El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
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El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
-Pero… Pero.. si tan solo pudieses entender que.. – La sombre del hombre se reflejaba en el suelo pulido de madera de aquella sala. La silueta apenas hacía referencia a la Altura de aquel hombretón que se movía de un lado para otro llevándose las manos a la boca, tapándola en un intento en vano de recuperar el control de su voz, y lo má importante… su risa-Tan solo vine porque..- Sudor frío recorría su espalda mientras intentaba hacer que el sapo que el hombre sapo que tenía enfrente atendiese a razones- Una leyenda… tu emplazamiento es…- El hombre se mordió el labio inferior y llevó su otra mano a su boca con desasosiego.
Nate Halliman observaba a aquel hombre fornido desde su trono en el centro. Su mirada era la de aquel que espera que pasen cosas y tan solo tiene que armarse de paciencia. En sus manos grisáceas y verdes, portaba el bastón del que a duras penas se separaba día si y día También. El objeto, de una madera tan pulida que poco tenía que envidiar a cualquier metal, acababa en la figura de una calavera, incrustada por varias gemas púrpuras y verdosas que reflejaban la luz del fuego de aquella estancia. Al rededor del cuerpo de aquel bastón. Nate había incrustado alguna que otra runa, fruto de su propia cosecha que conectaban al objeto maldito con las Mansharis Bouta que rodeaban su cabaña.
El sapo estaba inmensamente orgulloso de aquella mejora del bastón, y su ego, ya altivo de por si se había incrementado de manera exponencial ahora que sabía que tenía el control de aquellas plantas y que dfícilmente alguien podía entrar en su territorio sin que él lo supiese de una manera u otra.Prueba de ello era aquel hombre fortachón que parecía lidiar una pelea consigo mismo frente al trono del sapo.
Eink no era el único que se había decidido a aventurarse a sus tierras, Lo cierto era que el sapo estaba empezando a cansarse de los aventureros que de una manera u otra se topaban con su emplazamiento. El hombre-bestia sabía que la mayoría de ellos no eran lo suficientemente inteligentes como para acertar en la cruzada de encontrar el lugar donde se escondía, y que la mayoría de los que, como aquel hombre, daban con su hogar, lo hacían de manera fortuita. Pero aquello no servía, por supuesto, como excusa para que Nate no pudiese divertirse con ellos.
Ninguno de sus visitantes parecía tener queja alguna de que el sapo los incluyese en sus juegos. De hecho, Nate estaba tremendamente orgulloso de decir que el 100% de sus visitantes dejaban su territorio con una sonrisa en los labios.
Y no había nada más bonito que morir feliz.Tan solo les hacía un favor… así lo veía el.
EL hombre-sapo se acomodó en su trono, fingiendo que verdaderamente esperaba escuchar algo que pudiese hacer que perdonase a aquel hombre. Llevaba bastante sin usar su instrumento, así que estaba deleitándose con aquel hombre.
-Los habitantes del pueblo dijeron que tu bastón… tu bastón quizás pudiese curar a mi hija que…- Eink se mordía los labios, ahogando una risa que parecía salir de lo más profundo de su ser- Esta lo suficientemente enferma como para arriesgarlo todo por ella y…
Nate lo miró con interés por un Segundo. Sopesó al hombre y luego habló:
-Tu hija… ¿es Joja?- dijo interesado.
-¿Joja?- dijo el hombre, como si se aferrase a un clavo ardiendo ahora que Nate le había prestado la atención que no había tenido hasta ahora.
-Joven Bruja…- dijo Nate con molestia poco disimulada.
-¡Oh!- dijo Eink- No, mi señor… mi hija tiene 3 años y tanto ella como mi difunta Margit son humanas..- dijo Eink- Pero ambas tienen el cabello rojizo y bravo de alguien que quiere agarrarse a la vida y te aseguro que si me ayudas yo…- el hombre se llevó las manos a la boca y contuvo una risita que por un momento pareció ser más nerviosa que fruto del bastón que tenía enfrente.
-Una pena…- dijo el sapo, saltándo no muy lejos de donde estaba Eink- Si hubiese sido tan solo así quizás… Bueno… quizás ambos nos hubiésemos divertido juntos.- dijo el sapo, cansado. Agarró el bastón y dio un golpe en el suelo, hacienda que los ojos de Eink se enfocasen en el. Los zafiros y gemas de la calavera brillaron por un momento.
-No… No… esper….- dijo Eink.
Una risa primero Liviana comenzó a surgir del hombre. Este se apoyó en una de las antorchas colgantes que decoraban la habitación de Nate. Poco a poco esa risa comenzó a tornarse carcajada, más y más profundal, más y más alta. La cara de eink comenzó a deformarse entonces en un gesto desquiciado contemplando al sapo como si pidiese ayuda entre su risa descontrolada.
-JAJAJAJAJAJAJA- Comenzó a decir- se llevó las manos a su boca, a su estómago y de nuevo a su boca, intentando parar de manera frenética- JAJAJAJAJAJAJA MI HIJA JAJAJAJAJA MORIRÁ JAJAJAJAJAJ POR FAVOR YO…YO…- Eink cayó al suelo con lágrimas en los ojos mientras intentaba de manera descontrolada parar de reir. – Es imposible que… JAJAJAJAAJAJ- Eink buscó en sus bolsillos mientras caminaba a la salida de aquel lugar a duras pensas acuclillado y arrastrándose.
-Me alegra ver que al menos has sacado unas risas de nuestro encuentro- dijo el sapo dándole la espalda al hombre y sentándose de nuevo en su trono-
Eink lo miró con la mandíbula desencajada mientras reía a gritos. Sus ojos reflejaban el desquiciado estado de alguien que sabe que aquella risa lo llevaría a la locura hasta acabar matándolo, como habían contado la mayoría de los que habían oído hablar de Nate.
Su cara comenzó a llenarse de arañazos ensangrentados que él mismo se hacía al intentar parar aquella endemoniada risa.
-JAJAJAJAJAJA AJAJAJAJAJAJAJAJAJA- decía cuando todo lo que quería era gritar de dolor- JAJAJAJAJAJAJAJA-
Una de sus manos encontró lo que buscaba en su bolsillo. Un pequeño cuchillo de cortar pan y Cecina curada que siempre llevaba con el. Lo miró por un Segundo, con sus heridas ya sangrando en su rostro.
Lo alzó por un momento, su brazo temblando agazapado ante la atenta mirada de Nate.
-JAJAJAJAJAJAJAAJ- Dijo y con la respiración acelerada, llevó el cuchillo hasta su lengua, cortándola de un tajo. La sangre se vertió sobre la madera pulida de aquella habitación.
Nate sonrió, como si hubiese visto aquello antes. Por un interminable minute aquello pareció calmar la risa de Eink que miró a Nate y pareció creerse victorioso.
-Tendrías que ser muy Afortisto para que eso te librase de… ser feliz- dijo el sapo haciendo un juego de palabras entre afortunado y listo.
-JAGRJAGRJAGRJAGRJAGRJA- La risa que pareció haber parado por varios minutos volvió a Eink, a pesar de que este ya no tenía lengua con la que carcajear. Se mezclaba con la sangre con la que se estaba inundando su garganta, hacienda que por minutos pareciese que la propia sangre iba a ahogar a Eink y matarlo y por momentos aquello fuese tan divertido que lo hacía reir produciendo aquel sonido desagradable.
Eink respiró como pudo de manera agitada, Su cuerpo estaba entumecido y en su cara el gesto bizarro de su sonris perenne parecía conrastar con el pálido de su piel queriendo gritar de nuevo pero riendo en su lugar. Miró de nuevo el cuchillo y sin pensarlo dos veces, esta vez lo llevó a su cuello y realizó un corte limpio que acabó matándolo.
-JAJAJAJAJAJAJA- Aquella vez era Nate quien reía- Me encantan los finales felices- dijo y saltó a una de sus estanterías buscando algo entre sus frasquitos de pociones como si de pronto estuviese muy atareado.
Silencio en los alrededores del bosque. La bandera con el león ondeaba ajena a las pisadas de aquellos hombres bestias, coordinadas al milímitro y sin intención alguna de camuflarse entre la maleza y arbustos.
Jason Bosne estaba seguro que las tres zarpas debían estar lo suficientemente preocupadas por las acciones de Nate como para aventurarse a desvelar su localización y lo más importante, exponerse a la ira de la rana con el bastón. El hombre-bestia había tenido que lidiar con la risotadas de la mayoría de sus compañeros: Anubis Y Amón le habían urgido a reconsiderar la posibilidad de que aquello fuese tan solo, una trampa más de la rana para intentar acabar con Jason.
La cosa se volvió casi más seria cuando tan solo tres días después de que la carta de las tres zarpas llegase a sus manos, Jason presentó los primeros síntomas de una desconocida enfermedad. Amón tomó la posición del gobernante. Uno de sus primeros mandatos fue el de dejar a su suerte la pequeña guarnición de bestias que mandó a socorrer a Las Tres Zarpas.
El nuevo lider había mirado a sus compañeros con mirada cansada y tras dar un golpe en seco en su mesa de nogal les había explicado como se había cansado de aquel juego de Nate y sus sonrisas. Dio a entender que aunque fuese trampa o estratagema la mitad del plan de Nate estaba destruido si eran ellos quien decidían adentrarse en las profundidades del bosque en sus términos.
Poco podia haber dicho Anubis para convencerlo de lo contrario. El ahora sublider en funcionesr de la factoría tan solo le había pedido que organizase la intervención en el bosque camino a la cabaña de Halliman lo suficientemente acompañado como para no tener que preocuparse en tener que ocupar su puesto de líder si no volvía. Suficiente tenían con el estado crítico de Jason.
Amón había reído con una sonrisa que alivió la tensión del momento y había dado órdenes a Anubis y a Ran de organizar a tantos hombres bestia como quisiesen seguirlos y llevarlos al pantano, donde se encontraba la cabaña de Nate Halliman. Amón se aseguró que todos entendían la gravedad del asunto y que la mayoría de los que se le uniesen (por no decir su totalidad) se sintiesen cómodos con sus armas de elección.
Tan solo tres días después de partir camino a territorio de Halliman, Anubis y Ran por fin estaban seguros de visualizar la cabaña de su enemigo en el horizonte.
El estandarte de Jason que llevaban por bandera como un gesto al hombre enfermo,sin duda le daría una pista enorme a la rana que según las predicción de Amón, ya sabría que estaban en camino. Pero eso apenas importaba al líder del batallón de la Factoría. Estaban a punto de robar el bastón de manos de esa rana y por fin borrarle aquella macabra sonrisa de su cara.
¡Saludos criaturas!
Como veis, nuestra querida ranita ha estado ocupada. Su mejor amigo, el bastón sonriente, casi ha tomado por completo el control de su enorme raciocinio y sus actos macabros con aquellos que osan acercarse a su cabaña no atienden a razones ni plegarias. A menos que, como el mismo ha dicho, seas una Joja.
Vuestro cometido es uniros a Anubis y Ran y a los demás hombres bestias e intentar robar por fin el bastón de las manos de Nate. Como podéis imaginar no es nada fácil, el bosque esta plagado de Mansharis Bouta (link abajo) además de alguna que otra trampa arcana que sin duda dificultará a los soldados de Jason y a quien decida unirse a ellos el alcanzar la cabaña.
Espero que seáis lo suficientemente valerosos como para aventuraros a alcanzar el objetivo de esta trama.. Estoy segura que nos echaremos unas risas
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Os leo, criaturas.
Nate Halliman observaba a aquel hombre fornido desde su trono en el centro. Su mirada era la de aquel que espera que pasen cosas y tan solo tiene que armarse de paciencia. En sus manos grisáceas y verdes, portaba el bastón del que a duras penas se separaba día si y día También. El objeto, de una madera tan pulida que poco tenía que envidiar a cualquier metal, acababa en la figura de una calavera, incrustada por varias gemas púrpuras y verdosas que reflejaban la luz del fuego de aquella estancia. Al rededor del cuerpo de aquel bastón. Nate había incrustado alguna que otra runa, fruto de su propia cosecha que conectaban al objeto maldito con las Mansharis Bouta que rodeaban su cabaña.
El sapo estaba inmensamente orgulloso de aquella mejora del bastón, y su ego, ya altivo de por si se había incrementado de manera exponencial ahora que sabía que tenía el control de aquellas plantas y que dfícilmente alguien podía entrar en su territorio sin que él lo supiese de una manera u otra.Prueba de ello era aquel hombre fortachón que parecía lidiar una pelea consigo mismo frente al trono del sapo.
Eink no era el único que se había decidido a aventurarse a sus tierras, Lo cierto era que el sapo estaba empezando a cansarse de los aventureros que de una manera u otra se topaban con su emplazamiento. El hombre-bestia sabía que la mayoría de ellos no eran lo suficientemente inteligentes como para acertar en la cruzada de encontrar el lugar donde se escondía, y que la mayoría de los que, como aquel hombre, daban con su hogar, lo hacían de manera fortuita. Pero aquello no servía, por supuesto, como excusa para que Nate no pudiese divertirse con ellos.
Ninguno de sus visitantes parecía tener queja alguna de que el sapo los incluyese en sus juegos. De hecho, Nate estaba tremendamente orgulloso de decir que el 100% de sus visitantes dejaban su territorio con una sonrisa en los labios.
Y no había nada más bonito que morir feliz.Tan solo les hacía un favor… así lo veía el.
EL hombre-sapo se acomodó en su trono, fingiendo que verdaderamente esperaba escuchar algo que pudiese hacer que perdonase a aquel hombre. Llevaba bastante sin usar su instrumento, así que estaba deleitándose con aquel hombre.
-Los habitantes del pueblo dijeron que tu bastón… tu bastón quizás pudiese curar a mi hija que…- Eink se mordía los labios, ahogando una risa que parecía salir de lo más profundo de su ser- Esta lo suficientemente enferma como para arriesgarlo todo por ella y…
Nate lo miró con interés por un Segundo. Sopesó al hombre y luego habló:
-Tu hija… ¿es Joja?- dijo interesado.
-¿Joja?- dijo el hombre, como si se aferrase a un clavo ardiendo ahora que Nate le había prestado la atención que no había tenido hasta ahora.
-Joven Bruja…- dijo Nate con molestia poco disimulada.
-¡Oh!- dijo Eink- No, mi señor… mi hija tiene 3 años y tanto ella como mi difunta Margit son humanas..- dijo Eink- Pero ambas tienen el cabello rojizo y bravo de alguien que quiere agarrarse a la vida y te aseguro que si me ayudas yo…- el hombre se llevó las manos a la boca y contuvo una risita que por un momento pareció ser más nerviosa que fruto del bastón que tenía enfrente.
-Una pena…- dijo el sapo, saltándo no muy lejos de donde estaba Eink- Si hubiese sido tan solo así quizás… Bueno… quizás ambos nos hubiésemos divertido juntos.- dijo el sapo, cansado. Agarró el bastón y dio un golpe en el suelo, hacienda que los ojos de Eink se enfocasen en el. Los zafiros y gemas de la calavera brillaron por un momento.
-No… No… esper….- dijo Eink.
Una risa primero Liviana comenzó a surgir del hombre. Este se apoyó en una de las antorchas colgantes que decoraban la habitación de Nate. Poco a poco esa risa comenzó a tornarse carcajada, más y más profundal, más y más alta. La cara de eink comenzó a deformarse entonces en un gesto desquiciado contemplando al sapo como si pidiese ayuda entre su risa descontrolada.
-JAJAJAJAJAJAJA- Comenzó a decir- se llevó las manos a su boca, a su estómago y de nuevo a su boca, intentando parar de manera frenética- JAJAJAJAJAJAJA MI HIJA JAJAJAJAJA MORIRÁ JAJAJAJAJAJ POR FAVOR YO…YO…- Eink cayó al suelo con lágrimas en los ojos mientras intentaba de manera descontrolada parar de reir. – Es imposible que… JAJAJAJAAJAJ- Eink buscó en sus bolsillos mientras caminaba a la salida de aquel lugar a duras pensas acuclillado y arrastrándose.
-Me alegra ver que al menos has sacado unas risas de nuestro encuentro- dijo el sapo dándole la espalda al hombre y sentándose de nuevo en su trono-
Eink lo miró con la mandíbula desencajada mientras reía a gritos. Sus ojos reflejaban el desquiciado estado de alguien que sabe que aquella risa lo llevaría a la locura hasta acabar matándolo, como habían contado la mayoría de los que habían oído hablar de Nate.
Su cara comenzó a llenarse de arañazos ensangrentados que él mismo se hacía al intentar parar aquella endemoniada risa.
-JAJAJAJAJAJA AJAJAJAJAJAJAJAJAJA- decía cuando todo lo que quería era gritar de dolor- JAJAJAJAJAJAJAJA-
Una de sus manos encontró lo que buscaba en su bolsillo. Un pequeño cuchillo de cortar pan y Cecina curada que siempre llevaba con el. Lo miró por un Segundo, con sus heridas ya sangrando en su rostro.
Lo alzó por un momento, su brazo temblando agazapado ante la atenta mirada de Nate.
-JAJAJAJAJAJAJAAJ- Dijo y con la respiración acelerada, llevó el cuchillo hasta su lengua, cortándola de un tajo. La sangre se vertió sobre la madera pulida de aquella habitación.
Nate sonrió, como si hubiese visto aquello antes. Por un interminable minute aquello pareció calmar la risa de Eink que miró a Nate y pareció creerse victorioso.
-Tendrías que ser muy Afortisto para que eso te librase de… ser feliz- dijo el sapo haciendo un juego de palabras entre afortunado y listo.
-JAGRJAGRJAGRJAGRJAGRJA- La risa que pareció haber parado por varios minutos volvió a Eink, a pesar de que este ya no tenía lengua con la que carcajear. Se mezclaba con la sangre con la que se estaba inundando su garganta, hacienda que por minutos pareciese que la propia sangre iba a ahogar a Eink y matarlo y por momentos aquello fuese tan divertido que lo hacía reir produciendo aquel sonido desagradable.
Eink respiró como pudo de manera agitada, Su cuerpo estaba entumecido y en su cara el gesto bizarro de su sonris perenne parecía conrastar con el pálido de su piel queriendo gritar de nuevo pero riendo en su lugar. Miró de nuevo el cuchillo y sin pensarlo dos veces, esta vez lo llevó a su cuello y realizó un corte limpio que acabó matándolo.
-JAJAJAJAJAJAJA- Aquella vez era Nate quien reía- Me encantan los finales felices- dijo y saltó a una de sus estanterías buscando algo entre sus frasquitos de pociones como si de pronto estuviese muy atareado.
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--------Silencio en los alrededores del bosque. La bandera con el león ondeaba ajena a las pisadas de aquellos hombres bestias, coordinadas al milímitro y sin intención alguna de camuflarse entre la maleza y arbustos.
Jason Bosne estaba seguro que las tres zarpas debían estar lo suficientemente preocupadas por las acciones de Nate como para aventurarse a desvelar su localización y lo más importante, exponerse a la ira de la rana con el bastón. El hombre-bestia había tenido que lidiar con la risotadas de la mayoría de sus compañeros: Anubis Y Amón le habían urgido a reconsiderar la posibilidad de que aquello fuese tan solo, una trampa más de la rana para intentar acabar con Jason.
La cosa se volvió casi más seria cuando tan solo tres días después de que la carta de las tres zarpas llegase a sus manos, Jason presentó los primeros síntomas de una desconocida enfermedad. Amón tomó la posición del gobernante. Uno de sus primeros mandatos fue el de dejar a su suerte la pequeña guarnición de bestias que mandó a socorrer a Las Tres Zarpas.
El nuevo lider había mirado a sus compañeros con mirada cansada y tras dar un golpe en seco en su mesa de nogal les había explicado como se había cansado de aquel juego de Nate y sus sonrisas. Dio a entender que aunque fuese trampa o estratagema la mitad del plan de Nate estaba destruido si eran ellos quien decidían adentrarse en las profundidades del bosque en sus términos.
Poco podia haber dicho Anubis para convencerlo de lo contrario. El ahora sublider en funcionesr de la factoría tan solo le había pedido que organizase la intervención en el bosque camino a la cabaña de Halliman lo suficientemente acompañado como para no tener que preocuparse en tener que ocupar su puesto de líder si no volvía. Suficiente tenían con el estado crítico de Jason.
Amón había reído con una sonrisa que alivió la tensión del momento y había dado órdenes a Anubis y a Ran de organizar a tantos hombres bestia como quisiesen seguirlos y llevarlos al pantano, donde se encontraba la cabaña de Nate Halliman. Amón se aseguró que todos entendían la gravedad del asunto y que la mayoría de los que se le uniesen (por no decir su totalidad) se sintiesen cómodos con sus armas de elección.
Tan solo tres días después de partir camino a territorio de Halliman, Anubis y Ran por fin estaban seguros de visualizar la cabaña de su enemigo en el horizonte.
El estandarte de Jason que llevaban por bandera como un gesto al hombre enfermo,sin duda le daría una pista enorme a la rana que según las predicción de Amón, ya sabría que estaban en camino. Pero eso apenas importaba al líder del batallón de la Factoría. Estaban a punto de robar el bastón de manos de esa rana y por fin borrarle aquella macabra sonrisa de su cara.
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¡Saludos criaturas!
Como veis, nuestra querida ranita ha estado ocupada. Su mejor amigo, el bastón sonriente, casi ha tomado por completo el control de su enorme raciocinio y sus actos macabros con aquellos que osan acercarse a su cabaña no atienden a razones ni plegarias. A menos que, como el mismo ha dicho, seas una Joja.
Vuestro cometido es uniros a Anubis y Ran y a los demás hombres bestias e intentar robar por fin el bastón de las manos de Nate. Como podéis imaginar no es nada fácil, el bosque esta plagado de Mansharis Bouta (link abajo) además de alguna que otra trampa arcana que sin duda dificultará a los soldados de Jason y a quien decida unirse a ellos el alcanzar la cabaña.
Espero que seáis lo suficientemente valerosos como para aventuraros a alcanzar el objetivo de esta trama.. Estoy segura que nos echaremos unas risas
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Wyn
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Cualquiera diría que con tantas sacudidas aprendería su lección y se alejaría de los problemas, sin embargo ahí estaba de nuevo. En vez de rodear tras su salida de Sandorai había retomado sus anteriores pasos para recortar por el pantano, o mejor dicho en el borde, cercano a límite del bosque, dolorida como si se hubiera caído de un árbol, aunque este le había caído encima, pensó que era la mejor opción. Después de todo por ahí había iniciado su aventura al salir de su hogar. Lo que si la sorprendió fue notar que había movilización en ese lugar, y los rumores cuando se acercó, más que nada para ver si podía comerciar alguna poción de curación o comodidad para llegar a Lunargenta donde se vería con Ahroun y Zelas.
-¿Acaso estas perdida?- Recibió el reproche de un ya extenuado soldado, aun así la guío al lugar refunfuñado algo de que no fuera a caer otra víctima de Nate, ella no entendía que tan lioso podía ser, si había salido viva de un ataque tan tortuoso, sería medianamente un hueso duro de roer. Pero en sus cavilaciones encontró en el aire algo que la anclo al campamento los rumores de un objeto que no permitía a aquel que se internase a salir de ahí.
Sabía algo de los objetos, ella misma estaba obsesionada con uno de ellos, y con lo que lo rodeaba, se descubría aferrando los vasos donde bebía mirándolos con mucha decepción que no estuviera ese cáliz en sus manos, hubiera sido de tanta ayuda. Al menos en su búsqueda de Valezka, se había topado con la sorpresa de que estaban esparcidos, sabía que debía embarcarse a la isla de los brujos pero el terror que estos le provocaban socavó siempre la idea, y se internó en el norte hasta que supo de lo sucedido en su hogar. Y de ahí todo fue en picada, se inmiscuyo hasta que le dieron detalles. Un bastón, ella ansiaba el cáliz y se notó que su interés se había esfumado en cierto grado. Aun así, recordando la profecía y sus variantes lo ideal era hacerse del objeto y buscar a, la niña innombrable, y así poder… Exhalo un suspiro, mejor ir por esa cosa, ya cumpliendo un objetivo podría hacer planes para lo demás. Ya en el borde del bosque mientras se planteaban a lo que se enfrentarían, la elfa miraba los retratos hechos, Melody, la niña hija de un hechizo, su madre, algo le decía que ya no podría ayudarla, el gigante. Hacia un enorme esfuerzo por no mencionarlos mientras repasaba sus rostros y las anotaciones en estos, la tentación de gritar sus nombres era demasiada, pero hacerlo nunca era bueno. Sentir su cerebro una esponja nunca era grato.
-Para las trampas, podemos usar señuelos, se pueden hacer muñecos de paja o similar que tenga el peso para lanzarlos y activarlas he oído que algunos arcanos o magia que tienen habilidades para animar objetos, eso podría ayudar, para las plantas. –Aferro el frasco, ¿el veneno podría matarlas? Las raíces que había usado en el Árbol Madre se habían secado con ese vapor, pero no era el mismo, este era una reproducción que sentía no era tan potente como el original. Aunque admitía que tenía otros planes para ese veneno, buscaría como colarse y acercarse al sapo, y así tirárselo directamente, si quedaría expuesta pero quería confiar en que su compañero podría ayudarla, entonces fue cuando le prestó atención pero volvió a ver la mesa-Podemos usar fuego, la cuestión es no caer en su ilusión. Tal vez arcanos de fuego, o flechas ígneas.
Y entonces fue cuando pensó que lo mejor era haberse quedado callada, había comentado que tenía algo de información de los objetos malditos y por ello estaba allí, junto con otro elfo que le pareció conocido pero entre su distracción nata, su amedrentado cuerpo y sentir que acababa de meter la pata hasta lo más hondo del fango su cabeza no tenía cómo hacer para identificarlo.Entonces espero espero, y cuando se liberaron de los planes pudo encajar de donde lo conocía, bueno, lo ubicaba y sin más le atajo con una mirada llena de admiración.
-Tú, eres un héroe de Sandorai, ¿está aquí para librar a Aerandir de estas plagas malditas?- Dijo refiriéndose a los objetos malditos con asombro y admiración al elfo de ojos brillantes, tomo sus manos son delicadeza y sonrió admirándolo.- Seguro su ayuda será invaluable, por favor si puedo hacer cualquier cosa para apoyarlo confié plenamente en que le seguiré. Estuve allí, aunque no hice realmente nada, pero, tengo una idea, pero, ah, sí creo que, bueno sí, tengo un veneno y sino paso las plantas, tómelo para que mate a ese ser, sé que usted si podrá lograr la misión. ¿Sabe algo de este Nate?, la verdad yo solo conozco el Cáliz, y estaba buscándolo en el norte, pero, bueno se me atravesaron las noticias de Sandorai. Y no pude evitar regresar.Acompañaré al hombre felino que me guió aquí, pero por favor me llamo Aradia, Y sera un honor ayud, ser, ah, bueno, cualquier cosa que pueda requerir, trataré de dar el máximo para que pueda vencer a Nate.
Hablo rápido, tartamudeando a veces, luego moviendo las manos de forma nerviosa pero respiro hondo para poder centrarse un poco. Así se dejó ir con mayor determinación a donde sería la “batalla” que más que una pelea era una suerte de trampa inmensa, a veces se preguntaba si era distraída por gusto, Ahroun trabajaba arcanos, muy de vez en cuando pero lo hacía seguro si hubiera estudiado un poco podría hacer algo contra lo que se avecinaba, pero ella no era la voz cantante ahí y básicamente se adentró siguiendo los pasos de otros la activación de trampas no se hizo esperar y mientras concentrandoce su cadena se ilumino y la hacía girar para formar una suerte de escudo contra cualquier cosa que pudiera ser dispara hacia ella y quien iba al frente, un hombre felino al que ni de puntillas podría alcanzar. ¿Por qué no iba con el héroe de Sandorai? Para no estorbar en su camino, al menos no atraerle su mala suerte.
-¡Ahhh si tuviera el Cáliz podríamos deshacernos de el de forma fácil maldición! –Gimoteo cuando azoto una runa que le señalaba el hombre felino inmenso esta se arañó y pareció perder su efecto, pero algo levanto los instintos del felino y tomándola en brazos “Me siento como una princesa” Pensó Aradia por un momento, de no ser porque termino tomada por la cintura y cargada al final como costal bajo el brazo, el felino era demasiado ágil y aunque cada hueso del cuerpo de la elfa se resentía de dolor, realmente agradecía el aventón hasta que sintió el fangoso suelo en sus pies.
-Bueno no lo tienes, ¿esa cadena que brilla podrá con las plantas?
-Bueno, hace quemaduras, posible sí.
-Bien sigamos, este lugar me pone el pelo de punta…
Miro a todos lados buscando a Anders, rezaba por que estuviera bien. El felino se inclinó un poco y poso sus manos en este por el pelaje armadura, y todo lo que le cubría no podía identificar alguna herida pero verlo flaquear le decía que algo no iria del todo bien, "sería interesante estudiar a estas criaturas" pensaba mientras sus *manos se iluminaron y dedicaba una suave plegaria* el cosquilleo de la luz en sus manos sanando cualquier herida que no fuera letal, la verdad prefería tenerlo sano de esa forma se aseguraba de salir mínimo como costal de papas de ahí.
-Si logramos entrar, hay que evitar quedar a merced del sapo, quiero entrar sola, creo que puedo hacer algo contra él. Tte parece Ganstu, creo que podrías lanzarme cuando estemos cerca, mis hermanos llegaron a usarme de balón de niña.-Trato de sonar convencida, de tomarlo como un juego, pero la verdad es que sabía que con esas cosas todo era incierto, ni en sus mas locos sueños se habría imaginado que había objetos malditos que regían vidas con solo estar cerca de ellos. Y ahora estaba por encontrar otro, y si tenia suerte, buscar a Melody para destruirlo.
-Ja estás loca, pero si veo una ventana te lanzare allá, te tomo la palabra elfa.
-Aradia, a r a d i a.-
off:
uso de racial:Imposición de manos*
uso de habilidad nivel 1: Proyección Boreal
-¿Acaso estas perdida?- Recibió el reproche de un ya extenuado soldado, aun así la guío al lugar refunfuñado algo de que no fuera a caer otra víctima de Nate, ella no entendía que tan lioso podía ser, si había salido viva de un ataque tan tortuoso, sería medianamente un hueso duro de roer. Pero en sus cavilaciones encontró en el aire algo que la anclo al campamento los rumores de un objeto que no permitía a aquel que se internase a salir de ahí.
Sabía algo de los objetos, ella misma estaba obsesionada con uno de ellos, y con lo que lo rodeaba, se descubría aferrando los vasos donde bebía mirándolos con mucha decepción que no estuviera ese cáliz en sus manos, hubiera sido de tanta ayuda. Al menos en su búsqueda de Valezka, se había topado con la sorpresa de que estaban esparcidos, sabía que debía embarcarse a la isla de los brujos pero el terror que estos le provocaban socavó siempre la idea, y se internó en el norte hasta que supo de lo sucedido en su hogar. Y de ahí todo fue en picada, se inmiscuyo hasta que le dieron detalles. Un bastón, ella ansiaba el cáliz y se notó que su interés se había esfumado en cierto grado. Aun así, recordando la profecía y sus variantes lo ideal era hacerse del objeto y buscar a, la niña innombrable, y así poder… Exhalo un suspiro, mejor ir por esa cosa, ya cumpliendo un objetivo podría hacer planes para lo demás. Ya en el borde del bosque mientras se planteaban a lo que se enfrentarían, la elfa miraba los retratos hechos, Melody, la niña hija de un hechizo, su madre, algo le decía que ya no podría ayudarla, el gigante. Hacia un enorme esfuerzo por no mencionarlos mientras repasaba sus rostros y las anotaciones en estos, la tentación de gritar sus nombres era demasiada, pero hacerlo nunca era bueno. Sentir su cerebro una esponja nunca era grato.
-Para las trampas, podemos usar señuelos, se pueden hacer muñecos de paja o similar que tenga el peso para lanzarlos y activarlas he oído que algunos arcanos o magia que tienen habilidades para animar objetos, eso podría ayudar, para las plantas. –Aferro el frasco, ¿el veneno podría matarlas? Las raíces que había usado en el Árbol Madre se habían secado con ese vapor, pero no era el mismo, este era una reproducción que sentía no era tan potente como el original. Aunque admitía que tenía otros planes para ese veneno, buscaría como colarse y acercarse al sapo, y así tirárselo directamente, si quedaría expuesta pero quería confiar en que su compañero podría ayudarla, entonces fue cuando le prestó atención pero volvió a ver la mesa-Podemos usar fuego, la cuestión es no caer en su ilusión. Tal vez arcanos de fuego, o flechas ígneas.
Y entonces fue cuando pensó que lo mejor era haberse quedado callada, había comentado que tenía algo de información de los objetos malditos y por ello estaba allí, junto con otro elfo que le pareció conocido pero entre su distracción nata, su amedrentado cuerpo y sentir que acababa de meter la pata hasta lo más hondo del fango su cabeza no tenía cómo hacer para identificarlo.Entonces espero espero, y cuando se liberaron de los planes pudo encajar de donde lo conocía, bueno, lo ubicaba y sin más le atajo con una mirada llena de admiración.
-Tú, eres un héroe de Sandorai, ¿está aquí para librar a Aerandir de estas plagas malditas?- Dijo refiriéndose a los objetos malditos con asombro y admiración al elfo de ojos brillantes, tomo sus manos son delicadeza y sonrió admirándolo.- Seguro su ayuda será invaluable, por favor si puedo hacer cualquier cosa para apoyarlo confié plenamente en que le seguiré. Estuve allí, aunque no hice realmente nada, pero, tengo una idea, pero, ah, sí creo que, bueno sí, tengo un veneno y sino paso las plantas, tómelo para que mate a ese ser, sé que usted si podrá lograr la misión. ¿Sabe algo de este Nate?, la verdad yo solo conozco el Cáliz, y estaba buscándolo en el norte, pero, bueno se me atravesaron las noticias de Sandorai. Y no pude evitar regresar.Acompañaré al hombre felino que me guió aquí, pero por favor me llamo Aradia, Y sera un honor ayud, ser, ah, bueno, cualquier cosa que pueda requerir, trataré de dar el máximo para que pueda vencer a Nate.
Hablo rápido, tartamudeando a veces, luego moviendo las manos de forma nerviosa pero respiro hondo para poder centrarse un poco. Así se dejó ir con mayor determinación a donde sería la “batalla” que más que una pelea era una suerte de trampa inmensa, a veces se preguntaba si era distraída por gusto, Ahroun trabajaba arcanos, muy de vez en cuando pero lo hacía seguro si hubiera estudiado un poco podría hacer algo contra lo que se avecinaba, pero ella no era la voz cantante ahí y básicamente se adentró siguiendo los pasos de otros la activación de trampas no se hizo esperar y mientras concentrandoce su cadena se ilumino y la hacía girar para formar una suerte de escudo contra cualquier cosa que pudiera ser dispara hacia ella y quien iba al frente, un hombre felino al que ni de puntillas podría alcanzar. ¿Por qué no iba con el héroe de Sandorai? Para no estorbar en su camino, al menos no atraerle su mala suerte.
-¡Ahhh si tuviera el Cáliz podríamos deshacernos de el de forma fácil maldición! –Gimoteo cuando azoto una runa que le señalaba el hombre felino inmenso esta se arañó y pareció perder su efecto, pero algo levanto los instintos del felino y tomándola en brazos “Me siento como una princesa” Pensó Aradia por un momento, de no ser porque termino tomada por la cintura y cargada al final como costal bajo el brazo, el felino era demasiado ágil y aunque cada hueso del cuerpo de la elfa se resentía de dolor, realmente agradecía el aventón hasta que sintió el fangoso suelo en sus pies.
-Bueno no lo tienes, ¿esa cadena que brilla podrá con las plantas?
-Bueno, hace quemaduras, posible sí.
-Bien sigamos, este lugar me pone el pelo de punta…
Miro a todos lados buscando a Anders, rezaba por que estuviera bien. El felino se inclinó un poco y poso sus manos en este por el pelaje armadura, y todo lo que le cubría no podía identificar alguna herida pero verlo flaquear le decía que algo no iria del todo bien, "sería interesante estudiar a estas criaturas" pensaba mientras sus *manos se iluminaron y dedicaba una suave plegaria* el cosquilleo de la luz en sus manos sanando cualquier herida que no fuera letal, la verdad prefería tenerlo sano de esa forma se aseguraba de salir mínimo como costal de papas de ahí.
-Si logramos entrar, hay que evitar quedar a merced del sapo, quiero entrar sola, creo que puedo hacer algo contra él. Tte parece Ganstu, creo que podrías lanzarme cuando estemos cerca, mis hermanos llegaron a usarme de balón de niña.-Trato de sonar convencida, de tomarlo como un juego, pero la verdad es que sabía que con esas cosas todo era incierto, ni en sus mas locos sueños se habría imaginado que había objetos malditos que regían vidas con solo estar cerca de ellos. Y ahora estaba por encontrar otro, y si tenia suerte, buscar a Melody para destruirlo.
-Ja estás loca, pero si veo una ventana te lanzare allá, te tomo la palabra elfa.
-Aradia, a r a d i a.-
off:
uso de racial:Imposición de manos*
uso de habilidad nivel 1: Proyección Boreal
Aradia Hazelmere
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Arrimé más arcilla dentro del bolso con el brazo, finalizando de colmarlo por completo. Había sacado la cuerda, antorchas y demás del mismo solo para eso. Me vendría útil, y si no, bueno, me alegraría de no necesitarla.
Tenía horas aquí, preparándome mentalmente sobre la idea de que entre las muchas formas que deseaba morir, y las muchas formas más que esperaba hacerlo sin que me gustase, reírme sin parar no era una de ellas.
Me recosté en un árbol cercano, observando de muy lejos el avance de los hombres-bestia. Ninguno era uno de los tres que esperaba encontrar… no esperaba hacerlo, con lo que sabía. Pero quise intentarlo. Al final, me había venido útil escuchar tantos gruñidos del tigre blanco, solo por saber cómo sonaban. [1]
Guardé el pequeño silbato y clave todo lo que había sacado del bolso sobre el gólem, o esa masa de arcilla que me seguía. Cada día, lentamente, pensaba menos y menos en ella como uno. Tardaría un poco más en dejar de pensarlo así.
Me acerqué al batallón sin ocultarme de ellos o de la lejana-pero-a-la-vista cabaña de Nate. Había oído suficientes historias del sapo, y ya la había pasado mal en el pantano antes.
Me perturbaba un poco saber tanto de alguien sin haberlo visto u oído antes. ¿Así es cómo se sentían los asesinos casi siempre? Cuando trabajaban e iban tras el cuello de alguien. Alcé las manos mientras caminaba al verme apuntado por ciertas armas de algunos hombres-bestia, sin parar de pensar. No podía llamar esto un asesinato real, es decir…
¿Y el sigilo? Eso y que los gustos del sapo me estaban haciendo pensarlo más como un asedio. Para este lado. Para él no debía ser sino otro de esos juegos. Me sorprendía que él no estuviese aquí, matar a Nate era su idea, y tenía razones. Había imaginado esa caza horrible y no la había vivido…
—No vengo a pelear con ustedes. Sé de Halliman —vociferé sin terminar de alcanzarlos. No culparía a nadie si atacaba antes y preguntaba después bajo los nervios que parecía una carga suicida.
La mayoría de los asedios lo eran… un último recurso. Di un suspiro pesado al ver que ninguno tenía buenos ojos y eso no les bastaba. Tampoco los culpaba, las Zarpas se habían encargado de avisar sobre la rana, no sabía qué tanto, pero a juzgar por las reacciones no era una sorpresa que un cualquiera supiese de él.
—Muy bien. Sé de La Caza, entonces.
La mayor parte de las caras se distorsionaron. En especial, la de un cocodrilo gris y un… ¿perro? Algo flaco. Me dejaron acercarme más sin dejar de lado su cautela, y les expliqué que tanto tenía que ver yo con esto; que sabía.
Fue más fácil dicho que hecho. No podía decir “Asher”, o “Syl”, porque esos dos para el mundo no existían. Me tomó unos momentos recordar a un tercero, Oshu, nombre ante el que mostraron el primer atisbo real de creerme. No estaba seguro sí mi descuido respecto a mis ojos había ayudado o hecho mal…
Que varios compartiesen la opinión de una elfa que había salido de la nada y estaba soltando una retahíla al frente parecía lo segundo, con eso de que héroe de Sandorai, y con eso de que iba a librar a Aerandir de los objetos malditos.
—Sí. Claro.
Me lleve una mano a la cara, levemente apenado que mi lengua corriese más rápido que mi mente, pero el sarcasmo resultaba un refugio tranquilizante ante el primer tipo de fans héroes de Sandorai. Los que te abrazaban y adulaban, y pensaban que eras una de las maravillas del mundo. El segundo tipo eran los que decían “seguro que la piel de héroe de Sandorai vende bien” y la causa de varias noches con mal sueño cuando tenía la impresión—usualmente correcta—de que alguien me cazaba.
Al menos les venía bien para la moral.
—Está bien, tranquila, tranquila… —dije ausente, omitiendo la mayor parte de lo que decía y las miradas de algunos hombres-bestia. Había alguno abrazándome—. Yo soy Anders —bajé la mirada tras otro suspiro de paciencia, enfocándome cuando su hablar cambió a algo diferente a mi estado—. De Nate... sí. Sé varias cosas. No estoy seguro de que cáliz hablas.
Compartí lo que sabía del sapo con la mujer, sin entrar en detalles reales de la caza. Eso sonaba algo personal para estos hombres-bestia y mis dos conocidos. No se sentía justo decirlo y ya, y realmente, no necesitaba saber mucho más que de la presencia de plantas en la zona y que, de acuerdo a la carta de Bena, sabía de runas. Donde estaba (como si no fuese evidente) y que podía hacer el bastón.
Básicamente el porqué no era tarea fácil.
Puede que fuese por la ayuda inesperada o solo porque fuese el momento, pero en cuanto terminamos de organizarnos iban a comenzar a avanzar. Les había advertido ya…
—¡Deseada! —gritó uno de los hombres bestia, señalando a la primera en revelarse y atraer un par de incautos.
El resto paró de moverse y esperó. ¿No dije que la había pasado mal? Una intentó comerme antes; esperaba esto y peor. El cocodrilo y el perro habían dividido el batallón en cuatro, uno para cerrar por cada frente. La primera de mis sugerencias fue que avanzasen lentamente personas en pares como carnada, visto lo bien que resultó usarme a mí en esa manera la primera vez que vine aquí.
Choqué el pedernal que sostenía en la mano contra el mango del hacha para hacer chispa y encender la antorcha clavada sobre la masa. Pocos entre el batallón sabían usar arcos o ballestas, pero buena parte de los que sabían, por esto, estaban conmigo.
Bañaron las puntas de las flechas en el fuego de la antorcha y dispararon sobre la planta. Algunas flechas dieron en el blanco, otras fallaron.
—¡No! ¡Recuerden, todos a la vez! —gritó el que parecía el cabecilla de los arqueros a mi lado.
Eso había sido la segunda sugerencia. Por experiencia propia y por lo que había leído del libro en plantas que le compre a la bruja, dado el caso que algo atacase a las plantas mansharis levantaban tallos para usar de látigos y defenderse, pero necesitaban un indicio de peligro primero. Si dejasen ir una flecha a la vez, alzaría los tallos, empezaría a defenderse y sería más complicado atinarle.
Si disparaban todos juntos sería tarde para cualquier intento de eso. Con el daño que sufrieran de las flechas como todo ser vivo se debilitarían, y con ello su ilusión. Entonces…
—¡Córtenlas abajo! —bramó el cocodrilo, cargando hacia una y cruzando sus hachas sobre el tallo de la flor, matándola en el acto. Anubis estaba haciendo lo mismo sobre otra, tenía una guja grande, y para su complexión, lucía aterradoramente fuerte. Un estilo más fino que el de Ran; igual de brutal.
Era una verdad triste, pero las manshari se reproducían demasiado rápido. Se alzaron decenas más, y escuché a la distancia un estallido. Seguramente una runa activándose.
Tendí mi cuerda y mi arpón [2, 3] a un par de los hombres bestia, algunos de que pareciesen capaz de tener puntería para atar a los compañeros que usábamos de carnada y jalarlos de vuelta a salvo en los momentos que un grupo bañaba de flechas a una de ellas. Es cierto que si no llegaban a sus bocas solo sufrirían golpes de los látigos, eran carnada, no sacrificio.
Pero si los jalábamos atrás ni siquiera tendrían que sufrir eso, o lo sufrirían menos. No le dejaría tener nada al sapo, ni siquiera el gusto de heridas menores.
Arranqué la antorcha de la masa de arcilla y se la entregué a otro hombre-bestia para que siguieran encendiendo las flechas. Pequeños zarcillos de arcilla se colaron entre las hendijas de la armadura, estirándose por todo mi cuerpo, derritiéndose dentro del mismo, volviéndose éter. Su esencia unida a la mía, escapando intangible fuera de mi piel y formando una segunda de ella que también fuese mía, dura como una roca. Una armadura viviente. [4]
En un pantano, un sapo estaba en su casa. En su cabaña como castillo y con el bastón como cetro, Nate Halliman debía sentirse rey.
Y yo, en un mundo con tanto barro como este, no me sentía—era emperador.
Alcé pequeñas paredes de arcilla sobre el agua frente a los que iban al frente para hacerlos retroceder y sacudí el mundo bajo mis pies, lanzando y endureciendo arcilla de un lado a otro, tanta como podía a la vez para arruinar las runas que estuviesen escritas y esperando que lo hiciera algo de carne y hueso. Nunca las aprendí tan bien como el sapo ni como el lobo, pero vi a este último trabajar en ellas, desde la primera hasta la última que hizo para mí.
Sabía el esmero en que fuesen perfectas porque era eso o no era nada. Lo delicados que eran los símbolos. Como un pequeño cambio en su trazo las arruinaba.
El cambio que yo estaba trayendo no era pequeño.
Grietas en el suelo se abrieron. Pilares de fuego se alzaron. Espinas de roca surgieron.
Avancé inquebrantable activando tantas trampas como fuera posible, viendo cómo salía una manshari tras otra, el agité de la tierra suficiente alarma para que azotasen el alrededor antes de que les impactasen flechas. Pero seguí avanzando, sin afán, como una tormenta cerrando sobre bahía. Si me alcanzaba una trampa o los látigos de las plantas pasar sobre la armadura que me hizo el mejor de los herreros. Si derrotaban la armadura, le daría la bienvenida a todas las heridas sobre mi piel de roca. Si atravesaban eso también, entonces me apoyaría de la poción que me hizo la mejor alquimista, y seguiría avanzando.
Podían venir en sus decenas. Las runas de Nate no eran suficiente, podía ser peor, lo sabía, porque tenía runas del mejor.
Y podía demostrarlo. Descolgué el pergamino y alcé una pared de arcilla frente a mi mientras avanzaba, haciéndola no tan alta como simplemente gruesa. El "problema" con este pergamino es que una vez depositado en el piso no podías moverlo y si lo abrías frente a ti contra tus propias manos para llevarlo, arderías.
Deposité el pergamino perpendicular en la pared y atrape sus extremos endureciendo esa sección del muro, sonriendo para mí. Si no podía mover el pergamino, haría lo que estaba haciendo: movería el “suelo”.
En un respiro se desató el muro en llamas paralelo al suelo [5], y avancé, moviendo la pared de arcilla desde abajo, incinerando las decenas de mansharis entre yo y mi objetivo.
[1] Uso de Objeto Limitado: Silbato del Cazador, en un intento de imitar el llamado de un tigre (Bena, una de las Tres Zarpas, es mujer tigresa) a ver si asoman cabeza o se nos unen al final del temapara perecer en la Fase 2
[2] Uso de... Bolso del viajero: Para la cuerda que menciona. Las antorchas y el pedernal también vienen de allí.
[3] Uso de Objeto Limitado: Arpón-gancho. Como dice, se lo tiende a un hombre-bestia.
[4] Uso de Habilidad:No soy original y es un Venom de arcilla Troll.
[5] Uso de Objeto Limitado: Pergamino de Muralla de Fuego.
Siendo justos aunque mencione la poción de salud, eso lo compré después de registrarme en la trama. Si no vale, me dices y roleo al segundo turno como que la pierde en el momento crucial o algo
Tenía horas aquí, preparándome mentalmente sobre la idea de que entre las muchas formas que deseaba morir, y las muchas formas más que esperaba hacerlo sin que me gustase, reírme sin parar no era una de ellas.
Me recosté en un árbol cercano, observando de muy lejos el avance de los hombres-bestia. Ninguno era uno de los tres que esperaba encontrar… no esperaba hacerlo, con lo que sabía. Pero quise intentarlo. Al final, me había venido útil escuchar tantos gruñidos del tigre blanco, solo por saber cómo sonaban. [1]
Guardé el pequeño silbato y clave todo lo que había sacado del bolso sobre el gólem, o esa masa de arcilla que me seguía. Cada día, lentamente, pensaba menos y menos en ella como uno. Tardaría un poco más en dejar de pensarlo así.
Me acerqué al batallón sin ocultarme de ellos o de la lejana-pero-a-la-vista cabaña de Nate. Había oído suficientes historias del sapo, y ya la había pasado mal en el pantano antes.
Me perturbaba un poco saber tanto de alguien sin haberlo visto u oído antes. ¿Así es cómo se sentían los asesinos casi siempre? Cuando trabajaban e iban tras el cuello de alguien. Alcé las manos mientras caminaba al verme apuntado por ciertas armas de algunos hombres-bestia, sin parar de pensar. No podía llamar esto un asesinato real, es decir…
¿Y el sigilo? Eso y que los gustos del sapo me estaban haciendo pensarlo más como un asedio. Para este lado. Para él no debía ser sino otro de esos juegos. Me sorprendía que él no estuviese aquí, matar a Nate era su idea, y tenía razones. Había imaginado esa caza horrible y no la había vivido…
—No vengo a pelear con ustedes. Sé de Halliman —vociferé sin terminar de alcanzarlos. No culparía a nadie si atacaba antes y preguntaba después bajo los nervios que parecía una carga suicida.
La mayoría de los asedios lo eran… un último recurso. Di un suspiro pesado al ver que ninguno tenía buenos ojos y eso no les bastaba. Tampoco los culpaba, las Zarpas se habían encargado de avisar sobre la rana, no sabía qué tanto, pero a juzgar por las reacciones no era una sorpresa que un cualquiera supiese de él.
—Muy bien. Sé de La Caza, entonces.
La mayor parte de las caras se distorsionaron. En especial, la de un cocodrilo gris y un… ¿perro? Algo flaco. Me dejaron acercarme más sin dejar de lado su cautela, y les expliqué que tanto tenía que ver yo con esto; que sabía.
Fue más fácil dicho que hecho. No podía decir “Asher”, o “Syl”, porque esos dos para el mundo no existían. Me tomó unos momentos recordar a un tercero, Oshu, nombre ante el que mostraron el primer atisbo real de creerme. No estaba seguro sí mi descuido respecto a mis ojos había ayudado o hecho mal…
Que varios compartiesen la opinión de una elfa que había salido de la nada y estaba soltando una retahíla al frente parecía lo segundo, con eso de que héroe de Sandorai, y con eso de que iba a librar a Aerandir de los objetos malditos.
—Sí. Claro.
Me lleve una mano a la cara, levemente apenado que mi lengua corriese más rápido que mi mente, pero el sarcasmo resultaba un refugio tranquilizante ante el primer tipo de fans héroes de Sandorai. Los que te abrazaban y adulaban, y pensaban que eras una de las maravillas del mundo. El segundo tipo eran los que decían “seguro que la piel de héroe de Sandorai vende bien” y la causa de varias noches con mal sueño cuando tenía la impresión—usualmente correcta—de que alguien me cazaba.
Al menos les venía bien para la moral.
—Está bien, tranquila, tranquila… —dije ausente, omitiendo la mayor parte de lo que decía y las miradas de algunos hombres-bestia. Había alguno abrazándome—. Yo soy Anders —bajé la mirada tras otro suspiro de paciencia, enfocándome cuando su hablar cambió a algo diferente a mi estado—. De Nate... sí. Sé varias cosas. No estoy seguro de que cáliz hablas.
Compartí lo que sabía del sapo con la mujer, sin entrar en detalles reales de la caza. Eso sonaba algo personal para estos hombres-bestia y mis dos conocidos. No se sentía justo decirlo y ya, y realmente, no necesitaba saber mucho más que de la presencia de plantas en la zona y que, de acuerdo a la carta de Bena, sabía de runas. Donde estaba (como si no fuese evidente) y que podía hacer el bastón.
Básicamente el porqué no era tarea fácil.
Puede que fuese por la ayuda inesperada o solo porque fuese el momento, pero en cuanto terminamos de organizarnos iban a comenzar a avanzar. Les había advertido ya…
—¡Deseada! —gritó uno de los hombres bestia, señalando a la primera en revelarse y atraer un par de incautos.
El resto paró de moverse y esperó. ¿No dije que la había pasado mal? Una intentó comerme antes; esperaba esto y peor. El cocodrilo y el perro habían dividido el batallón en cuatro, uno para cerrar por cada frente. La primera de mis sugerencias fue que avanzasen lentamente personas en pares como carnada, visto lo bien que resultó usarme a mí en esa manera la primera vez que vine aquí.
Choqué el pedernal que sostenía en la mano contra el mango del hacha para hacer chispa y encender la antorcha clavada sobre la masa. Pocos entre el batallón sabían usar arcos o ballestas, pero buena parte de los que sabían, por esto, estaban conmigo.
Bañaron las puntas de las flechas en el fuego de la antorcha y dispararon sobre la planta. Algunas flechas dieron en el blanco, otras fallaron.
—¡No! ¡Recuerden, todos a la vez! —gritó el que parecía el cabecilla de los arqueros a mi lado.
Eso había sido la segunda sugerencia. Por experiencia propia y por lo que había leído del libro en plantas que le compre a la bruja, dado el caso que algo atacase a las plantas mansharis levantaban tallos para usar de látigos y defenderse, pero necesitaban un indicio de peligro primero. Si dejasen ir una flecha a la vez, alzaría los tallos, empezaría a defenderse y sería más complicado atinarle.
Si disparaban todos juntos sería tarde para cualquier intento de eso. Con el daño que sufrieran de las flechas como todo ser vivo se debilitarían, y con ello su ilusión. Entonces…
—¡Córtenlas abajo! —bramó el cocodrilo, cargando hacia una y cruzando sus hachas sobre el tallo de la flor, matándola en el acto. Anubis estaba haciendo lo mismo sobre otra, tenía una guja grande, y para su complexión, lucía aterradoramente fuerte. Un estilo más fino que el de Ran; igual de brutal.
Era una verdad triste, pero las manshari se reproducían demasiado rápido. Se alzaron decenas más, y escuché a la distancia un estallido. Seguramente una runa activándose.
Tendí mi cuerda y mi arpón [2, 3] a un par de los hombres bestia, algunos de que pareciesen capaz de tener puntería para atar a los compañeros que usábamos de carnada y jalarlos de vuelta a salvo en los momentos que un grupo bañaba de flechas a una de ellas. Es cierto que si no llegaban a sus bocas solo sufrirían golpes de los látigos, eran carnada, no sacrificio.
Pero si los jalábamos atrás ni siquiera tendrían que sufrir eso, o lo sufrirían menos. No le dejaría tener nada al sapo, ni siquiera el gusto de heridas menores.
Arranqué la antorcha de la masa de arcilla y se la entregué a otro hombre-bestia para que siguieran encendiendo las flechas. Pequeños zarcillos de arcilla se colaron entre las hendijas de la armadura, estirándose por todo mi cuerpo, derritiéndose dentro del mismo, volviéndose éter. Su esencia unida a la mía, escapando intangible fuera de mi piel y formando una segunda de ella que también fuese mía, dura como una roca. Una armadura viviente. [4]
En un pantano, un sapo estaba en su casa. En su cabaña como castillo y con el bastón como cetro, Nate Halliman debía sentirse rey.
Y yo, en un mundo con tanto barro como este, no me sentía—era emperador.
Alcé pequeñas paredes de arcilla sobre el agua frente a los que iban al frente para hacerlos retroceder y sacudí el mundo bajo mis pies, lanzando y endureciendo arcilla de un lado a otro, tanta como podía a la vez para arruinar las runas que estuviesen escritas y esperando que lo hiciera algo de carne y hueso. Nunca las aprendí tan bien como el sapo ni como el lobo, pero vi a este último trabajar en ellas, desde la primera hasta la última que hizo para mí.
Sabía el esmero en que fuesen perfectas porque era eso o no era nada. Lo delicados que eran los símbolos. Como un pequeño cambio en su trazo las arruinaba.
El cambio que yo estaba trayendo no era pequeño.
Grietas en el suelo se abrieron. Pilares de fuego se alzaron. Espinas de roca surgieron.
Avancé inquebrantable activando tantas trampas como fuera posible, viendo cómo salía una manshari tras otra, el agité de la tierra suficiente alarma para que azotasen el alrededor antes de que les impactasen flechas. Pero seguí avanzando, sin afán, como una tormenta cerrando sobre bahía. Si me alcanzaba una trampa o los látigos de las plantas pasar sobre la armadura que me hizo el mejor de los herreros. Si derrotaban la armadura, le daría la bienvenida a todas las heridas sobre mi piel de roca. Si atravesaban eso también, entonces me apoyaría de la poción que me hizo la mejor alquimista, y seguiría avanzando.
Podían venir en sus decenas. Las runas de Nate no eran suficiente, podía ser peor, lo sabía, porque tenía runas del mejor.
Y podía demostrarlo. Descolgué el pergamino y alcé una pared de arcilla frente a mi mientras avanzaba, haciéndola no tan alta como simplemente gruesa. El "problema" con este pergamino es que una vez depositado en el piso no podías moverlo y si lo abrías frente a ti contra tus propias manos para llevarlo, arderías.
Deposité el pergamino perpendicular en la pared y atrape sus extremos endureciendo esa sección del muro, sonriendo para mí. Si no podía mover el pergamino, haría lo que estaba haciendo: movería el “suelo”.
En un respiro se desató el muro en llamas paralelo al suelo [5], y avancé, moviendo la pared de arcilla desde abajo, incinerando las decenas de mansharis entre yo y mi objetivo.
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[1] Uso de Objeto Limitado: Silbato del Cazador, en un intento de imitar el llamado de un tigre (Bena, una de las Tres Zarpas, es mujer tigresa) a ver si asoman cabeza o se nos unen al final del tema
[2] Uso de... Bolso del viajero: Para la cuerda que menciona. Las antorchas y el pedernal también vienen de allí.
[3] Uso de Objeto Limitado: Arpón-gancho. Como dice, se lo tiende a un hombre-bestia.
[4] Uso de Habilidad:
[5] Uso de Objeto Limitado: Pergamino de Muralla de Fuego.
Siendo justos aunque mencione la poción de salud, eso lo compré después de registrarme en la trama. Si no vale, me dices y roleo al segundo turno como que la pierde en el momento crucial o algo
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
La risilla nerviosa de las Mansharis eran ahogadas por el sonido sordo de la cadena con la que Aradia esquivaba alguna que otra trampa en su caminar. La mujer/planta siseó con delicadeza a la ilusión de otro de los vegetales que se encontraba cerca de ella, tras contarle lo que parecía ser un secreto y que fue lo que le causó diversión. Esta hizo lo mismo con la siguiente planta, y la así sucesivamente.
En menos de 10 minutos, Nate Halliman tenía la certitud de todo lo que estaba pasando en su bosque. El sapo no prestó demasiada atención a las noticias con la que las Mansharis le regalaban el oído. El sapo era lo suficientemente inteligente como para saber que la única razón por la que aquella vegetación no se había vuelto contra él era el mero hecho de que eran sumamente susceptibles al poder que el bastón acarreaba, y ambos, el sapo y el bastón casi eran la misma persona en aquellos días.
Fue aquello mismo por lo que el dueño de aquel objeto no se alteró al enterarse de que había dos frentes surcando sus alrededores y encaminándose hasta él. Apenas agitó la cuchara con la que removía su caldero con un poco más de velocidad cuando aquella Mansharis le indicó que uno de los frentes estaba usando señuelos para acabar con parte de sus flora. Dedicó una leve mirada a la ilusión de la Mansharis cuando esta pareció molesta ante aquella impasible respuesta y resopló intentando mostrar molestia cuando la imagen de mujer entrelazaba sus palabras explicando la gravedad de los daños que había causado cierto elfo y algún que otro hombre-bestia y la velocidad y certitud de sus ataques.
Nate Halliman estaba comenzando a aburrirse con todas y cada una de las palabras de aquella ilusión.
--No sé a qué tanto alboroto, ramita, ¿Acaso no hemos acabado con frentes como ellos antes? ¿Es que si quiera piensas que esos bárbaros tienen alguna posibilidad contra.... - Nate dio un respingo y agitó el bastón frente a la cara de aquella visión--¿Contra nosotros? No eres muy buena haciéndome reir- dijo el sapo con cada vez menos paciencia.--¿Qué hay del otro frente?- dijo de pronto añadiendo algunos ingredientes a la poción que estaba realizando-
La ilusión de aquella mujer que componía la planta se quedó pausada por un segundo, como obteniendo la información misma que todas sus hermanas extendiéndose alrededor de aquel bosque le suministraban.
-El otro frente, señor... bueno, la elfa apenas ha alcanzado la zona de trampas arcanas, tan solo ha esquivado alguna que otra pero esta muy cerca de las flechas ponzoñosas y el fuego mald..- comenzó a decir la mujer.
Nate saltó de la nada sorprendido por primera vez desde que aquella mujer había entrado a su sala, interrumpiendo todo lo que teía que decir.y posándose en el balcón de su estancia, en la torre más alta de su emplazamiento contemplando aquí y allá los terrenos que poseía, buscando algo entre los árboles diminutos, nervioso y extasiado.
--¿Jofa?- dijo el sapo, mirando a la mujer y respirando de manera agitada mientras acariciaba el bastón.
-Lo es... mi señor- dijo la ilusión con un tono impasible.
--¡DEBERÍAS HABER EMPEZADO POR AHÍ!-Gritó Nate, algo apresurado y enfadado rebuscando de pronto en distintos lugares de la estancia--Olvida las trampas... ignora a su acompañante. La quiero aquí. Ahora. Más vale que no os tardéis, y sobre todo, cuida que no sangre. No es una bruja, pero al menos... bueno. Servirá.- dijo el sapo.-
-Con respecto al otro frente... Mis hermanas me piden permiso para... es un poco pronto y perderemos la cosecha pero..
--Oh... sí sí son todos vuestros. TODOS VUEStROS. Tan sólo... asegúrate de que esa Jofa no tarda más de 10 minutos- dijo el sapo, sacando de un baúl un espejo y contemplándose durante unos segundos mientras elegía de entre distintas pelucas.
La ilusión no dijo nada más. Se esfumó por donde había venido y en su lugar tan solo quedaron las miles de raíces que recorrían todas las ventanas y puertas de aquella habitación y que comunicaban a Nate con lo que pasaba en sus dominios.
Nate se miró al espejo y parpadeó un par de veces sin dejar de agarrar el bastón.
--No es que cuestione mis habilidades de galán- le dijo al bastón como abrazándolo--Pero sabes bien que juntos lo pasamos mejor.
El bosque entero pareció quedarse en silencio. Anders y los hombres de la Factoría presentían la victoria gracias a las estratagemas de Anders. La luz de aquel fuego que el elfo había usado para quemar la vegetación fue como la corroboración de que habían ganado.
Pero... Las Manshari tenían permiso directo de Nate, y no iban a desperdiciar aquello.
Al principio el fuego carcomió cada raíz y rama de la vegetación a través de la que Anders había quemado con sus flechas y su pergamino. El oscuro de la vegetación carbonizada era la visión que se extendió por aquella parte del bosque una vez que el humo se disipó y a aquel silencio inmenso le siguió el júbilo nervioso de los hombres de la factoría. Primero de aquellos que habían seguido de carnaza y poco a poco del resto que se abrazaban y comenzaban a ponerse en pie dispuestos a saborear la pequeña victoria. El mismo Anubis le dió una palmada a Anders en señal de respeto mientras comenzaba a entender como alguien tan delgado y en apariencia debilucho podía haberse proclamado héroe de Aerandir.
Pero aquel júbilo se vió roto por el pánico en los ojos de uno de los hombres de la factoría que agarraba con decisión a otro de sus compañeros, cuyo cuerpo, armadura incluída, este primero sujetaba a duras penas, pues el hombre acababa de caer sobre sus hombros sin conocimiento.
Extrañado Anubis se acercó a explorarlo y en menos de 10 minutos 4 hombres más habían caído muertos de la nada, sus cuerpos rodeando a los hombres bestia que asustados se apartaban los unos de los otros.
-¿Pero qué...?..- comenzó a decir Anubis.
-¡ESPORAS!- Dijo de pronto uno de los hombres, señalando a la nube blanquecina con las que una de las plantas de Mansharis medio muerta acababa de inundar el aire.- ¡Esporas tóxicas!
La nube de esporas que hubiese compuesto la siguiente remesa de las Mansharis era aún prematura para anidar en el suelo y las raíces de sus antecesoras calcinadas y poblar de nuevo el bosque de Nate, pero una vez respiradas, aquella nubes se enraizaban en los pulmones de quien las osase respirar ocupando el espacio donde debería haber oxígeno y asfixiando casi de manera inmediata a quien las inhalase.
-¡CORRED!- Exclamó Anubis tapándose la boca y la nariz- Por lo que más queráis, escapad de esta zona ates que sea demasiado tarde- añadió y él mismo comenzó su carrera hasta la espesura inmensa del bosque lo suficientemente lejos de aquella nube de esporas como para salvarse.
Mientras tanto, las Mansharis le habían seguido los pasos a la Jofa, como Nate les había ordenado.
Las plantas se aseguraron que ninguna trampa mortal se activase en el camino de la elfa a la par que se habían mantenido lo suficientemente lejos como para evitar ser heridas con su arma y por lo tanto quemadas. Pero el tiempo apremiaba, y Nate no era un sapo paciente.
Al unísono, y guiadas por la coordinación que todas mantenían, las raíces y tallos de las Manshuris habían estado tejiendo una red casi imperceptible entre los pies de Aradia y su acompañante. Sigilosas como eran, se aseguraron que la raíces estuviesen siempre lo suficientemente lejanas a los pasos de ambos como para no estorbarles al caminar hasta que... bueno. Hasta que la frondosidad se hizo inminente y no había razón para ocultarse. Entonces y tan solo entonces... Las raíces y tallos se enredaron en los pies de Aradia y su acompañante de manera impredecible, haciéndolos caer al suelo a ambos.
El hombre que acompañaba a la elfa quedó profundamente enraizado en menos de 3 segundos sin apenas poder moverse sin que uno de los tallos se enredase en él e incrustase sus pinchos sobre su piel.
Para Aradia, sin embargo... Nate tenía planes concisos. Los tallos nuevos.y sin espinas la enredaron y las raíces la apresaron sin posibilidad de que la cadena de la elfa las hiriese, y en vez de dejarla en el lugar y a su merced, como hicieron con el guardia, las ramas tallos y raíces que envolvían a Aradia la transportaron velozmente a aquí y allá a través del bosque girando de manera en picada, a veces atravesando arroyos de aguas cristalinas, otras saltando acantilados hasta... Bueno, hasta llegar a la casa de Nate.
Una vez allí, las ramas, las raíces y tallos se deshicieron del amarre lo suficiente como para liberar el cuerpo de la elfa pero dejar sus manos y pies atados, esta vez de manera fuerte y tallos espinosos. Una vez allí la pusieron en pie.
Nate emitió un suspiro de sorpresa al ver que esta estaba de pie cerca de su balcón, como si no la hubiese visto llegar envuelta en vegetación y la elfa hubiese acudido a aquella cita por cuenta propia.
--Pero... bueno- dijo el sapo saltando alrededor de la elfa mirándola con ojos lascivos y analizando las facciones de Aradia como si disfrutase de aquello mucho más de lo que dejaba entrever--¡Qué agradable sorpresa...! Mis amigas me cuentan que estabas de camino a conocerme- sonrió y agarró el bastón con decisión posicionándose en una estantería cercana a la elfa hasta estar a la altura de su cara. Una vez allí agarró un mechón de pelo de Aradia y lo olió cerrando los ojos--Espero que no te importase que aligerase tu marcha. Soy un hombre impaciente. Y dado que ambos teníamos ganas de vernos.... supongo que cuanto antes... mejor.
Nate dió unos saltitos nerviosos de aquí a allá analizándola. El hombre parecía relamerse a medida que analizaba a la elfa y se atusaba la peluca blanca como si la peinase.Una vez estuvo contento con la apariencia de la elfa, posicionó el bastón frente a ella y sonrió clavándose en los ojos de aradia
- -Empecemos con algo... sutil.. ya sabes. Yo preferiría ir directamente al postre, pero entiendo que vosotras las mujeres sois más pausadas... veamos... Tus ojos me dicen que estas... enamorándote de mi- dijo el hombre.
Los ojos del bastón brillaron por un momento reflejando los de Aradia.
Nate sonrió, sirviendo vino en dos copas y con la certitud de que su bastón iba a proporcionarle una noche... muy placentera.
Vaya, vaya... mis queridas criaturas sonrientes.
Nate Halliman parece ser quien rie el último en este turno. Esperemos que no sea, sin embargo, el que ríe mejor.
En el siguiente turno tenéis que haceros con el bastón si no quereis que Aradia sea víctima de las perversiones de Nate y que el ego de este se haga más grande aún y por lo tanto su unión con el bastón sea más cercana. No va a ser fácil pues puede contriolar vuestros sentimientos y humor por lo que quizás lo más sensato sea intentar destruir el vínculo entre ambos el bastón y él mismo de alguna manera.
Aradia: Nate ha usado el bastón sobre ti. En la siguiente ronda pensarás que estas enamorada de Nate y por lo tanto intentarás defenderlo a toda costa.
Anders: Las esporas han mermado a la mayoría de guerreros de la factoría. Tu llamada a las tres zarpas no parece ser efectiva, así que me temo que tan solo cuentas con Anubis y contigo mismo para solventar esta situación.
Anders, puedes usar la poción sin problema porque según mis fuentes la compraste antes de que los distintos temas hubiese siquiera sido distribuídos. Pero no está demás recordar, que a partir de este momento tan solo pueden usarse objetos que ya figuren en el inventario de vuestros personajes como vuestros porque los hayáis comprado antes de empezar este tema.
Estoy deseando leeros.
En menos de 10 minutos, Nate Halliman tenía la certitud de todo lo que estaba pasando en su bosque. El sapo no prestó demasiada atención a las noticias con la que las Mansharis le regalaban el oído. El sapo era lo suficientemente inteligente como para saber que la única razón por la que aquella vegetación no se había vuelto contra él era el mero hecho de que eran sumamente susceptibles al poder que el bastón acarreaba, y ambos, el sapo y el bastón casi eran la misma persona en aquellos días.
Fue aquello mismo por lo que el dueño de aquel objeto no se alteró al enterarse de que había dos frentes surcando sus alrededores y encaminándose hasta él. Apenas agitó la cuchara con la que removía su caldero con un poco más de velocidad cuando aquella Mansharis le indicó que uno de los frentes estaba usando señuelos para acabar con parte de sus flora. Dedicó una leve mirada a la ilusión de la Mansharis cuando esta pareció molesta ante aquella impasible respuesta y resopló intentando mostrar molestia cuando la imagen de mujer entrelazaba sus palabras explicando la gravedad de los daños que había causado cierto elfo y algún que otro hombre-bestia y la velocidad y certitud de sus ataques.
Nate Halliman estaba comenzando a aburrirse con todas y cada una de las palabras de aquella ilusión.
--No sé a qué tanto alboroto, ramita, ¿Acaso no hemos acabado con frentes como ellos antes? ¿Es que si quiera piensas que esos bárbaros tienen alguna posibilidad contra.... - Nate dio un respingo y agitó el bastón frente a la cara de aquella visión--¿Contra nosotros? No eres muy buena haciéndome reir- dijo el sapo con cada vez menos paciencia.--¿Qué hay del otro frente?- dijo de pronto añadiendo algunos ingredientes a la poción que estaba realizando-
La ilusión de aquella mujer que componía la planta se quedó pausada por un segundo, como obteniendo la información misma que todas sus hermanas extendiéndose alrededor de aquel bosque le suministraban.
-El otro frente, señor... bueno, la elfa apenas ha alcanzado la zona de trampas arcanas, tan solo ha esquivado alguna que otra pero esta muy cerca de las flechas ponzoñosas y el fuego mald..- comenzó a decir la mujer.
Nate saltó de la nada sorprendido por primera vez desde que aquella mujer había entrado a su sala, interrumpiendo todo lo que teía que decir.y posándose en el balcón de su estancia, en la torre más alta de su emplazamiento contemplando aquí y allá los terrenos que poseía, buscando algo entre los árboles diminutos, nervioso y extasiado.
--¿Jofa?- dijo el sapo, mirando a la mujer y respirando de manera agitada mientras acariciaba el bastón.
-Lo es... mi señor- dijo la ilusión con un tono impasible.
--¡DEBERÍAS HABER EMPEZADO POR AHÍ!-Gritó Nate, algo apresurado y enfadado rebuscando de pronto en distintos lugares de la estancia--Olvida las trampas... ignora a su acompañante. La quiero aquí. Ahora. Más vale que no os tardéis, y sobre todo, cuida que no sangre. No es una bruja, pero al menos... bueno. Servirá.- dijo el sapo.-
-Con respecto al otro frente... Mis hermanas me piden permiso para... es un poco pronto y perderemos la cosecha pero..
--Oh... sí sí son todos vuestros. TODOS VUEStROS. Tan sólo... asegúrate de que esa Jofa no tarda más de 10 minutos- dijo el sapo, sacando de un baúl un espejo y contemplándose durante unos segundos mientras elegía de entre distintas pelucas.
La ilusión no dijo nada más. Se esfumó por donde había venido y en su lugar tan solo quedaron las miles de raíces que recorrían todas las ventanas y puertas de aquella habitación y que comunicaban a Nate con lo que pasaba en sus dominios.
Nate se miró al espejo y parpadeó un par de veces sin dejar de agarrar el bastón.
--No es que cuestione mis habilidades de galán- le dijo al bastón como abrazándolo--Pero sabes bien que juntos lo pasamos mejor.
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El bosque entero pareció quedarse en silencio. Anders y los hombres de la Factoría presentían la victoria gracias a las estratagemas de Anders. La luz de aquel fuego que el elfo había usado para quemar la vegetación fue como la corroboración de que habían ganado.
Pero... Las Manshari tenían permiso directo de Nate, y no iban a desperdiciar aquello.
Al principio el fuego carcomió cada raíz y rama de la vegetación a través de la que Anders había quemado con sus flechas y su pergamino. El oscuro de la vegetación carbonizada era la visión que se extendió por aquella parte del bosque una vez que el humo se disipó y a aquel silencio inmenso le siguió el júbilo nervioso de los hombres de la factoría. Primero de aquellos que habían seguido de carnaza y poco a poco del resto que se abrazaban y comenzaban a ponerse en pie dispuestos a saborear la pequeña victoria. El mismo Anubis le dió una palmada a Anders en señal de respeto mientras comenzaba a entender como alguien tan delgado y en apariencia debilucho podía haberse proclamado héroe de Aerandir.
Pero aquel júbilo se vió roto por el pánico en los ojos de uno de los hombres de la factoría que agarraba con decisión a otro de sus compañeros, cuyo cuerpo, armadura incluída, este primero sujetaba a duras penas, pues el hombre acababa de caer sobre sus hombros sin conocimiento.
Extrañado Anubis se acercó a explorarlo y en menos de 10 minutos 4 hombres más habían caído muertos de la nada, sus cuerpos rodeando a los hombres bestia que asustados se apartaban los unos de los otros.
-¿Pero qué...?..- comenzó a decir Anubis.
-¡ESPORAS!- Dijo de pronto uno de los hombres, señalando a la nube blanquecina con las que una de las plantas de Mansharis medio muerta acababa de inundar el aire.- ¡Esporas tóxicas!
La nube de esporas que hubiese compuesto la siguiente remesa de las Mansharis era aún prematura para anidar en el suelo y las raíces de sus antecesoras calcinadas y poblar de nuevo el bosque de Nate, pero una vez respiradas, aquella nubes se enraizaban en los pulmones de quien las osase respirar ocupando el espacio donde debería haber oxígeno y asfixiando casi de manera inmediata a quien las inhalase.
-¡CORRED!- Exclamó Anubis tapándose la boca y la nariz- Por lo que más queráis, escapad de esta zona ates que sea demasiado tarde- añadió y él mismo comenzó su carrera hasta la espesura inmensa del bosque lo suficientemente lejos de aquella nube de esporas como para salvarse.
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Mientras tanto, las Mansharis le habían seguido los pasos a la Jofa, como Nate les había ordenado.
Las plantas se aseguraron que ninguna trampa mortal se activase en el camino de la elfa a la par que se habían mantenido lo suficientemente lejos como para evitar ser heridas con su arma y por lo tanto quemadas. Pero el tiempo apremiaba, y Nate no era un sapo paciente.
Al unísono, y guiadas por la coordinación que todas mantenían, las raíces y tallos de las Manshuris habían estado tejiendo una red casi imperceptible entre los pies de Aradia y su acompañante. Sigilosas como eran, se aseguraron que la raíces estuviesen siempre lo suficientemente lejanas a los pasos de ambos como para no estorbarles al caminar hasta que... bueno. Hasta que la frondosidad se hizo inminente y no había razón para ocultarse. Entonces y tan solo entonces... Las raíces y tallos se enredaron en los pies de Aradia y su acompañante de manera impredecible, haciéndolos caer al suelo a ambos.
El hombre que acompañaba a la elfa quedó profundamente enraizado en menos de 3 segundos sin apenas poder moverse sin que uno de los tallos se enredase en él e incrustase sus pinchos sobre su piel.
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Para Aradia, sin embargo... Nate tenía planes concisos. Los tallos nuevos.y sin espinas la enredaron y las raíces la apresaron sin posibilidad de que la cadena de la elfa las hiriese, y en vez de dejarla en el lugar y a su merced, como hicieron con el guardia, las ramas tallos y raíces que envolvían a Aradia la transportaron velozmente a aquí y allá a través del bosque girando de manera en picada, a veces atravesando arroyos de aguas cristalinas, otras saltando acantilados hasta... Bueno, hasta llegar a la casa de Nate.
Una vez allí, las ramas, las raíces y tallos se deshicieron del amarre lo suficiente como para liberar el cuerpo de la elfa pero dejar sus manos y pies atados, esta vez de manera fuerte y tallos espinosos. Una vez allí la pusieron en pie.
Nate emitió un suspiro de sorpresa al ver que esta estaba de pie cerca de su balcón, como si no la hubiese visto llegar envuelta en vegetación y la elfa hubiese acudido a aquella cita por cuenta propia.
--Pero... bueno- dijo el sapo saltando alrededor de la elfa mirándola con ojos lascivos y analizando las facciones de Aradia como si disfrutase de aquello mucho más de lo que dejaba entrever--¡Qué agradable sorpresa...! Mis amigas me cuentan que estabas de camino a conocerme- sonrió y agarró el bastón con decisión posicionándose en una estantería cercana a la elfa hasta estar a la altura de su cara. Una vez allí agarró un mechón de pelo de Aradia y lo olió cerrando los ojos--Espero que no te importase que aligerase tu marcha. Soy un hombre impaciente. Y dado que ambos teníamos ganas de vernos.... supongo que cuanto antes... mejor.
Nate dió unos saltitos nerviosos de aquí a allá analizándola. El hombre parecía relamerse a medida que analizaba a la elfa y se atusaba la peluca blanca como si la peinase.Una vez estuvo contento con la apariencia de la elfa, posicionó el bastón frente a ella y sonrió clavándose en los ojos de aradia
- -Empecemos con algo... sutil.. ya sabes. Yo preferiría ir directamente al postre, pero entiendo que vosotras las mujeres sois más pausadas... veamos... Tus ojos me dicen que estas... enamorándote de mi- dijo el hombre.
Los ojos del bastón brillaron por un momento reflejando los de Aradia.
Nate sonrió, sirviendo vino en dos copas y con la certitud de que su bastón iba a proporcionarle una noche... muy placentera.
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Vaya, vaya... mis queridas criaturas sonrientes.
Nate Halliman parece ser quien rie el último en este turno. Esperemos que no sea, sin embargo, el que ríe mejor.
En el siguiente turno tenéis que haceros con el bastón si no quereis que Aradia sea víctima de las perversiones de Nate y que el ego de este se haga más grande aún y por lo tanto su unión con el bastón sea más cercana. No va a ser fácil pues puede contriolar vuestros sentimientos y humor por lo que quizás lo más sensato sea intentar destruir el vínculo entre ambos el bastón y él mismo de alguna manera.
Aradia: Nate ha usado el bastón sobre ti. En la siguiente ronda pensarás que estas enamorada de Nate y por lo tanto intentarás defenderlo a toda costa.
Anders: Las esporas han mermado a la mayoría de guerreros de la factoría. Tu llamada a las tres zarpas no parece ser efectiva, así que me temo que tan solo cuentas con Anubis y contigo mismo para solventar esta situación.
Anders, puedes usar la poción sin problema porque según mis fuentes la compraste antes de que los distintos temas hubiese siquiera sido distribuídos. Pero no está demás recordar, que a partir de este momento tan solo pueden usarse objetos que ya figuren en el inventario de vuestros personajes como vuestros porque los hayáis comprado antes de empezar este tema.
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Wyn
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Sonreí. Fruncí el ceño. Entonces vi en horror.
Vi en horror las nubes. Vi en horror los cuerpos cayendo. Vi en horror como no había opción más que huir. Y escuché. Lo único que escuché fue como se derramaba la sangre y se quebraban los huesos de la ingenua esperanza que algo saliera bien.
Estábamos parados más lejos de lo que empezamos antes de avanzar. Estaba parado junto a un árbol, observando a plenitud y detalle los cuerpos tirados sobre el agua por lo bien que podía ver de lejos. Era un gran regalo tener esta capacidad en momentos así.
Sería uno de esos en este momento. Me enojé y estuve a punto de avanzar, Anubis tuvo que arrastrarme de vuelta. Dolía hasta la cicatriz más pequeña en mi cuerpo, reminiscente de cuando mi idea de pelear se resumía a “me cubro de arcilla endurecida, espero que me golpeen y cuando estén abiertos, golpeó de vuelta”. Era estúpido. Funcionaba.
Nunca tuve muchos problemas con eso porque era mi cuerpo y mi vida; pero cuando era la ajena… cuando era la ajena me sentía en necesidad de reducir los riesgos. No vi nada reducido. A mí entender, solo había gastado sus vidas gratuitamente.
«No, espera. Claro que redujiste algo», sonreí, dientes apretados. «Nuestros números».
—No es tu culpa… no es momento de decaernos.
Dejé de oírme y vi de reojo a Anubis. Claro que es mi culpa, perro estúpido. Pero no lo comprendería, a sus ojos seguía siendo héroe. ¿Si los ojos no me brillasen se atrevería a echarme la culpa cómo era debido?
Ran llegó jadeante y entabló conversación. Lo mismo había ocurrido por el otro frente. Más bajas. En ningún lugar se había avanzado, y para rematar todo, al parecer se habían llevado a esa elfa. El cocodrilo era más hablador que Anubis, así que no tardó en preguntar, sin señal de ironía en su voz: “¿alguna otra idea?”
Quise clavarle el hacha entre los ojos, pero solo negué débilmente con la cabeza.
—¡Oh vamos! Piensa, piensa, seguro que sí, ayudaste a salvar un árbol más grande del que queremos tumbar —dijo, y me digné a verlo—… esto… es normal. Es lo que toca ver en estas posiciones. Siempre se pierden vidas, pero todos vinimos preparados para darla.
—Cállate —gruñí en voz baja, acercándome al cocodrilo—. ¿Héroes? ¿Héroes? No sabes nada. ¡Ninguno de ustedes! —le clavé una patada a un arbusto y apunté hacia el campo de cadáveres—. ¿¡Listos para morir!? ¡Me parece haberlos vistos asustados en cuando cayó el primer hombre! ¡No hay héroes de Sandorai, maldito! ¡Esto no debería ser normal!
Me di vuelta con una mano en la cabeza respirando ajetreado. Imaginé que clase de expresión llevaba por un momento y tomé aire. Suspiré y me encogí de hombros, musitando que lo sentía.
—…Pero lo es —suspiró Anubis—. ¿Quieres ganar, o quieres qué no muera nadie?
Tensé la mandíbula. No di una respuesta.
Puede que la maldición fuese fuerte, pero su objetivo lo era más. Los escuché apartarse un poco y conversar sobre qué hacer, y como lo inteligente sería esperar que cayeran las esporas para volver al ataque. Vi otra vez hacia los cuerpos… y estuve de acuerdo, eso era lo inteligente. Pero con otra persona que decidió seguir el curso de acción que terminó en eso porque héroe no era… lo justo.
Ganar o que no muriese nadie. Yo era alguien. Si pudiese elegir, esa sería la segunda opción que tomaría sobre cómo morir: un soldado sin nombre, tirado en barro no hecho de agua y tierra, sino tierra y sangre.
Eché la cabeza atrás y vi al cielo unos segundos, y murmuré, y empecé a arrancarme la armadura. Cuando terminé caminé hacia las esporas. Anubis se dio vuelta.
—Vamos. O iré solo, pero no dejaré que pase ninguno más de ustedes. Si lo intentan los voy a matar.
—¡Quién te cre-
Anubis atravesó su arma entre Ran y yo y asintió.
—Entonces solo nosotros. Está bien —vio a Ran. Tenía la boca abierta y la cerró con furia, y por algún compañerismo entre ambos entendieron con solo mirarse a los ojos. Un “quedas a cargo si algo pasa”, porque aunque fuese mentira que todos vinieron preparados para dar su vida, parecía verdad en el perro.
Luego de tomar una antorcha, la cuerda y el arpón de vuelta y atarlos caminamos otra vez de la tierra seca a la mojada que rodeaba el ciprés cuya copa tenía la casa del sapo. Las nubes seguían espesas, Anubis me miró, y aún sin expresión en su rostro o cuerpo por lo estoico que era, entendí que no estaba esperando que mi idea fuese cargar a través de las esporas hasta el árbol y escalarlo.
Lamentablemente, justo eso era.
Arrastré capas de barro hacia mi viendo algunos cuerpos hundirse más en el agua al haber menos suelo y alcé paredes lentamente, a los lados, atrás, delante… arriba. No le dije nada, solo cargué adelante con el domo de arcilla para protegernos de las esporas durante la carrera. Varias raíces azotaron las paredes inútilmente, aunque nos sacudían y el sonido adentro era algo ensordecedor.
Supe por la falta de un choque grande al frente que aún no habíamos llegado cuando ya habían dado con forma para detenernos. Bajé la mirada, observando raíces alrededor de mis tobillos. Iba a alcanzar por mi hacha, pero Anubis se adelantó y cortó esa y otras más que estaban colándose por debajo y me instó con los ojos que avanzáramos.
El choque vino. Me giré hacia Anubis y deje caer la antorcha, el agua tragándose su llama. En la oscuridad del domo solo se escucharon dos cosas: mi advertencia de porque no oíamos más latigazos en las paredes afuera, y que, ahora, tomase aire.
Tumbé las paredes alrededor y deje un intento de escalones hacia el árbol. No sirvió de mucho, antes de pestañear o tener la mínima idea de cuantas habían, decenas de raíces descendieron golpeando a la vez. Maldije por dentro, sabiendo que si abría la boca para quejarme del dolor allí acababa todo. Fue también el momento en que noté que habían transcendido meras mansharis, éstas estaban pensando.
Anubis se apresuró a escalar el árbol, que por supuesto estaba rodeado. Intenté alzar una pared de arcilla y simultáneamente lanzarle mi capa para que se cubriera las manos, el perro no llevaba casi armadura encima, por no decir que casi estaba desnudo. Creí que iba a tener una crisis allí, intentando predecir por donde vendría el siguiente latigazo, recordándome por cada golpe en cada predicción fallida no respirar, concentrándome y visualizando la forma que le daría a la arcilla.
Los golpes me empujaron atrás contra el árbol, uno tras otro. Una de las raíces intentó apresar mi brazo contra el tronco como si me encadenase. Vi arriba, Anubis estaba girando el arpón para alcanzar puntos más altos pero seguía alrededor de esporas, y ambos más que estarnos quedando sin tiempo nos quedábamos sin aire. Lo lanzó, le di un hachazo a la raíz que estaba intentando sostenerme para soltarme de ella y salte por el gancho, siendo jalado arriba cuando estaban intentando sostenerme de los pies en cuanto deje de endurecer el suelo.
Al ver una manshari enorme como ninguna brotar a un lado del perro hice el equivalente de un suspiro puramente mental. Acepté que “lo intentamos”, y que supuestamente teníamos disposición a dar la vida, y que todo se terminaba.
Y él, que según si tenía esa disposición, no lo aceptó. Sostuvo la cadena entre sus dientes y blandió su guja con ambas manos, cortando de un solo movimiento a la planta, ensartándola y lanzando abajo ambas manshari y guja a perderse en el agua junto a los cadáveres de sus aliados. Yo mientras estaba jalándome arriba y probablemente destrozando los dientes del perro, ya sin aire. Miré al perro.
Le grité, lanzando una piedra [1] contra el tronco para que la onda empujase las esporas alrededor. En un respiro—literalmente—Anubis terminó de ayudarme arriba, y seguimos escalando. En esos instantes el perro casi me estaba jalando con él, no sabía de dónde alguien así de huesudo sacaba fuerza, pero no iba a quejarme.
No jadeante de rodillas frente a la puerta de Nate.
Alcancé por la poción en mi bolsillo y la puse en el suelo, indicándole con un movimiento de cabeza que bebiera.
—Pero… —pareció que iba a quejarse antes de ver más raíces alzándose. Corrí el hacha por el suelo hacia él también.
Me levanté como pude y camine, empujando la puerta. Aunque fue más como abrirla suavemente. Tenía varios golpes encima, amortiguados, pero golpes. Al ver dentro, aunque no hubiese esporas, otra vez dejé de respirar.
—¿¡Qué les dije, plantas inútiles!? ¡Qué sí! ¡Qué se hicieran cargo y no me interrumpieran, es mi hora feliz…! —dijo, pegando un salto al frente y deteniéndose repentinamente
Llevé los ojos a los estantes, cargados de libros, papeles sueltos, calderas, frascos de vidrio, saquitos, utensilios de cocina, tiza, tinta…
Nada que fuese raro, nada que no esperase. Lo único molesto aquí es que yo quería morir y lo único que estaba viendo era un sapo de cómo un metro. Con una copa en una mano. Con una peluca blanca.
Con ojos inyectados de sangre.
Y con el bastón en la otra mano.
—Que tenemos aquí… no me dijeron que había una segunda Jofa —musitó en un tono molesto y tomó un paso al frente, entonces respingó atrás cuando cayeron unas “escamas” de arcilla de mi rostro, como si solo estuviese viendo a eso y no mi cuerpo—. Oh. No jofa. Jofo —pronunció. Notaba la ausencia de un interés que tenía antes en su voz.
Intercambiaba mi vista entre el bastón y él. El sapo sonrió autosuficiente. Cuando pareció que cualquiera de los dos iba a hacer algo por un paso más que di hacia él me tambaleé a un lado de un susto dejando caer el bolso, y la cabaña se inundó con las risas de Nate. Me costó comprender que era la primera vez que le pasé los ojos por encima. Un hombre degollado en el suelo.
—¿Primera vez qué ves un novo?
—¿Qu—miré a los lados y fruncí el ceño, notando que hablaba con el sapo—. ¿Dónde está la elfa? —bajé la mano a la cintura por hábito, recordado que tuve que dejarle el arma a Anubis. Mierda.
—Novo —apuntó con el bastón al cuerpo—, un muerto. No vivo. ¿Para qué se usan las palabras muerto, cadáver…? Tenemos ‘vivo’, si es lo contrario, solo digamos no vivo, novo. Más fácil, más corto, mejor. ¿Acaso no has visto nuestro diccionario?
—¿Dónde está la elfa?
El sapo abrió un poco más los ojos. Pareció murmurar algo, no para él sino para el bastón, aunque a la vez hablaba de sí mismo.
—Jofa Y…eso no es tu asunto —sonrió y movió el bastón a un lado—. ¡Es nuestra! ¡Nuestra! La amo. Y ella nos ama. La amaríamo… amaría más si fuese una joja… oh, pero no lo es. Igual que no lo eres tú ni él. ¡Jofa, cariño, ven! Y… ugh. Traigan a esa cosa.
Algo quebró violentamente dentro del lugar. Anubis, atado de manos y pies por raíces. Una “lengua” de una flor se asomó detrás de Nate y se agitó, el sapo asintió varias veces. También se asomó la elfa… ¿Aradia? Aradia. Estaba sonriendo.
Había algo molesto en el lugar, permeando el aire. Magia. Si el éter tuviese olores este sería… pútrido… y emanaba del bastón. ¿Lo había usado en mi, ya? ¿Es lo qué me estaba obligando a escucharlo? Estaba seguro de que algo de eso me alcanzaba. La idea me empujó a hacer algo ya o nunca, pero escuché una cadena moverse. La de Aradia, brillando.
¿Era cierto entonces qué amaba a Nate?
No… debía ser el bastón. Podía hacer eso.
—¿Pensabas poder hacer algo? ¿Distraerme mientras él se colaba? Sabemos todo, jofo. Saber todo es mi trabajo. Sé que están solos también a-... nuestra merced.
Su saco vocal se hinchó en un par de leves croadas en las que tocó el suelo con el bastón. Se sintió peor entonces. Siguió hablando indeteniblemente sobre su diccionario, como estaba molesto y en su derecho a estarlo por lo mucho que le costó criar las manshari, intercambiando entre él y "nosotros", creciendo a lo segundo, picando a todo lo que podía y notando el brillo en mis ojos para picar a eso también. No sentía fuerzas para responderle, como si sus palabras, en especial la basura inventada que no entendía, tuviesen peso propio. Suficiente para derrumbarme. El resto de la piel de piedra empezó a derramarse y caer.
Estaba en un lugar oscuro.
—…Y no son jojas —concluyó, dando vueltas alrededor de la jofa—, y además interrumpen cuando va a empezar lo bueno para nosotros. ¿Nos sirven de algo, o debería matarlos? ¿Dime, puedes traernos jojas?
—¿Jojas? No… no creo.
—Bah —soltó de mala gana. Vio a Anubis y luego tornó la mirada de vuelta a mi—… Hmm… Sí sí, eso, somos un genio... podrías intentar que nos echemos unas risas… anda, jofo. Toma ese cuchillo y hazlo. Prometemos... piedad contigo. Nos hará infinitamente popular entre las jofas. ¿Había alguna joja heroína?
—Ahora que lo dices, sí —me agaché a tomar el cuchillo, y lo limpié de la sangre con mi ropa mientras caminaba hacia Anubis—. Una.
—¡Oh! —Saltó a un estante—. ¿Cómo era? Como… ¿Cómo lucía? Dime. Dinos —dijo, entre una orden y una súplica, con la boca a rebosar de saliva.
—Era…
Una raíz se enrolló alrededor de mi cuello. Otras de mis tobillos y brazos. Nate frunció el ceño y vio atrás, pero la planta se excusó sobre no permitirme intentar nada raro. Al sapo le pareció prudente… pero que fuese la última vez que actuaban si su permiso.
Ni siquiera iba a intentar nada. Ya había fallado con un plan. ¿Por qué haría algo sin uno?
Apuñale al perro a un lado del hocico y corrí un poco el cuchillo atrás. El sapo empezó a reírse levemente. Sonreí también, contagiado. Anubis todavía tenía esa mirada molesta de “no es tu culpa”.
Empecé a arder por dentro y localizando la imagen de la bruja me azotaron recuerdos del árbol, y me enojé más y más. Vinieron malos momentos de todo, y este era solo era uno más de ellos.
Sería un mal momento para que preguntase si quería ganar o que no muriera nadie, porque respondería lo primero. La persona que moriría aquí sería Nate Halliman.
Jalé el bolso hacia mí con todas las placas de arcilla caídas al suelo, y cuando chocó a mi espalda reventó algo. [2]
Se proyectó una mezcla de esos recuerdos desagradables: el árbol y sus maderas en llamas, Siva, quien estaba muerta, Tyrie, aquella bruja de agua, Nahir, la bruja mencionada, Valeria Reike, la mujer a la que había sido vendido, las prostitutas con las que me habían encerrado en Ciudad Lagarto.
El lugar olía a fuego y mujeres. La manshari me soltó, seguramente arrepintiéndose de que le hubiesen dado consciencia para creerse en llamas. Había raíces obstaculizando movimiento para impedir que algo más le pasase a la elfa, con tallos sosteniendo a Nate. Retiré el cuchillo del rostro del perro y corté las ramas para ayudarlo a liberarse, viendo a través de la ilusión para liberarlo.
Los últimos momentos del sapo podrían ser tristes, con la mano que sostenía el bastón atrapada y las mujeres al otro. Es... el mismo tipo de decisión desagradable por la que me hizo pasar. Por la que, en este mundo maldito, tendría que pasar demasiadas veces, hasta que me cansase y le pusiera fin a mi vida.
¿Nosotros o yo?
Anubis le saltó encima con el hacha quebrando su tranquilidad por ira desmedida y buscó su brazo, y yo cubrí el bastón con la arcilla del bolso para que nadie pudiese ver la sonrisa pintada en su cuerpo de nuevo.
Vi en horror las nubes. Vi en horror los cuerpos cayendo. Vi en horror como no había opción más que huir. Y escuché. Lo único que escuché fue como se derramaba la sangre y se quebraban los huesos de la ingenua esperanza que algo saliera bien.
Estábamos parados más lejos de lo que empezamos antes de avanzar. Estaba parado junto a un árbol, observando a plenitud y detalle los cuerpos tirados sobre el agua por lo bien que podía ver de lejos. Era un gran regalo tener esta capacidad en momentos así.
Sería uno de esos en este momento. Me enojé y estuve a punto de avanzar, Anubis tuvo que arrastrarme de vuelta. Dolía hasta la cicatriz más pequeña en mi cuerpo, reminiscente de cuando mi idea de pelear se resumía a “me cubro de arcilla endurecida, espero que me golpeen y cuando estén abiertos, golpeó de vuelta”. Era estúpido. Funcionaba.
Nunca tuve muchos problemas con eso porque era mi cuerpo y mi vida; pero cuando era la ajena… cuando era la ajena me sentía en necesidad de reducir los riesgos. No vi nada reducido. A mí entender, solo había gastado sus vidas gratuitamente.
«No, espera. Claro que redujiste algo», sonreí, dientes apretados. «Nuestros números».
—No es tu culpa… no es momento de decaernos.
Dejé de oírme y vi de reojo a Anubis. Claro que es mi culpa, perro estúpido. Pero no lo comprendería, a sus ojos seguía siendo héroe. ¿Si los ojos no me brillasen se atrevería a echarme la culpa cómo era debido?
Ran llegó jadeante y entabló conversación. Lo mismo había ocurrido por el otro frente. Más bajas. En ningún lugar se había avanzado, y para rematar todo, al parecer se habían llevado a esa elfa. El cocodrilo era más hablador que Anubis, así que no tardó en preguntar, sin señal de ironía en su voz: “¿alguna otra idea?”
Quise clavarle el hacha entre los ojos, pero solo negué débilmente con la cabeza.
—¡Oh vamos! Piensa, piensa, seguro que sí, ayudaste a salvar un árbol más grande del que queremos tumbar —dijo, y me digné a verlo—… esto… es normal. Es lo que toca ver en estas posiciones. Siempre se pierden vidas, pero todos vinimos preparados para darla.
—Cállate —gruñí en voz baja, acercándome al cocodrilo—. ¿Héroes? ¿Héroes? No sabes nada. ¡Ninguno de ustedes! —le clavé una patada a un arbusto y apunté hacia el campo de cadáveres—. ¿¡Listos para morir!? ¡Me parece haberlos vistos asustados en cuando cayó el primer hombre! ¡No hay héroes de Sandorai, maldito! ¡Esto no debería ser normal!
Me di vuelta con una mano en la cabeza respirando ajetreado. Imaginé que clase de expresión llevaba por un momento y tomé aire. Suspiré y me encogí de hombros, musitando que lo sentía.
—…Pero lo es —suspiró Anubis—. ¿Quieres ganar, o quieres qué no muera nadie?
Tensé la mandíbula. No di una respuesta.
Puede que la maldición fuese fuerte, pero su objetivo lo era más. Los escuché apartarse un poco y conversar sobre qué hacer, y como lo inteligente sería esperar que cayeran las esporas para volver al ataque. Vi otra vez hacia los cuerpos… y estuve de acuerdo, eso era lo inteligente. Pero con otra persona que decidió seguir el curso de acción que terminó en eso porque héroe no era… lo justo.
Ganar o que no muriese nadie. Yo era alguien. Si pudiese elegir, esa sería la segunda opción que tomaría sobre cómo morir: un soldado sin nombre, tirado en barro no hecho de agua y tierra, sino tierra y sangre.
Eché la cabeza atrás y vi al cielo unos segundos, y murmuré, y empecé a arrancarme la armadura. Cuando terminé caminé hacia las esporas. Anubis se dio vuelta.
—Vamos. O iré solo, pero no dejaré que pase ninguno más de ustedes. Si lo intentan los voy a matar.
—¡Quién te cre-
Anubis atravesó su arma entre Ran y yo y asintió.
—Entonces solo nosotros. Está bien —vio a Ran. Tenía la boca abierta y la cerró con furia, y por algún compañerismo entre ambos entendieron con solo mirarse a los ojos. Un “quedas a cargo si algo pasa”, porque aunque fuese mentira que todos vinieron preparados para dar su vida, parecía verdad en el perro.
Luego de tomar una antorcha, la cuerda y el arpón de vuelta y atarlos caminamos otra vez de la tierra seca a la mojada que rodeaba el ciprés cuya copa tenía la casa del sapo. Las nubes seguían espesas, Anubis me miró, y aún sin expresión en su rostro o cuerpo por lo estoico que era, entendí que no estaba esperando que mi idea fuese cargar a través de las esporas hasta el árbol y escalarlo.
Lamentablemente, justo eso era.
Arrastré capas de barro hacia mi viendo algunos cuerpos hundirse más en el agua al haber menos suelo y alcé paredes lentamente, a los lados, atrás, delante… arriba. No le dije nada, solo cargué adelante con el domo de arcilla para protegernos de las esporas durante la carrera. Varias raíces azotaron las paredes inútilmente, aunque nos sacudían y el sonido adentro era algo ensordecedor.
Supe por la falta de un choque grande al frente que aún no habíamos llegado cuando ya habían dado con forma para detenernos. Bajé la mirada, observando raíces alrededor de mis tobillos. Iba a alcanzar por mi hacha, pero Anubis se adelantó y cortó esa y otras más que estaban colándose por debajo y me instó con los ojos que avanzáramos.
El choque vino. Me giré hacia Anubis y deje caer la antorcha, el agua tragándose su llama. En la oscuridad del domo solo se escucharon dos cosas: mi advertencia de porque no oíamos más latigazos en las paredes afuera, y que, ahora, tomase aire.
Tumbé las paredes alrededor y deje un intento de escalones hacia el árbol. No sirvió de mucho, antes de pestañear o tener la mínima idea de cuantas habían, decenas de raíces descendieron golpeando a la vez. Maldije por dentro, sabiendo que si abría la boca para quejarme del dolor allí acababa todo. Fue también el momento en que noté que habían transcendido meras mansharis, éstas estaban pensando.
Anubis se apresuró a escalar el árbol, que por supuesto estaba rodeado. Intenté alzar una pared de arcilla y simultáneamente lanzarle mi capa para que se cubriera las manos, el perro no llevaba casi armadura encima, por no decir que casi estaba desnudo. Creí que iba a tener una crisis allí, intentando predecir por donde vendría el siguiente latigazo, recordándome por cada golpe en cada predicción fallida no respirar, concentrándome y visualizando la forma que le daría a la arcilla.
Los golpes me empujaron atrás contra el árbol, uno tras otro. Una de las raíces intentó apresar mi brazo contra el tronco como si me encadenase. Vi arriba, Anubis estaba girando el arpón para alcanzar puntos más altos pero seguía alrededor de esporas, y ambos más que estarnos quedando sin tiempo nos quedábamos sin aire. Lo lanzó, le di un hachazo a la raíz que estaba intentando sostenerme para soltarme de ella y salte por el gancho, siendo jalado arriba cuando estaban intentando sostenerme de los pies en cuanto deje de endurecer el suelo.
Al ver una manshari enorme como ninguna brotar a un lado del perro hice el equivalente de un suspiro puramente mental. Acepté que “lo intentamos”, y que supuestamente teníamos disposición a dar la vida, y que todo se terminaba.
Y él, que según si tenía esa disposición, no lo aceptó. Sostuvo la cadena entre sus dientes y blandió su guja con ambas manos, cortando de un solo movimiento a la planta, ensartándola y lanzando abajo ambas manshari y guja a perderse en el agua junto a los cadáveres de sus aliados. Yo mientras estaba jalándome arriba y probablemente destrozando los dientes del perro, ya sin aire. Miré al perro.
Le grité, lanzando una piedra [1] contra el tronco para que la onda empujase las esporas alrededor. En un respiro—literalmente—Anubis terminó de ayudarme arriba, y seguimos escalando. En esos instantes el perro casi me estaba jalando con él, no sabía de dónde alguien así de huesudo sacaba fuerza, pero no iba a quejarme.
No jadeante de rodillas frente a la puerta de Nate.
Alcancé por la poción en mi bolsillo y la puse en el suelo, indicándole con un movimiento de cabeza que bebiera.
—Pero… —pareció que iba a quejarse antes de ver más raíces alzándose. Corrí el hacha por el suelo hacia él también.
Me levanté como pude y camine, empujando la puerta. Aunque fue más como abrirla suavemente. Tenía varios golpes encima, amortiguados, pero golpes. Al ver dentro, aunque no hubiese esporas, otra vez dejé de respirar.
—¿¡Qué les dije, plantas inútiles!? ¡Qué sí! ¡Qué se hicieran cargo y no me interrumpieran, es mi hora feliz…! —dijo, pegando un salto al frente y deteniéndose repentinamente
Llevé los ojos a los estantes, cargados de libros, papeles sueltos, calderas, frascos de vidrio, saquitos, utensilios de cocina, tiza, tinta…
Nada que fuese raro, nada que no esperase. Lo único molesto aquí es que yo quería morir y lo único que estaba viendo era un sapo de cómo un metro. Con una copa en una mano. Con una peluca blanca.
Con ojos inyectados de sangre.
Y con el bastón en la otra mano.
—Que tenemos aquí… no me dijeron que había una segunda Jofa —musitó en un tono molesto y tomó un paso al frente, entonces respingó atrás cuando cayeron unas “escamas” de arcilla de mi rostro, como si solo estuviese viendo a eso y no mi cuerpo—. Oh. No jofa. Jofo —pronunció. Notaba la ausencia de un interés que tenía antes en su voz.
Intercambiaba mi vista entre el bastón y él. El sapo sonrió autosuficiente. Cuando pareció que cualquiera de los dos iba a hacer algo por un paso más que di hacia él me tambaleé a un lado de un susto dejando caer el bolso, y la cabaña se inundó con las risas de Nate. Me costó comprender que era la primera vez que le pasé los ojos por encima. Un hombre degollado en el suelo.
—¿Primera vez qué ves un novo?
—¿Qu—miré a los lados y fruncí el ceño, notando que hablaba con el sapo—. ¿Dónde está la elfa? —bajé la mano a la cintura por hábito, recordado que tuve que dejarle el arma a Anubis. Mierda.
—Novo —apuntó con el bastón al cuerpo—, un muerto. No vivo. ¿Para qué se usan las palabras muerto, cadáver…? Tenemos ‘vivo’, si es lo contrario, solo digamos no vivo, novo. Más fácil, más corto, mejor. ¿Acaso no has visto nuestro diccionario?
—¿Dónde está la elfa?
El sapo abrió un poco más los ojos. Pareció murmurar algo, no para él sino para el bastón, aunque a la vez hablaba de sí mismo.
—Jofa Y…eso no es tu asunto —sonrió y movió el bastón a un lado—. ¡Es nuestra! ¡Nuestra! La amo. Y ella nos ama. La amaríamo… amaría más si fuese una joja… oh, pero no lo es. Igual que no lo eres tú ni él. ¡Jofa, cariño, ven! Y… ugh. Traigan a esa cosa.
Algo quebró violentamente dentro del lugar. Anubis, atado de manos y pies por raíces. Una “lengua” de una flor se asomó detrás de Nate y se agitó, el sapo asintió varias veces. También se asomó la elfa… ¿Aradia? Aradia. Estaba sonriendo.
Había algo molesto en el lugar, permeando el aire. Magia. Si el éter tuviese olores este sería… pútrido… y emanaba del bastón. ¿Lo había usado en mi, ya? ¿Es lo qué me estaba obligando a escucharlo? Estaba seguro de que algo de eso me alcanzaba. La idea me empujó a hacer algo ya o nunca, pero escuché una cadena moverse. La de Aradia, brillando.
¿Era cierto entonces qué amaba a Nate?
No… debía ser el bastón. Podía hacer eso.
—¿Pensabas poder hacer algo? ¿Distraerme mientras él se colaba? Sabemos todo, jofo. Saber todo es mi trabajo. Sé que están solos también a-... nuestra merced.
Su saco vocal se hinchó en un par de leves croadas en las que tocó el suelo con el bastón. Se sintió peor entonces. Siguió hablando indeteniblemente sobre su diccionario, como estaba molesto y en su derecho a estarlo por lo mucho que le costó criar las manshari, intercambiando entre él y "nosotros", creciendo a lo segundo, picando a todo lo que podía y notando el brillo en mis ojos para picar a eso también. No sentía fuerzas para responderle, como si sus palabras, en especial la basura inventada que no entendía, tuviesen peso propio. Suficiente para derrumbarme. El resto de la piel de piedra empezó a derramarse y caer.
Estaba en un lugar oscuro.
—…Y no son jojas —concluyó, dando vueltas alrededor de la jofa—, y además interrumpen cuando va a empezar lo bueno para nosotros. ¿Nos sirven de algo, o debería matarlos? ¿Dime, puedes traernos jojas?
—¿Jojas? No… no creo.
—Bah —soltó de mala gana. Vio a Anubis y luego tornó la mirada de vuelta a mi—… Hmm… Sí sí, eso, somos un genio... podrías intentar que nos echemos unas risas… anda, jofo. Toma ese cuchillo y hazlo. Prometemos... piedad contigo. Nos hará infinitamente popular entre las jofas. ¿Había alguna joja heroína?
—Ahora que lo dices, sí —me agaché a tomar el cuchillo, y lo limpié de la sangre con mi ropa mientras caminaba hacia Anubis—. Una.
—¡Oh! —Saltó a un estante—. ¿Cómo era? Como… ¿Cómo lucía? Dime. Dinos —dijo, entre una orden y una súplica, con la boca a rebosar de saliva.
—Era…
Una raíz se enrolló alrededor de mi cuello. Otras de mis tobillos y brazos. Nate frunció el ceño y vio atrás, pero la planta se excusó sobre no permitirme intentar nada raro. Al sapo le pareció prudente… pero que fuese la última vez que actuaban si su permiso.
Ni siquiera iba a intentar nada. Ya había fallado con un plan. ¿Por qué haría algo sin uno?
Apuñale al perro a un lado del hocico y corrí un poco el cuchillo atrás. El sapo empezó a reírse levemente. Sonreí también, contagiado. Anubis todavía tenía esa mirada molesta de “no es tu culpa”.
Empecé a arder por dentro y localizando la imagen de la bruja me azotaron recuerdos del árbol, y me enojé más y más. Vinieron malos momentos de todo, y este era solo era uno más de ellos.
Sería un mal momento para que preguntase si quería ganar o que no muriera nadie, porque respondería lo primero. La persona que moriría aquí sería Nate Halliman.
Jalé el bolso hacia mí con todas las placas de arcilla caídas al suelo, y cuando chocó a mi espalda reventó algo. [2]
Se proyectó una mezcla de esos recuerdos desagradables: el árbol y sus maderas en llamas, Siva, quien estaba muerta, Tyrie, aquella bruja de agua, Nahir, la bruja mencionada, Valeria Reike, la mujer a la que había sido vendido, las prostitutas con las que me habían encerrado en Ciudad Lagarto.
El lugar olía a fuego y mujeres. La manshari me soltó, seguramente arrepintiéndose de que le hubiesen dado consciencia para creerse en llamas. Había raíces obstaculizando movimiento para impedir que algo más le pasase a la elfa, con tallos sosteniendo a Nate. Retiré el cuchillo del rostro del perro y corté las ramas para ayudarlo a liberarse, viendo a través de la ilusión para liberarlo.
Los últimos momentos del sapo podrían ser tristes, con la mano que sostenía el bastón atrapada y las mujeres al otro. Es... el mismo tipo de decisión desagradable por la que me hizo pasar. Por la que, en este mundo maldito, tendría que pasar demasiadas veces, hasta que me cansase y le pusiera fin a mi vida.
¿Nosotros o yo?
Anubis le saltó encima con el hacha quebrando su tranquilidad por ira desmedida y buscó su brazo, y yo cubrí el bastón con la arcilla del bolso para que nadie pudiese ver la sonrisa pintada en su cuerpo de nuevo.
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[1] Uso de Objeto Limitdo: Runa de Impulso
[2] Uso de Objeto Máster: Orbe de Ímbar.
Resumen: Anders atraviesa el campo de esporas con un domo de arcilla junto a Anubis, tanquea golpes como puede con la habilidad usaba el post pasado (sigue activa para este turno), Anubis mata una manshari para flexear que es especialización Guerrero y lvl 8, el baston seduce a Anders y empieza a oir al sapo, raja la cara de Anubis para intentar hacerle una sonrisa pero se
Si bien lo puse directo como "hizo", es por decir 'intenta' y lógicamente queda cosa de masters si Nate va a tener que inventarse una palabra para amputado. (?)
Ah, y dejo lo de que hay tallos amenazantes en la ilusión sobre Nate, por si a Aradia le da de latigar a los tallos que no están y accidentalmente le pega al sapo. Por eso de que quería pervertirla.
Anders
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Había pasado el tiempo, y ambos parecían ariscos. La elfa sentía como si le jalaran la punta de las orejas, alerta.
- Todo esta tan… calmo. ¿No se supone esto está lleno de trampas? –Mascullo el felino balanceando su arma, aunque en ese momento era más efectiva la brillante cadena de la elfa que siseaba en el aire. No negaba que la habilidad le sorprendía pero quien la manejaba parecía que se rompería como una ramita si pisaban en falso.
-Tal vez estamos teniendo suerte- Aradia se encogió de hombros, la verdad era que ella no creía en sus palabras, nunca, en toda su vida podría decir que la suerte estaba de su lado, tal vez, solo tal vez por eso sentía que su espalda estaba tensa y sus orejas, o mejor dicho cada poro de su piel en punta. La cola del felino era la mejor representación de cómo se sentía ella. – Tal vez solo nos perdimos y estamos yendo al lado contrario oh oaa – Se quejó cuando cayó, pensando en que seguro su torpeza se la había jugado por fin, pero de ser así solo sería ella, y alzando a mirada su compañero se quejaba quedándose bien quieto.
-Hablamos muy pronto.- Comentó Gantsu y su voz sonó ahogada, como si las agujas fueran a clavarse solo por mover el cogote, todo fue demasiado rápido y temió la misma suerte pero ella pudo forcejear, las lianas eran lisas y apenas pudo mirarlo con cierto alivio, pero hubo terror en los ojos de ambos cuando con un grito recorrió el pantano a velocidad vertiginosa, ciertamente su corazonada había sido acertada, no tenía nada de suerte.
-YA ME TE KU DA SA IIIIII.- Grito y entrecerraba los ojos apenas parpadeaba, y cuando la cosa se detuvo estaba agitada como si ella misma hubiera corrido el trayecto, ahora si sentía los pinchos cerca de sus muñecas y miro al sapo. El vuelco en su estómago no era por su apariencia, en otra situación hasta le hubiera parecido tierno, pero dadas las circunstancias y esa mirada que le hizo sentir un escalofrió de temor. Sonrió de forma nerviosa
-La verdad, agradezco me acortaran el camino. Pensaba que me había perdido.- Quería imprimir valor en su voz, seguridad, pero era un hilo tembloroso y…. “NO, no estaría nunca enamorada de ti”.- Si…- respondió su voz y casi podía verse con la mirada embelesada algo entrecerrada, como aquella vez con la vampiresa que buscando vino de brujo habían bebido hasta de los jarrones. Su cuerpo no era suyo y su mente estaba dividida, como dos pequeñas Aradias que se gritaban la una a la otra a través de un cristal muy grueso, o mejor dicho una gritando y la otra haciendo cariñitos a un sapo con peluca… Ni toda el agua caliente de Aerandir la liberaría de esa sensación viscosa….
“¡¡Holaaaa, hola el bastón!! Oye tu dormida, el bastón, ¡¡¡¡hey hey hey hey hey! ¡no no no no no a ese no! A ver, céntrate, ¡QUE NO!”
La pequeña Aradia al otro lado del cristal pateaba gritaba y quería llegar a la otra embelesada que hacia mimos a un sapo con peluca mientras esa larga lengua le.... "iaaagghh iiuuggh!" se sobaba los brazos comosi escurriera el moco que recubría la sapo de sus ropas, pero claro eso solo pasaba en su burbuja mental… Palabras mimosas salían de los labios de su cuerpo desconectado y solo pensaba en un “Oh nono no que ah ¡¡moco!! ¿En serio? Hay por los…”No quería ver, se tapó los ojos, pero seguro cuando recuperara la cordura… No no había que pensar en eso, debía centrarse, como controlarse de nuevo y llegar al bastón. “Vamos tu puedes” No no pudo, pero hubo un respingo, un suspiro de alivio le recorrió cuando su mirada se elevó y miro al elfo que había visto antes. El héroe de Sandorai. Pero no salieron palabras de alivio, al contrario, dio unos pasos atrás cuando pregunto por la elfa "¿elfa? ¿Cuál elfa? A si Ella…"
Su sapito hablaba con el elfo, ¿que no entendía lo que decía SU sapito? Y como si la leyera, no de hecho él no la leía el tiraba de sus hilos, se había alejado de Nate para que mostrara su magnificencia ante el elfo de ojos brillantes, y tras una entrada menos elegante, el ¿perro? Conocía ella al perro.-Anubis- mascullo como escupiendo el nombre, con una sonrisa muerta dando unos pasos con su cadena en las manos ¿cuándo la había desenfundado? Agitando la lanceta como un péndulo. Nate quería risas, bueno ella podía castigar a ambos, al elfo de ojos brillantes Anders, y al líder Anubis, si si si seguro eso le haría carcajear.
“¡Si!”, ambas Aradias comenzaban a sincronizar. Luego hablaron de jojas… FRENTE A ELLA ¿la cambiaria? Respiro agitada… ¡Una bruja, no era justo! Ella le había prodigado amor, y hasta enrulado la peluca, y ese viscoso moco… ¿No bastaba? El péndulo de la cadena giro más rápido. Se escuchaba como cortaba el aire, aunque era un diámetro pequeño, más para intimidar que para mostrar verdadera amenaza. Seguía sonriendo pero sus ojos estaban crispados, mirando el bastón, y Nate, oh tan lindo y tierno Nate estaba embelesado tratando de que entrara en la cabeza de esos ignoramus su grandiosidad. ¡EL BASTÓN! Con el haría que SU Nate no se fijara en otras jofas ni jojas, ni siquiera en las MASHIARIS. Si, ELLA DEBÍA TOMAR EL BASTÓN.
Ambas aradias en su cabeza se miraron, ambas rojas... Había fuego, claro ella sentía fuego, le ardía la piel de enojo, ¿Cómo se atrevía Anders a alejarla de SU SAPITO?, las raíces les protegían los mantenían a raya del fuego, del aroma de mujeres, Anders liberando al perro y y y…QUERIA EL BASTÓN, no ella debía tenerlo, ella debía usarlo para que NATE no la dejara, y ANDERS ESTABA ENTROMETIENDOSE.
-¡NO DAÑARAS A MI SAPITO!- Grito Aradia que lanzo la cadena, no hacia Anders, sino entre ellos y Nate y estiro su mano libre hacia el baston que se cubría de viscoso barro.- ¡¡¡AY, ESTÁ MUY VISCOSO!!! -Renegó apretando su mano hasta sentir aquella vara de su amado, esa vara mágica ahora cubierta de aquella cosa espesa y pegajosa, y jalarla con fuerza. Nate no soltaría jamás el bastón, lo abrazo sintiendo ese cuerpo viscoso, pequeño y esponjoso apretarse contra ella que sonriendo soltaba lagrimas.- ¿Acaso ya no me amas sapito? ¿Me dejaras por una joja?- Todo era un caos pero ella estaba en su burbuja rosa, miraba a los ojos vidriosos y saltones de Nate que seguramente no había recibido un abrazo tan apasionado, tan apretado.
Saco un frasco, de sus faldas, le había costado sangre y lágrimas esa botellita, un frasco que había mostrado a su compañero felino, y una eternidad antes al elfo de ojos brillantes. Aferraba con la otra mano el bastón y al sapo con una peluca desarreglada que ya no reía.
-SI NO ERES MIO NO ERES DE NADIE- Grito tirando el frasco el líquido vaporoso formo una nube alrededor de ambos.-NO TE DEJARE IR CON UNA BRUJA MI SAPITO.
off:
XD al sapo le sale el tiro por la culata y despierta los celos de Ari que en un arrebato dramático se sintió Julieta.
Uso Gas tóxico: [Veneno, Limitado, 1 uso] Sustancia grisácea que, mientras está contenida en su frasco, permanece en un estado entre gaseoso y líquido, pero al entrar en contacto con el aire, se evapora formando una nube tóxica que dificultará la respiración de los dos personajes más cercanos al lugar en que se liberó (amigos o enemigos). La nube se disipará al cabo de una ronda, pero los afectados aún sufrirán sus efectos durante la siguiente.
- Todo esta tan… calmo. ¿No se supone esto está lleno de trampas? –Mascullo el felino balanceando su arma, aunque en ese momento era más efectiva la brillante cadena de la elfa que siseaba en el aire. No negaba que la habilidad le sorprendía pero quien la manejaba parecía que se rompería como una ramita si pisaban en falso.
-Tal vez estamos teniendo suerte- Aradia se encogió de hombros, la verdad era que ella no creía en sus palabras, nunca, en toda su vida podría decir que la suerte estaba de su lado, tal vez, solo tal vez por eso sentía que su espalda estaba tensa y sus orejas, o mejor dicho cada poro de su piel en punta. La cola del felino era la mejor representación de cómo se sentía ella. – Tal vez solo nos perdimos y estamos yendo al lado contrario oh oaa – Se quejó cuando cayó, pensando en que seguro su torpeza se la había jugado por fin, pero de ser así solo sería ella, y alzando a mirada su compañero se quejaba quedándose bien quieto.
-Hablamos muy pronto.- Comentó Gantsu y su voz sonó ahogada, como si las agujas fueran a clavarse solo por mover el cogote, todo fue demasiado rápido y temió la misma suerte pero ella pudo forcejear, las lianas eran lisas y apenas pudo mirarlo con cierto alivio, pero hubo terror en los ojos de ambos cuando con un grito recorrió el pantano a velocidad vertiginosa, ciertamente su corazonada había sido acertada, no tenía nada de suerte.
-YA ME TE KU DA SA IIIIII.- Grito y entrecerraba los ojos apenas parpadeaba, y cuando la cosa se detuvo estaba agitada como si ella misma hubiera corrido el trayecto, ahora si sentía los pinchos cerca de sus muñecas y miro al sapo. El vuelco en su estómago no era por su apariencia, en otra situación hasta le hubiera parecido tierno, pero dadas las circunstancias y esa mirada que le hizo sentir un escalofrió de temor. Sonrió de forma nerviosa
-La verdad, agradezco me acortaran el camino. Pensaba que me había perdido.- Quería imprimir valor en su voz, seguridad, pero era un hilo tembloroso y…. “NO, no estaría nunca enamorada de ti”.- Si…- respondió su voz y casi podía verse con la mirada embelesada algo entrecerrada, como aquella vez con la vampiresa que buscando vino de brujo habían bebido hasta de los jarrones. Su cuerpo no era suyo y su mente estaba dividida, como dos pequeñas Aradias que se gritaban la una a la otra a través de un cristal muy grueso, o mejor dicho una gritando y la otra haciendo cariñitos a un sapo con peluca… Ni toda el agua caliente de Aerandir la liberaría de esa sensación viscosa….
“¡¡Holaaaa, hola el bastón!! Oye tu dormida, el bastón, ¡¡¡¡hey hey hey hey hey! ¡no no no no no a ese no! A ver, céntrate, ¡QUE NO!”
La pequeña Aradia al otro lado del cristal pateaba gritaba y quería llegar a la otra embelesada que hacia mimos a un sapo con peluca mientras esa larga lengua le.... "iaaagghh iiuuggh!" se sobaba los brazos comosi escurriera el moco que recubría la sapo de sus ropas, pero claro eso solo pasaba en su burbuja mental… Palabras mimosas salían de los labios de su cuerpo desconectado y solo pensaba en un “Oh nono no que ah ¡¡moco!! ¿En serio? Hay por los…”No quería ver, se tapó los ojos, pero seguro cuando recuperara la cordura… No no había que pensar en eso, debía centrarse, como controlarse de nuevo y llegar al bastón. “Vamos tu puedes” No no pudo, pero hubo un respingo, un suspiro de alivio le recorrió cuando su mirada se elevó y miro al elfo que había visto antes. El héroe de Sandorai. Pero no salieron palabras de alivio, al contrario, dio unos pasos atrás cuando pregunto por la elfa "¿elfa? ¿Cuál elfa? A si Ella…"
Su sapito hablaba con el elfo, ¿que no entendía lo que decía SU sapito? Y como si la leyera, no de hecho él no la leía el tiraba de sus hilos, se había alejado de Nate para que mostrara su magnificencia ante el elfo de ojos brillantes, y tras una entrada menos elegante, el ¿perro? Conocía ella al perro.-Anubis- mascullo como escupiendo el nombre, con una sonrisa muerta dando unos pasos con su cadena en las manos ¿cuándo la había desenfundado? Agitando la lanceta como un péndulo. Nate quería risas, bueno ella podía castigar a ambos, al elfo de ojos brillantes Anders, y al líder Anubis, si si si seguro eso le haría carcajear.
“¡Si!”, ambas Aradias comenzaban a sincronizar. Luego hablaron de jojas… FRENTE A ELLA ¿la cambiaria? Respiro agitada… ¡Una bruja, no era justo! Ella le había prodigado amor, y hasta enrulado la peluca, y ese viscoso moco… ¿No bastaba? El péndulo de la cadena giro más rápido. Se escuchaba como cortaba el aire, aunque era un diámetro pequeño, más para intimidar que para mostrar verdadera amenaza. Seguía sonriendo pero sus ojos estaban crispados, mirando el bastón, y Nate, oh tan lindo y tierno Nate estaba embelesado tratando de que entrara en la cabeza de esos ignoramus su grandiosidad. ¡EL BASTÓN! Con el haría que SU Nate no se fijara en otras jofas ni jojas, ni siquiera en las MASHIARIS. Si, ELLA DEBÍA TOMAR EL BASTÓN.
Ambas aradias en su cabeza se miraron, ambas rojas... Había fuego, claro ella sentía fuego, le ardía la piel de enojo, ¿Cómo se atrevía Anders a alejarla de SU SAPITO?, las raíces les protegían los mantenían a raya del fuego, del aroma de mujeres, Anders liberando al perro y y y…QUERIA EL BASTÓN, no ella debía tenerlo, ella debía usarlo para que NATE no la dejara, y ANDERS ESTABA ENTROMETIENDOSE.
-¡NO DAÑARAS A MI SAPITO!- Grito Aradia que lanzo la cadena, no hacia Anders, sino entre ellos y Nate y estiro su mano libre hacia el baston que se cubría de viscoso barro.- ¡¡¡AY, ESTÁ MUY VISCOSO!!! -Renegó apretando su mano hasta sentir aquella vara de su amado, esa vara mágica ahora cubierta de aquella cosa espesa y pegajosa, y jalarla con fuerza. Nate no soltaría jamás el bastón, lo abrazo sintiendo ese cuerpo viscoso, pequeño y esponjoso apretarse contra ella que sonriendo soltaba lagrimas.- ¿Acaso ya no me amas sapito? ¿Me dejaras por una joja?- Todo era un caos pero ella estaba en su burbuja rosa, miraba a los ojos vidriosos y saltones de Nate que seguramente no había recibido un abrazo tan apasionado, tan apretado.
Saco un frasco, de sus faldas, le había costado sangre y lágrimas esa botellita, un frasco que había mostrado a su compañero felino, y una eternidad antes al elfo de ojos brillantes. Aferraba con la otra mano el bastón y al sapo con una peluca desarreglada que ya no reía.
-SI NO ERES MIO NO ERES DE NADIE- Grito tirando el frasco el líquido vaporoso formo una nube alrededor de ambos.-NO TE DEJARE IR CON UNA BRUJA MI SAPITO.
off:
XD al sapo le sale el tiro por la culata y despierta los celos de Ari que en un arrebato dramático se sintió Julieta.
Uso Gas tóxico: [Veneno, Limitado, 1 uso] Sustancia grisácea que, mientras está contenida en su frasco, permanece en un estado entre gaseoso y líquido, pero al entrar en contacto con el aire, se evapora formando una nube tóxica que dificultará la respiración de los dos personajes más cercanos al lugar en que se liberó (amigos o enemigos). La nube se disipará al cabo de una ronda, pero los afectados aún sufrirán sus efectos durante la siguiente.
Aradia Hazelmere
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Nate rió de manera desorbitada, sus ojos perdidos en la locura de su propio disfrute, se aferraba a sus estanterías mientras veía como el elfo obedecía el brillo de su bastón y esculpía en la cara de su recién descubierto compinche una sonrisa que ni siquiera él mismo hubiese podido dibujar mejor.
El sapo se sorprendió analizando a aquel elfo, dejándo que lo sedujese con la idea de Jojas futuras, se limpió levemente sus labios antes incluso de entender que aquel elfo era poco más que un charlatán. Casi tanto como él pero con menos dotes. Rió de manera descontrolada acariciándo su bastón y buscando con su mirada a Aradia, a la que se acercó un momento para acariciar sus cabellos, como intentando solventar su efímero interés por la promesa absurda de aquel elfo.
Aquella muestra de complicidad, sin embargo, duró poco. El mismo diablo con orejas de elfo encendió una luz que hasta entonces estaba apagada, una visión kilométrica y rica en detalles que envolvió al sapo antes incluso de que se diese cuenta que no estaba en sus aposentos. Nate sonrió, deshaciéndose en el placer de contemplar a aquellas mujeres luchar. Se alejó de Aradia, de la que se había olvidado al ver a las Jojas que Anders le ofrecía.
Alzó una mano, como para querer tocarlas y la imagen de aquella Joja de cabellos oscuros parecía alejarse de él, como corriendo hacia el lado opuesto de donde él estaba. Nate carcajeó, sumido en la diversión que le auguraba aquella persecución.
-Cuánto más se me resisten... más me gustan- dijo, más para él mismo que para el resto.
Se movió varios pasos, notando como por alguna razón el bastón se le desprendía un poco de las manos... estaba resbaladizo. Lo reajustó a su palma, asiéndolo con fuerza pero sin dejar de seguir con sus ojos abiertos de par en par los pasos seductores de la Joja de aquel lugar donde acababa de aterrizar.
-Camina como... camina como si navegase...- dijo el sapo y dio otro pasito más hacia la bruja de la ilusión que ajena a todo aquello seguía luchando en un tiempo y lugar ajenos a los allí presentes.
Sin embargo, algo se rompió en aquella burbuja. El silencio quizás de la ignorancia de aquella bruja a sus intentos de tocarla con las manos, la expresión ausente de la misma mirando a algo que no era él... el sonido sordo de un trampa que culminó con el cuerpo de Anubis intentando saltar sobre el sapo.
Intentó.
Casi funciona.
La estancia olía a traición además de la obviedad del humo y sombras de aquella ilusión. Nate apenas se esperaba los ataques de aquel elfo y alzó el bastón notando como el acompañante del mismo saltaba sobre su cabeza para rematarlo de un golpe final.
Intentó desprenderse de sus manos, intentó hacer de aquella sonrisa perenne en sus labios un truco más por el que obligarlo a morir a manos de su amigo. Se aferró a su bastón como si aquella fuese la primera y la última vez que le servía de apoyo más que de diversión casi extasiado por la explosión de lucidez que había invocado aquel jofo.
Su bastón lo había inundado de la sensación de sospecha sometiéndolo a sus propios efectos por primera vez en mucho tiempo, Nate no tardó demasiado en reaccionar:
-Una pena que el miedo nuble tu vista... Ahora entiendo lo de... Perro ladrador poco mordedor- La expresión de Nate se enfocó en Anubis y este como si de pronto se diese cuenta de algo que había obviado hasta entonces... frenó su lucha en el momento exacto en el que el perro casi atinaba su objetivo.
La sonrisa sutil de Nate parecía entender poco a poco que lejos de ser un chiste compartido, aquello era una broma del destino: Apenas analizó aquella situación para darse cuenta que quizás y por primera vez desde hacía mucho tiempo, su risa era más nervios que soberbia. Casi lo tomó por sorpresa...
La sensación de sospecha y muestra cierta de su debilidad lo había puesto en una encrucijada... ¿su bastón... o la promesa de aquellas mujeres?.¿ Su vida... o el placer de disfrutarla?
Anubis, embriagado del miedo que le proyectó el bastón había parado en seco su ataque y ahora sollozaba. Confuso primero y tembloroso después mientras daba tres pasos reculando sobre si mismo, claramente asustado de algo más allá de Nate que tan solo esta en su mente y que... tenía el contorno de Anders.
El elfo parecía ser el nuevo objetivo de Anubis que aunque temeroso, alzaba su hacha con la valía del guerrero que era, depositando su fiereza en el miedo que le daba aquella situación. Aquel elfo había guiado a él y a sus hombres hasta el desastre...
El hecho de que usase a aquellas mujeres guerreras como cebo tan solo esclarecía la verdad: Anders no tenía escrúpulos si quiera para respetar a aquellos que intentaron ayudarlo en una guerra que era suya. No podía esperar nada bueno por consiguiente de él.
Nate rió extasiado por el nuevo objetivo de Anubis. Una fácil salida a todo lo que se le venía encima, un desdoble de poder enorme que le permitiría, por fin, deshacerse de aquella persona non grata y que obviamente manejaba aquella visión: Aquella era la única explicación al porqué aquellas Jojas no se habían rendido a sus pies como aquella tal Aradia.
Aradia.
La Jofa... ¿Qué hacía? Nate sintió el abrazo de la elfa ansioso de cercanía a él mismo. Pero no fue aquello lo que le sorprendió, no. Estaba acostumbrado a las muestras de afecto producto de su bastón. Si no lo hubiese interrumpido el elfo que ahora mismo le ponía difícil asir su bastón con sus placas de arcilla, aquella elfa hubiese acortado la distancia que los separaba a mucho menos que un abrazo. Mucho menos que su piel cálida rozando la humedad de su propios poros y que lo rodea...
Salivó por un momento, llenando su imaginación de imágenes de Aradia de las que se sintió orgulloso. Dejó de reír por un segundo, su cuerpo tenso y lleno de deseo incontrolable. Aquella Jofa había sido sin duda una sorpresa.... ¿Acaso era tan irresistible? Quizás podría darle una oportunidad. Al fin y al cabo, Anubis mantendría entretenido un rato a Anders.
Notó la mano derecha de Aradia bajar a su falda y la respiración del sapo se aceleró.
-No sabía que te gustaban las audiencias, querida Jofita...- Nate cerró los ojos, esperando el la acción de aquella mano por un segundo en... Su mano resbaló finalmente del bastón. Tan solo un segundo, una milésima de segundo en la que abrió los ojos sintiendo el pánico mismo que le había hecho sentir a Anubis minutos antes.
La sonrisa de su bastón borrada por completo por la arcilla pegajosa de Anders, su mano a dos centímetros del mismo, la de la elfa, apretándolo como si diese la bienvenida a un nuevo amigo.
-JAJAJAJAJAJA Os creéis muy listos... pero... soiisss..- su cara llena de pánico, intentando agarrar de nuevo su bastón y fracasando en el intento- ¡sois Imbútiles!-
Su saco vocal se desinfló emitiendo un sonido de rabia y locura a partes iguales.... y se llenó del aire tóxico del contenido del frasco de Aradia.
Como acto reflejo el sapo llevó su mano libre hasta su garganta. El veneno le quemaba las vías respiratorias de manera plausible, cada bocanada de aire ardía. Intentó emitir un sonido doloroso que quiso ser una palabra. Hincó sus rodillas en el suelo, alejándose de aquella masa de aire tóxica y dejándo el bastón, sumido en arcilla que lo mantenía en pie, descuidado por primera vez en muchos años.
Inspiró de nuevo aire, esta vez queriendo ahogar un grito y llevando la mano hasta la posición del bastón en un intento poco exitoso de agarrarlo.En su lugar, el sapo emitió una tos sonora a la que se unió.... la de Aradia.
La elfa había conseguido desprender a Nate de su bastón mediante la audacia misma de arriesgar su propia vida. La voz de la elfa que hasta entonces había estado agarrando también el bastón se había desprendido del mismo, en un acto reflejo, como el del viejo sapo, de exhalar el aire tóxico de su garganta y calmar el quemazón del mismo con sus manos.
A un lado de la sala, Anders se había convertido en el objetivo principal de un Anubis encantado por el bastón y sumido en el terror mismo de sentirse traicionado por el elfo.
Al otro lado, Aradia y Nate ambos presa de los efectos de un amor tóxico.
El bastón, como testigo de aquel caos, esperaba paciente en el centro de la misma. Anhelando la amistad inquebrantable de la calidad de una mano que lo guiase hacia la perdición. O la victoria.
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*.*.*.*.*,*.*.*.*.*.*
Queridas criaturas ingeniosas.
Sin duda estáis poniéndoselo difícil a Nate. En esta ronda habéis logrado que el sapo se separe del bastón. Sin duda alguna todo una proeza que... bueno, No ha servido para separarlo de él por completo. Al menos no aún. Tenéis una última ronda para terminar vuestra hazaña.
Anders: Anubis es un buen luchador, como tu mismo has descrito en posts anteriores y los efectos del bastón sobre sus emociones le han nublado su buen juicio. Para regocijo de Nate, Anubis se ha convertido en tu último impedimento antes de hacerte con el bastón.
Aradia:¡Bien hecho! Has logrado que Nate se separe de su bastón. No todo te ha salido como hubieses querido pues los efectos de tu gas tóxico han hecho que ambos tú y el sapo quedéis algo perjudicados durante esta ronda. Tú además sigues bajo los efectos del bastón sobre ti, por lo que aún verás a Nate como tu enamorado.
¡Oh... se me olvidaba! Recordad que tan solo uno de vosotros puede hacerse con el bastón y pasar a la segunda ronda. Imagino que dais por supuesto que eso significa que tan solo uno de vosotros al final de este turno debe hacerse con el bastón. No me importa como decidáis quién se lo queda, pero claramente debe estar reflejado en el rol.
¡Estáis muy cerca de conseguirlo...!
Os leo con impaciencia.
Wyn
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Vi del sapo y la elfa al bastón al cánido.
Dejé ir lentamente el aire por la nariz mientras observaba la sangre deslizándose por su costado. Estaba en peligro. De reojo, volví a ver hacia el otro par, tosiendo. ¿Era paralizante? ¿Mortal? ¿Debía detener a Anubis y a esos dos a la vez?
Si era mortal la vida de la mujer peligraba también. No es decir que la mía no. La de todos, porque no podía ser de otra manera. Debía actuar rápido, pero estaba tan… agotado.
Anubis tomó un paso cautelosamente hacia mí. Ahora más que nunca era animal: estaba asustado, y como podrás saber, no hay un animal más peligroso que uno con miedo. Estaba hablando, pero no lo escuchaba. Había otra voz… otra. Sugiriéndome qué hacer. Dejé de enfrentar los ojos del hombre perro hacia sus pies; detrás de él…
¿El bastón?
No… no. Lo que lo rodeaba. ¿La arcilla?
Abrí la boca para responder, pero el exhalar de la primera sílaba provocó el primer ataque de Anubis. Esquivé, cayendo al suelo en una posición perfecta para apreciar el resultado de combinar la fuerza de alguien como él con acero duro afilado y pesado. Los estantes y la pared detrás que alcanzó se hicieron trizas.
Rodé para evitar sufrir el mismo destino ante un golpe desde arriba. El hacha quedo incrustada, pero en vez de atorarse intentando sacarla, Anubis simplemente la arrastró a ras del suelo, persiguiéndome. Como podía tomaba las tablas que se alzaban y las usaba para defenderme o las lanzaba a la otra sala para que la mujer ni el sapo se acercasen al bastón, o al menos dificultárselos.
Logré atrapar su brazo pero fue un momento poco vivido. Simplemente era mejor. Aun sangrando, tenía más fuerza de la que yo jamás tendría y mayor alcance. Su habilidad con el hacha estaba lejos de ser la mostrada con su guja, pero ver como la casa estallaba donde paraban sus golpes te haría olvidarlo.
Le lancé el cuchillo sin esperanzas de atinar. La punta ni siquiera iba al frente, simplemente fallé, pero verlo perder su equilibrio ante raíces que no estaban allí me ayudó a recordar un detalle importante: para los demás la ilusión era real. Me sirvió para relajarme y notar que aunque la distancia entre el bastón y cualquiera de nosotros era corta, para ninguno de ellos era una sencilla. Tenía… ¿Qué? Unos segundos más.
Estaba detrás de Anubis. Podía llegar a el. Podía alcanzar el bastón.
Estancado de arcilla, podía recubrirlo por completo; endurecerla. Sería inaccesible para nadie que no fuese yo o un brujo de tierra. Podía moldear la punta para hacerlo como una lanza y entonces… Entonces…
¿Entonces qué? ¿Mataría a Anubis? ¿Qué hacía si no podía hacerlo volver a ser? ¿Usaba… usaba el bastón para “acomodarlo” a él y a la elfa?
No. Nunca.
No se trataba de la posibilidad de terminar como Nate. Me negaba a usarlo. A usar lo mismo con la que le habían dado uno de los peores días de su vida a Syl y Asher.
Había una sola salida fuera de esto. Superar a Anubis.
Ahora—escucha, hay cosas que son imposibles de explicar en su totalidad. Cosas que simplemente no pueden acompasarse en algo tan limitado como palabras, y yo hablo dos idiomas, pero intentaré explicarlo.
Conozco su nombre, y sin embargo, no puedo decírtelo.
La llamé, y vino. Pero no, no fue por mi llamado. Algo rugió en mi mente, una voz que no conocía. Emitiendo sonidos que no puede producir una garganta. Hablando un lenguaje que puedo entender, pero no hablar.
La arcilla brotó en estructuras superpuestas, extruyéndose entre sí para formar un todo más grande. Las placas de roca se vinculaban con conexiones extremadamente delgadas y densas que permitían libre movimiento. No sentía ningún peso, pero el suelo de la casa crujió ante el mismo. Una segunda piel. Una armadura que nadie podría remover a menos de que pudiese destruir los miles dentro de miles de remaches antes de que volvieran a hacerse.
Anubis cargó hacha en alto y lanzó el primer golpe. Más piedra recubrió mi brazo y empujé el hacha a un lado, apoyando la palma sobre el pecho de Anubis y lo empujé. O no, sería incorrecto decir eso. Las rocas en mi palma chocaron desde las más interiores a las más exteriores con fuerza, eso fue lo que lo empujó, y fue un golpe más devastador del que yo podría haber dado.
Viéndolo fuera de equilibrio me apresuré y corrí hacia él. La voz me refutó, pero fue tarde. Empecé una competencia de fuerzas con el hombre y me empecé a sentir rígido. Se fue la flexibilidad y volvió el peso. En donde antes estaba el sonido en mi mente solo restaba un silencio aplastante.
Me resbalé sobre la sangre de Anubis y el hombre-bestia aprovechó el momento derribandome al suelo y alzó el arma, descendiendo con todo su cuerpo sobre el mío. Sentí como se quebró la piedra y dos de mis costillas.
Grité y Anubis intentó alzar el brazo para brutalizarme y ponerme un fin allí, pero se halló igual que yo: pesado, con su muñeca atrapada en un grillete de piedra. Pateé su rodilla y se vino abajo. Mi cuerpo me maldijo al sentir el peso de Anubis y la roca sobre mí.
Lo golpeé y rodamos, dejándolo abajo. Animé la armadura que me recubría sobre él como su prisión particular, aplastándolo e inmovilizando hasta el último de sus dedos.
Jadeé por aire, el dolor haciéndome desear casi no hacerlo. Anubis me maldecía y gritaba mientras me arrastraba hasta el bastón. Lo tomé, y antes de que pudiera decir algo aplasté una mano sobre la sonrisa dibujada en el mismo y acumulé la arcilla a lo largo, encerrándolo en una prisión de espinas como agujas para que fuese intomable. Una más dura que la que contenía al hombre bestia. Una no de roca, sino hierro.*
Dejé ir lentamente el aire por la nariz mientras observaba la sangre deslizándose por su costado. Estaba en peligro. De reojo, volví a ver hacia el otro par, tosiendo. ¿Era paralizante? ¿Mortal? ¿Debía detener a Anubis y a esos dos a la vez?
Si era mortal la vida de la mujer peligraba también. No es decir que la mía no. La de todos, porque no podía ser de otra manera. Debía actuar rápido, pero estaba tan… agotado.
Anubis tomó un paso cautelosamente hacia mí. Ahora más que nunca era animal: estaba asustado, y como podrás saber, no hay un animal más peligroso que uno con miedo. Estaba hablando, pero no lo escuchaba. Había otra voz… otra. Sugiriéndome qué hacer. Dejé de enfrentar los ojos del hombre perro hacia sus pies; detrás de él…
¿El bastón?
No… no. Lo que lo rodeaba. ¿La arcilla?
Abrí la boca para responder, pero el exhalar de la primera sílaba provocó el primer ataque de Anubis. Esquivé, cayendo al suelo en una posición perfecta para apreciar el resultado de combinar la fuerza de alguien como él con acero duro afilado y pesado. Los estantes y la pared detrás que alcanzó se hicieron trizas.
Rodé para evitar sufrir el mismo destino ante un golpe desde arriba. El hacha quedo incrustada, pero en vez de atorarse intentando sacarla, Anubis simplemente la arrastró a ras del suelo, persiguiéndome. Como podía tomaba las tablas que se alzaban y las usaba para defenderme o las lanzaba a la otra sala para que la mujer ni el sapo se acercasen al bastón, o al menos dificultárselos.
Logré atrapar su brazo pero fue un momento poco vivido. Simplemente era mejor. Aun sangrando, tenía más fuerza de la que yo jamás tendría y mayor alcance. Su habilidad con el hacha estaba lejos de ser la mostrada con su guja, pero ver como la casa estallaba donde paraban sus golpes te haría olvidarlo.
Le lancé el cuchillo sin esperanzas de atinar. La punta ni siquiera iba al frente, simplemente fallé, pero verlo perder su equilibrio ante raíces que no estaban allí me ayudó a recordar un detalle importante: para los demás la ilusión era real. Me sirvió para relajarme y notar que aunque la distancia entre el bastón y cualquiera de nosotros era corta, para ninguno de ellos era una sencilla. Tenía… ¿Qué? Unos segundos más.
Estaba detrás de Anubis. Podía llegar a el. Podía alcanzar el bastón.
Estancado de arcilla, podía recubrirlo por completo; endurecerla. Sería inaccesible para nadie que no fuese yo o un brujo de tierra. Podía moldear la punta para hacerlo como una lanza y entonces… Entonces…
¿Entonces qué? ¿Mataría a Anubis? ¿Qué hacía si no podía hacerlo volver a ser? ¿Usaba… usaba el bastón para “acomodarlo” a él y a la elfa?
No. Nunca.
No se trataba de la posibilidad de terminar como Nate. Me negaba a usarlo. A usar lo mismo con la que le habían dado uno de los peores días de su vida a Syl y Asher.
Había una sola salida fuera de esto. Superar a Anubis.
Ahora—escucha, hay cosas que son imposibles de explicar en su totalidad. Cosas que simplemente no pueden acompasarse en algo tan limitado como palabras, y yo hablo dos idiomas, pero intentaré explicarlo.
Conozco su nombre, y sin embargo, no puedo decírtelo.
La llamé, y vino. Pero no, no fue por mi llamado. Algo rugió en mi mente, una voz que no conocía. Emitiendo sonidos que no puede producir una garganta. Hablando un lenguaje que puedo entender, pero no hablar.
La arcilla brotó en estructuras superpuestas, extruyéndose entre sí para formar un todo más grande. Las placas de roca se vinculaban con conexiones extremadamente delgadas y densas que permitían libre movimiento. No sentía ningún peso, pero el suelo de la casa crujió ante el mismo. Una segunda piel. Una armadura que nadie podría remover a menos de que pudiese destruir los miles dentro de miles de remaches antes de que volvieran a hacerse.
Anubis cargó hacha en alto y lanzó el primer golpe. Más piedra recubrió mi brazo y empujé el hacha a un lado, apoyando la palma sobre el pecho de Anubis y lo empujé. O no, sería incorrecto decir eso. Las rocas en mi palma chocaron desde las más interiores a las más exteriores con fuerza, eso fue lo que lo empujó, y fue un golpe más devastador del que yo podría haber dado.
Viéndolo fuera de equilibrio me apresuré y corrí hacia él. La voz me refutó, pero fue tarde. Empecé una competencia de fuerzas con el hombre y me empecé a sentir rígido. Se fue la flexibilidad y volvió el peso. En donde antes estaba el sonido en mi mente solo restaba un silencio aplastante.
Me resbalé sobre la sangre de Anubis y el hombre-bestia aprovechó el momento derribandome al suelo y alzó el arma, descendiendo con todo su cuerpo sobre el mío. Sentí como se quebró la piedra y dos de mis costillas.
Grité y Anubis intentó alzar el brazo para brutalizarme y ponerme un fin allí, pero se halló igual que yo: pesado, con su muñeca atrapada en un grillete de piedra. Pateé su rodilla y se vino abajo. Mi cuerpo me maldijo al sentir el peso de Anubis y la roca sobre mí.
Lo golpeé y rodamos, dejándolo abajo. Animé la armadura que me recubría sobre él como su prisión particular, aplastándolo e inmovilizando hasta el último de sus dedos.
Jadeé por aire, el dolor haciéndome desear casi no hacerlo. Anubis me maldecía y gritaba mientras me arrastraba hasta el bastón. Lo tomé, y antes de que pudiera decir algo aplasté una mano sobre la sonrisa dibujada en el mismo y acumulé la arcilla a lo largo, encerrándolo en una prisión de espinas como agujas para que fuese intomable. Una más dura que la que contenía al hombre bestia. Una no de roca, sino hierro.*
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Resumen: Anders pelea con Anubis e intenta obstaculizar el paso a Aradia y Nate, más las llamas y demás de la ilusión para que no puedan ir directamente por el bastón. Inmoviliza a Anubis y cubre en piedra el objeto con el exterior lleno de espinas para que no sea tomable a mano suelta.
* esto es metafórico. Sigue siendo arcilla endurecida.
Consideré lanzarle una poción de baile a Aradia y Nate; pero no me apeteció dificultarle más el post (visualicen: ahogada por veneno, sintiendo que está en un lugar prendido en llamas, enamorada de un sapo y forzada a bailar). En fin... eso.
Anders
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
La lucidez era algo ambiguo en ese momento, ansiaba el bastón aún más allá de sus deseos de controlar el amor de Nate. Su mente estaba crujiendo y el palpitar acelerado de su corazón solo ayudaba a que esa bruma fuera más y más espesa. Arrodillada su mano diestra aferraba su cuello como si con esto pudiera ayudarla a respirar, miraba a Nate inflando el cogote, habían pasado de un cálido momento a sentir los pulmones abrazados por el veneno traído del mismo Oblivion.
A su alrededor las cosas ya no eran tan caóticas, si había fuego, una nube de veneno pero ya no tenían al elfo ni al hombre perro encima, ellos estaban en lo suyo y mejor que así se quedaran. O eso pensó cuando un retablo le pasó cerca, lo vio con el rabillo del ojo y la mano en su cuello se elevó para proteger su rostro. Tal vez su necesidad por respirar omitía el hecho de que otras partes del cuerpo podían doler, pero ver su mano en una pose poco natural cuando el trozo de madera resonó a su lado y una humedad cálida le hacía ver carmesí, supo que no era una buena señal.
-Agh, cof, cof, mal.. ahg. Donde.- Jadeo desesperada, el millar de cuentas e su vestido, cristales aquello que disimulaba su cadena que ahora estaba medio enredada en su brazo sano le estorbaban pero por fin dio con la que buscaba, agua, no lo que necesitaba requería mas que crear presión en el ambiente, pensó el collar le dio la respuesta y acercándose a Nate y al bastón el pequeño trozo de escarcha se hizo trizas y alrededor de ella un tornado de fuego se hizo presente(2), absorbiendo el veneno, tragando los trozos de madera que el elfo lanzaba y regurgitándolos furioso hacia otro objetivo, el aire se sentía caliente pero ya no quemaba ni su piel, garganta u ojos, a donde iría no le importaba en ese momento, solo lamentaba no tener una poción.
Rio un poco demente cuando cogió el bastón lleno de barro, su ropa arañada y sus cabellos alborotados bailaban con el ir y venir del fuego y el viento de ese huracán, lloro un poco.-Cof.. cof… siempre… estoy en el ojo de la tormenta.- Jadeo sintiendo el aire cálido en sus pulmones, deseaba agua, el veneno seguía ahí en ella, abrazando poco a poco cada rincón de su maltrecho cuerpo. Pensó en lo irónico de la situación, ella pensaba que era una calamidad cuando inicio sus andanzas, luego que simplemente tenia una afinidad para llegar en los momentos menos adecuados, pero ahora literalmente estaba en el ojo del huracán, luchando por su vida, amando locamente a un hombre sapo y sosteniendo una de las reliquias malditas. Sujeto el bastón lleno de barro endurecido con el brazo y con el otro junto fuerzas, un crujido húmedo y un grito le hizo saber que había acomodado de momento la muñeca, la aferro con su mano y aun mareada la luz emano de su palma cosquilleando, provocando algo de alivio No sería suficiente, pero recito la plegaria.
- Daoin’Teague’Feer Häun Ivae’ess Ten Anta Almarë Meldo Melda Es'Caerta Imbar
(1)
Sujeto el bastón con fuerza del extremo con el que tocaba el piso y comenzó a azotarlo contra el suelo, con cada golpe sentía el rebote del suelo de madera crujir, requirió todas sus fuerzas, pero ahí estaba, el sonriente rostro del bastón. Por un momento deseo destruirlo, pero ¿de dónde venía esa idea? Se froto los ojos y aferrando el bastón susurro. La vision de Simphony, de ahí venia, la pequeña Melody. La hija de un hombre, una mujer y un hechizo.
-Todo estará bien Nate, ahora serás mío.- su voz era áspera ahogada cuando miro al sapo a sus pies, no se acercó mucho, si le quitaba el bastón no podría hacerlo amarla, evitaría por todos los medios que se fijara en otras jojas. Nate tenía los ojos desorbitados, más de lo normal cuando miro al bastón sonriente y a Aradia contendiendo la respiración entre los accesos de tos, ya no luchaba por sacarle el veneno de sus pulmones se enfocaba en ver al hombre bestia a los ojos y mostrarle el bastón. Su cordura se había ido algo lejos pero ella sonreía aunque no se podía decir que fuera una sonrisa que llegara a su mirada –Tranquilo Nate, solo sonríe, no vas a dejarme ahora ¿verdad?
OFF:
Uso de Habilidad racial: Imposición de manos (1)
(2)Uso de Colgante de Escarcha: [Consumible][resta 1 carga] Objeto master del Ddía de la alianza
El poseedor del cristal podrá utilizar una habilidad mágica a su elección de cualquiera de los personajes que participaron en el ritual del elfo Vincent Calhoun. Los personajes de nivel 0-3, podréis elegir una habilidad de hasta un nivel superior al vuestro; los personajes de nivel 4 en adelante, podreis elegir una habilidad de nivel 4 o inferior.
Habilidad escogida
Nivel 2
Huracán de fuego – El brujo crea un huracán de 2 metros de altura a su alrededor; manteniéndose en el ojo de este como medida defensiva, ya que el aire que despide puede desviar proyectiles y al estar altamente caliente quema a los adversarios que se aproximen.
- Mantenida. Dos turnos activan. Cuatro turnos para reutilizarla.
A su alrededor las cosas ya no eran tan caóticas, si había fuego, una nube de veneno pero ya no tenían al elfo ni al hombre perro encima, ellos estaban en lo suyo y mejor que así se quedaran. O eso pensó cuando un retablo le pasó cerca, lo vio con el rabillo del ojo y la mano en su cuello se elevó para proteger su rostro. Tal vez su necesidad por respirar omitía el hecho de que otras partes del cuerpo podían doler, pero ver su mano en una pose poco natural cuando el trozo de madera resonó a su lado y una humedad cálida le hacía ver carmesí, supo que no era una buena señal.
-Agh, cof, cof, mal.. ahg. Donde.- Jadeo desesperada, el millar de cuentas e su vestido, cristales aquello que disimulaba su cadena que ahora estaba medio enredada en su brazo sano le estorbaban pero por fin dio con la que buscaba, agua, no lo que necesitaba requería mas que crear presión en el ambiente, pensó el collar le dio la respuesta y acercándose a Nate y al bastón el pequeño trozo de escarcha se hizo trizas y alrededor de ella un tornado de fuego se hizo presente(2), absorbiendo el veneno, tragando los trozos de madera que el elfo lanzaba y regurgitándolos furioso hacia otro objetivo, el aire se sentía caliente pero ya no quemaba ni su piel, garganta u ojos, a donde iría no le importaba en ese momento, solo lamentaba no tener una poción.
Rio un poco demente cuando cogió el bastón lleno de barro, su ropa arañada y sus cabellos alborotados bailaban con el ir y venir del fuego y el viento de ese huracán, lloro un poco.-Cof.. cof… siempre… estoy en el ojo de la tormenta.- Jadeo sintiendo el aire cálido en sus pulmones, deseaba agua, el veneno seguía ahí en ella, abrazando poco a poco cada rincón de su maltrecho cuerpo. Pensó en lo irónico de la situación, ella pensaba que era una calamidad cuando inicio sus andanzas, luego que simplemente tenia una afinidad para llegar en los momentos menos adecuados, pero ahora literalmente estaba en el ojo del huracán, luchando por su vida, amando locamente a un hombre sapo y sosteniendo una de las reliquias malditas. Sujeto el bastón lleno de barro endurecido con el brazo y con el otro junto fuerzas, un crujido húmedo y un grito le hizo saber que había acomodado de momento la muñeca, la aferro con su mano y aun mareada la luz emano de su palma cosquilleando, provocando algo de alivio No sería suficiente, pero recito la plegaria.
- Daoin’Teague’Feer Häun Ivae’ess Ten Anta Almarë Meldo Melda Es'Caerta Imbar
(1)
Sujeto el bastón con fuerza del extremo con el que tocaba el piso y comenzó a azotarlo contra el suelo, con cada golpe sentía el rebote del suelo de madera crujir, requirió todas sus fuerzas, pero ahí estaba, el sonriente rostro del bastón. Por un momento deseo destruirlo, pero ¿de dónde venía esa idea? Se froto los ojos y aferrando el bastón susurro. La vision de Simphony, de ahí venia, la pequeña Melody. La hija de un hombre, una mujer y un hechizo.
-Todo estará bien Nate, ahora serás mío.- su voz era áspera ahogada cuando miro al sapo a sus pies, no se acercó mucho, si le quitaba el bastón no podría hacerlo amarla, evitaría por todos los medios que se fijara en otras jojas. Nate tenía los ojos desorbitados, más de lo normal cuando miro al bastón sonriente y a Aradia contendiendo la respiración entre los accesos de tos, ya no luchaba por sacarle el veneno de sus pulmones se enfocaba en ver al hombre bestia a los ojos y mostrarle el bastón. Su cordura se había ido algo lejos pero ella sonreía aunque no se podía decir que fuera una sonrisa que llegara a su mirada –Tranquilo Nate, solo sonríe, no vas a dejarme ahora ¿verdad?
OFF:
Uso de Habilidad racial: Imposición de manos (1)
(2)Uso de Colgante de Escarcha: [Consumible][resta 1 carga] Objeto master del Ddía de la alianza
El poseedor del cristal podrá utilizar una habilidad mágica a su elección de cualquiera de los personajes que participaron en el ritual del elfo Vincent Calhoun. Los personajes de nivel 0-3, podréis elegir una habilidad de hasta un nivel superior al vuestro; los personajes de nivel 4 en adelante, podreis elegir una habilidad de nivel 4 o inferior.
Habilidad escogida
Nivel 2
Huracán de fuego – El brujo crea un huracán de 2 metros de altura a su alrededor; manteniéndose en el ojo de este como medida defensiva, ya que el aire que despide puede desviar proyectiles y al estar altamente caliente quema a los adversarios que se aproximen.
- Mantenida. Dos turnos activan. Cuatro turnos para reutilizarla.
Aradia Hazelmere
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Queridas criaturas indecisas:
Perdón por la tardanza de mi post, no ha sido, sin duda nada fácil estimar vuestras respuestas y llegar a una solución lo suficientemente justa para ambos.
El resumen de la situación es el siguiente: Anders ha tomado primero el bastón, pero eso no significa que le pertenece. Nate sigue unido a él por lo que sin duda para desprenderlo del amarre "emocional" entre el bastón y él mismo vuestros ataques deben estar más dirigidos a Nate que al bastón en si.
Por otro lado, Aradia ha usado el collar para zafarse del veneno de manera éxitosa y ha decidido herirse a si misma agarrando el bastón sumido en los pinchos de arcilla que Anders ha puesto alrededor del mismo.
En este momento ambos tenéis una oportunidad legítima de tomar el bastón, por lo que no puedo avanzar en el desarrollo del tema hasta que decidáis pues quién se va a hacer con el mismo y como vais a deshaceros del vínculo emocional entre Nate y él, pues sin hacer eso, dudo mucho que el bastón os obedezca.
Para esto os dejaré una ronda más después del cual el tema será resuelto.
Aradia: Tu ventaja es que Nate te ha dotado con el efecto del bastón sobre ti y por lo tanto tus emociones y las de Nate están sumamente unidas. Quizás esto te sea útil para hacerte con el bastón.Recuerda, sin embargo, que al ignorar los pinchos en los que ha cubierto Anders el bastón te has herido las manos y necesitas invertir tiempo en curarte de manera total.
Anders: Tu ventaja ciertamente es que eres el primero que tomaste el bastón y que por lo tanto atrajiste su atención, quizás eso te sea de alguna utilidad
Os aviso que, de no cumplirse este objetivo, no tan solo no os haréis con el objeto, sino que además quizás tengáis alguna consecuencia negativa para ambos. Recordar que el bastón esta ligado a las emociones y a los sentimientos... quizás esto os sea útil para desprenderlo de Nate y que finalmente, os pertenezca de manera legítima.
Siento si esta respuesta no es la que os esperabais, pero dada la situación creo que es lo mejor..
Os leo pronto, criaturas.
Perdón por la tardanza de mi post, no ha sido, sin duda nada fácil estimar vuestras respuestas y llegar a una solución lo suficientemente justa para ambos.
El resumen de la situación es el siguiente: Anders ha tomado primero el bastón, pero eso no significa que le pertenece. Nate sigue unido a él por lo que sin duda para desprenderlo del amarre "emocional" entre el bastón y él mismo vuestros ataques deben estar más dirigidos a Nate que al bastón en si.
Por otro lado, Aradia ha usado el collar para zafarse del veneno de manera éxitosa y ha decidido herirse a si misma agarrando el bastón sumido en los pinchos de arcilla que Anders ha puesto alrededor del mismo.
En este momento ambos tenéis una oportunidad legítima de tomar el bastón, por lo que no puedo avanzar en el desarrollo del tema hasta que decidáis pues quién se va a hacer con el mismo y como vais a deshaceros del vínculo emocional entre Nate y él, pues sin hacer eso, dudo mucho que el bastón os obedezca.
Para esto os dejaré una ronda más después del cual el tema será resuelto.
Aradia: Tu ventaja es que Nate te ha dotado con el efecto del bastón sobre ti y por lo tanto tus emociones y las de Nate están sumamente unidas. Quizás esto te sea útil para hacerte con el bastón.Recuerda, sin embargo, que al ignorar los pinchos en los que ha cubierto Anders el bastón te has herido las manos y necesitas invertir tiempo en curarte de manera total.
Anders: Tu ventaja ciertamente es que eres el primero que tomaste el bastón y que por lo tanto atrajiste su atención, quizás eso te sea de alguna utilidad
Os aviso que, de no cumplirse este objetivo, no tan solo no os haréis con el objeto, sino que además quizás tengáis alguna consecuencia negativa para ambos. Recordar que el bastón esta ligado a las emociones y a los sentimientos... quizás esto os sea útil para desprenderlo de Nate y que finalmente, os pertenezca de manera legítima.
Siento si esta respuesta no es la que os esperabais, pero dada la situación creo que es lo mejor..
Os leo pronto, criaturas.
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
Lenguas naranjas danzaron en mi rostro y el calor me golpeó el costado.
Calor real.
Miré por el rabillo del ojo y volteé, observando el tornado de fuego que se había formado.
Concentré éter en la mano que tenía sobre el costado como un reflejo [1], pero mi parte consciente me murmuró que sería inútil. No era un curandero, cualquier sanación que hiciera no sería significativa. También era más débil de lo normal - suficiente para saber que no estaba en un estado en que pudiese mantener más la armadura, incluso si la tomase de Anubis.
Vi hacia el hombre bestia. No era una opción aunque pudiese. No lo había derrotado, solo lo había inmovilizado. Como moviese una piedra y pudiese generar más fuerza, se libraría, y aún tenía ganas de matarme.
A su lado una raíz empezó a desvanecerse. Nunca fue, pero ahora era menos. La ilusión. Corrí los ojos rápidamente a los lados. La ilusión del orbe estaba desvaneciéndose. No restaba nada de ella sino los detalles más pequeños.
Gracioso. Tantos cortes de espadas, laceraciones de látigo, penetraciones de lanza, golpes de martillo...cosas indescriptibles de magia, y lo que acabaría conmigo sería una vara de madera que no estaba hecha para combate marcial.
Repasé mis opciones, buscando una manera de salir en una sola pieza, o si la ocasión lo requería, dos, mientras también saliera vencedor del lugar. No contaba con defensas; había abandonado mi armadura atrás para poder escalar el árbol. Si liberaba a Anubis para contar con material, me mataría, pues seguía en mi contra. Tenía las costillas rotas y moverme hacía que mi cuerpo cuestionase si no le podía haber tocado un semielfo más estúpido. La ilusión se había desvanecido y había un tornado de fuego andante en el lugar.
Un lugar, quiero señalar, que estaba hecho de madera, y que estaba sobre un árbol, a metros del suelo.
El lugar no tardaría en caer por las llamas, y sufriría lo que ellos debieron creer sufrir. Falta de aire. Quemaduras. No podía moverme libremente por donde quisiera. Pensándolo ahora, Anubis iba a arder también. No le había hecho gran caso con las llamas falsas porque… bueno… sufriría dolor horrible, pero no lo había dejado necesariamente sobre ellas, y estaba cubierto de roca. No me preocupaba demasiado provocarle dolor falso, si había sido necesario.
Verás, eso era un mal hábito. O lo es todavía… pensar demasiado, suficiente para paralizarme haciéndolo. Había tratado de combatir activamente eso y detenerme cuando me hallaba pensando por mucho tiempo, pero la presión del momento me había empujado de vuelta a mi estado base. Dicen que el tiempo vale.
Sí. Vale mucho.
Quisiera decir que grité, pero en realidad fue más un chillido. Los gritos vinieron después.
El calor atrapó la mano con la que me estaba sosteniendo primero, y después ese lado de mi cuerpo. Hice lo que esperarías más de una persona normal que un héroe; dejé escapar lágrimas que un instante antes no tenía ni cerca de los ojos. El dolor fue suficiente motivación para moverme. “Moverme.”
Fue un movimiento torpe. Resbalé con vidrio y tela y todo lo que se había regado por mi batalla con Anubis, golpeándome la cara contra un mueble cercano. En ese punto fue que el chillido se volvió grito, pues todavía sentía que me quemaba.
Por suerte, noté que ya no estaba al alcance las llamas sino el puro calor del aire, y aunque te parezca divertido era más llevable. Buscando salidas de tal maldito desastre, me topé en mi cabeza con el recuerdo de mi oreja siendo arrancada con metal caliente.
Era un buen consuelo, el mejor que tenía. No era la primera, ni la peor ocasión en la que me había quemado sin poder hacer nada. Me dio calma. Me dio un mínimo de fuerza. Me hizo enfocarme.
Apelar a su lujuria no había ayudado a disminuir el enlace de Halliman con el bastón, si quería juzgar por el hecho que Anubis y Aradia aún estuviesen bajo sus efectos. Se habían muerto decenas de soldados por mi culpa. Y seguramente morirían más. Con el lugar ardiendo moriría yo, puede que ellos.
Deberían. Algo me susurro que deberían, con todo lo que se había desencadenado. Cavé hondo … porque estaba aquí … le había preguntado. Lo recordé. De aquel mismo día cuando nos reencontramos. Cuando me arrancaron una oreja con metal caliente. Cuando me la devolvieron. Fue todo más ameno de lo que suena.
¿Cuál era el plan con Halliman?
Matarlo. No intentar salvarlo. Matar al sapo. Me había costado considerar la idea... y tal vez la hice a un lado al ver los efectos en la elfa y el hombre bestia. ¿Y si Nate era una víctima más? ¿Y si era el bastón y no él? ¿Era justo qué la solución fuese esa?
No. Pero no podía hacer nada sobre ello. Así era la vida al final, alguien tenía que pagar, y no siempre alguien tenía que ser el culpable. Habría estado bien que Anubis lo hiciera, para mí, él tenía una razón. Mejores razones.
Principalmente, no habría sido mi mano. Mi preciosa moral estaría intacta, ¿cierto?
Ni siquiera me importaba el bastón en sí. Me subiría a un barco y lo lanzaría en medio del mar para que nadie pudiese usarlo si lo tuviera. Pero había gente a quien le importaba. Gente que me importaba a mí.
«Lo siento», pensé, alcanzando por el hacha y escuchando los ladridos de Anubis. Tuve que elegir. «Lo siento», pensé, golpeando la piedra que lo envolvía con el hacha, quebrándola para dejarle moverse. [2] Tuve que elegir. «Lo siento», pensé, tornando mi cara hacia Halliman.
Tuve que elegir.
Apreté los dientes y sonreí, sin importarme por un momento si era cosa del bastón o no. Me repetí que estaría bien. Estaría bien si se libraban de los efectos. Estaría bien si el bastón no paraba en malas manos.
«...Lo siento», pensé, como si el pensamiento pudiese alcanzarlos.
Si el bastón si caía en malas manos... solo podía esperar que... no. Estaba seguro de que podrían recuperarlo y destruirlo. Eran de las personas más capaces en Aerandir. ¿Había querido llevarle a Halliman libre? Tal vez, llevarle sus pulgares para probarlo muerto luego de que Anubis lo golpease abajo. Ya no podía hacer ninguna de las dos.
Como mínimo… haría esto. Solo era apropiado que a Halliman le pusiera un fin él. Moví la piedra que cubría a Anubis, liberándolo. El hombre perro no perdió la oportunidad de intentar agarrarme, pero era tarde.
Sentí el éter ajeno derramándose dentro. Por un momento, vi la cara del ápex rúnico en esta tierra.
Destelló como un relámpago por mi cuerpo; momentáneo, hermoso, con fuerza que conocía pocos pares. En un instante, estuve dentro del tornado. En otro ya no estaba allí, sino sobre Halliman. [3]
Hubo un estallido de llamas azules que resonó por el lugar y arroparon al sapo. Abrí los ojos sorprendido, pero lo asumí rápidamente.
—No los recuerdas.
Puse las manos sobre él, ambas la que me había quemado las llamas naranjas, y la otra para que esta vez, la quemasen las azules. Lo consideré unos instantes, si realmente haría esto. Lo vi a los ojos.
—Pero Asher y Syl te mandan saludos.
Entonces empecé a sanar, y a sanar, y a sanar, alimentando al fuego de éter, avivando las llamas. Haciendo que lo consumieran a él. [4]
Como a mí.
Calor real.
Miré por el rabillo del ojo y volteé, observando el tornado de fuego que se había formado.
Concentré éter en la mano que tenía sobre el costado como un reflejo [1], pero mi parte consciente me murmuró que sería inútil. No era un curandero, cualquier sanación que hiciera no sería significativa. También era más débil de lo normal - suficiente para saber que no estaba en un estado en que pudiese mantener más la armadura, incluso si la tomase de Anubis.
Vi hacia el hombre bestia. No era una opción aunque pudiese. No lo había derrotado, solo lo había inmovilizado. Como moviese una piedra y pudiese generar más fuerza, se libraría, y aún tenía ganas de matarme.
A su lado una raíz empezó a desvanecerse. Nunca fue, pero ahora era menos. La ilusión. Corrí los ojos rápidamente a los lados. La ilusión del orbe estaba desvaneciéndose. No restaba nada de ella sino los detalles más pequeños.
Gracioso. Tantos cortes de espadas, laceraciones de látigo, penetraciones de lanza, golpes de martillo...cosas indescriptibles de magia, y lo que acabaría conmigo sería una vara de madera que no estaba hecha para combate marcial.
Repasé mis opciones, buscando una manera de salir en una sola pieza, o si la ocasión lo requería, dos, mientras también saliera vencedor del lugar. No contaba con defensas; había abandonado mi armadura atrás para poder escalar el árbol. Si liberaba a Anubis para contar con material, me mataría, pues seguía en mi contra. Tenía las costillas rotas y moverme hacía que mi cuerpo cuestionase si no le podía haber tocado un semielfo más estúpido. La ilusión se había desvanecido y había un tornado de fuego andante en el lugar.
Un lugar, quiero señalar, que estaba hecho de madera, y que estaba sobre un árbol, a metros del suelo.
El lugar no tardaría en caer por las llamas, y sufriría lo que ellos debieron creer sufrir. Falta de aire. Quemaduras. No podía moverme libremente por donde quisiera. Pensándolo ahora, Anubis iba a arder también. No le había hecho gran caso con las llamas falsas porque… bueno… sufriría dolor horrible, pero no lo había dejado necesariamente sobre ellas, y estaba cubierto de roca. No me preocupaba demasiado provocarle dolor falso, si había sido necesario.
Verás, eso era un mal hábito. O lo es todavía… pensar demasiado, suficiente para paralizarme haciéndolo. Había tratado de combatir activamente eso y detenerme cuando me hallaba pensando por mucho tiempo, pero la presión del momento me había empujado de vuelta a mi estado base. Dicen que el tiempo vale.
Sí. Vale mucho.
Quisiera decir que grité, pero en realidad fue más un chillido. Los gritos vinieron después.
El calor atrapó la mano con la que me estaba sosteniendo primero, y después ese lado de mi cuerpo. Hice lo que esperarías más de una persona normal que un héroe; dejé escapar lágrimas que un instante antes no tenía ni cerca de los ojos. El dolor fue suficiente motivación para moverme. “Moverme.”
Fue un movimiento torpe. Resbalé con vidrio y tela y todo lo que se había regado por mi batalla con Anubis, golpeándome la cara contra un mueble cercano. En ese punto fue que el chillido se volvió grito, pues todavía sentía que me quemaba.
Por suerte, noté que ya no estaba al alcance las llamas sino el puro calor del aire, y aunque te parezca divertido era más llevable. Buscando salidas de tal maldito desastre, me topé en mi cabeza con el recuerdo de mi oreja siendo arrancada con metal caliente.
Era un buen consuelo, el mejor que tenía. No era la primera, ni la peor ocasión en la que me había quemado sin poder hacer nada. Me dio calma. Me dio un mínimo de fuerza. Me hizo enfocarme.
Apelar a su lujuria no había ayudado a disminuir el enlace de Halliman con el bastón, si quería juzgar por el hecho que Anubis y Aradia aún estuviesen bajo sus efectos. Se habían muerto decenas de soldados por mi culpa. Y seguramente morirían más. Con el lugar ardiendo moriría yo, puede que ellos.
Deberían. Algo me susurro que deberían, con todo lo que se había desencadenado. Cavé hondo … porque estaba aquí … le había preguntado. Lo recordé. De aquel mismo día cuando nos reencontramos. Cuando me arrancaron una oreja con metal caliente. Cuando me la devolvieron. Fue todo más ameno de lo que suena.
¿Cuál era el plan con Halliman?
Matarlo. No intentar salvarlo. Matar al sapo. Me había costado considerar la idea... y tal vez la hice a un lado al ver los efectos en la elfa y el hombre bestia. ¿Y si Nate era una víctima más? ¿Y si era el bastón y no él? ¿Era justo qué la solución fuese esa?
No. Pero no podía hacer nada sobre ello. Así era la vida al final, alguien tenía que pagar, y no siempre alguien tenía que ser el culpable. Habría estado bien que Anubis lo hiciera, para mí, él tenía una razón. Mejores razones.
Principalmente, no habría sido mi mano. Mi preciosa moral estaría intacta, ¿cierto?
Ni siquiera me importaba el bastón en sí. Me subiría a un barco y lo lanzaría en medio del mar para que nadie pudiese usarlo si lo tuviera. Pero había gente a quien le importaba. Gente que me importaba a mí.
«Lo siento», pensé, alcanzando por el hacha y escuchando los ladridos de Anubis. Tuve que elegir. «Lo siento», pensé, golpeando la piedra que lo envolvía con el hacha, quebrándola para dejarle moverse. [2] Tuve que elegir. «Lo siento», pensé, tornando mi cara hacia Halliman.
Tuve que elegir.
Apreté los dientes y sonreí, sin importarme por un momento si era cosa del bastón o no. Me repetí que estaría bien. Estaría bien si se libraban de los efectos. Estaría bien si el bastón no paraba en malas manos.
«...Lo siento», pensé, como si el pensamiento pudiese alcanzarlos.
Si el bastón si caía en malas manos... solo podía esperar que... no. Estaba seguro de que podrían recuperarlo y destruirlo. Eran de las personas más capaces en Aerandir. ¿Había querido llevarle a Halliman libre? Tal vez, llevarle sus pulgares para probarlo muerto luego de que Anubis lo golpease abajo. Ya no podía hacer ninguna de las dos.
Como mínimo… haría esto. Solo era apropiado que a Halliman le pusiera un fin él. Moví la piedra que cubría a Anubis, liberándolo. El hombre perro no perdió la oportunidad de intentar agarrarme, pero era tarde.
Sentí el éter ajeno derramándose dentro. Por un momento, vi la cara del ápex rúnico en esta tierra.
Destelló como un relámpago por mi cuerpo; momentáneo, hermoso, con fuerza que conocía pocos pares. En un instante, estuve dentro del tornado. En otro ya no estaba allí, sino sobre Halliman. [3]
Hubo un estallido de llamas azules que resonó por el lugar y arroparon al sapo. Abrí los ojos sorprendido, pero lo asumí rápidamente.
—No los recuerdas.
Puse las manos sobre él, ambas la que me había quemado las llamas naranjas, y la otra para que esta vez, la quemasen las azules. Lo consideré unos instantes, si realmente haría esto. Lo vi a los ojos.
—Pero Asher y Syl te mandan saludos.
Entonces empecé a sanar, y a sanar, y a sanar, alimentando al fuego de éter, avivando las llamas. Haciendo que lo consumieran a él. [4]
Como a mí.
_______________________________
Segundo turno de ilusión, pasa el efecto ilusorio del Orbe de Ímbar y se acaba mi mantenida porque pasaron los 3 turnos. resumen es que Anders nota que está jodido, blablabla, se quema porque no pretendo ignorar que hay un tornado en llamas en plena casa y que se supone ambos PJ están cerca del bastón (pregunté), luego Anders hace un suicide bomber mágico para matar a Nate Halliman.
Con eso, uh, espero romper la conexión emocional con el bastón (asumo que la pierde si se muere la persona con quien la tiene), a ver si Aradia y Anubis se liberan del encantamiento, o se debilita, y se aprovechan de la reducción de daño para saltar... o bajar del árbol... sin morir. Si no está claro, el bastón le queda a ella.
[1 y 4] Uso de Habilidad: Imposición de Manos. Es la variante previa al nuevo sistema, que era más débil, porque con esa fue la que entre al tema.
[2] Uso de Encantamiento: Llamamiento a Aliados. Está en mi arma, 50% de reducción de daño al personaje y los aliados. En este caso aunque "estén" en contra, que afecte a Anubis y Aradia también.
[3] Objeto Máster: Colgante de Escarcha, para usar la habilidad Rey Astado de Asher.
Anders
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
El ojo del huracán era un oasis de tranquilidad en el caos que se había vuelto la batalla. Un caos que no tenía cabida en su cabeza y que en ese momento se volvía algo medianamente cuerdo con la idea ferviente de salir ambos de ahí. Con su sonrisa enmarcada en su rostro decide acercarse a su sapito, aferraba el bastón que de no ser por las espinas se le hubiese resbalado, aunque de no ser por estas, seguro no estaría manchado en sangre.
El dolor era irreal, o mejor dicho ajeno, volviéndose vivido cuando se acerco al sapito y liberando la diestra acariciaba la mejilla del viscoso ser, la tos seguía abrumándola y hacía todo lo posible para controlarla, pero pequeños exabruptos interrumpían la seriedad que quería darle al momento. Mantuvo contacto con el bastón pero alejándolo de Nate recargando un poco sobre este su peso, dejando pequeños rastros de sangre en la piel verdosa.-Nate, amor.- Susurró y dejo a su zurda el bastón, le temblaron las manos ante las heridas abiertas mientras le sujetaba el rostro y le hacía verle. Centro sus prioridades, estas eran sanarse y ansiaba el baston para detener la locura.
– Oh Imbar mi señora de luz, protege a tu sirva y a su amor, bendice con tu poder el amor que siento acá, Jurare en tu nombre tu guía no perder. Por favor responde mi suplica, a mi amor salva ya. -susurro su suplicante mientras sus manos se iluminaban y el cosquilleo de la luz sanadora pellizcando en sus manos sanándolas al tiempo que brindaba algún alivio a su sapito. Pero algo que no sabía era si eso podría librarlos del veneno, no había pensando en un antídoto antes. Pensaba más que nada en el bastón, en hacer que fuera suyo y solo pensará en ella. No le gustaba verlo sufrir, y menos verlo ir a los brazos de cualquiera, amigo o enemigo para conseguir a una joja. Debido a ello estaban rodeados de fuego, la choza crujía por el calor que los abrazaba.
-Nate, mírame, - pensaba en el bastón, ahora no para hacerlo suyo, sino para detener al elfo, ya sin él en el camino, podría arreglar las cosas con Halliman, tal vez la disculpara si les daba sus cabezas, o mejor, fueran sus títeres. Pero para eso debía poder usar el bastón -Nate, cof cof, por favor, deja que use el bastón para cof cof detenerlos, iremos a donde quieras, - lo abrazo y beso aferrando su mano viscosa, un tronido la hizo mirar alrededor y al ver al elfo abrazo a Halliman solo lo soltó cuando desapareció frente a sus ojos y con un estallido Nate estaba abrazado en flamas azules
- ¡NATE NO! – miro con urgencia a su alrededor y tomo la cabeza del bastón, al ser la parte que se había golpeado para liberarlo del barro espinoso, cuido eso, no podía darse el lujo de volver a distraerse por el dolor de las púas, no tenía ya el golpe de adrenalina que en desesperación amortiguó antes las heridas. Su corazón iba a mil por minuto, solo Melody podía destruir el bastón por lo que no dudo en usar el extremo de este para golpear a Anders en el costado. -Si te quieres inmolar hazlo solo – le grito con el fuerte pensamiento de salvar a Nate mientras la estructura crujía arriba y debajo de ellos, las raíces y enredaderas se retorcían ante el calor del fuego invocado.
Off: imposición de manos
El dolor era irreal, o mejor dicho ajeno, volviéndose vivido cuando se acerco al sapito y liberando la diestra acariciaba la mejilla del viscoso ser, la tos seguía abrumándola y hacía todo lo posible para controlarla, pero pequeños exabruptos interrumpían la seriedad que quería darle al momento. Mantuvo contacto con el bastón pero alejándolo de Nate recargando un poco sobre este su peso, dejando pequeños rastros de sangre en la piel verdosa.-Nate, amor.- Susurró y dejo a su zurda el bastón, le temblaron las manos ante las heridas abiertas mientras le sujetaba el rostro y le hacía verle. Centro sus prioridades, estas eran sanarse y ansiaba el baston para detener la locura.
– Oh Imbar mi señora de luz, protege a tu sirva y a su amor, bendice con tu poder el amor que siento acá, Jurare en tu nombre tu guía no perder. Por favor responde mi suplica, a mi amor salva ya. -susurro su suplicante mientras sus manos se iluminaban y el cosquilleo de la luz sanadora pellizcando en sus manos sanándolas al tiempo que brindaba algún alivio a su sapito. Pero algo que no sabía era si eso podría librarlos del veneno, no había pensando en un antídoto antes. Pensaba más que nada en el bastón, en hacer que fuera suyo y solo pensará en ella. No le gustaba verlo sufrir, y menos verlo ir a los brazos de cualquiera, amigo o enemigo para conseguir a una joja. Debido a ello estaban rodeados de fuego, la choza crujía por el calor que los abrazaba.
-Nate, mírame, - pensaba en el bastón, ahora no para hacerlo suyo, sino para detener al elfo, ya sin él en el camino, podría arreglar las cosas con Halliman, tal vez la disculpara si les daba sus cabezas, o mejor, fueran sus títeres. Pero para eso debía poder usar el bastón -Nate, cof cof, por favor, deja que use el bastón para cof cof detenerlos, iremos a donde quieras, - lo abrazo y beso aferrando su mano viscosa, un tronido la hizo mirar alrededor y al ver al elfo abrazo a Halliman solo lo soltó cuando desapareció frente a sus ojos y con un estallido Nate estaba abrazado en flamas azules
- ¡NATE NO! – miro con urgencia a su alrededor y tomo la cabeza del bastón, al ser la parte que se había golpeado para liberarlo del barro espinoso, cuido eso, no podía darse el lujo de volver a distraerse por el dolor de las púas, no tenía ya el golpe de adrenalina que en desesperación amortiguó antes las heridas. Su corazón iba a mil por minuto, solo Melody podía destruir el bastón por lo que no dudo en usar el extremo de este para golpear a Anders en el costado. -Si te quieres inmolar hazlo solo – le grito con el fuerte pensamiento de salvar a Nate mientras la estructura crujía arriba y debajo de ellos, las raíces y enredaderas se retorcían ante el calor del fuego invocado.
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Aradia Hazelmere
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Re: El bastón sonriente [Evento Objetos del 19]
RESPUESTA DE SIGEL A ESTE TEMA
Criaturas, tras mucha discussión interna en el staff y debido a la diversidad de opiniones, he decidido dejar que sea Sigel quien resuelva la resolución de este tema. En mi opinión, ninguno de los jugadores es merecedor del objeto pues claramente no se resolvió lo que especificamente pedía en el tema. Sin embargo, y dado que es su trama, creo que es justo que ella decida en esta situación.
Por lo tanto, el post que os dejo abajo es de la Diosa Sigel y lo publico con su permiso explícito.
Por lo tanto, el post que os dejo abajo es de la Diosa Sigel y lo publico con su permiso explícito.
Muerto. Cadáver. Caído. Fallecido. Caput caput. Eran muchas palabras para referirse a un mismo término. Muerto. Si pudiera pensar, inventaría una nueva palabra que pudiera reunir todas las demás. Debía ser una palabra tétrica que al escucharla denotase pérdida, tragedia y tristeza. Su presencia, fuera escrita o pronunciada, pudiera hacer llorar a caballeros y doncellas por igual. No habría consuelo para un joja que hubiera visto a su amado (y reptil) esposo perecer, morir y caer en batalla. Esas eran muchas palabras. Nate Halliman debía pensar en solo una. Únicamente una. Exclusivamente una.
Era difícil pensar cuando la mitad de la masa cerebral ha dejado de funcionar y la otra mitad sufre un deterioro constante. El cuerpo inconsciente del hombre sapo se encuentra apartado, a un lado donde tuvo lugar la batalla incendiaria contra las mansharis bouta.
Los elfos lo han abandonado debido a los insistentes consejos de Anubis. Debéis llevar el bastón a un lugar seguro. Daros prisa, les dijo. Nate Halliman fue testigo de la conversación; desde su punto de vista, era como ver a las botas hablar, conversar y parlamentar. La pareja de elfos partió caminó arriba y las botas de Anubis se reunieron con una mujer sin botas: Derere Mere: una asesina, una serpiente con torso femenino. Anubis ordenó a la asesina que se encargase de que los elfos lleven el bastón a Amon. Derere Mere contestó con un siseo afirmativo que siguió el ritmo del balanceo de su cola. Anubis autorizó a Derere a utilizar su pareja de cuchillos y su saliva venenosa.
Traición. Esa era una buena palabra que también denotaba tragedia, muerte y tristeza. Una palabra que podía hacer llorar a caballeros y doncellas y, de la cual, las jojas no pueden consolarse.
Nate Halliman intentó croar para avisar a los elfos, pero de su boca solo emergió un gorgoteo de sangre. Si hubiera podido hablar, el resultado habría sido el mismo. Los elfos habían partido. La elfa, la señora de Halliman, encabezaba la excursión.
Desde la perspectiva del hombre rana, lo siguiente que vio fue a las bestias caer, morir y fallecer. Sintió cierto consuelo al reconocer el rostro de la asesina Derere en el suelo. Era guapa, pero carecía del atractivo mágico de las jojas y de las personas vivas. Para Halliman, era más importante ser una joja que estar viva.
Unos pies descalzos que parecían teñidos con los colores del pantano corrieron hacia las botas Ran. Le quitaron el hacha y se la clavaron en el torso. Hasta luego cocodrilo. Anubis batalló contra tres pares de hombres descalzos. No pudo derrotar a ninguno de los enemigos. Superaron al chacal en fuerza y en número.
Todas las bestias murieron, perecieron y cayeron. Los hombres descalzos se desvanecieron en el polvo dejando tras de sí unas botas negras y puntiagudas, las botas de un jojo.
—Vive— susurró una voz conocida.
Mi esposa ya lo intentó, pero no funcionó. Quiso contestar Halliman.
Lo cierto era que sí había funcionado. Las habilidades mágicas de Aradia no quisieron sanar por completo las heridas del anura, pero sí mantenerlo con vida el tiempo suficiente.
—Vive —repitió la voz.
El hombre rana se levantó muy despacio. Sus heridas no estaban cerradas, pero tampoco dolían. ¿Era un muerto, un cadáver y un caído? No, era algo más. Lo comprendió al ver los ojos del hombre. Él lo había escogido en su mano. Le dotó de unas cualidades especiales que los otros muertos carecían.
Nate Halliman escuchó el nombre del hombre en su cabeza y comprendió que su nombre era la palabra que había estado buscando: Randall Flagg. Significa muerte y tragedia.
_____________________
* General: Cierro el tema porque soy una Diosa entrometida y por la complejidad de la situación. Por mp os comenté los “percances” que tuvimos en este desafío. Nada del otro mundo, son tonterías como os dije. Os adelanté que no habría castigado ni penalización alguna, sin embargo, he pensado que no todo tiene que ser de color de rosas.Aradia consiguió mantener con vida a Nate Halliman. Si el hombre rana no ha muerto, es gracias a ti. También hay que agradecer que Halliman se encuentre ahora del lado de El Hombre Muerto. Todos, gritad conmigo: ¡Gracias Aradia!
El nuevo y mejorado Nate Halliman aparecerá en la misión correspondiente a la facción que escojáis desde el lado de El Hombre. Por ejemplo, si el bastón cae en manos de El Hekshold, ya sabemos que la misión sería Hekshold vs Otra Facción (pongamos Dragones) vs Randall Falgg. Nate Halliman será un boss adicional de este segundo grupo.
* Ambos recibís:
5 puntos de experiencia
50 aeros
La obligación de entregar el objeto en la facción que uno desee recae sobre…, redoble de tambores ¡Aradia! Recuerda postear ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) la facción que más te guste.
Wyn
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