Buscando refugio. 2/2 CERRADO

Arrastraba los pies de forma pesada, masticando con amargura el sabor de la derrota en los labios. Hacía dos semanas que había salido de su aldea y ahora se veía a si misma regresando. Con cinco quilos menos, muchas más heridas y en la memoria, experiencias que la habían asombrado y aterrorizado por igual. Cuando pensaba en lo vibrante que le había parecido la ciudad de Lunargenta, el recuerdo de aquel dracónido entraba con fuerza, nublándolo todo. Si rememoraba la cena que había compartido en la posada con Selene y el matiz metálico que tenían sus ojos, la caída desde lo alto del árbol la hacía acelerar la respiración otra vez.

Iori pensaba que salir de su pueblo le permitiría descubrir cosas nuevas, vivir aventuras, pero lo cierto es que esa vida que ella anhelaba le había dado a base de bien. La luz naranja del ocaso le estaba metiendo prisa para encontrar rápido algún pequeño refugio en el que pasar la noche. Por el cálculo que hacía en su mapa, le quedaban casi tres jornadas de camino sin detenerse hasta alcanzar las colinas detrás de las cuales estaba su hogar. El hogar al que quería volver y del que no debería de haber salido. Se aferró las cosquillas, notando aún el dolor en los huesos de los últimos acontecimientos. No sabía cómo iba a explicar eso a todos cuando llegase. Ya se imaginaba la cara que pondría el viejo Zakath cuando la viera.

Apareció a la izquierda del camino, y Iori no lo dudó más. Pensó que aquel árbol caído sobre el cual se había acumulado ramaje sería un buen lugar en el que pasar la noche. Aquella zona del continente estaba lejos del conflicto, de los peligros y de otras razas, por lo que esperaba que el tiempo que le faltaba hasta llegar a su hogar fuese tranquilo y en calma. Jadeó cuando se recostó en el suelo, y dejó la bolsa y el palo a un lado, pegado a su pierna. Debería de encender una pequeña hoguera mientras aún había un poco de luz, por mortecina que esta fuera, pero la muchacha estaba agotada, física y mentalmente. Cerró un instante los ojos, respiró con profundidad y pensó, antes de quedarse dormida, que descansaría tan solo un minuto.

~•~

Habilidades:
Transformación en Lobo (Mantenida): Permite alternar entre forma de bestia o humano a voluntad. El proceso tarda unos segundos y resulta agotador.

El escalofrío que sintió la despertó de forma violenta. Iori jadeó sorprendida y miró a su alrededor. No veía nada. Parpadeó y se frotó los ojos, y comprendió que la noche ya se había hecho cerrada. Alzando la vista pudo percibir las estrellas salpicando el cielo entre las ramas de los árboles. No sabía cuanto tiempo se había quedado dormida, en aquel instante le costaba calcular con claridad. Al quedar parada su cuerpo se había quedado helado y aquello la había despertado con la brusca convulsión de sus músculos.

Se levantó estirando el cuerpo y frotó sus manos, aproximándolas a la boca para exhalar el aire caliente de sus pulmones. Tenía que entrar en calor, no podía pasar así la noche y menos sin encender un pequeño fuego para no tener problemas en mitad de la madrugada. El rastro del fuego era fácil de seguir para seres racionales, pero con animales salvajes funcionaba como elemento disuasorio.

Caminó tomando la pequeña bolsa y el pelo, por si se desorientaba y no sabía como volver en medio de la noche. Comenzó a buscar intentando agudizar la vista en la oscuridad ramaje caído suficientemente seco como para poder prender con la yesca y el pedernal. Se guiaba centrando sus sentidos en la leve claridad de aquella noche despejada. La luna estaba creciendo, por lo que no era suficiente como para ver con soltura, pero de algo ayudaba. Caminando con cuidado de evitar la irregularidad del suelo del bosque, Iori percibió en la lejanía una leve claridad.

Dudó incluso, ya que casi parecía el reflejo en las ramas de los árboles de las luces nocturnas, pero encaminó en silencio los pasos hacia allí. Antes de poder aproximarse del todo, una voz con timbre juvenil pero llena de determinación se escuchó con claridad. La muchacha se detuvo de golpe y se agazapó por inercia, como evitando algún proyectil que fuese lanzado hacia ella. Vale Iori, ahora sí que pareces sospechosa... Se incorporó despacio y avanzó con cautela, asumándose a un claro muy pequeñito entre los árboles que crecían allí. Estaba bien guarecido por la disposición de los elementos del bosque, y de no ser por la pequeá fogata que crepitaba allí dando luz, hubiera pasado por completo desapercibido.

- Perdona, no fue premeditado. Me llamo Iori, soy una viajera. - Avanzó un poco, lo suficiente para que la luz del fuego la iluminase y él pudiera verla, y también ver ella con mayor claridad quien era la persona que le había hablado. Las llamas se recordaban bailando contra la piel de un muchacho muy joven. Podría tener una edad similar a la de Iori, o incluso más joven. Sus rasgos la observaban con dureza y algo en su postura, o en el cuadro que componía la escena entre él, el fuego, y los restos de un animal grande a medio cocinar le avisaban a Iori de que era mejor ir con pies de plomo.

Alzó las manos desnudas delante de él, y enarcó las cejas hacia arriba en la frente, transmitiendo toda la inocencia que la rodeaba hacia él. - Estoy obligada a pasar la noche aquí y estaba buscando ramas secas para hacer un pequeño fuego...- explicó sin bajar las manos, dejando que la luz del fuego arrancase destellos azules a sus ojos bien abiertos. - No quiero molestarte, no busco problemas. Continuaré por aquí - señaló a un lado del camino a la derecha comenzando a caminar hacia atrás sobre sus pasos. - Buena noche ¿vale? - esbozó una sonrisa nerviosa, sin apartar la mirada de la expresión intensamente salvaje del muchacho. Cuando estaba cerca del límite de luz que ofrecía la hoguera, giró sobre sus talones con rapidez y se internó de nuevo en la oscuridad del bosque.

Hacia la luz caminó una chica, joven, de cabello largo y muchos dirían, bastante linda. Podías ver en su expresión y sus pasos levemente temblorosos que tenía temor o nerviosismo. Evidentemente no había esperado encontrarse a nadie, o al menos, que no la encuentren.

A decir verdad, debo admitir que me dio hasta algo de pena. Parecía algo baja de peso, y en su expresión y voz se notaba cierto timbre de agotamiento físico y mental de días sin una buena cama y comida caliente, lo que para un humano era una gran cosa, no es como si estuvieran adaptados a dormir en el suelo del bosque mientras los comen las pulgas (no, no tengo pulgas, pero las veces que se me han pegado la he pasado muy mal, pero no tanto como esta chica).

Espera.. - miré con amor a mis costillitas. Luego a la chica, cuyo nombre al parecer era Iori, y de nuevo a mis preciosas costillitas - ¿Quieres un poco? No voy a poder yo solo y no me gusta desperdiciar comida - creo que nunca había tenido que tomar una decisión tan difícil en toda mi vida. Porque si hay algo con lo que los lobos somos algo posesivos es la comida, pero ya me había comido literalmente un ciervo (excepto las costillitas) y dudaba que mi estómago pudiese con mucho más que eso.

Acomodé los trozos de carne en el fuego para que comenzaran a asarse y saqué una pequeña cantimplora de mi morral; me eché algo de agua en las manos y me la pasé por la cara para deshacerme de los restos de sangre alrededor de mi boca, mientras aún la miraba - ¿Qué le pasó a tus garras? - pregunté, señalando levemente con la cabeza sus manos, donde veía dos uñas desaparecidas y unas heridas algo feas.

Se detuvo mientras apuraba el paso una vez en las sombras, y su cuerpo se tensó como un resorte. Permaneció quieta un instante, escuchando como la madera de la hoguera crepitaba a sus espaldas. - De verdad que no quiero molestar...- aseguró con voz dubitativa mirando por encima de su hombro. Fue entonces cuando él la tentó con comida, y fue en ese momento cuando Iori tomó la determinación. Aceptaría su fuego y su compañía, pero no su alimento. Tenía suficientes reservar en el cuerpo como para aguantar un par de días más alimentándose de los frutos que encontraba en el bosque. Aunque fuesen más agrios que comer un limón.

Se giró despacio, y caminando lentamente avanzó hasta situarse delante de él en la hoguera. No le pasó por alto la forma en la que miraba la carne, y el olor del tejido muscular cocinándose directamente en el fuego hizo que el estómago se le encogiese dolorosamente. - Te agradezco la oferta pero no será necesario. En cambio, tengo que reconocer que un poco de calor esta noche me vendría bien - No apartó los ojos de él mientras observaba la suciedad en su cara y los restos de... ¿sangre? ¿Se había lanzado a comer la carne de aquel animal completamente cruda? Se sentó con las piernas contra el pecho delante del pequeño fuego, y notó la tibieza que las llamas irradiaban a su cuerpo. Cerró un instante los ojos, cayendo en la trampa del calor en su piel. - Oh Dioses... pensé que me quedaría congelada...- musitó con una leve sonrisa de alivio en la boca.

Los abrió de nuevo y los clavó en el muchacho, pudiendo analizarlo mejor ahora. Se le veía joven, y por la expresión del rostro, era evidente que aquel muchacho había tenido una vida complicada como poco. Su mirada brillaba con una leve curiosidad pero su actitud desprendía un matiz... salvaje. - Oh... esto... bueno... me caí de un árbol...- sintetizó la información mientras los recuerdos de hacía unos días entraban de forma desordenada en su mente. Cuando cerraba los ojos todavía podía escuchar el rugido del dragón a su lado, a punto de romperle los tímpanos. Sacudió la cabeza y abrazó con más fuerzas las rodillas contra su pecho. - ¿No te parece un poco extraño referirte a las manos como garras? - Inquirió entonces esbozando una sonrisa. -¿Te puedo preguntar cómo te llamas?-

Mientras la chica terminaba de acomodarse, añadí algunas ramas secas que había acumuladoal fuego para hacerlo crecer, ya que ese pequeño fogón no alcanzaría para dos personas, y la chica ciertamente necesitaba más calor que yo. Además, el costillar estaría a punto más rápido - No molestas, en serio, no te preocupes - a veces pecaba de ser demasiado buena persona, pero dudaba que una chica con.. ¿eso era un bastón o un intento de arma? Como sea, dudaba que pudiese hacer algo. Sin contar que yo no llevaba muchos elementos de valor que digamos.

No es bueno andar solo por el medio del bosque, y mucho menos de noche.. - comencé a decir, acomodando la carne a las nuevas dimensiones del fuego - ..hay muchos animales salvajes sueltos por ahí. Bayas venenosas, esas cosas. Sin contar que si no estas muy acostumbrada al frío, bueno.. - no hacía falta aclarar más la idea, pues la sola imagen de verla prácticamente agradeciendo al universo por un poco de fuego ya dejaba más que claro lo que había querido decir.

La miré mientras me relataba.. Esa tan corta historia. La verdad esperaba algo un poco más entretenido que una caída de un árbol para justificar todo eso, pero bueno, la mayoría de los humanos eran algo idiotas en cuanto a todo lo que es naturaleza refiere, así que no me extrañó tanto que esas heridas fuesen de algo tan estúpido.

No, no me parece extraño. - dije, algo más relajado después del encuentro repentino y ahora que ya había ofrecido mi comida y no tenía por qué recelar mi caza - No pregunté sobre tus manos. Tú usas tus manos para agarrar cosas, manipular objetos.. - agarré un guijarro del piso como demostración - ..yo pregunté por tus uñas. Las usas para arañar y aferrarte a algo, son cosas distintas. - ese era mi simple y lógico razonamiento.

Saqué de mi morral algunos anillos metálicos que me había sacado cuando fui a buscar comida y volví a ponérmelos distraídamente cuando escuché a la chica hablar de nuevo - Hadden. Y tú eras.. ¿Iori, cierto? - apoyé mi espalda contra el grueso tronco del árbol detrás de mí, un roble viejo cuyas raíces prominentes y sobresalientes del suelo hacían una suerte de extraño cobijo, como si del respaldo y apoyabrazos de un sillón doble se tratara - Estoy viajando, al igual que tú. - me pasé una mano distraídamente por el pelo - ¿Por qué te metiste entre los árboles en vez de ir por el camino principal? Quizás hasta alguien te ofrecía alcanzarte hasta algún pueblo o algo. - sus ojos eran de un color celeste, similar a los míos, pero tenían ese tono claro de los cielos despejados por la mañana que todo trabajador de la tierra aprecia, mientras que los míos eran algo más aturquesados - Ten. Deberías lavar eso o terminarás con una infección horrible y te tendrán que cortar los dedos. - dije mientras le extendía con el brazo la cantimplora con agua que había usado unos momentos antes.

Se dio cuenta de que él añadía mas ramas a la hoguera y pensó que podía ser por dos cosas: tuviese miedo de que ella se llevase demasiado calor, o dos, lo estaba haciendo porque se percató de que la chia estaba aterida de frío. A juzgar por la ropa que él llevaba, o mejor dicho, la no ropa, Hadden no parecía tener especialmente frío. Se aovilló más en el sitio y observó la carne que él le insistía. Asintió con la cabeza por inercia, no quería parecer una maleducada pero tenía claro de forma meridiana que ella no se aprovecharía de su comida. Solo de su fuego y su compañía.

Miró entorno a ellos, asegurándose de que aquel era un buen lugar. Por algún motivo supo que él era un explorador más experto que ella. Había escogido muy bien el terreno, la forma de hacer la fogata y el follaje que los rodeaba. La mestiza tenía unos conocimientos básicos y sin embargo, era capaz de apreciar el trabajo de alguien con mucha más experiencia. Y sin embargo él parecía más joven que ella. Lo cual hizo que Iori se reforzase en su idea de que aquel muchacho había vivido muchas cosas.

Observó la herida en los dedos en los cuales había perdido las uñas. En los seis días que habían pasado desde aquello, podía percibirse ya una incipiente cutícula naciendo en la base de la raíz. Pero faltarían muchas semanas hasta que volviese a recuperar toda la superficie cubriendo la carne blanda. ¿Entonces para él garra eran las uñas? Iori frunció el ceño, pensando que tenía un vocabulario un poco diferente a lo normal. Cuando le dijo su nombre pensó que tenía una bonita sonoridad. Pena que el rostro del muchacho tuviese aquel rictus tan serio. - He aprendido en estos días que en ocasiones es mejor internarse por la zona en la que se mueven animales evitando los caminos. Me suelo fiar más de los seres del bosque que de las otras razas que se mueven por el continente... - murmuró entre dientes.

Observó como le tendía la cantimplora incorporándose levemente de la zona en la que había encontrado el abrazo del árbol. Parpadeó dubitativa pero no quería parecer desagradecida. Ni tonta. Ya que realmente necesitaba hacerle caso al chico en aquello. Abrió el tapón y con cuidado afinó la puntería para aprovechar todo lo posible y dejar que limpiase las heridas. El agua cayó en un leve hilo y se precipitó hacia el suelo humedeciendo la tierra allí. Guardó silencio dejando que solo se escuchase el fuego unos instantes y entonces se fijó en que el agua que caía en el suelo se agolpaba llenando una huella en la tierra. Detuvo la caía del agua en sus manos y se acercó a observar. La forma clara de una huella de lobo reciente brillaba con la superficie del líquido que la había llenado.

- Oh... un lobito...- musitó mirando con un brillo especial en los ojos la marca. - O lobita quien sabe... parece adulto... - murmuró antes de alzar la vista hacia Hadden con una sonrisa. - Mira, hay más por esta zona - señaló las huellas recientes que bordeaban la hoguera. - No avistaste ningún ejemplar hoy? Los humanos normales solían tener reparos con los lobos. Los habitantes de su aldea les tenían manía cuando se acercaban a sus ganados y capturaban allí sus presas, pero Iori siempre había sentido una extraña admiración, ya que percibía en ellos una nobleza y un vínculo de manada más fuerte y puro que en muchos grupos de humanos. Salir aquellas semanas de aventura la había reforzado en aquella idea.

Claro, sí, las otras razas.. - prácticamente tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para evitar reírme. Era evidente a simple vista que ella era humana, y me había tomado como un humano más - ..muuuy peligrosas. ¿Te has topado con muchos de ellos? - puse una hermosamente actuada expresión de preocupación y repulsión - Dicen que los licántropos son los peores.- añadí con un leve toque de dramatismo.

La verdad me impresionó un poco su perjuicio, probablemente porque me agarró con la guardia baja, pero al mismo tiempo me resultaba sumamente cómica la situación, por lo que una leve sonrisa se instaló en mi rostro. Claramente no iba a develar mi *CHAN* identidad secreta, era mucho más divertido dejar las cosas así. Además, no veía necesidad alguna de hacerlo.

Me recosté nuevamente contra el tronco del árbol mientras la miraba, divertido, seguir las huellas que yo mismo había dejado una hora antes. Me rasqué el pecho distraídamente por la zona del tatuaje y miré mis pisadas -Lobito. Las hembras suelen ser más pequeñas.. - seguí el rastro hasta el lugar donde estaba sentado - Mira, tal vez se sentó aquí y armó una fogata para asarse un costillar- dije claramente bromeando - No, en absoluto. ¿Tú no te has encontrado con ninguno?

Me la quedé mirando un rato, aún con el vago vestigio de una sonrisa en mi rostro, y con algo más de curiosidad - ¿Y cuál es tu historia? ¿De dónde vienes? - ciertamente los humanos eran muy.. Especiales, por decirlo de alguna forma. Y me daba curiosidad saber de donde venía y por qué tenía tantos conceptos de las demás razas.

Iori miró de soslayo al chico, con un punto de desconfianza creciendo en ella. Era evidente que había algún chiste privado que se había perdido en sus palabras. - Avancé hasta Lunargenta y la capital estaba llena de todo tipo de razas... claro que no recuerdo haberme encontrado con un vampiro, por lo menos que yo me hubiese dado cuenta.- Se encogió ligeramente de hombros sin poder evitar que sus ojos se quedasen clavados en las llamas danzantes mientras recordaba. Selene había sido la única licántropa con la que había establecido alguna conexión.

Después de encontrarla en la capital, habían vuelto a coincidir en una posada, unos días antes de que el encontronazo con el dracónido y aquellos elfos le hicieran recapacitar sobre la tontería de encontrar la verdad ahí fuera. Porque no había aventura por vivir, ni verdad por descubrir sobre su origen, que mereciese la pena ser canjeada por su propia vida. O peor, vivir el resto de la vida echando de menos alguna parte de su cuerpo. - Conocí a una licántropa en estos días pasados y lo cierto es que me pareció una persona admirable. - Sentención con seguridad mirando directamente a los ojos azules de Hadden. Iori pensó en hielo al mirarlo. - Y aunque no hubiera conocido a una, te aseguro que mi parecer sobre ellos no hubiera cambiado.

Observó de nuevo la actitud tan relajada que parecía tener el chico delante de ella. Por la forma en la que se expresaba era evidente que el chico conocía de qué hablaba. Dejó caer de nuevo la vista hacia la huella rebosante de agua en el suelo. De manera que un macho... Iori no le iba a llevar la contraria en aquello. Se fijó entonces cuando él rascó la piel de su pecho en las extrañas formas que se percibían allí. La luz anaranjada del fuego apenas le permitía ver con claridad pero había unos trazos, como si de un tatuaje se tratasen allí en donde los finos dedos del chico habían tocado. - Sí, y cuando olió a humano decidió cambiar de sitio y buscar una zona más tranquila.- terminó Iori la pequeña broma sin darse cuenta de cuan erradas estaban sus palabras, y hasta que punto eran ciertas las de Hadden.

Aflojó un poco la bola en la que se había sentado fruto del frío, ahora que sentía que estaba poco a poco a recuperar temperatura corporal con alivio. - ¿Mi historia? - Inquirió sin pasársele por un momento la posibilidad en la cabeza de no contestar. Ella era una persona transparente en su vida, por lo que en su mente era tan sencillo como, alguien preguntaba, y ella respondía. - Crecí en una aldea que está a dos jornadas de viaje de aquí. Me criaron allí aunque no sé donde nací ni quienes fueron mis padres. Lo único que me han contado es que me encontraron al seguir mi llanto, hasta el interior de lo que parecía una lobera vacía en una montaña cercana.-

Bajó de nuevo la vista hacia la hoguera. Había una especie de sensación mesmerizante en las llamas que hacía fácil dejar fluir los pensamientos cuando clavabas los ojos en el fuego. - Me acogieron en la aldea y me cuidaron entre todos, hasta hace dos semanas. Sentí que había llegado el momento de salir de allí para ver el mundo con mis propios ojos... hacer camino y encontrarme con gente, aprender y conocer... - Esbozó una sonrisa amarga recordando todavía el encuentro del bosque, al dracónido y su formidable poder, y al elfo de cabello oscuro. - Pero no estoy preparada. Estuve más cerca de meterme en problemas de los que no hay vuelta atrás que en todos los años anteriores. Por eso ahora voy a volver a casa - Partió por la mitad un pequeño palito con el que había estado jugando de forma distraída, y lo lanzó al fuego para ser consumido allí. Alzó de nuevo la cabeza con una sonrisa radiante y clavó los ojos azules en él. - ¿Y tú? ¿Puedo preguntar cual es tu historia?-

Escuché atento a sus palabras, había visitado Lunargenta alguna que otra vez hacía unos años, pero la verdad no la recordaba demasiado como para poder otorgarle una propia ambientación a su relato - Muchas de las razas pueden pasar por humanos sin que nadie se de cuenta -comenté. Un claro ejemplo era nuestra conversación en este mismo instante. Habían razas hábiles que podían distinguir a alguien de su misma (u otra) especie. Por ejemplo, a la escasa distancia que estaba de ella podía perfectamente sentir ese olor tan característico de los humanos.

Para ser honesto su opinión acerca de los licántropos me sorprendió un poco, o mejor dicho bastante al punto que no pude esconder mucho de mi expresión, ya que no era raro escuchar a granjeros reclamando o despotricando contra alguno de nosotros si le había pasado algo a alguna oveja, cabra o vaca de su rebaño. Como si fuésemos los únicos animales del monte..

En un momento dado, vi que su mirada estaba en algo enfocado debajo de mi rango de vista, entonces seguí sus ojos hasta mi propio pecho desnudo, con el siempre presente tatuaje en tinta roja adornando mi anatomía como si de un ornamental se tratara - Oh dios disculpa.. - agarré mi camisa de lino y me la puse - .. debes pensar que no tengo modales, perdona.- normalmente estar con poca ropa no era algo que se me resulte.. ajeno, por así decirlo. Pero hay situaciones y situaciones y claramente esta no era una situación laboral.

Poco después de mi pregunta, ella comenzó a narrar como era que había llegado hasta allí. Que no tenía padres, que había salido de viaje.. ¿Por qué sería que todo esto me sonaba algo familiar? Oh, si, cierto.
No la interrumpí en ningún momento, solamente me dediqué a alternar mis ojos entre ella y el fuego, mientras que mis manos jugueteaban distraídamente con los anillos de mis dedos. Me dio algo de alivio que me confirmara que había un pueblo cerca de aquí, pues hacía rato que andaba buscando alguno para pasar un tiempo.

Oye, no te infravalores... - sonreí un poco - Dos semanas sola por ti misma es mucho, en serio. Y es una gran cosa que solamente hayas terminado con eso.- señalé las heridas de su mano que la chica había lavado unos momentos antes. Está bien, a simple vista parecían algo feas, pero no es como si fuese a morir por eso , ni mucho menos a no recuperarse. Era una cuestión de semanas para que sus uñas volviesen a crecer.

Entonces fue que me preguntó acerca de mi propia historia - Bueno, no hay mucho que contar.. Perdí a mis padres de pequeño y desde entonces he andado por ahí, ya sabes..- hice un gesto despreocupado con la mano - ..vagando, trabajando para ganar unos aeros, ya sabes, lo normal- claramente no iba a dar detalles de mi profesión. No era el lugar, ni el momento.

Di vuelta los costillares sobre el fuego para que la cocción fuese pareja de ambos lados. La carne ya comenzaba a soltar un aroma embriagante, únicamente hecho mejor por la apariencia de la carne, jugosa, pero a la que aún le faltaba algo de tiempo para estar a punto - Mira la pinta que tiene..- dije, claramente orgulloso - ¿A que no soy el mejor cocinero?

Meditó un instante en la similitud de los humanos con otras razas como para poder confundirse. Era cierto. En algunas de ellas era preciso buscar un rasgo en específico como para ser realmente consciente de la naturaleza de la persona. Notó la expresión de sorpresa cuando comentó sobre su admiración sobre los licántropos, y torció el gesto en una expresión de reparo mientras anotaba mentalmente que era mejor andar con pies de plomo. - ¿Acaso tu eres de esos que los odian solo porque son mejores cazadores y tienen una lealtad al grupo al que pertenecen superior que los humanos? - preguntó despacio tratando de no herir su sensibilidad. Sabía de personas que odiaban de forma extrema a los lobos.

- Oh no... no te preocupes, no me molesta... es solo que me acabo de fijar en el dibujo que llevas... - Iori alzó las manos delante de ella, tratando de quitarle hierro al tema, pero pensó que quizá lo había hecho sentir incómodo a él. La muchacha carecía del pudor propio de personas que habían sido criadas en ambientes más cultos o con relaciones sociales complejas. En su aldea lo natural se veía con normalidad. El cuerpo de una persona no era diferente... Apartó los ojos de él y los volvió a clavar en el fuego. Era cierto que podía sonar algo derrotista la forma en la que hizo el resumen de sus últimos quince días de vida, pero se sorprendió ante las palabras que Hadden le estaba dedicando.

Alzó la vista y clavó los ojos en él. El fuego y la compañía del chico le habían calentado el cuerpo y el corazón. - ¿De verdad? - su voz sonó ilusionada pero la sonrisa de ligera sorna mostraba que no creía a pies juntillas lo que él decía. - Desde luego a tus ojos apenas debo de parecer una principiante. Supongo que es el aplauso de consolación para no volver con el orgullo completamente herido a la aldea.- No creía haber hecho nada especial, nada digno de mención. Porque evidentemente, el encuentro con el dracónido era algo de lo que no iba a hablar. Reprimió un escalofrío en la espalda ya que, en ese instante no se debía a que sintiese frío en el cuerpo.

El olor de la carne llenó todo el claro de aroma, y la boca de Iori de agua. La grasa veteada a lo largo de la carne magra funcionaba allí mejor que cualquier aderezo, con lo que solamente una cantidad de fuego adecuada a una buena distancia hacía que se cocinase a la brasa con el crujiente justo por fuera, y mantuviese la carne rosadita por dentro. Iori tenía delante la imagen de aquellas costillas y tenía que reconocer que era la mayor obra de arte que había visto en tiempos. Ni los edificios más icónicos de toda Lugarneta, ni la cara de aquel elfo estirado se comparaban en aquel momento en su cabeza. - La verdad es que tienes una habilidad... - Se atragantó con las babas que tenía en la boca y tuvo que tragar antes de terminar. - ...francamente sobrehumana...-

Lo miró de nuevo, evaluándolo como si lo acabase de ver, pensando que detrás de aquellos ojos fríos y de aquel cuerpo fibroso, se intuía mucha más historia que la que ella misma podía tener. - Si te interesase descansar un tiempo del viaje por los caminos, mi aldea es un lugar acogedor. No somos muchos habitantes, pero los suficientes para garantizar que prácticamente nos auto abastecemos. Son pocos materiales los que necesitamos importar del exterior, y la vida es tranquila y pacífica allí. - Esbozó una amplia sonrisa clavando la mirada directamente en el despreocupado muchacho. Iori sabía que él no parecía de las personas que precisan un lugar en el que enraizar, pero quizá podría ofrecerle un poco de descanso en su pueblo como forma de compensarle aquella noche de compañía.

Era palpable la forma en la que la chica intentaba "anestesiar" sus palabras, claramente sin éxito. Sin embargo, lejos de sentirme halagado por la forma en la que hablaba de mi raza, me estaba empezando a incomodar un poco - No son "superiores".. - dije, gesticulando con mis manos las comillas - ..hablas de ellos como si fuesen deidades.- esa clase de personas realmente me molestaban, ya que yo no creía en que ninguna raza fuera mejor o superior a otras ni mucho menos, simplemente éramos diferentes. Esa clase de pensamiento me resultaba hasta fastidioso.

Me quedé en silencio un rato, mirando el fuego, cuando la chica volvió a hablar - ¿Dibujo..? - me quedé unos segundos sin saber mucho de qué hablaba, puesto que desde el comentario anterior había dejado de prestarle mucha atención - Oh, si. Es un tatuaje. Y a mí sí me molestaba, no es como que nos conozcamos o algo.  - No estaba desacostumbrado a estar con escasez de ropa frente a desconocidos, pero eran situaciones muy diferentes a esta.

Hay gente que se va tres días de camping y la ataca un oso - me encogí de hombros - Puedes llamarlo suerte, o habilidad, es indistinto.

No pude evitar reírme por la expresión que tenía su cara mirando la carne, parecía un perro al que se le caen las babas tras no haber comido por días. La verdad, yo tendría exactamente la misma expresión si no fuese por lo mucho que había comido antes - En unos quince o veinte minutos ya debería estar. - quería que estuviese bien cocinado, pero tampoco al punto donde la carne se vuelve marrón y sin gusto, ya que sería prácticamente lo mismo que estar masticando una suela de zapato.

Levanté la cabeza y me encontré con los ojos de la chica clavados en mí al tiempo que hablaba del poblado que había cerca. La verdad hacía muchos días que estaba viajando, y me vendría bien parar un poco para reponer energías - Sí, supongo que podría quedarme un día o dos en una posada y aprovechar a conprar un par de cosas.- para ser honesto, se me hacía una idea bastante apetecible. Comprar un par de frutas, una camisa nueva, cosas pequeñas pero que hacen una diferencia.

Antes de que Hadden hablase Iori supo que algo iba mal por la cara de ligera incomodidad que sentía. Lo escuchó en silencio, quedándose muy quieta sin entender exactamente qué era lo que le había molestado. No pensaba que el pez debiese de sentir celos de una golondrina porque esta última volase mejor que él. De la misma manera que a ojos de Iori, que los lobos eran mejores cazadores y más leales en su grupo era algo muy claro. Un humano no podía compararse en cuanto a oído y olfato con un ejemplar medio. Y en cuanto a la lealtad... no conocía historias de lobos que lastimasen a los de su propia especie sin más... y en cambio los humanos... lo hacían sin precisar absolutamente ningún motivo. Recordó al mercader que había intentado estafarla en Baslodia, aprovechándose únicamente del hecho de que ella era una campesina.

Prefirió guardar silencio. No sabía si es que ella se había explicado mal cuando mencionó aquellas dos cualidades que ella admiraba en los lobos, o es que él la había escuchado por encima y había interpretado mal. La hoguera había alejado de ella el frío y tener que buscar un lugar nuevo caminando en plena oscuridad no le parecía el mejor plan en ese instante. El era su "antifrión", aunque en medio del bosque aquella idea no tuviese un valor real por así decirlo. Iori tenía muy clara una cosa aún así: el fuego era de él. No comprendió que quería decir lo de no conocerse y estar sin camisa. ¿Algún tipo de costumbre social del lugar del que él precedía? el cuerpo era cuerpo... Pero Iori prefirió de nuevo guardar silencio ya que no quería causar incomodidad.

Trató de disimular el apetito voraz que sentía. Aquella carne parecía un manjar de dioses, y el chico tenia probada habilidad en el control de su cocción. Se fijó que él volvía a sonreír después de aquellos comentarios cortantes y ella se notó más aliviada de nuevo. - No disponemos de posada como tal, es una aldea muy pequeñita. Pero en la casa del jefe de la aldea, donde se celebra las reuniones de vecinos hay un anexo en el que hay zona de descanso para los escasos viajeros que se animan a hacer noche allí - Aunque no hubiera hablado, Iori no lo habría escuchado. Por detrás de ella, a unos decibelios imperceptibles para el oído humano, un macho adulto de jabalí caminaba entre las sombras de los árboles que rodeaban el claro.

Da lo mismo.. La verdad me conformaría con un lugar en el suelo y un baño con agua caliente- suspire y me recosté contra el tronco del árbol a mis espaldas, cerrando los ojos. Había algo realmente relajante del bosque durante la noche. El ruido de los grillos, la leve luz de la luna, el viento pasando entre las hojas de los árboles, la tierra.

De pronto un aroma fuera de lugar captó mi atención. Busqué la fuente con la mirada hasta que la encontré. Se trataba de un jabalí. Macho seguramente, por su tamaño y el aroma fuerte que desprendía su presencia. Caminaba entre los árboles, olisqueando el terreno y a nosotros. Los jabalíes eran animales muy territoriales, pero me había asegurado de instalarme lejos de la propiedad de cualquier animalejo, así que seguramente estaba allí buscando comida.

Apoyé un dedo sobre mis labios, haciéndole un gesto a Iori de que no dijera nada, antes de indicarle con la mano que se acercara hasta donde estaba yo, dejándole un lugar entre las raíces del árbol.

Mira, allí..- susurré cerca de su oído señalando al jabalí. El animal era visible por la luz que proyectaba el fuego, simplemente removía un poco la tierra con su hocico,y caminaba de aquí para allá ocupándose de sus propios asuntos.

En ese momento, el animal levantó la cabeza para mirarnos. Como la mayoría de los animales del bosque, al sentir aroma a lobo no atacó, porque tampoco tenía motivo para hacerlo, pero tampoco huyó. Los jabalíes realmente eran unos animales formidables y podían causar gran daño a cualquier criatura que vieran como una posible amenaza, pero generalmente (o al menos los que yo me había encontrado) eran poco conflictivos.

Sentí sus ojos en los míos, en una señal de respeto mutuo. No podía hablar con los animales. Ni siquiera los animales hablan entre miembros de su propia especie, o al menos no como lo hacen los humanos. Era más una cuestión de sonidos, lenguaje corporal.

Luego de un rato, igual que como el jabalí había llegado, se fue. Miré a la chica, ahora a mi lado, y saqué el costillar del fuego -¿Te gustan los animales, no?- saqué mi daga y corté dos costillas, dejando el resto en el palo en que lo había cocinado y el "cuchillo" clavado, para que no se ensucie con el suelo. Le pasé una a ella y me quedé con la otra.

Ante la mención del agua caliente Iori recordó con un poco de nostalgia el baño del que había podido disfrutar aquella noche en Baslodia. Recordó también lo que había sucedido en la celda del templo... pero durante los últimos días había aprendido a pasar de puntillas por aquellos recuerdos. Por salud mental. No podía permitirse aún asomarse a ellos. - Somos una aldea pequeña, pero muy unida y amable con los viajeros - lo animó dirigiéndole una sonrisa. La pausa de la conversación permitió que los sonidos de la noche llenasen el pequeño espacio que compartían en torno a la hoguera.

Se sentía plácida en compañía de un chico tan amable. Alguien como él le hacía recuperar un poco la confianza en las personas. No podía caer en la trampa pesimista en la que Nousis había creado su reino, articulando su filosofía de vida bajo aquel estandarte. Meneó la cabeza rechazando la visión de su rostro esculpido en sus recuerdos cuando se fijó en el gesto que Hadden le hizo. La humana se quedó muy quieta. Era evidente que él había visto u oído algo que ella no.

A pesar de que era algo que le había traído problemas en sus semanas de viaje, Iori seguía siendo una persona que se movía por una confianza innata en las personas. Hasta que le demostraban lo contrario. Se deslizó procurando no hacer ruido y rodeó la hoguera para colocarse en donde él le indicó a su lado. Si ahora él sacaba algún tipo de arma y la hundía en su cuerpo para matarla, qué se le iba a hacer. Iori se lo había buscado solita.

Siguió la mano de Hadden en la dirección que señalaba y observó la figura de aquel enorme jabalí. Se movía tranquilo, aprovechando la calma de la noche para buscar comida cerca de ellos. No era completamente visible, pero la luz del fuego arrojaba suficiente claridad como para poder verlo bien. La mente de la chica se quedó bloqueada, y su cuerpo se tensó como la cuerda de un instrumento. La última vez que se había encontrado con uno, su vida se había complicado terriblemente. Le había conducido a conocer a Aylizz. Y a Nousis.

Sin necesidad de que el chico le dijese que era recomendable no mostrarse alterada en presencia del enorme animal, contuvo casi el aliento limitando la respiración a una muy superficial. No era tanto el miedo al jabalí lo que la tenía congelada, más bien el repaso obligado que hizo en aquel momento sobre lo peor que le había pasado en esos días. No le pasó desapercibido en cambio, que a su lado, pegado a ella, Hadden parecía sereno, incluso estar disfrutando de aquello.

Cuando el amortiguado sonido de las pezuñas en la tierra se perdió en la profundidad del bosque, Iori volvió a respirar de forma profunda notando el alivio. - Oh, claro. Ojalá yo tuviese el olfato que tienen ellos para encontrar comida, refugio, o para encontrar mi camino - respondió Iori sintiéndose más relajada. Miró con un anhelo mal contenido la costilla que Hadden le ofrecía, y sin encontrar fuerzas ya para negarse a su oferta, la aceptó dedicándole una gran sonrisa por ello. - Es increíble el punto exacto en el que has conseguido preparar la carne.- las fibras se desprendieron del hueso con mucha facilidad, y la humana tardó en volver a hablar mientras disfrutaba con todas sus fuerzas de la ternura de la carne.

- Nunca vi a una persona mantener de esa forma la calma delante de un jabalí. Hombres mayores flaquean y les tiemblan las piernas con un ejemplar de ese tamaño. Ha sido casi mágico - murmuró observando ahora más de cerca los rasgos de la cara de Hadden. No supo por qué comenzó a hablar. Era uno de sus defectos sin duda. Hablar sin pensar. - Mi último encuentro con un jabalí terminó en el momento en el que un dragón destrozó la zona del bosque en la que me encontraba. No era especialmente grande según me dijeron, como unas cuatro vacas juntas. Pero a mis ojos...- bajó la vista observando como la grasa de la costilla impregnaba sus manos. - Fue de lo más terrorífico que he vivido nunca...-

Sonreí frente al comentario de la comida, especialmente porque, a juzgar por su rostro, estaba  completamente sincera. Aunque claro, cuando hay hambre, cualquier trozo de comida parece una bendición caída del cielo. Sin embargo, cuando probé la carne.. Realmente sí estaba increíble -La verdad me acabo de asombrar a mí mismo..- comí un poco más -La clave está en que no sea carne añejada, en realidad.

No habían muchos métodos buenos para conservar la carne fresca, o al menos ninguno que no fuese extremadamente costoso, por lo que si no comías carne recién faenada, lo más probable era que te encontraras con alguna sorpresa desagradable o lo lamentaras en el baño al día siguiente. Por suerte, podía distinguir perfectamente el aroma a carne en putrefacción, entonces la evitaba siempre que podía. Sin mencionar, claro, que podía cazar la mía, como en esta situación.

La escuché hablar sobre el jabalí, que a mí no me había parecido gran cosa -Es un animal cualquiera. Si no le haces nada, no te hará nada a ti. Por eso me quedo tranquilo. Los humanos son los únicos animales que buscan la violencia porque sí.- nunca había visto, o me había encontrado con un animal que simplemente atacara a alguien por gusto. Siempre había algo. Se habían sentido amenazados, estaban invadiendo su territorio, querían defender a sus crías...

De pronto noté que me estaba mirando con mucha atención, pero intenté no darle demasiadas vueltas y seguí comiendo, siempre había sido un poco raro en lo que respectaba a las chicas.

Escuché atentamente a su relato, el jabalí y, más que nada, el dragón. Para la mayoría de los humanos que no estaban acostumbrados a convivir con las demás criaturas, un dragón era.. Un monstruo. Como mínimo. Yo mismo había trabajado con varios, y sin duda es algo que cualquiera quiere evitar. Especialmente porque la mayoría eran muy temperamentales.

Se la veía claramente afectada y conmocionada por dicho encuentro, por lo que me limité a pasarle una mano por la espalda como forma de mostrarle apoyo -Tranquila.. Ya pasó. No te sigas torturando con eso.- agarré el cuchillo y corté más carne -Anda, come, sin pena.

Suspiré apoyando mi espalda nuevamente contra el árbol -Sean chicos o grandes, los dragones son algo que uno  quiere evitar a toda costa. Son personas como cualquiera, pero pueden transformarse en un bicho asesino con escamas.- le di un mordisco a mi comida -..y la mayoría tiene un carácter que sumado a eso no es nada lindo que digamos.- Agregué.

Mientras masticaba la jugosa carne, Iori fue capaz de imaginar fácilmente como Hadden trabaja de cocinero, o al menos, alguna especie de chef. Y la humana no podía coincidir más con él en cuanto a los animales. Bien pensado, la jabalí hembra que la había perseguido en el bosque seguramente había pensado que ella estaba teniendo algún tipo de actitud indebida con su cría. Las madres son muy territoriales y cualquier relación con sus jabatos es vista como una amenaza potencial. La muchacha había aprendido una valiosa lección aquel día.

En su mente los recuerdos sobre el dragón se habían magnificado, pero al haber compartido brevemente sus memorias con Hadden, sintió que dicho con palabras no suponía la misma gravedad de lo que para ella había sido el susto de su vida. Clavó los ojos azules en el pedazo de costilla, ya casi limpia de carne mientras le daba la vuelta entre sus dedos, cuando notó la mano de él. Su espalda se puso tensa al contacto, no estando acostumbrada en las últimas semanas de viaje a un roce como aquel. Claro que fue un gesto casual, con el cual el chico pretendía imprimir en ella un poco de amabilidad, energía ante su confesión.

Y Iori divagó en cuándo había sido la última vez que alguien la había tocado. Recordó la mano de aquel maldito élfo en su brazo. Deteniéndola y preguntándole si estaba dispuesta a matar. Recordaba su mano, a la salida del templo tampándole los ojos para evitarle ver la carnicería que había fuera. Recordaba cuando apareció cruzando la puerta de la celda... y recordaba muy bien la forma en la que sus labios habían cedido al beso que ella le había dado sin pensar.

Resopló de forma pensada, hastiada consigo misma por dejar que Nousis entrase en su cabeza como un vendaval, sin pedir permiso si quiera. Pensó que quizá Hadden podría interpretar aquel contacto como una molestia para ella, y la humana se apresuró a mirarlo a los ojos. - Perdóname, no pienses que ha sido por ti. Te lo agradezco mucho, la comida, tu compañía y la amabilidad. Es solo que... estaba pensando un instante en quién fue la última persona que toqué...- Empujó las memorias que tenía sobre el elfo al rincón más profundo de su cabeza, y lo encerró allí bajo siete candados. - ¿En serio? ¿Has conocido a algún dragón...? - Volvió a clavar los ojos en él con un matiz de admiración en ellos.

La tensión que sentí en la espalda de la chica me hizo retirar la mano inmediatamente. Había mucha gente que se sentía incómoda con el contacto casual, no era nada raro en verdad. Incluso me recordaba a mí mismo en mis primeros.. Años en la profesión, por así decirlo. Aunque claro, ella no tenía pinta de estar involucrada con nada de ese mundo.

Era bastante fácil reconocer a alguien que había tenido la mala suerte de caer en esas cosas, y también, si estabas acostumbrado al entorno, podías más o menos adivinar cuanto tiempo llevaban allí, ya sea por sus expresiones (o la falta de ellas), y la condición física en la que se encontraran, ya que no era poco común que la gente recaiga en el alcoholismo o el uso de drogas. Y claro, también estaban los que habíamos estado tanto tiempo allí que ya no conocíamos otra cosa.

Su disculpa acelerada me tomó por sorpresa, más que nada porque no había motivo alguno para disculparse -Oye, oye, tranquila, que no pasa nada, estuve mal yo- le aseguré con media sonrisa. ¿Acaso dijo "la última persona que toqué"? -Disculpa, no era mi intención recordarte a tu novio ni nada de eso.- Eso sí que hubiera sido una situación bastante incómoda, no porque Iori no fuera una chica linda, en realidad podía imaginarme varios tipos babosos siguiéndola con los ojos a donde quiera que fuera, pero a mí las mujeres en general...

Suspiré cuando me preguntó acerca de los dragones. Obviamente que iba a querer saber, por supuesto. Los humanos que no tenían rechazo hacia las demás razas solían, en cambio, demostrar o un desinterés general en lo que los rodeaba, o una curiosidad insaciable. Y esta chica claramente parecía ser el segundo caso.

Pues sí. No conocido como tal, pero he trabajado para alguno que otro- obviamente, no iba a aclarar en qué rubro -Suelen ser bastante posesivos con lo que les pertenece, y hasta algo agresivos. No todos, claro- si generalizábamos las razas en base a los clientes con los que me había, terminaríamos por desvirtuar a todas las razas de Aerandir.

¿Tú has conocido a mucha gente distinta de tu raza durante tus viajes?- su raza, que claro no era la mía. Era posible que se diese cuenta, como también era muy posible que no lo hiciera. De cualquier forma, me importaba muy poco si descubría mi "identidad", que no era ninguna cosa importante como para mantener mi raza en secreto.

Cuando ante un gesto de buena voluntad como aquella palmada amable, fue retirada con presteza por culpa de su mala reacción, Iori sintió arrepentimiento por su forma de actuar. Sin embargo no pudo evitar que su mente se perdiese recordando el matiz grisáceo que tenían los fríos ojos del elfo. Apretó la mandíbula, mirando un instante al suelo. Había una sensación ligeramente amarga en su boca. Volteó a mirarlo con rapidez cuando él interpretó por su comentario que aquella persona podría haber sido su novio. - O novia... ¿Quién sabe?- se rió entre dientes, dándole a entender a Hadden que no era nada de aquello.

Se sintió más relajada tras la pequeña broma y volvió a clavar los ojos en las llamas. - La verdad es que... ahora que lo dices... me doy cuenta de que no tengo ningún tipo de relación con nadie... quiero decir, ni de tipo romántico ni familiar...- hablar en voz alta en ocasiones, nos permitía recorrer hilos de pensamiento que uno mismo en la soledad de su cabeza no terminaba de explorar. - Es como si le preguntaras a un pájaro como se siente respirar bajo el agua. Es algo que nunca tuve y no tengo ni idea de lo qué se siente - No había drama, Iori no podía echar de menos algo que no conocía. Aceptar la vida que tenía hacía todo más fácil.

Escuchó con avidez las palabras de Hadden. Cuánto más él hablaba, más sentía la humana una creciente admiración por él. Había algo en su forma de expresarse que le dejaba claro a la chica que él sí que era un hombre de mundo. A pesar de su juventud. Y estaba claro que sabía valerse por si mismo. Sonrió mirándolo de soslayo, sin poder evitar notar una simpatía genuina por él. ¿Dragones agresivos? Iori rió entre dientes, recordando el ejemplar con el que ella se había cruzado. Podría jurarlo poniendo la mano en el fuego. - ¿Yo? Solo me moví por las tierras entre Lunargenta y Baslodia. En la capital me encontré con una mujer-oso, conocí a una licántropa espectacular y recientemente conseguí escapar de unos problemas en la segunda ciudad. Allí conocí a una elfa y un elfo. Del resto todo humanos.- Sentenció.

Dejó a un lado el hueso limpio de la costilla que había estado comiendo y frotó las manos delante de ella con gesto distraído. - Fue el primer elfo al que besé. Él no lo pretendía pero yo no pude evitarlo. Creo que me aceptó de alguna manera, aunque me dejó claro que aborrece a los humanos...- su tono de voz se hizo más íntimo, sin ser consciente de que compartir demasiada información podía suponer un problema, una forma de entrar en situaciones que no deseaba. Era uno de sus defectos. Como el no saber leer entre líneas lo que Hadden le estaba diciendo indirectamente al marcar la diferencia hablando de "su raza".

Cruzó los brazos sobre las rodillas y se hizo un ovillo sentada al lado de él. - He estado pensando en él de vez en cuando estos días, de regreso a mi aldea. Y me molesta no poder evitarlo - no disimuló el tono amargo en su voz, ligeramente enfadada consigo misma por aquella situación. Tensó la mandíbula y guardó silencio, dejando que se escucharse únicamente el crepitar del fuego. Aunque no estuviera perdida en sus pensamientos, la humana no hubiera podido notar a tiempo ni el olor de las armaduras, ni el sonido pesado de sus pasos sordos acercándose al pequeño claro en el que estaban en medio de la oscuridad del bosque.

No fue consciente al principio ya que Hadden fue más rápida que ella. Le pareció entender en un susurro rápido una advertencia. Algo así como ¿"corre"? No estaba segura. Apagó la hoguera con más rapidez de la que creía posible echándole tierra por encima y la oscuridad se cernió de nuevo en el bosque. Tuvo que fiarse de su oído, ya que el tacto no le servía para nada, y el olfato estaba taponado con el delicioso olor de la carne. La humana se levantó a trompicones y tomando su palo entre las manos hizo caso a la urgencia con la que el chico le había dicho que se largara. Si algo se acercaba, algo que usaba el fuego como guía y no como algo a evitar en la noche, debían de ser personas. Personas que no tenían buenas intenciones. Separarse sería lo que mejor les resultaría en aquella noche.

Iori avanzó en la dirección que la llevaba a su aldea. Tenía clara la dirección pero de nuevo en la oscuridad de los árboles, apenas llegaba luz de luna para iluminar el suelo. Llevaba unos metros que le parecían leguas avanzados cuando una figura ruda y grande se presentó delante de ella. No era Hadden, con lo cual usó su agilidad para hacerse a un lado de la figura, y sin pensar en hacer un daño real lanzó un bastonazo hacia la cabeza con la intención de aturdir. Lo escuchó caer al suelo de rodillas pero evidentemente aquel toque no lo había noqueado. No importaba ver en aquel instante tanto como poner distancia con aquel lugar. Echó a correr con toda la rapidez que podía, evitando las siluetas oscuras de los árboles. Deseando, suplicando en su huída, que Hadden estuviese bien.