[Desafío] Juramento
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La aguja se insertaba delicadamente sobre el trozo de tela, antes de abrirse camino a la superficie con rapidez y eficacia, entrelazando los hilos que formarían el bordado, siendo plasmado sobre el fino lino con un bello diseño floreado. El trozo de tela era trabajado y dominado por manos expertas; las mismas que, tras años y años de trabajo en el mismo rubro, habían adquirido experiencia y aquel aspecto huesudo y venoso, tan característico de la vejez. Era innegable que aquella mujer sabía lo que hacía. Les daba un maravilloso uso a aquellos instrumentos de costura.
La habitación en que se hallaba aquella mujer era una construcción bastante antigua, iluminada por la escasa y tenue luz de un par de velas alrededor del mesón de trabajo. Los viejos tablones que componían el suelo de madera rechinaban ante el más mínimo peso que era puesto sobre ellos, como si fueran a quebrarse en cualquier momento. También, se podían observar un grupo de cubetas situadas estratégicamente a través de la habitación, siendo su único objetivo interceptar las gotas de lluvia que se filtraban a través del techo.
Parecían circunstancias bastante pobres para una anciana costurera, ¿no es así...? Curioso, pues, a pesar de lo encorvada que se hallaba su figura, de las arrugas de su rostro, de los calambres en sus manos, de las bolsas bajo sus ojos, aquella mujer parecía... feliz.
En aquel pueblo, para nadie era un secreto que Doña Agatha era una de las personas más dulces y amables que podías conocer. Muchos eran los que se preguntaban: ¿cómo podía ser? Doña Agatha vivía completamente sola, en una antigua casa al pie de las colinas.
—¿Sola? Jajaja, os equivocáis. Yo nunca estoy sola —respondía la anciana a todo aquel que le comentaba al respecto, mostrando esa sonrisa tan pura y serena que a cualquiera le derretía el corazón—. Él siempre está conmigo.
Él... Doña Agatha nunca perdía la oportunidad de hablar de él, del hombre cuyo cuadro colgaba en lo alto de su costurera, sonriendo ilusionada mientras jugueteaba con el anillo que lucía su mano izquierda, su mano de compromiso. Cuan feliz le hacía... el recordar su rostro, su cabello, su sonrisa... sus promesas que jamás olvidaría; el corazón de Agatha nunca había dejado de amar a aquel hombre, el que había jurado ante su espada protegerle hasta el fin de sus días, justo antes de tomar su mano en sagrado matrimonio.
Aquello sonaba tan bello, pero lo cierto era que nadie había visto a aquel hombre desde hacía tantísimo tiempo. Habían pasado más de treinta años, desde aquella noche en que Agatha le vio partir en su corcel, en dirección al rigor de una batalla por proteger a la tierra que había jurado defender, no sin antes jurarle a su amada que regresaría con vida...
Con el paso de los días, el cambio de las estaciones, ciclos y ciclos de lunas, la visión finalmente se hizo clara: él no iba a regresar.
—Os equivocáis, él regresará. Él me prometió que lo haría —contestaba Doña Agatha serena, a todo el que intentaba hacerle ver que su marido había perecido en el campo de batalla.
La aguja se detuvo cuando, finalmente, el sol se perdió de vista en el horizonte, cuando las nubes nocturnas se arremolinaron, indicando el preludio de una tormenta. Había sido un largo día... Ya era hora de regresar a casa. Después de todo, él iba a preocuparse si la lluvia descendía y ella no regresaba aún.
Doña Agatha se colocó su capucha, se aseguró de que las cubetas estuvieran perfectamente alineadas con las marcas de las goteras, y se despidió del cuadro de su amado antes de partir. Le esperaba un largo camino de regreso a casa...
La senda a su hogar era extensa. Atravesar los bosques era una labor que la anciana estaba acostumbrada a desempeñar cada día para llegar a su trabajo en el pueblo. Nunca había tenido verdaderos inconvenientes para regresar a casa sana y salva, ¿por qué sería ese día la excepción? Pecaba de confiada; si tan solo hubiera prestado atención a su alrededor... la señora hubiera podido percibir que no solo estaba siendo observada, estaba siendo perseguida.
Siendo una vela la única fuente de luz que le guiaba en medio de las sombras del bosque nocturno, Agatha nunca hubiera podido verles venir... Y aún así, ¿qué hubiera hecho en ese caso? Era una anciana, su cuerpo carecía de la fuerza para evitar que aquellos bandidos le arrebataran la canasta y la bolsa de aeros que colgaba de su cintura. Sus piernas fueron incapaces de sostenerla y evitar que la embestida le derribara sobre el suelo fangoso.
¿Qué... podía... hacer... ella...?
—Auxilio... —susurraron sus labios, reuniendo sus últimos hálitos de fuerza—. ¡¡Auxilio!! ¡Se lo suplico! ¡¡Alguien que me ayude por favor...!!
Bienvenida, alma cuyas promesas trascienden la misma muerte. Conoce a Agatha, una dulce y anciana costurera que vive al pie de las colinas, cerca de un pequeño poblado en los campos de Verisar. No creo que sea necesario explicártelo, ya habrás podido notar que esta pobre mujer no ha tenido la mejor de las suertes a lo largo de su vida.
Con la caída de la noche y las nubes anunciando la venida de las lluvias, Agatha ha decidido volver a casa antes que la tormenta descendiera sobre ella. Ha elegido atravesar los bosques, pero ha sido emboscada en el camino por un grupo de bandidos que le han arrebatado su canasta y sus aeros y se han echado a la fuga. No vas a permitir que algo así ocurra, ¿cierto? Si deseas ayudar a Agatha, tal vez puedas oír sus gritos de auxilio en el bosque y socorrerla, o incluso podrías aprehender a sus ladrones y recuperar lo hurtado. Agatha estará más que agradecida.
Por supuesto, no puedo obligarte a ser un buen mortal. Tal vez tengas razones más... egoístas para enfrentarte a los ladrones.
Al final, la decisión es tuya. El destino de la anciana está en tus manos.
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La aguja se insertaba delicadamente sobre el trozo de tela, antes de abrirse camino a la superficie con rapidez y eficacia, entrelazando los hilos que formarían el bordado, siendo plasmado sobre el fino lino con un bello diseño floreado. El trozo de tela era trabajado y dominado por manos expertas; las mismas que, tras años y años de trabajo en el mismo rubro, habían adquirido experiencia y aquel aspecto huesudo y venoso, tan característico de la vejez. Era innegable que aquella mujer sabía lo que hacía. Les daba un maravilloso uso a aquellos instrumentos de costura.
La habitación en que se hallaba aquella mujer era una construcción bastante antigua, iluminada por la escasa y tenue luz de un par de velas alrededor del mesón de trabajo. Los viejos tablones que componían el suelo de madera rechinaban ante el más mínimo peso que era puesto sobre ellos, como si fueran a quebrarse en cualquier momento. También, se podían observar un grupo de cubetas situadas estratégicamente a través de la habitación, siendo su único objetivo interceptar las gotas de lluvia que se filtraban a través del techo.
Parecían circunstancias bastante pobres para una anciana costurera, ¿no es así...? Curioso, pues, a pesar de lo encorvada que se hallaba su figura, de las arrugas de su rostro, de los calambres en sus manos, de las bolsas bajo sus ojos, aquella mujer parecía... feliz.
En aquel pueblo, para nadie era un secreto que Doña Agatha era una de las personas más dulces y amables que podías conocer. Muchos eran los que se preguntaban: ¿cómo podía ser? Doña Agatha vivía completamente sola, en una antigua casa al pie de las colinas.
—¿Sola? Jajaja, os equivocáis. Yo nunca estoy sola —respondía la anciana a todo aquel que le comentaba al respecto, mostrando esa sonrisa tan pura y serena que a cualquiera le derretía el corazón—. Él siempre está conmigo.
Él... Doña Agatha nunca perdía la oportunidad de hablar de él, del hombre cuyo cuadro colgaba en lo alto de su costurera, sonriendo ilusionada mientras jugueteaba con el anillo que lucía su mano izquierda, su mano de compromiso. Cuan feliz le hacía... el recordar su rostro, su cabello, su sonrisa... sus promesas que jamás olvidaría; el corazón de Agatha nunca había dejado de amar a aquel hombre, el que había jurado ante su espada protegerle hasta el fin de sus días, justo antes de tomar su mano en sagrado matrimonio.
Aquello sonaba tan bello, pero lo cierto era que nadie había visto a aquel hombre desde hacía tantísimo tiempo. Habían pasado más de treinta años, desde aquella noche en que Agatha le vio partir en su corcel, en dirección al rigor de una batalla por proteger a la tierra que había jurado defender, no sin antes jurarle a su amada que regresaría con vida...
Con el paso de los días, el cambio de las estaciones, ciclos y ciclos de lunas, la visión finalmente se hizo clara: él no iba a regresar.
—Os equivocáis, él regresará. Él me prometió que lo haría —contestaba Doña Agatha serena, a todo el que intentaba hacerle ver que su marido había perecido en el campo de batalla.
La aguja se detuvo cuando, finalmente, el sol se perdió de vista en el horizonte, cuando las nubes nocturnas se arremolinaron, indicando el preludio de una tormenta. Había sido un largo día... Ya era hora de regresar a casa. Después de todo, él iba a preocuparse si la lluvia descendía y ella no regresaba aún.
Doña Agatha se colocó su capucha, se aseguró de que las cubetas estuvieran perfectamente alineadas con las marcas de las goteras, y se despidió del cuadro de su amado antes de partir. Le esperaba un largo camino de regreso a casa...
La senda a su hogar era extensa. Atravesar los bosques era una labor que la anciana estaba acostumbrada a desempeñar cada día para llegar a su trabajo en el pueblo. Nunca había tenido verdaderos inconvenientes para regresar a casa sana y salva, ¿por qué sería ese día la excepción? Pecaba de confiada; si tan solo hubiera prestado atención a su alrededor... la señora hubiera podido percibir que no solo estaba siendo observada, estaba siendo perseguida.
Siendo una vela la única fuente de luz que le guiaba en medio de las sombras del bosque nocturno, Agatha nunca hubiera podido verles venir... Y aún así, ¿qué hubiera hecho en ese caso? Era una anciana, su cuerpo carecía de la fuerza para evitar que aquellos bandidos le arrebataran la canasta y la bolsa de aeros que colgaba de su cintura. Sus piernas fueron incapaces de sostenerla y evitar que la embestida le derribara sobre el suelo fangoso.
¿Qué... podía... hacer... ella...?
—Auxilio... —susurraron sus labios, reuniendo sus últimos hálitos de fuerza—. ¡¡Auxilio!! ¡Se lo suplico! ¡¡Alguien que me ayude por favor...!!
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Bienvenida, alma cuyas promesas trascienden la misma muerte. Conoce a Agatha, una dulce y anciana costurera que vive al pie de las colinas, cerca de un pequeño poblado en los campos de Verisar. No creo que sea necesario explicártelo, ya habrás podido notar que esta pobre mujer no ha tenido la mejor de las suertes a lo largo de su vida.
Con la caída de la noche y las nubes anunciando la venida de las lluvias, Agatha ha decidido volver a casa antes que la tormenta descendiera sobre ella. Ha elegido atravesar los bosques, pero ha sido emboscada en el camino por un grupo de bandidos que le han arrebatado su canasta y sus aeros y se han echado a la fuga. No vas a permitir que algo así ocurra, ¿cierto? Si deseas ayudar a Agatha, tal vez puedas oír sus gritos de auxilio en el bosque y socorrerla, o incluso podrías aprehender a sus ladrones y recuperar lo hurtado. Agatha estará más que agradecida.
Por supuesto, no puedo obligarte a ser un buen mortal. Tal vez tengas razones más... egoístas para enfrentarte a los ladrones.
Al final, la decisión es tuya. El destino de la anciana está en tus manos.
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Re: [Desafío] Juramento
El clima era la clara señal de que aquella noche iba a ser un grandísimo inconveniente, o tal vez fuese a ser solo simple lluvia “O quizá este sea el día que finalmente salga volando por culpa de una ráfaga de aire”. Por aquel motivo había salido junto a Delilah, lo mejor era apresurarnos en revisar si algo había caído en las trampas y llevarlo al campamento antes de que iniciara la tormenta, para ello me había separado de la joven en el transcurso del trayecto “Ya no es una jovencita indefensa, debe estar bien si algo llega a pasar”
Por causa de las nubes, aquella noche la luna no sería de gran ayuda para ver por el camino, así que había llevado una antorcha conmigo para iluminar el bosque. Las sombras se estiraban ante el pequeño fuego de la antorcha, dándole un aire perturbador a la simple maleza de aquel sitio “Realmente agradezco ya estar acostumbrado a esto” pensé mientras recogía unas bayas de un arbusto y me las metía en la boca. Seguí caminando tranquilamente a la dirección de una trampa que había puesto en el pasado, solo que un movimiento entre los arbustos me sobresaltó, obligándome a girar rápidamente a la dirección del sonido.
— ¿Qué pasa? Parece que hubieras visto un muerto — preguntó Delilah saliendo de la fauna, abriendo un poco los ojos al ver mi reacción.
— No vi un muerto, me vi muerto. Son cosas muy diferentes — respondí llevándome la mano al pecho —. No me des estos sustos, mi corazón es muy frágil.
— Si claro, y yo soy la reina de los dragones.
— ¿En serio lo eres?
— Claro que no, si fuera la reina de los dragones no estaría aquí.
— Auch, si no me mataste del susto lo harás con tus afiladas palabras — comenté llevándome la mano al pecho — No hay peor cuchillo que la lengua… aunque sea blanda y babosa.
— Sabes que no me refería a eso — Delilah se acercó y me tendió unos conejos muertos, por lo visto ya había revisado las trampas de la zona.
— Por lo visto también usaste tu lengua con estos animales — dije tomando a los cadáveres para guardarlos en la bolsa de provisiones — Veamos si en las de por acá cayó algo más.
Avancé junto a Delilah por el bosque, revisando las trampas y tomando los animales que habían caído en algunas. Estábamos por regresar cuando un extraño grito nos hizo detener. Delilah abrió los ojos de par en par y me observó aferrándose a mi brazo, por lo visto si bien había superado gran parte de sus traumas no estaba preparada para voces femeninas gritando en el bosque.
— Frederick, ¿qué fue eso?
— Parecía un grito de alguien pidiendo ayuda, vamos a ver, pero no te acerques tanto. No sabemos que pueda pasar.
La pelirroja asintió y comenzamos a avanzar, yo por delante sosteniendo la antorcha en alto mientras Delilah me seguía los pasos a un par de metros, al llegar a la linde del camino le indiqué a la chica que se detuviera. Allí delante parecía haber alguien en el suelo, quizá era la persona que había dado aquel extraño grito.
Me acerqué moviendo un poco la antorcha para no encandilarme a causa de la luz, detallando a la pobre persona que estaba allí en el fango “Es una viejita… seguramente se tropezó” Iba a preguntarle pero la mujer levantó la mirada, observándome directamente a los ojos.
— Por favor, ayuda. Se lo llevaron todo… por favor.
— ¿De qué habla?
— Mis cosas… ellos me empujaron y se llevaron mis cosas. Se lo suplico, ayúdeme.
Tomé aire y mirando al cielo lo solté poco a poco, la última vez que había ayudado a una mujer indefensa del bosque, había terminado acosándome sin descanso “Aunque en aquella ocasión Genevive había asegurado ser una marioneta, esta viejita solo fue asaltada. No creo que me acose… ¿Cierto?” Aun así, aunque me hubiese prometido dejar de buscar problemas, dudaba poder dormir tranquilo si dejaba a aquella señora desamparada “O quizá si pueda, solo debería hacer el intento”
— ¡Frederick, es una señora! — Dijo Delilah saliendo de su escondite “Por lo visto no vio peligros y salió” — ¿Cómo te atreves a estar allí tan tranquilo sin ayudarla a levantarse? Que falta tan grande de modales — reprochó la joven, tomando la mano de la anciana para ayudarla a reincorporarse — ¿Qué fue lo que ocurrió?
— Por lo visto unos rufianes tomaron sus cosas… y escaparon, obviamente.
— ¿¡Qué!? ¿¡Si sabes todo eso por qué no has ido tras ellos!?
— Porque hay una tormenta cerca… y no quería repetir la historia de Genevive.
— ¡No seas tonto, ve por ellos! — Exclamó Delilah, agitando la mano en el aire en señal de que me fuera.
— Dioses, de acuerdo… — Me estiré desenfundando el Carcaj, bajando la mirada a la anciana — Haré lo que pueda pero no prometo resultados, ¿puede decirme por donde se fueron?
— Por allí, se fueron por allí — respondió la viejita, señalando la que sería la ruta de escape de los bandidos.
— De acuerdo, Delilah no te alejes de ella — ordené a la menor, tomando una de las antorchas de repuesto, encendiéndola para dejarla con el par de mujeres — Si no vuelvo, dile a Azrael que fue un buen muchacho.
Tras despedirme comencé a correr en la dirección indicada por la anciana, sosteniendo el arco en una mano y la antorcha por lo alto con la otra.
Por suerte el rastro que habían dejado los bandidos seguía fresco, las pisadas resultaban sencillas de seguir en el fango, además de las ramas rotas que habían dejado a su paso “Seguramente no habían esperado que alguien les siguiera la pista” eso o era un trampa “Solo que, con este clima nadie se esforzaría en hacer una trampa solo por una viejita” Por lo cual me sentía confiado al seguir las pistas en la maleza.
Tomé las desviaciones de la ruta que indicaban los pasos, acercando de vez en cuando la antorcha al suelo para verificar el rastro. El soplido del viento cada vez era más molesto “Si estos sujetos fueran inteligentes, no estarían al aire libre”
Fueron otro par de tortuosos minutos de rastreo hasta que finalmente logré ver una cueva más adelante, esta parecía estar iluminada por una hoguera “Lo que significa que si se están refugiando” Bien, ahora solo debía recuperar las cosas de la señora.
Dejé la antorcha clavada en el suelo lejos de la cueva, acercándome apretando el arco considerando la mejor manera de negociar. Cuando estaba por entrar al perímetro de los bandidos alguien salió corriendo de la maleza con una daga en alto “Cielos, no consideré que tuvieran a alguien vigilando”
— Calma, vengo en son de paz — apresuré en decirme, intentado con aquello detener al atacante pero el hombre solo siguió. Realizando un tajo que me vi obligado a esquivar retrocediendo con un pequeño salto.
— ¡Hay un intruso! — gritó el vigilante, volviendo a atacar. Los otros dos hombres que estaban en la cueva se apresuraron en salir, por lo visto con armas en mano.
— Calma calma, solo venía a negociar por las cosas de una viejita que al parecer ustedes… tomaron sin pedir permiso ¿No hay manera de que lleguemos a un acuerdo y las devuelvan?
— Claro que lo hay, el acuerdo es: tomamos tu dinero y cosas, para que luego te largues y no sigas molestando.
— Ese acuerdo solo suena a beneficio para uno de los dos lados…
— Es una lástima, ahora ve soltando tus aeros si no quieres que te cortemos mucho — dijo nuevamente aquel sujeto, levantando la mano con la que empuñaba la espada.
“Bien, supongo que negociar no es una opción…” solté un largo suspiro y me di golpecitos en el ojo de cristal, aunque tampoco quería que me trocearan. Negué con la cabeza y saqué una flecha del carcaj, tensándola en el arco, si mantenía la distancia estaría en ventaja.
— Les juro que yo quería que esto saliera de la mejor manera para ambos lados — murmuré antes de retroceder un paso, el vigilante que tenía la daga fue el primero en avanzar. Sin dudarlo apunté a las piernas de este y disparé, clavando la flecha en el muslo, solo para asegurarme saqué otra flecha disparando ahora a la otra pierna “Con aquello debería dejar de moverse”.
— ¡Maldito bastardo! — gritó el hombre tirado en el suelo, soltando la daga, apretando una de las extremidades heridas con ambas manos.
Chasqueé la lengua y llevé la vista a los otros dos compañeros que habían comenzado a acercarse a la carrera, con lo que pudo ser un grito de batalla. El de la espada fue el que más rápido se acercó, descargando un tajo que no tuve tiempo a esquivar, obligándome a levantar el brazo para defenderme, sintiendo el impacto del metal sobre la prótesis “Cielo, como me gusta cada vez más esto de tener metal en el cuerpo y no metido en las tripas”. El atacante retrocedió sorprendido al ver lo que había sucedido, pero su compañero restante no tardó en atacar, aquel tenía una maza larga que lucía mucho más peligrosa.
Aquella vez si pude retroceder antes de recibir el impacto, corriendo a la fauna cercana para intentar despistarlo, aunque este continuó la persecución “Hay dos opciones, regresar con las manos vacías o despachar a aquel par que sigue luchando” Solo que la muerte no era una opción que me gustase tomar a la ligera.
Me vi sobresaltado al escuchar otro impacto detrás de mí, el grandulón había descargado la maza y había estado por los pelos de darme, solo que le había dado a la corteza de un árbol.
Avancé otro poco sin mirar atrás, no era necesario, sabía que aún me perseguían. Más adelante vi un pequeño fuego y me temí que fueran compañeros de los bandidos “Aunque… está muy cerca del suelo. Oh claro, es la antorcha.” Un momento, eso era, la antorcha “Si no quiero matar a nadie, solo debo asustarlos o preocuparlos” asentí ante tan magnífica idea, sintiendo otra ráfaga de aire contra mi rostro, la tormenta parecía cada vez más cerca “Lo cual también será de ayuda” Corrí a la antorcha y la tomé a la carrera, el fuego estaba débil, debía apresurarme antes de que se apagara.
— ¿¡Podrías quedarte quieto de una vez!? — Gritó el hombre de la maza, lanzando otro golpe que me vi obligado a esquivar mientras me agachaba.
— Lo siento, tengo una enfermedad rara llamada “los-golpes-me-dan-miedo”.
Con el arco en una mano y la antorcha en la otra, regresé a adentrarme en la maleza “Espero que esto no cause un problema mayor” rogué acercando el fuego a las hojas de los arbustos, viendo como comenzaban a quemarse, repetí el proceso en otros sitios mientras volvía a la cueva. El viento y las llamas no tardarían en propagarse, motivo suficiente para que los bandidos se asustaran “O eso espero”.
Avancé más pero algo me tomó desprevenido, alguien atacando desde la derecha con una espada, no pude levantar el brazo para defenderme aquella vez, teniendo que frenar y retroceder pero no con la suficiente velocidad para recibir un corte en la mejilla “Maldición, un poco más y tengo otra boca”.
Sentí la sangre manar lentamente por la herida, llevando la mirada al bandido de la espada, seguramente aquel había tomado otra ruta para acorralarme.
— Así que aun puedes sangrar.
— Claro que sangro, mi madre no se llama Martha — respondí, recordando la historia popular en las tabernas, de un sujeto que vestía de azul y no sangraba, cuya madre se llamaba Martha.
— Deja de correr y lucha, cobarde.
— ¿Por qué todos insisten en eso? No quiero morir maldición — arrojé la antorcha a un lado, sintiendo el calor del fuego a mis espaldas, con mi estrategia anterior también había cancelado mi vía de escape.
— ¿En serio vas a quemar el bosque por la canasta de una anciana cerca de la muerte?
— En mi defensa, nunca fui ideando planes. — respondí tensando una flecha en el arco, [1]concentrando mi único ojo bueno en aquel hombre, definitivamente no podría escapar, así que primero debería dejarlo fuera de combate totalmente. Aquel bandido era el objetivo.
— Veo que te decidiste a combatir.
— Me dejé sin opciones… maldito sea yo del pasado.
El mayor volvió a acercarse a la carrera, lanzando una estocada que esquivé retrocediendo. Disparé la primer flecha contra él clavándola en el brazo, por reflejo saqué otra flecha y la tensé. Otro tajo por parte del bandido, esta vez fue uno de forma descendente, la espada chocó contra la pierna sintética, frenando el golpe y haciendo que el hombre maldijera mientras volvía a retroceder. Aproveché la abertura y disparé la segunda flecha, aquella fue a parar en el hombro “Si logro que deje de mover el brazo, también será una victoria”. Pero no fue suficiente, el sujeto arremetió nuevamente.
Vi la furia en su rostro, en sus ojos “¿Por qué siempre me debo meter en estos problemas” La estocada cortó mi costado, aquello pareció agradarle al hombre porque soltó una risa triunfal. Retrocedí dando varios saltos, tomando aire y soltando lentamente, no tenía más opciones.[2] Saqué tres flechas del carcaj y las tensé simultáneamente, el hombre se acercó a la carrera pero no iba a dejar que me atacara. Disparé el trío de flechas a la vez, viendo como impactaban en diferentes partes “Abdomen, pecho… y” el cuello, una de las flechas le había atravesado el cuello.
— Todo por una maldita cesta… demonios, yo en serio quería negociar y no llegar a esto — Murmuré viendo como el sujeto caía de rodillas al suelo, escupiendo una gran cantidad de sangre, antes de que su torso impactara totalmente contra el terreno — De acuerdo, no es tiempo de lamento. Aún hay cosas que hacer.
Me di otros golpecitos en el ojo de hielo, comenzando a alejarme de la zona en llamas, una vez dentro de la cueva supuse que aquel era el escondite general, habían varias cajas con mercancía y sacos de comida “Pero nada de esto importa, solo quiero la canasta…” rebusqué rápidamente entre las cosas, hasta dar con una cesta que parecía de ancianita, no podía estar seguro si era aquella pero esperaba que sí. La tomé y sin pensarlo más me aleje corriendo de la zona, viendo como a mi izquierda las llamas seguían propagándose “Vamos tormenta, no dejes que esto se salga de las manos”
Me había alejado de aquel sitio evitando la zona en llamas, en el regreso no había visto al hombre de la maza ni al vigilante que había dejado con flechas en las piernas “Quizá escaparon… o se andan cocinando” Esperaba que fuera lo primero, la idea de haber dejado otros dos cadáveres en el bosque no me llamaba la atención.
Seguí el rastro de regreso, usando la luz del fuego para guiarme hasta que la zona volvía a quedar a oscura, terminando el transcurso del recorrido usando la intuición debido a que había dejado la antorcha atrás.
— ¡Frederick, ya me estaba preocupando! — exclamó Delilah saliendo de entre los árboles, donde estaba con la anciana. Sosteniendo su antorcha en alto — Tardaste mucho más de lo que esperaba.
— Si, tampoco esperé tardar tanto. El tiempo se nos acaba — respondí acercándome, agitando la cesta hacia adelante y atrás —. Pero logré recuperar esto, espero que sea el de la viejita, porque ni loco planeo volver.
— ¡Fred, tus ropas, te lastimaron!
— Ah… daños menores, deberías ver como los dejé a ellos. No estoy orgulloso — dije asintiendo, indicándole con la cabeza a Delilah que me guiara con la señora mayor — ¿Ustedes tuvieron problemas?
— No, afortunadamente.
— Eso es lo que importa — Cuando estuve junto a la ancianita, me arrodillé junto a ella, pasando la canasta a las manos de esta —. Espero que sea esta, con suerte esos bandidos no volverán a molestar… bueno, uno al menos no volverá a hacerlo. Lo despaché al otro lado.
Por causa de las nubes, aquella noche la luna no sería de gran ayuda para ver por el camino, así que había llevado una antorcha conmigo para iluminar el bosque. Las sombras se estiraban ante el pequeño fuego de la antorcha, dándole un aire perturbador a la simple maleza de aquel sitio “Realmente agradezco ya estar acostumbrado a esto” pensé mientras recogía unas bayas de un arbusto y me las metía en la boca. Seguí caminando tranquilamente a la dirección de una trampa que había puesto en el pasado, solo que un movimiento entre los arbustos me sobresaltó, obligándome a girar rápidamente a la dirección del sonido.
— ¿Qué pasa? Parece que hubieras visto un muerto — preguntó Delilah saliendo de la fauna, abriendo un poco los ojos al ver mi reacción.
— No vi un muerto, me vi muerto. Son cosas muy diferentes — respondí llevándome la mano al pecho —. No me des estos sustos, mi corazón es muy frágil.
— Si claro, y yo soy la reina de los dragones.
— ¿En serio lo eres?
— Claro que no, si fuera la reina de los dragones no estaría aquí.
— Auch, si no me mataste del susto lo harás con tus afiladas palabras — comenté llevándome la mano al pecho — No hay peor cuchillo que la lengua… aunque sea blanda y babosa.
— Sabes que no me refería a eso — Delilah se acercó y me tendió unos conejos muertos, por lo visto ya había revisado las trampas de la zona.
— Por lo visto también usaste tu lengua con estos animales — dije tomando a los cadáveres para guardarlos en la bolsa de provisiones — Veamos si en las de por acá cayó algo más.
Avancé junto a Delilah por el bosque, revisando las trampas y tomando los animales que habían caído en algunas. Estábamos por regresar cuando un extraño grito nos hizo detener. Delilah abrió los ojos de par en par y me observó aferrándose a mi brazo, por lo visto si bien había superado gran parte de sus traumas no estaba preparada para voces femeninas gritando en el bosque.
— Frederick, ¿qué fue eso?
— Parecía un grito de alguien pidiendo ayuda, vamos a ver, pero no te acerques tanto. No sabemos que pueda pasar.
La pelirroja asintió y comenzamos a avanzar, yo por delante sosteniendo la antorcha en alto mientras Delilah me seguía los pasos a un par de metros, al llegar a la linde del camino le indiqué a la chica que se detuviera. Allí delante parecía haber alguien en el suelo, quizá era la persona que había dado aquel extraño grito.
Me acerqué moviendo un poco la antorcha para no encandilarme a causa de la luz, detallando a la pobre persona que estaba allí en el fango “Es una viejita… seguramente se tropezó” Iba a preguntarle pero la mujer levantó la mirada, observándome directamente a los ojos.
— Por favor, ayuda. Se lo llevaron todo… por favor.
— ¿De qué habla?
— Mis cosas… ellos me empujaron y se llevaron mis cosas. Se lo suplico, ayúdeme.
Tomé aire y mirando al cielo lo solté poco a poco, la última vez que había ayudado a una mujer indefensa del bosque, había terminado acosándome sin descanso “Aunque en aquella ocasión Genevive había asegurado ser una marioneta, esta viejita solo fue asaltada. No creo que me acose… ¿Cierto?” Aun así, aunque me hubiese prometido dejar de buscar problemas, dudaba poder dormir tranquilo si dejaba a aquella señora desamparada “O quizá si pueda, solo debería hacer el intento”
— ¡Frederick, es una señora! — Dijo Delilah saliendo de su escondite “Por lo visto no vio peligros y salió” — ¿Cómo te atreves a estar allí tan tranquilo sin ayudarla a levantarse? Que falta tan grande de modales — reprochó la joven, tomando la mano de la anciana para ayudarla a reincorporarse — ¿Qué fue lo que ocurrió?
— Por lo visto unos rufianes tomaron sus cosas… y escaparon, obviamente.
— ¿¡Qué!? ¿¡Si sabes todo eso por qué no has ido tras ellos!?
— Porque hay una tormenta cerca… y no quería repetir la historia de Genevive.
— ¡No seas tonto, ve por ellos! — Exclamó Delilah, agitando la mano en el aire en señal de que me fuera.
— Dioses, de acuerdo… — Me estiré desenfundando el Carcaj, bajando la mirada a la anciana — Haré lo que pueda pero no prometo resultados, ¿puede decirme por donde se fueron?
— Por allí, se fueron por allí — respondió la viejita, señalando la que sería la ruta de escape de los bandidos.
— De acuerdo, Delilah no te alejes de ella — ordené a la menor, tomando una de las antorchas de repuesto, encendiéndola para dejarla con el par de mujeres — Si no vuelvo, dile a Azrael que fue un buen muchacho.
Tras despedirme comencé a correr en la dirección indicada por la anciana, sosteniendo el arco en una mano y la antorcha por lo alto con la otra.
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Por suerte el rastro que habían dejado los bandidos seguía fresco, las pisadas resultaban sencillas de seguir en el fango, además de las ramas rotas que habían dejado a su paso “Seguramente no habían esperado que alguien les siguiera la pista” eso o era un trampa “Solo que, con este clima nadie se esforzaría en hacer una trampa solo por una viejita” Por lo cual me sentía confiado al seguir las pistas en la maleza.
Tomé las desviaciones de la ruta que indicaban los pasos, acercando de vez en cuando la antorcha al suelo para verificar el rastro. El soplido del viento cada vez era más molesto “Si estos sujetos fueran inteligentes, no estarían al aire libre”
Fueron otro par de tortuosos minutos de rastreo hasta que finalmente logré ver una cueva más adelante, esta parecía estar iluminada por una hoguera “Lo que significa que si se están refugiando” Bien, ahora solo debía recuperar las cosas de la señora.
Dejé la antorcha clavada en el suelo lejos de la cueva, acercándome apretando el arco considerando la mejor manera de negociar. Cuando estaba por entrar al perímetro de los bandidos alguien salió corriendo de la maleza con una daga en alto “Cielos, no consideré que tuvieran a alguien vigilando”
— Calma, vengo en son de paz — apresuré en decirme, intentado con aquello detener al atacante pero el hombre solo siguió. Realizando un tajo que me vi obligado a esquivar retrocediendo con un pequeño salto.
— ¡Hay un intruso! — gritó el vigilante, volviendo a atacar. Los otros dos hombres que estaban en la cueva se apresuraron en salir, por lo visto con armas en mano.
— Calma calma, solo venía a negociar por las cosas de una viejita que al parecer ustedes… tomaron sin pedir permiso ¿No hay manera de que lleguemos a un acuerdo y las devuelvan?
— Claro que lo hay, el acuerdo es: tomamos tu dinero y cosas, para que luego te largues y no sigas molestando.
— Ese acuerdo solo suena a beneficio para uno de los dos lados…
— Es una lástima, ahora ve soltando tus aeros si no quieres que te cortemos mucho — dijo nuevamente aquel sujeto, levantando la mano con la que empuñaba la espada.
“Bien, supongo que negociar no es una opción…” solté un largo suspiro y me di golpecitos en el ojo de cristal, aunque tampoco quería que me trocearan. Negué con la cabeza y saqué una flecha del carcaj, tensándola en el arco, si mantenía la distancia estaría en ventaja.
— Les juro que yo quería que esto saliera de la mejor manera para ambos lados — murmuré antes de retroceder un paso, el vigilante que tenía la daga fue el primero en avanzar. Sin dudarlo apunté a las piernas de este y disparé, clavando la flecha en el muslo, solo para asegurarme saqué otra flecha disparando ahora a la otra pierna “Con aquello debería dejar de moverse”.
— ¡Maldito bastardo! — gritó el hombre tirado en el suelo, soltando la daga, apretando una de las extremidades heridas con ambas manos.
Chasqueé la lengua y llevé la vista a los otros dos compañeros que habían comenzado a acercarse a la carrera, con lo que pudo ser un grito de batalla. El de la espada fue el que más rápido se acercó, descargando un tajo que no tuve tiempo a esquivar, obligándome a levantar el brazo para defenderme, sintiendo el impacto del metal sobre la prótesis “Cielo, como me gusta cada vez más esto de tener metal en el cuerpo y no metido en las tripas”. El atacante retrocedió sorprendido al ver lo que había sucedido, pero su compañero restante no tardó en atacar, aquel tenía una maza larga que lucía mucho más peligrosa.
Aquella vez si pude retroceder antes de recibir el impacto, corriendo a la fauna cercana para intentar despistarlo, aunque este continuó la persecución “Hay dos opciones, regresar con las manos vacías o despachar a aquel par que sigue luchando” Solo que la muerte no era una opción que me gustase tomar a la ligera.
Me vi sobresaltado al escuchar otro impacto detrás de mí, el grandulón había descargado la maza y había estado por los pelos de darme, solo que le había dado a la corteza de un árbol.
Avancé otro poco sin mirar atrás, no era necesario, sabía que aún me perseguían. Más adelante vi un pequeño fuego y me temí que fueran compañeros de los bandidos “Aunque… está muy cerca del suelo. Oh claro, es la antorcha.” Un momento, eso era, la antorcha “Si no quiero matar a nadie, solo debo asustarlos o preocuparlos” asentí ante tan magnífica idea, sintiendo otra ráfaga de aire contra mi rostro, la tormenta parecía cada vez más cerca “Lo cual también será de ayuda” Corrí a la antorcha y la tomé a la carrera, el fuego estaba débil, debía apresurarme antes de que se apagara.
— ¿¡Podrías quedarte quieto de una vez!? — Gritó el hombre de la maza, lanzando otro golpe que me vi obligado a esquivar mientras me agachaba.
— Lo siento, tengo una enfermedad rara llamada “los-golpes-me-dan-miedo”.
Con el arco en una mano y la antorcha en la otra, regresé a adentrarme en la maleza “Espero que esto no cause un problema mayor” rogué acercando el fuego a las hojas de los arbustos, viendo como comenzaban a quemarse, repetí el proceso en otros sitios mientras volvía a la cueva. El viento y las llamas no tardarían en propagarse, motivo suficiente para que los bandidos se asustaran “O eso espero”.
Avancé más pero algo me tomó desprevenido, alguien atacando desde la derecha con una espada, no pude levantar el brazo para defenderme aquella vez, teniendo que frenar y retroceder pero no con la suficiente velocidad para recibir un corte en la mejilla “Maldición, un poco más y tengo otra boca”.
Sentí la sangre manar lentamente por la herida, llevando la mirada al bandido de la espada, seguramente aquel había tomado otra ruta para acorralarme.
— Así que aun puedes sangrar.
— Claro que sangro, mi madre no se llama Martha — respondí, recordando la historia popular en las tabernas, de un sujeto que vestía de azul y no sangraba, cuya madre se llamaba Martha.
— Deja de correr y lucha, cobarde.
— ¿Por qué todos insisten en eso? No quiero morir maldición — arrojé la antorcha a un lado, sintiendo el calor del fuego a mis espaldas, con mi estrategia anterior también había cancelado mi vía de escape.
— ¿En serio vas a quemar el bosque por la canasta de una anciana cerca de la muerte?
— En mi defensa, nunca fui ideando planes. — respondí tensando una flecha en el arco, [1]concentrando mi único ojo bueno en aquel hombre, definitivamente no podría escapar, así que primero debería dejarlo fuera de combate totalmente. Aquel bandido era el objetivo.
— Veo que te decidiste a combatir.
— Me dejé sin opciones… maldito sea yo del pasado.
El mayor volvió a acercarse a la carrera, lanzando una estocada que esquivé retrocediendo. Disparé la primer flecha contra él clavándola en el brazo, por reflejo saqué otra flecha y la tensé. Otro tajo por parte del bandido, esta vez fue uno de forma descendente, la espada chocó contra la pierna sintética, frenando el golpe y haciendo que el hombre maldijera mientras volvía a retroceder. Aproveché la abertura y disparé la segunda flecha, aquella fue a parar en el hombro “Si logro que deje de mover el brazo, también será una victoria”. Pero no fue suficiente, el sujeto arremetió nuevamente.
Vi la furia en su rostro, en sus ojos “¿Por qué siempre me debo meter en estos problemas” La estocada cortó mi costado, aquello pareció agradarle al hombre porque soltó una risa triunfal. Retrocedí dando varios saltos, tomando aire y soltando lentamente, no tenía más opciones.[2] Saqué tres flechas del carcaj y las tensé simultáneamente, el hombre se acercó a la carrera pero no iba a dejar que me atacara. Disparé el trío de flechas a la vez, viendo como impactaban en diferentes partes “Abdomen, pecho… y” el cuello, una de las flechas le había atravesado el cuello.
— Todo por una maldita cesta… demonios, yo en serio quería negociar y no llegar a esto — Murmuré viendo como el sujeto caía de rodillas al suelo, escupiendo una gran cantidad de sangre, antes de que su torso impactara totalmente contra el terreno — De acuerdo, no es tiempo de lamento. Aún hay cosas que hacer.
Me di otros golpecitos en el ojo de hielo, comenzando a alejarme de la zona en llamas, una vez dentro de la cueva supuse que aquel era el escondite general, habían varias cajas con mercancía y sacos de comida “Pero nada de esto importa, solo quiero la canasta…” rebusqué rápidamente entre las cosas, hasta dar con una cesta que parecía de ancianita, no podía estar seguro si era aquella pero esperaba que sí. La tomé y sin pensarlo más me aleje corriendo de la zona, viendo como a mi izquierda las llamas seguían propagándose “Vamos tormenta, no dejes que esto se salga de las manos”
══════
Me había alejado de aquel sitio evitando la zona en llamas, en el regreso no había visto al hombre de la maza ni al vigilante que había dejado con flechas en las piernas “Quizá escaparon… o se andan cocinando” Esperaba que fuera lo primero, la idea de haber dejado otros dos cadáveres en el bosque no me llamaba la atención.
Seguí el rastro de regreso, usando la luz del fuego para guiarme hasta que la zona volvía a quedar a oscura, terminando el transcurso del recorrido usando la intuición debido a que había dejado la antorcha atrás.
— ¡Frederick, ya me estaba preocupando! — exclamó Delilah saliendo de entre los árboles, donde estaba con la anciana. Sosteniendo su antorcha en alto — Tardaste mucho más de lo que esperaba.
— Si, tampoco esperé tardar tanto. El tiempo se nos acaba — respondí acercándome, agitando la cesta hacia adelante y atrás —. Pero logré recuperar esto, espero que sea el de la viejita, porque ni loco planeo volver.
— ¡Fred, tus ropas, te lastimaron!
— Ah… daños menores, deberías ver como los dejé a ellos. No estoy orgulloso — dije asintiendo, indicándole con la cabeza a Delilah que me guiara con la señora mayor — ¿Ustedes tuvieron problemas?
— No, afortunadamente.
— Eso es lo que importa — Cuando estuve junto a la ancianita, me arrodillé junto a ella, pasando la canasta a las manos de esta —. Espero que sea esta, con suerte esos bandidos no volverán a molestar… bueno, uno al menos no volverá a hacerlo. Lo despaché al otro lado.
- Uso de habilidades:
[1]Habilidad Nivel 0 - Marca del Cazador
[2 usos][Puntería] El arquero se enfoca en un solo objetivo por un turno, aumentando su precisión y daño contra este.
[2]Habilidad Nivel 1 – Lluvia de Flechas
[2 usos][Puntería] El cazador prepara múltiples flechas (De 3 a 6 flechas) en su arco/ballesta que posteriormente disparará a un objetivo o una serie de objetivos.
Fredericksen
Honorable
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Re: [Desafío] Juramento
Para cuando Fredericksen regresó con la anciana, ésta ya había conseguido levantarse y calmarse un poco, recibió con emoción y esmero la pequeña cesta en la que afortunadamente no faltaba nada, incluso parecía que había algo de más -¿Y esto qué es?- Dijo la anciana con una sonrisa inocente mientras levantaba una extraña especie de medallón de metal que parecía estar palpitando. Con un grito, Ágata soltó el extraño objeto y éste cayó al piso sin dejar de palpitar cada vez más fuerte.
Libéralo- Dijo entre dientes uno de los sujetos sobrevivientes mientras daba un empujón al otro que intentaba levantarlo -Pero no sabemos lo que esa cosa pueda- Las palabras del temeroso compañero no hicieron más que incrementar el enojo del primero que tras toser un poco de sangre se adentró en la guarida donde una oscura y reída tela cubría una enorme figura de casi dos metros.
No lo hagas, recuerda lo que pasó la última vez- Intentó de nuevo el nervioso bandido alterar los planes de su compañero pero todo esfuerzo resultó ser en vano -Esta vez será diferente, podemos doblegarlo- Dijo con una siniestra sonrisa mientras se acercaba con poco equilibrio a pulsar una serie de interruptores en el mecanismo que daba energía a aquella extraña criatura que se levantó sobre sus patas traseras alcanzando una altura por encima de los dos metros e iluminando sus ojos de color rojo.
Llegó el momento de la venganza- Dijo sonriendo mientras extendía la mano hacia su compañero -Dame el medallón- Su sonrisa cambió rápidamente a una expresión de pánico cuando su compañero le dio a entender que no lo tenía. Solo sus gritos se escucharon desde afuera del lugar antes que una silueta saliera en una veloz carrera atravesando arbustos y llamas en busca del palpitante medallón.
¿Podrá ser acaso?- Dijo la anciana agachándose para tomar el objeto ya un poco más calmada, pero esa tranquilidad no duraría mucho, pues no sería difícil escuchar los pasos de aquella aberración, lo que antes había sido un hombre destrozado por la guerra, y cuyo cuerpo había sido usado para experimentar, intentando convertirlo sin éxito, en parte de las fuerzas de la ciudad de los bios.
Estrellándose contra árboles que se sacudían a su paso llegó finalmente a donde se encontraban Ágata y los otros, fijando a la mujer como objetivo y luego al medallón en sus manos -¿Amor? ¿Qu… Qué te hicieron?- Preguntó con los ojos llenos de lágrimas dejando caer de nuevo el medallón al suelo. Su pregunta no tendría más respuesta que una serie de comandos difíciles de entender…
//CONTINUE EMERGENCY BOOT SEQUENCE
Serial Number ID:
FRDR–C47K... ONLINE
CRITICAL WARNING: %system%–l0ckdown
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S3RVOS CRASHING
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Error: FOUND KEY COMPONENT
BACKUP MODE: = Free[$$$] Attack
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Finalmente ha llegado el momento que todos estábamos esperando, la batalla entre el hombre y la máquina, aunque ninguno es del todo una máquina, ni completamente hombre, pero el punto es que, es el momento en el que los verdaderos héroes son puestos a prueba en el fulgor de la batalla, si no es que Fred huye cobardemente, que también es una opción a fin de cuentas.
Enfrentas a un biocibernético fallido que tiene como objetivo recuperar el medallón y eliminar las amenazas existentes, tu deber será eliminarlo y salvar a la anciana ¿o no? ¿y si detrás de aquella aberración aún queda un poco de lo que antes fue? ¿O no? ¿Y si mejor escapamos y dejamos que la anciana arregle sus cosas? Seguramente es una adulta muy capaz, ¿o no? Sorpréndenos con tu sabia decisión.
Libéralo- Dijo entre dientes uno de los sujetos sobrevivientes mientras daba un empujón al otro que intentaba levantarlo -Pero no sabemos lo que esa cosa pueda- Las palabras del temeroso compañero no hicieron más que incrementar el enojo del primero que tras toser un poco de sangre se adentró en la guarida donde una oscura y reída tela cubría una enorme figura de casi dos metros.
No lo hagas, recuerda lo que pasó la última vez- Intentó de nuevo el nervioso bandido alterar los planes de su compañero pero todo esfuerzo resultó ser en vano -Esta vez será diferente, podemos doblegarlo- Dijo con una siniestra sonrisa mientras se acercaba con poco equilibrio a pulsar una serie de interruptores en el mecanismo que daba energía a aquella extraña criatura que se levantó sobre sus patas traseras alcanzando una altura por encima de los dos metros e iluminando sus ojos de color rojo.
Llegó el momento de la venganza- Dijo sonriendo mientras extendía la mano hacia su compañero -Dame el medallón- Su sonrisa cambió rápidamente a una expresión de pánico cuando su compañero le dio a entender que no lo tenía. Solo sus gritos se escucharon desde afuera del lugar antes que una silueta saliera en una veloz carrera atravesando arbustos y llamas en busca del palpitante medallón.
¿Podrá ser acaso?- Dijo la anciana agachándose para tomar el objeto ya un poco más calmada, pero esa tranquilidad no duraría mucho, pues no sería difícil escuchar los pasos de aquella aberración, lo que antes había sido un hombre destrozado por la guerra, y cuyo cuerpo había sido usado para experimentar, intentando convertirlo sin éxito, en parte de las fuerzas de la ciudad de los bios.
Estrellándose contra árboles que se sacudían a su paso llegó finalmente a donde se encontraban Ágata y los otros, fijando a la mujer como objetivo y luego al medallón en sus manos -¿Amor? ¿Qu… Qué te hicieron?- Preguntó con los ojos llenos de lágrimas dejando caer de nuevo el medallón al suelo. Su pregunta no tendría más respuesta que una serie de comandos difíciles de entender…
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Enfrentas a un biocibernético fallido que tiene como objetivo recuperar el medallón y eliminar las amenazas existentes, tu deber será eliminarlo y salvar a la anciana ¿o no? ¿y si detrás de aquella aberración aún queda un poco de lo que antes fue? ¿O no? ¿Y si mejor escapamos y dejamos que la anciana arregle sus cosas? Seguramente es una adulta muy capaz, ¿o no? Sorpréndenos con tu sabia decisión.
- Aberración:
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Ansur
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