¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
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¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
No siempre Matthew iba a revisar los botines que se conseguían en base a los robos en las carreteras, pero la verdad sea dicha, pocas veces se podía encontrar a Owens haciendo las cosas que le correspondían por ser el Virrey. Él diría que era culpa de su enfermedad, producto de la maldición que lo aquejaba, pero quienes lo conocían de más tiempo podían recordar que antes de eso tampoco se destacaba por ser un hombre comprometido con su trabajo.
Por todo esto es que los comerciantes se sorprendieron cuando vieron a Matthew bajando por la colina en dirección a ellos. El Virrey vestía en esa oportunidad una hermosa camisa de un azul oscuro y unos pantalones negros con botas altas, era un contraste bastante evidente con todo el resto de los que estaban allí ¿Era una demostración de opulencia? No lo parecía, sí hubiese querido mostrar sus lujos habría elegido una ropa mucho más llamativa. No se trataba de eso pues, era más bien el demostrar que era un hombre que prestaba mucha atención a los detalles.
En medio de un descampado estaban todas las cosas que los grupos de ladrones habían logrado robar luego de varias jornadas de arduo trabajo. El sistema era bastante sencillo, funcionaban como los ladrones de caminos normales, solo que mucho mejor armados y mucho más organizados, no era lo mismo el ser un pequeño grupito de bandidos escondidos en una cueva, que ser una gran organización de saqueadores respaldados por Ciudad Lagarto.
Había un poco de todo, cofres con dinero, eso desde ya, pero además podían encontrarse prendas muy costosas, zapatos de hombre y mujer, armas, armaduras, muebles, tapetes, cuadros, etc, etc. Podía decirse que los ladrones de Ciudad Lagarto eran muy eficientes en su trabajo, al tener que satisfacer las necesidades de una comunidad entera, no podían darse el lujo de sustraer solo dinero, habían muchas necesidades como...
-Una alfombra nueva para mi habitación - Explicaba el Estafador.
-¿No te trajeron una nueva la semana pasada? - Preguntó su fiel asistente Brenda.
-Sí pero esa ya no me gusta, es decir ¿Magenta? ¿De verdad? ¿Con qué podría combinar una alfombra de ese color? -
-Con... ¿Más cosas magenta? -
-Ignoraré ese comentario por el bien de nuestra amistad, Querida Brenda -
Fueron caminando por entre medio de los muebles hermosamente tallados, las telas de alta calidad y la porcelana de lujo, mientras distintos comerciantes se acercaban al Virrey, llenos de sonrisas falsas y con comentarios halagadores en la punta de la lengua. Owens no les hacía mucho caso, estaba más interesado en evaluar los objetos que habían conseguido, a ver si alguno le servía para su local.
-Esa mesa me gusta -
-Ya tienes como cinco mesas similares -
-Pero esa no la tengo, y la quiero... - Parecía que iba a hacer un berrinche allí mismo. Brenda suspiró y le hizo señas a alguno de los muchachos para que cargara la mesa a las cosas que Matt se iba a llevar.
Casi llegando al final de la larga fila de objetos, estaban las adquisiciones que podrían ser casi igual de valiosas, dependiendo de la utilidad que pudiera dárseles. Se trataba de las personas tomadas como rehenes, una práctica no demasiado común ya que la mayoría de las personas que capturaban pasaban directamente al estado de Esclavos. El Virrey fue pasando por enfrente de sus jaulas, sin inmutarse a pesar del estado en el que se encontraran, hasta que finalmente se detuvo en uno.
-¿Un elfo? - Dijo con curiosidad - ¡Que bonito! Mira esos ojos - Sonreía de modo gatuno.
-¿Otro elfo? Ya tuviste uno, y te duró muy poco -
-¿Qué pasó con ese? Creí que se había escapado -
-Olvidaste alimentarlo y murió, en su momento te dijimos que había escapado para que no te sintieras mal - Sí es que era posible que Matt pudiera sentir tristeza.
-Ya veo... Pero no sé, este se ve diferente - Se acercó un poco más - Buenos días Hermoso Elfo ¿Podrías decirme tu nombre? -
Por todo esto es que los comerciantes se sorprendieron cuando vieron a Matthew bajando por la colina en dirección a ellos. El Virrey vestía en esa oportunidad una hermosa camisa de un azul oscuro y unos pantalones negros con botas altas, era un contraste bastante evidente con todo el resto de los que estaban allí ¿Era una demostración de opulencia? No lo parecía, sí hubiese querido mostrar sus lujos habría elegido una ropa mucho más llamativa. No se trataba de eso pues, era más bien el demostrar que era un hombre que prestaba mucha atención a los detalles.
En medio de un descampado estaban todas las cosas que los grupos de ladrones habían logrado robar luego de varias jornadas de arduo trabajo. El sistema era bastante sencillo, funcionaban como los ladrones de caminos normales, solo que mucho mejor armados y mucho más organizados, no era lo mismo el ser un pequeño grupito de bandidos escondidos en una cueva, que ser una gran organización de saqueadores respaldados por Ciudad Lagarto.
Había un poco de todo, cofres con dinero, eso desde ya, pero además podían encontrarse prendas muy costosas, zapatos de hombre y mujer, armas, armaduras, muebles, tapetes, cuadros, etc, etc. Podía decirse que los ladrones de Ciudad Lagarto eran muy eficientes en su trabajo, al tener que satisfacer las necesidades de una comunidad entera, no podían darse el lujo de sustraer solo dinero, habían muchas necesidades como...
-Una alfombra nueva para mi habitación - Explicaba el Estafador.
-¿No te trajeron una nueva la semana pasada? - Preguntó su fiel asistente Brenda.
-Sí pero esa ya no me gusta, es decir ¿Magenta? ¿De verdad? ¿Con qué podría combinar una alfombra de ese color? -
-Con... ¿Más cosas magenta? -
-Ignoraré ese comentario por el bien de nuestra amistad, Querida Brenda -
Fueron caminando por entre medio de los muebles hermosamente tallados, las telas de alta calidad y la porcelana de lujo, mientras distintos comerciantes se acercaban al Virrey, llenos de sonrisas falsas y con comentarios halagadores en la punta de la lengua. Owens no les hacía mucho caso, estaba más interesado en evaluar los objetos que habían conseguido, a ver si alguno le servía para su local.
-Esa mesa me gusta -
-Ya tienes como cinco mesas similares -
-Pero esa no la tengo, y la quiero... - Parecía que iba a hacer un berrinche allí mismo. Brenda suspiró y le hizo señas a alguno de los muchachos para que cargara la mesa a las cosas que Matt se iba a llevar.
Casi llegando al final de la larga fila de objetos, estaban las adquisiciones que podrían ser casi igual de valiosas, dependiendo de la utilidad que pudiera dárseles. Se trataba de las personas tomadas como rehenes, una práctica no demasiado común ya que la mayoría de las personas que capturaban pasaban directamente al estado de Esclavos. El Virrey fue pasando por enfrente de sus jaulas, sin inmutarse a pesar del estado en el que se encontraran, hasta que finalmente se detuvo en uno.
-¿Un elfo? - Dijo con curiosidad - ¡Que bonito! Mira esos ojos - Sonreía de modo gatuno.
-¿Otro elfo? Ya tuviste uno, y te duró muy poco -
-¿Qué pasó con ese? Creí que se había escapado -
-Olvidaste alimentarlo y murió, en su momento te dijimos que había escapado para que no te sintieras mal - Sí es que era posible que Matt pudiera sentir tristeza.
-Ya veo... Pero no sé, este se ve diferente - Se acercó un poco más - Buenos días Hermoso Elfo ¿Podrías decirme tu nombre? -
Última edición por Matthew Owens el Vie Nov 15 2019, 22:45, editado 1 vez
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Había sido un largo andar, tanto a pie como en carros, desde aquella plaza y aquella noche. Había olvidado ya cuanto tiempo había pasado; pero no lo ocurrido.
...No es que pudiese, no con sendo recordatorio.
—Ay... —me quejé en voz baja para mí mismo y la frondosidad arbórea que me rodeaba mientras me acariciaba. Una cicatriz que se dividía en varios puntos por marcas de colmillos relucía a lo largo de mi antebrazo, otorgándole una decoración... no pedida.
Al momento de recibirla no parecía que fuese a ser algo tan horrible y duradero, pero luego de la primera noche de sueño hacer el mínimo de fuerza me resultaba aterradoramente doloroso, suficiente como para impedir que siquiera se me cruzará la idea de apretar algo con esa mano, o dejar colgar algo de ella.
Allí era cuando más apreciaba ser un animador. Casi. Uno más o menos. Dejar que el golem llevase toda la carga aliviaba mucho lo de que otra manera sería una pesadilla de viaje para regresar a Lunargenta, que tampoco es que fuera el sitio más cálido de todos.
Mientras andaba por el bosque sonreía para mí mismo viendo los alrededores, y más que nada al Este. No lo tenía demasiado claro al nunca haber visitado el lugar por mi propia cuenta, pero tenía entendido que por ahí, lejos, vivían varios Bio. Y había una cárcel de máxima seguridad.
Caminar “cerca” del lugar era como una especie de chiste malo, por falsas o exageradas que fuesen las noticias. Sólo lo hacía al tener la suficiente confianza de que por las pequeñas carreretas en el lugar más la orientación que suelen tener los míos, no iba a terminar en ese lugar, de ninguna manera.
Una hora de andar después escuché un revoloteo de varias aves alzando vuelo y alejándose del lugar. Enarqué una ceja ante esto, siguiendo mi camino, ahora más en guardia. No demasiado desde entonces visualicé a la distancia un carromato clavado contra una pared y varias figuras tiradas alrededor. La más cercana, a juzgar por la posición, parecía haberse lastimado la pierna.
Me acerqué lentamente al lugar sin hacer obvia mi presencia, no siendo desconocido a la táctica del ciervo herido; aunque esto más bien era como “ciervos” por la cantidad de gente. Escondiéndome entre arbustos me agaché lentamente, procurando no tocar el suelo con mi brazo derecho por hábito. Más de cerca podía observar el total, una mujer y cuatro hombres, en los que se notaba sangrado y las manchas que habían dejado en sus ropas. De uno, incluso, podía ver unas pequeñas astillas brotando de su codo. Ver esto bastó para convencerme de que no era ninguna trampa: las aves alejándose, el carro estrellado cuyo estruendo las hizo huir, y gente claramente lastimada.
Abandoné mi escondite, trotando levemente hacia ellos. En el momento de lo que podía definir como “línea frontal de heridos” me acerqué a un hombre con una nariz prominente, con indicios de calva en su cabellera negra ya mostrándose.
—¡Señor! —terminé de llegar a él, agachándome de nuevo y empezando a tocar en donde estaba la concentración de sangre, sobre su rodilla—. ¿Está bien? ¿Están bien? —resultaban un poco estúpidas las preguntas, era como preguntar “¿qué pasó?”, con el carromato ahí estrellado. Pero no era algo que pudiese evitar.
—¡Ja, se los dije! —apuntó a la mujer que estaba recostada del árbol más cercano, quien volteó los ojos y negó con la cabeza.
—¿…Señor? —pregunté antes de bajar la mirada tras haber removido levemente la sangre con una mano, para ver…
Nada. Sin herida. Hice una mueca confusa, entrecerrando los ojos y echando ligeramente atrás la cabeza intentando hacer sentido de ello.
—Págame, Anita —añadió el hombre, abriendo y cerrando la mano.
—Te puedo es dar una patada en las pelotas, pendejo —aseveró la mujer poniéndose de pie—, no me llames “Anita”.
Al ver a la mujer ponerse de pie me alarmé al instante, alejándome un par de pasos del tipo en el suelo y notando que el par que estaban casi uno sobre el otro no estaban atendiendo sus heridas, estaban jugando cartas.
—¿Pagar? —fue lo mejor que se me ocurrió preguntar en tal situación.
—Apostamos a quien se acercaría primero el siguiente tonto de turno.
Pestañeé una única vez, inspirando lentamente, mientras aceptaba que estos eran ladrones de camino. Tan solo negué con la cabeza, viendo de lado a lado lo enumerado que estaba, y eso sin contar a los dos jugando. «Ya metiste la pata, piensa... piensa algo...»
Agarré aire y tomé mi hacha, teniendo como reacción instantánea que Anita pelase por un sable escondido entre la gama, el pendiente a patada sacando una daga del pequeño agujero en su pantalón, donde debía estar la maldita herida y un tercero sacando un hacha larga de detrás del carro. Al verlos negué rápidamente con la cabeza y la tiré frente a ellos.
—Escuchen, no tengo dinero ni nada más encima, sólo el hacha y
Repentinamente salí corriendo, habría sido una huida perfecta, excepto por un traspié producido por un intenso dolor que sentí bajo en la pierna. Al caer gruñí, volteando atrás para ver con que me habían dado, «¿Un… dardo?».
Aunque intenté levantarme deprisa, cosa considerablemente más difícil al no poder apoyar uno de mis brazos, lo encontré imposible. Primero perdí la sensación en las piernas y lentamente se extendió por el resto de mi cuerpo, adormeciéndolo. El dardo estaba envenenado.
Al escuchar un sonido seco tragué saliva y lleve la mirada lo máximo que pude a su dirección general para encontrar a una sexta persona, con un séptimo lanzándose de un árbol. El primero de ellos llevaba una cerbenata en la mano. Luche unos momentos por alzarme, esfuerzo que se volvió arrastrarme bastante rápido. Al hacer contacto con mi golem lo colé desde mi dedo por debajo de mi mano hasta debajo de mi ropa, si me apresuraba todavía podía…
Podía…
Abrí los ojos lentamente, gruñendo en voz baja antes de que golpeasen mis últimos recuerdos. Alcé rápidamente el tronco, pegándome en la frente con un techo de acero. Al notar bien mis alrededores estaba rodeado de barras de metal, cubierto por arriba con una tela púrpura que impedía ver afuera.
—¡Hey! ¡Hey! ¿¡Donde est-er —encontré evidente que estaba en una jaula—. ¿¡Donde me llevan!?
—Oye, oye, ¡shhh! ¡Calla! —dijo una voz cercana.
Tras el sonido de un par de pasos un hombre removió la tela cubriendo la jaula, la enrolló y la tiró a un lado perezosamente. Por la apariencia de los alrededores, era la parte trasera de un carro. Más preocupante que eso, no era el único, había otras jaulas más, unas tapadas, otras destapadas con varios pájaros; cofres cerrados, armas, entre las que estaba mi hacha, y zapat—¿Esos eran mis zapatos?
—¡Te voy a…! —callé mi furia al hacerme consciente del dolor en mi pierna, con un ligero sangrado dejado atrás por el dardo que, supuse, habían removido. Me puse la mano allí para empezar a sanarme lentamente, viendo de reojo y mala manera a la expresión confianzuda del tipo.
Todo esto me recordaba al asunto de los vampiros esclavistas con los que no había dado.
Opté por estar callado el resto del viaje, viendo que no había nada que pudiese hacer realmente. A cierto punto del viaje igual sentí curiosidad, y comencé a cuestionar al hombre que iba conmigo — ¿con nosotros?
Al parecer todas las aves que había visto irse lejos eran suyas, amaestradas. Las lanzaba a volar para producir la sensación de que había un depredador cerca y poder montar escenarios de alguien huyendo de uno o de choques, como hicieron conmigo, y más. ¿La sangre? No exactamente falsa, simplemente regaban la de cualquier animal para pretensiones, y todos menos uno de los varios grupos se escondían para montar emboscadas.
Casi me hizo sentir mejor sobre haber sido engañado, viendo toda su maldita preparación.
—…Ciudad Lagarto —repetí luego de que el hombre respondiese a dónde íbamos, el nombre me sonaba; pero no podía poner mi cabeza de donde. ¿Era una ciudad de hombres lagarto?
Eventualmente el carro se detuvo y empezaron a bajar las cosas, una por una, finalizando con las jaulas. Afuera del carro era un llano, donde no sólo había toda la basura que se había cargado en el carromato en el que iba, sino mucha… mucha más. No eran esclavistas y ya. Algo mucho peor, al parecer.
—Recuerda, ¡bonito y gordito! Dentro de poco vendrá el jefe.
—Oh sí, muero por conocerlo —dije en un tono algo amargo, viendo mis alrededores mientras planificaba mi escape.
Minutos después, no se me había ocurrido nada. Tan solo fue observar más todo lo que había acumulado en el lugar y como algunas personas iban juntándolo todo por categoría, muebles con muebles, armas con armas…
Finalmente pareció que había llegado alguien, revelado por como un par de sujetos al frente parecieron relamerse los labios como quien está listo para mentir con todas las ganas del mundo.
Pegué la cara a los barrotes para verlo, por el ángulo fue imposible notar demasiado más allá de unos pantalones negros y botas azules. Hasta que el dueño de esas prendas estuvo al frente.
Deje correr su primera pregunta. Esa particular sonrisa gatuna que casi te ponía ronroneos en los oídos bloqueó el resto del intercambio que se dio entre él y su acompañante. Cuando preguntó por mi nombre se detuvo mi esfuerzo de buscarlo en mi memoria, como un leve corto-circuito que me puso en automático, llevándome a responderle:
—Me llamo Anders.
Le vi la cara unos segundos, era… oh Dioses. Me lleve la mano izquierda al pelo, empujándolo levemente atrás. «Es… ¿Es el caballero de…?» sacudí la cabeza para centrarme en el ahora.
—¿Y ustedes son…? —empecé, intercambiando mi mirada entre ellos—. ¿Qué es esto? ¿Qué van a…? —me detuve en cuanto el pensamiento me produjo angustia. Exactamente, ¿qué iba a sucederme ahora?
Vi hacia la mujer primero y después clavé mis ojos en los grises de aquel hombre. En cierto modo, resultaban tan intimidantes como llamativos. Más intimidantes, por eso de que estaba en una jaula.
Pasados pocos segundos de contacto visual comenzó a darme pena, tenía la horrible impresión de que podía leer mis pensamientos… de tener un chiste, lo hubiese pensado para ver si se reía.
...No es que pudiese, no con sendo recordatorio.
—Ay... —me quejé en voz baja para mí mismo y la frondosidad arbórea que me rodeaba mientras me acariciaba. Una cicatriz que se dividía en varios puntos por marcas de colmillos relucía a lo largo de mi antebrazo, otorgándole una decoración... no pedida.
Al momento de recibirla no parecía que fuese a ser algo tan horrible y duradero, pero luego de la primera noche de sueño hacer el mínimo de fuerza me resultaba aterradoramente doloroso, suficiente como para impedir que siquiera se me cruzará la idea de apretar algo con esa mano, o dejar colgar algo de ella.
Allí era cuando más apreciaba ser un animador. Casi. Uno más o menos. Dejar que el golem llevase toda la carga aliviaba mucho lo de que otra manera sería una pesadilla de viaje para regresar a Lunargenta, que tampoco es que fuera el sitio más cálido de todos.
Mientras andaba por el bosque sonreía para mí mismo viendo los alrededores, y más que nada al Este. No lo tenía demasiado claro al nunca haber visitado el lugar por mi propia cuenta, pero tenía entendido que por ahí, lejos, vivían varios Bio. Y había una cárcel de máxima seguridad.
Caminar “cerca” del lugar era como una especie de chiste malo, por falsas o exageradas que fuesen las noticias. Sólo lo hacía al tener la suficiente confianza de que por las pequeñas carreretas en el lugar más la orientación que suelen tener los míos, no iba a terminar en ese lugar, de ninguna manera.
Una hora de andar después escuché un revoloteo de varias aves alzando vuelo y alejándose del lugar. Enarqué una ceja ante esto, siguiendo mi camino, ahora más en guardia. No demasiado desde entonces visualicé a la distancia un carromato clavado contra una pared y varias figuras tiradas alrededor. La más cercana, a juzgar por la posición, parecía haberse lastimado la pierna.
Me acerqué lentamente al lugar sin hacer obvia mi presencia, no siendo desconocido a la táctica del ciervo herido; aunque esto más bien era como “ciervos” por la cantidad de gente. Escondiéndome entre arbustos me agaché lentamente, procurando no tocar el suelo con mi brazo derecho por hábito. Más de cerca podía observar el total, una mujer y cuatro hombres, en los que se notaba sangrado y las manchas que habían dejado en sus ropas. De uno, incluso, podía ver unas pequeñas astillas brotando de su codo. Ver esto bastó para convencerme de que no era ninguna trampa: las aves alejándose, el carro estrellado cuyo estruendo las hizo huir, y gente claramente lastimada.
Abandoné mi escondite, trotando levemente hacia ellos. En el momento de lo que podía definir como “línea frontal de heridos” me acerqué a un hombre con una nariz prominente, con indicios de calva en su cabellera negra ya mostrándose.
—¡Señor! —terminé de llegar a él, agachándome de nuevo y empezando a tocar en donde estaba la concentración de sangre, sobre su rodilla—. ¿Está bien? ¿Están bien? —resultaban un poco estúpidas las preguntas, era como preguntar “¿qué pasó?”, con el carromato ahí estrellado. Pero no era algo que pudiese evitar.
—¡Ja, se los dije! —apuntó a la mujer que estaba recostada del árbol más cercano, quien volteó los ojos y negó con la cabeza.
—¿…Señor? —pregunté antes de bajar la mirada tras haber removido levemente la sangre con una mano, para ver…
Nada. Sin herida. Hice una mueca confusa, entrecerrando los ojos y echando ligeramente atrás la cabeza intentando hacer sentido de ello.
—Págame, Anita —añadió el hombre, abriendo y cerrando la mano.
—Te puedo es dar una patada en las pelotas, pendejo —aseveró la mujer poniéndose de pie—, no me llames “Anita”.
Al ver a la mujer ponerse de pie me alarmé al instante, alejándome un par de pasos del tipo en el suelo y notando que el par que estaban casi uno sobre el otro no estaban atendiendo sus heridas, estaban jugando cartas.
—¿Pagar? —fue lo mejor que se me ocurrió preguntar en tal situación.
—Apostamos a quien se acercaría primero el siguiente tonto de turno.
Pestañeé una única vez, inspirando lentamente, mientras aceptaba que estos eran ladrones de camino. Tan solo negué con la cabeza, viendo de lado a lado lo enumerado que estaba, y eso sin contar a los dos jugando. «Ya metiste la pata, piensa... piensa algo...»
Agarré aire y tomé mi hacha, teniendo como reacción instantánea que Anita pelase por un sable escondido entre la gama, el pendiente a patada sacando una daga del pequeño agujero en su pantalón, donde debía estar la maldita herida y un tercero sacando un hacha larga de detrás del carro. Al verlos negué rápidamente con la cabeza y la tiré frente a ellos.
—Escuchen, no tengo dinero ni nada más encima, sólo el hacha y
Repentinamente salí corriendo, habría sido una huida perfecta, excepto por un traspié producido por un intenso dolor que sentí bajo en la pierna. Al caer gruñí, volteando atrás para ver con que me habían dado, «¿Un… dardo?».
Aunque intenté levantarme deprisa, cosa considerablemente más difícil al no poder apoyar uno de mis brazos, lo encontré imposible. Primero perdí la sensación en las piernas y lentamente se extendió por el resto de mi cuerpo, adormeciéndolo. El dardo estaba envenenado.
Al escuchar un sonido seco tragué saliva y lleve la mirada lo máximo que pude a su dirección general para encontrar a una sexta persona, con un séptimo lanzándose de un árbol. El primero de ellos llevaba una cerbenata en la mano. Luche unos momentos por alzarme, esfuerzo que se volvió arrastrarme bastante rápido. Al hacer contacto con mi golem lo colé desde mi dedo por debajo de mi mano hasta debajo de mi ropa, si me apresuraba todavía podía…
Podía…
[…]
Abrí los ojos lentamente, gruñendo en voz baja antes de que golpeasen mis últimos recuerdos. Alcé rápidamente el tronco, pegándome en la frente con un techo de acero. Al notar bien mis alrededores estaba rodeado de barras de metal, cubierto por arriba con una tela púrpura que impedía ver afuera.
—¡Hey! ¡Hey! ¿¡Donde est-er —encontré evidente que estaba en una jaula—. ¿¡Donde me llevan!?
—Oye, oye, ¡shhh! ¡Calla! —dijo una voz cercana.
Tras el sonido de un par de pasos un hombre removió la tela cubriendo la jaula, la enrolló y la tiró a un lado perezosamente. Por la apariencia de los alrededores, era la parte trasera de un carro. Más preocupante que eso, no era el único, había otras jaulas más, unas tapadas, otras destapadas con varios pájaros; cofres cerrados, armas, entre las que estaba mi hacha, y zapat—¿Esos eran mis zapatos?
—¡Te voy a…! —callé mi furia al hacerme consciente del dolor en mi pierna, con un ligero sangrado dejado atrás por el dardo que, supuse, habían removido. Me puse la mano allí para empezar a sanarme lentamente, viendo de reojo y mala manera a la expresión confianzuda del tipo.
Todo esto me recordaba al asunto de los vampiros esclavistas con los que no había dado.
Opté por estar callado el resto del viaje, viendo que no había nada que pudiese hacer realmente. A cierto punto del viaje igual sentí curiosidad, y comencé a cuestionar al hombre que iba conmigo — ¿con nosotros?
Al parecer todas las aves que había visto irse lejos eran suyas, amaestradas. Las lanzaba a volar para producir la sensación de que había un depredador cerca y poder montar escenarios de alguien huyendo de uno o de choques, como hicieron conmigo, y más. ¿La sangre? No exactamente falsa, simplemente regaban la de cualquier animal para pretensiones, y todos menos uno de los varios grupos se escondían para montar emboscadas.
Casi me hizo sentir mejor sobre haber sido engañado, viendo toda su maldita preparación.
—…Ciudad Lagarto —repetí luego de que el hombre respondiese a dónde íbamos, el nombre me sonaba; pero no podía poner mi cabeza de donde. ¿Era una ciudad de hombres lagarto?
Eventualmente el carro se detuvo y empezaron a bajar las cosas, una por una, finalizando con las jaulas. Afuera del carro era un llano, donde no sólo había toda la basura que se había cargado en el carromato en el que iba, sino mucha… mucha más. No eran esclavistas y ya. Algo mucho peor, al parecer.
—Recuerda, ¡bonito y gordito! Dentro de poco vendrá el jefe.
—Oh sí, muero por conocerlo —dije en un tono algo amargo, viendo mis alrededores mientras planificaba mi escape.
Minutos después, no se me había ocurrido nada. Tan solo fue observar más todo lo que había acumulado en el lugar y como algunas personas iban juntándolo todo por categoría, muebles con muebles, armas con armas…
Finalmente pareció que había llegado alguien, revelado por como un par de sujetos al frente parecieron relamerse los labios como quien está listo para mentir con todas las ganas del mundo.
Pegué la cara a los barrotes para verlo, por el ángulo fue imposible notar demasiado más allá de unos pantalones negros y botas azules. Hasta que el dueño de esas prendas estuvo al frente.
Deje correr su primera pregunta. Esa particular sonrisa gatuna que casi te ponía ronroneos en los oídos bloqueó el resto del intercambio que se dio entre él y su acompañante. Cuando preguntó por mi nombre se detuvo mi esfuerzo de buscarlo en mi memoria, como un leve corto-circuito que me puso en automático, llevándome a responderle:
—Me llamo Anders.
Le vi la cara unos segundos, era… oh Dioses. Me lleve la mano izquierda al pelo, empujándolo levemente atrás. «Es… ¿Es el caballero de…?» sacudí la cabeza para centrarme en el ahora.
—¿Y ustedes son…? —empecé, intercambiando mi mirada entre ellos—. ¿Qué es esto? ¿Qué van a…? —me detuve en cuanto el pensamiento me produjo angustia. Exactamente, ¿qué iba a sucederme ahora?
Vi hacia la mujer primero y después clavé mis ojos en los grises de aquel hombre. En cierto modo, resultaban tan intimidantes como llamativos. Más intimidantes, por eso de que estaba en una jaula.
Pasados pocos segundos de contacto visual comenzó a darme pena, tenía la horrible impresión de que podía leer mis pensamientos… de tener un chiste, lo hubiese pensado para ver si se reía.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
-¡Anders! Pero sí hasta su nombre es bello - Mantenía las manos entrelazadas en la espalda, y si bien estaba cerca, no tanto como para que el elfo pudiera intentar algo. Toda la fachada de aparente descuido escondía en realidad que cada uno de sus movimientos eran realizados con mucha desconfianza - Me alegra ver que siguieron mi recomendación de no cortarles la lengua. Luego era un problema saber quienes eran los prisioneros y a quien debíamos dirigir las cartas para el rescate -
-Algunos se quejan demasiado... - Se excusó uno de los bandidos.
-Ya, eso puedo imaginarlo, pero hay formas más sutiles de hacer que la gente se calle, sí dañan el producto baja su valor - Mientras hablaba seguía mirando a Anders, se detuvo un segundo en las manchas de sangre - Dime Anders ¿Sabes cómo terminaste aquí? - Quería verificar si el tranquilizante que solían usar para capturarlo no hubiese causado algún tipo de daño a su mente.
-Cálmate, no servirá de nada que te pongas nervioso - Dijo la enana mirándolo por arriba de un cuadernillo donde iba anotando datos sobre el elfo - Mi nombre es Brenda y este sujeto que tienes enfrente es lo más cercano a una autoridad que encontrarás en está Ciudad - Suspiró - Te presento al único e inigualable Virrey de Ciudad Lagarto: Matthew Owens - El discurso parecía hecho para decirlo con alegría y entusiasmo, pero la mujer lo dijo en un tono monótono y un poco avergonzado.
-Tienes que seguir practicando, aun no suena nada bien -
-Me niego a decir algo tan ridículo con verdadero entusiasmo - Levantó una ceja.
-Pues, sí ya vas a decirlo de todos modos, no veo porque no puedes agregarle la entonación adecuada - Hizo un gesto para que uno de los guardias se acercara - Saquenlo de la jaula, quiero revisarlo de más cerca -
-Sí Señor -
Sacaron al elfo de su encierro, pero en cuanto estuvo fuera le ataron las manos con fuerza en la espalda, no iban a ser tan tontos de permitir que un prisionero estuviera frente al Virrey con las manos libres. Matthew se acercó un poco más, pasó una mano por su pelo en busca de piojos, revisó las partes privadas del elfo para asegurarse de que no lo hubieran capado, le tocó las orejas, luego lo agarró del mentón y le levantó los labios para confirmar si tenía todos los dientes.
-Parece estar en buen estado - Le acarició la mejilla con cariño - Dime cielo ¿De donde vienes? ¿Qué hacías caminando solo?¿Cómo te hiciste estas marcas? Me resultan familiares - Owens levantó la manga de su camisa y le mostró la cicatriz que él mismo llevaba en el brazo de cuando Sena lo mordió.
-Quizás estuvo en los alrededores de Sacrestic Ville - Brenda conocía la historia de la cicatriz y por eso pudo llegar a esa conclusión.
-Dime Anders ¿Cual es tu historia? Sí me convences de que tienes algún valor no terminaras junto con los demás esclavos - Lo miró de arriba a abajo y sonrió - Sería un desperdicio -
-Algunos se quejan demasiado... - Se excusó uno de los bandidos.
-Ya, eso puedo imaginarlo, pero hay formas más sutiles de hacer que la gente se calle, sí dañan el producto baja su valor - Mientras hablaba seguía mirando a Anders, se detuvo un segundo en las manchas de sangre - Dime Anders ¿Sabes cómo terminaste aquí? - Quería verificar si el tranquilizante que solían usar para capturarlo no hubiese causado algún tipo de daño a su mente.
-Cálmate, no servirá de nada que te pongas nervioso - Dijo la enana mirándolo por arriba de un cuadernillo donde iba anotando datos sobre el elfo - Mi nombre es Brenda y este sujeto que tienes enfrente es lo más cercano a una autoridad que encontrarás en está Ciudad - Suspiró - Te presento al único e inigualable Virrey de Ciudad Lagarto: Matthew Owens - El discurso parecía hecho para decirlo con alegría y entusiasmo, pero la mujer lo dijo en un tono monótono y un poco avergonzado.
-Tienes que seguir practicando, aun no suena nada bien -
-Me niego a decir algo tan ridículo con verdadero entusiasmo - Levantó una ceja.
-Pues, sí ya vas a decirlo de todos modos, no veo porque no puedes agregarle la entonación adecuada - Hizo un gesto para que uno de los guardias se acercara - Saquenlo de la jaula, quiero revisarlo de más cerca -
-Sí Señor -
Sacaron al elfo de su encierro, pero en cuanto estuvo fuera le ataron las manos con fuerza en la espalda, no iban a ser tan tontos de permitir que un prisionero estuviera frente al Virrey con las manos libres. Matthew se acercó un poco más, pasó una mano por su pelo en busca de piojos, revisó las partes privadas del elfo para asegurarse de que no lo hubieran capado, le tocó las orejas, luego lo agarró del mentón y le levantó los labios para confirmar si tenía todos los dientes.
-Parece estar en buen estado - Le acarició la mejilla con cariño - Dime cielo ¿De donde vienes? ¿Qué hacías caminando solo?¿Cómo te hiciste estas marcas? Me resultan familiares - Owens levantó la manga de su camisa y le mostró la cicatriz que él mismo llevaba en el brazo de cuando Sena lo mordió.
-Quizás estuvo en los alrededores de Sacrestic Ville - Brenda conocía la historia de la cicatriz y por eso pudo llegar a esa conclusión.
-Dime Anders ¿Cual es tu historia? Sí me convences de que tienes algún valor no terminaras junto con los demás esclavos - Lo miró de arriba a abajo y sonrió - Sería un desperdicio -
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Volví la mirada del suelo al hombre en cuanto repitió mi nombre. Fuera de todo lo demás que me estaba pasando, empezaba a resultarme preocupante no detectar sarcasmos o ironías en los comentarios del moreno, como si todo lo que estuviera saliendo de su boca fuese verdad, por risible o inapropiado que fuera.
«Es deprimente que esto sea el mayor número de halagos que he recibido de un extraño» pensé en un suspiro, viéndome una mano con dos dedos estirados. Al comentario de las lenguas corrieron gotas de sudor frío por mi espalda, rápidamente vi los alrededores, intentando ser tan disimulado como pudiese en ello.
No había nada de arcilla... intenté animarme pensando que aunque la hubiese, no me servía de nada si no la tocaba directamente porque nunca había logrado animar bien. Una pésima idea intentar animarme con tal pensamiento.
—¿Por idiota, supongo? —respondí con media sonrisa, moviendo levemente la cabeza al hacerlo—. Un... una de esas cosas que usan los alquimistas, para dormir gente —añadí más seriamente, moviendo la mano inseguro de como referirme a lo que habían usado en mí. «...Aquí», volví a ver los alrededores, si podía confiar en las palabras del hombre, estaba en Ciudad Lagarto. Pero te cubrían en la jaula con un pañuelo para que ni vieras el camino.
Así que sabía dónde estaba, sin saberlo. Justo lo que necesitaba para mejorar mi día.
—¿Quiénes s—iba a repetirme con un tono ligeramente más molesto al no poder controlar mucho más mis emociones, pero la mujer se adelantó en su respuesta. Alcé las cejas poco impresionado ante la presentación del Virrey, más por el tono que por otra cosa—. Owens… —murmuré por lo bajo mientras tenían uno de sus… intercambios, no parecía que el hombre tuviese demasiado respeto para ser un virrey.
Luego de contemplarlo unos segundos, me iba a atrever a hablar. El momento se ahogó al sincronizarse con la orden del hombre, pidiendo que me sacaran de la jaula. Mientras tenía las manos en la espalda, y su asistente… ¿No parecía una amenaza? Aunque si quería ser negativo, podía suponer que era una bruja y me iban a tirar un tornado de fuego encima.
Sabía—por oírlo, no por experiencia—que una vez atrapado si me quedaba así sería cuestión de tiempo para morir. Debía escaparme ahora; aunque tuviese en contra que fácilmente eran unos diez más que yo, eso sólo los que estaban a vista, y que no tenía la más mínima idea de a donde era buena idea correr en un maldito llano cuando todo el alrededor lucía igual y no había por donde esconderse.
Eso me hacía preguntarme si la decisión de ponerme a mí y otros enjaulados en medio de uno era una planeada por justamente eso. Tantos delincuentes de mi nivel que había en el mundo, y a mí me tenían que tocar estos.
—Vamos, come-árboles, sal —dijo, sosteniendo la puerta de la jaula abierta.
Empecé a moverme fuera de la misma, algo más lento de lo que quería al no poder coordinar muy bien mi cuerpo cuando estaba pensando cómo me salvaba de esta. ¿Hablando? Sí, claro. No iba a funcionar. ¿Sólo correr? En una llanura, sin nada… que regalo más precioso para cualquier arquero, y tenían que tener uno. Disponían de caballos también, no iba a ganarle a un animal.
Mientras salía y terminaba de erguirme, porque la jaula no es que fuese precisamente una acomodada a mi tamaño, otros dos hombres se acercaban con una soga en mano. Consideré saltarle encima al Virrey… pero… Virrey… atentar contra uno en cualquier manera sonaba como sólo adelantar una sentencia de muerte temprana.
Seguí el juego de los hombres colocando las manos en la espalda cuando uno me indicó que lo hiciera.
En cuanto sentí la soga rozarme la piel y dar el primer giro tragué saliva, empecé a mover las muñecas levemente para aflojar y hacer que la cuerda se moviera y entorpeciera su trabajo, alentándolo para comprarme tiempo mientras veía de reojo como varios hombres se alejaban cargando cosas, posiblemente las otras selecciones del Virrey. Al verlos alejarse lo que consideré “suficiente” y sabiendo que sobraba bastante soga…
Salté sobre el que estaba intentando hacer el nudo, usando más el peso de mi cuerpo que otra cosa para empujarlo y usarlo de pivote para girar y quedarle atrás, alzando las muñecas y amarrándole la soga al cuello para apretarlo y empezar a ahogarlo. El otro par desenvainaron armas y apuntaron, flanqueándome.
—¡Suéltenme! O… o mato a este hombre, ¡hablo en serio! —amenacé, haciendo presión y apretando los dientes… más porque apretar la soga con mis muñecas me producía dolor en el brazo que por otra cosa, no iba a tolerarlo mucho tiempo.
Al ver al par de hombres reírse, no reírse, carcajearse, como si hubiese contado el mejor puto chiste del mundo; enarqué una ceja, manteniendo mi expresión enojada.
—No nos importa un tipo más, tipo menos.
—Ni me sé su nombre.
—¡Te lo acabo de decir, hijo de puta! —gritó con sus manos en la soga, intentando jalarla fuera.
—¿María?
—¡MARON! ¡SOY HOMBRE!
El otro par volvieron a reírse, haciendo caso omiso de mi amenazaba mientras avanzaban para hacerme retroceder. Cuando escuché un click y algo frío alrededor de los tobillos levanté los ojos, como quejándome a los dioses que sabía que me odiaban, y baje la mirada, viendo a un escabullido atrás con grilletes de tobillos. En mis tobillos.
—Recién robados —dijo con una sonrisa molesta…o quizá era yo, pocas sonrisas me iban a parecer otra cosa en ese momento. Tuve que soltar al tipo que había agarrado, quien no me golpeó al parecer por la norma de “lastimar el producto” del Virrey, no porque no tuviese ganas.
Con las piernas amarradas tampoco iba a poder correr. Sin piernas, sin un brazo, sin magia.
Caminé hacia el hombre cuando me terminaron de atar las manos a la espalda, momentos en que intenté ocultar el dolor que producía la fuerte atadura ante una expresión seca. Énfasis en “intenté”.
En cuanto el Virrey se acercó más por reflejo di un pequeño paso atrás, pensando que ahora sería víctima de una de esas palizas “aprenderás a comportarte”.
Fue algo peor.
—¿Qué… qué haces? —pregunté confuso al sentir como me corría la mano por el pelo delicadamente y veía con cuidado, como si buscase algo. Al ver como bajo las manos para toquetearme el cuerpo enarqué una ceja, viéndolo bajar más y tocar mis pantalones, que, ahora que notaba, habían desprovisto de mi cinturón. «No se atrev—»—. ¡Hey, hey! —me alejé apenado al sentir el toqueteo, ¿qué utilidad tenía eso?
La reacción más violenta que tuve a la inspección fue cuando llevo sus manos a mis orejas, alejando la cabeza algo violentamente de él. Mi expresión pasó bastante rápido de enojo a pura confusión cuanto me levantó el labio, contando dientes.
¿Eran esclavistas de verdad? ¿Era la privacidad y los dientes de alguien importantes?
…
Desvié la mirada a los lados, temiéndome por unos segundos que quizá usaban eso como ingrediente para pociones alquímicas o alguna locura. No quería saber cómo se sentía que te arrancaran diente por diente.
—Me dirigía a Lunargenta, estaba ex—su serie de preguntas me atropellaban un poco, parecía que incluso podía hablar rápido sin que se le enredara la lengua. Vi con atención su herida, dando un pequeñísimo respingo al escuchar ‘Sacrestic’.
Era como si hubiese quedado maldito desde la segunda vez que visité el lugar. Un poco menos dramático que si hubiese sido la primera; pero igual de maldecido.
—Me mordió un hombre cocodrilo en una pelea —me limité a explicar en un tono algo bajo y con pocos ánimos. Cuando me cuestionó sobre mi valor inhale suavemente, viéndolo mirarme como quien checa mercancía. Le sonreí de vuelta con algo de ironía al escuchar desperdicio, pensando que si no estuviese a puno de comprarme, y... y si no estuviese hablando, en general, parecía alguien que pudiese agradarme, así fuese sólo por la agradable sonrisa.
Baje la mirada viendo de reojo a otras jaulas. No estaba deseoso de saber que hacían con los esclavos, y menos si envolvía literal y figurativamente tocarles las pelotas.
Familia para pagar rescates, no tenía... ¿Amigos? Supongo... ¿Eltrant quizá? Para ser un hombre tan fuerte, no parecía un sujeto adinerado a juzgar por el estado de su herrería. Mis capacidades combativas y mentales dejaban mucho que desear, claramente, viendo en donde estaba y que no me podía salir, así que no daba ni para guardaespaldas.
Suspiré pesadamente, frunciendo el ceño.
—Soy… ¿carpintero? —levanté la mirada, buscando que se supone que podía ofrecer de utilidad—. Podría construir carros, o arreglarlos… —eso era mentira, por la mayor parte—. Soy un se… elfo. Cura, blahblahblah, quitarte esas cicatrices, o-o algo. Err… err… no… no sé —di otro suspiro rendido—, escucha, no te van a pagar por mí, solo… solo dame un veneno o algo, me detestan en Sacrestic y en Isla Tortuga, y no me extrañaría si en todo el Archipiélago Illidense... y... en parte de Sandorai —terminé, bajando la voz a eso último y sonando particularmente estresado de ese punto, como si el resto fuese menos grave.
«Es deprimente que esto sea el mayor número de halagos que he recibido de un extraño» pensé en un suspiro, viéndome una mano con dos dedos estirados. Al comentario de las lenguas corrieron gotas de sudor frío por mi espalda, rápidamente vi los alrededores, intentando ser tan disimulado como pudiese en ello.
No había nada de arcilla... intenté animarme pensando que aunque la hubiese, no me servía de nada si no la tocaba directamente porque nunca había logrado animar bien. Una pésima idea intentar animarme con tal pensamiento.
—¿Por idiota, supongo? —respondí con media sonrisa, moviendo levemente la cabeza al hacerlo—. Un... una de esas cosas que usan los alquimistas, para dormir gente —añadí más seriamente, moviendo la mano inseguro de como referirme a lo que habían usado en mí. «...Aquí», volví a ver los alrededores, si podía confiar en las palabras del hombre, estaba en Ciudad Lagarto. Pero te cubrían en la jaula con un pañuelo para que ni vieras el camino.
Así que sabía dónde estaba, sin saberlo. Justo lo que necesitaba para mejorar mi día.
—¿Quiénes s—iba a repetirme con un tono ligeramente más molesto al no poder controlar mucho más mis emociones, pero la mujer se adelantó en su respuesta. Alcé las cejas poco impresionado ante la presentación del Virrey, más por el tono que por otra cosa—. Owens… —murmuré por lo bajo mientras tenían uno de sus… intercambios, no parecía que el hombre tuviese demasiado respeto para ser un virrey.
Luego de contemplarlo unos segundos, me iba a atrever a hablar. El momento se ahogó al sincronizarse con la orden del hombre, pidiendo que me sacaran de la jaula. Mientras tenía las manos en la espalda, y su asistente… ¿No parecía una amenaza? Aunque si quería ser negativo, podía suponer que era una bruja y me iban a tirar un tornado de fuego encima.
Sabía—por oírlo, no por experiencia—que una vez atrapado si me quedaba así sería cuestión de tiempo para morir. Debía escaparme ahora; aunque tuviese en contra que fácilmente eran unos diez más que yo, eso sólo los que estaban a vista, y que no tenía la más mínima idea de a donde era buena idea correr en un maldito llano cuando todo el alrededor lucía igual y no había por donde esconderse.
Eso me hacía preguntarme si la decisión de ponerme a mí y otros enjaulados en medio de uno era una planeada por justamente eso. Tantos delincuentes de mi nivel que había en el mundo, y a mí me tenían que tocar estos.
—Vamos, come-árboles, sal —dijo, sosteniendo la puerta de la jaula abierta.
Empecé a moverme fuera de la misma, algo más lento de lo que quería al no poder coordinar muy bien mi cuerpo cuando estaba pensando cómo me salvaba de esta. ¿Hablando? Sí, claro. No iba a funcionar. ¿Sólo correr? En una llanura, sin nada… que regalo más precioso para cualquier arquero, y tenían que tener uno. Disponían de caballos también, no iba a ganarle a un animal.
Mientras salía y terminaba de erguirme, porque la jaula no es que fuese precisamente una acomodada a mi tamaño, otros dos hombres se acercaban con una soga en mano. Consideré saltarle encima al Virrey… pero… Virrey… atentar contra uno en cualquier manera sonaba como sólo adelantar una sentencia de muerte temprana.
Seguí el juego de los hombres colocando las manos en la espalda cuando uno me indicó que lo hiciera.
En cuanto sentí la soga rozarme la piel y dar el primer giro tragué saliva, empecé a mover las muñecas levemente para aflojar y hacer que la cuerda se moviera y entorpeciera su trabajo, alentándolo para comprarme tiempo mientras veía de reojo como varios hombres se alejaban cargando cosas, posiblemente las otras selecciones del Virrey. Al verlos alejarse lo que consideré “suficiente” y sabiendo que sobraba bastante soga…
Salté sobre el que estaba intentando hacer el nudo, usando más el peso de mi cuerpo que otra cosa para empujarlo y usarlo de pivote para girar y quedarle atrás, alzando las muñecas y amarrándole la soga al cuello para apretarlo y empezar a ahogarlo. El otro par desenvainaron armas y apuntaron, flanqueándome.
—¡Suéltenme! O… o mato a este hombre, ¡hablo en serio! —amenacé, haciendo presión y apretando los dientes… más porque apretar la soga con mis muñecas me producía dolor en el brazo que por otra cosa, no iba a tolerarlo mucho tiempo.
Al ver al par de hombres reírse, no reírse, carcajearse, como si hubiese contado el mejor puto chiste del mundo; enarqué una ceja, manteniendo mi expresión enojada.
—No nos importa un tipo más, tipo menos.
—Ni me sé su nombre.
—¡Te lo acabo de decir, hijo de puta! —gritó con sus manos en la soga, intentando jalarla fuera.
—¿María?
—¡MARON! ¡SOY HOMBRE!
El otro par volvieron a reírse, haciendo caso omiso de mi amenazaba mientras avanzaban para hacerme retroceder. Cuando escuché un click y algo frío alrededor de los tobillos levanté los ojos, como quejándome a los dioses que sabía que me odiaban, y baje la mirada, viendo a un escabullido atrás con grilletes de tobillos. En mis tobillos.
—Recién robados —dijo con una sonrisa molesta…o quizá era yo, pocas sonrisas me iban a parecer otra cosa en ese momento. Tuve que soltar al tipo que había agarrado, quien no me golpeó al parecer por la norma de “lastimar el producto” del Virrey, no porque no tuviese ganas.
Con las piernas amarradas tampoco iba a poder correr. Sin piernas, sin un brazo, sin magia.
Caminé hacia el hombre cuando me terminaron de atar las manos a la espalda, momentos en que intenté ocultar el dolor que producía la fuerte atadura ante una expresión seca. Énfasis en “intenté”.
En cuanto el Virrey se acercó más por reflejo di un pequeño paso atrás, pensando que ahora sería víctima de una de esas palizas “aprenderás a comportarte”.
Fue algo peor.
—¿Qué… qué haces? —pregunté confuso al sentir como me corría la mano por el pelo delicadamente y veía con cuidado, como si buscase algo. Al ver como bajo las manos para toquetearme el cuerpo enarqué una ceja, viéndolo bajar más y tocar mis pantalones, que, ahora que notaba, habían desprovisto de mi cinturón. «No se atrev—»—. ¡Hey, hey! —me alejé apenado al sentir el toqueteo, ¿qué utilidad tenía eso?
La reacción más violenta que tuve a la inspección fue cuando llevo sus manos a mis orejas, alejando la cabeza algo violentamente de él. Mi expresión pasó bastante rápido de enojo a pura confusión cuanto me levantó el labio, contando dientes.
¿Eran esclavistas de verdad? ¿Era la privacidad y los dientes de alguien importantes?
…
Desvié la mirada a los lados, temiéndome por unos segundos que quizá usaban eso como ingrediente para pociones alquímicas o alguna locura. No quería saber cómo se sentía que te arrancaran diente por diente.
—Me dirigía a Lunargenta, estaba ex—su serie de preguntas me atropellaban un poco, parecía que incluso podía hablar rápido sin que se le enredara la lengua. Vi con atención su herida, dando un pequeñísimo respingo al escuchar ‘Sacrestic’.
Era como si hubiese quedado maldito desde la segunda vez que visité el lugar. Un poco menos dramático que si hubiese sido la primera; pero igual de maldecido.
—Me mordió un hombre cocodrilo en una pelea —me limité a explicar en un tono algo bajo y con pocos ánimos. Cuando me cuestionó sobre mi valor inhale suavemente, viéndolo mirarme como quien checa mercancía. Le sonreí de vuelta con algo de ironía al escuchar desperdicio, pensando que si no estuviese a puno de comprarme, y... y si no estuviese hablando, en general, parecía alguien que pudiese agradarme, así fuese sólo por la agradable sonrisa.
Baje la mirada viendo de reojo a otras jaulas. No estaba deseoso de saber que hacían con los esclavos, y menos si envolvía literal y figurativamente tocarles las pelotas.
Familia para pagar rescates, no tenía... ¿Amigos? Supongo... ¿Eltrant quizá? Para ser un hombre tan fuerte, no parecía un sujeto adinerado a juzgar por el estado de su herrería. Mis capacidades combativas y mentales dejaban mucho que desear, claramente, viendo en donde estaba y que no me podía salir, así que no daba ni para guardaespaldas.
Suspiré pesadamente, frunciendo el ceño.
—Soy… ¿carpintero? —levanté la mirada, buscando que se supone que podía ofrecer de utilidad—. Podría construir carros, o arreglarlos… —eso era mentira, por la mayor parte—. Soy un se… elfo. Cura, blahblahblah, quitarte esas cicatrices, o-o algo. Err… err… no… no sé —di otro suspiro rendido—, escucha, no te van a pagar por mí, solo… solo dame un veneno o algo, me detestan en Sacrestic y en Isla Tortuga, y no me extrañaría si en todo el Archipiélago Illidense... y... en parte de Sandorai —terminé, bajando la voz a eso último y sonando particularmente estresado de ese punto, como si el resto fuese menos grave.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
-¿Por idiota, supongo?-
La sinceridad del elfo hizo que Matthew dejara escapar una carcajada, el Estafador disfrutaba mucho de las personas que hablaban de forma directa. Las conclusiones preliminares eran que el tal Anders estaba bien, un poco sucio tal vez, pero por lo demás no tenía heridas de gravedad, ni algún tipo de disfunción. Todos estos datos iban cerrando números en la mente de Owens, y por suerte para el elfo, los resultados eran positivos.
“Hay que admitir que no le falta espíritu de pelea” pensó el Virrey mientras miraba cómo intentaba tomar un prisionero. Probablemente eso habría funcionado en la mayoría de las regiones de Aerandir, pero no en Ciudad Lagarto, un antro repleto de puros egoístas y personas de poca moral. Matthew también se reía con la situación, sobre todo con eso de confundir a Maria con Maron.
-Jajajajaja decreto que de ahora en más debes llamarte Maria - Dijo Matt levantando el dedo índice para darle más énfasis a su orden.
-¡¡Pero soy hombre maldita sea!! - El bandido se agarraba el cuello, adolorido por la presión de la cuerda.
-Si te sigues quejando me aseguraré de que dejes de serlo, Querido - Y miró las partes bajas del ladrón de manera significativa. La incomodidad que demostró Anders ante el contacto causó algo de ternura en el Estafador - ¿Qué hago? Evaluar a cuánto podría venderte, tener parásitos hace que baje tu valor, si te faltan dientes podría ser síntoma de alguna enfermedad, tus orejas me dicen si eres un elfo puro o si eres mestizo, y sobre tus partes... - Le guiñó un ojo - Pues, eso fue un poco por gusto jajaja, pero hay muchas compradoras y compradores que van estar interesados en que estés “completo” ¿Lo entiendes? -
Una vez que terminó con las pesquisas, el Virrey se quedó en silencio, mirando fijamente a Anders como evaluando si le estaba diciendo la verdad. De fondo tenían al resto de los bandidos acomodando las cosas, dividiéndolas de acuerdo a quien iba a quedarse con qué, o a qué sitio de la Ciudad iban a terminar yendo.
-Oh.... Tu relato acaba de conmover a mi débil corazón - Brenda levantó la vista y la fijó en Matt, frunciendo el ceño ante lo inconcebible de esa afirmación - Entonces no tienes valor como esclavo, tampoco como rehén, y con suerte podría empeñarte como ayudante de carpintero ¿Es así como pretendes convencerme? - El Estafador chasqueó la lengua - Tienes que aprender a venderte, Querido Mío. Todos tenemos algún valor, sólo es cuestión de saber mentir bien -
Se acercó al elfo y pasó un brazo por arriba de sus hombros.
-Bien, haremos lo siguiente - No era una pregunta - Eres mío, y me gusta que mis productos estén en buen estado - Le apoyó un dedo en el pecho e hizo pequeños círculos sobre su piel mientras hablaba - Te demostraré que tienes mucho más valor del que imaginas, así cuando te ponga frente al siguiente comprador vas a saber qué hacer y qué decir para que ofrezcan más aeros por ti - Le sonrió de modo encantador y agregó - De esa manera yo ganaré dinero y tu seguirás con vida ¡Todos ganamos! Y en el mientras tanto podremos divertirnos un poco - Esa última aclaración fue acompañada de una sonrisa picara.
La sinceridad del elfo hizo que Matthew dejara escapar una carcajada, el Estafador disfrutaba mucho de las personas que hablaban de forma directa. Las conclusiones preliminares eran que el tal Anders estaba bien, un poco sucio tal vez, pero por lo demás no tenía heridas de gravedad, ni algún tipo de disfunción. Todos estos datos iban cerrando números en la mente de Owens, y por suerte para el elfo, los resultados eran positivos.
“Hay que admitir que no le falta espíritu de pelea” pensó el Virrey mientras miraba cómo intentaba tomar un prisionero. Probablemente eso habría funcionado en la mayoría de las regiones de Aerandir, pero no en Ciudad Lagarto, un antro repleto de puros egoístas y personas de poca moral. Matthew también se reía con la situación, sobre todo con eso de confundir a Maria con Maron.
-Jajajajaja decreto que de ahora en más debes llamarte Maria - Dijo Matt levantando el dedo índice para darle más énfasis a su orden.
-¡¡Pero soy hombre maldita sea!! - El bandido se agarraba el cuello, adolorido por la presión de la cuerda.
-Si te sigues quejando me aseguraré de que dejes de serlo, Querido - Y miró las partes bajas del ladrón de manera significativa. La incomodidad que demostró Anders ante el contacto causó algo de ternura en el Estafador - ¿Qué hago? Evaluar a cuánto podría venderte, tener parásitos hace que baje tu valor, si te faltan dientes podría ser síntoma de alguna enfermedad, tus orejas me dicen si eres un elfo puro o si eres mestizo, y sobre tus partes... - Le guiñó un ojo - Pues, eso fue un poco por gusto jajaja, pero hay muchas compradoras y compradores que van estar interesados en que estés “completo” ¿Lo entiendes? -
Una vez que terminó con las pesquisas, el Virrey se quedó en silencio, mirando fijamente a Anders como evaluando si le estaba diciendo la verdad. De fondo tenían al resto de los bandidos acomodando las cosas, dividiéndolas de acuerdo a quien iba a quedarse con qué, o a qué sitio de la Ciudad iban a terminar yendo.
-Oh.... Tu relato acaba de conmover a mi débil corazón - Brenda levantó la vista y la fijó en Matt, frunciendo el ceño ante lo inconcebible de esa afirmación - Entonces no tienes valor como esclavo, tampoco como rehén, y con suerte podría empeñarte como ayudante de carpintero ¿Es así como pretendes convencerme? - El Estafador chasqueó la lengua - Tienes que aprender a venderte, Querido Mío. Todos tenemos algún valor, sólo es cuestión de saber mentir bien -
Se acercó al elfo y pasó un brazo por arriba de sus hombros.
-Bien, haremos lo siguiente - No era una pregunta - Eres mío, y me gusta que mis productos estén en buen estado - Le apoyó un dedo en el pecho e hizo pequeños círculos sobre su piel mientras hablaba - Te demostraré que tienes mucho más valor del que imaginas, así cuando te ponga frente al siguiente comprador vas a saber qué hacer y qué decir para que ofrezcan más aeros por ti - Le sonrió de modo encantador y agregó - De esa manera yo ganaré dinero y tu seguirás con vida ¡Todos ganamos! Y en el mientras tanto podremos divertirnos un poco - Esa última aclaración fue acompañada de una sonrisa picara.
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Al menos el hombre se había reído, de mi comentario, de la situación... No me emocionaba la idea de hacer reír a mi comprador y la aparente mano de juicio en el lugar, lo que decía ciertas cosas, como que tenía que ser terrible de alguna manera u otra para que toda esa gente, siendo del tipo que eran, le obedeciera. Las traiciones parecían ser pan de cada día si les daba igual cualquier vida ajena.
Me llevó un rato entender que significaba parásito. Lo habría sabido antes; pero no sonaba como un momento para realizar preguntas. Quizá hasta era mejor no saberlo.
Intenté relajar mi respiración mientras el hombre explicaba todos los entrecejos de las ”compras,” un término que no me terminaba de agradar mucho, y peor aún, un término que lucía técnicamente correcto si me ponía a comparar objetos, como armas o comida que por estar en mal estado no compraba. Sólo que con personas.
Mis intentos de relajaciones se fueron por la borda cuando empezó a listar que no tenía valor como ninguna de esas cosas, en primer lugar, ¿qué le daba valor a eso? ¿Cómo lo calculabas?
—…Mentirte no suena como la mejor idea que pueda tener —susurré viendo al suelo cuando terminó—. Y… y, ¿n-nunca me he vendido? Nunca, nunca —dije explorando la idea, hablando gradualmente más rápido; menos dudoso a más irritado—. Claro que no sé hacerlo, ¿qué dices para venderte? ¿“sé cocina—
Al verlo acercarse paré de parlotear instantáneamente, «¡Ugh! ¡Cállate! ¡Lo voy a amargar y me van a cortar la puta lengua!». Al tener sus brazos sobre mis hombros desvié la mirada, incomodado con un leve escalofrío. Este tipo de actitud amable y cercana como si fuéramos amigos de toda la vida puede que fuese la peor experiencia que había tenido jamás con cualquier ladrón. Al menos los que me amenazaban con un puñal directamente, sabía que pretendían apuñalarme. Volteé a otro lado, intentando no verlo mucho, teniendo algunas miradas de reojo que se me escapaban para saber dónde estaba su otra mano y su cara.
“- Eres mío, y me gusta que mis productos estén en buen estado –“
Escuché “eres mío.” Inhalé lentamente por la nariz y pestañeé varias veces de forma rápida sólo por si acaso se me ocurría lagrimear frente a nadie, sopesando la idea de que puede que me tocara serlo. Tenía que buscar cómo salir de esta… y no parecía poder contar escaparme por estupidez de él o de ninguno de sus subordinados.
Exhalé por la boca y asentí al hombre, al menos por los momentos había la promesa de que seguiría vivo. ¿Le creía? No. Tan sólo prefería esa mentira que lo que representaba la opción contraría.
—Sí, todos ganamos… —volví a asentir a su confirmación de divertirnos, antes de llevar la mirada al dedo con el que me acariciaba el pecho en círculos y tragué algo de saliva, sonriendo y soltando una carcajada entrecortada provocada por el puro estrés.
Con suerte…
Con suerte el hombre no tendría un mandoble ahí abajo.
Comencé a avanzar siguiendo al virrey, observando mis inmediaciones. A juzgar por el tipo de árboles y el tiempo que consideraba que pasé inconsciente, no debía encontrarme en un lugar muy lejano de los bosques del este, y muy posiblemente estaba en alguna parte del mismo. O eso me convenía creerme al menos. Era pronto para dictaminar cualquier cosa tan sólo viendo el tipo y tamaño de los robles; pero no me resultaba pronto para empezar a pensar sobre escapar.
Caminé en silencio mientras veía a otros cargando cosas y moviéndolas, viendo a otros partir a quien sabe dónde, y a de a ratos, al rostro sonriente del virrey. En más de una oportunidad pensé en decir algo antes de matar esa idea y optar por no decir nada. Es decir, ni siquiera sabía dirigirme a él, si en Sandorai te podían reprimir por no llamar respetuosamente a un anciano con un bastonazo, aquí me podían reprimir… negué con la cabeza, incapaz de siquiera imaginar cómo.
Una ciudad de hombres lagartos habría sido más bonita.
Me llevó un rato entender que significaba parásito. Lo habría sabido antes; pero no sonaba como un momento para realizar preguntas. Quizá hasta era mejor no saberlo.
Intenté relajar mi respiración mientras el hombre explicaba todos los entrecejos de las ”compras,” un término que no me terminaba de agradar mucho, y peor aún, un término que lucía técnicamente correcto si me ponía a comparar objetos, como armas o comida que por estar en mal estado no compraba. Sólo que con personas.
Mis intentos de relajaciones se fueron por la borda cuando empezó a listar que no tenía valor como ninguna de esas cosas, en primer lugar, ¿qué le daba valor a eso? ¿Cómo lo calculabas?
—…Mentirte no suena como la mejor idea que pueda tener —susurré viendo al suelo cuando terminó—. Y… y, ¿n-nunca me he vendido? Nunca, nunca —dije explorando la idea, hablando gradualmente más rápido; menos dudoso a más irritado—. Claro que no sé hacerlo, ¿qué dices para venderte? ¿“sé cocina—
Al verlo acercarse paré de parlotear instantáneamente, «¡Ugh! ¡Cállate! ¡Lo voy a amargar y me van a cortar la puta lengua!». Al tener sus brazos sobre mis hombros desvié la mirada, incomodado con un leve escalofrío. Este tipo de actitud amable y cercana como si fuéramos amigos de toda la vida puede que fuese la peor experiencia que había tenido jamás con cualquier ladrón. Al menos los que me amenazaban con un puñal directamente, sabía que pretendían apuñalarme. Volteé a otro lado, intentando no verlo mucho, teniendo algunas miradas de reojo que se me escapaban para saber dónde estaba su otra mano y su cara.
“- Eres mío, y me gusta que mis productos estén en buen estado –“
Escuché “eres mío.” Inhalé lentamente por la nariz y pestañeé varias veces de forma rápida sólo por si acaso se me ocurría lagrimear frente a nadie, sopesando la idea de que puede que me tocara serlo. Tenía que buscar cómo salir de esta… y no parecía poder contar escaparme por estupidez de él o de ninguno de sus subordinados.
Exhalé por la boca y asentí al hombre, al menos por los momentos había la promesa de que seguiría vivo. ¿Le creía? No. Tan sólo prefería esa mentira que lo que representaba la opción contraría.
—Sí, todos ganamos… —volví a asentir a su confirmación de divertirnos, antes de llevar la mirada al dedo con el que me acariciaba el pecho en círculos y tragué algo de saliva, sonriendo y soltando una carcajada entrecortada provocada por el puro estrés.
Con suerte…
Con suerte el hombre no tendría un mandoble ahí abajo.
Comencé a avanzar siguiendo al virrey, observando mis inmediaciones. A juzgar por el tipo de árboles y el tiempo que consideraba que pasé inconsciente, no debía encontrarme en un lugar muy lejano de los bosques del este, y muy posiblemente estaba en alguna parte del mismo. O eso me convenía creerme al menos. Era pronto para dictaminar cualquier cosa tan sólo viendo el tipo y tamaño de los robles; pero no me resultaba pronto para empezar a pensar sobre escapar.
Caminé en silencio mientras veía a otros cargando cosas y moviéndolas, viendo a otros partir a quien sabe dónde, y a de a ratos, al rostro sonriente del virrey. En más de una oportunidad pensé en decir algo antes de matar esa idea y optar por no decir nada. Es decir, ni siquiera sabía dirigirme a él, si en Sandorai te podían reprimir por no llamar respetuosamente a un anciano con un bastonazo, aquí me podían reprimir… negué con la cabeza, incapaz de siquiera imaginar cómo.
Una ciudad de hombres lagartos habría sido más bonita.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
El “Nunca me he vendido” causó un mínimo de ternura en el corazón de Matt, no sabía cuántos años tenía Anders, era casi imposible calcular ese tipo de cosas en los elfos, pero evidentemente era muy ingenuo en muchos asuntos. En cambio el Estafador había tenido que venderse desde la más tierna infancia, porque habían muchos modos para ofrecerse al mercado, y Matthew Owens había pasado por la mayoría de ellas, tanto desde el lado del producto como del vendedor.
-¿Cómo haces para venderte? Pero que pregunta tan curiosa - El Humano lo hacía ver tan fácil que le sonaba ridículo que alguien no supiera cómo hacerlo - Dejemos eso para después -
Anders estaba a todas vistas incómodo con la situación, todo su cuerpo le decía a Owens que no deseaba tenerlo cerca, la forma en que evitaba mirarlo le señalaba que haría lo que fuera por escapar lo más lejos posible de allí. Ahora bien, Matthew podía ser muchas cosas, la mayoría de ellas repudiables para todos los estratos sociales, pero jamás nadie podría decir que el Virrey era un violador.
Poner incómodo al elfo era gracioso, sin duda, y seguramente pasaría gran parte del día buscando más maneras para fastidiarlo. Lo que jamás haría sería realizar actos tan personales sin la autorización de Anders “Veremos sí puedo convencerlo, pues” sonrió el Humano mientras intentaba pensar en alguna estrategia.
Soltó al elfo y comenzó a caminar, el prisionero seguía con las manos y los pies atados, pero Matt andaba como si no se diera cuenta de eso. El Humano iba a paso normal, dejando a Anders bastante atrás y cuando eso pasaba simplemente se detenía y se quedaba esperándolo a que lo alcanzara, aguantándose la risa al ver al elfo dificultado en su andar por los grilletes.
-Podría quitártelos si quieres - Dijo mientras señalaba las esposas - De hecho podría quitarte todo, pero tienes que prometer que no vas a escapar - ¿Era una trampa? ¿Decía la verdad? El gesto de Matthew era indescifrable - Si intentas escapar tendría que enviar a que te atrapen, y seguramente te harían daño, eso haría que tu valor baje. De verdad que preferiría que nos comportemos como personas razonables -
Unos metros más adelante estaba el carro del Virrey, un vehículo sumamente llamativo y exagerado, tirado por dos caballos y con un conductor que parecía más bien un pirata con traje pomposo. Un par de Hombres-Gorilas que hacían de guardias estaban esperando junto al carro, Matthew abrió la puerta y dejó pasar primera a Branda, ofreciéndole una mano para ayudarla a subir y luego miró a Anders.
-Tranquilo, te llevaré a donde hago mis negocios, allí podremos relajarnos y hablar con algo más de intimidad - Lo cierto es que no parecían haber tantas opciones, los dos Hombres-Gorilas miraban al elfo con mala cara por hacerles perder el tiempo con su indecisión - Verás que no soy tan mala persona como todos creen - Probablemente era bastante peor persona de lo que la mayoría sabía.
Una vez que se acomodaron, el carro arrancó en dirección al prostíbulo que Matt regenteaba.
-¿Cómo haces para venderte? Pero que pregunta tan curiosa - El Humano lo hacía ver tan fácil que le sonaba ridículo que alguien no supiera cómo hacerlo - Dejemos eso para después -
Anders estaba a todas vistas incómodo con la situación, todo su cuerpo le decía a Owens que no deseaba tenerlo cerca, la forma en que evitaba mirarlo le señalaba que haría lo que fuera por escapar lo más lejos posible de allí. Ahora bien, Matthew podía ser muchas cosas, la mayoría de ellas repudiables para todos los estratos sociales, pero jamás nadie podría decir que el Virrey era un violador.
Poner incómodo al elfo era gracioso, sin duda, y seguramente pasaría gran parte del día buscando más maneras para fastidiarlo. Lo que jamás haría sería realizar actos tan personales sin la autorización de Anders “Veremos sí puedo convencerlo, pues” sonrió el Humano mientras intentaba pensar en alguna estrategia.
Soltó al elfo y comenzó a caminar, el prisionero seguía con las manos y los pies atados, pero Matt andaba como si no se diera cuenta de eso. El Humano iba a paso normal, dejando a Anders bastante atrás y cuando eso pasaba simplemente se detenía y se quedaba esperándolo a que lo alcanzara, aguantándose la risa al ver al elfo dificultado en su andar por los grilletes.
-Podría quitártelos si quieres - Dijo mientras señalaba las esposas - De hecho podría quitarte todo, pero tienes que prometer que no vas a escapar - ¿Era una trampa? ¿Decía la verdad? El gesto de Matthew era indescifrable - Si intentas escapar tendría que enviar a que te atrapen, y seguramente te harían daño, eso haría que tu valor baje. De verdad que preferiría que nos comportemos como personas razonables -
Unos metros más adelante estaba el carro del Virrey, un vehículo sumamente llamativo y exagerado, tirado por dos caballos y con un conductor que parecía más bien un pirata con traje pomposo. Un par de Hombres-Gorilas que hacían de guardias estaban esperando junto al carro, Matthew abrió la puerta y dejó pasar primera a Branda, ofreciéndole una mano para ayudarla a subir y luego miró a Anders.
-Tranquilo, te llevaré a donde hago mis negocios, allí podremos relajarnos y hablar con algo más de intimidad - Lo cierto es que no parecían haber tantas opciones, los dos Hombres-Gorilas miraban al elfo con mala cara por hacerles perder el tiempo con su indecisión - Verás que no soy tan mala persona como todos creen - Probablemente era bastante peor persona de lo que la mayoría sabía.
Una vez que se acomodaron, el carro arrancó en dirección al prostíbulo que Matt regenteaba.
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Suspiré levemente al sentir al hombre apartarse. ¿Estaba siendo amable? Eso o mi incomodidad le había causado incomodo; pero de nuevo, un hombre que me había metido ojo en los pantalones a menos del minuto de conocerme no parecía alguien que se incomodase, y mucho menos por contacto físico.
Más chance tenía de darle a un conejo a 400 metros que adivinar que tenía el hombre en la cabeza. Por la mayoría parecía estar jugando, deteniéndose cada tanto a esperarme cuando me quedaba atrás. Fueron unas siete u ocho veces que tuvo que hacerlo. «Esto es lo que me queda» pensé en una pequeña burla amarga a mí mismo, como recordatorio de no ser tan confianzuda de la gente la próxima vez. Si había una. «Contar cuantas veces me ha esperado mi captor, como si fuera un cachorro que todavía no sabe caminar», al llegar a su lado lo vi a los ojos, notando la curva graciosa en sus labios. «…Van siete».
—¿Ah? —repliqué, tomado por sorpresa. Cuando procesé lo que dijo entrecerré los ojos, viendo ligeramente de lado con la mejor de mis caras de duda al virrey.
Miré las esposas y volví a ver al virrey. Pensé en bromear sobre si su oferta incluía armas; pero eso quizá era lo que faltaba para agotar su paciencia. No sabía el estado de la misma, por los momentos lucía controlado… quizá demasiado controlado como para creerme que no era algo voluntario. La gente de la nobleza tenía esa maña, te tratan maravillosamente hasta que dices o haces algo que les enoja.
—Creo… —asentí levemente para mí mismo, eligiendo mis palabras—. Creo que prefiero vivir en la ignorancia de si tienes o no rastreadores competentes —dije con media sonrisa, parando de sonreír a los pocos segundos y tosiendo levemente mientras miraba al suelo.
Seguí caminando tras el hombre, por suerte no fue mucho más, hasta que llegamos a un carro. Alcé los ojos, cuestionándome su practicidad sobre su apariencia por unos instantes, te movieras donde te movieras con esa cosa la gente lo notaría. Es que incluso la apariencia del conductor incitaba a ello. «Tiene un ego…» vi de reojo al moreno, antes de notar a los dos hombres gorila.
Por un pequeño instante me congelé, apenas un par de segundos. Me quede viendo el brazo de uno de los hombres gorila y luego me vi uno mío.
No es que no supiera ya que mis posibilidades de escapar eran 0, tan sólo creía que en algún momento iban a incrementar, y esa esperanza se estaba aplastando por cada cosa más que veía de este hombre.
No tardo mucho para que mis ojos, en lo que era el segundo peor error de mi vida, se cruzaran con uno de los hombre bestia. Incluso yo comprendía que uno no iba por ahí viendo a hombres bestia a los ojos, y mucho menos a hombres bestia que triplicaban mi masa corporal. Retrocedí un par de pasos, entorpecidos por los grilletes.
Al escuchar al virrey volver a hablar me centré en él. No tuve que pensarlo mucho para decidir entre cual de las dos intimidades prefería.
—V-Voy —me encaminé hacia él para subir al vehículo. Por este tipo de cosas seguía sin poder establecer una opinión menos ambigua del hombre que el “no me agrada muchísimo” que cualquiera tendría en mi lugar. Lo cierto es que por los momentos, parecía tener mejores modales que yo.
Lo cual era preocupante.
Al subir al carro tomé mi puesto entre Brenda y Owens. Estando sentado a un lado de la mujer intenté curiosear disimuladamente su cuadernillo, parando de hacerlo apenas sentí al moreno entrar. Aunque fuese un pesar pequeñito, ahora tenía otro más: la incomodidad de ir en el medio.
Por el camino intenté respirar tranquilo y distraerme observando el interior del carro. Lo había juzgado bastante mal, posiblemente en un sesgo al asociarlo con el moreno por ser, bueno, suyo. «Luce resistente… esto podría chocar y no romperse» posé los ojos sobre los caballos, dudando de esa afirmación al notar los músculos de los mismos desde allí.
—¿Son purasangre, cierto? —pregunté, sin mirar a ninguno específicamente.
Más chance tenía de darle a un conejo a 400 metros que adivinar que tenía el hombre en la cabeza. Por la mayoría parecía estar jugando, deteniéndose cada tanto a esperarme cuando me quedaba atrás. Fueron unas siete u ocho veces que tuvo que hacerlo. «Esto es lo que me queda» pensé en una pequeña burla amarga a mí mismo, como recordatorio de no ser tan confianzuda de la gente la próxima vez. Si había una. «Contar cuantas veces me ha esperado mi captor, como si fuera un cachorro que todavía no sabe caminar», al llegar a su lado lo vi a los ojos, notando la curva graciosa en sus labios. «…Van siete».
—¿Ah? —repliqué, tomado por sorpresa. Cuando procesé lo que dijo entrecerré los ojos, viendo ligeramente de lado con la mejor de mis caras de duda al virrey.
Miré las esposas y volví a ver al virrey. Pensé en bromear sobre si su oferta incluía armas; pero eso quizá era lo que faltaba para agotar su paciencia. No sabía el estado de la misma, por los momentos lucía controlado… quizá demasiado controlado como para creerme que no era algo voluntario. La gente de la nobleza tenía esa maña, te tratan maravillosamente hasta que dices o haces algo que les enoja.
—Creo… —asentí levemente para mí mismo, eligiendo mis palabras—. Creo que prefiero vivir en la ignorancia de si tienes o no rastreadores competentes —dije con media sonrisa, parando de sonreír a los pocos segundos y tosiendo levemente mientras miraba al suelo.
Seguí caminando tras el hombre, por suerte no fue mucho más, hasta que llegamos a un carro. Alcé los ojos, cuestionándome su practicidad sobre su apariencia por unos instantes, te movieras donde te movieras con esa cosa la gente lo notaría. Es que incluso la apariencia del conductor incitaba a ello. «Tiene un ego…» vi de reojo al moreno, antes de notar a los dos hombres gorila.
Por un pequeño instante me congelé, apenas un par de segundos. Me quede viendo el brazo de uno de los hombres gorila y luego me vi uno mío.
No es que no supiera ya que mis posibilidades de escapar eran 0, tan sólo creía que en algún momento iban a incrementar, y esa esperanza se estaba aplastando por cada cosa más que veía de este hombre.
No tardo mucho para que mis ojos, en lo que era el segundo peor error de mi vida, se cruzaran con uno de los hombre bestia. Incluso yo comprendía que uno no iba por ahí viendo a hombres bestia a los ojos, y mucho menos a hombres bestia que triplicaban mi masa corporal. Retrocedí un par de pasos, entorpecidos por los grilletes.
Al escuchar al virrey volver a hablar me centré en él. No tuve que pensarlo mucho para decidir entre cual de las dos intimidades prefería.
—V-Voy —me encaminé hacia él para subir al vehículo. Por este tipo de cosas seguía sin poder establecer una opinión menos ambigua del hombre que el “no me agrada muchísimo” que cualquiera tendría en mi lugar. Lo cierto es que por los momentos, parecía tener mejores modales que yo.
Lo cual era preocupante.
Al subir al carro tomé mi puesto entre Brenda y Owens. Estando sentado a un lado de la mujer intenté curiosear disimuladamente su cuadernillo, parando de hacerlo apenas sentí al moreno entrar. Aunque fuese un pesar pequeñito, ahora tenía otro más: la incomodidad de ir en el medio.
Por el camino intenté respirar tranquilo y distraerme observando el interior del carro. Lo había juzgado bastante mal, posiblemente en un sesgo al asociarlo con el moreno por ser, bueno, suyo. «Luce resistente… esto podría chocar y no romperse» posé los ojos sobre los caballos, dudando de esa afirmación al notar los músculos de los mismos desde allí.
—¿Son purasangre, cierto? —pregunté, sin mirar a ninguno específicamente.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Que se animara a decir más de cuatro palabras seguidas ya era un buen augurio, las personas asustadas podían entretener al Virrey, pero solo durante un tiempo limitado. El porqué la gente tendría que preocuparse por mantenerlo entretenido era una duda que nadie se atrevía a plantear en voz alta, por el bien de su salud y la de sus seres queridos.
Matthew esperó junto a la puerta del carro a que Anders se decidiera, y cuando pasó a su lado le dirigió una significativa mirada. Lo rodeó con los brazos y en un gesto que podía ser fácilmente malinterpretado, cortó las sogas que sujetaban sus manos, luego se agachó para abrir los grilletes. Claro que el elfo podría aprovechar para intentar hacerle daño a Matthew, pero mientras el estafador hacía todo eso, los dos guardaespalda no le quitaban un ojo de encima.
-Y está hecho - Cuando se levantó le pellizcó una mejilla con cariño - No soportaba verte así, no te queda para nada el estilo “prisionero” - Luego de eso sí se hizo a un lado para que Anders se acomodara en el carro.
Matthew se sentó junto al elfo y pasó un brazo por arriba del respaldo, quedando así mucho más cerca de él. Brenda en cambio parecía estar concentrada en sus anotaciones, cuando Anders mirada encontraría todo un listado de cosas con sus respectivos precios, entre los objetos enumerados estaba el nombre del elfo, aunque aún no había una cantidad de dinero asignada.
-Los caballos no son mi especialidad, pero seguramente lo sean, las personas a las que se los robamos eran de bastante renombre - Matthew no podía recordar el apellido, las familias de dinero siempre se ponían apelativos excesivamente largos - Más importante que eso, durante tu lamentable discurso mencionaste algo sobre Sacrestic Ville y sobre Isla Tortuga ¿Qué relación tienes con esos sitios? - Se acercó un poco más - No quería mencionar el asunto estando frente a todos los demás, te lo puedes imaginar, uno nunca sabe a quién podrían llevarle el chisme -
Que Matthew tuviera el cargo de Virrey no significaba que toda Ciudad Lagarto respondiera a sus órdenes ¡Nada más alejado de la realidad! Habían muchos subgrupos que se disputaban las distintas partes del territorio para conseguir las ganancias que generaban los mismos. Se podría decir que todo estaba en un precario equilibrio, estabilidad que se mantenía en base a pequeños arreglos aquí y allá.
Estuvieron un rato en el carro, tenían que llegar a la ciudad y cruzarla hasta llegar al centro dónde se encontraban los edificios principales.
-Es aquí - Dijo Owens mientras abría la puerta - Brenda Querida ¿Te encargarias de los preparativos? - La enana asintió y entró a la tienda - Las chicas son maravillosas, pero muy desordenadas, no me gustaría que la primera vez que vieras el sitio estuviera lleno de ropa tirada y demás utensilios -
Se escuchaban risas y sonidos de pasos yendo de aquí para allá dentro de la enorme estancia. Matthew sonrió y negó con la cabeza como si quisiera decir “No tienen remedio”, miró al cielo unos momentos más y luego anunció:
-Bien, entraremos. Creo que estarán encantadas con nuestra nueva adquisición - Le guiño un ojo a Anders y abrió la puerta.
La estructura era un intermedio entre una tienda y una casa, pisos y paredes estaban cubiertos por alfombras y cortinas, con muebles repartidos por distintos sitios, la mayoría de ellos parecían pensados para que la gente se sentara en el suelo. No había un segundo piso, era una simple pero amplia planta que tenía en todas sus paredes puertas, cada una de ellas llevaba a una tienda diferente, allí las muchachas podían tener su intimidad y trabajar sin que las molestaran.
Como era de día, no había demasiada actividad, muchas de las prostitutas estaban durmiendo, pero las que estaban despiertas llevaban poca ropa y miraban a Anders entre curiosas y tentadas.
-Chicas, les presento a Anders, Anders ellas son las muchachas que trabajan conmigo -
Matthew esperó junto a la puerta del carro a que Anders se decidiera, y cuando pasó a su lado le dirigió una significativa mirada. Lo rodeó con los brazos y en un gesto que podía ser fácilmente malinterpretado, cortó las sogas que sujetaban sus manos, luego se agachó para abrir los grilletes. Claro que el elfo podría aprovechar para intentar hacerle daño a Matthew, pero mientras el estafador hacía todo eso, los dos guardaespalda no le quitaban un ojo de encima.
-Y está hecho - Cuando se levantó le pellizcó una mejilla con cariño - No soportaba verte así, no te queda para nada el estilo “prisionero” - Luego de eso sí se hizo a un lado para que Anders se acomodara en el carro.
Matthew se sentó junto al elfo y pasó un brazo por arriba del respaldo, quedando así mucho más cerca de él. Brenda en cambio parecía estar concentrada en sus anotaciones, cuando Anders mirada encontraría todo un listado de cosas con sus respectivos precios, entre los objetos enumerados estaba el nombre del elfo, aunque aún no había una cantidad de dinero asignada.
-Los caballos no son mi especialidad, pero seguramente lo sean, las personas a las que se los robamos eran de bastante renombre - Matthew no podía recordar el apellido, las familias de dinero siempre se ponían apelativos excesivamente largos - Más importante que eso, durante tu lamentable discurso mencionaste algo sobre Sacrestic Ville y sobre Isla Tortuga ¿Qué relación tienes con esos sitios? - Se acercó un poco más - No quería mencionar el asunto estando frente a todos los demás, te lo puedes imaginar, uno nunca sabe a quién podrían llevarle el chisme -
Que Matthew tuviera el cargo de Virrey no significaba que toda Ciudad Lagarto respondiera a sus órdenes ¡Nada más alejado de la realidad! Habían muchos subgrupos que se disputaban las distintas partes del territorio para conseguir las ganancias que generaban los mismos. Se podría decir que todo estaba en un precario equilibrio, estabilidad que se mantenía en base a pequeños arreglos aquí y allá.
Estuvieron un rato en el carro, tenían que llegar a la ciudad y cruzarla hasta llegar al centro dónde se encontraban los edificios principales.
-Es aquí - Dijo Owens mientras abría la puerta - Brenda Querida ¿Te encargarias de los preparativos? - La enana asintió y entró a la tienda - Las chicas son maravillosas, pero muy desordenadas, no me gustaría que la primera vez que vieras el sitio estuviera lleno de ropa tirada y demás utensilios -
Se escuchaban risas y sonidos de pasos yendo de aquí para allá dentro de la enorme estancia. Matthew sonrió y negó con la cabeza como si quisiera decir “No tienen remedio”, miró al cielo unos momentos más y luego anunció:
-Bien, entraremos. Creo que estarán encantadas con nuestra nueva adquisición - Le guiño un ojo a Anders y abrió la puerta.
La estructura era un intermedio entre una tienda y una casa, pisos y paredes estaban cubiertos por alfombras y cortinas, con muebles repartidos por distintos sitios, la mayoría de ellos parecían pensados para que la gente se sentara en el suelo. No había un segundo piso, era una simple pero amplia planta que tenía en todas sus paredes puertas, cada una de ellas llevaba a una tienda diferente, allí las muchachas podían tener su intimidad y trabajar sin que las molestaran.
Como era de día, no había demasiada actividad, muchas de las prostitutas estaban durmiendo, pero las que estaban despiertas llevaban poca ropa y miraban a Anders entre curiosas y tentadas.
-Chicas, les presento a Anders, Anders ellas son las muchachas que trabajan conmigo -
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
El corazón me dio un salto en cuanto el moreno me rodeó, más que nada por la sorpresa. Estando rodeado por sus brazos contuve mi respiración, pensado que intentaría hacer alguna cosa rara. Al menos hasta ver un objeto filoso en sus manos, momento en que acepté haber tomado la elección incorrecta o algo así en un juego del que no conocía las reglas.
—... —abrí la boca atónito, listo por una mitad de mi conciencia exigiendo preguntar el porqué diablos me había librado las manos, y porque estaba agachando abriendo los grilletes. La otra mitad me decía corre corre corre, y una tercera, más pequeña, susurraba:
«Gorilas».
—U...Uh —balbuceé ensimismado mientras me pellizcaba la mejilla—. G…¿Gracias? —dije por reflejo; pero no sin duda.
Una vez estuvimos del carro intenté pretender no haber notado que casi tenía el brazo del hombre detrás de mí. De la lista de Brenda obviamente me resultaba más resaltante mi nombre, sin un número asignado. Más bien un precio a juzgar por las demás cosas.
Entrecerré los ojos y vi al moreno de reojo, preguntándome ahora si el estar en medio tampoco era una casualidad, es decir… alguien suficientemente estúpido o desesperado podría saltar de la puerta en alguna parte del camino y de ahí a que se detuvieran los caballos, quizá, tenía chance.
«Entonces me soltó y no me soltó…» sospeché. No tenía una forma real de verificarlo, pero me veía bastante inclinado, en parte por paranoia, a intentar buscar los detalles pequeños detrás de lo que el virrey estaba haciendo.
—Claro —respondí en un tono seco y levemente sarcástico al no haberle puesto una cadena mental a mi lengua, dejándome escapar ese pequeño comentario a la mención de que los caballos también fuesen robados—, q-quiero decir… —tosí, volviendo a adoptar uno más “amable”, con el que intentaba evitar molestarlo—. ¿Sacrestic y la is… ah —vi al suelo del carro, pensándolo unos instantes.
«…Lamentable discurso» fue lo primero que vino a mí, como si resultase muy importante que tan bueno había sido mi discurso. Lo vi, esperando que no estuviese demasiado expectante a una respuesta, porque no estaba muy seguro de responderle y había dicho de más en el calor del momento. Me acaricié el entrecejo murmurándome algo, imaginando que se tornaría en una situación de “Ah… con que ahora no quieres hablar…”
—Bueno, uh —jugué un poco con mis manos, levantándolas para explicarme—, saque… a un homb… no, no, no no —negué con la cabeza—, es… un hombre que iban a ejecutar había escapado de prisión y yo… ahm…
Me quede callado unos segundos, moviendo la mirada de forma evasiva de un punto a otro.
—Yo iba a ayudar a la guardia, lo que pasa es que, unos hombres… er. Unos… eran dos hombres… ¿dos…? ¡Un hombre y un niño! Y dos mujeres. Un grupo. Lo intentaron matar, y hubo una pelea, y explosiones, y todo se enredó mucho, entonces la guardia… eh —hice un gesto con las manos—, hubo una… confusión —asentí para mí mismo, como intentando venderme eso—, y… eso.
Para cuando había terminado de relatar mi mano izquierda había terminado sobre mis heridas. Corrí levemente los dedos por el lugar y paré en las muñecas, sanando el poquísimo daño que había hecho la fuerte atadura.
—Isla Tortuga... puede… puede que haya exagerado un poco —murmuré, ahorrándome decir que lo había hecho por ponerme sensible—. Estuve en un barco de carga, y… bueno —sonreí levemente y me encogí de hombros, como si fuese obvio ya con eso—. Piratas. El capitán… ¿Aaron? O algo así… le decían “El Kraken”. Luego de lo que pasó he oído por ahí que era uno de los hombres más… —cambié el tono a uno poco convencido de lo que decía—…famosos… de la isla. He escuchado que hay… varios barcos más bajo su mando.
Volví a encogerme de hombros. Esta vez no demostraba ningún “el resto es historia” tanto como demostraba algo de nervios.
—Espero que sea mentira —añadí con un leve movimiento de cabeza.
Luego de un incómodo rato más de andada el carro pareció detenerse. Habíamos entrado en lo que me resultaba más la zona de una tribu que una ciudad, al punto de que no sospeché que fuese la susodicha Ciudad Lagarto hasta que el hombre habló, indicando que habíamos llegado.
Me baje del carro con mis dudas, intercambiando mi mirada entre el Virrey y Brenda.
—He estado en Sandorai, viven en árboles —me rodeé con mi propio brazo—, no me… no me molesta el desorden —añadí. En realidad quería decir que poco me iba a interesar desorden de ropa y utensilios cuando tenía un problema llamado “ser vendido” encima.
Poco después de la entrada de Brenda al lugar vi al Virrey, sonriendo y negando con su cabeza para sí mismo. Arrugué la nariz mientras él miraba al cielo, es decir, sonaba a un lugar alegre. Sólo que no podía creerme que tuvieran uno. ¿Este era el lugar dónde hacia sus negocios? ¿Los virreyes no trabajaban en unas salas grandotas de un castillo o una cosa así?
...Bueno, debía admitir que el sitio lucia increíble a su propio modo. Retrocedí unos pocos pasos, no sin antes ver al moreno como para indicarle, en cierta forma, que no iba a salir corriendo repentinamente y que por eso no tenía razones para hacerme nada malo. Muy cuestionable cuanto podía transmitirle de eso con una mirada.
Observé la inmensidad de la tienda ahora que estaba una pizca más alejado, y eso no bastaba del todo. El diseño resultaba curioso, quizá no tanto; pero no me había cruzado con alguno parecido. Para empezar, se estiraba hacia los lados en vez de hacía arriba. «Espacio desaprovechado» y repentinamente estaba criticando el sitio. «¿Qué está sosteniendo las telas? ¿Pilares de madera? ¿Piedra?».
—¿…Por qué pusieron sábanas sobre una casa? —pregunté, habiendo llegado a mi conclusión de que la estructura se trataba de eso.
Cuando el moreno me guiñó el ojo sonreí levemente. Todavía eran sonrisas de compromiso, ninguna, claro, alegre.
Al entrar al lugar pasaron menos de siete segundos antes de que tuviese que congelar mi expresión facial por completo con la imagen. «…No mires, no mires a nadie» desvié la mirada apenado al haber sido tomado por sorpresa, intentando no posarla sobre nada que fuese piel.
Cerré los ojos, apretándolos y suspirando fuertemente al notar como miserablemente fallaba.
—E-err… —vi al Virrey unos segundos y luego volví a ver al frente, con la boca levemente abierta, sin terminar de expulsar ninguna palabra—. Err.
«Inspira», entonces escuché algo como… murmuros. ¿Cantos?
…
Gemidos.
«Espira. Piensa en árboles» aparté la mirada, intentando en enfocarme de cualquier otra cosa en la tienda, pasando del shock inicial tras unos segundos de correr los ojos por el sitio.
La sala lucía relativamente pequeña para lo grande que el sitio parecía por fuera. «No… no es eso», me lleve la mano a la barbilla, mucho del espacio más parecía estar más allá de las puertas en las paredes. Si consideraba solo el espacio, era bastante. Quizá demasiado; pero todas esas cortinas rojas decorando las paredes y alfombras el suelo producía un impacto visual algo grande, era… repetitivo. ¿Esto era a propósito? Se me ocurría que era lo de “el rojo provoca pasión”… desvié la mirada, buscando otra cosa.
Terminó cruzada con una de las chicas, a lo que esbocé una mueca pequeña y vi a otro lado apenado. Era imposible no ver, todo era de un solo color y—
—…Ah —vi hacia el virrey, considerándolo la mente detrás de eso—. Si todo es de un color, lo que no es… —susurré hablando solo, desviando la mirada a otra de las mujeres. «Llama más la atención, como un punto negro en una hoja blanca».
Otros velos y algunas cintas, estos colgaban del pecho. De rojos más suaves, y algún que otro raro blanco regado. Pasé los ojos por lo que me parecían almohadas gigantes que habían por todo el lugar, sin ningún orden particular. Y por supuesto que había alguna mujer tirada en uno; aunque lucían dormidas.
Lo último que podía ver era las camas, y es que las había dejado de últimas por buenas razones que no iba a hacer evidentes. No era difícil notar que no las había hecho una misma persona por la variedad que había entre ellas, lo que significaba… «Todas robadas», volteé los ojos negando levemente con la cabeza.
La verdad sólo estaba llevando el análisis tan exhaustivo del lugar en un intento de ignorar las miradas que me habían clavado encima, por un momento pequeño había extrañado la de los gorilas. Todo se fue al demonio por una segunda vez cuando por estar bloqueando mentalmente tanta presencia y ruido como podía, alguna se había acercado lo suficiente para rozarme con los dedos.
Salí de mi cabeza con un respingo y pestañeé una única vez, tosí y respiré, con media sonrisa que casi decía “uhh”. Volteé a ver al moreno, es decir, esto… el vender que me estaba imaginando era como una subasta… “quien pagué más, se lo lleva. ¡Sabe cocinar!” y otras mentiras. Si estaba hablando de este tipo de venta…
—Adivinare. Mi valor no tiene nada que ver con hacer lucir a todas las camas iguales.
—... —abrí la boca atónito, listo por una mitad de mi conciencia exigiendo preguntar el porqué diablos me había librado las manos, y porque estaba agachando abriendo los grilletes. La otra mitad me decía corre corre corre, y una tercera, más pequeña, susurraba:
«Gorilas».
—U...Uh —balbuceé ensimismado mientras me pellizcaba la mejilla—. G…¿Gracias? —dije por reflejo; pero no sin duda.
Una vez estuvimos del carro intenté pretender no haber notado que casi tenía el brazo del hombre detrás de mí. De la lista de Brenda obviamente me resultaba más resaltante mi nombre, sin un número asignado. Más bien un precio a juzgar por las demás cosas.
Entrecerré los ojos y vi al moreno de reojo, preguntándome ahora si el estar en medio tampoco era una casualidad, es decir… alguien suficientemente estúpido o desesperado podría saltar de la puerta en alguna parte del camino y de ahí a que se detuvieran los caballos, quizá, tenía chance.
«Entonces me soltó y no me soltó…» sospeché. No tenía una forma real de verificarlo, pero me veía bastante inclinado, en parte por paranoia, a intentar buscar los detalles pequeños detrás de lo que el virrey estaba haciendo.
—Claro —respondí en un tono seco y levemente sarcástico al no haberle puesto una cadena mental a mi lengua, dejándome escapar ese pequeño comentario a la mención de que los caballos también fuesen robados—, q-quiero decir… —tosí, volviendo a adoptar uno más “amable”, con el que intentaba evitar molestarlo—. ¿Sacrestic y la is… ah —vi al suelo del carro, pensándolo unos instantes.
«…Lamentable discurso» fue lo primero que vino a mí, como si resultase muy importante que tan bueno había sido mi discurso. Lo vi, esperando que no estuviese demasiado expectante a una respuesta, porque no estaba muy seguro de responderle y había dicho de más en el calor del momento. Me acaricié el entrecejo murmurándome algo, imaginando que se tornaría en una situación de “Ah… con que ahora no quieres hablar…”
—Bueno, uh —jugué un poco con mis manos, levantándolas para explicarme—, saque… a un homb… no, no, no no —negué con la cabeza—, es… un hombre que iban a ejecutar había escapado de prisión y yo… ahm…
Me quede callado unos segundos, moviendo la mirada de forma evasiva de un punto a otro.
—Yo iba a ayudar a la guardia, lo que pasa es que, unos hombres… er. Unos… eran dos hombres… ¿dos…? ¡Un hombre y un niño! Y dos mujeres. Un grupo. Lo intentaron matar, y hubo una pelea, y explosiones, y todo se enredó mucho, entonces la guardia… eh —hice un gesto con las manos—, hubo una… confusión —asentí para mí mismo, como intentando venderme eso—, y… eso.
Para cuando había terminado de relatar mi mano izquierda había terminado sobre mis heridas. Corrí levemente los dedos por el lugar y paré en las muñecas, sanando el poquísimo daño que había hecho la fuerte atadura.
—Isla Tortuga... puede… puede que haya exagerado un poco —murmuré, ahorrándome decir que lo había hecho por ponerme sensible—. Estuve en un barco de carga, y… bueno —sonreí levemente y me encogí de hombros, como si fuese obvio ya con eso—. Piratas. El capitán… ¿Aaron? O algo así… le decían “El Kraken”. Luego de lo que pasó he oído por ahí que era uno de los hombres más… —cambié el tono a uno poco convencido de lo que decía—…famosos… de la isla. He escuchado que hay… varios barcos más bajo su mando.
Volví a encogerme de hombros. Esta vez no demostraba ningún “el resto es historia” tanto como demostraba algo de nervios.
—Espero que sea mentira —añadí con un leve movimiento de cabeza.
[…]
Luego de un incómodo rato más de andada el carro pareció detenerse. Habíamos entrado en lo que me resultaba más la zona de una tribu que una ciudad, al punto de que no sospeché que fuese la susodicha Ciudad Lagarto hasta que el hombre habló, indicando que habíamos llegado.
Me baje del carro con mis dudas, intercambiando mi mirada entre el Virrey y Brenda.
—He estado en Sandorai, viven en árboles —me rodeé con mi propio brazo—, no me… no me molesta el desorden —añadí. En realidad quería decir que poco me iba a interesar desorden de ropa y utensilios cuando tenía un problema llamado “ser vendido” encima.
Poco después de la entrada de Brenda al lugar vi al Virrey, sonriendo y negando con su cabeza para sí mismo. Arrugué la nariz mientras él miraba al cielo, es decir, sonaba a un lugar alegre. Sólo que no podía creerme que tuvieran uno. ¿Este era el lugar dónde hacia sus negocios? ¿Los virreyes no trabajaban en unas salas grandotas de un castillo o una cosa así?
...Bueno, debía admitir que el sitio lucia increíble a su propio modo. Retrocedí unos pocos pasos, no sin antes ver al moreno como para indicarle, en cierta forma, que no iba a salir corriendo repentinamente y que por eso no tenía razones para hacerme nada malo. Muy cuestionable cuanto podía transmitirle de eso con una mirada.
Observé la inmensidad de la tienda ahora que estaba una pizca más alejado, y eso no bastaba del todo. El diseño resultaba curioso, quizá no tanto; pero no me había cruzado con alguno parecido. Para empezar, se estiraba hacia los lados en vez de hacía arriba. «Espacio desaprovechado» y repentinamente estaba criticando el sitio. «¿Qué está sosteniendo las telas? ¿Pilares de madera? ¿Piedra?».
—¿…Por qué pusieron sábanas sobre una casa? —pregunté, habiendo llegado a mi conclusión de que la estructura se trataba de eso.
Cuando el moreno me guiñó el ojo sonreí levemente. Todavía eran sonrisas de compromiso, ninguna, claro, alegre.
Al entrar al lugar pasaron menos de siete segundos antes de que tuviese que congelar mi expresión facial por completo con la imagen. «…No mires, no mires a nadie» desvié la mirada apenado al haber sido tomado por sorpresa, intentando no posarla sobre nada que fuese piel.
Cerré los ojos, apretándolos y suspirando fuertemente al notar como miserablemente fallaba.
—E-err… —vi al Virrey unos segundos y luego volví a ver al frente, con la boca levemente abierta, sin terminar de expulsar ninguna palabra—. Err.
«Inspira», entonces escuché algo como… murmuros. ¿Cantos?
…
Gemidos.
«Espira. Piensa en árboles» aparté la mirada, intentando en enfocarme de cualquier otra cosa en la tienda, pasando del shock inicial tras unos segundos de correr los ojos por el sitio.
La sala lucía relativamente pequeña para lo grande que el sitio parecía por fuera. «No… no es eso», me lleve la mano a la barbilla, mucho del espacio más parecía estar más allá de las puertas en las paredes. Si consideraba solo el espacio, era bastante. Quizá demasiado; pero todas esas cortinas rojas decorando las paredes y alfombras el suelo producía un impacto visual algo grande, era… repetitivo. ¿Esto era a propósito? Se me ocurría que era lo de “el rojo provoca pasión”… desvié la mirada, buscando otra cosa.
Terminó cruzada con una de las chicas, a lo que esbocé una mueca pequeña y vi a otro lado apenado. Era imposible no ver, todo era de un solo color y—
—…Ah —vi hacia el virrey, considerándolo la mente detrás de eso—. Si todo es de un color, lo que no es… —susurré hablando solo, desviando la mirada a otra de las mujeres. «Llama más la atención, como un punto negro en una hoja blanca».
Otros velos y algunas cintas, estos colgaban del pecho. De rojos más suaves, y algún que otro raro blanco regado. Pasé los ojos por lo que me parecían almohadas gigantes que habían por todo el lugar, sin ningún orden particular. Y por supuesto que había alguna mujer tirada en uno; aunque lucían dormidas.
Lo último que podía ver era las camas, y es que las había dejado de últimas por buenas razones que no iba a hacer evidentes. No era difícil notar que no las había hecho una misma persona por la variedad que había entre ellas, lo que significaba… «Todas robadas», volteé los ojos negando levemente con la cabeza.
La verdad sólo estaba llevando el análisis tan exhaustivo del lugar en un intento de ignorar las miradas que me habían clavado encima, por un momento pequeño había extrañado la de los gorilas. Todo se fue al demonio por una segunda vez cuando por estar bloqueando mentalmente tanta presencia y ruido como podía, alguna se había acercado lo suficiente para rozarme con los dedos.
Salí de mi cabeza con un respingo y pestañeé una única vez, tosí y respiré, con media sonrisa que casi decía “uhh”. Volteé a ver al moreno, es decir, esto… el vender que me estaba imaginando era como una subasta… “quien pagué más, se lo lleva. ¡Sabe cocinar!” y otras mentiras. Si estaba hablando de este tipo de venta…
—Adivinare. Mi valor no tiene nada que ver con hacer lucir a todas las camas iguales.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Matthew se tapaba la boca con una mano, haciendo un enorme esfuerzo por no reírse a carcajadas, ese elfo era simplemente la inocencia encarnada. En cuanto se percató del tipo de sitio al que acababa de entrar, no sabía a dónde desviar la mirada para evitar ver a las chicas que lo rodeaban. El Humano se cruzó de brazos y no movió ni un dedo para intentar sacarlo de su incomodidad. Hasta parecía que le costaba respirar, Anders se tapaba, miraba al piso, luego al techo, luego a Matt y cuando hiciera eso solo se encontraría con una risa mal disimulada.
-No creí que los elfos fueran tan pudodosos ¿Entonces es mentira eso de que van desnudos por los bosques? Que decepción, allí termina mi sueño de encontrarme un día entre los árboles a un montón de hermosas elfas semi desnudas -
-¿De verdad es un elfo? Nunca había visto a uno - Comentó una de las prostitutas más jóvenes del grupo.
-¡Mira su piel! Se ve tan suave y blanca ¿Usas algo para mantenerla así? - Preguntó otra.
-¿Para qué lo trajiste? ¿Va a trabajar con nosotras? - La curiosidad comenzaba a levantar murmullos - No creo que sea una competencia justa -
-Bueno, bueno, no lo atosiguen con sus preguntas. Está cansado, seguramente hambriento, tuvo una jornada algo ajetreada, así que tratenlo bien ¿De acuerdo? - Intentó poner un poco de orden en el gallinero - Tenemos una decoración monocromática, es cierto, pero la vamos cambiando en las distintas épocas. Está vez tocó rojo, quizás lo cambiemos a color verde jade en los siguiente meses ¿A tí qué te parece? -
Solo intentaba distraer un poco a Anders para que no estuviera tan incómodo, cuando lo escuchó decir lo de las camas Matthew se echó a reír con ganas, era un joven muy detallista, claramente. El Virrey dio algunos pasos y luego dio la vuelta para mirar de arriba a abajo al elfo.
-Estoy pensando que a mi me daría más vergüenza ir así vestido que desnudo - Chasqueó con la lengua y sonrió de medio lado - Sí es así cómo visten en tus tierras entiendo porque reparten el rumor de que van desnudos - Se escuchó un coro de risas.
-Podemos solucionar eso - Comentó una.
-Sabemos como tratar a un hombre - Dijo otra como en un ronroneo.
-Creo que van a tener que hacerlo, porque a mi no me deja que lo toque - Owens lo dijo medio en broma, medio a modo de reproche.
-Entonces dejalo en nuestras manos -
-¿Cómo vas a querer que lo dejemos? -
-Admito que la idea de ponerle un vestido es tentadora. Pero creo que él prefiere ir de hombre, y la idea sería venderlo a alguna viuda de la alta sociedad que se sienta sola y necesite de los cariñosos brazos de un sensual elfo - En la cabeza de Matthew todo empezaba a tener sentido.
Las muchachas volvieron a reír y comenzaron a rodear a Anders, cortando primero el camino que llevaba a la salida más cercana para luego cerrar un círculo en torno a él. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, se lanzaron sobre el elfo y comenzaron a quitarle la ropa a tirones.
-No creí que los elfos fueran tan pudodosos ¿Entonces es mentira eso de que van desnudos por los bosques? Que decepción, allí termina mi sueño de encontrarme un día entre los árboles a un montón de hermosas elfas semi desnudas -
-¿De verdad es un elfo? Nunca había visto a uno - Comentó una de las prostitutas más jóvenes del grupo.
-¡Mira su piel! Se ve tan suave y blanca ¿Usas algo para mantenerla así? - Preguntó otra.
-¿Para qué lo trajiste? ¿Va a trabajar con nosotras? - La curiosidad comenzaba a levantar murmullos - No creo que sea una competencia justa -
-Bueno, bueno, no lo atosiguen con sus preguntas. Está cansado, seguramente hambriento, tuvo una jornada algo ajetreada, así que tratenlo bien ¿De acuerdo? - Intentó poner un poco de orden en el gallinero - Tenemos una decoración monocromática, es cierto, pero la vamos cambiando en las distintas épocas. Está vez tocó rojo, quizás lo cambiemos a color verde jade en los siguiente meses ¿A tí qué te parece? -
Solo intentaba distraer un poco a Anders para que no estuviera tan incómodo, cuando lo escuchó decir lo de las camas Matthew se echó a reír con ganas, era un joven muy detallista, claramente. El Virrey dio algunos pasos y luego dio la vuelta para mirar de arriba a abajo al elfo.
-Estoy pensando que a mi me daría más vergüenza ir así vestido que desnudo - Chasqueó con la lengua y sonrió de medio lado - Sí es así cómo visten en tus tierras entiendo porque reparten el rumor de que van desnudos - Se escuchó un coro de risas.
-Podemos solucionar eso - Comentó una.
-Sabemos como tratar a un hombre - Dijo otra como en un ronroneo.
-Creo que van a tener que hacerlo, porque a mi no me deja que lo toque - Owens lo dijo medio en broma, medio a modo de reproche.
-Entonces dejalo en nuestras manos -
-¿Cómo vas a querer que lo dejemos? -
-Admito que la idea de ponerle un vestido es tentadora. Pero creo que él prefiere ir de hombre, y la idea sería venderlo a alguna viuda de la alta sociedad que se sienta sola y necesite de los cariñosos brazos de un sensual elfo - En la cabeza de Matthew todo empezaba a tener sentido.
Las muchachas volvieron a reír y comenzaron a rodear a Anders, cortando primero el camino que llevaba a la salida más cercana para luego cerrar un círculo en torno a él. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, se lanzaron sobre el elfo y comenzaron a quitarle la ropa a tirones.
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
—Bueno… ¿no…? —respondí viendo al virrey, intentando pasar por alto su burla mal disimulada—. Si buscas un río puede que encuentres, pero... —dije con ciertas dudas, no parecía una idea brillante decirle al humano donde conseguir más mujeres para que fuera a buscarlas y pudiese añadirlas a su harén. Le vi la cara varios segundos, concluyendo de que, definitivamente, era más que capaz de intentar hacer justo eso.
Y todavía peor, me temía, de lograrlo.
—P-Pero no lo recomendaría —añadí—. Si encuentras a muchas mujeres bañándose en un río lo más seguro es… es que sea un ritual en proceso, o algo. Interrumpir uno es mala idea, te pueden dar un flechazo, o… algo —baje la mirada al pecho del hombre. No estaba mintiendo, pero la verdad es lo decía más para desanimarlo a intentar algo.
Estaba buscando en mi cabeza más razones por las cuales el moreno no debería. Pensé en mencionar celos de los hombres de la tribu, si es que no directamente furia por proponer algo así; pero supuse que eso sería la reacción de más de la mitad de las razas y no solo de elfos. ¿Escapar de Sandorai ante expertos qué se conocían sus territorios de memoria? Bueno, era algo a decir… pero todo esto eran detalles que detendrían a alguien estúpido. Y el hombre, por juguetón que fuera, en el fondo no lo parecía.
Hasta ahora o bien había tenido la inteligencia más sutil que jamás había presenciado de alguien, o algún dios lo amaba y tenía toda la suerte del mundo de su lado.
Con el montón de murmullos vi hacia las mujeres de nuevo, suspirando levemente porque mi primera impresión para ellas y el moreno hubiese sido esa. Intentar decir que eso sería la de cualquier persona razonable sonaría como una excusa y llamaría a más burla, así que tendría que aguantármelo por el momento.
Encontraba difícil diferenciar mucho de lo que decían con tantas hablando a la vez, pero hubieron cosas que oí claramente.
—No somos tan ra—iba a decirle a una de ellas, cuando vi a otra señalándome. Me vi la piel un momento y después a ella—. No, se supone que nuestra magia por permitir sanar ayuda a estas cosas, así que se mantiene mejor, y…
Me callé antes de que se me ocurriera mencionar que podía, con esfuerzo y tiempo, lograr efectos ligeramente parecidos aunque no permanentes en otras personas por imposición de manos. «Tocar tentar palpar rozar acariciar tantear y sobar están fuera de los límites de las cosas que puedo decir en este lugar» repasé mentalmente, encontrando que cualquier cosa que dijera fácilmente se podía usar en mi contra, por parte de ellas, y especialmente, por parte de la mente más rápida para reírse entre todas las que estábamos ahí.
Repasé mentalmente la lista de cosas que no debía decir mientras el moreno calmaba a las mujeres. Por alguna razón, parecían más que alegres de hacerle caso, quien sabe como se había ganado la confianza de estas. Casi, casi no podía culparlas, ni a mí me terminaba de caer mal.
—¿Verde jade? —pregunté, señalándome a mí mismo con una mano. Es decir…no podía creer que mi opinión importase mucho, en especial para decorar el lugar del que él era dueño—. …
No me emocionaba pensar que pasaría suficiente tiempo ahí como para que se alcanzase la fecha de cambiarle la decoración.
—Sí… me gusta el verde —dije, aunque mi tono no pareciese indicar eso. Abrí ambos ojos ligeramente cuando dijo que le daría vergüenza ir vestido así mientras me veía. Me tomó un poco caer a que estaba hablando de mí, baje la mirada revisando mi ropa, no le veía nada de malo.
Fuera del sucio, fuera del sucio. Pero no es que yo hubiese planeado caer en tierra y luego ser metido en una jaula.
Escuchar otro de sus comentarios me hizo sonreír levemente. Intenté aguantarme apretando los labios, estando entre «este infeliz» y aceptar el hecho de que realmente había sido buena broma. Al final no pude evitarlo y carcajeé un poco, aunque igual intenté mantener mi volumen bajo, para “no darle gusto” al virrey de haberme hecho reír.
Por suerte mi sonrisa se cayó sola al oír los comentarios respecto al chiste.
—Um, no... no tengo dinero —comenté para intentar desalentarlas a tratarme. Cuando fue el turno de hablar del virrey me tensé ligeramente, viéndolo de reojo—. ¡E-Estaba atado! Nadie estaría cómod…-¿Qué? —pregunté atónito al oír el plan de la viuda de la alta sociedad.
Al ver a una de las mujeres acercarse me alejé un par de pasos de ella, tan sólo viéndola continuar de largo atrás. No hice mucho caso pensando que saldría, al menos hasta ver cómo, en realidad, bloqueaba la vía de escape.
—… —me di vuelta para observar el círculo formado y como lentamente se acercaban.
Estaba seguro de que congéneres matarían por estar en esta situación, al menos fuera del contexto de ella. Y estaba casi seguro de que yo mataría por no estarlo. Alce ambas mano, suspirando levemente.
—Chicas, escuchen, esperen —empecé, intentando que detuvieran su avance. No estaba viendo tanto mujeres semi-desnudas como una manada de lobos girando en torno a una presa—. No hay necesidad. Sé desvestirme yo solo.
Quizá había dicho eso con tanta seriedad que la conclusión lógica era que tenía que ser un chiste, por el coro de risas. Volteé levemente a un lado, moviendo los labios en un legible “oh, maldita sea.”
Al sentir el primer jalón tomé la muñeca de esa mujer para intentar que me soltase, entonces tenía una mano jalándome de atrás. Y otra, y otra. La sensación de algo tocándome estaba en más de ocho puntos distintos en mi cuerpo, punto al que tuve que clavarme en la mente que estaba tratando con personas y no animales para no reaccionar en un desquite muy violento.
Fue prioridad mantener mi ropa en donde estaban, dedicando una mano exclusivamente a jalarlos hacia arriba y la otra para jalar abajo la túnica.
—¡M-Matthew! —llamé por el moreno, demasiado ocupado como para tomarme el tiempo de medir como me dirigía a él—. ¡Diles qué no!
Las mujeres sólo se rieron al llamado que hice al hombre y luego al otro comentario. Claramente estaban jugando; pero no se sentía como un juego desde mi lado. El brazo con el que se jalaba la túnica cedió, más bien yo cedí al no aguantar más el dolo que me suponía hacer fuerza con él. Cuando la pieza superior ya iba por mi cuello y cabeza se enredó por la variedad de jalones, no dejándome ver y haciéndome sentir atosigado.
Fruncí el ceño, intentando mantenerme recto y no doblarme para que no saliera por la diferencia en altura. Con los pies clavados al suelo intenté mantener mi equilibrio para no parar en el suelo, cosa que resultaba incrementalmente más difícil por cada segundo. Al menos sin lastimar a nadie.
Alguien debía darme puntos por el esfuerzo que me estaba tomando razonar en esa situación. «No… no golpees a nadie» me dije a mí mismo, sintiendo como alguien me saltaba a la espalda para hacerme caer. Sabía lo que sucedía cuando rompías la “mercancía” de alguien, tenías que pagarla, y el virrey parecía tener una insistencia especialmente grande con eso, incluso conmigo, cuando no tenía ni medio día en sus “pertenencias”.
Llevaba todo el día intentando sufrir un problema severo como para venir a ganármelo ahora, y a más me lo repetía, más horrible sonaba tener que decir a alguien en algún momento: “sí, me ocurrió algo especialmente malo porque no me deje desnudar por un montón de mujeres atractivas”.
—¡Matthew! —volví a gritarle al hombre, aunque no podía ver, al sentir los pantalones por mis rodillas cruce las piernas para que no bajasen más de allí, terminando de caer con quien sabe cuánta gente aplastándome.
Pocos segundos después de eso había terminado. Más bien me había cansado de intentar resistirme, hacerlo me estaba amargando e iba a terminar más allá de mi consciencia y realmente lastimando a alguien, lo que me iba a traer problemas en varios niveles distintos, y no lo quería en ninguno de ellos.
—¿Y… podemos jugar con él antes de vestirlo? —preguntó al moreno sentada sobre mi estómago, antes de mirarme y preguntarle a quien debería—. ¿Tú qué me dices? —preguntó corriendo su mano por mi pelo.
Le gruñí hostilmente, a lo que se hizo la ofendida y luego sonrió encantada. Otras que me aplastaban o sostenían de alguna forma sólo se rieron un poco mientras el resto buscaba ropas. Como mínimo, estaban teniendo la amabilidad de no presionarme el brazo herido luego de que se los comunicara
—Adoro cuando los hombres hacen ese sonido.
Por supuesto, le había gustado a la loca.
—Esto es injusto —comentó otra, revisándome las manos. Se refería a lo de que los elfos tuvieran gratuitamente la piel así, al menos una buena parte de ellos.
—…Sólo vístanme.
La que estaba sentada sobre mi pecho puso una expresión molesta, seguramente ofendida de que me diera el lujo de rechazarla tan secamente. Se vio con sus compañeras, y vinieron uno tras otro “se hace el difícil”, “quieres decir el ‘duro’, “comprobemos cuanto”.
—Uhm —murmuré terriblemente incomodado al sentir una mano donde no debía.
Luego de los próximos minutos más humillantes de mi vida, de los cuales el primero fue verdadera preocupación de que iban a obligarme, las chicas se tranquilizaron un poco después de haberse reído y jugado suficiente al desprenderme de mi “última línea de defensa”, o lo que es lo mismo, ropa interior. Cuanto menos, para toda la locura, parecía que ni ellas ni el virrey llegaban a esos límites, si bien sus áreas grises tampoco me gustaban demasiado.
Aunque el moreno les había dicho que me vistieran de hombre, igual no perdieron la oportunidad de hacer el chiste e intentar encasquetarme ropa de mujer. Suspiré todo el proceso, probándome una cosa u otra que me pasaran cuando directamente no me la ponían ellas para fastidiarme.
Llegado a cierto punto casi me daba igual estar ahí desnudo, excepto por las dormidas que se despertaban para unirse al asunto. Un tic se estaba empezando a apoderar de mi ojo izquierdo. Lo bueno de todo esto es que, si lograba escapar, jamás volvería a tener pena de nada.
Lo peor de todo esto, quizá, era que al final, toda ropa que me probase resultase realmente mejor que la mía.
—Pruebate esto —dijo una, sosteniendo otro conjunto más.
—…No me voy a poner eso, Jeyne.
—¡Ja! —se dio vuelta, apuntando a sus compañeras—. Ya se sabe mi nombre. Dadme dos días y lo tendré en cama.
—…Por favor, dejen de hacer apuestas de eso —dije rendido.
Me acerqué al moreno, negando con la cabeza y abriendo los brazos para que observará lo que actualmente tenía puesto.
—Tú… supongo que tú elijes… la próxima vez… —estuve a punto de decir que prefería bien o vestirme yo solo o que lo hiciera él por lo estresante que esta sesión había resultado.
Prefería optar por pensar que no habría una próxima si tenía suerte.
Y todavía peor, me temía, de lograrlo.
—P-Pero no lo recomendaría —añadí—. Si encuentras a muchas mujeres bañándose en un río lo más seguro es… es que sea un ritual en proceso, o algo. Interrumpir uno es mala idea, te pueden dar un flechazo, o… algo —baje la mirada al pecho del hombre. No estaba mintiendo, pero la verdad es lo decía más para desanimarlo a intentar algo.
Estaba buscando en mi cabeza más razones por las cuales el moreno no debería. Pensé en mencionar celos de los hombres de la tribu, si es que no directamente furia por proponer algo así; pero supuse que eso sería la reacción de más de la mitad de las razas y no solo de elfos. ¿Escapar de Sandorai ante expertos qué se conocían sus territorios de memoria? Bueno, era algo a decir… pero todo esto eran detalles que detendrían a alguien estúpido. Y el hombre, por juguetón que fuera, en el fondo no lo parecía.
Hasta ahora o bien había tenido la inteligencia más sutil que jamás había presenciado de alguien, o algún dios lo amaba y tenía toda la suerte del mundo de su lado.
Con el montón de murmullos vi hacia las mujeres de nuevo, suspirando levemente porque mi primera impresión para ellas y el moreno hubiese sido esa. Intentar decir que eso sería la de cualquier persona razonable sonaría como una excusa y llamaría a más burla, así que tendría que aguantármelo por el momento.
Encontraba difícil diferenciar mucho de lo que decían con tantas hablando a la vez, pero hubieron cosas que oí claramente.
—No somos tan ra—iba a decirle a una de ellas, cuando vi a otra señalándome. Me vi la piel un momento y después a ella—. No, se supone que nuestra magia por permitir sanar ayuda a estas cosas, así que se mantiene mejor, y…
Me callé antes de que se me ocurriera mencionar que podía, con esfuerzo y tiempo, lograr efectos ligeramente parecidos aunque no permanentes en otras personas por imposición de manos. «Tocar tentar palpar rozar acariciar tantear y sobar están fuera de los límites de las cosas que puedo decir en este lugar» repasé mentalmente, encontrando que cualquier cosa que dijera fácilmente se podía usar en mi contra, por parte de ellas, y especialmente, por parte de la mente más rápida para reírse entre todas las que estábamos ahí.
Repasé mentalmente la lista de cosas que no debía decir mientras el moreno calmaba a las mujeres. Por alguna razón, parecían más que alegres de hacerle caso, quien sabe como se había ganado la confianza de estas. Casi, casi no podía culparlas, ni a mí me terminaba de caer mal.
—¿Verde jade? —pregunté, señalándome a mí mismo con una mano. Es decir…no podía creer que mi opinión importase mucho, en especial para decorar el lugar del que él era dueño—. …
No me emocionaba pensar que pasaría suficiente tiempo ahí como para que se alcanzase la fecha de cambiarle la decoración.
—Sí… me gusta el verde —dije, aunque mi tono no pareciese indicar eso. Abrí ambos ojos ligeramente cuando dijo que le daría vergüenza ir vestido así mientras me veía. Me tomó un poco caer a que estaba hablando de mí, baje la mirada revisando mi ropa, no le veía nada de malo.
Fuera del sucio, fuera del sucio. Pero no es que yo hubiese planeado caer en tierra y luego ser metido en una jaula.
Escuchar otro de sus comentarios me hizo sonreír levemente. Intenté aguantarme apretando los labios, estando entre «este infeliz» y aceptar el hecho de que realmente había sido buena broma. Al final no pude evitarlo y carcajeé un poco, aunque igual intenté mantener mi volumen bajo, para “no darle gusto” al virrey de haberme hecho reír.
Por suerte mi sonrisa se cayó sola al oír los comentarios respecto al chiste.
—Um, no... no tengo dinero —comenté para intentar desalentarlas a tratarme. Cuando fue el turno de hablar del virrey me tensé ligeramente, viéndolo de reojo—. ¡E-Estaba atado! Nadie estaría cómod…-¿Qué? —pregunté atónito al oír el plan de la viuda de la alta sociedad.
Al ver a una de las mujeres acercarse me alejé un par de pasos de ella, tan sólo viéndola continuar de largo atrás. No hice mucho caso pensando que saldría, al menos hasta ver cómo, en realidad, bloqueaba la vía de escape.
—… —me di vuelta para observar el círculo formado y como lentamente se acercaban.
Estaba seguro de que congéneres matarían por estar en esta situación, al menos fuera del contexto de ella. Y estaba casi seguro de que yo mataría por no estarlo. Alce ambas mano, suspirando levemente.
—Chicas, escuchen, esperen —empecé, intentando que detuvieran su avance. No estaba viendo tanto mujeres semi-desnudas como una manada de lobos girando en torno a una presa—. No hay necesidad. Sé desvestirme yo solo.
Quizá había dicho eso con tanta seriedad que la conclusión lógica era que tenía que ser un chiste, por el coro de risas. Volteé levemente a un lado, moviendo los labios en un legible “oh, maldita sea.”
Al sentir el primer jalón tomé la muñeca de esa mujer para intentar que me soltase, entonces tenía una mano jalándome de atrás. Y otra, y otra. La sensación de algo tocándome estaba en más de ocho puntos distintos en mi cuerpo, punto al que tuve que clavarme en la mente que estaba tratando con personas y no animales para no reaccionar en un desquite muy violento.
Fue prioridad mantener mi ropa en donde estaban, dedicando una mano exclusivamente a jalarlos hacia arriba y la otra para jalar abajo la túnica.
—¡M-Matthew! —llamé por el moreno, demasiado ocupado como para tomarme el tiempo de medir como me dirigía a él—. ¡Diles qué no!
Las mujeres sólo se rieron al llamado que hice al hombre y luego al otro comentario. Claramente estaban jugando; pero no se sentía como un juego desde mi lado. El brazo con el que se jalaba la túnica cedió, más bien yo cedí al no aguantar más el dolo que me suponía hacer fuerza con él. Cuando la pieza superior ya iba por mi cuello y cabeza se enredó por la variedad de jalones, no dejándome ver y haciéndome sentir atosigado.
Fruncí el ceño, intentando mantenerme recto y no doblarme para que no saliera por la diferencia en altura. Con los pies clavados al suelo intenté mantener mi equilibrio para no parar en el suelo, cosa que resultaba incrementalmente más difícil por cada segundo. Al menos sin lastimar a nadie.
Alguien debía darme puntos por el esfuerzo que me estaba tomando razonar en esa situación. «No… no golpees a nadie» me dije a mí mismo, sintiendo como alguien me saltaba a la espalda para hacerme caer. Sabía lo que sucedía cuando rompías la “mercancía” de alguien, tenías que pagarla, y el virrey parecía tener una insistencia especialmente grande con eso, incluso conmigo, cuando no tenía ni medio día en sus “pertenencias”.
Llevaba todo el día intentando sufrir un problema severo como para venir a ganármelo ahora, y a más me lo repetía, más horrible sonaba tener que decir a alguien en algún momento: “sí, me ocurrió algo especialmente malo porque no me deje desnudar por un montón de mujeres atractivas”.
—¡Matthew! —volví a gritarle al hombre, aunque no podía ver, al sentir los pantalones por mis rodillas cruce las piernas para que no bajasen más de allí, terminando de caer con quien sabe cuánta gente aplastándome.
Pocos segundos después de eso había terminado. Más bien me había cansado de intentar resistirme, hacerlo me estaba amargando e iba a terminar más allá de mi consciencia y realmente lastimando a alguien, lo que me iba a traer problemas en varios niveles distintos, y no lo quería en ninguno de ellos.
—¿Y… podemos jugar con él antes de vestirlo? —preguntó al moreno sentada sobre mi estómago, antes de mirarme y preguntarle a quien debería—. ¿Tú qué me dices? —preguntó corriendo su mano por mi pelo.
Le gruñí hostilmente, a lo que se hizo la ofendida y luego sonrió encantada. Otras que me aplastaban o sostenían de alguna forma sólo se rieron un poco mientras el resto buscaba ropas. Como mínimo, estaban teniendo la amabilidad de no presionarme el brazo herido luego de que se los comunicara
—Adoro cuando los hombres hacen ese sonido.
Por supuesto, le había gustado a la loca.
—Esto es injusto —comentó otra, revisándome las manos. Se refería a lo de que los elfos tuvieran gratuitamente la piel así, al menos una buena parte de ellos.
—…Sólo vístanme.
La que estaba sentada sobre mi pecho puso una expresión molesta, seguramente ofendida de que me diera el lujo de rechazarla tan secamente. Se vio con sus compañeras, y vinieron uno tras otro “se hace el difícil”, “quieres decir el ‘duro’, “comprobemos cuanto”.
—Uhm —murmuré terriblemente incomodado al sentir una mano donde no debía.
[…]
Luego de los próximos minutos más humillantes de mi vida, de los cuales el primero fue verdadera preocupación de que iban a obligarme, las chicas se tranquilizaron un poco después de haberse reído y jugado suficiente al desprenderme de mi “última línea de defensa”, o lo que es lo mismo, ropa interior. Cuanto menos, para toda la locura, parecía que ni ellas ni el virrey llegaban a esos límites, si bien sus áreas grises tampoco me gustaban demasiado.
Aunque el moreno les había dicho que me vistieran de hombre, igual no perdieron la oportunidad de hacer el chiste e intentar encasquetarme ropa de mujer. Suspiré todo el proceso, probándome una cosa u otra que me pasaran cuando directamente no me la ponían ellas para fastidiarme.
Llegado a cierto punto casi me daba igual estar ahí desnudo, excepto por las dormidas que se despertaban para unirse al asunto. Un tic se estaba empezando a apoderar de mi ojo izquierdo. Lo bueno de todo esto es que, si lograba escapar, jamás volvería a tener pena de nada.
Lo peor de todo esto, quizá, era que al final, toda ropa que me probase resultase realmente mejor que la mía.
—Pruebate esto —dijo una, sosteniendo otro conjunto más.
—…No me voy a poner eso, Jeyne.
—¡Ja! —se dio vuelta, apuntando a sus compañeras—. Ya se sabe mi nombre. Dadme dos días y lo tendré en cama.
—…Por favor, dejen de hacer apuestas de eso —dije rendido.
Me acerqué al moreno, negando con la cabeza y abriendo los brazos para que observará lo que actualmente tenía puesto.
—Tú… supongo que tú elijes… la próxima vez… —estuve a punto de decir que prefería bien o vestirme yo solo o que lo hiciera él por lo estresante que esta sesión había resultado.
Prefería optar por pensar que no habría una próxima si tenía suerte.
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Como no tengo ni buen gusto de la moda ni buen Internet para dedicarme extensivamente a buscar imágenes, tomé estas ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] -- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] -- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) porque salían así casi que de primeras. Sino, siéntete libre de decir que llevo puesto ^^
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Mientras las chicas se encargaban de todo, Matthew sólo se puso cómodo, recostandose sobre una pila de almohadas, en algún momento alguien le acercó una mesa bajita con un juego de té ya listo para servir. El estafador continuó mirando cómo el elfo peleaba arduamente para impedir lo inevitable, eran demasiadas mujeres y a cada momento se le sumaban más, aunque utilizara la fuerza no había manera de que mantuviera alejadas tantas manos.
-Ahhh no, no, no, cuando quise acercarme pusiste un gesto de horror tal que parecía que tenía la peste. Ahora tendrás que aguantar que las muchachas hagan lo que quieran contigo - Lo gracioso era que varias de ellas en verdad tenían enfermedades contagiosas “Dejemos que él mismo averigüe cual tiene herpes”
Matthew reía a carcajadas cuando todas cayeron al piso junto con Anders, si no fuera porque el piso estaba cubierto de alfombras de seguro se hubiesen lastimado. Ahora eran una madeja de piernas y brazos... Y varias cosas más, Owens se inclinó un poco hacía el costado para poder ver desde un mejor ángulo “Oh, vaya, pero que lindo es eso” pensó cuando los secretos del tímido elfo empezaron a quedar a la luz.
-Conoces las reglas, pueden jugar entre ustedes tanto como quieran, siempre y cuando todas las partes estén de acuerdo - Y Anders no parecía tener muchas ganas de hacer nada, demasiado remilgado quizás - No es por decepcionarte, pero creo que él no va a colaborar - Apoyó el mentón en la palma de la mano - Jajaja, puede que su “amigo” no esté tan de acuerdo -
Entre tanto las muchachas seguían discutiendo qué le harían al elfo y cómo, Matthew se puso en pie y fue hasta uno de los guardarropas para comenzar a elegir prendas. La mayoría de la ropa terminaba tirada por el piso, cuando encontraba algo que le gustaba se lo pasaba a alguna de las chicas para que se lo pruebe, de acuerdo a como le quedaba evaluaban sí esa parte se quedaba o no.
Camisas blancas, azules, rojas, negras.
-Mmmm, no, ninguna de esas me convence ¿Qué tal esto otro? -
Pantalones más amplios, más ajustados, de colores marrón, negro, celeste...
-Me gustaron los ajustados, es decir, miren cómo aprieta lo importante ¡No deja nada a la imaginación! - Se empezaron a reír mientras Matthew se abanicaba con la mano.
Chaquetas largas y formales, otras más cortas de color blanco, luego sin chaqueta mejor, después otra de mangas más cortas.
-Creo que nos estamos desviando de nuestro propósito ¿Qué es lo que queremos transmitir al mostrarlo? - Apoyó los dedos en su sien, intentando concentrarse mientras miraba fijamente al elfo - ¡Ya lo tengo! - Buscó unas prendas que estaban en el fondo de un pilón, se las pasó a Jeyne - Estas quedarán perfectas ¿Saben cómo lo venderemos? Como un exótico elfo de las praderas - Levantó la mirada y las manos, extendiéndolas hacia los lados como si pudiera ver la historia plasmada en el aire - Hermoso, misterioso, frío pero a la vez sensible y delicado. No conoce de la vida de ciudad, ni de los vicios de la civilización, los placeres de una existencia rodeado de lujos es algo que está por fuera de su imaginación ¡Y usted, Noble Dama, será la primera en enseñárselos! - Señaló a una de las muchachas, jugando a que ella fuera la compradora en esa representación. Ella empezó a reír y aplaudió encantada - Suena bien ¿Cierto? Esa será nuestra plataforma -
-Ahhh no, no, no, cuando quise acercarme pusiste un gesto de horror tal que parecía que tenía la peste. Ahora tendrás que aguantar que las muchachas hagan lo que quieran contigo - Lo gracioso era que varias de ellas en verdad tenían enfermedades contagiosas “Dejemos que él mismo averigüe cual tiene herpes”
Matthew reía a carcajadas cuando todas cayeron al piso junto con Anders, si no fuera porque el piso estaba cubierto de alfombras de seguro se hubiesen lastimado. Ahora eran una madeja de piernas y brazos... Y varias cosas más, Owens se inclinó un poco hacía el costado para poder ver desde un mejor ángulo “Oh, vaya, pero que lindo es eso” pensó cuando los secretos del tímido elfo empezaron a quedar a la luz.
-Conoces las reglas, pueden jugar entre ustedes tanto como quieran, siempre y cuando todas las partes estén de acuerdo - Y Anders no parecía tener muchas ganas de hacer nada, demasiado remilgado quizás - No es por decepcionarte, pero creo que él no va a colaborar - Apoyó el mentón en la palma de la mano - Jajaja, puede que su “amigo” no esté tan de acuerdo -
Entre tanto las muchachas seguían discutiendo qué le harían al elfo y cómo, Matthew se puso en pie y fue hasta uno de los guardarropas para comenzar a elegir prendas. La mayoría de la ropa terminaba tirada por el piso, cuando encontraba algo que le gustaba se lo pasaba a alguna de las chicas para que se lo pruebe, de acuerdo a como le quedaba evaluaban sí esa parte se quedaba o no.
Camisas blancas, azules, rojas, negras.
-Mmmm, no, ninguna de esas me convence ¿Qué tal esto otro? -
Pantalones más amplios, más ajustados, de colores marrón, negro, celeste...
-Me gustaron los ajustados, es decir, miren cómo aprieta lo importante ¡No deja nada a la imaginación! - Se empezaron a reír mientras Matthew se abanicaba con la mano.
Chaquetas largas y formales, otras más cortas de color blanco, luego sin chaqueta mejor, después otra de mangas más cortas.
-Creo que nos estamos desviando de nuestro propósito ¿Qué es lo que queremos transmitir al mostrarlo? - Apoyó los dedos en su sien, intentando concentrarse mientras miraba fijamente al elfo - ¡Ya lo tengo! - Buscó unas prendas que estaban en el fondo de un pilón, se las pasó a Jeyne - Estas quedarán perfectas ¿Saben cómo lo venderemos? Como un exótico elfo de las praderas - Levantó la mirada y las manos, extendiéndolas hacia los lados como si pudiera ver la historia plasmada en el aire - Hermoso, misterioso, frío pero a la vez sensible y delicado. No conoce de la vida de ciudad, ni de los vicios de la civilización, los placeres de una existencia rodeado de lujos es algo que está por fuera de su imaginación ¡Y usted, Noble Dama, será la primera en enseñárselos! - Señaló a una de las muchachas, jugando a que ella fuera la compradora en esa representación. Ella empezó a reír y aplaudió encantada - Suena bien ¿Cierto? Esa será nuestra plataforma -
- Elfo de las Praderas:
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Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Miré levemente seco como el hombre desaprobaba de aquella ropa. Por un momento creí que simplemente sería cosa de más venganza, como haberme negado ayuda por no haberme dejado tocar antes. Deje caer los brazos a un lado y suspiré, dándome vuelta y yendo a sacarme la ropa de nuevo.
Primero que una camisa blanca de botones, con mangas abombadas. De esas que portaban los nobles. «Esto luce horrible». Me lleve las manos a la camisa, estirándola un poco para verla mejor. ¿Cómo es que los nobles gustaban vestir esto? ¿Con el calor, y la incomodidad?
Por cada prenda que me tocaba quitarme para ponerme otra vez me hacía un poco, sólo un poco más indiferente respecto a hacerlo. A cierto punto parecía que el virrey y las chicas habían parado ya los chistes y estaban enfocándose, en serio, de hacerme ver... "bien", al menos bien para la alta sociedad, o lo que sea que ellos entendían.
Entonces vinieron unos pantalones algo pequeños, con un color que parecía más bien pensado para intentar cegar a quien viera. Haciéndolo todo ya de forma algo mecánica, me los puse sin pensarlo mucho, dirigiendo atención a la tarea sólo cuando sentí lo incómodo que resultaban. Vi a Matthew con cara de circunstancia, poniendo una meca entre apenada y molesta mientras el hombre se abanicaba con la mano.
«…No se habrá olvidado de que planea venderme, ¿o sí?»
Ver los chistes correr entre las mujeres y al hombre descartar todavía más ropa sobre lo que ya era una montaña alcé ambas cejas. Parecía que había sido reducido de producto de venta a muñeca para vestir.
Seguí probándome ropas y combinaciones que el hombre elegía, cada vez parecía tomarse un poco más de tiempo por cada cosa, eso o la repetición estaba haciendo que me aburriera y todo me resultase más lento. Para cuando el virrey se detuvo, llevaba un camisón inflado de color rojo brillante, con pantalones azules brillantes, y un sombrerito verde…
Brillante.
Esto último había sido idea de las chicas, al parecer vestir a un hombre resultaba una actividad rara y única, lo cual… supuse que tenía sentido, si estaba en un lugar más bien dirigido a desvestir. Por lo menos alguien se estaba divirtiendo.
«…He estado desnudo frente a más de una decena de gente» me lleve una mano a la cara, tapándome ruborizado, bien podría ser de la furia; pero en realidad era pura pena. Hacer paz con la idea y terminar de aceptarlo me iba a llevar mínimo unos dos o tres días más.
Al escuchar al virrey levanté la cara para ver que decía. ¿Qué buscábamos transmitir…?
—¿Mentiras? —pregunté en un tono levemente sarcástico. Por alguna razón esto me estaba recordando a la obra de teatro de los Jyorn, sólo que con circunstancias muy diferentes.
Al escucharlo venir con lo que en su mente tenía que ser una maravillosa idea por la velocidad con la que buscó las prendas sólo podía esperarme algo terrible. Algo así como pantalones ajustados; pero con un corte en el área “importante”, como le había dicho. Me quede viendo la ropa que le pasó a Jeyne, antes de desviar la mirada a él de nuevo al escuchar la siguiente tontería que soltó de la boca.
—¿Elfo de… las… praderas? —enarqué una ceja, con una media sonrisa, mitad risueño, mitad confuso, por lo en serio que parecía estarlo diciendo.
Alce ambas cejas, dejando la boca un poquito abierta en cuanto empezó a listar las características de la imagen que tenía en mente: hermoso, «Mentira», misterioso, «Mentira», frío pero a la vez sensible, «…Tiene un talento para esto»; no conocer la vida de la ciudad… «¡Pero vivo en Lunargenta!», ni de los vicios de la civilización… «Bueno, eso... uh».
Vi hacia la chica que señaló, Asta, y luego lo vi a él de nuevo. Antes de poder presentar alguna queja Jeyne y otras chicas me estaban arrastrando atrás para quitarme lo que tenía puesto y colocarme el vestuario elegido por el virrey.
No estaba haciendo especial caso mientras me vestían, pensando en que no parecía haber “buscado” la ropa en el sentido de tocar por ahí porque sabía que estaba para dar con ella. Era como si se supiera de memoria donde tenía cada cosa.
Suspiré, intentando no darle demasiadas vueltas a todo y abandonar la paranoia sobre el moreno. Hasta ahora había resultado más juguetón que cruel, no es que no guardase rencores o algo, lo de no haberme dejado tocarlo más que claro lo recordaba, simplemente no había tomado ninguna acción tan negativa sobre ello.
Cuando terminaron de vestirme las mujeres se pusieron a acomodar esas almohadas enormes para hacer una especie de camino y a mover cosas por allí. A Asta le habían acomodado el pelo; pero no mucho más. Esperaba que fuese la noble que fuese a la que me iban a vender, como mínimo, viniera más tapada, o podía imaginarme que me estaría comprando con intenciones diferentes a solo abrazos.
—Ahora muéstranos que tan bien seduces, ¡acción! —comentó sonriente, empujándome dentro del “camino”, en cuyo final esperaba Asta.
—Pero Hild... no sé v....—apuntaba dudoso con el índice a la mujer, viendo al resto con sus mejores cara de expectativa. Vi hacia el virrey fijamente unos segundos y negué con la cabeza levemente, caminando hacia la mujer—. H… ¿Hola?
Ahí escuché las primeras de las risas mal contenidas, volteé a ver a las mujeres con el ceño fruncido, mientras por dentro repasaba que se supone que tenía que decir, o sea, ¡el hombre no me había explicado cómo se supone que uno se vendía aún!
¡…Y me negaba fuertemente a acercarme a quién sea y hacer que el primer tema fuese sobre mis partes!
—Oh… pero si es un elfo de las praderas —dijo empujándose el pelo hacia atrás dramáticamente, apenas aguantándose de reírse sobre su propia mala actuación.
Entrecerré los ojos juzgándola. Asta estiró su mano hacia mí, a lo que alcé una ceja confundido, ¿tenía que darle la mano o…? Volteé hacia atrás, viendo que las chicas me hacían señas de besarle la mano. Lo hice.
—¡Ajajaja! ¡Lo ha hecho! —exclamó ahogándose de la risa, yéndose de lado sobre la cama donde estaba sentada.
La mayoría no estaba en un estado distinto al de Jeyne, ni siquiera la propia “dama noble” estaba haciendo esfuerzo alguno por no reírse. Me tape la cara negando con la cabeza y vi al virrey.
—Creo que si no eres tú quien habla durante la… —agarré aire— venta, esto no va a darse. Tengo las habilidades de seducción de un golem.
—¿Un…? —rio un poco más, pasándose un dedo por el ojo para quitarse una lágrima—. ¿Qué cosa?
—Golem —me repetí. Al ver su cara, una de esas de un claro “no tengo idea de que hablas” continué explicándome—: son… son como representaciones creadas de algún material, como barro o arcilla. Podrías decir que son ser—
—¡Oh! —interrumpió, mientras movía las piernas, algo inquieta. Parecía una maña que tenía al estar sentada, o al menos cada vez que la pillaba así, eso estaba haciendo—. Quieres decir esculturas, esas personas de roca de… hm —alzó una mano para intentar contextualizar la altura—. ¿Y tú haces de esos, Andy?
Giré la muñeca para señalarle un “más o menos”; aunque en realidad no eran esculturas, pero podían serlo. Suponía.
—Si me consigues algo de barro te haré un upelero chiquito —dije casualmente con media sonrisa.
—¡Se sabe su animal favorito!
—Le hará un pájaro. ¡Sutil! ¡Me encanta! Es un buen intento de llevarla a la cama. ¡Te falta, pero te califico un 6!
—...No quise decir es—
—Pero no puede hacer eso con una noble, o sea, ¿cómo va a ser su animal favorito? —preguntó otra al mismo tiempo que yo hablaba.
Al ver como las chicas se iban por ese lado y empezaban a discutir las supuestas intenciones que tenía hacia Asta por ofrecerle un mísero regalo hecho de barro me lleve una mano al entrecejo, acariciándolo para desestresarme. En ese momento el estómago me rugió, cosa terrible, podía ver venir a medio kilómetro los chistes de "cómeme" viniendo.
Primero que una camisa blanca de botones, con mangas abombadas. De esas que portaban los nobles. «Esto luce horrible». Me lleve las manos a la camisa, estirándola un poco para verla mejor. ¿Cómo es que los nobles gustaban vestir esto? ¿Con el calor, y la incomodidad?
Por cada prenda que me tocaba quitarme para ponerme otra vez me hacía un poco, sólo un poco más indiferente respecto a hacerlo. A cierto punto parecía que el virrey y las chicas habían parado ya los chistes y estaban enfocándose, en serio, de hacerme ver... "bien", al menos bien para la alta sociedad, o lo que sea que ellos entendían.
Entonces vinieron unos pantalones algo pequeños, con un color que parecía más bien pensado para intentar cegar a quien viera. Haciéndolo todo ya de forma algo mecánica, me los puse sin pensarlo mucho, dirigiendo atención a la tarea sólo cuando sentí lo incómodo que resultaban. Vi a Matthew con cara de circunstancia, poniendo una meca entre apenada y molesta mientras el hombre se abanicaba con la mano.
«…No se habrá olvidado de que planea venderme, ¿o sí?»
Ver los chistes correr entre las mujeres y al hombre descartar todavía más ropa sobre lo que ya era una montaña alcé ambas cejas. Parecía que había sido reducido de producto de venta a muñeca para vestir.
Seguí probándome ropas y combinaciones que el hombre elegía, cada vez parecía tomarse un poco más de tiempo por cada cosa, eso o la repetición estaba haciendo que me aburriera y todo me resultase más lento. Para cuando el virrey se detuvo, llevaba un camisón inflado de color rojo brillante, con pantalones azules brillantes, y un sombrerito verde…
Brillante.
Esto último había sido idea de las chicas, al parecer vestir a un hombre resultaba una actividad rara y única, lo cual… supuse que tenía sentido, si estaba en un lugar más bien dirigido a desvestir. Por lo menos alguien se estaba divirtiendo.
«…He estado desnudo frente a más de una decena de gente» me lleve una mano a la cara, tapándome ruborizado, bien podría ser de la furia; pero en realidad era pura pena. Hacer paz con la idea y terminar de aceptarlo me iba a llevar mínimo unos dos o tres días más.
Al escuchar al virrey levanté la cara para ver que decía. ¿Qué buscábamos transmitir…?
—¿Mentiras? —pregunté en un tono levemente sarcástico. Por alguna razón esto me estaba recordando a la obra de teatro de los Jyorn, sólo que con circunstancias muy diferentes.
Al escucharlo venir con lo que en su mente tenía que ser una maravillosa idea por la velocidad con la que buscó las prendas sólo podía esperarme algo terrible. Algo así como pantalones ajustados; pero con un corte en el área “importante”, como le había dicho. Me quede viendo la ropa que le pasó a Jeyne, antes de desviar la mirada a él de nuevo al escuchar la siguiente tontería que soltó de la boca.
—¿Elfo de… las… praderas? —enarqué una ceja, con una media sonrisa, mitad risueño, mitad confuso, por lo en serio que parecía estarlo diciendo.
Alce ambas cejas, dejando la boca un poquito abierta en cuanto empezó a listar las características de la imagen que tenía en mente: hermoso, «Mentira», misterioso, «Mentira», frío pero a la vez sensible, «…Tiene un talento para esto»; no conocer la vida de la ciudad… «¡Pero vivo en Lunargenta!», ni de los vicios de la civilización… «Bueno, eso... uh».
Vi hacia la chica que señaló, Asta, y luego lo vi a él de nuevo. Antes de poder presentar alguna queja Jeyne y otras chicas me estaban arrastrando atrás para quitarme lo que tenía puesto y colocarme el vestuario elegido por el virrey.
No estaba haciendo especial caso mientras me vestían, pensando en que no parecía haber “buscado” la ropa en el sentido de tocar por ahí porque sabía que estaba para dar con ella. Era como si se supiera de memoria donde tenía cada cosa.
Suspiré, intentando no darle demasiadas vueltas a todo y abandonar la paranoia sobre el moreno. Hasta ahora había resultado más juguetón que cruel, no es que no guardase rencores o algo, lo de no haberme dejado tocarlo más que claro lo recordaba, simplemente no había tomado ninguna acción tan negativa sobre ello.
Cuando terminaron de vestirme las mujeres se pusieron a acomodar esas almohadas enormes para hacer una especie de camino y a mover cosas por allí. A Asta le habían acomodado el pelo; pero no mucho más. Esperaba que fuese la noble que fuese a la que me iban a vender, como mínimo, viniera más tapada, o podía imaginarme que me estaría comprando con intenciones diferentes a solo abrazos.
—Ahora muéstranos que tan bien seduces, ¡acción! —comentó sonriente, empujándome dentro del “camino”, en cuyo final esperaba Asta.
—Pero Hild... no sé v....—apuntaba dudoso con el índice a la mujer, viendo al resto con sus mejores cara de expectativa. Vi hacia el virrey fijamente unos segundos y negué con la cabeza levemente, caminando hacia la mujer—. H… ¿Hola?
Ahí escuché las primeras de las risas mal contenidas, volteé a ver a las mujeres con el ceño fruncido, mientras por dentro repasaba que se supone que tenía que decir, o sea, ¡el hombre no me había explicado cómo se supone que uno se vendía aún!
¡…Y me negaba fuertemente a acercarme a quién sea y hacer que el primer tema fuese sobre mis partes!
—Oh… pero si es un elfo de las praderas —dijo empujándose el pelo hacia atrás dramáticamente, apenas aguantándose de reírse sobre su propia mala actuación.
Entrecerré los ojos juzgándola. Asta estiró su mano hacia mí, a lo que alcé una ceja confundido, ¿tenía que darle la mano o…? Volteé hacia atrás, viendo que las chicas me hacían señas de besarle la mano. Lo hice.
—¡Ajajaja! ¡Lo ha hecho! —exclamó ahogándose de la risa, yéndose de lado sobre la cama donde estaba sentada.
La mayoría no estaba en un estado distinto al de Jeyne, ni siquiera la propia “dama noble” estaba haciendo esfuerzo alguno por no reírse. Me tape la cara negando con la cabeza y vi al virrey.
—Creo que si no eres tú quien habla durante la… —agarré aire— venta, esto no va a darse. Tengo las habilidades de seducción de un golem.
—¿Un…? —rio un poco más, pasándose un dedo por el ojo para quitarse una lágrima—. ¿Qué cosa?
—Golem —me repetí. Al ver su cara, una de esas de un claro “no tengo idea de que hablas” continué explicándome—: son… son como representaciones creadas de algún material, como barro o arcilla. Podrías decir que son ser—
—¡Oh! —interrumpió, mientras movía las piernas, algo inquieta. Parecía una maña que tenía al estar sentada, o al menos cada vez que la pillaba así, eso estaba haciendo—. Quieres decir esculturas, esas personas de roca de… hm —alzó una mano para intentar contextualizar la altura—. ¿Y tú haces de esos, Andy?
Giré la muñeca para señalarle un “más o menos”; aunque en realidad no eran esculturas, pero podían serlo. Suponía.
—Si me consigues algo de barro te haré un upelero chiquito —dije casualmente con media sonrisa.
—¡Se sabe su animal favorito!
—Le hará un pájaro. ¡Sutil! ¡Me encanta! Es un buen intento de llevarla a la cama. ¡Te falta, pero te califico un 6!
—...No quise decir es—
—Pero no puede hacer eso con una noble, o sea, ¿cómo va a ser su animal favorito? —preguntó otra al mismo tiempo que yo hablaba.
Al ver como las chicas se iban por ese lado y empezaban a discutir las supuestas intenciones que tenía hacia Asta por ofrecerle un mísero regalo hecho de barro me lleve una mano al entrecejo, acariciándolo para desestresarme. En ese momento el estómago me rugió, cosa terrible, podía ver venir a medio kilómetro los chistes de "cómeme" viniendo.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
¿Elfo de… las… praderas?
La incredulidad de Anders era evidente, pero Matthew parecía estar muy seguro de lo que decía.
-Querías saber qué es venderse. Aquí lo tienes, esto es exactamente venderse - Se acercó a él y caminó lentamente hasta quedar parado atrás, rodeó la cintura del elfo con ambos brazos y apoyó el mentón en su hombro - ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira? La verdad es lo que uno quiera, siempre y cuando la gente se lo crea, cualquier cosa puede ser cierto - Retiró el abrazo para que las muchachas pudieran llevárselo y cambiarle nuevamente las ropas.
Las chicas se lo estaban pasando a lo grande, quizás Owens había sido el que comenzó con el juego, pero ahora la actividad tenía vida propia y se desarrollaba sin que él tuviera que hacer absolutamente nada. Cuando vio que acomodaban los almohadones supo lo que se vendría a continuación ¡Y quería tener asientos en primera fila! Así que se sentó a un lado, junto con varias muchachas más, y se quedaron a la espera de que Anders desfilara.
Matthew silbó cuando pasó el elfo.
-Lindas piernas - Hizo uno de esos sonidos desagradables que hacían los hombres cuando quería “halagar” a las mujeres que pasaban - Ve a por ella, tigre, acabala - Un coro de carcajadas acompañó el comentario.
Aunque cuando en verdad estalló en carcajadas la tienda fue cuando Anders le besó la mano a la prostituta, eso fue demasiado para Matt, quien terminó agarrándose la panza de tanto reír.
-No me explico cómo llegaste a esta edad sin aprender una o dos cosas sobre seducción - Owens seguía tirado en el piso, secándose las lágrimas de tanto reír - A menos que tu nunca... - Se tapó la boca y abrió grandes los ojos - Por los dioses, que terrible ¿Es así? ¿Podría ser que tu nunca...? - Hizo un gesto obsceno para que se entendiera a qué venía la pregunta.
Y eso sí era algo que llamaría la atención, mientras Anders explicaba lo que era un Golem y en qué consistían sus habilidades, el resto de las muchachas murmuraban entre ellas... Y hacían planes, planes sumamente bochornosos. Matthew en cambio estaba atento a lo que el elfo explicaba, uno de sus pasatiempos favoritos era el modelar piezas con arcilla ¿Podría ser que tuvieran algo como eso en común?
-¿Un Upelero? Eso es sumamente adorable - Sonrió, aunque sus ojos no demostraban alegría alguna - Son como los intentos de un jovencito, me gusta esa frescura - Se puso de pie y se acercó a Anders, apoyando los brazos en sus hombros para que la distancia entre ambos fuera prácticamente nula - ¿No te gustaría quedarte conmigo? Vivirías bien aquí, te podrías divertir con las chicas, tendrías un sitio donde dormir y me aseguraría que jamás te faltara nada - Le agarró el brazo herido - No tendrías que sufrir este tipo de cosas nunca más -
Y alrededor de ellos se hizo el silencio, las muchachas sabían que cuando Matthew se ponía serio no tenían que meterse. El Virrey acercó lentamente el rostro, pero no lo besó, en lugar de eso se desvió hacia el oído del elfo.
-Podrías tener tu propio taller - Susurro - O hasta podría prestarte el mio - Al estafador no le gustaba que se supiera cuáles eran sus pasatiempos, consideraba su gusto por la cerámica como un rezago del pasado del cual no podía deshacerse. Lo soltó de pronto y exclamó en voz alta - Hay que preparar algunos bocadillos ¿No creen? -
La incredulidad de Anders era evidente, pero Matthew parecía estar muy seguro de lo que decía.
-Querías saber qué es venderse. Aquí lo tienes, esto es exactamente venderse - Se acercó a él y caminó lentamente hasta quedar parado atrás, rodeó la cintura del elfo con ambos brazos y apoyó el mentón en su hombro - ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira? La verdad es lo que uno quiera, siempre y cuando la gente se lo crea, cualquier cosa puede ser cierto - Retiró el abrazo para que las muchachas pudieran llevárselo y cambiarle nuevamente las ropas.
Las chicas se lo estaban pasando a lo grande, quizás Owens había sido el que comenzó con el juego, pero ahora la actividad tenía vida propia y se desarrollaba sin que él tuviera que hacer absolutamente nada. Cuando vio que acomodaban los almohadones supo lo que se vendría a continuación ¡Y quería tener asientos en primera fila! Así que se sentó a un lado, junto con varias muchachas más, y se quedaron a la espera de que Anders desfilara.
Matthew silbó cuando pasó el elfo.
-Lindas piernas - Hizo uno de esos sonidos desagradables que hacían los hombres cuando quería “halagar” a las mujeres que pasaban - Ve a por ella, tigre, acabala - Un coro de carcajadas acompañó el comentario.
Aunque cuando en verdad estalló en carcajadas la tienda fue cuando Anders le besó la mano a la prostituta, eso fue demasiado para Matt, quien terminó agarrándose la panza de tanto reír.
-No me explico cómo llegaste a esta edad sin aprender una o dos cosas sobre seducción - Owens seguía tirado en el piso, secándose las lágrimas de tanto reír - A menos que tu nunca... - Se tapó la boca y abrió grandes los ojos - Por los dioses, que terrible ¿Es así? ¿Podría ser que tu nunca...? - Hizo un gesto obsceno para que se entendiera a qué venía la pregunta.
Y eso sí era algo que llamaría la atención, mientras Anders explicaba lo que era un Golem y en qué consistían sus habilidades, el resto de las muchachas murmuraban entre ellas... Y hacían planes, planes sumamente bochornosos. Matthew en cambio estaba atento a lo que el elfo explicaba, uno de sus pasatiempos favoritos era el modelar piezas con arcilla ¿Podría ser que tuvieran algo como eso en común?
-¿Un Upelero? Eso es sumamente adorable - Sonrió, aunque sus ojos no demostraban alegría alguna - Son como los intentos de un jovencito, me gusta esa frescura - Se puso de pie y se acercó a Anders, apoyando los brazos en sus hombros para que la distancia entre ambos fuera prácticamente nula - ¿No te gustaría quedarte conmigo? Vivirías bien aquí, te podrías divertir con las chicas, tendrías un sitio donde dormir y me aseguraría que jamás te faltara nada - Le agarró el brazo herido - No tendrías que sufrir este tipo de cosas nunca más -
Y alrededor de ellos se hizo el silencio, las muchachas sabían que cuando Matthew se ponía serio no tenían que meterse. El Virrey acercó lentamente el rostro, pero no lo besó, en lugar de eso se desvió hacia el oído del elfo.
-Podrías tener tu propio taller - Susurro - O hasta podría prestarte el mio - Al estafador no le gustaba que se supiera cuáles eran sus pasatiempos, consideraba su gusto por la cerámica como un rezago del pasado del cual no podía deshacerse. Lo soltó de pronto y exclamó en voz alta - Hay que preparar algunos bocadillos ¿No creen? -
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Me tensé levemente cuando estuve rodeado por el hombre previo a que las chicas me arrastraran. Al sentir el peso de su cabeza en mi hombro, sólo estaba confundido. Alcé una mano dudoso, arrepintiéndome a último segundo cuando iba a darle una palmada en la cabeza, es decir, ¿qué clase de relación captor-cautivo era esta...?
Suspiré viendo al frente mientras explicaba. Prestaba atención: pero aún así mi mente estaba en otro lado. Al menos, estaba entendiendo otras cosas. Me sonaba mucho a religiones, especialmente esa de esos infelices de Sandorai. Intenté no dejarme llevar por nada y respirar tranquilo. Ni por rabia, ni por los nervios para que el virrey no me jugase una segunda "aaah no, no no no, no me dejaste tocarte".
Luego de hacer de... al parecer fue de payaso, por las risas que estaba ocasionando al "público", me quede viendo al moreno hablar. No tenía demasiado una expresión, más allá de pena disimulada, que se volvió poco disimulada, y luego muy, pero muy mal disimulada a medida que el virrey parecía entrar en cuenta de algo que yo habría imaginado tenía que resultarle obvio nada más conocerme.
—¡N-No! —exclamé acto seguido a sus gestos obscenos, claramente a la defensiva, intentando caerle a mentiras justo ahora. Una parte de mí susurraba, en la voz del moreno, "aah, ahora si mientes"—. Q-Quiero decir, no de que no a que no haya... e... eso, no que no a... ajem —hice un gesto con la mano para restarle importancia, instalándome a hablar de golems en un intento de desviar el tema, lejos, muy lejos, y que todos se olvidarán de eso, rápidamente.
El murmureo durante y después de mi explicación no me inspiraban confianza. Probablemente nadie se había tragado ese cuento de camino y ya lo sabían, oh bueno, en fin. No era exactamente la mayor de mis preocupaciones. Suspiré, tan sólo preparándome psicológicamente para la burla en cuanto estallara.
—¿Hm? —vi ausente hacia el virrey. Aunque su sonrisa tenía la misma combinación de gracia y malicia felina a ella, pero sus ojos lucían distintos, si eso tenía algún sentido.
No tuve demasiado tiempo para notar nada realmente, en uno de sus típicos fluidos, rápidos movimientos lo tenía encima. Tragué saliva, notándolo serio, al menos respecto a cómo había estado todo el resto del día.
Eran propuestas curiosas... en especial para la forma en la que nos habíamos encontrado. No podía decir que él, directamente, me hubiese lastimado.
Luego me agarró el brazo y apreté un poquito los dientes, cerrando un ojo al sentir la punzada leve de dolor. Allí reí para mí mismo por lo mucho que había durado eso de sin lastimarme. Corté de forma temprana la risa para no confundirlo de que estuviese riéndome de él, o su propuesta, viendo como acercaba su rostro lentamente. «Ehm» y lo acercaba más «E-Ehm…» y más. Cerré los ojos, cual jovencita inocente: no quería el beso, pero me daba miedo pensar que quizá se lo tomaría terriblemente mal si lo evitaba.
Al no sentir nada por un segundo más, antes de tener su respiración y su voz en mi oído casi me da un infarto. Abrí uno, viendo de reojo al virrey y su ubicación. «UFFFF» me lleve una mano al pecho, respirando aliviado. Sólo me volví a centrar, en totalidad, cuando mencionó su taller.
—¿Tien-
Antes de poder llevar a cabo mi pregunta, se había separado y ya estaba hablando más en el estilo que le quedaba. Vi al hombre confuso por sus repentinos cambios, tan sólo asintiendo a lo de la comida, mientras pensaba el resto.
Alcé el brazo herido a mi cuello, como acostumbraba a hacer antes de recibir la herida y me acaricié el cuello. El dolor me servía de recordatorio a lo que me había pasado, y también me hacia consciente de que eso era un acto que llevaba a cabo cuando estaba nervioso o estresado, sólo que nunca le había hecho caso antes, hasta no poder hacerlo más.
No aguante demasiados segundos haciendo eso. El tipo de dolor leve, y suave, pero constante, era el más molesto de todos. Vi hacia las mujeres y exploré el lugar de reojo rápidamente. Responder ahora sería una mal idea. Baje la mirada melancólico en cuanto los recuerdos de porque había dejado Sandorai me golpearon.
—Pues yo estoy viendo algo que me quiero comer.
—Jaja… —forcé una sonrisa, viéndola.
—Oh~ Ni disimulas~ Sabes qué es contigo~
Virgen, no retrasado.
—Pss... yo creo que antes de que este la comida nos da tiempo… —murmuró.
—¿De verdad? —vio disimuladamente—. ¿Le ves cara de qué no aguanta? Si me hice ilusiones, con lo que tomó tumbarlo.
—Recuerda que está sin usar, boba.
—Oh, cierto…
—¿Y quién va primero?
—Yo, obviamente. Soy la que tiene menos tiempo tiene aquí, tiene sentido, ¿no? —argumentó, viendo al resto.
—Buen intento, pero no. Asta, creo que tú le gustas, ¡engatúsalo! —susurró, con algo más de fuerza que el resto.
Había estado medianamente sumido en mi cabeza sin moverme del lugar. Un montón de risitas me sacaron de allí, y volteé a ver a las mujeres, que sólo se rieron más cuando se notaron observadas. Volteé los ojos, sabiendo a medias cual era el tema de su cuchicheo.
Asta se acercó, sonriente. La vi inquisitivo, vigilando sus labios, esperando la pregunta…
—Bueno Andy —empezó—, ¿vamos a comer?
—Sí, dioses, sí, no puede ser tan raro, soy… —me detuve, viéndola apenado por haber respondido automáticamente, estaba preguntándome de comida, no sobre mi falta de acción para esta edad—. Uh… S-Sí, tengo… —me callé unos segundos, buscando una mejor selección de palabras—. ¿Tienen la comida lista? —opté por eso, no podían decir nada con ello.
—Oh, sí... —dijo, corriendo un dedo juguetonamente por mi abdomen—, lista esta... —con un par de jalones para incitar a que empezase a moverme, señaló a una de las puertas, la del final—. Por ahí está el comedor.
Me di vuelta sin pensarlo dos veces y me encaminé al mismo, intentando hundir el momento en el pasado, y comprarme distancia para no tener que darle una respuesta al virrey todavía. No resistí ver atrás igual, sintiendo los ojos clavados en mi espalda., Las chicas también estaban avanzando, con alguna susurrándole sus terribles planes a Matthew.
Cuando llegué al “comedor” abrí la puerta, encontrando una enorme, enorme y cómoda cama. Pestañeé una vez, interpretando figurativamente las palabras de Asta. «Uh oh».
A los segundos, estaba siendo jalado y empujado dentro del lugar.
—¡Matheeeeeeeeew! —y se cerró la puerta. Como un herbívoro, y es que era un herbívoro porque carnívoro no podía permitirme ser, retrocedí, pero retrocedí enojado—. Chicas, chicas, esto es ir muy lejos para un chiste, voy a enojarme seriamente, y… —al ver la primera prenda irse al suelo me lleve una mano a la cara.
Y con la segunda, la otra. En ese momento terminé de digerir que no se podía confiar en nadie, especialmente mis propias manos, cuando las malditas separaban los dedos y no bloqueaban mi vista.
—…Y-Y es por eso que no voy a acostarme con nadie —terminé de exponer frente a la cama llena de no sé cuentas mujeres desnudas, la mayoría de ellas aburridas.
—Ajá sí sí, dijiste todo eso, pero estás desnudo.
Un argumento muy fuerte y muy válido por parte de ella.
—E-Eso... uh —junté las manos, agarrando aire y suspirando, hecho un desastre por unos tres distintos tipos de pena—. No… no puedo, lo siento.
La serie de sonidos que prosiguió posiblemente permanecerían hasta el último de mis días en mi memoria. Había alguno que otro que podía presumir de haber hecho gritar del placer a una, o dos. Quizá alguno de esos bárbaros absurdos que si tres o cuatro.
Ninguno de ellos podía aspirar comparar a mis capacidades: estaba seguro de que era el único hombre en la faz de la tierra había hecho gruñir a más de diez mujeres al mismo tiempo. Ahora mismo, podía decir que era una leyenda, vamos.
En cuanto empezaron a abandonar la habitación me senté en la cama del cuarto. Una a una fueron saliendo al ver que no ponía demasiada reacción al contacto o palabras, y así no quedo nadie. Me encontraba incapaz de mirar a cualquier lado que no fuese al suelo, y planteándome seriamente que como me diesen un cuchillo para comer clavármelo en el cuello. «Uuugh…» me lleve las manos a la cara, negando con la cabeza.
Si las cosas iban bien, mi comida estaría envenenada, o traería un cuchillo que pudiese usar para clavármelo en el cuello. En realidad esperaba que la comida me animase un poco, pero no lo veía.
Suspiré viendo al frente mientras explicaba. Prestaba atención: pero aún así mi mente estaba en otro lado. Al menos, estaba entendiendo otras cosas. Me sonaba mucho a religiones, especialmente esa de esos infelices de Sandorai. Intenté no dejarme llevar por nada y respirar tranquilo. Ni por rabia, ni por los nervios para que el virrey no me jugase una segunda "aaah no, no no no, no me dejaste tocarte".
Luego de hacer de... al parecer fue de payaso, por las risas que estaba ocasionando al "público", me quede viendo al moreno hablar. No tenía demasiado una expresión, más allá de pena disimulada, que se volvió poco disimulada, y luego muy, pero muy mal disimulada a medida que el virrey parecía entrar en cuenta de algo que yo habría imaginado tenía que resultarle obvio nada más conocerme.
—¡N-No! —exclamé acto seguido a sus gestos obscenos, claramente a la defensiva, intentando caerle a mentiras justo ahora. Una parte de mí susurraba, en la voz del moreno, "aah, ahora si mientes"—. Q-Quiero decir, no de que no a que no haya... e... eso, no que no a... ajem —hice un gesto con la mano para restarle importancia, instalándome a hablar de golems en un intento de desviar el tema, lejos, muy lejos, y que todos se olvidarán de eso, rápidamente.
El murmureo durante y después de mi explicación no me inspiraban confianza. Probablemente nadie se había tragado ese cuento de camino y ya lo sabían, oh bueno, en fin. No era exactamente la mayor de mis preocupaciones. Suspiré, tan sólo preparándome psicológicamente para la burla en cuanto estallara.
—¿Hm? —vi ausente hacia el virrey. Aunque su sonrisa tenía la misma combinación de gracia y malicia felina a ella, pero sus ojos lucían distintos, si eso tenía algún sentido.
No tuve demasiado tiempo para notar nada realmente, en uno de sus típicos fluidos, rápidos movimientos lo tenía encima. Tragué saliva, notándolo serio, al menos respecto a cómo había estado todo el resto del día.
Eran propuestas curiosas... en especial para la forma en la que nos habíamos encontrado. No podía decir que él, directamente, me hubiese lastimado.
Luego me agarró el brazo y apreté un poquito los dientes, cerrando un ojo al sentir la punzada leve de dolor. Allí reí para mí mismo por lo mucho que había durado eso de sin lastimarme. Corté de forma temprana la risa para no confundirlo de que estuviese riéndome de él, o su propuesta, viendo como acercaba su rostro lentamente. «Ehm» y lo acercaba más «E-Ehm…» y más. Cerré los ojos, cual jovencita inocente: no quería el beso, pero me daba miedo pensar que quizá se lo tomaría terriblemente mal si lo evitaba.
Al no sentir nada por un segundo más, antes de tener su respiración y su voz en mi oído casi me da un infarto. Abrí uno, viendo de reojo al virrey y su ubicación. «UFFFF» me lleve una mano al pecho, respirando aliviado. Sólo me volví a centrar, en totalidad, cuando mencionó su taller.
—¿Tien-
Antes de poder llevar a cabo mi pregunta, se había separado y ya estaba hablando más en el estilo que le quedaba. Vi al hombre confuso por sus repentinos cambios, tan sólo asintiendo a lo de la comida, mientras pensaba el resto.
Alcé el brazo herido a mi cuello, como acostumbraba a hacer antes de recibir la herida y me acaricié el cuello. El dolor me servía de recordatorio a lo que me había pasado, y también me hacia consciente de que eso era un acto que llevaba a cabo cuando estaba nervioso o estresado, sólo que nunca le había hecho caso antes, hasta no poder hacerlo más.
No aguante demasiados segundos haciendo eso. El tipo de dolor leve, y suave, pero constante, era el más molesto de todos. Vi hacia las mujeres y exploré el lugar de reojo rápidamente. Responder ahora sería una mal idea. Baje la mirada melancólico en cuanto los recuerdos de porque había dejado Sandorai me golpearon.
—Pues yo estoy viendo algo que me quiero comer.
—Jaja… —forcé una sonrisa, viéndola.
—Oh~ Ni disimulas~ Sabes qué es contigo~
Virgen, no retrasado.
—Pss... yo creo que antes de que este la comida nos da tiempo… —murmuró.
—¿De verdad? —vio disimuladamente—. ¿Le ves cara de qué no aguanta? Si me hice ilusiones, con lo que tomó tumbarlo.
—Recuerda que está sin usar, boba.
—Oh, cierto…
—¿Y quién va primero?
—Yo, obviamente. Soy la que tiene menos tiempo tiene aquí, tiene sentido, ¿no? —argumentó, viendo al resto.
—Buen intento, pero no. Asta, creo que tú le gustas, ¡engatúsalo! —susurró, con algo más de fuerza que el resto.
Había estado medianamente sumido en mi cabeza sin moverme del lugar. Un montón de risitas me sacaron de allí, y volteé a ver a las mujeres, que sólo se rieron más cuando se notaron observadas. Volteé los ojos, sabiendo a medias cual era el tema de su cuchicheo.
Asta se acercó, sonriente. La vi inquisitivo, vigilando sus labios, esperando la pregunta…
—Bueno Andy —empezó—, ¿vamos a comer?
—Sí, dioses, sí, no puede ser tan raro, soy… —me detuve, viéndola apenado por haber respondido automáticamente, estaba preguntándome de comida, no sobre mi falta de acción para esta edad—. Uh… S-Sí, tengo… —me callé unos segundos, buscando una mejor selección de palabras—. ¿Tienen la comida lista? —opté por eso, no podían decir nada con ello.
—Oh, sí... —dijo, corriendo un dedo juguetonamente por mi abdomen—, lista esta... —con un par de jalones para incitar a que empezase a moverme, señaló a una de las puertas, la del final—. Por ahí está el comedor.
Me di vuelta sin pensarlo dos veces y me encaminé al mismo, intentando hundir el momento en el pasado, y comprarme distancia para no tener que darle una respuesta al virrey todavía. No resistí ver atrás igual, sintiendo los ojos clavados en mi espalda., Las chicas también estaban avanzando, con alguna susurrándole sus terribles planes a Matthew.
Cuando llegué al “comedor” abrí la puerta, encontrando una enorme, enorme y cómoda cama. Pestañeé una vez, interpretando figurativamente las palabras de Asta. «Uh oh».
A los segundos, estaba siendo jalado y empujado dentro del lugar.
—¡Matheeeeeeeeew! —y se cerró la puerta. Como un herbívoro, y es que era un herbívoro porque carnívoro no podía permitirme ser, retrocedí, pero retrocedí enojado—. Chicas, chicas, esto es ir muy lejos para un chiste, voy a enojarme seriamente, y… —al ver la primera prenda irse al suelo me lleve una mano a la cara.
Y con la segunda, la otra. En ese momento terminé de digerir que no se podía confiar en nadie, especialmente mis propias manos, cuando las malditas separaban los dedos y no bloqueaban mi vista.
[…]
—…Y-Y es por eso que no voy a acostarme con nadie —terminé de exponer frente a la cama llena de no sé cuentas mujeres desnudas, la mayoría de ellas aburridas.
—Ajá sí sí, dijiste todo eso, pero estás desnudo.
Un argumento muy fuerte y muy válido por parte de ella.
—E-Eso... uh —junté las manos, agarrando aire y suspirando, hecho un desastre por unos tres distintos tipos de pena—. No… no puedo, lo siento.
La serie de sonidos que prosiguió posiblemente permanecerían hasta el último de mis días en mi memoria. Había alguno que otro que podía presumir de haber hecho gritar del placer a una, o dos. Quizá alguno de esos bárbaros absurdos que si tres o cuatro.
Ninguno de ellos podía aspirar comparar a mis capacidades: estaba seguro de que era el único hombre en la faz de la tierra había hecho gruñir a más de diez mujeres al mismo tiempo. Ahora mismo, podía decir que era una leyenda, vamos.
En cuanto empezaron a abandonar la habitación me senté en la cama del cuarto. Una a una fueron saliendo al ver que no ponía demasiada reacción al contacto o palabras, y así no quedo nadie. Me encontraba incapaz de mirar a cualquier lado que no fuese al suelo, y planteándome seriamente que como me diesen un cuchillo para comer clavármelo en el cuello. «Uuugh…» me lleve las manos a la cara, negando con la cabeza.
Si las cosas iban bien, mi comida estaría envenenada, o traería un cuchillo que pudiese usar para clavármelo en el cuello. En realidad esperaba que la comida me animase un poco, pero no lo veía.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
"aah, ahora si mientes"
Pensó Matthew y sonrió de medio lado. No es como si fuera demasiado difícil notarlo, el elfo estaba tan colorado que prácticamente se mimetizaba con las paredes del prostíbulo. Al Estafador le causaba mucha gracia cuando un novato intentaba engañarlo, no se lo tomaba como una ofensa en esas circunstancias, el muchacho sólo hacía lo que podía para conservar al menos un poco de su dignidad.
¡Sí temblaba como una hoja en sus brazos mientras se acercaba! Siquiera una jovencita virgen estaba tan nerviosa como ese muchacho, la libido de Matthew bajó hasta el piso y perdió el poco interés que podría haber tenido en hacerle alguna maldad a Anders. Dio un paso hacía atrás y se lo dejó a las chicas.
Claro que las muchachas eran mucho menos quisquillosas, y siempre y cuando el joven elfo pudiera mantenerse en pie, no les importaba mucho su deseo o la falta de él. En cambio Owens era más rebuscado, y mucho más susceptible a lo que su pareja en el encuentro estuviera pensando o sintiendo. “Lo más importante es el Deseo, al fin y al cabo”
Matthew pasó totalmente de los juegos de las chicas, dejó que se divirtieran un rato con el elfo mientras él se encargaba de otros asuntos. Brenda apareció nuevamente con sus papeles, acercó una mesa y se sentó junto al Virrey, tenían que ver el asunto de los objetos que se había quedado y cómo harían para vender a Anders a un precio adecuado.
El Virrey le sacó la pluma a la enana y escribió un número junto al nombre del elfo.
-¿Seguro? - Dijo Brenda al ver la suma.
-Es lo que vale - Dijo en tono frío - Puede que intenten rebajarlo... - Siguió mirando la cifra y agregó - Que vaya con nuestro mejor negociador, no quiero que regateen mucho -
-Bien, así será -
El Humano comenzó a comer antes de que Anders regresara, quería creer que se tomaría su tiempo, aunque nunca imaginó en qué lo terminaría gastando. Cuando el elfo llegara encontraría varias mesas pequeñas dispuestas alrededor del Virrey, junto con más almohadones de todos los tamaños. No había platos grandes, sino muchos platos que no eran más grande que una mano, todos con distintos tipos de bocadillos, y al lado una jarra de vino.
-Siéntate querido - Le dijo Matt con una sonrisa encantadora - Come bien ya que tu viaje será largo y seguramente no tendrás está variedad de alimentos en ningún otro sitio - No había cubiertos, al costado de los platos tenían unas toallas húmedas para limpiarse las manos y comían directamente con los dedos - Dado que no puedo darte nada que te tiente a quedarte, no me dejas otra opción más que venderte - Casi podía pensarse que lo decía apenado - De verdad me hubiese gustado que lo nuestro fuera diferente. Pero incluso yo tengo un límite para la cantidad de veces que puedo soportar el rechazo - Algunas de las muchachas que habían coqueteado con Anders hicieron sonidos de decepción - Bueno, bueno chicas, lo intentamos, evidentemente el elfo no se siente cómodo con nosotros, y ya saben cual es la regla -
-Nadie está aquí en contra de su voluntad - Dijeron a coro.
-Exacto, no tenemos rehenes, sólo invitados - Se encogió de hombros y mojó un trozo de pan en una especie de salsa - En cuanto termines de comer regresarás a tu jaula. Y por la mañana estarás ya arriba de un carro camino a Roilkat, donde te venderemos a un más que generoso precio -
Pensó Matthew y sonrió de medio lado. No es como si fuera demasiado difícil notarlo, el elfo estaba tan colorado que prácticamente se mimetizaba con las paredes del prostíbulo. Al Estafador le causaba mucha gracia cuando un novato intentaba engañarlo, no se lo tomaba como una ofensa en esas circunstancias, el muchacho sólo hacía lo que podía para conservar al menos un poco de su dignidad.
¡Sí temblaba como una hoja en sus brazos mientras se acercaba! Siquiera una jovencita virgen estaba tan nerviosa como ese muchacho, la libido de Matthew bajó hasta el piso y perdió el poco interés que podría haber tenido en hacerle alguna maldad a Anders. Dio un paso hacía atrás y se lo dejó a las chicas.
Claro que las muchachas eran mucho menos quisquillosas, y siempre y cuando el joven elfo pudiera mantenerse en pie, no les importaba mucho su deseo o la falta de él. En cambio Owens era más rebuscado, y mucho más susceptible a lo que su pareja en el encuentro estuviera pensando o sintiendo. “Lo más importante es el Deseo, al fin y al cabo”
Matthew pasó totalmente de los juegos de las chicas, dejó que se divirtieran un rato con el elfo mientras él se encargaba de otros asuntos. Brenda apareció nuevamente con sus papeles, acercó una mesa y se sentó junto al Virrey, tenían que ver el asunto de los objetos que se había quedado y cómo harían para vender a Anders a un precio adecuado.
El Virrey le sacó la pluma a la enana y escribió un número junto al nombre del elfo.
-¿Seguro? - Dijo Brenda al ver la suma.
-Es lo que vale - Dijo en tono frío - Puede que intenten rebajarlo... - Siguió mirando la cifra y agregó - Que vaya con nuestro mejor negociador, no quiero que regateen mucho -
-Bien, así será -
El Humano comenzó a comer antes de que Anders regresara, quería creer que se tomaría su tiempo, aunque nunca imaginó en qué lo terminaría gastando. Cuando el elfo llegara encontraría varias mesas pequeñas dispuestas alrededor del Virrey, junto con más almohadones de todos los tamaños. No había platos grandes, sino muchos platos que no eran más grande que una mano, todos con distintos tipos de bocadillos, y al lado una jarra de vino.
-Siéntate querido - Le dijo Matt con una sonrisa encantadora - Come bien ya que tu viaje será largo y seguramente no tendrás está variedad de alimentos en ningún otro sitio - No había cubiertos, al costado de los platos tenían unas toallas húmedas para limpiarse las manos y comían directamente con los dedos - Dado que no puedo darte nada que te tiente a quedarte, no me dejas otra opción más que venderte - Casi podía pensarse que lo decía apenado - De verdad me hubiese gustado que lo nuestro fuera diferente. Pero incluso yo tengo un límite para la cantidad de veces que puedo soportar el rechazo - Algunas de las muchachas que habían coqueteado con Anders hicieron sonidos de decepción - Bueno, bueno chicas, lo intentamos, evidentemente el elfo no se siente cómodo con nosotros, y ya saben cual es la regla -
-Nadie está aquí en contra de su voluntad - Dijeron a coro.
-Exacto, no tenemos rehenes, sólo invitados - Se encogió de hombros y mojó un trozo de pan en una especie de salsa - En cuanto termines de comer regresarás a tu jaula. Y por la mañana estarás ya arriba de un carro camino a Roilkat, donde te venderemos a un más que generoso precio -
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
Pasé mi rato sentado en la misma posición, en completo silencio ahora que estaba solo. Fueron unos cuantos minutos. Aunque la habitación fuese espaciosa, me sentía todavía como en aquella jaula.
Sólo que, más inofensivo. Puede que tuviese que ver por haber no decidido acostarme con quien sea por una mezcla entre miedo, ansiedad y pena. O puede que fuese por otras razones, pero difícilmente iba a determinarlas.
Me levanté exhalando pesadamente por la nariz, y tomé mi ropa. Bueno, la ropa, no era exactamente mía, sólo lo que me habían puesto. Caminé hasta la puerta, dudando unos instantes si salir. Finalmente apoyé la mano del mango y la abrí, caminando casi más a rastra de pies que con zancadas. Como había imaginado, la comida no iba a animarme mucho. Pasé los ojos por los platos, diversidad de carnes y frutas y verduras, panes diferentes, salsas... y cosas que simplemente ni conocía.
Caminé hacia Matt asintiendo a su sonrisa y tomé asiento, algo apenado por el resto de las muchachas. Las que tenía cerca y lejos. El producto de la pena ahora era el rechazo.
—Lo siento —repliqué en automático, estaba muy fijado en lo pasado todavía como para atender a sus palabras. Mientras se llevaba algo a la boca para comer fue que vine a entrar en cuenta de que me esperaba un viaje—. ¿Via…? —abrí los ojos al escuchar lo de la venta. Iba a abrir la boca para decir algo, pero al escuchar rechazo fue como si me hubiesen echado alcohol en una herida.
El coro de decepción de algunas mujeres complementaba añadiendo también sal.
Que todas hablasen a la vez resultaba perturbador. ¿Qué clase de hechizo o cosas les habría dicho este hombre para qué se comportasen así? Para que lucieran más que felices con su vida.
Vi a Matthew a los ojos. Quizá lo eran. Por lo que decía, puede que fuese la última vez que lo hiciera, así que mantuve la mirada lo que fue un corto tiempo; pero un largo instante.
Eventualmente yo mismo rompí el contacto visual, esta vez con un aire más hostil que miedoso. Suspiré negando con la cabeza y tomé un trozo de pan como quien no quiere. A los minutos, estaba comiendo con algo más de ganas. Cualquiera diría que estaba cómodo con todos ellos. El hambre era más fuerte que la falta de ganas de vivir, al parecer. Cuando terminé me puse de pie y, aceptando al destino que me esperaba, tan sólo vi al virrey.
—Bueno, vamos a… mi jaula… —dije bajando la mirada, pensando en tener que entrar a ella de nuevo. Vi a las chicas y puse una leve mueca, asintiendo suavemente con la cabeza, era más otra vez pedirles algo de perdón.
Si mal no recordaba, tal había quedado muy atrás, desde antes de montarnos en el carruaje. Lo más seguro es que tuviesen otra cerca, eso, o teníamos tiempo, lo que quería decir que tenía chance de preguntar. Tuve la cautela de esperar que sólo estuviéramos él y yo, y de acercarme para susurrar:
—En-entonces —empecé—, lo de antes… —continué, viéndolo a la cara—. ¿Tienes un taller propio...? ¿Cómo terminaste siendo… Virrey? —en realidad, significaba “¿cómo terminaste siendo dueño de un prostíbulo y organizador de ladrones?”. Vi alrededor para asegurarme de que no estuviese escuchando nadie—. Si ya estoy vendido y mañana voy camino a Roilkat… ¿Puedo verlo?
Permití que pasaran un par de segundos.
—¿O ya perdí ese derecho por… rechazarte demasiado? —comenté, bajando la mirada para ocultar una media sonrisa, antes de borrarla—. Entiendo si no estás contento... siento eso.
Sólo que, más inofensivo. Puede que tuviese que ver por haber no decidido acostarme con quien sea por una mezcla entre miedo, ansiedad y pena. O puede que fuese por otras razones, pero difícilmente iba a determinarlas.
Me levanté exhalando pesadamente por la nariz, y tomé mi ropa. Bueno, la ropa, no era exactamente mía, sólo lo que me habían puesto. Caminé hasta la puerta, dudando unos instantes si salir. Finalmente apoyé la mano del mango y la abrí, caminando casi más a rastra de pies que con zancadas. Como había imaginado, la comida no iba a animarme mucho. Pasé los ojos por los platos, diversidad de carnes y frutas y verduras, panes diferentes, salsas... y cosas que simplemente ni conocía.
Caminé hacia Matt asintiendo a su sonrisa y tomé asiento, algo apenado por el resto de las muchachas. Las que tenía cerca y lejos. El producto de la pena ahora era el rechazo.
—Lo siento —repliqué en automático, estaba muy fijado en lo pasado todavía como para atender a sus palabras. Mientras se llevaba algo a la boca para comer fue que vine a entrar en cuenta de que me esperaba un viaje—. ¿Via…? —abrí los ojos al escuchar lo de la venta. Iba a abrir la boca para decir algo, pero al escuchar rechazo fue como si me hubiesen echado alcohol en una herida.
El coro de decepción de algunas mujeres complementaba añadiendo también sal.
Que todas hablasen a la vez resultaba perturbador. ¿Qué clase de hechizo o cosas les habría dicho este hombre para qué se comportasen así? Para que lucieran más que felices con su vida.
Vi a Matthew a los ojos. Quizá lo eran. Por lo que decía, puede que fuese la última vez que lo hiciera, así que mantuve la mirada lo que fue un corto tiempo; pero un largo instante.
Eventualmente yo mismo rompí el contacto visual, esta vez con un aire más hostil que miedoso. Suspiré negando con la cabeza y tomé un trozo de pan como quien no quiere. A los minutos, estaba comiendo con algo más de ganas. Cualquiera diría que estaba cómodo con todos ellos. El hambre era más fuerte que la falta de ganas de vivir, al parecer. Cuando terminé me puse de pie y, aceptando al destino que me esperaba, tan sólo vi al virrey.
—Bueno, vamos a… mi jaula… —dije bajando la mirada, pensando en tener que entrar a ella de nuevo. Vi a las chicas y puse una leve mueca, asintiendo suavemente con la cabeza, era más otra vez pedirles algo de perdón.
Si mal no recordaba, tal había quedado muy atrás, desde antes de montarnos en el carruaje. Lo más seguro es que tuviesen otra cerca, eso, o teníamos tiempo, lo que quería decir que tenía chance de preguntar. Tuve la cautela de esperar que sólo estuviéramos él y yo, y de acercarme para susurrar:
—En-entonces —empecé—, lo de antes… —continué, viéndolo a la cara—. ¿Tienes un taller propio...? ¿Cómo terminaste siendo… Virrey? —en realidad, significaba “¿cómo terminaste siendo dueño de un prostíbulo y organizador de ladrones?”. Vi alrededor para asegurarme de que no estuviese escuchando nadie—. Si ya estoy vendido y mañana voy camino a Roilkat… ¿Puedo verlo?
Permití que pasaran un par de segundos.
—¿O ya perdí ese derecho por… rechazarte demasiado? —comenté, bajando la mirada para ocultar una media sonrisa, antes de borrarla—. Entiendo si no estás contento... siento eso.
Anders
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
El ambiente alegre y vivaracho que había hasta hace unos minutos se había apagado, las muchachas lentamente regresaban a sus lugares de trabajo, otras se iban a dormir, o a conseguirse algo para comer. Matthew siguió cómodamente sentado en su sitio, agarrando bocados de aquí y allá, sin mirar a Anders, la distancia que ponía entre ambos era tanto física como emocional, sí cruzaban miradas ya no había ningún gesto amistoso por parte del Virrey.
Cuando terminaron de comer le hizo una señal para que lo siguiera, fueron hacia afuera, donde aún los esperaba el carruaje. Ahora estaban a solas, por primera vez desde que se habían conocido, Owens le daba la espalda mientras buscaba algo en la parte de atrás del carro.
-Esa oferta ya expiró, Cielo - Cuando por fin encontró lo que buscaba se acercó a Anders, está vez sí lo miraba a los ojos - Tengo un taller, en un sitio oculto donde nadie pueda verlo. Es mío y no quiero compartirlo con nadie... - Cerró unas esposas en las muñecas del elfo - Y estaba dispuesto a mostrártelo, en verdad me hacía ilusión. Que esta sea una lección, en el futuro, piensa mejor las cosas antes de dar una respuesta -
De modo algo brusco, demostrando que aunque parecía un flojo tenía bastante fuerza, empujó a Anders para que cayera dentro del carro.
-Si deseas saber cómo me hice Virrey, o cómo es mi taller... Tendrás que regresar - Sonrió con algo de malicia - Pero tendrá que ser por tus propios medios, intenta escapar, sobrevive y luego ven a verme, Cielo - Cerró la puerta del carruaje - Te estare esperando -
Hizo un chiflido fuerte para darle la señal al conductor de que arrancara, y el Estafador se quedó de pie en la puerta del prostíbulo. Su gesto era neutro cuando nadie lo miraba, se quedó contemplando cómo el carro se alejaba “Me pregunto cuánto tardará en darse cuenta” pensó Matt, luego se encogió de hombros y volvió a entrar a la tienda.
Cuando terminaron de comer le hizo una señal para que lo siguiera, fueron hacia afuera, donde aún los esperaba el carruaje. Ahora estaban a solas, por primera vez desde que se habían conocido, Owens le daba la espalda mientras buscaba algo en la parte de atrás del carro.
-Esa oferta ya expiró, Cielo - Cuando por fin encontró lo que buscaba se acercó a Anders, está vez sí lo miraba a los ojos - Tengo un taller, en un sitio oculto donde nadie pueda verlo. Es mío y no quiero compartirlo con nadie... - Cerró unas esposas en las muñecas del elfo - Y estaba dispuesto a mostrártelo, en verdad me hacía ilusión. Que esta sea una lección, en el futuro, piensa mejor las cosas antes de dar una respuesta -
De modo algo brusco, demostrando que aunque parecía un flojo tenía bastante fuerza, empujó a Anders para que cayera dentro del carro.
-Si deseas saber cómo me hice Virrey, o cómo es mi taller... Tendrás que regresar - Sonrió con algo de malicia - Pero tendrá que ser por tus propios medios, intenta escapar, sobrevive y luego ven a verme, Cielo - Cerró la puerta del carruaje - Te estare esperando -
Hizo un chiflido fuerte para darle la señal al conductor de que arrancara, y el Estafador se quedó de pie en la puerta del prostíbulo. Su gesto era neutro cuando nadie lo miraba, se quedó contemplando cómo el carro se alejaba “Me pregunto cuánto tardará en darse cuenta” pensó Matt, luego se encogió de hombros y volvió a entrar a la tienda.
Matthew Owens
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Re: ¡La espléndida vida de un rehén! [Privado] [Cerrado]
La tensión no podía ser más evidente, como no me podía ser más obvio el culpable: yo mismo. Estaba en un cruce entre sentirme culpable, sentir que no podía esperar otra cosa visto lo que en realidad era en ese lugar, y sentir que ahora realmente iba a pasarme algo malo; especialmente eso último, llevaba horas intentando evitar esa situación, a fin de cuentas.
Ver la falta de energía pícara en el rostro o los movimientos del virrey era casi como ver a un animal normalmente agradable actuando hostil o al menos asustado, más malas noticias.
Tragué saliva en cuanto oí el "cielo", estaba dicho con cierto tono... o puede que tuviera que pensarlo como, estaba dicho sin uno. Al menos no uno con el que me hubiera familiarizado por parte de él hasta ahora. Escuchar que su taller estaba oculto era bastante raro, es decir... «¿Por qué?», pensar que fuese pena, o algo similar, era absurdo, viniendo de un hombre así.
Por una mezcla de ingenuidad y curiosidad que sólo yo podía tener vi a los lados, como si esperase dar con un cartel que dijera "taller de Matthew" o algo. Al escuchar un muy conocido, y desagradable, click, vi abajo, viendo las esposas en mis muñecas. Abrí la boca para decir algo cuando el hombre continuo, antes de recibir un empujón que me echo varios pasos atrás, derribándome dentro del carruaje. Fue una impacto triple:de la fuerza que poseía el moreno, de el hecho que finalmente me hubiese 'atacado' y, por supuesto, el mismo impacto de la caída.
Me alcé, aunque no rápidamente por la incomodidad de mi posición dentro del mismo. Al hacerlo vi una sonrisa maliciosa dibujada en el rostro del hombre, cerrando la puerta mientras me dedicaba lo que serían sus últimas palabras.
—¿Regr... —fruncí levemente el ceño, tomándolo como una especie de chiste macabro. Cuando cerró la puerta mis manos se vieron empujadas atrás por estar un poco en medio, y un chiflido después, el carro arrancaba.
Miré atrás mientras el carruaje avanzaba, viendo al hombre hasta que simplemente la distancia ya no lo permitía. Por supuesto, no estaba solo, habían hombres detrás conmigo para vigilarme, que no tardaron en picar si extrañaba a mi "amado", o si me preocupaba de que la persona a la que me vendieron no me daría tan buen sexo como él.
Me llevó mis segundos procesar eso.
—¿...Qué? —vi a uno de ellos, con los ojos entrecerrados.
Eventualmente luego de andar por caminos retorcidos del bosque paramos en un punto de encuentro, lugar de donde me bajaron del carro, no precisamente dándome la mano para ayudarme a saltar. Fue una larga espera junto a una jaula abierta, donde me estaba empezando a debatir si la sonrisa maliciosa que portó Matthew los últimos segundos que lo vi era su verdadero rostro, y si no era ese, ¿cuál de todos los qué había enseñado?
¿Había tomado buena decisión? "-Que esta sea una lección, en el futuro, piensa mejor las cosas antes de dar una respuesta -" me resonó por la mente unas tres veces, momentos en que puse los ojos en blanco, como si volvieran a mí toda y cada una de las veces no en el tiempo con el virrey, sino en toda mi vida que algo me había salido entre mal y horrible por no pensarlo.
Entre ello estaba lo de sus chicas.
«...Ugh».
El sonido de varios caballos abriéndose paso entre la espesura me sacó de mi cabeza. En uno iba un caballero, junto a una mujer de pomposo vestido que fue la que abandonó el corcel, y en el resto iban otros hombres más, armados. La susodicha empezó a hablar con los hombres de Matthew en su distancia, resguardada por sus propios hombres, y luego fue a inspeccionarme.
La primera de sus exigencias fue que me presentara.
La segunda fue que le besará los pies.
La vi fijamente a la cara varios segundos, incrédulo. ¿Era en ser… oh dioses, se estaba quitando la zapatilla, era en serio.
—…U-Uh, soy Anders, y… —entrecerré ambos ojos esta vez, viendo la cara terriblemente expectante. Le vi un pie un segundo, arrugándola todavía más, y luego la vi de vuelta—. ¿Ew…?
Ese iba añadido a la lista de “piensa mejor las cosas antes de dar una respuesta”. La mujer hizo uso del pequeño látigo que llevaba en la mano y sentí un horrible dolor al instante en la entrepierna, donde dio un golpe antes de ir inmediatamente a por la cara. Para ese ya estaba activo y logré apartarla a tiempo. Retrocedí adolorido por el azote a en lo que era como un punto débil global para casi cualquier persona, y me encorve un poco, subiendo los brazos para cubrirme de más latigazos. Cuando iba a intentar hacer algo de vuelta, los hombres del virrey me aplastaron contra el suelo y lo demás fue forcejeo hasta entrar dentro de la jaula.
Aunque no era el más intenso de los dolores, era dolor a fin de cuentas, y un abreboca a que no iba a tener tan, lo que ahora me parecía, buen trato de la mujer como lo había tenido del hombre. Enojada y refunfuñante exclamó molesta que muy buen precio, y que muy completo, y muy elfo y todo lo que fuera, pero no me habían educado todavía, y que ella se haría cargo de eso después.
El futuro ya no se veía tan moreno como simplemente, muy, muy negro.
Encerrado en la jaula ni siquiera escuché o vi pasar lo demás, tocándome allí donde el corto látigo me había lastimado y/o cortado.
Todo lo que restaba en mi memoria era haberme sucumbido presa de un calmado pánico y un picor en los ojos, producidos por y no por los golpes: eran lágrimas. Había creído bastante mal que mi peor destino podría haber sido permanecer en la ciudad, al parecer, el peor sería haber salido de ella.
Pasé varias noches en desvelo intentando escapar, viendo mis intentos mermados por la imposibilidad de doblar acero con las manos, y “lecciones de modales”, como le decía la mujer a propinar latigazos. Cuando mi cuerpo ni mi mente daban más fue que finalmente caí dormido.
Y una noche más desperté, sudado, de una pesadilla. Podía sentir como el carro todavía andaba, y algunos ronquidos. El miedo arrastrado de la pesadilla se enfrío al verme de vuelta a la realidad, que no era mucho mejor, sino sólo un preámbulo a lo que había soñado. Casi podía sentir como el corazón se me encogía y el picor me volvía a los ojos. Me di vuelta, apretándolos para no llorar, y apretando los dientes para no dar ningún sollozo ni despertar a alguien.
Y pensar que había tenido de un beso, o de acostarme con alguien. Para cuando recobré mi compostura seguía tirado de lado en la jaula, sintiendo algo incómodo en el pantalón. Lo había sentido antes durante el viaje; pero no le había dado gran importancia. Revisarlo no me trajo muchos ánimos: una figura de arcilla. Hecha pedazos, seguramente por golpes que había ignorado, los leves cortes producidos jamás los había notado porque estaba cubierto de dolor en varios puntos del cuerpo igualmente, así que lo habría creído un latigazo más.
Apreté los pedazos entre las manos, sintiéndolos cortar un poco. No podía hacer nada con eso, era pequeño, muy, muy poco. Acostumbraba a una enorme cantidad de arcilla para mi golem, al menos unas cincuenta, puede que cien veces más. Los pedazos de la figurita, aún en total, eran como un pequeño chiste. Separé las manos dejando caer las piezas suavemente y les busqué forma, como un rompecabezas, parecía un… ¿lagarto?
Una media sonrisa falta de alegría o ganas alguna se me dibujo en el rostro. Podía guardar eso como testamento a toda mala decisión.
Concentré el éter que pude, haciéndolo correr de mis pulmones a mis palmas mientras exhalaba, como si por respiración lo obtuviera. La última vez que había intentando llevar la arcilla cocida a un estado donde nunca hubiese traspasado por fuego había sido años atrás, de niño.
Cuando efectivamente no podía hacerlo.
Las partes de la figura se derritieron antinaturalmente, perdieron dureza y forma, ganaron plasticidad y posibilidades, pero no les ofrecí ninguna nueva. Tan sólo lo hice para juntarlas de nuevo, e inyecté magia desde la yema de los dedos, lentamente, hasta devolverle la forma de un pequeño lagarto. No era exactamente igual a como me lo había entregado, pero…
«¿…Cuándo me...?» baje la mirada pensativo al no recordar haber recibido la figura en ningún momento, estando seguro de no haberla llevado antes, tampoco. Atravesando por mis memorias llegué a instantes antes de que me empujase y moví levemente un índice, ¿había sido allí?
Que maldito. De la buena y mala manera. Me volví a acostar, viendo la figura, dándole vueltas, revisándola, como si eso fuese a enseñarme algo nuevo. «Tantos días y me vengo a enterar ahora… bien podría robarme con los ojos cerrados». Suspiré, colocando el lagarto de arcilla en el suelo. Podría haberme librado de muchas cosas si fuese de notar esos detalles pequeños que terminaban componiendo los desastres más grandes en mi vida.
«…» fijé los ojos en la figura, alzando lentamente el cuerpo. Reminiscente de una niñez cuando apenas jugaba con la arcilla sin poder animar nada, donde tomaba de la misma enorme masa que tomaban todos tan sólo un poco para hacer… cualquier cosa.
Tomé la figura del lagarto, apretándola dentro de mi puño. Lo volví a abrir, con la arcilla nuevamente fresca.
¿En qué punto había pasado a ver al golem como un absoluto todo y no simplemente una cantidad de la que podía tomar lo qué quisiera? ¿Cuándo dejé de trabajarla con las manos y empecé a apoyarme sólo en la animación?
Lo había olvidado.
Pero lo importante es que ahora me acordaba.
Ver la falta de energía pícara en el rostro o los movimientos del virrey era casi como ver a un animal normalmente agradable actuando hostil o al menos asustado, más malas noticias.
Tragué saliva en cuanto oí el "cielo", estaba dicho con cierto tono... o puede que tuviera que pensarlo como, estaba dicho sin uno. Al menos no uno con el que me hubiera familiarizado por parte de él hasta ahora. Escuchar que su taller estaba oculto era bastante raro, es decir... «¿Por qué?», pensar que fuese pena, o algo similar, era absurdo, viniendo de un hombre así.
Por una mezcla de ingenuidad y curiosidad que sólo yo podía tener vi a los lados, como si esperase dar con un cartel que dijera "taller de Matthew" o algo. Al escuchar un muy conocido, y desagradable, click, vi abajo, viendo las esposas en mis muñecas. Abrí la boca para decir algo cuando el hombre continuo, antes de recibir un empujón que me echo varios pasos atrás, derribándome dentro del carruaje. Fue una impacto triple:de la fuerza que poseía el moreno, de el hecho que finalmente me hubiese 'atacado' y, por supuesto, el mismo impacto de la caída.
Me alcé, aunque no rápidamente por la incomodidad de mi posición dentro del mismo. Al hacerlo vi una sonrisa maliciosa dibujada en el rostro del hombre, cerrando la puerta mientras me dedicaba lo que serían sus últimas palabras.
—¿Regr... —fruncí levemente el ceño, tomándolo como una especie de chiste macabro. Cuando cerró la puerta mis manos se vieron empujadas atrás por estar un poco en medio, y un chiflido después, el carro arrancaba.
Miré atrás mientras el carruaje avanzaba, viendo al hombre hasta que simplemente la distancia ya no lo permitía. Por supuesto, no estaba solo, habían hombres detrás conmigo para vigilarme, que no tardaron en picar si extrañaba a mi "amado", o si me preocupaba de que la persona a la que me vendieron no me daría tan buen sexo como él.
Me llevó mis segundos procesar eso.
—¿...Qué? —vi a uno de ellos, con los ojos entrecerrados.
Eventualmente luego de andar por caminos retorcidos del bosque paramos en un punto de encuentro, lugar de donde me bajaron del carro, no precisamente dándome la mano para ayudarme a saltar. Fue una larga espera junto a una jaula abierta, donde me estaba empezando a debatir si la sonrisa maliciosa que portó Matthew los últimos segundos que lo vi era su verdadero rostro, y si no era ese, ¿cuál de todos los qué había enseñado?
¿Había tomado buena decisión? "-Que esta sea una lección, en el futuro, piensa mejor las cosas antes de dar una respuesta -" me resonó por la mente unas tres veces, momentos en que puse los ojos en blanco, como si volvieran a mí toda y cada una de las veces no en el tiempo con el virrey, sino en toda mi vida que algo me había salido entre mal y horrible por no pensarlo.
Entre ello estaba lo de sus chicas.
«...Ugh».
El sonido de varios caballos abriéndose paso entre la espesura me sacó de mi cabeza. En uno iba un caballero, junto a una mujer de pomposo vestido que fue la que abandonó el corcel, y en el resto iban otros hombres más, armados. La susodicha empezó a hablar con los hombres de Matthew en su distancia, resguardada por sus propios hombres, y luego fue a inspeccionarme.
La primera de sus exigencias fue que me presentara.
La segunda fue que le besará los pies.
La vi fijamente a la cara varios segundos, incrédulo. ¿Era en ser… oh dioses, se estaba quitando la zapatilla, era en serio.
—…U-Uh, soy Anders, y… —entrecerré ambos ojos esta vez, viendo la cara terriblemente expectante. Le vi un pie un segundo, arrugándola todavía más, y luego la vi de vuelta—. ¿Ew…?
Ese iba añadido a la lista de “piensa mejor las cosas antes de dar una respuesta”. La mujer hizo uso del pequeño látigo que llevaba en la mano y sentí un horrible dolor al instante en la entrepierna, donde dio un golpe antes de ir inmediatamente a por la cara. Para ese ya estaba activo y logré apartarla a tiempo. Retrocedí adolorido por el azote a en lo que era como un punto débil global para casi cualquier persona, y me encorve un poco, subiendo los brazos para cubrirme de más latigazos. Cuando iba a intentar hacer algo de vuelta, los hombres del virrey me aplastaron contra el suelo y lo demás fue forcejeo hasta entrar dentro de la jaula.
Aunque no era el más intenso de los dolores, era dolor a fin de cuentas, y un abreboca a que no iba a tener tan, lo que ahora me parecía, buen trato de la mujer como lo había tenido del hombre. Enojada y refunfuñante exclamó molesta que muy buen precio, y que muy completo, y muy elfo y todo lo que fuera, pero no me habían educado todavía, y que ella se haría cargo de eso después.
El futuro ya no se veía tan moreno como simplemente, muy, muy negro.
Encerrado en la jaula ni siquiera escuché o vi pasar lo demás, tocándome allí donde el corto látigo me había lastimado y/o cortado.
Todo lo que restaba en mi memoria era haberme sucumbido presa de un calmado pánico y un picor en los ojos, producidos por y no por los golpes: eran lágrimas. Había creído bastante mal que mi peor destino podría haber sido permanecer en la ciudad, al parecer, el peor sería haber salido de ella.
[…]
Pasé varias noches en desvelo intentando escapar, viendo mis intentos mermados por la imposibilidad de doblar acero con las manos, y “lecciones de modales”, como le decía la mujer a propinar latigazos. Cuando mi cuerpo ni mi mente daban más fue que finalmente caí dormido.
Y una noche más desperté, sudado, de una pesadilla. Podía sentir como el carro todavía andaba, y algunos ronquidos. El miedo arrastrado de la pesadilla se enfrío al verme de vuelta a la realidad, que no era mucho mejor, sino sólo un preámbulo a lo que había soñado. Casi podía sentir como el corazón se me encogía y el picor me volvía a los ojos. Me di vuelta, apretándolos para no llorar, y apretando los dientes para no dar ningún sollozo ni despertar a alguien.
Y pensar que había tenido de un beso, o de acostarme con alguien. Para cuando recobré mi compostura seguía tirado de lado en la jaula, sintiendo algo incómodo en el pantalón. Lo había sentido antes durante el viaje; pero no le había dado gran importancia. Revisarlo no me trajo muchos ánimos: una figura de arcilla. Hecha pedazos, seguramente por golpes que había ignorado, los leves cortes producidos jamás los había notado porque estaba cubierto de dolor en varios puntos del cuerpo igualmente, así que lo habría creído un latigazo más.
Apreté los pedazos entre las manos, sintiéndolos cortar un poco. No podía hacer nada con eso, era pequeño, muy, muy poco. Acostumbraba a una enorme cantidad de arcilla para mi golem, al menos unas cincuenta, puede que cien veces más. Los pedazos de la figurita, aún en total, eran como un pequeño chiste. Separé las manos dejando caer las piezas suavemente y les busqué forma, como un rompecabezas, parecía un… ¿lagarto?
Una media sonrisa falta de alegría o ganas alguna se me dibujo en el rostro. Podía guardar eso como testamento a toda mala decisión.
Concentré el éter que pude, haciéndolo correr de mis pulmones a mis palmas mientras exhalaba, como si por respiración lo obtuviera. La última vez que había intentando llevar la arcilla cocida a un estado donde nunca hubiese traspasado por fuego había sido años atrás, de niño.
Cuando efectivamente no podía hacerlo.
Las partes de la figura se derritieron antinaturalmente, perdieron dureza y forma, ganaron plasticidad y posibilidades, pero no les ofrecí ninguna nueva. Tan sólo lo hice para juntarlas de nuevo, e inyecté magia desde la yema de los dedos, lentamente, hasta devolverle la forma de un pequeño lagarto. No era exactamente igual a como me lo había entregado, pero…
«¿…Cuándo me...?» baje la mirada pensativo al no recordar haber recibido la figura en ningún momento, estando seguro de no haberla llevado antes, tampoco. Atravesando por mis memorias llegué a instantes antes de que me empujase y moví levemente un índice, ¿había sido allí?
Que maldito. De la buena y mala manera. Me volví a acostar, viendo la figura, dándole vueltas, revisándola, como si eso fuese a enseñarme algo nuevo. «Tantos días y me vengo a enterar ahora… bien podría robarme con los ojos cerrados». Suspiré, colocando el lagarto de arcilla en el suelo. Podría haberme librado de muchas cosas si fuese de notar esos detalles pequeños que terminaban componiendo los desastres más grandes en mi vida.
«…» fijé los ojos en la figura, alzando lentamente el cuerpo. Reminiscente de una niñez cuando apenas jugaba con la arcilla sin poder animar nada, donde tomaba de la misma enorme masa que tomaban todos tan sólo un poco para hacer… cualquier cosa.
Tomé la figura del lagarto, apretándola dentro de mi puño. Lo volví a abrir, con la arcilla nuevamente fresca.
¿En qué punto había pasado a ver al golem como un absoluto todo y no simplemente una cantidad de la que podía tomar lo qué quisiera? ¿Cuándo dejé de trabajarla con las manos y empecé a apoyarme sólo en la animación?
Lo había olvidado.
Pero lo importante es que ahora me acordaba.
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