El día más importante del año [Privado]
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El día más importante del año [Privado]
Para Irina no había mejor día del año que su cumpleaños. Nada le llegaba a la altura del zapato: ninguna de las festividades que a su padre le gustaban tanto, ni el año nuevo, ni los carnavales ni las fiestas de los pueblos que sí eran divertidas. Aquel era su día, que le pertenecía a ella de principio a fin. Y en aquella precisa ocasión, cumplía diez años. Llegaba a la cifra doble. Una primera vez así no volvería a pasar hasta que cumpliera cien, y aquello estaba muy muy lejos. Aquello significaba que debía ser el mejor de los mejores cumpleaños.
Se levantó muy temprano, expectante, antes de que saliera el sol. Deambuló por la casa, buscando en cada habitación, en cada posible escondrijo, porque estaba bastante convencida de que su padre habría viajado de vuelta para la ocasión y planeaba darle una sorpresa. ¡Y ella no sería sorprendida así, como una niña pequeña!
Pero su padre no estaba allí. Esperó hasta que salió el sol y entonces tuvo que estar segura. Pensó que era raro, y una parte de ella se sintió muy decepcionada, pero entonces pensó que llegaría por la noche. Se estaba guardando la sorpresa para el final.
Su abuela se levantó poco después de que saliera el sol. La felicitó con alegría, la achucó un poco más de lo que a ella le gustaba, y le preparó un desayuno en el que estaba todo permitido. Irina no se cortó a la hora de repetir.
- ¿Qué vas a hacer hoy? - Le preguntó su abuela, mientras volvía a servirle leche caliente con miel.
A Irina no le gustó esa pregunta. Normalmente su padre le daba una Misión para su cumpleaños, un juego de pistas, para que pasara el día, al final del cual siempre encontraba su regalo de cumpleaños. Aquello significaba que su abuela no había preparado nada.
- No sé - respondió, un poco dolida.
- Podrías jugar con los gemelos. Ya les he dicho que es tu cumpleaños.
Irina puso los ojos en blanco. Los gemelos. Si hubiera habido una competición para ver quién era el niño más tonto del puerto, ambos habrían quedado empatados en primer lugar. En las competiciones mentales que Irina hacía, valorando y juzgando a los niños que, a diferencia de ella, se comportaban como críos, quedarían entre los finalistas a nivel mundial.
Pero justamente así pasó el día. Jugando con niños a los que tenía que repetir constantemente que el mundo era más grande de lo que ellos pensaban, y que la obedecían con una facilidad casi insultante. Si ella quería ir a jugar a la casa abandonada del pueblo, que decían que estaba encantada, ellos lo hacían. Si decía que era un buen día para tirarse al mar, conseguía convencerlos. Era bastante fácil.
Y llegó la noche. E Irina estuvo convencida de que su padre aparecería. Su abuela le sacó una tarta que ella misma había hecho, y le dio su regalo de cumpleaños: unos pendientes pequeños que habían sido de su tatarabuela. A Irina le costaba imaginar que una vez vivió una tatarabuela suya. Aquello la impresionó. Pero no hizo que se olvidara de que su padre no había llegado.
----------
Pasó más de una semana hasta que recibió la carta que, supuestamente, debería haber llegado en su cumpleaños. Su padre la felicitaba. Le enviaba varios regalos dignos de un día como aquel. Un libro, unas botas muy bonitas y una receta para que la cocinara su abuela que, decía la carta, era muy especial. Aquel debería haber sido su pastel de cumpleaños. No había Misión. Ni disculpas. Ni promesas. Ni nada.
----------
Llevaba varios días muy aburrida. Había construido y derruido el mismo dique, compuesto por piedras pequeñas para filtrar las aguas del pequeño torrente, al menos cincuenta veces según contaba ella. Aquel día llevaba las botas nuevas puestas, y las tenía algo mojadas. Se aburría de estar sola. Pero mientras construía y derruía, había estado pensando... Aquel año se había quedado sin Misión. Quizás era porque ya era Mayor. La Misión la podía poner ella, que era mucho más lista y madura que todos los demás niños que conocía.
- Vamos a jugar a un juego - les impusó a los otros niños cuando los encontró.
Habían estado jugando a la rayuela en la plaza. Los mayores eran los dos gemelos, Thad y Josh, sólo unos meses más que ella. También estaba allí Lil, una niña de unos ocho años que metía las narices en todas partes, y Jessie, un chico de nueve que se pensaba que era el líder del grupo. No eran muchos, pero valdrían.
- Ya estamos jugando a un juego - Jessie se cruzó de brazos. Como solía hacer.
- Sí, claro, al mismo que ayer y anteayer - puso los ojos en blanco -. De hecho, lo mío no es un juego. Es una Misión. Mirad - y les enseñó un mapa que ella misma había dibujado -, he encontrado este mapa. Estaba enterrado en el bosque, debajo de unas piedras.
Aquello captó la curiosidad de todos, por supuesto. Lo que Irina tenía parecía un mapa del tesoro, como los de las historias de piratas. Pero a penas se lo dejó ver; se lo quitó de las manos en cuanto intentaron agarrarlo.
- Esta noche, en el linde del bosque. Iremos a por el tesoro. Que no os vean vuestros padres.
Se levantó muy temprano, expectante, antes de que saliera el sol. Deambuló por la casa, buscando en cada habitación, en cada posible escondrijo, porque estaba bastante convencida de que su padre habría viajado de vuelta para la ocasión y planeaba darle una sorpresa. ¡Y ella no sería sorprendida así, como una niña pequeña!
Pero su padre no estaba allí. Esperó hasta que salió el sol y entonces tuvo que estar segura. Pensó que era raro, y una parte de ella se sintió muy decepcionada, pero entonces pensó que llegaría por la noche. Se estaba guardando la sorpresa para el final.
Su abuela se levantó poco después de que saliera el sol. La felicitó con alegría, la achucó un poco más de lo que a ella le gustaba, y le preparó un desayuno en el que estaba todo permitido. Irina no se cortó a la hora de repetir.
- ¿Qué vas a hacer hoy? - Le preguntó su abuela, mientras volvía a servirle leche caliente con miel.
A Irina no le gustó esa pregunta. Normalmente su padre le daba una Misión para su cumpleaños, un juego de pistas, para que pasara el día, al final del cual siempre encontraba su regalo de cumpleaños. Aquello significaba que su abuela no había preparado nada.
- No sé - respondió, un poco dolida.
- Podrías jugar con los gemelos. Ya les he dicho que es tu cumpleaños.
Irina puso los ojos en blanco. Los gemelos. Si hubiera habido una competición para ver quién era el niño más tonto del puerto, ambos habrían quedado empatados en primer lugar. En las competiciones mentales que Irina hacía, valorando y juzgando a los niños que, a diferencia de ella, se comportaban como críos, quedarían entre los finalistas a nivel mundial.
Pero justamente así pasó el día. Jugando con niños a los que tenía que repetir constantemente que el mundo era más grande de lo que ellos pensaban, y que la obedecían con una facilidad casi insultante. Si ella quería ir a jugar a la casa abandonada del pueblo, que decían que estaba encantada, ellos lo hacían. Si decía que era un buen día para tirarse al mar, conseguía convencerlos. Era bastante fácil.
Y llegó la noche. E Irina estuvo convencida de que su padre aparecería. Su abuela le sacó una tarta que ella misma había hecho, y le dio su regalo de cumpleaños: unos pendientes pequeños que habían sido de su tatarabuela. A Irina le costaba imaginar que una vez vivió una tatarabuela suya. Aquello la impresionó. Pero no hizo que se olvidara de que su padre no había llegado.
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Pasó más de una semana hasta que recibió la carta que, supuestamente, debería haber llegado en su cumpleaños. Su padre la felicitaba. Le enviaba varios regalos dignos de un día como aquel. Un libro, unas botas muy bonitas y una receta para que la cocinara su abuela que, decía la carta, era muy especial. Aquel debería haber sido su pastel de cumpleaños. No había Misión. Ni disculpas. Ni promesas. Ni nada.
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Llevaba varios días muy aburrida. Había construido y derruido el mismo dique, compuesto por piedras pequeñas para filtrar las aguas del pequeño torrente, al menos cincuenta veces según contaba ella. Aquel día llevaba las botas nuevas puestas, y las tenía algo mojadas. Se aburría de estar sola. Pero mientras construía y derruía, había estado pensando... Aquel año se había quedado sin Misión. Quizás era porque ya era Mayor. La Misión la podía poner ella, que era mucho más lista y madura que todos los demás niños que conocía.
- Vamos a jugar a un juego - les impusó a los otros niños cuando los encontró.
Habían estado jugando a la rayuela en la plaza. Los mayores eran los dos gemelos, Thad y Josh, sólo unos meses más que ella. También estaba allí Lil, una niña de unos ocho años que metía las narices en todas partes, y Jessie, un chico de nueve que se pensaba que era el líder del grupo. No eran muchos, pero valdrían.
- Ya estamos jugando a un juego - Jessie se cruzó de brazos. Como solía hacer.
- Sí, claro, al mismo que ayer y anteayer - puso los ojos en blanco -. De hecho, lo mío no es un juego. Es una Misión. Mirad - y les enseñó un mapa que ella misma había dibujado -, he encontrado este mapa. Estaba enterrado en el bosque, debajo de unas piedras.
Aquello captó la curiosidad de todos, por supuesto. Lo que Irina tenía parecía un mapa del tesoro, como los de las historias de piratas. Pero a penas se lo dejó ver; se lo quitó de las manos en cuanto intentaron agarrarlo.
- Esta noche, en el linde del bosque. Iremos a por el tesoro. Que no os vean vuestros padres.
Taliesin Skatha
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Re: El día más importante del año [Privado]
Las últimas noticias que había recibido de su pueblo eran preocupantes, una helada de último momento había arruinado el terreno que habían estado preparando y en consecuencia se marchitaron los primeros retoños. Amit meditaba al respecto, estaba seguro que no morirían de hambre, era sólo una parte de la cosecha, y aún tenían tiempo de poder revertir el problema, pero tendrían menos reservas, eso significaba raciones más pequeñas para cada habitante.
Quizás para otros poblados fuera más sencillo, Amit había visto como los Humanos tenían montones y montones de sembradíos, incluso aunque eran menos numerosos que los Mausu. Hasta los dragones en el Norte, donde todo estaba siempre congelado, se las arreglaban de alguna manera para subsistir, y más que eso, volverse una potencia que se imponía en todo Aerandir ¿Cual era su secreto? Conocimiento, esa era la única respuesta que podía encontrar el Ratón, ellos tenían un saber que era totalmente desconocido para los Mausu.
Estaba perdido en este tipo de pensamientos, medio dormido, medio despierto, cuando las agudas voces de unos niños lo terminaron de despabilar. Amit se había refugiado en el agujero que dejaban las raíces de un árbol, aunque tenía el pueblo justo al lado, desde que se había enterado de la situación en la que se encontraba su gente no quería gastar ni un solo Aero de más.
Por obvios motivos, lo primero que llamó la atención fue la palabra “tesoro”, paró las orejas sin levantar la cabeza que estaba bien cubierta bajo sus brazos, a simple vista parecía una bola blanca. Luego abrió los ojos y se asomó apenas por el costado de la raíz, eran cinco niños que jugaban junto al arroyo.
Cuando la chica se puso a explicarles a los demás como sería el plan de acción, apoyó las manos en la cadera y dejó a la vista de Amit el mapa.
-¡Tchik! - Exclamó sorprendido, era evidente que la niña les estaba mintiendo, lo que no entendía Amit era el porqué, sí se trataba de algún tipo de broma entre humanos no parecía nada gracioso.
Aún así espero a que los demás se fueran antes de salir, parado en cuatro patas se sacudió con fuerza para quitarse los restos de polvo y hojas. Luego fue caminando con paso algo torpe, ya hacía varios días que no caminaba erguido, para acercarse a la joven.
-Oye niña - Por más que no fuera su problema, Amit no podía evitar intervenir, eran niños y estaban hablando de acercarse a un bosque sin que sus padres estuvieran enterados de nada ¡Eso era muy peligroso! - Tchik, escuché lo que le decías a tus amigos, no es buena idea estar fuera de sus casas y solos por la noche ¡Podría pasarles cualquier cosa! -
Al ser solo una chiquilla, el Mausu intentaba ser amable en su tono y sus modos. Tenía varios hijos que tendrían actualmente su edad, de tan solo imaginarse que pudieran meterse en un riesgo semejante sin ningún adulto supervisándolos...
-Sí es algún tipo de broma - Dijo mientras señalaba el mapa - No será gracioso cuando a alguno le pasé algo y estén solos en el medio del bosque - El roedor esperaba seriamente que la niña recapacitara y regresara a su casa.
Quizás para otros poblados fuera más sencillo, Amit había visto como los Humanos tenían montones y montones de sembradíos, incluso aunque eran menos numerosos que los Mausu. Hasta los dragones en el Norte, donde todo estaba siempre congelado, se las arreglaban de alguna manera para subsistir, y más que eso, volverse una potencia que se imponía en todo Aerandir ¿Cual era su secreto? Conocimiento, esa era la única respuesta que podía encontrar el Ratón, ellos tenían un saber que era totalmente desconocido para los Mausu.
Estaba perdido en este tipo de pensamientos, medio dormido, medio despierto, cuando las agudas voces de unos niños lo terminaron de despabilar. Amit se había refugiado en el agujero que dejaban las raíces de un árbol, aunque tenía el pueblo justo al lado, desde que se había enterado de la situación en la que se encontraba su gente no quería gastar ni un solo Aero de más.
Por obvios motivos, lo primero que llamó la atención fue la palabra “tesoro”, paró las orejas sin levantar la cabeza que estaba bien cubierta bajo sus brazos, a simple vista parecía una bola blanca. Luego abrió los ojos y se asomó apenas por el costado de la raíz, eran cinco niños que jugaban junto al arroyo.
Cuando la chica se puso a explicarles a los demás como sería el plan de acción, apoyó las manos en la cadera y dejó a la vista de Amit el mapa.
-¡Tchik! - Exclamó sorprendido, era evidente que la niña les estaba mintiendo, lo que no entendía Amit era el porqué, sí se trataba de algún tipo de broma entre humanos no parecía nada gracioso.
Aún así espero a que los demás se fueran antes de salir, parado en cuatro patas se sacudió con fuerza para quitarse los restos de polvo y hojas. Luego fue caminando con paso algo torpe, ya hacía varios días que no caminaba erguido, para acercarse a la joven.
-Oye niña - Por más que no fuera su problema, Amit no podía evitar intervenir, eran niños y estaban hablando de acercarse a un bosque sin que sus padres estuvieran enterados de nada ¡Eso era muy peligroso! - Tchik, escuché lo que le decías a tus amigos, no es buena idea estar fuera de sus casas y solos por la noche ¡Podría pasarles cualquier cosa! -
Al ser solo una chiquilla, el Mausu intentaba ser amable en su tono y sus modos. Tenía varios hijos que tendrían actualmente su edad, de tan solo imaginarse que pudieran meterse en un riesgo semejante sin ningún adulto supervisándolos...
-Sí es algún tipo de broma - Dijo mientras señalaba el mapa - No será gracioso cuando a alguno le pasé algo y estén solos en el medio del bosque - El roedor esperaba seriamente que la niña recapacitara y regresara a su casa.
Amit'tek
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Re: El día más importante del año [Privado]
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