[Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
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[Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Era una tarde pacífica, tranquila, generalmente por las noches solía trabajar, alrededor de la escondida del sol, el horario en el que la mayoría de personas ya no trabajaba ni se encontraba ocupada. Eso lo dedujo tras vivir en ese abandonado galpón por unos días.
Había pasado los primeros días intentando acomodar el lugar, intentando dejarlo lo más cómodo y habitable posible, después de todo, el olor a herramientas oxidadas, peste e incluso desperdicios humanos que había por el lugar, inundaban las fosas nasales de cualquiera y hasta podrían hacer vomitar a los de estómago débil.
Con el pasar de los días lo convirtió en su hogar, modesto y humilde, pero un lugar donde dormir cómodamente, seguro y con un techo en su cabeza, nunca hubiera supuesto que tener aquellos brazos metálicos le podrían llegar a ser tan útiles en esa pequeña remodelación, y mucho menos que le darían de comer.
Todo había comenzado con Sugar haciendo unas mancuernas improvisadas, solía entrenar con la puerta abierta, e incluso en las tardes solía hacerlo fuera de aquella calurosa estructura. Eso llamó varios ojos, primero fueron niños los que vieron como aquella marcada máquina humana practicaba golpes, y decidieron comenzar a entrenar con él como un juego, luego fueron algunos de sus padres los que se aproximaron curiosos, y finalmente, de alguna manera, los rumores llegaron a Lunargenta y los poblados a su alrededor.
Se había hecho con una clientela fija, el cibernético les enseñaba a utilizar las mancuernas, a entrenarse físicamente y finalmente, a defenderse por un módico precio. Ni siquiera pedía aeros, no los necesitaba, no los quería. Prefería comida, aceites para sus motores, combustible para este, herramientas para mantener su equipo, más metales para mejorar el gimnasio, lo que se le ocurra u incluso pudieran proveerle.
Pero no esa tarde, era un día laboral común y corriente, estaba sentado en la puerta de aquel infierno, no quería entrar con tanto calor, prefirió disfrutar del hermoso viento que había en el poblado, y así, comenzó a entrenar allí afuera, solo con los ojos curiosos de los niños del lugar que cada tanto le saludaban, a lo que respondía con una mueca o una sonrisa.
Sus ojos se iluminaron por un segundo mientras miraba al sol, estaba intentando calcular cuanto tiempo de tarde le quedaba antes de que empiecen a llegar sus clientes, tenía unas cuantas horas.
— Bien, parece que hay tiempo para una siesta o revisar el equipo. —
Había pasado los primeros días intentando acomodar el lugar, intentando dejarlo lo más cómodo y habitable posible, después de todo, el olor a herramientas oxidadas, peste e incluso desperdicios humanos que había por el lugar, inundaban las fosas nasales de cualquiera y hasta podrían hacer vomitar a los de estómago débil.
Con el pasar de los días lo convirtió en su hogar, modesto y humilde, pero un lugar donde dormir cómodamente, seguro y con un techo en su cabeza, nunca hubiera supuesto que tener aquellos brazos metálicos le podrían llegar a ser tan útiles en esa pequeña remodelación, y mucho menos que le darían de comer.
Todo había comenzado con Sugar haciendo unas mancuernas improvisadas, solía entrenar con la puerta abierta, e incluso en las tardes solía hacerlo fuera de aquella calurosa estructura. Eso llamó varios ojos, primero fueron niños los que vieron como aquella marcada máquina humana practicaba golpes, y decidieron comenzar a entrenar con él como un juego, luego fueron algunos de sus padres los que se aproximaron curiosos, y finalmente, de alguna manera, los rumores llegaron a Lunargenta y los poblados a su alrededor.
Se había hecho con una clientela fija, el cibernético les enseñaba a utilizar las mancuernas, a entrenarse físicamente y finalmente, a defenderse por un módico precio. Ni siquiera pedía aeros, no los necesitaba, no los quería. Prefería comida, aceites para sus motores, combustible para este, herramientas para mantener su equipo, más metales para mejorar el gimnasio, lo que se le ocurra u incluso pudieran proveerle.
Pero no esa tarde, era un día laboral común y corriente, estaba sentado en la puerta de aquel infierno, no quería entrar con tanto calor, prefirió disfrutar del hermoso viento que había en el poblado, y así, comenzó a entrenar allí afuera, solo con los ojos curiosos de los niños del lugar que cada tanto le saludaban, a lo que respondía con una mueca o una sonrisa.
Sus ojos se iluminaron por un segundo mientras miraba al sol, estaba intentando calcular cuanto tiempo de tarde le quedaba antes de que empiecen a llegar sus clientes, tenía unas cuantas horas.
— Bien, parece que hay tiempo para una siesta o revisar el equipo. —
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Última edición por Sugar el Lun Abr 06, 2020 3:38 am, editado 1 vez
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
No estaba segura de cuándo era la última vez que había viajado a Verisar. La nieve del camino se había difuminado a medida que avanzaba por la península y la cercanía del mar había templado las temperaturas lo suficiente como para derretirla a medio camino entre ciudad lagarto y su objetivo. Para cuando atisbó la puesta de sol a través de las montañas incipientes que daban al mar de la península, su capa blanca de viaje el sobraba y la reposó a lomos del caballo que la había llevado hasta allí.
No estaba muy segura de qué era exactamente lo que buscaba. La información que tenía no era muy certera, y las explicaciones de su compañero acerca de porqué exactamente un negocio incipiente de dudosa procedencia podía ser algo que supusiese una amenaza a un lugar como ciudad lagarto, tampoco tenían mucho sentido en su cabeza. Por eso decidió que en aquella ocasión los esbirros de Owens no debían robar a la chica la satisfacción de salir de ciudad lagarto y hacer... lo que había comenzado a llamar... trabajo de campo.
Desde que se había instalado allí de manera semi-permanente, todo lo que había aprendido sobre los negocios de Matt había sido de modo teórico... ansiaba la practica y la supuesta "inspección" de un negocio en el que se podría estar vendiendo contrabando sin la supervisión directa de la red de Owens le pareció algo lo suficientemente interesante como para dejar atrás la seguridad de su habitación... con vistas.
Eilydh no quiso decirlo muy fuerte, pero necesitaba salir de aquella ciudad para recuperar un poco la cordura. El tira y afloja con el estafador era enriquecedor pero la mermaba. Necesitaba simpleza. Silencio, perderse en la sabiduria de la naturaleza del camino que la rodeaba.
Era la tercera tarde que observaba la rutina del local en particular. La apertura del lugar a la vez que la mayoría de las tiendas cerraba. El secretismo de las personas que acudían llamando a la puerta en su mayoría, por no decir en su totalidad, hombres, los horarios en los que era más concurrido y la cara de pereza mezclada con satisfacción de los que salían de alli. Tanto que a Eilydh se le hizo familiar a la de los clientes del prostíbulo de Matt Owens, así que estuvo más que segura que estaba vigilando el lugar exacto.
Sin embargo, aquel día era el primero que atisbaba un poco del que parecía ser el dueño del lugar. Al menos el que estaba allí en horas decentes. La particular calidez de aquel día hizo que el hombre buscase quizás un poco de brisa marítima en la calle y parecía esperar la caida del sol casi tanto con Eilydh.
La chica no pudo decir que no le impresionase el hombre. Quizás no por las razones necesariamente estrictas, al fin y al cabo era la primera vez que veía a un bio que no quisiese camuflar su forma con aspecto humanoide. Era como si aquel hombre hubiese aceptado la necesidad de esos brazos metálicos y su existencia Bio fuese tan solo algo de lo que no se avergonzaba.
Claro estaba, que en la mente elfa de la chica, la necesidad de ocultar su maquinaria con apariencia de otra raza de los bios de los que había oido hablar era algo sumamente conocido. Aunque no lo dio por sentado, pues, como había demostrado en los últimos meses, no todo lo que le habían dicho en sandorai acerca del mundo que la rodeaba era cierto. Asi que en realidad aquella apariencia podía ser algo normal en aquella raza.
La caida de la noche la tomó casi por sorpresa y a medida que Isil tomaba la calle donde ambos, el local que vigilaba y su propia posada, se encontraban, Eilydh pensaba exactamente como acercarse a aquel lugar de manera poco sospechosa. Al fin y al cabo si algo había aprendido en sus últimos meses viviendo en ciudad lagarto es que la fachada tan solo es otra coraza para ocultar la realidad.
Cerró las cortinas de la ventana estrategicamente situada desde la que había estado observando aquel local. Desabotonó su pesada armadura y la dejó en la cama, Bajo ella, aunque algunos músculos resaltaban por llevar constantemente ese peso encima, apenas era algo más que curvas, piel y huesos.Con ella era lo que aspiraba ser, pero no podía dejarse ver en aquel lugar mostrando lo defensivo de su armadura sobre ella. No.
En aquella ocasión debía inventar una Eilydh distinta. No la elfa indefensa que había dejado sandorai, por supuesto, pero si quería que no sospechasen de sus quehaceres por aquellos lares tampoco podía mostrarse con una espada y una armadura portando orejas puntiagudas como las de ella. La fama elfa la precedia, y ella llamaba mucho la atención. Una Eilydh a la que ella misma no conocía aún.
Acomodó su largo cabello en trenzas que colgaban hasta la cintura y las recogió en una coleta alta encajando su cara con algunos mechones que no alcanzaban a los demás. La cara llena de pecas le devolvió la mirada desde el espejo y se dedicó una sonrisa que no le llegó a sus ojos de hielo a medida que abandonaba su habitación.
Se ve que iba a entrenar.
... O al menos eso es lo que quería que todos los demás pensasen.
No estaba muy segura de qué era exactamente lo que buscaba. La información que tenía no era muy certera, y las explicaciones de su compañero acerca de porqué exactamente un negocio incipiente de dudosa procedencia podía ser algo que supusiese una amenaza a un lugar como ciudad lagarto, tampoco tenían mucho sentido en su cabeza. Por eso decidió que en aquella ocasión los esbirros de Owens no debían robar a la chica la satisfacción de salir de ciudad lagarto y hacer... lo que había comenzado a llamar... trabajo de campo.
Desde que se había instalado allí de manera semi-permanente, todo lo que había aprendido sobre los negocios de Matt había sido de modo teórico... ansiaba la practica y la supuesta "inspección" de un negocio en el que se podría estar vendiendo contrabando sin la supervisión directa de la red de Owens le pareció algo lo suficientemente interesante como para dejar atrás la seguridad de su habitación... con vistas.
Eilydh no quiso decirlo muy fuerte, pero necesitaba salir de aquella ciudad para recuperar un poco la cordura. El tira y afloja con el estafador era enriquecedor pero la mermaba. Necesitaba simpleza. Silencio, perderse en la sabiduria de la naturaleza del camino que la rodeaba.
Era la tercera tarde que observaba la rutina del local en particular. La apertura del lugar a la vez que la mayoría de las tiendas cerraba. El secretismo de las personas que acudían llamando a la puerta en su mayoría, por no decir en su totalidad, hombres, los horarios en los que era más concurrido y la cara de pereza mezclada con satisfacción de los que salían de alli. Tanto que a Eilydh se le hizo familiar a la de los clientes del prostíbulo de Matt Owens, así que estuvo más que segura que estaba vigilando el lugar exacto.
Sin embargo, aquel día era el primero que atisbaba un poco del que parecía ser el dueño del lugar. Al menos el que estaba allí en horas decentes. La particular calidez de aquel día hizo que el hombre buscase quizás un poco de brisa marítima en la calle y parecía esperar la caida del sol casi tanto con Eilydh.
La chica no pudo decir que no le impresionase el hombre. Quizás no por las razones necesariamente estrictas, al fin y al cabo era la primera vez que veía a un bio que no quisiese camuflar su forma con aspecto humanoide. Era como si aquel hombre hubiese aceptado la necesidad de esos brazos metálicos y su existencia Bio fuese tan solo algo de lo que no se avergonzaba.
Claro estaba, que en la mente elfa de la chica, la necesidad de ocultar su maquinaria con apariencia de otra raza de los bios de los que había oido hablar era algo sumamente conocido. Aunque no lo dio por sentado, pues, como había demostrado en los últimos meses, no todo lo que le habían dicho en sandorai acerca del mundo que la rodeaba era cierto. Asi que en realidad aquella apariencia podía ser algo normal en aquella raza.
La caida de la noche la tomó casi por sorpresa y a medida que Isil tomaba la calle donde ambos, el local que vigilaba y su propia posada, se encontraban, Eilydh pensaba exactamente como acercarse a aquel lugar de manera poco sospechosa. Al fin y al cabo si algo había aprendido en sus últimos meses viviendo en ciudad lagarto es que la fachada tan solo es otra coraza para ocultar la realidad.
Cerró las cortinas de la ventana estrategicamente situada desde la que había estado observando aquel local. Desabotonó su pesada armadura y la dejó en la cama, Bajo ella, aunque algunos músculos resaltaban por llevar constantemente ese peso encima, apenas era algo más que curvas, piel y huesos.Con ella era lo que aspiraba ser, pero no podía dejarse ver en aquel lugar mostrando lo defensivo de su armadura sobre ella. No.
En aquella ocasión debía inventar una Eilydh distinta. No la elfa indefensa que había dejado sandorai, por supuesto, pero si quería que no sospechasen de sus quehaceres por aquellos lares tampoco podía mostrarse con una espada y una armadura portando orejas puntiagudas como las de ella. La fama elfa la precedia, y ella llamaba mucho la atención. Una Eilydh a la que ella misma no conocía aún.
Acomodó su largo cabello en trenzas que colgaban hasta la cintura y las recogió en una coleta alta encajando su cara con algunos mechones que no alcanzaban a los demás. La cara llena de pecas le devolvió la mirada desde el espejo y se dedicó una sonrisa que no le llegó a sus ojos de hielo a medida que abandonaba su habitación.
Se ve que iba a entrenar.
... O al menos eso es lo que quería que todos los demás pensasen.
Eilydh
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Se pasó horas entrenando su cuerpo sin descanso, era una de las tantas ventajas de tener años de entrenamiento como también mejoras biocibernéticas. Así mantenía su cuerpo completamente en forma, apenas y no tenía grasa en su cuerpo, eso claro sería posible sí tuviera una dieta balanceada, cosa que era complicado de obtener en Aerandir, al menos con poco dinero, tenía que mayormente recurrir a lo que podía obtener, como sopas, verduras, frutas y muy cada tanto carne de diferentes tipos.
Últimamente los días le resultaban aburridos, nada interesante pasaba, la rutina no le gustaba, no, la odiaba, no era una persona trabajadora, para nada. Era esa una de las razones por las que había decidido tirarse a ser un profesional en la jaula antes que estar comodamente en una oficina con un sueldo fijo.
Dichas horas pasó afuera ejercitándose, casi sin parar, solo miraba cada tanto el sol, era claro que esperaba algo.
Y así fue en un momento cuando una media hora antes de que caiga la noche, se dirigió a su gimnasio para comenzar a preparar las mancuernas, el área de sparring, colgando las bolsas, ocultando su humilde cama y demás.
Dejó la puerta abierta, mayormente así lo hacía y más aún en esos horarios de trabajo. Escuchó unos pasos y pensó que alguno de sus clientes estaba llegando temprano, de espaldas a la puerta tan solo señaló un pequeño espacio frente a unos cristales azulados, era la imitación a un espejo que había conseguido, se veía el reflejo de quien se paraba allí, pero de forma borrosa y azulada.
Aclaró su garganta antes de hablar, preparando su voz para sonar autoritario.
— Puedes empezar haciendo sombra hasta que lleguen los demás. —
Finalmente acomodó unos almohadones pesados en frente de una bolsa y volteó para encontrarse con una figura femenina en la entrada, le provocó un arquear de cejas, y un carraspear.
— ¿Buscas a tú esposo? Sí entrena aquí, aún no llegó. —
Se fue acercando hacia ella, la miró por un segundo y luego continuó ordenando unas mancuernas que estaban tiradas en el suelo, acomodándolas en un costado como sí la rubia no fuera de mucha importancia.
Últimamente los días le resultaban aburridos, nada interesante pasaba, la rutina no le gustaba, no, la odiaba, no era una persona trabajadora, para nada. Era esa una de las razones por las que había decidido tirarse a ser un profesional en la jaula antes que estar comodamente en una oficina con un sueldo fijo.
Dichas horas pasó afuera ejercitándose, casi sin parar, solo miraba cada tanto el sol, era claro que esperaba algo.
Y así fue en un momento cuando una media hora antes de que caiga la noche, se dirigió a su gimnasio para comenzar a preparar las mancuernas, el área de sparring, colgando las bolsas, ocultando su humilde cama y demás.
Dejó la puerta abierta, mayormente así lo hacía y más aún en esos horarios de trabajo. Escuchó unos pasos y pensó que alguno de sus clientes estaba llegando temprano, de espaldas a la puerta tan solo señaló un pequeño espacio frente a unos cristales azulados, era la imitación a un espejo que había conseguido, se veía el reflejo de quien se paraba allí, pero de forma borrosa y azulada.
Aclaró su garganta antes de hablar, preparando su voz para sonar autoritario.
— Puedes empezar haciendo sombra hasta que lleguen los demás. —
Finalmente acomodó unos almohadones pesados en frente de una bolsa y volteó para encontrarse con una figura femenina en la entrada, le provocó un arquear de cejas, y un carraspear.
— ¿Buscas a tú esposo? Sí entrena aquí, aún no llegó. —
Se fue acercando hacia ella, la miró por un segundo y luego continuó ordenando unas mancuernas que estaban tiradas en el suelo, acomodándolas en un costado como sí la rubia no fuera de mucha importancia.
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
La elfa se sumió en las sombras que poco a poco el sol iba proyectándo al caer sobre la estancia. El bio había dejado abiertas de par en par las puertas a su negocio, algo que extraño a la chica en una primera instancia: aquel hombre tenía la suficiente seguridad como para exhibir aquello que hacía sin miedo a represalias.
Una tapadera astuta, sin duda. Nada decía mejor “no tengo nada que ocultar” como la sinceridad de una puerta abierta.
Pero la chica no la compraba, al fin y al cabo había pasado las últimas semanas viviendo en ciudad lagarto donde la naturalidad de lo ilegal casi rozaba lo absurdo. Así que decidió actuar de la misma manera natural y simplemente entró en la estancia.
No le sorprendió que el hombre no notase que lo observaba hasta pasados largos minutos. Eilydh miraba sus movimientos rutinarios que estaba segura había realizado más de veinte veces en las últimas semanas. Todos nos mostramos sinceros cuando sabemos que nadie mira, y para la elfa la falta de expresión en los quehaceres del bio explicaba mucho más que cualquier palabra que hubiese podido decir en alto: aquello le aburría.
Otra muestra más de que quizás las tareas ínfimas que le hacían pasar las horas eran necesarias para llevar a cabo algo quizás más excitante que hiciese que mereciesen la pena.
El hombre la instó a “hacer sombra” sin dedicarle más de un Segundo sumido como estaba en su rutina inútil, y a la chica le divirtió el hecho de que esperase que hiciese aquello que le ordenaba. Aquel hombre emanaba la seguridad de alguien que se piensa saber lo que otros quieren y la ingenuidad de quien osa apostar que lo hace.
Finalmente se dejó ver. O al menos su reflejo. Los ojos del hombre la analizaron de pasada, rojos y con algo que parecía mirar a través de ella. Imaginó que aquello era a lo que se referían sus ancestros al hablar de ”mirada artificial”. Sus palabras esta vez dedicadas a ella la hicieron tensarse.
Aquel hombre no era un líder nato, era la pretensión hecha máquina. Su gesto pasó de tranquilidad ajena a molestia. El bio acababa de ganarse un problema con apenas una frase.
-Tranquilo... me firmó un consentimiento expreso que me permite acercarme a un lugar como este en su ausencia- Dijo Eilydh cargada de ironía y desprecio en sus palabras mientras pasaba su mano distraída por entre las mancuernas que acababa de ordenar curiosa ante tantos cachivaches raros- Espero que llegué rápido, sin embargo. Sería una pena tener que aguantar la fanfarronería de dos hombres que creen que saben todo en el mismo día.-
No levantó su mirada mientras hablaba. Agarró una de las pesas y la alzó levemente. Aquel cachivache pesaba bastante más de lo que parecía y poco a poco Eilydh empezó a observar las inscripciones numéricas sobre cada una de ellas ordenadas de menor a mayor y supuso que aquello era Justo el peso de cada una.
- El caso es... que creí que quizás podrías serme de ayuda- dijo la elfa resignada y aún molesta recordándose a qué había venido allí-
En aquel momento se giró hacia el chico y lo observó de la manera que ella estaba acostumbrada que la observasen. Analizando su anatomía como sopesando algo que tan solo tenía cabida en su cabeza y esperando desde lo más hondo de su alma que aquel hombre captase ese gesto como una advertencia. Después de analizarlo como contrariada dijo:
-Pero... no no estoy segura de que tengas el valor de enseñarme algo que no haya visto ya en otros muchos lugares- Dijo.
Calmó un poco su rabia. Aquel hombre al fin y al Cabo era un desconocido. Si se dejaba molestar por las palabras ínfimas de alguien que no conocía quizás Owens hubiese tenido razón y no era tan buena idea que hubiese salido en aquella misión sola.
Sonrió de manera infantil e inocente. Recordando como lo hacía cuando aún era parte del trueque que su padre aportaba a la mesa en sandorai. Como si cualquier palabra que hubiese querido decir hasta ahora y el significado de ellas no hubiesen podido salir de aquella criatura dócil y frágil.
Una tapadera astuta, sin duda. Nada decía mejor “no tengo nada que ocultar” como la sinceridad de una puerta abierta.
Pero la chica no la compraba, al fin y al cabo había pasado las últimas semanas viviendo en ciudad lagarto donde la naturalidad de lo ilegal casi rozaba lo absurdo. Así que decidió actuar de la misma manera natural y simplemente entró en la estancia.
No le sorprendió que el hombre no notase que lo observaba hasta pasados largos minutos. Eilydh miraba sus movimientos rutinarios que estaba segura había realizado más de veinte veces en las últimas semanas. Todos nos mostramos sinceros cuando sabemos que nadie mira, y para la elfa la falta de expresión en los quehaceres del bio explicaba mucho más que cualquier palabra que hubiese podido decir en alto: aquello le aburría.
Otra muestra más de que quizás las tareas ínfimas que le hacían pasar las horas eran necesarias para llevar a cabo algo quizás más excitante que hiciese que mereciesen la pena.
El hombre la instó a “hacer sombra” sin dedicarle más de un Segundo sumido como estaba en su rutina inútil, y a la chica le divirtió el hecho de que esperase que hiciese aquello que le ordenaba. Aquel hombre emanaba la seguridad de alguien que se piensa saber lo que otros quieren y la ingenuidad de quien osa apostar que lo hace.
Finalmente se dejó ver. O al menos su reflejo. Los ojos del hombre la analizaron de pasada, rojos y con algo que parecía mirar a través de ella. Imaginó que aquello era a lo que se referían sus ancestros al hablar de ”mirada artificial”. Sus palabras esta vez dedicadas a ella la hicieron tensarse.
Aquel hombre no era un líder nato, era la pretensión hecha máquina. Su gesto pasó de tranquilidad ajena a molestia. El bio acababa de ganarse un problema con apenas una frase.
-Tranquilo... me firmó un consentimiento expreso que me permite acercarme a un lugar como este en su ausencia- Dijo Eilydh cargada de ironía y desprecio en sus palabras mientras pasaba su mano distraída por entre las mancuernas que acababa de ordenar curiosa ante tantos cachivaches raros- Espero que llegué rápido, sin embargo. Sería una pena tener que aguantar la fanfarronería de dos hombres que creen que saben todo en el mismo día.-
No levantó su mirada mientras hablaba. Agarró una de las pesas y la alzó levemente. Aquel cachivache pesaba bastante más de lo que parecía y poco a poco Eilydh empezó a observar las inscripciones numéricas sobre cada una de ellas ordenadas de menor a mayor y supuso que aquello era Justo el peso de cada una.
- El caso es... que creí que quizás podrías serme de ayuda- dijo la elfa resignada y aún molesta recordándose a qué había venido allí-
En aquel momento se giró hacia el chico y lo observó de la manera que ella estaba acostumbrada que la observasen. Analizando su anatomía como sopesando algo que tan solo tenía cabida en su cabeza y esperando desde lo más hondo de su alma que aquel hombre captase ese gesto como una advertencia. Después de analizarlo como contrariada dijo:
-Pero... no no estoy segura de que tengas el valor de enseñarme algo que no haya visto ya en otros muchos lugares- Dijo.
Calmó un poco su rabia. Aquel hombre al fin y al Cabo era un desconocido. Si se dejaba molestar por las palabras ínfimas de alguien que no conocía quizás Owens hubiese tenido razón y no era tan buena idea que hubiese salido en aquella misión sola.
Sonrió de manera infantil e inocente. Recordando como lo hacía cuando aún era parte del trueque que su padre aportaba a la mesa en sandorai. Como si cualquier palabra que hubiese querido decir hasta ahora y el significado de ellas no hubiesen podido salir de aquella criatura dócil y frágil.
Eilydh
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Había estado toda la tarde entrenando ante los ojos de Eilydh sin saberlo, sin parar más de quince segundos entre algunos intervalos largos de ejercicios.
Pero ahora en frente de la ajena, ni una gota de sudor caía por su frente, por su rostro, por ninguna parte de su cuerpo, todo estaba impecable. Todo era gracias a las sofisticadas maquinaciones dentro suyo como también a el sistema que controlaba parte de él en su cerebro, adherido a su cabeza por un costado, parcialmente visible en su nuca y cuello. Toda esta ingeniería permitía a la máquina biológica mantener fuera todas las impurezas de una manera mucho más adecuada y satisfactoria, casi de manera instantánea.
Al irse acercando a ella, fue colocando las cosas sueltas por el lugar justamente a los costados para hacer espacio a sus alumnos.
Tomó una pesada barra del suelo sin las mancuernas colocadas (En realidad era un par de ruedas de hierro), estas estaban descansadas contra una pared a su costado. Pero se distrajo por lo que dijo la mujer por un momento, llamándole la atención sus palabras, su tono de voz y ahora más de cerca, esas puntiagudas orejas mientras se agachaba a recoger el palo de metal.
Lo tomó sin ningún problema y se alzó mientras empezó a sonreír de una manera un tanto burlezca y divertida, especialmente mirando sus labios mientras emitía esas palabras tan despreciables que le hizo incluso soltar una pequeña risa.
— Oh... Cariño, sí tanto te molesta esperar, la próxima puedes avisarme con tiempo, y ya sabes, puedo ponerte una silla en la entrada para hacer la espera de tú esposo más amena. — Sonrió aún más y luego solo cambió a una expresión más relajada, casi de forma automática.
Observó también su brazo al levantar la pesa, la mayoría de mujeres que había visto, no acostumbradas al trabajo físico, apenas y podrían levantar la más pequeña de sus pesas y con bastante esfuerzo.
— ¿Y qué ayuda necesitaría una mujer como tú? — Esta vez observó su rostro con atención, sus facciones, sus ojos se iluminaron ligeramente en tonos más blancos de color celeste y así, su cerebro procesaba información sobre esta raza, encontrando apenas poco y nada, era la primera vez que veía una elfa tan de cerca y sin distracciones.
Esa mirada la reconocía, claro que sí, estaba acostumbrado a ellas, algo en él lo tomó de forma natural, sin siquiera alarmarle.
— Según me contaron... Este sitio es único, apenas y se le comparan los sitios de entrenamiento de la guardia, es por eso que la mayoría de reclutas y tipos que buscan lo mejor de sí vienen aquí, de hecho... — Sus ojos se iluminaron nuevamente por unos segundos. — No tardarán mucho en llegar, ¿Es tú... "Esposo" uno de ellos?" — Pero luego pensó unos momentos más, con su mirada perdida. — Aunque no entiendo lo que buscas, no completamente. Explícate, por favor. —
Apoyó ambas manos en el extremo superior de la barra, usando la inferior de apoyo en el piso mientras se inclinaba hacia adelante, mirándole fijamente.
Pero ahora en frente de la ajena, ni una gota de sudor caía por su frente, por su rostro, por ninguna parte de su cuerpo, todo estaba impecable. Todo era gracias a las sofisticadas maquinaciones dentro suyo como también a el sistema que controlaba parte de él en su cerebro, adherido a su cabeza por un costado, parcialmente visible en su nuca y cuello. Toda esta ingeniería permitía a la máquina biológica mantener fuera todas las impurezas de una manera mucho más adecuada y satisfactoria, casi de manera instantánea.
Al irse acercando a ella, fue colocando las cosas sueltas por el lugar justamente a los costados para hacer espacio a sus alumnos.
Tomó una pesada barra del suelo sin las mancuernas colocadas (En realidad era un par de ruedas de hierro), estas estaban descansadas contra una pared a su costado. Pero se distrajo por lo que dijo la mujer por un momento, llamándole la atención sus palabras, su tono de voz y ahora más de cerca, esas puntiagudas orejas mientras se agachaba a recoger el palo de metal.
Lo tomó sin ningún problema y se alzó mientras empezó a sonreír de una manera un tanto burlezca y divertida, especialmente mirando sus labios mientras emitía esas palabras tan despreciables que le hizo incluso soltar una pequeña risa.
— Oh... Cariño, sí tanto te molesta esperar, la próxima puedes avisarme con tiempo, y ya sabes, puedo ponerte una silla en la entrada para hacer la espera de tú esposo más amena. — Sonrió aún más y luego solo cambió a una expresión más relajada, casi de forma automática.
Observó también su brazo al levantar la pesa, la mayoría de mujeres que había visto, no acostumbradas al trabajo físico, apenas y podrían levantar la más pequeña de sus pesas y con bastante esfuerzo.
— ¿Y qué ayuda necesitaría una mujer como tú? — Esta vez observó su rostro con atención, sus facciones, sus ojos se iluminaron ligeramente en tonos más blancos de color celeste y así, su cerebro procesaba información sobre esta raza, encontrando apenas poco y nada, era la primera vez que veía una elfa tan de cerca y sin distracciones.
Esa mirada la reconocía, claro que sí, estaba acostumbrado a ellas, algo en él lo tomó de forma natural, sin siquiera alarmarle.
— Según me contaron... Este sitio es único, apenas y se le comparan los sitios de entrenamiento de la guardia, es por eso que la mayoría de reclutas y tipos que buscan lo mejor de sí vienen aquí, de hecho... — Sus ojos se iluminaron nuevamente por unos segundos. — No tardarán mucho en llegar, ¿Es tú... "Esposo" uno de ellos?" — Pero luego pensó unos momentos más, con su mirada perdida. — Aunque no entiendo lo que buscas, no completamente. Explícate, por favor. —
Apoyó ambas manos en el extremo superior de la barra, usando la inferior de apoyo en el piso mientras se inclinaba hacia adelante, mirándole fijamente.
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Aquel autómata no había tan solo ignorado todos y cada uno de los dardos envenenados que Eilydh le había lanzado, sino que de alguna manera lo había hecho con la inocencia misma que la propia Eilydh había querido camuflar en su sonrisa.
La elfa no sabía si estaba impresionada por su actuación o si verdaderamente lo creía. Tanto que el “cariño” en la boca del chico pasó desapercibido, o ignorado.
Eilydh se alejó del chico para intentar calmarse, al fin y al cabo no quería pelear en aquel lugar, pero se odió varias veces por haber dejado a Karma en su habitación. En su lugar jugueteó con unas cuerdas negras que encontró en una de las repisas que adornaban el local. Escuchaba hablar al hombre a medida que las sopesaba. Usando todas y cada una de las palabras equivocadas en el peor de los sentidos
Apartó una de las cuerdas y la estiró entre sus manos, conteniéndose.
Pero el dueño de aquel lugar no parecía captar la tensión en la que se había sumido el ambiente. La Eilydh de ciudad lagarto ya había imaginado como amarrar aquella cuerda alrededor del cuello del bio de tres maneras distintas.
Suspiró y se dio de bruces con los ojos del hombre. Tragó saliva, como si la necesidad de contenerse la hubiese hecho apartarse de allí y ahora y se hubiese olvidado que el dueño del gimnasio aún estaba ahí. Analizando todos sus movimientos.
Sin desviarle la mirada le sonrió de manera forzada y dejó a regañadientes la cuerda en la repisa donde la había encontrado.
-Me empieza a preocupar ese interés casi obsesivo que tienes por mi esposo-Dijo la elfa de manera burlona.
Posó su dedo sobre la nariz del bio dándole un pequeño toque cito juguetón y esta vez sí que retiró su mirada del hombre dándole la espalda mientras seguía hablando.
-Como si te asustase que una mujer viniese a este... - pensó bien como llamarlo- local por su propio pie. Déjame decirte una cosa... -
Eilydh hizo una pausa esperando que el hombre dijese su nombre, pues no lo sabía y después continuó.
-Si quieres empezar a hacer una realidad de la fama de tu negocio, quizás tengas que empezar por aceptar que una mujer libre como yo, quizás pueda enseñarte a ti también alguna que otra cosa- Dijo girándose de nuevo hacia el chico.
-Vengo a entrenar. A unirme a tus pupilos...Si es que no estás muy asustado- dijo la chica y puso varias monedas en uno de los mostradores del lugar.
Aquello era un órdago. Si el hombre la rechazaba entre sus pupilos, entonces Eilydh tendría que buscar otra manera de hacer que el chico confiase en ella. Varias vinieron a su mente, todas y cada una descartadas en menos de un segundo. Cada cual peor que la anterior. Todas y cada una rompían un principio básico y moral de la chica, y la mayoría acababa con un daño físico o emocional al que no estaba dispuesta a enfrentarse, al menos por ahora.
- ¿... te atreves, pues?- le dijo y le regaló una sonrisa que guardaba para ocasiones especiales
.La elfa no sabía si estaba impresionada por su actuación o si verdaderamente lo creía. Tanto que el “cariño” en la boca del chico pasó desapercibido, o ignorado.
Eilydh se alejó del chico para intentar calmarse, al fin y al cabo no quería pelear en aquel lugar, pero se odió varias veces por haber dejado a Karma en su habitación. En su lugar jugueteó con unas cuerdas negras que encontró en una de las repisas que adornaban el local. Escuchaba hablar al hombre a medida que las sopesaba. Usando todas y cada una de las palabras equivocadas en el peor de los sentidos
Apartó una de las cuerdas y la estiró entre sus manos, conteniéndose.
Pero el dueño de aquel lugar no parecía captar la tensión en la que se había sumido el ambiente. La Eilydh de ciudad lagarto ya había imaginado como amarrar aquella cuerda alrededor del cuello del bio de tres maneras distintas.
Suspiró y se dio de bruces con los ojos del hombre. Tragó saliva, como si la necesidad de contenerse la hubiese hecho apartarse de allí y ahora y se hubiese olvidado que el dueño del gimnasio aún estaba ahí. Analizando todos sus movimientos.
Sin desviarle la mirada le sonrió de manera forzada y dejó a regañadientes la cuerda en la repisa donde la había encontrado.
-Me empieza a preocupar ese interés casi obsesivo que tienes por mi esposo-Dijo la elfa de manera burlona.
Posó su dedo sobre la nariz del bio dándole un pequeño toque cito juguetón y esta vez sí que retiró su mirada del hombre dándole la espalda mientras seguía hablando.
-Como si te asustase que una mujer viniese a este... - pensó bien como llamarlo- local por su propio pie. Déjame decirte una cosa... -
Eilydh hizo una pausa esperando que el hombre dijese su nombre, pues no lo sabía y después continuó.
-Si quieres empezar a hacer una realidad de la fama de tu negocio, quizás tengas que empezar por aceptar que una mujer libre como yo, quizás pueda enseñarte a ti también alguna que otra cosa- Dijo girándose de nuevo hacia el chico.
-Vengo a entrenar. A unirme a tus pupilos...Si es que no estás muy asustado- dijo la chica y puso varias monedas en uno de los mostradores del lugar.
Aquello era un órdago. Si el hombre la rechazaba entre sus pupilos, entonces Eilydh tendría que buscar otra manera de hacer que el chico confiase en ella. Varias vinieron a su mente, todas y cada una descartadas en menos de un segundo. Cada cual peor que la anterior. Todas y cada una rompían un principio básico y moral de la chica, y la mayoría acababa con un daño físico o emocional al que no estaba dispuesta a enfrentarse, al menos por ahora.
- ¿... te atreves, pues?- le dijo y le regaló una sonrisa que guardaba para ocasiones especiales
Eilydh
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Las cosas por ese lado rápidamente las había acomodado, se dedicó a observar a Eilydh quien parecía estar pasando por una rabieta, probando las cosas a su alrededor, jugando con las cuerdas y finalmente volteándose a conversarle.
Sugar se había callado en todo ese momento, se la pasó analizándola, intentando dar con sus intenciones mientras cada tanto hacía oído a la puerta para saber sí alguien había llegado, ya la noche había llegado y pronto comenzaba a entrar cierta brisa de la noche por la puerta del lugar. Era una mezcla entre frío y calor lo que sentía el bio, pequeños escalofríos en todo su cuerpo, después de todo, aquel lugar era de metal y el calor de la tarde y el sol se mantenía dentro.
— Bueno, sí es mi cliente, quiero saber sí va a venir hoy y me va a pagar o sí te lo llevarás de la oreja. — Alzó los hombros sin darle importancia a su intento de comentario ofensivo.
Se dejó picar la nariz, lo encontró curioso, en especial por la ansiedad que estaba manejando la elfa desde que había entrado a su pequeño hogar.
— ¿Sí me asustase? ¿Por qué me iría a asustar una mujer de Aerandir? Como mucho les tengo cierta pena, la mayoría están muy asustadas como para siquiera acercarse a mí o a este lugar, excepto sí no es para, tú lo dijiste, llamar a su esposo a regañadientes por "perder" el tiempo aquí. —
Perdió el hilo de la conversación en sus procesamientos, pensando y casi ignorando a la elfa, luego siguió hablando por sí solo. — Casi es como sí supieran que la mayoría de campesinos de esta villa viniera aquí porque no quieren pasar el tiempo con ellas. Mmh... — Sonrió luego y miró a la elfa. —Su mirada se perdió un segundo. — ¿Decías? Ah... ¿Qué quieres enseñarme a mí un par de cosas? — Su memoria cibernética le había ayudado a prestarle atención cuando no lo hizo.
— Mh, la primer pupila mujer... No me haré cargo de lo que te pase en el entrenamiento, espero que eso lo tengas en cuenta, no me hago cargo de mis alumnos o los daños que puedan sufrir, aunque sí trato de evitarlos, la mayor parte del tiempo, eso quiere decir que... — Miró sus uñas pintadas para retomar la palabra al segundo. — Sí se te estropean tus bonitas uñas, no podré hacer nada por ti.— Observó un estante que poseía varias vendas blancas, las señaló y luego caminó hacia la puerta. — Colocatelas en las manos, sí no sabes como, me dices. —
Se asomó por la puerta, ya la mayoría de trabajadores habían regresado a sus hogares, algo de luz ya venía de las casas a su alrededor, y así, notó que algunos tipos que reconoció a lo lejos, ya se acercaban al lugar.
— Dijiste que me ibas a enseñar alguna que otra cosa, ¿A qué te referías? — Mientras hablaba, intentaba identificar a todos los hombres que venían, buscaba a alguien en particular que aún no había visto.
Sugar se había callado en todo ese momento, se la pasó analizándola, intentando dar con sus intenciones mientras cada tanto hacía oído a la puerta para saber sí alguien había llegado, ya la noche había llegado y pronto comenzaba a entrar cierta brisa de la noche por la puerta del lugar. Era una mezcla entre frío y calor lo que sentía el bio, pequeños escalofríos en todo su cuerpo, después de todo, aquel lugar era de metal y el calor de la tarde y el sol se mantenía dentro.
— Bueno, sí es mi cliente, quiero saber sí va a venir hoy y me va a pagar o sí te lo llevarás de la oreja. — Alzó los hombros sin darle importancia a su intento de comentario ofensivo.
Se dejó picar la nariz, lo encontró curioso, en especial por la ansiedad que estaba manejando la elfa desde que había entrado a su pequeño hogar.
— ¿Sí me asustase? ¿Por qué me iría a asustar una mujer de Aerandir? Como mucho les tengo cierta pena, la mayoría están muy asustadas como para siquiera acercarse a mí o a este lugar, excepto sí no es para, tú lo dijiste, llamar a su esposo a regañadientes por "perder" el tiempo aquí. —
Perdió el hilo de la conversación en sus procesamientos, pensando y casi ignorando a la elfa, luego siguió hablando por sí solo. — Casi es como sí supieran que la mayoría de campesinos de esta villa viniera aquí porque no quieren pasar el tiempo con ellas. Mmh... — Sonrió luego y miró a la elfa. —Su mirada se perdió un segundo. — ¿Decías? Ah... ¿Qué quieres enseñarme a mí un par de cosas? — Su memoria cibernética le había ayudado a prestarle atención cuando no lo hizo.
— Mh, la primer pupila mujer... No me haré cargo de lo que te pase en el entrenamiento, espero que eso lo tengas en cuenta, no me hago cargo de mis alumnos o los daños que puedan sufrir, aunque sí trato de evitarlos, la mayor parte del tiempo, eso quiere decir que... — Miró sus uñas pintadas para retomar la palabra al segundo. — Sí se te estropean tus bonitas uñas, no podré hacer nada por ti.— Observó un estante que poseía varias vendas blancas, las señaló y luego caminó hacia la puerta. — Colocatelas en las manos, sí no sabes como, me dices. —
Se asomó por la puerta, ya la mayoría de trabajadores habían regresado a sus hogares, algo de luz ya venía de las casas a su alrededor, y así, notó que algunos tipos que reconoció a lo lejos, ya se acercaban al lugar.
— Dijiste que me ibas a enseñar alguna que otra cosa, ¿A qué te referías? — Mientras hablaba, intentaba identificar a todos los hombres que venían, buscaba a alguien en particular que aún no había visto.
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
¿Estaba bromeando cierto? Aquello, el bio que divagaba e iba y venía por momentos de las ideas de la conversación, debía ser una broma.
Hacía tiempo que Eilydh no conocía a nadie tan sumamente molesto, y aquello, teniendo en cuenta que pasaba las horas de su día a día con Matt Owens era una afirmación bastante importante. Eilydh lo veía perderse en sus ojos por momentos, mirar sus labios como si no escuchase lo que decía y fijarse en detalles ínfimos, como las uñas pintadas de la elfa. Y aún así el hombre parecía prestar un mínimo de atención. El suficiente como para responderle con alegaciones vacías sobre su "marido de nuevo"
-No hay marido, señor de hojalata- dijo la chica, exasperada finalmente cargada de ira ante el comentario en el que el hombre presuponía que a la elfa la molestaban detalles tan poco importantes.- Y mis pagos los haré yo misma- dijo finalmente dándole la espalda mientras acomodaba sus largas trenzas.
Se acercó al stand que el Bio le señaló, donde reposaban las vendas. Las tomó de manera meditabunda, aún repitiendo las palabras del hombre en su cabeza. Para cuando se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué esperaba que hiciese con ellas, varios hombres se habían acumulado en la sala.
La mayoría de ellos habían pasado por la curiosidad típica de ver una mujer en un lugar de hombres al estado henchido tras notar las curvas de la elfa. Algunos daban codazos a sus compañeros con una sonrisa tosca en unas bocas a las que le faltaban dientes. Otros se habían apoyado en una de las barras que adornaban lo que parecía un cuadrilatero central y no se escondían para mirar a la elfa y lo que fuese a suceder en varios momentos.
Eilydh estaba confundida. ¿Qué tipo de entrenamiento era aquel? No veía espadas ni escudos. No había más armaduras que aquellas vendas que todos parecían llevar en las manos. Finalmente la elfa se decidió a enroscárselas de manera tosca alrededor de las muñecas, pues es como había visto a varios de los hombres hacer. Evitaba girarse hasta donde estaba Sugar, a pesar de que el hombre le había ofrecido ayuda para enseñarle que hacer con ellas
Su orgullo era más fuerte y con cada hombre que se acercaba al lugar y la desnudaba con la mirada, esperando ver un espectáculo patetico, este se hinchaba más y más.
-Mas vale que este Bio esté traficando con algo muy gordo- pensó la chica- Sino, Matthew Owens me debe al menos la mitad de ciudad lagarto-
Finalmente se giró hasta posicionarse frente a Sugar. Escuchaba los vítores y las palabras lascivas de muchos de los hombres, pero los ignoró por su propio bien.
-Creo que ya te estoy enseñando cosas, Bio.- dijo la elfa- como tu mismo has dicho soy tu primera pupila mujer. Tú, en cambio, aún no me has enseñado nada que desconozca- mintió,- así que.. soy toda ojos. - dijo intentando ocultar el tic nervioso que se había apoderado de uno de sus ojos y que estaba cada vez más presente producto del nerviosismo y de los ojos de los hombres sobre ella.
No le gustaba aquel lugar.
Hacía tiempo que Eilydh no conocía a nadie tan sumamente molesto, y aquello, teniendo en cuenta que pasaba las horas de su día a día con Matt Owens era una afirmación bastante importante. Eilydh lo veía perderse en sus ojos por momentos, mirar sus labios como si no escuchase lo que decía y fijarse en detalles ínfimos, como las uñas pintadas de la elfa. Y aún así el hombre parecía prestar un mínimo de atención. El suficiente como para responderle con alegaciones vacías sobre su "marido de nuevo"
-No hay marido, señor de hojalata- dijo la chica, exasperada finalmente cargada de ira ante el comentario en el que el hombre presuponía que a la elfa la molestaban detalles tan poco importantes.- Y mis pagos los haré yo misma- dijo finalmente dándole la espalda mientras acomodaba sus largas trenzas.
Se acercó al stand que el Bio le señaló, donde reposaban las vendas. Las tomó de manera meditabunda, aún repitiendo las palabras del hombre en su cabeza. Para cuando se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué esperaba que hiciese con ellas, varios hombres se habían acumulado en la sala.
La mayoría de ellos habían pasado por la curiosidad típica de ver una mujer en un lugar de hombres al estado henchido tras notar las curvas de la elfa. Algunos daban codazos a sus compañeros con una sonrisa tosca en unas bocas a las que le faltaban dientes. Otros se habían apoyado en una de las barras que adornaban lo que parecía un cuadrilatero central y no se escondían para mirar a la elfa y lo que fuese a suceder en varios momentos.
Eilydh estaba confundida. ¿Qué tipo de entrenamiento era aquel? No veía espadas ni escudos. No había más armaduras que aquellas vendas que todos parecían llevar en las manos. Finalmente la elfa se decidió a enroscárselas de manera tosca alrededor de las muñecas, pues es como había visto a varios de los hombres hacer. Evitaba girarse hasta donde estaba Sugar, a pesar de que el hombre le había ofrecido ayuda para enseñarle que hacer con ellas
Su orgullo era más fuerte y con cada hombre que se acercaba al lugar y la desnudaba con la mirada, esperando ver un espectáculo patetico, este se hinchaba más y más.
-Mas vale que este Bio esté traficando con algo muy gordo- pensó la chica- Sino, Matthew Owens me debe al menos la mitad de ciudad lagarto-
Finalmente se giró hasta posicionarse frente a Sugar. Escuchaba los vítores y las palabras lascivas de muchos de los hombres, pero los ignoró por su propio bien.
-Creo que ya te estoy enseñando cosas, Bio.- dijo la elfa- como tu mismo has dicho soy tu primera pupila mujer. Tú, en cambio, aún no me has enseñado nada que desconozca- mintió,- así que.. soy toda ojos. - dijo intentando ocultar el tic nervioso que se había apoderado de uno de sus ojos y que estaba cada vez más presente producto del nerviosismo y de los ojos de los hombres sobre ella.
No le gustaba aquel lugar.
Eilydh
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Analizó y procesó nuevamente, sí no había marido... Eso quería decir que la elfa estaba allí por su cuenta, pero no parecía haber venido con muchas ansias de aprender lo que enseñaba a sus pupilos, o al menos esa impresión le dió con su carácter, uno que consideró único y bastante fuerte, le hizo sonreír de forma burlona aún más al notar su molestia, claramente lo disfrutaba.
— Tranquila, la primer clase es de prueba, luego le podrás pedir dinero a tú esposo para la próxima. — Su expresión no había cambiado para nada, era casi mecánico, probablemente le haya incomodado como apenas ningún músculo había cambiado desde la sonrisa antes de que hablase.
Fue recibiendo a sus alumnos y clientes uno por uno, les fue indicando que parte de la rutina debían seguir hoy, a todos los mandó a calentar un poco, incluso uno que era el más regordete de todos, apenas entró dejó sus cosas y volvió a salir tras oír instrucciones de Sugar, cada tanto se le veía pasando por la puerta, trotando y con visible sudor en su cuerpo, los demás también comenzaron a entrenar dentro, cada uno en su área.
Pasaron apenas unos minutos en los que les iba indicando que hacer en los ejercicios, dando orden de que roten cada cierto tiempo entre ellos.
Casi que fue interrumpido por la elfa, pero la ignoró en lo que dió las últimas ordenes, finalmente, le prestó atención. Pensó un momento, en su cabeza se le planteaban dos opciones, o la llevaba por el lado común que la mayoría seguía, o procedía a demostrarle el porque de su gimnasio y el como entrenaba él.
El segundo método era uno que comunmente usaba con aquellos que le faltaban el respeto, que iban simplemente a hacer problemas a aquel lugar.
— Ven, te enseñaré como directamente te mereces. — Sus ojos biocibernéticos se posaron en sus manos, las vendas estaban mal puestas y apenas enredadas entre sí, le ocasionó una mueca que acalló él mismo para no molestarle, o intentarlo al menos.
Caminó hacia otra repisa, esta estaba al lado de un pequeño ring apenas atado con algunas sogas bastante precarias. Tomó dos guantes de cuero sin dedos, con una pequeña almohadilla en sus nudillos, eran la recreación medieval que Sugar había mandado a hacer, se los acercó a Eilydh y se los entregó.
— Colócate estos guantes, son los más pequeños que tengo, ajústalos con una cuerda alrededor de tú muñeca sí te quedan grandes. —
Tras decir esto, él caminó hasta una mesa en la esquina alejada del lugar, se colocó de espaldas a ella y sus ojos se tornaron de color celeste varias veces, parpadeando entre el color oscuro y el claro, un pequeño vapor surgió de su espalda y un pesado golpe se escuchó, todo el mecanismo que tenía en la espalda cayó en la mesa detrás de él. Luego se quitó también la mecánica atadas a sus manos y brazos para dejarlas acomodadas allí, volteó y se fue a colocar unas vendas rápidamente y unos guantes también, solo que estos tenían un almohadón mucho más grande que los demás.
Se subió al ring y le hizo un ademán a Eilydh para que suba.
— Ataca a gusto y aprende con la mirada. — Se colocó en posición, su pierna zurda estaba adelantada, al igual que todo su torso superior y su cabeza, en la misma linea que su pierna y su rodilla, su pierna derecha se mantuvo detrás ligeramente abierta, mientras que mantuvo sus dos manos arriba en puño.
— Te enseñaré como dos puños pueden ser igual de mortales que una espada. — Le hizo un ademán provocativo con su mano zurda mientras sonrió mirándola a los ojos, lastimosamente no tenía protectores bucales, tendría que asegurarse de ir en contra de su instinto y no golpear el bonito rostro élfico que tenía delante.
Las miradas de los que estaban entrenando a su alrededor se habían puesto sobre ellos y la mayoría había parado de ejercitarse solo para observar.
— Tranquila, la primer clase es de prueba, luego le podrás pedir dinero a tú esposo para la próxima. — Su expresión no había cambiado para nada, era casi mecánico, probablemente le haya incomodado como apenas ningún músculo había cambiado desde la sonrisa antes de que hablase.
Fue recibiendo a sus alumnos y clientes uno por uno, les fue indicando que parte de la rutina debían seguir hoy, a todos los mandó a calentar un poco, incluso uno que era el más regordete de todos, apenas entró dejó sus cosas y volvió a salir tras oír instrucciones de Sugar, cada tanto se le veía pasando por la puerta, trotando y con visible sudor en su cuerpo, los demás también comenzaron a entrenar dentro, cada uno en su área.
Pasaron apenas unos minutos en los que les iba indicando que hacer en los ejercicios, dando orden de que roten cada cierto tiempo entre ellos.
Casi que fue interrumpido por la elfa, pero la ignoró en lo que dió las últimas ordenes, finalmente, le prestó atención. Pensó un momento, en su cabeza se le planteaban dos opciones, o la llevaba por el lado común que la mayoría seguía, o procedía a demostrarle el porque de su gimnasio y el como entrenaba él.
El segundo método era uno que comunmente usaba con aquellos que le faltaban el respeto, que iban simplemente a hacer problemas a aquel lugar.
— Ven, te enseñaré como directamente te mereces. — Sus ojos biocibernéticos se posaron en sus manos, las vendas estaban mal puestas y apenas enredadas entre sí, le ocasionó una mueca que acalló él mismo para no molestarle, o intentarlo al menos.
Caminó hacia otra repisa, esta estaba al lado de un pequeño ring apenas atado con algunas sogas bastante precarias. Tomó dos guantes de cuero sin dedos, con una pequeña almohadilla en sus nudillos, eran la recreación medieval que Sugar había mandado a hacer, se los acercó a Eilydh y se los entregó.
— Colócate estos guantes, son los más pequeños que tengo, ajústalos con una cuerda alrededor de tú muñeca sí te quedan grandes. —
Tras decir esto, él caminó hasta una mesa en la esquina alejada del lugar, se colocó de espaldas a ella y sus ojos se tornaron de color celeste varias veces, parpadeando entre el color oscuro y el claro, un pequeño vapor surgió de su espalda y un pesado golpe se escuchó, todo el mecanismo que tenía en la espalda cayó en la mesa detrás de él. Luego se quitó también la mecánica atadas a sus manos y brazos para dejarlas acomodadas allí, volteó y se fue a colocar unas vendas rápidamente y unos guantes también, solo que estos tenían un almohadón mucho más grande que los demás.
Se subió al ring y le hizo un ademán a Eilydh para que suba.
— Ataca a gusto y aprende con la mirada. — Se colocó en posición, su pierna zurda estaba adelantada, al igual que todo su torso superior y su cabeza, en la misma linea que su pierna y su rodilla, su pierna derecha se mantuvo detrás ligeramente abierta, mientras que mantuvo sus dos manos arriba en puño.
— Te enseñaré como dos puños pueden ser igual de mortales que una espada. — Le hizo un ademán provocativo con su mano zurda mientras sonrió mirándola a los ojos, lastimosamente no tenía protectores bucales, tendría que asegurarse de ir en contra de su instinto y no golpear el bonito rostro élfico que tenía delante.
Las miradas de los que estaban entrenando a su alrededor se habían puesto sobre ellos y la mayoría había parado de ejercitarse solo para observar.
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Un mar de ojos se posaban sobre ella.
La elfa no estaba acostumbrada a tanta atención masculina por aquellas razones en particular, y teniendo en cuenta que era un area que no controlaba no estaba segura de si le gustaba. Varias veces estuvo tentada de acercarse a las finas cuerdas de aquel ring y ahuyentar a los que se habían dispuesto alrededor con un " ¿Qué miráis? pero recordó las razones por las que había acudido allí, así que si querían observar, más vale que les diese algo de lo que pudiesen hablar en días venideros.
A ser posible bueno.
No le gustó el tono condescendiente en el que el bio le instó a ponerse unos guantes almohadillados. Tampoco le gustó el hecho de que el propio hombre la observase como si fuese un bicho raro y su mirada se posó más de dos segundos en sus vendajes de las manos, por lo que la chica asumió que no estaban bien hechos. ¿A quién le importaba? Ella no necesitaba vendas. No le asustaba la sangre y curaba rápido.
Aún así adoptó la postura que copió de su adversario. En un principio dudó sobre qué pie adelantar, pues era ambidiestra, pero supuso que a pesar de ello, el hombre esperaba que adelantase el derecho. Y eso hizo. Una vez en aquel estado alguno de los hombres cerca de ella empezaron a vitorear y a instar al Bio a que hiciese tal y cual cosa.
Eilydh los ignoró y se concentró. El viento y los árboles del bosque quedaban demasiado lejos como para atar su atención en ellos. Aquello era lo que normalmente le daba un punto de apoyo, así que decidió anclar su mente en recuerdos más cercanos. Un barco en cuestión. La cubierta de cierto barco en el que había knockeado por primera vez a un hombre adulto con tres movimientos. Aquello por supuesto no había acabado bien, y la sola idea de recordar la furia que embotellaba parecía salir a flote. Recordaba ciertas palabras que la instaban a dejar que esa furia se apoderase de ella, y recordó como en aquellos días, la furia le había salvado de morir más de 30 veces en los caminos de verisar y Roilkat.
Así que dejó que la furia se apoderase de ella enfocándose en su adversario. Su rapidez de respuesta ignorando cualquier tipo de provocación que la elfa le hubiese lanzado hasta ahora. La manera en la que se pavoneaba delante de su clase. El hecho de que la había seguido confundiendo con una mujer dependiente de un hombre casi 4 veces desde que entró en aquel edificio.
Y sus brazos se movían solos. Primero por la izquierda, después a la derecha. El hombre era alto y Eilydh no lanzó ganchos como para atacar su cara, su objetivo era el pecho del muchacho, con fortuna alcanzar el punto medio entre sus costillas, el punto débil en el que estas se hacían estómago y pegar ahí con el objetivo de dejarlo sin respiración durante al menos el tiempo suficiente como para lanzar un gancho a su cara.
Los ojos del Bio la desconcertaban. Por momentos eran simple metal rojizo analizando sus movimientos. Por momentos azul gélido como su expresión.
No es necesario decir que los primeros golpes fracasaron estrepitósitamente. Alguno que otro alcanzó el cuerpo de su maestro, per Eilydh notaba la resistencia propia del metal bajo sus guantes y comprendió que el hombre sabía que aquello nunca iba a ser una pelea justa.
-Debí imaginarlo desde un primer momento- Pensó sintiendo como otro de sus muchos puñetazos se veía frenado a la altura del pecho del Bio.
Aquella vez no esperó a mover su mano de nuevo hacia atrás sino que lanzó un puñetazo con la otra. También frenado, Sus manos quedaron pues ancladas en el centro y la elfa miró al hombre directamente a los ojos con una mezcla de miedo, desconcierto y vergüenza, pues sabía que aquella batalla estaba perdida. Y sabía exactamente que allí empezaba el dolor.
Y lo hubo,
Eilydh intentó parar golpes de derecha e izquierda, algunos de manera exitosa, otros.. no tanto. En un momento dado creyó entender el uso de las vendas de sus manos y pudo notar como el guante del hombre se clavaba ahí donde ella había intentado con anterioridad, dejándola por un segundo sin respiración.
Dio tres pasos hacia atrás, cogiendo aire, Con el torso doblado sobre si misma y una de sus manos en su abdomen. Sintió como las manos de su maestro la perforaban con movimientos certeros que apenas vio venir pero que eran exitosos. Notó como se le hinchaba el labio. Reconoció el sabor metálico de su sangre en sus labios.
Cuando finalmente uno de los golpes la tiró hasta las cuerdas, las risas y vítores de los que la observaban se habían vuelto más notables ahora que su respiración era su foco.
-Vuelve a casa- decían uno de los hombres no muy lejos de ella.- Vas a estar dolida cuando te toque limpiar toda la sangre que estas dejando- dijo uno de los hombres dando un codazo a su compañero.
-Prueba en la taberna...- otro de los hombres se acercó a su oido y acarició su pelo de manera sugerente- O en el local rojo de luces. Estoy seguro que con esos movimientos no tendrás problema en encontrar clientes. Yo mismo me ofrezco a ser el primero. Espero que me hagas descuento...-- rió otro hombre continuando la broma del primero
Aquello fue demasiado.
Eilydh se olvidó de que el Bio era su foco y pilló de desprovisto al hombre que acababa de pronunciar esas palabras y que se apoyaba en las cuerdas del ring cerca de donde ella reposada, malherida y sangrando por el labio. Agarró su cabeza entre sus manos y la cuerda sin posibilidad de que el hombre se escapase de ella. Y pegó con la otra mano. De manera continua, sin importar que su propia muñeca doliese. Notó como sangre que no era suya brotaba a través de su brazo. Notó como varios brazos intentaban liberarla de aquel hombre
Pero no lo lograron, Aquella voz, Aquello justo había sido demasiado y se ensaño con aquel hombre que no era el Bio, como reflejando todos aquellos golpes que no le había podido dar a él. La furia era una con ella.
Llevaba meses almacenándola.
Recordó el dolor del metal en su espalda. El empuje de caderas forzandose dentro de ella. Los ojos vacíos de su padre. Todos aquellos que la habían llamado florecilla. La bolsa de monedas sobre la mesa de la posada, Los elfos guerreros prendiendola al amaneces. Todo en su cabeza. Y con ello más se asía a la cabeza del hombre que hacía un rato que estaba Knockeado y del que la intentaban separar.
Se quitó los guantes y los tiró al suelo. Nadie se había percatado en las lágrimas en sus ojos que se mezclaron con su propia sangre y ella se apresuró a limpiarlas antes de hacer más el ridículo.
Miró por un momento al Bio con los ojos hinchados de golpes y lágrimas y tiró el segundo guante a sus pies.
-Supongo que tú ganas- dijo simplemente- Mejor que me vaya a hacer para lo que he nacido.- dijo simplemente y se bajó del ring encaminándose a la posada.
La elfa no estaba acostumbrada a tanta atención masculina por aquellas razones en particular, y teniendo en cuenta que era un area que no controlaba no estaba segura de si le gustaba. Varias veces estuvo tentada de acercarse a las finas cuerdas de aquel ring y ahuyentar a los que se habían dispuesto alrededor con un " ¿Qué miráis? pero recordó las razones por las que había acudido allí, así que si querían observar, más vale que les diese algo de lo que pudiesen hablar en días venideros.
A ser posible bueno.
No le gustó el tono condescendiente en el que el bio le instó a ponerse unos guantes almohadillados. Tampoco le gustó el hecho de que el propio hombre la observase como si fuese un bicho raro y su mirada se posó más de dos segundos en sus vendajes de las manos, por lo que la chica asumió que no estaban bien hechos. ¿A quién le importaba? Ella no necesitaba vendas. No le asustaba la sangre y curaba rápido.
Aún así adoptó la postura que copió de su adversario. En un principio dudó sobre qué pie adelantar, pues era ambidiestra, pero supuso que a pesar de ello, el hombre esperaba que adelantase el derecho. Y eso hizo. Una vez en aquel estado alguno de los hombres cerca de ella empezaron a vitorear y a instar al Bio a que hiciese tal y cual cosa.
Eilydh los ignoró y se concentró. El viento y los árboles del bosque quedaban demasiado lejos como para atar su atención en ellos. Aquello era lo que normalmente le daba un punto de apoyo, así que decidió anclar su mente en recuerdos más cercanos. Un barco en cuestión. La cubierta de cierto barco en el que había knockeado por primera vez a un hombre adulto con tres movimientos. Aquello por supuesto no había acabado bien, y la sola idea de recordar la furia que embotellaba parecía salir a flote. Recordaba ciertas palabras que la instaban a dejar que esa furia se apoderase de ella, y recordó como en aquellos días, la furia le había salvado de morir más de 30 veces en los caminos de verisar y Roilkat.
Así que dejó que la furia se apoderase de ella enfocándose en su adversario. Su rapidez de respuesta ignorando cualquier tipo de provocación que la elfa le hubiese lanzado hasta ahora. La manera en la que se pavoneaba delante de su clase. El hecho de que la había seguido confundiendo con una mujer dependiente de un hombre casi 4 veces desde que entró en aquel edificio.
Y sus brazos se movían solos. Primero por la izquierda, después a la derecha. El hombre era alto y Eilydh no lanzó ganchos como para atacar su cara, su objetivo era el pecho del muchacho, con fortuna alcanzar el punto medio entre sus costillas, el punto débil en el que estas se hacían estómago y pegar ahí con el objetivo de dejarlo sin respiración durante al menos el tiempo suficiente como para lanzar un gancho a su cara.
Los ojos del Bio la desconcertaban. Por momentos eran simple metal rojizo analizando sus movimientos. Por momentos azul gélido como su expresión.
No es necesario decir que los primeros golpes fracasaron estrepitósitamente. Alguno que otro alcanzó el cuerpo de su maestro, per Eilydh notaba la resistencia propia del metal bajo sus guantes y comprendió que el hombre sabía que aquello nunca iba a ser una pelea justa.
-Debí imaginarlo desde un primer momento- Pensó sintiendo como otro de sus muchos puñetazos se veía frenado a la altura del pecho del Bio.
Aquella vez no esperó a mover su mano de nuevo hacia atrás sino que lanzó un puñetazo con la otra. También frenado, Sus manos quedaron pues ancladas en el centro y la elfa miró al hombre directamente a los ojos con una mezcla de miedo, desconcierto y vergüenza, pues sabía que aquella batalla estaba perdida. Y sabía exactamente que allí empezaba el dolor.
Y lo hubo,
Eilydh intentó parar golpes de derecha e izquierda, algunos de manera exitosa, otros.. no tanto. En un momento dado creyó entender el uso de las vendas de sus manos y pudo notar como el guante del hombre se clavaba ahí donde ella había intentado con anterioridad, dejándola por un segundo sin respiración.
Dio tres pasos hacia atrás, cogiendo aire, Con el torso doblado sobre si misma y una de sus manos en su abdomen. Sintió como las manos de su maestro la perforaban con movimientos certeros que apenas vio venir pero que eran exitosos. Notó como se le hinchaba el labio. Reconoció el sabor metálico de su sangre en sus labios.
Cuando finalmente uno de los golpes la tiró hasta las cuerdas, las risas y vítores de los que la observaban se habían vuelto más notables ahora que su respiración era su foco.
-Vuelve a casa- decían uno de los hombres no muy lejos de ella.- Vas a estar dolida cuando te toque limpiar toda la sangre que estas dejando- dijo uno de los hombres dando un codazo a su compañero.
-Prueba en la taberna...- otro de los hombres se acercó a su oido y acarició su pelo de manera sugerente- O en el local rojo de luces. Estoy seguro que con esos movimientos no tendrás problema en encontrar clientes. Yo mismo me ofrezco a ser el primero. Espero que me hagas descuento...-- rió otro hombre continuando la broma del primero
Aquello fue demasiado.
Eilydh se olvidó de que el Bio era su foco y pilló de desprovisto al hombre que acababa de pronunciar esas palabras y que se apoyaba en las cuerdas del ring cerca de donde ella reposada, malherida y sangrando por el labio. Agarró su cabeza entre sus manos y la cuerda sin posibilidad de que el hombre se escapase de ella. Y pegó con la otra mano. De manera continua, sin importar que su propia muñeca doliese. Notó como sangre que no era suya brotaba a través de su brazo. Notó como varios brazos intentaban liberarla de aquel hombre
Pero no lo lograron, Aquella voz, Aquello justo había sido demasiado y se ensaño con aquel hombre que no era el Bio, como reflejando todos aquellos golpes que no le había podido dar a él. La furia era una con ella.
Llevaba meses almacenándola.
Recordó el dolor del metal en su espalda. El empuje de caderas forzandose dentro de ella. Los ojos vacíos de su padre. Todos aquellos que la habían llamado florecilla. La bolsa de monedas sobre la mesa de la posada, Los elfos guerreros prendiendola al amaneces. Todo en su cabeza. Y con ello más se asía a la cabeza del hombre que hacía un rato que estaba Knockeado y del que la intentaban separar.
Se quitó los guantes y los tiró al suelo. Nadie se había percatado en las lágrimas en sus ojos que se mezclaron con su propia sangre y ella se apresuró a limpiarlas antes de hacer más el ridículo.
Miró por un momento al Bio con los ojos hinchados de golpes y lágrimas y tiró el segundo guante a sus pies.
-Supongo que tú ganas- dijo simplemente- Mejor que me vaya a hacer para lo que he nacido.- dijo simplemente y se bajó del ring encaminándose a la posada.
Eilydh
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Para alguien como él, le era costumbre el tener las vistas mientras luchaba, era un sentimiento extraño, pero le gustaba, le gustaba mucho, sobre todo en sus momentos de gloria.
Le pareció curioso que le copie su postura, sobre todo porque al menos en Aerandir, poca gente peleaba como él, después de todo, utilizaba artes marciales mixtas de otro mundo. Le hizo sonreír, podía ver como la elfa se quería poner a su altura, aunque bien sabía que cuerpo a cuerpo y sin un arma de por medio, pocas chances tenía, por no decir nulas.
Sus provocaciones parecían haber funcionado, furiosa la elfa se abalanzó sobre él. Comenzó a esquivar ciertos golpes con finos movimientos de pies, cadera y torso, al igual que moviendo su cabeza de lado a lado. Varias oportunidades de golpearla vió, pero decidió no hacerlo, quería jugar un poco.
No esperó el golpe en sus costillas, en el centro de estas, el golpe se detuvo casi en seco, el bio miró con curiosidad eso y solo sonrió ampliamente con una expresión extraña y fría.
Ya muchos de los golpes de Eilydh eran recibidos adrede, quería verla frustrada, quería saber con que tipo de soluciones podría venirse, después de todo, su rostro era un punto débil para él, al igual que su espalda, sus rodillas, sus órganos, varios puntos estaban sin escudarse, todo gracias a que los científicos no querían hacerle muy pesado y lento.
Pero se cansó, quiso demostrarle a la elfa que sus puños también eran pesados, le dió un seco golpe en el hígado con intenciones de dejarla sin aire por completo, era de las sensaciones más extrañas y horribles que podías sentir, la falta de aire y el no poder respirar por unos segundos seguro la atontarían bastante, sobre todo sí nunca antes había recibido un golpe allí, luego otro golpe más, esta vez fue hacia una de las mejillas de la elfa, con muy poca fuerza, no quería noquearla.
Los gritos de los hombres le distrajeron un poco, suspiró pesadamente y le dió la espalda a la elfa, sin notar lo que ella hacía de momento. Se empezó a quitar los guantes, los arrojó a una mesa cerca del ring para luego observar esa cómica situación.
La dejó descargarse un poco, le recordó a él mismo en ciertas situaciones de frustración, le provocó una pequeña risa, pensó en como eran más parecidos de lo que creían en un comienzo, fue por esto que le dejó ser.
— Te lo buscaste, Latus. —
Le musitó la que recibía los golpes, le dejó algunos segundos y una vez la sangre ya cubría gran parte de su rostro, sostuvo a la elfa por detrás, tomándola de los hombros por debajo de sus axilas para así tirarla hacia atrás.
Otro suspiro se presentó en Sugar, tomó los guantes en el suelo tras inclinarse y los arrojó nuevamente a la mesa, uno se cayó al suelo pero poca importancia le dió.
— Sigan entrenando, vagos, o los haré subir al ring conmigo, y no contendré la fuerza esta vez. —
Se bajó del ring detrás de la rubia, la detuvo con un toque en el hombro una vez llegaron afuera, una brisa de viento frío le hizo estremecerse ligeramente, pero aún así, no movió un pelo.
— Las vendas te están cortando la circulación de las manos. Ah, y... No se te rompió ninguna uña, ¿No? — Rió pero luego negó con las manos para que no se lo tome a mal.
— Peleaste mejor que todos ellos y en tú primer día, asumo que no es la primera vez que peleas. ¿Por qué no vienes más seguido? Tienes futuro, y me gustaría enseñarle a alguien que no se dedique a pastar los campos y a pelearse en tabernas con lo que les enseño. — Rió pensando en los campesinos, aunque ciertamente también enseñaba a algunos de la guardia e incluso a matones de Ciudad Lagarto.
Le pareció curioso que le copie su postura, sobre todo porque al menos en Aerandir, poca gente peleaba como él, después de todo, utilizaba artes marciales mixtas de otro mundo. Le hizo sonreír, podía ver como la elfa se quería poner a su altura, aunque bien sabía que cuerpo a cuerpo y sin un arma de por medio, pocas chances tenía, por no decir nulas.
Sus provocaciones parecían haber funcionado, furiosa la elfa se abalanzó sobre él. Comenzó a esquivar ciertos golpes con finos movimientos de pies, cadera y torso, al igual que moviendo su cabeza de lado a lado. Varias oportunidades de golpearla vió, pero decidió no hacerlo, quería jugar un poco.
No esperó el golpe en sus costillas, en el centro de estas, el golpe se detuvo casi en seco, el bio miró con curiosidad eso y solo sonrió ampliamente con una expresión extraña y fría.
Ya muchos de los golpes de Eilydh eran recibidos adrede, quería verla frustrada, quería saber con que tipo de soluciones podría venirse, después de todo, su rostro era un punto débil para él, al igual que su espalda, sus rodillas, sus órganos, varios puntos estaban sin escudarse, todo gracias a que los científicos no querían hacerle muy pesado y lento.
Pero se cansó, quiso demostrarle a la elfa que sus puños también eran pesados, le dió un seco golpe en el hígado con intenciones de dejarla sin aire por completo, era de las sensaciones más extrañas y horribles que podías sentir, la falta de aire y el no poder respirar por unos segundos seguro la atontarían bastante, sobre todo sí nunca antes había recibido un golpe allí, luego otro golpe más, esta vez fue hacia una de las mejillas de la elfa, con muy poca fuerza, no quería noquearla.
Los gritos de los hombres le distrajeron un poco, suspiró pesadamente y le dió la espalda a la elfa, sin notar lo que ella hacía de momento. Se empezó a quitar los guantes, los arrojó a una mesa cerca del ring para luego observar esa cómica situación.
La dejó descargarse un poco, le recordó a él mismo en ciertas situaciones de frustración, le provocó una pequeña risa, pensó en como eran más parecidos de lo que creían en un comienzo, fue por esto que le dejó ser.
— Te lo buscaste, Latus. —
Le musitó la que recibía los golpes, le dejó algunos segundos y una vez la sangre ya cubría gran parte de su rostro, sostuvo a la elfa por detrás, tomándola de los hombros por debajo de sus axilas para así tirarla hacia atrás.
Otro suspiro se presentó en Sugar, tomó los guantes en el suelo tras inclinarse y los arrojó nuevamente a la mesa, uno se cayó al suelo pero poca importancia le dió.
— Sigan entrenando, vagos, o los haré subir al ring conmigo, y no contendré la fuerza esta vez. —
Se bajó del ring detrás de la rubia, la detuvo con un toque en el hombro una vez llegaron afuera, una brisa de viento frío le hizo estremecerse ligeramente, pero aún así, no movió un pelo.
— Las vendas te están cortando la circulación de las manos. Ah, y... No se te rompió ninguna uña, ¿No? — Rió pero luego negó con las manos para que no se lo tome a mal.
— Peleaste mejor que todos ellos y en tú primer día, asumo que no es la primera vez que peleas. ¿Por qué no vienes más seguido? Tienes futuro, y me gustaría enseñarle a alguien que no se dedique a pastar los campos y a pelearse en tabernas con lo que les enseño. — Rió pensando en los campesinos, aunque ciertamente también enseñaba a algunos de la guardia e incluso a matones de Ciudad Lagarto.
Sugar
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Podía oir las risotadas de los hombres a medida que avanzaba por el pasillo que la llevaba hasta el exterior. Sus voces graves seguramente bromeando con cualquiera de sus rasgos. Podía sentir como cada una de aquellas palabras mermaba la seguridad que Eilydh quería poner en todas las cosas que hacía y para cuando alcanzó la puerta y el aire cálido de la noche la inundó, ya estaba arrepentida de su comportamiento.
Aquel lugar no era digno de su furia. No necesitaba estar allí. Matt Owens no era nadie. No necesitaba hacerle favores, podría marcharse, alejarse de todo lo que había prometido, empezar de cero en cualquier otro bosque, embrutecerse, pasar la vida en solitario. Al menos así nadie más nunca la juzgaría.
El problema era que se conocía lo suficientemente bien como para saber que ella sería la primera en juzgarse.
La voz casi metálica del bio la sacó de su cabeza. Señaló a sus vendas y Eilydh intentó deshacerlas de sus muñecas, molesta y sin siquiera mirarlo a los ojos. Estaban demasiado anudadas así que acabó frustrada y las dejó por imposible. La elfa supo que lo de las uñas era una simple broma pero en aquel momento estaba demasiado enfadada con aquel hombre como para importarle.
Se acercó a él lo suficiente como para sentir su respiración, le agarró del cabello tirando de su cabeza, en tensión y se puso de puntillas, amenazante, como si estuviese apunto de lanzarle un puñetazo en la mandíbula.
-¿Por qué has parado? Deberías haberle demostrado a tus pupilos como se pelea. Deberías haberme dejado en el suelo, A ellos los hubieses dejado ahí, tu mismo los has amenazado con eso... No se si te has dado cuenta, pero curo rápido. Algún que otro cardenal no me atemoriza. - tenía la mano aún en alto y con la otra aún agarraba el cuello de aquel hombre.- No se que me duele más, si el hecho de que creas que merezco tu compasión por no tener un miembro metálico entre mis piernas, o... la libertad que esa compasión le da a tus hombres para tratarme como alguien que es inferior por el hecho de no tenerlo.- dijo cargando sus palabras con intensidad, como si pronunciarlas fuese un golpe seco.
Respiró hondo y finalmente lo soltó. El Bio no era el causante de su rabia, al fin y al cabo. Se separó de él, algo enrojecida por la furia y la verguenza de su proximidad y actuación y comenzó a andar.
La invitación del hombre la pilló desprevenida. Eilydh deseaba con todas sus fuerzas no pisar aquel gimnasio nunca más en su vida, pero si no conseguía lo que había venido a hacer, casi podía ver la mirada condescendiente de Matt Owens, casi paternal al regresar a ciudad lagarto.
-Serías muy afortunado si decidiese hacerlo- se forzó a decir- Tan solo por dar algo sobre lo que hablar a tus pupilos. Y clavarte mis uñas a tu cara. A ver si así te preocupas menos por ellas- dijo simplemente. Aquello era un alto al fuego, por ahora, aunque verdaderamente estaba bastante dolida, así que no tenía ganas de darle más conversación al hombre.
Necesitaba algo que le hiciese olvidar los molestos recuerdos que aquella situación le había puesto en la cabeza.
Así que caminó hasta la taberna más cercana.
Aquel lugar no era digno de su furia. No necesitaba estar allí. Matt Owens no era nadie. No necesitaba hacerle favores, podría marcharse, alejarse de todo lo que había prometido, empezar de cero en cualquier otro bosque, embrutecerse, pasar la vida en solitario. Al menos así nadie más nunca la juzgaría.
El problema era que se conocía lo suficientemente bien como para saber que ella sería la primera en juzgarse.
La voz casi metálica del bio la sacó de su cabeza. Señaló a sus vendas y Eilydh intentó deshacerlas de sus muñecas, molesta y sin siquiera mirarlo a los ojos. Estaban demasiado anudadas así que acabó frustrada y las dejó por imposible. La elfa supo que lo de las uñas era una simple broma pero en aquel momento estaba demasiado enfadada con aquel hombre como para importarle.
Se acercó a él lo suficiente como para sentir su respiración, le agarró del cabello tirando de su cabeza, en tensión y se puso de puntillas, amenazante, como si estuviese apunto de lanzarle un puñetazo en la mandíbula.
-¿Por qué has parado? Deberías haberle demostrado a tus pupilos como se pelea. Deberías haberme dejado en el suelo, A ellos los hubieses dejado ahí, tu mismo los has amenazado con eso... No se si te has dado cuenta, pero curo rápido. Algún que otro cardenal no me atemoriza. - tenía la mano aún en alto y con la otra aún agarraba el cuello de aquel hombre.- No se que me duele más, si el hecho de que creas que merezco tu compasión por no tener un miembro metálico entre mis piernas, o... la libertad que esa compasión le da a tus hombres para tratarme como alguien que es inferior por el hecho de no tenerlo.- dijo cargando sus palabras con intensidad, como si pronunciarlas fuese un golpe seco.
Respiró hondo y finalmente lo soltó. El Bio no era el causante de su rabia, al fin y al cabo. Se separó de él, algo enrojecida por la furia y la verguenza de su proximidad y actuación y comenzó a andar.
La invitación del hombre la pilló desprevenida. Eilydh deseaba con todas sus fuerzas no pisar aquel gimnasio nunca más en su vida, pero si no conseguía lo que había venido a hacer, casi podía ver la mirada condescendiente de Matt Owens, casi paternal al regresar a ciudad lagarto.
-Serías muy afortunado si decidiese hacerlo- se forzó a decir- Tan solo por dar algo sobre lo que hablar a tus pupilos. Y clavarte mis uñas a tu cara. A ver si así te preocupas menos por ellas- dijo simplemente. Aquello era un alto al fuego, por ahora, aunque verdaderamente estaba bastante dolida, así que no tenía ganas de darle más conversación al hombre.
Necesitaba algo que le hiciese olvidar los molestos recuerdos que aquella situación le había puesto en la cabeza.
Así que caminó hasta la taberna más cercana.
Eilydh
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Tardó apenas unos segundos, pues antes de salir, había ordenado a los demás que sigan entrenando, ya sabían la rutina, hacer el ejercicio designado y cambiar con el de su izquierda cada tres minutos, y así hasta la hora y media, al menos sí es que Sugar no organizaba nada más, cosa que probablemente por esa noche no haría, la elfa había llamado su atención.
Finalmente había salido, el olor a sudor entremezclado con humedad, quedó detrás de ellos. Miró a la ajena luego de aquel comentario y sonrió confiado, incluso aún más debido a la agresividad que le tomó del cabello.
Sus palabras lo hicieron sonreír, incluso soltó una leve carcajada mientras oía a la ajena. Realmente era una tonta, pensó que creía que estaba en medio del mundo, con este girando a su alrededor.
— Creo que estás confundiendo las cosas. — La miró fijamente a los ojos con un aspecto un tanto serio. — Estás hablando estupideces sin siquiera considerar el contexto en el que te encontrabas. — Le apartó la mano que le tomaba del cabello con cierta fuerza, clavando sus dedos en ella para luego soltarla. — ¿Compasión? Mírate a un espejo, te he dejado peor que a todos y cada uno de mis clientes, pero tú estás en culpa por ello. Y dicho esto, tengas o no un miembro allí abajo, no es de mi incumbencia, creí que habías venido para entrenar. —
Suspiró pesadamente, un leve vapor se vió salir de su boca, miró a su alrededor, terminó de cerrar la puerta al lugar y finalmente retorno las atenciones a la rubia.
— ¿Por qué viniste realmente? ¿Para "dar sobre qué hablar" a mis pupilos? ¿Para demostrarme algo? ¿Para demostrarte algo? ¿Para demostrarle algo a los demás? No lo entiendo, entrar, dar ese espectáculo tan torpe y luego marcharte como una niña enojada y caprichosa, parece como sí realmente no hubieras venido con las ganas de unirte al grupo. — Lo último lo había musitado cuando la elfa ya se estaba marchando. — ¿Y ahora a dónde irás? ¿A curarte los moretones y a quejarte en la cama? Creí que querías querías realmente demostrar que no estás hecha para las tabernas o los locales con luces rojas. Que querías valer por ti misma sin importarte los demás. —
Alzó los hombros sin darle mucha más importancia, estaba en ella lo que iba a ser, ya suficiente que la siguió hasta ese punto, no tenía tiempo para caprichos.
Finalmente había salido, el olor a sudor entremezclado con humedad, quedó detrás de ellos. Miró a la ajena luego de aquel comentario y sonrió confiado, incluso aún más debido a la agresividad que le tomó del cabello.
Sus palabras lo hicieron sonreír, incluso soltó una leve carcajada mientras oía a la ajena. Realmente era una tonta, pensó que creía que estaba en medio del mundo, con este girando a su alrededor.
— Creo que estás confundiendo las cosas. — La miró fijamente a los ojos con un aspecto un tanto serio. — Estás hablando estupideces sin siquiera considerar el contexto en el que te encontrabas. — Le apartó la mano que le tomaba del cabello con cierta fuerza, clavando sus dedos en ella para luego soltarla. — ¿Compasión? Mírate a un espejo, te he dejado peor que a todos y cada uno de mis clientes, pero tú estás en culpa por ello. Y dicho esto, tengas o no un miembro allí abajo, no es de mi incumbencia, creí que habías venido para entrenar. —
Suspiró pesadamente, un leve vapor se vió salir de su boca, miró a su alrededor, terminó de cerrar la puerta al lugar y finalmente retorno las atenciones a la rubia.
— ¿Por qué viniste realmente? ¿Para "dar sobre qué hablar" a mis pupilos? ¿Para demostrarme algo? ¿Para demostrarte algo? ¿Para demostrarle algo a los demás? No lo entiendo, entrar, dar ese espectáculo tan torpe y luego marcharte como una niña enojada y caprichosa, parece como sí realmente no hubieras venido con las ganas de unirte al grupo. — Lo último lo había musitado cuando la elfa ya se estaba marchando. — ¿Y ahora a dónde irás? ¿A curarte los moretones y a quejarte en la cama? Creí que querías querías realmente demostrar que no estás hecha para las tabernas o los locales con luces rojas. Que querías valer por ti misma sin importarte los demás. —
Alzó los hombros sin darle mucha más importancia, estaba en ella lo que iba a ser, ya suficiente que la siguió hasta ese punto, no tenía tiempo para caprichos.
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Aquel hombre del que ni siquiera sabía el nombre tenía la habilidad de discutir. Eilydh lo supo desde el momento exacto en el que puso los pies en el gimnasio que regentaba.
Lo hacía de la misma manera que Owens se camuflaba en sus corazas o que Eltrant evitaba acercarse demasiado a algo que lo llevase a perder el control. Aquel bio había aprendido a nadar en el caos y lo había hecho suyo. Había empezado a darle beneficio.
Eilydh no estaba segura de si era exactamente esa habilidad notoria del bio lo que la molestaba o el hecho de que el hombre no tenía consciencia de que lo hacía. Como si fuese algo innato en el. Como si el pelear fuese su aire y no lo hiciese por sentirse herido, o atacado... simplemente era pelea. Argumento. Contradicción.
Parte de Eilydh odiaba aquello. Al fin y al cabo su naturaleza elfa hacía que su orgullo fuese una parte importante de su carácter. Además que bueno... la propia elfa había vivido su vida acostumbrada a ser algo que existía para ser admirado, no contrariado.
Se llevó la mano a donde la del bio había hecho presión hacía algunos momentos. La dejó ahí, pensativa, escuchando que era aquello que le consternaba de ella. Cada pregunta que le hacía parecía ser Justo las palabras exactas que había estado intentado buscar y cuando se alejó de él y no la siguió de dio cuenta que a veces se ganaba más una batalla aplacándola que alimentando su fuego.
Y el fuego de Eilydh era casi instantáneo.
Sacudió la cabeza y suspiró mientras se giraba hacia el bio. Le tendió la mano que llevaba las vendas y tras pensárselo varios segundos dijo:
- He venido a que me ayudes a quitarme las vendas dijo en una manera casi dulce, relajada, como si por algún motivo no hubiese estado enfadada hasta hacía varios minutos- Estoy segura que hay heridas bajo ellas. Pero... curo rápido y cada cicatriz es un aprendizaje-le instó a que la ayudase con las vendas.
Aquel bio no tenía ni idea de cuanto de verdad había en aquella frase. De hecho, la propia Eilydh se sorprendió al pronunciarla, y aquello la hizo tímida durante unos segundos mientras desenredaba las vendas.
Cuando terminó no dijo nada, agarró al hombre por el brazo y caminó aprisa, sin ni siquiera esperar a que el chico pudiese deshacerse de su agarre. No le dio mucha tregua a escapar, Como si hubiese estado pensando en hacer aquello todo el tiempo.
Agitada giró una y otra calle hasta acabar en un callejón sin salida en el que giró y de manera brusca aplacó a su acompañante en la pared. Se llevó la mano a los labios en señal de silencio mientras algunos pasos acompañaban a voces masculinas, divertidas y ajenas a ambos que se escondían allí.
Cuando estos pasaron de largo, Eilydh instó al bio a seguirla y tras dar varios pasos se paró en seco, se giró a él y susurró:
- Mi nombre es Eille-dudó por un Segundo- y espero que estes encantado de conocer al mayor de tus problemas en... al menos una temporada - dijo sonrió de manera burlona distraida,y se giró de nuevo, instando al hombre a seguirla de manera sigilosa.
Había estado observando a esos dos hombres en particular desde que llegó. Si aquel bio tenía idea alguna de donde Justo iba a llevarlo, esque el mismo no era trigo limpio. Si no la tenía... quizás era hora de abrirle los ojos.
Ambos ganaban.
Eilydh no pudo evitar sentir su corazón latir un poco aprisa. Por alguna razón estaba ansiosa por demostrarle a aquel desconocido que ella también sabía arreglárselas sola.
Lo hacía de la misma manera que Owens se camuflaba en sus corazas o que Eltrant evitaba acercarse demasiado a algo que lo llevase a perder el control. Aquel bio había aprendido a nadar en el caos y lo había hecho suyo. Había empezado a darle beneficio.
Eilydh no estaba segura de si era exactamente esa habilidad notoria del bio lo que la molestaba o el hecho de que el hombre no tenía consciencia de que lo hacía. Como si fuese algo innato en el. Como si el pelear fuese su aire y no lo hiciese por sentirse herido, o atacado... simplemente era pelea. Argumento. Contradicción.
Parte de Eilydh odiaba aquello. Al fin y al cabo su naturaleza elfa hacía que su orgullo fuese una parte importante de su carácter. Además que bueno... la propia elfa había vivido su vida acostumbrada a ser algo que existía para ser admirado, no contrariado.
Se llevó la mano a donde la del bio había hecho presión hacía algunos momentos. La dejó ahí, pensativa, escuchando que era aquello que le consternaba de ella. Cada pregunta que le hacía parecía ser Justo las palabras exactas que había estado intentado buscar y cuando se alejó de él y no la siguió de dio cuenta que a veces se ganaba más una batalla aplacándola que alimentando su fuego.
Y el fuego de Eilydh era casi instantáneo.
Sacudió la cabeza y suspiró mientras se giraba hacia el bio. Le tendió la mano que llevaba las vendas y tras pensárselo varios segundos dijo:
- He venido a que me ayudes a quitarme las vendas dijo en una manera casi dulce, relajada, como si por algún motivo no hubiese estado enfadada hasta hacía varios minutos- Estoy segura que hay heridas bajo ellas. Pero... curo rápido y cada cicatriz es un aprendizaje-le instó a que la ayudase con las vendas.
Aquel bio no tenía ni idea de cuanto de verdad había en aquella frase. De hecho, la propia Eilydh se sorprendió al pronunciarla, y aquello la hizo tímida durante unos segundos mientras desenredaba las vendas.
Cuando terminó no dijo nada, agarró al hombre por el brazo y caminó aprisa, sin ni siquiera esperar a que el chico pudiese deshacerse de su agarre. No le dio mucha tregua a escapar, Como si hubiese estado pensando en hacer aquello todo el tiempo.
Agitada giró una y otra calle hasta acabar en un callejón sin salida en el que giró y de manera brusca aplacó a su acompañante en la pared. Se llevó la mano a los labios en señal de silencio mientras algunos pasos acompañaban a voces masculinas, divertidas y ajenas a ambos que se escondían allí.
Cuando estos pasaron de largo, Eilydh instó al bio a seguirla y tras dar varios pasos se paró en seco, se giró a él y susurró:
- Mi nombre es Eille-dudó por un Segundo- y espero que estes encantado de conocer al mayor de tus problemas en... al menos una temporada - dijo sonrió de manera burlona distraida,y se giró de nuevo, instando al hombre a seguirla de manera sigilosa.
Había estado observando a esos dos hombres en particular desde que llegó. Si aquel bio tenía idea alguna de donde Justo iba a llevarlo, esque el mismo no era trigo limpio. Si no la tenía... quizás era hora de abrirle los ojos.
Ambos ganaban.
Eilydh no pudo evitar sentir su corazón latir un poco aprisa. Por alguna razón estaba ansiosa por demostrarle a aquel desconocido que ella también sabía arreglárselas sola.
Eilydh
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Esperó la respuesta de la rubia, arqueando una ceja, esperando con cierta... Intriga el comportamiento que podría llegar a tener, ¿Todas las elfas eran así de orgullosas y caprichosas? Empezó a analizarlo, le resultaba divertido el discutir con ella. Quizá a futuro se busque alguna que otra elfa más para molestarla también.
Estuvo a punto de voltear, de hecho lo hizo, giró a medias su cuerpo hasta que oyó los pasos acercándose hacia él, la miró nuevamente, sorprendido por su actuar, tomó sus manos con delicadeza y comenzó a quitarle las vendas sin decir nada, no entendía las acciones ajenas en ese punto.
Le desenredó ambas de las manos, le llevó algunos segundos de más debido a lo mal hecho que estaba aquel nudo alrededor de su pulgar, y finalmente terminó, las arrojó dentro del gimnasio por la puerta de este y luego volvió a cerrarla.
Pronto sentiría el agarre fuerte y la jalada ajena, estuvo a punto de safarse y apartarse, pero la curiosidad le permitió dejarse llevar.
— ¿A dónde me llevas? — Musitó para no tener una respuesta, realmente no sabía sí la esperaba.
Finalmente llegaron a uno de los callejones de aquel pequeño pueblo en el que se encontraban, la miró a los ojos con sus luminosos orbes azules, confundido, pero aguardando silencio como le había pedido.
Unas cuatro diferentes voces se escuchaban, le resultaron familiar, ¿Cómo no? Con una memoria lógica como la suya.
Eran los buscapleitos, los matones, ladrones, bandidos y malechores del lugar, quienes subestimaban a Sugar, incluso en algún punto intentaron robarle, para encontrarse con este sorprendiéndolos en su hogar.
— Dime Sugar. — Dijo secamente, pues estaba pensando en la última frase que oyó de ella, le confundió aún más de lo que ya estaba. Pero la siguió, ¿Qué estaba planeando con esos tipos? Sabía quienes eran, sabía a donde le llevaban, el escondrijo de estos donde solían llevar lo que robaban tanto del mismo pueblo como de ambas ciudades vecinas, Lagarto y Lunargenta.
Incluso hasta había oído rumores de que narcotraficaban ciertas drogas entre ambas ciudades.
Llegaron al escondite, una pequeña casa a la que se entraba por ese callejón, con solo una puerta con una ventana de rejas, se podía ver a través de ella, aunque mayormente había alguno que otro prestando atención a la entrada.
— ¿Planeas comprar opio o algo? — Llevó sus dos manos relajadamente a su nuca, susurrando mientras miraba el iluminado lugar con antorchas. — O... ¿Tienes algo pendiente con ellos? —
Nunca antes se había molestado con ellos más que para darle una paliza a alguno, y así forzar que nunca más le vuelvan a molestar más que con sus miradas de resentimiento, les consideraba basura inútil que nunca pasaría de eso, no tenían ni la ambición, ni la inteligencia como tampoco las habilidades para esto. Sus pupilos provenientes de Lagarto eran mucho más adecuados para estos labores, ya lo había comprobado hace tiempo cuando empleó a uno de estos para conseguir algunas cosas.
Estuvo a punto de voltear, de hecho lo hizo, giró a medias su cuerpo hasta que oyó los pasos acercándose hacia él, la miró nuevamente, sorprendido por su actuar, tomó sus manos con delicadeza y comenzó a quitarle las vendas sin decir nada, no entendía las acciones ajenas en ese punto.
Le desenredó ambas de las manos, le llevó algunos segundos de más debido a lo mal hecho que estaba aquel nudo alrededor de su pulgar, y finalmente terminó, las arrojó dentro del gimnasio por la puerta de este y luego volvió a cerrarla.
Pronto sentiría el agarre fuerte y la jalada ajena, estuvo a punto de safarse y apartarse, pero la curiosidad le permitió dejarse llevar.
— ¿A dónde me llevas? — Musitó para no tener una respuesta, realmente no sabía sí la esperaba.
Finalmente llegaron a uno de los callejones de aquel pequeño pueblo en el que se encontraban, la miró a los ojos con sus luminosos orbes azules, confundido, pero aguardando silencio como le había pedido.
Unas cuatro diferentes voces se escuchaban, le resultaron familiar, ¿Cómo no? Con una memoria lógica como la suya.
Eran los buscapleitos, los matones, ladrones, bandidos y malechores del lugar, quienes subestimaban a Sugar, incluso en algún punto intentaron robarle, para encontrarse con este sorprendiéndolos en su hogar.
— Dime Sugar. — Dijo secamente, pues estaba pensando en la última frase que oyó de ella, le confundió aún más de lo que ya estaba. Pero la siguió, ¿Qué estaba planeando con esos tipos? Sabía quienes eran, sabía a donde le llevaban, el escondrijo de estos donde solían llevar lo que robaban tanto del mismo pueblo como de ambas ciudades vecinas, Lagarto y Lunargenta.
Incluso hasta había oído rumores de que narcotraficaban ciertas drogas entre ambas ciudades.
Llegaron al escondite, una pequeña casa a la que se entraba por ese callejón, con solo una puerta con una ventana de rejas, se podía ver a través de ella, aunque mayormente había alguno que otro prestando atención a la entrada.
— ¿Planeas comprar opio o algo? — Llevó sus dos manos relajadamente a su nuca, susurrando mientras miraba el iluminado lugar con antorchas. — O... ¿Tienes algo pendiente con ellos? —
Nunca antes se había molestado con ellos más que para darle una paliza a alguno, y así forzar que nunca más le vuelvan a molestar más que con sus miradas de resentimiento, les consideraba basura inútil que nunca pasaría de eso, no tenían ni la ambición, ni la inteligencia como tampoco las habilidades para esto. Sus pupilos provenientes de Lagarto eran mucho más adecuados para estos labores, ya lo había comprobado hace tiempo cuando empleó a uno de estos para conseguir algunas cosas.
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Sugar estaba haciendo demasiadas preguntas.
Eilydh seguía a los traficantes sigilosa, como una pantera cortejando a su presa. De cuando en cuando atusaba a Sugar a un lado u otro evitando así que los viesen seguirlos y tan solo cuando llegaron al lugar exacto al que aquellos hombre se dirigían y una vez ellos entraron en la casona, Eilydh contestó al bio.
-Si quisiese una drogarme al menos me preocuparía de que la mercancía fuese lo suficientemente fuerte como para dormirme una semana... Y por supuesto no lo haría en compañía de un Bio que más del que aún me cuestiono si quiere matarme, robarme... o violarme- dijo distraída mientras analizaba cualquier entrada a la casona.
-Tus vecinos llevan ocultando cierta mercancía en cierto recodo de tu lugar como... unas 3 semanas- le dijo sin mirarlo a la cara, casi susurrando. Se giró hasta posicionarse frente a él y luego dijo- El caso es que.. esa mercancía no es exactamente barata. Ni suya....Voy a dejarme llevar por esa cara angelical tuya sumida en ese gesto de asombro y pensar que no tienes nada que ver con lo que esos becerros están tramando.- dijo alzando un poco el dobladillo de su falda dejando entrever su muslo.
Agarró una de las dos dagas que llevaba guardadas en él y la manipuló entre las manos por un segundo, como sopesandola. No estaba muy segura de si podía confiar en él, al fin y al cabo tan solo lo conocía de hacía algunas horas, pero viendo como cuidaba su gimnasio dudaba que se ofreciese para que otros lo usasen de alijo sin tomar beneficio de su uso. Eso y que eran 4 hombres y ella era una, hizo que la decisión de confiar o no en Sugar se simplificase bastante.
Finalmente, le tendió una de sus dagas.
-Puedes marcharte y dejar que esos hombre sigan entrando en tu gimnasio a sus anchas cuando no te das cuenta, o... ayudarme y exponerte a romper alguno que otro de tus perfectos engranajes- le dijo la elfa dandole un toquecito en el brazo de manera burlona, como pagandole el chiste que él había hecho de sus uñas- Tú decides.
Tras ello avanzó hasta la fachada de la casa y se posicionó de espaldas a ella, oculta por un sinfin de barriles vacíos que se amontonaban en la entrada. Se deslizó hasta cerca de la ventana para poder escuchar un poco más de lo que sucedía allí dentro.
-... y luego le dije, vas a darme el precio que te pido por ella o sere yo el que la use contra ti.- El desconocido se sumio en una profunda carcajada a la que se le unieron varias voces mas.
- Si el tal virrey supiese el beneficio minimo que le estamos ganando a estos productos, creeme... se pensaría dos veces si hacer más negocios con nosotros. No es que tampoco sean de muy buena calidad...- dijo otra voz como examinando algo.
-El virrey se pasa las horas entre lios de faldas, funerales y ritos paganos. Dudo siquiera que compruebe el dinero que le llega en las bolsas todas las semanas. He oido que desde que su asesina personal se marchó ya van 4 los intentos de asesinarlo.- dijo uno con una voz más aguda.
-Lo que me sorprende es como los burla... dicen que esta enfermo- volvió a decir el primero.
-Pues de la misma manera que nosotros burlamos a ese gallito de Sugar... - los hombres rieron al unísino- En fin, caballeros, hablemos de negocios. Digamos que vendemos esta en particular por....-
Eilydh se giró un poco, buscando un lugar por el que entrar sin ser demasiado obvia, necesitaba el factor sorpresa que le diese ventaja sobre aquellos fornidos hombres.
Eilydh seguía a los traficantes sigilosa, como una pantera cortejando a su presa. De cuando en cuando atusaba a Sugar a un lado u otro evitando así que los viesen seguirlos y tan solo cuando llegaron al lugar exacto al que aquellos hombre se dirigían y una vez ellos entraron en la casona, Eilydh contestó al bio.
-Si quisiese una drogarme al menos me preocuparía de que la mercancía fuese lo suficientemente fuerte como para dormirme una semana... Y por supuesto no lo haría en compañía de un Bio que más del que aún me cuestiono si quiere matarme, robarme... o violarme- dijo distraída mientras analizaba cualquier entrada a la casona.
-Tus vecinos llevan ocultando cierta mercancía en cierto recodo de tu lugar como... unas 3 semanas- le dijo sin mirarlo a la cara, casi susurrando. Se giró hasta posicionarse frente a él y luego dijo- El caso es que.. esa mercancía no es exactamente barata. Ni suya....Voy a dejarme llevar por esa cara angelical tuya sumida en ese gesto de asombro y pensar que no tienes nada que ver con lo que esos becerros están tramando.- dijo alzando un poco el dobladillo de su falda dejando entrever su muslo.
Agarró una de las dos dagas que llevaba guardadas en él y la manipuló entre las manos por un segundo, como sopesandola. No estaba muy segura de si podía confiar en él, al fin y al cabo tan solo lo conocía de hacía algunas horas, pero viendo como cuidaba su gimnasio dudaba que se ofreciese para que otros lo usasen de alijo sin tomar beneficio de su uso. Eso y que eran 4 hombres y ella era una, hizo que la decisión de confiar o no en Sugar se simplificase bastante.
Finalmente, le tendió una de sus dagas.
-Puedes marcharte y dejar que esos hombre sigan entrando en tu gimnasio a sus anchas cuando no te das cuenta, o... ayudarme y exponerte a romper alguno que otro de tus perfectos engranajes- le dijo la elfa dandole un toquecito en el brazo de manera burlona, como pagandole el chiste que él había hecho de sus uñas- Tú decides.
Tras ello avanzó hasta la fachada de la casa y se posicionó de espaldas a ella, oculta por un sinfin de barriles vacíos que se amontonaban en la entrada. Se deslizó hasta cerca de la ventana para poder escuchar un poco más de lo que sucedía allí dentro.
-... y luego le dije, vas a darme el precio que te pido por ella o sere yo el que la use contra ti.- El desconocido se sumio en una profunda carcajada a la que se le unieron varias voces mas.
- Si el tal virrey supiese el beneficio minimo que le estamos ganando a estos productos, creeme... se pensaría dos veces si hacer más negocios con nosotros. No es que tampoco sean de muy buena calidad...- dijo otra voz como examinando algo.
-El virrey se pasa las horas entre lios de faldas, funerales y ritos paganos. Dudo siquiera que compruebe el dinero que le llega en las bolsas todas las semanas. He oido que desde que su asesina personal se marchó ya van 4 los intentos de asesinarlo.- dijo uno con una voz más aguda.
-Lo que me sorprende es como los burla... dicen que esta enfermo- volvió a decir el primero.
-Pues de la misma manera que nosotros burlamos a ese gallito de Sugar... - los hombres rieron al unísino- En fin, caballeros, hablemos de negocios. Digamos que vendemos esta en particular por....-
Eilydh se giró un poco, buscando un lugar por el que entrar sin ser demasiado obvia, necesitaba el factor sorpresa que le diese ventaja sobre aquellos fornidos hombres.
Eilydh
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
— ¿Dudas de mí? ¿Luego de la honorable paliza que te dí? — Tembló sus labios para hacer un sonido infantil, dramatizando de más lo ofendido que se encontraba.
Pero inmediatamente se tornó serio en cuanto la oyó. — ¿En mi lugar. . . ? — Ambos puños del bio se apretaron entre sí. Se había sorprendido, pero ahora miraba con odio a aquellos mientras seguía a la elfa.
Miró la daga que le quería entregar, alzó los hombros y dejó salir una bocanada de aire por su nariz, completamente altruista y orgulloso. — No necesito juguetes, tengo suficiente con mis manos, aunque dejé el exoesqueleto en el gimnasio. — Sonrió, tomó una de sus manos y la tronó, tronó más fuerte de lo que debía, seguramente debido a los mecanismos dentro de ella, luego hizo lo propio con la otra.
— Como sí pudieran siquiera tocarme esta panda de inútiles drogadictos. — Resoplo, la miró a los ojos, luego nuevamente se acercó a la ventana, echó una mirada por el costado inferior de esta con la elfa a su lado, finalmente miró a los cuatro que allí yacían, todos divertidos y jactándose de él. Se le marcó una vena en la frente, dejó salir un bufido bastante fuerte
— Les romperé la jodida cabeza a patadas. — Dejó salir hacia Eille, ni bajo ni alto, realmente le dió igual sí le escuchaban, y lo que hacía Eille de momento.
— ¡ASÍ QUE... — Gritó frente a la puerta, le dió una patada mientras hablaba. — SOY UN JODIDO GALLITO, ¿EH?! — Luego de dos patadas, quebró el picaporte y parte de la madera, esta cedió rápidamente, no era de buena calidad ni estaba bien cuidada, y así, entró de inmediato a la habitación mientras observaba a esos cuatro.
— ¿Y este que coños hace aquí? — Ese sujeto, un tipo flaco, con apariencia de no comer mucho tomaba una espada corta que estaba apoyada en la mesa
— ¿Qué importa? ¡Cuidado Sam! — Avisaba a su compañero que estaba de espaldas a Sugar y aún no se había volteado a tiempo, tenía una contextura grande, más que el promedio, y era más alto que Sugar, pero poco le importó.
Se acercó a ese más próximo a él, que estaba de espaldas, gancho derecho que le dió en la mejilla, se balanceó a un lado y de rápida manera lo tomó del cuello por detrás, empezó a apretujar este con su antebrazo, mientras hacía un intento desesperado por liberarse, gruñendo y dejando salir sonidos guturales por su boca.
— ¡Les haré saber lo que hacen los jodidos gallos encerrados, hijos de puta! —
Una patada a las partes traseras de su rodilla le dió, forzando a que caiga al suelo, mientras tomaba aire agitado. Momento que aprovechó el bio para darle una patada en el costado de la cabeza, y que ahí quede, mientras los otros tres se conformaban a su alrededor, y uno, el de la espada corta, ya se le tiraba encima de inmediato.
El flaquito se abalanzó sobre él con la espada hacia arriba, con el pensamiento que tendría ventaja al estar armado, el entrenador quiso esquivar, pero uno de los tipos a su costado quedaría en alcance para golpearlo, solo colocó un brazo hacia arriba, lo recibiría de lleno con la parte metálica de su mano.
Un poco de sangre salió de ella a la vez que se escuchaba el sonido de metal golpeando metal, un chirrido y ligeras chispas salir de allí, a la par que Sugar gruñó ligeramente de dolor. Rápidamente el luchador le devolvió el golpe con un puñetazo izquierdo en una de sus costillas, lo suficientemente fuerte para hacerlo retroceder y quejarse en el progreso, casi soltando hasta la espada.
Se quedaría entre los tres, recibiendo, esquivando y devolviendo cada uno de sus golpes con otro, sin importarle sí se llevaba una parte de ellos también, sus partes metálicas le protegían en mayor medida, aunque se magullaban con los más fuertes de estos.
——————————————————————
Habilidad de nivel 0:
Juego de pies: (Activable) Sugar da pasos cortos en el lugar, sin dejar de mover sus pies en una posición de pelea típica de luchador de kick boxing, gracias a su rápido juego de pies y su buena postura, puede aprovechar contra-atacar a sus rivales de forma casi instantánea y certera cuando estos intentan atacarlo.
Duración: 2 turnos.
Enfriamiento: 5 turnos.
Pero inmediatamente se tornó serio en cuanto la oyó. — ¿En mi lugar. . . ? — Ambos puños del bio se apretaron entre sí. Se había sorprendido, pero ahora miraba con odio a aquellos mientras seguía a la elfa.
Miró la daga que le quería entregar, alzó los hombros y dejó salir una bocanada de aire por su nariz, completamente altruista y orgulloso. — No necesito juguetes, tengo suficiente con mis manos, aunque dejé el exoesqueleto en el gimnasio. — Sonrió, tomó una de sus manos y la tronó, tronó más fuerte de lo que debía, seguramente debido a los mecanismos dentro de ella, luego hizo lo propio con la otra.
— Como sí pudieran siquiera tocarme esta panda de inútiles drogadictos. — Resoplo, la miró a los ojos, luego nuevamente se acercó a la ventana, echó una mirada por el costado inferior de esta con la elfa a su lado, finalmente miró a los cuatro que allí yacían, todos divertidos y jactándose de él. Se le marcó una vena en la frente, dejó salir un bufido bastante fuerte
— Les romperé la jodida cabeza a patadas. — Dejó salir hacia Eille, ni bajo ni alto, realmente le dió igual sí le escuchaban, y lo que hacía Eille de momento.
— ¡ASÍ QUE... — Gritó frente a la puerta, le dió una patada mientras hablaba. — SOY UN JODIDO GALLITO, ¿EH?! — Luego de dos patadas, quebró el picaporte y parte de la madera, esta cedió rápidamente, no era de buena calidad ni estaba bien cuidada, y así, entró de inmediato a la habitación mientras observaba a esos cuatro.
— ¿Y este que coños hace aquí? — Ese sujeto, un tipo flaco, con apariencia de no comer mucho tomaba una espada corta que estaba apoyada en la mesa
— ¿Qué importa? ¡Cuidado Sam! — Avisaba a su compañero que estaba de espaldas a Sugar y aún no se había volteado a tiempo, tenía una contextura grande, más que el promedio, y era más alto que Sugar, pero poco le importó.
Se acercó a ese más próximo a él, que estaba de espaldas, gancho derecho que le dió en la mejilla, se balanceó a un lado y de rápida manera lo tomó del cuello por detrás, empezó a apretujar este con su antebrazo, mientras hacía un intento desesperado por liberarse, gruñendo y dejando salir sonidos guturales por su boca.
— ¡Les haré saber lo que hacen los jodidos gallos encerrados, hijos de puta! —
Una patada a las partes traseras de su rodilla le dió, forzando a que caiga al suelo, mientras tomaba aire agitado. Momento que aprovechó el bio para darle una patada en el costado de la cabeza, y que ahí quede, mientras los otros tres se conformaban a su alrededor, y uno, el de la espada corta, ya se le tiraba encima de inmediato.
El flaquito se abalanzó sobre él con la espada hacia arriba, con el pensamiento que tendría ventaja al estar armado, el entrenador quiso esquivar, pero uno de los tipos a su costado quedaría en alcance para golpearlo, solo colocó un brazo hacia arriba, lo recibiría de lleno con la parte metálica de su mano.
Un poco de sangre salió de ella a la vez que se escuchaba el sonido de metal golpeando metal, un chirrido y ligeras chispas salir de allí, a la par que Sugar gruñó ligeramente de dolor. Rápidamente el luchador le devolvió el golpe con un puñetazo izquierdo en una de sus costillas, lo suficientemente fuerte para hacerlo retroceder y quejarse en el progreso, casi soltando hasta la espada.
Se quedaría entre los tres, recibiendo, esquivando y devolviendo cada uno de sus golpes con otro, sin importarle sí se llevaba una parte de ellos también, sus partes metálicas le protegían en mayor medida, aunque se magullaban con los más fuertes de estos.
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Habilidad de nivel 0:
Juego de pies: (Activable) Sugar da pasos cortos en el lugar, sin dejar de mover sus pies en una posición de pelea típica de luchador de kick boxing, gracias a su rápido juego de pies y su buena postura, puede aprovechar contra-atacar a sus rivales de forma casi instantánea y certera cuando estos intentan atacarlo.
Duración: 2 turnos.
Enfriamiento: 5 turnos.
Sugar
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Re: [Cerrado] Mi refugio, mi hogar, mi nueva vida. [Privado]
Eilydh puso los ojos en blanco el momento justo en el que entrevió como la sombra de su recien conocido Bio se apresuraba a la aventura dentro de aquella casona medio abandonada y llena de los traficantes. La elfa había puesto esperanzas en que el temple que sugar había demostrado en el ring de combate de alguna manera se prolongase a un plan de ataque más allá de simplemente lanzar puñetazos.
Pero era un hombre al fin y al cabo, y según su propia experiencia, poco se podía esperar de las habilidades pasivas de cualquier ser masculino. Así que tuvo pocas opciones mas que chistar un poco al bio mientras lo veía entrar en la zona donde los otros hombres discutían sus quehaceres.
Y a elfa justo contaba con eso, al fin y al cabo la única razón por la que había acudido a aquel nido de serpientes y se había expuesto a aquel Bio era justo para usarlo de distracción. Jamás pensó sin embargo que funcionase tan bien: Había observado el gimnasio durante semanas, planeado como acercarse al bio. Había dispuesto la imagen de debilidad que por otra parte la había sobrepasado más de lo que le hubiese gustado. Ese orgullo elfo suyo era, al fin y al cabo, algo intrínseco aún fingiendo.
Todo para llevarla hasta aquel preciso instante.
No hubo discusión alguna por algunos segundos. Tan solo el sonido del metal contra la carne ajena tronaba desde dentro de aquella habitación. Sin duda alguna, la modalidad de pelea de Sugar era cuanto menos poco discreta y para cuando la elfa entro en la habitación medio a regañadientes, los tres hombres más uno que el Bio había dejado caer inconsciente al suelo estaban demasiado ocupados intentando retar las habilidades de su compañero como para si quiera darse cuenta de que Eilydh había entrado en la sala.
La chica aprovechó justo aquello para sigilosamente deslizarse alrededor de la mesa sobre la que se alzaban distintas armas y artilugios valiosos. Se llevó la mano a los labios como si eligiese, con la certitud de que los otros hombres estaban demasiado ocupados con Sugar como para siquiera acercársele. Oculta entre las sombras altas de la noche y los distintos muebles de la estancia.
Para cuando se acercó a la mesa en si, Sugar ya se había deshecho de otro de los traficantes, que sangraba e intentaba levantarse de manera reiterada pero poco exitosa hasta finalmente desplomarse y llevarse las manos allí de donde emanaba sangre.
Los dos restantes parecieron darse de bruces con una realidad inequívoca al ver como su compañero caía al suelo. Sugar se había defendido y también parecía herido aquí y allá dejando entrever los circuitos que lo componían bajo la carne humana de la que se camuflaba. Aún así el Bio tenía la bastante fuerza aún como para acabar con ambos dos hombres y aquello no pasó desapercibido a uno de los matones que al ver al fin a Eilydh cargando disimuladamente con varias armas y objetos robados ocultos bajo su indumentaria, se pensó dos veces si volver a pegar a Sugar, ahora reforzado por la presencia de aquella desconocida que no les había ayudado, ergo no era de su grupo. Miró a su compañero y antes de que pudiese decir nada corrió fuera de la casona. Dejándolo solo.
El hombre que quedó gritó varias veces al desaparecido antes de insuflarse de valor para volver a arremeter contra Sugar. Eilydh no dudaba que el que se había marchado iba en busca de refuerzos por eso pensó que por mucho que prefiriese no mancharse de sangre debía acabar con aquello cuanto antes.
Aprovechó que el Bio asestaba un golpe certero al matón para acercarse por detrás y clavar su daga en el cuello del hombre que abrió la boca inundada de sangre y los ojos en señal de sorpresa.
-El virrey te envía saludos- comenzó a decir Eilydh- Te recuerda que en ciudad lagarto quien roba a un ladrón jamás tiene su perdón- dijo la elfa mientras dejaba caer el peso muerto del hombre al suelo con una sonrisa irónica en los labios.
Miró a Sugar. Parecía cansado y estaba segura de que alguno de sus circuitos estaban dañados. Se acercó como pudo teniendo en cuenta que todos sus alijos entre su ropa estaban llenos de aquellos materiales valiosos. El bio le había servido bien y aunque estaba segura de que su magia elfa no funcionaba con él, impuso sus manos en según que mecanismos expuestos para intentar que estos curasen. No lo hicieron por supuesto.
-Lo siento...- dijo la elfa- Por otra parte... estoy segura que el alijo de armas en tu gimnasio pagará buena parte de tus arreglos. Consideralo un regalo.- añadió alejándose un poco del Bio.
La noche se había quedado oscura y silenciosa, como si precediese a la veintena de pasos que se acercaban a aquel lugar avisados por el traficante que dejaron escapar. Eilydh fue muy consciente de ello de manera repentina y se acercó de nuevo a la mesa cargando las cosas que pensaba que le serían más útiles y valiosas tal y como había acordado con Matt Owens.
Cuando terminó se acercó a la puerta dispuesta a alejarse de allí antes de que los demás hombres apareciesen.
-Yo que tú no tardaría mucho en irme... - dijo la elfa instando a Sugar- No estoy segura de que tengas tanta suerte como para acabar con nadie más en ese estado- añadió. Le dedicó una sonrisa al hombre y dijo finalmente- Estoy segura que nos volveremos a ver. -dijo simplemente y dejó la estancia.
Caminó aprisa, sigilosa y escondida en las sombras, como solía hacer cuando escapaba de algun que otro elfo en los bosques frondosos de Sandorai. Cuando estuvo lo suficientemente perdida entre la frondosidad de los árboles cercanos como para que Sugar pudiese encontrarla se ocultó entre la maleza alta y algún que otro árbol con la luna como única luz en el reflejo de la noche.
Abrió la palma de su mano donde había ocultado una pequeña e ínfima tuerca de aquel Bio. Cuando posicionó su mano sobre él en un intento aparente de curarlo estaba ya casi suelta, y lo cierto era que no estaba segura qué tan valiosa era aquella parte del Bio. Se aseguró que era lo suficientemente cercana al cuello como para que Sugar se percatase que obviamente ella la había robado.
Pensó que quizás aquello era el suficiente aliciente como para atraer a Sugar a ciudad lagarto.
Aquello no era parte del plan establecido con Owens, pero tras ver la demostración de resistencia de aquel Bio estaba segura que el virrey se opondría poco o nada a contar con él para algún que otro favor.
Cerró la mano atesorando aquella parte del Bio y no pudo contener una sonrisa de autosuficiencia.
Se perdió en la espesura de la noche camino a ciudad lagarto.
Pero era un hombre al fin y al cabo, y según su propia experiencia, poco se podía esperar de las habilidades pasivas de cualquier ser masculino. Así que tuvo pocas opciones mas que chistar un poco al bio mientras lo veía entrar en la zona donde los otros hombres discutían sus quehaceres.
Y a elfa justo contaba con eso, al fin y al cabo la única razón por la que había acudido a aquel nido de serpientes y se había expuesto a aquel Bio era justo para usarlo de distracción. Jamás pensó sin embargo que funcionase tan bien: Había observado el gimnasio durante semanas, planeado como acercarse al bio. Había dispuesto la imagen de debilidad que por otra parte la había sobrepasado más de lo que le hubiese gustado. Ese orgullo elfo suyo era, al fin y al cabo, algo intrínseco aún fingiendo.
Todo para llevarla hasta aquel preciso instante.
No hubo discusión alguna por algunos segundos. Tan solo el sonido del metal contra la carne ajena tronaba desde dentro de aquella habitación. Sin duda alguna, la modalidad de pelea de Sugar era cuanto menos poco discreta y para cuando la elfa entro en la habitación medio a regañadientes, los tres hombres más uno que el Bio había dejado caer inconsciente al suelo estaban demasiado ocupados intentando retar las habilidades de su compañero como para si quiera darse cuenta de que Eilydh había entrado en la sala.
La chica aprovechó justo aquello para sigilosamente deslizarse alrededor de la mesa sobre la que se alzaban distintas armas y artilugios valiosos. Se llevó la mano a los labios como si eligiese, con la certitud de que los otros hombres estaban demasiado ocupados con Sugar como para siquiera acercársele. Oculta entre las sombras altas de la noche y los distintos muebles de la estancia.
Para cuando se acercó a la mesa en si, Sugar ya se había deshecho de otro de los traficantes, que sangraba e intentaba levantarse de manera reiterada pero poco exitosa hasta finalmente desplomarse y llevarse las manos allí de donde emanaba sangre.
Los dos restantes parecieron darse de bruces con una realidad inequívoca al ver como su compañero caía al suelo. Sugar se había defendido y también parecía herido aquí y allá dejando entrever los circuitos que lo componían bajo la carne humana de la que se camuflaba. Aún así el Bio tenía la bastante fuerza aún como para acabar con ambos dos hombres y aquello no pasó desapercibido a uno de los matones que al ver al fin a Eilydh cargando disimuladamente con varias armas y objetos robados ocultos bajo su indumentaria, se pensó dos veces si volver a pegar a Sugar, ahora reforzado por la presencia de aquella desconocida que no les había ayudado, ergo no era de su grupo. Miró a su compañero y antes de que pudiese decir nada corrió fuera de la casona. Dejándolo solo.
El hombre que quedó gritó varias veces al desaparecido antes de insuflarse de valor para volver a arremeter contra Sugar. Eilydh no dudaba que el que se había marchado iba en busca de refuerzos por eso pensó que por mucho que prefiriese no mancharse de sangre debía acabar con aquello cuanto antes.
Aprovechó que el Bio asestaba un golpe certero al matón para acercarse por detrás y clavar su daga en el cuello del hombre que abrió la boca inundada de sangre y los ojos en señal de sorpresa.
-El virrey te envía saludos- comenzó a decir Eilydh- Te recuerda que en ciudad lagarto quien roba a un ladrón jamás tiene su perdón- dijo la elfa mientras dejaba caer el peso muerto del hombre al suelo con una sonrisa irónica en los labios.
Miró a Sugar. Parecía cansado y estaba segura de que alguno de sus circuitos estaban dañados. Se acercó como pudo teniendo en cuenta que todos sus alijos entre su ropa estaban llenos de aquellos materiales valiosos. El bio le había servido bien y aunque estaba segura de que su magia elfa no funcionaba con él, impuso sus manos en según que mecanismos expuestos para intentar que estos curasen. No lo hicieron por supuesto.
-Lo siento...- dijo la elfa- Por otra parte... estoy segura que el alijo de armas en tu gimnasio pagará buena parte de tus arreglos. Consideralo un regalo.- añadió alejándose un poco del Bio.
La noche se había quedado oscura y silenciosa, como si precediese a la veintena de pasos que se acercaban a aquel lugar avisados por el traficante que dejaron escapar. Eilydh fue muy consciente de ello de manera repentina y se acercó de nuevo a la mesa cargando las cosas que pensaba que le serían más útiles y valiosas tal y como había acordado con Matt Owens.
Cuando terminó se acercó a la puerta dispuesta a alejarse de allí antes de que los demás hombres apareciesen.
-Yo que tú no tardaría mucho en irme... - dijo la elfa instando a Sugar- No estoy segura de que tengas tanta suerte como para acabar con nadie más en ese estado- añadió. Le dedicó una sonrisa al hombre y dijo finalmente- Estoy segura que nos volveremos a ver. -dijo simplemente y dejó la estancia.
Caminó aprisa, sigilosa y escondida en las sombras, como solía hacer cuando escapaba de algun que otro elfo en los bosques frondosos de Sandorai. Cuando estuvo lo suficientemente perdida entre la frondosidad de los árboles cercanos como para que Sugar pudiese encontrarla se ocultó entre la maleza alta y algún que otro árbol con la luna como única luz en el reflejo de la noche.
Abrió la palma de su mano donde había ocultado una pequeña e ínfima tuerca de aquel Bio. Cuando posicionó su mano sobre él en un intento aparente de curarlo estaba ya casi suelta, y lo cierto era que no estaba segura qué tan valiosa era aquella parte del Bio. Se aseguró que era lo suficientemente cercana al cuello como para que Sugar se percatase que obviamente ella la había robado.
Pensó que quizás aquello era el suficiente aliciente como para atraer a Sugar a ciudad lagarto.
Aquello no era parte del plan establecido con Owens, pero tras ver la demostración de resistencia de aquel Bio estaba segura que el virrey se opondría poco o nada a contar con él para algún que otro favor.
Cerró la mano atesorando aquella parte del Bio y no pudo contener una sonrisa de autosuficiencia.
Se perdió en la espesura de la noche camino a ciudad lagarto.
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