Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
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Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
Los nudillos de Gabriel se volvieron blancos, la mano que tenía sobre el pomo de su espada prácticamente sufriendo un calambre debido a la tensión. Su brazalete vibró una única vez, y se relajó. No era ese barco. La Ninfa de Agua siguió su curso, lentamente, buscando el siguiente barco de la formación pirata.
Puede que esto fuera una mala idea, a lo mejor debería dar la orden de dar media vuelta. Pero había invertido una pequeña fortuna en ese intento. Era el barco de su familia, y un mes entero de su sueldo había ido a pagar el carbón con el que teñir el barco y los hombres que lo habían hecho. Una elección cuestionada, pero no se atrevía a usar brea para eso, y pagaba lo suficiente como para que los hombres no hicieran preguntas. No, tenía que hacerlo. Vulwulfar estaba en jaque, y aunque no se morirían de hambre, las consecuencias de un largo bloqueo para los pescaderos y mercaderes serian catastróficas.
Solo esperaba que no pasara a la historia como un idiota sediento de gloria, que había llevado a sus compañeros de la Guardia a una muerte segura en busca de un ascenso. No estaba seguro de que su madre pudiera soportar perder a su hijo así, pero su hermano era un mercader muy capaz. Seguro… seguro que podría mantenerlos a flote aun sin el barco.
Dos vibraciones en su brazo interrumpieron sus sombríos pensamientos. Espero unos segundos, por si había sido un error, y el brazalete volvió a vibrar dos veces. Una sonrisa encontró el camino hasta su cara, antes de que se controlara. La primera parte del plan había funcionado. Un barco teñido de negro, en una noche de luna nueva, Nimea, una dragona de agua para llevar el barco completamente a ciegas, detectando los barcos piratas con algún sentido que no era capaz de entender y Carla, una bruja capaz de manejar metales para detectar cuál de todos ellos era El Cuerno de Acero. Esa era la hora de la verdad. Entrar, robar el cofre y salir, idealmente matando al capitán. No rompería el bloqueo, pero el resto de los piratas se lo pensarían dos veces si alguien tan temido como Iversen moría en su propio barco, y aunque no había sido informado de que hacia el tesoro exactamente, si sabía que sus superiores estarían mucho más tranquilos si este acababa en sus manos y El Cuerno de Acero acababa en el fondo del mar.
Gabriel suspiró, y rezando una silenciosa plegaria, partió su brazalete por la mitad, indicándole a Carla que el plan seguía adelante, y el barco empezó a ganar velocidad lentamente. Unas pocas lámparas de aceite fueron encendidas bajo la cobertura de capas y demás trapos, liberando solo la más tenue de las luces en la noche. Pudo oír a alguien gritando desde el barco, pero ya no importaba, La Ninfa de Agua raspó el costado del cuerno de Acero, acoplándose con un sonoro chirrido en vez de chocar directamente contra las placas de acero reforzado del barco. Sus hombres lanzaron las lámparas de aceite encendidas contra el barco enemigo, y el, como Capitán, grito la orden. –AL ABORDAJE, MATAD A ESTA ESCORIA INVASORA.-
Idiota. Estúpido. Imbécil. Cada golpe que propinaba Nimea estaba cargado con un insulto hacia su “Capitán”, y a juzgar por como Carla manejaba esas agujas metálicas, apuñalando salvajemente al pirata que tenía delante, compartía el sentimiento. No había sido un mal plan, recibirían una cuantiosa cantidad de oro para encontrar un barco en concreto. Seguramente no haría falta ni que lucharan en persona si hacían bien su parte, entrar, quemarlo todo, robar algún tipo de artefacto y salir. Chupado, les había asegurado ese imbécil. Y así había sido, durante los primeros treinta segundos, hasta que los piratas se habían recuperado de la sorpresa y habían empezado a luchar como absolutos salvajes. Nimea evitó un golpe de sable y abrió la boca, disparando un aliento de agua a presión lo suficientemente fuerte como para lanzar al malnacido por la borda, y un segundo más tarde, un montón de agujas se deformaron en algo que podría haber pasado como un disco junto a su cabeza, bloqueando la punta de un látigo, que liberó una onda de fuerza al impactar. Había visto lo que ese látigo podía hacerle a un hombre, y agitó un ala en dirección a Carla, dándole las gracias, solo para verla jadeando, con perlas de sudor empezando a formarse en su cara y un brazo colgando inútil a su costado.
-¡Gabriel! ¡Tenemos que retirarnos!- gritó al hombre, que estaba haciendo un pésimo trabajo conteniendo al Capitán pirata. Como un tipo con espada y escudo era incapaz de ganarle a un rival que solo estaba usando un brazo, usando el látigo contra literalmente cualquiera menos él, escapaba a su comprensión. Y entonces vio las llamas a unos metros de distancia partirse en dos tras un tajo particularmente fuerte, y una fina línea formarse en la madera. Malditos arcanistas. –GABRIEL.- volvió a intentar.
El maldito idiota no la estaba escuchando. Miro a Carla, que parecía peor por momentos. Si su forma de dragón no fuera aún más pequeña de lo habitual, la habría agarrado allí mismo y habría abandonado a esos idiotas a su suerte. Podía llevarla a nado… pero con la sangre, se arriesgaba a atraer tiburones, o a que se desangrara antes de llegar. ¿Qué hacer? Si no conseguía cambiar las tornas rápidamente, estaban todos muertos. O peor, si los rumores sobre ese hombre toro eran ciertos.
Bienvenido. Gabriel tenía un buen plan, pero sin tener suficiente información sobre el cofre, paso por alto un detalle clave. Cuando ser el peor de la tripulación puede significar que te vuelves comida de objeto maldito, tienes muchísima motivación para darlo todo. La Guardia está perdiendo lentamente, y sin intervención externa, serán exterminados. Pero por otro lado, un valiente Capitán dispuesto a intervenir se ganaría una recompensa por salvar a esos pobres hombres y ayudarles a hacerse con el cofre. E Iversen no es muy querido entre sus congéneres, por lo que su muerte podría ser el primer paso para que la coalición pirata se rompiera entre auténticos partidarios del Hombre Muerto, mercenarios y piratas descontentos.
Para poder participar en este desafió, es necesario poder justificar tu presencia en alta mar, con una forma dragón acuática, con tu propio barco, o habiéndote ganado la amistad de un capitán pirata en algún evento previo (y que dicho capitán este dispuesto a arriesgar el cuello por la Guardia).
El objetivo de este turno es volver la batalla a favor de la Guardia, y hay varias maneras de hacer eso, aunque las más obvias serian batirse en duelo contra Iversen o conseguir generar suficiente espacio en cubierta como para poder usar esas preciosas balistas encantadas contra los piratas. Lamentablemente, Iversen es demasiado astuto y escurridizo para morir este turno.
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Puede que esto fuera una mala idea, a lo mejor debería dar la orden de dar media vuelta. Pero había invertido una pequeña fortuna en ese intento. Era el barco de su familia, y un mes entero de su sueldo había ido a pagar el carbón con el que teñir el barco y los hombres que lo habían hecho. Una elección cuestionada, pero no se atrevía a usar brea para eso, y pagaba lo suficiente como para que los hombres no hicieran preguntas. No, tenía que hacerlo. Vulwulfar estaba en jaque, y aunque no se morirían de hambre, las consecuencias de un largo bloqueo para los pescaderos y mercaderes serian catastróficas.
Solo esperaba que no pasara a la historia como un idiota sediento de gloria, que había llevado a sus compañeros de la Guardia a una muerte segura en busca de un ascenso. No estaba seguro de que su madre pudiera soportar perder a su hijo así, pero su hermano era un mercader muy capaz. Seguro… seguro que podría mantenerlos a flote aun sin el barco.
Dos vibraciones en su brazo interrumpieron sus sombríos pensamientos. Espero unos segundos, por si había sido un error, y el brazalete volvió a vibrar dos veces. Una sonrisa encontró el camino hasta su cara, antes de que se controlara. La primera parte del plan había funcionado. Un barco teñido de negro, en una noche de luna nueva, Nimea, una dragona de agua para llevar el barco completamente a ciegas, detectando los barcos piratas con algún sentido que no era capaz de entender y Carla, una bruja capaz de manejar metales para detectar cuál de todos ellos era El Cuerno de Acero. Esa era la hora de la verdad. Entrar, robar el cofre y salir, idealmente matando al capitán. No rompería el bloqueo, pero el resto de los piratas se lo pensarían dos veces si alguien tan temido como Iversen moría en su propio barco, y aunque no había sido informado de que hacia el tesoro exactamente, si sabía que sus superiores estarían mucho más tranquilos si este acababa en sus manos y El Cuerno de Acero acababa en el fondo del mar.
Gabriel suspiró, y rezando una silenciosa plegaria, partió su brazalete por la mitad, indicándole a Carla que el plan seguía adelante, y el barco empezó a ganar velocidad lentamente. Unas pocas lámparas de aceite fueron encendidas bajo la cobertura de capas y demás trapos, liberando solo la más tenue de las luces en la noche. Pudo oír a alguien gritando desde el barco, pero ya no importaba, La Ninfa de Agua raspó el costado del cuerno de Acero, acoplándose con un sonoro chirrido en vez de chocar directamente contra las placas de acero reforzado del barco. Sus hombres lanzaron las lámparas de aceite encendidas contra el barco enemigo, y el, como Capitán, grito la orden. –AL ABORDAJE, MATAD A ESTA ESCORIA INVASORA.-
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Idiota. Estúpido. Imbécil. Cada golpe que propinaba Nimea estaba cargado con un insulto hacia su “Capitán”, y a juzgar por como Carla manejaba esas agujas metálicas, apuñalando salvajemente al pirata que tenía delante, compartía el sentimiento. No había sido un mal plan, recibirían una cuantiosa cantidad de oro para encontrar un barco en concreto. Seguramente no haría falta ni que lucharan en persona si hacían bien su parte, entrar, quemarlo todo, robar algún tipo de artefacto y salir. Chupado, les había asegurado ese imbécil. Y así había sido, durante los primeros treinta segundos, hasta que los piratas se habían recuperado de la sorpresa y habían empezado a luchar como absolutos salvajes. Nimea evitó un golpe de sable y abrió la boca, disparando un aliento de agua a presión lo suficientemente fuerte como para lanzar al malnacido por la borda, y un segundo más tarde, un montón de agujas se deformaron en algo que podría haber pasado como un disco junto a su cabeza, bloqueando la punta de un látigo, que liberó una onda de fuerza al impactar. Había visto lo que ese látigo podía hacerle a un hombre, y agitó un ala en dirección a Carla, dándole las gracias, solo para verla jadeando, con perlas de sudor empezando a formarse en su cara y un brazo colgando inútil a su costado.
-¡Gabriel! ¡Tenemos que retirarnos!- gritó al hombre, que estaba haciendo un pésimo trabajo conteniendo al Capitán pirata. Como un tipo con espada y escudo era incapaz de ganarle a un rival que solo estaba usando un brazo, usando el látigo contra literalmente cualquiera menos él, escapaba a su comprensión. Y entonces vio las llamas a unos metros de distancia partirse en dos tras un tajo particularmente fuerte, y una fina línea formarse en la madera. Malditos arcanistas. –GABRIEL.- volvió a intentar.
El maldito idiota no la estaba escuchando. Miro a Carla, que parecía peor por momentos. Si su forma de dragón no fuera aún más pequeña de lo habitual, la habría agarrado allí mismo y habría abandonado a esos idiotas a su suerte. Podía llevarla a nado… pero con la sangre, se arriesgaba a atraer tiburones, o a que se desangrara antes de llegar. ¿Qué hacer? Si no conseguía cambiar las tornas rápidamente, estaban todos muertos. O peor, si los rumores sobre ese hombre toro eran ciertos.
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Bienvenido. Gabriel tenía un buen plan, pero sin tener suficiente información sobre el cofre, paso por alto un detalle clave. Cuando ser el peor de la tripulación puede significar que te vuelves comida de objeto maldito, tienes muchísima motivación para darlo todo. La Guardia está perdiendo lentamente, y sin intervención externa, serán exterminados. Pero por otro lado, un valiente Capitán dispuesto a intervenir se ganaría una recompensa por salvar a esos pobres hombres y ayudarles a hacerse con el cofre. E Iversen no es muy querido entre sus congéneres, por lo que su muerte podría ser el primer paso para que la coalición pirata se rompiera entre auténticos partidarios del Hombre Muerto, mercenarios y piratas descontentos.
Para poder participar en este desafió, es necesario poder justificar tu presencia en alta mar, con una forma dragón acuática, con tu propio barco, o habiéndote ganado la amistad de un capitán pirata en algún evento previo (y que dicho capitán este dispuesto a arriesgar el cuello por la Guardia).
El objetivo de este turno es volver la batalla a favor de la Guardia, y hay varias maneras de hacer eso, aunque las más obvias serian batirse en duelo contra Iversen o conseguir generar suficiente espacio en cubierta como para poder usar esas preciosas balistas encantadas contra los piratas. Lamentablemente, Iversen es demasiado astuto y escurridizo para morir este turno.
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Othel
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Re: Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
La Promesa descubrió la bandera negra de la calavera del calamar. El Capitán Werner se encontraba en el jardín de popa, manipulaba el timón con la mano izquierda al mismo tiempo que con la tenaza ordenaba la tripulación qué hacer. ¡A media vela! ¡Preparad las balistas! ¡A vuestras posiciones!
Contaban con la ventaja del factor sorpresa. El Cuerno de Acero habría descubierto que La Guardia de Verisar iba tras del objeto maldito de Egdecomb, sin embargo, no sabía nada del pequeño barco pirata que había derrotado a La Ala Negra y matado a su capitán, el cuervo Madock, no sin antes torturarlo como la ocasión merecía. El Capitán Werner ató personalmente las manos y garras del cuervo. Habla. El capitán Madock se mostró orgulloso, se mantuvo en silencio fiel a El Hombre Muerto. La tripulación de La Promesa pasó por la quilla al capitán Madock, para mayor humillación, lo hicieron en su propio navío, en La Ala Negra. La última vez que alzaron al capitán Madock parecía un pollo desplumado. La quilla de La Ala le había desgarrado la espalda y el torso, además de romperle varias costillas. Los tiburones se encargaban de devorar las tiras de carne que se desprendían del cuerpo de Madock. Ninguna herida era lo suficientemente grave como para matar al pájaro.
Después de diecinueve sacudidas, el capitán Madock habló como una cotorra. Lo contó todo lo que sabía, lo cual fue más que el Capitán Werner esperaba: fecha y lugar en el que La Ala Negra encontró El Cofre de los Deseos y a quién se lo entregó en nombre de El Hombre Muerto: al capitán Inverson, de El Cuerno de Acero. Más interesante que la ubicación de uno de los objetos malditos de Egdecomb, fue los numerosos cuervos mensajes que llegaron clandestinamente a La Ala Negra; cartas del Hekshold, de La Guardia de Lunargenta, La Logia…. Madock se río enloquecido, una sonrisa ahogada en sangre, cuando desveló que sabía copiar cualquier firma con solo verla una vez.
El Capitán Werner cortó la cabeza del cuervo, el resto del cuerpo lo dio de comer a los tiburones.
Ahora, la calavera del capitán Madock se encontraba en la parte frontal de La Promesa sujeto con unas cadenas de hierro. El Capitán usaría la calavera del cuerno para implantar temor al rebaño de El Hombre Muerto, en primer lugar, a la tripulación de El Cuerno de Acero.
La Promesa siguió el rastro de devastación que El Cuerno dejaba a su paso. Decenas de barcos de La Guardia cayeron al agua embestidos por El Cuerno de Acero. La Promesa siguió la pista durante días hasta que encontraron la nave maldita, como no podía ser de otro modo, combatiendo en alta mar.
Fue el momento de descubrir la bandera negra con el cráneo blanco de calamar.
—¡A media vela! ¡A vuestras posiciones!
Roger Baraun subió a cubierta cofres llenos de armas, sables, escudos y alguna que otra hacha. Wes Fungai desataba las cuerdas que servirían para el abordaje. Nereida Nyére hacía recuento de las pociones medicinales de su cinturón. Sasha Daroma se desnudó en cubierta y se transformó en una dragona del tamaño de pony. Thess vigilaba El Cuerno y el navío de La Guardia desde el nido de La Promesa. Dos garras producidas por Abdulah fluían desde la escalera de la cubierta. Y El Capitán Werner ideaba la estrategia a seguir.
Un encuentro directo, a toda vela, sería tan eficaz como intentar derivar al sol tirándole piedras. El Capitán planeaba combatir desde la distancia, poniendo entre medias el navío de La Guardia, al cual los piratas no tenían ningún afecto.
Desde una distancia prudencial y a una prudente velocidad, La Promesa fue acercando al combate desde la línea de La Ninfa. Baraun, Thess, Fungai y Nyére se colocaron en las balistas. El Capitán levantó la tenaza. ¡A mi señal!
El Cuerno de Acero descubrió a La Promesa situarse en posición lateral al costado de La Ninfa.
—¡Disparad! — el capitán bajó la tenaza de golpe, como si cortase el aire.
Las balistas silbaron y Daroma emprendió el vuelo. Los proyectiles atravesaron las velas de La Ninja e impactaron contra la carcasa de metal de El Cuerno, sin producir graves daños. El Capitán maldijo por lo bajo. Un navío convencional habría sido derribado. A estas alturas, sería pasto de los tiburones. El Cuerno de Acero, sin embargo, no se parecía a nada que El Capitán Werner hubiera visto antes. Poseía un recubrimiento de metal que le protegía de los impactos de los proyectiles y dos amenazantes cuernos en la proa con los que habría embestido más barcos que tentáculos tenía Werner en la barba.
El capitán humano de la Ninfa dio el alto a su tripulación a la vez que atendía al segundo barco pirata que había terminado por arrinconarle. El Capitán Werner previó la posibilidad que La Ninfa pensase que La Promesa siguiera a El Hombre Muerto. Si la calavera de Madock no sería suficiente para demostrar su posición, El Capitán contaba con una ayuda adicional. Hizo volar a Edgar el cuervo de su hombro a La Ninfa. El cuervo cedió una carta al capitán humano. El mensaje era corto y directo.
La tripulación de La Promesa Enardecida a futuros aliados.
Matamos a los piratas que osan traicionar los principios del mar uniéndose a El Hombre Muerto.
Firmado: El Capitán Alfred Werner.
El capitán humano entendió el mensaje. Levantó los brazos en señal de paz con La Promesa. El Capitán Werner le devolvió el saludo con la tenaza.
—Fungai, Baraun y Nyére, acompañadme. Saltaremos a La Ninfa. Combatiremos contra nuestro enemigo cuerpo a cuerpo. Thess, se encargará del timón. Mantenga La Promesa alejada de ese par de cuernos de metal.
—A sus órdenes, mi capitán.
La acción se desarrollaba exclusivamente a bordo de La Ninfa. Los piratas de El Cuerno arrasaban, mataban y cortaba, a cualquier hombre que se interpusiera en su paso. Eran violentos y estaban dotados de las malvadas artes que El Hombre Muerto les hubiera conferido.
Los cuatro piratas de La Promesa saltaron al jardín de popa de La Ninfa. El capitán humano no estaba para recibir a la ayuda como era lo correcto, había bajado a cubierto a enfrentarse al enemigo. En su lugar, se encontraba Daroma que había regresado a su forma humana.
—¡¿La habéis visto?! ¡Una dragona pirata, igual que yo! Nos hemos hecho amigas. Peleamos juntas en el aire. Ese mordisco en la asta mayor de El Cuerno lo hizo ella. No cabíamos las dos en cubierta, así que me escondí aquí, detrás del timón.
—¿Dónde está el capitán de este barco? — preguntó Werner a la vez que se quitaba la capa y se la cedía a Daroma para que cubriese sus vergüenzas.
—¿Te refieres a Gabriel? Nimue me habló mucho de él. El capitán Gabriel está combatiendo en cubierta, tiene problemas ahí abajo.
Daroma señaló al hombre toro que causaba los problemas. Se trataba del capitán de El Cuerno de acero, el capitán Inverson.
El toro blandía dos armas: un sable de pirata y un látigo flameante. El primero lo utilizaba para cortar y el segundo para atizar y quemar. El capitán de La Ninfa hacía por mantenerlo al margen, haciendo chocar las espadas y resistiendo los latigazos de fuegos en piernas y brazos con endereza.
—Necesito que vuelvas a transformarte en dragona. ¿De verdad tu amiga consiguió clavar las mandíbulas en la madera enemiga? Lo hizo muy bien, pero tú lo harás mejor. Deberás echar abajo el astil de El Cuerno, que caiga encima de todo ese fuego. Haz lo que sea, pero tienes que mantener ese fuego con vida.
—¿Una distracción? — preguntó Daroma adelantándose a los acontecimientos.
—No, no…. Nosotros seremos tú distracción. Mataremos al capitán Inverson en la Ninfa. Mientras tú destruirás el navío rival. La única formad que tenemos que derribarle, de esquivar el casco de metal, es mediante un ataque aéreo. ¿Te ves capaz?
—No lo sé. ¿Crees que ella me ayudará? — Daroma señaló a la dragona que expulsaba bocanadas de agua desde el cielo.
—Solo si se lo pides.
—Está bien — la dragona afirmó con la cabeza —. Lo haré.
—Muy bien. Ustedes lucharán conmigo, preparad vuestras armas.
El Capitán bajó las escaleras del jardín de popa de La Ninfa seguido de su tripulación. Impactaron contra el ejército de enemigo, piratas de armaduras de cuero negro. Baraun y Fungai hacían lanzar sus respectivos sables al costado de El Capitán, cubriéndoles los flancos. Werner se habría pasado a base de estocadas y golpes de tenaza. Los piratas de El Hombre Muerto eran tan poderosos como indisciplinados, era fácil averiguar cuál sería su siguiente torpe movimiento. Werner lograba adelantarse, interponer la pinza frenando la espada rival. Continuaba con una estocada mortal en el estómago descubierto enemigo.
—¡Confían en la malvada magia, esa es su debilidad!
—¡Entendido, mi capitán! — respondió Baraun obediente.
El canguro disputaba un combate de sables contra una mujer de armadura negra. Era un combate igualado hasta que escuchó el consejo del Capitán Werner. Si tanto confían en sus habilidades… no esperarán a que…. Baraun se dejó caer hacia atrás, sujetándose con las manos y cola. Golpeó la armadura negra de la mujer con los pies, empujándola al mar. ¡Mujer al agua! ¿Acaso no lo viste venir?
Wes Fungai no dominaba las artes traicioneras de su compañero. Su estilo de combate era disciplinado y preciso. Realizaba diversas estocadas para obligar a su enemigo a defenderse, a cubrir sus puntos débiles al mismo tiempo que dejaba a la vista otros. El hombre que era su oponente, cansado de los cortes que le había realizado Fungai en ataques sorpresas, se arriesgó saltar encima del erizo. Fungai lo esquivó con facilidad dando un paso a un lado e hizo tropezar al hombre para que cayera al suelo. Terminó la faena ensartando el sable en el cráneo enemigo.
El capitán Gabriel se encontraba en el suelo, completamente derrotado y rodeado por un círculo de fuego que, en breve, se expandiría por toda La Ninfa. Los dos brazos los tenía cubiertos de quemaduras y las piernas no habían sufrido una mejor fortuna. Su armadura estaba hecha jirones, descubriendo las heridas sangrientas que Inverson le había producido. El capitán de El Cuerno de Acero se preparaba para realizar el ataque final, cercenar la cabeza de Gabriel delante de su tripulación. El Capitán Werner disparó un proyectil de agua en la cabeza del capitán Inverson, una distracción que aprovechó para interponer su sable y salvar la vida de Gabriel.
—Nyére, recoja al humano y atienda sus heridas.
—Sí, mi capitán.
El capitán Inverson hizo silbar su látigo en el aire. Fue atizar a Werner, pero éste consiguió defenderse con la tenaza. El látigo de fuego parecía moverse a voluntad de su amo, se enredó entorno a la tenaza de Werner e avivó el fuego de sus flamas a la vez que la empujaba a un lado, queriendo desarmar a El Capitán. Werner resistía la posición con la misma valía que lo hizo el capitán Gabriel antes que él.
El fuego y la sangre en el mar atraería la atención de toda clase de criaturas marinas y no todas tendrían fines funestos.
Offrol llego al tema luego de haber derrotado al capitán Madock [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Contaban con la ventaja del factor sorpresa. El Cuerno de Acero habría descubierto que La Guardia de Verisar iba tras del objeto maldito de Egdecomb, sin embargo, no sabía nada del pequeño barco pirata que había derrotado a La Ala Negra y matado a su capitán, el cuervo Madock, no sin antes torturarlo como la ocasión merecía. El Capitán Werner ató personalmente las manos y garras del cuervo. Habla. El capitán Madock se mostró orgulloso, se mantuvo en silencio fiel a El Hombre Muerto. La tripulación de La Promesa pasó por la quilla al capitán Madock, para mayor humillación, lo hicieron en su propio navío, en La Ala Negra. La última vez que alzaron al capitán Madock parecía un pollo desplumado. La quilla de La Ala le había desgarrado la espalda y el torso, además de romperle varias costillas. Los tiburones se encargaban de devorar las tiras de carne que se desprendían del cuerpo de Madock. Ninguna herida era lo suficientemente grave como para matar al pájaro.
Después de diecinueve sacudidas, el capitán Madock habló como una cotorra. Lo contó todo lo que sabía, lo cual fue más que el Capitán Werner esperaba: fecha y lugar en el que La Ala Negra encontró El Cofre de los Deseos y a quién se lo entregó en nombre de El Hombre Muerto: al capitán Inverson, de El Cuerno de Acero. Más interesante que la ubicación de uno de los objetos malditos de Egdecomb, fue los numerosos cuervos mensajes que llegaron clandestinamente a La Ala Negra; cartas del Hekshold, de La Guardia de Lunargenta, La Logia…. Madock se río enloquecido, una sonrisa ahogada en sangre, cuando desveló que sabía copiar cualquier firma con solo verla una vez.
El Capitán Werner cortó la cabeza del cuervo, el resto del cuerpo lo dio de comer a los tiburones.
Ahora, la calavera del capitán Madock se encontraba en la parte frontal de La Promesa sujeto con unas cadenas de hierro. El Capitán usaría la calavera del cuerno para implantar temor al rebaño de El Hombre Muerto, en primer lugar, a la tripulación de El Cuerno de Acero.
La Promesa siguió el rastro de devastación que El Cuerno dejaba a su paso. Decenas de barcos de La Guardia cayeron al agua embestidos por El Cuerno de Acero. La Promesa siguió la pista durante días hasta que encontraron la nave maldita, como no podía ser de otro modo, combatiendo en alta mar.
Fue el momento de descubrir la bandera negra con el cráneo blanco de calamar.
—¡A media vela! ¡A vuestras posiciones!
Roger Baraun subió a cubierta cofres llenos de armas, sables, escudos y alguna que otra hacha. Wes Fungai desataba las cuerdas que servirían para el abordaje. Nereida Nyére hacía recuento de las pociones medicinales de su cinturón. Sasha Daroma se desnudó en cubierta y se transformó en una dragona del tamaño de pony. Thess vigilaba El Cuerno y el navío de La Guardia desde el nido de La Promesa. Dos garras producidas por Abdulah fluían desde la escalera de la cubierta. Y El Capitán Werner ideaba la estrategia a seguir.
Un encuentro directo, a toda vela, sería tan eficaz como intentar derivar al sol tirándole piedras. El Capitán planeaba combatir desde la distancia, poniendo entre medias el navío de La Guardia, al cual los piratas no tenían ningún afecto.
Desde una distancia prudencial y a una prudente velocidad, La Promesa fue acercando al combate desde la línea de La Ninfa. Baraun, Thess, Fungai y Nyére se colocaron en las balistas. El Capitán levantó la tenaza. ¡A mi señal!
El Cuerno de Acero descubrió a La Promesa situarse en posición lateral al costado de La Ninfa.
—¡Disparad! — el capitán bajó la tenaza de golpe, como si cortase el aire.
Las balistas silbaron y Daroma emprendió el vuelo. Los proyectiles atravesaron las velas de La Ninja e impactaron contra la carcasa de metal de El Cuerno, sin producir graves daños. El Capitán maldijo por lo bajo. Un navío convencional habría sido derribado. A estas alturas, sería pasto de los tiburones. El Cuerno de Acero, sin embargo, no se parecía a nada que El Capitán Werner hubiera visto antes. Poseía un recubrimiento de metal que le protegía de los impactos de los proyectiles y dos amenazantes cuernos en la proa con los que habría embestido más barcos que tentáculos tenía Werner en la barba.
El capitán humano de la Ninfa dio el alto a su tripulación a la vez que atendía al segundo barco pirata que había terminado por arrinconarle. El Capitán Werner previó la posibilidad que La Ninfa pensase que La Promesa siguiera a El Hombre Muerto. Si la calavera de Madock no sería suficiente para demostrar su posición, El Capitán contaba con una ayuda adicional. Hizo volar a Edgar el cuervo de su hombro a La Ninfa. El cuervo cedió una carta al capitán humano. El mensaje era corto y directo.
La tripulación de La Promesa Enardecida a futuros aliados.
Matamos a los piratas que osan traicionar los principios del mar uniéndose a El Hombre Muerto.
Firmado: El Capitán Alfred Werner.
El capitán humano entendió el mensaje. Levantó los brazos en señal de paz con La Promesa. El Capitán Werner le devolvió el saludo con la tenaza.
—Fungai, Baraun y Nyére, acompañadme. Saltaremos a La Ninfa. Combatiremos contra nuestro enemigo cuerpo a cuerpo. Thess, se encargará del timón. Mantenga La Promesa alejada de ese par de cuernos de metal.
—A sus órdenes, mi capitán.
La acción se desarrollaba exclusivamente a bordo de La Ninfa. Los piratas de El Cuerno arrasaban, mataban y cortaba, a cualquier hombre que se interpusiera en su paso. Eran violentos y estaban dotados de las malvadas artes que El Hombre Muerto les hubiera conferido.
Los cuatro piratas de La Promesa saltaron al jardín de popa de La Ninfa. El capitán humano no estaba para recibir a la ayuda como era lo correcto, había bajado a cubierto a enfrentarse al enemigo. En su lugar, se encontraba Daroma que había regresado a su forma humana.
—¡¿La habéis visto?! ¡Una dragona pirata, igual que yo! Nos hemos hecho amigas. Peleamos juntas en el aire. Ese mordisco en la asta mayor de El Cuerno lo hizo ella. No cabíamos las dos en cubierta, así que me escondí aquí, detrás del timón.
—¿Dónde está el capitán de este barco? — preguntó Werner a la vez que se quitaba la capa y se la cedía a Daroma para que cubriese sus vergüenzas.
—¿Te refieres a Gabriel? Nimue me habló mucho de él. El capitán Gabriel está combatiendo en cubierta, tiene problemas ahí abajo.
Daroma señaló al hombre toro que causaba los problemas. Se trataba del capitán de El Cuerno de acero, el capitán Inverson.
El toro blandía dos armas: un sable de pirata y un látigo flameante. El primero lo utilizaba para cortar y el segundo para atizar y quemar. El capitán de La Ninfa hacía por mantenerlo al margen, haciendo chocar las espadas y resistiendo los latigazos de fuegos en piernas y brazos con endereza.
—Necesito que vuelvas a transformarte en dragona. ¿De verdad tu amiga consiguió clavar las mandíbulas en la madera enemiga? Lo hizo muy bien, pero tú lo harás mejor. Deberás echar abajo el astil de El Cuerno, que caiga encima de todo ese fuego. Haz lo que sea, pero tienes que mantener ese fuego con vida.
—¿Una distracción? — preguntó Daroma adelantándose a los acontecimientos.
—No, no…. Nosotros seremos tú distracción. Mataremos al capitán Inverson en la Ninfa. Mientras tú destruirás el navío rival. La única formad que tenemos que derribarle, de esquivar el casco de metal, es mediante un ataque aéreo. ¿Te ves capaz?
—No lo sé. ¿Crees que ella me ayudará? — Daroma señaló a la dragona que expulsaba bocanadas de agua desde el cielo.
—Solo si se lo pides.
—Está bien — la dragona afirmó con la cabeza —. Lo haré.
—Muy bien. Ustedes lucharán conmigo, preparad vuestras armas.
El Capitán bajó las escaleras del jardín de popa de La Ninfa seguido de su tripulación. Impactaron contra el ejército de enemigo, piratas de armaduras de cuero negro. Baraun y Fungai hacían lanzar sus respectivos sables al costado de El Capitán, cubriéndoles los flancos. Werner se habría pasado a base de estocadas y golpes de tenaza. Los piratas de El Hombre Muerto eran tan poderosos como indisciplinados, era fácil averiguar cuál sería su siguiente torpe movimiento. Werner lograba adelantarse, interponer la pinza frenando la espada rival. Continuaba con una estocada mortal en el estómago descubierto enemigo.
—¡Confían en la malvada magia, esa es su debilidad!
—¡Entendido, mi capitán! — respondió Baraun obediente.
El canguro disputaba un combate de sables contra una mujer de armadura negra. Era un combate igualado hasta que escuchó el consejo del Capitán Werner. Si tanto confían en sus habilidades… no esperarán a que…. Baraun se dejó caer hacia atrás, sujetándose con las manos y cola. Golpeó la armadura negra de la mujer con los pies, empujándola al mar. ¡Mujer al agua! ¿Acaso no lo viste venir?
Wes Fungai no dominaba las artes traicioneras de su compañero. Su estilo de combate era disciplinado y preciso. Realizaba diversas estocadas para obligar a su enemigo a defenderse, a cubrir sus puntos débiles al mismo tiempo que dejaba a la vista otros. El hombre que era su oponente, cansado de los cortes que le había realizado Fungai en ataques sorpresas, se arriesgó saltar encima del erizo. Fungai lo esquivó con facilidad dando un paso a un lado e hizo tropezar al hombre para que cayera al suelo. Terminó la faena ensartando el sable en el cráneo enemigo.
El capitán Gabriel se encontraba en el suelo, completamente derrotado y rodeado por un círculo de fuego que, en breve, se expandiría por toda La Ninfa. Los dos brazos los tenía cubiertos de quemaduras y las piernas no habían sufrido una mejor fortuna. Su armadura estaba hecha jirones, descubriendo las heridas sangrientas que Inverson le había producido. El capitán de El Cuerno de Acero se preparaba para realizar el ataque final, cercenar la cabeza de Gabriel delante de su tripulación. El Capitán Werner disparó un proyectil de agua en la cabeza del capitán Inverson, una distracción que aprovechó para interponer su sable y salvar la vida de Gabriel.
—Nyére, recoja al humano y atienda sus heridas.
—Sí, mi capitán.
El capitán Inverson hizo silbar su látigo en el aire. Fue atizar a Werner, pero éste consiguió defenderse con la tenaza. El látigo de fuego parecía moverse a voluntad de su amo, se enredó entorno a la tenaza de Werner e avivó el fuego de sus flamas a la vez que la empujaba a un lado, queriendo desarmar a El Capitán. Werner resistía la posición con la misma valía que lo hizo el capitán Gabriel antes que él.
El fuego y la sangre en el mar atraería la atención de toda clase de criaturas marinas y no todas tendrían fines funestos.
Offrol llego al tema luego de haber derrotado al capitán Madock [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El Capitán Werner
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Re: Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
Ava no tenía problemas en vagabundear por los bosques y estepas de Aerandir, pero estaba claro que necesitaba agua. Y por algún motivo sus escamas le pedían agua salada, nada de charcas esta vez, por mucho aprecio que le tuviese a la suya. Así que se encaminó decidida hacia la costa.
Hacía muchos años que Ava no se acercaba al mar, desde que su madre la echase de casa por convertirse en lo que era su padre, que no había olido la brisa del mar. Poco antes de llegar a un pequeño pueblo pesquero, parecido al lugar en que nació, Ava ya notó como el olor de la brisa marina inundaba el ambiente. Que maravilla… pensó la muchacha pez, aspirando aquel “dulce” aroma.
Corrió por la costa, disfrutando del tacto de la arena sobre sus escamosos y descalzos pies, y cuando no pudo resistirse más se metió grácilmente en el mar. Puede que Ava no supiese correr, pero sus movimientos eran notablemente elegantes incluso estando solo andando dentro del agua. Se notaba que aquel era su elemento, y no solo por las escamas.
Rápidamente llegó a una zona profunda, en la que pudo sumergirse y nadar velozmente, sin ningún rumbo.
Definitivamente aquello era lo suyo. Debajo del agua Ava se movía con elegancia y facilidad, así como con fuerza y rapidez. La joven escamosa disfrutaba como una niña pequeña de aquella sensación de libertad y paz, allí bajo el mar, viendo toda clase de flora y fauna, desconocida hasta el momento para ella.
Ava se negaba en rotundo a comer peces, le parecía raro teniendo en cuenta que ella misma era medio pez. Comer peces la comería en medio caníbal, y no estaba dispuesta a volverse loca por comer carne de seres de su propia especie. Porque era algo evidente que comer carne de tus compatriotas hacía que te volvieses loco, lo había visto con un vecino de su charca, un hombre llamado Salomón Seymor, que se volvió loco porque le dió por comer ranas. Algunos dijeron que era porque las ranas eran venenosas, pero Ava sabía que era por sus actos medio caníbales.
A pesar de su negativa frente a la ingesta de pescado, no había nada en contra de comer moluscos. En tierra seca Ava se negaba a comer caracoles, pero todo lo que fuesen moluscos y marisco en general, era todo un manjar para ella. Así que se dedicó a comer todo aquello que pilló en el… ¿par de días? que llevaba nadando.
En la tercera mañana de viaje submarino, Ava pasó por algo que generaba una sombra enorme bajo la superficie del mar. Supongo que solo será un barco… A pesar de que quería proseguir con su marcha submarina, su espíritu aventurero la hizo subir a la superficie para ver qué clase de barco era.
Para ser honestos, era un barco bastante impresionante, con un casco enorme, y unas velas a juego. Ava quiso subir al barco, así que lo rodeó buscando un sitio por el que acceder, y debía de estar de suerte, puesto que encontró un cabo colgando por uno de los laterales del barco. Que gente más descuidada, hasta yo se que esto no debería de estar así, pensó Ava divertida. Aún así, la joven decidió esperar a que anocheciera para subir por la cuerda y colarse en el barco para ver qué se cocía por allí. Por mucha curiosidad que tuviese, sabía que a veces era mejor esperar, puede que alguno de sus amigos le hubiese enseñado algo parecido alguna vez.
Cuando las estrellas ya se encontraban firmes en el cielo, Ava empezó a subir por la cuerda, todo lo silenciosamente que pudo. A pesar de llevar nadando 3 días seguidos, se encontraba más fuerte que nunca, debía de ser por haber estado sumergida en el agua salada tanto tiempo.
Al llegar arriba del todo, asomó los ojos para ver si había o no moros en la costa, y al ver la cubierta desierta subió al barco. Muy sigilosamente, y ocultándose en todas las sombras que encontraba terminó por llegar a la bodega. No es que Ava tuviese intención de llegar así, pero su estómago probablemente sí, por lo que se dejó guiar por el. Al entrar en la bodega tuvo que controlar sus ansias, puesto que encontró carne en salazón y una considerable cantidad de pan teniendo en cuenta que se encontraba en mitad del mar. Así que decidió darse un pequeño festín, pero sin pasarse, puesto que no quería que nadie se diese cuenta de su presencia a la mañana siguiente. Una vez se llenó la tripa, pensó que si todo el mundo debía estar durmiendo, ella podría hacerlo también. Así que se escondió entre unos barriles y mantas que había por allí abajo y se echó a dormir, esperando que nadie la encontrase. Y si la encontraban que iban a hacerle ¿tirarla a los tiburones? Pues mejor para ella.
Un estruendo la despertó de golpe de su profundo sueño entre barriles. Daba la impresión de que un barco hubiese chocado contra otro, pero aquello no era posible ¿verdad? Ava se asomó con sumo cuidado a la cubierta, y vió a toda una tripulación corriendo de un lado para otro, preparándose para lo que sin duda era un ataque.
¿¡En serio me he tenido que subir en un barco con pensamientos bélicos!? pensó Ava muy enfadada con su mala suerte. Señor destino, me debe usted un poco de buena suerte.
A pesar de que para ella hubiese sido muy fácil salir a cubierta y saltar al mar, y hacer como si no hubiese pasado nada, decidió que sería mejor esperar un poco. Además, ¿qué importaba que el barco se hundiese? Mejor para ella.
Había cada vez más alboroto en aquel barco, estaba claro que había gente teniendo más que palabras. Escuchaba además los pasos de algún tipo de ser que debía ser gigante, o al menos notablemente más grande que ella o que cualquier humano normal. ¿Pero quién se ha subido aquí?
Estaba claro que del barco con el que su barco había chocado, había gente abordando, lo que según los cálculos de Ava significaba que había un barco quedándose completamente vacío, lo que permitiría a la chica pez explorar dos barcos por uno. A lo mejor sí que estaba de suerte de nuevo.
Cogió una cuerda que había por allí, y se la enrollo al brazo. Por si acaso, que nunca se sabe, pensó una muy precavida Ava, parecía ser que el mar despertaba sus buenas ideas.
Por suerte, la contienda estaba ligeramente alejada de la salida de la bodega, por lo que Ava salió haciendo uso de sus dotes de sigilo, ayudada por las sombres de la noche. Además, ¿quién iba a reparar en ella teniendo en cuenta que aquellas gentes tendrían que estar preocupadas por sus cuellos y las espadas que intentaban cortarlos?
Se acercó al lado del barco en el que ambos barcos estaban ahora unidos, pero lo más alejada posible de la batalla que allí se estaba librando. ¿Era aquello un toro con un látigo de fuego? Por dios, como le gusta a la gente llamar la atención, pensó Ava con un bufido. Hizo un lazo en su cuerda, y lo lanzó hacia el barco ¿enemigo o amigo? tampoco estaba segura de quién eran los buenos, aunque estaba claro que aquel toro no tenía una pinta muy amigable. Una vez la cuerda estuvo fija, se lanzó como si se tratase de una liana hacia el otro barco. Y terminó subiendo por la cuerda hasta subirse a aquel barco, que más que un barco parecía un cacharro de metal flotante.
Guiada una vez más por su estómago, buscó la cocina, ahora que no había nadie allí no tenía por que preocuparse por coger más comida de la cuenta. Cuando la encontró se maravilló frente al sin fin de manjares que en ella se guardaban, así que cogió un cuchillo y empezó a servirse queso, jamón y todo aquello que le apetecía a su cuerpo de tiburón anti pescado.
- ¿¡QUIÉN ERES TÚ!?.- gritó una voz detrás de Ava.
Del susto Ava se giró rápidamente y lanzó sin pensar el cuchillo que tenía en la mano hacía aquello que le había dado tal susto, con tan mala suerte (o buena según se mire), que fue a clavarse justamente en el lateral del cuello de aquel hombre. El rostro de aquel pobre hombre, cambió rápidamente, para terminar cayendo de rodillas, completamente muerto.
- Eeeeeeeeh…¿Pero que…? Le pasa por asustar a una damisela. Le está bien empleado.- dijo Ava en voz alta. Y mejor un cocinero que un piskie, pensó Ava recordando tiempos pasados.
Como ya había cortado una notable cantidad de comida, decidió no desperdiciarla, así que se la comió tranquilamente con aquel pobre hombre desangrado a sus pies. Había visto y comido con cosas peores de fondo, así que tampoco era nada grave.
Ava abandonó la cocina no sin antes disculparse con aquel hombre, que solo había tenido la mala suerte de cruzarse con una medio pez con una puntería absurda.
Al salir a cubierta, decidió asomarse a mirar como iba la pelea. Cena con espectáculo, se dijo Ava a si misma.
Allí estaba el hombre toro, dándole latigazos a un pobre hombre tirado en el suelo, y un montón de gente corriendo de un lado para otro. ¿Y era eso un dragón? También vio como un calamar de poca estatura se dirigía con paso firme hacía el toro, que descargó el látigo contra él, pero éste lo paró con la tenaza que tenía por mano.
- Ese calamar… Su nombre no, pero su cara me suena... ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Algo en el interior pececil de Ava le dijo que probablemente era el toro, y que debería hacer algo por aquella pobre gente, que estaba siendo masacrada por los que parecían los amigos de dicho hombre bestia. Y además estaba aquel calamar, era raro, pero creía conocerlo de algo, y no lo recordaba como algo malo, así que sin duda pensó que tenía que ayudarle.
Pensó que es lo que podría hacer, cuando reparó en que el barco en el que se encontraba contaba con unas cuantas balistas de aspecto bastante poderoso… Mmm… Si consiguiera hacer que la buena gente desalojase la cubierta… empezó a pensar Ava mientras se encaminaba de nuevo al barco que estaba medio en llamas. ¿Y que mejor forma de ayudar que intentar destrozar el barco enemigo?
Rápidamente se encaminó hacia el barco que se encontraba medio en llamas, para poder ayudar a aquellos pobres marineros que no estaban pasando por su mejor momento. En lo que se dirigía de nuevo al primer barco, Ava reparó en las balistas con las que contaba aquel navío, y la mística aura que las rodeaba. ¿Y si consiguiese atravesar la coraza con ellas…? Ava intentaba planear algo en su viaje de vuelta al barco, que duró bastante poco, puesto que con la distracción que había generado el calamar y su tripulación, nadie reparó en su presencia paseándose por la cubierta del Ninfa. Corrió todo lo rápido que pudo, que como siempre supuso que fue andando solo que más raro, hacía las balistas. Y rápidamente cargó uno de los proyectiles que allí había, tensó la cuerda y apuntó sin apuntar, porque Ava nunca apuntaba. Y disparó. Y evidentemente, acertó. Dio de pleno contra la quilla cubierta de acero de aquel barco, e inexplicablemente aquel proyectil consiguió agujerear aquella placa de metal.
Todos los que se encontraban en el barco se giraron para mirar el agujero que Ava le había hecho al barco, y fue entonces cuando parte de la tripulación enemiga reparó en ella. Sin pensárselo dos veces cargó otro proyectil, todo lo rápido que pudo, y disparó de nuevo. Y de nuevo volvió a acertar, en lo que debía ser un punto más importante en la quilla, puesto que el barco hizo un estruendo aún mayor y dio la impresión de que se desestabilizaba.
Algunos seguidores del hombre toro intentaron ir a por ella, al igual que el propio toro, pero el hombre calamar y sus acompañantes se interpusieron en su camino. Animándola con sus miradas a que siguiese agujereando aquella nave, hasta dejarlo igual que el queso que acababa de robarle al cocinero del barco de metal.
Ava siguió perforando la coraza del barco, deseando fervientemente serles de utilidad a aquella pobre gente.
Hacía muchos años que Ava no se acercaba al mar, desde que su madre la echase de casa por convertirse en lo que era su padre, que no había olido la brisa del mar. Poco antes de llegar a un pequeño pueblo pesquero, parecido al lugar en que nació, Ava ya notó como el olor de la brisa marina inundaba el ambiente. Que maravilla… pensó la muchacha pez, aspirando aquel “dulce” aroma.
Corrió por la costa, disfrutando del tacto de la arena sobre sus escamosos y descalzos pies, y cuando no pudo resistirse más se metió grácilmente en el mar. Puede que Ava no supiese correr, pero sus movimientos eran notablemente elegantes incluso estando solo andando dentro del agua. Se notaba que aquel era su elemento, y no solo por las escamas.
Rápidamente llegó a una zona profunda, en la que pudo sumergirse y nadar velozmente, sin ningún rumbo.
Definitivamente aquello era lo suyo. Debajo del agua Ava se movía con elegancia y facilidad, así como con fuerza y rapidez. La joven escamosa disfrutaba como una niña pequeña de aquella sensación de libertad y paz, allí bajo el mar, viendo toda clase de flora y fauna, desconocida hasta el momento para ella.
Ava se negaba en rotundo a comer peces, le parecía raro teniendo en cuenta que ella misma era medio pez. Comer peces la comería en medio caníbal, y no estaba dispuesta a volverse loca por comer carne de seres de su propia especie. Porque era algo evidente que comer carne de tus compatriotas hacía que te volvieses loco, lo había visto con un vecino de su charca, un hombre llamado Salomón Seymor, que se volvió loco porque le dió por comer ranas. Algunos dijeron que era porque las ranas eran venenosas, pero Ava sabía que era por sus actos medio caníbales.
A pesar de su negativa frente a la ingesta de pescado, no había nada en contra de comer moluscos. En tierra seca Ava se negaba a comer caracoles, pero todo lo que fuesen moluscos y marisco en general, era todo un manjar para ella. Así que se dedicó a comer todo aquello que pilló en el… ¿par de días? que llevaba nadando.
En la tercera mañana de viaje submarino, Ava pasó por algo que generaba una sombra enorme bajo la superficie del mar. Supongo que solo será un barco… A pesar de que quería proseguir con su marcha submarina, su espíritu aventurero la hizo subir a la superficie para ver qué clase de barco era.
Para ser honestos, era un barco bastante impresionante, con un casco enorme, y unas velas a juego. Ava quiso subir al barco, así que lo rodeó buscando un sitio por el que acceder, y debía de estar de suerte, puesto que encontró un cabo colgando por uno de los laterales del barco. Que gente más descuidada, hasta yo se que esto no debería de estar así, pensó Ava divertida. Aún así, la joven decidió esperar a que anocheciera para subir por la cuerda y colarse en el barco para ver qué se cocía por allí. Por mucha curiosidad que tuviese, sabía que a veces era mejor esperar, puede que alguno de sus amigos le hubiese enseñado algo parecido alguna vez.
Cuando las estrellas ya se encontraban firmes en el cielo, Ava empezó a subir por la cuerda, todo lo silenciosamente que pudo. A pesar de llevar nadando 3 días seguidos, se encontraba más fuerte que nunca, debía de ser por haber estado sumergida en el agua salada tanto tiempo.
Al llegar arriba del todo, asomó los ojos para ver si había o no moros en la costa, y al ver la cubierta desierta subió al barco. Muy sigilosamente, y ocultándose en todas las sombras que encontraba terminó por llegar a la bodega. No es que Ava tuviese intención de llegar así, pero su estómago probablemente sí, por lo que se dejó guiar por el. Al entrar en la bodega tuvo que controlar sus ansias, puesto que encontró carne en salazón y una considerable cantidad de pan teniendo en cuenta que se encontraba en mitad del mar. Así que decidió darse un pequeño festín, pero sin pasarse, puesto que no quería que nadie se diese cuenta de su presencia a la mañana siguiente. Una vez se llenó la tripa, pensó que si todo el mundo debía estar durmiendo, ella podría hacerlo también. Así que se escondió entre unos barriles y mantas que había por allí abajo y se echó a dormir, esperando que nadie la encontrase. Y si la encontraban que iban a hacerle ¿tirarla a los tiburones? Pues mejor para ella.
Un estruendo la despertó de golpe de su profundo sueño entre barriles. Daba la impresión de que un barco hubiese chocado contra otro, pero aquello no era posible ¿verdad? Ava se asomó con sumo cuidado a la cubierta, y vió a toda una tripulación corriendo de un lado para otro, preparándose para lo que sin duda era un ataque.
¿¡En serio me he tenido que subir en un barco con pensamientos bélicos!? pensó Ava muy enfadada con su mala suerte. Señor destino, me debe usted un poco de buena suerte.
A pesar de que para ella hubiese sido muy fácil salir a cubierta y saltar al mar, y hacer como si no hubiese pasado nada, decidió que sería mejor esperar un poco. Además, ¿qué importaba que el barco se hundiese? Mejor para ella.
Había cada vez más alboroto en aquel barco, estaba claro que había gente teniendo más que palabras. Escuchaba además los pasos de algún tipo de ser que debía ser gigante, o al menos notablemente más grande que ella o que cualquier humano normal. ¿Pero quién se ha subido aquí?
Estaba claro que del barco con el que su barco había chocado, había gente abordando, lo que según los cálculos de Ava significaba que había un barco quedándose completamente vacío, lo que permitiría a la chica pez explorar dos barcos por uno. A lo mejor sí que estaba de suerte de nuevo.
Cogió una cuerda que había por allí, y se la enrollo al brazo. Por si acaso, que nunca se sabe, pensó una muy precavida Ava, parecía ser que el mar despertaba sus buenas ideas.
Por suerte, la contienda estaba ligeramente alejada de la salida de la bodega, por lo que Ava salió haciendo uso de sus dotes de sigilo, ayudada por las sombres de la noche. Además, ¿quién iba a reparar en ella teniendo en cuenta que aquellas gentes tendrían que estar preocupadas por sus cuellos y las espadas que intentaban cortarlos?
Se acercó al lado del barco en el que ambos barcos estaban ahora unidos, pero lo más alejada posible de la batalla que allí se estaba librando. ¿Era aquello un toro con un látigo de fuego? Por dios, como le gusta a la gente llamar la atención, pensó Ava con un bufido. Hizo un lazo en su cuerda, y lo lanzó hacia el barco ¿enemigo o amigo? tampoco estaba segura de quién eran los buenos, aunque estaba claro que aquel toro no tenía una pinta muy amigable. Una vez la cuerda estuvo fija, se lanzó como si se tratase de una liana hacia el otro barco. Y terminó subiendo por la cuerda hasta subirse a aquel barco, que más que un barco parecía un cacharro de metal flotante.
Guiada una vez más por su estómago, buscó la cocina, ahora que no había nadie allí no tenía por que preocuparse por coger más comida de la cuenta. Cuando la encontró se maravilló frente al sin fin de manjares que en ella se guardaban, así que cogió un cuchillo y empezó a servirse queso, jamón y todo aquello que le apetecía a su cuerpo de tiburón anti pescado.
- ¿¡QUIÉN ERES TÚ!?.- gritó una voz detrás de Ava.
Del susto Ava se giró rápidamente y lanzó sin pensar el cuchillo que tenía en la mano hacía aquello que le había dado tal susto, con tan mala suerte (o buena según se mire), que fue a clavarse justamente en el lateral del cuello de aquel hombre. El rostro de aquel pobre hombre, cambió rápidamente, para terminar cayendo de rodillas, completamente muerto.
- Eeeeeeeeh…¿Pero que…? Le pasa por asustar a una damisela. Le está bien empleado.- dijo Ava en voz alta. Y mejor un cocinero que un piskie, pensó Ava recordando tiempos pasados.
Como ya había cortado una notable cantidad de comida, decidió no desperdiciarla, así que se la comió tranquilamente con aquel pobre hombre desangrado a sus pies. Había visto y comido con cosas peores de fondo, así que tampoco era nada grave.
Ava abandonó la cocina no sin antes disculparse con aquel hombre, que solo había tenido la mala suerte de cruzarse con una medio pez con una puntería absurda.
Al salir a cubierta, decidió asomarse a mirar como iba la pelea. Cena con espectáculo, se dijo Ava a si misma.
Allí estaba el hombre toro, dándole latigazos a un pobre hombre tirado en el suelo, y un montón de gente corriendo de un lado para otro. ¿Y era eso un dragón? También vio como un calamar de poca estatura se dirigía con paso firme hacía el toro, que descargó el látigo contra él, pero éste lo paró con la tenaza que tenía por mano.
- Ese calamar… Su nombre no, pero su cara me suena... ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Algo en el interior pececil de Ava le dijo que probablemente era el toro, y que debería hacer algo por aquella pobre gente, que estaba siendo masacrada por los que parecían los amigos de dicho hombre bestia. Y además estaba aquel calamar, era raro, pero creía conocerlo de algo, y no lo recordaba como algo malo, así que sin duda pensó que tenía que ayudarle.
Pensó que es lo que podría hacer, cuando reparó en que el barco en el que se encontraba contaba con unas cuantas balistas de aspecto bastante poderoso… Mmm… Si consiguiera hacer que la buena gente desalojase la cubierta… empezó a pensar Ava mientras se encaminaba de nuevo al barco que estaba medio en llamas. ¿Y que mejor forma de ayudar que intentar destrozar el barco enemigo?
Rápidamente se encaminó hacia el barco que se encontraba medio en llamas, para poder ayudar a aquellos pobres marineros que no estaban pasando por su mejor momento. En lo que se dirigía de nuevo al primer barco, Ava reparó en las balistas con las que contaba aquel navío, y la mística aura que las rodeaba. ¿Y si consiguiese atravesar la coraza con ellas…? Ava intentaba planear algo en su viaje de vuelta al barco, que duró bastante poco, puesto que con la distracción que había generado el calamar y su tripulación, nadie reparó en su presencia paseándose por la cubierta del Ninfa. Corrió todo lo rápido que pudo, que como siempre supuso que fue andando solo que más raro, hacía las balistas. Y rápidamente cargó uno de los proyectiles que allí había, tensó la cuerda y apuntó sin apuntar, porque Ava nunca apuntaba. Y disparó. Y evidentemente, acertó. Dio de pleno contra la quilla cubierta de acero de aquel barco, e inexplicablemente aquel proyectil consiguió agujerear aquella placa de metal.
Todos los que se encontraban en el barco se giraron para mirar el agujero que Ava le había hecho al barco, y fue entonces cuando parte de la tripulación enemiga reparó en ella. Sin pensárselo dos veces cargó otro proyectil, todo lo rápido que pudo, y disparó de nuevo. Y de nuevo volvió a acertar, en lo que debía ser un punto más importante en la quilla, puesto que el barco hizo un estruendo aún mayor y dio la impresión de que se desestabilizaba.
Algunos seguidores del hombre toro intentaron ir a por ella, al igual que el propio toro, pero el hombre calamar y sus acompañantes se interpusieron en su camino. Animándola con sus miradas a que siguiese agujereando aquella nave, hasta dejarlo igual que el queso que acababa de robarle al cocinero del barco de metal.
Ava siguió perforando la coraza del barco, deseando fervientemente serles de utilidad a aquella pobre gente.
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Re: Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
Ilusos, locos. Iversen se había percatado del barco pirata rondando la batalla, aliados, o más posiblemente, buitres buscando debilidad. No encontrarían ninguna en él, pues era el mejor Capitán que jamás hubiera surcado esos mares, así que cuando saltaron al barco rival, asumió que iban a ayudar a rematar a esos patéticos Guardias, al menos hasta que el calamar se había interpuesto.
No importaba, había destrozado a ese Guardia, moliendo su armadura, su espíritu y resolución, hasta dejar solo un cascaron de ese arrogante Capitán que se había atrevido a desafiarlo, y volvería a hacerlo con el nuevo. Pero no estaba tan cegado como para no ver el problema que suponía el nuevo influjo de enemigos. Más enemigos implicaba más poder para él, pero tenía que ganar la batalla primero… ni siquiera ganarla manteniendo a alguno de sus hombres, con el poder del Cofre, bastaba con que el fuera el último hombre en pie, pero su reputación como capitán se resentiría, y menos hombres aceptarían navegar bajo su mando.
Y menos hombres significaba menos sacrificios, obviamente, eso era un problema.
Así que con el nuevo capitán pirata estorbando, y aun sin tener claro cuánto tiempo iba a necesitar para matarlo (porque iba a ganar, por supuesto, de eso no había ninguna duda), tenía que asumir que no podría ayudar a sus hombres a limpiar el barco de asaltantes. Así que su mirada volvió a su camarote, la puerta gruñendo medio abierta con el vaivén de las olas. Podía verlo allí, esperando, susurrando promesas. “Te daré el poder que deseas…” decía “si estás dispuesto a pagar el precio”.
Puede que en un principio hubiera dudado, no estaba seguro, pero creía que era así, el primero en ser sacrificado lo había sido por un buen motivo, estaba seguro. Pero entonces había probado el poder que el objeto ofrecía, comprobado con sus propios ojos que las dulces promesas eran una tangible realidad y todo se había vuelto…mucho más fácil. Su tripulación volviéndose la mejor que uno podía desear, en la vida o en la muerte.
Así que la solución a sus problemas era obvia, cuando uno tenía un martillo, todo le parecía un clavo. Gano distancia con su rival, el látigo separándose de la pinza del calamar y serpenteando hacia alguien, enrollándose en su cuello. No estaba muy seguro de quien era, resultaba difícil diferenciar a la gente cuando estaban volando de una punta del barco a otra, pero le pareció que era alguien de la guardia, con tonos azules. Más similar a un ladrillo que un pájaro, el hombre abrió con la cabeza la puerta de su camarote e impacto en el cofre, manchándolo de sangre. No era suficiente para lo que tenía pensado, y ese horrible sonido de madera astillándose y metal cediendo le decía que no tenía mucho tiempo si no quería que hundieran su precioso barco sin tener la dignidad de luchar por él. ¿Tenían idea del precio que había tenido que pagar para ello? No, por supuesto que no. Miró a la mujer responsable, allí en la balista, recargando el arma de asedio como si su vida dependiera de ello. Lo hacía, técnicamente, puesto que su látigo abandono el cuello del sacrificio y se enrolló en el cofre, tirando, y mandándolo a volar. Su puerta se volvió astillas, con un agujero del tamaño de un cofre en el marco, pero daba igual, iba a matar a todas esas molestias y resurgir más fuerte que nunca.
El cofre no llegó a la mujer, impactando contra alguien de camino. Uno de los suyos, a ese si lo conocía. Pero daba igual, el precio había sido pagado, y el Cofre escuchaba. –Os arrepentiréis de haber pisado mi barco.- todos los que sobrevivieran serian parte de su tripulación, de una forma u otra. Su espada vibró en su mano, el artefacto habiendo escuchado su deseo, y un ojo naranja se abrió en la guarda, justo encima de su mano. Su pupila rasgada miraron a su alrededor, observando a los presentes como un lobo hambriento.
Y entonces, en un mar razonablemente calmo, una gran ola impactó contra ambos barcos, el agua agrupándose de manera antinatural para arrastrar de vuelta a unos cuantos invasores por el mismo lado por el que había llegado en vez de al revés como haría literalmente cualquier ola. La espada, resultaba, controlaba el agua, y ahora ambos barcos tenían una fina capa de ella en cubierta. La batalla acababa de empezar.
__________
Bienvenidos a la segunda ronda. Lo primero de todo, voy a levantar el orden de posteo habitual, si Ava quiere, puede postear antes, por motivos que van a ser obvios más abajo. En esta ronda se decidirá la batalla y, seguramente, quien se lleva el objeto.
Capitán Werner, en tu valentía, has salvado (de momento) a Gabriel, a la vez que has llamado la atención de Iversen. Y con una espada que le permite controlar el agua en medio del mar, la cosa se ha vuelto difícil. No tiene mucho control, pero hay agua a montones, por lo que suplirá su falta de calidad con cantidad. No puede usar hielo, y ese truco solo funcionara mientras él sujete la espada. La buena noticia es que un latigo llameante pierde efectividad entre tanta agua. Buena suerte.
Ava, por las molestias causadas al Capitán Iversen, has sido tirada por la borda. No es como si fuera un problema para ti, se podría decir que estas como pez en el agua (jeje), pero uno no tiene tiempo de fijarse si la chiquilla que te está destrozando el barco es mitad pez en media batalla. El agua te empujara a ti y a otros hacia abajo, intentando ahogaros, pero considero que te desenvuelves lo suficientemente bien bajo agua para simplemente… nadar hacia abajo, y evitar la pared de agua. Eso te ofrece varias opciones. Volver a la balista para intentar hundir el barco otra vez/limpiar la cubierta de piratas, intentar rescatar a los pobres desafortunados que no nacieron medio pez (menuda mala suerte) o, alternativamente… el cofre está allí, un poco en medio pero sin supervisión, y Werner e Iversen están ocupados el uno con el otro… Puede, solo puede, que el Cofre desactive su magia con la distancia, o al cambiar de dueño, por lo que a lo mejor hasta le estás haciendo un favor… Será una faena conseguir llevarlo a tierra, pero no es como si nadie fuera a encontrarte en medio del mar empujando un cofre, y puede que el ítem ligeramente maldito tenga la solución a tus problemas logísticos si pagas el precio.
No importaba, había destrozado a ese Guardia, moliendo su armadura, su espíritu y resolución, hasta dejar solo un cascaron de ese arrogante Capitán que se había atrevido a desafiarlo, y volvería a hacerlo con el nuevo. Pero no estaba tan cegado como para no ver el problema que suponía el nuevo influjo de enemigos. Más enemigos implicaba más poder para él, pero tenía que ganar la batalla primero… ni siquiera ganarla manteniendo a alguno de sus hombres, con el poder del Cofre, bastaba con que el fuera el último hombre en pie, pero su reputación como capitán se resentiría, y menos hombres aceptarían navegar bajo su mando.
Y menos hombres significaba menos sacrificios, obviamente, eso era un problema.
Así que con el nuevo capitán pirata estorbando, y aun sin tener claro cuánto tiempo iba a necesitar para matarlo (porque iba a ganar, por supuesto, de eso no había ninguna duda), tenía que asumir que no podría ayudar a sus hombres a limpiar el barco de asaltantes. Así que su mirada volvió a su camarote, la puerta gruñendo medio abierta con el vaivén de las olas. Podía verlo allí, esperando, susurrando promesas. “Te daré el poder que deseas…” decía “si estás dispuesto a pagar el precio”.
Puede que en un principio hubiera dudado, no estaba seguro, pero creía que era así, el primero en ser sacrificado lo había sido por un buen motivo, estaba seguro. Pero entonces había probado el poder que el objeto ofrecía, comprobado con sus propios ojos que las dulces promesas eran una tangible realidad y todo se había vuelto…mucho más fácil. Su tripulación volviéndose la mejor que uno podía desear, en la vida o en la muerte.
Así que la solución a sus problemas era obvia, cuando uno tenía un martillo, todo le parecía un clavo. Gano distancia con su rival, el látigo separándose de la pinza del calamar y serpenteando hacia alguien, enrollándose en su cuello. No estaba muy seguro de quien era, resultaba difícil diferenciar a la gente cuando estaban volando de una punta del barco a otra, pero le pareció que era alguien de la guardia, con tonos azules. Más similar a un ladrillo que un pájaro, el hombre abrió con la cabeza la puerta de su camarote e impacto en el cofre, manchándolo de sangre. No era suficiente para lo que tenía pensado, y ese horrible sonido de madera astillándose y metal cediendo le decía que no tenía mucho tiempo si no quería que hundieran su precioso barco sin tener la dignidad de luchar por él. ¿Tenían idea del precio que había tenido que pagar para ello? No, por supuesto que no. Miró a la mujer responsable, allí en la balista, recargando el arma de asedio como si su vida dependiera de ello. Lo hacía, técnicamente, puesto que su látigo abandono el cuello del sacrificio y se enrolló en el cofre, tirando, y mandándolo a volar. Su puerta se volvió astillas, con un agujero del tamaño de un cofre en el marco, pero daba igual, iba a matar a todas esas molestias y resurgir más fuerte que nunca.
El cofre no llegó a la mujer, impactando contra alguien de camino. Uno de los suyos, a ese si lo conocía. Pero daba igual, el precio había sido pagado, y el Cofre escuchaba. –Os arrepentiréis de haber pisado mi barco.- todos los que sobrevivieran serian parte de su tripulación, de una forma u otra. Su espada vibró en su mano, el artefacto habiendo escuchado su deseo, y un ojo naranja se abrió en la guarda, justo encima de su mano. Su pupila rasgada miraron a su alrededor, observando a los presentes como un lobo hambriento.
Y entonces, en un mar razonablemente calmo, una gran ola impactó contra ambos barcos, el agua agrupándose de manera antinatural para arrastrar de vuelta a unos cuantos invasores por el mismo lado por el que había llegado en vez de al revés como haría literalmente cualquier ola. La espada, resultaba, controlaba el agua, y ahora ambos barcos tenían una fina capa de ella en cubierta. La batalla acababa de empezar.
__________
Bienvenidos a la segunda ronda. Lo primero de todo, voy a levantar el orden de posteo habitual, si Ava quiere, puede postear antes, por motivos que van a ser obvios más abajo. En esta ronda se decidirá la batalla y, seguramente, quien se lleva el objeto.
Capitán Werner, en tu valentía, has salvado (de momento) a Gabriel, a la vez que has llamado la atención de Iversen. Y con una espada que le permite controlar el agua en medio del mar, la cosa se ha vuelto difícil. No tiene mucho control, pero hay agua a montones, por lo que suplirá su falta de calidad con cantidad. No puede usar hielo, y ese truco solo funcionara mientras él sujete la espada. La buena noticia es que un latigo llameante pierde efectividad entre tanta agua. Buena suerte.
Ava, por las molestias causadas al Capitán Iversen, has sido tirada por la borda. No es como si fuera un problema para ti, se podría decir que estas como pez en el agua (jeje), pero uno no tiene tiempo de fijarse si la chiquilla que te está destrozando el barco es mitad pez en media batalla. El agua te empujara a ti y a otros hacia abajo, intentando ahogaros, pero considero que te desenvuelves lo suficientemente bien bajo agua para simplemente… nadar hacia abajo, y evitar la pared de agua. Eso te ofrece varias opciones. Volver a la balista para intentar hundir el barco otra vez/limpiar la cubierta de piratas, intentar rescatar a los pobres desafortunados que no nacieron medio pez (menuda mala suerte) o, alternativamente… el cofre está allí, un poco en medio pero sin supervisión, y Werner e Iversen están ocupados el uno con el otro… Puede, solo puede, que el Cofre desactive su magia con la distancia, o al cambiar de dueño, por lo que a lo mejor hasta le estás haciendo un favor… Será una faena conseguir llevarlo a tierra, pero no es como si nadie fuera a encontrarte en medio del mar empujando un cofre, y puede que el ítem ligeramente maldito tenga la solución a tus problemas logísticos si pagas el precio.
Othel
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Re: Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
Ava no se dió cuenta de que el ser medio toro intentaba atravesarle la cabeza lanzándole un cofre con la ayuda de un látigo llameante, que gracias al mar, encontró otro objetivo por el camino.
De lo que sí se dió cuenta fue de la ola que se le vino encima sin previo aviso, puesto que así era el mar, nunca avisaba, lo cual hizo que Ava fuese ligeramente arrastrada y tirada sin miramientos por la borda.
Para Ava no fue un problema caer al mar, a pesar de los pequeños golpes que había sufrido por el arrastre. Aún así, para evitar el golpe de la ola, la joven escamosa, nadó todo lo rápido que pudo hacia abajo, intentando evitar que la fuerza del mar la dejara inconsciente, puesto que por muy pez que seas, si una ola te come lo más probable es que no vuelvas a salir de su estómago.
El mar quedó completamente revuelto, y no solo por la ola, estaba embravecido de verdad. Lo cual resultaba extraño, teniendo en cuenta que hacía unos momentos las aguas se encontraban perfectamente en paz, salvo por la trifulca que se estaba dando en su superficie. Algo me dice que esto no es normal, pensó Ava, nadando de nuevo hacia los barcos.
En la vuelta a nado hacia la superficie Ava no logró ver a nadie, no porque sus ojos no pudiesen ver bien bajo el agua, si no porque el mar estaba completamente revuelto, lo cual impedía poder diferenciar a nada ni a nadie. Y aunque la joven sabía que más gente habría caído por la borda, no podía empezar a dar vueltas bajo el mar, esperando encontrarlos a todos. Así que muy a su pesar, decidió volver a subir al barco para poder intentar ayudar a aquellos que aún siguieran allí y que no fuesen imposibles de localizar.
Cuando alcanzó la superficie del agua, se acercó al barco en el que había tenido lugar toda la pelea (y en la que probablemente aún seguirían aquellos que no habían salido despedidos).
Aquella vez no necesitó ninguna cuerda para subir a la cubierta. De los diferentes golpes y precariedades que había sufrido el barco, habían aparecido en los laterales algunos agujeros por los que Ava pudo ir subiendo poco a poco, llenándose las manos de astillas, lo cual no era apenas nada, sobretodo teniendo en cuenta lo que estaba ocurriendo allí arriba.
Vió como el toro y su espada se lo estaban poniendo difícil al Capitán Calamar, a pesar de eso, este aún parecía tener fuerzas para contrarrestar sus ataques, y daba la impresión de que podría apañárselas. Ava reparó también en la gente tirada por la cubierta, que de alguna manera había conseguido agarrarse a algo para evitar ser lanzados al mar, y decidió que lo que mejor podía hacer era intentar ayudarles antes de volver a la balista para seguir agujereando el casco de aquel armatoste metálico, con la esperanza de hundirlo y dejar a aquel toro sin barco en el que huir, ni tripulación sobre la que mandar.
Ava empezó a andar hacia los pobres humanos que habían tenido la desgracia de convertirse en marineros sin tener ninguna escama sobre su cuerpo. Hay que estar muy demente para tirarse al mar sin poder siquiera nadar, pensaba Ava.
Fue entonces, cuando la chica azulada reparó en un objeto que se encontraba tirado sin ningún miramiento sobre la cubierta. Era claramente un cofre. Pero ni siquiera Ava podría pensar que aquel cofre era simplemente eso. Si uno se fijaba de pasada podría no notarlo, pero si te parabas a mirar el cofre fijamente, podía entreverse un aura maligna emanando de él. Dicha aura hacía que uno no quisiese acercarse a aquel cofre ni en 50 millas a la redonda, pero por otra parte… Parecía albergar alguna clase de poder.
Ava había escuchado hablar a su abuelo incontables veces sobre incontables cofres con incontables poderes. Que si aquel cofre del que nunca dejaban de salir monedas. Aquel otro que al intentar meter la mano dentro y ser indigno te la comía y solo dejaba los huesos. Y estaba aquella otra historia sobre un cofre que lo único que tenía dentro era una lengua que no dejaba de hablar y de contar historias. También conocía la historia de un cofre que concedía deseos, al cual alguien le había pedido sal para poder venderla y hacerse rico, pero en un viaje en barco, su dueño había sido tan torpe que el cofre había caído por la borda, y el cofre había seguido fabricando sal, lo que había hecho que el mar fuese salado desde entonces. Por algún tipo de intuición marina, Ava pensó que aquel cofre que estaba observando se parecía más al último que a ningún otro (y bueno, puede que al cofre come manos también).
Y entonces una voz, la voz más grave y áspera que la chica había escuchado nunca, resonó en su cabeza: Aaaaaaaaaaaava Breeeeeeekker.
Ava quería ir a ayudar a aquella pobre gente de verdad, pero algo en su interior, y no solo la voz en su cabeza, la estaba frenando.
Y así fue como Ava giró sobre sus escamosos talones, y se dirigió hacia el cofre. Y la voz volvió a resonar en su cabeza. Aaaaaaaaaaaaaaaava. Aquella voz era del todo menos confiable, pero algo la atraía hacia ella. ¿Era el cofre que le hablaba? Bueno, que un cofre me hable no es lo más raro que me ha pasado, pensó Ava, intentando disimular para si misma su creciente nerviosismo.
Ava cogió el cofre con ambas manos, y se quedó embobada ante la presencia de aquel aparentemente simple objeto. Aaaaaaaaaaaaaaaava.
Y un pensamiento cruzó su mente más rápido que la ola que la había tirado del barco: CORRE.
Y Ava echó a correr (a su manera) por medio de la cubierta, sin nadie que reparase en ella o en lo que llevaba en las manos. No tenía muy claro por que hacía lo que hacía, pero no dudó ni un instante. Lo único que la detuvo durante un momento fue un cuchillo oxidado y viejo que parecía que no cortaría ni la mantequilla, pero aún así ella lo cogió y siguió hacia el borde del barco, para tirarse al mar y salir nadando lo más rápido posible de allí.
A pesar de ir cargada con el cofre y con aquel cuchillo, Ava saltó más que grácilmente al agua, y cayó apenas sin salpicar. Correr no sabía, pero aquello era otra cosa.
Empezó a nadar despacio, mirando por si acaso había alguien por allí que necesitase alguna clase de natación, o al menos que alguien le echase una mano para seguir a flote. Y a pesar de ir atenta, no vió como un socio del hombre toro aparecía a sus espaldas.
- ¡¡ESO NO ES TUYO NIÑA!!.- gritó salpicando agua y cogiendo a Ava del pelo.
Y Ava, en un alarde de agilidad acuática, y por el susto que se había pegado, se giró y sin mirar clavó el cuchillo en algo. Ese algo resultó ser el ojo del hombre que la acababa de agarrar, y lo clavó tan fuerte y tan profundamente, que aquel hombre no volvió a ver nada en su vida. Ni ver, ni nada en general.
- ¿¡PERO QUE OS PASA A LOS DE ESE BARCO!? ESTÁIS SIEMPRE POR EL MEDIO.- gritó Ava enfadada por las molestas apariciones que hacía la gente cuando llevaba un cuchillo en las manos.
Y el cofre le habló.
- Aaaaaaava Breeeeeekker. Aaaaaama Aaaaaaava. Piiiiiiiide.
Ava no entendía nada. Aunque eso de “Ama Ava” sonaba realmente bien. Y aunque pensaba que era una locura, el cofre le acababa de pedir que pidiese, así que sin saber por que, ella pidió.
- Quiero que salgan a la superficie todos los marineros del barco no metálico. Pero que salgan a salvo, respirando. No puedo hacer nada por ellos, solo eso.
Y sin esperar a que algo tan surrealista como aquello sucediese, Ava echó a nadar, sin mirar atrás. Sin saber por qué solo quería huir de allí, con aquel cofre. No quería que nadie lo tocase, lo quería solo para ella. Ava nunca había sido egoísta, pero aquello… Era diferente.
Solo esperaba que a aquella pobre gente le fuese bien. O al menos no mal del todo.
Ava no sabía exactamente cuánto rato había estado nadando, hasta llegar a aquella orilla desierta. Podría haber nadado aún más rato, pero de momento, quería alejarse del mar lo máximo posible, no para siempre, pero si hasta estar segura y no sentirse en peligro. Aún así, antes de empezar a andar tierra hacia adentro, cargando con aquel cofre, volvió a echar otro vistazo a la enorme masa de agua de la que acababa de salir, deseando volver.
De lo que sí se dió cuenta fue de la ola que se le vino encima sin previo aviso, puesto que así era el mar, nunca avisaba, lo cual hizo que Ava fuese ligeramente arrastrada y tirada sin miramientos por la borda.
Para Ava no fue un problema caer al mar, a pesar de los pequeños golpes que había sufrido por el arrastre. Aún así, para evitar el golpe de la ola, la joven escamosa, nadó todo lo rápido que pudo hacia abajo, intentando evitar que la fuerza del mar la dejara inconsciente, puesto que por muy pez que seas, si una ola te come lo más probable es que no vuelvas a salir de su estómago.
El mar quedó completamente revuelto, y no solo por la ola, estaba embravecido de verdad. Lo cual resultaba extraño, teniendo en cuenta que hacía unos momentos las aguas se encontraban perfectamente en paz, salvo por la trifulca que se estaba dando en su superficie. Algo me dice que esto no es normal, pensó Ava, nadando de nuevo hacia los barcos.
En la vuelta a nado hacia la superficie Ava no logró ver a nadie, no porque sus ojos no pudiesen ver bien bajo el agua, si no porque el mar estaba completamente revuelto, lo cual impedía poder diferenciar a nada ni a nadie. Y aunque la joven sabía que más gente habría caído por la borda, no podía empezar a dar vueltas bajo el mar, esperando encontrarlos a todos. Así que muy a su pesar, decidió volver a subir al barco para poder intentar ayudar a aquellos que aún siguieran allí y que no fuesen imposibles de localizar.
Cuando alcanzó la superficie del agua, se acercó al barco en el que había tenido lugar toda la pelea (y en la que probablemente aún seguirían aquellos que no habían salido despedidos).
Aquella vez no necesitó ninguna cuerda para subir a la cubierta. De los diferentes golpes y precariedades que había sufrido el barco, habían aparecido en los laterales algunos agujeros por los que Ava pudo ir subiendo poco a poco, llenándose las manos de astillas, lo cual no era apenas nada, sobretodo teniendo en cuenta lo que estaba ocurriendo allí arriba.
Vió como el toro y su espada se lo estaban poniendo difícil al Capitán Calamar, a pesar de eso, este aún parecía tener fuerzas para contrarrestar sus ataques, y daba la impresión de que podría apañárselas. Ava reparó también en la gente tirada por la cubierta, que de alguna manera había conseguido agarrarse a algo para evitar ser lanzados al mar, y decidió que lo que mejor podía hacer era intentar ayudarles antes de volver a la balista para seguir agujereando el casco de aquel armatoste metálico, con la esperanza de hundirlo y dejar a aquel toro sin barco en el que huir, ni tripulación sobre la que mandar.
Ava empezó a andar hacia los pobres humanos que habían tenido la desgracia de convertirse en marineros sin tener ninguna escama sobre su cuerpo. Hay que estar muy demente para tirarse al mar sin poder siquiera nadar, pensaba Ava.
Fue entonces, cuando la chica azulada reparó en un objeto que se encontraba tirado sin ningún miramiento sobre la cubierta. Era claramente un cofre. Pero ni siquiera Ava podría pensar que aquel cofre era simplemente eso. Si uno se fijaba de pasada podría no notarlo, pero si te parabas a mirar el cofre fijamente, podía entreverse un aura maligna emanando de él. Dicha aura hacía que uno no quisiese acercarse a aquel cofre ni en 50 millas a la redonda, pero por otra parte… Parecía albergar alguna clase de poder.
Ava había escuchado hablar a su abuelo incontables veces sobre incontables cofres con incontables poderes. Que si aquel cofre del que nunca dejaban de salir monedas. Aquel otro que al intentar meter la mano dentro y ser indigno te la comía y solo dejaba los huesos. Y estaba aquella otra historia sobre un cofre que lo único que tenía dentro era una lengua que no dejaba de hablar y de contar historias. También conocía la historia de un cofre que concedía deseos, al cual alguien le había pedido sal para poder venderla y hacerse rico, pero en un viaje en barco, su dueño había sido tan torpe que el cofre había caído por la borda, y el cofre había seguido fabricando sal, lo que había hecho que el mar fuese salado desde entonces. Por algún tipo de intuición marina, Ava pensó que aquel cofre que estaba observando se parecía más al último que a ningún otro (y bueno, puede que al cofre come manos también).
Y entonces una voz, la voz más grave y áspera que la chica había escuchado nunca, resonó en su cabeza: Aaaaaaaaaaaava Breeeeeeekker.
Ava quería ir a ayudar a aquella pobre gente de verdad, pero algo en su interior, y no solo la voz en su cabeza, la estaba frenando.
Y así fue como Ava giró sobre sus escamosos talones, y se dirigió hacia el cofre. Y la voz volvió a resonar en su cabeza. Aaaaaaaaaaaaaaaava. Aquella voz era del todo menos confiable, pero algo la atraía hacia ella. ¿Era el cofre que le hablaba? Bueno, que un cofre me hable no es lo más raro que me ha pasado, pensó Ava, intentando disimular para si misma su creciente nerviosismo.
Ava cogió el cofre con ambas manos, y se quedó embobada ante la presencia de aquel aparentemente simple objeto. Aaaaaaaaaaaaaaaava.
Y un pensamiento cruzó su mente más rápido que la ola que la había tirado del barco: CORRE.
Y Ava echó a correr (a su manera) por medio de la cubierta, sin nadie que reparase en ella o en lo que llevaba en las manos. No tenía muy claro por que hacía lo que hacía, pero no dudó ni un instante. Lo único que la detuvo durante un momento fue un cuchillo oxidado y viejo que parecía que no cortaría ni la mantequilla, pero aún así ella lo cogió y siguió hacia el borde del barco, para tirarse al mar y salir nadando lo más rápido posible de allí.
A pesar de ir cargada con el cofre y con aquel cuchillo, Ava saltó más que grácilmente al agua, y cayó apenas sin salpicar. Correr no sabía, pero aquello era otra cosa.
Empezó a nadar despacio, mirando por si acaso había alguien por allí que necesitase alguna clase de natación, o al menos que alguien le echase una mano para seguir a flote. Y a pesar de ir atenta, no vió como un socio del hombre toro aparecía a sus espaldas.
- ¡¡ESO NO ES TUYO NIÑA!!.- gritó salpicando agua y cogiendo a Ava del pelo.
Y Ava, en un alarde de agilidad acuática, y por el susto que se había pegado, se giró y sin mirar clavó el cuchillo en algo. Ese algo resultó ser el ojo del hombre que la acababa de agarrar, y lo clavó tan fuerte y tan profundamente, que aquel hombre no volvió a ver nada en su vida. Ni ver, ni nada en general.
- ¿¡PERO QUE OS PASA A LOS DE ESE BARCO!? ESTÁIS SIEMPRE POR EL MEDIO.- gritó Ava enfadada por las molestas apariciones que hacía la gente cuando llevaba un cuchillo en las manos.
Y el cofre le habló.
- Aaaaaaava Breeeeeekker. Aaaaaama Aaaaaaava. Piiiiiiiide.
Ava no entendía nada. Aunque eso de “Ama Ava” sonaba realmente bien. Y aunque pensaba que era una locura, el cofre le acababa de pedir que pidiese, así que sin saber por que, ella pidió.
- Quiero que salgan a la superficie todos los marineros del barco no metálico. Pero que salgan a salvo, respirando. No puedo hacer nada por ellos, solo eso.
Y sin esperar a que algo tan surrealista como aquello sucediese, Ava echó a nadar, sin mirar atrás. Sin saber por qué solo quería huir de allí, con aquel cofre. No quería que nadie lo tocase, lo quería solo para ella. Ava nunca había sido egoísta, pero aquello… Era diferente.
Solo esperaba que a aquella pobre gente le fuese bien. O al menos no mal del todo.
Ava no sabía exactamente cuánto rato había estado nadando, hasta llegar a aquella orilla desierta. Podría haber nadado aún más rato, pero de momento, quería alejarse del mar lo máximo posible, no para siempre, pero si hasta estar segura y no sentirse en peligro. Aún así, antes de empezar a andar tierra hacia adentro, cargando con aquel cofre, volvió a echar otro vistazo a la enorme masa de agua de la que acababa de salir, deseando volver.
Ava Brekker
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Re: Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
El látigo de fuego liberó la tenaza del Capitán Werner dejándola una horrible quemadura del color de un bosque viejo. El capitán Inverson poseía cierto control mental con el arma, lo que convertía el brazo en una extensión de su propio brazo. El siguiente latigazo fue dirigido a los pies del Capitán Werner, a poco estuvo de tropezar y caer de bruces contra la cubierta de La Ninfa. Tuvo que abrir su postura y mantener el equilibrio para deshacerse del látigo con un falso tajo con el sable. El capitán Inverson recuperó el látigo al mismo tiempo que realizaba una finta directa al torso del Capitán. De nuevo, la resistente tenaza le sirvió de escudo para detener el ataque. El Capitán se giró en un rápido movimiento e interpuso su tenaza con la espada. El golpe no fue en vano puesto que las quemaduras provocadas por el látigo de fuego, sumado al contacto con el acero del sable de Inverson, causó a El Capitán Werner un grave escozor.
Quedarse en una permanente posición defensiva esperando a que Inverson diese un signo de debilidad era una insensatez que el capitán humano de La Ninfa ya había cometido. El Capitán Werner se afanó de valentía y realizó un falso tajo hacia delante. Inverson lo esquivo con facilidad saltando hacia atrás, justo lo que Werner había esperado. El viejo pirata continuó su ataque embistiendo contra el frente con la punta del sable, el siguiente movimiento, era un tajo en horizontal que, en teoría, rompería las defensas de Inverson. El capitán de El Cuerno desvió la espada de Werner luego de la embestida e hizo sonar su látigo contra el suelo impidiendo que siguiera con la combinación de ataques. El Capitán Werner se resguardó dando un paso y renunciando a la posición que había ganado.
El capitán Inverson era una fortaleza impenetrable, al igual que su acorazado navío. Por muy diestro que fuera El Capitán Werner en combate, no podía evitar los rápidos ataques del látigo de fuego.
Werner mostró un tenue sopor de debilidad. Había apoyado mal el pie derecho durante la técnica anterior; no llegó a quebrarse ni tropezar, pero el fino ojo de Inverson captó como El Capitán Werner dejaba caer su peso hacia la pierna herida.
—Ese es tu navío, ¿estoy en lo correcto? Un pequeño barco pirata que aparenta ser un mercante, una víbora del mar. Quiero que me digas su nombre, necesito conocerlo. Está noche mi tripulación cantará la victoria de El Cuerno de Acero y la derrota de… ¿el barco desconocido del capitán calamar?
—Capitán Alfred Werner, si no es molestia — gruñó a la vez que hacía por mantenerse erguido.
—Muy bien, ahora, el nombre de tu pequeño barco.
El Capitán Werner contuvo una caterva de insultos marinos.
Inverson, al ver que no obtendría respuesta, alzó el látigo y lo hizo girar en círculos encima de su cabeza. Werner optó una posición defensiva, protegiéndose detrás de la tenaza como si fuera un escudo. Inverson azotó con el látigo de fuego, apuntaba a la cabeza del enemigo. El Capitán estaba preparado, se echó hacia atrás y agarró la punta del látigo con la tenaza.
—Será mi tripulación quien cante la victoria de La Promesa Enardecida sobre El Cuerno de Acero.
El Capitán Werner tiró del látigo, empujando a Inverson hacia delante y obligándole a perder la posición. Volvió a tirar una segunda vez, con más fuerza. La intención era derribar a Inverson al suelo, desprenderle de toda ventaja que el látigo de fuego le proporcionaba. Pero antes de poder ejecutar el plan, el capitán Inverson acrecentó el fuego del látigo. El Capitán Werner tuvo que soltar el agarre antes de que le provocase una nueva quemadura en la pinza.
No todo era una derrota. La impulsividad, y quizás la confianza, del capitán Inverson hizo que cometiera el error que El Capitán Werner había estado esperando. Inverson desveló la posición del objeto maldito de Egdecomb.
Utilizó el látigo para agarrar a uno de los sumisos piratas de El Cuerno y lo introdujo en el cofre maldito, lo sacrificó. En ese momento, la espada del capitán Inverson cobró un resplandor de todos los colores marinos: azules, verdes y morados. Era como estar viendo el mar desde el interior del agua. El capitán Inverson alzó la espada y una enorme ola de agua impactó sobre La Ninfa. Los largos tentáculos de El Capitán le permitieron sujetarse antes de caer. Otros muchos marineros no tuvieron tanta suerte. Muchos de los marineros de La Ninfa, Roger Baraun y Wes Fungai cayeron al agua, al igual de una alta figura con escamas que El Capitán creyó reconocer a lo lejos. Nereida Nyére se encontraba en el umbral de la puerta camarote principal de La Ninfa, la pared del camarote salvó a la elfa y al capitán humano que daba auxilio.
—¡Capitán, aquí mi Capitán! — gritaba Roger desde el agua agitando las manos.
—Reunid a los marineros de La Ninfa que hayan caído y subidlos a La Promesa. Thess os lanzará las escaleras.
—Y a los de El Cuerno les ahogaremos en el infierno — añadió el canguro con rabia.
—Y a los de El cuerno los ahogadlos en el infierno — repitió El Capitán en imperativo.
El Capitán trepó por la barandilla y regresó a la cubierta de La Ninfa, donde Inverson lo esperaba látigo en mano. Werner atendió a la perdida de intensidad en las llamas del látigo, la ola de agua debió apagar el fuego. Esto le permitiría arriesgar la tenaza, incluso aceptar algún latigazo en el torso, sin preocuparse por recibir nuevas quemaduras.
—Oh, pero mira quién ha regresado — dijo riendo el capitán Inverson —. Déjame adivinarlo: te has quedado solapado al casco del barco como si fueras un mejillón.
—Así es, ¿cómo lo has sabido? Me he quedado pegado — Werner se unió a las risas —. Es curioso, pues a tu madre le ocurre lo mismo. Es ver una polla y se queda pegada a ella, no hay quien pueda hacer que se suelte.
El Capitán Werner caminó en frente apoyando el peso en la pierna herida y sin dejar de reír. Utilizar los insultos de los marineros de puerto durante la batalla era rebajarse a un nivel que Werner jamás creyó ocupar. Le hacía ver como un pobre de mente, una persona que jamás había recibido ningún tipo de educación y, sobre todas aquellas cosas, un pirata.
Sin embargo, la treta funcionó.
El capitán Inverson, ciego en sus soberbias de ansia y poder, curvó su espalda y cogió velocidad. Los cuernos del malvado pirata se acercaban peligrosamente. El Capitán Werner no hizo por esquivarlos. Siguió caminando a la misma velocidad, lenta y pausada.
La paciencia brindó la trampa.
A la distancia justa, El Capitán Werner levantó la tenaza y disparó un orbe de agua que impactó en la faz de Inverson. El bravo pirata no pudo esquivar el ataque ni recuperar la postura, había tomado demasiada velocidad para asegurar que el impacto fuera letal. Se quedó en el sitio, ladeando buscando el equilibrio. Oportunidad que Alfred Werner aprovechó para ejecutar el primero de sus tajos certeros. El sable del pirata encontró el torso del toro, realizó un corte limpio y, desgraciadamente, no mortal.
Inverson realizó una finta con el sable mágico, seguido de un latigazo a los pies de El Capitán Werner. Un movimiento predecible, Alfred pudo evitar ambos sin ninguna dificultad. Al retroceder el sable, Inverson convocó una nueva oleada, la cual empujó a ambos capitanes a un lateral de La Ninfa.
El Capitán Werner divisó a las dragonas sobrevolando las astas de El Cuerno. Extrajo la pistola de cuerda del bolsillo de su túnica, disparó a las barandillas de El Cuerno y saltó al navío enemigo. El capitán Inverson le siguió. Convocó un puente de agua sólida que unía ambos navíos. Al pisar El Cuerno, hundió La Ninfa con un tajo al aire. El agua controlada por el sable mágico de Inverson se abrazó a La Ninfa, la ahogó en el infierno.
Werner estaba rodeado de sables de piratas enemigos. La tripulación de La Ninfa y parte de La Promesa cayeron al agua, nadaban buscando un punto de sostén que para algunos sería la superficie y para otros la cubierta de La Promesa. El cofre maldito, la única victoria del día, sufrió el mismo final: se perdió en el agua a espera que otros de los muchos discípulos de Flaggs lo encontrasen.
Recibió una serie de ataques y puntapiés, no todos fueron fáciles de esquivar. Inverson dio un paso adelante y levantó sus dos armas. La tripulación de El Cuerno detuvo sus ataques dejando a El Capitán preso en un semicírculo de enemigos.
—La Ninfa en el fondo del océano— se vanaglorió Inverson —, ahora nos queda tu pobre barquito. Quédate y mira cómo termino con él. Atento al movimiento agua.
Atento al movimiento de las nubes.
Las dragonas desmotaron la parte superior del hasta mayor de El Cuerno. Werner saltó al agua antes de que la cubierta cediese. Sin cubierta y sin parte de los sostenes de madera, la pesada coraza de El Cuerno se tambaleaba por los laterales. La madera cedía con el contacto con el metal. Era la misma coraza, el par de cuernos que daban nombre al barco, quienes estaban acabando con él. El Cuerno perdía niveles.
—Y a los del cuerno… — reía El Capitán a la vez que se alejaba a nado —… ahogadlos en el infierno.
La Promesa no estaba lejos. Desde la barandilla, Baraun y Nyére ayudaban a los buenos hombres y mujeres a subir al barco. Baraun celebró a gritos al ver al viejo pirata nadando hacia ellos. Nyére fue corriendo a contárselo a los demás.
En el mismo momento que el Capitán alcanzó la escalera auxiliar de La Promesa, el látigo de Inverson se enredó en la pierna del pirata. Inverson seguía con vida en algún punto bajo del agua.
Werner cortó el apagado látigo con el sable. El arma y los indicios que daban a Inverson con vida desaparecieron en el fondo del mar.
—¡Capitán, lo hemos conseguido! — celebró Baraun —. Qué me quemen la cola si uno de ellos sigue con vida.
El Capitán no pudo contestar, tosió una mezcla de sangre, tinta y agua salada.
—Tendría que habernos visto, combatimos en el agua como en cubierta, o incluso mejor. Sentía que el mar era un buen amigo que me mantenía a flote para que pudiera continuar luchando.
A pesar del mal estado y el cansancio, Werner pudo dibujar una simpática sonrisa en su rostro.
—¡Una locura! ¡Una locura de primeras! — Baraun se dio un golpe en la frente con la mano abierta —. ¿Dónde tiene el cofre maldito? Pensábamos que lo tenía usted — un segundo manotazo le hizo entender la gravedad de las heridas del pirata — Venga conmigo, le invitaré una poción de salud y una botella de ron o una botella de salud y una poción de ron, lo que prefiera.
Baraun recogió a Werner por la espalda y lo arrastró hasta el camarote de La Promesa donde lo esperaba el capitán de La Ninfa con la salud recuperada.
Werner dirigió una última mirada hacia el mar. Creyó ver la misma figura alta y escurridiza que corría por la cubierta de La Ninfa guiñarle un ojo. Tenía algo entre las manos, entre las aletas…. Un pequeño cofre de madera sin ornamentos.
—Brekker — el nombre de la buena amiga sonó en una incomprensible gorgojeo fruto del cansancio.
El Capitán Alfred Werner supo que Ava Brekker le había reconocido y apuntado al combate. Esquivó a los malvados piratas de El Cuerno, les robó el cofre maldito y utilizó la magia de Egdecomb contra ellos.
¿No es una locura? Roger y los demás se mantuvieron a flote y los malvados se ahogaron en el infierno.
Offrol:
1) Uso la habilidad Cangrejo pistolero.
2) Uso el objeto pistola de cuerda.
Quedarse en una permanente posición defensiva esperando a que Inverson diese un signo de debilidad era una insensatez que el capitán humano de La Ninfa ya había cometido. El Capitán Werner se afanó de valentía y realizó un falso tajo hacia delante. Inverson lo esquivo con facilidad saltando hacia atrás, justo lo que Werner había esperado. El viejo pirata continuó su ataque embistiendo contra el frente con la punta del sable, el siguiente movimiento, era un tajo en horizontal que, en teoría, rompería las defensas de Inverson. El capitán de El Cuerno desvió la espada de Werner luego de la embestida e hizo sonar su látigo contra el suelo impidiendo que siguiera con la combinación de ataques. El Capitán Werner se resguardó dando un paso y renunciando a la posición que había ganado.
El capitán Inverson era una fortaleza impenetrable, al igual que su acorazado navío. Por muy diestro que fuera El Capitán Werner en combate, no podía evitar los rápidos ataques del látigo de fuego.
Werner mostró un tenue sopor de debilidad. Había apoyado mal el pie derecho durante la técnica anterior; no llegó a quebrarse ni tropezar, pero el fino ojo de Inverson captó como El Capitán Werner dejaba caer su peso hacia la pierna herida.
—Ese es tu navío, ¿estoy en lo correcto? Un pequeño barco pirata que aparenta ser un mercante, una víbora del mar. Quiero que me digas su nombre, necesito conocerlo. Está noche mi tripulación cantará la victoria de El Cuerno de Acero y la derrota de… ¿el barco desconocido del capitán calamar?
—Capitán Alfred Werner, si no es molestia — gruñó a la vez que hacía por mantenerse erguido.
—Muy bien, ahora, el nombre de tu pequeño barco.
El Capitán Werner contuvo una caterva de insultos marinos.
Inverson, al ver que no obtendría respuesta, alzó el látigo y lo hizo girar en círculos encima de su cabeza. Werner optó una posición defensiva, protegiéndose detrás de la tenaza como si fuera un escudo. Inverson azotó con el látigo de fuego, apuntaba a la cabeza del enemigo. El Capitán estaba preparado, se echó hacia atrás y agarró la punta del látigo con la tenaza.
—Será mi tripulación quien cante la victoria de La Promesa Enardecida sobre El Cuerno de Acero.
El Capitán Werner tiró del látigo, empujando a Inverson hacia delante y obligándole a perder la posición. Volvió a tirar una segunda vez, con más fuerza. La intención era derribar a Inverson al suelo, desprenderle de toda ventaja que el látigo de fuego le proporcionaba. Pero antes de poder ejecutar el plan, el capitán Inverson acrecentó el fuego del látigo. El Capitán Werner tuvo que soltar el agarre antes de que le provocase una nueva quemadura en la pinza.
No todo era una derrota. La impulsividad, y quizás la confianza, del capitán Inverson hizo que cometiera el error que El Capitán Werner había estado esperando. Inverson desveló la posición del objeto maldito de Egdecomb.
Utilizó el látigo para agarrar a uno de los sumisos piratas de El Cuerno y lo introdujo en el cofre maldito, lo sacrificó. En ese momento, la espada del capitán Inverson cobró un resplandor de todos los colores marinos: azules, verdes y morados. Era como estar viendo el mar desde el interior del agua. El capitán Inverson alzó la espada y una enorme ola de agua impactó sobre La Ninfa. Los largos tentáculos de El Capitán le permitieron sujetarse antes de caer. Otros muchos marineros no tuvieron tanta suerte. Muchos de los marineros de La Ninfa, Roger Baraun y Wes Fungai cayeron al agua, al igual de una alta figura con escamas que El Capitán creyó reconocer a lo lejos. Nereida Nyére se encontraba en el umbral de la puerta camarote principal de La Ninfa, la pared del camarote salvó a la elfa y al capitán humano que daba auxilio.
—¡Capitán, aquí mi Capitán! — gritaba Roger desde el agua agitando las manos.
—Reunid a los marineros de La Ninfa que hayan caído y subidlos a La Promesa. Thess os lanzará las escaleras.
—Y a los de El Cuerno les ahogaremos en el infierno — añadió el canguro con rabia.
—Y a los de El cuerno los ahogadlos en el infierno — repitió El Capitán en imperativo.
El Capitán trepó por la barandilla y regresó a la cubierta de La Ninfa, donde Inverson lo esperaba látigo en mano. Werner atendió a la perdida de intensidad en las llamas del látigo, la ola de agua debió apagar el fuego. Esto le permitiría arriesgar la tenaza, incluso aceptar algún latigazo en el torso, sin preocuparse por recibir nuevas quemaduras.
—Oh, pero mira quién ha regresado — dijo riendo el capitán Inverson —. Déjame adivinarlo: te has quedado solapado al casco del barco como si fueras un mejillón.
—Así es, ¿cómo lo has sabido? Me he quedado pegado — Werner se unió a las risas —. Es curioso, pues a tu madre le ocurre lo mismo. Es ver una polla y se queda pegada a ella, no hay quien pueda hacer que se suelte.
El Capitán Werner caminó en frente apoyando el peso en la pierna herida y sin dejar de reír. Utilizar los insultos de los marineros de puerto durante la batalla era rebajarse a un nivel que Werner jamás creyó ocupar. Le hacía ver como un pobre de mente, una persona que jamás había recibido ningún tipo de educación y, sobre todas aquellas cosas, un pirata.
Sin embargo, la treta funcionó.
El capitán Inverson, ciego en sus soberbias de ansia y poder, curvó su espalda y cogió velocidad. Los cuernos del malvado pirata se acercaban peligrosamente. El Capitán Werner no hizo por esquivarlos. Siguió caminando a la misma velocidad, lenta y pausada.
La paciencia brindó la trampa.
A la distancia justa, El Capitán Werner levantó la tenaza y disparó un orbe de agua que impactó en la faz de Inverson. El bravo pirata no pudo esquivar el ataque ni recuperar la postura, había tomado demasiada velocidad para asegurar que el impacto fuera letal. Se quedó en el sitio, ladeando buscando el equilibrio. Oportunidad que Alfred Werner aprovechó para ejecutar el primero de sus tajos certeros. El sable del pirata encontró el torso del toro, realizó un corte limpio y, desgraciadamente, no mortal.
Inverson realizó una finta con el sable mágico, seguido de un latigazo a los pies de El Capitán Werner. Un movimiento predecible, Alfred pudo evitar ambos sin ninguna dificultad. Al retroceder el sable, Inverson convocó una nueva oleada, la cual empujó a ambos capitanes a un lateral de La Ninfa.
El Capitán Werner divisó a las dragonas sobrevolando las astas de El Cuerno. Extrajo la pistola de cuerda del bolsillo de su túnica, disparó a las barandillas de El Cuerno y saltó al navío enemigo. El capitán Inverson le siguió. Convocó un puente de agua sólida que unía ambos navíos. Al pisar El Cuerno, hundió La Ninfa con un tajo al aire. El agua controlada por el sable mágico de Inverson se abrazó a La Ninfa, la ahogó en el infierno.
Werner estaba rodeado de sables de piratas enemigos. La tripulación de La Ninfa y parte de La Promesa cayeron al agua, nadaban buscando un punto de sostén que para algunos sería la superficie y para otros la cubierta de La Promesa. El cofre maldito, la única victoria del día, sufrió el mismo final: se perdió en el agua a espera que otros de los muchos discípulos de Flaggs lo encontrasen.
Recibió una serie de ataques y puntapiés, no todos fueron fáciles de esquivar. Inverson dio un paso adelante y levantó sus dos armas. La tripulación de El Cuerno detuvo sus ataques dejando a El Capitán preso en un semicírculo de enemigos.
—La Ninfa en el fondo del océano— se vanaglorió Inverson —, ahora nos queda tu pobre barquito. Quédate y mira cómo termino con él. Atento al movimiento agua.
Atento al movimiento de las nubes.
Las dragonas desmotaron la parte superior del hasta mayor de El Cuerno. Werner saltó al agua antes de que la cubierta cediese. Sin cubierta y sin parte de los sostenes de madera, la pesada coraza de El Cuerno se tambaleaba por los laterales. La madera cedía con el contacto con el metal. Era la misma coraza, el par de cuernos que daban nombre al barco, quienes estaban acabando con él. El Cuerno perdía niveles.
—Y a los del cuerno… — reía El Capitán a la vez que se alejaba a nado —… ahogadlos en el infierno.
La Promesa no estaba lejos. Desde la barandilla, Baraun y Nyére ayudaban a los buenos hombres y mujeres a subir al barco. Baraun celebró a gritos al ver al viejo pirata nadando hacia ellos. Nyére fue corriendo a contárselo a los demás.
En el mismo momento que el Capitán alcanzó la escalera auxiliar de La Promesa, el látigo de Inverson se enredó en la pierna del pirata. Inverson seguía con vida en algún punto bajo del agua.
Werner cortó el apagado látigo con el sable. El arma y los indicios que daban a Inverson con vida desaparecieron en el fondo del mar.
—¡Capitán, lo hemos conseguido! — celebró Baraun —. Qué me quemen la cola si uno de ellos sigue con vida.
El Capitán no pudo contestar, tosió una mezcla de sangre, tinta y agua salada.
—Tendría que habernos visto, combatimos en el agua como en cubierta, o incluso mejor. Sentía que el mar era un buen amigo que me mantenía a flote para que pudiera continuar luchando.
A pesar del mal estado y el cansancio, Werner pudo dibujar una simpática sonrisa en su rostro.
—¡Una locura! ¡Una locura de primeras! — Baraun se dio un golpe en la frente con la mano abierta —. ¿Dónde tiene el cofre maldito? Pensábamos que lo tenía usted — un segundo manotazo le hizo entender la gravedad de las heridas del pirata — Venga conmigo, le invitaré una poción de salud y una botella de ron o una botella de salud y una poción de ron, lo que prefiera.
Baraun recogió a Werner por la espalda y lo arrastró hasta el camarote de La Promesa donde lo esperaba el capitán de La Ninfa con la salud recuperada.
Werner dirigió una última mirada hacia el mar. Creyó ver la misma figura alta y escurridiza que corría por la cubierta de La Ninfa guiñarle un ojo. Tenía algo entre las manos, entre las aletas…. Un pequeño cofre de madera sin ornamentos.
—Brekker — el nombre de la buena amiga sonó en una incomprensible gorgojeo fruto del cansancio.
El Capitán Alfred Werner supo que Ava Brekker le había reconocido y apuntado al combate. Esquivó a los malvados piratas de El Cuerno, les robó el cofre maldito y utilizó la magia de Egdecomb contra ellos.
¿No es una locura? Roger y los demás se mantuvieron a flote y los malvados se ahogaron en el infierno.
Offrol:
1) Uso la habilidad Cangrejo pistolero.
2) Uso el objeto pistola de cuerda.
El Capitán Werner
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Re: Un plan infalible [Evento Objetos del 19]
Gabriel tosió un poco de sangre, mirando la batalla desde una posición segura. Relativamente segura al menos, si ese maldito toro ganaba se iban todos al fondo del mar. Pero no pasaba nada, el plan había tenido algún contratiempo aquí y allá, pero todo iba sobre ruedas.
Se encogió un poco cuando su barco se hundió. Bueno, de su familia. Y hacer un barco valía una pequeña fortuna. Fortuna que no tenía. Pero puede… si lo mataba, si recuperaba ese dichoso cofre, si los mataba a todos y robaba el barco… se levantó, solo para recibir una oleada de dolor que lo volvió a sentar de inmediato. Ahora que la emoción de la batalla se había ido, le dolía todo el cuerpo. Plan A descartado, así que iría al B. B de ballesta, pero no veía ninguna convenientemente tirada, y no creía que pedirles a los piratas una fuera a ir bien. Puede que los estuvieran ayudando, pero eran piratas, y eso dejaba cierta marca en alguien que era de la Guardia y una familia de mercaderes.
Pero uno podía perdonar a los piratas, un poco al menos, mientras lucharan contra otros piratas. El que roba a un ladrón y todo eso. Casi soltó unos cuantos gritos de ánimo, casi, pero debía mantener la compostura… Aparentar… mostrar que estaba tan herido como estaba, luchando valientemente por sus hombres… tenía que rescatar ese desastre, y una medalla al valor era un comienzo. Y el barco o el cofre era ayudarían mucho en…
Y el barco se hundió, el mastín partiendo la madera y El Cuerno finalmente cediendo, llenándose de agua. Sin el cofre, de eso estaba seguro. No era enorme, pero se habría fijado si alguien lo hubiera cargado a bordo, aunque fuera escondido. Subpar, pero una pequeña victoria, era mejor un cofre perdido que en manos de otros piratas, por más que el capitán fuera mejor que Iversen.
Es decir, no era como si fuera muy difícil, era un listón muy bajo. Gabriel repasó mentalmente su plan, viendo que podía rescatar de esa situación para no hundir a su familia en la miseria. Bueno, puede que estuviera exagerando, pero desde luego de un buen aprieto.
¿El Cuerno? Hundido. Eso era bueno.
¿El Cofre? Perdido. No muy bueno, pero tampoco malo.
¿La alianza pirata? Seguramente destrozada, con Iverson muerto y los piratas atacándose entre ellos, eso era muy, muy bueno. Es decir, nada tenía él que ver con eso, pero nadie tenía porque saberlo…
¿Qué más? Sus homb…
-OH MIERDA, MIS HOMBRES.- esa vez ignoró el dolor para asomarse a cubierta y ver el mar. No veía una mierda, porque no había luna y una lámpara de aceite tampoco iluminaba mucho tan lejos, pero estaba bastante seguro de que había mucha gente allí nadando como podía. Las bajas no habían sido tan malas antes de que llegara la ayuda, así que con un poco de suerte…
Con cada persona subida a cubierta, podía notar su suerte creciendo un poco más. Las miradas de admiración que algunos de sus hombres le dedicaban, no todos, algunos solo lucían miserables, como un perro mojado, le ayudaron a perfilar la historia.
Por supuesto que había convencido a un pirata para traicionar a Iversen, todos era sucias r…no, mejor dejar eso fuera, muchos lobos de mar estaban en contra de la tiranía del toro, así que había reclutado a un valiente capitán para ayudarle, aunque la coordinación había sido un poco pobre. Si, sin duda, eso era exactamente lo que había pasado. O eso pondría en su informe y diría a todo aquel que quisiera escucharle. Un pacto secreto entre capitanes. Lo había sacrificado todo para acabar con la amenaza, su barco, su salud… no sus hombres, por supuesto, pues era un gran líder. Un héroe.
Hinchó el pecho de orgullo y se dobló de dolor cuando las costillas rotas protestaron. –Si pudierais… devolvernos a tierra firme…por favor…- dijo con un hilillo de voz intentando que el mundo dejara de girar en espiral.
_______
Felicidades, habéis completado la primera parte del evento, y ambos recibís 50 aeros y 5 puntos de experiencia.
Ava, te has quedado con el Cofre, y parece que hasta te ha ayudado a salvar a la gente como querías. O puede que Werner lo haya matado a tiempo y simplemente hayan flotado de vuelta. La única manera de estar seguros es probar de nuevo. ¿Que podría salir mal? En cualquier caso, dirijo tu atención a la segunda parte. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Werner. El Objeto ha sido arrebatado de tus pinzas, pero has hecho una buena obra hoy. Y más importante, el futuro héroe de Vulwulfar te debe un favor. Aunque tengo dudas sobre como de útil será eso, es un idiota. Pero tiene planes originales y piensa diferente, eso cuenta para algo. Probablemente.
Se encogió un poco cuando su barco se hundió. Bueno, de su familia. Y hacer un barco valía una pequeña fortuna. Fortuna que no tenía. Pero puede… si lo mataba, si recuperaba ese dichoso cofre, si los mataba a todos y robaba el barco… se levantó, solo para recibir una oleada de dolor que lo volvió a sentar de inmediato. Ahora que la emoción de la batalla se había ido, le dolía todo el cuerpo. Plan A descartado, así que iría al B. B de ballesta, pero no veía ninguna convenientemente tirada, y no creía que pedirles a los piratas una fuera a ir bien. Puede que los estuvieran ayudando, pero eran piratas, y eso dejaba cierta marca en alguien que era de la Guardia y una familia de mercaderes.
Pero uno podía perdonar a los piratas, un poco al menos, mientras lucharan contra otros piratas. El que roba a un ladrón y todo eso. Casi soltó unos cuantos gritos de ánimo, casi, pero debía mantener la compostura… Aparentar… mostrar que estaba tan herido como estaba, luchando valientemente por sus hombres… tenía que rescatar ese desastre, y una medalla al valor era un comienzo. Y el barco o el cofre era ayudarían mucho en…
Y el barco se hundió, el mastín partiendo la madera y El Cuerno finalmente cediendo, llenándose de agua. Sin el cofre, de eso estaba seguro. No era enorme, pero se habría fijado si alguien lo hubiera cargado a bordo, aunque fuera escondido. Subpar, pero una pequeña victoria, era mejor un cofre perdido que en manos de otros piratas, por más que el capitán fuera mejor que Iversen.
Es decir, no era como si fuera muy difícil, era un listón muy bajo. Gabriel repasó mentalmente su plan, viendo que podía rescatar de esa situación para no hundir a su familia en la miseria. Bueno, puede que estuviera exagerando, pero desde luego de un buen aprieto.
¿El Cuerno? Hundido. Eso era bueno.
¿El Cofre? Perdido. No muy bueno, pero tampoco malo.
¿La alianza pirata? Seguramente destrozada, con Iverson muerto y los piratas atacándose entre ellos, eso era muy, muy bueno. Es decir, nada tenía él que ver con eso, pero nadie tenía porque saberlo…
¿Qué más? Sus homb…
-OH MIERDA, MIS HOMBRES.- esa vez ignoró el dolor para asomarse a cubierta y ver el mar. No veía una mierda, porque no había luna y una lámpara de aceite tampoco iluminaba mucho tan lejos, pero estaba bastante seguro de que había mucha gente allí nadando como podía. Las bajas no habían sido tan malas antes de que llegara la ayuda, así que con un poco de suerte…
Con cada persona subida a cubierta, podía notar su suerte creciendo un poco más. Las miradas de admiración que algunos de sus hombres le dedicaban, no todos, algunos solo lucían miserables, como un perro mojado, le ayudaron a perfilar la historia.
Por supuesto que había convencido a un pirata para traicionar a Iversen, todos era sucias r…no, mejor dejar eso fuera, muchos lobos de mar estaban en contra de la tiranía del toro, así que había reclutado a un valiente capitán para ayudarle, aunque la coordinación había sido un poco pobre. Si, sin duda, eso era exactamente lo que había pasado. O eso pondría en su informe y diría a todo aquel que quisiera escucharle. Un pacto secreto entre capitanes. Lo había sacrificado todo para acabar con la amenaza, su barco, su salud… no sus hombres, por supuesto, pues era un gran líder. Un héroe.
Hinchó el pecho de orgullo y se dobló de dolor cuando las costillas rotas protestaron. –Si pudierais… devolvernos a tierra firme…por favor…- dijo con un hilillo de voz intentando que el mundo dejara de girar en espiral.
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Felicidades, habéis completado la primera parte del evento, y ambos recibís 50 aeros y 5 puntos de experiencia.
Ava, te has quedado con el Cofre, y parece que hasta te ha ayudado a salvar a la gente como querías. O puede que Werner lo haya matado a tiempo y simplemente hayan flotado de vuelta. La única manera de estar seguros es probar de nuevo. ¿Que podría salir mal? En cualquier caso, dirijo tu atención a la segunda parte. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Werner. El Objeto ha sido arrebatado de tus pinzas, pero has hecho una buena obra hoy. Y más importante, el futuro héroe de Vulwulfar te debe un favor. Aunque tengo dudas sobre como de útil será eso, es un idiota. Pero tiene planes originales y piensa diferente, eso cuenta para algo. Probablemente.
Othel
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