Un día en mi mundo.- [Privado-Matthew Owens] [CERRADO]

Para cuando la luz entro por el intensO ventanal de la habitación de Eilydh ella ya llevaba sumida en un duermevela dos o tres horas.Llevaba dos semanas en ciudad lagarto y ya había hecho rutina de todas y cada una de las horas que había pasado en aquel lugar. No porque le gustase particularmente sino porque la elfa tenía por costumbre analizar los pequeños detalles de todo lo que le despertaba curiosidad.

Fuera de aquel local, había tres prostitutas en cada esquina. Tres y no más excepto en el nervio principal de la ciudad. Aquello, apenas sin importancia para el resto de visitantes y comerciantes de la zona podría haber pasado desapercibido, pero no para Eilydh.  Aquello daba información sumamente importante a la elfa. Le decía exactamente dos cosas sobre Matthew owens: Tenía suficientes mujeres como para permitirse tres en cada esquina sin necesidad de rotar y le importaban lo suficiente como para agruparlas de tres en tres. No de dos en dos y por lo tanto estar expuestas a cualquier borracho algo más fuerte que los comunes. Ni de 4 en cuatro, evitando una posible revuelta y pérdida de beneficio. Si no de tres en tres.

Matthew Owens sabía que aquello era un negocio dificil, y no estaba dispuesto a arriesgar en nada que fuese importante.

Cuando llevaba 4 días en ciudad lagarto, Eilydh ya se había ganado el sobrenombre de “Damita” por parte de las prostitutas que la custodiaban en aquella calle, y por lo tanto supuso que por el resto. No había sido tan ingenua para pensar que Owens no las había mandando a echarle un ojo de cuando en cuando, como tampoco había sido tan ingenua como para pensar que el tiempo prudencial de una semana hasta el próximo encuentro no había sido extendido a dos para mermar su paciencia y en un intento ínfimo de hacerla cambiar de opinión.

Pero Eilydh contaba con ello.

Como todas las mañanas la posada que había elegido le preparaba un  baño entre sus cuatro paredes. La elfa había negado cualquier asistencia en aquella tarea. Por varias razones entre ella porque sabía que aquella ciudad pertenecía a Owens y por lo tanto cualquier moza de ayuda tenía los ojos y oídos de Matt colgados en su cara. Y por otro, Eilydh no tenía la intención de desvelar la deshonra que llevaba en su espada a nadie que no fuese si misma. Al menos no nunca más.

Unos ojos azules se posaron en su mente y sacudió su cabeza rozando con sus dedos la parte dolorida de su espalda mientras se quitaba la espuma  y agarraba la toalla para secarse. Cuando la fina seda de la toalla, algo roída rodeó su cuerpo tapándola por complete se acercó a la Ventana y la abrió para conversar con las tres prostitutas como todas las mañanas.

-Ya creíamos que se te habían pegado las sábanas, damita.- dijo Erika mientras miraba de manera recelosa y poco disimulada el hueco que creaban los pechos de Eilydh contra la toalla y daba un codazo a una de sus compañeras- Te hemos dejado panecillos de canela en recepción… espero que estén lo suficientemente… esponjosos para tu gusto- dijo sonriendo de manera malévola.

-Gracias, Erika.- dijo Eilydh buscando algo en particular entre las manos de Erika- Supongo que…¿No hay nada  más para mi?- dijo entre molesta y curiosa al dares cuenta que no había pergamino alguno entre los dedos de Erika ni de las otras.

Eilydh había supuesto que Matt le enviaría palabra de verse de nuevo por medio de aquellas chicas. Y estaba empezando a cansarse de que se hubiese puesto a si misma en aquella situación. Como si estuviese esperando palabra de un amado perezoso.

-No querida, hoy no.- dijo Agnes- Podríamos, sin embargo, subir a hacerte compañia… Hemos hecho bastante negocio esta mañana como para parar… y tu hermoso cabello seguro que luce mejor suelto como ahora en vez de esas trenzas que siempre…- la chica avanzó una mano a través del balcón para juguetear con un mechón de Eilydh medio mojado y suelto.

-Muy amable, Agnes…- dijo Eilydh molesta, apartando la mano de la mujer- Tengo cosas que hacer esta mañana y…

-¿Cosas como esperar a Matthew Owens?- dijo Priscilla guiñándole un ojo a sus compañeras- Te recomiendo que lo esperes sin esa toalla y tumbada, entonces- añadió- Sobre todo si todo lo que dicen de las elfas en noches de pasión es real- dijo la tercera mujer.

Eilydh se enrojeció y dio por terminada aquella conversación, con gesto Tosco y enfadado.

-Siento que no hayas podido entretener a Matt de otra manera, Priscilla… supongo que no todas tenemos el don de la palabra… cada una usa sus dones. – dijo Eilydh cerrando la Ventana molesta.

Se sentó en el pequeño tocador contemplando su imagen en el espejo y jugueteó con su pelo, pensando en lo que había dicho Agnes. Peinó sus largos cabellos rubios hasta que estuvieron perfectamente lisos  y empezó a trenzarlos de manera compleja de manera que aún estuviesen sueltos pero adecentados.  Cuando acabó dejó a un lado su toalla y se vistió con un vestido azul oscuro.

Contempló de nuevo su imagen casi perfecta en el espejo y algo de lo que vio en su reflejo la molesta. Se apresuró a ponerse parte de su armadura sobre el vestido, haciendolo menos impersonal y más listo para la batalla.

Sonrió esta vez a su reflejo mientras jugueteaba con Karma entre sus dedos. Abrió esta vez ambas ventadas contemplando la ciudad en auge y sus sonidos, pensando que aspecto de la ajetreada calle iba a investigar hoy. Supuso que podría acercarse a alguna casa de empeños. Sabía que podía convencer al empeñista para que le contase algún que otro secreto de sus clientes. Eilydh era muy convincente cuando quería.

Se dedicó una última mirada esta vez antes de salir de la habitación.Matthew Owens debía tener una excusa muy buena para hacerla esperar.

¿Qué hacía Matthew Owens cuando no tenía que actuar ante un público?

Encontrar la residencia privada de Matt Owens no había sido tarea fácil.

Por descontado cualquier persona de  ciudad lagarto no tenían ni idea dónde el nidito de amor del virrey se emplazaba. El hombre se había ocupado de pagar bien a aquellos que habían construido parte de la construcción y a Eilydh le costó mas de la mitad de lo que llevaba en su bolsa, media docenas de sonrisas seductoras, un susurro sobre las habilidades generales de las elfas y un beso de despedida más cerca de la comisura de los labios que de la mejilla al hijo del empeñísta.

Ni que decir tiene que el pobre chico, de no más de 21 años, no se había visto en otra similar, y tras unas horas balanceándose entre el quiero pero no puedo acabó por darle direcciones poco especificas sobre el lugar donde las habladurías cotilleaban que Owens tenía encerrada a una princesa y la hacía trabajar tan solo para él en privado.

Aquello fue, por supuesto, suficiente. Cualquiera que hubiese conocido a Owens sabría que de encontrar a una princesa, el estafador no se la guardaría para él solo. ¡Imagínate la de dinero perdido!.

Resumiendo: Era más cerca del medio día cuando Eilydh llegó por fin a la parte recóndita del bosque encantado de ciudad lagarto donde Matt había decido construir su remanso de paz . Partió del centro de la ciudad enfadada con él y con su poca ética laboral, pero a menudo que el caballo relinchaba se fue olvidando de cuánto le había molestado el virrey y recordando todo lo que podía aprender de él.

Cuando el humo de la casita empezó a divisarse a lo lejos, Eilydh comenzó a impacientarse: La última vez que vio al hombre le había pedido matrimonio - aunque por conveniencia-. No dejaba de ser algo más que un ultimo intento de salvarse del mar que la ahogaba agarrándose a un clavo ardiendo que era su plan. Pero algo en ella aún le rogaba que desechase la idea de traicionar a su pueblo y tan solo volviese a su ciudad.

Para cuando las ventanas estuvieron lo suficientemente cerca como para visualizar la figura perfecta en pijama del estafador. Eilydh se había cerciorado de que se alejaba de lo árboles a medida que avanzaba. Estaba segura que aquel bosque, aunque no fuese Sandorai, tenía cierto efecto sobre su mente. De no ser así no se imaginaba pensar de aquella manera.Sabía que no podía volver.


Se bajó del caballo de manera elegante y sosegada mientras Matt la recibía con un sarcasmo un tanto tosco. Eilydh lo miró con ojos cansados, como si esperase que en algún momento dejase una farsa inútil. Y el hombre pareció entender el concepto cuando la invitó a desayunar y la llamo "futura  falsa esposa".

La última persona que la había llamado así, sin el falsa de por medio, había acabado con dos cicatrices en los ojos. Pero claro, aquello el hombre no lo sabía. Así que simplemente sonrió con su característica sonrisa falsa 3. Nada transferido a sus ojos, por supuesto.

Agarró una de las sillas que estaba enfrente del hombre y la arrastró hasta situarla cerca de él. Muy cerca. Desafiando a drede el espacio personal del hombre mientras se sentaba. Echó un vistazo a la mesa de comida que el virrey había preparado y notó las dos tazas sobre la misma.

Matt no estaba solo allí. Así que supuso que su princesa no tardaría en despertarse.

-Cualquiera diría que me esperabas...- dijo agarrando una de las tazas y sirviéndose un poco de te- Cualquiera diría que llevas sentado en esta mesa desde hace dos semanas, esperando paciente a que venga a buscarte y comparta tú....- hizo una pausa. La palabra desayuno no era la más apropiada debido a la horas. Esperó a que el hombre agarrase de nuevo una fresa y antes de que alcanzase su boca, Eilydh se la quitó de los dedos y le dió un mordisco, manchando sus labios naturalmente rojo, de un rojo intenso- Brunch.- añadió depositando el resto de la fresa en la boca de Matt sin prestar mucha atención.

Se removió en el asiento, de pronto muy interesada en la comida. Apartando la mirada del Virrey y sin saber qué elegir.

-De ser así... Soy yo la que debe agradecerte tu paciencia.- dijo- No es un don que me caracterice mucho. - añadió esta vez con una mirada algo más seria- Por eso mismo debo alabarlo cuando lo veo.-

Aquello era una advertencia. Era posiblemente la primera vez que a Eilydh la hacían esperar para algo. Y quería que fuese la última.

Agarró con tono afable una de las manos del virrey, componiendo un gesto que el hombre debía reconocer muy bien, pues se lo había visto poner en sus último encuentro.

-Pero cuéntame... queridísimo- dijo haciendo hincapié en el apelativo cariñoso- ¿Cómo has estado? Imagino que no solo...- dijo haciendo una leve inclinación de cabeza hacia quienquiera que estuviese en el piso superior. - Yo tampoco lo he estado.. solo que claro no de la misma manera- se sonrojó un poco sin querer pues no quería que pensase mal- por mi parte, he descubierto un par de cosas de tu ciudad[/color].- dijo devolviéndole la mano y cruzando sus piernas con gesto muy ilusionado de pronto- Una preciosa ciudad, por cierto. Supongo que todas las características las toman de su virrey: Dispuestos a vender información ante una bolsa llena de monedas. O similares- se apartó los cabellos de la cara y el cuello mientras agarraba otra fresa, mostrando los huesos de su clavícula mientras se aproximaba a la mesa.-  Ha sido justo así como he descubierto tu... paraíso- recalcó- Pero estoy un poco decepcionada.- dijo mirando la fresa que acababa de morder- Además de secretos mínimos sobre según qué habitantes...- No compres bollos de canela los jueves  pues la panadera tiene unas costumbres muy... peculiares, por cierto-...El hijo del empeñísta necesita los servicios de una de tus mujeres. Y yo diría que con urgencia. Ese pobre chico no puede andar por el mundo en tal necesidad.... Le nubla la vista... No se si me entiendes- dijo de pronto mirándolo de manera fija- Así que sugiero que le regales una horita con... Erika. Así no está tan pendiente de escotes ajenos sino de ganarte dinero- dijo, sorbiendo un poco de su te.- A no ser que seas tú el que la mande a mirar escotes ajenos. Entonces quizás has estado más solo que yo en muchos sentidos- sonrió, esta vez de manera sincera.

Eilydh echó un vistazo a la sala y vio los detalles propios de una casa trabajada e insuflada por el efecto del amor en las paredes.Miró a Matt preguntándose si todos los detalles que había en aquella habitación lo representaban o eran una capa más de la careta del hombre.

Tenía clara una cosa: Tanto cariño y rutina en forma de decoración y casa le causaba urticaria.

Eilydh llevó su mano a su muslo derecho buscando su daga tornasol como acto reflejo cuando notó como Owens la alzaba en volandas y la acomodaba en la barra, incluso más cerca de él de lo que estaba antes. Pero se paró a medio camino entre su cadera y su muslo pues comprendió lo que aquel gesto significaba, y alejó la mano para colocarla de manera casi forzada en el hombro de Owens. No pudo evitar, sin embargo componer un gesto de recelo y furia ante aquel gesto a pesar de apresurarlo a camuflarlo. Era irónico ¿no? Cuando era ella el objeto del traspaso del espacio personal aquello no le gustaba tanto.

Nadie la movía de aquella manera sin tener permiso antes. Nadie osaba siquiera agarrarla sin que ella lo permitiese de manera explícita, y aún así, la figura de Matthew Owens parecía querer envolverla en su manto de brazos como una táctica de guerra fría, se zafó un poco de su agarre, un poco incómoda.Por mucho que estuviese intentando  establecer unas líneas, ella también tenía las suyas propias.

Sonrió de manera enigmática. Matt estaba jugando, y ella misma también. Así que se alegró al fin de estar en la misma página.Sabía e imaginaba que pocas veces las maneras de Owens no llegaban a buen puerto con las mujeres a las que decidía tratar así. Pero aquello  era teatro. Solo y exclusivamente creado para Eilydh. O al menos en aquel momento, bien sabía el virrey qué tantas otras veces lo había usado. Así que Eilydh decidió corresponder de la misma manera. Llevó su mano al pecho del chico y jugueteó co un hilo suelto de su albornoz mientras escuchaba con atención que le decía.  No con las palabras, sino con sus gestos, por supuesto. Estaba empezando a entender que los gestos del estafador eran más juiciosos que sus palabras.

- Podrías enviar a alguien a mirar de forma lujuriosa a tu futura falsa esposa por varios motivos, mi señor Virrey- dijo acariciando levemente el trozo de piel que quedaba cerca del hilo y mirándolo de manera concienzuda como si sus palabras no tuviesen tanta importancia como aquel hilo- La primera es, la más natural- dijo mirándolo esta vez de manera directa a los ojos- Soy una mujer atractiva y tú un hombre curioso.- lo dijo sin remordimientos, como estableciendo una verdad universal- La segunda...- dirigió de nuevo su mirada a un punto en los hombros de Matt como adecentando una mota de polvo o algo imaginario que había allí- La segunda.. aún la estoy figurando. Seguramente porque quizás albergas la estúpida idea de recrutar a una elfa entre tus trabajadoras y estabas intentando confirmar que cantidad de dinero ofrecerían el resto de prostitutas por mi... sabes bien que la envidia es un buen aliciente y cuanto más baja la suma más dinero podrías hacer que valiese- Agarró la mandíbula del hombre de manera súbdita forzando a Matt a mirarla.- Mi cabeza ya tiene precio, Matthew Owens. Uno muy alto. ¿Pero eso ya lo sabías verdad? No soy un nuevo juguete de la misma manera que tu no eres tan solo un estafador. - Soltó su mandíbula pues toda aquella charla sobre precios y cabezas le recordaba demasiado a la razón por la que había ido a verlo en primer lugar y estaba haciendo que la rabia se apoderase de ella.

Se preguntó si en algún momento ambos iban a dejar caer las corazas que los protegían y a hablar en serio. Matthew Owens iba a ser un problema. Uno enorme y que le iba a traer muchísimas consecuencias. Nada que no esperase, sin embargo. De hecho, por primera vez desde que lo conoció tuvo miedo de que ya estuviese enredada en las garras de una estafa que la perjudicase. Por primera vez, allí mirándolo a los ojos se preguntó si Eilydh era el tierno corderito en las fauces del lobo.

Sacudió la cabeza mientras Matt la informaba que iba a ir a cambiarse. Notó el gesto tenso en los hombros del hombre cuando la invitaba con palabras vacias a subir a un cuarto donde sabían que ya tenía compañía a... pasar horas vacías, en apariencia. Los ojos grises de Owens, sin embargo no la miraron más de dos segundos y parecían estar imantados hacia la escalera.

Ambos sabían que la elfa ya la había rechazado mucho antes incluso de que el hombre lo hubiese propuesto. Era suculenta, sin embargo. Si la aceptaba y seguía al hombre, entonces ella se convertiría en el mayor problema de Matthew Owens. No estaba segura de quién era la princesa del cuarto de encima de ella, pero era lo suficientemente importante como para que Owens quisiese pasar su tiempo de convaleciencia con ella. Sonrió de manera sincera y enigmática. Por primera vez desde que conocía a Owens se dio cuenta de que en algún momento ambos iban a ser el caos que guiase el desorden de ambos.

Eilydh agarró una manzana y la mordió mientras fijaba los ojos en Matt, como si considerase aquella proposición.

No había nada de corderito atrapado en aquella mirada. Eran sus fauces las que estaban alrededor de Matthew Owens.

-Ya me has hecho perder dos semanas, Matthew Owens. No tientes tu suerte haciendome perder otros... -dudó un momento como sopesando al hombre de pies a cabeza-15 minutos para confirmar algo que ya se que no merece la pena.- Dijo finalmente.Le guiñó un ojo, saltó de la mesa con elegancia y dejó que el hombre subiese a la habitación.

Acababa de dar el primer paso para que las corazas cayesen. El primer gesto que demostraba a Owens que mientras él fuese merecedor de su confianza, Eilydh siempre tendría su espalda salvaguardada.

Salió de la casa, llevándose la manzana con ella y cuando llegó a su caballo se la ofreció mientras acariciaba las crines del animal distraída. No había pensado en traer otro caballo, así que cuando montó se cerciró de que hubiese espacio tras ella para el hombre. Quería que le enseñase exactamente las lindes de su virreino. Así que cuando el hombre bajó ya vestido para la aventura, le regaló una sonrisa que significaba paz y le ofreció una mano para que subiese a su caballo.

Se preguntó dónde la llevaría primero

Owens tomo las riendas del caballo que compartían. Aquello sorprendió .a la elfa, en primera instancia porque ni siquiera le preguntó si podía hacerlo, como era habitual en aquellas situaciones, y en segundo porque esperaba que el hombre diese las ordenes exactas hacia donde dirigirse. Aquello hubiese hecho que Eilydh se enfocase en el caballo y el tuviese tiempo para dejar su cabeza vagar en lo que iba a contarle y por lo tanto se ilusionase con la historia y quizás... desvelase más de lo que quería.

Pero no fue así.

La elfa escuchó con atención acerca de los inicios de ciudad lagarto. Le pareció curioso que el hombre hubiese confiado en alguien para robar tal cantidad de dinero, pero sobre todo le interesó el tipo de carisma que se debe tener para convencer a alguien de robar el oro del rey y después tomar la mayor parte del crédito. Se perdió en las palabras nobles del estafador. No sabía porque pero aquel cambio de Matt owens a San Matt Owens no acababa de convencerla. No esque dudase de sus palabras, incluso pudo pensar que al principio quizas tuvo buenas intenciones. Pero nadie se hacía de oro siendo bueno, y la fama que uno se crea, aunque a veces sea exagerada, siempre parte de algo en concreto.

Sonrió ante la sugerencia simple del hombre sobre las intenciones de Eilydh. La elfa deseó por un momento que sus deseos de alianza con él fuesen tan solo hacerse rica. Deseó verdaderamente ser una concubina más por un momento o una de las elfas que acuden todos los días a los templos del arbol madre tan solo para despertar el interés de uno de los monjes ricos.

Su sonrisa se volvió algo más juguetona, e intentó romper el silencio tenso que se había formado cuando Matt le contó sobre su enfermedad. Por algún extraño motivo aquello si que la llenó de sentimientos encontrados. Ver como todas y cada una de las riquezas de un reino por el que has luchado se desmenuzan en tus manos. Atisbar desde un palco de plata que por mucho que hagan todos los habitantes que te preocupan en menor o mayor manera, todos estan destinados al fracaso.

No debía ser un golpe fácil de digerir.

-Suerte que mis manos son sanadoras- dijo Eilydh, agarrándo una de las del hombre y apretándola en un intento leve de recomfortarlo. Se aclaró la garganta y separó su mano de la de él de manera rápida, como si hubiese sido una reacción indebida.- Y que mi objetivo no es tu ciudad lagarto, sino Sandorai.- le dijo, mirando al bosque cercano como si viese las ramas de los cedros del suyo propio- Un reino maldito no es muy distinto a uno... corrupto y  ciego por Dioses poco venerables. Tan solo tenemos que ajustar algún que otro detalle a todo lo que debas o quieras enseñarme.- añadió.

Giró levemente su cabeza hacia la tierra virgen que rodeaba a ciudad lagarto. Y se acercó al oido de Matt para volver a hablarle.

-Además, no toda la tierra fértil da frutos, y a veces es necesario quemar  la mala hierba para renacer a partir de nuevas raices- dijo, intentando aclamar a la codicia del hombre mientras le daba un toquecito leve al caballo para que avanzase y giraba levemente las manos de Matt aún en las riendas haciendo que el caballo pusiese rumbo hacia las calles de la ciudad.

-En las dos semanas que llevo aquí, Matthew Owens, he aprendido que por alguna extraña razón y aunque tus tierras no den fruto, tus habitantes te aprecian. Se levantan todos los diías con la promesa de hacerte algo más rico. Hablan como si por algún motivo y aún sabiendo los negocios que te traes, prefieran seguirte a ti que a un rey heróico y engordado por la carne roja de sus banquetes. Eso es, Matthew Owens, lo que te hace interesante. No tus cosechas de maíz y centeno- le guiñó un ojo- Mejor cultivar las mentes de personas con el poder suficiente como para seguirte que una tierra donde asentarte. Aerandir tan solo colinda con el cielo y las estrellas. Tu tierra puede no dar frutos, pero mira a tu alrededor... tus personas son los suficientemente libres como para darlo-  avanzó por algunas de las calles recónditas llenas de personas en sus quehaceres diarios- Esa es tu verdadera bendición, Matthew Owens. Y es por ello por lo que vine.

Dejó que el hombre tomase de nuevo las riendas, esperando que lo siguiente que le mostrase fuese el final de una de las capas que componía al personaje, Matthew Owens.

No dijo nada, por supuesto, pero casi se había acostumbrado a no tener el control de lo que iba a pasar luego. Y eso lo decía todo

Aquello era justo lo que Eilydh necesitaba. Casi podía ver la elegancia del hombre dirigiendose a las masas, como si todo lo que dijese e hiciese fuese ensayado hasta el escrutínio. Como si cada uno de sus pasos fuese parte de un baile planeado consigo mismo en el que no había margen de error.
Por un momento Eilydh pensó que aquello justo podría ser el punto débil de Matt Owens. El miedo a no saber contenerse ante los ojos de aquellos que le había costado tanto ganarse como ciudadanos y confiantes. El hombre sin embargo y por supuesto no dio señales de vulnerabilidad. Eilydh pensó que aquello era justo otra de las cosas que ambos tenían en común y sonrió  de manera sincera cuando el hombre la apremió a sentarse en primera fila. Aquello mismo hizo, tras dedicarle una leve reverencia.

Caminó entre la multitud que se había apresurado a tomar asiento y se sentó a unos dos metros de Matt Owens y su adversario. Eilydh no perdió detalle de los movimientos del chico, pues estaba ya casi segura de que era ahí donde residía su esencia, en los pequeños huecos entre el baile ensayado. Como por ejemplo el doblar su camisa y ponerla a buen recaudo a pesar de saber que podía comprar muchas otras. O el quitarsela para no ensuciarla. Eilydh jamás había visto a ningun rey quitarse su camisa para un combate. Pero si lo había visto hacer a muchos de los granjeros de Sandorai antes de una pelea por tierras, o un entrenamiento en particular.  Aquello le indicaba que aunque rico ahora, el hombre quizás también había pasado la necesidad suficiente como para preocuparse por el futuro de una nimiedad tal como lo que llevaba. Además, por supuesto de ser su primera careta frente a sus gentes.

Tomo buena nota de ello y agarró la camisa de Matt entre sus manos, cuidándola de que se manchase. Eilydh no pudo decir que el cuerpo curtido del hombre no la sorprendiese, al fin y al cabo tenía ojos en su cara. Por ello mismo los decidió enfocar en algo más que los músculos del virrey: en la altura de su adversario, por ejemplo., o el rostro casi vacío de expresión al acabar de hablar con Matt. No llegó a escuchar la conversación por supuesto. Tan solo los gritos del hombre cuando su adversario se tiró al suelo como un perrito derrotado, instando al público a que aplaudiese.

Ella no lo hizo, por supuesto. Imaginaba que aquella órden no era para ella. Y aunque lo hubiese sido, no había hombre en aquella ciudad que la hubiese forzado a aplaudir sin ella quererlo. Por muy seductores que fuesen sus músculos. Se puso en pie y se acercó a Matt que parecía malhumorado  aunque le tendió la mano para que bajase de las gradas.

En lugar de su mano, Eilydh le tendió la camisa para que se la pusiera, y pasó a su lado con una sonrisa enigmática en su rostro. ¿Había por fin molestado a Matt Owens?

-Me muero por llevarte al siguiente sitio- le dijo, y cuando se hubo puesto la camisa no esperó demasiado para entrelazar su mano con la del virrey, con la urgencia de un niño que quiere enseñar un secreto a su padre, o una amante deseosa de ocultarse de ojos curiosos y redimirse a los encantos de su amado. - Aunque a decir verdad.. tu ya me has llevado allí primero.

Eilydh apresuró el paso, tirando de Matt Owens, recorriendo las calles más estrechas que en las dos semanas en ciudad lagarto había aprendido eran las más cercanas al prostíbulo de Matt. No dudaba que el hombre conocía aquel camino. No estaba segura de si sabía exactamente a donde lo llevaba. O si quería saberlo.

Había visto lo suficiente de la careta de Matt Owens como para saber que no iba a destaparlo frente a ojos ajenos. De hecho era él mismo el que le había dado la idea. Una parte de Eilydh estaba acelerada, nerviosa. La otra, pensaba que quizás aquella era la última oportunidad de conocer un poco más al virrey y aquello no la hacía tener menos miedo.

Cuando llegaron a la puerta del prostíbulo, Eilydh agarró la mano de Matt con más fuerza aún, como para constatar que era allí justo donde lo había querido llevar y que no era una equivocación. Apenas habló con el durante el camino, no quería estropear aquella situación debía mantener su cabeza fija y fría en lo que iba a hacer. La figura de Brenda los recibió un tanto confundida en la recepción del prostíbulo. La enana estaba a punto de decir algo pero Eilydh la interrumpió antes de que pudiese hablar.

-Queremos la habitación más cara que Matt tenga en su edificio- dijo.- Una botella de vino rosado de cosecha del año pasado. Si lo tienes anacarado... lo preferiría... el seco me da algo de sueño y... no queremos dormir- le dijo a Brenda- Además quiero que taches todos los compromisos de Matt en el día de hoy de su agenda.  Si voy a pagar por su tiempo. No quiero que nos moleste nadie. - dijo finalmente.

Se volvió a Matt y lo miró con astucia. Acababa de contratar sus servicios.Como los de todas las prostitutas a su cargo. Solo que Eilydh sabía que Matt Owens no ofrecía los mismos servicios que las mujeres que tenía a su cargo, y esperaba que el hombre captase aquello como una necesidad de hablar y quizás... sincerarse. Al fin y al cabo le estaba aburriendo aquel tira y afloja. Quería a Matt para ella sola. Al menos unas horas. Supuso que era aquello lo que implicaba...

La suite más grande de todo el prostíbulo principal de ciudad lagarto era, por supuesto, la habitación de Matt Owens. Eilydh no sabía muy bien como interpretar aquel movimiento del hombre. Por un lado no estaba muy seguro de si el hombre dejaba a menudo entrar a muchas personas a la intimidad de su habitación. Eilydh sabía que todo aquel que ella dejase acercarse a la suya era porque la conocía lo suficiente como para no huir, o quizás no la conocía nada y por eso mismo se sentía cómoda dejándoles entrar.

Quizás aquello era finalmente la prueba de que Matt había empezado a tomársela en serio. Su risa confirmando a Brenda que aceptaba que comprase su tiempo había sido sincera. O lo parecía, Eilydh empezaba a estar cansada de no saber a qué atenerse. Se imaginó por un momento tener que pasarse así el resto de su vida y aquello le dio el valor de  seguir con lo que había planeado. Rebuscó un poco en una de los bolsillos de su maleta y agarró lo que buscaba  escondiéndolo en una de sus manos. Cuando se giró se dio de bruces con la estampa mas Owenesca que había presenciado hasta ahora.

La habitación estaba sumida en el mismo desorden mental que Owens parecía tener en su cabeza. La cama, el centro de la habitación era redonda. Las ropas de mujer y hombre eran el mejor adorno de la estancia y retazos de lo que era Matt podían vislumbrase aquí y allá... ungüentos para el pelo. peines, maquillaje, las luces y las sombras del hombre.

Este estaba sentado con las piernas cruzadas sobre su cama. Esperándola. Eilydh no supo si era consciente de la feminidad que emanaba de él en aquel momento, tanto que Eilydh tuvo que recordarse donde estaba y con quién. Tragó saliva como insuflándose valor mientras el hombre la instaba a desvelar lo que tenía en mente.

La elfa avanzó hasta la cama donde él estaba sentado, lo tiró al colchón con un empujón y una risa juguetona y se tumbó a su lado, ambos mirando al techo.

-¿No te cansas a veces... Matt?- dijo dejando de sonreir por un momento. Sabía que el hombre no la estaba mirando en aquel momento y por eso justo pensó que aquella sonrisa no tenía sentido en sus labios- ¿No te gustaría simplemente... dejar de fingir y mostrarte como eres, al menos por unas horas? Digo... tu alterego no esta muy mal para convencer al pueblo A tu pueblo. De hecho es muy necesario, no me hubieses llamado la atención sin él.... pero...- se giró de forma brusca ahora posicionándose con su cara en dirección opuesta a la del hombre, sin mirarlo directamente pero perdiendo su mirada en algo entre las ropas que el hombre almacenaba en su habitación- ¿No te gustaría a veces... deshacerte de esas caretas que tienes. Tus mil y una y mostrar a Matthew. Sin el Owens. Tener un lugar seguro en el que confiar. Alguien que supiese quien eres y no te juzgase. Alguien que aun sabiendo lo que eres te aceptase sin condiciones?- suspiró por un momento.

Había estado jugueteando con un mechón de su cabello mientras decía aquello. También por un momento se había olvidado de con quién hablaba y dónde estaba y aquello la hizo sonrojarse cuando se dió de bruces con la mirada fija del hombre, como si la hubiese pillado fantaseando. Justo porque era aquello lo que estaba haciendo.

-Porque a mi sí- dijo sin más. Y alargó la mano reposándola en el pecho del hombre para descubrir un frasco. De forma cilíndrica y oblícuo por los bordes, no más grande que su mano de un cristal rojizo y con un cierre de corcho sellado con lo que parecían virutas de plata.

Jugueteó con él entre sus dedos haciendo que el contenido líquido se moviese de un lado a otro, como si aún estuviese pensando en su fantasía cuando en realidad pensaba como poner en palabras lo que pensaba.

-Suero de la verdad- dijo la chica, como si respondiese a una pregunta que no había sido hecha - con algo de mi propia cosecha... - dijo reprimiendo una risa nerviosa- Licor de savia del árbol madre.Incrementa la duración del efecto que en otros momentos sería... algo volátil, Como es para dos personas.... he calculado que tendríamos para 4 horas. Todo lo que digamos, hagamos... será verdad. Sincero. Sin tapujos- dijo posando el contenido en el pecho de Matt donde había apoyado su brazo.- La cuestión es... si serías capaz de confiar un poco en mi .y dejar caer alguna de tus máscaras. No temas,... no todas. Las suficientes para que dejemos este juego imbécil, al menos en parte.- Le arregló un poco el cabello a Matt que se había desordenado entre los cojines de la cama.

Se acomodó un poco más cerca del hombre y soltó una de sus trenzas, solo un poco, no del todo.Dandole a entender que aquello era un intento de desnudar su cabeza y que ella también se estaba jugando mucho.

-¿Qué dices... querido? ¿Beberás un poco por tu querida futura esposa?- pronunció aquellas palabras imitando el tono de Matthew Owens en un intento de burla pero también de complicidad.

A Eilydh le sorprendió el tono tremendista de Matthew Owens ante la idea utópica de alguien sin prejuicios que lo entendiese. Todo Matt en si era una contradicción en mas o menos medida. Alardeaba de saber jugar al juego no escrito de quién tiene más orgullo, había aceptado unas horas a merced de Eilydh y sin embargo conservaba sus manos para él mismo. Poniendo su propio cuerpo de barrera bajo sus manos como dejando claro que cualquier intención fuera de convensar había pasado a otro lugar de su mente y que a pesar de sus palabras provocativas era fiel a la mujer que le esperaba en la cabaña del bosque.

Aquello hizo que la elfa se destensase. Jamás había compartido una cama con un hombre al que no supiese bajo su control y Matthew Owens era el primero en muchos sentidos. El hecho de que el hombre no creyese en la existencia de alguien que pudiese comprenderle la hizo estar incluso mas cómoda, pues Eilydh sabía que aquello era algo que estaba fuera de su control y justo algo que ella podía ofrecerle.

Aquello era un avance... al fin.

Eilydh pareció ver un deje de duda en los ojos de Matt antes de que el hombre tomase parte del contenido de la botellita y se la pasase. Si la hubo, el hombre se preocupó en esconderla ahí donde guardaba su yo real, y lo disimuló cerrando la cortinas gruesas de la sala despues de que las mujeres se fuesen de ella. Otro signo de que el hombre sabía que a partir de ahora no todo estaba bajo su control.

Eilydh bebió lo que quedaba del contenido de la botellita mientras se acomodaba en la cama ahora totalmente para ella, sentandose sobre sus rodillas. Por unos momentos se quedaron callados, como esperando que algo pasase. Algo más que el sonido sordo del tragar del vino que habían subido o la respiración de ambos. Pasados lo que parecieron horas, Eilydh empezó a sentir la sensación de que todos los pensamientos que había estado acerca del hombre y que había guardado celosamente durante todo aquel día y el primero que se conocieron ya no eran necesarios en su cabeza.

Llevó sus manos hacia su pelo como acto reflejo, como hacía de manera rutinaria para comprobar que sus trenzas, símbolo de orgullo Skye seguían en su sitio aunque una de ellas estaba un poco deshecha. Pero en lugar de eso se sorprendió deshaciéndolas todas de manera violenta y casi  y dejando que su pelo cayese suelto y desordenado por el que  sobresalían sus orejas.Aquel gesto leve hubiese sido una ofensa significativa en cualquier otro momento, en especial porque Matt no era de su raza, pues era un gesto de sumisión y equilibrio entre dos elfos, normalmente, que interactuaban.

-Estoy segura que el que creó estos estúpidos tocados y peinados no tenia que pasarse la vida en ellos. Además de que nos sirve cuidarnos tanto estos cabellos si no puedo lucirlos..- dijo simplemente. Se quitó también los zapatos y volvió a acomodarse en la cama- Es justo como tú... estoy muy segura de que te preocupas demasiado por la ropa cuando, indudablemente, ninguna te sienta tan bien como tu propia piel- dijo como si fuese un manantial de palabras emanasen de sus labios sin control ni remedio. Intentó llevarse las manos a los labios con las mejillas encendidas pero por una extraña razón no le importó decir aquello porque era justo lo que hubiese pensado.

El efecto de aquel líquido había empezado.