Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
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Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
El puerto de Basolida y el puerto de Lunargenta se parecían tanto como pudieran parecerse dos árboles de la misma especie. Las diferencias eran tan sutiles que solo se podían reconocer si se adentraba en profundidad en el puerto. Igual que al comparar dos árboles de la misma especie, había que olvidar sus colores y sus aromas y fijarse en el esqueleto de ramas. El Capitán paseaba por el puerto de Baslodia sin prestar atención a los tablones de madera que pisaba y al conocido olor a humedad que captaba; su atención estaba reservada al esqueleto del puerto: las historias. Por donde pasaba encontraba una rama que hacía diferenciar el puerto de Lunargenta con el de Baslodia. Las historias de Lunargenta tenían que ver con el comercio que traían de las islas Illidenses y con los enemigos que rondaban el puerto. En Baslodia se hablaba de rocas y minas. Los marineros se especializaban en la exploración de minas marineros y en la búsqueda de nuevos materiales que poder vender en el mercado central. Los nombres de los barcos estaban relacionados con el oficio de la minería: “El acero flotante”, “El vástago de cobre”, “La mano de azufre”…. El mismo mar, las mismas tablas de madera y el mismo olor a humedad, pero distintas formas de vidas.
Al Capitán le acompañaba dos de sus piratas: Roger Baraun y Sasha Daroma, hombre canguro de Roilkat y dragona de Dundarak respectivamente. El Capitán había insistido que le acompañasen. Desconocía cuán peligroso era para un pirata pasear solo por el puerto de Baslodia. En Lunargenta había sido víctima de enfrentamientos con La Guardia y el acoso de ebrios ignorantes que daban más veracidad a la palabra de La Guardia que a lo que veían con sus ojos. Los piratas estaban mal visto en Lunargenta, los tenían como ladrones y asesinos. Y lo eran, el Capitán no lo negaba en ningún momento. Robaban y asesinaban a los hombres del Rey que oprimían a la ciudad con sus impuestos y sus leyes. Baslodia, sin embargo, estaba lo suficientemente lejos de la casa real como para desconocer los delitos que los piratas habían brindado hacia ellos. Veían al Capitán Werner y se preguntaba quién era y por qué tenía un sombrero tan grande. “El promesa”, el navío de Werner, pasaba tan desapercibido como él. Una calavera en su bandera no resultaba más extraño que un pez con alas o un lagarto con pico.
Baraun llevaba una envoltura de cuero con frutos secos que había comprado de uno de los puestos de mercado. Parecía disfrutar más del ruido que hacía al masticar que en el sabor. Daroma, molesta, le miraba de soslayo sin decir nada. Ella era una mujer hermosa, larga cabello del color del fuego recogido en un peinado tradicional de Dundarak. Era a ella a quien estaban dirigidas todas las miradas del puerto. Daroma estaba demasiado concentrada en no girarse y abofetear a Baraun como para preocuparse de que la estuvieran mirando.
-¿Estáis seguros que no queréis probar? –preguntó Baraun ofreciendo frutos secos a los demás. –No sé qué estoy comiendo, pero está bastante bueno-.
-No gracias, voy servido –contestó el Capitán sin darse la vuelta.
Daroma negó con la cabeza.
El Capitán se alimentaba de las historias del puerto de Baslodia. El ruido de los frutos secos al masticarlos le impediría escuchar sobre qué estaban hablando los marineros.
-Este de color verde es mi preferido. Tiene un sabor parecido a los pistachos, pero ligeramente picante. ¿Alguno de vosotros sabe cómo se llama? Lo tendré que preguntar. En Lunargenta no venden estas cosas y están muy buenas-.
El grupo se acercó a un barco pesquero que descargaba su última pesca. Los marineros hablaban sobre los peligros que habían sufrido en el mar con el mismo entusiasmo con el que Roger Baraun hablaba sobre los frutos secos. El Capitán prestó interés por si escuchaba algo relacionado con La Guerra de Lunargenta o sobre Amateratsu. Nada. Los marineros parecían ignorar lo que ocurría a kilómetros de distancia. Hablaban sobre las tormentas, los peces grandes que desgarraban las redes de pesca y la mar enfurecida. El Capitán sonrió. Que no hubiera señales de la guerra en las ciudades vecinas a Lunargenta era una muy buena señal.
-Estoy cansada –dijo Daroma, pero fue Baraun quien se sentó sobre unas cajas de madera. –Sé que se preocupa por su hogar, pero llevábamos horas caminando y hemos escuchado a más marineros hablar sobre mi cuerpo que de su tierra. ¿No podemos preguntar directamente? A las tres de la tarde, el pregonero se planta en la plaza; traerá noticias sobre Lunargenta-.
-Noticias falsas, –el Capitán se giro para hablar con Daroma. La dragona era una cabeza más alta que él. –las escuché anoche. Los comerciantes pagan una gran cantidad de aeros a los pregoneros para que digan que las carreteras son seguras y los enemigos están siendo destruidos. Lo hacen para asegurar su negocio. Si quieres noticias reales, has de escuchar las palabras de las personas reales –señaló con la pinza un grupo de marineros que bebían hidromiel en una taberna cercana. –Y no hay nada más real en el puerto que las sucias tabernas de marineros-.
-Yo no entro. No quiero que me tiren de la falda y me destrocen el vestido -en Lunargenta le pasó más veces de las que podía contar con los dedos.
-Tranquila, dragoncita, el caballero canguro te protegerá –contestó Baraun haciendo una reverencia sin levantar el culo de las cajas de madera.
-De acuerdo, puedes esperarnos en “El promesa”-.
-Tú te lo pierdes. Si escuchamos a alguien hablar sobre un tesoro, te dejaremos sin tu parte. Advertida estás-.
-Bip, bip, Rogie –era la frase que utilizaba la elfa Nereida Nyére para renegar a Baraun. El Capitán la emuló lo mejor que supo.
Offrol: Estoy ampliando mi tripulación poco a poco. Este es el primer tema de Sasha Daroma.
Puedes encontrar la ficha de Roger Baraun en el link: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Aunque los primeros turnos sean en Baslodia, la intención es que la acción principal se desarrolle en el mar, de ahí que haya abierto el tema directamente en el mar.
Al Capitán le acompañaba dos de sus piratas: Roger Baraun y Sasha Daroma, hombre canguro de Roilkat y dragona de Dundarak respectivamente. El Capitán había insistido que le acompañasen. Desconocía cuán peligroso era para un pirata pasear solo por el puerto de Baslodia. En Lunargenta había sido víctima de enfrentamientos con La Guardia y el acoso de ebrios ignorantes que daban más veracidad a la palabra de La Guardia que a lo que veían con sus ojos. Los piratas estaban mal visto en Lunargenta, los tenían como ladrones y asesinos. Y lo eran, el Capitán no lo negaba en ningún momento. Robaban y asesinaban a los hombres del Rey que oprimían a la ciudad con sus impuestos y sus leyes. Baslodia, sin embargo, estaba lo suficientemente lejos de la casa real como para desconocer los delitos que los piratas habían brindado hacia ellos. Veían al Capitán Werner y se preguntaba quién era y por qué tenía un sombrero tan grande. “El promesa”, el navío de Werner, pasaba tan desapercibido como él. Una calavera en su bandera no resultaba más extraño que un pez con alas o un lagarto con pico.
Baraun llevaba una envoltura de cuero con frutos secos que había comprado de uno de los puestos de mercado. Parecía disfrutar más del ruido que hacía al masticar que en el sabor. Daroma, molesta, le miraba de soslayo sin decir nada. Ella era una mujer hermosa, larga cabello del color del fuego recogido en un peinado tradicional de Dundarak. Era a ella a quien estaban dirigidas todas las miradas del puerto. Daroma estaba demasiado concentrada en no girarse y abofetear a Baraun como para preocuparse de que la estuvieran mirando.
-¿Estáis seguros que no queréis probar? –preguntó Baraun ofreciendo frutos secos a los demás. –No sé qué estoy comiendo, pero está bastante bueno-.
-No gracias, voy servido –contestó el Capitán sin darse la vuelta.
Daroma negó con la cabeza.
El Capitán se alimentaba de las historias del puerto de Baslodia. El ruido de los frutos secos al masticarlos le impediría escuchar sobre qué estaban hablando los marineros.
-Este de color verde es mi preferido. Tiene un sabor parecido a los pistachos, pero ligeramente picante. ¿Alguno de vosotros sabe cómo se llama? Lo tendré que preguntar. En Lunargenta no venden estas cosas y están muy buenas-.
El grupo se acercó a un barco pesquero que descargaba su última pesca. Los marineros hablaban sobre los peligros que habían sufrido en el mar con el mismo entusiasmo con el que Roger Baraun hablaba sobre los frutos secos. El Capitán prestó interés por si escuchaba algo relacionado con La Guerra de Lunargenta o sobre Amateratsu. Nada. Los marineros parecían ignorar lo que ocurría a kilómetros de distancia. Hablaban sobre las tormentas, los peces grandes que desgarraban las redes de pesca y la mar enfurecida. El Capitán sonrió. Que no hubiera señales de la guerra en las ciudades vecinas a Lunargenta era una muy buena señal.
-Estoy cansada –dijo Daroma, pero fue Baraun quien se sentó sobre unas cajas de madera. –Sé que se preocupa por su hogar, pero llevábamos horas caminando y hemos escuchado a más marineros hablar sobre mi cuerpo que de su tierra. ¿No podemos preguntar directamente? A las tres de la tarde, el pregonero se planta en la plaza; traerá noticias sobre Lunargenta-.
-Noticias falsas, –el Capitán se giro para hablar con Daroma. La dragona era una cabeza más alta que él. –las escuché anoche. Los comerciantes pagan una gran cantidad de aeros a los pregoneros para que digan que las carreteras son seguras y los enemigos están siendo destruidos. Lo hacen para asegurar su negocio. Si quieres noticias reales, has de escuchar las palabras de las personas reales –señaló con la pinza un grupo de marineros que bebían hidromiel en una taberna cercana. –Y no hay nada más real en el puerto que las sucias tabernas de marineros-.
-Yo no entro. No quiero que me tiren de la falda y me destrocen el vestido -en Lunargenta le pasó más veces de las que podía contar con los dedos.
-Tranquila, dragoncita, el caballero canguro te protegerá –contestó Baraun haciendo una reverencia sin levantar el culo de las cajas de madera.
-De acuerdo, puedes esperarnos en “El promesa”-.
-Tú te lo pierdes. Si escuchamos a alguien hablar sobre un tesoro, te dejaremos sin tu parte. Advertida estás-.
-Bip, bip, Rogie –era la frase que utilizaba la elfa Nereida Nyére para renegar a Baraun. El Capitán la emuló lo mejor que supo.
- Sasha Daroma:
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Offrol: Estoy ampliando mi tripulación poco a poco. Este es el primer tema de Sasha Daroma.
Puedes encontrar la ficha de Roger Baraun en el link: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Aunque los primeros turnos sean en Baslodia, la intención es que la acción principal se desarrolle en el mar, de ahí que haya abierto el tema directamente en el mar.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
-Aaaah, Baslodia, siempre quise venir a visitarte, aunque ni tú ni yo lo supiéramos de antemano.
Me estiro como una gatita en la entrada de la ciudad. Lo primero es lo primero, encontrar una tienda de dulces. El deseo de cualquier persona que se precie debe ser probar las diferentes recetas de dulces de todas las ciudades que existen. Nunca sabes cómo te van a sorprender, con relleno, sin relleno, glaseado, trocitos de frutas... ¡Un mundo de sorpresas y posibilidades! Lamentablemente todavía no he encontrado ninguna tienda de dulces en todo Baslodia y para colmo o estoy caminando en círculos o todas las calles son iguales. Suspiro. Juro por el amor de Isil que no vuelvo a salir de casa sin un mapa.
Me dirijo entonces a lo que parece una posada, está ubicada en la zona del puerto, zona que investigaré más tarde cuando amanezca. He decidido que buscar tiendas de dulces a altas horas de la noche no es buena idea y tras tanto caminar necesito descansar unas horas en algún lugar medianamente seguro. Abro la puerta y entro, parece más una taberna de marineros borrachos que una posada, pero de todas formas me acerco a la barra.
- Hola, ¿tienen ustedes habitaciones para pasar la noche?
El tabernero me mira. -Esto no es una posada jovencita, y no creo que en estos momentos encuentres ninguna con habitaciones libres. -Me vuelve a mirar. -Aunque bueno no pareces mala gente así que hagamos un trato, mi hijo no vuelve hasta mañana al mediodía y necesito que me echen una mano en la taberna. Si estás dispuesta, podrás pasar la noche en su habitación. Mi nombre es Wilfred, encantado. -Me sonríe.
Me lo pienso unos segundos, Wood me advirtió varias veces de que en las ciudades se suelen aprovechar de los extranjeros para vaciarles los bolsillos, historias de violaciones, robos e incluso asesinatos. Decido aceptar, la alternativa era dormir a la intemperie en una ciudad desconocida y rodeada de toda clase de maleantes. Al menos allí solo tendría que lidiar con unos pocos.
- Claro, te echaré una mano, pero antes necesito dormir unas horas...
Subimos las escaleras y me enseña la que será mi habitación de esa noche. Un tanto desordenada, con ropa amontonada sobre una silla. Pero al menos había una cama limpia. El tabernero cierra la puerta deseando una buena noche y escucho los pasos alejándose. Espero que sea así de amable y no esté tramando nada raro... Por si acaso apoyo la silla contra la puerta de la habitación, una pequeña precaución extra nunca está de más. Dejo el arco y el carcaj al lado de la cama preparados para cualquier adversidad y me acuesto.
Me despierto temprano por la mañana dispuesta a cumplir con mi parte del trato. Dejo mis cosas en la habitación y bajo a la taberna.
-Buenos días Wilfred, explícame todo mi trabajo antes de que llegue más gente, nunca he servido bebidas y no me gustaría derramarla sobre nadie.
Tras una hora de aprendizaje de lo básico con Wilfred las tareas se me hicieron muy amenas, la verdad es que me esperaba que fuese más aburrido, pero se me está pasando muy rápido la mañana, incluso acaba de entrar lo que parece un marinero experimentado. Lo noto por su sombrero enorme, su mirada y porque en lugar de barba tiene lo que parecen ser lianas de árboles de mar. He oído que en el mar las plantas son más brillantes y se mueven de un lado a otro como las de ese hombre. Viene acompañado, tal vez sea un camarada de barco, o como se diga en lenguaje marino. Fascinada, me acerco dando saltitos.
-¡Buenos días caballeros! Siéntense ¿Les traigo algo de beber? Y... ¡Quiero unirme a su tripulación en este mismo instante señor barba de mar! -Pongo un dedo sobre la mesa para indicar que no me iré hasta que haya recibido una contestación.
Una aventura en el mar, eso sí sería mejor que una tienda de dulces.
Me estiro como una gatita en la entrada de la ciudad. Lo primero es lo primero, encontrar una tienda de dulces. El deseo de cualquier persona que se precie debe ser probar las diferentes recetas de dulces de todas las ciudades que existen. Nunca sabes cómo te van a sorprender, con relleno, sin relleno, glaseado, trocitos de frutas... ¡Un mundo de sorpresas y posibilidades! Lamentablemente todavía no he encontrado ninguna tienda de dulces en todo Baslodia y para colmo o estoy caminando en círculos o todas las calles son iguales. Suspiro. Juro por el amor de Isil que no vuelvo a salir de casa sin un mapa.
Me dirijo entonces a lo que parece una posada, está ubicada en la zona del puerto, zona que investigaré más tarde cuando amanezca. He decidido que buscar tiendas de dulces a altas horas de la noche no es buena idea y tras tanto caminar necesito descansar unas horas en algún lugar medianamente seguro. Abro la puerta y entro, parece más una taberna de marineros borrachos que una posada, pero de todas formas me acerco a la barra.
- Hola, ¿tienen ustedes habitaciones para pasar la noche?
El tabernero me mira. -Esto no es una posada jovencita, y no creo que en estos momentos encuentres ninguna con habitaciones libres. -Me vuelve a mirar. -Aunque bueno no pareces mala gente así que hagamos un trato, mi hijo no vuelve hasta mañana al mediodía y necesito que me echen una mano en la taberna. Si estás dispuesta, podrás pasar la noche en su habitación. Mi nombre es Wilfred, encantado. -Me sonríe.
Me lo pienso unos segundos, Wood me advirtió varias veces de que en las ciudades se suelen aprovechar de los extranjeros para vaciarles los bolsillos, historias de violaciones, robos e incluso asesinatos. Decido aceptar, la alternativa era dormir a la intemperie en una ciudad desconocida y rodeada de toda clase de maleantes. Al menos allí solo tendría que lidiar con unos pocos.
- Claro, te echaré una mano, pero antes necesito dormir unas horas...
Subimos las escaleras y me enseña la que será mi habitación de esa noche. Un tanto desordenada, con ropa amontonada sobre una silla. Pero al menos había una cama limpia. El tabernero cierra la puerta deseando una buena noche y escucho los pasos alejándose. Espero que sea así de amable y no esté tramando nada raro... Por si acaso apoyo la silla contra la puerta de la habitación, una pequeña precaución extra nunca está de más. Dejo el arco y el carcaj al lado de la cama preparados para cualquier adversidad y me acuesto.
Me despierto temprano por la mañana dispuesta a cumplir con mi parte del trato. Dejo mis cosas en la habitación y bajo a la taberna.
-Buenos días Wilfred, explícame todo mi trabajo antes de que llegue más gente, nunca he servido bebidas y no me gustaría derramarla sobre nadie.
Tras una hora de aprendizaje de lo básico con Wilfred las tareas se me hicieron muy amenas, la verdad es que me esperaba que fuese más aburrido, pero se me está pasando muy rápido la mañana, incluso acaba de entrar lo que parece un marinero experimentado. Lo noto por su sombrero enorme, su mirada y porque en lugar de barba tiene lo que parecen ser lianas de árboles de mar. He oído que en el mar las plantas son más brillantes y se mueven de un lado a otro como las de ese hombre. Viene acompañado, tal vez sea un camarada de barco, o como se diga en lenguaje marino. Fascinada, me acerco dando saltitos.
-¡Buenos días caballeros! Siéntense ¿Les traigo algo de beber? Y... ¡Quiero unirme a su tripulación en este mismo instante señor barba de mar! -Pongo un dedo sobre la mesa para indicar que no me iré hasta que haya recibido una contestación.
Una aventura en el mar, eso sí sería mejor que una tienda de dulces.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
No pasaron inadvertidos ante nadie. Los marineros de Baslodia dirigieron sus miradas al hombre canguro y al calamar que acaban de pasar por la puerta. Extranjeros, mensajeros de buenas nuevas o augurios de infortunio. El Capitán dio un codazo a Baraun antes que soltase un improperio a los marineros. Roger tenía la odiosa cualidad de alzar la voz en los momentos menos adecuados. Lo último que les interesaba en este momento. Tenían que recordar su misión: recoger información sobre lo sucedido en Lunargenta. Hasta que el Capitán Werner no escuchase en boca de una persona fiable que la guerra en Lunargenta había terminado, no estaba dispuesto a dejar de escuchar historias.
Canguro y calamar se sentaron en una de las mesas más alejadas de la puerta central. El Capitán echó un vistazo por la ventana para asegurarse que Daroma no estuviera ahí. La dragona tenía una nobleza admirable. Si no le hubiera dado permiso para regresar a “El promesa” se habría quedado en la entrada de la taberna esperando a que el Capitán saliese. Muy diferente a cómo se comportaba Roger Baraun. Dragona y canguro eran como el día y la noche. La disciplina frente a la insolencia, el frío de las montañas frente al calor del arenal.
El Capitán Werner levantó los tentáculos de su mano izquierda para llamar la atención de los camareros de la taberna. Los murmullos de la taberna habían cesado con la entrada de los hombres bestia, ya fuera por temor o por puro odio territorial, nadie decía nada. En estos casos, lo mejor era beber y olvidar los ojos que le examinaban.
Una elfa no muy diferente a Nereida Nyére, pirata de “El promesa”, les atendió. Roger Baraun levantó las orejas sorprendido al ver a la elfa. ¡Una elfa en Baslodia! Plantó sus manos en la mesa y se inclinó hacia la camarera para comprobar que fuera real. El Capitán, sin embargo, no mostró signos de asombro. Algunas tabernas solían contratar a una persona de una raza exótica, elfos y hombres bestias en su mayoría, para llamar la atención de sus clientes; si era una mujer de buen ver, mucho mejor. La sorpresa vino cuando, sin terminar de recitar sus serviciales frases de camarera, pidió alistarse a la tripulación de “El promesa enardecida”. El Capitán ladeó la cabeza y la examinó de los pies a la cabeza. Era una chiquilla, vivaz e inquieta. El único motivo por el que quería formar parte de la tripulación pirata parecía ser la curiosidad que prestaba por la barba del Capitán.
-Y yo quiero un cofre repleto de mujeres, niña –se burló Baraun.
-Tráenos dos vasos y dos botellas de ron –intervino el Capitán antes de que Baraun dijera algo más –trae lo que te he pedido y olvídate que estamos aquí; haz el favor-.
Era por su bien. Nyére había pasado por grandes problemas con tal de unirse a la tripulación del Capitán. No era un mero capricho infantil, para ella era una necesidad. Quería ser una pirata, huir de las exigentes leyes del bosque de los elfos y formar unas nuevas en el mar. EL Capitán no permitiría que ninguna persona sufriese lo que sufrió Nyére si no fuera una extrema necesidad.
Un hombre entró en la taberna. Reía, llamaba a sus colegas de la taberna y levantaba un papiro como si fuera un trofeo. Roger señaló con la cabeza al hombro para que el Capitán también lo viese.
-Tenemos compañía, jefe. Conozco a ese tipo, es de Lunargenta como nosotros. Se llamaba Clay Reenfort, si es que no ha cambiado de nombre cosa que le veo muy capaz. Él es lo que llamo un pirata infiel. Ingresa en diferentes barcos por ver qué puede robar de ellos. Ha cambiado más de tripulación que de calzones en lo que va de año. Lo que no sé es qué lleva en la mano-.
-Nos lo dirá. Este tipo de personas no sabe cerrar la boca. Esperemos unos minutos a que beba de más-.
-¡HE ROBADO EL MAPA DEL TESORO DEL CAPITÁN MOORSE!-
-Capitán… –dijo primero Baruan.
- ….vamos a hacernos con ese mapa –Werner terminó la frase por el canguro.
Canguro y calamar se sentaron en una de las mesas más alejadas de la puerta central. El Capitán echó un vistazo por la ventana para asegurarse que Daroma no estuviera ahí. La dragona tenía una nobleza admirable. Si no le hubiera dado permiso para regresar a “El promesa” se habría quedado en la entrada de la taberna esperando a que el Capitán saliese. Muy diferente a cómo se comportaba Roger Baraun. Dragona y canguro eran como el día y la noche. La disciplina frente a la insolencia, el frío de las montañas frente al calor del arenal.
El Capitán Werner levantó los tentáculos de su mano izquierda para llamar la atención de los camareros de la taberna. Los murmullos de la taberna habían cesado con la entrada de los hombres bestia, ya fuera por temor o por puro odio territorial, nadie decía nada. En estos casos, lo mejor era beber y olvidar los ojos que le examinaban.
Una elfa no muy diferente a Nereida Nyére, pirata de “El promesa”, les atendió. Roger Baraun levantó las orejas sorprendido al ver a la elfa. ¡Una elfa en Baslodia! Plantó sus manos en la mesa y se inclinó hacia la camarera para comprobar que fuera real. El Capitán, sin embargo, no mostró signos de asombro. Algunas tabernas solían contratar a una persona de una raza exótica, elfos y hombres bestias en su mayoría, para llamar la atención de sus clientes; si era una mujer de buen ver, mucho mejor. La sorpresa vino cuando, sin terminar de recitar sus serviciales frases de camarera, pidió alistarse a la tripulación de “El promesa enardecida”. El Capitán ladeó la cabeza y la examinó de los pies a la cabeza. Era una chiquilla, vivaz e inquieta. El único motivo por el que quería formar parte de la tripulación pirata parecía ser la curiosidad que prestaba por la barba del Capitán.
-Y yo quiero un cofre repleto de mujeres, niña –se burló Baraun.
-Tráenos dos vasos y dos botellas de ron –intervino el Capitán antes de que Baraun dijera algo más –trae lo que te he pedido y olvídate que estamos aquí; haz el favor-.
Era por su bien. Nyére había pasado por grandes problemas con tal de unirse a la tripulación del Capitán. No era un mero capricho infantil, para ella era una necesidad. Quería ser una pirata, huir de las exigentes leyes del bosque de los elfos y formar unas nuevas en el mar. EL Capitán no permitiría que ninguna persona sufriese lo que sufrió Nyére si no fuera una extrema necesidad.
Un hombre entró en la taberna. Reía, llamaba a sus colegas de la taberna y levantaba un papiro como si fuera un trofeo. Roger señaló con la cabeza al hombro para que el Capitán también lo viese.
-Tenemos compañía, jefe. Conozco a ese tipo, es de Lunargenta como nosotros. Se llamaba Clay Reenfort, si es que no ha cambiado de nombre cosa que le veo muy capaz. Él es lo que llamo un pirata infiel. Ingresa en diferentes barcos por ver qué puede robar de ellos. Ha cambiado más de tripulación que de calzones en lo que va de año. Lo que no sé es qué lleva en la mano-.
-Nos lo dirá. Este tipo de personas no sabe cerrar la boca. Esperemos unos minutos a que beba de más-.
-¡HE ROBADO EL MAPA DEL TESORO DEL CAPITÁN MOORSE!-
-Capitán… –dijo primero Baruan.
- ….vamos a hacernos con ese mapa –Werner terminó la frase por el canguro.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
El señor barbas marinas no es tan simpático como parecía por sus lianas faciales. Suelto un bufido. Rechazarme para su estúpido barco sin siquiera conocerme, ¿quien se ha creído que es? Me voy tras el mostrador para buscar la bebida y los vasos que han ordenado y ponerlos en la bandeja. Wilfred se me acerca.
-Bueno querida, ha sido un placer tenerte por aquí ayudando, la verdad es que te lo agradezco mucho. Bien que me pese mi hijo ha llegado ya y no quiero retenerte más tiempo del necesario, al fin y al cabo todavía tienes que llegar a esa tienda de dulces que tanto querías.
-Yo sí que te lo agradezco Wilfred, si no fuese por ti tendría que dormir a la intemperie, y quien sabe qué cosas me habrían pasado en la ciudad de noche...
Me acerco, le doy un beso en la mejilla al tabernero, ha sido muy amable conmigo. Subo corriendo las escaleras para recuperar mi ropa de viaje y mi arco. Vuelvo a entrar en la taberna, ya me había olvidado del capitán barba simpática. Decido que lo mejor será ignorarle. Mientras tanto un nuevo borracho grita que ha robado el mapa de un tesoro. La verdad es que me vendría bien un mapa. Con suerte la tienda de dulces estará marcada y no volveré a perderme.
Me siento en la silla al lado del borracho, creo haber visto que se ha guardado el mapa entre uno de los pliegues del abrigo. Agarro una de las botellas de ron que ha pedido el señor barba marina.
- Creo que no le han llenado la copa lo suficiente.
- Gracias cariño, qué atenta. -Me mira con ojos lascivos. Suspiro. Siempre piensan en lo mismo. Le derramo ron por encima, casi toda la botella. - ¡Pero qué demonios haces, camarera inútil!
- ¡Oh! Perdóneme, ha sido un accidente... -Agarro uno de los trapos de tras el mostrador y me dispongo a secarle con una mano mientras con la otra le arrebato el mapa del bolsillo interior del abrigo.
Me lo guardo en el carcaj. Dejo el trapo sobre el mostrador, me despido de Wilfred con la mano y me voy deslizando entre la multitud de marineros antes de que el borracho se dé cuenta de qué ha ocurrido. Decido recorrer un par de calles antes de revisar el mapa. Lo saco del carcaj, lo miro y... no entiendo nada.
- Esto ha sido una terrible pérdida de tiempo, iré a dar un paseo por el puerto. -Guardo de nuevo el mapa en el carcaj y voy dirección al puerto para observar los barcos.
-Bueno querida, ha sido un placer tenerte por aquí ayudando, la verdad es que te lo agradezco mucho. Bien que me pese mi hijo ha llegado ya y no quiero retenerte más tiempo del necesario, al fin y al cabo todavía tienes que llegar a esa tienda de dulces que tanto querías.
-Yo sí que te lo agradezco Wilfred, si no fuese por ti tendría que dormir a la intemperie, y quien sabe qué cosas me habrían pasado en la ciudad de noche...
Me acerco, le doy un beso en la mejilla al tabernero, ha sido muy amable conmigo. Subo corriendo las escaleras para recuperar mi ropa de viaje y mi arco. Vuelvo a entrar en la taberna, ya me había olvidado del capitán barba simpática. Decido que lo mejor será ignorarle. Mientras tanto un nuevo borracho grita que ha robado el mapa de un tesoro. La verdad es que me vendría bien un mapa. Con suerte la tienda de dulces estará marcada y no volveré a perderme.
Me siento en la silla al lado del borracho, creo haber visto que se ha guardado el mapa entre uno de los pliegues del abrigo. Agarro una de las botellas de ron que ha pedido el señor barba marina.
- Creo que no le han llenado la copa lo suficiente.
- Gracias cariño, qué atenta. -Me mira con ojos lascivos. Suspiro. Siempre piensan en lo mismo. Le derramo ron por encima, casi toda la botella. - ¡Pero qué demonios haces, camarera inútil!
- ¡Oh! Perdóneme, ha sido un accidente... -Agarro uno de los trapos de tras el mostrador y me dispongo a secarle con una mano mientras con la otra le arrebato el mapa del bolsillo interior del abrigo.
Me lo guardo en el carcaj. Dejo el trapo sobre el mostrador, me despido de Wilfred con la mano y me voy deslizando entre la multitud de marineros antes de que el borracho se dé cuenta de qué ha ocurrido. Decido recorrer un par de calles antes de revisar el mapa. Lo saco del carcaj, lo miro y... no entiendo nada.
- Esto ha sido una terrible pérdida de tiempo, iré a dar un paseo por el puerto. -Guardo de nuevo el mapa en el carcaj y voy dirección al puerto para observar los barcos.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Tenía un ojo clavado en Clay y el otro en la chiquilla que le había pedido unirse a su tripulación. El humano tenía a la elfa delante, la miraba con ojos lujuriosos a la vez que soltaba las barbaries propias de un pirata sin clase. Alargó los brazos y pellizcó el aire a pocos milímetros de distancia de la chica, era una advertencia de lo que le haría si estuvieran a solas o si estuviera dos tragos más de alcohol en el cuerpo. Las manos de la elfa pasaban totalmente inadvertidas; reptaban por la tabla de la mesa acercándose peligrosamente al mapa del capitán Moorse sin llamar la atención de Clay ni de ninguno de sus amigos. Los elfos tenían una genuina forma de ocultarse, pensaba el Capitán, dejaban a relucir sus rasgos más exóticos para volver invisibles sus manos tramposas. En un segundo, la elfa consiguió el mapa del capitán Moorse y echó a correr carretera a bajo.
-¿Has visto lo mismo que yo, capi? –preguntó Baraun riendo.
-Me gustaría no haberlo visto. –señaló a la chica con la pinza. –Alcánzala antes de que lo hagan Clay, el Capitán Moorse o La Guardia de Lunargenta. Dentro de poco, esa elfa será la más buscada de todo el puerto-.
Roger obedeció al instante, fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta que si corría llamaría la atención. Avanzó dando saltos de canguro como si estuviera jugando de la misma manera que lo haría el animal que le daba su aspecto.
El Capitán sacó dos bolsas de aeros. Pasó las monedas de una bolsa a otra, la que quedaba en menor cantidad se la dio al tabernero. Recogió las dos botellas de ron y siguió a Roger con lentitud. Antes de salir de la taberna, dirigió una última mirada hacia Clay y los suyos. El pirata seguía alardeando de haberle robado al capitán Moorse su mapa del tesoro.
-Seguramente me esté buscando y quiera matarme por haberle robado el mapa. ¡JA! Primero tendrá que encontrarme. Pienso encontrar su tesoro y comprar una bonita isla illidense con su dinero. La llamaré la Claydiva y…, –puso una mano en el trapo que la chica le había dejado –y… –desplegó el trapo -¡¿DÓNDE ESTÁ MI MAPA?! ¡¿QUIÉN HA SIDO?! ¡¿ALGUIEN HA VISTO ALGO? ¿QUIÉN….?!–El Capitán no se quedó a escuchar más de sus gritos.
Roger Baraun estaba a tres pasos de distancia, lo que equivaldría a dos de sus saltos de canguro, de la elfa. El Capitán se quedó a cinco pasos de Roger. Más adelante se podía ver la bandera de “El Promesa” bailar al son del viento.
-Manda que preparen las velas. Partiremos en dos minutos –susurró el Capitán a su cuervo Egdar.
-Velas. Preparad. Minutos –el ave levantó el vuelo y desapareció entre las nubes.
Roger Baraun dio el último salto e interceptó a la muchacha. Puso una mano encima de su hombro como si se estuviera reencontrado con un viejo amigo y la obligó a aminorar el paso.
-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, ¿me has echado de menos? –.
El Capitán Werner ganó los cinco pasos que le separaban de Baraun y la chica. Habló lentamente y con claridad por encima de las bromas del canguro.
-No grites, no hables, no te resistas y no mires atrás. Aunque no lo creas, te estamos salvando la vida. Clay se ha dado cuenta de lo que has hecho, el capitán Moorse anda buscando su mapa y matará a quien lo posea y La Guardia castiga a todo aquel que se relacione con los piratas. Te has puesto una soga al cuello al robar ese mapa -.
Las velas de “El Promesa” estaban preparadas para partir. Bastaría una señal del Capitán para que recogiesen el ancla y abandonasen el puerto. Baraun empujó con relativa sutiliza a la chica hacia el astillero. Hizo que se detuviera enfrente de las escaleras del barco.
- Las damas primero –cedió Baraun haciendo una reverencia.
Arriba de las escaleras esperaban Nereida Nyére, Sasha Daroma y el Egdar el cuervo.
-Bip, bip, Rogie –Nyére saludó a Baraun como si le estuviera renegando.
-¿Qué? Ahora no he dicho nada -.
-Es la costumbre, Rogie –la elfa sonrió -¿Quién es ella?-
-Ahora una camarera y, si no nos damos prisa, será un cadáver –dijo el Capitán seriamente –Obedece a Baraun y sube por las escaleras. Arriba estarás más cómoda. Adelante, sube-.
-¿Has visto lo mismo que yo, capi? –preguntó Baraun riendo.
-Me gustaría no haberlo visto. –señaló a la chica con la pinza. –Alcánzala antes de que lo hagan Clay, el Capitán Moorse o La Guardia de Lunargenta. Dentro de poco, esa elfa será la más buscada de todo el puerto-.
Roger obedeció al instante, fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta que si corría llamaría la atención. Avanzó dando saltos de canguro como si estuviera jugando de la misma manera que lo haría el animal que le daba su aspecto.
El Capitán sacó dos bolsas de aeros. Pasó las monedas de una bolsa a otra, la que quedaba en menor cantidad se la dio al tabernero. Recogió las dos botellas de ron y siguió a Roger con lentitud. Antes de salir de la taberna, dirigió una última mirada hacia Clay y los suyos. El pirata seguía alardeando de haberle robado al capitán Moorse su mapa del tesoro.
-Seguramente me esté buscando y quiera matarme por haberle robado el mapa. ¡JA! Primero tendrá que encontrarme. Pienso encontrar su tesoro y comprar una bonita isla illidense con su dinero. La llamaré la Claydiva y…, –puso una mano en el trapo que la chica le había dejado –y… –desplegó el trapo -¡¿DÓNDE ESTÁ MI MAPA?! ¡¿QUIÉN HA SIDO?! ¡¿ALGUIEN HA VISTO ALGO? ¿QUIÉN….?!–El Capitán no se quedó a escuchar más de sus gritos.
Roger Baraun estaba a tres pasos de distancia, lo que equivaldría a dos de sus saltos de canguro, de la elfa. El Capitán se quedó a cinco pasos de Roger. Más adelante se podía ver la bandera de “El Promesa” bailar al son del viento.
-Manda que preparen las velas. Partiremos en dos minutos –susurró el Capitán a su cuervo Egdar.
-Velas. Preparad. Minutos –el ave levantó el vuelo y desapareció entre las nubes.
Roger Baraun dio el último salto e interceptó a la muchacha. Puso una mano encima de su hombro como si se estuviera reencontrado con un viejo amigo y la obligó a aminorar el paso.
-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, ¿me has echado de menos? –.
El Capitán Werner ganó los cinco pasos que le separaban de Baraun y la chica. Habló lentamente y con claridad por encima de las bromas del canguro.
-No grites, no hables, no te resistas y no mires atrás. Aunque no lo creas, te estamos salvando la vida. Clay se ha dado cuenta de lo que has hecho, el capitán Moorse anda buscando su mapa y matará a quien lo posea y La Guardia castiga a todo aquel que se relacione con los piratas. Te has puesto una soga al cuello al robar ese mapa -.
Las velas de “El Promesa” estaban preparadas para partir. Bastaría una señal del Capitán para que recogiesen el ancla y abandonasen el puerto. Baraun empujó con relativa sutiliza a la chica hacia el astillero. Hizo que se detuviera enfrente de las escaleras del barco.
- Las damas primero –cedió Baraun haciendo una reverencia.
Arriba de las escaleras esperaban Nereida Nyére, Sasha Daroma y el Egdar el cuervo.
-Bip, bip, Rogie –Nyére saludó a Baraun como si le estuviera renegando.
-¿Qué? Ahora no he dicho nada -.
-Es la costumbre, Rogie –la elfa sonrió -¿Quién es ella?-
-Ahora una camarera y, si no nos damos prisa, será un cadáver –dijo el Capitán seriamente –Obedece a Baraun y sube por las escaleras. Arriba estarás más cómoda. Adelante, sube-.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Me gusta esto de pasear por el puerto al sol de la mañana, tranquilamente, sin ningún peligro acechando tras cada esquina. Tantas aventuras al final pueden llegar a estresarte y te olvidas de disfrutar de los pequeños placeres que te dan los viajes. El suave sonido del mar, los graznidos de los marineros que realizan los trabajos de mantenimiento de sus barcos... Respiro profundamente, aliviada. Una lástima tal vez no haber encontrado la tienda de dulces, tal vez entre más tarde en la taberna para que me indiquen de nuevo la dirección. Al menos tendré que esperar a que se vaya el pervertido del mapa.
Aunque parece que poco tiempo me ha durado mi paseo relajante matutino, nada más girar la cabeza me encuentro de frente con el hombre-canguro de la taberna. Me pone la mano en el hombro y me obliga a aminorar el paso.
- No, no te he echado de menos. Ya me habéis dejado claro que no me quereis en vuestro estúpido barco así que no sé por qué debería hacerlo siquiera.
El señor barba simpática se acerca también, me invita a quedarme callada, amenazándome con lo que puede ocurrir si intento resistirme. La verdad es que esto ya me ha pasad otras veces, aunque suele ser de noche, y la última vez un vampiro en unas catacumbas. Suspiro.
Llegamos finalmente al barco, es más grande de lo que me esperaba, y bueno, infinitamente mejor que aquel bote que me hice hace unos meses con un tronco de árbol seco de Sandorai.
Miro de nuevo a los hombres que me acompañan, la apariencia del hombre-canguro no transmite peligro. En cambio barba simpática con su sombrero y sus ropas, aparte de parecer todo un capitán, tiene un aura intimidante. No solo por su forma de caminar, si no por su forma de observar su entorno, como si quisiera tenerlo todo bajo su absoluto mando y control.
Subo lentamente las escaleras, analizando cada paso. Todavía no he encontrado el momento adecuado para despistarlos y huir hacia la otra punta de la ciudad. Al final de las escaleras espera lo que parece el resto de la tripulación del barco. ¡Una elfa! Me acerco corriendo a ella, salto y la abrazo.
- ¡Hola! Soy Jeannie Fawkes, mucho gusto, ¿a ti también te gustan los barcos? ¿Y los dulces? ¡Oh! Toma, una galleta, no me quedan muchas porque no he encontrado la tienda de dulces, pero lo que sí he encontrado es un mapa que creo que lleva a ella. Espera un segundo.
Saco el mapa del carcaj y una galleta de uno de los bolsillos del pantalón. Le doy la galleta y despliego el mapa delante suya.
- ¿Ves? No consigo entender nada. -Pongo cara de consternación. -Y la verdad es que comienzo a tener mucha hambre.
Suspiro y me doy cuenta de que ya estoy sobre el barco y éste parece a punto de zarpar. Oh, vaya, supongo que al final no voy a poder escaparme como tenía planeado. Pero al menos conservo mi arco, mis flechas y por ahora no han intentado... Bueno...
Miro hacia el puerto y veo a un grupo de hombres, entre ellos el tipo del bar al que le he robado el mapa, alborotados buscando algo de un lado a otro gritando y zarandeando marineros y demás transeúntes. Vuelvo la vista hacia mis nuevos compañeros de viaje.
- Parece que al final tenías razón señor Capitán señor, señor. Oh, me olvidaba, yo también quiero un sombrero, es lo mínimo que podeis ofrecerme a cambio de este secuestro tan fortuito, y tampoco pienso realizar bailes de índole sexual. Me conozco a los de vuestra calaña. Sobretodo tú, que vas por ahí sin pantalones. - Señalo al hombre-canguro.
Comienzo a guardar el mapa en el carcaj, pero tras ver las miradas de ansia que le lanza el hombre-canguro a mi indescifrable pergamino, me lo guardo dentro de la camisa. Cuanto más cerca, más seguro, creo.
- Entonces... ¿qué queréis de mi y hacia dónde nos dirigimos?
Me cruzo de brazos a la espera. Todavía estamos suficientemente cerca del puerto como para poder volver a nado.
Aunque parece que poco tiempo me ha durado mi paseo relajante matutino, nada más girar la cabeza me encuentro de frente con el hombre-canguro de la taberna. Me pone la mano en el hombro y me obliga a aminorar el paso.
- No, no te he echado de menos. Ya me habéis dejado claro que no me quereis en vuestro estúpido barco así que no sé por qué debería hacerlo siquiera.
El señor barba simpática se acerca también, me invita a quedarme callada, amenazándome con lo que puede ocurrir si intento resistirme. La verdad es que esto ya me ha pasad otras veces, aunque suele ser de noche, y la última vez un vampiro en unas catacumbas. Suspiro.
Llegamos finalmente al barco, es más grande de lo que me esperaba, y bueno, infinitamente mejor que aquel bote que me hice hace unos meses con un tronco de árbol seco de Sandorai.
Miro de nuevo a los hombres que me acompañan, la apariencia del hombre-canguro no transmite peligro. En cambio barba simpática con su sombrero y sus ropas, aparte de parecer todo un capitán, tiene un aura intimidante. No solo por su forma de caminar, si no por su forma de observar su entorno, como si quisiera tenerlo todo bajo su absoluto mando y control.
Subo lentamente las escaleras, analizando cada paso. Todavía no he encontrado el momento adecuado para despistarlos y huir hacia la otra punta de la ciudad. Al final de las escaleras espera lo que parece el resto de la tripulación del barco. ¡Una elfa! Me acerco corriendo a ella, salto y la abrazo.
- ¡Hola! Soy Jeannie Fawkes, mucho gusto, ¿a ti también te gustan los barcos? ¿Y los dulces? ¡Oh! Toma, una galleta, no me quedan muchas porque no he encontrado la tienda de dulces, pero lo que sí he encontrado es un mapa que creo que lleva a ella. Espera un segundo.
Saco el mapa del carcaj y una galleta de uno de los bolsillos del pantalón. Le doy la galleta y despliego el mapa delante suya.
- ¿Ves? No consigo entender nada. -Pongo cara de consternación. -Y la verdad es que comienzo a tener mucha hambre.
Suspiro y me doy cuenta de que ya estoy sobre el barco y éste parece a punto de zarpar. Oh, vaya, supongo que al final no voy a poder escaparme como tenía planeado. Pero al menos conservo mi arco, mis flechas y por ahora no han intentado... Bueno...
Miro hacia el puerto y veo a un grupo de hombres, entre ellos el tipo del bar al que le he robado el mapa, alborotados buscando algo de un lado a otro gritando y zarandeando marineros y demás transeúntes. Vuelvo la vista hacia mis nuevos compañeros de viaje.
- Parece que al final tenías razón señor Capitán señor, señor. Oh, me olvidaba, yo también quiero un sombrero, es lo mínimo que podeis ofrecerme a cambio de este secuestro tan fortuito, y tampoco pienso realizar bailes de índole sexual. Me conozco a los de vuestra calaña. Sobretodo tú, que vas por ahí sin pantalones. - Señalo al hombre-canguro.
Comienzo a guardar el mapa en el carcaj, pero tras ver las miradas de ansia que le lanza el hombre-canguro a mi indescifrable pergamino, me lo guardo dentro de la camisa. Cuanto más cerca, más seguro, creo.
- Entonces... ¿qué queréis de mi y hacia dónde nos dirigimos?
Me cruzo de brazos a la espera. Todavía estamos suficientemente cerca del puerto como para poder volver a nado.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Nyére se ha convertido en una astuta pirata. El Capitán se dio cuenta cuando vio que rechazaba con una leve reverencia la galleta de la estrambótica elfa y se la entrega al ave del paraíso que le acompañaba a sus pies.
-Se la daré a mi amiga, si no te importa. En el mar no encontramos comida a su gusto y está hambrienta –dijo con educación y respeto.
Nyére desconocía el lugar donde la elfa ha conseguido sus galletas, podrían estar envenenadas. La propia elfa podría estar impregnada de veneno, no literalmente. Podría ser parte de la tripulación de unos piratas enemigos o un miembro de La Guardia que se había infiltrado en el puerto para sacar información sobre las últimas fechorías. El Capitán sospechaba de la supuesta ingenuidad de la niña. Simplemente, no podía creer que hubiera robado a Clay el mapa del capitán Moorse porque pensaba que podría utilizarlo para encontrar la casa de dulces en Baslodia. ¿La chica había arriesgado su vida para comprar galletas? Era una artimaña muy mal disimulada. Por otra parte, era un mentira tan inverosímil que cabía la posibilidad de que fuera real. El Capitán prefirió no darle demasiadas vueltas. Sacó un trapo de tela de uno de los bolsillos de la gabardina y se limpio la frente de sudor. La pequeña elfa conseguía que se le irritarse hasta el último tentáculo de su barba.
Baraun era el que más disfrutaba de las piruetas verbales de la elfa. Aplaudía al ritmo de su voz animándola a que siguiese hablando. Daroma, quien entendía las frases de manera literal, hizo un gorro de marinero con un pañuelo de tela y se lo puso a la cabeza de la elfa.
-Es bonito –dijo la dragona.
-¡Muy bonito, muy bonito! Estás hecha una auténtica capitana elfa –se burló Baraun isn dejar de aplaudir –Ahora, ¿por qué no bailas un poco para nosotros?-
-Bip, bip Rogie –renegó Nyeré. Dirigiéndose a la elfa: –el canguro se llama Roger. Habla mucho, pero nadie en “El promesa” le hacemos caso-.
-¡Eh!-
-Mi nombre es Nereida Nyére, pero puedes llamarme Neri si te resulta más fácil. Ella es Sasha, aunque no lo creas, es una dragona de verdad. Cuando se enfada, le salen alas de la espalda y escupe llamaradas de hielo…. –otro indicio el cual confirmaba que Nyére era una perfecta pirata: estaba distrayendo a la elfa para que no se diera cuenta que el Capitán alargaba sus tentáculos de la mano izquierda y le robaba el mapa del capitán Moorse. –Y ese hombre que te acaba de quitar el mapa es nuestro capitán, Alfred Werner. Todos en Lunargenta le conocen como Capitán, aunque no sean piratas. ¿Tú cómo te llamas, hermosa?-.
El Capitán desplegó el mapa al completo. Lo sujetó con los tentáculos de la barba a la vez que iba a señalando los puntos que conocía con la pinza.
-¿Tienes idea de lo que es esto? –preguntó el Capitán a la niña apartar la cara del mapa –Quiere decir peligro. Es el mapa del tesoro del capitán Moorse –hizo una pausa. –piratas y de los peligrosos-.
-Lo dices como si nosotros fuéramos menos, capi-.
-Chica, te matarán si te encuentran correteando con este mapa –el Capitán ignoró a Baraun –por no hablar que Clay se ha dado cuenta que le has robado. Te has convertido en la chica más buscada de Baslodia. ¿Qué hacemos contigo? –suspiró el Capitán sonoramente.
La elfa tenía la apariencia de una infante, tal vez fuera una adulta dada a longevidad de los de su especie, pero se comportaba como Ulareena, la hija del Capitán Wener, lo que le hacía ver como una niña ignorante e indefensa.
-¿No podemos quedárnosla como mascota? Tengo una jaula de su tamaño en la bodega-.
-No… –el capitán contestó por inercia, estaba tan concentrado con el mapa que apenas escuchó lo que le decía el canguro.
-¿Y si la tiramos por la borda? Los tiburones tienen derecho a comer-.
-No…-
-¿Qué tal si….?-
-¡Ya basta Roger Baraun! –el Capitán devolvió el mapa a la elfa, no quería tenerlo más en la mano –Es tuyo, no mío –se limpió el polvo que el mapa le había dejado en los tentáculos con el mismo pañuelo que utilizó para limpiarse el sudor de la frente. –Dinos, ¿qué hacemos contigo? ¿Te devolvemos al puerto de Baslodia donde es seguro que te encontrarán y matarán? No me gustaría que me obligaras a hacerlo. Te recomendaría devolver el mapa al capitán Moorse, pero eso no evitaría que Clay dejase de perseguirte. Otra opción es que encontremos el tesoro del capitán Moorse antes de que él o Clay nos encuentre a nosotros. Nos repartiremos el botín, tendrás los suficientes aeros como pagar a un par de mercenarios que te custodien hasta que Clay se aburra de perseguirte. El mapa lo llevas tú, tú decides-.
-Se la daré a mi amiga, si no te importa. En el mar no encontramos comida a su gusto y está hambrienta –dijo con educación y respeto.
Nyére desconocía el lugar donde la elfa ha conseguido sus galletas, podrían estar envenenadas. La propia elfa podría estar impregnada de veneno, no literalmente. Podría ser parte de la tripulación de unos piratas enemigos o un miembro de La Guardia que se había infiltrado en el puerto para sacar información sobre las últimas fechorías. El Capitán sospechaba de la supuesta ingenuidad de la niña. Simplemente, no podía creer que hubiera robado a Clay el mapa del capitán Moorse porque pensaba que podría utilizarlo para encontrar la casa de dulces en Baslodia. ¿La chica había arriesgado su vida para comprar galletas? Era una artimaña muy mal disimulada. Por otra parte, era un mentira tan inverosímil que cabía la posibilidad de que fuera real. El Capitán prefirió no darle demasiadas vueltas. Sacó un trapo de tela de uno de los bolsillos de la gabardina y se limpio la frente de sudor. La pequeña elfa conseguía que se le irritarse hasta el último tentáculo de su barba.
Baraun era el que más disfrutaba de las piruetas verbales de la elfa. Aplaudía al ritmo de su voz animándola a que siguiese hablando. Daroma, quien entendía las frases de manera literal, hizo un gorro de marinero con un pañuelo de tela y se lo puso a la cabeza de la elfa.
-Es bonito –dijo la dragona.
-¡Muy bonito, muy bonito! Estás hecha una auténtica capitana elfa –se burló Baraun isn dejar de aplaudir –Ahora, ¿por qué no bailas un poco para nosotros?-
-Bip, bip Rogie –renegó Nyeré. Dirigiéndose a la elfa: –el canguro se llama Roger. Habla mucho, pero nadie en “El promesa” le hacemos caso-.
-¡Eh!-
-Mi nombre es Nereida Nyére, pero puedes llamarme Neri si te resulta más fácil. Ella es Sasha, aunque no lo creas, es una dragona de verdad. Cuando se enfada, le salen alas de la espalda y escupe llamaradas de hielo…. –otro indicio el cual confirmaba que Nyére era una perfecta pirata: estaba distrayendo a la elfa para que no se diera cuenta que el Capitán alargaba sus tentáculos de la mano izquierda y le robaba el mapa del capitán Moorse. –Y ese hombre que te acaba de quitar el mapa es nuestro capitán, Alfred Werner. Todos en Lunargenta le conocen como Capitán, aunque no sean piratas. ¿Tú cómo te llamas, hermosa?-.
El Capitán desplegó el mapa al completo. Lo sujetó con los tentáculos de la barba a la vez que iba a señalando los puntos que conocía con la pinza.
-¿Tienes idea de lo que es esto? –preguntó el Capitán a la niña apartar la cara del mapa –Quiere decir peligro. Es el mapa del tesoro del capitán Moorse –hizo una pausa. –piratas y de los peligrosos-.
-Lo dices como si nosotros fuéramos menos, capi-.
-Chica, te matarán si te encuentran correteando con este mapa –el Capitán ignoró a Baraun –por no hablar que Clay se ha dado cuenta que le has robado. Te has convertido en la chica más buscada de Baslodia. ¿Qué hacemos contigo? –suspiró el Capitán sonoramente.
La elfa tenía la apariencia de una infante, tal vez fuera una adulta dada a longevidad de los de su especie, pero se comportaba como Ulareena, la hija del Capitán Wener, lo que le hacía ver como una niña ignorante e indefensa.
-¿No podemos quedárnosla como mascota? Tengo una jaula de su tamaño en la bodega-.
-No… –el capitán contestó por inercia, estaba tan concentrado con el mapa que apenas escuchó lo que le decía el canguro.
-¿Y si la tiramos por la borda? Los tiburones tienen derecho a comer-.
-No…-
-¿Qué tal si….?-
-¡Ya basta Roger Baraun! –el Capitán devolvió el mapa a la elfa, no quería tenerlo más en la mano –Es tuyo, no mío –se limpió el polvo que el mapa le había dejado en los tentáculos con el mismo pañuelo que utilizó para limpiarse el sudor de la frente. –Dinos, ¿qué hacemos contigo? ¿Te devolvemos al puerto de Baslodia donde es seguro que te encontrarán y matarán? No me gustaría que me obligaras a hacerlo. Te recomendaría devolver el mapa al capitán Moorse, pero eso no evitaría que Clay dejase de perseguirte. Otra opción es que encontremos el tesoro del capitán Moorse antes de que él o Clay nos encuentre a nosotros. Nos repartiremos el botín, tendrás los suficientes aeros como pagar a un par de mercenarios que te custodien hasta que Clay se aburra de perseguirte. El mapa lo llevas tú, tú decides-.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
- ¡Jeannie! Jeannie Fawkes es mi nombre. - Contesto a la pregunta de la elfa. Me parece una muchacha simpática, aunque un poco más joven que yo me da la sensación de ser una elfa muy madura para su edad. Bueno, tampoco es que yo le de mucha importancia a eso nunca.
Así que Alfred Werner finalmente sí es el capitán de este barco, me encanta tener razón en mis suposiciones. Sigo analizando a la tripulación del navío cuando un tentáculo se mete entre mi camisa y me roba el mapa. Me sonrojo. Tal vez guardar el mapa entre mis pechos no fuera el mejor sitio, después de todo.
- Capitán pervertido...
El capitán me devuelve el mapa después de analizarlo. Lo miro y pienso en sus proposiciones, en las diversas opciones que se me ofrecen. La verdad es que todas y cada una de ellas tienen algo malo, siempre hay alguna parte que no me convence del todo. Al fin y al cabo yo lo único que quería era llegar a una tienda de dulces y ver la ciudad. Bueno, embarcarse en un barco para ver el océano tampoco estaba nada mal, de ahí mi proposición en la taberna. Pero justo cuando había desechado esa idea de mi mente, sucede que el mapa no lleva a una tienda de dulces, si no a un tesoro mohoso perdido sabe Isil en qué lugar.
Pues bien, mis opciones son bastante simples al final, aunque como he dicho, ninguna me convence demasiado. Devolverme al puerto es probablemente la opción más aburrida de todas, al fin y al cabo tampoco es que haya mucho más que ver en él. Devolver el mapa al capitán Moorse seguramente signifique que dicho capitán estará muy dispuesto a darme algo a cambio, algún tipo de recompensa por encontrar su mapa. Ir con el capitán Werner a embarcarme en lo que parece ser una misión suicida en busca de un tesoro "pirata", sea lo que sea que signifique esa palabra, no suena nada mal. Pero está el tema de que me persiga el pervertido borracho... Esa parte no me gusta. Encontrar el tesoro antes que Clay lo único que conseguirá será enfadar todavía más al marinero, lo que seguramente implique que convertirá la cruzada contra mi persona en algo personal y no descansará jamás hasta verme muerta o algo peor... Ni siquiera una guardia personal garantiza mi seguridad, al fin y al cabo por muy grande que sea el botín, se acabará en algún momento y nada confirma que siga en ese lugar cuando lleguemos. Entonces nada separará la sed de sangre de Clay de mi cuello.
- Vale -Me pongo bien el sombrero de capitana que me han regalado. -Decidido, iré con vosotros a por ese botín. Pero antes...
Saco una flecha del carcaj y me acerco a uno de los maderos de la barandilla del barco, desenvuelvo el pergamino y copio un pequeño y funcional esquema del mapa rascando con la punta de la flecha en la madera. Acto seguido tomo el papel entre mis manos, comparo con el dibujo y asiento con la cabeza convencida de su exactitud. Alcanzo una de las botellas de ron que trajo consigo Werner y la derramo por un lateral del mapa, tapando partes importantes que impidan poder seguir sus indicaciones. Levanto las manos con el pergamino entre ellas y cuando se acerca una ráfaga de aire suficientemente fuerte lo suelto.
- Con suerte el mapa terminará cerca del puerto y Clay o alguno de sus hombres lo encontrará. Pero sin el pedazo que he borrado gracias a vuestra botella de ron... No creo que consigan llegar hasta el tesoro. Pues bien, nos hemos quitado un pequeño peso de encima. Clay pensará que cuando derramé el ron por encima suya éste ha manchado el mapa y que lo hemos tirado porque no nos sirve de absolutamente nada. En cambio nosotros tenemos la copia en el madero que nos llevará al tesoro. Cuando lo consigamos puedes emplear una pequeña porción en restaurar esa tabla si gustas.
Saco otra galleta y me la meto en la boca, me acerco a Neri para ofrecerle otra, pero recuerdo que se la dio al ave a sus pies y me agacho para ofrecérsela al animalito y acariciarle la cabecita.
- Bueno, de camino alguien debería explicarme qué es un pirata de esos de los que que tanto se habla por aquí. ¿Qué se hace para divertirse mientras esperamos a nuestro destino?
El capitán Werner, salvo por el hecho de haberme metido un tentáculo en la camisa, parece buena persona, al fin y al cabo podría haberse quedado con el mapa y haberme tirado por la borda. Me acerco a él y le doy un codazo en las costillas.
- Eso por meterme tentáculo. Y ahora quiero que me expliques todo lo que hay que saber acerca del mar. Y no te demores, tengo prisa por conseguir ese tesoro y volver para comprar dulces.
Le doy la espalda al capitán y voy en dirección a lo que parecen ser sus aposentos.
Así que Alfred Werner finalmente sí es el capitán de este barco, me encanta tener razón en mis suposiciones. Sigo analizando a la tripulación del navío cuando un tentáculo se mete entre mi camisa y me roba el mapa. Me sonrojo. Tal vez guardar el mapa entre mis pechos no fuera el mejor sitio, después de todo.
- Capitán pervertido...
El capitán me devuelve el mapa después de analizarlo. Lo miro y pienso en sus proposiciones, en las diversas opciones que se me ofrecen. La verdad es que todas y cada una de ellas tienen algo malo, siempre hay alguna parte que no me convence del todo. Al fin y al cabo yo lo único que quería era llegar a una tienda de dulces y ver la ciudad. Bueno, embarcarse en un barco para ver el océano tampoco estaba nada mal, de ahí mi proposición en la taberna. Pero justo cuando había desechado esa idea de mi mente, sucede que el mapa no lleva a una tienda de dulces, si no a un tesoro mohoso perdido sabe Isil en qué lugar.
Pues bien, mis opciones son bastante simples al final, aunque como he dicho, ninguna me convence demasiado. Devolverme al puerto es probablemente la opción más aburrida de todas, al fin y al cabo tampoco es que haya mucho más que ver en él. Devolver el mapa al capitán Moorse seguramente signifique que dicho capitán estará muy dispuesto a darme algo a cambio, algún tipo de recompensa por encontrar su mapa. Ir con el capitán Werner a embarcarme en lo que parece ser una misión suicida en busca de un tesoro "pirata", sea lo que sea que signifique esa palabra, no suena nada mal. Pero está el tema de que me persiga el pervertido borracho... Esa parte no me gusta. Encontrar el tesoro antes que Clay lo único que conseguirá será enfadar todavía más al marinero, lo que seguramente implique que convertirá la cruzada contra mi persona en algo personal y no descansará jamás hasta verme muerta o algo peor... Ni siquiera una guardia personal garantiza mi seguridad, al fin y al cabo por muy grande que sea el botín, se acabará en algún momento y nada confirma que siga en ese lugar cuando lleguemos. Entonces nada separará la sed de sangre de Clay de mi cuello.
- Vale -Me pongo bien el sombrero de capitana que me han regalado. -Decidido, iré con vosotros a por ese botín. Pero antes...
Saco una flecha del carcaj y me acerco a uno de los maderos de la barandilla del barco, desenvuelvo el pergamino y copio un pequeño y funcional esquema del mapa rascando con la punta de la flecha en la madera. Acto seguido tomo el papel entre mis manos, comparo con el dibujo y asiento con la cabeza convencida de su exactitud. Alcanzo una de las botellas de ron que trajo consigo Werner y la derramo por un lateral del mapa, tapando partes importantes que impidan poder seguir sus indicaciones. Levanto las manos con el pergamino entre ellas y cuando se acerca una ráfaga de aire suficientemente fuerte lo suelto.
- Con suerte el mapa terminará cerca del puerto y Clay o alguno de sus hombres lo encontrará. Pero sin el pedazo que he borrado gracias a vuestra botella de ron... No creo que consigan llegar hasta el tesoro. Pues bien, nos hemos quitado un pequeño peso de encima. Clay pensará que cuando derramé el ron por encima suya éste ha manchado el mapa y que lo hemos tirado porque no nos sirve de absolutamente nada. En cambio nosotros tenemos la copia en el madero que nos llevará al tesoro. Cuando lo consigamos puedes emplear una pequeña porción en restaurar esa tabla si gustas.
Saco otra galleta y me la meto en la boca, me acerco a Neri para ofrecerle otra, pero recuerdo que se la dio al ave a sus pies y me agacho para ofrecérsela al animalito y acariciarle la cabecita.
- Bueno, de camino alguien debería explicarme qué es un pirata de esos de los que que tanto se habla por aquí. ¿Qué se hace para divertirse mientras esperamos a nuestro destino?
El capitán Werner, salvo por el hecho de haberme metido un tentáculo en la camisa, parece buena persona, al fin y al cabo podría haberse quedado con el mapa y haberme tirado por la borda. Me acerco a él y le doy un codazo en las costillas.
- Eso por meterme tentáculo. Y ahora quiero que me expliques todo lo que hay que saber acerca del mar. Y no te demores, tengo prisa por conseguir ese tesoro y volver para comprar dulces.
Le doy la espalda al capitán y voy en dirección a lo que parecen ser sus aposentos.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Mientras Jeannie Fawkes caminaba hacia el camarote principal, Roger Baraun se encogió de hombros señalando así su aprensión hacia ella. Si no molestó con una de sus cargantes e innecesarias burlas fue por la vigilancia de Nereida Nyére. La elfa tenía un talento innato para hacer callar al canguro. El Capitán no cómo responder a su tripulación. Entendía que Baraun rechazase a Fawkes; podía ser divertida a los cinco primeros minutos de conocerla, pero terriblemente molesta tras la media hora. Por su parte, Nyére se sentía identificada con Fawkes. Poco tenían que ver la una con la otra, más allá de compartir raza. Nyére había aprendido a comportarse con una pirata, sagaz y ruda por partes iguales, si tenía que increpar contra alguien, tan solo lo hacía contra Baraun. Fawkes, sin embargo, carecía del rigor de Nyére, parecía tenía una palabra de desagrado que decir para cada persona que se cruzaba en su camino. Siendo honestos, Fawkes tenía más que ver con Ulareena Werner que con Nereida Nyére. Pese a ello, la elfa pirata se veía reflejada en ella por puro sentimiento racial. El Capitán pensó que él se sentiría de la misma manera que Nyére si viese a un hombre bestia que tuviera un calamar por cabeza y una tenaza de cangrejo por brazo.
Antes de marchar detrás de la elfa, el Capitán recogió la botella de ron que quedaba llena y señaló con la pinza el tablón marcado. Daroma recibió la orden, arrancó el tablón y la llevó a la bodega donde Abdulah la analizaría con mayor detalle. Había escuchado historias de piratas que grababan sus mapas en los lugares más sorprendes: tatuadas en sus calvas, en la parte trasera del lienzo de un cuadro o incluso en su inscrita en los laterales de un anillo. Buscaban los lugares más recónditos y escondidos, cuánto más privado y pequeña fuera mejor. Nadie sería tan estúpido como para grabar el mapa en un objeto tan grande e incómodo como para dibujar el mapa en un tablón de madera.
Una vez en el camarote, señaló un par de sillas cercanas al mueble-bar; al otro lado del escritorio principal. El Capitán tenía una infinidad de papeles y mapas que no quería que Fawkes ensuciase con sus pegajosas manos manchadas de ron. Abrió el mueble-bar ayudándose de los tentáculos de la barba, dejó la botella de ron y sacó un cubo con un agua tibia; se lo cedió a la elfa para que se lavase las manos.
-Deja que busque una pastilla de jabón, creo tener una por algún lado –decía para retrasar el momento de explicar a Jeannie Fawkes qué consistía ser un pirata. –La encontré. –la pastilla estaba envuelta en un pañuelo rosa –Los piratas no somos tan sucios como nos pintan en el puerto-.
Sacó dos vasos y los sostuvo con los tentáculos de la barba. Pasó la pinza por las botellas del mueble-bar seleccionando aquel que fuera más adecuada para la ocasión. Según tenía entendido, los elfos estaban acostumbrados a los vinos afrutados. Aunque, no pondría los tentáculos en el fuego por ello. Fawkes trabajaba como camarera en una taberna del puerto de Baslodia. Quizás hubiera descubierto y disfrutado de los alcoholes más secos y amargos. El última botella que por la que pasó la punta de la pinza era un licor caliente de Roilkat que le trajo Baraun en su última visita. Lo miró durante unos segundos y luego lo rechazó, un vino demasiado amargo no permitiría que se concentrasen al hablar y Fawkes y el Capitán tenían mucho de qué hablar. Se decantó finalmente por un vino de árboles frutales illidienses, pensó que sorprendería a la elfa si le servía un vino común en las islas de los brujos. Dejó los dos vasos sobre la mesita colindante al mueble-bar y los llenó con una generosa cantidad de vino dulce illidiense.
-Mi vino no es tan dulce como las golosinas de Baslodia, pero espero que sea de tu agrado –le cedió la copa a Fawkes. El Capitán se mojó los labios con su copa antes de empezar a hablar –Un pirata. ¿Qué es un pirata? Somos marginados, fugitivos y soñadores. Los piratas nacimos de la idea de crear un nuevo país, libre de impuestos y alejada de la codicia y la opresión de las grandes ciudades humanas. ¿Sabes cuánto tiene que pagar una familia en Lunargenta de impuestos? Nosotros no solo nos negamos a pagarlos, sino que además robamos los impuestos que La Guardia recauda y se los repartimos entre los más pobres. Decidimos combatir en el mar, allá donde no llega la mano de Lunargenta y podemos crear nuestras propias leyes. –hizo una pausa para aclararse la boca con el vino –Somos rebeldes, delincuentes y futuros cadáveres colgados en sogas de cuero. –una pausa más larga. –Hasta ahora, te he hablado de los piratas clásicos, los que por infortunio escaseamos. No te he hablado de los piratas como Clay o el capitán Moorse. Ellos asesinan y matan como nosotros, pero carecen de nuestro sentimiento de rebelión. Ellos poseen la misma codicia que las grandes ciudades humanas y la proyectan al mar, pudriendo nuestro nombre y nuestra misión. Los piratas como Clay y el capitán Moorse jamás serán castigados por La Guardia, no les interesa. La Guardia usa a estos piratas para generar una mala imagen del pueblo hacia nosotros. ¡Huid de los piratas! Te secuestran, te obligarán a bailar para ellos y te palparán con sus tentáculos. –el Capitán sonrió como sonreía cuando estaba junto a Ulareena. -He de disculparme, creo que me he puesto a divagar. Es lo que hacemos los viejos-.
Edgar el cuervo entró volando por una de las ventanas del camarote. Tenía una herida en la pata izquierda, un arañazo. El Capitán levantó la tenaza y el cuervo se posó directamente en ella.
-Barcos. Barcos –graznaba el cuervo.
-¿Qué dirección? –preguntó el Capitán Werner.
-Estribor. Estribor-.
El Capitán le acarició el plumaje mientras miraba la herida de la pata. No parecía ser nada grave. Tal vez se hubiera vuelto a pelear con el ave sin nombre de Nyére o con una gaviota del puerto.
-¿Te lo presentado? Es mi cuervo: Edgar. –el Capitán le dio de beber de su misma copa –Si le enseñas una palabra, puede que la repita; o puede que no. Es un cuervo caprichoso –dedicó a la elfa una mirada juiciosa –Si los barcos presentan una amenaza, estaremos en un grave peligro. He dejado la mitad de mi tripulación en el puerto por tal de protegerte. A bordo, solamente están las personas que has conocido y Abdulah; pero él no nos acompañará en la batalla. Es un vampiro, no puede ver la luz del sol –el Capitán se levantó de la silla. –Mi tripulación me espera a cubierta para que les guíe. Eres libre de quedarte aquí escondida o salir afuera. No voy a tomar una decisión por ti, pero, si vienes conmigo, te pediría que te comportases como una pirata-.
Antes de marchar detrás de la elfa, el Capitán recogió la botella de ron que quedaba llena y señaló con la pinza el tablón marcado. Daroma recibió la orden, arrancó el tablón y la llevó a la bodega donde Abdulah la analizaría con mayor detalle. Había escuchado historias de piratas que grababan sus mapas en los lugares más sorprendes: tatuadas en sus calvas, en la parte trasera del lienzo de un cuadro o incluso en su inscrita en los laterales de un anillo. Buscaban los lugares más recónditos y escondidos, cuánto más privado y pequeña fuera mejor. Nadie sería tan estúpido como para grabar el mapa en un objeto tan grande e incómodo como para dibujar el mapa en un tablón de madera.
Una vez en el camarote, señaló un par de sillas cercanas al mueble-bar; al otro lado del escritorio principal. El Capitán tenía una infinidad de papeles y mapas que no quería que Fawkes ensuciase con sus pegajosas manos manchadas de ron. Abrió el mueble-bar ayudándose de los tentáculos de la barba, dejó la botella de ron y sacó un cubo con un agua tibia; se lo cedió a la elfa para que se lavase las manos.
-Deja que busque una pastilla de jabón, creo tener una por algún lado –decía para retrasar el momento de explicar a Jeannie Fawkes qué consistía ser un pirata. –La encontré. –la pastilla estaba envuelta en un pañuelo rosa –Los piratas no somos tan sucios como nos pintan en el puerto-.
Sacó dos vasos y los sostuvo con los tentáculos de la barba. Pasó la pinza por las botellas del mueble-bar seleccionando aquel que fuera más adecuada para la ocasión. Según tenía entendido, los elfos estaban acostumbrados a los vinos afrutados. Aunque, no pondría los tentáculos en el fuego por ello. Fawkes trabajaba como camarera en una taberna del puerto de Baslodia. Quizás hubiera descubierto y disfrutado de los alcoholes más secos y amargos. El última botella que por la que pasó la punta de la pinza era un licor caliente de Roilkat que le trajo Baraun en su última visita. Lo miró durante unos segundos y luego lo rechazó, un vino demasiado amargo no permitiría que se concentrasen al hablar y Fawkes y el Capitán tenían mucho de qué hablar. Se decantó finalmente por un vino de árboles frutales illidienses, pensó que sorprendería a la elfa si le servía un vino común en las islas de los brujos. Dejó los dos vasos sobre la mesita colindante al mueble-bar y los llenó con una generosa cantidad de vino dulce illidiense.
-Mi vino no es tan dulce como las golosinas de Baslodia, pero espero que sea de tu agrado –le cedió la copa a Fawkes. El Capitán se mojó los labios con su copa antes de empezar a hablar –Un pirata. ¿Qué es un pirata? Somos marginados, fugitivos y soñadores. Los piratas nacimos de la idea de crear un nuevo país, libre de impuestos y alejada de la codicia y la opresión de las grandes ciudades humanas. ¿Sabes cuánto tiene que pagar una familia en Lunargenta de impuestos? Nosotros no solo nos negamos a pagarlos, sino que además robamos los impuestos que La Guardia recauda y se los repartimos entre los más pobres. Decidimos combatir en el mar, allá donde no llega la mano de Lunargenta y podemos crear nuestras propias leyes. –hizo una pausa para aclararse la boca con el vino –Somos rebeldes, delincuentes y futuros cadáveres colgados en sogas de cuero. –una pausa más larga. –Hasta ahora, te he hablado de los piratas clásicos, los que por infortunio escaseamos. No te he hablado de los piratas como Clay o el capitán Moorse. Ellos asesinan y matan como nosotros, pero carecen de nuestro sentimiento de rebelión. Ellos poseen la misma codicia que las grandes ciudades humanas y la proyectan al mar, pudriendo nuestro nombre y nuestra misión. Los piratas como Clay y el capitán Moorse jamás serán castigados por La Guardia, no les interesa. La Guardia usa a estos piratas para generar una mala imagen del pueblo hacia nosotros. ¡Huid de los piratas! Te secuestran, te obligarán a bailar para ellos y te palparán con sus tentáculos. –el Capitán sonrió como sonreía cuando estaba junto a Ulareena. -He de disculparme, creo que me he puesto a divagar. Es lo que hacemos los viejos-.
Edgar el cuervo entró volando por una de las ventanas del camarote. Tenía una herida en la pata izquierda, un arañazo. El Capitán levantó la tenaza y el cuervo se posó directamente en ella.
-Barcos. Barcos –graznaba el cuervo.
-¿Qué dirección? –preguntó el Capitán Werner.
-Estribor. Estribor-.
El Capitán le acarició el plumaje mientras miraba la herida de la pata. No parecía ser nada grave. Tal vez se hubiera vuelto a pelear con el ave sin nombre de Nyére o con una gaviota del puerto.
-¿Te lo presentado? Es mi cuervo: Edgar. –el Capitán le dio de beber de su misma copa –Si le enseñas una palabra, puede que la repita; o puede que no. Es un cuervo caprichoso –dedicó a la elfa una mirada juiciosa –Si los barcos presentan una amenaza, estaremos en un grave peligro. He dejado la mitad de mi tripulación en el puerto por tal de protegerte. A bordo, solamente están las personas que has conocido y Abdulah; pero él no nos acompañará en la batalla. Es un vampiro, no puede ver la luz del sol –el Capitán se levantó de la silla. –Mi tripulación me espera a cubierta para que les guíe. Eres libre de quedarte aquí escondida o salir afuera. No voy a tomar una decisión por ti, pero, si vienes conmigo, te pediría que te comportases como una pirata-.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Una vez dentro del camarote del capitán todo se desarrolló de una forma según me pareció en ese momento, excesivamente servicial. Un capitán de barco ofreciéndome agua para lavarme las manos. No tiene sentido, al fin y al cabo no soy más que una desconocida que ha robado un mapa en un bar. Aún siendo éste un mapa de un tesoro que puede ser asquerosamente enorme, sigue sin tener sentido. Ya tiene el mapa, conoce el rumbo a seguir y posee una tripulación que parece bastante más capaz que yo en participar en su búsqueda. Aquí hay algo que huele raro, lo único que se me ocurre es que este hombre pretenda usarme de cebo en algún momento. Estaré atenta a todos sus movimientos a partir de ahora, no puedo permitirme ningún desliz. Y ahora busca una pastilla de jabón, esto cada vez se pone más extraño.
El capitán se acerca al mueble bar y se dedica a pasar la pinza por varias de las botellas que contiene. Pone dos vasos en la mesa y los llena con un vino que huele como a galletas. Se me hace la boca agua solo de pensar que sepa a frutas, o dulces. No tardo en tomar el vaso y beber el contenido en dos sendos tragos mientras el capitán me informa finalmente en qué consiste y qué es un pirata. "Rebeldes y delincuentes" siempre juntándome con gente extraña. Suspiro. Me dispongo a agarrar la botella de vino cuando entra por la ventana un cuervo. El capitán le da de beber de su copa y me lo presenta como "Edgar". Es un cuervo muy lindo, ojalá me quedasen galletas para compartirlas con él, cuando recuperemos el tesoro le compraré un dulce. Edgar informa de un avistamiento de otros barcos. El capitán se levanta de su asiento y vuelve a ofrecerme dos opciones, quedarme escondida o ir con él y su tripulación. Comienzo a enfadarme, este hombre me trata como a una niña pequeña que solo es un estorbo, una molestia que debe ser protegida porque no sabe valerse por sí misma. ¿Que me comporte como una pirata? ¡No soy una pirata! Consideraba divertida una aventura en barco, pero encerrarme en una etiqueta de ese tipo, ser parte de un grupo, eso no va conmigo. Podría haberme quedado con Wood, explorado los bosques con Fred o viajado por el mundo con Nuria. Pero prefiero salir sola, ver el mundo y encontrar gente nueva por el camino. Bueno, tal vez con Eltrant sí me hubiera quedado un tiempo más... No, no quiero ser una pirata, mi nombre es Jeannie Fawkes y eso es todo lo que soy y quiero ser. Maldito pirata, creyéndose superior por pensar que lucha por la libertad. La libertad se la crea uno mismo. Pero ya basta de divagar.
Salgo en pos del capitán pirata hacia la cubierta. Miro en derredor, todos parecen muy calmados. Sobre el mástil hay un pequeño sitio desde donde se puede ver la lejanía, sobre las velas. Concentro un poco de magia y salto hasta la mitad agarrándome a la red por la que supongo normalmente sube la tripulación. De un segundo salto llego al puesto del vigía.
Agarro el catalejo y miro a través, hacia uno de los barcos que se acercan por estribor. Ese es... ¿Clay? No, imposible, no debería poder llegar hasta aquí tan pronto. Por muy lento que sea el barco de Werner, Clay todavía estaba en el puerto cuando zarpamos, tendría que llegar hasta su barco y zarpar con el resto de la tripulación. Seguramente sea el otro, el capitán Moore, que tras percatarse de la desaparición de su mapa se ha quedado custodiando la ruta hacia su tesoro con la idea de hundir a cualquier demente que se atreviese a robarle su preciada fortuna.
Me quedo en la cofa, desenfundo mi arco y preparo una de las flechas. Al fin y al cabo, ¿hay un lugar mejor desde el cual disparar a cualquier pirata que pretenda abordar el barco? Los barcos se acercan, espero que el capitán sea lo suficientemente inteligente como para dialogar antes de enfrentarse a todos ellos.
---------
Off: Habilidad: Con el viento: La elfa puede realizar saltos del doble de altura de lo normal, apoyándose en su magia.
El capitán se acerca al mueble bar y se dedica a pasar la pinza por varias de las botellas que contiene. Pone dos vasos en la mesa y los llena con un vino que huele como a galletas. Se me hace la boca agua solo de pensar que sepa a frutas, o dulces. No tardo en tomar el vaso y beber el contenido en dos sendos tragos mientras el capitán me informa finalmente en qué consiste y qué es un pirata. "Rebeldes y delincuentes" siempre juntándome con gente extraña. Suspiro. Me dispongo a agarrar la botella de vino cuando entra por la ventana un cuervo. El capitán le da de beber de su copa y me lo presenta como "Edgar". Es un cuervo muy lindo, ojalá me quedasen galletas para compartirlas con él, cuando recuperemos el tesoro le compraré un dulce. Edgar informa de un avistamiento de otros barcos. El capitán se levanta de su asiento y vuelve a ofrecerme dos opciones, quedarme escondida o ir con él y su tripulación. Comienzo a enfadarme, este hombre me trata como a una niña pequeña que solo es un estorbo, una molestia que debe ser protegida porque no sabe valerse por sí misma. ¿Que me comporte como una pirata? ¡No soy una pirata! Consideraba divertida una aventura en barco, pero encerrarme en una etiqueta de ese tipo, ser parte de un grupo, eso no va conmigo. Podría haberme quedado con Wood, explorado los bosques con Fred o viajado por el mundo con Nuria. Pero prefiero salir sola, ver el mundo y encontrar gente nueva por el camino. Bueno, tal vez con Eltrant sí me hubiera quedado un tiempo más... No, no quiero ser una pirata, mi nombre es Jeannie Fawkes y eso es todo lo que soy y quiero ser. Maldito pirata, creyéndose superior por pensar que lucha por la libertad. La libertad se la crea uno mismo. Pero ya basta de divagar.
Salgo en pos del capitán pirata hacia la cubierta. Miro en derredor, todos parecen muy calmados. Sobre el mástil hay un pequeño sitio desde donde se puede ver la lejanía, sobre las velas. Concentro un poco de magia y salto hasta la mitad agarrándome a la red por la que supongo normalmente sube la tripulación. De un segundo salto llego al puesto del vigía.
Agarro el catalejo y miro a través, hacia uno de los barcos que se acercan por estribor. Ese es... ¿Clay? No, imposible, no debería poder llegar hasta aquí tan pronto. Por muy lento que sea el barco de Werner, Clay todavía estaba en el puerto cuando zarpamos, tendría que llegar hasta su barco y zarpar con el resto de la tripulación. Seguramente sea el otro, el capitán Moore, que tras percatarse de la desaparición de su mapa se ha quedado custodiando la ruta hacia su tesoro con la idea de hundir a cualquier demente que se atreviese a robarle su preciada fortuna.
Me quedo en la cofa, desenfundo mi arco y preparo una de las flechas. Al fin y al cabo, ¿hay un lugar mejor desde el cual disparar a cualquier pirata que pretenda abordar el barco? Los barcos se acercan, espero que el capitán sea lo suficientemente inteligente como para dialogar antes de enfrentarse a todos ellos.
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Off: Habilidad: Con el viento: La elfa puede realizar saltos del doble de altura de lo normal, apoyándose en su magia.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Ya fuera por falta de tiempo o de palabras, la chica no contestó al Capitán Werner. Salió del camarote principal a toda prisa. Utilizó sus poderes de elfo para subir de un salto al nido del asta mayor, lugar que habitualmente pertenecía a Thess. El Capitán Werner creyó que aquella osadía significaba que la chica había entendido el discurso que le había ofrecido en el camarote y que aceptaba viajar con unos piratas. De haber decidido quedarse en el puerto, no habría salido disparada a cubierta, se habría quedado escondida bajo el escritorio de camarote.
—¡¿Qué ves?! —preguntó Nereida Nyére alzando la voz —¡Amigos o enemigos, Jeannie!—.
—Enemigos, siempre nos persiguen enemigos —contestó Baraun por lo bajini.
El Capitán se puso la tenaza en la frente a modo de visera y miró hacia el barco que señaló Edgar. Sus pequeños ojos de calamar le impedían distinguir la forma del navío y el color de su bandera. A penas alcanzaba a ver una mancha grisácea acercase hacia ellos. Se concentró en analizar el tamaño del barco y la velocidad con la que se movía. A aquella distancia, era complicado dar un veredicto exacto. El navío desconocido tanto podía ser del mismo tamaño que “El promesa” como superarle por dos veces. De lo único que el Capitán estaba convencido era que el desconocido se dirigía hacia ellos y lo hacía con la mínima velocidad.
—Replegad las velas. A media vela. Iremos hacia ellos, aceptaremos la invitación que nos ofrecen —el Capitán hablaba a la vez que subí las escaleras hacia el timón del barco.
Aunque la tripulación de “El promesa” no estaba completa, cada uno conocía los lugares que debían ocupar. Nyére y Baraun se encargaron de recoger y tensar las cuerdas de las velas. “El promesa” no era un navío demasiado grande, si se le comparaba con los gigantes galeones de La Guardia de los humanos; Baraun conseguía pasar de un lado a otro en unos pocos saltos. El canguro podía realizar el trabajo de tres hombres convencionales. La elfa, sin embargo, era capaz de hacer el trabajo de cuatro hombres. Se ayudaba de sus poderes raciales para impulsar las cuerdas a los lugares donde no alcanzaba por su estatura. Daroma se situó al lado del Capitán. Con Wes Fungai desaparecido, era la dragona quien hacía las funciones de contramaestre, se encargaba de mantener el contacto de todos los miembros del navío. El Capitán no se preocupa por gritar las órdenes, Daroma lo haría por él.
A los pies de la dragona estaba el tablón de madera donde la elfa inscribió el mapa del capitán Moorse y que Abdulah había traducido mientras el Capitán charlaba con Fawkes. Daroma ocultaba el mapa con su propia ropa. Llegado el momento, si es que el navío desconocido fuera un enemigo, debía de estar preparada para transformarse en dragona. Se quedó desvistió por completo, ocultó su desnudez con una simple manta de cuero y solo para evitar que Baraun soltase algunos de sus característicos improperios.
—Barco. Barco — graznó Egdar en el hombro del Capitán.
El Capitán soltó el timón y se acercó a la barandilla de cubierta. El navío desconocido era dos veces “El promesa” y su tripulación era cinco veces mayor. Estaba lo suficientemente cerca como para poder diferenciar, al menos, el color de su bandera: gris con remaches azules. Los colores que utilizaban La Guardia de Lunargenta cuando querían pasar desapercibidos en el mar. El Capitán, y cualquier pirata que se dignase, conocía todas artimañas de las guardias. Los humanos eran tan simples que siempre utilizaban las mismas.
El barco se detuvo a pocos metros de “El promesa”. Tenía un nombre escrito en el lateral: “La corona”. Si el Capitán tuviera alguna duda de que el barco era de La Guardia, se disipó al leer el nombre del barco. Los humanos tenían una enorme devoción por todo aquello que tuviera relación con la familia real.
Clay estaba en la proa de “La corona”, hablaba con unos hombres. El Capitán recordó lo que Baraun le dijo en la taberna. Clay era un pirata sin bandera, se alistaba en cualquier navío que le permitiera obtener sus intereses: cobijo, alimento y encontrar a la elfa que le había robado el mapa que él le robó al capitán Moorse.
—Ese de ahí, no olvidaría su cabeza de calamar en cien años. Ese hombre de ahí fue quien ayudó a la pequeña ladrona a robarme mi mapa— decía Clay a los hombres.
—Capitán Alfred Werner, culpable de delitos de piratería, múltiples enfrentamientos contra La Guardia, el asesinato del comandante Bill Gibbs y la capitana Leonor Mendoza —relató uno de los hombres de La Guardia como si se supiera la lección de memoria. —Me presento, soy el capitán Wrindell, de La Guardia de Lunargenta—.
Bill Gibbs era un cerdo que abusaba sexualmente de la capitana Mendoza. Los enfrentamientos contra La Guardia que se refería el humano eran justificados, los guardias eran unos cadáveres que un nigromante había convocado y Leonor Mendoza, excapitana de La Guardia, formaba ahora parte de la tripulación de “El promesa”. Ella no había muerto, solo se había escondido de quienes le acosaron. El Capitán cruzó los brazos y no protestó por ninguno de los delitos que les acusaban, aunque razón no le faltase.
—Sabemos que ha ayudado a una ladrona del puerto a robar las pertenencias del señor Smith —nombre falso, Clay era un bastardo sin apellido —Le perdonaremos sus delitos, al menos de momento, si nos dice dónde está la chica—.
El Capitán se negó a contestar la amenaza del humano.
—En caso contrario, no nos deja otro remedio que arremeter contra usted y contra los suyos. Le recuerdo que le superamos en número y en potencia de fuego. No será agradable, para usted, por supuesto—.
—No sé de lo que habla ese hombre, se estará confundiendo de calamar— dijo el Capitán en tono provocador.
—De todas formas, deje que revisamos su barco. ¿Le importa? —
—Sí—.
—Lo haremos igual— el hombre de La Guardia sonrió.
—De acuerdo. Os diré dónde escondo a la chica con el mapa —el guarda levantó las cejas sorprendido, Clay no debió haberle dicho nada sobre un mapa. —Se esconde en la bodega del barco. La recogí del puerto, le di de beber y le abrigué con una sabana limpia. Cuando os vi llegar, le dije que se ocultase en la bodega. Detrás de unas cajas y que no saliese hasta que os marchéis. Por favor, no le hagáis daño.—
—No le prometo nada, capitán—
Ambos navíos se detuvieron. La tripulación del capitán Wrindell colocó una tabla que comunicaba “La corona” con “El promesa”. Tres hombres pasaron por ella. Fueron directos a la bodega sin prestar atención a la tripulación del Capitán Werner. Nunca salieron de allí abajo.
—Tardan mucho en salir. Ni que hubieran sido comidos por un vampiro —dijo Baraun riéndose.
Offrol: Se presenta la primera complicación: No eres el único que quiere hacerse con el objeto, otro grupo también está interesado en él, poniéndote en graves dificultades.
—¡¿Qué ves?! —preguntó Nereida Nyére alzando la voz —¡Amigos o enemigos, Jeannie!—.
—Enemigos, siempre nos persiguen enemigos —contestó Baraun por lo bajini.
El Capitán se puso la tenaza en la frente a modo de visera y miró hacia el barco que señaló Edgar. Sus pequeños ojos de calamar le impedían distinguir la forma del navío y el color de su bandera. A penas alcanzaba a ver una mancha grisácea acercase hacia ellos. Se concentró en analizar el tamaño del barco y la velocidad con la que se movía. A aquella distancia, era complicado dar un veredicto exacto. El navío desconocido tanto podía ser del mismo tamaño que “El promesa” como superarle por dos veces. De lo único que el Capitán estaba convencido era que el desconocido se dirigía hacia ellos y lo hacía con la mínima velocidad.
—Replegad las velas. A media vela. Iremos hacia ellos, aceptaremos la invitación que nos ofrecen —el Capitán hablaba a la vez que subí las escaleras hacia el timón del barco.
Aunque la tripulación de “El promesa” no estaba completa, cada uno conocía los lugares que debían ocupar. Nyére y Baraun se encargaron de recoger y tensar las cuerdas de las velas. “El promesa” no era un navío demasiado grande, si se le comparaba con los gigantes galeones de La Guardia de los humanos; Baraun conseguía pasar de un lado a otro en unos pocos saltos. El canguro podía realizar el trabajo de tres hombres convencionales. La elfa, sin embargo, era capaz de hacer el trabajo de cuatro hombres. Se ayudaba de sus poderes raciales para impulsar las cuerdas a los lugares donde no alcanzaba por su estatura. Daroma se situó al lado del Capitán. Con Wes Fungai desaparecido, era la dragona quien hacía las funciones de contramaestre, se encargaba de mantener el contacto de todos los miembros del navío. El Capitán no se preocupa por gritar las órdenes, Daroma lo haría por él.
A los pies de la dragona estaba el tablón de madera donde la elfa inscribió el mapa del capitán Moorse y que Abdulah había traducido mientras el Capitán charlaba con Fawkes. Daroma ocultaba el mapa con su propia ropa. Llegado el momento, si es que el navío desconocido fuera un enemigo, debía de estar preparada para transformarse en dragona. Se quedó desvistió por completo, ocultó su desnudez con una simple manta de cuero y solo para evitar que Baraun soltase algunos de sus característicos improperios.
—Barco. Barco — graznó Egdar en el hombro del Capitán.
El Capitán soltó el timón y se acercó a la barandilla de cubierta. El navío desconocido era dos veces “El promesa” y su tripulación era cinco veces mayor. Estaba lo suficientemente cerca como para poder diferenciar, al menos, el color de su bandera: gris con remaches azules. Los colores que utilizaban La Guardia de Lunargenta cuando querían pasar desapercibidos en el mar. El Capitán, y cualquier pirata que se dignase, conocía todas artimañas de las guardias. Los humanos eran tan simples que siempre utilizaban las mismas.
El barco se detuvo a pocos metros de “El promesa”. Tenía un nombre escrito en el lateral: “La corona”. Si el Capitán tuviera alguna duda de que el barco era de La Guardia, se disipó al leer el nombre del barco. Los humanos tenían una enorme devoción por todo aquello que tuviera relación con la familia real.
Clay estaba en la proa de “La corona”, hablaba con unos hombres. El Capitán recordó lo que Baraun le dijo en la taberna. Clay era un pirata sin bandera, se alistaba en cualquier navío que le permitiera obtener sus intereses: cobijo, alimento y encontrar a la elfa que le había robado el mapa que él le robó al capitán Moorse.
—Ese de ahí, no olvidaría su cabeza de calamar en cien años. Ese hombre de ahí fue quien ayudó a la pequeña ladrona a robarme mi mapa— decía Clay a los hombres.
—Capitán Alfred Werner, culpable de delitos de piratería, múltiples enfrentamientos contra La Guardia, el asesinato del comandante Bill Gibbs y la capitana Leonor Mendoza —relató uno de los hombres de La Guardia como si se supiera la lección de memoria. —Me presento, soy el capitán Wrindell, de La Guardia de Lunargenta—.
Bill Gibbs era un cerdo que abusaba sexualmente de la capitana Mendoza. Los enfrentamientos contra La Guardia que se refería el humano eran justificados, los guardias eran unos cadáveres que un nigromante había convocado y Leonor Mendoza, excapitana de La Guardia, formaba ahora parte de la tripulación de “El promesa”. Ella no había muerto, solo se había escondido de quienes le acosaron. El Capitán cruzó los brazos y no protestó por ninguno de los delitos que les acusaban, aunque razón no le faltase.
—Sabemos que ha ayudado a una ladrona del puerto a robar las pertenencias del señor Smith —nombre falso, Clay era un bastardo sin apellido —Le perdonaremos sus delitos, al menos de momento, si nos dice dónde está la chica—.
El Capitán se negó a contestar la amenaza del humano.
—En caso contrario, no nos deja otro remedio que arremeter contra usted y contra los suyos. Le recuerdo que le superamos en número y en potencia de fuego. No será agradable, para usted, por supuesto—.
—No sé de lo que habla ese hombre, se estará confundiendo de calamar— dijo el Capitán en tono provocador.
—De todas formas, deje que revisamos su barco. ¿Le importa? —
—Sí—.
—Lo haremos igual— el hombre de La Guardia sonrió.
—De acuerdo. Os diré dónde escondo a la chica con el mapa —el guarda levantó las cejas sorprendido, Clay no debió haberle dicho nada sobre un mapa. —Se esconde en la bodega del barco. La recogí del puerto, le di de beber y le abrigué con una sabana limpia. Cuando os vi llegar, le dije que se ocultase en la bodega. Detrás de unas cajas y que no saliese hasta que os marchéis. Por favor, no le hagáis daño.—
—No le prometo nada, capitán—
Ambos navíos se detuvieron. La tripulación del capitán Wrindell colocó una tabla que comunicaba “La corona” con “El promesa”. Tres hombres pasaron por ella. Fueron directos a la bodega sin prestar atención a la tripulación del Capitán Werner. Nunca salieron de allí abajo.
—Tardan mucho en salir. Ni que hubieran sido comidos por un vampiro —dijo Baraun riéndose.
Offrol: Se presenta la primera complicación: No eres el único que quiere hacerse con el objeto, otro grupo también está interesado en él, poniéndote en graves dificultades.
Última edición por Capitán Werner el Vie 28 Sep - 18:46, editado 1 vez
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
- ¡Creo ver a Clay en la proa, así que yo diría que enemigos!
Tras responder a la pregunta de Neri sigo observando la situación. El capitán ordena disminuir la velocidad del navío. Todo el mundo corre para acatar sus órdenes en el menor tiempo posible. En menos de diez segundos el barco disminuye la velocidad sustancialmente. Impresionante, la verdad es que este hombre ha logrado reunir una tripulación muy eficaz.
Los barcos se juntan poco a poco, igualando su velocidad. Clay señala a Werner inculpándolo de haber confabulado para robarle el mapa. Maldito canalla, él es quien ha robado y ahora nos persigue inculpándonos del delito. ¿Acaso lo ha robado por orden del capitán de ese barco? A fin de cuentas parece tan solo un simple marinero, no creo que tenga el temple suficiente ni el carisma adecuados para ser capitán de su propio navío.
Aprovecho que todavía no me han visto para saltar al palo que sujeta las velas. Se puede llegar al otro barco desde aquí, tan solo se requiere un pequeño salto desde el palo mayor hasta el otro navío. Con cuidado cruzo hasta el otro lado, una vez sobre la vela de nuestro asaltante utilizo la punta de la flecha para cortar los amarres de la vela mayor, que se descuelga un poco sin llegar a caer.
- Sin sujeciones en la vela poco podrán hacer para perseguirnos. Tal vez debería hacerme con un cuchillo algún día, estoy usando más flechas para cortar que para disparar últimamente.
Empleo la magia élfica de nuevo para volver de un solo salto al nido de "El promesa". Miro hacia el otro barco para revisar mi trabajo como nueva marinera cuando veo a uno de los tripulantes del navío enemigo subir y meterse en la cofa contraria. Maldito sea, ha tenido la misma idea que yo o me ha visto hacerlo y ahora viene a cobrarse mi vida. Pongo una flecha en el arco. Respiro. Apunto. Suelto. El proyectil le atraviesa el cuello, el hombre pone las manos en un vano intento de tapar la herida y se queda sin vida y oculto tras la baranda.
- Vaya, por Isil, eso es tener buena suerte, ahí tardarán en encontrarlo.
Miro hacia cubierta, hacia el capitán Werner, le hago una pequeña seña. Me doy cuenta enseguida de que no hay ningún gesto que pueda hacer para indicar que he cortado la vela mayor del otro barco, así que simplemente le hago señas de que deberíamos irnos.
La situación en "La corona" es más tensa a medida que pasa el tiempo sin que vuelvan los tres hombres de, en teoría, ir a buscarme a la bodega. Empiezan los murmullos, la paranoia, casi se puede escuchar "¿qué ha hecho ese capitán calamar con nuestros amigos?" con tan solo mirar sus rostros. El capitán se mueve inquieto de un lado para otro, cansado ya de esperar se acerca a Werner.
-Tú, maldito pirata, vas a decirme qué has hecho con mis hombres. No es normal que tarden tanto tiempo en volver de una bodega. Empiezo a pensar que tu amigo el mapache tiene razón y se los ha comido un vampiro. Vosotros cinco -Señala a un grupo de marineros -Bajad allí a echar un vistazo, puede que se hayan entretenido de más con la elfa, ya me entendéis. El resto aprisionad a la tripulación de Werner mientras tanto, no queremos correr riesgos.
El grupo de cinco sube al barco siguiendo los pasos de sus compañeros. Un grupo mayor de unos quince sube al Promesa para reducir a Werner y a los demás.
-Maldita sea... Debo hacer algo.
Vuelvo a caminar sobre la vela para llegar al nido del Corona. Rodeo el mástil y busco con la mirada al timonel. Preparo una flecha en el arco. Respiro hondo, el objetivo está un poco lejos y hace algo de viento. Apunto. Suelto el aire y a la vez el proyectil. Impacta en el pecho del timonel que cae al suelo entre estertores. Uno de sus compañeros se acerca y mira hacia mi.
-¡Otra elfa! ¿Es esa la que buscamos?
En ese momento toda la tripulación del Corona mira hacia mi posición.
-Tsch...
-¡Atrapadla es la ladrona, la que me asaltó en la taberna! - Grita Clay.
Los que no han ido a por Werner vienen corriendo y subiendo por las cuerdas para llegar a mi posición. Disparo hacia los más próximos. Casi sin apuntar.
"Dos de tres, no está mal" "No está mal, no, es directamente decepcionante" "Le tiemblan las manos, es imposible que sobreviva a esta situación" "¿Acaso piensas hacer algo bien alguna vez?"
El mundo se difumina en sombras. Afortunadamente todavía puedo ver las siluetas de mis enemigos acercándose, más negras que el entorno. Vuelvo a disparar, otro cae. Me oculto tras el mástil en el último momento. Varias dagas se clavan donde anteriormente estaba mi cabeza. Me asomo, disparo, las sombras se aproximan, ninguna ha caído esta vez. Las manos me tiemblan imposibilitando así que apunte o siquiera que dispare con normalidad. Un sudor frío recorre mi frente.
"Sigue así, es una buena forma de morir"
- Todavía no ha terminado...
Corto la red por la que están escalando con la punta de la flecha. Demasiado tarde, dos de las sombras han conseguido subir. Caigo de espaldas. Clavo la flecha que todavía tengo en la mano en la bota de una de ellas y ruedo para levantarme. Salto hacia la vela. Una daga pasa rozando mi costado. Noto el calor de la sangre bajando por mis costillas hasta la cadera. El entorno comienza a vibrar y a difuminarse todavía más dificultando así mi huida hacia el barco de Werner. Las sombras se aproximan.
----
Off: En rojo voces en la cabeza de Jeannie causada por la psicosis a su vez causadas por algo que explicaré en Remembranzas próximamente.
Tras responder a la pregunta de Neri sigo observando la situación. El capitán ordena disminuir la velocidad del navío. Todo el mundo corre para acatar sus órdenes en el menor tiempo posible. En menos de diez segundos el barco disminuye la velocidad sustancialmente. Impresionante, la verdad es que este hombre ha logrado reunir una tripulación muy eficaz.
Los barcos se juntan poco a poco, igualando su velocidad. Clay señala a Werner inculpándolo de haber confabulado para robarle el mapa. Maldito canalla, él es quien ha robado y ahora nos persigue inculpándonos del delito. ¿Acaso lo ha robado por orden del capitán de ese barco? A fin de cuentas parece tan solo un simple marinero, no creo que tenga el temple suficiente ni el carisma adecuados para ser capitán de su propio navío.
Aprovecho que todavía no me han visto para saltar al palo que sujeta las velas. Se puede llegar al otro barco desde aquí, tan solo se requiere un pequeño salto desde el palo mayor hasta el otro navío. Con cuidado cruzo hasta el otro lado, una vez sobre la vela de nuestro asaltante utilizo la punta de la flecha para cortar los amarres de la vela mayor, que se descuelga un poco sin llegar a caer.
- Sin sujeciones en la vela poco podrán hacer para perseguirnos. Tal vez debería hacerme con un cuchillo algún día, estoy usando más flechas para cortar que para disparar últimamente.
Empleo la magia élfica de nuevo para volver de un solo salto al nido de "El promesa". Miro hacia el otro barco para revisar mi trabajo como nueva marinera cuando veo a uno de los tripulantes del navío enemigo subir y meterse en la cofa contraria. Maldito sea, ha tenido la misma idea que yo o me ha visto hacerlo y ahora viene a cobrarse mi vida. Pongo una flecha en el arco. Respiro. Apunto. Suelto. El proyectil le atraviesa el cuello, el hombre pone las manos en un vano intento de tapar la herida y se queda sin vida y oculto tras la baranda.
- Vaya, por Isil, eso es tener buena suerte, ahí tardarán en encontrarlo.
Miro hacia cubierta, hacia el capitán Werner, le hago una pequeña seña. Me doy cuenta enseguida de que no hay ningún gesto que pueda hacer para indicar que he cortado la vela mayor del otro barco, así que simplemente le hago señas de que deberíamos irnos.
La situación en "La corona" es más tensa a medida que pasa el tiempo sin que vuelvan los tres hombres de, en teoría, ir a buscarme a la bodega. Empiezan los murmullos, la paranoia, casi se puede escuchar "¿qué ha hecho ese capitán calamar con nuestros amigos?" con tan solo mirar sus rostros. El capitán se mueve inquieto de un lado para otro, cansado ya de esperar se acerca a Werner.
-Tú, maldito pirata, vas a decirme qué has hecho con mis hombres. No es normal que tarden tanto tiempo en volver de una bodega. Empiezo a pensar que tu amigo el mapache tiene razón y se los ha comido un vampiro. Vosotros cinco -Señala a un grupo de marineros -Bajad allí a echar un vistazo, puede que se hayan entretenido de más con la elfa, ya me entendéis. El resto aprisionad a la tripulación de Werner mientras tanto, no queremos correr riesgos.
El grupo de cinco sube al barco siguiendo los pasos de sus compañeros. Un grupo mayor de unos quince sube al Promesa para reducir a Werner y a los demás.
-Maldita sea... Debo hacer algo.
Vuelvo a caminar sobre la vela para llegar al nido del Corona. Rodeo el mástil y busco con la mirada al timonel. Preparo una flecha en el arco. Respiro hondo, el objetivo está un poco lejos y hace algo de viento. Apunto. Suelto el aire y a la vez el proyectil. Impacta en el pecho del timonel que cae al suelo entre estertores. Uno de sus compañeros se acerca y mira hacia mi.
-¡Otra elfa! ¿Es esa la que buscamos?
En ese momento toda la tripulación del Corona mira hacia mi posición.
-Tsch...
-¡Atrapadla es la ladrona, la que me asaltó en la taberna! - Grita Clay.
Los que no han ido a por Werner vienen corriendo y subiendo por las cuerdas para llegar a mi posición. Disparo hacia los más próximos. Casi sin apuntar.
"Dos de tres, no está mal" "No está mal, no, es directamente decepcionante" "Le tiemblan las manos, es imposible que sobreviva a esta situación" "¿Acaso piensas hacer algo bien alguna vez?"
El mundo se difumina en sombras. Afortunadamente todavía puedo ver las siluetas de mis enemigos acercándose, más negras que el entorno. Vuelvo a disparar, otro cae. Me oculto tras el mástil en el último momento. Varias dagas se clavan donde anteriormente estaba mi cabeza. Me asomo, disparo, las sombras se aproximan, ninguna ha caído esta vez. Las manos me tiemblan imposibilitando así que apunte o siquiera que dispare con normalidad. Un sudor frío recorre mi frente.
"Sigue así, es una buena forma de morir"
- Todavía no ha terminado...
Corto la red por la que están escalando con la punta de la flecha. Demasiado tarde, dos de las sombras han conseguido subir. Caigo de espaldas. Clavo la flecha que todavía tengo en la mano en la bota de una de ellas y ruedo para levantarme. Salto hacia la vela. Una daga pasa rozando mi costado. Noto el calor de la sangre bajando por mis costillas hasta la cadera. El entorno comienza a vibrar y a difuminarse todavía más dificultando así mi huida hacia el barco de Werner. Las sombras se aproximan.
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Off: En rojo voces en la cabeza de Jeannie causada por la psicosis a su vez causadas por algo que explicaré en Remembranzas próximamente.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
— ¿Me ha llamado comadreja? — preguntó Baraun arrugando el entrecejo. — Sí, es justo lo que ha hecho ese…
El Capitán Werner hizo un rápido movimiento con la tenaza y cerró los labios del canguro antes de que pudiera injuriar contra el capitán Wrindell, la tripulación de “El corona” y las madres de los hombres. Lo último que necesitaban para tensar más el hilo era tomar las palabras como armas. El capitán Wrindell tenía los nervios a flor de piel. Era un muchacho en comparación con Werner, quizás nunca había discutido con un viejo pirata ni perdido de vista a sus hombres durante unos largos minutos, que pronto se convertirían en eternos. Miraba a todos los rincones de “El promesa”, en especial a las manos desarmadas de los piratas como si esperase a que ellos dieran un primer paso hacia la batalla. Típico de los hombres de La Guardia, les encantaban escudar sus ofensas argumentando que otros habían atacado primero. Un insulto de más provocaría la ruptura del hilo de tensión. El capitán Wrindell dejaría de traquetear los dientes y de gritar para pasar a la acción.
Werner dio gracias en su interior a los Dioses que no creía porque Wrindell no se hubiera girado antes de tiempo y visto a Jeannie Fawkes desgarrar la vela mayor de “El corona” y disparar a los tripulantes de su interior. Había que reconocerlo, la chica sabía moverse. Era tan rápida y diestra como una barracuda hambrienta. El Capitán levantó la voz para mantener a Wrindell en la inopia.
—No sé qué les ha podido pasar a tus hombres, quizás se hayan perdido en mis bodegas. ¿Por qué no bajas a echar un vistazo?
Desde las bodegas se escuchó un solitario grito que resultaba familiar a la tripulación de “El corona”. Wrindell sonrió mostrando toda su imperfecta dentadura, era lo que había estado esperando. Desenvainó su sable y apuntó al Capitán Werner a grito de <<¡A por él!>>.
No fue necesario que el Capitán Werner gritase nada a su tripulación, ellos sabían moverse en situaciones de peligro sin necesidad de ninguna orden. Daroma se desvistió al completo y se transformó en dragona. Voló hacia “El corona” para desviar a la atención y procurando que la mayoría de los humanos fueran hasta allí. Baraun, al lado del Capitán, desenvainó su espada y luchaba tanto con sus largas piernas como con el arma. Nyére se situó en la parte superior de “El promesa” y tomó el timón. Edgar, el cuervo, desataba los flojos nudos con los que Nyére y Baraun ataron las velas.
—Bienvenidos a “El promesa” — dijo el Capitán Werner en tono amenazador a los humanos de “El corona” que quedaban junto a él.
La suave brisa del mar tenía la suficientemente fuerza como para izar la mayor. Nyére desde el timón dirigía “El promesa” para alejarlo de “El corona” una vez que la mayoría de los hombres de Wrindell quedaban en el navío rival gracias a la dragona. En la cubierta de “El promesa” quedaron tres hombres que no llegaron a presentarse. Clay y Wrindell fueron a perseguir a la dragona y a la pequeña elfa que descubrieron en su navío.
El Capitán se encargó de los tres humanos enemigos. El primero no era destacable espadachín, su juego de piernas era superior por creces al del Capitán. Sin embargo, por muy buen dominio de la espada que tuviera, no estaba preparado para enfrentarse contra un pirata. El Capitán le sorprendió utilizando los tentáculos que la naturaleza (o la ciencia de los terrestres) le había otorgado. Agarró el brazo del guardia con los tentáculos de la barba durante un choque de espadas. Una vez se hubo asegurado que no podía moverse, golpeó con la tenaza la sien del hombre. El segundo enemigo fue derrotado por Roger Baraun. Al igual que el Capitán, utilizó sus atributos animalescos para sorprender al rival. Saltó hacia atrás apoyando sus manos en el suelo y golpeando con los grandes pies el pecho del humano. El tercer hombre huyó, se escondió en la bodega de “El promesa”. Las sombras de Abdulah atraparon al hombre.
—¡Daroma, recoge a la chica! — gritó el Capitán.
Por increíble que pareciera, la dragona no se había percatado que Fawkes estaba en “El corona”. Sasha Daroma era una mujer ruda y tenaz, pero con una insuficiente astucia. Se dedicaba a cumplir su objetivo marcado sin prestar atención a los otros acontecimientos que sucedían simultáneamente. El Capitán creía que si le preguntase a Daroma quién estaba al mando del timón en “El promesa”, ella no sabría contestar.
—¡Fawkes, monta en la dragona!
El Capitán Werner no gritaba con la suficiente fuerza como para que Fawkes pudiera escuchar. “El promesa” se había alejado considerablemente de “El corona”, el cual se mantenía estática en su punto. Roger Baraun se encaminó hacia la proa de “El promesa” y gritó lo mismo que el Capitán pero con sus propias palabras.
—¡Elfa, monta en la lagartija con alas! ¡Te prometo un vuelo desagradable con vistas agradables! ¡Elfa, salta como tú sabes, pequeña langosta!
El Capitán Werner hizo un rápido movimiento con la tenaza y cerró los labios del canguro antes de que pudiera injuriar contra el capitán Wrindell, la tripulación de “El corona” y las madres de los hombres. Lo último que necesitaban para tensar más el hilo era tomar las palabras como armas. El capitán Wrindell tenía los nervios a flor de piel. Era un muchacho en comparación con Werner, quizás nunca había discutido con un viejo pirata ni perdido de vista a sus hombres durante unos largos minutos, que pronto se convertirían en eternos. Miraba a todos los rincones de “El promesa”, en especial a las manos desarmadas de los piratas como si esperase a que ellos dieran un primer paso hacia la batalla. Típico de los hombres de La Guardia, les encantaban escudar sus ofensas argumentando que otros habían atacado primero. Un insulto de más provocaría la ruptura del hilo de tensión. El capitán Wrindell dejaría de traquetear los dientes y de gritar para pasar a la acción.
Werner dio gracias en su interior a los Dioses que no creía porque Wrindell no se hubiera girado antes de tiempo y visto a Jeannie Fawkes desgarrar la vela mayor de “El corona” y disparar a los tripulantes de su interior. Había que reconocerlo, la chica sabía moverse. Era tan rápida y diestra como una barracuda hambrienta. El Capitán levantó la voz para mantener a Wrindell en la inopia.
—No sé qué les ha podido pasar a tus hombres, quizás se hayan perdido en mis bodegas. ¿Por qué no bajas a echar un vistazo?
Desde las bodegas se escuchó un solitario grito que resultaba familiar a la tripulación de “El corona”. Wrindell sonrió mostrando toda su imperfecta dentadura, era lo que había estado esperando. Desenvainó su sable y apuntó al Capitán Werner a grito de <<¡A por él!>>.
No fue necesario que el Capitán Werner gritase nada a su tripulación, ellos sabían moverse en situaciones de peligro sin necesidad de ninguna orden. Daroma se desvistió al completo y se transformó en dragona. Voló hacia “El corona” para desviar a la atención y procurando que la mayoría de los humanos fueran hasta allí. Baraun, al lado del Capitán, desenvainó su espada y luchaba tanto con sus largas piernas como con el arma. Nyére se situó en la parte superior de “El promesa” y tomó el timón. Edgar, el cuervo, desataba los flojos nudos con los que Nyére y Baraun ataron las velas.
—Bienvenidos a “El promesa” — dijo el Capitán Werner en tono amenazador a los humanos de “El corona” que quedaban junto a él.
La suave brisa del mar tenía la suficientemente fuerza como para izar la mayor. Nyére desde el timón dirigía “El promesa” para alejarlo de “El corona” una vez que la mayoría de los hombres de Wrindell quedaban en el navío rival gracias a la dragona. En la cubierta de “El promesa” quedaron tres hombres que no llegaron a presentarse. Clay y Wrindell fueron a perseguir a la dragona y a la pequeña elfa que descubrieron en su navío.
El Capitán se encargó de los tres humanos enemigos. El primero no era destacable espadachín, su juego de piernas era superior por creces al del Capitán. Sin embargo, por muy buen dominio de la espada que tuviera, no estaba preparado para enfrentarse contra un pirata. El Capitán le sorprendió utilizando los tentáculos que la naturaleza (o la ciencia de los terrestres) le había otorgado. Agarró el brazo del guardia con los tentáculos de la barba durante un choque de espadas. Una vez se hubo asegurado que no podía moverse, golpeó con la tenaza la sien del hombre. El segundo enemigo fue derrotado por Roger Baraun. Al igual que el Capitán, utilizó sus atributos animalescos para sorprender al rival. Saltó hacia atrás apoyando sus manos en el suelo y golpeando con los grandes pies el pecho del humano. El tercer hombre huyó, se escondió en la bodega de “El promesa”. Las sombras de Abdulah atraparon al hombre.
—¡Daroma, recoge a la chica! — gritó el Capitán.
Por increíble que pareciera, la dragona no se había percatado que Fawkes estaba en “El corona”. Sasha Daroma era una mujer ruda y tenaz, pero con una insuficiente astucia. Se dedicaba a cumplir su objetivo marcado sin prestar atención a los otros acontecimientos que sucedían simultáneamente. El Capitán creía que si le preguntase a Daroma quién estaba al mando del timón en “El promesa”, ella no sabría contestar.
—¡Fawkes, monta en la dragona!
El Capitán Werner no gritaba con la suficiente fuerza como para que Fawkes pudiera escuchar. “El promesa” se había alejado considerablemente de “El corona”, el cual se mantenía estática en su punto. Roger Baraun se encaminó hacia la proa de “El promesa” y gritó lo mismo que el Capitán pero con sus propias palabras.
—¡Elfa, monta en la lagartija con alas! ¡Te prometo un vuelo desagradable con vistas agradables! ¡Elfa, salta como tú sabes, pequeña langosta!
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
La situación se había salido finalmente de control, las sombras se movían lentamente pero sin pausa. Cada vez estaban más cerca. Voy retrocediendo de espaldas, arrastrándome por el palo. Saco dos nuevas flechas del carcaj, pongo una en mi boca y la otra en el arco. Apunto a la primera de las sombras. Suelto. Se clava en lo que supongo debería ser su pecho y tras unos segundos cae al vacío. Inmediantamente pongo el arco en horizontal delante de mi. Escupo la flecha hacia él. Y disparo a la sombra de detrás. Apenas ha pasado un segundo entre el primero y el segundo disparo. Poco a poco la neblina de mi visión se va disipando.
Escucho los gritos del mapache. ¿Que monte en la lagartija con alas? ¿Qué lagar-... No me da tiempo a terminar de pensar sobre sus palabras. Un dragón atraviesa en ese momento mi campo de visión y con el aleteo por poco me hace perder el equilibro.
- ¡Más cuidado, algunas no podemos volar para salvarnos si nos caemos!
Me pongo en pie y espero a que haga una segunda pasada mientras la magia rodea mis músculos. Veo venir al dragón desde el norte, volando esta vez un poco más alto. Ya le vale, ahora sí estaba preparada. Venir volando más alto esta vez... Maldita sea mi suerte. Me agacho y salto en el último segundo para caer sobre el lomo del dragón. Respiro hondo. Eso ha ido por poco. Miro hacia atrás y veo a varios marineros llegar hasta donde me encontraba tan solo unos instantes atrás.
- Gracias señor dragón, es usted muy amable al venir a buscarme. En cuanto consiga el tesoro te traeré muchos dulces.
Disfruto del viaje en dragón, que dura más bien poco. Pero los pocos segundos que pasan son intensos. No había volado nunca antes y me parece una sensación rara, da un poco de miedo tener el suelo tan lejos.
Finalmente aterrizamos sobre "El promesa". Nos alejamos de "El corona" a un ritmo frenético. Parece que finalmente rajarle la vela principal ha sido buena idea después de todo. Sonrío mirando a la tripulación del barco.
- Bueno, no ha estado mal, ¿verdad?
Me concentro para curarme el costado, que sigue goteando sangre sobre los tablones de la cubierta. Una vez se cierra la herida completamente me dirijo a donde está Werner.
- ¿Qué te ha parecido? ¿Suficientemente piratesco para ti, capitán? Y... ¿Podemos dirigirnos ya a donde indica el mapa o vais a querer hacer paradas por el camino?
Me tumbo en el mismo sitio, en el suelo, mientras espero las respuestas del capitán. Tanto ajetreo me ha dejado exhausta.
Escucho los gritos del mapache. ¿Que monte en la lagartija con alas? ¿Qué lagar-... No me da tiempo a terminar de pensar sobre sus palabras. Un dragón atraviesa en ese momento mi campo de visión y con el aleteo por poco me hace perder el equilibro.
- ¡Más cuidado, algunas no podemos volar para salvarnos si nos caemos!
Me pongo en pie y espero a que haga una segunda pasada mientras la magia rodea mis músculos. Veo venir al dragón desde el norte, volando esta vez un poco más alto. Ya le vale, ahora sí estaba preparada. Venir volando más alto esta vez... Maldita sea mi suerte. Me agacho y salto en el último segundo para caer sobre el lomo del dragón. Respiro hondo. Eso ha ido por poco. Miro hacia atrás y veo a varios marineros llegar hasta donde me encontraba tan solo unos instantes atrás.
- Gracias señor dragón, es usted muy amable al venir a buscarme. En cuanto consiga el tesoro te traeré muchos dulces.
Disfruto del viaje en dragón, que dura más bien poco. Pero los pocos segundos que pasan son intensos. No había volado nunca antes y me parece una sensación rara, da un poco de miedo tener el suelo tan lejos.
Finalmente aterrizamos sobre "El promesa". Nos alejamos de "El corona" a un ritmo frenético. Parece que finalmente rajarle la vela principal ha sido buena idea después de todo. Sonrío mirando a la tripulación del barco.
- Bueno, no ha estado mal, ¿verdad?
Me concentro para curarme el costado, que sigue goteando sangre sobre los tablones de la cubierta. Una vez se cierra la herida completamente me dirijo a donde está Werner.
- ¿Qué te ha parecido? ¿Suficientemente piratesco para ti, capitán? Y... ¿Podemos dirigirnos ya a donde indica el mapa o vais a querer hacer paradas por el camino?
Me tumbo en el mismo sitio, en el suelo, mientras espero las respuestas del capitán. Tanto ajetreo me ha dejado exhausta.
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Sasha Daroma aterrizó en la cubierta de “El promesa” con Jeannie Fawkes a su lomo. La elfa era especialmente pequeña y delgada, no tuvo problemas en llevarla en vuelo. Si se hubiera tratado de Roger Baraun, Daroma no habría podido ni tan siquiera desplegar las alas debido al peso del canguro. El Capitán fue al encuentro de la dragona, le trajo la misma manta de cuero con la que había tapado su desnudez antes de transformarse. AL extendió y la puso encima de la dragona para que, cuando retornase a su forma humana, no se sonrojase por estar desnuda. Con las alas, Daroma se ajustó la manta a la posición donde debería estar su cintura.
— Buen trabajo. — felicitó el Capitán — buen trabajo a ambas. Ha estado muy bien— corrigió a mirando hacia la elfa.
La elfa se colocó a un lado del barco para sanar sus heridas en la intimidad. El Capitán dejó que se tomase su tiempo antes de hablar sobre lo que había sucedido. No era el momento de renegar a Fawkes por su estupidez, de hacerlo resultaría en una disputa que no tendría fin. Había sido una insensata a saltar de barco en barco y enfrentarse a la tripulación de “El corona” ella sola; pero gracias a esa insensatez, dejaron atrás a Clay y al capitán Wrindell. El Capitán Werner lo dejó bien claro: Fawkes había hecho un buen trabajo; uno con el que podría haber perdido la vida.
Nereida Nyére y Roger Baraun fueron al lugar donde descansaba Jeannie Fawkes. El canguro llevaba el botiquín, a la elfa le bastaba con sus manos sanadoras.
— Hola Jeannie. He visto lo que has hecho allí arriba, ha sido increíble. ¿Es cosa mía o tus zapatos desprendían una luz del mismo color que el cielo cuando saltabas? Quizás me lo haya imaginado. — movió la cabeza como si estuviera diciendo que no para restar importancia a la primera pregunta — Déjame ver tus heridas, no tienen buen aspecto. Te las puedo curar y Rogie puede mirar cómo lo hago.
— Bip, bip, Neri.
— No me robes mi frase — contestó Nyére con fingido enfado.
El Capitán regresó a su posición en el timonel del barco. Sasha Daroma, en su forma humana, le acompañó. La dragona se encogía debajo de la manta. Tiritaba de frío. Parecía que tardaba unos minutos en acostumbrarse al cambio de escamas a piel humana.
— Si necesitas ropa, puedes bajar a los dormitorios. — dijo el Capitán.
Daroma negó con la cabeza a la vez que escondía su nariz debajo de la gruesa manta.
— Ellos pueden regresar. Me quedaré a su lado, mi capitán. — después de unos minutos en silencio, agregó: — ¿A qué saben las galletas de los elfos? La señora Jeannie me ha prometido que me comprará algunas con su parte del tesoro, pero no sé a qué saben. ¿Me gustarán?
— Sí, creo que te encantarán. Hasta ahora, no he conocido a ningún dragón que no le hayan gustado las galletas élficas.
Una vez terminaron de sanar las heridas de Jeannie Fawkes, la elfa se dirigió al Capitán Werner con la pose orgullosa de quien sabe que había hecho un buen trabajo: manos en la cintura, espalda erguida y mirada al frente. Preguntó, sin disimular la soberbia, qué le había parecido al Capitán la actuación su actuación. Arriesgada e innecesaria. No, esa es la respuesta que pensaba, pero no lo que sentía.
— Has hecho lo que haría cualquier joven pirata. Los elfos sois unos afortunados, vuestra juventud dura varias décadas más que la mía. Disfrútala. — hizo una señal a Nyére con la cabeza para que le trajera la tabla con el mapa dibujado. — Pondremos rumbo inmediatamente, en cuanto Baraun traiga el mapa. Nos espera un largo viaje.
El Capitán soltó las manos (mano y pinza) del timón, lo controló con los tentáculos de la barba. Buscó entre los bolsillos de su gabardina su bolsa de pipa y su bolsa de hierbas. Preparó la pipa sin apartar los ojos de la Fawkes; parecía agotada. Él no había querido involucrarla en un enfrentamiento de piratas. Fawkes era grácil y tenía una vitalidad envidiable; le recordaba a su hija Ulareena Werner. No pudo evitar imaginarse a su pequeña echada en la cubierta, con varios arañazos en las piernas y en la cintura como tenía la elfa y unas grandes ojeras marcadas por el agotamiento físico. Creyó verla abrazada a su viejo peluche. Se le partió el corazón.
— ¿Qué es de tu familia? — dijo a media voz — Fawkes, ¿hay alguien esperándote en el puerto de Baslodia? — poco a poco, fue incrementando el tono. — ¿Padres, hermanos, amigos…? — con la última pregunta se le volvió a quebrar la voz — ¿Tienes a alguien a tu lado?
— Buen trabajo. — felicitó el Capitán — buen trabajo a ambas. Ha estado muy bien— corrigió a mirando hacia la elfa.
La elfa se colocó a un lado del barco para sanar sus heridas en la intimidad. El Capitán dejó que se tomase su tiempo antes de hablar sobre lo que había sucedido. No era el momento de renegar a Fawkes por su estupidez, de hacerlo resultaría en una disputa que no tendría fin. Había sido una insensata a saltar de barco en barco y enfrentarse a la tripulación de “El corona” ella sola; pero gracias a esa insensatez, dejaron atrás a Clay y al capitán Wrindell. El Capitán Werner lo dejó bien claro: Fawkes había hecho un buen trabajo; uno con el que podría haber perdido la vida.
Nereida Nyére y Roger Baraun fueron al lugar donde descansaba Jeannie Fawkes. El canguro llevaba el botiquín, a la elfa le bastaba con sus manos sanadoras.
— Hola Jeannie. He visto lo que has hecho allí arriba, ha sido increíble. ¿Es cosa mía o tus zapatos desprendían una luz del mismo color que el cielo cuando saltabas? Quizás me lo haya imaginado. — movió la cabeza como si estuviera diciendo que no para restar importancia a la primera pregunta — Déjame ver tus heridas, no tienen buen aspecto. Te las puedo curar y Rogie puede mirar cómo lo hago.
— Bip, bip, Neri.
— No me robes mi frase — contestó Nyére con fingido enfado.
El Capitán regresó a su posición en el timonel del barco. Sasha Daroma, en su forma humana, le acompañó. La dragona se encogía debajo de la manta. Tiritaba de frío. Parecía que tardaba unos minutos en acostumbrarse al cambio de escamas a piel humana.
— Si necesitas ropa, puedes bajar a los dormitorios. — dijo el Capitán.
Daroma negó con la cabeza a la vez que escondía su nariz debajo de la gruesa manta.
— Ellos pueden regresar. Me quedaré a su lado, mi capitán. — después de unos minutos en silencio, agregó: — ¿A qué saben las galletas de los elfos? La señora Jeannie me ha prometido que me comprará algunas con su parte del tesoro, pero no sé a qué saben. ¿Me gustarán?
— Sí, creo que te encantarán. Hasta ahora, no he conocido a ningún dragón que no le hayan gustado las galletas élficas.
Una vez terminaron de sanar las heridas de Jeannie Fawkes, la elfa se dirigió al Capitán Werner con la pose orgullosa de quien sabe que había hecho un buen trabajo: manos en la cintura, espalda erguida y mirada al frente. Preguntó, sin disimular la soberbia, qué le había parecido al Capitán la actuación su actuación. Arriesgada e innecesaria. No, esa es la respuesta que pensaba, pero no lo que sentía.
— Has hecho lo que haría cualquier joven pirata. Los elfos sois unos afortunados, vuestra juventud dura varias décadas más que la mía. Disfrútala. — hizo una señal a Nyére con la cabeza para que le trajera la tabla con el mapa dibujado. — Pondremos rumbo inmediatamente, en cuanto Baraun traiga el mapa. Nos espera un largo viaje.
El Capitán soltó las manos (mano y pinza) del timón, lo controló con los tentáculos de la barba. Buscó entre los bolsillos de su gabardina su bolsa de pipa y su bolsa de hierbas. Preparó la pipa sin apartar los ojos de la Fawkes; parecía agotada. Él no había querido involucrarla en un enfrentamiento de piratas. Fawkes era grácil y tenía una vitalidad envidiable; le recordaba a su hija Ulareena Werner. No pudo evitar imaginarse a su pequeña echada en la cubierta, con varios arañazos en las piernas y en la cintura como tenía la elfa y unas grandes ojeras marcadas por el agotamiento físico. Creyó verla abrazada a su viejo peluche. Se le partió el corazón.
— ¿Qué es de tu familia? — dijo a media voz — Fawkes, ¿hay alguien esperándote en el puerto de Baslodia? — poco a poco, fue incrementando el tono. — ¿Padres, hermanos, amigos…? — con la última pregunta se le volvió a quebrar la voz — ¿Tienes a alguien a tu lado?
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
A decir verdad me encontraba bastante cansada, tanto física como psicológicamente. Siempre que llegan las sombras termino agotada y desanimada. Nereida se acerca a mi para elogiar mis actos sobre los mástiles. Apenas tengo fuerzas para contestarle. Suspiro profundamente y le sonrío. Más tarde hablaré con ella más animadamente. Es una elfa tan amable... Sin tener que pedírselo siquiera no tarda ni un segundo en curar un poco mis heridas, me alivia lo suficiente para poder levantarme de nuevo.
- Muchas gracias Nereida, eres un auténtico encanto. ¿Tienes pareja? Deberíamos salir juntas y comernos este ancho mundo con amor.
Le guiño un ojo y prosigo mi andar hacia el capitán Werner. Intuyo que sus palabras son lo más parecido a un elogio que le sacaré al capitán jamás. Me alegro un poco, es un hombre tan arisco... Supongo que ha vivido demasiadas locuras, cosas terribles que ni siquiera puedo llegar a imaginar. Eso me entristece un poco, parece que los hombres heridos en alma son los más tiernos en el fondo de su corazón. Por cada una de sus miradas duras puedo apreciar una melancólica. Tal vez piense que no me doy cuenta de como me mira, como si viese a otra persona en mis actos. Tal vez haya perdido a alguien, alguien muy importante para él. Suspiro, tampoco quiero adelantar más cosas de las necesarias, igual estoy suponiendo cosas que no son verdad. Es hora de reconectar con el mundo, J, te están hablando.
- ¿Mi familia? - Pequeños flashbacks acuden a mi mente, se me nubla un poco la vista.
"Sí, tuvimos familia, querida. Una familia masacrada por unos sucios chupasangres que yo misma me encargué de exterminar"
- ... Eh... Mi... Yo...
Un pequeño mareo hace que me siente con las manos en la cabeza. Visiones de sangre, muerte, pedazos de personas queridas desperdigadas por el suelo, incluso por las paredes. Yo misma arrodillada entre charcos de sangre, con lágrimas en los ojos y un gran odio en el corazón. Un gruñido, un salto, mucha muerte.
Vuelvo poco a poco al mundo real, espero que lo que acaba de suceder se pueda interpretar como cansancio por la pequeña pelea de hace un rato. No me gustaría que pensaran que estoy loca, o algo peor...
- No, capitán... No tengo a nadie que me espere en Baslodia, igual que no tengo a nadie que me espere en ningún otro lugar. He conocido algunas personas en mis viajes, pero no creo que ellos me consideren su amiga. Solo soy un estorbo que mete en líos a las personas con las que se cruza en el camino. Mi familia... Todos... Todos han muerto.
Miro hacia otro lado, intentando esconder mi cara. Me pongo de nuevo en pie.
- Espero que lleguemos pronto, capitán, me gustaría ver de una vez en qué consiste el tesoro. - Intento sonreír, pero lo único que aparece en mi cara es una mueca fusión de profunda amargura y un intento de sobreponerme a la situación.
- Muchas gracias Nereida, eres un auténtico encanto. ¿Tienes pareja? Deberíamos salir juntas y comernos este ancho mundo con amor.
Le guiño un ojo y prosigo mi andar hacia el capitán Werner. Intuyo que sus palabras son lo más parecido a un elogio que le sacaré al capitán jamás. Me alegro un poco, es un hombre tan arisco... Supongo que ha vivido demasiadas locuras, cosas terribles que ni siquiera puedo llegar a imaginar. Eso me entristece un poco, parece que los hombres heridos en alma son los más tiernos en el fondo de su corazón. Por cada una de sus miradas duras puedo apreciar una melancólica. Tal vez piense que no me doy cuenta de como me mira, como si viese a otra persona en mis actos. Tal vez haya perdido a alguien, alguien muy importante para él. Suspiro, tampoco quiero adelantar más cosas de las necesarias, igual estoy suponiendo cosas que no son verdad. Es hora de reconectar con el mundo, J, te están hablando.
- ¿Mi familia? - Pequeños flashbacks acuden a mi mente, se me nubla un poco la vista.
"Sí, tuvimos familia, querida. Una familia masacrada por unos sucios chupasangres que yo misma me encargué de exterminar"
- ... Eh... Mi... Yo...
Un pequeño mareo hace que me siente con las manos en la cabeza. Visiones de sangre, muerte, pedazos de personas queridas desperdigadas por el suelo, incluso por las paredes. Yo misma arrodillada entre charcos de sangre, con lágrimas en los ojos y un gran odio en el corazón. Un gruñido, un salto, mucha muerte.
Vuelvo poco a poco al mundo real, espero que lo que acaba de suceder se pueda interpretar como cansancio por la pequeña pelea de hace un rato. No me gustaría que pensaran que estoy loca, o algo peor...
- No, capitán... No tengo a nadie que me espere en Baslodia, igual que no tengo a nadie que me espere en ningún otro lugar. He conocido algunas personas en mis viajes, pero no creo que ellos me consideren su amiga. Solo soy un estorbo que mete en líos a las personas con las que se cruza en el camino. Mi familia... Todos... Todos han muerto.
Miro hacia otro lado, intentando esconder mi cara. Me pongo de nuevo en pie.
- Espero que lleguemos pronto, capitán, me gustaría ver de una vez en qué consiste el tesoro. - Intento sonreír, pero lo único que aparece en mi cara es una mueca fusión de profunda amargura y un intento de sobreponerme a la situación.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Nerviosa, hiperactiva y algo ruidosa sin llegar a ser molesta. Viéndolo de ese modo, Jeannie no se diferenciaba tanto de Rogie. Salvo en el tamaño y la belleza, por supuesto Rogie era el feo en la comparación, a Nereida le resultaba que ambos eran igualitos, como una gota de agua y otra de ron barato. Nereida sonrió socarronamente, sin disimular la mala intención, al escuchar la frase de burdo cotilleo de Jeannie. Era una frase tan mala que podía añadirse a la larga lista de coqueteos que Rogie repetía en sus peores (mejores) borracheras. En la última de ellas, Nereida cedió a pasar la noche con el canguro. Su alcohólica sinceridad le pareció tierna y encantadora, tanto como ahora lo era Jeannie. A la mañana siguiente, hicieron como si nada hubiera pasado. Siguieron sus vidas como hasta entonces: palabrotas del canguro e interrupciones con bips por parte de Nereida. No quedaron en nada especial. Así que, después de meditarlo unos cortos segundos, no. Nereida Nyére no tenía pareja. Y sí, le encantaría comerse el mundo con una elfa tan encantadora como Jeannie. Además, ella no era una malhablada como Rogie. Punto a favor.
Mirando directamente a Jeannie, pero espiando de refilón la reacción de Rogie, Nereida se arrimó unos centímetros más hacia su paciente. Era muy agradable que, por una vez, alguien le coquetease sin estar bebido. Salvo Rogie, nadie más se interesaba por Nereida. En “El promesa” había bellozones como Sasha Daroma y Leonor Mendoza. Ellas eran quienes recibían todos los halagos. A lo máximo, lo único que recibía Nereida era un palmadita en la espalda, desgraciadamente más cerca del cuello que del trasero, o una comparación con la hija de alguien. Nereida vio la oportunidad de sacar a relucir sus encantos con Jeannie. No había nada de malo en sentirse deseada. Dejó caer sus pechos en el hombro de la afortunada paciente. A la vez que limpiaba la suciedad de la batalla y las últimas gotas de sangre de su vestimenta, se desabrochaba disimuladamente un botón del escote. ¿Solo uno? Dos más. Le dejó ver los primeros engranajes del sujetador. Un privilegio que solamente obtuvo Rogie en una noche que quizás no recordase.
—Dime donde hay que firmar y lo haré con mucho gusto — fue atrevimiento besarle en la mejilla sin saber cómo reaccionaría. — Estaré encantada de viajar con una chica guapa. — fue una locura besarla en la comisura de los labios.
Lo más divertido fue ver cómo Rogie giraba la cabeza sin dejar de ver a las elfas.
Mientras Jeannie contaba su historia al Capitán, la tripulación de El Promesa se juntó para escuchar lo que decía. El Capitán los vio sin prestarles atención. Su entero interés se centraba en la elfa. Vio en sus ojos las mismas emociones que vio en los de Ulareena, su hija. Era como ver un pedazo de cristal brillante resquebrajarse poco a poco hasta romperse. La historia que Jeannie Fawkes contó no era diferente a la del Capitán Werner, la de Sasha Daroma, Roger Baraun o la de cualquier pirata de “El promesa”. Todos sentían rechazo a las ciudades terrestres por haberles arrebato ese algo especial que amaban. En el caso del Capitán, su mujer y amante Goldie. La promesa que daba nombre al barco se la hacía ella. Significaba que seguiría viviendo por ella, que no rechazaría el amor de ninguna persona fuera de la clase que fuera y que asistirían a aquellos que sufrieron lo que él. El Capitán dio la promesa derramando una botella de ron al mar. Daroma, cuando subió a bordo de “El promesa” por primera vez, hizo algo parecido al arrancarse una escama de su faceta dragona y dejarla caer al agua. Ella prometió ganar en su vida marina más de lo que perdió en las montañas del norte.
Los miembros de “El promesa” se solventaban unos a otros. Juntos formaban la familia que cada uno perdió por separado. Solamente había que ver la relación entre Nereida y Roger para entenderlo. Ellos se amaban en público como hermanos y en privado como amantes.
—Los piratas también somos un estorbo para las ciudades — fue la mejor frase de consolación que se le ocurrió al Capitán.
—Roger y yo te consideramos nuestra amiga — se adelantó a decir Nereida.
—Bueno… — Roger intentó decir algo, pero Nereida le interrumpió con un ligero puntapié. —Sí, una amiga.
—Buena amiga que escriba en los tablones, se cuela en barcos y salta entre las velas — dijo Daroma riendo.
—Habrás perdido una familia, de las muchas que te esperan. — el Capitán se pasó la mano por la barba de tentáculos — Puedes quedarte con nosotros el tiempo que necesites.
A estribor, se vislumbraba la cala donde, según el mapa robado por Jeannie, estaba escondido el tesoro del capitán Moorse. El Capitán se dirigió al timón. Daroma hizo la intención de seguirle, pero desechó la idea antes de dar el segundo paso. Con una honorable reverencia, propia de la cortesía de los dragones del norte, ofreció a Jeannie que subiera al puesto del timón junto al Capitán.
—Aquí arriba, serás considerada como mi igual ante la tripulación. Obedecerán tus órdenes como si fueran las mías. — explicó el Capitán.
Mirando directamente a Jeannie, pero espiando de refilón la reacción de Rogie, Nereida se arrimó unos centímetros más hacia su paciente. Era muy agradable que, por una vez, alguien le coquetease sin estar bebido. Salvo Rogie, nadie más se interesaba por Nereida. En “El promesa” había bellozones como Sasha Daroma y Leonor Mendoza. Ellas eran quienes recibían todos los halagos. A lo máximo, lo único que recibía Nereida era un palmadita en la espalda, desgraciadamente más cerca del cuello que del trasero, o una comparación con la hija de alguien. Nereida vio la oportunidad de sacar a relucir sus encantos con Jeannie. No había nada de malo en sentirse deseada. Dejó caer sus pechos en el hombro de la afortunada paciente. A la vez que limpiaba la suciedad de la batalla y las últimas gotas de sangre de su vestimenta, se desabrochaba disimuladamente un botón del escote. ¿Solo uno? Dos más. Le dejó ver los primeros engranajes del sujetador. Un privilegio que solamente obtuvo Rogie en una noche que quizás no recordase.
—Dime donde hay que firmar y lo haré con mucho gusto — fue atrevimiento besarle en la mejilla sin saber cómo reaccionaría. — Estaré encantada de viajar con una chica guapa. — fue una locura besarla en la comisura de los labios.
Lo más divertido fue ver cómo Rogie giraba la cabeza sin dejar de ver a las elfas.
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Mientras Jeannie contaba su historia al Capitán, la tripulación de El Promesa se juntó para escuchar lo que decía. El Capitán los vio sin prestarles atención. Su entero interés se centraba en la elfa. Vio en sus ojos las mismas emociones que vio en los de Ulareena, su hija. Era como ver un pedazo de cristal brillante resquebrajarse poco a poco hasta romperse. La historia que Jeannie Fawkes contó no era diferente a la del Capitán Werner, la de Sasha Daroma, Roger Baraun o la de cualquier pirata de “El promesa”. Todos sentían rechazo a las ciudades terrestres por haberles arrebato ese algo especial que amaban. En el caso del Capitán, su mujer y amante Goldie. La promesa que daba nombre al barco se la hacía ella. Significaba que seguiría viviendo por ella, que no rechazaría el amor de ninguna persona fuera de la clase que fuera y que asistirían a aquellos que sufrieron lo que él. El Capitán dio la promesa derramando una botella de ron al mar. Daroma, cuando subió a bordo de “El promesa” por primera vez, hizo algo parecido al arrancarse una escama de su faceta dragona y dejarla caer al agua. Ella prometió ganar en su vida marina más de lo que perdió en las montañas del norte.
Los miembros de “El promesa” se solventaban unos a otros. Juntos formaban la familia que cada uno perdió por separado. Solamente había que ver la relación entre Nereida y Roger para entenderlo. Ellos se amaban en público como hermanos y en privado como amantes.
—Los piratas también somos un estorbo para las ciudades — fue la mejor frase de consolación que se le ocurrió al Capitán.
—Roger y yo te consideramos nuestra amiga — se adelantó a decir Nereida.
—Bueno… — Roger intentó decir algo, pero Nereida le interrumpió con un ligero puntapié. —Sí, una amiga.
—Buena amiga que escriba en los tablones, se cuela en barcos y salta entre las velas — dijo Daroma riendo.
—Habrás perdido una familia, de las muchas que te esperan. — el Capitán se pasó la mano por la barba de tentáculos — Puedes quedarte con nosotros el tiempo que necesites.
A estribor, se vislumbraba la cala donde, según el mapa robado por Jeannie, estaba escondido el tesoro del capitán Moorse. El Capitán se dirigió al timón. Daroma hizo la intención de seguirle, pero desechó la idea antes de dar el segundo paso. Con una honorable reverencia, propia de la cortesía de los dragones del norte, ofreció a Jeannie que subiera al puesto del timón junto al Capitán.
—Aquí arriba, serás considerada como mi igual ante la tripulación. Obedecerán tus órdenes como si fueran las mías. — explicó el Capitán.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
¿Acaso era solo mi impresión o el pequeño roce con los pechos de Nereida había sido premeditado? Sea como fuere, había sído algo... Bueno, creo que me sonrojo como una tonta. Sobretodo tras ver cómo se desabrocha no uno ni dos, si no tres de los botones de la camisa. No es que yo tenga nada que desabrochar, realmente. En todos los lugares a los que voy me dicen que muestro demasiado. ¿Pero acaso no son conscientes de que es mucho más cómodo disparar y matar de esta forma? Cuanta menos ropa se manche de sangre, mejor. Y últimamente corre demasiado la sangre.
Nereida sigue insinuándose. Iba a contestar a su petición, pero me fue imposible. No me esperaba el beso en la mejilla... Y mucho menos el beso en la comisura de los labios... Así que... qué demonios. La beso en la boca, me dejo llevar, tal vez demasiado impulsivamente. Le acaricio con la mano izquierda y cierro los ojos disfrutando del momento. Sé que será breve, pero debo disfrutarlo lo máximo posible.
-----
Tras contar mi historia... No me gusta contar mi historia, la verdad es que contar mis tragedias solo me hace sentir como que busco compasión y ayuda. Pero no es así, todo lo que he pasado me lleva a quien soy ahora, y estoy bastante a gusto. Al menos como norma general. Uno a uno, los tripulantes de "El promesa" se van pronunciando y me llaman "amiga". Me emociono un poco. La verdad es que no me esperaba algo así. En parte no sé si lo dicen por mera compasión o porque lo sienten de verdad. Supongo que Nereida es la más sincera en cuanto a algo así. Todavía no me he repuesto completamente del beso de antes.
Los miro a todos uno por uno y les sonrío, espero que sea suficiente agradecimiento para ellos. Salvo a Nereida, que le sonrío una vez y la segunda le guiño un ojo. Y la tercera vez le saco la lengua. Me acerco, la tomo de la mano y le doy un pequeño beso en la mejilla.
Suspiro hondo. Al parecer al capitán Werner finalmente no le importa que me quede un tiempo con ellos. Le miro ilusionada. Creo que puede ser una gran oportunidad. Acto seguido se dirige hacia el timón. Daroma estuvo a punto de seguirlo, pero tras mirarme, me hace una reverencia como invitándome a ocupar su lugar.
- Yo... No sé qué decir... Deberías subir tú como siempre, no sé dar órdenes a bordo de un barco... Seguro que lo hago mal. Enséñame.
Agarro a Daroma de la mano y la atraigo hacia mi lado.
- ¿Está bien así, capitán?
Miro hacia Werner, esperanzada con no haber hecho algo que a bordo se considere una insubordinación o algo peor. Llevo muy poco en la tripulación como para que me tiren ya a los tiburones, o peor, a las ardillas de mar. Me han dicho que son seres terribles.
A lo que ellos denominan estribor se podía ver ya nuestro destino. No queda nada para llegar al lugar donde descansa nuestro tesoro, ya sean galletas o joyas. O incluso un bahúl lleno de biusas. Sería genial si fuesen eso último. Una gran isla, un lugar precioso lleno de vegetación, árboles extraños, muy diferentes de los que hay allá por Sandorai. Cuando la gente hablaba de islas... Me imaginaba algo más pequeño, pero probablemente tardase varios días en terminar de explorar aquel lugar. Quien sabe qué tipo de peligros y trampas encontraremos al desembarcar. ¿Habrá ardillas en ese lugar? Sería genial conocer algunas. Respiro hondo, emocionada por lo que puede llegar a suceder mientras buscamos el tesoro.
Me acerco al capitán, un poco insegura. -Señor Werner... Lamento molestarle pero... -Desvío la mirada, intranquila. -No sé cómo hacer para preparar el desembarco, sé que me ha subido aquí para que le ayude, pero... No creo que sea de mucha utilidad... -Suspiro y vuelvo a la baranda, al menos observar la isla y soñar con qué sucederá y qué encontraremos al llegar, me tranquiliza un poco. Simplemente seguiré las indicaciones del capitán lo mejor que pueda. Nunca podré agradecerle suficiente que me incluya en su pequeña familia. Sonrío para mis adentros y vuelvo la vista hacia el capitán mientras el viento me hace ondear el pelo a su antojo.
Nereida sigue insinuándose. Iba a contestar a su petición, pero me fue imposible. No me esperaba el beso en la mejilla... Y mucho menos el beso en la comisura de los labios... Así que... qué demonios. La beso en la boca, me dejo llevar, tal vez demasiado impulsivamente. Le acaricio con la mano izquierda y cierro los ojos disfrutando del momento. Sé que será breve, pero debo disfrutarlo lo máximo posible.
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Tras contar mi historia... No me gusta contar mi historia, la verdad es que contar mis tragedias solo me hace sentir como que busco compasión y ayuda. Pero no es así, todo lo que he pasado me lleva a quien soy ahora, y estoy bastante a gusto. Al menos como norma general. Uno a uno, los tripulantes de "El promesa" se van pronunciando y me llaman "amiga". Me emociono un poco. La verdad es que no me esperaba algo así. En parte no sé si lo dicen por mera compasión o porque lo sienten de verdad. Supongo que Nereida es la más sincera en cuanto a algo así. Todavía no me he repuesto completamente del beso de antes.
Los miro a todos uno por uno y les sonrío, espero que sea suficiente agradecimiento para ellos. Salvo a Nereida, que le sonrío una vez y la segunda le guiño un ojo. Y la tercera vez le saco la lengua. Me acerco, la tomo de la mano y le doy un pequeño beso en la mejilla.
Suspiro hondo. Al parecer al capitán Werner finalmente no le importa que me quede un tiempo con ellos. Le miro ilusionada. Creo que puede ser una gran oportunidad. Acto seguido se dirige hacia el timón. Daroma estuvo a punto de seguirlo, pero tras mirarme, me hace una reverencia como invitándome a ocupar su lugar.
- Yo... No sé qué decir... Deberías subir tú como siempre, no sé dar órdenes a bordo de un barco... Seguro que lo hago mal. Enséñame.
Agarro a Daroma de la mano y la atraigo hacia mi lado.
- ¿Está bien así, capitán?
Miro hacia Werner, esperanzada con no haber hecho algo que a bordo se considere una insubordinación o algo peor. Llevo muy poco en la tripulación como para que me tiren ya a los tiburones, o peor, a las ardillas de mar. Me han dicho que son seres terribles.
A lo que ellos denominan estribor se podía ver ya nuestro destino. No queda nada para llegar al lugar donde descansa nuestro tesoro, ya sean galletas o joyas. O incluso un bahúl lleno de biusas. Sería genial si fuesen eso último. Una gran isla, un lugar precioso lleno de vegetación, árboles extraños, muy diferentes de los que hay allá por Sandorai. Cuando la gente hablaba de islas... Me imaginaba algo más pequeño, pero probablemente tardase varios días en terminar de explorar aquel lugar. Quien sabe qué tipo de peligros y trampas encontraremos al desembarcar. ¿Habrá ardillas en ese lugar? Sería genial conocer algunas. Respiro hondo, emocionada por lo que puede llegar a suceder mientras buscamos el tesoro.
Me acerco al capitán, un poco insegura. -Señor Werner... Lamento molestarle pero... -Desvío la mirada, intranquila. -No sé cómo hacer para preparar el desembarco, sé que me ha subido aquí para que le ayude, pero... No creo que sea de mucha utilidad... -Suspiro y vuelvo a la baranda, al menos observar la isla y soñar con qué sucederá y qué encontraremos al llegar, me tranquiliza un poco. Simplemente seguiré las indicaciones del capitán lo mejor que pueda. Nunca podré agradecerle suficiente que me incluya en su pequeña familia. Sonrío para mis adentros y vuelvo la vista hacia el capitán mientras el viento me hace ondear el pelo a su antojo.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Roger prefería no mirar. Se distraía con el trabajo de cuerdas y velas del barco. Muy de vez en cuando, giraba la cabeza y daba un vistazo rápido a la elfa que controlaba el timón. ¿Estaba celos? Bip bip, Rogie. Te estás luciendo. Pensaba Nereida con una cándida sonrisa. La única noche en la que Roger Baraun tuvo el coraje de amar a Nereida como ella quería (como ambos querían), estaba borracho como un pirata. El canguro era incapaz de hablar sobre sus sentimientos. Nereida se sentía molesta con él. Bien que invocaba a viva voz todas las palabrotas y malos chistes que le pasaban por la cabeza. Luego, no podía decir ni un simple te quiero. Ni siquiera la saludaba con un beso en la mejilla, no como Jeannie lo hizo.
Nereida quería a Roger. Eso no iba a cambiar. Lo quería con todo su corazón, tanto como él lo quería a ella. Pero a veces el amor distante no era suficiente. Necesitaba que le dijeran lo bien que le sentaba el color de blusa o qué guapa estaba con ese nuevo corte del pelo. ¿Era mucho pedir? Ella lo había intentado un centenar de veces. Si Roger entendía las indirectas, lo disimulaba muy bien. Se reía, callaba y hacía oídos sordos y ojos ciegos a los botones de la camisa desabrochada. Cuando se quedaban solos, Nereida dejaba las sutilizas a un lado: móntame cangurito. No funcionaba, nada lo hacía. Roger tuvo que embriagarse para hacer lo que ambos deseaban hacer.
La elfa suspiró mirando a Jeannie. Ella la hizo sentir como Roger no lo consiguió en años: atractiva, dulce, romántica y, por supuesto, mujer. En Sandorai no tuvo oportunidad de sentirse mujer, su clan era extremadamente estricto con las relaciones amorosas: solo para procrear y solo con los elfos de mismo linaje para perpetrar la sangre. La noche en la que Roger bebió como un pirata, Nereida también tuvo que beber un poco más de lo habitual. Tiene miedo que, de estar plenamente consciente, le fuera a hacer daño. No lo hizo, al menos no demasiado. Nereida lo recodaba como un sobresalto apasionado. Sintió lo mismo cuando Jeannie se abalanzó a besarla en los labios.
¿Por qué haces que sea tan difícil, Rogie? Pensó alterada. ¿Por qué? Se abrochó los botones de la blusa y siguió con su trabajo. Quizás, más tarde, pediría disculpas a Jeannie. Le confesaría lo que sentía por Roger y lo bien que ella la hizo sentir. También podía no decir nada. Se guardaría sus secretos y esperaría otra oportunidad para sentirse bien, o mejor incluso.
La isla que buscaban asomaba la cabeza. Jeannie la vio con sus ojos de elfa varios minutos antes que Werner. El Capitán se quitó el sombrero e hizo visera con la tenaza. Calculó mentalmente la distancia a que estaría la costa. Unos cincuenta metros, puede que sesenta. No había ningún barco por en derredor. El capitán Moorse no había llegado todavía. Eso les daba una ventaja. Desembarcar y volver a “El promesa” antes de que Moorse llegase. El Capitán miró al cielo y se guió por la altura del sol para calcular la hora. Mediodía. Si se daban prisa, tendrían el tiempo suficiente. El Capitán Moorse estaría al caer.
—Lo estás haciendo muy bien. — puso la mano izquierda encima del hombro de Jeannie — diles a los de abajo que recojan las velas. Deberás gritar con todas tus fuerzas para hacerte oír. Nos acercaremos con la corriente del mar. A diez metros de la costa, lanzaremos el ancla. El barco quedará parado en el lugar que lo dejemos. Seguiremos con el bote. Cabemos tres personas. La decisión será tuya. Tú conseguiste el mapa, es tu aventura.
Treinta metros. Veinte metros. Estaban cerca. El Capitán Werner hacía muecas con los labios. El ambiente estaba cargado. Sus orificios de calamar captaban un aroma desconocido que se ocultaba entre la sal del mar. Hizo una señal al cuervo Edgar para que sobrevolase la isla. El barco del capitán Moorse podría haber bordeado la isla y desembarcado por el lado contrario. Eso le habría supuesto llegar con media hora de ventaja. El Capitán chasqueaba la tenaza; lo hacía cada vez que necesitaba tomarse el tiempo para pensar.
—Deberemos tomar el tesoro e irnos tan deprisa como podamos. El capitán Moorse no debe de darse cuenta que hemos venido — seguía con el primer supuesto: Moorse todavía no había llegado. La incertidumbre acrecentaba el acento del Capitán.
Nereida trajo la tablilla de madera con el mapa traducido por Abdulah. La equis marcaba la cala, no el lugar exacto donde había que empezar a cavar. Éste debía de ser traducido por las runas del mapa. La mayoría de ellas tenían que ver con la vegetación y la fauna de la cala. Las runas del margen derecho, el vampiro las tradujo como montones de piedra caliza. Puso un número a cada uno de estos montículos. El Capitán pasó los tentáculos de su mano izquierda por ellos como si pudiera notar el tacto de la caliza.
—Creo que es un código de dos números: se lee de derecha a izquierda. — dijo en voz baja a Jeannie. Daroma, curiosa, asomaba la cabeza por detrás — El primero tiene que ver con el tamaño de los montículos, es el que nos ha dibujado Abdulah. ¿Lo ves? El segundo número debería estar en el margen izquierdo, pero aquí solo hay nombres de animales y árboles. ¿Se te ocurre algo? — el capitán pasaba ahora los tentáculos por las runas del margen izquierdo. Notaba el tacto de las hojas de los plataneros y el perfume de las flores silvestres. — Esta runa de aquí tiene un interrogante. No tiene traducción, pero creo saber qué significa. La he visto otras veces. — acercó la tablilla a la nariz de Jeannie. — Huele. La isla está vinculada con el mapa. ¿Lo notas? He visto la runa en otras ocasiones. Se utiliza para enlazar dos objetos. El segundo número son los olores y el tacto. Moorse se guía en la isla con su nariz y el tamaño de los montículos como guía. ¡Muy inteligente! — dejó de chasquear la tenaza — Guíanos por la isla, capitana — cedió la tablilla con el mapa a Jeannie.
Roger preparó los remos en el bote, tres palas y una caja con escasos suministros: un par de cuerdas, unas flechas y dos botellas (una de agua y otra ron). La tripulación de “El promesa” quedó enfrente del bote. Esperó a que Jeannie dijese quienes quería que la acompañasen.
Offrol: Segunda complicación: complejo laberinto en la cala.
Nereida quería a Roger. Eso no iba a cambiar. Lo quería con todo su corazón, tanto como él lo quería a ella. Pero a veces el amor distante no era suficiente. Necesitaba que le dijeran lo bien que le sentaba el color de blusa o qué guapa estaba con ese nuevo corte del pelo. ¿Era mucho pedir? Ella lo había intentado un centenar de veces. Si Roger entendía las indirectas, lo disimulaba muy bien. Se reía, callaba y hacía oídos sordos y ojos ciegos a los botones de la camisa desabrochada. Cuando se quedaban solos, Nereida dejaba las sutilizas a un lado: móntame cangurito. No funcionaba, nada lo hacía. Roger tuvo que embriagarse para hacer lo que ambos deseaban hacer.
La elfa suspiró mirando a Jeannie. Ella la hizo sentir como Roger no lo consiguió en años: atractiva, dulce, romántica y, por supuesto, mujer. En Sandorai no tuvo oportunidad de sentirse mujer, su clan era extremadamente estricto con las relaciones amorosas: solo para procrear y solo con los elfos de mismo linaje para perpetrar la sangre. La noche en la que Roger bebió como un pirata, Nereida también tuvo que beber un poco más de lo habitual. Tiene miedo que, de estar plenamente consciente, le fuera a hacer daño. No lo hizo, al menos no demasiado. Nereida lo recodaba como un sobresalto apasionado. Sintió lo mismo cuando Jeannie se abalanzó a besarla en los labios.
¿Por qué haces que sea tan difícil, Rogie? Pensó alterada. ¿Por qué? Se abrochó los botones de la blusa y siguió con su trabajo. Quizás, más tarde, pediría disculpas a Jeannie. Le confesaría lo que sentía por Roger y lo bien que ella la hizo sentir. También podía no decir nada. Se guardaría sus secretos y esperaría otra oportunidad para sentirse bien, o mejor incluso.
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La isla que buscaban asomaba la cabeza. Jeannie la vio con sus ojos de elfa varios minutos antes que Werner. El Capitán se quitó el sombrero e hizo visera con la tenaza. Calculó mentalmente la distancia a que estaría la costa. Unos cincuenta metros, puede que sesenta. No había ningún barco por en derredor. El capitán Moorse no había llegado todavía. Eso les daba una ventaja. Desembarcar y volver a “El promesa” antes de que Moorse llegase. El Capitán miró al cielo y se guió por la altura del sol para calcular la hora. Mediodía. Si se daban prisa, tendrían el tiempo suficiente. El Capitán Moorse estaría al caer.
—Lo estás haciendo muy bien. — puso la mano izquierda encima del hombro de Jeannie — diles a los de abajo que recojan las velas. Deberás gritar con todas tus fuerzas para hacerte oír. Nos acercaremos con la corriente del mar. A diez metros de la costa, lanzaremos el ancla. El barco quedará parado en el lugar que lo dejemos. Seguiremos con el bote. Cabemos tres personas. La decisión será tuya. Tú conseguiste el mapa, es tu aventura.
Treinta metros. Veinte metros. Estaban cerca. El Capitán Werner hacía muecas con los labios. El ambiente estaba cargado. Sus orificios de calamar captaban un aroma desconocido que se ocultaba entre la sal del mar. Hizo una señal al cuervo Edgar para que sobrevolase la isla. El barco del capitán Moorse podría haber bordeado la isla y desembarcado por el lado contrario. Eso le habría supuesto llegar con media hora de ventaja. El Capitán chasqueaba la tenaza; lo hacía cada vez que necesitaba tomarse el tiempo para pensar.
—Deberemos tomar el tesoro e irnos tan deprisa como podamos. El capitán Moorse no debe de darse cuenta que hemos venido — seguía con el primer supuesto: Moorse todavía no había llegado. La incertidumbre acrecentaba el acento del Capitán.
Nereida trajo la tablilla de madera con el mapa traducido por Abdulah. La equis marcaba la cala, no el lugar exacto donde había que empezar a cavar. Éste debía de ser traducido por las runas del mapa. La mayoría de ellas tenían que ver con la vegetación y la fauna de la cala. Las runas del margen derecho, el vampiro las tradujo como montones de piedra caliza. Puso un número a cada uno de estos montículos. El Capitán pasó los tentáculos de su mano izquierda por ellos como si pudiera notar el tacto de la caliza.
—Creo que es un código de dos números: se lee de derecha a izquierda. — dijo en voz baja a Jeannie. Daroma, curiosa, asomaba la cabeza por detrás — El primero tiene que ver con el tamaño de los montículos, es el que nos ha dibujado Abdulah. ¿Lo ves? El segundo número debería estar en el margen izquierdo, pero aquí solo hay nombres de animales y árboles. ¿Se te ocurre algo? — el capitán pasaba ahora los tentáculos por las runas del margen izquierdo. Notaba el tacto de las hojas de los plataneros y el perfume de las flores silvestres. — Esta runa de aquí tiene un interrogante. No tiene traducción, pero creo saber qué significa. La he visto otras veces. — acercó la tablilla a la nariz de Jeannie. — Huele. La isla está vinculada con el mapa. ¿Lo notas? He visto la runa en otras ocasiones. Se utiliza para enlazar dos objetos. El segundo número son los olores y el tacto. Moorse se guía en la isla con su nariz y el tamaño de los montículos como guía. ¡Muy inteligente! — dejó de chasquear la tenaza — Guíanos por la isla, capitana — cedió la tablilla con el mapa a Jeannie.
Roger preparó los remos en el bote, tres palas y una caja con escasos suministros: un par de cuerdas, unas flechas y dos botellas (una de agua y otra ron). La tripulación de “El promesa” quedó enfrente del bote. Esperó a que Jeannie dijese quienes quería que la acompañasen.
Offrol: Segunda complicación: complejo laberinto en la cala.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Gritar a pleno pulmón había sido tremendamente divertido, la tripulación hacía exactamente lo que ella pedía que hiciesen, replegar las velas, atar las cuerdecitas aquellas que colgaban de los palos del barco... Incluso en aquellos momentos se me ocurrió que podría haberles pedido galletas y me las habrían traído sin rechistar. Jamás pensé que la vida a bordo pudiera ser tan divertida, o al menos lo es cuando eres la que manda sobre los demás. No me imaginaba a mi misma llevando a cabo aquellas tareas tan tediosas. Había visto incluso cómo limpiaban lo que denominaban como "cubierta" un nombre extraño, bien podrían haberle llamado "techo de lo que hay debajo" me parecía más adecuado.
No entendí ni una pizca de lo que el capitán me había dicho sobre el mapa, como siempre yo solo veía dibujitos sin ningún tipo de conexión entre ellos, en cambio aquel hombre parecía tenerlo todo muy claro. ¡Incluso me dio a oler el mapa! Comenzaba a dudar ya de la salud mental de aquellos caballeros del mar, pero no teníamos ninguna pista mejor para encontrar el tesoro, así que lo único que podía hacer era fiarme de que un poco de su locura sumada a algo de suerte nos llevara hasta el tesoro oculto.
Sin muchos más preámbulos llegó el momento de decidir con quien iba a emprender aquella aventura. Con el capitán por supuesto, así que tendría que elegir solo a una persona más. El canguro no me caía bien, sobretodo en los últimos momentos me dirigía miradas que no supe identificar, pero que no eran para nada amigables. Tras un pequeño suspiro me giré para encontrarme con Nereida. Había traído ella el mapa y se había quedado para observar las divagaciones del capitán con curiosidad.
- ¡Tú! Claro que tienes que ser tú quien venga con nosotros. -Le sonreí. - Te he visto muy pensativa de un lado a otro en el último trecho, así que te vendrá bien el paseo y... -Me acerqué para susurrarle al oído. -Podremos pasar más tiempo juntas... -Me alejé de nuevo para dedicarle una cálida sonrisa. Aparte del capitán es quien me había hecho sentir más a gusto en aquel lugar, era justo que viniera con nosotros para ver el desenlace de primera mano.
Así pues los tres terminamos sobre el bote que habría de llevarnos a la orilla y al comienzo de la segunda etapa de nuestra aventura, y... Esperaba que la última. Aún quedaba volver, pero eso no cuenta.
La isla era todavía mucho más grande de lo que me había imaginado desde el barco de Werner. Una elfa diminuta como yo podría perderse fácilmente entre aquellos montículos, la orientación era una habilidad clave para finalizar aquella expedición. Esperaba con todas mis fuerzas que el capitán, por eso de ser un lobo de mar (tengo que preguntarle a alguien qué significa esa expresión en algún momento) se desenvolviese bien en entornos desconocidos.
Normalmente me habría subido a un árbol de un par de saltos, pero allí había dos problemas. El primero era que los árboles estaban especialmente distanciados unos de otros y las colinas en las que nos habíamos metido eran demasiado inclinadas como para escalarlas alegremente. El segundo problema era que aquellos árboles me daban miedo. No eran normales, tenían solo hojas en la parte de arriba de todo y tenían unas... Bueno, digamos que unos genitales masculinos colgando. Nadie en su sano juicio intentaría escalar algo así.
-Oye Nereida... -Me giré hacia ella de nuevo. - Tienes... Ehm... Digamos... ¿Te gusta alguien de la tripulación? -Intentaba despejar un poco los pensamientos de lo que me rodeaba, un poco de charla amigable y coqueteo siempre viene bien para algo así. Le di un golpecito con el codo. -Veeenga, dímeloooo. -Moví las cejas de arriba a abajo como había visto hacer a algunos cuentacuentos callejeros.
Hacía demasiado calor y no estaba acostumbrada a aquella tierra rota y rara, blanca y que se te mete por todas partes. Suspiré, era uno de los problemas más comunes cuando sales de excursión, nunca sabes si aquello que vas a encontrar te gusta hasta que llegas allí. Así pues, saqué la tablilla con el mapa y se la pasé de nuevo al capitán para que se orientase un poco.
Un gran estruendo se escuchó proveniente desde el otro lado de la isla. Era como gritos de guerra o aullidos de licántropos. No estaba del todo segura.
- ¿Crees que nos han seguido, capitán? - Le miré preocupada. Tan solo éramos tres, no podríamos enfrentarnos a toda una tripulación por nuestra cuenta.
No entendí ni una pizca de lo que el capitán me había dicho sobre el mapa, como siempre yo solo veía dibujitos sin ningún tipo de conexión entre ellos, en cambio aquel hombre parecía tenerlo todo muy claro. ¡Incluso me dio a oler el mapa! Comenzaba a dudar ya de la salud mental de aquellos caballeros del mar, pero no teníamos ninguna pista mejor para encontrar el tesoro, así que lo único que podía hacer era fiarme de que un poco de su locura sumada a algo de suerte nos llevara hasta el tesoro oculto.
Sin muchos más preámbulos llegó el momento de decidir con quien iba a emprender aquella aventura. Con el capitán por supuesto, así que tendría que elegir solo a una persona más. El canguro no me caía bien, sobretodo en los últimos momentos me dirigía miradas que no supe identificar, pero que no eran para nada amigables. Tras un pequeño suspiro me giré para encontrarme con Nereida. Había traído ella el mapa y se había quedado para observar las divagaciones del capitán con curiosidad.
- ¡Tú! Claro que tienes que ser tú quien venga con nosotros. -Le sonreí. - Te he visto muy pensativa de un lado a otro en el último trecho, así que te vendrá bien el paseo y... -Me acerqué para susurrarle al oído. -Podremos pasar más tiempo juntas... -Me alejé de nuevo para dedicarle una cálida sonrisa. Aparte del capitán es quien me había hecho sentir más a gusto en aquel lugar, era justo que viniera con nosotros para ver el desenlace de primera mano.
Así pues los tres terminamos sobre el bote que habría de llevarnos a la orilla y al comienzo de la segunda etapa de nuestra aventura, y... Esperaba que la última. Aún quedaba volver, pero eso no cuenta.
La isla era todavía mucho más grande de lo que me había imaginado desde el barco de Werner. Una elfa diminuta como yo podría perderse fácilmente entre aquellos montículos, la orientación era una habilidad clave para finalizar aquella expedición. Esperaba con todas mis fuerzas que el capitán, por eso de ser un lobo de mar (tengo que preguntarle a alguien qué significa esa expresión en algún momento) se desenvolviese bien en entornos desconocidos.
Normalmente me habría subido a un árbol de un par de saltos, pero allí había dos problemas. El primero era que los árboles estaban especialmente distanciados unos de otros y las colinas en las que nos habíamos metido eran demasiado inclinadas como para escalarlas alegremente. El segundo problema era que aquellos árboles me daban miedo. No eran normales, tenían solo hojas en la parte de arriba de todo y tenían unas... Bueno, digamos que unos genitales masculinos colgando. Nadie en su sano juicio intentaría escalar algo así.
-Oye Nereida... -Me giré hacia ella de nuevo. - Tienes... Ehm... Digamos... ¿Te gusta alguien de la tripulación? -Intentaba despejar un poco los pensamientos de lo que me rodeaba, un poco de charla amigable y coqueteo siempre viene bien para algo así. Le di un golpecito con el codo. -Veeenga, dímeloooo. -Moví las cejas de arriba a abajo como había visto hacer a algunos cuentacuentos callejeros.
Hacía demasiado calor y no estaba acostumbrada a aquella tierra rota y rara, blanca y que se te mete por todas partes. Suspiré, era uno de los problemas más comunes cuando sales de excursión, nunca sabes si aquello que vas a encontrar te gusta hasta que llegas allí. Así pues, saqué la tablilla con el mapa y se la pasé de nuevo al capitán para que se orientase un poco.
Un gran estruendo se escuchó proveniente desde el otro lado de la isla. Era como gritos de guerra o aullidos de licántropos. No estaba del todo segura.
- ¿Crees que nos han seguido, capitán? - Le miré preocupada. Tan solo éramos tres, no podríamos enfrentarnos a toda una tripulación por nuestra cuenta.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Nereida se llevó la mano en la frente y emuló, con un aliciente cómico, el gesto que hacían los humanos rasos al recibir las órdenes de sus superiores. Fue su forma de decir: con mucho gusto os acompañaré a la expedición. Jeannie Fawkes era la nueva capitana del grupo y se suponía que debía tratar con ella como lo haría con el Capitán. Las cosas nunca son como una supone. Era imposible resistirse a la alegre sonrisa de la recién nombrada capitana Fawkes; la puñetera la utilizaba para encandilar a Nereida. Y lo peor es que lo conseguía. Los gestos de respeto y sumisión quedaban distorsionados por un aro de torpe dulzura. A sus órdenes mi capitana, pero deje de hablarme de esa manera porque entonces tendremos algo más que un beso y Roger no se pondría celoso (y excitado), sino furioso; lo último que quiero es hacerle enfadar. Nereida hablaba para sus adentros mordiéndose en labio inferior como si fuera una vampiresa sedienta de sangre.
Subió sumisa al bote, con un ojo atenta a la reacción de Roger por quedarse en “El Promesa” y el otro que descendía desde la nariz de la capitana Fawkes hasta su escote. Cogió una de las botellas de ron que Roger preparó y dio un largo trago; lo necesitaba. Una vez terminó, el Capitán le arrebató la botella e hizo lo propio. Él también necesitaba el embriagarse, pero por una razón diferente a la de Nereida y que ella no era capaz de acertar.
—Una vez pisemos tierra, quiero que los cuatro — incluía también a Edgar el cuervo — estemos atentos a nuestros seis sentidos.
Nereida levantó la mano, avivada por el alcohol, y respondió:
—Los libros dicen que hay cinco sentidos, no seis — Nereida no supo como tenía que referirse a el Capitán ahora que había sido relegado. Hizo una breve pausa para meditarlo—… mi Capitán. — Capitán sonaba mejor que padre.
—Son seis, Nyére — el Capitán dio golpecitos a la sien de la elfa con la punta de la tenaza —. Los libros no hablan del instinto, siendo el más importante de todos. El sentido por el cual sabes que va a suceder algo desagradable antes de que suceda y que te invita a confiar en una buena persona antes de conocerla — hizo una pausa mucha más larga que la anterior de Nereida —. Mi instinto me dice que desconfíe de esa isla y que van a suceder cosas desagradables — esto último lo dijo con la mano sobre la boca de la botella de ron.
Nereida debía tener el instinto atrofiado porque a ella no le parecía que la isla fuera para nada desagradables. Las palmeras eran más altas que los edificios de Lunargenta y proyectaban largas sombras que cubrían toda la costa. A lo lejos alcanzaba hermosos árboles que solo reconocía por haberlos estudiado en los libros de herbología. Más allá, se alzaban enormes pináculos de piedra como si fueran los dedos de una mano. La isla del capitán Moorse era un lugar paradisiaco; una perfecta combinación entre la tranquilidad de la playa con la selva salvaje; la guinda del pastel eran esos montículos que, según Nereida (instinto), estarían empapados de magia.
El Capitán se preocupó de que el desembarque fuera lo más rápido posible. Parecía que estuviera en el primer lugar de una carrera y quisiera mantener su privilegiada posesión. Dio señales para que cada uno cogiese su respectiva pala y cogió la barca y la arrastró hacia el interior de la playa, donde las olas no pudieran alcanzarla. Todo esto, con la voz de un contramaestre, por supuesto; la capitana en honores para esta aventura era la elfa Jeannie Fawkes.
Y hablando de la capitana….
Los ojos sinuosos de Jeannie tomaron por sorpresa a Nereida; su pregunta, todavía más. Nereida, que siempre había presumido de una especial picaresca a la hora de hablar sobre sexo, se quedó petrificada. ¿Tanto se notaba? Toda la tripulación de “El promesa” sabía que Roger y ella eran amigos. El Capitán sabía más, pero callaba por respeto; como lo haría un buen padre. Nereida se esforzó en disimular la cara de asombro e invocar su espíritu socarrón de regreso.
—Alguien hay, mi capitana — contestó con su mejor sonrisa de elfa. — Pero si se lo dijera, mi capitana — era muy divertido resaltar que Jeannie era la capitana —, tendría que matarla.
El sexto sentido era el instinto, una característica que todos los capitanes debían tener en común porque al momento de que la capitana Fawkes preguntase si les habían seguido, el Capitán Werner giró la cabeza hacia el lugar por el que, segundos después, aparecería el navío del capitán Moorse.
El Capitán Werner levantó el brazo y el cuervo, obediente, se posó en él. Susurró unas palabras al animal y le pasó una nota que almacenaba en el bolsillo de la gabardina al tubito donde el cuervo llevaba las cartas. Edgar voló hacia “El promesa.”
—Les he dicho que se separen de la costa y que pusieran rumbo a Lunargenta, como si nuestro trabajo en la isla hubiera terminado. Esto confundirá al capitán Moorse por un tiempo; hasta que vean nuestra barca en la playa. Nos dará una oportunidad para adentrarnos en la selva y perdernos entre los árboles — más tarde añadió —. En media hora, Daroma pasará a su forma dragón y “El promesa” cambiará otra vez de rumbo, volverá a nuestra isla. Tenemos ese tiempo para encontrar el tesoro e irnos de aquí sin que el capitán Moorse nos encuentre antes. Saldremos con el tesoro, embarcaremos en “El promesa” y desaparecernos como una sombra en el mar nocturno.
El Capitán Werner se dio cuenta que estaba hablando con un verdadero capitán. Negó lentamente con la cabeza y, acto seguido, pasó el mapa a la capitana Fawkes. Hizo una mueca con los labios que parecía la sonrisa de disculpa de un niño grande.
—Guiadnos por la selva, capitana — a Werner le resultaba tan gracioso llamar a Jeannie capitana como a Nereida, aunque no lo confesase abiertamente con livianas sonrisas como lo hacía la elfa.
Subió sumisa al bote, con un ojo atenta a la reacción de Roger por quedarse en “El Promesa” y el otro que descendía desde la nariz de la capitana Fawkes hasta su escote. Cogió una de las botellas de ron que Roger preparó y dio un largo trago; lo necesitaba. Una vez terminó, el Capitán le arrebató la botella e hizo lo propio. Él también necesitaba el embriagarse, pero por una razón diferente a la de Nereida y que ella no era capaz de acertar.
—Una vez pisemos tierra, quiero que los cuatro — incluía también a Edgar el cuervo — estemos atentos a nuestros seis sentidos.
Nereida levantó la mano, avivada por el alcohol, y respondió:
—Los libros dicen que hay cinco sentidos, no seis — Nereida no supo como tenía que referirse a el Capitán ahora que había sido relegado. Hizo una breve pausa para meditarlo—… mi Capitán. — Capitán sonaba mejor que padre.
—Son seis, Nyére — el Capitán dio golpecitos a la sien de la elfa con la punta de la tenaza —. Los libros no hablan del instinto, siendo el más importante de todos. El sentido por el cual sabes que va a suceder algo desagradable antes de que suceda y que te invita a confiar en una buena persona antes de conocerla — hizo una pausa mucha más larga que la anterior de Nereida —. Mi instinto me dice que desconfíe de esa isla y que van a suceder cosas desagradables — esto último lo dijo con la mano sobre la boca de la botella de ron.
Nereida debía tener el instinto atrofiado porque a ella no le parecía que la isla fuera para nada desagradables. Las palmeras eran más altas que los edificios de Lunargenta y proyectaban largas sombras que cubrían toda la costa. A lo lejos alcanzaba hermosos árboles que solo reconocía por haberlos estudiado en los libros de herbología. Más allá, se alzaban enormes pináculos de piedra como si fueran los dedos de una mano. La isla del capitán Moorse era un lugar paradisiaco; una perfecta combinación entre la tranquilidad de la playa con la selva salvaje; la guinda del pastel eran esos montículos que, según Nereida (instinto), estarían empapados de magia.
El Capitán se preocupó de que el desembarque fuera lo más rápido posible. Parecía que estuviera en el primer lugar de una carrera y quisiera mantener su privilegiada posesión. Dio señales para que cada uno cogiese su respectiva pala y cogió la barca y la arrastró hacia el interior de la playa, donde las olas no pudieran alcanzarla. Todo esto, con la voz de un contramaestre, por supuesto; la capitana en honores para esta aventura era la elfa Jeannie Fawkes.
Y hablando de la capitana….
Los ojos sinuosos de Jeannie tomaron por sorpresa a Nereida; su pregunta, todavía más. Nereida, que siempre había presumido de una especial picaresca a la hora de hablar sobre sexo, se quedó petrificada. ¿Tanto se notaba? Toda la tripulación de “El promesa” sabía que Roger y ella eran amigos. El Capitán sabía más, pero callaba por respeto; como lo haría un buen padre. Nereida se esforzó en disimular la cara de asombro e invocar su espíritu socarrón de regreso.
—Alguien hay, mi capitana — contestó con su mejor sonrisa de elfa. — Pero si se lo dijera, mi capitana — era muy divertido resaltar que Jeannie era la capitana —, tendría que matarla.
El sexto sentido era el instinto, una característica que todos los capitanes debían tener en común porque al momento de que la capitana Fawkes preguntase si les habían seguido, el Capitán Werner giró la cabeza hacia el lugar por el que, segundos después, aparecería el navío del capitán Moorse.
El Capitán Werner levantó el brazo y el cuervo, obediente, se posó en él. Susurró unas palabras al animal y le pasó una nota que almacenaba en el bolsillo de la gabardina al tubito donde el cuervo llevaba las cartas. Edgar voló hacia “El promesa.”
—Les he dicho que se separen de la costa y que pusieran rumbo a Lunargenta, como si nuestro trabajo en la isla hubiera terminado. Esto confundirá al capitán Moorse por un tiempo; hasta que vean nuestra barca en la playa. Nos dará una oportunidad para adentrarnos en la selva y perdernos entre los árboles — más tarde añadió —. En media hora, Daroma pasará a su forma dragón y “El promesa” cambiará otra vez de rumbo, volverá a nuestra isla. Tenemos ese tiempo para encontrar el tesoro e irnos de aquí sin que el capitán Moorse nos encuentre antes. Saldremos con el tesoro, embarcaremos en “El promesa” y desaparecernos como una sombra en el mar nocturno.
El Capitán Werner se dio cuenta que estaba hablando con un verdadero capitán. Negó lentamente con la cabeza y, acto seguido, pasó el mapa a la capitana Fawkes. Hizo una mueca con los labios que parecía la sonrisa de disculpa de un niño grande.
—Guiadnos por la selva, capitana — a Werner le resultaba tan gracioso llamar a Jeannie capitana como a Nereida, aunque no lo confesase abiertamente con livianas sonrisas como lo hacía la elfa.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
El capitán Werner había tenido una gran idea al enviar su barco de vuelta a modo de señuelo. Me había sorprendido lo inteligente que podía llegar a ser un capitán de barco, al menos hasta el suspiro que escuché dentro de mi mente, casi al lado del oído. Irinnil susurraba, pero dejó de hacerlo para usar mi propia voz, como si yo no fuese más que un cascarón que empleaba para viajar de un lugar a otro, un mero entretenimiento para sus horas de vigilia. La voz sonaba más arrogante y seca.
- Eso funcionaría si nos enfrentásemos a un imbécil. ¿Acaso crees que Moorse es un imbécil, “mi capitán”? -Las últimas palabras tenían un tono socarrón y sarcástico. -En efecto, podría despistar a alguien, o quitarnos cualquier tipo de ayuda que podríamos conseguir del barco y alejarla media hora de un rescate. Además… Alguien capaz de hacer este tipo de mapa, es de todo menos un inútil. -Hizo una pausa. -Por no comentar que lo que yo habría hecho si estuviese en lugar del otro capitán es… Dejar una buena parte de la tripulación en la isla y hacerles patrullar y revisar el lugar donde está el tesoro escondido, desenterrarlo y al volver, buscarle otro emplazamiento. - De nuevo un suspiro, mi brazo se movió por sí mismo hacia el arco. -Preparad vuestras armas señor Werner. -Pasé por su lado, casi rozándole y sin mirarle. -Va a necesitarlas antes de lo que cree.
No me parecía bien tratar así a alguien que había sido bueno conmigo, pero en aquellos momentos no tenía mucho que decir al respecto. Si Irinnil tenía razón, enviar el barco de vuelta como señuelo había sido un gran error. Aunque me dolía haberle tratado de esa forma… Estaba de acuerdo con mi contraparte, que tras el discurso y hacerme desenfundar el arco, se fue por donde había venido. De nuevo dejándome a mi al cargo y a la búsqueda de un tesoro, empleando un mapa que no sabía leer a través de una selva que no sabía identificar.
Había un camino a través del pequeño bosquecito. Observé el mapa una vez más, y una vez más, la voz de Irinnil me llegó como si me hablasen desde la espalda, susurrando. “Si quieres encontrar algo que no quiere ser encontrado. Más te vale seguir senderos que nunca seguirías.” Estaba segura de que solo me ayudaba porque pensaba que aquella expedición era una pérdida de tiempo y de energías. No porque no pensase que encontraríamos el tesoro o que saldríamos de allí con vida. Si no porque le parecía que su tiempo era bastante más valioso que cualquier cosa que se pudiera encontrar enterrada en una caja.
Atravesamos pues diagonalmente por la selva, apartando plantas a nuestro paso. No parecía que nadie hubiese pasado por allí en mucho tiempo. Y eso era lo que Irinnil quería. Ir por donde de otra forma, jamás irías.
Subimos riscos empinados, sorteamos pequeños riachuelos. Subimos y bajamos pequeños montículos, todo siguiendo las señas marcadas por Werner hace un tiempo en el barco. El último símbolo, dos palos verticales con una “X” en medio… Al fondo se podían ver dos pináculos, pero ni rastro de ninguna “X”. Me quedé pensativa, lo mejor sería intentar llegar allí. Seguramente no se podría cavar en la dura piedra, así que la última pista debía estar en aquel lugar. O eso o nos habíamos perdido de forma irremediable.
Suspiré, esperaba sin duda que entre aquellas dos piedras verticales hubiera algo que los guiara hasta el tesoro. No tenían mucho tiempo hasta que los dos barcos volviesen de su pequeña travesía. Miré preocupada a Werner, no había hablado con él ni con Nereyda durante la caminata a través de la selva. Todavía me sentía mal por la forma en que Irinnil había tratado al capitán. Los miré de reojo y me sonrojé un poco, avergonzada.
Esperaba que las cosas siguiesen bien y no tuviesen ganas de tirarme por la borda del barco en el viaje de vuelta por estúpida.
- Eso funcionaría si nos enfrentásemos a un imbécil. ¿Acaso crees que Moorse es un imbécil, “mi capitán”? -Las últimas palabras tenían un tono socarrón y sarcástico. -En efecto, podría despistar a alguien, o quitarnos cualquier tipo de ayuda que podríamos conseguir del barco y alejarla media hora de un rescate. Además… Alguien capaz de hacer este tipo de mapa, es de todo menos un inútil. -Hizo una pausa. -Por no comentar que lo que yo habría hecho si estuviese en lugar del otro capitán es… Dejar una buena parte de la tripulación en la isla y hacerles patrullar y revisar el lugar donde está el tesoro escondido, desenterrarlo y al volver, buscarle otro emplazamiento. - De nuevo un suspiro, mi brazo se movió por sí mismo hacia el arco. -Preparad vuestras armas señor Werner. -Pasé por su lado, casi rozándole y sin mirarle. -Va a necesitarlas antes de lo que cree.
No me parecía bien tratar así a alguien que había sido bueno conmigo, pero en aquellos momentos no tenía mucho que decir al respecto. Si Irinnil tenía razón, enviar el barco de vuelta como señuelo había sido un gran error. Aunque me dolía haberle tratado de esa forma… Estaba de acuerdo con mi contraparte, que tras el discurso y hacerme desenfundar el arco, se fue por donde había venido. De nuevo dejándome a mi al cargo y a la búsqueda de un tesoro, empleando un mapa que no sabía leer a través de una selva que no sabía identificar.
Había un camino a través del pequeño bosquecito. Observé el mapa una vez más, y una vez más, la voz de Irinnil me llegó como si me hablasen desde la espalda, susurrando. “Si quieres encontrar algo que no quiere ser encontrado. Más te vale seguir senderos que nunca seguirías.” Estaba segura de que solo me ayudaba porque pensaba que aquella expedición era una pérdida de tiempo y de energías. No porque no pensase que encontraríamos el tesoro o que saldríamos de allí con vida. Si no porque le parecía que su tiempo era bastante más valioso que cualquier cosa que se pudiera encontrar enterrada en una caja.
Atravesamos pues diagonalmente por la selva, apartando plantas a nuestro paso. No parecía que nadie hubiese pasado por allí en mucho tiempo. Y eso era lo que Irinnil quería. Ir por donde de otra forma, jamás irías.
Subimos riscos empinados, sorteamos pequeños riachuelos. Subimos y bajamos pequeños montículos, todo siguiendo las señas marcadas por Werner hace un tiempo en el barco. El último símbolo, dos palos verticales con una “X” en medio… Al fondo se podían ver dos pináculos, pero ni rastro de ninguna “X”. Me quedé pensativa, lo mejor sería intentar llegar allí. Seguramente no se podría cavar en la dura piedra, así que la última pista debía estar en aquel lugar. O eso o nos habíamos perdido de forma irremediable.
Suspiré, esperaba sin duda que entre aquellas dos piedras verticales hubiera algo que los guiara hasta el tesoro. No tenían mucho tiempo hasta que los dos barcos volviesen de su pequeña travesía. Miré preocupada a Werner, no había hablado con él ni con Nereyda durante la caminata a través de la selva. Todavía me sentía mal por la forma en que Irinnil había tratado al capitán. Los miré de reojo y me sonrojé un poco, avergonzada.
Esperaba que las cosas siguiesen bien y no tuviesen ganas de tirarme por la borda del barco en el viaje de vuelta por estúpida.
Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Jeannie Fawkes parecía otra elfa diferente a la que había estado flirteado con Nereida Nyére. El Capitán Werner pensó que el sombrero y el estrenado título como capitana la habían cambiado. Fawkes habló con un tono más osado y condescendiente, como si fuera la dueña del mar y la tierra. Como hablaban los ébrios capitanes. Pensó Werner a la vez que arrugaba los labios de forma que Fawkes no pudiera adivinar en qué estaba pensando. La osadía era la perdición de los capitanes más ancianos y el primer error que cometen los más tempranos. Llegaban a separarse del resto del grupo, igual como lo estaba haciendo Jeannie Fawkes. Creían que podrían dirigir las corrientes marinas y cambiar la dirección del viento con una orden. No necesitaban gritar, su presencia y su voz eran suficientes para hacerse notar y para doblegar a quienes se encontraban a su lado: rivales, tripulación y amantes. ¡Qué se lo digan al Capitán! Un joven Alfred, antes de conocer a Goldie, adquirió la costumbre de follar sin quitarse el sombrero.
La capitana Fawkes se comportó igual que el joven calamar. Se adelantó al grupo y caminó por su cuenta. Nereida dirigió una mirada hacia el Capitán que parecía estar preguntando si le había pasado algo. El Capitán se encogió de hombros; un gesto que si lo emulase un hombre de tierra significaba que no lo sabía, pero dicho por un capitán pirata significaba que no quería hablar de ello.
El Capitán Werner temió que la repentina osadía de la capitana Fawkes fuera debida a que había descubierto sus planes por alguna especie de conexión telepática entre capitanes piratas o por simple deducción; Fawkes no era ninguna imbécil.
La isla de Moorse poseía un terreno completamente virgen. No había ninguna ruta, sendero ni nada que se le pareciese. Solo árboles y piedras, la cuales se hacían más picudas a medida que se adentraban en la selva. El Capitán se abrió paso a base con la pinza, cortando las lianas y los arbustos que se interponían a su paso. Caminaba con mimo no fuera a ser que pisase una mala roca y se rajase por accidente la planta de pie. La capitana Fawkes y Nereida no tuvieron tantos problemas. Sus cuerpos eran más gráciles que el del hombre calamar. Eran elfas, nacieron para caminar entre árboles. La mayor dificultad que tenían, tal vez, se encontraba en el clima caliente y húmedo a partes iguales. Nereida estaba sudando; cosa que odiaría puesto que era le disgustaba de sobremanera sentirse sucia. Habría deseado zambullirse en cualquier de los riachuelos que pasaron atrás. Al empezar a caminar, se quitó la camiseta, la dobló y la usó como pañuelo en la cabeza. A mitad camino, se quitó el corsé y lo dejó olvidado en el suelo. El Capitán apartó la vista.
—Lo siento — murmuró Nereida al notar que incomodaba al Capitán.
Él hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto. La desnudez parcial de Nereida era una nimiedad en comparación a la soledad que la capitana Fawkes adquirió.
—¿Crees que deba decirle algo? — otra vez, Nereida se daba cuenta de lo que pensaba el capitán.
—No — meneó la cabeza —. Ya la has escuchado a nuestra capitana: ha dicho que preparemos nuestras armas. Ella se nos ha adelantado. Solo está preparando sus armas — esperaba estar en lo cierto.
Nereida abrió el tapón de una de las botellas de agua y se echo por encima una pequeña cantidad para refrescarse. Al mismo momento, el Capitán Werner abría la segunda botella de ron. Preparad vuestras armas, señor Werner. Lo tradujo en su mente: daos un último festín, cadáver Werner.
Llegaron sin ninguna complicación, a parte de la que el terreno de la misma isla ofrecía, al lugar marcado con una X y bajo ésta, un montón de piedra molida. Las palas se romperían al intentar cavar en ese terreno. Brujo de tierra. Dedujo el Capitán apretando los dientes. La capitana Fawkes parecía haber llegado a la misma conclusión: no podían hacer nada contra aquello que la magia había ocultado.
—¿Sabes por qué los piratas escondemos nuestros tesoros? — era la primera frase que dirigía a la capitana Fawkes desde que abandonaron la playa — Porque somos unos jodidos ególatras — el alcohol propulsaba el mal lenguaje —. Nos queremos más de lo que queremos a cualquier otra persona. Más de uno se hubiera casado con un espejo si éste tuviera agujero — sonrió con una mueca amarga —. Creemos que todas las riquezas nos pertenecen y, por lo tanto, nadie más tiene el derecho de tocar lo que es nuestro. Sospechamos de nuestra tripulación. Ellos quieren ocupar nuestro lugar, porque, ¿qué hay mejor que ser un pirata? Aprovecharían nuestras horas de sueño para adentrarse en los almacenes del barco y robar el primer objeto de valor que encuentren sus manos. La segunda mejor forma de prevenir la tentación es enterrar los tesoros. La primera: cortarles las manos.
De joven, las historias de piratas eran sus preferidas. Imaginó que, por muy grosera que fuera la que acababa de encontrar, podría hacer sonreír a la capitana Fawkes.
—Acércate, deja que te cuente qué es lo que sucederá dentro de unos minutos. El capitán Moorse nos habrá encontrado, justo como predijiste. Nos acorralará antes de que nos demos cuenta. Estamos a un metro de grava, calculo, de aquello que es suyo. Evitará que caigamos en la tentación utilizando el infalible primer método. Lo intentará. Si os toca un pelo, perderá aquello que ama tanto como se ama así mismo: su navío. Mientras sus hombres han desembarcado en la playa y tomado un atojo para llegar hasta aquí. Los míos, Daroma y Baraun, han asaltado el barco de Moorse y matado a quienes que se encontraban a bordo. Serás tú quien negocie con él. Le hablarás con esa misma voz interior con la que me has hablado antes; eres nuestra capitana. Si no os deja libres no volverá a ver su barco y se quedará atrapado en esta isla. Sería todo un detalle, por su parte como anfitrión, que nos ofrezca un recuerdo por haber estado en su hogar: con una bolsa de aeros y otra de galletas para cada uno nos damos por satisfechos. Lo más seguro es que te pida una prueba de lo que dices sea cierto. Mirarás al cielo, Daroma dejará caer el nido de su barco desde el cielo; es lo que más le duele.
Puso la pinza sobre el hombro de la elfa. La miraba de la misma miraba que su maestro le miró el día que le nombró capitán.
—En caso de que se niegue a negociar. Vosotras os vais y yo me quedo. El capitán Moorse me reconocerá, mi cara no se olvida fácilmente. Como soy un capitán pirata, sabe lo mucho que me quiero a mí mismo y lo valioso que me considero. Me tomará sin dudarlo. Vosotras os iréis y no miraréis atrás.
—Capi…
—Eso fue lo que le dije a Daroma. Si la veía en el cielo sin nada en la boca, es que habían conseguido distraer a Moorse y que podríamos coger el tesoro con total comodidad. Si el primer plan no funcionaba, no quería verla con las fauces vacías.
El Capitán era un espécimen por catalogar dentro del colectivo de los piratas; era el único a quien le habían llamado más veces capitán (con tono burlesco) después de perder su primer navío, El Sueños, que cuando lo obtuvo, él único que no enterraba sus tesoros sino que cedía gran parte a sus conocidos más necesitados y el único a quien le importaba más la vida de su gente que la propia.
La capitana Fawkes se comportó igual que el joven calamar. Se adelantó al grupo y caminó por su cuenta. Nereida dirigió una mirada hacia el Capitán que parecía estar preguntando si le había pasado algo. El Capitán se encogió de hombros; un gesto que si lo emulase un hombre de tierra significaba que no lo sabía, pero dicho por un capitán pirata significaba que no quería hablar de ello.
El Capitán Werner temió que la repentina osadía de la capitana Fawkes fuera debida a que había descubierto sus planes por alguna especie de conexión telepática entre capitanes piratas o por simple deducción; Fawkes no era ninguna imbécil.
La isla de Moorse poseía un terreno completamente virgen. No había ninguna ruta, sendero ni nada que se le pareciese. Solo árboles y piedras, la cuales se hacían más picudas a medida que se adentraban en la selva. El Capitán se abrió paso a base con la pinza, cortando las lianas y los arbustos que se interponían a su paso. Caminaba con mimo no fuera a ser que pisase una mala roca y se rajase por accidente la planta de pie. La capitana Fawkes y Nereida no tuvieron tantos problemas. Sus cuerpos eran más gráciles que el del hombre calamar. Eran elfas, nacieron para caminar entre árboles. La mayor dificultad que tenían, tal vez, se encontraba en el clima caliente y húmedo a partes iguales. Nereida estaba sudando; cosa que odiaría puesto que era le disgustaba de sobremanera sentirse sucia. Habría deseado zambullirse en cualquier de los riachuelos que pasaron atrás. Al empezar a caminar, se quitó la camiseta, la dobló y la usó como pañuelo en la cabeza. A mitad camino, se quitó el corsé y lo dejó olvidado en el suelo. El Capitán apartó la vista.
—Lo siento — murmuró Nereida al notar que incomodaba al Capitán.
Él hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto. La desnudez parcial de Nereida era una nimiedad en comparación a la soledad que la capitana Fawkes adquirió.
—¿Crees que deba decirle algo? — otra vez, Nereida se daba cuenta de lo que pensaba el capitán.
—No — meneó la cabeza —. Ya la has escuchado a nuestra capitana: ha dicho que preparemos nuestras armas. Ella se nos ha adelantado. Solo está preparando sus armas — esperaba estar en lo cierto.
Nereida abrió el tapón de una de las botellas de agua y se echo por encima una pequeña cantidad para refrescarse. Al mismo momento, el Capitán Werner abría la segunda botella de ron. Preparad vuestras armas, señor Werner. Lo tradujo en su mente: daos un último festín, cadáver Werner.
Llegaron sin ninguna complicación, a parte de la que el terreno de la misma isla ofrecía, al lugar marcado con una X y bajo ésta, un montón de piedra molida. Las palas se romperían al intentar cavar en ese terreno. Brujo de tierra. Dedujo el Capitán apretando los dientes. La capitana Fawkes parecía haber llegado a la misma conclusión: no podían hacer nada contra aquello que la magia había ocultado.
—¿Sabes por qué los piratas escondemos nuestros tesoros? — era la primera frase que dirigía a la capitana Fawkes desde que abandonaron la playa — Porque somos unos jodidos ególatras — el alcohol propulsaba el mal lenguaje —. Nos queremos más de lo que queremos a cualquier otra persona. Más de uno se hubiera casado con un espejo si éste tuviera agujero — sonrió con una mueca amarga —. Creemos que todas las riquezas nos pertenecen y, por lo tanto, nadie más tiene el derecho de tocar lo que es nuestro. Sospechamos de nuestra tripulación. Ellos quieren ocupar nuestro lugar, porque, ¿qué hay mejor que ser un pirata? Aprovecharían nuestras horas de sueño para adentrarse en los almacenes del barco y robar el primer objeto de valor que encuentren sus manos. La segunda mejor forma de prevenir la tentación es enterrar los tesoros. La primera: cortarles las manos.
De joven, las historias de piratas eran sus preferidas. Imaginó que, por muy grosera que fuera la que acababa de encontrar, podría hacer sonreír a la capitana Fawkes.
—Acércate, deja que te cuente qué es lo que sucederá dentro de unos minutos. El capitán Moorse nos habrá encontrado, justo como predijiste. Nos acorralará antes de que nos demos cuenta. Estamos a un metro de grava, calculo, de aquello que es suyo. Evitará que caigamos en la tentación utilizando el infalible primer método. Lo intentará. Si os toca un pelo, perderá aquello que ama tanto como se ama así mismo: su navío. Mientras sus hombres han desembarcado en la playa y tomado un atojo para llegar hasta aquí. Los míos, Daroma y Baraun, han asaltado el barco de Moorse y matado a quienes que se encontraban a bordo. Serás tú quien negocie con él. Le hablarás con esa misma voz interior con la que me has hablado antes; eres nuestra capitana. Si no os deja libres no volverá a ver su barco y se quedará atrapado en esta isla. Sería todo un detalle, por su parte como anfitrión, que nos ofrezca un recuerdo por haber estado en su hogar: con una bolsa de aeros y otra de galletas para cada uno nos damos por satisfechos. Lo más seguro es que te pida una prueba de lo que dices sea cierto. Mirarás al cielo, Daroma dejará caer el nido de su barco desde el cielo; es lo que más le duele.
Puso la pinza sobre el hombro de la elfa. La miraba de la misma miraba que su maestro le miró el día que le nombró capitán.
—En caso de que se niegue a negociar. Vosotras os vais y yo me quedo. El capitán Moorse me reconocerá, mi cara no se olvida fácilmente. Como soy un capitán pirata, sabe lo mucho que me quiero a mí mismo y lo valioso que me considero. Me tomará sin dudarlo. Vosotras os iréis y no miraréis atrás.
—Capi…
—Eso fue lo que le dije a Daroma. Si la veía en el cielo sin nada en la boca, es que habían conseguido distraer a Moorse y que podríamos coger el tesoro con total comodidad. Si el primer plan no funcionaba, no quería verla con las fauces vacías.
El Capitán era un espécimen por catalogar dentro del colectivo de los piratas; era el único a quien le habían llamado más veces capitán (con tono burlesco) después de perder su primer navío, El Sueños, que cuando lo obtuvo, él único que no enterraba sus tesoros sino que cedía gran parte a sus conocidos más necesitados y el único a quien le importaba más la vida de su gente que la propia.
El Capitán Werner
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Éramos muy pocos, ese era el mayor problema. Moorse se dirigía hacia nosotros, no había mucho tiempo para pensar ningún plan. Si el capitán tenía razón y nos iban a rodear, no había muchas probabilidades de que simplemente amedrentar al pirata con una parte de su barco y un dragón fuese a funcionar. Tan solo lo enfadaría lo suficiente como para acabar con nosotros allí mismo, se preocuparía de lo demás más adelante, pagar una ofensa como aquella con sangre era suficiente para alguien de su calaña.
Irinnil se estaba riendo a carcajadas, parecía que tenía una idea, por lo que tomó de nuevo el control, motivada.
- No tenemos mucho tiempo… Tú. -Señalé a Werner. -Dame eso.
Sin esperar una respuesta de su parte agarré la botella de ron, que utilicé para mojar un poco la tierra. A continuación la utilicé para embadurnarme los párpados y bajo los ojos, dejándolos negros alrededor del verde iridiscente natural. Me mojé un poco el cabello y lo desenmarañé todo lo que pude, dejando gran parte sobre el rostro quedando todavía más sombrío. Saqué una de las flechas y tras darle unas vueltecitas con los dedos para mantener la tensión me puse a desgarrar partes de lo que quedaba de mi vestido. Finalmente hice un par de cortes profundos en las muñecas, lo suficiente para dejar salir mucha sangre pero no lo suficiente como para que fuera un problema a corto plazo. Utilicé la sangre para darle los últimos toques al disfraz. Cara oscura y con sangre y vestimentas desgarradas y ensangrentadas también.
Le guiñé un ojo al capitán mientras nos rodeaban. Moorse hizo su esperada aparición. Estaba perfecta para la actuación, justo sobre el tesoro, cabizbaja. Sin dejar que el pirata hablase, levanté un brazo y le señalé directamente.
- Así que has vuelto… - Levanté la cabeza esbozando una sonrisa con los ojos bien abiertos. -Has vuelto a por lo que es mío por derecho, imagino. - Por el rabillo del ojo observé cómo uno de los marineros se acercaba a mi a hurtadillas. [0]Mi postura cambió levemente, emitiendo un leve brillo mientras la magia recorría mi cuerpo. Tras varios gráciles movimientos propios de una bailarina esquivé sin problemas el ataque del marino. A los ojos de los presentes casi habría parecido que me atravesaba de lado a lado, como si fuese totalmente etérea.
- ¡Más repugnantes artimañas! - grité hacia el capitán pirata. - ¿Es que tus insolencias no tienen límite, mortal? -Señalé al cielo, donde vi cómo se aproximaba Daroma con el nido del barco en la boca. - Ya que tú has robado el tesoro que hace cien años fue robado de mi pueblo, yo me he tomado la libertad de robar algo tuyo a cambio. ¡Idos ahora, mortales, o morid!
---
[0] Uso habi lvl 1: Danza solar
Irinnil se estaba riendo a carcajadas, parecía que tenía una idea, por lo que tomó de nuevo el control, motivada.
- No tenemos mucho tiempo… Tú. -Señalé a Werner. -Dame eso.
Sin esperar una respuesta de su parte agarré la botella de ron, que utilicé para mojar un poco la tierra. A continuación la utilicé para embadurnarme los párpados y bajo los ojos, dejándolos negros alrededor del verde iridiscente natural. Me mojé un poco el cabello y lo desenmarañé todo lo que pude, dejando gran parte sobre el rostro quedando todavía más sombrío. Saqué una de las flechas y tras darle unas vueltecitas con los dedos para mantener la tensión me puse a desgarrar partes de lo que quedaba de mi vestido. Finalmente hice un par de cortes profundos en las muñecas, lo suficiente para dejar salir mucha sangre pero no lo suficiente como para que fuera un problema a corto plazo. Utilicé la sangre para darle los últimos toques al disfraz. Cara oscura y con sangre y vestimentas desgarradas y ensangrentadas también.
Le guiñé un ojo al capitán mientras nos rodeaban. Moorse hizo su esperada aparición. Estaba perfecta para la actuación, justo sobre el tesoro, cabizbaja. Sin dejar que el pirata hablase, levanté un brazo y le señalé directamente.
- Así que has vuelto… - Levanté la cabeza esbozando una sonrisa con los ojos bien abiertos. -Has vuelto a por lo que es mío por derecho, imagino. - Por el rabillo del ojo observé cómo uno de los marineros se acercaba a mi a hurtadillas. [0]Mi postura cambió levemente, emitiendo un leve brillo mientras la magia recorría mi cuerpo. Tras varios gráciles movimientos propios de una bailarina esquivé sin problemas el ataque del marino. A los ojos de los presentes casi habría parecido que me atravesaba de lado a lado, como si fuese totalmente etérea.
- ¡Más repugnantes artimañas! - grité hacia el capitán pirata. - ¿Es que tus insolencias no tienen límite, mortal? -Señalé al cielo, donde vi cómo se aproximaba Daroma con el nido del barco en la boca. - Ya que tú has robado el tesoro que hace cien años fue robado de mi pueblo, yo me he tomado la libertad de robar algo tuyo a cambio. ¡Idos ahora, mortales, o morid!
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Irinnil Fawkes
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Re: Tesoros piratas [Trabajo: Jeannie Fawkes y Capitán Werner]
Nereida Nyére y el Capitán se escondieron tras unos matorrales. A la elfa le bastó con ponerse de cuclillas y permanecer quieta para no ser vista por la tripulación del capitán Moorse. Werner tuvo que colocarse detrás de una gruesa palmera. Para mayor precaución, tenía la tenaza pegada al pecho. Con la mano izquierda sujetaba los tentáculos de la barba a la vez que se tapaba la boca. Un movimiento en falso, un tentáculo que asomase al otro lado de la palmera o un sonido, fuera suspiro, tos o respiración, desbarataría el engaño que la capitana Fawkes había confeccionado.
Nereida dirigió una mirada de auxilio hacia el Capitán. Como elfa que era, pudo escuchar a la tripulación del capitán Moorse antes de que lo hiciera Werner. El Capitán levantó las cejas y la sostuvo en esa posición durante unos segundos con la intención de tranquilizar Nereida. Confía. Le transmitió. La elfa respondió con un movimiento afirmativo con la cabeza.
Una oleada de arena de la playa, seguramente creada por el capitán Moorse, cayó al lugar donde las elfas y el Capitán Werner habían estado cavando. La arena ocultó la X que marcaba el tesoro y los pies de Jeannie Fawkes. La elfa no se inmutó. Tampoco lo hizo cuando vio aparecer al capitán Moorse con las manos sucias de arena y acompañado de ocho de sus mejores piratas. La recién nombrada capitana Fawkes habló con la voz de un fantasma. Nereida se tapó la boca con las dos manos para evitar soltar una risita nerviosa. El capitán Moorse debió haber hecho lo mismo que la joven elfa. La parte izquierda de su le temblaba como si estuviera sufriendo una especie de convulsión por envenenamiento.
Los piratas alertaron el signo de debilidad por parte de su capitán. Se dirigieron sendas miradas vacilantes mientras esperaban una orden por parte del afligido capitán. ¿A qué demonio, espíritu o Dios marino habían robado? El líder de los piratas levantó la mano derecha deteniendo las preguntas que su tripulación se estaba haciendo a la vez que pedía permiso para hablar al ente que tenía en frente.
—No sé quién eres, pero no tienes derecho a hablar de esa manera. Aléjate de mi tesoro — el capitán Moorse bajó la mano que había levantado y los piratas desenvainaron sus espadas —. Has reconocido que se te fue arrebatado hace cien años. ¡No te pertenece!
El Capitán Werner guiñó un ojo a Nereida para que se coordinasen. Levantó lentamente la pinza y disparó una bala de agua. La elfa dejó que el proyectil ascendiera unos metros y, cuando éste estuvo a punto de rozar las ramas de la palmera, lo hizo estallar creando un diminuto escudo de agua en su interior. El resultado fue una violenta lluvia que descendía de ninguna parte encima de la tripulación del capitán Moorse. La furia de los mares. El demonio, espectro o Dios se había cabreado. La mitad de los piratas dejaron caer sus armas y la otra se quedó paralizada de miedo. El capitán Moorse musitó un conjuro, pero se quedó cayó antes de terminarlo al ver la reacción de sus piratas.
—¿Qué es lo que quieres mons… — monstruo era la palabra que iba a decir; se la guardó para sus adentros puesto que podría entenderse ofensiva —… criatura del mar?
Offrol: uso de la habilidad de nivel 3: Nivel 3 Cañón crustáceo (rasgo): Similar a lo que ocurre en la naturaleza (cangrejo pistolero), el Capitán Werner es capaz de almacenar agua en su tenaza y luego dispararla en forma de proyectil contundente. La habilidad resulta efectiva a corta y media distancia. .
Nereida dirigió una mirada de auxilio hacia el Capitán. Como elfa que era, pudo escuchar a la tripulación del capitán Moorse antes de que lo hiciera Werner. El Capitán levantó las cejas y la sostuvo en esa posición durante unos segundos con la intención de tranquilizar Nereida. Confía. Le transmitió. La elfa respondió con un movimiento afirmativo con la cabeza.
Una oleada de arena de la playa, seguramente creada por el capitán Moorse, cayó al lugar donde las elfas y el Capitán Werner habían estado cavando. La arena ocultó la X que marcaba el tesoro y los pies de Jeannie Fawkes. La elfa no se inmutó. Tampoco lo hizo cuando vio aparecer al capitán Moorse con las manos sucias de arena y acompañado de ocho de sus mejores piratas. La recién nombrada capitana Fawkes habló con la voz de un fantasma. Nereida se tapó la boca con las dos manos para evitar soltar una risita nerviosa. El capitán Moorse debió haber hecho lo mismo que la joven elfa. La parte izquierda de su le temblaba como si estuviera sufriendo una especie de convulsión por envenenamiento.
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Los piratas alertaron el signo de debilidad por parte de su capitán. Se dirigieron sendas miradas vacilantes mientras esperaban una orden por parte del afligido capitán. ¿A qué demonio, espíritu o Dios marino habían robado? El líder de los piratas levantó la mano derecha deteniendo las preguntas que su tripulación se estaba haciendo a la vez que pedía permiso para hablar al ente que tenía en frente.
—No sé quién eres, pero no tienes derecho a hablar de esa manera. Aléjate de mi tesoro — el capitán Moorse bajó la mano que había levantado y los piratas desenvainaron sus espadas —. Has reconocido que se te fue arrebatado hace cien años. ¡No te pertenece!
El Capitán Werner guiñó un ojo a Nereida para que se coordinasen. Levantó lentamente la pinza y disparó una bala de agua. La elfa dejó que el proyectil ascendiera unos metros y, cuando éste estuvo a punto de rozar las ramas de la palmera, lo hizo estallar creando un diminuto escudo de agua en su interior. El resultado fue una violenta lluvia que descendía de ninguna parte encima de la tripulación del capitán Moorse. La furia de los mares. El demonio, espectro o Dios se había cabreado. La mitad de los piratas dejaron caer sus armas y la otra se quedó paralizada de miedo. El capitán Moorse musitó un conjuro, pero se quedó cayó antes de terminarlo al ver la reacción de sus piratas.
—¿Qué es lo que quieres mons… — monstruo era la palabra que iba a decir; se la guardó para sus adentros puesto que podría entenderse ofensiva —… criatura del mar?
Offrol: uso de la habilidad de nivel 3: Nivel 3 Cañón crustáceo (rasgo): Similar a lo que ocurre en la naturaleza (cangrejo pistolero), el Capitán Werner es capaz de almacenar agua en su tenaza y luego dispararla en forma de proyectil contundente. La habilidad resulta efectiva a corta y media distancia. .
El Capitán Werner
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