba consigo uno de los dichosos objetos que este ansiaba con tanto ahínco.

- Gracias. – dijo Eltrant cuando la mujer se ofreció a prestar su ayuda.

Lo normal era, de hecho, que le dijesen algo parecido a “Largo de mi vista”, por lo que encontró agradable el que alguien se prestase a ayudarle con aquella tarea que, desgraciadamente, no era precisamente pequeña.

Aunque, muy a su pesar, su parte más cínica no pudo evitar pensar en lo raro del asunto. ¿Tendría algo que ver Ellie con todo aquello? ¿O simplemente estaba siendo amable? Sus dudas fueron respondidas cuando esta volvió, tras perderse en la taberna, con un frasquito de lo que decía ser resina del Árbol Madre.

Se limitó a pensar que, simplemente, se había cruzado con alguien amable para variar. Analizó el viscoso contenido del frasquito bajo la luz de una de las tantas antorchas del lugar y, sonriendo, asintió a la mujer.

Dudaba que existiesen muchos elfos dispuesto a dar algo como aquello a dos completos desconocidos, estuvo tentado de mostrarle el anillo con el sello del clan Neril que tenía en su poder, por lo que sabía eran gentes importantes dentro de Sandorai y necesitaba información respecto a ellos.

Pero prefirió, por el momento, dejarlo estar.

- Es… - Se pasó la mano por la barba, pensando como describir a Aldemar cuando Ellie preguntó que había hecho. - ¿Te han llegado noticias de lo Dundarak? – Le preguntó, si no había reaccionado al oír su nombre supuso que no sabía demasiado al respecto. – Fue uno de los que ideó eso. – Le informó, en pocas palabras. – También, creo, que tiene en su poder un objeto mágico capaz de modificar los recuerdos de las personas o de borrarlos. – dijo llevándose la mano hasta el mentón. – Por no hablar que es uno de los secuaces del Nigromante que está detrás de, para empezar, eso mismo de Dundarak. Además de que quiere reunir… objetos como el que te dicho y… – Suspiró. – …son muchas cosas… - Había demasiado como para exponérselo en una sola conversación, demasiadas además que parecían sacadas de uno de los libros de aventuras que solía leer de crio.

- En resumen: muy mala persona. – dijo Lyn como conclusión, sonriendo a Ellie y aliviando un poco la tensión que se había apoderado del pequeño grupo. – Y no te preocupes por la habitación. – Ensanchó la sonrisa. – Este suele hacerme dormir en sitios peores. – dijo, encogiéndose de hombros.

Eltrant se giró hacia la multitud de caravanas. Muchos de los mercaderes, tras haber levantado sus pequeñas tiendas para dormir frente a la posada, discutían ahora con los demás por espacio para pasar la noche, las pocas habitaciones que quedaban disponibles en la posada o por asuntos que el castaño no terminaba de captar.

- Menos mal que te has dado prisa. – Le dijo a Ellie, viendo como algunos llevaban su discusión hasta un posadero que decía, en pocas palabras, que no le quedaban habitaciones disponibles para todos. – Por muy mala que sea es mejor que dormir al raso con el frio que hace. – Se cruzó de brazos y asintió para sí. - ¿Qué te trae tan al norte, por cierto? – Le preguntó a continuación. - ¿Eres también mercader?

Ellie no parecía pertenecer a ninguna de las caravanas, sin embargo, quizás fuese una aventurera o una mercenaria, y en esos casos podría pertenecer también a la seguridad de algunas de las caravanas que acababan de llegar.

Como mínimo parecía perfectamente capaz de defenderse por sí sola y, como ya se había dicho varias veces a sí mismo, toda ayuda era poca.

- Y… seguro que se te da mejor que a mi… - Le dijo, volviendo a mirar a las caravanas. – Estás buscando a alguien del que no sabes su aspecto, solo su nombre. – Se rascó la barba. - ¿Cómo afrontarías eso? –  Preguntó. – Ir directamente a preguntarles si conocen a Aldemar no parece muy útil. – Admitió. – Además de que me mienten bastante más de lo que hablan. – Afirmó, finalmente, esbozando una pequeña sonrisa.

Cinco caravanas habían parado allí. Si tenían suerte, Aldemar pertenecería a una de ellas.

¿Pero a cuál? Todas parecían bastante… corrientes; y, aunque había viajado lo suficiente como para empezar a notar las pequeñas extrañezas que podían cruzarse en su camino, aquel tipo de trabajos no era lo que se le daba especialmente mejor.

- ¿Y si mejor vamos adentro, nos calentamos, comemos algo y ya después vamos viendo como investigamos todo? – dijo Lyn señalando la posada. – Estas caravanas no se van a mover de aquí en toda la noche. – Indicó a Eltrant quien, tras unos segundos pensativos, se giró hacía Ellie en busca de su opinión.



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Mensaje  Eilydh Jue Sep 26 2019, 17:06

Caia la noche más aprisa de lo que las tres figuras asentadas entre varias caravanas hubiesen podido pensar hacía unos minutos. Varios mercaderes habían improvisado tiendas de campaña con algún que otro retal de tela y doraban trozos de cordero y algún que otro animal más grande en las fogatas. Eilydh se dijo a s misma que las runas habrían ayudado a encender a aquellas avivadas llamas, de otra manera, la nieve sobre la que lo habían asentado a duras pena  dejaría que el calor llegase a los tronquitos acumulados.

Fijó su mirada en aquellas ascuas mientras escuchaba con atención las noticias que Eltrant le contaba sobre Dundarak. Tan solo había que poner 1+1 sobre la mesa para darse cuenta que aquel resumen no era algo que resultase fácil de contar para el guerrero pues la inmediata tensión del ambiente hacía pensar a Eilydh que no estaba contandole todo. O al menos evitando cierta de la información.

No lo culpó. Ella misma acababa de mentirle sobre su nombre, Lo hacía tan a menudo que a veces se preguntaba si aún podía pronunciar su nombre verdadero con la misma intensidad que lo hacía antes del exilio. Con la misma fiereza que denotaba la seguridad de sentirse respaldada por los suyos. Con la certeza de que al pronunciarlo se encontraría a ella misma. Lo dudó mucho, y aquello por algún motivo la entristeció momentaneamente e hizo que bajase su mirada a sus botas  manchadas de la nieve que pisaba.

Agradeció pues la interrupción de Lyn que la hizo volver sus ojos enormes de nuevo hacia la chica. No se había dado cuenta pero tenía un cutis perfecto que contrariaba con el rosado en puntos claves como la nariz y las mejillas de Eilydh y Eltrant. Aquello la hizo pensar. Se preguntó por un momento si la piel de la chica cambiaba de tonalidad a menudo. O si aquella perfección era la máxima expresión de su rostro. No dijo nada, por supuesto. Si Lyn era o no un vampiro hubiese quizás asustado a Eilydh, pero aquella no era nada parecida a ella. Además, quizás solo estaba desvariando.

Sonrió como para llenar un espacio ante los comentarios de la chica. No imaginaba a alguien como Eltrant no apreciando lo suficientemente a una dama como para prestarle al menos su hombro como almohada. Había conocido a hombres como él. O no. De nuevo, las apariencias siempre engañan.

Y aquello fue más que constatado un minuto después, cuando el hombre le preguntó por sus quehaceres en aquel lugar. Eilydh se vio tentada de decirle la verdad. Aprender de negocios no era nada malo incluso para una elfa solitaria,mientras el hombre rebuscaba algo en su maleta y entonces lo vio.

Cierto anillo entre sus pertenencias. Reconoció el simbolo de inmediato pues ella misma había pasado la mayor parte de sus días en el mismo habitáculo donde había uno semejante.

-Neril- pensó de manera fría y aterrada.

Su corazón empezó a latir fuerte ¿Acababa de meterse en la boca del lobo? ¿Es que acaso aquel hombre era la última bala que su padre y el consejo lanzaba para al fin adquirir su cabeza en un palo? Su respiración se agitó y buscó mil maneras de marcharse y algunas más de herir a aquel desconocido antes de que el acabase hiriéndola. ¿Y si el hombre al que buscaba era tan solo un señuelo? ¿Y si en realidad ya la había encontrado y una orda de elfos estaba acercándose  a aquel campamento en aquel instante, con toda el honor que sus arcos y flechas podían ofrecerles? su respiración se hizo más entrecortada.  Estaba, seguro rodeada.

Y la sonrisa perfecta de Eltrant Tale tan solo era una distracción sacada quizás de un viejo libro de herejia. Lo miró por un instante ¿Era captor o aliado? Fuese lo que fuese ahora era tarde. Tan solo le quedaba hacer lo que mejor se le daba: improvisar y tener a mano su daga tornasol.

-Me he perdido- dijo la chica, sin evitar hablar de manera un poco más fría de lo que lo hizo antes, al fin y al cabo la sugerencia de la vinculación de Eltrant con aquel clan no era buen augurio. Sabía que el chico entendería aquello como una mentira. Los elfos nunca se pierden mientras haya árboles cerca. Pero pensó que quizás aquello serviría para alejarlo de intentar entender nada más de sus asuntos. Por lo menos hasta que la elfa se cerciorase que aquel hombre no estaba intentando matarla.-Pensé que quizás las caravanas me pudiesen enseñar el camino de vuelta a.... sandorai- pronunció aquello como un susurro, apartando la mirada levemente del hombre y la chica.

De nuevo, agradeció lo oportunista de Lyn. La chica no lo sabía pero estaba empezando a serle muy útil en cuanto a tiempo de respuesta se trataba.  Eltrant intentaba ser considerado, supuso la elfa  y planificaba alguna manera de sacar información a aquellos hombres acerca del hombre que el buscaba.

-Si queréis podéis iros a dormir- dijo Eilydh sonriendo a Lyn que si que parecía cansada- Yo voy a aprovechar el efecto del alcohol y la barriga llena en estos comerciantes- rebuscó de nuevo en su pequeña mochila. Cuando encontró una bolsa más pequeña y un tapete de mesa doblado lo sacó antes de decir- Nadie se resiste a una ronda de Tak viajero. Yo no pierdo nunca, y el  vino de Dundarak suelta la lengua a cualquiera que sepa hacer las preguntas adecuadas- dijo simplemente. Miró esta vez a Eltrant, en parte de manera burlona en parte de manera intensa, como retándolo. Si verdaderamente había ido allí para matarla encargado por su padre aquella sería la oportunidad perfecta. Si no lo había hecho  y sus motivos de encontrar aquel hombre eran reales la oportunidad de hablar con los mercaderes una vez que tuviesen su guardia baja era incluso mejor aún.

Una oferta que quizás no pueda obviar.


Además a la chica le interesaba conocer un poco más sobre aquel guerrero. Le gustaba su armadura y ella necesitaba una nueva.

No esperó que contestase, aunque estaba claro que aquello había sido una proposición. Se acercó al mayor de los fuegos donde componentes de las 5 caravanas acababan lo que parecía ser la segunda ronda de una botella de vino de Dundarak y reían.


Eilydh movió una piedra que usó de asiento y la tapa de una caja de madera que seguramente había contenido parte de la comida que habían estado cocinando. Desdobló el tapete para mostrar un tablero de 25 cuadrados rojos y azules curtidos sobre la tela. Abrió la bolsita y sacó varias piedras de distintos tamaños de marfil y metal, suficientes para 4 jugadores. Esperó por un segundo.

-¿Qué se supone que tienes ahí, chica?- dijo uno de los mandamases de la primera caravana, con barbas rojizas y pobladas y el ceño fruncido mientras le daba un codazo al otro de otra caravana sentado junto a él- No estoy seguro de si tus manos elfas y suaves sean capaces de soportar el peso de una ronda de tak- dijo carcajeando.

-¿Por qué no lo comprobamos, señor?- dijo con la voz más inocente que pudo- Es un regalo de mi padre en sandorai. No se exactamente como jugar con 4 jugadores pero estoy segura que no será más dificil que con dos. Y tengo 10 aeros que puedo apostar ¿Eso es mucho? No entiendo de monedas...- sonrió de manera encantadora y dócil, como solía hacer para los nobles de su clan elfo. Como había visto hacer a muchas damas de la corte.

-Levántate de ahí, Roiko- le dijo el hombre a su compañero- vamos a enseñarle a esta dama como no apostar su dinero si no quiere perder- se levantó arrimó su silla al tablero de Eilydh y el otro hombre hizo lo mismo. El resto de las demás caravanas se acercaron también, los lideres más cerca que el resto.- Espero que sepas elegir bien a tu compañero. Estos podrían morderte una de esas orejas largas tuyas por menos de 10 aeros- carcajeó y le dió otro trago a la botella que pasó a Eilydh.


La chica la agarró e hizo como si bebía un trago enorme pero sin abrir sus labios. Miró a los presentes. Si tenía que elegir a alguno quizás sería inteligente jugar con algun lider de las otras caravanas, aunque podría encontrar aquello demasiado para una primera ronda, y necesitaba que el ambiente fuese liviano.

No quería mirar hacia dónde acababa de dejar a Eltrant Tale. Ya le había propuesto que se uniese. No estaba segura de que su orgullo elfo le permitiese ofrecérselo otra vez.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Sep 28 2019, 03:12

Algo rondaba la cabeza de la elfa, había sido capaz de notarlo.

Si bien Ellie no llegó a contestar la pregunta que le hizo acerca de Aldemar, Eltrant suponía que era por la otra que le había hecho. Pero, por supuesto, el castaño tampoco era nadie para meterse dónde no le llamaban, si la elfa no quería decirle el motivo por el cual había viajado al norte estaba en todo su derecho.

Asintió con educación a lo que supuso que era una excusa por parte de Ellie y, cuando esta decidió encabezar la pequeña travesía hasta el interior de la posada la siguió. Los caminos estaban repletos de personas y cada una tenía su propio historia y secretos; él y Lyn no eran ninguna excepción y dudaba mucho que la mujer que acababa de conocer lo fuese.

Sin pensarlo demasiado, Eltrant lanzó una rápida mirada a Lyn, tratando de intuir si la vampiresa había sido capaz de notar algo extraño en su nueva conocida. ¿Una forajida? ¿Alguien que temía que le reconociesen? La ojiazul, no obstante, se limitó a encogerse de hombros y a emprender la marcha tras la elfa sin decir nada.

Se encontraron con una posada… curiosamente vacía.

Sí, había personas andando de un lugar a otro y muchas de las mesas estaban llenas; pero nada de lo que el castaño habría esperado teniendo en cuenta que en el exterior había cinco caravanas repletas de personas.

¿Todos habían decidido acampar?

- ¿Dormir? – Sonrió a Ellie y negó con la cabeza. – Todavía no estoy cansado del todo. – Comentó, esquivando a algunos clientes y encaminándose directamente a la barra tras la cual, en aquel momento, estaba el cibernético que regentaba el lugar. – Además, no me vendría mal comer algo antes de irme a la cama. – dijo, haciéndole una seña al camarero, que no tardó en acercarse con una brillante sonrisa en su cara.

- ¡Yo puedo aguantar toda la noche si hace falta! – Exclamó Lyn, entre tanto, al mismo tiempo que alzaba ambos brazos por encima de su cabeza. Eltrant no pasó por alto la suave risita que dejó escapar la vampiresa al soltar aquella afirmación. - ¡Sobre todo si es jugando una partida de Tak! – Agregó colocándose junto a su acompañante.

- “Sobre todo si es haciendo trampas en una partida de Tak” – dijo Eltrant a su amiga como corrección, que se limitó a inflar los mofletes y cruzarse de brazos.

- La culpa es tuya, que nunca estas atento... – Musitó la vampiresa, esbozando una pequeña sonrisa según se giraba a buscar a una Ellie que ya se había alejado y conversaba en aquel momento con un grupo de hombres. – Vaya. Qué rápido alejas a las mujeres, Mortal. – dijo Lyn centrando su mirada en el tabernero que desaparecía por una de las puertas traseras del lugar.

Eltrant se atusó la barba y analizó los movimientos de Ellie desde la distancia. Veía plausible la idea que había tenido… o que parecía haber insinuado. Conocía a muchas personas que, pasadas de copas, accedían a desvelar bastantes más secretos de los que estos pretendían.

Le gustaría decir que eran viejos trucos que había aprendido guardia, pero la realidad era bastante más simple, y es que cualquiera contaba cosas a un tipo armado hasta los dientes cuando este te miraba con cara de pocos amigos y tu coordinación dejaba mucho que desear por culpa del vino.

- Espera aquí. – dijo dando varios golpecitos en la mesa.

- Espero aquí. – Comentó Lyn, bostezando, tomando uno de los frasquitos que colgaban de su cinturón y descorchándolo.

Tres zancadas bastaron para que Eltrant llegase hasta al grupo de hombres que, junto a Ellie, estaban a punto de comenzar una partida. Las miradas se centraron en él, miradas, comprensiblemente, de desconfianza.

- ¿Puede unirse un viajero con más Aeros que sentido común? – Preguntó Eltrant según tomaba una silla vacía y la colocaba junto a la mesa. – Creo haber oído que la joven necesita un compañero… - Aseveró, tratando de canalizar el actor que llevaba dentro.

No se le daba muy bien, pero pareció bastar; Los mercaderes se miraron los unos a los otros y, después, a Ellie. Todos esbozaron obvias sonrisas de complicidad.

- Por favor. – dijo uno de ellos, alzando su jarra como saludo. – Ese es el tipo de persona con el más nos gusta jugar. – Admitió, cosa que hizo que sus amigos más cercanos estallasen en carcajadas.

- Decidido entonces. – dijo Eltrant como conclusión dejándose caer sobre la silla, haciéndola crujir con suavidad bajo el peso de todo su equipo. - ¿Empezamos? – Preguntó a continuación, girándose esta vez a mirar a Ellie a la vez que buscaba entre sus bolsillos y depositaba en el centro de la mesa una bolsita repleta de Aeros.

[…]

La partida no iba mal del todo, de hecho, podría aseverar que tenía una buena mano y que estaba a su favor. No era un experto en Tak, pero después de jugar contra Kothán y Lyn tantas veces seguidas sabía, al menos, lo que no tenía que hacer.

De todos modos, no era la partida lo relevante.

Los mercaderes no hablaban, no demasiado. Quizás soltaban algún chiste ligeramente racista hacia Ellie o se reían de su género de cuando en cuando, pero no soltaban ni una gota de información acerca de sus compañeros de caravana.

De hecho, fueron varias las veces en las que los oponentes de Eltrant se preguntaron en voz alta dónde estaba el resto de su caravana, agregando además lo extraño que era que estos se hubiesen ido a la cama tan temprano.

- ¿Desea otra jarra? – Los brillantes ojos azules de la camarera, también cibernética, sacaron a Eltrant de sus cartas. - ¿De…? ¿Desea otra jarra? – Repitió a continuación. Eltrant enarcó ambas cejas, notando el extraño tick que se había apoderado durante unos instantes de la mejilla de la mujer.

Prácticamente había sido un espasmo.

¿Estaba bien?

- N… No, gracias. – dijo, volviendo a sus cartas.

La cibernética respondió a esto con una amplísima sonrisa, prácticamente exagerada y, tras tener otro de aquellos espasmos faciales, volvió con la bandeja de licor hasta la barra. Incluso los mercaderes habían podido verlo.

Sin embargo, nadie tuvo tiempo de decir nada al respecto, la puerta principal se abrió de par en par, dejando entrar en primer lugar una cantidad absurda de nieve y aire helado y, en segundo lugar, a un variopinto grupo de personas.

- ¡Ed! ¡Aquí Ed! – Bramó uno de los hombres a los que se estaban enfrentando, recuperando el buen humor que había perdido durante la partida. - ¡Viejo loco! ¡Al final has llegado! – dijo levantándose, haciendo aspavientos. - ¡Ven aquí y siéntate! ¡Estamos acabando de quitarle el dinero a estos pobres desgraciados! – Eltrant entornó los ojos, la partida aún no había acabado y, de hecho, eran ellos quienes estaban ganando.

Pero eso no era lo importante.

“Ed”

Examinó a los recién llegados. La comitiva que acompañaba al tal Ed era… remarcable: dos cibernéticos, bastante evidentes, además, y al menos tres personas más armadas. Según la información que había recibido, Edgars Aldemar no viajaba solo, sino que lo hacía con…

… dos cibernéticos.

Aquello era demasiada coincidencia.

- Te tengo dicho que no me llames Ed. – dijo cuando estuvo junto a la mesa. – Edwards. Ten al menos un poco de respeto y di mi nombre entero. – dijo con el ceño levemente fruncido, sin siquiera pararse a mirar al resto de personas que había en la sala.

Lyn, en ese mismo momento, seguía en la barra de la posada.

Como su compañero, la compañía que acababa de irrumpir en el local había captado su atención y ahora, disimuladamente, los oteaba desde dónde estaba. No le era muy complicado hacerlo, si lo deseaba, podía conseguir que nadie le prestase atención.

- ¿Está disfru…? ¿Está disfrutando de la estancia, seño…? ¿Señorita? – La voz del tabernero tomó a Lyn por sorpresa, que se limitó a asentir en silencio al ver la extraña expresión facial del Bio que Lyn supuso que se trataba de una sonrisa. – Me ale… me ale… Me alegro. – Consiguió articular el hombre antes de abrir y cerrar los ojos como si hubiese visto un destello cegador frente a él y moverse hasta la otra punta del mostrador.

¿Se había comportado así todo el tiempo?

Una pequeña arañita, en ese momento, pareció aparecer de la misma nada siguió al tabernero por el mostrador. Una que, normalmente, para Lyn no habría sido más que un claro indicador de que las condiciones higiénicas de aquel lugar dejaban mucho que desear.

Aquella en concreto, no obstante, parecía estar hecha de engranajes.


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Mensaje  Eilydh Mar Oct 01 2019, 00:45

La presencia a su lado de la figura de Eltrant en aquella partida tan solo dio valentía a Eilydh que repartió las cartas como si el hombre sentado a su lado hubiese estado allí desde el principio.Le ofreció un trago de la copa de vino que ella misma se había servido y con la que no había hecho más que mojar sus labios un par de veces.No pudo, sin embargo, ocultar una medio sonrisa que habló más que cualquier frase que pudiese decir y que en parte mostraba su diversión ante la unión de Eltrant al juego. Se aclaró la garganta antes de dar una reglas generales y empezó la mano de manera simple, dejándoles ganar.

Mordió su lengua en varias ocasiones y en más de una ocasión también tuvo que calmarse antes de llevar su mano a la daga que tenía escondida en el muslo para no acuchillar a aquellos hombres ante las sugerencias enfermas y bromas machistas que le lanzaban medio en broma medio en real. Lo cierto es que no sabía muy bien si lo que le molestaba eran las palabras de los hombres o el hecho de que las pronunciasen delante del tal Tale. Este no dijo nada tampoco, y una parte de ella tragó saliva, dolorida.

-Tantos años y aún no has aprendido a no esperar nada diferente del genero masculino. Tienen suerte todos de que sepa contar hasta diez.. sino... - pensó la chica, componiendo un gesto de desdén mientras reorganizaba sus fichas en el tablero y sus cartas en las manos.

Para cuando el grupo de  jefes de las caravanas tomó ventaja- o al menos eso creyeron ellos- Una figura alta y rodeada de bios entró en la taberna y quizás aquello fue lo que disipó los pensamientos de la elfa. Eilydh había estado lo suficiente pendiente del juego y de  que la la jarra de vino que cargaba una de las bios de la taberna acabara en manos ajenas como para percatarse del gesto entre tensión y preocupado de Eltrant, que parecía mirar  de cuándo en cuando a la barra. Eilydh pensó que tenía miedo que su compañera se fuese a dormir sin él por un momento. Hasta que recordó el nombre de la persona que le había dado Eltrant no hacía mucho.

Y la coincidencia de la abreviatura del nombre exacto del recién llegado que acababa de entrar. Tensó sus hombros. Quizás era demasiada coincidencia. Le dedicó una mirada cómplice a Eltrant  y echó el órdago que guardaba a modo de emergencia sobre la mesa.

-Vaya vaya..- dijo la chica risueña agarrando las ganancias de la mesa- Parece que ya le voy pillando el tranquillo a esto... Quizás tu  recién llegado amigo quiera.. ¿quizás reemplazarle? -le dijo señalando a su acompañante el comandante de la caravana Orquesta nívea que había tomado demasiado vino y después de llorar y musitar palabras ininteligibles se había quedado dormido.

-No es que quiera reemplazarlo  es que con su ayuda vamos a ganaros por fin... y cuando acabemos esos labios carnosos tuyos tendrán que pronunciar mi nombre en elfico entre otras muchas cosas, si quieres recuperar tu dinero, linda- dijo Tarek, el jefe de la Estela de oro y le guiñó un ojo a Eilydh.

La elfa tragó saliva, impasible pero asqueada ante aquel comentario. Apretó el puño clavándose las uñas a modo de represión ante las palabras de aquel hombre mientras le pasaba las cartas a Eltrant, incitándole a repartir esta vez. Mientras lo hacía Eilydh bebió un trago de su vino. Aquel comentario la había molestado lo suficiente como para necesitar el alcohol para aplacarla. La daga le quemaba en su muslo.

-Y cuéntanos...¿Edwards?- dijo la elfa de modo meloso al recién llegado- ¿También eres parte de las caravanas que han llegado al paso? ¿Vienes de muy lejos? A veces me pregunto como hacéis los mercaderes para aguantar las adversidades del tiempo...- hizo una pausa leve en la que jugueteó con su cabello,i ntentando, en palabras de su padre: Ser adorable pero inofensiva, como había ensayado tantas otras veces en Sandorai con los comerciantes que hacían negocio con su padre.- Al menos aquellos que necesitáis calor para sobrevivir...- señaló a los bios que lo rodeaban- dudo mucho que tus amigos siquiera noten la bajada de temperatura. Aunque... parecen... ¿rotos?- dijo mirando como la pierna de uno espasmeaba de cuando en cuando el ojo del otro no podía parar de pestañear.- ¡Los traes aquí para arreglarlos, claro...!- dijo risueña.

Amontonó sus cartas en una pila a su derecha tras haberla visto mientras el resto hacía lo mismo. Odiaba tener que usar el papel de damisela inocente y estúpida, sobre todo delante del recién conocido Eltrant. Pero en su experiencia, cuanto mayor es la peligrosidad de las personas con las que se lidia, mayor necesidad de pasar desapercibido se necesitaba si es que se quería sacar algo en claro de ellos.

Tan sólo rezó para que su acompañante obviase aquel teatro y viese tras su máscara. O no.

Si Eltrant verdaderamente había ido a matarla, aquello quizás sería la mejor cubierta posible para que su tarea pareciese fácil. Apretó de nuevo sus mano y respiró hondo por un momento. Por su bien esperaba que eso no fuese así.
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Mensaje  Eltrant Tale Mar Oct 01 2019, 23:19

Si algo había aprendido aquella noche es que Ellie era una buena actriz.

El recién llegado miró a la mujer, enarcando una ceja, y después se desvió hacía los conocidos que tenía en el lugar y que jugaban a las cartas contra ella.

- Desconozco el motivo por el cual le contaría el motivo de mis viajes a alguien como tú. – dijo con el mismo tono de voz neutro sin siquiera mirarla directamente, casi como si apenas creyese a la elfa alguien digno de mirar a la cara.

- La mujer no da para nada más de sí, no seas muy duro con ella, Ed. – Comentó el mercader frente a ellos, sonriendo de una forma que, a ojos de Eltrant, solo podía ser descrita como “deleznable”.

Frunció el ceño, había tolerado suficiente los comentarios de aquel tipo sin decir nada durante demasiado tiempo, era evidente que no iba a decir nada de utilidad y solo trataba de humillar a su compañera.

Eltrant dejó las cartas sobre la mesa, desvelando además que tenía una mano bastante modesta en el proceso, y señaló al mercader que respondía al nombre de Tarek.

-  Se acabó la partida. – dijo como toda explicación. Aquello pareció pillar al tipo de improviso que, abriendo los ojos de par en par, hizo una mueca de desagrado.

- No, no. ¡Aún tenemos que recuperar…! ¿Qué haces? – Ignorando al mercader, Eltrant se levantó de su asiento y se giró hacia “Ed”.

¿Edgars Aldemar? – Preguntó, directamente, clavando sus ojos en los del recién llegado.

Durante varios segundos el lugar se sumió en el más tenso de los silencios. Los mercaderes echaron mano de sus armas disimuladamente mirando la espalda del errante, Aldemar, por su parte, se mantuvo completamente sereno mientras que sus hombres avanzaban un par de pasos.

- ¿Qué quieres de mí?

Llegó a pronunciar Edgars antes de que uno de los Bio-Cibérneticos que le acompañaba patease la mesa en la que habían estado jugando, lanzando todo por los aires, haciendo que los clientes más cercanos se sobresaltasen.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

El cibernético se colocó frente al, ahora, indiscutible Aldemar y se cruzó de brazos. Eltrant, por suparte, retrocedió un par de pasos como toda precaución. Siempre olvidaba lo resistente que eran los bios y aquel, por alguna razón, parecía extremadamente resistente.

- Bueno, no importa. – dijo Aldemar, agitando su mano derecha. – Matadle. – El otro cibernético, una mujer por su figura, avanzó hacía Eltrant junto a los humanos que les acompañaban, que acababan de hacerse con sus respectivas armas.

- ¡Lyn! – Bramó Eltrant, llamando la atención de los pocos que aún no se habían percatado de lo que estaba sucediendo en la taberna. - ¡Lo he encontrado! – Agregó extrayendo a Olvido de su vaina de un fuerte tirón.

La espada de viento vibró entre sus manos, anunciándole a su usuario que estaba preparada para lo que venía a continuación. Lyn, tras lanzar un largo suspiro y susurrar algo que solo oyó ella, se apartó de la barra.

El caos no tardó en apoderarse del hostal. Muchos de los mercaderes corrieron al exterior a toda prisa, previendo que aquello podía acabar de más de un centenar de formas y ninguna bien de ellas era pacíficamente.

La primera estocada impactó, irremediablemente, en su armadura.

Sin sentir absolutamente nada, Eltrant agarró al tipo que le acababa de atacar por el cuello de la camisa y lo arrojó contra una de las mesas del lugar, derribándolo y rompiendo todas las jarras de cristal que había sobre esta en el proceso. Un segundo humano, mientras tanto, trató de que su acero atravesase la cara del castaño, pero este, instintivamente, colocó a Olvido frente a su cara deteniendo el ataque sin esfuerzo alguno.

Un fuerte estruendo metálico resonó en el lugar cuando ambos aceros chocaron.

Por supuesto, los aquellos no eran más que meros mercenarios. Los verdaderos guardaespaldas de Aldemar eran los cibérneticos, uno de los cuales saltó sobre Eltrant aprovechado que estaba ocupado con el mercenario y comenzó a cincelarle el tabique nasal a golpes cada cual más fuerte.

Gruñendo de dolor con cada directo, el castaño se vio, momentáneamente, inmovilizado.

Los nudillos de metal de aquella bestia con forma humanoide golpeaban con la fuerza de una almádena y, por muy resistente que se creyese, la cabeza le estaba comenzando a dar vueltas.

- Acaba con él de una vez, Toro. – Pronunció Aldemar, cruzado de brazos, con cara de circunstancia.

Fue en ese momento en el que la sombra de Toro se alzó sobre sí misma y, tras deformarse hasta tomar la forma de un centenar de enredaderas, rodearon a su dueño y lo apartaron del castaño que, durante unos segundos, puro respirar aliviado.

- Niños, niños… - Los ojos de Lyn, que estaba a pocos metros de Toro con ambas manos alzadas, adquirieron un leve resplandor carmesí según se acercaba a los presentes. - ¿Es que nadie os ha enseñado a comportaros en la mesa? – Agregó, sonriendo levemente, haciendo oscilar las sombras del lugar a su paso.

Eltrant bajó entonces, todavía sangrando por la nariz, a Olvido con todas sus fuerzas contra el hombro del cibernético atado por las sombras, consiguiendo escuchar como resultado un remarcable crujido metálico y un alarido de dolor por parte del hombre.

Dos de los mercenarios humanos que acompañaban a Aldemar, los dos únicos que no se habían movido aún, atacaron a Lyn con sus respectivas armas. Consiguiendo únicamente atravesarla como si no fuese más que una ilusión.

Lyn se giró divertida hacia los hombres que seguían tratando de cortarla infructuosamente.

Esto tiene una explicación bastante graciosa. – Aseguró, riendo en voz baja al ver la confusión en los ojos de los hombres. – Tiene que ver con maldiciones, mansiones gigantescas… toda una novela de aventuras. – Tras dar una fuerte palmada frente a su propia cara, Lyn hizo que las sombras de los hombres se estirasen y se atasen al mobiliario del lugar, ralentizándolos momentáneamente. - … o también puede que, simplemente, no sea más que el producto de vuestra imaginación. ¿Quién sabe? – Amplió aún más la sonrisa, se cruzó de brazos.

Decidme: ¿Estáis locos o soy real?

Otro espadazo por parte de Eltrant impactó en el torso de Toro, rebotando contra la piel de metal del hombre sin conseguir herirle, no como había pasado con el brazo que ahora movía más lentamente, pero haciéndole retroceder de nuevo.

Jadeando, levantó tímidamente la espada preparándose para la siguiente ronda.

¿Le estaba ayudando Ellie? No había tenido mucho tiempo de pararse a ver qué estaba haciendo ella, aunque en primera instancia podría haberse ido de allí perfectamente, no tenía por qué ayudar a completo desconocido como él.

De hecho, cualquier persona razonable habría evitado meterse en aquel embrollo.

- Bien… - Aldemar comenzó a rebuscar entre los bolsillos de su sobredimensionada indumentaria. – La excusa perfecta para usar mis juguetes. – Afirmó, extrayendo una esfera opaca aproximadamente del tamaño de una naranja.

En la cocina, mientras tanto, los dos cibernéticos que regentaban el lugar se habían hecho con un par de armas. Un par de hachuelas oxidadas, las armas de alguien que no está habituado a combatir pero que, de vez en cuando, lo ve necesario.

- La reina… - dijo el hombre, jugueteando con la arañita de metal que correteaba por su mano.

- …requiere tranquilidad. – Completó la mujer, alzando el hacha, comprobando que, pese al estado del metal, esta cortaba perfectamente.

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El Paso Helado. [Minievento, SCA] Empty Re: El Paso Helado. [Minievento, SCA]

Mensaje  Eilydh Jue Oct 03 2019, 00:19

La paciencia de Eilydh no era infinita. De hecho, cualquiera que la conociese más de dos días seguidos se hubiese dado cuenta de que ser paciente no era una de las mucha cualidades de la elfa. Quizás porque estaba acostumbrada a responder a las acciones en el acto o porque la mayoría de las veces su reacción a una acción no había dependido de una moral distinta de la suya.

Pero claro, Eltrant acababa de conocerla. Y aún no estaba muy segura de si confiar o no en él. Lo mejor era aparentar que tenía la cabeza fría y vacía hasta que verdaderamente no pudiese contar más hasta diez. O cien. O mil. O en su defecto, la paciencia de Eltrant se resquebrajase antes de la suya propia.

Como si las palabras del guerrero hubiesen sido la señal que había esperado todo este tiempo Eilydh comenzó a guardar sus fichas de Tak en la pequeña bolsita con parsimonia a la vez que Eltrant desvelaba sus cartas, como si hubiesen tenido la misma idea. Su gesto paso desapercibido y por ello pudo observar cómo los jefes de las caravanas se ponían de acuerdo por señas preparados para el ataque.  la voz de uno de los que jugaba con ellos quejándose de aquel final repentino alcanzó su cuenta a atrás.


-Dos... uno- pensó la chica y en un acto casi reflejo, mientras Eltrant desvelaba el nombre real del tal Ed, Eilydh sacó su daga tornasol de su muslo y la clavó sin mediar palabra entre la mano del jefe de la caravana y la propia mesa, que se agitó por un momento. Exaltado este gritó de dolor y para cuando se hubo dado cuenta, la daga ya estaba fuera de su mano y la mesa al otro lado de la sala como consecuencia a una patada de uno de los bios que acompañaban a Ed.

Eilydh vio como Eltrant llamaba a su compañera para que lo ayudase con el fugitivo y sus secuaces. Al parecer nadie más que ella se había percatado del motín que los vendedores habían estado tejiendo  de manera silenciosa. Eltrant estaba demasiado ocupado perdiendo parte de su nariz como para parar aquel motín. y Lyn era incluso más impresionante que el hombre a la hora de deshacerse de enemigos. La cuenta atrás de Eilydh había llegado a su fin. así que no encontró motivos para no inundarse con la ira de todas las palabras que le habían dedicado durante la partida.

La mano herida del que acababa de desprenderse Eilydh dejaba un regurero de sangre a su alrededor que atrajo a varios de los de su caravana. Al parecer los miembros de la estela dorada no eran lo suficientemente valiente como para luchar por la valía de su jefe pero si poseían la lengua vivaz que iniciaba el fuego. El jefe de la orquesta Nívea, sin embargo era arena de otro costal.

A decir verdad y mirado desde un punto de vista ajeno a todo, Eltrant había iniciado una pelea de taberna. La mayoriía de los hombres estaban lo suficientemente  borrachos como para pelearse entre si olvidando que en realidad era a Eltrant, Lyn y Eilydh a los que querían. La elfa no se quejó de aquello, por supuesto, dejaba los ratios más igualados, y las posibilidades de ganar en aquel lugar, incrementadas a un... 13%.

Eso porque se encontraba optimista. De hecho, le hizo gracia que alguien tan correcto como Eltrant acabase de avivar las llamas de una pelea de taberna. Sonrió de manera cínica y se apresuró a escapar del intento de agarre de dos de los hombres que forcejearon con ella.  Le dió un codazo en la parte baja de las costillas a uno de ellos que se llevó las manos al punto exacto sorprendido de la respuesta de la aparente inocente elfa.

El otro,  avisado ya como estaba de que la chica no iba a rendirse sin pelear, la agarró de la cintura y la encadenó a su pecho por la espalda aprovechando que Eilydh se había puesto en pie.

-Ts, ts, ts, ts... Pequeña florecilla- dijo Tarek acercándose a Eilydh de frente hasta agarrar la barbilla de la elfa con su mano derecha- Pórtate bien o esta noche voy a hacerte mucho daño.

¿Florecilla? ¿Hablaba en serio? ¿Quién era aquel comerciante, y  de quién había aprendido aquel nombre en particular? Unos ojos azules se posaron en la mente de Eilydh. Un navío en Isla tortuga.. La voz del bosque llamándola de lejos.  Sacudió la cabeza apartando esos pensamientos de ella y sumió su cuerpo en la ira que había creido extinta por muchos meses

Aprovechó que el hombre que la agarraba por detrás lo hacía lo suficientemente fuerte como para evitar que forcejease, casi tanto como para apresar su pecho, para saltar con todas sus fuerzas elevando sus piernas en el aire y aprovechando el momentum para  patear  a Tarek  en el pecho con la suficiente fuerza como para que este perdiese el equilibrio y cayese para atrás al suelo.

Una  con las piernas de nuevo en el suelo la elfa forcejeó con su opresor intentando clavarle la daga en la pierna sin mucho exito. Entró en pánico y notó como el hombre la acercaba de nuevo a Tarek que aunque desorientado intentaba ponerse de pie rápidamente. No le quedaba otra menera... así que cogió impulso con su cabeza mientras entretenía al hombre que la agarraba con su daga y lo cabeceó con toda la fuerza que pudo. Aquella vez, sin embargo, la suerte estaba de su parte. O al menos parcialmente.

Su cabeza había aterrizado en la nariz del hombre, el punto más externo, y como la de Eltrant, se había partido haciendo que el hombre tuviese que llevarse las manos a donde sangraba de manera espontánea. Por su parte, Eilydh se había librado de su opresor, si, pero a cambio se vió sumida en una ola de mareo y dolor de cabeza que la hicieron perder puntería de manera momentánea, por lo que uno de los puñetazos del ahora recuperado Tarek atinó de lleno en su mandíbula.

Notó el calor de su sangre vertiendo desde su labio inferior, pero notó como varios de los dedos del comerciante crujían al colisionar con ella: Seguramente aquella fuese la primera vez que aquel comerciante daba un puñetazo a  alguien.  Y la mirada de superioridad del hombre  aún incrédulo de que hubiese hecho sangrar a la chica se lo confirmó.

-Ya ves... dijo sacudiendo su mano de dolor mientras la armaba para otro puñetazo- Si te hubieses quedado con tu esposo elfo en tu jodido bosque... quizás esos labios carnosos tuyos no hubiesen tenído que sufrir, florecilla- y avanzó para asestar otro golpe a Eilydh, con tan poca mira que intentó hacerlo en el mismo sitio. La elfa estaba preparada pues, y con la agilidad de su raza que la caracterizaba esquivó aquel puñetazo y a la vez se posicionó detrás de Tarek. Le agarró de los cabellos por detrás tirando de ellos con toda la fuerza posible y sirviéndose de él como escudo humano evitando así que el ataque del otro hombre al que había roto la nariz se alzase ante ella.

-Sabes Tarek, querido- le susurró al oido.- Es muy curioso que último que me llamó florecilla reposa ahora en las aguas de isla tortuga y sus huesos se pudren con el agua de la marea. Me pregunto en qué lugar tus estúpidos amigos enterrarán tus huesos. - dijo Eilydh de manera entrecortada.

Aquella no era ella. Aquella era la furia de aquella palabra inundándola. Se sorprendió jugueteando con su daga en el cuello del hombre y escuchó al hombre mascullar una plegaria a Odín.

Jodidos humanos... ¿Por qué siempre tienen que parecer tan mortales justo cuando menos quiero relacionarlos con seres complejos?

Alejó un poco la daga del cuello del hombre y este respiró de nuevo con tranquilidad creyéndose a salvo.

-Tu Dios es compasivo- dijo la elfa algo más sosegada.- Pero no olvida-Llevó su mano derecha a la boca del hombre aprovechando que este se había relajado y aunque tuvo que esquivar varios bocados, fue lo suficientemente hábil como para sujetar su lengua y perforarla con su daga.

Florecilla era la última palabra que aquel hombre iba a dirigirle. Aprovechó el bullicio que había creado cortándole la lengua al hombre y pensó una alternativa rápida a morir a manos del hombre enorme al que había roto la nariz. Su boca le sabía a sangre y aquello no la ayudaba. Necesitaba que todos tuviesen una excusa para perderse. Necesitaba un botón de reiniciar. Eltrant y Lyn tampoco tenían las de ganar teniendo en cuenta aquellos robots.

La luz del fuego chispeó en uno de los laterales de sus ojos mientras esquivaba algún que otro golpe y sentía como la cuchilla de una daga perforaba su brazo. Y entonces entendió que quizás aquello era lo único que salvaría la desigualdad del combate.

Se quitó su capa de viaje y recibiendo otro puñetazo en el ojo la prendió con las llamas del fuego. Estas se avivaron rápidamente.  Tanto, que Eilydh las tuvo que soltar antes de lo que hubiese previsto, haciendo que las llamas controladas pasasen a ser fuego salvaje en menos de 15 minutos.


Corrió todo lo rápido que le dejaron sus piernas. La posada empezaba a inundarse de llamas y casi todos los presentes corrían para salvarse, incluido los mercenarios de Ed y Ed mismo.
Eilydh aprovechó aquello para acercarse a Eltrant y mientras reculaban del fuego, aprovechó para decirle:

-Nunca vamos a tenerlo tan indefenso como ahora- lo miró como intentando transmitirle el hecho de que acababa de cortarle la lengua a un hombre.. raptar a otro no salía fuera de lo normal dadas las circunstancias.
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Oct 07 2019, 13:18

Su acero se hundió firmemente en la cintura del hombre.

Gritando, Eltrant extrajo el arma rápidamente y. como quien tala un árbol, volvió a introducirla en la herida con fuerza. La muerte de aquel guardaespaldas hizo que algunos de los que acompañaban a Aldemar reculasen tímidamente.

- ¡Aldemar! – Exclamó el castaño, avanzando hacia él.

Este sonrió y extendió los brazos invitando al castaño.

Si iban a morir no iba a ser aquella noche en mitad de un páramo helado.

Un intenso olor a humo inundó entonces sus sentidos: la posada se quemaba. ¿Cómo se había descontrolado todo en tan poco tiempo? ¿Los demás también estaban peleando? Enarcó una ceja al sentir la presencia de Ellie a su lado.

¿Había sido ella? Las palabras que la elfa dejó escapar parecían indicarlo.

Pero ¿Y los posaderos? ¿Y los clientes que no tenían nada que ver con lo que estaba sucediendo? La respuesta a la primera pregunta fue respondida inmediatamente, cuando la pareja irrumpió en la habitación enarbolando hachas oxidadas, acometiendo contra cualquiera que estuviese a su alcance.

Pero, desafortunadamente, aquel repentino ataque de ira homicida no era lo único que acompañaba a la pareja de cibernéticos desquiciados. Una marabunta de arañas brillantes, las suficientes como para cubrir a una persona adulta de golpe, salieron a tropel de la cocina.

¿Eran de metal?

- ¡Lyn! – Tomó a Ellie del brazo al ver lo que se avecinaba y, con la mano en la que aun blandía su espada, concentró todo el aire que la hoja pudo reunir en aquel momento.

Lanzando un tajo frente a él, a la nada, hizo generar una media luna de aire que atravesó la habitación y cortó en dos todo lo que había en su camino: mobiliario, a uno de los posaderos y a uno de los guardaespaldas de un Aldemar que, junto a los cibernéticos, huía hacia el exterior. [1]

Por sorprendente que fuese, el posadero, aun sin brazo y con un enorme corte en su vientre, se movía como una persona completamente sana, zarandeando su hachuela como si estuviese teniendo convulsiones, con una mirada que indicaba cualquier cosa menos “natural”.

Las arañitas de metal, a su vez, estaban cosiendo de alguna forma la herida de los posaderos.

- ¡Maldita sea! – La espada vibró de nuevo entre sus manos, transmitiéndole aquella sensación que tan poco le gustaba. - ¡Vamos fuera! - Si seguía blandiéndola mucho más tiempo acabaría bastante más enfadado de lo que le gustaba imaginar y no tenía tiempo para eso.

Aldemar no podía escapar de allí, no lo permitiría.

Corrió hacia el exterior, haciéndole una seña a Ellie para que se quedase cerca. El fuego, de alguna forma u otra, estaba conteniendo a aquella plaga y a los posaderos, pero no sería suficiente a la larga. Lyn saltó grácilmente por una de las ventanas y se encontró con él a las afueras de la humeante hospedería.

- ¡No creas que he acabado!

Antes de que tuviese tiempo a girarse, Eltrant le propinó un directo con el guantelete mágico, en plena espalda, al bio más corpulento, haciéndolo volar por los aires y lanzándole contra uno de los tantos arboles cubiertos de nieve que no tardó en quebrar. [2]

Dudaba mucho que estuviese muerto, pero no se volvió a levantar.

En ese mismo instante, el edificio se vino abajo consumido por las llamas, tragándose todo lo que había dentro de él y desvelando la no muy acogedora cueva que tenía debajo; una repleta por un centenar de, a ojos de Eltrant, colmenas de metal que ahora se encontraban envueltas en llamas.

Prácticamente estaban al rojo vivo.

- ¿Qué son esas…? -

Aldemar, aprovechando aquella repentina distracción, dejó caer una esfera de color plateado frente a la multitud que miraba sorprendida el gigantesco agujero.

No hubo ninguna explosión propiamente dicha, pero la nieve del suelo se desvaneció en un instante y en su lugar apareció una nube de vapor candente que no tardó apenas un parpadeo en alzarse varios metros sobre las cabezas de los presentes.

Chasqueando la lengua, el castaño se cubrió la cara con ambas manos, incapaz de protegerse completamente ante de que varias quemaduras aparecieran en sus mejillas. Lyn, haciendo gala de sus reflejos, levantó frente a su compañero y Ellie un espeso muro de oscuridad lo suficientemente sólido como para que el grueso de la nube de vapor no les alcanzase.

Rápidamente, la mayoría de los carromatos pusieron en práctica sus propios métodos de defensa frente a esto. Aunque muchos no tuvieron tanta suerte y cayeron al suelo, prácticamente cocinados, a los pocos segundos de que Aldemar liberase su creación; la gran mayoría sobrevivió al vapor.

- ¿Alguna idea? – Preguntó Eltrant al aire, calzándose el yelmo al mismo tiempo que se giraba hacía la gruta que antes había sido la posada para ver como más de un centenar de puntitos candentes subían por la pared, huyendo de las llamas.

- Tienes el martillo, ¿No? ¡Ahora vendría bien el destrozar algo! – Inquirió Lyn de vuelta, deshaciendo el muro de sombras, notando como los últimos guardaespaldas del humano se dirigían hacia ellos.

La bio y los dos humanos que quedaban con vida del séquito de Aldemar no parecía dispuesto a dejarles vivir. Que nadie conociese el nombre de su jefe parecía lo suficientemente importante como para que incluso este se arriesgarse a quedarse allí dejando escapar la flagrante oportunidad de huida que todos tenían en aquel momento.

___________________________________________________________________

[1] Primera habilidad de Olvido: Cortaviento.
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 8: Seísmo.

Off: ¡La complicación de Sigel aparece: un nido de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]!

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Mensaje  Eilydh Vie Oct 11 2019, 22:52

Todo era luz. Y tras la luz, la elfa pudo apreciar cómo su piel parecía volverse incandescente, como el vapor de una ducha calida o el humeante de una sopa en un fuego de otoño. Pero este vapor hervía. la agradable sensación de aquel vapor en sus mejillas duró poco y pasó casi de pronto a la urgencia de saber que la piel podría desprenderse de sus huesos.

Aún sentía el brazo de Eltrant guiándola cuando la luz se volvió sombras  y tan solo pudo suponer que aquello era obra de Lyn. Los había salvado de morir calcinados, con tan solo alguna ampollas en su nariz, brazos y manos, pues había conseguido taparse la cara a tiempo.  Sin embargo, el problema no era menor por aquella momentánea victoria.  Aldemar seguía libre de herir a quien quisiese y además estaban rodeados de arañas. Miles de ellas.,

Eilydh se acercó un poco más a Eltrant de manera sutil como un reflejo y tragó saliva, separándose cuando se dio cuenta de lo que hacía y disimulando que aquellos insectos, aunque fueran robóticos no eran de su agrado. Pero no era la primera vez que peleaba contra ellos. No hacía mucho se había visto envuelta en las feromonas de acromántulas y justo aquello había hecho que pudiese salir de una situación peliaguda. Pero aquello era diferente.

Aquellos robots correteaban con un objetivo claro: cualquier tipo de persona no bio que se hubiese avecinado a la posada. Pisó de manera intencionada a una de aquellas arañitas. No fue tarea fácil, sin duda pues el bichejo se movía rápido pero finalmente acabó posando su bota de piel sobre uno de ellos con la suficiente fuerza como para notar como sus mecanismos se rompían bajo sus pies. La emoción del momento, sin embargo la hizo obviar a otra de las arañas que le subió por la pierna y notó como llegaba a la rodilla. Eilydh lo paró justo a tiempo para ver como de sus colmillos frontales brotaban varias gotas espesas de un liquido verdoso. No había llegado a picarle, pero la elfa se alegró de  haber sacudido a aquel bio antes de que esos colmillos se incrustasen en su piel. Fuese lo que fuese que inyectaban, estaba segura que no era ungüento pacificador.

Aldemar, por otro lado, seguía libre y por algún motivo que Eilydh desconocía había desaprovechado la oportunidad de escapar aprovechando la confusión debida al fuego y había decidido que luchar era la mejor opción en aquel momento, mientras Eilydh, Lyn y Eltrant lo seguían a la gruta que se había convertido la posada.

La chica resopló. Todo hubiese sido más fácil si se hubiese quedado en Verisar la semana anterior. Recordaba el arrullo del arroyo cercano a donde había pasado la ultima  noche y casi parecía oler las zarzas de moras de alrededor.

Se sonrió. Divertida. Como si  no pudiese pensar en algo más aburrido que la tranquilidad de saberse a salvo.

-Por lo que sé, estos bichejos no tienen inteligencia individual- dijo Eilydh cuando alcanzó el paso de Eltrant que seguía a Aldemar- La inteligencia es colectiva así que imagino que... son como las abejas. - dijo gesticulando y a paso ligero- Mata a la reina, y para la rabia- Le dirigió una media sonrisa a su recien conocido, a sabiendas de que había mezclado términos- El caso es... dónde está la jodida reina.- dijo para si misma mientras evitaba a una de las arañas que había pasado demasiado cerca de ella y se sobresaltaba.

Se sonrojó temiendo que Eltrant hubiese visto ese acto reflejo de miedo a aquellos bichejos y siguió caminando esta vez más rezagada por si de nuevo le pasaba uno demasiado cerca.

Alcanzaron a Aldemar a unos 5 minutos de adentrarse en la gruta, La oscuridad lo había camuflado y Eilydh y el resto hubiesen sido presa fácil de una emboscada si los ojos brillantes de los bios que iban con él no les hubiesen delatado. Eilydh tiró de manera leve del hombro de Lyn al percatarse de la figura que acompañaba al brillo destacando en la oscuridad que se habían sumido y  se llevó la mano a sus labios indicándole que estuviese en silencio y fingiese que no los habían visto.

La elfa se quedó aún más rezagada del grupo y cuando los dos bios y Aldemar saltaron a emboscar a Eltrant y Lyn, solos en apariencia, ella se apresuró a usar algunas rocas de la gruta como lanzadera a un salto que aterrizó justo sobre la espalda de uno de los bios. Trepó de manera grácil hasta los hombros del bio y acabó sentada sobre ellos enlazando sus piernas con los hombros del pobre hombre que no supo de dónde apareció la Elfa. Eilydh aprovechó entonces para ensartar su daga primero en un ojo y después en el otro del bio. Tirándo de ellos de manera tosca hasta que uno de ellos salió de su órbita y el otro cayó al suelo. Como resultado, aquel bio no podía ver, pero aprovechó la sensación de éxito de la bruja para clavar sus manos, que se habían convertido en puñales de metal en sus muslos y haciéndola caer al suelo con un jadeo ahogado de dolor.


La elfa se se levantó del suelo y vió como la herida en ambos muslos que acababa de hacerle el bio que la había atacado había dejado de sangrar y comenzaba a curarse. Se llevó las manos a una de ellas frenando un quejido de manera involuntaria y vió como el bio al que había sacado los ojos caminaba sin rumbo aparente.

-Oh... elfita elfita... no puedo verte no... pero puedo oírte, - Estocó con sus manos- puñal hasta donde hacía un momento había estado Eilydh.

El bio siguió estocándo a ciegas tan solo guiado por su oído mientras Eilydh usaba toda su destreza para evitar a las arañas que parecían salir de todas partes y las estocadas de su oponente lo más silenciosa que podía. Sus movimientos eran gráciles y ligeros como una pluma, nada poco común en los elfos, pero Eilydh aún estaba dolorida y en varias ocasiones perdió el equilibrio  y acabó encontrando la hoja fría de las manos de su oponente, en sus brazos y su cara. Lo que correspondía con una sonrisa en la tétrica cara del bio.

Hizo el amago de que se caía en una de las veces para guiar al bio hacia el otro lado justo donde ella se encontraba y con un rápido movimiento estiró su pierna, haciendo que su adversario perdiese el equilibrio y cayese.  No perdió mucho tiempo y pateó una de los brazos de aquel bio hasta  doblarlo de manera poco natural y romperlo. Una vez cayó al suelo lo agarró para que las arañas no lo  recomponiesen y lo usó como segunda arma.

Su adversario se levantó del suelo con poco equilibrio y Eilydh volvió a golpearlo en la cabeza con una patada gancho desde la barbilla del hombre en un intento de que esta se doblase de manera que lo había hecho el brazo y cayese al suelo.

No funcionó, por supuesto, pero Eilydh usó el momentum para agarrar las orejas del bio y seguir pegándole con sus rodillas en la cara. Notó como poco a poco la cabeza de su adversario daba más de si y con ello las estocadas del bio con su ,mano libre se volvían mas furiosas, clavándose en varios sitios del cuerpo de la elfa.
Eilydh ahogó gritos cada vez que sangre brotaba de su cuerpo y deseó que sus compañeros estuviesen teniendo más buena suerte que ella en su pelea. Siguió pateando la cabeza hasta que por fin, y cuando creyó desfallecer, ésta se separó del cuerpo del bio y quedó en las manos de la elfa que la sujetaba por las orejas.

El cuerpo que quedaba en el suelo se movía sin la suficiente coordinación y equilibrio como para levantarse.

Eilydh observó sin aliento la cabeza del bio que la miraba con ojos de vacío. No podía dejarla en el suelo, pues la recompondrían, así que hizo un nudo a una de sus cuerdas de su pequeña maleta y la colgó de ella, volviéndose a sus compañeros con una mano en una de las heridas más profundas de su torax que aún sangraba.

Evitó a varias arañas mientras avanzaba para reunirse con Eltrant y Lyn.

Estaban empezando a molestarla de  verdad. ¿Dónde diablos estaba la reina?
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Oct 14 2019, 21:11

Respiró agitado, tratando de analizar mínimamente la situación en la que se encontraban.

¿Qué hacían?

¿Cómo salían de aquello sin morir en el intento?

El mundo a su alrededor se ralentizó; una miríada de arañas de metal a la espalda y Aldemar y sus lacayos en el frente. Tenía a Lyn con él, también a Ellie; en la lejanía podía escuchar las voces de los que habían sobrevivido a la nube de vapor ayudar a los heridos y apagar las llamas.

- ¡Eltrant! – La voz de Lyn el devolvió a la realidad. - ¡Reacciona! -  Apretando los dientes, cerró ambas manos con firmeza en torno al martillo que tenía a la espalda.

Lo había decidido: lo haría por las malas.

- ¡Sujétate! – Gritó a Ellie, que había estado todo aquel tiempo combatiendo a las criaturas de metal que, por su aspecto, debían de haber sido tiempo atrás los verdaderos dueños de la taberna.

Eltrant golpeó a sus pies con el martillo, con todas sus fuerzas. Las runas de la cabeza del mismo se encendieron en unos vivos colores rojizos momentos antes de sacudir el suelo que el castaño tenía a su alrededor con violencia, haciendo que la mayor parte de los bichos que trepaban por la pared de la gruta cayeran de nuevo a esta y que todos los que no habían recibido el aviso de Eltrant a tiempo cayesen al suelo. [1]

Aquello les haría ganar tiempo.

Hecho esto, colocó el martillo a su espalda y se hizo de nuevo con Olvido, momento en el cual se giró sobre sí mismo. Aldemar parecía tranquilo, demasiado, ¿había sabido que aquellas cosas estaban allí? No importaba, ya fuese por eso o por que se sintiese prácticamente intocable, tenía que demostrarle que estaba equivocado.

Avanzó varios pasos, el segundo cibernético que acompañaba al inventor salió a su encuentro repentinamente, saltando sobre él en un intento por hacerle caer de espaldas. Eltrant afianzó ambas manos alrededor del pomo de Olvido como toda respuesta y, gritando, lanzó una estocada con el envés del arma al torso de la mujer, arrojándola a un lado con una contundencia que, probablemente, habría matado a una persona que no fuese parcialmente de metal. [2]

Aun cuando había lidiado con los dos súbditos del inventor con relativa facilidad, lo peor estaba por llegar. Esa fue la conclusión a la que llegó Eltrant cuando Aldemar se deshizo de su túnica sonriendo enigmáticamente, desvelando un par de guanteletes que, si bien en un principio no le decían nada a Eltrant, le obligaron a retroceder cuando uno de ellos lanzó una asombrosa llamarada de color morado.

Chasqueando la lengua se desató el cordel que mantenía su capa atada a su cuello, la cual ahora estaba cubiertas llamas de color purpura, y miró el guantelete izquierdo del hombre desde una distancia que creyó prudente.

Si el derecho lanzaba fuego, aquel también tenía que tener truco.

Sus sospechas no eran infundadas, y es que Eltrant no tardó apenas unos minutos en comenzar a notar la extraña neblina que liberaba el segundo guantelete de Edgars. ¿Veneno? Retrocedió aún más pasos, alejándose del gas como precaución.

Se había enfrentado a muchos alquimistas, pero si era veneno… estaban en una zona muy amplia, lo suficiente como para que este apenas alcanzase a Eltrant. Además de que parecía más líquido que gas, no había pasado por alto la pequeña capa de “agua” que aquella niebla había dejado en su armadura.

Todas sus dudas acerca del propósito de la niebla quedaron resueltas cuando el inventor desató otra de sus llamaradas. Por mucha distancia que hubiese puesto entre él y Aldemar, el fuego se extendió por el gas como si este estuviese hecho a partir de heno y acabó estallando con fuerza en cuanto las llamas alcanzaron las gruesas gotas que cubrían su armadura.

Alzando ambos brazos hasta la cara como única forma de defenderse, el castaño dio varias vueltas sobre sí mismo antes de caer pesadamente sobre la nieve.

Mascullando insultos en voz baja, Eltrant empujó el suelo y se incorporó de rodillas. Escuchando un severo pitido en los oídos, se giró sobre sí mismo para escuchar a Lyn exclamar algo sobre la reina a la que había hecho referencia Ellie apenas unos minutos atrás.

- Sí… ya me levanto. - Parpadeando repetidamente, aun aturdido por la explosión, volvió a dejar escapar varios insultos en voz baja antes de volver a levantarse completamente y fijar su mirada en la amalgama de arañas que tenía Ellie delante.

- ¡La que de verdad importa está dentro de eso! – Lyn se apareció a su lado, jadeando visiblemente cansada. ¿Había estado conteniendo todo aquel tiempo a las arañas con sus sombras? Lo parecía; tampoco le quedaban frasquitos de sangre en el cinturón.

Una masa sin amorfa en un principio, la silueta de metal que tenían delante comenzó poco a poco a tomar la forma de una esbelta mujer con alas. Muchas personas habrían dicho que podría pasar perfectamente por una mujer-bestia, una que brillaba tenuemente, reflejando el fuego de la posada que tenía tras ella.

Le pareció que… la cara de aquella cosa soltaba algo parecido a una palabra.

Pero todavía tenía el intenso pitido de la explosión apagando todos los sonidos que reinaban a su alrededor, así que no le dio demasiada importancia.

Sin decir nada y se giró sobre sí mismo para ver a un Aldemar que seguía quieto, mirando con aquella sonrisa arrogante como se desarrollaba la situación. Los problemas se acumulaban, uno tras otro.

Afortunadamente, no estaba solo.

- ¡Ellie! ¡Acaba con esa cosa! – Sin avisar realmente de sus intenciones, desató a Recuerdo de su cinturón de un tirón y se la lanzó a la muchacha. Quizás era mucho pedir, pero no tenía otra alternativa. - ¡Lyn! ¡Ayúdala! – Tomó aire, llenó sus pulmones con el cálido viento cargado de ceniza que les rodeaba. - Yo me aseguro de que Aldemar no moleste… - Masculló, agachándose a recuperar a Olvido.

Recuerdo seguía siendo una espada pesada, grande, diseñada para ser usada con ambas manos; pero la espada de hielo también era resistente. Si había algo en su poder que pidiese atravesar un montón de acero además de Olvido, era la espada azul.

- ¡No tenías que decírmelo, Mortal! – Dando una palmada frente a su cara, Lyn hizo que la sombra de Ellie y la de Eltrant comenzasen a bailar levemente, a moverse como si estas estuviesen hechas de llamas. [3]Estoy justo a tu lado, Ellie. – Le dijo a la elfa, tratando de transmitirle seguridad con una sonrisa. – Ataca al centro, al corazón. – Señaló al torso de la criatura que se movía frente a ellos con patrones erráticos, modificando lentamente sus brazos hasta que estos comenzaron a asemejarse más a espadas. - Sin miedo. – Agregó a continuación, haciendo danzar a un cumulo de sombras entre sus manos. – No voy a dejar que te pase nada. – dijo al final, ampliando la sonrisa, con un tono prácticamente maternal.

Eltrant, mientras tanto, había comenzado a caminar en dirección opuesta a la pareja, asegurándose de que todo el aire que rodeaba a Olvido cubría su cuerpo. Ellas tenían su trabajo, y el tenía el suyo.



_________________________________________

[1] Habilidad Martillo Atronador.
[2] Habilidad Eltrant nivel 3: Hoja Cargada.
[3] Habilidad Lyn nivel 8: Guardián Oscuro.

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Mensaje  Eilydh Miér Oct 16 2019, 18:08

Todo quedó ensordecido. Los oidos de la elfa quedaron llenos del pitido sordo de las acciones de Eltrant. Había tomado de ambos brazos a Eltrant, obedeciendo como si no tuviese otra opción la orden que le había dado, más porque había visto el hielo en la mirada del hombre, y había reconocido  demasiado al suyo propio.  Ahora el mundo se había parado. O al menos las arañas lo había hecho. Pero no durante mucho.

Eilydh notó como Eltrant desafiaba las leyes de la aerodinámica y acababa con el segundo bio como si tan solo hubiese suspirado en el intento. Ella debía hacer algo. Y tampoco tuvo mucho para pensarlo, pues escuchó al guerrero mencionar su nombre y sus reflejos la hicieron agarrar el puño de una espada pesada de un tono azulado. Le devolvió el destello del reflejo del sol incipiente del amanecer proyectado en la nieve y Eilydh la veneró como lo pudo hacer un profeta que esperaba la llegada de su Dios. Como si el azul de la espada fuese un cometa sobre sus manos.

Era pesada. Más que el sable de Denau y la chica agarró la espada con ambas manos. Oyó a Lyn animándola e incitándola a atacar sin miedo. Una vocecilla traviesa pareció despertarse ante el sonido condescendiente de la voz de la vampira. Como si nunca hubiese acabado con la vida de un hombre antes. Como si aquello no fuese más que otra cicatriz en su magullado cuerpo de elfa.

Ante ella  y finalmente, el amasijo sin forma fue tomando la de una mujer- insecto con malévolos ojos brillantes. No esperó a que Eilydh avanzase para atacarla. Su ataque mismo fue la confirmación de que ella era sin duda la reina de todos aquellos bio-insectos.  Sus manos, giraban sobre si misma y acababan en punta como si se tratase de un trompo perforador y la chica podía ver el contenido verdoso del veneno que llevaban las arañas en mayor medida. Sus alas no parecían tener el cometido de volar, ni mucho menos, pero si que se giraron sobre el pecho de la bio para servir como escudo de dos partes que unido, formaba un caparazón.

Lyn le había urgido a atacarla al corazón pero aquello no iba a ser tarea fácil.

La sombra de Eilydh recibió la primera estocada y gotas de veneno perforaron una roca cercana.

-Mejor será que nos dividamos, Lyn- dijo Eilydh aprovechando que la criatura medía los pasos bien como una serpiente preparando su ataque.- Necesito que ese caparazón caiga.. sino.. no se como voy a alcanzar su corazón- dijo Eilydh esta vez agarrando a Recuerdo con ambas manos y meciéndola de manera violenta mientras chocaba con el escudo de la bio.

Lyn pareció captar sus palabras y se concentró  en las arañas que comenzaban a acercarse poco a poco, mientras Eilydh embestía con su espada de nuevo. El choque de ambos metales creó una chispa brillante que acabó por compararse con el sol que casi destellaba el horizonte, creando aún más sombras con las que Lyn podía contener a las arańas. La bio- reina, por su parte, alzó sus manos afiladas varias veces más contra Eilydh. Ninguna lo suficientemente rápida como para ser frenada del todo pero para evitar que el veneno se clavase sobre la piel de la elfa, que sangraba con cada corte que le propiciaba.

Sostenía a Recuerdo frente a ella y ganaba terreno a medida que estocaba haciendo retroceder a la bio-reina pero no distrayendola lo suficiente como para penetrar su caparazón y alcanzar el corazón. En varias ocasiones hizo saltar  varios componentes del cuerpo de la bio pero estos fueron rápidamente repuestos por la marabunta de arañas que estaban aún contenidas por Lyn.

-Debemos acelerar esto...- penso la elfa- Es demasiado rápida como para cometer errores... Pero quizás...

-Lyn! necesito que la distraigas!- dijo la elfa señalandola- necesito que dividamos su atención y quizás así...


Sabía que aquello significaba que las arañas quedarían a sus anchas, pero esperaba que la ayuda de Lyn acelerase el proceso lo suficiente como para no tener que preocuparse de las arañas, y por ello tan solo evitarlas. Como si estuviesen bailando con ellas en un tango rápido y mortífero y la bio-madre fuese la directora de aquellos pasos.

Lyn usó la sombra de Eilydh portando a Recuerdo e iniciaron embestidas paralelas. Casi al unísono. haciendo que ambos brazos de la bio-reina tuviese que protegerse de ambos a la vez, mientras movía ambas partes del escudo de manera similar, dejando a veces un hueco entre ambos que daba directamente a la parte vulnerable de la bio.

Necesitaba esperar el momento adecuado.

Eilydh dió un paso atrás dejando que la mitad de la bio-reina que peleaba con ella tuviese ventaja momentánea sobre la elfa y notando como su cuchilla se clavaba en su brazo izquierdo. Parte del veneno penetró en el corte, pero no en su sangre y la herida inicial se amplió dejando ver su músculo y provocando un alarido de dolor de la elfa.

Por su parte, aquello había dado ventaja a Lyn sobre su parte, pues la bio estaba ilusionada con el hecho de por fin haber usado su veneno y varios componentes de su coraza salieron disparados a todos lados con las embestidas de la vampiro. Aquello no gustó a la bio-reina que pensó que toda su diversión ante la herida de Eilydh había sido robada de manera violenta por los avances de Lyn y se enfocó en ella con la parte del escudo que la defendía de Eilydh aún abierta.

Aquella era su oportunidad.

La elfa agarró a Recuerdo con ambas manos obviando el dolor inmenso de su herida abierta y estocó al hueco entre ambas partes del escudo-caparazón rezando a Imbar porque aquel golpe fuese mortal.

No paso nada mientras la hoja de Recuerdo penetraba en el cuerpo de la bio. Eildh sintió como los engranajes de la reina se rompían sobre sus manos. Notó la profundidad misma de aquella máquina y no fue hasta que la reina propia se percató de aquel cuerpo extraño dentro de ella, que la elfa no supo que había sido certera.

La reina llevó ambas manos hasta Recuerdo, como intentando separarla de ella, abriendo su caparazón de manera urgente para dar salida a aquella espada, pero Eilydh aprovechó aquello para hundirla más en el pecho y el dolor de su brazo le sirvió como aliciente para sumir su estocada en más fuerza incluso que la primera.

Un amasijo de partes mecánicas, hierros y metal se acumuló bajo la espada una vez que Recuerdo alcanzó el corazón de la bio-reina, y con ello todas las arañas a su alrededor quedaron paralizadas de manera inmediata, como si por algún motivo ya no tuviesen razón de ser.

Eilydh miró .a Lyn, que tan solo tenía rasguños en su cara y brazo y suspiró de manera profunda.

-Gracias- dijo solamente. Sin saber muy bien si se se dirigía a la vampiro o a sus dioses.

Se llevó la mano al hueco donde el veneno aún hacía hervir la zona. Vió como había dejado de sangrar. Imaginó que aquello era un buen signo, y apenas le dirigió una leve mirada mientras comenzaba a curarse de manera lenta pero segura. Debía curar a Lyn también...

Pero primero necesitaba ayudar a Eltrant a acabar con Aldemar.




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Off: Muevo a Lynn para ayudar a Eilydh con el permiso de Eltrant
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Mensaje  Eltrant Tale Jue Oct 24 2019, 00:48

Fuego, explosiones, sacudidas… la noche se negaba a calmarse.

Respiró de forma entrecortada, deteniéndose, esperando a que sus ojos se aclimatasen a la oscuridad que le rodeaba; también necesitaba un pequeño respiro, las quemaduras comenzaban a acumularse y, por mucho que le gustase a veces pensar que era indestructible, no lo era.

La explanada en la que había estado levantada la posada estaba completamente a oscuras; solo iluminada pobremente por las ascuas que consumían el edificio en el que había estado a punto de pasar la noche, la brillante espada que Eltrant tenía entre las manos y las llamaradas purpuras que brotaban de los guantes del inventor al que este se estaba enfrentando.

Aldemar se defendía bien, realmente bien, sobre todo para alguien que se mantenía tras sus aliados y los usaba de peones prescindibles hasta el último momento. Los guanteletes le mantenían alejado, si no era una llamarada, era el fuego que brotaba de estos.

Pero no importaba.

A su espalda, Ellie y Lyn estaban luchando con todas sus fuerzas, combatiendo a algo que él, para empezar, no había visto nunca aparecer del suelo. Él no podía ser menos, se lo debía a ambas.

Olvido vibró de nuevo entre sus manos.

Frunció el ceño.

Iba a acercarse a ese malnacido arrogante.

Tensó los músculos, entornando los ojos, clavándolos en la silueta oscurecida que tenía delante, y cargó para atravesar la nube de gas que el inventor liberó de uno de sus guanteletes al ver al exmercenario moverse.

Completamente empapado en aquel mejunje alquímico, alzó la espada por encima de su cabeza. ¿Qué mejor ataque que uno frontal? No obstante, no llegó a bajarla antes de que la llamarada purpura le cubriese completamente.

Un fuerte siseo precedió a un olor ya habitual en su vida y a un dolor que, desgraciadamente, conocía muy bien. Eltrant sintió como todos y cada uno de sus sentidos se nublaban momentáneamente, el mundo, la realidad que tenía a su alrededor, se presentaba frente a él como si esta estuviese, de golpe, tras una espesa cascada que no era capaz de atravesar.

La armadura, su propia defensa, el pedazo de metal que le había salvado la vida más de un centenar de veces… Aldemar estaba tratando de usarlo para matarle. Pretendía cocinarle dentro de su propia coraza.

Masculló un par de insultos entre dientes. No era el primero que tenía aquella idea.

Si no podía atravesar el mismo aquella catarata imaginaria, lo haría su espada. Negándose a dejar que el dolor le superase [1], ayudándose por el peso y la inercia del espadón, Eltrant lo bajó el con toda la fuerza que pudo.

Alcanzó algo, no estaba seguro de que, pero notó que la hoja impactaba.

Un grito de dolor y el mundo se volvió claro, las llamas cesaron y su tatuaje mágico ganó fuerza, comenzando a sanar inmediatamente todas las heridas que cubrían su rostro las quemaduras que su propia armadura había ocasionado a su cuerpo.

Aldemar yacía sentado en el suelo, frente a él, presionando un grueso corte que ahora tenía en su brazo derecho con firmeza. Al parecer había intentado cubrirse la cara con estos y había Olvido había acabado cortando la carne hasta el hueso, pasando por encima de aquellos dichosos guanteletes.

Eran de buena calidad, tenía que admitirlo, de no ser así aquel brazo estaría ahora separado de su dueño.

Notando como le pesaban las piernas, como su cuerpo le clamaba que se relajase, Olvido volvió a vibrar entre sus manos, casi avisándole de que Edgars había hecho un movimiento repentino, de que este había levantado el brazo opuesto en su dirección.

Pateó al hombre en la cara.

El puntapié bastó para tumbarlo boca arriba sobre la nieve, incapaz de usar el arma. Pero aquello no bastó, no a ojos de Eltrant, Olvido seguía vibrando entre sus manos, cada vez con más fuerza, indicándole lo que acababa de hacer Aldemar, recordándole lo que este había ayudado a hacer en Dundarak, lo que significaban para él y para el Hombre Muerto las vidas del más de centenar de personas que usaban como… como si no fuesen más que los objetos que estos tanto ansiaban.

De hecho, los objetos eran más importante que las vidas que pisaban para conseguirlos.

Y Eltrant, en ese momento, les imitó.

Literalmente.

Un pisotón.

- ¡Dejad…! – Y después otro. - ¡De jugar! - Un tercer pisotón hundió por completo la cabeza del hombre en la nieve. - ¡Con las personas! – Clavó a Olvido, cuyo viento ahora oscilaba alrededor de la hoja casi como un pequeño vendaval, justo al lado del cuerpo de Aldemar.

Se agachó junto al hombre y, tras agarrarlo del cuello de su indumentaria, lo desenterró de suelo.

Seguía consciente. Casi.

- ¿Tienes algo que decir? ¿Dónde está el collar? ¿Dónde se esconde tu jefe? ¿Cómo hicisteis lo de Dundarak? – Edgars esbozó una sonrisa, una que desveló todos y cada uno de sus dientes ahora manchados de sangre. – Perfecto. – Eltrant cinceló dos veces más el tabique nasal del hombre y alzó el puño para hacerlo una tercera vez, momento en el que se detuvo en seco al oír el fantasma de una voz en su cabeza.

- ¡Eltrant! – La voz de Lyn le sacó del trance.

Tragó saliva y, lentamente, se giró para mirar en primer lugar los gigantescos ojos de la vampiresa mirarle con preocupación, en segundo, a Ellie y finalmente a Aldemar que, aun sangrando copiosamente, seguía con la misma expresión de autocomplacencia en su rostro.

- ¿Has usado mucho de su… magia? – Preguntó Lyn directamente, señalando a Olvido.

Sintiendo de golpe el dolor de las quemaduras, notando como toda la ira que había consumido su ser se aplacaba al oír la voz de Lyn, Eltrant soltó al inventor y agarró la empuñadura de Olvido para, rápidamente, envainarla a su espalda.

- Más de… lo que debería. – Susurró, a modo de disculpa, la vampiresa se mordió el labio inferior y sacudió la cabeza. Olvido, muchas veces, parecía tener vida propia.

- Bueno, lo importante es que lo tenemos… casi entero. – Aldemar pareció escuchar esto, pues dejó escapar un sonoro. “¡Já!” entremezclado con un gemido de dolor. – Y sigue con algo de sentido del humor. – Murmuró, cruzándose de brazos.

Sin mediar palabra, Eltrant tomó otra vez a Aldemar por el cuello de la camisa y lo sentó, ahora con algo más de delicadeza, contra el tronco de un árbol. Seguía consciente y era incapaz de escapar de allí: era un buen momento para un interrogatorio.

Uno que involucrase menos patadas, al menos.

- Buen trabajo con esa cosa, Ellie. – Le dijo a la elfa, esbozando una sonrisa cansada al distinguir trozos de metal en la oscuridad que reinaba tras la mujer. – Gracias por la ayuda. – dijo a continuación, desabrochándose la hombrera derecha de su armadura que, debido al fuego, ahora estaba completamente deformada.

No conocía a Ellie de nada y esta había acabado ayudándoles con todo aquel embrollo. Un simple “Gracias” se quedaba corto y, aun así, se veía obligado a pedirle un favor más a la mujer.

- ¿Puedes… curarle un poco? – Le pidió, agachándose junto al hombre, que volvió a reírse al escuchar esto, tosiendo en el proceso. – Lo justo para que pueda hablar. – Musitó entrecerrando los ojos, desabrochando el guantelete que quedaba intacto del brazo del hombre y arrojándolo a un lado.

Dejando escapar todo el aire que contenian sus pulmones, Eltrant se apoyó en el mismo árbol contra el que Aldemar tenía apoyada la espalda.

Se encargaría de descubrir algo del Hombre Muerto, del Collar del diecinueve como mínimo. Todo lo que acababa de pasar en aquel lugar, la posada en llamas, los mercaderes que habían muerto... tenía… que tener algún significado, por pequeño que fuese.

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[1]Habilidad de Eltrant de Nivel 0: Adrenalina.
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Mensaje  Eilydh Jue Oct 24 2019, 16:11

Eilydh retrocedió unos pasos de manera instintiva. ¿Qué estaba viendo?

El suelo bajo sus pies temblaba. Pero no había más arañas bio.La bio-reina estaba muerta. No existía peligro de desprendimiento y la nieve bajo sus pies apenas se había movido. No. El suelo no iba a caerse bajo sus piernas.

Eltrant sin embargo...

La furia recorría su mirada. Eilydh se preguntó si aquel era el mismo hombre de mirada afable que no hacía mucho había iniciado una partida a Tok con ella. No había rastro del porte heróico en su gesto, ni del halo de justicia que rezumaba su armadura, ahora carcomida por los ataques de Aldemar. Sus golpes habían pasado de ser lo necesario para retener a Aldemar. de hecho el hombre estaba ya en el suelo, desarmado y sin posibilidad de escapar.

No. Aquel hombre era la furia de su espada. La fuerza de sus piernas en la cabeza de Aldemar. La nada en sus ojos... y Lyn urgiéndole a recobrar su esencia. Aquello pareció funcionar, sin embargo; y el gran Eltrant Tale recuperó su porte de justiciero. Dejó los ataques a un lado, aún manteniendo al prisionero entre sus manos pero volvió a dirigirse a Ellie, para agradecerle que lo ayudase y pedirle que... ¿Curase a Aldemar?

Eilydh abrió mucho sus ojos. ¿Estaba bromeando? ¿Era eso lo que hacían los héroes? ¿Enfundarse la careta de perfección para evitar que la de odio que acababa de ver salir por un momento tomase posesión de ellos y después hacer como si no pasase nada? ¿Cómo si hace unos segundos no se hubiese convertido en casi su propia nemesis?¿Quién era aquel héroe?

Aquel Tale la había asustado, si, pero más que asustarla... la había interesado. Lyn parecía pensar que había sido su espada. Eilydh tenía sus propias conjeturas y por alguna extraña razón acababa de desechar la idea de que aquel hombre fuese un mercenario de su padre.

No. Su padre no hubiese contratado la dualidad de Eltrant Tale. Cualquier mercenario dispuesto a cortar su cabeza debía ser uno que lo hicieses sin excusas de una espada encantada. Llevó su mano hasta Recuerdo, preguntándose si aquella espada también estaba encantada, y si Eilydh había sido, momentáneamente poseida por aquella rabia también. Sacudió la cabeza.Su rabia era suya. Su furia era suya. Sus acciones eran siempre, siempre suyas.

Se acercó al hombre a regañadientes. sin decir nada en particular a Eltrant ni a Lyn. Algo más callada de lo que la adrenalina le hubiese dejado en cualquier otra situación. Usó sus manos sanadoras como si el hecho de hacerlo sobre aquel hombre le crease la repulsión más absoluta. Se cercioró de que tan solo curase heridas superficiales en sus labios y nariz que le permitiesen el habla y parasen el sangrado del hombre para que no perdiese la consciencia.

Una vez hecho aquello, llevó sus manos a su pequeña mochila que había mantenido cerca de ella durante la pelea y sacó una cuerda gruesa de ella. La anudó a las manos de Aldemar con varios nudos marineros de manera grácil y tras esto, a un árbol cercano a ellos, impidiendo que el hombre pudiese escapar.

-Habla ahora- dijo Eilydh con voz seca y mirada vacía- O haré que no lo puedas volver a hacer nunca- añadió la chica.

Le dedicó una mirada significativa a Eltrant y a Lyn, como dándoles a entender que aquella parte no le correspondía a ella Al fin y al cabo no sabía siquiera lo que estaban buscando y se giró para mirar los daños acontecidos al Paso...

Tan solo quedaba una caravana donde antes se habían apretujado 5. Retales de mercancía aquí y allá se acumulaban de forma desordenada, olvidadas por sus dueños en la carrera. Había varios hombres y mujeres heridos, pero no parecían lo suficientemente graves y uno de los ayudantes de la taberna les daba licores para enjuagar las heridas y aplacar el dolor. No requerían atención inmediata. Eilydh notó alguna que otra mirada de rencor dirigida hacia ella. Y creyó oir como algunos de los mercaderes de la caravanas la maldecían por haber prendido fuego a todo aquello.

El fuego, sin embargo, había pasado a mejor vida, y tan solo quedaban pequeñas hogueras aquí y allá donde la madera de la posada aún se mantenía en pie, esperando el momento justo en el que las brasas destrozasen las juntas y clavos y cayesen a la nieve que ahora estaba resbaladiza bajo sus pies.

Eilydh sintió de pronto el frío del invierno sobre la piel de sus brazos, desnuda sin su capa blanca de viaje, que había sacrificado para crear aquel caos. Nadie la vio, pero en aquel momento emitió una leve sonrisa al aire: Al parecer su furia la hacía actuar de manera casi tan cuerda como la rabia de olvido dominando a Eltrant.

Tiritó un poco y se encaminó hacia Lyn y Tale para entrar en calor con el movimiento de sus músculos mientras calentaba sus manos con su aliento.

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Uso la Habilidad racial de Eilydh: Manos sanadoras para curar algunas heridas de Aldemar y asi permitir que nos conteste al interrogatorio.
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Mensaje  Eltrant Tale Dom Oct 27 2019, 22:35

Ellie estaba…

...más callada de lo que esperaba. Aunque no le extrañaba, habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo y, como añadido, la mujer había vislumbrado cuando había perdido el control.

Olvido representaba muchas cosas, representaba el último suspiro de Melissa, representaba la persona que quería ser, lo que quería dejar atrás y… para bien o para mal, Olvido desataba la parte de él que, muchas veces, era necesaria que saliese.

Aguardó de brazos cruzados, junto a Lyn, a que el hombre recuperase parte de su capacidad para hablar. Entrecerrando los ojos, hizo caso omiso a los comentarios que Aldemar dejó escapar según sus heridas se curaban y se limitó a tantearle con la mirada.

¿Cómo podía entrar en la cabeza de alguien que tenía una lealtad que podría ser considerada perfectamente adoración hacia su jefe? ¿Una lealtad que no había sido capaz de sosegar ni a golpes?

Fuese como fuese, Almedar estaba muy hablador para ser alguien al que habían enterrado a pisotones, si todo iba bien, esperaba que fuese igual de propenso a responder a las preguntas que tenía pensado hacerle.

Cuando la elfa le dirigió esa mirada a la pareja, esa que decía que había llegado el momento de comenzar con el interrogatorio Eltrant clavó sus ojos en los de Edgars y, antes de nada, tomó a Ellie por el brazo y la alejó del hombre.

- Vigílale, Lyn. – Le dijo a la vampiresa, que asintió escuetamente y se agachó junto al inventor.

Cuando se hubieron alejado un par de metros de dónde tenían al detenido, Eltrant se paró a mirar un momento a mirar las pocas caravanas que quedaban de pie, los gritos de los supervivientes que se reunían poco a poco.

Distinguió a la elfa con la que había hablado en primer lugar; muchos de las personas que la acompañaban habían desaparecido. Bajó la mirada un instante y respiró profundamente, dejando escapar el aire que salía de sus pulmones.

- Esto… es lo que hace el hombre al que persigo. – Le dijo, sin girarse a mirar a la elfa, observando desde la lejanía las ascuas de lo que antes había sido una posada. – Muerte, peones en un tablero... dudo mucho que le importe que tengamos a uno de los suyos atado a un árbol o quienes seamos nosotros. Podríamos matarle y le daría igual. – Añadió pasándose la mano por la cara, sin disimular en absoluto lo cansado que estaba. Por muy util que fuese su tatuaje curativo, este le agotaba muchísimo. – Te debo una, Ellie. Nos has ayudado cuando no tenías por qué hacerlo. – Sonrió a la mujer. – No hay muchas personas que harían eso por un desconocido. Gracias. – dijo ahora, de forma menos precipitada que antes, tratando de asegurarse de que la mujer entendiese lo que acababa de hacer para él.

Tras quedarse varios segundos más en silencio, desató la correa de su pecho que mantenía a Olvido fija a su espalda.

- Creo que si te mereces algo… es una explicación. – La mujer había visto como había actuado y oído lo que había dicho Lyn, pero “estoy muy enfadado por culpa de mi espada”, es cualquier cosa menos algo creíble.

Lo mejor era que lo comprobase ella misma.

- Sujeta la empuñadura. – dijo acercando a Olvido a la mujer. – No te preocupes, si no la usas no va a pasar nada. – Eltrant sonrió, afianzando ambas manos en torno a la vaina, para que la mujer viese que la espada no iba a ninguna parte y que solo tenía que sujetar el pomo de esta. – Solo vas… a notarlo. – De hecho, Eltrant estaba evitando tratarla como si fuese un objeto maligno o algo por el estilo.

Llevaba mucho tiempo usando a Olvido; si algo sabía algo es que aquella arma tenía… carácter, pero pese a esto nunca le había hecho alzar su acero en contra de una persona inocente o llenarse de ira homicida solo por sujetarla.

En cualquier caso, cuando acabasen con aquello volverían con Aldemar. Quedaba poco para que amaneciese y a Lyn no le sentaba precisamente bien el sol.  
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Mensaje  Eilydh Lun Oct 28 2019, 14:11

Lyn llevaba la mirada de su acompañante a Aldemar, como si esperase que el fuego interno que llevaban dentro ambos se incendiase de un segundo a otro. Eilydh esperaba una reacción más acorde a las circunstancias. Una risotada de Aldemar ante las preguntas claras de Eltrant, el juramento vacío de no decir nada que fuese a comprometer aquello que ocultaba y la paciencia- la poca paciencia- que le quedaba a la elfa finalmente esparcida en la hoja de aquella espada que aún portaba y que no era suya a modo de sangre de aquel desconocido.

El frío siempre la ponía de mal humor.

Pero nada de aquello pasó.En su lugar notó como las manos cálidas de Eltrant en uno de sus brazos, cruzados sobre su pecho, como guiándola a algún lugar en concreto. Llevó la mirada a las manos del hombre y después a su gesto y decidió seguirlo. No estaba muy segura si por la calidez momentánea de las manos del chico en su brazo o porque verdaderamente quería escuchar lo que tenia que decirle.

Cuando se hubieron alejado un poco de Aldemar y Lyn, Tale comenzó a hablar,  de espaldas a ella mientras miraba el amasijo de metales y destrozos que ella misma había contemplado antes. La elfa caminó hasta situarse a su lado, más como un gesto de cercanía que de necesidad y sin darse cuenta, pareció que miraba a Eltrant por primera vez: Sus ojos estaban cansados.No sabía que edad tenía el hombre, pero por las constantes muestras de arrastre de su mano alrededor de su barba supuso que la edad necesaria para haber visto mundo. Demasiado, en aquel momento. Retiró su mirada y la posó sobre sus propias manos.

Le hablaba de Aldemar esperando asustarla con sus palabras. Ponerla en su contra con sílabas que no tenían sentido. Pero Eilydh sabía que la vida real no era tan simple. Nadie era malo por elección... De la misma manera que nadie era bueno teniendo motivos para lo contrario. Aún así, Eilydh agradeció la explicación del chico, pues aquello mostraba que Eltrant llevaba bastante sufriéndolo como para estar cansado de repetirlo en su cabeza y sentir la necesidad de compartirlo.

Decidió ahogar la vocecilla que le urgía a decirle a Eltrant que en realidad había sido ella quien había quemado la posada.Tragó saliva como si todas las consecuencias de sus destrozos fuesen ahora un punto en contra de Eildyh. Como si por primera vez las consecuencias de sus actos fuesen lo suficientemente tangibles como para preocupar a alguien, en este caso Eltrant.El nudo en su garganta se hizo un poco más afable cuando el chico agradeció que le hubiese ayudado en aquella locura. Quizás aquella fuese justo la diferencia entre lo que estaba bien y lo que estaba mal.


¿Esque acaso ahora se había convertido en una seguidora de herejes de manera ciega? Sacudió la cabeza evitando que sus pensamientos deambulasen hasta enaltar su ira de nuevo y aceptó el gesto agradecido y cansado de Eltrant.

Se acercó a él mirándolo a los ojos como si intentase ver algo más a través de ellos y sin pedir permiso ni explicar qué hacía llevó ambas manos a las mejillas del héroe, cerca de su nariz, a una de sus muchas heridas que habían causado que sangrase sobre su armadura:

-Por alguna razón Eru me ha puesto en tu camino, hombre. Es a él a quien deberías estar agradecido. O a cualquiera que sea el nombre de tus Dioses herejes...- le dijo mientras sus manos transmitían su poder y curaban heridas leves de la cara de Eltrant en particular su nariz rota Cerró los ojos un momento concentrándose y sus mejillas se tiñeron de un color rosado en parte por el frío- Y ... yo diría que me debes dos.- dijo al finalizar de curarlo, abriendo de nuevo los ojos y separando las manos  de él, de manera burlona

Se hizo un silencio un tanto denso tras que Eilydh curase a Eltrant. Como si ambos esperase que el otro hablase tan solo por educación. Eilydh empezaba a pensar que no había sido justa juzgando a Eltrant y que la mezcla de sospecha primero y luego indignación la habían hecho desconfiar de él antes incluso que el hombre pudiese siquiera explicase. Aún así, Eilydh se había empezado a conocer lo suficiente como para saber que las imágenes mentales de su cabeza tardan tiempo en desaparecer, pero aquello era un comienzo.

Como si hubiese leido sus pensamientos, Eltrant volvio de pronto a enfocar su atención en ella y la instó a que agarrase la empuñadura de Olvido. Eilydh la miró con un gesto confuso, sin saber exactamente a que se refería. Fue la conescendencia en las palabras del hombre la que la animaron a hacer justo porque parecía como si la elfa debiese tener cuidado con los efectos de... una espada.

Lo miró desafiante, llena de orgullo y sin pensarlo dos veces agarró la empuñadura mientras él la sujetaba a medias.

Se sintió estúpida por un segundo. No estaba segura de qué esperaba Eltrant que pasase. ¿Acaso Olvido era una especie de detector de mentiras? ¿Era ella la cuestionada? ¿Acaso acababa de agradecerle su ayuda incondicional tan sólo para que bajase la guardia? ¿Esperaba que aquel gesto que lo había hecho parecer más humano fuese lo suficiente como para que Eilydh justo dejase de desconfiar?

No. Como todos la estaba subestimando. La elfa no iba a caer en sus tretas de hombre y héroe. El tratarla como una estúpida no les había servido en Sandorai y no iba a funcionar con un simple desconocido. De hecho... Eltrant ni siquiera sabía quien era ella. Lo que había hecho y vivido para llegar hasta allī. La sangre cálida de los hombres a los que había matado. El trauma constante que no la dejaba dormir. Su cabeza en un palo. Las embestidas de Astriel. Los golpes de Xander. Las palabras ácidas de su padre.La soledad de sentirse sola en medio de un montón de gente. La sensación de ahogo en aquella soledad El dolor del fuego en su espalda. La oleada de rabia que normalmente acompañaba a aquel dolor. Pero de manera intensa.

Muy intensa.

Había desviado la mirada de Eltrant en algún momento y la había posado en la nada delante de ella. Al mismo tiempo su agarre de Olvido se había hecho más firme a medida que aquellos pensamientos se enredaban en su cabeza y cuando creyó, por un momento que Eltrant Tale era el único responsable de aquella rabia contenida, lo comprendió, y soltó a Olvido con un leve suspiro ahogado.

Entendió las palabras de Lyn. Casi pudo ver la misma mirada que Eltrant tenía mientras atacaba a Aldemar en sus propios ojos, no necesitaba un espejo para aquello. Retiró las manos no sin antes acariciar de manera leve el aire que parecía levitar alrededor de la espada, como pensativa. Visualizó la palabra "Olvida" grabada en el dorso, como esperando a que Eilydh la leyese.

Se preguntó que era aquello que encendía la ira de Eltrant y qué exactamente debía olvidar el hombre. Pero no lo preguntó. No allí. No con los efectos de Olvido aún en su cabeza.

-Eres un hombre...curioso, Eltrant- le dijo la chica, dedicándole una sonrisa sincera mientras le devolvía a Recuerdo- La mayoría de personas ya toman los suficientes riesgos si depositan su alma y corazón en una sola cosa que acaba consumiéndoles la existencia.- Dijo, de manera sincera pero seria- Al parecer tú has elegido dos. Me pregunto en cuál de ellas está tu alma, y en cual de ella duerme tu corazón.- dijo la chica.-  Eres afortunado... supongo- Se giró para encaminarse de nuevo a donde estaban Aldemar y Lyn, pero antes volvió a clavar su mirada en los ojos cansados de Eltrant- O estás maldito.- dijo simplemente, como si fuese una pregunta más para ella misma que para el hombre.

Avanzó varios pasos antes de volver a hablar, dejándo los incipientes rayos del sol tras ella, reflejándose en su pelo y con la extraña sensación de que tan solo había comenzado a visualizar la punta del iceberg que era aquel desconocido, Eltrant Tale.

-¿No querrás que también me ocupe de  cuestionar a Aldemar no?- dijo la elfa, instándole a seguirlo con un deje de molestia juguetona en su voz indicando que bromeaba y que había captado el mensaje que Eltrant quería darle- ¡Por Isil....! Estos humanos.. siempre escaqueándose del trabajo duro- Suspiró, esperando que Eltrant se uniese a ella.

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Eilydh usa su habilidad racial: manos sanadoras para curar las heridas superficiales de la nariz y la cara de Eltrant
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Mensaje  Eltrant Tale Dom Nov 03 2019, 02:59

Se limitó a sonreír a las palabras que la elfa le dedicó según le sanaba.

Los dioses nunca habían sido compasivos con él, tampoco con Aerandir. Agradecerles aquello sería como el corresponder la forma en la que estos obviaban a los mortales, admitir que se merecían el olvido en el estaban sumidos.  No es que los odiase, Freya era la diosa principal de su familia, la que como todos los granjeros de la zona Eltrant había crecido adorando sobre todo el panteón humano.

Pero sí que llevaba años creyendo firmemente que estos decidían las cosas por puro azar. O eso esperaba, si no era de ese modo prefería creer en los espíritus de Syl; esos no tenían conciencia.

- Te debo dos, entonces. – Contestó, sin perder la expresión, contestando a las palabras de Ellie.

Ellie no se lo pensó dos veces en sujetar la espada. De hecho, lo hizo con firmeza.

Había algo en mucho de los elfos que Eltrant había conocido, un pequeño matiz que, en mayor o menor medida todos solían compartir: el orgullo. Ya fuese por su procedencia, por sus dioses o, simplemente, por lo que eran en sí, aquel sentimiento era uno que había visto en muchos rostros de nativos de Sandorai.

Y era algo prácticamente palpable en la mujer que le había ayudado aquella noche. Podía verlo en sus ojos, en la forma en la que le había mirado antes de agarrar la espada. Incluso creía llegar a leerle, en parte, los pensamientos.

“¿Me estas desafiando?” o algo similar.

No lo veía como algo malo. Los elfos eran herreros muy característicos, magos envidiables y tenían a sacerdotisas del calibre de Níniel entre ellos. Tenían una cultura de la que estaban orgullosos.

¿Podía culparles por hacerlo?

Asió la espada con algo más de fuerza, notando como Ellie perdía su mirada en un punto indeterminado del horizonte y cerraba sus manos alrededor de la empuñadura con más fuerza, como su expresión se endurecía poco a poco.

Pocos segundos después, la mujer liberó el arma, probablemente comprendiendo lo que estaba pasándole. Y le ofreció una sonrisa y la espada de hielo.

- No es… - Dejó escapar todo el aire que contenían sus pulmones, devolviéndole la sonrisa a la mujer. - … no es la primera vez que me dicen algo así. – dijo en voz más baja, haciendo referencia a la última palabra que la mujer había pronunciado y apresurándose a seguirla.

Maldito.

Era posible que lo estuviese, de alguna forma u otra. Aunque era una diferente a la espada que llevaba, o del libro que le hizo perder los recuerdos. Sacudió la cabeza, se había planteado muchas veces que su muerte no iba a ser pacifica, era consciente de lo que hacía, de los problemas que encaraba porque, simplemente, no podía quedarse quieto.

Atraía el caos, ponía en peligro a las personas a las que quería y causaba estragos como los de Dundarak. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué era Eltrant Tale? ¿Una especie de justiciero errante? Ya había tenido aquella conversación consigo mismo muchas veces: no podía salvar a todo el mundo.

Y, sin embargo, allí estaba.

Frunciendo levemente el ceño, clavó sus ojos en la palabra “Olvida” y, tras dejar escapar un pequeño suspiro que se convirtió automáticamente en una nube de vaho, envainó el arma a su espalda.

- No te preocupes por eso. – dijo acercándose a Ellie por la espalda, contagiándose levemente de su inesperado buen humor. – Yo me encargo. – Aseguró, haciéndole una seña antes a Lyn. – Ablándamelo un poco. ¿Quieres? – dijo antes de ir a rápidamente a atar a los cibernéticos que habían acompañado al inventor con los pesados grilletes que llevaba al fondo de su bolsa de viaje.

Quizás estuviesen inconscientes, pero nunca se era demasiado cauto.

Los ojos de Aldemar se abrieron de par en par, probablemente por que esperaba algún tipo de tortura. Lyn, simplemente, se dedicó a sonreír enigmáticamente.

- Muy bien. – dijo la vampiresa agachándose frente al cautivo. – Relájate y piensa en un lugar feliz. – Lyn miró fijamente a los ojos al hombre, adquiriendo los suyos propios un peculiar color rojizo durante unos instantes. - ¿Ya lo tienes? – Aldemar no respondió, parecía aturdido. – Perfecto. – Aseguró Lyn, esbozando una sonrisa en la que mostró sus incisivos. – Responde todas nuestras preguntas con completa sinceridad. ¿Vale? – Ordenó rompiendo el contacto visual, dejando a Edgars cabizbajo. [1]

Justo, en ese momento, Eltrant terminó de lidiar con los guardaespaldas del inventor.

- ¿Todo bien? – Lyn asintió y bajó ambas manos hasta la cintura. – Vale… vayamos por partes. - Se llevó la derecha hasta el tabique nasal que había tenido minutos atrás destrozado y se agachó frente al hombre. – El collar que es capaz de modificar las memorias. ¿Lo tienes? ¿Dónde está? – Se detuvo un segundo. A decir verdad, no quería aquella cosa, en cuanto la tuviese se la entregaría a los Buscones o les daría a estos su localización; pero era un objeto particularmente peligroso. – ¿Cómo hicisteis lo de Dundarak? Es imposible que consiguieseis hacerlo sin ayuda de dentro. ¿Quien trabajaba para vosotros? – Fue la segunda pregunta. Alguien de dentro les ayudó, lo había supuesto durante… un tiempo, pero no tenía pruebas de ello. – Tu jefe. – dijo al final, chasqueando los dedos delante de la cara de Aldemar para que no perdiese el hilo. - ¿Cuál es su próximo movimiento? – Preguntó. - ¿Qué planea hacer a continuación? – Frunció el ceño, esperando las respuestas del inventor.

Una parte de él dudaba mucho que le diese información relevante del nigromante, pero era la única oportunidad que había tenido de interrogar a alguno de los seguidores de este.


___________________________________________________________________

[1] Habilidad Nivel 3 Lyn: Control Mental Moderado.


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Mensaje  Sigel Jue Nov 21 2019, 21:00



El Paso Helado




Pequeñas victorias:
*Aldemar os cuenta todo lo que sabe. El collar de cuencas lo tiene Zack Egdecomb, Discordia. Dice haber oído que Discordia ha escondido el collar en un lugar que no existe y que no está en ninguna parte. No como el Hombre Muerto, que está en todas partes.
*Descubrís cómo se realizó la campaña de Dundarak. Los hombres de Bracknell se disfrazaron de mercaderes, comerciantes de alcohol. La mitad de los barriles estaban contaminados. Una vez se dieron los primeros incidentes, la guardia de Lunargenta, que realmente eran estos mismos hombres de Bracknell, estaba ahí para atenderles. Los dragones confiaron en ellos por descubrieron varias tabernas donde se traficaban con nirana y regalaban agua limpia y mantas calientes. Con la confianza de los dragones ganada, la falsa guardia tuvo acceso a los depósitos de agua de la ciudad. El resto del plan consistía en dejar el nombre de Eltrant Tale por todas partes.
* No fue un trabajo individual. Requirió tiempo y organización. Sospecháis que habrá más personas como Aldemar, fieles a las ordenanzas de El Hombre Muerto y con tecnología avanzada traída de la extinta Ámbar.
*Eilydh es una Florecilla.

Consecuencias: (se observarán más detalladamente en futuros temas)
* Dejáis a Aldemar desnudo en mitad de la carretera. El frío del norte debería acabar con él más rápido de lo que lo haría una espada. De alguna cosa que parece imposible, consigue escapar de las estepas. Llega al Castillo de Discordia y le cuenta lo ocurrido.
* Debido a vuestras acciones (explosiones e incendios), se intensificarán las defensas en las carreteras, especialmente en las zonas fronterizas.
* Tras haber cooperado con Eltrant Tale, Eilydh compartirá el mismo recibimiento. Es decir, lugar donde Eltrant sea bienvenido, Elilydh también lo será. Lo mismo si Eltrant es mal recibido en un lugar específico.

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